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500 | T-377-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-377/95
DERECHO A LA
EDUCACION-Importancia/ESTADO
SOCIAL DE DERECHO/ESTUDIANTE EN UNION DE HECHO
La educación en
un Estado Social de Derecho ha de propender porque cada uno de los actores del
proceso educativo, especialmente los alumnos, se apropie e interiorice
principios fundamentales para la convivencia humana, tales como la tolerancia,
el respeto a la diversidad y la igualdad en la diferencia. No basta, por parte
del ente educador, con el cumplimiento estricto de la mera labor de instrucción
y con el desarrollo de un modelo pedagógico restringido, que simplemente
pretenda homogenizar comportamientos y actitudes ante la vida, como, en este
caso, equivocadamente lo cree el representante de los profesores en el consejo
directivo, para quien el actual estado civil de la actora "...no
garantiza la igualdad del comportamiento que deben observar los estudiantes
menores...", concepción ésta que va en contravía de los fundamentos mismos
de las diversas escuelas de pensamiento que desarrollan la pedagogía moderna,
las cuales rechazan cualquier modelo que propenda por la colectivización u
homogenización del pensamiento de los individuos.
AUTONOMIA ESCOLAR-Desbordamiento/ESTUDIANTE EN UNION DE
HECHO-Pérdida del cupo
Es claro que la
medida adoptada por la demandada desborda los límites de la autonomía y la
capacidad de autorregulación que se reconoce a las instituciones educativas,
pues aún el evento de que se hubiere probado la comisión de alguna falta por
parte de la actora, la sanción en ningún caso podría haber implicado la pérdida
total del derecho. No es pues una decisión discrecional de la Rectoría
autorizar o nó, año a año, la continuación de los alumnos que vienen
adelantando sus estudios en el plantel, la cual solamente está condicionada por
el cumplimiento de sus obligaciones académicas y disciplinarias. Mal puede
entonces la demandada imputar a la actora el incumplimiento de uno de sus
deberes, por omitir un requisito que no es exigible para el trámite de
renovación de la matrícula, siendo inaceptable que se declare
"sorprendida" por la realización de unos trámites que están bajo su
directa responsabilidad.
PRINCIPIO DE
DIGNIDAD HUMANA-Respeto/DERECHO
A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Decisiones personales/DERECHO AL
LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD/DERECHO A CONSTITUIR UNA FAMILIA/UNION
MARITAL DE HECHO-Protección constitucional
Las directivas
del Colegio cuestionaron severamente la decisión de la actora, mujer mayor de
edad, que decidió constituir de hecho su propia familia, la cual, valga
decirlo, está amparada por la misma Constitución. En este caso, no sólo se
repudió a la actora por su decisión, la cual se consideró inmoral, sino que se
condicionó su permanencia en el colegio al cumplimiento de "un
convenio", casarse o volver con sus padres, que desde cualquier punto de
vista desconoce el debido respeto a la dignidad, como principio fundante del
Estado, y viola sus derechos a la a la intimidad, entendida como un estadio de
la conciencia ajeno por completo al ámbito jurídico, y al libre desarrollo de
la personalidad, la cual, según lo expresado por esta misma Corte, se entiende
como "la libertad general de hacer o no hacer lo que se considere
conveniente". Es entonces desde todo punto de vista cuestionable que la
decisión de la actora se presente ante la comunidad académica como un hecho
"bochornoso" con el cual se irrespeta el establecimiento, cuando en realidad
se trata de una situación de su exclusiva incumbencia, que se originó en una
decisión autonóma tomada por ella dada su capacidad para hacerlo, que la motivó
a conformar un tipo de familia, que es reconocido por la misma Constitución.
DERECHO A LA
EDUCACION-Cancelación de
matrícula/DERECHO A LA IGUALDAD-Vulneración por situación de
inferioridad/DERECHO A LA AUTODETERMINACION
El colegio
demandado, al cancelar la matrícula de la actora, la colocó en condiciones de
inferioridad respecto de sus compañeros, no sólo por someterla al
cuestionamiento generalizado y al "escarnio público" por hechos
presuntamente contrarios a la moral, sino por pretender condicionar su
permanencia en la institución al cumplimiento, no solo de los requisitos académicos
y disciplinarios que señalan la ley y el reglamento, sino de un
"convenio" que desconoce el más mínimo respeto a la intimidad y a la
autodeterminación.
REF.:
Expediente No. T-69298
Actor: PATRICIA
PEÑA ACUÑA
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., agosto veinticuatro (24) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
de Tutelas, integrada por los H. Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO
NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus competencias
constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente, resuelve
sobre el proceso de acción de tutela presentado por PATRICIA PEÑA ACUÑA contra
el Colegio "Rafael Afanador Cadena" de la ciudad de Pamplona
Departamento de Norte de Santander, representado legalmente por su rectora
señora GLORIA LIGIA VALENCIA GOMEZ.
1. ANTECEDENTES
1. LA PRETENSION
Y LOS HECHOS
La señorita PATRICIA
PEÑA ACUÑA, mayor de edad, quien fuera estudiante regular del Colegio
RAFAEL AFANADOR Y CADENA de la ciudad de Pamplona hasta finales de 1994,
interpuso acción de tutela contra la Rectora y Representante Legal de dicho
establecimiento educativo, Licenciada GLORIA VALENCIA GOMEZ, con el
objeto de proteger su derecho a la educación.
Como hechos que
sustentan su petición la demandante expuso los siguientes:
- Desde el año 1992
y a partir del grado séptimo, la actora cursó estudios de bachillerato en el
Colegio RAFAEL AFANADOR Y CADENA de la ciudad de Pamplona, siendo reconocida
como una buena estudiante que nunca presentó problemas académicos ni
disciplinarios, habiendo sido incluso objeto de distinciones tales como izar la
bandera y ser designada monitora de su curso.
- En septiembre de
1994, cuando cursaba noveno grado, la actora, ciudadana mayor de edad, decidió,
"...por motivos personales", dejar su casa paterna y convivir con su
novio, decisión que, según su declaración al juez de conocimiento de la acción
de tutela, informó de manera inmediata a las directivas del colegio. No
obstante, en las declaraciones rendidas por las directivas del dicho
establecimiento, éstas manifestaron que en principio se enteraron por la madre
de la alumna, quien no aceptaba la decisión de su hija, por otros alumnos y por
padres de familia quienes se quejaron por considerar que "...la situación
indicaba que no se le estaba dando la importancia debida al aspecto moral en la
institución."
- Informadas la
Rectora, la Orientadora y la Coordinadora del colegio sobre la nueva situación
familiar de la actora, éstas le manifestaron que podía culminar el año lectivo
de 1994, pero que debía dejar de utilizar el uniforme y continuar asistiendo
vestida de particular, medida que de acuerdo con lo declarado por dichas
directivas, obedeció a su ánimo de proteger a la alumna, quien, creyeron,
podría estar engañándolas y encontrarse embarazada.
- Posteriormente, ya
culminadas de manera satisfactoria las actividades académicas correspondientes
al año lectivo de 1994, la actora preguntó a las directivas del colegio si
tendría cupo para cursar el décimo grado durante el año de 1995, a lo que,
según ella, se le respondió positivamente, por lo que procedió, el 9 de
diciembre de 1994, a realizar los trámites de renovación de matrícula
correspondientes, presentando como acudiente a la señora FLOR OLIVA PABON,
vecina y amiga suya, ante la negativa de su señora madre, quien por no estar de
acuerdo con su decisión se rehusó a continuar siendo su acudiente ante el
colegio.
- No obstante, según
lo manifestaron las directivas de la institución citadas por el juzgado de
conocimiento para declarar, la aceptación de la alumna estaba condicionada al
cumplimiento por parte de ella de un "convenio", al cual había
llegado con la orientadora del colegio, en el sentido de que tendría que
"arreglar su situación", bien regresando a su casa y llevando como
acudiente a su señora madre, o "casándose y asumiendo sus
responsabilidades como persona con obligaciones", lo cual, según ellas,
implicaba conseguir un trabajo para colaborar con su compañero y estudiar en
un colegio nocturno, para lo que le ayudarían a conseguir el cupo.
- De acuerdo con el
calendario académico establecido para el año de 1995, la actora se presentó en
el colegio el día 7 de febrero de 1995 para iniciar su décimo grado; sin
embargo, no se le permitió ingresar, y se le informó, a través de la
coordinadora, que no podía continuar cursando allí sus estudios, por lo que
debía buscar otro colegio y proceder a retirar sus documentos. Ante tal
información, la actora le preguntó a la coordinadora si no tenía otra
oportunidad, a lo que ésta le contestó que si, siempre y cuando regresara a su
casa paterna, a lo cual la demandante se negó.
- De manera
inmediata la coordinadora y la orientadora del establecimiento demandado
procedieron a gestionar ante el Rector del colegio CEMUP, de la misma ciudad,
un cupo en jornada nocturna para la actora, devolviéndole a ésta la documentación
y el 80% del valor de la matrícula que aquella había cancelado. No obstante, el
rector del citado colegio le informó a la actora, que dado el sobrecupo que
tenía en su establecimiento le era imposible recibirla. Las directivas del
colegio demandado procedieron entonces a gestionar un cupo en la jornada
nocturna del colegio para adultos ISER, el cual fue rechazado por la actora
argumentando que le quedaba muy lejos de su casa.
- La estudiante
reiteró entonces su solicitud ante la demandada, insistiéndole en ser aceptada
para cursar el grado décimo, a lo que ésta le respondió que sometería su caso a
consideración del Consejo Directivo del establecimiento, organismo al cual no
se había llevado no obstante haber tomado ya una decisión, por considerar que se
trataba de una situación delicada que en lo posible debía mantenerse en
reserva. Días después le informó que la decisión había sido no aceptar que
continuara sus estudios en el colegio, pues dada su situación de convivencia
con el novio ella debía estudiar en un colegio nocturno. La actora preguntó los
motivos que originaban esa decisión, teniendo en cuenta que en colegio había
alumnas en la misma situación, a lo que la Rectora le contestó que de ser así
tendrían que proceder a retirarlas; le señaló además que los motivos de la
decisión del consejo directivo le serían comunicados por escrito, lo cual
nunca se produjo.
- Con base en lo
manifestado por la actora, el juzgado de conocimiento preguntó a las directivas
del establecimiento demandado, si era verdad o no, que actualmente en el
colegio cursan estudios "...alumnas casadas, con hijos o que vivan o
tengan compañero permanente". La respuesta fue que existen, en grado once,
dos alumnas que tienen hijos, producto de "embarazos accidentales";
no obstante, aclararon, ellas fueron aceptadas dado que ya no tienen ningún
vínculo con quienes fueron sus novios, y que actualmente viven con sus padres,
quienes son sus acudientes ante el colegio.
- En la declaración
rendida por la licenciada GLORIA VALENCIA GOMEZ, rectora del colegio
demandado, ésta señaló, que los motivos que sustentaron la decisión de no
aceptar la alumna accionante para cursar el grado décimo son: primero el no
cumplir con los requisitos de matrícula al no haberse efectuado ésta previo el
visto bueno de la rectoría según lo dispone el reglamento; segundo que la
alumna no llevó como acudiente a sus padres o alguna persona vinculada como
familiar con ella, circunstancia que no garantizaba el cumplimiento de las
obligaciones que se adquirirían con el colegio, especialmente las económicas; y
tercero, su actual estado civil contrario a la filosofía del colegio.
La decisión, agrega,
fue adoptada por el consejo directivo del colegio, máximo órgano de dirección,
al cual, señala, le corresponde asumir la defensa y garantía de todos los
derechos de la comunidad educativa. Dicho organismo al considerar una solicitud
escrita de la actora, fechada el 14 de marzo de 1995, y de acuerdo con lo
consignado en la respectiva acta, (Acta No. 02 de la misma fecha), decidió
retirarla definitivamente del colegio, argumentando que su conducta atentaba
contra la formación moral de los demás alumnos, la cual, dicen, está implícita
en los fines de la educación; señalan además que su decisión buscó ante todo
"hacer primar el bien común".
- Expresó además la
rectora que el comportamiento de la actora constituye "una influencia
negativa" para los demás alumnos, la mayoría menores de edad, quienes,
sostiene, tienen derecho al buen ejemplo y con su presencia se verían expuestos
"a seguir su camino". Considera que para personas en la situación de
la alumna demandante existen instituciones nocturnas, en las cuales puede
compartir con personas de su edad sin generar experiencias negativas en sus
compañeros.
2. FALLO QUE SE REVISA
El 3 de abril de
1995, el Juzgado Penal Municipal de Pamplona denegó la tutela impetrada por PATRICIA
PEÑA ACUÑA, por considerar que la actuación del colegio RAFAEL AFANADOR Y
CADENA, de esa ciudad, no vulneró ni amenazó su derecho a la educación. Dicho
fallo no fue impugnado, por lo que en cumplimiento de lo dispuesto en el
artículo 31 del Decreto 2591 de 1991 fue remitido a la Corte Constitucional
para su revisión.
La sentencia
proferida se fundamentó en los siguientes argumentos:
2.1 La Juez de
conocimiento denegó la tutela impetrada por la actora, por considerar que la
rectora del colegio demandado, no vulneró ni amenazó su derecho a la educación,
"...toda vez que se realizaron las diligencias tendientes a que la alumna
PEÑA ACUÑA, continuara sus estudios en la jornada nocturna para no
perjudicarla en su año lectivo 1995 (sic) en su décimo grado de secundaria, y
habida razón que la tutela no puede ser utilizada para hacer cumplir las leyes,
los decretos, los reglamentos o cualquiera otra norma de rango inferior. (Art.
2o. Decreto 306 de 1992)".
2.2 En opinión del
a-quo, la decisión adoptada por el colegio demandado se originó en el
desconocimiento por parte de la actora de normas que rigen la institución, las
cuales están consignadas en el reglamento interno o manual de convivencia.
Entre ellas, no realizar el trámite de matrícula previo el cumplimiento de los
requisitos establecidos, uno de ellos el visto bueno de la rectoría; no
acreditar un representante o acudiente que tuviera vínculos familiares con ella
y se responsabilizara ante el colegio, y no cumplir con el compromiso adquirido
con las directivas de la institución, en el sentido de "arreglar su
situación". Destaca que la educación es un derecho-deber que implica para
el alumno el cumplimiento estricto de sus obligaciones.
2.3 Señala la Juez
de conocimiento que el caso de la actora fue considerado y decidido por el
consejo directivo de la institución, el cual por unanimidad y con la intención
de "proteger a los menores", decidió no permitir que la estudiante
actora continuara en el colegio, señalando que su actual situación personal
indica que ésta debe estudiar en un establecimiento nocturno en el cual no
genere experiencias negativas para sus compañeros.
En este punto el
a-quo resalta la opinión expresada por la representante de los alumnos en el
consejo directivo, en el sentido de que la actuación de la actora "es un
acto bochornoso de irrespeto al colegio".
2.5 Resalta que la
Ley General de Educación autorizó a los establecimientos educativos para
expedir "un reglamento o manual de convivencia" en el cual se definen
los derechos y obligaciones del estudiante, cuyo cumplimiento se presume es
aceptado por los tutores y los educandos al firmar éstos la matrícula.
2.6 Acepta que la
decisión tomada por la actora, de irse a vivir con su novio, en nada interesa a
la institución o a los particulares; no obstante, afirma que dicha actitud
repercute en el aspecto disciplinario y académico de la institución, pues su
conducta se constituye en un mal ejemplo para los menores de edad afectando el
desarrollo de su personalidad.
2.7 Enfatiza el
margen de autonomía que se reconoce a las instituciones educativas, públicas o
privadas, el cual, dice, les permite regir sus destinos con arreglo a sus
propios objetivos y según el perfil educativo que las individualiza y
distingue, "...cada institución es titular de atribuciones suficientes
para fijar, de conformidad con las reglas aplicables a su funcionamiento, el
cupo máximo para cada período académico y los criterios con arreglo a los
cuales habrá de seleccionarse el personal que sea admitido en sus aulas. Los
colegios, agrega, de acuerdo con lo expresado por la Corte Constitucional,
"...no están obligados a mantener en sus aulas a quienes desconocen las
directrices disciplinarias". El deber del estudiante radica desde el punto
de vista disciplinario, en respetar el reglamento y las buenas costumbres,
atendiendo su esfera familiar y social."
3. COMPETENCIA
Con fundamento en lo
dispuesto en los artículos 86 y 241-9 de la constitución Política, en armonía
con los artículos 33, 34 y 35 del Decreto-Ley 2591 de 1991, la Sala es
competente para revisar la sentencia de la referencia. Su examen se hace por
virtud de la selección que de las sentencias de tutela práctico la Sala
correspondiente, y del reparto que se efectúo de conformidad con el reglamento
de esta Corporación.
4. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
En reiteradas
oportunidades esta Corporación ha manifestado la trascendencia e importancia,
que en un Estado Social de Derecho, tiene la educación como derecho fundamental
de las personas; sobre todo cuando ese estado se entiende en una de sus
dimensiones esenciales: esto es, como una forma de orientación política
dirigida a la construcción de una nueva concepción de libertad; así lo quiso
destacar el constituyente a través, entre otros, del texto del artículo 67 de
la C.P. :
"La educación
es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social:
con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los
demás bienes y valores de la cultura.
"La educación
formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la
democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento
cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente."
Tal es su
trascendencia, que generalmente su vulneración implica la vulneración
concomitante de otros derechos fundamentales, pues su desarrollo y
materialización están en íntima relación con la dignidad misma de la persona,
con sus derechos a la igualdad, a la intimidad, a la autonomía y al libre
desarrollo de su personalidad, e incluso con el derecho al debido proceso, en
cuanto ésta es impartida en el seno de organizaciones especializadas regidas
por la ley y por reglamentos específicos, que determinan los derechos y deberes
de los miembros que conforman la comunidad académica.
Esto significa la
necesidad, al asumir la revisión del caso de la referencia, de detenerse en el
análisis de dichos temas.
4.1 LA PROTECCION
DEL DERECHO A LA EDUCACION
Uno de los
principales objetivos del proceso educativo es lograr que el educando, a tiempo
que se desarrolla como individuo único y diferenciable, autónomo y libre,
aprenda a socializar y armonizar sus comportamientos en relación con los demás,
teniendo como presupuesto básico el reconocimiento y respeto del
"otro" en cuanto sujeto que detenta los mismos derechos. La Ley
General de Educación, Ley 115 de 1994, señala en su artículo quinto como uno de
los fines de la misma, "El pleno desarrollo de la personalidad sin más
limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden
jurídico..."
La educación en un Estado Social de Derecho
ha de propender porque cada uno de los actores del proceso educativo,
especialmente los alumnos, se apropie e interiorice principios fundamentales
para la convivencia humana, tales como la tolerancia, el respeto a la
diversidad y la igualdad en la diferencia. No basta, por parte del ente
educador, con el cumplimiento estricto de la mera labor de instrucción y con el
desarrollo de un modelo pedagógico restringido, que simplemente pretenda
homogenizar comportamientos y actitudes ante la vida, como, en este caso,
equivocadamente lo cree el representante de los profesores en el consejo
directivo, para quien el actual estado civil de la actora "...no
garantiza la igualdad del comportamiento que deben observar los estudiantes
menores...", concepción ésta que va en contravía de los fundamentos mismos
de las diversas escuelas de pensamiento que desarrollan la pedagogía moderna,
las cuales rechazan cualquier modelo que propenda por la colectivización u
homogenización del pensamiento de los individuos. Al contrario, se trata desde
la escuela básica de viabilizar el desarrollo del individuo como fin en sí
mismo, permitiéndole el acceso al conocimiento, a las artes y en general a las
distintas manifestaciones de la cultura, en la perspectiva de que pueda
desarrollarse, integral y equilibradamente, en un contexto social caracterizado
por la coexistencia de paradigmas de vida, no solo diferentes, sino incluso
antagónicos. Sólo así el individuo adquirirá la capacidad necesaria para
ejercer su autonomía de manera racional, aceptando y respetando el derecho que
asiste a los demás de hacer lo mismo; esto es, sin que ello implique vulnerar
los valores, principios y derechos que para todos consagra la Constitución.
Sobre este tema, ha
dicho esta Corporación:
"Como derecho
de la persona, la educación no puede menos que permitir el acceso efectivo a
los bienes y valores de la cultura con estricta observancia del principio de
igualdad de oportunidades, tal como se desprende del texto y el espíritu de las
diversas normas (arts, 13 y 67 a 71, entre otros) en que el constituyente quiso
plasmar su voluntad.
"En virtud de
todo lo anterior, esta Corte reconoce y afirma que en Colombia ningún tipo de
educación puede vulnerar los valores principios y derechos consagrados en la
Constitución del 91." (Corte Constitucional, Sent. C-064, febrero 23 de
1993. M.P. Dr. Ciro Angarita Barón).
Sobre estos
presupuestos cabe entonces preguntarse, si la decisión adoptada por el colegio
demandado, en el sentido de cancelar la matrícula de la actora e impedirle que
curse allí su décimo grado, no obstante que hasta el año pasado fue una buena
alumna, que siempre acreditó resultados académicos satisfactorios y un buen
comportamiento disciplinario, por haber ésta decidido convivir con su novio y
dejar la casa paterna, vulnera o no su derecho a la educación y otros derechos
fundamentales.
De conformidad con
los argumentos expuestos por las directivas del colegio, llamadas a declarar en
el proceso de tutela, la decisión adoptada obedeció al incumplimiento, por
parte de la actora, de varios de los deberes a los que como alumna estaba
obligada, según el reglamento o manual de convivencia. Así, dice la Rectora, la
actora omitió la previa autorización o visto bueno de su despacho para proceder
a la matrícula; no llevó como acudiente a uno de sus padres o alguna persona
que tuviera vínculos familiares con ella, que se responsabilizara de las
obligaciones económicas y académicas que se adquirían con el establecimiento,
además de que "su actual estado civil es contrario a la filosofía del
colegio".
No obstante ser
estos los motivos que esgrimió la demandada para justificar la decisión, la
Juez de conocimiento no se detuvo en su análisis para corroborar si hubo o no
incumplimiento, por parte de la alumna actora, de las obligaciones que le
señalaba el reglamento estudiantil, y en caso afirmativo si se impuso la
sanción correspondiente previo el desarrollo del proceso establecido en el
mismo reglamento. Ello por cuanto consideró que la medida adoptada, cancelar la
matrícula de la actora, no vulneró ni amenazó su derecho a la educación,
"...toda vez que se realizaron las diligencias tendientes a que la alumna
PEÑA ACUÑA, continuará sus estudios en la jornada nocturna para no perjudicarla
en su año lectivo de 1995...".
Equivocadamente el
a-quo considera que una medida dirigida a resolver una situación que se genera
por la vulneración, no de uno, sino de varios de los derechos fundamentales de
la actora, como es diligenciar la obtención de un cupo en una institución que
en opinión de la demandada si reúne las características que se ajustan a su
situación personal, en la cual "no genere expectativas negativas para sus
compañeros", (colegio nocturno para adultos), es suficiente para subsanar
tal vulneración, cuando es claro que es inadmisible pretender que la
materialización de un derecho fundamental, cualquiera sea, se pueda dar
"sustituyendo" las condiciones para su realización, por otras, que en
opinión de quien lo vulnera son las apropiadas.
Ha señalado esta
Corte que siendo
"...la
educación un derecho constitucional fundamental, el incumplimiento de las
condiciones para el ejercicio del derecho, como sería el no responder el
estudiante a sus obligaciones académicas y al comportamiento exigido por los
reglamentos, puede dar lugar a la sanción establecida en el ordenamiento
jurídico para el caso y por el tiempo razonable que allí se prevea, pero no
podría implicar su pérdida total, por ser un derecho inherente a la
persona." (Corte Constitucional, Sent. T-002 de mayo 8 de 1992. M. P. Dr.
Alejandro Martínez Caballero).
Así, es claro que la
medida adoptada por la demandada desborda los límites de la autonomía y la
capacidad de autorregulación que se reconoce a las instituciones educativas,
pues aún el evento de que se hubiere probado la comisión de alguna falta por
parte de la actora, la sanción en ningún caso podría haber implicado la pérdida
total del derecho.
Los estudiantes y en
general todos y cada uno de los miembros de la comunidad académica, están
obligados a acatar y cumplir las disposiciones de la ley y de sus propios
reglamentos, siempre que éstos no contengan disposiciones que afecten o
desconozcan sus derechos fundamentales; los titulares del derecho a la
educación, en cuanto derecho-deber, soportan la exigencia de deberes que
cumplir, no sólo con la comunidad de la cual hacen parte sino consigo mismos.
4.2 EL RESPETO A
LA DIGNIDAD Y EL DERECHO A LA AUTONOMIA, A LA INTIMIDAD Y AL LIBRE DESARROLLO
DE LA PERSONALIDAD.
Se aduce por parte de
la demandada que la decisión de retirar a la actora del colegio, fue adoptada
por el consejo directivo, máximo órgano de dirección, cuyo principal interés
fue hacer "primar el bien común"; la medida se tomó dado el
incumplimiento de varios de los deberes que para los alumnos consagra el
reglamento o manual estudiantil; sin embargo, es tal la debilidad de algunas de
las imputaciones que se le hacen a la actora, que se hace evidente la intención
de "complementar" la justificación de la decisión adoptada, agregando
motivos diferentes a los que verdaderamente la originaron.
En primer lugar,
según la demandada, la actora incumplió el reglamento al haber omitido el
previo visto bueno de su despacho antes de proceder a la matrícula. Sobre el
particular es procedente considerar lo siguiente: el artículo segundo del
manual del alumno, (su texto se incorporó al expediente como reglamento
estudiantil vigente), establece: "Requisitos de Admisión: la
admisión de los alumnos será autorizada por la Rectoría del Plantel en (sic)
común acuerdo con el Consejo de profesores y el concepto de la oficina de
orientación."
En el caso de la
referencia, la alumna que interpuso la acción de tutela no estaba solicitando
admisión en el colegio demandado, eso lo había hecho tres años atrás al
matricularse e ingresar como estudiante regular a séptimo grado; el trámite que
adelantó ante la administración del colegio fue, de acuerdo con el artículo 95
de la Ley 115 de 1994, Ley General de Educación, el de renovación de la
matrícula para cursar el grado décimo, para lo cual estaba habilitada dado que
había aprobado el grado noveno. Dice la citada norma: "La matrícula es el
acto que formaliza la vinculación del educando al servicio educativo. Se
realizará por una sola vez, al ingresar el alumno a un establecimiento
educativo, pudiendo establecer renovaciones para cada período
académico."
Ello implica que el
proceso, tal como se efectuó, es válido de acuerdo con el reglamento del
colegio, el cual establece la formalidad de la aceptación previa por parte de
la Rectoría para la admisión, la cual se perfecciona con la matrícula, y no
para su renovación.
No es pues una
decisión discrecional de la Rectoría autorizar o nó, año a año, la continuación
de los alumnos que vienen adelantando sus estudios en el plantel, la cual
solamente está condicionada por el cumplimiento de sus obligaciones académicas
y disciplinarias. Mal puede entonces la demandada imputar a la actora el
incumplimiento de uno de sus deberes, por omitir un requisito que no es
exigible para el trámite de renovación de la matrícula, siendo inaceptable que
se declare "sorprendida" por la realización de unos trámites que
están bajo su directa responsabilidad.
Señala también la
demandada, que la actora incumplió con uno de sus deberes al no presentar como
acudiente a uno de sus padres o a otra persona ligada a ella por vínculos
familiares, que pudiera responsabilizarse efectivamente de las obligaciones que
se adquirían con el colegio; tal afirmación llama la atención, por cuanto
apenas unos meses antes las mismas autoridades del colegio no consideraron tal
situación como un impedimento para que la alumna demandante continuará con sus
estudios, aceptando sustituir como acudiente a la señora madre de la actora,
quien se negó expresamente a continuar siéndolo, por otra persona, precisamente
la misma que firmó la matrícula cancelada.
La tercera causa de
incumplimiento a la cual se refirió la demandada para justificar la medida
adoptada por la institución, es el actual estado civil de la actora,
"...contrario a la filosofía del colegio", siendo éste,
indudablemente, el verdadero motivo de la cancelación de la matrícula de la
alumna, pues tanto las directivas del colegio, como los miembros del consejo
directivo, consideran que la decisión de aquélla es contraria a la moral, y por
lo tanto que su presencia puede constituir un mal ejemplo para sus compañeros,
la mayoría menores de edad, por no corresponder a los principios y formalidades
que orientan sus propias actuaciones. Estas apreciaciones y conceptos
desconocen el contenido y filosofía misma de la Constitución y de la Ley
General de Educación, la cual señala en su artículo primero: "La educación
es un proceso de formación permanente, personal, cultural y social que se
fundamenta en una concepción integral de la persona humana, de su dignidad, de
sus derechos y de sus deberes."
Las directivas del
Colegio cuestionaron severamente la decisión de la actora, mujer mayor de edad,
que decidió constituir de hecho su propia familia, la cual, valga decirlo, está
amparada por la misma Constitución:
"La familia
como institución básica. ...no existe un tipo único y privilegiado de familia
sino un pluralismo evidente en los diversos vínculos que la originan, pues
ellos pueden ser tanto de carácter natural como de carácter jurídico. También
se le reconoce consecuencias a la voluntad responsable de conformar una
familia. En estas condiciones, la familia legítima originada en el matrimonio
es hoy uno de los tipos posibles;...b) es claro, de otra parte, que el
constituyente, consagró un espacio a la familia de hecho en condiciones de
igualdad con otros tipos, en desarrollo de lo dispuesto por el artículo 13 de
la Carta vigente;" (Corte Constitucional, Sent. T-523, septiembre 18 de
1992. M.P. Dr. Ciro Angarita Barón).
En este caso, no
sólo se repudió a la actora por su decisión, la cual se consideró inmoral, sino
que se condicionó su permanencia en el colegio al cumplimiento de "un
convenio", casarse o volver con sus padres, que desde cualquier punto de
vista desconoce el debido respeto a la dignidad, como principio fundante del
Estado, y viola sus derechos a la a la intimidad, entendida como un estadio de
la conciencia ajeno por completo al ámbito jurídico, y al libre desarrollo de
la personalidad, la cual, según lo expresado por esta misma Corte, se entiende
como "la libertad general de hacer o no hacer lo que se considere
conveniente".
Sobre el particular
también dijo esta Corporación:
"...El
fundamento último de la Constitución de 1991 es la dignidad de la persona, una
de cuyas principales premisas es el desarrollo de la personalidad, el cual a su
vez tiene como supuesto la intimidad" (Sent. T-011 de mayo 22 de 1992.
M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero).
Ante la negativa de
la actora de "arreglar su situación" en los términos que le exigían
las directivas del Colegio, éstas le impusieron una sanción: la cancelación de
la matrícula, aún antes de que el Consejo Directivo conociera su situación, vulnerando
con ello sus derechos fundamentales a la educación y al debido proceso.
Al imputarle como un
acto violatorio del reglamento estudiantil el haber decidido conformar su
propia familia, el colegio demandado contradice los principios que lo rigen de
acuerdo con lo consignado en su propio reglamento, en cuya introducción se lee:
"El principio del respeto a la dignidad de la persona humana. Dignidad
significa reconocimiento de su libertad de creer, de amar, de disponer de si
mismo, de elegir sus relaciones, en una palabra (sic): ...el hombre no es cosa
disponible por otros, manejable, esclavizable...". De otra parte, la
actitud de las directivas es contraria a los principios que deben fundamentar
su quehacer dada su calidad de educadores: formar para el respeto y la
tolerancia, para la aceptación de la pluralidad de credos e ideas, y para
asumir la diferencia como condición esencial de la convivencia armónica.
Es entonces desde
todo punto de vista cuestionable que la decisión de la actora se presente ante
la comunidad académica como un hecho "bochornoso" con el cual se
irrespeta el establecimiento, cuando en realidad se trata de una situación de
su exclusiva incumbencia, que se originó en una decisión autonóma tomada por
ella dada su capacidad para hacerlo, que la motivó a conformar un tipo de
familia, que como ya se ha señalado, es reconocido por la misma Constitución.
El reto del educador
en la sociedad moderna no está en transmitir los fundamentos de un modelo
específico de vida, cualquiera sea el soporte ideológico y ético que lo
sostenga, este es apenas uno de los componentes esenciales de su compromiso
principal, el cual se sintetiza en la obligación que tiene de preparar a sus
alumnos para que éstos se desarrollen autónomamente, aceptando la diferencia y
la diversidad de ideas, y por ende la convivencia con otros paradigmas, sin
desechar por ello sus propios principios.
4.3 EL DERECHO
A LA IGUALDAD
El artículo 13 de la
Carta Política establece:
"Todas las
personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y
trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y
oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen,
nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica".
Es evidente que el
colegio demandado, al cancelar la matrícula de la actora, la colocó en
condiciones de inferioridad respecto de sus compañeros, no sólo por someterla
al cuestionamiento generalizado y al "escarnio público" por hechos
presuntamente contrarios a la moral, sino por pretender condicionar su
permanencia en la institución al cumplimiento, no solo de los requisitos
académicos y disciplinarios que señalan la ley y el reglamento, sino de un
"convenio" que desconoce el más mínimo respeto a la intimidad y a la
autodeterminación.
De otra parte, cabe
destacar, como al parecer el problema moral que plantean las directivas del
colegio se reduce a que los alumnos asuman actitudes y formas de vida que coincidan
externamente con esquemas puramente formales, pues no de otra forma se
entendería que justifiquen la permanencia de otras alumnas que afrontan
situaciones que no encajan con el "deber ser tradicional", madres
solteras, por el hecho de que éstas "volvieron a ser hijas de
familia" y a depender de sus padres.
Con ello se
entiende, que para la demandada estas alumnas "enmendaron" o
corrigieron un comportamiento indebido, actitud inadmisible pues ni la
maternidad, ni la conformación de familias de hecho, pueden constituir faltas
disciplinarias o impedimentos para tener acceso a la educación; son decisiones
que corresponden al fuero interno de las personas, mucho más si ellas son
mayores de edad, adoptadas en ejercicio de su autonomía y como parte del proceso
del libre desarrollo de su personalidad. A las instituciones de educación les
corresponde orientar, informar y preparar para que esas decisiones se adopten
en el momento más propicio y conveniente, lo que no quiere decir que cualquier
acción que desconozca o no corresponda a esa orientación pueda ser
cuestionada y calificada de inmoral.
La Sala no comparte
los criterios que fundamentaron la decisión de la Juez de conocimiento de
denegar la acción de tutela interpuesta por la actora, por lo cual la revocará,
procediendo a tutelar sus derechos fundamentales a la educación, a la
intimidad, al libre desarrollo de la personalidad, a la igualdad y al debido
proceso.
En virtud de lo
expuesto, la Sala Número Ocho de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO. REVOCAR el fallo proferido el 3 de abril de 1995
por el Juzgado Penal Municipal de Pamplona, por medio del cual se denegó la
acción de tutela interpuesta por PATRICIA PEÑA ACUÑA, y en su lugar
tutelar sus derechos a la educación, a la intimidad, al libre desarrollo de la
personalidad, a la igualdad y al debido proceso.
SEGUNDO. ORDENAR a GLORIA VALENCIA GOMEZ, en
su calidad de Rectora del Colegio RAFAEL AFANADOR Y CADENA de la ciudad
de Pamplona, reintegrar en el término de veinticuatro (24) horas a la alumna PATRICIA
PEÑA ACUÑA, a fin de que continúe con sus estudios secundarios.
TERCERO. COMUNIQUESE lo resuelto en esta
providencia, por la vía más rápida, al Juzgado Penal Municipal de Pamplona,
para que proceda a las notificaciones y para los efectos previstos en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
CUARTO. ENVIESE copia de esta sentencia a la Personería
Delegada para los Derechos Humanos de la ciudad de Pamplona.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-377/95
AUTONOMIA ESCOLAR-Desconocimiento/AUTONOMIA ESCOLAR-Selección
de personal (Salvamento de voto)
El fin pedagógico
particularizado exige un régimen pedagógico proporcionado a dicho fin. Ahora
bien, mientras no se vulnere el núcleo esencial del derecho a la educación, es
decir, mientras no se obstaculice en forma plena la facultad de formación de
una persona, nada impide -legítimamente actuando- que exista una autonomía en
la selección del personal de alumnos y profesores por parte de las directivas
de una institución, porque constituye una aplicación del principio de
singularidad de las entidades educativas: no todas tienen que comportarse de
manera idéntica, aunque todas se someten al interés general y deben buscar el
bien común".
MORAL-Objeto jurídico protegido/MORAL-Como
fin educativo (Salvamento de voto)
Respecto de la
moral como objeto jurídico protegido, es preciso insistir en que este valor se
halla consagrado constitucionalmente en normas como el artículo 44, que
establece que los niños deben ser protegidos contra toda forma de violencia
física o moral, el artículo 34 que castiga el deterioro de la moral
social; el artículo 209, que consagra entre los principios que deben inspirar
la función administrativa el de la moralidad y, en especial, el artículo
67, que señala entre los fines de la educación, el de la mejor formación moral,
intelectual y física de los educandos.
MATRIMONIO/UNION
MARITAL DE HECHO/MORAL-Quebratamiento
(Salvamento de voto)
El suscrito
magistrado es plenamente consciente de que la Constitución de 1991 en su
artículo 42 homologó el matrimonio religioso o civil con la llamada unión
libre y que por tanto ambas situaciones quedaron reconocidas en un mismo pie
de igualdad para efecto de los respectivos derechos y obligaciones de la
pareja. Pero así mismo, como antes se señaló, la moral es un bien jurídico
protegido por la Constitución, y siendo ello así un establecimiento educativo,
en particular los de enseñanza primaria y secundaria, perfectamente pueden, en
aras de la mejor formación moral de sus educandos rehusarse a admitir entre sus
alumnos a quienes decidan cohabitar públicamente con un compañero o compañera,
puesto que, como es evidente y no requiere de mayores explicaciones, esa
conducta frente a personas menores puede inducirlos al mal ejemplo y al
quebrantamiento de las normas morales que deben imperar en todo establecimiento
de esta naturaleza.
Ref.:
Expediente No. T-69298
El suscrito,
magistrado VLADIMIRO NARANJO MESA, salva su voto en el proceso de la
referencia, por no compartir la decisión de fondo de la Sala Séptima de
Revisión del día 24 agosto de 1995, que tuteló el derecho a la educación de la
señora Patricia Peña Acuña, en tutela interpuesta a la licenciada Gloria
Valencia Gómez, rectora del Colegio RAFAEL AFANADOR Y CADENA de la ciudad
de Pamplona, Norte de Santander.
Considera el
suscrito magistrado que en la Sentencia de la cual se aparta, se desconoce de
manera manifiesta , por una parte, la autonomía escolar que ha sido reconocida
por esta Corte como adelante se señalará, y por otra el reconocimiento que la
misma Corte ha hecho de la moral como objeto jurídicamente protegido.
En efecto, respecto
de la autonomía escolar, como antes se dijo, ya ésta había sido reconocida en
la Sentencia T-473/93 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa), al establecer:
"Para educar
con responsabilidad y poder proyectar los planes que se hacen con respecto a
cada uno de los alumnos, así como la relación de los estudiantes entre sí y
medir las fuerzas pedagógicas que operan para adquirir con ellos los resultados
esperados, se necesita la selección, no para discriminar, sino para saber si
determinado estudiante puede ser formado por la institución particular o no,
de acuerdo con su potencial pedagógico. (...).
"Luego la
selección es válida, siempre y cuando no se tome en discriminación, esto es, en
negarle el derecho fundamental a la educación a una persona, o en inadmitirla
sin una razón suficiente para ello. Es admisible el discernimiento entre los
candidatos, cuando se busca adquirir el elementos humano para el proceso
educativo que en particular ejecuta determinada institución. Por ejemplo, si se
trata de un establecimiento que se ha especializado en formar jóvenes con
problemas graves -de conducta o de aprendizaje- o con especiales capacidades, o
de un estilo con una vocación determinados, obviamente el fin perseguido por la
institución exige que sólo unas personas determinadas sean los destinatarios de
un tipo especial de formación, porque quien no esté apto para recibirla, no
podrá beneficiarse de los métodos que se ofrecen en dicho plantel, por cuanto
serían desproporcionados para con su modo de ser. En cambio, habría
discriminación en el caso en que se rechaza sin razones lógicas y legítimas
para descartarlo, a un aspirante que cumple las condiciones válidas para estar
en un colegio".
"Luego el fin
pedagógico particularizado exige un régimen pedagógico proporcionado a dicho
fin. Ahora bien, mientras no se vulnere el núcleo esencial del derecho a la
educación, es decir, mientras no se obstaculice en forma plena la facultad de
formación de una persona, nada impide -legítimamente actuando- que exista una
autonomía en la selección del personal de alumnos y profesores por parte de las
directivas de una institución, porque constituye una aplicación del principio
de singularidad de las entidades educativas: no todas tienen que comportarse de
manera idéntica, aunque todas se someten al interés general y deben buscar el
bien común".
Respecto de la moral
como objeto jurídico protegido, es preciso insistir en que este valor se halla
consagrado constitucionalmente en normas como el artículo 44, que establece que
los niños deben ser protegidos contra toda forma de violencia física o moral,
el artículo 34 que castiga el deterioro de la moral social; el artículo
209, que consagra entre los principios que deben inspirar la función administrativa
el de la moralidad y, en especial, -para el caso que nos ocupa-, el
artículo 67, que señala entre los fines de la educación, el de la mejor
formación moral, intelectual y física de los educandos.
En efecto, en la
Sentencia T-503-94 se protegió el derecho a la moral, cuando expresó:
"La
moral personal implica la facultad del hombre hacia la posesión del bien que lo
perfecciona en su racionalidad. Dicha facultad, en relación con los menores, es
objeto de especial protección por parte del Estado y de la sociedad, dentro
del marco de la Constitución. En efecto, el artículo 44 superior protege al
niño contra toda forma de violencia moral, y el art. 67 del mismo
estatuto le asigna al Estado el deber de velar por el cumplimiento de la mejor formación
moral de los educandos. Lo anterior debe armonizarse así mismo con la
obligación constitucional que tienen la familia, la sociedad y el Estado de
asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral
(Cfr. Art. 44, inciso segundo).
"La
moral, pues, constituye un derecho de los niños y un correlativo deber de los
padres, quienes con su ejemplo deben orientar la conducta del menor hacia los
hábitos morales. En otras palabras, los padres tienen la obligación de cumplir
con el deber de formar moralmente a sus hijos.
"......................................................................................................."
En el caso concreto
que fue objeto de la tutela a que se refiere este Salvamento de voto, se trataba
de obligar a un establecimiento de educación secundaria a recibir entre sus
alumnos a una joven que había decidido salirse de la casa de sus padres para
hacer vida marital con un compañero. Enteradas de esta situación las directivas
del colegio, le permitieron culminar el año lectivo, pero se negaron a
aceptarla para el año siguiente, teniendo en cuenta, entre otras cosas, que la
propia madre de la alumna, por no estar de acuerdo con la decisión de ésta de
irse a vivir con su novio, se rehuso a continuar siendo su acudiente en el
colegio. Cabe anotar también que, según aparece en el expediente y en la
Sentencia (págs. 3 y 4), la aceptación de la alumna "estaba condicionada
al cumplimiento por parte de ella de un 'convenio', al cual había llegado con la
orientadora del colegio, en el sentido de que tendría que 'arreglar su
situación', bien regresando a su casa y llevando como acudiente a su señora
madre, o casándose y asumiendo sus responsabilidades como persona con
obligaciones', lo cual, según ellas, implicaba conseguir un trabajo para
colaborar con su compañero y estudiar en un colegio nocturno, para lo que le
ayudarían a conseguir el cupo".
Cabe también
recordar que las directivas del colegio se encargaron de gestionar y conseguir
ante las de otro colegio de la misma ciudad, el CEMUP, un cupo para que
estudiara en jornada nocturna, devolviéndole a ésta la documentación y el
ochenta por ciento (80%) de la matrícula que había cancelado. Es decir, que en
ningún momento a la accionante se le negó el derecho fundamental a la
educación. Esta rechazó el cupo argumentando, según se dice en la sentencia
"que le quedaba muy lejos de su casa". Ya la Corte ha sostenido en su
jurisprudencia que cuando un estudiante no sea admitido en determinado centro
educativo pero tenga la opción de hacerlo en otro de la misma población o
ciudad donde vive, no se vulnera el derecho fundamental a la educación, en su
núcleo esencial (Sentencia T-473/93).
El suscrito
magistrado es plenamente consciente de que la Constitución de 1991 en su
artículo 42 homologó el matrimonio religioso o civil con la llamada unión
libre y que por tanto ambas situaciones quedaron reconocidas en un mismo pie
de igualdad para efecto de los respectivos derechos y obligaciones de la
pareja. Pero así mismo, como antes se señaló, la moral es un bien jurídico
protegido por la Constitución, y siendo ello así un establecimiento educativo,
en particular los de enseñanza primaria y secundaria, perfectamente pueden, en
aras de la mejor formación moral de sus educandos (Art. 67 C.P.) rehusarse a
admitir entre sus alumnos a quienes decidan cohabitar públicamente con un
compañero o compañera, puesto que, como es evidente y no requiere de mayores
explicaciones, esa conducta frente a personas menores -como es el caso de los
alumnos del colegio Rafael Afanador y Cadena- puede inducirlos al mal ejemplo y
al quebrantamiento de las normas morales que deben imperar en todo
establecimiento de esta naturaleza.
Debe advertirse que
a través del relativismo moral que parece estar imperando en nuestra sociedad y
cuyas graves consecuencias son notorias, se conduce a una mal entendida
tolerancia que, en casos como éste, lleva a obligar a un establecimiento
educativo a contrariar su filosofía encaminada a la sana formación de sus alumnos,
y al Estado a incumplir la misión que le encomienda la Carta Política de velar
por la mejor formación moral de los educandos. Decisiones como ésta
afectan a los centros de enseñanza que procuran con plausible rigor que en
ellos se mantengan los principios morales que deben inspirar todo el proceso de
formación educativa. Todos los doctrinantes del derecho reconocen la diferencia
entre norma legal y norma moral, es decir, entre los ámbitos de la ley y de la
moral; hay que recordar el sabio principio de que "no todo lo lícito es
honesto" (Non omne quod licet honestum est). Para el caso concreto,
cabe anotar, como se ha dicho, que si por una parte está la norma
constitucional que homologa la unión libre con el matrimonio religioso o civil,
por otra está, como igualmente se ha dicho, la moral reconocida como bien
jurídico protegido, sobre todo en materia de educación. No existe pues,
discriminación alguna cuando en un establecimiento de educación se hacen
prevalecer los principios morales frente a una situación como la que se plantea
en el caso objeto de la Sentencia de la cual disiento.
Fecha ut supra.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado |
501 | T-378-95
Sentencia No
Sentencia T-378/95
ACCION DE TUTELA CONTRA PERSONA NATURAL
De la tutela no están excluídas las
personas jurídicas, pues las cobijan también derechos fundamentales como el de
asociación, el del
debido proceso, el de la intimidad o el de la honra y el buen nombre, ha de
resaltarse en esta ocasión que quienes pueden actuar en ejercicio de tal acción
son todas las personas, sin que el Constituyente haya discriminado entre ellas,
y que los sujetos en
capacidad de violar o de amenazar los derechos fundamentales y contra quienes
puede acudirse a los jueces en demanda de amparo no son exclusivamente
entidades o personas jurídicas, públicas o privadas, sino las personas
naturales, bien que actúen
en representación o a nombre de un ente, ya que lo hagan por sí mismas y en
procura de sus propias tendencias, intereses o apetitos.
ACCION DE TUTELA CONTRA COMPAÑERA
PERMANENTE
Tratándose de materias como la ahora
propuesta, que traducen una incontrastable situación de violencia en el seno del hogar, por
la actitud de los esposos o compañeros permanentes, la acción de tutela, cuya
procedencia en tales ocasiones ha sido aceptada por la doctrina constitucional,
se instaura necesariamente contra personas naturales que pueden ser responsables de conflictos
cuyo impacto real es la violación de los derechos fundamentales involucrados y
la destrucción de la armonía familiar.
CONFLICTO CONYUGAL-No hay subordinación
En el caso de conflictos surgidos entre los
miembros de la pareja,
bien bajo el matrimonio o en unión permanente de hecho, no se configura la subordinación, dada la igualdad entre sus integrantes,
según lo estatuído en los artículos 42 y 43 de la Carta. En cuanto a la
indefensión, debe establecerse en cada caso, miradas las circunstancias que, de hecho, permiten
afirmar que una persona se encuentra frente a otra imposibilitada de hacer algo
para impedir que, con su conducta, le desconozca o amenace derechos
fundamentales. Sería erróneo partir del supuesto de que la relación de indefensión parte
necesariamente de la mayor fuerza física de uno de los individuos, ya que la
situación de vulneración de derechos fundamentales puede estar conformada por
elementos completamente ajenos a dicho elemento. Menos aún sería posible sostener que el poder
suficiente para lesionar los derechos fundamentales y la indefensión ante él se
hallen vinculados forzosamente al sexo al cual pertenezcan los sujetos
comprometidos. Así, contra la idea generalizada de que es la mujer la que se encuentra indefensa ante el
hombre, debe subrayarse que, en el campo muy amplio de los derechos
fundamentales, puede acontecer, y no es extraño que acontezca, lo contrario.
Por otra parte, en el seno del hogar en que hay desavenencias entre los cónyuges o compañeros, los que mayor grado
de indefensión exhiben son los hijos menores, víctimas inocentes de los
enfrentamientos, recelos y rencores entre sus padres.
CONFLICTO FAMILIAR
La Corte estima que el accionante podía en
realidad alegar -en su
nombre y en el de sus hijas- la indefensión frente a conductas de su compañera
permanente que implicaban una efectiva violencia moral, en sí misma destructora
de la armonía y unidad de la familia, como lo expresa el artículo 42 de la
Constitución Política.
VIOLENCIA ENTRE CONYUGES/DERECHO A TENER
UNA FAMILIA Y NO SER SEPARADO DE ELLA/DERECHOS DEL NIÑO/MALTRATO PSICOLOGICO
La violencia, bien que asuma la forma de
agresión material, ya que consista en ataques contra la integridad moral de las
personas, constituye,
un factor destructivo de la armonía y unidad de la familia que, por tanto,
reclama censura y sanción. Los miembros de la familia están obligados al mutuo
respeto y a la recíproca consideración. Cada uno de ellos merece un trato
acorde no solamente con
su dignidad humana -como todas las personas- sino adecuado a los cercanos
vínculos de parentesco existentes. En el caso de los niños, el derecho
constitucional preferente que les asiste, consistente en "tener una
familia y no ser separados de ella", no radica en la subsistencia nominal o aparente de un
grupo humano sino que implica la integración real del menor en un medio
propicio para su desarrollo, que presupone la presencia de estrechos vínculos
de afecto y confianza y que exige relaciones equilibradas y armónicas entre los padres y el
pedagógico comportamiento de éstos respecto de sus hijos.
VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
La situación es todavía más grave cuando de
la simple pendencia doméstica se pasa a la violencia física o moral, pues
entonces se quiebran
los moldes del debido respeto y el ámbito hogareño, que debería ser de paz por
la alta misión que le compete, se convierte en motivo inevitable de zozobra,
miedo y pérdida de los valores espirituales, con notorio daño para el proceso
de formación personal
de los niños y para el adecuado logro de los cometidos propios de la familia.
De allí que los padres estén obligados a resolver sus eventuales diferencias de
manera razonable, mediante el diálogo directo y franco, sin transmitir sus
problemas a los hijos,
quienes de ninguna manera deben resultar involucrados en las disputas
conyugales, menos todavía si éstas degeneran en actos violentos.
DESISTIMIENTO DE TUTELA-Improcedencia
El desestimiento no es posible en materia
de tutela cuando ya el asunto ha sido seleccionado por la Corte para revisión,
dada la naturaleza de ésta.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente T-69736
Acción de tutela instaurada por JOSE BENITO
INFANTE QUEVEDO contra
ANA BEATRIZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Santa Fe de Bogotá, D.C., veintiocho (28)
de agosto de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisa el fallo proferido en el asunto
de la referencia por el
Juzgado Noveno de Familia de Santa Fe de Bogotá.
I. INFORMACION PRELIMINAR
Desde hace trece años, JOSE BENITO INFANTE
QUEVEDO hace vida en común, en unión libre y permanente, con ANA BEATRIZ ORJUELA RODRIGUEZ, con quien
tiene dos hijas, de once y ocho años respectivamente.
Del hogar hacen parte también dos hijos de
ANA BEATRIZ, habidos en su matrimonio anterior, cuyas edades son de veintiuno y
diecinueve años.
Manifestó el demandante que ejercía la
acción de tutela contra su compañera, por cuanto ésta, en el curso de
comportamientos paranoicos y esquizofrénicos, lo venía maltratando y vulnerando
su integridad física y moral, al igual que la de sus hijas menores.
El actor denunció conductas que atribuyó a
la señora ORJUELA con las siguientes palabras:
"1. Intento de homicidio en reiteradas
oportunidades, cada vez que tenemos discusiones por algún reclamo que yo haga.
2. Insultos permanentes, utilizando expresiones de grueso calibre, en presencia
de mis hijas menores.
3. Violación de correspondencia privada, al
igual que de lugares donde sólo yo tengo acceso.
4. Acusaciones permanentes sin fundamento,
lo que tipifica de alguna manera injuria y calumnia.
5. Destrucción y daño a algunos enseres del apartamento,
de lo cual existen pruebas, cada vez que entra en mal humor.
6. Amenazas constantes dirigidas a causarle
daño al inmueble (intento de provocar incendio).
7. Intento de suicidio. Amenaza de lanzarse
por la ventana de un cuarto
piso y, en ocasiones, de causarse daño con arma blanca".
El demandante solicitó a la Juez de Familia
que dirimiera los aludidos conflictos, "por cuanto considero que, de no
aplicarse los correctivos en forma oportuna, podrían suceder hechos con consecuencias muy graves en
el orden físico, moral y psicológico".
Solicitó, además, que se le indicara cuáles
son los procedimientos a seguir en caso de separación, tratándose de unión
libre, y que también se le respondiera acerca de sus derechos en relación con las niñas y con los bienes
adquiridos durante la unión.
II. DECISION JUDICIAL
Mediante fallo del 21 de abril de 1995, el
Juzgado Noveno de Familia de Santa Fe de Bogotá negó el amparo solicitado, por
cuanto la acción de tutela no puede
intentarse contra personas naturales, según el artículo 42 del Decreto 2591 de
1991.
De otra parte -manifestó-, "si lo que
se pretende es que se modifique la conducta de una persona hacia otra, no
existe nada más erróneo que acudir a esta acción para que aquellos propósitos se logren, pues la
misma está determinada para proteger derechos netamente fundamentales, que al
no tener otra vía deben resolverse mediante esta".
También sostuvo que la ley policiva ha
estipulado mecanismos legales para requerir a los particulares que por una u otra razón afecten los derechos
de sus semejantes.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Competencia
Seleccionado y repartido como fue este
proceso a la Sala Quinta de Revisión de tutelas, corresponde a ella el examen de la providencia en
mención, de conformidad con lo dispuesto por los artículos 86 y 241, numeral 9,
de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991.
La acción de tutela contra personas
naturales
Motivo primordial para que se negara la protección judicial en este caso fue
el de haberse incoado la acción por una persona natural contra otra.
La Corte Constitucional estima equivocada
la apreciación del Juzgado de instancia en tal sentido, pues así como su
jurisprudencia ha sostenido en
forma reiterada que de la tutela no están excluídas las personas jurídicas,
pues las cobijan también derechos fundamentales como el de asociación, el del
debido proceso, el de la intimidad o el de la honra y el buen nombre, ha de
resaltarse en esta ocasión que
quienes pueden actuar en ejercicio de tal acción son todas las personas, sin
que el Constituyente haya discriminado entre ellas, y que los sujetos en
capacidad de violar o de amenazar los derechos fundamentales y contra quienes
puede acudirse a los jueces en
demanda de amparo no son exclusivamente entidades o personas jurídicas,
públicas o privadas, sino las personas naturales, bien que actúen en
representación o a nombre de un ente, ya que lo hagan por sí mismas y en
procura de sus propias tendencias,
intereses o apetitos.
En efecto, para que se configure una
vulneración o amenaza a los derechos fundamentales de alguien, siempre se
requiere de la intervención, activa o pasiva, de personas naturales, con
independencia de si su actividad o negligencia, por motivos de representación, pueden ser
imputados a una entidad con personería jurídica -la que haya de hacerse
responsable por los daños causados y su reparación- o de si obedecen únicamente
al propio y personal impulso.
En últimas, es el ser humano el que obra de manera eficiente para
producir efectos que puedan reputarse contrarios a los derechos de otras
personas. Pretender que la acción de tutela no cabe contra personas naturales
implica despojar al instrumento constitucional de toda virtualidad y concebir los fenómenos que dan lugar a
su utilización exclusivamente como colisiones con personas morales, por
conductas tan sólo a ellas imputables, sin participación del hombre, lo cual se
opone de manera evidente a la realidad cotidiana.
Tratándose de materias como la ahora propuesta, que traducen una
incontrastable situación de violencia en el seno del hogar, por la actitud de
los esposos o compañeros permanentes, la acción de tutela, cuya procedencia en
tales ocasiones ha sido aceptada por la doctrina constitucional, se instaura necesariamente contra
personas naturales que pueden ser responsables de conflictos cuyo impacto real
es la violación de los derechos fundamentales involucrados y la destrucción de
la armonía familiar.
Así, pues, el motivo invocado por el fallador de instancia para
negar la protección pedida no es de recibo a la luz de la Constitución.
La indefensión del actor y de sus hijas
ante la violencia moral desatada por la madre
La Corte ha diferenciado con claridad la indefensión de
la subordinación, como factores que hacen viable la acción
de tutela contra particulares.
En la Sentencia T-290 del 28 de julio de
1993, esta misma Sala destacó:
" Entiende esta Corte que la subordinación alude a la existencia de una relación jurídica de dependencia, como ocurre, por
ejemplo, con los trabajadores respecto de sus patronos, o con los estudiantes
frente a sus profesores o ante los directivos del establecimiento al que
pertenecen, en tanto que la indefensión, si bien hace referencia a una relación que también implica la
dependencia de una persona respecto de otra, ella no tiene su origen en la
obligatoriedad derivada de un orden jurídico o social determinado sino en
situaciones de naturaleza fáctica en cuya virtud la persona afectada en su derecho carece de defensa, entendida
ésta como posibilidad de respuesta efectiva ante la violación o amenaza de que
se trate. (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión).
Ha afirmado la jurisprudencia que, en el
caso de conflictos surgidos entre
los miembros de la pareja, bien bajo el matrimonio o en unión permanente de
hecho, no se configura la subordinación, dada la igualdad entre sus integrantes,
según lo estatuído en los artículos 42 y 43 de la Carta.
En cuanto a la indefensión, debe establecerse en cada caso, miradas las
circunstancias que, de hecho, permiten afirmar que una persona se encuentra
frente a otra imposibilitada de hacer algo para impedir que, con su conducta,
le desconozca o amenace derechos fundamentales.
Sería erróneo partir del supuesto de que la relación de indefensión
parte necesariamente de la mayor fuerza física de uno de los individuos, ya que
la situación de vulneración de derechos fundamentales puede estar conformada
por elementos completamente ajenos a dicho elemento.
Menos aún sería posible sostener que el
poder suficiente para lesionar los derechos fundamentales y la indefensión ante
él se hallen vinculados forzosamente al sexo al cual pertenezcan los sujetos
comprometidos. Así, contra la idea generalizada de que es la mujer la que se encuentra indefensa ante el
hombre, debe subrayarse que, en el campo muy amplio de los derechos
fundamentales, puede acontecer, y no es extraño que acontezca, lo contrario.
Por otra parte, en el seno del hogar en que
hay desavenencias entre los
cónyuges o compañeros, los que mayor grado de indefensión exhiben son los hijos
menores, víctimas inocentes de los enfrentamientos, recelos y rencores entre
sus padres.
Así las cosas, la Corte estima que el
accionante podía en realidad alegar -en su nombre y en el de sus hijas- la indefensión frente a conductas
de su compañera permanente que implicaban una efectiva violencia moral, en sí
misma destructora de la armonía y unidad de la familia, como lo expresa el
artículo 42 de la Constitución Política.
El mutuo respeto entre los miembros de la
familia, un mandato constitucional
La Constitución protege de manera especial
a la familia como célula fundamental de la sociedad (artículos 5 y 42 C.P.),
por lo cual todo atentado contra ella implica transgresión de las normas superiores, en especial
cuando -como ocurre generalmente- están de por medio los derechos de los niños,
que prevalecen sobre los derechos de los demás (artículo 44 C.P.).
La Corte Constitucional debe reiterar en
esta ocasión lo ya dicho al
respecto:
"Es claro que toda manifestación de
violencia causa necesariamente un daño, casi siempre irreparable, en el seno
del hogar, pues aparte de las consecuencias materiales que apareja el acto
violento en lo que respecta a la integridad de las personas, lesiona gravemente la estabilidad de la
familia, ocasiona rupturas entre sus miembros, interrumpe la paz y el sosiego
domésticos y afecta particularmente el desarrollo sicológico de los menores,
inoculando perniciosas tendencias hacia comportamientos similares.
Es por ello que, a la luz de la
Constitución, las relaciones familiares se basan en la igualdad de derechos y
deberes de la pareja y en el respeto recíproco entre todos sus integrantes.
Cualquier forma de violencia se considera destructiva de su armonía y unidad y será sancionada conforme
a la ley.
Los niños, según el artículo 44 de la
Carta, tienen derecho a gozar de una familia, al cuidado, el amor y la
educación, y a ser protegidos contra toda expresión de violencia física o
moral.
Los principios constitucionales en la
materia resultan flagrantemente desconocidos cuando uno de los cónyuges o
compañeros permanentes ataca físicamente al otro, pues ello no sólo significa
agravio -el que ya de por sí, aunque fuera puramente verbal, quebrantaría la regla del recíproco respeto que
se deben los esposos- sino que repercute en la esfera de la integridad física y
moral de la persona atacada e inclusive pone en peligro su vida".
"Debe insistirse en que el derecho a
no ser agredido y el correlativo
deber de no atacarse son reconocidos y exigidos simultáneamente a ambos
cónyuges o compañeros, independientemente de su sexo, pues los artículos 42 y
43 de la Constitución proclaman la igualdad del hombre y la mujer en deberes y
derechos.
Lo propio puede afirmarse del tipo de unión -matrimonial o de
hecho-, pues una y otra están igualmente bajo el amparo de la Constitución
Política como formas lícitas de dar origen a la familia". (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-487 del 2 de noviembre de 1994).
Dijo también la Corte:
"Los maltratos físicos al cónyuge,
compañero o compañera permanente implican abierta violación del derecho a la
integridad personal, en cuya virtud nadie será sometido a torturas ni a tratos
crueles, inhumanos o
degradantes (artículo 12 C.P.).
Pero, además, implican grave amenaza para
el derecho a la vida de la persona objeto de los ataques.
Por otra parte, es evidente el daño que
tales comportamientos ocasionan a la familia, factor primordial de la convivencia y elemento social de primer orden,
que merece la especial protección del Estado (artículos 5 y 42 C.P.). Como lo
expresa la Carta, "cualquier forma de violencia en la familia se considera
destructiva de su armonía y unidad y será sancionada conforme a la ley". (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-552 del 2 de diciembre de
1994).
Se destaca en todo lo dicho que la
violencia, bien que asuma la forma de agresión material, ya que consista en
ataques contra la integridad moral de las personas, constituye, según la enfática afirmación del artículo
42 de la Carta, un factor destructivo de la armonía y unidad de la familia que,
por tanto, reclama censura y sanción.
Los miembros de la familia están obligados
al mutuo respeto y a la
recíproca consideración. Cada uno de ellos merece un trato acorde no solamente
con su dignidad humana -como todas las personas- sino adecuado a los cercanos
vínculos de parentesco existentes.
En el caso de los niños, el derecho
constitucional preferente que
les asiste, consistente en "tener una familia y no ser separados de
ella", no radica en la subsistencia nominal o aparente de un grupo humano
sino que implica la integración real del menor en un medio propicio para su
desarrollo, que presupone la presencia
de estrechos vínculos de afecto y confianza y que exige relaciones equilibradas
y armónicas entre los padres y el pedagógico comportamiento de éstos respecto
de sus hijos.
Cuando la tranquilidad del hogar se ve
perturbada por las ofensas, los altercados, los insultos, los enfrentamientos verbales o las amenazas, el
entorno que requieren los menores para su correcta formación resulta viciado y
el núcleo primordial de sus derechos principia a comprometerse, a lo cual se
une necesariamente un progresivo
deterioro de su personalidad, de su estabilidad emocional y de su sana
evolución psicológica.
La situación es todavía más grave cuando de
la simple pendencia doméstica se pasa a la violencia física o moral, pues
entonces se quiebran los moldes del debido respeto y el ámbito hogareño, que debería ser de paz
por la alta misión que le compete, se convierte en motivo inevitable de
zozobra, miedo y pérdida de los valores espirituales, con notorio daño para el
proceso de formación personal de los niños y para el adecuado logro de los cometidos propios de la
familia.
De allí que los padres estén obligados a
resolver sus eventuales diferencias de manera razonable, mediante el diálogo
directo y franco, sin transmitir sus problemas a los hijos, quienes de ninguna
manera deben resultar
involucrados en las disputas conyugales, menos todavía si éstas degeneran en
actos violentos. Cuando los progenitores descuidan tan elemental obligación,
que se desprende del compromiso contraído al procrear, afectan no solamente sus
mutuas relaciones sino que
perjudican de manera injustificada a los menores precisamente en el núcleo
esencial de derechos fundamentales que, al tenor del precepto constitucional,
prevalecen sobre los derechos de los demás (artículo 44 C.P.).
Ha de tenerse en cuenta también que las
responsabilidades al respecto no corresponden de modo exclusivo a uno de los
cónyuges o compañeros sino a los dos, pues la igualdad que se prescribe en los
artículos 42 y 43 de la Carta no solamente es aplicable a los derechos sino también a las obligaciones
del hombre y la mujer.
Así las cosas, tan obligado está el varón a
abstenerse de ejecutar cualquier acto de violencia física o moral respecto de
su esposa o compañera, como la mujer a guardar idéntica conducta.
En el caso examinado se encuentra que,
según las pruebas aportadas tanto en instancia como en sede de revisión, padre
y madre, pero en especial ésta, han incurrido en conductas lesivas de los
derechos de las menores en cuanto, con sus comportamientos, han ejercido una violencia moral que ha
contribuído a deteriorar en grado superlativo el clima de buen entendimiento en
el hogar y ha propiciado, por la pérdida del recíproco respeto, circunstancias
que inclusive han puesto en peligro la vida de los compañeros permanentes.
En efecto, la madre -quien se queja de
malos tratos físicos por parte de su marido- ha querido suicidarse y ha
intentado -dice el actor- incendiar el apartamento en el cual residen, a la vez
que, en distintas formas, ha violado el derecho a la intimidad del accionante, pues escudriña su
correspondencia y perturba su libertad de locomoción investigando a dónde se
dirige.
El varón, por su parte, en declaración
rendida ante esta Corte (Fl. 41 del expediente), reconoce que la situación ha
obedecido en buena parte a
culpa suya, pues "de alguna forma he incitado a la mencionada señora (la
demandada) a que se haya comportado en esa forma". Por ello, el actor
quiso desistir, ya en el curso de la revisión, de la acción entablada,
exigiendo a cambio "una
especie de caución si continúan esos hechos de parte y parte".
Respecto del desistimiento presentado
cuando ya el asunto fue fallado en instancia y la Corte Constitucional revisa
las providencias proferidas, debe reiterarse lo dicho en reciente fallo:
"El desestimiento no es posible en
materia de tutela cuando ya el asunto ha sido seleccionado por la Corte para
revisión, dada la naturaleza de ésta.
La acción de tutela, según el artículo 86
de la Constitución, únicamente tiene dos instancias: la que se tramita por el juez o tribunal ante el que
ha sido incoada y la que tiene lugar ante el superior jerárquico de aquél si
alguna de las partes ha impugnado el primer fallo.
El papel que cumple la Corte Constitucional
cuando aborda la revisión eventual consagrada en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la
Carta Política no es otro que el de unificar a nivel nacional los criterios
judiciales en la interpretación y aplicación de las normas constitucionales,
precisando el alcance de los derechos fundamentales, trazando pautas acerca de la procedencia y desarrollo
del amparo como mecanismo de protección y efectividad de los mismos y
estableciendo la doctrina constitucional..." (Cfr. Corte Constitucional.
Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-260 del 20 de junio de 1995).
Pero, aparte de ello, debe la Corte
relievar que su análisis le ha permitido corroborar que las perjudicadas han
sido las menores hijas de la pareja en conflicto, por lo cual habrá de conceder
la tutela a favor de ellas, a cuyo nombre actuó el accionante. El reconocimiento que éste ha hecho de su
responsabilidad, concurrente con la de la madre, en el clima de violencia que
se respira en el hogar, hace que la Corte no encuentre viable conceder el
amparo a su favor, pues nadie puede invocar su propia culpa para obtener beneficio. Más todavía, la Corte
también impartirá órdenes de obligatorio cumplimiento al actor, toda vez que
quien ejerce la acción de tutela pone a disposición del juez su propia
conducta, con el fin de que, si resulta ser ella la que, directa o indirectamente incide en la violación de
derechos fundamentales, la resolución judicial -fundada en la justicia-
introduzca los necesarios correctivos.
El medio judicial alternativo
Ha expresado la Juez de instancia que el
accionante contaba con otro
medio judicial que hacía improcedente la acción de tutela, consistente en el
ejercicio de acciones policivas contra la demandada.
Este punto ya fue dilucidado por la Corte
en varios fallos, entre ellos los distinguidos con los números T-487 de 1994 y T-552 del mismo año, acogiendo lo ya
dicho en la Sentencia T-528 de 1992, en la cual se afirmó:
"Como las acciones policivas no son
judiciales sino administrativas y lo que pretende el Constituyente es crear y
poner en favor de todas las personas una vía judicial específica, sumaria y preferente con objetivos y fines
también específicos, no existe fundamento para enervar la procedencia de esta
última por la presencia de aquéllas, que sólo son vías específicas. Por el
contrario, el juez que conoce de
la tutela puede ordenar a dichos funcionarios, con todo el carácter y la fuerza
de una decisión judicial de inmediato cumplimiento, que con sus recursos y
capacidades hagan viable y efectiva en un caso concreto la protección de
aquellos derechos constitucionales
que se hallan amenazados o vulnerados por la acción de un particular".
La tutela procedía entonces en este caso.
DECISION
Con base en las expuestas consideraciones,
la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCAR, por las razones expuestas, la Sentencia
dictada el 21 de abril de 1995 por el Juzgado Noveno de Familia de Santa Fe de
Bogotá, que denegó de manera absoluta la protección solicitada.
Segundo.- CONCEDESE la tutela de los derechos fundamentales
que, por la conducta de mutua agresión entre sus padres, han sido vulnerados a
las menores hijas de JOSE BENITO INFANTE QUEVEDO y ANA BEATRIZ ORJUELA
RODRIGUEZ.
Tercero.- En consecuencia, el Comando de Policía de Kennedy Estación 8
ejercerá vigilancia permanente y cercana sobre la pareja de compañeros
permanentes en mención, con el objeto de impedir que continúen los actos de
violencia señalados en la demanda.
Cuarto.- ORDENASE a los compañeros permanentes JOSE BENITO INFANTE QUEVEDO y
ANA BEATRIZ ORJUELA RODRIGUEZ abstenerse en el futuro de ejecutar actos de
violencia física o moral entre sí o respecto de sus menores hijas.
El incumplimiento de esta obligación dará
lugar, por cada vez que en él
incurran, a las sanciones previstas en el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991,
impuestas por el Juez de primera instancia en este proceso.
Quinto.- DESE cumplimiento a lo previsto en el artículo 36 del Decreto 2591
de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la
Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
502 | T-379-95
Sentencia No. T-379/95
Sentencia No.
T-379/95
DERECHO AL
AMBIENTE SANO-Suministro
de agua potable/DERECHO A LA VIDA/DERECHO A LA SALUD
Siendo el agua un
elemento esencial del ambiente, su preservación, conservación, uso y manejo
está vinculado con el derecho que tienen todas las personas a gozar de un
ambiente sano; aparte de que la conservación de la calidad de las aguas, su
aptitud, disponibilidad y suficiencia para el consumo humano, se consideran
esenciales para asegurar el goce y vigencia de los derechos fundamentales a la
salud y a la vida y los demás que se derivan de estos.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Sujeto
colectivo/ACCION DE TUTELA CONTRA PARTICULARES-Pluralidad de personas afectadas
La tutela
igualmente constituye un mecanismo de protección contra las actuaciones
arbitrarias de los particulares cuando, con ocasión de su acción o su omisión,
vulneren o amenacen los derechos fundamentales de las personas, en las
siguientes eventualidades: cuando el particular esté encargado de la prestación
de un servicio público, o cuando su conducta afecte grave y directamente el
interés colectivo, y cuando, respecto de tales particulares, el solicitante se
halle en condiciones de subordinación o indefensión. Cuando la actividad
privada afecta grave y directamente el interés colectivo y pone en peligro los
derechos de un número plural aunque determinado de personas, la respectiva
conducta se hace más perniciosa y repudiable, porque el daño es potencialmente
más nocivo en cuanto afecta o puede comprometer a un mayor número de víctimas,
casi todas ajenas a los motivos que mueven al infractor, quien muchas veces
obra por motivos innobles o fútiles. La Sala considera necesario precisar,
además, que la pluralidad de personas, por sí misma, no identifica
necesariamente un sujeto colectivo, de manera que la protección de los derechos
fundamentales de aquéllas, mediante la tutela, resulta jurídicamente procedente
en razón de que, si bien se considera un sujeto múltiple, no se valora como un
sujeto indeterminado, al cual potencialmente se refiere el artículo 88 de la
C.P.
DERECHOS
COLECTIVOS
No obstante
pertenecer el derecho agraviado a algunos de los previstos en el art. 88 puede
ampararse por medio de la tutela, cuando la situación que origina su amenaza o
violación se refiere especialmente a un grupo de personas identificadas
concretamente y no, a un número indeterminado de ellas. Esta concepción
responde a una razón superior de justicia, pues de no ser así el derecho de los
afectados quedaría huérfano de protección, al no poderse encuadrar la
situación dentro del objeto de defensa propio de las llamadas acciones
populares. Si bien la tutela no procede para proteger derechos colectivos, ello
no obsta para que el titular solicite la tutela de sus derechos fundamentales
amenazados o violados en concreto, en situaciones que comprometan intereses o
derechos colectivos o, cuando se trate de impedir un perjuicio
irremediable.
CONCESION DE
AGUAS-Uso abusivo/INDEFENSION/AGUAS
DE USO PUBLICO/ABUSO DEL DERECHO
Los peticionarios
están colocados en un estado de indefensión, si se tiene en cuenta que el
demandado, como propietario de uno de los inmuebles atravesados por el
mencionado canal, disfruta de las aguas de uso público a su antojo y haciendo
uso irregular de las potestades que el Estado le otorgó en su condición de
concesionario. Cuando el concesionario, como sucede en el presente caso, hace
un uso inadecuado o arbitrario de la concesión y, por consiguiente, abusa de
sus derechos, sin que la administración se lo impida y más bien se muestre
tolerante, dada su conducta omisiva y negligente, frente a tales excesos, aquél
ejerce poderes de hecho que lo colocan en una situación de supremacía frente a
los demás usuarios, quienes no obstante tener derecho al aprovechamiento del
recurso, como concesionarios o por ministerio de la ley, se han visto excluidos
de su ejercicio y colocados en un estado de evidente indefensión. La tutela es
procedente contra el mencionado particular, en atención a que su conducta es
violatoria de los derechos fundamentales a la salud y a la vida de los
peticionarios e igualmente de los demás concesionarios y usuarios de las aguas.
Es decir, dicha conducta no sólo amenaza lesionar derechos fundamentales
individuales, sino que igualmente afecta de manera directa y en forma grave un
interés colectivo.
REFERENCIA:
Expediente T- 61500
PETICIONARIO:
Pedro Rojas León y
otros
PROCEDENCIA:
Juzgado Único Penal
del Circuito.
de Ciénaga.
TEMA:
La tutela como
instrumento excepcional de protección de los derechos a la salud y a la vida,
cuando son amenazados por el uso abusivo de una concesión de aguas.
MAGISTRADO
PONENTE:
ANTONIO BARRERA
CARBONELL.
Santafé de Bogotá,
D.C., agosto veintiocho (28) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el
proceso de tutela promovido por los señores Pedro Daniel Rojas y otros contra
Francisco Próspero de Vengoechea Fleury y demás herederos del señor Manuel de
Vengoechea de Mier.
I. ANTECEDENTES
1. Hechos.
Los demandantes son
residentes en el conjunto los Alcatraces, situado en el K. 17 de la carretera
que conduce de Santa Marta a Ciénaga.
Desde hace más de
veinte años los copropietarios de dicho conjunto habitacional y las personas
que habitan en las residencias y edificios de la zona conocida como Piedra
Hincada, localizado entre la quebrada del Doctor y el hotel Decamerón, al sur
del Rodadero, se surten de las aguas del canal Nirvana, provenientes del río
Toribio.
Las aguas conducidas
por el mencionado canal, atraviesan los predios de los herederos del señor
Manuel de Vengoechea de Mier, luego entran a los terrenos de la Compañía
Drummond y finalmente alimentan el "ojo de agua" del acueducto
Inverhincada. Dicho acueducto suministra el agua a las residencias de los
peticionarios y demás ubicadas en el sector.
Actualmente
(diciembre 16 de 1994) las referidas residencias no disponen de agua, porque
"el ojo de agua" del acueducto Inverhincada ha bajado su nivel
ostensiblemente, en razón de que no están recibiendo los caudales del río
Toribio que le llegaban a través de dicho canal, porque éste ha sido obstruido
por acciones imputables al señor Francisco Próspero de Vengoechea Fleury.
2. Pretensiones.
Pedro Nel Rojas León
y Gustavo de Jesús Duque Pineda promovieron acción de tutela contra Francisco
Próspero de Vengoechea Fleury y demás herederos del señor Manuel de Vengoechea
de Mier, propietario de la antigua hacienda Papare, hoy fincas la Bocatoma, los
Toribios y la Bonga, situadas sobre la margen derecha del río Toribio al lado
de la Carretera Troncal del Caribe que de Ciénaga conduce a Santa Marta, con el
fin de obtener la protección del derecho fundamental a la vida y, para ello,
demandan, en lo pertinente, lo siguiente:
Que se destapone el
mencionado canal "de tal forma que por lo menos fluyan 60 lts/seg. hacia
los terrenos de la Drummond y de allí hacia el acueducto Inverhincada, para que
la comunidad humana de la zona pueda contar con el preciado líquido y que se
obligue al señor Francisco Próspero de Vengoechea Fleury y demás herederos del
señor Manuel de Vengoechea de Mier no volver a obstruirlos, taponarlos o
impedir el paso de agua".
3. Peticiones de
tutela acumuladas.
El 20 de diciembre
de 1994 presentaron peticiones de tutela para amparar el derecho fundamental a
la vida, que fueron acumuladas a las anteriores, Edgardo Gutiérrez de Piñeres y
Clemencia de Cadena.
II. LOS FALLOS
DE INSTANCIA.
Primera
instancia.
Correspondió al
Juzgado Segundo Penal Municipal de Ciénaga el conocimiento del proceso en
primera instancia. Dicho despacho vinculó al proceso en debida forma al
demandado Francisco Próspero de Vengoechea Fleury, no así "a los demás
herederos del señor Manuel de Vengoechea de Mier", personas
indeterminadas, cuyas identidades no se establecieron, razón por la cual
tampoco fueron vinculadas a la actuación procesal. En tal virtud, debe
considerarse que la parte demandada únicamente está conformada por el citado de
Vengoechea Fleury, como lo entendió el juzgado.
Mediante auto del 23
de diciembre de 1994 el mencionado juzgado ordenó con fundamento en el art.
7o. del decreto 2591 de 1991, la siguiente medida provisional:
"Con el fin de
evitar los daños ocasionados a la comunidad de usuarios del Canal Nirvana y
para proteger el derecho fundamental cuya tutela se solicita, se dispone el
destaponamiento total que sobre éste ocasiona la tranca denominada el concreto
ubicada en los predios de la antigua hacienda Papare...."
Posteriormente, el
aludido juzgado mediante sentencia del 29 de diciembre de 1994 concedió la
tutela invocada, con fundamento en las siguientes consideraciones:
- El Canal Nirvana a
través del cual se conducen las aguas que se utilizan en el conjunto
residencial donde habitan los demandantes es de propiedad privada, como se
establece de lo consignado en la resolución 684 del 3 de julio de 1993, de la
Corporación Autónoma Regional del Magdalena -CORPAMAG- mediante la cual se
otorgó una concesión que tiene relación con el predio "ojo de agua".
- Las aguas captadas
del río Toribio y que corren por el referido canal, son aguas de uso público.
Por lo tanto, su utilización tiene que ser controlada por el Estado, "de
ahí que las resoluciones remitidas por la Corporación Autónoma Regional del
Magdalena mediante las cuales se otorgan concesiones, se resuelve lo pertinente
a los porcentajes del caudal representados en litros por segundo a que tienen
derecho los diferentes usuarios incluidos en los predios de los señores De
Vengoechea que discurren por el Canal Nirvana".
- "En el
presente caso -agrega la sentencia- estamos en presencia de usuarios de aguas
públicas captadas del "ojo de agua" alimentado por el canal tantas
veces mencionado y que se han visto privado de ella (sic) por el comportamiento
del demandado, quien no obstante su carácter de concesionario de esas aguas ha
incumplido las obligaciones de que nos trata el Código de Recursos Naturales en
su artículo 133, referentes a la no utilización de una mayor cantidad de agua
que la otorgada, ya que se pudo constatar en la práctica de la inspección
judicial que en el aforo a la bocatoma procedían del río Toribio 223 litros por
segundo, y al llegar al tramo del canal que abandona los predios de De
Vengoechea y que entran a los de la DRUMMOND, sólo circulaban y debido a filtración
un hilillo de agua que no permitiría, según los peritos, practicar aforo
alguno. Igualmente desconoció su obligación consagrada en la citada
disposición, de evitar que las aguas se saliesen o derramasen de las obras que
las deben contener, ya que en la misma inspección fueron detectadas una gran
cantidad de vertederos, talanqueras que obstruían el normal decurso de las
aguas y otras en tal mal estado que permitían cuantiosas filtraciones, y qué
decir de aquéllas en donde se pudo apreciar que le fueron quitadas la gran
mayoría de las tablas respectivas con fugas cercanas a los 160 litros, en fin,
era la utilización total, en un ciento por ciento del caudal de las aguas por
parte de un usuario e igualmente el taponamiento con bolsas de arena, majagua y
barro en la denominada tranca el concreto" .
- Concluye la
sentencia señalando que "con el fin de evitar los daños ocasionados a la
comunidad de usuarios del canal Nirvana o Marinca, deberá el señor Francisco
Próspero de Vengoechea Fleury, no sólo abstenerse de ocasionar obstrucciones al
canal, sino dar inmediato cumplimiento, en su carácter de concesionario de las
aguas de uso público derivadas del río Toribio, dándole un aprovechamiento de
manera eficiente y económica, la no utilización de mayor cantidad de agua que
la otorgada, evitar que las aguas se derramen o salgan del cauce que las
contiene, realizando las obras de reparación necesarias a su cargo, para lo
cual dispondrá de un término de treinta días".
Segunda
instancia.
El Juzgado Unico
Penal del Circuito de Ciénaga, mediante sentencia del 23 de enero de 1995,
revocó la sentencia de primera instancia, con fundamento en las siguientes
consideraciones:
La acción de tutela
es procedente cuando el actor no dispone de otro medio alternativo de defensa,
de manera que por definición es un instrumento esencialmente subsidiario
"y por lo mismo, es errónea mirarla como una herramienta más de rango
complementario, para proseguir lo que de otra manera no se consiguió o no se
intentó conseguir. Esa es la regla general, excepcionalmente se le ofrece como
mecanismo transitoria y alterno de otra vía judicial, entrando entonces a
operar como un linaje eminentemente transitorio tratando de impedir un
perjuicio que sea catalogado como irremediable".
En tal virtud, el juzgado
encuentra acciones ordinarias viables que podían instaurar los interesados,
tales como la penal de usurpación de aguas a que alude el artículo 366 del
Código respectivo, la civil "que establece a su favor una servidumbre de
acueducto con respecto del predio donde circula el agua", y la
administrativa frente a las autoridades que "están obligadas a los
controles y a las prohibiciones a las actividades humanas que propicia su
deterioro o impiden su disfrute y la remoción, incluso, si ello es posible a las
causas naturales que concurren a desmejorarla".
- Advierte
finalmente que aunque el artículo 88 de la Carta reconoce las llamadas acciones
populares en caso de daño subjetivo pero plural -acciones de grupo o de clase-
por donde podría enfocarse en el presente caso la defensa de los intereses de
las comunidades afectadas, es viable aun así la tutela si media una relación de
causa a efecto entre la violación del derecho constitucional colectivo a gozar
un medio ambiente sano y el derecho constitucional fundamental a la salud,
situación que no se da en el presente caso.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Competencia.
En atención a lo
dispuesto por los artículo 86 y 241-9 de la Constitución Política, en armonía
con los artículos 33 a 35 del decreto-ley 2591 de 1991, la Sala es competente
para conocer de la revisión de las sentencias dictadas en el proceso de tutela.
2. Pruebas
incorporadas al proceso.
2.1. Obran dentro del proceso las siguientes
pruebas, allegadas y practicadas durante la primera instancia.
a) Comunicaciones de
fecha 13 de febrero de 1994, dirigidas a la Procuraduría Agraria del Magdalena
y al señor Alcalde de Ciénaga por la presidenta de la Fundación de Usuarios y
Consumidores de Bienes y Servicios de Uso Público - UCOSER, entidad sin ánimo
de lucro, con personería jurídica, constituida con la finalidad de velar por la
adecuada prestación de los servicios en la zona residencial y turística de
Piedra Hincada, conformada por los condominios, urbanizaciones y hoteles
Decamerón, Puesta del Sol, Los Alcatraces, Villa Tanga, Piedra Hincada, San
Tropel y Cabo Antibes, en las cuales ponen en conocimiento la cesación del
suministro de agua a las referidas propiedades, debido a la obstrucción por el
señor Francisco de Vengoechea del canal que nutre de agua al "acueducto
del señor Edgardo Gutiérrez de Piñeres".
b) Oficio No. 18 del
25 de febrero de 1994, suscrito por el señor Secretario General de CORPAMAG y
dirigido a la señora Presidenta de UCOSER, en el cual le manifiesta que dicha
entidad "ha tomado las medidas pertinentes en relación con la obstrucción
del libre discurrir de las aguas del río Toribio, a través del Canal Marinca o
Nirvana, en predios de los señores DE VENGOECHEA, por lo que mediante
Resolución No. 151 de febrero 14 del presente año, se ordenó la regulación de
los caudales de las corrientes que discurren en este departamento, durante todo
el período de estiaje, comisionándose, mediante auto de fecha 15 de febrero, a
funcionarios competentes para realizar los aforos y medidas respectivas, con el
fin de realizar la regulación y reparto equitativo del caudal existente entre
sus usuarios, así como el destaponamiento de canales, retiro de trinchos y
demás obstrucciones que se encuentren"
Alude igualmente el
referido oficio a un "Acta Compromisoria" de fecha 23 de febrero de
1994, que recoge lo acordado entre las partes involucradas en el problema del
uso de las aguas del mencionado canal, como son: Francisco de Vengoechea
Fleury, la Sociedad DRUMMOND LTDA. y UCOSER.
c) Constancia del 15
de diciembre de 1994, de la queja presentada ante CORPAMAG por el señor Edgardo
Víctor Gutiérrez de Piñeres contra el señor Francisco de Vengoechea Fleury,
relacionada "con el impedimento y manipuleo de las aguas", de las cuales
se provee la comunidad que habita en la zona antes mencionada.
d) Plano de la
Hacienda Papare, levantado en el año de 1962, de propiedad de Manuel de
Vengoechea de Mier.
e) Oficio 293 del 21
de diciembre de 1994, suscrito por el Jefe de la Oficina Jurídica de CORPAMAG,
con el cual se envían varios documentos relativos a actuaciones cumplidas por
está entidad, en relación con el uso de las aguas del canal Nirvana. El
contenido de dichos documentos se refiere a los siguientes aspectos:
1. Otorgamiento por
el Inderena y CORPAMAG, de concesiones a Manuel de Vengoechea, a Helena de
Vengoechea, Francisco de Vengoechea, Juan Miguel de Vengoechea, a la Sociedad
DRUMMOND LTDA., C.I PRODECO S.A y A.P.C.I., para el uso de aguas de los ríos
Córdoba y Toribio. (Memorando 011 de febrero 10 de 1994).
2. Concesión de 40
lts. de agua a la FUNDACION DE USUARIOS DE LOS BIENES Y SERVICIOS PUBLICOS DE
SANTA MARTA, "UCOSER", proveniente del canal Nirvana, para el
servicio de las "construcciones, urbanizaciones y complejos turísticos de
Piedra Hincada. (Resolución 168 de febrero 17 de 1994).
3. Otorgamientos de
permisos y renovación de traspaso de aguas en relación con los predios el
Nogal, Ojo de Agua, Los Manglares y Santa Clara, ubicados en el municipio de
Ciénaga de propiedad de la sociedad Drummond Ltda. (Resolución 684 de junio 3
de 1993).
4. La práctica de
una visita ocular al canal Nirvana, en el sector comprendido entre el "ojo
de agua" y los diferentes predios de las personas que poseen concesiones,
e igualmente aforos hechos en diferentes oportunidades en las referidas
corrientes de agua, que permitieron establecer el deficiente mantenimiento del
canal, la ausencia de obras para controlar la utilización de los caudales
asignados e igualmente, la presencia de obstáculos o trinchos, presumiblemente
colocados por orden del señor Francisco de Vengoechea y de sus hermanos,
quienes alegan la propiedad del canal y "manipulan el caudal a su antojo
mediante las siete o más derivaciones que existen a todo lo largo del canal,
adicionándole las múltiples derivaciones que sólo los beneficia a ellos"
(informes de comisión S.A. 044-visita ocular río Toribio febrero 17 de 1994, 11
de marzo de 1994, abril 11 de 1994, abril 19 de 1994, 2 de mayo de 1994, mayo 4
de 1994, septiembre 26 de 1994, 16 de diciembre de 1994, 17 de diciembre de
1994, memorando 043 de junio 20 de 1994, oficio 770 agosto 2 de 1994.)
f) Inspección
judicial con intervención de peritos, practicada el 29 de diciembre de 1994 por
el Juzgado Segundo Penal Municipal de Ciénaga, sobre el canal Nirvana a partir
del río Toribio, mediante la cual se pudo establecer la situación de abandono
en que se encuentra dicho canal, la presencia de cantidades considerables de
vertederos y fugas que propician la reducción de los caudales de las aguas y de
una serie de trinchos y obstáculos en algunos sectores, que impiden que éstas
corran libremente.
En la misma
diligencia de inspección se recepcionaron los testimonios de Edith Sofía
Urieles Hernández y de Miguel Antonio Castillo Cantillo, quienes dan cuenta de
la grave situación que atraviesan las gentes de la región por la falta de agua
y asignan la responsabilidad de la situación al señor De Vengoechea Fleury.
Dice el primero de
los nombrados:
"...aquí nunca
tuvimos problemas con las aguas, aquí éstas se derramaban hacia la playa, pero
da la circunstancia de seis años para acá hemos tenido problemas con las aguas
que nos la pone día de por medio no todas las veces, mientras que en el sector
de Papare la votan, uno aquí la necesita para el sostenimiento de su hogar ya
que el agua es una necesidad, cuando no hay agua uno tiene que venir dos y tres
veces exponiendo la vida al pasar la carretera con los niños, yo le pido al
señor Francisco de Vengoechea encarecidamente que nos ponga este servicio
porque lo estamos necesitando mientras que él la vota".
Del interrogatorio
del testigo Miguel Antonio Castillo y de sus respuestas se extrae lo siguiente:
"PREGUNTADO.
Sírvase decirnos que conocimiento tiene usted sobre la situación presentada en
el ojo de agua, como fuente utilizada en esta región. CONTESTO. Muchas
situaciones por lo menos con el consumo del agua que en estos momentos estamos
viviendo una crisis que nunca la habíamos vivido, pero hace de seis años para
acá. Mas que tengo más de quince años de estar viviendo y todo el tiempo esto
permanecía lleno de agua, aquí el agua se votaba, los abuelos míos metían
embarcaciones a cortar madera y muchas veces a pescar entre la laguna que se
depositaba, así como le manifiesto desde hace seis años que no viene el consumo
de agua para el sostén de nuestras familias los residentes en este sector.
PREGUNTADO. Sírvase decirnos qué considera usted han sido los motivos para el
cambio sufrido. CONTESTO. Los motivos son porque el señor Francisco Vengoechea
tomó el cargo de la Hacienda, han sido estos problemas en el asunto del
taponamiento de los canales que vienen hacia el ojo de agua que es de donde
nosotros recibimos el sostén del consumo del agua para nuestro
sostenimiento".
2.2. Según lo dispuesto en el auto del 17 de
mayo de 1995 de esta Sala, se allegaron al proceso los siguientes documentos:
a) Informe de
Metroagua S.A. (junio 6 de 1995) sobre las obras llevadas a cabo por esta
entidad y el Distrito de Santa Marta, consistente en la exploración y
explotación de aguas subterráneas y su conducción y suministro mediante la
construcción de la correspondiente infraestructura, "para dar solución al
problema de suministro de agua potable en el sector turístico comprendido entre
Pozos Colorados y la quebrada del Doctor", En el informe se señala el
hecho de que el suministro de agua al mencionado sector entró a operar desde el
30 de diciembre de 1994.
b) Informe de
CORPAMAG, en el cual se deja constancia que la Fundación UCOSER no ha dado cumplimiento
a las obligaciones impuestas en la resolución 168 de febrero 17 de 1994,
necesarias para hacer uso de la concesión de aguas que le fue otorgada, entre
otras, "la legalización de la servidumbre de aguas", pues viene
utilizando la infraestructura del señor Edgardo Gutiérrez de Piñeres habilitada
como acueducto, y advierte que declarará la caducidad de dicha concesión.
Igualmente el
informe de dicha Corporación, da cuenta que las referidas comunidades e
industrias se abastecen "de las aguas provenientes del Río Toribio que
circulan por predios del señor FRANCISCO DE VENGOECHEA FLEURY y hoy también de
propiedad de DRUMMOND LTDA, por el llamado Canal Nirvana que van a dar al
denominado "Ojo de Agua" mediante la infraestructura de propiedad del
señor EDGARDO GUTIERREZ DE PIÑERES".
c) Igualmente,
conforme a lo ordenado por los autos de esta Sala de fechas 28 de junio y 21 de
julio de 1995, CORPAMAG envió los siguientes documentos:
- Copia de la
resolución 2160 del 30 de junio de 1995, originaria de dicha Corporación, en la
cual se amonestó al demandado "por obstaculizar el libre discurrir de las
aguas del río Toribio que circulan por el Canal Nirvana, que atraviesa predios
de su propiedad y de las cuales se abastecen comunidades asentadas en la parte
baja de éste, para uso doméstico y comercial", se le impuso sanción
pecuniaria consistente en multa por valor equivalente a un salario mínimo
mensual y se le previno que en caso de comprobarse nuevos hechos constitutivos
de violación de las normas legales pertinentes "CORPAMAG, procederá a
efectuar la demolición de todas las obras que se hayan construido sobre el
canal para impedir el libre discurrir de las aguas, a costas del
infractor".
- Escritura pública
4271 de diciembre 27 de 1990 de la Notaría Segunda del Circulo de Santa Marta
(División material de la Hacienda Papare o Hacienda Santa Cruz de Papare) y
folios de matrícula inmobiliaria relacionados con dicho inmueble.
3. El derecho al
suministro de agua potable, como condición para preservar y asegurar los
derechos fundamentales a la salud y a la vida.
El agua en
cualquiera de sus estados es un recurso natural que forma parte del llamado
ambiente natural o entorno, el cual resulta insustituible para el mantenimiento
de la salud y para asegurar la vida del ser humano, aparte de que es un
elemento necesario para la realización de un sinnúmero de actividades útiles al
hombre.
Sobre este
particular resultan significativas las valoraciones que en su oportunidad hizo
la exposición de motivos al proyecto de ley de aguas española de 1985 (ley 29)[1], en donde se expresó:
"El agua está
presente en toda la actividad humana, por ello resulta lógico que a lo largo de
la historia el hombre haya invertido gran parte de su tiempo en la búsqueda de
soluciones para su aprovechamiento. El agua no sólo es indispensable para la
vida, sino que también condiciona el desarrollo de los pueblos por ser
necesaria en la mayoría de las actividades económicas. Es un recurso natural,
escaso, limitado, aunque se renueve a través del ciclo hidrológico. No es
ampliable y ha de ser considerado como un bien estimable cuya obtención y
utilización debe ser optimizada y puesta al servicio de la comunidad. El agua
debe ser un bien público"
De igual modo, la
Corte caracterizó el valor esencial del agua en su sentencia T-523 de 1994[2], cuando manifestó:
"El agua
siempre ha estado en el corazón de los hombres y en la base de las
civilizaciones. Se puede pasar varios días sin comer, pero no sin beber es
posible sobrevivir unos pocos. En el cuerpo humano el 96% de la linfa es agua,
hay el 80% en la sangre, las dos terceras partes de los tejidos también
contienen agua. Un proverbio usbeko enseña: que no es rico quien posee tierra
sino quien tiene agua".
El manejo del agua
tiene, por lo demás, una indudable connotación ética, porque su aprovechamiento
para diversos fines útiles refleja la conducta que asume el hombre frente a los
demás y los valores sociales que motivan su comportamiento. El despilfarro del
agua, por ejemplo, desconoce el valor social del recurso y de hecho constituye
la negación de los fines superiores que mueven al Estado cuando otorga una
concesión, al punto que tal conducta significa la consagración del abuso del
derecho y una mezquina concepción de la solidaridad humana.
Siendo el agua, como
se ha dicho, un elemento esencial del ambiente, su preservación, conservación,
uso y manejo está vinculado con el derecho que tienen todas las personas a
gozar de un ambiente sano; aparte de que la conservación de la calidad de las
aguas, su aptitud, disponibilidad y suficiencia para el consumo humano, se
consideran esenciales para asegurar el goce y vigencia de los derechos
fundamentales a la salud y a la vida y los demás que se derivan de estos.
Todo ello hace que
el Estado le otorgue una especial atención al manejo del recurso y le asigne,
por lo mismo, especiales competencias y responsabilidades a las autoridades a
cuyo cargo se encuentra su administración, que encuentran sustento en
diferentes preceptos de la Constitución (arts. 2, 5, 6, 8, 58 inciso 2, 63, 79,
80, 121, 123 inciso 2 y 209, entre otros), y las autorizan para adelantar una
serie de acciones positivas destinadas a garantizar, la preservación,
mantenimiento, calidad y disponibilidad de las aguas y la correcta realización
de los usos permitidos por la ley.
El Código Nacional
de los recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente (decreto
2811 de 1974) y su decreto reglamentario (1541 de 1978), contienen una serie de
reglas y principios referidos al dominio de las aguas, de los cauces y las
riberas, a los modos de adquirir el derecho al uso y aprovechamiento de estos
bienes, al régimen jurídico de las concesiones, las declaraciones de reserva y
agotamiento, las limitaciones a su uso a la constitución de servidumbres en
interés público y en interés privado y a la utilización de ciertas categorías
especiales de aguas (lluvias y subterráneas), etc., que conforman en el derecho
nacional un sistema jurídico relacionado con el manejo y aprovechamiento de las
aguas públicas y privadas, que consulta los más novedosos criterios formulados
en la legislación y la doctrina modernas.
La filosofía que
inspiró al Código de 1974 fue la de recoger y someter a crítica toda la
legislación de aguas vigente hasta entonces, actualizarla y complementarla, de
modo que guardara armonía con su concepción ambientalista moderna que propugna
la regulación normativa integral sobre los recursos naturales y la protección
al ambiente, dado que aquéllos constituyen un elemento esencial de éste.
El principio
general, según los textos en referencia, es que las aguas son de dominio
público, inalienables e imprescriptibles, "sin perjuicio de los derechos
privados adquiridos con arreglo a la ley". Del mismo principio participan
los cauces y lechos que las contienen.
Por excepción, son
aguas de dominio privado, las que nacen y mueren en una misma heredad, es decir,
aquellas que brotan naturalmente a la superficie de un predio y se evaporan o
desaparecen bajo el suelo del mismo. Se da por entendido, bajo el criterio
señalado, que son de dominio público y no privado, las aguas que nacen en un
predio pero desembocan en otra corriente que fluye a través de diversos
predios, como también las que derivadas de una corriente de uso público
discurren por canales o acequias artificiales de propiedad de particulares.
En el régimen
jurídico nacional, la concesión de aguas constituye un acto de la
administración mediante la cual, se autoriza el aprovechamiento de dicho
recurso por un tercero, dentro de las restricciones de su disponibilidad y bajo
los condicionamientos y exigencias que demanda su preservación, su utilización
eficiente y las prioridades señaladas para su uso. Dicho régimen impone al
concesionario las siguientes obligaciones básicas:
a) Aprovechar las
aguas con eficiencia y economía, en el lugar y para el objeto previsto en la
concesión, empleando sistemas técnicos de aprovechamiento.
b) No utilizar mayor
cantidad de agua que la otorgada.
c) Construir y
mantener instalaciones y obras hidráulicas en condiciones adecuadas.
d) Evitar que las
aguas que deriven de una corriente o depósito se derramen o salgan de las
obras que las deben contener.
e) Contribuir
proporcionalmente a la conservación de las estructuras hidráulicas, caminos de
vigilancia y demás obras e instalaciones comunes.
f) Permitir la
vigilancia e inspección y suministrar los datos sobre los usos de las aguas
(Código Nacional de los Recursos Naturales Renovables y Protección al Medio
Ambiente, art. 133).
A la autoridad
administrativa se la ha dotado por la ley de amplias atribuciones que le
permiten ejercer la administración y control del uso de las aguas, de modo
integral, con el fin de lograr su aprovechamiento racional y técnico, su
preservación y permanente disponibilidad (art. 155 ibídem).
Dentro de las
referidas atribuciones la administración cuenta, entre otras, con las
facultades de controlar el aprovechamiento de las aguas y la ocupación y
explotación de los cauces; reservar las aguas de una o varias corrientes cuando
fuere necesario, redistribuir los caudales en época de estiaje, o para asegurar
las prioridades en su uso, aunque medien concesiones y, ejercer inclusive, el
control sobre el uso de las aguas privadas para evitar el deterioro ambiental o
cuando medien razones de utilidad pública e interés social (arts.134, 135, 137
a 145 ibídem).
4. La tutela
contra particulares cuya conducta afecta un interés colectivo y al mismo tiempo
los derechos fundamentales de personas determinadas.
La acción de tutela
como instrumento de protección de los derechos fundamentales de las personas
tiende esencialmente a evitar y conjurar los abusos de poder de las autoridades
públicas, pues éstas son las que ordinaria y frecuentemente infringen los
referidos derechos.
No obstante, los
particulares muestran también cierta proclividad a desconocer y quebrantar los
referidos derechos, pese a lo cual no se habían institucionalizado, hasta la
Constitución de 1991, los remedios normativos capaces de contener o superar
tales atentados y violaciones. Es así como la tutela igualmente constituye un
mecanismo de protección contra las actuaciones arbitrarias de los particulares
cuando, con ocasión de su acción o su omisión, vulneren o amenacen los derechos
fundamentales de las personas, en las siguientes eventualidades: cuando el
particular esté encargado de la prestación de un servicio público, o cuando su
conducta afecte grave y directamente el interés colectivo, y cuando, respecto
de tales particulares, el solicitante se halle en condiciones de subordinación
o indefensión.
La constante que
justifica la tutela en las circunstancias descritas es el quebrantamiento del
principio del tratamiento igualitario que rigen en las relaciones entre
particulares, en las cuales normalmente no se presenta una situación de
supremacía con respecto a la otra. En tal virtud, cuando en razón de la
actividad que desarrolla el particular o del otorgamiento de facultades
excepcionales de las cuales actúa revestido en un momento dado, se coloca en
una situación de dominio o superioridad frente a otras personas, opera la
tutela como dispositivo de defensa frente a la amenaza o a la violación de los
derechos fundamentales.
Cuando la actividad
privada afecta grave y directamente el interés colectivo y pone en peligro los
derechos de un número plural aunque determinado de personas, la respectiva
conducta se hace más perniciosa y repudiable, porque el daño es potencialmente
más nocivo en cuanto afecta o puede comprometer a un mayor número de víctimas,
casi todas ajenas a los motivos que mueven al infractor, quien muchas veces
obra por motivos innobles o fútiles.
La Sala considera
necesario precisar, además, que la pluralidad de personas, por sí misma, no
identifica necesariamente un sujeto colectivo, de manera que la protección de
los derechos fundamentales de aquéllas, mediante la tutela, resulta
jurídicamente procedente en razón de que, si bien se considera un sujeto
múltiple, no se valora como un sujeto indeterminado, al cual potencialmente se
refiere el artículo 88 de la C.P.
En este sentido se
pronunció la Corte en pasada ocasión, así:
"Sea lo
primero advertir que en algunos eventos la acción o la omisión de un
particular, así como la de la autoridad pública, puede afectar a un número
plural de personas, todas ellas identificadas o identificables, en cuyo caso no
se puede predicar una situación de "interés colectivo" que amerite la
protección jurídica mediante la figura de las acciones populares de que trata
el artículo 88 superior, sino que se trata de una circunstancia que puede
protegerse o remediarse mediante instrumentos especiales como lo son las
acciones consagradas en la legislación colombiana, o la acción de tutela en los
términos definidos por el artículo 86 de la Carta Política".[3]
Significa lo
anterior, que no obstante pertenecer el derecho agraviado a algunos de los
previstos en el art. 88 puede ampararse por medio de la tutela, cuando la
situación que origina su amenaza o violación se refiere especialmente a un
grupo de personas identificadas concretamente y no, como se dijo antes, a un
número indeterminado de ellas. Esta concepción responde a una razón superior de
justicia, pues de no ser así el derecho de los afectados quedaría huérfano de
protección, al no poderse encuadrar la situación dentro del objeto de defensa
propio de las llamadas acciones populares.
En atención a las
apreciaciones anteriores la Corte pudo concluir en pasada ocasión en estos
términos:[4]
"Las
anteriores consideraciones llevan a la Sala a concluir que no es posible
afirmar que los instrumentos jurídicos para el amparo del interés colectivo
-como es el caso de las acciones populares o acciones de clase- resulten
aplicables por el simple hecho de que se afecte a un número plural de personas,
o porque se trate de derechos enumerados en el artículo 88 de la Carta Política
o en alguna otra disposición constitucional o legal".
Conforme a lo
expuesto, se tiene que si bien la tutela no procede para proteger derechos
colectivos, ello no obsta para que el titular solicite la tutela de sus
derechos fundamentales amenazados o violados en concreto, en situaciones que
comprometan intereses o derechos colectivos o, cuando se trate de impedir un
perjuicio irremediable. (Decreto 2551/91 art. 6 numeral 3).
Sobre la idea de
indefensión como condición de la tutela contra un particular la Corte ha tenido
ocasión de pronunciarse repetidas veces, en el sentido de que es la ausencia de
un medio físico o jurídico idóneo para superar o evitar el ataque de los
derechos fundamentales de una persona por un tercero, pero advirtiendo que la
ponderación de los hechos para deducir dicha indefensión es potestad del juez
de tutela.
5. El asunto que
se debate.
Los hechos que
dieron origen al presente proceso dan cuenta de la actitud asumida por el señor
Francisco Próspero de Vengoechea Fleury, propietario del predio La Bonga, que
hizo parte de la hacienda Papare y por donde cruza el canal Marinca o Nirvana,
que se desprende del río Toribio y surte de agua a un acueducto particular en
el sitio denominado el "ojo de agua", con la cual se beneficia no
sólo la comunidad que habita en la zona turística de Piedra Hincada, sino la
que se dedica a menesteres diversos.
El manejo y
protección de las aguas públicas en el sector del conflicto, es responsabilidad
de la Corporación Autónoma Regional del Magdalena y la Sierra Nevada de Santa
Marta, CORPAMAG, creada por la ley 28 de 1988, y organizada como un ente
corporativo de carácter público, vinculado al Ministerio del Medio Ambiente,
dotado de personería jurídica, autonomía administrativa y financiera y
patrimonio propio (ley 99 de 1993).
Está acreditado en
el proceso que el demandado utiliza la concesión de aguas que le fue otorgada
con absoluto desconocimiento de la ley y por fuera de toda racionalidad. En
efecto, no realiza el aprovechamiento de las aguas con eficiencia y economía
sino con evidente despilfarro; las utiliza excediendo los aforos otorgados en
la concesión, y ha obstruido por distintos medios el cauce del canal, hasta el
punto de dejar sin acceso al recurso al resto de los usuarios y concesionarios.
Con su conducta, en
la práctica, el demandado ha sustituido a la entidad administradora del recurso
en el ejercicio propio de los poderes de disposición y regulación que tiene
sobre éste, en razón de la negligencia de ésta en utilizar las facultades de
que ha sido investida para asegurar su aprovechamiento en debida forma, según
los mandatos legales.
Estima la Sala, en
consecuencia, que los peticionarios están colocados en un estado de
indefensión, si se tiene en cuenta que el demandado Francisco de Vengoechea,
como propietario de uno de los inmuebles atravesados por el mencionado canal,
disfruta de las aguas de uso público a su antojo y haciendo uso irregular de
las potestades que el Estado le otorgó en su condición de concesionario, para
llevar a cabo su aprovechamiento, a ciencia y paciencia y hasta si se quiere
con la complacencia de la entidad administradora del recurso, la cual
tardíamente a través de la resolución 2160 del 30 de julio de 1995 le impuso
unas tímidas sanciones tendentes a impedir el uso abusivo de la concesión.
Cuando el
concesionario, como sucede en el presente caso, hace un uso inadecuado o
arbitrario de la concesión y, por consiguiente, abusa de sus derechos, sin que
la administración se lo impida y más bien se muestre tolerante, dada su
conducta omisiva y negligente, frente a tales excesos, aquél ejerce poderes de
hecho que lo colocan en una situación de supremacía frente a los demás
usuarios, quienes no obstante tener derecho al aprovechamiento del recurso,
como concesionarios o por ministerio de la ley, se han visto excluidos de su
ejercicio y colocados en un estado de evidente indefensión.
No cabe duda que el
uso abusivo de una concesión de agua, como ocurre en el presente caso, tiende a
degenerar en una situación de hecho, pues caracteriza una evidente usurpación
de competencias de las autoridades públicas y por ende una sustitución del
poder estatal.
Según los
planteamientos que se han hecho la Sala considera que la tutela es procedente
contra el mencionado particular, en atención a que su conducta es violatoria de
los derechos fundamentales a la salud y a la vida de los peticionarios e
igualmente de los demás concesionarios y usuarios de las aguas. Es decir, dicha
conducta no sólo amenaza lesionar derechos fundamentales individuales, sino que
igualmente afecta de manera directa y en forma grave un interés colectivo.
Se reitera, en
consecuencia, el criterio jurisprudencial de la Corte señalado en la sentencia
C-134 del 17 de marzo de 19945 , que en lo esencial advirtió:
"la acción
de tutela procede contra particulares cuando se trata de proteger un interés
colectivo, esto es, un interés que abarca a un número plural de personas que se
ven afectadas respecto de la conducta desplegada por un particular. Por lo
demás, de acuerdo con los parámetros establecidos por el inciso del artículo 86
superior, en el caso en comento se requiere de la presencia concomitante de dos
elementos: que se afecte grave y directamente el interés colectivo. Es decir,
que la situación bajo la cual procede la acción de tutela contra el particular
atente en forma personal e inmediata el interés de los perjudicados".
La Sala debe
precisar, además, que aún admitiendo la propiedad del demandado sobre todo o
parte del canal Nirvana, no le asiste ningún derecho para hacer uso de la
concesión en forma arbitraria e ilegal, ni para interrumpir u obstaculizar el
curso de las aguas, porque estas siguen siendo de uso público. La concesión
simplemente le otorga a aquél el derecho al aprovechamiento limitado de las
aguas, pero nunca el dominio sobre éstas. Por consiguiente, aun cuando la
administración haya autorizado la concesión, sin embargo, conserva las
potestades propias que le confiere la ley para garantizar el correcto ejercicio
de ésta, así como la utilización eficiente del recurso, su preservación, disponibilidad
y aprovechamiento de acuerdo con las prioridades que aquélla consagra.
En resumen, la
tutela se concede en el presente caso para proteger los aludidos derechos a los
peticionarios, frente al estado de indefensión en que se encuentran con respecto
al demandado, en consideración a la forma negligente como ha actuado la
Corporación Autónoma Regional del Magdalena -CORPAMAG, la cual ha permitido que
éste abuse de los poderes que le otorga la concesión en perjuicio de los demás
usuarios de las aguas, pues como lo dijo esta misma Sala6 :
"...en
términos generales puede aceptarse, que se integra el núcleo esencial de
cualquier derecho constitucional cuya efectividad se demanda, la pretensión de
exigibilidad del ejercicio positivo y diligente de las competencias legales
atribuidas a las autoridades administrativas, cuando su situación se juzga
indispensable para proteger el bien jurídico que tutela el derecho, cuya
omisión es susceptible de generar riesgos y peligros inminentes que la norma
configuradora del derecho ha querido precisamente prevenir o evitar".
Por lo demás los
demandantes no disponen de un medio alternativo de defensa judicial idóneo y
eficaz. En efecto, la acción penal a que alude el art. 366, no contribuye a remediar
la grave situación que afrontan los demandantes, pues ella se dirigiría
exclusivamente a determinar la responsabilidad penal del infractor y a lograr
la indemnización de perjuicios; tampoco la acción a que alude el art, 993 del
Código Civil tiene las propiedades anotadas por las siguientes razones:
La disposición dejó
de tener aplicación jurídica plena, frente a la legislación existente en
materia ambiental que le atribuyen a la autoridad administradora de las aguas
la facultad de velar por su preservación, calidad y racional aprovechamiento,
dado los intereses colectivos involucrados en su utilización. La norma aludida,
simplemente regula la solución procesal para un conflicto exclusivo entre
partes identificadas, sin trascendencia alguna en el interés de grupo o
colectivo, y no fue diseñada para la protección de derechos constitucionales
fundamentales. Además no se revela como idónea para impedir no sólo la
violación o amenaza de transgresión de dichos derechos, porque la decisión del
juez tiene limites concretos referidos exclusivamente al demandado en cuanto a
que debe cesar en su conducta pero no se le puede imponer obligaciones
adicionales para impedir que continúe con los actos constitutivos de violación
de los referidos derechos ni mucho menos se le pueden trazar líneas de conducta
a la administración como se hará en el presente caso.
Aclara finalmente la
Sala que la tutela se ha considerado procedente en el presente caso de manera
excepcional, en razón de la palmaria inactividad de CORPAMAG en dar solución al
problema de aguas de que dan cuenta los hechos, originado por la conducta
abusiva del demandado, lo cual determinó que quedaran en absoluta desprotección
los derechos de los demandantes. Ello es así, si se tiene en cuenta que los conflictos
relativos a aguas tienen como mecanismos de solución tanto la vía
administrativa como la judicial.
De acuerdo con las
consideraciones precedentes, se revocará la sentencia de segunda instancia
proferida por el Juzgado Unico Penal del Circuito de Ciénaga y, en su lugar, se
confirmará la sentencia de primera instancia dictada por el Juzgado Segundo
Penal Municipal de Ciénaga, con la adición de prevenir al demandado de que en
lo sucesivo se abstenga de ejecutar cualquier acto que implique menoscabo del
derecho de los demandantes a realizar el aprovechamiento de las mencionadas
aguas, e igualmente y con fundamento en el art. 23 del decreto 2591 de 1991
ordenará a la Corporación Autónoma Regional del Magdalena -CORPAMAG que con el
fin de prevenir situaciones como las analizadas en el presente caso proceda a
expedir una reglamentación general actualizada sobre el aprovechamiento de las
aguas del río Toribio, del Canal Nirvana y del llamado ojo de agua del
Acueducto Inverhincada, la cual comprenderá la revisión de las concesiones o
mercedes de aguas que se encuentran vigentes.
IV. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR la sentencia proferida
por el Juzgado Unico Penal del Circuito de Ciénaga, Magdalena, del 23 de
Noviembre de 1994, (sic), notificada personalmente al demandante el 23 de enero
de 1995 y a los demandantes por edicto que se fijó el 26 de enero del mismo
año, y en su lugar, confirmar la sentencia de primera instancia dictada por el
Juzgado Segundo Penal Municipal de Ciénaga de fecha 29 de diciembre de 1994 en
cuanto concedió la tutela impetrada, con la modificación de que los derechos
tutelados son los de la vida y la salud y las adiciones que más adelante se
señalan.
SEGUNDO. PREVENIR al demandado de que en lo
sucesivo se abstenga de ejecutar cualquier acto que implique menoscabo del
derecho de los demandantes a realizar el aprovechamiento de las mencionadas
aguas.
TERCERO. ORDENAR a la Corporación Autónoma
Regional del Magdalena -CORPAMAG que en el término de seis (6) meses proceda a
expedir una reglamentación general actualizada sobre el aprovechamiento de las
aguas del río Toribio, del Canal Nirvana y del llamado ojo de agua del
Acueducto Inverhincada, la cual comprenderá la revisión de las concesiones o
mercedes de aguas que se encuentran vigentes.
ENVIESE copia de esta sentencia a la referida
Corporación.
CUARTO. Por Secretaría General háganse las comunicaciones de que trata el
art. 36 del decreto 2591 de 1991.
NOTIFIQUESE, COPIESE, PUBLIQUESE, INSERTESE
EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL Y CUMPLASE.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Derecho de Aguas,
Josep Quintana Petrus, Editorial Bosch, 1992, p. 113.
[2] M.P. Alejandro
Martínez Caballero.
[3] Sentencia
T-028/94, Sala Novena Corte Constitucional, M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
[4] Ibidem.
5 M.P.
Vladimiro Naranjo Mesa.
6 Sentencia
T-112/94 . |
503 | T-382-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-382/95
ACTO
ADMINISTRATIVO-Ejecutoriedad/ACTO
ADMINISTRATIVO-Ejecutividad
La ejecutoriedad
hace referencia a que determinado acto administrativo, cuya finalidad es
producir determinados efectos jurídicos, se presume expedido con base en los
elementos legales para su producción y en consecuencia es obligatorio para el
administrado y la administración, razón por la cual puede ser ejecutado
directamente por la administración, sin necesidad de la intervención de otra
autoridad del Estado.
ACTO
ADMINISTRATIVO-Obligatoriedad
Por
obligatoriedad se entiende la necesidad de acatamiento de los efectos jurídicos
que se generan a consecuencia del mismo. Abarca tanto a los terceros como al
propio ente público y a los demás. Esta obligatoriedad, de manera alguna se
restringe en cuanto a su aplicación a los administrados, por el contrario, tal
exigencia se extiende a la administración.
ACTO
ADMINISTRATIVO-Estabilidad/REVOCACION
DE ACTO ADMINISTRATIVO
La estabilidad de
los actos administrativos como carácter básico en su estructura es siempre
elemento a favor del administrado y en consecuencia elemento primordial en
todo proceso de seguridad jurídica, por ello para no tener en cuenta las
reglas señaladas en el artículo 73 del C.C.A, debe la administración distinguir
que la revocación del acto no perjudique al administrado, ni a terceros que
pudieron estar afectos al acto dictado por la administración. La figura de la
revocación, como facultad propia de la administración para dejar sin efectos un
acto administrativo de contenido particular pero que de manera alguna puede
vulnerar derechos subjetivos adquiridos. Debe establecerse desde ya que esta
posibilidad dada a la administración establece determinados limites, por cuanto
debe la administración respetarlos y seguir unas reglas señaladas por el
legislador.
REVOCACION DE
ACTO ADMINISTRATIVO/DECRETO REGLAMENTARIO-Inconstitucionalidad e ilegalidad
Si un decreto
reglamentario posterior permite suspender las situaciones jurídicas resultado
de actos administrativos que no fueron debidamente impugnados, tal decreto se
constituye en abiertamente violatorio de los derechos subjetivos, adquiridos
por el administrador. Vemos entonces que la revocación de actos administrativos
por parte de la administración, se constituye en una verdadera excepción.
EXCEPCION DE
INCONSTITUCIONALIDAD/PRINCIPIO DE EJECUTIVIDAD
La norma
cuestionada permite al I.S.S. suspender una prestación social decretada
legalmente. Pues bién, tal autorización deja SIN EFICACIA un acto
administrativo, en otras palabras, atenta contra el principio de la
ejecutividad. Adicionalmente el mencionado literal queda cuestionado por dos
normas de la actual Constitución: el art. 238 que adscribe en la jurisdicción
de lo Contencioso-adminsitrativo la facultad de suspender provisionalmente los
efectos del acto administrativo (para el caso de esta tutela: el pago de la
pensión) y el art. 83 que consagra el postulado de la buena fé (en el presente
caso, como no cabe la revocatoria directa del acto administrativo porque no hay
expreso y escrito consentimiento del titular, entonces, el literal b- del art.
42 del Decreto 2665/88, eludió tal situación y le quitó los efectos, siendo
esto un ejemplo de ausencia de buena fé). Por estas razones hay que concluir
que dicho literal es inconstitucional.
COSA JUZGADA
ADMINISTRATIVA/PENSION DE SOBREVIVIENTES
Existe la
protección a la cosa juzgada administrativa, en cuanto favorece al
administrado. Para el caso concreto, la cosa juzgada administrativa se predica
del acto adminstrativo que concedió la pensión. Y el acto posterior (suspensión
de la pensión), hecho extemporáneamente, no tiene la fuerza suficiente para
sostener la opinión de que adquirió la presunción de legalidad, porque la
suspensión se ampara en una norma ilegal e inconstitucional.
REVOCACION DE
ACTO ADMINISTRATIVO-Improcedencia/INSTITUTO
DE SEGUROS SOCIALES/SUSTITUCION PENSIONAL/PERJUICIO IRREMEDIABLE
Creada una
situación jurídica individual, como la que se configuró para la accionante en
virtud de una Resolución emanada del Instituto de los Seguros Sociales, ésta es
irrevocable unilateralmente por la administración, salvo que concurra el
consentimiento expreso y escrito del titular del derecho.
PENSION DE
SOBREVIVIENTES-Suspensión
por un anónimo/DERECHO A LA SUSTITUCION PENSIONAL
En conclusión,
tanto las pruebas aportadas para la concesión de la prestación, como las
allegadas años después demuestran que la demandante TENIA derecho a la
sustitución pensional, luego la Resolución que la concedió no está afectada por
causa legítima que la deje sin efecto (al menos por ahora) y, como se suspendió
el pago de la prestación, que es muy escasa, salta a la vista que a esta mujer,
modista de profesión, madre de 3 hijos, si se le está ocasionando un perjuicio
irremediable.
REF: Expedientes
Nº68030
Peticionaria:
Celia Monsalve de Parra.
Procedencia:
Juzgado Segundo Laboral de Cali.
Temas:
-Ejecutoriedad,
ejecutividad, eficacia y estabilidad del acto administrativo.
-Pensión de
sobrevivientes.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., agosto (31) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela 68030, de Celia Monsalve de Parra contra el Instituto de Seguros
Sociales, acumulado, por decisión de la Sala de Selección Nº 5, de 8 de mayo de
1995, al expediente 67761, pero luego se ordenó su desacumulación y por ello
los fallos se pronuncian por separado.
ANTECEDENTES
1. Elementos de
juicio.
Una vez recepcionada
la prueba que la Corte decretó se puede afirmar lo siguiente:
1.1. Cecilia
Monsalve contrajo matrimonio en Manizales con Jorge Aquileo Parra el 7 de
agosto de 1959, fueron procreados varios hijos entre ellos Jorge Parra
Monsalve. No existió separación legal de los cónyuges.
1.2. El 31 de
diciembre de 1990, fallece en Cali el señor Parra. estando pensionado. Bajo
juramento declaran María Grisales y Blanca Rendón que en tal fecha los cónyuges
vivían bajo el mismo techo.
1.3. El 14 de junio
de 1991, por Resolución 03094 se concede la sustitución pensional de su difunto
esposo a Celia Monsalve de Parra, y al menor Jorge Parra Monsalve, representado
por su madre.
Posteriormente hay
autorización de Celia Monsalve para que Clementina de Delgado cobre unas
mesadas durante el año de 1992; autorización autenticada ante el Cónsul
General de Colombia en Nueva York. Pero, en 1993 la señora Celia aparece
haciendo peticiones en Cali, señala como su dirección: Carrera 14 Nº 3-42, y,
precisamente en 1994, el I.S.S. la cita a tal dirección y ella se presenta de
inmediato.
1.4. Celia Monsalve
afirma que por la escasa pensión de su esposo y por unas calamidades domésticas
ello necesitó antes y después de la muerte de Parra, buscar ingresos en Nueva
York, colaborando en confección de "sueteres" y por tal razón se
trasladaba durante algunos meses a dicha ciudad y regresaba con algún dinero
para el sostenimiento de su familia.
1.51. Una carta SIN
firma de quien dice llamarse Nancy Bermúdez, dirigida al Gerente del I.S.S.,
seccional Valle del Cauca, contiene estas afirmaciones:
-Cecilia Monsalve ha
vivido desde hace muchos años en Nueva York haciendo vida marital con Gilberto
Sánchez.
-Nancy Bermúdez era
la compañera permanente de Jorge Aquileo Parra en el momento de su
fallecimiento.
A esta carta
precedió un anónimo enviado también al I.S.S..
1.5. Este informe
motivó que el 6 de octubre de 1994 se citara a la oficina de Prestaciones
Económicas del I.S.S. del Valle del Cauca a Celia Monsalve para decírsele que
"se le iba a suspender el reconocimiento de la pensión que recibía por
fallecimiento de su cónyuge", y, efectivamente, el 9 de diciembre de 1994,
por Resolución 8302, se le suspendió "a partir del mes de noviembre de
1994, la sustitución pensional".
1.6. La perjudicada
agotó la vía gubernativa con resultados negativos. No fue tenida en cuenta su
afirmación de que convivía con Parra cuando falleció y que no tiene ninguna
relación sentimental con Gilberto Sánchez.
1.7. En la
Resolución que suspendió la prestación se invoca por el I.S.S. el literal b del
artículo 42 del Decreto 2665 de 1988 que dice:
"El I.S.S.,
procederá a la suspensión inmediata de las prestaciones económicas y de salud
en los siguientes casos....b) cuando se compruebe que conforme a los
reglamentos del I.S.S. no se tenía derecho a ellos..."
1.8. En la
Resolución 6558 de 1995, que resolvió la reposición interpuesta por Celia
Monsalve, el I.S.S., Seccional Valle del Cauca, reiteró que la suspensión se
debía a que la señora no convivía con el causante al momento del fallecimiento.
En realidad, no hay prueba que sustente tal opinión.
19. En el mismo expediente
que está en el I.S.S., la prueba demuestra que vivía doña Celia con su marido
(declaraciones de María Grisales, Celia Rendón, Carlota Sánchez) y no existe
ninguna prueba (a los anónimos no se les puede dar tal característica) que
hagan sospechar que actualmente convive o se haya casado con alguien o que no
conviviera con Jorge Aquileo Parra cuando éste murió. El hecho de que la señora
viajara a Estados Unidos, esporádica y temporalmente, a conseguir algún dinero
para sostener su familia no señala en forma alguna que se esté dentre de los
causales de pérdida de la sustitución pensional. Además, la Resolución NO se
refiere a motivos que hubieren surgido con posterioridad al fallecimiento de
Parra.
2. Decisión de
primera instancia, 24 de febrero de 1995.
El Juzgado Segundo
Laboral de Cali no tuteló porque dió por sentado que en el instante de fallecer
Jorge Aguileo Parra, Celia Monsalve convivía con Gilberto Sánchez y que,
además, la solicitante puede acudir ante la jurisdicción ordinaria laboral.
3. Decisión de
Segunda instancia, 24 de marzo de 1995.
La Sala Laboral del
Tribunal Superior de Cali, confirmó; considerando improcedente la acción porque
se puede acudir ante la jurisdicción ordinaria laboral puesto que está en
discusión el derecho a disfrutar la sustitución pensional y el haber ocurrido
la suspensión de dicha pensión no es un perjuicio irremediable.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2ª y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace
por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
B. TEMAS
JURIDICOS A TRATAR.
Cuestión previa:
1.- Antes de entrar
a plantear temas jurídicos importantes para decidir la presente tutela, hay que
aclarar que el I.S.S. no se pronunció, en el acto administrativo que motiva
esta acción de amparo, sobre la pérdida del derecho a la sustitución pensional
(2º de la Ley 33 de 1973) por amancebamiento del cónyuge supérstite después del
fallecimiento del pensionado, sino que la determinación la tomó por hipótesis
existentes en el momento del fallecimiento. Y, con base en las mismas pruebas
hubo dos pronunciamientos: uno en 1991 concediendo la pensión y otro en 1994
suspendiéndola.
Como expresamente se
sustenta la suspensión en el literal b- del artículo 42 del Decreto 2665/88, se
analizará en primer lugar esta atribución frente a la Constitución y la ciencia
administrativa, para después, apreciar el caso específico y ver que frente a
pruebas CONCRETAS que hablan de convivencia entre cónyuges no se puede decir
tres años después que no convivían. Hecha esta advertencia, se desarrolla el
aspecto jurídico así:
2.- En variada
jurisprudencia se ha indicado que la pensión es un derecho subjetivo[1], se ha dicho cuándo la
sustitución pensional es derecho fundamental[2]
y se ha analizado el literal b- del artículo 42 del Decreto 2665 de 1988.
Un caso idéntico que dió origen a la sentencia T-355/95 de esta misma Sala de
Revisión, obliga a reiterar lo expresado en tal jurisprudencia:
"En 1988 se
expidió:
" El
Decreto 2665 de 1988, artículo 42, literal b: permite suspender las prestaciones económicas y de
salud, por parte del I.S.S., “cuando se compruebe que conforme a los
Reglamentos del seguro, no se tenía derecho a ellas”[3]. Se trata de una norma que suspende los
efectos de un acto administrativo proferido con anterioridad y curiosamente
incluida dentro de un decreto que expresamente dice en su artículo 103 que se
aplicará analógicamente el Código Contecioso Adminsitrativo.
Con posterioridad
al Decreto 2665 de 1988 fue expedida la Ley 100 de 1993 (arts. 46 a 49):
reafirma que se concede en forma vitalicia al "cónyuge supérstite,” la pensión
de sobrevivientes.
Además de
variada, la legislación anterior y posterior a 1988 ha centrado el beneficio en
el cónyuge sobreviviente. Cualquier duda que hubiere debe ser resuelta en favor
del trabajador o del beneficiario, y, de todas maneras, la norma más favorable
debe aplicarse....
3.-
EJECUTIVIDAD, OBLIGATORIEDAD Y EFICACIA DEL ACTO ADMNISTRATIVO
Conviene
establecer con meridiana claridad el significado que comporta el valor de
Eficacia, Obligatoriedad, Ejecutoriedad, Ejecutividad y Estabilidad del acto
administrativo. La ESTABILIDAD constituye un CARACTER del acto administrativo,[4] o un PRINCIPIO del mismo.[5] Si la Administración expide una Resolución
concediendo una sustitución de pensión, tal Acto administrativo adquiere
estabilidad y por lo tanto ingresa al mundo jurídico. Otro carácter con
categoría de principio, según CASSAGNE es la EJECUTORIEDAD; explica este
tratadista:
"Como un
principio consubstancial al ejercicio de la función administrativa se halla la
ejecutoriedad del acto administrativo, que consiste en la facultad de los
órganos estatales que ejercen dicha función administrativa para disponer la
realización o cumplimiento del acto sin intervención judicial, dentro de los
límites impuestos por el ordenamiento jurídico".[6]
Marienhoff dice:
"La ejecutoriedad del acto administrativo significa que, por principio, la
Administración misma y con sus propios medios lo hace efectivo, poniéndole en
práctica."[7] O sea: si se profiere una Resolución
decretando una pensión la misma entidad que profirió el acto administrativo
debe ponerlo en práctica y unilateralmente no puede quitar o suspender los
efectos.
Esta diferencia
trae consecuencias de suma importancia en el campo de la certeza jurídica
propia de todo Estado de Derecho. Pero antes es necesario indicar que en la
teoría administrativa se diferencian la ejecutoriedad de la ejecutividad:
"En nuestra
opinión la ejecutoriedad y la ejecutividad actúan en dos planos distintos: la
primera hace a las facultades que tiene la Administración para el cumplimiento
del acto administrativo, sin intervención judicial, utilizando excepcionalmente
la coacción; la ejecutividad en cambio se refiere al título del acto en el
plano procesal, siendo ejecutivo -conforme a todo nuestro ordenamiento
jurídico procesal- aquel acto que, dictado con todos los recaudos que
prescriben las normas legales, otorguen el derecho procesal de utilizar el
proceso de ejecución. El título ejecutivo del acto administrativo, no es
pues en nuestro país la regla o el principio, sino la excepción y debe
hallarse fundado en norma legal. Por otra parte, a diferencia del
derecho privado, donde la creación del título ejecutivo proviene dl obligado,
la Administración Pública (cuando la norma legal la autoriza) es quien
crea unilateralmente el título ejecutivo, siendo éste el rasgo fundamental
que caracteriza la ejecutividad del acto administrativo."[8]
La ejecutoriedad
hace referencia a que determinado acto administrativo, cuya finalidad es
producir determinados efectos jurídicos, se presume expedido con base en los
elementos legales para su producción y en consecuencia es obligatorio para el
administrado y la administración, razón por la cual puede ser ejecutado
directamente por la administración, sin necesidad de la intervención de otra
autoridad del Estado.
En la doctrina
moderna, la ejecutoriedad de manera alguna puede confundirse con la
ejecutividad. La ejecutoriedad es propia de cualquier acto administrativo, en
cuanto significa la condición del acto para que pueda ser efectuado. La
ejecutividad equivale, a la eficacia que tal acto comporta, principio que no se
constituye en una excepción, sino por el contrario es la regla general de todo
acto administrativo, según García Trevijano .Constituyendose entonces en real
y efectiva aplicación del contenido del mismo sin que se difiera su
cumplimiento.
“Este caracter de
exigibilidad proviene del cumplimiento de todos los requisitos que hacen a la
existencia del acto. Es distinto a la ejecutoriedad del acto, la cual determina
que la administración, aplique el orden jurídico y ejecute por si misma el
acto, con la posibilidad de acudir a diversas medidas de coerción para asegurar
su cumplimiento.”[9]
En algunas
ocasiones se ha confundido el significado de tales expresiones, pero es claro
que la doctrina distingue la obligatoriedad de la efectividad que el
acto administrativo produce. Diferenciación tambien establecida en el Código
Contencioso Administrativo señalado en los artículos 48, 64, 65, y 66.
La
obligatoriedad se constituye en elemento intermedio entre la ejecutoriedad y
la ejecutividad del acto administartivo.
La obligatoriedad
como carácter presente en la formación de todo acto administrativo, se presenta
como elemento fundamental (retomada por el tratadista García Trevijano) en
relación a lo que Laband denominó “la obligatoriedad del acto en sentido
verdadero, es decir , en el negocio jurídico de Derecho público”.[10]
Por
obligatoriedad se entiende la necesidad de acatamiento de los efectos jurídicos
que se generan a consecuencia del mismo. Abarca tanto a los terceros como al
propio ente público y a los demás. Esta obligatoriedad, de manera alguna se
restringe en cuanto a su aplicación a los administrados, por el contrario, tal
exigencia se extiende a la administración. En tal sentido debe comprenderse el
principio antes citado.
4.- Visto lo
anterior, se pasa a analizar los elementos que afectan el acto administrativo.
La estabilidad de
los actos administrativos como carácter básico en su estructura es siempre
elemento a favor del administrado y en consecuencia elemento primordial en
todo proceso de seguridad jurídica, por ello para no tener en cuenta las
reglas señaladas en el artículo 73 del C.C.A, debe la administración distinguir
que la revocación del acto no perjudique al administrado, ni a terceros que
pudieron estar afectos al acto dictado por la administración.
Revisemos para
los efectos del presente análisis la figura de la revocación, como facultad
propia de la administración para dejar sin efectos un acto administrativo de
contenido particular pero que de manera alguna puede vulnerar derechos
subjetivos adquiridos. Debe establecerse desde ya que esta posibilidad dada a
la administración establece determinados limites, por cuanto debe la
administración respetarlos y seguir unas reglas señaladas por el legislador.
Cabe recordar
que expresamente el artículo 73 de C.C.A establece que “Cuando un acto
administrativo haya creado o modificado una situación jurídica particular y
concreto o reconocido un derecho de igual categoría, no podra ser revocado sin
el consentimiento expreso y escrito del respectivo titular”. Como vemos se
trata de una renuncia por parte del administrado, que se constituye en
una clara declinación por parte del interesado de los derechos que el acto le
confiere. Es clara esta disposición y en consecuencia resulta violatorio de
toda la normatividad pretender desconocer lo que allí la norma prescribe.
4.- En el estudio
del artículo 73 del C.C.A., el Consejo de Estado, Sección Segunda, Sentencia de
6 de mayo de 1992 expresó:
"De manera
pues, que si para lograr la expedición de un acto administrativo que reconoce
un derecho individual se ha hecho uso de medios ilegales, el derecho no es
digno de protección y en ese caso opera el mandato contenido en el artículo 69
del C.C.A., según el cual "Los actos administrativos deberán ser revocados
por los mismos funcionarios que los hayan expedido o por sus inmediatos
superiores..." porque indudablemente se da la primera de las causales que
dan lugar a la revocatoria directa. A juicio de la Sala, esta interpretación
consulta los principios constitucionales y además constituye una especie de
sanción para quienes recurren a medios ilegales para obtener derechos.
Obviamente sólo
en el caso de los actos provenientes del silencio adminsitrativo positivo,
cuando se dan las causales contempladas en el artículo 69 del C.C.A. y cuando
el titular del derecho se ha valido de medios ilegales para obtener el acto,
puede revocarse directament sin su contenido expreso y escrito; no cabe este
proceder, cuando la administración simplemente ha incurrido en error de hecho o
de derecho, sin que tenga en ello participación el titular del derecho. En ese
caso, estará obligada a demandar su propio acto ante la imposibilidad de obtener
el consentimiento del particular para revocarlo."
5.- Resulta
procedente entonces señalar que si un decreto reglamentario posterior permite
suspender las situaciones jurídicas resultado de actos administrativos que no
fueron debidamente impugnados, tal decreto se constituye en abiertamente
violatorio de los derechos subjetivos, adquiridos por el administrador. Vemos
entonces que la revocación de actos administrativos por parte de la
administración, se constituye en términos de Marienhoff, en una verdadera
excepción.
"La
revocabilidad del acto administrativo no puede ser inherente a su esencia, ni
puede constituir el "principio en esta materia. La revocación del acto
administrativo es una medida excepcional, verdaderamente anormal. En suma, la
estabilidad de los derechos es una de las principales garantías del orden
jurídico, a tal punto que puede incluso sentarse un principio general en tal
sentido, que sólo podría ser objeto de excepción en casos concretos y ante
norma expresa[11]".
Ha dicho nuestro
más alto Tribunal en este sentido:
"Que no
existe ningún precepto de la ley que declare inestables, revisables, revocables
o anulables los actos administrativos de cualquier naturaleza y en cualquier
tiempo, dejando los derechos nacidos o, consolidados a su amparo a merced del
arbitrio o del diferente criterio de las autoridades"[12]
Conviene aclarar
que la estabilidad del acto creador de derechos alcanza a toda la
administración en el doble sentido de que el acto administrativo de cualquier
órgano o ente administrativo pueda ser "cosa juzgada administrada",
sea un ente autárquico, empresa del Estado, y de que en la medida en que se ha
producido la estabilidad, el acto no puede ser revocado por el mismo órgano que
lo dictó por un órgano administrativo superior; en otras palabras, que la
limitación a la facultad de revocar, modicar o sustituir un acto no sólo al
órgano o ente emisor del mismo, sino a toda la administración.[13]
6.- Esta
apreciación tiene importancia para el caso que motiva esta tutela. En efecto,
la norma cuestionada (literal b- del art. 42 del Decreto 2665/88) permite al
I.S.S. suspender una prestación social decretada legalmente. Pues bién,
tal autorización deja SIN EFICACIA un acto administrativo, en otras palabras,
atenta contra el principio de la ejecutividad. Adicionalmente el mencionado
literal queda cuestionado por dos normas de la actual Constitución: el art. 238
que adscribe en la jurisdicción de lo Contencioso-adminsitrativo la facultad de
suspender provisionalmente los efectos del acto administrativo (para el caso de
esta tutela: el pago de la pensión) y el art. 83 que consagra el postulado de
la buena fé (en el presente caso, como no cabe la revocatoria directa del acto
administrativo porque no hay expreso y escrito consentimiento del titular,
entonces, el literal b- del art. 42 del Decreto 2665/88, eludió tal situación y
le quitó los efectos, siendo esto un ejemplo de ausencia de buena fé). Por
estas razones hay que concluir que dicho literal es inconstitucional.
Se dirá que hay
la posibilidad de que el Estado y las entidades públicas demanden sus propios
actos, esto se denomina "acción de lesividad[14]".
Esta acción es
una figura que, al igual que la revocación, limita la estabilidad propia de
todo acto administrativo, por lo tanto debe sujetarse a precisos parámetros
señalados por el legislador.
Por ello, esta
acción tiene una caducidad de dos años. Se afirma lo anterior porque desde 1984
el Decreto 01 que modificó el Código Contencioso Administrativo (expedido con
fundamento en facultades extraordinarias) estableció que tratándose de la
acción de restablecimiento del derecho, (la única que se predica de
"situaciones individuales y concretas"), si el demandante es una
entidad pública, la caducidad "será de dos años" (disposición
repetida en el Decreto 2304 de 1989, art. 23). Y, el artículo 73 (también
vigente hoy) es riguroso. Disposición que venía desde el Decreto 2733 de 1959.[15]
Quiere decir lo
anterior que si trascurrió el año de 1986 (2 años después del Decreto 01 de
1984) y no se demandó por la Entidad pública, la acción caducó y NO podía
después efectuarse la revocatoria directa sin el consentimiento expreso del
titular. Y si un decreto reglamentario posterior permite desconocer las
situaciones jurídicas concretas que resultaron de actos administrativos que no
fueron oportunamente impugnados, tal decreto es violatorio de derechos
adquiridos y por lo tanto sería inconstitucional e ilegal.
Es decir, es
restringida y sujeta a caducidad la posibilidad de dejar sin efectos un acto de
la administración que establece situaciones jurídicas de carácter particular y
concreto, y esta facultad excepcional le corresponde a la jurisdicción
contencioso administrativa.
Además, existe la
protección a la cosa juzgada administrativa, en cuanto favorece al
administrado. Este aspecto lo desarrolla CASSAGNE, así:
"Hace mucho
-aproximadamente hasta la segunda mitad de este siglo- se sostenía la
existencia de un principio que caracterízaba al acto administrativo y lo
tornaba diferente del acto del derecho privado: la regla de la
revocabilidad. Tal principio es contemporáneo a la construcción de la
teoría del acto administrativo como acto exclusivamente unilateral, donde al
caracterizarlo como producto de un solo sujeto estatal dotado de prerrogativas
de poder público, el mismo podía revocar el acto sin necesidad de obtener la
conformidad del administrado. De esta manera, a diferencia de los actos de
derecho privado -que eran en principio irrevocables como regla general puesto
que la existencia de los contratos hacía imposible la aceptación del dogma de
la revocabilidad- un sector de la doctrina ha sostenido que éste era de la
esencia del acto administrativo.
Sin embargo, como
reacción contra el absolutismo que entrañaba la tesis del acto unilateral
esencialmente revocable, surgió una suerte de protección contra la posibilidad
de extinguir ciertos actos en la Administración Pública, dando origen a la
institución de la denominada "cosa juzgada administrativa", a
pesar, a pesar de que su régimen no fuera enteramente similar al de la cosa
juzgada judicial.
En efecto, la
cosa juzgada administrativa se distingue de la cosa juzgada judicial por dos
aspectos esenciales: a) se trata de una inmutabilidad estrictamente formal -no
material- en el sentido de que nada impide que el acto que tiene estabilidad
en sede administrativa sea después extinguido por el órgano judicial; y b)
porque siempre se admite la revocación favorable al administrado.
Pero lo cierto es
que por influencia especialmente de los teóricos alemanes la tesis de la
"cosa juzgada administrativa" fue ganando adeptos sin que se
advirtieran mayormente las transformaciones que se operaban en forma
contemporánea en el campo del derecho administrativo".[16]
En la doctrina
moderna, ha sido superado el concepto de Bielsa quien sostenía que "el
acto administrativo es, por principio general, revocable" y hoy se admite
la inmutabilidad formal que implica que la revocabilidad sólo procede en circunstancias
de excepción y no procede cuando viola leyes superiores, como ya ha quedado
explicado.
Para el caso
concreto, la cosa juzgada administrativa se predica del acto adminstrativo que
concedió la pensión. Y el acto posterior (suspensión de la pensión), hecho
extemporáneamente, no tiene la fuerza suficiente para sostener la opinión de
que adquirió la presunción de legalidad, porque la suspensión se ampara en una
norma ilegal e inconstitucional, según se dijo antes y se corrobora a
continuación.
7.- El Decreto
2665 de 1988, es un DECRETO REGLAMENTARIO, expedido con invocación del numeral
3º del artículo 120 de la antigua Constitución. Este Decreto reglamentario,
permitió la suspensión de las prestaciones sociales y de salud concretas cuando
violaran el reglamento del I.S.S.
Si el Decreto
2665 de 1988 se expidió con fundamento en el artículo 120 numeral 3º de la
anterior Constitución, ha debido respetarse lo dicho allí: que el decreto busca
"la cumplida ejecución de la leyes". Pues bién, no se ajustó a la ley
porque pasó por alto las normas del Código Contencioso Administrativo antes
señaladas. Con mayor razón es inconstitucional hoy porque viola los artículos
1º, 2º, 58, 123 de la Constitución Política. Los artículos 2º y 58 porque las
autoridades de la República deben proteger los "bienes" (dentro de
ellos están las pensiones) y garantizar "los derechos adquiridos"
(una resolución que otorga una pensión crea un derecho). El 123 por cuanto los
servidores públicos "ejercerán sus funciones en la forma prevista por la
Constitución, ley y el reglamento" y ocurre que el literal b- del artículo
42 del Decreto en mención consagró una suspensión que violaba normas del Código
Contencioso. Y, por último, se desconoce el artículo 1º de la Carta que consagra
el Estado Social de Derecho.
Por consiguiente,
no es justo que en 1995, veinte años después de decretada una sustitución
pensional[17], venga a tomarse la decisión unilateral de
suspenderla con la disculpa, muy discutible, de que en 1973, el cónyuge
supérstite no tenía derecho a ella y con invocación de un decreto reglamentario
al cual se le aplican las excepciones de inconstitucionalidad (art. 4º C.P.) y
de legalidad; y con el desconocimiento de los principios, caracteres y
consecuencias de todo acto administrativo.
La determinación
del I.S.S. al suspender la pensión de sobrevivientes, no sólo es susceptible de
demanda ante la jurisdicción contencioso-administrativa, sino de tutela y
ocasiona un perjuicio irremediable. Como esto último no fue bién comprendido
por el ad-quem, se requiere repetir lo ya dicho por la Corporación en numerosos
casos."
En la citada
sentencia la tutela prosperó, pero no sólo existe tal antecedente:
8.- En un caso
similar[18] dijo la Corte Constitucional:
"Al
respecto, ha sostenido el H. Consejo de Estado[19] que tanto el artículo 24 del Decreto 2733
de 1959, como el inciso 1o. del 73 del C.C.A., tienen por finalidad, garantizar
la protección de los derechos individuales y la firmeza de las situaciones
jurídicas de carácter particular y concreto, para que no puedan ser revocados
ni los unos ni las otras, en forma unilateral por la administración.
Lo que se busca
con la prohibición o restricción legal al ejercicio de la revocatoria por parte
de la administración, se funda en la inmutabilidad de los actos administrativos
que hayan consagrado un derecho subjetivo a favor de un particular
-inmutabilidad que se sustenta en la necesaria seguridad jurídica que debe
asistir a los administrados en sus relaciones con la administración-, los
cuales gozan del principio de la irrevocabilidad por parte de la
administración, a fin de evitar que ésta sea el juez de sus propios actos.
En consecuencia,
creada una situación jurídica individual, como la que se configuró para la
accionante en virtud de la Resolución No. 011844 de 1992 emanada del Instituto
de los Seguros Sociales, Seccional Cundinamarca, ésta es irrevocable
unilateralmente por la administración, salvo que concurra el consentimiento
expreso y escrito del titular del derecho.
Contrario a lo
dispuesto en el artículo 73 del C.C.A., el Instituto de los Seguros Sociales
expidió la Resolución No. 08217 de junio 10 de 1994, por medio de la cual
revocó la Resolución No. 011844 de 1992 -acto de carácter particular y concreto
en virtud de la cual se reconoció la pensión para sobrevivientes en cabeza de
la accionante y de sus hijos-, razón ésta que conduce a estimar el
desconocimiento y la violación del ordenamiento legal citado, ya que el acto
administrativo señalado que era irrevocable, fue revocado en forma unilaterial
por la entidad accionada, sin consentimiento de la titular del derecho.
Adicionalmente,
no se cumplió el requisito previo que permitía legalmente la revocatoria del
acto administrativo que le reconoció el derecho a la señora Mateus Cantor, cual
era el consentimiento expreso y escrito del respectivo titular. Por el
contrario, ésta controvierte la decisión injustificada de la administración que
desconoce su derecho.
En estos casos,
lo procedente no es la revocatoria directa del acto administrativo creador de
una situación jurídica individual y colectiva, sino la acción correspondiente
ante la jurisdicción competente a fin de que se obtenga la nulidad de dicho
acto por quebrantar preceptos superiores de derecho."
C. EL CASO
CONCRETO.
Centrada la
discusión en el literal b- del artículo 42 del Decreto 2665 de 1988, se tiene
que, invocada la excepción de inconstitucionalidad del literal b- del artículo
42 del Decreto 2665 de 1988, esto implica también la excepción de inconstitucionalidad
para la Resolución que suspendió la pensión, invocando tal Decreto
reglamentario.
Por supuesto que hay
que recordar la aclaración ya hecha en esta sentencia:
El principio de
ejecutoriedad, en el caso de sustitución pensional, por parte de la cónyuge,
tiene excepciones legales: cuando la cónyuge sobreviviente pasa a hacer vida
marital. Pero no es el caso de esta tutela puesto que la Resolución 8302 de 9
de diciembre de 1994 que suspendió la sustitución pensional concedida 3 años
antes, expresamente hace referencia al tantas veces citado numeral b- del
artículo 42 del decreto 2665/88 que habla de que "NO SE TENIA
DERECHO" a la prestación y por eso en la Resolución se dice que "la
pensionada no convivía con el causante, al momento del fallecimiento" y se
agrega que "se encontraba en Estados Unidos donde hace vida conyugal con
el señor Gilberto Sánchez".
Ocurre que cuando se
concedió la prestación, el 14 de junio de 1991 (Resolución 3094), el I.S.S.
dijo que: "se comprobó que la solicitud reune los requisitos legales
exigidos para su otorgamiento", y, en efecto, se presentó y obra en el
expediente del I.S.S..
-Registro Civil de
matrimonio.
-Procreó hijos con
el trabajador fallecido.
-En el seguro de
invalidez, vejez y muerte, aparece el nombre de Celia Monsalve.
-El 31 de enero de
1991, de conformidad con el inciso 3º del art. 1º del Decreto 1557 de 1989,
declaran MARIA GRISALES y BLANCA RENDON que desde hace muchos años conocían a
Celia Monsalve y les consta que estaba casada con Parra,
"Con quien
vivió bajo el mismo techo hasta el día de ser muerte ocurrido el 31 de
diciembre de 1990 y de quien dependía económicamente".
-El Instituto
publicó el 15 de abril de 1991, en el periódico "Occidente" la lista
de sus afiliados fallecidos para que quienes se creyeran con algún derecho se
presentaran a reclamar en el término de 30 días hábiles. En el listado aparecía
Parra y figuraba "Monsalve Castaño Celia" como única persona que se
había presentado a reclamar para ella y su hijo. Pasaron los 30 días y como
nadie más se presentó, la pensión se le adjudicó a la esposa y el hijo, como
era lo legal; con base en estas mismas pruebas no se puede venir a decir
después que el señor Parra no vivía con su esposa y que ésta vivía en otro país
con un señor Sánchez.
En ningún instante
las pruebas han sido puestas en entredicho, no hay decisión judicial que les
quite su valor, no hay investigación penal alguna contra los declarantes,
entonces, por qué se revoca en la práctica una Resolución en firme?
Por un anónimo que
aparece 3 años después?
Cuando el anónimo
llegó al I.S.S., diciéndose que la compañera de Parra era Nancy Bermúdez, el
mismo I.S.S. hizo 3 llamadas a la empresa donde trabaja Parra y allí no se le
suministró ninguna información para ubicar a la Bermúdez. Y, el Instituto, en
1995, directamente le recibió declaración a Hugo Clávijo, quien frecuentaba al
matrimonio Parra-Monsalve y expresa que no conoció a Nancy Bermúdez y por el
contrario Celia y Parra"eran esposos, vivian en la misma casa"; y, en
el mismo sentido se expresa Carlota Sánchez de Calderon, quien bajo juramento
también dijo en el I.S.S.:
"Ella
(Celia) se queria mucho con Aquileo, y, además se que a ella lo que le interaba
era trabajar y regresarse a ver a su esposo y a sus hijos y ayudar en la casa
con la plata que conseguía allá (en EE.UU.)".
En conclusión, tanto
las pruebas aportadas para la concesión de la prestación, como las allegadas
años después demuestran que Celia Monsalve TENIA derecho a la sustitución
pensional, luego la Resolución que la concedió no está afectada por causa
legítima que la deje sin efecto (al menos por ahora) y, como se suspendió el
pago de la prestación, que es muy escasa, porque cuando se concedió en 1991 le
correspondía a Celia Monsalve $25.860,oo (Resolución 3094), salta a la vista
que a esta mujer, modista de profesión, madre de 3 hijos, si se le está
ocasionando un perjuicio irremediable y su caso se ubica dentro de los
parámetros tomados en las sentencias T-189, T-292 y T-355, todas de 1995.
En mérito de lo
expuesto, la Sala 7ª de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución
RESUELVE:
PRIMERO.-
REVOCAR las sentencia de
24 de febrero de 1995 del Juzgado 2º Laboral de Cali y de 24 de marzo del mismo
año de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Cali, proferidas en la tutela
de la referencia.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela y,
consecuencialmente, ORDENAR al Instituto de Seguro Sociales que en el término
de 48 horas continúe pagando a Celia Monsalve de Parra la sustitución pensional
que motivó la presente tutela y se le cancelen las mesadas debidas.
TERCERO.-
Líbrense por Secretaría
las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
CUARTO.-
El Juzgado de 1ª Instancia
vigilará el cumplimiento de este fallo.
Notifíquese,
comuníquese y cópiese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Ver sentencia T- 313/95, Magistrado Ponente: Alejandro Martínez
Caballero, T-181/93, Magistrado Ponente: Hernando Herrera Vergara, T-355/95,
Magistrado Ponente: Alejandro Martínez Caballero, sentneica de la Corte Suprema
de Justicia de 28 de febrero de 1946, Magistrado Ponente: Anibal Cardoso
Gaitán.
[2]Ver sentencia T-292/95, Magistrado Ponente: Fabio Morón Díaz.
[3]Nótese que este caso es muy diferente a la suspensión de una
pensión de invalidez cuando el pensionado no se somete a las revisiones
médicas.
[4]Ver Agustín Gordillo, Procedimiento y recursos administrativos.
[5]Ver Juan Carlos Cassagne, El Acto administrativo.
[6]Ibidem, pág. 331.
[7]Marienhoff Miguel, Tratado de derecho administrativo, T. II, Pág.
374
[8]Ibidem, pág. 357.
[9] Rodrigez Moro. La Ejecutividad del Acto Adminstrativo, Madrid,
1949 pág 32
[10] García Trevijano, Jose Antonio, los Actos Administrativos,
Editorial Civitas S.A,Madrid 1986, Pág 108.
[11]Gordillo Agustín, Tratado de Derecho Administrativo, Ediciones
Macchi , Buenos Aires, 1979.
[12]Idem.
[13]Ibidem, Pág. 68.
[14]"LESIVIDAD. En la definición de Vivancos, la cualidad que
hace anulable, por los tribunales de la jurisdicción
contencioso-administrativa, un acto de la administración que lesiona los
intereses públicos, de orden económico o de otra naturaleza, dictado con
antigüedad no superior a 4 años y aquejado de ilegalidad simple o no
manifiesta.
La
declaración de lesividad corresponde: 1º cuando se trate de la administración
estatal, al ministro del ramo por orden ministerial, o al Consejo de ministros,
por orden acordada; 2º cuando se trate de una corporación local, por acuerdo
del ayuntamiento en pleno o de la diputación provincial; 3º cuando se trate de
un ente público institucional, por resolución del mismo conforme a sus normas
vigentes." Diccionario enciclopédico de derecho usual, V. Pág. 130,
Guillermo Cabanellas.
[15]En el Decreto 2733 de 1959 la revocación directa podía ser en
cualquier tiempo (art. 22), PERO "cuando el acto administrativo haya
creado una situación jurídica individual, o reconocido un derecho de igual
categoría, no podra ser revocado sin el consentimiento expreso y escrito del
respectivo titular".
[16]CASSAGNE, Juan Carlos, "El Acto Administrativo". Pág.
383
[17]La prescripción máxima es de 20 años.
[18]Sentencia T-189/95, Magistrado Ponente: Hernando Herrera Vergara.
Tema: Revocatoria del reconocimiento de una pensión de sobrevivientes.
[19] Cfr. Consejo de Estado, Sentencia de mayo 6 de 1992. Sección
Segunda. |
504 | T-383-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-383/95
LEGITIMACION POR
ACTIVA EN TUTELA/ACCION DE TUTELA INTERPUESTA POR CONYUGE/ACCION DE TUTELA-Informalidad
La acción de
tuela que se estudia tiene como presunta beneficiaria a la señora xx, de 28
años de edad, quien clínicamente está normal, en condiciones generales estables
según el médico forense, luego es persona apta para acudir ante el Juez y
solicitar el amparo. Sin embargo, impetra la tutela quien dice ser su esposo.
En verdad, carecería de personería sustantiva.
SERVICIOS
PUBLICOS/SERVICIO PUBLICO DE SALUD/PRINCIPIO DE CONTINUIDAD
El servicio
público se caracteriza por la continuidad en la prestación del mismo. La
atención a la salud es un servicio público a cargo de la entidad responsable.
Por lo tanto, al ser la salud un servicio público no puede interrumpirse su
prestación por su carácter inherente a la existencia misma del ser humano y
del respeto a su dignidad." En el presente caso, no se puede invocar la
continuidad por la sencilla razón de que la señora ni siquiera había sido inscrita
en el I.S.S..
PERJUICIO
IRREMEDIABLE-Inexistencia/INSTITUTO
DE SEGUROS SOCIALES-Inscripción/MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL
En este caso no
hay peligro inminente y grave para la vida o integridad personal de la señora,
luego no hay un perjuicio irremediable. Ella ha debido instaurar personalmente
la tutela, por este aspecto. Si la señora cree que la no inscripción le ha
ocasionado perjuicios, otra es la vía adecuada para reclamar (reparación
directa ante lo contencioso-administrativo), pero no por tutela porque el
perjuicio no es irremediable.
REF:EXPEDIENTES
T- 69556
Peticionarios:
Orlando Velasco García
Procedencia:
Juzgados 3º Penal del Circuito de Santander (Cauca).
Temas:
-Mora en los
aportes al I.S.S.
-De la
continuidad en el servicio público de salud.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO.
Santa Fe de Bogotá
D.C., agosto (31) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-69556 adelantado por Orlando
Velasco García a nombre de Elizabeth Montilla, al parecer su cónyuge, contra el
"servicio de salud del Cauca", pero, en realidad es el Instituto de
Seguros Sociales.
I. ANTECEDENTES
1. Solicitud.
La sentencia que se
revisa, resume así la petición:
Dice el quejoso
que a pesar de que tiene un comprobante de afiliación al Instituto de los
Seguros Sociales, esa entidad le negó los servicios médicos a su señora esposa
en razón a que el hospital de la localidad, quien hace las veces de empleador
por laborar para él, se encuentra en mora, ya que no ha cancelado las cuotas de
afiliación correspondiente, a pesar de que mensualmente se los deducen de su
salario.
Solicita el
peticionario que se de una solución rápida al problema presentado por cuanto se
señora esposa requiere de tratamiento urgente y por parte de médicos
especialistas".
2. La actitud del
I.S.S. es explicada dentro del fallo en los siguientes términos:
"que a la
fecha de la contestación de la demanda el Hospital Francisco de Paula Santander
se encuentra en mora por no haber cancelado los aporte correspondientes entre
el mes de junio de 1994 y el mes de enero de 1995; que dicho hospital, canceló
el 4 de marzo del año en curso los aportes correspondientes al ciclo de
cotización de febrero de 1995 y en dicha autoliquidación figura el señor
Orlando Velasco García como trabajador al servicio de ese hospital y que en
consecuencia, como todos los afiliados al seguro, al cotizar por el sistema
general de seguridad social en salud, tiene cobertura familiar en los términos
del artículo 163 de la Ley 100 de 1993, que incluye al cónyuge. Que la señora
Elizabeth Montilla no ha sido inscrita como beneficiaria del señor
Orlando Velasco García ante el Instituto de los Seguros Sociales y por tanto no
ha sido usuaria de los servicios médicos que presta la institución; que el
Instituto desconoce que tipo de enfermedad padece la mencionada señora y que
demandó los servicios asistenciales a través de una llamada telefónica.-"
3.- Pruebas.
Es de resaltar lo
siguiente:
Los Médicos Forenses
envían la evaluación de estado de salud de la señora Elizabeth Montilla,
advierten que no aparenta enfermedad aguda y que al momento del exámen se
encuentra en aparentes condiciones generales estables y por lo tanto, no se
puede hablar de que esté en inminente peligro.
4.- Sentencia del
7 de abril de 1995, Juzgado Tercero Penal del Circuito de Santander de
Quilichao.
El fallo de única
instancia resolvió:
"PRIMERO.-
NEGAR la acción de tutela instaurada por el señor Orlando Velasco García en
contra del Instituto de los Seguros Sociales por considerar que no se ha
violado el derecho invocado por cuanto le asiste razón en negar los servivios
médicos a su señora esposa Elizabeth Montilla, en razón a que no se encuentra
inscrita como usuaria de ese Instituto y porque el empleador del peticionario
está en mora en el pago de los aportes."
"SEGUNDO.- Oficiar al señor Director del Hospital
Francisco de Paula Santander de la ciudad en la urgente necesidad de que ese
centro hospitalario cancele la deuda contraída con el Instituto de los Seguros
Sociales en razón a lo aportes de los empleados que se afiliaron a esa empresa
prestataria de salud y que fueron enviados a la Caja Nacional de Previsión
Social".
FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. COMPETENCIA.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala correspondiente,
y del reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación
B. EL CASO
CONCRETO FRENTE A LA TUTELA.
1. La acción de
tuela que se estudia tiene como presunta beneficiaria a la señora Elizabeth
Montilla, de 28 años de edad, quien clínicamente está normal, en condiciones
generales estables según el médico forense, luego es persona apta para acudir
ante el Juez y solicitar el amparo. Sin embargo, impetra la tutela quien dice
ser su esposo. En verdad, carecería de personería sustantiva.
Pero, en gracia a la
informalidad de la tutela, se entra a decidir la acción, recordando algunas
jurisprudencias referentes al incumplimiento del empleador en el pago de
cotizaciones al I.S.S. y a la continuidad en el servicio público de salud pero
aclarándose que esto no significa que en el caso concreto prospera la acción,
sino que se ratifican conceptos por pedagogía constitucional y porque es
indispensable hacer tales precisiones frente a las consideraciones de la
sentencia que se revisa.
Esta Sala de
Revisión en la sentencia T-406/93 se refirió a las incidencias de la mora en el
pago de los aportes al I.S.S.:
“Los
inconvenientes que se presenten en el desarrollo del contrato entre la
Institución de Seguridad Social y el patrono, no deben influir sobre la
prestación del servicio médico, porque atenta contra los mas elementales
derechos de la persona que la entidad obligada se desentienda de su
responsabilidad -inherente al concepto y al sentido de la seguridad social-”.
Y, la Sala 3ªde
Revisión. T-287/95 dice:
"Sobre las
consecuencias del incumplimiento del empleador de afiliar a los trabajadores y
cotizar oportunamente al seguro social según lo dispuesto en la ley y en sus
reglamentos, la Corte ha sostenido lo siguiente:
“La efectividad
de este derecho no sólo corresponde al trabajador, quien tiene la obligación de
afiliar a sus empleados al seguro social. Esto significa que la empresa no
puede ser indiferente en relación con la suerte que corra el derecho a la
seguridad social de los asalariados, por el contrario, el patrono tiene que
velar porque ellos vean satisfecho este servicio de manera real y efectiva.
“Ahora bien, en
el evento de que el empleador no utilice el sistema de seguridad social
estatal, la satisfacción del servicio le corresponde directamente, como
resultado de un deber que jurídicamente le pertenece. La existencia del sistema
de seguridad social no desplaza la obligación primaria redicada en cabeza del
patrono”.
Era, pues, obligación
afiliar al trabajador al I.S.S.. Dado que, en el presente caso, Orlando Velasco
se había retirado de la Caja Nacional de Previsión para ampararse bajo
cobertura del I.S.S. tiene derecho de que su cónyuge también sea amparada; pero
si no la ha inscrito, si dentro del expediente no hay prueba de que sea su
esposo, no es posible bajo la tutela ordenar tal cobertura. Si no le
correspondía, aún, al I.S.S. atender a la señora Montilla porque no estaba
inscrita, menos aún si se estaba en un tránsito de cobertura y el I.S.S. no
tenía, al menos en aquel entonces, la obligación de atender a alguien NO
afiliado.
Pero, esto no quiere
decir que se ponga en tela de juicio el servicio público de salud, todo lo
contrario, tal servicio se caracteriza por la CONTINUIDAD. La Corte dijo sobre
este tópico, en la ya citada sentencia T-406/93:
"De la
continuidad en el servicio público de la salud.
El artículo 365
de la Constitución Política consagra que "los servicios públicos son
inherentes a la finalidad social del Estado. Es deber del Estado asegurar su
prestación eficiente a todos los habitantes del territorio nacional". La
finalidad social del Estado frente a la prestación eficiente de los servicios
públicos, surge del análisis de los artículos 2º, que establece como uno de
los principios fundamentales los fines esenciales del estado "asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado", del artículo 113 que se
basa en el principio de la separación de poderes para la realización de los
fines del Estado y del artículo 209 que se refiere al principio de eficacia en
la función administrativa.
Así pues, los
servicios públicos son el medio por el cual el estado realiza los fines
esenciales de servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar
la efectividad de los principios derechos y deberes constitucionales.
Pero además, el
artículo 1º del Decreto 753 de 1956 trae la definición del servicio público
como toda actividad organizada que tienda a satisfacer necesidades de interés
general en forma regular y continua de acuerdo con un régimen jurídico
especial, bien que se realice por el Estado, directa o indirectamente, o por
personas privadas.
En este orden de
ideas, tanto de la Constitución como de la ley se extrae que los principios esenciales
comunes al servicio público se vinculan a las siguientes ideas: continuidad,
adaptación a las nuevas circunstancias e igualdad.
Para el caso que
ocupa a esta Sala de Revisión, el principio de la continuidad es el que
genera más atención en esta sentencia .
El servicio
público responde por definición a una necesidad de interés general; ahora
bien, la satisfacción del interés general no podría ser discontinua; toda
interrupción puede ocasionar problemas graves para la vida colectiva. La prestación
del servicio público no puede tolerar interrupciones.
La continuidad
contribuye a la eficiencia de la prestación, pues sólo así ésta será oportuna y
se da cumplimiento a la función administrativa consagrada en el artículo 209 de
la Constitución Política.
Pero la
continuidad no siempre debe entenderse en sentido absoluto; puede ser relativa.
Es una continuidad que depende de la índole de la necesidad a que se refiere el
servicio: por eso es que en unos casos será absoluta y en otros relativa. Los
servicios de carácter permanente o constante requieren una continuidad
absoluta; es lo que ocurre por ejemplo con la asistencia médica, los servicios
de agua, energía etc; o relativa como el servicio de bomberos. Lo cierto es
que en ambos casos -absoluta o relativa-, existirá la pertinente continuidad
requerida por el servicio público, pues él depende de la índole de la
necesidad a satisfacer.
Siempre que
exista la necesidad o tan pronto esta aparezca, el servicio público sea
prestado de inmediato.
A manera DE
conclusión considera la Sala de Revisión que el servicio público se caracteriza
por la continuidad en la prestación del mismo. A su vez el artículo 49 de la
Constitución consagra que la atención a la salud es un servicio público a cargo
de la entidad responsable. Por lo tanto, al ser la salud un servicio público no
puede interrumpirse su prestación por su carácter inherente a la existencia
misma del ser humano y del respeto a su dignidad."
Significa lo
anterior que por el principio de CONTINUIDAD, no es válido invocar la excepción
de contrato no cumplido, a menos que sea insoportable la situación, o porque,
como en el presente caso, no se puede invocar la continuidad por la sencilla
razón de que la señora ni siquiera había sido inscrita en el I.S.S..
Además, la prueba
indica que no hay peligro inminente y grave para la vida o integridad personal
de la señora, luego no hay un perjuicio irremediable. Ella ha debido instaurar
personalmente la tutela, por este aspecto. Si la señora cree que la no inscripción
le ha ocasionado perjuicios, otra es la vía adecuada para reclamar (reparación
directa ante lo contencioso-administrativo), pero no por tutela porque el
perjuicio no es irremediable.
No obstante que la
tutela no es procedente, de todas formas ha habido desidia por parte del
empleador, precisamente el Hospital Francisco de Paula Santander de Santander
de Quilichao, y esto no debiera ocurrir, luego se impone informar a la
autoridad respectiva para que adelante las investigaciones a que hubiera lugar
por tal omisión; pero no el llamado a prevención que hizo el juzgado porque
implica, en la forma como se redactó, una orden dada dentro de una tutela que
no prosperó.
En mérito de lo
expuesto la Sala 7ª de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución.
RESUELVE:
PRIMERO.-
CONFIRMAR el numeral 1º de
la sentencia que se revisa, proferida por el Juzgado Tercero Penal del Circuito
de Santander de Quilichao, pero por las razones expuestas en el presente fallo.
SEGUNDO.-
REVOCAR el numeral 2º de
dicho fallo.
TERCERO.- Remitir copia de esta sentencia a la
Superintendencia de Salud para que, si lo estime pertinente, se investigue al
Hospital Francisco de Paula Santander de Santander de Quilichao por la mora en
los aportes al I.S.S..
CUARTO.- Para efectos del art. 36 del Decreto 2591
de 1991, se oficiará al Juez de Primera instancia.
Notifíquese,
cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de La Corte Constitucional y
cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General. |
505 | T-384-95
Sentencia No. T-384/95
Sentencia No.
T-384/95
REGLAMENTO
UNIVERSITARIO-Aplicación
irregular/DERECHO A LA IGUALDAD-Vulneración/DERECHO A LA EDUCACION-Vulneración
por falta de pago/PLANTEL EDUCATIVO-Pago extemporáneo/ESTUDIANTE-Trato
discriminatorio
Es censurable
bajo todo punto de vista la actitud adoptada por la Facultad de Derecho, al
aplicar drásticamente el reglamento al peticionario, cuando en la mayoría de
los casos en que se autorizó el pago en forma extemporánea las directivas
fueron laxas, e incluso llegaron a inaplicar sus estatutos, pues si se hubiese
dado a todos el mismo tratamiento, la mayoría de las autorizaciones por las que
se indagó en la ampliación del informe, habrían sido negadas. En otros casos,
ni siquiera se encontró la solicitud escrita, requisito necesario según lo
afirmó la directora financiera. Existiendo un manejo administrativo tan
irregular, mal puede la Universidad aducir que la solicitud fue presentada
extemporáneamente, ya que para hablar de extemporaneidad, se requiere de un
término que efectívamente se cumpla, y en este caso no existe por culpa de la
administración.
REF.:
EXPEDIENTES T - 64252 y T- 72223 (acumulados)
Acción de tutela
contra la Universidad La Gran Colombia por violación del derecho a la igualdad
y el derecho a la autonomía universitaria.
DEMANDANTE: JOSE VICENTE VARGAS ROJAS.
MAGISTRADO
PONENTE: Dr. CARLOS
GAVIRIA DIAZ.
Santafé de Bogotá,
D.C., Primero (1) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera Vergara y Carlos Gaviria
Díaz, este último en calidad de ponente,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION,
Procede a fallar en
la revisión de sentencias de instancia dictadas en el trámite de los procesos
de la referencia.
ANTECEDENTES
1. ACUMULACION DE
PROCESOS
La Sala de Selección
Número Seis (6), integrada por los Magistrados Jorge Arango Mejía y Antonio
Barrera Carbonell, en auto de junio 14 de 1995, resolvió acumular los
expedientes T - 72223 y T- 64252 por presentar unidad de materia.
2. EXPEDIENTE T-
64252
El ciudadano José
Vicente Vargas Rojas interpuso acción de tutela contra la Universidad La Gran
Colombia por los siguientes hechos:
El actor cursó el
octavo semestre de Derecho en esa Universidad durante el segundo periodo
académico de 1994.
Debido a problemas
económicos, generados por los gastos - según alega-, del sepelio de uno de sus
hermanos, y por su inestabilidad laboral, no pudo cancelar el valor de la
matrícula correspondiente a dicho período, dentro de las fechas señaladas por
la Facultad. Confiando en hacerlo, cursó y aprobó las materias correspondientes
a su orden de matrícula.
El 7 de diciembre,
solicitó autorización a la oficina financiera para efectuar el pago en forma
extemporánea, pero le fue negada. Sostiene el actor que a otros estudiantes les
fue concedida similar autorización, aunque presentaron su petición con
posteridad a la culminación del respectivo período académico.
Considera vulnerado
su derecho a la igualdad, solicita que se ordene a la Universidad autorizar el
pago de la matrícula correspondiente al octavo semestre, y la expedición de la
orden de matrícula para el siguiente periodo académico, a cursarse durante
1996, por el cambio de la programación académica de semestral a anual.
3. FALLO DE
PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado Ochenta y
Seis Penal Municipal de Santafé de Bogotá D.C., en fallo proferido el 20 de
enero de 1995, concedió la tutela, para proteger los derechos a la igualdad y
al libre desarrollo de la personalidad, ordenó a la división financiera de la
Universidad La Gran Colombia expedir la orden de pago correspondiente al octavo
semestre en un término improrrogable de 48 horas, e igualmente ordenó a esa
entidad conceder al actor la oportunidad de estar académicamente al día.
El a-quo
fundamentó su fallo en las consideraciones que a continuación se resumen:
La Constitución
Política de 1991 logró un significativo avance en materia de derechos y
libertades, señalando que a través de la acción de tutela se logran hacer
efectivos tales derechos en determinados casos.
La aplicación del
derecho a la igualdad, en las actividades en las que se ejerce otro derecho
fundamental como el derecho a la educación, sirve para contrarrestar y
neutralizar las arbitrariedades y discriminaciones a que pueden ser sometidos
los individuos que están en "circunstancias de debilidad manifiesta".
El argumento
esgrimido por la división financiera de la Universidad, no justifica la
determinación de negarle al actor la autorización de pago.
De las pruebas
recaudadas se infiere que hubo un trato discriminatorio, por cuanto la
Universidad autorizó pagos de la matrícula correspondiente a los estudiantes
Eduardo Mancera R. y Benjamín Ortiz Torres el 22 de diciembre de 1994.
La universidad no
tiene un criterio fijo para decidir los casos de extemporaneidad en el pago;
tal pauta normativa no puede ser laxa en algunos casos y rígida en otros,
violando el derecho a la igualdad, como se comprobó en este proceso.
FALLO DE SEGUNDA
INSTANCIA
El Juzgado Cuarenta
y Siete Penal del Circuito de Santafé de Bogotá D.C., mediante sentencia de
febrero 14 de 1995, revocó íntegramente la decisión del a-quo y
consecuentemente negó la tutela, basado en las siguientes consideraciones:
El actor no es
estudiante regular del claustro universitario porque no cumplió con su parte en
el contrato bilateral celebrado con la Universidad, para el período académico
julio - noviembre de 1994. El alumno pretendido no se matriculó.
Si el estudiante
tuvo problemas económicos, la Universidad brinda una modalidad de crédito que
nunca fue requerida por el.
Recalcó la condición
de estudiante irregular del actor, puesto que no siguió una serie de trámites
administrativos disponibles para legalizar su situación, razón por la cual no
figuró en listas, y si a pesar de ello fue calificado su desempeño, lo fue por
una actitud benevolente de los profesores, que en ningún momento generó un vínculo
con la Universidad.
Con respecto a los
estudiantes que cancelaron en fechas posteriores, no se puede predicar la
condición de igualdad, pues ellos iniciaron los trámites de la prórroga antes
de terminar el periodo académico.
5. EXPEDIENTE T -
72223.
El mismo ciudadano
interpuso la segunda tutela contra la Universidad La Gran Colombia, alegando
que nuevamente fue violado su derecho a la igualdad. Señala como actual causa
de queja, la expedición, por la entidad demandada, de la Resolución 016 de febrero
27 de 1995, mediante la cual se otorga un plazo a todos los estudiantes para
legalizar su situación financiera, excepción hecha de las personas que hayan
ejercido acciones contra la Universidad o la Facultad. Con tal excepción, otra
vez se le impide pagar el semestre cursado y aprobado, pero ésta por haber
demandado sus derechos judicialmente.
Considera vulnerados
sus derechos a la igualdad, la educación y al libre desarrollo de la
personalidad. Solicita que se ordene a la Universidad aceptar el pago,
registrar la matrícula y las calificaciones obtenidas y garantizar su
permanencia en el programa académico.
5.1. FALLO DE
PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado
Veintitrés Civil del Circuito de Santafé de Bogotá D.C., en fallo de marzo 29
de 1995, concedió la tutela y ordenó a la Universidad recibir los dineros
correspondientes a la matrícula, para que el actor pueda continuar sus estudios
de Derecho. La decisión judicial se basó en las siguientes consideraciones:
La autonomía
universitaria les permite a los centros de estudios superiores darse su propio
reglamento y adecuarlo a sus necesidades, realizar actividades y seguir
programas académicos acordes con su orientación, todo ello con miras a cumplir
su misión social y su función institucional. Ello no implica para las
universidades la autorización de una facultad normativa absoluta en su favor,
ni les permite adoptar actitudes que sitúen a los estudiantes en estado de
indefensión.
Acudir a la
administración de justicia en procura de solución a un conflicto entre la
Universidad y el estudiante, no puede ser objeto de represalia académica. Tanto
la universidad como los estudiantes son sujetos de derecho, y si no se logra un
acuerdo entre las partes, es lógico y debido acudir al juez competente para
solucionar la diferencia.
El artículo 4 de la
resolución en comento, viola el derecho a la igualdad, pues injustificadamente
les niega la prorroga general a las personas que ejercieron su derecho
fundamental de acudir ante la administración de justicia sin temeridad.
5.2. FALLO DE
SEGUNDA INSTANCIA
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá D.C. - Sala Civil-, mediante
sentencia de mayo 18 de 1995 confirmó el fallo impugnado, en atención a las
siguientes consideraciones:
La resolución
acusada vulnera no sólo el derecho a la igualdad, sino el derecho al libre
acceso a la administración de justicia.
Estima el Tribunal
que el hecho de ejercer una acción judicial no es motivo válido para negarle a
quien la interpuso la prorroga concedida a los demás estudiantes.
Los derechos
fundamentales a la igualdad, educación, libre desarrollo de la personalidad, y
libre acceso a la administración de justicia, prevalecen sobre la autonomía
universitaria.
CONSIDERACIONES
DE LA CORTE
1. COMPETENCIA
Esta Corte es
competente para revisar los fallos en referencia de conformidad con lo previsto
en los artículos 86 y 241- 10 de la Constitución Política y en el Decreto
2591/91.
2. DERECHO A LA
IGUALDAD.
El actor alega que
varios estudiantes de la Universidad demandada se encontraban en su misma
situación de hecho: habían cursado uno o más semestres académicos, sin pagar
previamente la suma correspondiente a matrícula. El y otros de los que se
encontraban en esta situación solicitaron autorización para ponerse a paz y
salvo; pero la administración le dio trato discriminatorio, pues al denegar su
petición, dio aplicación a una norma restrictiva que no aplicó igualmente a los
demás solicitantes.
A su vez, la
Universidad La Gran Colombia aduce ( y su alegato fue atendido por el juez de
segunda instancia en el proceso T - 64252), que aplicó a todas las solicitudes
la misma normatividad y que, si al actor - a diferencia de otros - le fue
negada la autorización para el pago, esto no constituye un acto de discriminación,
pues obedece a una diferencia relevante en la situación de hecho: el actor
presentó su solicitud después de terminarse el período lectivo, y cuando ya se
habían calificado las materias del mismo, mientras los demás tramitaron la
autorización de pago antes de que terminase.
Al respecto -
arguye- debe insistirse en la doctrina expuesta en la sentencia C - 530 /93 -
Magistrado Alejandro Martínez Caballero-, en la que se fijaron los siguientes
lineamientos en la materia:
l
"El
principio de igualdad consagrado en el artículo 13 de la Carta permite conferir
un trato distinto a diferentes personas siempre que se den las siguientes
condiciones:
- En primer
lugar, que las personas se encuentren efectivamente en distinta situación de
hecho;
- En segundo
lugar, que el trato distinto que se les otorga tenga una finalidad;
- En tercer
lugar, que dicha finalidad sea razonable, vale decir, admisible desde la
perspectiva de los valores y principios constitucionales;
- En cuarto
lugar, que el supuesto de hecho -esto es, la diferencia de situación, la
finalidad que se persigue y el trato desigual que se otorga- sean coherentes
entre sí o, lo que es lo mismo, guarden una racionalidad interna;
- Y en quinto
lugar, que esa racionalidad sea proporcionada, de suerte que la consecuencia
jurídica que constituye el trato diferente no guarde una absoluta desproporción
con las circunstancias de hecho y la finalidad que la justifican.
Si concurren pues
estas cinco circunstancias, el trato diferente será admisible y por ello
constitutivo de una diferenciación constitucionalmente legítima; en caso
contrario, el otorgar un trato desigual será una discriminación contraria a la
Constitución".
3. DE LAS PRUEBAS
Y LOS CASOS EN CONCRETO.
Para mejor proveer,
este despacho practicó una inspección judicial a las instalaciones de la
Universidad la Gran Colombia el día 23 de junio de 1995; allí se encontraron
solicitudes extemporáneas de pago correspondientes a semestres y años
anteriores, autorizadas por la administración universitaria en el mismo período
en que fue denegada la petición del actor. Los casos más significativos fueron:
- Libardo Laguna
Maldonado quien pagó el 8 de noviembre de 1994 el primer semestre de 1994.
- Edmundo Jiménez
Valest quien pagó el 2 de diciembre de 1994 el primer semestre de 1989.
- Hermes Téllez
Quiroga quien pagó el 13 de diciembre de 1994 el primer semestre de 1990 y el
primer semestre de 1991.
- Nayibe Lozano Cruz
quien pagó el 20 de diciembre de 1994 el primer semestre de 1994.
Como según los
testimonios del Rector, el Decano Emérito de la Facultad de Derecho, y la
Directora Financiera de la entidad demandada, lo que diferencia al actor de los
demás solicitantes es la oportunidad de la presentación de la solicitud, la
Corte pidió a la Universidad una justificación para que se hubieran autorizado
los pagos anteriormente citados, que no se acomodan a la aplicación de las
normas aducidas en defensa de su proceder. En oficio fechado el 10 de julio, se
respondió de la siguiente manera:
Libardo Laguna
Maldonado ..."El trámite de la matrícula 94 -I. obviamente, lo realizó antes
de finalizar el año académico".
Edmundo Jiménez
Valest "Presentaba pasivos académicos con su ficha que una vez subsanados,
se le ordenó la elaboración de la matrícula. El alumno en cuestión no pudo
pagar la ordinaria ni la extraordinaria, correspondiente al periodo académico
de 1994. Solicitó plazo de manera verbal para este pago la división financiera,
que le autorizó para el día 2 de diciembre de 1994, de manera extemporánea (ver
memorando 137 y copia de la orden de pago y certificación de la división
financiera). La solicitud se hizo antes de terminar el semestre
académico".
Hermes Téllez
Quiroga. "Presentaba pasivos académicos y fiancieros para el segundo período
académico de 1990 y por consiguiente no le había sido expedida orden de pago de
ese año de 1991. Superados estos inconvenientes, se le ordenó la elaboración de
estas matrículas, que fueron expedidas el 6 de diciembre de 1994.... La
solicitud se efectuó antes de terminar el semestre académico".
Nayibe Lozano Cruz.
"Por presentar pasivos académicos, no se le habían elaborado órdenes de
matricula. ... La solicitud se efectuó antes de terminar el semestre
académico".
En declaración
rendida por la Dra. Mariana Carlosama Mora, quien se desempeña como directora
financiera de la Universidad, esta funcionaria aseveró " dentro del
reglamento estudiantil se fijan tres clases de matrícula: la ordinaria, la
extraordinaria y la condicional, y en el mismo reglamento se estipula el número
de días para cada una de estas". Igualmente afirmó que en casos
excepcionales autorizan el pago por fuera de esas fechas, siempre y cuando se
presente petición escrita por una calamidad que la justifique y en las fechas
pertinentes. Sostiene que ella es la encargada de dar las autorizaciones, o
directamente el Rector si el estudiante acude a él.
Claramente ve la
Corte que el manejo dado a las solicitudes de matrículas extemporáneas en la
Gran Colombia es totalmente irregular, pues si el reglamento prevé los eventos
y el tiempo en que deben darse, las personas encargadas - Directora financiera
y el Rector - discrecionalmente hacen caso omiso de los términos fijados en el
reglamento universitario.
La Universidad La
Gran Colombia no tiene parámetros fijos para la aceptación o rechazo de una
solicitud de pago extemporáneo, pues si ellos son los aducidos por la parte
demandada, no se explica la Corte la autorización de pagos de períodos
anteriores, en el segundo semestre de 1994, incluso de algunos cursados 5 años
atrás y terminados de calificar en el interior.
En conclusión, el
centro universitario no justificó el trato preferencial dado a los casos
aludidos, ni - específicamente- el trato, en consecuencia discriminatorio, dado
a Vargas Rojas. Así, la Corte revocará en la parte resolutiva de esta
providencia el fallo proferido por el Juzgado Cuarenta y Siete Penal del
Circuito de Santafé de Bogotá D.C., y en su lugar tutelará el derecho a la
igualdad.
Ahora bien:
consecutivamente el actor presentó dos acciones de tutela contra la Universidad
La Gran Colombia. En el primer caso -en el que se negó la autorización de
pago-, es claro que la Universidad vulneró el derecho a la igualdad y de paso,
los derechos a la educación y al libre desarrollo de la personalidad del señor
Vargas Rojas, pues al no autorizarle el pago como sí lo hizo con sus
compañeros, la entidad educativa de manera discriminatoria afectó su
permanencia en el sistema educativo.
Una vez el ad-quem
revocó el fallo de primera instancia del proceso T - 64252 el 14 de febrero
de 1995, la Universidad La Gran Colombia, mediante resolución fechada el 3 del
mismo año canceló la matrícula y anuló las calificaciones del actor.
La resolución
inmediatamente anterior a la que se acaba de hacer referencia expedida por la
Universidad - Resolución 016 de febrero 27 de 1995 -. " por medio de la
cual se concede un plazo para legalizar la situación financiera de aquellas
personas que son o fueron estudiantes de la Facultad de Derecho", en los
considerandos 3 y 5 señala:
" 3. Que unas
personas, sin autorización de la Facultad, cursaron períodos académicos
anteriores al año de 1995, sin haber cancelado la respectiva matrícula."
" 5. Que por
reglamento no existen estudiantes asistentes; no obstante, algunas personas que
habían tenido la calidad de estudiantes, cursaron semestres o años posteriores
sin cancelar su matrícula."
Aunque ciertamente
no se nombra en esta resolución al señor Vargas Rojas, su situación sí corresponde
a lo tenido en cuenta en los considerandos transcritos, y termina de ser
descrita en el texto del artículo 4,para el sólo efecto de excluírlo de entre
los beneficiarios del plazo de gracia allí concedido de manera general,
inmediatamente después de cancelarle la matrícula y declarar la nulidad de sus
calificaciones. Dice el artículo 4 de la norma en comento:
"artículo
4.- Establecer que el plazo que se concede en esta resolución, no opera para
aquellos estudiantes o personas que han demandado o ejercido acciones contra la
universidad o la facultad".
Con sobrada razón
planteó entonces el señor Vargas Rojas la segunda tutela por la expedición de
la resolución 016/95. No cabe duda de que en tal norma se ordena, ignorando el
derecho y la equidad, dar un trato discriminatorio a las personas que han
instaurado acción judicial contra la Universidad. De la declaración rendida por
el rector José Galat N. se extracta al respecto: " ¿Conoce usted el
contenido de la resolución 016 fechada el 27 de febrero de 1995 emitida por la
decanatura de la Facultad de Derecho de la Universidad?. Contestó: Sí la
conozco. Preguntado. ¿Fue consultado con antelación a la toma de las decisiones
contenidas en dicho acto?. Contesto: Aunque no soy el autor de esa resolución,
sin embargo, estoy enteramente de acuerdo con ella desde el punto de vista
doctrinario. Sí, se me consultó al momento de tomar la decisión". Más
adelante señaló: " ...El respeto profundo que una Facultad de Derecho
profesa por el derecho, la llevó a establecer el artículo 4 porque de otra
manera se estaría interfiriendo en la autonomía de los jueces y tribunales para
fallar los casos sub - judice".
No es de recibo para
la Corte la justificación aducida por el rector, pues como bien lo afirmó el a-
quo en el proceso T- 72223:
" El derecho de
acción como posibilidad de acudir al Estado en procura de solución judicial a
las diferencias planteadas entre los asociados, es de orden público. Igualmente
constituye un derecho fundamental el acceso a la administración de justicia, y
ello hace injustificada cualquier forma de represalia académica por el hecho de
entablar una demanda el estudiante contra su universidad, pues por sí mismo no
permite inferir conducta ilegal, desleal o indecorosa que amerite sanción alguna.
Por el contrario,
acudir a un estrado judicial es una manifestación de sometimiento a la
Constitución, a la ley, y a las autoridades públicas, es decir, es el
acatamiento del deber ciudadano de ir al órgano jurisdiccional a que se definan
los conflictos de intereses cuando no le fue posible obtenerlo de manera
espontanea, extraprocesal con su contraparte."
Es censurable bajo
todo punto de vista la actitud adoptada por esta Facultad de Derecho, al
aplicar drásticamente el reglamento a Vargas Rojas, cuando en la mayoría de
los casos en que se autorizó el pago en forma extemporánea las directivas
fueron laxas, e incluso llegaron a inaplicar sus estatutos, pues si se hubiese
dado a todos el mismo tratamiento, la mayoría de las autorizaciones por las que
se indagó en la ampliación del informe, habrían sido negadas. En otros casos,
ni siquiera se encontró la solicitud escrita, requisito necesario según lo
afirmó la directora financiera.
Existiendo un manejo
administrativo tan irregular, mal puede la Universidad La Gran Colombia aducir
que la solicitud fue presentada extemporáneamente, ya que para hablar de
extemporaneidad, se requiere de un término que efectívamente se cumpla, y en
este caso no existe por culpa de la administración.
6.3. AUTONOMIA
UNIVERSITARIA.
Consagrada
constitucionalmente en el artículo 69, encuentra su concreción al permitir a
los centros de educación superior una organización administrativa, financiera,
y académica libre de interferencias, de tal forma que cada institución pueda
dar una orientación característica a sus programas. No se trata de una facultad
absoluta para el manejo de la educación superior, pues dicha autonomía -tanto
en instituciones estatales como privadas-, debe ser ejercida dentro del marco
normativo general impuesto por la Constitución y las leyes. Uno de los límites
a los que está sometido su ejercicio es de orden constitucional, ya que el
conjunto de reglamentaciones del centro de estudios superiores no puede en
ningún caso contrariar la Carta Política - art. 4 C.N.; y el otro es de orden
legal, pues las universidades pueden darse su propio reglamento, sólo dentro de
los parámetros generales establecidos en la ley que regula la educación
superior - art. 64 C.N.
La autonomía se hace
efectiva al permitir que cada institución se dé su propio reglamento, y
académicamente tenga la libertad de enfocar su enseñanza conforme a los
principios y políticas orientadores adoptados válidamente. La Corte
Constitucional en la sentencia T -123/93 de la Sala Novena de revisión, señaló
al respecto:
"La
autonomía universitaria es un principio pedagógico universal que permite que
cada institución tenga su propia ley estatutaria, y que se rija conforme a
ella, de manera que proclame su singularidad en el entorno, mientras no vulnere
el orden jurídico establecido por la Constitución y las leyes. Es el derecho
de cada institución universitaria a ser lo que es, el derecho a su propia ley
que la identifica como ente singular dentro del mundo universitario, de tal
modo que puede autorregularse, pero nunca en contradicción con la legalidad y
la conveniencia generales.
La igualdad de
oportunidades en el acceso a la cultura, no significa que no se distingan la
diversas situaciones en que, por su conducta, se hallen los estudiantes de una
institución, sino que si el supuesto de hecho es igual, la oportunidad que le
reconoce el Estado será también igual; lo contrario sería desconocer lo suyo de
cada cual, propio de la justicia, según lo ha manifestado esta
Corporación".
Vale la pena precisar
que si bien los particulares pueden concurrir a la prestación del servicio
público de la educación superior fundando establecimientos educativos " la
ley establecerá las condiciones para su creación y gestión " (
artículo 68 C.N., subraya fuera de texto). Y si la Carta Política garantiza la
autonomía universitaria, " las universidades podrán darse sus directivas
y regirse por sus propios estatutos, de acuerdo con la ley"
(artículo 69 C.N., subraya fuera de texto). Así, dados los hechos probados en
estos procesos, y puesto que al Gobierno corresponde " ejercer la
inspección y vigilancia de la enseñanza conforme a la ley " (artículo 189
numeral 21 C.N.), en la parte resolutiva de esta providencia se ordenará
remitir copia de la misma al Instituto Colombiano para El Fomento de la
Educación Superior - ICFES- , a fin de que inicie la actuación administrativa
correspondiente.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas,
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR el fallo del Juzgado Cuarenta y Siete Penal
del Circuito de Santafé de Bogotá D.C., del 14 de febrero de 1995.
SEGUNDO. CONCEDER
la tutela a José Vicente
Vargas Rojas por considerar vulnerados sus derechos a la igualdad y a la
educación. Se ordena en consecuencia a la Universidad La Gran Colombia
autorizar a dicho señor el pago de la matrícula correspondiente al segundo
semestre académico de 1994, validar las calificaciones obtenidas por él y
autorizar su matrícula para cursar el noveno semestre en 1996.
TERCERO. CONFIRMAR el fallo de Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá D.C.
CUARTO. REMITIR copia de esta providencia al Instituto
Colombiano para el Fomento de la Educación Superior - ICFES -, para los fines
que le incumben.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
506 | T-385-95
Sentencia No. T-385/95
Sentencia No.
T-385/95
JUNTA
ADMINISTRADORA LOCAL-Interposición
de tutela
Las juntas
administradoras locales tienen como función “...mejorar la prestación de los
servicios y asegurar la participación de la ciudadanía en el manejo de los
asuntos públicos de carácter local...”; pero, dados los hechos en los que se
basa la presente acción -deterioro grave de un establecimiento educativo-, y
las funciones que la Constitución asigna a tales juntas, el representante del
barrio sólo está facultado para representar a la comunidad de este barrio ante
autoridades administrativas, y sólo para la obtención de soluciones a mediano y
largo plazo, a través de su participación “...en la elaboración de planes de
desarrollo económico y social y de obras públicas...”, y en la formulación
“...de propuestas de inversión ante las autoridades... municipales encargadas
de la elaboración de los respectivos planes de inversión”. Así, el
representante ante la Junta Administradora Local, no está legitimado para
demandar en este proceso de tutela a nombre de la comunidad que lo eligió.
LEGITIMACION POR
ACTIVA EN TUTELA/JUNTA DE ACCION COMUNAL-Interposición de tutela
El presidente de
la junta de acción comunal del Barrio, está legitimado para representar, en
este proceso de tutela a los residentes de ese barrio que vienen sufriendo una
violación a su derecho fundamental a la educación, y una amenaza grave contra
su derechos a la vida y a la salud, sin que se haga necesario que aquéllos le
otorguen poder, pues, siendo la tutela una acción pública, el ordenamiento
vigente le atribuye tal representación. Además, es claro que dentro de las
personas del barrio afectadas en sus derechos fundamentales, se encuentran los
niños que matriculados en la Escuela, y cualquier persona puede exigir de la
autoridad competente que haga efectivo el ejercicio pleno de sus derechos.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE-Acceso a
documentos/DEMANDA DE TUTELA-Acceso a documentos
Este es uno de
los casos en los que la buena fe protege a quien ha obrado en virtud de una
apariencia engañosa. No sería justo dejar desprotegido a quien ha demandado de
acuerdo con la percepción errada de la realidad a la que le indujeron oficialmente
las autoridades, traicionando la confianza que debe presidir las relaciones
entre los particulares y los servidores públicos. Dejó de ser demandado el
Distrito Turístico, porque la Sociedad Amor a Cartagena negó indebidamente a
los actores el acceso a los convenios sucesivos que le entregaron la
administración de la escuela, y se reservó esa prueba hasta la impugnación de
la sentencia de primera instancia.
SERVICIO PUBLICO
DE EDUCACION-Función
social/DERECHO A LA VIDA-Derrumbe de escuela/DERECHO A LA SALUD-Derrumbe
de escuela
En el caso de la
escuela, no se viene cumpliendo con la función social que la Constitución
asigna a la educación, pues el servicio se viene prestando en condiciones que
ponen en peligro la vida de educandos y educadores, ofenden la dignidad, y
ponen en riesgo la salud de esas personas, ya que desde hace años avanza el
derrumbe paulatino de la edificación y desaparecieron sus servicios sanitarios.
No se puede educar a un grupo de niños “...en el respeto a los derechos
humanos...”, cuando en el establecimiento donde se pretende impartirles esa
formación, brilla por su ausencia tal respeto.
PRINCIPIO DE
DIGNIDAD HUMANA-Condiciones
de educación/DERECHO A LA EDUCACION-Derrumbe de escuela/ESTADO SOCIAL
DE DERECHO-Cargas desproporcionadas
Pretender que los
alumos y profesores de la escuela, así como la comunidad a la cual pertenecen
los primeros, deba seguir soportando la violación y amenaza de sus derechos
fundamentales mientras tales relaciones se ajustan a las normas superiores
vigentes, es imponerles una carga desproporcionada e injusta en un Estado
Social de Derecho. Los padres de los alumnos, éstos, y sus profesores, tienen
derecho a que las autoridades no les sometan a un riesgo grave para su vida y
para su salud, así como tienen derecho a recibir la educación básica
obligatoria en condiciones dignas.
Ref.: Expediente
T-70027
Demanda de tutela
contra la Sociedad Amor a Cartagena por una presunta violación de los derechos
de los niños, los de los adolescentes, y el de educación.
Temas:
- Representación de
los miembros de una comunidad por los dignatarios de sus organizaciones
cívicas y comunitarias.
- La buena fé ampara
a quien ha obrado de acuerdo con la apariencia engañosa que le presentó
oficialmente la autoridad.
- Los conflictos
originados en contratos entre la entidad pública encargada de la prestación de
un servicio y los particulares que concurren a ella, no tienen por qué redundar
en la violación de los derechos fundamentales de los usuarios.
Actor: Los
Dignatarios de la Junta de Acción Comunal del Barrio República de Venezuela, y
el representante del mismo barrio ante la Junta Administradora Local de la
Comuna No. 19 de Cartagena de Indias.
Magistrado
Ponente: Dr. Carlos
Gaviria Díaz.
Santafé de Bogotá
D.C., Primero (1°) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera Vergara, y Carlos Gaviria
Díaz, este último en calidad de Ponente,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN,
procede a dictar
sentencia en el grado jurisdiccional de revisión.
ANTECEDENTES
1. HECHOS.
La Escuela República
de Venezuela, ubicada en el barrio del mismo nombre de la Comuna 19 de
Cartagena de Indias, se encuentra en grave estado de deterioro.
Las organizaciones
cívicas de la comunidad residente en ese barrio se dirigieron a las autoridades
municipales para plantearles el hecho anterior y solicitarles que adoptaran las
medidas correctivas correspondientes.
En septiembre 28 de
1994, la Coordinadora de Escuelas de la Secretaría de Obras Públicas, en
compañía del Delegado de la Alcaldía Menor de la zona Suroriental, visitaron la
escuela a petición de los actores y “...detectamos que dicha institución
representa amenaza para los estudiantes y profesores por el estado de deterioro
debido a las fallas estructurales de su planta física. La solución para el
mejoramiento de la misma, es demoler lo existente para construír una planta
física sólida y adecuada, y se requiere un rediseño total de la Escuela” (folio
3 del expediente).
Sin embargo, a
renglón seguido dicha funcionaria observó a la Secretaria de Educación Distrital,
y de paso a los demandantes: “Por información suministrada por la doctora
Margarita Ricardo, las Escuelas SAC de Cartagena tienen un problema legal que
aún no se ha definido y por lo tanto el Distrito no debe invertir en esas
Instituciones” (folio 3 del expediente).
Ante esa situación,
que según las pruebas no ha cambiado mucho en los últimos quince años, los
actores se dirigieron nuevamente a la Sociedad Amor a Cartagena -SAC-,
administradora de la escuela y su aparente propietaria, y encontraron, como en
oportunidades anteriores, que tal sociedad dice no contar con fondos para
adelantar las reparaciones necesarias.
2. DEMANDA DE
TUTELA.
En representación de
la comunidad del barrio República de Venezuela, el presidente y el secretario
de la junta de acción cumunal, acompañados por el representante ante la junta
administradora local, demandaron en vía de tutela la protección del derecho a
la educación de los niños matriculados en la Escuela SAC 6 y 16, así como los
derechos que la Carta Política les garantiza en los artículos 44 y 45.
3. FALLO DE
PRIMERA INSTANCIA.
El Juzgado Noveno
Penal Municipal conoció del proceso en primera instancia, practicó las pruebas
que consideró pertinentes, y resolvió otorgar el amparo solicitado, ordenando
que se trasladaran los estudiantes y los profesores a los planteles educativos
vecinos -también administrados por la SAC-, en tanto esta sociedad procede a
reconstruír la Escuela SAC 6 y 16.
“Considera el
despacho que muy a pesar, la orientación dada a la presente acción fue hacia la
defensa del derecho a la educación, y es el derecho a la vida (Art. 11 de la
Constitución Nacional), el que resulta amenazado o vulnerado por la omisión en
que ha incurrido la Sociedad Amor a Cartagena”.
“Bien ha sostenido
nuestra Corte Constitucional ´es inexacto argumentar que el derecho a la vida
se vulnera únicamente cuando se causa la muerte a una persona´, ya que en ese
caso el perjuicio sería irremediable.- ´La vida del hombre debe ser digna, es
decir íntegra y saludable´, debe proyectarse a la satisfacción de los fines
racionales del ser humano como persona y tal como lo pudimos constatar en la
diligencia de inspección judicial efectuada, son precarias y hasta miserables
las condiciones en que aquellos menores guiados por sus padres y maestros,
reciben anhelantes educación, sometidos al hecho de que en cualquier instante
una pared o el techo caiga sobre ellos o que una epidemia se desate por la
carencia de las mínimas condiciones de higiene, por lo tanto, la existencia de
peligro para la salud o la integridad física, afecta directamente este derecho
fundamental”.
“De contera, el
Despacho estima viable conceder la tutela requerida, para lo cual en su parte
resolutiva ordenará la distribución temporal de alumnos y docentes de la
Escuela Sociedad Amor a Cartagena # 6, ubicada en el Barrio República de
Venezuela, en los colegios más cercanos, también bajo la administración de la
SAC -Sociedad Amor a Cartagena-, en el término de un (1) mes, disposición ésta
que deberá ser informada a la Secretaría de Educación Distrital, bajo cuya
orientación se dará cumplimiento a esta orden judicial. Una vez vencido dicho
término perentorio, empezará a correr otro equivalente a cinco (5) meses, lapso
al final del cual la Sociedad Amor a Cartagena -SAC-, habrá culminado la
reconstrucción de la mencionada escuela, que nuevamente será poblada por los
estudiantes y docentes repartidos en las formas antes esbozadas”.
“El incumplimiento
de los términos antes señalados hará efectivas las sanciones de que trata el
artículo 5° del Decreto 2591 de 1991”.
“Creemos que la
presente es una difícil decisión por cuanto al tutelar un derecho tenemos que
poner en peligro otro: el de la educación. Pretendemos que en ningún momento y
bajo ninguna eventualidad estos menores derrochen un solo instante de las
clases que reciben y es que el hecho de que superando los peligros que
representan las precarias condiciones de deterioro en que se encuentra la parte
locativa de la Institución, el fervor de los estudios de los menores, padres de
familia y docentes, permanecieran, tocó nuestra más honda fibra.- Así las cosas
estaremos atentos al cumplimiento de los términos y seremos implacables en la
aplicación de las sanciones” (folios 40 y 41 del expediente).
4. IMPUGNACIÓN.
La representante de
la Sociedad Amor a Cartagena impugnó el fallo anterior, argumentando que el 9
de mayo de 1990 se firmó entre la citada sociedad y el Distrito Turístico y
Cultural de Cartagena de Indias un convenio para la prestación de servicios
educativos, que libera a la Sociedad mencionada de responsabilidad por el
mantenimiento de la escuela origen de la demanda.
Desde la perspectiva
de la Sociedad Amor a Cartagena, todo se aclara si se tiene en cuenta que en
virtud del parágrafo de la cláusula cuarta de tal convenio: “el Municipio a
través de la Secretaría de Obras Públicas y Educación, deberá incluír en el
programa anual de reparación y ampliaciones de la escuelas municipales, las
necesidades locativas de las escuelas de la SAC, que vienen descritas en el
presente convenio y hacer las reparaciones a que hubiere lugar en coordinación
con la presidenta de la SAC”.
Además, esa sociedad
aportó una constancia de la directora de la Escuela SAC 6 y 16, según la cual
los dineros recaudados por concepto de matrícula no son recibidos ni
administrados por la SAC, sino por la escuela.
5. FALLO DE
SEGUNDA INSTANCIA.
Conoció el Juzgado
Tercero Penal del Circuito de Cartagena, y resolvió revocar en todas sus partes
la decisión del a-quo, pues encontró fundamento para ello en la
impugnación. Consideró ese Despacho:
“Empero, en esta
segunda instancia se arrimó al informativo declaración bajo juramento sobre los
hechos por certificación jurada del señor Alcalde Mayor del Distrito de Cartagena
doctor Guillermo Paniza Ricardo y copia auténtica del convenio que suscribió la
Sociedad Amor a Cartagena con el Distrito de Cartagena, el cual se encuentra
vigente”.
“El señor Alcalde
Mayor del Distrito de Cartagena doctor Guillermo Paniza Ricardo en su
declaración bajo juramento por certificación jurada como se dijo, manifestó
tener conocimiento del convenio ya en referencia, e igualmente hizo una serie
de explicaciones sobre el mismo (ver folio 94 y 95 cuaderno único)”.
“Ahora conviene
destacar que en el parágrafo de la cláusula 4a. del convenio plurimencionado
suscrito entre la Sociedad Amor a Cartagena y el Distrito de Cartagena se dice:
´el municipio a través de la Secretaría de Obras Públicas y Educación, deberá
incluír en el programa anual de reparación y ampliaciones de las escuelas
municipales, las necesidades locativas de las escuelas de la SAC, que vienen
descritas en el presente convenio y hacer las reparaciones a que hubiere lugar
en coordinación con la presidenta de la SAC´. Por manera que aparece lo
suficientemente claro en el texto del párrafo transcrito que es al Distrito de
Cartagena a quien le incumbe el deber legal de cumplir con las reparaciones y
ampliaciones de los susodichos establecimientos educativos, y no a la Sociedad
Amor a Cartagena sobre la cual recayó la acción de amparo”.
“De lo anotado en
precedencia colígese que la acción se orientó contra la ´Sociedad Amor a
Cartagena´, que presuntamente no violó o amenazó con violar el derecho
fundamental, esto es a la que tenía el deber de velar por el mantenimiento y
mejoras de los inmuebles donde funcionan las escuelas Sociedad Amor a
Cartagena, y siendo ello así no puede conminarse a la Sociedad Amor a Cartagena
accionada a que cumpla con un deber que ha sido omitido por quien tiene la
obligación convencional de cumplir Distrito de Cartagena. Así las cosas, como
la acción se enderezó contra quien carece de legitimación por pasiva, se
revocará el fallo impugnado por cuanto en materia de tutela no puede haber duda
de quién es la autoridad o persona contra quien se dirige la acción, porque de
lo contrario se desnaturalizaría y conduciría a la inseguridad jurídica. Y es
que en materia de legitimación, bueno es traer a colación lo que ha dicho la
honorable Corte Suprema de Justicia (Sala de Casación Civil), quien ha
sostenido que la “legitimación en causa ya sea por su aspecto activo o pasivo,
o por ambos a la vez, no constituye un presupuesto procesal y por consiguiente
su falta no conduce a fallo inhibitorio, ni vicia de nulidad la actuación, sino
que trae como consecuencia la desestimación de la demanda y consiguiente
absolución del demandado (CXXXIX, 170)”.
“Las anteriores
consideraciones moverán a este Despacho a revocar el fallo impugnado” (folios
111 y 112 del expediente).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente para revisar los fallos proferidos en el trámite
del presente proceso por el Juzgado Noveno Penal Municipal de Cartagena y el
Juzgado Tercero Penal del Circuito de la misma localidad, según los artículos
86 y 241 de la Constitución Política. A la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas
le corresponde pronunciar la decisión, de acuerdo con el reglamento interno y
el auto de la Sala de Selección Número Cinco del treinta (30) de mayo del
presente año.
2. LEGITIMACIÓN.
El Juzgado Tercero
Penal del Circuito de Cartagena revocó la decisión del a-quo y negó la
protección constitucional del derecho a la vida de 251 menores y 9 docentes que
estudian y trabajan en la escuela del Barrio República de Venezuela,
considerando que “...la acción se enderezó contra quien carece de
legitimación...” En consecuencia, la Sala examinará inicialmente este asunto.
2.1. La
legitimación activa.
Los actores no
laboran en la Escuela SAC 6 y 16, ni aducen ser padres o acudientes de alguno
de los estudiantes de la misma, ni aportan poder alguno, ni alegan agencia
oficiosa de los intereses de quien no está en condiciones de acudir por sí
mismo ante el juez; así, la primera cuestión que debe resolver la Sala es si
reconoce personería a los actores, quienes pretenden que sea suficiente, para
tales efectos, su calidad de presidente y secretario de la junta de acción
comunal del barrio República de Venezuela, y representante ante la Junta
Administradora Local.
Según el artículo
318 de la Carta Política, las juntas administradoras locales tienen como
función “...mejorar la prestación de los servicios y asegurar la participación
de la ciudadanía en el manejo de los asuntos públicos de carácter local...”;
pero, dados los hechos en los que se basa la presente acción -deterioro grave
de un establecimiento educativo-, y las funciones que la Constitución asigna a
tales juntas, el representante del barrio República de Venezuela sólo está
facultado para representar a la comunidad de este barrio ante autoridades
administrativas, y sólo para la obtención de soluciones a mediano y largo
plazo, a través de su participación “...en la elaboración de planes de
desarrollo económico y social y de obras públicas...” (numeral 1 del citado
artículo 318), y en la formulación “...de propuestas de inversión ante las
autoridades... municipales encargadas de la elaboración de los respectivos
planes de inversión” (numeral 3). Así, el señor Abraham Mañeca Arrieta, como
representante ante la Junta Administradora Local de la Comuna No. 19 del
Distrito Turístico de Cartagena de Indias, no está legitimado para demandar en
este proceso de tutela a nombre de la comunidad que lo eligió.
No es ese el caso de
los señores Arcadio Morales Castro -presidente de la junta de acción comunal
del barrio-, y César Pernet -secretario de la misma-, si se tiene en cuenta el
texto del inciso segundo del artículo 103 de la Constitución, donde se
establece que “el Estado contribuirá a la organización, promoción y
capacitación de las asociaciones profesionales, cívicas, sindicales,
comunitarias, juveniles, benéficas o de utilidad común no gubernamentales, sin
detrimento de su autonomía con el objeto de que constituyan mecanismos
democráticos de representación en las diferentes instancias de participación,
concertación, control y vigilancia de la gestión pública que se establezcan”
(subrayas fuera del texto).
Dentro de esos
parámetros, debe entenderse la regulación expedida por el Gobierno para “orientar,
auxiliar y coordinar las actividades de las organizaciones de desarrollo de la
comunidad” y “Otorgar, suspender y cancelar la personería jurídica de las
juntas, asociaciones, federaciones y confederaciones de acción comunal y de las
corporaciones y fundaciones que desarrollan actividades relacionadas con las
comunidades indígenas”; es decir, los literales e y f del artículo 1° del
Decreto ley 126 de enero 26 de 1976, “por el cual se revisa la organización
administrativa del Ministerio de Gobierno”, expedido por “el Presidente de la
República de Colombia, en uso de las facultades extraordinarias conferidas por
la Ley 28 de 1974, y previo concepto de la Sala de Consulta y Servicio Civil
del Consejo de Estado”.
Para fijar sus
orientaciones al desarrollo de la comunidad, el Gobierno expidió el Decreto 300
del 11 de febrero de 1987, “por el cual se reglamentan parcialmente los
literales e y f del artículo 1° y artículos 7° y 8° del Decreto ley 126 de
1976, mediante el cual estableció que: 1) “La Acción Comunal, a través de
sus organismos, tiene la representación de la comunidad ante las diferentes
autoridades de la República, salvo lo que la ley disponga para las
comunidades indígenas” (Inciso segundo del artículo 9); 2) “Los objetivos de
las Juntas de Acción Comunal son:...k) Velar por la vida, la integridad y
bienes de todos los miembros de la comunidad, haciendo conocer a las
autoridades administrativas y judiciales las conductas violatorias de la ley
o las que hagan presumir la comisión de hechos delictuosos o contravencionales”
(artículo 11 del mismo Decreto). 3) “La representación legal de la Junta de
Acción Comunal estará a cargo de su presidente...” (Artículo 17).
Ante ese desarrollo
del ordenamiento constitucional, resulta aplicable al caso la doctrina
establecida por la Corte en la Sentencia T-079 del 24 de febrero de 1994,
Magistrado Ponente Antonio Barrera Carbonell, según la cual:
"La acción de
tutela podía ser directamente instaurada por el Comité de participación
comunitaria-puesto de salud de Caracolí (personería jurídica No. 2091 del 30 de
septiembre de 1991), con el objeto de asegurar la protección de los derechos
fundamentales de sus miembros. No puede resultar improcedente que el susodicho
Comité, en representación de todos y cada uno de los habitantes de los barrios
que lo conforman, afectados colectiva e individualmente, por una presunta
violación de un derecho fundamental que les concierne directamente, delegue al
Defensor del pueblo en el orden municipal la interposición de la respectiva
acción de tutela. El referente de la acción de tutela entablada por el
Personero está constituido por una parte plural integrada por cada uno de los
intereses individuales que convergen en el Comité de participación que solicitó
su intervención. Lo anterior no convierte a la acción de tutela en una acción
colectiva. La acción u omisión de una autoridad pública puede poner en peligro
o amenazar simultáneamente el derecho fundamental de un número plural de
personas, las cuales pueden pertenecer a una misma familia, barrio o comunidad.
Nada se opone a que individualmente cada agraviado inicie la respectiva acción
de tutela o que todos, a través de un representante común, se hagan presentes
ante un mismo juez con el objeto de solicitar la protección del derecho
conculcado. La ofensa al derecho fundamental puede ser individual o colectiva
y, en este último caso, no por ello el derecho fundamental violado -
individualizable y, por tanto, no difuso - adquiere naturaleza colectiva, y
menos todavía su defensa colectiva - que es posible e incluso recomendable por
razones de economía procesal -, el carácter de acción de popular”.
En conclusión, esta
Sala acepta que el presidente de la junta de acción comunal del Barrio República
de Venezuela, está legitimado para representar, en este proceso de tutela a los
residentes de ese barrio que vienen sufriendo una violación a su derecho
fundamental a la educación, y una amenaza grave contra su derechos a la vida y
a la salud, sin que se haga necesario que aquéllos le otorguen poder, pues,
siendo la tutela una acción pública, el ordenamiento vigente le atribuye tal
representación. Además, es claro que dentro de las personas del barrio
afectadas en sus derechos fundamentales, se encuentran los niños que
matriculados en la Escuela SAC 6 y 16, y cualquier persona puede exigir de la
autoridad competente que haga efectivo el ejercicio pleno de sus derechos
(Inciso segundo del artículo 44 C.N.).
2.2. La
legitimación pasiva.
El ad-quem
revocó la sentencia de primera instancia, y en su lugar denegó la tutela,
aduciendo que se demandó equivocadamente a la Sociedad Amor a Cartagena -SAC-,
cuando se debió dirigir la acción en contra del Distrito Turístico de Cartagena
de Indias, quien es el obligado a proporcionar el mantenimiento requerido por
la Escuela SAC 6 y 16.
A la anterior
conclusión se llega, sólo si se acepta que: 1) el convenio celebrado entre la
entidad demandada y el Distrito Turístico de Cartagena de Indias, la exonera de
toda responsabilidad por el mantenimiento de la escuela, pues hace recaer ésta
sólo en cabeza del municipio; 2) la Sociedad Amor a Cartagena, entidad
particular que concurre a la prestación del servicio público de la educación,
actuó respecto de ese servicio público y en relación con los demandantes,
acatando las normas sobre el derecho a la información y sobre la lealtad
procesal entre las partes; y 3) el Distrito Turístico no indujo en error a los
demandantes sobre el responsable del mantenimiento de la escuela.
Pero, como se pasa a
explicar, ninguna de esas premisas está presente en el caso sometido a
revisión, porque:
1) ¿Quién es
responsable por el mantenimiento de la escuela?
Según el parágrafo
de la cláusula cuarta del convenio antes mencionado: “El Municipio a través
de la Secretaría de Obras Públicas y Educación, deberá incluír en el
programa anual de Reparación y Ampliaciones de las Escuelas Municipales, las
necesidades locativas de las escuelas de la SAC, que vienen descritas en el
presente convenio y hacer las reparaciones que hubiere lugar en coordinación
con la Presidenta de la SAC” (folio 89, subrayas fuera del texto).
Pero, según la misma
cláusula cuarta: “El Municipio conviene a (sic) suministrar a la SAC, como
contraprestación por este servicio educativo un auxilio mensual por la suma de
TRESCIENTOS CINCUENTA MIL PESOS MENSUALES ($ 350.000.oo) sujeto al porcentaje
de aumento establecido por el Código Fiscal para este tipo de Convenios, que se
incluirá en los Acuerdos de Gastos mensuales a partir de la fecha en que quede
debidamente perfeccionado el presente Convenio. Dineros que utilizará la SAC
para el mantenimiento y seguridad educativa de los locales de las escuelas
anteriormente referenciadas y el cubrimiento de los gastos menores que demande
tal mantenimiento y vigilancia, tales como los transportes y combustibles del
visitador y el personal administrativo de la SAC, a cuyo cargo quedará esta
labor” (folios 88 y 89).
Es claro entonces
que el Distrito tiene responsabilidad en el mantenimiento del establecimiento,
no sólo por la obligación contractual que adquirió, sino también porque no cabe
duda sobre el carácter oficial del servicio que allí prestan una directora y
nueve docentes, nombrados y pagados por el Distrito para impartir educación básica
según los programas oficiales, y dentro de los parámetros de la Ley General de
Educación. Además, el Alcalde Mayor es muy claro al reconocer en su informe que
el Distrito contrató la administración del servicio educativo en el Barrio
República de Venezuela, con la Sociedad Amor a Cartagena.
Escapan a la Sala
las razones que llevaron al ad-quem (pues éste no las consignó en su
providencia), a revocar la sentencia de primera instancia basándose en el
parágrafo de la cláusula cuarta del convenio entre la Sociedad Amor a Cartagena
y el Distrito, e ignorando el texto igualmente claro de la cláusula citada,
máxime cuando es indudable que en el caso sometido a su consideración existe
una amenaza grave contra los derechos a la vida y a la salud de 251 menores y 9
adultos. Tampoco explicó el juez de segunda instancia porqué le reconoció
oponibilidad frente a terceros a dicho convenio, cuando quien lo adujo en su
favor no probó que hubiera sido debidamente publicado.
2) ¿Cumplió la
SAC con las obligaciones constitucionales y legales que tenía frente a los
actores?
Según las pruebas
que obran en el expediente -las que la SAC tuvo oportunidad de conocer y
controvertir-, esa sociedad es la administradora del servicio público de la educación
en el barrio República de Venezuela, al menos desde 1980, en virtud de
sucesivos convenios firmados con las administraciones departamental y
municipal. Sin embargo, violando los derechos de petición y de información
de los actores desde el año 1986 -ver folio 4-, se abstuvo de informarles sobre
el contenido de los convenios que le otorgan esa calidad de administradora del
servicio público, hasta el momento de la impugnación del fallo de tutela
-folios 46 a 51-, lo cual, aunado a la desinformación que les proporcionó el
Distrito Turístico, es suficiente para explicar porque esta última entidad no
fue demandada.
Además, el
proceder de la Sociedad Amor a Cartagena dentro del proceso de tutela fue
desleal con la parte demandante, y ocasionó que el Distrito Turístico no fuera
también inicialmente demandado. No otra cosa puede predicarse de la
sociedad que, reservándose la prueba de la responsabilidad compartida sobre el
mantenimiento de la escuela hasta la impugnación del fallo de primera
instancia, obtuvo que el ad-quem revocara el fallo en el que se la condenaba a
hacer las reparaciones que por su propia incuria no fueron ejecutadas antes.
3) ¿El
Distrito Turístico indujo en error a los actores?
Es indudable. Dentro
del proceso obran las pruebas de que les informó que la escuela era propiedad
de la SAC y que ese hecho le impedía atender la petición de reparar el local. Sólo
después de la impugnación del fallo de segunda instancia, el Alcalde Mayor
confesó en su informe que el Distrito sí suscribió el Convenio aducido por la
SAC, en virtud del cual aquél se obligó a efectuar las reparaciones que
coordinara la Presidenta de esa sociedad con la Secretaría de Obras Públicas
-folios 86 a 103-, aduciendo en su defensa que algunas reparaciones parciales
fueron hechas por la Alcaldía Menor correspondiente, y que la ejecución del
convenio estaba suspendida por haberse encontrado que éste viola la
Constitución actual.
Sin embargo, el
Distrito reconoció el convenio en virtud del cual se obliga al mantenimiento del
establecimiento educativo y, a través de su representante legal, aceptó la
titularidad de esa obligación. Además, aun sin la existencia del convenio,
tampoco en los casos en los que los particulares concurren a la prestación del
servicio de la educación básica, el Distrito puede desentenderse de las
obligaciones constitucionales que le imponen los artículos 67, 315 numeral 3,
356, 365 y 366 de la Carta Política, como lo informó a esta Corte la Secretaria
de Educación y Cultura Distrital: “Visitas realizadas a la Escuela República de
Venezuela desde el 9 de mayo de 1990. En nuestros archivos no aparece informe
alguno de visitas a esa escuela. Esta Secretaría sólo empezó a operar en ese
año y no tenemos aún cuerpo de Supervisores. Consultada la Secretaría de
Educación de Bolívar, tampoco tiene archivos al respecto” (folio 141).
Con la cita
anterior, se llega al punto nodal del problema constitucional planteado por los
actores: el servicio público de la educación básica y obligatoria se viene
prestando en el Barrio República de Venezuela, a través de un solo
establecimiento, la escuela pública 6 y 16, cuya administración se le entregó a
una entidad particular que no cumplió con las obligaciones que le
correspondían, mientras el Estado omitió la inspección y vigilancia que le
atañen, y ello llevó a que las condiciones en que se presta el servicio
paulatinamente decayeran hasta llegar a la situación actual, en la que: 1) se
está vulnerando el derecho a la educación, porque se está permitiendo que la
escuela prácticamente desaparezca a la vista de quienes acuden a ella
cotidianamente a estudiar; 2) se somete diariamente a alumnos y docentes a una
amenaza grave contra su vida y su salud; 3) se atropella la dignidad humana de
260 personas que han de congregarse día a día sin contar con los servicios y
las condiciones higiénicas mínimas; y 4) frente a la cual, las autoridades
encargadas de garantizar la efectividad de los derechos y asegurar la
prestación de los servicios a su cargo, deciden no proteger la vida, dignidad y
derechos de los afectados, porque existe un problema legal entre el Distrito y
la entidad administradora del servicio.
Así, es claro para
la Sala que no puede dejar de proteger y aplicar efectiva y prontamente
derechos fundamentales y principios básicos como los comprometidos en este caso
{vida e integridad personal (arts. 11 y 12 C.N.), dignidad humana (Preámbulo y
art. 1 C.N.), función de las autoridades (art. 2 C.N.), derechos de los niños
(art. 44 C.N.), derecho a la educación (art. 67 C.N.)}, absteniéndose de
ordenar al Distrito Turístico que actúe inmediatamente para evitar que se
prolongue la amenaza contra la vida de tantas personas, y mediatamente, provea
a la escuela del Barrio República de Venezuela, como debe, de las condiciones
mínimas para su funcionamiento.
Es cierto que el
Distrito Turístico no fue demandado en este proceso; pero no lo es menos que:
1) No lo fue porque
sus funcionarios negaron a los actores que él tuviera la responsabilidad que
constitucional y legalmente le corresponde. Parafraseando las sentencias
T-231/94 y T-05/95 (Magistrado Ponente Eduardo Cifuentes Muñoz), éste es uno de
los casos en los que la buena fe protege a quien ha obrado en virtud de una
apariencia engañosa. No sería justo dejar desprotegido a quien ha demandado de
acuerdo con la percepción errada de la realidad a la que le indujeron
oficialmente las autoridades, traicionando la confianza que debe presidir las
relaciones entre los particulares y los servidores públicos (Art. 83 C.N.).
2) También dejó de
ser demandado el Distrito Turístico, porque la Sociedad Amor a Cartagena negó
indebidamente a los actores el acceso a los convenios sucesivos que le
entregaron la administración de la escuela, y se reservó esa prueba hasta la
impugnación de la sentencia de primera instancia. Y no sería justo que tras
padecer la violación a su derecho de petición, la desinformación proveniente de
los funcionarios del Distrito, y el comportamiento desleal de la contraparte,
deban ahora los actores, y la comunidad a la que representan, quedar limitados
por una sentencia de tutela que no obligue al Distrito, y, por tanto,
completamente ineficaz, pues basta la ya repetida excusa de que la Sociedad
Amor a Cartagena carece de medios, para hacer que la violación de sus derechos fundamentales
continúe.
3) Además, el
Distrito no sólo conoció del proceso desde sus inicios, sino que informó sobre
los hechos relativos al mismo y sobre su participación en ellos (por activa y
pasiva), a ambos jueces de instancia y a esta Corte, reconociendo: que la
escuela adolece de fallas estructurales y amenaza ruina; que conoce del
problema hace años; que sí se obligó contractualmente a realizar el
mantenimiento de la instalación; que la directora y los docentes hacen parte de
la planta oficial; que el servicio cuya administración contrató con la Sociedad
Amor a Cartagena es el de la educación pública; y que no ha cumplido con la
inspección y vigilancia que le corresponde.
De lo anterior se
concluye:
1) La Sociedad Amor
a Cartagena sí es responsable por el mantenimiento de la escuela del barrio
República de Venezuela, cuando menos, en los términos de la cláusula cuarta del
convenio que firmó con el Distrito Turístico. En consecuencia, la Corte debe
revocar la sentencia de segunda instancia en la que indebidamente se absolvió a
la SAC de toda responsabilidad.
2) El Distrito
Turístico de Cartagena de Indias no fue demandado en este proceso; pero no lo
fue por su culpa y por la de su contratista, la Sociedad Amor a Cartagena,
entidad que cumplía temporalmente funciones públicas. Por tanto, ante la
urgencia de evitar que continúe en grave riesgo la vida de muchas personas, es
procedente que la Corte le ordene ocuparse prioritariamente de las medidas
inmediatas y mediatas que debe ejecutar para proteger la vida de quienes
concurren a la escuela del barrio República de Venezuela, y para que el
servicio les sea prestado en condiciones dignas, así como para que las
autoridades ejecutivas cumplan con la vigilancia e inspección de la educación que
la Constitución ordena.
3. CONCURRENCIA
DEL ENTE PARTICULAR A LA PRESTACIÓN DEL SERVICIO EDUCATIVO.
“La educación es...
un servicio público que tiene una función social” (art. 67 C.N.), y a la
prestación del cual pueden concurrir los particulares, ya sea con la fundación
de establecimientos educativos (art. 68 C:N:), ya sea con la contratación de
alguna de las actividades que comprende (art. 365 C.N.). Dentro de este marco
normativo, es posible que el Estado, la sociedad y la familia, sean responsables
de su prestación, y pueda mejorarse el servicio tanto en cubrimiento como en
calidad.
Sin embargo, en el
caso de la escuela del barrio República de Venezuela, no se viene cumpliendo
con la función social que la Constitución asigna a la educación, pues el servicio
se viene prestando en condiciones que ponen en peligro la vida de educandos y
educadores, ofenden la dignidad, y ponen en riesgo la salud de esas personas,
ya que desde hace años avanza el derrumbe paulatino de la edificación y
desaparecieron sus servicios sanitarios. No se puede educar a un grupo de niños
“...en el respeto a los derechos humanos...” (Art. 67 C.N.), cuando en el
establecimiento donde se pretende impartirles esa formación, brilla por su
ausencia tal respeto.
Dadas las pruebas
aportadas al expediente, esta Sala encuentra que la Sociedad Amor a Cartagena,
que aduce haber contratado con el Distrito Turístico su concurrencia a la
prestación del servicio por medio de la administración del mismo, dejó de
cumplir las obligaciones que presuntamente contrajo. También dan fe esas
pruebas de que la entidad territorial cumplió con participar en la dirección,
financiación y administración del servicio, proveyendo a la escuela de una
directora y de la planta de docentes requerida, pero que se abstuvo -primero la
Secretaría de Educación Departamental, y desde 1990 la Distrital-, de cumplir
con el inciso quinto del citado Artículo 67 Superior, pues el estado actual de
deterioro de la escuela no se habría presentado si se hubiese ejercido la
necesaria “...inspección y vigilancia de la educación con el fin de velar por
su calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral,
intelectual y física de los educandos...”, garantizando el adecuado cubrimiento
del servicio y asegurando a los menores las condiciones necesarias para su
acceso y permanencia en el sistema educativo.
Pero el estado de
anomia casi total en el que se viene prestando el servicio a la comunidad del
barrio República de Venezuela, queda a la vista si se tiene en cuenta que la
autoridad encargada de prestarlo contrató su administración en 1990, y el 14 de
julio de 1995, no sabe si el contrato que celebró está perfeccionado, pues
informó a esta Corte “que revisados los libros contentivos de las Gacetas
Distritales de el (sic) año 1990 a 1992, se constató que no reposa en ellos
Gaceta que contenga el Convenio para la prestación de un servicio educativo de
fecha marzo 9 de 1990... debido a que las mismas no siguen numéricamente una
secuencia por haber faltante de Gacetas, por lo tanto no es posible certificar
si dicho convenio fue publicado a través de este medio” (folio 152).
Así, ni el Distrito
de Cartagena, ni la Sociedad Amor a Cartagena pueden válidamente aducir frente
a terceros -y los actores lo son para el caso-, las cláusulas de un convenio
que requería de su publicación para ser perfeccionado (ver cláusula decima
quinta a folio 51), y que no se sabe si efectivamente apareció en la Gaceta
Distrital. En consecuencia, es claro que el Distrito debe continuar la actuación
administrativa, que según informó está en curso, para normalizar sus relaciones
con la sociedad Amor a Cartagena.
Pero, pretender que
los alumos y profesores de la escuela 6 y 16, así como la comunidad a la cual
pertenecen los primeros, deba seguir soportando la violación y amenaza de sus
derechos fundamentales mientras tales relaciones se ajustan a las normas
superiores vigentes, es imponerles una carga desproporcionada e injusta en un
Estado Social de Derecho. Los padres de los alumnos, éstos, y sus profesores,
tienen derecho a que las autoridades no les sometan a un riesgo grave para su
vida y para su salud, así como tienen derecho a recibir la educación básica
obligatoria en condiciones dignas. Por eso, a las autoridades Distritales,
instituídas para garantizar el pleno ejercicio de esos derechos, se les
ordenará en la parte resolutiva de esta providencia que actúen inmediatamente
para corregir la situación que originó este proceso y para prevenir que se
repita en el futuro.
DECISIÓN
En mérito de las
consideraciones que anteceden, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la
Corte Constitucional, en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. Revocar la sentencia proferida por el
Juzgado Tercero Penal del Circuito de Cartagena del 19 de abril de 1995; en su
lugar, tutelar los derechos a la vida, a la salud, a la educación, al trabajo,
y la dignidad humana de los 251 alumnos matriculados en la Escuela SAC 6 y 16
del barrio República de Venezuela, así como de la Directora, Ismenia García de
Romero, y de los docentes Dilma Lucía Díaz de de Avila, Demetria Barraza de
Borre, Elsa González Marrugo, Muriel Amor Olave, Sonia Ester Romero García, Marelvi
Ayola de Marimon, Adalberto Suárez Marrugo, y Berenice García de Romero.
SEGUNDO. Ordenar al Alcalde Mayor del Distrito
Turístico y Cultural de Cartagena de Indias proceder, dentro de las cuarenta y
ocho (48) horas siguientes a la notificación de este fallo, a adoptar las
medidas que sean necesarias para garantizar la vida, la salud y el respeto por
la dignidad humana de los alumos y docentes de la Escuela del Barrio República
de Venezuela, sin que por ello se interrumpa la prestación del servicio público
de la educación para esos menores, o se les imponga cargas que no tienen porque
soportar.
TERCERO. Ordenar al Alcalde Mayor del Distrito
Turístico y Cultural de Cartagena de Indias que culmine, a la mayor brevedad
posible, la revisión del convenio celebrado por la entidad a su cargo y la
Sociedad Amor a Cartagena, a fin de hacer cesar la situación de anomia en la
que se abandonó el servicio público de la educación básica obligatoria en las
escuelas cuya administración se contrató con dicha sociedad, y preveer que
hechos como los que originaron este proceso vuelvan a presentarse.
CUARTO. Comunicar la presente providencia al
Juzgado Noveno Penal Municipal de Cartagena para los fines del artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DÍAZ
Magistrado Ponente
JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
507 | T-386-95
Sentencia No. T-386/95
Sentencia No.
T-386/95
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Alcance
La Constitución,
en su artículo 229, garantiza a las personas que se encuentran en el territorio
nacional, cuando crean haber sido víctimas de una conducta delictiva, que
podrán acudir ante un funcionario judicial que investigará los hechos, y si es
del caso, acusará ante el juez competente al sindicado de la acción ilícita. Lo
que no garantiza la Carta es que la decisión de este último acogerá las
pretensiones de una de las partes y favorecerá sus intereses; se hace efectivo
este derecho, garantizando a ambas partes su efectiva concurrencia al proceso
en pie de igualdad ante la ley, sea cual fuere el resultado de la litis.
ACTUACION
JUDICIAL-Fundamento
objetivo de la decisión/VIA DE HECHO-Inexistencia
Cuando una
autoridad estatal actúa manifiestamente en contra de la Constitución y la Ley,
se puede afirmar que ese comportamiento carece de fundamento objetivo. El Juez
podía resolver el recurso confirmando la sentencia de primera instancia, o
mejorando la situación del condenado, incluso hasta el punto de absolverlo de
todos los cargos, decisión ésta última por la cual optó. Ha de concluírse
entonces que la actuación de la autoridad demandada sí tiene fundamento
objetivo en la Constitución y la ley; y en lo relativo a este aspecto, no
incurrió el Juez en una vía de hecho que haga procedente la tutela en su
contra.
DOCTRINA-Criterio Auxiliar
El juez que en
sus actuaciones decide no atender a este criterio auxiliar, o encuentra que en
determinado caso debe decidir contradiciendo la opinión mayoritaria de los
doctrinantes, no por eso incurre en una actuación de hecho. La presencia de un
error doctrinario en la fundamentación de una decisión judicial no la
convierte, per se, en el producto de una vía de hecho; ésta no se presenta si
las pruebas aportadas y las normas aplicables al caso razonablemente avalan lo
decidido sobre el derecho sustancial.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES/PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ
Es inapropiada la
razón de la Sala Penal, porque implica un pronunciamiento del juez de tutela
sobre la culpabilidad que está claramente fuera de lugar, pues sobrepasa la
materia de decisión del proceso de amparo, y limita indebidamente la
discrecionalidad de aquel a quien se ordena nuevamente considerar y decidir el
recurso de apelación interpuesto.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES
Teniendo a la
doctrina como criterio de lo que en tal situación puede considerarse razonable,
y dada la versión de los hechos a la que llegó el Juez que en el proceso penal
no se cumplía con el requisito establecido en la última de las normas citadas
para adoptar una sentencia condenatoria; en consecuencia, al optar por la
absolución no obedeció a su mera voluntad o capricho, lo que descarta
definitivamente la existencia de una vía de hecho.
Ref.: Expediente
No. 70837
Acción de tutela
contra el Juez Promiscuo del Circuito de Socha (Boyacá), por una presunta
violación de los derechos al debido proceso y de acceso a la administración de
justicia.
Tema:
La acción de tutela
no procede contra providencias judiciales cuando no se incurre al proferirlas
en una vía de hecho, y ningún derecho fundamental resulta violado o amenazado.
Actor: Hugo Darío Perico Estupiñán
Magistrado
Ponente: Dr. Carlos
Gaviria Díaz
Santafé de Bogotá
D.C., Primero (1°) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera Vergara, y Carlos Gaviria
Díaz, este último en calidad de ponente,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN,
procede a dictar
sentencia de revisión en el proceso de la referencia.
ANTECEDENTES
1. HECHOS.
El 7 de julio de
1992, Hugo Darío Perico Estupiñán transitaba en una bicicleta de su propiedad
por las calles de Socha (Boyacá), cuando colisionó contra la volqueta de placas
OP-32-90 perteneciente al Ministerio de Obras Públicas, y conducida por Jorge
Iván Rodríguez Castillo (folio 1 del sumario).
El 1° de agosto del
mismo año, los médicos legistas fijaron la incapacidad provisional del señor
Perico Estupiñán en cuarenta (40) días (folio 50 del sumario), razón por la
cuál el proceso que tramitaba la Inspección Departamental de Policía de Socha,
pasó al Juzgado Promiscuo Municipal de esa localidad (folio 53 del sumario).
El 22 de noviembre
de 1994, ese Despacho condenó a Jorge Iván Rodríguez Castillo, por el delito de
lesiones personales culposas, a la pena principal de dieciocho (18) meses de
prisión, multa de tres mil setecientos cincuenta pesos ($3.750,oo), y al pago
de veinte gramos de oro por los perjuicios materiales causados; le concedió el
beneficio de la condena de ejecución condicional con garantía prendaria, le
suspendió por seis meses en el ejercicio de su oficio de conductor, y le impuso
la pena accesoria de interdicción de derechos y funciones públicas por un
período igual al de la condena principal (folios 109 a 123 del sumario).
En la oportunidad
legal, el defensor de oficio del señor Rodríguez Castillo impugnó esa sentencia
condenatoria, y como apelante único adujo que “...la simple demostración de la
conducta objetivamente considerada no puede dar lugar dentro de un proceso
penal o de cualquier naturaleza, a la imposición de una sanción, porque sería
menester la demostración del elemento subjetivo...” (folio 129 del sumario), y
éste último no aparece claramente establecido en el proceso.
El 16 de febrero de
1995, el Juzgado Promiscuo del Circuito de Socha resolvió revocar la sentencia
de primera instancia, y en su lugar, absolver al procesado de todos los cargos
formulados en su contra.
2. DEMANDA DE
TUTELA.
El 27 de marzo del
año en curso, Hugo Darío Perico Estupiñán presentó una demanda de tutela en
contra del titular del Juzgado Promiscuo del Circuito de Socha, Dr. Rafael
Humberto Aguirre Acevedo, alegando que éste, “...al conocer por apelación de la
sentencia condenatoria proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de Socha,
decidió de manera inexplicable absolver de los cargos al conductor de la
volqueta, Jorge Iván Rodríguez, quien por su actuar culposo me ocasionó las
lesiones dictaminadas por el médico legista, aduciendo la compensación de
culpas, cuando la misma en el Derecho Penal nunca es constitutiva ni está
contemplada como causal de inculpabilidad de un delito como el cometido por el
procesado...” (folio 1 de expediente).
Según el actor, con
esa actuación el demandado le violó sus derechos de acceso a la administración
de justicia, y al debido proceso, por lo que solicitó dejar sin efectos la
providencia impugnada, y ordenar al Juez Promiscuo del Circuito dictar una
nueva sentencia, así como remitir copias de lo actuado para que el órgano
competente le exigiera la responsabilidad disciplinaria correspondiente.
3. FALLO DE PRIMERA
Y ÚNICA INSTANCIA.
La Sala Penal del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Rosa de Viterbo decidió, el 7
de abril de 1995, tutelar el derecho al debido proceso de Hugo Darío Perico
Estupiñán, ordenando que se dictara nuevamente la sentencia de segunda
instancia en el proceso penal. Se abstuvo de remitir copias para fines
disciplinarios, pues ya el interesado había presentado queja en contra del
actuar del demandado. Esta sentencia se basó en las siguientes consideraciones:
“Una revisión al
proceso radicado en el Juzgado Promiscuo Municipal de Socha bajo el número
1.203 adelantado contra Jorge Iván Rodríguez Castillo por ´lesiones personales´
en Hugo Darío Perico Estupiñán, nos permite arribar a la conclusión de afirmar
que en ese instructivo y causa se cumplieron las formas propias de cada juicio;
en efecto, la investigación, calificación y fallo se hizo por juez competente;
el procesado fue asistido por defensor de oficio quien estuvo atento a impugnar
las decisiones que consideró adversas; la prueba aportada fue en audiencia
pública controvertida y, las notificaciones se surtieron normalmente. Por
manera que, a juicio de la Sala, en la tramitación del proceso a que hacemos
alusión, no se vulneró el debido proceso como lo afirma el accionante. En
consecuencia, por este aspecto no resulta dable tutelar tal derecho” (folio 37
del expediente).
“Tampoco se le
impidió al lesionado y hoy peticionario Hugo Darío Perico Estupiñán el acceso a
la administración de justicia, si se tiene en cuenta que con fundamento en la
denuncia que su hermano presentó ante la Inspección Departamental de Policía de
Socha, se puso en actividad la función estatal y se le practicaron los
reconocimientos médico-legales que el caso demandaba, luego por este otro aspecto
la acción de tutela no está llamada a prosperar” (folio 38 del expediente).
“Como bien puede
apreciarse, el Juez Promiscuo del Circuito de Socha doctor Rafael Aguirre
Acevedo, acepta en la motivación de su sentencia que en el proceso penal no es
de recibo la compensación de culpas, como sí lo es en el derecho civil, y no
obstante, con fundamento en que para el caso bajo su estudio y decisión se
presentaba una compensación, acogió aquella tesis y resolvió absolver al
procesado” (folio 39 del expediente).
“Esta falta de
objetivización o de soporte jurídico para absolver es lo que para el caso se
considera una vía de hecho, toda vez que subjetivamente, pero sin respaldo en
la doctrina, resolvió el juzgado de segunda instancia absolver al acusado, como
si hubiera obrado inculpablemente”.
“Diferente es,
naturalmente, cuando se trata de CONCURRENCIA DE CULPAS, ésta sí aceptada en la
doctrina penal como aminorante de la sanción pero no como eximente de
culpabilidad, en la que la culpa del autor origina la culpa de la víctima y la
primera es determinante de la segunda; o bien cuando el resultado lo determina
la primera culpa, la de la víctima no excluye de responsabilidad. También puede
ocurrir que la imprudencia sea cometida conjuntamente y se produce daño a uno
de los autores. En este caso, la culpa de la víctima no excluye de
responsabilidad al otro, precisamente porque la del primero es causa de un
resultado previsible y evitable” (folio 40 del expediente).
“Lo expuesto en
precedencia permite a la Sala concluir que efectivamente la sentencia
absolutoria que el Juzgado Promiscuo del Circuito de Socha profirió a favor del
acusado Jorge Iván Rodríguez Castillo contiene una vía de hecho y, por tanto,
la acción de tutela por este aspecto impetrada, está llamada a prosperar”
(folio 41 del expediente).
Este fallo no fue
impugnado.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente para pronunciarse en el grado jurisdiccional de
revisión sobre el fallo de instancia proferido en el trámite de este proceso,
según los artículos 86 y 241 de la Carta Política. Corresponde proferir la
decisión a la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas, de acuerdo con el reglamento
interno y el auto adoptado por la Sala de Selección Número Seis el 14 de junio
de 1995 (folios 160 a 166 del expediente).
2. ACCESO A LA
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.
El actor tuvo
efectivo acceso a la administración de justicia desde el momento en que se
produjo el accidente, pues minutos después se informó oficialmente sobre el
insuceso a la Inspección Departamental de Policía, entidad que inició las
averiguaciones del caso, recibió el denuncio de los hechos en la versión de un
hermano de la víctima, ordenó los exámenes médico legales, y adjuntó al sumario
los resultados de los mismos, así como los experticios y testimonios
considerados pertinentes.
Una vez los médicos
legistas dictaminaron una incapacidad provisional de 40 días, el proceso pasó
al conocimiento de un juez de la República, quien dictó sentencia de fondo, y
también el juez de segunda instancia se pronunció sobre lo que fue objeto del
recurso de apelación interpuesto por el sindicado.
La Constitución, en
su artículo 229, garantiza a las personas que se encuentran en el territorio
nacional, cuando crean haber sido víctimas de una conducta delictiva, que
podrán acudir ante un funcionario judicial que investigará los hechos, y si es
del caso, acusará ante el juez competente al sindicado de la acción ilícita. Lo
que no garantiza la Carta es que la decisión de este último acogerá las
pretensiones de una de las partes y favorecerá sus intereses; se hace efectivo
este derecho, garantizando a ambas partes su efectiva concurrencia al proceso
en pie de igualdad ante la ley, sea cual fuere el resultado de la litis.
Así, no es atendible
la afirmación de que se denegó el acceso a la administración de justicia al
señor Perico Estupiñán y, en consecuencia, no procede la acción de tutela
instaurada para la defensa de un derecho que en ningún momento fue violado o
amenazado por la actuación de la autoridad contra la cuál se dirigió la
demanda.
3. DEBIDO
PROCESO.
Según la Sala Penal
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Rosa de Viterbo, el Juez
Promiscuo del Circuito de Socha incurrió en una vía de hecho, pues, a pesar de
reconocer que en el proceso penal no es de recibo la compensación de culpas,
basó en tal figura su decisión de absolver al procesado. “Esta falta de
objetivización o de soporte jurídico para absolver es lo que para el caso se
considera una vía de hecho, toda vez que subjetivamente, pero sin respaldo en
la doctrina, resolvió el Juzgado de segunda instancia absolver al acusado, como
si hubiera obrado inculpablemente” (folios 39-40 del expediente).
En cambio, esta Sala
encuentra que si se revisa ese fallo a la luz de la doctrina de la Corte
Constitucional sobre la procedencia de la acción de tutela contra providencias
judiciales, resulta que la actuación del funcionario demandado tiene fundamento
objetivo, no obedece sólo a su voluntad o capricho, y su consecuencia no es la
violación de los derechos fundamentales del actor. Para mayor claridad sobre
las razones que llevan a la Sala a adoptar tal juicio, se expone a continuación
cada uno de los aspectos mencionados.
3.1. Doctrina
sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales.
La Sala Plena de
esta Corporación fijó su doctrina sobre el punto que aquí interesa, al
pronunciarse sobre la constitucionalidad de los artículos 11, 12 y 25 del
Decreto 2591 de 1991 en la Sentencia C-543 del 1° de octubre de 1992
(Magistrado Ponente José Gregorio Hernández Galindo); a partir de esa
oportunidad, y en la revisión posterior de numerosas tutelas, la Corte ha
sostenido:
“De
conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas, no cabe
duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función
de administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para los
particulares y también para el Estado. En esa condición no están excluidos de
la acción de tutela respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen
derechos fundamentales, lo cual no significa que proceda dicha acción contra
sus providencias. Así, por ejemplo, nada obsta para que por la vía de la
tutela se ordene al juez que ha incurrido en dilación injustificada en la
adopción de decisiones a su cargo que proceda a resolver o que observe con
diligencia los términos judiciales, ni riñe con los preceptos
constitucionales la utilización de esta figura ante actuaciones de hecho
imputables al funcionario por medio de las cuales se desconozcan o amenacen los
derechos fundamentales, ni tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio
irremediable, para lo cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela
pero como mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es
puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez
ordinario competente. En hipótesis como estas no puede hablarse de atentado
alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de
hacer realidad los fines que persigue la justicia. Pero, en cambio, no está
dentro de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse en el trámite
de un proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las que
cumple, en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad
está excluida de plano en los conceptos de autonomía e independencia
funcionales, a los cuales ya se ha hecho referencia. De ningún modo es
admisible, entonces, que quien resuelve sobre la tutela extienda su poder de
decisión hasta el extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa que se debate
en un proceso, o en relación con el derecho que allí se controvierte” (subrayas
fuera del texto).
3.2. Fundamento
objetivo de la actuación.
De acuerdo con la
doctrina de esta Corte, cuando una autoridad estatal actúa manifiestamente en
contra de la Constitución y la Ley, se puede afirmar que ese comportamiento
carece de fundamento objetivo.
No es ese el caso
del Juez Promiscuo del Circuito de Socha, ya que su actuación se redujo a
conocer de un proceso por lesiones personales culposas, en virtud del recurso
de apelación que válidamente interpuso el condenado, como apelante único, para
que el superior se pronunciara sobre el fundamento probatorio del elemento
subjetivo de tal delito, pues, en parecer del recurrente, las pruebas aportadas
al proceso son insuficientes para sustentar una condena penal.
Al respecto,
establece el artículo 31 de la Carta Política:
“Toda sentencia
judicial podrá ser apelada o consultada, salvo las excepciones que consagre la
ley.
El superior no podrá
agravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante único”.
Ya que la sentencia
condenatoria proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de Socha no hace
parte de ninguna de las excepciones consagradas legalmente, el Juez Promiscuo
del Circuito de la misma localidad debía pronunciarse sobre el asunto que fue
objeto de la apelación, respetando el límite de no agravar la situación del
condenado. Así, tanto desde el punto de vista constitucional como del legal, el
ad-quem debía tramitar la segunda instancia y proferir sentencia de
fondo, pronunciándose en ella sobre el respaldo probatorio de la sentencia que
condenó a Jorge Iván Rodríguez Castillo.
Desde la perspectiva
del artículo 31 Superior, y desde la que corresponde a los artículos 21 del
Código Penal[1],
y 247 del Código de Procedimiento Penal[2],
el Juez Promiscuo del Circuito de Socha podía resolver el recurso confirmando
la sentencia de primera instancia, o mejorando la situación del condenado,
incluso hasta el punto de absolverlo de todos los cargos, decisión ésta última
por la cual optó.
Ha de concluírse
entonces que la actuación de la autoridad demandada sí tiene fundamento
objetivo en la Constitución y la ley; y en lo relativo a este aspecto, no
incurrió el Juez Promiscuo en una vía de hecho que haga procedente la tutela en
su contra.
3.3.
Fundamentación fáctica y normativa de la decisión.
Establecido como
está que el Juez Promiscuo del Circuito de Socha era competente para adoptar la
decisión absolutoria que originó el presente proceso de tutela, para saber si
incurrió en una vía de hecho, ha de examinarse ahora si en el ejercicio de tal
competencia obedeció a su mera voluntad o capricho, e ignoró las restricciones
que le impone el mandato del artículo 230 de la Constitución, según el cual el
funcionario debió actuar sometido al imperio de la ley.
La Sala inicia la
consideración de este aspecto, señalando que la razón expuesta por la Sala
Penal del Tribunal Superior del Distrito de Santa Rosa de Viterbo sobre el
tema, es inapropiada e insuficiente para definir si el demandado incurrió o no
en una vía de hecho.
El juez de tutela
consideró que el juicio proferido por el funcionario penal adolece de falta de
objetivización o soporte jurídico para absolver (y por tanto se considera una
actuación de hecho), “...toda vez que subjetivamente, pero sin respaldo en la
doctrina, resolvió el Juzgado de segunda instancia absolver al acusado, como si
hubiera obrado inculpablemente”.
Esta apreciación del
a-quo es inapropiada, porque el inciso segundo del artículo 230 Superior
establece que “la equidad, la jurisprudencia, los principios generales del
derecho y la doctrina son criterios auxiliares de la actividad judicial”
(subraya fuera de texto). Así, el juez que en sus actuaciones decide no atender
a este criterio auxiliar, o encuentra que en determinado caso debe decidir
contradiciendo la opinión mayoritaria de los doctrinantes, no por eso incurre
en una actuación de hecho.
También es inapropiada
la razón de la Sala Penal, porque implica un pronunciamiento del juez de tutela
sobre la culpabilidad del señor Rodríguez Castillo (“Esta falta de
objetivización o de soporte jurídico para absolver... al acusado, como si
hubiera obrado inculpablemente”), que está claramente fuera de lugar, pues
sobrepasa la materia de decisión del proceso de amparo, y limita indebidamente
la discrecionalidad de aquel a quien se ordena nuevamente considerar y decidir
el recurso de apelación interpuesto.
Además, la
consideración del Tribunal Superior resulta insuficiente, porque afirma la
falta de respaldo jurídico para absolver al acusado, sin analizar si las
pruebas válidamente aportadas al sumario, razonablemente permiten una decisión
absolutoria en el marco de las normas vigentes; o, como lo planteó el defensor
de Rodríguez Castillo en la sustentación de la apelación, si dentro de ese
marco normativo es claramente irrazonable afirmar que: las pruebas aportadas no
alcanzan para conducir al juez a la plena certeza sobre la responsabilidad del
sindicado.
Es claro que la
contradictoria exposición de la compensación de culpas que hizo el Juez
Promiscuo del Circuito en su fallo, ni es de recibo en materia penal, ni puede
ser fundamento suficiente para absolver a Rodríguez Castillo. Pero, ¿acaso ése
es el único fundamento de tal decisión? Más aún, ¿el error teórico en el que
incurrió el juez, por craso que pueda considerarse, tiene entidad suficiente
para hacer desaparecer las demás consideraciones sobre el derecho sustantivo
que reclamó el condenado en su apelación? Esta Sala considera que no; que la
presencia de un error doctrinario en la fundamentación de una decisión judicial
no la convierte, per se, en el producto de una vía de hecho; ésta no se
presenta si las pruebas aportadas y las normas aplicables al caso
razonablemente avalan lo decidido sobre el derecho sustancial. Lo contrario
vulnera claramente el mandato constitucional del artículo 228: “La
Administración de Justicia es función pública. Sus decisiones son independientes.
Las actuaciones serán públicas y permenentes con las excepciones que establezca
la ley y en ellas prevalecerá el derecho sustancial...” (subraya fuera
del texto).
Frente a los mismos
hechos, acreditados procesalmente por idénticos medios, el juez penal de
primera instancia (folios 109 a 123), y el de segunda (folios 138 a 156),
coinciden en juzgar la culpabilidad que puede corresponderle a Jorge Iván
Rodríguez Castillo por las lesiones personales sufridas por Hugo Darío Perico
Estupiñán, cuando éste último entrenaba para una competencia ciclística, sin el
debido permiso, desplazándose por la carrera 9a. de Socha, y aquél cruzó dicha
vía conduciendo una volqueta a la altura de la calle 5a., sin marcar parada al
ingresar al cruce.
También concuerdan
las providencias de ambos funcionarios al decidir sobre la existencia de los
siguientes tres elementos de la culpa: un error de conducta, un resultado
dañoso, y la relación de causalidad entre el primero y el segundo.
Uno y otro juez
afirman que el sindicado y la víctima incurrieron en un error de conducta, pues
al momento de los hechos ambos ejercían una actividad peligrosa y se
encontraban transgrediendo el reglamento de tránsito que válidamente la regula:
el sindicado cruzando una vía preferencial sin marcar parada, y la víctima
entrenando con sus compañeros en el casco urbano sin el permiso previo que esa
actividad requiere.
Ambos funcionarios
reconocen el resultado dañoso de la colisión de los vehículos en la integridad
física de Perico Estupiñán, quien sufrió lesiones que lo incapacitaron por
cuarenta días, y le dejaron como secuelas la perturbación funcional del órgano
olfativo y una deformación física, ambas de carácter permanente.
Difieren las
providencias de los jueces penales de instancia, en el juicio sobre la relación
de causalidad entre el error de conducta y el daño, y en consecuencia, en la
decisión sobre la culpabilidad de Rodríguez Castillo.
El Juez Municipal
consideró la circunstancia de que tanto el ofendido como el ofensor
contravenían el reglamento de tránsito al momento de los hechos; sin embargo,
para él es determinante (ver el último párrafo del folio 117) que Rodríguez
Castillo no sólo contravino la norma que le obligaba a parar al llegar al
cruce, sino que además, “...de acuerdo al artículo 132 del Dcto. Ley 1344/70
segundo párrafo, cuando hay una intercepción no señalizada como en éste caso se
debe realizar el respectivo pare, si dos vehículos llegan a la intercepción
tiene prioridad de cruce el vehículo que se encuentra a la derecha, como en
este caso tenía prioridad la bicicleta- la cual al momento de la intercepción
se hallaba en la derecha” (folio 91 del sumario, informe del perito técnico del
Instituto de Tránsito de Boyacá).
El Juez de Circuito
en cambio, no considera que Rodríguez Castillo haya desconocido la prioridad de
cruce de las bicicletas, por la sencilla razón de que tanto los testimonios
como el croquis, dan cuenta de que la volqueta llegó al cruce antes que las
bicicletas, y que si una de éstas -eran tres que al momento transitaban una al
lado de la otra-, alcanzó a chocar contra la parte trasera de la volqueta antes
de que ésta terminara de cruzar la avenida, ello se debió, más que a la
imprudencia de Rodríguez Castillo, a la velocidad propia del entrenamiento que
cumplían los ciclistas, aumentada por la gravedad -pues la carrera 9a.
desciende al llegar al cruce con la calle 5a-, y a la imprudencia o impericia
de los deportistas, que vieron la volqueta desde que empezó a cruzar y
continuaron transitando por el lado de la calzada por el cual se encontrarían
con ella, cuando ya había atravesado más de seis (6) metros de los ocho con
diez (8.10) que mide en ese tramo la avenida (folios 150 y 151 del sumario).
Ante esa versión de
los hechos, que indudablemente encuentra respaldo en el acervo probatorio
-incluídos el testimonio de la víctima y los de sus compañeros de
entrenamiento-, ¿es irrazonable que el juez que conoce del recurso de
apelación, juzgue que no hay pruebas suficientes para afirmar la culpabilidad
de Rodríguez Castillo?
Teniendo a la
doctrina como criterio de lo que en tal situación puede considerarse razonable[3], y dada la versión de
los hechos a la que llegó el Juez Promiscuo del Circuito de Socha, es razonable
que él haya juzgado (atendiendo al texto de los artículos 21 del Código Penal y
247 del Código de Procedimiento Penal -notas de pié de página 1 y 2-), que en
el proceso penal no se cumplía con el requisito establecido en la última de las
normas citadas para adoptar una sentencia condenatoria; en consecuencia, al
optar por la absolución no obedeció a su mera voluntad o capricho, lo que
descarta definitivamente la existencia de una vía de hecho.
3.4. Inexistencia
de violación o amenaza a los derechos fundamentales.
El tercer aspecto
que según la doctrina de la Corte Constitucional debe examinarse para decidir
sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales es, si de la
actuación de la autoridad demandada se siguió una violación o amenaza a los
derechos fundamentales del actor.
Como se explicó ya
ampliamente, ni el derecho al debido proceso, ni el de tener acceso a la
administración de justicia, le fueron violados al señor Perico Estupiñán.
Además, él reclama que la actuación del Juez demandado le privó de una
indemnización a la que tiene derecho. Empero, lo cierto es que, a consecuencia
de la decisión del juez penal de segunda instancia, ese derecho no ha nacido en
cabeza del actor y éste, si aspira a que tal derecho se declare judicialmente
como suyo, debe acudir ante la jurisdicción competente, y probar ante el
funcionario competente que la culpa de Rodríguez Castillo en las lesiones que
sufrió, es mayor que la suya.
DECISIÓN
En mérito de las
consideraciones expuestas, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la Corte
Constitucional, en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO: Revocar la sentencia proferida por
la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Rosa de
Viterbo el siete (7) de abril de mil novecientos noventa y cinco (1995), y en
su lugar, denegar la tutela impetrada por Hugo Darío Perico Estupiñán contra el
Juez Promiscuo del Circuito de Socha.
SEGUNDO: Comunicar la presente providencia al
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Rosa de Viterbo, para los
efectos del artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] “Causalidad. Nadie podrá ser condenado por un hecho punible, si
el resultado del cual depende la existencia de éste, no es consecuencia de su
acción u omisión.
Cuando se tiene el deber jurídico
de impedir el resultado, no evitarlo, pudiendo hacerlo, equivale a producirlo”.
[2] “Prueba para condenar. No se podrá dictar sentencia condenatoria
sin que obre en el proceso prueba que conduzca a la certeza del hecho punible y
la responsabilidad del sindicado.
En los procesos de que conocen los jueces regionales no se podrá
dictar sentencia condenatoria que tenga como único fundamento, uno o varios
testimonios de personas cuya identidad se hubiere reservado”.
[3] valga
como ejemplo el texto de Fernando Velásquez Velásquez, Derecho Penal -Parte
general- quien afirma “...que cuando el jurista emite un juicio de tipicidad,
debe precisar si la acción es causa del resultado, apoyado en diversas
teorías históricamente formuladas al respecto, aunque en la práctica solo
subsisten tres de ellas, como se indica a continuación”.
“La
primera y más tradicional es la llamada Teoría de la equivalencia de las
condiciones [conditio sine qua non] ...partiendo de un concepto de causalidad
natural, todas las condiciones del resultado tienen idéntica y equivalente
calidad causal... esta fórmula se puede utilizar siempre y cuando se apliquen
diversos correctivos... es posible que una cadena causal, una vez puesta en
movimiento, sea interrumpida por otra u otras (causalidad acumulativa o
alternativa) que puede(n) generar el resultado. La segunda de las posturas
imperantes en este ámbito es la conocida con el nombre de Teoría de la
causalidad adecuada...según la cual no toda condición es causa, penalmente
hablando, sino aquella que según la experiencia general habitualmente produce
el resultado...como puede apreciarse, se introduce un criterio valorativo (el
de la experiencia general) que permite el desplazamiento del dogma causal hacia
terrenos normativos acudiendo a pautas gaseosas, no siempre verificables, que
tampoco resuelven diversas hipótesis de la vida práctica. La tercera postura,
que preside la discusión desde los años setentas del siglo XX: Teoría de la
imputación objetiva... su máximo teórico es el primero en reconocerlo, sus
resultados son aún inseguros...”. |
508 | T-387-95
Sentencia No. T-387/95
Sentencia No.
T-387/95
ACCION DE TUTELA
TEMERARIA-Nuevos hechos
La Corporación
revocará el fallo proferido por el Juzgado y procederá a conocer de la tutela
de los derechos de la menor que se consideran violados por la accionada, por
cuanto existen hechos nuevos respecto del fallo inicialmente adoptado por el
Juzgado, consistentes en el traslado de la residencia de la menor y su familia
de esta ciudad a Barranquilla, y también la negativa del ISS de la capital del
Departamento del Atlántico a dar el respectivo tratamiento médico y suministrar
los medicamentos requeridos por la menor para preservar su salud y
subsistencia.
DERECHO A LA SALUD-Suministro de medicamentos/DERECHO A LA
SALUD DEL NIÑO/DERECHO A LA VIDA-Suministro de medicamentos
Se está poniendo
en peligro la vida, la salud y la integridad física de la menor, de manera
injustificada ya que, como quedó establecido en el primer proceso de tutela,
tanto el tramiento médico como el suministro de los medicamentos son necesarios
para preservar la vida de la menor, y mejorar sus condiciones de salud, para
que pueda llevar una existencia normal.
INSTITUTO DE
SEGUROS SOCIALES-Suministro
de medicamento/INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES-Atención a nivel nacional
No encuentra la
Corte Constitucional ninguna justificación para que una entidad de carácter
nacional como el ISS, aduciendo que el traslado de una persona que tiene
derecho a gozar de los servicios que dicha entidad presta, la imposibilita para
atenderla porque solamente la Seccional de la ciudad de Medellín está
autorizada para dar la atención médica y suministrar los medicamentos a la
paciente, y no la de Barranquilla. En el caso sub exámine, tal decisión ha
podido ocasionarle desmejoras en su salud a la menor, e inclusive podido poner
en peligro su vida, situación a la cual no puede ser ajeno el Juez de tutela,
más aún teniendo en cuenta que los derechos de los niños prevalecen sobre los
de los demás.
FALLO DE TUTELA-Incumplimiento/ACCION DE TUTELA
TEMERARIA-Inexistencia
La accionante
nuevamente debió acudir a este mecanismo de protección, a fin de lograr el
amparo efectivo de los derechos de su hija, que ya había sido ordenado por
providencia judicial, y que, como consecuencia de la actitud del ISS de
Barranquilla al no acatarlo en debida forma, volvió a vulnerar los mismos
derechos de ésta, obligando a la demandante a acudir nuevamente a la presente
acción de tutela, con claro fundamento legal frente al incumplimiento de la
decisión judicial, que no dio lugar a una acción temeraria, sino por el
contrario, a la defensa de los derechos de los niños reconocidos en sentencias
ejecutoriadas y quebrantados en forma ostensible por la entidad nacional
oficial citada.
REFERENCIA: Exp. No. T- 76201
DEMANDANTE: GRACIELA DEL CARMEN RODRIGUEZ ACOSTA EN
REPRESENTACION DE SU HIJA MENOR GISELLA PAOLA ECHAVARRIA RODRIGUEZ contra el
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES DE LA VIA 40 (Barranquilla).
PROCEDENCIA: Juzgado Trece Penal Municipal de
Barranquilla.
TEMA: Derecho a la salud, a la vida y a la
integridad física de los niños.
MAGISTRADO
PONENTE:
Dr. HERNANDO
HERRERA VERGARA.
Santa Fe de Bogotá,
septiembre 05 de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Procede la Sala
Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO, FABIO MORON DIAZ y HERNANDO HERRERA VERGARA, a
revisar el fallo proferido por el Juzgado Trece Penal Municipal de Barranquilla
el 22 de junio de 1995 en el proceso de tutela de la referencia.
El expediente llegó
al conocimiento de esta Sala por remisión que le hizo el Juzgado Trece Penal
Municipal de Barranquilla, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 31
del Decreto 2591 de 1991.
Con fundamento en
los artículos 86 de la Constitución Política, y 33 del Decreto 2591 de 1991, la
Sala de Selección Número Ocho (8) de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de revisión, la acción de tutela de la referencia.
I. ANTECEDENTES.
1. Manifiesta la accionante que instaura la
presente acción de tutela en representación de su hija menor de nueve años
GISELLA PAOLA ECHAVARRIA RODRIGUEZ, que nació con un tumor en la cabeza del que
fue operada. Cuando la menor tenía dos años se le diagnosticó una enfermedad
conocida con el nombre de "Diabetes Insípida", por la cual
recibió la correspondiente atención médica a través del INSTITUTO DE SEGUROS
SOCIALES en la ciudad de Medellín.
2. Cuando cumplió los seis años de edad, su
madre presentó una acción de tutela en contra de ISS por negarle el derecho a
la asistencia médica del cual venía gozando como consecuencia del tratamiento
al cual se encontraba sometida.
En esa oportunidad
el Juzgado Vigésimo Penal Municipal de Medellín dictó sentencia el 23 de agosto
de 1994 tutelando los derechos de la menor, y ordenando al Gerente del ISS en
Medellín, que a través de la Coordinación de Pediatría se le suministrara la
atención médica requerida y consecuentemente el medicamento denominado "Desmopresina"
hasta que el tratamiento así lo exigiera.
3. Por problemas familiares, la madre de la
menor, ésta y su familia debieron trasladarse a la ciudad de Barranquilla, y
para seguir con el tratamiento de la menor, le solicitaron al ISS de Medellín una
orden para que la niña fuera atendida en la Seccional de la capital del
Departamento del Atlántico.
Por su parte, la
Subgerente de Salud de la entidad accionada, Flor Angela Pulido, le informó a
la madre de la niña que la droga no podía ser suministrada porque no gozaba de
ese derecho en la ciudad de Barranquilla sino en Medellín, vulnerando así los
derechos a la asistencia médica y a la salud de la menor.
PRETENSIONES
Manifiesta la
accionante que instauró la presente acción de tutela por considerar que "se
está violando el derecho a la salud de los niños, ya que es lo primero, si la
niña no toma la medicina se muere (sic), yo cuando gané la tutela en Medellín,
dijeron que eso era de por vida, y la niña necesita la droga de por vida por la
enfermedad que ella tiene. Pido a la señora Juez que se solucione el problema
porque el remedio que tengo se me está acabando y la niña se puede morir".
Manifiesta la madre
de la menor que no tiene recursos económicos ni siquiera para viajar a Medellín
a traer la droga.
II. LA DECISION
JUDICIAL QUE SE REVISA.
Correspondió conocer
de la nueva acción de tutela al Juzgado Trece Penal Municipal de Barranquilla,
el cual dictó sentencia el 22 de junio de 1995, rechazándola de plano por
considerar que la señora GRACIELA DEL CARMEN RODRIGUEZ ACOSTA, instauró una
tutela temeraria en favor de su hija menor GISELLA PAOLA ECHAVARRIA RODRIGUEZ
por las siguientes razones:
"El art. 38
del decreto 2591 de 1991 dice "ACTUACION - TEMERARIA. Cuando sin motivo
expresamente justificado, la misma acción de tutela sea presentada por la misma
persona o su representante ante varios jueces o tribunales, se rechazarán o
decidirán desfavorablemente todas las solicitudes..."
Analicemos lo
anterior aplicado al caso que nos ocupa:
a) Que se
instaure una acción de tutela en varias oportunidades: Este requisito se cumple
totalmente en este caso, ya que con anterioridad la accionante instauró acción
de tutela por los mismos hechos ante el Juzgado Vigésimo Penal Municipal de
Medellín (Antioquia) la cual fue fallada a su favor mediante providencia de
fecha agosto veintitres (23) de mil novecientos noventa y cuatro (1994).
b) Que las
diferentes acciones de tutela sean presentadas por la misma persona: En ambos
casos ha sido la misma señora GRACIELA DEL CARMEN RODRIGUEZ ACOSTA quien ha
promovido las tutelas.
c) Que la
reiterada invocación de la tutela se realice sin motivo expresamente
justificado. También se cumple a cabalidad este requisito, toda vez que la
presente acción de tutela versa sobre los mismos hechos que ya fueron decididos
en el proveído emanado del Juzgado Vigésimo Penal Municipal de Medellín
(Antioquia) de 1994 (sic).
De lo anterior
colegimos que estamos ante una actuación temeraria toda vez que la misma
accionante manifiesta que antes ha instaurado acción de tutela sobre los mismos
hechos y que esta fue resuelta a su favor, de la cual aporta fotocopia, y al
revisarla constatamos que efectivamente se trata de los mismos hechos y
derechos que ya fueron reconocidos, por lo que se advierte que este Despacho LA
RECHAZARA DE PLANO, con fundamento en el art. 38 del decreto 2591 de
1991".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
1. Competencia.
De conformidad con
lo dispuesto en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 a 36 del Decreto
2591 de 1991, esta Sala es competente para revisar el fallo proferido por el
Juzgado Trece Penal Municipal de Barranquilla el 22 de junio de 1995.
2. La Materia.
Encuentra la Sala
que en el asunto sub exámine se debe determinar, en primer término, si la
actual acción de tutela presentada por la señora GRACIELA DEL CARMEN RODRIGUEZ
ACOSTA en favor de su hija menor GISELLA PAOLA ECHAVARRIA RODRIGUEZ, es
constitutiva o no de una actuación temeraria al tenor de lo dispuesto en el
Decreto 2591 de 1991, ya que esta fue la razón expresada por el Juez de
instancia para rechazar de plano la demanda, y citó para el efecto el artículo
38 del referido Decreto. Una vez dilucidado este aspecto, procederá la
Corporación a establecer, en el evento en que se desestime el rechazo de la
tutela, a analizar el fondo del asunto, para determinar si la acción es
procedente y si hay lugar o no al amparo de los derechos de la menor.
a. Temeridad en
el ejercicio de la acción de tutela.
Tal como lo señaló
el Juzgado Trece Penal Municipal de Barranquilla en la sentencia objeto de
revisión, el Decreto 2591 de 1991 establece en el artículo 38 lo siguiente:
"Cuando, sin
motivo expresamente justificado, la misma acción de tutela sea presentada por
la misma persona o su representante ante varios jueces o tribunales, se
rechazarán o decidirán desfavorablemente todas las solicitudes. (...)"
La Corporación en el
pasado ha tenido la oportunidad de establecer cuándo ocurre la presentación
temeraria de una acción de tutela. Basta recordar sobre este aspecto lo
señalado en la Sentencia No. T-007 de 1994 (M.P.: Dr. Alejandro Martínez
Caballero), en la que se dijo lo siguiente:
"Para poder
concluir acerca de si el peticionario ha incurrido o no en la acción temeraria
de que trata el artículo 38 precitado, es necesario analizar si se reúnen en el
caso concreto los presupuestos exigidos por la disposición, así:
Primero, que una
misma acción de tutela sea presentada en varias oportunidades: este requisito
se satisface ampliamente en el negocio presente, pues en tres (3) ocasiones se
ha intentado la misma acción de tutela. En algunos casos este mecanismo ha
revestido leves matices, pero se han invocado los mismos hechos y derechos, ya
reseñados en la primera parte de esta sentencia.
Este justamente
es el caso del interno Pedro Orlando Ubaque, quien ha puesto imprudente y
temerariamente en movimiento una plétora de acciones de tutela cuya repetida
presentación es objeto de sanción por la Ley.
Segundo, que las
varias tutelas sean presentadas por la misma persona o su representante: en
todos los casos ha sido el mismo actor quien ha presentado personalmente las
tutelas.
Tercero, que la
reiterada invocación de la tutela se realice sin motivo expresamente
justificado: también se cumple a cabalidad este requisito, toda vez que las
acciones de tutela se intentaron a partir del primer semestre de 1993, en tres
oportunidades y sobre la sentencia condenatoria del Juzgado Penal del Circuito,
también en las mismas tres oportunidades.
Luego no ha
habido acontecimientos sobrevinientes, súbitos nuevos o excepcionales, que
justifiquen la presentación de nuevas tutelas."
En el caso sub exámine
encuentra la Corporación que la madre de la menor en el pasado presentó una
acción de tutela en contra del INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES en la ciudad de
Medellín, lo cual implica una anterior actuación iniciada por la misma persona
en contra de la misma entidad, entendiendo que el ISS es una sola entidad que
opera en las distintas regiones del país a través de sus seccionales, con lo
cual los dos primeros requisitos antes mencionados para que se configure una
eventual temeridad en la instauración de dos o más acciones de tutela se
presentan en el caso sub exámine.
Sin embargo,
respecto del tercer requisito señalado en el artículo 38 del Decreto 2591 de
1991 al cual hizo referencia la citada decisión, observa la Corte que existe
una justificación más que suficiente para instaurar una segunda acción de
tutela, ya que el ISS de Barranquilla, de conformidad con los hechos expuestos
en la demanda, ha incurrido en una nueva vulneración de los derechos de la
menor al negarse a suministrarle los medicamentos que requiere para su
tratamiento médico y subsistencia, tal como se explicará más adelante.
De manera que la
Corporación revocará el fallo proferido por el Juzgado Trece Penal Municipal de
Barranquilla, y procederá a conocer de la tutela de los derechos de la menor
que se consideran violados por la accionada, por cuanto existen hechos nuevos
respecto del fallo inicialmente adoptado por el Juzgado Vigésimo Penal
Municipal de Medellín de fecha 23 de agosto de 1994, consistentes en el
traslado de la residencia de la menor y su familia de esta ciudad a
Barranquilla, y también la negativa del ISS de la capital del Departamento del
Atlántico a dar el respectivo tratamiento médico y suministrar los medicamentos
requeridos por la menor para preservar su salud y subsistencia.
b. Derechos a la
salud, a la vida y a la integridad física de los menores.
Debe la Corporación
expresar su preocupación por la actuación adelantada por el ISS de Barranquilla
al negarse la Subgerente de Salud de esa entidad a prestar los servicios
médicos a la menor, responsabilizando al ISS de Medellín a que pague el valor
del tratamiento, y el suministro de los medicamentos requeridos por ella, ya
que de esa manera se está incumpliendo la decisión adoptada por el Juzgado
Vigésimo Penal Municipal de Medellín el agosto 23 de 1994, en la acción de
tutela presentada anteriormente por la accionante, a través de la cual se
ordenó al Gerente del ISS de Medellín, que por intermedio de la Coordinación de
Pediatría se le prorrogara a la paciente el suministro del medicamento
denominado "Desmopresina" y se le practicaran los controles
respectivos que el tratamiento médico exige.
Además, porque con
tal actuación se está poniendo en peligro la vida, la salud y la integridad
física de la menor, de manera injustificada ya que, como quedó establecido en
el primer proceso de tutela, tanto el tramiento médico como el suministro de
los medicamentos son necesarios para preservar la vida de la menor, y mejorar
sus condiciones de salud, para que pueda llevar una existencia normal.
Para tutelar los
derechos de la menor, basta recordar lo dicho por la Corporación acerca del
amparo del derecho fundamental a la salud, en cuanto tenga conexidad con los
derechos a la vida y a la integridad física de las personas. Ha dicho la Corte
en el pasado:
"Considera
la Sala conveniente aclarar al fallador de instancia que la tesis sostenida por
esta Corporación, sobre la existencia de "derechos fundamentales por
conexidad", y que consiste en aceptar como tales, aquellos que no siendo
denominados de esta manera en la Constitución, "sin embargo se califican
así en virtud de su íntima e inescindible relación con otros derechos
fundamentales, de forma que si no fueran protegidos en forma inmediata los
primeros se ocasionaría la vulneración o amenaza de los segundos", como
por ejemplo, el derecho a la salud, que no siendo a primera vista fundamental,
pasa a gozar de esta categoría cuando se pone en peligro la vida de las
personas (sent. T-491/92); no era necesario recurrir a ella en el evento que es
objeto de examen, pues en esta oportunidad el accionante al aclarar su
petición, conforme a la solicitud que le hiciera el Juzgado del conocimiento,
invocó, además del tantas veces nombrado artículo 47 constitucional, el 44 del
mismo ordenamiento, en el que se enumeran claramente los derechos de los niños
y se les asigna el carácter de fundamentales, como también su prevalencia sobre
los derechos de los demás. Disposición a la que curiosamente no se refirió
dicho despacho judicial, en el fallo que resolvió la presente acción." (Sentencia No. T-200/93 M.P. Dr. Carlos
Gaviria Díaz)
En esa misma
oportunidad, la Corte hizo referencia al mandato constitucional de proteger los
derechos fundamentales de los niños con primacía sobre los de los demás, de
conformidad con el artículo 44 de la Carta Política, en relación con el derecho
a la salud y a la seguridad social. Dijo la Corporación:
"Pues bien,
el artículo 44 de la ley suprema, consagra como derechos fundamentales de los
niños, entre otros, el derecho a la vida, a la integridad física, a la salud, a
la seguridad social, a que se le suministre una alimentación equilibrada, a
tener una familia y no ser separado de ella, a la educación, a la cultura, a la
recreación, etc, derechos que el Estado, la familia y la sociedad, están
obligados a amparar, y hacer que se conviertan en realidad, pues se crearon en
favor de una parte de la población cuya indefensión y debilidad es manifiesta.
Para el caso a estudio, a pesar de que el accionante no se haya referido en
particular a alguno de los derechos enunciados en este mandato constitucional,
ha de entenderse, por el contenido de su petición, que pretende se tutele el
derecho que tiene su hijo a la salud.
El derecho a la
salud, en favor de los niños, a diferencia del que tienen las demás personas,
por voluntad expresa del Constituyente, se instituyó en la Carta como
fundamental, y a él tienen acceso, en forma gratuita, todos los niños menores
de un (1) año, quienes deben ser atendidos en las instituciones de salud que
reciban aportes del Estado, siempre y cuando el menor "no esté cubierto
por algún tipo de protección o de seguridad social", al tenor de lo
normado por el artículo 50 ibidem.
Por otra parte el
Estado tiene la obligación de adoptar medidas en favor de grupos discriminados
o marginados y de proteger especialmente a aquellas personas que por su
condición económica, física o mental, se encuentren en circunstancias de
debilidad manifiesta, con el deber de sancionar los abusos y maltratos que
contra éllas se cometan. (artículo 13 incisos 1 y 2 de la Const. Nal).,
igualmente se le impone la obligación de adelantar políticas de previsión,
rehabilitación e integración social para los disminuidos físicos, sensoriales y
síquicos, a quienes se les prestará la atención especializada que requieran.
(art. 47 C.N.)"
Como ya se advirtió,
el Juez Vigésimo Penal Municipal de la ciudad de Medellín dictó sentencia el 23
de agosto de 1994, en el primer proceso de tutela ordenando la protección de los
derechos de la menor, ya que quedó establecido después de la respectiva
práctica de pruebas, que aquella padece de una enfermedad denominada
HISTIOCITOSIS X de pronóstico bueno, pero a raíz de la enunciada enfermedad
resultó con DIABETES INSIPIDA, catalogada de origen central, la cual sino se
trata oportunamente a través del suministro del medicamento denominado
"DESMOPRESINA NASAL" la paciente no puede concentrar la densidad
urinaria baja, se deshidrata y puede morir, según lo manifestó el Coordinador de
Pediatría del ISS, el doctor FELIPE RESTREPO NARANJO. (Fl.9).
Además en esa
ocasión el Juez de tutela comprobó, con base en la declaración del doctor
RESTREPO NARANJO, que si dicho medicamento se le suministra a la menor
cotidianamente, la niña presentará una función renal normal y una BUENA CALIDAD
DE VIDA, o sea que se podrá desempeñar como una persona normal y sana; el
mencionado Doctor agregó que su tratamiento implica controles periódicos, para
evaluar la evolución de la enfermedad.
Como consecuencia de
dicha decisión, el Juez de tutela ordenó al ISS de Medellín que prestara a la
menor la asistencia médica necesaria y le suministre los medicamentos
requeridos, para así evitar la deshidratación y por último su muerte. Sobre
este aspecto, la Corte Constitucional ha dicho:
"El ser
humano necesita mantener ciertos niveles de salud para sobrevivir y
desempeñarse, de modo que, cuando la presencia de enfermedades incurables y
mortales afecta esos niveles, poniendo en peligro la propia subsistencia, no resulta
válido pensar que el enfermo esté ineluctablemente abocado a abandonarse a la
fatalidad, desechando cualquier tratamiento, por considerarlo inútil ante la
certeza de un inexorable desenlace final; todo lo contrario, el paciente tiene
derecho, mientras tanto, a abrigar esperanzas de recuperación, a procurar
alivio a sus dolencias, a buscar, por los medios posibles, la prolongación de
la vida amenazada, si así lo desea.
En concordancia
con lo anterior, la Sala estima pertinente subrayar que, con independencia de
las polémicas desatadas alrededor de la fijación del momento de su iniciación y
terminación, la vida humana, asumida como la existencia histórica de una
persona, es un proceso que entraña cambios somáticos y psíquicos que definen
las fases sucesivas que experimenta el sujeto viviente. Ese devenir en que
consiste la vida impide concebirla apenas como una realidad estática, y
favorece, en cambio, su entendimiento como un continuo dinámico sobre el que se
funda el derecho a disfrutarla de principio a fin; de manera que, a más de la
vida efectivamente transcurrida el hombre tiene derecho a que se le repeten y
protejan las fases que le resten para completar su ciclo vital". (Sentencia No. T-271 de 1995. M.P. Dr.
Alejandro Martínez Caballero)
Es de saber que al
derecho que atañe a la menor para pedir que se le suministre un medicamento que
le produzca alivio a su enfermedad, y le permita desarrollar su vida en mejores
condiciones, o se le prolongue el tiempo de su existencia, corresponde como correlativo
el evitar toda conducta que le impida u obstruya el ejercicio y la satisfacción
de ese derecho.
Ahora bien, queda
establecido que la utilización del medicamento solicitado por la madre de la
menor, hace parte del tratamiento que el médico del ISS de la ciudad de
Medellín consideró conveniente seguir en procura de la salud de la menor, y el
mejoramiento de sus condiciones de vida. En relación con lo anteriormente
expuesto, resulta necesario recordar lo dicho por esta Corporación en la citada
sentencia No. T-271 de 1995, en la cual se estudió un asunto similar al sub
exámine. Dijo la Corte:
"La Sala
observa que en el caso analizado se distinguen dos tipos de relaciones a saber:
entre el médico y el paciente y entre el paciente y el Instituto de Seguros
Sociales. El primer evento ha sido dilucidado y, según se sigue de lo hasta
ahora expuesto, es diferente el vínculo entre el paciente y la entidad
afiliadora, que se revela conflictivo en la medida en que el Instituto se niega
a otorgar la totalidad del tratamiento prescrito al enfermo, tratamiento que
incluye el suministro de una droga determinada. Con base en los argumentos
expuestos esbosados con anterioridad, se tutelarán los derechos invocados,
resolviendo la controversia en favor del actor." (subrayado fuera del texto)
De manera que, con
base en las consideraciones expuestas, no encuentra la Corte Constitucional
ninguna justificación para que una entidad de carácter nacional como el
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES, que de conformidad con la Ley 100 de 1993, se
convirtió en una empresa industrial y comercial del Estado, que como tal presta
un servicio público que está "bajo la dirección, coordinación y control
del Estado, con sujeción a los principios de eficiencia, universalidad y
solidaridad" (artículo 48 de la Constitución Política), aduciendo que
el traslado de una persona que tiene derecho a gozar de los servicios que dicha
entidad presta, la imposibilita para atenderla porque solamente la Seccional de
la ciudad de Medellín está autorizada para dar la atención médica y suministrar
los medicamentos a la paciente, y no la de Barranquilla. En el caso sub
exámine, tal decisión ha podido ocasionarle desmejoras en su salud a la menor,
e inclusive poner en peligro su vida, situación a la cual no puede ser ajeno el
Juez de tutela, más aún teniendo en cuenta que los derechos de los niños
prevalecen sobre los de los demás (artículo 44 de la Carta).
Por lo demás, esta
actitud, lejos de preservar las finalidades que corresponden a la naturaleza de
la acción de tutela, lo que en últimas significa es el desconocimiento y
desacato a una decisión judicial, al tenor de lo consagrado en el artículo 52
del Decreto 2591 de 1991, ya que en el caso de la menor GISELLA PAOLA
ECHAVARRIA RODRIGUEZ, el Juez Vígesimo Penal Municipal de Medellín, mediante
sentencia del 23 de agosto de 1994, tuteló los derechos de aquella.
En el presente
proceso, la accionante nuevamente debió acudir a este mecanismo de protección,
a fin de lograr el amparo efectivo de los derechos de su hija, que ya había
sido ordenado por providencia judicial, y que, como consecuencia de la actitud
del ISS de Barranquilla al no acatarlo en debida forma, volvió a vulnerar los
mismos derechos de ésta, obligando a la señora GRACIELA DEL CARMEN RODRIGUEZ
ACOSTA a acudir nuevamente a la presente acción de tutela, con claro fundamento
legal frente al incumplimiento de la decisión judicial, que no dio lugar a una
acción temeraria, sino por el contrario, a la defensa de los derechos de los
niños reconocidos en sentencias ejecutoriadas y quebrantados en forma
ostensible por la entidad nacional oficial citada.
No sería justo
desconocer en esta oportunidad el beneficio que se ha producido en el país con
la consagración de la acción de tutela, considerada como una de las
instituciones democráticas más bien concebidas en la Constitución Política de
1991, para la protección inmediata de los derechos fundamentales de los
ciudadanos, cuando desde luego ella se utiliza por éstos adecuadamente y se
aplica por el juez en la forma debida. Muestra clara de la eficacia positiva de
dicha institución es la de que frente a los abusos que frecuentemente se
cometen por parte de las autoridades públicas, como en el presente asunto, o a
través de los mismos particulares en los casos establecidos por el ordenamiento
jurídico, pueden los ciudadanos víctimas de atropellos y arbitrariedades,
cuando se lesiona gravemente nada menos que el derecho a la salud de una menor,
con peligro inminente para su propia vida, acudir a este mecanismo para la
protección inmediata de sus derechos fundamentales, decretada por la Corte
Constitucional como máxima potestad jurisdiccional en materia de tutelas.
Por todo lo
anterior, la Corporación procederá a revocar el fallo proferido por el Juzgado
Trece Penal Municipal de Barranquilla el 22 de junio de 1995, y en su lugar
dispondrá conceder la tutela de los derechos a la salud por su conexidad con
los derechos a la vida y a la integridad física de la menor GISELLA PAOLA
ECHAVARRIA RODRIGUEZ, a fin de que el INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES de
Barranquilla preste la atención médica correspondiente al tratamiento que debe
continuarse en beneficio de la mencionada niña, y le suministre los
medicamentos que le garanticen unas condiciones de vida normales. Se ordenará
así mismo compulsar copias a la Procuraduría General de la Nación a fin de que
investigue las razones por medio de las cuales el ISS-Seccional Atlántico con
sede en Barranquilla se negó a acatar el fallo del Juzgado Vigésimo Penal
Municipal de Medellín que dispuso que se suministrara la atención médica
requerida a la niña GISELLA PAOLA ECHAVARRIA RODRIGUEZ y consecuentemente el
medicamento denominado "Desmopresina" hasta que el tratamiento
así lo exija.
IV. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional obrando en
nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR por las razones expuestas en la parte
motiva de esta providencia, la sentencia proferida por el Juzgado Trece Penal
Municipal de Barranquilla el 22 de junio de 1995, y en su lugar TUTELAR los
derechos a la salud por conexidad con los derechos a la vida y a la integridad
física de la niña GISELLA PAOLA ECHAVARRIA RODRIGUEZ.
SEGUNDO. ORDENAR al INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES de
Barranquilla que suministre en forma inmediata, a partir de la fecha de la
notificación del presente fallo, los medicamentos requeridos por la citada
menor, incluido el denominado "DESMOPRESINA NASAL". Así mismo
esa entidad deberá prestar la atención médica necesaria para continuar con el
tratamiento que estaba adelantando el INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES -SECCIONAL
MEDELLIN-.
TERCERO.
COMPULSAR copias de este
proveído a la PROCURADURIA GENERAL DE LA NACION a fin de que inicie la
investigación a que haya lugar como consecuencia de la negativa del INSTITUTO
DE SEGUROS SOCIALES -SECCIONAL ATLANTICO- con sede en la ciudad de Barranquilla
a dar cumplimiento al fallo proferido por el Juzgado Vigésimo Penal Municipal
de Medellín el 23 de agosto de 1994.
CUARTO. LIBRENSE por Secretaría las comunicaciones de que
trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
509 | T-388-95
Sentencia No. T-388/95
Sentencia No.
T-388/95
SERVICIO PUBLICO
DE EDUCACION-Límites
El acceso y
permanencia con respecto a la educación, está circunscrito a las regulaciones
encaminadas a la formación moral, intelectual y física de los educandos, dentro
de las disponibilidades presupuestales y físicas del servicio, pues es evidente
que no es posible obligar al ingreso a éste, frente a los inconvenientes
derivados de la falta de escuelas, de personal docente, de dificultades
financieras o de la misma estructura y capacidad de cupos.
DERECHO A LA
EDUCACION-Falta de cupos y
de docentes
No observa la
Sala, ánimo discriminatorio ni deseo de excluir injustamente al menor
accionante de tutela del servicio educativo a que constitucionalmente tiene
derecho; en las afirmaciones de la directora de la escuela pública accionada, y
que obran dentro del expediente, se aprecia más bien un ánimo y deseo de
colaboración y de búsqueda de soluciones alternativas ante la imposibilidad
material de la falta de cupos. Dificultad material que tal como lo indica la
misma funcionaria, se debe a la limitación de espacio y al escaso número de
docentes con que cuenta la Escuela.
DERECHO A LA
IGUALDAD EN EL SISTEMA EDUCATIVO-Limitaciones/ESCUELA DE NIÑAS
No existe en el
presente asunto vulneración al derecho a la igualdad del menor actor, ya que
por razones de fuerza mayor como lo son la limitación física y de espacio y el
escaso número de docentes, las directivas del plantel educativo se vieron
forzadas a restringir los cupos, optando para la selección de los alumnos, el
criterio antes expuesto de darle prioridad a las niñas y el resto de cupos para
los niños según sus méritos.
REF.: Expediente No. T - 76.525
PETICIONARIO: Camilo Andrés Agudelo Sánchez contra la Directora de
la Escuela Antonia Santos.
PROCEDENCIA: Juzgado Promiscuo Municipal de El Aguila, Valle.
TEMA: Derecho a la Educación.
“El acceso y
permanencia con respecto a la educación, está circunscrito a las regulaciones
encaminadas a la formación moral, intelectual y física de los educandos, dentro
de las disponibilidades presupuestales y físicas del servicio, pues es evidente
que no es posible obligar al ingreso a éste, frente a los inconvenientes
derivados de la falta de escuelas, de personal docente, de dificultades
financieras o de la misma estructura y capacidad de cupos”.
MAGISTRADO
PONENTE:
HERNANDO HERRERA
VERGARA
Santa Fé de Bogotá,
Septiembre cinco (5) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados HERNANDO
HERRERA VERGARA, ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO y FABIO MORON DIAZ, procede a
revisar el fallo proferido por el Juzgado Promiscuo Municipal de El Aguila el
10 de julio de 1995, en el proceso de tutela de la referencia.
I. ANTECEDENTES.
El menor CAMILO
ANDRES AGUDELO SANCHEZ acude a la acción de tutela con el objeto de obtener la
protección de sus derechos a la igualdad y a la educación, vulnerados a su
juicio por la docente Luz Alba Castaño Hernández y la licenciada Martha Moreno
de Zapata, en su calidad de directora de la Escuela pública Antonia Sántos
ubicada en la cabecera municipal de El Aguila, al negársele el cupo para el
curso tercero elemental.
Señala el menor
accionante que cursó los años primero y segundo elemental en la escuela pública
Antonia Santos, habiéndolos aprobado, y no obstante al momento de ir a asentar
la matrícula en compañía de su progenitora para el curso tercero, le fue negado
el cupo por parte de la docente Luz Alba Castaño, con el argumento de que estos
se habían agotado pues el límite era de 35 alumnos, teniendo como prioridad
para admisión a las niñas. Expresa que “yo me di cuenta luego, que a unos
compañeritos míos los recibieron, los matricularon y a mí no me quieren
recibir. Los recibieron a ellos porque les dieron medalla, diplomas; a mí no me
han dado nada pero yo me he manejado bien en la escuela, por lo menos en el
primer período me manejé mal, pero en los otros me manejé bien”.
El menor señala que
desea continuar sus estudios en ese plantel educativo, “porque tengo los mismos
derechos de mis amiguitos y quiero tener los mismos amiguitos. Yo no he
irrespetado a los profesores; cuando digo que me manejaba mal era porque
molestaba, jugaba en el salón y cuando estaban explicando era entretenido, eso
fue únicamente en el primer período. Yo quiero terminar allá hasta quinto
en esa escuela, quiero mucho a los profesores de allá, a mis amiguitos
y he aprendido mucho de ellos”.
II.
LA
DECISION JUDICIAL QUE SE REVISA
A. Pruebas
practicadas por el Juzgado.
Previa a la decisión
de rigor, el Juzgado Promiscuo Municipal de El Aguila, decretó la recepción de
las siguientes pruebas:
1. Se escucharon los testimonios
de la Licenciada Martha Moreno de Zapata, Jefe de Núcleo Educativo y Directora
de la Escuela Antonio Santos, así como de la docente Luz Alba Castaño, quienes
coincidieron en afirmar que el plantel educativo se constituyó orientado a la
formación exclusiva de niñas, pero a partir de 1987-88, se autorizó recibir
niños, aunque se debía dar prelación a las niñas, cosa que ha venido sucediendo
hasta la fecha. Expresan igualmente, que se dispuso para el año lectivo
1995-1996 recibir en cada curso un máximo de 35 alumnos debido a la limitación
de espacio y el número de docentes con que cuenta la escuela actualmente,
teniendo en cuenta adicionalmente que para llenar los cupos que quedaran para
los varones, se tendría preferencia por los estudiantes de mejor comportamiento,
habiéndose informado de todo ello a los padres de familia en el acto de
clausura.
Conforme a lo
anterior, señalan que para el curso tercero habían sido promovidos 38 alumnos,
procediendo a matricular inicialmente a las niñas que en total fueron 28 y los
restantes 7 cupos se otorgaron de la siguiente manera: 3 a los estudiantes que
ganaron diploma, mención honorífica y medalla de comportamiento; 2 a los
alumnos repitentes que por no haber cumplido los objetivos se les debe
conservar los cupos, y los 2 restantes se sortearon entre los alumnos que
habían participado en la rifa de la medalla que se otorga por mejor
comportamiento.
2. Para verificar lo relativo a la
restricción de espacio alegada como factor determinante para haber limitado el
cupo de estudiantes, el Juzgado se trasladó a través de los funcionarios del
despacho, a la planta física de la Escuela Antonia Santos, donde pudo
establecer que el inmueble sólo cuenta con tres salones aptos para albergar
estudiantes en buenas condiciones de espacio, visibilidad y comodidad; los
demás no ofrecen las condiciones óptimas para que permanezcan allí durante un
tiempo considerable.
Finalmente, se
indica por el Juzgado del conocimiento, que en el curso de la diligencia se
amplió el testimonio de la Directora Encargada de la Escuela Pública, quien
expresó que en la cabecera municipal existe otra escuela pública para varones
de básica primaria donde actualmente quedan cupos para todos los cursos.
B. Decisión
adoptada por el Juez de Instancia.
El Juzgado Promiscuo
Municipal de El Aguila, Valle, mediante sentencia proferida el 10 de julio de
1995, resolvió no conceder la tutela del derecho a la educación solicitada por
el menor CAMILO ANDRES AGUDELO SANCHEZ, por no encontrar vulneración alguna a
los derechos presuntamente vulnerados por la accionada.
El Juzgado
fundamentó su decisión en los siguientes argumentos:
"No
puede haber vulneración al derecho a la igualdad cuando, por razones de fuerza
mayor como lo son el restringido espacio y el poco número de Docentes, las
Directivas del plantel educativo se ven forzadas a limitar los cupos, optando
por seleccionar los estudiantes varones por sus méritos para otorgar los pocos
que quedaban, dada la orientación femenina del claustro. Téngase en cuenta que no sólo Camilo
Andrés fue perjudicado con tal evento. En el caso concreto la discriminación no
sería razonable si existiera en el Centro Docente Antonia Santos disponibilidad
física de espacio y de docentes, pero lo anterior no ocurre, tal como se
corroboró palmariamente a través de la respectiva Inspección Judicial, la
prueba testimonial y la documental correspondiente.
....
En el evento
sub-lite, tampoco podría predicarse que existe vulneración al derecho
constitucional fundamental a la Educación, por lo siguiente:
1.- Si bien es
cierto el Estado no solo está obligado a brindar a los menores el acceso a la
educación sino también la permanencia tanto en el sector público como en el
privado, ello también “está condicionado a los límites de cobertura del sector educativo,
porque no se puede obligar a hacer lo que por las condiciones físicas
-falta de escuelas, falta de personal docente, falta de presupuesto-, no es
posible realizar. No obstante, el Estado tiene que procurar suplir las
necesidad educativa de las personas ya sea por medios directos -creación de
planteles educativos oficiales- o indirectos -Fomento de Instituos de Enseñanza
Privada-”.
2.- Ahora bien, al
menor Agudelo Sánchez no se le ha negado su derecho Fundamental a la Educación,
pues, como lo afirma la Jefe de Núcleo Licenciada Martha Moreno de
Zapata, en la cabecera municipal existe otro Centro Docente para varones
de carácter público denominado Escuela Simón Bolivar, en el cual aún existen
cupos para todos los grados correspondiente a la Educación Básica Primaria. La
pérdida de cupo en la Escuela Antonia Santos, más por limitación de
infraestructura física y docente, que por factores de orden académico o de
comportamiento, como se desprende del caudal probatorio arrimado al
informativo, no constituye en sí misma vulneración al derecho protegido en el
art. 44 de la Normatividad Superior, pues el afectado al igual que los otros
niños que tampoco alcanzaron cupo en la tantas veces mencionada Escuela
Pública, tiene la posibilidad de acudir al otro establecimiento para continuar
en él sus estudios” (negrillas y subrayas fuera de texto).
III. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
Primera. La
competencia.
De conformidad con
lo dispuesto en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 a 36 del Decreto
2591 de 1991, esta Sala es competente para revisar el fallo proferido por el
Juzgado Promiscuo Municipal de El Aguila.
Segunda. El
Problema Jurídico.
En el asunto
sometido a revisión, el accionante presenta demanda de tutela contra la
directora de la Escuela Pública Antonia Santos, al haberle negado el cupo para
cursar tercero de primaria, no obstante haber terminado debidamente el grado
segundo.
Debe proceder la
Corte a efectos de examinar el asunto sometido a su revisión, hacer algunas
consideraciones referentes al derecho a la educación, que tienen fundamento en
la jurisprudencia emanada de esta Corporación, así como respecto a la
procedencia del amparo invocado, teniendo en cuenta para ello las pruebas que
obran dentro del expediente.
Tercera. El
derecho a la Educación en la Constitución y la imposibilidad física de acceder
a ella por falta de cupos.
Los artículos 26, 27,
67, 68, 69 y 70 de la Carta, consagran y desarrollan el derecho a la educación.
De conformidad con el artículo 67 de la Carta Política,
“La educación es
un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social:
con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a
los demás bienes y valores de la cultura.
....
El Estado, la
sociedad y la familia son responsables de la educación, que será obligatoria
entre los cinco y los quince años de edad y que comprenderá como mínimo, un año
de preescolar y nueve de educación básica...”.
De suerte que
resulta perfectamente lógico que se imponga al Estado, a la sociedad y a la
familia, la responsabilidad de la educación y el carácter obligatorio de la
misma entre los 5 y los 15 años de edad, comprendiendo un año de preescolar y 9
de educación básica, factores estos últimos que combinan la edad y el tiempo de
escolaridad.
Como lo ha señalado
esta Corporación[1],
según el ordenamiento superior, el Estado no sólo esta obligado a brindar a los
menores el acceso a la educación sino también la permanencia en el sistema
educativo, tanto en el sector público como en el sector privado. Ello sin
embargo está condicionado a los límites de cobertura que tienen las
instituciones educativas y a un mínimo de cumplimiento por parte de los
educandos de los deberes correlativos al derecho a la educación.
De esta manera,
entonces, el acceso y permanencia con respecto a la educación, está
circunscrito a las regulaciones encaminadas a la formación moral, intelectual y
física de los educandos, dentro de las disponibilidades presupuestales y
físicas del servicio, pues es evidente que no es posible obligar al ingreso a
éste, frente a los inconvenientes derivados de la falta de escuelas, de
personal docente, de dificultades financieras o de la misma estructura y
capacidad de cupos.
Ello no implica el
hecho de que el Estado esté obligado a buscar los medios para garantizar el
adecuado cumplimiento del servicio público de la educación -artículo 67 CP.-.
No observa la Sala,
ánimo discriminatorio ni deseo de excluir injustamente al menor accionante de
tutela del servicio educativo a que constitucionalmente tiene derecho; en las
afirmaciones de la directora de la escuela pública accionada, y que obran
dentro del expediente, se aprecia más bien un ánimo y deseo de colaboración y
de búsqueda de soluciones alternativas ante la imposibilidad material de la
falta de cupos, cuando señala que “en la cabecera municipal existe otro Centro
Docente para varones de carácter público, en el cual aún existen cupos para
todos los grados correspondientes a la Educación Básica Primaria”.
Dificultad material
que tal como lo indica la misma funcionaria, se debe a la limitación de espacio
y al escaso número de docentes con que cuenta la Escuela (lo cual fue
comprobado por el a-quo durante la diligencia de inspección judicial practicada
a la planta física del centro escolar), lo que llevó a que para el año lectivo
1995-1996, sólo se recibieran en cada curso un máximo de 35 alumnos. Decisión
ésta adoptada por la Directora de la Escuela, en asocio con los docentes y el
Consejo de Profesores, estableciendo para el efecto una serie de pautas y
medidas en orden a determinar cómo seleccionar ese número para cada curso.
En el caso concreto
de los estudiantes que finalizaban segundo elemental, entre ellos el actor, los
padres de familia fueron enterados por la docente de ese curso en la última
reunión así como en el acto de clausura, sobre el cupo para el grado tercero y
los mecanismos que se tendrían en cuenta para la admisión a dicho curso, los
siguientes aspectos: prioridad a las niñas y los cupos restantes a los
estudiantes galardonados, el rendimiento académico y su comportamiento.
Es del caso destacar
que el total de alumnos que no fueron matriculados por razones de espacio
físico y de docentes, fue de once, entre los cuales figura el menor
peticionario de tutela, razón por la cual, además, de ser procedente la
solicitud de amparo invocada por el actor, tendrían el mismo derecho los demás
niños no admitidos por carencia de cupos para el nuevo año lectivo.
Es apenas normal
que, como ya lo ha reiterado esta Corporación[2],
ante el déficit de cupos se imponga una selección de los aspirantes, evaluando
una serie de factores de orden físico, presupuestal y académico, como así lo
tiene establecido el mencionado plantel educativo en su reglamento académico o
“manuel de convivencia”.
Criterios que no
resultan para esta Sala de Tutelas contrarios al derecho a la educación, y que
obedecen a hechos que no pueden remediarse en una decisión judicial de tutela,
para el caso concreto, pues obedecen a deficiencias estructurales, que al
presente sobrepasan las posibilidades del servicio que por este aspecto, tiene
un carácter asistencial, no resultando un derecho fundamental de los amparables
por vía de tutela.
Al respecto es
pertinente resaltar como el mencionado Manual de Convivencia de la Escuela
Antonia Santos contiene un capítulo destinado a la Admisión de estudiantes
-capítulo I-, en el cual se dispone que:
“Artículo
1o. Siendo este centro
docente desde su fundación concebido como ESCUELA DE NIÑAS ANTONIA SANTOS, se
dará prioridad para la admisión de estas.
Artículo
2o. Se establece
que el cupo para cada grado será de 35 alumnos.
....
Artículo
4o. Parágrafo 1o.
Si el cupo establecido para cada grado no es cubierto por niñas, se tendrá en
cuenta niños que estén cursando en este establecimiento su educación básica,
cumpliendo como requisito su rendimiento académico y su excelente
comportamiento”.
Con fundamento en lo
anterior, no encuentra la Sala de Revisión que se le haya vulnerado el derecho
a la educación al menor Camilo Andrés Agudelo, pues de una parte, como ya se
indicó, si bien es cierto el Estado no sólo está obligado a brindar a los niños
entre los cinco y los quince años el acceso a la educación, sino también la
permanencia está condicionada a los límites de cobertura del sector educativo,
porque no se puede obligar a hacer lo que por las condiciones físicas -falta de
escuelas, de personal docente y de presupuesto-, no es posible realizar. Y de
la otra, porque en la cabecera municipal de El Aguila existe otro centro
docente para varones de carácter público denominado Escuela Simón Bolivar, en
el cual aún existen cupos para todos los grados correspondientes a la educación
básica primaria.
Cuarta. Inexistencia
de violación al Derecho a la Igualdad.
Un aspecto adicional
se plantea en cuanto a la presunta violación del derecho a la igualdad por
parte de la Directora de la Escuela Pública Antonia Santos, y que sugiere un
trato discriminatorio, toda vez que según la declaración del menor, “quiero
entrar allí porque tengo los mismos derechos de mis amiguitos, quiero tener los
mismos amiguitos”.
Sobre el particular,
comparte esta Sala las apreciaciones del a-quo, en cuanto a que no existe en el
presente asunto vulneración al derecho a la igualdad del menor actor, ya que
por razones de fuerza mayor como lo son la limitación física y de espacio y el
escaso número de docentes, las directivas del plantel educativo se vieron
forzadas a restringir los cupos en 35, optando para la selección de los
alumnos, el criterio antes expuesto de darle prioridad a las niñas y el resto
de cupos para los niños según sus méritos.
Así, se agrega, “en
el caso concreto la discriminación no sería razonable si existiera en el Centro
Docente Antonia Santos disponibilidad física de espacio y de docentes, pero lo
anterior no ocurre, tal como se corroboró palmariamente a través de la
respectiva inspección judicial, la prueba testimonial y la documental
correspondiente”.
En tales
circunstancias, la libertad y el derecho que les es reconocida a los niños en
la Carta Política (artículos 27, 44 y 67), y en el evento que se examina al
menor Camilo Andrés Agudelo, se ven limitados por el propio derecho que le
asiste a los otros alumnos que fueron admitidos en detrimento de los demás
aspirantes que no pudieron serlo por falta de cupos -un total de 11 alumnos-; ya
que en la selección no resultó favorecido. Como se anotó, limitan su derecho
como se indicó atrás, circunstancias estructurales del servicio insuperables
por vía de la tutela.
Finalmente, no sobra
destacar, que como lo señalara la directora de la Escuela Pública Antonia
Santos, el derecho a la educación del menor accionante de tutela puede ser
garantizado y concretizado acudiendo al otro centro educativo localizado en la
misma cabecera municipal de El Aguila -Escuela Pública Simón Bolivar-, para
continuar en él sus estudios, especialmente teniendo presente que como lo
expresó la citada funcionaria, en la actualidad existen cupos para todos los
cursos de primaria.
En ese orden de
ideas, es improcente la tutela instaurada por el menor Camilo Andrés Agudelo
contra la directora de la Escuela Pública Antonia Santos por violación del
derecho a la igualdad originado en la renuencia del mencionado centro educativo
a matricularlo, debido a la falta física de cupos y de docentes en la
institución educativa acusada y, por tanto, se confirma la sentencia proferida
por el Juzgado Promiscuo Municipal de El Aguila.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional obrando en
nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.
CONFIRMAR la sentencia
proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de El Aguila, Valle, el 10 de
julio de 1995, en relación con la acción de tutela promovida por CAMILO ANDRES
AGUDELO SANCHEZ.
SEGUNDO. LIBRENSE
por la Secretaría General
de la Corte Constitucional, las comunicaciones de que trata el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Sentencia No. T-186 de 1993
[2] Sentencia No. T-441 de 1994. |
510 | T-389-95
Sentencia No. T-389/95
Sentencia No.
T-389/95
CONCURSO DE
MERITOS-Nombramiento de
quien obtuvo el primer puesto
Al comprender el
proceso de selección varias etapas, los factores de calificación exigidos deben
llenar y satisfacer la totalidad de los requerimientos señalados por el ente
nominador, para que pueda conllevar a la escogencia de la persona más idónea
para el correcto desempeño del cargo. Esto implica que quien ocupe el primer
lugar, es la persona que por sus méritos satisfizo de mejor manera los
requisitos para entrar a ejercer el puesto y es a él a quien debe el nominador
nombrar.
SENTENCIA DE
INCONSTITUCIONALIDAD-Preexistencia
de derechos constitucionales/DERECHOS FUNDAMENTALES-Aplicación
permanente
Estima la Sala
que es del caso aclarar que independientemente de que la fecha de las
sentencias que declararon la inexequibilidad de las disposiciones contentivas
de la potestad discrecional que la entidad demandada alega sea posterior a la
fecha del nombramiento que se hizo a persona distinta de la peticionaria, se
concederá la tutela, pues los referidos pronunciamientos no tienen el efecto de
constituir los derechos vulnerados, los que existían, con anterioridad a ellos,
en cabeza de la actora y le fueron violados mediante comportamientos que, desde
un principio, se colocaron en contradicción con la preceptiva constitucional
que reconoce los derechos de los asociados.
DERECHO AL
TRABAJO-Nombramiento de
quien obtuvo el primer puesto
Ha debido el
I.C.B.F., nombrar para el cargo al cual concursó, sin embargo, apartándose del
riguroso orden de mérito establecido, de los fines esenciales de la carrera
administrativa, del respeto a las distintas etapas del proceso de selección y
de la confianza depositada por el aspirante en la administración pública, dicho
establecimiento profirió la Resolución, nombrando a quien había ocupado el
tercer lugar, vulnerando, en consecuencia, los principios fundamentales de la
justicia y buena fe, como también, los derechos constitucionales a la igualdad
y al trabajo. Este último, por cuanto se le niega arbitrariamente a la
demandante un derecho adquirido, el cual se constituía en una obligación para
la administración pública de nombrarlo en el cargo para el cual cumplió y
satisfizo todos los requerimientos exigidos en el proceso de selección.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL INEFICAZ-Nombramiento
de quien obtuvo el primer puesto
La acción de
tutela se torna en el instrumento idóneo y eficaz para proteger estos derechos
fundamentales, que al mantenerse su vulneración, merecen ser protegidos por
esta Corporación.
REF: Expediente
No. T-74.081
Concurso abierto.
Nombramiento a quien ocupe el primer puesto dentro de la lista de elegibles.
Existencia de otro medio de defensa judicial. Ineficacia. Aplicación permanente
de los derechos fundamentales.
Actora:
Alcira Eugenia
Gómez de Peñaloza contra Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional
Atlántico, Barranquilla.
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá,
D. C., septiembre cinco (5) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Octava de
Revisión de Tutela de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados
Jorge Arango Mejía, Vladimiro Naranjo Mesa y Fabio Morón Díaz, decide sobre
el fallo de tutela de fecha 14 de junio de 1995, proferido por la Corte
Suprema de Justicia -Sala Plena Laboral.
I. ANTECEDENTES
A. HECHOS
La ciudadana Alcira
Eugenia Gómez de Peñaloza, instauró acción de tutela contra el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, Regional Atlántico, invocando la vulneración
de los derechos fundamentales al trabajo y a la igualdad, con base en los
siguientes hechos:
Mediante
Convocatoria número 022 del 26 de julio de 1994, la Regional del I.C.B.F.,
llamó a concurso abierto para proveer el empleo de Profesional Universitario,
Código 3020, Grado 04 del Centro Zonal No. 1 Prevención.
Posteriormente, el
23 de septiembre de 1994, mediante Resolución número 862, se estableció en
orden de mérito una lista de elegibles de seis personas, dentro de la cual la
actora ocupó el primer puesto, con un puntaje de 77.7. Sin embargo, considera
la demandante, por medio de Resolución 2645 del 26 de diciembre de 1994, la
Dirección General de la entidad demandada, resolvió nombrar en período de
prueba a la doctora Nellit Jiménez Fernández, persona que ocupo el tercer
puesto con una calificación inferior de 73.7, contrariando así, normas
superiores y jurisprudencia de la Corte Constitucional, que para el efecto
establecieron los criterios para seleccionar a quien haya ocupado el primer
lugar. En consecuencia, solicita la peticionaria se le nombre en el cargo para
el cual concursó.
Con la demanda se
acompañó certificación del I.C.B.F., sobre el puntaje obtenido en las pruebas
realizadas.
B. ACTUACION
PROCESAL
El conocimiento de
la demanda correspondió al Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla -Sala Laboral-, quien al avocarla dispuso solicitar a la entidad
demandada información sobre los motivos que se tuvieron en cuenta para no
nombrar en el cargo a la peticionaria. Igualmente, se le requirió para que
acompañara copias de las diligencias desarrolladas en el trámite del concurso.
El I.C.B.F.,
manifestó que bajo la vigencia del Decreto 256 del 28 de enero de 1994,
artículo 34, se ordenaba la provisión de los empleos, objeto de concurso, con
una de las personas que se encontrara entre los tres primeros puestos de la lista
de elegibles y conforme a esa facultad discrecional reconocida legalmente el
nominador procedió, sin desconocer, el mérito que para efectos del concurso
obtuvieron los aspirantes. Para probar lo anterior, allegó copias de la
resoluciones 000862 de 1994 y 2645 de 1994.
C. DECISIONES
JUDICIALES
1. Primera
instancia. Tribunal Superior -Sala Laboral- del Distrito Judicial de
Barranquilla.
En sentencia
proferida el 11 de mayo del presente año, el a quo resolvió conceder la demanda
de tutela, con fundamento en que si bien se consagraba una discrecionalidad
para el ente nominador, la misma estaba instituida en la ley en favor de la
administración y no podía ser arbitraria, sin mediar siquiera motivación para
ello, conforme lo había señalado la sentencia de tutela número T-422 de 19 de
junio de 1992, proferida por la Corte Constitucional. Observa entonces, el
sentenciador, que el nominador actuó contrario a sus propias decisiones, puesto
que la persona designada en período de prueba obtuvo un puntaje inferior,
vulnerando así los derechos fundamentales al trabajo y a la igualdad. Por
ello, ordenó al I.C.B.F., realizar las gestiones necesarias en el término de 48
horas, para nombrar a la señora Gómez de Peñaloza, en el cargo para el cual se
presentó y ocupó el primer lugar.
Notificadas las
partes de la decisión por telegrama, la parte demandada, mediante apoderado
judicial impugnó oportunamente la sentencia, considerando que el nombramiento
se produjo cuando se encontraba vigente la normatividad que consagraba la
facultad discrecional del nominador sobre los elegibles, situación que se
permitía antes de que se profiriera la sentencia de la Corte Constitucional
número C-040 del 9 de febrero de 1995, que declaró inexequible dicho aparte y
la cual tuvo efectos hacia el futuro. Observó, igualmente, el impugnante que
la peticionaria dispone de otro medio de defensa judicial, como es la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho contra el acto administrativo.
2. Segunda
instancia. Corte Suprema de Justicia -Sala Plena Laboral-
El ad quem, en
sentencia calendada 14 de junio del año en curso, revocó la decisión de primera
instancia, argumentando que la sentencia C-40 de 1995, proferida por esta
Corporación, no tiene carácter retroactivo y, en consecuencia, si el
nombramiento se hizo cuando la norma establecida para el efecto se encontraba
vigente, los actos administrativos expedidos gozan de la presunción de
legalidad. En consecuencia, constituye la sentencia del a quo un desatino
hermenéutico, cuando lo demostrado en el proceso es que el nominador actuó
dentro de la potestad reglamentaria otorgada y aunque posteriormente fue
declarado inexequible el aparte del artículo 9 del Decreto Ley 1222 de 1993,
este acontecer jurídico no modifica los actos administrativos pretéritos
expedidos durante su vigencia, por cuanto los efectos de la sentencia de
inconstitucionalidad se predican hacia el futuro, en virtud a que la Corte
Constitucional no dispuso lo contrario.
Seguidamente, pone
de presente el fallador, la existencia de otro medio judicial de defensa como
la acción de nulidad y restablecimiento del derecho, agregando por último, que
si consideraba la actora que la violación era manifiesta podía solicitar la
suspensión provisional del acto. En consecuencia, revoca la decisión del
inferior negando el petitum y dispone la notificación a las partes de esta
decisión.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
A. COMPETENCIA
La Sala Octava de
Revisión de esta Corporación, es competente para decidir el asunto sub-examine,
en virtud de los artículos 86 inciso segundo y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 y 34 del Decreto
2591 de 1991.
B. EL INSTITUTO
COLOMBIANO DE BIENESTAR FAMILIAR Y LA CARRERA ADMINISTRATIVA
Encuentra necesario
esta Sala, determinar previamente si el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, es una entidad sometida al régimen de la carrera administrativa.
En efecto, el
I.C.B.F., fue creado por la Ley 75 de 30 de diciembre de 1968, como
establecimiento público adscrito al Ministerio de Salud, cuyo objetivo es
propender y fortalecer la integración y el desarrollo armónico de la familia,
proteger al menor de edad y garantizarle sus derechos.
Posteriormente, el
Decreto número 1468 de junio 19 de 1979, vino a determinar la selección para el
ingreso de personal a través de concurso abierto, con base exclusivamente en el
mérito y exceptúa los cargos de libre nombramiento y remoción. Igualmente, la
Ley 10 de enero 10 de 1990, puntualizó ciertos aspectos sobre la carrera
administrativa.
Ahora, con la
Constitución Política de 1991, los empleos en los órganos y entidades son de
carrera, excepto los de elección popular, los de libre nombramiento y remoción,
los de trabajadores oficiales y los demás que determine la ley. Además, si el
sistema de nombramiento no ha sido determinado por la Constitución o la ley,
los funcionarios serán nombrados por concurso público. Fue así como en
desarrollo del artículo 125 de la Carta, el Congreso expidió la Ley 27 de 1992,
la cual manifestó que el objeto de la carrera administrativa es garantizar la
eficiencia de la administración pública, brindando igualdad de oportunidades
para el acceso al servicio público, la capacitación, la estabilidad en sus
empleos y la posibilidad de ascender en la carrera. Asimismo, se expidieron
los decretos 1222 de 1993 y 256 de 1994.
Al respecto, en
sentencia C-195 del 21 de abril de 1994, con ponencia del Dr. Vladimiro Naranjo
Mesa, esta Corporación manifestó:
“El sistema de
carrera administrativa tiene como finalidad la realización de los principios de
eficacia y eficiencia en la función pública, así como procurar la estabilidad
en los cargos públicos, con base en estos principios y en la honestidad en el
desempeño de los mismos. Se busca que la administración esté conformada por
personas aptas desde los puntos de vista de capacitación profesional e
idoneidad moral, para que la función que cumplan sea acorde con las finalidades
perfectivas que el interés general espera de los empleados que prestan sus
servicios al Estado. El elemento objetivo de la eficiencia es el determinante
de la estabilidad laboral, por cuanto es su principio de razón suficiente. No
se trata de una permanencia en el cargo por razones ajenas a la efectividad de
los buenos resultados, ni el ingreso al empleo sin una vinculación fundada en
motivos diferentes a la capacidad. Igualmente, el retiro se hará por hechos
determinados legalmente, inspirados en la realidad de la eficiencia laboral.
En definitiva, lo que se protege es el interés general”.
Posteriormente, con
argumentos similares se manifestó que la carrera administrativa “...comprende
un conjunto de realidades llamadas a perfeccionar la dinámica del Estado que,
en nuestros días, con el aumento de las tareas de distinta naturaleza a su
cargo, requiere, ante las expectativas de resultados, los fines definidos en la
legislación, los efectos de distinta índole y alcance producidos por su
proceder, seleccionar adecuadamente a los servidores públicos, perfeccionar sus
métodos y sistemas, mejorar la calificación técnica y moral de los
trabajadores, y asegurar que no sean los intereses políticos, sino las razones
de eficiente servicio y calificación, las que permitan el acceso a la función
pública en condiciones de igualdad...”. (Sentencia número C-356 de agosto 11
de 1994).
Por ello, la Ley 27
de 1992, establece que la carrera administrativa es un sistema técnico de
administración de personal.
Podemos concluir
así, que el I.C.B.F. es un establecimiento público bajo el régimen de la
carrera administrativa.
C. INGRESO A LA
CARRERA ADMINISTRATIVA POR MERITOS
Al pronunciarse esta
Corporación sobre la constitucionalidad del artículo 9 del Decreto 1222 de
1993, en sentencia C-040 del 9 de febrero del presente año, con ponencia del
Dr. Carlos Gaviria Díaz, se manifestó que la carrera administrativa se
fundamenta única y exclusivamente en el mérito y la capacidad del funcionario
público, debiendo seleccionar la administración al más destacado, a quien
demostró la mejor preparación, conocimiento y competencia. Se manifestó,
además, que un apropiado sistema de carrera, garantizaría el derecho de todas
las personas a formar parte de la administración pública en igualdad de
condiciones y oportunidades, como también el derecho a una estabilidad en el
cargo, siempre y cuando cumplan fielmente sus deberes, obteniendo así la
transparencia, moralidad, imparcialidad y eficiencia.
Seguidamente, esta
sentencia enfatizó:
“Para esta
Corporación es claro, que un verdadero concurso de mérito es aquel en el que se
evalúan todos y cada uno de los factores que deben reunir los candidatos a
ocupar un cargo en la administración pública, dentro de una sana competencia
para lograr una selección justa, equitativa, imparcial y adecuada a las
necesidades del servicio público. En consecuencia, la administración habrá de
señalar un valor determinado a cada uno de los ítems, (condiciones
profesionales, morales y personales) y, por consiguiente, el aspirante que
obtenga el máximo puntaje es quien tiene derecho a ser nombrado en el cargo
para el que concursó. Es que cuando se fijan en forma precisa y concreta
cuáles son las condiciones que han de concurrir en los aspirantes y se
establecen las pautas o procedimientos con arreglo a los cuales se han de regir
los concursos, no existe posibilidad legítima alguna para desconocerlos y una
vez apreciados éstos, quien ocupará el cargo será quien haya obtenido la mayor
puntuación.”.
Igualmente, la
sentencia de constitucionalidad número C-041 proferida por esta Corporación,
con ponencia del Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz, expresó:
“La finalidad del
concurso es hacer que sean los mejores los que ingresen al servicio público; su
idea-fuerza, en consecuencia, gira alrededor del mérito. Para alcanzar este
objetivo es indispensable que la sociedad y sus miembros respondan
positivamente a la convocación y que el afán de servicio junto a la cultura y
al saber concurran con miras a escoger a los más aptos y capaces”.
D. DISCRECIONALIDAD
DEL NOMINADOR VIOLATORIA DE DERECHOS Y PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES. OBLIGACION
DE NOMBRAR A QUIEN OBTUVO EL PRIMER LUGAR
Ha señalado esta
Corporación que nuestra Carta Política no atribuyó al nominador poder
discrecional alguno para nombramiento, en relación con los empleos sujetos a
concurso público, por cuanto se parte de la premisa de que el interés público
se sirve mejor acatando el resultado del concurso, careciendo así la
administración de libertad para adoptar una decisión diferente al resultado
obtenido. Y agrega: “Prescindir del riguroso orden de mérito deducible del
concurso público una vez verificado, equivale a quebrantar unilateralmente sus
bases. Establecer un concurso público y señalar un procedimiento que termina
por no atribuir al vencedor el cargo o plaza objeto del mismo, elimina su
esencia y lo despoja de estímulo. Si en verdad se anuncia por el Estado que un
empleo se va a nombrar por concurso y, en últimas se designa al tercero o al
segundo mejores aspirantes, pero no al primero, se defrauda la confianza de
este aspirante inducida en virtud de la convocatoria y, de este modo,
igualmente, se asalta la buena fe de todos los restantes aspirantes que en
teoría han emulado y se han presentado al concurso con miras a ser los primeros
y así obtener en justa lid el premio a su mérito -socialmente comprobado-,
representado en este caso, por el consecuente nombramiento con apego al
resultado objetivo del concurso...La situación descrita viola abiertamente los
principios de la justicia y de la buena fe.”. Sentencia número C-041 del 9 de
febrero de 1995, M.P. Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz.
Señala, además, la
aludida sentencia que la falta de absoluta seguridad en el pronóstico que
ningún sistema de nombramiento puede ofrecer, no se soluciona trastornando el
concurso o desfigurando sus resultados mediante la facultad discrecional de
nombramiento, sino a través del establecimiento de un período de prueba dentro
del cual será objeto la persona de calificación. Concluye así, que la discrecionalidad
otorgada vulnera el derecho a la igualdad de acceso a la función pública y para
asegurarla es menester que las convocatorias sean generales y que los méritos y
requisitos tengan suficiente fundamentación objetiva y reciban una valoración
razonable y proporcional a su importancia intrínseca.
Al respecto, la
sentencia C-040 del 9 de febrero del presente año, con ponencia del Dr. Carlos
Gaviria Díaz, adujo:
“...considera la
Corte que una de las formas de acabar con esta práctica, es precisamente incluir
dentro de los factores de calificación, la idoneidad moral, social y física del
candidato, pues el hecho de que el análisis en ese campo pertenezca a la
subjetividad del nominador, no significa arbitrariedad, pues tales aspectos
también han de ser apreciados y calificados, para evitar abusos. De no ser así
se desnaturalizaría la carrera administrativa y, por ende, se infringiría el
artículo 125 Superior....Por tanto, quien ocupe el primer lugar, de acuerdo al
puntaje obtenido, será el ganador y excluirá a los demás, en orden
descendente. Si se procede de otro modo, habría que preguntarse, como lo hace
el demandante, para qué el concurso de méritos y calidades, si el nominador
puede elegir al candidato de sus preferencias? De este campo, es preciso desterrar
la arbitrariedad y, justamente, para ese propósito se ha ideado el
concurso...”.
Con base en lo
transcrito, se declaró inexequible el aparte del artículo 9o. Del Decreto 1222
de 1993, que dice: “...la provisión del empleo deberá hacerse con una de las
personas que se encuentre entre los tres primeros puestos de la lista de
elegibles...” por infringir los artículos 13, 40-7 y 125 de la Constitución
Política.
Por lo anterior, al
comprender el proceso de selección varias etapas como son la convocatoria, el
reclutamiento, la aplicación de pruebas o instrumentos de selección, la
conformación de la lista de elegibles y el período de prueba; los factores de
calificación exigidos deben llenar y satisfacer la totalidad de los
requerimientos señalados por el ente nominador, para que pueda conllevar a la
escogencia de la persona más idónea para el correcto desempeño del cargo. Esto
implica que quien ocupe el primer lugar, es la persona que por sus méritos
satisfizo de mejor manera los requisitos para entrar a ejercer el puesto y es a
él a quien debe el nominador nombrar.
E. EXISTENCIA DE
OTRO MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL. INEFICACIA
Contempla el
artículo 6 del Decreto 2591 de 1991, las causales de improcedencia de la
tutela, señalando en el numeral primero la existencia de otros recursos o medio
de defensa judiciales, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable. Agrega que la existencia de dichos
medios será apreciada en concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo las
circunstancias en que se encuentre el solicitante.
A este respecto,
cabe recordar, la sentencia número T-100 del 9 de marzo de 1994, con ponencia
del Dr. Carlos Gaviria Díaz, la cual señaló:
“En conclusión, la
Corte mantiene su doctrina, reiterando que: el juez de tutela debe examinar en
cada caso si el mecanismo alternativo de defensa judicial que es aplicable al
caso, es igual o más eficaz que aquella.
La Corte, empero,
encuentra necesario hacer la siguiente precisión: cuando el juez de tutela
halle que existe otro mecanismo de defensa judicial aplicable al caso, debe
evaluar si, conocidos los hechos en los que se basa la demanda y el alcance del
derecho fundamental violado o amenazado, resultan debidamente incluidos TODOS
los aspectos relevantes para la protección inmediata, eficaz y COMPLETA del
derecho fundamental vulnerado, en el aspecto probatorio y en el de decisión del
mecanismo alterno de defensa. Si no es así, si cualquier aspecto del derecho constitucional
del actor, no puede ser examinado por el juez ordinario a través de los
procedimientos previstos para la protección de los derechos de rango meramente
legal, entonces, no sólo procede la acción de tutela, sino que ha de tramitarse
como la vía procesal prevalente. Así como la Constitución no permite que se
suplante al juez ordinario con el de tutela, para la protección de los derechos
de rango legal, tampoco permite que la protección inmediata y eficaz de los
derechos fundamentales, sea impedida o recortada por las reglas de competencia
de las jurisdicciones ordinarias.”.
En un caso similar
al caso que nos ocupa, la Sala Séptima de Revisión presidida por el Dr.
Alejandro Martínez Caballero, en sentencia número T-325 de julio 26 del año
en curso, trajo a colación su sentencia T-298 del 11 de julio pasado, la cual
señaló:
“Empero, esos otros
medios judiciales deben tener, por lo menos, la misma eficacia de la tutela
para la protección del derecho de que se trate. Analizadas las circunstancias
del caso concreto, se concluye que tales acciones no se revelan más eficaces
que la tutela ya que, la decisión tardía del asunto deja, mientras tanto,
intacta violaciones a los derechos a la igualdad y al trabajo, al primero,
porque, tal como lo puso de presente la Corte, el aspirante merece un trato
acorde con los resultados obtenidos en el concurso efectuado y si se ignora esa
condición preferente, ubicándolo en la posición de quienes no participaron o de
quienes habiéndolo hecho obtuvieron calificaciones inferiores, se contradice el
artículo 13 constitucional y, al segundo, porque negar un nombramiento al que
válidamente se tiene derecho impide laborar en condiciones dignas y justas.
Fuera de lo anterior, la urgencia de brindar una protección inmediata se torna
más patente si se tiene en cuenta que el término de validez de la lista de
elegibles precluye en el mes de noviembre de este año.”.
Igualmente, se
manifestó en la sentencia número T-325, que:
“Estas apreciaciones
coinciden con las vertidas por la Sala Segunda de Revisión en la sentencia No.
T-256 de 1995, conforme a las cuales mediante el ejercicio de las acciones que
pueden impetrarse ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo no se
obtiene ‘el resultado deseado, cual es el de ser nombrado en el cargo
correspondiente’. Esta Sala reitera ese pronunciamiento y en armonía con él
advierte que no existe contradicción entre lo aquí decidido y el fallo S.U. 458
de 1993 ‘porque en esta oportunidad se consideró la situación especial generada
en virtud de las sentencias C-040/95 y C-041/95 y además, que la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho no es el mecanismo idóneo para amparar
los derechos fundamentales que le fueron violados a la peticionaria (M.P. Dr.
Antonio Barrera Carbonell)’.”.
En sentencia número
T-286 de julio 4 del año en curso, el Dr. Jorge Arango Mejía, en relación con
la demanda de tutela adelantada contra la Universidad Distrital Francisco José
de Caldas, señaló:
“La Corte no se
inmiscuye en el acto del nombramiento propiamente, sino que ordena que se
surta, en debida forma, una etapa del proceso del concurso que la Universidad
omitió, omisión que consistió en no notificar sobre los resultados del mismo.
En relación con lo
estimado por los jueces de instancia, sobre la no procedencia de esta tutela
por contar el actor con otros medios de defensa judicial, específicamente, ante
la jurisdicción de lo contencioso administrativo, la Sala no desconoce la
posibilidad de que el demandante pueda hacer uso de tales acciones, pero la
presente acción se concederá sin condicionarla a tal evento, pues se dará
aplicación a lo dispuesto en el artículo 6o., numeral 1., del decreto 2591 de
1991, en cuanto dice:
‘...La existencia de
dichos medios (de defensa judicial) será apreciada en concreto, en cuanto a su
eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentre el solicitante.’.
F. PERMANENCIA DE
LOS HECHOS
En asuntos
semejantes al que nos ocupa, las sentencias 325 y 326 del 26 de julio del año
en curso, con ponencia del Dr. Alejandro Martínez Caballero, señalaron:
“...estima la Sala
que es del caso aclarar que independientemente de que la fecha de las
sentencias que declararon la inexequibilidad de las disposiciones contentivas
de la potestad discrecional que la entidad demandada alega sea posterior a la
fecha del nombramiento que se hizo a persona distinta de la peticionaria, se
concederá la tutela, pues los referidos pronunciamientos no tienen el efecto de
constituir los derechos vulnerados, los que existían, con anterioridad a ellos,
en cabeza de la actora y le fueron violados mediante comportamientos que, desde
un principio, se colocaron en contradicción con la preceptiva constitucional
que reconoce los derechos de los asociados.
Los argumentos que
sirvieron de base a la declaratoria de inexequibilidad precisan en forma muy
clara las causas de la vulneración pero de ningún modo convalidan situaciones
que ya eran anómalas antes de que la Corte los expusiera, máxime si en la
actualidad subsisten sus efectos nocivos. La acción de tutela procede para la
protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales y
comprobada la vulneración de algunos de estos, por expreso mandato
constitucional, debe brindarse el amparo pedido; una interpretación contraria
conduciría a patrocinar su desconocimiento y a restarles la eficacia que la
Carta pretende asegurarles.
Es de anotar que en
esta misma providencia se ha dejado en claro que aún partiendo del supuesto del
ejercicio de la potestad discrecional la ausencia de una justificación objetiva
y razonable para preferir a concursantes distintos del situado en primer lugar
torna patente el carácter arbitrario de la medida tomada en perjuicio de la
accionante. Por lo demás, la Corte ha concedido la tutela en casos similares,
sin que ello signifique que le esté otorgando efecto retroactivo a un fallo
suyo. (Cfr. Sentencias T-256 y 298 de 1995).”.
G. EL CASO
SUB-JUDICE
Como se ha indicado,
el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, es un establecimiento público
adscrito al Ministerio de Salud, y sometido al régimen de la carrera
administrativa. Con base en lo anterior, llevó a cabo convocatoria número 22
del 26 de julio de 1994, para proveer el cargo de profesional Universitario,
código 3020, grado 04 del Centro Zonal No. 1 Prevención, en donde la señora
Alcira Eugenia Gómez de Peñaloza, participó y ocupó el primer puesto dentro de
la lista de elegibles, según Resolución número 000862 de septiembre 23 de
1994.
Teniendo en cuenta
lo señalado en esta decisión, ha debido el I.C.B.F., nombrarla para el cargo al
cual concursó, sin embargo, apartándose del riguroso orden de mérito
establecido, de los fines esenciales de la carrera administrativa, del respeto
a las distintas etapas del proceso de selección y de la confianza depositada
por el aspirante en la administración pública, dicho establecimiento profirió
la Resolución número 2645 del 26 de diciembre de 1994, nombrando a quien había
ocupado el tercer lugar, vulnerando, en consecuencia, los principios
fundamentales de la justicia y buena fe, como también, los derechos
constitucionales a la igualdad y al trabajo. Este último, por cuanto se le
niega arbitrariamente a la demandante un derecho adquirido, el cual se
constituía en una obligación para la administración pública de nombrarlo en el
cargo para el cual cumplió y satisfizo todos los requerimientos exigidos en el
proceso de selección.
Por ello, la acción
de tutela se torna en el instrumento idóneo y eficaz para proteger estos
derechos fundamentales, que al mantenerse su vulneración, merecen ser
protegidos por esta Corporación.
Se revocará la
decisión calendada 14 de junio de 1995, proferida por la Corte Suprema de
Justicia, y en su lugar se dispondrá conceder la demanda de tutela, por
vulneración de los derechos fundamentales a la igualdad y al trabajo.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E :
Primero: Revocar la sentencia calendada 14 de
junio de 1995, proferida por la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena Laboral-,
con base en las consideraciones expuestas.
Segundo: Conceder la tutela impetrada y, en
consecuencia, ordenar al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional
Atlántico, Barranquilla, para que en el término de un (1) mes, contado a partir
de la notificación de esta sentencia, proceda a efectuar el nombramiento de la
señora Alcira Eugenia Gómez de Peñaloza, en el cargo de Profesional Universitario,
Código 3020, Grado 04, para el cual se presentó a concurso abierto habiendo
ocupado el primer lugar.
Tercero: El Tribunal Superior -Sala Laboral-
del Distrito Judicial de Barranquilla, vigilará el estricto cumplimiento de lo
ordenado en esta sentencia.
Cuarto: Líbrense las comunicaciones de que
trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
511 | T-390-95
Sentencia No. T-390/95
Sentencia
No. T-390/95
DERECHO
DE PETICION-Pronta
resolución
La
Corte Constitucional ha sostenido que, en virtud del derecho de petición, los
particulares se encuentran en la posibilidad de dirigirse a las autoridades
públicas, en interés particular o general, para obtener, dentro del término
legalmente establecido, una respuesta. Cuando la autoridad pública omite
resolver o produce una decisión tardía sobre el asunto sometido a su
consideración, conculca el derecho, cuyo núcleo esencial comprende una
"pronta resolución".
CAJA
NACIONAL DE PREVISION SOCIAL-Resolución de peticiones
La
Caja Nacional de Previsión Social dejó transcurrir los términos legales sin
brindar a la peticionaria una respuesta. Ante esa omisión procede la acción de
tutela para obtener el pronunciamiento que corresponda, mas no para fijar el
contenido de la decisión que la autoridad administrativa puede adoptar, acogiendo
o desechando las pretensiones del particular.
SILENCIO
ADMINISTRATIVO NEGATIVO-Resolución de solicitudes
El
silencio administrativo no satisface las exigencias del derecho de petición y
que, por el contrario, es la mejor prueba de que ha sido violado. La presunción
de un acto demandable tiene por objeto permitirle al particular llevar su
asunto a conocimiento de la jurisdicción de lo contencioso administrativo, pero
de ninguna manera sustituye la obligación de resolver las peticiones que, por
expreso mandato constitucional, atañe a las autoridades públicas. Lo que se
debate ante la jurisdicción cuando se acusa el acto, expreso o presunto,
proferido por la administración, alude al fondo de lo pedido, de manera
independiente del derecho de petición como tal. Allí se discute la legalidad de
la actuación administrativa o del acto correspondiente, de acuerdo con las
normas a las que estaba sometida la administración, es decir que no está en
juego el derecho fundamental de que ser trata sino otros derechos, para cuya
defensa existen vías judiciales contempladas en el C.C.A. y, por tanto,
respecto de ella no cabe la acción de tutela salvo la hipótesis del perjuicio
irremediable.
JURISPRUDENCIA
CONSTITUCIONAL-Desacato
Si
bien la jurisprudencia no es obligatoria, las pautas doctrinales trazadas por
esta Corte, que tiene a su cargo la integridad y supremacía de la Carta
Política, indican a todos los jueces el sentido y los alcances de la
normatividad fundamental y a ellas deben atenerse. Cuando la ignoran o contrarían
no se apartan simplemente de una jurisprudencia -como podría ser la penal, la
civil o la contencioso administrativa- sino que violan la Constitución, en
cuanto la aplican de manera contraria a aquélla en que ha sido entendida por el
juez de constitucionalidad a través de la doctrina constitucional que le
corresponde fijar.
REF:
Expediente No. 74541
Acción
de tutela impetrada en contra de la Caja Nacional de Previsión Social.
Actora:
ELENA
JOSEFINA LOPEZ DE MUSKUS
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
Ponente
VLADIMIRO
NARANJO MESA
JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé
de Bogotá D.C., septiembre cinco (5) de mil novecientos noventa y cinco 1995).
La Sala
de Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Honorables Magistrados
JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de
sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre la sentencia relacionada con la acción de tutela de la
referencia, proferida por el Juzgado Sexto Laboral del Circuito de Santafé de
Bogotá, el quince (15) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995).
I. ANTECEDENTES
A. La
solicitud
La
señora Elena Josefina López de Muskus presentó, mediante apoderado, una acción
de tutela en contra de la Caja Nacional de Previsión social -CAJANAL- e invocó
como derechos vulnerados los de petición, trabajo y seguridad social. Se
refirió, asimismo, a los derechos de las personas de la tercera edad y a
obtener el pago oportuno de las pensiones legales.
Expuso
la peticionaria que solicitó a la entidad demandada "el reconocimiento y
pago de la reliquidación de su pensión de jubilación por los servicios
prestados en calidad de docente y hasta la fecha no se le ha resuelto su
petición".
Indicó,
además que "la demora en el reconocimiento de sus prestaciones pensionales
atenta contra la dignidad humana, el derecho al trabajo, los derechos
adquiridos, atenta igualmente contra la primacía de los derechos inalienables,
contra la familia y desconoce la obligación del estado de proteger el trabajo y
por ende los beneficios que de él se desprenden...".
B. La
sentencia que se revisa
El
Juzgado Sexto Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, mediante sentencia de
quince (15) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995) resolvió negar
la tutela impetrada.
Consideró
el despacho judicial lo siguiente:
"..la
acción de tutela, al amparo del derecho de petición, para una pronta decisión
resulta impróspera, máxime cuando el código contencioso administrativo contempla
el fenómeno de la ocurrencia del silencio administrativo negativo, si
transcurrido el plazo señalado en la ley (3 meses), a partir de la presentación
de la petición, sin que se haya notificado decisión que la resuelva, se
entenderá que ésta es negada.-
Puede
entonces el interesado, ocurrir en acción en acción contencioso administrativa,
para obtener la declaración de nulidad del acto administrativo negativo
-presunto- contenido en el silencio administrativo, proveniente de la
accionada, al no dar contestación a la solicitud formulada, dentro del término
de ley; y en consecuencia deprecar el reconocimiento de la reliquidación de la
pensión de jubilación.-".
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la
sentencia proferida dentro del asunto de la referencia, de conformidad con lo
establecido en el inciso 2o. del artículo 86 y en el numeral 9o. del artículo
241, ambos de la Carta Política, desarrollados en los artículos 33 y 34 del
Decreto 2591 de 1991, y en atención a la selección que se hizo en la
oportunidad establecida en la ley y en el reglamento de la Corporación.
B. La
materia
1. Pese
a que a la demanda de tutela no se acompañó prueba de la petición que la
origina, el escrito del Coordinador de Asuntos Judiciales de la Caja Nacional
de Previsión Social, en el que se refiere a la existencia del expediente y a un
proyecto de resolución "por la cual se reliquida una pensión de
jubilación", es suficiente para entender que la solicitud fue elevada y
que no obtuvo oportuna respuesta, ya que también se alude al cúmulo de trabajo
como motivo justificante de la demora para resolver.
2. En
diversos pronunciamientos la Corte Constitucional ha sostenido que, en virtud
del derecho de petición, los particulares se encuentran en la posibilidad de
dirigirse a las autoridades públicas, en interés particular o general, para
obtener, dentro del término legalmente establecido, una respuesta. Cuando la
autoridad pública omite resolver o produce una decisión tardía sobre el asunto
sometido a su consideración, conculca el derecho contemplado en el artículo 23
superior, cuyo núcleo esencial comprende una "pronta resolución".
3. En el
asunto que ahora se examina, la Caja Nacional de Previsión Social dejó
transcurrir los términos legales sin brindar a la peticionaria una respuesta.
Ante esa omisión procede la acción de tutela para obtener el pronunciamiento
que corresponda, mas no para fijar el contenido de la decisión que la autoridad
administrativa puede adoptar, acogiendo o desechando las pretensiones del
particular.
4. El
Juzgado Sexto Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá estimó que el silencio
administrativo negativo equivale a la resolución que la administración debe
proferir y que, por lo tanto, existen otros medios de defensa judicial para
controvertir esa decisión desfavorable a los intereses de la solicitante.
En
primer término debe advertirse, en armonía con la jurisprudencia
constitucional, que el silencio administrativo no satisface las exigencias del
derecho de petición y que, por el contrario, es la mejor prueba de que ha sido
violado. La presunción de un acto demandable tiene por objeto permitirle al
particular llevar su asunto a conocimiento de la jurisdicción de lo contencioso
administrativo, pero de ninguna manera sustituye la obligación de resolver las
peticiones que, por expreso mandato constitucional, atañe a las autoridades públicas.
La Corte
Constitucional ha expuesto con absoluta claridad que "...no se debe
confundir el derecho de petición -cuyo núcleo esencial radica en la
posibilidad de acudir ante la autoridad y en obtener pronta resolución- con
el contenido de lo que se pide, es decir con la materia de la
petición. La falta de respuesta o la resolución tardía son formas de violación
de aquel y son susceptibles de la actuación protectora del juez mediante el uso
de la acción de tutela, pues en tales casos se conculca un derecho
constitucional fundamental. En cambio, lo que se debate ante la jurisdicción
cuando se acusa el acto, expreso o presunto, proferido por la administración,
alude al fondo de lo pedido, de manera independiente del derecho de petición
como tal. Allí se discute la legalidad de la actuación administrativa o del
acto correspondiente, de acuerdo con las normas a las que estaba sometida la
administración, es decir que no está en juego el derecho fundamental de que ser
trata sino otros derechos, para cuya defensa existen vías judiciales
contempladas en el Código Contencioso Administrativo y, por tanto, respecto de
ella no cabe la acción de tutela salvo la hipótesis del perjuicio irremediable
(art. 86 C.N.)". (Sentencia No. T-242 de 1993. M.P. Dr. José Gregorio
Hernández Galindo).
5. El
proyecto de resolución que, según el Coordinador del Grupo de Asuntos
Judiciales de la Caja Nacional de Previsión Social reposa en el respectivo
expediente tampoco puede asimilarse a la respuesta debida porque el sentido de
ésta "trasciende el campo de la simple adopción de decisiones y se
proyecta a la necesidad de llevarlas al conocimiento del solicitante"
(Sentencia No. T-553 de 1994. M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
Así las
cosas, resulta palmaria la violación del derecho de petición y, en
consecuencia, se ordenará al Director General de la Caja Nacional de Previsión
Social que, en el término de cuarenta y ocho horas, contadas a partir de la
notificación de esta sentencia, proceda a resolver la petición de reliquidación
de pensión de jubilación presentada por Elena Josefina López de Muskus ante esa
entidad.
6. Por
último, la Sala registra la actitud contumaz de la Juez Sexto Laboral del
Circuito de Santafé de Bogotá, quien, persiste en sostener los erróneos criterios
que le sirvieron de base para denegar, también en esta ocasión, la tutela
solicitada, en abierto desacato a la jurisprudencia de la Corporación que su
despacho ha conocido, como quiera que en numerosas oportunidades, diferentes
salas de revisión de la Corte Constitucional han revocado pronunciamientos
suyos, en los que, con idénticas palabras, y no pocas veces, valiéndose de
formato preimpreso, persevera en sus equivocados planteamientos.
Al
respecto conviene recordar que "Si bien la jurisprudencia no es
obligatoria (artículo 230 de la Constitución Política), las pautas doctrinales
trazadas por esta Corte, que tiene a su cargo la integridad y supremacía de la
Carta Política, indican a todos los jueces el sentido y los alcances de la
normatividad fundamental y a ellas deben atenerse. Cuando la ignoran o
contrarían no se apartan simplemente de una jurisprudencia -como podría ser la
penal, la civil o la contencioso administrativa- sino que violan la
Constitución, en cuanto la aplican de manera contraria a aquélla en que ha sido
entendida por el juez de constitucionalidad a través de la doctrina
constitucional que le corresponde fijar." (Sentencia No. T-260 de 1995.
M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
En
mérito de lo expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR en todas sus partes el
fallo proferido por el Juzgado Sexto Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá
el quince (15) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995) dentro de la
acción de tutela de la referencia.
SEGUNDO. CONCEDER la tutela solicitada,
en consecuencia, se ordena al Director de la Caja Nacional de Previsión Social
que, si todavía no lo ha hecho, resuelva u ordene a quien corresponda resolver,
en el improrrogable término de cuarenta y ocho (48) horas, contadas a partir de
la notificación de esta sentencia, la petición de reliquidación de pensión de
jubilación, presentada, ante esa entidad, por Elena Josefina López de Muskus.
TERCERO. LIBRESE la comunicación
prevista en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
512 | T-391-95
Sentencia No. T-391/95
Sentencia
No. T-391/95
MALTRATO
CONYUGAL-Efecto
en los niños
Las
manifestaciones de violencia en el seno de la familia afectan particularmente
el desarrollo de los niños, quienes tienen derecho a gozar de una familia y
asimismo, al cuidado y amor, a la educación y a ser protegidos contra toda
forma de violencia física y moral
MEDIO
DE DEFENSA JUDICIAL INEFICAZ-Casos de maltrato
No
son de recibo los argumentos de la Juez en cuanto remite a la peticionaria a
formular su queja ante las autoridades de policía y los jueces de familia, ya
que, en el primer evento no nos encontramos frente a un medio judicial de
defensa y en el segundo caso, la actuación de los jueces no es inmediata y se
ocupa de otros aspectos diversos del que debe dilucidarse en sede de tutela,
cual es, la protección urgente de los derechos a la vida y a la integridad
personal.
REF:
Expediente No. 74577
Derecho
a la vida, a la integridad física y a la paz doméstica.
Actora:
Yenis
del Carmen Morales Escorcia
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
VLADIMIRO
NARANJO MESA
JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé
de Bogotá D.C., septiembre cinco (5) de mil novecientos noventa y cinco
1995).
La Sala
de Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Honorables Magistrados,
VLADIMIRO NARANJO MESA, JORGE ARANGO MEJIA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de
sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre la decisión judicial relacionada con la acción de
tutela de la referencia y proferida por el Juzgado Trece Civil Municipal de
Barranquilla el catorce (14) de junio de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
I. ANTECEDENTES
A. La solicitud
El día
30 de mayo de 1995, Yenis del Carmen Morales Escorcia presentó, ante el Juzgado
Civil Municipal (reparto) de Barranquilla, una acción de tutela en contra del
señor Juan José Polo Figueroa. Señaló la actora que acudía a ese instrumento de
protección "como mecanismo transitorio" e invocó la violación de los
derechos fundamentales a la vida, a la integridad física y a la familia, al
igual que los derechos de los niños.
Informó
la peticionaria que contrajo matrimonio con el demandado el 24 de septiembre de
1988 y que de esa unión nacieron los menores Yuri Estéfani y Elton Farid.
Dice la
actora que la relación matrimonial marchó bien hasta el momento en que informó
a su marido que esperaba un nuevo hijo; fue entonces cuando comenzó a
maltratarla físicamente y mediante la utilización de palabras obscenas, según
informa la señora Morales Escorcia, para exigirle que abortara, a lo cual ella
se negó rotundamente.
Afirma
la demandante que tuvo que empezar a trabajar para sufragar los gastos propios
del embarazo y ayudar al sostenimiento del hogar porque "él todo lo que se
ganaba era para tomárselo en ron".
Narra la
señora Morales Escorcia que después del parto la situación empeoró, que
continuaron los maltratos físicos, que su esposo la obligaba a mantener
relaciones sexuales delante de los niños y que la sometía a "escándalos
públicos".
Prosigue
la actora manifestando que el señor Polo Figueroa "comenzó a presentarse
en un estado de embriaguez agudo, a no dejar dinero para los alimentos de los
niños y a faltar a dormir a la casa". El día 24 de abril de 1994
sostuvieron una discusión causada por la renuencia del demandado a comprar unas
medicinas para su hijo enfermo, la golpeó y dice la actora que "la
situación se agravó hasta el punto de que se fue de la casa".
A partir
de ese momento el señor Polo Figueroa abandonó las obligaciones para con sus
hijos e inició en contra de su esposa un asedio telefónico y personal, al decir
de la accionante presionándola "para que mantenga relaciones con él"
bajo amenaza de no mandarle nada a sus hijos.
Finalmente,
la peticionaria afirma que el 19 de mayo de 1995 el demandado se presentó en su
lugar de trabajo y que aprovechando que se encontraba sola la atacó y le exigió
mantener relaciones sexuales con él. Ante la negativa indica la peticionaria
que "empezó a golpearme me tiró al suelo y empezó a besarme, a pasarme su
miembro viril erecto por todo el cuerpo, yo empecé a pedir ayuda pero no salía
nadie, entonces me tapó la boca y con el brazo y una pierna suya me colocó en
estado de indefensión y empezó a acariciarme bruscamente y a romperme la ropa
que vestía, yo como pude me safe (sic) y logré salir y pedir auxilio...".
B. La sentencia que se revisa
El
Juzgado Trece Civil Municipal de Barranquilla oyó en declaración a la señora
Ruth Elena Girón Mendoza quien se refirió a aspectos relativos a los hechos en
que se funda la acción de tutela y, mediante sentencia de catorce (14) de junio
de mil novecientos noventa y cinco (1995) resolvió denegar la acción de tutela
impetrada.
Estimó
el fallador que la declaración rendida por la señora Girón Mendoza no demuestra
los maltratos físicos y que se trata tan sólo de un testimonio "de oídas".
Consideró,
además, que "la peticionaria no se encuentra en estado de indefensión
frente a su agresor, ya que tiene otras vías más expeditas y eficaces como es
el de acudir a la Inspección de Policía de la jurisdicción correspondiente y
firmar una fianza de paz con el señor JUAN JOSE POLO FIGUEROA, o
también puede formular demanda por conducto del defensor de familia ante el
Juzgado de Familia de turno".
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la
referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso segundo y
241 numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, éste examen se hace
en virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente y
del reparto que se verificó en la forma establecida por el reglamento de la
Corporación.
B. La materia
Los
hechos que sirven de fundamento a la acción de tutela que ahora ocupa la
atención de la Corte Constitucional, guardan similitud con los examinados a
propósito de otras solicitudes de amparo que la Corporación ha conocido. En
esas oportunidades se concedió la protección pedida, con base en consideraciones
que deben reiterarse.
1.
Acerca de la indefensión que hace procedente la acción de tutela en contra de
particulares la Corte apuntó:
"Se
trata en este caso concreto de un conjunto de relaciones de carácter doméstico
en que el marido colocándose en situación de superioridad física, abusa de su
presencia en el hogar y despliega la potencia de su habilidad adquirida para
someter cualquier resistencia de la mujer; adviértase que esta situación se
configura en el caso de la incapacidad material y física de detener por medios
civilizados una agresión de tal índole que, como en el caso que se examina pone
en grave peligro la vida y la integridad personal de la agredida. La
indefensión a que hace referencia la norma que se cita está constituida precisamente
por la falta de defensa física o por la carencia de medios físicos para repeler
la ofensa contra la vida o la integridad producida por una persona natural a la
que se debe respeto, afecto y consideración" (Sentencia T-529 de 1992.
M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
Y en
pronunciamiento posterior la Corporación dijo:
"La
indefensión en el presente caso debe analizarse, desde luego en el marco de la
convivencia (...) entre la demandante y su agresor. Si bien es cierto que
podría ella liberarse de estar expuesta en forma permanente a los malos tratos
poniendo fin a la vida en común, no puede señalarse ésta como una salida
eficiente dentro del contexto sociológico en medio del cual se mueve la pareja
y consideradas las circunstancias de hecho que condicionan el desarrollo de su
actividad.
De las
declaraciones rendidas por la accionante se desprende que ella considera tener
derecho a permanecer en la sede del hogar y, a juicio de la Corte esa
prerrogativa no se le puede desconocer a la luz del sistema jurídico colombiano.
Pero, además, su convicción es la de que está obligada a sostener la relación
en bien de la familia, aunque exige que, sobre esa base, le sean respetados sus
mínimos derechos. Es esto precisamente lo que la Constitución le garantiza y
para lograrlo no hay necesidad de acudir a la extinción de los vínculos
familiares.
La Corte
estima que, mirada la situación desde el punto de vista fáctico, se tiene un
verdadero estado de indefensión que hace viable la tutela por cuanto en el
ámbito hogareño la quejosa está a merced de la fuerza física y la voluntad del
varón, quien abusa de sus ventajas para ofenderla y
maltratarla."(Sentencia No. T-487 DE 1994 M.P. Dr. José Gregorio Hernández
Galindo).
2. En
relación con la violación del derecho a la integridad personal y la amenaza del
derecho a la vida, la Corte expuso:
"Los
maltratos físicos al cónyuge, compañero o compañera permanente implican abierta
violación del derecho a la integridad personal, en cuya virtud nadie será
sometido a torturas ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes (artículo 12
C.P.).
Pero,
además, implican grave amenaza para el derecho a la vida de la persona objeto
de los ataques.
Por otra
parte, es evidente el daño que tales comportamientos ocasionan a la familia,
factor primordial de la convivencia y elemento social de primer orden, que
merece la especial protección del Estado (artículos 5 y 42 C.P.). Como lo
expresa la Carta ´cualquier forma de violencia en la familia se considera
destructiva de su armonía y unidad y será sancionada conforme a la ley´."
(Sentencia T-552 de 1994 M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo)
También
puntualizo la Corte que:
"Los
principios constitucionales en la materia resultan flagrantemente desconocidos
cuando uno de los cónyuges o compañeros permanentes ataca físicamente al otro,
pues ello no sólo significa agravio -el que ya de por sí, aunque fuera
puramente verbal, quebrantaría la regla del recíproco respeto que se deben los
esposos- sino que repercute en la esfera de la integridad física y moral de la
persona atacada e inclusive pone en peligro su vida.
Como lo
ha advertido esta Corte, ´el respeto a la vida y a la integridad física de los
demás, en un sentido moral y jurídicamente extenso que no se reduce sólo a la
prevención policiva o a la represión penal del agresor, comporta el deber de no
maltratar, ni ofender, ni torturar, ni amenazar a las personas, mucho menos a
aquella con quien se comparte la unión doméstica de procreación y desarrollo de
los hijos y de la familia, y la promesa de mutuo fomento material y espiritual´
(Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-529 del 18 de
septiembre de 1992 . Magistrado Ponente: Dr. Fabio Morón Díaz).
Debe
insistirse en que el derecho a no ser agredido y el correlativo deber de no
atacarse son reconocidos y exigidos simultáneamente a ambos cónyuges o
compañeros, independientemente de su sexo, pues los artículos 42 y 43 de la
Constitución proclaman la igualdad del hombre y la mujer en deberes y derechos.
Lo
propio puede afirmarse del tipo de unión -matrimonial o de hecho-, pues una y
otra están igualmente bajo el amparo de la Constitución Política como formas
lícitas de dar origen a la familia". (Sentencia T-487 de 1994).
3. En lo
referente a los otros medio de defensa judicial, la Corporación ha insistido en
que, para que sea viable el desplazamiento de la acción de tutela, el medio que
se aduzca debe ser eficaz e idóneo para la real protección del derecho
comprometido, lo cual no acontece en este caso:
"De
otra parte, la Corte encuentra que no asiste razón para aceptar el argumento
sostenido por el Honorable Tribunal Superior de Pereira, según el cual la
situación planteada por la petición se contrae a un asunto típicamente
doméstico y familiar, para cuya resolución judicial están previstas las
acciones correspondientes ante la jurisdicción de familia, lo cual en su
opinión hace improcedente la acción de tutela; en efecto, los hechos narrados y
probados muestran que el conflicto intrafamiliar fue desbordado con amplitud
por las agresiones y los tratos indignos e inhumanos del marido, poniendo en
grave peligro la vida de la mujer y violando ostensiblemente su derecho a la
integridad personal. Así, el conflicto a que se refiere la sentencia que se
revisa debe ser resuelto ante el juez competente de conformidad con las normas
legales aplicables; empero, en la acción de tutela, se trata de otro asunto, el
cual aun cuando está relacionado con aquel, es perfectamente autónomo para los
fines del amparo constitucional.
Cabe advertir
que esta distinción fáctica debe estar en la base del examen de la procedencia
de la acción de tutela, pues, como se advirtió, no es voluntad del
constituyente refundir o confundir las acciones judiciales, ni mucho menos
enervar las competencias ordinarias de los jueces. Así pues, la procedencia de
la acción que es impetrada en sede de tutela en estos casos, debe medirse por
la gravedad de la conducta violenta e inhumana y por su impacto sobre los
derechos constitucionales fundamentales, que no pueden quedar desprotegidos en
espera de una resolución judicial que se contrae a decidir en principio sobre
el conflicto intrafamiliar, las obligaciones recíprocas de naturaleza económica
y jurídica entre los cónyuges y sobre lo que resulte en torno de los hijos;
ocurre que el juez de familia se ocupa fundamentalmente de otro objeto y no de
la protección inmediata del derecho a la vida y a la integridad física de las
personas afectadas de modo inminente y grave por la fuerza violenta, habitual e
irresistible de otra, dentro de la unidad doméstica tradicionalmente marcada
por algunas indeseables diferencias de sexo y por el sometimiento absurdo de
una parte débil a otra más fuerte y abusiva, como es el caso que motiva estas
actuaciones.
Igualmente
cabe señalar que tampoco es obstáculo para la procedencia de la acción de
tutela la existencia de la vía penal que se surte también ante las autoridades
judiciales especializadas, ya que estas actúan en cumplimiento de sus funciones
públicas, como que son titulares de la acción correspondiente de carácter
punitivo y represor; así, la jurisdicción penal conoce en este caso de las
conductas específicas de lesiones personales o de las tentativas de homicidio,
pero no de los específicos tratos inhumanos y degradantes a los que en este
caso somete el marido a la mujer en el seno del hogar doméstico y familiar, y
no conduce a su garantía inmediata y directa, que es el efecto directo de la
orden de tutela.
Obsérvese
que la orden de amparo por vía de las actuaciones en sede de tutela, no enerva
ni obstruye la competencia de las autoridades penales de la Rama Judicial, pues
estas deben seguir el curso de las actuaciones que les asigna la función
pública de que son titulares ante la comisión de un delito o de una conducta
punible, e incluso pueden llegar a ordenar las reparaciones que sean
procedentes por vía de la acción civil y dentro del marco de la correspondiente
responsabilidad. Tutelar el derecho constitucional fundamental a la vida que se
encuentra amenazado y el derecho a la integridad personal que ha sido violado
por uno de los cónyuges que coloca al otro en condiciones de indefensión, no
comporta en este caso la exclusión de las competencias de los jueces penales,
pues, en juicio de la Corte Constitucional ambas vías judiciales buscan fines
diferentes y no son incompatibles. En estos casos la vía judicial ordinaria no
alcanza a garantizar los derechos constitucionales, que se pretenden proteger
por vía de la acción de tutela.
Por
último el Honorable Tribunal de Pereira advierte que tampoco es procedente la
acción de tutela por cuanto en su opinión la existencia de vías policivas para
prevenir o precaver conductas como las que describe y prueba la peticionaria,
excluyen la posibilidad de impetrar la acción de tutela; al respecto se observa
que bien definida tiene la doctrina y la jurisprudencia la naturaleza de dichas
acciones, que se surten ante las autoridades de policía a las que se les
reconoce su carácter administrativo y no judicial; por tanto, se destaca que no
asiste razón en este aspecto a la sentencia que se examina, mucho más cuando lo
que señala la Constitución como hipótesis de improcedencia de la acción de
tutela es la existencia de otras vías judiciales ordinarias erigidas para
proteger los derechos constitucionales que resultan vulnerados o
amenazados" (Sentencia T-529 de 1992).
4.
Finalmente, cabe destacar que las manifestaciones de violencia en el seno de la
familia afectan particularmente el desarrollo de los niños, quienes, según el
artículo 44 superior, tienen derecho a gozar de una familia y asimismo, al
cuidado y amor, a la educación y a ser protegidos contra toda forma de
violencia física y moral; no resulta, entonces, irrelevante,
constitucionalmente, la alusión que hace la actora al artículo 44 de la
Constitución en su escrito de tutela.
Los
hechos que la peticionaria puso en conocimiento del juez de tutela, en procura
de la protección de sus derechos violados y amenazados, y que, además, fueron
corroborados por la señora Ruth Elena Girón Mendoza en la declaración que
rindió ante el despacho judicial, ameritan, en razón de las consideraciones
expuestas, la protección que brinda el instrumento de defensa de los derechos
constitucionales fundamentales previsto en el artículo 86 de la Carta.
No son
de recibo los argumentos de la Juez Trece Civil Municipal de Barranquilla en
cuanto remite a la peticionaria a formular su queja ante las autoridades de
policía y los jueces de familia, ya que, como se anotó, en el primer evento no
nos encontramos frente a un medio judicial de defensa y en el segundo caso, la
actuación de los jueces no es inmediata y se ocupa de otros aspectos diversos
del que debe dilucidarse en sede de tutela, cual es, la protección urgente de
los derechos a la vida y a la integridad personal.
Se
destaca en la actuación surtida la falta de actividad probatoria enderezada a
desentrañar todos los aspectos relativos a la situación planteada; se limitó la
juez a recibir una declaración a la que le restó importancia en su fallo por
contener apenas "un testimonio de oídas" y en lo atinente a las otras
pruebas pedidas indicó que "se citó a la señora MARTHA ELENA ACOSTA DE
FREAY y al presunto infractor para que declararan sobre los hechos de la
presente acción , la cual no comparecieron" (sic).
Consta
en el expediente un memorial, recibido el 6 de junio de 1995, en el que se le
informa a la juez que la aludida señora no pudo comparecer en la fecha prevista
inicialmente y, por ello, se le solicitaba a la funcionaria judicial
"fijar nueva facha"; solicitud que no fue siquiera considerada y que,
estima la Corte, ha debido serlo, si se repara en el carácter informal y
protector de la acción de tutela y en el hecho de que la sentencia sólo vino a
pronunciarse el día 14 del mismo mes y año. Además, en lo que tiene que ver con
el accionado, su no comparecencia es un motivo adicional para tener por ciertos
los hechos narrados y conceder el amparo impetrado.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
REVOCAR la
sentencia proferida por el Juzgado Trece Civil Municipal de Barranquilla el día
catorce (14) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995), en el asunto
de la referencia.
SEGUNDO.
CONCEDER la
tutela de los derechos constitucionales fundamentales a la vida y a la
integridad personal que Yenis del Carmen Morales Escorcia reclama en contra de
su esposo Juan José Polo Figueroa.
TERCERO.
ORDENAR a Juan
José Polo Figueroa abstenerse de ejecutar cualquier acto de violencia física o
moral en contra de su esposa Yenis del Carmen Morales Escorcia.
CUARTO.
ORDENAR, por
intermedio del Comandante del Departamento de Policía Atlántico, a las
autoridades de policía con competencia en el lugar en donde habita y labora la
actora, ejercer vigilancia permanente y cercana sobre la conducta del citado
Juan José Polo Figueroa, para la efectiva protección de los derechos a la vida
y a la integridad personal de Yenis del Carmen Morales Escorcia.
QUINTO.
ADVERTIR a
Juan José Polo Figueroa que el desacato a lo dispuesto en esta providencia le
acarreará, cada vez que en él incurra, las sanciones establecidas en el
artículo 52 del Decreto 2591 de 1991.
SEXTO.
CONFIAR al Juzgado
Trece Civil Municipal de Barranquilla velar por el estricto cumplimiento de lo
dispuesto en este fallo.
SEPTIMO.
REMITIR copia
del expediente y de esta providencia a la Directora del Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar, para que inicie las diligencias orientadas a tomar las
medidas de protección pertinentes para la defensa de los derechos de la señora
Yenis del Carmen Morales Escorcia y de sus menores hijos.
OCTAVO.
LIBRENSE, por
Secretaría, las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
513 | T-392-95
Sentencia No. T-392/95
Sentencia
No. T-392/95
JUEZ
DE TUTELA-Facultades/JUEZ
DE TUTELA-Derechos invocados
Es al
juez a quien corresponde examinar y evaluar los hechos y, de conformidad con
ese análisis serio y ponderado, resolver si concede o niega la protección,
independientemente de que se haya o no expuesto un "concepto de la
violación". Aún más, es posible que el actor realice una mención
equivocada del derecho que estima violado o que omita hacer la referencia, sin
que ello constituya obstáculo para acometer el estudio de la solicitud. La
tarea del juez de tutela justamente estriba en escudriñar la situación que se
le ha planteado y, como fruto de ese esfuerzo, puede otorgar la protección que
se le pide, incluso por derechos no mencionados o en relación con los cuales el
interesado haya dejado de indicar en qué consiste la vulneración que alega. Un
entendimiento contrario al anterior implica resignar el importante papel que la
Carta confiere a los jueces en materia de protección de los derechos
constitucionales fundamentales, so pretexto de observar ritualidades extrañas a
la acción tutela que, se repite, es, de suyo, informal.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Interpretación
Se
aparta la Sala del planteamiento del juez de primera instancia que limita los
derechos fundamentales a los contemplados en los artículos 11 a 41 de la
Constitución Política. A este respecto es oportuno recordar que los argumentos
sede materiae y a rubrica son apenas criterios auxiliares en la labor de
determinar la fundamentalidad de un derecho.
DERECHO
DE PETICION-Pronta
resolución
Se
produjo la violación del derecho de petición pues las entidades demandadas
superaron, con amplitud, el término en que ha debido producirse una respuesta
y pasaron por alto la obligación de mantener informadas a las peticionarias
acerca del trámite de su petición.
DERECHO
DE PETICION-Alcance
La
protección del derecho de petición que otorga la acción de tutela se limita a
ordenar a la autoridad que responda la solicitud, cuando a ello no ha procedido
oportunamente, mas no se extiende a fijar el contenido de la decisión que la
autoridad administrativa debe adoptar, que es lo que erróneamente pretende el
apoderado de las actoras al pedir, en el escrito de impugnación, una respuesta
favorable, consistente en el "reconocimiento del derecho". El
eventual desacuerdo con lo decidido puede ventilarse en otras instancias y en
ejercicio de otros medios de defensa judicial.
REF:
Expediente No. 74788
Acción
de tutela en contra del Fondo de Prestaciones Sociales del Magisterio, del
Fondo Educativo Regional de Cundinamarca y de la Fiduciaria La Previsora.
Actores:
EMMA
STELLA DAZA DE CORTES y otras
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Dr.
JORGE ARANGO MEJIA
Santafé
de Bogotá D.C., septiembre cinco (5) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala
de Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Honorables Magistrados
JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de
sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre las decisiones judiciales relacionadas con la acción de
tutela de la referencia, proferidas, en primera instancia por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, Sección Segunda-Subsección B, el veinticinco
(25) de mayo de mil novecientos noventa y cinco (1995), y en segunda instancia
por el Honorable Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo-
Sección Primera, el quince (15) de junio del mismo año.
I. ANTECEDENTES
A. La
solicitud
El 15 de
mayo de 1995, EMMA STELLA DAZA DE CORTES, MARIA MAYERLY GONZALEZ DIOSA, MYRIAM
ALVARADO RODRIGUEZ, ELVIRA MARTINEZ DE PEÑA, MARIA LILIA ALDANA TEJEDOR, ANA
GRACIELA GARAY DE AGUDELO, CELMIRA ALDANA TEJEDOR, GRACIELA ALDANA DE CORTES,
MARIA MAGDALENA MELO DE CLAVIJO, BLANCA CECILIA MONTAÑO DE GOMEZ, YANETTE
SEGURA Viuda de OLARTE, LAUDICE INES SANCHEZ VASQUEZ, LIBIA INES MENDOZA DE
VILLAMIL, OLGA SANCHEZ VASQUEZ y FLOR ALBA SANCHEZ VASQUEZ, presentaron,
mediante apoderado, una acción de tutela en contra del FONDO DE PRESTACIONES
SOCIALES DEL MAGISTERIO, DEL FONDO EDUCATIVO REGIONAL DE CUNDINAMARCA y de la
FIDUCIARIA LA PREVISORA, con el fin de que se les ordene "dar respuesta a
las peticiones que sobre reconocimiento y pago" de sus respectivas
cesantías parciales elevaron las docentes mencionadas.
Indican
que habiendo cumplido la totalidad de los requisitos exigidos presentaron
"la reclamación tendiente a obtener el pago de sus respectivas cesantías
parciales, sin que a la fecha se les haya dado respuesta sobre ese
particular".
Señalan
las accionantes que sus solicitudes tienen "un promedio de 18 meses",
pues la primera de ellas se halla radicada bajo el número 931320 y fue
presentada el 25 de agosto de 1993, en tanto que la última tiene la radicación
número 932598 y se presentó el 22 de diciembre de 1993.
Informan
las demandantes que, por conducto de su apoderado, obtuvieron copia auténtica
de una comunicación interna en la que se expone que "se ha establecido
como política del Fondo del Magisterio, la negativa a reconocer cesantías
parciales a docentes a los que ya se les efectuó un avance de cesantía parcial
por el mismo Fondo ya que se requiere beneficiar al mayor número de docentes,
especialmente a aquellos a los que el Fondo del Magisterio nunca les ha pagado
cesantía parcial...".
Estiman
las actoras que esa comunicación es "ilegal, arbitraria, antijurídica y
atentatoria contra sus derechos", toda vez que no contiene argumentos
jurídicos válidos y que carece de todo sustento normativo. Además, sostienen
que "no puede catalogarse de ninguna manera como una respuesta
individual" a cada una de las solicitudes formuladas.
En
sentir de las demandantes, se ha violado el derecho de petición y con ello el
derecho a obtener el pago oportuno de una acreencia laboral y también los
derechos al trabajo y a una vivienda digna.
B. La
sentencia de primera instancia
El
Tribunal Administrativo de Cundinamarca, mediante sentencia de mayo
veinticinco (25) de mil novecientos noventa y cinco (1995) resolvió tutelar el
derecho de petición y en consecuencia, ordenó al FONDO DE PRESTACIONES SOCIALES
DEL MAGISTERIO, al FONDO EDUCATIVO REGIONAL DE CUNDINAMARCA y a la FIDUCIARIA
LA PREVISORA acatar lo preceptuado en el artículo 23 de la Constitución
Política "dando cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 6 del Código
Contencioso Administrativo", para lo cual otorgó un término de cuarenta y
ocho (48) horas.
En
relación con el derecho al trabajo, consideró el Tribunal que las accionantes
no expusieron el motivo de la violación, por lo que "no es del caso entrar
a analizar este aspecto de la acción intentada". Los derechos contemplados
en los artículos 51 y 53 de la Carta Política, en criterio del fallador de
primera instancia, no son tutelables porque "en aplicación de la
Constitución Política sólo son tutelables los derechos fundamentales
mencionados en los artículos 11 a 41".
En
cuanto al derecho de petición el Tribunal se refirió, en primer lugar, a la
respuesta que, ante el requerimiento de esa Corporación, dio el Fondo Educativo
Regional de Cundinamarca-Oficina de Prestaciones Sociales del Magisterio,
comunicación en la que se informa que a las 15 solicitudes de anticipo de
cesantías se les elaboró proyecto de resolución de reconocimiento que, en cada
caso, se remitió a la Fiduciaria la Previsora, entidad que, por oficio fechado
el 18 de octubre de 1994, los devolvió sin aprobarlos "en razón a que con
anterioridad ya se les había reconocido anticipo de cesantías". Se
informó, además, que por acuerdo del 11 de enero de 1995 el Consejo Directivo
del Fondo de Prestaciones Sociales del Magisterio dispuso que los afiliados
"sólo podrán solicitar nuevamente los avances de sus cesantías parciales
cada tres años contados a partir de la fecha del último pago",
confirmándose así la negativa decidida en 1994.
Pese a
lo anterior, a juicio del Tribunal, las entidades demandadas omitieron dar
respuesta a las solicitudes ya que "están en la obligación de informar a
las peticionarias sobre el trámite interno efectuado con respecto a su
petición, sin embargo, esto no fue demostrado por parte de las entidades
acusadas".
C. La
impugnación
Dentro
del término legal, el apoderado de las peticionarias impugnó el fallo de
primera instancia y señaló, para tal efecto, que las respuestas dadas por las
entidades en acatamiento a lo ordenado en la sentencia impugnada "se deben
entender como una disculpa para no efectuar el pago de las prestaciones
sociales solicitadas" . Añadió el memorialista que ese no fue el objeto de
la acción impetrada porque "lo pedido en la misma se limita al
reconocimiento del derecho" que es, justamente, lo que las demandadas
están evitando.
D. La
sentencia de segunda instancia
El
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo-Sección Primera, por
sentencia de quince (15) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995)
decidió revocar la sentencia de primera instancia y, en su lugar, declaró la
cesación de la actuación impugnada.
Consideró
el Consejo de Estado que el reconocimiento y pago de las prestaciones
solicitadas no es "viable a través de la tutela ya que para su
satisfacción existe un medio de defensa judicial" y que, encontrándose
acreditado que las demandantes obtuvieron la respuesta pedida "hay lugar a
la aplicación del artículo 26 del Decreto 2591 de 1991 en el sentido de
declarar la cesación de la actuación impugnada, imponiéndose, en consecuencia,
la revocatoria de la sentencia".
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la
referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso segundo y
241 numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace
en virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente y
del reparto que se verificó en la forma señalada por el reglamento de la
Corporación.
B. La
materia
1. Como
cuestión preliminar, considera la Sala indispensable precisar que, tratándose
de la acción de tutela, no es de recibo exigir a quien acude a ese mecanismo
exponer, rigurosamente, "el concepto de la violación" o invocar con
exactitud el derecho que considera violado. El instrumento que el Constituyente
de 1991 diseñó para la protección de los derechos constitucionales
fundamentales difiere de otros procedimientos, caracterizados por la necesidad
de observar determinada técnica o de cumplir estrictos presupuestos procesales,
ya que, en la acción de tutela, predomina la informalidad en la medida en que
de ella puede servirse "toda persona", con absoluta prescindencia de
cualquier tipo de cualificación.
Es evidente
que el petente debe exponer las circunstancias fácticas que sirven de apoyo al
amparo que pide y que, en cada caso concreto, el juez está llamado a desplegar
la actividad necesaria para fijar los hechos, recurriendo, con ese objetivo, al
mismo peticionario o a la autoridad demandada, en procura de obtener los
informes pertinentes; pero de ello no se sigue que sea viable extender el
rigor propio de otras ramas del derecho al campo de la tutela.
Es al
juez a quien corresponde examinar y evaluar los hechos y, de conformidad con
ese análisis serio y ponderado, resolver si concede o niega la protección,
independientemente de que se haya o no expuesto un "concepto de la
violación". Aún más, es posible que el actor realice una mención equivocada
del derecho que estima violado o que omita hacer la referencia, sin que ello
constituya obstáculo para acometer el estudio de la solicitud.
La tarea
del juez de tutela justamente estriba en escudriñar la situación que se le ha
planteado y, como fruto de ese esfuerzo, puede otorgar la protección que se le
pide, incluso por derechos no mencionados o en relación con los cuales el
interesado haya dejado de indicar en qué consiste la vulneración que alega. Un
entendimiento contrario al anterior implica resignar el importante papel que la
Carta confiere a los jueces en materia de protección de los derechos
constitucionales fundamentales, so pretexto de observar ritualidades extrañas a
la acción tutela que, se repite, es, de suyo, informal.
Aun
cuando la Sala no encuentra razones para afirmar la violación del derecho al
trabajo, en el evento que ahora ocupa su atención, no comparte el criterio
prohijado por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, de conformidad con el
cual no era del caso entrar a analizar este aspecto por no haber señalado las
accionantes "en qué hacen consistir el motivo de la violación de dicho
derecho fundamental...".
2. De
otro lado, también se aparta la Sala del planteamiento del juez de primera
instancia que limita los derechos fundamentales a los contemplados en los
artículos 11 a 41 de la Constitución Política. A este respecto es oportuno
recordar que los argumentos sede materiae y a rubrica son apenas
criterios auxiliares en la labor de determinar la fundamentalidad de un derecho
(Sentencia T-02 de 1992).
Por
fuera del Capítulo primero del título segundo de la Carta Política, el
Constituyente hizo mención expresa de los derechos fundamentales de los
niños (art. 44 C.P.) y la Corte Constitucional ha encontrado otros derechos
fundamentales, tal como sucede por ejemplo con el acceso a la justicia
contemplado en el artículo 229 superior. (Sentencia T-08 de 1992). Además, en
relación con el derecho a la paz, consagrado en el aludido capítulo primero, el
decreto 2591 de 1991 estableció que la acción de tutela es improcedente para su
protección (Art. 6 numeral 3o.).
También
debe tenerse en cuenta que ciertos derechos de contenido económico y social y
colectivos o del ambiente, pese a no ubicarse dentro de la categoría de los
derechos fundamentales, en ocasiones, merced a las circunstancias de un caso
específico, comparten la naturaleza de los fundamentales cuando su violación
implica el desconocimiento de un derecho fundamental de aplicación inmediata,
como sucede con la salud, la seguridad social o el medio ambiente en relación
con la vida.
Por
último, cabe puntualizar que la Constitución, en su artículo 94 dispone que la
enunciación de los derechos contenidos en ella y en los convenios
internacionales vigentes "no debe entenderse como negación de otros que,
siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos".
3. En
cuanto atañe al derecho de petición, una vez más la Sala reitera que no se
agota en la posibilidad de dirigirse a las autoridades, en interés particular o
general, sino que abarca la resolución del asunto llevado a conocimiento de la
autoridad pública respectiva.
La
Corte, por intermedio de sus diferentes salas de revisión, ha sido enfática en
el sentido de precisar que la efectividad del derecho contemplado en el
artículo 23 de la Carta más que en el primer momento, que supone la
presentación de una solicitud, radica en un segundo instante que es el de la
respuesta, de modo que el derecho de petición comporta la decisión real acerca
de la inquietud formulada por el particular.
Ahora
bien, no basta que la autoridad administrativa decida. La resolución del
asunto, para que sea tal, debe producirse dentro de los términos que la ley
contempla. No sólo la falta de respuesta viola el derecho de petición, un
pronunciamiento tardío también lo conculca. Siempre que la autoridad esté
imposibilitada para brindar una respuesta rápida, según las voces del artículo
sexto del Código Contencioso Administrativo, debe informarlo al peticionario
con expresa referencia de los motivos que justifican la tardanza y del momento
en que se adoptará la decisión.
Tampoco
es suficiente aducir cualquier argumento para entender que la autoridad ha
acatado la obligación de resolver. La Corte Constitucional es clara en sostener
que el derecho de petición entraña un concepto de decisión material y efectiva,
de acuerdo con el cual la autoridad está avocada a abordar el fondo del asunto
tratado, sin incurrir en respuestas evasivas que de nada sirven al
peticionario. No significa lo anterior que en todo caso deban acogerse las
pretensiones o inquietudes del solicitante adoptando una decisión
necesariamente favorable a sus intereses; el pronunciamiento puede ser
negativo pero, en todo caso, orientado a la resolución material del asunto, de
manera tal que en verdad despeje la incertidumbre del solicitante.
La
comunicación entre el peticionario y la administración resulta indispensable y
ha de encontrarse garantizada a plenitud. A quien se dirige a la administración
le asiste el derecho a estar informado sobre el trámite impartido a su
solicitud y una vez producida la respuesta la administración no tiene motivo
alguno para reservar el sentido de lo decidido y por ende, está en la
obligación de enterar al peticionario. Los proyectos de resolución o de
respuesta no satisfacen los requerimientos del derecho de petición, porque la
resolución verdadera es aquella que trasciende el ámbito de la autoridad y es
puesta en conocimiento del solicitante.
Con base
en lo hasta aquí expuesto, la Sala estima que en el evento sub lite se produjo
la violación del derecho de petición pues las entidades demandadas superaron,
con amplitud, el término en que ha debido producirse una respuesta y pasaron
por alto la obligación de mantener informadas a las peticionarias acerca del
trámite de su petición. Una respuesta concreta sólo se obtuvo como consecuencia
de la sentencia de primera instancia que concedió la tutela para la protección
del derecho consagrado en el artículo 23 de la Carta.
Es
acertada, entonces, la decisión del juez de primera instancia puesto que la
protección del derecho de petición que otorga la acción de tutela se limita a
ordenar a la autoridad que responda la solicitud, cuando a ello no ha procedido
oportunamente, mas no se extiende a fijar el contenido de la decisión que la
autoridad administrativa debe adoptar, que es lo que erróneamente pretende el
apoderado de las actoras al pedir, en el escrito de impugnación, una respuesta
favorable, consistente en el "reconocimiento del derecho". El eventual
desacuerdo con lo decidido puede ventilarse en otras instancias y en ejercicio
de otros medios de defensa judicial.
4. Llama
la atención que el Consejo de Estado haya decidido revocar el fallo de primera
instancia, aduciendo, para tal fin, la cesación de la actuación impugnada. La
Sala estima que esa figura, prevista en el artículo 26 del Decreto 2591 de 1991
no tiene operancia en este evento, y por lo tanto, es ineludible distinguir
entre las cesación de la actuación impugnada que se genera durante el curso de
la tutela y la cesación producida gracias a que la sentencia de primera
instancia encuentra vulnerado un derecho y opta por conceder el amparo. La
primera hipótesis corresponde cabalmente a la preceptiva del artículo en
comento y, cuando ello ocurra, a esa preceptiva debe atenerse el juez. La
segunda hipótesis no encaja dentro del supuesto de esa norma y, en
consecuencia, frente a la sentencia favorable pronunciada en primera instancia,
el fallador de segunda no cuenta con opciones distintas a modificarla y a
confirmarla o revocarla total o parcialmente, según corresponda.
El
argumento del Consejo de Estado no es valedero y, si estaba de acuerdo, como
parece estarlo, con lo decidido por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca
ha debido confirmar la sentencia impugnada, pues para proceder a revocarla,
como lo hizo, se requerían razones diferentes a la que acogió, dado que el
artículo 26 del Decreto 2591 de 1991 no era aplicable.
Se
revocará la sentencia de segunda instancia y recibirá confirmación la proferida
en primera instancia, por las razones expuestas en esta providencia.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO. REVOCAR la sentencia proferida
por el Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo-Sección
Primera, el quince (15) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995) y
en su lugar CONFIRMAR, por las razones expuestas en la parte motiva de esta
providencia y en cuanto concedió la tutela del derecho de petición, la
sentencia proferida por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, Sección
Segunda- Subsección B, el veinticinco (25) de mayo del mismo año, dentro del
asunto de la referencia.
SEGUNDO. LIBRENSE, por Secretaría, las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los
efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
514 | T-393-95
Sentencia No. T-393/95
Sentencia
No. T-393/95
DERECHO
DE PETICION-Pronta
resolución
Cuando
se ha hecho uso de los recursos establecidos por la ley para controvertir
directamente ante la administración sus decisiones, ella está obligada a
resolver dentro de un término prudencial y acorde con la naturaleza misma del
asunto, pues, en caso de no hacerlo, existirá vulneración del derecho de
petición. Por tanto, en los casos donde no exista una pronta resolución, la
acción de tutela será el mecanismo para exigir, y ordenar, a la administración
una pronta decisión. La ocurrencia del silencio administrativo no hará
improcedente la operancia de esta acción.
REF:
Expediente No. 76143
Acción
de tutela presentada en contra del Instituto de Seguros Sociales.
Actor:
Magnolia
Rico Paredes, en representación de su hija Maria Helena Martínez Rico.
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Dr.
JORGE ARANGO MEJIA
Santafé
de Bogotá D.C., septiembre cinco (5) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala
de Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Honorables Magistrados
VLADIMIRO NARANJO MESA, JORGE ARANGO MEJIA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de
sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre la sentencia relacionada con la acción de tutela de la
referencia, proferida por el Tribunal Contencioso Administrativo del Valle del
Cauca, Sección Primera, el cinco (5) de julio de mil novecientos noventa y
cinco (1995).
I. ANTECEDENTES
A. La
solicitud
El
veintitrés (23) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995), la señora
Magnolia Rico Paredes, actuando "en nombre y representación" de su
hija María Helena Martínez Rico "quien sufre de fuerte retardo
mental", instauró acción de tutela en contra del Instituto de Seguros
Sociales para que se le ordene dar respuesta a un recurso de reposición
interpuesto. La petente invocó, para tal efecto, los derechos a la igualdad y
de petición.
Informó
la peticionaria que su esposo estaba afiliado al Instituto de Seguros Sociales
y que falleció el 2 de julio de 1992, habiéndose presentado su hija a reclamar
pensión de sobrevivientes que le fue negada, pese a su retardo mental, por
resolución número 07925 de 1994, notificada el 2 de febrero de 1995.
En
contra de dicha resolución, el 8 de febrero de 1995, se interpuso recurso de
reposición y en subsidio apelación y desde esa fecha han transcurrido cinco
meses "sin haber obtenido pronta resolución como lo manda el artículo 23
de la Constitución...".
B. La
sentencia que se revisa
El
Tribunal Contencioso Administrativo del Valle del Cauca, Sección Primera,
mediante sentencia del cinco (5) de julio de mil novecientos noventa y cinco
(1995), resolvió "rechazar por improcedente la acción de tutela
instaurada...".
Estimó
el Tribunal que "frente a la petición inicial hecha ante el ente público
por la peticionaria, él se ha pronunciado a través de un verdadero acto administrativo
la resolución No. 07925 de fecha 9 de diciembre de 1995, contra ella la
ciudadana ha ejercido los recursos de vía gubernativa que al no darse respuesta
y en los términos que señala la ley se configura el fenómeno del silencio
administrativo que abre la posibilidad al administrado de acudir ante la
jurisdicción administrativa".
Señaló
el Tribunal que la administración tiene dos meses para decidir el recurso y que
si no lo hace el administrado puede esperar indefinidamente a que lo resuelva o
acudir a la jurisdicción administrativa "alegando la operancia del
silencio".
Por
último, indicó el fallador que "frente al caso concreto es claro que la
peticionaria dispone de otro medio de defensa judicial, la acción establecida
en el artículo 85 del Código Contencioso Administrativo, lo cual torna
improcedente el amparo reclamado según lo establece el artículo 6, numeral 1
del decreto 2591 de noviembre de 1991".
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La Competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la
sentencia correspondiente al asunto de la referencia, de conformidad con lo
establecido en los artículos 86, inciso segundo y 241, numeral noveno, de la
Carta Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto
2591 de 1991. Se procede a la revisión en virtud de la selección practicada por
la Sala pertinente y del reparto efectuado en la forma señalada por el
reglamento de la Corporación.
B. La
materia
Se
plantea en el presente evento la posibilidad de lograr, mediante el ejercicio
de la acción de tutela, la resolución de los recursos interpuestos ante la
administración, en la denominada vía gubernativa.
En
algunos pronunciamientos la Corte Constitucional ha abordado el tema. En esta
oportunidad cabe reiterar los planteamientos acogidos por la Sala Primera de
Revisión, en sentencia No. 304 de 1994, con ponencia del Magistrado Jorge
Arango Mejía.
1. Sobre
el derecho de petición se expuso:
"La
Corte, en múltiples fallos, ha señalado la importancia de este derecho,
considerado como el instrumento que le permite al administrado estar en
contacto con la administración. Es además, un mecanismo de participación, pues,
a través de él, el administrado puede intervenir en la gestión que realizan los
diferentes entes públicos, y, excepcionalmente, los de carácter privado.
Este
derecho implica otro: el derecho a la pronta resolución. Por esta razón, es
claro que la realización de este derecho se da cuando, una vez formulada la
correspondiente solicitud, la administración, dentro de los términos y
parámetros previstos en la ley, da respuesta al solicitante, ya sea concediendo
o negando lo pedido. El sentido favorable o desfavorable de la respuesta no es
de la esencia de este derecho, y, por tanto, cuando la administración no accede
a determinada solicitud, contrariando así los intereses del solicitante, no
puede hablarse de un quebrantamiento o desconocimiento del derecho fundamental
de petición.
Por el
contrario, si la administración, dentro de los términos establecidos en la ley,
no emite pronunciamiento alguno, estaremos en presencia de la vulneración de
este derecho, y por ende, de la procedencia de la acción de tutela, como único
mecanismo para su inmediata y efectiva protección, por ser éste un derecho de
rango fundamental, y por no existir dentro de nuestro ordenamiento jurídico, un
mecanismo judicial expedito para su defensa".
2.
Acerca de los recursos presentados ante la administración y de su relación con
el derecho contemplado en el artículo 23 superior, se indicó:
"El
Código Contencioso Administrativo establece los términos con que cuentan las
autoridades públicas para resolver las peticiones que a ellas se formulen, ya
sean éstas de carácter general o particular. Igualmente, señala los recursos
que proceden contra las decisiones que se adopten, recursos que tienen por
objeto la aclaración, modificación o reforma de lo decidido.
Es relevante
establecer que el uso de los recursos señalados por las normas del Código
Contencioso para controvertir directamente ante la administración sus
decisiones, es desarrollo del derecho de petición, pues, a través de ellos, el
administrado eleva ante la autoridad pública una petición respetuosa, que tiene
por finalidad obtener la aclaración, la modificación o la revocación de un
determinado acto. Siendo esto así, es lógico que la consecuencia inmediata sea
su pronta resolución.
El
anterior aserto tiene fundamento en el hecho mismo de que el derecho de
petición, por su esencia típicamente política, se convierte en el medio que
permite al administrado controvertir los actos de la administración, por
considerarlos ilegales o simplemente inconvenientes para sus intereses.
No
existe razón lógica que permita afirmar que la interposición de recursos ante
la administración, no sea una de las formas de ejercitar el derecho de
petición, pues, si él permite al sujeto participar de la gestión de la
administración, así mismo, podrá como desarrollo de él, controvertir sus
decisiones".
3. En
referencia al silencio administrativo frente a recursos, en la sentencia citada
se consideró lo siguiente:
"El
artículo 60 del Código Contencioso (...) señala que si transcurridos dos (2)
meses desde que se ha interpuesto el recurso, la administración no lo resuelve,
deberá entenderse negado, otorgando así, la posibilidad al recurrente de acudir
ante la jurisdicción para que le defina sobre sus pretensiones, a través de las
acciones que para ello se han establecido. En dicha norma se consagra una
ficción, cuyo único objeto, se repite, es el de facilitar el acceso a la
jurisdicción. Por tanto, mientras no se haga uso de las acciones ante lo
contencioso, la administración sigue obligada a resolver, además de responder
por los daños que pueda producir su inactividad.
La
ocurrencia del silencio administrativo, tal como lo ha señalado esta
Corporación, no hace improcedente la acción de tutela, pues la única finalidad
del silencio administrativo es facilitarle al administrado la posibilidad de
acudir ante la jurisdicción para que ésta resuelva sus pretensiones y decida de
manera definitiva sobre lo que debía pronunciarse la administración. (.....)
Pero este efecto del silencio administrativo no equivale ni puede asimilarse, a
la resolución del recurso, razón por la cual el derecho de petición, sigue
vulnerado mientras la administración no decida de fondo sobre lo
recurrido".
Finalmente,
la Corte concluyó que:
"...cuando
se ha hecho uso de los recursos establecidos por la ley para controvertir
directamente ante la administración sus decisiones, ella está obligada a
resolver dentro de un término prudencial y acorde con la naturaleza misma del
asunto, pues, en caso de no hacerlo, existirá vulneración del derecho de
petición. Por tanto, en los casos donde no exista una pronta resolución, la
acción de tutela será el mecanismo para exigir, y ordenar, a la administración
una pronta decisión. La ocurrencia del silencio administrativo no hará
improcedente la operancia de esta acción".
4. En el
asunto revisado, advierte la Sala que en contra de la resolución No. 07925
emanada del Instituto de Seguros Sociales -Nivel Nacional- y por la cual se
negó la prestación para sobrevivientes solicitada por María Helena Martínez
Rico, se interpuso, con fecha ocho (8) de febrero de 1995, el recurso de
reposición y subsidiariamente el de apelación. Al momento de instaurar la
acción de tutela habían transcurrido más de cuatro meses desde la presentación
del recurso sin que la administración hubiese emitido pronunciamiento alguno.
Así las
cosas, en armonía con los criterios prohijados por la Corporación y que ahora
se reiteran, procede revocar la sentencia revisada y conceder la tutela por
violación del derecho de petición, en consecuencia, se ordenará a la entidad
demandada resolver el recurso presentado en el improrrogable término de
cuarenta y ocho (48) horas, contadas a partir de la notificación de la presente
sentencia.
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional -Sala Octava de Revisión-
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO. REVOCAR la sentencia proferida
por el Tribunal Contencioso Administrativo del Valle del Cauca, Sección
Primera, el día cinco (5) de julio de mil novecientos noventa y cinco (1995),
en el asunto de la referencia.
SEGUNDO. CONCEDER la tutela solicitada
y, en consecuencia, se ordena al Instituto de Seguros Sociales, resolver el
recurso interpuesto por la petente, en su propio nombre y en representación de
su hija María Helena Martínez Rico, en contra de la resolución No. 07925 de
1994, dentro del improrrogable término de cuarenta y ocho (48) horas, contadas
a partir de la notificación de la presente sentencia.
TERCERO. LIBRENSE, por Secretaría, las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del decreto 2591 de 1991, para los
efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
515 | T-395-95
Sentencia No. T-395/95
Sentencia No.
T-395/95
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Venta de bien de
uso público/DERECHOS COLECTIVOS-Protección del espacio público
Los actores
pretenden que se decrete la protección judicial específica y directa de unos
derechos que no ostentan el carácter de derechos constitucionales
fundamentales, sino simplemente el de derechos colectivos, en un caso, y el de
intereses difusos, relacionados con el espacio público que, a su vez, es otro
derecho colectivo, en otro. Para la protección de los derechos invocados en la
demanda de la referencia existen en nuestra legislación otras acciones
judiciales específicas y directas.
PERSONA JURIDICA-Titularidad de derechos fundamentales/JUNTA
DE ACCION COMUNAL-Protección de derechos fundamentales
Las personas
jurídicas están habilitadas por la Constitución para ejercer la acción de
tutela, no sólo en procura de la protección judicial de sus derechos
constitucionales fundamentales, sino además, pero en ciertos y precisos casos,
en defensa de los mismos derechos de otras personas en cuyo nombre pueden
actuar, como en el de las juntas de acción comunal, en el que aquéllas pueden
reclamar la mencionada protección de los derechos constitucionales
fundamentales de los vecinos del barrio o de la comunidad a la que representan.
REF.:
Expediente No. T-68416
Peticionario:
JUNTA DE ACCION
COMUNAL BARRIO CARVAJAL
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., Septiembre seis (6) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
de Tutelas, integrada por los H. Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO
NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus competencias
constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado ponente, resuelve
sobre las sentencias relacionadas con la acción de la referencia, proferidas
por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala
Civil- el diecisiete (17) de febrero de mil novecientos noventa y cinco y por
la Corte Suprema de Justicia -Sala Civil-, el cuatro (4) de abril de mil
novecientos noventa y cinco (1995). Además, la presente actuación de revisión
de las mencionadas providencias judiciales relacionadas con la acción de tutela
de la referencia, se adelanta con la insistencia del señor Defensor del Pueblo,
debidamente presentada dentro del término reglamentario.
I. ANTECEDENTES
A. LA DEMANDA DE
TUTELA
1. El tres (3) de
febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995), la Junta de Acción Comunal
del Barrio Carvajal por conducto de su Presidente, presentó ante el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala Civil-, un escrito
mediante el cual ejerce la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la
Carta Política, con el fin de obtener la protección de los derechos
fundamentales a la recreación, a la integridad, a la vida digna de la niñez y
de las personas que disfrutan de una zona verde de uso público en el Barrio
Carvajal, que considera vulnerados por el Juzgado Octavo Civil Municipal de
Santafé de Bogotá, al decretar el embargo, secuestro y remate de un bien de
uso público.
En este sentido, la
peticionaria solicita que, por virtud de la correspondiente decisión que
resuelva sobre la acción de tutela, se declare la nulidad del proceso ejecutivo
y ,en consecuencia, se ordene al Juez demandado cesar el embargo y remate de la
zona verde comunal de uso público del Barrio Carvajal.
2. Los fundamentos
de hecho y de derecho que señala la Junta de Acción Comunal del Barrio
Carvajal, a través de su Presidente, como causa de la acción interpuesta, se
resumen así:
a. El
urbanizador del Barrio Carvajal de esta ciudad, cedió, mediante procedimiento
"tipo A", el lote número 1 de la manzana B4 del plano B16 / 4-24,
entregado por Héctor Jiménez Olaya, como representante legal de la Asociación Provivienda
de Trabajadores, a la Procuraduría de Bienes del Distrito en acta suscrita el
20 de marzo de 1986.
b. Previa
autorización dada por la Alcaldía Menor de Kennedy, la Junta de Acción Comunal
del citado Barrio procedió al arreglo de la referida zona verde, para lo cual
sembró árboles, construyó una cancha múltiple y "levantó un cerramiento en
muro de ladrillo y malla, con sus respectivos accesos".
c. En el año
de 1990 se dió inicio, en el Juzgado Octavo Civil Municipal de esta ciudad, al
proceso ejecutivo de Hernando Alfredo Lara contra Cesar Augusto Daza y Harvey
Darío López, "en el cual el actor solicita el embargo, secuestro y remate
del lote ubicado en la calle 38 sur No. 63-04 - 08...el cual corresponde a la
mencionada zona verde comunal de uso público del barrio Carvajal".
d. Una vez
enterada la Junta de Acción Comunal de la existencia del mencionado proceso,
solicitó a la Procuraduría de Bienes del Distrito que interviniera en el mismo
"a efecto de defender el derecho que tiene la comunidad al disfrute y
goce de la mencionada zona de uso público", para cuyo efecto se solicitó
al Juzgado la suspensión del remate, según súplica que fue desatendida toda vez
que, en su lugar, se llevó a cabo la respectiva diligencia el 14 de abril de
1993.
e. Para la
diligencia de entrega fue comisionada la Inspección 8A de Policía, dependencia
que la realizó el 25 de enero del corriente año "y durante la cual fueron
demolidos los muros y la malla que rodeaban el predio".
Afirma que el
Juzgado demandado decretó el embargo del bien de uso público “con fundamento en
títulos de propiedad que no son veraces ni reales”.
B. LA DECISION
DE PRIMERA INSTANCIA
Tras recaudar la
documentación que consideró suficiente para esclarecer los hechos narrados en
el escrito introductorio y efectuar diligencia de inspección judicial a la
oficina de registro, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de
Bogotá -Sala Civil-, en sentencia de diecisiete (17) de febrero de mil novecientos
noventa y cinco, resolvió conceder la acción de tutela invocada por la Junta de
Acción comunal del Barrio Carvajal, en contra del Juzgado Octavo Civil
Municipal de Santafé de Bogotá, con base en las siguientes consideraciones:
Advierte que los
bienes de uso público se distinguen por su afectación al dominio público, por
motivos de interés general, relacionados con la riqueza cultural nacional, el
uso público y el espacio público, y por estar sometidos a un régimen jurídico
especial y por sus particulares características, no es válido exigírseles
matrícula inmobiliaria para determinar su procedencia, pues su rango es
directamente constitucional.
- Establece el
artículo 63 de la Carta Política, que los bienes de uso público, son
inalienables, imprescriptibles e inembargables; por ello no son susceptibles de
apropiación por particulares. En tal sentido, es ilícita la conducta de
cualquier particular que pretenda apropiarse del todo o parte de ellos.
Es por ello que
corresponde al Estado, el deber de velar por la integridad de esos bienes de
uso público, así como por la del espacio público y por su destinación al uso
público, todo lo cual prevalece sobre el interés particular.
Advierte que el juez
demandado supo que el bien que había ordenado embargar, secuestrar y que
posteriormente remataría, era un bien de uso público, pues así consta en las
copias del proceso ejecutivo allegadas a la tutela; sin embargo asumió una
actitud pasiva, de juez expectante, dándole un mayor valor al folio
inmobiliario que mostraba la titularidad en cabeza de los particulares
demandados.
La actividad pasiva
del juez demandado, dió prioridad al interés particular sobre el general,
vulnerando el artículo 63 de la Carta Política.
En la diligencia de
inspección judicial practicada a las Oficinas de Registro de Instrumentos
Públicos, el a-quo encontró que al predio objeto de esta tutela se le asignó
inicialmente el número 0500473128, que por encontrar el registrador, que este
número ya había sido asignado a otro predio, mediante resolución No. 281 de
mayo 24 de 1990 se le asignó uno nuevo, el No. 050-40042331. Al examinar el
folio respectivo, y compararlo con los libros radicadores se encontró, que el
turno No. 77-11724 con el que se hizo la primera anotación, no corresponde a solicitud
de inscripción de venta, sino a una solicitud de embargo hecho por el Juzgado
7o. Civil del Circuito (folio 83 cuaderno No. 1) o, que la escritura 963 del
1o. de junio de 1977 con la que se hizo la primera anotación, no contiene una
venta como en la misma se anuncia, sino un testamento, y no es de la fecha
mencionada, sino del 22 de abril de 1977 (folios 68 y 69 cuaderno 1). También
se encontró que, en la anotación complementaria se dice que Daniel García
Quiñones, adquirió por compra a la Asociación Provivienda de Trabajadores,
según Escritura 2705 del 24 de mayo de 1960; esta escritura adjunta a la acción
de tutela (folios 72 y 73 cuaderno 1) tampoco corresponde a una venta como allí
se anuncia, sino a una cancelación de hipoteca y no es del 24 de mayo de 1960,
sino del 10 de junio de 1960.
- Por todo lo
anterior, concluye el a-quo "que la titularidad del bien inmueble en
cabeza de particulares, se encuentra en entredicho y por ello, merece una
investigación penal". Solicita a la Fiscalía General de la Nación,
investigue los posibles ilícitos de que da cuenta el folio de matrícula
inmobiliaria hoy 05040042331, antes 0500-473128. Solicita a la Superintendencia
de Notariado y Registro, investigue las irregularidades encontradas en el folio
de matrícula mencionado, y además todos los casos en que la asignación de un
nuevo número de matrícula evidencia irregularidades similares.
- Considera
igualmente, que la vulneración de los derechos fundamentales se dió por un
vicio de carácter sustancial y no de procedimiento, razón por la cual, añadió,
no era factible dejar sin efecto la actuación surtida por el juzgado
denunciado, para ordenar, en cambio, la entrega inmediata del referido inmueble
a la comunidad.
Considera preciso
mientras la justicia penal toma las determinaciones del caso, ordenar la
inscripción de esta sentencia en el folio de matrícula inmobiliaria No.
050-40042331, con el fin de darle la publicidad debida y evitar más perjuicios
a la comunidad y a particulares incautos.
C. LA IMPUGNACION
La acción de tutela
fue interpuesta en contra del juzgado que conoció del proceso ejecutivo, que
ordenó, a su vez, el remate del bien inmueble referido, mas fueron el actor y
el rematante dentro del susodicho proceso, quienes, impugnaron el fallo proferido
en primera instancia, con los planteamientos que a continuación se resumen:
1. Hernando Alfredo
Lara Benavides en su condición de demandante dentro del proceso ejecutivo
mencionado arguye que la acción de tutela caducó, toda vez que habiéndose
dirigido en contra de una sentencia judicial, aquella debió interponerse dentro
de los dos meses siguientes a la fecha en que se profirió, y sucede que el
fallo de seguir adelante la ejecución se emitió hace varios años y el que
aprobó el remate hace "cerca de un año y medio o más".
2. Por su parte,
Publio Hernando Zambrano Rodríguez, por conducto de apoderado, invocó su
calidad de rematante y poseedor del bien inmueble en disputa, solicita se le
proteja su condición de tercero de buena fe. Anota que de no respetarse su
derecho, se estaría propiciando "un antecedente judicial grave de
incredibilidad a la autoridad judicial", atentándose además contra la cosa
juzgada y el patrimonio del Estado, que vendió en pública subasta.
D. LA DECISION
DE SEGUNDA INSTANCIA
La Corte Suprema de
Justicia -Sala de Casación Civil-, mediante sentencia de cuatro (4) de abril de
mil novecientos noventa y cinco (1995), al resolver sobre la impugnación
advertida, resolvió denegar la solicitud de tutela implorada por la Junta de
Acción Comunal del Barrio Carvajal en contra del Juzgado Octavo Civil
Municipal, con base en los siguientes razonamientos:
- El ad-quem
considera que existe cierta confusión en los términos empleados, no sólo por el
actor en tutela sino también por el juzgador de primer grado, por cuanto la
consecuencia de dejar sin efecto un proceso legalmente concluído en su aspecto
formal, sólo habría de ser factible si se hubiese configurado una vía de hecho
que convirtiera en arbitraria la decisión judicial cuestionada.
Como esa debe ser la
óptica con la cual corresponde examinar la cuestión, el ad-quem procedió a
estudiar el diligenciamiento judicial controvertido, y concluyó que el aspecto
formal del proceso agotó todas las etapas pertinentes, pero que en relación con
él, se discute la licitud del objeto perseguido, y con ello la efectividad de
las medidas cautelares practicadas en relación con un predio que, entonces,
sería inembargable e inalienable.
Establece que el
punto a esclarecer no es ya propiamente el de la titularidad del predio, sino,
el de la destinación del mismo, de tal suerte que, dadas las características
especiales que rodean los bienes de uso público por destinación, el predio
puede aparecer inscrito como de propiedad particular, mas prima sobre tal aspecto
su nueva condición que lo torna en un bien de servicio a la comunidad, con
ciertas peculiaridades sobre su dominio.
- Advierte que los
bienes de uso público pueden serlo por su naturaleza o por el destino jurídico
que se les imprime, teniendo en ambos casos un perfil diferente al de los
bienes fiscales, que son poseídos y administrados por el Estado como un
particular, con un sentido acentuadamente patrimonial, del que carecen los
primeros.
Menciona que la
jurisprudencia nacional reconoce la potestad del Estado o de las entidades
públicas en relación con los bienes de uso público, sin asimilar esa
vinculación al dominio civil, de tal suerte que las concibe como una categoría
intermedia entre el dominio público y el privado, con características propias que
lo singularizan como "dominio eminente" o "dominio sui
generis".
Respecto de los
bienes de uso público, sostiene que la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia ha dicho que "lo son por naturaleza o por destinación jurídica y
que continúan con esa calidad especial mientras sigan vinculados a la finalidad
pública y en los términos en que ésta así lo exija. Por consiguiente, el
Estado, desde que adquiere un bien para satisfacer una necesidad pública o de
uso público, tal bien queda adscrito como de uso público y, como tal, los
terceros o particulares no pueden interferir ni contrariar esa
destinación" (C.S.J. Sent. 28 julio 1987).
Considera que,
tratándose de bienes, que por su destinación especial en beneficio de la
comunidad, se salen del comercio, transformándose, en bienes inembargables,
imprescriptibles e inalienables, no cabe, ni remotamente, la posibilidad de que
sobre ellos impere una actuación judicial que en tales condiciones es meramente
aparente, toda vez que carece de efecto alguno, por cuanto la condición de
aquellos prima, como es apenas natural, sobre pretensiones particulares que,
aunque reconocidas mediante procedimientos agotados, previo cumplimiento de las
formalidades pertinentes, resultan inocuas para el fin perseguido.
Siendo así las
cosas, considera que no cabe la acción de tutela intentada, por cuanto la Ley 9
de 1989, en su art. 8, consagra la acción popular, de que trata a su vez el
artículo 1005 del Código Civil, como el medio de defensa apropiado para
defender el espacio público y el medio ambiente, procedimiento de que dispone
la Junta de Acción Comunal, para hacer respetar los derechos de la comunidad a
la que representa.
De otro lado,
menciona que, el Distrito Capital, como ente de derecho público encargado de
vigilar y custodiar el bien que se le cedió para ser destinado al beneficio
común, cuenta con la acción prevista en el artículo 69 de la citada ley 9 de
1989 para que, ante las autoridades de policía, tramite el correspondiente
lanzamiento directo de quienes por la ocupación de determinado predio, vulneran
las normas de urbanismo y planeación de la localidad. En igual sentido, el art.
132 del Código Nacional de Policía, que se refiere en forma concreta a la
restitución de bienes de uso público, determina que una vez establecido el
carácter de uso público del bien ocupado, se procederá "a dictar la
correspondiente resolución de restitución que deberá cumplirse en un plazo no
mayor de 30 días", pronunciamiento contra el cual proceden, a su vez, los
recursos de reposición y apelación en la vía administrativa, y las acciones
correspondientes en la vía jurisdiccional.
E. LA
INTERVENCION DEL DEFENSOR DEL PUEBLO
En la oportunidad
reglamentaria correspondiente, el despacho del Señor Defensor del Pueblo
presentó un escrito de insistencia para que las decisiones con las que se
resolvió la demanda de tutela de la referencia fuesen seleccionadas con fines
de revisión; posteriormente y en virtud del mismo, dentro de las competencias
de selección con fines de revisión eventual de las mencionadas providencias, el
asunto fue atraído al conocimiento de esta sala, por lo cual se procede a
resumir los argumentos de este funcionario.
En el mencionado
escrito el señor Defensor del Pueblo manifiesta que su petición tiene por
objeto “..suscitar un pronunciamiento de esa Honorable Corporación -aclaración
del alcance de un derecho- en torno al tema de la validez de los procesos
judiciales culminados, el principio de la buena fe, los derechos de las
personas que reciben la tradición de un inmueble a través de una autoridad
judicial y los derechos de las personas que confiados en esa especial forma de
tradición, adquieren el dominio de tales bienes”.
En su opinión la
Corte Suprema de Justicia se contradice en las consideraciones consignadas en
el fallo de segunda instancia, ya que de una parte admite que se adelanten
procesos de naturaleza civil sobre predios de uso público y de otra, reconoce,
al mismo tiempo, que aquellas actuaciones jurisdiccionales son meramente
aparentes; al respecto destaca que la Corte se inclina por el reconocimiento de
los derechos del rematante mientras que la solución debía ser la de ordenar la
entrega del mismo a la comunidad, pues el proceso judicial de remate es
meramente aparente y en tal virtud ningún derecho podría adquirir el rematante.
Sostiene que, es de
interés público, de una parte, que el uso de los bienes de uso público se
mantenga y, de otra, que los derechos adquiridos con buena fe por terceros,
dentro de una actuación judicial, sean respetados. Sostiene, al respecto, que
al tercero no le es exigible la ejecución de ninguna conducta tendiente a
establecer la realidad jurídica del bien, la que no puede ofrecer dudas si
proviene de una decisión judicial.
Señala que, con la
decisión de la Corte Suprema de Justicia se desconoce la vigencia de "un
principio de derecho sustancial" contenido en el artículo 63 de la
Constitución y se expone a la comunidad al adelantamiento de procesos judiciales
que pueden durar largo tiempo con unos resultados jurídicos no definidos,
advirtiéndose la persistencia en el ámbito judicial de la cultura de la
prevalencia de la ritualidad sobre el derecho sustancial, aspecto que se
percibe en la decisión adoptada”. Además, observa que los medios señalados por
la Corte Suprema son propios para la defensa de bienes de uso público, pero
con lo dispuesto en la sentencia mencionada se privaría a una comunidad de su
espacio de recreación, y se afectaría en forma grave los intereses de orden
general en detrimento de los intereses de la comunidad infantil.
Por último, el
Defensor del Pueblo manifiesta que la evaluación que haga la Corte “sobre los
derechos del tercer adquirente de buena fe, bajo los supuestos que encierra el
proceso de tutela, servirá de soporte para que en el futuro la prevalencia del
derecho sustancial a que alude al artículo 228 de la Carta Política juegue un
papel preponderante aun frente a las decisiones adoptadas por las autoridades
judiciales.”
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera: La
Competencia
Esta Sala de
Revisión es competente para decidir el asunto sub examine, en virtud de los
artículos 86 inciso segundo y 241 numeral noveno de la Constitución Política,
en concordancia con los artículos 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.
Segunda: La
improcedencia de la tutela en este caso.
La selección del
expediente de la referencia y de las providencias judiciales en las que se
resuelven las dos instancias correspondientes al trámite regular de la acción
de tutela prevista en el artículo 86 de la Constitución Política, fue decretada
por las Corte Constitucional para definir específicamente sobre el aspecto de
la procedencia de las peticiones formuladas en la demanda de tutela presentada
en este caso, sin que se vaya a resolver de nuevo sobre aquella. Con la
mencionada selección se define la competencia de esta Corporación para revisar
las mencionadas providencias que ponen fin a las actuaciones de tutela y la Corte
Constitucional adelanta su función precisando el alcance material de su fallo.
En efecto, la Corte
encuentra que, con la demanda de tutela presentada en este asunto, los actores
apenas pretenden que se decrete la protección judicial específica y directa de
unos derechos que no ostentan el carácter de derechos constitucionales
fundamentales, sino simplemente el de derechos colectivos, en un caso, y el de
intereses difusos, relacionados con el espacio público que, a su vez, es otro
derecho colectivo, en otro; por tal razón el juez de primera instancia debía
denegar la tutela reclamada por improcedencia de la acción, en vez de conceder
el amparo reclamado.
En este sentido, no
sólo se advierte, como lo hace la H. Corte Suprema de Justicia en la sentencia
que se revisa y que habrá de confirmarse en todas sus partes, que para la
protección de los derechos invocados en la demanda de la referencia existen en
nuestra legislación otras acciones judiciales específicas y directas, como la
prevista en el artículo 8o. de la Ley 9a. de 1989, en concordancia con el
artículo 1005 del Código Civil, sino que, principalmente, los derechos
invocados como fundamento de la mencionada actuación no son objeto de la acción
de tutela judicial específica, directa y autónoma de los derechos
constitucionales fundamentales, y porque la mencionada acción no puede
utilizarse para propósitos distintos de la protección inmediata de otros
derechos diferentes de aquéllos, como ocurre en el caso de la referencia.
De otra parte,
también es claro que de conformidad con la jurisprudencia de la Corte
Constitucional, las personas jurídicas están habilitadas por la Constitución
para ejercer la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la Carta, no
sólo en procura de la protección judicial de sus derechos constitucionales
fundamentales, sino además, pero en ciertos y precisos casos, en defensa de los
mismos derechos de otras personas en cuyo nombre pueden actuar, como en el de
las juntas de acción comunal, en el que aquéllas pueden reclamar la mencionada
protección de los derechos constitucionales fundamentales de los vecinos del
barrio o de la comunidad a la que representan; por tanto, es claro que en este
caso no se trata de desconocer la legitimidad activa de los demandantes en
razón de su personalidad jurídica, sino de advertir que ésta no es la vía
judicial adecuada para proteger los mencionados derechos a la recreación y al
espacio público, y que ellos cuentan con los mecanismos judiciales especiales
previstos para decretar el amparo judicial directo de aquél, las que bien
pueden ser ejercidas por la Junta de Acción Comunal.
En verdad, el
interés jurídicamente relevante que manifiesta la mencionada junta de acción
comunal en el reclamo de sus derechos constitucionales, también tiene rango
constitucional, pero es bien claro que la acción de tutela no esta prevista
para el fin propuesto en este caso y, en consecuencia, los actores deben
procurar una actuación diferente, como lo advirtió la Corte Suprema de
Justicia. En este sentido es preciso advertir que la sentencia de segunda
instancia ha de ser confirmada en todas sus partes, ya que en ella aparece una
solución correcta a los reclamos planteados por los actores.
La revisión de las
decisiones judiciales relacionadas con la acción de tutela no es el camino para
que esta Corporación judicial se ocupe de asuntos de mera doctrina y de la
competencia jurisdiccional de otras instancias judiciales; por lo anterior, se
advierte que no corresponde a ningún funcionario ni a ningún agente que actúe
ante esta Corporación procurar la absolución de cuestiones doctrinarias que no
se relacionen con la materia de la defensa de los derechos constitucionales
fundamentales en un caso determinado.
De otra parte es
bien claro que en ausencia de una situación jurídica en la que se encuentren
comprometidos aquellos derechos, no es dable a la Corte emitir conceptos y
absolver dudas sobre hipótesis extrañas a dicha problemática de carácter
judicial.
En mérito de lo
expuesto, esta Sala de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. Confirmar la sentencia proferida por la
Corte Suprema de Justicia el día cuatro (4) de abril de mil novecientos noventa
y cinco (1995).
Segundo. Líbrense por Secretaría las comunicaciones
de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
516 | T-403-95
Sentencia No. T-403/95
Sentencia No.
T-403/95
LEGITIMACION POR
ACTIVA EN TUTELA-Derechos
ajenos
Quien pidió la
tutela evidentemente no tenía la titularidad de todos los derechos
fundamentales reclamados, la jurisdicción constitucional no podría, sin
perjuicio del debido proceso, proferir sentencia favorable a sus pretensiones,
porque el interés subjetivo y específico en la resolución de la supuesta
violación de los derechos constitucionales fundamentales reseñados en la
demanda, corresponde a persona distinta que no intervino en el proceso. Por lo
tanto, por este aspecto, la Sala cree que el actor incurrió en un error
insubsanable cuando pretendió, mediante tutela, defender varios derechos ajenos
como si fueran suyos.
DERECHO DE
POSTULACION-Derechos
ajenos
La tutela, como
mecanismo excepcional y subsidiario de defensa de los derechos fundamentales,
es un proceso independiente, autónomo, de conocimiento de la jurisdicción
constitucional, que como tal, en lo que atañe al derecho de postulación,
requiere de la nítida representación judicial del interesado si éste no actúa
por sí mismo.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Titularidad/SENTENCIA
INHIBITORIA-Prohibición
En materia de
tutela, siempre que la parte actora no sea titular del derecho fundamental
reclamado, el juez constitucional, en lo pertinente, deberá dictar sentencia
desestimatoria, advirtiendo, claro está, que los efectos del fallo no se extenderán
jamás a lo que sobre el mismo particular, eventualmente, pueda llegar a exigir
quien sí tenga la titularidad del correspondiente derecho fundamental.
DERECHO AL BUEN
NOMBRE DE ABOGADO-Obligación
de medio
El buen nombre
profesional no se vulnera, porque el abogado -cuyas obligaciones, cuando quiera
que procede en procura de conductas o pronunciamientos de particulares o de
funcionarios públicos, son de medio y no de resultado-, no es el responsable de
la demora o la falta total de respuesta de aquellos a quienes acudió en
desarrollo de sus compromisos.
FALLO DE TUTELA-Fundamentación probatoria
A la resolución
no se le podía dar cumplimiento antes que la jurisdicción contencioso
administrativa resolviera la acción de nulidad y restablecimiento del derecho.
Pues bien, lo cierto es que sobre la existencia de tal acción, en el expediente
no figura ninguna prueba. Revisado cuidadosamente todo el legajo, se encuentra
que la mención del proceso sólo aparece en la parte motiva de la sentencia de
segunda instancia. Este aspecto, que denota que se falló con base en el
conocimiento privado, refuerza las discrepancias de la Sala con la sentencia
revisada, y, además, conducirá a la misma a pedir que la conducta del juez sea
investigada por la autoridad competente.
Referencia: proceso T-67510.
Actor: Pedro Antonio Turbay Salcedo.
Procedencia: Juzgado Quince (15) Penal del Circuito de
Barranquilla.
Ponente: doctor Jorge Arango Mejía.
Sentencia aprobada
en sesión del once (11) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala Primera
(1a.) de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados
Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide
sobre la sentencia del Juzgado Quince (15) Penal del Circuito de Barranquilla,
de fecha seis (6) de marzo de mil novecientos noventa y cinco (1995), (folios 3
a 16 del cuaderno del ad quem número 003), que revocó en su totalidad el
fallo proferido por el Juzgado Quince (15) Penal Municipal de la misma ciudad,
el día veintitrés (23) de enero del presente año, (folios 392 a 398 vto. del
cuaderno del a quo número 032).
Se observa que en
este expediente se ventilan dos (2) asuntos diferentes, así:
A. Tutela
relacionada con la solicitud de nulidad del cierre del negocio de comidas
rápidas denominado “Donde Oscar”.
1o. Antecedentes.
a. Hechos.
Vale la pena
observar desde un principio que no obstante que el actor, doctor Pedro Antonio
Turbay Salcedo, reconoce haber sido el abogado que representó al propietario
del negocio anotado en la actuación administrativa previa que dio origen al
presente negocio, la demanda de tutela, presentada el seis (6) de enero de este
año, carente de apoderamiento o de la mención de ser una agencia oficiosa,
fue formulada por aquél en su propio nombre, invocando su “condición de
perjudicado”, (folio 1 del cuaderno 032).
Además, en la
declaración que el doctor Turbay rindió ante el Juzgado Quince (15) Penal
Municipal de Barranquilla, el diecinueve (19) de enero de mil novecientos
noventa y cinco (1995), (folio 171 ibídem), reiteró que procedía en su propio
nombre, agregando, sin acreditarlo, que también lo hacía como“apoderado
de los propietarios de los establecimientos de comercio DONDE OSCAR y DONDE YULI
(...)”.
Precisado lo
anterior, cabe anotar que las autoridades demandadas en este expediente, todas
ubicadas en la ciudad de Barranquilla, fueron la Alcaldía Distrital, la
Secretaría de Gobierno Distrital, la Comisaría General de Policía Distrital, la
Inspección Sexta (6a.) de Policía Distrital y la Inspección Permanente IV,
turno I, (folio 1 ibídem).
Como derechos
fundamentales vulnerados o amenazados se mencionaron el de acceder “a una
administración de justicia sujeta estrictamente al imperio de la ley (CP arts.
121, 229 y 230), al debido proceso (CP art. 29), al comportamiento de las
autoridades públicas conforme a derechos inalienables (CP art. 5), a la
prevalencia del derecho sustancial (CP art. 228), al trabajo como un derecho y una
obligación social (CP art. 25) y a presentar peticiones respetuosas y obtener
pronta resolución (CP art. 23)”, (folio 1 ibídem).
El demandante
manifestó que, para oponerse al cierre indefinido del negocio que hiciera la
Inspección Sexta (6a.) de Policía Distrital, recibió poder de Oscar Augusto
Aguilar Marriaga, propietario del establecimiento, (folio 2 ibídem), y que en
cumplimiento de su deber, (folio 3 ibídem), el diecinueve (19) de diciembre del
año pasado, ante la citada Inspección, presentó “petición de nulidad de la
diligencia de 17 de diciembre de 1994 por la cual se cerró indefinidamente el
establecimiento de comercio denominado ‘Donde Oscar’, ubicado en la calle 85
No. 52-16”, (folios 27 a 33 ibídem).
El treinta (30) de
diciembre y, ya en este año, el tres (3) de enero, requirió “de las
autoridades acusadas” la resolución del reclamo presentado, sin obtener,
para la fecha de presentación de la tutela, resultado alguno, (folio 3 ibídem).
En su opinión, este
silencio lo colocó ante el “peligro inminente” de que su cliente le
revocara el mandato, pues no podía mostrarle ningún resultado. Así, con su
prestigio profesional expuesto, habría una amenaza, cuando no una vulneración,
de los derechos constitucionales alegados, (folios 2 y 3 ibídem).
Sin precisar sus
pretensiones, el actor, a
modo de medida provisional de protección, pidió la “suspensión” del
cierre del restaurante. Y, a pesar de que, como ya se dijo, la demanda se
refirió a dos (2) asuntos distintos, también solicitó condena en costas y
perjuicios -tasando los materiales en suma superior a quince millones de pesos
($15.000.000.oo), y los morales en más de trescientos (300) gramos oro-, sin
especificar cómo habrían de repartirse las responsabilidades entre las diversas
entidades demandadas, ni cuáles serían los montos para cada una de las dos (2)
acciones acumuladas, (folios 1, 2 y 3 ibídem).
Para mejor
entendimiento, conviene recordar, además, que la Secretaría de Gobierno
Municipal (folios 154 y 155 ibídem), por resolución número 2701 del seis
(6) de agosto de mil novecientos noventa y tres (1993), había cancelado
indefinidamente la patente de funcionamiento otorgada al establecimiento “Donde
Oscar” el veintitrés (23) de abril de mil novecientos noventa y dos (1992),
porque, entre otras cosas, a pesar de que el negocio sólo estaba autorizado
para vender perros calientes, se había convertido en restaurante.
Mediante resolución
número 3681 del diecisiete (17) de diciembre de mil novecientos noventa y
tres (1993), (folios 156 y 157 ibídem), se denegó el recurso de reposición
interpuesto por Oscar Augusto Aguilar Marriaga contra la resolución número
2701.
El veintisiete (27)
de diciembre de mil novecientos noventa y tres (1993), con arreglo a la resolución
número 1787, (folio 236 ibídem), la Alcaldía Distrital de Barranquilla, al
resolver el recurso subsidiario de apelación, también confirmó en su totalidad
la resolución número 2701 del seis (6) de agosto de mil novecientos noventa y
tres (1993).
Como quiera que
posteriormente el actor controvirtió el cierre del establecimiento “Donde
Oscar” -que se efectuó por la Inspección Sexta (6a.) de Policía de
Barranquilla, (folio 335 ibídem), el veintidós (22) de febrero de mil
novecientos noventa y cuatro (1994)-, el Alcalde, por medio de la resolución
número 1116 del dos (2) de junio del mismo año, susceptible del recurso de
reposición, (folios162 a 164 ibídem), decretó la nulidad de la medida,
considerando que fue hecha definitivamente, debiendo haberlo sido sólo en forma
indefinida; y así mismo, ordenó a la Inspección cumplir fielmente la resolución
2701 del seis (6) de agosto de mil novecientos noventa y tres (1993).
Finalmente (folio
387 ibídem), el diecisiete (17) de diciembre de mil novecientos noventa y
cuatro (1994), la Inspección Sexta (6a.) Distrital de Policía de Barranquilla
procedió a efectuar la diligencia que dio origen a esta tutela, es decir, el
cierre indefinido del establecimiento denominado “Donde Oscar”.
De otra parte, por
escritura pública número tres mil cuatrocientos ochenta y siete (3487) del
veinticinco (25) de noviembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994), de la
Notaría Segunda (2a.) de Barranquilla (folios 210 y siguientes ibídem), el
señor Oscar Augusto Aguilar Marriaga, a pesar de la cancelación que pesaba
sobre su negocio, presentó para su protocolización, una serie de documentos
entre los que se destaca una solicitud de licencia de funcionamiento para un
establecimiento de comidas rápidas, dirigida a la Secretaría de Gobierno de
Barranquilla, recibida el diecisiete (17) de agosto de mil novecientos noventa
y cuatro (1994), y radicada bajo el número 94-1890, (folios 36, 46 y 135
ibídem). Con este instrumento público se pretendió llenar los requisitos
exigidos por el artículo 42 del Código Contencioso Administrativo para invocar
un presunto silencio administrativo positivo, con base en lo dispuesto por el
artículo 5o. del acuerdo cincuenta y cinco (55) del dieciocho (18) de diciembre
de mil novecientos noventa (1990), del Concejo Municipal de Barranquilla. Dicha
norma dice: “Si la solicitud de Licencia se ajustó a las disposiciones del
artículo anterior, y si no se formularon oposiciones o las presentadas se
rechazaron, el Alcalde concederá la Licencia de Funcionamiento y expedirá la
patente correspondiente dentro de los cuarenta y cinco (45) días calendarios
que prevé el artículo 63 de la ley 9a. de 1989. En la misma Resolución se
clasificará el establecimiento. Transcurridos los términos para resolver, sin
que el Alcalde se pronuncie, operará el silencio administrativo positivo”.
b. Los fallos de
tutela.
1) El
pronunciamiento del Juzgado Quince (15) Penal Municipal de Barranquilla.
Este juzgado,
excepto en lo atinente al derecho de petición -pues, en el plazo de cuarenta y
ocho (48) horas, ordenó a la Alcaldía Distrital de Barranquilla dar respuesta a
las peticiones del diecinueve (19) y del treinta (30) de diciembre de mil
novecientos noventa y cuatro (1994), así como a la del tres (3) de enero de mil
novecientos noventa y cinco (1995)-, negó la tutela por improcedente.
Para el a quo,
(folio 397 ibídem), la acción no procedía pues el actor contaba con los medios
de defensa contencioso administrativos, amén de que no se presentaban los
elementos de un perjuicio irremediable.
Es importante anotar
que, en cumplimiento de la orden impartida, (folios 414 a 417 ibídem), la
Jefatura de la Unidad Administrativa de la Secretaría de Gobierno Distrital de
Barranquilla, mediante la resolución número cinco (5) del dos (2) de febrero de
mil novecientos noventa y cinco (1995), rechazó de plano la petición de nulidad
propuesta por el señor Oscar Augusto Aguilar Marriaga, aclarando que contra tal
determinación procedían los recursos de reposición y apelación.
2) La sentencia
del Juzgado Quince (15) Penal del Circuito de Barranquilla.
Como consecuencia de
una impugnación formulada por la Alcaldía de Barranquilla, el señalado despacho
judicial, el seis (6) de marzo del presente año, dictó una providencia por la
cual revocó en su totalidad el fallo del a quo y, en su lugar, como mecanismo
transitorio, dispuso tutelar todos los derechos fundamentales impetrados
por la parte actora. Por consiguiente, previo envío de copias a la Procuraduría
Departamental y a la Fiscalía General de la Nación, ordenó a todas las
autoridades demandadas, en el término de cuarenta y ocho (48) horas, proceder a
reabrir el negocio denominado “Donde Oscar”, hasta “que culmine
ejecutoriadamente el proceso de acción de nulidad y restablecimiento del
derecho radicado bajo el No. 8762”, (folios 3 a 16 del cuaderno del ad
quem número 003).
El fallo estimó que
el cierre del diecisiete (17) de diciembre violó los artículos 41, 42 y 176 del
Código Contencioso Administrativo; que, además, no existió ningún auto o ley
que ordenara o justificara la diligencia en mención; que la Inspección vulneró
el silencio administrativo positivo que asistía al actor; que la presencia de
una demanda contencioso administrativa de nulidad y restablecimiento del
derecho -de cuya existencia la Sala debe decir que no hay prueba en el
expediente- contra “las resoluciones afectadas en dichos procesos”, al
quitarles la fuerza ejecutoria, les impedía “cualquier eventual cumplimiento”.
c. Solicitud de
la Defensoría del Pueblo.
En escrito del
veinticinco (25) de mayo de mil novecientos noventa y cinco (1995), el Defensor
del Pueblo, doctor Jaime Córdoba Triviño, solicitó la revisión del presente
caso.
La preocupación
fundamental de este funcionario recae en la parte del fallo de segunda
instancia que dijo que mientras la justicia contencioso administrativa no
resuelve sobre la demanda de nulidad y restablecimiento del derecho, los
correspondientes actos atacados no son de obligatorio cumplimiento. Según la
Defensoría, esta tesis, fuera de ser ostensiblemente ilegal, vulnera la llamada
presunción de legalidad de los actos administrativos.
2o.
Consideraciones.
a. Competencia.
La Sala es
competente para decidir, por lo dispuesto en los artículos 86 y 241, numeral
9o., de la Constitución, y 33 y 34 del decreto 2591 de 1991.
b. Si el abogado
no tiene la calidad de representante judicial, bien como apoderado o como
agente oficioso, no es posible obtener la tutela de derechos individuales
ajenos.
Sobre este tema,
que a pesar de su importancia no fue abordado por los juzgadores de instancia,
la Sala considera que el actor presentó la demanda de tutela en su propio
nombre. Esto se desprende
de la propia demanda (folio 1 del cuaderno 032), pues en ella se consignó la
opinión de que sólo el demandante tenía la “condición de perjudicado”.
Si bien
posteriormente -en la declaración del diecinueve (19) de enero de mil
novecientos noventa y cinco (1995), visible al folio 171 ibídem-, el actor,
reiterando que procedía en su propio nombre, agregó que también lo hacía como “apoderado
de los propietarios de los establecimientos de comercio DONDE OSCAR y DONDE
YULI (...)”, lo cierto es que no acreditó tal calidad de ningún modo y,
sobre todo, no fue contundente en dar a entender que actuaba en nombre de otro,
pues encuadró o vinculó el alcance de su afirmación a los motivos consignados
en la solicitud de tutela, uno de los cuales fue precisamente el deseo de
obtener la defensa de sus propios derechos.
Al respecto, es
ilustrativo recordar que el doctor Turbay Salcedo, cuando se le preguntó sobre
la representación que tenía al demandar la tutela, textualmente dijo haber
actuado en su propio nombre y representación, y en su “calidad de apoderado de
los propietarios de los establecimientos de comercio ‘Donde Oscar’
y ‘Donde Yuli’ “, precisando luego que los dueños eran “OSCAR
AUGUSTO AGUILAR MARRIAGA y FERNANDO CORONADO”, y que los motivos de la
acción “son los que están consignados en la solicitud”. Esto último, a
juicio de la Corte, hace que sea inevitable seguir entendiendo que la calidad
en que intervino el actor en la tutela no varió con respecto a la expuesta
inicialmente en la demanda, o sea que el demandante mantuvo el criterio de
defender sus propios derechos. Así, pues, cuando el demandante declaró que
representaba al señor Aguilar Marriaga, debe inferirse que únicamente se
refirió a su intervención profesional en la petición de nulidad del cierre del
diecisiete (17) de diciembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994),
gestión para la cual sí contó con el poder correspondiente (folio 33 ibídem).
Establecido,
entonces, que el demandante no actuó en representación ajena (ni siquiera
dijo ser agente oficioso) sino en causa propia, es menester ver si para los
fines de esta acción ello fue o no acertado. Para dilucidar esta cuestión, debe
recordarse que de todos los supuestos derechos fundamentales mencionados en la
demanda -el de acceder a una administración de justicia sujeta
estrictamente al imperio de la ley (CP arts. 121, 229 y 230); el del debido
proceso (CP art. 29); el de exigir que el comportamiento de las autoridades
públicas esté conforme a derechos inalienables (CP art. 5); el de la
prevalencia del derecho sustancial (CP art. 228); el del trabajo (CP art. 25) y
el de presentar peticiones respetuosas y obtener pronta resolución (CP art.
23)-, sólo el del trabajo involucraba el interés personal del actor, tal como
se examinará más adelante. En efecto, los demás derechos, cuya supuesta
violación sería a consecuencia de la demora en responder la solicitud de
nulidad, necesariamente estaban vinculados al interés de la persona que elevó
la petición, o sea el señor Aguilar Marriaga. El titular del interés legítimo,
el autorizado para exigir la declaración administrativa de la supuesta nulidad
del cierre del establecimiento de comercio “Donde Oscar”, no podría ser,
sin detrimento de la lógica jurídica, una persona distinta del dueño del
negocio afectado por la medida de cierre. Y como la intervención del doctor
Turbay Salcedo ante la municipalidad de Barranquilla fue, precisamente, en
representación de su cliente, mal podría decirse que actuó en la defensa de su
propio interés. Así, pues, como quien pidió la tutela evidentemente no tenía
la titularidad de todos los derechos fundamentales reclamados, la jurisdicción
constitucional no podría, sin perjuicio del debido proceso, proferir sentencia
favorable a sus pretensiones, porque el interés subjetivo y específico en la
resolución de la supuesta violación de los derechos constitucionales
fundamentales reseñados en la demanda (excepto el caso del derecho al trabajo
que se analizará más adelante), corresponde a persona distinta que no intervino
en el proceso. Por lo tanto, por este aspecto, la Sala cree que el actor incurrió
en un error insubsanable cuando pretendió, mediante tutela, defender varios
derechos ajenos como si fueran suyos.
Dicho sea de paso,
el error anotado quizás pueda provenir de la idea equivocada de que el poder
otorgado para determinado proceso o actuación, también se extiende a la
eventual acción de tutela que el asunto pueda merecer. La Sala previene contra
tal enfoque. La tutela, como mecanismo excepcional y subsidiario de defensa de
los derechos fundamentales, es un proceso independiente, autónomo, de
conocimiento de la jurisdicción constitucional, que como tal, en lo que atañe
al derecho de postulación, requiere de la nítida representación judicial del
interesado si éste no actúa por sí mismo.
De otra parte, la
Sala cree que el criterio expuesto armoniza con lo que, en materia de
legitimidad e interés para proponer la acción de tutela, disponen los artículos
86 de la Constitución y 10 del decreto 2591 de 1991, pues estas normas señalan
que “toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces,
en todo momento y lugar, (...) la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad
pública”; y que la acción de tutela “podrá ser ejercida, en todo
momento y lugar, por cualquiera persona vulnerada o amenazada en uno de sus
derechos fundamentales, quien actuará por sí misma o a través de
representante” (negrillas por fuera de texto). La interpretación de estas
disposiciones, en concordancia con el parágrafo del artículo 29 del decreto
2591 de 1991 -que ordena que el contenido de los fallos de tutela no puede ser
inhibitorio-, conduce a la conclusión de que en materia de tutela, siempre que
la parte actora no sea titular del derecho fundamental reclamado, el juez
constitucional, en lo pertinente, deberá dictar sentencia desestimatoria,
advirtiendo, claro está, que los efectos del fallo no se extenderán jamás a lo
que sobre el mismo particular, eventualmente, pueda llegar a exigir quien sí
tenga la titularidad del correspondiente derecho fundamental.
En síntesis, como la
prosperidad de la defensa de los derechos constitucionales objeto de esta
tutela (excepto lo relativo al derecho al trabajo, pero sólo por las razones
que se expondrán a continuación), requería de la presencia del señor Aguilar
Marriaga como parte actora, presencia que nunca se dio porque el actor, abogado
Pedro Antonio Turbay Salcedo, formuló la demanda en su propio nombre, la Corte
Constitucional no tendrá otra opción que la de desestimar las pretensiones
correspondientes.
c. El silencio
administrativo, que, como es bien sabido, incide negativamente sobre el derecho
de petición, por el contrario no amenaza o viola ni el buen nombre ni el
derecho al trabajo de los abogados que litigan en causa ajena.
Como se recuerda,
para el actor el silencio administrativo endilgado a la parte demandada,
respecto de la falta de pronta resolución a la petición de nulidad de la
diligencia del diecisiete (17) de diciembre de mil novecientos noventa y cuatro
(1994), por la cual se cerró indefinidamente el establecimiento de comercio
denominado “Donde Oscar” (folios 27 a 33 ibídem), al ponerlo ante el “peligro
inminente” de que su cliente le revocara el mandato -por no poder exhibir
ningún resultado-, lo habría expuesto, por la vía del desprestigio profesional
(una especie de afrenta al buen nombre), a la vulneración de su derecho al
trabajo (folios 2 y 3 ibídem).
Esta Corporación
considera que la ausencia de pronta respuesta por parte de la administración,
es una omisión que no obstante ser violatoria del derecho de petición, por su
naturaleza no es susceptible de afectar el prestigio profesional o el derecho
al trabajo de los abogados que litigan en causa ajena. ¿Por qué? Por lo menos
por dos razones. Veamos.
En primer lugar,
el buen nombre profesional no se vulnera, porque el abogado -cuyas
obligaciones, cuando quiera que procede en procura de conductas o
pronunciamientos de particulares o de funcionarios públicos, son de medio y no
de resultado-, no es el responsable de la demora o la falta total de respuesta
de aquellos a quienes acudió en desarrollo de sus compromisos. Por el contrario, quienes sí están
expuestos a deteriorar su buena imagen, son precisamente los morosos en el
cumplimiento de su deber, es decir, los destinatarios de las correspondientes
peticiones. El procurador judicial que se enfrenta al silencio administrativo
-o al de los particulares- siempre está en la posibilidad (y en el deber) de
informar a su cliente de tal situación. Y esta información, que bien puede ser
puesta en conocimiento de terceros, es más que suficiente para despejar
cualquier duda alrededor de la idoneidad del profesional. Si, en las
circunstancias anotadas, el poderdante, que se presume de buena fe, no comparte
las explicaciones de su abogado, simplemente dará con ello la medida de su
ignorancia.
En segundo
término, el derecho al trabajo del abogado que representa intereses ajenos,
respecto de los cuales se da la figura del silencio administrativo, no se
quebranta, pues esa situación no es obstáculo para que siga defendiendo al
agenciado, atienda nuevos clientes, continúe ejerciendo la profesión o explote
otras actividades. Y como la omisión de la administración no le es imputable,
siempre estará en capacidad de combatir cualquier amago de descrédito que gire
alrededor de su nombre.
Aplicando estas
ideas al presente caso, habrá de declararse que al actor no le asistió la razón
cuando planteó la tutela con base en la violación o amenaza de vulneración de
su derecho al trabajo.
d. Agotada la vía
gubernativa, los actos administrativos en firme gozan de presunción de
legitimidad y, en consecuencia, adquieren fuerza ejecutoria.
La intervención de
la Defensoría del Pueblo solicitó de la Corte un pronunciamiento sobre el tema
de la presunción de legitimidad de los actos administrativos, teniendo en
cuenta que el fallador de segundo grado adoptó una tesis heterodoxa consistente
en afirmar que la resolución número 2701 del seis (6) de agosto de mil
novecientos noventa y tres (1993), por la cual el municipio de Barranquilla
canceló indefinidamente la patente de funcionamiento del establecimiento “Donde
Oscar”, no tenía fuerza ejecutoria por haberse interpuesto contra ella una
acción de nulidad y restablecimiento del derecho.
Aunque para la
resolución de la presente tutela la opinión requerida no es indispensable
-porque la suma de los argumentos contenidos en los literales b. y c. son
suficientes para denegar el amparo deprecado-, la importancia de lo planteado
por la Defensoría amerita, al menos, una breve manifestación de la Sala.
Sobre el particular,
es evidente que la opinión del Juzgado Quince (15) Penal del Circuito de
Barranquilla contradice las disposiciones vigentes sobre la materia. En
efecto, el Código Contencioso Administrativo en sus artículos 62, 63, 64 y 66,
instituye un sistema que, en resumen, permite que los actos administrativos
sean ejecutados cuando estén en firme, lo que ocurre cuando se agota la llamada
vía gubernativa, sin que la eventual actuación que se surta ante la
jurisdicción contencioso administrativa les quite per se su fuerza
ejecutoria.
De
las normas citadas se puede decir:
-
Que los actos administrativos son firmes cuando contra ellos no procede ningún
recurso, o cuando los recursos interpuestos se hayan decidido. (La resolución
2701, a juicio de la Sala, está en el último caso, puesto que frente a ella se
esgrimieron, sin éxito, los recursos de reposición y apelación).
-
Que en los casos atrás señalados ocurre el agotamiento de la vía gubernativa.
(Por lo tanto, tal cosa le sucedió a la resolución 2701).
-
Que salvo disposición en contrario y concluida la vía gubernativa, la
administración puede proceder al cumplimiento de los actos que sean firmes. (Esto,
precisamente, fue lo que aconteció con la diligencia de cierre del
establecimiento “Donde Oscar”).
-
Que, salvo norma en contra, la fuerza obligatoria de los actos administrativos
en firme no se mantiene si recae sobre ellos anulación o suspensión de la
jurisdicción de lo contencioso administrativo; si sus fundamentos de hecho o
derecho han desaparecido; si después de cinco años la administración no ha
realizado los actos que le corresponden para ejecutarlos; si se da la condición
resolutoria que los grava, pierden su vigencia o, en los términos de la
sentencia C-069 de 1995, se oponen manifiestamente a la Constitución. (Ninguna
de estas alternativas tuvo ocurrencia en las resultas de la aplicación de la
resolución 2701).
Lo dicho se confirma
con la existencia de la “suspensión provisional” de los actos
administrativos, la cual, con arreglo al artículo 152 del Código Contencioso
Administrativo, subrogado por el artículo 31 del decreto 2304 de 1989, puede
efectuarse cautelarmente por el Consejo de Estado y los tribunales
administrativos, con el objeto de desvirtuar la presunción de legitimidad de
aquéllos y, en consecuencia, hacerlos inaplicables. Esta institución demuestra
que para que los actos administrativos puedan “suspenderse”, es
indispensable que éstos previamente tengan fuerza ejecutoria. De lo contrario,
la “suspensión provisional” sería una figura carente de sentido.
Pero, además, en
esta tutela se presenta algo que la Sala no puede dejar pasar desapercibido. Se
trata de la afirmación que hizo el ad quem, en el sentido de que a la
resolución 2701 no se le podía dar cumplimiento antes que la jurisdicción
contencioso administrativa resolviera la acción de nulidad y restablecimiento
del derecho radicado bajo el No. 8762. Pues bien, lo cierto es que sobre la
existencia de tal acción, en el expediente no figura ninguna prueba. Revisado
cuidadosamente todo el legajo, se encuentra que la mención del proceso 8762
sólo aparece en la parte motiva de la sentencia de segunda instancia. Este
aspecto, que denota que se falló con base en el conocimiento privado, refuerza
las discrepancias de la Sala con la sentencia revisada, y, además, conducirá a
la misma a pedir que la conducta del juez sea investigada por la autoridad
competente. Esta medida se estima necesaria, pues este juez promovió la
investigación de las autoridades demandadas por parte de la Procuraduría y la
Fiscalía General de la Nación.
En síntesis, la
Corte, a diferencia de lo que dijo el Juzgado Quince (15) Penal del Circuito de
Barranquilla, estima que la resolución 2701, a la luz de las normas anotadas y
con arreglo a lo que aparece probado, nunca perdió su fuerza ejecutoria.
B. Tutela
relacionada con la solicitud de nulidad del cierre del negocio de comidas
rápidas denominado “Donde Yuli”.
1o. Antecedentes.
a. Hechos.
El actor, en forma
análoga a como lo hizo en el caso anterior, es decir, demandando la tutela en
su propio nombre y no como agente oficioso procesal o en representación del
interesado, que en esta oportunidad fue el señor Fredy Fernando Coronado
Pizarro, planteó la violación de los mismos derechos constitucionales.
En esta ocasión, la
petición de nulidad cuya demora en resolverse supuestamente causó la
vulneración de los derechos alegados, fue la dirigida contra el “acta de
visita” del nueve (9) de diciembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994),
emanada de la Inspección Distrital Permanente número cuatro (4), turno uno (1),
de Barranquilla , (folio 6 del cuaderno 032). El acta anotada (folio 15 ibídem)
ordenó el cierre indefinido del establecimiento de comidas rápidas “Donde
Yuli”, propiedad del señalado señor Coronado Pizarro.
Resumiendo, la
presente acción, con excepción de lo atrás expuesto, en lo esencial es
básicamente igual a la relativa al establecimiento “Donde Oscar”, pues,
dirigida contra las mismas autoridades, pretende la obtención del amparo
constitucional para prevenir el quebrantamiento de unos derechos
constitucionales ajenos -dejando a salvo, también por los mismos motivos de la
primera tutela, el derecho al trabajo del demandante-, todo a causa del
silencio administrativo relacionado con la falta de resolución de la solicitud
de nulidad por el cierre de un establecimiento de comercio. Y, además, debe
señalarse (folio 129 ibídem) que la administración municipal, el seis (6) de
enero del presente año, precisamente revocó el cierre indefinido del anotado
negocio “Donde Yuli”, ordenando el levantamiento de los sellos
impuestos.
b. Los fallos de
tutela.
1) El
pronunciamiento del Juzgado Quince (15) Penal Municipal de Barranquilla.
Esta autoridad
(folios 392 y siguientes ibídem), el veintitrés (23) de enero del corriente
año, negó la tutela considerando que, por estar el negocio “Donde Yuli” ya
abierto al público, no se vulneró ningún derecho fundamental.
2) La sentencia
del Juzgado Quince (15) Penal del Circuito de Barranquilla.
En fallo ciertamente
confuso, pues, entre otras cosas, el ad quem no separó con el rigor
debido los dos casos involucrados, se revocó en su totalidad la decisión del a
quo y, por tanto, con alcances ininteligibles -porque el restaurante “Donde
Yuli” está en pleno funcionamiento-, se concedió la tutela.
2o.
Consideraciones.
a. Competencia.
Como en el caso
anterior, la Sala es competente para decidir, por lo dispuesto en los artículos
86 y 241, numeral 9o., de la Constitución, y 33 y 34 del decreto 2591 de 1991.
b. Las
consideraciones de la primera tutela, o sea la del establecimiento “Donde
Oscar”, se aplican íntegramente al asunto del restaurante “Donde Yuli”.
Se reitera,
entonces, que la acción no puede prosperar porque, de una parte, fue propuesta
para la defensa de derechos fundamentales ajenos, sin poder ni agencia
oficiosa; y de otra parte, porque el derecho al trabajo del abogado que litiga
en causa ajena, no se vulnera en razón del silencio administrativo.
Además, como el
cierre del establecimiento fue revocado por la municipalidad de Barranquilla,
la Sala estima que desapareció el fundamento último de la tutela.
C. Decisión.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo
y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO. REVOCAR la sentencia del Juzgado Quince (15) Penal
del Circuito de Barranquilla, de fecha seis (6) de marzo de mil novecientos
noventa y cinco (1995), que, a su vez, revocó en su totalidad el fallo
proferido por el Juzgado Quince (15) Penal Municipal de la misma ciudad, el día
veintitrés (23) de enero del presente año, y, en consecuencia, DENEGAR
las dos (2) tutelas solicitadas por el doctor Pedro Antonio Turbay Salcedo, en
relación con los establecimientos de comida rápida “Donde Oscar” y “Donde
Yuli”.
SEGUNDO. ENVIAR una fotocopia auténtica del proceso al
Consejo Seccional de la Judicatura competente, a fin de que juzgue si el juez
de segundo grado amerita algún tipo de sanción por el hecho de haber fallado
con base en su propio conocimiento privado, en relación con la afirmación de
que la jurisdicción contencioso administrativa estaba tramitando la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho radicada bajo el No. 8762.
TERCERO.
COMUNICAR este fallo al
Juzgado Quince (15) Penal Municipal de Barranquilla, para los efectos previstos
en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte.
JORGE ARANGO MEJÍA
Magistrado ponente
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
517 | T-404-95
Sentencia No. T-404/95
Sentencia No.
T-404/95
_
DERECHO A LA
HONRA-Interventoría en
oficina de registro/CONDUCTA LEGITIMA DEL INTERVENTOR/DERECHO AL BUEN NOMBRE-Interventoría
en oficina de registro
Atentar contra la
honra y el buen nombre de una persona mediante la divulgación de una
información tendenciosa, ciertamente constituye una lesión injustificada a la
posición del hombre en sociedad. Sin embargo, no pueden considerarse vulnerados
estos derechos cuando se trata de informaciones originadas en conductas
legítimas adelantadas por funcionarios públicos en ejercicio de sus
atribuciones, los cuales, por tanto, se encuentran investidos del poder y el
deber de comunicar a sus superiores la ocurrencia de actos que a su juicio, son
delictuosos o irregulares. Obviamente, el ejercicio de esta función requiere de
un máximo de discreción y buena fe por quienes suministran la información, lo
cual redunda en el éxito de la labor y a su vez protege la integridad personal
de los sujetos involucrados.
INTERVENTORIA-Naturaleza de la información
Cumplir con la
labor de interventoría implica de suyo, necesariamente, involucrar a
funcionarios que trabajan en dicha dependencia y que a criterio del interventor
pueden estar vinculados con las actividades irregulares de la oficina
intervenida. Por ello, este tipo de información, en principio, no constituye
vulneración de derecho fundamental alguno, pues ésta no tiene el carácter de
resolución o acto administrativo, ni constituye oficialmente sanción alguna que
haya desconocido los derechos invocados por el actor. Se trata entonces, de un
informe cuyas sugerencias son presentadas en ejercicio de la labor asignada, y
que de manera alguna compromete a quien en definitiva tiene la potestad y el
deber de tomar las decisiones e iniciar las respectivas investigaciones.
EMPLEADO PUBLICO-Deber de informar/SERVICIOS PUBLICOS-Prestación
irregular
La obligación que
le asiste al demandado para informar hechos delictuosos o irregulares en la
prestación de un servicio público y señalar culpables, no se deriva única y
exclusivamente de las funciones que le fueron asignadas, sino también de su
calidad de empleado público, ya que la ley exige a éstos el deber de poner en
conocimiento de la autoridad competente esta clase de hechos, como también el
de informar a sus superiores todos aquellos actos irregulares que puedan
afectar la administración pública y el servicio que ella presta.
INFORME DEL
INTERVENTOR-Objeto
La información en
sí misma no hace parte de proceso disciplinario alguno, sino que evidentemente
se trata de una sugerencia en virtud de la cual se puede originar la respectiva
investigación disciplinaria, pero cuya decisión, como se dijo, no depende del
funcionario interventor sino de su superior, en asocio de la oficina de control
interno de la respectiva dependencia.
PROCESO
DISCIPLINARIO-Objeto
El proceso
disciplinario, entendido como el conjunto de actos concatenados que conducen a
la formación y expresión de la voluntad administrativa, tiene su desarrollo
inicial en las llamadas diligencias preliminares, las cuales buscan establecer
la veracidad de los hechos ocurridos o informados y a determinar la procedencia
legal de la apertura del proceso disciplinario.
DEBIDO PROCESO-Interventoría
No existió
proceso alguno y el simple informe es una declaración en la cual se plasma una
apreciación de carácter subjetivo, resultado del deber impuesto al funcionario
informador.
REF: Expediente No. T -70426
Peticionario: Pablo
José López Lacouture
Procedencia:
Tribunal Superior de Bogotá, Sala Civil.
Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Tema: Derecho al
buen nombre y a la honra.
Santafé de Bogotá,
D.C., once (11) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela radicado bajo el número T-70.426, adelantado por Pablo José López
Lacouture contra Alberto Torrente Fernández, Director de Intervención de la
Oficina de Registro e Instrumentos Públicos y Privados, zona centro.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efecto de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud
El ciudadano Pablo
José López Lacouture quien desempeña el cargo de auxiliar administrativo en la
Oficina de Registro e Instrumentos Públicos de Bogotá Zona norte, interpuso
ante el Juzgado Diecinueve Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, acción de
tutela, con el fin de amparar sus derechos constitucionales fundamentales al
buen nombre, a la honra, al trabajo y al debido proceso, consagrados en los
artículos 15, 21, 25 y 29 de la Constitución Política.
2. Hechos
Mediante resolución
No.5779 de noviembre 3 de 1994, el señor Superintendente de Notariado y
Registro, ordenó la intervención y manejo de la Oficina de Registro e
Instrumentos Públicos de Bogotá Zona centro, para lo cual designó como director
de intervención al doctor Alberto Torrente Fernández.
Afirma el actor, que
el funcionario interventor a través del oficio fechado el 5 de diciembre de
1994 y radicado con el número 4052, rindió informe al Superintendente de las
actividades llevadas a cabo, así como también de la situación jurídico
administrativa de la Oficina de Registro Zona centro. En la hoja No. 3 del
citado informe, el funcionario demandado señaló:
"De otra
parte y con el fin de terminar o reducir las prácticas inescrupulosas en la
oficina, es necesario declarar insubsistentes o trasladar, si están en carrera
administrativa, a cualquier oficina de registro del país, (ahora se puede hacer
porque existe planta global), a los siguientes funcionarios a quienes se señala
reiteradamente como deshonestos:
"(...)
"PABLO LOPEZ
LACOUTURE - Auxiliar Administrativo (...)"
Considera el actor
que la afirmación anterior, lo condena sin que haya sido sometido a juicio
previo, además que "deja por el suelo" sus derechos a la honra y al
buen nombre protegidos por la Constitución Política.
Sobre el particular
manifestó el doctor Torrente Fernández en declaración rendida ante el Juez de
instancia, que lo afirmado en el oficio, obedeció al cumplimiento de sus
funciones como director de intervención de la Oficina de Registro de
Instrumentos Públicos de Bogotá, zona centro y únicamente se limitó a
trasmitirle al señor Superintendente las informaciones obtenidas de otros
empleados de la dependencia intervenida, fundamentándolo además, con el Acta de
visita firmada por quienes adelantaron dicha labor y en la cual, se cuestiona
el desempeño del señor Lacoutore, quien en ese momento desempeñaba, en calidad
de encargado, el puesto de almacenista.
Con relación a las
informaciones recibidas por el demandado, aparece en el expediente un Acta
juramentada suscrita por Gloria Colombia Pérez quien se desempeñaba como jefe
de la división operativa de la oficina intervenida, en la que manifiesta no
haber participado en la elaboración del informe y tampoco haber calificado al
actor como deshonesto. Sin embargo, admite que se le solicitó información sobre
el personal que en su división observaba bajo rendimiento.
Finalmente señaló el
señor Torrente Fernández, que el informe objeto de la presente acción de tutela
tenía el carácter de reservado, es decir, que sólo se elaboró para conocimiento
del Superintendente, quien una vez lo valorara decidiría o no la apertura de
la investigación correspondiente, de manera que no era su intención darlo a
conocer a persona diferente. Sin embargo, algunos funcionarios de la
Superintendencia, en acto irregular, lo fotocopiaron y lo hicieron de público
conocimiento.
3.
Pretensiones
Solicita el actor
que como consecuencia del amparo de los derechos conculcados, se ordene, en
primer lugar, al director de Intervención rectificar la información presentada
al Superintendente de Notariado y Registro mediante oficio radicado con el No.
4052 y se condene a la Oficina de Registro e Instrumentos Públicos al pago de
los perjuicios de carácter moral ocasionados con la información; en segundo
lugar, ordenar que se compulsen copias de lo actuado a la Fiscalía General de
la Nación para que investigue los presuntos hechos punibles de injuria y
violación a la libertad de trabajo; en tercer lugar, ordenar que se compulsen
copias de lo actuado a la Procuraduría General y al señor defensor de Pueblo,
para que se investigue la conducta temeraria del funcionario interventor.
II. ACTUACION
PROCESAL
1. Fallo de
primera instancia
El Juzgado
Diecinueve Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, mediante providencia de
fecha ocho (8) de marzo de mil novecientos noventa y cinco (1995), resolvió
negar la acción de tutela interpuesta por el señor Pablo José López Lacouture,
contra el señor Alberto Torrente Fernández, director de intervención de la
Oficina de Instrumentos Públicos de Bogotá, zona centro.
Sobre el particular
señaló el a-quo, que a pesar de que evidentemente se le imputó al actor
la comisión de un hecho delictuoso, existen mecanismos judiciales diversos a la
acción de tutela para salvaguardar a las personas de afirmaciones sobre hechos
calumniosos o injuriosos. Dichos mecanismos que aparecen descritos en los
artículos 313 y siguientes del Código Penal, incluyen además la posibilidad de
una indemnización y el castigo pertinente por la conducta dañina.
3.
Impugnación.
Mediante memorial
presentado el día quince (15) de marzo de 1995, el peticionario impugnó el
fallo proferido por el Juzgado Diecinueve Civil del Circuito de Santafé de
Bogotá.
4. Segunda
instancia
Mediante providencia
de fecha veintiséis (26) de abril de 1995, el Tribunal Superior de Bogotá, Sala
Civil, resolvió revocar el fallo de primera instancia, y en su defecto accedió
a tutelar los derechos fundamentales al buen nombre, a la honra, al debido
proceso y al trabajo del actor, y ordenó al director de la Oficina de Registro
de Instrumentos Públicos y Privados, no tener en cuenta el informe rendido por
el interventor en lo que respecta al actor exclusivamente, además, que requirió
a los directivos de la entidad para que se abstuvieran de tomar represalias.
Consideró el ad-quem,
que las afirmaciones hechas por el demandado no encuentran ningún tipo de
soporte probatorio, permitiendo concluir la violación injustificada de los
derechos fundamentales invocados por el actor, pues el funcionario interventor
"sin el más mínimo recato y desconociendo todo procedimiento",
consignó en el informe hechos dañinos a la honra y el buen nombre del
demandante, sin que dichas afirmaciones estuvieran precedidas del resultado que
arroja un proceso adelantado con tal fin.
Igualmente según el
despacho, por el hecho de que el traslado o el decreto de insubsistencia no se
haya producido, no se puede hacer caso omiso de lo consignado en el informe, ya
que eso repercute en el desarrollo normal de la relación laboral del actor con
la administración.
Finalmente afirmó el
Tribunal que aun cuando el actor cuente con la correspondiente acción penal,
tal medio de defensa judicial no tiene la misma efectividad que la acción de
tutela, y por ello, no puede servir de base para su desestimación.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de revisión de la
Corte Constitucional es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. La materia
En el caso que ocupa
la atención de esta Sala, la supuesta violación de los derechos a la honra, al
buen nombre, al debido proceso, a la defensa y al trabajo del actor, se
circunscribe a lo afirmado por el doctor Alberto Torrente Fernández en
comunicación dirigida al Superintendente de Notariado y Registro (hoja No. 3),
en la cual señaló:
"De otra
parte y con el fin de terminar o reducir las prácticas inescrupulosas en la
oficina, es necesario declarar insubsistentes o trasladar, si están en carrera
administrativa, a cualquier oficina de registro del país, (ahora se puede hacer
porque existe planta global), a los siguientes funcionarios a quienes se señala
reiteradamente como deshonestos:
"(...)
"PABLO LOPEZ
LACOUTURE - Auxiliar Administrativo (...)"
En relación con el
derecho al buen nombre y a la honra, esta Corporación ha reconocido que se
trata de derechos fundamentales consagrados por la Carta Política (arts. 15 y
21), los cuales hacen parte de la esfera personal del sujeto y que tienen como
objetivo principal, mantener el respeto que a dichos valores, tan relevantes
para el individuo y su familia, deben la sociedad, el Estado y los
particulares.
En relación con el
tema ha sostenido la Corte Constitucional:
"El derecho
al buen nombre, o derecho que tiene toda persona a no ser difamada, esto
es, a que por parte de la sociedad se tenga una buena calificación o juicio
favorable de su comportamiento mientras no se le pruebe lo contrario, además de
que se encuentra consagrado en el artículo 15 de la Carta Política como un
derecho fundamental, ha sido considerado como tal, entre otras sentencias, en
la T-480 de agosto 10 de 1992 (M.P.Jaime Sanín Greiffenstein).
"El derecho
a la honra, o derecho que tiene toda persona a no sufrir ataques que
afecten la esfera externa de sus virtudes y valores, la cual socialmente le ha
sido reconocida, además de que se halla dentro del Capítulo I del Titulo II de
la Carta Política, esto es, se encuentra consagrado como un derecho
fundamental, ha sido considerado de igual forma por esta Corporación, entre
otras sentencias, por la T-577, de octubre 28 de 1992 (M.P.Eduardo Cifuentes
Muñoz)." (Sentencia No. T-369 de 1993, M.P., doctor Antonio Barrera
Carbonell)
Así entonces, tanto
el buen nombre como la honra tienen su basamento en el concepto del honor
personal, y ambos suponen una valoración de la persona desde la perspectiva de
su esfera externa, razón por la cual guardan una íntima relación.
Atentar contra la
honra y el buen nombre de una persona mediante la divulgación de una
información tendenciosa, ciertamente constituye una lesión injustificada a la
posición del hombre en sociedad. Sin embargo, no pueden considerarse vulnerados
estos derechos cuando se trata de informaciones originadas en conductas
legítimas adelantadas por funcionarios públicos en ejercicio de sus
atribuciones, los cuales, por tanto, se encuentran investidos del poder y el
deber de comunicar a sus superiores la ocurrencia de actos que a su juicio, son
delictuosos o irregulares. Obviamente, el ejercicio de esta función requiere de
un máximo de discreción y buena fe por quienes suministran la información, lo
cual redunda en el éxito de la labor y a su vez protege la integridad personal
de los sujetos involucrados.
Frente al caso
particular, para determinar si la conducta del demandante vulnera o no los
derechos invocados en la presente acción, se hace necesario recordar las
circunstancias que dieron origen al informe objeto de la supuesta violación.
Ciertamente, con
fundamento en las funciones de dirigir y coordinar la inspección, vigilancia y
control de los servicios públicos del Notariado y del Registro de Instrumentos
Públicos (Decreto 2158 de 1992), el señor Superintendente del ramo, mediante
resolución No. 5779 de noviembre 3 de 1994, ordenó la intervención de la
Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Bogotá, Zona centro. Las
razones que lo condujeron a tomar la decisión, se refieren a las serias
irregularidades encontradas en dicha dependencia, tras varias visitas de la
Superintendencia delegada para el Registro, en las que se pudo constatar un
grave desorden jurídico-administrativo en la prestación del servicio y en la
organización interna de la oficina, además de continuas y reiteradas quejas
presentadas por los usuarios del servicio.
Con base en lo
anterior, el Superintendente nombró mediante Resolución No. 5820 de 1994 al
doctor Alberto Torrente Fernández como director de intervención, asignándole la
misión de vigilar el correcto funcionamiento de la oficina, revisar los
procedimientos y actuaciones que conforman la actividad de registro, tanto en
su parte jurídica como en los aspectos administrativos, y detectar los factores
que obstaculizan la adecuada prestación del servicio.
Sobre el particular
es importante anotar, que cumplir con la labor descrita implica de suyo,
necesariamente, involucrar a funcionarios que trabajan en dicha dependencia y
que a criterio del interventor pueden estar vinculados con las actividades
irregulares de la oficina intervenida. Por ello, este tipo de información, en
principio, no constituye vulneración de derecho fundamental alguno, pues ésta
no tiene el carácter de resolución o acto administrativo, ni constituye
oficialmente sanción alguna que haya desconocido los derechos invocados por el
actor. Se trata entonces, de un informe cuyas sugerencias son presentadas en
ejercicio de la labor asignada, y que de manera alguna compromete a quien en
definitiva tiene la potestad y el deber de tomar las decisiones e iniciar las
respectivas investigaciones.
Sobre el contenido
del informe y sus efectos dijo el Superintendente de Notariado y Registro, en
oficio presentado al Juez de primera instancia, lo siguiente:
"Frente al
informe rendido por el doctor ALBERTO TORRENTE FERNANDEZ, el día 5 de diciembre
de 1994, debe señalarse que constituye una relación de las actividades que
llevó a cabo en ejercicio de su encargo, así como de los requerimientos físicos
que demanda el correcto funcionamiento de la Oficina intervenida, para
finalmente, y en forma no oficial, transmitir una recomendación derivada de
informaciones recibidas durante su gestión; recomendación que en forma alguna
reviste el carácter de acto administrativo y que mientras no se recauden los
medios probatorios que la sustenten, no puede tener más efecto que el de simple
sugerencia."
Asímismo, la actitud
asumida por el interventor en cumplimiento de los principios de discreción
profesional y obediencia jerárquica, buscaba poner en conocimiento de su
superior la situación presentada en el despacho investigado, con carácter
reservado, sin que su intención hubiera sido en ningún momento que otros
funcionarios conocieran el informe. Cuestión distinta es, tal como lo señala el
demandado, que "funcionarios de la Superintendencia de manera irregular
procedieron a sacarle fotocopia al oficio y entregarlo a las personas que
estaban relacionadas en dicho oficio". De manera que la supuesta violación
de los derechos a la honra y al buen nombre, se presentaría no por parte del
funcionario demandado, sino por quienes sustrajeron el documento y lo
divulgaron. Así las cosas, esta conducta no es atribuible al demandado; ella
debe ser investigada por el Superintendente de Notariado y Registro y no por el
Juez de tutela.
Por otra parte, el
hecho de que se desconozca quién o quiénes hicieron pública una información de
carácter reservado, hace ineficaz la presente acción de tutela; además, está
por establecer, mediante proceso disciplinario, la veracidad o no de la
acusación dirigida contra el actor.
Ahora bien, la
obligación que le asiste al demandado para informar hechos delictuosos o
irregulares en la prestación de un servicio público y señalar culpables, no se
deriva única y exclusivamente de las funciones que le fueron asignadas, sino
también de su calidad de empleado público, ya que la ley exige a éstos el deber
de poner en conocimiento de la autoridad competente esta clase de hechos, como
también el de informar a sus superiores todos aquellos actos irregulares que
puedan afectar la administración pública y el servicio que ella presta.
Sobre el particular
señala el artículo 5o., del Decreto 482 de 1985, por el cual se reglamenta el
régimen disciplinario de los empleados de la Rama Ejecutiva del Poder Público.
"Del
deber del empleado público de denunciar las faltas disciplinarias.- El empleado público que tenga conocimiento
de la ocurrencia de un hecho o acto que pueda llegar a constituir falta
disciplinaria deberá ponerlo en conocimiento del Jefe del Organismo o de la
dependencia regional o seccional correspondiente, suministrando los informes y
documentos de que tenga noticia, relacionados con la falta, sin perjuicio de la
obligación consagrada en el artículo 12 del Código de Procedimiento Penal si el
hecho pudiera ser punible.
"El
incumplimiento del deber a que se refiere el inciso anterior constituye falta
disciplinaria grave."
La norma citada, no
sólo confirma la legalidad de la conducta observada por el demandado, sino que,
además, avala el hecho de que la información en sí misma no hace parte de
proceso disciplinario alguno, sino que evidentemente se trata de una sugerencia
en virtud de la cual se puede originar la respectiva investigación
disciplinaria, pero cuya decisión, como se dijo, no depende del funcionario
interventor sino de su superior, en asocio de la oficina de control interno de
la respectiva dependencia.
El proceso
disciplinario, entendido como el conjunto de actos concatenados que conducen a
la formación y expresión de la voluntad administrativa, tiene su desarrollo
inicial (Decreto 482 de 1985, artículo 19) en las llamadas diligencias
preliminares, las cuales buscan establecer la veracidad de los hechos ocurridos
o informados y a determinar la procedencia legal de la apertura del proceso
disciplinario.
Frente al caso
concreto, la etapa preliminar no se llevó a cabo, pues todo quedó en un simple
informe, en el cual evidentemente se sugiere al director de la entidad tomar
medidas correctivas tendientes a subsanar las irregularidades presentadas en la
oficina intervenida, pero que en nada se relaciona con una sanción o acto
administrativo que comprometa disciplinariamente al actor.
Así, entonces,
tampoco puede pensarse que el informe viola el debido proceso y el derecho de
defensa, entendido el primero como el conjunto de garantías que buscan proteger
al ciudadano sometido a cualquier proceso, asegurándole a lo largo del mismo
una recta y cumplida administración de justicia. En efecto, tal como se señaló
en el punto anterior, no existió proceso alguno y el simple informe es una
declaración en la cual se plasma una apreciación de carácter subjetivo,
resultado del deber impuesto al funcionario informador.
No comparte esta
Sala la afirmación hecha por el ad-quem, en el sentido de que las
declaraciones hechas por el demandado carecen de respaldo probatorio y
desconocen todo procedimiento establecido, pues en primer lugar, para presentar
el informe no era necesario agotar ningún procedimiento, y en segundo lugar,
porque se ignora en esta apreciación el testimonio rendido por el acusado ante
el Juez de primera instancia.
En el testimonio
mencionado, se pone de presente el hecho de que la sugerencia de traslado o
declaratoria de insubsistencia del actor y otros funcionarios obedecía a
informaciones obtenidas de los propios compañeros de trabajo (ver declaración
juramentada de la doctora Gloria Colombia Pérez Romero, folio 93) y además, al
contenido del Acta correspondiente a la visita realizada por la
Superintendencia delegada para el registro entre el 3 de octubre y el 11 de
noviembre de 1994. Dicha Acta, sirvió de fundamento a la resolución
administrativa que ordenó la intervención, lo cual hace pensar, que se trata de
un elemento probatorio de singular importancia, del que se pueden desprender no
sólo los hechos irregulares que condujeron a la intervención, sino también los
posibles funcionarios comprometidos en tales hechos.
El acta mencionada,
no ha sido controvertida ni el testimonio del demandado ha sido desmentido, de
manera que no podría afirmarse que la acusación es infundada; solamente a
través de la respectiva investigación disciplinaria -que analizará los
elementos de prueba mencionados-, podrá la autoridad competente establecer la
veracidad de lo dicho por el interventor y la posible responsabilidad de los
involucrados en el informe.
Por lo anterior,
considera la Sala que la actitud del demandado no vulnera ninguno de los
derechos constitucionales fundamentales invocados por el actor, pues su
comportamiento fue producto de la labor que le fue asignada y del cumplimiento
de la ley.
En virtud de lo
anterior, la Sala habrá de Revocar el fallo de fecha 27 de marzo de 1995,
proferido por el Tribunal Superior de Bogotá, Sala Civil.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR el fallo de fecha 27 de Marzo de 1995,
proferido por el Tribunal Superior de Bogotá, Sala Civil, mediante el cual se
tutelaron los derechos fundamentales al buen nombre, a la honra, al debido
proceso, a la defensa y al trabajo, en la acción de tutela interpuesta por
Pablo José López Lacouture contra Alberto Torrente Fernández, Funcionario de la
Superintendencia de Notariado y Registro. En consecuencia, CONFIRMAR el
fallo de primera instancia en el cual se denegó la presente acción de tutela,
pero por las razones expuestas en esta providencia.
SEGUNDO: ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación, se comunique esta providencia al Juzgado Diecinueve Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá, en la forma y para los efectos previstos en el
artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
518 | T-408-95
Sentencia No. T-408/95
Sentencia No.
T-408/95
ACCION DE TUTELA
INTERPUESTA POR ABUELA
La peticionaria
está legitimada para interponer la acción de tutela en nombre de su nieta, si
se tiene en cuenta que la acción se dirige en contra del padre de la menor, y
la madre se encuentra recluida en la Cárcel, imposibilitada, por lo tanto, para
defender los intereses de su hija.
AGENCIA OFICIOSA
EN TUTELA-Menor de edad
Cualquiera
persona está legitimada para interponer acción de tutela en nombre de un menor,
siempre y cuando en el escrito o petición verbal conste la inminencia de la
violación a los derechos fundamentales del niño, o la ausencia de representante
legal. Este último requisito se ha determinado con el fin de evitar
intervenciones ilegítimas o inconsultas. La Sala considera perfectamente viable
que la abuela materna de la menor haya interpuesto la acción de tutela, toda
vez que la madre se encuentra en prisión y al padre se imputa la violación de
sus derechos fundamentales.
PRESUNCION DE
INDEFENSION DEL MENOR
Se presume la
indefensión del menor que solicita la tutela. En el presente caso, la menor se
encuentra indefensa frente a su padre, ya que de éste depende - única y
exclusivamente - que la niña pueda ver a su madre en la cárcel.
DERECHOS DEL NIÑO-Relaciones padres hijos /DERECHO DE
DOBLE VIA-Relaciones padres hijos
El derecho
fundamental invocado (derecho a las relaciones personales entre padres e hijos)
ha sido entendido por la Corte Constitucional como un derecho de doble vía. En
efecto, tanto los padres como los hijos, en igual sentido e intensidad, tienen
derecho a relacionarse de manera permanente. Los padres, con el fin de hacer
efectiva su función de guías y educadores, y lograr su realización personal
como progenitores. Los hijos, como parte de su proceso normal de desarrollo,
crecimiento y afirmación de la personalidad. La unidad de la familia depende de
la efectiva existencia de este vínculo vital que indica que la familia es el
núcleo fundamental de la sociedad.
INTERES SUPERIOR
DEL MENOR-Concepto
El denominado
"interés superior" es un concepto de suma importancia que transformó
sustancialmente el enfoque tradicional que informaba el tratamiento de los
menores de edad. En el pasado, el menor era considerado "menos que los
demás" y, por consiguiente, su intervención y participación, en la vida
jurídica (salvo algunos actos en que podía intervenir mediante representante)
y, en la gran mayoría de situaciones que lo afectaban, prácticamente era
inexistente o muy reducida.
INTERES SUPERIOR
DEL MENOR-Características
La más
especializada doctrina coincide en señalar que el interés superior del menor,
se caracteriza por ser: (1) real, en cuanto se relaciona con las particulares
necesidades del menor y con sus especiales aptitudes físicas y sicológicas; (2)
independiente del criterio arbitrario de los demás y, por tanto, su existencia
y protección no dependen de la voluntad o capricho de los padres, en tanto se
trata de intereses jurídicamente autónomos; (3) un concepto relacional, pues la
garantía de su protección se predica frente a la existencia de intereses en
conflicto cuyo ejercicio de ponderación debe ser guiado por la protección de
los derechos del menor; (4) la garantía de un interés jurídico supremo
consistente en el desarrollo integral y sano de la personalidad del menor.
DERECHO A TENER
UNA FAMILIA Y NO SER SEPARADO DE ELLA-Excepción/INTERES SUPERIOR DEL MENOR-Prueba
El derecho a
tener una familia y a no ser separado de ella exige que cuando se esgrime el
interés superior del menor, para exceptuarlo, se demuestre plenamente que este
es real, independiente del criterio arbitrario de los padres, y necesario como
garantía cierta del desarrollo sano de la personalidad del menor. En realidad,
la regla general favorecerá siempre la relación permanente y estrecha de padres
e hijos. La excepción a este principio está sometida, por lo tanto, a un
estricto rigor probatorio, de modo que sólo resulta admisible cuando el daño
que sufriría el menor y su gravedad sean manifiestos y exhiban una intensidad
que la haga razonable e indispensable.
INTERES SUPERIOR
DEL MENOR-Límites/VISITA
DEL HIJO A MADRE INTERNA
La Sala considera
que, en principio, la especial protección del interés superior del menor no se
extiende hasta justificar el comportamiento del padre que vulnera los derechos
del hijo a través del ocultamiento de "verdades" determinantes acerca
de su vida o relativas a personas con quienes sostiene una relación fundamental
para su proceso de formación. En el caso que se estudia, el sigilo del padre,
más que proteger un interés real y autónomo, que se desprenda de las
necesidades emocionales y facultades mentales de la menor, sustentado en un
genuino interés superior suyo, cercenó su autonomía y la independencia de su
personalidad jurídica. La menor podía por sí misma decidir si visitaba o no a
su madre en la cárcel. Para poder adoptar una determinación en uno u otro
sentido, necesitaba estar al corriente de la situación jurídica de su
progenitora, con el fin de sopesar tal hecho y determinar su incidencia en la
decisión final que habría de adoptar. La capacidad de la niña para realizar un
juicio con estas características, se puso en evidencia cuando declaró ante el
Juzgado de tutela que deseaba ver a su madre, a pesar de que ésta se encontrara
en la cárcel.
DERECHOS DE LOS
HIJOS-Relaciones filiales
con los padres/DERECHO DE DOBLE VIA
La Sala encuentra
que el demandado vulneró el derecho fundamental de su hija a mantener su
relación filial con su madre, al impedirle que tuviera contacto con ella, no
obstante perseguir el fin loable de que su hija "no sufriera un
trauma". Igualmente, lesionó el derecho de la progenitora a sostener relaciones
materno-filiales con su hija. En ninguna parte del expediente aparece
acreditado que tales relaciones afectaran negativamente la personalidad de la
menor, hasta el punto de que la separación de su madre fuere necesaria.
Septiembre 12 de 1995
REF:
Expediente T-71149
Actor: INES
FRANCO DE CAMARGO
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Tema:
- Interés
superior del menor: elementos esenciales
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela N° T-71149 promovido por la señora INES FRANCO DE CAMARGO contra el
señor JORGE LUIS GARCIA FERNANDEZ.
ANTECEDENTES
1. El 3 de abril de
1995, la señora Inés Franco de Camargo interpuso acción de tutela contra el
señor Jorge Luis García Fernández, ante el Juzgado Tercero Penal Municipal de
Santa Marta, en nombre de la menor Piedad Antonia García Camargo, por
considerar que se le había violado el derecho a no ser separada de su madre.
2. La señora Franco
de Camargo manifestó que su nieta de 10 años, Piedad Antonia García Camargo,
"desea y pide llorando tener la dicha de ver a su madre", Jacqueline
Camargo Franco, que se encuentra recluida en la Cárcel Judicial de Santa Marta,
sindicada del delito de incendio.
La demandante
aseguró que el padre de su nieta, Jorge Luis García Fernández, quien tiene a la
niña bajo su cuidado, no permite que Piedad Antonia visite a su madre desde el
mes de agosto de 1994.
3. El Juzgado
Tercero Penal Municipal de Santa Marta recibió los testimonios de Jacqueline
Camargo Franco, Jorge Luis García Fernández y Piedad Antonia García Camargo.
En su declaración
ante el Juzgado de tutela, Jacqueline Camargo Franco expresó que su ex-esposo -
con quien no convive desde hace tres años -, Jorge Luis García Fernández, no
permite que su hija la visite "ni antes cuando estaba en la casa ni ahora
que estoy en la cárcel", a la cual ingresó el pasado 17 de febrero. De
igual forma, manifestó que antes de ser privada de la libertad intentó
infructuosamente, en repetidas oportunidades, comunicarse con su hija.
Por su parte, Jorge
Luis García Fernández, en su testimonio, puso en conocimiento del Juzgado que
su ex-esposa se encuentra actualmente privada de la libertad, dado que el 5 de
febrero pasado ésta intentó prender fuego a la casa donde él vive junto con sus
padres y su hija Piedad Antonia. De igual forma, el señor García precisó que
Jacqueline Camargo Franco ha intentado llevarse a la niña por la fuerza, incluso
maltratándola físicamente, motivo por el cual se vió obligado a interponer una
queja ante el Instituto de Bienestar Familiar. De otra parte, aclaró que no
había llevado a la niña a la cárcel porque no quería traumatizarla, lo que a su
juicio ocurriría de saber ésta que su madre se encontraba recluida. Por último,
manifestó que la menor se había enterado de la situación jurídica de su madre
cuando, contrariando su voluntad, la abuela materna la había esperado a la
salida del colegio para llevarla al centro de reclusión.
Por último, la niña
Piedad Antonia García Camargo expresó al Juzgado Tercero Penal Municipal de
Santa Marta que desea visitar a su madre en la cárcel, pero que en la casa de
su padre nadie la puede llevar. La menor manifestó que no vivía con su madre,
"porque ella me maltrataba mucho, entreveces me encerraba, eso fue cuando
yo tenía 8 años". Preguntada por el Juzgado de tutela si deseaba seguir
visitando a su madre en la cárcel, la niña respondió: "Sí la quiero seguir
viendo, aún en la cárcel, es un lugar como cualquier otro". A
continuación, la menor agregó que deseaba continuar viviendo con su padre,
"pero ver a mi mamá. Quiero ver a mi mamá cada vez que haya visita para
los niños".
4. El Juzgado
Tercero Penal Municipal de Santa Marta, consideró que la separación de Piedad
Antonia García Camargo de su madre, configuraba un trato discriminatorio. Por
lo tanto, concedió la tutela solicitada y ordenó mantener "la relación de
orden familiar" de Jacqueline Camargo Franco con su hija Piedad Antonia.
Con esta finalidad, dispuso que se permitieran las visitas de la niña a su
madre el primero y último sábado de cada mes, bajo la supervisión de una
trabajadora social asignada para el efecto por la Dirección de la Cárcel
Judicial de Santa Marta.
La anterior decisión
fue enviada a la Corte Constitucional para su eventual revisión y, al ser
seleccionada, correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS
Procedencia de la
acción de tutela
1. La Corte debe
establecer si la señora Inés Franco de Camargo está legitimada para interponer
la acción de tutela en nombre de su nieta, Piedad Antonia García Camargo, si se
tiene en cuenta que la acción se dirige en contra del padre de la menor, y la
madre se encuentra recluida en la Cárcel Judicial de Santa Marta,
imposibilitada, por lo tanto, para defender los intereses de su hija.
El artículo 44,
inciso 2°, de la Constitución señala: "La familia, la sociedad y el Estado
tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su
desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier
persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de
los infractores". Sobre este particular, la Corte Constitucional se ha
pronunciado en el sentido de que cualquiera persona está legitimada para
interponer acción de tutela en nombre de un menor, siempre y cuando en el
escrito o petición verbal conste la inminencia de la violación a los derechos
fundamentales del niño, o la ausencia de representante legal. Este último
requisito se ha determinado con el fin de evitar intervenciones ilegítimas o
inconsultas. En este orden de ideas, la Corte ha expresado:
"A juicio de la
Corte, el artículo 44 de la Carta no tiene el alcance que el actor pretende
darle. Ni la prevalencia de los derechos de los niños sobre los derechos de los
demás, ni la facultad de exigir a la autoridad competente el cumplimiento de la
obligación de asistirlo y protegerlo, tornan innecesaria la condición que la
ley impone para agenciar derechos ajenos. El requisito de manifestar en la
petición los motivos que imposibilitan al titular promover la defensa de sus
derechos, pretende cerrarle el paso a actuaciones inconsultas o injustificadas
en nombre de otro, y, en sí mismo, no representa una carga irracional o
desproporcionada que impida al interesado interponer la correspondiente acción
de tutela. La ausencia de los representantes legales del menor, o la
inminencia del daño a sus derechos fundamentales, son circunstancias, entre
otras, cuya mención en el escrito de tutela bastaría para habilitar el
agenciamiento de sus derechos".[1]
(se subraya)
La previsión
contemplada en el inciso segundo del artículo 44 de la Constitución, a cuyo
tenor "cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su
cumplimiento y la sanción de los infractores", cobra mayor significación
en aquellos casos en los que la vulneración de los derechos fundamentales del
menor proviene de la acción u omisión de uno de sus progenitores, dada la
desprotección o indefensión del menor en estas circunstancias.
En el caso sub-lite,
se ha invocado la protección del derecho de la menor Piedad Antonia García
Camargo a no ser separada de su madre. La persona que presuntamente ha
vulnerado el derecho fundamental invocado es el padre de Piedad Antonia, Jorge
Luis García Fernández, al no comunicar a su hija la reclusión de su madre en la
Cárcel Judicial de Santa Marta, y no permitir que la niña la visite. La Sala
considera perfectamente viable que la abuela materna de la menor haya
interpuesto la acción de tutela, toda vez que la madre se encuentra en prisión
y al padre se imputa la violación de sus derechos fundamentales.
2. La situación de
indefensión constituye uno de aquellos eventos en relación con los cuales el
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, autoriza la procedencia de la acción de
tutela en contra de particulares. Según el numeral 9° de ese artículo, se
presume la indefensión del menor que solicita la tutela. En el presente caso,
Piedad Antonia García Camargo se encuentra indefensa frente a su padre, ya que
de éste depende - única y exclusivamente - que la niña pueda ver a su madre en
la cárcel.
El derecho
fundamental de padres e hijos a mantener relaciones personales y contacto
directo
3. La Corte
reiteradamente ha señalado que la Constitución consagra un derecho fundamental
de los hijos y padres a mantener relaciones personales estrechas. Sobre este
punto, la Corte ha manifestado:
"Un análisis de
la preceptiva en cuestión lleva necesariamente a concluir, como lo hace esta
Corte, que los mandatos constitucionales relativos a la familia consagran de
manera directa y determinante el derecho inalienable de los niños - aún los de
padres separados - a mantener relaciones personales y contacto directo con sus
dos progenitores.
La Corte no vacila
en calificar de fundamental este derecho, aplicando la expresa
referencia del artículo 44 de la Carta Política.
(...)
Obviamente, esta
característica implica el deber correlativo y mutuo que tienen ambos padres en
el sentido de no obstaculizar el uno al otro el ejercicio de su correspondiente
derecho. Toda persona está obligada por la Constitución a respetar los derechos
ajenos y a no abusar de los propios (art. 90), máxime si aquellos son los de
los niños, que tienen preferencia ante los de otros (art. 44 C.N.); y lo están
los cónyuges con mayor razón cuando viven separados si se tienen en cuenta las
graves perturbaciones sicológicas que ocasionaría a los menores, en
circunstancias de suyo difíciles, una conducta contraria a los normales
sentimientos de amor filial"[2].
El alcance del
derecho fundamental de los niños a no ser separados de su familia, se consagra
en las normas de la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 (Ley 12 de
1991). Igualmente, se ha puesto de presente que la única excepción que admite
este derecho fundamental es la que se origine en el interés superior del
menor. Sobre este aspecto manifestó la Corte:
"Uno de tales
tratados, aprobado por el Congreso de Colombia mediante la Ley 12 del 22 de
enero de 1991 y ratificado el 27 de febrero del mismo año, es la Convención
sobre los Derechos del Niño, que se adoptó por la Asamblea General de
las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. En su artículo 9º establece:
"Los Estados Partes velarán porque el niño no sea separado de sus padres contra
la voluntad de éstos, excepto cuando, a reserva de revisión judicial, las
autoridades competentes determinen, de conformidad con la ley y los
procedimientos aplicables, que tal separación es necesaria en interés superior
del niño. Tal determinación puede ser necesaria en casos particulares, por
ejemplo, en los casos en que el niño sea objeto de maltrato o descuido por
parte de sus padres o cuando estos viven separados y debe adoptarse una
decisión acerca del lugar de residencia del niño". (Subraya la
Corte)"[3].
En suma, la Corte ha
destacado, como principio general, la supremacía y el carácter fundamental del
derecho de los niños a tener una familia y a no ser separados de ésta. Sin
embargo, este principio general admite, como única excepción, la protección del
interés superior del menor.
4. Cuando se separa
al menor de uno de sus padres contra su propia voluntad o materialmente se
impide su contacto, cabe preguntarse si sólo se compromete el derecho del niño
o si, adicionalmente, la Constitución tutela el derecho de los padres a no ser
separados de sus hijos, con la salvedad, arriba expuesta, de la protección del
interés superior del menor. Este asunto se suscita a raíz del fallo de
instancia que decidió tutelar el derecho a la igualdad de Jacqueline Camargo
Franco, en el sentido de considerar discriminatorio el trato consistente en
desconocerle, frente a su hija, su calidad de madre, pese a que la solicitud de
tutela sólo pretendía la protección del derecho de la menor[4].
El derecho
fundamental invocado (derecho a las relaciones personales entre padres e hijos)
ha sido entendido por la Corte Constitucional como un derecho de doble vía. En
efecto, tanto los padres como los hijos, en igual sentido e intensidad, tienen
derecho a relacionarse de manera permanente. Los padres, con el fin de hacer
efectiva su función de guías y educadores, y lograr su realización personal
como progenitores. Los hijos, como parte de su proceso normal de desarrollo,
crecimiento y afirmación de la personalidad. La unidad de la familia depende de
la efectiva existencia de este vínculo vital en el que se sustenta la
declaración contenida en el artículo 42 de la Carta, que indica que la familia
es el núcleo fundamental de la sociedad. Sobre el particular, la Corte ha
expresado:
"No puede
perderse de vista que el derecho en referencia es de doble vía, es decir
que, si se reconoce a los hijos, de consiguiente existe para ambos padres en
igualdad de condiciones, razón por la cual no puede admitirse que se entienda
fundamental para los menores y accesorio para los mayores, entre otras razones
porque semejante interpretación llevaría a desnaturalizar el concepto"[5].
Por lo anterior, de
encontrar la Sala que en el caso sub-judice se vulneró el derecho
fundamental señalado, tutelará tanto el derecho de Jacqueline Camargo Franco,
como el de su hija Piedad Antonia García Camargo.
5. Si bien en la
actualidad la niña Piedad Antonia García Camargo conoce la situación jurídica
de su madre, el comportamiento del padre (que impidió a la menor visitar a su
madre privada de la libertad) se fundamentó - según su propia declaración - en
la protección del interés superior de su hija, pues quería evitar
"traumatizarla" refiriéndole que su madre se encuentra recluida en
prisión.
Aunque, por lo
visto, de manera fortuita la menor se enteró de que su madre se encuentra
privada de la libertad y se halla recluída en un establecimiento carcelario, el
problema que se sometió a consideración del juez de tutela y que, por
consiguiente, la Corte debe resolver, se relaciona con la calificación
constitucional de la conducta del padre - separado de facto y que tiene bajo su
custodia y cuidado a la hija menor - consistente en no revelar a ésta la
conducta y el paradero actual de su progenitora, según parece, a fin de
evitarle el trauma sicológico que seguiría a su conocimiento. Cabe anotar que
la circunstancia de la separación de sus padres y de que a raíz de la misma,
durante períodos prolongados, la menor permanecía alejada de su madre, no
permitieron que aquella inicialmente reaccionara, requiriendo la información
necesaria sobre la aparente ausencia de su madre, lo que finalmente hizo a
instancia de su abuela materna.
Para resolver la
cuestión planteada, es necesario definir el contenido y alcance del concepto de
"interés superior del menor", con el fin de precisar si éste autoriza
a uno de los padres a no revelar a sus hijos realidades esenciales acerca de la
situación vital del otro progenitor, inclusive impidiendo u obstaculizando su
contacto físico.
6. El denominado
"interés superior" es un concepto de suma importancia que transformó
sustancialmente el enfoque tradicional que informaba el tratamiento de los
menores de edad. En el pasado, el menor era considerado "menos que los
demás" y, por consiguiente, su intervención y participación, en la vida
jurídica (salvo algunos actos en que podía intervenir mediante representante)
y, en la gran mayoría de situaciones que lo afectaban, prácticamente era
inexistente o muy reducida.
Con la consolidación
de la investigación científica, en disciplinas tales como la medicina, la
sicología, la sociología, etc., se hicieron patentes los rasgos y
características propias del desarrollo de los niños, hasta establecer su
carácter singular como personas, y la especial relevancia que a su
status debía otorgar la familia, la sociedad y el Estado. Esta nueva visión del
menor se justificó tanto desde una perspectiva humanista - que propende la
mayor protección de quien se encuentra en especiales condiciones de indefensión
-, como desde la ética que sostiene que sólo una adecuada protección del menor
garantiza la formación de un adulto sano, libre y autónomo. La respuesta del
derecho a estos planteamientos consistió en reconocerle al menor una
caracterización jurídica específica fundada en sus intereses prevalentes. Tal
reconocimiento quedó plasmado en la Convención de los Derechos del Niño
(artículo 3°) y, en Colombia, en el Código del Menor (decreto 2737 de 1989).
Conforme a estos principios, la Constitución Política elevó al niño a la
posición de sujeto merecedor de especial protección por parte del Estado, la
sociedad y la familia (artículos 44 y 45).
La más especializada
doctrina coincide en señalar que el interés superior del menor, se caracteriza
por ser: (1) real, en cuanto se relaciona con las particulares necesidades del
menor y con sus especiales aptitudes físicas y sicológicas; (2) independiente
del criterio arbitrario de los demás y, por tanto, su existencia y protección
no dependen de la voluntad o capricho de los padres, en tanto se trata de
intereses jurídicamente autónomos; (3) un concepto relacional, pues la garantía
de su protección se predica frente a la existencia de intereses en conflicto
cuyo ejercicio de ponderación debe ser guiado por la protección de los derechos
del menor; (4) la garantía de un interés jurídico supremo consistente en el
desarrollo integral y sano de la personalidad del menor.
7. En el caso que
ocupa la atención de la Corte, el padre de la menor creyó defender su interés
superior evitando que conociera la situación jurídica de su madre, lo que tuvo
como consecuencia impedir que madre e hija tuvieran contacto alguno.
Por encima de las
desavenencias existentes entre los padres, éstos tienen el deber primordial de
promover y proteger el derecho fundamental del menor a tener una familia y a no
ser separado de ella. La única excepción al derecho de padres e hijos a
mantener relaciones consiste en la protección del interés superior del menor.
Sin embargo, para justificar la separación entre padres e hijos, no basta que
el padre que tiene bajo su cuidado al menor, alegue el virtual daño que puede
generar sobre su personalidad el contacto con el otro progenitor. El derecho a
tener una familia y a no ser separado de ella exige que cuando se esgrime el
interés superior del menor, para exceptuarlo, se demuestre plenamente que este
es real, independiente del criterio arbitrario de los padres, y necesario como
garantía cierta del desarrollo sano de la personalidad del menor. En realidad,
la regla general favorecerá siempre la relación permanente y estrecha de padres
e hijos. La excepción a este principio está sometida, por lo tanto, a un
estricto rigor probatorio, de modo que sólo resulta admisible cuando el daño
que sufriría el menor y su gravedad sean manifiestos y exhiban una intensidad
que la haga razonable e indispensable.
La Sala considera
que, en principio, la especial protección del interés superior del menor no se
extiende hasta justificar el comportamiento del padre que vulnera los derechos
del hijo a través del ocultamiento de "verdades" determinantes acerca
de su vida o relativas a personas con quienes sostiene una relación fundamental
para su proceso de formación. En el caso que se estudia, el sigilo del padre,
más que proteger un interés real y autónomo, que se desprenda de las
necesidades emocionales y facultades mentales de la menor, sustentado en un
genuino interés superior suyo, cercenó su autonomía y la independencia de su
personalidad jurídica. Piedad Antonia García Camargo podía por sí misma decidir
si visitaba o no a su madre en la cárcel. Para poder adoptar una determinación
en uno u otro sentido, necesitaba estar al corriente de la situación jurídica
de su progenitora, con el fin de sopesar tal hecho y determinar su incidencia
en la decisión final que habría de adoptar. La capacidad de la niña para
realizar un juicio con estas características, se puso en evidencia cuando
declaró ante el Juzgado de tutela que deseaba ver a su madre, a pesar de que
ésta se encontrara en la cárcel.
El alegado interés
superior de la menor expuesta a una experiencia eventualmente traumática, no
resulta real, pues no se relaciona con las necesidades, emociones y facultades
físicas y mentales de la niña. La familia, la sociedad y el Estado deben
intentar, en la medida de sus posibilidades, la reducción de las cargas y
molestias que afectan a los menores, lo cual no significa, de ninguna manera,
que la prevalencia del interés superior del menor deba ser entendida como la
justificación de cualquier conducta que tienda a evitarle dolor o tristeza, aún
a costa de que ella viole sus derechos fundamentales.
Desde luego,
tratándose de una información necesaria para el menor - la situación y la
ubicación de la madre es un dato esencial al cual tiene derecho -, su
revelación objetiva supone, a cargo del adulto la explicación racional y
objetiva, acorde con su nivel de desarrollo emocional e intelectual, de suerte
que, en lo posible, se evite la producción de efectos negativos y la generación
de estados de ansiedad derivados de la distorsión de los mensajes transmitidos.
La Sala encuentra
que Jorge Luis García Fernández vulneró el derecho fundamental de su hija a
mantener su relación filial con su madre, al impedirle que tuviera contacto con
ella, no obstante perseguir el fin loable de que su hija "no sufriera un
trauma" (fol.8). La conducta de Jorge Luis García, igualmente, lesionó el
derecho de la señora Jacqueline Camargo Franco a sostener relaciones
materno-filiales con su hija. En ninguna parte del expediente aparece
acreditado que tales relaciones afectaran negativamente la personalidad de la
menor, hasta el punto de que la separación de su madre fuere necesaria.
D E C I S I O N
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- CONFIRMAR la sentencia de abril
25 de 1995, proferida por el Juzgado Tercero Penal Municipal de Santa Marta, en
el sentido de conceder la tutela del derecho fundamental de padres e hijos a
mantener relaciones filiales, por las razones expuestas en esta providencia, a
la señora JACQUELINE CAMARGO FRANCO y a su hija PIEDAD ANTONIA GARCIA CAMARGO.
SEGUNDO.- ORDENAR al Juez Tercero Penal Municipal de Santa
Marta se sirva notificar la presente providencia a la peticionaria, en los
términos del artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los doce (12) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995) ).
[1]
Sentencia T-498 de 1994. MP. Eduardo Cifuentes Muñoz. Véase, también, la
sentencia T-462 de 1993. MP. Eduardo Cifuentes Muñoz.
[2]
Sentencia T- 290 de 1993. MP. José Gregorio Hernández Galindo. En este mismo
sentido véanse, también, las sentencias T-523 de 1992. MP. Ciro Angarita Barón
y T-500 de 1993. MP. Jorge Arango Mejía.
[3]
Sentencia T- 290 de 1993. MP. José Gregorio Hernández Galindo.
[4] La
tutela se interpuso "contra JORGE LUIS GARCIA FERNANDEZ, por considerar
que se ha violado el derecho a ser separado de su madre en el sentido de
prohibírsele terminantemente de verla". A continuación se agrega, "Mi
nieta, Piedad Antonia García Camargo, de 10 años de edad, desea y pide
llorando tener la dicha de ver a su madre".
[5]
Sentencia T- 290 de 1993. MP. José Gregorio Hernández Galindo. |
519 | T-409-95
Sentencia No. T-409/95
Sentencia No.
T-409/95
DERECHO A LA
SALUD-Naturaleza
prestacional
El derecho a la
salud, comprendido dentro del catálogo de los derechos sociales, económicos y
culturales tiene en la Constitución un contenido evidentemente prestacional,
pues al deber correlativo que tiene toda persona de "procurar el cuidado
integral de su salud y la de su comunidad", se encuentra el del Estado de
garantizar su cumplimiento, a través del correspondiente sistema de servicios,
mediante el suministro de prestaciones concretas en materia de salud. Pero es
de anotar que la cobertura y extensión del servicio de salud a los diferentes
sectores de la comunidad y las condiciones y la eficiencia de su prestación,
aun cuando son tareas prioritarias de la acción estatal, necesariamente
dependen de las políticas globales y de desarrollo económico y social, las
cuales se encuentran sujetas y limitadas a la disponibilidad de recursos.
DERECHO A LA
SALUD-Fundamental por
conexidad
El derecho a la
salud no fue consagrado en la Constitución, salvo con respecto a los niños como
un derecho fundamental. No obstante, la Corte ha sido reiterativa en el sentido
de considerarlo como un derecho fundamental por conexidad, cuando en casos
concretos debidamente sopesados y analizados por el juez de tutela, la
protección de la salud involucre al mismo tiempo el amparo de la vida misma.
DERECHO A LA
SALUD-Uso de gafas
La necesidad de
dicha cirugía se encuadra dentro del ámbito meramente prestacional del derecho
a la salud, porque ella no es necesaria para asegurar el derecho a la vida del
peticionario; en otros términos, la demanda de la aludida cirugía no toca con
lo que podría considerarse la esencia o el aspecto vital del derecho a la
salud, cuando es considerado como fundamental.
DERECHO A LA
SALUD-Miopía/DERECHOS
PRESTACIONALES-Improcedencia de la tutela
No es la tutela
el mecanismo idóneo para hacer efectivo el derecho pretendido por el actor, pues
en la protección del derecho a la salud existe una esfera o ámbito que se
vincula con el derecho a la vida y, por lo tanto, bajo este aspecto se le
reconoce como un derecho fundamental. Pero igualmente, hay que considerar que
en cuanto se salga de dicho ámbito el derecho a la salud resulta ser meramente
prestacional y por consiguiente, regulado a través de las normas de rango legal
y de las reglamentarias que rigen la prestación de los servicios de salud. En
tal virtud, la protección del derecho a la salud en su consideración
simplemente prestacional sólo puede ser exigida mediante la utilización de los
mecanismos ordinarios de defensa judicial, porque no es posible
constitucionalizar todo asunto atinente al derecho a la salud, con el fin de
buscar su protección a través de la tutela.
REFERENCIA:
Expediente T- 63743.
PETICIONARIO:
Ricardo CastilIo Beltrán.
PROCEDENCIA:
Juzgado 83 Penal del Circuito de Santafé de Bogotá.
TEMA:
La protección del
derecho a la salud en su consideración simplemente prestacional sólo puede ser
exigida mediante la utilización de los mecanismos ordinarios de defensa
judicial, porque no es posible constitucionalizar todo asunto atinente al
derecho a la salud, con el fin de buscar su protección a través de la tutela.
MAGISTRADO PONENTE:
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Aprobada en Santafé
de Bogotá D.C. a los 12 días del mes de septiembre de mil novecientos noventa
y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el
proceso de la acción de tutela presentado por Ricardo Castillo Beltrán contra
La Caja Nacional de Previsión y la Organización Castillo & Asociados S.A.
I. ANTECEDENTES.
1. Hechos.
El peticionario en
su calidad de afiliado de la Caja Nacional de Previsión Social ha acudido en
diferentes oportunidades al servicio médico para ser atendido en razón de las
dolencias que desde hace 5 años aproximadamente sufre en los órganos de la
visión, pues aparte de que tiene una miopía muy avanzada y astigmatismo, ha
presentado infecciones severas de conjuntivitis y blefaritis, que no le
permiten usar lentes de contacto.
En el mes de agosto
de 1994 acudió al servicio médico de urgencias como consecuencia de una
infección en los ojos y de allí fue remitido a un especialista, quien determinó
que no podía continuar usando lentes de contacto y que debía usar gafas.
Afirma el
peticionario que para él resulta muy molesto e incómodo el uso de gafas y no ha
podido adaptarse a ellas debido a su peso por el grosor del lente, aparte del
aspecto negativo y antiestético que reflejan la utilización de ese tipo de
lentes, los cuales no sólo desmejoran su apariencia personal, sino que
representan un retroceso en el tiempo, porque la ciencia médica ha desarrollado
procedimientos efectivos como la cirugía refractiva para corregir dichos
defectos brindando la oportunidad a las personas que los sufren de recuperar su
visión normal, sin que se afecte su imagen.
Igualmente dice el
peticionario que el médico de la Caja consideraba que dicha cirugía era viable
y permitía corregir en casi un 100% su problema visual, pero por tener un
carácter meramente estético la entidad no podía autorizarla. Sin embargo, si
acudía a los médicos particulares la cirugía podía tener un costo aproximado de
ochocientos mil pesos ($800.000).
Finalmente agrega,
que su nivel de visión es de un 5% sobre el 100% normal y que a su problema
visual ha contribuido el hecho de trabajar permanentemente frente a un
computador, desde hace varios años.
2. Derechos
vulnerados y pretensiones.
Considera el
peticionario que la negativa de la Caja y del contratista de ésta, la
Organización Castillo & Asociados S.A. a realizar la referida cirugía
vulnera sus derechos a la vida a la salud y al libre desarrollo de la
personalidad. En tal virtud, pide que se ordene a los demandados que, previa la
realización de los exámenes médicos de rigor se le practique la cirugía refractiva
que le permita corregir definitivamente los defectos en ambos ojos.
3. Fallos de
instancia.
3.1. Primera
instancia.
El Juzgado 83 Penal
Municipal, mediante sentencia del 6 de enero de 1995 accedió a la tutela de los
derechos fundamentales a la vida, salud, seguridad social y libre desarrollo de
la personalidad del peticionario y ordenó a los demandados practicar la aludida
cirugía.
El Juzgado luego de
invocar la sentencia T-613 de diciembre 16 de 1992 de la cual fue ponente el
Magistrado Alejandro Martínez Caballero y que alude a la temática de la
seguridad social, de referirse a la resolución No. 02640 de septiembre 5 de
1984 la Caja Nacional de Previsión, por la cual se reglamentan los servicios
médico asistenciales que presta esta entidad, y de acudir al concepto de
diferentes médicos que rindieron testimonio en el proceso, concluyó que los
demandados estaban obligados a practicar la referida cirugía. Dice en uno de
sus apartes la sentencia del Juzgado:
"De lo anterior
se infiere que el petente se encuentra afectado por una serie de enfermedades
que atacan su visión, las cuales le impiden un normal desarrollo en su
actividad cotidiana, viéndose afectado física y sicológicamente por razón de
la limitación que le produce el utilizar gafas, que aún cuando le corrigen la
mala visibilidad, le generan traumas a raíz del grosor de los lentes,
situaciones que se subsanan en forma definitiva con la operación refractiva, de
acuerdo al concepto emitido por el doctor BAQUERO TRUJILLO, quien además refiere;
" Este es un buen caso para operar, porque existen la tecnología para esto
aquí en el país ...."
3.2. Segunda
instancia.
El Juzgado Treinta y
Tres Penal del Circuito al decidir la impugnación de la Organización Castillo
& Asociados S.A. decidió revocar el fallo de primera instancia por
considerar que el derecho a la salud en sí mismo no constituye un derecho
fundamental, sino en la medida en que sea indispensable para salvaguardar y
conservar la vida de las personas.
El accionante tiene
el derecho de exigir asistencia médica general y especializada ante la entidad
demandada, pues ha demostrado que tiene una anomalía en sus órganos de la
visión consistente en miopía y astigmatismo y que ha padecido de conjuntivitis
papilar, lo cual le impide usar lentes de contacto. Sin embargo, no puede
afirmarse que a una persona por el solo hecho de padecer las anotadas anomalías
se la pueda calificar como enferma, ni que su vida esté en peligro, mas aún
cuando dispone de instrumentos técnicos para suplir su deficiencia visual. La
experiencia indica que la corrección de la deficiencia visual, que experimentan
algunas personas, ya sea por causas congénitas, accidentes, edad, etc., no
depende en la mayoría de los casos del procedimiento quirúrgico, sino de la
utilización de instrumentos técnicos.
En cuanto a la
violación del derecho al libre desarrollo de la personalidad, consideró el
Juzgado que el señor Castillo Beltrán cuenta con la edad de treinta años, lo
que indica que debe tener una personalidad formada y madura, sobre todo por su
formación académica y profesional. Siendo así, no se puede aceptar que la
prescripción del uso de gafas para suplir su defecto visual le esté vulnerando
el derecho al libre desarrollo de su personalidad, aparte de que su uso no
constituye una disminución o degradación de la dignidad humana.
3.3. Intervención
del Defensor del Pueblo.
La decisión de
revisión de la presente tutela se produjo a instancia del Defensor del Pueblo.
Por considerarla útil para la decisión de fondo, se hacen las siguientes
referencias concretas a la intervención de dicho funcionario:
1) Existe una
relación directa entre el derecho a la salud y el principio de la dignidad
humana (art. 1 C.P.), en el sentido de que la vida digna de las personas no se
atiene solamente a la estricta supervivencia, sino a las condiciones de
bienestar necesarias para el desarrollo de las personas. Igualmente la atención
a la salud, constituye uno de los fundamentos del Estado Social de Derecho.
2) Los sistemas de
salud tienen la misión de mantener y mejorar el nivel de salud de las
comunidades, con el fin de aumentar los años de vida útil de los individuos,
por lo que no sólo a nivel jurisdiccional, sino en el contexto de las ciencias
médicas se ha establecido el tipo de deberes y derechos que derivan de los
textos constitucionales en cuanto el derecho a la salud, todo ello derivado
directamente de los artículos 47, 48, 49, 50, 365 y 366 de la Constitución
Política.
3) El concepto del
oftalmólogo Edgar Alfonso Baquero Castillo es claro al establecer que el
tratamiento quirúrgico disponible -cirugía refractiva-ofrece al petente el mas
alto nivel de salud física, en la medida en que constituye una solución
definitiva al problema.
4) La afirmación del
juzgador de segunda instancia en el sentido de que la dolencia del petente no
constituye una enfermedad, no tiene validez desde el punto de vista
constitucional, porque atendiendo los conceptos médicos la afección del petente
tiene el carácter de severa y, en tal virtud, su derecho a la salud conlleva
naturalmente al de acceder al óptimo tratamiento disponible, cual es el de la
intervención quirúrgica mencionada.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Competencia.
En atención a lo
dispuesto por los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política, en armonía
con los artículos 33, 34 y 35 del Decreto- ley 2591 de 1991, la Sala es
competente para conocer en grado de revisión sobre el asunto materia de la
referencia.
2. Según la
jurisprudencia de la Corte Constitucional en torno al derecho a la Salud, éste
excepcionalmente tiene carácter de fundamental.
Dentro del Estado
Social de Derecho los servicios públicos son consustanciales o inherentes a la
finalidad social del Estado, la cual impone a éste la asunción de una serie de
cometidos de evidente contenido prestacional en beneficio de la comunidad en
general, o de sectores o grupos humanos que por su situación de marginalidad,
discriminación o sus condiciones económicas, sociales o culturales, requieren
de la especial atención o apoyo del Estado.
La atención de la
salud constituye un cometido de carácter social a cargo del Estado, cuya
realización le impone a éste la tarea concreta de organizar, dirigir y
reglamentar, conforme a los principios de eficiencia, universalidad y
solidaridad, todo un sistema prestacional en materia de salud con la
participación de entidades públicas y privadas, bajo la vigilancia y control de
aquél, a través del cual se busca garantizar a todas las personas el acceso a
los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud y de
saneamiento ambiental (arts. 49, 365 y 366 C.P.).
El derecho a la
salud, comprendido dentro del catálogo de los derechos sociales, económicos y
culturales tiene en la Constitución un contenido evidentemente prestacional,
pues al deber correlativo que tiene toda persona de "procurar el cuidado
integral de su salud y la de su comunidad", se encuentra el del Estado de
garantizar su cumplimiento, a través del correspondiente sistema de servicios,
mediante el suministro de prestaciones concretas en materia de salud. Pero es
de anotar que la cobertura y extensión del servicio de salud a los diferentes
sectores de la comunidad y las condiciones y la eficiencia de su prestación,
aun cuando son tareas prioritarias de la acción estatal, necesariamente
dependen de las políticas globales y de desarrollo económico y social, las
cuales se encuentran sujetas y limitadas a la disponibilidad de recursos.
En la sentencia
T-571 del 26 de octubre de 1992[1],
la Corte se refirió a los derechos constitucionales de contenido prestacional
en los siguientes términos:
"La doctrina
ha denominado a las obligaciones públicas del Estado "prestaciones
constitucionales", una de cuyas manifestaciones principales son los
derechos fundamentales de prestación.
Los derechos
prestacionales de rango constitucional tienen una estrecha relación con los
derechos sociales, económicos y culturales del Capítulo 2o. Título II de la
Constitución, pero no se identifican con ellos. También los derechos de
libertad pueden tener un contenido prestacional.
En términos
generales el término prestacional de un derecho está dado por su capacidad para
exigir de los poderes públicos y en ocasiones de los particulares, una
actividad de hacer o dar, derivada del mismo texto constitucional. Si la
prestación contenida en el derecho constitucional se identifica con el fin o
valor de la igualdad perseguido por el derecho, aquella constituye un
"derecho constitucional prestacional"; mientras que si el objetivo
primordial del derecho es la simple abstención de los poderes públicos, los
derechos correspondientes carecen de contenido prestacional.
Y una de esas
obligaciones públicas del Estado es la resultante del artículo 49 de la
Constitución: "La atención de la salud... son servicios públicos a cargo
del Estado". Concordante con esta disposición existe la obligación del
Estado, en virtud de lo dispuesto en el inciso 3o. del artículo 13 de la Carta,
de "proteger especialmente a aquellas personas que por su condición
económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad
manifiesta....".
Esto genera
consecuentemente el deber "prestacional" a cargo del Estado de
brindar la atención de la salud, y el derecho en favor del particular de
exigirlo dentro de unos lineamientos que la propia Constitución señala.
De otra parte
otros elementos integrantes de éste derecho le imprimen un carácter asistencial,
ubicándolo dentro de las funciones del Estado Social de Derecho, donde éste
adquiere un carácter de "Estado de prestaciones y de redistribución con
fines de asistencia social obligatoria". Se producen importantes
repercusiones en la relación Estado-ciudadano, fortaleciendo la condición de
éste último frente al primero, por cuanto como se afirmaba anteriormente, su
reconocimiento impone acciones concretas a fin de prestar el servicio público
correspondiente, para asegurar de esa manera el goce y disfrute de los
servicios de asistencia médica, hospitalaria, farmacéutica y de
laboratorio".
Aun cuando la
conservación de la salud involucra una serie de situaciones, que comprenden
obligaciones y acciones tanto de las personas como del Estado mismo, que en
mayor o menor grado contribuyen a la subsistencia del ser humano, el derecho a
la salud no fue consagrado en la Constitución, salvo con respecto a los niños
(art. 44 C.P.) como un derecho fundamental. No obstante, la Corte ha sido
reiterativa en el sentido de considerarlo como un derecho fundamental por
conexidad, cuando en casos concretos debidamente sopesados y analizados por el
juez de tutela, la protección de la salud involucre al mismo tiempo el amparo
de la vida misma.
Entre las
innumerables sentencias en las cuales la Corte ha aludido al tema del derecho a
la salud es pertinente destacar las siguientes:
La sentencia
T-484/92[2],
en la cual se dijo:
"El derecho
a la salud conforma, en su naturaleza jurídica, un conjunto de elementos que
pueden agruparse en dos grandes bloques: el primero, que lo identifica como
un predicado inmediato del derecho a la vida, de manera que atentar contra la
salud de las personas equivale a atentar contra su propia vida. Por estos
aspectos, el derecho a la salud resulta un derecho fundamental. El segundo
bloque de elementos, sitúa el derecho a la salud con un carácter asistencial,
ubicado en las referencias funcionales del denominado Estado Social de Derecho,
en razón de que su reconocimiento impone acciones concretas. La frontera entre
el derecho a la salud como fundamental y como asistencial es imprecisa y sobre
todo cambiante, según las circunstancias de cada caso, pero en principio, puede
afirmarse que el derecho a la salud es fundamental cuando está relacionado con
la protección a la vida. Los derechos fundamentales, solo conservan esta
naturaleza, en su manifestación primaria, y pueden ser objeto allí del control
de tutela".
La sentencia
T-491/92, en la cual expresó la Corte[3]:
"Los
derechos fundamentales por conexidad son aquellos que no siendo denominados
como tales en el texto constitucional, sin embargo, les es comunicada esta
calificación en virtud de la íntima e inescindible relación con otros derechos
fundamentales, de forma que si no fueron protegidos en forma inmediata los
primeros se ocasionaría la vulneración o amenaza de los segundos. Es el caso
de la salud, que no siendo en principio derecho fundamental, adquiere esta categoría
cuando la desatención del enfermo amenaza con poner en peligro su derecho a la
vida".
Por lo demás, la
jurisprudencia de la Corte ha hecho claridad en el sentido de que el concepto
de vida en la Constitución rebasa el ámbito de lo meramente biológico, es
decir, la mera idea de la subsistencia o supervivencia del ser humano, para
situarlo en un ámbito distinto, como es el atinente a la reunión de unas
condiciones mínimas, supeditadas no sólo al medio físico o entorno natural,
sino al ambiente cultural creado por el hombre y a las circunstancias de orden
social y económico, que le aseguren a la persona una especial calidad de vida.
Como se dijo en la
sentencia T-576/94[4]:
"Así las
cosas, sin perder su esencia, el derecho a la vida encierra aspectos
colaterales y elementos afines que no pueden confundirse con la pura
supervivencia y que deben ser asegurados por el Estado en procura de la
dignidad humana. Por eso supone la integridad física y moral, la atención de
necesidades primarias y la preservación de un ambiente sano y, por supuesto,
los elementales cuidados de la salud en cuanto condición necesaria de
subsistencia.
Pero una cosa es
admitir esa indudable relación, que confiere a la salud el carácter de derecho
fundamental por conexidad, y otra muy distinta pretender que todo factor que la
afecte o disminuya ponga en peligro la vida o menoscabe las condiciones
necesarias para preservar su dignidad".
3. El caso en
estudio.
El demandante
pretende que a través de la tutela se obligue a la Caja Nacional de Previsión y
a la Organización Castillos & Asociados S.A. a practicarle una cirugía
refractiva, con el propósito no sólo de recuperar su visión, sino con el fin de
evitar las molestias físicas que implica para él el uso de gafas y de mejorar
estéticamente su presencia física.
Claramente se
observa que la prescripción de gafas por el servicio médico de la Caja Nacional
de Previsión, como medio de solución del problema de visión que presenta el
peticionario, es el procedimiento corriente, usual y generalizado en estos
casos; por consiguiente, no puede considerarse, en modo alguno, que con ello
afecte su salud ni su dignidad como persona.
La resolución 02640
del 5 de septiembre de 1994, que contiene el reglamento de los servicios médico
asistenciales que presta la Caja Nacional de Previsión, el cual se encuentra
acorde con las normas superiores contenidas en los artículos 14, 15 y 16 del
decreto 3135 de 1969, y 8o y 9o del decreto 1848 de 1969, dispone en lo pertinente
observar lo siguiente:
"ARTICULO 1o.
Corresponde a la Caja Nacional de Previsión Social reconocer y suministrar a
sus afiliados, las prestaciones económicas y Médico- asistenciales consagradas
en la ley y sus reglamentos".
"ARTICULO 5o. A
la Caja Nacional de Previsión Social de acuerdo con las disposiciones legales
vigentes corresponde el reconocimiento y pago a sus afiliados forzosos, de las
siguientes prestaciones: a) Asistencia Médica-Quirúrgica y hospitalaria".
"ARTICULO 21.
La Caja Nacional de Previsión Social prestará asistencia médica, quirúrgica,
por todo el tiempo que sea necesario, mientras dure la afiliación...".
"ARTICULO 25.
El afiliado afectado por enfermedad profesional... tendrá derecho a que la Caja
Nacional de Previsión Social le suministre la correspondiente atención médica
integral, sin limitación alguna y por todo el tiempo que fuere necesario,
incluso el suministro de... y cirugía reparadora.....".
La Sala considera
que el peticionario de conformidad con las normas mencionadas y las
disposiciones de los artículos 153-3-9 y 162 de la ley 100 de 1993 que aluden a
la protección integral de la salud, posiblemente tenga derecho a exigir la
práctica de la referida cirugía. Sin embargo, la necesidad de dicha cirugía se
encuadra dentro del ámbito meramente prestacional del derecho a la salud,
porque ella no es necesaria para asegurar el derecho a la vida del
peticionario; en otros términos, la demanda de la aludida cirugía no toca con
lo que podría considerarse la esencia o el aspecto vital del derecho a la
salud, cuando es considerado como fundamental.
A juicio de la Sala
no es la tutela el mecanismo idóneo para hacer efectivo el derecho pretendido
por el actor, pues en la protección del derecho a la salud existe una esfera o
ámbito que se vincula con el derecho a la vida y, por lo tanto, bajo este
aspecto se le reconoce como un derecho fundamental. Pero igualmente, hay que
considerar que en cuanto se salga de dicho ámbito el derecho a la salud resulta
ser meramente prestacional y por consiguiente, regulado a través de las normas
de rango legal y de las reglamentarias que rigen la prestación de los servicios
de salud. En tal virtud, la protección del derecho a la salud en su
consideración simplemente prestacional sólo puede ser exigida mediante la
utilización de los mecanismos ordinarios de defensa judicial, porque no es
posible constitucionalizar todo asunto atinente al derecho a la salud, con el
fin de buscar su protección a través de la tutela.
En consecuencia, se
estima que en el presente caso existe como mecanismo alternativo de defensa
judicial la acción de nulidad y restablecimiento del derecho que puede ser
instaurada ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo, previo el
agotamiento de la vía gubernativa.
No siendo
procedente, como se ha visto, la concesión de la tutela, se confirmará la
sentencia proferida por el Juzgado 33 Penal del Circuito, que a su vez revocó
la sentencia del Juzgado 83 Penal Municipal de la ciudad de Santafé de Bogotá
que había accedido a la tutela impetrada.
III. DECISION.
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Corte Constitucional -Sala Segunda de
Revisión- administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. CONFIRMAR el fallo del 8 de febrero de
1995 proferido por el Juzgado 33 Penal del Circuito de Santafé de Bogotá, que a
su vez revocó la sentencia del Juzgado 83 Penal Municipal de la ciudad, en
virtud de la cual se había concedido la tutela impetrada.
SEGUNDO. ORDENAR que por Secretaría General se
comunique esta providencia en la forma y para los efectos previstos en el art.
36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado.
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General.
[1] . M.P. Jaime Sanin Greiffenstein.
[2] . M.P. Fabio Morón Diaz.
[3] . M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
[4] . M.P. José Gregorio Hernández Galindo. |
520 | T-410-95
Sentencia No. T-410/95
Sentencia No.
T-410/95
PRINCIPIO NO
REFORMATIO IN PEJUS EN PROCESOS DISCIPLINARIOS/DEBIDO PROCESO DISCIPLINARIO
La Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura al resolver
el recurso de apelación interpuesto por la peticionaria agravó la sanción que
se le había impuesto en primera instancia. De esta manera violó flagrantemente
el debido proceso y la no reformatio in pejus, si se tiene en cuenta que al
desconocer la prohibición de la reformatio in pejus obviamente incurrió en la
transgresión del derecho fundamental al debido proceso.
VIA DE HECHO-Materia disciplinaria
La violación
palmaria del debido proceso y la no reformatio in pejus, en las circunstancias
antes descritas, configura una verdadera vía de hecho, si se tiene en cuenta la
significación y el valor que representa la prohibición de la reformatio in
pejus en la garantía constitucional del derecho fundamental al debido proceso y
que la Sala Jurisdiccional Disciplinaria, actúo con absoluta falta de
competencia al decidir sobre un asunto -la agravación de la sanción- que
escapaba a sus atribuciones.
SENTENCIA
DISCIPLINARIA-Nulidad por
agravación de la pena
Se declarará la
nulidad de la sentencia dictada por la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura, en cuanto agravó la situación de la citada
como apelante al imponer la sanción de suspensión en el ejercicio del cargo por
el término de 30 días, y se ordenará a dicha corporación que proceda a resolver
el recurso de apelación interpuesto adecuando su decisión en el sentido de no
hacer mas gravosa la situación de la apelante.
REFERENCIA:
EXPEDIENTE No. T-72194
PETICIONARIO:
NANCY LEMUS PRADA
TEMA:
Reformatio in pejus en sentencias de la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura.
MAGISTRADO PONENTE:
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Santafé de Bogotá,
septiembre 12 de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, procede a
revisar el fallo de tutela proferido por el Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, Sección Segunda, subsección "B".
I. ANTECEDENTES.
1. Hechos.
Mediante sentencia
del 29 de agosto de 1994 la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Seccional de la Judicatura de Risaralda, declaró responsable a la doctora Nancy
Lemus Prada, Juez 1a. Civil Municipal de Pereira, de las faltas de tipo
disciplinario descritas en los artículos 8 literal e) y 9 literal v) del
Decreto 1888 de 1989, le impuso como sanción multa equivalente a 8 días de su
sueldo básico actual, y la absolvió de los demás cargos formulados en su
contra.
Contra la referida
sentencia la doctora Nancy Lemus Prada interpuso el recurso de apelación.
Según sentencia del
19 de enero de 1995, el Consejo Superior de la Judicatura -Sala Jurisdiccional
Disciplinaria- resolvió el aludido recurso y dispuso: revocar la sentencia de
primera instancia "en cuanto impuso una sanción de multa por la comisión
de las dos faltas disciplinarias que describen los numerales e) del art. 8o. y
v) del 9o. del decreto 1888 de 1989 a la doctora Nancy Lemus Prada....",
sancionar a ésta con suspensión en el ejercicio del cargo por el término de
treinta (30) días, y confirmar la absolución impartida por los cargos que se le
formularon con base en los arts. 8-g y 9-a del referido decreto.
2. Pretensiones.
Por considerar
violado su derecho fundamental al debido proceso, por desconocimiento del
principio de la reformatio in pejus, la peticionaria promovió acción de tutela
contra la sentencia de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Superior de la Judicatura e impetró las siguientes declaraciones:
"PRIMERO.- Que
en el caso sometido a decisión de esta Sala, se ha demostrado a cabalidad la
violación al derecho fundamental al debido proceso. Igualmente que se ha
demostrado la violación al principio constitucional de LA REFORMATIO IN
PEJUS".
"SEGUNDO.- Que
como consecuencia de lo anterior ....., TUTELARA los derechos de la accionante,
o peticionaria ORDENANDO QUE QUEDE EN FIRME LA DECISION DE PRIMERA INSTANCIA, o
sea que la sanción sea de ocho días de SALARIO A TITULO DE MULTA QUEDANDO SIN
EFECTO LO REFERENTE A LA SUSPENSION".
"TERCERO.- Que
se oficie de inmediato al TRIBUNAL SUPERIOR DE PEREIRA sobre la existencia de
esta acción de tutela, para que por ahora, se abstenga de tomar cualquier
decisión sobre suspensión, hasta tanto no se resuelva definitivamente esta
acción".
3. Providencia
que se revisa.
El Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, Sección Segunda, Sub-sección "B",
rechazó por improcedente la acción de tutela, con base en los siguientes
argumentos:
Los actos que emite
la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, en
ejercicio del poder disciplinario, tienen el carácter de sentencias judiciales.
Por lo tanto, contra ellos no es procedente la acción de tutela, de conformidad
con lo sostenido en la sentencia de inexequibilidad de la Corte Constitucional
C-543 del 1 de octubre de 1992, a no ser que se trate de casos excepcionales.
Se refiere el
tribunal a la jurisprudencia del H. Consejo de Estado, en el sentido de que
éste "...ha reiterado su posición adversa a considerar la acción de tutela
contra decisiones judiciales, manifestando que debido a la propia naturaleza
residual de la tutela impide ejercerla en los procesos judiciales puesto que
ellos están regulados en forma tal que permite recurrir contra las decisiones
que en el transcurso del proceso adopte el juez. Así como también por la
autonomía funcional del juez reconocida por la Constitución, interferida por
las órdenes de otro juez quien no sólo es ajeno al proceso sino de otra
especialidad o jurisdicción. También se esgrime como argumento en contra de la
procedencia de la acción de tutela en estos eventos el hecho del principio de
certeza judicial en que se sustenta la Institución de la cosa juzgada".
Luego el tribunal,
sin realizar examen alguno acerca de la posibilidad de que la tutela sea
admisible como excepción en el caso que se sometió a su consideración, concluye
que la acción de tutela es improcedente por tratarse de una sentencia
judicial.
II. COMPETENCIA.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2° y 241 numeral 9° de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1.- Sentencia
SU-327 del 27 de julio de 1995 de la Sala Plena de la Corte Constitucional.
Mediante la
Sentencia SU-327/95[1]
la Corte unificó su jurisprudencia en torno a la aplicación del principio de la
reformatio in pejus, contenido en el art. 31 de la Constitución Política
Como sustento de la
decisión que habrá de proferirse en este asunto se destacan los siguientes
apartes de dicha sentencia que se juzgan relevantes:
"El ejercicio del poder punitivo
dentro de un Estado de Derecho debe estar sometido a los más estrictos
controles, con el objeto de hacer efectivo el respeto de las garantías
individuales y la seguridad jurídica. Esos controles se establecen a través del
principio de legalidad, que traza límites al ejercicio del poder tanto al
momento de configurar los hechos punibles, como al de determinar las
consecuencias jurídicas de los mismos (penas y medidas de seguridad), con lo
que se excluyen la arbitrariedad y el exceso en el cumplimiento de la tarea de
la represión penal".
"El
principio de legalidad entonces constituye, de un lado, una garantía de
libertad y de seguridad para el ciudadano y, de otro, correlativamente, una
autolimitación del poder punitivo que el Estado ejerce por medio de sus
legisladores y jueces".
"Entre las garantías procesales
vigentes en el ordenamiento jurídico colombiano está el principio de la no
“reformatio in pejus” que, como señaló esta misma Corporación, “es un principio
general de derecho procesal y una garantía constitucional que hace parte del
derecho fundamental al debido proceso (C.P. art. 29)” (Sentencia T-474 de
julio 29 de 1992. Ms. Ps. Drs. Eduardo Cifuentes Muñoz y Alejandro Martínez
Caballero)".
"De acuerdo con el principio de la no
“reformatio in pejus”, cuando el recurso de apelación sea interpuesto
exclusivamente por el procesado o su defensor, el juez de segunda instancia no
podrá empeorar la situación del procesado, agravando la pena impuesta por el
juez de primera instancia".
"Es una manifestación del principio de
congruencia, según el cual las pretensiones del recurrente y su voluntad de
interponer el recurso, condicionan la competencia del juez que conoce del
mismo. Lo que el procesado estime lesivo de sus derechos, constituye el ámbito
exclusivo sobre el cual debe resolver el ad quem: “Tantum devolutum quantum
appellatum”. Es decir, que para que el juez de segundo grado pueda
pronunciarse, no sólo debe mediar un recurso válido, sino que él debe ser
presentado por parte legítima, esto es, aquélla que padezca un perjuicio o invoque
un agravio y persevere en el recurso".
"En otros términos, la apelación
siempre se entiende interpuesta en lo desfavorable, tanto que una alzada
propuesta contra una decisión que de ninguna manera agravia, tendría que ser
declarada desierta por falta de interés para recurrir, pues tal falta afecta la
legitimación en la causa. Por tanto, tratándose de apelante único, esto es, de
un único interés (o de múltiples intereses no confrontados), no se puede
empeorar la situación del apelante, pues al hacerlo se afectaría la parte
favorable de la decisión impugnada, que no fue transferida para el conocimiento
del superior funcional".
(....)
"2.2.
Competencia restringida del ad quem.
Si el juez de
segundo grado adquiere competencia sólo en función del recurso
interpuesto por el procesado y sólo para revisar la providencia en los
aspectos en que pueda serle desfavorable (tal como se desprende del precepto
constitucional) no puede so pretexto de que ha encontrado alguna irregularidad
en el proceso o en la sentencia, cuya enmienda conduce a un empeoramiento de la
situación del apelante, declararla si tal empeoramiento fatalmente habrá de
producirse. Eso equivaldría ni más ni menos, que a encubrir la violación de la
norma superior".
2. El caso en
estudio.
La peticionaria
alega que la sentencia de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Superior de la Judicatura violó el principio relativo a la prohibición de la
reformatio in pejus contenido en el artículo 31 de la Constitución, porque
siendo apelante única se le agravó la sanción impuesta en la primera instancia.
La prohibición de la
reformatio in pejus es un principio básico del derecho procesal que fue
constitucionalizado como una garantía del debido proceso; pero igualmente, se
lo considera como una "garantía procesal fundamental del régimen de los
recursos, a su vez contenido en el derecho de defensa y en el núcleo esencial
del derecho al debido proceso. Al superior no le es dable por expresa
prohibición constitucional empeorar la pena impuesta al apelante único, porque
al fallar ex officio sorprende al recurrente, quien formalmente por lo menos no
ha tenido posibilidad de conocer y controvertir los motivos de la sanción a él
impuesta, operándose por esta vía una situación de indefensión" (sentencia
T-474/92 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
La Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura al resolver
el recurso de apelación interpuesto por la peticionaria agravó la sanción que
se le había impuesto en primera instancia. De esta manera violó flagrantemente
los arts. 29 y 31 de la Constitución, si se tiene en cuenta que al desconocer
la prohibición de la reformatio in pejus obviamente incurrió en la transgresión
del derecho fundamental al debido proceso.
La competencia de
dicha Sala para resolver el recurso de la peticionaria tenía un ámbito limitado
al alcance y contenido del mismo, que no era otro el de que se produjera la
revisión del superior del juzgador de primera instancia, única y exclusivamente
en la parte de la decisión con respecto a la cual aquélla se encontraba
inconforme. Dicho de otra manera, la referida competencia por ser estricta y
limitada no le permitía a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del mencionado
Consejo extender el ámbito de sus atribuciones hasta el punto de desnaturalizar
el contenido propio del interés jurídico y de la pretensión del recurrente que
se contraía a la impugnación de la sentencia de primera instancia en lo
desfavorable. De esta forma la Sala comparte el criterio expuesto por los H.
Magistrados Leovigildo Bernal Andrade y Alvaro Echeverry Uruburu,
pertenecientes a dicha Corporación, que salvaron el voto a la aludida
sentencia.
La jurisprudencia de
la Corte ha sido constante en el sentido de que, en principio, es improcedente
la tutela contra sentencias judiciales, salvo en los casos en que la decisión
judicial constituya una vía de hecho.
Es indudable que el
presente caso la violación palmaria de los arts. 29 y 31 de la Constitución, en
las circunstancias antes descritas, configura una verdadera vía de hecho, si se
tiene en cuenta la significación y el valor que representa la prohibición de la
reformatio in pejus en la garantía constitucional del derecho fundamental al
debido proceso y que la Sala Jurisdiccional Disciplinaria, como se vio antes,
actúo con absoluta falta de competencia al decidir sobre un asunto -la
agravación de la sanción- que escapaba a sus atribuciones. En tal virtud, se
revocará la sentencia dictada por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca,
Sección Segunda, Sub-sección "B" y, en su lugar, se tutelará el
derecho al debido proceso de la peticionaria Nancy Lemus Prada, se declarará la
nulidad de la sentencia dictada por la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura, en cuanto agravó la situación de la citada
como apelante al imponer la sanción de suspensión en el ejercicio del cargo por
el término de 30 días, y se ordenará a dicha corporación que proceda a resolver
el recurso de apelación interpuesto adecuando su decisión en el sentido de no
hacer mas gravosa la situación de la apelante.
V. DECISION.
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR la sentencia del Tribunal Administrativo
de Cundinamarca, Sección Segunda, Sub-sección "B" de mayo 24 de mil
novecientos noventa y cinco (1995), mediante la cual se denegó por improcedente
la tutela impetrada por Nancy Lemus Prada.
SEGUNDO. CONCEDER a la peticionaria Nancy Lemus
Prada, la tutela del derecho fundamental al debido proceso que fue violado por
la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura,
mediante la sentencia proferida el 19 de enero de 1995.
TERCERO. DECLARAR nula por violación de los artículos 4, 29
y 31 de la Constitución Política, la sentencia proferida por el Consejo
Superior de la Judicatura, Sala Jurisdiccional Disciplinaria, de fecha
diecinueve (19) de enero de mil novecientos noventa y cinco (1995), en cuanto
agravó la situación de la peticionaria de la tutela como apelante al imponer la
sanción de suspensión en el ejercicio del cargo por el término de 30 días. En
consecuencia se ORDENARA a dicha corporación que proceda a resolver el
recurso de apelación interpuesto adecuando su decisión en el sentido de no
hacer mas gravosa la situación de la peticionaria con respecto a lo decidido
en la primera instancia.
CUARTO. COMUNICAR la presente providencia
al Tribunal Administrativo de Cundinamarca, para los efectos del artículo 36
del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] M.P. Carlos Gaviria
Díaz. |
521 | T-411-95
Sentencia No. T-411/95
Sentencia No.
T-411/95
NULIDAD POR FALTA
DE COMPETENCIA
El criterio con
que conoce un juez de tutela competente es "a prevención", lo que
indica que se excluye del conocimiento del asunto a los demás jueces aptos
para resolverlo, cuando otro juzgador se ha anticipado en su conocimiento.
Se concluyó que la competencia debía recaer en el Juzgado del lugar de la
violación o amenaza del derecho vulnerado, por estimarse que la perturbación
del derecho ocurre precisamente en el lugar donde "la persona es
reconocida por la colectividad y donde necesariamente tiene la buena o la mala
fama que la acredita", y que en el caso de la demandante es en la ciudad
de Bucaramanga por ser allí el asiento principal de sus negocios, el sitio
donde vive, y la zona en donde se adelantó el proceso ejecutivo en su
contra; razón por la cual esta Corte definió como competente para resolver,
al Juez de esa ciudad, a quien correspondió inicialmente el análisis de los
hechos de esta acción de tutela y a quien fue remitido nuevamente el
expediente, para su resolución en primera instancia y tramitación de la
impugnación, si era del caso.
DERECHO A LA
HONRA-Mérito/DERECHO AL
BUEN NOMBRE-Mérito
Esta Corte ha
sostenido, que los derechos al buen nombre y a la honra son derechos que se
ganan de acuerdo a las acciones realizadas por el individuo, sea que en virtud
de ellas pueda gozar del respeto y admiración de la colectividad como
consecuencia de su conducta intachable, o sea que, por el contrario, carezca
de tal imagen y prestigio, en razón a su indebido comportamiento social. En
este último caso difícilmente se puede considerar violado el derecho a la
honra de una persona, cuando es ella misma quien le ha imprimido el desvalor a
sus conductas y ha perturbado su imagen ante la colectividad.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Naturaleza
El derecho a la
intimidad es un derecho personalísimo, según inspiración constitucional
relativa a la dignidad humana, que debe ser tutelado cuando, por la acción de
terceros, se produce una intromisión indebida en el ámbito personal o familiar
del sujeto que conlleva la revelación de asuntos privados, el empleo de su
imagen o de su nombre, o la perturbación de sus afectos o asuntos más
particulares e íntimos relativos a su sexualidad o salud, con o sin divulgación
en los medios de comunicación.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Información
comercial
aspectos
relativos al cumplimiento de las obligaciones con establecimientos de crédito y
con el comercio, que tradicionalmente fueron protegidos con reserva frente a
terceros por ser aparentemente información no relevante para la comunidad, hoy
en día no forman parte en estricto sentido del fuero íntimo de una
persona, cuando necesariamente acarrean implicaciones sociales que deben ser
conocidas por los demás en aras de proteger el interés general de la
colectividad y minimizar al máximo los riesgos inherentes a toda actividad
económica concebida como de interés público. Para precisar, las actividades
entendidas como de interés público son aquellas que hacen referencia
estrictamente a la actividad financiera, bursátil, aseguradora y cualquier
otra relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos
captados del público. Las relaciones comerciales que no tienen las anteriores
características no se incluyen en este grupo. No es violatorio del derecho a
la intimidad la divulgación de la situación financiera o crediticia de una
persona dentro del término de caducidad de los datos permitido por la
jurisprudencia, cuando ésta es veraz, completa, legalmente obtenida, y es
publicada o dada a conocer mediante canales o medios que no lesionen los
derechos protegidos por el ordenamiento jurídico. A juicio de ésta Corte tales
canales o medios de difusión son aquellos que permiten un acceso restringido
a esos conocimientos financieros, y constituyen una esfera cerrada, con un
interés cierto y legítimo en ese tipo de información.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Base
de datos
La información
que en las Bases de Datos se maneja debe ser, para no menoscabar los derechos
al buen nombre, honra e intimidad de las personas, veraz, imparcial, obtenida
en forma legítima o por medios lícitos y debe ser susceptible a ser
rectificada, conocida y actualizada, respetando por supuesto la caducidad del
dato, o el tiempo legalmente permitido para que la información comercial de una
persona se encuentre en pantalla.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Deudor
moroso/LISTA DE DEUDORES MOROSOS/CONJUNTO RESIDENCIAL-Deudor Moroso
Tales
publicaciones no menoscaban el derecho a la intimidad de los individuos porque
la información que se desprende de esos comunicados tiene relevancia
económica para los demás miembros del conjunto, quienes por formar parte de
una comunidad tienen derecho a conocer la situación financiera de la misma.
Igualmente se consideró que la situación no era violatoria del derecho a la
intimidad, en razón a que "la citada lista no fue divulgada al público en
general sino que se circunscribió a los habitantes del edificio, quienes
evidentemente tenían interés en conocer los nombres de aquellos que, en
perjuicio de la comunidad, venían incumpliendo sus obligaciones para con
ella."
JUSTICIA POR
PROPIA MANO
Quien actúa
mediante procedimientos coercitivos o de presión fuera de los dispuestos
por la jurisdicción, con el fin de obtener el resarcimiento de sus perjuicios
o la obtención de sus derechos, actúa de forma arbitraria, abusa y por
consiguiente sus actos resultan inválidos e ilícitos a la luz del
ordenamiento jurídico. No se puede recurrir a la presión en contra de un
deudor para obtener el pago de las deudas ya que para ello existen canales
plenamente establecidos y de amplio conocimiento por parte de los juristas,
que permiten obtener el cumplimiento de obligaciones comerciales sin menoscabar
derechos fundamentales. Si estos canales no se utilizan o si utilizándolos
se presiona al deudor para que por medio de conductos ajenos a la ley cumpla
sus obligaciones, nos encontramos ante un constreñimiento inaceptable, que bajo
ningún aspecto puede ser tolerado por la jurisdicción constitucional.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Aviso
en prensa/INDEFENSION-Deudor moroso
La accionante
sostiene que la manifestación pública de su condición de deudora en el diario
de mayor circulación en el país, la coloca en situación de indefensión frente
a la acción del particular, ya que en primera instancia no se contó con su
consentimiento y, en segundo lugar, fue sorprendida por esa reiterada
actuación sin que pudiere esgrimir medios adecuados de defensa que permitieran
desvirtuar o justificar en el mismo sentido, su condición de deudora. Resulta
evidente la situación de indefensión de la demandante frente al particular, ya
que se utilizaron canales extralegales muy poderosos para esgrimir su
situación, que no permiten una fácil confrontación entre las partes y por el
contrario pueden generar perjuicios superiores a los hechos que motivaron la
publicación.
MEDIOS DE
COMUNICACION-Responsabilidad
La publicación de
avisos pagados por terceros en la prensa, cuando estos son ciertos, veraces y
exactos, no comprometen de ningún modo al medio informativo. Sin embargo, si
la información desconoce esos principios, "y afecta en concreto los
derechos enunciados de la persona mediante una comunicación, anuncio o aviso
que no sea cierto, real, veraz o sea inexacto o erróneo, el medio de
comunicación estará en la obligación de rectificar el aviso
correspondiente", en razón al ineludible deber que tiene tales medios de
garantizar la protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos,
paralelamente al ejercicio de su libertad de prensa.
DERECHO A LA
HONRA-Aviso en prensa
No ha habido
violación alguna del derecho a la honra de la accionante, teniendo en
cuenta que el contenido reseñado en los avisos de prensa solo describe una
situación verídica de incumplimiento de obligaciones mercantiles de la
demandante, sin hacer alusiones deshonrosas o descorteses en contra de ella.
El derecho a la honra exige como presupuesto indispensable el mérito de quien
lo alega, fundamentado en un estricto cumplimiento de los deberes con el
prójimo y respecto de si mismo, ya que la veracidad afecta el calificativo de
este derecho.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Aviso
en prensa
La presunta
violación del derecho a la intimidad, exige un análisis circunscrito al tema
que motivó esta tutela: un aviso de citación a pagar una deuda. Este tema,
no es exclusivo de la solicitante; no es de la reserva de ella consigo
misma, ni tiene que ver con las relaciones de la peticionaria con su
familia. Obedece a relaciones de índole comercial que escapan entonces a la
protección de la intimidad porque se tratan de relaciones comerciales al bien
jurídico que se protege con ese derecho, dentro del cual hay una zona de
reserva donde la persona solo comparte tal espacio con un núcleo muy cercano
a ella, el familiar. Por esta razón, la veracidad de la información no deshace
el derecho a proteger la intimidad, salvo el caso de quien está sometido a la
opinión pública. Pero en presente caso, no se afecta la intimidad dentro
del contexto señalado.
DERECHO AL BUEN
NOMBRE-Aviso en prensa
Manifestar
públicamente en el diario de más alta circulación en el país la condición de
deudora de la demandante, sin permitirle recurrir a mecanismos de defensa
idóneos para lograr su desagravio, lesiona de manera fehaciente el derecho
fundamental de la señora al buen nombre, que en otras circunstancias no sería
el vulnerado, precisamente porque la divulgación de la situación comercial
entre particulares trascendió a un ámbito general de conocimiento público e
indiscriminado, que permitió tergiversar con ello necesariamente la imagen
pública de la peticionaria. La divulgación de la condición comercial de una
persona, cuando no obedece a razones legales o a un interés claro de orden
público, en la prensa o en cualquier medio de información dirigido por
naturaleza a un grupo ilimitado e indiscriminado de personas, constituye un
claro agravio en contra de su buen nombre, ya que esas condiciones
financieras no tienen por qué ser conocidas por toda la sociedad. De lo
anterior se desprende que el representante legal de la Fábrica de Ropa y su
apoderado, vulneraron claramente el derecho al buen nombre de la solicitante,
extralimitándose en las facultades que tenían como acreedores para el cobro
de una deuda comercial.
DERECHO A LA
HONRA Y AL BUEN NOMBRE-Diferencias
La explicación
para distinguir el buen nombre de la honra se da especialmente en la dimensión
donde es útil el concepto de buen nombre: en las relaciones comerciales,
desde que no estén dentro de las actividades del art. 335 de la constitución
política. Todo lo demás queda bajo la protección de la honra.
INDEMNIZACION DE
PERJUICIOS-Vía ordinaria
La accionante
posee otro medio judicial suficientemente idóneo para obtener la indemnización,
como es la acción de responsabilidad Civil extracontractual ante la
jurisdicción civil ordinaria. La vía ordinaria de responsabilidad civil
extracontractual, es el mecanismo apropiado para obtener la indemnización de
perjuicios.
REF: EXPEDIENTE
No T-49272
ACTOR: Rosa
Eugenia Serpa Rueda.
PROCEDENCIA:
Tribunal Superior de Bucaramanga.
TEMAS:
- Derecho al Buen
Nombre.
- Derecho a la
intimidad y su relación con
la Información
comercial.
- Competencia
para indemnización de perjuicios.
MAGISTRADO
PONENTE:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO.
Santa Fé de Bogotá,
D.C trece (13) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa, ha pronunciado
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T- 49272, cuyo expediente llegó
a la Corte Constitucional por remisión que hizo el Tribunal Superior de
Bucaramanga, de acuerdo a lo ordenado por el artículo 31 del decreto 2591 de
1991.
I ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Carta Política y 33 del decreto 2591 de 1991, la Sala de
Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos de
su revisión, la acción de tutela T- 49272, que fue asignada por reparto a la
presente Sala de Revisión.
Una vez estudiada
la acción de la referencia, esta Sala de la Corte Constitucional profirió
auto el 21 de marzo de 1995, mediante el cual se declaró la nulidad de todo lo
actuado en primera y segunda instancia ante el Juez 7o Civil del Circuito de
Cali y ante el Tribunal Superior de la misma ciudad, por vicios de
competencia. Se estimó que el lugar de la violación o amenaza del derecho
al buen nombre y a la honra alegados por la accionante, ocurrió en la
ciudad de Bucaramanga y no en Cali, como había considerado equivocadamente el
Juez 5o Civil del Circuito de Bucaramanga a quien correspondió conocer
inicialmente de la presente acción y quien por razones de competencia,
remitió el expediente a Cali.
En consecuencia, a
través de la Secretaría General de la Corte Constitucional se devolvió el
expediente al Juez 5o Civil del Circuito de Bucaramanga, para que ante tal
despacho se surtieran de nuevo los trámites de notificación a los
intervinientes, resolución del proceso en primera instancia y tramitación de
la impugnación si era del caso, tal como se ordenó en el auto del 21 de marzo
de 1995. Agotadas las diligencias anteriores ante el Juez 5o Civil del
Circuito y ante el Tribunal Superior de Bucaramanga, regresó el expediente a
esta Sala de Revisión para definir la tutela objeto de revisión.
1. SOLICITUD
La señora Rosa
Eugenia Serpa de Rueda presentó ante el Juez Civil del Circuito de
Bucaramanga, acción de tutela contra la Fábrica de Ropa el As y contra el
apoderado de la misma, doctor Carlos Martinez Mantilla, por considerar
vulnerados sus derechos fundamentales al buen nombre, a la intimidad familiar
y personal, a la honra, al debido proceso y al juez natural, con base en los
siguientes hechos:
a) La accionante
contrajo una deuda con la Fábrica de Ropa el As por concepto de suministro de
mercancías, que asciende a la suma de $ 1.455.244 pesos, garantizados mediante
las facturas cambiarias No 1930 del 16 de junio de 1993 por valor de $854.525
pesos; No 1940 del 16 de junio del mismo año, por $ 466.169 pesos y la
número 2012 del 1o de julio de 1993 por $ 134.550 pesos; facturas que no
habían sido canceladas al presentarse la tutela.
b) Manifiesta que
por dificultades económicas, no ha podido cumplir las obligaciones contraídas,
pero ha estado dispuesta a hacerlo en la medida de sus capacidades, a pesar de
que el acreedor se ha mostrado intransigente en concertar fórmulas de pago.
c) Sostiene que
presumiblemente, con el objeto de enlodar el nombre de su familia o el de su
hermano Horacio Serpa, la empresa demandada incurrió en constreñimiento
público para obligarla a realizar el pago de la deuda, teniendo en cuenta que
adelantó en forma arbitraria en tres oportunidades - los días 3, 17, y 31 de
julio de 1994-, la publicación de avisos resaltados en el periódico el Tiempo,
que presentan el siguiente contenido:
"ROSA EUGENIA SERPA DUARTE
Favor presentarse a pagar
deuda pendiente
Fábrica de Ropa el As donde
el doctor
CARLOS MARTINEZ MANTILLA, carrera 12
No 34 -
47, Oficina 506, Tel. 30 - 71 - 61,
Bucaramanga".
d) A juicio de la
petente la circunstancia mencionada la coloca en evidente situación de
indefensión, ya que ante un cobro extraproceso, no puede ejercer el derecho de
defensa ni las garantías que consagra el ordenamiento jurídico para proteger
sus derechos a la intimidad familiar y propia, a la honra y al buen nombre,
presuntamente vulnerados por la entidad demandada.
e) Solicita que se
le conceda la acción de tutela respecto a sus derechos constitucionales
lesionados; que se ordene en abstracto, la indemnización del daño que le ha
sido causado por los accionados, y que se compulsen copias con destino a la
autoridad competente, para que se investigue la violación de la ley 23 de
1991.
En el expediente de
Tutela obran como pruebas:
-Los textos
publicados en el periódico el Tiempo los días 3, 17 y 31 de julio de 1994.
-Las copias de las
facturas cambiarias firmadas, y de las remesas terrestres de entrega de
las mercancías.
-Copia de la orden de publicación nacional
del aviso clasificado en el diario el Tiempo, adelantada por el
representante legal de la fábrica de el As, Dr. Simón Seselovsky.
-Base de Datos de
Acolmoda, en donde figura la demandante.
-Testimonios de la
parte demandada.
2. DECISIONES
JUDICIALES ANTERIORES
Correspondió el
conocimiento de la tutela de la referencia al Juzgado 5o Civil del Circuito de
Bucaramanga, que mediante providencia del 12 de agosto de 1994, decidió
abstenerse de proseguir con el estudio de tal acción, en razón de la
competencia. En efecto, señaló el fallador, que de acuerdo con el primer
inciso del artículo 37 del decreto 2591 de 1991, son competentes a prevención,
"los jueces o tribunales con jurisdicción en el lugar donde ocurriere
la violación o la amenaza que motivare la presentación de la solicitud".
Sostuvo, por consiguiente, que no era competente para seguir examinando
ésta acción, teniendo en cuenta que la violación que se pregona ocurrió
"en la ciudad de Cali, donde el representante de la persona jurídica
acreedora, elaboró y mandó publicar el aviso que aparece en las ediciones
del 3, 17 y 31 de julio de 1994".
El expediente fue
enviado entonces, a los juzgados correspondientes en Cali, y por reparto, fue
asignado al Juez Séptimo Civil del Circuito de esa ciudad, quien avocó
conocimiento.
Dentro del término,
la apoderada judicial de la sociedad Fábrica de Ropa el As Ltda, presentó
memorial explicando la forma en que la tutelante, Rosa Eugenia Serpa,
respaldó sus compromisos con la empresa, mediante tres cheques del Banco Unión
Colombiano que no fueron pagados al cobro por insuficiencia de fondos.
Manifiesta, que insistentemente se le solicitó a la demandante la cancelación
de los valores debidos "mediante llamadas telefónicas y requerimientos, a
la única dirección conocida de la Señora"; situación que obligó a la
empresa, ante el silencio de la accionante, a conferirle poder al Dr. Carlos
Martínez Mantilla para que por los trámites del proceso ejecutivo, obtuviera
el cobro del crédito; proceso que actualmente cursa en el Juzgado 4o Civil
Municipal de Bucaramanga ". Sin embargo, precisa la apoderada, que al
llegar a la fecha del secuestro de bienes se descubrió que la "deudora
había cerrado el lugar de trabajo, pues en dicho lugar se encontraba otra
persona con otro establecimiento de comercio y la ejecutada no había dejado
tras de sí información alguna de su ubicación; simplemente al parecer se
había trasladado a otra ciudad a vivir y a trabajar". En consecuencia,
explica que el único mecanismo que les restaba para poder determinar la
ubicación exacta de la demandante era la publicación de un aviso, como el que
se divulgó, para determinar el paradero de la misma.
Mediante sentencia
del veinticuatro (24) de agosto de 1994, el juzgado 7o Civil del Circuito de
Cali, CONCEDIÓ la tutela solicitada, argumentando violación a la reputación de
la peticionaria, tanto en el aspecto genérico del buen nombre, como en el
específico de la honra pues "el derecho subjetivo que posee al acreedor,
tiene como límites los procedimientos legales para lograr la efectividad de
los mismos", razón por la cual cualquier "otro mecanismo que exceda
el campo de la privacidad, pone en tela de juicio la credibilidad del individuo
vulnerando el derecho al buen nombre, pues la administración de justicia está
en manos del Estado y por lo tanto no se puede avalar la actitud de ejercer
justicia por la vía privada".
La apoderada de la
Fábrica de Ropa el As, IMPUGNÓ la sentencia de Primera Instancia, por
estimar que el "hecho de manifestar ante particulares o ante entidades
públicas situaciones comerciales que no están basadas en hechos falsos, que
responden a un criterio objetivo y corresponden de manera precisa a los hechos,
se deben tener como una información exacta que en ninguna manera vulnera los
derechos al honor y al buen nombre". Cuestiona igualmente la decisión,
al señalar que "de este modo abusa de la acción de tutela quien
desquiciando el objeto de la misma, pretende amparar lo que no es un derecho
suyo sino precisamente aquello que pugna al orden jurídico y que apareja
responsabilidad y sanción : la renuencia a cumplir las obligaciones que
contrae".
El Tribunal Superior
de Cali, en sentencia proferida el dieciséis (16) de septiembre de 1994,
REVOCÓ el fallo del juez A-Quo, por considerar que no hay vulneración al
buen nombre o a la honra, teniendo en cuenta que éstos derechos no son
gratuitos, sino que se goza de ellos en virtud del mérito. Según el Tribunal,
el aviso como tal no contiene juicios injuriosos ni escandalosos que permitan
afirmar la existencia de un verdadero daño a la reputación de la persona.
Tampoco, concluye, hay un ejercicio de la justicia por la vía privada, porque
dentro de los procesos jurídicos hay mecanismos de emplazamiento similares a
la citación adelantada por los demandados.
Una vez revisado el
presente expediente por ésta Sala de la Corte Constitucional, según ya se
dijo, decidió declarar la NULIDAD de todo lo actuado en primera y segunda
instancia en Cali, en razón a la falta de competencia del Juzgado 7o Civil de
esa ciudad para conocer la presente acción de tutela. En efecto, esta Corte
manifestó mediante auto del veintiuno (21) de marzo de 1995, que el criterio
con que conoce un juez de tutela competente es "a prevención", lo
que indica que se excluye del conocimiento del asunto a los demás jueces aptos
para resolverlo, cuando otro juzgador se ha anticipado en su conocimiento,
tal como ocurrió con el Juez 5 Civil de Circuito de Bucaramanga, quien
recibió inicialmente el presente expediente. Se concluyó que la competencia
debía recaer en el Juzgado del lugar de la violación o amenaza del derecho
vulnerado, por estimarse que la perturbación del derecho al buen nombre o
intimidad ocurre precisamente en el lugar donde "la persona es reconocida
por la colectividad y donde necesariamente tiene la buena o la mala fama que la
acredita", y que en el caso de la demandante es en la ciudad de
Bucaramanga por ser allí el asiento principal de sus negocios, el sitio donde
vive, y la zona en donde se adelantó el proceso ejecutivo en su contra; razón
por la cual esta Corte definió como competente para resolver, al Juez 5 Civil
de Circuito de esa ciudad, a quien correspondió inicialmente el análisis de los
hechos de esta acción de tutela y a quien fue remitido nuevamente el
expediente, para su resolución en primera instancia y tramitación de la
impugnación, si era del caso.
Así, mediante
sentencia de abril veintisiete (27) de 1995, el Juez 5o Civil de Circuito de
Bucaramanga CONCEDIÓ la acción de tutela de la referencia, por considerar
que la publicación de los avisos mencionados "conlleva un constreñimiento
público inaceptable que vulnera el buen nombre de la actora", teniendo en
cuenta que el derecho subjetivo que tiene el acreedor para el cobro, tiene como
límite los mecanismos legales expresamente señalados en el ordenamiento
jurídico. Sin embargo, no se condena a indemnización de perjuicios a la
empresa accionada ni al abogado Carlos Martínez Mantilla, porque no se pudo
constatar una “causación” real del daño emergente, tal como lo exige el art. 25
del decreto 2591 de 1991.
Luego de la
IMPUGNACIÓN presentada por el Dr. Carlos Martínez Mantilla en su propio nombre
y como apoderado de la firma "el As Ltda” en contra de la decisión
anterior, el Tribunal Superior de Bucaramanga decidió, mediante sentencia del
doce (12) de mayo de 1995, REVOCAR el fallo del juez A-Quo por considerar improcedente
la acción de tutela, teniendo en cuenta que la accionante goza de otro medio
de defensa judicial ante la jurisdicción ordinaria, como es la posibilidad de
obtener a través de un proceso por responsabilidad extracontractual, el pago de
la indemnización que le corresponde por el daño causado. Considera que la
situación aquí descrita, constituye un claro ejemplo de abuso de derecho de quien
puede perseguir el cobro de sumas adeudadas, pero concluye que no existe
violación de los derechos a la honra y al buen nombre de la señora Serpa
porque lo que se predica de ella es verdadero.
II
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. De la
competencia.
Resulta competente
esta Sala de la Corte Constitucional para conocer de la acción de
tutela de la referencia, con fundamento en los artículos 86 numeral 2o y 241
numeral 9o de la Constitución Política, en concordancia con lo dispuesto por
los artículos 2o, 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991 . Su examen se
hace en virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
reglamento de esta Corporación.
El presente caso
exige puntualizar aspectos ampliamente debatidos por esta Corte en materia de
derechos al buen nombre, honra e intimidad; su protección y su relación con
las publicaciones adelantadas por el apoderado y representante de la Fábrica
de Ropa el As, considerando la existencia de múltiples criterios de
interpretación que se han plasmado en los fallos judiciales anteriormente
descritos. En consecuencia se procede a resolver según las siguientes
consideraciones.
2. Del derecho a
la honra.
La Constitución
Política Colombiana en su artículo 2o inciso 2o reconoce que "las
autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las
personas en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y
libertades".
El art. 21 de la
C.P. consagra específicamente la protección del derecho a la Honra,
entendiendo por ella, la estimación o deferencia con la que cada persona
debe ser tenida por los demás miembros de la colectividad que le conocen y le
tratan, en razón a su dignidad humana. Es por consiguiente, un derecho que
debe ser protegido con el fin de no menoscabar el valor intrínseco de los
individuos frente a la sociedad y frente a sí mismos, y garantizar la adecuada
consideración y valoración de las personas dentro de la colectividad.
Al respecto, los
artículo 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado
mediante la ley 74 del 26 de diciembre de 1968, y el art. 11 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos "Pacto de San José de Costa
Rica", consagran también el derecho a la honra; lo que les otorga,
debido a su carácter de tratados prevalentes a nivel interno, la condición de
criterios de interpretación de derechos fundamentales en virtud del artículo 93
de la Carta Magna.[1]
Tradicionalmente
esta Corte ha sostenido, que los derechos al buen nombre y a la honra son
derechos que se ganan de acuerdo a las acciones realizadas por el individuo,
sea que en virtud de ellas pueda gozar del respeto y admiración de la
colectividad como consecuencia de su conducta intachable, o sea que, por el
contrario, carezca de tal imagen y prestigio, en razón a su indebido
comportamiento social. En este último caso difícilmente se puede considerar
violado el derecho a la honra de una persona, cuando es ella misma quien le ha
imprimido el desvalor a sus conductas y ha perturbado su imagen ante la
colectividad. Por esta razón, la Corte ha señalado en oportunidades
anteriores, que "no se viola el derecho al buen nombre y a la honra, si
es la misma persona la que con sus acciones lo está pisoteando y por
consiguiente perdiendo el prestigio que hubiera conservado" si hubiera
realizado el mas severo cumplimiento de sus deberes respecto del prójimo y
respecto de sí mismo.[2]
3. Del derecho al
buen nombre.
La defensa del
derecho a la dignidad, por otra parte, involucra varios aspectos de la
reputación de las personas que determinan necesariamente una estrecha
vinculación y conexidad con el derecho al "buen nombre" consagrado
en el art. 15 de la C.P. Doctrinariamente el "derecho al buen
nombre" se define, como la buena opinión o fama adquirida por un
individuo en razón a la virtud y al mérito, como consecuencia necesaria de la
acciones protagonizadas por él.
En el mismo sentido,
se ha considerado que "el derecho al buen nombre no es gratuito. Por su
misma naturaleza exige como presupuesto indispensable el mérito, esto es, la
conducta irreprochable de quien aspira a ser su titular y el reconocimiento
social del mismo. En otros términos, el buen nombre se adquiere gracias al adecuado
comportamiento del individuo, debidamente apreciado en sus manifestaciones
externas por la colectividad".[3]
Al analizar este
derecho en el caso concreto, deben evaluarse entonces las situaciones
particulares de quien lo alega, para determinar, dado su carácter subjetivo,
si existe o no una violación que perturbe la imagen de la persona, con el fin
de determinar si puede ser objeto entonces de protección legal.
Son atentados al
derecho al buen nombre entonces, todas aquellas informaciones que contrarias a
la verdad, distorsionen el prestigio social que tienen una persona, sin
justificación alguna. Al respecto esta Corte ha señalado que "se atenta
contra este derecho, cuando sin justificación ni causa cierta y real, es
decir, sin fundamento, se propagan entre el público -bien sea de forma directa
o personal, o a través de los medios de comunicación de masas - informaciones
falsas o erróneas o especies que distorsionen el concepto público que se tiene
del individuo y que por lo tanto, tienden a socavar el prestigio o la
confianza de los que disfruta del entorno social en cuyo medio actúa, o cuando
en cualquier forma se manipula la opinión general para desdibujar su
imagen". [4]
4. Del Derecho a
la Intimidad.
Tradicionalmente se
ha definido el derecho a la intimidad como aquella esfera de la personalidad
del individuo que éste ha decidido reservar para sí, ocultándola y liberándola
de la injerencia de los demás miembros de la sociedad.
En efecto, es un
ámbito en el que la comunidad como distinta al individuo, no tiene más que un
interés secundario en la información o realidad que existe en esa esfera, lo
que le permite al sujeto desarrollar libremente su personalidad y sustraerse
de la llamada opinión pública, mediante reserva.
Al respecto, la
sentencia T- 412 de 1992 sostiene que, "como quiera que existen
artículos expresos referentes al derecho a la vida, a los bienes, a la
religión y creencias y libertades de la persona humana, se creyó conveniente
consagrar normas que prescriban el deber del Estado y de los particulares de
proteger la esfera interna de las personas", con el objeto de aislar a
las personas de la impertinencia de terceros y lograr igualmente, la protección
de su imagen.[5]
El art. 15 de la
Constitución Nacional, en su inciso primero hace alusión a él, cuando
consagra que "todas las personas tiene derecho a la intimidad personal
y familiar y a su buen nombre, y el Estado debe respetarlos y hacerlos
respetar. De igual modo, tienen derecho a conocer, actualizar y rectificar las
informaciones que se hayan recogido sobre ellas en bancos de datos y en
archivos de entidades públicas y privadas".
Es un derecho
entonces, personalísimo, según inspiración constitucional relativa a la
dignidad humana, que debe ser tutelado cuando, por la acción de terceros, se
produce una intromisión indebida en el ámbito personal o familiar del sujeto
que conlleva la revelación de asuntos privados, el empleo de su imagen o de
su nombre, o la perturbación de sus afectos o asuntos más particulares e
íntimos relativos a su sexualidad o salud, con o sin divulgación en los medios
de comunicación.
Se ha considerado
doctrinariamente, que constituyen aspectos de la órbita privada, los asuntos
circunscritos a las relaciones familiares de la persona, sus costumbres y
prácticas sexuales, su salud, su domicilio, sus comunicaciones personales, los
espacios limitados y legales para la utilización de datos a nivel informático,
las creencias religiosas, los secretos profesionales y en general todo "comportamiento
del sujeto que no es conocido por los extraños y que de ser conocido
originaría críticas o desmejoraría la apreciación" que éstos tienen de
aquel. [6]
No obstante,
aspectos relativos al cumplimiento de las obligaciones con establecimientos de
crédito y con el comercio, que tradicionalmente fueron protegidos con reserva
frente a terceros por ser aparentemente información no relevante para la
comunidad, hoy en día no forman parte en estricto sentido del fuero íntimo
de una persona, cuando necesariamente acarrean implicaciones sociales
que deben ser conocidas por los demás en aras de proteger el interés general
de la colectividad y minimizar al máximo los riesgos inherentes a toda
actividad económica concebida como de interés público. Para precisar, las
actividades entendidas como de interés público son aquellas consagradas en el
artículo 335 de la C.N, que hacen referencia estrictamente a la actividad
financiera, bursátil, aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo,
aprovechamiento e inversión de los recursos captados del público. Las
relaciones comerciales que no tienen las anteriores características no se
incluyen en este grupo.
Esto ocurre por
ejemplo con las mencionadas Bases de Datos o listados electrónicos, las cuales
incluyen para consulta restringida de entidades financieras y establecimientos
de crédito, la información comercial, - léase deudas, créditos y pagos-, de
personas que realizando transacciones en el sector financiero hayan incumplido
sus obligaciones económicas. La información que en las Bases de Datos se
maneja debe ser, para no menoscabar los derechos al buen nombre, honra e
intimidad de las personas, veraz, imparcial, obtenida en forma legítima o por
medios lícitos y debe ser susceptible a ser rectificada, conocida y
actualizada, respetando por supuesto la caducidad del dato, o el tiempo
legalmente permitido para que la información comercial de una persona se
encuentre en pantalla.
Algo similar sucede
con la publicación en conjuntos cerrados o edificios, de listados de deudores
morosos en las áreas sociales. Ciertamente, durante algún tiempo se consideró
violatorio de la intimidad de los directamente implicados en las deudas
comunales, la publicación de listados que consignaran la identidad de las
personas que tenían esas deudas y las sumas correspondientes, porque se
pensaba que tal información solo interesaba a los deudores morosos y su revelación
constituía una injerencia indebida en el fuero íntimo de las personas. Sin
embargo, esta Corte en la sentencia T-228 de 1994 consideró que tales
publicaciones no menoscaban el derecho a la intimidad de los individuos porque
la información que se desprende de esos comunicados tiene relevancia
económica para los demás miembros del conjunto, quienes por formar parte de
una comunidad tienen derecho a conocer la situación financiera de la misma.
Igualmente se consideró que la situación no era violatoria del derecho a la
intimidad, en razón a que "la citada lista no fue divulgada al público en
general sino que se circunscribió a los habitantes del edificio, quienes
evidentemente tenían interés en conocer los nombres de aquellos que, en
perjuicio de la comunidad, venían incumpliendo sus obligaciones para con
ella." [7]
Al respecto debemos
concretar, que no es violatorio del derecho a la intimidad la divulgación de
la situación financiera o crediticia de una persona dentro del término de
caducidad de los datos permitido por la jurisprudencia, cuando ésta es veraz,
completa, legalmente obtenida, y es publicada o dada a conocer mediante canales
o medios que no lesionen los derechos protegidos por el ordenamiento
jurídico. A juicio de ésta Corte tales canales o medios de difusión son
aquellos que permiten un ACCESO RESTRINGIDO A ESOS CONOCIMIENTOS
FINANCIEROS, Y CONSTITUYEN UNA ESFERA CERRADA, CON UN INTERÉS CIERTO Y
LEGÍTIMO EN ESE TIPO DE INFORMACIÓN.
En el caso de las
Bases de Datos el interés de las entidades financieras y bancarias que
generalmente tienen acceso a esa información comercial es indiscutible y propio
de su actividad mercantil. Además, las redes de información que existen,
operan en un medio de circulación restringido que no permite al público
conocer los datos comerciales que se manejan en su interior.
Por tal razón, la
vulneración del derecho a la intimidad en éstos casos, solo puede ser producto
de una violación del habeas data por el incumplimiento de los requisitos
necesarios de veracidad, oportunidad y recolección legal de los datos, para las
cuales la legislación ha previsto mecanismos de defensa y rectificación que
permiten a los sujetos que se encuentran inscritos en las redes, actualizar y
si es del caso, solicitar el retiro de la información. Algo similar ocurre con
las listas de deudores morosos en los edificios de apartamentos. En general
los datos financieros, al no pertenecer a la esfera mas intima de las
personas porque involucran relaciones comerciales con terceros, no se someten
a la protección del derecho a la intimidad, salvo en las circunstancias
expresadas anteriormente.
5. De la justicia
ejercida por particulares
El art. 229 de la
Constitución Nacional determina que toda persona tiene derecho a acceder
libremente a la administración de justicia, como última instancia en la
solución de los conflictos dentro de un Estado Social de Derecho. En los
conflictos civiles, cuando hay incumplimiento en el pago de una deuda, el
ordenamiento procesal establece una normatividad muy completa para los procesos
de ejecución y dentro de estos hay lugar a publicaciones ordenadas por el
juez competente, en los medios de difusión que éste autorice.
Por lo tanto, en
aras de la justicia y el debido proceso, las actuaciones de la
administración se adelantan en forma pública y permanente, ajustadas a
procedimientos específicos, para garantizar la igualdad y la efectividad de los
principios, deberes y derechos consagrados en la Constitución, por ser éstos
fines esenciales de la actividad estatal.
Al respecto, la
Sentencia T-412 de 1992 sostiene que "La administración de Justicia es
una función pública, cuyas decisiones son independientes y cuyas actuaciones
serán publicas y permanentes, con las excepciones que fije la ley.
Con el fin de evitar
que los procedimientos sean utilizados para obstaculizar la administración de
justicia, se dispone que en las actuaciones prevalecerá el derecho
sustancial.
Así mismo, se
establece que en el art. 228 de la Carta los parámetros necesarios para que la
justicia sea eficaz, al determinar que los términos procesales se observarán
con diligencia y su incumplimiento será sancionable. En consecuencia, la
solución coactiva, pero imparcial y pacífica, de las controversias o
conflictos, constituye el objeto propio de la función jurisdiccional. " [8]
En ese orden de
ideas, resolver los conflictos económicos que no pudieron ser solucionados
mediante el acuerdo de las partes, recurriendo a la fuerza, la violencia, la
presión o simplemente a canales diversos a los legales, constituye en el fondo
un acto de venganza privada, que el hombre contemporáneo ha buscado superar,
con el fin de evitar la barbarie y permitir que la administración de justicia
actúe y ofrezca alternativas jurídicas, mediante el monopolio de la coerción.
Por consiguiente,
"cuando una persona es constreñida mediante una conducta ilícita a
realizar el pago de una obligación, se encuentra en una clara situación de
indefensión, pues ante un cobro extraproceso, no puede ejercer el derecho de
defensa ni las garantías consagradas en el ordenamiento jurídico, como si
ocurre ante un juez, quien velará por el respeto al debido proceso como
derecho constitucional fundamental". [9]
Es así, que quien
actúa mediante procedimientos coercitivos o de presión fuera de los
dispuestos por la jurisdicción, con el fin de obtener el resarcimiento de sus
perjuicios o la obtención de sus derechos, actúa de forma arbitraria, abusa y
por consiguiente sus actos resultan inválidos e ilícitos a la luz del
ordenamiento jurídico. "Esto fue precisamente lo que quiso prohibir el
legislador al consagrar desde el Código Penal de 1837 el tipo penal denominado
"ejercicio arbitrario de las propias razones", que hoy dejó de ser
delito y se convirtió en contravención especial. El delito estaba consagrado
en éstos términos: < El que en lugar de recurrir a la autoridad y con el
fin de ejercer un derecho, se haga justicia arbitrariamente por sí mismo,
incurrirá en multa de un mil a cincuenta mil pesos.>"[10]
6. El caso en
concreto.
a. De la acción
de tutela contra particulares
El art. 86 de la
C.N en su inciso primero, consagra la potestad que tiene toda persona para
ejercitar la acción de tutela y "reclamar ante los jueces, en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí
misma o por quien actúe en su nombre, la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública."
Igualmente, el mismo
artículo determina que " La ley establecerá los casos en que la acción
de tutela procede contra particulares encargados de la prestación de un
servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión".
Al respecto, el art.
42 del decreto 2591 de 1991, que reglamentó el parágrafo anterior del art. 86
de la C.N, en su numeral 4o señala la viabilidad de la acción de tutela en
el evento de acciones u omisiones de particulares, cuando la "solicitud
fuere dirigida contra una organización privada, contra quien la controle
efectivamente o fuere el beneficiario real de la situación que motivó la
acción, siempre y cuando el solicitante tenga una relación de subordinación o
indefensión con tal organización". Debe entenderse por subordinación e
indefensión, para efectos de interpretación de este artículo, aquella
diferenciación determinada en la sentencia T-412 de 1992 [11] que señala lo
siguiente:
"Subordinación:
Condición de una persona sujeta a otra o dependiente de ella. En el derecho
laboral constituye el elemento característico y el mas importante en el
contrato de trabajo, de tal manera que cuando existe, comienza hacia esa
relación contractual la tutela del estado"
"Indefensión:
la indefensión se produce cuando una persona sin culpa de su parte no ha
podido defenderse o defender sus derechos conforme a las leyes que
reglamentan su ejercicio".
En el caso que nos
ocupa, la accionante, no sin razón, sostiene que la manifestación pública de su
condición de deudora en el diario de mayor circulación en el país, la coloca
en situación de indefensión frente a la acción del particular, ya que en
primera instancia no se contó con su consentimiento y, en segundo lugar, fue
sorprendida por esa reiterada actuación sin que pudiere esgrimir medios
adecuados de defensa que permitieran desvirtuar o justificar en el mismo
sentido, su condición de deudora.
Lo anterior no
significa que se le señale responsabilidad al medio periodístico en el que se
publicó el aviso, teniendo en cuenta que la información contenida en los
anuncios corresponde estrictamente a la verdad. Al respecto, la Corte en
oportunidades anteriores ha sostenido, que la publicación de avisos pagados
por terceros en la prensa, cuando estos son ciertos, veraces y exactos, no
comprometen de ningún modo al medio informativo. Sin embargo, tal como lo
advierte la sentencia T-381 de 1994, si la información desconoce esos
principios, " y afecta en concreto los derechos enunciados de la persona
mediante una comunicación, anuncio o aviso que no sea cierto, real, veraz o sea
inexacto o erróneo, el medio de comunicación estará en la obligación de
rectificar el aviso correspondiente", en razón al ineludible deber que
tiene tales medios de garantizar la protección de los derechos fundamentales de
los ciudadanos, paralelamente al ejercicio de su libertad de prensa. "Esto
además por cuanto corresponde a los medios de comunicación corroborar las
informaciones -incluso el contenido de los avisos de publicidad-,
estableciendo la veracidad de las mismas, de manera que cuando amenacen
derechos fundamentales, es procedente la solicitud de rectificación por quien
se dice afectado por la publicación.".[12]
En consecuencia,
luego de determinar la inexistencia de responsabilidad por parte del diario el
Tiempo en el desarrollo del presente caso, teniendo en cuenta el contenido de
la publicación, resulta evidente la situación de indefensión de la demandante
frente al particular, ya que se utilizaron canales extralegales muy poderosos
para esgrimir su situación, que no permiten una fácil confrontación entre las
partes y por el contrario pueden generar perjuicios superiores a los hechos que
motivaron la publicación. Por consiguiente esta Sala de revisión consideró
procedente el análisis de la tutela de la referencia como se desprende del
punto que sigue.
b. De la
violación de los derechos fundamentales.
En el caso
sub-judice la accionante orienta su solicitud hacia la protección de los derechos
al buen nombre, honra e intimidad que estima vulnerados con la publicación de
tres avisos en el diario El Tiempo que la describen como deudora de la Fábrica
de Ropa el As Ltda.
De conformidad con
el acervo probatorio consignado en el expediente, es claro para esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, que no ha habido violación alguna del
derecho a la honra de la accionante, teniendo en cuenta que el contenido
reseñado en los avisos de prensa solo describe una situación verídica de incumplimiento
de obligaciones mercantiles de la demandante, sin hacer alusiones deshonrosas
o descorteses en contra de ella.
Como se explicó
anteriormente, el derecho a la honra exige como presupuesto indispensable el
mérito de quien lo alega, fundamentado en un estricto cumplimiento de los
deberes con el prójimo y respecto de si mismo, ya que la veracidad afecta el
calificativo de este derecho. Por consiguiente, difícilmente puede la señora
Serpa alegar la violación de ese derecho si ella misma es quien con su
actitud ha generado distorsión a la valoración pública que los demás tienen de
ella, dados los incumplimientos reiterados de sus obligaciones, desdeñando por
lo tanto el prestigio comercial que hubiere preservado si sus actuaciones
hubieran sido diligentes en el ámbito mercantil al que pertenecía su negocio.
Se repite que este es un derecho que se gana con las conductas irreprochables y
que no se imputa indiscriminadamente a toda la colectividad.
De otro modo, la
presunta violación del derecho a la intimidad, exige un análisis circunscrito
al tema que motivó esta tutela: un aviso de citación a pagar una deuda. Este
tema, no es exclusivo de la solicitante; no es de la reserva de ella consigo
misma, ni tiene que ver con las relaciones de la señora Serpa con su
familia. Obedece a relaciones de índole comercial que escapan entonces a la
protección de la intimidad porque se tratan de relaciones comerciales al bien
jurídico que se protege con ese derecho, dentro del cual hay una zona de
reserva donde la persona solo comparte tal espacio con un núcleo muy cercano
a ella, el familiar. Por esta razón, la veracidad de la información no deshace
el derecho a proteger la intimidad, salvo el caso de quien está sometido a la
opinión pública. Pero en presente caso, no se afecta la intimidad dentro
del contexto señalado.
Sin embargo, las
publicaciones adelantadas en el diario El Tiempo por parte del representante y
apoderado de la Fábrica de Ropa el As Ltda, no constituyen tampoco una
conducta ajustada a derecho. En efecto, manifestar públicamente en el diario de
más alta circulación en el país la condición de deudora de la demandante, sin
permitirle recurrir a mecanismos de defensa idóneos para lograr su desagravio,
lesiona de manera fehaciente el derecho fundamental de la señora al buen
nombre, que en otras circunstancias no sería el vulnerado, precisamente
porque la divulgación de la situación comercial entre particulares trascendió
a un ámbito general de conocimiento público e indiscriminado, que permitió
tergiversar con ello necesariamente la imagen pública de la señora Serpa.
En este orden de
ideas, tenemos que la divulgación de la condición comercial de una persona,
cuando no obedece a razones legales o a un interés claro de orden público,
en la prensa o en cualquier medio de información dirigido por naturaleza a un
grupo ilimitado e indiscriminado de personas, constituye un claro agravio en
contra de su buen nombre, ya que esas condiciones financieras no tienen por
qué ser conocidas por toda la sociedad. De lo anterior se desprende que el
representante legal de la Fábrica de Ropa el As Ltda y su apoderado,
vulneraron claramente el derecho al buen nombre de la solicitante,
extralimitándose en las facultades que tenían como acreedores para el cobro
de una deuda comercial. La explicación para distinguir el buen nombre (art.
15) de la honra (art. 21) se da especialmente en la dimensión donde es útil el
concepto de buen nombre: en las relaciones comerciales, desde que no estén
dentro de las actividades del art. 335 de la constitución política. Todo lo
demás queda bajo la protección de la honra. En el presente caso ya se indicó
que no se violó la honra, pero si se violó el buen nombre, porque este es el criterio
que los demás tienen de uno en la dimensión comercial.
Es más, con tales
publicaciones se ejerció realmente una presión indebida en contra de la
petente para obtener el pago de la deuda con la compañía accionada, teniendo
en cuenta que más allá de la simple dirección de la solicitante, era posible,
analizando el texto expreso de los avisos, obtener el pago de las obligaciones
pendientes por la señora Serpa como respuesta a una divulgación pública fuera
de los canales estrictamente legales, que por naturaleza obliga a quien la
sufre a realizar los actos necesarios para acallar la situación. De lo
anterior se debe concluir que la posibilidad que tiene un acreedor para
realizar un cobro, no puede desbordar los límites propios de la ley. Tampoco
se puede recurrir a la presión en contra de un deudor para obtener el pago de
las deudas ya que para ello existen canales plenamente establecidos y de
amplio conocimiento por parte de los juristas, que permiten obtener el
cumplimiento de obligaciones comerciales sin menoscabar derechos
fundamentales. Si estos canales no se utilizan o si utilizándolos se
presiona al deudor para que por medio de conductos ajenos a la ley cumpla sus
obligaciones, nos encontramos ante un constreñimiento inaceptable, que bajo
ningún aspecto puede ser tolerado por la jurisdicción constitucional.
c) De la
indemnización de perjuicios.
El artículo 25 del
decreto 2591 de 1991, declarado exequible mediante la sentencia C-543 de 1992,
consagra en términos generales la posibilidad que tiene el juez de tutela para
decretar la indemnización de perjuicios, “ cuando se comprueba un daño que se
deriva de una acción u omisión antijurídica” [13],
en razón a la necesidad de restablecer la situación jurídica de la víctima al
estado en que se encontraba antes de la violación de sus derechos
fundamentales, para asegurar así, el goce efectivo del mismo.
Sin embargo, la
Corte Constitucional ha precisado, “ que la acción de tutela no tiene por
objeto una determinación judicial sobre indemnización de perjuicios”[14], motivo por el cual
la aplicación del artículo 25 exige el cumplimiento de la totalidad de los
requisitos que lo constituyen. De este modo “ se requiere que la indemnización
sea necesaria para asegurar el goce efectivo del derecho; que el afectado no
disponga de otro medio de defensa judicial para obtener el resarcimiento del
perjuicio; que la violación sea manifiesta y provenga de una acción clara e
indiscutiblemente arbitraria”[15],
como requisitos que le permiten al juzgador “ realizar a plenitud la justicia
en cada caso. [16]”
En el caso que nos
ocupa, esta Sala considera que la accionante posee otro medio judicial
suficientemente idóneo para obtener la indemnización, como es la acción de
responsabilidad Civil extracontractual ante la jurisdicción civil ordinaria.
El artículo 25 del decreto 2591 de 1991 expresamente señala la potestad
propia del juez de tutela para ordenar en abstracto la indemnización de un
daño emergente causado a el perjudicado , siempre y cuando el afectado no
disponga de otro medio judicial.
En cumplimiento de
lo consagrado en el artículo 44 del Decreto 2591 de 1991 que dispone:
Protección
alternativa. “La providencia que inadmita o rechace la tutela deberá
indicar el procedimiento idóneo para proteger el derecho amenazado o violado.
En este sentido , la
Sala procede a determinar el otro mecanismo judicial, del que dispone la
peticionaria para obtener la imdemnización de los perjuicios causados en la
violación de su derecho.
LA ACCION DE
RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL
La acción de
responsabilidad extracontractual debe ser mirada a la luz de lo preceptuado
constitucionalmente, y en tal sentido el artículo 96 de la Constitución
señala:
“El ejercicio de
las libertades públicas y derechos reconocidos en esta constitución implica
responsabilidades. Toda Persona esta obligada a cumplir la Constitución y las
Leyes . Son deberes de la persona y del ciudadano respetar los derechos ajenos
y no abusar de los propios”.
Esta norma debe ser
entendida en armonía , con lo preceptuado en el artículo 6 del Texto
Constitucional que consagra:
”Los particulares
sólo son responsables ante las autoridades por infringir la Constitución y
las leyes.....
Se constituyen así,
las normas anteriormente citadas en el soporte jurídico de la acción de
responsabilidad civil extracontractual.
Asi mismo, el
fundamento de dicha acción es ampliamente desarrollada a través de lo
consagrado en la legislación que contempla normas, tanto de carácter sustantivo
como procesal.
En efecto el
artículo 2341 del Código Civil, establece el fundamento de la acción de
responsabilidad civil extracontractual, que en su tenor señala:
”El que ha
cometido un delito o culpa que ha inferido daño a otro, es obligado a la
indemnización, sin perjuicio de la pena principal que la Ley imponga por la
culpa o el delito cometido.”
Se encuentran otras
normas que, aunque referidas a la responsabilidad civil contractual, son
aplicadas por analogía al campo de la responsabilidad civil extracontractual.
Específicamente los artículos 1613 y 1614, referidos a los perjuicios
materiales y morales que se pueden ocasionar con un daño.
Por otra parte, el
Código de Procedimiento Civil en su artículo 396 y siguientes establece, los
trámites propios de un proceso ordinario civil, que para el presente caso ha
de ser el utilizado por la peticionaria , con el fin de obtener la
indemnización por los posibles perjuicios causados en virtud de la
vulneración de su derecho a la intimidad.
El artículo antes
citado, señala :
“Se ventilará y
decidirá en proceso ordinario todo asunto contencioso que no esté sometido a
un trámite especial”.
Se concluye,
entonces que la vía ordinaria de responsabilidad civil extracontractual, es
el mecanismo apropiado para obtener la indemnización de perjuicios.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión, administrando justicia en el nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución :
RESUELVE
PRIMERO: Por las razones expuestas en este fallo
de revisión se REVOCA la decisión tomada en segunda instancia el 12 de mayo de
1995, por el Tribunal Superior de Bucaramanga, Sala Civil, dentro de la
acción de tutela instaurada por la señora Rosa Eugenia Serpa de Duarte.
SEGUNDO: Se tutela el derecho Fundamental al buen
nombre de la accionante y en consecuencia se Ordena al representante de la
Fábrica de Ropa el As Ltda, y a su apoderado Carlos Martínez Mantilla
abstenerse en lo sucesivo de realizar el tipo de publicaciones descritas en la
parte motiva de este fallo, en contra de la demandante. Para ello se exhorta
al juez de conocimiento, a ejercer la vigilancia respectiva sobre el asunto.
TERCERO: No procede la tutela respecto a los
derechos a la intimidad y a la honra, según se consignó en la parte resolutiva
de esta sentencia.
CUARTO: No procede la indemnización de
perjuicios, por las razones contempladas en la parte motiva de esta sentencia.
QUINTO: Ordenar que
por la Secretaria General de esta Corporación se comunique esta providencia al
Juez de Primera instancia con el fin de que se hagan las notificaciones
necesarias según los efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Fuera de las anteriores consideraciones, la protección de la
honra también se manifiesta internamente en los artículos 313 a 322 de nuestro
Código Penal, que consagran como punibles los delitos de injuria y de calumnia.
Se entiende por injuria, toda expresión que busque imprimir deshonra,
desprestigio o desprecio en contra de una persona, con el fin de desacreditar
su buena reputación o valoración social, siempre y cuando el hecho al que se
refiera el agravio no sea esencialmente punible. De ser así, nos
encontraríamos preferentemente ante un delito de calumnia, definido
generalmente como la falsa imputación en contra de un tercero de la comisión
de un delito o contravención, que somete al sujeto que la sufre no solo a la
censura pública sino a la investigación y acción de autoridades competentes.
[2] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C- 063 de 1994. Magistrado
Ponente: Alejandro Martinez Caballero.
[3]Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 229 de 1994. Magistrado
Ponente :José Gregorio Hernández.
[4]Cfr. Ibidem.
[5] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 412 de 1992. Magistrado
Ponente: Alejandro Martinez Caballero.
[6] Cfr. Corte Constitucional S. U - 089 de 1995. Magistrado
Ponente: Jorge Arango Mejía.
[7] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-228 de 1994. Magistrado
Ponente: José Gregorio Hernández.
[8]Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 412 de 1992. Magistrado
Ponente: Alejandro Martinez Caballero.
[9]Ibidem.
[10]Ibídem. Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 412 de 1992.
Magistrado Ponente: Alejandro Martinez Caballero.
[11]Cfr. Corte Constitucional . Sentencia T-381 de 1994. Magistrado
Ponente: Alejandro Martinez Caballero.
[12]Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T- 381 de 1994. Magistrado
Ponente: Hernando Herrera Vergara.
[13] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-095 de 1994. Magistrado
Ponente: José Gregorio Hernández Galindo.
[14] Ibidem.
[15] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-095 de 1994. Magistrado
Ponente : José Gregorio Hernández.
[16] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C-543 de 1992. |
522 | T-412-95
Sentencia No. T-412/95
Sentencia No.
T-412/95
MEDIDAS
PROVISIONALES PARA PROTEGER UN DERECHO
La Sala de
Revisión ordena provisionalmente suspender los efectos de la Sentencia
proferida por el Juez, en consideración a proteger el Derecho a la intimidad
de la menor xx. Resultó claro para esta Sala, que la decisión adoptada por el
Juez, al ordenar dar la información pertinente a la ubicación de la menor xx a
su progenitoria, ponía en serio peligro el derecho a la intimidad de la menor.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Menor
dado en adopción
El Proceso de
Adopción, en cuanto ha sido instituido como mecanismo alternativo de protección
del menor, tendiente a dar al menor expósito una nueva familia y en cuanto la
Constitución en su artículo 44 consagra el derecho de todo niño a tener una
familia y a no ser separado de ella, debe darse dentro de las máximas
garantías y mecanismos de protección posibles, que de manera alguna pueda
vulnerar los derechos de los padres biológicos en tanto mantengan estos una
relación de afecto y protección con respecto a sus hijos, pero también, y
preferencialmente, hay que proteger la intimidad del menor y de sus padres
adoptantes. Si se demuestra, como ocurre en el presente caso, que si hubo
Sentencia de adopción, no puede buscarse por la acción de tutela sustraer al
menor de sus padres adoptantes, ni tampoco darse información sobre quienes
fueron las personas que adoptaron porque esta información atenta contra el
derecho a la intimidad, protegido constitucionalmente.
ACCION DE TUTELA-Vigencia
Respecto a los
trámites previos para la declaratoria de abandono, éstos se efectuaron antes de
la Constitución de 1991, no son susceptibles de ser examinados en la acción de
tutela. Las presuntas irregularidades que pudieran haber ocurrido, no pueden
calificarse mediante la tutela sino que podrían dar lugar a la revisión de la Sentencia
de adopción.
PROCESO DE
ADOPCION/INTERES SUPERIOR DEL MENOR/DECLARACION DE ABANDONO
La adopción como
mecanismo de protección socio-legal del niño abandonado, se constituye en un
acto de intervención estatal con miras a proteger el interés superior del
menor, pero de manera alguna puede desconocer las garantías procesales que
atañen a los padres biológicos. Dentro del proceso de adopción y
específicamente en la decisión de carácter administrativo de declaratoria de
abandono, como etapa mediante la cual se define la situación del menor, se
deben garantizar los principios de las garantías procesales y no todo puede
quedar al arbitrio de los funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, pues su actuación debe estar circunscrita a lo que preceptuan la
Constitución y las Leyes.
DOCUMENTO
RESERVADO-Trámite de
adopción
Hay una conducta
legítima del ICBF al proteger documentación y la acción de amparo no suple la
exhibición de documentos cuando éstos no pueden ser observados por personas
diferentes a autoridades públicas que los requieren como prueba.
REF: Expediente
Nº T69568.
Accionante: Maria
Mendoza
Procedencia
:Juzgado Tercero Penal
Municipal de
Barranquilla.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Temas:
-Protección del
Derecho a la Intimidad
-La Tutela no puede retrotraerse a procedimientos
anteriores a la Constitución
de 1991.
-El proceso de
adopción,la declaratoria de abandono y el respeto a las garantías procesales
-Reserva de
Documentos en aras de proteger un derecho fundamental
Santa Fe de Bogotá,
D.C., catorce (14) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados doctores
Fabio Morón Díaz, Vladimiro Naranjo Mesa y Alejandro Martínez Caballero, quien
la preside, en ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, y
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de la
tutela 69568, de Maria Mendoza contra el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar (Regional Barranquilla).
Y. ANTECEDENTES
1. Solicitud
Maria Mendoza,
representada por su abogado, instaura acción de tutela, contra el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar (Seccional Barranquilla). La accionante busca
obtener el reintegro de su hija xxxx, señalando que fue dada en adopción contra
su voluntad. Solicita a su vez la práctica de diligencias de inspección
judicial, en las dependencias del hospital de Barranquilla y centro zonal del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar para efectos de establecer de un
lado, el período de tiempo durante el cual la peticionaria estuvo recluida en
dicha Institución, y de otra parte, lo ocurrido a su hija en el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, a fin de establecer el procedimiento
administrativo por el cual la menor fue declarada en situación de abandono.
Según la actora, el
día cinco de julio de 1980 dió a luz a una niña en el hospital general de
Barranquilla. El 16 de febrero de 1981, a causa de heridas recibidas con arma
blanca, fue internada en la misma clínica, y en virtud de esto, decidió
entregar a la menor al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar para su
protección. Señala la peticionaria, que una vez restablecida de las heridas
causadas, consiguió empleo en una casa de familia, pero ante una recaída en
su estado de salud, debió ser internada de nuevo en la clínica. La accionante
manifiesta que a comienzos de 1982, el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar realizó una junta, con el fin de solicitarle la autorización para dar
a la niña en adopción, a lo cual ella reiteradamente se negó, señalando que sin
embargo su firma fue tomada a ruego por otras personas.
Afirma la actora que
ante la aparente suspensión de visitas, que regularmente debía efectuar a la
menor, en el hogar sustituto determinado por el Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar para su protección, posiblemente se declaró a la menor en
situación de abandono. Para proceder así, a cumplir con los requisitos previos
del proceso de adopción. Solicita la peticionaria, que se le entregue a su
hija y que se le muestren los documentos que acrediten la regularidad en el
proceso de adopción.
ACERVO PROBATORIO
DE PRIMERA INSTANCIA
Antes de resolver la
acción de tutela, el Juzgado Tercero Penal Municipal de Barranquilla, mediante
auto de 17 de febrero de 1995, ordenó la práctica de diligencias de inspección
judicial, que habrían de efectuarse al Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar (Centro Zonal) y (Sede Barrio la Victoria). Así, como también se
ordenó escuchar en declaración a las señora Maria Mendoza y a la trabajadora
social de la Institución mencionada, señora Edilma Niebles.
Practicada la
primera inspección judicial el día 21 de febrero de 1995, en las dependencias
del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Centro Zonal), se indicó por
parte de la institución, que allí no reposaba ningún expediente o historia
perteneciente a la niña xxx, por cuanto todos los archivos habían sido
trasladados a un nuevo centro de protección especial. Señaló, a su vez la
funcionaria Betty Maria Figueroa, que el centro mencionado por la señora Maria
Mendoza, en el cual se había recibido a su hija para protección había sido
reemplazado por el Centro Zonal La Victoria. Ante estas circunstancias el Juez,
no pudo practicar la inspección judicial sobre el expediente de la menor.
Ese mismo día, la
señora Maria Mendoza, compareció a las instalaciones del Juzgado Tercero Penal
Municipal de Barranquilla, y procedió a rendir declaración, manifestando las
condiciones por las cuales había dejado a su hija xxxxx en el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, para su protección.
Prácticada la
segunda diligencia de inspección judicial, el día 22 de febrero de 1995, en las
instalaciones del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Sede la
Victoria), y donde según declaraciones tomadas en la primera inspección
judicial, se informó reposaba el expediente de la menor xxxxxx, los
funcionarios allí presentes, indicaron nuevamente que en las instalaciones
visitadas, no reposaba tampoco el expediente. Señalando que debía estar en otra
dependencia de la Institución, razón por la cual al Juez le fue nuevamente
imposible revisar la documentación concerniente a la menor.
Finalmente, dentro
de las diligencias a practicar, el día 23 de febrero de 1995, se recibió el
testimonio de la trabajadora social Edilma Niebles, quien manifestó haber
tenido conocimiento del caso de la menor xxxxxxx, pero no recordar totalmente
las circunstancias en las cuales se había desarrollado el proceso de adopción;
esta funcionaria señala que no son ciertas las declaraciones de la señora Maria
Mendoza, en cuanto a haberle entregado a ella la menor xxxxxxx para su
protección, en virtud de que todo el proceso administrativo de protección de
menores, era manejado por el Defensor de menores. La funcionaria Edilma Niebles
manifiestó tambien, que el expediente correspondiente a la menor xxxx, debía
reposar en la sede regional.
Mediante auto de
pruebas de 23 de febrero de 1995, el juez solicita el expediente de la menor, a
la sede regional, señalando un término de 48 horas, bajo los apremios legales.
Sin embargo a esta solicitud, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar no
dió respuesta en el término señalado.
DECISION DE
PRIMERA INSTANCIA
Surtido el trámite
de la primera instancia, en sentencia proferida el primero (1)de marzo de 1995,
el Juez Tercero Penal Municipal de Barranquilla, declaró improcedente la acción
de tutela interpuesta por la señora Maria Mendoza, con fundamento en las
consideraciones que se resumen a continuación :
-La accionante no se
preocupó por el paradero de la niña durante 14 años “en fin pasaron muchos
años y hasta ahora la señora Mendoza, reclama por el paradero de su hija..”
-”El despacho
realizó las diligencias tendientes a saber de la mencionada menor, pero estas
diligencias, tales como inspecciones judiciales, declaraciones juradas no
establecieron a ciencia cierta sobre la suerte de la niña xxxxx”.
-La acción de
tutela, argumenta el Juez, no fue creada para revivir términos prescritos, fue
creada para estudiar vulneraciones de los derechos fundamentales que se estén
dando, actuales, y según el sentir de ese despacho fundamentado en las pruebas
allegadas la niña mencionada debido ser declarada en estado de abandono por el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, y para haber realizado el mencionado
Instituto esto ha debido hacer un proceso que demora mas o menos un año, donde
se hacen diferentes publicaciones, edictos, etc, para ver quien se acerca a
ese Instituto y reclama al niño que va a ser declarado en ese estado, término
que la madre dejó pasar, dejó prescribir y ahora por medio de la acción de
tutela no puede pretender que se le resuelva una situación en que ella misma
incurrió por su omisión, pues no ve el despacho justificación alguna para haber
dejado transcurrir tanto tiempo para ahora interesarse por el paradero de su
hija.
LA IMPUGNACION
En virtud de tal
determinación, el fallo fue impugnado tanto por el Defensor del Pueblo Regional
Barranquilla, como por el apoderado de la señora Maria Mendoza.
A. El Defensor del
Pueblo Regional Barranquilla, impugnó el fallo de primera instancia y, para tal
efecto, expuso los planteamientos que se sintetizan, así:
1. El fallo no se
determina sobre prueba fundamental, conducente a establecer el procedimiento
que se llevó y que fue determinante para separar a la menor xxxxx, de su madre
Maria Mendoza, por parte del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar”.
2. La sentencia se
profirió sobre suposiciones del fallador de instancia al señalar “según el
sentir de este despacho fundamentado en las pruebas allegadas la niña
mencionada ha tenido que haber sido declarada en estado de abandono...”.
3. En el expediente
de tutela examinado por este despacho, no se observa el aporte ni estudio del
proceso mediante el cual el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, haya
decidido qué hacer con la menor Ingrid ni cómo hacerlo. Se observa sí que
existen unas declaraciones basadas también en suposiciones, como la de la
trabajadora Edilma Niebles Vasquez. A lo cual el fallador de tutela dá mucha
preponderancia. Se atentaría así contra el derecho fundamental al DEBIDO
PROCESO”.
4. A esta Defensoría
le preocupa el hecho de que la madre nunca aceptó haber firmado documento
alguno a pesar de la insistencia que se le ejercía para que firmara algo
porque mantenía el temor de tratarse de una entrega de adopción de su hija; y
este hecho no se investigó satisfactoriamente”.
B. El apoderado de
la señora Maria Mendoza, también impugnó la sentencia de primera instancia,
aduciendo para tal efecto que era imposible tomarse una decisión, sin haberse
conocido previamente el expediente. Elemento éste que de manera alguna podía
desconocer el juez, por cuanto el estudio del expediente y la práctica de las
inspecciones judiciales le permitirían encontrar elementos de juicio, para
proceder a proferir Sentencia. En virtud de la impugnación ejercida tanto por
el defensor del Pueblo como por el actor, conoció del proceso el Juzgado
Trece Penal del Circuito de Barranquilla.
ACERVO PROBATORIO
DE SEGUNDA INSTANCIA
El Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar a través de comunicación con fecha marzo 7 de
1995, manifestó no poder dar cumplimiento a lo solicitado por el juez de
primera instancia debido a la insuficiencia de datos aportados en el auto de
pruebas, razón por la cual se hacía dificil la ubicación del expediente
relacionado con la menor xxxxx.
Una vez el Juzgado
Trece Penal del Circuito de Barranquilla conoció de la impugnación, mediante
auto de pruebas del 17 de marzo de 1995,determinó la importancia de obtener la
información solicitada al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y ordenó
nuevamente dar respuesta al auto proferido en primera instancia.
A tráves de
comunicaciones con fechas 17 y 24 de marzo, el Juzgado Trece Penal del
Circuito reiteró la necesidad de que le fueran suministradas las informaciones
decretadas por anteriores Providencias.
En comunicación de
28 de marzo de 1995, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar Unidad Local
N°2 Hipódromo, informa que no puede dar cumplimiento a lo ordenado, por cuanto
no reposa allí el expediente de la menor. Señala, que tal solicitud debe ser
nuevamente enviada a la Coordinadora de Protección , “para que le precise el
Centro Zonal o unidad que atendió el caso y que debe suministrarle la
información.”
Mediante oficio, con
fecha 5 de abril de 1995, el Juzgado Trece Penal del Circuito de Barranquilla,
eleva una queja ante el Director del Instituto Colombiano de Bienestar,
Regional Atlántico, por no dar cumplimiento a lo solicitado y ordena
nuevamente dar respuesta a lo requerido. Solicitud a la cual de manera
reiterada el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar no da cumplimiento.
DECISION DE
SEGUNDA INSTANCIA Y RESPUESTA DEL ICBF
En Sentencia de
segunda instancia proferida el 21 de abril de 1995, el Juez Trece Penal del
Circuito de Barranquilla, resolvió revocar la decisión del Juzgado Tercero
Penal Municipal de Barranquilla de marzo primero de 1995, y en consecuencia
tutelar el derecho de la madre Maria Mendoza a conocer el paradero de su hija,
así como obtener su reintegro. De igual manera ordenó al Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar Regional Atlántico presentar ante el juzgado toda la
documentación pertinente acerca de la menor xxxxxx.
Mediante
comunicación de abril 26 de 1995, suscrita por el Director del Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar Regional Atlántico, Dr. Alonso Segundo Macias
Ospino y dirigida al Juez Trece Penal del Circuito de Barranquilla, el
funcionario manifiesta tener en su poder el expediente, y precisa los
documentos que contiene. Pero señala que no puede enviar la documentación
exigida en sentencia de Segunda Instancia de 21 de abril de 1995, sobre la base
de dar cumplimiento a lo prescrito en el artículo 114 del Decreto 2737 de 1989
que dice: “Todos los documentos y actuaciones administrativas o
jurisdiccionales del proceso de adopción serán reservadas por el término de treinta
(30)años; de ellos solo se podrán expedir copias por solicitud que los
adoptantes hicieran directamente, a tráves de su apoderado o del Defensor de
Familia, del adoptivo que hubiere llegado a la mayoría de edad o de la
Procuraduría General de la Nación para efecto de las investigaciones a que
hubiere lugar”.
PRUEBAS APORTADAS
EN LA REVISION
Mediante auto de
pruebas proferido por esta Sala Séptima de Revisión, de veintitres (23) de
agosto de 1995, se ordena provisionalmente suspender los efectos de la
Sentencia proferida por el Juez Trece Penal del Circuito de Barranquilla del 21
de abril de 1995, en consideración a proteger el Derecho a la intimidad de la
menor xx, con base en lo dispuesto en el artículo 7° del decreto 2591 de 1991,
que autoriza la adopción de medidas provisionales, dentro del procedimiento
propio de la acción de tutela y que señala: ”Desde la presentación de la
solicitud cuando el juez expresamente lo considere necesario y urgente para
proteger el derecho, suspenderá la aplicación del acto concreto que lo amenace
o lo vulnere”.
Y, la parte final
del mismo artículo: ”El Juez también podrá, de oficio o a petición de
parte, dictar cualquier medida de conservación o seguridad encaminada a
proteger el derecho o a evitar que se produzcan otros daños como consecuencia
de los hechos realizados, todo de conformidad con las circunstancias del caso.
Resultó claro para
esta Sala, que la decisión adoptada por el Juez Trece Penal del Circuito, en
sentencia del 21 de abril de 1995, al ordenar dar la información pertinente a
la ubicación de la menor xxxxxx a la señora Maria Mendoza, ponía en serio
peligro el derecho a la intimidad de la menor.
De igual manera,
determinado el incumplimiento reiterado por parte del Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar a las solicitudes efectuadas por los Jueces tanto de primera
como de segunda instancia, y a fin de dilucidar la presunta irregularidad
seguida dentro del proceso de declaratoria de abandono llevada a cabo con la
menor xxxxxx, y por cuanto ello constituía pieza probatoria de vital
importancia dentro del proceso objeto de revisión, por parte de la Corte
Constitucional, se ordenó al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
remitir toda la documentación que hiciera parte de la etapa previa a la
demanda de adopción, así como también, la información de si hubo o no
Sentencia Judicial proferida por el Juez de Familia concediendo la adopción de
la menor xxxxxx.
Mediante comunicación
de agosto 31 de 1995, remitida a esta Corporación, el Director de Bienestar
Familiar Regional Atlántico, dió cumplimiento a lo ordenado en los numerales
segundo y tercero de Auto de pruebas proferido por esta Corporación.
Examinado el material probatorio enviado,
se comprobó que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar fue mas alla de
lo solicitado, por ello se hace necesario entrar al estudio que se hará sobre
el aseguramiento de documentos reservados.
De tales pruebas,
lo no suceptible de reserva se sintetiza en lo siguiente: el 18 de enero de
1982 la menor fue colocada en un hogar amigo, el 28 de enero de 1982 hubo
declaratoria de abandono, aparece una ratificación de la Defensora de Menores
ante la Inspección cuarta de Policía de Soledad, el 27 de enero de 1982
refiriéndose al presunto delito de abandono de menores y pocos días después se
presentó la demanda de adopción. Como se aprecia la tramitación fue muy rápida.
Informa el ICBF que SI hubo Sentencia de adopción y que se encuentra
debidamente ejecutoriada.
Estos son los
informes que se pueden explicitar, los demás enviados a la Corte están
sujetos a reserva.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A) La Competencia
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir Sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2° y 241 numeral 9° de la Constitución política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35, y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
reglamento de esta Corporación.
B.Temas Jurídicos
a tratar
Las pretensiones
aducidas por la peticionaria, se circunscriben de un lado a establecer si
existió o no la Resolución de Declaratoria de abandono de la menor xxxxx, así
como a la práctica de Inspecciones judiciales con miras a detectar las
irregularidades, que según la actora se presentaron en el proceso de adopción
de la menor. Y, otra petición es la entrega de la menor adoptada a la madre
biológica.
La Sala Observa :
El Proceso de
Adopción, en cuanto ha sido instituido como mecanismo alternativo de protección
del menor, tendiente a dar al menor expósito una nueva familia y en cuanto la
Constitución en su artículo 44 consagra el derecho de todo niño a tener una
familia y a no ser separado de ella, debe darse dentro de las máximas
garantías y mecanismos de protección posibles, que de manera alguna pueda
vulnerar los derechos de los padres biológicos en tanto mantengan estos una
relación de afecto y protección con respecto a sus hijos, pero también, y
preferencialmente, hay que proteger la intimidad del menor y de sus padres
adoptantes. Si se demuestra, como ocurre en el presente caso, que si hubo
Sentencia de adopción, no puede buscarse por la acción de tutela sustraer al
menor de sus padres adoptantes, ni tampoco darse información sobre quienes
fueron las personas que adoptaron porque esta información atenta contra el
derecho a la intimidad, protegido constitucionalmente.
En cuanto a la
declaratoria de abandono, como trámite procesal previo indispensable dentro
del proceso de adopción que coloca al menor en una nueva situación, y en
consecuencia le permite al Estado entrar a buscar los medios adecuados para
preservar el derecho fundamental a tener una familia, sí se produjó en el caso
presente, ello está plenamente demostrado puesto que mediante Resolución de
28 de enero de 1982, se colocó a la menor xxxxx en estado de abandono,
procedimiento sin el cual el Código del menor rechaza cualquier mecanismo
tendiente a continuar con un procedimiento de adopción, el cual finalizó con
Sentencia. Respecto a los trámites previos para la declaratoria de abandono,
éstos se efectuaron antes de la Constitución de 1991, no son susceptibles de
ser examinados en la acción de tutela. Las presuntas irregularidades que
pudieran haber ocurrido, no pueden calificarse mediante la tutela sino que
podrían dar lugar a la revisión de la Sentencia de adopción
EL PROCESO DE ADOPCION, LA DECLARATORIA DE
ABANDONO Y EL RESPETO A LAS GARANTIAS PROCESALES
Esta Sala considera
de vital importancia retomar los criterios que informan el Proceso de adopción
y la intervención de carácter administrativo por parte del Estado en la
declaratoria de abandono. Criterios que deben propender hacia la protección
del menor pero que no puede descuidar el principio fundamental del Estado
cuya finalidad es amparar a la familia como institución básica de la
sociedad y no desproteger al menor de su derecho a tener una familia.
La adopción como
mecanismo de protección socio-legal del niño abandonado, se constituye en un
acto de intervención estatal con miras a proteger el interés superior del
menor, pero de manera alguna puede desconocer las garantías procesales
que atañen a los padres biológicos . Dentro del proceso de
adopción y específicamente en la decisión de carácter administrativo de
declaratoria de abandono, como etapa mediante la cual se define la situación
del menor, se deben garantizar los principios de las garantías procesales y no
todo puede quedar al arbitrio de los funcionarios del Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar, pues su actuación debe estar circunscrita a lo que
preceptuan la Constitución y las Leyes. Esta Corporación a tráves de la
sentencia de tutela de febrero 26 de 1993, Magistrado Ponente Dr. Eduardo
Cifuentes, ya había señalado :
“Aún cuando el
móvil fundamental de la intervención estatal sea la protección del interés del
menor, las autoridades públicas no pueden olvidar que toda decisión debe ser
producto de un procedimiento respetuoso de las formas propias de cada juicio
(C.Part 29). En el trámite de los procesos confiados a los defensores de
familia es imperativa la sujeción a los principios generales del derecho
procesal, en particular el respeto al derecho de defensa y el mantenimiento de
la igualdad de las partes(C.P.C art.4)
La declaración de
esta situación tiene como efecto la terminación de la patria potestad (C. del
M art 60 ) La gravedad de esta decisión exige que los padres gocen de la
plenitud de las garantías procesales establecidas en la Constitución y en la
Ley.
El legislador ha
previsto diversas garantías para la protección de los derechos de las partes en
el trámite de los procesos de declaración de abandono.
En el auto que
abre la investigación, el Defensor de familia debe ordenar la práctica de pruebas
y diligencias tendientes a establecer la existencia de la situación de
abandono y, además la citación- mediante notificación personal- de las personas
que de acuerdo con la Ley están llamadas a asumir la crianza y educación del
menor(C.del M.arts 37 y 38).En caso de hacerse presentes las personas citadas y
solicitar pruebas, el mismo funcionario debe decretar su práctica, para lo
cual puede ampliar el término de la investigación. Las anteriores
disposiciones tienen por objeto asegurar a los padres la posibilidad de
presentar pruebas y controvertir las que se alleguen en su contra.[1]”
El respeto de las
garantías procesales, dentro del trámite propio a la etapa de declaratoria de
abandono, determina la posibilidad del menor, de encontrar una nueva familia
con capacidad de brindar la estabilidad de la cual carecía. Pero esto no obsta
para señalar que ante la intervención judicial o administrativa en la vida del
menor y de su familia biológica, deben respetarse los límites establecidos
por la Constitución y la Ley como ya se dijo.
EL ASEGURAMIENTO DE DOCUMENTOS RESERVADOS
En el Código del
Menor (art. 114 del Decreto 2737 de 1989) se consagra una reserva legal por el
término de 30 años respecto a actuaciones administrativas o jurisdiccionales en
el proceso de adopción.
Tal disposición
armoniza con el artículo 13 de la Ley 57 de 1985 que también fija en 30 años la
reserva legal y agrega que después de tal término los documentos podrán ser
consultados porque adquieren "carácter histórico".
Pero esta reserva no
es absoluta, así lo señaló esta la Corte Suprema de Justicia :
“Precisado así el
objeto de la reserva legal establecida por el artículo 114 del Código del
Menor, forzoso es concluir que ésta, en manera alguna puede entenderse como
inexpugnable, pues el propio legislador en esa norma legal estableció que ella
puede ser levantada en los casos y para los fines allí señalados, esto es, para
que los interesados, habiendo graves motivos, tuvieran la oportunidad de
conocer la realidad jurídica sustancial y procedimental (administrativa y
judicial) de la adopción, y proceder si fuere el caso, a la interposición y
sustentación del recurso extraordinario de revisión para controvertir, allí y
no en este incidente la justicia o injusticia de la sentencia de adopción.
luego, los motivos graves que se aducen se encuentran dirigidos a levantar la
reserva,más no a establecer la justicia o injusticia de la sentencia de
adopción, porque ello habrá de ser objeto, si fuere el caso , del recurso de
revisión extraordinario.[2]
Los precisos límites
de esta reserva , los determina tambien la Ley 57 de 1985, en su artículo 20,
cuando principia diciendo:
"El carácter
reservado de un documento no será oponible a las autoridades que lo soliciten
para el debido ejercicio de sus funciones".
Por esto, la Sala de
Revisión solicitó información a la Regional Atlántico del I.C.B.F..
Ya se indicó que la
Regional Atlántico no sólo cumplió con lo pedido sino que fue poco mas allá y
ambas circunstancias obligan a la Sala a hacer esta precisión: sólo podrá
consignarse en la sentencia, como ya se hizo, la información que no es
reservada:
- Que sí
hubo declaración de abandono,
- Que sí
hubo previa ubicación del menor en un hogar amigo,
- Que si se
informó del abandono a la autoridad policiva,
- Que sí
hubo demanda y sentencia de adopción.
Como, además, la
prueba inmediatamente llegó a la Corte fue remitida al Despacho del Magistrado,
se cumplió con la protección legal.
El problema radica
en que la prueba forma parte de un expediente de tutela que una vez proferida
la sentencia quedará a disposición de las partes.
Ante esta situación,
la Sala de Revisión, hace uso de la parte final del artículo 20 de la Ley 57 de
1985 que dice:
"Corresponde
a dichas autoridades (las que solicitaron el documento) asegurar la reserva de
los documentos que lleguen a conocer en desarrollo de lo prescrito en este
artículo".
En desarrollo del
mandato se le ordenará a la Secretaría de la Corporación que abra cuaderno
separado a la documentación enviada por la Regional del Atlántico y que tal
cuaderno no podrá ser observado sino por la Sala de Revisión y los funcionarios
de la Corte encargados de asegurar la reserva.
Este cuaderno del
expediente protegido por reserva permanecerá en el archivo de la Corte hasta
cuando se cumplan los 30 años de la reserva legal.
En conclusión, la
tutela no puede prosperar y al mismo tiempo hay documentación que debe ser
protegida. No prospera por cuanto hay una conducta legítima del ICBF al
proteger documentación y la acción de amparo no suple la exhibición de
documentos cuando éstos no pueden ser observados por personas diferentes a
autoridades públicas que los requieren como prueba. Si se considera que se
trata de un derecho de petición respecto a la información de si hubo o no
declaratoria de abandono y Sentencia de adopción, ya se dijo en este fallo que
durante la etapa de la revisión la información fue aportada, luego no hay
necesidad de ordenarla. Y, por último, se repite que no se puede dejar sin
efecto una Sentencia de adopción mediante el mecanismo de la tutela.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
PRIMERO: REVOCAR la Sentencia de Segunda Instancia proferida
por el Juzgado Trece Penal del Circuito de Barranquilla de veinte de abril de
1995, y CONFIRMAR la Sentencia de primera instancia del Juzgado Tercero
Penal Municipal de Barranquilla de Marzo primero de 1995, pero por las razones
expuestas en este fallo.
SEGUNDO: ORDENAR que por Secretaría de esta Corporación se
comunique esta Providencia al Juzgado tercero Penal Municipal de Barranquilla,
a fin de que haga las notificaciones y para los efectos previstos en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
TERCERO: ORDENAR que por Secretaría se proceda hacer la
respectiva reserva de los folios 1,2,3,4,15,16,18,20,21,22,25,26,27,y 28 de las
pruebas aportadas por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Regional
Atlántico), en aras de proteger el derecho a la intimidad de la menor xxxxxx
y en consecuencia elabore un cuaderno separado con los folios
anteriormente mencionados, de acuerdo con lo dicho en la parte motiva del
presente fallo.
CUARTO: Envíese copia de esta Sentencia al
Defensor del Pueblo (Regional Barranquilla),
Notifíquese,
cúmplase, comuníquese, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Cfr.Corte Constitucional.Sentencia de tutela, febrero 26 de
1993.Magistrado Ponente Eduardo Cifuentes Muñoz.
[2] .Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sentencia de tutela ,abril 30 de
1993, Magistrado Ponente Pedro Lafont Pianeta. |
523 | T-413-95
Sentencia No. T-413/95
Sentencia No.
T-413/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Suministro
de agua potable
Procede la tutela
contra los particulares que estén encargados de la prestación de servicios
públicos domiciliarios, sin que sea indispensable demostrar la personería
jurídica de la entidad que presta el servicio, la acción se puede dirigir
contra el representante del órgano que presuntamente violó o amenazó el derecho
fundamental.
SERVICIO PUBLICO
DE ACUEDUCTO-Prioridad
para consumo humano/DERECHO A LA VIDA-Suministro de agua potable
El derecho al
agua, para el uso de las personas, en cuanto contribuye a la salud, a la
salubridad pública, y, en últimas, a la vida, SI es un derecho fundamental y
que, por el contrario, NO lo es cuando se destina a la explotación agropecuaria
o a un terreno deshabitado. Sin agua no se puede vivir, luego lo lógico es que
un acueducto construido para uso domiciliario del líquido debe tener
preferencialmente tal destinación. Lo razonable es atender primero las
necesidades domésticas de las familias que son socias o usuarias del acueducto
regional y, si hay un excedente de agua entonces si, de manera reglamentada, se
puede aprovechar excepcionalmente para otros usos. Se deja en claro que la
orden que se da en esta tutela obedece al presupuesto de que existe escasez de
agua para uso doméstico de los usuarios del acueducto.
FONTANERO-Operador del servicio público
Lo razonable es
atender primero las necesidades domésticas de las familias que son socias o
usuarias del acueducto regional y, si hay un excedente de agua entonces si, de
manera reglamentada, se puede aprovechar excepcionalmente para otros usos.
REF: EXPEDIENTE
T-71043
Peticionario:
FERNANDO AGUSTIN DELGADO
Procedencia:
Juzgado Primero Promiscuo Municipal de San Agustín.
Tema:
-Servicios
públicos domiciliarios
-Agua potable
(saneamiento ambiental)
-Agua:
Preferencia al consumo doméstico.
-Fontaneros
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá
D.C., Trece (13) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-71043, adelantado por
Fernando Agustín Delgado contra la junta administradora del acueducto regional
"La Cuchilla".
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto No. 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
1. Solicitud.
Fernando Agustín
Delgado Ordoñez es uno de los usuarios del acueducto regional "La
cuchilla" que existe en el perímetro rural de San Agustín, Huila, con una
red central que tiene capacidad para 3 pulgadas. Dice el solicitante que el
acueducto fue construido para el uso doméstico de 250 familias, pero que el
tesorero de la junta administradora de tal acueducto, Benito Martínez, destinó
el agua para lagos en predios de él, y, conjuntamente con el presidente de la
junta le dieron la orden al fontanero de permitir que el agua también fuera
utilizada para una fábrica de ladrillos, lavado de vehículos y bebederos de
animales, por lo cual el agua en muchas ocasiones no llega a la casa de los
usuarios. Considera que estas circunstancias afectan el servicio domiciliario
de agua potable.
2. Pruebas.
-El Tesorero
Martínez aclara que el acueducto es para 120 familias, "era para el
consumo doméstico, para las necesidades que había en la finca, para lavar el
café, darle de tomar a los animales, nos dieron permiso para unos lagos";
reconoce que el se favorece con el agua para 8 lagos que hay en su predio, dice
que por culpa del verano y daños en la tubería hay escasez del liquido.
-En inspección
judicial se constató que el tesorero Martínez tiene una finca, "El
mirador" dentro de ella hay 8 lagos y un tanque de gran proporción de
almacenamiento de agua, alimentados (lagos y tanque) con agua del acueducto de
la vereda de la Cuchilla.
Igualmente se
comprobó que Luis Sambony destina aguas del acueducto para su fábrica de teja y
ladrillo.
- Sambony se
considera "dueño" y afirma ser socio porque durante casi medio año
aportó "semanalmente un jornal para bajar esas aguas a los servicios donde
la necesitamos".
-El fontanero Pedro
Antonio Díaz, admite que el permiso era solamente para tener un lago, pero pasa
luego a defender al tesorero Martínez diciendo que la interrupción del agua
"no es de todos los días, el lago se lo llena y echa el pescado y nunca
tiene que volverle a echar agua fría hasta los 4 meses que saque la
cosecha." Pero, el fontanero reconoce: "al abrir la llave don Benito
para un lago pues no quedaría pasando nada para los demás usuarios".
-Benito Martínez
adjuntó al expediente un formato de "Reglamento" de juntas
administradoras, de acueductos y alcantarillados, que no se refiere
concretamente al acueducto regional "La cuchilla", es simplemente una
guía, dentro de la cual se indica cuáles son los tipos de acueducto:
"a-oficial y especial, b- doméstico, c-comercial, d-Industrial", en
esa enumeración que aparece en el modelo, Benito Martínez sustenta el uso
adicional que le da al agua en sus 8 lagos.
3. Providencias.
3.1. Del Juzgado
Primero Promiscuo Municipal de San Agustín.
El 30 de marzo de
1995 se concedió la tutela, ordenándose la suspensión del servicio de agua
"del acueducto de la Cuchilla para fines distintos de los domésticos, a
toda aquella persona que tiene lagos y ladrilleras" y se le fijó al
fontanero un plazo de 48 horas "para que cancele el servicio del agua en
estos casos".
Dice la Juez en sus
considerandos que:
"El
acueducto de la Cuchilla fue construido para el servicio doméstico de decenas de
familias establecidas en la región y no para otros fines como se ha venido
haciendo dejando en un segundo plano el fin principal".
3.2. Del juzgado
Segundo Civil del Circuito de Pitalito.
El 3 de marzo del
presente año el ad-quem revocó la sentencia impugnada por cuanto el problema
surgido "puede ser remediado por la asamblea general de usuarios", se
puede recurrir a la jurisdicción ordinaria y porque la limitación en la
prestación del servicio no constituye vulneración o amenaza de un derecho
constitucional fundamental y cita como respaldo para esta afirmación la
sentencia T-578/92 de esta Corte Constitucional.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
B- LOS TEMAS
JURIDICOS Y EL CASO CONCRETO.
1.- Antes que todo
hay que recordar que procede la tutela contra los particulares que estén
encargados de la prestación de servicios públicos domiciliarios, sin que sea
indispensable demostrar la personería jurídica de la entidad que presta el
servicio, El artículo 13 del decreto 2591 de 1991 dice que la acción se puede
dirigir contra el representante del órgano que presuntamente violó o amenazó el
derecho fundamental. En el presente caso se encausó contra el Presidente y el
Tesorero de la junta administradora del acueducto de "La Cuchilla",
luego no hay inconveniente procesal alguno.
2.- Derecho
fundamental a la vida.
El fallo que se
revisa invoca la sentencia T-578/92[1].
Es necesario aclarar que en aquel caso la tutela no prosperó porque la
instauró una persona jurídica (concretamente una urbanizadora) que le
solicitaba a una asociación de usuarios de un acueducto rural que se conectara
el acueducto a los 78 predios de la urbanización de acuerdo con un contrato que
celebraron entre ellos. La Corte consideró que a la persona jurídica no
se le violó ningún derecho fundamental, entre otras cosas porque el lugar aún
estaba deshabitado y porque resolver sobre el incumplimiento del contrato
compete a la jurisdicción civil. Se trataba, pues, de un caso MUY DIFERENTE al
del usuario del acueducto de La Cuchilla a quien se le restringe la recepción
del agua porque su uso se distrae en menesteres diferentes al doméstico. Hecha
la anterior aclaración, vale la pena resaltar que en la Sentencia T-578/92 se
dijo precisamente lo siguiente:
"En
principio, el agua constituye fuente de vida y la falta del servicio atenta
directamente con el derecho fundamental a la vida de las personas. Así pues, el
servicio público domiciliario de acueducto y alcantarillado en tanto que afecte
la vida de las personas (CP art. 11), la salubridad pública (CP arts. 365 y
366) o la salud (CP art. 49), es un derecho constitucional fundamental y como
tal ser objeto de protección a través de la acción de tutela."
Se hizo, pues, por
el ad-quem una lectura sesgada de la sentencia de la Corte.
3. De los
servicios públicos domiciliarios.
El artículo 367 de
la Constitución establece.
"La ley fijará
las competencias y responsabilidades relativas a la prestación de los servicios
públicos domiciliarios, su cobertura, calidad y financiación, y el régimen
tarifario que tendrá en cuenta además de los criterios de costos, los de
solidaridad y redistribución de ingresos.
Los servicios
públicos domiciliarios se prestarán directamente por cada municipio cuando las
características técnicas y económicas del servicio y las conveniencias
generales lo permitan y aconsejen, y los departamentos cumplirán funciones de
apoyo y coordinación.
La ley determinará
las entidades competentes para fijar las tarifas".
La ya citada
sentencia T-578/92, explica así la anterior disposición:
"Se consagra
en esta disposición una categoría especial de servicios públicos, los llamados
"domiciliarios", que son aquellos que se prestan a través del sistema
de redes físicas o humanas con puntos terminales en las viviendas o sitios de
trabajo de los usuarios y cumplen la finalidad específica de satisfacer las
necesidades esenciales de las personas.
Son
características relevantes para la determinación del servicio público
domiciliario las siguientes, a partir de una criterio finalista:
a) El servicio
público domiciliario -de conformidad con el artículo 365 de la Constitución-,
puede ser prestado directamente o indirectamente por el Estado, por comunidades
organizadas o por particulares, manteniendo éste la regulación, el control y la
vigilancia de los servicios.
b) El servicio
público domiciliario tiene una "punto terminal" que son las viviendas
o los sitios de trabajo de los usuarios, entendiendo por usuario "la
persona que usa ciertos servicios, es decir quien disfruta el uso de cierta
cosa".
c) El servicio
público domiciliario está destinado a satisfacer las necesidades básicas de las
personas en circunstancias fácticas, es decir en concreto. Así pues, no se
encuentran en estas circunstancias el uso del agua destinado a urbanizar un
terreno donde no habite persona alguna.
Igualmente no es
derecho constitucional fundamental cuando el suministro de agua esté destinado
a la explotación agropecuaria, casos en los que se trata del establecimiento de
una servidumbre de acueducto de carácter privado cuya consagración es
eminentemente legal y no constitucional."
De la lectura se
colige que el derecho al agua, para el uso de las personas, en cuanto
contribuye a la salud, a la salubridad pública, y, en últimas, a la vida, SI es
un derecho fundamental y que, por el contrario, NO lo es cuando se destina a la
explotación agropecuaria o a un terreno deshabitado. Dentro de este criterio,
la decisión del a-quo fue acertada, y no lo fue la del ad-quem.
4.- Importancia
del agua.
Esta Sala de
Revisión, en el caso de la comunidad de los llanos de Cuivá desarrolló estas
ideas:
"El agua
siempre ha estado en el corazón de los hombre y en la base de las
civilizaciones. Se puede pasar varios días sin comer, pero sin beber es
imposible sobrevivir unos pocos. En el cuerpo humano el 96% de la linfa es
agua, hay el 80% en la sangre, las dos terceras partes de los tejidos también
contienen agua. Un proverbio usbeko enseña: que no es rico quien posee tierra sino
quien tiene agua.
Todas las
culturas están íntimamente ligadas al concepto del agua. En la Muisca, Bachúe
surge en una de las ocho lagunas de Iguaque[2], sobre los páramos, a más de tres mil metros
de altitud, lagunas pequeñas, expresión del nacimiento de una raza. Mas
grandiosidad tiene el mito de Titikaka en los albores del imperio Inca."[3]
Sin agua no se puede
vivir, luego lo lógico es que un acueducto construido para uso domiciliario del
líquido debe tener preferencialmente tal destinación. Por supuesto que si hay
suficiente agua, es obvio que no hay problema alguno en que se destine para consumo
agrícola, todo dependerá de la región, de la temporada de lluvia o de sequía,
en fin, de factores objtivos que se verán en cada caso concreto.
5. Agua potable,
ambiente sano.
Se reitera lo ya
dicho en la sentencia T-523/94:
Es aspiración del
ser humano superar el subdesarrollo. Uno de los factores que apuntan a este
anhelo es el de vivir en un ambiente sano. Los elementos constitutivos de ese
propósito son generalmente derechos tutelables porque se refieren a la vida y
la salud, por lo mismo no son renunciables ni negociables.
Con mayor razón
tiene operancia este derecho al ambiente sano tratándose de campesinos porque
el artículo 64 de la Constitución fija como deber del Estado mejorar el ingreso
y calidad de vida de los trabajadores del campo...
En principio, el
acceso al agua potable es algo a lo cual tiene derecho una comunidad. El hecho
de que el servicio sea desarrollado por la misma comunidad no excluye la
posibilidad de tutela contra un particular que afecte la prestación eficaz del
servicio."
Surge de todo lo
anterior que el Juez de segunda instancia se equivocó al no tutelar el derecho
del ususario para recibir agua destinada al consumo doméstico, que antes
recibía en cantidad suficiente y ahora se ha menoscabado porque el agua se emplea
en otros menesteres.
6. A quién se le
da la orden?
Está demostrado
dentro del proceso que el agua transportada por el acueducto regional "La
Cuchilla" se destina además para una fábrica de ladrillo y para 8 lagos de
un mismo predio y esto no es razonable porque restringe el agua que los
usuarios requieren para su uso diario, para gozar de un ambiente sano, para su
salud. Lo razonable es atender primero las necesidades domésticas de las
familias que son socias o usuarias del acueducto regional y, si hay un
excedente de agua entonces si, de manera reglamentada, se puede aprovechar
excepcionalmente para otros usos. Esta Sala Séptima, en la Sentencia T-232/93,
no solamente tuteló el derecho a la vida sino que ubicó en lugar secundario el
uso industrial del agua y preferenció el uso para el consumo humano.
"Frente a la
segunda circunstancia, para la Corte Constitucional sí existe mérito para
tutelar el derecho a la vida por cuanto el núcleo esencial de la amenaza, que
es la inmediatez del daño, se percibe claramente en el caso concreto. En
efecto, mediante inspección judicial la Corte Constitucional pudo comprobar
directa y plenamente el agotamiento de la fuente Toma de San Patricio, entre
otras razones, obedece al uso distinto al consumo humano.
Así pues, esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional considera que frente a la falta de
suministro de agua a las personas que habitan en el municipio de Funza, de la
llamada Toma de San Patricio, se configura una amenaza del derecho fundamental
a la vida consagrado en el artículo 11 de la Constitución.
A pesar de
existir expresa prohibición a través de las resoluciones de la C.A.R. sobre la
utilización de las aguas del río Subachoque y de la Toma de San Patricio para
la industria, esta Sala de Revisión considera que debe procederse de una manera
efectiva en aras de proteger la vida."
Para proteger
diariamente el derecho al consumo humano del agua, cumplirá un papel muy
importante el fontanero.
Ocurre que el
artículo 23 del decreto 2591/91 dice en uno de sus apartes:
"Si se
hubiere tratado de una mera conducta o actuación material, o de una amenaza, se
ordenará su inmediata cesación, así como evitar toda nueva violación o amenaza,
perturbación o restricción."
En el presente caso
se ha restringido el uso doméstico del agua, al solicitante de la tutela y a
los usuarios, porque los responsables de la junta administradora del acueducto
de "La cuchilla" permitieron que al agua se le diera uso diferente al
consumo doméstico, es por ello que la tutela se dirige, en principio, al
Presidente de la junta, como representante legal. Sin embargo, hay algo más, la
sentencia de primera instancia dió una orden práctica:
"Ordenar al
señor fontanero del acueducto para que cancele el servicio del agua en estos
casos, en un término perentorio de 48 horas...".
Podría pensarse que
el fontanero no es parte en esta acción de tutela y que la determinación del
a-quo sería asimilable a una orden policiva.
La Corte considera
que esto es posible en la tutela, porque el artículo 86 C.P. habla de que
"La protección consistirá en una orden", sin distinguir la
característica de la orden, lo importante es la protección INMEDIATA de los
derechos constitucionales fundamentales.
Tratándose del agua,
su vigilancia está generalmente bajo el cuidado de fontaneros[4] y su manejo ha sido
objeto de usos y costumbres sabios y ancestrales, muy ligados a la
cotidianidad. En la sentencia T-523/94 se recordó:
"Antiguamente,
antes de la Independencia de la Nueva Granada, agua y leña eran propiedad de
los Municipios. Pertenecían a la célula municipal, a los ejidos. Precisamente
agua y leña conformaban LOS PROPIOS de la Municipalidad.
En los poblados
pequeños realmente no se palpaba el problema porque la mayoría de las casas
tenían su "solar" con pequeñas "manas". Y, no faltaba a la
orilla de los caminos el "chorro de agua", sin que a nadie se le
ocurriera pensar siquiera que el agua para el uso doméstico pudiera pertenecer
a persona alguna. Esta realidad se mantuvo hasta mediados del presente siglo.
Podrían existir problemas en cuanto a regadío y por eso en las escrituras
públicas se insistía con frecuencia en la propiedad de la "tomas de
agua" o "nacimientos de agua", de ahí las servidumbres de agua,
pero fundamentalmente se referían a la propiedad inmobiliaria rural y al
aprovechamiento del agua para fines agrícolas. Sobre agua potable no había
discusión ."
El fontanero es en
muchos de nuestros municipios un empleado público, pero también es a veces
asalariado al servicio de las juntas administradoras de acueductos regionales.
El fontanero es en realidad, la persona que permanentemente está controlando la
circulación del agua, esta circunstancia le da una importancia que está ligada
a algunos de los deberes de la persona y del ciudadano, señalados en el
artículo 95 de la Carta:
- Respetar los
derechos ajenos,
-Impedir que no se
abuse de los propios,
-Obrar conforme al
principio de solidaridad social,
-Velar por la
conservación de un ambiente sano.
El fontanero es 1al
mismo tiempo OPERARIO (en su relación laboral con una entidad pública o con una
entidad privada) y OPERADOR de un servicio público.
Por lo tanto, la
efectividad de la orden que se dará en esta acción de tutela depende en un alto
grado de la actividad del fontanero, como operador de un servicio público.
Significa lo
anterior que el fontanero en primer término debe cumplir la orden que se le dá
en esta tutela como operador del servicio público: debe dar preferencia
a la circulación del agua para el uso doméstico, orden que, ya en su condición
de operario de la junta, no puede ser contradicha por la junta
administradora del acueducto de "La Cuchilla". A dicha junta,
corresponderá regular la distribución del agua que sobre después de cubrirse
las necesidades humanas. Se deja en claro que la orden que se da en esta tutela
obedece al presupuesto de que existe escasez de agua para uso doméstico de los
usuarios del citado acueducto de "La cuchilla", se hace esta
afirmación porque en el expediente hay prueba para llegar a tal conclusión.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución
RESUELVE:
PRIMERO.-
REVOCAR la sentencia de
segunda instancia proferida por el Juzgado 2º Civil del Circuito de Pitalito,
el 3 de mayo de 1995.
SEGUNDO.-
Conceder la tutela
impetrada por Fernando Agustín Delgado Ordóñez, protegiéndole el derecho a la
vida y por lo tanto a recibir agua para uso doméstico, del acueducto regional
"La Cuchilla" de San Agustín. Consecuencialmente, la Junta
Administradora de tal acueducto, representada por su Presidente, velará porque
el agua sea primordialmente destinada al uso doméstico y regulará la
distribución del agua que sobrare después de atender el uso doméstico adecuado;
y el fontanero controlará la circulación del agua en tal forma que los usuarios
la reciban en primer lugar y en forma debida para el consumo humano adecuado,
y, por lo tanto la destinación del agua para lagos y fábricas solamente podrá
ocurrir cuando haya exceso de liquido, previa autorización de la Asamblea
General de los usuarios y siempre y cuando no restrinja el consumo domiciliario.
En 48 horas se principiará a dar cumplimiento a las órdenes dadas en esta
sentencia.
TERCERO.- Comisiónese al Juez de 1ª instancia para
el cumplimiento de lo ordenado en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
CUARTO.-
El Juez de 1ª
instancia velará por el cumplimiento del presente fallo.
Notifíquese,
comuníquese y cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
[1]Magistrado Ponente: Alejandro Martínez Caballero.
[2] Por descuido del hombre han muerto varias de esas lagunas.
[3]Sentencia T-523/94, Magistrado Ponente: Alejandro Martínez
Caballero.
[4]Además, en cuanto a los fontaneros, existe dentro de este oficio
un aspecto histórico recogido aún en las definiciones del diccionario de la
lengua española.
FONTANERO: operario que
encaña, distribuye y conduce las aguas para sus diversos usos.
REAL FONTANERO: tiene
que ver con real de agua.
REAL DE AGUA: Medida
antigua de aforo, correspondiente al líquido que corría por un caño cuya boca
era del diámetro de un real de plata. En Madrid se fijó el gasto en tres
pulgadas cúbicas por segundo, o en cien cubos al día, que se considera en el
canal del Lozoya equivalente a treinta y dos hectolitros". |
524 | T-414-95
Sentencia No. T-414/95
Sentencia T-414/95
DERECHO DE PETICION EN ACTUACIONES
ADMINISTRATIVAS/DEBIDO PROCESO ADMINISTRATIVO
El
derecho de petición tiene por finalidad hacer posible el acceso de las personas
a la autoridad pública para que ésta, se vea precisada no solamente a tramitar
sino a responder de manera oportuna las solicitudes elevadas por aquéllas en
interés general o particular, pero no tiene sentido cuando la administración ha
asumido de oficio una actuación que adelanta ciñéndose a los términos y
requerimientos legales. En tales eventos las reglas aplicables para que se
llegue a decidir sobre el fondo de lo solicitado son las que la ley ha
establecido para el respectivo procedimiento, que obligan a los particulares
involucrados tanto como a las dependencias oficiales correspondientes, de modo
tal que -en la materia propia de la decisión final- no tiene lugar la
interposición de peticiones encaminadas a que el punto objeto de la actuación
administrativa se resuelva anticipadamente y por fuera del trámite normal.
DEBIDO PROCESO ADMINISTRATIVO-Retención de vehículo
La División de Fiscalización -Grupo
Aduanas-, ha venido obrando en cumplimiento de sus funciones y dentro de los
términos previstos en la ley, por lo cual no ha podido establecerse desconocimiento
del debido proceso ni dilación injustificada en el trámite emprendido. El
ciudadano, mediante apoderado legalmente constituido, viene siendo escuchado
por la autoridad administrativa que adelanta la investigación en su contra. La
entidad pública le ha notificado el contenido de las providencias que lo
afectan y, además de interponer los respectivos recursos, el demandante ha
podido controvertir las pruebas que lo comprometen como responsable así como
aportar aquellas que lo favorecen.
DERECHO DE PETICION-Reiteración de solicitudes/DERECHO DE
PETICION-Casos en que se presenta abuso
El derecho de petición no resulta vulnerado
cuando la autoridad omite reiterar una respuesta dada por ella misma al
solicitante. El derecho de petición no implica que, una vez la autoridad ha
respondido al solicitante, deba repetir indefinidamente la misma respuesta
frente a nuevas solicitudes cuando éstas son idénticas a la inicial inquietud,
ya satisfecha.
DERECHO AL BUEN NOMBRE-Iniciación de proceso administrativo/DERECHO
A LA HONRA-Iniciación del proceso administrativo
Cuando, en ejercicio de sus funciones, las
autoridades públicas vinculan a una persona, en legal forma, a un proceso
judicial o administrativo, quien resulta incurso en él carece de fundamento
para reclamar violación del derecho al buen nombre, pues la organización
estatal se encuentra legitimada para iniciar y llevar hasta su culminación los
trámites que permitan establecer si el sindicado es responsable del
comportamiento objeto de investigación. Los derechos a la honra y al buen
nombre no significan la posibilidad de evadir los procesos e investigaciones
que, de conformidad con el sistema jurídico, pueden y deben iniciar las
autoridades públicas cuando tienen noticia acerca de una posible infracción.
Antes de llegar a la definición judicial o administrativa, cuando el proceso o
actuación apenas se halla en curso, nadie afirma ni puede afirmar que haya
responsabilidad del investigado, por lo cual éste no puede deducir de la sola
iniciación del proceso el desconocimiento de sus derechos a la honra y al buen
nombre.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente T-69603
Acción de tutela instaurada por ZACARIAS
SAHLI KHALIL contra la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, Regional
Norte -Barranquilla-.
Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá,
D.C., a los trece (13) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y
cinco (1995).
Revisa la Corte el fallo proferido por la
Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla al
resolver sobre el asunto en referencia.
I. INFORMACION PRELIMINAR
La acción de tutela fue instaurada por
ZACARIAS SAHLI KHALIL, por conducto de apoderado.
El actor dijo ser propietario de un
vehículo aprehendido el 4 de enero de 1995 por el Grupo de Automotores de la
SIJIN -Policía Nacional- de Barranquilla.
Según la demanda, el 17 de enero la Policía
Nacional resolvió poner el automotor a disposición de la Dirección de Impuestos
y Aduanas Nacionales -DIAN-, Regional Norte (Barranquilla). Allí la
investigación correspondiente fue asumida por la División de Fiscalización
-Grupo Aduanas-.
El apoderado manifestó que desde el 26 de
enero solicitó al Jefe de la División la entrega del vehículo, sin haber
obtenido respuesta positiva o negativa.
Volvió a elevar solicitud el 14 de febrero,
en demanda de la "entrega inmediata e incondicional" del aludido
bien, alegando que había sido aprehendido y retenido ilegalmente, sin que,
hasta la fecha de instaurar la acción de tutela, hubiera recibido respuesta.
Por tercera y cuarta vez pidió la
devolución del carro mediante comunicaciones del 3 y el 9 de marzo. De acuerdo
con su afirmación, no recibió respuesta.
Sostuvo que, de parte de la DIAN, no ha
habido un pronunciamiento sobre la autenticidad del documento público que
ampara el vehículo.
A su juicio, la aprehensión y retención de
la camioneta, sin ningún fundamento de orden legal, así como la negligencia, el
desinterés y el silencio ante las reiteradas peticiones vulneran los derechos
de petición y debido proceso y causan grandes perjuicios de orden moral y económico
al legítimo propietario.
Además -expuso- se ha violado el derecho de
propiedad de Zacarías Zahli Khalil, pues éste adquirió el vehículo en legal
forma y de buena fe exenta de culpa, y, además, se afecta su honra y su buen
nombre.
Solicitó que, por la vía de la tutela, se
dispusiera la entrega inmediata e incondicional del automotor varias veces
mencionado y que se ordenara investigación disciplinaria contra el Jefe de la
División de Fiscalización -Grupo Aduanas- de la DIAN Barranquilla, por el
incumplimiento de sus obligaciones.
II. DECISION JUDICIAL
La Sala Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Barranquilla, mediante sentencia del 7 de abril de 1995,
resolvió denegar por improcedente la tutela instaurada, pues, según su análisis
del material probatorio, ninguno de los derechos reclamados por el accionante
fue conculcado.
Consideró la Sala que el derecho al debido
proceso no fue violado puesto que la DIAN había seguido y estaba siguiendo un
proceso, ventilado conforme a las normas legales, dentro del cual el
peticionario cuenta con mecanismos para salvaguardar sus intereses particulares.
En cuanto al derecho de petición, el
Tribunal invocó jurisprudencia de esta Corte en cuya virtud aquél no puede ser
invocado para solicitar a un juez que haga o deje de hacer algo dentro de su
función judicial, pues ella está gobernada por los principios y normas del
proceso correspondiente. Los pedimentos que se formulen están sujetos a las
oportunidades y formas que la ley señale.
En lo relativo al derecho de propiedad, no
fue desconocido según el Tribunal, toda vez que la DIAN actuó en uso de
facultades legales, en especial las conferidas por los decretos 2117 de 1992 y
1800 de 1994, dentro de una investigación que tiene por fin determinar la
legalidad de la adquisición del vehículo, de tal manera que, una vez culmine el
respectivo proceso, se determinará la entrega del automotor a su dueño o el
decomiso definitivo.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte Constitucional es competente para
revisar la sentencia en mención, con arreglo a los artículos 86 y 241, numeral
9, de la Constitución Política y según el Decreto 2591 de 1991.
Las reglas del debido proceso obligan a los
particulares
Ha destacado la Corte que "dentro del
marco jurídico trazado por la Carta Política de 1991, ha perdido su razón de
ser la discusión acerca de si el debido proceso es exclusivo de los trámites
judiciales o si debe extenderse a los procedimientos y actuaciones que se
surten ante la administración, pues el nítido tenor literal del artículo 29 de la
Constitución no deja lugar a dudas: 'El debido proceso se aplicará a toda clase
de actuaciones judiciales y administrativas'" (Cfr. Corte Constitucional.
Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-460 del 15 de julio de 1992).
Ello implica que las dependencias y
funcionarios estatales, aunque no sean jueces, están obligados a respetar las
garantías procesales y que tan sólo dentro de las reglas previamente
determinadas por la ley pueden proferir decisiones que afecten a los
particulares, en especial cuando se trata de actuaciones encaminadas a
establecer si una persona o entidad ha incurrido en faltas que ameriten la imposición
de sanciones. El debido proceso descansa sobre el supuesto de la presunción de
inocencia, la cual tiene que ser desvirtuada por el Estado para que se hagan
posibles el señalamiento del procesado como infractor y los castigos que, según
la ley, merezca.
Pero este principio no solamente obliga al
Estado. También los particulares involucrados en un proceso, sea de naturaleza
judicial o administrativa, están obligados a observar y a acatar las reglas que
la legislación haya establecido. Los particulares quedan vinculados por la
normatividad propia de cada juicio o actuación y no pueden, según su voluntad,
admitir aquello que de las formas procesales, trámites y términos les beneficie
y rechazar lo que les sea desfavorable. Tampoco les es permitido interrumpir o
dilatar los procesos mediante el uso de peticiones o recursos ajenos a ellos y,
por lo tanto, improcedentes, salvo los casos excepcionales en que cabe la
acción de tutela por vulneración de derechos fundamentales.
En lo referente a actuaciones judiciales
debe reiterarse lo ya afirmado por esta Corte:
"...resulta indudable que el derecho
de petición puede ejercerse ante los jueces; que, en consecuencia, éstos se
hallan obligados a tramitar y responder las solicitudes que se les presenten,
en los términos que la ley señale, y que, si no lo hacen, vulneran la
preceptiva constitucional.
No obstante, el juez o magistrado que
conduce un proceso judicial está sometido -como también las partes y los
intervinientes- a las reglas del mismo, fijadas por la ley, lo que significa
que las disposiciones legales contempladas para las actuaciones administrativas
no son necesariamente las mismas que debe observar el juez cuando le son
presentadas peticiones relativas a puntos que habrán de ser resueltos en su
oportunidad procesal y con arreglo a las normas propias de cada juicio
(artículo 29 C.P.).
Debe distinguirse con claridad entre
aquellos actos de carácter estrictamente judicial y los administrativos que
pueda tener a su cargo el juez. Respecto de éstos últimos son aplicables las
normas que rigen la actividad de la administración pública, es decir, en la
materia bajo análisis, las establecidas en el Código Contencioso Administrativo
(Decreto 01 de 1984).
En cambio, las actuaciones del juez dentro
del proceso están gobernadas por la normatividad correspondiente, por lo cual
las solicitudes que presenten las partes y los intervinientes dentro de aquél
en asuntos relacionados con la litis tienen un trámite en el que
prevalecen las reglas del proceso.
En ese orden de ideas, nadie podría alegar
que el juez viola su derecho de petición cuando, principiando el proceso,
presenta una solicitud orientada a obtener la definición propia de la sentencia
y no se le responde dentro de los términos previstos en el Código Contencioso
Administrativo sino que se posterga la resolución hasta el momento del fallo.
En tales circunstancias, ante eventuales actitudes morosas para resolver, el
derecho fundamental que puede invocar el interesado no es el de petición sino
el del debido proceso". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de
Revisión. Sentencia T-334 del 31 de julio de 1995).
Por lo que atañe a la administración, el
derecho de elevar peticiones respetuosas a las autoridades tiene una mayor
amplitud, deducida de la norma constitucional que lo consagra, pero no puede
olvidarse que cuando el objeto de una determinada solicitud tiene previstos en
la ley ciertos trámites y requisitos, o cuando se han consagrado términos
específicos para resolver sobre ella, el peticionario debe someterse a la
normatividad respectiva, sin pretender, mediante peticiones relativas al fondo
del mismo asunto que es materia de trámite, la modificación de lo ya reglado.
El derecho de petición tiene por finalidad
hacer posible el acceso de las personas a la autoridad pública para que ésta,
obligada como está por el artículo 23 de la Constitución, se vea precisada no
solamente a tramitar sino a responder de manera oportuna las solicitudes
elevadas por aquéllas en interés general o particular, pero no tiene sentido
cuando la administración ha asumido de oficio una actuación que adelanta
ciñéndose a los términos y requerimientos legales. En tales eventos las reglas
aplicables para que se llegue a decidir sobre el fondo de lo solicitado son las
que la ley ha establecido para el respectivo procedimiento, que obligan a los
particulares involucrados tanto como a las dependencias oficiales
correspondientes, de modo tal que -en la materia propia de la decisión final-
no tiene lugar la interposición de peticiones encaminadas a que el punto objeto
de la actuación administrativa se resuelva anticipadamente y por fuera del
trámite normal.
Desde luego, lo dicho no implica que la
existencia de normas procesales aplicables al proceso administrativo haga
nugatorio el derecho de petición. Lo que significa es que su ejercicio debe
supeditarse a reglas distintas de las ordinarias, propias para el trámite
correspondiente. Obviamente el derecho de petición puede ser invocado, aun por
fuera de esos preceptos especiales, cuando la administración incurre en mora de
resolver dentro de los términos legales o cuando se trata de obtener la
resolución de cuestiones incidentales que resultan pertinentes de acuerdo con
la naturaleza propia de la actuación que se adelanta.
En relación con los hechos que sirvieron de
fundamento al accionante, la Sala encuentra que los actos adelantados por la
Policía Nacional, SIJIN -División de Automotores-, y por la DIAN, Regional
Norte (Barranquilla), cuentan con pleno soporte constitucional y legal, toda
vez que cada una de estas autoridades ha cumplido, en el asunto que se revisa,
con las funciones que el ordenamiento jurídico les impone.
De acuerdo con el oficio número 00048 del
17 de enero del presente año, el Departamento de Policía Atlántico, Sección
Policía Judicial -Unidad Automores-, dejó el vehículo aprehendido a disposición
del Administrador de la DIAN -Regional Norte-, informando que "...fue
inmovilizado en el peaje de Ponedera, cuando era conducido por el señor ADHAN
HASSAN SAID (...), por presentar los sistemas de identificación adulterados"
y por cuanto "la declaración de Saneamiento no reposa en esa
dependencia".
El estudio técnico que adelantó la Policía
Judicial dió como resultado que la morfología, superficie y guarismos del motor
y del chasis no eran originales de fabrica.
Con base en los informes de la Policía
Nacional, la DIAN, Regional Norte, mediante auto de apertura del 22 de marzo,
inició el proceso correspondiente. El 3 de abril abrió pliego de cargos contra
SAHLI KHALIL y dispuso el decomiso del automotor.
Los actos adelantados por la autoridad
aduanera encuentran fundamento legal en lo dispuesto por el artículo 1o del
Decreto 1800 del 3 de agosto de 1994, por medio del cual se unifican
procedimientos en materia aduanera y se dictan otras disposiciones. La norma en
mención establece:
"Procedimiento para definir la
situación jurídica de mercancías aprehendidas. (...)
Surtidos todos los trámites de aprehensión,
reconocimiento y avalúo de la mercancía, la división de fiscalización en el
término de un (1) mes formulará el correspondiente pliego de cargos al
declarante, al tenedor, a quien tenga derecho sobre la mercancía y/o a la
empresa transportadora, según el caso. A su turno, el destinatario podrá
presentar los respectivos descargos dentro del mes siguiente a la fecha de
notificación del respectivo pliego.
"Recibidos los descargos o cumplido el
término otorgado para el efecto, la administración, a través de la División de
Liquidación o de quien haga sus veces, dispondrá de tres (3) meses,
prorrogabais por una sola vez y hasta por el mismo término, para decidir la
situación jurídica de las mercancías.
Contra el respectivo acto administrativo
sólo procederá el recurso de reconsideración, el cual deberá interponerse
dentro del mes siguiente a la fecha de su notificación. La administración
contará con tres (3) meses para resolver dicho recurso a través de la División
Jurídica o de quien haga sus veces"
Atendiendo al acervo probatorio, para cuyo
recaudo la Corte Constitucional ordenó la práctica de una inspección judicial
al respectivo expediente y dispuso escuchar en declaración a varios de los
servidores públicos que han participado en el proceso, se encuentra que la
División de Fiscalización -Grupo Aduanas-, ha venido obrando en cumplimiento de
sus funciones y dentro de los términos previstos en la ley, por lo cual no ha
podido establecerse desconocimiento del debido proceso ni dilación
injustificada en el trámite emprendido.
De las diligencias ordenadas por la Corte
Constitucional logró concluirse que el pliego de cargos abierto por la
DIAN -Regional Norte- contra ZACARIAS SAHLI KHALIL, fue notificado por correo
el 4 de abril del presente año, ante lo cual el investigado respondió mediante
escrito radicado el día 20 del mismo mes.
Al cotejar los actos de la DIAN -Regional
Norte- con lo preceptuado en las normas reguladoras del respectivo proceso,
puede percibirse que la autoridad aduanera ha adelantado las diligencias que le
corresponden, por lo cual es infundada la afirmación del accionante en el
sentido de que le fue vulnerado el derecho de defensa, pues, como se ha
demostrado, el ciudadano ZACARIAS SAHLI KHALIL, mediante apoderado legalmente
constituido, viene siendo escuchado por la autoridad administrativa que
adelanta la investigación en su contra. La entidad pública le ha notificado el
contenido de las providencias que lo afectan y, además de interponer los
respectivos recursos, el demandante ha podido controvertir las pruebas que lo
comprometen como responsable así como aportar aquellas que lo favorecen.
Ante la carencia absoluta de fundamento
jurídico en las pretensiones formuladas por el petente, quien alega violación
del derecho al debido proceso, la Sala observa que no era pertinente el
ejercicio reiterado del derecho de petición para resolver precisamente lo que
se controvertía y que tampoco cabe la acción de tutela pues de lo actuado por
la administración no se infiere violación del aludido derecho fundamental.
El derecho de petición no resulta vulnerado
cuando la autoridad omite reiterar una respuesta dada por ella misma al
solicitante
El derecho de petición no implica que, una
vez la autoridad ha respondido al solicitante, deba repetir indefinidamente la
misma respuesta frente a nuevas solicitudes cuando éstas son idénticas a la
inicial inquietud, ya satisfecha.
Sobre esta materia la Corte Constitucional
ha señalado:
"Así, pues, contestada una petición en
sentido contrario al querido por el solicitante, no es razonable que éste
pretenda vulnerado su derecho cuando la administración deja de responderle peticiones
iguales sin haber cambiado la normatividad que gobierna el asunto y
permaneciendo las mismas circunstancias consideradas al resolver en la primera
oportunidad" (Cfr. Corte Constitucional, Sala Quinta de Revisión,
Sentencia T-121 del 21 de marzo de 1995).
En el presente caso ha quedado demostrado
que los representantes de la DIAN -Regional Norte- (Barranquilla), respondieron
de manera rápida, oportuna y eficiente a las peticiones formuladas por diversas
personas que manifestaron actuar a nombre del accionante.
Distinto es que, luego de haber obtenido
respuesta de la autoridad aduanera, mediante la cual le fue explicado el motivo
de la retención del vehículo, el petente, conociendo el estado del proceso
administrativo y los recursos legales que podía interponer, hubiera reiterado,
en más de dos ocasiones, su pretensión de obtener la entrega inmediata e
incondicional del automotor, decisión que la autoridad pública puede tomar o
no, según el resultado de la correspondiente investigación.
El derecho al buen nombre no resulta
vulnerado por la vinculación de una persona a un proceso adelantado de
conformidad con la ley
De acuerdo con lo establecido en el
artículo 15 de la Constitución Política, el Estado tiene el deber de respetar y
hacer respetar el derecho al buen nombre de las personas. Sin embargo, esta
garantía, como todas las consagradas en la Carta, no es absoluta, pues
encuentra límites en el interés social representado por las autoridades
públicas, quienes, observando el ordenamiento jurídico, están facultadas para
dar a conocer informaciones objetivas y veraces acerca del comportamiento de
las personas que integran el conglomerado.
Cuando, en ejercicio de sus funciones, las
autoridades públicas vinculan a una persona, en legal forma, a un proceso
judicial o administrativo, quien resulta incurso en él carece de fundamento
para reclamar violación del derecho al buen nombre, pues la organización
estatal se encuentra legitimada para iniciar y llevar hasta su culminación los
trámites que permitan establecer si el sindicado es responsable del
comportamiento objeto de investigación.
Los derechos a la honra y al buen nombre no
significan la posibilidad de evadir los procesos e investigaciones que, de
conformidad con el sistema jurídico, pueden y deben iniciar las autoridades
públicas cuando tienen noticia acerca de una posible infracción.
Bien se sabe que la sola circunstancia de
la indagación no compromete ni define la licitud de la conducta del individuo y
que tan sólo sobre la base de que aquélla culmine, de conformidad con la ley y
habiendo sido garantizado el debido proceso, pueden desvirtuarse las presunciones
de inocencia y buena fe.
Así las cosas, antes de llegar a la
definición judicial o administrativa, cuando el proceso o actuación apenas se
halla en curso, nadie afirma ni puede afirmar que haya responsabilidad del
investigado, por lo cual éste no puede deducir de la sola iniciación del
proceso el desconocimiento de sus derechos a la honra y al buen nombre.
Por lo anterior, considera la Sala que en
este caso tales derechos no han sido quebrantados. Apenas acontece que contra
el accionante se ha iniciado un proceso administrativo que puede concluir tanto
en su condena como en su absolución.
DECISION
Con base en las expuestas consideraciones, la
Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMASE el fallo proferido por la Sala Penal
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, mediante el cual
se negó el amparo solicitado por ZACARIAS SAHLI KHALIL.
Segundo.- LIBRESE la comunicación prevista en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
525 | T-415-95
Sentencia No. T-415/95
Sentencia No.
T-415/95
INSUBSISTENCIA-Improcedencia de la tutela
La acción de
tutela resulta improcedente cuando el peticionario cuenta con otros mecanismos
de defensa judicial. En el presente asunto, el juez de tutela se encuentra
frente a un acto administrativo, amparado por la presunción de legalidad, y
ante el cual la persona interesada puede ejercer la acción de nulidad.
PERJUICIO
IRREMEDIABLE-Inexistencia
El hecho de que
la actora tenga la posibilidad de acudir a la jurisdicción
contencioso-administrativa con el fin de lograr la anulación del acto
administrativo mediante el cual presuntamente se le violan sus derechos
fundamentales, permite concluír que no se cumplen los elementos determinantes
del perjuicio irremediable y, por tanto, no puede tenerse en cuenta dicho
perjuicio para admitir la presente acción como mecanismo transitorio; así, la
utilización de los mecanismos de defensa judicial al servicio de la interesada,
hace que no exista el perjuicio irremediable. Además, dentro de un eventual
proceso contencioso- administrativo, la peticionaria tiene la posibilidad de
solicitar la suspensión provisional del acto que presuntamente vulnera sus
derechos, con lo cual se desvirtúa también la inminencia del perjuicio.
Ref: Expediente
T-69026
Peticionaria:
María del Rosario Motta Escalante.
Procedencia: Sala
Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Neiva (Huila).
Magistrado
Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Tema:
Improcedencia de la acción de tutela-
Santafé de Bogotá,
D.C., dieciocho (18) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
en el proceso de
tutela radicado bajo el número T- 69026, adelantado por la señorita María del
Rosario Motta Escalante, en contra del señor director del hospital regional de
Pitalito (Huila), doctor Pedro León Reyes Gaspar.
I. ANTECEDENTES
De acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del decreto 2591
de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional
escogió para efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión procede a dictar
la sentencia correspondiente.
1. Solicitud
La señorita María
del Rosario Motta Escalante interpuso ante el Juzgado Primero Penal del Circuito
de Pitalito (Huila), acción de tutela contra el señor director del hospital
regional de Pitalito (Huila), doctor Pedro León Reyes Gaspar, con el fin de que
se obligue al Estado a que garantice la efectividad y la protección de sus
derechos fundamentales al trabajo, a la libre escogencia de profesión u oficio,
a la igualdad de oportunidades para los trabajadores y a la estabilidad
laboral, consagrados en los artículos 2o., 25, 26 y 53, respectivamente, de la
Constitución Política.
2. Hechos
La peticionaria
manifiesta que el día primero (1o.) de agosto de 1994, tomó posesión del cargo
de enfermera en servicio social obligatorio en el hospital regional de Pitalito
(Huila), por el término de seis (6) meses, con el fin de cumplir con el
requisito necesario para obtener la correspondiente licencia profesional.
Sostiene que fue
asignada a la sección de pediatría, y que su horario normal de trabajo era de
siete (7) a.m. a doce (12) m y de dos (2) a cinco (5) p.m, de lunes a viernes,
y que los sábados trabajaba de siete (7) a once (11) a.m: No obstante lo
anterior, manifiesta que en repetidas ocasiones trabajó horas extras, pese a no
encontrarse registrada como “disponible".
Según los hechos
narrados por la actora, el día catorce (14) de enero de 1995, el doctor Pedro
Reyes Gaspar le ordenó que se preparara para viajar a la ciudad de Neiva, toda
vez que se hacía necesario el traslado de un menor de edad a dicha ciudad, ya
que éste presentaba serios problemas de salud. Ante la orden impartida, afirma
que le manifestó al director del hospital que le era imposible realizar dicho
viaje, ya que debía cuidar a su hijo, menor de edad, y que en ese momento no
contaba con ninguna persona para que se hiciera cargo del mismo. Posteriormente
agrega: "Tampoco advertí que para este caso el paciente del cual se
trataba (...) debería ser remitido bajo atención médica, según indicación del
médico pediatra doctor Leonel Jávela, el cual verbalmente conceptuó que por las
posibles complicaciones del menor, como la de un paro cardio - respiratorio, el
paciente ameritaba ser remitido por un médico."
Dice que de acuerdo
con la información que le suministraron los doctores Polo Narváez y Alejandro
Gómez, así como la auxiliar en enfermería Fanny Motta, el director del
hospital, junto con el coordinador médico, estuvieron buscando al médico
disponible, quién para ese día era el doctor Andrés García, pero como no
lograron localizarlo, se tomó la decisión de enviarla a ella para que viajara a
Neiva en compañía del menor.
Así, afirma que al
expresarle sus motivos al doctor Reyes Gaspar, éste le manifestó que no
mezclara sus problemas personales con los asuntos laborales, y que si no quería
viajar, debía conseguir un médico u otra persona que acompañara al menor que
iba a ser remitido a Neiva. Dice que el doctor Reyes "me amenazó
diciéndome que si el niño remitido se complicaba y le ocurría algo, yo debía
responder penal y administrativamente, a pesar de que el pediatra conceptuaba
que debería viajar en compañía de un médico, al prever la posibilidad de un
paro cardiorespiratorio del menor, para lo cual una enfermera jefe no esta lo
suficientemente preparada para manejarlo. Pocos minutos después llegó al
hospital el médico Andrés García, el cual había recibido la comunicación que se
necesitaba urgente en la institución. Personalmente le comuniqué lo que sucedía
y de común acuerdo quedamos que él viajaría con el niño, cosa que le informó al
director del hospital y así se hizo."
Manifiesta la
peticionaria que el día veinte (20) de enero recibió una comunicación suscrita
por el director del hospital en la cual le solicitaba que le explicara por
escrito las razones por las cuales se abstuvo de viajar a Neiva. Debido a
motivos de trabajo afirma que no pudo dar respuesta a la solicitud del doctor
Pedro Reyes antes del veintisiete (27) de enero, día en el cual recibió una
comunicación en la que se le informaba que había sido declarada insubsistente.
Al indagar por los motivos de dicha decisión, afirma que el doctor Reyes le
manifestó que, dada su condición de director del hospital, tenía toda la
libertad para proceder en tal sentido. En virtud de que únicamente le restaban
cuatro días para cumplir con el tiempo de su servicio social obligatorio, la
peticionaria afirma que le manifestó al director del hospital que estaba de
acuerdo con su decisión de declararla insubsistente, pero que le expidiera el
certificado de prestación del servicio, ante lo cual obtuvo una respuesta
negativa, con el argumento de que no había cumplido a cabalidad con sus
funciones.
Manifiesta que al no
obtener el certificado de prestación de servicio hace imposible la obtención de
su licencia profesional, e implica que debería repetir nuevamente la prestación
del servicio social obligatorio, esperando a que el Servicio Seccional de Salud
o la Secretaría de Salud de Neiva la asignara a otra institución, situación en
la cual tendría que vivir alejada de su esposo, quien se desempeña como médico
en el Municipio de Acevedo, lo cual, a su juicio, traería serios perjuicios a
la unidad familiar.
3.
Pretensiones
Solicita la
peticionaria que se ordene al director del hospital regional de Pitalito
(Huila) que la reintegre a sus labores como enfermera, por el término que le
resta para cumplir con su servicio social obligatorio, y que una vez cumplido
dicho término, se le expida el correspondiente certificado de prestación se
servicios.
III. LAS
DECISIONES JUDICIALES
1. Primera
instancia
Mediante auto de
fecha siete (7) de febrero de 1995, el Juzgado Primero Penal del Circuito de
Pitalito (Huila) asumió el conocimiento de la presente acción de tutela, y
decretó y recolectó las pruebas que a continuación se relacionan:
- Declaración
de Leonel Jávela P.
El declarante, quien
manifestó ser médico pediatra del hospital regional de Pitalito, afirmó que a
su cargo se encontraba el menor de edad, quien por recomendación suya fue
trasladado a la ciudad de Neiva. De acuerdo con lo manifestado por el testigo,
debido al delicado estado de salud en que se encontraba dicho menor, recomendó
que el traslado se hiciera en compañía de un médico, debido a que se podía
presentar un estado de crisis que solamente podía ser afrontado por una persona
calificada.
- Declaración
de los doctores Héctor Alejandro Gómez y Polo Narváez.
Los declarantes,
quienes se desempeñan como médicos del hospital regional de Pitalito,
coincidieron en afirmar que el despido de la peticionaria fue injusto, toda vez
que el director del centro hospitalario ha debido oír en descargos a la
afectada. Igualmente afirmaron que el traslado del menor a la ciudad de Neiva
se debía hacer en compañía del médico disponible, quien para la noche del
incidente que motivo el despido era doctor Andrés García. Además manifestaron
que la enfermera María del Rosario Motta Escalante es una persona cumplidora de
su deber, lo cual coincide con los testimonios rendidos por las enfermeras
auxiliares Clotilde Nieto y Fanny Motta.
- Declaración
del señor Pedro León Reyes, director del hospital regional de Pitalito.
El declarante, quien
es la persona accionada en la presente tutela, afirmó que la enfermera María
del Rosario Motta Escalante se ausentó de su trabajo en varias ocasiones, y
que además se abstuvo de acudir al llamado que se le hiciera desde el hospital,
con el fin de que practicara un electrocardiograma, aduciendo que se encontraba
con dolor de cabeza. Agrega que las afirmaciones hechas por la accionante son
falsas, toda vez que existen documentos y personas que pueden atestiguar que se
trataba de una funcionaria que no cumplía cabalmente con su deber.
Afirma que la actora
sabía que el fin de semana en que ocurrió el incidente que dio lugar a la
declaratoria de insubsistencia se encontraba como disponible, lo cual, de
acuerdo con la Resolución Ministerial No. 11632, la obligaba a atender
cualquier llamado que se le hiciera. Sostiene también que el perjuicio que se
le ha podido causar es producto del incumplimiento en sus deberes.
- Declaración
de la señora María del Rosario Motta Escalante.
La peticionaria,
además de ratificar los hechos expuestos en su demanda, afirmó que no era
cierto que se hubiese ausentado de su trabajo; afirma que esos días en que no
laboró se encontraba haciendo uso de los llamados "días
compensatorios" a que tenía derecho.
- Copia del
oficio de fecha 21 de noviembre de 1994, suscrita por el doctor Julio Cesar
Millán Villa, dirigida al doctor Abner Lozano.
En dicho oficio, el
doctor Millán pone en conocimiento del coordinador de urgencias del hospital
regional de Pitalito el incidente ocurrido el día 20 de noviembre de 1994,
cuando siendo la una de la mañana llamó a la enfermera María del Rosario Motta
con el fin de que se hiciera presente en el centro médico, para que practicara
un electrocardiograma, ante lo cual dicha enfermera se negó aduciendo que
padecía de dolor de cabeza. "Es mi criterio -se lee en el oficio en
comento- que este tipo de actitud denota franca negligencia por parte de la
funcionaria, pues en el evento de que fuera cierta su excusa, lo más correcto
debía ser comunicarse con el médico de turno, explicándole sus inconvenientes y
solicitando el favor de tomar el E.C.G. Deseo que este tipo de comportamiento
se sancione adecuadamente, pues si permitimos que se sigan presentando, lo
único que lograremos es que los funcionarios que tratan de cumplir a cabalidad
sus labores se desmotiven a seguir haciéndolo."
- Copia del
oficio de fecha 15 de diciembre de 1994, dirigida a la peticionaria y suscrita
por Amanda Lucero Ordóñez, enfermera coordinadora regional.
En el citado oficio,
la enfermera coordinadora regional le informa a la peticionaria que, habiendo
recibido su respuesta al oficio mediante el cual se le solicitó explicación por
el incumplimiento a su turno de disponibilidad los días 3 y 4 de diciembre, y
su ausencia en su trabajo el día 5 de diciembre de 1994, su excusa es
inaceptable y su conducta es contraria a las normas y reglamentos del hospital,
ante lo cual le hizo un llamado de atención ya que dichos hechos se constituyen
en una causal de investigación disciplinaria.
- Copia del
oficio de fecha 28 de diciembre de 1994, suscrita por la enfermera coordinadora
regional, dirigida a la doctora Rubiela Lozano Esteban, coordinadora técnica
del Hospital Regional de Pitalito.
A través del escrito
en comento, la enfermera coordinadora regional informó a la coordinadora
técnica del hospital regional de Pitalito que los días 27 y 28 de diciembre de
1994 la enfermera María del Rosario Motta Escalante no se presentó a su
trabajo, sin la debida autorización. Además, afirma que "en Administración
no aparece AP 1 autorizando la ausencia de dicha funcionaria. Le pregunté al
doctor Leonel Jávela, coordinador de pediatría, y el me dijo que ella le había
pedido permiso el 23 de diciembre el la fiesta que se hizo en Punto Verde; el
doctor le preguntó si estaba autorizada por la jefe de enfermería y ella le
dijo que no lo había encontrado para dicha autorización por lo tanto él le
concedió el permiso."
- Copia del
oficio de fecha 20 de enero de 1995, suscrito por el director del Hospital
Regional de Pitalito.
A través del citado
oficio, el director del hospital le solicitó a la peticionaria que "a la
mayor brevedad posible me envíe por escrito las razones que justificaron su
desacato a las órdenes impartidas por mi, el 14 de enero de 1995, donde se le
solicitó se desplazara a la ciudad de Neiva, como enfermera acompañante del
paciente hijo de Ana Murcia, remitido delicado de salud al Hospital General de
Neiva, a las 9:30 p.m. Debo agregar además, su forma altanera y grosera como me
respondió, faltándome al respeto como Director de la Institución."
- Carta de
fecha 23 de enero de 1995, suscrita por la señora María del Rosario Motta
Escalante, dirigida al director del Hospital Regional de Pitalito.
Dando respuesta a
las explicaciones solicitadas por el director del hospital, la peticionaria
afirmó que el desacato a sus órdenes se debió a que la noche del 14 de enero de
1995 no contaba con una persona que se hiciera cargo del cuidado de su hijo
menor de edad. Además anotó que "como es de su saber nosotras las
enfermeras no contamos con la preparación profesional suficiente para atender
casos de emergencia, los cuales se preveían que pasará con el niño, como es
complicaciones con un paro respiratorio (sic)."
Además de manifestar
que tenía entendido que para ese tipo de casos se debe contar con la
intervención del médico disponible, manifestó que "aclarando el equívoco
concepto acerca de ud. creer que mi forma fue altanera y grosera, considero que
en ningún momento falte a su respeto ya que no soy una persona que se
caracteriza por esos actos".
La mencionada carta
fue recibida el día 27 de enero de 1995 en la dirección general del hospital
regional de Pitalito.
- Copia del
oficio de 27 de enero de 1995, suscrito por el directos del hospital regional
de Pitalito, mediante
el cual el director del hospital le informó a la peticionaria que, mediante
resolución 0046 del 26 de enero de 1995, había sido declarada insubsistente en
su cargo.
- Copia de la
resolución 0046 del 26 de enero de 1995, mediante la cual el director del hospital regional
de Pitalito, haciendo uso de las atribuciones que le confiere la ley 10 de
1990, declaró insubsistente a la enfermera María del Rosario Motta Escalante, a
partir del 25 de enero de 1995.
- Copias de
las cartas de fecha 27 de enero y 8 de febrero de 1995, mediante las cuales varios funcionarios
del hospital regional de Pitalito manifiestan que la enfermera María del
Rosario Motta Escalante cumplía en forma eficiente, responsable y cumplida su
trabajo, y además solicitan su reintegro, con el fin de que pueda terminar con
su servicio social obligatorio.
- Declaración
de Nohra Liliana Montañez.
La declarante, quien
manifestó ser médica del hospital referido, afirmó que presenció el incidente
ocurrido entre la peticionaria y el director del centro médico, y que, a su
juicio, la actitud de la enfermera Motta Escalante fue inapropiada y descortés;
además manifestó que dicho comportamiento es motivo suficiente para decretar el
retiro de la funcionaria, "porque en estos casos se esta jugando con la
vida del paciente".
Es de anotar que el
juzgado del conocimiento recibió otros testimonios de varios funcionarios del
hospital regional de Pitalito, los cuales expresaron sus opiniones subjetivas
acerca de los hechos de la presente acción de tutela.
2. Fallo de
primera instancia.
Mediante providencia
de fecha catorce (14) de febrero de 1995, el Juzgado Primero Penal del Circuito
de Pitalito (Huila), resolvió "ORDENAR el restablecimiento inmediato de
los siguientes preceptos fundamentales: de los fines esenciales del Estado
(Art. 2o. C.N.). El trabajo como derecho y obligación del Estado (Art. 25
C.N.), la exigencia de títulos de idoneidad para el ejercicio de profesiones y
oficios (Art. 26 C.N.), el derecho al debido proceso (Art. 29 C.N), la igualdad
de oportunidades de los trabajadores, la remuneración proporcional a la
cantidad y calidad del trabajo, la estabilidad del empleo y las
irrenunciabilidad a los beneficios mínimos establecidos en las normas laborales
(Art. 53 C.N.)."
En virtud de lo
anterior, el a-quo dispuso que, dentro del término de cuarenta y ocho
horas, el director del hospital regional de Pitalito reintegrara a la enfermera
María del Rosario Motta Escalante, por el término de seis (6) días, con el fin
de que culmine su servicio social obligatorio, y que una vez ocurriera esto,
expidiera la certificación de prestación de servicios.
Luego de un análisis
del acervo probatorio el Juez Primero Penal de Pitalito consideró que si bien
es cierto que la peticionaria ha incurrido en algunas faltas en su trabajo, lo
procedente era adelantar un proceso de tipo disciplinario, en el cual se
escucharan los descargos de la funcionaria, se practicaran las pruebas
pertinentes, para luego adoptar la sanción a que hubiere lugar. "En el
presente caso -se lee en el fallo en comento- no se agotó el procedimiento
disciplinario correspondiente. Pero más que eso. La declaratoria de
insubsistencia es inmotivada, Lo que refleja un notorio desconocimiento de los
procedimientos jurídicos que son aplicables a este tipo de conductas."
3.
Impugnación.
Mediante memorial de
fecha 17 de febrero de 1995, el director del hospital regional de Pitalito
impugnó el fallo de fecha 14 de febrero de 1995, con fundamento en los
argumentos que a continuación se resumen:
Afirma el impugnante
que la señora María del Rosario Motta es una funcionaria de libre nombramiento
y remoción, y por tanto, al declarar su insubsistencia, simplemente hizo uso de
la facultad discrecional contenida en el artículo 26 del Decreto 2400 de 1968,
que le permite obrar en tal sentido sin motivar su providencia. Así, afirma que
"la insubsistencia de un nombramiento ordinario o provisional puede
hacerse libremente y sin motivación. Los actos administrativos discrecionales
dictados para declarar la insubsistencia de un nombramiento, no son causables
ante la jurisdicción contencioso- administrativa por falta de motivación, ya
que la ley faculta al nominador para no motivarlos."
De otra parte el
funcionario considera que en el presente caso la acción de tutela resulta
improcedente, ya que la peticionaria puede acudir ante la jurisdicción
contencioso - administrativa para solicitar la nulidad de la resolución
mediante la cual se le declaró insubsistente en su cargo, y si es del caso,
puede solicitar la suspensión provisional del referido acto administrativo.
4. Segunda
instancia
Mediante auto de
fecha primero (1o.) de marzo de 1995, la Sala Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Neiva ordenó oficiar a la Secretaría de Salud
Departamental del Huila para que informara sobre el tipo de empleado que es
una enfermera vinculada a dicha entidad para prestar el servicio social
obligatorio, e indicara el régimen disciplinario aplicable a este tipo de
funcionarios.
Atendiendo la
anterior petición, la Secretaría Departamental de Salud del Huila, mediante
oficio de fecha 2 de marzo de 1995, informó que "el personal de enfermeras
vinculado a los diferentes Hospitales del Departamento o Entidades de Salud,
para la prestación del servicio social obligatorio, son empleados públicos
nombrados por un período determinado, sujetos al mismo régimen disciplinario
aplicable a los demás empleados de la Institución en que labora. (Ley 13 de
1984)."
5. Fallo de
segunda instancia
Mediante providencia
de fecha veintiocho (28) de marzo de 1995, la Sala Penal del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Neiva resolvió revocar el fallo proferido por el a-quo,
y en su lugar rechazó por improcedente la acción de tutela interpuesta por la
señora María del Rosario Motta Escalante.
El ad-quem
consideró que la peticionaria cuenta con otro mecanismo de defensa judicial
para la defensa de sus derechos presuntamente vulnerados, cual es acudir a la
justicia contencioso administrativa, si considera que la declaratoria de
insubsistencia fue expedida en forma irregular o ilegal, en ejercicio de la
acción de nulidad y restablecimiento del derecho, y que dentro del respectivo proceso
puede solicitar la suspensión provisional del acto, si considera que su
aplicación le puede causar un perjuicio irremediable.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. Prueba
decretada por la Sala Novena de Revisión.
Mediante auto de
fecha nueve (9) de agosto de 1995, la Sala Novena de Revisión de esta
Corporación ordenó que se oficiara al director general del hospital regional de
Pitalito (Huila), para que informara si dicho hospital había expedido
certificado alguno, que acreditara que la enfermera María del Rosario Motta
Escalante ha cumplido con el tiempo de servicio social obligatorio.
Dando cumplimiento a
lo anterior, el director del mencionado hospital remitió copia del certificado
de fecha catorce (14) de agosto del año en curso, que acredita que la actora
cumplió con su servicio social obligatorio de seis meses.
Igualmente, el
funcionario remitió el oficio G-232 de 18 de agosto de 1995, en el cual afirma
que, dando cumplimiento al fallo del juez de primera instancia, mediante
resolución 0158 del 15 de febrero de 1995 fue revocada la resolución 0046 del
26 de enero del mismo año y se ordenó el reintegro de la peticionaria a partir
del 16 de febrero, en virtud del cual laboró hasta el día 21 de febrero.
3. La materia.
3.1.
Improcedencia de la acción de tutela.
La Constitución
Política de 1991, al consagrar en su artículo 86 la acción de tutela, previó en
su inciso tercero lo siguiente:
"Esta acción
sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar
un perjuicio irremediable."
En el mismo sentido,
el artículo 6o. del Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamenta la acción
de tutela, señala las causales de improcedencia de ésta. Así, el numeral
primero del citado artículo dispone lo siguiente:
"Artículo
6o. Causales de improcedencia de la acción de tutela. La acción de tutela no
procederá:
"1. Cuando
existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aquélla se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La
existencia de dichos medios será apreciada en concreto, en cuanto a su
eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentra el
solicitante."
Sobre el particular,
la Corte Constitucional ha señalado en forma reiterada que la acción de tutela
no es el medio judicial procedente para obtener la satisfacción de una
pretensión que bien puede lograrse a través del ejercicio de las acciones
ordinarias consagradas en la legislación vigente. De ahí que la doctrina y la
jurisprudencia constitucional hayan establecido que la subsidiaridad es una de
las principales características de este mecanismo de protección de los derechos
fundamentales. En ese orden de ideas, si una persona cuyos derechos
fundamentales se encuentran presuntamente vulnerados o amenazados y existen a
su alcance las acciones pertinentes para acudir a la justicia ordinaria e
invocar su protección, la acción de tutela debe resultar improcedente.
Ahora bien, el único
evento en el cual procede dicha acción, a pesar de que el interesado cuente con
otros mecanismos de defensa judicial, es cuando se ejerza en forma transitoria,
en aras de evitar un perjuicio irremediable. Sin embargo, en este evento la
tutela no reemplaza los mecanismos ordinarios de protección de los derechos de
los asociados; simplemente suspende un acto o una omisión que viole o amenace
los mismos, hasta tanto no haya un pronunciamiento de fondo por parte de los
jueces ordinarios.
En este sentido, la
Corte Constitucional, mediante Sentencia T- 036 de 1994 (M.P. Dr. doctor José
Gregorio Hernández), se pronunció en la siguiente forma:
"Así, pues,
la tutela no puede converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un
mecanismo que sea factible de elegir según la discrecionalidad del interesado,
para esquivar el que de modo específico ha regulado la ley; no se da la
concurrencia entre éste y la acción de tutela porque siempre prevalece -con la
excepción dicha- la acción ordinaria.
"La acción
de tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos adicional o
complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse que sea
el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según la
Constitución, es la de único medio de protección, precisamente
incorporado a la Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el
sistema jurídico para otorgar a las personas una plena protección de sus
derechos esenciales."
3.2. El caso
concreto
En el presente caso,
la señora María del Rosario Motta Escalante considera que el director del
hospital regional de Pitalito (Huila ) ha violado los derechos fundamentales
que invoca en la solicitud de tutela, mediante la expedición de la resolución
No. 0046 del 26 de enero de 1995, según la cual fue declarada insubsistente en
el cargo de enfermera en servicio social obligatorio. Para la Sala resulta
evidente que la pretensión de la actora al ejercitar la presente acción de
tutela es dejar sin efectos el mencionado acto administrativo.
Como se señaló en el
acápite anterior, la acción de tutela resulta improcedente cuando el
peticionario cuenta con otros mecanismos de defensa judicial. En el presente
asunto, el juez de tutela se encuentra frente a un acto administrativo,
amparado por la presunción de legalidad, y ante el cual la persona interesada
-la señora Motta Escalante- puede ejercer la acción de nulidad, prevista en el
artículo 84 del Código Contencioso Administrativo.
De igual forma, debe
advertirse que tampoco es procedente la presente acción como mecanismo
transitorio, ya que no se demostró en el proceso, como tampoco lo observa la
Sala, la existencia de un perjuicio irremediable. Para ello debe entenderse que
es irremediable, de acuerdo con la jurisprudencia de ésta Corporación
(Sentencia No, T-435 de 1994), aquel perjuicio que tiene las características de
inminencia, urgencia, gravedad e impostergabilidad. En el presente asunto, el
hecho de que la actora tenga la posibilidad de acudir a la jurisdicción
contencioso-administrativa con el fin de lograr la anulación del acto
administrativo mediante el cual presuntamente se le violan sus derechos
fundamentales, permite concluír que no se cumplen los elementos determinantes
del perjuicio irremediable y, por tanto, no puede tenerse en cuenta dicho
perjuicio para admitir la presente acción como mecanismo transitorio; así, la
utilización de los mecanismos de defensa judicial al servicio de la interesada,
hace que no exista el perjuicio irremediable. Además, dentro de un eventual
proceso contencioso- administrativo, la peticionaria tiene la posibilidad de
solicitar la suspensión provisional del acto que presuntamente vulnera sus
derechos, con lo cual se desvirtúa también la inminencia del perjuicio.
Las anteriores
consideraciones servirán de fundamento para confirmar el fallo de la Sala Penal
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Neiva, mediante el cual se
revocó el fallo de primera instancia, proferido por el Juzgado Primero Penal
del Circuito de Pitalito, y en su lugar se denegó por improcedente la presente
acción de tutela.
Por lo demás, y como
si lo anterior no fuese suficiente, aprecia la Sala que en cumplimiento del
fallo de primera instancia, la peticionaria fue reintegrada a su cargo de
enfermera en el hospital regional de Pitalito, cumplió con el término de
servicio social obligatorio y obtuvo la certificación que acredita dicho
servicio. Con ello, entonces, se superó el hecho que motivó el presente asunto
de tutela, razón por la cual resultaría inocuo cualquier pronunciamiento
adicional por parte de esta Sala de Revisión.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
CONFIRMAR el fallo de fecha veintiocho (28) de marzo
de 1995, mediante el cual la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Neiva resolvió denegar por improcedente la acción de tutela
interpuesta por la señora María del Rosario Motta Escalante en contra del
director general del hospital regional de Pitalito (Huila) y se revocó el fallo
de primera instancia, proferido por el Juzgado Primero Penal del Circuito de
Pitalito.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Aclaración de
voto a la Sentencia No. T-415/95
PERJUICIO
IRREMEDIABLE-Declaración
de insubsistencia/DEBIDO PROCESO ADMINISTRATIVO-Declaración de
insubsistencia (Aclaración de voto)
La decisión de la
Sala debió ser la de revocar la sentencia de segunda instancia y confirmar la
de primera, que había concedido la tutela, pues en el presente caso se violó el
derecho de defensa de la actora al acudirse a la figura de la declaración de
insubsistencia del nombramiento en el cargo que ocupaba y no a la destitución,
previo el trámite de un proceso disciplinario, con observancia del debido
proceso. A pesar de que existía un mecanismo alternativo de defensa judicial,
era procedente la tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable,
si se tiene en cuenta el que se le causaba a la demandante al no poder cumplir
el tiempo requerido para poder ejercer su profesión, dado que le faltaban 6
días para completarlo.
Ref.: Expediente
T-69026
Acción de Tutela de
María del Rosario Motta Escalante, contra el Director del Hospital Regional de
Pitalito (Huila)
El suscrito
Magistrado considera que no obstante haber votado favorablemente la sentencia
proferida dentro del presente proceso, en el sentido de confirmar el falo del
28 de marzo de 1995, mediante el cual la Sal Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Neiva resolvió revocar el fallo de primera instancia
proferido por el Juzgado Primero Penal de Pitalito (Huila) y denegar por
improcedente la acción de tutela interpuesta por la señora María del Rosario
Motta Escalante en contra del Director General del Hospital Regional de
Pitalito, considera necesario aclarar su voto de la siguiente manera:
En la primera
instancia el Juzgado Primero Penal del Circuito de Pitalito concedió la tutela,
porque consideró que a la demandante se le violaron, entre otros, sus derechos
fundamentales al trabajo, a la estabilidad en el empleo y al debido proceso.
A juicio del
suscrito, la decisión de la Sala debió ser la de revocar la sentencia de
segunda instancia y confirmar la de primera, que había concedido la tutela,
pues en el presente caso se violó el derecho de defensa de la actora al
acudirse a la figura de la declaración de insubsistencia del nombramiento en el
cargo que ocupaba y no a la destitución, previo el trámite de un proceso
disciplinario, con observancia del debido proceso. A pesar de que existía un
mecanismo alternativo de defensa judicial, era procedente la tutela como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, si se tiene en
cuenta el que se le causaba a la demandante al no poder cumplir el tiempo
requerido para poder ejercer su profesión, dado que le faltaban 6 días para
completarlo.
No obstante, como la
tutela concedida en primera instancia permitió a la actora completar el aludido
tiempo de servicio, realmente de la confirmación del fallo de segunda instancia
por la Sala, sin ordenar que las cosas volvieran al estado anterior, no se
derivaba ninguna situación negativa en relación con los derechos fundamentales
que le fueron vulnerados a la actora. De ahí, la razón por la cual quien
suscribe la presente aclaración hubiera emitido su voto favorable a la
decisión.
Santafé de Bogotá,
D.C. septiembre veinticinco (25) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado |
526 | T-416-95
Sentencia No. T-416/95
Sentencia No. T-416/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES/VIA DE HECHO
La Corte Constitucional determinó que,
excepcionalmente, podría intentarse tal acción cuando se presentara la
violación de un derecho fundamental, en tal forma que la actuación del
funcionario judicial se convirtiera en una verdadera vía de hecho. Sólo en
esos casos excepcionales sería viable la demanda de tutela. En el presente caso
no se presenta esta circunstancia. Ni en la demanda de tutela ni en el fallo
correspondiente se afirma la violación del debido proceso, pero ni siquiera se
insinúa.
DEBIDO PROCESO-Apreciación de pruebas
En principio, la apreciación de las pruebas
que haga un juez al fallar, dentro de su competencia, un proceso, pertenece al
ámbito de su autonomía y no puede convertirse en causal de la acción de tutela,
pues ella nada tiene que ver con la violación del principio del debido
proceso. Excepto, naturalmente, cuando se desconozcan las pruebas válidamente
practicadas, y ese desconocimiento implique la violación del derecho de
defensa.
SUSPENSION DE
PATRIA POTESTAD-Ejecutoria
formal/TENENCIA Y CUIDADO PERSONAL DEL NIÑO-Ejecutoria formal
Las sentencias que se dictan en esta clase
de procesos, sólo causan una ejecutoria formal, mientras subsistan los hechos
que las determinaron. Por esta razón, si en el futuro llegare a presentarse
una causal de suspensión o de pérdida de la patria potestad, por hechos
posteriores a la sentencia de que se trata, podrá volverse a presentar la
correspondiente demanda. Del mismo modo, podrá en el futuro, si existieren
causales fundadas, promoverse demanda ante los jueces competentes de la
jurisdicción de familia, para que se modifique la decisión adoptada en relación
con la custodia y el cuidado personal de los menores.
DERECHO AL
CUIDADO Y AL AMOR/PERJUICIO IRREMEDIABLE-Inexistencia
En el proceso de suspensión de la patria
potestad, se da por demostrado el amor que el demandado tiene a sus hijos, lo
mismo que los cuidados que les brinda. Si los jueces competentes no encontraron
prueba del supuesto abandono de los deberes de padre que justificara la
suspensión de la patria potestad, no se ve cómo pueda el juez de tutela
desconocer o dejar sin valor sus decisiones. No se ha demostrado que el no
confiar la custodia y el cuidado personal de los menores a su abuela materna
les cause un perjuicio irremediable. Por el contrario: el alejarlos del
ambiente en que han vivido puede ser benéfico, como lo dijeron los jueces en el
proceso de suspensión de la patria potestad, y custodia de tales menores.
REF: Proceso T-67.692
Actora: Rosa María Parra de Martínez
Demandados: Juzgado Promiscuo de Familia de Málaga,
Santander, y Tribunal Superior de Bucaramanga, Sala de Familia.
Procedencia: Tribunal Superior de Bucaramanga.
Magistrado Ponente:
Dr. Jorge Arango Mejía.
Sentencia aprobada por la Sala Primera de
Revisión, a los veinte (20) días del mes de septiembre de mil novecientos
noventa y cinco (1995), en Santafé de Bogotá.
La Sala Primera de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los Magistrados Jorge Arango Mejía, Antonio
Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide sobre el fallo proferido
por el Tribunal Superior de Bucaramanga, en el proceso de tutela promovido por
Rosa María Parra de Martínez contra el Juzgado Promiscuo de Familia de Málaga,
Santander, y el Tribunal Superior de Bucaramanga, Sala de Familia.
El expediente llegó a la Corte
Constitucional por remisión que hizo el Tribunal Superior de Bucaramanga, Sala
de Familia, en virtud de lo ordenado por el artículo 31 del decreto 2591 de
1991.
I. Antecedentes.
Los antecedentes de la presente acción de tutela
son los siguientes:
Primero.- Ante el Juzgado Promiscuo de Familia de Málaga
(Santander), la Defensora Promiscua de Familia del mismo municipio, obrando en
representación de los menores impúberes Huberth Javier, Yelly Ximena y Carlos
Herney Cáceres Martínez, presentó demanda contra el padre legítimo de los
menores citados, Carlos Julio Cáceres, para que se decretara la suspensión de
la patria potestad de éste, y se designara a Mariela Martínez Parra como tutora
de los mismos menores. Esta última es tía de los menores. La demanda se
presentó el 18 de noviembre de 1992.
Segundo.- El motivo alegado para demandar la suspensión de la
patria potestad del padre, fue el supuesto abandono de sus deberes de tal. Hay
que anotar que la madre de los menores, María del Carmen Martínez de Cáceres,
había fallecido el día 25 de octubre de 1992.
Tercero.- Carlos Julio Cáceres, quien ejercía la patria potestad
sobre sus hijos, se opuso a las pretensiones de la demanda y afirmó no
encontrarse "incurso en la causal de abandono de sus menores hijos".
Cuarto.- Tramitado el proceso, el Juzgado, en sentencia de diez
y nueve (19) de octubre de 1994, resolvió "no suspender el ejercicio de la
patria potestad que tiene Carlos Julio Cáceres sobre sus menores hijos Huberth Javier,
Yelly Ximena y Carlos Herney Cáceres Martínez, por no haberse demostrado los
hechos alegados en la demanda y constitutivos del abandono imputado al
demandado...".
Se dispuso, además, dejar a los menores
mencionados bajo la custodia y el cuidado personal de la señora María Gerónima
Cáceres Castellanos, hermana de su padre.
Quinto.- La Sala de Familia del Tribunal Superior de
Bucaramanga, en sentencia de fecha 23 de enero de 1995, confirmó íntegramente
la sentencia de primera instancia, al decidir el recurso de apelación
interpuesto contra ésta. Estimó el Tribunal que "la causal de abandono
invocada por la accionante para deprecar la suspensión de la patria potestad no
se encuentra demostrada". Encontró acertada, además, la decisión de la
juez de primera instancia de encomendar la custodia y el cuidado personal de
los menores a su tía paterna María Gerónima Cáceres Castellanos, "quien ha
demostrado ser una persona ecuánime, organizada, afectuosa con los menores y no
ha puesto ningún reparo en hacerse cargo del cuidado de los citados
menores...".
Sexto.- La demanda de tutela.
La señora Rosa María Parra de Martínez,
madre de María del Carmen Martínez de Cáceres, y abuela de los menores Cáceres
Martínez, presentó demanda de tutela para que se suspendieran transitoriamente
los efectos de las sentencias del Juzgado Promiscuo de Familia de Málaga y del
Tribunal de Bucaramanga que se han mencionado, para tramitar otro proceso de
custodia de los menores.
La actora dice obrar en defensa de los
siguientes derechos de los menores Cáceres Martínez:
a) El derecho a la salud física y
psicológica;
b) El derecho a la libre expresión de su
opinión;
c) El derecho a tener una familia y no ser
separados de ella;
d) El derecho al cuidado y al amor.
La demanda se presentó ante la Sala de
Familia del Tribunal Superior de Bucaramanga, contra ésta y contra el Juzgado
de Málaga.
Séptimo.- Todos los magistrados de la Sala de Familia del
Tribunal de Bucaramanga se declararon impedidos y el trámite del proceso de
tutela correspondió a una sala de conjueces.
Octavo.- La demanda de tutela se basa en la crítica de los
fallos del Juzgado y del Tribunal, por el aspecto probatorio. Nada se dice en
relación con el quebrantamiento de las reglas del debido proceso.
Noveno.- En sentencia de fecha marzo 22 de 1995, se concedió la
tutela demandada, y en consecuencia se suspendieron los efectos de las
sentencias referidas, para evitar "un perjuicio irremediable". Se
impuso a "los interesados" la obligación de promover otro proceso de
custodia de los menores, dentro de los cuatro (4) meses siguientes a la
sentencia del proceso de tutela.
Décimo.- La sentencia no fue impugnada, y llegó a la Corte
Constitucional para su eventual revisión.
Décimo primero.- Como la Sala Primera de Revisión de
Tutelas, a la cual correspondió el trámite de la revisión, observara una
nulidad saneable, ordenó ponerla en conocimiento de quienes podían alegarla,
por auto de fecha junio 1o. de 1995. Puesta en conocimiento, nadie la alegó,
y, en consecuencia, se convalidó lo actuado.
II. Consideraciones.
Procede la Corte Constitucional a dictar la
decisión correspondiente a este asunto, previas las siguientes consideraciones.
a) La tutela contra sentencias: cuándo
procede excepcionalmente.
Al declarar inexequible el artículo 40 del
decreto 2591 de 1991, que permitía la acción de tutela contra "las
sentencias y las demás providencias judiciales que pongan término a un
proceso", la Corte Constitucional determinó que, excepcionalmente, podría
intentarse tal acción cuando se presentara la violación de un derecho
fundamental, en tal forma que la actuación del funcionario judicial se
convirtiera en una verdadera vía de hecho. Sólo en esos casos excepcionales
sería viable la demanda de tutela.
En el presente caso no se presenta esta
circunstancia. Ni en la demanda de tutela ni en el fallo correspondiente se
afirma la violación del debido proceso, pero ni siquiera se insinúa.
Todo se reduce a que el juez de tutela, es
decir, la Sala de Familia del Tribunal de Bucaramanga, integrada por conjueces,
ha apreciado las pruebas y llegado a una conclusión diferente de los jueces de
primera y segunda instancia en el proceso de suspensión de la patria potestad.
Es claro que, en principio, la apreciación
de las pruebas que haga un juez al fallar, dentro de su competencia, un
proceso, pertenece al ámbito de su autonomía y no puede convertirse en causal
de la acción de tutela, pues ella nada tiene que ver con la violación del
principio del debido proceso. Excepto, naturalmente, cuando se desconozcan las
pruebas válidamente practicadas, y ese desconocimiento implique la violación
del derecho de defensa.
Por este aspecto, en consecuencia, no está
llamada a prosperar la demanda de tutela.
A todo lo cual hay que agregar que las
sentencias que se dictan en esta clase de procesos, sólo causan una ejecutoria
formal, mientras subsistan los hechos que las determinaron. Por esta razón, si
en el futuro llegare a presentarse una causal de suspensión o de pérdida de la
patria potestad, por hechos posteriores a la sentencia de que se trata, podrá
volverse a presentar la correspondiente demanda.
Del mismo modo, podrá en el futuro, si
existieren causales fundadas, promoverse demanda ante los jueces competentes de
la jurisdicción de familia, para que se modifique la decisión adoptada en
relación con la custodia y el cuidado personal de los menores.
b) Inexistencia de un perjuicio
irremediable.
La existencia del supuesto perjuicio
irremediable, se basa, tanto en la demanda de tutela como en la sentencia, en
consideraciones relativas al posible bienestar de los menores Cáceres
Martínez. Pero no se ha demostrado que su padre los abandonara, o que los hiciera
víctimas de malos tratos.
También aquí la sentencia se basa en una
diferente valoración de la prueba. En el fallo de primera instancia, en el
proceso de suspensión de la patria potestad, se da por demostrado el amor que
Carlos Julio Cáceres tiene a sus hijos, lo mismo que los cuidados que les
brinda. Apreciación que compartió el Tribunal Superior de Bucaramanga al
fallar en segunda instancia.
En síntesis: si los jueces competentes no
encontraron prueba del supuesto abandono de los deberes de padre que
justificara la suspensión de la patria potestad, no se ve cómo pueda el juez de
tutela desconocer o dejar sin valor sus decisiones.
Además, no queda duda en cuanto a la
sensatez de los motivos aducidos en las sentencias de primera y segunda
instancia, para confiar la custodia y el cuidado personal de los menores a la
señora María Gerónima Cáceres Castellanos, hermana de su padre, quien vive en
la ciudad de Cúcuta y ha manifestado su deseo de "atender y cuidar" a
los menores. Además, en el fallo se tiene en cuenta la conveniencia de que los
menores vivan alejados del municipio de Concepción, para librarlos de las
consecuencias nocivas de las disputas entre su padre y la familia de su madre.
En conclusión: no se ha demostrado que el
no confiar la custodia y el cuidado personal de los menores a su abuela materna
les cause un perjuicio irremediable. Por el contrario: el alejarlos del
ambiente en que han vivido puede ser benéfico, como lo dijeron los jueces en el
proceso de suspensión de la patria potestad, y custodia de tales menores.
c.) Intervención de Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar.
Para garantizar, en lo posible, el
bienestar de los menores Cáceres Martínez, se enviará copia de esta providencia
al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, para que adopte las medidas que
crea necesarias.
III.- Decisión.
Con base en lo expuesto, la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- Revocar íntegramente la sentencia dictada por la Sala
de Familia del Tribunal Superior de Bucaramanga, con fecha marzo 22 de 1995, en
el proceso de tutela promovido por Rosa María Parra de Martínez, contra
sentencias dictadas por el Juzgado Promiscuo de Familia de Málaga y la Sala de
Familia del Tribunal de Bucaramanga, de fechas 19 de octubre de 1994 y 23 de
enero de 1995, respectivamente. En su lugar, DENEGAR la tutela demandada por
Rosa María Parra de Martínez contra las sentencias últimamente mencionadas.
Segundo.- Por Secretaria General, ENVÍESE copia de esta
sentencia al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, I.C.B.F.
Tercero.- COMUNÍQUESE la presente sentencia al Tribunal Superior
de Bucaramana, Sala de Familia, para que sea notificada a las partes, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese e insértese en la
Gaceta de la Corte Constitucional.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
527 | T-417-95
Sentencia No. T-417/95
Sentencia No.
T-417/95
SILENCIO
ADMINISTRATIVO NEGATIVO-Resolución
de solicitudes/DERECHO DE PETICION-Proyecto de resolución
El silencio
administrativo negativo no es respuesta adecuada para el derecho de petición; y
ya ha habido pronunciamiento de esta Sala de Revisión respecto a que un
proyecto de resolución tampoco es la forma de contestar al derecho de petición.
Aún cuando a la solicitud elevada por el demandante se le impartió trámite a
punto tal de existir un proyecto de resolución, no resulta acertado que, con
base en ello, se dieran por satisfechas las exigencias del derecho. La
respuesta, para que sea tal, debe ponerse en conocimiento del solicitante, de
lo contrario, la administración patrocina la incertidumbre del administrado,
con notable menoscabo de los principios de eficacia, economía, celeridad y
publicidad.
DERECHO DE
PETICION-Pronta resolución
El silencio administrativo
negativo y el anuncio de existir proyecto de respuesta, no constituyen
satisfactoriamente la PRONTA RESOLUCION. Por lo tanto, la violación del derecho
fundamental ha ocurrido y debe ordenarse que, si la Caja Nacional de Previsión
no lo ha hecho, se responda mediante la vía adecuada, a saber, expidiéndose la
correspondiente Resolución, en los términos previstos por los procedimiento
respectivos.
REF: Expedientes
Nº 71801
Peticionario:
Andrés Garzón
Procedencia:
Juzgado Sexto Laboral de Santafé de Bogotá.
Temas:
-Derecho de
Petición.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., septiembre veinte (20) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con El número de radicación T-71801 adelantado por Andrés
Garzón.
I. ANTECEDENTES
A. Solicitud.
Andrés Garzón, por
intermedio de apoderado interpuso acción de tutela contra la Caja Nacional de
Previsión para que le resuelvan su petición de reliquidación pensional.
B. Sentencia de
única instancia.
La Juez 6ª Laboral
de Santafé de Bogotá, en sentencia de 15 de mayo de 1995, denegó la acción de
tutela y dijo:
"Puede
entonces el interesado, ocurrir en acción contenciosa-administrativa, para
obtener la declaración de nulidad del acto administrativo negativo-presunto-
contenido en el silencio administrativo....."
C- Información
dada por la Caja Nacional de Previsión.
El Coordinador de
asuntos judiciales indica:
-Que ya hay un
proyecto de resolución.
-Que ese proyecto
pasó a revisión,
-"Que debido al
cúmulo de solicitudes no había sido posible resolver la petición del
accionante".
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2ª y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
B. Temas
jurídicos.
Ha sido jurisprudencia
de la Corte Constitucional que el silencio administrativo negativo no es
respuesta adecuada para el derecho de petición; y ya ha habido pronunciamiento
de esta Sala Séptima de Revisión respecto a que un proyecto de resolución
tampoco es la forma de contestar al derecho de petición consagrado en el
artículo 23 de la C.P. Es por ello que se reiterará jurisprudencia y,
consecuencialmente, se revocará la sentencia que se revisa. Se repite,
entonces, lo ya dicho en la sentencia de esta Sala, T-372/95:
"Es
abundante la jurisprudencia que la Corte Constitucional ha producido acerca del
derecho contemplado en el artículo 23 de la Carta Política. Para la solución
del caso que ocupa la atención de la Sala, basta, en esta oportunidad, reiterar
los criterios vertidos en la sentencia Nº 187 de 1995:
"....
diversas Salas de Revisión de la Corte Constitucional han señalado, con toda
claridad, que el derecho de petición no agota su contenido en la simple
posibilidad de dirigirse a las autoridades públicas, en interés particular o
general, sino que, adicionalmente, implica la obtención de una resolución que,
según los términos de la Carta, debe ser pronta....
De acuerdo con la
doctrina constitucional expuesta por la Corte, el derecho de petición "se
concreta en dos momentos sucesivos, ambos dependientes de la actividad del
servidor público a quien se dirige la solicitud: el de la recepción y trámite
de la misma, el cual implica el debido acceso de la persona a la administración
para que ésta considere el asunto que se le plantea, y el de la respuesta, cuyo
sentido trasciende el campo de la simple adopción de decisiones y se proyecta a
la necesidad de llevarlas al conocimiento del solicitante.
A la prontitud en
atender las peticiones, que la norma constitucional contempla, se suma la
ineludible resolución que entraña arribar a una respuesta que, de manera
efectiva, aborde el fondo de lo demandado a la autoridad pública, en forma tal
que corresponda a una verdadera solución, positiva o negativa, del respectivo
asunto. Esta Corte ha puntualizado que el derecho contemplado en el artículo 23
superior "no tendría sentido si se entendiera que la autoridad ante quien
se presenta una solicitud respetuosa cumple su obligación notificando o
comunicando una respuesta apenas formal en la que no se resuelva sobre
el asunto planteado. El derecho de petición lleva implícito un concepto de
decisión material, real y verdadero, no apenas aparente. Por tanto, se
viola cuando, a pesar de la oportunidad de la respuesta, en ésta se alude a
temas diferentes de los planteados o se evade la determinación que el
funcionario deba adoptar."
Ahora bien,
cuando quiera que resulte imposible contar con una decisión dentro de un
término razonable no es el silencio actitud que contribuya a la observancia del
derecho; para que éste resulte respetado la autoridad debe informar,
oportunamente, de esa circunstancia al peticionario haciéndole saber de las
dificultades presentadas y, en todo caso, indicándole el momento en que tomará
la decisión pertinente o requiriéndole el momento en que tomará la decisión
pertinente o requiriéndolo para que aclare o complete la solicitud o cumpla las
exigencias legales del caso.
Aún cuando a la
solicitud elevada por el señor Andrés Garzón se le impartió trámite a punto tal
de existir un proyecto de resolución, no resulta acertado que, con base en
ello, se dieran por satisfechas las exigencias del derecho que el Constituyente
plasmó en el artículo 23 superior. La respuesta, para que sea tal, debe ponerse
en conocimiento del solicitante, de lo contrario, la administración patrocina
la incertidumbre del administrado, con notable menoscabo de los principios de
eficacia, economía, celeridad y publicidad, que, de acuerdo con el artículo 209
de la Constitución Política, guían el desarrollo de la función administrativa.
En un caso similar al revisado, la Corte dijo:
"El examen
de los expedientes demuestra fehacientemente que el FONDO DE AHORRO Y VIVIENDA
DISTRITAL FAVIDI impartió trámite a las peticiones presentadas y en cada uno de
los casos elaboró la liquidación correspondiente, así como la orden de pago de
las sumas reconocidas por concepto de auxilio de cesantía, en favor de los
peticionarios. Sin embargo, no basta que la administración se ocupe de atender
las solicitudes que ante ella se presentan para que por esa sola circunstancia
se entiendan satisfechos los requerimientos propios del derecho de petición.
Es evidente que la Administración se encuentra en el deber de resolver, esto
es, de tomar una posición de fondo acerca del tema planteado, pero debe hacerlo
dentro de los términos que la ley le señala y además tiene que enterar al
administrado de esa decisión final, positiva o negativa, favorable o
desfavorable a los intereses del particular. No puede entonces la administración
convertirse en una instancia inexpugnable, infranqueable o inescrutable porque
la regla general que debe guiar su actuación en los estados de derecho como el
nuestro es la publicidad de las actuaciones y no el secreto o la reserva acerca
de las mismas; el silencio ante los requerimientos del interesado no se acomoda
a las exigencias mínimas del respeto a la dignidad humana, ni a la observancia
del derecho de petición y contradice los principios de igualdad, eficacia,
economía, celeridad y sobre todo publicidad, con base en los cuales se
desarrolla la función administrativa. Ese sometimiento del administrado a la
incertidumbre sobre su derecho vulnera las garantías mínimas de quien acude a
la administración en procura de una pronta resolución de las peticiones
presentadas....".
En el presente caso,
el silencio administrativo negativo y el anuncio de existir proyecto de
respuesta, no constituyen satisfactoriamente la PRONTA RESOLUCION de que habla
el artículo 23 de la Constitución Política. Por lo tanto, la violación del
derecho fundamental ha ocurrido y debe ordenarse que, si la Caja Nacional de
Previsión no lo ha hecho, se responda mediante la vía adecuada, a saber,
expidiéndose la correspondiente Resolución, en los términos previstos por los
procedimiento respectivos.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE:
PRIMERO:
REVOCAR la sentencia de 15
de mayo de 1995, proferida por la Juzgado 6º Laboral del Circuito de Santa fe
de Bogotá, en la acción de tutela de la referencia.
SEGUNDO:
Conceder la tutela
impetrada por Andrés Garzón y ORDENAR que la Caja Nacional de Previsión
Social, en el término de 6 días, si antes no lo ha hecho, de respuesta a la
solicitud de Andrés Garzón, profiriendo Resolución referente al reajuste de
pensión.
TERCERO: Para los efectos del artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991 el Juzgado de Primera Instancia hará las notificaciones y
adoptará las decisiones necesarias.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
528 | T-424-95
Sentencia No. T-424/95
Sentencia T-424/95
SENTENCIA DE CONSTITUCIONALIDAD-Efectos
Los fallos que dicte la Corte en ejercicio
del control constitucional, cuyos efectos además puede determinar, hacen
tránsito a cosa juzgada constitucional, en forma absoluta e irreversible, y
ninguna autoridad puede reproducir el contenido material del acto jurídico
declarado inexequible por razones de fondo, mientras subsista en la Carta las
disposiciones que sirvieron para hacer la confrontación entre la norma
ordinaria y la Constitución.
ACCION DE TUTELA-Juez competente/JURISDICCION
CONSTITUCIONAL EN TUTELA
El conocimiento de las acciones de tutela
corresponde a todos los jueces de la República, con observancia del principio
de la doble instancia, y que éstos integran una particular jurisdicción
constitucional desde el punto de vista material, sin que ello implique
suspensión o ruptura de su relación con la jurisdicción a la cual cada uno de
ellos están orgánica y funcionalmente vinculados de manera originaria, pues la
intención del Constituyente no fue la de establecer una nueva estructura
burocrática como soporte material y jurídico de la jurisdicción constitucional
instituida para la defensa de los derechos constitucionales fundamentales, sino
aprovechar la infraestructura judicial existente.
REVISION FALLO DE TUTELA-Discrecionalidad/SALA DE SELECCION DE
TUTELA
La Corte tiene la facultad discrecional de
decidir acerca de la revisión de un fallo de tutela. La Corte no está obligada
a realizar la revisión, pues ésta procede conforme a criterios elaborados según
su leal saber y entender, que obviamente tienen en cuenta el valor de la
justicia y la relevancia e importancia del asunto para la doctrina y la
jurisprudencia constitucionales. La decisión del Tribunal ignora las normas de
orden constitucional, legal y reglamentario, según las cuales la decisión de
revisión del fallo de tutela pertenece a la competencia discrecional de
aquélla. Por consiguiente, ni la petición de un Magistrado ni la del Defensor
del Pueblo para que se revise un proceso de tutela obliga a la Sala de
Selección, la cual autónomamente decide "sin motivación expresa y según su
criterio".
REVISION FALLO DE TUTELA-Improcedencia del derecho de petición
En las actuaciones relativas a la revisión
de tutelas no cabe el derecho de petición en cabeza de los interesados, pues
ellas tienen un trámite constitucional, legal y reglamentario propio, aparte de
que ninguna norma ha consagrado ni expresa ni tácitamente la realización de un
acto procesal de esta naturaleza, ni mucho menos ha señalado reglas para su
tramitación. Tampoco es de recibo la orden que se imparte acerca de la
decisión sobre la insistencia del defensor del Pueblo, porque ésta fue resuelta
oportunamente de manera negativa mediante la providencia a que antes se hizo
referencia. Cuando la sentencia señala al Presidente de la Corporación y a los
aludidos Magistrados como los responsables directos de su ejecución, el
Tribunal desconoce que aquél tiene unas funciones detalladas en el reglamento,
entre las cuales no se encuentra la de tramitar ni de decidir peticiones de
revisión de tutela de ninguno de los interesados, y que dichos Magistrados en
la actualidad ya no hacen parte de la Sala de Selección de Tutelas, porque la
labor de escogencia de los fallos para revisión es una labor eminentemente
temporal. Por lo tanto, aun cuando fuera admisible lo ordenado en la sentencia
del Tribunal, ello no podría ser cumplido y, por consiguiente, de antemano se
colocaría a los destinatarios de la decisión en una posición de rebeldía o de
desacato.
SALA DE SELECCIÓN DE TUTELA-Naturaleza de su decisión/ACTO
JURISDICCIONAL
Se equivoca manifiestamente el Tribunal
cuando califica como administrativas las actuaciones que la Corte realiza en
ejercicio de la función constitucional de adoptar una determinación sobre la
revisión de un fallo dentro de un proceso de tutela. En efecto, la negativa a
la revisión constituye indudablemente una decisión jurisdiccional, en cuanto
clausura una etapa procesal como es la posibilidad de una nueva decisión
jurisdiccional, esto es, el respectivo fallo que la Corte debe pronunciar en el
evento de que se decida por la revisión, y produce una situación de certeza con
respecto a lo decidido en las instancias. La actividad de la Corte
Constitucional es por esencia jurisdiccional, salvo en las actuaciones atinentes
al nombramiento y remoción de personal y a lo que concierne con la organización
y su funcionamiento interno. Es más, la decisión de no revisar un fallo de
tutela, es desde el punto de vista constitucional una decisión jurisdiccional,
si nos atenemos estrictamente a los mandatos de los artículos 86, inciso 2o y
241-9 de la Constitución que orgánica y funcionalmente adscriben a la Corte
Constitucional la competencia para ordenar la revisión eventual de las
sentencias de tutela.
ACCION DE TUTELA CONTRA LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Referencia: expediente T- 81489.
Peticionario: Tutela de Alfonso José Antonio Juan Domingo Olaya
Román contra la Corte Constitucional.
PROCEDENCIA:
Sala Civil del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá.
TEMA:
Improcedencia de la tutela contra las
actuaciones de la Corte Constitucional relativas a la revisión de fallos de
tutelas.
Magistrado Ponente:
Dr. ANTONIO BARRERA CARBONELL.
Aprobada en Santafé de Bogotá D.C. a los
veintiseis (26) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO BARRERA CARBONELL,
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el proceso de la acción
de tutela instaurada por el señor Alfonso José Antonio Juan Domingo Olaya Román
contra la Sala de Selección número Uno de la Corte Constitucional integrada por
los Magistrados Vladimiro Naranjo Mesa y Jorge Arango Mejía, con fundamento en
la competencia que le asignan los artículos 86 y 241-9 de la Constitución
Política y 33 y 34 del decreto 2591 de 1991.
I. ANTECEDENTES.
1. La petición de tutela y los hechos.
Alfonso José Antonio Juan Domingo Olaya
Román promovió acción de tutela contra la Corte Constitucional, con el fin de
obtener la protección inmediata de los derechos fundamentales a la igualdad y
de petición consagrados, en su orden, en los artículos 13 y 23 de la
Constitución, impetrando de la autoridad judicial la decisión de que con base
en la petición que elevó el 1o. de junio de 1995, se obligue a la Corte
Constitucional a estudiar dicha petición "y decidir si decreta la revisión
de la tutela que desde diciembre 14 de 1994 solicitó el Defensor del Pueblo en
su oficio DRA 658".
Los hechos que motivaron la referida acción
se resumen así:
a) Mediante escrito del 1o. de junio del
año en curso el peticionario, en ejercicio del derecho de petición consagrado
en el art. 23 de la Constitución Nacional solicitó "al Presidente y Sala
Plena de la Corte Constitucional" la revisión de una acción de tutela que
promovió y que fue fallada desfavorablemente por el Tribunal Superior de
Santafé de Bogotá-Sala Penal, en primera instancia y por la Corte Suprema de
Justicia-Sala Penal, en segunda instancia.
b) Afirma el peticionario que su petición
no fue estudiada ni decidida ni por el Presidente de la Corte Constitucional ni
por los Magistrados que integran la Sala Plena, pero que recibió de la
Secretaría General de la Corte Constitucional la información de que dicha
tutela había sido excluida de revisión en uso de la facultad discrecional que
posee dicha Corporación, desconociéndose el hecho de que la Defensoría del
Pueblo, según oficio DRA 658 de diciembre 14 de 1994, en ejercicio de la
facultad legal de insistir solicitó la revisión de la tutela, sin que hubiera
mediado decisión con respecto a la petición de dicha Defensoría.
c) A juicio del peticionario, "...debe
la Corte estudiar mi solicitud y decidir si procede a la Revisión solicitada
por la Defensoría del Pueblo en su oficio de Dic. 14/94, teniendo en cuenta que
una es la facultad descresional (sic) a que alude la Secretaría de la Corte en
su oficio PS-
091-95 de junio del año en curso, y otra la
solicitud de revisión hecha por un Magistrado o por la Defensoría del Pueblo,
que se me ocurre impone la obligación de hacerla"
2. Fallo de primera instancia.
El Juzgado 20 Civil del Circuito mediante
sentencia del 8 de agosto de 1995 resolvió denegar la acción de tutela, porque
consideró que no se reunían los requisitos que para su procedencia señalan los
arts. 86 de la Constitución y 6o. del Decreto 2591 de 1991 y, además, porque la
Corte Constitucional goza de un absoluto poder discrecional para determinar si
revisa o no un proceso de tutela. Dijo en lo pertinente el juzgado:
"...vale la pena advertir que la ley
procesal que rige el trámite de la tutela, ha consagrado un absoluto arbitrio a
esa alta Corporación, como máximo Juez en materia de tutela, para que una vez
se allegue un proceso o trámite de tutela, vea la necesidad de seleccionar un
caso como revisable, cosa que deberá hacer, una vez examine la importancia del
caso y cuando vea el trámite de rigor que se haya adelantado. Si ve que el caso
amerita un examen riguroso, porque dada su naturaleza sirve de parámetros en
casos similares o cuando ve alguna falta de procedimiento o de interpretación
en los juzgadores de instancia, procederá entonces a seleccionar el caso como
revisable, si eso no sucede, si no se presentan los lineamientos anteriores, tiene
la Corte la potestad de no seleccionar el caso para su revisión".
(...)
"En este caso, no vemos cómo la
conducta de la Corte Constitucional caiga dentro del calificativo de arbitrario
o injusto, si tenemos que es la misma ley la que faculta a esa Corporación de
que a buen criterio seleccione un caso para revisión, sin que esté atado a las
sugerencias o peticiones que ante élla se presenten, bien sea por la Defensoría
del Pueblo o el particular accionante mismo, tal como parece ser que ocurrió en
el presente caso".
3. Fallo de segunda instancia.
El Tribunal Superior de Santafé de Bogotá
-Sala Civil, mediante sentencia de septiembre 19 de 1995, notificada las partes
el día 21 de septiembre de 1995, resolvió, en lo pertinente, lo siguiente:
"1. REVOCAR el fallo proferido por el
Juzgado Veinte Civil del Circuito dentro del asunto de la referencia".
"2. TUTELAR, en favor de ALFONSO JOSE
ANTONIO JUAN DOMINGO OLAYA ROMAN identificado con la C. de C. No. 19.065.422 de
Bogotá, el derecho constitucional fundamental de petición, consagrado en el
artículo 23 de la Constitución Política"
"3. ORDENAR al Presidente de la H.
Corte Constitucional, Doctor JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO, y a los H.
Magistrados VLADIMIRO NARANJO MESA y JORGE ARANGO MEJIA integrantes de la Sala
de Selección Número Uno de la misma Corte que, dentro del término de 48 horas
siguientes a la notificación del presente fallo, resuelvan de manera concreta y
expresa la petición elevada por el Señor OLAYA ROMAN el 1 de junio de 1995, y
la insistencia de revisión presentada por el Defensor del Pueblo,
respectivamente , en relación con la Tutela allí radica con el No. 51758, de
conformidad con lo expuesto en la parte motiva de esta providencia".
Para adoptar su decisión el Tribunal adujo
las siguientes razones:
"1.2. Así entonces, puede ser sujeto
pasivo de la acción de tutela cualquier autoridad pública, sin consideración a
distingos de la Rama del Poder a la que pertenezca, ni el nivel jerárquico que,
dentro de su estructura piramidal, ocupe; pues estando instituidas las
autoridades de la República, para proteger a todas las personas y asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado (art. 2 C.P.) sus actuaciones u
omisiones son susceptibles de ser cuestionadas por vía de tutela".
"1.2.1. En tratándose de Autoridades
Judiciales, debe distinguirse que ellas actúan en el ámbito jurídico, de dos
claras y diferenciadas
maneras: Una, dentro de la función
ontológica que, constitucionalmente, les corresponde como responsables de la
administración de justicia que, la Soberanía del Estado, bajo el concepto de
Jurisdicción en ellas ha residenciado, cuyas actuaciones están revistadas (sic)
del carácter de providencias judiciales. Y otra, desplegada fuera de la órbita
de los procesos jurisdiccionales que, como agentes de la administración,
ejecutan con carácter instrumental a la función constitucional que cumplen, y
cuyo desenvolvimiento está determinada por el régimen administrativo":
"1.2.1.1. En tratándose de las
primeras, reiteradamente, la Jurisdicción Constitucional ha dicho, que dichas
actuaciones, por tener el carácter de decisiones judiciales y dada la autonomía
con que deben actuar los funcionarios encargados de proferirlas, no pueden
otros jueces, en sede tutela, impartirles órdenes a menos que, por contener
protuberantes errores, sólo tengan de providencia judicial su aspecto formal o
apariencia".
"1.2.1.2. En cuanto a las actuaciones
administrativas desplegadas por dichos funcionarios judiciales, claro es que,
como autoridades públicas en general que son, quienes las ejecutan, están
sometidas al control constitucional que inspira la acción de tutela, siempre y
cuando - desde luego - se cumplan las exigencias previstas en las normas
reglamentarias".
2. Visto lo anterior, entiende la Sala que
la inconformidad del acá accionante respecto de la H. Corte Constitucional, no
se refiere a acción u omisión alguna de esa Corporación, realizada en el
ejercicio de su competencia jurisdiccional, sobre la acción de tutela radicada
bajo el número T-51758; sino al silencio guardado en relación con la petición
por él elevada respecto de la instancia, del Defensor del Pueblo, en ser
revisada dicha acción de tutela".
En efecto, afirma el impugnante, que la H.
Corte Constitucional no ha dado respuesta a su petición de si procede o no la
revisión de la tutela T-51578 insistida por el Defensor del Pueblo, mediante
escrito de fecha Diciembre 14 de 1994; petición tal que, si bien es cierto, se
refiere a dicha acción, el deber de dar contestación a esa petición no
corresponde a la órbita jurisdiccional dentro de la que está
comprometida la Corte como Juez
Constitucional, sino a la que como autoridad pública, en general, tiene y en
cuya virtud debe dar pronta respuesta, a riesgo de ser competida por vía de
tutela".
(....)
"3.2 . En cuanto al segundo de los
derechos invocados, previstos en la Carta en el artículo 23 y denominado
derecho de petición, puntualiza la Sala que, elevada una petición ante
autoridad pública, de inmediato surge para ella la obligación correlativa de
dar respuesta en el sentido positivo o negativo que legalmente corresponda;
respuesta tal, que debe guardar simetría y congruencia con la solicitud
presentada, en cuanto tiene la autoridad que resolver respecto de los puntos
sometidos a su consideración, no bastando la simple respuesta formal sobre la
del pedimento".
(....)
"4. En el asunto que ocupa la atención
de la Sala, consta que el Señor ALFONSO JOSE OLAYA ROMAN elevó petición al
"PRESIDENTE Y SALA PLENA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL" a fin de que se
procediera a la revisión de la tutela T-51758, teniendo en cuenta entre otras,
la insistencia elevada por el Defensor del Pueblo....".
"4.1. Es evidente que la respuesta
dada por la Secretaría General de la H. Corte Constitucional, no corresponde a
la petición elevada por el señor OLAYA ROMAN, pues aquella se refiere a la no
selección que, dentro de la facultad discresional, (sic) corresponde a la Corte
por virtud del artículo 33 del Decreto 2591 de 1991; y la petición elevada por
el acá accionante hacia referencia a la "insistencia" que hizo el Defensor
del Pueblo luego de ser excluida, sobre lo cual nada le fue contestado ni
resuelto".
(.....)
5. De todo lo anterior, concluye la Sala
que, le asiste razón al accionante al reclamar por el derecho constitucional
fundamental de petición vulnerado, pues la Presidencia de la H. Corte
Constitucional no le dio respuesta de fondo, clara y precisa, sobre la suerte
de la
insistencia presentada por el Defensor del
Pueblo, ni la Sala de Selección Número Uno se pronunció expresamente sobre la
misma, desatendiendo de esa manera, dichas autoridades, la obligación de
contestar, de manera concreta, las peticiones que le fueron elevadas....".
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. La Jurisdicción Constitucional.
La jurisdicción constitucional ha sido
instituida como un mecanismo para asegurar la guarda de la integridad y de la
supremacía de la Constitución como norma suprema que, a su vez, es condición de
validez de todo el ordenamiento jurídico.
Objetivamente, la justicia constitucional
comprende el haz de funciones jurisdiccionales organizadas con la finalidad
específica de garantizar la defensa de la Constitución y subjetivamente, los
diversos órganos a los cuales se han asignado dichas funciones.
La Corte Constitucional ha sido erigida
como el órgano supremo y límite de la jurisdicción constitucional, al cual
orgánica y funcionalmente se le ha confiado la misión de asegurar la integridad
y supremacía de la Constitución, con arreglo a las competencias previstas en el
art. 241. En tal virtud, los fallos que dicte la Corte en ejercicio del control
constitucional, cuyos efectos además puede determinar,[1]
hacen tránsito a cosa juzgada constitucional, en forma absoluta e irreversible,
y ninguna autoridad puede reproducir el contenido material del acto jurídico
declarado inexequible por razones de fondo, mientras subsista en la Carta las
disposiciones que sirvieron para hacer la confrontación entre la norma ordinaria
y la Constitución.
En diferentes sentencias la Corte
Constitucional ha dejado expuesto su criterio en el sentido de que el
conocimiento de las acciones de tutela corresponde a todos los jueces de la
República, con observancia del principio de la doble instancia, y que éstos
integran una particular jurisdicción constitucional desde el punto de vista
material, sin que ello implique suspensión o ruptura de su relación con la
jurisdicción a la cual cada uno de ellos están orgánica y funcionalmente vinculados
de manera originaria, pues la intención del Constituyente no fue la de
establecer una nueva estructura burocrática como soporte material y jurídico de
la jurisdicción constitucional instituida para la defensa de los derechos
constitucionales fundamentales, sino aprovechar la infraestructura judicial
existente.
En punto a la problemática relativa a la
jurisdicción constitucional la Sala Plena de la Corte mediante auto del 1 de
septiembre de 1994[2] expresó lo siguiente:
"La Corte considera, de conformidad
con la importancia y prioridad que la Constitución otorga a los derechos
fundamentales y a la defensa de los mismos, que en la integración de la
jurisdicción constitucional de tutela, no existe ningún criterio conforme al cual
ésta deba tenerse como inferior a las demás jurisdicciones. En otras palabras,
no se ve fundamento alguno para afirmar que los jueces de tutela colaboran con
la jurisdicción constitucional sólo desde un punto de vista material, es decir,
atinente al contenido mismo de las causas sometidas a su conocimiento. Por el
contrario, la misma revisión eventual de todas las decisiones de tutela
-facultad privativa de esta Corte-, muestra el surgimiento de una organización
judicial nueva que, en lo relativo a la tutela, optó, como suele suceder, por
una estructura jerarquizada y un tribunal máximo. Ello, en sentir de la Sala,
significa que en esta materia, todos los jueces, como eventuales inferiores
jerárquicos de la Corte Constitucional, también hacen parte de la jurisdicción
constitucional orgánica y funcionalmente. Esto es muy claro si se piensa que,
dada la libertad de escogimiento del juzgador, en últimas es indiferente que
éste sea civil, laboral, penal o contencioso administrativo, pues lo importante
es la adecuada y rápida defensa de los derechos fundamentales constitucionales.
Lo expuesto se confirma al recordar un evento distinto: el de las providencias
en que los jueces de las distintas jurisdicciones declaran excepciones de
inconstitucionalidad. Como ellas no son revisables por la Corte Constitucional,
no se puede decir que los respectivos jueces sean sus inferiores jerárquicos, y
sean integrantes de la jurisdicción constitucional. Esta diferencia
fundamental entre las excepciones de inconstitucionalidad y las decisiones de
tutela, es un argumento adicional que permite considerar que tales formas de
control constitucional, por su heterogeneidad, pertenecen a jurisdicciones
distintas, lo cual reafirma la adscripción de la tutela dentro de la
jurisdicción constitucional."
2. El caso en estudio.
La providencia de la Sala Civil del
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, cuya revisión acomete la Sala conforme
a lo ordenado por la Sala de Selección número Nueve, tuvo como fundamento la
presunta violación por la Corte Constitucional del derecho de petición del
señor Alfonso José Antonio Juan Domingo Olaya Román y la decisión negativa
frente a la insistencia de revisión del Defensor del Pueblo.
- En la sentencia T-334 del 31 de julio de
1995[3],
la Corte analizó extensamente la improcedencia del derecho de petición en las
actuaciones judiciales, en los siguientes términos:
"Ha sido reiterada la jurisprudencia
en lo atinente al derecho fundamental de petición, en cuya virtud toda persona
puede dirigirse respetuosamente a las autoridades por motivos de interés
general o particular, con la certidumbre de obtener un efectivo trámite
respecto de sus solicitudes y una pronta resolución."
"Con la expresión
"autoridades" el Constituyente ha cobijado a quienes, dentro de la
estructura del Estado o aun por fuera de ella -mediante habilitación temporal o
especial (artículos 116, 123 y 272 C.P., entre otros)-, ejercen funciones
públicas de jurisdicción o mando, capaces de afectar con sus determinaciones
los intereses de los gobernados."
"En cuanto a las autoridades que
actúan dentro del aparato estatal como servidores públicos, la Corte, en
sentencias T-501 del 21 de agosto de 1992 y C-543 del 1º de octubre de 1992,
dijo en torno a este concepto:
"La autoridad, en términos generales y
tomada en un sentido objetivo es la potestad de que se halla investida una
persona o corporación, en cuya virtud las decisiones que adopte son vinculantes
para quienes a ella están subordinados. Esa autoridad es pública cuando
el poder del que dispone proviene del Estado, de conformidad con las
instituciones que lo rigen.
Quiere decir esto que mientras las
expresiones "servidores públicos" son adecuadas para referirse a
todas las personas que laboran para el Estado en cualquiera de las ramas del
poder, bien sea en los órganos centrales o en las entidades descentralizadas o
por servicios, los términos "autoridades públicas" se reservan para
designar aquellos servidores públicos llamados a ejercer, dentro del
ordenamiento jurídico que define sus funciones o competencias, poder de mando o
decisión, cuyas determinaciones, por tanto, afectan a los gobernados".
"Si esto es así, resulta indudable que
el derecho de petición puede ejercerse ante los jueces; que, en consecuencia,
éstos se hallan obligados a tramitar y responder las solicitudes que se les
presenten, en los términos que la ley señale, y que, si no lo hacen, vulneran
la preceptiva constitucional."
"No obstante, el juez o magistrado que
conduce un proceso judicial está sometido -como también las partes y los
intervinientes- a las reglas del mismo, fijadas por la ley, lo que significa
que las disposiciones legales contempladas para las actuaciones administrativas
no son necesariamente las mismas que debe observar el juez cuando le son
presentadas peticiones relativas a puntos que habrán de ser resueltos en su
oportunidad procesal y con arreglo a las normas propias de cada juicio
(artículo 29 C.P.)."
"Debe distinguirse con claridad entre
aquellos actos de carácter estrictamente judicial y los administrativos que
pueda tener a su cargo el juez. Respecto de éstos últimos son aplicables las
normas que rigen la actividad de la
administración pública, es decir, en la materia bajo análisis, las establecidas
en el Código Contencioso Administrativo (Decreto 01 de 1984)."
"En cambio, las actuaciones del juez
dentro del proceso están gobernadas por la normatividad correspondiente, por lo
cual las solicitudes que presenten las partes y los intervinientes dentro de
aquél en asuntos relacionados con la litis tienen un trámite en el que
prevalecen las reglas del proceso."
"En ese orden de ideas, nadie podría
alegar que el juez viola su derecho de petición cuando, principiando el
proceso, presenta una solicitud orientada a obtener la definición propia de la
sentencia y no se le responde dentro de los términos previstos en el Código
Contencioso Administrativo sino que se posterga la resolución hasta el momento
del fallo. En tales circunstancias, ante eventuales actitudes morosas para
resolver, el derecho fundamental que puede invocar el interesado no es el de
petición sino el del debido proceso."
"Por ello, el eventual ejercicio de la
acción de tutela ante la mora del juez en decidir sobre un determinado asunto a
su consideración dentro del proceso judicial tendría fundamento -como ya lo ha
expresado esta Corte- en que tal conducta, en cuanto desconozca los términos de
ley y carezca de motivo probado y razonable, implica dilación injustificada,
es decir, vulneración palmaria del debido proceso (artículo 29 C.P.) y
obstáculo para el acceso de la persona a la administración de justicia
(artículo 229 C.P.). El juez se ubica entonces en la hipótesis contemplada por
el artículo 229 Ibídem: "Los términos procesales se observarán con
diligencia y su incumplimiento será sancionado."
- La Corte tiene la facultad discrecional
de decidir acerca de la revisión de un fallo de tutela, como se deduce de lo
siguiente:
El inciso 2o del artículo 86 de la
Constitución prevé que el fallo de tutela está sujeto a la eventual revisión de
la Corte Constitucional; es decir, que la Corte no está obligada a realizar
dicha revisión, pues ésta procede conforme a criterios elaborados según su leal
saber y entender, que obviamente tienen en cuenta el valor de la justicia y la
relevancia e importancia del asunto para la doctrina y la jurisprudencia
constitucionales.
El artículo 33 del decreto 2591 de 1991,
que desarrolla el mencionado precepto dice:
"Artículo 33. Revisión de la Corte
Constitucional. La Corte Constitucional designará dos de sus Magistrados para
que seleccionen, sin motivación expresa y según su criterio, las
sentencias de tutela que habrán de ser revisadas. Cualquier Magistrado de la
Corte o el Defensor del Pueblo, podrá solicitar que se revise algún fallo de
tutela excluido por éstos cuando considere que la revisión puede aclarar el
alcance de un derecho o evitar un perjuicio grave. Los casos de tutela que no
sean excluidos de revisión dentro de los 30 días siguientes a su recepción,
deberán ser decididos en el término de tres meses".
Igualmente en el Acuerdo No. 05 de 1992,
dictado con fundamento en el artículo 241- 11 de la Constitución, dictado por
la Sala Plena de la Corte Constitucional se regula la materia de la siguiente
manera:
"Artículo 51. Insistencia. Además de
los treinta días de que dispone la Sala de Selección y en virtud de lo
dispuesto por el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991, cualquier Magistrado
Titular o el Defensor del Pueblo, podrá insistir en la selección de una o más
tutelas para su revisión, dentro de los quince días calendario siguiente a:
"1. La comunicación de la Secretaría
General de la Corte al Despacho sobre decisión negativa de la Sala de
Selección.
"2. El recibo de dicha información por
parte del Defensor del Pueblo".
"Artículo 52. Trámite de la
insistencia. Recibida la solicitud, la Sala de Selección de turno entrará a
reexaminar en los términos y por las causales previstas en el artículo 33 del
Decreto 2591 de 1991, la tutela objeto de insistencia. Si encuentra procedente
la selección, así lo hará y dispondrá su reparto. Si la decisión fuere
negativa, se informará de ello al solicitante dentro de los tres días
siguientes. Contra las decisiones de selección no procederá recurso
alguno".
La Sección Primera del Consejo de Estado
mediante sentencia del 28 de julio de 1995[4], no accedió a
decretar la nulidad de las disposiciones del referido Acuerdo que se han
transcrito, por las siguientes razones:
"No encuentra la Sala la pretendida
violación por parte del acto demandado al precepto anteriormente transcrito,
toda vez que el artículo 51 del Acuerdo simplemente reitera lo expuesto en el
artículo 33, en el sentido de que el Defensor del Pueblo o cualquier Magistrado
de la Corte Constitucional podrá solicitar que se revise un fallo de tutela
cuando quiera que considere que la revisión puede aclarar el alcance de un
derecho o evitar un perjuicio grave".
"De otra parte dicho artículo 33 crea
la Sala de los dos Magistrados de la Corte Constitucional para en forma
eventual y "sin motivación expresa y según su criterio" seleccionen
las sentencias de tutela que deben ser revisadas".
"De igual manera, de conformidad con
la precitada disposición, la facultad para seleccionar los fallos de tutela
corresponde a la Sala de Selección, quien es la que señala cuáles de ellos se
hacen acreedores a la revisión, y no a "cualquier Magistrado de la Corte o
al Defensor del Pueblo", como lo entiende el accionante. Cuestión distinta
es que éstos últimos puedan solicitar la revisión de los fallos que consideran
la ameritan, solicitud que en manera alguna puede calificarse como de
obligatorio acatamiento por parte de la Sala de Selección".
- La situación que motivó la decisión de
tutela, según las actuaciones cumplidas ante la Corte, se puede resumir así:
a) Mediante auto del 28 de noviembre de
1994, proferido por la Sala de Selección número Once se excluyó de revisión el
expediente T-51758, en donde figura como peticionario Alfonso José Antonio Juan
Domingo Olaya Román. Dicho auto se notificó por el estado No. 183 de diciembre
1o. de 1994 y la decisión en él contenida se comunicó el mismo día al Defensor
del Pueblo y a los Magistrados integrantes de la Corte, para los efectos del
derecho de insistencia.
b) El Defensor del Pueblo según oficio DRA
658 de diciembre 14 de 1994 solicitó la revisión de la tutela de que da cuenta
el referido expediente.
c) Según auto del 11 de enero de 1995,
dictado por la Sala de Selección número Uno, integrada por los Magistrados
Vladimiro Naranjo Mesa y Jorge Arango Mejía no se aceptó la insistencia de
revisión presentada por el Defensor del Pueblo para que se revisará el proceso
de tutela T-51758. El referido auto fue notificado por el estado No. 3 del 18
de enero de 1995, y comunicado el mismo día al Defensor del Pueblo y a los
Magistrados integrantes de la Corporación.
d) En escrito del 1o. de junio de 1995,
radicado en la Secretaría de la Corporación bajo el No. 005796, dirigido al
Presidente y a la Sala Plena de la Corte Constitucional, el señor Alfonso José
Antonio Juan Domingo Olaya Román solicitó la revisión de la tutela mencionada,
la cual había sido excluida de revisión mediante los autos antes reseñados, los
cuales se encontraban en firme.
e) La Secretaria General de la Corporación,
según oficio PS-091-95 de junio 5 de 1995, dio respuesta a la petición de
Alfonso José Antonio Juan Domingo Olaya Román, informándole que la tutela
radicada con el No. 51758 había sido excluida de revisión, con fundamento en la
facultad discrecional consagrada en el artículo 33 del decreto 2591 de 1991.
- La sentencia del Tribunal estimó procedente
la tutela porque la Corte guardó silencio "en relación con la petición
elevada respecto a la insistencia elevada por el Defensor del Pueblo, en ser
revisada dicha tutela" y, en tal virtud, era procedente la concesión de
la tutela bajo el entendido de que en lo atinente a la decisión de si revisa o
no una decisión de tutela, aquélla ejerce una función administrativa y no
jurisdiccional.
La decisión de la Sala Civil del Tribunal
ignora las normas de orden constitucional, legal y reglamentario, según las
cuales la decisión de revisión del fallo de tutela pertenece a la competencia
discrecional de aquélla. Por consiguiente, ni la petición de un Magistrado ni
la del Defensor del Pueblo para que se revise un proceso de tutela obliga a la
Sala de Selección, la cual autónomamente decide "sin motivación expresa y
según su criterio".
La decisión de tutela que se revisa, ordena
tanto al Presidente de la Corte como a los Magistrados Vladimiro Naranjo Mesa y
Jorge Arango Mejía, que resuelvan de manera expresa y concreta la petición del
señor Olaya Román y la insistencia de revisión presentada por el Defensor del
Pueblo, cuando las determinaciones sobre la revisión fueron oportunamente
adoptadas.
Incurre el Tribunal en un error
protuberante cuando considera que los aludidos Magistrados están obligados a
resolver de modo expreso la petición del señor Olaya Román porque, como se
explicó antes, en las actuaciones relativas a la revisión de tutelas no cabe el
derecho de petición en cabeza de los interesados, pues ellas tienen un trámite
constitucional, legal y reglamentario propio, aparte de que ninguna norma ha
consagrado ni expresa ni tácitamente la realización de un acto procesal de esta
naturaleza, ni mucho menos ha señalado reglas para su tramitación. Tampoco es
de recibo la orden que se imparte acerca de la decisión sobre la insistencia
del defensor del Pueblo, porque ésta fue resuelta oportunamente de manera
negativa mediante la providencia a que antes se hizo referencia.
Se equivoca manifiestamente el Tribunal
cuando califica como administrativas las actuaciones que la Corte realiza en
ejercicio de la función constitucional de adoptar una determinación sobre la
revisión de un fallo dentro de un proceso de tutela. En efecto, la negativa a
la revisión constituye indudablemente una decisión jurisdiccional, en cuanto
clausura una etapa procesal como es la posibilidad de una nueva decisión
jurisdiccional, esto es, el respectivo fallo que la Corte debe pronunciar en el
evento de que se decida por la revisión, y produce una situación de certeza con
respecto a lo decidido en las instancias.
Por lo demás, la actividad de la Corte
Constitucional es por esencia jurisdiccional, salvo en las actuaciones
atinentes al nombramiento y remoción de personal y a lo que concierne con la
organización y su funcionamiento interno. Es más, la decisión de no revisar un
fallo de tutela, es desde el punto de vista constitucional una decisión
jurisdiccional, si nos atenemos estrictamente a los mandatos de los artículos
86, inciso 2o y 241-9 de la Constitución que orgánica y funcionalmente
adscriben a la Corte Constitucional la competencia para ordenar la revisión
eventual de las sentencias de tutela.
Finalmente, cuando la sentencia señala al
Presidente de la Corporación y a los aludidos Magistrados como los responsables
directos de su ejecución, el Tribunal desconoce que aquél tiene unas funciones
detalladas en el reglamento (art. 5o), entre las cuales no se encuentra la de
tramitar ni de decidir peticiones de revisión de tutela de ninguno de los
interesados, y que dichos Magistrados en la actualidad ya no hacen parte de la
Sala de Selección de Tutelas, porque la labor de escogencia de los fallos para
revisión es una labor eminentemente temporal. Por lo tanto, aun cuando fuera
admisible lo ordenado en la sentencia del Tribunal, ello no podría ser cumplido
y, por consiguiente, de antemano se colocaría a los destinatarios de la
decisión en una posición de rebeldía o de desacato.
Con fundamento en las anteriores
consideraciones, se revocará la sentencia del Tribunal Superior de Santafé de
Bogotá -Sala Civil y, en su lugar, se confirmará el fallo de primera instancia.
III. DECISION.
En mérito de lo expuesto, la Sala revocará
la sentencia del Tribunal y, en su lugar, confirmará la decisión de primera
instancia.
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR la sentencia proferida por la Sala Civil
del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá de fecha septiembre 19 de 1995, en
virtud de la cual se revocó el fallo de primera instancia y se concedió la
tutela impetrada.
SEGUNDO: CONFIRMAR la sentencia del Juzgado 20 Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá, proferida con fecha 8 de agosto de 1995 y
mediante la cual se denegó la tutela solicitada.
TERCERO: ORDENAR que por Secretaría se hagan las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Copiese, notifiquese y cúmplase
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] . Sentencia C-113/93
[2] . M.P. Jorge Arango Mejía.
[3] . M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
[4] . Expediente No. 3006. Autoridades Nacionales. Actor: Hector
Justino Jaramillo Ulloa. M.P. Yesid Rojas Serrano. |
529 | T-425-95
Sentencia No. T-425/95
_Sentencia No.
T-425/95
PRINCIPIO DE LA
UNIDAD CONSTITUCIONAL-Colisión
entre normas constitucionales
Las colisiones
entre normas jurídicas de igual jerarquía constitucional deben solucionarse de
forma que se logre la óptima eficacia de las mismas. El principio de la
unidad constitucional exige la interpretación de la Constitución como un
todo armónico y coherente, al cual se opone una interpretación aislada o
contradictoria de las disposiciones que la integran.
PRINCIPIO DE
ARMONIZACION-Colisión
entre derechos constitucionales
El ejercicio de
los derechos plantea conflictos cuya solución hace necesaria la armonización
concreta de las normas constitucionales enfrentadas. El principio de
armonización concreta impide que se busque la efectividad de un derecho
mediante el sacrificio o restricción de otro. De conformidad con este
principio, el intérprete debe resolver las colisiones entre bienes jurídicos,
de forma que se maximice la efectividad de cada uno de ellos. La colisión de
derechos no debe, por lo tanto, resolverse mediante una ponderación superficial
o una prelación abstracta de uno de los bienes jurídicos en conflicto. Esta
ponderación exige tener en cuenta los diversos bienes e intereses en juego y
propender su armonización en la situación concreta, como momento previo y
necesario a cualquier jerarquización o prevalencia de una norma constitucional
sobre otra. El principio de armonización concreta implica la mutua delimitación
de los bienes contrapuestos, mediante la concordancia práctica de las
respectivas normas constitucionales, de modo que se asegure su máxima
efectividad.
PRINCIPIO DE
PROPORCIONALIDAD-Límites
al ejercicio de los derechos
En este proceso de
armonización concreta de los derechos, el principio de proporcionalidad,
que se deduce del deber de respetar los derechos ajenos y no abusar de los
propios, juega un papel crucial. Los límites trazados al ejercicio de los
derechos, en el caso concreto, deben ser proporcionales, esto es, no deben ir
más allá de lo indispensable para permitir la máxima efectividad de los
derechos en pugna. La proporcionalidad se refiere entonces a la comparación de
dos variables relativas, cuyos alcances se precisan en la situación concreta, y
no a la ponderación entre una variable constante o absoluta, y otras que no lo
son. La delimitación proporcional de los bienes jurídicos en conflicto,
mediante su armonización en la situación concreta, se hace necesaria cuando se
toma en serio la finalidad social del Estado de garantizar la efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, y se
pretende impedir que, por la vía de la restricción injustificada de los
derechos, termine por socavarse el contenido de uno o varios de ellos.
PRINCIPIO DE
PONDERACION-Colisión entre
derechos constitucionales
En el caso de
colisión entre derechos constitucionales, corresponde al juez llevar a cabo la
respectiva ponderación. Mediante ésta, se busca un equilibrio práctico entre
las necesidades de los titulares de los derechos enfrentados. La consagración
positiva del deber de respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios,
elevó a rango constitucional la auto-contención de la persona en el ejercicio
de sus derechos. La eficacia constitucional de este deber, en consecuencia,
exige de los sujetos jurídicos un ejercicio responsable, razonable y reflexivo
de sus derechos, atendiendo a los derechos y necesidades de las demás y de la
colectividad.
LIBERTAD DE EMPRESA-Límites/ESTABLECIMIENTO COMERCIAL-Cercanía
a estación de gasolina
Si se toma en
cuenta la cercanía del establecimiento comercial con la estación de gasolina,
la venta de licor y cigarrillos para ser consumidos en el lugar, y el interés
de la demandada en mantener su clientela, el ejercicio que ésta hace de sus
derechos constitucionales no está exento de efectos hacia terceros. La
actividad empresarial de la demandada genera un riesgo claro e inminente que
amenaza no sólo el derecho a la vida del demandante, sino también otros bienes
y derechos suyos, así como los de los demás miembros de la colectividad. El
derecho a la libertad de empresa de la demandada, colisiona con el derecho a la
vida, a la libertad de empresa y a la propiedad del demandante. En el ejercicio
de su derecho a la libertad de empresa, la demandada genera un riesgo difuso e
incontrolable, que traslada a su vecino y a la colectividad, consistente en
suministrar bebidas alcohólicas y cigarrillos que son consumidos, sin las
debidas precauciones, en un lugar cercano al depósito de combustibles, aledaño.
Justamente, por la carencia de instalaciones adecuadas y las costumbres de su
clientela.
DERECHO A LA VIDA-Explosión de tanques de gasolina
El riesgo de que
se produzca una explosión de los tanques de gasolina - lo cual es altamente
probable -, y se vulneren los derechos a la vida, a la propiedad o a la
empresa del demandante, de vecinos del sector e, incluso, de la misma
demandada, es mayor que la posibilidad de una reducción de su clientela como
consecuencia de la prohibición de consumir el licor y los cigarrillos en el
lugar, dada la vecindad con la estación de gasolina y la existencia de las
mencionadas prácticas. De conformidad con el principio de armonización
concreta, se observa que el derecho a la libertad de empresa - que de suyo
tiene una función social y supone responsabilidades -, debe soportar una
limitación, con miras a eliminar el riesgo que, para los derechos del actor y
de otras personas, genera su ejercicio en las actuales circunstancias.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Afectación
del interés de la comunidad/INTERES COLECTIVO-Explosión de tanques de
gasolina
La generación y
transferencia del riesgo de vender licor y cigarrillos con miras a su consumo
inmediato al lado de una estación de gasolina, y la negativa a adoptar medidas
razonables para controlarlo, constituyen una conducta que afecta grave y
directamente el interés colectivo y que, por lo tanto, justifica la
interposición de la acción de tutela en contra del particular responsable de
dicha situación.
INDEFENSION/AUTORIDAD
DE POLICIA-Ineficiencia
La inactividad de
las autoridades administrativas de policía, consistente en no controlar el
expendio y consumo de licor y cigarrillos en la vecindad de una estación de
gasolina, pese al riesgo objetivo que esta situación representa para la
seguridad y salubridad públicas, coloca al demandante en una situación de
indefensión.
NULIDAD PROCESAL
POR FALTA DE NOTIFICACION-Saneamiento
No obstante, la
mencionada nulidad quedó saneada mediante la intervención oportuna en el
proceso de la parte afectada. La señora interpuso recurso de apelación contra
el fallo condenatorio de primera instancia, logrando su revocatoria en segunda
instancia, razón por la cual no puede afirmarse que sus derechos
constitucionales hayan sido vulnerados. Es evidente que la nulidad procesal por
falta de notificación quedó saneada por la propia actuación de la demandada,
por lo que no se justifica la declaratoria de nulidad del trámite de tutela en
sede de revisión.
SEPTIEMBRE 26 DE 1995
Ref.: Expediente T-72178
Peticionario: AUGUSTO VARGAS SAENZ
Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Temas:
-Principio de armonización concreta de derechos
constitucionales
-Libertad de empresa y abuso de los derechos
constitucionales
-Acción de tutela contra particulares
-Condiciones de procedencia
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL
PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-72178, promovido por AUGUSTO VARGAS SAENZ contra ANAIS MORENO DE
ALZATE.
ANTECEDENTES
1. AUGUSTO VARGAS
SAENZ, propietario de la estación de servicio "Esso" en la ciudad de
Tunja, interpone acción de tutela contra ANAIS MORENO DE ALZATE, con el objeto
de que le sean protegidos los derechos a la vida, a la paz y al trabajo (C.P.,
arts. 11, 22 y 25). Los siguientes son los hechos en que basa la presunta
vulneración de sus derechos fundamentales:
1.1. La demandada
ANAIS MORENO DE ALZATE tiene un establecimiento comercial denominado
"SURTILICORES 24 HORAS", que colinda con la estación de servicio
"ESSO" de propiedad del demandante. La mencionada señora, expende
licores durante todo el día.
1.2. Los
consumidores del licor vendido por la demandada tienen por costumbre,
especialmente en horas de la noche, consumirlo enfrente del establecimiento
comercial y al lado de la estación de gasolina.
1.3. Como grave e
inminente amenaza contra sus derechos a la vida, a la paz y al trabajo, así como
los derechos de sus empleados, acusa el demandante:
" ... la conducta de los compradores y consumidores de licor vendido
por ANAIS MORENO DE ALZATE, consistente en utilizar el surtidor de
"Bencina" y la zona aledaña, como baño u orinal junto al cual prenden
cigarrillos, los fuman y apagan o dejan prendidos en el piso, poniendo en
peligro no solamente al propietario sino a todos los moradores del sector, dado
el altísimo grado de inflamabilidad de los surtidores ... " y la
posibilidad de ocasionar una explosión con consecuencias impredecibles e
incalculables”.
En relación con la
amenaza del derecho a la paz, manifiesta que los compradores y consumidores del
licor vendido por la demandada escuchan música a alto volumen y protagonizan
escándalos que han obligado a la intervención de la fuerza pública. Las
agresiones verbales y físicas contra los operarios de la estación de servicio
por parte de los compradores embriagados, atentan contra su derecho al trabajo.
1.4. Las autoridades
de policía no han podido controlar la acción de los embriagados consumidores
del licor que vende la demandada.
2. El actor pretende
que se ordene a la señora ANAIS MORENO DE ALZATE abstenerse de suministrar
licores y cigarrillos para ser consumidos en el andén ubicado frente al
establecimiento de comercio "SURTILICORES 24 HORAS" y que corre
paralelo a la estación de servicio "ESSO".
3. A petición del
demandante, el Tribunal Administrativo de Boyacá, que asumió el conocimiento de
la acción de tutela, recibió declaración juramentada a los señores CLEMENTE
PIRACOCA GUTIERREZ y VICTOR JULIO QUINTERO FLOREZ, operarios de la estación de
servicio "ESSO" de propiedad del demandante, quienes confirmaron la
versión de los hechos presentada por éste.
3.1. En su
declaración ante el juzgado de tutela, CLEMENTE PIRACOCA manifiesta que trabaja
como expendedor de gasolina aproximadamente hace un año en la estación de
servicio. Anota que “cuando hay harta gente por la noche el establecimiento
vecino cierra a las cuatro o cinco de la mañana” (...). Los compradores de
licor - afirma - "sacan la botella de aguardiente y se ponen a tomar ahí
en los surtidores, y tomando, fuman cigarrillo, prenden los fósforos y no les
importa nada, como si fuera cualquier parte". Sostiene que ya borrachos,
vomitan y generan desorden, y cuando les llama la atención le regañan,
diciéndole que ese sitio es público, y amenazan con pegarle.
3.2. Por su parte,
VICTOR JULIO QUINTERO declara que labora igualmente en la estación de gasolina
desde hace más de tres años. Expresa que se han venido presentando problemas
con la señora de SURTILICORES, ya que los compradores de licor lo ingieren
fuera de su establecimiento, ahí hacen sus necesidades físicas y fuman al lado
del surtidor de bencina. Manifiesta que el dueño de la estación elevó queja
ante la propietaria del local y le solicitó la colocación de un orinal en el
establecimiento. Informa que bajo el suelo se encuentran enterrados cuatro
tanques de aproximadamente cinco mil galones de gasolina cada uno. A su juicio,
el riesgo de una explosión se incrementa porque no es sólo una persona la que
fuma, sino que "son varios que llegan ahí a prender al lado del surtidor y
al raspar el fósforo al lado del surtidor, y eso sí es peligroso".
4. El Comandante de
la Primera Estación de Policía de Tunja, Capitán CESAR FERNANDO GRANADOS
ABAUNZA, mediante oficio No. 046/YDTUN del 22 de marzo de 1995, dio respuesta a
la solicitud de información sobre las actividades policivas adelantadas. En él
precisa que ninguna operación relativa a "SURTILICORES 24 HORAS",
aparece registrada en los libros de esa institución.
5. El Tribunal
Administrativo de Boyacá, Sala Plena, mediante sentencia de marzo 28 de 1995,
tuteló el derecho a la vida del peticionario y, en consecuencia, ordenó a la
propietaria del establecimiento SURTILICORES 24 HORAS se abstuviera de vender
licores que fueran a ser consumidos en las inmediaciones de su establecimiento.
Adicionalmente, impuso a la autoridad de policía el deber de velar por el
cumplimiento de lo ordenado.
5.1. El Tribunal de
tutela considera procedente la acción de tutela por estar dirigida contra un
particular cuya conducta afecta grave y directamente el interés colectivo
(C.P., art. 86 inciso 5).
En su concepto, para
que proceda la acción de tutela ante una amenaza contra los derechos
fundamentales, no es necesario que se presente un resultado dañino, sino
simplemente que de ella pueda resultar un daño concreto a particulares.
5.2. Los hechos
constitutivos de la amenaza al derecho a la vida del actor y de otras personas,
según el Tribunal, están plenamente probados. La escasa distancia
(aproximadamente 3 metros) que separa el local donde se expenden licores de la
estación de gasolina, unido a la práctica de consumir licor y encender
cigarrillos en las inmediaciones de los tanques de combustible - considera el
Tribunal -, crean una situación de peligro de conflagración, que acarrearía una
verdadera tragedia.
5.3 Con fundamento
en la sentencia T-525 de 1992 de la Corte Constitucional, el fallador aduce
que, desde una perspectiva constitucional, se vulnera el derecho a la vida por
la realización de actos que ponen en peligro objetivo tal derecho. Dado que -
continúa - el derecho penal reduce el ámbito de su aplicación sólo a ciertas
conductas que justifican la imposición de una sanción penal, para el resto de
violaciones, la ley ha consagrado otras soluciones alternativas, entre ellas la
acción de tutela. En consecuencia, concluye el Tribunal, "se debe tutelar
el derecho a la vida y ordenar a la propietaria o vendedora del establecimiento
comercial 'SURTILICORES 24 HORAS', se abstenga de vender licores que vayan a
ser consumidos en las inmediaciones de ese establecimiento".
6. La demandada,
cuyo nombre correcto es DANNAY MORENO OSPINA, interpuso recurso de reposición y
de apelación contra la anterior sentencia, y solicitó que fuera adicionada, en
el sentido de ordenar al demandante que prohibiera el consumo de cigarrillos a
los empleados y usuarios de la estación de gasolina.
La impugnante
sostiene que las normas urbanísticas y de policía determinan que las estaciones
de gasolina deben estar situadas fuera del perímetro urbano. Manifiesta que su
negocio - que no es una “tienda”, sino una distribuidora de licor al por mayor
y al detal-, cuenta con las autorizaciones de rigor. Anota que de esta
actividad depende el sustento suyo y de su familia. Considera que la conducta
de las personas fuera de su establecimiento, escapa a su responsabilidad y, por
consiguiente, la posible transgresión de las normas por su parte deberá
sancionarse por las autoridades competentes. Aduce que los conductores de buses
colectivos e intermunicipales, que utilizan los servicios de la estación,
estando embriagados, fuman y son quienes crean el peligro de que se presente
una explosión. Por último, pone de presente que no fue notificada de la acción
de tutela interpuesta en su contra, lo que viola sus derechos de defensa y
debido proceso.
7. El Consejo de
Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Segunda, mediante
sentencia de mayo 17 de 1995, revocó la sentencia impugnada proferida por el
Tribunal Administrativo de Boyacá. En su lugar, rechazó por improcedente la
acción de tutela incoada por el demandante, ya que en el presente caso - según
su criterio -, no se cumplía con ninguna de las hipótesis establecidas en el
artículo 86 de la Carta Política.
7.1. El
establecimiento de comercio dedicado al expendio de licores, afirma, no presta
un servicio público.
7.2 Estima, además,
que esta actividad comercial, de interés eminentemente privado, no constituye
"per se" una conducta que afecte grave y directamente el interés
colectivo. Por un lado, el Estado autoriza la distribución o venta de licor por
particulares. Por otro, no es suficiente que se afecte gravemente el interés
colectivo para que proceda la acción de tutela, sino que la conducta del
particular se dirija a ese objetivo.
7.3 Por último, el
Consejo no encuentra que el actor esté en circunstancias de subordinación o
indefensión frente a la demandada, como quiera que contra ella podría ejercer
las acciones policivas señaladas en los artículos 34 y siguientes del Código
Nacional de Policía.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Contexto de la
actuación de tutela
1. La situación
concreta que origina la controversia objeto de la presente acción de tutela,
tiene relación con la escasa distancia - escasos tres metros - que separa, el
expendio de licores de propiedad de la demandada, de la estación de gasolina.
Esta circunstancia pasaría inadvertida, y sería indiferente jurídicamente, de
no ser porque el negocio de licor se ha convertido, según el demandante, con la
aquiescencia de la demandada, en una suerte de bar 'ad hoc', carente de
infraestructura locativa y sanitaria mínima para atender a la clientela, lo que
amenaza el derecho fundamental a la vida, por el peligro inminente que
representa el consumo de cigarrillos en la zona aledaña a los surtidores del
combustible.
Las declaraciones
formuladas por los empleados de la estación de gasolina coinciden en señalar
que por las noches, especialmente los fines de semana, numerosos compradores de
licor se reúnen en un lugar contiguo a la estación, y allí consumen
aguardiente, prenden y apagan cigarrillos. Esto sucede, en gran medida, como se
observa, por la falta de las instalaciones propias del establecimiento que
vende el licor y los cigarrillos. En efecto, uno de los declarantes refirió que
el propietario de la estación de gasolina solicitó a la demandada que colocara
un orinal en el local, sin obtener respuesta alguna.
2. El actor señala
que la policía de la localidad no ha sido capaz de controlar los disturbios y
el inminente riesgo creado por la conducta de los consumidores de alcohol
vendido por la acusada en las inmediaciones de la estación de gasolina. Por su
parte, el Comandante de la Policía informa que en los libros no aparecen
anotaciones sobre la intervención de la fuerza pública en el lugar.
El análisis de la
situación por parte de los jueces de instancia
3. Para el Tribunal
de tutela, en primera instancia, la venta de licor y cigarrillos por la
demandada y su consumo por parte de los compradores al lado de los tanques de
combustible, son actos que ponen en peligro objetivo el derecho fundamental a
la vida del actor y de los vecinos del lugar. Estima procedente la acción de
tutela en contra de un particular, en este caso la expendedora del licor,
porque su conducta "afecta grave y directamente un interés
colectivo".
4. El Consejo de
Estado, en segunda instancia, considera que no se cumple ninguna de las
hipótesis consagrada en la Constitución y la ley para que proceda la acción de
tutela contra un particular. En su concepto, la actividad comercial de la
demandada es lícita - cuenta con autorización para la distribución o venta de
licor - y, en sí misma, no afecta grave ni directamente el interés colectivo.
Además, advierte que el actor no se encuentra en estado de subordinación o
indefensión frente a la demandada, ya que cuenta con los medios establecidos en
el Código Nacional de Policía para obtener que cesen las incomodidades que con
la venta de licor se le ocasionan.
Problemas
jurídico-constitucionales que plantea la situación descrita
5. La misma
situación fáctica, sintetizada en esta providencia, es apreciada por los jueces
de tutela en forma diferente, asignándole, por consiguiente, diversas
consecuencias jurídicas. Para el Tribunal Administrativo de Boyacá, se trata de
una situación que objetivamente genera un peligro de explosión. La venta de los
productos por la demandada y su consumo frente al local, en este orden de
ideas, no es una situación que pueda apreciarse separadamente. Por el riesgo
que genera - alta probabilidad de que un fósforo o cigarrillo encendido haga
contacto con la gasolina o los vapores del combustible -, la venta y el consumo
de licores y cigarrillos para ser consumidos en el lugar, en este contexto,
representan una amenaza a los derechos fundamentales. Por el contrario, el
Consejo de Estado individualiza las conductas de la venta y el consumo. Considera,
en abstracto, que la demandada ejerce una actividad lícita de carácter
comercial, la cual 'per se' no afecta grave y directamente el interés
general.
6. El conflicto
surgido entre el propietario de la estación de gasolina y la vendedora de licor
y cigarrillos en el establecimiento adyacente, plantea el problema de
establecer si la actuación de la demandada, dadas las circunstancias de
vecindad y la naturaleza de las actividades descritas, constituye un ejercicio
lícito de la libertad de empresa (C.P., art. 333) o, por el contrario, un abuso
del derecho propio (C.P., art. 95-1) que amenaza el derecho a la vida (C.P.,
art. 11) u otros derechos del demandante. En caso de una respuesta afirmativa a
este último interrogante, deberá establecerse la procedencia de la acción de
tutela, teniendo en cuenta que ésta se interpuso contra un particular.
Actividad
comercial en abstracto y en concreto
7. Si bien el
comercio, distribución y venta de licor y cigarrillos, constituye una actividad
que se encuentra amparada por el derecho a la libertad de empresa (C.P., art.
333), su ejercicio debe desplegarse dentro del marco constitucional y legal
(C.P., art. 95). Las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que se ejercita
la actividad económica, son relevantes jurídicamente, en particular cuando se
presentan conflictos con otros derechos y bienes colectivos.
La afluencia
nocturna, especialmente durante los fines de semana, de consumidores de licor y
cigarrillos al establecimiento comercial de la demandada, no es fortuita. Se
trata de una clientela formada en torno a su negocio, el cual tiene por objeto
la "distribución de licor al por mayor y al detal", como ella misma
asevera. No obstante, con el tiempo, la empresa comercial ubicada en ese sitio
ha convocado un conjunto de personas que mantienen relaciones continuas de
demanda de bienes y servicios con ''SURTILICORES 24 HORAS", lo que reporta
un beneficio económico concreto para la señora Moreno Ospina.
En efecto, para la
vendedora no es indiferente que en las noches su clientela se reúna a departir
frente a su comercio. Ello representa ingresos y un aumento inmaterial del
valor de su negocio. La clientela, como situación de hecho producto de la
oferta de bienes y servicios, es concomitante a la actividad comercial. Su
formación se fomenta y se busca mantener y acrecentar por parte del
comerciante, dentro de la lógica mercantil y de expansión en el mercado. Su
disminución, por el contrario, acarrea un perjuicio económico que normalmente
se pretende evitar.
8. Ahora bien, en el
ejercicio de su actividad comercial, la señora Moreno Ospina no es ajena al
comportamiento de la clientela. Aún cuando está dispuesta a suministrar licor y
cigarrillos a los consumidores que demandan estos productos, no dispone del
espacio para atenderlos dentro del local, como tampoco de los servicios
sanitarios requeridos en establecimientos comerciales de expendio de licor para
el consumo en el lugar, lo que ocasiona la situación denunciada por el actor
como atentatoria de su derecho a la vida, dada la vecindad con la estación de
gasolina.
No puede entonces,
como lo hace el Tribunal de segunda instancia, apreciarse la actividad de la
demandada, independientemente de las circunstancias en que se ejerce el derecho
a la libertad de empresa. De hecho, desde una perspectiva estrictamente legal,
la licencia para la distribución de licor es diferente a la licencia para la
instalación y funcionamiento de un bar o establecimiento comercial destinado a
su venta y consumo. Por esta razón, no podía pasarse por alto la evaluación del
riesgo generado por la venta de licor y cigarrillos, en un local sin dotación
para atender a la clientela, situado en la proximidad a una estación de
gasolina.
Ejercicio de los
derechos y principio de armonización concreta
9. La vida en
sociedad impone la limitación - dentro de ciertos márgenes - de los derechos y
bienes colectivos con el objeto de asegurar la coexistencia de intereses
individuales y colectivos contrapuestos. El ordenamiento jurídico busca
facilitar la coordinación de dichos intereses, mediante la resolución pacífica
de las controversias que pueden surgir en el ejercicio de los derechos. A nivel
constitucional, estos conflictos se traducen en colisiones de normas
constitucionales que sirven de respaldo a los derechos enfrentados.
Las colisiones entre
normas jurídicas de igual jerarquía constitucional deben solucionarse de forma
que se logre la óptima eficacia de las mismas. El principio de la unidad
constitucional exige la interpretación de la Constitución como un todo
armónico y coherente, al cual se opone una interpretación aislada o
contradictoria de las disposiciones que la integran.
10. El ejercicio de
los derechos plantea conflictos cuya solución hace necesaria la armonización
concreta de las normas constitucionales enfrentadas. El principio de
armonización concreta impide que se busque la efectividad de un derecho
mediante el sacrificio o restricción de otro. De conformidad con este
principio, el intérprete debe resolver las colisiones entre bienes jurídicos,
de forma que se maximice la efectividad de cada uno de ellos. La colisión de
derechos no debe, por lo tanto, resolverse mediante una ponderación superficial
o una prelación abstracta de uno de los bienes jurídicos en conflicto. Esta
ponderación exige tener en cuenta los diversos bienes e intereses en juego y
propender su armonización en la situación concreta, como momento previo y
necesario a cualquier jerarquización o prevalencia de una norma constitucional
sobre otra.
11. El principio de
armonización concreta implica la mutua delimitación de los bienes
contrapuestos, mediante la concordancia práctica de las respectivas normas constitucionales,
de modo que se asegure su máxima efectividad. En este proceso de armonización
concreta de los derechos, el principio de proporcionalidad, que se
deduce del deber de respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios
(C.P., art. 95-1), juega un papel crucial. Los límites trazados al ejercicio de
los derechos, en el caso concreto, deben ser proporcionales, esto es, no deben
ir más allá de lo indispensable para permitir la máxima efectividad de los
derechos en pugna. La proporcionalidad se refiere entonces a la comparación de
dos variables relativas, cuyos alcances se precisan en la situación concreta, y
no a la ponderación entre una variable constante o absoluta, y otras que no lo
son. La delimitación proporcional de los bienes jurídicos en conflicto,
mediante su armonización en la situación concreta, se hace necesaria cuando se
toma en serio la finalidad social del Estado de garantizar la efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución (C.P., art.
2), y se pretende impedir que, por la vía de la restricción injustificada de
los derechos, termine por socavarse el contenido de uno o varios de ellos.
Abuso del derecho
y ejercicio responsable del derecho
12. El abuso del
derecho propio puede llevar al vaciamiento de otros derechos o bienes
colectivos. Para evitarlo, la jurisprudencia constitucional ha procurado
diseñar medios de control y evaluación de la constitucionalidad del ejercicio
de un derecho o una facultad constitucional. La teoría del núcleo esencial del
derecho, por ejemplo, es un primer intento de trazar una línea clara entre el
ámbito intangible de un derecho - sin cuya protección absoluta el derecho
específico se desnaturalizaría o perdería totalmente su efectividad -, y los
contornos del mismo, los cuales sí pueden ser objeto de regulación o
delimitación para permitir su coexistencia con otros derechos y bienes
jurídicos particulares.
En el caso de
colisión entre derechos constitucionales, corresponde al juez llevar a cabo la
respectiva ponderación. Mediante ésta, se busca un equilibrio práctico entre
las necesidades de los titulares de los derechos enfrentados. La consagración
positiva del deber de respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios
(C.P., art. 95-1), elevó a rango constitucional la auto-contención de la
persona en el ejercicio de sus derechos. La eficacia constitucional de este
deber, en consecuencia, exige de los sujetos jurídicos un ejercicio
responsable, razonable y reflexivo de sus derechos, atendiendo a los derechos y
necesidades de las demás y de la colectividad.
13. En las
relaciones intersubjetivas se revela el carácter dual de los derechos
constitucionales. Estos constituyen verdaderos derechos o facultades subjetivas
en cabeza de las personas - bien sea como derechos de resistencia contra el
Estado u otros particulares (status negativo), de participación, o de
prestación (status positivo) -, y , a la vez, representan valores objetivos del
ordenamiento, los cuales prefiguran la vida de relación y exigen una actitud de
solidaridad que asegure la convivencia pacífica de todos. La interpretación del
contenido y alcance de los derechos a partir de los principios fundamentales de
dignidad humana y de solidaridad social (C.P., arts. 1 y 95), permite la
recuperación de la racionalidad a nivel del ejercicio práctico de los derechos.
Sólo mediante un ejercicio razonable, esto es, reflexivo y responsable de los
propios derechos, es posible superar la tensión individuo-sociedad y, con ello,
la confrontación de intereses y necesidades que, de otra forma, se resolvería
mediante la negación del otro y el envilecimiento de la propia condición
humana.
Armonización
concreta de los derechos en conflicto
14. El Tribunal de
segunda instancia, en abstracto, considera que una actividad económica
autorizada por el Estado, por sí misma no afecta el interés colectivo. Esta
apreciación, no obstante, otorga precedencia absoluta e irrestricta al derecho
a la libertad de empresa sobre otros derechos constitucionales. En efecto, si
se toma en cuenta la cercanía del establecimiento comercial con la estación de
gasolina (1), la venta de licor y cigarrillos para ser consumidos en el lugar
(2), y el interés de la demandada en mantener su clientela (3), el ejercicio
que ésta hace de sus derechos constitucionales no está exento de efectos hacia
terceros. La actividad empresarial de la demandada genera un riesgo claro e
inminente que amenaza no sólo el derecho a la vida del demandante, sino también
otros bienes y derechos suyos, así como los de los demás miembros de la
colectividad. El derecho a la libertad de empresa de la demandada, en las
circunstancias antes descritas, colisiona con el derecho a la vida, a la
libertad de empresa y a la propiedad del demandante. Corresponde al juez
constitucional realizar una armonización concreta, mediante la delimitación
proporcional de los derechos contrapuestos, que permita su máxima efectividad.
15. La señora Moreno
Ospina se ocupa de la venta de licor en un establecimiento comercial que ha
logrado acreditar una clientela. El medio utilizado - actividad económica
lícita - se adecua plenamente a la finalidad buscada, cual es la obtención de
ingresos económicos para el sostenimiento de ella y de su familia. No obstante,
en el ejercicio de su derecho a la libertad de empresa, la demandada genera un
riesgo difuso e incontrolable, que traslada a su vecino y a la colectividad,
consistente en suministrar bebidas alcohólicas y cigarrillos que son
consumidos, sin las debidas precauciones, en un lugar cercano al depósito de
combustibles, aledaño. Justamente, por la carencia de instalaciones adecuadas y
las costumbres de su clientela.
La manifestación de
la demandada, según la cual ella no es responsable de lo que hagan los
compradores en las afueras de su establecimiento, no es atendible si se tiene
en cuenta que la permanencia de los consumidores de licor y cigarrillos en el
lugar, le reporta un beneficio económico directo y obedece al fenómeno mismo de
la clientela que aquélla alienta. El interés de vender sus productos en la
misma forma y cantidad en que lo hace, sin necesidad de realizar una inversión
económica adicional para habilitar un lugar destinado al consumo y un servicio
sanitario, explica su reticencia a admitir el riesgo creado por su venta de
licor y cigarrillos en las circunstancias en que se realiza. Esta actitud se
revela abusiva y desproporcionada, ya que traslada la totalidad de las
externalidades de su negocio a su vecino y a la colectividad en general, pese a
que existen otras alternativas que si bien representan algún costo, no tiene la
magnitud del riesgo generado a terceros.
El riesgo de que se
produzca una explosión de los tanques de gasolina - lo cual es altamente
probable -, y se vulneren los derechos a la vida, a la propiedad o a la
empresa del demandante, de vecinos del sector e, incluso, de la misma
demandada, es mayor que la posibilidad de una reducción de su clientela como
consecuencia de la prohibición de consumir el licor y los cigarrillos en el
lugar, dada la vecindad con la estación de gasolina y la existencia de las
mencionadas prácticas. La señora Moreno Ospina tiene la alternativa de realizar
una inversión económica tendente a adecuar la infraestructura de su
establecimiento y, de este modo, responder a la clientela de consumidores que
ha logrado consolidar.
16. De conformidad
con el principio de armonización concreta, se observa que el derecho a la
libertad de empresa - que de suyo tiene una función social y supone
responsabilidades (C.P., art. 333) -, debe soportar una limitación, con miras a
eliminar el riesgo que, para los derechos del actor y de otras personas, genera
su ejercicio en las actuales circunstancias. Esta armonización de los derechos
en conflicto no conlleva la restricción o el sacrificio ilimitados de los
mismos. Ambos establecimientos comerciales pueden seguir funcionando bajo el
amparo de los respectivos permisos administrativos. No obstante, la posible
disminución de la clientela ante la negativa de vender licor y cigarrillos para
el consumo en el lugar, no es una medida desproporcionada que restrinja la
libertad de empresa, sino una consecuencia necesaria del ejercicio de este
derecho en las circunstancias varias veces mencionadas.
Verificada la
existencia de un ejercicio abusivo del derecho a la libertad de empresa,
consistente en la generación y traslado de un riesgo grave al demandado y a la
colectividad en general, la Sala se ocupará de la procedencia de la acción de
tutela interpuesta contra un particular, como lo es la demandada.
Procedencia de la
acción de tutela contra particulares que afectan grave y directamente el
interés público al crear situaciones de peligro
17. La Corte
coincide con el Tribunal de tutela de primera instancia en el sentido de que la
actuación de la demandada - mantenimiento de una clientela que le reporta un
beneficio económico particular en las circunstancias de hecho anotadas -,
afecta grave y directamente el interés colectivo, en este caso la supervivencia
de la vecindad y la salubridad pública. La actuación de la demandada, como ya
antes se dijo, no puede verse separadamente del ejercicio concreto del derecho
que le sirve de fundamento. La generación y transferencia del riesgo de vender
licor y cigarrillos con miras a su consumo inmediato al lado de una estación de
gasolina, y la negativa a adoptar medidas razonables para controlarlo,
constituyen una conducta que afecta grave y directamente el interés colectivo y
que, por lo tanto, justifica la interposición de la acción de tutela en contra
del particular responsable de dicha situación (C.P., art. 86).
Situación de indefensión
18. El fallador de
segunda instancia niega la existencia de un estado de indefensión, ya que el
interesado tiene a su alcance "las acciones policivas señaladas en los
artículos 34 y siguientes del Código Nacional de Policía para corregir las
incomodidades ..." que se le vienen ocasionando.
La Corte ha señalado
que la indefensión se predica no sólo de situaciones en las cuales la persona
se encuentra inerme o desamparada, es decir, sin medios físicos o jurídicos de
defensa, sino también de aquellas en las cuales los medios y elementos
disponibles se revelan insuficientes para resistir o repeler la agresión o la
amenaza de vulneración de un derecho fundamental (ST- 161 de 1993). La
situación de indefensión debe apreciarse en concreto, esto es, según los hechos
y circunstancias que rodean el caso. Por otra parte, la Corte ha señalado que
"la magnitud de una vulneración de los derechos fundamentales, que excede
los beneficios pretendidos mediante una acción legal y hace inocuo su
ejercicio, es un parámetro que permite establecer la existencia de una relación
de indefensión" (ST-189 de 1993).
En el presente caso,
la inactividad de las autoridades administrativas de policía, consistente en no
controlar el expendio y consumo de licor y cigarrillos en la vecindad de una
estación de gasolina, pese al riesgo objetivo que esta situación representa
para la seguridad y salubridad públicas, coloca al demandante en una situación
de indefensión. Para éste, es imposible fáctica y jurídicamente controlar el
consumo de licor y cigarrillos vendidos por la demandada. Por el contrario, a
ella sí le corresponde ejercer responsablemente su derecho a la libertad de
empresa dentro de los límites del bien común (C.P., art. 333). En consecuencia,
este Sala estima que la acción de tutela incoada es procedente de conformidad
con el artículo 86 de la Constitución y el numeral 9 del artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991.
Ausencia de
vulneración del derecho al debido proceso de la demandada
19. La demandada
alega la vulneración de sus derechos de defensa y debido proceso por no haber
sido notificada de la acción de tutela incoada en su contra, lo que le impidió
ejercer la defensa durante el trámite de primera instancia.
En repetidas
oportunidades[1],
la Corte ha advertido a los jueces de tutela sobre la obligación de ceñirse a
los principios generales del proceso, particularmente a los principios de
publicidad, defensa y contradicción (C.P., art. 29), en el trámite de la acción
de tutela. "La naturaleza preferente y sumaria del proceso de tutela - ha
sostenido la Corte - no tiene el alcance de anular los principios medulares del
proceso. De llegarse a este extremo, se sacrificarían derechos constitucionales
en aras de la protección de otros derechos de igual jerarquía, lo cual no sólo
entraña un contrasentido sino que es contrario a la finalidad del proceso y al
valor de la justicia" (ST-288 de 1995).
El Tribunal de
primera instancia ha debido notificar a la demandada la interposición de la
acción de tutela. Por no hacerlo, incurrió en una irregularidad en el trámite
judicial. No obstante, la mencionada nulidad quedó saneada mediante la
intervención oportuna en el proceso de la parte afectada[2]. La señora Moreno
Ospina interpuso recurso de apelación contra el fallo condenatorio de primera
instancia, logrando su revocatoria en segunda instancia, razón por la cual no
puede afirmarse que sus derechos constitucionales hayan sido vulnerados. Es
evidente que la nulidad procesal por falta de notificación quedó saneada por la
propia actuación de la demandada, por lo que no se justifica la declaratoria de
nulidad del trámite de tutela en sede de revisión.
Orden y
definición de la conducta a cumplir con el fin de hacer efectiva la tutela
20. La Corte
procederá, en consecuencia, a confirmar el fallo de primera instancia, en el
sentido de ordenar a la demandada abstenerse de vender licor para ser consumido
en el lugar, lo que genera una amenaza clara e inminente contra los derechos
del demandante y de los vecinos. Como se precisó anteriormente, la demandada
abusa de su derecho a la libertad de empresa al convertir de facto su
actividad de venta de licor al por mayor y al detal - licencia para la distribución
de licor - en una de venta y consumo en el lugar - licencia para bar o cantina
-. Las licencias administrativas para la distribución o para la venta y
consumo, son de tipo diverso. Mientras que la primera autoriza sólo la venta
pero no el consumo en el lugar, la segunda admite la venta y consumo del licor
en el respectivo establecimiento. En este último evento, la expedición de la
respectiva licencia está condicionada a la obtención de conceptos previos y
favorables por parte de las autoridades de planeación, sanitarias y de
bomberos, las cuales, en su orden, controlan el debido uso del suelo según el
sector de la ciudad, la salubridad y seguridad del establecimiento. En
consecuencia, la demandada deberá restringir el ámbito de sus negocios específicamente
a la actividad autorizada en la licencia de distribución y evitar que su
interés económico de mantener y acrecentar una clientela amenace los derechos
del demandante y de los miembros de la comunidad en general.
D E C I S I O N
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E:
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia de mayo 17
de 1995, proferida por el Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Segunda.
SEGUNDO.-
CONFIRMAR la sentencia de
marzo 28 de 1995, proferida por el Tribunal Administrativo de Boyacá, Sala
Plena, y ADICIONARLA, en el sentido de ORDENAR a la demandada DANNAY
MORENO OSPINA que se abstenga de incurrir en conductas no autorizadas por la
respectiva licencia de distribución de licor, como es la venta para el consumo
de licor en el lugar, generando una amenaza a los derechos del actor y demás
vecinos.
TERCERO.-
REQUERIR al Comandante de
la Primera Estación de Policía de Tunja, para que se sirva tomar las medidas
necesarias con el objeto de impedir el consumo de licor y cigarrillos en las
inmediaciones de la estación de servicio "ESSO" que colinda con el
establecimiento de comercio denominado "SURTILICORES 24 HORAS",
localizado en la Calle 29A No. 10 de dicha localidad.
CUARTO.- LIBRESE comunicación al mencionado Tribunal, con
miras a que se surta la notificación de esta providencia, según lo establecido
en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintiséis (26) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y
cinco (1995) ).
[1]Corte
Constitucional. Sentencias T-146/93; AUTO SALA PLENA No 12 de 1995; T-206 de
1995; T-288 de 1995.
[2]Corte
Constitucional. Sentencia T-206 de 1995. MP JORGE ARANGO MEJIA |
530 | T-426-95
Sentencia No. T-426/95
Sentencia No.
T-426/95
DERECHO A LA
EDUCACION-Validación del
año
La culminación
satisfactoria de un curso de educación media, al cual se accedió sin el
cumplimiento de los requisitos previos que para el caso exige la ley, no
convalida tal irregularidad, ni genera para el estudiante derechos adquiridos.
El menor se ha visto perjudicado por la actitud equivocada de sus padres, que
suministraron información inexacta e incompleta al rector del colegio
demandado, haciéndole creer que el niño estaba pendiente de una habilitación
para concluir satisfactoriamente su grado sexto, cuando en realidad dicha
habilitación ya se había realizado, arrojando resultados negativos para el
estudiante, lo que necesariamente implicaba para éste la pérdida del año.
MALA FE-Matrícula irregular/NEGLIGENCIA DE LOS
PADRES-Suministro de información educativa
Si bien, por
descuido o negligencia del colegio demandado no se realizó el examen
correspondiente a la habilitación, es claro que éste no procedía, por cuanto el
actor ya había agotado esa posibilidad, en el Colegio de origen, no siendo
posible, de acuerdo con la ley, la "rehabilitación". Se evidencia
descuido y mala fe de los padres, quienes además de suministrar información
inexacta al colegio que recibía a su hijo, nunca solicitaron, a lo largo de
todo el año de 1993, que se procediera a la realización del examen, que según
ellos, el menor tenía "pendiente".
DERECHO A LA
EDUCACION-Pérdida de año
Si bien la
repetición del año, por insuficiencia académica, no puede entenderse como una
sanción, ella si constituye un requisito exigible para obtener el derecho a la
promoción de un grado a otro. No hubo por parte del colegio demandado ninguna
violación del derecho a la educación del menor, y que por el contrario éste, a
través de su actual rectora, quiso ayudarle a legalizar la situación irregular
que se originó en la pérdida del grado sexto, utilizando para ello los mecanismos
que prevé la ley.
NOTA DE
RELATORIA: En igual
sentido se puede consultar la sentencia T-562/93. Gaceta de la Corte
Constitucional, Tomo 12, pp. 219 a 228.
REF.:
Expediente No. T-72011
Actor:
MIRZA ESTHER
MONTERO OÑATE
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., septiembre veintisiete (27) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
de Tutelas, integrada por los H. Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO
NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus competencias
constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente, resuelve
sobre el proceso de acción de tutela presentado por MIRZA ESTHER MONTERO DE
OÑATE en representación de su menor hijo LUIS OÑATE MONTERO, contra
el colegio Santo Tomás de la ciudad de Villanueva, Departamento de La Guajira,
representado legalmente por su rectora señora MARIANA MENDOZA GUERRA.
1. ANTECEDENTES
LA PRETENSION Y
LOS HECHOS.
La señora MIRZA
ESTHER MONTERO DE OÑATE, en representación de su menor hijo, LUIS OÑATE
MONTERO, interpuso acción de tutela contra la Rectora y Representante Legal
del colegio SANTO TOMAS de la ciudad de Villanueva, Guajira, señora MARIANA
MENDOZA GUERRA, con el objeto de proteger el derecho fundamental del menor
a la educación.
Como hechos que
sustentan su petición la demandante expuso los siguientes:
- Durante el año
lectivo de 1992, el menor LUIS OÑATE MONTERO cursó en el colegio ROQUE DE
ALBA de la ciudad de Villanueva, Guajira, el grado sexto de educación básica,
perdiendo el área de matemáticas y la correspondiente habilitación.
- Para el año
lectivo de 1993, el menor ingresó al colegio SANTO TOMAS de la misma ciudad,
para cursar el grado séptimo; sin embargo, el trámite de matrícula se realizó
sin que se hubieran allegado los documentos que se requieren para el efecto:
registro civil, certificado médico, y certificado de calificaciones de los años
anteriores.
- De acuerdo con las
declaraciones tomadas por la Juez de primera instancia, al rector de la época
se le informó parcialmente de la situación, pues en ningún momento se le dijo
que el alumno ya había habilitado y reprobado la materia, por lo que autorizó
la matrícula en séptimo grado, comprometiéndose a que en el transcurso del año
se procedería internamente a efectuar la correspondiente habilitación.
- El alumno cursó
satisfactoriamente el grado séptimo, sin que se le hubiere realizado el
mencionado examen de habilitación, aprobando todas las materias, tal como se
aprecia en el reporte de calificaciones que reposa en el expediente.
- Al iniciar el año
lectivo de 1994, el colegio, a través de su nueva rectora, al no encontrar en
el expediente los documentos que se debieron aportar para la realización de la
matrícula, solicitó a los padres del menor la remisión del certificado
correspondiente al grado sexto, pues no tenía conocimiento del compromiso
adquirido por su antecesor, en el sentido de que el colegio a su cargo
realizaría la correspondiente habilitación, ni podía concluir que existiera
algún problema, pues como se anotó, en el expediente no reposaba ningún tipo de
documentación que permitiera evidenciarlo .
- Al conocer en
detalle la situación y concluir que de conformidad con la normativa legal
aplicable, el alumno habría perdido el grado sexto, no siendo posible una nueva
habilitación, la Rectora solicitó autorización a la Secretaría de Educación
Departamental, para proceder internamente a la validación del sexto grado, y
superar con ello la irregularidad que se había presentado. El secretario de
educación del Departamento de la Guajira, a través de oficio No. 12 de 16 de
febrero de 1994, le informó a la Rectora que de conformidad con lo dispuesto en
el artículo 6o. del Decreto 2225 de 1993, los establecimientos de educación
básica secundaria y media vocacional, sólo pueden practicar validaciones de
grados completos cuando se trate de alumnos provenientes de planteles
educativos no aprobados, pero que acrediten licencia de iniciación de labores,
o de alumnos provenientes del exterior cuyos certificados no estén debidamente
legalizados. Para el caso específico del actor, señaló el funcionario,
"sólo es posible la validación a través del ICFES"
- La Rectora informó
de la situación al padre del alumno, a través de oficio No.29 de 21 de febrero
de 1994, en el cual le manifestó que el niño podía seguir en el colegio
cursando el grado octavo en calidad de asistente, mientras allegaba la
documentación que se requería para legalizar la matrícula, esto es, mientras
validaba el grado sexto en el ICFES, institución que por lo demás realiza este
tipo de aplicaciones periódicamente. Ante la negativa de los padres, la rectora
les propuso, como otra alternativa, que el niño cursara en el colegio el sexto
grado y una vez lo aprobará se le expedirían los certificados correspondientes
a sexto y séptimo. Esta opción tampoco fue aceptada por los padres y el menor
fue retirado del colegio.
- Con fecha 24 de
agosto de 1994, la madre del menor solicitó por escrito a la Rectora del
colegio demandado, la expedición del certificado de estudios del actor
correspondiente al grado séptimo, cursado y aprobado durante el año lectivo de
1993. Dicha solicitud fue denegada por la rectora del colegio a través de
oficio No. 76 de 27 de septiembre de 1994, en el cual le comunica la
imposibilidad de expedir el certificado por no tener legalizada la
documentación correspondiente al año precedente, esto es, al grado sexto,
cursado durante 1992 en otro colegio, el Roque de Alba de la misma ciudad.
- Dicha negativa
sirvió de base a la madre y representante del actor, para interponer la acción
de tutela, pues considera que con esa actitud el colegio Santo Tomás, a través
de su rectora, está violando el derecho a la educación de su hijo.
2. FALLOS QUE SE REVISAN
2.1 PRIMERA
INSTANCIA
El Juzgado Promiscuo
Municipal de Villanueva, Guajira, mediante providencia de 27 de febrero de
1995, negó la tutela impetrada por MIRZA ESTHER MONTERO DE OÑATE en
representación de su menor hijo LUIS OÑATE MONTERO. La sentencia
proferida se fundamentó en los siguientes argumentos:
2.1.1 La Juez de
primera instancia negó la tutela por considerar que la decisión de la
demandada, de no expedir el certificado de estudios correspondiente al grado
séptimo, cursado por el actor en el establecimiento a su cargo, argumentando
que ello no es posible hasta tanto se legalice lo correspondiente al grado precedente,
grado sexto, cursado y reprobado en otro colegio, no atenta contra el derecho
fundamental a la educación del menor actor.
2.1.2 Analiza el
a-quo la situación del actor, previa la práctica de varias pruebas, a la luz de
las disposiciones que rigen lo relativo a la pérdida de asignaturas,
específicamente la Resolución No. 17486 de 1984, concluyendo que si bien el
colegio demandado incurrió en un error, por descuido o negligencia, al
comprometerse a realizar la habilitación en el transcurso del año de 1994 y no
hacerlo, y que además propició el trámite irregular de la matrícula al no
exigir los documentos que para el caso deben aportar los alumnos que ingresan
por primera vez al plantel, el actor tampoco tenía derecho a habilitar la
materia pérdida, por cuanto ésta ya había sido habilitada y reprobada, según lo
certificó el rector del colegio Roque de Alba al Despacho de conocimiento.
- Señala, que
teniendo en cuenta que la mencionada normativa sólo permite la habilitación por
una vez, en el caso de pérdida de una o dos asignaturas, y que éstas deben ser
aprobadas por el alumno para que pueda ser promovido al grado superior, pues no
hay lugar a la "rehabilitación", lo único que procedía en el caso del
actor era la repetición del grado sexto, o su validación en el ICFES. Luego,
afirma, el colegio demandado con sus acciones no ha vulnerado el derecho a la
educación del menor, no obstante haber incurrido en una conducta irregular que
debe ser investigada por las autoridades competentes, a las cuales la Juez de
primera instancia remitió la información correspondiente.
2.2 SEGUNDA
INSTANCIA.
El Juzgado Promiscuo
del Circuito de San Juan del Cesar, Guajira, mediante sentencia del 21 de abril
de 1995, resolvió confirmar en todas sus partes el fallo proferido en primera
instancia, el cual fue impugnado por la actora.
Las razones que
expone el Juez de segunda instancia para su decisión son las siguientes:
2.2.1 Manifiesta el
a-quem que de conformidad con lo establecido en el artículo 32 del Decreto 2591
de 1991, le corresponde como juez de segunda instancia estudiar el contenido de
la impugnación y confrontarlo con el fallo y el acervo probatorio para tomar su
decisión; no obstante, dice, en el caso analizado la impugnación se limita a la
manifestación expresa de apelación del fallo, sin que se presenten nuevos
argumentos o elementos adicionales que deban ser considerados.
2.2.2 Anota que
durante el proceso se probó de manera plena que el actor cursó y reprobó el
sexto grado en el colegio Roque de Alba, y que dicho grado no se repitió en el
colegio Santo Tomás, como se desprende de los resultados de la inspección
judicial ordenada por la Juez de primera instancia, por lo que no podía ser
promovido al grado séptimo.
2.2.3 Destaca el
Juez de segunda instancia que en el caso analizado lo que se encuentra es una
situación irregular, previa a la actuación que se le cuestiona al colegio
demandado, el cual, a través de su rectora se negó a expedir una certificación
de estudios correspondiente al grado séptimo, hasta tanto se allegue la
documentación que pruebe que el grado precedente, sexto, ha sido aprobado;
dicha actuación, concluye, en nada afecta el derecho fundamental a la educación
del actor.
2.2.4. Por último,
enfatiza que la obligación de proteger y educar a los niños según la misma
Constitución, no es solo del Estado, sino que se extiende a la sociedad y a la
familia, por lo que no encuentra "encomiable" que la representante y
madre del menor, pretenda, a través de una acción de tutela, que soporta en una
presunta e inexistente violación del derecho a la educación de su hijo, obtener
un determinado resultado, a sabiendas de que ello no es posible y de que el
proceso de matrícula fue irregular. Con esa actitud, anota, antes que beneficios
lo que origina para su hijo son perjuicios.
3. COMPETENCIA
Con fundamento en lo
dispuesto en los artículos 86 y 241-9 de la constitución Política, en armonía
con los artículos 33, 34 y 35 del Decreto-Ley 2591 de 1991, la Sala es
competente para revisar la sentencia de la referencia. Su examen se hace en
virtud de la selección que de las sentencias de tutela práctico la Sala
correspondiente, y del reparto que se efectúo de conformidad con el reglamento
de esta Corporación.
4. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Esta Corporación ha
manifestado en reiteradas oportunidades la trascendencia e importancia que en
un Estado Social de Derecho tiene la educación como derecho fundamental de las
personas, importancia que consignó de manera expresa el Constituyente en el
artículo 67 de la Carta:
"La educación
es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social:
con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los
demás bienes y valores de la cultura.
"La educación
formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la
democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento
cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente."
En el caso
analizado, se trata de determinar si la negativa de la Rectora del colegio
demandado, a expedir un certificado de estudios correspondiente al grado
séptimo, cursado y aprobado por el actor en el establecimiento a su cargo, el
cual lo recibió y matriculó enterado de que tenía pendiente la habilitación de
matemáticas, pero no de que ésta ya había sido presentada y reprobada en
colegio de origen, por lo que a través del rector de entonces se comprometió a
realizarla en el transcurso del año 1993, vulnera o no el derecho a la educación
del menor; la demandada considera que no le es posible expedir el mencionado
certificado, hasta tanto el actor legalice dicha situación, para lo cual ella
le informó de las alternativas jurídicamente viables, validación del grado
sexto o repetición del mismo, ofreciéndole la colaboración del colegio.
Al efecto, es
pertinente desarrollar algunos temas que en principio sustentarían una
reiteración de jurisprudencia.
1. La culminación
satisfactoria de un curso de educación media, al cual se accedió sin el
cumplimiento de los requisitos previos que para el caso exige la ley, no
convalida tal irregularidad, ni genera para el estudiante derechos adquiridos.
Si bien el texto
contentivo de la acción de tutela presentado por la madre del actor, se limita
a reclamar la protección del derecho fundamental a la educación de su hijo, por
considerar que la no expedición del certificado solicitado lo vulnera, su
petición se soporta, tal como puede apreciarse en la declaración rendida ante
el Juzgado de primera instancia, en el siguiente presupuesto: tratándose de un
problema que se generó en el incumplimiento, por negligencia o descuido, de un
compromiso adquirido por la administración del Colegio demandado, dado que el
Rector de la época autorizó la matrícula comprometiéndose a efectuar la
habilitación, la responsabilidad de resolverlo es exclusiva de dicho
establecimiento, al cual le exige una solución.
Al parecer, la
demandante considera, que la omisión y el incumplimiento que le atribuye al
colegio demandado, por no haber realizado éste la habilitación que según ella
su hijo tenía "pendiente", permitiendo que el niño continuara
cursando el séptimo grado, el cual culminó satisfactoriamente, implican por
parte del plantel, una convalidación tácita del grado sexto, por lo que exige
la entrega del certificado correspondiente al curso que aprobó, séptimo,
olvidando que la validez del mismo está condicionada a que el alumno acredite,
no sólo que cursó el grado inmediatamente anterior, sino que lo aprobó, bien
anexando el correspondiente certificado expedido por el respectivo
establecimiento educativo, o recurriendo al mecanismo de validación para
obtenerlo. Sobre el particular ha dicho esta Corporación:
"...la
promoción de un estudiante al grado siguiente, sin el lleno de los requisitos,
comporta una irregularidad que, pese a no haberse originado en este último, no
genera un derecho adquirido a su favor. El procedimiento de validación que
ofrece la ley (Decreto 2225 de 1993), persigue garantizar que el Estado
compruebe los conocimientos, habilidades y destrezas del estudiante y que éste,
de otra parte disponga de una oportunidad para consolidar la situación precaria
en la que eventualmente pueda encontrarse como consecuencia de la inobservancia
de la ley. La validación, desde esta perspectiva, no puede contemplarse como
una sanción, sino como un remedio que se brinda a la persona que ha sido
perjudicada con las violaciones a la ley patrocinadas por un tercero, pero que
no puede pretender del Estado que convalide integralmente la acción irregular,
lo cual solo se dará cuando el estudiante acredite el grado de formación y
aprendizaje que la ley asocia a los diferentes niveles y títulos. (Corte
Constitucional, Sentencia T-218, mayo de 1995, M.P. Dr. Eduardo Cifuentes
Muñoz).
En este caso el
menor se ha visto perjudicado por la actitud equivocada de sus padres, que
suministraron información inexacta e incompleta al rector del colegio
demandado, haciéndole creer que el niño estaba pendiente de una habilitación
para concluir satisfactoriamente su grado sexto, cuando en realidad dicha
habilitación ya se había realizado, arrojando resultados negativos para el
estudiante, lo que necesariamente implicaba para éste la pérdida del año.
2. La improcedencia
del derecho a la "rehabilitación".
La normativa vigente
en la época en que se sucedieron los hechos, contenida en la resolución 17486
de 1984, emanada del Ministerio de Educación Nacional, actualmente vigente,
establece como condición necesaria para efectos de la promoción de un alumno a
un grado superior, que dicho alumno haya cursado y aprobado el grado
precedente. Así, el artículo 14 de la citada norma establece:
"Artículo 14. El estudiante se promueve al grado
superior o al diploma de bachiller cuando apruebe todas las áreas o cuando,
promediadas las calificaciones de todas las áreas de formación, comunes y
propias, arrojan una nota mínima de siete (7.0), siempre que el alumno no haya
perdido más de un área y ésta no esté calificada con una nota inferior a cuatro
(4.0). En este caso el estudiante no está obligado a habilitar el área
perdida."
Si el alumno
reprueba una o dos asignaturas tiene derecho, por una sola vez, a habilitarlas,
si las reprueba se entiende perdido el año el cual debe repetir; sobre el
particular establece el artículo 17 de la resolución citada:
"Artículo
17. Solo se permite la
habilitación cuando el alumno no ha perdido sino una o dos áreas. Este debe
habilitarlas y aprobarlas para ser promovido al grado superior o para obtener
el diploma de bachiller, excepto en el caso contemplado en el artículo 14. En
ningún caso se permite la rehabilitación." (El destacado se incluye).
En cuanto a quién
debe efectuar la habilitación de una materia pérdida, la resolución 19700 de
1985 que aclara el parágrafo 1o. del artículo 17 de la ya citada resolución
17486 de 1984, permite que el alumno o sus representantes elijan si la presenta
en el colegio en el que adelantó el respectivo curso, que fue lo que ocurrió en
este caso, o si la presenta en el plantel en el cual va a continuar sus
estudios, alternativas que, obviamente, son excluyentes. Dice el mencionado
artículo:
"artículo
2o. Las habilitaciones
correspondientes a los grados de educación básica y las del décimo grado de
educación media vocacional, podrán presentarse en el instituto docente donde el
alumno terminó el grado correspondiente, o aquel donde vaya a ingresar. En
este último caso el alumno deberá presentar certificación expedida por el
colegio de procedencia, en donde conste que no ha presentado dicha
habilitación." (El destacado se incluye).
En el caso
analizado, el alumno perdió la asignatura de matemáticas, la cual, según lo
certifica el rector del colegio Roque de Alba, habilitó y volvió a perder, de
donde se concluye que debía repetir el año. Sin embargo, todo indica que al
colegio demandado, en el cual laboraba por entonces el padre del actor, se le
suministró una información incompleta e inexacta, pues se le dijo al rector de
entonces que el estudiante tenía "pendiente" la habilitación de una
materia. El rector, acogiendo las alternativas que brinda la normativa legal
vigente, se comprometió entonces a realizar la habilitación en el transcurso
del año que se iniciaba, lo cual, sin embargo, no lo releva de la
responsabilidad que le asiste al haber autorizado una matrícula irregular, pues
omitió la exigencia de los documentos que para el caso el alumno debía allegar.
Si bien, por
descuido o negligencia del colegio demandado no se realizó el examen
correspondiente a la habilitación, es claro que éste no procedía, por cuanto el
actor ya había agotado esa posibilidad, en el Colegio de origen, no siendo
posible, de acuerdo con la ley, la "rehabilitación". Se evidencia
descuido y mala fe de los padres, quienes además de suministrar información
inexacta al colegio que recibía a su hijo, nunca solicitaron, a lo largo de
todo el año de 1993, que se procediera a la realización del examen, que según
ellos, el menor tenía "pendiente".
Ahora bien, en el
supuesto de que efectivamente el actor hubiera tenido derecho a presentar el
examen de habilitación, y que por descuido o negligencia del colegio éste no se
hubiera realizado, tampoco sería exigible el certificado solicitado, pues tal
situación no relevaba al menor de la obligación de aprobar el grado precedente,
en su caso, por las circunstancias que se habían dado, recurriendo al mecanismo
de la validación; dicho requisito, no podía entenderse soslayado por el
incumplimiento por parte del Colegio, pues como lo ha dicho esta Corporación:
"...los
requisitos establecidos en la ley y normas reglamentarias, cuyo cumplimiento es
necesario para considerar que un grado o nivel educativo ha sido aprobado, no
pueden soslayarse, pues normalmente con ellos el Estado aspira a garantizar la
formación integral de los educandos y la calidad de la enseñanza."
(Sentencia Corte Constitucional, T-218 de mayo de 1995, M.P. Dr. Eduardo
Cifuentes Muñoz).
La negativa de la
rectora demandada obedece a su decisión de cumplir estrictamente con las
disposiciones de la ley, pues es consciente de que la validez del certificado
solicitado por la madre del actor, el de séptimo grado, está sujeta a la
legalización del grado precedente, el grado sexto, el cual, definitivamente, tal
como se demostró en el proceso, fue reprobado por el alumno. Con dicha actitud
la Rectora asumió la responsabilidad que le asiste al plantel que dirige, por
cuanto él mismo con sus omisiones contribuyó a generar una irregularidad que
perjudica gravemente al alumno.
La actuación de la
rectora demandada fue diligente y prudente en todo momento, pues al conocer la
situación, su intención fue darle una solución inmediata y directa; por eso, de
conformidad con lo establecido en el artículo 6 del Decreto 2225 de 1993, norma
que reglamenta el proceso de validación de grados correspondientes a educación
básica y media, solicitó la autorización de la Secretaría de Educación de su
Departamento para proceder a la validación del grado sexto del actor; tal
autorización. Sin embargo, le fue denegada por cuanto la misma norma, como se
señaló antes, de manera expresa establece las situaciones en las que es viable
tal procedimiento: para la situación del actor, dicho decreto establece que el
proceso de validación se debe efectuar a través del ICFES, describiendo de
manera expresa las situaciones en las cuales él es procedente:
"Artículo 3o.
Los programas de validación se ofrecen para quienes se encuentren entre otras,
en las siguientes situaciones:
a)...
b) Quienes por cualquier
circunstancia no hayan aprobado un grado;
c) Quienes por un
error administrativo hayan sido promovidos al grado siguiente, sin el lleno de
los requisitos;
d)...
e)..."
Es claro que la
situación del actor configura los eventos descritos en los literales b y c de
la norma citada, pues de una parte, el alumno reprobó el grado sexto, y de
otra, la administración del colegio demandado incurrió en error, al aceptar,
por intermedio del rector de la época, efectuar un examen de habilitación al
cual ya no tenía derecho el actor, dando lugar a una matrícula irregular a la
cual no se aportaron los documentos necesarios, con los cuales, valga decirlo,
se hubiera constatado que el menor había perdido el grado sexto y en
consecuencia que no podía ser promovido al grado séptimo.
En cuanto a la
actitud de la rectora demandada, es clara su disposición y su interés de
colaborar con el alumno para que éste legalizara la situación y pudiera
continuar con sus estudios; de manera inequívoca se prueba que la rectora
adelantó varias diligencias tendientes a establecer cuáles eran las acciones
procedentes en este tipo de casos, las cuales propuso a los padres, por
considerar que configuraban alternativas viables jurídicamente, y que además
evitaban perjuicios al menor, siempre bajo el presupuesto de que éste
continuara en el plantel, lo cual desvirtúa cualquier posibilidad de violación
al derecho fundamental a la educación, que genera para las personas que quieran
ejercerlo la obligación de cumplir las condiciones establecidas para el efecto.
" ...siendo la
educación un derecho constitucional fundamental, el incumplimiento de las
condiciones para el ejercicio del derecho, como sería el no responder el
estudiante a sus obligaciones académicas y al comportamiento exigido por los
reglamentos, puede dar lugar a la sanción establecida en el ordenamiento
jurídico para el caso y por el tiempo razonable que allí se prevea, pero no
podría implicar su pérdida total , por ser un derecho inherente a la
persona." (Corte Constitucional, Sentencia T-002 de mayo de 1992, M.P. Dr.
Alejandro Martínez Caballero).
Si bien la
repetición del año, por insuficiencia académica, no puede entenderse como una
sanción, ella si constituye un requisito exigible para obtener el derecho a la
promoción de un grado a otro; en el caso propuesto, la demandada exigió el
cumplimiento de ese requisito esencial, ateniéndose a las disposiciones de la
ley, para poder promocionar al alumno de un grado a otro; su actitud, sin embargo,
no se limitó a exigir un documento, sino que se extendió a establecer primero y
proponer después a los padres de alumno, las alternativas que legalmente
permitían solucionar la situación irregular, que se originó en la pérdida del
grado sexto por parte del menor, las cuales respetaban su derecho a permanecer
en el plantel recibiendo el servicio educativo que éste brinda; quienes
retiraron al menor del colegio fueron sus padres, que no aceptaron ninguna de
las opciones que la directora del colegio les propuso, prolongando con dicha
actitud la irregularidad, e impidiendo la utilización de los instrumentos que
la misma ley prevé para solucionar ese tipo de situaciones.
Se concluye
entonces, que no hubo por parte del colegio demandado ninguna violación del
derecho a la educación del menor, y que por el contrario éste, a través de su
actual rectora, quiso ayudarle a legalizar la situación irregular que se
originó en la pérdida del grado sexto, utilizando para ello los mecanismos que
prevé la ley.
En consecuencia, se
confirmarán los fallos de primera y segunda instancia que se revisan, los
cuales negaron la tutela.
En virtud de lo
expuesto, la Sala No. ocho de revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO.
CONFIRMAR las sentencias
relacionadas con la acción de la referencia, proferidas por el Juzgado
Promiscuo Municipal de Villanueva, Guajira, el 27 de febrero de 1995 y por el
Juzgado Promiscuo del Circuito de San Juan del Cesar, Guajira, de 21 de abril
de 1995.
SEGUNDO. ORDENAR que por Secretaría General de esta
Corporación, se comunique esta providencia al Juzgado Promiscuo de Villanueva
Guajira, en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del Decreto
2591 de 1991.
Cópiesese,
notífiquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
531 | T-427-95
Sentencia No. T-427/95
Sentencia No.
T-427/95
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO-Actuación
disciplinaria/SANCION DISCIPLINARIA-Expulsión/SANCION DISCIPLINARIA-Cambio
de horario de clases
La Corporación
demandada violó el derecho al debido proceso de la actora y de su compañero
sancionado, al imponerles una sanción disciplinaria -a uno de ellos la
expulsión-, sin permitirles ejercer su derecho de defensa, y sin la
participación de la comunidad educativa, tal como lo ordena el Estatuto
Superior.
RESPONSABILIDAD
DE LOS PARTICULARES ANTE LAS AUTORIDADES/DERECHO A LA EDUCACION-Cambio de horario de clases/DEBIDO
PROCESO-Cambio de horario de clases/VIA DE HECHO POR IMPOSICION DE
SANCION EDUCATIVA
A la actora no se
le impuso la sanción disciplinaria por un hecho propio, cuya autoría y
culpabilidad hubieran estado plenamente establecidos, sino en previsión de un
hecho ajeno, futuro, e incierto, con lo cual la Corporación demandada violó el
principio según el cual: “los particulares sólo son responsables ante las
autoridades por infringir la Constitución y las leyes”. Al imponer a la actora
un cambio de horario forzoso, la institución educativa no sólo actuó
injustamente e incurrió en una clarísima vía de hecho, sino que le violó su
derecho a la educación, pues no existía causal que válidamente permitiera
separarla del grupo que seleccionó para matricularse, precisamente por ser el
que se adecuaba a su horario de trabajo, y al tiempo y medios disponibles para
transportarse cotidianamente entre su sitio de estudios, el de trabajo, y su
lugar de residencia.
Ref.: Expediente T-72841
Acción de tutela en
contra de la Corporación Colombiana de Formación Empresarial -COCFE- por una
presunta violación de los derechos a la educación, al trabajo, y al debido
proceso.
Temas:
-Derecho al debido
proceso.
-Derecho a la
educación y derecho al trabajo.
Actora: Nelly Edit Riveros Bernal
Magistrado
Ponente: Dr. Carlos
Gaviria Díaz
En Santafé de Bogotá
D.C., a veintisiete (27) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995), la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional,
compuesta por los Magistrados José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera
Vergara, y Carlos Gaviria Díaz, este último en calidad de ponente,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN,
procede a dictar
sentencia de revisión en el proceso de la referencia.
ANTECEDENTES
1. HECHOS.
Nelly Edit Riveros
Bernal se encuentra matriculada en la Corporación Colombiana de Formación
Empresarial -COCFE-, donde cursa computación II en horario nocturno ya que,
según manifiesta, durante el día debe trabajar para atender a su sustento.
Sin que conste en el
expediente desde cuándo, la actora mantuvo una relación sentimental con uno de
sus compañeros de curso, José Miguel Melan Hoyos, la cual dió por terminada el
20 de abril del presente año.
Rápidamente
formalizó una nueva relación sentimental con otro compañero de curso, William
Alexander Cano Suarcha -quien tuvo “mucho que ver en el problema en que
nosotros, Miguel y yo hubiéramos terminado nuestro noviazgo” (folio 22)-.
El día 25 de abril,
mientras el grupo se encontraba trabajando en el salón de computación, José
Miguel llamó afuera a Willian Alexander para tratar un asunto; éste último
acudió al llamado ignorando las advertencias y el llanto de la actora, y aquél
le agredió produciéndole una pequeña lesión en el pómulo izquierdo.
Inmediatamente
después de producida la agresión, el lesionado fue atendido y denunció el hecho
ante la Unidad Judicial de la Sijin correspondiente al barrio Restrepo. Las
directivas del plantel suspendieron por tres días a los contrincantes y a la
actora, y el 28 de abril se reunió el comité de disciplina para estudiar el problema.
Dicho comité decidió expulsar al agresor, e imponer a la dama objeto de la
discordia un cambio forzoso de horario y, por tanto, de grupo.
La actora solicitó
al Director de la institución educativa que se reconsiderara su situación, pues
existía incompatibilidad horaria entre su trabajo y los demás cursos, pero sólo
logró que la Corporación buscara para ella un cupo en otro plantel, oferta que
la actora rechazó porque el otro establecimiento queda muy retirado, y por
considerar injusto el cambio forzoso.
2. DEMANDA DE
TUTELA.
Ante los hechos
narrados, y la insistencia de las directivas en mantener su decisión, Nelly
Edit acudió ante el juez de tutela para solicitar que se le ampararan los
derechos al trabajo, la educación, y el debido proceso. “Para ello solicito se
ordene a la CORPORACIÓN COLOMBIANA DE FORMACIÓN EMPRESARIAL ´COCFE´ que me
permita continuar con el horario de estudios de 7:00 a 9.00 p.m. que siempre he
tenido, de modo que me sea posible continuar con mi trabajo y mi capacitación
personal simultáneamente” (folio 5).
3. EL FALLO QUE
SE REVISA.
Al Juzgado Noveno de
Familia de este Distrito Capital le correspondió por reparto conocer de la
demanda, y el 26 de mayo del año en curso decidió negar el amparo solicitado
con base en las siguientes consideraciones:
“Estudiemos a
continuación si efectivamente a la accionante se le ha torpediado (sic) su
derecho a la educación”
“Observemos
primeramente que con la medida tomada por el centro educativo se deja en claro
la protección que el director de aquél quiso asumir con respecto al estudiante
agredido, lo que desde todo punto de vista y respetando la autonomía que toda
institución tiene, es plausible por (sic) este Despacho, pues al fin y al cabo
correspondía a dicho centro velar por la integridad, normalidad, pacificidad
(sic), cordura y disciplina del estudiantado”.
“De otro lado, es
importante observar y detallar sin premura, que los derechos que toda persona
tiene, terminan donde empiezan los de los demás, y en el caso de análisis no
puede vulnerarse el derecho que le asiste al agredido para reclamar ante la
institución académica, ni ante la justicia, aunque de manera taxativa, la
protección a su propia vida, pues no podemos escudarnos en que aquél no sea el
accionante para dejar de lado un derecho que podría ser mucho más fundamental
que el alegado por la quejosa (el de la vida), pues ya la demostración agresiva
del expulsado mostró las intenciones de aquél contra éste, de manera tal que no
es para la suscrita juez una simple riña, sino que la misma en un momento dado
puede constituirse en un agravante serio que perjudique la integridad física
del afectado”.
“De otro lado, no se
juzga acertado someter las normas disciplinarias que por hechos como el
acaecido deben adoptarse a las necesidades o conveniencias particulares de un
alumno, como tampoco restringir o coartar la autonomía de las autoridades de un
plantel educativo cuando están encaminadas a la protección de quienes en un
momento dado puedan quedar en indefensión”.
“Teniendo en cuenta
entonces, que el centro contra el cual se ha dirigido la presente acción de
tutela ha facilitado los medios y ha ofrecido las mejores posibilidades a la
estudiante para que pueda continuar sus estudios sin interrumpir su actividad
laboral, y principalmente porque corresponde a aquél proteger el buen nombre
del plantel salvaguardando los derechos de los más desprotegidos, es que se
recomienda a la accionante reorganice su calendario a fin de que continúe
cursando sus estudios, sin que ello emplique el abandono de su trabajo”.
“Por las someras
consideraciones esta oficina denegará la acción incoada, respetando con ello
las determinaciones acogidas por el centro educativo y dejando en libertad los
principios que rigen al mismo” (folios 30 y 31).
El anterior fallo no
fue impugnado.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente para revisar la sentencia de instancia proferida
en el presente proceso, en virtud de los artículos 86 y 241 de la Carta Política.
Corresponde pronunciar la decisión a la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas, de
acuerdo con el reglamento interno, y con el auto proferido por la Sala de
Selección Número Siete el 5 de julio de 1995.
2. DERECHO AL
DEBIDO PROCESO.
El Constituyente de
1991 precisó en el artículo 29 de la Carta, que “el debido proceso se aplicará
a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas”. Y es cierto, como lo
hace resaltar la jueza de instancia en su providencia, que también consagró el
derecho de los establecimientos educativos de carácter privado a diseñar un
currículo que distinga a sus egresados de los de los demás de su misma clase,
de tal manera que se haga posible el ejercicio del derecho de los padres a
“escoger el tipo de educación para sus hijos menores” (Art. 68 inciso 4). Pero
la relativa autonomía que esto implica no es, ni mucho menos, completamente
discrecional; el mismo artículo 68 Superior señala, en su inciso primero, que
la ley “establecerá las condiciones para su creación y gestión”, dentro de las
cuales, el legislador ha de desarrollar las limitaciones constitucionales a la
autonomía de las instituciones educativas.
Una de esas
limitaciones constitucionales es consecuencia del inciso segundo del artículo
en comento: “La comunidad educativa participará en la dirección de las
instituciones de educación”. Sin embargo, esta Sala no puede dejar de hacer
notar que, según la copia del acta # 40, que obra a folio 2 del expediente, con
el fin de considerar “la sanción disciplinaria de los alumnos que se pelearon
en el salón de computación”, se reunieron “los profesores de comerciales... y
el Director General”, pero sin la presencia del representante de los
estudiantes, y el de los padres de familia (a quienes no se citó), para una
deliberación de 15 minutos en la que se acordó imponer la sanción de expulsión
a José Miguel Melan Hoyos, y la de cambio forzoso de grupo a la actora.
Otra limitación
constitucional se desprende del ya citado texto del artículo 29 de la Carta: no
existe debido proceso administrativo en una actuación disciplinaria en la cual
no se permite el ejercicio del derecho de defensa. Ahora bien: el Director
General de la institución demandada se limitó a justificar la actuación
disciplinaria de la misma, remitiendo al juzgado del conocimiento a la citada
copia del acta # 40 (ver folio 20). Según ese documento, ni los estudiantes
objeto de sanción estuvieron representados en la reunión, ni tuvieron
oportunidad de participar en la misma personalmente.
Así, esta Sala no
puede dejar de concluír que la Corporación Colombiana de Formación Empresarial
violó el derecho al debido proceso de la actora y de su compañero sancionado,
al imponerles una sanción disciplinaria -a uno de ellos la expulsión-, sin
permitirles ejercer su derecho de defensa, y sin la participación de la
comunidad educativa, tal como lo ordena el Estatuto Superior. En consecuencia,
en la parte resolutiva de esta providencia se revocará el fallo de instancia, y
se ordenará remitir copia al Instituto Colombiano para el Fomento de la
Educación Superior -ICFES-, a fin de que se sirva investigar lo de su
competencia en un caso como el sub lite.
3. DERECHO A LA
EDUCACIÓN Y DERECHO AL TRABAJO.
Nelly Edit Riveros
Bernal solicitó en su demanda amparo constitucional para estos derechos
fundamentales, en contra de la sanción disciplinaria que le impuso la
Corporación Colombiana de Formación Empresarial, pues con tal actuación la
entidad educativa la colocó frente a la alternativa de escoger entre el
ejercicio de sus derechos a la educación y al libre desarrollo de su
personalidad, compatibles con su derecho al trabajo, o renunciar a los primeros
en beneficio del último, situación ésta planteada injustificadamante por
quienes dirigen la institución.
Frente a ese cargo,
el representante legal de dicha entidad se limitó a responder a la jueza de
instancia: “Me permito ratificar como argumento para trasladar de horario a la
alumna Nelly Edit Riveros Bernal el acta # 40 que se encuentra en su despacho”
(folio 20). En dicha acta, lo único que se dice respecto de la actora es: “Como
sanción disciplinaria el comité disciplinario de profesores decidió: 1-
Sancionar con expulsión al joven José Miguel Melan Hoyos. 2- Sanción para la
señorita Riveros Bernal Nelly Edit, con un traslado obligatorio a otro curso
con un horario diferente” (folio 2). No aparece allí mención alguna de la
falta por la cual se impuso la sanción, de las normas del reglamento que
presuntamente vulneró, o de las pruebas en las cuales se basa el comité para
imponer el castigo. En su declaración, el Director de la institución precisó:
“A ella la estamos cambiando de horario y de salón para evitar una nueva gresca
y proteger a William” (folio 23).
Así, es forzoso
concluír que a la actora no se le impuso la sanción disciplinaria por un hecho
propio, cuya autoría y culpabilidad hubieran estado plenamente establecidos,
sino en previsión de un hecho ajeno, futuro, e incierto, con lo cual la
Corporación Colombiana de Formación Empresarial violó el principio fundamental
consagrado en el artículo 6 de la Carta Política, según el cual: “los
particulares sólo son responsables ante las autoridades por infringir la
Constitución y las leyes”.
Al imponer a la
actora un cambio de horario forzoso, la institución educativa no sólo actuó
injustamente e incurrió en una clarísima vía de hecho, sino que le violó su
derecho a la educación, pues no existía causal que válidamente permitiera
separarla del grupo que seleccionó para matricularse, precisamente por ser el
que se adecuaba a su horario de trabajo en la empresa Rodamonel Ltda. (ver
folio 3), y al tiempo y medios disponibles para transportarse cotidianamente
entre su sitio de estudios, el de trabajo, y su lugar de residencia.
DECISIÓN
En mérito de las
consideraciones que anteceden, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la
Corte Constitucional, en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. Revocar el fallo proferido por el
Juzgado Noveno de Familia de Santafé de Bogotá el 26 de mayo de 1995; en su
lugar, tutelar los derechos al debido proceso y a la educación de Nelly Edit
Riveros Bernal, violados por la Corporación Colombiana de Formación Empresarial
-COCFE- como quedó expuesto en la parte motiva de esta providencia.
SEGUNDO. Ordenar a la Corporación Colombiana de
Formación Empresarial -COCFE- que se abstenga de aplicar, y tenga como nula
para todos los efectos, la sanción disciplinaria impuesta a Nelly Edit Riveros
Bernal en clara violación de las normas constitucionales. En consecuencia, le
permitirá continuar sus estudios en el horario para el cual se matriculó.
TERCERO. Ordenar que por medio de la
Secretaría General se remita copia de esta providencia al Instituto Colombiano
para el Fomento de la Educación Superior -ICFES-, a fin de que proceda a
investigar lo de su competencia.
CUARTO. Advertir a las directivas de la
Corporación Colombiana de Formación Empresarial -COCFE-, que deben proceder a
actualizar sus estatutos e introducir los correctivos necesarios en su
actuación administrativa, para que no vuelvan a incurrir en violaciones de los
derechos fundamentales de los estudiantes similares a las que originaron el
presente proceso, so pena de las sanciones contempladas en el Decreto 2591 de
1991 para el desacato.
QUINTO. Comunicar la presente providencia
al Juzgado Noveno de Familia de Santafé de Bogotá, para los efectos del
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DÍAZ
Magistrado Ponente
JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
532 | T-428-95
Sentencia No. T-428/95
Sentencia No.
T-428/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Contaminación
por ruido/INDEFENSION-Pasividad de la autoridad pública
Parecería, aunque
no hay prueba de ello, que el ruido ocasionado en el establecimiento
constituiría la causa principal de la molestia. Tratándose de este tema, la
Corte ya ha considerado que la persona se encontraría en estado de indefensión
frente a quien contamina por medio de ruido. No está dirigida la solicitud
contra la autoridad pública, sin embargo, conforme se citó anteriormente, la
indefensión surge, si hay pasividad de tal autoridad.
ACCION DE TUTELA
CONTRA EL RUIDO-Nivel de
tolerancia
Si se supera el nivel
de los decibeles fijados para zona comercial, hay un abuso que no es tolerable
y se estaría violando un derecho fundamental, el de la salud, y, por lo tanto
habrá que dar una orden para que no ocurra la violación. Como no está
técnicamente probado que se haya superado el nivel de los decibeles, pero hay
indicios de que sí ha ocurrido tal circunstancia, entonces, la determinación
será la de exigirle al dueño o responsable del establecimiento que no supere el
nivel permitido. Y, sí lo hiciere, el Juez de tutela, en cumplimiento de la
sentencia, y una vez demostrada la violación, procederá a ordenarle a la
Alcaldía Local de Santafé la cancelación de la licencia de funcionamiento.
DERECHO A LA
SALUD-Contaminación por
ruido
Prospera la
tutela en cuanto hay protección al derecho a la salud, puesto que hay amenaza
de violar ese derecho fundamental si ocurren ruidos contaminantes, por encima
del nivel permitido en esa zona comercial.
FALLO DE TUTELA-Competencia para el cumplimiento
Como es el Juez
de primera instancia quien hace cumplir el fallo de tutela y quien además
mantiene la competencia hasta cuando "esté completamente restablecido el
derecho o eliminadas las causas de la amenaza", entonces, será dicho juez
constitucional el competente para determinar, mediante providencia, la
eliminación de la causa de la amenaza, si esta se produce con posterioridad a
este fallo, ordenando al Alcalde Local que en el término de 48 horas cancele la
licencia de funcionamiento. Es obvio que para tomar tal determinación, debe
actuar con fundamento en las pruebas o en las informaciones pertinentes que le
envién las autoridades policivas, y, si éstas son renuentes a prestar esa
obligatoria colaboración, se aplicarán las sanciones respectivas; y, también es
justo que, si el mismo interesado presenta prueba que le de al juez de tutela
el convencimiento respecto de la situación litigiosa se haría también efectiva
la orden de cancelarse la licencia.
REF: Expediente
Nº 59220
Procedencia: Sala
Laboral del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá.
Peticionario:
CAMILO SATIZABAL
Temas: -Tutela
contra particulares.
-Tranquilidad
subjetiva de los asociados.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., veintisiete (27) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y la
Conjuez Susana Montes de Echeverri.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-59220 adelantado por Camilo
Satizabal, contra Pedro Jaramillo. Inicialmente le correspondió por reparto al
Magistrado Hernando Herrera Vergara, quien se declaro impedido aceptándosele el
impedimento el 12 de mayo de 1995, sorteándose como Conjuez a la doctora Susana
Montes de Echeverri, quien se posesionó el 30 de mayo de este año, y, la
ponencia correspondió al Magistrado Martínez Caballero, dentro de la misma Sala
Sexta de Revisión.
ANTECEDENTES
1. Solicitud.
Camilo Satizabal
Parra pide que "se restablezcan los derechos constitucionales
fundamentales para el normal y tranquilo transcurrir de la vida, la intimidad,
el trabajo, la tranquilidad y la paz de mi esposa y la mía."
Se deduce de lo
escrito que la tutela que instaura la dirige contra Pedro Jaramillo,
propietario del establecimiento "Pedro Rimales" ubicado en la calle
19 Nº 4-71, cuarto piso, que colinda con el apartamento del peticionario.
Presenta la acción en razón de que:
En el dicho
establecimiento se originan escándalos, ruidos, ensordecedores, de diferentes
tipos y simultáneos: Los producidos por un inmenso aparato de sonido que supera
los decibeles tolerables por el ser humano; el ruido por el taconeo o
escobilleo sobre un entarimado, probablemente de numerosas parejas, y por los
gritos estentóreos o muy fuertes de un individuo a través de un micrófono o
alta voz, el cantinero que estimula a las personas del escobilleo, y alternando
estas acciones con una retahila, a todo grito, de injurias, ofensas, insultos y
agravios con palabras impublicables extraídas del arsenal de vulgaridades
usadas por gentes de los bajos fondos. Estas sartas de injurias el sujeto del
micrófono además de dirigirlas al supuesto grupo de clientes de ese
establecimiento a manera de intermedio, las repite cuando los ha visitado la
policía a la que llamo en la noche a las 9, a las 11, a la 1 y que dicho sea de
paso no es nada eficaz y por el contrario se arrecia el escándalo. Cómo
conciliar sueño con escándalo donde concurren tantos factores, y así estamos en
las últimas cuatrocientas tormentosas noches.
Todo este
infernal escándalo comienza a las cinco de la tarde y termina a las tres de la
mañana del día siguiente durante todos los días de la semana, exceptuando el
domingo, desde el mes de julio de 1993."
Agrega que pidió al
Alcalde Menor de Santafé que revocará la licencia concedida a la cantina y que
el funcionario le respondió justificando su determinación en el decreto 1042 de
1987 que, según Camilo Satizabal, viola la Constitución Política.
2. Pruebas.
Obre en el proceso
la respuesta que a Satizabal le dirigió el Alcalde Local de Santafé, diciéndole
que el referido decreto 1042 de 1987 clasifica el establecimiento como de
"uso principal permitido para el sector", que existen otros 20
establecimientos dedicados a la misma actividad y que fueron puestos muros en
ladrillo, pisos en tableta y recubiertos en madera y esteras en las paredes que
aminoraban el ruido.
-La matrícula
sanitaria del establecimiento.
-La licencia de
funcionamiento expedida por Resolución 1376 del 28 de junio de 1994.
3. Decisión del
juez de tutela.
La Sala Laboral del
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá profirió sentencia el 16 de diciembre de
1994, negando la tutela, con base en estos argumentos:
"Del
análisis de la disposición legal transcrita (art. 42, num. 9, decreto 2591/91)
se tiene, que para que sea procedente la tutela impetrada es necesario que el
petente se encuentre en "situación de subordinación o indefensión",
circunstancia ésta no predicable del señor CAMILO SATIZABAL PARRA respecto de
señor PEDRO JARAMILLO pues de un lado, del escrito de tutela no se infiere tal
circunstancia y, del otro, no se observa una inminente vulneración o amenaza de
los derechos fundamentales, aducidos por el actor, que permita la utilización
de la acción de tutela como mecanismo transitorio.
Es más, el art.
45 del decreto 2591 de 1991 establece que: "No se podrá conceder la tutela
contra conductas legítimas de un particular".
Si se tiene
presente lo anterior y, vista la licencia de funcionamiento que obra a folio 27
del cuaderno de tutela y la comunicación suscrita por el Alcalde Local de esta
ciudad, aportada a esta acción por el mismo petente, en el sentido de constatar
positivamente las condiciones en que funciona el referido establecimiento de
propiedad del accionado y no observando al rompe violación de derechos
fundamentales por la actividad desarrollada en dicho local, fuera igualmente
desestimar la tutela deprecada, pues ciertamente el señor PEDRO JARAMILLO está
desarrollando una actividad comercial catalogada como legítima, según las
probanzas allegadas.
De otro lado,
pertinente es señalar que si lo que intenta el accionante mediante el escrito
de tutela propuesto es la "revocatoria del permiso o licencia de
funcionamiento de la cantina "pedro rimales", ......
De esta forma, la
petición así considerada no es factible de tener acogida en sede de tutela,
pues una orden en este sentido está por fuera del marco jurídico constitucional
que instruye la acción de tutela.
A tal conclusión
se allega si se tiene presente que nos encontramos ante una resolución
administrativa, Resolución Nº 1376 del 28 de junio de 1994 suscrita por el
Alcalde Local de Santafé de Bogotá que otorga licencia de funcionamiento al
establecimiento denominado "La Tienda de Pedro Rimales" (fl. 27), que
por su naturaleza es perfectamente demandable ante la jurisdicción de lo
contencioso administrativo ya por razones de inconstitucionalidad o por razones
de ilegalidad, si así lo considera el petente de la tutela, mediante las
precisas acciones contempladas en el Código Contencioso Administrativo.
Aún más, en
comunicación suscrita por el alcalde local de esta ciudad de fol. 3 del
cuaderno de tutela y aportado por el mismo petente donde se hace constar visita
ocular practicada al establecimiento en mención, se lee:
"...El
negocio se encuentra en un centro comercial donde existen 21 tabernas, y
discoteca, así mismo el concepto de uso es: Area de actividad múltiple, con
tratamiento de rehabilitación Centro Uno, (AMRC1) comercio tipo B, grupo 2, K,
1 (taberna) 2, F, 1 (Restaurante) 1, B, 2, a (cafetería). El Artículo 60 del
Decreto 1042- de 1987, lo clasifica como uso principal permitido para el
sector. Además si cumple con el horario señalado en la licencia Nº 1376 del 28
de junio/94 vigente: domingo a Jueves de 8 a.m. a 1 a.m. del día siguiente,
Viernes, Sábado y víspera de festivos, hasta las 3 a.m..
Respecto del
ruido, se constató que los ventanales de la fachada del local, fueron
sustituidos por muros en ladrillo (bloque 5). Los pisos en tableta y
recubiertos en madera. A las paredes se les colocó esteras en todo el negocio.
Si bien es cierto que funciona éste negocio, existen otros 20 establecimientos
dedicados a la misma actividad."
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
1. Sujeto pasivo
de la presente tutela.
Está, en principio,
dirigida contra un particular porque con su actividad afectaría la paz y el
sosiego. Parecería, aunque no hay prueba de ello, que el ruido ocasionado en el
establecimiento constituiría la causa principal de la molestia. Tratándose de
este tema, la Corte ya ha considerado que la persona se encontraría en estado
de indefensión frente a quien contamina por medio de ruido.
En efecto, la Sala
Séptima de Revisión en la sentencia T-357/95 explicó por qué hay indefensión:
"Uno de los
supuestos dentro de los cuales cabría una tutela contra particulares es la
indefensión del afectado en relación con la persona que comete la conducta
acusada (inciso 5º art. 86 C.P.). Ciertamente, en la sociedad existen algunos
factores de hecho no provenientes del Estado con capacidad de constreñir al
particular en el ejercicio de sus derechos fundamentales. La existencia de
tales factores a veces es inducida ilegítimamente por la negligencia en el actuar
del Estado. Es así como es posible configurar la indefensión como resultado de
la pasividad de una autoridad pública. Al respecto la Corporación manifiesta
que:
"La
situación de indefensión es una circunstancia empírica, no normativa, que
coloca a la persona en la imposibilidad real de ejercer sus derechos
fundamentales por motivos ajenos a su voluntad. Pese a que, in abstracto
el ordenamiento jurídico dispone de medios de defensa judicial para la
protección de los derechos e intereses, en la práctica, diversos factores de
hecho, entre ellos la inacción de las autoridades públicas, pueden dar lugar
a la desprotección y consecuente indefensión de una persona frente al poder o a
la supremacía de otro particular. En estos casos, al juez de tutela
corresponde verificar si efectivamente se configura una situación o relación de
indefensión en la que esté en juego algún derecho fundamental que deba ser
tutelado." (negrillas fuera de texto)[1]
"La existencia
o no de medios jurídicos de defensa del afectado frente a la persona acusada
debe ser analizada bajo el prisma de la efectividad de los mencionados
mecanismos, en el caso en concreto.
"Por otro lado,
uno de los supuestos dentro de los cuales se puede dar la tutela contra un
particular es cuando la conducta de éste afecte grave y directamente el interés
colectivo, esto es, "un interés que abarca un número plural de personas
que se ven afectadas por la conducta nociva desplegada por un particular"[2]. En efecto, un
particular puede superar el ámbito de ejercicio de sus derechos transgrediendo
ilegítimamente un derecho colectivo. Sin embargo, no siempre que hay un interés
colectivo éste es difuso, sino que también es posible que pueda ser
individualizable.
En conclusión, si es
viable tramitar esta tutela contra el particular a quien se le dirige, y, se
verá luego, si asiste o no razón en los pedimentos.
Es importante
aclarar:
No está dirigida la
solicitud contra la autoridad pública, sin embargo, conforme se citó
anteriormente, la indefensión surge, si hay pasividad de tal autoridad.
En el presente caso
está probado que hay una licencia de funcionamiento, se le respondió al
interesado que reglamentariamente el edificio donde habita está autorizado para
que allí funcionen establecimientos públicos, luego, como lo dijo la sentencia
de primera instancia: es una conducta legítima del particular contra quien se
dirige la acción, y, no cabria la tutela por el simple hecho de funcionar.
Pero, otra cosa diferente es el problema del ruido.
Por supuesto que, en
la sentencia T-357/95 también se dijo:
"La vida en
sociedad genera para el ser humano ciertas cargas propias de la interacción
social. Este es el caso del ruido. Ciertamente, la vida social supone la
tolerancia de la existencia de la alteridad, es decir, del otro. Esa otra
persona tiene derecho a ser y, en consecuencia, a ejecutar todas sus
manifestaciones de existencia como la producción de su propio ruido, obviamente
limitado por los derechos de los demás y el orden jurídico (art. 16 C.P.).
"Ahora bien,
surge una pregunta: ¿el ejercicio abusivo de la producción de ruido podría
llegar a vulnerar o amenazar un derecho fundamental?. La respuesta es
afirmativa. Como primera medida, el ruido es reconocido como agente
contaminante del medio ambiente, tanto por la legislación nacional (Decreto No.
2811 de 1974) como por la jurisprudencia de esta Corporación[3]. Así mismo, la Corte
Constitucional ha reiterado en múltiples sentencias que el medio ambiente no es
derecho fundamental por naturaleza, sin embargo, cuando existe una violación de
un derecho fundamental, como la salud o la vida, es posible que proceda la
tutela probándose la relación causal entre la actividad que vulnera el medio
ambiente y el daño al derecho fundamental respectivo. En ese orden de ideas, es
posible que el ruido llegue a niveles en los cuales viole o amenace violar un
derecho fundamental como el de la salud, en cuyo caso pueda ser tutelado, en
tanto y en cuanto, se logre comprobar el nexo entre la conducta acusada
violatoria del medio ambiente y el daño o amenaza al derecho fundamental.
"Es decir, si
no se rebasa la escala sonora, no hay abuso. Dentro de los parámetros de la
sentencia T-357/95 se reitera:
"El nivel de
tolerancia social del ruido está condicionado, principalmente, por la situación
espacial y temporal en la cual se produce. En efecto, el Ministerio de Salud
Pública expidió la Resolución No. 8321 de 1983, por la que "se dictan normas
sobre protección y conservación de la audición de la salud y el bienestar de
las personas, por causa de la producción y emisión de ruidos". En su
artículo 17, la Resolución citada determina los niveles de ruido máximos
permisibles según el lugar y la hora en que se produzca su emisión:
Artículo 17.-
Para prevenir y controlar las molestias, las alteraciones y las pérdidas
auditivas ocasionadas en la población por la emisión de ruido, se establecen
los niveles sonoros máximos permisibles incluidos en la siguiente tabla:
TABLA NUMERO I
Zonas receptoras
Nivel de presión
sonora de dB (A)
Período
diurno Período nocturno
7:01a.m.-9p.m.
9:01p.m.-7a.m.
Zona I
residencial 65 45
Zona II comercial 70
60
Zona III industrial 75 75
Zona IV de
tranquilidad 45 45
Parágrafo 1º -
Para efectos del presente artículo la zonificación contemplada en la Tabla
número I, corresponde a aquella definida o determinada por la autoridad
competente en cada localidad y para cada caso.
(...)
Así mismo, el
artículo 21 del precitado acto normativo reitera, en general, la obligatoriedad
del artículo 17 ibídem, al establecer lo siguiente:
Artículo 21.- Los
propietarios o personas responsables de fuentes emisoras de ruido, están en la
obligación de evitar la producción de ruido que pueda afectar y alterar la
salud y el bienestar de las personas, lo mismo que de emplear los sistemas
necesarios para su control con el fin de asegurar niveles sonoros que no
contaminen las áreas aledañas habitables. Deberán proporcionar a la autoridad
sanitaria correspondiente la información que se les requiera respecto a la
emisión de ruidos contaminantes.
Luego, la
Resolución mencionada, en su artículo 22, determina el respeto a la intimidad
en su componente de tranquilidad auditiva específicamente en las relaciones
entre vecinos, sin atender a la actividad que desempeñen, estableciendo que
"ninguna persona permitirá u ocasionará la emisión de cualquier ruido, que
al cruzar el límite de propiedad del predio originador pueda exceder los
niveles establecidos en el Capítulo II de la presente resolución".
Claramente, la norma prohibe la intromisión arbitraria de un vecino al predio
de otro, a través del ruido que sobrepase los niveles permitidos. En el
artículo 23 ibídem, se les exige a los establecimientos, locales y áreas de
trabajo el estricto cumplimiento de los niveles sonoros permisibles. En el
artículo 25 ibídem, así mismo, a las actividades de diversión, como
discotecas, se les prohibe la emisión de sonidos capaces de perturbar a los
habitantes de las zonas próximas. En ese orden de ideas, se vincula al
cumplimiento de una determinada contención en el sonido tanto a los
comerciantes como a las personas comunes.
Así, las personas
que tengan fuentes productoras de sonido que rebasen las escalas sonoras antes
citadas están ejerciendo en forma abusiva su derecho a producir ruido."
El solicitante
afirma que ha habido alta emisión de ruido. Indudablemente, si se supera el
nivel de los decibeles fijados para zona comercial, hay un abuso que no es
tolerable y se estaría violando un derecho fundamental, el de la salud, y, por
lo tanto habrá que dar una orden para que no ocurra la violación. Como no está
técnicamente probado que se haya superado el nivel de los decibeles, pero hay
indicios de que sí ha ocurrido tal circunstancia, entonces, la determinación
será la de exigirle al dueño o responsable del establecimiento que no supere el
nivel permitido. Y, sí lo hiciere, el Juez de tutela, en cumplimiento de la
sentencia, y una vez demostrada la violación, procederá a ordenarle a la
Alcaldía Local de Santafé la cancelación de la licencia de funcionamiento.
En conclusión,
prospera la tutela en cuanto hay protección al derecho a la salud, puesto que
hay amenaza de violar ese derecho fundamental si ocurren ruidos contaminantes,
por encima del nivel permitido en esa zona comercial.
Para que se cumpla
con el principio de la eficacia (art. 3º, decreto 2591/91), se establecen estos
efectos del fallo para el caso concreto (art. 23, ibidem):
Como es el Juez de
primera instancia quien hace cumplir el fallo de tutela y quien además mantiene
la competencia hasta cuando "esté completamente restablecido el derecho o
eliminadas las causas de la amenaza" (art. 27 ibidem), entonces, será
dicho juez constitucional el competente para determinar, mediante providencia,
la eliminación de la causa de la amenaza, si esta se produce con posterioridad
a este fallo, ordenando al Alcalde Local que en el término de 48 horas cancele
la licencia de funcionamiento. Es obvio que para tomar tal determinación, debe
actuar con fundamento en las pruebas o en las informaciones pertinentes que le
envién las autoridades policivas, y, si éstas son renuentes a prestar esa
obligatoria colaboración, se aplicarán las sanciones respectivas; y, también es
justo que, si el mismo interesado presenta prueba que le de al juez de tutela
el convencimiento respecto de la situación litigiosa (art. 22 decreto
2591/91) se haría también efectiva la orden de cancelarse la licencia.
En cuanto al
menoscabo de la paz y la armonía ya dijo esta Sala:
Es menester definir
si se presenta violación o amenaza de un derecho fundamental por la ocurrencia
de la conducta acusada. En lo que atañe a la presunta violación de los derechos
a la paz y a la armonía social, "sería un desconocimiento del verdadero
significado de la paz, suponer que siempre que a una persona le perturbe el
efecto del que hacer de otra, se lesione por ello el derecho fundamental a la
paz; no hay que confundir la paz constitucional con la tranquilidad subjetiva
de uno de los asociados"[4].
No se trata, pues, de una violación a la paz, sino de la posible violación de
la tranquilidad. Esta a su vez, se deriva del derecho a la vida digna y es un
componente del derecho a la intimidad, en la medida en que éste supone un
ambiente reposado, sosegado, cuya serenidad sólo puede modificar, precisamente,
el propio titular del derecho. En el presente caso, no se puede hablar de
violación a la paz, ni hay prueba de que se afectara la dignidad del
solicitante o su intimidad.
En mérito de lo
expuesto la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución
RESUELVE:
PRIMERO.-
REVOCAR PARCIALMENTE la
sentencia materia de revisión. Y, en su lugar, tutelar el derecho a la salud
del solicitante, ordenándole a Pedro Jaramillo o a quien lo represente, que no
podrá emitirse ruido en su establecimiento "Pedro Rimales" en niveles
sonoros superiores a los 70 decibeles en el período diurno y 60 en el nocturno,
los establecidos para zona comercial; y si ello llegare a acontecer, con la
prueba que se le aduzca a la Sala Laboral del Tribunal de Santafé de Bogotá, de
la manera como se indicó en la parte motiva, dicha Sala le ordenará al Alcalde
Local de Santafé de esta ciudad, que en el termino de 48 horas, cancele la
licencia de funcionamiento del aludido establecimiento, según lo indicado en la
parte motiva de este fallo.
SEGUNDO.- El Tribunal de Santafé de Bogotá, Sala
Laboral, también vigilará el cumplimiento de la integridad de este fallo.
TERCERO.-
Comuníquese lo resuelto en
esta providencia a la Sala Laboral del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá
para las notificaciones y efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591
de 1991.
CUARTO.- Enviése copia de este fallo a la Alcaldía
Local de Santafé, en este Distrito Capital.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
SUSANA MONTES DE ECHEVERRI
Conjuez
[1]Corte Constitucional. Sentencia No. T-210 del 27 de abril de 1994.
M.P.: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz.
[2]Corte Constitucional. Sentencia No. T-226 del 25 de mayo de 1995.
M.P.: Dr. Fabio Morón Díaz.
[3]Corte Constitucional. Sentencias Nos. T-411/92, T-308/93, T-025/94
y T-226/95, entre otras.
[4]Corte Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.
M.P.: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa. |
533 | T-433-95
Sentencia No. T-433/95
Sentencia No.
T-433/95
DERECHO A LA
IGUALDAD-Nombramiento de
quien obtuvo el primer puesto/DERECHO AL TRABAJO-Nombramiento de quien
obtuvo el primer puesto/CONCURSO DE MERITOS-Nombramiento de quien obtuvo
el primer puesto
se vulneraron los
derechos fundamentales a la igualdad y al trabajo del peticionario por parte de
la Gobernación y la Secretaría de Educación, al omitir el nombramiento del
actor quien obtuvo el primer lugar en el concurso efectuado para la provisión
del cargo de Director, pues habiendo adquirido en forma válida y legítima el
derecho a ocupar el puesto, se le niega el ejercicio del derecho, consistente
en ser llamado a laborar en dicho cargo, y también el derecho a ejercer cargos
públicos -artículo 40 numeral 7o. de la CP.-, por cuanto se le impide el acceso
a la plaza para la cual concursó. Si la carrera administrativa se fundamenta
única y exclusivamente en el mérito y la capacidad del funcionario público, a
la administración pública no le queda otro camino que seleccionar al más
destacado, o sea, quien ha demostrado una mejor preparación y competencia para
el cargo que debe desempeñar.
REF.: Expediente
No. T - 77.473
PETICIONARIO: Jose Adelio Quinto Martínez contra la
Gobernacion y la Secretaría de Educación y Cultura del Departamento del Chocó.
PROCEDENCIA: Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Quibdó-Chocó, Sala Dual Civil-Laboral.
“En un concurso
de méritos quien ocupa el primer puesto por los puntajes obtenidos, debe ser
nombrado para el cargo que concursó, sin que esté permitido a la administración
alegar causales que no clarificó detalladamente en la convocatoria de
reclutamiento”.
MAGISTRADO
PONENTE:
HERNANDO HERRERA
VERGARA
Santa Fe de Bogotá,
Septiembre veintinueve (29) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados HERNANDO
HERRERA VERGARA, ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO y FABIO MORON DIAZ, procede a
revisar los fallos proferidos por el Juzgado Unico Laboral del Circuito de
Quibdó, el 7 de junio de 1995 y por el Tribunal Superior de Quibdó, el 11 de
julio del mismo año.
I.
ANTECEDENTES.
El ciudadano JOSE
ADELIO QUINTO MARTINEZ formula acción de tutela contra la Gobernación y la
Secretaría de Educación y Cultura del Departamento del Chocó, por considerar
vulnerados sus derechos fundamentales de petición y a la igualdad, en razón de
la discriminación de que fue objeto en la realización de un concurso que se
llevó a cabo en la ciudad de Quibdó para llenar las vacantes denominadas
“Directores de Núcleo de Desarrollo Educativo”, cargo para el cual concursó y
ocupó el primer puesto entre los 29 concursantes.
Manifiesta el
accionante que mediante circular No. 005 del 13 de enero de 1994, expedida por
la Secretaría de Educación y Cultura Departamental, se convocó a CONCURSO
ABIERTO para Directores de Núcleo con el fín de llenar las vacantes existentes
en el departamento, proceso que se inició en el mes de enero y culminó en mayo
del mismo año, bajo la coordinación del Centro Experimental Piloto.
Indica que cumplió
con los requisitos exigidos en la Resolución del Ministerio de Educación
Nacional No. 5284 del 28 de septiembre de 1993, por lo que pudo participar en
el concurso, ocupando el primer puesto entre los concursantes.
Expresa que una vez
conocidos los resultados del concurso, la Secretaría de Educación cambió el
carácter abierto del concurso para convertirlo en cerrado, colocando como
condición para tener derecho a ser nombrados, que los elegibles debían estar
vinculados como docentes en el Departamento del Chocó, cuando la norma solo
exige estar vinculado como docente directivo en el sector oficial,
independientemente de la región o entidad territorial en donde esté ejerciendo
la docencia, tal como sucede en su caso al estar vinculado en el departamento
de Antioquia.
Señala que dicha
situación la puso oportunamente en conocimiento del Gobernador del Departamento
del Chocó con el objeto de que se aplicara el correctivo, y la respuesta
obtenida del Jefe Administrativo de la Secretaría de Educación de ese mismo
departamento, fue que “yo no tenía derecho a ser nombrado en ese cargo porque
no era docente en servicio, desconociendo así la veracidad de los documentos
expedidos por la Secretaría de Educación Departamental de Antioquia”.
Aduce que el
Gobernador y la Secretaria de Educación del Chocó mediante Decreto 1167 del 29
de diciembre de 1994, nombró a (....) de la lista de elegibles del concurso,
“sin tener en cuenta el orden de los puntajes con clara demostración
discriminatoria entre los concursantes y violatoria de la normatividad, pues se
nombró a quienes ocuparon los puestos 4o., 5o., 8o. y 9o., desconociendo el
derecho de quienes ocupamos los puestos 1o., 2o. y 3o.”.
Manifiesta además,
que este hecho fue puesto en conocimiento de las autoridades del departamento
mediante comunicaciones de fechas 11, 12 y 19 de enero del presente año, sin
que se haya obtenido respuesta alguna, pues el Secretario de Educación sólo se
ha limitado ha expresar verbalmente unas buenas intenciones pero sin hechos
concretos.
Concluye
manifestando "que el concurso ya cumplió su primer año y las vacantes
sin llevar (sic)".
Con fundamento en
los hechos expuestos, el peticionario solicita que se haga el nombramiento a
que tiene derecho como Director de Núcleo de Desarrollo Educativo, por haber
ocupado el primer puesto entre los 29 concursantes.
II.
LAS DECISIONES JUDICIALES QUE SE REVISAN
A.
Sentencia de Primera Instancia.
El Juzgado Unico
Laboral del Circuito de Quibdó decidió mediante sentencia del 7 de junio de
1995, conceder al señor José Adelio Quinto Martínez la tutela de su derecho a
la igualdad y al trabajo en condiciones dignas y justas, de conformidad con el
Decreto 1222 de 1993 expedido por el Gobierno Nacional, con fundamento en las
siguientes razones:
“El sentido común
enseña que si una de las personas que presentó todos los documentos requeridos
por la administración y allega los requisitos necesarios, debe aparecer en la
lista de admitidos sin que posteriormente se le venga a cambiar las reglas del
juego a excepción de que se pierda el examen de conocimiento u otro instrumento
de selección. Pasando este obstáculo necesariamente debe aparecer en la lista
de ganadores del concurso y con las cuales se conformará una lista de elegibles
en estricto orden de mérito, tal como lo ha señalado últimamente la Corte
Constitucional al declarar exequible el artículo 9o. del Decreto 1222 de 1993,
excepto la parte que dice: "la provisión del empleo deberá hacerse con una
de las personas que se encuentran en los tres primeros puestos de la lista de
elegibles".
Así las cosas
debemos decir que en un concurso de méritos quien ocupa el primer puesto
por los puntajes obtenidos, debe ser nombrado para el cargo que concursó, sin
que se esté permitiendo a la administración pública alegar causales que no
clarificó detalladamente en la convocatoria en el reclutamiento, eso
sería tanto como jugar con cartas escondidas en perjuicio de la parte más débil
como es el aspirante a un trabajo en condiciones dignas y justas. Sería
totalmente injusto por ejemplo, salirle a un concursante que aprobó todas las
etapas del concurso y además ocupa el primer lugar de los elegibles, conque
(sic) no se puede nombrar porque no llena los requisitos para el cargo que
concursó. Habrase visto semejante exabrupto?.
En este orden de
ideas, el caso que nos ocupa nuestra atención, es evidente que el peticionario
aprobó el concurso y ocupó el primer lugar, por lo tanto el Departamento del
Chocó, por intermedio de la Secretaría de Educación debe nombrar al accionante
para el cargo que concursó u otro de igual categoría, puesto que si la carrera
administrativa se fundamenta única y exclusivamente en el mérito y la capacidad
del funcionario público, a la administración pública no le queda otro camino
que seleccionar al más destacado, o sea quien ha demostrado una mejor
preparación y competencia para el cargo y que debe desempeñar, sin importar
para nada que el candidato preste los servicios en otro Departamento como es el
caso en estudio, puesto que si no se indicó en la convocatoria ese requisito o
se le excluyó en el proceso de reclutamiento, no se le puede asaltar
olímpicamente en la buena fe del concursante, pues ya se sabe los sacrificios
que se deben afrontar para llegar a esa meta. .."
B.
La Impugnación.
El Gobernador del
Chocó por estar en desacuerdo con la decisión adoptada por el a-quo, la impugnó
a través de apoderado judicial, argumentando que "la administración
departamental por conducto de la Secretaría de Educación y Cultura, mediante
circular No. 005 del 13 de enero de 1994, convocó a concurso para docentes
laborando al servicio del Departamento del Chocó, como un "estímulo para
los profesores que han demostrado algunas capacidades de liderazgo y
responsabilidad en el cumplimiento de sus deberes"; que resulta fácilmente
que el objeto del concurso estaba dirigido a estimular con el "ascenso al
cargo de Directores de Núcleos Educativos a maestros que a la fecha estuviesen
activos trabajando al servicio del Departamento del Chocó".
C.
Sentencia de Segunda Instancia.
El Tribunal Superior
de Quibdó, a través de la Sala Dual Civil-Laboral, resolvió mediante sentencia
del 11 de julio de 1995, revocar la providencia impugnada y en consecuencia
denegar la acción de tutela instaurada, por las siguientes razones:
"Teniendo en
cuenta las razones reseñadas por el accionante, lamentablemente la justicia
ordinaria a través de la institución denominada tutela, no está revestida de
competencia para ordenar inmediatamente el restablecimiento del derecho que
presuntamente le ha sido conculcado mediante el acto administrativo de
nombramiento de Directores de Núcleo llevado a cabo por el ex-Gobernador y su
ex- Secretaría de Educación, al omitir la designación del actor, puesto que de
los cuatro (4) nombramientos efectuados por ministerio de la ley debieron
nombrar al docente JOSE ADELIO QUINTO MARTINEZ, dado que de conformidad con lo
dispuesto por el artículo 9o. del Decreto 1222 de 1993, el susodicho
concursante estaba ubicado dentro de los tres (3) primeros puestos de la lista
de elegibles, norma ésta que se encontraba vigente para la época que se
hicieron las designaciones en referencia. Decimos que lamentablemente no se
abre paso la pretensión invocada a través de la tutela, habida cuenta que el
peticionario dispone de otro recurso o medio de defensa judicial para reclamar
ante la autoridad competente la nulidad y restablecimiento del derecho,
expresamente establecido en el artículo 85 del Código Contencioso
Administrativo".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Primera.
Competencia
De conformidad con
lo dispuesto en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 a 36 del Decreto
2591 de 1991, la Corte Constitucional, a través de la Sala Sexta de Revisión de
Tutelas, es competente para revisar el fallo proferido por el Tribunal Superior
de Quibdó.
Segunda.
Problema Jurídico.
Se observa que de lo
que se trata en el presente asunto es de la protección del derecho fundamental
a la igualdad del accionante, así como del trabajo en condiciones dignas y
justas, presuntamente vulnerados por los accionados al haber desconocido que el
peticionario aprobó el concurso para ascenso al cargo de Director de Núcleo
Educativo en el Departamento del Chocó, y que además ocupó el primer lugar en
el mismo, no siendo designado en el cargo. Expresa que a pesar de ello, fueron
nombrados quienes ocuparon los puestos 4o., 5o., 8o. y 9o., desconociendo en
forma abierta las normas que regulan lo concerniente a los concursos para
cargos de carrera administrativa.
El demandante
sostiene en su escrito de demanda, que se desconocen los derechos fundamentales
a la igualdad y al trabajo, pues el nominador estaba legal y
constitucionalmente en la obligación de escoger a quien había ocupado el primer
lugar en el concurso, argumento que fue compartido por el juez de primera
instancia, pero rechazado por el de segunda, quien adujo la existencia de otros
medios judiciales de defensa para negar la tutela instaurada por el señor JOSE
ADELIO QUINTO.
Agregó en su líbelo
el actor, que una vez fueron conocidos los resultados del concurso, la
Secretaría de Educación Departamental cambió el carácter de abierto del
concurso para convertirlo en cerrado, poniendo como condición para tener
derecho a ser nombrado, que los elegibles deberían estar vinculados como
docentes en el Departamento del Chocó, cuando según él, la norma sólo exige
estar vinculado como docente directivo en el sector oficial.
Tercera.
Procedencia de la Tutela en el caso concreto con fundamento en la
jurisprudencia constitucional.
De manera reiterada
se ha pronunciado esta Corporación en relación con la provisión de cargos de
carrera administrativa por concurso en asuntos similares, cuyos criterios
jurisprudenciales deben ser reiterados en esta oportunidad.
a) Modificación
de las bases del concurso.
Sobre el particular,
ha tenido oportunidad de sostener esta Corporación[1], que:
"Esta Sala de
Revisión tuvo ocasión de recordar que "la jurisprudencia de la Corte
Constitucional ha sido enfática en precisar que los concursos, cuya finalidad
sea el acceso a la función pública,deben sujetarse estrictamente a los
procedimientos y condiciones fijados de antemano y que las reglas que los rigen
son obligatorias, no sólo para los participantes sino también para la
administración que, al observarlas, se ciñe a los postulados de la buena
fe(C.P.art.83), cumple los principios que según el artículo 209 superior guían
el desempeño de la actividad administrativa y respeta el debido proceso
(C.P.art.29), así como los derechos a la igualdad (C.P.art.13) y al trabajo
(C.P: art. 25) de los concursantes. Una actitud contraria defrauda las justas
expectativas de los particulares y menoscaba la confianza que el proceeder de
la administración está llamado a generar".
En idéntico sentido,
en la sentencia T-256 de 1995, se expuso:
"Al
señalarse por la administración las bases del concurso, estas se convierten en
reglas particulares obligatorias tanto para los participantes como para
aquélla, en el sentido de que debe respetarlas y que su actividad, en cuanto a
la selección de los aspirantes que califiquen para acceder al empleo o empleos
correspondientes, se encuentra previamente regulada, de modo que no puede
actuar en forma discrecional al realizar dicha selección. Por consiguiente,
cuando la administración se aparta o desconoce las reglas del concurso ...
incurre en violación de los principios que rigen la actividad administrativa
(igualdad, moralidad, eficacia e imparcialidad), y por contera, puede violar
los derechos fundamentales al debido proceso, a la igualdad y al trabajo de
quienes participaron en el concurso y resultan lesionados en sus intereses por
el proceder irregular de aquélla".
b) Designación de
quien obtiene la mejor calificación en el concurso.
En relación con la
designación de una persona que ha participado en un concurso público y ha
obtenido el primer puesto, ha señalado esta Corporación lo siguiente:
"En el
evento que ahora se examina, la Sala advierte que efectivamente la peticionaria
obtuvo la mejor calificación en el concurso y que el nominador al proveer el
cargo público llamó en primer término al aspirante que ocupó el tercer puesto
quien declinó el nombramiento, siendo entonces llamado el segundo en la lista
de elegibles. Esta sola circunstancia es suficiente para comprobar el
quebrantamiento unilateral de las bases del concurso porque, como bien lo
precisó la Corte:
"...Establecer
un concurso público y señalar un procedimiento que termina por no atribuir al
vencedor el cargo o plaza objeto del mismo, elimina su esencia y lo despoja de
su estímulo. Si en verdad se anuncia por el Estado que un empleo se va
a nombrar por concurso y, en últimas se designa al tercero o al segundo mejores
aspirantes, pero no al primero, se defrauda la confianza de este aspirante
inducida en virtud de la convocatoria y, de este modo, igualmente, se asalta la
buena fe de todos los restantes aspirantes que en teoría han emulado y se han
presentado al concurso con miras a ser los primeros y así obtener en justa lid
el premio a su mérito -socialmente comprobado- representado en este caso, por
el consecuente nombramiento con apego al resultado objetivo del concurso. Si,
en estas condiciones, el nombramiento recae en quien no es el primero en orden
de méritos, ello será así en virtud de la libre voluntad del nominador que
habrá transformado el sistema de vinculación a la función pública establecido
en la Constitución y en la ley, asignándole en la práctica al empleo objeto del
concurso el carácter de empleo de libre nombramiento y remoción".
(Sentencia No. C-041 de 1995).
......
8. En cuanto al
derecho a la igualdad, se dijo:
"Pero,
además de lo anterior, en abierta violación del principio de justicia se le
negó a la ganadora el nombramiento que legítimamente le corresponde
otorgándoselo a quienes no tenían mejor título que ella para obtenerlo, lo que
a su vez, comporta violaciones al derecho a la igualdad, ya que, tal
como lo puso de manifiesto la Corte, mereciendo la peticionaria un trato acorde
con los resultados obtenidos en el concurso se ignoró esa condición preferente
y se la ubicó "en igual posición a la de quienes no participaron o,
habiéndolo hecho, obtuvieron calificaciones inferiores" (Sentencia No.
T-046 de 1995 M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
Con fundamento en la
jurisprudencia enunciada, observa esta Sala que en el asunto que se revisa, se
vulneraron los derechos fundamentales a la igualdad y al trabajo del
peticionario por parte de la Gobernación y la Secretaría de Educación del
Departamento del Chocó, al omitir el nombramiento del actor quien obtuvo el
primer lugar en el concurso efectuado para la provisión del cargo de Director
de Núcleo Educativo, pues habiéndo adquirido en forma válida y legítima el
derecho a ocupar el puesto, se le niega el ejercicio del derecho, consistente
en ser llamado a laborar en dicho cargo, y también el derecho a ejercer cargos
públicos -artículo 40 numeral 7o. de la CP.-, por cuanto se le impide el acceso
a la plaza para la cual concursó.
No sobra destacar,
que el Juzgado Laboral del Circuito de Quibdó concedió la tutela, por cuanto
según indicó, en un concurso de méritos quien ocupa el primer puesto por los
puntajes obtenidos, debe ser nombrado para el cargo que concursó, sin que esté
permitido a la administración alegar causales que no clarificó detalladamente
en la convocatoria de reclutamiento.
En este orden de
ideas, se reafirma que en el caso que nos ocupa es evidente que el peticionario
aprobó el concurso y ocupó el primer lugar, por lo tanto el Departamento del
Chocó, por intermedio de la Secretaría de Educación debe nombrar al accionante
para el cargo que concursó u otro de igual categoría, puesto que si la carrera
administrativa se fundamenta única y exclusivamente en el mérito y la capacidad
del funcionario público, a la administración pública no le queda otro camino
que seleccionar al más destacado, o sea, quien ha demostrado una mejor
preparación y competencia para el cargo que debe desempeñar, sin importar para
nada que el candidato preste los servicios en otro Departamento como es el caso
en estudio, puesto que si no se indicó en la convocatoria ese requisito o se le
excluyó en el proceso de reclutamiento, “no se le puede asaltar olímpicamente
en la buena fe del concursante, pues ya se sabe los sacrificios que se deben
afrontar para llegar a esa meta...", como bien lo expresó el Juzgado
Laboral del Circuito de Quibdó, cuya decisión ésta Corporación comparte y prohija.
Finalmente, en
relación con los argumentos del a-quo para denegar la tutela, que se
fundamentan en la existencia de otros medios de defensa judicial, debe
manifestarse, como ya lo ha hecho en otras oportunidades esta Corporación[2], que:
"la acción
de tutela es un mecanismo protector de los derechos constitucionales
fundamentales, de carácter subsidiario, por lo cual su procedencia se
hace depender de que no existan otros medios de defensa a los que pueda acudir
el interesado. Empero, esos otros medios judiciales deben tener, por lo menos,
la misma eficacia de la tutela, para la protección del derecho de que
se trate. Analizadas las circunstancias del caso concreto, se concluye que
tales acciones no se revelan más eficaces que la tutela, ya que, la decisión
tardía del asunto, deja mientras tanto, intactas violaciones a los derechos a
la igualdad y al trabajo..." (Sentencia No. T-298 de 1995).
....
Estas
apreciaciones coinciden con las vertidas por la Sala Segunda de Revisión en la
sentencia No. T-256 de 1995, conforme a las cuales mediante el ejercicio
de las acciones que pueden impetrarse ante la jurisdicción de lo contencioso
administrativo no se obtiene "el resultado deseado, cual es el de ser
nombrado en el cargo correspondiente".
.... la acción
de nulidad y restablecimiento del derecho no es el mecanismo idóneo para
amparar los derechos fundamentales que le fueron violados a la
peticionaria" (M.P. Dr. Antonio Barrera Carbonell) (negrillas y subrayas
fuera de texto).
Cuarta.
Conclusión.
En razón a las
consideraciones anteriores, esta Sala de Revisión revocará la sentencia que se
revisa, proferida por el Tribunal Superior de Quibdó-Chocó, y en su lugar
confirmará el fallo del Juzgado Unico Laboral del Circuito, en el sentido de
conceder la tutela de los derechos al trabajo y a la igualdad del señor JOSE
ADELIO QUINTO MARTINEZ, ordenando al Gobernador del Departamento del Chocó en
asocio con la Secretaría de Educación Departamental, que en el término de un
(1) mes contado a partir de la notificación de esta sentencia, proceda a
designar al peticionario en el cargo para el cual se presentó a concurso
público, ocupando el primer lugar, o en otro de igual o superior categoría y
remuneración.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional obrando en
nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución
R E S U E L V E :
REVOCAR por las razones expuestas, la providencia
dictada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Quibdó,
el 11 de julio de 1995, y en su lugar se dispone:
PRIMERO.-
CONFIRMAR la sentencia
proferida por el Juzgado Unico Laboral del Circuito de Quibdó el 7 de junio de
1995, en el sentido de CONCEDER al señor JOSE ADELIO QUINTO MARTINEZ la
tutela de sus derechos fundamentales a la igualdad y al trabajo en condiciones
dignas y justas.
SEGUNDO. ORDENAR al Gobernador del
Departamento del Chocó, que en el término de un (1) mes, contado a partir de la
notificación de ésta providencia, proceda a efectuar el nombramiento del señor
JOSE ADELIO QUINTO MARTINEZ en el cargo para el cual se presentó a concurso
público, habiendo ocupado el primer lugar, o en otro de igual o superior categoría
y remuneración.
TERCERO. El Juzgado Unico Laboral del Circuito de Quibdó
vigilará el estricto cumplimiento de lo ordenado en esta providencia.
CUARTO. Líbrense por Secretaría General de la Corte Constitucional, las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los
efectos allí contemplados.
Cópiese, notifíquese, insértese en la
Gaceta de la
Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No.
T-325 de 1995. MP. Dr. Alejandro Martinez Caballero.
[2] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No.
T-298 de 1995. MP. Dr. Alejandro Martínez Caballero. |
534 | T-434-95
Sentencia No. T-434/95
Sentencia No.
T-434/95
DERECHO DE
PETICION-Alcance
Cuando se
solicita protección al derecho constitucional de petición, el juez de tutela
tiene competencia únicamente para ordenar a la administración que responda las
solicitudes respetuosas que han sido elevadas por los particulares, ya sea
positiva o negativamente, cuando es evidente que los términos han vencido y esa
respuesta no se ha producido. La orden no debe dirigirse a que la petición sea
resuelta en tal sentido porque de ser así implicaría una intromisión indebida
en las otras ramas del poder, lo cual no solamente desconocería el principio de
la seguridad jurídica, sino también el de la separación de poderes. Significa
lo anterior que al juez de tutela le está vedado señalar si determinado
egresado cumple o no los requisitos para homologar el trabajo de investigación
dirigida o la tesis de grado, por la judicatura, y simplemente debe limitar su
actividad a la protección del derecho fundamental de petición: es decir, a
determinar si se le brindó respuesta oportuna y eficaz a la solicitud formulada
ante autoridad pública.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Reconocimiento de
la judicatura
Para cuando fue
presentada la acción de tutela, ya la administración había expedido el acto
administrativo negando la homologación solicitada, por lo que se satisfizo el
derecho del actor. Es decir, para esa fecha el derecho de petición no se
encontraba vulnerado por lo que la acción de tutela carecía de objeto. Como la
respuesta resultó adversa al solicitante, ya que se le negó la solicitud de
Judicatura, a éste no le queda otra alternativa que agotar los recursos
procedentes en la vía gubernativa, y, si es del caso, demandar el acto expedido
o el que se expida ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo. Si lo
que se persigue es la discusión o controversia en relación con la aplicación de
las normas legales que regulan lo concerniente a la aprobación de la
Judicatura, la tutela no es procedente como lo ha dicho esta Corporación.
JUEZ DE TUTELA-Incompetencia para reconocimiento de
derechos
La acción de
tutela no es el mecanismo adecuado para obtener el reconocimiento del derecho
que la demandante pretende, pues, en relación con el derecho de petición, esta
Corte ya tiene establecido que la competencia del juez constitucional consiste
sólo en ordenar que la autoridad defina prontamente la solicitud formulada, en
cualquier sentido: positivo o negativo. De lo contrario, estaría invadiendo una
órbita funcional que no le pertenece.
REF.: Expediente
No. T - 78.496
PETICIONARIO: FRANCISCO MARTINEZ CORTES contra el
MINISTERIO DE JUSTICIA Y DEL DERECHO.
PROCEDENCIA: Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia.
“En relación con
el derecho de petición, esta Corte ya tiene establecido que la competencia del
juez constitucional consiste sólo en ordenar que la autoridad defina
prontamente la solicitud formulada, en cualquier sentido: positivo o negativo”.
MAGISTRADO PONENTE:
DR. HERNANDO
HERRERA VERGARA
Santafé de Bogotá,
D.C., Septiembre veintinueve (29) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional, procede a revisar los fallos proferidos
por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fé de Bogotá, Sala
Civil, el cuatro (4) de julio de 1995, y por Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia el diez (10) de agosto del mismo año, en el proceso de
tutela de la referencia.
I.
ANTECEDENTES.
Solicita el
peticionario se le protejan sus derechos constitucionales fundamentales de
petición, trabajo e igualdad, ordenando al Ministerio de Justicia y del Derecho
expida en un plazo prudencial perentorio, el acto administrativo en virtud del
cual se le apruebe la judicatura.
Señala para
fundamentar su petición, que como estudiante de la Universidad Externado de
Colombia, culminó sus estudios en la facultad de derecho el 26 de junio de
1993, y por resolución número 333 de 1994 del Consultorio Jurídico de la mencionada
Universidad, desempeñó el cargo de monitor con carácter de asistente docente
entre el 2 de septiembre de 1994 y el 17 de marzo de 1995 (6 meses y 15 días).
Hace alusión a que
el Decreto 3200 de 1979 en su artículo 20 establece como requisito previo para
obtener el título de abogado, el “trabajo de investigación dirigida” o la tesis
de grado, o la posibilidad de que sea compensado dicho requisito con la
práctica o el servicio profesional en uno de los cargos a que se refiere el
numeral 1o. del artículo 23 del decreto ibídem por un lapso contínuo o
discontínuo. Destaca entre los cargos, el de monitor de consultorio jurídico
nombrado para una jornada completa de trabajo, con el carácter de asistente del
Director, “en la realización de las prácticas del plan de estudios”.
Señala que la Ley 48
de 1993 -que regula el servicio de reclutamiento y movilización-, concedió
prerrogativas a quienes hubiesen terminado estudios universitario. Al tenor de
la ley, quienes terminen estudios universitarios y sean reservistas, tendrán
una rebaja del 50% del tiempo del servicio social obligatorio de acuerdo con el
respectivo programa académico, “para la refrendación del título profesional,
con autorización del organismo competente”.
Por lo anterior,
señala el actor que en su calidad de reservista de primera clase y como monitor
del Consultorio Jurídico, cumplía con los requisitos legales para que se le
reconociera su derecho a la Judicatura, razón por la cual elevó el 31 de marzo
de 1995 ante el Ministerio de Justicia solicitud en ese sentido.
Señala que no
obstante de conformidad con el artículo 8o. de la Resolución No. 2001 de 1984,
el Ministerio de Justicia cuenta con 10 días hábiles para resolver la solicitud
formulada, al no obtener respuesta, elevó el 8 de mayo de año en curso una
carta dirigida al Secretario General del Ministerio, insistiendo en la
petición, la que repitió el 30 del mismo mes, pero en esta ocasión apoyado en
el derecho de petición (art. 23 CP.), a fin de que se informara acerca del
resultado de la solicitud de su JUDICATURA, pero agrega, “el Ministerio siguió
guardando silencio al respecto”.
Por último, afirma
que no cuenta con otros medios de subsistencia económica diferente al digno
ejercicio de su profesión, que ha podido desempeñar hasta ahora, gracias a la
licencia temporal que está próxima a caducar -el 26 de junio del año en curso-,
“por lo que me veré en la obligación de abandonar por culpa de una omisión de
la Administración Pública mi carrera profesional”.
En razón de los
hechos expuestos, solicita al Ministerio accionado que expida a la mayor
brevedad, el acto administrativo que apruebe su judicatura, para así
desempeñarse en el ejercicio de la abogacía.
II. LAS PROVIDENCIAS JUDICIALES QUE SE REVISAN.
A. Sentencia de Primera Instancia.
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santa Fé de Bogotá, Sala Civil de Decisión, mediante
providencia del 4 de julio de 1995, negó la tutela instaurada por el
accionante, con fundamento en que para la fecha de la presentación de la
demanda, el Ministerio de Justicia y del Derecho ya había expedido el acto
administrativo denegando la solicitud de aprobación de la judicatura.
Señaló el citado
Tribunal para fundamentar su decisión, lo siguiente:
“Se ha reafirmado
por la doctrina constitucional que aquel derecho -el de petición- involucra no
sólo la posibilidad de acudir ante la administración, sino que supone además,
un resultado de ésta, que se manifiesta en la obtención de la pronta
resolución. Sin este último elemento el derecho de petición no se realiza, pues
esencial al mismo.
Es por ello por
lo que haya advertido la Corte Constitucional que “la omisión en que incurre la
autoridad al no responder las peticiones con la necesaria prontitud, acarrea la
consiguiente responsabilidad disciplinaria. Aunque ello genera, por otra parte,
la ocurrencia del fenómeno jurídico del silencio administrativo -que se concreta
en un acto ficto o presunto demandable ante la jurisdicción- no por eso queda
relevada la administración del deber que se le impone de resolver la solicitud,
pues sería inaudito que precisamente la comprobación de su negligencia le sirva
de pretexto para continuar violando el derecho” (Sent. T-242 de 1993).
(...)
Es palmar, de
este breve antecedente, que cuando el peticionario acudió a la acción de tutela
-la que fuera presentada al Tribunal el 22 de junio- el acto administrativo
estaba expedido y, por consiguiente, el derecho de petición formulado era
improcedente por extemporáneo.
Si la acción de
tutela, de otro lado, se consagró como mecanismo tendiente a garantizar la
efectividad de los derechos fundamentales, su prosperidad debe concretarse en
una orden impartida con el fin de lograr la efectiva protección del derecho o
la restauración del que se haya amenazado o violado.
Si, por consiguiente,
desaparecen los supuestos de hecho que fundamentaran la acción por haber cesado
la conducta violatoria si es que efectivamente existió, evidentemente
desaparecen las razones en que el juez en sede de tutela pudiera ampararse para
impartir una orden, ya que en el supuesto de expedirse quedaría sin piso por
sustracción de materia.
El término, en
fin, para brindar la respuesta oportuna se superó con creces, y solo cuando se
acudió al derecho de petición el Ministerio procedió a dar respuesta. Esta
circunstancia, en fin, permite aseverar que por parte del Ministerio se
incurrió en omisión, por lo que habrá de requerirse a fin de que en lo futuro
se abstenga de observar esa conducta, so pena de incurrir en sanciones
disciplinarias”.
B.
De la Impugnación.
El peticionario
impugnó oportunamente el precitado fallo, porque consideró que lo que demandó
de la administración fue la expedición de un acto administrativo donde se le
reconociera un derecho adquirido por ley, y no uno cualquiera como el que se
expidió para negarle la aprobación de la judicatura. Por ello, insiste en que
el derecho de petición ha debido ser tutelado para que así recibiera protección
igualmente el derecho al trabajo y a la igualdad, derechos sobre los cuales el
Tribunal omitió pronunciarse, no obstante haberse indicado desde el comienzo
que el único requisito que le faltaba para obtener el título de abogado es la
resolución de aprobación de la judicatura.
C.
Sentencia de Segunda Instancia.
La Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, mediante providencia del diez (10) de agosto
de 1995 resolvió CONFIRMAR el fallo impugnado.
En relación con los
argumentos de la impugnación, sostuvo la Corte Suprema de Justicia, que:
“Son varios los
derechos fundamentales cuya protección se solicita en el caso concreto
(petición, trabajo e igualdad). Con todo, pese a que evidentemente el Tribunal
omitió pronunciarse sobre los dos últimos, ello realmente no se hacía necesario
por cuanto su presunta vulneración no deviene de manera inmediata. La omisión
de la autoridad administrativa en expedir la resolución de la judicatura, es lo
que, según el petente, amenaza el derecho al trabajo y el de igualdad. Su
aducción en este preciso proceso es una simple conjetura del petente como
conclusión a la omisión de la administración en expedir el acto administrativo
que resuelva sobre la solicitud de la judicatura. Ello muy seguramente porque
no alcanzó a entender que la solicitud no necesariamente debe resolvérsele
favorablemente”.
Respecto del derecho
de petición, sostuvo la misma Corte Suprema, lo siguiente:
“Ha sido
reiterada la jurisprudencia de la Corte Constitucional y de esta Corporación,
en el sentido de señalar que cuando se solicita protección al derecho
constitucional de petición, el juez de tutela tiene competencia únicamente para
ordenar a la administración que responda las solicitudes respetuosas que han
sido elevadas por los particulares, ya sea positiva o negativamente, cuando es
evidente que los términos han vencido y esa respuesta no se ha producido. La
orden no debe dirigirse a que la petición sea resuelta en tal sentido porque de
ser así implicaría una intromisión indebida en las otras ramas del poder, lo
cual no solamente desconocería el principio de la seguridad jurídica, sino
también el de la separación de poderes.
Significa lo
anterior que al juez de tutela le está vedado señalar si determinado egresado
cumple o no los requisitos para homologar el trabajo de investigación dirigida
o la tesis de grado, por la judicatura. Si no puede hacer ese análisis es
apenas obvio que tampoco puede ordenar al organismo administrativo competente
para que profiera la decisión en tal sentido. Desde luego que para que el
derecho sea conculcado por la administración, la pronta respuesta que de la
misma se exige, debe ser adecuada con la solicitud planteada, ya sea, se
repite, negativa o afirmativamente. No se cumple por ende el derecho de
petición cuando la respuesta de la administración se desvía del objeto preciso
de la solicitud.
En el caso
concreto es intrascendente computar el término de los diez días que tenía el
Ministerio de Justicia y del Derecho, para resolver la solicitud de resolución
de la judicatura a partir de una cualquiera de estas tres fechas: 31 de marzo,
8 y 30 de mayo de 1995. Lo cierto es que la solicitud de amparo del derecho de
petición fue presentada el 22 de junio y la administración se pronunció el 20
de junio, mediante la expedición del acto administrativo correspondiente.
Lo anterior
indica que para cuando fue presentada la acción de tutela, ya la administración
había expedido el acto administrativo negando la homologación solicitada. Es
decir, para esa fecha el derecho de petición no se encontraba vulnerado por lo
que la acción de tutela carecía de objeto. Como a esta conclusión arribó el
Tribunal, no le queda otra alternativa a la Corte que confirmar el fallo
impugnado.
Con todo, al
revisar el acto administrativo expedido pudo comprobarse que si bien no lo fue
dentro de los términos de ley, la respuesta sí se avino al tema planteado. En
efecto, la negativa a aprobar la judicatura tuvo como motivo dos hechos
trascendentales: el primero porque la judicatura no tiene el carácter de
servicio social obligatorio a que hace alusión el artículo 40 literal C) de la
Ley 48 de 1993. Y el segundo porque el cargo de Monitor de Consultorio Jurídico
con el carácter de Asistente Docente, no se desempeñó por el término mínimo
exigido en la ley.
Lo anterior
denota que la respuesta de la administración fue adecuada con lo solicitado,
vale decir, el derecho de petición no fue vulnerado en cuanto a su contenido.
De consiguiente, como la respuesta resultó adversa al solicitante, a éste no le
queda otra alternativa que agotar los recursos procedentes en la vía
gubernativa, tal como se señaló en el numeral segundo de la parte resolutiva de
la resolución, y, si es del caso, cuestionar el acto expedido o el que se
expida ante la jurisdicción de lo contencioso administrativo”.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
Primera.
La competencia.
De conformidad con
lo dispuesto en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 a 36 del Decreto
2591 de 1991, esta Sala es competente para revisar la sentencia proferida en el
proceso de la referencia por la Sala de Casación Civil de la H. Corte Suprema
de Justicia, el 10 de agosto de 1995.
Segundo.
Problema Jurídico.
La demanda de tutela
que ocupa la atención de esta Corporación se dirige a obtener la protección de
los derechos de petición, trabajo e igualdad, presuntamente vulnerados por el
Ministerio de Justicia y del Derecho, en cuanto no le ha resuelto su solicitud tendiente
a que se expida el acto administrativo que apruebe la judicatura para así poder
desempeñarse en el ejercicio de la abogacía.
Según el Tribunal
Superior de Bogotá que conoció en primera instancia de la tutela, el Ministerio
accionado ya expidió el acto administrativo denegando la solicitud de
aprobación de la judicatura, por lo que la acción formulada no es procedente.
Impugnada por el
peticionario la anterior decisión, con el argumento de que lo que demandó de la
administración fue la expedición de un acto administrativo donde se le
reconociera un derecho adquirido por ley y no uno cualquiera como el que se
expidió para negarle la aprobación de la judicatura, la Corte Suprema de
Justicia resolvió confirmar la providencia de primera instancia, señalando para
el efecto que la respuesta de la administración fue adecuada con lo solicitado,
“vale decir, el derecho de petición no fue vulnerado en cuanto a su contenido.
De consiguiente, como la respuesta resultó adversa al solicitante, a éste no le
queda otra alternativa que agotar los recursos procedentes en la vía
gubernativa”.
Tercera.
Breve justificación para confirmar la providencia que se revisa.
Teniendo en cuenta
que el derecho que se dice vulnerado es el de petición, “por la no expedición
del acto administrativo en virtud del cual se apruebe la judicatura”, debe la
Sala de manera previa, examinar el contenido de la Resolución proferida por el
Ministerio de Justicia y del Derecho, y con fundamento en ella, reiterar de
conformidad con la jurisprudencia emanada de esta Corporación, lo expuesto por
la H. Corte Suprema de Justicia en el fallo que se revisa, en relación con el
núcleo esencial y el contenido del artículo 23 de la Carta Política.
A.
De la Resolución emanada del Ministerio de Justicia y del Derecho dando
respuesta a la petición del accionante.
En primer lugar,
debe hacerse referencia a la respuesta que el Secretario General del Ministerio
de Justicia y del Derecho dió al peticionario en relación con su solicitud de
aprobación de la judicatura, mediante Resolución No. 1320 del 20 de junio de
1995, en la cual se expresó lo siguiente:
“CONSIDERANDO
Que el señor
FRANCISCO MARTINEZ CORTEZ (....), egresado de la Universidad Externado de
Colombia (...) solicitó a esta Secretaría le sea acreditada su práctica
profesional.
....
Que como
fundamento de su petición, el interesado presenta a estudio su desempeño como,
MONITOR DEL CONSULTORIO JURIDICO DE LA UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA EN
SANTAFE DE BOGOTA, D.C. DEL 2 DE SEPTIEMBRE DE 1994 AL 17 DE MARZO DE 1995.
Que de acuerdo al
estudio realizado a la situación del peticionario en relación con la
alternativa indicada, se establece que su labor como monitor del Consultorio
Jurídico de la Universidad Externado de Colombia en Santafé de Bogotá no puede
tenerse en cuenta para efectos del reconocimiento de la judicatura, por las
siguientes razones:
....
Que efectuado el
estudio del tiempo laborado por el peticionario en el cargo de monitor del
Consultorio Jurídico de la Universidad Externado de Colombia en Santafé de
Bogotá por el término de seis (6) meses, se establece que no reúne el requisito
mínimo de tiempo exigido para el reconocimiento de la Judicatura.
Además, referente
a la aplicación del beneficio contemplado por el literal C del artículo 40 de
la Ley 48 de 1993 (...), esta no es procedente, pues debe tenerse en cuenta que
la Judicatura como requisito para obtener el título profesional de abogado, no
tiene el carácter de servicio social obligatorio a que hace alusión la citada
norma, para efectos de eximir del cincuenta por ciento (50%) del tiempo
respectivo, a quienes hubieren prestado el servicio militar obligatorio.
Que en
consecuencia, el peticionario no cumple con los requisitos exigidos para que
sea acreditada su practica profesional.
Por lo expuesto y
siendo competente este despacho,
RESUELVE:
ARTICULO
PRIMERO.- Negar la solicitud de Judicatura presentada por el señor FRANCISCO
MARTINEZ CORTES, identificado (...)
ARTICULO
SEGUNDO.- Contra la presente Resolución proceden los recursos de la vía
gubernativa interpuestos dentro de los cinco (5) días siguientes a la fecha de
su notificación”.
B.
Inexistencia de violación del derecho de petición.
Con fundamento en la
resolución transcrita, por medio de la cual se le da respuesta al peticionario,
en relación con su solicitud de Judicatura, no observa esta Sala violación o
amenaza alguna a sus derechos fundamentales de petición, trabajo e igualdad.
El Ministerio de
Justicia, en atención a la petición que se le formuló por parte del señor
Francisco Martinez Cortes, examinadas las pruebas acompañadas a la misma y las
normas legales que rigen la Judicatura, determinó que no llenaba con los
requisitos exigidos para el efecto, con lo cual se le dió respuesta en los
términos constitucionales -artículo 23-, a la solicitud presentada, y que ahora
es objeto de tutela.
Por lo tanto, estima
la Corte, que no existe justificación alguna que permita inferir la procedencia
de la acción de tutela, como en el mismo sentido lo señaló la Corte Suprema de
Justicia en la providencia que se revisa, por cuanto se reitera, no se vulneró
el derecho de petición del actor.
Sobre el particular,
ha sido reiterada la jurisprudencia de la Corte Constitucional, en el sentido de
señalar que cuando se solicita protección al derecho constitucional de
petición, el juez de tutela tiene competencia únicamente para ordenar a la
administración que responda las solicitudes respetuosas que han sido elevadas
por los particulares, ya sea positiva o negativamente, cuando es evidente que
los términos han vencido y esa respuesta no se ha producido. La orden no
debe dirigirse a que la petición sea resuelta en tal sentido porque de ser así
implicaría una intromisión indebida en las otras ramas del poder, lo cual no
solamente desconocería el principio de la seguridad jurídica, sino también el
de la separación de poderes.
Significa lo
anterior que al juez de tutela le está vedado señalar si determinado egresado
cumple o no los requisitos para homologar el trabajo de investigación dirigida
o la tesis de grado, por la judicatura, y simplemente debe limitar su actividad
a la protección del derecho fundamental de petición: es decir, a determinar si
se le brindó respuesta oportuna y eficaz a la solicitud formulada ante
autoridad pública, como efectivamente aparece demostrado que sucedió en el
presente caso, en que el Ministerio de Justicia y del Derecho respondió
mediante Resolución No. 1320 del 20 de junio de 1995 la petición del actor
respecto de su Judicatura.
Al respecto cabe
reiterar lo que sobre el derecho de petición ha expresado esta Corporación:
“El derecho de
petición tiene como titular a toda persona, nacional o extranjera. Por medio de
él, se permite acudir ante las autoridades o ante las organizaciones privadas
en los términos que defina la ley, con el fin de obtener una pronta resolución
a las solicitudes que se hayan presentado. No significa esto que deban
responderse las peticiones en una determinada forma; lo que se exige es un
pronunciamiento oportuno. El ejercicio de este derecho se hace tal vez más
evidente en determinadas situaciones, donde el pronunciamiento de la entidad
permite al particular definir una expectativa, que a su vez es fundamento para
la protección de algunos de sus derechos fundamentales.” (Sentencia No.
T-124 de 1993. MP. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa).
En este sentido, y
como lo señalara la Corte Suprema de Justicia en la providencia que se revisa,
para cuando fue presentada la acción de tutela, ya la administración había
expedido el acto administrativo negando la homologación solicitada, por lo que
se satisfizo el derecho del actor. Es decir, para esa fecha el derecho de
petición no se encontraba vulnerado por lo que la acción de tutela carecía de
objeto.
En este sentido,
concluye la Sala que la respuesta de la administración fue adecuada con lo
solicitado, vale decir, el derecho de petición no fue vulnerado en cuanto a su
contenido. Por lo tanto, como la respuesta resultó adversa al solicitante, ya
que se le negó la solicitud de Judicatura, a éste no le queda otra alternativa
que, como lo dispuso la Resolución No. 1320 del 10 de junio de 1995, emanada
del Secretario General del Ministerio de Justicia y del Derecho en su artículo
segundo, agotar los recursos procedentes en la vía gubernativa, y, si es del
caso, demandar el acto expedido o el que se expida ante la jurisdicción de lo
contencioso administrativo.
Si lo que se
persigue es la discusión o controversia en relación con la aplicación de las
normas legales que regulan lo concerniente a la aprobación de la Judicatura, la
tutela no es procedente como lo ha dicho esta Corporación, al expresar que “la
acción de tutela no fue organizada por el constituyente para amparar derechos
de rango legal. Lo que implica que el juez de tutela se encuentra sin
competencia para abordar la revisión de la titularidad de los derechos
reconocidos en la ley, haciendo adecuaciones normativas de los supuestos de
hecho en que se encuentra el interesado, o evaluando las pruebas que para
determinar los mismos, presente quien aspire a la declaración de su derecho”
(Sentencia No. T-054 de 1994. MP. Dr. Fabio Morón Diaz).
Por lo tanto, estima
la Sala que un pronunciamiento orientado a dar cabal satisfacción a las pretensiones
del peticionario, rebasa el ámbito de la competencia del Juez de Tutela, pues
fuera de carecer de competencia para ello, no cuenta con los elementos de
juicio indispensables a la finalidad de resolver sobre los derechos por cuyo
reconocimiento y efectividad se propende. Es necesario reiterar que la acción
de tutela no es el mecanismo adecuado para obtener el reconocimiento del
derecho que la demandante pretende, pues, en relación con el derecho de
petición, esta Corte ya tiene establecido que la competencia del juez
constitucional consiste sólo en ordenar que la autoridad defina prontamente la
solicitud formulada, en cualquier sentido: positivo o negativo. De lo
contrario, estaría invadiendo una órbita funcional que no le pertenece.
Conforme a lo anterior,
se confirmará el fallo que se revisa, proferido por la Sala de Casación Civil
de la Corte Suprema de Justicia, como así se dispondrá en la parte resolutiva
de esta providencia.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, obrando en
nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.
CONFIRMAR el fallo
proferido por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia el 10
de agosto de 1995, dentro del proceso de tutela instaurado por FRANCISCO
MARTINEZ CORTES.
SEGUNDO. Por la Secretaría General de la Corte
Constitucional, líbrense las comunicaciones de que trata el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese, notifíquese, comuníquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
535 | T-435-95
Sentencia No. T-435/95
Sentencia No.
T-435/95
FISCALIA GENERAL
DE LA NACION-Controversia
sobre régimen salarial/DERECHOS DE RANGO LEGAL-Controversia sobre
régimen salarial
El conflicto
planteado en el caso sub examine en cuanto a la naturaleza de la controversia,
no es de carácter constitucional, sino tipicamente legal, que se resume en la
aplicación de normas jurídicas relativas al régimen salarial de algunos
empleados de la Fiscalía General de la Nación y sus posibles interpretaciones.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Controversia
sobre régimen salarial
Sobre la
improcedencia de la acción de tutela para el reconocimiento de derecho
litigiosos de rango legal, la Corporación ha manifestado reiteradamente que
"Un pronunciamiento orientado a dar cabal satisfacción a las pretensiones
del peticionario, rebasa el ámbito de la competencia del Juez de tutela,
...pues fuera de carecer de competencia para ello, no cuenta con los elementos
de juicio indispensables a la finalidad de resolver sobre los derechos por cuyo
reconocimiento y efectividad se propende. En este sentido los fallos emitidos
en materia de acción de tutela no tienen virtualidad para declarar derechos
litigiosos, menos aún cuando de éstos se predica su carácter legal."
REF.:
Expediente No. T-74249
Actor:
MIGUEL MANJARRES
IBARRA Y OTROS
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., septiembre veintinueve (29) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión No. Ocho, integrada por los Magistados JORGE
ARANGO MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, procede a revisar las sentencias
relacionadas con la acción de tutela de la referencia, proferida por el Juzgado
Segundo Civil Municipal de Santa Marta de fecha 24 de abril de 1995 y Segundo
Civil del Circuito de la misma ciudad, de fecha 9 de junio de 1995.
I. ANTECEDENTES
Los ciudadanos
Miguel Manjarres Ibarra, Clara Celis Sanchez, Pedro Hernandez Pomares, Irasema
Noguera Labarces, Jose Eddie Cotes Blanco, Marina Rosado Cantillo, Gladys Cotes
Laurens, Sonia Albus Diazgranados, Alirio Antonio Noche Munive, Melva Rincones
de Rivas, Gloria Cantillo Pertuz, Nuris Ureche Acosta, Carlos Pertuz Rua, Luis
Diazgranados Gual, Mirian de Andreis Pardo, Leonor Caviedes Constante, Alicia
Gomez Fernandez, Luz Maria Castro Castellanos, Gloria Amaris Cuentas, Carlos
Tinoco Arnedo, Pedro Polo Robles, Melba Richardson de Cuba, Saturnino Pedrozo
Torres, mediante apoderado presentaron acción de tutela contra la doctora
Nohora Mendoza Hoyos, Directora Seccional Administrativa y Financiera de la
Fiscalía General de la Nación, de la ciudad de Santa Marta, con el fin de que
se tutelen sus derechos fundamentales a la vida, igualdad, trabajo y dignidad
humana, igualmente para que mediante sentencia judicial se ordene la
cancelación de salarios y prestaciones sociales correspondientes al año de
1993, con base en lo previsto en el Decreto 52 de 1993 (sic) a partir del 1o.
de enero de 1993; los salarios y prestaciones sociales correspondientes al año
de 1994, con base en lo contenido en el Decreto 84 de 1994, a partir del
primero de enero de 1994; los salarios y prestaciones sociales correspondientes
a los meses de enero, febrero y marzo de 1995 de acuerdo a lo ordenado en el
Decreto 50 de 1995. Además se les pague retroactivamente las diferencias entre
los salarios y prestaciones cancelas irregularmente por indebida aplicación
del régimen laboral.
II. LOS HECHOS DE LA DEMANDA
Los peticionarios
manifestaron que son funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, creada y
reglamentada por el Decreto 2699 de 1991, afirman pertenecer a la categoría de
servidores públicos que no se acogieron al nuevo régimen regulado en el
mencionado decreto, régimen salarial de la Fiscalía, ya que optaron por
continuar en el régimen salarial ordinario que tenían como funcionarios de los
juzgados de instrucción criminal, según la facultad consagrada en el artículo
64, parágrafo 3o. del mencionado decreto.
Los actores
argumentan que la Dirección Seccional Administrativa y Financiera de la
Fiscalía General de la Nación de Santa Marta, no aplicó el contenido del
decreto 52 de 1993, sino el previsto en el Decreto 51 del mismo año, y la
aplicación del Decreto 84 de 1994 y no el 104 de 1994 y en cuanto a este año,
la aplicación del Decreto 50 de 1995 y no el 47 de 1995.
III. LA DECISION DE PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado 2o. Civil
Municipal de Santa Marta, asumió el conocimiento del proceso y dispuso oficiar
al funcionario demandado para que informara los motivos que lo llevaron a no
dar aplicación a las normas invocadas y al régimen legal laboral aplicable de
los peticionarios; mediante sentencia de abril 24 de 1995, tuteló
transitoriamente los derechos al trabajo, a la dignidad humana y a la igualdad
de los demandados y ordenó a la Fiscalía Seccional de Santa Marta que en el
término de 48 horas realizara todas las gestiones encaminadas a la cancelación
de los incrementos salariales tal como lo ordenaron los Decretos 52 de 1993, 84
de 1994 y 50 de 1995, causados a partir del 1o. de enero de 1993. Igualmente
advirtió a los petentes que dentro de los cuatro (4) meses siguientes a la
notificación del fallo, debían iniciar las acciones contencioso administrativas
ordinarias so pena de cesar los efectos de la decisión.
Consideró el juez de
tutela de primera instancia que:
"1o. Con el
estatuto orgánico de la Fiscalía General de la Nación (Decreto 2699 de 1991),
todo el personal de funcionarios y empleados que venían laborando en los
distritos órganos, pasaron a ser parte de la Fiscalía General de la Nación.
Para tal efecto el artículo 64 de tal disposición legal, permitió que tales
funcionarios pudieran escoger libremente entre el régimen salarial ordinario
heredado de la Rama Judicial y el nuevo régimen salarial consagrado en el
artículo 54 de la obra ejusdem.
"Es así que
para cobijar el año de 1993, el ejecutivo central, con base en la ley marco,
cuya nomenclatura es "Ley 4a. de 1992, dictó los Decretos 51, 52, 53 y 57
de 1993 siendo el móvil de tales normas sectorizar a los funcionarios que
continuaban con el régimen salarial ordinario cuyos derechos adquiridos, tales
como prima de antigüedad, ascencional, etc., se les continuará pagando. Y los
servidores que optaron únicamente por el régimen especial sin derecho a tales
prerrogativas.
"En este orden
de ideas, tenemos que el Decreto 52 de 1993, en su artículo 13, establece de
manera pragmática y sin equívoco alguna sería aplicado a los servidores que no
opten por el régimen salarial establecido en desarrollo del artículo 14 de la
Ley 4a. de 1992. En acato del artículo en cita se crea el Decreto 53 de 1993,
que para ese año establece el régimen salarial especial de carácter optativo
para los servidores ya vinculados a la Fiscalía, disponiendo entre otros
casos, que quienes no optaron por tal régimen antes del 28 de febrero de 1993,
continuaban rigiéndose por las normas legales vigentes a la fecha.
"De cara al
Decreto 52 de 1993, tenemos que el 51 del mismo año, quien en su artículo 3o.
estatuye que tal norma sería aplicable de manera especial para quienes se
vinculen a la Fiscalía con posterioridad al año de creación de tal ley; es
decir, para los servidores vinculados posteriormente al año de 1993.
"Si lo
anteriormente expuesto, lo trasladamos al caso subjudice y lo cotejamos con las
pruebas visibles a folio 1o. al 29 del cuaderno número y folio 1 al 28 del
cuaderno No. 3, salta a la vista sin mayor esfuerzo, que si los señores Miguel
Manjarrés y otros decidieron por única vez, acogerse al régimen salarial
imperante en sus antiguos cargos, resulta que el régimen aplicable para todos
ellos es el consagrado en el Decreto 52 de 1993.
"2. De manera
similar al año de 1993 en el año de 1994, se les permite a los servidores de
la Fiscalía General de la Nación, optar por una parte, lo estatuído en el
Decreto 84 de 1994; esto es, para aquellos funcionarios que no optaron por el
régimen especial establecido en el Decreto 53 de 1993, y por otra parte,
tenemos que el Decreto 108 de 1994, por el cual se consagra un régimen
especial para los funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, quienes en
su oportunidad se acogieron a las disposiciones del Decreto 53 de 1993.
"Para
determinar qué régimen salarial les es aplicable a los accionantes, nos toca
hacer el mismo raciocinio utilizado en el item anterior, y para ello se hace
necesario confrontar el acervo probatorio recaudado en el presente
proceso."
"...
"Por otra parte, es el caso acotar, que para los petentes no es aplicable
el art. 1o. del Decreto 306 de 1992, que establece que no existe perjuicio
irremediable cuando el interesado puede solicitar a la autoridad competente el
restablecimiento o protección del derecho y no lo es, porque en el proceso
está claramente determinada la no existencia de ningún acto administrativo
susceptible de ser atacado por los mecanismos ya citados.
"De igual
manera, es del caso tener presente de que a pesar que el artículo 2o. del
Decreto 306 de 1992 impide utilizar la acción de tutela para hacer respetar
derechos que sólo tienen rango legal, o para hacer cumplir las leyes, decretos,
reglamentos, o cualquier otra norma de rango inferior, la Corte Constitucional
en reiteradas jurisprudencias ha inaplicado esa norma por ser incompatible
con el artículo 86 de la C.N., a cuyo tenor la acción de tutela protege los
derechos constitucionales fundamentales 'cuando quiera que éstos resulten
vulnerados o amenazados por la acción u omisión de cualquier autoridad".
IV. LA IMPUGNACION
El apoderado de los
peticionarios presentó escrito ante el Juez Segundo Civil del Circuito de Santa
Marta, en el que solicita la confirmación del fallo impugnado. Sostiene el
apoderado de los peticionarios favorecidos con la decisión judicial de tutela
que:
"Sea lo primero
indicar que el apelante a pesar de que presenta varias disquisiciones y hasta
maltrata de palabras al fallador de primer grado cuando señala que 'su
decisión no tuvo suficiente estudio y análisis', que es un 'funcionario
incompetente' y que 'dió una aplicación contraria a derecho', tal como quien
dice que prevaricó, no toca el ilustre abogado apelante el verdadero meollo
planteado, que a nuestro juicio, resulta claro: la vigencia o revocatoria del
artículo 64 del Estatuto Orgánico de la Fiscalía. Pues, si la norma estableció
que los empleados de dicho órgano judicial podían optar por el régimen salarial
que presentaba y el que traían, está vigente, es obvio que los empleados de la
Fiscalía que no optaron por su régimen salarial deben devengar los sueldos y
prestaciones establecidos por la Rama Judicial. En cambio, si tal norma fue
derogada, no tiene por qué aplicarse a empleados de la Fiscalía régimen
salarial de la Rama, pues éste tiene sus propios regímenes, como lo señaló en
su oportunidad el Jefe de la Oficina Jurídica de la Fiscalía General de la
Nación, doctora PATRICIA OLIVEROS LAVERDE, para negar a los empleados el famoso
2.5% que se aumentó a la Rama Judicial en el Decreto 57 de 1993:"
Agrega también el
apoderado de los funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, afirmando
que:
"Para 1993,
dado que el mismo Estatuto Orgánico estableció la autonomía presupuestal y
administrativa de la Fiscalía, el Gobierno Nacional derogó tácitamente el
famoso artículo 64 del Estatuto, que nos mandaba a los antiguos salarialmente
a la Rama, y dictó dos decretos, el 53 que en su artículo 1o. definió su
aplicación 'para quienes se vinculen al servicio con posterioridad a la
vigencia del mismo" (decreto) y quienes ya vinculados quisieran acogerse a
él; precisando en ese mismo artículo que 'los servidores públicos que no opten
por el régimen establecido continuarán rigiéndose por lo dispuesto en las
normas legales vigentes a la fecha. Y el 52, que naturalmente ya estaba vigente
como quiera que había nacido antes que el 53, era su hermano mayor, que
estableció también en su artículo 13, que 'las normas contenidas en este
Decreto se aplicarán a los servidores públicos de la Fiscalía General de la
Nación que no opten por el régimen especial establecido en desarrollo del
artículo 14 de la Ley 4a. de 1992'. En otras palabras, el Decreto 52 se
aplica a quienes no se acogieron al Decreto 53, pues éste se dictó, según su
explicación de motivos, 'En uso de las facultades legales y en especial a las contenidas
por el artículo 14 de la Ley 4a. de 1992".
Continúa el
apoderado, afirmando que:
"Ellos con
argumentos absurdos, expresan que aún los empleados de la Fiscalía que no se
acogieron al Decreto 53 de 1993 se rigen por los Decretos salariales de la Rama,
cuando por otro lado han sostenido que la Fiscalía es autónoma legal,
administrativa y presupuestalmente. Con tal posición han mantenido sin
aplicación durante estos dos largos años el Decreto 52 de 1993, el 84 de 1994 y
el 50 de 1995. Pues, no es como extrañamente lo afirma el ilustre abogado
apelante, que a los funcionarios y empleados de la Fiscalía se le han venido
aplicando los tres decretos mencionados; ello es falso, pues a unos se les han
aplicado los Decretos 53 de 1993, 108 de 1994 y 49 de 1995, y a los otros se
nos han aplicado los decretos vigentes para los juzgados, 51 de 1993, el 104 de
1994 y 47 de 1995. Es decir, han dejado en un extraño limbo jurídico los
decretos mencionados; 52, 84 y 50."
Igualmente el actor
Francisco A. Baquero, coadyuva la posición de apoderado de los otros actores y
solicita la confirmación de la decisión, con argumentos semejantes.
Finalmente el
Director Administrativo y financiero de la Fiscalía General de la Nación,
apeló, dentro del término establecido, la sentencia de primera instancia,
exponiendo las siguientes razones para respaldar el recurso:
"Al crearse la
Fiscalía se definieron dos grandes grupos: Uno el de quienes trabajaban en
entidades que fueron incorporadas y prefirieron mantener el régimen salarial y
prestacional que les venía cobijando en la Rama Judicial; Otro, el de quienes:
o se vincularon como 'nuevos' a la Fiscalía, o venían trabajando en las
entidades incorporadas y escogieron el régimen salarial especial creado para la
Fiscalía, D.L. 2699/91, Art. 54 y Art. 64 Parágrafo 1).
"Así, en 1992
se aplicó el D. 903/92 para 'Los de Rama Judicial' y el 900/92 para 'los de
Fiscalía', como en la práctica se han identificado.
"Las diferencia
fundamental entre los dos regímenes es que el de Rama Judicial reconoce una
prima de antigüedad del 10% sobre el sueldo básico por cada dos años de
servicio, mientras que el de Fiscalía establece un sueldo básico mucho más alto
pero sin prima de antigüedad (ni otras como ascensional y por capacitación).
El D. 2699 dijo expresamente, Art. 64 parágrafo 1: 'Las personas que se
vinculen por primera vez o se acojan a la escala salarial prevista en el
artículo 54, sólo tendrán derecho al sueldo que corresponda al cargo según la
nomenclatura y escala de salarios aquí señalados; no tendrán derecho a las
primas de antigüedad, ascensional y de capacitación u otras especiales que
estuvieren percibiendo antes de su incorporación a la nueva planta'.
"Enseguida dió
la oportunidad, en el numeral 3o. del mismo Parágrafo para que después de seis
meses de estudios y cálculos cada funcionario incorporado escogiera
voluntariamente y por una sola vez entre esos dos regímenes.
"Los
accionantes escogieron quedarse con el de la Rama, pero ahora quieren que se
les aplique el básico más las primas de la Rama Judicial.
"En 1993 se
expidieron los D. No. 51 para la 'Rama Judicial' y el No. 52 para 'la
Fiscalía', manteniendo las misma estructura que se había creado desde 1991.
"Pero
adicionalmente en este año 1993 el Gobierno introdujo una iniciativa de
reordenamiento salarial, en todas y cada una de las entidades del sector, en
cumplimiento de la Ley marco 4a. de 1992, dándole a cada grupo la posibilidad
de cambiar la retroactividad de cesantías congeladas en un Fondo y una mejora
salarial.
"Así a los
funcionarios de la 'Rama Judicial' les ofreció quedarse con el D. 51/93, o
pasarse al D.57/93, si efectivamente trabajaban en la Rama, o al 53/93 si
trabajaban en la Fiscalía.
"Y a 'los de
Fiscalía' les ofreció quedarse con lo normado por el D. 52/93 o pasarse al D.
53/93.
"En
consecuencia, quienes mantuvieron voluntariamente su régimen salarial y
prestacional que traían de la entidad donde prestaban sus servicios, se
rigieron durante 1993 por el Decreto 51, si no optaron por el 53/93, y a
quienes se acogieron al régimen de Fiscalía, D.L. 2699/91, se les aplicó el
Decreto 52/93.
"En 1994 para
el aumento normal de salarios el Gobierno expidió el D. 104/94 para los
servidores de la Rama Judicial, y el 84/94 para los de Fiscalía, que no se
hubieron acogido al nuevo manejo de cesantías según Decretos 57/93 y 53/93,
respectivamente.
"El Gobierno
volvió a dar la oportunidad de que en cada grupo quienes lo desearan se pasaran
al régimen de Cesantías congeladas y giradas a un fondo; para la Rama Judicial,
escogiendo el D. 106/94; y para la Fiscalía, escogiendo el D. 106/94; y para
la Fiscalía, escogiendo el D. 108/95.
"Por lo tanto,
a quienes conservaron el régimen de Rama Judicial, si no se acogieron antes del
28 de febrero de 1994 al Decreto 108/94 (único optativo), se les aplicó el
régimen salarial y prestacional contenido en el Decreto 104 del 13 de enero de
1994. 'Por el cual se dictan unas disposiciones en materia salarial
prestacional de la Rama Judicial, del Ministerio Público'.
"Y a quienes ya
estaban en régimen de Fiscalía si no se acogieron antes del 28 de febrero de
1994 al Decreto 108/94, se les aplicó el régimen del Decreto 84 de 1994, por la
cual se fijó la escala de asignación básica para los empleos de la Fiscalía
General de la Nación.
"Para 1995, con
el normal reajuste de sueldos, el Gobierno expidió el D. 47/95 para la Rama
Judicial, y el D. 50/95 para la Fiscalía, sin nuevas opciones de cambio de
régimen, de modo que cada uno debe recibir lo de su propio régimen, y no lo
bueno de uno y lo bueno del otro como pretenden los petentes.
"De las
argumentaciones expuesta se deduce la secuencia exacta de la normatividad
vigente aplicable para cada caso en concreto en materia salarial, resultando en
consecuencia apartada de la realidad jurídica la providencia impugnada,
tutelando los derechos inicialmente referenciados."
Finalmente argumenta
el impugnante, que la acción de tutela es improcedente a la luz del artículo
2o. del Decreto 306 de 1992, que impide su utilización para hacer respetar
derechos de rango legal inferior.
V. EL FALLO DE SEGUNDA INSTANCIA
El Juzgado Segundo
Civil del Circuito de Santa Marta, en sentencia de 9 de junio de 1995, revocó
la decisión impugnada, con base en los siguientes razonamientos:
"Resulta claro,
luego de revisar la actuación que los solicitantes pretenden con esta acción se
les aplique una determinada escala de salarios contenida en los Decretos 52,
84 y 50 de 1993, 1994 y 1995 respectivamente. La Corte Constitucional dejó
sentado que el 'reconocimiento de derechos legales litigiosos, en este caso,
el derecho a un incremento salarial adicional y a una específica escala de
salarios, debe, por tanto, plantearse ante los jueces ordinarios competentes'.
Y sobre la no cabida de la acción de tutela para reconocer derechos litigiosos
de rango legal, dijo la misma Corporación:
'Un pronunciamiento
orientado a dar cabal satisfacción a las pretensiones del peticionario, rebasa
el ámbito de la competencia del juez de tutela,...pues fuera de carecer de
competencia para ello, no cuenta con los elementos de juicio indispensables a
la finalidad de responder sobre los derechos por cuyo reconocimiento y
efectividad se propende. En este sentido los fallos emitidos en materia de
acción de tutela no tienen virtualidad para declarar derechos litigiosos, menos
aun cuando de éstos se predica su carácter legal".
"El artículo
2o. del Decreto 306 es claro al señalar la improcedencia de la acción de tutela
que tiene rango legal y no ser puede tampoco invocar para tratar de hacer
cumplir las leyes, decretos, reglamentos o norma alguna de rango inferior; la
acción de tutela está instituída estrictamente para proteger derechos
constitucionales fundamentales.
"No existe duda
alguna que estamos ante un evento cuyo conocimiento es de la jurisdicción
contenciosa administrativa y se le dió cabida por considerarse que se estaba
ante un perjuicio irremediable, de allí que procedió ante el funcionario de
primera instancia como mecanismo transitorio, al respecto basta observar los
fundamentos tenidos por la Corte Constitucional en su sentencia 564 de 1994,
desechando precisamente la utilización como mecanismo transitorio en estos
eventos al considerar que los empleados de la Fiscalía venían percibiendo sin
el indicado incremento el cual si bien puede ser injusto y contrario a la ley
no se está ante un perjuicio inminente."
".....
"En
consecuencia para este despacho no se podrá acceder a tutelar los derechos impetrados
por cuanto lo que se pretende es que el juez de tutela disponga la aplicación
de una norma de carácter legal y para ello esta vía no es la adecuada sino el
proceso ante la jurisdicción contenciosa administrativa, en resumen la acción
de tutela no cabe cuando se dispone de otros medios de defensa judicial y no
resulta evidente que deba concederse como mecanismo transitorio ya que el
perjuicio ante el cual se dice estar no es de los denominados
irremediables."
En consecuencia, a
juicio del juez de segunda instancia, la acción de tutela es improcedente
porque:
"El artículo
2o. del Decreto 306 es claro al señalar la improcedencia de la acción de tutela
que tiene rango legal y no se puede tampoco invocar para tratar de hacer
cumplir las leyes, decretos, reglamentos o normas alguna de rango inferior; la
acción de tutela está instituida estrictamente para proteger derechos
constitucionales fundamentales.
No existe duda
alguna que estamos ante un evento cuyo conocimiento es de la jurisdicción
contenciosa administrativa y se le dió cabida por considerarse que se estaba
ante un perjuicio irremediable, de allí que procedió ante el funcionario de
primera instancia como mecanismo transitorio, al respecto basta observar los
fundamentos tenidos por la Corte Constitucional en su sentencia 564 de 1994,
desechando precisamente la utilización como mecanismo transitorio en estos
eventos al considerar que los empleados de la Fiscalía venían percibiendo sin
el indicado incremento el cual si bien puede ser injusto y contrario a la Ley
no se está ante un perjuicio inminente."
Por último, afirma
el juez que:
"En
consecuencia para este despacho no se podrá acceder a tutelar los derechos
impetrados por cuanto lo que se pretende es que el juez de tutela disponga la
aplicación de una norma de carácter legal y para ello está vía no es la
adecuada sino el proceso ante la jurisdicción contenciosa administrativa, en
resumen la acción de tutela no cabe cuando se disponga de otros medios de
defensa judicial y no resulta evidente que deba concederse como mecanismo
transitorio ya que el perjuicio ante el cual se dice estar no es de los
denominados irremediables."
VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
A. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de las
decisiones correspondientes al asunto de la referencia, de conformidad con lo
establecido en el inciso 2o. del artículo 86 y el numeral 9 del artículo 241,
ambos de la Carta Política desarrollados en los artículos 33 y 34, del Decreto
2591 de 1991, y en atención a la selección que se hizo en la oportunidad
establecida en el reglamento de la Corporación.
B. La Materia
Los peticionarios
mediante apoderado judicial plantean un debate normativo que refleja una
controversia jurídica relacionada con la determinación del régimen salarial
aplicable a un grupo de funcionarios de la Fiscalía General de la Nación que no
se acogió al régimen salarial del Decreto 2699 de 1991, ni a las normas
especiales desarrolladas en virtud de las facultades de la Ley 4a. de 1992, de
lo cual depende la cuantía de sus salarios y el pago de algunos reajustes
salariales y prestaciones sociales.
Dado lo anterior y
en este orden de ideas se reiterará la sentencia No. 564/94 pronunciada por
esta Corporación en un caso análogo al estudiado por esta Sala de Revisión. Sea
lo primero advertir, que el conflicto planteado en el caso sub examine en cuanto
a la naturaleza de la controversia, no es de carácter constitucional, sino
tipicamente legal, que se resume en la aplicación de normas jurídicas relativas
al régimen salarial de algunos empleados de la Fiscalía General de la Nación y
sus posibles interpretaciones.
Sobre el particular
la Corte sostuvo que:
"Los
peticionarios atribuyen al conflicto salarial carácter constitucional, debido a
su estrecha relación con los derechos fundamentales al trabajo y a la igualdad.
A su juicio, la no aplicación de los Decretos 057 de 1993 y 084 de 1994,
vulnera su derecho constitucional fundamental a obtener oportunamente la
remuneración legal correspondiente al trabajo desempeñado y los discrimina
injustificadamente, pues a los restantes funcionarios de la Fiscalía y a los
servidores públicos de la Rama Judicial, sí se les reconocen plenamente sus
derechos laborales.
"2. La
verificación de una presunta vulneración de los derechos fundamentales a la
igualdad, subsistencia y trabajo, requiere que se defina previamente la
naturaleza de la situación planteada. La Corte ha señalado algunos criterios
que permiten precisar la naturaleza constitucional o legal de un determinado
asunto:
'La necesidad de
distinguir cuándo un asunto o materia es de orden constitucional, y cuándo es
de orden legal, hace necesario establecer claros criterios de interpretación
que permitan al juez de tutela el cabal cumplimiento de su función protectora
de los derechos fundamentales. Algunos de estos criterios son los siguientes:
'a. El
juez constitucional debe apreciar si el caso concreto involucra la posible
vulneración de uno o varios derechos fundamentales, independientemente de que
las actuaciones públicas se viertan en actos jurídicos. En materia de control
constitucional, las acciones u omisiones de la autoridad pública o del
particular, con prescindencia de su denominación dogmática o legal, constituyen
hechos empíricos o datos externos deducibles del respectivo contexto fáctico
que deben ser examinados a la luz de los derechos fundamentales.
'b. La
conducta de la autoridad pública o del particular sólo debe ser objeto de
juicio constitucional si ella vulnera o amenaza directamente un derecho
fundamental. La lesión indirecta de un derecho fundamental, como consecuencia
de la violación de la ley que lo regula o desarrolla, no es fundamento
suficiente para tutelar el derecho, salvo de manera temporal para evitar un
perjuicio irremediable. La acción de tutela, por lo tanto, no es procedente en
este evento por tratarse de una cuestión de derecho ordinario cuyo control
corresponde a otros jueces y tribunales.
'c. La mediatez o
inmediatez de la vulneración o amenaza de un derecho constitucional sólo puede
apreciarse en las circunstancias concretas del caso. De la índole de la lesión
de los derechos depende, a su vez, la aptitud de los mecanismos de defensa
judicial existentes para protegerlos (D. 2591 de 1991, art. 6-1º). El juez
constitucional deberá, en consecuencia, ponderar los intereses en juego y
apreciar si la aducida violación es producto de una lesión directa de derechos
fundamentales - la acción sería, por regla general, procedente -, o de la
violación de la ley por una interpretación errónea o una aplicación indebida
que, en caso de demostrarse judicialmente, conllevaría sólo a una infracción
indirecta de la Constitución - hipótesis en la que la acción debe en principio
rechazarse por improcedente - (...)". (Sentencia T-098 de 1994 M.P. Dr.
Eduardo Cifuentes Muñoz).
2.
Improcedencia de la acción de tutela como vía principal
Sobre la
improcedencia de la acción de tutela para el reconocimiento de derecho
litigiosos de rango legal, la Corporación ha manifestado reiteradamente que
"Un pronunciamiento orientado a dar cabal satisfacción a las pretensiones
del peticionario, rebasa el ámbito de la competencia del Juez de tutela,...pues
fuera de carecer de competencia para ello, no cuenta con los elementos de
juicio indispensables a la finalidad de resolver sobre los derechos por cuyo
reconocimiento y efectividad se propende. En este sentido los fallos emitidos
en materia de acción de tutela no tienen virtualidad para declarar derechos
litigiosos, menos aún cuando de estos se predica su carácter legal."
(Sentencia T-279/93 M.P. Dr. Hernando Herrera Vergara).
Así mismo, en lo que
atañe a la eficacia de la tutela como mecanismo transitorio, es necesario
reiterar por esta Sala de Revisión, la sentencia 564 de 1994, la cual dispuso
que:
"El Juez de
primera instancia asume que los peticionarios interponen la acción de tutela
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, ya que
reconocen la existencia de otros medios de defensa judicial, pero aducen que no
son tan eficaces. La inminencia, urgencia y gravedad del perjuicio irremediable
-requisitos exigidos para que proceda la acción de tutela como mecanismo
transitorio-, están plenamente demostradas, a juicio del fallador, en virtud
del carácter alimentario de los derechos salariales reclamados, cuya
efectividad sería "ficticia" de verse obligados a esperar hasta la finalización
de un proceso ordinario:
"La inminencia
del perjuicio que podrían sufrir los peticionarios, debido a la omisión de la
autoridad pública de cancelarles el incremento salarial adicional del 2.5%
según el D. 057 de 1993 y de ajustarles el salario según la escala salarial
dispuesta en el D. 084 de 1994, no es de ninguna manera evidente. Estos
perciben desde hace dos años una remuneración sin el indicado incremento
adicional, lo cual, si bien puede ser injusto e ilegal, no representa un
perjuicio inminente, menos aún, si la existencia de un derecho al mencionado
porcentaje es de suyo incierto y depende, precisamente, de la definición
judicial respectiva.
"La urgencia de
la intervención del Juez de tutela para evitar el daño a los peticionarios
tampoco es manifiesta. La relación que se entabla entre la necesidad del
reconocimiento inmediato de los derechos legales y el derecho fundamental a la
subsistencia, dado el "carácter alimentario" del salario básico,
proyecta la idea que de no autorizarse el aumento respectivo, los actores se
verían compelidos a la indigencia, situación hipotética que parece más un
exceso retórico que una realidad fáctica y jurídica. Actualmente los actores
no reciben el mayor salario a que dicen tener derecho, y no por ello están en
peligro los medios materiales mínimos que les posibilitan una existencia digna
(derecho a la subsistencia). Tampoco es posible afirmar que se les imparte un
trato discriminatorio, ya que pueden existir razones legales compatibles con el
orden constitucional -factores salariales y prestacionales- que expliquen la
diversidad de trato entre los diferentes servidores públicos vinculados a la
Fiscalía, y de éstos y los funcionarios de la Rama Judicial que no se acogieron
al régimen especial dictado en desarrollo de la Ley 4a. de 1992". (Cfr.
Sentencia Corte Constitucional T-546/94. M.P. Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz).
3. El caso sub examine
Los peticionarios de
la presente tutela se encuadran dentro de los supuestos de hecho y de derecho
de la jurisprudencia reiterada T-564 de 1994, en consecuencia esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional confirmará la sentencia proferida por el
Juzgado Segundo Civil del Circuito de la ciudad de Santa Marta de fecha 9 de
junio de 1995.
DECISION
En mérito de lo expuesto,
la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional de la República de
Colombia, administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero. Confirmar el fallo proferido el día 9 de
junio de 1995 por el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Santa Marta, el cual
revocó el fallo de fecha 24 de abril de 1995 dictado por el Juzgado Segundo
Civil Municipal de Santa Marta, que concedió la tutela a los señores MIGUEL
MANJARRES IBARRA, CLARA CELIS SANCHEZ, PEDRO HERNANDEZ POMARES, IRASEMA NOGUERA
LABARCES, JOSE EDDIE COTES BLANCO, MARINA ROSADO CANTILLO, GLADYS COTES
LAURENS, SONIA ALBUS DIAZGRANADOS, ALIRIO ANTONIO NOCHE MUNIVE, MELVA RINCONES
DE RIVAS, GLORIA CANTILLO PERTUZ, NURIS URECHE ACOSTA, CARLOS PERTUZ RUA, LUIS
DIAZGRANADOS GUAL, MIRIAN DE ANDREIS PARDO, LEONOR CAVIEDES CONSTANTE, ALICIA
GOMEZ FERNANDEZ, LUZ MARIA CASTRO CASTELLANOS, GLORIA AMARIS CUENTAS, CARLOS
TINOCO ARNEDO, PEDRO POLO ROBLES, MELBA RICHARDSON DE CUBA y SATURNINO PEDROZO
TORRES, contra la directiva Seccional Administrativa y Financiera de la
Fiscalía General de la Nación en esa ciudad.
Segundo.- Líbrese la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria |
536 | T-436-95
Sentencia No. T-436/95
Sentencia No.
T-436/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Maltrato
físico/INDEFENSION-Maltrato físico/DERECHO A LA VIDA-Maltrato
físico/DERECHO A LA INTEGRIDAD PERSONAL-Maltrato físico/MALTRATO
CONYUGAL
Se trata de
proteger a una persona que ha sido puesta por el ejercicio de la fuerza
reiterada y habitual, dentro de su hogar de residencia y en el ámbito familiar,
en condiciones de indefensión respecto de quien se interpuso la acción, como
quiera que se trata de un conjunto de relaciones de carácter familiar doméstico
en el que el marido colocándose en situación de superioridad física abusa de
su presencia en el hogar, desplegando su fuerza habitual para maltratar
físicamente a su cónyuge, poniendo en peligro la vida e integridad física y
personal de la agredida; el concepto de indefensión a que hace referencia la
norma que se cita, está constituída precisamente por la falta de defensa física
o por la carencia de medios físicos para repeler la ofensa contra la vida
producida por una persona natural a la que se le debe respeto, afecto y
consideración. Para esta Sala de Revisión, las pruebas contenidas en el
expediente demuestran que la actora corre peligro en cuanto a su derecho a la
vida, así como en su integridad personal por los tratos degradantes proscritos
por la Carta, y permanentemente violados por la conducta habitual y continuada
del demandado y por tanto se hace necesaria la tutela de aquellos derechos.
REF.:
Expediente No. T-74953
Actor:
LUZ MARINA
MONTOYA
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., septiembre veintinueve (29) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
de Tutelas No. Ocho, integrada por los Honorables Magistrados JORGE ARANGO
MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado ponente,
resuelve sobre las sentencias relacionadas con la acción de tutela de la
referencia, proferidas por los Juzgados 81 Penal Municipal de Santafé de
Bogotá, de fecha mayo 27 de 1995 y 33 Penal del Circuito de Santafé de Bogotá,
calendada el día 16 de junio de 1995.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición
El día 15 de marzo
de 1995 la señora Luz Marina Montoya, presentó acción de tutela en nombre
propio contra su esposo Marco A. Castiblanco ante el Juzgado 81 Penal Municipal
de Santafé de Bogotá, con el fin de obtener la protección judicial a sus
derechos fundamentales a la vida e integridad personal y la honra que
considera vulnerados por su esposo en virtud a las reiteradas y constantes
agresiones físicas y morales, así como a las amenazas de muerte que
explícitamente ejerce el cónyuge en forma permanente con lo cual lesiona su
patrimonio moral.
B. Los hechos de
la demanda
La peticionaria Luz
María Montoya, manifiesta que desde el año de 1965 contrajo matrimonio por el
rito católico con el demandado, unión dentro de la cual nacieron sus hijos Luz
Stella, Luz Dary, Luís Humberto, William Antonio, Edwin y Freddy Ernesto.
Durante su vida marital ha sido víctima de violaciones, maltratos físicos y
morales, amenazas de muerte, que han motivado en múltiples ocasiones y
circunstancias tentativas de suicidio ante la situación de angustia y
desesperación. El trato otorgado por su cónyuge, ha puesto en peligro la vida
de la actora y la de sus hijos. Relata igualmente que en varias ocasiones ha
acudido a la Comisaría de Familia y al Instituto de Medicina Legal para
denunciar el maltrato físico que le ha dado el demandado. Por último manifiesta
que inició acción judicial de separación de cuerpos amparada en la ley civil, y
que el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá la declaró el día 19
de mayo de 1987. Al respecto anexa abundantes documentos para acreditar los
hechos expuestos.
II. LA DECISION DE PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado 81
Penal Municipal de Bogotá, en sentencia de fecha 27 de mayo de 1995 concedió
la acción de tutela contra el demandado, ordenando a las autoridades de policía
con jurisdicción en el sitio de residencia de la peticionaria, ejercer dentro
de sus competencias legales vigilancia permanente sobre la conducta de Marco Antonio Castiblanco para la
efectiva protección de los derechos constitucionales a la Vida e integridad
personal de la petente, con base en las siguientes consideraciones:
"Tanta
trascendencia tienen estos derechos que perfectamente encuadran dentro de las
prescripciones del numeral noveno del artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, que
preceptúa la procedencia de la acción tratándose de particulares como sujetos
accionados.
Así mismo
jurisprudencialmente, se ha considerado los alcances del derecho a la vida como
el primero de los derechos fundamentales, como el presupuesto para el ejercicio
de los demás derechos.
"En este orden
de ideas, también la afectación gradual del derecho a la vida que se contrae
del mismo, ha sido objeto de definición jurisprudencial. Una amenaza contra la
vida puede tener niveles de gravedad diversos, puede ir desde la realización
de actos que determinen un peligro adicional mínimo para alguien, hasta la
realización de actos de los cuales se derive la inminencia de un atentado...'El
Estatuto Fundamental protege el derecho a la vida y dicha protección tiene
lugar cuando quiera que se afecte el goce del derecho, no importa el grado de
afectación.'" (Sentencia T-525 sept. 18/92. M.P. Dr. Ciro Angarita
Barón).
Agregó el Despacho
que:
"Y es que no
parece atendible desde ningún punto de vista, aceptar cómo una persona llegue a
creerse dueña de la vida, de la integridad y de la honra de otra, por el hecho
de haber contraído matrimonio, y por darle dinero y hacerle un mercado cada ocho
días para el mantenimiento de sus hijos menores. Debe entenderse que el
vínculo matrimonial da derecho a exigir determinados comportamientos, pero
jamás a disponer, abusar de los mismos.
"La violencia
nunca podrá sustituir las vías legales en ninguna sociedad, y mucho menos en un
país demoliberal como el nuestro, la falta de ilustración y el analfabetismo,
tampoco deben servir de excusa para admitir el desenfreno de las pasiones, la
brutalidad en el trato de los semejantes, pues el ser humano lleva intrínseco
el valor del amor, su capacidad de darlo y de recibirlo, esto no lo cambia la
falta de saber leer y escribir, sino la idiosincracia que ha permitido que
impere la ley del más fuerte, lo cual afortunadamente quedó proscrito en nuestra
CARTA MAGNA.
"Y es que el
Despacho no puede ocultar el sentimiento de pesar que le inundó cuando recibió
la declaración de William Antonio, hijo de este escalabrado hogar y transcribió
personalmente estas dolorosas frases: 'yo me siento en lo oscuro, nunca me ha
gustado nada, yo no tengo alegría de ir a bailar'; como quiera que las mismas
dejan entrever la necesidad de amor de atención y de efecto que siente este
joven y la absoluta carencia de razones que le hagan encontrar sentido a la
vida y esto sólo es ocasionado, por el desvanecimiento de las ideas de una
familia, por la imposición de la ley del más fuerte, por los contínuos temores
a que se ven abocados los menores quienes no tienen una verdadera orientación,
pues si no se proyectan en la dominación brutal de la fuerza física y de las
palabras ofensivas y destructoras, se proyectan en el juzgamiento de una madre
que cuando era golpeada salía corriendo, y que busca en otra personas la
protección que de por sí se espera del hombre con quien contrajo
matrimonio."
Por último advierte
el Juez de primera instancia que:
"De otra parte
sobre el asunto tratado, no puede dejar de recordar a las partes, algunas
consideraciones que constituyen la base, para tutelar el derecho aclamado, que
fueron expresadas por la máxima autoridad en la decisión de las acciones de
tutela, cuando trato un caso como el hoy estudiado; 'Así el respeto a la vida y
a la integridad física de los demás en un sentido moral y jurídicamente extenso
que no se reduce sólo a la prevención policiva o la represión penal del
agresor, comporta el deber de no maltratar, ni ofender, ni torturar, ni
amenazar a las personas, mucho menos a aquella con quien se comparten la
unión doméstica de procreación y desarrollo de los hijos y de la familia, y la
promesa de mutuo fomento material y espiritual.
'.....Se trata en
este caso de un conjunto de relaciones de carácter doméstico en que el marido
colocándose en situación de superioridad física, abusa de su presencia en el
hogar despliega la potencia de su habilidad adquirida para someter cualquier
resistencia de la mujer,....La indefensión a que hace referencia la norma que
se cita está constituída precisamente por la falta de defensa física o por la
carencia de medios físicos para repeler la ofensa contra la vida o la
integridad producida por una persona natural a la que se debe respeto, afecto y
consideración' ".
III. LA IMPUGNACION
El demandado, al
momento de proceder a la notificación personal respectiva del fallo, apeló en
forma oral la sentencia, por su condición de analfabeta, argumentando no estar
de acuerdo con el fallo en su contenido.
IV. LA DECISION DE SEGUNDA INSTANCIA
El Juzgado 33 Penal
del Circuito de Santafé de Bogotá, al resolver la impugnación advertida, se
pronunció sobre la sentencia de primera instancia y resolvió revocar la misma,
el día 16 de junio de 1995, con base en los siguientes razonamientos:
"Como elemento
esencial, la supracitada norma constitucional, exige la existencia de
transgresión a los derechos fundamentales o amenaza de su conculcación. En el
caso particular de la peticionaria se reclama protección a la vida e integridad
personal y a la honra, frente a las amenazas de muerte y actos ofensivos y
ultrajantes que recibe reiteradamente del accionado, su ex-cónyuge de quien se
separó legal e indefinidamente de cuerpos mediante sentencia del 19 de Mayo de
1987 proferida por la Sala Civil del tribunal Superior de Bogotá.
Tanto la petente
como el declarante Francisco Eliseo Gómez Salazar (fl. 25 ss.) han hecho
alusión a la amenaza del derecho fundamental de la vida de Luz Marina Montoya
de Castiblanco por parte de Marco Antonio Castiblanco, quien pese a que no
admite haber proferido dichas amenazas, sí reconoce haber maltratado a su
ex-esposa por haberla sorprendido en la vía pública con otro hombre. Se
configuraría la vulneración del derecho fundamental circunscrito en el artículo
11 de la Carta, pero en razón a que esas amenazas no revisten gravedad tal que
pongan en serio peligro la vida y la integridad física de la demandante
atendiendo que prácticamente aquella es cabeza de familia y todo parece indicar
que con ocasión del conflicto conyugal derivado de las continuas fricciones
entre los esposos Castiblanco-Montoya y la separación legal e indefinida de
cuerpos, constituye el drama familiar que se comenta. Y es que ni siquiera los
hijos de demandante y la accionante dieron cuenta en lo relativo a las amenazas
de muerte de que hace mención la señora Luz Marina Montoya, tres de ellos
declararon en esta acción y sobre el particular nada dijeron, sólo se limitaron
a explicar acerca de las constantes disputas de sus padres, mientras que los
dos restantes se abstuvieron de deponer".
En lo que respecta a
la existencia de otros medios de defensa judicial sostiene que:
"Como mecanismo
transitorio la acción tampoco resulta procedente por la existencia de otros
medios de defensa judicial. En efecto, no siendo la amenaza una cuestión de grado
tal que permita colegir un peligro extremo, latente para la vida de la
peticionaria y que como consecuencia se haga imperiosamente necesario
protegerle ese derecho fundamental, desde ahora se le hace saber que cuenta con
distintos medios de defensa judiciales que desplazan la tutela por ser este
instrumento subsidiario, para impetrar el reconocimiento de sus derechos
presumiblemente conculcados por el demandado. Son esos medios: La Defensoría
de la Familia, la Fiscalía General de la Nación --donde puede poner en
conocimiento posible transgresión al artículo 279 del C.P.-- y la Comisaría
Distrital de Familia de carácter policivo a fin de sentar diligencia de
amonestación respecto de su ex-cónyuge.
"El artículo 86
de la Carta establece que la acción de tutela procede contra acciones u
omisiones de particulares en los casos determinados por la ley cuando éstos
estén encargados de la prestación de un servicio público o su conducta afecte
grave y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante
se encuentre en estado de subordinación o indefensión. El artículo 42, numeral
9o. del Decreto 2591 de 1991, a su vez señala que la tutela procede contra
particulares "cuando la solicitud sea para tutelar la vida o la integridad
de quienes se encuentren en situación de subordinación o indefensión respecto
del particular contra el cual se interpuso la acción...
"En el asunto
sometido a valoración, la tutela es impetrada por la señora LUZ MARINA MONTOYA
DE CASTIBLANCO contra su ex-esposo MARCO ANTONIO CASTIBLANCO, a fin de obtener
protección de su vida y honra, frente a las agresiones verbales y por las vías
de hecho que le ha infligido el demandado. En este sentido, el requisito
indispensable de la subordinación o indefensión no se configura en el caso
concreto, pues por una parte los cónyuges trabados en conflicto no hacen vida
marital en común merced a la separación legal e indefinida de cuerpos y, en
segundo lugar la petente no se encuentra completamente desamparada, porque
tiene a su alcance los mecanismos legales a los cuales acudir y además cuenta
con el apoyo -de alguna forma- de sus hijos, quienes por más desnaturalizados
que puedan parecer no van a permitir que su progenitora sea objeto de graves
amenazas de muerte y que tal despropósito llegue a consolidarse."
V. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de las
decisiones correspondientes al asunto de la referencia, de conformidad con lo
establecido en el inciso 2o. del artículo 86 y el numeral 9o. del artículo
241, ambos de la Carta Política desarrollados en los artículos 33 y 34 del
Decreto 2591 de 1991, y en atención a la selección que se hizo en la
oportunidad establecida en la ley y en el reglamento de la Corporación.
B. El Derecho a
la Vida e Integridad Personal debe ser respetado y Garantizado
En primer término
encuentra la Sala que la peticionaria solicita por virtud del ejercicio de la
acción de tutela la protección del derecho constitucional a la vida y a la
integridad física que se garantiza por el artículo 11 de la Carta Fundamental,
de modo complementario, la peticionaria invoca la protección de otros derechos
de carácter constitucional como la honra.
En concepto de la
Corte, la cuestión planteada se contrae específicamente a que se decrete por
vía judicial la protección inmediata de su derecho fundamental a la vida e
integridad física y esta circunstancia no enerva la procedencia de la acción,
ni impide que se decrete la tutela de aquellos derechos de carácter
fundamental, ya que esta es de la esencia de este instrumento fundamental.
En un detenido
examen del escrito presentado se encuentra que la actora hace radicar la acción
en la permanente situación de peligro e indefensión en que se encuentra, por el
hecho de compartir la misma vivienda con su esposo, y, por el necesario vínculo
familiar que conserva con sus hijos.
También se observa
que el Despacho judicial de segunda instancia que atendió la impugnación de la
sentencia del Juez 81 Penal Municipal de Santafé de Bogotá, revocó la decisión
en consideración a que la procedencia de la acción de tutela no cumple con los
requisitos judiciales entre particulares en virtud de la ausencia de los
presupuestos de subordinación e indefensión, así como que existen vías
judiciales para la protección del derecho a la vida y la integridad personal.
Esta Corporación ha
reiterado permanentemente que la acción de tutela es procedente para proteger
la vida e integridad personal. Es así como, en sentencia T-529/92, señaló
que:
"a. Uno de los
fundamentos de toda organización jurídico constitucional de naturaleza
demoliberal es el de la disposición de las funciones públicas que le son
propias, para asegurar a los asociados el respeto a sus vidas y a sus bienes;
sin este presupuesto de carácter doctrinario dicha sociedad no tiene
Constitución, y así lo expresan las primeras declaraciones de derechos propias
del mundo moderno y occidental.
En nuestro sistema
constitucional esta característica aparece garantizada categóricamente desde el
propio Preámbulo de la Carta, que señala que ella se decreta, sanciona y
promulga, entre otros fines, para asegurar la vida a los integrantes de la
Nación; igualmente, en ésta se señala como uno de los principios doctrinarios
fundamentales del Estado el del respeto de la Dignidad Humana que, en juicio de
la Corte Constitucional, comprende en sus amplias dimensiones, tanto a la Vida
como la Integridad de todas las personas naturales, sin distingo alguno.
Además, en el artículo segundo de la Carta se señala que 'las autoridades de la
República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, y
para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares'.
También, en el
Capítulo I del Título II de la Carta, se asegura como el primero de los
derechos constitucionales fundamentales el Derecho a la Vida con carácter de
inviolable y se proscribe la pena de muerte; igualmente, y con la misma
jerarquía, el artículo 12 de la Carta establece como otro de aquellos derechos
constitucionales fundamentales, el de la integridad de la persona humana al
establecer que 'nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos
o penas crueles, inhumanos o degradantes'".
(Sentencia No. T-529/92. M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
Ahora bien, como la
acción de tutela procede contra particulares en los casos previstos en la ley,
el artículo 86 de la Carta, y el Decreto 2591 de 1991 en su artículo 42, prevé
diversas hipótesis en las que es admisible su ejercicio y entre ellas, para el
caso de los estados de subordinación e indefensión en relación con los derechos
fundamentales consagrados en la Constitución, los que determinen los tratados
internacionales (94 C.N.) y los que reconozcan la Corte Constitucional, al
realizar la correspondiente revisión de los fallos de tutela, teniendo en
consideración la naturaleza del derecho y el caso concreto (C-134/94). En este
orden de ideas, entonces la acción de tutela es viable frente a particulares
cuando se intente proteger dentro de las tres situaciones fácticas que
contempla la norma constitucional cualquier derecho constitucional fundamental,
sin discriminación alguna, como en este caso la vida e integridad personal.
Esta Sala encuentra que en el caso que se examina, existe plena adecuación
entre el artículo 42 del Decreto 2691/91 y los hechos objeto de la petición
formulada, puesto que se trata de proteger a una persona que ha sido puesta por
el ejercicio de la fuerza reiterada y habitual, dentro de su hogar de
residencia y en el ámbito familiar, en condiciones de indefensión respecto de
quien se interpuso la acción, como quiera que se trata de un conjunto de
relaciones de carácter familiar doméstico en el que el marido colocándose en
situación de superioridad física abusa de su presencia en el hogar, desplegando
su fuerza habitual para maltratar físicamente a su cónyuge, poniendo en peligro
la vida e integridad física y personal de la agredida; el concepto de
indefensión a que hace referencia la norma que se cita, está constituída
precisamente por la falta de defensa física o por la carencia de medios
físicos para repeler la ofensa contra la vida producida por una persona natural
a la que se le debe respeto, afecto y consideración.
Para esta Sala de
Revisión, las pruebas contenidas en el expediente demuestran que la actora
corre peligro en cuanto a su derecho a la vida, así como en su integridad
personal por los tratos degradantes proscritos por la Carta, y permanentemente
violados por la conducta habitual y continuada del demandado y por tanto se
hace necesaria la tutela de aquellos derechos. En efecto, de las diligencias de
declaración rendidas tanto por la peticionaria, como por el propio demandado
así como por los hijos de éstos, dentro del trámite de tutela se desprende la
existencia de permanentes maltratos físicos y sicológicos, como golpes,
insultos; es más, en la propia versión rendida por el demandado (folio 29 del
expediente), éste confiesa que: "Eso si paque pues yo si la maltraté pero
ella volvió conmigo porque cada vez que ella pelea con los mozos; ella vuelve
conmigo". Igualmente, se puede extraer de las referidas declaraciones que
la repetición de los maltratos no quedó en el pasado, ya que según el
testimonio del hijo mayor del matrimonio Luis
Humberto Castiblanco, su padre agrede a su progenitora aproximadamente
"dos veces por mes". Igualmente obra en el expediente (folios 7 y 8)
denuncias por lesiones personales elevadas por la peticionaria ante algunas
Comisarías de Familia de Bogotá, contra el demandado; por ejemplo, los días 22
de mayo de 1979, diciembre 24 de 1984, noviembre 9 de 1993, sin que la
autoridad administrativa hubiere hecho algo para evitar permanentemente las
agresiones; finalmente, el juez de tutela deja constancia en el contenido de la
versión rendida por la peticionaria, dentro del trámite de la acción, de
secuelas permanentes en el cuerpo, como una cicatriz a nivel de la línea media
del cuello de aproximadamente cuatro centímetros en forma horizontal, producto
de una golpiza (pag. 20 del expediente), así como diversas huellas de maltrato
físico en la boca, la cual tuvo que ser intervenida quirúrgicamente.
De otra parte, la
Sala de Revisión encuentra, que no asiste razón para aceptar el argumento
sostenido por el Juzgado de segunda instancia, según el cual, la situación
planteada por la actora se contrae a un asunto típicamente familiar y
doméstico, eliminado parcialmente por el hecho de haberse decretado una
separación de cuerpos judicialmente en firme, para cuya resolución judicial
están previstas las acciones correspondientes ante la jurisdicción de familia y
la vía penal, lo cual en su opinión hace improcedente la acción de tutela; pero
ocurre que, de los hechos narrados y las pruebas que obran en el expediente, se
desprende que el conflicto interfamiliar fue desbordado con amplitud, por las
agresiones y los tratos indignos e inhumanos del ex cónyuge, que ponen en grave
peligro la vida de la mujer, violando obstensiblemente sus derechos a la
integridad física y honra. En consecuencia, si bien es cierto que, el conflicto
a que se refiere la sentencia que se revisa, debe ser resuelto ante los jueces
competentes de conformidad con las normas legales aplicables, también lo es que
la acción de tutela es procedente para los fines del amparo constitucional
solicitado. En este sentido es necesario reiterar la sentencia No. T-529 de
1992, en donde la Corporación sostuvo que:
"El respeto a
la vida y a la integridad física de los demás es un asunto moral y
jurídicamente externo que no se reduce a la prevención policiva o la represión
penal del agresor, comporta el deber de no maltratar, ni ofender ni torturar ni
amenazar a las personas, mucho menos a aquella con quien se comparte la unión
doméstica de procreación y desarrollo de los hijos y de la familia, y la
primera de mutuo fomento material y espiritual...".
En este mismo
sentido, la Corte ha considerado que cuando la vida y la integridad personal se
encuentran amenazadas por la conducta de uno de los cónyuges que coloca al otro
en condiciones de indefensión, no comporta en este caso, la acción de tutela
una exclusión de las competencias de los jueces penales, ni de familia pues,
ambas vías judiciales buscan fines diferentes y no son incompatibles; en estos
casos, la vía judicial ordinaria no alcanza a garantizar los derechos
constitucionales que se pretenden proteger por la vía de la acción de tutela en
razón a su eficacia e inmediatez.
En este orden de
ideas, la Sala de Revisión No. Ocho de la Corte Constitucional revocará la
sentencia del Juzgado 33 Penal del circuito de Santafé de Bogotá y en su lugar
confirmará la decisión del Juzgado 81 Penal Municipal de Santafé de Bogotá de
fecha 26 de mayo de 1995.
En mérito de lo
expuesto, esta Sala de Revisión de tutelas de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. REVOCAR la sentencia proferida por el
Juzgado 33 Penal del Circuito de Santafé de Bogotá de fecha junio 16 de 1995 y
en consecuencia, confirmar la decisión del Juzgado 81 Penal Municipal de
Santafé de Bogotá de fecha mayo 26 de 1995, en el sentido de tutelar el derecho
a la vida e integridad personal, ordenando a las autoridades de policía con
jurisdicción en el sitio de residencia de la peticionaria, ejercer dentro de
sus competencias legales vigilancia permanente sobre la conducta de Marco Antonio Castiblanco para la
efectiva protección de los derechos constitucionales a la Vida e integridad
personal de la señora Luz Marina Montoya.
Segundo. Líbrense por Secretaría las comunicaciones
de que trata el artículo 36 del decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
537 | T-437-95
Sentencia No. T-437/95
Sentencia No.
T-437/95
DERECHOS DE
PERSONA DE LA TERCERA EDAD-Pago
oportuno de pensiones/MESADA PENSIONAL-Pago oportuno/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL INEFICAZ-Pago oportuno de mesadas pensionales/DERECHO A LA
SUBSISTENCIA-Pago oportuno de pensiones
El demandante,
cuenta con 67 años de edad, fue desvinculado por llegar a la edad de retiro
forzoso, sostiene una familia compuesta por once miembros, ocho de los cuales
son menores de edad, hechos ante los cuales el juez de tutela no puede ser
indiferente, puesto que se trata de la situación de un pensionado que merece
una protección especial debido a las condiciones y circunstancias que lo
colocan en una posición de debilidad manifiesta, que se agrava por ser una
persona de la tercera edad; además, ponderadas las condiciones específicas del
caso, someter al accionante, a los dilatados trámites de un proceso ejecutivo,
implicaría la prolongación de sus circunstancias desfavorables al pleno y cabal
disfrute de sus derechos. La inidoneidad de los otros medios de defensa
judicial es incuestionable, en razón a la imposibilidad en que se halla el
actor para dedicarse a trabajar, pues es mayor de 67 años de edad, la penuria
por la que atraviesa él y su numerosa familia, hacen que la mesada pensional
sea un recurso que contribuiría a otorgarle una existencia digna. Todos estos
aspectos comprueban la vigente e inaplazable necesidad de su protección.
ACCION DE TUTELA-Carencia actual de objeto
Si la acción de
tutela tiene por objeto la protección efectiva del derecho fundamental violado
o amenazado, pierde su razón de ser, cuando el motivo de la violación o
amenaza ha desaparecido, en tales casos se ha restablecido el derecho sin
necesidad de la intervención judicial, con lo cual opera el fenómeno jurídico
de la carencia actual de objeto.
DERECHO DE
PETICION-Pronta Resolución
El de petición es
un derecho constitucional fundamental susceptible de ser tutelado, pues este
ha sido consagrado en su núcleo esencial para acudir ante la autoridad y
obtener pronta resolución de ésta. De acuerdo con lo expuesto, no sería
adecuado ordenarle a la Caja que reliquide la pensión del interesado, ya que
tal reclamación escapa a la órbita y finalidad de la acción de tutela, pero sí
dirigir el pronunciamiento judicial a la entidad a fin de que profiera una
pronta respuesta al peticionario sobre dicha solicitud. El derecho de petición
no se agota en la simple posibilidad de dirigirse a las autoridades, sino que,
dentro de su núcleo esencial, comprende la resolución real y efectiva de la
cuestión planteada, respuesta que, de acuerdo con la letra de la norma
superior, debe ser "pronta"; así pues, tanto la falta de contestación
como las decisiones tardías vulneran este fundamental derecho.
REF.:
Expediente No. T-75054
Actor:
GUIDO MIGUEL
LENTINO NAVAS
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., septiembre veintinueve (29) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela integrada por los Honorables Magistrados JORGE ARANGO
MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado ponente,
resuelve sobre las sentencias relacionadas con la acción de tutela de la
referencia, proferidas por la H. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación
Laboral de fecha 29 de junio de 1995 y por el Tribunal Superior de Cartagena
Sala Laboral de fecha 6 de junio de 1995.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición
El ciudadano GUIDO
MIGUEL LENTINO NAVAS, inició acción de tutela ante el Tribunal Superior de
Cartagena, Sala Laboral, contra la Caja Nacional de Previsión, con el fin de
obtener la protección de sus derechos fundamentales a la vida, petición,
protección y la asistencia de las personas de la tercera edad a los servicios
de la seguridad social previsto en el artículo 48 de la Carta, que considera
vulnerados por la entidad demandada, igualmente solicita la reliquidación del
monto de su pensión, en virtud a que la Caja de Previsión Social incurrió en
un error en cuanto al cálculo del valor de su mesada pensional ante lo cual
interpuso recurso de reposición contra la resolución número 11045 con efecto
desde el 1o. de mayo de 1991; en igual sentido pide que "se ordene a la
Caja Nacional de Previsión Social que se me haga efectivo el pago de mis mesadas,
se le ordene dar respuesta al recurso de reposición interpuesto y además se
reliquide el monto de la pensión de jubilación y se le condene al pago de los
perjuicios ocasionados por su omisión...".
B. Los Hechos
de la Demanda
El peticionario Guido
Miguel Lentino Navas, manifiesta que prestó servicios al Estado por tiempo
superior a los 20 años, por lo que en el año de 1991, solicitó a la Caja
Nacional de Previsión Social, el reconocimiento y pago de su pensión de
jubilación, el 10 de mayo de 1993, la entidad accedió a reconocerla mediante
resolución No. 11045, con efectos desde el 1o. de mayo de 1991, pero como el
valor reconocido no era el correcto, interpuso recurso de reposición, continuó
laborando en la Registraduría Nacional del Estado Civil, como fotógrado código
408501 de la Registraduría Municipal de San Jacinto (Bolívar) hasta el mes de
agosto de 1994, fecha en la cual fue despedido por llegar a la edad de retiro
forzoso, por lo anterior solicitó la reliquidación del monto de su pensión sin
que hasta la fecha le hayan contestado, como tampoco resuelto el recurso de
reposición que interpuso contra la resolución que le reconoció la pensión,
causándole un grave perjuicio económico, puesto que tiene 67 años de edad,
sostiene una familia compuesta por once miembros, ocho de los cuales son
menores de edad, actualmente se encuentra sin ocupación y no ha recibido una
sola mesada pensional de la entidad demandada.
II. LA DECISION DE PRIMERA INSTANCIA
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Cartagena, Sala Laboral, en sentencia de 6 de junio de
1995, y sobre el asunto de la referencia, resolvió negar la tutela reclamada
por el actor, en contra de la Caja Nacional de Previsión; con base en las siguientes
consideraciones:
- El Tribunal
negó la tutela por considerar que para el pago de las mesadas pensionales
adeudadas, el accionante cuenta con otros medios de defensa judicial, como es
el proceso ejecutivo laboral a través de la jurisdicción contencioso
administrativa.
Advierte el
sentenciador de primera instancia que la entidad no desconoció el derecho de
petición, en razón a que en la "documentación que reposa a folio 8 no
aparece constancia alguna de que él hubiera presentado la petición de
reliquidación de su pensión a la Caja Nacional de Previsión, motivo por el
cual mal puede estimar la Sala que se le haya vulnerado el derecho de
petición...". De otra parte, el juez dispuso la remisión de copias de
las diligencias a la Procuraduría General de la Nación, para que adelante la
investigación que corresponda, dado que la Subdirectora de Prestaciones
Económicas de la Caja Nacional de Previsión Social no respondió la solicitud
que le formuló la Sala mediante marconigrama de fecha 8 de mayo de 1995, de
acuerdo con el artículo 19 del Decreto 2591 de 1991.
III. LA IMPUGNACION
En el escrito de
impugnación el peticionario reitera la violación de sus derechos
constitucionales y solicita insistentemente en su protección.
IV. LA DECISION DE SEGUNDA INSTANCIA
La Corte Suprema de
Justicia -Sala de Casación Laboral-, mediante sentencia de junio 29 de 1995, al
resolver la impugnación, confirmó la decisión judicial de primera instancia de
6 de junio de 1995 del Tribunal Superior de Cartagena, contra la Caja Nacional
de Previsión, con base en los siguientes razonamientos:
- Considera
que, insistentemente la Sala de Casación Laboral ha dicho que:
"...conforme a
los parámetros previstos por el artículo 86 de la Constitución Nacional, la
acción de tutela es improcedente en aquellos casos en que los afectados
dispongan de otro medio judicial de defensa, excepto cuando se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
"Por ello, se
ha estimado que no es viable su ejercicio si se pretermiten las acciones
judiciales ordinarias o especiales que las leyes han consagrado como los
mecanismos más idóneos para que las personas puedan lograr el reconocimiento de
sus derechos cuando consideren que los mismos han sido vulnerados, pues es de
su naturaleza el carácter subsidiario o supletorio.
"En el asunto
examinado, es indudable que para cobrar las mesadas pensionales que, el
peticionario afirma, le adeuda la Caja Nacional de Previsión Social cuenta con
otro medio de defensa judicial, cual es el de acudir, si lo desea, en demanda
efectiva ante los jueces laborales del circuito. En ese orden, la tutela
resulta improcedente conforme a la norma constitucional y a los decretos que
reglamentaron su ejercicio, sin que de otro lado, se esté en presencia de un
perjuicio irremediable, dado que junto al pago de las mesadas puede pedir el
reconocimiento y pago de los intereses causados por la mora en su cancelación.
"Importa
recordar que sobre el aspecto comentado esta Corporación ha precisado que por
la naturaleza misma de la acción de tutela y los objetivos que persigue su
utilización no es viable para lograr la cancelación de una deuda, no solo por
el hecho de ser discutible que el pago de una obligación revista el carácter de
derecho constitucional fundamental sino porque, en el evento de que procediera
este excepcional mecanismo de protección, ocurriría que de no ser cumplido el
fallo de tutela, a quien lo desacatara le traería como consecuencia la
privación de la libertad, conforme a lo dispuesto por el artículo 52 del
Decreto 2591 de 1991, con lo cual se violaría el artículo 28 de la Carta que
prohíbe la detención, la prisión o el arresto por deudas."
En relación con la
petición de que se ordene a Cajanal que le resuelva el recurso de reposición
que interpuso contra el acto administrativo de reconocimiento de la pensión de
jubilación, anota que "éste no es viable dado que dentro de las
diligencias obra copia de la resolución No. 035866, con constancia de la
notificación y, mediante la cual la accionada desató el recurso."
Finalmente, agrega
la H. Corte Suprema de Justicia que:
"A juicio de
la Sala no sería adecuado ordenarle a la Caja que reliquide la pensión del
interesado, pues al ser tal reclamación un derecho de carácter legal, descarta
la utilización de este excepcional mecanismo, ya que éste únicamente protege
derechos constitucionales fundamentales y no aquellos de rango legal, o para
hacer cumplir las leyes, los decretos, los reglamentos o cualesquiera otra
norma de rango inferior, según los términos previstos por el artículo 2o. del
Decreto 306 de 1992."
V. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de las
decisiones judiciales correspondientes al asunto de la referencia, de
conformidad con lo establecido en el inciso 2o. del artículo 86 y el numeral
9o. del artículo 241, ambos de la Carta Política desarrollados en los artículos
33 y 34 del Decreto 2591 de 1991, y en atención a la selección que se hizo en
la opotunidad establecida en la ley y en el reglamento de la Corporación.
B. La Materia
Según se desprende
del examen del expediente el peticionario pretende que se ordene a la entidad
demandada hacer efectivo el pago de las mesadas pensionales, se le ordene dar
respuesta al recurso de reposición interpuesto y se conteste la solicitud de
reliquidación de la pensión de jubilación y el pago de los perjuicios
ocasionados por la omisión de la entidad.
1. Procedencia
de la acción de tutela para lograr el pago de las mesadas pensionales
Al respecto de la
procedencia de la acción de tutela para lograr el pago de las mesadas
pensionales, la Corporación ha sostenido lo siguiente:
"Es claro y
diáfano el mandato contenido en el inciso tercero del artículo 53 de la Carta,
en virtud del cual el Estado tiene a su cargo el deber de garantizar el derecho
de los pensionados al pago oportuno de sus mesadas pensionales, para efectos de
lo cual está en la obligación de adelantar las gestiones y adoptar los
mecanismos que hagan efectivo el derecho. El Estado adquiere pues, el
compromiso de garantizar el pago oportuno de las pensiones, para lo cual debe
proveer en los respectivos presupuestos del orden nacional, departamental,
distrital y municipal las partidas necesarias para atender de manera cumplida y
satisfactoria su obligación constitucional, especialmente cuando quienes se ven
afectados por el incumplimiento o la desidia de las autoridades estatales, son
personas de la tercera edad, a quienes en cumplimiento de lo dispuesto en el
artículo 46 constitucional, el Estado debe concurrir con la sociedad y la
familia a su protección y asistencia, así como a garantizarles los servicios de
la seguridad social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia.
"Estas personas
requieren del pago oportuno de sus mesadas pensionales en orden a garantizar su
subsistencia y las condiciones mínimas para su existencia digna. Se trata
además, de personas quienes legítimamente tienen el derecho a un pago oportuno
y cumplido, teniendo en cuenta que han prestado sus servicios al Estado y
esperan de él como mínima retribución, que se les paguen sus mesadas
pensionales.
"En tal virtud,
cuando no se atiende en forma oportuna el pago de las pensiones legales por
parte de las entidades del Estado, deben adoptarse los mecanismos
correspondientes y adecuados en orden a hacer efectiva la garantía
constitucional plasmada en el artículo 53 de la Carta, especialmente cuando
están de por medio los derechos fundamentales a la vida y a la salud de las
personas de la tercera edad.
"Por lo tanto,
el pago de las pensiones legales cuando éstas han sido ya reconocidas
legalmente mediante el respectivo acto administrativo emanado de la entidad de
previsión, deben mantener un nivel de eficiencia aceptable para dar respuesta a
las necesidades sociales, en orden a la realización de los fines sociales del
Estado, a la justicia social y a promover frente a los demás pensionados, una
igualdad real y efectiva.
"Más aún,
habiéndose dado al Estado colombiano por el constituyente de 1991 un carácter
social, se hace indispensable que acometa acciones positivas en favor de la
comunidad. En este contexto, el pago cumplido de las pensiones legales es una
de tales actuaciones positivas a las que está obligado el Estado.
"Por ello, es
para la Sala fundamental que las autoridades del orden nacional, departamental,
distrital y municipal adopten de manera prioritaria las medidas encaminadas a que
se incluyan en los proyectos de presupuesto las partidas suficientes en orden a
que los pensionados, en particular los de las entidades de previsión, reciban
en forma oportuna el pago de sus mesadas." (Cfr. Sentencia No. T-147 de
abril 4 de 1995. M.P. Dr. Hernando Herrera Vergara).
En este orden de
ideas, el Tribunal de primera instancia y la Corte Suprema de Justicia negaron
la pretensión del actor, al considerar que las mesadas pensionales adeudadas a
éste por parte de la entidad debían ser reclamadas mediante otro medio de
defensa judicial, valga decir, el proceso ejecutivo laboral mediante la acción
contencioso administrativa pertinente. No obstante lo anterior, esta Sala de
Revisión, se aparta de dicha consideración ya que reiteradamente esta Corporación
ha entendido que en lo relativo a la eficacia del otro medio de defensa
judicial para el cobro de mesadas pensionales, lo siguiente:
"En cuanto a la
eficacia que deben tener los medios alternativos de defensa judicial llamados a
"sustituir" la tutela, es claro que el otro medio de defensa judicial
debe poseer necesariamente, la misma eficacia en materia de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que, por su naturaleza
tiene la acción de tutela. En el caso de las pensiones de jubilación, la acción
ejecutiva laboral ha resultado inoperante para la defensa efectiva de los
derechos de los pensionados, debido a la existencia de la norma legal que
prohibe la inembargabilidad de los bienes y rentas del presupuesto. En este
sentido, son improcedentes los argumentos sobre el "otro mecanismo de
defensa". El Juez de tutela no puede ser indiferente ante la situación de
los pensionados y no puede por tanto, dejar de considerar las condiciones
específicas de debilidad en las que se encuentran las personas de la tercera
edad y la protección especial que los Convenios Internacionales y la
Constitución les conceden. El simple reconocimiento de las pensiones no implica
que el derecho haya sido satisfecho en debida forma. Para ello es indispensable
en aras de darle eficacia material, que al pensionado no sólo se le reconozca
su derecho al cumplir con los requisitos legales, sino que adicionalmente, se
le cancelen las mesadas atrasadas o futuras a que tiene derecho. Obligación que
debe hacerse efectiva dentro de los términos legales previstos para ello, en
aras a no afectar ni desmejorar los derechos ni la calidad de vida de los
pensionados." (Sentencia T-184 de abril 18 de 1994. M.P. Dr. Alejandro
Martínez Caballero).
El actor de la
presente acción de tutela se ajusta a los supuestos de la jurisprudencia
reiterada, en efecto, el señor Guido Miguel Lentino Navas, cuenta con 67 años
de edad, fue desvinculado por llegar a la edad de retiro forzoso, desde el mes
de agosto de 1994, donde se desempeñaba como fotógrafo código 408501 de la
Registraduría Municipal de San Jacinto (Bolívar), sostiene una familia
compuesta por once miembros, ocho de los cuales son menores de edad, hechos
ante los cuales el juez de tutela no puede ser indiferente, puesto que se trata
de la situación de un pensionado que merece una protección especial debido a
las condiciones y circunstancias que lo colocan en una posición de debilidad
manifiesta, que se agrava por ser una persona de la tercera edad; además,
ponderadas las condiciones específicas del caso, someter al accionante, a los
dilatados trámites de un proceso ejecutivo, implicaría la prolongación de sus
circunstancias desfavorables al pleno y cabal disfrute de sus derechos. La
inidoneidad de los otros medios de defensa judicial es incuestionable, en razón
a la imposibilidad en que se halla el actor para dedicarse a trabajar, pues es
mayor de 67 años de edad, la penuria por la que atraviesa él y su numerosa
familia, hacen que la mesada pensional sea un recurso que contribuiría a
otorgarle una existencia digna. Todos estos aspectos comprueban la vigente e
inaplazable necesidad de su protección.
2. El derecho de
petición y el caso concreto
De acuerdo con la
demanda, GUIDO MIGUEL LENTINO NAVAS, interpuso recurso de reposición contra la
resolución No. 11045 "por la cual se reconoce y ordena el pago de una
pensión mensual vitalicia de jubilación", con efectos desde el 1o. de
mayo de 1991 y hasta el momento de ejercer la acción de tutela, la autoridad
pública no había resuelto el mencionado recurso; no obstante lo afirmado por
el actor en su demanda, de acuerdo con las pruebas que obran en el expediente,
para la Sala, es claro que la Caja Nacional de Previsión Social sí agotó el
derecho de petición, ya que mediante la resolución No. 035866 del 6 de
septiembre de 1993, resolvió acerca del recurso de reposición procediendo a
revocar el acto impugnado y a reconocer el nuevo valor de la jubilación en
favor del actor, tomando en cuenta otros factores salariales; en consecuencia,
no tendría sentido que el juez de tutela impartiera una decisión judicial
cuando la autoridad administrativa ya ha producido el acto administrativo de
respuesta; en tal sentido lo entendieron en su momento, los jueces de tutela de
la instancias de rigor; en esta misma dirección, reiteradamente la Corte lo ha
expuesto, si la acción de tutela tiene por objeto la protección efectiva del
derecho fundamental violado o amenazado, pierde su razón de ser, cuando el
motivo de la violación o amenaza ha desaparecido, en tales casos se ha
restablecido el derecho sin necesidad de la intervención judicial, con lo cual
opera el fenómeno jurídico de la carencia actual de objeto de la acción de
tutela. No obstante lo anterior, si bien el amparo solicitado por el actor no
tiene ya necesidad, la Sala recomienda, sin embargo para evitar la ineficiencia
administrativa de la Caja Nacional de Previsión, que los servidores públicos
responsables de que el recurso interpuesto haya sido resuelto después de varios
meses, durante los cuales el derecho de petición del actor fue vulnerado por
omisión, no vuelvan a incurrir en conductas semejantes, contrarias a los
propósitos de un estado social de derecho.
Finalmente, observa
la Sala, en cuanto a la petición que formula el actor, en el sentido de que se
ordene a la Caja Nacional de Previsión Social, que le reliquide el monto de su
pensión de jubilación, con fundamento en que, después de habérsele reconocido
su pensión de jubilación mediante resolución No. 11045, con efectos desde el
1o. de mayo de 1993, continuó prestando sus servicios a la Registraduría
Nacional del Estado Civil, como fotógrafo de la Registraduría Municipal de San
Jacinto, Bolívar, hasta el mes de agosto de 1994, cuando fue desvinculado mediante
resolución No. 0360 del día 11 de ese mes y año, y como consecuencia de ello
envió una solicitud de reliquidación del monto de su pensión, la cual tiene
fecha de presentación 11 de octubre de 1994, sin que hasta la fecha de
presentación de la acción de tutela haya sido contestada por parte de la
entidad pública demandada; observa la Sala que del texto del artículo 23 de la
Carta, se desprende el derecho de toda persona a presentar peticiones
respetuosas a las autoridades, por motivo de interés particular y a obtener
pronta resolución, lo que implica que la Administración no puede sustraerse
del cumplimiento de un deber constitucional y excusarse de resolver las
peticiones que se le formulen, tal como lo ha expresado esta Corporación en su
jurisprudencia (T-242 de 1993); que el de petición es un derecho constitucional
fundamental susceptible de ser tutelado, pues este ha sido consagrado en su
núcleo esencial para acudir ante la autoridad y obtener pronta resolución de
ésta. De acuerdo con lo expuesto, encuentra la Sala que no sería adecuado
ordenarle a la Caja que reliquide la pensión del interesado, ya que tal
reclamación escapa a la órbita y finalidad de la acción de tutela, pero sí
dirigir el pronunciamiento judicial a la entidad a fin de que profiera una
pronta respuesta al peticionario sobre dicha solicitud; en este orden de ideas,
la tutela no puede consistir en una orden judicial que resuelva el fondo de
las pretensiones contenidas en la demanda, en este caso, la reliquidación de la
mesada pensional, pues para ello el ordenamiento jurídico prevé los
procedimientos, pero sí el de ordenar a la entidad de previsión que produzca
una pronta respuesta a la solicitud formulada por el peticionario, en virtud a
que el derecho de petición no se agota en la simple posibilidad de dirigirse a
las autoridades, sino que, dentro de su núcleo esencial, comprende la
resolución real y efectiva de la cuestión planteada, respuesta que, de acuerdo
con la letra de la norma superior, debe ser "pronta"; así pues,
tanto la falta de contestación como las decisiones tardías vulneran este
fundamental derecho; por las razones expuestas, esta Sala de Revisión de la
Corte Constitucional, revocará los fallos proferidos por la H. Corte Suprema
de Justicia -Sala Laboral-, y el Tribunal Superior de Cartagena.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
Primero. Revocar la sentencia proferida por la H.
Corte Suprema de Justicia de fecha veintinueve (29) de junio de 1995, que
confirmó el fallo judicial del Tribunal Superior de Cartagena -Sala Laboral-,
de fecha junio seis (6) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Segundo. Conceder la tutela impetrada, y en
consecuencia, se ordena a la Caja Nacional de Previsión, a través de su
Director, que dentro de los quince (15) días hábiles siguientes a la
notificación de esta providencia, proceda a cancelar al señor Guido Miguel
Lentino Navas, las mesadas pensionales adeudadas.
Tercero. Conceder la tutela impetrada, y en consecuencia,
se ordena a la Caja Nacional de Previsión contestar la petición sobre la
reliquidación pensional presentada por el ciudadano Guido Miguel Lentino Navas
el día 11 de octubre de 1994, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas hábiles
siguientes a la notificación de esta providencia.
Cuarto. El Tribunal Superior de Cartagena -Sala
Laboral-, vigilará el cumplimiento de lo ordenado en esta providencia.
Quinto.- Comunicar la presente decisión en los
términos del artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
538 | T-438-95
Sentencia No. T-438/95
Sentencia No.
T-438/95
DERECHOS DE
PERSONA DE LA TERCERA EDAD-Pago
oportuno de pensiones/MESADA PENSIONAL-Pago oportuno/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL INEFICAZ-Pago oportuno de mesadas pensionales/DERECHO A LA
SUBSISTENCIA-Pago oportuno de pensiones
Los demandantes
ostentan la calidad de pensionados del municipio, cuya remuneración es el único
sustento, dado su estado avanzado de edad, lo cual los coloca en condiciones
de debilidad manifiesta, además ponderadas las condiciones específicas del
caso, someter a los actores a dilatados trámites de procesos ejecutivos
laborales implicaría la prolongación de sus circunstancias desfavorables al
pleno y cabal disfrute de sus derechos adquiridos a gozar de una pensión
vitalicia de jubilación y a negarles temporalmente una existencia digna. Es
necesario brindar a los peticionarios una protección plena de sus derechos
fundamentales a la vida, dignidad, igualdad y protección a la tercera edad.
Así como el derecho a la seguridad social.
REF.:
Expediente No. T-76382
Actor:
FRANCISCO AVELINO
CORONA-DO PALENCIA Y OTROS
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., septiembre veintinueve (29) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
Procede la Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados JORGE ARANGO
MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA Y FABIO MORON DIAZ, a revisar los fallos de
tutela proferidos por el Juzgado Segundo Promiscuo del Circuito de Corozal, de
fecha catorce (14) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995) y del
Tribunal Superior del Distrito Judicial Sala Civil Laboral de decisión, de
fecha 10 de julio del mismo año y adelantado por los ciudadanos FRANCISCO
AVELINO CORONADO, ELIGIO CONTRERAS Y JULIO CESAR ESPINOSA PETANO, contra el
municipio de Corozal (Sucre).
El expediente llegó
a conocimiento de esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional por la vía
ordinaria de remisión que hizo la Sala Civil-Laboral del Tribunal Superior de
Sincelejo, en virtud de lo ordenado por el artículo 31 del Decreto 2591 de
1991.
Conforme a los artículos
86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, y 49 del
Acuerdo 05 de 1992, la Sala de Selección de la Corporación eligió para su
revisión la presente acción de tutela.
I. ANTECEDENTES
A. Los Hechos
Según obra en el
expediente, los hechos que motivan la presente acción de tutela se contraen a
lo siguiente:
- Los
ciudadanos FRANCISCO AVELINO CORONADO, ELIGIO CONTRERAS Y JULIO CESAR ESPINOSA
PETANO, interpusieron acción de tutela contra el Municipio de Corozal (Sucre),
argumentando violación de sus derechos fundamentales a la vida, dignidad,
igualdad y protección a la tercera edad, en razón a que el ente territorial se
encuentra en mora de cancelarles las mesadas de jubilación correspondientes a
los meses de marzo, abril y mayo de 1995, situación que se agrava en virtud de
que carecen de los recursos económicos necesarios para su mantenimiento y el de
sus familias, así como por su estado avanzado de edad.
En vista de la
vulneración afirmada, solicitan por vía de tutela que se ordene el pago de las
mesadas pensionales.
II. LAS DECISIONES JUDICIALES MATERIA
DE REVISION
A. Sentencia
de Primera Instancia
Por reparto
correspondió este proceso al Juzgado Segundo Promiscuo del Circuito de Corozal
(Sucre), despacho que por sentencia de junio 14 de 1995, resolvió conceder la
tutela, con base en las siguientes consideraciones:
- Luego de
practicar las pruebas de rigor y de constatar la calidad de pensionados de los
peticionarios y de verificar la mora en el pago de las mesadas pensionales de
los meses de marzo, abril y mayo de 1995, por parte del Municipio demandado,
sostuvo que el ente territorial violó el derecho de igualdad consagrado como
fundamental en el artículo 13 de la Carta Constitucional, así como también los
derechos de las personas de la tercera edad (art. 46), respaldando esta
conclusión con pronunciamientos jurisprudenciales de la Corte Constitucional,
concluyendo que:
"...por otra
parte, que no se diga que los accionantes disponen de otros recursos o medios
de defensa judicial, puesto que en casos como el que se estudia, ha dicho la
H. Corte Constitucional en sentencia T-011 de enero 18 de 1993, que aceptar que
en estos eventos el afectado dispone de otro instrumento judicial, ...'obedece
a un razonamiento general y dogmático de las disposiciones constitucionales y
legales y no a un razonamiento axiológico constitucional aplicado al caso
concreto, que considere la edad del peticionario, los documentos por él
aportados, la edad de retiro forzoso, la operancia y negligencia del Estado y
principalmente el respeto de la dignidad humana.' Y trae la H. Corte en
apoyo de su tesis lo dicho por la misma Corporación en sentencia T-414 de junio
16 de 1992, cuando, manifestó: Siendo esto así es claro entonces que el otro
medio de defensa judicial a que alude el artículo 86 debe poseer
necesariamente, cuando menos, la misma eficacia en materia de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que, por su naturaleza,
tiene la acción de tutela; de no ser así, se estaría haciendo una burda y
mecánica exégesis de la norma, en abierta contradicción con los principios
vigentes en materia de efectividad de los derechos y con desconocimiento
absoluto del querer expreso del constituyente.' "
B. Impugnación
El Alcalde Municipal
de Corozal, dentro de la oportunidad procesal impugnó la anterior sentencia.
En escrito de
censura manifiesta que en manera alguna la administración violó derechos
fundamentales y que no comparte el contenido de la providencia judicial.
C. Sentencia de
Segunda Instancia
El Tribunal Superior
de Sincelejo, Sala Civil-Laboral, resolvió el día 10 de julio de 1995, revocar
el fallo de primera instancia del Juzgado Segundo Promiscuo del Circuito de
Corozal con base en los siguientes razonamientos:
La acción de tutela
no es la vía para reclamar el pago de mesadas pensionales atrasadas, en razón
a que el juez de tutela tiene limitaciones con relación a materias o procesos
de que conocen los jueces ordinarios, lo cual le permite entonces a los
interesados, con la misma eficacia, obtener el derecho pretendido que para
estos casos brinda la ley. En efecto, expresa el Tribunal en segunda instancia
que:
"En el caso de
autos, no hay duda, que existe un mecanismo efectivo por el cual los peticionarios
pueden obtener el pago de sus mesadas atrasadas como es la acción ejecutiva
laboral. En efecto, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 100 del
Código de Procedimiento del Trabajo, puede exigirse ejecutivamente el
cumplimiento de toda obligación originada en una relación de trabajo, que
conste en acto o documento que provenga del deudor o de su causante o que emane
de una decisión judicial arbitral firme.
"Algo similar
estatuye el artículo 488 del C. de P.C., según el cual, pueden demandarse
ejecutivamente las obligaciones expresas, claras y exigibles que consten en
documentos que provengan del deudor o de su causante y que constituyan plena
prueba contra él.
"Como puede
observarse, en las disposiciones mencionadas anteriormente, se exige que la
obligación conste en un documento, como requisito indispensable para que preste
mérito ejecutivo. Ese documento que sirve de título ejecutivo no es otro que
el acto administrativo que reconoce o liquida una determinada prestación.
Así entonces, con
las resoluciones de reconocimiento de pensiones que deben tener en su poder los
accionantes y el último recibo de pago, fácil resulta a ellos integrar el
título ejecutivo que le permita por la vía coercitiva frente a jueces
ordinarios obtener el pago de las mesadas atrasadas con tanta efectividad como
la acción de tutela, pues el proceso ejecutivo laboral es un juicio sencillo,
rápido y sin erogaciones que es el que corresponde adelantar frente a
situaciones como la presente.
"Y no se diga
ahora que en el caso de las pensiones de jubilación, la acción ejecutiva
laboral resulta inoperante para la defensa de los derechos de los pensionados,
debido a la existencia de norma legal que prohibe la inembargabilidad de los
bienes y rentas del presupuesto, como en alguna ocasión lo dijo la Corte
Constitucional, porque si bien ello fue así en algún momento, a partir de la
sentencia C-546, de octubre 1o. de 1992 que estimó conforme a constitución la
regla general de la inembargabilidad de las rentas y recursos incorporados en
el presupuesto general de la Nación, allí mismo dicha Corte hizo
consideraciones relativas a la no aplicación de ese ordenamiento en cuanto se
trate de crédito laborales, como sin duda lo constituyen las mesadas de
jubilación."
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera. La
Competencia
De conformidad con
lo dispuesto por los artículos 86 inciso 3o. y 241 numeral 9o. de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del
Decreto 2591, esta Sala de revisión es competente para revisar las sentencias
que resolvieron la acción de tutela de la referencia.
Segunda. La
Materia
Según se desprende
del examen del expediente, los peticionarios pretenden se le ordene al
municipio demandado hacer efectivo el pago de las mesadas pensionales que se
les adeuda por concepto de los meses de marzo, abril y mayo de 1995.
Procedencia de la
acción de tutela para lograr el pago de las mesadas pensionales atrasadas o en
mora por parte de las entidades públicas.
Sobre el particular
esta Corporación ha sostenido reiteradamente que:
"Es claro y
diáfano el mandato contenido en el inciso tercero del artículo 53 de la Carta,
en virtud del cual el Estado tiene a su cargo el deber de garantizar el derecho
de los pensionados al pago oportuno de sus mesadas pensionales, para efectos de
lo cual está en la obligación de adelantar las gestiones y adoptar los
mecanismos que hagan efectivo el derecho. El Estado adquiere pues, el
compromiso de garantizar el pago oportuno de las pensiones, para lo cual debe
proveer en los respectivos presupuestos del orden nacional, departamental,
distrital y municipal las partidas necesarias para atender de manera cumplida y
satisfactoria su obligación constitucional, especialmente cuando quienes se ven
afectados por el incumplimiento o la desidia de las autoridades estatales, son
personas de la tercera edad, a quienes en cumplimiento de lo dispuesto en el
artículo 46 constitucional, el Estado debe concurrir con la sociedad y la
familia a su protección y asistencia, así como a garantizarles los servicios de
la seguridad social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia.
"Estas personas
requieren del pago oportuno de sus mesadas pensionales en orden a garantizar su
subsistencia y las condiciones mínimas para su existencia digna. Se trata
además, de personas quienes legítimamente tienen el derecho a un pago oportuno
y cumplido, teniendo en cuenta que han prestado sus servicios al Estado y
esperan de él como mínima retribución, que se les paguen sus mesadas
pensionales.
"En tal virtud,
cuando no se atiende en forma oportuna el pago de las pensiones legales por
parte de las entidades del Estado, deben adoptarse los mecanismos
correspondientes y adecuados en orden a hacer efectiva la garantía constitucional
plasmada en el artículo 53 de la Carta, especialmente cuando están de por medio
los derechos fundamentales a la vida y a la salud de las personas de la tercera
edad.
"Por lo tanto,
el pago de las pensiones legales cuando éstas han sido ya reconocidas
legalmente mediante el respectivo acto administrativo emanado de la entidad de
previsión, deben mantener un nivel de eficiencia aceptable para dar respuesta a
las necesidades sociales, en orden a la realización de los fines sociales del
Estado, a la justicia social y a promover frente a los demás pensionados, una
igualdad real y efectiva.
"Más aún,
habiéndose dado al Estado colombiano por el constituyente de 1991 un carácter
social, se hace indispensable que acometa acciones positivas en favor de la comunidad.
En este contexto, el pago cumplido de las pensiones legales es una de tales
actuaciones positivas a las que está obligado el Estado.
"Por ello, es
para la Sala fundamental que las autoridades del orden nacional, departamental,
distrital y municipal adopten de manera prioritaria las medidas encaminadas a
que se incluyan en los proyectos de presupuesto las partidas suficientes en
orden a que los pensionados, en particular los de las entidades de previsión,
reciban en forma oportuna el pago de sus mesadas." (Cfr. Sentencia No.
T-147 de abril 4 de 1995. M.P. Dr. Hernando Herrera Vergara).
En este orden de
ideas, es equivocada la sentencia del Tribunal Superior de Sincelejo Sala
Laboral, al considerar que las mesadas pensionales adeudadas a los peticionarios
por parte del Municipio de Corozal (Sucre), debían ser reclamadas mediante
otros medios de defensa judicial como el proceso ejecutivo ante la justicia
laboral, en virtud de lo preceptuado en el artículo 100 del Código de
Procedimiento del Trabajo.
En efecto, esta
Corte ha entendido que en lo relativo a la eficacia del otro medio de defensa
judicial para el cobro de mesadas pensionales, las sentencias T-017/94,
T-229/94 y T-399/94, pero especialmente en la sentencia T-184/94 precisó lo
siguiente:
"En cuanto a la
eficacia que deben tener los medios alternativos de defensa judicial llamados a
"sustituir" la tutela, es claro que el otro medio de defensa judicial
debe poseer necesariamente, la misma eficacia en materia de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que, por su naturaleza
tiene la acción de tutela. En el caso de las pensiones de jubilación, la acción
ejecutiva laboral ha resultado inoperante para la defensa efectiva de los
derechos de los pensionados, debido a la existencia de la norma legal que
prohibe la inembargabilidad de los bienes y rentas del presupuesto. En este
sentido, son improcedentes los argumentos sobre el "otro mecanismo de
defensa". El Juez de tutela no puede ser indiferente ante la situación de
los pensionados y no puede por tanto, dejar de considerar las condiciones
específicas de debilidad en las que se encuentran las personas de la tercera
edad y la protección especial que los Convenios Internacionales y la
Constitución les conceden. El simple reconocimiento de las pensiones no implica
que el derecho haya sido satisfecho en debida forma. Para ello es indispensable
en aras de darle eficacia material, que al pensionado no sólo se le reconozca
su derecho al cumplir con los requisitos legales, sino que adicionalmente, se
le cancelen las mesadas atrasadas o futuras a que tiene derecho. Obligación que
debe hacerse efectiva dentro de los términos legales previstos para ello, en
aras a no afectar ni desmejorar los derechos ni la calidad de vida de los
pensionados." (Sentencia T-184 de abril 18 de 1994. M.P. Dr. Alejandro
Martínez Caballero).
Los peticionarios de
la presente acción de tutela se ajustan a los supuestos de la jurisprudencia
reiterada; en efecto, los ciudadanos FRANCISCO AVELINO CORONADO PALENCIA,
ELIGIO CONTRERAS CONTRERAS y JULIO CESAR ESPINOSA PETANO, ostentan la calidad
de pensionados del municipio de Corozal (Sucre), cuya remuneración es el único
sustento, dado su estado avanzado de edad, lo cual los coloca en condiciones
de debilidad manifiesta, además ponderadas las condiciones específicas del
caso, someter a los actores a dilatados trámites de procesos ejecutivos
laborales implicaría la prolongación de sus circunstancias desfavorables al
pleno y cabal disfrute de sus derechos adquiridos a gozar de una pensión
vitalicia de jubilación y a negarles temporalmente una existencia digna. Por
todos estos aspectos, la Sala de Revisión de la Corte Constitucional considera
que es necesario brindar a los peticionarios una protección plena de sus
derechos fundamentales a la vida, dignidad, igualdad y protección a la tercera
edad. Así como el derecho a la seguridad social.
En mérito de lo
expuesto la Sala Octava de revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E :
Primero. Revocar la sentencia proferida por el
Tribunal Superior de Sincelejo -Sala Laboral-, de fecha julio diez (10) de
1995.
Segundo. Tutelar los derechos fundamentales a la
vida, dignidad, igualdad y protección a la tercera edad, de los peticionarios
FRANCISCO AVELINO CORONADO PALENCIA, ELIGIO CONTRERAS y JULIO CESAR ESPINOSA
PETANO; en consecuencia se ordena al Alcalde Municipal de Corozal, Sucre, la
cancelación dentro de los quince (15) días siguientes a la notificación de
esta providencia de toda suma de dinero debida a los peticionarios por concepto
de las mesadas pensionales de jubilación, causadas hasta la fecha, así como el
pago oportuno de las mismas en el futuro.
Tercero. El Juzgado Segundo Promiscuo del
Circuito de Corozal, vigilará el estricto cumplimiento de lo ordenado en esta
providencia.
Cuarto. Líbrense las comunicaciones de que trata
el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
539 | T-439-95
Sentencia No. T-439/95
Sentencia
No. T-439/95
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Principales
por naturaleza
Cabe
recordarle a la autoridad renuente que la Constitución, que juró cumplir y
defender al tomar posesión del cargo que hoy ocupa, funda la organización
republicana del Estado colombiano en "el respeto de la dignidad
humana", consagra como fin estatal la efectividad de los derechos y
encarga a las autoridades de "proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes y demás derechos y libertades...". Así
las cosas, el ejercicio de un derecho no puede, bajo ninguna circunstancia,
estimarse por una autoridad, vinculada a la Constitución y a las leyes, como
un asunto accesorio y de escasa o nula trascendencia porque, son, precisamente,
las autoridades de la república las llamadas a velar, de manera primordial, por
la efectividad de las prerrogativas reconocidas a los asociados.
DERECHO
DE PETICION-Pronta
resolución
Tratándose
del derecho de petición lo que la Carta impone es una solución pronta y cuando
la autoridad deja vencer el término previsto legalmente sin generarla,
desatiende una obligación de raigambre constitucional e incurre en la violación
del derecho, que se torna más evidente en la medida en que avanza el tiempo y
la autoridad persiste en desconocer el requerimiento del particular. La Corte
estima que “el silencio administrativo es la mejor demostración de que se ha
conculcado el derecho de petición y el fundamento más claro para proceder a su
tutela”.
REF:
Expediente No. 76383
Acción
de tutela presentada en contra del alcalde municipal de Purísima (Córdoba)
Actor:
Senen
Antonio Valencia Montenegro
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Dr.
JORGE ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá D.C., septiembre
veintinueve (29) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala
de Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Honorables Magistrados
VLADIMIRO NARANJO MESA, JORGE ARANGO MEJIA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de
sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre las sentencias relacionadas con la acción de tutela de
la referencia, proferidas por el Juzgado Promiscuo Municipal de Purísima
(Córdoba) el treinta (30) de mayo de mil novecientos noventa y cinco, en
primera instancia, y por el Juzgado Penal del Circuito de Lorica (Córdoba) el
diez (10) de julio del mismo año, en segunda instancia.
I. ANTECEDENTES
A. La
solicitud
El
dieciséis (16) de mayo de mil novecientos noventa y cinco (1995), actuando
mediante apoderado, el señor Senen Antonio Valencia Montenegro presentó una
acción de tutela ante el Juzgado Promiscuo Municipal de Purísima (Córdoba), en
contra del señor Gecsy Casarrubia Arteaga, alcalde municipal, con el fin de que
se le ordene resolver una petición que el actor presentó el día veintinueve
(29) de diciembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994).
Señala
el actor que, en la última fecha, solicitó al señor alcalde municipal el
reconocimiento y pago de sus prestaciones sociales sin que la autoridad haya
producido la respuesta que el artículo 23 de la Constitución dispone.
Indica
el peticionario que, según el Decreto 797 de 1994, los contratos de trabajo
entre el Estado y sus servidores se consideran suspendidos por el término de
noventa (90) días, contados a partir de la fecha en que se haga efectivo el
despido o el retiro del trabajador, término dentro del cual las respectivas entidades
deberán efectuar el reconocimiento y pago de los correspondientes salarios,
prestaciones e indemnizaciones a que hubiere lugar.
B.
Actuación procesal
El
Juzgado Promiscuo Municipal de Purísima (Córdoba) oyó en declaración al señor
Gecsy Casarrubia Arteaga, quien manifestó no tener conocimiento de la petición
porque en la fecha en que fue presentada no desempeñaba el cargo de alcalde
municipal.
En
diligencia de Inspección judicial practicada en la Secretaría de la Alcaldía
Municipal se verificó la existencia de los decretos 024 de junio 30 de 1992 y
104 de noviembre 4 de 1994, por medio de los cuales se nombró y se declaró
insubsistente, respectivamente, al señor Senen Antonio Valencia Montenegro en
el cargo de Director de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica (UMATA).
La
Secretaria de la Alcaldía Municipal certificó, a solicitud del Juzgado, que
"la petición formulada por el señor SENEN VALENCIA MONTENEGRO, fechada en
diciembre 29 de 1994, no fue contestada por el Alcalde en ese entonces Dr.
Jaime Anaya Llorente".
C.
Sentencia de primera instancia
El
Juzgado Promiscuo Municipal de Purísima (Córdoba), mediante sentencia de mayo
treinta (30) de mil novecientos noventa y cinco (1995), decidió tutelar el
derecho fundamental de petición y ordenó al Alcalde de ese municipio resolver
la petición presentada, en el término de cuarenta y ocho (48) horas.
Se
refirió el despacho judicial al derecho de petición y a la jurisprudencia de la
Corte Constitucional sobre el mismo y luego de analizar las pruebas recaudadas
concluyó que el alcalde municipal omitió la respuesta debida a la solicitud
formulada por el actor.
Consideró
el fallador de primera instancia que no es procedente la acción de tutela para
ordenar el reconocimiento y liquidación de las prestaciones reclamadas por
existir, en el caso concreto, otro medio de defensa judicial ya que "el
accionante puede recurrir a las acciones civiles pertinentes (proceso
ejecutivo) para conseguir que se le cancelen las prestaciones sociales..."
D. La
impugnación
El
alcalde municipal de Purísima (Córdoba) impugnó el fallo de primera instancia y
para tal efecto sostuvo que la petición no fue resuelta por las "razones
sencillas y obvias de estar apenas recibiendo la administración y como se sabe
es difícil avocar en forma inmediata el conocimiento de situaciones que para
entonces eran secundarias".
Consideró
el demandado que en este caso ha operado el silencio administrativo negativo
"por lo que se deduce que el accionante debió ejercer la acción
administrativa correspondiente ante el Tribunal respectivo y no ante su
despacho como acción de tutela".
Según el
impugnante la orden proferida por el Juzgado de primera instancia se produjo
"a cuatro meses de cumplida la condición del artículo 6 del Código
Contencioso administrativo, por lo que a la fecha mayo 30, antecediendo cuatro
meses (abril a enero) no se ve el peligro o la inminencia de violentar un
derecho constitucional fundamental por las razones ya expuestas en su fallo y
argumentada en el decreto 2591 de 1991 de contar con procedimientos y vías
contenciosas expeditas en materia administrativa laboral".
E. La
sentencia de segunda instancia
El
Juzgado Penal del Circuito de Lorica (Córdoba), por sentencia de julio diez
(10) de mil novecientos noventa y cinco (1995), resolvió revocar "en
todas y cada una de sus partes el proveído atacado de fecha mayo treinta de la
presente anualidad por el Juzgado Promiscuo Municipal de Purísima...".
Estimó
el despacho judicial que "El A-quo después de un desprevenido análisis de
la petición prestacional social decidió acertadamente no allanarse a ese
petitum atendiendo a que existía la vía contencioso administrativa para el
incoamiento de dicha petición".
En
cuanto al derecho de petición el fallador de segunda instancia consideró que la
xeroscopia no autenticada de la solicitud, que obra en el expediente, carece de
valor probatorio.
Señaló
el juzgado que las copias tienen el mismo valor probatorio del original
"cuando hayan sido autorizadas por notario, director de oficina
administrativa o de policía, o secretario de oficina judicial, previa orden del
juez"; cuando "sean autenticadas por notario público, previo cotejo
del original o la copia autenticada que se le presente", o "cuando
sean compulsadas del original o de copia autenticada en el curso de inspección
judicial, salvo que la ley disponga otra cosa".
Así
pues, en sentir del juzgador de segunda instancia "mal podríamos acolitar
el criterio del A-quo avalando el documento en comento, por carecer, repetimos,
de la autenticación de rigor".
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de
las decisiones correspondientes al asunto de la referencia, de conformidad con
lo establecido en los artículos 86, inciso segundo, y 241, numeral noveno de la
Carta Política, en concordancia con lo dispuesto en los artículos 33, 34, 35 y
36 del decreto 2591 de 1991. Se procede a la revisión, en virtud de la
selección practicada por la Sala correspondiente y del reparto efectuado en la
forma señalada por el reglamento de la Corporación.
B. La
materia
1. El
asunto a cuya revisión se procede, permite a la Sala reiterar la doctrina
jurisprudencial que la Corte ha expuesto en múltiples pronunciamientos
relativos al derecho de petición.
En
sentencia No. T-054 de 1994 la Corporación se refirió al derecho contemplado en
el artículo 23 de la Carta Política y puntualizó que:
"....comprende
la posibilidad democrática de toda persona para presentar peticiones
respetuosas a las autoridades por motivos de interés general o particular, y
de obtener de aquellas pronta resolución. Tiene bien determinada la
jurisprudencia de la Corte los alcances del derecho de petición, los cuales se
concretan en dos sentidos: el uno consistente en la facultad otorgada a la
persona natural o jurídica, nacional o extranjera, mayor o menor, para formular
sus peticiones ante las autoridades públicas y ahora, en el nuevo régimen
constitucional, ante las organizaciones privadas para obtener la garantía de
sus derechos fundamentales; y el otro, el de obtener de los destinatarios de la
petición una pronta respuesta a la misma..."(M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
Y en
reciente pronunciamiento, la Corte indicó:
"La
posibilidad de presentar peticiones atañe a toda persona y es el presupuesto
indispensable para obtener la pronta resolución del asunto sometido al
conocimiento y a la decisión de la autoridad pública. Esta Corporación, en
reiterados pronunciamientos, ha señalado que el derecho de petición no queda
satisfecho con la simple recepción de las solicitudes y que su relevancia, como
mecanismo que permite la comunicación entre los particulares y el poder público,
no deriva primordialmente de esta etapa inicial sino de la solución que se
brinde a la cuestión planteada.
La
respuesta que le otorga verdadera eficacia al derecho de petición es aquella
que, además de producirse oportunamente, aborda el fondo del asunto de que se
trate; no es otro el sentido de la preceptiva constitucional que se refiere a
la pronta resolución, indicando así que no basta un pronunciamiento que
tocando de manera apenas tangencial las inquietudes del peticionario omita el
tratamiento del problema, la duda o la dificultad expuestos en cada caso. Lo
anterior no significa que en toda circunstancia la decisión deba acoger las
pretensiones del solicitante; lo que se busca es que, cualquiera sea su
sentido, la respuesta desate la materia de la petición" (Sentencia No.
T-299 de 1995. M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero).
2. En el
caso que ahora se analiza, Senen Antonio Valencia Montenegro formuló una
petición al Alcalde Municipal de Purísima (Córdoba) orientada a lograr el
reconocimiento y pago de sus prestaciones sociales. La solicitud fue elevada
por el actor el 29 de diciembre de 1994 y al momento de impetrar la acción de
tutela habían transcurrido más de cuatro meses sin que la autoridad llamada a
responder hubiese emitido el pronunciamiento que el artículo 23 superior exige.
La Corte
Constitucional ha puesto de presente, en armonía con lo dispuesto en el
artículo 6 del Código Contencioso Administrativo, que "cuando quiera
que resulte imposible contar con una decisión dentro de un término razonable no
es el silencio actitud que contribuya a la observancia del derecho; para que
éste resulte respetado la autoridad debe informar, oportunamente, de esa
circunstancia al peticionario haciéndole saber las dificultades presentadas y,
en todo caso, indicándole el momento en que tomará la decisión pertinente o
requiriéndolo para que aclare o complete la solicitud o cumpla las exigencias
legales del caso" (Sentencia No. T-187 de 1995. M.P. Dr. Hernando
Herrera Vergara). En el supuesto de que la autoridad a la que se dirigió la
petición no sea competente para tramitarla y resolverla deberá trasladarla a
quien corresponda y enterar de ello al peticionario.
Empero,
la Corporación también ha sido enfática en rechazar ciertas razones que la
administración suele aducir para justificar la desatención del deber de brindar
oportuna respuesta. Las deficiencias de personal, el volumen de los
expedientes, el orden de las solicitudes o la reestructuración de los sistemas
no son, en sentir de la Corte, motivos razonables, capaces de eximir a las
autoridades de la obligación de resolver con prontitud que, por expreso mandato
constitucional, a ellas atañe.
Aducir,
como lo hace al actual alcalde municipal de Purísima (Córdoba), que la falta de
respuesta obedece a que la petición se elevó durante el período del
burgomaestre anterior y que, por lo mismo, no tuvo tiempo de asumir en forma
inmediata el conocimiento de situaciones que, según sus palabras, al
posesionarse "eran secundarias", lejos de justificar la negligencia
en que incurre, constituye prueba palmaria de la violación que el actor alega y
del escaso interés que le merecen al demandado los derechos del administrado,
considerados, por él, como cuestiones apenas "secundarias".
Cabe,
entonces, recordarle a la autoridad renuente que la Constitución, que juró
cumplir y defender al tomar posesión del cargo que hoy ocupa (art. 122 C.P.),
funda la organización republicana del Estado colombiano en "el respeto de
la dignidad humana" (art. 1 C.P.), consagra como fin estatal la
efectividad de los derechos y encarga a las autoridades de "proteger a
todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes y demás
derechos y libertades..." (art. 2 C.P.).
Así las
cosas, el ejercicio de un derecho no puede, bajo ninguna circunstancia,
estimarse por una autoridad, vinculada a la Constitución y a las leyes, como
un asunto accesorio y de escasa o nula trascendencia porque, son, precisamente,
las autoridades de la república las llamadas a velar, de manera primordial, por
la efectividad de las prerrogativas reconocidas a los asociados.
Nada
justifica, en consecuencia, que el alcalde municipal de Purísima (Córdoba)
después de una demora de cinco meses, transcurridos durante su período,
pretenda restarle importancia al derecho ejercido por el ciudadano Valencia
Montenegro argumentando, en el escrito de impugnación, que el paso del tiempo
es indicativo de la ausencia de vulneración.
En
contra de lo que cree el demandado, tratándose del derecho de petición lo que
la Carta impone es una solución pronta y cuando la autoridad deja vencer el
término previsto legalmente sin generarla, desatiende una obligación de
raigambre constitucional e incurre en la violación del derecho, que se torna
más evidente en la medida en que avanza el tiempo y la autoridad persiste en
desconocer el requerimiento del particular.
El
simple paso del tiempo no convalida la afectación del derecho ni reduce sus
efectos nocivos, sino que los agrava y corrobora la violación cometida que
tampoco resulta saneada merced al silencio administrativo en el que pretende
escudarse el burgomaestre. Al respecto es oportuno recordar el criterio de la
Corte:
"De
acuerdo con lo manifestado, la obligación del funcionario u organismo sobre
oportuna resolución de las peticiones formuladas no se satisface con el
silencio administrativo. Este tiene el objeto de abrir para el interesado la
posibilidad de llevar el asunto a conocimiento del contencioso administrativo,
lo cual se logra determinando, por la vía de la presunción, la existencia de un
acto demandable. Pero de ninguna manera puede tomarse esa figura como
supletoria de la obligación de resolver que tiene a su cargo la autoridad, y
menos todavía entender que su ocurrencia excluye la defensa judicial del derecho
de petición considerado en sí mismo.
De
acuerdo con lo atrás expuesto, no se debe confundir el derecho de petición
-cuyo núcleo esencial radica en la posibilidad de acudir ante la autoridad y en
obtener pronta resolución- con el contenido de lo que se pide, es decir,
con la materia de la petición. La falta de respuesta o la resolución tardía son
formas de violación de aquél y son susceptibles de la actuación protectora del
Juez mediante el uso de la acción de tutela, pues en tales casos se conculca un
derecho constitucional fundamental. En cambio, lo que se debate ante la
jurisdicción cuando se acusa el acto, expreso o presunto, proferido por la
administración, alude al fondo de lo pedido, de manera independiente del
derecho de petición como tal. Allí se discute la legalidad de la actuación
administrativa o del acto correspondiente, de acuerdo con las normas a las que
estaba sometida la administración, es decir, que no está en juego el derecho
fundamental de que se trata sino otros derechos, para cuya defensa existen las
vías judiciales contempladas en el Código Contencioso Administrativo y, por
tanto, respecto de ella no cabe la acción de tutela salvo la hipótesis del
perjuicio irremediable (artículo 86 C.N.) (Sentencia No. T-242 de 1993. M.P.
Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
La Corte
estima que "el silencio administrativo es la mejor demostración de que se
ha conculcado el derecho de petición y el fundamento más claro para proceder a
su tutela".
Pese a
que de lo hasta aquí esbozado se deduce con absoluta claridad que la petición
que motivó la acción de tutela fue presentada y que no obtuvo respuesta, ya que
fuera de la afirmación del actor constan en el expediente las manifestaciones
de la autoridad demandada que, al pretender excusar su propia incuria, admite
no haber considerado la solicitud, el juez de segunda instancia, consideró que
no procedía conceder el amparo pedido porque la fotocopia de la petición
elevada carece de la autenticación que, en su sentir, es imprescindible.
Omitió
el señor Juez Penal del Circuito de Lorica (Córdoba) la apreciación conjunta
de todos elementos que obran en autos y con base en una estimación parcial
desechó, en forma errónea, la tutela impetrada.
Un
examen cuidadoso de la totalidad del material conduce a demostrar,
fehacientemente y sin el mayor esfuerzo, que la solicitud fue presentada y que
pasados cinco meses no había sido resuelta; así lo afirma el alcalde municipal
en el escrito de impugnación y así se desprende del material probatorio que el
fallador de primera instancia acopió y dentro del cual aparece la constancia
expedida por la secretaria de la alcaldía, el día treinta de mayo de 1995, en
la que se certifica que "...la petición formulada por el señor SENEN
VALENCIA MONTENEGRO, fechada diciembre 29 de 1994, no fue contestada por el
Alcalde en ese entonces Dr. Jaime Anaya Llorente".
El señor
Juez Penal del Circuito de Lorica contaba con suficientes pruebas demostrativas
de la vulneración del derecho, debido a que los hechos estaban demostrados, entre
otras pruebas, por la afirmación de la propia autoridad demandada.
Por
último, la Sala considera acertado el criterio del juez de primera instancia al
no acceder a la solicitud del actor enderezada a obtener el pago de las
prestaciones que, según afirma, se le adeudan. Sobre el particular la Corte ha
dicho que "La acción de tutela no fue organizada por el constituyente
para amparar derechos de rango legal. Lo que implica que el juez de tutela se
encuentra sin competencia para abordar la revisión de la titularidad de los
derechos reconocidos en la ley, haciendo adecuaciones normativas de los
supuestos de hecho en que se encuentra el interesado, o evaluando las pruebas
que para determinar los mismos, presente quien aspire a la declaración de
su derecho (Sentencia No. T- 054 de 1994. M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
Previas
las anteriores consideraciones, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión de
Tutelas, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
REVOCAR la
sentencia proferida por el Juzgado Penal del Circuito de Lorica (Córdoba) el
diez (10) de julio de mil novecientos noventa y cinco (1995) y en su lugar CONFIRMAR
la proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de Purísima (Córdoba) el treinta
(30) de mayo del mismo año, por medio de la cual se tuteló el derecho
fundamental de petición al señor SENEN ANTONIO VALENCIA MONTENEGRO y se ordenó
al Alcalde Municipal de Purísima (Córdoba) que dentro del término de cuarenta y
ocho (48) horas procediera a dar contestación "al escrito de fecha 29 de
diciembre de 1994".
SEGUNDO.
LIBRENSE, por
Secretaría, las comunicaciones de que trata el artículo 36 del decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado Ponente
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
540 | T-440-95
Sentencia No. T-440/95
Sentencia No.
T-440/95
DERECHO A LA
PROPIEDAD-Fundamental por
conexidad
El derecho de
propiedad en cabeza del peticionario, en las circunstancias y condiciones en
que aparece alegado, no aparece vinculado con un derecho fundamental; por lo
tanto, en el caso concreto no tiene este carácter.
DERECHO A LA
IGUALDAD-Protección
constitucional
No todo problema
originado en la supuesta vulneración del derecho a la igualdad debe ser
dilucidado y solucionado a través de la acción de tutela, pues ésta exige
fundamentalmente que el asunto tenga raigambre e importancia constitucional.
Frecuentemente se presentan problemas atinentes al derecho a la igualdad que
tienen su origen o fundamento en la violación de la ley, la convención o el
contrato que no debe resolver el juez constitucional de la tutela, sino el juez
ordinario mediante el mecanismo de las acciones procesales ordinarias.
ACCION DE TUTELA
CONTRA JUNTA DIRECTIVA CONDOMINIO CAMPESTRE EL PEÑON-Improcedencia
No procede la
tutela contra la Junta Directiva del Condominio Campestre "El Peñón",
no sólo por existir otro medio de defensa judicial idóneo y eficaz, sino porque
el peticionario no se encuentra frente a dicha Junta en un estado de
subordinación. Tampoco se halla en un estado de indefensión, porque como lo ha
repetido en muchas oportunidades la Corte, éste supone la carencia en cabeza
del peticionario de medios físicos, materiales o jurídicos idóneos y efectivos
para amparar sus derechos fundamentales, situación que en el caso subjudice no
se da, toda vez que dicho peticionario dispone del aludido medio alternativo de
defensa judicial.
REF.:
Expediente T- 65963.
ACTOR:
Rafael Garzón
Ballesteros.
DEMANDADO:
Junta Directiva del
Condominio Campestre "El Peñón".
PROCEDENCIA
Juzgado 22 Penal del
Circuito de Santafé de Bogotá.
TEMA:
No todo problema
relativo a la igualdad debe ser resuelto a través de la tutela. Improcedencia
de la tutela para dirimir controversias sobre propiedad horizontal.
MAGISTRADO
PONENTE:
ANTONIO BARRERA
CARBONELL.
Santafé de Bogotá
D.C., octubre dos (2) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el
proceso de la acción de tutela instaurada por Rafael Garzón Ballesteros contra
la Junta Directiva del Condominio Campestre El Peñón, con fundamento en la
competencia que le asignan los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política
y 33 y 34 del decreto 2591 de 1991.
I. ANTECEDENTES.
1. Hechos y
derechos presuntamente vulnerados.
La Junta Directiva
del Condominio Campestre el Peñón le ha negado al peticionario el derecho de
construir las obras necesarias para realizar el proyecto denominado "Helda
María", que consta de ocho apartamentos en dos pisos, con piscinas y áreas
comunales.
El anteproyecto de
dichas obras fue presentado ante el Comité de Construcciones del mencionado
condominio el día 27 de agosto de 1993, y fue aprobado por éste, como consta en
la comunicación del 15 de septiembre del mismo año. Dicha aprobación quedaba
condicionada a que el peticionario solucionara lo concerniente a las redes de
servicios públicos, lo cual en efecto cumplió.
Posteriormente, el
15 de diciembre de 1993 el demandante presentó el correspondiente proyecto ante
la Junta Directiva para su aprobación definitiva. La Junta negó dicha
aprobación con el argumento de que la Asamblea General de Copropietarios
llevada a cabo durante los días 28 y 29 de septiembre de 1993 había prohibido
la construcción de multifamiliares.
Estima el
peticionario que la decisión de la Junta vulnera su derecho a la igualdad,
porque al negarse su proyecto para la construcción de los aludidos
multifamiliares no se le dio el mismo tratamiento que se le había dispensado al
señor Juan Pablo Jaramillo a quien si se le aprobó un proyecto urbanístico de
similares características y que se había presentado al igual que el del actor,
ante el Comité de Construcciones, para la época en que aún no existía la
mencionada restricción. Igualmente considera, que se ha afectado su derecho de
propiedad porque no existe justificación de orden fáctico, legal o estatutario,
que autorice a la Junta para impedir la realización de su proyecto.
2. Pretensión.
Pretende el actor
que se ordene a la Junta Directiva del Condominio Campestre el Peñón autorizar
la construcción del proyecto arquitectónico "Helda María", por haber
cumplido con todos los requisitos establecidos en el reglamento de copropiedad
del mencionado Condominio.
3. Los fallos que
se revisan.
Según providencia
del 30 de enero de 1995, el Juzgado Sesenta y Cuatro Penal Municipal de Santafé
de Bogotá resolvió no acceder a la petición de tutela por considerar que no
habían sido vulnerados los derechos a la propiedad y a la igualdad.
Anotó que no hubo
quebrantamiento del derecho a la propiedad, porque cuando el peticionario
presentó ante la Junta Directiva el proyecto definitivo, ya se había prohibido
por la Asamblea General la construcción de multifamiliares. Y que tampoco
existió la vulneración del derecho a la igualdad, en razón de que a Jaramillo
ya se le había aprobado por la Junta Directiva el proyecto preliminar desde el
11 de abril de 1990, mientras que el peticionario presentó su proyecto sólo
hasta el 15 de diciembre de 1993.
Observó el juzgado,
que Jaramillo tenía una ventaja frente al actor, consistente en que su proyecto
preliminar había sido aprobado por la Junta Directiva y no por el Comité de
Construcciones, órgano aquél que tiene la competencia para aprobar de manera
definitiva los nuevos desarrollos urbanísticos.
Además de considerar
que el peticionario no tenía un derecho adquirido y que no hubo un trato
discriminatorio, el juzgado estimó que aquél tiene un medio alternativo de
defensa judicial como es el proceso verbal sumario de que trata el título
XXIII, Sección primera del libro 3o. del C.P.C.
El Juzgado Veintidós
Penal del Circuito de Santafé de Bogotá, mediante sentencia del 28 de febrero
de 1994 confirmó el fallo de primera instancia, reproduciendo en lo esencial
los mismos argumentos contenidos en éste.
II. CONSIDERACIONES.
1. Pruebas
allegadas al proceso.
Dentro del
informativo obran las siguientes pruebas:
- Oficio de fecha
agosto 27 de 1993, firmado por Rafael Garzón Ballesteros, y dirigido al Comité
de Construcciones del Condominio Campestre "El Peñón", mediante el
cual presentó un anteproyecto arquitectónico para la construcción de un
conjunto de apartamentos en los lotes 08-09-10 y 11 de la zona 372 del segundo
sector.
- Acta No. 45, de
fecha septiembre 14 de 1993, en donde consta que el Comité de Construcciones
consideró que el aludido anteproyecto se encontraba ajustado a la
reglamentación que para la época regía en el Condominio y que el proyecto
definitivo debía ser sometido a la consideración de la Junta Directiva, para su
aprobación, previo establecimiento de las redes de servicios públicos.
- Cinta
magnetofónica del acta No. 15, correspondiente a la Asamblea General
Extraordinaria del Condominio Campestre "El Peñón" celebrada durante
los días 28 y 29 de septiembre de 1993, que da cuenta de la reforma del
reglamento de la copropiedad y de la prohibición de la construcción de
multifamiliares, con la salvedad de los que ya estuvieran aprobados o en
proceso de construcción.
- Comunicación de
fecha 15 de diciembre de 1993 suscrita por el actor, mediante la cual sometió a
la Junta Directiva la aprobación del proyecto arquitectónico "Helda
María".
- Acta No. 50 del
Comité de Construcciones del 15 de diciembre de 1993 en la cual consta que los
anteproyectos de los arquitectos Juan Pablo Jaramillo y Rafael Garzón,
relacionados con el desarrollo de construcciones en los lotes 219 primer sector
y 08-09-10 y 11 de la zona 372 del segundo sector, en su orden, se encuentran
ajustados al reglamento de construcción del Condominio.
- Documentos en los
cuales consta, exigencias de reformas a los anteproyectos arquitectónicos de
Garzón y Jaramillo, la presentación de planos por éste y las aprobaciones dadas
por la Junta para la realización de su proyecto (actas 144 del 11 de abril de
1990, 180 de febrero 20 y 200 de julio 16 de 1994 de la Junta Directiva y 53 de
mayo 8 y 56 de junio de 1994 del Comité de Construcciones).
- Documentos que dan
noticia de la insistencia del actor para que se definiera la suerte de su
proyecto y de la negativa de la Junta Directiva a aprobarlo (comunicaciones de
octubre 4 de 1994 y de noviembre 24 de 1994).
- Inspección
judicial. Dentro de la inspección judicial ordenada por la Sala durante la
etapa de revisión se allegaron algunos de los documentos ya mencionados y se
constató, entre otras cosas, lo siguiente:
En los lotes 8, 9,
10 y 11 de la zona 372 segundo sector de propiedad del peticionario no se
encontraron construcciones. Tampoco existen éstas en el lote de la zona 219 del
primer sector que corresponde al proyecto de Jaramillo; únicamente se halló en
dicho lote una valla con propaganda alusiva a la venta de apartamentos en un
conjunto residencial denominado "Balcones del Mediterráneo".
2. La cuestión de
fondo.
De acuerdo con lo
señalado y alegado por el peticionario y lo que muestra el acervo probatorio,
la Sala debe analizar la naturaleza de los derechos que se dicen vulnerados, la
índole de la relación jurídica existente entre el demandante y el demandado y,
por consiguiente, la determinación de la procedencia de la acción de tutela
contra el particular la Junta Directiva del Condominio Campestre "El
Peñón, y la existencia de otro medio de defensa judicial de que pueda disponer
el peticionario para salvaguardar sus derechos.
- El derecho de
propiedad sólo excepcionalmente, esto es, cuando se lo vincula directamente a
un derecho fundamental, es posible considerarlo como un derecho fundamental por
conexidad.
Sobre el punto la
Corte ha expresado lo siguiente:
"La
posibilidad de considerar el derecho a la propiedad como derecho fundamental
depende de las circunstancias específicas de su ejercicio. De aquí se concluye
que tal carácter no puede ser definido en abstracto, sino en cada caso
concreto. Sólo en el evento en que ocurra una violación del derecho a la
propiedad que conlleve para su titular un desconocimiento evidente de los
principios y valores constitucionales que consagran el derecho a la vida a la
dignidad y a la igualdad, la propiedad adquiere naturaleza de derecho
fundamental y, en consecuencia, procede la acción de tutela. Dentro de este
marco general, el reconocimiento de la propiedad, entendido como un derecho
fundamental se presenta siempre que sea ejercido dentro de los límites que
imponen las leyes y el orden social. No puede alegarse la violación de un derecho,
en este caso la propiedad, cuando existe duda sobre la adquisición o la licitud
del objeto que se busca amparar". (Sentencia T-506/92. M.P. Ciro Angarita Baron).
"Si bien el
carácter de fundamental del derecho a la propiedad privada es relativo, la Corte
Constitucional ha reconocido que, en los casos en los que su desconocimiento
conduzca a la vulneración de los derechos fundamentales a la vida, a la
igualdad y a la dignidad humana, éste adquiere el carácter de derecho
fundamental". (Sentencia
No. T-125/94. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
"El derecho
a la propiedad, sólo puede tutelarse cuando de su violación se desprenda
claramente que también se vulnera otro derecho fundamental -vida, salud,
seguridad social, etc-, cuya efectividad debe restablecerse con urgencia, pues
de lo contrario, los efectos de la conculcación incidirían desfavorablemente en
la supervivencia del afectado y sus legitimarios o en las condiciones que la
hacen digna". (Sentencia
T-483/94. M.P. Carlos Gaviria Diaz).
En el caso concreto
considera la Corte que el derecho de propiedad en cabeza del peticionario, en
las circunstancias y condiciones en que aparece alegado, no aparece vinculado
con un derecho fundamental; por lo tanto, en el caso concreto no tiene este
carácter. En tal virtud, no es posible que el peticionario pueda demandar su
protección a través de la tutela, mecanismo que ha sido instituido para la
defensa de los derechos constitucionales fundamentales.
En tales
circunstancias, es obvio que sobra cualquier análisis de la Sala tendente a
determinar sí en el caso concreto existió o no violación de dicho derecho.
- Alega el peticionario que la Junta
Directiva le ha vulnerado el derecho fundamental a la igualdad, porque el 16 de
abril de 1994 le fue aprobado a Jaramilllo un proyecto de construcción en la
zona de reserva 219 y, en cambio, el presentado por él en idénticas
circunstancias no fue aprobado.
No todo problema
originado en la supuesta vulneración del derecho a la igualdad debe ser
dilucidado y solucionado a través de la acción de tutela, pues ésta exige
fundamentalmente que el asunto tenga raigambre e importancia constitucional.
Frecuentemente se
presentan problemas atinentes al derecho a la igualdad que tienen su origen o
fundamento en la violación de la ley, la convención o el contrato que no debe
resolver el juez constitucional de la tutela, sino el juez ordinario mediante
el mecanismo de las acciones procesales ordinarias. Por lo tanto, en cada caso
concreto es necesario precisar si el asunto debe resolverse bajo la órbita
estrictamente constitucional o por el contrario dentro del ámbito meramente
legal o reglamentario. La inexistencia del medio de defensa judicial, o en caso
de existir éste, la falta de idoneidad, efectividad o eficacia del mismo en un
caso concreto o la evidencia de la ocurrencia de un perjuicio irremediable, son
determinantes en cada evento sometido a estudio del juez de la procedencia o
improcendencia de la tutela como mecanismo definitivo o transitorio, cuando se
viola el derecho a la igualdad.
Estima la Sala que
para efectos de determinar la alegada violación del derecho a la igualdad en el
presente caso, necesariamente tendría que abordar un análisis complejo que
escapa del ámbito constitucional y que no se circunscribiría sólo al campo
legal y reglamentario, sino al ámbito estatutario que contiene el conjunto de
reglas particulares relativas al régimen de copropiedad a que se encuentra
sometido el conjunto residencial Condominio Campestre "El Peñón". En
efecto, para alcanzar dicha finalidad la Sala tendría que dilucidar, entre
otros, aspectos y elementos atinentes a:
1. La naturaleza
especial del régimen de propiedad horizontal adoptado en el Condominio
Campestre "El Peñón", con fundamento en las leyes 182 de 1948 y 16 de
1985.
2. Los derechos que
conforme a la ley y al reglamento de copropiedad se derivan para los titulares
de las unidades individuales de dominio.
3. El alcance de las
facultades y atribuciones de los órganos directivos y administrativos.
4. Las limitaciones
o restricciones válidas que dichos órganos pueden establecer en relación con
las referidas unidades.
5. La validez, en el
caso concreto, de la prohibición establecida por la Asamblea General para la
construcción de multifamiliares.
6. La determinación
acerca de si los señores Garzón y Jaramillo tenían o no un derecho adquirido
con arreglo al reglamento de copropiedad para desarrollar proyectos de
construcción en los lotes en cuestión.
7. La delimitación
técnica y jurídica, a la luz del aludido reglamento entre anteproyecto,
proyecto preliminar y proyecto definitivo de construcción y los órganos
competentes para aprobarlos en cada caso, según las circunstancias particulares
en que se encontraba tanto Garzón como Jaramillo.
Como puede
observarse del anterior planteamiento, el problema que debe resolver la Sala no
tiene relevancia constitucional y requiere por su magnitud, complejidad y su
naturaleza estrictamente legal y convencional, de un debate amplio en las
instancias de la vía ordinaria; por consiguiente, el mecanismo que se debe
utilizar para su solución no es la acción de tutela sino la vía procesal
ordinaria prevista en la ley.
De acuerdo con la
normatividad sobre propiedad horizontal, las diferencias que surjan entre
propietarios y entre éstos y la administración, con motivo del ejercicio de sus
derechos o el cumplimiento de sus obligaciones, como propietarios de los bienes
de dominio exclusivo o particular, al igual que las diferencias que surjan
sobre la obligatoriedad y alcance del reglamento de copropiedad y de las
decisiones de los órganos administrativos y directivos, deberán dirimirse a
través del proceso verbal sumario a que alude el artículo 435, parágrafo 1o.,
numeral 1 del Código de Procedimiento Civil, según el cual al trámite de dicho
proceso se somete a las "controversias sobre la propiedad horizontal de
que tratan el artículo 7o. de la Ley 182 de 1948 y los artículos 8o. y 9o. de
la Ley 16 de 1985".
Por lo demás, no
procede la tutela contra la Junta Directiva del Condominio Campestre "El
Peñón", no sólo por existir otro medio de defensa judicial idóneo y
eficaz, sino porque el peticionario no se encuentra frente a dicha Junta en un
estado de subordinación. Tampoco se halla en un estado de indefensión, porque
como lo ha repetido en muchas oportunidades la Corte, éste supone la carencia
en cabeza del peticionario de medios físicos, materiales o jurídicos idóneos y
efectivos para amparar sus derechos fundamentales, situación que en el caso
subjudice no se da, toda vez que dicho peticionario dispone del aludido medio
alternativo de defensa judicial .
Tampoco procede la
tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, porque
aun cuando éste ha sido alegado no se encuentra acreditado. En efecto, no
existen en el expediente elementos de juicio que permitan establecer y valorar
las inversiones que el peticionario alega haber realizado, al igual que sus
presuntos asociados en el desarrollo del proyecto urbanístico en referencia, ni
la existencia de operaciones comerciales con terceros interesados en la
adquisición de los apartamentos que conformarían el conjunto habitacional
proyectado, de las cuales pueda deducirse el aludido perjuicio.
De otra parte, el
alegado perjuicio no se presenta puesto que el derecho de propiedad del
peticionario sigue incólume y puede ser objeto de uso, disfrute y disposición.
Además, las mejoras realizadas por el peticionario consistentes en la
prolongación de las redes de acueducto y alcantarillado y con respecto al
servicio de energía, no sólo aumentan del valor venal de la propiedad, sino
que en concepto de aquél pueden utilizarse para construcciones de viviendas
unifamiliares o multifamiliares en el futuro.
Finalmente advierte
la Corte que este caso no es igual al de la sentencia T-333/95, proferida por
la Sala Primera de Revisión[1],
porque en esa oportunidad se estimó que el caso tenía relevancia constitucional
y no legal dado que la Junta Administradora del Conjunto Residencial Montana,
con evidente abuso de poder, impuso a los actores de la tutela, contra su
voluntad, la obligación de recibir el servicio de TV Cable en sus apartamentos,
violándose sus derechos a la libertad y a la intimidad.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de tutelas, en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución Nacional,
RESUELVE:
PRIMERO. CONFIRMAR la sentencia de fecha 28 de
febrero de 1994 del Juzgado Veintidós Penal del Circuito de Santafé de Bogotá,
por medio de la cual se confirmó el fallo proferido por el Juzgado Sesenta y
Cuatro Penal Municipal de la misma ciudad, que denegó la tutela interpuesta por
Rafael Garzón Ballesteros contra la Junta Directiva del Condominio Campestre
"El Peñón".
SEGUNDO. Comunicar la presente decisión al Juzgado
Sesenta y Cuatro Penal Municipal de Santafé de Bogotá, con el fin de que
proceda a dar cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 36 del decreto 2591
de 1991.
Notifíquese, cópiese, publíquese, cúmplase
e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General.
[1] M.P. Antonio Barrera
Carbonell. |
541 | T-441-95
Sentencia No. T-441/95
Sentencia No.
T-441/95
ARCHIPIELAGO DE
SAN ANDRES-Control
poblacional/DERECHO A LA EDUCACION-Límite por control poblacional/DERECHO
A LA FAMILIA-Límite por control poblacional
No existe en expediene prueba alguna que
permita afirmar que la Oficina de control de circulación y residencia haya
violado o amenazado los derechos fundamentales de la actora y su hermana. Antes
bien, el acervo probatorio indica que fue el comportamiento ilegal e
injustificado de la madre de las menores, el que las puso en la situación de
sufrir el perjuicio de una interrupción abrupta de sus estudios. Así, la acción
de tutela no es procedente, aún siendo invocada por una menor para la
protección de sus derechos prevalentes, cuando la amenaza contra los mismos se
deriva directamente de la situación irregular en la que su madre insiste en
mantenerla.
ABUSO DEL DERECHO
POR LOS PADRES-Control
poblacional/ACCION DE TUTELA TEMERARIA/COSTAS
La progenitora viene irrespetando los
derechos de la comunidad raizal que la ha tratado solidariamente; también dan
cuenta esos medios de que la señora insiste en abusar de los propios derechos,
con lo cual claramente sigue violando el deber ciudadano. Además, existen varios
indicios de que la señora está usando a sus hijas para, de manera consciente,
violar la ley. La buena fé que debe presidir sus relaciones con las
autoridades, y que éstas han honrado, no rige el comportamiento de la
coadyuvante en esta causa. En la parte resolutiva de esta sentencia se
condenará a la representante de la actora y coadyuvante en el presente proceso,
al pago de las costas ocasionadas por el mismo.
DERECHOS DEL
MENOR-Protección/DERECHOS
DEL NIÑO-Prevención a los padres
Es indudable que la actora y su hermana
menor requieren de protección para sus derechos constitucionales, no en contra
de la actuación de la entidad demandada, sino de las consecuencias dañinas de
la situación irregular en que su madre insiste en mantenerlas. Por tanto, la Corte
ordenará que se les permita culminar el actual período académico en los
planteles donde estudian, pero prevendrá a los representantes legales de esas
instituciones, que no deben renovar tal vinculación para el año 1996, so pena
de las sanciones contempladas en la ley para el desacato; además, prevendrá a
la progenitora, sobre las consecuencias que puede ocasionar su obstinación en
desatender la orden legítima de la Oficina de Control de Circulación y
Residencia, y el daño que puede ocasionar a las menores y a su familia, si
continúa usándolas para burlar la ley.
Ref.: Expediente No. T-75409
Acción de tutela
contra la Oficina de Control de Circulación y Residencia del Departamento de
San Andrés, Providencia, y Santa Catalina por la presunta violación de los
derechos a la educación y a la familia.
Tema:
La acción de tutela
no es procedente, aún siendo invocada por una menor para la protección de sus
derechos prevalentes, cuando la amenaza contra los mismos se deriva
directamente de la situación irregular en la que su madre insiste en
mantenerla.
Actor: A
Magistrado
Ponente: Dr. Carlos
Gaviria Díaz
Santafé de Bogotá
D.C., dos (2) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera Vergara, y Carlos Gaviria
Díaz, este último en calidad de ponente,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN,
procede a dictar
sentencia de revisión en el proceso de la referencia.
ANTECEDENTES
1. HECHOS.
Según la declaración
jurada que rindió la madre de la actora, María Magdalena Silva de Riquett, ante
el Juzgado Promiscuo Municipal de la Isla de Providencia el 9 de mayo del
presente año (folio 8), los hechos relevantes para la revisión del presente
proceso son:
La señora Silva de
Riquett es separada y tiene cinco hijos, dos de los cuales viven actualmente
con ella en el Departamento Archipiélago -la actora, A, y su hermana B-. Su
esposo y los otros hijos viven en Barranquilla.
En el mes de febrero
de 1993, la señora Silva de Riquett se trasladó al Departamento de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina, donde se estableció con sus dos hijas menores,
sin adelantar trámite alguno para regularizar su permanencia en el
Archipiélago.
Mediante la
Resolución No. 061 del 30 de Marzo de 1994, la Oficina de Control de
Circulación y Residencia -OCCRE- la declaró en situación irregular y le ordenó
abandonar el territorio del Departamento; tal resolución le fue notificada y
quedó en firme sin que en su contra se interpusiera recurso alguno.
La señora Silva de
Riquett abandonó el Departamento por un mes, dejando a las dos menores bajo el
cuidado de otra de sus hermanas y de una vecina, para regresar subrepticiamente
y permanecer residiendo de manera irregular en el sector de Pueblo Viejo.
Requerida nuevamente
(8 días después de su regreso), para que abandonara el territorio departamental,
acudió a los buenos oficios del Personero Municipal de San Andrés, quien
intercedió para que se le autorizara a permanecer hasta terminar el año
académico, a fin de no perjudicar a las dos menores que se encontraban
matriculadas en colegios locales. Como consta a folio 12, la Oficina de Control
de Circulación y Residencia accedió a permitir la estadía hasta el 1° de
diciembre de 1994, sólo en consideración a la situación de las menores, y
advirtiendo que no admitiría más dilaciones.
Sin embargo, la madre
de la actora abusó de esa condescendencia de las autoridades, y de manera
irregular permaneció en el Archipiélago, logrando matricular nuevamente a sus
hijas menores para el período escolar correspondiente a 1995.
La Oficina de
Control de Circulación y Residencia verificó el hecho anterior, y nuevamente
exigió a la señora Silva de Riquett abandonar el territorio departamental.
2. DEMANDA DE
TUTELA.
El 8 de mayo del
presente año, la menor A presentó ante el Juzgado Promiscuo Municipal de la
Isla de Providencia una demanda de tutela en la que se presentan los hechos de
la manera siguiente:
“Mi madre MARIA
SILVA, identificada con la cédula de ciudadanía No. 22´432.843 expedida en
Barranquilla, fue notificada de una Resolución de la Oficina de la OCCRE, mediante
la cual se le conmina para que abandone el Territorio del Departamento, por no
llenar presuntamente los requisitos establecidos en el Decreto 2762 del 13 de
Diciembre de 1991. Como usted entenderá ésta decisión acarrea como
consecuencia, que yo y mi hermana menor tengamos que suspender nuestras labores
escolares a esta altura del año académico en el que es imposible nuestra
reubicación en otro Plantel Educativo; e igualmente se me coarta el derecho a
permanecer con mi familia, ya que al momento de respetar el Derecho a la
Educación se me separaría de mi madre. Es por ello que al ser amenazado uno de
los Derechos Primordiales de todo menor, acudo ante usted con la certeza y
convicción de que se me respetará el Sagrado Derecho a la Educación y la Familia”
(folio 1).
3. FALLO DE
PRIMERA INSTANCIA.
El Juzgado Promiscuo
Municipal de la Isla de Providencia dictó sentencia de primera instancia el 15
de mayo del año en curso, amparando los derechos de la menor, y ordenando a la
Oficina de Control de Circulación y Residencia “abstenerse de hacer que la
señora María Silva, abandone el Departamento Insular hasta cuando las menores;
A y B, culminen sus estudios correspondientes al año 1995” (folio 30).
Basó su decisión el
Juzgado de instancia en la consideración del trauma que sufriría la actora con
la interrupción de su año escolar y posterior adaptación a otro establecimiento
educativo.
4. IMPUGNACIÓN.
La autoridad
demandada impugnó la anterior sentencia insistiendo en la irregularidad de la
residencia de la señora Silva de Riquett y sus dos hijas en el Archipiélago,
haciendo notar que la dicha señora ya había gozado de un permiso excepcional
-precisamente basado en la consideración de las autoridades por los derechos
aducidos por la actora-, y que la dicha señora abusó de tal condescendencia.
5. FALLO DE
SEGUNDA INSTANCIA.
El Juzgado Civil del
Circuito de San Andrés, Providencia y Santa Catalina conoció de la impugnación
y decidió, el 28 de junio de 1995, confirmar parcialmente el fallo de primera
instancia, como aparece explicado en la transcripción siguiente:
“Este despacho
estima, que YA ES UNA REALIDAD que las menores están cursando el año de 1995 en
los Colegios Ayacucho de San Felipe y el Junin, y sería UN DESASTRE para ellas
que se les interrumpiera sus estudios”.
“Pero no se debe
seguir permitiendo a la señora MARIA SILVA que siga violando la Legislación
Especial de estas Islas, mediante NUEVAS MATRICULAS EN PROXIMOS AÑOS”.
“Por tanto, este
despacho deberá confirmar el fallo de tutela, pero, será ampliado en el sentido
de que se deberá oficiar a los dos colegios donde están estudiando las menores,
para que se abstengan para el año de 1996 de matricular a las menores.---Y se
deberá hacer una CIRCULAR para el resto de colegios de la Isla de Providencia
en igual sentido.---”
“Además el Despacho
ampliará el fallo de tutela, en el sentido de permitir a la señora MARIA SILVA
y a sus dos hijas menores, una estadía extra de tres meses después de la
culminación del año educativo de 1994 (sic), a fin de que puedan efectuar todas
las gestiones de terminación de contratos de arrendamientos, y demás aspectos
de vinculaciones con la Isla de Providencia” (folios 47 y 48).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente para pronunciarse en el grado de revisión sobre
los fallos proferidos en el trámite del presente proceso, en virtud de los
artículos 86 y 241 de la Carta Política. Corresponde adoptar la decisión a la
Sala Cuarta de Revisión de Tutelas, según el reglamento interno de la Corte, y
el auto de la Sala de Selección Número Ocho del 2 de agosto de 1995.
2. USO DE MENORES
PARA VIOLAR LA LEY.
La señora María
Magdalena Silva de Riquett, interrogada por la Jueza de primera instancia,
manifestó libremente y bajo la gravedad del juramento, que “sí, puedo
constituírme en su representante (de la menor actora) para esta acción de
tutela, igualmente coadyuvo lo dicho por mi hija en la acción interpuesta”
(folio 8). Por tanto, esta Sala considerará inicialmente su participación en
los hechos que dieron origen al presente proceso.
En 1993 la señora
Silva de Riquett se trasladó con dos de sus hijas al Departamento de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina, donde se estableció, ignorando las disposiciones
que sobre control poblacional en esa entidad territorial estableció el Decreto
2762 de 1991. En 1994 la Oficina de Control de Circulación y Residencia, luego
de verificar la irregularidad de su residencia en el Archipiélago le ordenó
abandonar el territorio departamental, entendiendo que las menores seguirían a
su madre como lo hicieron antes (folio 38). Es sabido que no fue así; la señora
Silva de Riquett regresó, y ante la insistencia de la OCCRE, acudió a la
intervención del Personero Municipal para que no se interrumpiera el año
escolar de las menores; atendiendo a esa razón, y velando por la eficacia de
los derechos fundamentales alegados por la actora, la entidad demandada le
otorgó un permiso temporal de residencia, sometido a las condiciones que
constan a folio 13: 1) hasta el 1° de diciembre de 1994, 2) sólo para
permanecer con las menores, y 3) “Esta autorización no es prorrogable por lo
cual no podrán matricularse para el año 1995 sin el lleno de la totalidad de
los requisitos exigidos para la expedición de la tarjeta de residencia temporal
a su nombre y el de sus dependientes”.
Cumplido el plazo,
la señora Silva de Riquett tampoco cumplió con la orden de abandonar las islas;
según adujo (folio 8 vuelto): “...se me presentó una emergencia con la otra
hija que estaba aquí, tuve que hacer gastos para médico, y no tenía plata para
viajar”. Sin embargo, la representante de la actora no acudió a la Oficina de
Control de Circulación y Residencia para que se considerara esa presunta
calamidad doméstica; en lugar de ello, decidió prolongar indefinidamente su
permanencia irregular y, meses después, matricular nuevamente a las dos
menores, en abierta y clara violación de las condiciones que la autoridad
legítimamente le había impuesto, y del artículo 5 del Decreto 2762 de 1991.
De nuevo requerida
por la autoridad competente para que abandonara el territorio insular, la
señora Silva de Riquett no adujo en defensa de su comportamiento ilegal razón
alguna; pero la menor actora impetra el amparo constitucional de sus derechos
fundamentales, y su señora madre la representa y ¡coadyuva la causa!.
Al respecto, esta
Sala debe hacer las siguientes precisiones:
No existe en el
expediente prueba alguna que permita afirmar que la Oficina de Control de
Circulación y Residencia haya violado o amenazado los derechos fundamentales de
la actora y su hermana. Antes bien, el acervo probatorio claramente indica que
fue el comportamiento ilegal e injustificado de la madre de las menores, el que
las puso en la situación de sufrir el perjuicio de una interrupción abrupta de
sus estudios. Así, la acción de tutela no es procedente, aún siendo invocada
por una menor para la protección de sus derechos prevalentes, cuando la amenaza
contra los mismos se deriva directamente de la situación irregular en la que su
madre insiste en mantenerla. En consecuencia, en la parte resolutiva de esta
providencia se revocarán las decisiones de instancia, pues esta Corte encuentra
que la Oficina demandada ni violó ni amenazó los derechos de la actora.
Esas mismas pruebas
dan fe de que la señora Silva de Riquett viene irrespetando los derechos de la
comunidad raizal que la ha tratado solidariamente; también dan cuenta esos medios
de que la dicha señora insiste en abusar de los propios derechos, con lo cual
claramente sigue violando el deber ciudadano consagrado en el numeral 1 del
artículo 95 de la Constitución. Además, existen varios indicios de que la dicha
señora está usando a sus hijas para, de manera consciente, violar la ley. La
buena fé que debe presidir sus relaciones con las autoridades (art. 83 C.N.), y
que éstas han honrado, no rige el comportamiento de la coadyuvante en esta
causa. Así, dando aplicación al inciso tercero del artículo 25 del Decreto 2591
de 1991, en la parte resolutiva de esta sentencia se condenará a la
representante de la actora y coadyuvante en el presente proceso, al pago de las
costas ocasionadas por el mismo.
3. NECESIDAD DE
PROTEGER A LAS MENORES DE LAS CONSECUENCIAS DE UNA ACTUACIÓN IRREGULAR DE SU
MADRE.
Encuentra esta Sala
que la versión parcial y temeraria de los hechos que fue consignada en la
demanda, no obedece a mala fé de la actora, sino a la circunstancia de que ella
conoce de las relaciones entre su madre y las autoridades, sólo a través de la
versión de su progenitora. Además, tanto ella como su hermana se encuentran
bajo la guarda materna, y no se puede asegurar que comprenden que se las está
usando para violar la ley, ni que pueden evitarlo.
Así, es indudable
que la actora y su hermana menor requieren de protección para sus derechos
constitucionales, no en contra de la actuación de la entidad demandada, sino de
las consecuencias dañinas de la situación irregular en que su madre insiste en
mantenerlas. Por tanto, la Corte ordenará que se les permita culminar el actual
período académico en los planteles donde estudian, pero prevendrá a los
representantes legales de esas instituciones, que no deben renovar tal
vinculación para el año 1996, so pena de las sanciones contempladas en la ley
para el desacato; además, prevendrá a la señora María Magdalena Silva de
Riquett, sobre las consecuencias que puede ocasionar su obstinación en
desatender la orden legítima de la Oficina de Control de Circulación y
Residencia, y el daño que puede ocasionar a las menores y a su familia, si
continúa usándolas para burlar la ley.
DECISIÓN
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, en
nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. Revocar la sentencia proferida por el
Juzgado Civil del Circuito de San Andrés, Providencia y Santa Catalina el 28 de
junio de 1995; en su lugar, denegar la tutela impetrada por una menor -cuyo
nombre se ordena no revelar en las publicaciones sobre este fallo-, en contra
de la Oficina de Control de Circulación y Residencia, por hallar que ésta
entidad ni violó, ni amenazó los derechos constitucionales de la actora.
SEGUNDO. Ordenar a la Oficina de Control de
Circulación y Residencia de San Andrés, Providencia y Santa Catalina que, para
proteger a la actora y a su hermana de las consecuencias dañinas del
comportamiento irregular de su madre, les permita terminar el año académico que
está por culminar, antes de hacer efectiva la orden para que la señora María
Magdalena Silva de Riquett y su familia abandonen el territorio del Archipiélago.
TERCERO. Condenar a la señora María Magdalena Silva
de Riquett al pago de las costas que se hubieren ocasionado en el trámite del
presente proceso, por darse la circunstancia prevista en el artículo 25 del
Decreto 2591 de 1991. Procederá a liquidarlas de acuerdo con la ley, el Juzgado
Promiscuo Municipal de la Isla de Providencia.
CUARTO. Prevenir a la señora María Magdalena Silva
de Riquett, representante legal de la actora y coadyuvante en esta causa, para
que se abstenga de seguir usando a sus hijas menores y sus derechos
constitucionales, con el fin de violar la ley que regula la residencia en el
Departamento de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, so pena de las
sanciones contempladas en el Decreto 2591 de 1991 para el desacato.
QUINTO. Ordenar a los representantes legales de la
Escuela Ayacucho de San Felipe y del Colegio Junín de la Isla de Providencia,
abstenerse de matricular para el período académico de 1996 a las menores A y B.
SEXTO. Comunicar la presente sentencia al Juzgado
Promiscuo Municipal de la Isla de Providencia, para los efectos del artículo 36
del Decreto 2591 de 1991.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DÍAZ
Magistrado Ponente
JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
542 | T-442-95
Sentencia No. T-442/95
Sentencia No.
T-442/95
DERECHO A LA
EDUCACION-Retiro
voluntario por embarazo/ESTUDIANTE EMBARAZADA
Se ha dicho que
no se puede retirar de un colegio o universidad a la estudiante embarazada
porque esto atenta contra la autonomía de la futura madre. Pero otra cosa muy
distinta es cuando la propia progenitora de la alumna solicita y firma la
cancelación de la matrícula de su hija, días antes de instaurar la acción de
amparo.
REF: Expediente
Nº72938
Peticionario:
Sofía Ortiz Lancilla
Procedencia:
Juzgado Segundo Penal del Circuito de la Plata (Huila).
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., tres (3) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la acción de
tutela radicada bajo el Nº72938, interpuesta por Emma Sofía Ortiz Lamilla
contra el Rector del Colegio Cooperativo Mixto de la Plata.
ANTECEDENTES
1. Solicitud.
Dice la peticionaria
que está embarazada (7 meses de gestación cuando presentó la tutela el 12 de
mayo de 1995) y que por tal circunstancia "la rectoría del colegio me hizo
cancelar mi matrícula" y desea seguir estudiando.
2. Relato de lo
ocurrido.
-Octubre de 1994: la
joven Emma Sofía Ortiz Lamilla, informa en la acción de tutela que en tal mes
quedó embarazada.
-18 de enero de
1995: se matrícula y niega estar embarazada. Dice la misma Emma Sofia Ortiz en
declaración juramentada:
"Ese
convencimiento (de que no estaba embazada) fue tanto de mi mamá como del Rector
y Coordinador, porque yo les mentí con el fin de que me recibieran la
matrícula".
-26 de abril de
1995: Según la misma Emma Sofía, el Rector "me dijo que no podía seguir en
el colegio hasta que mi mamá no fuera a hablar". Según el Rector: "me
vi abocado a la necesidad de citarla a usted (a la madre) como responsable de
la formación y cuidado de la alumna, para informarle oficialmente acerca de la
situación por la cual atravesaba su hija". Esto se halla consignado en una
comunicación del Rector a la madre de Emma Sofía Ortiz.
La fecha 26 de abril
de 1995 se deduce de que la misma Emma Sofía habla de un miércoles, dos semanas
después de semana Santa.
-3 de mayo de 1995:
según la misma alumna el Rector les dijo a ella y a la madre que "yo no
podía seguir en la Institución porque le habíamos mentido"; según el
Rector, la reclamación no fue por el embarazo, no hubo expulsión y se le
recomendó cambiar de colegio.
- 5 de mayo de 1995:
la propia madre María Emma Lamilla, acude al Colegio (el Rector no se hallaba
presente) y en la Secretaría del Colegio Cooperativa, en la hoja de matrícula hace
escribir que
"cancela la
matrícula por retiro voluntario".
Y firma la madre, de
su puño y letra.
La funcionaria del
Colegio, María Hernández, declara que la madre de la solicitante de la tutela
se presentó en la Secretaría, expresó que retiraba a su hija del Colegio para
pasarla a otro establecimiento y que cancelaba la matrícula en esa fecha para
no tener que pagar el mes de mayo.
-8 de mayo de 1995:
la madre de la joven Ortiz le pide al Rector que explique por escrito por qué
"destituyo" a su hija.
-9 de mayo de 1995:
El Rector responde que en ningún momento se ha expulsaba a la joven. Y,
evidentemente, en ningún momento hubo expresión.
12 de mayo de 1995:
se instaura la tutela.
Se colige de lo
anterior:
a- El colegio no
expulsó a la alumna,
b- La propia madre
fue quien protocolizó la cancelación de la matrícula de la joven, y lo hizo
antes de presentar la acción de tutela.
c. La misma Emma
Sofía Ortiz Lancilla, en su declaración reconoce que ella dejó de asistir al
Colegio y que "en absoluto" ha habido animadversión o mal querencias
del Rector o los profesores para con ella.
d- Los directivos
del Colegio han expresado que recibirían nuevamente a la alumna.
3. Decisión del
Juez 2º Penal del Circuito de la Plata, 26 de mayo de 1995.
No concedió la
tutela. Explica así su determinación:
"Sin embargo
consideramos que en éste caso de acuerdo a lo que se logró probar con las
diligencias que hemos relacionado anteriormente no se vulneró ninguno de los
derechos invocados por la estudiante Emma Sofía Ortíz Lamilla puesto que como
lo sostenía el rector y los docentes que rindieron declaración en éste asunto,
el colegio dentro de su potestad educativa y de formación de sus estudiantes
creyó conveniente informarle a la señora María Emma Lamilla de la situación que
planteaba con su hija debido al estado de gravidez de ésta llamándole la
atención por haber faltado a la verdad en el momento de la matrícula y de ahí
que por el tanta veces mencionado engaño le insinuara que cambiara de
Institución, sin entrar a tomar decisiones que implicaban un acto
administrativo en el evento de que se hubiera optado por su expulsión, lo cual
no sucedió, sino por un mal entendido razonamiento de la madre representante de
la estudiante ésta creyó equivocadamente que las Directivas del colegio le
habían exigido el retiro definitivo del plantel cuando como se sabe para que
esto ocurra tiene que mediar como lo índica el manual de convivencia una
resolución rectoral que se le comunica a los interesados y sin éste requisito a
motu propio procedió a cancelar la matrícula.
Por manera que de
acuerdo a lo analizado anteriormente, el Despacho no tutelará los derechos
impetrados en su demanda por la estudiante Emma Sofía Ortíz Lamilla, pues como
se dijo el Rector del Colegio Cooperativo no infringió ninguno de esos mandatos
Constitucionales y dentro de la armónica relación que debe existir entre
Directivos del Colegio, padres de familia y educandos como lo explicara el
demandado a pesar de la cancelación de la matrícula se tiene la posibilidad que
Emma Sofía continúe asistiendo a sus labores académicas para que finalice
normalmente su año lectivo como quiera que en el espíritu de las Directivas del
Colegio encabezadas por el Rector está el de proceder de acuerdo con la ley en
la de contribuir con la protección de los derechos fundamentales consagrados en
la Constitución y en el Código del Menor."
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
II. CASO
CONCRETO.
La Corte
constitucional, en numerosas oportunidades, ha dicho que no se puede retirar de
un colegio o universidad a la estudiante embarazada porque esto atenta contra
la autonomía de la futura madre.
Pero otra cosa muy
distinta es cuando la propia progenitora de la alumna solicita y firma la
cancelación de la matrícula de su hija, días antes de instaurar la acción de
amparo.
La presente tutela
ha sido dirigida contra el Rector del Colegio Cooperativo Mixto de la Plata
(Huila). Dicho funcionario no ha expulsado ni retirado del colegio a Emma
Sofía, por el contrario le facilita su regreso a las aulas pese a que la madre
suscribió la cancelación y la hija, por una conducta apresurada, no regresó al
colegio.
No se dan, entonces,
los presupuestos fácticos (no hubo expulsión, fue la madre quien retiró a su
hija) luego no puede prosperar la acción y se aceptan por razonables y ciertos
los considerandos y decisión de fallo de primera instancia.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandamiento de la Constitución.
RESUELVE:
PRIMERO: Confirmar la sentencia de 26 de mayo de
1995 proferida en la tutela de la referencia por el Juzgado Segundo Penal del
Circuito de la Plata (Huila).
SEGUNDO: Comuníquese lo resuelto en esta
providencia al Juez de primera instancia para las notificaciones y efectos
previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General |
543 | T-443-95
Sentencia No. T-443/95
_Sentencia No.
T-443/95
PRINCIPIO NEMO
AUDITUR PROPIAM TURPITUDINEM ALLEGANS
El demandante
reconoce ser cierto lo afirmado por su inisual defensor: El Personero. Es
decir, acepta su reconocida y publicitada conducta lasciva, especialmente con
sus compañeras de colegio, rechaza el cambio de jornada que las directivas le
fijaron para que pudiera trabajar, alega que "mucho menos se lo puede
obligar a buscar trabajo" y reconoce ser el autor del embarazo de una de
las estudiantes. Luego lo que ha debido hacer el personero era buscar la
protección del niño por nacer y no pretender darle piso legal a la
irresponsabilidad del progenitor y a su propósito de no quedar socialmente
comprometido con el trabajo. La conducta del personero va ciertamente en
contravía de la tutela y le falta razón a la solicitud que formula.
ACCION DE TUTELA
INTERPUESTA POR PERSONERO
Hay que recordar
que en algunas ocasiones la legitimidad para instaurar tutela le corresponde al
Defensor del Pueblo, cuando cualquier persona se lo solicite o esté en
situación de desamparo o indefensión. Esta facultad se puede delegar en los
Personeros. Y por Resolución 01/92 el Defensor del Pueblo delegó en los
Personeros Municipales la facultad para interponer tutela pero con las
condiciones de que se lo solicite la persona agraviada o que esté en situación
de indefensión.
DERECHO A LA
EDUCACION-Conducta sexual/DERECHO
AL TRABAJO-Conducta sexual/DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Conducta
sexual/LIBERTAD DE ESCOGER PROFESION U OFICIO-Conducta sexual/DEBIDO
PROCESO-Conducta sexual
No ha habido
violación al derecho a la educación porque el demandado puede continuar sus
estudios en el mismo plantel educativo y fue benévola la decisión de cambiarlo
de jornada. No se puede afirmar que ello atenta contra el derecho al trabajo
porque tanto el Personero como el demandado reclaman por todo lo contrario: que
no haya trabajo. Menos aún hay violación a la intimidad porque los reiterados
comportamientos del demandado son de público conocimiento, y más importante que
esto es proteger al que está por nacer. Respecto a la presunta violación de la
libertad a escoger profesión u oficio, como lo afirma el Personero, o al debido
proceso, como alega el demandado, no son de recibo puesto que facilitar que
haya tiempo para que busque profesión u oficio está precisamente coadyuvando a
que el artículo se cumpla; y, la determinación de cambiar de jornada, tomada
por el Consejo Directivo del Colegio, es razonable y no se vé por dónde se
puede colegir que se violó el debido proceso, máxime cuando el demandado
confiesa que los hechos son ciertos, aunque, con desparpajo, los justifica.
ABUSO DEL DERECHO
POR PERSONERO
La Constitución
protege el derecho al trabajo y el Personero protesta porque al demandado se lo
pasa a jornada que le permita trabajar. La Constitución protege al que está por
nacer, y el Personero defiende al padre irresponsable; la Constitución le da
especial protección a la mujer embarazada y el Personero olímpicamente la
desprecia para "proteger" al seductor. La Constitución establece como
deberes el respeto de los derechos ajenos y el no abuso de los propios, el
demandado hace todo lo contrario del deber que tiene como persona frente a quien
embarazó y a sus compañeras de colegio, y el Personero lo respalda.
DEMANDA DE TUTELA-Objeto
El Constituyente
creó la tutela para proteger al oprimido, al violentado, al amenazado. En el
presente caso las afectadas son un buen número de alumnas de un colegio de
provincia, y el Personero olvidando sus deberes y su compromiso con la región,
presenta tutela, sin tener justificación para ello, NO a nombre de las niñas o
jóvenes seducidas por el demandado sino a nombre de éste. Esta actitud
inconcebible del Personero es un ultraje para quienes, en toda la República,
han depositado en la acción de tutela la esperanza de que sea el real mecanismo
para defender los derechos fundamentales.
ACCION DE TUTELA
TEMERARIA-Concepto/COSTAS-Competencia
para tasarlas
La parte final
del artículo 25 del Decreto 2591 de 1991, no establece en forma paralela las
costas Y la temeridad, sino que identifica ésta con aquellas, así debe
ser la lectura de tal norma porque, entre otras cosas, dicha interpretación es
coherente con el carácter público, informal, gratuito de la tutela. Significa
lo anterior que cuando la tutela es rechazada o denegada, solamente puede
hablarse de costas cuando se incurrió en temeridad; lo que se castiga es la
temeridad como expresión del abuso del derecho porque deliberadamente y sin
tener razón, de mala fé se instaura la acción. Y quien tasa las
"costas" es el Juez de tutela porque el inciso final del artículo 25
del decreto 2591/95 se refiere a él (algo muy distinto ocurre en la situación
consagrada en el primer inciso del mismo artículo en el cual lo principal son
los perjuicios). Fuera de la temeridad no puede existir otro factor
cuantificable en la liquidación de estas costas y hubiera sido más apropiado
emplear la expresión multa por temeridad, puesto que, en la moderna ciencia
procesal las "costas" responden a factor objetivo y la temeridad a lo
subjetivo.
ACCION DE TUTELA
TEMERARIA-Operancia
Dentro de la
trascendencia que se le dá al término TEMERIDAD, como elemento calificador y al
mismo tiempo como único elemento cuantificable, se deduce que tal condena sólo
opera en casos excepcionales, cuando, como en el evento de esta tutela, es
ostensible el abuso cometido por el Personero instaurando una tutela de manera
injustificada, desprotegiendo a quien ha debido proteger y defendiendo
posiciones injustas y contrarias a la Constitución como ya se ha explicado, lo
cual conlleva, además, una desvalorización de la tutela, lo cual es imperdonable.
ACCION DE TUTELA
TEMERARIA-Responsabilidad
El personero con
su extralimitación responde directamente y no es el Municipio quien debe
ser condenado, puesto que la responsabilidad se predica en este caso de la
persona natural que hace ejercicio indebido de sus funciones. Por otro aspecto,
si se ha dicho que en realidad lo que se castiga es la temeridad, entonces es
coherente aceptar que estas "costas" son más multa que cualquier otra
cosa y ante esta interpretación es el aparato judicial el afectado por la
temeraria tutela instaurada porque lo desgasta en todo sentido, luego será la
administración de justicia quien recibirá el monto de las "costas"
que el Juez competente señalará, dentro de los parámetros del artículo 73 del
C. de P.C.: 10 a 20 salarios mínimos mensuales, QUANTUM que fijará el Juez de
Tutela porque la Corte es Juez de Revisión.
REF: Expediente
Nº72998
Procedencia:
Juzgado Unico Penal Municipal de Ataco.
Peticionario:
Alexander Tovar (Personero de Ataco).
Tema: - Costas y
temeridad.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., tres (3) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la acción de
tutela radicada bajo el Nº72998, interpuesta por el Personero Municipal de
Ataco, contra el Instituto Nacional Martín Pomala del municipio de Ataco.
ANTECEDENTES
1. Hechos que
motivaron la intervención del Personero.
Cuenta Alexander
Tovar el personero de Ataco, que el estudiante Nelson Bocanegra "ha tenido
relaciones sexuales con varias mujeres", algunas de ellas compañeras de
estudio, embarazando a una, pero que esta no es razón para que a Bocanegra se
lo hubiera trasladado de la jornada diurna a la nocturna, en el colegio Martín
Pomala. Pide que se reintegre al alumno a la jornada diurna y considera violado
el artículo 26 C.P. porque "al señor Bocanegra no se lo puede obligar a
trabajar". aunque dice hablar a nombre de Bocanegra, no está autorizado
expresamente por éste para instaurar la tutela, ni hay prueba alguna del que el
alumno esté en situación de desamparo o indefensión, por el contrario, proclama
el Personero con no disimulado "machismo" que "es de público
conocimiento que el señor en mención, en su calidad de hombre se inclina por
las mujeres y haciendo uso de su miembro viril ha tenido relaciones
sexuales" y pone esta circunstancia dentro de las argumentaciones,
buscando que el colegio no le cambie la jornada de clases.
2. Información
que obra en el expediente.
2.1. Nelson
Bocanegra es mayor de edad, (21 años). Al declarar ante el Juez admite que son
ciertos los hechos que cuenta el Personero, invoca en su favor el debido
proceso y el derecho a la intimidad, luego dice que es de la banda de músicos
del Municipio y que "los contratos y los servicios de la banda son de
noche" y remata diciendo que no hay ninguna ley según la cual "por el
hecho de haber embarazado a una compañera lo obligan a cambiarse de jornada y
mucho menos obligarlo a buscar trabajo".
2.2. El Consejo
Directivo del Colegio, informa sobre el asedio sexual de Bocanegra a alumnas,
el haber embarazado a una de ellas y explica el traslado a la jornada nocturna
para que principie a trabajar y "responda por su condición de padre".
2.3. La Rectora del
Colegio afirma que Bocanegra embarazó en 1992 a una alumna, en 1995 a otra,
asedia a varias; advierte que el cambio de jornada es una determinación viable
y bondadosa y protesta porque el Personero ha ido al Colegio a calificar como
abuso del poder el traslado de Bocanegra a la jornada nocturna.
2.4. Una alumna le
confesó a la Consejera de la institución educativa que había tenido relaciones
íntimas con Bocanegra quien le daba pastillas para planificar. Otra alumna
también le narró lo mismo. Una tercera le afirmó que "se le entregó a
Nelson por aburrida" aunque lo quiere. Y Bocanegra protesta porque"
se están ya metiendo en mi vida personal y privada".
3. Sentencia de
16 de mayo de 1995 del Juzgado Unico Penal Municipal de Ataco.
Negó la tutela con
fundamento en estas consideraciones:
"En primer
término, en ningún momento se le ha vulnerado el derecho a la educación, toda
vez, que en ningún momento se le ha coartado su estadía en el establecimiento
educativo pluricitado, sino que por el contrario se le ha brindado la
oportunidad de continuar sus estudios en diferente jornada, con las mismas
facultades y oportunidades que tiene y posee cualquier alumno del instituto
Martín Pomala.
En segundo
término, no se le ha vulnerado el derecho al debido proceso alegado por el
alumno, por cuanto aparece probado dentro del proceso, en realidad la autoridad
que determinó el cambio de jornada del tutelista fue el consejo Directivo del
plantel académico, como se puede apreciar al folio 3, que desvirtúa por
completo la aseveración del tutelista, y ello, sin entrar en consideración
alguna sobre la benignidad o no de esta decisión.
Por último de
igual manera que las consideraciones anteriores, se considera que no se le esta
vulnerando el derecho a la libertad de escoger profesión u oficio, toda vez
que, como se dejo anotado anteriormente, en ningún momento se le esta
coartando el derecho a la educación, culturización o demás aspectos inherentes
a la formación personal y académica de las personas residentes en la república
de Colombia, máxime que se le esta brindando la oportunidad de prepararse, para
que dentro de la oportunidad que le dará la vida, con esa formación impartida
por el claustro educativo, escoja libremente el rumbo que le quiere dar a su
vida."
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
B. Temas
Jurídicos frente al caso concreto.
1. En este caso, hay
que principiar diciendo que existe un principio jurídico que dice: Nemo auditur
propiam turpitudinem allegans (nadie puede ser escuchado si invoca su propia
inmoralidad).
El señor Nelson
Bocanegra reconoce ser cierto lo afirmado por su inisual defensor: El
Personero. Es decir, acepta su reconocida y publicitada conducta lasciva,
especialmente con sus compañeras de colegio, rechaza el cambio de jornada que
las directivas le fijaron para que pudiera trabajar, alega que "mucho
menos se lo puede obligar a buscar trabajo" y reconoce ser el autor del
embarazo de una de las estudiantes.
Causa extrañeza que
el Personero no acude en defensa de las jóvenes sino de su seductor y que pida
para éste que se le permita seguir siendo desocupado porque no de otra forma se
explica la extraña solicitud de que "no se lo puede obligar a
trabajar". Es insólito que el representante del Ministerio Público ubique
a Bocanegra como agraviado por el hecho de que se le facilita el acceso al
trabajo, olvidando que el trabajo es una obligación social (art. 25 C.P.). Hay
que recordar que desde el mismo momento de la concepción, hay responsabilidad
compartida de los padres respecto del nasciturus (preámbulo y art. 11 C.P. lo
dijo la Corte en la sentencia T-197/93, Magistrado Ponente: Alejandro Martínez
Caballero), luego lo que ha debido hacer el Personero era buscar la protección
del niño por nacer y no pretender darle piso legal a la irresponsabilidad del
progenitor y a su propósito de no quedar socialmente comprometido con el
trabajo. La conducta del personero va ciertamente en contravía de la tutela y
le falta razón a la solicitud que formula; el cambio de jornada, lo sustenta en
argumentos insólitos: no se puede obligar a trabajar, el comportamiento sexual
de Bocanegra que según el personero es aceptado "por parte de los
actores" no ha dado lugar a denuncia penal, los correctivos del plantel y
el deseo de que Bocanegra cambie de actitud "esto no significa que sea de
obligatorio cumplimiento", el Consejo Directivo no puede tomar la decisión
de cambiar al alumno de jornada, en fin, son posiciones adoptadas
irresponsablemente porque el mismo Personero dice actuar con fundamento en el
numeral 17 del artículo 178 de la Ley 136/94 que se refiere a la interposición
de tutela "por delegación del defensor del pueblo" y tal delegación
según el artículo 3º de la Resolución 01/92 de la Defensoría se ejerce cuando
se haya violado o amenace violar derechos fundamentales y el cambio de jornada
de estudio no es violación del derecho a la educación, no afecta
"conocimientos académicos" como dice el Personero, ni menos atenta
contra el artículo 26 C.P..
Hay que recordar que
en algunas ocasiones la legitimidad para instaurar tutela le corresponde al
Defensor del Pueblo, (art. 282 C.P.), cuando cualquier persona se lo solicite o
esté en situación de desamparo o indefensión (art. 46 decreto 2591/91). Esta
facultad se puede delegar en los Personeros. Y por Resolución 01/92 el Defensor
del Pueblo delegó en los Personeros Municipales la facultad para interponer
tutela pero con las condiciones de que se lo solicite la persona agraviada o
que esté en situación de indefensión.
En el presente caso
el Personero dice actuar a nombre de Nelson Bocanegra por eso instaura tan
curiosa tutela. Y causa perplejidad, por decir lo menos, que Bocanegra sea el
indefenso que requería de la protección del Personero y que éste se aparte de
su sagrada misión y se ubique en una grotesca posición seudo-legal. Es obvio
que un disparate no puede obligar a un Personero a presentar tutela y si lo
hace, en los términos como está escrita la solicitud en el presente caso,
indica más un abuso que el ejercicio de una misión. El Personero, al actuar
como delegado del Defensor del Pueblo en la presentación de una tutela, sólo lo
puede hacer en desarrollo del principio constitucional establecido en el
artículo 282 de la Carta: "El Defensor del Pueblo velará por la promoción,
el ejercicio y la divulgación de los derechos humanos, para lo cual
ejercerá las siguientes funciones: ...interponer las acciones de tutela."
(subraya propia).
2. Se podría pensar,
en gracia de discusión, que Bocanegra le comentó al Personero y enterado éste
acudió a la justicia, pero qué pidió? que no se lo cambie de jornada y que no
se lo obligue a trabajar. Es esto defender los derechos humanos?
No ha habido
violación al derecho a la educación porque Bocanegra puede continuar sus
estudios en el mismo plantel educativo y fue benévola la decisión de cambiarlo
de jornada. No se puede afirmar que ello atenta contra el derecho al trabajo
porque tanto el Personero como Bocanegra reclaman por todo lo contrario: que no
haya trabajo. Menos aún hay violación a la intimidad porque los reiterados comportamientos
de Bocanegra son de público conocimiento en Ataco, y más importante que esto es
proteger al que está por nacer. Respecto a la presunta violación del artículo
26 de la Constitución, como lo afirma el Personero, o al debido proceso, como
alega Bocanegra, no son de recibo puesto que facilitar que haya tiempo para que
busque profesión u oficio está precisamente coadyuvando a que el artículo 26 se
cumpla; y, la determinación de cambiar de jornada, tomada por el Consejo
Directivo del Colegio, es razonable y no se vé por dónde se puede colegir que
se violó el debido proceso, máxime cuando Bocanegra confiesa que los hechos son
ciertos, aunque, con desparpajo, los justifica.
3. Lo que se aprecia
en esta tutela es la total falta de seriedad por quien la instauró y esto no
puede pasar desapercibido.
La Constitución
protege el derecho al trabajo (preámbulo, art. 1º, 25 C.P.) y el Personero de
Ataco protesta porque a Bocanegra se lo pasa a jornada que le permita trabajar.
La Constitución protege al que está por nacer, (art. 1º, 11 C.P. Preámbulo) y
el Personero de Ataco defiende al padre irresponsable; la Constitución le da
especial protección a la mujer embarazada (art. 43 C.P.) y el Personero de
Ataco olímpicamente la desprecia para "proteger" al seductor. La
Constitución establece como deberes el respeto de los derechos ajenos y el no
abuso de los propios (art. 95.1 C.P.), Bocanegra hace todo lo contrario del
deber que tiene como persona frente a quien embarazó y a sus compañeras de
colegio, y el Personero de Ataco lo respalda.
El Constituyente
creó la tutela para proteger al oprimido, al violentado, al amenazado. En el
presente caso las afectadas son un buen número de alumnas de un colegio de
provincia, y el Personero de Ataco, olvidando sus deberes y su compromiso con
la región, presenta tutela, sin tener justificación para ello, NO a nombre de
las niñas o jóvenes seducidas por Bocanegra sino a nombre de éste.
4. Esta actitud inconcebible
del Personero es un ultraje para quienes, en toda la República, han depositado
en la acción de tutela la esperanza de que sea el real mecanismo para defender
los derechos fundamentales.
Este abuso de
Alexander Tovar González, Personero de Ataco, merece ser investigado por la
Procuraduría. Además, empleándose una pena que excepcionalmente se usa, se
condenará en costas a Tovar por prestarse como Personero para que Bocanegra no
sea responsable ante la sociedad y ante la mujer que embarazó, por su falta de
seriedad en el planteamiento de la acción, y, proviniendo esto de un Agente del
Ministerio Público hace más fácil deducir su temeridad.
5. Temeridad y
costas
El artículo 25 del
decreto 2591 de 1991 habla en dos partes de "costas". En el primer
inciso se refiere al fallo que concede la tutela, cuando la violación que
motivó ha sido clara e indiscutiblemente arbitraria; en este evento se ordena
EN ABSTRACTO "el pago de las costas del proceso".
En el último inciso
se contempla la situación diametralmente opuesta: cuando la tutela es rechazada
o denegada, en este caso el Juez "condenará al solicitante al pago de las
costas cuando estimare fundadamente que incurrió en temeridad".[1] Es decir, que si no hay
temeridad no hay costas, esta circunstancia obliga a profundizar en este tema
procesal.
5.1. Hay que decir
que, tratándose de la tutela, la condenación en costas no obedece a un carácter
disuasivo porque el Constituyente consagró la tutela como una acción pública,
es de su esencia la gratuidad, está íntimamente ligada al derecho de las
personas de acceder a la justicia, luego un señalamiento de costas no puede
verse como algo que desestima la presentación de esta acción.
Pero, otra cosa muy
diferente es que se abuse dolosamente de su ejercicio, entonces, la conducta
abusiva perjudica la administración de justicia, impide, obstaculiza que el
acceso a la justicia de OTROS se desarrolle normalmente. La Corte Suprema de
Justicia, al declarar inexequible el inciso 2º de la regla 2ª del ordinal 199
del artículo 1º del Decreto 2282/89 que modificó el Código de Procedimiento
Civil, dijo:
"Las que
deben impedirse son las actuaciones dolosas o temerarias que por constituir un
verdadero abuso del derecho lesionan los intereses legítimos de la otra parte y
le causan perjuicios indemnizables y entraban, contrariando el bien común, la
recta y pronta administración de justicia..."[2]
5.2. Esas
actuaciones signadas por la temeridad en la acción, nos remiten a los albores
de la culpa aquiliana, siendo las costas una forma de pena civil contra
quien sin razón alguna instauraba una acción o temerariamente se oponía a ella,
ocasionándose un daño injusto que debía ser reparado.
En Colombia, la
teoría de la culpa aquiliana fué adoptada desde antes de la Constitución de
1886 (Código Judicial de la Nación) en 1872, reformado en 1873, editado en 1874
y adoptado por el artículo 1º de la Ley 57 de 1887; se consagró en el artículo
575 de la Ley 105 de 1931 que habló de temeridad maliciosa. Se decía que quien
procedía con temeridad era el "improbus litigator" de que hablaba
Justiniano ("contendiente deshonesto", "pleitista de mala
fé", quien promueve un juicio sin derecho y con mala intención).[3] El elemento de
temeridad consistía, según la doctrina, en la conciencia plena de la injusticia
o en el reconocimiento de su propia falta de razón.
En 1951 (decreto
243, artículo 2º) se dejó de lado la culpa aquiliana, criterio subjetivo, y fué
reemplazado por el criterio objetivo del litigante vencido en juicio como
sujeto que paga costas.
Este criterio
objetivo permanece en el actual Código de Procedimiento Civil (art. 392 y
siguientes), sin embargo, paralelamente a las costas y dentro del
esquema de la responsabilidad patrimonial de las partes, el mismo Código,
artículo 72, establece:
"Cada una de
las partes responderá por los perjuicios que con sus actuaciones procesales,
temerarias o de mala fé, causa a la otra o a terceros intervinientes. Cuando en
el proceso o incidente aparezca la prueba de tal conducta, el Juez, sin
perjuicio de las costas a que haya lugar, impondrá la correspondiente condena
en la sentencia o en el auto que los decida..."
5.3. El artículo 73
castiga la temeridad con multa de diez a veinte salarios mínimos mensuales, el
artículo 74 establece los casos de temeridad o mala fé uno de ellos es
"cuando sea manifiesta la carencia de fundamento legal", y la Corte
Suprema[4]
señala que si el Juez encuentra temeridad o mala fé "puede fulminar contra
el litigante temerario o doloso o contra su apoderado, la sanción mencionada
"y establece como OBLIGACION del juzgador pronunciar la condena de los
artículos 72 y 73 del C. de P. C. cuando el caso concreto da lugar a ello.
5.4. Tratándose de
la tutela, la parte final del artículo 25 del Decreto 2591 de 1991, no
establece en forma paralela las costas Y la temeridad, sino que
identifica ésta con aquellas, así debe ser la lectura de tal norma porque,
entre otras cosas, dicha interpretación es coherente con el carácter público,
informal, gratuito de la tutela.
Significa lo
anterior que cuando la tutela es rechazada o denegada, solamente puede hablarse
de costas cuando se incurrió en temeridad; lo que se castiga es la temeridad
como expresión del abuso del derecho porque deliberadamente y sin tener razón,
de mala fé se instaura la acción. Y quien tasa las "costas" es el
Juez de tutela porque el inciso final del artículo 25 del decreto 2591/95 se
refiere a él (algo muy distinto ocurre en la situación consagrada en el primer
inciso del mismo artículo en el cual lo principal son los perjuicios).
Fuera de la
temeridad no puede existir otro factor cuantificable en la liquidación de estas
costas y hubiera sido más apropiado emplear la expresión multa por temeridad,
puesto que, en la moderna ciencia procesal las "costas" responden a
factor objetivo y la temeridad a lo subjetivo.
Dentro de la
trascendencia que se le dá al término TEMERIDAD, como elemento calificador y al
mismo tiempo como único elemento cuantificable, se deduce que tal condena sólo
opera en casos excepcionales, cuando, como en el evento de esta tutela, es
ostensible el abuso cometido por el Personero Tovar instaurando una tutela de
manera injustificada, desprotegiendo a quien ha debido proteger y defendiendo
posiciones injustas y contrarias a la Constitución como ya se ha explicado, lo
cual conlleva, además, una desvalorización de la tutela, lo cual es
imperdonable.
Se considera que
Alexander Tovar con su extralimitación responde directamente y no es el
Municipio quien debe ser condenado, puesto que la responsabilidad se predica en
este caso de la persona natural que hace ejercicio indebido de sus funciones.
Por otro aspecto, si se ha dicho que en realidad lo que se castiga es la
temeridad, entonces es coherente aceptar que estas "costas" son más
multa que cualquier otra cosa y ante esta interpretación es el aparato judicial
el afectado por la temeraria tutela instaurada porque lo desgasta en todo sentido,
luego será la administración de justicia quien recibirá el monto de las
"costas" que el Juez competente señalará, dentro de los parámetros
del artículo 73 del C. de P.C.: 10 a 20 salarios mínimos mensuales, QUANTUM que
fijará el Juez de Tutela porque la Corte es Juez de Revisión.
6. Igualmente es
necesario que el Defensor del Pueblo conozca el uso indebido que se le ha dado
a la delegación para presentar tutela y compruebe si se cumplió o nó el
artículo 7º de su Resolución 001/92 que obliga a los Personeros Municipales a
informar "en un plazo no mayor de diez días al Defensor del Pueblo las
acciones de tutela que hayan interpuesto, los fallos proferidos y las
impugnaciones realizadas".
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución
RESUELVE:
PRIMERO.-
Confirmar la decisión que
denegó la tutela de la referencia, ADICIONADA en los siguientes aspectos:
a)
Se condena en "costas" a Alexander Tovar González, por haber
incurrido en temeridad al instaurar la presente tutela, liquidación que hará el
Juzgado de tutela de primera instancia teniendo como único factor para valorar
la TEMERIDAD, la ponderación entre los límites que establece el artículo 73 del
C. de P.C. (diez a veinte salarios mínimos mensuales). Cifra que una vez tasada
y cuando haya quedado en firme se consignará a nombre del Consejo Seccional de
la Judicatura en Ibagué en la oficina y cuenta respectiva.
b)
Se ordena remitir copia de esta sentencia al Consejo Seccional de la Judicatura
en Ibagué en relación con las costas indicadas en el literal anterior.
c)
Se remitirá copia de esta providencia al Procurador Regional, con jurisdicción
en Ataco, para lo que estime pertinente.
SEGUNDO.- Comuníquese lo resuelto en esta
providencia al Juzgado Unico Penal Municipal de Ataco para las notificaciones y
efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
TERCERO.- Envíese copia de este fallo al Defensor
del Pueblo para lo que estime pertinente.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]El artículo 25 se declaró exequible mediante sentencia C-543/93,
Magistrado Ponente: José Gregorio Hernández.
[2]Magistrado Ponente: Pablo Cáceres Corrales, Gaceta Judicial CCIX,
#2448, págs. 213 y ss. Demanda presentada por Alvaro Tafur.
[3]Diccionario de expresiones y frases latinas, Victor José Herrero.
[4]Magistrado Ponente: Germán Giraldo Zuluaga, 17 marzo /81. |
544 | T-453-95
Sentencia No. T-453/95
Sentencia No.
T-453/95
DERECHO DE
PETICION-Alcance
Las respuestas de
las autoridades a las peticiones respetuosas elevadas por las personas en
interés privado o general no solamente deben ser oportunas sino sustanciales,
es decir, deben resolver, en la medida de la competencia del organismo o
servidor público correspondiente, sobre el asunto planteado en la solicitud, si
bien es claro que la resolución no tiene que ser favorable al solicitante. Si
la administración requiere elementos de juicio para decidir acerca del objeto
de una petición, el solicitante no le puede exigir una resolución inmediata,
pues ésta se supedita a los resultados de las diligencias preliminares
necesarias, desde luego siempre que éstas se lleven a cabo de manera oportuna,
es decir dentro de los términos legales, y eficiente, atendiendo a los
criterios de la economía procesal.
ACCION DE TUTELA-Interés particular
La tutela carece
de todo sentido si se orienta únicamente a la búsqueda de fines puramente
colectivos, -derechos e intereses relacionados con el patrimonio, el espacio,
la seguridad y la salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la
libre competencia y otros de similar naturaleza-, para los cuales ha sido
previsto un mecanismo diferente a la acción de tutela, como es el de las
acciones populares.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Coexistencia
frente al ruido
Todo individuo y
su familia tienen derecho a un ámbito propio e inviolable dentro del cual ha de
desenvolverse su vida privada en forma tranquila y pacífica y el de que la
convivencia impone, por su misma naturaleza, ciertas restricciones que hagan
posible a cada uno el ejercicio de sus derechos sin interferir los de otros.
Ello se traduce necesariamente en el reconocimiento de que los derechos, por no
ser absolutos, deben coexistir, sin que por fuerza tenga uno de ellos que
eliminar o anular otro u otros.
JUEZ DE TUTELA-Competencia
No corresponde al
juez de tutela sustituir a la autoridad administrativa en el ejercicio de las
competencias que le son propias, ni mucho menos presentar soluciones concretas
a la problemática originada por la comercialización de un sector residencial.
La Corte, por ello, se limita a verificar lo referente a posibles
transgresiones de la normativa constitucional en materia de derechos
fundamentales, lo que implica que deba desecharse la solicitud de la accionante
en el caso de autos en lo relativo a aspectos que exceden ese ámbito puramente
individual.
ACCION DE TUTELA
CONTRA EL RUIDO-Cigarrería
en zona residencial/DERECHO A LA SALUD-Vulneración por ruido/DERECHO
A LA TRANQUILIDAD-Vulneración por ruido
Es claro el nexo
causal existente entre el funcionamiento cercano de la "CIGARRERIA" y
el daño mental producido en la demandante, lo que, por la persistencia e
intensidad de las conductas denunciadas y probadas, atribuíbles al propietario
y empleados del establecimiento y a su clientela, constituye una violación al
derecho de aquélla a la salud y a la tranquilidad. Lo anterior sería suficiente
para conceder la protección solicitada, si no fuera por el hecho de que el
señor Alcalde, mediante Resolución, resolvió REVOCAR la licencia de
funcionamiento expedida para el establecimiento.
INDEMNIZACION DE
PERJUICIOS-Procedencia
Solicita la
peticionaria que se le indemnice en abstracto el daño emergente comoquiera que
es necesario para asegurar el goce efectivo de sus derechos. La tutela no es,
en principio, el mecanismo judicial idóneo para obtener esta clase de
pretensiones. Ellas, por cuanto no se reúnen los requisitos previstos en el
artículo 25 del Decreto 2591 de 1991, deben hacerse valer ante la justicia
ordinaria.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-71019
Acción de tutela
instaurada por MARCOLINA PEREZ DE GRIMALDOS contra el Alcalde de la Zona Décima
de Engativá y la Comandancia de la Estación de Policía de Bachué 10º.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los cinco (5) días del mes de octubre de mil
novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos en el asunto de la referencia por el Juzgado 17 Penal del
Circuito y por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de
Bogotá.
I. INFORMACION PRELIMINAR
Actuando en su
propio nombre, en el de su familia y en el de los vecinos del barrio Quirigua
en Santa Fe de Bogotá, la accionante, MARCOLINA PEREZ DE GRIMALDOS, narró que
en varias ocasiones se habían dirigido en forma verbal y escrita a la Alcaldía
Local de Engativá -Zona Décima-, para que en los sectores residenciales se
prohibiera el funcionamiento de establecimientos de comercio.
Adujo que el Alcalde
había dado muestras de ostensible debilidad en cuanto a su deber de hacer
cumplir las normas de urbanismo y de las leyes que regulan la propiedad
horizontal y los reglamentos de copropiedad, pues jamás adoptó medidas eficaces
con el aludido fin y se ha limitado a la adopción de medidas transitorias.
Dijo que el Alcalde
no se había esforzado por imponer las sanciones previstas en el artículo 66 de
la Ley 9a. de 1989.
Por ello, estimó
violado su derecho de petición y expuso que ella y sus vecinos carecían de otro
medio de defensa judicial. También sostuvo que se vulneraban sus derechos a la
tranquilidad (que, a su juicio, se infiere del Preámbulo de la Constitución), a
la paz (artículo 22 C.P.) y a la intimidad (artículo 15 C.P.).
Se quejó de que la
situación planteada amenazaba sus derechos a la vida y a la integridad personal
en el aspecto psíquico, "debido a la afectación de la tranquilidad en mi
medio habitacional".
Una vez expuesto lo
anterior, la actora presentó su propio caso, consistente en la existencia de
una cigarrería en el piso inmediatamente inferior al de su apartamento en el
aludido barrio.
Dicha cigarrería
-señaló- fue adecuada como una cantina dentro de la cual se comercializan toda
clase de licores, se juega "rana" y se escucha música estridente
todos los días de la semana y hasta altas horas de la madrugada. Se organizan,
además, fiestas populares y verbenas, con lo cual resulta alterada la
tranquilidad del sector.
Manifestó que todo
ello le ocasionó una neurosis de angustia y pánico, según certificado
psiquiátrico que adjuntó a la demanda.
Indicó, por otra
parte, que el propietario del establecimiento la amenazó de muerte, así como a
su familia.
Concluyó expresando
que contínuamente han llamado a la policía pero sin obtener resultado alguno.
Reconoció que las
autoridades de policía habían sellado el establecimiento pero que el dueño de
éste hizo caso omiso de ello, abrió las puertas del negocio y todo siguió
igual.
Pidió al juez
ordenar la revocación de las licencias expedidas para el funcionamiento de
establecimientos de comercio en la zona y clausurar en forma inmediata todos
los que estuvieran localizados cerca de su vivienda.
Pidió también que
las órdenes anteriores se hicieran extensivas a la totalidad del barrio
Quirigua, para evitar que allí funcionaran bares, cantinas, tabernas,
discotecas y expendios de licores, así se enmascarasen presentándose como
cigarrerías, salsamentarias, tiendas, cafeterías, heladerías, droguerías o
misceláneas.
Solicitó que se
ordenara al Alcalde local aplicar con absoluto rigor las normas vigentes sobre
usos del suelo, lo que -a su juicio- suponía la prohibición radical, total e
inmediata de conceder o renovar cualquier tipo de licencia de funcionamiento
para establecimientos de comercio cuyas actividades fueran incompatibles con el
uso residencial del sector.
Con la acción de
tutela buscaba, además, que se ordenara a la fuerza pública remover
inmediatamente las casetas, carpas y construcciones similares o carretas que
invaden el espacio público en el barrio.
Pidió, por otra
parte, que se ordenara a la Personería Distrital, a la Fiscalía General de la
Nación, a la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Administrativa y a
"otras autoridades que resulten competentes" investigar al Alcalde
local y a los funcionarios de policía de la Estación de Bachué, por las
omisiones que dieron lugar a la acción de tutela.
II. LAS
DECISIONES JUDICIALES MATERIA DE REVISION
Sobre la acción
instaurada falló en primera instancia el Juzgado 17 Penal del Circuito de Santa
Fe de Bogotá, mediante providencia del 21 de marzo de 1995, por la cual se
declaró improcedente la tutela impetrada.
Estimó el fallador
que, por tener la acción de tutela un alcance individual, particular y
concreto, no podía acceder a peticiones tales como la de revocar todas las
licencias de establecimientos comerciales ubicados en el barrio en el que la
peticionaria habita.
En cuanto a la
situación específica de la accionante, consideró que, teniendo en cuenta el
recaudo probatorio efectuado, en verdad se vió amenazado su derecho fundamental
a la vida, en cuanto éste implica la protección contra cualquier tipo de
injusticia, sea ésta de índole particular o institucional, y la posibilidad de
poseer todos aquellos medios sociales y económicos que le permitan a la persona
vivir conforme a su propia dignidad. Citó al respecto la Sentencia T-102 del 10
de marzo de 1993, proferida por esta Corporación.
Dedujo el juzgado
que los derechos a la paz y a la tranquilidad emanan del supremo derecho a la
vida, cuya existencia es indispensable para ejercerlos, pero tuvo en cuenta que
en el período de tiempo transcurrido entre la presentación de la demanda de
tutela y su resolución, el Alcalde Local de Engativá revocó la licencia de funcionamiento
de la cigarrería que mortificaba a la demandante.
Por tanto -concluyó-
ha desaparecido la amenaza al derecho fundamental a la vida, la paz y la
tranquilidad de la actora y, entonces, no se encuentra razón para brindarle
protección judicial.
En cuanto al derecho
de petición, el juzgado consideró que no fue vulnerado en el caso de la
petente, pues el Alcalde Local de Engativá resolvió sobre sus solicitudes con
agilidad y prontitud.
Impugnado el fallo,
fue confirmado integralmente por la Sala Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá.
Según la providencia
de segunda instancia, la materia propia de la acción, en lo relacionado con la
cigarrería ubicada en el piso inferior al que habita la peticionaria, halló
solución a través del acto administrativo que profirió la Alcaldía de Engativá
revocando la correspondiente licencia de funcionamiento, pues no sólo se
decretó el cese de la actividad del establecimiento sino que se ofició a la
Estación de Policía para que se hiciera respetar la orden, con todo lo cual se
puso punto final al problema planteado.
El derecho de
petición se respetó, pues las inquietudes de la accionante fueron respondidas
de manera oportuna.
Ahora bien, para el
Tribunal, el desvío de la acción hacia una de carácter popular para protección
de derechos e intereses colectivos del barrio, con el fin de evitar la
desvalorización de los apartamentos por la proliferación de la actividad
comercial, es aspecto que repugna a la filosofía de la acción de tutela, puramente
individual y concreta.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es
competente para revisar los indicados fallos, según lo disponen los artículos
86 y 241-9 de la Constitución Política y el Decreto 2591 de 1991.
Derecho de petición y diligencias preliminares
Adujo la accionante
que su derecho de petición había sido violado por la Alcaldía local debido a la
demora de ésta en adoptar medidas concretas relativas a su caso.
La doctrina de esta
Corte en torno a los alcances del derecho fundamental plasmado en el artículo
23 de la Constitución se ha orientado en el sentido de que las respuestas de
las autoridades a las peticiones respetuosas elevadas por las personas en interés
privado o general no solamente deben ser oportunas sino sustanciales, es decir,
deben resolver, en la medida de la competencia del organismo o servidor público
correspondiente, sobre el asunto planteado en la solicitud, si bien es claro
que la resolución no tiene que ser favorable al solicitante.
Esto implica que las
respuestas de la administración no pueden ser simplemente formales, como ya lo
dijo la Sala en Sentencia T-553 del 2 de diciembre de 1994:
"El artículo 23
de la Constitución estatuye que toda persona tiene derecho, no únicamente a
presentar peticiones respetuosas a las autoridades por motivos de interés
general o particular, sino a obtener pronta resolución.
De la norma
constitucional ha de resaltarse en esta ocasión que el derecho se concreta en
dos momentos sucesivos, ambos dependientes de la actividad del servidor público
a quien se dirige la solicitud: el de la recepción y trámite de la misma, el
cual implica el debido acceso de la persona a la administración para que ésta
considere el asunto que se le plantea, y el de la respuesta, cuyo sentido
trasciende el campo de la simple adopción de decisiones y se proyecta a la
necesidad de llevarlas al conocimiento del solicitante.
El aspecto
últimamente enunciado tiene una especial importancia desde el punto de vista
constitucional, en cuanto la respuesta tan sólo goza de ese carácter si está
garantizada la comunicación entre la entidad estatal y la persona interesada,
en tal forma que ésta se entere a plenitud sobre lo resuelto. Lo contrario significa
que la administración, al reservarse el sentido de su determinación -así en
efecto la haya adoptado- se ha abstenido de responder, violando por
consiguiente el derecho, si se tiene en cuenta el fundamento constitucional del
mismo, que radica en asegurar que el Estado atiende a los gobernados dentro de
un criterio de efectividad". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de
Revisión).
También dijo la
Corte:
"Cabe advertir
que la administración está obligada a 'resolver', esto es, a dar contestación sustantiva
a las peticiones formuladas por los particulares y no, simplemente, a responder
sin referirse de manera directa a lo solicitado. Los pronunciamientos evasivos
o meramente formales encubren una actuación omisiva que compromete la
responsabilidad del servidor público y del Estado (C.P. arts. 6º y 90) y
vulneran o amenazan los derechos fundamentales. La jurisprudencia
constitucional ha rechazado determinadas razones esgrimidas por la
administración -deficiencias de personal, volumen de expedientes, orden de las
solicitudes, reestructuración de sistemas de trabajo- para justificar la
desatención del deber de resolución oportuna". (Cfr. Corte Constitucional.
Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-392 del 6 de junio de 1994. M.G.P.:
Eduardo Cifuentes Muñoz)
No obstante, es
necesario advertir que cuando la autoridad requiere adelantar diligencias
previas a la resolución, no vulnera el derecho de petición si comunica
oportunamente al peticionario cuál es el estado del trámite que se sigue y
cuándo habrá de resolverse, tal como lo dispone el artículo 6º del Código
Contencioso Administrativo, que dice: "...Cuando no fuere posible resolver
o contestar la petición (...), se deberá informar así al interesado, expresando
los motivos de la demora y señalando a la vez la fecha en que se resolverá o
dará respuesta."
Considera la Corte
que, si la administración requiere elementos de juicio para decidir acerca del
objeto de una petición, el solicitante no le puede exigir una resolución
inmediata, pues ésta se supedita a los resultados de las diligencias
preliminares necesarias, desde luego siempre que éstas se lleven a cabo de
manera oportuna, es decir dentro de los términos legales, y eficiente,
atendiendo a los criterios de la economía procesal.
En el caso presente,
como lo dijeron los jueces de instancia, ningún motivo existe para asegurar que
el derecho de petición fue quebrantado por la Alcaldía local, pues ésta
adelantó de manera oportuna todas las gestiones a su cargo encaminadas a
responder a la peticionaria, dispuso lo concerniente a la búsqueda de elementos
de juicio necesarios para resolver, decretó y practicó las pertinentes pruebas
y, en una actuación que tomó en total un lapso de treinta días, profirió
resolución mediante la cual retiró la licencia de funcionamiento de la
cigarrería que molestaba a la accionante.
No tenía, por tanto,
ningún fundamento el ejercicio de la acción de tutela por el expresado motivo.
El interés en la
acción de tutela
La petente en este
caso no llegó solamente hasta solicitar que se actuara administrativa y
judicialmente para lograr el cierre del establecimiento de comercio instalado
en el piso inferior a su sitio de vivienda -objetivo que finalmente alcanzó-
sino que extendió su petición y la acción de tutela instaurada al propósito de
erradicar prácticamente todo negocio o actividad comercial del área entera del
barrio en el que habita.
La Corte
Constitucional estima que semejante pretensión no podía ser despachada
favorablemente por los jueces de instancia -como en efecto no lo fue-, pues
resultaba del todo improcedente tratándose del excepcional instrumento
consagrado en el artículo 86 de la Carta Política.
No puede olvidarse
que el ejercicio de la acción de tutela tan sólo tiene por objeto y
justificación en nuestro sistema jurídico la protección cierta, inmediata y
efectiva de los derechos fundamentales de la persona, cuando han sido violados
o son amenazados por la acción u omisión de autoridades públicas o de
particulares. No puede haber amparo sin el presupuesto indispensable de algún
derecho fundamental probadamente vulnerado o en peligro.
Por tanto, el
procedimiento preferente y sumario que tiene lugar a partir de la demanda de
tutela únicamente puede fundarse en el alegato y posterior probanza de que el
solicitante o aquel a nombre de quien actúa está siendo afectado o puede serlo
de modo inminente y grave.
Quien acude al juez
en demanda de defensa constitucional tiene acceso a la administración de
justicia en tanto en cuanto sus derechos fundamentales estén de por medio y
solamente por ello.
Si bien es cierto
que -como lo ha expresado la jurisprudencia de esta Corte- cabe el amparo aun
cuando con la decisión queden cobijados y favorecidos los derechos de una
colectividad (Cfr., Corte Constitucional, diferentes salas de revisión de
tutela, sentencias T-437 de 1992, T-67, T-254, T-320, T-366, T-376, T-539,
T-551 y T-552 de 1993; T-354 de 1994, entre otras), ello únicamente acontece
sobre la base insustituible de que exista una conexidad entre el motivo que
venía generando el daño colectivo y el perjuicio individual que, para sus
derechos fundamentales, invoca la accionante.
Así las cosas, la
tutela carece de todo sentido si se orienta únicamente a la búsqueda de fines
puramente colectivos, como los indicados en el artículo 88 de la Constitución
-derechos e intereses relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad
y la salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre
competencia y otros de similar naturaleza-, para los cuales ha sido previsto un
mecanismo diferente a la acción de tutela, como es el de las acciones
populares.
El ámbito propio de
la protección judicial de los derechos esenciales aparece, entonces, desbordado
cuando se intentan acciones de tan amplios alcances como la examinada en este
caso, mediante la cual se ha pretendido alcanzar unos efectos generales sobre
un vasto sector de la población urbana sin que pueda establecerse una relación
lógica y razonable con la situación alegada por la demandante.
La Corte
Constitucional ya señaló en proceso similar:
"...la tutela
surge como una acción subjetiva de carácter personal y concreto, cuyo titular
es la persona agraviada o amenazada en sus derechos fundamentales, quien tiene
el deber de iniciarla directamente o por medio de representante, salvo los
casos señalados en el decreto 2591 de 1991 que permiten hacerlo al defensor del
pueblo o a un personero municipal o distrital.
Ahora bien, tanto en
el artículo 86 de la Constitución Nacional, como en la normatividad legal que
lo desarrolla (decreto 2591 de 1991), el fin o propósito específico de la
acción de tutela, aparece claramente determinado, y no es otro que el de
brindar a la persona afectada, óigase bien, única y exclusivamente a
ésta, la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales que le han sido vulnerados o amenazados, por parte de una
autoridad pública o de un particular.
En consecuencia el
juez a quien compete resolver la citada acción, no puede pronunciarse en forma
general, impersonal y abstracta, pues su función se limita a ordenar para
el caso particular y específico, puesto en su conocimiento, las medidas
necesarias para garantizar al agraviado el pleno goce de su derecho y,
si es pertinente, volver las cosas al estado en que se encontraban antes de la
violación. Cuando lo impugnado sea la denegación de un acto o una omisión, el
fallo debe ordenar que se lleve a cabo o efectúe la actuación correspondiente o
se desarrolle la acción adecuada en el plazo señalado por la ley. Si se trata
de la ejecución de una conducta o la realización de una actuación material o de
una amenaza, se ordenará la inmediata cesación, así como la orden de evitar
toda nueva violación o amenaza, perturbación o restricción". (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-321 del 10 de agosto de
1993. M.P.: Dr. Carlos Gaviria Díaz).
En el caso materia
de análisis resulta evidente que las pretensiones colectivas de la demanda
desvirtuaban el alcance y el fundamento de la acción de tutela instaurada,
razón por la cual lo procedente era excluírlos de plano, como en efecto se hizo
en las instancias, y resolver únicamente sobre la posible violación de los
derechos fundamentales de la petente.
Es verdad que la
Corte Constitucional en casos concretos, como el considerado en la Sentencia
T-112 del 11 de marzo de 1994 (M.P.: Dr. Antonio Barrera Carbonell), ha
ordenado a las autoridades administrativas de una zona residencial impedir el
funcionamiento de establecimientos comerciales carentes de licencia y
abstenerse de expedir nuevos permisos en cuanto su destinación no fuera
compatible con el uso residencial, pero no es menos cierto que ello encontró
justificación válida en la acreditada violación de derechos fundamentales de la
peticionaria por virtud de una perturbación anormal o extraordinaria que
excedió los límites de la tolerancia. La situación llegó en ese evento al punto
de que se puso en peligro las vidas de aquella y de sus familiares por cuanto
el vidrio de una de las alcobas de su casa de habitación fue perforado mediante
bala, debido a que en la mayoría de los establecimientos comerciales del sector
se vendía y consumía droga.
Derecho a la
tranquilidad y tolerancia
En el proceso que se
menciona, la Corporación tuteló los derechos a la vida, a la tranquilidad y a
la intimidad de la solicitante, pero en esa misma providencia la Corte puso de
presente que "por el hecho de vivir en sociedad, esto es, por encontrarse
dentro de un grupo de personas, con unidad distinta y superior a la de sus
miembros individualmente considerados, el ciudadano debe tolerar algunos
obstáculos y molestias resultantes de actividades que sean socialmente
convenientes e imprescindibles", si bien "esos inconvenientes sólo
deben soportarse cuando (...) no rebasan lo que es considerado normal, habitual
y común".
La Corte estima
necesario ratificar en esta ocasión los dos criterios, ambos emanados de la
Carta Política: el de que todo individuo y su familia tienen derecho a un
ámbito propio e inviolable dentro del cual ha de desenvolverse su vida privada
en forma tranquila y pacífica y el de que la convivencia impone, por su misma
naturaleza, ciertas restricciones que hagan posible a cada uno el ejercicio de
sus derechos sin interferir los de otros. Ello se traduce necesariamente en el
reconocimiento de que los derechos, por no ser absolutos, deben coexistir, sin
que por fuerza tenga uno de ellos que eliminar o anular otro u otros.
Así, el juez constitucional
debe conciliar, en situaciones como la aquí descrita, los derechos a la
tranquilidad y a la intimidad de la solicitante con el derecho al trabajo de
los propietarios de los establecimientos comerciales cercanos a su residencia,
sujetos ellos -claro está- a las exigencias legales, reglamentarias y policivas
correspondientes.
Respecto del asunto
objeto de examen, la Corte Constitucional entiende que la peticionaria, toda
vez que no tuvo en cuenta los específicos alcances constitucionales de la
acción de tutela, no podía pedir que mediante ella se forzara a las autoridades
locales a adoptar decisiones administrativas de índole general inherentes a su
gestión.
Se reitera lo
afirmado por la Sala Segunda de Revisión, mediante Sentencia T-268 del 7 de junio
de 1994, en el sentido de que no corresponde al juez de tutela sustituir a la
autoridad administrativa en el ejercicio de las competencias que le son
propias, ni mucho menos presentar soluciones concretas a la problemática
originada por la comercialización de un sector residencial. La Corte, por ello,
se limita a verificar lo referente a posibles transgresiones de la normativa
constitucional en materia de derechos fundamentales, lo que implica que deba
desecharse la solicitud de la accionante en el caso de autos en lo relativo a
aspectos que exceden ese ámbito puramente individual.
Análisis del caso
concreto.
Según obra en el
expediente T-71019 ( folio 15), en ejercicio del derecho de petición, la señora
MARCOLINA PEREZ DE GRIMALDOS, se dirigió al Alcalde Local Zona Décima Engativá,
con el fin de que se decretara el cierre definitivo del establecimiento
comercial que funcionaba en el Conjunto Multifamiliar de Ciudad Quirigua
Central, propiedad del señor Rubén Gómez, el cual opera como una CANTINA, perturbando
la tranquilidad de quienes habitan el Bloque 129 de dicho Conjunto.
La accionante
acompañó a su solicitud un certificado médico de la Secretaría Distrital de
Salud, a nombre de Marcolina Pérez, en el cual consta que ella presenta
"neurosis de angustia y pánico, la cual es exacerbada por la presencia de
ruidos en su medio ambiente habitacional" (folio 71, Exp. 71019).
La Juez 17 Penal del
Circuito de la ciudad, a quien correspondió conocer en primera instancia de la
acción de tutela, remitió a la peticionaria a una valoración siquiátrica en el
Instituto de Medicina Legal a fin de que allí se determinara si la crisis
nerviosa que padece aquélla puede atribuírse a los ruidos producidos en la
cigarrería que funcionaba en su edificio, o si el insomnio presentado desde
hace dos años evidenciaba ya desordenes mentales anteriores.
A folios 120 a 125
del Expediente 71019 se encuentra el informe rendido por el Instituto Nacional
de Medicina Legal y Ciencias Forenses de fecha 15 de marzo del año en curso, en
cuyas conclusiones se lee:
"CONCLUSION
1.- Examinada el día
14 de marzo de 1995 encontramos que la señora MARCOLINA PEREZ presenta una
neurosis de angustia con ataques de angustia. Que las enfermedades mentales son
multicausas pero que el desencadenamiento y el cuadro agudo o sea los ataques
de angustia se presentan en concomitancia con la situación del ruido producido
por la cigarrería. Es decir dicho hecho que parece banal (sic), no lo es para
el psiquismo de la señora Pérez y se convirtió en una preocupación."
Para esta Sala es
claro el nexo causal existente entre el funcionamiento cercano de la
"CIGARRERIA GLASS" y el daño mental producido en la señora Marcolina
de Grimaldos, lo que, por la persistencia e intensidad de las conductas
denunciadas y probadas, atribuibles al propietario y empleados del
establecimiento y a su clientela, constituye una violación al derecho de
aquélla a la salud y a la tranquilidad.
Lo anterior sería
suficiente para conceder la protección solicitada, si no fuera por el hecho de
que el señor Alcalde Local de Engativá, mediante Resolución No. 014 del quince
(15) de marzo de mil novecientos noventa y cinco (1995), resolvió REVOCAR la
licencia de funcionamiento expedida para el establecimiento denominado
"CIGARRERIA GLASS", de propiedad del señor Rubén Gómez.
Lo anterior fue
corroborado por esta Corporación mediante la diligencia de inspección judicial
que llevara a cabo la Magistrada Auxiliar del Despacho del Magistrado Ponente,
doctora María Claudia Rojas Lasso, en la cual se verificó el cierre de dicho
establecimiento comercial, como consta en el escrito que obra a folios l92 y
193 del Expediente 71019. Allí aparece que tal negocio fue cerrado desde el
pasado 22 de julio, lo cual hace que la tutela carezca de fundamento actual.
Indemnización
de perjuicios por vía de tutela.
Solicita la
peticionaria que se le indemnice en abstracto el daño emergente como quiera que
es necesario para asegurar el goce efectivo de sus derechos.
Sobre el particular debe
reiterarse lo afirmado por esta Corporación en el sentido de que la tutela no
es, en principio, el mecanismo judicial idóneo para obtener esta clase de
pretensiones. Ellas, por cuanto no se reúnen los requisitos previstos en el
artículo 25 del Decreto 2591 de 1991, deben hacerse valer ante la justicia
ordinaria.
En Sentencia T-403
de 1994 expresó esta Corporación:
"Debe
subrayarse, sin embargo, que, no es la indemnización el objetivo primordial de
la tutela pues la razón de ésta reside en la protección inmediata de los
derechos fundamentales.
Conviene recordar
que, como lo ha enseñado la jurisprudencia, "la indemnización sólo es
posible decretarla si se concede la tutela, razón por la cual la prosperidad de
la acción en esta materia -que, por ende, resulta ser accesoria- únicamente
puede darse si prospera la pretensión principal, es decir, si el juez ha
encontrado aquélla procedente y, además, ha concluido que las razones de hecho
y de derecho por él evaluadas dan lugar a impartir una orden de inmediato
cumplimiento en cuya virtud se realicen, en el caso específico, los postulados
constitucionales".(Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión,
Sentencia T-095 del 4 de marzo de 1994).
(...)
"En otros
términos, la indemnización por la vía de la tutela es excepcional.
Para que proceda es
indispensable que el afectado no disponga de otro medio judicial. Esta
exigencia no se refiere a la defensa del derecho fundamental invocado sino a la
obtención del resarcimiento del perjuicio, como ya lo resaltó esta Corte en el
fallo últimamente mencionado.
En consecuencia, si,
consideradas las circunstancias del caso, el accionante tiene posibilidad de
intentar la acción ordinaria enderezada a la indemnización de los daños que se
le han causado, no es la tutela el medio judicial idóneo para ello, pese a
haber prosperado". (Cfr. Corte Constitucional, Sala Quinta de Revisión.
Sentencia T-403 de 1994).
De lo anterior se
desprende con claridad que si la señora Marcolina Pérez de Grimaldos pretende
ser indemnizada por los perjuicios que le pudo haber ocasionado el
establecimiento comercial denominado "CIGARRERIA GLASS", de propiedad
del señor Rubén Gómez, debe acudir a la justicia ordinaria civil.
DECISION
Con base en las
expuestas consideraciones, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR el fallo proferido por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá el día
veinticuatro (24) de abril del año en curso, mediante el cual se confirmó el
proferido en primera instancia, al resolver sobre la acción de tutela instaurada
por la señora MARCOLINA PEREZ DE GRIMALDOS contra el señor Alcalde Local de
Engativá y la Estación Décima de Policía y, en consecuencia, denegar la
protección solicitada.
Segundo.- Por Secretaría líbrese la comunicación de
que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
545 | T-454-95
Sentencia No. T-454/95
Sentencia No.
T-454/95
LIBERTAD DE
CULTOS-Límites a su
difusión
En el específico
caso del ejercicio de un determinado culto, en éste sólo se puede producir
sonido hasta el límite espacio-temporal fijado. La anterior limitación de
magnitud parte de la existencia de un ámbito de acción permitido para el
mencionado derecho, en el cual su despliegue no causa violación o amenaza de
los derechos de los otros, porque se encontraría dentro de la carga que
comporta la vida en sociedad, pero si supera el marco fijado vulnera el
contenido esencial del derecho a la intimidad de la persona que soporta la
injerencia sónica arbitraria. Así mismo, la razón de ser de la mencionada
tabla es la determinación de niveles de sonido que el oído humano está en
condiciones de soportar sin afectar su salud. En ese orden de ideas, la
transgresión de los límites señalados constituye una amenaza al derecho
fundamental de la salud del que lo sufre.
ACCION DE TUTELA
CONTRA EL RUIDO-Difusión
de cultos/DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Vulneración por
ruido/DERECHO A LA SALUD-Vulneración por ruido
En cuanto a la
transgresión del derecho fundamental a la intimidad personal y familiar, la
Comunidad se ha estado excediendo en la emisión del ruido, pues hay varios
indicios que en su conjunto conducen a concluir que los fieles que conforman
tal Comunidad realizan una injerencia arbitraria contra los vecinos. Se está
presentando una extralimitación por parte de un particular en el ejercicio del
derecho de libertad de cultos, pues se están transgrediendo los límites dentro
de los cuales se pueden desplegar el derecho citado y con ello violando el
derecho a la intimidad de los vecinos, en este caso actores en la presente
tutela. Así mismo, se amenaza el derecho a la salud de los peticionarios pues
se emiten sonidos fuera de los niveles admitidos para preservar la salud de las
personas.
DERECHO DE
PETICION-Obligación de
comunicar trámite
La conducta que
desplegó el Alcalde a fin de cumplir la orden dada por el Juez de tutela se
ajusta a derecho pues carecía de competencia para realizar un proceso policivo
de perturbación de la tranquilidad y lo remitió a una de sus oficinas, la cual
tiene a su vez dependencias que sí pueden llevar a cabo el proceso en mención,
con el cual se tomarían las medidas pedidas en la petición de los actores. Sin
embargo, el Alcalde en mención falló al no comunicarle a las personas que
suscriben la petición, la actuación administrativa que realizó al percibir que
no era competente para contestar, más no se ordenará que se realice la acción
omitida pues los accionantes ya están enterados.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL INEXISTENTE-Ruido
En cuanto a la
violación de la intimidad y la salud, los actores no tiene otro medio de
defensa judicial, pues los medios jurídicos con los cuales se puede defender de
la conducta de los particulares acusados son de carácter administrativo.
ACCION DE TUTELA
CONTRA EL RUIDO-Procedencia
frente a particulares
La tutela se
encuadra también dentro de uno de los supuestos de tutela contra particulares,
el cual es la afectación grave y directa de un interés público.
REF: EXPEDIENTE T-71249
Peticionarios: Miguel Angel García Barbosa, Antonio
Melo y otros.
Procedencia: Consejo de Estado -Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Quinta-.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Temas:
- El ruido como
trangresor de los derechos fundamentales a la intimidad y a la salud.
- El derecho de
petición.
Santa Fe de Bogotá
D.C., cinco (5) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
Alejandro Martínez Caballero -Presidente de la Sala-, Fabio Morón Díaz y
Vladimiro Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-71249.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto No. 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia. Por reparto le
correspondió el presente negocio a la Sala Séptima de Revisión.
1. Solicitud.
Miguel Angel García
y otros, impetran acción de tutela contra la Comunidad Carismática Cristiana
con fundamento en los siguientes hechos:
a) Los accionantes,
junto con sus familias, residen en el barrio Interlaken de la ciudad de Ibagué,
específicamente en el sector comprendido entre la Avenida Octava y la carrera
8º y la calle 19 hasta la calle 16.
b) En el mismo
barrio, en la Avenida 8º No. 16-56, funciona un templo de la Comunidad Carismática
Cristiana, en el cual se realizan los cultos.
c) Según los
accionantes, los mencionados cultos producen un ruido exagerado pues los fieles
cantan, aplauden y pisotean, acompañados por instrumentos musicales con elevado
sonido. Así mismo, se realizan diariamente sin tener horario definido. Por otro
lado, en el templo en mención se han realizado construcciones sobre pared
medianera de uno de los accionantes, sin su consentimiento y constituyendo una
servidumbre de vista.
Los peticionarios
sostienen que el comportamiento antes descrito vulnera sus derechos
fundamentales consagrados en los artículos 15 (intimidad) y 92 (solicitud de
aplicación de sanciones penales y disciplinarias para autoridades públicas) de
la Constitución Política, como también las normas urbanísticas.
2. Fallos.
2.1. Tribunal
Administrativo del Tolima. Sentencia del 7 de abril de 1995.
El Tribunal de
primera instancia indicó que la tutela es procedente, sosteniendo que la
libertad religiosa es un derecho fundamental de expresión individual y
colectiva pero se debe desplegar sin perturbar la intimidad de las otras
personas. Es así como no se puede forzar a los habitantes que rodean un templo
a escuchar las "manifestaciones religiosas mediante altoparlantes o ruidos
originados por instrumentos musicales con elevado sonido, pues no solamente
perturba la conciencia sino la tranquilidad y más cuando no se pertenece a esa
iglesia". Por otro lado, expresó que existió una violación del derecho
fundamental de petición, porque "el director de la administración del ente
territorial no ha dado solución a las peticiones para evitar lo anterior -se
refiere a la perturbación sonora-, y además en este trámite guardó silencio
respecto a la no contestación de los reclamos recibidos en su Despacho de
fechas 13 de septiembre y 8 de noviembre de 1994".
En ese orden de
ideas, el Tribunal Administrativo del Tolima concedió la tutela solicitada por
Miguel Angel García y otros debido a la violación de los derechos fundamentales
de petición e intimidad.
2.2. Consejo de
Estado -Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Quinta-. Sentencia del
12 de mayo de 1995.
El Consejo de Estado
revocó parcialmente la sentencia del A-quo, denegando la acción en cuanto a la
violación de derecho a la intimidad y confirmando todo lo restante.
El Consejo
manifestó, inicialmente, que son dos aspectos los que originan la presente
acción de tutela: a) el ruido que presuntamente producen las reuniones de culto
de la Comunidad Carismática Cristiana, sin que el Alcalde, a quien le
solicitaron la solución del problema, les respondiera; y b) la violación por
parte de la misma Comunidad, de las normas municipales de construcción al
efectuar la edificación del templo, aspecto también puesto en conocimiento de
la Alcaldía y Planeación Municipal.
El Consejo de Estado
explicó que:
Aunque la Sala
entiende que la parte solicitante lo que quiere es la suspensión de la obra y
el ruido que considera se produce en las reuniones de culto de la Comunidad
Carismática Cristiana, por las razones anotadas, no es posible mediante esta
acción de tutela acceder a tales peticiones, que constituyen el fondo del
asunto y que, ni por los derechos que se alegan violados ni por razón de la
tutela del derecho de petición es procedente, porque si hay solicitud ante el
Alcalde debe esperarse su respuesta, que es lo ordenado en esta oportunidad.
En relación con el
derecho de petición, el Consejo entendió que la afirmación de los solicitantes
en cuanto a que no obtuvieron respuestas a sus quejas, esto fue corroborado por
el silencio de la Administración, al ser inquirida al respecto, por tanto se
violó el derecho de petición.
Seguidamente,
respecto al segundo aspecto, se expresó que la Oficina de Planeación Municipal
oportunamente contestó manifestando que inicialmente se había sellado la
construcción por no cumplir los requisitos legales y que una vez cumplidos los
mismos se produjo la resolución que otorgó el permiso, "es decir, existe
un acto administrativo que puede ser discutido por al vía judicial sin que haya
lugar a pronunciamiento alguno mediante la acción incoada".
En ese orden de
ideas, el Consejo de Estado sólo tuteló el derecho de petición, denegando la
tutela en lo relacionado con el derecho a la intimidad.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
Competencia.
1- Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de
revisión dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los
artículos 86 inciso segundo y 241 numeral noveno de la Constitución Política,
en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto No. 2591 de 1991;
además, su examen se hace por virtud de la selección que de dichas acciones
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
Temas a tratar.
2- Los accionantes
fundamentan la presente acción sobre la presunta violación de sus derechos
fundamentales por las altas emisiones de ruido que protagoniza la Comunidad
Carismática Cristiana en la realización de sus cultos, entonces, la Corte
estudiará el ruido como transgresor del derecho a la intimidad y factor
contaminante.
3- Por otro lado,
los peticionarios se quejan de la falta de respuesta de las peticiones
dirigidas a la administración municipal para solucionar el entuerto. Así, esta
Sala abordará también el tema del derecho de petición.
El ruido como
transgresor de los derechos fundamentales a la intimidad y a la salud.
4- La acusación de
los peticionarios gira alrededor de la presunta transgresión del derecho a la
intimidad por parte de Comunidad en cuestión, por el uso desmedido del sonido
producido en la ejecución de sus ceremonias religiosas, por consiguiente, la
Sala analizará el tema del ruido como transgresor de los mencionados derechos
fundamentales.
5- Esta misma Sala
ha señalado que:
La vida en
sociedad genera para el ser humano ciertas cargas propias de la interacción
social. Este es el caso del ruido. Ciertamente, la vida social supone la
tolerancia de la existencia de la alteridad, es decir, del otro. Esa otra
persona tiene derecho a ser y, en consecuencia, a ejecutar todas sus
manifestaciones de existencia como la producción de su propio ruido, obviamente
limitado por los derechos de los demás y el orden jurídico (art. 16 C.P.). [1]
El ruido puede
llegar a constituirse en una injerencia arbitraria en la intimidad de una
persona. En relación con lo anterior, la Corte ha expresado que:
El derecho
fundamental a la intimidad asegura a la persona y a su familia un reducto o
espacio físico inexpugnable, ajeno a los otros, en el que puede resguardarse,
aislándose del tumulto de la vida moderna, gozar del recogimiento necesario y
proyectar tranquilamente su personalidad, alejado y libre de las intromisiones
o contactos que el sistema social normalmente acarrea.
En su versión
tradicional, el derecho a la intimidad ha sido identificado con la protección
al domicilio y a la correspondencia frente a intervenciones indeseadas y
arbitrarias de personas ajenas. A nivel penal, el allanamiento del domicilio o
la interceptación de las comunicaciones, sin orden judicial que las autorice,
son conductas punibles que atentan contra la inviolabilidad de la habitación y
del sitio de trabajo (Título X, Capítulo IV del Código Penal) y contra la
reserva de las comunicaciones y documentos privados (Título X, Capítulo V del
Código Penal).
Sin embargo, una
interpretación del derecho fundamental a la intimidad personal y familiar, a la
luz de los tratados internacionales ratificados por Colombia (CP art. 93),
exige entender comprendido en su núcleo esencial la interdicción de ruidos
molestos e ilegítimos. En efecto, la Declaración Universal de Derechos
Humanos (1948) establece:
"Nadie
será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra y a su reputación.
Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o
ataques".
La prohibición
que recae sobre las injerencias arbitrarias en la vida privada de la
persona, su familia, su domicilio o su correspondencia, no sólo garantiza a la
persona frente al ingreso injustificado de personas o agentes públicos al
espacio físico de su exclusivo control, sino también la ampara contra las
invasiones que penetran la esfera de intangibilidad de su vida personal o
familiar, mediante aparatos electrónicos o mecánicos, en este caso ya no tan
sólo en forma directa e intencional. La amplitud del concepto de
"injerencia", contenido en el derecho a no ser molestado que,
a su vez, hace parte del núcleo esencial del derecho fundamental a la intimidad
personal o familiar, incluye los ruidos ilegítimos, no soportables ni
tolerables normalmente por la persona en una sociedad democrática.[2]
En conclusión, el
ruido excesivo también puede vulnerar un derecho fundamental, la intimidad
personal y familiar (art. 15 C.P.), cuando se presenta una injerencia
arbitraria, o sea, niveles de ruido que no se tiene la carga de soportar, en
ese reducto exclusivo y propio de la persona.
6- Por otro lado, el
ruido es reconocido como agente contaminante del medio ambiente, tanto por la
legislación nacional (Decreto No. 2811 de 1974) como por la jurisprudencia de
esta Corporación[3].
Así mismo, la Corte Constitucional ha reiterado en múltiples sentencias que el
medio ambiente no es derecho fundamental por naturaleza, sin embargo, cuando
existe una violación de un derecho fundamental, como la salud o la vida, es
posible que proceda la tutela probándose la relación causal entre la actividad
que vulnera el medio ambiente y el daño al derecho fundamental respectivo. En
ese orden de ideas, es posible que el ruido llegue a niveles en los cuales
viole o amenace violar un derecho fundamental como el de la salud, en cuyo caso
pueda ser tutelado, en tanto y en cuanto, se logre comprobar el nexo entre la
conducta acusada violatoria del medio ambiente y el daño o amenaza al derecho
fundamental.
7- El nivel de
tolerancia social del ruido está condicionado, principalmente, por la situación
espacial y temporal en la cual se produce. En efecto, el Ministerio de Salud
Pública expidió la Resolución No. 8321 de 1983, por la que "se dictan
normas sobre protección y conservación de la audición de la salud y el
bienestar de las personas, por causa de la producción y emisión de
ruidos". En su artículo 17, la Resolución citada determina los niveles de
ruido máximos permisibles según el lugar y la hora en que se produzca su
emisión:
Artículo 17.-
Para prevenir y controlar las molestias, las alteraciones y las pérdidas
auditivas ocasionadas en la población por la emisión de ruido, se establecen
los niveles sonoros máximos permisibles incluidos en la siguiente tabla:
TABLA NUMERO I
Zonas receptoras
Nivel de presión
sonora de dB (A)
Período
diurno Período nocturno
7:01a.m.-9p.m.
9:01p.m.-7a.m.
Zona I
residencial 65 45
Zona II comercial 70
60
Zona III industrial 75 75
Zona IV de
tranquilidad 45 45
Parágrafo 1º -
Para efectos del presente artículo la zonificación contemplada en la Tabla número
I, corresponde a aquella definida o determinada por la autoridad competente en
cada localidad y para cada caso.
(...)
Así mismo, el
artículo 21 del precitado acto normativo reitera, en general, la obligatoriedad
del artículo 17 ibídem, al establecer lo siguiente:
Artículo 21.- Los
propietarios o personas responsables de fuentes emisoras de ruido, están en la
obligación de evitar la producción de ruido que pueda afectar y alterar la
salud y el bienestar de las personas, lo mismo que de emplear los sistemas
necesarios para su control con el fin de asegurar niveles sonoros que no
contaminen las áreas aledañas habitables. Deberán proporcionar a la autoridad
sanitaria correspondiente la información que se les requiera respecto a la emisión
de ruidos contaminantes.
Luego, la Resolución
mencionada, en su artículo 22, determina el respeto a la intimidad en su
componente de tranquilidad auditiva específicamente en las relaciones entre
vecinos, sin atender a la actividad que desempeñen, estableciendo que
"ninguna persona permitirá u ocasionará la emisión de cualquier ruido, que
al cruzar el límite de propiedad del predio originador pueda exceder los
niveles establecidos en el Capítulo II de la presente resolución".
Claramente, la norma prohibe la intromisión arbitraria de un vecino al predio
de otro, a través del ruido que sobrepase los niveles permitidos. En el
artículo 23 ibídem, se les exige a los establecimientos, locales y áreas de
trabajo el estricto cumplimiento de los niveles sonoros permisibles.
Así las cosas, las
personas que tengan fuentes productoras de sonido que rebasen las escalas
sonoras antes citadas están ejerciendo en forma abusiva su derecho a producir
ruido.
8- Ahora bien, en el
específico caso del ejercicio de un determinado culto (art. 19 C.P.), en éste
sólo se puede producir sonido hasta el límite espacio-temporal fijado por la
tabla del artículo 17 antes citado. La anterior limitación de magnitud parte de
la existencia de un ámbito de acción permitido para el mencionado derecho, en
el cual su despliegue no causa violación o amenaza de los derechos de los
otros, porque se encontraría dentro de la carga que comporta la vida en
sociedad, pero si supera el marco fijado vulnera el contenido esencial del
derecho a la intimidad de la persona que soporta la injerencia sónica
arbitraria. Así mismo, la razón de ser de la mencionada tabla es la
determinación de niveles de sonido que el oído humano está en condiciones de
soportar sin afectar su salud. En ese orden de ideas, la transgresión de los
límites señalados constituye una amenaza al derecho fundamental de la salud del
que lo sufre.
Es preciso tener en
cuenta que los límites de los derechos no siempre están positivizados, sino por
el contrario obedecen a la cláusula del artículo 16 constitucional que señala
la relatividad de la frontera del derecho a partir de los derechos de los demás
y el orden jurídico.
La Corte ha
sostenido que:
El conflicto
surgido entre el ejercicio de los derechos fundamentales a la libertad de cultos
y de religión (CP art. 19) y el derecho fundamental a la intimidad personal y
familiar (CP arts. 15 y 28), debe resolverse de conformidad con los principios
de mayor efectividad de los derechos fundamentales y de armonización de las
normas constitucionales. El intérprete debe garantizar el mayor radio de acción
posible al ejercicio de los derechos fundamentales y preferir la solución que,
en la sopesación de valores o derechos constitucionales contrapuestos, no
sacrifique su núcleo esencial, atendidas la importancia y la función que cada
derecho cumple en una sociedad democrática.
(...)
El ámbito de la
vida privada, ajeno a las intervenciones de los demás, garantiza a la persona
su libertad. Quien se ve compelido a soportar injerencias arbitrarias en
su intimidad sufre una restricción injustificada de su espacio vital, de
su autonomía y de sus posibilidades de libre acción. Esto sucede especialmente
cuando el contenido del derecho es significativamente recortado por las
exigencias o cargas impuestas al mismo como resultado de la interrelación con
otros derechos fundamentales.
(...)
La proporción
o justa medida del ejercicio legítimo de un derecho
constitucional está determinada por los efectos que, sobre otros derechos
igualmente tutelados por el ordenamiento, pueden tener los medios escogidos
para ejercer el derecho. La imposición de cargas o exigencias inesperadas e
ilegítimas a terceras personas revela un ejercicio desproporcionado de un
derecho o libertad. El empleo abusivo de las facultades emanadas de un derecho
puede desembocar, en la práctica, en el recorte arbitrario de los derechos
ajenos.
(...)
En el plano
estrictamente constitucional, el impacto negativo a los derechos ajenos por el exceso
de ruido, atendido el lugar y la hora en que se produce al igual que los
instrumentos empleados, constituye un ejercicio abusivo de la libertad de
cultos. El núcleo esencial del derecho a la intimidad personal y familiar,
entendido como el derecho a no ver o escuchar lo que no se desea ver o
escuchar, se vería vulnerado de permitirse el ejercicio de la libertad de
cultos fuera del parámetro ofrecido por un comportamiento razonable de
las personas en determinadas circunstancias espacio-temporales - en un sector
residencial durante las horas de la noche -. El ejercicio de las libertades
de religión y de cultos, en determinadas circunstancias espacio-temporales, que
sea excesivo, por la medida del ruido que produce, impide el libre
desenvolvimiento de la vida privada y constituye, por lo tanto, una injerencia
arbitraria que vulnera el derecho a la intimidad personal y familiar[4].
En ese orden de
ideas, las prácticas de un culto religioso deben realizarse de forma razonable
a fin de no interferir abusivamente en la intimidad de las personas vecinas y
mucho menos amenazar o vulnerar el derecho a la salud.
El derecho de
petición.
9- El otro aspecto
de la tutela de la referencia es la omisión de la administración municipal en
dar contestación a una petición de los accionantes exigiendo solución al problema
del ruido. A continuación, entonces, se abordará el tema del derecho de
petición.
10- El derecho
fundamental de petición (art. 23 C.P.) es aquel que le confiere la facultad a
cualquier persona de entrar en comunicación con el Estado, quedando éste en la
obligación de responder en forma oportuna. El contenido de la respuesta debe
ser coherente con lo solicitado y "referirse al fondo de la materia
sometida a análisis por parte de los interesados. No se haría efectiva la
facultad de suscitar la intervención oficial en un asunto de interés general o
particular, si bastara a la administración esgrimir cualquier razón o
circunstancia para dar por respondida la petición"[5].
Así mismo, se
requiere que el funcionario al cual vaya dirigida la petición tenga competencia
para contestar correctamente la solicitud del caso. Esto no quiere decir que el
servidor público incompetente no tenga cargas respecto de la petición. Es más,
el artículo 33 del C.C.A. lo obliga a informar la situación al peticionario y
en el caso de que la petición fuere escrita, enviar el libelo al competente.
Sin embargo, el
derecho de petición esta limitado por la materia que aborde, pues, a manera de
ejemplo, es posible que se encuentre bajo reserva o se exija la motivación de
un acto que no la necesite.
En conclusión, el
derecho de petición no genera sólo un deber de respuesta, sino también una
contestación acorde con lo preguntado, con la competencia de la entidad y con
el asunto bajo examen.
El caso en
cuestión.
11- Inicialmente, es
menester definir si se presenta violación o amenaza de un derecho fundamental
por la ocurrencia de la conducta acusada.
En cuanto a la
transgresión del derecho fundamental a la intimidad personal y familiar, la
Comunidad Carismática Cristiana se ha estado excediendo en la emisión del
ruido, pues hay varios indicios que en su conjunto conducen a concluir que los
fieles que conforman tal Comunidad realizan una injerencia arbitraria contra
los vecinos, a saber: a) el representante legal de la mencionada Comunidad
señala que antes de octubre de 1994 los vecinos tenían razón en sus reclamos
(folio 104), aunque agrega que en la actualidad no se presenta tal conducta,
sea lo que fuere es un indicio de comportamiento; b) El señor Antonio Melo
Salazar, accionante en la tutela de la referencia, sostuvo que el 16 de
septiembre del año en curso la Comunidad había alterado significativamente el
descanso y la paz de su hogar a través del ruido excesivo en una reunión (folio
103), aserto que no desmintió específicamente el representante legal de la
Comunidad acusada (folios 104 a 106); y c) El mismo Secretario de Gobierno
Municipal de Ibagué, en la inspección judicial y en presencia del Pastor Jaime
Román (folio 101), se refiere a las reflexiones que le ha hecho al Pastor para
que controle las emisiones de ruido. Todo lo anterior lleva a la Sala a
deducir que la Comunidad acusada ha producido ruido que viola la intimidad de
los vecinos y que la amenaza de que vuelva a ocurrir es
factible.
En ese orden de
ideas, se está presentando una extralimitación por parte de un particular en el
ejercicio del derecho de libertad de cultos, pues se están transgrediendo los
límites dentro de los cuales se pueden desplegar el derecho citado y con ello
violando el derecho a la intimidad de los vecinos, en este caso actores en la
presente tutela. Así mismo, se amenaza el derecho a la salud de los
peticionarios pues se emiten sonidos fuera de los niveles admitidos para
preservar la salud de las personas.
Es necesario acotar
que esta Sala se separa de los fundamentos de la primera instancia para
conceder la tutela, en cuanto al derecho a la intimidad, pues ésta radica la
violación en las "manifestaciones religiosas mediante altoparlantes o
ruidos originados por instrumentos musicales con elevado sonido, pues no
solamente perturba la conciencia sino la tranquilidad y más cuando no se
pertenece a esa iglesia" (negrillas fuera de texto). Para la Corte,
como ya se señaló, la vida en sociedad crea para el elemento social ciertas
propias de la interacción con los demás. El respeto de la dignidad humana del
otro (art. 1º C.P.) comporta el deber de toda persona de tolerar las
manifestaciones existenciales de los otros individuos. Tales manifestaciones
tienen como límite el derecho de los demás y el orden jurídico. En este caso,
los accionantes soportan la carga de tolerar el ejercicio del culto de los
fieles de la Comunidad Carismática Cristiana hasta cierto término; transgredido
éste se presenta un ejercicio abusivo del derecho, que genera las violaciones
de los derechos a la intimidad y a la salud.
Como en el lugar
donde se realizan el culto de la Comunidad acusada se están realizando
adecuaciones arquitectónicas para el control del sonido, la orden que se dará
tiene mucha relación con lo que en el futuro ocurra por la circunstancia
anotada.
12- Respecto del
derecho de petición, el Consejo de Estado concedió la tutela argumentando que
la administración municipal al haber sido requerida, no había concurrido a
explicar o desvirtuar el dicho de los accionantes en cuanto a la falta de
respuesta de la petición recibida el 8 de noviembre de 1994.
Ciertamente, al no contestar oportunamente el requerimiento del Juez de tutela
el Alcalde de Ibagué se colocó en los supuestos del artículo 20 del Decreto No.
2591 de 1991, el cual señala que si el informe pedido por el Juez de tutela no
fuere rendido dentro del plazo correspondiente, se tendrá por ciertos los
hechos, por tanto, en este caso obra la presunción de veracidad de la
afirmación de los accionantes. Siendo así las cosas, se confirmará la decisión
en este sentido.
Es de mérito señalar
que la primera instancia consideró que la otra petición de los accionantes,
recibida el 13 de septiembre de 1994 y dirigida a la Secretaría de Planeación
Municipal no fue contestada, sin embargo, en el expediente obra contestación de
la antes citada petición (folios 24 y 25).
Por otro lado, el
Alcalde de la localidad a fin de cumplir los fallos descritos dió traslado de
las comunicaciones a la Secretaría de Gobierno y ésta a su vez, la envió a la
Inspección Primera Urbana de Ibagué para iniciar un proceso policivo por
perturbación de la tranquilidad.
A juicio de la
Corte, la conducta que desplegó el Alcalde a fin de cumplir la orden dada por
el Juez de tutela se ajusta a derecho pues carecía de competencia para realizar
un proceso policivo de perturbación de la tranquilidad (artículo 18 del Código
de Policía del Tolima, según folio 103) y lo remitió a una de sus oficinas, la
cual tiene a su vez dependencias que sí pueden llevar a cabo el proceso en
mención, con el cual se tomarían las medidas pedidas en la petición de los
actores. Sin embargo, el Alcalde en mención falló al no comunicarle a las
personas que suscriben la petición, la actuación administrativa que realizó al
percibir que no era competente para contestar (art. 33 C.C.A.), más no se
ordenará que se realice la acción omitida pues los accionantes ya están
enterados.
Es menester aclarar
que en este caso el derecho de petición se convierte en el procedimiento
administrativo policivo de perturbación a la posesión. La carta petitoria
inicia la querella y su contestación es la decisión del inspector, bajo los
procedimientos especiales establecidos para tal efecto.
13- En el presente
caso, en cuanto a la violación de la intimidad y la salud, los actores no tiene
otro medio de defensa judicial, pues los medios jurídicos con los cuales
se puede defender de la conducta de los particulares acusados son de carácter administrativo,
como se ha señalado anteriormente.
14- En lo referente
a las servidumbres legales de medianería y de vista, existe otro medio de
defensa judicial, pues tales asuntos son ventilados en la jurisdicción civil a
través del proceso abreviado establecido en los artículos 408 y siguientes del
C.P.C.. Por consiguiente, NO se podrá ordenar mediante tutela suspender las
construcciones, ni menos el cierre del lugar destinado al culto.
15- La tutela de la
referencia se encuadra también dentro de uno de los supuestos de tutela contra
particulares, el cual es la afectación grave y directa de un interés público,
pues esta Corporación ha establecido que:
La acción de
tutela contra el particular que afecta grave y directamente el interés
colectivo es consagrada sobre el supuesto de que la persona -natural o
jurídica- a la cual se sindica de vulnerar los derechos fundamentales haya
desbordado los límites del comportamiento normal de los particulares, llevando
a cabo actos positivos o asumiendo actitudes negativas que repercuten de manera
protuberante, grave y directa en el ámbito público, con menoscabo, lesión o
amenaza de los intereses comunes. Es claro para la Corte que la congregación
religiosa demandada no se ha limitado a ejercer el culto en un ámbito privado
dentro del cual se desenvuelvan las ceremonias para la exclusiva audiencia de
sus integrantes, sino que, por el contrario, mediante el uso de altoparlantes y
equipos de sonido, invade espacios ajenos, penetra en las residencias aledañas,
se hace sentir ruidosamente en horarios nocturnos y en días de descanso,
forzando la participación de los vecinos en su devoción. Por lo tanto, el
interés colectivo sí está comprometido, de manera grave en lo que atañe a los
señalados derechos, por lo cual es procedente la acción de tutela para demandar
su protección.[6]
16- En ese orden de
ideas, se concederá la acción de tutela presentada por Miguel Angel García y
otros en contra de la Comunidad Carismática Cristiana, dada la violación de los
derechos a la intimidad y a la salud de los actores. Así, tomando en
consideración que el Estatuto Urbano de Ibagué clasifica la zona en que se
desarrollan los hechos como un centro de actividad múltiple, y a éste se le da
tanto uso residencial como comercial, se ordenará a la Comunidad acusada no
emitir ruido que supere en niveles sonoros los 65 decibeles en el período
comprendido entre las 7:01a.m. a las 9 p.m., y los 45 decibeles en el período
comprendido entre las 9:01 p.m. a las 7 a.m., aplicando el nivel de presión
sonora correspondiente a lo resindencial porque el mismo Estatuto ubica las
capillas que "normalmente se encuentran mezclados con el uso
residencial".
Así mismo, se
confirmará la concesión de la presente tutela por la violación del derecho de
petición de los peticionarios por parte de la administración municipal al no
contestar una petición de los accionantes, recibida el 8 de noviembre de 1994,
de acuerdo a lo expresado por el Consejo de Estado.
17- Como es el Juez
de primera instancia quien hace cumplir el fallo de tutela y quien además mantiene
la competencia hasta cuando "esté completamente restablecido el derecho o
eliminadas las causas de la amenaza" (art. 27 ibidem), entonces, será
dicho juez constitucional el competente para determinar, mediante providencia,
la eliminación de la causa de la amenaza, si esta se produce con posterioridad
a este fallo, ordenando al Alcalde Municipal que en el término de 48 horas tome
las rápidas medidas policivas pertinentes. Es obvio que para tomar tal
determinación, debe actuar con fundamento en las pruebas o en las informaciones
que le envién las autoridades policivas, y, si éstas son renuentes a prestar
esa obligatoria colaboración, se aplicarán las sanciones respectivas; y,
también es justo que, si los mismos interesados presenta prueba que le de al juez
de tutela el convencimiento respecto de la situación litigiosa (art. 22
decreto 2591/91) se haría también efectiva la orden de tomar las rápidas
medidas pertinentes, todo esto sin perjuicio del proceso policivo en curso.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO: REVOCAR PARCIALMENTE las sentencias
materia de revisión. Y, en su lugar, TUTELAR los derechos a la intimidad y a la
salud de los solicitantes, ordenándole a la Comunidad Carismática Cristiana o a
quien la represente, que no podrá emitirse ruido en su lugar de culto, ubicado
en la Avenida 8º No. 16-56 de la ciudad de Ibagué, en niveles sonores que
superen los 65 decibeles en el período comprendido entre las 7:01a.m. a las 9
p.m., y los 45 decibeles en el período comprendido entre las 9:01 p.m. a las 7
a.m.. Si ello llegare a acontecer, con la prueba que se le aduzca al Tribunal
Administrativo del Tolima, de la manera como se indicó en la parte motiva, dicho
Tribunal le ordenará al Alcalde de Ibagué que tome las rápidas e inmediatas
medidas policivas pertinentes.
SEGUNDO: CONFIRMAR las decisiones de primera y
segunda instancia respecto al derecho de petición, según se explicó en la parte
motiva del presente fallo.
TERCERO: COMISIONAR al Tribunal Administrativo del
Tolima para que vigile el debido y estricto cumplimiento de esta sentencia.
CUARTO: Comuníquese lo resuelto en esta
providencia al Tribunal Administrativo del Tolima para las notificaciones y efectos
previstos en el artículo 36 del Decreto No. 2591 de 1991.
Notifíquese,
comuníquese, publíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Corte Constitucional. Sentencia No. 357/95. M.P. Dr.: Alejandro
Martínez Caballero.
[2]Corte Constitucional. Sentencia No. T-210/94. M.P.: Dr. Eduardo
Cifuentes Muñoz.
[3]Corte Constitucional. Sentencias Nos. T-411/92, T-308/93, T-025/94
y T-226/95, entre otras.
[4]Ibídem.
[5]Corte Constitucional. Sentencia No. T-125/95. M.P.: Dr. Eduardo
Cifuentes Muñóz.
[6]Corte Constitucional. Sentencia No. T-003/95. M.P.: Dr. José
Gregorio Hernández Galindo. |
546 | T-455-95
Sentencia No. T-455/95
Sentencia No.
T-455/95
CUMPLIMIENTO DE
SENTENCIA LABORAL-Responsabilidad
subsidiaria
Si la
denominación del Ministerio ha cambiado, ello no es justificación para eludir
una obligación laboral, máxime cuando la demanda se dirigió contra la Nación.
ACCION DE TUTELA
PARA CUMPLIMIENTO DE SENTENCIAS-No reintegro/DERECHO AL TRABAJO-Vulneración por no reintegro/DERECHO
DE ACCESO A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Vulneración por no reintegro/REINTEGRO
AL CARGO-Incumplimiento
Se afirma que el
demandante no ha sido reintegrado. Su reinstalación obedece a una sentencia
judicial. No puede eludirse la determinación de los jueces de las dos
instancias que han creado no sólo un derecho adquirido sino que hacen viable
otros derechos fundamentales: el acceso a la justicia y el derecho al trabajo.
Aquí se protege el núcleo esencial de la persona a una ubicación laboral
concreta, señalada y adquirida por decisión jurisdiccional que surge del
acceso a la justicia y por eso se ordenará que la Nación y concretamente el
Instituto Nacional de Vias reintegre al trabajador según lo ordenó la
jurisdicción ordinaria laboral y, el acceso a la justicia incluye el
cumplimiento de lo ordenado.
REF: Expediente
Nº71078
Peticionario:
Ricardo García
Procedencia:
Juzgado Quinto Laboral de Santafé de Bogotá.
Tema:
-Derecho al
trabajo
-Cumplimiento de
sentencias
-Obligación
solidaria
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., nueve (9) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
Dentro del
expediente radicado bajo el número 71078 y que corresponde a la acción de
tutela que mediante apoderada instauró Ricardo García Santamaría contra la
Nación (Ministerio de Transporte e Instituto Nacional de Vías).
ANTECEDENTES
1. Solicitud.
Dice la doctora Olga
Lizarazo Galvis que el trabajador oficial Ricardo García obtuvo en el Juzgado
1º Civil del Circuito de Vélez una sentencia laboral favorable por cuanto se
ordenó reintegrarlo al cargo que tenía y al pago de salarios, primas y demás
reivindicaciones convencionales y legales dejadas de percibir, decisión
confirmada en el Tribunal de San Gil. Agrega la abogada:
Con base en los
anteriores fallos judiciales debidamente ejecutoriados, mi representado formuló
el 3 de octubre de 1994 solicitud de reintegro y liquidación de los emolumentos
dejados de devengar ante la Subdirección Transitoria del Instituto Nacional de
Vías, la que fue radicada bajo el Nº ST-26601.
Por virtud de los
Decretos de Modernización del Estado, y más concretamente del Decreto N º 2171
de 1992 se reestructuró el Ministerio de Obras Públicas y Transporte y el Fondo
Vial Nacional y como resultado de esa reestructuración surgen el actual
Ministerio de Transporte y el Instituto Nacional de Vías, entidades estas entre
las que se repartieron las funciones que desempeñaba el desaparecido Ministerio
de Obras Públicas y Transportes. Por una parte y por la otra.
El Decreto
mencionado en su artículo 66 crea la Subdirección Transitoria dependiente del
Instituto Nacional de Vías cuya función entre otras es la de resolver las
situaciones administrativas relacionadas con el personal vinculado a los
Distritos de Obras Públicas que con la reestructuración desaparecieron.
Teniendo en
cuenta que el señor García Santamaría formaba parte de uno de los Distritos, se
presentó la solicitud ante la mencionada Subdirección.
Mediante Oficio
ST-15957 del 7 de octubre de 1994 la Subdirectora Transitoria remitió toda la
documentación presentada a la Subdirección de Recursos Humanos del Ministerio
de Transporte manifestando que "... El proceso laboral que adelantó el
señor García Santamaría contra el Ministerio de Obras Públicas y Transporte,
fue atendido por abogados de esa institución y bajo la supervisión de la
Subdirección a su cargo, quienes deberán proveer al reintegro y a sus efectos
económicos, por el amplio conocimiento que de los antecedentes del caso tienen."
La Subdirección
de Recursos Humanos del Ministerio solicitó concepto a su Oficina Jurídica
mediante oficio RP 001847 de 2 de noviembre de 1994 el que fue emitido a través
de oficio MJ-1141 de noviembre 22 de 1994.
El 16 de
diciembre de 1994 con oficio RP. 29679, se me comunicó por parte del
Subdirector de Recursos Humanos del Ministerio de Transporte que
"...atendiendo concepto emitido por la Oficina Jurídica de esa entidad, se
ha dado traslado al Instituto Nacional de Vías de su petición de reintegrar al
señor RICARDO GARCÍA SANTAMARIA, con la finalidad de que se sirvan dar
cumplimiento a las sentencias proferidas por la jurisdicción ordinaria
laboral." También se me informa sobre el particular deberé solicitarla a
la mencionada dependencia.
En respuesta
verbal de la Doctora Luz Eneida Torres Pinto, Subdirectora Administrativa del
Instituto Nacional de Vías manifestó compartir el criterio de su oficina
jurídica en el sentido de que el reintegro debe ser responsabilidad del
Ministerio por cuanto en la planta de personal del Instituto no existe cargo
disponible para el mismo.
Hasta el momento
no hay respuesta oficial de esa dependencia; pero como se puede observar de los
sucedido en estos 5 meses no hay voluntad de parte de la Administración de dar
cumplimiento a las sentencias judiciales, pues las diferentes dependencias no
ha hecho más que trasladarse la responsabilidad entre ellas vulnerado con su
actuar los derechos fundamentales del trabajador GARCIA SANTAMARIA, como son el
Derecho al Trabajo, el Derecho de petición y el Derecho de pago oportuno y
reajuste de sus emolumentos laborales."
Solicita protección
al trabajo, al pago oportuno de los emolumentos laborales, al derecho de
igualdad y de petición, y, pide que se lo reintegre al cargo y se haga
liquidación de lo debido. Respalda sus pedimentos en la providencia T-537/94 de
la Corte Constitucional.
2. Pruebas.
Obran en el
expediente, autenticadas, las sentencias laborales: de primera instancia de 1º
de marzo de 1994 y de segunda instancia de 29 de julio de 1994 que corroboran
lo dicho en la solicitud de tutela.
- Aparecen copias de
diversas solicitudes a la Subdirección Transitoria del Instituto Nacional de
Vías, al Ministerio de Hacienda, al Ministerio del Transporte.
- Hay una respuesta
del Ministerio de Obras Públicas y Transporte diciendo que la solicitud de
cumplimiento de la sentencia laboral se trasladó al Instituto Nacional de Vías
y una comunicación de dicho Instituto al Ministerio del Transporte remitiendo
las peticiones.
3. Decisiones de
tutela.
3.1. Del a-quo,
fallo de 24 de marzo de 1995.
Concedió la tutela,
ordenó a la Nación-Ministerio de Transportes-Instituto Nacional de Vías que en
48 horas expidiera el Acto Administrativo que contuviera el reintegro del
trabajador y fijó en 4 meses el plazo para que García instaurara el proceso
ejecutivo laboral.
3.2. Del ad-quem,
fallo de 8 de mayo de 1995.
Revocó el de primera
instancia, denegó la tutela con este argumento:
"Pues bien,
respecto al cumplimiento de sentencias, esta Sala de Decisión comparte en un
todo los planteamientos esgrimidos constantemente por la H. Corte Suprema de
Justicia que hacen precisa alusión, a que tales acciones sólo son procedentes a
través de las vías judiciales ante la justicia ordinaria por los procedimientos
correspondientes y no a través de la acción de tutela como mecanismo paralelo o
sustitutivo, pues lo contrario sería usurpar claramente funciones y
atribuciones (judiciales) precisamente consagrados y amparados por la misma
Constitución Política.
4. Actitud del
Instituto Nacional de Vías
Por intermedio de
apoderado, le solicita al juez de tutela:
“eximir al Instituto
Nacional de Vias de cualquier obligación generada por el cumplimiento de las
sentencias que motivaron la acción de tutela interpuesta por el señor Ricardo
García Santamaría”
Fundamenta su
opinión en que el Instituto Nacional de Vias fue creado en uso de las
atribuciones del artículo 20 Transitorio de la Constitución, que las sentencias
laborales condenan es al Ministerio de Obras Públicas y Transporte y que el
Instituto Nacional de Vías no cuenta con vacantes.
Adjunta el Decreto
2171/92 “Por el cual se reestructura el Ministerio de Obras Públicas y
Transporte como Ministerio de Transporte” y dentro del decreto está la
reestructuración del Fondo Nacional que pasa a ser Instituto Nacional de Vías.
Pero, se recuerda,
fue el propio Ministerio de Transporte quien remitió al Instituto Nacional de
Vias para que resolviera lo del reitegro (la comunicación 29679/94 dirigida a
la doctora Olga Lizarazo hace referencia de lo anterior).
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
B. Temas
jurídicos
Se reiterará
jurisprudencia sobre dos temas.
1. Prevalencia de la
acción de tutela para obtener el cumplimiento de una sentencia que ordena el
reintegro de un trabajador. Es la sentencia T-537/94, Magistrado Ponente Dr.
Antonio Barrera Carbonell; dice:
“"La acción
de tutela impetrada tiene como finalidad obtener el cumplimiento de una
sentencia contra la administración. El ordenamiento jurídico está inspirado en
la idea de asegurar, entre otros, el valor de la justicia (CP Preámbulo). Para
su consecución, el Constituyente estableció entre los fines esenciales del
Estado el de "asegurar la vigencia de un orden justo", condición
indispensable para la convivencia pacífica (CP art. 2). Los derechos o
intereses de las personas reconocidos o declarados en una sentencia, no serían
efectivos sin la obligación correlativa de la administración de cumplir las
sentencias judiciales".
"El obligado
cumplimiento de lo resuelto por los jueces y tribunales es una garantía
institucional del Estado de Derecho y, al mismo tiempo, un derecho fundamental
de carácter subjetivo que se deduce de los artículos 29 y 58 de la
Constitución".
"La
obligación de toda persona de cumplir la Constitución y las leyes (CP art. 95)
se realiza - en caso de reticencia - a través de la intervención del poder
judicial. No es posible hablar de Estado de Derecho cuando no se cumplen las
decisiones judiciales en firme o cuando se les atribuye un carácter meramente
dispositivo".
"La
ejecución de las sentencias es una de las más importantes garantías de la
existencia y funcionamiento del Estado social y democrático de Derecho (CP art.
1) que se traduce en la final sujeción de los ciudadanos y los poderes públicos
a la Constitución. El incumplimiento de esta garantía por parte de uno de los
órganos del poder público constituye un grave atentado al Estado de
Derecho".
"El sistema
jurídico tiene previstos diversos mecanismos (CP arts. 86 a 89) para impedir su
autodestrucción. Uno de ellos es el derecho fundamental al cumplimiento de las
sentencias comprendido en el núcleo esencial del derecho a un debido proceso
público sin dilaciones injustificadas consagrado en el artículo 29 de la
Constitución (CP. Preámbulo, arts. 1, 2, 6, 29 y 86)".
"Los
derechos procesales fundamentales no restringen su efectividad a la existencia
de un proceso. Ellos incluyen tanto el derecho a acceder a la justicia1 (CP art. 228) como el derecho a la ejecución de las
sentencias en firme (CP arts. 1, 2 y 29). Lo contrario llevaría a restarle toda
fuerza coercitiva a las normas jurídicas, convirtiendo las decisiones
judiciales y la eficacia de los derechos en ellas reconocidos, en formas
hueras, carentes de contenido".
"La capital
importancia que para el interés público tiene el cumplimiento de las sentencias
obliga a los jueces y tribunales adoptar las medidas necesarias y adecuadas
para garantizar la plena efectividad de los derechos fundamentales, lo mismo
que a la autoridad condenada al cumplimiento oportuno".
2. La solución al
problema que surge cuando una entidad estatal desaparece o es reemplazada o
entra en liquidación y se pregunta: quien asume el cumplimiento de las
obligaciones laborales?. Esta inquietud fue resuelta en la sentencia T-313/95,
Magistrado Ponente Dr. Alejandro Martínez Caballero, así:
“El art. 1º de la
Ley 151 de 1959 establece:
"Las
empresas y establecimientos públicos descentralizados, cualquiera que sea la
forma de administración adoptada, son parte de la administración pública; sus
bienes y rentas, por su origen, son desmembración del patrimonio público, y
están afectados a la prestación de servicio público, culturales o
sociales....."
El decreto 1050 de
1968 dice en su artículo 6º que las empresas industriales y comerciales del
Estado tienen "capital independiente, constituido totalmente con bienes o
fondos públicos comunes, los productos de ellos, o el rendimiento de impuestos,
tasas o contribuciones de destinación especial."
Significa lo
anterior que el patrimonio de esas empresas y su justificación jurídica emanan
del Estado, y, éste debe acudir solidariamente en su respaldo cuando se trate
del pago de obligaciones laborales. Por esta razón es explicable que la Ley 1º
de 1991 ordene atender por cuenta de la Nación los pasivos Sociales de
Colpuertos.
Esta actitud no
está desligada de la teoría administrativa moderna. Aunque allí se habla de
responsabilidad subsidiaria y no solidaria. Miguel Marienhoff[1] al hablar de la
responsabilidad de las Entidades autárquicas dice:
"Normalmente,
la entidad misma hará frente a su responsabilidad, utilizando para ello los
fondos o bienes de afectación de que dispone. Pero puede ocurrir que el ente
autárquico no pueda hacer efectiva su responsabilidad, por insuficiencia o
falta de activo. ¿Quién responde en tal supuesto?
La doctrina
-cuyas conclusiones comparto- halláse conteste en que, en tales eventos,
responde el "Estado" creador del ente, ello por aplicación de los
principios sobre responsabilidad "indirecta", que en nuestra
legislación aparece contemplada en el artículo 1113 del Código Civil, cuyo
texto dice así: "La obligación del que ha causado un daño se extiende a
los daños que causaren los que están bajo su dependencia o por las cosas que se
sirve, o que tiene a su cuidado". En la especie, el ente autárquico sería
el "dependiente" y el Estado el "principal". Trátase de una
adaptación del supuesto contemplado en el artículo 1113 del Código Civil, al
caso de responsabilidad del Estado por obligaciones -cualquiera sea su
origen- de una entidad autárquica, adaptación que juzgo plausible, no sólo por
la similitud de situaciones, sino especialmente porque la propiedad de los
bienes que la entidad autárquia tiene "afectados" par a el
cumplimiento de sus fines, le pertenece al Estado. De manera que, en última
instancia, la responsabilidad del ente autárquico debe ser cubierta por el
Estado.
Si bien en
derecho privado los autores consideran que el responsable indirecto es
solidario con el responsable directo, y que en ese orden de ideas el principal
es deudor solidario de lo que resulte adeudar su dependiente, estimo que esa
solidaridad no rige ni puede aceptarse en el supuesto de responsabilidad
indirecta del Estado por una obligación de un ente autárquico, pues en este
caso el principio de la responsabilidad indirecta no surge expresamente de ley
alguna -como ocurre, en cambio, en el derecho privado-, sino que se recurre
subsidiariamente a él al solo efecto de llenar un vacío del ordenamiento
jurídicolegal administrativo. En materia de patrón y dependiente la
responsabilidad indirecta de aquél surge de texto "expreso"; de ahí
que, como lo sugiere la doctrina, glosando los textos del derecho privado, la
responsabilidad de patrón y dependiente sea solidaria. Pero eso no ocurre
respecto a la responsabilidad del Estado por obligaciones de una entidad
autárquica: de ahí que no pueda hablarse de responsabilidad
"solidaria", y que sólo deba hablarse de responsabilidad
"subsidiaria" del Estado por la obligación del ente autárquico. El
Estado es responsable, pero no en forma solidaria, sino en forma subsidiaria, o
sea únicamente cuando el ente autárquico efectivamente no pueda hacer frente a
su responsabilidad con los fondos o bienes que le fueron afectados para el
cumplimiento de sus fines. El acreedor del ente autárquico no puede, por el
solo hecho de serlo, requerirle el pago directamente al Estado. La de éste es
una obligación "subsidiaria", no una obligación solidaria."
Si lo anterior se
predica de institutos públicos descentralizados, con mayor razón de
ministerios. Si la denominación del Ministerio ha cambiado, ello no es
justificación para eludir una obligación laboral, máxime cuando la demanda se
dirigió contra la Nación y la parte resolutiva determina:
“Ordenar al Ministerio
de Obras Públicas y Transporte, representado por el Ministro Doctor Jorge Iván
Bendeck Olivella o quien haga sus veces, a reintegrar al señor Ricardo García
Santamaría al cargo que venía desempeñando al momento del despido o a una igual
o superior categoría....”
Tal cargo era:
“Capataz VI en el Distrito Nº 15 -Bucaramanga- Seccional Barbosa”
Este cargo hacen
parte de los Distritos de Obras Públicas que orgánicamente están, según el
artículo 6º del Decreto 2664/93, dentro del Instituto Nacional de Vias, con la
misma determinación de Distrito Nº 15 (Bucaramanga) y con 12 capataces (hojas
14, 12, 52 del decreto 2664/93).
Frente a los hechos
y según estas dos jurisprudencias habrá esta determinación.
C. El caso
concreto
Se afirma que García
no ha sido reintegrado. Su reinstalación obedece a una sentencia judicial. No
puede eludirse la determinación de los jueces de las dos instancias que han
creado no sólo un derecho adquirido sino que hacen viable otros derechos
fundamentales: el acceso a la justicia y el derecho al trabajo. Por
consiguiente, la orden será la misma que dió el a-quo, con fundamento en las
jurisprudencias que se reiteran en el presente caso.
En cuanto a la
liquidación de las sumas debidas, algo diferente al reintegro, la vía adecuada
es el juicio ejecutivo laboral, por consiguiente no puede ordenarse por la
tutela. Es que una cosa es la obligación de hacer (reintegro) y otra la de dar
sumas de dinero. Aquí se protege el núcleo esencial de la persona a una
ubicación laboral concreta, señalada y adquirida por decisión jurisdiccional
que surge del acceso a la justicia y por eso se ordenará que la Nación y
concretamente el Instituto Nacional de Vias reintegre al trabajador según lo
ordenó la jurisdicción ordinaria laboral y, el acceso a la justicia incluye el
cumplimiento de lo ordenado.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por autoridad de la Constitución
RESUELVE
PRIMERO Revócase la sentencia de segunda instancia
materia de revisión y en su lugar, concédase la tutela por violación al derecho
al trabajo y consecuencialmente ordénase al Instituto Nacional de Vias que en
el término de 48 horas hábiles dé cumplimiento a las sentencias de la
jurisdicción ordinaria laboral en cuanto se determinó el reintegro del Ricardo
García Santamaria al cargo que venía desempeñando al momento del despido o uno
de igual o superior categoría. No se tutela en cuanto a los otros pedimentos.
SEGUNDO Comuníquese al Juez de primera instancia
para las notificaciones y efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2191
de 1991.
TERCERO El Juez de primera instancia vigilará el
cumplimiento de este fallo.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Corte Constitucional. Sala
Tercera de Revisión. Sentencia T-431 del 24 de junio de 1992.
[1]Tratado de Derecho
Adminsitrativo, T.I., pág. 440 yss. |
547 | T-456-95
Sentencia No. T-456/95
Sentencia No.
T-456/95
ACCION DE TUTELA
TEMERARIA-Inexistencia por
diferentes actores/ACCION DE TUTELA INTERPUESTA POR MENOR
Respetándose la
autonomía de la peticionaria, se entrará a estudiar la presente tutela así
hubiere un fallo anterior, pero con diferentes solicitantes. Además, por el
número de la tarjeta de identidad se deduce que la joven nació en 1979, luego
es una niña consciente de sus actos, sin que para hacer respetar sus derechos
fundamentales deba acogerse a la patria potestad. Cualquier persona puede
instaurar la tutela, sin distingo de edad.
COMPETENCIA DEL
JUEZ DE TUTELA-Licencia de
establecimiento
En cuanto a si
por medio de la tutela se puede ordenar cancelación de la licencia de
funcionamiento a establecimientos ubicados en zonas residenciales, se puede
decir que es un tema propio del procedimiento policivo, pero el Juez de tutela
en algunos casos puede ordenar a la autoridad policiva la cancelación de la
licencia. Hay que aclarar que el juez constitucional no puede dar la orden de
cancelar la licencia de funcionamiento porque los locales comerciales expendan
bebidas al público, esto será dilucidado por la autoridad policiva, ni porque
estén en la parte baja de un edificio que permita que haya locales comerciales,
esto lo definen los copropietarios, lo que puede hacer el Juez Constitucional
es examinar si se afecta o no un derecho fundamental. Y, dentro de este
contexto, el juez de tutela puede dar la orden a la autoridad policiva de
proceder a dicha cancelación si el ruido contaminante supera el nivel permitido
para las zonas residenciales. Mediante la acción de tutela no se puede dictar
órdenes generales como la pedida por la solicitante, para que la Alcaldía no de
licencias para "establecimientos públicos ruidosos", si perturban la
tranquilidad de los copropietarios de un edificio de propiedad horizontal. La
Alcaldía, tiene entre sus funciones la de expedir licencias de funcionamiento,
sometiéndose, claro está, a las normas que regulan esta materia y su
determinación, si es ilegal, es demandable. Pero, no puede, a priori, ordenarse
que no cumpla tal función.
ACCION DE TUTELA
CONTRA EL RUIDO-Límite de
decibeles/DERECHO A LA TRANQUILIDAD-Vulneración por ruido/DERECHO A
LA SALUD-Vulneración por ruido/DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y
FAMILIAR-Vulneración por ruido
En este aspecto
incide el reglamento de propiedad horizontal puesto que si la zona es comercial
y residencial habrá que calificar el volumen del ruido según la caracterización
que se le dé al edificio, otra cosa muy diferente sería que el edificio
estuviera destinado preferencialmente para establecimientos comerciales.
ACCION DE TUTELA
CONTRA EL RUIDO-Prevención
Ha llegado de la
Alcaldía información en el sentido de que los establecimientos ya fueron
retirados del edificio. Esto implica que la orden a dar será como llamado de
prevención.
REF: Expediente
Nº 71817
Procedencia: Sala
Penal del Tribunal Superior de Villavicencio.
Peticionario:
Natalia Camacho
Temas: -El ruido
como factor contaminante.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., nueve (9) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-71817 adelantado por Natalia
Camacho contra la Alcaldía de Villavicencio.
ANTECEDENTES
1. Solicitud.
En su primera parte
la petición es general: "Que se le prohiba a la Alcaldía de Villavicencio
conceder licencias para establecimientos públicos ruidosos que perturban la
tranquilidad de los copropietarios en un edificio de propiedad
horizontal".
En su segunda parte,
ya es concreta, en cuanto pide protección para los residentes en el edificio
"El Raudal" ya que allí, en el primer piso, funcionan la "Tienda
guasca, música y guaro" y la "Tienda guascarrilera" que con sus
ruidos afectan a los inquilinos del edificio, especialmente a la solicitante
quien ve perturbado su sueño y tranquilidad, alterado su derecho a la
intimidad, paz y sosiego, afectado su tiempo de preparación de tareas
escolares.
Se dirige la tutela,
NO contra los productores del ruido sino contra el Municipio porque éste no ha
sido eficiente en el control de establecimientos y de restricción al ruido.
La tutela fue
instaurada el 31 de marzo de 1995 y obran en el expediente:
-Peticiones a la
alcaldía sobre el mismo tema, el 29 de septiembre de 1994, 12 de octubre de
1994, 21 de marzo de 1995, diciembre 19 de 1994, el 3 de febrero de 1995,
firmadas por quien al parecer es la madre de la solicitante.
-Informes de la
policía sobre reclamos de los vecinos por reiteradas faltas de los
establecimientos mencionados por permanecer abiertos hasta las 4-50 de la
madrugada y por alterar la tranquilidad del sector. Estos informes tienen
fechas distintas y hablan de reiteración en las violaciones.
-La administración
municipal se limitó a informar:
a- los requisitos
para expedir las licencias de funcionamiento.
b- Las medidas que
ha tomado para impedir la invasión de espacio público.
c- Indicaciones
sobre licencias en trámite de los establecimientos relacionados en esta tutela.
d- y, RESPECTO DEL
RUIDO, se dice en unas "Actas de visita" que en el momento de
practicarse, era el "normal para la clase de establecimiento".
2. Fallo de 16 de
mayo de 1995, Sala Penal del Tribunal Superior de Villavicencio.
Concedió la tutela,
ordenándosele al Alcalde que de inmediato cancelara la licencia de
funcionamiento de los dos establecimientos: Tienda guasca y Tienda
guascarrilera, o no concediera la licencia y, que se impida instalar otros
establecimientos que no sean compatibles con el uso residencial del sector.
La orden no fue
impugnada.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
B. Temas
Jurídicos frente al caso concreto.
1. Antes que todo es
preciso aclarar dos temas:
1.1. Al parecer,
sobre el mismo aspecto había instaurado tutela Marisela Brochero Ospina y hubo
pronunciamiento desfavorable a sus pretensiones.
La Corte, dijo, en
otro caso donde se presentó esta circunstancia, lo siguiente:
"Para que
exista acción temeraria a la luz de la mencionada norma, es indispensable que,
sin motivo expresamente justificado, la misma acción de tutela sea instaurada
'por la misma persona o su representante' ante varios jueces o tribunales, lo
que evidentemente no acontece cuando quienes actúan son personas naturales o
jurídicas diversas, empeñadas cada una en la defensa de sus propios derechos
fundamentales, así los hechos que dan origen a la acción sean los mismos y las
pretensiones idénticas. En este aspecto debe atenderse al principio de la
autonomía del interés para accionar en cuanto, como lo ha repetido la Corte, la
acción de tutela ha sido introducida en nuestro derecho para la protección
cierta de derechos fundamentales subjetivos, individuales, sin que para su
procedencia se haga indispensable conformar consorcio procesal alguno entre
quienes pretenden acudir a ella".[1]
Significa lo
anterior que, respetándose la autonomía de la peticionaria: Natalia Carolina
Camacho, se entrará a estudiar la presente tutela así hubiere un fallo
anterior, pero con diferentes solicitantes. Además, por el número de la tarjeta
de identidad se deduce que la joven nació en 1979, luego es una niña consciente
de sus actos, sin que para hacer respetar sus derechos fundamentales deba
acogerse a la patria potestad. Cualquier persona puede instaurar la tutela, sin
distingo de edad.
1.2. Se trata de
saber si la contaminación por ruido se considera violación a un derecho
fundamental y si por medio de la tutela se puede ordenar cancelación de
licencia de funcionamiento a establecimientos ubicados en zonas residenciales.
En cuanto a lo primero, ello es posible si se afecta un derecho fundamental,
por ejemplo el derecho a la salud. En cuanto a lo segundo, se puede decir que
es un tema propio del procedimiento policivo, pero el Juez de tutela en algunos
casos puede ordenar a la autoridad policiva la cancelación de la licencia.
2. Queda entonces
claro que, en lo que respecta al caso que motiva esta tutela, se le puede dar a
la solicitante protección ante la posible violación por el exceso en el ruido
producido por los establecimientos ubicados en el edificio donde ella vive,
porque hay derecho a no ser contaminado por el ruido, pero hay que aclarar que
el juez constitucional no puede dar la orden de cancelar la licencia de
funcionamiento porque los locales comerciales expendan bebidas al público, esto
será dilucidado por la autoridad policiva, ni porque estén en la parte baja de
un edificio que permita que haya locales comerciales, esto lo definen los
copropietarios, lo que puede hacer el Juez Constitucional es examinar si se
afecta o no un derecho fundamental.
Y, dentro de este
contexto, el juez de tutela puede dar la orden a la autoridad policiva de proceder
a dicha cancelación si el ruido contaminante supera el nivel permitido para las
zonas residenciales.
Si la licencia ya
fue cancelada, o si no fue otorgada, o si los establecimientos fueron
retirados, de todas formas se hará el llamado a prevención a la autoridad
correspondiente previniéndola para que en ningún caso se vuelva a repetir que
el ruido supere los niveles sonoros máximos permisibles, de lo contrario, se
hará acreedora dicha autoridad a las sanciones correspondientes, de acuerdo con
el artículo 24 del Decreto 2591 de 1991.
Se recalca, mediante
la acción de tutela no se puede dictar órdenes generales como la pedida
por la solicitante, para que la Alcaldía no de licencias para
"establecimientos públicos ruidosos", si perturban la tranquilidad de
los copropietarios de un edificio de propiedad horizontal.
La Alcaldía, tiene
entre sus funciones la de expedir licencias de funcionamiento, sometiéndose,
claro está, a las normas que regulan esta materia y su determinación, si es
ilegal, es demandable. Pero, no puede, a priori, ordenarse que no cumpla
tal función.
3. En cuanto a la
molestia que algunas actividades pueden ocasionar a los asociados, esta Corte
Constitucional ha dicho:
"La vida en
sociedad genera para el ser humano ciertas cargas propias de la interacción
social. Este es el caso del ruido. Ciertamente, la vida social supone la
tolerancia de la existencia de la alteridad, es decir, del otro. Esa otra
persona tiene derecho a ser y, en consecuencia, a ejecutar todas sus
manifestaciones de existencia como la producción de su propio ruido, obviamente
limitado por los derechos de los demás y el orden jurídico (art. 16
C.P.)."[2]
4. Hechas las
anteriores precisiones, y continuando con la sentencia T-357/95, allí se
formuló la respuesta jurídica a la perturbación por ruido excesivo:
"Ahora bien,
surge una pregunta: ¿el ejercicio abusivo de la producción de ruido podría llegar
a vulnerar o amenazar un derecho fundamental?. La respuesta es afirmativa. Como
primera medida, el ruido es reconocido como agente contaminante del medio
ambiente, tanto por la legislación nacional (Decreto No. 2811 de 1974) como por
la jurisprudencia de esta Corporación[3]. Así mismo, la Corte Constitucional ha
reiterado en múltiples sentencias que el medio ambiente no es derecho
fundamental por naturaleza, sin embargo, cuando existe una violación de un
derecho fundamental, como la salud o la vida, es posible que proceda la tutela
probándose la relación causal entre la actividad que vulnera el medio ambiente
y el daño al derecho fundamental respectivo. En ese orden de ideas, es posible
que el ruido llegue a niveles en los cuales viole o amenace violar un derecho
fundamental como el de la salud, en cuyo caso pueda ser tutelado, en tanto y en
cuanto, se logre comprobar el nexo entre la conducta acusada violatoria del
medio ambiente y el daño o amenaza al derecho fundamental.
Es decir, si no se
rebasa la escala sonora, no hay abuso. Dentro de los parámetros de la sentencia
T-357/95 se reitera:
"El nivel de
tolerancia social del ruido está condicionado, principalmente, por la situación
espacial y temporal en la cual se produce. En efecto, el Ministerio de Salud
Pública expidió la Resolución No. 8321 de 1983, por la que "se dictan
normas sobre protección y conservación de la audición de la salud y el
bienestar de las personas, por causa de la producción y emisión de
ruidos". En su artículo 17, la Resolución citada determina los niveles de
ruido máximos permisibles según el lugar y la hora en que se produzca su
emisión:
Artículo 17.-
Para prevenir y controlar las molestias, las alteraciones y las pérdidas
auditivas ocasionadas en la población por la emisión de ruido, se establecen
los niveles sonoros máximos permisibles incluidos en la siguiente tabla:
TABLA NUMERO I
Zonas receptoras
Nivel de presión
sonora de dB (A)
Período
diurno Período nocturno
7:01a.m.-9p.m.
9:01p.m.-7a.m.
Zona I
residencial 65 45
Zona II comercial 70
60
Zona III industrial 75 75
Zona IV de
tranquilidad 45 45
Parágrafo 1º -
Para efectos del presente artículo la zonificación contemplada en la Tabla
número I, corresponde a aquella definida o determinada por la autoridad
competente en cada localidad y para cada caso.
(...)
Así mismo, el
artículo 21 del precitado acto normativo reitera, en general, la obligatoriedad
del artículo 17 ibídem, al establecer lo siguiente:
Artículo 21.- Los
propietarios o personas responsables de fuentes emisoras de ruido, están en la
obligación de evitar la producción de ruido que pueda afectar y alterar la
salud y el bienestar de las personas, lo mismo que de emplear los sistemas
necesarios para su control con el fin de asegurar niveles sonoros que no
contaminen las áreas aledañas habitables. Deberán proporcionar a la autoridad
sanitaria correspondiente la información que se les requiera respecto a la
emisión de ruidos contaminantes.
Luego, la
Resolución mencionada, en su artículo 22, determina el respeto a la intimidad
en su componente de tranquilidad auditiva específicamente en las relaciones
entre vecinos, sin atender a la actividad que desempeñen, estableciendo que
"ninguna persona permitirá u ocasionará la emisión de cualquier ruido, que
al cruzar el límite de propiedad del predio originador pueda exceder los
niveles establecidos en el Capítulo II de la presente resolución". Claramente,
la norma prohibe la intromisión arbitraria de un vecino al predio de otro, a
través del ruido que sobrepase los niveles permitidos. En el artículo 23
ibídem, se les exige a los establecimientos, locales y áreas de trabajo el
estricto cumplimiento de los niveles sonoros permisibles. En el artículo 25
ibídem, así mismo, a las actividades de diversión, como discotecas, se les
prohibe la emisión de sonidos capaces de perturbar a los habitantes de las
zonas próximas. En ese orden de ideas, se vincula al cumplimiento de una
determinada contención en el sonido tanto a los comerciantes como a las
personas comunes.
Así, las personas
que tengan fuentes productoras de sonido que rebasen las escalas sonoras antes
citadas están ejerciendo en forma abusiva su derecho a producir ruido."
5. Natalia Camacho
plantea, además del exceso de ruido, una inquietud: que en las zonas
residenciales no puedan funcionar establecimientos que produzcan ruido
excesivo.
Ya se dijo en esta
fallo que se protege la alteridad y que mediante la tutela no se pueden
producir prohibiciones para todos los casos. Pero, es importante agregar otra
inquietud que surge de lo planteado por Natalia Camacho: si la zona es tanto
residencial como comercial[4],
cuál será el límite de decibeles permitido en el edificio "El
Raudal"? Razonablemente tiene que ser el fijado para zona residencial
porque el estatuto de propiedad horizontal de tal edificio le da a éste la
categoría de edificio residencial.
En este aspecto
incide el reglamento de propiedad horizontal puesto que si la zona es comercial
y residencial habrá que calificar el volumen del ruido según la caracterización
que se le dé al edificio, otra cosa muy diferente sería que el edificio
estuviera destinado preferencialmente para establecimientos comerciales.
6. Otro aspecto a
tratar es el de la efectividad de la orden que se dé en la sentencia de tutela.
En principio será la Alcaldía quien le hará cumplir, pero, en un caso semejante
la Sala Sexta de Revisión, fijó una medida adicional:
"Para que se
cumpla con el principio de la eficacia (art. 3º, decreto 2591/91), se
establecen estos efectos del fallo para el caso concreto (art. 23, ibidem):
Como es el Juez
de primera instancia quien hace cumplir el fallo de tutela y quien además
mantiene la competencia hasta cuando "esté completamente restablecido el
derecho o eliminadas las causas de la amenaza" (art. 27 ibídem), entonces,
será dicho juez constitucional el competente para determinar, mediante
providencia, la eliminación de la causa de la amenaza, si esta se produce con
posterioridad a este fallo, ordenando al Alcalde Local que en el término de 48
horas cancele la licencia de funcionamiento. Es obvio que para tomar tal
determinación, debe actuar con fundamento en las pruebas o en las informaciones
pertinentes que le envién las autoridades policivas, y, si éstas son renuentes
a prestar esa obligatoria colaboración, se aplicarán las sanciones respectivas;
y, también es justo que, si el mismo interesado presenta prueba que le de al
juez de tutela el convencimiento respecto de la situación litigiosa
(art. 22 decreto 2591/91) se haría también efectiva la orden de cancelarse la
licencia."[5]
Pero ocurre que ha
llegado de la Alcaldía de Villavicencio información en el sentido de que los
establecimientos "Tienda Guasca y Tienda Guascarrilera" ya fueron
retirados del edificio. Esto implica que la orden a dar será como llamado de
prevención.
7. Respecto a la paz
y la armonía, se reitera jurisprudencia:
"Es menester
definir si se presenta violación o amenaza de un derecho fundamental por la
ocurrencia de la conducta acusada. En lo que atañe a la presunta violación de
los derechos a la paz y a la armonía social, "sería un desconocimiento del
verdadero significado de la paz, suponer que siempre que a una persona le
perturbe el efecto del que hacer de otra, se lesione por ello el derecho
fundamental a la paz; no hay que confundir la paz constitucional con la
tranquilidad subjetiva de uno de los asociados"[6]. No se trata, pues, de una violación a la
paz, sino de la posible violación de la tranquilidad. Esta a su vez, se deriva
del derecho a la vida digna y es un componente del derecho a la intimidad, en
la medida en que éste supone un ambiente reposado, sosegado, cuya serenidad
sólo puede modificar, precisamente, el propio titular del derecho. En el
presente caso, no se puede hablar de violación a la paz, ni hay prueba de que
se afectara la dignidad del solicitante o su intimidad."
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.-
MODIFICAR la decisión del
Tribunal Superior de Villavicencio, Sala Penal, proferida en la tutela de la
referencia. En su lugar hacer un llamado a prevención para que en el futuro si
llegaren a funcionar tales establecimientos en el edificio El Raudal, no
produzcan ruido en niveles superiores a los establecidos: 65 decibeles en el
período diurno y 45 en el nocturno, adoptando las medidas indicadas en la parte
motiva de este fallo.
SEGUNDO.- Comuníquese lo resuelto en esta
providencia a la Sala Penal del Tribunal Superior de Villavicencio para las
notificaciones y efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
TERCERO.- Envíese copia de este fallo al Defensor
del Pueblo.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO
NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaría
General
[1]T- 014/94, Magistrado Ponente: José Gregorio Hernandez .
[2]T-357/95, Magistrado Ponente: Alejandro Martínez Caballero.
[3]Corte Constitucional. Sentencias Nos. T-411/92, T-308/93, T-025/94
y T-226/95, entre otras.
[4]En el expediente existe constancia de la Secretaría de Planeación
Municipal que dice:
"De acuerdo con el Código de
Urbanismo existente y con los usos del suelo actual, la zona donde se encuentra
ubicado el edificio es una zona de Actividad Comercial y Residencial".....
"Para la actividad comercial son
permitidos los comercios tipo 1 y 2. En el comercio tipo 2 están contemplados
la venta de servicios locales, los cuales comprenden los siguientes: clubes y
sedes sociales, cafés conciertos, bolos, cines, tabernas y discotecas".
[5]Sentencia Nº T- /95, Magistrado Ponente: Alejandro Martínez
Caballero.
[6]Corte Constitucional. Sentencia No. T-028 del 31 de enero de 1994.
M.P.: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa. |
548 | T-457-95
Sentencia No. T-457/95
Sentencia No.
T-457/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Disgustos
entre vecinos
Tratándose de
particulares, la tutela sólo es admisible en los casos del artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991 y, sólo remotamente pudiera pensarse en la circunstancia
del numeral 9º de tal artículo, pero en el presente caso se trata de personas
de edad, sin relación alguna de subordinación ni de indefensión entre ellos,
luego no cabe la acción. Además, la petición hecha por la solicitante se
orienta a lograr que las autoridades policivas ejerzan una vigilancia
permanente sobre Jiménez y ocurre que la tutela no se dirigió contra dichas
autoridades.
DERECHO A LA VIDA-Disgustos entre vecinos
Por el hecho de
vivir en sociedad las personas deben respetar los principios de convivencia y
no es una carga admisible la de soportar consuetudinariamente los insultos de
un vecino. Por supuesto que las autoridades policivas deben estar pendientes de
la protección a la vida de las personas y para evitar que los incidentes
lleguen o vayan más allá de una contravención, es necesario reclamar de las
autoridades policivas una mayor diligencia en la prevención de cualquier
infracción y en la corrección de las alteraciones a la tranquilidad de los
asociados.
REF: Expediente
Nº73405
Peticionario:
Indira Lucía Sanjuán Padilla
Procedencia:
Juzgado Sexto Penal del Circuito de Barranquilla
Tema: Disgustos
entre vecinos.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., nueve (9) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la acción de
tutela radicada bajo el Nº73405 interpuesta por Indira Lucía Sanjuán Padilla.
ANTECEDENTES
1. Solicitud.
Indira Lucía Sanjuán
Padilla, mayor de edad, instauró acción de tutela contra el particular Oscar
Rafael Jiménez porque:
"Desde hace
aproximadamente 5 años, el señor OSCAR RAFAEL JIMENEZ NARVAEZ, ha tenido una
persecución contra mí familia, que por tal motivo, nos tocó firmar fianza ante
la Inspección Once de Policía Municipal de esta ciudad, en septiembre 1991.
En vista que el
señor OSCAR RAFAEL JIMENEZ NARVAEZ cada vez que llega embriagado, éste señor,
es decir cuando llega borracho por la casa, enseguida comienza su ataque contra
mí familia, a mí mamá la trata de coya, puta, cachona, etc, a mí papá lo trata
de "marica, sádico, enfermo" y a la suscrita me trata de
"cachona, que no la he comido o mamado porque no he querido" igualmente
me trata de puta, hija de puta, también nos tiene amenazados de muerte a todos
en la casa. También lanza los envases de licor contra la terraza de la casa,
poniendo en peligro nuestras vidas.
Para el mes de
enero de este año, también comenzó su ataque contra nosotros, con los mismos
términos y amenaza de muerte, hasta el punto de tener nosotros de mantenernos
encerrados en la casa, cada vez que este señor llega borracho, nuevamente
tuvimos que recurrir ante la Inspección Once de Policía Distrital, para que
ellos tomaran la decisión de controlar a este señor RAFAEL JIMENEZ NARVAEZ.
Hoy en día mí
familia vive en una situación de nerviosismo, de inseguridad, ya que tememos
que en cualquier momento este señor nos ataque, y sabemos también que nuestra
vida corre peligro con este señor OSCAR RAFAEL JIMENEZ NARVAEZ, ya ni siguiera
podemos salir a la puerta de la casa, porque tememos por nuestras vidas, por
eso ruego a la justicia tomar una decisión sabía en esta situación, que si no
se decide algo favorable es probable que más tarde no existamos alguno de mí
familia."
Solicita que se le
ordene a las autoridades de policía vigilancia permanente sobre Jiménez.
2. Elementos de
juicio.
Se trata de un
disgusto entre vecinos. De las diferentes versiones se puede hacer este relato:
se comenta que el padre de la solicitante, señor William Sanjuán, en alguna o
algunas oportunidades observó subrepticiamente a la esposa de Oscar Jiménez
cuando ella, en el patio de la casa, estaba desvestida. Por tal razón Jiménez
le formó problema, lo calificó de mórbido, luego le agregó el calificativo de
homosexual.
Es particularmente
escandalosa la conducta de Oscar Jiménez cuando se embriaga y esto es de
público conocimiento y significa alteración a la armonía que debe existir entre
vecinos.
Con el paso del
tiempo los insultos ya no fueron solo contra William sino contra su esposa e
hija. Es esta última quien precisamente instaura la tutela. Las pruebas indican
que evidentemente hay permanentes disgustos entre Jiménez y Sanjuán y desde
septiembre de 1991 están caucionados por la Inspección 11 de Policía Municipal.
3. Decisión del
Juzgado.
El 5 de junio de
1995, el Juzgado Sexto Penal del Circuito de Barranquilla denegó la tutela,
porque no hay peligro para la vida de la solicitante y dice que se debe acudir
ante la justicia ordinaria por los insultos que entrañan señalamientos
deshonrosos.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
II. CASO
CONCRETO.
Según se desprende
de los elementos de juicio relacionados, el consuetudinario estado de
hostilidad desplegado por Oscar Jiménez contra la familia Sanjuán significa una
alteración a la forma de vivir de la solicitante. No es prudente que esto
continúe ocurriendo, el juez de primera instancia insinúa una querella por
calumnia e injuria, en el expediente aparece copia de una diligencia de caución
que aún está vigente, la pregunta será si la definición de este conflicto puede
darse mediante sentencia de tutela.
Tratándose de
particulares, la tutela sólo es admisible en los casos del artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991 y, sólo remotamente pudiera pensarse en la circunstancia
del numeral 9º de tal artículo, pero en el presente caso se trata de personas
de edad, sin relación alguna de subordinación ni de indefensión entre ellos,
luego no cabe la acción. Además, la petición hecha por la solicitante se
orienta a lograr que las autoridades policivas ejerzan una vigilancia
permanente sobre Jiménez y ocurre que la tutela no se dirigió contra dichas
autoridades y además que la solicitante no ha hecho gestión alguna para que la
caución contra Jiménez sea efectiva.
No obstante lo
anterior, la Corte observa que por el hecho de vivir en sociedad las personas
deben respetar los principios de convivencia y no es una carga admisible la de
soportar consuetudinariamente los insultos de un vecino.
Por supuesto que las
autoridades policivas deben estar pendientes de la protección a la vida de las
personas y para evitar que los incidentes lleguen o vayan más allá de una
contravención, es necesario reclamar de las autoridades policivas una mayor
diligencia en la prevención de cualquier infracción y en la corrección de las
alteraciones a la tranquilidad de los asociados y por eso se considera
conveniente remitir copia del presente fallo al Inspector Once de Policía de
Barranquilla para que se informe de lo que está ocurriendo en el asunto que él
conoció y por el cual caucionó.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandamiento de la Constitución.
RESUELVE:
PRIMERO.- Se confirma la sentencia proferida por el
Juzgado Sexto Penal del Circuito de Barranquilla, en la tutela de referencia,
el 5 de junio de 1995, por las razones expuestas en este fallo.
SEGUNDO.-
La autoridad de policía de
la localidad, Inspección Once de Barranquilla, será informada, mediante
remisión de la copia de este fallo, para que tome las medidas pertinentes.
TERCERO.- Comisionar al Juez de primera instancia
para que notifique la sentencia a las partes y adopte las decisiones necesarias
señaladas en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaría General |
549 | T-458-95
Sentencia No. T-458/95
Sentencia No.
T-458/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Padre
alcohólico/INDEFENSION-Padre alcohólico
Para los hijos la
indefensión se presume y para la esposa se deduce del consuetudinario estado de
embriaguez en que vive el demandado, lo cual ha significado una alteración en
la forma de vivir de la solicitante y sus hijos, hay disfuncionalidad del hogar
y hasta el mismo hecho de que la demandante y sus hijos vivan donde la familia
del cónyuge y esta familia no se aguante la conducta de su hijo, es indicativo
de que es muy tensa la situación.
DERECHO A LA VIDA-Padre alcohólico/DERECHO A LA
INTEGRIDAD PERSONAL-Padre alcohólico
Es particularmente
amenazante la conducta del demandado cuando constata que su esposa no se
encuentra en la casa de sus familiares, de lo cual deduce el cónyuge que ella
se encuentra con otros hombres. No puede esta presunta conducta de la esposa
justificar una actitud violenta de quien por su embriaguez habitual convirtió
su hogar en algo que no funciona. Por eso se estima prudente ordenarle al
demandado, que no continúe en su estado de irresponsabilidad ni que formule
amenaza alguna contra su cónyuge, ni menos agredirla. Las autoridades policivas
deben estar pendientes de la protección a la vida de las personas, pero,
también el Juez de tutela, ante la situación de indefensión, debe pronunciarse
y la acción cabe en el presente caso puesto que la causa de la intranquilidad
perjudica a seres humanos situados en condiciones de indefensión frente a quien
se instauró el amparo y, por tanto, deben darse las órdenes que impidan la
repetición de actos que atentan contra derechos fundamentales.
REF: Expediente
Nº73929
Peticionario:
Lucelys Ballesteros González
Procedencia:
Tribunal Superior de Cartagena, Sala de Familia.
Tema: Padre
alcohólico.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., nueve (9) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la acción de
tutela radicada bajo el Nº 73929, interpuesta por Lucelys Ballesteros González
y otros con número de radicación 73929.
ANTECEDENTES
1. Solicitud.
La señora Lucelys
Ballesteros González en nombre propio y en el de sus hijos menores Alexander,
David, Richard y Cristian instauró acción de tutela contra su cónyuge Amaury
Vega Ruiz. Dice ella:
"por medio
del presente escrito me permito presentar ante su despacho Acción de Tutela de
los derecho fundamentales a la vida, integridad, al cuidado, al amor,
consagrados en el Artículo 44 de la Constitución Nacional, los cuales están
siendo gravemente violados por su padre alcohólico, señor AMAURY VEGA RUIZ,
debido a sus acciones totalmente agresivas, vulgares e irresponsables, ya que
éste me agrede delante de ellos, al niño mayor le dice que yo estoy preñada de
varios hombres porque me la paso C---------------o; también le dice a sus
padres y hermanos que son unos alcahuetas porque me tienen recogida en su casa
con mis hijos, le tira piedras a la casa y parte objetos dentro de ella. Todos
estos escándalos son delante de la colectividad y menores de edad.
He asistido al
ICBF, allí nos hicieron terapia a los dos pero él asistió una sola vez, fuimos
a Alcohólicos Anónimos, asistimos a varias reuniones y después me dijo que él
no seguiría asistiendo a ninguna Mo--a.
También asistí a
la Inspección de Policía de Tacarigua, comuna 20 para que lo citaran a firmar
una fianza de paz y en ningún momento ha querido asistir.
Deseo que mis
hijos y yo tengamos paz y tranquilidad, que cesen las amenazas y vulgaridades
del padre de ellos y se les brinde total e inmediatamente protección al igual
que a su familia, ya que al menos mis dos hijos mayores están presentando
fuertes traumas, pues el mayor se la pasa llorando en el colegio y el segundo
de escasos 9 años me dice que yo hable con la Policía para que lo maten y de
esta forma poder descansar de él.
El señor AMAURY
VEGA RUIZ, vive en el barrio Los Calamares, 5º Etapa, quiosco de Cocacola.
Sus padres
DONEMIL VEGA y CONCEPCION RUIZ; su hermano DIXON VEGA RUIZ, la esposa de éste
PRISCILIANA VARGAS sus hijas MARIA CONCEPCION, SUSANA, DELCY, el otro hermano
de AMAURY, JOSE GREGORIO RUIZ, vivimos en el barrio Los Calamares, 5º Etapa,
M-90, Lote 11 de Cartagena".
El Juez de tutela
fue particularmente acucioso en la recolección de la prueba y es bastante
preciso el resumen que hace de ella:
"III. Diligencias
y pruebas ordenadas en este estrado:
1. Declaración de Concepción Ruíz de Vega,
fol. 14, quien dice que Amaury Vega cuando está bueno y sano es buena persona,
cariñoso, llama a sus hijos y quiere estar con ellos pero cuando toma, cuando
está borracho, es distinto, va a la casa a decir groserías y vulgaridades a
LUCELYS y a ella, a la declarante la trata de alcahueta, cuando sus hermanos
van a reclamarle sale corriendo; cuando toma también le dice groserías a sus
hijos.
Lucelys lo ha
acompañado a Alcohólicos Anónimos y ha asistido con él a la religión
evangélica, a Bienestar Familiar, pero él no sigue el tratamiento, hoy Amaury
no vive en su casa porque lo echaron sus hermanos; que promete enmedarse pero a
los dos días lo olvida y vuelve a insultarla; fol. 14 y 15. Concepción es la
madre de Amaury, vive con Lucelys, los menores hijos y con los hermanos de
Amaury y; que Amaury cada vez que consigue plata se la lleva a Lucellys para el
sostenimiento de ella y de sus hijos.
2. Amaury Vega, bajo juramento, fol. 26 y 29
afirma, haber hecho hasta tercero de bachillerato, vive en un kiosco de la
Cocacola que queda como a seis casas de distancia de donde vive Lucelys con sus
hijos, que a sus hijos los cuida su mamá Concepción porque Lucelys la mayoría de
las veces está en la calle, tanto de día como de noche que él sostiene a sus
hijos, cuando no trabaja Lucelys presta plata que él paga posteriormente,
durante varios días han estado comiendo de lo que gana David, el segundo de sus
hijos que trabaja como esparring en una buseta. No vive con Lucelys porque le
dió a guardar una plata y ella se la prestó a Prisciliana, la esposa de su
hermano y cuando le cobró lo golpearon y lo echaron de la casa. No trabaja
desde el 5 de mayo, cuando quiere hablar con sus hijos los manda a buscar, esto
sucede todos los días, mantiene con ellos un trato normal, toma cada 8 días,
cuando tiene plata. Con Lucelys se "comporta cruel, porque la mayoría de
las veces que yo llego con tragos la encuentro en la calle y eso me da
rabia", el mas allegado de sus hijos es Alexander que vive con él en el
kiosco. Todos los niños ven cuando trata de manera cruel a Lucelys, y el resto
de la familia también se da cuenta pero no le dicen nada a Lucelys porque se la
pasa en la calle. No trata mal a sus hijos, pues cuando está borracho ellos le
quitan mas plata. Confirma haber estado en Bienestar Familiar donde le dieron
el lado a Lucelys, a quien trata mal porque vive en la calle, en el turno de
los buses y a ningún hombre le gusta "que a su mujer le estén cruzando el
brazo otros machos y sobándola por el cuello, por eso es que yo soy cruel con
ella, a veces yo llego a la casa y no me había hecho la comida por estar en la
calle".
3. Priscila
Vargas, fue citada
a declarar fols. 8 y 12, apareciendo constancia de su no comparecencia al fol.
20.
4. El señor Inspector de Policía de la Comuna
#20 envía la boleta de citación que le fue dirigida a Amaury Vega para la firma
de una fianza de paz con Lucelys, sin que comparecieran ambos, fol. 22 a 24.
5. La Coordinadora del Centro Zonal
Sociolegal 1050 nos remitió el estudio socio-familiar efectuando en el hogar de
los menores Vega Ballesteros, para verificar la situación en que se encuentran
los menores, así:
La pareja se
encuentra separada a consecuencia de la enfermedad que padece Amaury Vega, como
adicto al Alcohol, quedando los menores al cuidado de la madre quien vive con
sus menores hijos en la casa de propiedad de un tío paterno, con un total de 6
personas adultas más, y 7 niños; que la separación se produce a consecuencia
del alcoholismo, pues en ese estado Vega adopta comportamiento violento.
Afectando a los niños. La conclusión es la de que se carece de unidad familiar
para afrontar el problema de alcoholismo y darle apoyo a Lucelys con sus cuatro
hijos".
Se adjuntaron al
expediente los registros civiles de los hijos, ellos son menores, nacieron:
Alexander el 27 de octubre de 1983, David el 27 de marzo de 1986, Richard el 17
de marzo de 1988 y Cristian el 3 de junio de 1990.
3. Decisión del
Tribunal.
El 9 de junio de
1995, el Tribunal Superior, Sala de Familia de Cartagena denegó la tutela,
porque:
"no obstante
que los hechos acusados a su autor, el destinatario de la acción, sean ciertos
y a que el trámite de la acción sea viable, porque aún tratándose de tutela
contra particular, así lo permita el art. 42-9 del Decreto 2591 de 1991, la
Sala examinará, la aplicabilidad de lo descrito en el inciso 3 de la norma
constitucional sobredicha.
Y en ese orden,
se tiene que bajo los auspicios del Código del Menor, los hijos de Amaury y
Lucelys, padecen una situación irregular, pues no se ejerce sobre ellos una
verdadera potestad parental, (patria potestad), custodia y cuidado por quienes
biológicamente asumen la condición de padres, al no darse por ellos el
verdadero cumplimiento de los deberes de padres, esto es, afecto de orden
personal y patrimonial, una verdadera educación, cuidado, orientación dentro de
un ambiente de ética y de respetabilidad para lograr su establecimiento en la
comunidad.
Los menores
padecen una de las situaciones específicadas en el numeral 1º del Art. 30 del
C. del Menor al reflejar una situación de peligro moral, en que se encuentran
aquellos menores que conviviendo con sus progenitores y hallándose bajo su
cuidado están en grave peligro moral o físico porque ellos no sólo, no cumplan
las obligaciones respectivas de crianza, educación y cuidado, sino porque sus
comportamientos constituyan un mal ejemplo. La misma compilación señalada
contempla esas condiciones en que se desarrollan los menores, en el art. 31
como una típica situación de abandono en su numeral 2º, estando atribuida al
I.C.B.F., por sus Defensores de Familia, la competencia y procedimiento para
que tomen las medidas inmediatas necesarias para su protección, ya que la
versión creíble de Amaury señala además, que "...duramos varios días
comiendo de David Vega Ballesteros el segundo de mis hijos que se desempeñaba
como esparring en una buseta", fol. 27, numeral 8 del artículo 3, este
menor tiene hoy 9 años de edad, fol. 3º.
Eso hace que la
acción principal que hay que agotar primeramente la tengan por mandato del
art. 32 los Defensores de Familia del lugar mas cercano y en su defecto la
autoridad de policía. Y ratifica esta necesidad de protección a los menores la falta
de unidad familiar a que alude el informe social.
En cuanto a la
situación de Amaury y Lucelys, por la conducta del primero, es la autoridad
policiva la que tiene la manera de controlar el exceso conocido por las
reclamaciones extremadas del primero, o la Comisaría de Familia a la que
pertenece el sitio de residencia de ellos.
En esas
condiciones habrá de negarse la tutela enviando copia de la sentencia como de
la actuación al ICBF para los efectos que señala la norma del art. 32 del C.
del Menor."
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
II. CASO
CONCRETO.
Según se desprende
de los elementos de juicio relacionados en este fallo, la solicitante y sus
hijos se encuentran en estado de indefensión respecto a Amaury Vega cónyuge de
Lucelys Ballesteros y padre de: Alexander, David, Richard y Cristian Vega
Ballesteros.
Para los hijos la
indefensión se presume y para la esposa se deduce del consuetudinario estado de
embriaguez en que vive Vega, lo cual ha significado una alteración en la forma
de vivir de la solicitante y sus hijos, hay disfuncionalidad del hogar y hasta
el mismo hecho de que Lucelys y sus hijos vivan donde la familia de Vega y esta
familia no se aguante la conducta de Amaury Vega, es indicativo de que es muy
tensa la situación.
Si bien es cierto no
habitan en la misma casa, sin haber separación legal entre los cónyuges, la
verdad es que ni la madre ni los familiares del mismo Amaury Vega se expresan
bien de éste por sus momentos de alcoholismo no superado. Y Vega, se ha
instalado en un quiosco, donde duerme, a pocos metros de la casa de los
familiares. Es particularmente amenazante la conducta de Amaury Vega cuando
constata que su esposa no se encuentra en la casa de sus familiares, de lo cual
deduce el cónyuge que ella se encuentra con otros hombres. No puede esta
presunta conducta de la esposa justificar una actitud violenta de quien por su
embriaguez habitual convirtió su hogar en algo que no funciona. Por eso se
estima prudente ordenarle a Amaury Vega, que no continúe en su estado de
irresponsabilidad ni que formule amenaza alguna contra su cónyuge, ni menos
agredirla.
El derecho a tener
un hogar es algo natural, está protegido constitucionalmente, luego Amaury Vega
debe hacer esfuerzos para que sus pequeños hijos no se conviertan simplemente,
como ocurre en el presente caso, en quienes con su trabajo en buses le dan a
veces de comer al padre. En este sentido le asiste razón al Tribunal cuando
solicita la intervención del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, pero
esta Institución será particularmente cuidadosa porque no es patente que los
menores estén en grave abandono, hay prueba de que la abuela, la madre, los
tíos velan por ellos obviamente dentro de la pobreza en que viven.
Por supuesto que las
autoridades policivas deben estar pendientes de la protección a la vida de las
personas, pero, también el Juez de tutela, ante la situación de indefensión,
debe pronunciarse y la acción cabe en el presente caso puesto que la causa de
la intranquilidad perjudica a seres humanos situados en condiciones de
indefensión frente a quien se instauró el amparo y, por tanto, deben darse las
órdenes que impidan la repetición de actos que atentan contra derechos
fundamentales.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandamiento de la Constitución.
RESUELVE:
PRIMERO:
REVOCASE el numeral
primero de la sentencia de primera instancia proferida por la Sala de Familia
del Tribunal de Cartagena el 9 de junio de 1995 y en su lugar se tutela el
derecho a la integridad personal de la solicitante y sus hijos y el derecho al
amor que tienen derecho los menores Alexander, David, Richard y Cristian Vega
Ballesteros y se le ordena a Amaury Vega que en lo sucesivo se abstenga de
realizar todo acto que ponga en peligro la integridad física y la tranquilidad
de la accionante y de sus hijos. Las autoridades de policía de la localidad
ejercerán especial vigilancia sobre la conducta de Amaury Vega en relación con
el presente asunto.
SEGUNDO: Se confirma el numeral 2º, remisión de
copia de este fallo al ICBF, con la advertencia hecha en la parte motiva.
TERCERO: Comisionar al Juez de primera instancia
para que notifique la sentencia a las partes y adopte las decisiones necesarias
señaladas en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaría General |
550 | T-462-95
Sentencia No. T-462/95
Sentencia No.
T-462/95
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Suplantación de
persona/PARTIDA DE BAUTISMO-Suplantación de persona
Como el
peticionario de la tutela no se encuentra conforme con el pronunciamiento de la
Fiscalía sobre el particular, le asiste el derecho de solicitar la revocación
de la resolución inhibitoria, y obtener que se produzca resolución acusatoria y
que se tramite el juicio penal correspondiente, que conduzca no solamente a
establecer la responsabilidad de los que resulten culpables del ilícito, sino a
lograr, consecuentemente, la cancelación de la inscripción en su partida de
bautismo. Es de competencia de la justicia penal ordinaria de manera autónoma e
independiente y no de la jurisdicción eclesiástica, definir si hechos como los
narrados, relativos a la utilización fraudulenta de una partida de bautismo y a
la suplantación de una persona en el acto de celebración de un matrimonio, son
o no constitutivos de delito, y en caso de que lo sean, declarar la
correspondiente responsabilidad y el restablecimiento del derecho. El
peticionario tiene como medio alternativo de defensa judicial, el de acudir
ante la autoridad eclesiástica para que previo el trámite del correspondiente
proceso se declare la nulidad del referido matrimonio y se cancele la
inscripción de la nota marginal que afecta su partida de bautismo.
NULIDAD DE
MATRIMONIO-Procedimiento
No es admisible que
se utilice la acción de tutela como instrumento para actuar una pretensión del
actor relativa a la declaratoria de nulidad de un matrimonio y a la cancelación
de su inscripción en los registros de las autoridades eclesiásticas, cuando la
Constitución, el Concordato y la ley, han instituido tanto la acción como los
trámites apropiados para alcanzar dicho propósito. Además, si ello fuera
posible, se propiciaría la invasión por el juez de tutela de la competencia
asignada a las autoridades de otras jurisdicciones.
REFERENCIA:
Expediente T-65568.
PETICIONARIO:
Jorge Villada
Betancur.
PROCEDENCIA:
Tribunal Superior
Distrito Judicial de Manizales- Sala Civil.
TEMA:
Improcedencia de la
tutela para cancelar la nota marginal referente a un matrimonio en la partida
de bautismo.
MAGISTRADO
PONENTE:
ANTONIO BARRERA
CARBONELL.
Aprobada en Santafé
de Bogotá D.C. a los doce (12) días del mes de octubre de mil novecientos
noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el
proceso de la acción de tutela presentada por el señor JORGE VILLADA BETANCUR
contra el Presbítero Jorge Henao Gómez, Delegado Arzobispal de las Causas de
Partidas de la Arquidiócesis de Manizales, con arreglo a la competencia
asignada por los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política y 33, 34 y 35
del Decreto-Ley 2591 de 1991.
I. ANTECEDENTES.
1. Los hechos.
Manifiesta el
accionante, que nació en el corregimiento de San Bartolomé del municipio de
Pácora (Caldas), en cuya parroquia fue bautizado el día 10 de diciembre de
1950, según consta en el libro 6 de bautismos, folio 177, número 416.
En los últimos 22
años ha vivido en el municipio de Zarzal (Valle) y desde hace 20 se encuentra
vinculado laboralmente con el ingenio Riopaila.
Anota que en el año
de 1991 decidió casarse por el rito católico con la señora Esperanza Borrero
Copete, lo cual fue imposible, debido a que un tercero utilizó su partida de
bautismo y contrajo matrimonio el 24 de diciembre de 1978, en la parroquia del
Carmen de la ciudad de Armenia, con la señora Marleny Villalobos.
Por la circunstancia
descrita, inició las diligencias pertinentes ante el Presbítero Augusto
Ramírez, Vicario Judicial de la Diócesis de Armenia, con el fin de que se
dejara sin efecto la aludida inscripción.
El señor obispo de
Armenia, Monseñor Roberto López Londoño, a través de la comunicación de marzo
20 de 1992, dirigida al Presbítero Jorge Henao Gómez, Delegado Arzobispal de
las Causas de Partidas de la Arquidiócesis de Manizales, se pronunció sobre
dicha situación en los siguientes términos:
"Concluidos así
los pasos que se pudieron dar y lograr, en nuestro deseo de servir al
interesado, es por lo que acudo a sus buenos oficios, para si lo considera
pertinente, obrar en concordancia, ya que es un asunto relacionado con la Nota
Marginal de su partida de bautismo y no es de nuestra competencia
definir".
Por su parte, el
citado Delegado en comunicación de abril 7 de 1992, expresa al señor Obispo, en
lo pertinente:
"No puede esta
Delegación disponer la anulación de una anota matrimonial, ya que ella procede
como consecuencia de un matrimonio celebrado y reportado conforme a derecho. O
sea, en sana lógica, la nota matrimonial es accesoria frente a la partida de
matrimonio; por ende, para que desaparezca lo accesorio debe desaparecer
primero lo principal, pues corren la misma suerte. Para el caso que
contemplamos, en la documentación que me envía su Excelencia, no aparece prueba
de que la partida de matrimonio haya sufrido alguna modificación, que afecte la
nota marginal del documento del señor Villada; en consecuencia no puede
pronunciarse esta Delegación en favor de la solicitud pues carece de soporte
jurídico para dictar un decreto anulativo".
Ante la
imposibilidad de obtener solución a su problema a través de las autoridades
eclesiásticas, el peticionario formuló denuncio penal ante la Fiscalía General
de la Nación, Seccional Armenia, por el presunto delito de falsedad en
documento. La investigación correspondiente fue adelantada por la Fiscalía
Tercera Unidad Previa y Permanente de Armenia.
Dicha Fiscalía, con
fecha 17 de junio de 1992, profirió resolución inhibitoria, por considerar que
la conducta era atípica. Sin embargo, ordenó a las autoridades eclesiásticas y
concretamente al Pbro. Jorge Henao Gómez, Delegado Arzobispal para las Causas
de Partidas, cancelar o declarar nula la nota marginal que sobre el referido
matrimonio aparece en el registro eclesiástico bautismal del señor Jorge
Villada Betancur.
Finalmente, aduce el
peticionario que el Delegado Arzobispal para las Causas de Partidas de
Manizales no cumplió lo ordenado por la Fiscalía, porque consideró que sólo
mediante la declaración de la nulidad del matrimonio podía hacerse efectiva la
cancelación de la inscripción. Sin embargo, no entiende la razón por la cual
debe promover la nulidad de un matrimonio que no ha contraído.
2. Pretensión.
Pretende el actor la
tutela de sus derechos constitucionales fundamentales consagrados en los
artículos 15 y 29 de la Constitución y, en tal virtud, que se ordene al
Presbítero Jorge Henao Gómez, Delegado Arzobispal de las Causas de Partidas de
la Arquidiócesis de Manizales cancelar la inscripción del matrimonio que
aparece en su partida de bautismo.
3. Los fallos que
se revisan.
3.1. Primera
instancia.
El Juzgado Segundo
Civil del Circuito de Manizales, mediante providencia de febrero 9 de 1995,
negó la tutela impetrada.
Como fundamento de
su decisión, alude el juzgado al régimen jurídico relativo al registro civil de
las personas con anterioridad a la vigencia de la ley 92 de 1938 y con
posterioridad a dicha ley, y a la competencia de las autoridades eclesiásticas
para decidir autónomamente sobre la cancelación de la inscripción del
matrimonio en la partida de bautismo del demandante.
En efecto dijo el
juzgado:
"Para los
nacidos antes de 1938 los documentos eclesiásticos constituyen plena prueba de
su estado civil, así por ejemplo, para probar el nacimiento bastará la partida
eclesiástica, pero los nacidos con posterioridad a esa fecha lo acreditarán
mediante la intervención del funcionario del Registro civil (Notario) para
levantar el acta".
"Aquí radica la
diferencia, hay actos de la autoridad eclesiástica que producen efectos civiles
por si solos y otros actos que no los generan. En el primer caso serán actos
eclesiásticos con efectos administrativos objeto de garantías procesales, en el
segundo serán canónicos sometidos a las regulaciones internas de la Iglesia
Católica".
"...la partida
eclesiástica de bautismo del peticionario, con nota marginal de matrimonio para
que surta efectos civiles requiere su inscripción ante el funcionario
competente, por si sola no prueba el vinculo, constituyendo tal anotación un
acto canónico no susceptible de ser modificado por el Juez de tutela".
"La Iglesia
Católica es autónoma e independiente de la potestad civil, tal condición le fue
reconocida por la Ley 20 de 1974 aprobatoria del Concordato entre la república
de Colombia y la Santa Sede".
"Resulta
improcedente que en asuntos que son de su exclusiva competencia un funcionario
ajeno a esa autoridad eclesiástica como el juez de tutela, invada esa esfera
haciendo ordenamientos que sólo a ella competen".
2.2. Segunda
instancia.
El Tribunal Superior
Distrito Judicial de Manizales - Sala Civil, mediante fallo calendado el día 24
de febrero de 1995, dispuso confirmar el proveído de primera instancia, entre
otros argumentos, con los siguientes:
"Si bien es
cierto, el accionante dice encontrarse en estado de subordinación o indefensión
ante la autoridad eclesiástica (Arquidiócesis de Manizales), ello lo es o en
esa condición está, exclusivamente por razón de su credo religioso, ámbito en
el que no pueden incursionar para nada la autoridad jurisdiccional. En efecto,
la anotación marginal obra en la partida o Acta Bautismal del peticionario,
documento que en nada incide para que pueda darle vida jurídica a un matrimonio
válido ante las leyes del Estado Colombiano. El impedimento se le presenta para
celebrar ese acto en el marco del culto eclesial, es decir, dentro de las
normas de su fe en las cuales se matriculó por razón del enunciado
Sacramento".
"Pues bien, el
Estado a través de su régimen legal gobernará aquéllos actos que tengan
incidencia en el Estado Civil de las Personas, más no los que conciernan al
aspecto espiritual o de credo religioso. Así por ejemplo, las partidas eclesiásticas
relativas a actos o hechos sucedidos con anterioridad a la Ley 92 de 1938
sirven para demostrar la condición civil de los habitantes del Estado
Colombiano; entonces para aquéllos casos si impera la Ley Nacional y deben
estar sujetos a los formalismos y condicionamientos en ella prescritos. Mas no
ocurre lo mismo con los acaecidos con posterioridad, pues ellos tienen una
validez netamente espiritual, propia para los católicos, sin ningún efecto ante
la Ley Civil. Pues bien, en cuanto a la forma y en cuanto a las modificaciones
de estos últimos no puede el Estado a través de su poder jurisdiccional
intervenir en manera alguna".
"En el
sub-judice se trata precisamente de una partida eclesiástica correspondiente a
un nacimiento sucedido el día 4 de diciembre del año de 1950, registrado en la
Parroquia Católica de San Bartolomé en el municipio de Pácora. Es entonces un
documento desprovisto de efectos civiles, con trascendencia exclusiva en el
campo religioso, y que por tanto no puede ser tocado por los jueces civiles.
Esa situación de la nota marginal, su corrección o supresión es del resorte
exclusivo de las autoridades eclesiásticas; se repite aquí, que cuando la
autoridad eclesiástica inscribió ese nacimiento no actúo con delegación de la
potestad civil ni en cumplimiento de una función pública como si ocurría para
los actos anteriores al año de 1938".
"Al actor Jorge
Villada Betancur no le queda más remedio que insistir ante los funcionarios
eclesiásticos para que se subsane la irregularidad que advierte, si es que
desea contraer matrimonio católico, pues para celebrarlo por los ritos civiles
no tiene impedimento alguno según lo deja entrever en el escrito de petición
propuesto".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Hechos
acreditados durante el proceso.
Dentro del proceso
aparecen acreditados claramente los siguientes hechos:
a) El peticionario
de la tutela es persona diferente de aquélla que contrajo matrimonio,
utilizando su partida de nacimiento.
b) Según la
Fiscalía, no existe suplantación de personas ni falsedad documental, porque la
persona que puso la nota marginal en el registro eclesiástico de nacimiento del
actor lo hizo de buena fe, pues no pudo percatarse de la homonimia.
Es evidente, dice la
Fiscalía, que no se presenta falsedad documental, por cuanto en la
Registraduría Nacional del Estado Civil de Bogotá reposan las cartillas
biográficas y decadactilares correspondientes a las dos cédulas expedidas por
ésta y que corresponden a las siguientes personas:
JORGE VILLADA
BETANCOURT.
Casado.
C.C. No. 8.316.025
de Medellín.
Fecha nacimiento: 4
de diciembre de 1950.
Lugar de nacimiento:
San Bartolomé- Pácora (Caldas).
Padre: Marco Fidel
Villada.
Madre Ana María
Betancourt.
Profesión: Vendedor
ambulante.
JORGE VILLADA
BETANCUR.
Soltero.
C.C. No. 2.461.816
Andalucía -Valle.
Fecha nacimiento: 4
de diciembre de 1950.
Lugar de nacimiento:
Pácora (Caldas).
Padre: Marco Fidel
Villada.
Madre: Rosa María
Betancur.
Profesión: Mecánico
Automotriz.
Anota, además, la
Fiscalía, las siguientes observaciones: las huellas dactilares, las
fotografías, los números de las cédulas y las firmas de cada una de los citados
son diferentes, pero uno tiene bigote y el otro no.
c) El peticionario,
pese a que realmente no se encuentra casado, sufre las consecuencias de la
inscripción irregular, en su partida de bautismo, del matrimonio de Jorge
Villada Betancourt.
d) La persona que
corresponde al nombre de Jorge Villada Betancourt aparece casado con la señora
María Marleny Villalobos Arango. En efecto, ésta al rendir declaración ante la
Fiscalía y exhibírsele las fotografías que obran en el expediente de la
investigación previa adelantada por ésta, a folios 45, 46 y 47, manifestó que
su esposo no es el peticionario sino Jorge Villada Betancourt.
4. Existencia de
otros medios alternativos de defensa judicial.
Como puede
observarse, en el caso sometido a la consideración de la Sala, se utilizó la
misma partida bautismal -no se ha demostrado que existan dos partidas
diferentes- para la tramitación de los documentos de identidad Nos. 2.461.816,
expedida en Andalucia -Valle y 8.316.025 expedida en Medellín Antioquia.
Igualmente, dicha partida sirvió como documento eclesiástico para la
celebración del matrimonio del portador de éste último documento, es decir,
Jorge Villada Betancourt.
La Sala deduce de lo
anterior, que en la celebración del aludido matrimonio se suplantó a la persona
del peticionario. No obstante, la Fiscalía ya se pronunció al respecto,
considerando que la conducta en el caso que se analiza resulta atípica, por las
razones ya expuestas.
Como el peticionario
de la tutela no se encuentra conforme con el pronunciamiento de la Fiscalía
sobre el particular, le asiste el derecho de solicitar la revocación de la
resolución inhibitoria, conforme lo prescribe el artículo 328 del C.P.P., y
obtener que se produzca resolución acusatoria y que se tramite el juicio penal
correspondiente, que conduzca no solamente a establecer la responsabilidad de
los que resulten culpables del ilícito, sino a lograr, consecuentemente, la
cancelación de la inscripción en su partida de bautismo, con fundamento en lo
previsto en el artículo 14 del C.P.P. que dice:
"Restablecimiento
del derecho. Cuando sea posible, las autoridades judiciales deberán adoptar las
medidas necesarias para que cesen los efectos creados por la comisión del hecho
punible y las cosas vuelvan a su estado anterior de modo que se restablezcan
los derechos quebrantados".
Considera la Sala,
que en el presente caso, la vía del proceso penal constituye, en principio, un
medio alternativo de defensa judicial idóneo y eficaz.
Es de competencia de
la justicia penal ordinaria de manera autónoma e independiente y no de la
jurisdicción eclesiástica, definir si hechos como los narrados, relativos a la
utilización fraudulenta de una partida de bautismo y a la suplantación de una
persona en el acto de celebración de un matrimonio, son o no constitutivos de
delito, y en caso de que lo sean, declarar la correspondiente responsabilidad y
el restablecimiento del derecho.
Lo anterior, no
implica que la Sala avale el proceder de la Fiscalía cuando de una parte dicta
resolución inhibitoria por atipicidad de la conducta, y por otra, incurriendo
en una evidente vía de hecho, resuelve ordenar al Delegado Arzobispal para las
Causas de Partidas la cancelación de la nota marginal puesta en la partida de
bautismo del actor, alusiva a dicho matrimonio, pues para que la decisión de
cancelar la inscripción sea válida y obligue a la autoridad eclesiástica se
requiere que ella sea adoptada en la sentencia que ponga fin al proceso penal,
con fundamento en la norma antes transcrita.
Por lo demás, el
peticionario tiene como medio alternativo de defensa judicial, el de acudir
ante la autoridad eclesiástica para que previo el trámite del correspondiente
proceso se declare la nulidad del referido matrimonio y se cancele la
inscripción de la nota marginal que afecta su partida de bautismo. En efecto:
El artículo 42 de la
Constitución , en lo pertinente, señala:
"También
tendrán efectos jurídicos las sentencias de nulidad de los matrimonios
relegiosos dictadas por las autoridades de la respectiva religión, en los
términos que establezca la ley".
Igualmente el inciso
primero del artículo VII de la ley 20 de 1974, dispone:
"Las causas
relativas a la nulidad de los matrimonios canónicos, son de competencia
exclusiva de los tribunales eclesiásticos y congregaciones de la Sede
Apostólica".[1]
Dentro de la misma
dirección, el artículo 3o de la ley 25 de 1992, establece:
"El Estado
reconoce la competencia propia de las autoridades religiosas para decidir
mediante sentencia u otra providencia, de acuerdo con sus cánones y reglas, las
controversias relativas a la nulidad de los matrimonios celebrados por la
respectiva religión".
Si como se ha
expresado antes, es viable que el actor haga uso de la acción de nulidad del
matrimonio en referencia ante los tribunales eclesiásticos, no resulta
procedente la acción de tutela presentada.
La afirmación de la
competencia de las autoridades eclesiásticas para pronunciarse sobre el asunto
relativo a la nulidad de dicho matrimonio, responde a la independencia y
autonomía que se les reconoce, según el artículo II de la ley 20 de 1974,
aprobatoria del Concordato celebrado entre República de Colombia y la Santa
Sede, en el cual se dispone:
"La Iglesia
Católica conservará su plena libertad e independencia de la potestad civil y
por consiguiente podrá ejercer libremente toda su autoridad espiritual y su
jurisdicción eclesiástica, conformándose en su gobierno y administración con
sus propias leyes".
La referida
disposición se complementa con lo dispuesto en el artículo VII de dicha obra,
que dice:
"El Estado
reconoce plenos efectos civiles al matrimonio celebrado de conformidad con las
normas del derecho canónico. Para la efectividad de este reconocimiento la
competente autoridad eclesiástica transmitirá copia auténtica del acta al
correspondiente funcionario del Estado quien deberá inscribirla en el registro
civil".
No es admisible que
se utilice la acción de tutela como instrumento para actuar una pretensión del
actor relativa a la declaratoria de nulidad de un matrimonio y a la cancelación
de su inscripción en los registros de las autoridades eclesiásticas, cuando la
Constitución, el Concordato y la ley, han instituido tanto la acción como los
trámites apropiados para alcanzar dicho propósito. Además, si ello fuera
posible, se propiciaría la invasión por el juez de tutela de la competencia
asignada a las autoridades de otras jurisdicciones.
Tampoco procede la
tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, porque
a juicio de la Sala éste no se configura en el caso en estudio, atendiendo a
los criterios definidos por la jurisprudencia de esta Corporación.
Las consideraciones
precedentes llevan a la Sala a confirmar el fallo proferido por el Tribunal
Superior Distrito Judicial de Manizales -Sala Civil, con fecha 24 de febrero de
1995, el cual, a su vez, confirmó el proveído de primera instancia.
III. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. CONFIRMAR el fallo de fecha 24 de
febrero de 1995, proferido por el Tribunal Superior Distrito Judicial de
Manizales -Sala Civil, mediante el cual se confirmó la sentencia de primera
instancia.
SEGUNDO. COMUNICAR, el contenido de dicho
fallo al Juzgado Civil del Circuito de Manizales para que proceda a hacer las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
COPIESE,
NOTIFIQUESE, PUBLIQUESE, INSERTESE EN LA GACETA CONSTITUCIONAL Y CUMPLASE.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] . En sentencia C-027/93
M.P. Simón Rodriguez, se declaró exequible el artículo VIII del artículo 1o. de
la ey 20 de 1974, salvo en el aparte de su inciso 1° que dice "...o la
disolución del vínculo.. incluidas las que se refieren a la dispensa del
matrimonio roto y no consumado" y además el aparte del inciso 2° que
dice "...al Tribunal Superior del Distrito Judicial territorialmente
competente". Lo anterior precisando que la cesación de los efectos
civiles del matrimonio católico por divorcio, en los términos del artículo 42
de la Constitución, no rompe el vínculo matrimonial eclesiástico. |
551 | T-463-95
Sentencia No. T-463/95
Sentencia No.
T-463/95
PENSION DE
JUBILACION PARA EXCONGRESISTA-Norma
aplicable
De conformidad
con la ley, a partir de 1992 los excongresistas pensionados y los que accedan a
dichos derechos o los sustituyan, devengarán una mesada que no puede ser
inferior al 75% del ingreso mensual promedio que durante el último año y por
todo concepto perciba el congresista, y se aumentarán en el mismo porcentaje en
que se reajuste el salario mínimo legal; pero además, también es claro que el
reajuste de la mesada de los pensionados no puede resultar inferior para cada
año, al mismo 75% y que su liquidación debe hacerse teniendo en cuenta el
último ingreso mensual promedio, que por todo concepto devenguen los
Representantes y Senadores en la fecha en que se decrete el reajuste.
PENSION DE
JUBILACION PARA EXCONGRESISTA-Efectos/DERECHO
A LA DIGNIDAD HUMANA-No reajuste pensional/DERECHO A LA IGUALDAD-No
reajuste pensional
La ley elevó a
partir de su vigencia el monto de las pensiones de los excongresistas, y
cualquier acto administrativo o reglamentario que pretenda darle efectos
diferidos o aplazar su vigencia, o reducir su extención y monto, resulta
abiertamente contrario a la Constitución; por lo mismo, ha de entenderse, en
consecuencia que los efectos fiscales de las disposiciones administrativas que
regulan el reajuste y que disponen que se aplican a partir de 1994, se refieren
exclusivamente a la oportunidad de la apropiación presupuestal y de su pago,
pero en ningún caso pueden diferir los efectos prestacionales y pensionales de
la ley ni reducir su monto. De otra parte, el régimen de pensiones y
sustituciones, creado por la ley 4a. de 1992 se viene aplicando a partir de su
vigencia para los nuevos pensionados, mientras que para los ya pensionados sólo
se aplica desde 1994 en abierta contradicción de la Constitución Política; así,
resulta evidente que no existe justificación alguna para que el Fondo omita la
aplicación de la misma para los Congresistas ya pensionados, mucho menos cuando
media solicitud expresa en sentido contrario por el interesado; en este
sentido, la omisión flagrante en que viene incurriendo el Fondo de Previsión
Social del Congreso de la República, vulnera el derecho a la igualdad y a la
dignidad humana, consagrados como derechos fundamentales en la Carta Política.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA-No reajuste
pensional
Frente a las
disposiciones que hacen referencia a los reajustes pensionales, principalmente
del “reajuste especial”, que debiera permitir a quienes no se les aplican
directamente los beneficios del nuevo régimen pensional, la Corte encuentra que
se produce una evidente violación a la garantía del derecho a la igualdad lo
cual, en el estado de avanzada edad del pensionado, se constituye en una
modalidad de perjuicio irremediable, que debe ser tutelado como mecanismo
transitorio en el caso concreto, mientras se demanda ante la jurisdicción de lo
contencioso administrativo, en ejercicio de la acción judicial que corresponda.
INDEXACION-Competencia
El actor adicionó
su solicitud en cuanto al amparo de su derecho en el sentido de que se tuviera
en cuenta el aspecto de la indexación de la pensión que le corresponda; empero
la Sala se abstiene de pronunciarse sobre esta materia, pues considera que ella
pertenece al ámbito de competencia de los jueces de instancia, según lo ha
señalado reiteradamente la jurisprudencia de la Corte y es ante aquéllos donde
se debe formular la demanda pertinente.
REF: Expediente
No. T-73418
Actor:
OSCAR VELEZ
MARULANDA
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santafé de Bogotá,
D.C., octubre diecisiete (17) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela integrada por los Honorables Magistrados, Dr. FABIO MORON
DIAZ, Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA y Dr. GASPAR CABALLERO como Conjuez, en
reemplazo del Magistrado Dr. AJEJANDRO MARTINEZ CABALLERO, quien se declaró
impedido para actuar en este asunto, en ejercicio de sus competencias
constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente, resuelve
sobre la decisión judicial relacionada con la acción de la referencia,
proferida por el Juzgado Diecisiete Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, el
día ocho (8) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995).
I. ANTECEDENTES
A. La peticiOn
El 24 de mayo de
1995, el señor Oscar Vélez Marulanda presentó un escrito de demanda, cuyo
conocimiento correspondió por reparto al Juzgado Diecisiete Civil del Circuito
de Santafé de Bogotá, mediante el cual ejerce acción de tutela establecida en
el artículo 86 de la Constitución Nacional, dirigida a obtener el amparo
directo, autónomo y específico de sus derechos fundamentales consagrados en los
artículos 13, 53 y 58 de la Carta Política, para que mediante la
correspondiente orden judicial que se debe dirigir contra el Fondo de
Previsión Social del Congreso de la República, se reconozca y disponga el pago
de lo que corresponde y falta por pagar para los años 1992 y 1993 del reajuste
pensional del 75 % del ingreso que por todo concepto reciba un congresista, al
que, en su opinión, tiene derecho en su condición de pensionado en aquella
entidad, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 17 y parágrafo de la
ley 4a. de 1992.
Considera el
peticionario que aquella decisión es la que corresponde proferir en virtud de
la naturaleza de la acción de tutela y en atención a su petición de amparo y
protección de sus derechos constitucionales fundamentales; además, el actor
hace expresa manifestación de que ejerce la acción de tutela prevista en el
artículo 86 de la Constitución Política como mecanismo transitorio para evitar
un perjuicio irremediable, en atención a su edad, de conformidad con la
jurisprudencia de la Corte Constitucional según la sentencia No. T-456 del 21
de octubre de 1994 (M.P. Alejandro Martínez Caballero.)[1]
Los fundamentos de
hecho y de derecho que señala el peticionario como causa de la acción que dice
ejercer se resumen como sigue:
- En primer
término el demandante advierte que al efecto de mejorar las condiciones de los
congresistas pensionados como tales con anterioridad a su vigencia, y de
regular el monto de las pensiones de los nuevos pensionados en dicha condición,
la ley 4a. de 1992 estableció el nuevo régimen pensional para aquellos
servidores públicos, fijó el nuevo monto de la pensión, y, especialmente,
definió el régimen de reajustes y pensiones para aquellos que tuvieran
reconocida su pensión, y pudieran acudir al reajuste, o a las demás personas
que conforme a la ley tuvieran derecho a las sustituciones.
En este sentido, y
como fundamento jurídico de su acción, el actor resalta lo dispuesto por el
artículo 17 y parágrafo de la mencionada ley y advierte que a partir de la
vigencia de ésta, las pensiones y las sustituciones de las mismas para los
representantes y senadores no podrán ser inferiores al 75% del ingreso promedio
que durante el último año y por todo concepto perciba el congresista, y se
aumentará en el mismo porcentaje en que se reajuste el salario mínimo legal;
además, señala que, sin duda alguna, el parágrafo del mismo artículo dispone
que la liquidación de las pensiones, reajustes y sustituciones se hará teniendo
en cuenta el último ingreso mensual promedio que por todo concepto devenguen los
representantes y senadores en la fecha en que se decrete la jubilación, el
reajuste o la sustitución respectiva, lo cual ha sido desconocido de modo
arbitrario por el Fondo en violación de los derechos constitucionales que
menciona.
En este sentido,
manifiesta que en su favor se halla consagrado el derecho constitucional a la
irrenunciabilidad a los beneficios mínimos establecidos en normas laborales,
según los términos del artículo 53 de la Constitución Política, lo cual le hace
rechazar la liquidación arbitraria del Fondo por la que se le desconoce una
parte del monto de su pensión, que es un derecho mínimo irrenunciable.
Destaca que con la
misma conducta de la entidad contra la que dirige su acción, se desconoce el
derecho constitucional fundamental al respeto de los derechos adquiridos de
conformidad con las leyes civiles, los cuales ni siquiera pueden ser
desconocidos por leyes posteriores; en efecto, indica que en su condición de
congresista adquirió su derecho a la pensión de jubilación, la que con arreglo
a la ley fue definida en el 75% del promedio de lo que reciba por todo
concepto un congresista en funciones, como último ingreso mensual en la fecha
en que se decrete la jubilación, el reajuste o la sustitución respectiva, y no
se le ha reconocido de esta manera por puro capricho y abuso del Fondo, que
alega razones administrativas y reglamentarias, desde luego violatorias de sus
derechos constitucionales fundamentales.
- Considera el peticionario
que el Fondo de Previsión Social del Congreso de la República, no puede
vulnerar garantía constitucional alguna al aplicar la ley 4 de 1992 y el
decreto 1359 de 1993, pues si en su función pública aplicó las normas en un
sentido determinado para ciertas personas, pero en otro opuesto a otras, que
guardaban la misma condición fáctica, se genera una situación discriminatoria
que rompe la garantía prevista en el artículo 13 de la Carta Política.
Además, indica que
el Decreto 1359 de 1993 que desarrolló lo dispuesto por el mencionado artículo
17 y Parágrafo de la Ley 4a. de 1992, estableció un "reajuste
especial" a las pensiones de senadores y representantes pensionados con
anterioridad a la ley 4 de 1992, que como correspondía a los efectos de una
ley que define el monto de un derecho de carácter prestacional, se reconoció a
varios congresistas pensionados, a partir del 1 de enero de 1992, dentro de
las condiciones señaladas por la misma Ley 4 de 1992, mientras que en su
calidad de pensionado del Congreso de la República, contraviniendo lo dispuesto
por la Constitución, le fue reconocido el reajuste pensional, sólo a partir de
1994, a pesar de encontrarse en las mismas condiciones de quienes disfrutaron
por reconocimiento legal el reajuste y las pensiones o las sustituciones
pensionales, a partir de 1992.
En este sentido el
actor considera que, en su caso, se ha desconocido el derecho constitucional
fundamental a la igualdad en los términos previstos en el artículo 13 de la
Constitución Política, que declara que el Estado promoverá las condiciones para
que la igualdad sea real y efectiva; en su opinión esta actuación del Congreso
establece una particular modalidad de desconocimiento de aquel derecho, que
debe remediarse en su caso ordenando que el reajuste sea completo y efectivo
desde la creación del nuevo monto de la prestación y no a partir de su pago;
por ello, no encuentra razón distinta de la arbitrariedad para diferir
administrativamente el reconocimiento del nuevo monto de la prestación y hacerlo
efectivo desde una fecha no fijada en la ley desconociendo los derechos de los
pensionados. En su escrito, el demandante presenta una, lista de congresistas
que en su concepto fueron beneficiarios del nuevo régimen pensional, a quienes
se les reconoció el reajuste desde el momento en el que se les fijo un nuevo
monto de la pensión, lo cual le sirve para ilustrar la desigualdad que se crea
con la discriminación decretada en su caso por el fondo.
- Advierte que a
pesar de existir otro medio de defensa judicial ante la jurisdicción
contencioso administrativa, considera que, apreciadas en concreto las
condiciones del caso "ésta no es eficaz, teniendo en cuenta que un proceso
de esta naturaleza duraría mínimo 7 u 8 años", lo que le causaría un
perjuicio irremediable atendiendo a su avanzada edad y su delicado estado de
salud; al respecto acompaña copia de su certificado de nacimiento en la que
aparece que tiene más de setenta años de edad y advierte que, por su condición
general de salud, no podrá disfrutar del derecho que le confiere la ley a que
al momento del reajuste se decrete reconociendo lo que le corresponde por los
años que transcurren desde la definición del nuevo monto pensional hasta su
pago.
B. La DECISION DE INSTANCIA
El Juzgado Diecisiete
Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, mediante sentencia de ocho (8) de
junio de mil novecientos noventa y cinco (1995), resolvió: "Negar la
acción de tutela instaurada por el doctor Oscar Vélez Marulanda", con base
en las siguientes consideraciones:
- Señala el juzgador
que la pretensión del actor va dirigida a obtener el reconocimiento del
reajuste prestacional creado por la Ley 4a. de 1992, en la misma forma en que
se reconoció a otros excongresistas, es decir, a partir de 1992.
- Advierte
que el peticionario cuenta con otros medios de defensa judicial para hacer
valer su derecho prestacional creado con la Ley 4a. de 1992, por vía
administrativa, y a través de revocatoria directa la resolución por medio de la
cual le fue reconocido su reajuste tan sólo en un 50% y sólo para el año de
1994.
- En relación con el
perjuicio irremediable, señala el juzgador que éste no se configura, y en
consecuencia no procede acción de tutela como mecanismo transitorio, de acuerdo
con lo establecido en el Decreto 306 de 1992, artículo 1.
- Advierte de otra
parte, que el peticionario no ha ejercido la acción administrativa pertinente
para la defensa de sus derechos; por el contrario por vía de acción de tutela
quiere evitar hacer uso de ella, dada su avanzada edad y la mora que en dicha
jurisdicción se presenta, por tanto la prosperidad de la acción no tendría
respaldo, pues sería indefinida, y no como lo exige la ley, en forma
transitoria, y hasta tanto la jurisdicción competente resuelva.
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la referencia
en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral
9o. de la Constitución Política en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y
36 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace en virtud de la
selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente y del reparto que
se verificó en la forma señalada por el reglamento de la Corporación.
B. La materia
del asunto que se resuelve
La Corte
Constitucional se ocupa en esta oportunidad de definir si de conformidad con lo
dispuesto por el artículo 86 de la Constitución Política de 1991, y dentro del
marco de las regulaciones legales correspondientes, procede o no la tutela
específica, autónoma y directa de los derechos constitucionales fundamentales a
la igualdad, a la no discriminación y a la dignidad y a los derechos adquiridos
de carácter laboral y prestacional-pensional en el caso de la indebida
liquidación del reajuste de una pensión de jubilación reconocida por la ley,
respecto de una persona de la tercera edad que alega deficientes condiciones de
salud física.
Al respecto, la
Sala encuentra que asiste razón al demandante en su reclamo de tutela,
básicamente si se atiende, como corresponde a su estado de pensionado y de
persona de la tercera edad, a quien se le han desconocido sus derechos
pensionales en el acto de liquidación del reajuste de su mesada pensional. Para
arribar a esta solución la Sala tiene en cuenta la sentencia de la Corte que
advierte lo siguiente:
"De otra parte,
conviene afirmar que el Juez de tutela no puede ser indiferente ante la
situación de los pensionados y no puede dejar de considerar las condiciones
específicas de debilidad en las que se encuentran las personas de la tercera
edad y la protección especial que la Constitución y los convenios
internacionales les conceden en el artículo 46. Así, se busca que el Estado
promueva y garantice en la medida de sus posibilidades, las condiciones para
que la igualdad sea real y efectiva (CP. artículo 13), y nada más apropiado
para ello que se proteja efectivamente a los ciudadanos de la tercera edad,
quienes por sus condiciones constituyen un sector de la población que merece y
requiere una especial protección por parte del Estado -como obligación
constitucional- y de la sociedad, dentro del principio de la solidaridad social
en que éste se cimienta (CP. artículo 48).
"En
consideración a lo anterior, esta Corporación estima que las conductas omisivas
de las entidades encargadas de la seguridad social (Caja Nacional de Previsión
Social, Instituto de los Seguros Sociales) en atender y cumplir debida y
prontamente con sus obligaciones frente a los pensionados atenta contra el
principio fundamental que rige nuestro Estado social de derecho y que
constituye uno de sus fines esenciales, consistente en la eficacia real y no
formal de los derechos fundamentales de los asociados.
"En efecto, el
simple reconocimiento de las pensiones no implica que el derecho haya sido
satisfecho en debida forma. Para ello es indispensable en aras de darle
eficacia material, que efectivamente al pensionado se le cancelen cumplidamente
las mesadas futuras y atrasadas, y que se le reconozca en aquellos casos que
así se solicite, obviamente si se dan los presupuestos legales, la
reliquidación o reajuste de la pensión a que tiene derecho. Obligación que debe
hacerse efectiva dentro de los términos legales previstos para ello, en aras a no
afectar ni desmejorar los derechos ni la calidad de vida de los
pensionados." (Sentencia T-181 de mayo 7 de 1993. M.P. Dr. Hernando
Herrera Vergara).
De otra parte, en el
presente asunto también se examina la relación que puede existir entre la mencionada
situación de desconocimiento del alcance y del monto de una prestación social
de carácter pensional, definidos en una ley de la República, y la actitud
omisiva de la administración en admitir y acatar los efectos jurídicos y
económicos de la ley que reconoce prestaciones laborales de carácter pensional,
en el caso de una persona que reclama, de manera directa y explícita, su
reconocimiento; sobre este tema esta Corporación también definió su
jurisprudencia en relación con el punto de la procedencia de la acción de
tutela, especialmente en estos casos, en las sentencias T-243 y T-364 de 1995,
M.P. Dr. Fabio Morón Díaz, en las cuales se ordenó el reajuste y el
reconocimiento de las diferencias sobre el monto de la mesada pensional entre
quienes gozan del mismo derecho, en atención al status jurídico, ante la misma
prestación y bajo el mismo régimen jurídico.
Cabe destacar,
además, que el peticionario se refiere a la conducta abiertamente arbitraria de
la entidad administradora de los recursos prestacionales, que desconoce la
vigencia de la ley que dispuso elevar el monto de la pensión no sólo para los
excongresistas que adquirieran su derecho prestacional después de la vigencia
de la misma, sino para quienes bajo los mismos supuestos normativos y, dentro
del marco constitucional del derecho a la igualdad, ya habían accedido al
derecho.
Como se vió en la
parte de antecedentes en el presente asunto, resulta que señor Oscar Vélez
Marulanda en su condición de pensionado del Fondo de Previsión Social del Congreso
de la República, manifiesta que ha sido objeto de discriminación por parte del
Fondo de Previsión Social del Congreso de la República, al no reconocérsele el
reajuste pensional a que considera tener derecho, por los años 1992 y 1993, en
los términos del artículo 17 de la Ley 4a. de 1992, dado que aquel fondo,
alegando la vigencia de una disposición reglamentaria, sólo lo reconoció con
dicho monto a partir de 1994, mientras que a otros ex-congresistas, les fue
reconocida la prestación pensional por aquel monto desde 1992 y a partir de la
vigencia de la mencionada ley.
Resulta que el
mencionado fondo dice actuar de conformidad con lo dispuesto en el artículo 17
del Decreto reglamentario No. 1359 de 1993, modificado por el artículo 7o. del
Decreto 1293 de 1994, en los que se dispone que el reajuste especial surte
efectos fiscales a partir del 1o. de enero de 1994, y en el que se decreta, de
otra parte, para los años 1992 y 1993, un reajuste especial cuyo monto sólo
alcanza al 50% del mismo tipo de ingreso previsto en la Ley 4a. de 1992, como
base para la liquidación de la pensión.
Cabe observar que el
peticionario, Oscar Vélez Marulanda, obtuvo el reconocimiento de su pensión de
jubilación por parte del Fondo de Previsión Social del Congreso de la República,
a través de la resolución No. 0130 de Febrero 26 de 1992, veintidós días antes
de la entrada en vigencia de la ley que aumentó el monto global de la mesada
pensional fijándolo en el 75 % de lo que reciba un congresista como promedio
mensual de sus ingresos por todo concepto, y que el reajuste ordenado en su
favor, para dar cumplimiento a lo dispuesto por la mencionada ley 4a de 1992
fue decretado por resolución No. 1530 del 29 de diciembre de 1994, con efectos
fiscales a partir del primero de enero de ese año, bajo el entendido de acatar
lo dispuesto por los decretos reglamentarios 1359 de 1993 y 1293 de 1994; lo
cual produce la violación advertida en contra de los derechos constitucionales
fundamentales a la igualdad, al trato digno y a los derechos adquiridos de
carácter prestacional y pensional.
En esta última
decisión, no obstante existir definición judicial de la interpretación
constitucional del artículo 17 parágrafo de la ley 4a. de 1992 proferida
expresamente por esta Corporación, en otro caso similar[2], como efectivamente lo
reconoce la entidad contra la que se dirige la acción de tutela, y a pesar de
haber sido invocada dicha interpretación por el pensionado dentro de la
solicitud de la liquidación del reajuste ordenado presentada el 17 de noviembre
de 1994, se decretó el reajuste de la mesada pensional por un porcentaje
equivalente al 75% del ingreso mensual promedio que devengaba un congresista,
pero únicamente a partir del 1o. de enero de ese año y no como corresponde,
según la ley, es decir a partir de la vigencia de la ley 4a. de 1992, o lo que es
igual desde 1992 inclusive, año a partir del cual ni la pensión ni la
sustitución de la misma puede ser inferior al ingreso mensual promedio que por
todo concepto recibió el Congresista en el último año.
Esta ley, en su
artículo 17, señaló en relación con los miembros del Congreso lo siguiente:
"Artículo
17. El Gobierno Nacional
establecerá un régimen de pensiones, reajustes y sustituciones de las mismas
para los representantes y senadores. Aquellas y éstas no podrán ser inferiores
al 75% del ingreso mensual promedio que, durante el último año, y por todo
concepto, perciba el Congresista, y se aumentarán en el mismo porcentaje, en
que se reajuste el salario mínimo legal.
PARAGRAFO. La
liquidación de las pensiones, reajustes y sustituciones se hará teniendo en
cuenta el último ingreso mensual promedio que por todo concepto devenguen los
Representantes y Senadores en la fecha en que se decrete la jubilación, el
reajuste, o la sustitución respectiva.”
Para esta Sala no
asiste duda de la interpretación constitucional que debe aplicarse en este
caso, que es la misma que se pronunció en el caso de sentencia T-456 de 1994,
varias veces citada en esta decisión y que consiste en que, de conformidad con
la ley, a partir de 1992 los excongresistas pensionados y los que accedan a
dichos derechos o los sustituyan, devengarán una mesada que no puede ser
inferior al 75% del ingreso mensual promedio que durante el último año y por
todo concepto perciba el congresista, y se aumentarán en el mismo porcentaje en
que se reajuste el salario mínimo legal; pero además, también es claro que el
reajuste de la mesada de los pensionados no puede resultar inferior para cada
año, al mismo 75% y que su liquidación debe hacerse teniendo en cuenta el
último ingreso mensual promedio, que por todo concepto devenguen los
Representantes y Senadores en la fecha en que se decrete el reajuste.
En efecto, esta sala
en ningún momento puede admitir semejante violación que crea la Resolución 1530
de 1994 y que se basa en la aplicación de una disposición reglamentaria, que
parece desconoce los lineamientos generales fijados por la ley 4a. de 1992, que
es la ley marco del régimen prestacional de los miembros del Congreso de la
República, mucho menos cuando el inciso final del artículo 48 de la Carta
Política, dispone que la ley definirá los medios para que los recursos
destinados a pensiones mantengan su poder adquisitivo constante y cuando el
artículo 53, inciso tercero, dispone a su vez que el Estado garantiza el
derecho al pago oportuno y al reajuste periódico de las pensiones legales.
El Gobierno Nacional
en desarrollo del marco de la Ley 4a. de 1992, en especial de su artículo 17,
expidió el decreto 1359 de julio 12 de 1993, estableciendo el régimen de
reajuste pensional en franca contradicción:
“Artículo 17. Reajuste Especial. Los Senadores y Representantes que se
hayan pensionado con anterioridad a la vigencia de la ley 4 de 1992, tendrán
derecho a un reajuste en su mesada pensional, por una sola vez, de tal manera
que su pensión alcance un valor equivalente al 50 % del promedio de las
pensiones a que tendrían derecho los actuales Congresistas.”
Desde luego, el
reajuste especial que debía decretar el Gobierno sobre la pensión de los
miembros del Congreso en desarrollo de la ley marco, no podía en ningún caso
ser inferior al monto de la misma prestación que se ha previsto para aquellos
funcionarios; en este sentido es abiertamente ilegal e inconstitucional y no
halla razón de ser el haber fijado aquel monto del 50% que se pretende aplicar
para los ya pensionados, y aplicar el monto del 75% para los que se pensionen a
partir de la vigencia de la ley.
En decisión de 21 de
octubre de 1994, sentencia T-456 de 1994, esta Corporación se pronunció en
relación con el régimen de reajuste creado por la ley 4 de 1992 y el decreto
1359 de 1993, y en ella advirtió lo siguiente:
“ 2- Reajuste Especial:
Con posterioridad a
la vigencia de la Constitución de 1991, la ley 4 de 1992 diferenció entre los
dos reajustes: por un lado el automático, oficioso y anual y por otro lado, un
REAJUSTE ESPECIAL para actualizar las pensiones DE LOS MIEMBROS DEL CONGRESO.
Es más, el artículo 17 de la ley califica como REAJUSTE al especial, exige para
éste el que se decrete (parte final de parágrafo), mientras que al oficioso y
anual lo denomina como AUMENTO (parte final del primer inciso).
El reajuste especial
se reconoce en 1992, pero ya no es para todos los jubilados en entidades de
derecho público, sino exclusivamente para los Representantes y Senadores,
fijándose el parámetro de que no podría ser inferior al 75% del ingreso mensual
promedio que por todo concepto devenguen los congresistas en la fecha en que se
decrete el reajuste. Se concatena este trato preferencial a los congresistas
con la determinación tomada en el artículo 8 de la misma ley 4 según la cual el
ejecutivo fijará “la asignación mensual de los miembros del Congreso Nacional,
a partir de la cual se aplicará el artículo 187 de la Constitución Política.
Tan es cierto que se
trata de un REAJUSTE ESPECIAL, que así lo califica el artículo 17 del Decreto
1359 de 1993, artículo que insiste en que este reajuste se hará “POR UNA SOLA
VEZ”, luego, los ex -Congresistas que gozaban de la pensión de jubilación el 18
de mayo de 1992 (fecha en la cual se publicó y empezó a regir la ley 4 de tal
año) ADQUIRIERON EL DERECHO al reajuste especial y, posteriormente, para los
años siguientes operará el aumento, ordinario y anual, equivalente al reajuste
del salario mínimo legal, así como para el sueldo de los Congresistas
inicialmente lo fijó el Gobierno por una sola vez y de ahí en adelante será
como lo señala el artículo 187 de la Carta.
3-) El reajuste
especial en el decreto 1359 de 1993.
El decreto 1359 de
1993 en su capítulo primero contiene unas normas generales. El Capítulo
Segundo, el Tercero y el Cuarto se refieren específicamente a las pensiones de
jubilación, invalidez y sustitución. El quinto incluye los dos reajustes
enunciados así:
a- El aumento anual,
inmediato, directamente en la nómina, equivalente al aumento en el salario
mínimo legal mensual (artículo 16 del decreto).
b- El reajuste
especial anunciado en la ley 4 de 1992 ( de lo contrario el decreto no podía
establecerlo) y que necesariamente debe acondicionarse a los objetivos y criterios
de la Ley.
....
De la lectura del
artículo 17 de Decreto surge:
a- Dice el Decreto
que el reajuste especial es para los pensionados con anterioridad a la
vigencia de la ley 4 de 1992.
b- Dice el decreto
que no puede haber PENSIONES inferiores al 50% de las pensión de los actuales
Congresista.
Estas dos
determinaciones deberían ser irrelevantes porque la pensión se le reajusta a
quien ya la adquirió y porque en verdad no hay contradicción entre el reajuste
del 75% y pensiones no inferiores al 50% de la de los actuales
congresistas.
El problema radica
en que para el caso de las tutelas que motivan esta sentencia el Fondo ha hecho
esta distinción que ni la ley ni el Decreto establecen: que a quienes se les
liquide la pensión con posterioridad al 18 de mayo de 1992 se les aplicará el
75% y que los pensionados antes de tal fecha tendrán un reajuste del 50%.
Este tratamiento no solamente contradice al artículo 17 de la ley 4 de 1992
(que puso en igualdad de condiciones la liquidación de la pensión y el reajuste),
sino que también es abiertamente contrario al artículo 6 del mismo decreto 1359
de 1993 que perentoriamente indica que el REAJUSTE ESPECIAL, “en ningún caso
podrá ser inferior al 75%”
...el promedio para
la pensión de jubilación será el 75% del ingreso mensual de Representantes y
Senadores en la fecha en que se decrete la jubilación. Y este mismo parámetro
se refiere al reajuste especial. Quedando prohibido, so pena de carecer de
todo efecto, alterar este régimen prestacional.
Tratándose del reajuste
especial la ley 4 de 1992 también acudió al 75% como porcentaje y es el
sueldo y no la pensión de otros la referencia para la liquidación; y estos
criterios tiene su respaldo en la Constitución, la cual orienta la lectura de
las normas.”
La decisión
transcrita permitió establecer con claridad los términos que la ley señaló para
el reconocimiento de los reajustes pensionales que se aplicaran a Senadores y
Representantes a la Cámara, entre ellos el reajuste especial dirigido a quienes
fueron pensionados con anterioridad a la ley 4 de 1992; por ello el Fondo de
Previsión Social del Congreso de la República, sin atender el sentido de la
decisión de la Corte Constitucional, a que se hizo referencia, pese a estar
reunidos los requisitos de ley, sólo reconoció al peticionario el reajuste
especial de su pensión de jubilación, consagrado en el artículo 17 del decreto
1359 de 1993, mediante resolución número 1530 de diciembre 29 de 1994, lo
cual genera en contra del peticionario un grave perjuicio, que dadas las
condiciones especiales del caso resultaría irremediable si no se concede la
tutela reclamada.
En este sentido, la
Corte Constitucional ya se ha pronunciado al respecto así:
"Ha señalado en
reiteradas oportunidades esta Corporación, que para la procedencia de la tutela
como mecanismo transitorio, es indispensable que exista con certeza la
posibilidad de que se produzca el perjuicio, para lo cual el fallo de tutela se
presenta en este caso, como el medio idóneo de protección inmediata y transitoria
de los derechos fundamentales del afectado, mientras el juez competente se
pronuncia de manera definitiva"[3]
Pero además sobre
este punto cabe advertir que la Corte ha señalado que en determinados casos, es
preciso examinar las condiciones concretas del asunto para hacer que la
protección de los derechos fundamentales sea efectiva y real, así:
"... será
necesario evaluar si los hechos que se ponen en conocimiento de la autoridad
judicial son inminentes y graves, frente a lo cual resultaría necesario adoptar
una solución en forma urgente e impostergable. Debe en este punto establecer
esta Sala de Revisión, que no todo perjuicio que de por sí acarrea un menoscabo
físico, psíquico o patrimonial puede calificarse como irremediable. Diariamente
los asociados se enfrentan a situaciones que pueden resultar perturbadoras,
inquietantes, e incluso alarmantes, pero que no ameritan, a través de la acción
de tutela, todo el dezplazamiento inmediato del aparato judicial para remedair
el problema; es decir, se trata de circunstancias que no reúnen los elementos
del "perjuicio irremediable" definidos anteriormente, y, que, por
tanto, pueden ser solucionadas mediante el uso de las acciones ordinarias ante
las jurisdicciones competentes".[4]
Además, la decisión
de la Corte, que se ha venido citando, señaló adicionalmente en relación con el
reajuste especial, que “El objetivo de este reajuste, fue el de equilibrar la
cuantía de las mesadas pensionales con el sueldo de los congresistas. En
realidad, debido al aumento de sueldos que el mismo parlamento permitía para
Congresistas, se aumentaba la desproporción entre el sueldo y la pensión. Esta
en el caso de los ex-congresistas sufrió comparativamente una marcada
devaluación, lo cual explica en parte la necesidad del reajuste especial”
Si con el reajuste
especial creado en desarrollo de la ley 4a. de 1992, por virtud de lo dispuesto
en los mencionados decretos reglamentarios, se busca solucionar en cierta
medida la desproporcionalidad que se presenta con el monto de las pensiones,
entre quienes fueron pensionados con un régimen anterior, y los ingresos de los
congresistas en ejercicio y el monto de las pensiones de los nuevos pensionados
a partir de la vigencia de aquélla, no resulta conforme a la Constitución que
dicho reajuste se aplique sólo a partir de la vigencia, ni que con aquel se
reduzca retroactivamente el monto de la pensión como lo hacen los mencionados
decretos y el acto de liquidación contra el que se dirige el accionante, en
abierta contradicción con las garantías constitucionales al poder adquisitivo
de aquella prestación; es más, la ley misma advierte que en ningún caso las
pensiones pueden ser inferiores al 75% de los mencionados ingresos de los
congresistas, lo cual presupone que en ningún caso el reajuste a decretar por
el Gobierno en ejercicio de sus competencias reglamentarias sea inferior a dicho
porcentaje.
Para esta Sala de la
Corte Constitucional, la ley elevó a partir de su vigencia el monto de las
pensiones de los excongresistas, y cualquier acto administrativo o
reglamentario que pretenda darle efectos diferidos o aplazar su vigencia, o reducir
su extención y monto, resulta abiertamente contrario a la Constitución; por lo
mismo, ha de entenderse, en consecuencia que los efectos fiscales de las
disposiciones administrativas que regulan el reajuste y que disponen que se
aplican a partir de 1994, se refieren exclusivamente a la oportunidad de la
apropiación presupuestal y de su pago, pero en ningún caso pueden diferir los
efectos prestacionales y pensionales de la ley ni reducir su monto.
De otra parte, el
régimen de pensiones y sustituciones, creado por la ley 4a. de 1992 se viene
aplicando a partir de su vigencia para los nuevos pensionados, mientras que
para los ya pensionados sólo se aplica desde 1994 en abierta contradicción de
la Constitución Política; así, resulta evidente que no existe justificación
alguna para que el Fondo omita la aplicación de la misma para los Congresistas
ya pensionados, mucho menos cuando media solicitud expresa en sentido contrario
por el interesado; en este sentido, la omisión flagrante en que viene incurriendo
el Fondo de Previsión Social del Congreso de la República, vulnera el derecho
a la igualdad y a la dignidad humana, consagrados como derechos fundamentales
en la Carta Política.
Como se advirtió, la
ley 4a. de 1992 reconoce el nuevo monto de la pensión y el derecho a un
reajuste de las pensiones reconocidas con anterioridad a la vigencia de la
misma; sin embargo, éste sólo se hace efectivo por parte del Fondo de
Previsión Social del Congreso de la República, a partir de 1994 para los
pensionados con anterioridad a la ley, como es el caso del señor Oscar Vélez
Marulanda.
Ahora bien, frente a
las disposiciones que hacen referencia a los reajustes pensionales,
principalmente del “reajuste especial”, que debiera permitir a quienes no se
les aplican directamente los beneficios del nuevo régimen pensional, la Corte
encuentra que se produce una evidente violación a la garantía del derecho a la
igualdad lo cual, en el estado de avanzada edad del pensionado Vélez Marulanda,
se constituye en una modalidad de perjuicio irremediable, que debe ser tutelado
como mecanismo transitorio en el caso concreto, mientras se demanda ante la
jurisdicción de lo contencioso administrativo, en ejercicio de la acción judicial
que corresponda.
Ahora bien, no hay
lugar en el caso que ocupa la atención de la Sala en esta oportunidad a un
debate probatorio detallado sobre las actuales condiciones económicas del
peticionario, porque, para los efectos de la tutela de los derechos constitucionales
fundamentales a la igualdad y al trato digno relacionados con el pago de una
prestación social de naturaleza pensional, ni la Constitución ni la ley que
regulan la acción prevista en el artículo 86 de la Carta, lo exigen, mucho
menos teniendo en cuenta su carácter preferente y sumario. Lo cierto es que en
el expediente y en el proceso que se surtió con ocasión de la petición de la
referencia no se han cuestionado dichas condiciones y, por el contrario,
aparece completamente acreditado el estado de avanzada edad de quien reclama
una justa y legal liquidación de los reajustes pensionales que le corresponden;
lo que no existe en el proceso no existe para el juez y en este caso lo único
probado como realidad concreta es la mencionada edad del peticionario y el
hecho evidente de que con él se ha cometido un acto flagrante de discriminación
y ofensa a sus derechos constitucionales.
La apreciación de
las circunstancias del caso a que se refiere el numeral 1o. del artículo 6o.
del Decreto 2591 de 1991, debe hacerse objetivamente y de acuerdo con la
realidad que se demuestre y aparezca plenamente probada en la actuación
procedimental de la tutela; por ello, y de acuerdo con la realidad que aparece
en el expediente que se examina, en esta oportunidad, está plenamente
acreditada la edad avanzada del peticionario y el desconocimiento del derecho a
disfrutar en integridad su pensión de jubilación.
Por último, cabe
advertir que el actor adicionó su solicitud en cuanto al amparo de su derecho
en el sentido de que se tuviera en cuenta el aspecto de la indexación de la
pensión que le corresponda; empero la Sala se abstiene de pronunciarse sobre
esta materia, pues considera que ella pertenece al ámbito de competencia de los
jueces de instancia, según lo ha señalado reiteradamente la jurisprudencia de
la Corte y es ante aquéllos donde se debe formular la demanda pertinente.
En mérito de lo
expuesto, esta Sala de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR la sentencia proferida por el Juzgado
Diecisiete Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, el 8 de junio de 1995 en
el proceso de la referencia.
SEGUNDO.
CONCEDER como mecanismo
transitorio, la tutela reclamada por el señor Oscar Vélez Marulanda, en favor
de sus derechos constitucionales fundamentales a la igualdad, al trato digno y
al goce de sus derechos pensionales. En consecuencia ordena al Fondo de
Previsión Social del Congreso de la República, que reajuste la liquidación
hecha y pague efectivamente los derechos pensionales que le corresponden al
peticionario por los años 1992 y 1993, de conformidad con la Ley 4a. de 1992,
hasta completar el 75% del promedio de lo que por todo concepto percibieron los
Representantes y Senadores de la República como ingreso mensual en el año de
la liquidación correspondiente.
TERCERO. Comunicar la presente decisión en los
términos del artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
GASPAR CABALLERO SIERRA
Conjuez
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-463/95
PERJUICIO
IRREMEDIABLE-Inexistencia
(Salvamento de voto)
Es evidente en la
acción de tutela de la referencia, que el actor no está en situación urgente de
ser socorrido ante la inminencia de un mal irreparable y grave, que pueda ser
considerado como perjuicio irremediable, de acuerdo con la jurisprudencia de
esta Corporación. Por el contrario, se deduce que es una persona que no se
encuentre en estado de extrema necesidad, razón por la cual no hay mérito para
invocar la tutela como mecanismo transitorio. De admitir que el actor, con el
monto por él devengado, está en extrema necesidad, se deduciría que casi todos
los colombianos estarían en dicho estado, toda vez que la cifra recibida por un
ex congresista corresponde a una de las más elevadas dentro de los pensionados
de la Nación.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-No reajuste
pensional (Salvamento de voto)
El actor no se
encuentra desprovisto de defensa, pues sus pretensiones puede hacerlas valer
por medio de la jurisdicción contencioso administrativa, solicitando la
revocatoria de la resolución que le reconoce sólo un 50% y por el año de 1994.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Núcleo
esencial (Salvamento de voto)
No todo lo que
toca indirectamente y por derivación un derecho fundamental, es susceptible de
la acción de tutela, porque en ese orden de ideas, todas las contravenciones al
régimen legal serían aptas para ser ventiladas, no por la jurisdicción ordinaria,
sino por la vía de la tutela, de suerte que el mecanismo especial pasaría a ser
general, lo cual sería un contrasentido y un desorden.
REF.: Expediente No. T-73418
El suscrito
magistrado, VLADIMIRO NARANJO MESA, comedidamente salva su voto en el proceso
de la referencia, por no compartir la decisión de la Sala Séptima de Revisión
por las siguientes razones:
Encuentra el
suscrito magistrado que en el caso específico, no hay motivo para conceder la
tutela como mecanismo transitorio, por cuanto no se configura en este caso la
situación de perjuicio irremediable. Cabe señalar que no cualquier perjuicio
reviste la forma de irremediable, ya que para ello deben concurrir varios
requisitos, tales como la gravedad, la inminencia, la vigencia, la irreversibilidad
y la necesidad de una compensación equitativa, como única manera de retribución
ante la imposibilidad de una estricta reparación en justicia.
Así, para determinar
la irremediabilidad del perjuicio hay que tener encuenta, la presencia
concurrente de varios elementos que configuran su estructura, como son la inminencia,
que exige medidas inmediatas, la urgencia que tiene el sujeto de derecho
por superar la situación de perjuicio inminente, y la gravedad de los
hechos, que hace evidente la impostergabilidad de la tutela como mecanismo
necesario para la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales. La concurrencia de los elementos mencionados pone de relieve la
necesidad de considerar la situación fáctica que legitima la acción de tutela,
como mecanismo transitorio y como medida precautelativa, para garantizar la
protección de los derechos fundamentales que se lesionen o que se encuentren
amenazados. Con respecto al término "amenaza" es conveniente
manifestar que, como la Corte lo ha establecido, no se trata de la simple
posibilidad de lesión, sino de la probabilidad de sufrir un mal irreparable y
grave de manera injustificada; la amenaza requiere un mínimo de evidencia
fáctica, de suerte que sea razonable pensar en la realización del daño o
menoscabo material o moral[5].
Ahora bien, es
evidente en la acción de tutela de la referencia, que el actor no está en
situación urgente de ser socorrido ante la inminencia de un mal irreparable y
grave, que pueda ser considerado como perjuicio irremediable, de acuerdo con la
jurisprudencia de esta Corporación. Por el contrario, se deduce que es una
persona que no se encuentre en estado de extrema necesidad, razón por la cual
no hay mérito para invocar la tutela como mecanismo transitorio. De admitir que
el actor, con el monto por él devengado, está en extrema necesidad, se
deduciría que casi todos los colombianos estarían en dicho estado, toda vez que
la cifra recibida por un ex congresista corresponde a una de las más elevadas
dentro de los pensionados de la Nación.
En segundo lugar, el
actor no se encuentra desprovisto de defensa, pues sus pretensiones puede
hacerlas valer por medio de la jurisdicción contencioso administrativa,
solicitando la revocatoria de la resolución que le reconoce sólo un 50% y por
el año de 1994. Siendo ello así, no hay razonamiento válido para no acudir a la
jurisdicción apropiada para el caso específico, sobre todo cuando no se está
ante la inminencia de un perjuicio irremediable, según se explicó. Esta
Corporación ha sido reiterativa en el sentido de afirmar que la acción de
tutela no es un mecanismo paralelo a la jurisdicción ordinaria, ni una
alternativa a elegir por el actor. No. Se trata de una vía residual y
subsidiaria, que opera ante la vulneración del núcleo esencial de un derecho
fundamental, siempre y cuando no existan otros medios de defensa judicial, de
suerte que de no tutelarse el derecho fundamental, el lesionado quede en
evidente estado de indefensión.
Finalmente, se
advierte que en el asunto sub examine no se está violando el núcleo
esencial de un derecho fundamental. Como lo ha sostenido la Corte en varias
oportunidades, no todo lo que toca indirectamente y por derivación un derecho
fundamental, es susceptible de la acción de tutela, porque en ese orden de
ideas, todas las contravenciones al régimen legal serían aptas para ser
ventiladas, no por la jurisdicción ordinaria, sino por la vía de la tutela, de
suerte que el mecanismo especial pasaría a ser general, lo cual
sería un contrasentido y un desorden.
Por las anteriores
consideraciones, el suscrito magistrado salva su voto en la Sentencia de la
referencia.
Santafé de Bogotá,
D.C., 23 de octubre de 1995.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
[1]Expediente T-38844, José Rafael Escandón Bucheli contra el Fondo
de Previsión Social del Congreso de la República.
[2] Cfr. Sentencia T-456 de 1994 M.P. Alejandro Martinez Caballero,
expediente 38844, Actores José Rafael Escandon Buchelli y otros contra el Fondo
de Previsión Sociual del Congreso de la República.
[3]Sentencia T- 52/94, Ponente doctor HERNANDO HERRERA
[4] Sentencia T-253/94. M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa
[5] Cfr. T-225/93. M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa. |
552 | T-464-95
Sentencia No. T-464/95
Sentencia No.
T-464/95
DERECHO DE
PETICION-Notaría/ACCION
DE TUTELA CONTRA NOTARIO-Deber de responder
Si se considera
que los notarios son autoridades, es clara la obligación de responder, pues es
el primer evento que contempla el artículo 23 de la Constitución. Si se los
considera como simples particulares que prestan un servicio publico, también
están en la obligación de resolver las peticiones, pues encajan en la situación
prevista en el inciso final del artículo 86 de la C.P., sobre la procedencia de
la acción de tutela contra particulares encargados de un servicio público. La
reclamación de índole laboral de que ellos tratan, la Corte comparte en su
integridad lo expresado por los jueces de instancia, cuando señalaron que es un
asunto que debe ser resuelto por la justicia ordinaria; que sobre tal tema no
puede decidir el juez de tutela; y, que, para su protección, existen otros
medios de defensa judicial.
RE: EXPEDIENTE T-74754
Demandante: Nadin Ospina Morales.
Demandada: Beatriz Sanín de Wills.
Procedencia: Consejo de Estado.
Magistrado
ponente: JORGE ARANGO
MEJÍA.
Aprobada en sesión
de la Sala Primera de Revisión, celebrada en la ciudad de Santafé de Bogotá, a
los diez y siete (17) días del mes de octubre de mil novecientos noventa y
cinco (1995).
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Jorge Arango
Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide sobre la
providencia proferida por el Consejo de Estado, en el proceso promovido por
NADIN OSPINA MORALES contra BEATRIZ SANÍN DE WILLS, quien, actualmente, es
Notaria 35 del Circulo de Santafé de Bogotá.
El expediente llegó
a la Corte Constitucional, por remisión que hizo el Consejo de Estado, en
virtud de lo ordenado por el artículo 31 del decreto 2591 de 1991.
I.- ANTECEDENTES.
El actor presentó
ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, acción de tutela, el 9 de mayo
de 1995, por las siguientes razones:
a) Hechos.
El actor dirigió a
la demandada dos memoriales, uno, el 31 de marzo y el otro, el 19 de abril de
1995. Sin embargo, la Notaria no ha dado respuesta a sus escritos.
En sus peticiones,
el actor solicita a la hoy Notaria 35, a nombre de los correspondientes
beneficiarios, el seguro al que, en su concepto, tienen derecho los herederos
del señor Wilmar Vicente Parra Vargas, quien falleciera cuando era empleado de
la Notaría 47 y la demandada titular de tal despacho.
b) Derecho
fundamental vulnerado.
El actor considera
que la demandada ha vulnerado su derecho fundamental de petición, consagrado en
el artículo 23 de la Constitución.
c) Pretensiones.
Se le ordene a la
demandada dar respuesta a los citados memoriales.
d) Sentencia de
primera instancia.
Una vez avocado el
conocimiento, el Tribunal ordenó a la demandada que en el término de dos días
informara sobre el tramite y la respuesta que le ha dado a las peticiones del
actor.
En sentencia de 19
de mayo de 1995, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca concedió la
tutela solicitada y ordenó a la Notaria 35 dar respuesta concreta y precisa a
la petición de reconocimiento y pago del seguro por muerte de los beneficiarios
del empleado fallecido. Para su cumplimiento, fijó el término de 48 horas,
contado a partir de la notificación personal de la sentencia.
En sus
considereciones, el Tribunal distinguió dos aspectos:
a) Por una parte, el
derecho reclamado por el demandante en sus comunicaciones, derecho al seguro
por muerte del empleado fallecido a favor de sus beneficiarios, que es un
derecho de rango legal, no constitucional, y, por consiguiente, no es objeto de
acción de tutela. Además, se deriva del derecho al trabajo y a la seguridad
social, artículos 25, 46, 48 y 53 de la C.P., los cuales no son de aplicación
inmediata, al tenor del artículo 85 de la Constitución, pues requieren de ley
que los desarrolle. Y, para su protección, existen otros medios de defensa
judicial.
b) Pero, en cuanto a
la falta de respuesta a los memoriales del actor, el Tribunal estimó que el
derecho de petición sí fue vulnerado por la demandada al no suministrar
respuesta, y por este aspecto, concedió la tutela.
e) Impugnación.
Con el escrito de
impugnación, la demandada presentó un memorial independiente, dirigido al
Tribunal, en el que responde en forma negativa la solicitud de pago del seguro
por muerte, aduciendo que no existe ninguna clase de obligación por su parte de
cancelar suma superior a los $20´000.000,oo que se le entregó a la esposa del
empleado fallecido, con ocasión del accidente en el que él murió. Advierte la
demandada que el accidente “no ocurrió en día ni hora laboral, más aún, el
occiso SUSTRAJO mi automóvil ese domingo 17 de octubre de 1993, contrariando
expresamente la orden de inmovilizar el vehículo que, desde el mes de
septiembre, cuando yo viajé al exterior, le había dado a la Doctora Liliana
Sanín, Notaria 47 encargada, precisamente porque el señor PARRA VARGAS no había
querido terminar de hacerse sus exámenes médicos. Además, como si fuera poco,
ese trágico domingo se dedicó en forma irresponsable a ingerir alcohol, tal
como quedó plenamente establecido en la diligencia de necropsia. “ . . .” La
señora AIDEE PARRA HERNÁNDEZ recibió en audiencia judicial de conciliación el
valor total de la indemnización correspondiente, razón por la cual mal puede
pretender recibir un nuevo pago.” (Las mayúsculas corresponden al texto
original)
La demandada, a
través de apoderado, impugnó la sentencia del Tribunal. Señaló que su
representada no fue notificada de la iniciación de esta tutela; en el
expediente aparece sólo copia de un telegrama de fecha 10 de mayo de 1995, que
fue recibido el 19 de mayo, y que en dicha fecha ella procedió a contestar.
Pero, el mismo 19 de mayo se profirió la sentencia de tutela, sin que la
demandada hubiera sido “oída y vencida en juicio”.
También controvierte
la interpretación del Tribunal de considerar a los notarios como “autoridad”,
interpretación, en su concepto errada, y que fue la base para conceder la
tutela.
Al respecto, el
impugnante dice que el notario no es una autoridad ni una organización privada,
es una persona natural. No tiene la calidad de servidor público. Es un
profesional del derecho que presta el servicio de dar fe pública. Las notarías
no son personas jurídicas, y para todos los efectos civiles, penales,
disciplinarios, tributarios, es siempre el notario el que responde. Señala que
en este sentido ha habido pronunciamientos del Consejo de Estado y de la Corte
Suprema de Justicia.
Por lo tanto, no
procede el derecho de petición ante una persona natural, pues no existe
fundamento constitucional para hacerlo. Las cartas enviadas por el demandante
son cartas de un particular a otro particular.
f) Sentencia de
segunda instancia.
En fallo de 16 de
junio de 1995, el Consejo de Estado confirmó la sentencia del Tribunal.
El Consejo compartió
la decisión del a quo sobre la procedencia de esta tutela por la
vulneración del artículo 23 de la Constitución. En relación con lo afirmado por
el impugnante sobre si los notarios son autoridad o no, señaló:
“Llama la atención
de la sala, la afirmación del apoderado de la parte demandada en el sentido de
establecer que los notarios no constituyen autoridad, pues a juicio de esta
corporación cuando el artículo 2o. del decreto 960 de 1970 se refiere a que la
función notarial es incompatible con el ejercicio de autoridad o jurisdicción,
se entiende que está haciendo alusión al ejercicio coetáneo de otro tipo de
autoridad y no a la que él mismo ejerce como funcionario público. En
consecuencia es erróneo suponer que las solicitudes que eleven los empleados de
las notarías no justifican el ejercicio del derecho de petición en
consideración a su régimen laboral, ya que el ejercicio se fundamenta en al
función pública que indiscutiblemente presta el notario.”
Por otra parte, el
Consejo señaló que la demanda de tutela sí fue notificada en la forma prevista
en el artículo 16 del decreto 2591 de 1991.
Advirtió,
finalmente, que la respuesta enviada al Tribunal por la demandada no cumple el
cometido de la sentencia, pues ella debe ser dirigida al demandante.
II. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
Primera.- Competencia.
La Corte
Constitucional es competente en virtud de lo dispuesto en los artículos 86 y
241, numeral 9, de la Constitución.
Segunda.- Breve
justificación de esta sentencia
El artículo 35 del
decreto 2591 de 1991, establece que "Las decisiones de revisión que
revoquen o modifiquen el fallo, unifiquen la jurisprudencia constitucional o
aclaren el alcance general de las normas constitucionales deberán ser
motivadas. Las demás podrán ser brevemente justificadas." (Se
resalta). Por consiguiente, se procederá a hacer sólo una breve referencia a
algunos aspectos de este expediente, pues esta sentencia no va a modificar o
revocar el fallo del Consejo de Estado, ni unificará jurisprudencia
constitucional, ni el expediente bajo examen permite aclarar normas
constitucionales.
El impugnante
controvierte la decisión del Tribunal que concedió la tutela por vulneración
del derecho de petición, pues, en su opinión, la demandada no se encuentra en
ninguna de las dos posibilidades que establece el artículo 23 de la
Constitución, no es autoridad ni es una organización privada, y, por
consiguiente, las cartas enviadas por el demandante son cartas de un particular
a otro particular, y su respuesta no es objeto de protección a través de la
acción de tutela.
Sobre este asunto,
en primer lugar, veamos qué dice el artículo 23 de la C.P.:
“Artículo 23. Toda
persona tiene derecho a presentar peticiones respetuosas a las autoridades por
motivos de interés general o particular y a obtener pronta resolución. El
legislador podrá reglamentar su ejercicio ante organizaciones privadas para
garantizar los derechos fundamentales.”
Para efectos de esta
sentencia de tutela, no es necesario determinar si el notario es autoridad, si
es un particular encargado de funciones públicas, si es un funcionario público
o no, etc., aunque resulta a todas luces importante la interpretación que del
artículo 2o. del decreto 960 de 1970 hace el Consejo de Estado en este proceso,
interpretación transcrita en los antecedentes, y en la que concluye que cuando
la norma dice que la función notarial es incompatible con el ejercicio de
autoridad o jurisdicción, es porque se está ejerciendo otro tipo de autoridad.
Basta, pues, ubicar el presente asunto en el servicio público que
prestan los notarios. Carácter que tiene rango constitucional. Dice el artículo
131 de la Carta:
“Artículo 131. Compete
a la ley la reglamentación del servicio público que prestan los
notarios y registradores, la definición del régimen laboral para sus
empleados y lo relativo a los aportes como tributación especial de las
notarías, con destino a la administración de justicia. (se resalta)
“. . .”
La ley, sobre el
servicio público que prestan los notarios, dice:
“Art. 1o. El
Notariado es un servicio público que se presta por los notarios e
implica el ejercicio de la fe notarial.” (Ley 29 de 1973, artículo 1o.)
Y el decreto 2148 de
1983:
“Art. 1o. El
Notariado es un servicio público e implica el ejercicio de la fe
notarial.”
Para la protección
de los derechos fundamentales, según el artículo 86 de la Constitución, la
acción de tutela puede ser dirigida contra la acción u omisión de cualquier autoridad
pública, o contra particulares. En este último evento, cuando se
presentan una o algunas de las siguientes situaciones: que el particular esté
encargado de un servicio público; o cuando su conducta afecte grave y
directamente el interés colectivo; o respecto de quienes el solicitante es
halle en estado de subordinación o indefensión.
De esta manera, si
se considera que los notarios son autoridades, es clara la obligación de
responder, pues es el primer evento que contempla el artículo 23 de la
Constitución. Si se los considera como simples particulares que prestan un servicio
publico, también están en la obligación de resolver las peticiones, pues
encajan en la situación prevista en el inciso final del artículo 86 de la C.P.,
sobre la procedencia de la acción de tutela contra particulares encargados de
un servicio público.
En relación con el
presente asunto, es preciso hacer la siguiente distinción: es claro que el
objeto de esta tutela no hace referencia a asuntos propios de la fe pública que
prestan los notarios. El asunto corresponde a una solicitud de respuesta a una
reclamación laboral, que, para la fecha de interponer la tutela, no había sido
suministrada. Y que en razón de las razones expresadas, también debe ser
resuelta.
En cuanto al objeto
de los memoriales del demandante, es decir, la reclamación de índole laboral de
que ellos tratan, la Corte comparte en su integridad lo expresado por los
jueces de instancia, cuando señalaron que es un asunto que debe ser resuelto
por la justicia ordinaria; que sobre tal tema no puede decidir el juez de
tutela; y, que, para su protección, existen otros medios de defensa judicial.
III.-
DECISIÓN.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo
y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.-
CONFÍRMASE la sentencia
del Consejo de Estado, del 16 de junio de 1995. En consecuencia, se concede la
tutela demandada por el señor NADIN OSPINA MORALES, en cuanto hace relación al
derecho de petición.
Segundo.-
COMUNÍQUESE la presente
decisión al Tribunal Administrativo de Cundinamarca, para que sea notificada a
las partes, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 36 del decreto 2591
de 1991.
Cópiese, notifíquese, cúmplase, publíquese e insértese en la Gaceta
de la Corte Constitucional.
JORGE ARANGO
MEJÍA
Magistrado
ANTONIO
BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General |
553 | T-465-95
Sentencia No. T-465/95
Sentencia No.
T-465/95
PRINCIPIO DE
SEGURIDAD JURIDICA
La acción de
tutela no se estableció para desconocer las decisiones válidamente adoptadas
por los jueces dentro de los procesos que conducen en ejercicio de sus
competencias. Y, por lo mismo, no puede pretenderse que ella sea otra instancia
para conseguir lo que no se logró en el trámite normal de un debido proceso.
Sostener lo contrario implicaría atentar contra la seguridad jurídica, una de
las finalidades del derecho.
DEBIDO PROCESO-No uso del recurso/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-No uso del recurso/RECURSO DE APELACION-Declaración de
desierto por no pago de copias
Si se analiza la
demanda de tutela, se advierte que los argumentos en que ella se funda son los
mismos que debieron esgrimirse al intentar el recurso de queja, para conseguir
que el superior concediera el de apelación que el inferior había declarado
desierto. El no haber intentado ejercer el recurso de queja, no puede
remediarse ahora por la vía de la tutela, como si el juez hubiera quebrantado
el debido proceso, cuando se limitó a aplicar el artículo 356 del Código de
Procedimiento Civil, que ordena declarar desierto el recurso de apelación si no
se suministra oportunamente el valor de las copias.
ABOGADO-Deberes
Es deber del
abogado, entre otros, "atender con celosa diligencia sus encargos
profesionales". Esa "celosa diligencia" es la que se echa de
menos en el trámite del frustrado recurso de apelación contra la providencia
que decidió el incidente de liquidación de perjuicios, lo mismo que en el
trámite de todo el proceso. Más aún, tratándose de un negocio de tan elevada
cuantía: pues si todos los encargos profesionales debe atenderlos el abogado
"con celosa diligencia", es claro que ella debe extremarse cuando
están en juego grandes sumas de dinero, como aquí acontecía. Además, en el
proceso está demostrado que el actor en esta demanda de tutela tuvo conocimiento
oportuno de los hechos que condujeron a que se declarara desierto el recurso de
apelación.
Ref.: Expediente T-79.183
Demanda de tutela
instaurada por el Banco Comercial Antioqueño S.A. contra el Juez
Segundo Civil del Circuito de Barranquilla.
Procedencia:
Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil.
Magistrado ponente:
DR. JORGE ARANGO
MEJIA.
Santafé de Bogotá,
D.C., diecisiete (17) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Jorge
Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide
sobre el fallo de fecha 18 de agosto de 1995, de la Corte Suprema de Justicia,
Sala de Casación Civil, que confirmó parcialmente la sentencia del 11 de julio
del mismo año, proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla, Sala Civil de Decisión, que denegó la demanda de tutela.
I. ANTECEDENTES.
A. Hechos.
El doctor Gabriel R.
Diago García, como apoderado del Banco Comercial Antioqueño de la ciudad de
Barranquilla, presentó demanda de tutela contra el Juez Segundo Civil del
Circuito de dicha ciudad, por lo siguiente:
En mayo de 1982, el
Banco Comercial Antioqueño S.A. inició proceso ejecutivo contra el señor Julio
Calderón de Sola, proceso cuyo conocimiento correspondió al Juzgado Segundo
Civil del Circuito de Barranquilla.
Al desatarse la
segunda instancia dentro del proceso ejecutivo, la Sala Civil del Tribunal
Superior, confirmó la decisión que había declarado probada la excepción de
prescripción y condenado en perjuicios a la entidad bancaria.
Tramitado incidente
de liquidación de perjuicios, éste se resolvió en providencia de 27 de febrero
de 1995, revocada parcialmente por auto de 6 de abril, que incrementó el monto
del perjuicio en contra de Bancoquia, a la suma total de 1.689.200.298,64.
Además, este auto dispuso conceder la apelación propuesta por las partes, en el
efecto diferido, para lo cual, debían aportar las expensas necesarias para
compulsar las copias requeridas, so pena de declararse desierto.
Junto con un
escrito, el apoderado del Banco, parte demandante en esta tutela, suministró la
suma de $55.000.oo, para las copias, señalando que si esa cantidad resultaba
insuficiente, ello se le hiciera saber.
En el informe
rendido por la secretaria al juzgado, se señaló que la suma aportada por
Bancoquia resultó insuficiente, por cuanto el valor de cada fotocopia es de
$50.oo. Lo anterior, llevó a que en providencia de 28 de abril de 1995, se
declarara desierto el recurso de apelación interpuesto por las partes.
Contra esta
providencia, se interpuso por la entidad bancaria, reposición y, en subsidio,
apelación; sin embargo, el juzgado mantuvo su decisión, negando los dos
recursos, por auto del 2 de junio.
Considera la parte
demandante en esta tutela, Bancoquia S.A., que la suma de $55.000.oo aportada,
excedía los valores fijados para las copias requeridas en auto de 27 de febrero
de 1995, por cuanto la ley establece la suma de $5.oo por copia y en la calle
no cuesta más de $35.oo. En consecuencia, la suma de $50.oo, señalada por la
secretaria del Juzgado Segundo Civil del Circuito de Barranquilla, es
arbitraria. Igualmente, considera el apoderado del Banco, que ha debido informársele
sobre la insuficiencia del dinero y, tener en cuenta, además, que el pago de
los gastos es a prorrata.
Por lo anterior,
Bancoquia considera vulnerado su derecho fundamental del debido proceso,
específicamente, el de defensa.
Respecto del recurso
de queja que pudo haber interpuesto el Banco, para el actor resulta ineficaz
comparado con la acción de tutela.
Por último, solicitó
el demandante, como medida cautelar dentro de la tutela, la suspensión de la
aplicación de la providencia de fecha 27 de febrero de 1995, que condenó en
perjuicios a la entidad bancaria, porque de cumplirse la misma, resultaría
inocuo el fallo que habría de pronunciar el juez de tutela, al tiempo que se le
causarían mayores perjuicios.
Acompañó con la demanda
el poder para actuar; copias de las decisiones judiciales mencionadas en estos
hechos y copias de algunos escritos.
B. Juez
de primera instancia.
La Sala Civil de
Decisión del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, al asumir
el conocimiento de la demanda de tutela, resolvió denegar la medida cautelar
solicitada por la parte demandante.
Notificado en legal
forma el juez demandado en tutela, se practicó inspección judicial sobre el
proceso ejecutivo y se escuchó en declaración a la secretaria y al oficial
mayor de dicho despacho.
La inspección
judicial verificó el trámite procesal adelantado por el juzgado demandado y las
declaraciones aportaron nuevos hechos, tales como los múltiples requerimientos
realizados por el juzgado de Barranquilla al apoderado de Bancoquia, a través
de su auxiliar, para que suministrara la suma faltante. Además, en tres lugares
del mismo edificio donde está ubicado el juzgado, el valor de cada fotocopia es
de $50.oo.
Con base en estas
pruebas, el Tribunal Superior de Barranquilla, Sala Civil, profirió sentencia
de fecha 11 de junio del presente año, denegando la presente demanda de tutela,
por considerar que en atención a la autonomía funcional, el juez interpreta y
decide las diferencias que ocurran en el proceso, teniendo en cuenta la falta
de normas que regulen el valor de las fotocopias. Sin embargo, ordenó en el
numeral segundo de su fallo, no expedir copias autenticadas de la decisión
objeto de estudio, por estar sujeto el fallo a impugnación y eventual revisión,
pudiendo ser modificado.
La parte demandante,
Bancoquia, impugnó.
C. Juez
de segunda instancia.
La Sala de Casación
Civil de la Corte Suprema de Justicia, en sentencia de fecha 18 de agosto del
año en curso, confirmó la decisión que denegó la demanda de tutela y revocó su
segundo numeral al no encontrar justificación legal para mantener la medida
provisional, ya que no se presenta violación de derechos.
No encontró la
Corte, vía de hecho alguna que lesione el derecho fundamental al debido
proceso, como quiera que si no se sufragaron oportunamente y en su integridad,
las expensas necesarias para la expedición de las copias, se impone la
declaración de deserción. Agrega que el apoderado del Banco tuvo conocimiento
oportuno de la insuficiencia del dinero, por conducto de su auxiliar. Y,
tampoco, encontró, norma procesal que disponga el pago de las expensas a
prorrata de los apelantes.
Considera que el
trámite dado al incidente está dentro de los parámetros establecidos en la
legislación procesal civil, no existiendo vulneración de derecho fundamental
alguno.
Recibido el presente
asunto en esta Corporación, la Sala de Selección de Tutela número nueve, en
providencia del 13 de septiembre del presente año, decidió escoger el presente
asunto y repartirlo a este despacho.
II. CONSIDERACIONES.
Procede la Corte
Constitucional a dictar la decisión que corresponde a este asunto, previas las
siguientes consideraciones.
Primera.-
Competencia.
La Corte
Constitucional es competente para conocer de este proceso, de conformidad con
lo establecido por los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución.
Segunda.- Lo que
se debate.
Pretende el actor
que se declare sin valor el auto que declaró desierto el recurso de apelación
interpuesto contra el que puso fin al incidente de liquidación de los
perjuicios causados por la tramitación de un proceso ejecutivo. Tal recurso de
apelación se declaró desierto de conformidad con el artículo 356 del Código de
Procedimiento Civil.
Habrá, en
consecuencia, que examinar la procedencia de la acción de tutela en relación
con las providencias dictadas en otros procesos judiciales.
Tercera.- La
acción de tutela contra "las sentencias y las demás providencias que
pongan término a un proceso".
Cuando la Corte Constitucional
declaró la inexequibilidad del artículo 40 del decreto 2591 de 1991, que
permitía el ejercicio de la acción de tutela contra las sentencias y las demás
providencias que pusieran término a un proceso, sostuvo que, excepcionalmente,
tal acción podría intentarse cuando la actuación del juez violara un derecho
constitucional fundamental, y la violación fuera de tal gravedad que
convirtiera esa actuación en una verdadera vía de hecho. En síntesis, que el
trámite judicial, bajo la apariencia del debido proceso, encubriera una
manifiesta violación de un derecho fundamental.
De otra parte, es
evidente que la procedencia de la acción de tutela exige que dentro del mismo
proceso no existan recursos, por no estar consagrados en la ley procesal o por
haberse ejercido sin remediar la vulneración del derecho fundamental.
La acción de tutela
no se estableció para desconocer las decisiones válidamente adoptadas por los
jueces dentro de los procesos que conducen en ejercicio de sus competencias. Y,
por lo mismo, no puede pretenderse que ella sea otra instancia para conseguir
lo que no se logró en el trámite normal de un debido proceso.
Sostener lo
contrario implicaría atentar contra la seguridad jurídica, una de las
finalidades del derecho.
Cuarta.- ¿En el
presente caso se desconoció el debido proceso?
En el presente caso,
sostiene el demandante que al declararse desierto el recurso de apelación, se
vulneró el debido proceso, en perjuicio de la parte que representaba en el
proceso ejecutivo. ¿Existió esa vulneración? A juicio de a Corte
Constitucional, no, por las siguientes razones.
Si se analiza la
demanda de tutela, lo mismo que otros escritos que el mismo actor ha presentado
en el curso de este proceso, se advierte que los argumentos en que ella se
funda son los mismos que debieron esgrimirse al intentar el recurso de queja,
para conseguir que el superior concediera el de apelación que el inferior había
declarado desierto. El no haber intentado ejercer el recurso de queja,
siguiendo el trámite previsto por los artículos 377 y 378, no puede remediarse
ahora por la vía de la tutela, como si el juez hubiera quebrantado el debido
proceso, cuando se limitó a aplicar el artículo 356 del Código de Procedimiento
Civil, que ordena declarar desierto el recurso de apelación si no se suministra
oportunamente el valor de las copias.
Esa negligencia,
evidente al no interponer el recurso de queja, se suma a la que se observa en
la omisión que condujo a que el recurso de apelación se declarara desierto.
Para no hablar de la que existió en la falta de notificación del mandamiento de
pago, que originó la declaración de prescripción en el proceso ejecutivo.
De conformidad con
el artículo 47 del decreto 196 de 1971, estatuto del ejercicio de la abogacía,
es deber del abogado, entre otros, "atender con celosa diligencia sus
encargos profesionales". Esa "celosa diligencia" es la que se
echa de menos en el trámite del frustrado recurso de apelación contra la providencia
que decidió el incidente de liquidación de perjuicios, lo mismo que en el
trámite de todo el proceso. Más aún, tratándose de un negocio de tan elevada
cuantía: pues si todos los encargos profesionales debe atenderlos el abogado
"con celosa diligencia", es claro que ella debe extremarse cuando
están en juego grandes sumas de dinero, como aquí acontecía.
Además, en el
proceso está demostrado que el actor en esta demanda de tutela tuvo
conocimiento oportuno de los hechos que condujeron a que se declarara desierto
el recurso de apelación. Así se manifiesta en la sentencia de la Corte Suprema
de Justicia:
"...lo
cierto es que ninguna línea de su extenso escrito pone de manifiesto que
ignorase que la suma suministrada por él para la expedición de las copias no
cubría la totalidad de las que debían expedirse para que se surtiera el recurso
de apelación, independiente de la inactividad que desplegara la incidentante
en el trámite de la liquidación de perjuicios, para que sufragara las suyas,
pues ninguna norma procesal dispone que en casos de apelaciones concedidas a
las partes, en el efecto devolutivo o diferido, pueda sufragarse a prorrata de
los apelantes, como se deduce de los preceptos que regulan el trámite de dicho
recurso ordinario.
Así las cosas, es
decir, acreditado el hecho de que el actor de esta tutela tuvo conocimiento
oportuno de la insuficiencia del dinero suministrado para la expedición de las
aludidas copias, y que en lugar de completarlo, recurrió a otra clase de
argumentos, como los aquí expuestos, emerge una razón adicional suficiente y
bastante, para establecer la improcedencia de esta acción...".
En síntesis: como se
dijo en los fallos de primera y segunda instancia que ahora se revisan, en la
actuación que originó la acción de tutela no se quebrantó el debido proceso. Y
acertó, además, la Corte Suprema de Justicia al revocar la decisión del
Tribunal Superior de Barranquilla en relación con la prohibición de expedir
copias "de la providencia que condenó en perjuicios".
En el momento de
dictar la sentencia de primera instancia ya no era procedente dar aplicación al
artículo 7o. del decreto 2591. ¿Por qué? Porque, en unas circunstancias
diferentes, al admitir la demanda de tutela podría haberse justificado
suspender los efectos del auto que declaró desierto el recurso. Pero,
tramitado el proceso, y habiendo llegado el Tribunal a la conclusión de negar
la tutela demandada, era ilógico negarla y, en la práctica, concederla al mismo
tiempo.
Quinta.-
Conclusión.
Por lo expuesto, se confirmará
la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, de fecha
agosto 18 de 1995, que a su vez había confirmado la del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Barranquilla, que denegó la acción de tutela interpuesta
por el Banco Comercial Antioqueño S. A. - Bancoquia -, contra el Juez
Segundo Civil del Circuito de Barranquilla.
IV. DECISION.
Por las anteriores
razones, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y
por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero: CONFIRMASE la sentencia de fecha 18 de agosto de
1995, proferida por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia,
en la demanda de tutela presentada por el Banco Comercial Antioqueño S.
A. contra el Juez Segundo Civil del Circuito de Barranquilla.
Segundo: COMUNICAR
este fallo a la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, para los efectos
previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado ponente
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
554 | T-467-95
Sentencia No. T-467/95
Sentencia
No. T-467/95
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO-Campo de
aplicación
En lo que se
refiere a las actuaciones administrativas, éstas deben ser el resultado de un
proceso donde quien haga parte del mismo, tenga oportunidad de expresar sus
opiniones e igualmente de presentar y solicitar las pruebas que demuestren sus
derechos, con la plena observancia de las disposiciones que regulan la materia,
respetando en todo caso los términos y etapas procesales descritas. El debido
proceso se vulnera cuando no se verifican los actos y procedimientos
establecidos en la ley y los reglamentos. Se entiende que esta obligación no
sólo cobija a las autoridades públicas sino también a los particulares, en
forma tal que estos últimos también quedan obligados por las reglas o
reglamentos que regulan el juicio o la actuación, sin que puedan, de
conformidad con su propio criterio, acatar y respetar aquellos términos o
procedimientos que los beneficien, y desconocer o ignorar aquellos que les sean
desfavorables.
PRESUNCION DE
INOCENCIA-Trámite
administrativo
El debido proceso
reposa sobre el supuesto de la presunción de inocencia, la cual necesariamente
debe ser desvirtuada por las autoridades para que produzca efectos el
señalamiento del procesado como infractor y se haga acreedor a las sanciones
previstas en las normas. Ello implica necesariamente que se permita, por parte
de quienes intervienen en las actuaciones, el normal desarrollo de las mismas,
de manera que se respeten sus etapas y pueda llegar a su fin con la respectiva
decisión de fondo, susceptible ésta de los recursos consignados en la ley.
DIRECCION DE
IMPUESTOS Y ADUANAS NACIONALES-Internación de vehículo
El hecho de que
la tarjeta de internación presentada por el actor ante las autoridades de
policía no corresponda al vehículo de su propiedad, y por tanto se presuma su
falsedad, faculta a la DIAN seccional Arauca, en cumplimiento de las normas, a
retener el automotor, iniciar la correspondiente actuación administrativa y a
interponer la correspondiente denuncia penal, como efectivamente ocurrió en el
presente caso.
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO-Permanencia
de vehículo
Los actos
adelantados por la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, se ajustan
plenamente a las disposiciones constitucionales y legales que regulan la
permanencia ilegal en el país de vehículos de matrícula extranjera
-introducción y circulación de mercancía extranjera en territorio colombiano-.
Por tanto, no puede afirmarse que la actitud asumida por la administración
obedezca a un comportamiento arbitrario o contrario a derecho. El documento de
aprehensión le daba oportunidad al actor para que, dentro del término estipulado
en la ley, demostrara la legalidad de la introducción y circulación del
vehículo al país; hecho éste que de haberse probado, habría traído como
consecuencia la entrega de la mercancía. Sin embargo, el demandante en una
actitud negligente y despreocupada, hizo caso omiso de dicho término y no
presentó respuesta alguna ni manifestó su intención de hacerlo.
ACTUACION
ADMINISTRATIVA-Sin
apoderado
En cuanto a la
afirmación hecha por el actor y avalada por el a-quo, sobre la posible
vulneración de su derecho al debido proceso, y consecuentemente el derecho a la
defensa, al no haberle nombrado la DIAN defensor de oficio, o en su defecto
curador ad-lítem, se permite la Sala aclarar que las actuaciones adelantadas
ante las autoridades administrativas de oficio o a petición de parte, no
requieren de abogado inscrito, salvo en aquellos casos en que la propia ley lo
diga.
DERECHO DE
PETICION-Proceso
administrativo
Cuando el objeto
de la solicitud hace parte determinante de un procedimiento especial,
previamente regulado en la ley y sujeto a ciertos trámites, requisitos y
términos específicos, el peticionario está en la obligación de someterse a
dicho trámite, sin que la administración se vea obligada a resolver el asunto
de fondo a través de la petición requerida. La Administración no está obligada
a contestar y, por el contrario, debe el actor someterse al procedimiento
establecido en la ley, sin que ello signifique que la existencia de
disposiciones procesales aplicables al caso concreto, dejen sin efecto el derecho
de petición ejercido por el actor, ya que simplemente se trata de que su
ejercicio debe someterse a unas reglas que distan de las ordinarias. El derecho
de petición puede ejercerse aun existiendo los procedimientos especiales, en
aquellos eventos en que la administración se encuentre en mora de resolver
dentro de los términos señalados o simplemente cuando se trate de asuntos que
no pretendan definir el fondo del asunto -cuestiones accesorias-, situación que
no es la que se presenta en este caso.
REF: Expediente No. T - 72394
Peticionario: Jaime
Bayona Benítez.
Procedencia: Juzgado
Laboral del Circuito de Arauca.
Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Tema: Debido proceso
administrativo.
Santafé de Bogotá,
D.C., dieciocho (18) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell, ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela radicado bajo el número T-72.394 adelantado por Jaime Bayona Benítez
contra la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN), seccional Arauca.
1. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efecto de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud
El doctor Omar
Córdoba Sabogal, actuando como apoderado del señor Jaime Bayona Benítez,
interpuso ante el Juzgado Laboral del Circuito de Arauca, acción de tutela, con
el fin de amparar los derechos fundamentales de petición, debido proceso y
trabajo de su representado, consagrados en los artículos 23, 25 y 29 de la
Constitución Política.
2. Hechos
Afirma el actor que
en el mes de febrero de 1993 compró a la señora Rosalba Vega Murillo, el
vehículo Toyota Land Cruiser de placas Venezolanas LBH 247, modelo 1985, color
gris oscuro. Sostiene, que la vendedora a su vez lo había adquirido en el año
de 1987 por venta que le hizo la señora Ana Isabel Martínez de Rojas, hermana
del señor José Angel Martínez González: Este último, figuraba en la tarjeta de
propiedad del automotor al momento en que el mismo fue comprado por el actor, y
por tanto fue quien, frente a las autoridades venezolanas, transfirió el
dominio del mismo.
Igualmente sostiene
el demandante, que cuando la señora Vega Murillo adquirió el automotor éste
tenía tarjeta de internación temporal expedida el 11 de febrero de 1986 y con
vencimiento en agosto de 1990. Así, una vez caducado el documento, dicha señora
tramitó una nueva tarjeta, de manera que cuando el demandante adquirió el
vehículo en el año de 1993, éste se le entregó con la nueva tarjeta de
internación temporal que vencía en el año de 1994.
Una vez caducó la
segunda tarjeta de internación, el actor, atendiendo los llamados de la DIAN,
seccional Arauca, para que se actualizaran las tarjetas vencidas, acudió a sus
oficinas con el propósito de obtener el nuevo documento, para lo cual se le
exigió, entre otros requisitos, que el vehículo fuera revisado por la unidad de
automotores de la SIJIN del Departamento de Policía Arauca.
Realizada la
revisión, asegura el actor que al carro no se le encontró problema alguno; sin
embargo, se observó que la segunda tarjeta de internación había sido
adulterada, razón por la cual, la autoridad de policía retuvo el automotor y lo
puso a disposición de la DIAN seccional Arauca, la cual de inmediato formalizó
la aprehensión del vehículo y procedió a tramitar la correspondiente
investigación aduanera, a través del expediente No. DA9595001. A su vez la
directora de la DIAN en Arauca, presentó ante la Fiscalía seccional denuncia
penal por falsedad en averiguación de responsables.
Como consecuencia de
la retención del vehículo, el actor se dirigió a la directora de la DIAN
solicitándole su devolución, y además la verificación de autenticidad de las
dos tarjetas de internación temporal, frente a lo cual afirma no haber obtenido
respuesta alguna. Sin embargo, las decisiones que fueron tomadas con motivo de
la correspondiente investigación administrativa, de acuerdo con los documentos
aportados al proceso, le fueron notificadas legalmente al actor.
3.
Pretensiones
Solicita el
apoderado del actor que, como consecuencia del amparo de los derecho
conculcados, se ordene a la directora de la DIAN, seccional Arauca, que en el
término de cuarenta y ocho (48) horas se le haga entrega del vehículo
aprehendido a su representado.
II. ACTUACION
PROCESAL
1. Primera
instancia
Mediante auto de
fecha 22 de mayo de 1995, el Juzgado Laboral del Circuito de Arauca, resolvió
tutelar los derechos fundamentales de petición, trabajo y debido proceso del
actor, y ordenó a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, seccional
Arauca, la entrega del vehículo en el término de cuarenta y ocho (48) horas,
concediéndole al accionante, un plazo amplio y suficiente para que tenga la
oportunidad de presentar los documentos y cumplir los requisitos, de acuerdo
con las normas de internación.
Sostuvo el despacho
que frente a la presunta adulteración o falsedad de la tarjeta de internación
No. 4183, extendida a nombre de José Angel Martínez González, el actor es un
auténtico poseedor de buena fe, el cual convencido de la presunta autenticidad
y legalidad de la tarjeta que portaba, no dudó en ningún momento, atendiendo
los llamados de la DIAN, acudir a la correspondiente renovación de la tarjeta
del carro que pasó a ser de su propiedad.
Asimismo, continúa
el ad quem, en el presente caso no se ha discutido jamás la procedencia
y propiedad del vehículo, de lo cual se deduce que éste no ha sido mal habido,
y en consecuencia debe obrar en favor del accionante el principio de la
presunción de inocencia, pues debe hacerse claridad en el sentido de que lo que
se discute es la permanencia irregular del vehículo con base en una tarjeta de
internación tildada de falsa cuya responsabilidad recae, en primer lugar, en la
propia entidad para formular la denuncia penal y luego en la Fiscalía General,
entidad encargada de investigar los delitos; en cuanto al actor se refiere, la
denuncia no se ha dirigido en su contra.
También señaló el
Juzgado, que el vehículo Toyota venezolano no se introdujo al país como
mercancía extranjera sin el lleno de los requisitos, tal como se aduce en el
pliego de cargos, ya que la expedición de la tarjeta de internación No.
00001915 de fecha febrero 11 de 1986, sobre cuya legalidad y legitimidad no
existe duda, demuestra que el señor José Angel Martínez, quien figuraba como
propietario, cumplió con todos los requisitos legales de internación.
Finalmente indicó el
despacho, que una cosa es la internación, otra la importación y otra la
permanencia irregular de mercancía extranjera por vencimiento de la tarjeta de
internación, siendo este último el caso específico que se presenta.
2. Impugnación
Mediante memorial
presentado el día treinta (30) de mayo de 1995, la directora de la DIAN,
seccional Arauca, impugnó el fallo proferido por el Juzgado Laboral del
Circuito de Arauca. Sin embargo, el mismo no fue considerado por haberse
presentado fuera de término.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de revisión de la
Corte Constitucional es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. El debido
proceso administrativo
El debido proceso
debe entenderse como una manifestación del Estado que busca proteger al
individuo frente a las actuaciones de las autoridades públicas, procurando en
todo momento el respeto a las formas propias de cada juicio. El artículo 29 del
ordenamiento constitucional lo consagra expresamente "para toda clase de
actuaciones judiciales o administrativas".
Así entonces, las
situaciones de controversia que surjan de cualquier tipo de proceso, requieren
de una regulación jurídica previa que limite los poderes del Estado y
establezcan el respeto de los derechos y obligaciones de los sujetos
procesales, de manera que ninguna actuación de las autoridades dependa de su
propio arbitrio, sino que se encuentren sujetas a los procedimientos señalados
en la ley o los reglamentos.
Sobre el particular
ha señalado la jurisprudencia de esta Corporación:
"Todo
proceso consiste en el desarrollo de particulares relaciones jurídicas entre el
órgano sancionador y el procesado o demandado, para buscar la efectividad del
derecho material y las garantías debidas a las personas que en él intervienen.
"La situación
conflictiva que surge de cualquier tipo de proceso exige una regulación
jurídica y una limitación de los poderes estatales, así como un respeto de los
derechos y obligaciones de los individuos o partes procesales." (Sentencia
No. T-521 de 1992. Magistrado Ponente, doctor Alejandro Martínez Caballero).
En lo que se refiere
a las actuaciones administrativas, éstas deben ser el resultado de un proceso
donde quien haga parte del mismo, tenga oportunidad de expresar sus opiniones e
igualmente de presentar y solicitar las pruebas que demuestren sus derechos,
con la plena observancia de las disposiciones que regulan la materia,
respetando en todo caso los términos y etapas procesales descritas.
Sobre el particular,
el artículo 35 del C.C.A. señala lo siguiente:
"Habiéndose
dado oportunidad a los interesados para expresar sus opiniones, y con base en las pruebas e informes
disponibles, se tomará la decisión que será motivada al menos en forma sumaria
si afecta a particulares." (...)
Así, el debido
proceso se vulnera cuando no se verifican los actos y procedimientos
establecidos en la ley y los reglamentos. Se entiende que esta obligación no
sólo cobija a las autoridades públicas sino también a los particulares, en
forma tal que estos últimos también quedan obligados por las reglas o
reglamentos que regulan el juicio o la actuación, sin que puedan, de
conformidad con su propio criterio, acatar y respetar aquellos términos o
procedimientos que los beneficien, y desconocer o ignorar aquellos que les sean
desfavorables.
Igualmente, el
debido proceso reposa sobre el supuesto de la presunción de inocencia, la cual
necesariamente debe ser desvirtuada por las autoridades para que produzca
efectos el señalamiento del procesado como infractor y se haga acreedor a las
sanciones previstas en las normas. Ello implica necesariamente que se permita,
por parte de quienes intervienen en las actuaciones, el normal desarrollo de
las mismas, de manera que se respeten sus etapas y pueda llegar a su fin con la
respectiva decisión de fondo, susceptible ésta de los recursos consignados en
la ley.
3. El caso
concreto
Resulta claro que lo
que se ha pretendido a través de la presente acción de tutela, es la
restitución del vehículo Toyota Land Cruiser, con placas venezolanas No. LBH
247, de propiedad del actor, retenido por la SIJIN, seccional Arauca y puesto a
disposición de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales -DIAN- de la
misma seccional.
De esta situación el
actor deduce la violación de sus derechos de petición, debido proceso y
trabajo, toda vez que, según él, la autoridad administrativa desconoció los
términos de la investigación y los procedimientos, como también hizo caso omiso
a las solicitudes de devolución del vehículo, el cual es utilizado por él como
medio de trabajo.
Sobre el particular
es importante anotar que el Decreto 1944 de 1984 acomodó a las regulaciones
aduaneras una costumbre que se venía presentando de tiempo atrás con los
vehículos automotores y motocicletas de matrícula extranjera, los cuales
circulaban libremente y sin restricciones en algunos municipios y regiones
fronterizas de Colombia. El citado Decreto, exigió a los propietarios
nacionales o extranjeros residentes en la zona, presentar sus vehículos con
matrícula extranjera ante la Administración de Aduanas de la jurisdicción (hoy
DIAN) y solicitar, previo cumplimiento de ciertos requisitos, el permiso de
internación temporal del automotor (tarjeta de internación) que tiene una
vigencia de cinco (5) años prorrogables, legalizando en esta forma la internación
o introducción de automotores y su circulación dentro del territorio nacional.
Igualmente, el
Decreto 2351 de 1989, en concordancia con del Decreto 1909 de 1992, delegó en
la Dirección de Aduanas Nacionales hoy Dirección de Impuestos y Aduanas, la
competencia para adelantar las investigaciones y desarrollar los controles
necesarios con el fin de asegurar el efectivo cumplimiento de las normas
aduaneras. Al respecto, el inciso final del artículo 61 del Decreto 1909
dispone que "la única autoridad competente para verificar la legalidad de
la importación de las mercancías que se introduzcan o circulen en el territorio
nacional, será la Dirección de Aduanas Nacionales."
Así, frente al caso
bajo examen, el hecho de que la tarjeta de internación presentada por el actor
ante las autoridades de policía no corresponda al vehículo de su propiedad, y
por tanto se presuma su falsedad, faculta a la DIAN seccional Arauca, en
cumplimiento de las normas citadas y de lo estipulado en los artículo 1o., 2o. y
3o. del Decreto 2352 y 1o, 2o del Decreto 1800 de 1994, a retener el automotor,
iniciar la correspondiente actuación administrativa y a interponer la
correspondiente denuncia penal, como efectivamente ocurrió en el presente caso.
En lo que se refiere
al desarrollo del proceso administrativo identificado con el No. DA-9595000
(cuya copia hace parte del expediente de tutela), encuentra la Sala que los
actos adelantados por la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, seccional
Arauca, se ajustan plenamente a las disposiciones constitucionales y legales
que regulan la permanencia ilegal en el país de vehículos de matrícula
extranjera -introducción y circulación de mercancía extranjera en territorio
colombiano-. Por tanto, no puede afirmarse que la actitud asumida por la
administración obedezca a un comportamiento arbitrario o contrario a derecho.
Así, de acuerdo con
el oficio "No. 159 SIJIN GRAUT DEARA C/997", se observa que el
vehículo fue inmovilizado por la SIJIN el 28 de diciembre y puesto a disposición
de la DIAN Arauca el 29 de diciembre del año inmediatamente anterior.
Posteriormente, en cumplimiento de lo señalado en el Decreto 2352 de 1989, se
dictó el auto de apertura de la investigación, se ordenó la práctica del avalúo
físico de la mercancía y se elaboró el documento de aprehensión, notificado el
26 de enero de 1995 mediante correo certificado, planilla de correo No.014.
Dicho documento
fuera de legalizar la aprehensión, le indicaba al actor lo siguiente:
"El
interesado podrá demostrar la legalidad de la introducción de los bienes al
País, en el término de diez (10) días ARTICULO 10o. DEL DECRETO 2352 DE OCTUBRE
17 DE 1989."
(negrillas fuera de texto)
Se observa, que el
documento de aprehensión le daba oportunidad al actor para que, dentro del
término estipulado en la ley, demostrara la legalidad de la introducción y
circulación del vehículo al país; hecho éste que de haberse probado, habría
traído como consecuencia la entrega de la mercancía. Sin embargo, el demandante
en una actitud negligente y despreocupada, hizo caso omiso de dicho término y
no presentó respuesta alguna ni manifestó su intención de hacerlo.
Al respecto, el
artículo 12 del Decreto 2351 de 1989 dispone:
"En el
momento en que se demuestre la legal importación, el administrador de la
aduana, ordenará mediante providencia motivada la entrega de la
mercancía." (...) (negrillas fuera de texto).
Así entonces, no
habiendo demostrado el actor la legalidad de la mercancía, la autoridad
administrativa expidió el respectivo pliego de cargos de conformidad con lo
estipulado en el artículo 1o., inciso 2o., del Decreto 1800 de 1994.
Presentados los descargos dentro del mes siguiente a la notificación del pliego
(notificado el día 17 de febrero de 1995), la administración de acuerdo con lo
estipulado en el inciso 3o., del artículo 1o. del Decreto 1800, tenía tres
meses para resolver de fondo el asunto; sin embargo el actor no esperó a que se
venciera dicho término y procedió a interponer la presente acción de tutela,
quedando por definir la situación administrativa en relación con el vehículo,
objeto de dicha actuación.
En cuanto a la
afirmación hecha por el actor y avalada por el a-quo, sobre la posible
vulneración de su derecho al debido proceso, y consecuentemente el derecho a la
defensa, al no haberle nombrado la DIAN seccional Arauca defensor de oficio, o
en su defecto curador ad-lítem, se permite la Sala aclarar que las actuaciones
adelantadas ante las autoridades administrativas de oficio o a petición de
parte, no requieren de abogado inscrito, salvo en aquellos casos en que la
propia ley lo diga. Así lo señala expresamente el artículo 35 del Decreto 196
de 1971, e igualmente se deduce de las disposiciones contenidas en el Código
Contencioso Administrativo, que desarrollan el procedimiento administrativo.
Sobre el tema, el
artículo 35 del Decreto 196 de 1971 dispone:
Artículo 35.- Salvo los casos expresamente determinados
en la ley, no se requiere ser abogado para actuar ante las autoridades
administrativas; pero si se constituye mandatario, éste deberá ser abogado
inscrito." (negrillas fuera de texto).
Igualmente, el
artículo 52 del C.C.A., refiriéndose a quienes están legitimados para
interponer los recursos en la vía gubernativa y en que oportunidad, señala lo
siguiente:
Art. 52.- Los recursos deberán reunir los siguientes
requisitos:
1. Interponerse dentro del plazo legal,
personalmente y por escrito por el interesado o su representante o
apoderado debidamente constituido; (...) (negrillas fuera de texto).
Frente al caso que
se debate, no se observa que las disposiciones que regulan la introducción y
circulación de mercancías extranjeras dentro del territorio colombiano, exijan
respecto de las personas que puedan verse involucradas en dichas actuaciones, que
éstas deban estar representadas por apoderado judicial, de manera que carece de
fundamento la afirmación del actor a este respecto.
En lo que tiene que
ver con la violación del derecho de petición, se hace necesario aclarar que
efectivamente el artículo 23 de la Constitución Política, faculta a las
personas para presentar peticiones respetuosas a las autoridades por motivos de
interés general o particular y a obtener pronta resolución. Sin embargo, cuando
el objeto de la solicitud hace parte determinante de un procedimiento especial,
previamente regulado en la ley y sujeto a ciertos trámites, requisitos y
términos específicos, el peticionario está en la obligación de someterse a
dicho trámite, sin que la administración se vea obligada a resolver el asunto de
fondo a través de la petición requerida.
Sobre el tema la
jurisprudencia de esta Corporación ha sostenido:
"El derecho
de petición tiene por finalidad hacer posible el acceso de las personas a la
autoridad pública para que ésta, obligada como está por el artículo 23 de la
Constitución, se vea precisada no solamente a tramitar sino a responder de
manera oportuna las solicitudes elevadas por aquéllas en interés general o
particular, pero no tiene sentido cuando la administración ha asumido de oficio
una actuación que adelanta ciñéndose a los términos y requerimientos legales.
En tales eventos las reglas aplicables para que se llegue a decidir sobre el
fondo de lo solicitado son las que la ley ha establecido para el respectivo
procedimiento, que obligan a los particulares involucrados tanto como a las
dependencias oficiales correspondientes, de modo tal que -en materia propia de
la decisión final- no tiene lugar la interposición de peticiones encaminadas a
que el punto objeto de la actuación administrativa se resuelva anticipadamente
y por fuera del trámite normal." (Sentencia No. T-414 de 1995, Magistrado
Ponente, doctor José Gregorio Hernández Galindo).
Así entonces, frente
al caso concreto, si las peticiones del demandante se dirigían a la
recuperación del vehículo y a solicitar pruebas que reconocieran el debido
ejercicio de sus derechos, es obvio que las mismas pretendían definir el fondo
de la actuación iniciada por la administración, cual es establecer la legalidad
o ilegalidad en la introducción y circulación del vehículo dentro del
territorio colombiano. De manera que en este caso, la Administración no está
obligada a contestar y, por el contrario, debe el actor someterse al
procedimiento establecido en la ley, sin que ello signifique que la existencia
de disposiciones procesales aplicables al caso concreto, dejen sin efecto el
derecho de petición ejercido por el actor, ya que simplemente se trata de que
su ejercicio debe someterse a unas reglas que distan de las ordinarias.
Ciertamente, el
derecho de petición puede ejercerse aun existiendo los procedimientos
especiales, en aquellos eventos en que la administración se encuentre en mora
de resolver dentro de los términos señalados o simplemente cuando se trate de
asuntos que no pretendan definir el fondo del asunto -cuestiones accesorias-,
situación que no es la que se presenta en este caso.
Así entonces,
habiendo quedado plenamente establecido que la actuación de la Dirección de
Impuestos y Aduanas Nacionales, seccional Arauca se ajustó a los procedimientos
señalados en la ley, no puede afirmarse que de alguna de las medidas adoptadas
por ella como la retención del vehículo, se derive vulneración de derecho
fundamental alguno incluyendo el derecho al trabajo.
Cuando las
autoridades públicas, en ejercicio de sus funciones, vinculan a las personas o
algunos de sus bienes en una actuación judicial o administrativa iniciada en
forma legal, quienes se vean afectados, carecen de autoridad para argumentar la
violación de los derechos, cuyo ejercicio resulte legítimamente limitado por la
naturaleza misma del proceso. La razón, es que las entidades del Estado están
legitimadas para adelantar los procesos y establecer responsabilidades,
respetando los trámites señalados en las normas, sin que la invocación de los
derechos fundamentales hecha por los afectados, implique la posibilidad de
evadir los procesos y actuaciones que de acuerdo con la Constitución y ley
deben adelantar las autoridades.
En virtud de lo
anterior, considera la Sala que los derechos alegados no han sido vulnerados,
razón por la cual se habrá de revocar el fallo de fecha 22 de mayo de 1995,
proferido por el Juzgado Laboral del Circuito de Arauca.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE :
PRIMERO: REVOCAR el fallo de fecha 22 de mayo de 1995,
proferido por el Juzgado Laboral del Circuito de Arauca y en su lugar NEGAR la
acción de tutela interpuesta por el señor Jaime Bayona Benítez.
SEGUNDO: ORDENAR a la Dirección de Impuestos y Aduanas
Nacionales, seccional Arauca, continuar con el proceso administrativo No.
DA95950001, iniciado el 6 de enero de 1995, suspendido por la decisión del Juez
de primera y única instancia.
TERCERO: ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación, se comunique esta providencia al Juzgado Laboral del Circuito de
Arauca, en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del decreto
2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese,
publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
555 | T-473-95
Sentencia No. T-473/95
_Sentencia No.
T-473/95
DERECHO A LA
SALUD DEL INTERNO/PRINCIPIO DE DIGNIDAD HUMANA DEL INTERNO
No resulta
conforme con las disposiciones constitucionales sobre derechos fundamentales,
el tratamiento dado al interno, quien como persona humana goza de una serie de
derechos reconocidos directamente por la Carta Política, como el derecho a la
salud, el derecho a la dignidad humana e incluso el derecho al libre desarrollo
de la personalidad, entre otros; es claro, pues, que la pena impuesta a
determinada persona por su accionar delictivo tiene unas funciones entre otras
de resocialización y rehabilitación; y que si el interno desea, por ejemplo
aprender un oficio y trabajar, y así rehabilitarse, mal podría hacerlo
sufriendo la enfermedad mencionada. Por ello se revocará la sentencia de
primera instancia, al encontrar injustificada la dilación en la atención médica
debida al interno, atribuíble únicamente a los diferentes trámites
administrativos, y al hecho de la privación de libertad del demandante, quien
por tal razón, obviamente no puede dedicarse a la realización de las
diligencias tendientes a lograr la atención médica. Ya lo ha expresado la Corte
Constitucional, que el hecho de la privación de libertad no implica de manera
alguna la privación del derecho a la salud. Esta Sala revocará el fallo
revisado y ordenará a la Cárcel del Distrito Judicial, la prestación adecuada y
oportuna de los servicios médicos que el interno pueda requerir, en el sentido
de que le sea practicada la ecografía ocular que determine el diagnóstico de la
pertinencia de la intervención quirúrgica.
NOTA DE
RELATORIA: En similar sentido se puede consultar la sentencia T-522/92,
publicada en la Gaceta de la Corte Constitucional, tomo 5 de 1992, página 258.
REF: EXPEDIENTE
T-74104
Peticionario
ALCIDES DE JESUS
BEDOYA ESCOBAR.
Procedencia:
Tribunal Superior
de Distrito Judicial de Medellín.
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ.
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA.
Dr. JORGE ARANGO
MEJIA
Santa Fe de Bogotá
D.C., octubre diecinueve (19) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
1. INFORMACION
PRELIMINAR
Procede la Sala
Octava de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados FABIO
MORON DIAZ, VLADIMIRO NARANJO MESA Y JORGE ARANGO MEJIA a revisar el fallo
proferido por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, Sala
Penal, el día ocho (8) de junio de 1995, en el proceso de la referencia.
Esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional asumió el conocimiento de la mencionada
decisión por la vía de la remisión que hizo el Tribunal Superior de Distrito
Judicial de Medellín, por virtud de lo dispuesto por el artículo 31 del Decreto
2591 de 1991 y de conformidad con lo establecido en los artículos 86 de la
Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, permitieron a la Sala
Séptima de Selección de la Corte, escogerla para efectos de su revisión.
2. LOS HECHOS
Los hechos que
motivaron la formulación de la acción correspondiente, se sintetizan a
continuación.
El peticionario
ALCIDES DE JESUS BEDOYA ESCOBAR se encuentra privado de la libertad en la
Cárcel del Distrito Judicial de Medellín. En 1989 sufrió una lesión en uno de
sus ojos, motivo por el cual está perdiendo la vista.
Considera el
peticionario vulnerado su derecho a la salud toda vez que el servicio médico de
la Cárcel del Distrito Judicial de Medellín se ha limitado a recetarle unas
medicinas, pero no ha dispuesto intervenirlo quirúrgicamente, no obstante
existir un dictamen médico que así lo aconseja.
Acudió entonces a la
acción de tutela en procura de la protección constitucional de su derecho a la
salud.
3. LA DECISION
JUDICIAL QUE SE REVISA
Correspondió conocer
de la acción a la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Medellín, despacho que, luego de agotar los trámites legales resolvió rechazar
la tutela incoada contra el médico al servicio del establecimiento carcelario
“Bellavista”, con base en la existencia de otros medios de defensa judiciales y
además, atendiendo al criterio según el cual, como la ley no ha señalado los
términos en los cuales la atención básica de la salud sea gratuita y
obligatoria para todos los habitantes del país, no existe derecho qué reclamar
por esta vía.
Al respecto, observó
el fallador de instancia:
"...
“Si ciertamente
el relativo a la salud ha sido considerado como un derecho fundamental por la
H. Corte Constitucional, ello ha sido cuando bajo el entendimiento de su
conexidad con el primordial derecho fundamental, cual es la vida. En
consecuencia, cuando el trastorno de salud obedece a un tráuma (sic) que
en forma alguna pone en peligro la vida, no puede ubicarse la salud -salvo en
los niños- como derecho fundamental. Menos en casos en que no puede derivarse
un peligro de contagio ni consecuencias graves en otros campos.
“No es que se
quiera decir que por no ser la salud en este caso un derecho fundamental, como
un derecho social se tenga que quedar sin aplicación. Lo que pasa es que su
ejercicio y aplicación no debe buscarse mediante el ‘procedimiento preferente y
sumario’ que consagra el art. 86 de la Constitución, ya que, de otra parte obviamente
se dispone de diversos medios para aquél tenga cabal cumplimiento”.
..."
En la parte motiva
de la providencia, el fallador puntualiza al peticionario, que haciendo uso del
artículo 23 de la Carta, puede solicitar al Estado por medio de los respectivos
órganos, que se le conceda la atención necesaria.
4. REMISION DEL EXPEDIENTE A LA CORTE CONSTITUCIONAL PARA SU EVENTUAL
REVISION
No habiendo sido
impugnada la anterior decisión, el expediente fue remitido a la Corte
Constitucional, para que en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 32 del
Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección correspondiente, procediera a
decidir acerca de su eventual revisión, lo cual se ordenó por la Sala Séptima
de Selección, la que, por medio de auto de fecha 19 de julio del año en curso,
repartió el negocio al Magistrado Ponente y surtidos los trámites legales
procede la Corte, previo el estudio de la Sala Octava de Revisión, a revisar la
sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín.
5. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE
Primera. La
Competencia
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia en relación
con el fallo dictado por la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín, con
fundamento en lo dispuesto por los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral
noveno de la Constitución Nacional, en concordancia con los artículos 33, 34,
35 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
Segunda. El
derecho a la salud
El derecho a la
salud, es uno de los derechos fundamentales de los que mayor importancia
reviste, toda vez que con él, se relacionan otros derechos constitucionales
fundamentales, como el derecho a la vida, a la dignidad humana, y a la
integridad física, entre otros.
Como lo ha sostenido
esta Corporación,
“El derecho a la
integridad física comprende el respeto a la corporeidad del hombre de forma
plena y total, de suerte que conserve su estructura natural como ser humano.
Muy vinculado con este derecho -porque también es una extensión directa del
derecho a la vida- está el derecho a la salud, entendiendo por tal la
facultad que tiene todo ser humano de mantener la normalidad orgánica
funcional, tanto física como en el plano de la operatividad mental, y de
restablecerse cuando se presente una perturbación en la estabilidad orgánica o
funcional de su ser. Implica, por tanto, una acción de conservación y otra de
restablecimiento, lo que conlleva a la necesaria labor preventiva contra los
probables atentados o fallas de la salud. Y esto porque la salud es una
condición existencial de la vida humana en condiciones de plena dignidad: al
hombre no se le debe una vida cualquiera, sino una vida saludable. La persona
humana requiere niveles adecuados de existencia, en todo tiempo y en todo
lugar, y no hay excusa alguna para que a un hombre no se le reconozca su
derecho inalienable a la salud”. (Sentencia T-494 de 1993,
Magistrado Ponente Vladimiro Naranjo Mesa).
En efecto,
recientemente en cuanto a los derechos de los internos a la salud y a la
dignidad humana, esta Corporación puntualizó:
“Tal persona a
pesar de tener suspendido su derecho a la libertad física, aún es titular y
ejerce sus otros derechos fundamentales, los cuales sólo pueden ser
restringidos en menor o mayor magnitud debido a su nexo con la reclusión, pero
permanecen intactos en su núcleo esencial. En efecto, el ser humano recluido en
un panóptico tiene solamente en suspenso el derecho fundamental de la libertad
física y, como consecuencia de ésto, se presentan ciertas limitaciones en el
ejercicio de otros derechos fundamentales, las cuales obedecen a las
circunstancias especiales de seguridad que se deben mantener en una cárcel. Es
así como se presentan restricciones como en las visitas íntimas, en la posesión
y circulación de material pornográfico, en las comunicaciones, en la posesión
de dinero en efectivo, etc (artículo 112 del Código Penitenciario y
Carcelario); tales restricciones afectan la esfera de la igualdad, del libre
desarrollo de la personalidad, de la intimidad.”. (Sentencia T-065
de 1995, Magistrado Ponente Alejandro Martínez Caballero).
Tercera. El caso
concreto.
Las consideraciones
expuestas sirven de base para analizar el caso que ocupa la atención de la
Sala. En el presente caso BEDOYA ESCOBAR acudió a la acción de tutela para que
por medio de la intervención del aparato judicial fuera atendido
quirúrgicamente, como consta en un dictamen médico visible a folio 30 del
expediente de tutela, cuya fecha es de 31 de mayo del año en curso, esto es,
1995.
Sin embargo, observa
la Sala que a folio 32 del expediente, se encuentra la autorización del señor
Director de la Cárcel del Distrito Judicial de Medellín, para que se efectúe el
traslado del recluso BEDOYA ESCOBAR al Hospital “Marco Fidel Suárez” de Bello, bajo
estrictas medidas de seguridad, documento que está fechado mayo 31 del año
pasado, es decir, 1994.
Debe señalar la Sala
que no se encontró en el expediente evidencia ninguna de la que pudiese colegir
que el señor BEDOYA ESCOBAR haya sido intervenido quirúrgicamente o que no lo
haya sido, por ello, fué necesario oficiar al Centro Penitenciario, para que
certificara la situación de la salud visual actual del demandante.
En respuesta al
requerimiento de la Sala, el Director de la Cárcel y el médico interno del
Centro Penitenciario expresaron que al interno BEDOYA ESCOBAR no le ha sido
practicada ninguna cirugía ocular y justifican tal situación en el hecho de que
sólo es posible determinar la viabilidad de la intervención, mediante la
práctica de una ecografía ocular, la que tampoco se ha verificado.
En cuanto a la
cirugía ocular, manifiestan tales sujetos que han acudido al Hospital “San
Vicente de Paul” de la ciudad de Medellín, el cual ha informado que hasta tanto
no sea cancelado el valor de la totalidad de los gastos, ella no puede
realizarse. Sostienen también que acudieron al Instituto Nacional Penitenciario
y Carcelario-INPEC en procura de los fondos correspondientes, y tal entidad no
ha respondido sus requerimientos.
Para la Sala, no resulta
conforme con las disposiciones constitucionales sobre derechos fundamentales,
el tratamiento dado al señor BEDOYA ESCOBAR, quien como persona humana goza de
una serie de derechos reconocidos directamente por la Carta Política, como el
derecho a la salud, el derecho a la dignidad humana e incluso el derecho al
libre desarrollo de la personalidad, entre otros; es claro, pues, que la pena
impuesta a determinada persona por su accionar delictivo tiene unas funciones
entre otras de resocialización y rehabilitación; y que si BEDOYA ESCOBAR desea,
por ejemplo aprender un oficio y trabajar, y así rehabilitarse, mal podría
hacerlo sufriendo la enfermedad mencionada. Por ello se revocará la sentencia
de primera instancia, al encontrar injustificada la dilación en la atención
médica debida al interno, atribuíble únicamente a los diferentes trámites
administrativos, y al hecho de la privación de libertad del demandante, quien
por tal razón, obviamente no puede dedicarse a la realización de las
diligencias tendientes a lograr la atención médica. Ya lo ha expresado la Corte
Constitucional, que el hecho de la privación de libertad no implica de manera
alguna la privación del derecho a la salud, así:
"... el
régimen jurídico especial al que se encuentran sometidos los internos en
ocasiones, resulta incompatible con ciertos derechos, aún fundamentales, cuyo
ejercicio, en consecuencia, se suspende para tornar a él luego de que haya
expirado el término de la pena, o según las condiciones fijadas en la Ley o en
la Sentencia. Esto sucede, en primer lugar, con la libertad y además con
derechos tales como los políticos, el de reunión, locomoción etc., en tanto que
otros derechos no se ven especialmente afectados y se conservan en su plenitud;
piénsese por ejemplo en el derecho a la vida y a la integridad, en la libertad
de conciencia y de cultos; un tercer grupo de derechos está integrado por
aquellos que deben soportar limitaciones, las más de las veces previstas en la
Constitución o en la Ley, tal como acontece con la conmoción oral, escrita o
telefónica que, previos los requisitos del caso resulta restringida. Además, de
la específica condición de recluso surgen ciertos derechos, contenidos
especialmente en la ley penitenciaria y que tienen que ver con la alimentación,
la salud, la seguridad social, etc., y que, como contrapartida constituyen
deberes a cargo del Estado". (Sentencia No. T-424 de 1992, M.P. Dr. Fabio Morón
Díaz).Subrayas fuera del texto.
De conformidad con
las consideraciones hechas, esta Sala revocará el fallo revisado y ordenará a
la Cárcel del Distrito Judicial de Medellín, la prestación adecuada y oportuna
de los servicios médicos que el interno ALCIDES DE JESUS BEDOYA ESCOBAR, pueda
requerir, en el sentido de que le sea practicada la ecografía ocular que
determine el diagnóstico de la pertinencia de la intervención quirúrgica, de
todo lo cual se informará al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario a
fin de que tome las medidas conducentes al cumplimiento de este fallo; además,
resulta pertinente comisionar al despacho que profirió la sentencia revisada
para que realice el seguimiento de dicho cumplimiento y verifique el resultado
del mismo. Por último, para la Sala es importante que la Defensoría del Pueblo,
conozca el presente asunto, ya que por mandato constitucional le corresponde
velar por la guarda, promoción y el ejercicio de los derechos humanos
(artículo 282 C.P), para lo cual deberá enviársele copia de este proveído, a la
dependencia de la regional de Antioquia.
En virtud a lo
anterior, habrá de revocarse el fallo proferido por la Sala Penal del Tribunal
Superior de Medellín, como así se dispondrá en la parte resolutiva de la
presente providencia.
Cuarta.
Decisión
En mérito de lo
expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional, actuando en
nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. REVOCAR la decisión proferida por la Sala
Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, por las razones
expuestas en el presente fallo.
Segundo. CONCEDER la tutela incoada por el
señor ALCIDES DE JESUS BEDOYA ESCOBAR.
Tercero. En consecuencia, ORDENAR al Médico Interno
de la Cárcel del Distrito Judicial de Medellín la prestación adecuada y
oportuna de los servicios médicos que el interno ALCIDES DE JESUS BEDOYA
ESCOBAR pueda requerir, y además que le sea practicada la ecografía ocular a
costa de los servicios médicos de la Cárcel, para diagnosticar la pertinencia
de la intervención quirúrgica, de todo lo cual informará al Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario a fin de que tome las medidas conducentes al
cumplimiento de este fallo.
Cuarto: COMISIONAR a la Sala Penal del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Medellín, para que realice el seguimiento del
cumplimiento de este fallo e informe a esta Corporación el resultado del mismo
o su desacato.
Quinto. ENVIAR copia de esta sentencia a la
Regional de Antioquia de la Defensoría del Pueblo para lo de su competencia.
Sexto: Por la Secretaría, líbrense las
comunicaciones de que trata el Artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los
efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional, y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado Ponente
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
556 | T-474-95
Sentencia No
Sentencia
No. T-474/95
PERSONA
JURIDICA-Titularidad
de derechos fundamentales
Queda
establecida la legitimación de las personas jurídicas para acudir al mecanismo
de protección de los derechos constitucionales fundamentales previsto en el
artículo 86 de la Constitución Política y, tal como aparece en los antecedentes
de esta providencia, las sociedades actoras persiguen evitar que se realicen
asambleas generales de copropietarios que no sean convocadas por el
administrador o por la junta administradora legalmente inscrita ante la
alcaldía.
CENTRO
COMERCIAL GALERIAS-Copropietarios/ASAMBLEA DE COPROPIETARIOS-Convocatoria
irregular/DERECHO DE ASOCIACION DE COPROPIETARIOS/MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL
INEFICAZ-Copropietarios/ACCION DE TUTELA CONTRA PARTICULARES-Copropietarios
Es
claro que a las sociedades actoras y al coadyuvante les asiste la posibilidad
de procurar que, por un medio expedito como la acción de tutela, procedente
frente a violaciones o amenazas de vulneración de los derechos fundamentales,
se impida la realización de una asamblea convocada por quienes carecen de
título jurídico para hacerlo. Una interpretación diversa dejaría a los
peticionarios enfrentados a dos alternativas, ambas conculcadoras del derecho
de asociación: concurrir, en contra de sus convicciones, a una asamblea que
consideran reñida con el ordenamiento jurídico o dejar de hacerlo,
sometiéndose, mientras tanto, a las decisiones tomadas sin la participación que
legítimamente les corresponde, ya que, se repite, los medios judiciales
ordinarios operan con posterioridad. Obró bien el Tribunal Superior al prohibir
cualquier asamblea convocada por personas distintas a las inscritas; tal
decisión lejos de atentar contra el derecho de asociación le otorga vigencia,
porque evita la usurpación de funciones jurídicamente atribuidas a quienes
cumplen los requisitos previstos por el ordenamiento.
REF:
Expediente No. T- 75.118
Actor:
GONZALO
CORDOBA GOMEZ en representación de ACREEDORES UNO S.A. y ACREEDORES DOS S.A.
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Dr.
JORGE ARANGO MEJIA
Santafé
de Bogotá, D.C., Octubre diecinueve (19 ) de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala
Octava de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Honorables
Magistrados VLADIMIRO NARANJO MESA, JORGE ARANGO MEJIA y FABIO MORON DIAZ, en
ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, procede a revisar las
sentencias relacionadas con la acción de tutela de la referencia, proferidas
por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala
Laboral- el treinta (30) de mayo de mil novecientos noventa y cinco (1995), en
primera instancia, y por la Corte Suprema de Justicia -Sala Laboral-, el
veintiocho (28) de junio del mismo año, en segunda instancia.
I. ANTECEDENTES
A. La
solicitud
El
ciudadano GONZALO CORDOBA GOMEZ, obrando en nombre de "las personas
jurídicas de derecho privado denominadas ACREEDORES UNO S.A. y ACREEDORES DOS
S.A.", de las cuales dice ser representante legal, ejerció la acción de
tutela prevista en el artículo 86 de la Carta Política, dirigida a obtener
"que se profiera sentencia impidiendo que la persona jurídica denominada
GALERIAS CIUDADELA COMERCIAL (...) realice por las vías de hecho la ASAMBLEA
GENERAL DE COPROPIETARIOS que aparece convocada para mayo 23 de 1995 o junio 13
de 1995 por los señores HERIBERTO HERNANDEZ QUINTERO, quien se atribuye la
calidad de ´Administrador General´ que jurídicamente no tiene y por MANUEL
OSPINA CRUZ, quien se atribuye la calidad de ´Presidente Junta Administradora´
que tampoco tiene jurídicamente, a fin de tutelar, respecto a ACREEDORES UNO
S.A. y ACREEDORES DOS S.A., y respecto a las demás personas que coadyuven esta
acción de tutela, el derecho constitucional fundamental de libertad de
asociación y de participación, derechos cuya violación es inminente de no
concederse la tutela, ya sea como mecanismo transitorio o como acción
plena".
Los
hechos que sirven de fundamento al amparo reclamado, los expone el peticionario
CORDOBA GOMEZ de la siguiente manera:
1.
GALERIAS CIUDADELA COMERCIAL es una persona jurídica de derecho privado,
domiciliada en Santafé de Bogotá, y "su existencia, actividades,
organización, miembros que la integran, derechos y deberes, funciones de la
asamblea general, funciones de la junta directiva, formas de convocatoria a las
reuniones ordinarias de la asamblea general y demás estipulaciones reguladoras
de su existencia y actividades están consignadas en el REGLAMENTO DE PROPIEDAD
HORIZONTAL elevado a escritura pública...".
2.
"Conforme al artículo SEXAGESIMO del reglamento mencionado las Asambleas
Generales deben ser convocadas por ´el Administrador´ o ´en su defecto por la
junta administradora´".
3.
"HERIBERTO HERNANDEZ QUINTERO y MANUEL OSPINA CRUZ no tienen las calidades
de ´administrador´ y de ´presidente de la Junta administradora´ que se
atribuyen en el documento citatorio (...). De consiguiente, obran por las VIAS
DE HECHO".
4.
"La verdadera JUNTA ADMINISTRADORA, integrada por las personas que se
relacionan en la certificación expedida por la Alcaldía de Teusaquillo que se
acompaña, NO HAN CONVOCADO A REUNION ALGUNA de la asamblea general".
5.
"La verdadera JUNTA ADMINISTRADORA me designó ädministrador´ pero como mi
nombramiento debe ser inscrito en la Alcaldía Local de Teusaquillo y tal
inscripción se encuentra en trámite, NO HE PROCEDIDO A REALIZAR CONVOCATORIA
ALGUNA".
6.
"Mi antecesora, señora MARIA ESPERANZA DIAZ HERNANDEZ, quien figura aún
inscrita como ´administradora´, tampoco ha convocado reunión alguna de la
asamblea general".
7.
"Resulta evidente entonces, que los sujetos HERIBERTO HERNANDEZ QUINTERO y
MANUEL OSPINA CRUZ, por las ´vías de hecho´ se atribuyen calidades que no
tienen y también por las ´vías de hecho´ están convocando a la Asamblea General
de Copropietarios".
8.
"Frente a tales vías de hecho, como no podemos acudir a vías de hecho para
impedir lo que ellos están haciendo, no existe ningún otro mecanismo judicial o
administrativo que pudiéramos ejercitar para impedir la reunión de que se
trata" y debido a ello existe una "verdadera situación de
indefensión".
9.
Finalmente, apunta el señor CORDOBA GOMEZ que, en caso de efectuarse la reunión
de la asamblea general, las personas a quienes jurídicamente corresponde la
verdadera representación de GALERIAS CIUDADELA COMERCIAL serían suplantadas,
impidiéndoseles de ese modo "ejercer el derecho a convocatoria y presidir
la reunión, y a la vez, a los integrantes de la Asamblea General, dentro de los
cuales se encuentran ACREEDORES UNO S.A. y ACREEDORES DOS S.A. se les
vulneraría el derecho a participar, elegir y ser elegidos", argumento que
"es válido respecto a los demás miembros de GALERIAS CIUDADELA COMERCIAL
representados en la junta directiva legalmente inscrita en la Alcaldía Local de
Teusaquillo".
Mediante
escrito presentado ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé
de Bogotá, el señor FABIO GUTIERREZ VARGAS, en su calidad de
"copropietario de GALERIAS CIUDADELA COMERCIAL y también como presidente
de la junta directiva de esa entidad", coadyuvó la tutela presentada y
manifestó, para tal efecto, que "Los señores HERIBERTO HERNANDEZ QUINTERO,
quien se atribuye el carácter de administrador general, sin serlo, y el señor
MANUEL OSPINA CRUZ, quien se atribuye el carácter de presidente de la junta
administradora, sin serlo, no están habilitados para convocar a ninguna reunión
ordinaria ni extraordinaria de copropietarios de GALERIAS CIUDADELA
COMERCIAL", pese a lo cual lo están haciendo "y no disponemos de
ningún mecanismo legal que nos permita impedir que los suplantadores convoquen
y realicen tal asamblea".
B. La
sentencia de primera instancia
El
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala Laboral-,
mediante sentencia de mayo treinta (30) de mil novecientos noventa y cinco
(1995) resolvió "CONCEDER LA TUTELA solicitada y en consecuencia PROHIBIR
cualquier asamblea de copropietarios de la persona jurídica GALERIAS CIUDADELA
COMERCIAL que sea convocada por una Junta Directiva, un administrador o un
Revisor Fiscal distinto a los inscritos".
Estimó
el Tribunal, con fundamento en la doctrina fijada por la Corte Constitucional
en sentencia No. T-03 de 1994, que los interesados en impedir la realización de
la asamblea de copropietarios no disponían de un mecanismo jurídico que los
facultase para impedir por la fuerza la reunión y que, por otra parte, la
legislación procesal civil no establece un mecanismo idóneo, rápido y efectivo
para suspender el encuentro, toda vez que el procedimiento ordinario para
impugnar actos de asambleas opera ex post facto. Así las cosas,
para el a-quo es clara la indefensión de los peticionarios y procede a conceder
la acción de tutela reclamada.
Señaló
el Tribunal que el actor demostró que las personas en contra de quienes dirige
la acción, "alegando la calidad de administrador general y presidente de
la junta administradora, convocaron a una asamblea general ordinaria de
copropietarios de la sociedad Galerías Ciudadela Comercial", hecho que no
niegan los demandados, como tampoco niegan que "la alcaldía local de
Teusaquillo inadmitió la solicitud de registro y certificación sobre la administración
y representación legal solicitada por el señor Heriberto Hernández Quintero por
incumplimiento de algunos artículos del reglamento de propiedad horizontal en
la elección de los miembros de la Junta Directiva realizada en la asamblea
general extraordinaria del 23 de septiembre de 1994".
Según el
Tribunal, lo anterior indica que "la convocatoria realizada lo fue en
forma contraria a las disposiciones del reglamento de propiedad horizontal, es
decir, ilegalmente, ya que ni la junta directiva ni el administrador cumplen
con los requisitos del reglamento ni fueron inscritos" y cuando se
presenta una situación de esta índole "se amenaza el derecho de
asociación", amenaza que en este caso "resulta más evidente ante la
pretensión de quienes realizan la convocatoria de elegir directivas sin tener
en cuenta el coeficiente de propiedad expresamente establecido en el
reglamento".
C. La
impugnación
El señor
Heriberto Hernández Quintero impugnó el fallo de primera instancia que, en su
criterio, protegió un derecho inexistente porque a la asamblea general
"pueden asistir todos los propietarios", de manera que no se impide
la presencia del peticionario y pese a que "sus mandantes están en mora
desde hace ocho años , se les permite ingresar a la asamblea con voz pero sin
voto y esto se aplica a su representante".
Adujo el
impugnante que existen mecanismos para evitar que se lleven a cabo asambleas
"o una vez realizadas los copropietarios pueden impedir para que estas no
cumplan con su cometido". Señaló que existe una clara extralimitación de
funciones por parte de los magistrados ya que el fallo implica la violación del
reglamento de propiedad horizontal que impone una reunión anual de la asamblea,
además, al impedir la convocatoria se coarta la libertad de asociación "de
los 388 copropietarios restantes".
Manifestó
el impugnante que el fallo "atenta contra la buena fe de los
copropietarios que eligieron a la junta administradora actual", la cual no
necesita ser inscrita por no contemplarlo así ni el reglamento de propiedad
horizontal ni la ley; además, en su opinión, la tutela no opera en contra de
particulares, por no encontrarse dentro de los casos especialmente previstos.
D. La
sentencia de segunda instancia
La Corte
Suprema de Justicia, Sala Laboral, por sentencia de veintiocho (28) de junio de
mil novecientos noventa y cinco (1995), resolvió "Revocar el numeral
primero de la sentencia impugnada en cuanto concedió la tutela solicitada por
las empresas Acreedores Uno S. A. y Acreedores Dos S.A., representadas
legalmente por Gonzalo Córdoba Gómez, en su lugar, negarla por
improcedente".
Consideró
la Corte Suprema de Justicia, en primer término, que las personas jurídicas no
están legitimadas para ejercitar la acción de tutela y que el reconocimiento de
la primacía de los derechos inalienables de la persona, dispuesto por el
artículo 5o. superior, debe entenderse limitado a los seres humanos; éstos no
cobijan a los entes creados por el hombre para su uso y provecho, pues la
Constitución sólo ampara por vía de la acción de tutela prevista en el artículo
86, los derechos inherentes a la persona humana, según se desprende además, del
artículo 94 de la Carta.
Para
dicha Corporación, el Constituyente tuvo el propósito de "acomodar nuestra
Carta Política a los tratados internacionales que han venido regulando la
protección de los derechos humanos". Así pues, la Declaración Universal de
los Derechos Humanos no se ocupó de otorgar garantías a las personas jurídicas;
"en términos aún más precisos" la Declaración Americana de Derechos y
Deberes del Hombre identifica varios derechos como "inherentes a los seres
humanos" y lo propio ocurre con la Convención Americana sobre Derechos
Humanos o Pacto de San José de Costa Rica que, en su artículo primero, define a
la persona como "todo ser humano".
De una
parte, la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia considera que carece de
lógica y fundamento constitucional afirmar que las personas jurídicas tienen
derecho a la personalidad jurídica y, de otra, estima que tampoco es posible
sostener que "tengan el derecho fundamental a la vida del cual,
estrictamente, dependen todos los demás". El derecho a la igualdad, por
ejemplo, "sólo puede predicarse de los seres humanos. Equiparar los
hombres a las cosas que ellos crean, para efecto de reconocerles los mismos
derechos fundamentales, constituye una afrenta a la condición y a los más altos
valores de la especie humana y una degradación del nivel que el Derecho
Internacional le ha reconocido por medio de los principios y normas que, en
buena parte, vinieron a ser acogidos por la Constitución Colombiana de
1991".
Además,
la Corte Suprema de Justicia indica que "la circunstancia de que el
artículo 92 constitucional hubiera facultado a las personas jurídicas para solicitar
la aplicación de sanciones penales o disciplinarias derivadas del
incumplimiento de los deberes propios de las autoridades públicas no significa
que esas personas morales sean titulares de los derechos fundamentales que la
Carta y los Tratados Internacionales reconocen a los seres humanos. Bien al
contrario, una adecuada hermenéutica de la disposición permite concluir que el
Constituyente otorgó esa facultad -que desde luego no es por sí misma un
derecho fundamental- por igual a los seres humanos y a las personas jurídicas
mediante una extensión específica que no admite otras ampliaciones o
analogías".
En lo
referente al debido proceso estimó la H. Corte Suprema de Justicia, Sala
Laboral que "por no ser un fin en sí mismo, el dicho debido proceso sólo
podrá considerarse como garantía fundamental en la medida que constituya el
medio idóneo de protección de los derechos inherentes a la persona
humana".
En
relación con este aspecto, finalmente, puntualizó la Corte que "las
personas jurídicas en general, y de manera específica los sindicatos de
trabajadores, pueden valerse de la acción de tutela, no con el propósito de
defender sus propios intereses patrimoniales, sino con la finalidad de amparar
los derechos fundamentales de los seres humanos, individualmente considerados,
que integran dichas entidades o que estén representados por ellas".
Pese a
lo anterior, la H. Corte Suprema de Justicia se pronunció sobre el asunto
debatido, en lo atinente a la posible vulneración de los derechos fundamentales
del coadyuvante. Sobre el particular, consideró que "de la confrontación
de las pruebas reseñadas se establece que existen dos Juntas Administradoras y
dos Administradores Generales, situación que no es viable resolver por vía de
tutela y menos decidir cuál de las juntas o cuál de los administradores tiene
el derecho a convocar la Asamblea General de Copropietarios, porque esa función
está atribuída, en primer término, a un tribunal de arbitramento, (cláusula
quincuagésima séptima del reglamento de propiedad horizontal) según lo
preceptuado por los estatutos de Galerías" y, en segundo, a la justicia
ordinaria de conformidad con el artículo 8o. de la ley 16 de 1985 que prevé el
trámite de un proceso verbal para ventilar controversias de esta índole.
En
criterio de la H. Corte Suprema de Justicia, Sala Laboral "de los hechos
narrados no se deriva ningún perjuicio irremediable" y la acción intentada
también está llamada a fracasar porque se dirige contra un particular que no se
encuentra en ninguna de las eventualidades consagradas por el artículo 42 del
decreto 2591 de 1991.
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer la revisión de la
referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86, inciso segundo, y
241, numeral noveno, de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace
por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente y
del reparto que se verificó en la forma señalada en el reglamento de esta
Corporación.
B. La
materia
Esta
misma Sala de Revisión de la Corte Constitucional, tuvo oportunidad de
referirse a la posición manifestada por la Sala Laboral de la Honorable Corte
Suprema de Justicia en relación con la titularidad de los derechos
constitucionales fundamentales y la legitimación de las personas jurídicas para
ejercer la acción de tutela, en los términos que ahora se reiteran:
"1o.
La Corte Constitucional, en varias de sus decisiones suficientemente conocidas
y difundidas, ha venido insistiendo con absoluta claridad, nitidez y precisión
en que el artículo 86 de la Constitución Política, legitima a todas las
personas, incluyendo, desde luego, a las jurídicas y aun, pero con bastantes y
suficientes restricciones a las de derecho público, para el ejercicio de acción
de tutela, en los casos de amenaza o vulneración de sus derechos
constitucionales fundamentales, o en los casos de violación o de amenaza de violación
de los mismos derechos de otras personas, inclusive de los miembros, socios o
asociados de las mismas, en atención a que aquellas también son titulares de
derechos constitucionales fundamentales, según su propia naturaleza social y
según el derecho de que se trate.
Esto se
ha sostenido, no sólo porque la Carta Política de 1991 no distingue el ámbito
subjetivo de los titulares de la mencionada acción, de directo origen y de
inicial regulación constitucional, sino porque, sin esfuerzo de erudición alguno,
y sin romper con las disposiciones constitucionales vigentes, la noción
contemporánea de los derechos constitucionales fundamentales, admite que ellos,
según su contenido, la materia de que se ocupen y los ámbitos subjetivos
precisos a los que se refieran, de conformidad con la naturaleza de unos y de
otras, y salvo restricción normativa expresa o delimitación específica en casos
determinados, también son predicables de las personas jurídicas y de grupos de
personas reconocidas por el ordenamiento jurídico, sean gremiales, con ánimo de
lucro, o con fines sociales y altruistas.
En este
sentido, la Corte Constitucional ha reiterado, con suficiente extensión, que
los mencionados derechos no sólo son predicables en modo exclusivo de la
persona humana, y que no pueden examinarse como si fuesen únicamente derechos
humanos.
En
efecto, la Corte ha sostenido que pese a que las personas jurídicas no sean
titulares de todos los derechos constitucionales fundamentales, sí lo son de
aquellos que le correspondan según su naturaleza social y siempre en atención a
la definición constitucional de los derechos de que se trate, como se verá
enseguida, y que, además, algunos de los derechos constitucionales
fundamentales sólo son predicables de ciertas personas naturales, como es el
caso de los derechos constitucionales fundamentales de los niños, el de la no
extradición de nacionales y el de los derechos políticos entre otros;
inclusive, en este mismo sentido, y bajo las reservas doctrinarias y dogmáticas
respectivas, se ha concluído que algunos derechos constitucionales
fundamentales no son predicables de todos los individuos en general, como el
caso de los derechos políticos que, en principio, sólo corresponden a los
ciudadanos y el de asociación sindical que es sólo predicable de trabajadores y
empleadores, y se proscribe para los miembros de la fuerza pública, entre
otros.
Pero
además, la complejidad terminológica de estos asuntos impone aceptar que
algunos derechos constitucionales fundamentales, como es el caso de los
derechos políticos, sólo son predicables de los ciudadanos y no de todos seres
humanos, y que otros también se reconocen en su proyección colectiva, como en
el caso de la libertad de cultos y de profesión religiosa, que se regulan de
conformidad con el artículo 19 de la Carta, no sólo como un asunto de la
persona humana, sino de grupos o de colectividades, que, inclusive, en algunas
de sus manifestaciones, no ostentan personería jurídica alguna.
2o. En
la jurisprudencia de esta Corporación sobre el tema, que al ser reiterada de
modo unánime alcanza la condición de doctrina constitucional vigente, se
advierte que en muchos casos se hace necesario definir, con la correspondiente
ponderación y con el respectivo análisis, los verdaderos alcances y el
contenido de las disposiciones constitucionales que se ocupan de aquellas
materias, para no incurrir en equivocaciones de fondo como suele ocurrir en
estos casos a la hora de poner en marcha una nueva normatividad constitucional
de profundas repercusiones en la vida del derecho y la cultura en una sociedad.
En
verdad, esta Corte ha reconocido que buena parte de los derechos
constitucionales fundamentales, por su propia naturaleza y definición, se
atribuyen al individuo, y sugieren una titularidad individual predicable de la
persona humana, no porque la Constitución establezca un elemento indisponible y
rígido de exclusión en sus definiciones, sino porque así puede resultar de la
naturaleza de las cosas, y del origen histórico de la noción o de la definición
concreta de cada derecho, como bien se advierte en algunos pasajes de la
providencia que se examina, sin que esto signifique una rotunda exclusión de
las eventuales hipótesis de su extensión legislativa y jurisprudencial, por vía
de la asimilación conceptual de sus elementos.
En
principio, es cierto que buena parte de aquellos derechos tienen su origen en
esa categoría histórica y filosófica del derecho y en especial del derecho
natural en sus diversas corrientes, y en su evolución moderna y contemporánea,
pero también es cierto que el derecho constitucional ha desarrollado un
concepto más amplio y complejo de derechos constitucionales que los de
libertades públicas, derechos civiles o derechos públicos subjetivos; además,
ha reconocido otros nuevos que sólo se desarrollan en las últimas décadas, y ha
incorporado a esta categoría varios tipos de relaciones entre las personas, que
no quedan comprendidos por aquellas clasificaciones históricas.
Naturalmente,
en tan decantada y repetida jurisprudencia, que ahora se desconoce por la
honorable Corporación de la jurisdicción ordinaria cuya sentencia relacionada
con la acción de tutela se revisa en este estrado de jurisdicción
constitucional, esta Corporación no ignora que el tema de la titularidad de los
derechos fundamentales no puede ser resuelto con carácter general y absoluto,
ni con aproximaciones mecánicas, ni siquiera con reflexiones globales y
definitivas, pero tampoco se acepta que por el mérito histórico de la
disciplina de los derechos humanos, por su importancia para la evolución
contemporánea del derecho público, la noción de derechos constitucionales
fundamentales quede reducida a la anterior clasificación.
3o.
Desde este punto de vista no resulta conforme con la Constitución de 1991, la respetable
reflexión que ilustra a la Honorable Sala Laboral de la Corte Suprema de
Justicia según la cual, lo positivo de los derechos humanos contrarresta lo
positivo de la nueva categoría de los derechos constitucionales fundamentales,
y alcanza a reducirlas a una sola noción; se trata de una interpretación que
resta valor, fuerza y vigor jurídico a una nueva y más generosa categoría de
derechos constitucionales por el mérito de otras anteriores, cuya vigencia
también encuentra un nuevo y preciso ámbito de relaciones especiales, reforzado
con la existencia de declaraciones internacionales vertidas en instrumentos
jurídicos de pleno vigor ecuménico, con la creación de las jurisdicciones
internacionales de derechos humanos y con el reconocimiento de instrumentos
procesales de acceso a la justicia internacional de los derechos humanos.
4o.
Así las cosas, la Corte Constitucional ha entendido que, con la incorporación
de esta nueva noción en el derecho constitucional colombiano, se trata del
reconocimiento de una nueva categoría de relaciones de la sociedad, cuyo
contenido debe ser regulado constitucionalmente para asegurar la vigencia del
orden social y democrático de derecho y del Estado mismo, y que estas
relaciones no sólo vinculan a los poderes públicos y principalmente al
legislador, sino a los particulares en sus relaciones dentro de todo el tráfico
jurídico.
Estas
consideraciones propias del Estado Social de Derecho contemporáneo, se erigen
para garantizar la consecución del orden jurídico pluralista y democrático y de
las bases mínimas para la convivencia social y, en todo caso, presuponen la
conservación de un orden coactivo basado en el respeto de la libertad y del
derecho.
Este
nuevo ámbito de relaciones fundamentales para la sociedad no corresponde sólo a
las necesarias garantías y límites para asegurar la integridad física,
económica y espiritual del ser humano, ni para garantizar su supervivencia
física; comprende, además elementos relacionados con derechos políticos,
procesales, religiosos y educativos, considerados como sustanciales e
indispensables para la sociedad, con un núcleo esencial que no puede ser objeto
de supresión ni de limitaciones.
Las
definiciones constitucionales y la jurisprudencia constitucional, permiten su delimitación
conceptual, su ponderación y el encuentro o la definición armónica con otros
derechos, y, en todo caso, la naturaleza sustancial y el carácter indisponible
de estos derechos, permite entender con suficiente claridad esta noción.
Se
concluye entonces que el precepto superior (artículo 86 C.N.), establece que
la acción de tutela podrá ser ejercida por toda persona para la protección
inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que
estos resulten vulnerados o amenazados por la acción u omisión de cualquier
autoridad pública y de los particulares en los casos señalados en la ley, y no
excluye a las personas jurídicas para su ejercicio. En consecuencia éstas se
encuentran legitimadas para solicitar el amparo correspondiente cuando los
derechos fundamentales de que son titulares resulten vulnerados o amenazados.
(.....)
En
conclusión, para esta Corporación es claro que algunos de los mencionados
derechos de la persona humana no se extienden a todos los individuos, ni se aplican
de la misma manera a todos los casos, y que nada se opone a que algunos
derechos constitucionales fundamentales que se prediquen y apliquen en favor de
la persona humana también se prediquen y apliquen en favor de la persona
jurídica y de otras personas o sujetos o grupos de personas naturales,
jurídicas, nacionales, extranjeras, de conformidad con las precisas
disposiciones de la Constitución". (Sentencia No. T-133 de 1995. M.P. Dr.
Fabio Morón Díaz).
5o. En
los términos expuestos queda, entonces, establecida la legitimación de las
personas jurídicas "Acreedores Uno S.A." y "Acreedores Dos
S.A." para acudir al mecanismo de protección de los derechos
constitucionales fundamentales previsto en el artículo 86 de la Constitución
Política y, tal como aparece en los antecedentes de esta providencia, las
sociedades actoras persiguen evitar que se realicen asambleas generales de
copropietarios de la "Galerías Ciudadela Comercial" que no sean
convocadas por el administrador o por la junta administradora legalmente
inscrita ante la alcaldía de Teusaquillo, solicitud que es coadyuvada por el
señor Fabio Gutiérrez Vargas, quien manifiesta ser copropietario y presidente
de la junta administradora de la mencionada ciudadela comercial.
Aducen
el representante legal de las actoras y el coadyuvante, que los señores
Heriberto Hernández Quintero y Manuel Ospina Cruz usurpan las calidades de
administrador general y presidente de la junta administradora de "Galerías
Ciudadela Comercial" que, jurídicamente no les corresponden y que, en
consecuencia, están imposibilitados para convocar la asamblea de
copropietarios.
El
artículo sexagésimo del reglamento de propiedad horizontal indica que la
asamblea "deberá reunirse ordinariamente una vez al año, dentro de los
primeros tres meses de cada año, en las dependencias de la copropiedad, previa
convocatoria que hará el administrador o en su defecto, el presidente de la
junta administradora...".
Tal como
lo puso de presente la Honorable Corte Suprema de Justicia, de la confrontación
de las pruebas surge que existen dos juntas administradoras y dos
administradores generales. En efecto, "del examen del acta No. 10 de la
Asamblea General de copropietarios de la Ciudadela Comercial, celebrada el 22
de septiembre de 1994, se desprende que en desarrollo de la misma se eligió
junta administradora para el período de 1994 a 1995 (folio 84), y que en la
lista No. 1 de candidatos a la citada junta aparece el nombre del señor
Heriberto Hernández. Al someterse a votación la mencionada lista fue aprobada
por 64 votos de los 112 que estuvieron en la asamblea, en la que además con el
accionante Fabio Gutiérrez, intervino y deliberó en el desarrollo de la misma,
según constancia que allí figura (folios 54 y 55), amén de que Gonzalo Córdoba,
una vez postulado para presidente, sólo obtuvo 17 votos frente a 38 de Gonzalo
Bustos." (Folio 46).
Prosigue
la Corte Suprema de Justicia señalando que, "En los folios 22 a 25 se
encuentra el acta 01 de 1995 de la junta administradora, (elegida antes del 22
de septiembre de 1994) celebrada el 10 de abril del mismo año en la que se
declaró vacante el cargo de administrador general de Galerías Centro Comercial
como consecuencia de la dejación del mismo por parte de María Esperanza Díaz y
se designó al señor Gonzalo Córdoba Gómez".
No puede
perderse de vista que mediante oficio fechado el 16 de marzo de 1995, el
demandado, señor Heriberto Hernández Quintero, solicitó a la alcaldía local de
Teusaquillo se le certificara como representante legal de "Galerías
Ciudadela Comercial", solicitud que fue respondida por el alcalde local
pidiéndole que adjuntara "el acta debidamente autenticada de la asamblea
de copropietarios en la cual tuvo lugar la elección correspondiente" dado
que "los nombres que aparecen en el acta No. 149 de la junta
administradora de la Ciudadela y que usted adjunta no corresponden a los
nombres de los miembros principales y suplentes inscritos debidamente ante este
despacho".
Aportada
el acta con la autenticación correspondiente, la alcaldía resolvió
"Inadmitir la petición de registro y certificación sobre la administración
y/o representación legal solicitada por el señor Heriberto Hernández
Quintero.." porque, los miembros elegidos según consta en acta No. 10
"no cumplieron con lo estatuído en el reglamento de propiedad horizontal
(...), artículos: 57, 61 y 62 de la misma norma, en consecuencia no se reúnen
los requisitos exigidos en el numeral 7o. del decreto 1365 de 1986
reglamentario de la ley 16 de 1985..". (folios 19 y 20).
Cabe
también anotar que el día 11 de abril de 1995 el señor Gonzalo Córdoba Gómez
solicitó, ante la alcaldía local de Teusaquillo, su inscripción como
administrador general y las de Fabio Gutiérrez Vargas y Hernán Valencia Salazar
como presidente y vicepresidente, respectivamente y, según lo manifiesta
Córdoba Gómez en el escrito de tutela "tal inscripción se encuentra en
trámite, no he procedido a realizar convocatoria alguna".
Fuera de
lo anterior, registra la Sala que en relación con el acta No. 10 de la Asamblea
de Copropietarios de Galerías Ciudadela Comercial, correspondiente a la sesión
realizada el 22 de septiembre de 1994, durante la cual se produjo la
elección de los demandados en la presente acción, la Secretaria de la Junta,
doctora María Esperanza Díaz Hernández, efectuó algunas observaciones así: el
acta corresponde a dos sesiones, efectuadas durante los días 22 de septiembre y
9 de noviembre, y "a primera vista se lee que la Asamblea se inició y se
finiquitó el día 22 de septiembre de 1994"; el quorum en cada ocasión fue
diferente "y el acta tal como está pretende presentar como si el quorum
hubiera sido exactamente igual en asistencia de propietarios y/o delegados en
ambas sesiones"; no consta la hora de culminación de la sesión del primer
día referido ni la de iniciación de la efectuada el 9 de noviembre; no aparecen
los nombres de algunos delegados, tampoco el de personas que asistieron; se
incluyó el nombre de una persona que falleció antes del 22 de septiembre como
si hubiera asistido en calidad de representante; es indispensable establecer
si quien asistió a las reuniones fue el propietario o un delegado y en el caso
de las personas jurídicas quién las representó (folios 24, 25 y 26).
Por los
anteriores motivos, la doctora Díaz Hernández devolvió el acta sin firmarla y
no consta que se hayan subsanado las irregularidades anotadas. Lo cierto es
que el artículo septuagésimo primero del reglamento de propiedad horizontal
dispone que "La Asamblea podrá nombrar uno o más copropietarios para que
en su nombre aprueben el Acta que les presente el Secretario de la
Asamblea, para lo cual deberán estampar su firma en señal de aprobación, junto
con las del Presidente y Secreario de la Asamblea. Dichas Actas debidamente
autenticadas, prestan plena prueba de los hechos y actos contenidos en ellas y
sus copias autenticadas ante Notario presentan mérito legal, conforme a la ley
y al presente reglamento" (Subrayas fuera del texto).
De lo
expuesto se desprende que por medio de dicha acta no es posible acreditar las
calidades que los demandados pretenden haber adquirido válidamente.
El
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala Laboral, al
decidir la acción de tutela, en primera instancia, consideró que la
convocatoria a reunión de la asamblea general de copropietarios, hecha por los
demandados, Heriberto Hernández Quintero y Manuel Ospina Cruz "lo fue en
forma contraria a las disposiciones del reglamento de propiedad horizontal, es
decir, ilegalmente, ya que ni la junta directiva ni el administrador cumplen
con los requisitos del reglamento ni fueron inscritos"
La Sala
Laboral de la Honorable Corte Suprema de Justicia estimó que la controversia
escapa al ámbito de la acción de tutela y que según las voces del artículo 8o.
de la ley 16 de 1985 debe ventilarse "mediante el trámite del proceso
verbal de que trata el título XIII, sección primera del libro tercero del
Código de Procedimiento Civil"; enfatizó, además, la Corte Suprema que es
posible acudir a un tribunal de arbitramento previsto por los estatutos y que,
el presente evento no encaja dentro de los supuestos que autorizan la acción de
tutela en contra de particulares.
Esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional no comparte los criterios
prohijados por el juez de segunda instancia y acoge los planteamientos vertidos
en la sentencia No. T-03 de 1994, emanada de la Corporación, por juzgarlos
aplicables a la situación examinada.
En la
sentencia citada, acerca de la procedencia de la acción de tutela en contra de
particulares y de la eficacia del otro medio de defensa judicial se dijo:
"En
el presente caso, de una parte es evidente que los interesados, en uso de una
especie de legítima defensa no podían oponerse a la celebración de la asamblea
ordinaria de socios por sus propios medios, porque el ordenamiento jurídico no
faculta a ningún particular para impedir por la fuerza la reunión de un grupo
de asambleístas; y, de otra parte, la Sala no ve que la legislación procesal
civil haya previsto un procedimiento idóneo, de naturaleza rápida y preventiva,
para la suspensión de encuentros de socios de clubes sociales y, en general de
asociaciones o corporaciones. El procedimiento ordinario para impugnar actos de
asambleas opera, evidentemente, ex post facto.
En
consecuencia, ante la clara ausencia de medios de defensa que, para la
protección del derecho de asociación, impidan la celebración de asambleas
ordinarias de miembros de corporaciones civiles, la indefensión de los
peticionarios es patente y, por tanto, la procedencia de la acción resulta
incuestionable".
Sobre el
derecho de asociación la Corte puntualizó:
"En
primer lugar la Sala comparte la preocupación de los actores, toda vez que
considera que la libertad de asociación no se reduce a la simple posibilidad
ciudadana de crear o disolver organizaciones o personas jurídicas, o acceder a
ellas sin derecho de participar en las decisiones a través de las asambleas por
medio del voto. No. Este derecho es más amplio. Y esta idea tiene asidero en la
noción misma de la asociación, como en la extensión que de esta libertad
consagró el artículo 38 de la Constitución, respecto del cual es notable la
falta de limitaciones expresas. Así, las ventajas que para unos y otros
individuos tiene el aunar capitales y esfuerzos, solamente están limitadas por
el respeto al derecho ajeno y la propia licitud de las actividades en común. De
esta suerte, como lo afirma el conocido juspublicista, profesor de la
Universidad de Buenos Aires, RAFAEL BIELSA:
´El
derecho de asociación también se viola, no ya cuando se la impone
coactivamente, en forma directa o en forma indirecta -como acabamos de
advertirlo-, sino cuando, por el contrario, se impide o traba la asociación
arbitrariamente. Es este un principio elemental, y por eso fundamental. Un
derecho se viola cuando su ejercicio se impide sin causa jurídica y también
cuando se compele a que se ejercite contra la voluntad del titular".
(Estudios de Derecho Público. IV Derecho Administrativo, Fiscal y Constitucional,
Depalma, Buenos Aires, 1962, pág. 8)." (M. P. Dr. Jorge Arango Mejía).
Así las
cosas, es claro que a las sociedades actoras y al coadyuvante les asiste la
posibilidad de procurar que, por un medio expedito como la acción de tutela,
procedente frente a violaciones o amenazas de vulneración de los derechos
fundamentales, se impida la realización de una asamblea convocada por quienes
carecen de título jurídico para hacerlo. Una interpretación diversa dejaría a
los peticionarios enfrentados a dos alternativas, ambas conculcadoras del
derecho de asociación: concurrir, en contra de sus convicciones, a una asamblea
que consideran reñida con el ordenamiento jurídico o dejar de hacerlo,
sometiéndose, mientras tanto, a las decisiones tomadas sin la participación que
legítimamente les corresponde, ya que, se repite, los medios judiciales
ordinarios operan con posterioridad. No es del caso aducir que las sociedades
actoras se encuentran en mora y que por lo tanto no pueden votar, porque ello
no convalida la convocatoria ilegal y fuera de esto, de conformidad con el
reglamento, pueden asistir a la asamblea con voz, circunstancia que demuestra
que el voto no es la única forma de participar y que debe garantizárseles el
correcto ejercicio de las prerrogativas que su concreta situación les permite
disfrutar y, a partir de ellas, la posibilidad de aportar y controvertir lo que
estimen indispensable.
La Corte
Constitucional considera que la pretensión de las sociedades actoras y del
coadyuvante está llamada a prosperar, en la medida en que, según se infiere de
las comunicaciones y decisiones proferidas por la alcaldía local de
Teusaquillo, hay dignatarios inscritos válidamente y esa inscripción no ha sido
desplazada por aquellos que, infructuosamente, aspiraron a ser inscritos y
reconocidos. No otra cosa se deduce de la respuesta dada por la Alcaldía a la
petición del señor Heriberto Hernández Quintero, calendada el 30 de marzo del
año en curso, en la cual se indica que los nombres que aparecen en el acta No.
149 "no corresponden a los miembros principales y suplentes inscritos
debidamente ante este despacho..".
Para la
Corte resulta en claro que obró bien el Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Santafé de Bogotá al prohibir cualquier asamblea convocada por personas
distintas a las inscritas; tal decisión lejos de atentar contra el derecho de
asociación le otorga vigencia, porque evita la usurpación de funciones
jurídicamente atribuidas a quienes cumplen los requisitos previstos por el
ordenamiento. Se revocará, por tanto, el fallo de segunda instancia y se
confirmará el de primera.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Octava de Revisión de Tutelas de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
REVOCAR la
sentencia proferida por la Sala Laboral de la H. Corte Suprema de Justicia el
veintiocho (28) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995), y, en su
lugar, CONFIRMAR la proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Santafé de Bogotá, Sala Laboral, el treinta (30) de mayo del mismo año,
dentro del asunto de la referencia.
SEGUNDO.
LIBRENSE, por
Secretaría, las comunicaciones de que trata el artículo 36 del decreto 2591 de
1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado Ponente
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General
Auto No. 012/96
NULIDAD SENTENCIA
DE REVISION DE TUTELA-Procedencia
y causales
Tanto en los
procesos de constitucionalidad, como en los de tutela, sometidos a la revisión
de la Corte Constitucional, es procedente alegar la nulidad, antes de que se
profiera el fallo, "cuando ocurran irregularidades que impliquen violación
del debido proceso". Pero también esta Corporación ha admitido que es
procedente proponer la nulidad, cuando se ha adoptado una sentencia por una
Sala de Revisión, que implica un cambio de jurisprudencia, sin la intervención
de la Sala Plena.
NULIDAD SENTENCIA
DE REVISION DE TUTELA-Galerías
ciudadela comercial
La circunstancia
de no haberse invocado expresamente como causal de nulidad de la sentencia la
violación de la jurisprudencia de la Corporación, que sería la que formalmente
procedería, daría pie para rechazar sin mayores argumentos su petición. Mas
aún, si se tiene en cuenta que a través de la petición de una nulidad no se
puede revivir el debate propio de las instancias. No obstante, la Corte con un
criterio amplio procede a examinar y considera que no se ha violado la
jurisprudencia de la Corporación.
SENTENCIA DE
REVISION DE TUTELA-Carencia
de interés para peticiones
Los citados, por
no ser parte dentro del proceso de tutela, carecen de interés jurídico para
intervenir en el. Ni siquiera a través del derecho de petición pueden los
citados intervenir en dicho proceso, porque éste no tiene cabida cuando se
trate del ejercicio de actos procesales que tienen su propia regulación en las
normas procesales y que sólo pueden ser realizados por las partes o terceros
debidamente legitimados.
CORTE
CONSTITUCIONAL-Incompetencia
respecto de consultas e interrogatorios
Dentro de la
competencia que le ha sido asignada a la Corte, no se encuentra la de absolver
consultas ni la de responder interrogatorios como los propuestos por los
interesados.
Ref.: Solicitud de
nulidad de la sentencia T-474 de octubre 19 de 1995. Expediente T-75118.
Peticionario: Heriberto
Hernández Quintero, en su alegada condición de Administrador General de
Galerías Ciudadela Comercial.
Magistrado Ponente:
Dr. ANTONIO BARRERA
CARBONELL.
Aprobado en Santafé
de Bogotá, D.C., el día nueve (9) de abril de mil novecientos noventa y seis
(1996).
Heriberto Hernández
Quintero, quien intervino en el proceso de tutela T-75118, con el interés que
deriva de su presunta condición de Administrador General de Galerías Ciudadela
Comercial, ha solicitado a la Corte la nulidad de la sentencia T-474 de fecha
del 19 de octubre de 1995, proferida por la Sala Octava de Revisión. En tal
virtud procede la Sala Plena de la Corte a resolver lo que en derecho corresponde,
previas las consideraciones que se consignan a continuación.
I. ANTECEDENTES.
1. La acción de
tutela promovida por Acreedores Uno S.A. y Acreedores Dos S.A. contra Galerías
Ciudadela Comercial y otros.
1.1. Gonzalo Córdoba Gómez, obrando en representación
de las sociedades Acreedores Uno S.A. y Acreedores Dos S.A., instauró acción de
tutela con el fin de obtener "que se profiera sentencia impidiendo que la
persona jurídica denominada GALERIAS CIUDADELA COMERCIAL (...) realice por las
vías de hecho la ASAMBLEA GENERAL DE COPROPIETARIOS que aparece convocada para
mayo 23 de 1995 o junio 13 de 1995 por los señores HERIBERTO HERNANDEZ
QUINTERO, quien se atribuye la calidad de `Administrador General´ que
jurídicamente no tiene y por MANUEL OSPINA CRUZ, quien se atribuye la calidad
de `Presidente Junta Administradora´ que tampoco tiene jurídicamente, a fin de
tutelar, respecto a ACREEDORES UNO S.A. y ACREEDORES DOS S.A., y respecto a las
demás personas que coadyuven esta acción de tutela, el derecho constitucional
fundamental de libertad de asociación y de participación, derechos cuya
violación es inminente de no concederse la tutela, ya sea como mecanismo
transitorio o como acción plena".
Los hechos que
dieron origen a dicha acción fueron, en síntesis, los siguientes:
La persona jurídica
de derecho privado denominada "Galerías Ciudadela Comercial" se
encuentra domiciliada en Santafé de Bogotá, y "su existencia, actividades,
organización, miembros que la integran, derechos y deberes, funciones de la asamblea
general, funciones de la junta directiva, formas de convocatoria a las
reuniones ordinarias de la asamblea general y demás estipulaciones reguladoras
de su existencia y actividades están consignadas en el REGLAMENTO DE PROPIEDAD
HORIZONTAL elevado a escritura pública...".
"Conforme al
artículo SEXAGESIMO del reglamento mencionado las asambleas generales deben ser
convocadas por él administrador o en su defecto por la junta
administradora". No obstante, se ha hecho una convocatoria irregular de la
Asamblea General de Galerías Ciudadela Comercial como se desprende de lo
siguiente:
Los demandados,
señores "HERIBERTO HERNANDEZ QUINTERO y MANUEL OSPINA CRUZ no tienen las
calidades de administrador y de presidente de la Junta administradora que se
atribuyen en el documento citatorio (...). De consiguiente, obran por las VIAS
DE HECHO".
"La verdadera
JUNTA ADMINISTRADORA, integrada por las personas que se relacionan en la
certificación expedida por la Alcaldía de Teusaquillo que se acompaña, NO HAN
CONVOCADO A REUNION ALGUNA de la asamblea general".
La verdadera Junta
Administradora designó al peticionario como administrador, pero como su
nombramiento debe ser inscrito en la Alcaldía Local de Teusaquillo y tal
inscripción se encuentra en trámite, no ha procedido a realizar convocatoria
alguna. Es su antecesora, María Esperanza Díaz Hernández, quien figura aún
inscrita como administradora, la cual tampoco ha convocado a reunión alguna de
la asamblea general.
"Resulta
evidente entonces, que los sujetos HERIBERTO HERNANDEZ QUINTERO y MANUEL OSPINA
CRUZ, por las vías de hecho se atribuyen calidades que no tienen y también por
las vías de hecho están convocando a la Asamblea General de
Copropietarios".
En caso de
efectuarse la reunión de la asamblea general, las personas a quienes
jurídicamente corresponde la verdadera representación de Galerías Ciudadela
Comercial serían suplantadas, impidiéndoseles de ese modo "ejercer el
derecho a convocatoria y presidir la reunión, y a la vez, a los integrantes de
la asamblea general, dentro de los cuales se encuentran ACREEDORES UNO S.A. Y
ACREEDORES DOS S.A. se les vulneraría el derecho a participar, elegir y ser
elegidos".
1.2.
Coadyuvancia.
La acción de tutela
fue coadyuvada por FABIO GUTIERREZ VARGAS, en su calidad de "copropietario
de GALERIAS CIUDADELA COMERCIAL y también como presidente de la junta directiva
de esa entidad".
1.3. Sentencia de
primera instancia.
La Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá D.C., a través de
la sentencia del día 30 de mayo de 1995, concedió el amparo solicitado,
ordenando prohibir cualquier asamblea de copropietarios de la persona jurídica
"Galerías Ciudadela Comercial", que sea convocada por una junta
directiva, un administrador o un revisor fiscal distintos a los inscritos en la
alcaldía de Teusaquillo.
1.4. Sentencia de
segunda instancia.
La Corte Suprema de
Justicia, Sala Laboral, mediante fallo del 28 de junio de 1995, revocó el fallo
de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, a que se hizo
referencia antes y, en su lugar, negó la tutela impetrada.
1.5. La sentencia
de la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional.
La Sala Octava de
Revisión de la Corte Constitucional, profirió la sentencia T-474 del 19 de
octubre 1995, y decidió revocar la sentencia de segunda instancia y, en su
lugar, confirmar la dictada en primera instancia. Los fundamentos de dicha
sentencia se sintetizan de la siguiente manera:
De conformidad con
las disposiciones constitucionales, nada se opone a que algunos derechos
constitucionales fundamentales que se reconocen en favor de la persona humana
también se prediquen y apliquen en favor de la persona jurídica. En consecuencia,
las personas jurídicas "Acreedores Uno S.A." y "Acreedores Dos
S.A." podían acudir a la tutela, para evitar que se realicen asambleas
generales de copropietarios de "Galerías Ciudadela Comercial" que no
sean convocadas por el administrador o por la junta administradora legalmente
inscrita ante la alcaldía de Teusaquillo, solicitud que fue coadyuvada por el
señor Fabio Gutiérrez Vargas, quien manifiesta ser copropietario y presidente
de la junta administradora de la mencionada ciudadela comercial.
En cuanto a la
procedencia de la acción de tutela en contra de particulares adujo que es
evidente que los interesados no podían oponerse a la celebración de la asamblea
ordinaria de socios por sus propios medios, porque el ordenamiento jurídico no
faculta a ningún particular para impedir por la fuerza la reunión de un grupo
de asambleístas. Y en lo que atañe a la eficacia del otro medio de defensa
judicial se dijo que no se ve que la legislación procesal civil haya previsto
un procedimiento idóneo, de naturaleza rápida y preventiva, para la suspensión
de encuentros de socios de clubes sociales y, en general de asociaciones o
corporaciones, pues el procedimiento ordinario para impugnar actos de asambleas
opera, evidentemente, ex post facto.
Sobre el derecho de
asociación la Corte compartió la preocupación de los actores, toda vez que
consideró que éste se vulnera no sólo cuando coactivamente se impone la
asociación sino cuando, por el contrario, se impide o traba la asociación
arbitrariamente. Al respecto anotó que a las sociedades actoras y al
coadyuvante les asiste la posibilidad de solicitar se impida la realización de
una asamblea convocada por quienes carecen de título jurídico para hacerlo, ya
que una interpretación diversa dejaría a los peticionarios enfrentados a dos
alternativas, ambas conculcadoras del derecho de asociación: concurrir, en
contra de sus convicciones, a una asamblea que consideran reñida con el
ordenamiento jurídico o dejar de hacerlo, sometiéndose, mientras tanto, a las
decisiones tomadas sin la participación que legítimamente les corresponde, ya
que, como se dijo, los medios judiciales ordinarios operan con posterioridad.
No es del caso
aducir que las sociedades actoras se encuentran en mora y que por lo tanto no
pueden votar, pues además de que ello no convalida la convocatoria ilegal, de
conformidad con el reglamento, pueden asistir a la asamblea con voz,
circunstancia que demuestra que el voto no es la única forma de participar y
que debe garantizárseles el correcto ejercicio de las prerrogativas que su
concreta situación les permite disfrutar y, a partir de ellas, la posibilidad
de aportar y controvertir lo que estimen conveniente.
La pretensión de las
sociedades actoras y del coadyuvante prospera, en la medida en que, según se
infiere de las comunicaciones y decisiones proferidas por la alcaldía local de
Teusaquillo, hay dignatarios inscritos válidamente y esa inscripción no ha sido
desplazada por aquellos que, infructuosamente, aspiraron a ser inscritos y
reconocidos. En efecto, no otra cosa se deduce de la respuesta dada por la
Alcaldía a la petición del señor Heriberto Hernández Quintero, calendada el 30
de marzo del año en curso, en la cual se indica que los nombres que aparecen en
el acta No. 149 "no corresponden a los miembros principales y suplentes
inscritos debidamente ante este despacho..".
2. Solicitud de
nulidad de la sentencia T-474/95 proferida por la Sala Octava de Revisión.
La petición de
nulidad de la sentencia T-474/95, elevada por Heriberto Hernández Quintero,
tiene su fundamento en lo siguiente:
La sentencia
proferida por la Corte Constitucional ha desfavorecido notablemente a la
copropiedad Galerías Ciudadela Comercial, como a cada uno de sus
copropietarios, toda vez que la ley 16 de 1985, su decreto reglamentario 1365
de 1986 y el reglamento de propiedad horizontal formalizado mediante escritura
pública N°. 1570 de 1986, no obligan a la copropiedad inscribir a todos sus
órganos de gobierno para poder convocar a asamblea general de copropietarios.
Es así que el
artículo 7° del Decreto 1365 de 1986 expresa:
"El registro
y certificación sobre la existencia y representación legal de las personas
jurídicas que se crean por ministerio de la ley 16/85 corresponden al Alcalde
del municipio donde se encuentran el o los inmuebles afectados a propiedad
horizontal. En el Distrito Especial de Bogotá, tal función corresponderá al
Alcalde mayor de la ciudad o a su delegado ".
"En los
casos de cambio de representante legal deberá presentarse a la Alcaldía para su
registro y certificación el acta correspondiente, con las firmas del presidente
y secretario".
Como puede
observarse, no se ordena registrar ni a las juntas administradoras ni a los
revisores fiscales.
Dicha sentencia ha
impedido que la Junta Administradora de Galerías Ciudadela Comercial, elegida
legalmente de conformidad al Reglamento de Propiedad Horizontal (art. 75
numeral 16), convoque a Asamblea General de Copropietarios a través de su
Administrador General (art. 76 numeral 4°. y 5°), ocasionando con ello que los
órganos de gobierno por mandato estatutario no se modifiquen ni informen a los
copropietarios sobre la marcha de la copropiedad, y que no sea posible aprobar
el presupuesto anual y fijar las expensas comunes a cargo de los
copropietarios.
3. Memorial
presentado por los señores Hugo Toro Londoño y Gustavo Cristo Saldivia.
Hugo Toro Londoño y
Gustavo Cristo Saldivia, quienes afirman ser miembros del Comité de Vigilancia
y Control de Galerías Ciudadela Comercial, invocando el derecho de petición,
presentaron un escrito en el cual cuestionan la sentencia T-474/95, afirmando
que ésta "ha dejado en el aire el Régimen de Propiedad Horizontal",
modificado la normatividad vigente sobre la materia "pasando por encima
del órgano legislativo competente para modificar las leyes", y reformado
el reglamento de copropiedad de Galerías Ciudadela Comercial, y seguidamente
piden a la Corte se conteste o absuelva un extenso interrogatorio, que se
refiere a aspectos concernientes a la procedencia de la acción de tutela contra
particulares, a las facultades de los jueces de tutela, y a la responsabilidad
que les corresponde a éstos, incluyendo a los Magistrados de la Corte que
dictaron el fallo cuya nulidad se reclama.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Procedencia de
la nulidad contra sentencias de la Corte Constitucional.
El artículo 49 del
Decreto 2067 de 1991 dispone lo siguiente:
"Contra las
sentencias de la Corte Constitucional no procede recurso alguno".
"La nulidad
de los procesos ante la Corte Constitucional sólo podrá ser alegada antes de
proferido el fallo. Solo las irregularidades que impliquen violación al debido
proceso podrán servir de base para que el Pleno de la Corte anule el
proceso."
Por su parte, el
Acuerdo No. 05 de 1992, mediante el cual se recodificó el Reglamento de la
Corte Constitucional expresa, en lo pertinente, lo siguiente:
"ARTICULO 34.
DECISION EN SALA. Los cambios de jurisprudencia deberán ser decididos por la
Sala Plena de la Corte, previo registro del proyecto de fallo
correspondiente".
"ARTICULO 53.
CAMBIO DE JURISPRUDENCIA. En caso de cambio de jurisprudencia, la Sala de
Revisión tomará las medidas necesarias para que la Sala Plena disponga de un
término razonable para tomar su decisión".
Con fundamento en
las disposiciones mencionadas, tanto en los procesos de constitucionalidad,
como en los de tutela, sometidos a la revisión de la Corte Constitucional, es
procedente alegar la nulidad, antes de que se profiera el fallo, "cuando
ocurran irregularidades que impliquen violación del debido proceso". Pero
también esta Corporación ha admitido que es procedente proponer la nulidad,
interpretando sistemáticamente las disposiciones transcritas, cuando se ha
adoptado una sentencia por una Sala de Revisión, que implica un cambio de
jurisprudencia, sin la intervención de la Sala Plena.
2. El caso
concreto.
Como puede
observarse del contenido del escrito del peticionario, la nulidad no se impetra
por violación del debido proceso ni por haberse producido irregularmente un
cambio de jurisprudencia, esto es, sin la intervención de la Sala Plena de la
Corporación, sino por motivos diferentes, fundados en una inconformidad total
con lo decidido por la Sala Octava de Revisión, por haber desatendido, según
aquél, los mandatos contenidos en la ley 16 de 1985 y en el decreto
reglamentario 1365 de 1986, y desconocido el reglamento de la copropiedad
Galerías Ciudadela Comercial.
La circunstancia de
no haberse invocado expresamente por el peticionario como causal de nulidad de
la sentencia la violación de la jurisprudencia de la Corporación, que sería la
que formalmente procedería, daría pie para rechazar sin mayores argumentos su
petición. Mas aún, si se tiene en cuenta que a través de la petición de una
nulidad no se puede revivir el debate propio de las instancias. No obstante,
la Corte con un criterio amplio procede a examinar si con el fallo de la Sala
Octava de Revisión pudo haberse desconocido dicha jurisprudencia.
La Sala, luego de
revisar y sopesar los argumentos expuestos en la sentencia T-474/95, considera
que no se ha violado la jurisprudencia de la Corporación. En efecto:
La Sala Octava de
revisión en la referida sentencia, mostrando su desacuerdo con el fallo de la
Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación Laboral, que denegó la tutela por
haber sido interpuesta por personas jurídicas, reiteró la abundante
jurisprudencia de la Corte Constitucional en el sentido de que éstas, como titulares
de ciertos derechos fundamentales, pueden ejercitar la acción de tutela, e
incluso citó como apoyo de su argumentación la sentencia T-133/95[1].
Igualmente en dicha
sentencia se analizó la procedencia de la acción de tutela contra particulares,
al considerar que los peticionarios se encontraban en un estado de indefensión,
pues para el caso concreto se estimó que el otro medio de defensa judicial -el
proceso verbal de que trata el título XIII, sección primera del libro tercero del
Código de Procedimiento Civil- no resultaba idóneo ni eficaz, con fundamento no
solamente en la argumentación antes reseñada, sino en la propia jurisprudencia
de la Corporación sentada, entre otras, en las sentencias T-03/94[2], T-233/94[3], T-333/94[4], T-019/95[5]. En tal virtud, estimó
que si era procedente la tutela contra las personas particulares demandadas.
Considera, en
consecuencia, la Sala que no procede la declaración de nulidad solicitada,
porque al dictarse la sentencia T-474/95 la Sala Octava de Revisión no
desconoció la jurisprudencia de la Corporación, por el contrario, la aplicó
estrictamente.
3. La petición de
los señores Hugo Toro Londoño y Gustavo Cristo Saldivia.
En relación con el
derecho de petición ejercitado por los señores Hugo Toro Londoño y Gustavo
Cristo Saldivia, considera la Corte lo siguiente:
Los citados, por no
ser parte dentro del proceso de tutela T-474/95, carecen de interés jurídico
para intervenir en el mismo en defensa de los intereses de Galerías Ciudadela
Comercial (arts. 13 y 31 del decreto 2591 de 1991). Ni siquiera a través del
derecho de petición pueden los citados intervenir en dicho proceso, porque la
Corte ha sostenido que éste no tiene cabida cuando se trate del ejercicio de
actos procesales que tienen su propia regulación en las normas procesales y que
sólo pueden ser realizados por las partes o terceros debidamente legitimados.
(Sentencias T-334/95[6]
y T-424/95[7]).
Además, dentro de la
competencia que le ha sido asignada a la Corte por el art. 241 de la
Constitución Política no se encuentra la de absolver consultas ni la de
responder interrogatorios como los propuestos por los interesados.
Por lo anterior, la
Corte se abstendrá de pronunciarse en relación con el memorial presentado por
los señores Hugo Toro Londoño y Gustavo Cristo Saldivia.
III. DECISION.
En mérito de lo
expuesto la Sala Plena de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO. NO
ACCEDER a la declaración
de nulidad pedida por el señor Heriberto Hernández Quintero en la alegada
condición de administrador de Galerías Ciudadela Comercial.
SEGUNDO.
ABSTENERSE de resolver el
memorial presentado por los señores Hugo Toro Londoño y Gustavo
Cristo Saldivia, invocando el ejercicio del derecho de petición.
TERCERO.
COMUNICAR el contenido del
presente auto a la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá, D.C., quien conoció en primera instancia de la acción de
tutela interpuesta por el señor Gonzalo Córdoba Gómez.
COPIESE,
NOTIFIQUESE, CUMPLASE Y PUBLIQUESE EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Presidente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
SUSANA MONTES DE ECHEVERRY
Conjuez
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General.
[1] M.P. Fabio Morón Díaz.
[2] M.P. Jorge Arango Mejía.
[3] M.P. Carlos Gaviria Díaz.
[4] M.P. Antonio Barrera Carbonell.
[5] M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
[6] M.P. José Gregorio Hernández.
[7] M.P. Antonio Barrera Carbonell. |
557 | T-475-95
Sentencia No. T-475/95
Sentencia No.
T-475/95
CONCURSO DE
MERITOS-Nombramiento de
quien obtuvo el primer puesto
Al comprender el
proceso de selección varias etapas como son la convocatoria, el reclutamiento,
la aplicación de pruebas o instrumentos de selección, la conformación de la
lista de elegibles y el período de prueba; los factores de calificación
exigidos deben llenar y satisfacer la totalidad de los requerimientos señalados
por el ente nominador, para que pueda conllevar a la escogencia de la persona
más idónea para el correcto desempeño del cargo. Esto implica que quien ocupe
el primer lugar, es la persona que por sus méritos satisfizo de mejor manera
los requisitos para entrar a ejercer el puesto y es a él a quien debe el
nominador designar.
SENTENCIA DE
INCONSTITUCIONALIDAD-Preexistencia
de derechos constitucionales
Estima la Sala
que es del caso aclarar que independientemente de que la fecha de las
sentencias que declararon la inexequibilidad de las disposiciones contentivas
de la potestad discrecional que la entidad demandada alega sea posterior a la
fecha del nombramiento que se hizo a persona distinta de la peticionaria, se
concederá la tutela, pues los referidos pronunciamientos no tienen el efecto de
constituir los derechos vulnerados, los que existían, con anterioridad a ellos,
en cabeza de la actora y le fueron violados mediante comportamientos que, desde
un principio, se colocaron en contradicción con la preceptiva constitucional
que reconoce los derechos de los asociados.
DERECHO A LA
IGUALDAD-Nombramiento de
quien obtuvo el primer puesto/DERECHO AL TRABAJO-Nombramiento de quien
obtuvo el primer puesto
Ha debido el
I.C.B.F., nombrarla para el cargo por el que concursó, sin embargo, apartándose
del riguroso orden de mérito establecido, de los fines esenciales de la carrera
administrativa, del respeto a las distintas etapas del proceso de selección y
de la confianza depositada por el aspirante en la administración pública, dicho
establecimiento profirió la Resolución, nombrando a quien había ocupado el
tercer lugar, vulnerando, en consecuencia, los principios fundamentales de la
justicia y buena fe, como también, los derechos constitucionales a la igualdad
y al trabajo. Este último, por cuanto se le niega arbitrariamente a la
demandante un derecho adquirido, que por su parte se constituía en la
obligación para la administración pública de nombrarla en el cargo para el cual
cumplió y satisfizo todos los requerimientos exigidos en el proceso de
selección.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL INEFICAZ-Nombramiento
de quien obtuvo el primer puesto
La acción de
tutela se torna en el instrumento idóneo y eficaz para proteger estos derechos
fundamentales, que al mantenerse su vulneración, merecen ser protegidos por
esta Corporación.
REF.: Expediente
No. T-78478
Concurso abierto.
Nombramiento a quien ocupe el primer puesto dentro de la lista de elegibles.
Existencia de otro medio de defensa judicial. Ineficacia. Aplicación permanente
de los derechos fundamentales.
ACTORA: Emperatriz Josefa Castro Cantillo contra
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional Atlántico, Barranquilla.
Magistrados:
Fabio Morón Díaz.
-Ponente
Vladimiro Naranjo
Mesa.
Jorge Arango Mejía.
Santa Fe de Bogotá,
D. C., octubre diecinueve (19) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
I. ANTECEDENTES.
La Sala Octava de
Revisión de Tutela de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados
Jorge Arango Mejía, Vladimiro Naranjo Mesa y Fabio Morón Díaz, decide sobre el
fallo de tutela de fecha 2 de agosto de 1995, proferido por el Juzgado Tercero
Laboral del Circuito de Barranquilla.
Esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional asumió el conocimiento de la mencionada
decisión por la vía de la remisión que hizo el Juzgado Tercero Laboral del
Circuito de Barranquilla, y por virtud de lo dispuesto por el artículo 31 del
Decreto 2591 de 1991 y de conformidad con lo establecido por los artículos 86
de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, permitieron a la
Sala Octava de Selección de la Corte, escogerla para efectos de su revisión.
II. LA
DEMANDA DE TUTELA.
La ciudadana
Emperatriz Josefa Castro Cantillo, instauró acción de tutela contra el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional Atlántico, invocando la
vulneración de los derechos fundamentales al trabajo y a la igualdad, con base
en los siguientes hechos.
Mediante
convocatoria número 019 del 23 de septiembre de 1994, la Regional del I.C.B.F.,
llamó a concurso abierto para proveer el empleo de Profesional Universitario,
Código 3020, Grado 04.
Realizado el
respectivo concurso, le correspondió a la peticionaria el primer puesto. No
obstante lo anterior, la Dirección General de la entidad demandada resolvió
nombrar a otra persona contrariando normas superiores y jurisprudencia de la
Corte Constitucional, que para el efecto establecieron los criterios para
seleccionar a quien hubiere ocupado el primer lugar. En consecuencia, solicita
la peticionaria se le nombre en el cargo para el cual concursó.
III. LA DECISION
JUDICIAL QUE SE REVISA.
Correspondió conocer
de la acción al Juzgado Tercero Laboral del Circuito de Barranquilla, despacho
que, luego de agotar los trámites legales resolvió denegar la tutela incoada
contra el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, con base en que la
normatividad imperante al momento de la provisión de los cargos de Profesional
Universitario era el Decreto 1222 de 1993 el cual en su artículo noveno
permitía designar en un cargo de carrera a una de las tres personas que
hubieren ocupado los tres primeros puestos de la lista de elegibles, y de
acuerdo con las necesidades del cargo. Por tal razón, el Juez dedujo que no se
vulneró ningún derecho fundamental a la peticionaria.
Consideró entonces,
el despacho de instancia que la provisión de los empleos, objeto de concurso,
con una de las personas que se encontrara entre los tres primeros puestos de la
lista de elegibles tenía fundamento legal al momento de producirse el
nombramiento, según la facultad discrecional reconocida al nominador.
No habiendo sido
impugnada la anterior decisión, el expediente fue remitido a la Corte
Constitucional, para que en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 32 del
Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección correspondiente, procediera a
decidir acerca de su eventual revisión, lo cual se ordenó por la Sala Octava de
Selección, la que, por medio de auto de fecha seis (6) de septiembre del año en
curso, repartió el negocio al Magistrado Ponente; surtidos los trámites legales
procede la Corte, previo el estudio de la Sala Octava de Revisión, a revisar la
sentencia del Juzgado Tercero Laboral del Circuito de Barranquilla.
IV. CONSIDERACIONES
DE LA SALA.
Primera. La
Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia en relación
con el fallo dictado por la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín, con
fundamento en lo dispuesto por los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral
noveno de la Constitución Nacional, en concordancia con los artículos 33, 34,
35 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
Segunda. El
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y la Carrera Administrativa.
Encuentra necesario
esta Sala, determinar previamente de conformidad con las disposiciones de la
Constitución Política si el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
I.C.B.F., es una entidad sometida al régimen de la carrera administrativa.
En efecto, el
I.C.B.F., fue creado por la Ley 75 de 30 de diciembre de 1968, como
establecimiento público adscrito al Ministerio de Salud, cuyo objetivo es
propender y fortalecer la integración y el desarrollo armónico de la familia,
proteger al menor de edad y garantizarle sus derechos.
Posteriormente, el
Decreto número 1468 de junio 19 de 1979, vino a determinar la selección para el
ingreso de personal a través de concurso abierto, con base exclusivamente en el
mérito y exceptúa los cargos de libre nombramiento y remoción. Igualmente, la
Ley 10 de enero 10 de 1990, puntualizó ciertos aspectos sobre la carrera
administrativa.
Ahora, con la
Constitución Política de 1991, los empleos en los órganos y entidades son de
carrera, excepto los de elección popular, los de libre nombramiento y remoción,
los de trabajadores oficiales y los demás que determine la ley. Además, si el
sistema de nombramiento no ha sido determinado por la Constitución o la ley,
los funcionarios serán nombrados por concurso público. Fue así como en
desarrollo del artículo 125 de la Carta, el Congreso expidió la Ley 27 de 1992,
la cual manifestó que el objeto de la carrera administrativa es garantizar la
eficiencia de la administración pública, brindando igualdad de oportunidades
para el acceso al servicio público, la capacitación, la estabilidad en sus
empleos y la posibilidad de ascender en la carrera. Asimismo, se expidieron
los Decretos 1222 de 1993 y 256 de 1994.
Al respecto, en
Sentencia C-195 del 21 de abril de 1994, con ponencia del Dr. Vladimiro Naranjo
Mesa, esta Corporación manifestó:
“El sistema de
carrera administrativa tiene como finalidad la realización de los principios de
eficacia y eficiencia en la función pública, así como procurar la estabilidad
en los cargos públicos, con base en estos principios y en la honestidad en el
desempeño de los mismos. Se busca que la administración esté conformada por
personas aptas desde los puntos de vista de capacitación profesional e
idoneidad moral, para que la función que cumplan sea acorde con las finalidades
perfectivas que el interés general espera de los empleados que prestar sus
servicios al Estado. El elemento objetivo de la eficiencia es el determinante
de la estabilidad laboral, por cuanto es su principio de razón suficiente. No
se trata de una permanencia en el cargo por razones ajenas a la efectividad de
los buenos resultados, ni el ingreso al empleo sin una vinculación fundada en
motivos diferentes a la capacidad. Igualmente, el retiro se hará por hechos
determinados legalmente, inspirados en la realidad de la eficiencia laboral.
En definitiva, lo que se protege es el interés general”.
Posteriormente, con
argumentos similares se manifestó que la carrera administrativa “...comprende
un conjunto de realidades llamadas a perfeccionar la dinámica del Estado que,
en nuestros días, con el aumento de las tareas de distinta naturaleza a su
cargo, requiere, ante las expectativas de resultados, los fines definidos en la
legislación, los efectos de distinta índole y alcance producidos por su
proceder, seleccionar adecuadamente a los servidores públicos, perfeccionar sus
métodos y sistemas, mejorar la calificación técnica y moral de los
trabajadores, y asegurar que no sean los intereses políticos, sino las razones
de eficiente servicio y calificación, las que permitan el acceso a la función
pública en condiciones de igualdad...”. (Sentencia C-356 de agosto 11 de
1994).
Por ello, la Ley 27
de 1992, manifiesta que la carrera administrativa es un sistema técnico de
administración de personal.
Podemos concluir
así, que el I.C.B.F. es un establecimiento público bajo el régimen de la
carrera administrativa.
Tercera. Ingreso
a la Carrera Administrativa por méritos.
Al pronunciarse esta
Corporación sobre la constitucionalidad del artículo 9 del Decreto 1222 de
1993, en Sentencia C-040 del 9 de febrero del presente año, con Ponencia del
Dr. Carlos Gaviria Díaz, se concluyó que la carrera administrativa se
fundamenta única y exclusivamente en el mérito y la capacidad del funcionario
público, debiendo seleccionar la administración al más destacado, a quien
demostró la mejor preparación, conocimiento y competencia. Se manifestó,
además, que un apropiado sistema de carrera, garantizaría el derecho de todas
las personas a formar parte de la administración pública en igualdad de condiciones
y oportunidades, como también el derecho a una estabilidad en el cargo, siempre
y cuando cumplan fielmente sus deberes, obteniendo así la transparencia,
moralidad, imparcialidad y eficiencia.
Seguidamente, esta
sentencia enfatizó:
“Para esta Corporación
es claro, que un verdadero concurso de mérito es aquél en el que se evalúan
todos y cada uno de los factores que deben reunir los candidatos a ocupar un
cargo en la administración pública, dentro de una sana competencia para lograr
una selección justa, equitativa, imparcial y adecuada a las necesidades del
servicio público. En consecuencia, la administración habrá de señalar un valor
determinado a cada uno de los items, (condiciones profesionales, morales y
personales) y, por consiguiente, el aspirante que obtenga el máximo puntaje es
quien tiene derecho a ser nombrado en el cargo para el que concursó. Es que
cuando se fijan en forma precisa y concreta cuáles son las condiciones que han
de concurrir en los aspirantes y se establecen las pautas o procedimientos con
arreglo a los cuales se han de regir los concursos, no existe posibilidad
legítima alguna para desconocerlos y una vez apreciados éstos, quien ocupará el
cargo será quien haya obtenido la mayor puntuación.”.
Igualmente, la
sentencia de constitucionalidad C-041 proferida por esta Corporación, con
Ponencia del Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz, expresó:
“La finalidad del
concurso es hacer que sean los mejores los que ingresen al servicio público; su
idea-fuerza, en consecuencia, gira alrededor del mérito. Para alcanzar este
objetivo es indispensable que la sociedad y sus miembros respondan
positivamente a la convocación y que el afán de servicio junto a la cultura y
al saber concurran con miras a escoger a los más aptos y capaces”.
Cuarta. Discrecionalidad
del nominador violatoria de derechos y principios constitucionales. Obligación
de nombrar a quien obtuvo el primer lugar.
Ha señalado esta
Corporación que nuestra Carta Política no atribuyó al nominador poder
discrecional ninguno para nombramiento, en relación con los empleos sujetos a
concurso público, por cuanto se parte de la premisa de que el interés público
se sirve mejor acatando el resultado del concurso, careciendo así la administración
de libertad para adoptar una decisión diferente al resultado obtenido. Y
agrega: “Prescindir del riguroso orden de mérito deducible del concurso
público una vez verificado, equivale a quebrantar unilateralmente sus bases.
Establecer un concurso público y señalar un procedimiento que termina por no
atribuir al vencedor el cargo o plaza objeto del mismo, elimina su esencia y lo
despoja de estímulo. Si en verdad se anuncia por el Estado que un empleo se va
a nombrar por concurso y, en últimas se designa al tercero o al segundo mejores
aspirantes, pero no al primero, se defrauda la confianza de este aspirante
inducida en virtud de la convocatoria y, de este modo, igualmente, se asalta la
buena fe de todos los restantes aspirantes que en teoría han emulado y se han
presentado al concurso con miras a ser los primeros y así obtener en justa lid
el premio a su mérito -socialmente comprobado-, representado en este caso, por
el consecuente nombramiento con apego al resultado objetivo del concurso...La
situación descrita viola abiertamente los principios de la justicia y de la
buena fe”. (Sentencia C-041 del 9 de febrero de 1995).
Señala, además, la
aludida sentencia que la falta de absoluta seguridad en el pronóstico que
ningún sistema de nombramiento puede ofrecer, no se soluciona trastornando el
concurso o desfigurando sus resultados mediante la facultad discrecional de
nombramiento, sino a través del establecimiento de un período de prueba dentro
del cual será objeto la persona de calificación. Concluye así, que la
discrecionalidad otorgada vulnera el derecho a la igualdad de acceso a la
función pública y para asegurarla es menester que las convocatorias sean
generales y que los méritos y requisitos tengan suficiente fundamentación
objetiva y reciban una valoración razonable y proporcional a su importancia
intrínseca.
Al respecto, la
Sentencia C-040 del 9 de febrero del presente año, con Ponencia del Dr. Carlos
Gaviria Díaz, estableció:
“...considera la
Corte que una de las formas de acabar con esta práctica, es precisamente
incluir dentro de los factores de calificación, la idoneidad moral, social y
física del candidato, pues el hecho de que el análisis en ese campo pertenezca
a la subjetividad del nominador, no significa arbitrariedad, pues tales
aspectos también han de ser apreciados y calificados, para evitar abusos. De
no ser así se desnaturalizaría la carrera administrativa y, por ende, se
infringiría el artículo 125 Superior....Por tanto, quien ocupe el primer lugar,
de acuerdo al puntaje obtenido, será el ganador y excluirá a los demás, en
orden descendente. Si se procede de otro modo, habría que preguntarse, como lo
hace el demandante, para qué el concurso de méritos y calidades, si el
nominador puede elegir al candidato de sus preferencias? De este campo, es
preciso desterrar la arbitrariedad y, justamente, para ese propósito se ha
ideado el concurso...”.
Con base en lo
transcrito, se declaró inexequible el aparte del artículo 9o. Del Decreto 1222
de 1993, que dice: “...la provisión del empleo deberá hacerse con una de
las personas que se encuentre entre los tres primeros puestos de la lista de
elegibles...” por infringir los artículos 13, 40-7 y 125 de la Constitución
Política.
Por lo anterior, al
comprender el proceso de selección varias etapas como son la convocatoria, el
reclutamiento, la aplicación de pruebas o instrumentos de selección, la
conformación de la lista de elegibles y el período de prueba; los factores de
calificación exigidos deben llenar y satisfacer la totalidad de los requerimientos
señalados por el ente nominador, para que pueda conllevar a la escogencia de la
persona más idónea para el correcto desempeño del cargo. Esto implica que
quien ocupe el primer lugar, es la persona que por sus méritos satisfizo de
mejor manera los requisitos para entrar a ejercer el puesto y es a él a quien
debe el nominador designar.
Quinta. Existencia
de otro medio de defensa judicial. Ineficacia.
Contempla el
artículo 6 del Decreto 2591 de 1991, las causales de improcedencia de la
tutela, señalando en el numeral primero la existencia de otros recursos o
medios de defensa judiciales, salvo que aquélla se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable. Agrega que la existencia de
dichos medios será apreciada en concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo
las circunstancias en que se encuentre el solicitante.
A este respecto,
cabe recordar, la sentencia T-100 del 9 de marzo de 1994, con Ponencia del Dr.
Carlos Gaviria Díaz, la cual señaló:
“En conclusión,
la Corte mantiene su doctrina, reiterando que: el juez de tutela debe examinar
en cada caso si el mecanismo alternativo de defensa judicial que es aplicable
al caso, es igual o más eficaz que aquella.
“La Corte,
empero, encuentra necesario hacer la siguiente precisión: cuando el juez de
tutela halle que existe otro mecanismo de defensa judicial aplicable al caso,
debe evaluar si, conocidos los hechos en los que se basa la demanda y el
alcance del derecho fundamental violado o amenazado, resultan debidamente
incluidos TODOS los aspectos relevantes para la protección inmediata, eficaz y
COMPLETA del derecho fundamental vulnerado, en el aspecto probatorio y en el de
decisión del mecanismo alterno de defensa. Si no es así, si cualquier aspecto
del derecho constitucional del actor, no puede ser examinado por el juez
ordinario a través de los procedimientos previstos para la protección de los
derechos de rango meramente legal, entonces, no sólo procede la acción de
tutela, sino que ha de tramitarse como la vía procesal prevalente. Así como la
Constitución no permite que se subplante al juez ordinario con el de tutela,
para la protección de los derechos de rango legal, tampoco permite que la
protección inmediata y eficaz de los derechos fundamentales, sea impedida o
recortada por las reglas de competencia de las jurisdicciones ordinarias”.
En un caso similar
al caso que nos ocupa, la Sala Séptima de Revisión presidida por el Dr.
Alejandro Martínez Caballero, en Sentencia T-325 de julio 26 del año en curso,
trajo a colación su Sentencia T-298 del 11 de julio pasado, la cual señaló:
“Empero, esos
otros medios judiciales deben tener, por lo menos, la misma eficacia de la
tutela para la protección del derecho de que se trate. Analizadas las
circunstancias del caso concreto, se concluye que tales acciones no se revelan
más eficaces que la tutela ya que, la decisión tardía del asunto deja, mientras
tanto, intacta violaciones a los derechos a la igualdad y al trabajo, al
primero, porque, tal como lo puso de presente la Corte, el aspirante merece un
trato acorde con los resultados obtenidos en el concurso efectuado y si se
ignora esa condición preferente, ubicándolo en la posición de quienes no
participaron o de quienes habiéndolo hecho obtuvieron calificaciones
inferiores, se contradice el artículo 13 constitucional y, al segundo, porque
negar un nombramiento al que válidamente se tiene derecho impide laborar en
condiciones dignas y justas. Fuera de lo anterior, la urgencia de brindar una
protección inmediata se torna más patente si se tiene en cuenta que el término
de validez de la lista de elegibles precluye en el mes de noviembre de este
año”.
Igualmente, se
manifestó en la Sentencia T-325, que:
“Estas
apreciaciones coinciden con las vertidas por la Sala Segunda de Revisión en la
sentencia No. T-256 de 1995, conforme a las cuales mediante el ejercicio de las
acciones que pueden impetrarse ante la jurisdicción de lo contencioso
administrativo no se obtiene ‘el resultado deseado, cual es el de ser nombrado
en el cargo correspondiente’. Esta Sala reitera ese pronunciamiento y en
armonía con él advierte que no existe contradicción entre lo aquí decidido y el
fallo S.U.458 de 1993 ‘porque en esta oportunidad se consideró la situación
especial generada en virtud de las Sentencias C-040/95 y C-041/95 y además, que
la acción de nulidad y restablecimiento del derecho no es el mecanismo idóneo
para amparar los derechos fundamentales que le fueron violados a la
peticionaria’ (M.P. Dr.
Antonio Barrera Carbonell)”.
En Sentencia T-286
de julio 4 del año en curso, con Ponencia del Dr. Jorge Arango Mejía, en
relación con la demanda de tutela adelantada contra la Universidad Distrital
Francisco José de Caldas, la Corte señaló:
“La Corte no se
inmiscuye en el acto del nombramiento propiamente, sino que ordena que se
surta, en debida forma, una etapa del proceso del concurso que la Universidad
omitió, omisión que consistió en no notificar sobre los resultados del mismo.
“En relación con
lo estimado por los jueces de instancia, sobre la no procedencia de esta tutela
por contar el actor con otros medios de defensa judicial, específicamente, ante
la jurisdicción de lo contencioso administrativo, la Sala no desconoce la
posibilidad de que el demandante pueda hacer uso de tales acciones, pero la presente
acción se concederá sin condicionarla a tal evento, pues se dará aplicación a
lo dispuesto en el artículo 6o., numeral 1., del decreto 2591 de 1991, en
cuanto dice:
‘...La existencia
de dichos medios (de defensa judicial) será apreciada en concreto, en cuanto a
su eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentre el solicitante’.
...”.
Sexta.
Permanencia de los hechos.
En asuntos
semejantes al que nos ocupa, las Sentencias 325 y 326 del 26 de julio del año
en curso, con Ponencia del Dr. Alejandro Martínez Caballero, señalaron:
“...estima la
Sala que es del caso aclarar que independientemente de que la fecha de las
sentencias que declararon la inexequibilidad de las disposiciones contentivas
de la potestad discrecional que la entidad demandada alega sea posterior a la
fecha del nombramiento que se hizo a persona distinta de la peticionaria, se
concederá la tutela, pues los referidos pronunciamientos no tienen el efecto de
constituir los derechos vulnerados, los que existían, con anterioridad a ellos,
en cabeza de la actora y le fueron violados mediante comportamientos que, desde
un principio, se colocaron en contradicción con la preceptiva constitucional
que reconoce los derechos de los asociados.
Los argumentos
que sirvieron de base a la declaratoria de inexequibilidad precisan en forma
muy clara las causas de la vulneración pero de ningún modo convalidan
situaciones que ya eran anómalas antes de que la Corte los expusiera, máxime si
en la actualidad subsisten sus efectos nocivos. La acción de tutela procede
para la protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales y
comprobada la vulneración de algunos de estos, por expreso mandato
constitucional, debe brindarse el amparo pedido; una interpretación contraria
conduciría a patrocinar su desconocimiento y a restarles la eficacia que la
Carta pretende asegurarles.
Es de anotar que
en esta misma providencia se ha dejado en claro que aún partiendo del supuesto
del ejercicio de la potestad discrecional la ausencia de una justificación
objetiva y razonable para preferir a concursantes distintos del situado en
primer lugar torna patente el carácter arbitrario de la medida tomada en
perjuicio de la accionante. Por lo demás, la Corte ha concedido la tutela en
casos similares, sin que ello signifique que le esté otorgando efecto
retroactivo a un fallo suyo. (Cfr.
Sentencias T-256 y 298 de 1995).”.
Esta misma Sala de
Revisión, al resolver un caso similar al que ahora se estudia, mediante la
Sentenica T-389 de este año, reiteró la Jurisprudencia de la Corte
Constitucional, en cuanto a que la acción de tutela es el instrumento idóneo y
eficaz para proteger los derechos de quien, ocupando un primer puesto en un
concurso de méritos, no es nombrado para el cargo correspondiente; en este
mismo sentido se resolverá, por ende, el presente asunto.
Séptima. El
caso sub-judice.
Como se ha indicado,
el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, es un establecimiento público
adscrito al Ministerio de Salud, y sometido al régimen de la carrera
administrativa. Con base en lo anterior, llevó a cabo convocatoria número 22
del 26 de julio de 1994, para proveer el cargo de profesional Universitario,
código 3020, grado 04 del Centro Zonal No. 1 Prevención, en el cual la señora Emperatriz
Josefa Castro Cantillo, participó y ocupó el primer puesto dentro de la lista
de elegibles, según Resolución número 000862 de septiembre 23 de 1994.
Teniendo en cuenta
lo señalado en esta decisión, ha debido el I.C.B.F., nombrarla para el cargo
por el que concursó, sin embargo, apartándose del riguroso orden de mérito
establecido, de los fines esenciales de la carrera administrativa, del respeto
a las distintas etapas del proceso de selección y de la confianza depositada
por el aspirante en la administración pública, dicho establecimiento profirió
la Resolución número 2645 del 26 de diciembre de 1994, nombrando a quien había
ocupado el tercer lugar, vulnerando, en consecuencia, los principios
fundamentales de la justicia y buena fe, como también, los derechos
constitucionales a la igualdad y al trabajo. Este último, por cuanto se le
niega arbitrariamente a la demandante un derecho adquirido, que por su parte se
constituía en la obligación para la administración pública de nombrarla en el
cargo para el cual cumplió y satisfizo todos los requerimientos exigidos en el
proceso de selección.
Por ello, la acción
de tutela se torna en el instrumento idóneo y eficaz para proteger estos
derechos fundamentales, que al mantenerse su vulneración, merecen ser protegidos
por esta Corporación.
Se revocará la
decisión calendada 2 de agosto de 1995, proferida por el Juzgado Tercero
Laboral del Circuito de Barranquilla, y en su lugar se dispondrá conceder la
tutela, por vulneración de los derechos fundamentales a la igualdad y al
trabajo.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E :
Primero: Revocar la sentencia de fecha 2 de agosto de 1995, proferida
por el Juzgado Tercero Laboral del Circuito de Barranquilla, con base en las
consideraciones expuestas.
Segundo: Conceder la tutela que se reclama, en consecuencia, ordenar al
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional Atlántico, Barranquilla,
para que en el término de un (1) mes, contado a partir de la notificación de
esta sentencia, proceda a efectuar el nombramiento de la señora Emperatriz
Josefa Castro Cantillo, en el cargo de Profesional Universitario, Código 3020,
Grado 04, para el cual se presentó a concurso abierto habiendo ocupado el primer
lugar.
Tercero: El Tribunal Superior -Sala Laboral- del
Distrito Judicial de Barranquilla, vigilará el estricto cumplimiento de lo
ordenado en esta sentencia.
Cuarto: Líbrense las comunicaciones de que trata el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado Ponente
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
558 | T-476-95
Sentencia No. T-476/95
Sentencia
No. T-476/95
DERECHO
A LA EDUCACION-Finalidad
Las
finalidades que guían la misión educativa, no deben, entonces, resultar
sacrificadas en aras de la represión de ciertos comportamientos, que bien
pueden ser accidentales al propósito esencial que se pretende mediante la
educación, y, además ser perfectamente aceptables como objeto de las garantías
constitucionales y del amparo judicial de un determinado derecho constitucional
fundamental. Es más apropiado recurrir a los métodos de la pedagogía para
encauzar una conducta en un sentido determinado, que tener a la represión por
instrumento único; así se lograría, conciliar el respeto que merecen los
derechos de los educandos con los criterios que, según los educadores, deben
buscarse mediante su tarea.
DERECHO
A LA EDUCACION-Presentación
personal/DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD-Corte de cabello
Privar
a un estudiante de la posibilidad de continuar recibiendo las clases que
constituyen el pénsum por negarse a llevar el cabello "arreglado y
peluqueado normalmente sin ningún tipo de moda", bajo el entendido de que
prevalece "lo colectivo sobre lo individual", es una sanción que no
guarda la debida proporcionalidad frente a las metas primordiales inspiradoras
del proceso educativo, y que se basa en una concepción que desconoce las
prerrogativas que asisten al educando para desarrollar libremente su
personalidad en un aspecto que, por ser, como se anotó, accidental, carece de
las repercusiones que las autoridades académicas y los jueces de instancia le
atribuyen en este caso. No es posible, en el caso examinado, dar por agotada la
cuestión aduciendo que los hechos quedaron inexorablemente en el pasado; es todo
lo contrario, obra en el expediente constancia de que los estudiantes debieron
firmar un compromiso en virtud del cual fueron obligados a dejarse el cabello
"normalmente, sin moda", situación que corrobora la persistente
violación del derecho al libre desarrollo de la personalidad, y demuestra una
amenaza de violación al derecho fundamental a la educación, pues basta el
simple incumplimiento del compromiso para que los actores se vean enfrentados a
una situación semejante a la que motivó el ejercicio de la acción de tutela.
DEBIDO
PROCESO-Suspensión
de alumno/DEMANDA DE TUTELA-Hecho consumado/DEMANDA DE TUTELA-Prevención
Las
sanciones disciplinarias han de tener "el debido miramiento por los
derechos constitucionales fundamentales de los educandos" y en su
aplicación no puede estar ausente el debido proceso; imponerlas, con base en un
manual de convivencia que no había entrado en vigencia, como aconteció en este
evento, conculca el derecho contemplado en el articulo 29 de la Constitución
Política, empero, como lo observaron los jueces, en ambas instancias, se trata
de un hecho consumado y, por ello, la Corte prevendrá al rector del
establecimiento educativo para que en la institución a su cargo, no se vuelva a
incurrir en acciones de esta índole.
REF:
Expediente No. T-78872
Acción
de tutela presentada en contra del rector del Colegio Nacional Simón Bolívar de
Arauca.
Actores:
DAVID
GUILLERMO MENCO ZAFRA
VLADIMIR
PARADA SALAS
CESAR
SUAREZ
RAUL
FERNANDO GALVIS TORO
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Dr.
JORGE ARANGO MEJIA
Santafé
de Bogotá, D.C., Octubre diecinueve (19 ) de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala
Octava de Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Honorables
Magistrados VLADIMIRO NARANJO MESA, JORGE ARANGO MEJIA y FABIO MORON DIAZ, en
ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del
Magistrado Ponente, resuelve sobre las sentencias relacionadas con la acción de
la referencia, proferidas por el Juzgado Primero Promiscuo Municipal de Arauca,
el veintidós (22) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995), en
primera instancia, y por el Juzgado Primero Promiscuo del Circuito de Arauca,
el tres (3) de agosto del mismo año.
I. ANTECEDENTES
A. La
solicitud
El ocho
(8) de junio del año en curso, los estudiantes DAVID GUILLERMO MENCO ZAFRA,
VLADIMIR PARADA SALAS, CESAR SUAREZ y RAUL FERNANDO GALVIS TORO quienes cursan
sus estudios de educación media vocacional en el Colegio Nacional Simón Bolívar
de Arauca, impetraron, ante el Juez Promiscuo Municipal de esa ciudad, acción
de tutela en contra del señor Roberto Antonio Melo Padilla, rector del
establecimiento educativo mencionado, para que "declare tutelado nuestro
derecho fundamental a la educación media vocacional a la vez que al desarrollo
de la libre personalidad y ordene, se tomen las medidas necesarias para
garantizarlo ".
Los
actores adujeron como fundamento de su acción los siguientes hechos:
1.
"Los días 24, 25 y 26 de abril nos informó el Coordinador de Disciplina,
señor José Luis Botía, que por orden de Roberto Antonio Melo Padilla, Rector
del Colegio Nacional Simón Bolívar no podíamos ingresar a clases hasta tanto
habláramos con el Rector".
2.
"En el transcurso de estos tres días mientras dialogábamos con el señor
Rector sobre el corte de cabello perdimos las primeras horas de clases".
3.
"En los tres días anteriormente nombrados, nuestros representantes, padres
de familia y acudientes, solicitaron por escrito nos dejaran asistir a clases
con el corte de cabello que lucíamos".
4.
"El Reglamento que ha venido rigiendo no contempla la necesidad de
mantener el corte de cabello que exige el Señor Rector por lo cual como se
enuncia anteriormente nuestros padres de familia y acudientes solicitaron
formalmente nos dejaran asistir a clase con el corte que poseíamos".
5.
"Estas solicitudes fueron desatendidas ya que el día veintisiete de abril
no se nos permitió la entrada al establecimiento negándonos el derecho a la
educación y al desarrollo de la libre personalidad estipulados en el reglamento
que actualmente nos rige y en la Constitución Nacional".
6.
"El reglamento que actualmente está en estudio, para hacer parte del
proyecto educativo institucional, no ha sido aprobado por el Consejo Directivo
por lo cual no encontramos base para el impedimento que se nos ha
hecho...".
7.
"En caso de que esta fuera considerada, por parte del colegio, como una
falta al reglamento, no se tomaron acciones que siguieran el conducto regular
establecido en cualquiera de los dos reglamentos sobre suspensiones".
El actor
CESAR AUGUSTO SUAREZ OVIEDO desistió de la acción, en memorial presentado el
doce (12) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995).
B. La
sentencia de primera instancia
El Juzgado
Primero Promiscuo Municipal de Arauca, mediante sentencia de junio veintidós
(22) de mil novecientos noventa y cinco (1995), resolvió negar la tutela
solicitada y admitió el desistimiento que de la acción hizo el menor CESAR
AUGUSTO SUAREZ OVIEDO.
Estimó
el fallador de primera instancia que la exigencia de mantener un corte de
cabello normal, acorde con la filosofía del centro educativo y que permita la
uniformidad en el estudiantado, "en modo alguno priva al estudiante de su
derecho de acceso y permanencia a la educación, pese a que se les ha impuesto
una sanción leve que no trascendió en la realidad y que era meritoria".
Según el
juez, el derecho al libre desarrollo de la personalidad no puede confundirse
con el libertinaje y admite las limitaciones que le impone el orden jurídico
"enmarcado dentro del reglamento estudiantil, donde se exige la buena
presentación del alumno, sea en el antiguo o en el nuevo (proyecto) de manual
de convivencia del establecimiento. No actuar como lo hizo el Colegio Nacional
Simón Bolívar, sería tanto como permitir que una alumna comenzara por asistir
con minifalda al plantel. Que un estudiante acudiera allí por simple capricho
sin uniforme o que cualquier alumno saliera en horas de clase del plantel,
simplemente porque no puede ser sancionado en la medida en que con ello se
vulnera el derecho a la educación, al libre desarrollo de su personalidad o
porque sus derechos, tratándose de los niños, prevalecen sobre los de los
demás".
Admite
el despacho que este tipo de expresiones propias de la adolescencia no deben
tener un tratamiento tan drástico que genere la vulneración de derechos
fundamentales y que, ameritan, precisamente, una mejor educación.
Prosigue
el juzgado afirmando que "si bien es cierto que se les aplicó a los
alumnos el proyecto de manual de convivencia que aún no ha entrado en vigencia
al no encontrarse aprobado por el Consejo Directivo del plantel con lo cual en
un determinado evento se puede quebrantar el derecho constitucional fundamental
del debido proceso (...) en la medida en que nadie puede ser sancionado sino
conforme a las leyes preexistentes al acto que se le imputa y con observancia
de las formas propias de cada juicio, también es cierto que sólo se trató de
una equivocada actuación del plantel al acudir en su procedimiento a un manual
de convivencia y no al reglamento antiguo, en el cual, se repite, también se
encuentra la prohibición (buena presentación personal) y la sanción de
suspensión aquí impuesta, pero ello en modo alguno implica que deba tutelarse
pues el centro educativo está facultado para actuar en la forma en que lo
hizo".
La
sanción de suspensión por un día de clases -señala el despacho judicial-
quebrantó el debido proceso, pero no amerita la tutela por haberse consumado el
daño. En cambio, el derecho al libre desarrollo de la personalidad no se
conculca por exigir a los actores que su corte de cabello sea el normal que se
les exige a los demás estudiantes pues éste derecho tiene como limitaciones
precisamente, el mismo derecho que se le exige a todo el plantel (..) y tampoco
se quebranta la educación en sus facetas de acceso o permanencia....".
C. La
sentencia de segunda instancia
Según
constancia secretarial, fechada el treinta (30) de junio de mil novecientos
noventa y cinco (1995), los peticionarios impugnaron el fallo de primera
instancia dentro del término previsto en el Decreto 2591 de 1991; de otra
parte, al desatarse la impugnación, el Juzgado Primero Promiscuo del Circuito
de Arauca, como despacho de segunda instancia, decidió confirmar la providencia
impugnada, de conformidad con las siguientes consideraciones:
"En
ocasiones el disfrute de un derecho se ve reprimido o limitado cuando su
ejercicio conculca intereses colectivos. He ahí el caso que nos ocupa. Si bien
es cierto que las personas tienen derecho a usar, o lucir, en tratándose de
cosas de esta índole un tanto superficiales, el traje o corte de cabello que
más les plazca, también es cierto que hay ocasiones en que la compostura se
impone y más si se trata de adolescentes que asisten a un colegio en donde las
edades y las condiciones son disímiles y el ejemplo cunde en detrimento del
empeño que el colegio se ha impuesto en aras de la formación integral de los
menores. Y es que hay ocasiones en que un simple corte de cabello tiene
connotaciones anárquicas y en la interpretación de estos que pudiéramos llamar
símbolos son expertos los jóvenes, y cosa curiosa, muy proclives a la
imitación. De ahí que la disciplina deba ser exigente y que los padres deban
colaborar decididamente en el colegio para que el orden se imponga, razón ésta
para que esté justificada la prohibición en el reglamento escrito u oral pero
de todas formas conocido por los estudiantes.
La
Constitución es cierto que reconoce y garantiza los derechos individuales,
colectivos y sociales, pero al tiempo sienta las bases sustanciales de la
convivencia, de manera que el titular de un derecho debe evitar que el disfrute
del suyo conculque el derecho ajeno.
Si como
es cierto y en esto comparte plenamente el despacho el concepto del Juez de
primera instancia, la sanción conculcó el debido proceso cuando se remitió a
una norma aún no aplicable, también es cierto que la tutela sólo procede cuando
el daño aún no se hubiere consumado. En el caso de autos, la tutela se impetró
tiempo después de que la sanción hubiera sido aplicada por lo que el daño
traducido en la imposibilidad de asistir a clase ya se había agotado y por el
contrario reinaba en el ambiente la normalidad académica como lo confirman las
pruebas provenientes de los alumnos involucrados en la acción como los señores
rector y coordinador de disciplina".
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para revisar las decisiones
correspondientes al asunto de la referencia, de conformidad con lo establecido
en los artículos 86, inciso segundo, y 241, numeral noveno de la Constitución
Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de
1991. Se procede a la revisión en virtud de la selección practicada por la Sala
correspondiente y del reparto efectuado en la forma prevista en el reglamento
de la Corporación.
B. La
materia
Los
actores dentro de la acción de tutela, que en esta oportunidad ocupa la
atención de la Sala, invocaron la vulneración del derecho constitucional
fundamental a la educación que consideran lesionado, porque el rector del
establecimiento en el que cursan los estudios correspondientes a la formación
media vocacional les impuso la sanción de suspensión por un día, como
consecuencia de haberse presentado a clases luciendo un corte de cabello que
las directivas del plantel juzgaron inadecuado y reñido con el deber de
observar una "buena presentación personal".
Los
despachos judiciales de primera y de segunda instancia coincidieron en afirmar
que la vulneración alegada no se configura ya que, de una parte, los alumnos
asisten a clases normalmente, de modo que al momento de ejercerse la tutela,
los hechos ocurridos durante el mes de abril del presente año, estaban
consumados y, de otra, porque la actuación del rector es acorde con la
filosofía del Colegio Nacional Simón Bolívar de Arauca y con los propósitos que
orientan la labor educativa que les ha sido encomendada.
Ahora
bien, para resolver en este caso es preciso tener en cuenta que en reciente
pronunciamiento, la Corte se refirió a la protección del derecho a la educación
en los términos que se transcriben a continuación:
"Uno
de los principales objetivos del proceso educativo es lograr que el educando, a
tiempo que se desarrolla como individuo único y diferenciable, autónomo y
libre, aprenda a socializar y armonizar sus comportamientos en relación con los
demás, teniendo como presupuesto básico el reconocimiento y el respeto del
´otro´ en cuanto sujeto que detenta los mismos derechos. La Ley General de
Educación, Ley 115 de 1994, señala en su artículo quinto como uno de los fines
de la misma, "El pleno desarrollo de la personalidad sin más limitaciones
que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico...".
La
educación en un Estado Social de Derecho ha de propender porque cada uno de los
actores del proceso educativo, especialmente los alumnos, se apropie e
interiorice principios fundamentales para la convivencia humana, tales como la
tolerancia, el respeto a la diversidad y la igualdad en la diferencia. No
basta, por parte del ente educador, con el cumplimiento estricto de la mera
labor de instrucción y con el desarrollo de un modelo pedagógico restringido,
que simplemente pretenda homogeneizar comportamientos y actitudes ante la vida
(...), concepción ésta que va en contravía de los fundamentos mismos de las
diversas escuelas de pensamiento que desarrollan la pedagogía moderna, las
cuales rechazan cualquier modelo que propenda por la colectivización u
homogenización del pensamiento de los individuos. Al contrario, se trata desde
la escuela básica de viabilizar el desarrollo del individuo como fin en sí
mismo, permitiéndole el acceso al conocimiento, a las artes y en general a las
distintas manifestaciones de la cultura, en la perspectiva de que pueda
desarrollarse, integral y equilibradamente, en un contexto social caracterizado
por la coexistencia de paradigmas de vida, no sólo diferentes, sino incluso
antagónicos. Sólo así el individuo adquirirá la capacidad necesaria para
ejercer su autonomía de manera racional, aceptando y respetando el derecho que
asiste a los demás de hacer lo mismo; esto es, sin que ello implique vulnerar
los valores, principios y derechos que para todos consagra la
Constitución". (Sentencia No. T-377 de 1995. M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
Las
finalidades que guían la misión educativa, no deben, entonces, resultar
sacrificadas en aras de la represión de ciertos comportamientos, que bien
pueden ser accidentales al propósito esencial que se pretende mediante la
educación, y, además ser perfectamente aceptables como objeto de las garantías
constitucionales y del amparo judicial de un determinado derecho constitucional
fundamental.
En
efecto, privar a un estudiante de la posibilidad de continuar recibiendo las
clases que constituyen el pénsum por negarse a llevar el cabello
"arreglado y peluqueado normalmente sin ningún tipo de moda", bajo el
entendido de que prevalece "lo colectivo sobre lo individual", es una
sanción que no guarda la debida proporcionalidad frente a las metas
primordiales inspiradoras del proceso educativo, y que se basa en una
concepción que desconoce las prerrogativas que asisten al educando para desarrollar
libremente su personalidad en un aspecto que, por ser, como se anotó,
accidental, carece de las repercusiones que las autoridades académicas y los
jueces de instancia le atribuyen en este caso.
Estima
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional que no es posible, en el caso
examinado, dar por agotada la cuestión aduciendo que los hechos quedaron
inexorablemente en el pasado; es todo lo contrario, obra en el expediente
constancia de que los estudiantes debieron firmar un compromiso en virtud del
cual fueron obligados a dejarse el cabello "normalmente, sin moda"
(Folio 26), situación que corrobora la persistente violación del derecho al
libre desarrollo de la personalidad, y demuestra una amenaza de violación al
derecho fundamental a la educación, pues basta el simple incumplimiento del
compromiso para que los actores se vean enfrentados a una situación semejante a
la que motivó el ejercicio de la acción de tutela.
En estas
circunstancias, es claro que el derecho a educarse pende de una condición que,
conforme a lo dicho, no es susceptible de ser comparada con las metas que
persigue la educación, merced a las cuales, es más apropiado recurrir a los
métodos de la pedagogía para encauzar una conducta en un sentido determinado,
que tener a la represión por instrumento único; así se lograría, conciliar el
respeto que merecen los derechos de los educandos con los criterios que, según
los educadores, deben buscarse mediante su tarea; este es el sentido que ha
dado la Corte Constitucional al conflicto planteado y así lo manifestó en
sentencia No. T-065 de 1993 en los siguientes términos:
"Dentro
de la perspectiva de estimular razonables conductas que favorezcan la
asimilación de valores educativos tales como el orden, la obediencia, las
exigencias propias de la vida comunitaria, las posibilidades y límites de la
libertad y el acendrado sentido de responsabilidad, la presentación personal de
los alumnos de establecimientos educativos -particularmente en aquellos casos
en que por su edad y condiciones personales requieren aún de orientación clara
conducente a su formación-, puede ser uno de los instrumentos a través de los
cuales se difunde el mensaje educativo.
Aceptado
lo anterior, es claro también que la presentación personal no puede convertirse
en un fin per se que haya de perseguirse con todos los instrumentos del
autoritarismo hasta el punto que aquellos renuentes a aceptarlo, como ocurre en
el presente caso con la pauta concerniente a la longitud de los cabellos,
autorice su marginamiento de los beneficios de la educación y, de consiguiente
del mismo derecho constitucional fundamental del alumno.
La
longitud de los cabellos es pauta que puede tener alguna explicación en
instituciones educativas cuyo principio fundamental sea la práctica de la
obediencia estricta, tal como ocurre en las de carácter militar. Pero el
sentido y función de dicha pauta en instituciones educativas ordinarias tiene,
desde luego, una incidencia menor de tal naturaleza que no puede autorizar la
exclusión de los beneficios del derecho fundamental a la educación o que se la
convierta en condición sine qua non para su ejercicio. Más aún cuando
-como en este caso concreto- la conducta de uno de los peticionarios, no solo
no atenta contra los derechos de los demás ni contra el orden jurídico, sino
que es expresamente permitida por los miembros de su propia familia,
responsable también, como quedó dicho, del éxito del proceso educativo.
En
consecuencia, si la institución considera que sus alumnos deben llevar sus
cabellos a una longitud determinada, los instrumentos más adecuados para lograr
este propósito son naturalmente los propios de la educación, así sus resultados
sean más lentos y en ocasiones casi nulos. El verdadero educador no puede
renunciar al uso de ellos sin desvirtuar el nobilísimo sentido de su
misión" (M.P. Dr. Ciro Angarita Barón).
Además,
en la sentencia que se acaba de citar, la Corte produjo algunas consideraciones
referentes a los reglamentos educativos, así:
"Un
reglamento que consulte las nuevas realidades del educando no debe ser
simplemente un instrumento de autoritarismo irracional llamado a reprimir
expresiones de conducta que bien pueden ser opciones abiertas por la propia
Carta como formas alternativas de realizar la libertad de vivir que no otra
cosa es el libre desarrollo de la personalidad consagrado en el artículo 16 de
la Carta vigente.
(...)
"En
otros términos, los reglamentos de las instituciones educativas no podrán
contener elementos, normas o principios que estén en contravía de la
Constitución vigente como tampoco favorecer o permitir prácticas entre
educadores y educandos que se aparten de la consideración y el respeto debido a
la privilegiada condición de seres humanos tales como tratamientos que afecten
el libre desarrollo de la personalidad de los educandos, su dignidad de
personas nacidas en un país que hace hoy de la diversidad y el pluralismo
étnico, cultural y social principio de praxis general. Por tanto, en la
relación educativa que se establece entre los diversos sujetos, no podrá
favorecerse la presencia de prácticas discriminatorias, los tratos humillantes,
las sanciones que no consulten un propósito objetivamente educativo sino el
mero capricho y la arbitrariedad".
De otra
parte, la Corporación advirtió que las sanciones disciplinarias han de tener
"el debido miramiento por los derechos constitucionales fundamentales de
los educandos" y en su aplicación no puede estar ausente el debido
proceso; imponerlas, con base en un manual de convivencia que no había entrado
en vigencia, como aconteció en este evento, conculca el derecho contemplado en
el articulo 29 de la Constitución Política, empero, como lo observaron los
jueces, en ambas instancias, se trata de un hecho consumado y, por ello, la
Corte prevendrá al rector del establecimiento educativo para que en la
institución a su cargo, no se vuelva a incurrir en acciones de esta índole; por
lo demás, y de conformidad con las razones anotadas, es procedente conceder el
amparo constitucional pedido.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
REVOCAR las
sentencias proferidas en el asunto de la referencia por el Juzgado Primero
Promiscuo del Circuito de Arauca el tres (3) de agosto de mil novecientos
noventa y cinco (1995) y por el Juzgado Primero Promiscuo Municipal de Arauca
el veintidós (22) de junio del mismo año.
SEGUNDO.
CONCEDER la
tutela reclamada en favor de los derechos constitucionales fundamentales al
libre desarrollo de la personalidad, el derecho a la educación y al debido
proceso de los peticionarios y, en consecuencia, PREVENIR al señor
rector del Colegio Nacional Simón Bolívar de Arauca para que en el futuro se
abstenga de incurrir en las acciones que dieron mérito para que se concediera
la tutela y de aplicar sanciones disciplinarias por fuera de las condiciones y
requisitos establecidos en la Constitución, la ley y el reglamento vigente.
TERCERO.
LIBRENSE, por
Secretaría, las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
559 | T-477-95
Sentencia No. T-477/95
Sentencia
No. T-477/95
NULIDAD POR FALTA
DE NOTIFICACION DE TUTELA-Iniciación
de la acción
Cuando una tutela
se dirige contra particulares, el juez debe informarles a éstos que se ha
iniciado un proceso en su contra y que pueden hacer uso de las garantías que la
Constitución Política les otorga. El no hacerlo genera una nulidad de lo
actuado por violación al debido proceso, dado el carácter relevante de la
omisión.
READECUACION DE
SEXO DEL MENOR/CONSENTIMIENTO DEL PACIENTE-Cambio de sexo/TEORIA DE LA INFORMACION-Cambio
de sexo
La obligación
contractual o extracontractual del médico respecto del ser humano a quien va a
tratar, buscando su CURACION es una prestación de servicios que produce
obligaciones de medio y no de resultado, enmarcada en el CONSENTIMIENTO,
entendiendo por tal el acuerdo de voluntades sobre un mismo objeto jurídico. El
problema del consentimiento adquiere relevancia jurídica cuando, como en el
asunto que motiva esta sentencia, está en juego algo demasiado importante como
es el sexo de una persona. Por lo tanto, habrá que afirmar que en este caso el
consentimiento debe prevenir personalmente del propio paciente, con capacidad
plena y aún con el lleno de algún formalismo como sería el consentimiento por
escrito. En el asunto sometido a esta acción de tutela el acuerdo sólo podría
ser celebrado entre el médico que ofrecía el tratamiento de readecuación de
sexo y el sujeto pasivo con capacidad para aceptar esa POLICITACION. Al recibir
la oferta el paciente, principia a formarse la concurrencia de voluntades, y,
dada la gravedad del asunto a tratar, sólo cuando el policitante recibe
la aceptación del policitado puede decirse que se ha consumado el
proceso volitivo. (Esto ha sido llamado desde hace mucho tiempo TEORIA DE LA
INFORMACION). En la teoría de la información, vista desde el lado del enfermo,
como policitado, la respuesta que el médico debe recibir a su ofrecimiento
particularmente importante (caso de la readecuación de sexo) debe ser no solo
expresa sino por escrito para que no quede la menor duda de que el paciente ha
consentido. Por supuesto que se parte de la base de que es plenamente capaz el
paciente y que su consentimiento no esta viciado.
CONSENTIMIENTO
INFORMADO-Cambio de sexo/RELACION
MEDICO PACIENTE
Dada la distancia
científica que generalmente existe entre el médico y el enfermo, lo mínimo que
se le puede exigir a aquél es que anticipadamente informe el paciente sobre los
riesgos que corre con la operación o tratamiento o las secuelas que quedarían,
con la debida prudencia, sin minimizar los resultados pero sin alarmar al
enfermo en tal forma que desalentaría el tratamiento; es un equilibrio entre la
discreción y la información que sólo debe apuntar a la respuesta inteligente de
quien busca mejorar la salud, superar una enfermedad o mitigar el dolor. Esto
se ha llamado el CONSENTIMIENTO INFORMADO; no es otra cosa que la tensión
constante hacia el porvenir que le permite al hombre escoger entre diversas
opciones. Es la existencia como libertad: tomar en sus manos su propio devenir
existencial.
CONSENTIMIENTO
DEL PACIENTE-Prescindencia
en caso de urgencia
Prevista la
urgencia por el propio legislador, el médico tiene la obligación de actuar en
defensa de la vida y la integridad de la persona, siendo sustituido el
consentimiento del paciente por la realidad objetiva de una intervención
necesaria para preservar la vida de la persona, sobre esto no hay la menor
duda. La discusión puede surgir en la explicación que se le de al calificativo
“integridad de la persona”, esto exige una apreciación rigurosa, objetiva, muy
ligada al requerimiento de atención inmediata para evitar un perjuicio
irremediable, y en ningún caso debe responder al deseo del médico de efectuar
experimentos científicos por publicitados que sean. En el caso que motiva la
presente acción de tutela, hubo dos operaciones: una inicial, la “meatotomía”
practicada un mes y diez días después de la mutilación, y, la segunda, de
“readecuación de sexo”, seis años después. Luego el calificativo de atención
inmediata no vendría al caso, no puede hablarse de una situación de urgencia
que pusiera en peligro la vida y que sustituyera el consentimiento del
paciente. Y tan es así que los médicos buscaron una previa “autorización” de
los padres y sólo después de que por escrito ellos la dieron se procedió a
operar. Jurídicamente habrá, entonces, que entrar a estudiar lo que firmaron
unos padres de escasa cultura y semianalfabetos: que autorizaban “cualquier
tipo de tratamiento (incluyendo el cambio de sexo) que conlleve a mejorar la
situación actual de nuestro hijo”.
TRATAMIENTO
MEDICO DEL MENOR-Límites
En principio los padres
pueden tomar ciertas decisiones en relación con el tratamiento médico de sus
hijos, incluso, a veces, contra la voluntad aparente de éstos. Sin embargo,
ello no quiere decir que los padres puedan tomar, a nombre de su hijo,
cualquier decisión médica relativa al menor, por cuanto el niño no es propiedad
de sus padres sino que él ya es una libertad y una autonomía en desarrollo, que
tiene entonces protección constitucional. ¿Cuáles son entonces los límites de
decisión de los padres en relación con los tratamientos médicos de sus hijos
menores de edad? La Corte considera que precisamente estos límites derivan de
una adecuada ponderación, frente al caso concreto, de los principios en
conflicto, esto es, entre el principio de la autonomía, según el cual el
paciente debe consentir al tratamiento para que éste sea constitucionalmente
legítimo, y el principio paternalista, según el cual el Estado y los padres
deben proteger los intereses del menor. Y para ello es necesario tomar en
consideración múltiples factores, por lo cual es muy difícil, como esta Corte
ya lo había indicado, establecer reglas generales simples y de fácil aplicación
para todos los casos médicos.
CONSENTIMIENTO
DEL PACIENTE MENOR DE EDAD-Elementos
La Corte
considera que hay tres elementos centrales a ser considerados en situaciones de
esta naturaleza, y que son: a) de un lado, la urgencia e importancia misma del
tratamiento para los intereses del menor; b) De otro lado, la intensidad del
impacto del tratamiento sobre la autonomía actual y futura del niño. Así la
doctrina ha establecido una distinción, que esta Corporación ha aceptado, entre
intervenciones médicas ordinarias, que no afectan el curso cotidiano de la vida
del paciente, e intervenciones extraordinarias, que se caracterizan porque es
"notorio el carácter invasivo y agobiante del tratamiento médico en el
ámbito de la autonomía personal", de suerte que se afecta "de manera
sustancial el principio de autodeterminación personal". Esto incluye
obviamente una ponderación de los posibles efectos irreversibles de ciertas
intervenciones médicas, por cuanto los tratamientos que tienen tal carácter
predeterminan, en muchos aspectos, la vida futura del menor; c) Y, finalmente,
la edad misma del menor, puesto que no es igual la situación de un recién
nacido y la de un adolescente que está a punto de llegar a la mayoría de edad.
En ese orden de ideas, un análisis combinado de esos criterios, nos permite
identificar casos extremos.
READECUACION DE
SEXO DE MENOR-Autorización
del paciente/LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD-Cambio de sexo del
menor/DERECHO A LA IDENTIDAD SEXUAL
NO es posible la
“readecuación de sexo,” sin la autorización directa del paciente, por las
siguientes razones: Los niños no son propiedad de nadie: ni son propiedad de
sus padres, ni son propiedad de la sociedad. Su vida y su libertad son de su
exclusiva autonomía. Desde que la persona nace está en libertad y la
imposibilidad física de ejercitar su libre albedrío no sacrifica aquélla. La
tragedia del niño a quien un perro o alguien le cercenó sus genitales externos
acerca y no aleja la libertad y el consentimiento. La condición en la cual
quedó el menor no destruye sino por el contrario hace más fuerte “la presencia
en mi” (frase de Mounier) porque en el fondo de cada existencia hay un núcleo
inaccesible para los demás y el sexo forma parte de ese núcleo o cualidad
primaria o esencia. El sexo constituye un elemento inmodificable de la
IDENTIDAD de determinada persona y sólo ella, con pleno conocimiento y
debidamente informada puede consentir en una readecuación de sexo y aún de
“género” (como dicen los médicos) porque el hombre no puede ser juguete de
experimentos despersonalizados ni tampoco puede su identidad ser desfigurada
para que el contorno dentro del cual vive se haga a la idea del “género” que
unos médicos determinan con la disculpa de que era lo “menos malo”. En la
identidad de las personas no cabe determinismo extraño. Si cupiera, habría que
concluir que el infante que nació varón y a quien la decisión paternalista de
un grupo médico lo ubica en la sociedad como mujer, tendría necesariamente que
convertirse en un ser sumiso y cobarde frente a lo que otros decidieron y
tendría que permanecer en el reposo que le señaló una conceptualidad científica
extraña y ello desvirtuaría el libre desarrollo de la personalidad que en este
aspecto sólo él puede señalarse y por consiguiente cualquier autorización
escrita de los padres no es más que un simple juego de palabras. En conclusión,
los padres no pueden permitir que se altere la IDENTIDAD (EN LO SEXUAL) DE SU
HIJO. Y los médicos no podían basarse en esa autorización paterna para hacer el
tratamiento.
DERECHO A LA
IDENTIDAD
La significación
del derecho a la identidad, contiene una idea de persona como portadora de
derechos subjetivos, la cual y en virtud de elementos inherentes a su
naturaleza, requiere su eficaz protección. De otra parte se establece que: “La
condición de persona es la calidad que distingue al hombre de todos los demás
seres vivientes”. Tal significado, comporta la concepción de persona en un
sentido amplio, dirigido al ámbito que resalte la dignidad de la persona
humana. Son todos estos derechos asignados a la persona humana, algo propio en
razón de su naturaleza. El derecho a la identidad, en su estrecha relación con
la autonomía, identifica a la persona como un ser que se autodetermina, se
autoposee, se autogobierna, es decir es dueña de sí y de sus actos. Solo es
libre quien puede autodeterminarse en torno al bien porque tiene la capacidad
de entrar en sí mismo, de ser consciente en grado sumo de su anterioridad, de
sentirse en su propia intimidad. La persona humana es dueña de si misma y de
su entorno. El derecho a la identidad personal es un derecho de significación
amplia, que engloba otros derechos. El derecho a la identidad supone un
conjunto de atributos, de calidades, tanto de carácter biológico, como los
referidos a la personalidad que permiten precisamente la individualización de
un sujeto en sociedad. Atributos que facilitan decir que cada uno es el que es
y no otro. El derecho a la identidad, en cuanto determina al ser como una
individualidad, comporta un significado de Dignidad humana y en esa medida es
un derecho a la Libertad; tal reconocimiento permite la posibilidad de
desarrollar su vida, de obtener su realización, es decir, el libre desarrollo
de su personalidad.
DERECHOS DEL NIÑO-Cambio de sexo/INTERES JURIDICO
SUPERIOR DEL MENOR
Es así como el
respeto al derecho a la identidad, en cuanto forma parte de ese interés
jurídico superior, determina lo que es el actual y posterior desarrollo de la
personalidad. En efecto, el derecho a la identidad como manifestación de la
dignidad humana es siempre objeto de ese interes jurídico del menor, y en
virtud de tal tratamiento”resulta explicable que respecto de los menores de
edad siempre exista una relación entre el interés jurídico superior de éstos
y/o los intereses jurídicos de otros (que pueden ser los padres o los
extraños, la sociedad en general o el Estado, evento en el cual aquél será
superior). Es decir ese interés jurídico del menor es siempre superior, porque
al estar vinculado con otros intereses, se impone el predominio de aquél.”
PRINCIPIO DE
DIGNIDAD HUMANA EN LA IDENTIDAD SEXUAL
Al defenderse la
individualidad del menor, o en otros términos, su identidad, como un interés
jurídico superior, es necesario afirmar que cualquier intromisión efectuada sin
su consentimiento, constituyó una vulneración de sus derechos fundamentales.
Pues la superioridad que contiene la naturaleza de este derecho fue
precisamente establecida en favor del desarrollo de su personalidad y
protección a su dignidad como ser humano. Otro aspecto sobre el que es
indispensable hacer claridad, es que si bien el menor en virtud de su
condición estaba sometido a la patria potestad de sus padres, y aún a la de
los intereses del propio Estado, no podía condicionarse tal situación, como un
menoscabo de su derecho a la identidad, en cuanto éste es un interés jurídico
superior ampliamente protegido frente a los intereses de aquellos. El derecho a
la identidad, y mas específicamente a la identidad sexual, presupone la
existencia de un derecho constitucional a la Dignidad. Este derecho “Opera aún
cuando caduquen los demás derechos personales emergentes de la Constitución”.
El derecho a la dignidad, se constituye a su vez en fuente de otros derechos.
Razón por la cual, toda violación al derecho a la identidad, es a su vez una
vulneración al derecho a la dignidad Humana.
PREVALENCIA DE
TRATADOS DE DERECHOS HUMANOS
Corresponde
entonces tratándose de una materia de interés vital como los Derechos del
Hombre, dar la eficacia jurídica a los Tratados Internacionales. Esto nos
permite desarrollar, que el contenido de distintos preceptos vinculantes en
tratados internacionales determinaban desde ya, la plena protección del Derecho
a la identidad, manifestación a su vez de la dignidad humana y garantía del
libre desarrollo de la personalidad.
TRATADO DE
DERECHOS HUMANOS-Fuerza
vinculante
La fuerza
vinculante de los tratados de derechos humanos,está garantizada por el control
que sobre su efectividad ejerce la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
ya sea por iniciativa de cualquier Estado, o a solicitud de la Comisión
Interamericana de derechos Humanos, previa evaluación de las denuncias de
cualquier persona o grupo de personas, o entidad no gubernamental legalmente
reconocida en uno o más Estados miembros de la Organización.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO/PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD
Hay un salto
cualitativo cuando la seguridad jurídica ya no es el centro de gravedad de las
instituciones sino que se ve desplazada por el valor de la justicia como
realidad social. Es la superación de la retórica por lo pragmático. Y, dentro
de este contexto se puede afirmar que el Estado Social de Derecho hunde sus
raíces en el principio de solidaridad. El reconocimiento a la solidaridad puede
ser estudiado en la tutela.
READECUACION DE
SEXO DE MENOR-Tratamiento
permanente
La proteccion
especial a disminuidos, consagrada en el artículo 47 de la Constitución,
razonablemente no se puede suspender cuando N. N. llegue a los 18 años, sino
que el tratamiento médico que se iniciare y el sicológico que ya está en curso (con
la aceptación del paciente) se continuara hasta cuando un dictámen de un grupo
interdisciplinario lo considere pertinente. Lo que se le ordena al I.C.B.F. es
que mantenga la continuidad en la readecuación y tratamiento integral del menor
que instauró la presente tutela.
REF: EXPEDIENTE
T-65087
Peticionario:
Menor N.N.
Procedencia: Sala
Civil del Tribunal Superior de Antioquia.
- Los niños no
son propiedad de nadie: ni son propiedad de sus padres, ni son propiedad de la
sociedad.Su vida y su libertad son de su exclusiva autonomía.
TEMAS:
-
El consentimiento informado del paciente.
-
El Derecho a la identidad. Debe respetarse por el Juez en los procesos de
jurisdicción voluntaria y por los médicos que no pueden hacer “readecuación de
sexo o transformación de órganos sexuales” sin autorización personal del
paciente.
-
La fuerza vinculante de los Tratados de Derechos Humanos durante la vigencia de
la Constitución Nacional de 1886 y 1991.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá
D.C. veintres (23) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-65087, adelantado por el
Personero Municipal de A. A.,quien actuó en representación del menor N. N.,
contra el médico que le hizo una operación al niño “readecuándole” el sexo,
contra el Hospital Universitario San Vicente de Paúl donde se practicó la
operación, contra el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar que contribuyó
a que la readecuación de sexo se efectuara y contra los padres del menor
quienes autorizaron la operación de su hijo.
CAPITULO I
ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto No. 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
RESUMEN DE LOS
HECHOS
1. Episodios que
motivaron la acción.
De la prueba
aportada en la instancia y de la recepcionada por la Corte se puede hacer este
relato:
1.1. Según versión
de los padres del menor N.N., cuando éste tenía 6 meses, sus progenitores lo
dejaron encerrado con una perra pequeña, a la cual "apenas le estaban
naciendo los dientes"; al regresar, el padre de su parcela y la madre de
recoger leña, encontraron al animal con sangre en el hocico y el niño tenía
cercenados el pene y los testículos. Los padres del menor emasculado son
campesinos semi-analfabetas, habitantes de una región alejada y
subdesarrollada.
Los crudos episodios
en la forma como los narraron los padres son calificados diez años después, en
informe interno al I.C.B.F., como fantasía simbólica, y de acuerdo con un
concepto de medicina legal, hecho meses después de la época de la mutilación,
la herida se produjo posiblemente con instrumento cortopunzante, lo cual trajo
como consecuencia la "emasculación con cercenación de sus genitales
externos (castración) del menor”. Dentro del expediente aparece copia íntegra
del proceso penal (que finalizó con auto declarando que no se observa que el
hecho constituyera delito) y no hay el menor indicio de que los padres fueran
los autores, por el contrario, al día siguiente del lamentable episodio, a las
7 de la mañana, ellos iniciaron una caminata para llevar al niño desde la
montaña hasta el poblado a donde arribaron a las cuatro de la tarde.
1.2 El incidente ocurrió el 10 de marzo de
1981 y el 11 de marzo el menor fue trasladado del hospital del municipio al
Hospital Universitario San Vicente de Paúl de Medellín, institución donde se
le practicó una operación de "meatotomía", el 21 de abril de 1981.
Previamente, el 1º de abril, los padres, dibujan su firma en un escrito que
autoriza "cualquier tipo de tratamiento (incluyendo el cambio de sexo) que
conlleve a mejorar la situación actual de nuestro hijo", en realidad, no
surge de la prueba que los padres fueran conscientes de la trascendencia del
“cambio de sexo”, por el contrario, antes, el 16 de marzo de 1981 en la
historia clínica se insinuó por el médico un estudio genético "con fines
netamente académicos" y "planear el cambio de sexo en este niño, pues
está en la edad adecuada y no es posible en la actualidad reconstruir genitales
funcionales”, es decir, primero se proyectó por los médicos el cambio de sexo y
luego se obtuvo el permiso de los padres. Parecería que la pobreza de la
familia, la ignorancia de los padres, el ambiente social atrasado y un ser
humano de escasos seis meses, no ofrecían contratiempo alguno al tratamiento
que los médicos iban a practicar y que según se dice se ha repetido en
numerosos casos y ha sido defendido por los galenos como lo más adecuado. El
propio médico que practicó esta primera operación la califica como REASIGNACION
DE SEXO, dentro de la cual, según el médico relata, estos eran los pasos a dar,
estos los resultados que se buscaban y la causa (según él) para el fracaso del
experimento:
“... a)
explicación exhaustiva a los padres en términos que ellos pudieran entender de
que no había recurso médico posible para restituir sus órganos genitales
externos. b) Se les explicó igualmente, en términos sencillos, que el niño
podía crecer y desarrollarse en el sexo femenino, pero que requeriría una
cirugía posterior cuando sus tejidos lo permitieran . c) Se habló con Bienestar
Familiar para que si fuere necesario le diera un hogar sustituto a este niño,
ya que sus padres eran personas que vivían lejos de cualquier centro urbano y
analfabetas (el padre). d) Igualmente se consultó al Departamento de Siquiatría
y se presentó el caso ante el grupo multidisciplinario del Hospital que
estudia los pacientes que consultan por ambigüedad de sus órganos genitales.
E) Una vez conseguida la opinión unánime del grupo se instruyeron los padres
sobre la necesidad de cambiar los documentos en la notaría de A. A. y en el
despacho parroquial. El niño siguió bajo control en la consulta interna y los
padres en el departamento de siquiatría que el proceso de identificación
sexual femenino progresaba normalmente se le remodelaron quirúrgicamente sus
órganos genitales femeninos. F) En las revisiones posteriores al procedimiento
quirúrgico que se hicieron en consulta externa se encontró que la evolución era
satisfactoria aunque la comunicación con el paciente era siempre difícil, por
lo cual en alguna ocasión los siquiatras pensaron que había algún factor
autista (trastorno de la personalidad que le dificulta al paciente comunicarse
con el medio). Posteriormente supimos que el paciente había sido ubicado en un
albergue de monjas de A. A. Una vez reasignado el sexo, cambiado los documentos
de identificación, el proceso de identificación genérica depende en gran parte
del medio ambiente donde crezca y se desarrolle el niño. En algunas consultas
pudimos captar que en el centro donde estaba el paciente había cierta
ambivalencia en el trato que estaba recibiendo, ambivalencia de tipo genérico,
pues en algunas ocasiones lo llamaban N. N. Retrospectivamente pensamos que
este ambiente inadecuado en el cual vivió el paciente una buena parte de sus
años fue el factor causal de su mala identificación con el sexo asignado”
Salta a la vista que
fueron los médicos del Hospital quienes propusieron, impulsaron y desarrollaron
la reasignación de sexo que, en sentir de ellos, era lo pertinente.
No era la primera
vez que hacían tal clase de experimento; uno de los médicos declaró bajo
juramento:
“Desde el año mil
novecientos setenta y cinco y como Profesor del Departamento de Ginecología y
Obstetricia me ha tocado participar en diferentes grupos con el Dr. Bernardo
Ochoa resolviendo problemas de reasignación de género en niñas y en adultas con
genitales ambiguos, principalmente en casos de hiperplacia suprarenal
congénita, testículos feminizante y recientemente en casos de transexuales. Es
por ello que el problema de este niño atañe a un grupo interdisciplinario de
médicos”
Para este médico, se
trataba de un niño asexuado,
“... sin
posibilidades de producir en un futuro hormonas masculinas (testosterona) que
es la hormona encargada de desarrollar los caracteres sexuales secundarios
masculinos desde el principio de la adolescencia, alrededor de los nueve o diez
años de edad. Por las características expresadas, este niño estaba condenado a
ser una persona con ambigüedad sexual y sabiendo que la identidad sexual de un
niño se inicia desde el año y medio a dos años en adelante, es lógico pensar
que era necesario tomar una decisión con respecto a su reasignación de su
sexo.”
1.3 Retomando la
historia:
Desde septiembre de
1981 hasta el 28 de julio de 1986, el menor fue depositado en la “Casa del Niño
Dios”, albergue de monjas. Allí aprendió el niño a caminar, se le dió la
orientación propia de una niña, sin que mostrara curiosidad por el sexo, entre
otras cosas porque a los infantes se los bañaba solos y se les cubría con una
toalla para que nadie los observara. No obstante las rígidas reglas, a las
religiosas les causaba extrañeza que el infante “tenía comportamientos de varón
en la postura para la micción y en algunos juegos”. La caridad cristiana fue la
constante en este tiempo. Entre tanto, los padres hacían correr la voz de que
el niño había muerto.
1.4 En julio de 1987 se tramita con gran
rapidez un proceso de jurisdicción voluntaria que finaliza en septiembre con
decisión del Juzgado Promiscuo del Circuito autorizando cambiar el nombre N.N.
del menor por el nombre femenino de X.X. Surge del expediente que este aspecto
formal de respaldar el sexo en una partida notarial es lo central para algunos
funcionarios judiciales y administrativos. Mientras para la familia lo
fundamental era que en la fé de bautismo figurara como niña, lo lograron y en
tal condición hizo la primera comunión.
1.5 Antes de tramitarse ese proceso judicial,
el 6 de mayo de 1986, el I.C.B.F. abre historia integral al menor porque la
hermana Emilia, directora de la Casa del Niño Dios, se presentó al Centro Zonal
debido a que la menor “X.X era varón y le fueron cercenados sus órganos
genitales y requiere de tratamiento especial para que quede como una
niña". La Defensora de Menores decreta la ubicación "de la
menor" en un hogar sustituto en el barrio Manrique de Medellín, considerando
que la menor X.X., requiere la continuación del proceso de remodelación de sus
genitales, de conformidad con la evaluación realizada por un cirujano, adscrito
al hospital San Juan de Dios de Antioquia, por ello, se hacía necesaria la
ubicación del menor en la ciudad de Medellín, para ser intervenido
quirúrgicamente y continuar su tratamiento. Así se escribió en la Resolución de
28 de julio de 1986 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Pasa,
entonces, del cuidado de las monjas al hogar sustituto. Pero antes de que se
profiriera la Resolución, el I.C.B.F., el 4 de julio de 1986 busca para el
menor una cita médica en el hospital San Vicente de Paúl en Medellín, se señala
para el 10 de julio y el galeno conceptúa que “cuando se ubique en Medellín se
iniciará el proceso quirúrgico de remodelación de sus órganos genitales”. No
obstante, el 23 de agosto de 1986 se deja constancia por el I.C.B.F. que
"según el equipo médico del hospital infantil a la menor aún no se le
puede hacer la operación, ya que hay que esperar a que llegue a la etapa de la
adolescencia, pero está en la sicoterapia". Entre tanto, el hogar
sustituto continúa cumpliendo su específica función: facilitar la
disponibilidad del infante para la nueva operación.
1.6 El 7 de abril de 1987 se le practica una
segunda operación, de remodelación de genitales externos femeninos y se dice
por los médicos que adquirió un “fenotipo femenino”. Según el Hospital, hubo
“reasignación de género”. Los médicos siempre sostuvieron que ésto era lo que
había que hacer y resaltan que “En este proceso, jugó papel importante el
I.C.B.F. al facilitarle todos los medios al menor para su ubicación en centros
y hogares sustitutos, que le permitiera esa continuidad, autenticidad, y
coherencia para su adaptación a su género (femenino)”.
El Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar hace la anotación de que los padres del niño
dieron la autorización, pero, no hay nada por escrito diferente a lo que
suscribieron en 1981; sólo aparece en 1987 una fotocopia borrosa que se refiere
a si se autoriza o no la necropsia y si se autoriza o no la extracción de
órganos para transplante. Al solicitársele al hospital que remitieran a la
Corte Constitucional fotocopia de la autorización, enviaron la que los padres
habían firmado el 1º de abril de 1981.
1.7 Ya se dijo que en 1987 el menor estaba
bajo el cuidado de la familia sustituta. El I.C.B.F. había hecho entrega del
menor el 4 de febrero de 1987 y “durante todo el tiempo requerido para tal
proceso (operatorio)”. Egresó el menor del hogar Sustituto y fue entregado
nuevamente a sus padres biológicos, el 25 de septiembre de 1989.
Hay que decir que,
el 15 de abril de 1987 después de la operación, el menor es dado de alta y el
Hospital le efectúa esporádicos controles el 23 de abril de 1987, el 3 de
diciembre de 1987, el 7 de julio de 1988, el 15 de diciembre de 1988, el 8 de
octubre de 1990. La sicóloga que hoy lo atiende dice que ella encontró que el
caso estaba “como archivado”. Quienes lo operaron y luego sostienen alejados
controles, curiosamente se extrañan del fracaso de la “identificación con el
SEXO asignado”.
El 7 de julio de
1988 se escribió en la historia clínica:
“Lo mejor es
dejar crecer más a esta paciente y al rededor de la pubertad cuando se induzca
su feminización hormonal se corrigen los defectos remanentes”
Y el 15 de
diciembre de 1988 se consignó:
“la vagina está
muy baja, esto se puede acercar a uretra, procedimiento que se realizará en
edad mayor”.
En octubre de 1986
se inicia el tratamiento médico-siquiátrico para acondicionar la conciencia del
menor a fin de que se adaptara como mujer. Debe anotarse que comenzó a surgir
rechazo de parte del menor.
Aparecen los
sicólogos, una de ellas, muy importante en este caso, Lucila Amparo Céspedes,
afirma:
“Le apliqué
diferentes pruebas sicológicas en las que pudo observarse que tenía una
identificación masculina”.
Y comienza a respetársele por ella y luego por los funcionarios del I.C.B.F.
tal condición.
No tienen el mismo
parecer los médicos quienes protestan por la posición de la sicóloga, defienden
su proceder en la “reasignación del sexo”.
El Director del
hospital de Medellín, lamenta que:
“Todas las
actividades desarrolladas por el Hospital Universitario San Vicente de Paúl y
el I.C.B.F. tendientes a la obtención de la aceptación del nuevo género
reasignado al menor, fallaron por razón del ambiente en que debió vivir el
menor una vez fue reubicado en su familia ... la infortunada intervención de
terceros hizo que este paciente perdiera todo el trabajo realizado, teniendo
hoy una persona sin una identidad sexual”.
En el mismo sentido
se pronunció otro médico del hospital: “Creo que en este caso hubo una falla de
la sociedad”. “Fuerzas extrañas a la actividad médica (la sociedad, la familia
y las instituciones donde fue educado) no consiguieron construir esa
personalidad femenina”. y pronostica las “dificultades tan grandes que le trae
asumir el sexo masculino”.
Hoy el menor tiene
miedo de lo que pudieran continuar haciéndole los médicos. “A él le da temor de
la anestesia o que le pueda pasar algo, pero él quiere tener su pene”
(declaración de la sicóloga). La actitud del menor se traduce también en el
rechazo a los medicamentos, aunque hay que anotar que son los médicos del
hospital quienes consideran que no se le deben aplicar hormonas masculinas.
La hipótesis que
manejan los galenos, es esta:
“Hubiera funcionado
mucho mejor como mujer” “La alternativa menos mala es asignarle el sexo
femenino”. Dentro de este criterio, lo lógico era que se lo vistiera de
mujer y asumiera comportamientos de tal, incluso cuando el menor llegó a la
pubertad se le suministró medicamentos que le permitirían formar pectorales
femeninos.
Y, como teoría, el
Director del hospital dice:
“La fuerzas
Biológicas: En los mamíferos el estado de base es femenino, y el sexo masculino
sólo se produce si se sobreañade la acción androgénica siendo muy probable que
los andrógenos sean necesarios para cada especie, con el fin de que el cerebro
se organice en la dirección de la masculinidad, es decir, se configura la
conducta masculina.
“Pero de la
observación se ha concluido que en la medida en que se asciende en la escala
zoológica, la regla general de conducta consiste en una mayor flexibilidad de
respuesta ante los estímulos ambientales, y no hay ninguna especie diferente a
los humanos que infrinja tan a menudo las reglas en virtud de la cual la
masculinidad es propia del varón y la femenidad ligada a la hembra. Así las
cosas, las fuerzas ambientales contribuyen en grado sumo al desarrollo de la
masculinidad y la femineidad.
“En la
consolidación de la identidad genérica se plantea el concepto de la identidad
genérica nuclear que sirve de base para el proceso de identificación y que se
desarrolla en los primeros 18 meses de vida del niño,...... éste como un
período crítico para las decisiones con respecto a la reasignación de géneros
posteriores a esa edad, crean muchos problemas en el joven al cual se le
práctica, excepto en las cirugías de trans-sexuales que tienen un
comportamiento diferente a su género y a su sexo dado por los órganos genitales
externos.
Ubica el género
dentro de un espacio sociológico:
“En resumen, la
identidad genérica puede definirse entonces como el sentido de masculinidad o
femineidad que tiene un individuo, la convicción de que pertenece al sexo
masculino o femenino. Se trata de un estado sociológico de una parte de
identidad personal que no es exactamente sinónimo de pertenecer a un sexo
determinado sino que, además, incluirá la convicción de esta pertenencia y en los
casos de equivocaciones, en la asignación de sexo, la identidad genérica
depende más del sexo asignado que el estado biológico real.
“Todos los
autores consideran que el desarrollo de la identidad sexual está relacionada
con la posibilidad de los poderes para adoptar el sexo asignado con
continuidad, autenticidad, coherencia y adaptación a las necesidades del niño;
por esta razón la recomendación que obra en la historia clínica dada por el
doctor Bernardo Ochoa A. es la de aceptación por parte de la familia y nueva
ubicación de la familia si fuere necesario”.
Así piensan los
médicos del Hospital San Vicente de Paúl en Medellín.
1.8. Con el paso del
tiempo, la naturaleza del menor comenzó a rebelarse contra los “roles” que le
habían impuesto los tratamientos médicos, así narra el niño esa situación:
“A mi me operaron
cuando estaba pequeñito, me operaron la vagina dizque para ponerme mujer, pero
uno grande ya tiene mas pensamiento y decide. Yo decidí ser un hombre, porque
hombre era yo desde chiquitico. Yo decidí ser hombre, porque uno es hombre
como nació.”
El maestro cuenta
que el menor le decía:
“Por qué no
esperaron a que yo estuviera grande para yo saber lo que me iban a hacer y
hasta poder escoger, pero como uno estaba chiquito, hacían lo que querían con
uno”.
El menor se rebeló y
exigió el cambio de trato social, de ropa, se negó a tomar las pastillas para
aumentar los senos, propició el cambio de denominación entre sus amigos y
maestros, aspecto que de acuerdo con los últimos conceptos psicológicos
allegados al expediente, permitió el cambio de actitud del menor, “era menos
agresivo, se relacionaba con los otros niños, quería jugar con ellos, incluso
era el portero del equipo de fútbol...”, por cuanto según una funcionaria del
I.C.B.F. el niño “tiene una identidad sexual masculina definida”.
Es en este momento
cuando el menor se presenta ante el Personero. “Yo estuve donde él porque me
llevaron de Bienestar para allá y conversé con él” y agrega el menor: “el me
dijo a mí que si usted quiere ser hombre vamos a ver si de pronto podemos” y se
presentó la tutela.
2. Fallo
inicial de primera instancia (anulado posteriormente)
Presentada la acción
ante la Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia, se profirió sentencia el
24 de febrero de 1995, habiendo prosperado la tutela. Por tal razón se ordenó
que el Hospital conformara un grupo interdisciplinario que buscara implantar
un pene al menor si fuere posible, se determinó expedir copias para que la
Fiscalía investigara si hubo a no ilícito penal y se ordenó la corrección del
registro civil y la atención sicológica por parte del I.C.B.F.
El grupo se
conformó, la partida se cambió y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
acudió a una figura: El hogar sustituto especial biológico, o sea, mantener al
menor bajo la custodia de su familia biológica y para no desamparar al niño se
lo subsidia con una mensualidad para alimentación, transporte al hospital de
Medellín, gastos médicos y alguna ropa.
3. Declaratoria
de nulidad
Habiendo sido
seleccionado el expediente para su revisión en la Corte Constitucional, la Sala
Séptima advirtió que en la primera instancia se había llegado al fallo sin que
las Entidades Oficiales (I.C.B.F., Juzgado que ordenó el cambio de sexo,
Notario que corrigió la partida) se hubieran al menos informado de la
existencia de la tutela, como tampoco se notificó a los particulares contra
quienes también se dirigía (el médico que practicó la operación, el hospital y
los padres del menor). Por esta razón, siguiéndose el criterio adoptado en
casos similares se procedió a declarar la nulidad de lo actuado.
Dijo la Sala, en
Auto de 20 de abril de 1995:
El procedimiento de
tutela tiene como característica fundamental y esencial la de ser un
procedimiento especial y breve que garantiza la protección ágil y cierta de
derechos y libertades que la Constitución Política le reconoce a todas las
personas. Procedimiento éste que debe regirse bajo principios expresamente
consagrados en el artículo 3 del Decreto 2591 de 1991, como el de prevalencia
del derecho sustancial, economía, celeridad, eficacia y publicidad. Esto
quiere decir que el juez de tutela so pretexto de decidir una solicitud de
protección de derechos fundamentales a través de un procedimiento que tiene un
carácter sumario e informal, no puede atentar contra derechos que también son
amparados por la Constitución.
Como lo ha venido
sosteniendo la jurisprudencia de la Corte Constitucional, cuando una tutela se
dirige contra particulares, el juez debe informarles a éstos que se ha iniciado
un proceso en su contra y que pueden hacer uso de las garantías que la
Constitución Política les otorga. El no hacerlo genera una nulidad de lo
actuado por violación al debido proceso, dado el carácter relevante de la
omisión. Ha dicho la Corte Constitucional:
"Cuando la
tutela es contra particulares hay que hacerles saber a los acusados que el
proceso contra ellos se ha iniciado. No se puede argumentar que como en la
acción de tutela no es indispensable que haya auto avocando el conocimiento,
entonces no hay nada para notificar. Hay que acudir a cualquier medio
expedito, esto hace parte del principio de la publicidad. Y, si no se hacen
las diligencias para la notificación, se viola el principio de derecho de
defensa."[1]
Debe hacerse
claridad que la acción del juez no está encaminada a exigírsele un resultado a
través de la notificación, debido a que su obligación es de medio,
esto quiere decir que cuando no puede notificarse personalmente pese a que se
acude a un medio expedito y eficaz, se continuará la tramitación, así lo
explicó la Sala Primera de Revisión, trátese o no de tutela contra
particulares:
"La Sala
considera pertinente descartar que si tratándose de acciones de tutela
dirigidas contra una autoridad pública, las notificaciones deben realizarse por
el medio que el juez considere más expedito y eficaz, este principio opera con
mayor razón cuando la acción está dirigida contra un particular. El ideal,
lógicamente, consiste en la notificación personal de la providencia que admite
la demanda de tutela y ordena tramitarla. Pero si esta notificación personal
no es posible, en razón de la distancia y el angustioso término de diez (10)
días fijados en la Constitución impide el emplazamiento de la persona
demandada, tal notificación deberá hacerse por el medio que, siendo expedito y
eficaz, asegure o garantice que el demandado tenga un conocimiento real del
comienzo del proceso. El juez debe ser especialmente cuidadoso para garantizar
el derecho de defensa del particular. Pues una acción de tutela tramitada sin
que éste tenga conocimiento real de su existencia, jamás se ajustará al debido
proceso."[2]
4. Nuevo fallo
de primera instancia
Subsanados las
irregularidades anotadas, recepcionadas algunas declaraciones y aportada prueba
documental importante, se profirió sentencia el 23 de mayo de 1995, por el
Tribunal de Antioquia, siendo esta providencia el objeto de la presente
revisión.
Principia el fallo
por resaltar, en forma categórica, pero en abstracto, la defensa de los
derechos del menor; dice que se debe respetar la dignidad de las personas,
quienes no pueden ser objeto de trato degradante; explica el concepto de
autonomía y defiende el libre desarrollo de la personalidad; agrega un extenso
estudio sobre la personalidad jurídica y su derecho a tener una identidad;
explica cuáles son los derechos del paciente frente a las intervenciones
quirúrgicas; hace varias citas de tratadistas, entre ellas una que dice que es
irrelevante e ineficaz la autorización en varios casos como la eutanasia, el
aborto, la modificación de sexo, y otra que dice que en el mundo sólo hay 5
ordenamientos jurídicos que permiten “después de cumplir muchos requisitos la
adecuación sexual”, y remata con un capítulo sobre “El médico y el respeto a la
dignidad humana” de la cual se deduce que el cuerpo humano no puede estar
sometido a vejámenes y si el médico lo hace viola el juramento Hipocrático, la
Declaración de Ginebra y el Código Internacional de Etica Médica.
Tan juicioso
estudio, que parecía indicar que prosperaría la tutela, termina concretamente
en una resolución que la DENIEGA.
Denegar, según el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es no conceder lo que se pide o
solicita.
Para llegar a tal
negativa, el Tribunal hace este juicio de valor:
“ ... concluye
la Sala que por el contrario, el Hospital actuó con suma diligencia y cuidado y
puso a disposición del menor todos los recursos técnicos y humanos de que
disponía en ese momento para darle a su caso la mejor solución, o la menos
gravosa que a la sazón la medicina le podía brindar. Se dice lo anterior,
porque no se le podían reimplantar los órganos genitales masculinos que le
habían sido cercenados al menor. De haber seguido indefinidamente sin ninguna
clase de órganos, se le hubieran presentado las dificultades a que hizo alusión
el cirujano Ochoa Arismendi. Tampoco se podía esperar hasta la edad de la
pubertad para la operación de readecuación de sexo que se le hizo a los siete
años, por los traumas que el mismo cirujano narró en su declaración. En
síntesis, el proceso menos traumático para el desarrollo de la personalidad e
identidad futura del menor fue el que se inició en el año novecientos ochenta
y uno, y que a la postre fracasó, por razones no propiamente atribuibles al
Hospital San Vicente de Paúl de esta ciudad, que no es del caso traer a
colación.
Por lo demás, el
procedimiento utilizado en el caso del menor no fue precipitado, sino que por
el contrario, se llevó a efecto con todo rigor científico que requería, que
desde luego, estaba supeditado al éxito o al fracaso según circunstancias
externas que se presentaran.
Como colofón de
lo que se ha venido exponiendo, concluye la Sala que la acción de tutela no
procede contra el Hospital San Vicente de Paúl, ni contra el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, pues con su actuación no violaron los
derechos fundamentales del menor, sino que por el contrario, estas entidades
procuraron su bienestar, tanto físico como sicológico.”
También exonera de
toda responsabilidad a los padres porque:
“Al llegar al
Hospital de San Vicente de Paúl se encontraron ante un diagnóstico o
recomendación de un grupo interdisciplinario de esta institución, según el
cual, lo más adecuado científicamente para el desarrollo futuro de la vida del
menor, era la readecuación del sexo. Situados en esta encrucijada, no sólo
estas (ignorantes y de bajo estrato social), sino cualquier persona, de
cualquier nivel social y cultural hubiera pensado en forma similar, pues se
trataba de escoger lo menos perjudicial para el desarrollo íntegro de la vida
del menor hacia un futuro y se contaba con un respaldo científico”
Paradójicamente,
aunque la tutela no prosperó se ordenó la corrección de la partida de
nacimiento, registrándose al menor como varón y se solicitó al Hospital
Universitario de San Vicente de Paúl que conformará un grupo interdisciplinario
con el fin de que estudie y desarrolle un tratamiento tendiente a obtener lo
que pretende el menor porque:
“Se considera que la
sociedad, a través del Hospital, debe seguir prestando la asistencia que
requiere el menor”.
Esta es la curiosa
situación: se le pide a los médicos de un Hospital y en quienes el menor no
confía, que hagan todo lo contrario de lo que aquellos científicamente
sostienen y ello con base en una sentencia que negó las pretensiones del menor
porque el fallador creyó que los médicos habían hecho lo mejor, es decir, lo
que el menor precisamente rechaza.
5. Pruebas
practicadas por la Corte Constitucional
Consideró la Sala
Séptima de Revisión, mediante auto de 8 de agosto de 1995, que por la
trascendencia humana de este caso, los Magistrados integrantes de la Sala de
Revisión y el magistrado Auxiliar, se trasladaran al Municipio donde habita el
menor para apreciar el contorno social y escuchar al niño y a las personas más
cercanas a él. También se creyó necesario contar con opiniones de médicos,
sexólogos y de la sicóloga.
5.1 Diligencias
practicadas en el Municipio donde vive el menor
En el municipio
donde habita el menor y su familia, los Magistrados que conforman la Sala
Séptima de Revisión de tutelas, observaron y escucharon las versiones que
consideraron pertinentes para mejor proveer dentro de la tutela del menor N.N.
En el acta respectiva se hicieron estas apreciaciones:
El contorno social
dentro del cual se ha desarrollado la vida del menor se puede describir así:
dentro del casco urbano, transcurrieron seis años del menor en un albergue
regentado por monjas, caracterizado por espíritu de caridad; el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar critica la escasa atención al mantenimiento de
la unidad familiar de los niños que allí se atienden. En los últimos años el
menor ha vivido en el campo, pero ha acudido regularmente a las instalaciones
del I.C.B.F., en el casco urbano, porque ahí se le brinda la confianza debida y
se le presta una colaboración económica a la familia (aproximadamente
$70.000.oo mensuales) dentro de un programa calificado como “hogar sustituto
especial”. Hoy el ambiente en general es de respeto hacia el menor, cuyo problema
es conocido de todos. En los años que ha vivido el menor en su vereda, primero
lo hizo en la casa de sus padres, ahora donde un hermano, en una pequeña pieza
de adobe que solamente tiene la cama y una radio prestada; el menor ve con
buenos ojos su habitación por ser expresión de su independencia. Tanto la casa
paterna como las de los hermanos del menor se hallan muy cercanas, dentro de
un predio rural de aproximadamente diez fanegadas, en ladera, con escasos
siembros de café y maíz, predio que al parecer pertenece al padre y la abuela
del menor.
Se trata de una
región subdesarrollada, sin mayores fuentes de trabajo;en ella es notorio el
maltrato a los niños. Sólo ahora tiene una vía de penetración en construcción
que llega a la escuela, donde el menor no ha pasado del primer año, no obstante
ser inteligente. En los últimos meses ha sido costumbre del menor no asistir a
clases. Se trata igualmente de una región no alejada de zonas de conflicto.
Para trasladarse al casco urbano hay un precario sistema de transporte, en
terreno quebrado proclive a los derrumbes, y para llegar a la casa donde vive
el menor, hay que transitar, además, un trayecto a pie.
Los comisionados
conversaron extensamente con el menor y pudieron observar con atención su
personalidad y situación actual. Se trata de un adolescente con presencia ,
ademanes y voz de hombre, lógico en sus respuestas, que rechaza los tratos que
se le han dado como mujer, insiste en alejarse del medio donde conocen su
problema, le tiene temor a que continúen los médicos con el tratamiento de
readecuación de sexo, dice tener amigas, aspira ser profesor, en cierta forma
critica a sus padres pero no desea perder el contacto con ellos, aunque expresa
que le han hecho pasar hambre y en ocasiones ha sido objeto de maltrato físico.
La madre presenta
problemas de comunicación y parece estar afectada de mudez temporal; tiene
temperamento fuerte; trajo por escrito un reclamo por haber inconvenientes en
la entrega del dinero que les da el I.C.B.F.; aparentemente este es el punto
que más la preocupa. El padre no se expresa correctamente, siendo difícil
entender lo que dice. Tanto él como ella admiten que su hijo es un hombre.
Los maestros
veredales expresan que la permanente conducta del menor se orienta a afirmar su
hombría a través de agresividad cuando se lo trata como mujer, hostilidad al
medio, expresiones de venganza y anhelos de solucionar pronto, así sea
parcialmente, el trauma sufrido. Cuentan que el menor repite: “ya me dañaron”.
La sicóloga formuló
apreciaciones muy completas. Principia afirmando que sólo la lógica humana del
menor le ha permitido sobrevivir frente al trauma. Dice que el menor maneja
mucho temor y prevención, tiene deseo de venganza pero sueña con tener casa y
familia, aunque lo domina el sentimiento de soledad; siempre ha confiado en que
le pueden implantar un órgano masculino. No se trata de un caso de
hermafroditismo, por el contrario, se reafirma su condición masculina y podría
aprender a vivir con la amputación; esto último se dificulta en el medio en el
cual vive, porque ha sido objeto de curiosidad y la familia del menor es
“disfunsional”. Por años (cuando el menor estuvo donde las monjas y en
Medellín) los padres decían que el niño había muerto y el nombre de mujer que
se le dio lo escogió una enfermera. Objeta el tratamiento dado por los médicos,
se alarma porque los médicos piensan que “les dañaron el experimento” y, llama
la atención ante el peligro de que se esté atendiendo psiquiátricamente al
menor para tratar de rescatar el tratamiento que ellos iniciaron. Agrega que
han hecho operaciones médicas con otros niños en parecido sentido, “no se sabe
cómo están esas personas”.
Igualmente es de
tener en cuenta que en la Notaría Unica de la localidad se modificó el registro
civil de nacimiento, primero se registro como de sexo masculino, luego como de
sexo femenino por orden judicial, y, últimamente, por fallo de tutela, volvió
al registro original, como varón.
Similar situación
ocurrió respecto al libro de bautismos llevado en la parroquia: el 31 de
octubre de 1980 fue bautizado como hombre y figura así en la partida, pero en
1987 aparece en la partida que el 31 de octubre de 1980 fue bautizado como si
fuera de sexo femenino, con nombre de mujer.
5.2 Criterios
científicos
5.2.1. De la
Academia de Medicina, en lo que tiene que ver con la solución a la mutilación
que sufrió el niño.
“La pérdida del
pene en cualquier momento de la vida tiene consecuencias devastadoras. Aún los
niños más pequeños saben que ya no son normales y tendrán miedo acerca de su
futuro. En el adulto, la pérdida de actividad sexual puede tener consecuencias
catastróficas. En los últimos 15 años se ha producido un gran cambio en la
reconstrucción del pene a partir de las técnicas antiguas de Gillies y de Borgoraz
“de un tubo dentro de un tubo”, pasando por el uso de colgajos
musculocutáneos, colgajos de ingle y del área genital hasta las transferencias
de colgajos con técnicas microvasculares y con la posibilidad de efectuar la
anastomosis nerviosa del nervio sensitivo del colgajo al nervio pudendo,
siendo posible asi reconstruir el pene y mantener su sensibilidad.
“El uso de un
pigmento tatuado, implantado en la porción distal del pene, para simular el
color normal del glande ha sido de utilidad en algunos casos. La apariencia
estética del pene es importante para el paciente y el uso de un colgajo de
antebrazo ha permitido resultados finales aceptables.
La fístula uretral
y las estenosis parecen ser las complicaciones más frecuentes que ocurren en la
reconstrucción del pene.
El sitio del
antebrazo que se utiliza para el colgajo es aún un problema desde el punto de
vista estético: Muchos pacientes aceptan fácilmente esta deformidad pero se les
debe mostrar fotografías de otros pacientes sometidos a este procedimiento,
para que conozcan en el preoperatorio la cicatriz que presentará. La búsqueda
de un mejor neopene o pseudopene continúa, pero se ha hecho un gran progreso hasta
el presente, y este procedimiento en un solo tiempo quirúrgico con resultados
predecibles puede ser ofrecido con garantía al paciente cooperador.
El neopene debe
tener sensibilidad tanto táctil como erógena y un volumen suficiente para
tolerar la inserción de un endurecedor protético. Debe crearse una neouretra
adecuada y competente que permita la evacuación de pie. La apariencia estética
del neopene no es perfecta, pero sí bastante aceptable. Los avances en la
recostrucción del pene han cambiado la idea de la asignación en los casos de
sexo indeterminado al nacimiento o de traumatismo en pacientes de corta edad.
En el pasado, a los hombres que sufrían la pérdida del pene por trauma y a los
pacientes cuyo sexo no estaba definido científicamente o no era determinable,
era fácil recomendarles que se convirtieran en mujer . Con los nuevos
resultados de la reconstrucción de pene en la actualidad , estas decisiones
deben evaluarse en profundidad debido que es posible construír un neopene
adecuado para estos pacientes”.
5.2.2. Del
sexólogo Alonso Acuña Cañas.
Está en
contraposición con la anterior opinión de la Academia de Medicina:
“La hormonas
tenidas como prototípicas de uno de los dos sexos, han resultado ser
determinantes -tal como se ha venido a conocer en la última década- en ambos
sexos. Tal sucede con la TESTOSTERONA que se ha tenido siempre como patrimonio
del sexo masculino y determinante de todas sus conductas. Pues sucede que esto
no es así. Por ejemplo, la testosterona influye en el deseo sexual POR IGUAL
en hombre y en mujeres, y aunque el hombre tenga tasas 12 veces superiores en
cantidad a las de la mujer, sin embargo no por ello se podría afirmar que todos
los hombres tengan el deseo sexual docenas de veces más intenso que las mujeres
pues esto no correspondería a la realidad. Un ejemplo de muchos que indica la
relatividad de los hechos científicos que no por ciertos son exactos.
“Los homosexuales
hombres, son individuos que tiene sexo cromosómico XY, sexo morfológico y
gonadal masculino y sin embargo muchas de sus conductas y comportamientos son
francamente afeminados. Entonces cabe preguntar por qué si estos individuos
tienen impregnación testosterónica en su cuerpo y en su cerebro, tienen
cromosomas masculinos XY y tienen sexo gonadal y morfológico masculino, sin
embargo sus comportamientos son los relativos al sexo femenino? Ni la genética,
ni la biología, ni la neurología han podido aun contestar con exactitud esta
pregunta, y solo la sociología trata de demostrarse como válida al proponer la
enorme influencia de la crianza.
“La experiencia
en transexualismo ha mostrado que tratamientos quirúrgicos y hormonales y
psicoterapéuticos pueden conseguir resultados biológicos, psicológicos y
sexuales, de tal manera que la estructuración biológica no es ineluctablemente
determinante en los comportamientos psicosexuales de las personas de tal
manera que no puede desconocerse la influencia del factor social. Transexuales
y homosexuales tienen sexos cromosómicos definidos, así como gonadales, y sin
embargo sus comportamientos psicosexuales no están acordes a estas
características.
“En ausencia de
testículos, la función endocrina (hormonal) se puede reemplazar, pero la
reproductiva es imposible. La construcción de un pene morfológico y fisiológico
es un imposible técnico. Nadie lo ha logrado en la historia de la cirugía
urológica ni plástica. En veces, remedos ridículos antiestéticos y
antifuncionales altamente frustrantes han sido presentados en casos
esporádicos luego de cirugías respectivas y engorrosas con los más pobres
resultados estéticos, y mínimos o ningunos funcionales erectivos y/o
miccionales...
“En la
identificación masculina existe el fenómeno denominado “imprinting” que en su
mejor traducción sería la de impregnación y/o imprimación. En la parte
referente a la relación de la testosterona y el imprinting, aún no se sabe con
plena exactitud el momento preciso y exacto en que esto se efectúa. Hasta el
momento lo que distinguidos especialistas de fama mundial han determinado y tenido
como verdad para sus actuaciones quirúrgicas en los caso de intersexo para
definir el sexo más apropiado, han estimado que la mejor época para llevar a
cabo las operaciones para asignar el sexo morfológico definitivo es la anterior
a los 18 meses de edad, pues según estos expertos, el imprinting testosterónico
que determina la masculinidad se efectúa luego de esta edad. Y relatan los
mejores resultados ulteriores cuando estas operaciones se han efectuado antes
de estas edades, lo cual les sirve como un argumento mas a sus aseveraciones al
respecto. El endocrinólogo sexólogo doctor John Money preconizó -secundado por
muchos autores de fama como los cirujanos urólogos y pediatras Panayotis
Kelalis, Lolwel L. King y Barry Belman- que el “cambio de sexo” en los estados
intersexuales debe hacerse antes de los 18 meses de edad para que se pueda
anticipar un buen resultado...
“En el caso que
nos ocupa, y con los conocimientos y tendencias de las escuelas quirúrgicas
especializadas en vigilancia, este niño fué castrado y emasculado por un animal
a los 6 meses, cuando por tanto venía a ser valida a la luz de los
conocimientos actuales la conducta quirúrgica asumida. Conducta que la inmensa
mayoría -si no todos- los cirujanos urólogos pediatras y cirujanos pediatras,
prefieren asumir al sexo femenino, ya que es bien sabido que quirúrgicamente es
inmensamente más viable construír una vulva y vagina funcionales que un pene
antiestético y antifuncional.
5.2.3 Otros
aspectos:
El cirujano plástico
Felipe Caiffman considera que sí es posible reconstruir un órgano parecido al
pene, sin que ello ocasione secuelas colaterales. Y se adjuntó al expediente
un informe científico donde se dice que en Cuba se han efectuado 99 implantes
de pene con resultados positivos.
5.2.4. De la
sicóloga Lucila Amparo Céspedes
“Se inició
nuevamente un proceso de evaluación donde se le aplicaron pruebas psicológicas
tales como Test de la figura humana (Machover), Test de la familia, Test
Proyectivo (Test de Apercepción Temática, T.A.T.). Bender Clínico (Test de
Inteligencia), dibujo libre, y entrevistas clínicas donde se encontró y pudo
comprobarse que N.N. se identificaba con el rol masculino, a pesar de lo que el
medio externo le imponía. En las pruebas apreciaron frases como “el está
triste porque le cortaron un brazo y lo quieren convertir en mujer y quiere ser
un hombre como lo que fue desde que nació”. “Este es mi hijo menor, el mayor y,
mi mujer aquí vamos pa la casa”. “Este soy yo N.N”. (Nombre de varón).
“Además pudo
observarse que el paciente tiene una capacidad intelectual superior que le ha
permitido aprender, razonar y entender su historia personal y tomar decisiones
respecto a el mismo y a su vida. Así como sobrevivir al maltrato recibido y a
lo que el medio le ha impuesto...
“Después del
diagnóstico correspondiente, el trabajo psicológico ha estado dirigido a que
N.N afirme la identidad masculina que asume en todos los roles que desempeña y
que siempre manifiesta y desea tener “Yo quiero ser un hombre, si uno hubiera
sido mujer cuando nació, como mujer se comportaría, pero yo nací hombre”.
“Cuando yo era chiquito me daba miedo hablar y decir lo que pensaba, pero ahora
que soy grande y pienso: Yo quiero ser hombre”. “Uno ya puede decidir, cuando
uno es chiquito los otros deciden por uno, es muy duro estar así sin “eso” pero
“Yo soy un hombre y qué puedo hacer”.
“El paciente
siempre se ha referido a la operación que le van a hacer con temor e
incertidumbre de que le pueda pasar algo con la anestesia, esperando que le van
a “poner eso”, también es consciente de que “Yo no puedo tener hijos, pero me
puedo casar y adoptarlos, no se si una mujer me quiera así, pero yo quiero
casarme”.
6. Decisión de
reserva
La Sala de Revisión
determinó que, con la finalidad de proteger la intimidad del menor no se podrá
citar, ni en este fallo ni por quien desee hacer referencia a él, el nombre
del menor, ni de sus padres, ni del municipio donde viven. Por lo tanto, los
informadores a la opinión pública y quienes aspiren efectuar investigaciones
científicas al respecto (jurídicas, médicas, sicológicas, fisiológicas,
sociológicas o de cualquier otra índole) deberán respetar la reserva durante la
vida de la persona cuya situación se analiza en este fallo, salvo que aquella,
al llegar a la mayor edad lo autorice expresamente.
Es de resaltar que
esta medida surge de la protección a la intimidad y del artículo 14 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la Asamblea General de las
Naciones Unidas.
CAPITULO II
ASPECTOS JURIDICOS
7. Competencia
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso segundo y 241 numeral noveno de la Constitución Política, en
concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto No. 2591 de 1991;
además, su examen se hace por virtud de la selección que de dicha acción
practicó la Sala correspondiente y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
8. Temas
jurídicos
El gran
interrogante para absolver en esta tutela es:
Fue o es legítima
la conducta de las autoridades y de los particulares que participaron en el
proceso de readecuación de sexo del menor, a la luz de los artículos 20 de la
anterior Constitución, artículo 6º de la actual y, en el caso concreto de los
particulares, del artículo 45 del Decreto 2591 de 1991?
Para responder tal
pregunta es necesario analizar diferentes aspectos jurídicos:
En primer término, y
en lo que tiene que ver con la “readecuación de sexo” o mas propiamente
“transformación de órganos sexuales”[3]
se estudiará lo concerniente al debido y personal consentimiento que debe dar
el paciente a los tratamientos siquiátricos y quirúrgicos, salvo las
situaciones de urgencia que pongan en peligro la vida. Luego, se analizará la
situación concreta del menor, especialmente en lo referente a la autorización
que los padres dieron sobre readecuación de sexo. A continuación cabe
preguntar: es permitido o no que alguien diferente al paciente autorizara la
mutación?. Viene entonces otro interrogante: Los hechos que motivaron esta
acción constituyen violación al derecho a la identidad, a la dignidad y al
libre desarrollo de la personalidad?.
Se concluirá, para
darle piso a algunas de las órdenes que se darán, que la solidaridad es
expresión del Estado Social de Derecho que conlleva búsqueda de soluciones para
este caso particularmente, que el Estado dará a través de la intervención del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, todo ello enmarcado dentro de las
características de la tutela: la eficacia de las órdenes y la protección a los
indefensos.
A. CONSENTIMIENTO
DEL PACIENTE
9. Para que
surja una relación con proyección jurídica entre el médico y su paciente se
requiere acuerdo de voluntades hacia una prestación de servicios.
La obligación
contractual o extracontractual del médico respecto del ser humano a quien va a
tratar, buscando su CURACION [4]
es una prestación de servicios[5]
que produce obligaciones de medio y no de resultado, enmarcada en el
CONSENTIMIENTO, entendiendo por tal el acuerdo de voluntades sobre un mismo
objeto jurídico.
Por supuesto que el
tema ha sido controvertido; se ha afirmado que la tradición jurídica latina se
inclina por la decisión discrecional “paternalista” del médico, mientras que la
doctrina anglo-norteamericana le da relevancia al consentimiento del paciente,
no pudiendo realizarse el tratamiento sin la aceptación del usuario, criterio
que tiene su antecedente remoto en el propósito de John Locke de fundamentar
teóricamente el nuevo ordenamiento social, enunciando que nadie puede dañar a
otro en su vida, salud, libertad y propiedad, señalando como cualidades
primarias las inseparables del cuerpo (entre ellos la “figura”) diciendo
que en las alteraciones que el cuerpo sufre, esas cualidades se mantienen como
son.Este fundamento propio del empirismo-materialista ha ganado terreno en el
tema que nos ocupa: el consentimiento del paciente; y este criterio también fue
absorbido por el materialismo francés, de ahí que el “consentiment eclaire” o
consentimiento aclarado brota del manantial teórico del SANO SENTIDO COMUN (bon
sens) propio de Locke.
En el ordenamiento
constitucional colombiano, el primitivo concepto que reconocía el “respeto de
los derechos naturales” (art. 19 de la Constitución de 1886) fue suprimido por
el Constituyente de 1936 (art. 9º, convertido luego en artículo 16), no
obstante en el Preámbulo de la Constitución Nacional de 1886 se determina que
los poderes públicos están constituídos para asegurar los valores materiales de
la justicia, libertad y la paz, concepto que fue adoptado como principio
fundante en la Constitución Política de 1991.
10. El proceso
volitivo
En el terreno
jurídico la problemática del consentimiento entre el médico y el paciente no
ofrece dificultad alguna en las actitudes cotidianas del acercamiento del
enfermo hacia quien hará la curación. Hay en estos eventos un consentimiento
rápido e implícito que permite la actuación del médico. El problema del
consentimiento adquiere relevancia jurídica cuando, como en el asunto que
motiva esta sentencia, está en juego algo demasiado importante como es el sexo
de una persona. Por lo tanto, habrá que afirmar que en este caso el
consentimiento debe prevenir personalmente del propio paciente, con capacidad
plena y aún con el lleno de algún formalismo como sería el consentimiento por
escrito.
En esta situación
especial entran en juego todos los elementos del proceso volitivo, el móvil
determinante del servicio requerido y hay que tener en cuenta también las
situaciones que enturbian o excluyen el consentimiento.
Aunque el tema del
consentimiento en la relación médico-paciente había sido especialmente
estudiada por los tratadistas de Derecho penal, ahora habrá que darle una
dimensión constitucional, porque están de por medio derechos fundamentales.
En el asunto
sometido a esta acción de tutela el acuerdo sólo podría ser celebrado entre el
médico que ofrecía el tratamiento de readecuación de sexo y el sujeto pasivo
con capacidad para aceptar esa POLICITACION. Al recibir la oferta el paciente,
principia a formarse la concurrencia de voluntades, y, dada la gravedad del
asunto a tratar, sólo cuando el policitante recibe la aceptación del policitado
puede decirse que se ha consumado el proceso volitivo. (Esto ha sido llamado
desde hace mucho tiempo TEORIA DE LA INFORMACION).
Anteriormente se
consideró que se presumía el consentimiento del paciente cuando el médico
actuaba en beneficio de aquél, se llegó al extremo de creer que el
consentimiento era irrelevante y el médico debería intervenir aún con la
oposición del paciente porque estaba de por medio el deber del socorro. Este
criterio fue revisado a fondo y hoy se acepta que en todo caso debe
haber aceptación del paciente.
En la teoría de la
información, vista desde el lado del enfermo, como policitado, la respuesta que
el médico debe recibir a su ofrecimiento particularmente importante (caso de la
readecuación de sexo) debe ser no solo expresa sino por escrito para que no
quede la menor duda de que el paciente ha consentido. Por supuesto que se
parte de la base de que es plenamente capaz el paciente y que su
consentimiento no esta viciado. Jean Penneau dice que solo el consentimiento
del enfermo permite la actuación del médico[6].
11. El
consentimiento informado
Dada la distancia
científica que generalmente existe entre el médico y el enfermo, lo mínimo que
se le puede exigir a aquél es que anticipadamente informe el paciente sobre los
riesgos que corre con la operación o tratamiento o las secuelas que quedarían,
con la debida prudencia, sin minimizar los resultados pero sin alarmar al
enfermo en tal forma que desalentaría el tratamiento; es un equilibrio entre la
discreción y la información que solo debe apuntar a la respuesta inteligente de
quien busca mejorar la salud, superar una enfermedad o mitigar el dolor.
“Antonio V,
Gambaro pone de relieve en relación con el consentimiento que tanto el
ordenamiento francés como el ordenamiento americano reconocen la exigencia de
que los actos médicos sólo se lleven a cabo en relación con el cuerpo del
paciente después de que haya sido informado de las finalidades e ilustrado
sobre las ventajas y riesgos de la terapia y, en fin exista el consentimiento
expreso. Incluso la terminología con que esta exigencia viene expresada es
análoga, se habla de ´informed consent´ en U.S.A. y de ´consentement eclairé´
en Francia. También las excepciones a la regla del consentimiento del paciente
son tan obvias que resultan similares. aparece así mismo homólogo el punto de
partida de la problemática del consenso cuya base se encuentra, tanto en
Francia como en Estados Unidos, con la antigua idea jurídica y civil de que
todo individuo es titular de un derecho exclusivo sobre el propio cuerpo, por
lo que cualquier manipulación del mismo sin consentimiento del titular del
derecho constituye una de las más típicas y primordiales formas de lo ilícito”[7]
Esto se ha llamado
el CONSENTIMIENTO INFORMADO; no es otra cosa que la tensión constante hacia el
porvenir que le permite al hombre escoger entre diversas opciones. Es la
existencia como libertad: tomar en sus manos su propio devenir existencial.
12. La
urgencia en el tratamiento
En muchas ocasiones
el médico se encuentra ante hechos de especial gravedad que convierten en
urgente un tratamiento.
En nuestra
normatividad, el artículo 3 del Decreto 3380 de 1981 (reglamentario de la Ley
23 del mismo año) establece:
“Para señalar la
responsabilidad médica frente a los casos de emergencia o urgencia, entiéndese
por ésta, todo tipo de afección que ponga en peligro la vida o la integridad de
la persona y que requiera atención inmediata de acuerdo con el dictamen
médico”.
Prevista la urgencia
por el propio legislador, el médico tiene la obligación de actuar en defensa de
la vida y la integridad de la persona, siendo sustituido el consentimiento del
paciente por la realidad objetiva de una intervención necesaria para preservar
la vida de la persona, sobre esto no hay la menor duda. La discusión puede
surgir en la explicación que se le de al calificativo “integridad de la
persona”, esto exige una apreciación rigurosa, objetiva, muy ligada al
requerimiento de atención inmediata para evitar un perjuicio irremediable, y en
ningún caso debe responder al deseo del médico de efectuar experimentos
científicos por publicitados que sean.
En el caso que
motiva la presente acción de tutela, hubo dos operaciones: una inicial, la
“meatotomía” practicada un mes y diez días después de la mutilación, y, la
segunda, de “readecuación de sexo”, seis años después. Luego el calificativo de
atención inmediata no vendría al caso, no puede hablarse de una situación de
urgencia que pusiera en peligro la vida y que sustituyera el consentimiento del
paciente. Y tan es así que los médicos buscaron una previa “autorización” de
los padres y sólo después de que por escrito ellos la dieron se procedió a
operar. Jurídicamente habrá, entonces, que entrar a estudiar lo que firmaron
unos padres de escasa cultura y semianalfabetos: que autorizaban “cualquier
tipo de tratamiento (incluyendo el cambio de sexo) que conlleve a mejorar la
situación actual de nuestro hijo”.
B. CONSENTIMIENTO
DE TRATAMIENTO MEDICO EN EL CASO DE MENORES
13. No pueden
los médicos practicar la readecuación de sexo de un menor, justificando su
actuación con la autorización de los padres del infante.
Dice el Código
Civil.
Artículo 34.-
“Llámase infante o niño, todo el que no ha cumplido siete años; impúber el
varón que no ha cumplido catorce años y la mujer que no ha cumplido doce;
adulto el que ha dejado de ser impúber...”
N.N. nació en
septiembre de 1980, se le practicó la primera operación a los seis meses, la
segunda a los seis años y medio, en ambos casos era un infante.
Ya se dijo que
etimológicamente no era dable calificar de urgente la operación. Sin embargo,
los médicos opinan que tratándose de readecuación de sexo la mejor época es la
anterior a los 18 meses de edad. Sea lo que fuere, la pregunta es: Podían los
padres autorizar ese tratamiento que se dice era conveniente hacerlo antes de
que el niño cumpliera los 18 meses de edad?
El principio
general es que el médico, en un Estado social de derecho, debe contar con el
consentimiento informado de su paciente para adelantar tratamientos terapéuticos,
ya que éstos pueden afectar la dignidad humana de éste último. Esto significa
que la labor médica no puede orientarse únicamente por la búsqueda de
resultados que la ciencia médica considere óptimos, sino que debe respetar la
dignidad y la autonomía de los pacientes, tal y como esta Corte ya lo ha
reconocido en diversos fallos[8].
Sin embargo, este principio -que tiene fundamento en la autonomía y el libre
desarrollo de la personalidad (CP arts. 1º y 16)- puede entrar en colisión con
otros principios constitucionales igualmente importantes, que son relevantes en
el caso sub iudice, como es la protección que la familia, la sociedad y
el Estado deben brindar al niño para garantizar su desarrollo armónico e
integral y el ejercicio pleno de sus derechos (CP art. 44). En efecto, ¿qué
sucede cuando la persona no está en capacidad de manifestar su consentimiento
informado por tratarse de un menor de edad? ¿Pueden en tales eventos decidir
los padres por sus hijos, en función de los intereses de estos últimos?
Esta situación
muestra que si bien la Constitución opta en principio por un tipo de Estado que
es profundamente respetuoso de la dignidad y la autonomía individual, ello no
significa que estén totalmente proscritas de nuestro ordenamiento jurídico las
llamadas medidas paternalistas, entendiendo "paternalismo" en el
sentido filosófico riguroso del término, esto es, como "la interferencia
en la libertad de acción de una persona justificada por razones que se refieren
exclusivamente al bienestar, al bien, a la felicidad, a las necesidades, a los
intereses o a los valores de la persona coaccionada"[9].
En efecto, en casos
determinados, es legítimo que los padres y el Estado puedan tomar ciertas
medidas en favor de los menores, incluso contra la voluntad aparente de estos
últimos, puesto que se considera que éstos aún no han adquirido la suficiente
independencia de criterio para diseñar autónomamente su propio plan de vida y
tener plena conciencia de sus intereses. Esto es lo que justifica instituciones
como la patria potestad o la educación primaria obligatoria, pues si los
menores no tienen capacidad jurídica para consentir, otros deben y pueden
hacerlo en su nombre y para proteger sus intereses.
Por ello, en
principio los padres pueden tomar ciertas decisiones en relación con el
tratamiento médico de sus hijos, incluso, a veces, contra la voluntad aparente
de éstos. Sin embargo, ello no quiere decir que los padres puedan tomar, a
nombre de su hijo, cualquier decisión médica relativa al menor, por cuanto el
niño no es propiedad de sus padres sino que él ya es una libertad y una
autonomía en desarrollo, que tiene entonces protección constitucional. Como
dice Carlos Nino, "la autonomía de los padres no es la de los hijos",
por lo cual la patria potestad "debe estar dirigida a la formación
en el grado máximo posible de la autonomía de los menores, pero no a que esa
autonomía sea ejercida de una u otra manera"[10]. ¿Cuáles son entonces
los límites de decisión de los padres en relación con los tratamientos médicos
de sus hijos menores de edad?
La Corte considera
que precisamente estos límites derivan de una adecuada ponderación, frente al
caso concreto, de los principios en conflicto, esto es, entre el principio de
la autonomía, según el cual el paciente debe consentir al tratamiento para que
éste sea constitucionalmente legítimo, y el principio paternalista, según el
cual el Estado y los padres deben proteger los intereses del menor. Y para ello
es necesario tomar en consideración múltiples factores, por lo cual es muy
difícil, como esta Corte ya lo había indicado, establecer reglas generales
simples y de fácil aplicación para todos los casos médicos[11]. Con todo, la Corte considera
que hay tres elementos centrales a ser considerados en situaciones de esta
naturaleza, y que son:
- de un lado, la
urgencia e importancia misma del tratamiento para los intereses del menor.
- De otro lado, la
intensidad del impacto del tratamiento sobre la autonomía actual y futura del
niño. Así la doctrina ha establecido una distinción, que esta Corporación ha
aceptado, entre intervenciones médicas ordinarias, que no afectan el curso
cotidiano de la vida del paciente, e intervenciones extraordinarias, que se
caracterizan porque es "notorio el carácter invasivo y agobiante del
tratamiento médico en el ámbito de la autonomía personal", de suerte que
se afecta "de manera sustancial el principio de autodeterminación
personal"[12].
Esto incluye obviamente una ponderación de los posibles efectos irreversibles
de ciertas intervenciones médicas, por cuanto los tratamientos que tienen tal
carácter predeterminan, en muchos aspectos, la vida futura del menor.
- Y, finalmente, la
edad misma del menor, puesto que no es igual la situación de un recién nacido y
la de un adolescente que está a punto de llegar a la mayoría de edad.
En ese orden de
ideas, un análisis combinado de esos criterios, nos permite identificar casos
extremos. Así, hay tratamientos ordinarios, esto es de poco impacto para la
autonomía del niño, y de evidentes beneficios médicos para el mismo. En estos
eventos, es claro que los padres pueden decidir por el hijo. Así, ninguna
objeción constitucional se podría hacer al padre que fuerza a un niño de pocos
años a ser vacunado contra una grave enfermedad. En efecto, a pesar de la
incomodidad relativa que le puede ocasionar al infante la vacuna, los
beneficios de la misma para sus propios intereses son evidentes. Por ello es
razonable concluir que no se vulnera la autonomía del niño, a pesar de que éste
se oponga de momento a la vacuna, por cuanto es lícito suponer que en el
futuro, al llegar a la edad adulta, el hijo reconocerá la corrección de la intervención
paternal. Se respeta entonces la autonomía con base "en lo que podría
denominarse consentimiento orientado hacia el futuro (un consentimiento sobre
aquello que los hijos verán con beneplácito, no sobre aquello que ven en la
actualidad con beneplácito)"[13].
En cambio, en la
hipótesis contraria, no sería admisible constitucionalmente que un padre
forzara a su hijo, que está a punto de cumplir la mayoría de edad, a someterse
a una intervención médica que afecta profundamente su autonomía, y que no es
urgente o necesaria en términos de salud, como una operación de cirugía
plástica por mera razones estéticas. En efecto, en este caso el padre está
usurpando la autonomía de su hijo y modelando su vida, pues le está imponiendo,
de manera agobiante y permanente, unos criterios estéticos que el menor no
comparte. En este caso, la medida deja de ser "paternalista" para
convertirse en lo que la filosofía ética denomina "perfeccionismo",
esto es, en la imposición coactiva a los individuos de modelos de vida y de
virtud contrarios a los que ellos profesan, lo cual obviamente contradice la
autonomía, la dignidad y el libre desarrollo de la persona, fundamentos
esenciales de nuestro ordenamiento jurídico (CP arts 1º, 5 y 16).
Como es obvio, entre
estos extremos, encontramos múltiples situaciones intermedias que deben ser
analizadas, en concreto, para determinar si los padres pueden tomar
legítimamente decisiones médicas que afecten a sus hijos. Con base en tales
elementos, entra entonces la Corte a analizar si los padres podían autorizar,
en este caso concreto, la llamada readecuación de sexo de su hijo.
La respuesta
categórica es: NO es posible la “readecuación de sexo,” sin la autorización
directa del paciente, por las siguientes razones:
13.1. Los niños no
son propiedad de nadie: ni son propiedad de sus padres, ni son propiedad de la
sociedad. Su vida y su libertad son de su exclusiva autonomía. Desde que la
persona nace está en libertad y la imposibilidad física de ejercitar su libre
albedrío no sacrifica aquélla. La tragedia del niño a quien un perro o alguien
le cercenó sus genitales externos acerca y no aleja la libertad y el
consentimiento. La condición en la cual quedó el menor no destruye sino por el
contrario hace más fuerte “la presencia en mi” (frase de Mounier) porque en el
fondo de cada existencia hay un núcleo inaccesible para los demás y el sexo
forma parte de ese núcleo o cualidad primaria o esencia. El sexo constituye un
elemento inmodificable de la IDENTIDAD de determinada persona y sólo
ella, con pleno conocimiento y debidamente informada puede consentir en una
readecuación de sexo y aún de “género” (como dicen los médicos) porque el
hombre no puede ser juguete de experimentos despersonalizados ni tampoco puede
su identidad ser desfigurada para que el contorno dentro del cual vive se haga
a la idea del “género” que unos médicos determinan con la disculpa de que era
lo “menos malo”. En la identidad de las personas no cabe determinismo extraño.
Si cupiera, habría que concluir que el infante que nació varón y a quien la
decisión paternalista de un grupo médico lo ubica en la sociedad como mujer,
tendría necesariamente que convertirse en un ser sumiso y cobarde frente a lo
que otros decidieron y tendría que permanecer en el reposo que le señaló una
conceptualidad científica extraña y ello desvirtuaría el libre desarrollo de la
personalidad que en este aspecto sólo él puede señalarse y por consiguiente
cualquier autorización escrita de los padres no es más que un simple juego de
palabras. En conclusión, los padres no pueden permitir que se altere la
IDENTIDAD (EN LO SEXUAL) DE SU HIJO. Y los médicos no podían basarse en esa
autorización paterna para hacer el tratamiento.
13.2. En el
mismo Derecho Romano donde los infantes eran “alieni juris” y era tan arraigado
el concepto de PATRIA POTESTAD, se valoraba el consentimiento del infante para
hacer su condición mejor (major infantia). Ante la situación en la cual se
encuentra el menor N.N. sólo él, hoy como menor adulto, puede indicar si acepta
o no una intervención quirúrgica que supere o mitigue el destino trágico en que
fuerzas extrañas lo ubicaron. Ni los médicos, ni el juez, unilateralmente,
pueden decidir que sea hombre o mujer, que tenga o no pene. Si el menor aspira
a ser hombre por encima de las dificultades es libre para tomar en sus manos
su propio devenir. Y sus padres no pueden ni podían autorizar que unos médicos,
que en cierta forma se aprovecharon de la ignorancia de unos campesinos y de
circunstancias que posibilitan un experimento, preferenciaran el sexo femenino
(que no era el natural del niño) sobre la identidad propia del infante,
afectada por una mutilación pero NO destruida en su totalidad; y tan es
cierto esto que LA NATURALEZA DEL MENOR SE REBELO y por eso rechazó el
tratamiento médico que se le daba y acudió ante el Estado mediante el mecanismo
de la acción de tutela para que le amparara su identidad de hombre. No hubo,
era culturalmente difícil que la hubiera, una visión lúcida de los padres para
comprender que ellos no podían autorizar la renuncia a una identidad sexual de
su hijo. Y al hacerlo propiciaron ese optimismo trágico de los médicos que
significó en últimas la violación a la dignidad y a la dimensión ética del
hombre.
13.3. Otro
importante punto es el de saber hasta cuándo se proyectaba en el tiempo la
inconstitucional y desdichada “autorización de los padres”, porque ocurre que
los médicos dicen haber efectuado la segunda operación en 1987 con el respaldo
de la “autorización” dada en 1981 antes de primera operación. Hay que recordar
que el menor fue retirado de sus padres y puesto bajo el cuidado de un hogar
sustituto con el propósito deliberado de facilitar el experimento de la
readecuación de sexo efectuada en 1987. Hubo con esta actuación un abuso de la
modalidad del “Hogar Sustituto”; se esquivó así la obligación que tenían los
padres de retractarse, se prolongó más allá de lo razonable tan peregrina
“autorización” y con un simple papel se contribuyó a desfigurar la identidad de
un ser humano, se le impuso una determinación que violaba su dignidad y se
soslayó una edad en la vida donde ya es posible tener algunos elementos serios
de discernimiento[14].
Entonces, hacer valer la “autorización” de 1981 seis años después demuestra más
una sospechosa disculpa que un consentimiento jurídicamente serio.
13.4. Además, el
paso del tiempo permitía que libremente se escogieran el médico y los
siquiatras que de todas maneras requería el menor, puesto que éste no estaba
eternamente ligado a la asistencia profesional de los especialistas del
hospital San Vicente de Paúl de Medellín. Este derecho también fue conculcado.
Como el tratamiento efectuado en 1987 ocurrió bajo la vigencia de la anterior
Constitución, viene al caso recordar la sentencia del 19 de octubre de 1984 que
declaró inexequibles los artículos 27 y 30 de la Ley 23 de 1981 que dictó
normas en materia de ética médica[15].
Dijo la Corte Suprema de Justicia, Sala Plena:
“Esta disposición
(el artículo 30 de la Ley 23/81) cuyo propósito de evitar la competencia
desleal y los conflictos entre colegas es claro, no tiene tampoco, sin
embargo, fundamento constitucional, pues en aras de esas metas, aunque
deseables, pone en peligro la salud y la vida misma del paciente y el
derecho constitucional que éste tiene a una y otra. La misma ley, en
efecto, garantiza al enfermo el derecho de escoger su médico y de procurase la
asistencia profesional a su voluntad, pues el artículo 4º prescribe que ´la
asistencia médica se fundamentará en la libre elección del médico, por parte
del paciente´ y el artículo 8º ordena que ´el medico respetará la libertad del
enfermo para prescindir de sus servicios´ nada de lo cual podría cumplirse a
cabalidad si no pudiese el que sufre obtener opiniones divergentes”. (Subrayas
propias).
Salta a la vista el
desconocimiento de la libertad del paciente y aún de sus padres en este y otros
temas que es necesario ver frente al ordenamiento constitucional integrado con
la citada ley 23 de 1981, para concluir que el fallo que se revisa debe ser
sustancialmente cambiado.
14. Derechos
fundamentales violados
Se desarrollarán
dentro de este acápite aspectos constitucionales que respondan a las
inquietudes que arroja el caso que motiva esta tutela. En primer término, se
planteará si hubo o no violación al derecho a la IDENTIDAD, específicamente en
lo que tiene que ver con el sexo. Si hubo o no violación a la dignidad o al
libre desarrollo de la personalidad.
Este caso plantea
por otro aspecto, complejas situaciones objetivas derivadas del tiempo. Por un
lado, está lo efectuado en la década pasada cuando la actitud de los médicos,
del I.C.B.F., de los funcionarios judiciales, de las religiosas de la caridad,
de la comunidad y aún de los mismos padres se orientaron para darle al menor un
trato de mujer; aunque esto ocurrió antes de la Constitución de 1991 cuando
no existía la acción de tutela, los efectos de la “readecuación de sexo” continúan
proyectándose a través del tiempo. El otro aspecto se patentiza en la presente
década cuando la naturaleza del menor se rebela y lucha por su identidad
masculina y hay que decir que en esta etapa el menor principia a contar con
la aceptación de la comunidad y de sus padres (con las limitaciones obvias del
subdesarrollo tan marcado de esa remota región campesina), de los funcionarios
judiciales (en cuanto a la identidad jurídica) y del Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar -I.C.B.F.- en lo referente al trato sicológico como hombre.
Sólo los médicos que trataron a N.N. se mantienen hoy en su posición de creer
como lo más adecuado que sea mujer. Todas estas conductas hay que examinarlas a
la luz de la Constitución Política de la República de Colombia porque se trata
de una acción de tutela donde hay que cotejar los hechos frente a los derechos
y deberes fundamentales.
C- DERECHO A LA
IDENTIDAD, A LA DIGNIDAD HUMANA Y AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
15. El
derecho a la identidad
A continuación de
modo singular se aborda el tema del derecho a la identidad, como manifestación
del derecho a la dignidad inherente a toda persona humana y que cobra su mayor
relevancia en el caso concreto, toda vez que el derecho vulnerado hace parte
tambien de derechos garantizados por los pactos internacionales, desde antes de
la Constitución de 1991.
Son derechos
fundamentales “que el hombre posee por el hecho de ser hombre, por su propia
naturaleza y dignidad; derechos que le son inherentes, y que lejos de nacer de
una concesión de la sociedad política, han de ser por ésta consagrados y
garantizados”.[16]
15.1. La
significación del derecho a la identidad, contiene una idea de persona como
portadora de derechos subjetivos, la cual y en virtud de elementos inherentes
a su naturaleza, requiere su eficaz protección. De otra parte se establece que:
“La condición de persona es la calidad que distingue al hombre de todos los
demás seres vivientes”. Tal significado, comporta la concepción de persona en
un sentido amplio, dirigido al ámbito que resalte la dignidad de la persona
humana. Son todos estos derechos asignados a la persona humana, algo propio en
razón de su naturaleza .
El derecho a la
identidad, en su estrecha relación con la autonomía, identifica a la persona
como un ser que se autodetermina, se autoposee, se autogobierna, es decir es
dueña de sí y de sus actos. Solo es libre quien puede autodeterminarse en torno
al bien porque tiene la capacidad de entrar en sí mismo, de ser consciente en
grado sumo de su anterioridad, de sentirse en su propia intimidad[17]. La persona humana
es dueña de si misma y de su entorno.
El derecho a la
identidad personal es un derecho de significación amplia, que engloba otros
derechos. El derecho a la identidad supone un conjunto de atributos, de
calidades, tanto de carácter biológico, como los referidos a la personalidad
que permiten precisamente la individualización de un sujeto en sociedad.
Atributos que facilitan decir que cada uno es el que es y no otro.
El derecho a la
identidad, en cuanto determina al ser como una individualidad, comporta un
significado de Dignidad humana y en esa medida es un derecho a la Libertad; tal
reconocimiento permite la posibilidad de desarrollar su vida, de obtener su
realización, es decir, el libre desarrollo de su personalidad.
Son todos estos
“Derechos naturales o propios de la persona humana, que revisten carácter de
fundamentales, en el sentido de primarios o indispensables. La fundamentalidad
coincide, con la inherencia a la naturaleza humana”.[18]
Es de aclarar que la
conclusión de Bidart Campos al hablar de derechos inherentes a la naturaleza
humana está fundamentada en el artículo 33 de la Constitución Argentina y en
el artículo 29 literal c) del Pacto de San José de Costa Rica, similares al
consagrado hoy en el artículo 94 de la Constitución Política de
Colombia.
La manifestación del
derecho a la identidad, en cuanto hace parte de la dignidad del hombre, exige
que en su naturaleza esten presentes los elementos de esta última. En tal
sentido Bidart Campos señala también:
“Hay que admitir
que ella es inherente a su ser , a su esencia o naturaleza. O sea, hay que dar
por verdad filosófica que el hombre es un ser, que tiene ser, esencia o
naturaleza”[19].
16. El derecho
a la identidad y el interés jurídico superior del menor
La Asamblea Nacional
Constituyente fue particularmente cuidadosa del interés jurídico superior del
menor:
“ Cuando se dice
que los ´derechos del niño están primero que los derechos de los demás´ y que
cualquier persona puede exigir su cumplimiento, se está por primera vez
reconociendo el derecho de los vecinos a proteger los niños de su comunidad,
denunciando discreta o abiertamente esa enorme cantidad de casos de maltrato
que se escuchan y se ven aún sin quererlo, y que hoy no se pueden evitar
porque los derechos del niño no han sido reconocidos o priorizados. Muchas
violaciones o atentados sexuales, mutilaciones o destrozos físicos o
sicológicos se podrán evitar en el futuro gracias a la resuelta determinación
de reconocer que la sociedad debe rodear y salvar a los niños, si pretende mejorar
sus futuras generaciones...”[20]
El interés jurídico
del menor se manifiesta como aquella utilidad jurídica que es otorgada a un
menor con el fin de darle un tratamiento preferencial, su naturaleza jurídica
está integrada por elementos que de manera alguna pueden desconocerse. Estos
elementos constituyen un concepto de aplicación superior que establece
elementos de coercibilidad y obligatoriedad de estricto cumplimiento o
acatamiento por todos.
El interés superior
del menor, en cuanto otorga un tratamiento especial de obligatorio acatamiento
por todos, comporta una naturaleza que la lleva a ser determinada “Como una
instrumentación jurídica con bases científicas y, por lo tanto flexible y
adaptable a su desarrollo, así como idónea para la organización de un
tratamiento digno y protector del menor. Lo que a su vez, permite distinguirla
de la tradicional naturaleza jurídica formal de la institución del menor, la
cual por lo tanto generaba desajustes con la realidad y, por consiguiente
retroceso y perjuicio a los menores de edad , y consecuencialmente a los
mayores de edad del mañana”[21].
Es así como el
respeto al derecho a la identidad, en cuanto forma parte de ese interés
jurídico superior, determina lo que es el actual y posterior desarrollo de la
personalidad. En efecto, el derecho a la identidad como manifestación de la
dignidad humana es siempre objeto de ese interes jurídico del menor, y en
virtud de tal tratamiento”resulta explicable que respecto de los menores de
edad siempre exista una relación entre el interés jurídico superior de éstos
y/o los intereses jurídicos de otros (que pueden ser los padres o los
extraños, la sociedad en general o el Estado, evento en el cual aquél será
superior). Es decir ese interés jurídico del menor es siempre superior, porque
al estar vinculado con otros intereses, se impone el predominio de aquél.”[22]
Por consiguiente, al
defenderse la individualidad del menor, o en otros términos, su identidad, como
un interés jurídico superior, es necesario afirmar que cualquier intromisión efectuada
sin su consentimiento, constituyó una vulneración de sus derechos
fundamentales. Pues la superioridad que contiene la naturaleza de este
derecho fue precisamente establecida en favor del desarrollo de su
personalidad y protección a su dignidad como ser humano.
Otro aspecto sobre
el que es indispensable hacer claridad, es que si bien el menor en virtud de
su condición estaba sometido a la patria potestad de sus padres, y aún a la
de los intereses del propio Estado, no podía condicionarse tal situación, como
un menoscabo de su derecho a la identidad, en cuanto éste es un interés
jurídico superior ampliamente protegido frente a los intereses de aquellos.
17. El derecho
a la identidad y su fundamento la dignidad humana
El derecho a la
identidad, y mas específicamente a la identidad sexual , presupone la
existencia de un derecho constitucional a la Dignidad. Este derecho “Opera aún
cuando caduquen los demás derechos personales emergentes de la Constitución”.[23]El derecho a la
dignidad, se constituye a su vez en fuente de otros derechos. Razón por la
cual, toda violación al derecho a la identidad, es a su vez una vulneración
al derecho a la dignidad Humana.
Es bajo tal
presupuesto que lo consagrado en el preámbulo de la Carta de Naciones Unidas y
la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece la idea de que los
derechos humanos fundamentales tienen su raíz en la dignidad y el valor de la
persona humana (arts 1º y 5º), inherentes a su naturaleza .
Como se ve, en el
derecho a la identidad la persona es un ser autónomo, con autoridad propia,
orientado a fines específicos, que ejerce un claro dominio de su libertad y en
consecuencia ninguna decisión tomada sin su consentimiento se torna valida. Tal
autonomía, implica a la persona como dueña de su propio ser. La persona por
su misma plenitud, es dueña de si, es el sujeto autónomo y libre. En otros
términos, el distintivo de ser persona y el fundamento de la dignidad de la
persona es el dominio de lo que quiere ser.
Este criterio, nos
conduce a señalar cómo la estrecha relación presente entre el derecho a la
identidad y el interés autónomo, es garantizado constitucionalmente con una
protección distinta y superior a los demás en cuanto al derecho de los niños se
refiere y consagrado de manera expresa en la Constitución de 1991.
La dignidad humana
supone unos valores básicos, en donde se reconoce que “En el ser humano hay
una dignidad que debe ser respetada en todo caso, cualquiera sea el
ordenamiento jurídico, político, económico y social, y cualquiera que sean los
valores prevalentes en la colectividad histórica”. En tal sentido también
afirma Peces -Barba “Se trata del derecho a ser considerado, como persona, es
decir, como ser de eminente dignidad.”[24]
La dignidad, base del derecho a la identidad, le
otorga entonces su verdadero sentido, por cuanto establece sus contenidos y
alcances lo cual implica una comprensión amplia de su naturaleza.
18. El
Reconocimiento Jurídico del Derecho a la Identidad a la luz de los Tratados
Internacionales y su incorporación en el orden interno
Efectuado el
análisis anterior, entraremos a revisar en primer término, cómo el Derecho a la
Identidad,se encontraba plenamente garantizado durante la vigencia de la
Constitución de 1886 y de igual manera en los preceptos constitucionales que
inspiraron la filosofía de la Constitución de 1991.
A partir de 1928 la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia otorgó un valor prevalente a
los tratados Internacionales sobre el ordenamiento jurídico legal.Normas estas
últimas de naturaleza internacional,que por voluntad del Estado Colombiano
entraron a formar parte del ordenamiento jurídico con carácter supralegal.
Estableciéndose así la fuerza coercitiva de preceptos a los cuales el Estado
firmante, tiene el deber de garantizar su plena efectividad.Valor supralegal
expresamente contenido en el artículo 93 de la Constitución Política de
Colombia y que también tenían pleno valor supralegal,como lo reconoció la Corte
Suprema de Justicia :
“ Agregáse a ello
-continúa-que esa superioridad ha sostenido como doctrina invariable que “es
principio de Derecho Público, que la Constitución y los Tratados Públicos son
la ley suprema del país y sus disposiciones prevalecen sobre las
simplemente legales que les sean contrarias aunque fuesen posteriores”.[25](Subrayas no originales).
Por otra parte el
derecho a la identidad en la Constitución de 1886, debe ser mirado a la luz de
los bienes” justicia, libertad y paz” ampliamente protegidos por el preámbulo,
principios fundantes que coinciden con los valores y principios de los tratados
internacionales sobre derechos humanos. El préambulo se constituye entonces en
un sistema de carácter normativo, con fuerza vinculante.
Concepto aceptado
por un grupo de magistrados de la Corte Suprema de Justicia que sobre la fuerza
vinculante del preámbulo dijo en una ocasión :
.....Las
Constituciones no tienen su fin en sí mismas; son instrumentos para la
realización de los valores que una comunidad considera estimables y,entre
ellos, el máximo es la justicia;de modo que,cuando se plantea una cuestion de
constitucionalidad, el problema no solo es de legalidad formal,de validez
lógica, sino esencialmente de justicia, de equidad pues las normas jurídicas
solo existen y sirven en tanto permitan hacer vivos esos valores.”
”Si se quiere ,
por otra, parte vivificar la Constitución, ello exige entender que ella no sólo
esta conformada por las normas positivas en que se expresa, sino por los
principios implícitos en las mismas y por los valores enunciados como objetivo
de su preceptiva;estas son instancias supra, aunque no extraconstitucionales, a
las cuales es necesario referir toda intrepretación y aplicación de las normas
positivas, y su desconocimiento debe acarrear invalidez, inconstitucionalidad,
pues todo lo que sea contrario al derecho, y un control de constitucionalidad
que no tenga este enfoque es incompleto y carece de eficacia[26]”
En otra oportunidad
:
“Pues bien, .....
debe recordarse que la estructura de la norma jurídica no se da en los
ordenamientos siempre en esa forma tan simple y ejemplar, pues su mundo es más
complejo y abigarrado, es decir, que la simple morfología de una expresión no
es suficiente para realizar el juicio de identificarla como normativa ni para
negarle dicho carácter, en efecto, en el derecho positivo hay verdaderas
constelaciones de normas cuyo contenido de mandato, prohibición, permisión o
condena no se conoce en si misma sino por referencias adicionales a otras
normas que determinan la sanción correspondiente, para usar los términos del
nuestro Código Civil. Aplicando este concepto al asunto que nos ocupa, se tiene
que la invalidación de normas inferiores por ser contrarias a las normas del
Preámbulo, sería consecuencia más que suficiente para dar a esta el carácter de
norma jurídica, así esta consecuencia no haga parte de la expresión en que
consiste dicho Preámbulo sino que resulta de su integración al todo de la
Constitución.”[27]
La Corporación desde
sus primeras Sentencia señalo:
“Esta
Corte,estima indispensable reivindicar la concepción jurídica según la cual el
Derecho no se agota en las normas y, por ende, el Constitucional no está
circunscrito al limitado campo de los artículos que integran una Carta
Política.
El Preámbulo de
la Constitución incorpora, mucho más allá de un simple mandato específico, los
fines hacia los cuales tiende el ordenamiento jurídico; los principios que
inspiraron al Constituyente para diseñar de una determinada manera la
estructura fundamental del Estado; la motivación política de toda la
normatividad; los valores que esa Constitución aspira a realizar y que
trasciende la pura literalidad de sus artículos.
El Preámbulo da
sentido a los preceptos constitucionales y señala al Estado las metas hacia las
cuales debe orientar su acción; el rumbo de las instituciones jurídicas.
Lejos de ser
ajeno a la Constitución, el Preámbulo hace parte integrante de ella. Las
normas pertenecientes a las demás jerarquías del sistema jurídico están sujetas
a toda la Constitución y, si no pueden contravenir los mandatos
contenidos en su articulado, menos aún les está permitida la transgresión de
las bases sobre las cuales se soportan y a cuyas finalidades apuntan.
Considera la
Corte que la preceptiva constitucional ha sido enderezada por el propio
Constituyente a la realización de unos fines, al logro de unos cometidos
superiores ambicionados por la sociedad, que cabalmente son los que plasma el
Preámbulo y que justifican la creación y vigencia de las instituciones. Quitar
eficacia jurídica al Preámbulo, llamado a guiar e iluminar el entendimiento de
los mandatos constitucionales para que coincida con la teleología que les da
sentido y coherencia, equivale a convertir esos valores en letra muerta, en
vano propósito del Constituyente, toda vez que al desaparecer los cimientos del
orden constitucional se hace estéril la decisión política soberana a cuyo
amparo se ha establecido la Constitución.
Juzga la Corte
Constitucional que el Preámbulo goza de poder vinculante en cuanto
sustento del orden que la Carta instaura y, por tanto, toda norma -sea de
índole legislativa o de otro nivel- que desconozca o quebrante cualquiera de
los fines en él señalados, lesiona la Constitución porque traiciona sus
principios.
Si la razón
primera y trascendente del control constitucional no es otra que la de
garantizar la verdadera vigencia y supremacía de la Constitución, ese control
deviene en utópico cuando se limita a la tarea de comparar entre sí normas
aisladas, sin hilo conductor que las armonice y confiera sentido integral,
razonable y sólido al conjunto.”[28]
18.1 Determinado el
rango supraconstitucional de los pactos internacionales ratificados por el
Congreso, se concluye que es deber del Estado colombiano garantizar la plena
vigencia de los derechos humanos. En efecto, esta disposición de orden
constitucional, encuentra sustento en los contenidos en el Pacto de Derechos
Civiles y Políticos artículo 2º ord.2º, y del Pacto de Derechos Humanos de San
José de Costa Rica artículo 2º.
"Este principio
de efectividad encuentra perfecta correspondencia con la normatividad
internacional en materia de derechos humanos y, en particular, con los deberes
de respeto y garantía que los Estados tienen en este campo. En efecto, la
Convención Interamericana y los Pactos de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas señalan que es deber de los Estados no sólo respetar los derechos
civiles y políticos sino, además, garantizar, sin discriminación alguna, su
libre y pleno goce a toda persona sujeta a su jurisdicción (Convención
Interamericana art. 1º; Pacto de derechos civiles y políticos art. 2º ord 1º).
Por ello, estos pactos, que han sido todos ratificados por Colombia y por ende
prevalecen en el orden interno (CP art. 93), señalan que los Estados Partes se
comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales,
"las medidas legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para
hacer efectivos (subrayas no originales)" los derechos humanos
(Convención Interamericana art. 2º; Pacto de Derechos Civiles y Políticos art.
2º ord 2º). Ahora bien, la Corte Constitucional, en acuerdo con una doctrina
muy autorizada en este campo, considera que entre las medidas "de otro
carácter" deben incluirse las sentencias de los jueces, y muy particularmente
las decisiones de esta Corporación, pues la rama judicial es uno de los órganos
del Estado colombiano, y éste se ha comprometido a tomar las medidas que sean
necesarias para hacer efectivos los derechos de las personas."[29]
El artículo 2º del
Pacto de San José de Costa Rica, aprobado en la Conferencia de los Estados
Americanos de San José de Costa Rica el 23 de noviembre de 1969, y de carácter
vinculante en el orden Jurídico Interno de Colombia a través de la ley 16 de
1972, hace explícita la obligación estatal de garantizar la plena vigencia de
los derechos humanos, dándole a estos rango directamente constitucional. Tal
disposición señala:
“Artículo 2º.- Deber
de adoptar disposiciones del Derecho Interno.
Si el ejercicio
de los derechos y libertades mencionados en el artículo no estuviere ya
garantizado por disposiciones legislativas o de otro carácter, los Estados
partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarios para hacer efectivos
tales derechos y libertades.”
Las obligaciones que
corresponden al Estado son en efecto múltiples, lo cual implica un compromiso
colectivo de respeto y garantía de la dignidad humana. “Las obligaciones que
asumen son complejas: reconocer tales derechos, garantizarlos frente al propio
Estado y particulares, crear las condiciones de goce de una plena titularidad
jurídica del ser humano. Dar cumplimiento a una obligación compleja sólo podrá
realizarlo el Estado, si está inmerso en el sistema interno de normas y
garantías legales, con publicidad, obligatoriedad y alcance general”.[30]
“Una segunda
consideración de su valor y obligatoriedad intrínseca de la naturaleza y
contenido del convenio se trata de valores objetivos y vivos que se imponen por
la dignidad de la persona humana y cotas progresivas de su personalización
social y jurídica”.[31]
Hay que adoptar las
medidas legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer
efectivos los derechos humanos.
Por consiguiente,
las sentencias de los jueces -como medidas de otro carácter diferentes a las
leyes- deben buscar hacer efectivos los derechos reconocidos por los pactos de
derechos humanos. Es pues legítimo que los jueces, y en particular la Corte
Constitucional, integren a la normatividad, al momento de tomar sus decisiones,
los derechos reconocidos en la Constitución y en los Pactos.[32]
En tal sentido
Bidart Campos señala:
"La Corte
tiene la posibilidad de modular de muy diversas maneras los efectos de sus
sentencias, pues la Constitución le permite adoptar la modalidad de sentencia
que mejor le permite asegurar la guarda de la integridad y supremacía de la
Constitución misma”.[33]
Corresponde entonces
tratándose de una materia de interés vital como los Derechos del Hombre, dar la
eficacia jurídica a los Tratados Internacionales.
Esto nos permite
desarrollar, que el contenido de distintos preceptos vinculantes en tratados
internacionales determinaban desde ya, la plena protección del Derecho a la
identidad, manifestación a su vez de la dignidad humana y garantía del libre
desarrollo de la personalidad.
D- LA RELACION
VINCULANTE DE LOS PACTOS INTERNACIONALES
Aquí es importante
tener en cuenta que toda la humanidad,en la Declaración de Teherán, suscrita
por todos los países del mundo determinó la autovinculación de los Estados para
hacer efectivo los derechos humanos y consagró:
“Artículo 6º.-
Los Estado deben reafirmar su firme propósito de aplicar de modo efectivo los
principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y en otros instrumentos
internacionales en relación con los derechos humanos y libertades
fundamentales”.
Así mismo, el
artículo 29 del pacto de San José de Costa Rica suscrita el 22 de noviembre de
1969, aprobada mediante la ley 16 de 1972, con depósito del instrumento de
ratificación el 31 de julio de 1973 y entrada en vigor el 18 de julio de 1978,
establece un criterio amplio de interpretación, en cuanto a los efectos
vinculantes que puedan tener otros actos de igual naturaleza. Es en este
sentido, que la disposición anota:
Artículo 29. Normas de Interpretación.
Ninguna
disposición de la presente convención puede ser interpretada en el sentido de:
.......
c) Excluir otros
derechos y garantías que son inherentes al ser humano, o que se derivan
de la forma democrática representativa de gobierno, y
d) Excluir o
limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y
Deberes del Hombre y otros actos internacionales de la misma
naturaleza.(Subrayas no originales).
Hoy, en la
Constitución de 1991, tal contenido quedó recogido en el artículo 94 que
expresamente preceptua:
“La enunciación
de los derechos y garantías contenidas en la Constitución y en los convenios
internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros que, siendo
inherentes a la persona humana no figuren expresamente en ellos.”
De un lado, el
artículo 29 inciso c) nos permite comprender el efecto vinculante de otros
derechos que aun cuando no fueron expresamente recogidos por los pactos
internacionales ratificados por Colombia, quedaron implícitamente garantizados
en virtud de tal disposición.
En igual forma, el
artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos al consagrar
en su numeral 1 “Toda persona tiene deberes respecto de la Comunidad, puesto
que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”, así
como lo preceptuado en el artículo 29 de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, quedan expresamente garantizados por el literal
c) del artículo 29 del Pacto de San José de Costa Rica.
La disposición
contenida en el literal c) del artículo 29 establece de un lado la
expresa prohibición de excluir los derechos inherentes al ser humano y
por otra parte otorga un amplio sentido de interpretación, de los derechos
inherentes a la persona, tal significación permite considerar al derecho a la
identidad consagrado de manera implícita en todos los pactos o convenios de
carácter internacional, y en consecuencia objeto de protección jurídica.
Esta consideración,
nos permite afirmar que el derecho a la identidad como derecho inherente a
la persona humana para la época de ocurridos los hechos estaba plenamente
garantizado, por cuanto la fuerza vinculante de pactos internacionales así lo
determinaba al igual que la consagración del derecho a la dignidad y el libre
desarrollo de la personalidad.
En igual sentido,
dentro de la protección a la dignidad humana, es de suma importancia retomar
lo preceptuado por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado
por la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante Resolución 22000 del 16
de diciembre de 1966, y que entró en vigor en el orden interno del Estado
Colombiano el 26 de marzo de 1976.
Artículo 7º.-
“Nadie será sometido a torturas ni penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento
a experimentos médicos o científicos”.(subrayas no originales).
Así mismo el Pacto
de San José de Costa Rica en su artículo 5 consagra:
1. Toda persona
tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
Nadie debe ser
sometido a torturas ni apenas o tratos crueles inhumanos o degradantes.....
Toda
persona...... será tratada con el respeto debido a la dignidad humana.
La prohibición de la
tortura, los tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes y la
experimentación médica o científica sin el libre consentimiento de la persona,
es la manifestación más concluyente de la comunidad internacional por la
defensa y conservación de la integridad física y moral del ser humano. “Esta
prohibición no sólo está presente en todos los instrumentos sobre derechos
humanos, sino que además, no puede ser derogada nunca de los mismos, ni
siquiera en caso de emergencia pública.”[34]
De la afirmación
anterior se colige que es en virtud del principio ius cogens como
se determina la inderogabilidad de normas de carácter internacional .Así lo
determina el artículo 64 de la Convención de Viena y el artículo 2 numeral 3
de la Carta de Naciones Unidas.
Artículo 64.
Aparición de una
nueva norma imperativa de derecho internacional general (“ius cogens”). Si surge una
nueva norma imperativa de derecho internacional general, todo tratado
existente que esté en oposición con esa norma se convertirá en nulo y
terminará.”
Visto lo anterior,
resulta de vital interés, revisar cómo el derecho a la identidad del menor, es
tambien expresamente garantizado por la Convención de los Derechos del Niño,
que atendió los criterios recogidos por la Declaración de los Derechos
Humanos, y la Declaración de los Derechos del Niño proclamado por la Asamblea
General de Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959 que estableció:
Principio 6:
El niño, para el
pleno y armonioso desarrollo de su personalidad necesita de amor y
comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la
responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de
seguridad moral y material;
En igual forma los
distintas preceptos, determinados en la Convención sobre los Derechos del Niño
adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de
1989, establece en su preámbulo:
Considerando que, de conformidad con los principios
proclamados en la Carta de las Naciones Unidas, la libertad, la justicia y la
paz en el mundo se basan en el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de
los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana,
Teniendo presente que los pueblos de las Naciones
Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del
hombre y en la dignidad y el valor de la persona humana, y que han decidido
promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto mas
amplio de la libertad.
Reconocimiento que las Naciones Unidas han proclamado y
acordado en la declaración universal de derechos humanos y en los pactos
internacionales de derechos humanos, que toda persona tiene todos los derechos
y libertades enunciados en ellos, sin distinción alguna, por motivos de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Teniendo presente
que la necesidad de proporcionar al niño una protección especial ha sido
enunciada en la Declaración de Ginebra de 1924 sobre los derechos del niño y en
la Declaración de los Derechos del Niño adoptada por la asamblea general el 20
de noviembre de 1959, y reconocida en la Declaración Universal de Derechos
Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en
particular, en los artículos 23 y 24), en el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (en particular, en el artículo 10) y en los
estatutos e instrumentos pertinentes de los organismos especializados y de las
organizaciones internacionales que se interesan en el bienestar del niño.
Teniendo presente
que, como se indica en la Declaración de los Derechos del Niño, "el Niño,
por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado
especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del
nacimiento".
Artículo 8.
1. Los Estado
Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad,
incluidos la nacionalidad, el hombre y las relaciones familiares de conformidad
con la ley sin ejercidas ilícitas.
2. Cuando un niño
sea privado ilegalmente de algunos de los elementos de su identidad o de todos
ellos, los Estados Partes deberán prestar la asistencia y protección apropiadas
con miras a restablecer rápidamente su identidad.
La fuerza vinculante
de los tratados de derechos humanos,está garantizada por el control que sobre
su efectividad ejerce la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ya sea por
iniciativa de cualquier Estado (artículo 62 Pacto de San José de Costa Rica),
o a solicitud de la Comisión Interamericana de derechos Humanos, previa
evaluación de las denuncias de cualquier persona o grupo de personas, o entidad
no gubernamental legalmente reconocida en uno o más Estados miembros de la
Organización (art.44 Pacto de San José de Costa Rica).
La decisión de la
Corte Interamericana en la protección de los derechos humanos,puede consistir
en ordenar que se garantice al lesionado en el goce de sus derechos o libertad
conculcados ; disponiendo, si ello fuera procedente que se reparen las
consecuencias de la medida o situación que ha configurado la vulneración de
esos derechos y el pago de una justa indemnización a la parte lesionada. Y en
caso de extrema gravedad y urgencia , y cuando se haga necesario evitar daños
irreparables a las personas, la Corte, en los asuntos que esté conociendo,
podrá tomar las medidas provisionales que considere pertinentes.(artículo 63
del Pacto de San José de Costa Rica).
E. EFICACIA DE LA
TUTELA EN DEFENSA DE DERECHOS FUNDAMENTALES.
19. La protección de
los derechos fundamentales se expresa en ordenes para que la persona o entidad
contra quien se dirige "actúe o se abstenga de hacerlo", indica el
artículo 86 de la C.P. Pero ya desde antes, en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos se estipuló que para defenderlos “los miembros se comprometen
a tomar medidas”. Es importante hacer referencia a ello porque varios de los
hechos que motivan esta tutela ocurrieron antes de la Constitución de 1991.
Ya se examinó que en
el presente caso se violaron normas del bloque constitucional en 1981 y en
1987 (fechas de las operaciones al niño y del cambio de partida). Habrá
entonces que justificar las órdenes a dar, debido a que un buen número de las
violaciones fue anterior a la Nueva Constitución.
Hay que distinguir
dentro de la decisión que se tomará , en primer lugar, el alcance y fundamento
de la orden que se le dará al I.C.B.F. y en segundo lugar, la proyección de la
orden hacia el Notario que cumplió lo determinado en el proceso de jurisdicción
voluntaria. Y en cuanto a las personas naturales y jurídicas contra quienes
también se orientó la tutela (médico, padres del menor, hospital) habrá una
orden de abstención, ya decidida provisionalmente en auto de 29 de agosto de
1995, y esto se ratificará en la presente sentencia, convirtiéndose en
definitiva la orden de que NO se continúe el tratamiento de readecuar el sexo
hacia lo femenino porque esto no ha sido consentido por N. N., todo lo
contrario, él insiste en su derecho a una entidad masculina, y, obviamente no
permanecerá el menor bajo control de los médicos del hospital San Vicente de
Paúl y de sus padres, aunque respecto de éstos, no perderán la patria potestad,
se mantendrán las relaciones familiares, pero como lo primordial es el
tratamiento integral que debe dársele a N. N. y ello es imposible lograrlo en
el ambiente donde los padres están, hay que buscar otros horizontes porque los
derechos del menor están por encima de los derechos de los demás.
Tanto en las órdenes
como en la determinación de abstención es imperioso resaltar que el menor
interpuso tutela para que se le respete su condición de hombre, figure en el
registro con su original nombre de varón, no se lo continúe maltratando y
"quiere ser lo que siempre ha sido desde que nació”. Como la eficacia y la
legitimidad de lo que se determine debe tener un respaldo jurídico, eso se
desarrollará a continuación.
20. La
solidaridad en el estado social de derecho, y los DEBERES en la antigua y nueva
Constitución.
Al menor se le debe
prestar solidaridad, esto se infiere del inciso 2º del artículo 44 de la
Constitución actual que dice:
ARTICULO 44. Son derechos fundamentales de los niños: la
vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación
equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de
ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre
expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono,
violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o
económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos
consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales
ratificados por Colombia.
La familia, la
sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para
garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus
derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su
cumplimiento y la sanción de los infractores.
Los derechos de
los niños prevalecen sobre los derechos de los demás.
Además, la
Convención del Niño se pronuncia en el mismo sentido, pero tanto ésta como la
Constitución de 1991 son posteriores a varios de los hechos que motivan la
presente tutela, entonces, se repite lo dicho antes: se acude a normas internacionales
que por voluntad del Estado Colombiano entraron a formar parte de la
normatividad interna.
Continuando con lo
de los DEBERES: la Declaración Universal de Derechos Humanos en su artículo 29
reza:
“Toda persona
tiene deberes respecto de la comunidad, puesto que sólo en ella puede
desarrollar libre y plenamente su personalidad”.
Nótese como se unen
los deberes con el derecho al libre desarrollo de la personalidad y como tal
determinación fue el consenso de diferentes corrientes de pensamiento (dentro
de ellas la Católica); hay que concluir que no hay contradicción alguna entre
los postulados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los
preámbulos de la Carta del 86 y el Plebiscito de 1957. Aunque sobre el tema de
los deberes no hay problema interpretativo porque el artículo 9º de la Reforma
Constitucional de 1936 (codificado como artículo 16 de la antigua Constitución)
ordena a las autoridades “asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del
Estado y los particulares”.
Menos dificultad
interpretativa existe hoy cuando se habla de la solidaridad como principio
fundante del Estado Social de Derecho.
20.1. La Corte
Constitucional ha dicho:
"Dichas
asistencia y protección, corresponden en primer término a la familia, como
núcleo esencial de la humana convivencia; pero corresponden también a la
sociedad, en general, y al Estado, en particular, como ente rector de aquella
cuando está organizada política y jurídicamente. Es claro que si el niño carece
de una familia que lo asista y proteja, bien porque haya sido abandonado por
sus padres, bien porque carezca de ellos, o bien porque éstos o, en su defecto,
sus abuelos, hermanos mayores, u otros parientes cercanos, no cumplan con ese
sagrado deber, la asistencia y protección incumbe directa e insoslayablemente a
la sociedad y, a nombre de ésta, al Estado, a través de los organismos
competentes para ello. Con esto se configura la intervención subsidiaria del
Estado, a falta de una familia que cumple con las obligaciones antes señaladas.
El bienestar de
la infancia, es una de las causas finales de la sociedad -tanto doméstica como
política-, y del Estado; por ello la integridad física, moral, intelectual y
espiritual de la niñez, y la garantía de la plenitud de sus derechos son, en
estricto sentido, asunto de interés general. Son fin del sistema
jurídico, y no hay ningún medio que permita la excepción del fin.
Pero no basta con
el deber de asistencia, porque la Constitución obliga al Estado, a la
sociedad y a la familia también a proteger al niño. Esta protección
implica realizar las acciones de amparo, favorecimiento y defensa de los
derechos del menor. Por ello el artículo 44 superior, concluye en su último
inciso: "Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los
demás"; lo cual está en consonancia con el inciso tercero del artículo
13 de la Constitución que señala: "El Estado protegerá especialmente a
aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se
encuentran en circunstancia de debilidad manifiesta (...)".[35]
20.2 La solidaridad
social es inherente al Estado Social de Derecho (arts. 1º, 2º, 95-2 y Preámbulo
de la C.P.):
"Este deber
de prestar solidaridad es una muestra de que sí hay diferencia entre el Estado
Social de Derecho y el viejo esquema del Estado de Derecho. En otras palabras,
la Nueva Constitución difiere bastante de la 1886.
Recientemente la
Corte Constitucional dijo:
"Con la
evolución del Estado liberal y su tránsito al Estado Social de Derecho, el
valor jurídico de los deberes ha variado de manera radical. Su incorporación en
los textos constitucionales modernos, paralelamente a la idea de la
Constitución como norma jurídica, son transformaciones políticas que otorgan
una significación diferente a los deberes de la persona.
La concepción
social del Estado de Derecho, fundado en la solidaridad, la dignidad, el
trabajo y la prevalencia del interés general (CP art. 1), se traduce en la
vigencia inmediata de los derechos fundamentales, pero también en la sanción
constitucional al incumplimiento de los deberes constitucionales. El artículo
1º de la Constitución erige a la solidaridad en fundamento de la organización
estatal. Los nacionales y extranjeros tienen el deber de acatar la Constitución
y la ley, y son responsables por su infracción (CP arts. 4 y 6). De esta forma,
los deberes consagrados en la Carta Política han dejado de ser un desideratum
del buen pater familias, para convertirse en imperativo que vinculan
directamente a los particulares y de cuyo cumplimiento depende la convivencia
pacífica.
La Constitución,
además de fijar la organización política básica del Estado y garantizar los
derechos y las libertades públicas, constituye un marco general de conducta que
vincula directamente a los particulares.[36]
Este criterio es el
desarrollo de lo expresado en la sentencia de 5 de junio de 1992:
"La fórmula
del artículo primero de la Constitución, ampliada y respaldada a través de todo
el texto fundamental, según la cual Colombia se define como un estado social de
derecho, es de una importancia sin precedentes en el contexto del
constitucionalismo colombiano. Esta importancia amerita un pronunciamiento de
la Corte sobre el alcance de este concepto y sobre su sentido e interpretación,
no sólo en el contexto internacional -del cual sin duda alguna se nutrió la
Asamblea Nacional Constituyente- sino en la Constitución misma, vista como una
norma autónoma. Para ello ninguna ocasión tan oportuna como la que se refiere a
la definición de los derechos económicos sociales y culturales y a su relación
con el derecho de tutela.
A. Origen y
delimitación conceptual
1. Lo primero que
debe ser advertido es que el término "social", ahora agregado a la
clásica fórmula del Estado de Derecho, no debe ser entendido como una simple
muletilla retórica que proporciona un elegante toque de filantropía a la idea
tradicional del derecho y del Estado. Una larga historia de transformaciones
institucionales en las principales democracias constitucionales del mundo, está
presente para dar testimonio de la trascendencia de este concepto.
2. La incidencia
del Estado social de derecho en la organización sociopolítica puede ser
descrita esquemáticamente desde dos puntos de vista: cuantitativo y
cualitativo. Lo primero suele tratarse bajo el tema del Estado bienestar
(welfare State, stato del benessere, L'Etat Providence) y lo segundo bajo el
tema de Estado constitucional democrático. La delimitación entre ambos
conceptos no es tajante; cada uno de ellos hace alusión a un aspecto específico
de un mismo asunto. Su complementariedad es evidente.
a. El estado
bienestar surgió a principios de siglo en Europa como respuesta a las demandas
sociales; el movimiento obrero europeo, las reivindicaciones populares
provenientes de las revoluciones Rusa y Mexicana y las innovaciones adoptadas
durante la república de Weimar, la época del New Deal en los Estados Unidos,
sirvieron para transformar el reducido Estado liberal en un complejo aparato
político-administrativo jalonador de toda la dinámica social. Desde este punto
de vista el Estado social puede ser definido como el Estado que garantiza
estándares mínimos de salario, alimentación, salud, habitación, educación,
asegurados para todos los ciudadanos bajo la idea de derecho y no simplemente
de caridad (H.L. Wilensky, 1975).
b. El Estado
constitucional democrático ha sido la respuesta jurídico-política derivada de
la actividad intervencionista del Estado. Dicha respuesta está fundada en
nuevos valores-derechos consagrados por la segunda y tercera generación de
derechos humanos y se manifiesta institucionalmente a través de la creación de
mecanismos de democracia participativa, de control político y jurídico en el
ejercicio del poder y sobre todo, a través de la consagración de un catálogo de
principios y de derechos fundamentales que inspiran toda la interpretación y el
funcionamiento de la organización política.
3. Estos cambios
han producido en el derecho no sólo una transformación cuantitativa debida al
aumento de la creación jurídica, sino también un cambio cualitativo, debido al
surgimiento de una nueva manera de interpretar el derecho, cuyo concepto clave
puede ser resumido de la siguiente manera: pérdida de la importancia
sacramental del texto legal entendido como emanación de la voluntad popular y
mayor preocupación por la justicia material y por el logro de soluciones que
consulten la especificidad de los hechos. Estas características adquieren una
relevancia especial en el campo del derecho constitucional, debido a la
generalidad de sus textos y a la consagración que allí se hace de los
principios básicos de la organización política. De aquí la enorme importancia
que adquiere el juez constitucional en el Estado social de derecho.
4. La complejidad
del sistema, tanto en lo que se refiere a los hechos objeto de la regulación,
como a la regulación misma, hace infructuosa la pretensión racionalista que
consiste en prever todos los conflictos sociales posibles para luego asignar a
cada uno de ellos la solución normativa correspondiente. En el sistema jurídico
del Estado social de derecho se acentúa de manera dramática el problema -planteado
ya por Aristóteles- de la necesidad de adaptar, corregir, acondicionar la
aplicación de la norma por medio de la intervención del juez. Pero esta
intervención no se manifiesta sólo como el mecanismo necesario para solucionar
una disfunción, sino también, y sobre todo, como un elemento indispensable para
mejorar las condiciones de comunicación entre el derecho y la sociedad, es
decir, para favorecer el logro del valor justicia (de la comunicación entre
derecho y realidad), así ello conlleve un detrimento de la seguridad
jurídica..."[37]
En resumen, hay un
salto cualitativo cuando la seguridad jurídica ya no es el centro de gravedad
de las instituciones sino que se ve desplazada por el valor de la justicia como
realidad social. Es la superación de la retórica por lo pragmático. Y, dentro
de este contexto se puede afirmar que el Estado Social de Derecho hunde sus
raíces en el principio de solidaridad. El reconocimiento a la solidaridad puede
ser estudiado en la tutela. Ha dicho la Corte:
"La
solidaridad como modelo de conducta social permite al Juez de tutela determinar
la conformidad de las acciones u omisiones particulares según un referente
objetivo, con miras a la protección, efectivo de los derechos
fundamentales"[38]
En conclusión, es
principio fundandante de la Nueva Constitución la solidaridad. Lo era desde
1936, luego, hay via libre para tomar determinaciones en la tutela que motiva
este fallo.
20.3. En el caso
concreto del menor N. N., la sociedad en general y el Estado en particular
tienen que convertir la solidaridad en realidades para las cuales el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar es la Entidad que posee la infraestructura y
la posibilidad jurídica de contribuir con soluciones que respalden el derecho
de N. N. a reafirmar, en la medida de lo posible, su IDENTIDAD solicitada en la
tutela, pedida por escrito en su declaración dentro del expediente y explicitada
ante esta Sala de Revisión en la diligencia que para tal efecto se practicó.
En la contribución a
la solución hay que partir de estos soportes normativos, adicionales a las
normas de rango constitucional:
-El artículo 3º del
Código del Menor (decreto 2737/89) dice que:
"Cuando los
padres o las demás personas legalmente obligadas a dispensar estos cuidados no
estén en capacidad de hacerlo, los asumirá el Estado con criterio de
subsidiaridad" (se refiere a los derechos para un adecuado desarrollo
físico, mental, moral y social).
-El artículo 23
ibídem define al Bienestar Familiar como un servicio público a cargo del Estado
uno de cuyos objetivos es tutelar los derechos de quienes integran la familia.
-El artículo 30 del
mismo Código contempla los casos en los cuales un menor se halla en
"situación irregular" dentro de ellos está el peligro físico o moral
y la falta de atención suficiente para la satisfacción de sus necesidades
básicas. En el caso de esta acción de tutela el menor está discapacitado, no ha
podido avanzar en sus estudios, está disminuida su capacitación ante la vida y
requiere de urgente ayuda por parte del Estado.
-La medida de
protección no siempre debe ser declararlo en situación de abandono o darle un
"hogar sustituto" (medidas excepcionales y que exigen una justa
ponderación) puede ser otra, como por ejemplo "la atención integral en un
centro de protección especial" (arts. 82 y s.s. del Código del Menor), que
en su más amplia acepción se aplicará en el presente caso. El criterio antes
expuesto no se puede convertir en una camisa de fuerza para el I.C.B.F.puesto
que al cumplir este fallo hay que darle a las normas del Código del Menor una
lectura de acuerdo con la efectiva protección a los derechos fundamentales, y,
por lo tanto, si lo mejor que puede hacer el I.C.B.F. es atender al menor en
un Centro de Protección Especial ello debe ir de la mano con la eficaz
protección al menor discapacitado (arts. 222 y s.s. del Código del Menor) y con
los demás instrumentos teóricos y prácticos que contribuyan a una real
solución o acercamiento en lo posible a esa solución, inclusive, buscándose
tratamiento médico en el exterior, si es del caso proyectando la capacitación
laboral dentro del país, manteniendo el modelo de vida que el menor ha tenido
como campesino que es, respetando su vocación, ideales y proyecciones, en fin,
respetándosele su dignidad que es lo más importante.
Como este es un
DEBER del Estado y como el I.C.B.F. facilitó en el año de 1987 la operación de
“readecuación de sexo”, dándosele cobertura al propósito de los médicos y
ubicando al menor en un hogar sustituto para que fuera factible la operación,
entonces, LA PROTECCION ESPECIAL A DISMINUIDOS, consagrada en el artículo 47
de la Constitución, razonablemente no se puede suspender cuando N. N. llegue a
los 18 años, sino que el tratamiento médico que se iniciare y el sicológico que
ya está en curso (con la aceptación del paciente) se continuara hasta cuando un
dictámen de un grupo interdisciplinario lo considere pertinente. Lo que se le
ordena al I.C.B.F. es que mantenga la continuidad en la readecuación y
tratamiento integral del menor que instauró la presente tutela.
Sería injusto e
ilógico que la urgente atención médica iniciada en el I.C.B.F. en estos casos
excepcionales se viera interrumpida. Además, el mismo Código del Menor tiene
proyecciones más allá de los 18 años, por ejemplo, pedir la prórroga de la
patria potestad para los deficientes mentales (art. 232 Código del Menor):
“Cuando el menor sufra
de severa deficiencia mental permanente, sus padres o uno de ellos o el
Defensor de Familia deberán promover el proceso de interdicción antes de
cumplir aquél la mayoría de edad, para que a partir de ésta prorroga
indefinidamente su Estado de sujección a la patria potestad por ministerio de
la ley”
O la adopción de
mayores de edad (inciso 2º del art. 92 Código del Menor):
“Con todo,
también podrá adoptarse al mayor de esta edad cuando el adoptante hubiere
tenido el cuidado personal del adoptante antes de que éste cumpliera 18 años”.
Si ésto lo permite
la ley, con mayor razón debe protegerse al discapacitado más allá de los 18
años cuando el I.C.B.F. lo ha venido tratando de tiempo atrás y cuando la
protección es de rango constitucional.
21. Apreciaciones
frente al cambio de nombre autorizado en un proceso de jurisdicción voluntaria.
El 10 de julio de
1987, el padre del menor otorgó poder "para que sea cambiado su sexo y
nombre (de su hijo N. N.)" y en forma acelerada, el Juzgado que conoció el
proceso de jurisdicción voluntaria consideró que:
"ha quedado
plenamente establecida la necesidad de sustituir el nombre que se había fijado
al menor, antes de sexo masculino, por otro que coincida con su sexo que ha
pasado a ser femenino".
Y se ordenó que en
la Notaría se hiciera la corrección.
21.1 Hay que decir
que el padre no podía otorgar poder para que se cambiara el sexo de su
hijo, porque, se insiste, tal decisión sólo corresponde a la persona que quiere
que su cuerpo tenga la mutación, significa lo anterior que el poder contiene un
OBJETO ILICITO, puesto que viola derechos fundamentales, como ya se demostró;
y, el Juez no podía avocar el conocimiento sin el poder directo del interesado,
faltaba un presupuesto procesal y al hacerlo incurrió en una vía de hecho, y
por este grave error terminó autorizando una sustitución de registro civil por
presunto cambio de sexo, cuando el sujeto pasivo de ese "cambio" ni
había autorizado que se le modificara su condición de hombre ni tampoco que de
ahí en adelante se lo considerara como mujer sin serlo. En este aspecto, el ser
humano, es libre de escoger su propio camino y un Juez no puede torcérselo por
petición de otra persona.
21.2 Hay que
resaltar que los actos relativos al estado civil (como el de modificación de
nombre en una partida) son en sí actos administrativos aunque requieran
la actividad del juez, mediante el llamado proceso de jurisdicción voluntaria.
Por eso los constitucionalistas Fix Zamudio y Cappelletti los califican como
simple acto administrativo. El propio Calamandrei considera como equívoca la
calificación de jurisdicción que se le da a la jurisdicción voluntaria. Y,
Hernando Morales, aunque habla de la semejanza a la jurisdicción, recuerda:
“Tales actos se
denominan de jurisdicción voluntaria o graciosa, palabra ésta derivada de la
jurisdicción que en forma de gracia ejercía el Pretor en Roma y que
posteriormente pasó a los Cónsules, quedando aquél con la jurisdicción
contenciosa. La jurisdicción voluntaria, una parte de los autores opina que no
constituye propiamente actividad jurisdiccional sino administrativa confiada a
autoridades judiciales, pues sus resoluciones tienen un valor precario y no
hacen cosa juzgada”[39]
Si el llamado
proceso de jurisdicción voluntaria, propiamente no es un proceso judicial,
entonces, es difícil ubicar la decisión dentro de las no susceptibles de
tutela. Y si la decisión en la “jurisdicción voluntaria” es precaria, es
posible que mediante tutela se den órdenes que alteren el fallo en la
“jurisdicción voluntaria” siempre y cuando estén de por medio los derechos
fundamentales.
21.3 Hay que
aclarar, no obstante, este aspecto ya estudiado en esta Sala:
"La
corrección del registro civil de las personas tiene dos caminos, ya sea a
través del funcionario responsable del registro o acudiendo a la justicia
ordinaria, como se verá a continuación.
La función registral,
en relación con la corrección del estado civil, se encuentra dividida en
comprobaciones declarativas como fórmula general y comprobaciones constitutivas
excepcionalmente, tomando en cuenta que siempre se presenta una comprobación,
mas no una valoración, pues esta última implica la indeterminación de lo
examinado.
Así el artículo
89 del Decreto No. 1260 de 1970, modificado por el artículo 2º del Decreto No.
999 de 1988, establece que "las inscripciones del estado civil, una vez
autorizadas, solamente podrán ser alteradas en virtud de decisión judicial en
firme o por disposición de los interesados". Esta disposición autoriza la
alteración de la inscripción, ya sea por sentencia judicial o por disposición
de los interesados, sin brindar elementos que distingan claramente la
competencia del juez y del funcionario responsable del registro civil respecto
de la corrección del estado civil.
La interpretación
de la norma anterior, de acuerdo a lo expuesto, llevaría a pensar que el
trámite de corrección notarial sólo debe corresponder a la confrontación de lo
empírico con la inscripción para de este modo lograr que la situación jurídica
del solicitante responda a la realidad..
Es de mérito
anotar que el simple cambio de nombre, no significa el cambio de sexo[40], debido a que el nombre a pesar de ser un
elemento indicativo del sexo, no tiene poder definitorio respecto a este
último.
Es que no tiene explicación
procesal alguna que un tercero se presente a pedirle a la justicia que se
reconozca el cambio de sexo de "otro" que nunca ha consentido en
ello, y, si un Juez acepta pretensión "contra natura" habrá que
concluir que actuó dentro de una clásica vía de hecho susceptible de enmendarse
mediante la tutela.
Antes de entrar a
las órdenes a dar es necesario resaltar situaciones que gravitan sobre este
caso:
CAPITULO III
DETERMINACIONES
a. El I.C.B.F., en
la actualidad, es la única entidad en la cual el menor tiene confianza, por los
servicios de asistencia que viene prestando.
b. El menor se
encuentra hoy en un medio donde es difícil adecuar la cultura para lograr su
identidad sexual. Aunque tampoco desea un rompimiento con su familia, de todas
maneras ésta no ofrece el clima adecuado para tan compleja terapia.
c. En el presente
caso quien interpuso la tutela no deja la menor duda de que el menor es varón.
Si no se está ante la presencia de un transexual, bisexual, hermafrodita o
seudo hermafrodita, hay que respetar la VERDAD NATURAL Y PERSONAL. Un caso
fortuito, completamente extraño a la persona, ajeno a su voluntad no tiene la
causa suficiente para alterar esa verdad, esa naturaleza. Cuando la mutilación
se presenta, el paciente tiene posibilidad de decidir. Si no lo hizo antes lo
puede hacer ahora que tiene uso de razón.
Es inhumano que si
el pene y los testículos fueron cercenados, la solución sea volver a la víctima
mujer. Este es un trato denigrante.
Aclarado lo anterior,
se concluye:
- El expreso
consentimiento informado del propio paciente es indispensable para cualquier
tratamiento médico de readecuación del sexo. Como esto no ocurrió y la tutela
se instauró para proteger el derecho a la identidad según se explicó
anteriormente, properará no solo por tal violación sino por afectar la dignidad
y el libre desarrollo de la personalidad.
- La investigación
sobre la conducta profesional de los médicos que propiciaron e hicieron el
tratamiento de readecuación de sexo o transformación de órganos sexuales
corresponde adelantarla al Tribunal de Etica Médica.
- La presunta
responsabilidad civil que implicaría una indemnización de perjuicios se tramita
mediante proceso ordinario, luego no se condenará en perjuicios en esta tutela,
ya que le queda al joven una via para acudir a la jurisdicción ordinaria; como
se trata de un menor desprotegido para adelantar esa posible acción
reparatoria, se le solicitará al Defensor del Pueblo la asistencia jurídica
para que, si el menor lo acepta, se inicie y adelante el correspondiente juicio
de responsabilidad civil.
- Y, en cuanto lo
principal: la orden para hacer real la solidaridad que merece el menor por la
vulneración de sus derechos fundamentales, ésta se dará al I.C.B.F.
según ya se ha explicado.
- Por último, se
ratificará la orden dada al Notario de mantener en el Registro Civil el nombre
de varón que identificó inicialmente a quien instauró la tutela.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por autoridad de la Constitución
RESUELVE
PRIMERO:
REVOCANSE los numerales
primero y tercero de la sentencia del 23 de mayo de 1995 proferida por el
Tribunal Superior de Antioquia, Sala Civil, fallo materia de revisión.
SEGUNDO:
CONCEDASE la tutela al
menor cuya identificación aparece en la solicitud y por lo tanto se le protegen
los derechos fundamentales a la identidad, la dignidad y el libre desarrollo de
la personalidad.
TERCERO: ORDENASE
al Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar , representado por su Director, que le preste a la persona
vulnerada a cuyo nombre se instauró la tutela, la protección adecuada
consistente en el tratamiento integral físico y sicológico requerido para la
readecuación del menor, previo consentimiento informado, y en relación con la
mutilación sufrida y a la cual se ha hecho referencia en este fallo. Este tratamiento
integral podrá tener continuidad más allá de los 18 años siempre y cuando
un grupo científico interinstitucional lo considere conveniente. El mismo grupo
interinstitucional, junto con el correspondiente Defensor de Menores, hará el
seguimiento al tratamiento.
CUARTO:
CONFIRMASE el numeral
segundo de la sentencia de revisión en cuanto ordenó la corrección del registro
civil de nacimiento.
QUINTO: ENVIESE copia de esta sentencia al Tribunal de
Etica Médica para lo que estime pertinente.
SEXTO: ENVIESE copia de este fallo a la Defensoría del
Pueblo para que, si el menor lo acepta, se designe por el Defensor del Pueblo
un abogado que inicie el correspondiente juicio de responsabilidad civil por el
daño sufrido por el menor debido a la “readecucación de sexo” o “transformación
de órganos sexuales”, practicada sin su consentimiento.
SEPTIMO: El Tribunal Superior de Antioquia, Sala
Civil, que conoció en primera instancia, VIGILARA el cumplimiento de
esta sentencia.
OCTAVO: El correspondiente defensor de menores
mantendrá informado al Tribunal de Antioquia sobre el cumplimiento de lo ordenado.
NOVENO:
COMUNIQUESE este fallo al
Tribunal Superior de Antioquia, Sala Civil, para la notificación y efectos
previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
DECIMO: GUARDESE la reserva expresada en la parte motiva.
Cópiese, notifíquese,
publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Auto de abril 15 de 1994. Ponente Dr. Alejandro Martínez
Caballero. Expediente T-27441.
[2]Auto Septiembre 14 de 1993. Magistrado Ponente Dr. Jorge Arango
Mejía. Expediente T-16617.
[3] En la medida que genéticamente se continúa teniendo el género
original.
[4] La Corte Constitucional, ha entendido por CURACION no solo la
derrota de la enfermedad, sino el alivio de la misma.
[5]Para el profesor José Alejandro Bonivento, “Los Principales
Contratos Civiles”, pág 448, esta forma de prestación de servicios
profesionales está colocado dentro de lo estatuido en el artículo 2144 C.C. y
es mandato.
[6] JEAN PENNEAU, la responsabilidad medicale, p. 68.
[7] Derecho a la Salud y Constitución Española: Problemática del
consentimiento y derecho de rechazo al tratamiento en el ordenamiento jurídico
sanitario. ANTONIO PEDREIRA ANDRADE. Conferencia.
[8]Ver sentencias T-548/92. MP Ciro Angarita Barón; T493/93 MP
Antonio Barrera Carbonell; T-401/94 MP Eduardo Cifuentes Muñoz.
[9]Gerald Dwoekin. "El parternalismo"
[10]Carlos Santiago Nino. "La autonomía constitucional" en Cuadernos
y Debates. No 37. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1992, p 67.
[11]Ver sentencia T-401/94, fundamento jurídico 3.3
[12]Sentencia T-401/94, fundamento jurídico 3.3
[13]Gerald Dworkin. Op-cit, p 156.
[14] “El querer me pertenece” decía San Pablo. Se hace esta cita
porque cuando se efectuó la operación en 1987, el Estado reconociía a la
religión católica como la de la Nación.
[15] Magistrados Ponentes: Jaime Sanin Greffeinstein y Jairo Duque
Pérez
[16] Ver Truyol y Serra Antonio, Los Derechos Humanos, Editorial
Tecnos , 1984, pág 11.
[17] Ver,Ilva Myriam Hoyos ,El Concepto de persona y los derechos
humanos Universidad de la Sabana, 1991,Pág 128.
[18] Ver,Bidart Campos, German J,Teoría General de los derechos
humanos, Editorial Astrea, 1991 Pág 4.
[19] Ibidem, pág 72.
[20] Ponencia de la Subcomisión Primera, presentada a la Comisión V en
la asamblea Nacional Constituyente.
[21] Laffont Pianetta Pedro, Compilación legislativa , Doctrinaria y
de jurisprudencia relacionada con el menor,1994 ,Pág
[22] Ibidem,pág 25.
[23] OP. Bidart Campos, pág
[24] Ibidem,pág 73.
[25] Ver, Sentencia de la Corte Suprema de Justicia,Noviembre diez y
ocho de mil novecientos treinta Magistrado Ponente Enrique A. Becerra.
[26] Ver, Sentencia N° 51 de la Corte Suprema de Justicia, Mayo diez y
nueve de mil novecientos noventa y ocho.Magistrados Ponentes Hernando Gómez
Otalora y Jaime Sanín Greiffenstein .
[27] Ver, Salvamento de Voto de los Magistrados Fabio Morón Diaz,
Jaime Sanín Greiffenstein, Gustavo Gómez Velásquez, Jairo E. Duque
Peréz,Lisandro Martínez Zuñiga de la Sentencia N° 51de mayo diecinueve de mil
novecientos ochenta y ocho.
[28] Sentencia N° C-479 /95, Magistrados Ponentes Doctores Alejandro
Martinez Caballero y José Gregorio Hernandez Galindo.
[29]Sentencia C-109/95, Magistrado Ponente:
Dr. Alejandro Martínez Caballero, Pág. 27.
[30] Ver.Espada Luisa Maria Ramos, El efecto directo y los tratados
internacionales suscritos por España.pág 1204.
[31] Ibidem.
[32] Sentencia C-109/95, Magistrado ponente Dr. Alejandro Martinez
Caballero, Pág 27.
[33] Bidart Campos , Germán,Revista El
derecho , Universidad Católica, Argentina Buenos Aires, pág.1 , julio 6 de
1995.
[34] Karel Vasak, La dimension Internacional de los derechos
humanos.serbal/Unesco pág 126.
[35]Sentencia T-29/94, Magistrado Ponente: Vladimiro Naranjo Mesa.
[36]Sentencia T-125, de 14 de marzo de 1994, Ponente Dr. Eduardo
Cifuentes Muñoz.
[37]Sentencia T-778/92, Magistrado Ponente: Ciro Angarita Barón.
[38]Sentencia T-125/94, Magistrado Ponente: Eduardo Cifuentes Muñoz.
[39] Curso de Derecho Procesal Civil. Parte General, 10a. Edición,
p.30.
[40] Corte Constitucional. Sentencia No. T-594 del 15 de dieciembre de
1993. M.P.: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa. |
560 | T-478-95
Sentencia No. T-478/95
Sentencia No.
T-478/95
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL DE PERSONA DISMINUIDA PSIQUICAMENTE
La propia
Constitución, bajo una fórmula programática, compromete al Estado en la
ejecución de una política de previsión, rehabilitación e integración social
para los disminuidos psíquicos, prestándoles la atención especializada que
requieran. Ahora bien, actualmente a ésta última disposición superior, el
legislador le ha creado ciertas condiciones de eficacia, las cuales pueden
generar, con el cumplimiento de los requisitos exigidos por la norma citada,
derechos subjetivos en cabeza de las personas cuya condición mental es
deficiente. Así, el artículo 157 ibídem señala que existen dos tipos de
afiliados al sistema general de seguridad social, los del régimen contributivo
y los afiliados a través del régimen subsidiado.
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL-Régimen
subsidiado
Aquellos
beneficiarios del Régimen subsidiado que por sus condiciones de salud o
necesidades de ayudas de diagnóstico y tratamiento, requieran de servicios de
una complejidad mayor que la brindada por la institución prestadora de
servicios que los haya atendido, deberán ser referidos por ésta, de acuerdo con
los protocolos vigentes, a los hospitales públicos del subsector oficial de
salud o a los privados con los cuales el Estado tenga contrato de prestación de
servicios. Esto quiere decir que existirán casos en los cuales por las
condiciones de salud y las necesidades de diagnóstico y tratamiento que
necesita el afiliado, la cobertura señalada por el Decreto No. 1895 de 1994
puede ser superada, en atención a la situación excepcional del mencionado
afiliado. El disminuido psíquico tendrá un sistema de seguridad social que le
debe brindar el tratamiento especializado que necesita: el régimen subsidiado.
Así mismo, en situaciones excepcionales, se le atenderá actualmente.
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL-Contenido
obligacional
La peticionaria
hace girar la violación de los derechos fundamentales en la negativa del
Hospital San Pablo de Cartagena en darle a sus hijos tratamiento asilar, o sea,
una atención de carácter permanente, sin embargo, dentro del contenido
obligacional del mencionado centro hospitalario no se encuentra la prestación
del precitado tratamiento. La accionante podría inscribir a sus hijos en el
régimen subsidiado dentro del sistema general de seguridad social, para que,
atendiendo a su situación excepcional, se evalúe si es factible suministrar las
atenciones debidas.
REF: EXPEDIENTE
T-73893
Peticionaria:
Elizabeth Lans Blanco.
Procedencia:
Juzgado 4º Penal del Circuito de Cartagena.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Tema:
- El derecho a la
seguridad social en los disminuidos psíquicos.
Santa Fe de Bogotá
D.C., veinticinco (25) de octubre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
Alejandro Martínez Caballero -Presidente de la Sala-, Fabio Morón Díaz y
Vladimiro Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-73893.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto No. 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia. Por reparto le
correspondió el presente negocio a la Sala Séptima de Revisión.
1. Solicitud.
Elizabeth Lans
Blanco, a través del Personero Distrital de Cartagena, Dr. José David Ramírez
Barakat, impetra acción de tutela contra el Hospital San Pablo de Cartagena,
representada legalmente por el Dr. Guillermo Valencia Abdala, con fundamento en
los siguientes hechos:
a) La accionante
está afectada de Tuberculosis pulmonar y en razón de tal enfermedad le fué
practicada una neumonectomía parcial a fin de que se le salvara su vida.
Actualmente debe asistir al Hospital San Pablo de esta ciudad a fin de
someterse a un tratamiento de control de mal que la aqueja. Por lo anterior, el
rendimiento laboral es mínimo.
b) Según certificado
expedido por el Hospital San Pablo de Cartagena, sus hijos, Roberto, José
Ignacio y Josefina Padilla Lans, requieren de tratamiento médico y asilar
permanente, pues padecen de enfermedades mentales crónicas, las cuales les
impiden desenvolverse tanto social como laboralmente. Los problemas mentales de
los antes citados los lleva a tomar actitudes agresivas que han desembocado en
ataques físicos contra las personas que los rodean, inclusive a su madre.
c) Ante las circunstancias
anteriores, el Personero Distrital de Cartagena, Dr. José David Ramírez
Barakat, previa solicitud de la peticionaria, el día 1º de marzo del año en
curso, se dirigió al Director del Hospital San Pablo con el fin de obtener el
asilamiento de los hijos de dicha señora en tal centro asistencial.
d) A través de
comunicación fechada el 31 de marzo del presente año, la dirección del Hospital
San Pablo, luego de especificar que tanto a la accionante como a Roberto y José
Ignacio Padilla Lans se les ha prestado la atención del caso, señala que:
En cuanto se
refiere al diagnóstico expedido por esta Institución, le confirmamos, requieren
seguimiento médico y asilar permanente. La entidad que represento es un
Hospital de II nivel de carácter regional por lo cual atendemos una alta
población de la Costa Atlántica, atendiendo pacientes con patologías agudas y
en crisis.
El departamento
de Bolívar no cuenta con asilo psiquíatrico.
En el caso que
nos compete a la señora Lans y sus hijos se le ha prestado en este Hospital el
apoyo y control requerido desde atención médica hasta social y ocupacional. El
único servicio que no le podemos prestar es la institucionalización permanente,
ya que iría en contra de los derechos fundamentales de los pacientes.
La peticionaria
sostiene que la negativa de asilar a Roberto, José Ignacio y Josefina vulnera
los derechos fundamentales a la salud y a la tranquilidad, tanto de ella misma
como los de sus hijos.
2. Juzgado 4º
Penal del Circuito de Cartagena. Sentencia del 7 de junio de 1995.
El Tribunal de
primera instancia indicó que la tutela es improcedente, sosteniendo que:
...la Personería
Distrital plantea, y considera posible, que se les adecúe, dentro del área de
psiquiatría, un lugar a los hermanos PADILLA LANS, para que sean internados, y
en el transcurso de la inspección judicial, a la cual asistió, señaló
específicamente una habitación ubicada en los límites del pabellón de
fármacodependientes con el pabellón de cuidados intensivos, en el cual funciona
en la actualidad una sala de rehabilitación manual o de trabajos manuales, en
atención, que con solo cambiar de sitio una reja de hierro que separa los dos
pabellones, quedarían los enfermos tutelantes aislados; este Despacho
considera, que como sugerencia, es viable proponer tal adecuación, pero no con
carácter obligatorio porque por otra parte, existen limitaciones de tipo
presupuestal y de destinación de personal especializado que atienda el tipo de
enfermedad que padecen los hermanos PADILLA LANS, y por tanto, no se puede
obligar al Hospital a hacer destinaciones presupuestales no programadas.
Por otro lado,
expresó el Juez de tutela que "para nadie es desconocido el estado
lamentable en que se encuentran las instituciones que prestan este tipo de
servicios a la comunidad sin recursos económicos, y en el caso de Bolívar, la
falta absoluta de un asilo psiquíatrico". Agrega que "tampoco es un
secreto que constitucionalmente el Estado está en la obligación de socorrer a
estas personas, pero una cosa es la voluntad loable de los constituyentes al
imprimir esta obligación y otra el estado de subdesarrollo en el que se
encuentran algunos países como el nuestro".
En ese orden de
ideas, el Juzgado 4º Penal del Circuito de Cartagena negó la tutela solicitada
por Elizabeth Lans Blanco.
No se impugnó la
anterior decisión y fue enviada la tutela a la Corte Constitucional para su
eventual revisión.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
Competencia.
1- Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de
revisión dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los
artículos 86 inciso segundo y 241 numeral noveno de la Constitución Política,
en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto No. 2591 de 1991;
además, su examen se hace por virtud de la selección que de dicha acción
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
Tema a tratar.
2- La accionante
interpone la presente acción de tutela considerando el Hospital San Pablo de
Cartagena esta en la obligación de prestar el tratamiento asilar a sus hijos,
los cuales son disminuidos psíquicos. Siendo así las cosas, la Corte abordará
el tema de la concreción del derecho a la seguridad social en los disminuidos
psíquicos.
El derecho a la
seguridad social en los disminuidos psíquicos.
3- La Constitución
Política a través de todo su texto, ha reconocido la situación especial en la
cual se encuentran los disminuidos psíquicos y por tal razón ha creado un trato
diferenciado para ellos, pues "los disminuidos físicos o mentales, en
cierta medida, por su falta de autonomía, están inexorablemente supeditados a
los demás, y si la sociedad no responde a su muda convocatoria de solidaridad,
se ven abocados a su destrucción o a los padecimientos más crueles"[1]. En efecto, la Carta
partiendo del respeto a la dignidad humana (art. 1º C.P.) como elemento
fundante del Estado colombiano, establece una específica protección especial
para aquellas personas que por su condición mental se encuentren en debilidad
manifiesta (art. 13 C.P.), dado que "la igualdad consiste en la
proporcionalidad equivalente entre dos o más realidades, es justo que el Estado
mengüe al máximo la desigualdad en que se hallan las personas más débiles, de
manera que la intervención de aquel sea adecuada, con el fin de lograr la
igualdad real y efectiva que ordena el artículo 13 superior"[2]. Es por ello que la
propia Constitución, bajo una fórmula programática, compromete al Estado en la
ejecución de una política de previsión, rehabilitación e integración social
para los disminuidos psíquicos, prestándoles la atención especializada que
requieran (art. 47 C.P.).
4- Ahora bien,
actualmente a ésta última disposición superior, el legislador le ha creado
ciertas condiciones de eficacia, a través de la Ley 100 de 1993, las cuales pueden
generar, con el cumplimiento de los requisitos exigidos por la norma citada,
derechos subjetivos en cabeza de las personas cuya condición mental es
deficiente. Así, el artículo 157 ibídem señala que existen dos tipos de
afiliados al sistema general de seguridad social, los del régimen contributivo
y los afiliados a través del régimen subsidiado.
El régimen
subsidiado se distingue por que la cotización de la persona vinculada esta
subsidiada total o parcial, tanto por recursos fiscales como por el Fondo de
Solidaridad y Garantía (arts. 211 a 217 ibídem). La persona que se encuentre en
este sector poblacional vulnerable debe inscribirse en la dirección de salud
correspondiente para ser beneficiario del régimen subsidiado.
El mencionado
régimen ha sido reglamentado por el Decreto No 1895 de 1994, el cual determina
el contenido del Plan Obligatorio de Salud Subsidiado, POSS. El Decreto antes
mencionado detalla el desarrollo del régimen subsidiado en su etapa inicial,
indicando la cobertura de riesgos y los servicios a que tienen derecho los
afiliados al precitado régimen en la etapa inicial del funcionamiento (art.
11).
Dentro de la gama de
riesgos y servicios cubiertos por el plan subsidiado no se encuentran
tratamientos que prevengan, curen o contengan las enfermedades que disminuyan
la capacidad mental de las personas, sin embargo, el artículo 13 ibídem
establece:
Artículo 13.
Criterios para la referencia de pacientes pertenecientes al régimen subsidiado.
Mientras se unifican los servicios contenidos en el Plan Obligatorio de Salud
Subsidiado POSS, con los que ofrece el Plan Obligatorio de Salud POS, del
régimen contributivo, aquellos beneficiarios del Régimen subsidiado que por sus
condiciones de salud o necesidades de ayudas de diagnóstico y tratamiento,
requieran de servicios de una complejidad mayor que la brindada por la
institución prestadora de servicios que los haya atendido, deberán ser
referidos por ésta, de acuerdo con los protocolos vigentes, a los hospitales
públicos del subsector oficial de salud o a los privados con los cuales el
Estado tenga contrato de prestación de servicios.
Durante la
transición y de acuerdo al programa de conversión gradual de subsidios a la
oferta a subsidios a la demanda que para el efecto se establezca, las direcciones
seccionales, distritales y locales de salud garantizarán la celebración de
contratos de compraventa de servicios con los hospitales para atender las
patologías no previstas en el Plan Obligatorio de Salud Subsidiado, según lo
previsto en el artículo 87 del Decreto-Ley 1298 de 1994.
Así las cosas,
aquellos beneficiarios del Régimen subsidiado que por sus condiciones de salud
o necesidades de ayudas de diagnóstico y tratamiento, requieran de servicios de
una complejidad mayor que la brindada por la institución prestadora de
servicios que los haya atendido, deberán ser referidos por ésta, de acuerdo con
los protocolos vigentes, a los hospitales públicos del subsector oficial de
salud o a los privados con los cuales el Estado tenga contrato de prestación de
servicios. Esto quiere decir que existirán casos en los cuales por las
condiciones de salud y las necesidades de diagnóstico y tratamiento que
necesita el afiliado, la cobertura señalada por el Decreto No. 1895 de 1994
puede ser superada, en atención a la situación excepcional del mencionado
afiliado.
En conclusión, el
disminuido psíquico tendrá un sistema de seguridad social que le debe brindar
el tratamiento especializado que necesita: el régimen subsidiado. Así mismo, en
situaciones excepcionales, se le atenderá actualmente.
El caso en
cuestión.
5- La peticionaria
hace girar la violación de los derechos fundamentales en la negativa del
Hospital San Pablo de Cartagena en darle a sus hijos tratamiento asilar, o sea,
una atención de carácter permanente, sin embargo, dentro del contenido
obligacional del mencionado centro hospitalario no se encuentra la prestación
del precitado tratamiento.
La accionante podría
inscribir a sus hijos, como con antelación se expusó, en el régimen subsidiado
dentro del sistema general de seguridad social, para que, atendiendo a su
situación excepcional, se evalúe si es factible suministrar las atenciones
debidas.
En ese orden de
ideas, no existe violación de derechos fundamentales por parte del Hospital San
Pablo de Cartagena y por tanto se negará la presente tutela. Se revocará la
decisión de la primera instancia, por dos factores: a) El Juez de tutela
rechazó la acción de tutela, en vez de negarla, pues el primer vocablo da a entender
que no se conoció del fondo del asunto por existir algún vicio de forma; y b)
La primera instancia recomienda a las directivas del Hospital acusado brindar a
los hermanos Padilla Lans una atención lo más prolongada posible, lo cual
quedaría por fuera de la esfera legítima de obligaciones a cargo de la
precitada institución de salud.
Cabe señalar que una
vez afiliados los hijos de la peticionaria, Roberto, José Ignacio y Josefina
Padilla Lans, se afilien al POSS, tendrían derecho a las atenciones asistenciales
que les brinda el Decreto No. 1895 de 1994, aclarando que por el grado de
disminución psíquica que padecen los antes citados y con fundamento en los
artículos 13 C.P. y 13 del Decreto No. 1895 de 1994, se les debe prestar
tratamiento asilar, si los médicos psiquíatricos vinculados al POSS así lo
determinan.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional.
RESUELVE
PRIMERO: REVOCAR la Sentencia del 7 de junio de
1995, proferida por el Juzgado 4º Penal del Circuito de Cartagena, y en su
lugar, NEGAR la acción de tutela instaurada por Elizabeth Lans Blanco, por las
razones expuestas en la parte motiva.
SEGUNDO: Comuníquese lo resuelto en esta providencia
al Juzgado 4º Penal del Circuito de Cartagena para las notificaciones y efectos
previstos en el artículo 36 del Decreto No. 2591 de 1991.
Notifíquese,
comuníquese, publíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Corte Constitucional. Sentencia No. T-298/94. M.P.: Dr. Eduardo
Cifuentes Muñóz.
[2]Corte Constitucional. Sentencia No. T-290/94. M.P.: Dr. Vladimiro
Naranjo Mesa. |
561 | T-486-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-486/95
ACCION DE TUTELA-Improcedencia por violación de la ley/ACCION
DE TUTELA-Improcedencia por violación de reglamento de trabajo
No es procedente
el juicio constitucional mediante la acción de tutela, cuando la vulneración
del derecho fundamental invocado no surge de manera directa, sino como
consecuencia de la violación de la ley o reglamento de trabajo de una empresa.
Cuando la vulneración del derecho fundamental invocado es indirecto, es decir,
que surge de la aplicación o interpretación de un reglamento o de la ley como
es el derecho a la sustitución pensional en favor de beneficiarios, es al juez
laboral a quien corresponde determinar la supuesta violación del derecho
constitucional fundamental de igualdad y seguridad social.
SUSTITUCION
PENSIONAL-Naturaleza
reglamentaria
La referida
sustitución pensional, como prestación reconocida por el reglamento interno de
trabajo, no tiene origen constitucional y por consiguiente el conflicto
jurídico que surja de la aplicación del mismo reglamento para deducir el
derecho a la pretendida sustitución pensional por la vulneración del derecho a
la igualdad o a la seguridad social, no es objeto de la acción y competencia
del juez de tutela sino de la justicia del trabajo.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA-Prueba del
perjuicio
El perjuicio
irremediable debe estar debidamente acreditado en el expediente, de manera que
éste no surge de la afirmación del actor a fin de establecer la carencia de
medios para la cóngrua subsistencia, ya que en estos casos la carga de la
prueba incumbe al actor y no a la accionada como ocurre con otros procesos
diferentes al de la acción de tutela, de manera que como tal perjuicio no se
encuentra debidamente acreditado en el expediente, a juicio de la Corporación
no es procedente decretar el mecanismo transitorio frente a un derecho
litigioso de competencia, de la justicia ordinaria laboral.
Ref.: Expediente
No. T-75.706
Peticionario:
Jorge Octavio Díaz Velásquez contra el Banco Central Hipotecario.
PROCEDENCIA:
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal.
TEMA: Derecho a
la sustitución pensional a través de la tutela.
MAGISTRADO
PONENTE:
Dr. HERNANDO
HERRERA VERGARA
Santa Fe de Bogotá,
noviembre 1o. de mil novecientos noventa y cinco 1995.
Procede la Corte
Constitucional a la revisión de las sentencias proferidas por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, Sala Penal, el dieciséis
(16) de mayo de 1995, y por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación
Penal, el cuatro (4) de julio del mismo año, en el proceso de la referencia,
promovido por el señor Jorge Octavio Díaz Velásquez contra el Banco Central
Hipotecario.
El expediente llegó
al conocimiento de la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, por
remisión que le hizo la Corte Suprema de Justicia, de acuerdo con lo dispuesto
en el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991. Con fundamento en los artículos 86
de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
Número Siete (7) de la Corte Constitucional, escogió para efectos de revisión,
la acción de tutela promovida a través de este proceso.
I. ANTECEDENTES.
1. El señor Jorge Octavio Díaz Velásquez
presentó acción de tutela contra el Banco Central Hipotecario, por considerar
conculcados sus derechos fundamentales a la igualdad, a la subsistencia y a la
seguridad social, por cuanto dicha entidad resolvió "no sustituir a
su nombre la pensión vitalicia de invalidez de la cual disfrutaba su cónyuge
Marina García de Díaz, quien falleció el diecisiete (17) de septiembre de 1994."
(se subraya por la Corte)
2. Refiere el accionante que la señora Marina
García de Díaz, con quien contrajo matrimonio el 7 de mayo de 1955 y quien
entonces trabajaba para el Banco Central Hipotecario de esta ciudad, fue
retirada del mismo mediante oficio del 19 de enero de 1955, "en
atención a su precario estado de salud". Por este motivo se le
reconoció una pensión por invalidez por la suma $130.829.25 mensuales, la cual
estuvo a cargo de la entidad demandada hasta la fecha de su fallecimiento.
3. Indica el actor que hasta entonces fue
beneficiario de los servicios del Fondo Médico en su condición de cónyuge de la
occisa, Fondo que fue creado por la convención colectiva de trabajo suscrita
entre el Banco y su Sindicato, y administrado por la Caja de Previsión Social
del citado Fondo; que en la actualidad, por disposición de la Presidenta del
Banco, él no tiene derecho a utilizar los servicios que presta.
4. Igualmente afirma el accionante que
solicitó la "sustitución pensional" mediante oficio del 6 de
noviembre de 1994, el cual fue contestado negativamente por medio del oficio
ANP 001529 del 26 de diciembre de 1994, suscrito por la ejecutiva (E) del área
de nómina y prestaciones del B.C.H. Manifiesta el actor que en su solicitud,
"se invocaron tanto una norma perteneciente a los estatutos de la
precitada Caja de Previsión Social y derogada hace muchos años, como al (sic)
tenor literal del artículo 98 del Reglamento Interno de Trabajo del Banco,
según el cual las pensiones establecidas en el mismo 'sólo se transmiten por un
término de 10 años a las viudas de los pensionados fallecidos'."
5. Agrega que el 26 de enero de 1995, formuló
a la Presidenta del Banco una solicitud de reconsideración sobre la negativa de
la pensión reclamada, con base en las normas de la Constitución Política que
prohiben hacer discriminaciones injustificadas por razones de sexo, así como en
la jurisprudencia del Consejo de Estado anterior a la Ley 71 de 1988, frente a
una interpretación restrictiva que pretendió adoptar la Caja Nacional de
Previsión, y que cita textualmente en la demanda:
"Como ha
podido verse, la sustitución pensional de que tratan los estatutos citados fue
prevista para el cónyuge del empleado fallecido. Sólo la Ley 33 de
diciembre 31 de 1973, así como su Decreto Reglamentario 690 de abril 19 de
1974, señalan como beneficiaria de la sustitución pensional a la viuda,
si bien en el Parágrafo 1° del artículo de esta ley se habla nuevamente del cónyuge,
lo cual revela la incongruencia del legislador al convertir en vitalicia la
pensión de que temporalmente disfrutaba por sustitución el cónyuge
supérstite, limitándola ahora solamente a la viuda." (Revista
JURISPRUDENCIA Y DOCTRINA, tomo XVIII, No. 209, Pág. 314). (...)
Cabe aquí, con
recto entendimiento, la aplicación del viejo aforismo de origen romano 'Donde
existe la misma razón de hecho, debe existir la misma disposición de
derecho'."
6. Expresa que en respuesta a lo anterior, la
Presidenta del Banco Central Hipotecario se abstuvo de analizar "los
argumentos de orden constitucional y jurisprudencial contenidos en la solicitud
de reconsideración y se limitó a insistir en la intangibilidad del ilógico
tenor literal del Reglamento Interno de Trabajo del Banco, estatuto según el
cual las pensiones en él establecidas pueden sustituirse a favor de los padres
o hermanos del respectivo beneficiario, pero en ningún caso a favor del viudo
de la extrabajadora pensionada".
Agrega el actor que
"el Reglamento Interno de Trabajo del Banco Central Hipotecario
contraría abiertamente, no sólo varios preceptos de la Constitución Política de
Colombia, en especial, los artículos 13 y 43, que prohiben hacer discriminaciones
injustificadas por razones de sexo, sino también el artículo 3° de la Ley 71 de
1988, norma ésta que, al garantizar la sustitución vitalicia a favor del
cónyuge supérstite, puso fin a la duda originada en la defectuosa redacción de
la Ley 33 de 1973". El Reglamento citado, a su juicio, es obsoleto
"si se recuerda que desde hace varios lustros tanto la legislación
nacional como los Reglamentos del Instituto de los Seguros Sociales (ISS)
mencionan como primer beneficiario de toda clase de pensiones al cónyuge y en
subsidio, a la compañera o compañero permanente, sin discriminación alguna de
sexo".
Por último, expresa
que aunque dispone de "otro medio de defensa judicial consistente en
adelantar un proceso ordinario laboral contra le BANCO CENTRAL HIPOTECARIO, es
claro que con el uso exclusivo de tal alternativa no obtendría la protección
inmediata y efectiva de los derechos vulnerados o amenazados, como que durante
los varios años que demorará dicho proceso me vería privado simultáneamente de un
ingreso periódico -que resulta vital para mi condigna subsistencia- y de los
servicios de salud, quedando así, en ambos casos, expuesto a sufrir perjuicios
irreparables".
II. SENTENCIAS
JUDICIALES QUE SE REVISAN.
A. Sentencia
proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá.
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, Sala Penal, mediante sentencia del
dieciséis (16) de mayo de 1995, resolvió "Negar por improcedente la
acción de tutela (...)", con fundamento en las siguientes
consideraciones:
"En el caso
sub exámine, el petente Jorge Octavio Díaz Velásquez, está siendo sometido a
una discriminación por razón del sexo al no permitírsele adquirir, por
sustitución, la pensión vitalicia disfrutada por su cónyuge Marina García, pues
según el marco de la reglamentación o convención colectiva de trabajo que data
de 1972, que para el banco es normatividad especial, reguladora de las
condiciones a que deben someterse tanto el empleador como sus trabajadores, para
todos sus efectos prestacionales, se excluye al hombre 'viudo' a recibir tal
beneficio, visto que el sistema, aunque no expone ningún motivo, busca
solamente proteger a la 'viuda' no divorciada ni separada de bienes. En sentir
de la Sala la entidad bancaria accionada, le está dando a sus estatutos
reglamentarios de trabajo una interpretación restrictiva y exegética frente a
la Constitución Política y demás normas vigentes que regulan la seguridad
social en Colombia y convenios internacionales.
En sentir de la
Sala es evidente entonces que la convención colectiva de trabajo del Banco
Central Hipotecario no se ajusta al marco Constitucional de garantías, en este
caso en favor del hombre que propende una protección real y efectiva de sus
derechos y no ser discriminado en razón del sexo, credo, religión, etc. Sin
embargo, como la conducta del ente jurídico la fundamenta en su reglamento de
trabajo, eventos en los cuales, como lo ha dicho la Corte Constitucional
solo debe ser objeto de juicio constitucional si ello amenaza directamente un
derecho fundamental, pues cuando la vulneración del mismo es indirecto, como
consecuencia de la violación de la ley o reglamento de trabajo de una empresa
que lo regula y desarrolla, no es fundamento para tutelar el derecho, resulta
por tanto improcedente la acción extraordinaria por tratarse de una cuestión de
derecho laboral cuyo control corresponde a los jueces de esta competencia.
En este caso, al producir el banco el acto definitivo, según oficio No. 11068
de febrero 17 de 1995, que resuelve en forma negativa sobre la pretensión del
accionante, agotó la vía gubernativa, la cual puede probarse por cualquier
medio y dejó abierta la acción ordinaria laboral para que se ponga término a la
controversia suscitada ente el petente y el Banco Central Hipotecario. (Art. 2°
Decreto 2158 de 1948).
Queda entonces
claro, que no se han agotado todos los mecanismos legales con que cuenta el
petente en aras a obtener la solución de su pretensión, y dada la naturaleza
residual de la acción de tutela, deberá denegarse la misma por no ser esta el
instrumento actual, para remover los efectos de la decisión tomada por la
entidad bancaria". (subrayado
fuera del texto)
Respecto de la
protección social socilitada por el accionante, el a quo manifestó lo
siguiente:
"(...) la
pretensión no está llamada a prosperar, pues la circunstancia de no contar con
los servicios médicos que el B.C.H. le prestaba por el vínculo laboral de su
esposa cesaron con el fallecimiento de esta, que es consecuencia directa del
reglamento interno del Banco, por lo que no existiendo, por ahora, mientras se
resuelve la controversia suscitada, ningún vínculo laboral ni de otro orden,
entre el banco y Díaz Velázquez, no será aquél el encargado de la protección
del derecho alegado, pudiendo en cambio dirigirse a los Institutos del gobierno
que, por ley tenga la obligación de atender ese derecho, si es que
verdaderamente Jorge Octavio Díaz Velázquez, abogado de profesión, carece de
recursos para atender su salud".
El accionante Jorge
Octavio Díaz Velásquez, impugnó el fallo por las siguientes razones:
1. De manera contraria al criterio expresado
por el Tribunal en la decisión referida, considera el demandante que existe
diferencia entre reglamento interno y convención colectiva de trabajo, porque
"(...) mientras que el reglamento interno de trabajo es un conjunto de
normas elaborado unilateralmente por el patrono, salvo estipulación en
contrario, en la elaboración de toda convención colectiva de trabajo
intervienen uno o varios patronos o asociaciones patronales, por una parte, y
uno o varios sindicatos o federaciones sindicales por la otra".
Precisa el actor en
su impugnación que la naturaleza jurídica del estatuto normativo interno del
Banco Central Hipotecario es la del reglamento interno de trabajo; reclama que "no
fue analizada la validez jurídica de la discriminación por razones de sexo
contenida en el artículo 98 del reglamento citado, a pesar de haber sido
aducida la inconstitucionalidad y la ilegalidad del mismo". La
inconstitucionalidad resulta del texto del artículo 98 del Reglamento interno
de Trabajo, y por lo tanto también es inconstitucional la aplicación directa
del mismo, al negar al accionante a reconocer y pagar la pensión sustitutiva,
violando "... 1) el derecho a la igualdad de todas las personas ante la
ley... 2) El derecho a la igualdad jurídica entre hombres y mujeres... 3) El
irrenunciable derecho a la seguridad social (...) y 4) El derecho a la
subsistencia."
2. Añade, que luego de reconocer el Tribunal
en su fallo que la entidad bancaria le está dando a los estatutos una
interpretación exegética y restrictiva, que no se ajusta al marco
Constitucional de garantías, resuelve que no es procedente la acción de tutela
porque la violación del derecho fundamental es indirecta al ser desarrollo y
aplicación del reglamento interno de trabajo de una empresa, y sólo es
procedente un análisis de validez jurídica constitucional y legal, cuando la
violación del derecho fundamental es directa.
Tal afirmación la
sustenta el accionante con base en las consideraciones de la Corte
Constitucional consignadas en la Sentencia T-098 de 1994, en la cual la
Corporación expresa: "No obstante, la razón institucional que busca
avalar disposiciones anacrónicas o vacíos normativos que tienen como
consecuencia la configuración, así sea temporal, de un fenómeno
discriminatorio, carece de justificación razonable e impone al particular una
carga exorbitante que no tiene el deber jurídico de soportar.(...) La Sala
advierte que los atrasos o las deficiencias normativas no son imputables a los
particulares..."
En su concepto, la
jurisprudencia y la doctrina "coinciden en afirmar que las
discriminaciones negativas son arbitrarias e inadmisibles, y que solamente son
jurídicamente aceptables las discriminaciones positivas que reúnan determinadas
características o requisitos especiales." Además de la
inconstitucionalidad del reglamento interno de trabajo y de la aplicación del
mismo, también es evidente la ilegalidad del estatuto interno sobre pensión de
invalidez y sustitución de la misma.
El artículo 98 del
Reglamento Interno de Trabajo consagra el derecho a la sustitución post-morten
de las pensiones de invalidez, únicamente a la viuda y además lo estableció con
un plazo máximo de diez años. Las leyes 33 de 1973 y 71 de 1988, establecen que
la sustitución de la pensión de invalidez es vitalicia y a favor del cónyuge
supérstite.
3. Expone el recurrente que el Honorable
Tribunal Superior de Bogotá no analizó, en forma inexplicable, la procedencia
de la acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable. Aduce que en la demanda de tutela señaló que reconocía que
existía otro medio de defensa judicial consistente en adelantar un proceso
ordinario laboral contra el Banco Central Hipotecario, pero que con el uso de
esta acción no se protege de forma inmediata y efectiva el derecho conculcado,
ya que no cuenta con los medios suficientes para su congrua y digna
subsistencia.
B. Sentencia
proferida por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal.
La Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Penal, mediante Sentencia del cuatro (4) de julio de
1995, confirmó la sentencia proferida por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santafé de Bogotá, por los siguientes motivos:
"De acuerdo
"con los artículos 86 de la Constitución Política y 6° del Decreto 2591 de
1991, la acción de tutela es improcedente cuando afectado dispone de otros
recursos o medios de defensa judicial para obtener la protección de los
derechos fundamentales que considera vulnerados o amenazados, a menos que se
acuda a ella como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
En el presente
caso el recurrente puede acudir a la jurisdicción ordinaria laboral para que
ella decida si evidentemente tiene derecho a la sustitución pensional que
reclama.
Reitera una vez
más la Sala, que no es posible a través del procedimiento del artículo 86
superior como lo pretende el accionante, obtener el reconocimiento de derechos
litigiosos que deben ser discutidos ante autoridades judiciales diferentes, ni
puede el juez constitucional determinar el contenido de las decisiones a
adoptar por parte de las entidades públicas, ni le está permitido imponer su
criterio cuando interpretan las normas que las rigen, sean ellas de rango legal
o reglamentario interno como el presente caso.
(...) Ahora
bien, tampoco se considera viable la tutela como mecanismo transitorio para evitar
un perjuicio irremediable, no solamente porque la naturaleza misma de la
pretensión lo impide sino que no aparece demostrado dentro del expediente
perjuicio que ostente tal calidad. (...)
En primer lugar,
si las pretensiones del actor prosperan ante la justicia laboral obtendría que
se ordene al Banco Central Hipotecario el pago de las mesadas dejadas de
percibir con los correspondientes reajustes o indemnizaciones si a ello hubiere
lugar, lo que desvirtúa el carácter de irremediable del perjuicio económico.
En segundo lugar,
no existe prueba sobre las dolencias físicas o una enfermedad específica
padecida por el actor que de no recibir atención médica inmediata pongan en
peligro su salud o su vida.
Finalmente, no es
cierto que en la actualidad carezca de medios de subsistencia, pues según lo
afirma en la demanda cuenta con el dinero que le fue pagado por concepto del
seguro de vida de sus esposa, de lo cual se deduce que en últimas, los
perjuicios que alega sufrir por no poder atender a sus necesidades mínimas son
futuros.
Sobre este punto
conviene además advertir que la seguridad social y la salud son servicios
públicos a cargo del Estado en los términos de los artículos 48 y 49 de la
Constitución Política, por lo tanto si el interesado hipotéticamente se
encontrara en un estado de calamidad extrema, sería aquél el obligado a
ampararlo en igualdad de condiciones a los demás habitantes del territorio
nacional". (subrayado
fuera del texto)
III. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
PRIMERA.
COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente a través de esta Sala de Revisión, para proferir
sentencia en relación con las providencias dictadas por el Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala Penal, y por la Corte Suprema
de Justicia, Sala de Casación Penal, con fundamento en lo dispuesto por los
artículos 86, inciso tercero, y 241 numeral 9° de la Constitución Política, en
concordancia con los artículos 33, 34 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
SEGUNDA. EL
ASUNTO OBJETO DE ESTUDIO.
El señor Jorge
Octavio Díaz Velásquez, en su condición de cónyuge supérstite de la señora
Marina García de Díaz quien falleció el diecisiete de septiembre de 1994 y
quien era pensionada por invalidez desde el año de 1955 por el Banco Central
Hipotecario, acudió al mecanismo de la acción de tutela con el fin de que se le
protegieran sus derechos fundamentales a la igualdad, a la subsistencia y a la
seguridad social, que considera vulnerados por la Presidenta del Banco
anteriormente citado, en su condición de representante legal, toda vez que
ésta, mediante los oficios ANP 001529 de 1994 y AL-11068 del 17 de febrero de
1995, le negó que utilizara los servicios del Fondo Médico y no accedió a
decretar el derecho a la sustitución pensional que disfrutaba su esposa, con
base en "(...) una norma perteneciente a los estatutos de la precitada
Caja de Previsión Social y derogada hace muchos años, como al tenor literal del
artículo 98 del Reglamento Interno de Trabajo del Banco, según el cual las
pensiones establecidas en el mismo 'sólo se transmiten por un término de 10
años a las viudas de los pensionados fallecidos'" y que
"pueden sustituirse a favor de los padres o hermanos del respectivo
beneficiario, pero en ningún caso a favor del viudo de la extrabajadora
pensionada".
Para entrar a
resolver acerca del asunto sometido a la revisión de la Corporación, considera
esta Sala necesario precisar, la naturaleza del Banco Central Hipotecario, para
determinar el régimen jurídico al cual se encuentra sometido, y posteriormente
establecer si la sustitución de la pensión de invalidez de la cual gozaba la
difunta esposa del actor constituye o no un derecho fundamental susceptible de
protección a través de la acción de tutela, dado el origen de carácter legal de
la referida prestación social.
En efecto, el Banco
Central Hipotecario es una sociedad de economía mixta vinculada al Ministerio
de Hacienda y Crédito Público (artículo 38 del Decreto 080 de 1976), sujeto a
las normas del derecho privado y a la jurisdicción ordinaria en el evento de
que surjan controversias judiciales de carácter laboral, conforme a lo
establecido en el artículo 244 del Decreto 663 de 1993. De esta manera
corresponde a la jurisdicción del trabajo el conocimiento y decisión de los
conflictos suscitados con ocasión de la interpretación y la aplicación de las
normas de carácter legal y reglamentario que establecen el derecho a disfrutar
de la sustitución pensional, por parte de sus beneficiarios, en el orden
establecido en las leyes dictadas sobre la materia, como lo ha expuesto la
Corporación en anteriores pronunciamientos, al expresar que no es procedente el
juicio constitucional mediante la acción de tutela, cuando la vulneración del
derecho fundamental invocado no surge de manera directa, sino como consecuencia
de la violación de la ley o reglamento de trabajo de una empresa como lo
recuerdan las providencias de instancia.
Ahora bien, dada la
naturaleza jurídica de la entidad accionada, ésta expidió su propio reglamento
interno de trabajo, el cual fue aprobado por el Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social, de conformidad con las disposiciones legales vigentes en esa
época, mediante la resolución No. 00126 de 1972. Dicho reglamento en su
capítulo XXII consagra las "prestaciones adicionales a las legalmente
obligatorias" en favor de sus empleados, y en particular en los
artículos 93 a 110 contiene las disposiciones referentes a las "pensiones
y gratificaciones" reconocidas por el Banco.
El artículo 94 del
citado reglamento interno de trabajo establece lo siguiente en relación con la
pensión de invalidez cuya sustitución persigue el actor:
"Todo
trabajador que haya servido al Banco diez años y que se inutilice para el
servicio por causa de enfermedad, o que habiendo observado buena conducta sea
retirado del Banco por causas independientes a su voluntad, recibirá una
pensión mensual vitalicia igual a (...)"
A su turno, los
artículos 97 y 98 del mencionado reglamento interno de trabajo del Banco Central
Hipotecario, expresan lo siguiente respecto de la transmisión o
sustitución de la pensión de invalidez concedida a un trabajador:
"Artículo
97. La pensión concedida a un trabajador según los artículos 94 y 95 de este
Reglamento, es transmisible a las personas y en las condiciones establecidas en
el artículo siguiente, hasta por un tiempo igual al del servicio prestado por
el trabajador del Banco, pero en ningún caso por más de diez años.
Artículo 98.
Cuando un trabajador muera al servicio del Banco después de haber trabajado en
éste por un tiempo no menor de diez años, el Banco concederá una pensión igual
a la establecida en el artículo 94 de este Reglamento a las personas que
enseguida se indican y de conformidad con el siguiente orden de prelación: en
primer lugar, a la viuda no divorciada ni separada de bienes, judicial o
extrajudicialmente, de conformidad con los artículos 197 y siguientes del
Código Civil, y mientras no pase a otras nupcias; en segundo lugar, a
los hijos e hijas menores de edad; en tercer lugar, a las hijas mayores de edad
que vivan a costa del trabajador muerto y que carezcan de recursos para su
sostenimiento; y en cuarto lugar a los padres o hermanos del trabajador que se
hallen en el mismo caso de las hijas mayores de edad, a que se refiere el caso
tercero. El máximo de tiempo de estas pensiones será de diez años." (subrayado fuera de texto)
El derecho a la
sustitución pensional no tiene pues, origen constitucional sino que proviene
del citado reglamento. En el caso sub exámine, al señor Díaz Velásquez se le
negó la sustitución de la pensión de invalidez de que trata el citado
reglamento, de la cual gozaba en los términos del mismo su difunta esposa,
quien de conformidad con el oficio suscrito por el abogado de la
Vicepresidencia Jurídica del Banco Central Hipotecario que obra a folio 76 del
expediente, "prestó sus servicios al BANCO CENTRAL HIPOTECARIO desde el
18 de septiembre de 1940 hasta el 31 de enero de 1955, por cuanto a
partir del 1o. de febrero se le reconoció una pensión extralegal de jubilación
con fundamento en los estatutos de la Caja de Previsión Social de Banco,
vigentes para esa época, según comunicación (anexa) del 19 de enero de
1955 (...)" (el subrayado no es del texto). De manera que, como
trabajadora del Banco accionado, laboró por más de diez años hasta que fue
pensionada en razón de su estado de salud, tal como lo exige el artículo 98 del
reglamento mencionado.
Así pues, queda
establecido que la señora Marina García de Díaz, quien falleció el 17 de
septiembre de 1994, gozaba del derecho a percibir una pensión mensual de
invalidez como consecuencia de su retiro del banco por "su precario
estado de salud", tal como se reconoce en el escrito firmado por el Sub-auditor
de esa entidad el 19 de enero de 1955 (folio 78), pensión de la cual disfrutó
hasta el mes de septiembre de 1994, de conformidad con la certificación
expedida por el Coordinador de la unidad de pensiones de la entidad accionada,
que obra a folio 79 del expediente.
Debe advertirse en
primer término que la prestación cuya sustitución reclama el accionante
corresponde a una de aquellas que el Banco Central Hipotecario otorga
adicionalmente a las que por mandato legal está obligado a pagar a sus empleados
o ex empleados que hayan reunido los requisitos establecidos en el referido
reglamento, según se desprende del contenido del mismo y de las normas sobre
las cuales el actor basa su pedimento, las cuales corresponden al capítulo
denominado "Prestaciones adicionales a las legalmente
obligatorias".
Estima pues la
Corporación que la referida sustitución pensional, como prestación reconocida
por el reglamento interno de trabajo de la accionada, no tiene origen
constitucional y por consiguiente el conflicto jurídico que surja de la
aplicación del mismo reglamento para deducir el derecho del peticionario a la
pretendida sustitución pensional por la vulneración del derecho a la igualdad o
a la seguridad social, no es objeto de la acción y competencia del juez de
tutela sino de la justicia del trabajo, tal como se predica del artículo 2o.
del Código de Procedimiento Laboral según el cual "La jurisdicción del
trabajo está instituida para decidir los conflictos jurídicos que se originen
directa o indirectamente del contrato de trabajo. También conocerá de la
ejecución de las obligaciones emanadas de la relación de trabajo; de los
asuntos sobre fuero sindical; de los permisos a menores para ejercitar
acciones; de la calificación de huelgas; de la cancelación de personerías,
disolución y liquidación de asociaciones profesionales; de las controversias,
ejecuciones y recusos que le atribuya la legislación sobre seguro social y de
la homologación de laudos arbitrales."
La prestación que se
reclama proviene según se ha expuesto de "prestaciones adicionales a
las legalmente obligatorias", nacidas en razón de la voluntad
unilateral del empleador, encaminada a ofrecer mejores condiciones de vida a
sus empleados y ex empleados.
Ahora bien, el
accionante plantea una situación de desconocimiento de su derecho a la
igualdad, que eventualmente constituye una odiosa discriminación en su contra.
Acerca del derecho a la igualdad consagrado en la Carta Política de 1991 en los
artículos 13 y 43, aplicables al caso objeto de estudio, dijo la Corporación en
la sentencia No. T-098 de 1994 (M.P. Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz):
"La
igualdad, en sus múltiples manifestaciones -igualdad ante la ley, igualdad de
trato, igualdad de oportunidades-, es un derecho fundamental de cuyo respeto
depende la dignidad y la realización de la persona humana. Las normas que
otorgan beneficios, imponen cargas u ocasionan perjuicios a personas o grupos
de personas de manera diversificada e infundada contrarían el sentido de la
justicia y del respeto que toda persona merece. La discriminación, en
su doble acepción de acto o resultado, implica la violación del derecho a la
igualdad. Su prohibición constitucional va dirigida a impedir que se coarte,
restrinja o excluya el ejercicio de los derechos y libertades de una o varias
personas, se les niegue el acceso a un beneficio o se otorgue un privilegio
sólo a algunas, sin que para ello exista justificación objetiva y
razonable."
Sin embargo,
teniendo en cuenta que cuando la vulneración del derecho fundamental invocado
es indirecto, es decir, que surge de la aplicación o interpretación de un
reglamento o de la ley como es el derecho a la sustitución pensional en favor
de beneficiarios, como ocurre en el presente asunto, es al juez laboral a quien
corresponde determinar la supuesta violación del derecho constitucional
fundamental de igualdad y seguridad social y si como consecuencia de la
vigencia actual de las citadas disposiciones del reglamento interno de trabajo
del Banco Central Hipotecario, en él se encuentra consagrada una odiosa
discriminación respecto del accionante, consistente en no reconocerle una
sustitución pensional por el hecho de ser "viudo" y no "viuda",
y además si el requisito consagrado en el mismo, se encuentra o no en armonía
con los ordenamientos superiores, para resolver en consecuencia la discusión
jurídica que plantea el actor, tal como claramente lo expresa el a quo en el
respectivo fallo, en los siguientes términos:
"(...)
eventos en los cuales, como lo ha dicho la Corte Constitucional solo debe ser
objeto de juicio constitucional si ello amenaza directamente un derecho
fundamental, pues cuando la vulneración del mismo es indirecta, como
consecuencia de la violación de la ley o reglamento de trabajo de una empresa
que lo regula y desarrolla, no es fundamento para tutelar el derecho, resulta
por tanto improcedente la acción extraordinaria por tratarse de una cuestión de
derecho laboral cuyo control corresponde a los jueces de esa competencia."
Dicho criterio fue
resaltado por la Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, en el asunto materia de
revisión, cuando afirmó que "no es posible a través del procedimiento
del artículo 86 superior como lo pretende el accionante, obtener el
reconocimiento de derechos litigiosos que deben ser discutidos ante autoridades
judiciales diferentes, ni puede el juez constitucional determinar el contenido
de las decisiones a adoptar por parte de entidades públicas, ni le está
permitido imponer su criterio cuando interpreta las normas que las rigen, sean
ellas de rango legal o reglamentario interno como el presente caso".
Los anteriores
razonamientos están en consonancia con lo expuesto en la sentencia No. T-098 de
marzo 7 de 1994 de esta Corporación, a la que hace referencia el actor al
expresar que:
"La conducta
de la autoridad pública o del particular solo debe ser objeto de juicio
constitucional si ella vulnera o amenaza directamente un derecho
fundamental. La lesión indirecta de un derecho fundamental como consecuencia de
la violación de la ley que lo regula o desarrolla, no es fundamento suficiente
para tutelar el derecho, salvo de manera temporal para evitar un perjuicio
irremediable. La acción de tutela, por lo tanto, no es procedente por este
evento por tratarse de una cuestión de derecho ordinario cuyo control
corresponde a otros jueces y tribunales.
La mediatez o
inmediatez de la vulneración o amenaza de un derecho constitucional solo puede
apreciarse en las circunstancias concretas del caso. De la índole de la
lesión de los derechos depende, a su vez, la actitud de los mecanismos de
defensa judicial existentes para protegerlos (D. 2591 de 1991, artículo 6-1).
El juez constitucional deberá, en consecuencia, ponderar los intereses en juego
y apreciar si la aducida violación es producto de una lesión directa de los
derechos fundamentales -la acción sería, por regla general, procedente-, o de
la violación de la ley por una interpretación errónea o por una interpretación
indebida que, en caso de demostrarse judicialmente, conllevaría solo a una infracción
indirecta de la Constitución -hipótesis en la que la acción debe en principio
rechazarse por improcedente-."
Por consiguiente, a
juicio de esta Corporación, el peticionario tiene un medio alternativo de
defensa judicial como es la acción ordinaria ante la justicia laboral, según el
mandato contenido en el artículo 2o. del C.P.L.
Respecto a la
protección transitoria pretendida para los efectos pertinentes, se reitera que
el perjuicio irremediable debe estar debidamente acreditado en el expediente, de
manera que este no surge de la afirmación del actor a fin de establecer la
carencia de medios para la cóngrua subsistencia, ya que en estos casos la carga
de la prueba incumbe al actor y no a la accionada como ocurre con otros
procesos diferentes al de la acción de tutela, de manera que como tal perjuicio
no se encuentra debidamente acreditado en el expediente, a juicio de la
Corporación no es procedente decretar el mecanismo transitorio frente a un
derecho litigioso de competencia, como se ha dicho, de la justicia ordinaria
laboral.
De otro lado, como
lo advierte la Corte Suprema de Justicia, en la sentencia que se revisa, la
obligación de brindar los servicios relativos a la seguridad social y la salud,
recae en el Estado de conformidad con los artículos 48 y 49 de la Carta, por lo
cual dicha asistencia debe ser impetrada a través de las entidades
correspondientes, dada la naturaleza del banco como sociedad de economía mixta
sometida al régimen del derecho privado.
Por todo lo
anteriormente expuesto, la Corte Constitucional, Sala de Revisión confirmará la
sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, por medio de la cual
confirmó la providencia de fecha 16 de mayo de 1995 que negó por improcedente
la tutela instaurada por el señor Jorge Octavio Díaz Velásquez.
IV. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución
RESUELVE:
PRIMERO.
CONFIRMAR por las razones
expuestas el fallo proferido por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia, el cuatro (4) de julio de 1995, que confirmó la sentencia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá del dieciséis
(16) de mayo de 1995 por medio de la cual se negó la tutela impetrada por el
señor Jorge Octavio Díaz Velásquez.
SEGUNDO. LIBRENSE
por Secretaría las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los
efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
562 | T-487-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-487/95
DERECHO DE
PETICION-Pronta resolución
Hasta el momento
no se ha dado respuesta efectiva a pesar de haber transcurrido un tiempo más
que razonable para que la entidad se hubiese pronunciado, violando así el
derecho de petición.
SILENCIO
ADMINISTRATIVO NEGATIVO
No comparte la
Sala las apreciaciones del juez de instancia, en cuanto a que la ocurrencia del
fenómeno del silencio administrativo negativo, al brindar al ciudadano la
oportunidad de acudir ante la jurisdicción Contencioso Administrativa a
demandar la nulidad del acto ficto, exime a la autoridad de la obligación
constitucional de responder las solicitudes que presenten ante ella los
particulares, por cuanto ello significaría abrir una brecha para que se vulnere
el derecho de petición, sin que las autoridades se sientan obligadas a emitir
respuesta, que se entendería dada a pesar de que en la realidad no se hubiera
obtenido la actuación de la administración y el acto ficto, supuestamente,
cumpliría con ese cometido sin esfuerzo alguno por parte de quien es el directo
responsable de satisfacer el derecho fundamental de petición que le asiste a
los ciudadanos.
Ref.: Expediente T-78696
Peticionaria:
María Irene Rojas
Rodríguez contra Caja Nacional de Prevision Social.
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santafé de Bogotá
D.C. noviembre primero (1o.) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Octava de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Honorables Magistrados
Jorge Arango Mejía, Vladimiro Naranjo Mesa y Fabio Morón Díaz, en ejercicio de
sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado
Ponente, decide sobre el fallo proferido por el Juzgado Sexto Laboral del
Circuito de Santafé de Bogotá, en el proceso de tutela promovido por María
Irene Rojas Rodríguez, en contra de la Caja Nacional de Previsión Social, por
presunta vulneración del derecho de petición consagrado en el artículo 23 de la
Constitución.
La Sala de Selección
de la Corte seleccionó el expediente para efectos de revisar la correspondiente
decisión y de verificar el acatamiento a la jurisprudencia de la Corte
Constitucional.
I. ANTECEDENTES
A. Hechos
Los siguientes son,
en resumen, los hechos que sirven de fundamento a la demanda:
1. La actora
manifiesta que solicitó y obtuvo de la entidad demandada, el reconocimiento y
pago de su pensión de jubilación, pero continuó laborando hasta abril 30 de
1991.
2. Además advierte
que el día 22 de julio de 1991, radicó ante la Caja Nacional de Previsión
Social, una petición con el número 9139 en la que solicitaba la reliquidación
de su pensión.
3. Igualmente,
indica que el día 2 de diciembre de 1994, mediante apoderado, reiteró su
solicitud para continuar con el trámite y obtener la reliquidación de su
pensión.
4. Por último señala
que hasta la fecha de presentación de la acción de tutela, la entidad acusada
no había dado respuesta a la actora.
B. La pretensión
de tutela
La actora solicita
que se ordene a la Caja Nacional de Previsión Social, resolver la petición
presentada el 2 de diciembre de 1994, encaminada a obtener la reliquidación de
su pensión de jubilación a que tiene derecho.
C. La actuación
procesal
El Juzgado, una vez
asumido el conocimiento de la acción de tutela de la referencia, ofició a la
Caja Nacional de Previsión Social para que en un término de dos días informara
la razón por la cual no se había emitido la respuesta correspondiente y en caso
contrario, enviara la copia auténtica de la resolución que decidió sobre lo
solicitado.
El doctor José
Alejandro Beltrán Aristizábal, Coordinador del grupo de Asuntos Judiciales de
la Caja Nacional de Previsión Social, por medio del oficio C.A.J. No. 2820 de
agosto 8 de 1995, informó que... "una vez se tuvo conocimiento de la
presente acción, se procedió a ubicar el expediente siendo encontrado en la
División de Reconocimiento para revisión de proyecto de acto administrativo.
"No obstante lo
anterior y con el fin de atender la presente, esta oficina solicitó el cuaderno
administrativo y así proceder a emitir decisión definitiva en el menor tiempo
posible."
D. La sentencia
de instancia
En sentencia del 9
de agosto de 1995, el Juzgado Sexto Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá,
DENEGO la tutela solicitada con fundamento en las siguientes consideraciones:
En concepto del
fallador de instancia, en este caso, la protección del derecho fundamental de
petición no es procedente por cuanto la actora cuenta con otro medio de defensa
judicial cual es el contemplado en el artículo 40 del Código Contencioso
Administrativo, que prevé la ocurrencia del fenómeno del silencio
administrativo negativo; cuando transcurridos tres meses a partir de la
presentación de la petición sin obtener respuesta, se entiende que ésta ha sido
negada; pudiendo el interesado acudir a la jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo a solicitar la nulidad del acto administrativo ficto.
Estima el juez, en
este caso, la tutela no puede ser concedida por expreso mandato del artículo
6o. del Decreto 2591 de 1991, en razón a la existencia de otros medios de
defensa judicial que debe utilizar la peticionaria para no violentar el derecho
al debido proceso y el ordenamiento jurídico.
Como el fallo no fue
impugnado, se remitió a la Corte, para su eventual revisión.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera. La
competencia.
La Corte
Constitucional es competente para decidir este asunto, en virtud de lo
dispuesto por los artículos 86 inciso 3° y 241 numeral 9° de la Constitución
Nacional, en concordancia con las normas pertinentes del Decreto 2591 de 1991.
Segunda. El
derecho de petición y el término en que deben resolverse las solicitudes.
En cuanto al término
que tienen las autoridades para resolver las peticiones presentadas ante ellas,
la Corte Constitucional a través de la jurisprudencia ha sostenido lo
siguiente:
"En relación
con el término que tiene la administración para dar respuesta a las
peticiones, la Constitución defirió en el legislador la facultad de fijarlo.
Por tanto, es el legislador el encargado de señalar la forma como ha de
ejercitarse este derecho y, por supuesto, señalar el término que tienen la
administración y, eventualmente, las organizaciones privadas para dar repuesta
a las solicitudes elevadas antes ellos, con el fin de garantizar el núcleo
esencial de este derecho, cual es, la pronta resolución.
Si bien es cierto
que después de la promulgación de la nueva Constitución, no se ha dictado
normatividad alguna que desarrolle y regule aspectos esenciales del derecho de
petición, sí existe una regulación que fue expedida con anterioridad a su
vigencia y que aún rige la materia, pues la expedición de la nueva Carta, no
derogó la legislación existente. Así lo determinaron la Corte Suprema de
Justicia en su momento y, esta Corporación en reiterados fallos de
constitucionalidad.
En este momento,
para establecer cuál es el término que tiene la administración para resolver
las peticiones que ante ella se presenten, debe acudirse a los preceptos del
Código Contencioso Administrativo, al igual que a la ley 57 de 1984, en lo
pertinente.
El artículo 6o. del
mencionado código, establece que las peticiones de carácter general o
particular, se resolverán o contestarán dentro de los quince (15) días
siguientes a la fecha de su recibo. Así mismo, prevé que en ese mismo término,
la administración debe informar al solicitante, cuando sea del caso, su
imposibilidad de dar una respuesta en dicho lapso, explicando los motivos y
señalando el término en el cual se producirá la contestación. Norma
que por lo general no se cumple en ninguna entidad, hecho se traduce en un
desconocimiento del derecho de petición.
Si bien la citada
norma, no señala cuál es el término que tiene la administración para
contestar o resolver el asunto planteado, después de que ha hecho saber al
interesado que no podrá hacerlo en el término legal, es obvio que dicho
término debe ajustarse a los parámetros de la razonabilidad, razonabilidad
que debe consultar no sólo la importancia que el asunto pueda revestir para el
solicitante, sino los distintos trámites que debe agotar la administración para
resolver adecuadamente la cuestión planteada. Por tanto, ante la ausencia de
una norma que señale dicho término, el juez de tutela, en cada caso, tendrá que
determinar si el plazo que la administración fijó y empleó para contestar la
solicitud, fue razonable, y si se satisfizó el núcleo esencial del derecho de
petición: la pronta resolución.
Algunos autores han
considerado que el término que tiene la administración para contestar una
solicitud, cuando no lo ha podido hacer en el lapso de los quince (15) días
señalados en el artículo 6o. del C.C.A, es el término para la configuración del
silencio administrativo negativo, es decir, tres (3) meses, pues, transcurrido
dicho lapso, se entiende denegada la solicitud, según lo establece el artículo
40 del Código Contencioso. En opinión de la Sala, éste podría ser un criterio
que podría tenerse en cuenta, sin embargo, deben analizarse otros factores,
como por ejemplo, la complejidad de la solicitud, pues no debe olvidarse que
la figura del silencio administrativo negativo, es sólo un mecanismo que el
legislador ha puesto al alcance del solicitante, para que sea el juez
contencioso quien resuelva de fondo la solicitud que, por el silencio de la
administración, se presume denegada. Además, la configuración del silencio
administrativo, no exime a la administración de su obligación de resolver la
petición."[1]
En cuanto a la
oportunidad para resolver las peticiones presentadas ante las autoridades
públicas, la Corte ha expresado:
“De su texto se
deducen los límites y alcances del derecho: una vez formulada la petición, de
manera respetuosa, cualquiera que sea el motivo de la misma, bien sea
particular o general, el ciudadano adquiere el derecho a obtener pronta
resolución.
Puede afirmarse que el
derecho fundamental sería inocuo si sólo se formulara en términos de poder
presentar la respectiva petición. Lo que hace efectivo el derecho es que
la petición elevada sea resuelta rápidamente. De nada serviría el derecho
de petición, si la misma Constitución no consagrara el correlativo deber de las
autoridades de proferir pronta resolución. Desde luego, no puede tomarse como
parte del derecho de petición una prerrogativa que lleve forzosamente a que la
administración defina de manera favorable las pretensiones del solicitante.
Por tanto, es una
obligación inexcusable de la administración resolver prontamente las peticiones
presentadas por los ciudadanos, lo cual no significa una respuesta favorable
perentoriamente. Pero en cambio, puede afirmarse que su pronta resolución hace
verdaderamente efectivo el derecho de petición”.[2]
En lo atinente a la
idoneidad del otro medio de defensa judicial la jurisprudencia de la Corte ha
sostenido:
"Considera esta
Corporación que, cuando el inciso 3o. del artículo 86 de la Carta Política se
refiere a que "el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial
..." como presupuesto indispensable para entablar la acción de tutela,
debe entenderse que ese medio tiene que ser suficiente para que a través de él
se restablezca el derecho fundamental violado o se proteja de su amenaza, es
decir, tiene que existir una relación directa entre el medio de defensa
judicial y la efectividad del derecho. Dicho de otra manera, el medio debe ser
idóneo para lograr el cometido concreto, cierto, real, a que aspira la
Constitución cuando consagra ese derecho. De no ser así, mal puede hablarse de
medio de defensa y, en consecuencia, aún lográndose por otras vías judiciales
efectos de carácter puramente formal, sin concreción objetiva, cabe la acción
de tutela para alcanzar que el derecho deje de ser simplemente una
utopía".[3]
Tercera. Análisis
del caso concreto.
En concepto de la
Sala, si bien la entidad contra la que se formuló la demanda manifestó al
despacho judicial de instancia el hallazgo del expediente correspondiente al
trámite interno de la solicitud de reliquidación de pensión, presentada por la
actora, y la disposición para resolver la petición en el menor tiempo posible,
hasta el momento no se ha dado respuesta efectiva; a pesar de haber
transcurrido un tiempo más que razonable para que la entidad se hubiese
pronunciado, violando así el derecho de petición de la señora Rojas Rodríguez.
No comparte la Sala
las apreciaciones del juez de instancia, en cuanto a que la ocurrencia del
fenómeno del silencio administrativo negativo, al brindar al ciudadano la
oportunidad de acudir ante la jurisdicción Contencioso Administrativa a
demandar la nulidad del acto ficto, exime a la autoridad de la
obligación constitucional de responder las solicitudes que presenten ante ella
los particulares, por cuanto ello significaría abrir una brecha para que se
vulnere el derecho de petición, sin que las autoridades se sientan obligadas a
emitir respuesta, que se entendería dada a pesar de que en la realidad no se
hubiera obtenido la actuación de la administración y el acto ficto,
supuestamente, cumpliría con ese cometido sin esfuerzo alguno por parte de
quien es el directo responsable de satisfacer el derecho fundamental de
petición que le asiste a los ciudadanos.
Por las razones
expuestas, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional revocará el
fallo proferido por el Juzgado Sexto Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá
en el presente caso.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del Pueblo
y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO: REVOCASE
la sentencia del Juzgado
Sexto Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá, de fecha nueve (9) de agosto
de mil novecientos noventa y cinco (1995), por las razones aquí expuestas.
SEGUNDO: Conceder
la tutela del derecho de
petición contenido en el artículo 23 de la Constitución Nacional, solicitada
por la señora María Irene Rojas Rodríguez, y ordenar a la Caja Nacional de
Previsión Social que en el perentorio término de cuarenta y ocho (48) horas,
contadas a partir de la notificación del presente fallo, responda a la
solicitud presentada por la actora el día 2 de diciembre de 1994.
TERCERO. Por Secretaría General, REMITASE el
expediente de tutela y este fallo, al Juez Sexto Laboral del Circuito de
Santafé de Bogotá, para los efectos consagrados en el artículo 36 del Decreto
2591 de 1991.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Cfr. Sentencia T-076 de 1995 M.P. Dr. Jorge Arango Mejía
[2] Cfr. Sentencia T-103 de 1995 M.P. Dr. Alejandro Martínez
Caballero
[3] Cfr. Sentencia T-022 de 1995 M.P. Dr. José Gregorio Hernández
Galindo |
563 | T-492-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-492/95
PRINCIPIO DE
AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ
Mediante el
postulado de la autonomía se busca evitar que las decisiones judiciales sean el
resultado de órdenes o presiones sobre el funcionario que las adopta, quien, en
el ejercicio de su función, está sujeto únicamente a la Constitución y a la
ley. En el ámbito reservado a su función, dentro de las normas y criterios
legales, el juez competente dispone de la facultad inalienable de resolver
sobre el asunto sometido a su análisis, sea propiamente en el curso de una
controversia litigiosa o en el campo de la definición o constación del Derecho
por la vía de la jurisdicción voluntaria, sin que en principio deba actuar por
el impulso, la decisión o la dirección de otro juez.
VIA DE HECHO
La vía judicial
de hecho no es una regla general sino una excepción, una anormalidad, un
comportamiento que, por constituir burdo desconocimiento de las normas legales,
vulnera la Constitución y quebranta los derechos de quienes acceden a la
administración de justicia. Es una circunstancia extraordinaria que exige, por
razón de la prevalencia del Derecho sustancial, la posibilidad, también
extraordinaria, de corregir, en el plano preferente de la jurisdicción
constitucional, el yerro que ha comprometido o mancillado los postulados
superiores de la Constitución por un abuso de la investidura. Naturalmente, ese
carácter excepcional de la vía de hecho implica el reconocimiento de que, para
llegar a ella, es indispensable la configuración de una ruptura patente y grave
de las normas que han debido ser aplicadas en el caso concreto.
INTERDICCION DE
DERECHOS Y FUNCIONES PUBLICAS-Interno
El Juzgado
resolvió negar el levantamiento de la pena accesoria de interdicción de
derechos y funciones públicas, por cuanto no había transcurrido el término que
de la misma se le impuso en la sentencia condenatoria. La decisión fue motivada
y, al adoptarla, el juez competente invocó disposiciones como la de que
"las penas de interdicción de derechos y funciones públicas, suspensión de
la patria potestad y prohibición del ejercicio de un arte, profesión u oficio,
se aplicarán de hecho mientras dure la pena privativa de la libertad
concurrente con ellas". La misma norma indica que, cumplida la pena
privativa de la libertad "empezará a correr el término señalado para
aquéllas (las penas accesorias) en la sentencia, salvo la condena de ejecución
condicional.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-74499
Acción de tutela
instaurada por Jesús Antonio Mariño Pinzón contra Juzgado Segundo Penal Del
Circuito De Santa Rosa De Viterbo
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., mediante acta del siete (7) de noviembre de mil
novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Santa Rosa de Viterbo y por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de
Justicia.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
JESUS ANTONIO MARIÑO
PINZON fue condenado por el Juzgado Penal del Circuito de Santa Rosa de Viterbo
a la pena principal de 48 meses de prisión y a la accesoria de interdicción de
derechos y funciones públicas durante el mismo tiempo de la pena principal, por
los delitos de homicidio y lesiones personales en un accidente de tránsito.
En cumplimiento de
la Sentencia, el Ministerio de Defensa Nacional ordenó separar al accionante
del cargo de oficial de la Policía Nacional.
Cumplida la pena
privativa de la libertad, el 12 de enero de 1995 el Juzgado decretó la libertad
definitiva de Mariño Pinzón, pero negó el levantamiento de la pena accesoria de
interdicción de derechos y funciones públicas, a la que también había sido condenado,
pues consideró que ella no era concurrente en el tiempo con la de prisión.
Interpuesto el
recurso de apelación, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Rosa
de Viterbo confirmó la decisión impugnada y dijo al respecto que la pena accesoria
se debe contar a partir de la fecha en que el condenado terminó de cumplir la
pena principal.
Para el
peticionario, con tales determinaciones judiciales le fueron violados sus
derechos a la libertad, a elegir y ser elegido y a desarrollar una actividad
laboral acorde con su preparación.
II. DECISIONES
JUDICIALES
La acción de tutela
fue instaurada inicialmente ante la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación
Penal, pero fue rechazada por improcedente toda vez que dicha Corporación
estimó que ha debido ser presentada ante juez o tribunal de inferior jerarquía
para dar paso a las posibilidades de impugnación.
Incoada de nuevo
ante la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Rosa de
Viterbo, sobre ella se resolvió mediante providencia del 11 de mayo de 1995, en
la cual se resolvió negar la protección pedida, pues, a juicio del Tribunal,
las providencias judiciales atacadas no constituyeron una vía de hecho
susceptible de generar amenaza o violación a los derechos fundamentales del
actor.
Los fallos, dijo la
Sala, no fueron expedidos con defectos absolutos, ni se puede afirmar que para
adoptarlos se procedió mediante indebida apreciación de los hechos, ni fueron
erróneamente aplicadas las normas penales.
La decisión de
primera instancia fue impugnada por el accionante, quien sostuvo que no había
sido analizado el aspecto básico de su petición. Alegó no haber obtenido
respuesta en cuanto a la posibilidad de ser reintegrado a la sociedad en
igualdad de condiciones, toda vez que al concederle la libertad definitiva, en
su parecer, se entendió cumplido el tratamiento resocializador y no se
justificaba purgar ahora la pena suspensiva de sus derechos políticos.
La Sala de Casación
Civil de la Corte Suprema de Justicia, mediante fallo del 20 de junio del
presente año, resolvió confirmar la providencia impugnada.
El motivo de la
determinación fue la improcedencia de la tutela, por cuanto la controversia que
originó la demanda fue objeto de un proceso tramitado en debida forma.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte
Constitucional es competente para revisar los fallos en mención, según lo
disponen los artículos 86 y 241-9 de la Carta Política.
Carácter
excepcionalísimo de la tutela contra providencias judiciales. Reiteración
doctrinal sobre la autonomía funcional de los jueces
Las sentencias
objeto de revisión habrán de ser confirmadas. Será muy breve la motivación en
que se funda la Sala para hacerlo, pues ello corresponde a su reiterada
jurisprudencia.
Bien se sabe que los
preceptos legales en cuya virtud se podía intentar la acción de tutela de
manera indiscriminada contra toda providencia judicial fueron declarados
inexequibles por esta Corte mediante Fallo C-543 del 1º de octubre de 1992.
Entre los motivos
predominantes de esa decisión, que hizo tránsito a cosa juzgada constitucional,
se encuentra el de la necesaria preservación de la autonomía funcional de los
jueces, según el claro mandato del artículo 228 Superior.
Como en aquélla
oportunidad lo expresó la Sala Plena, mediante el postulado de la autonomía se
busca evitar que las decisiones judiciales sean el resultado de órdenes o
presiones sobre el funcionario que las adopta, quien, en el ejercicio de su
función, está sujeto únicamente a la Constitución y a la ley (artículos 4, 6 y
230 C.P).
En el ámbito
reservado a su función, dentro de las normas y criterios legales, el juez
competente dispone de la facultad inalienable de resolver sobre el asunto
sometido a su análisis, sea propiamente en el curso de una controversia
litigiosa o en el campo de la definición o constación del Derecho por la vía de
la jurisdicción voluntaria, sin que en principio deba actuar por el impulso, la
decisión o la dirección de otro juez.
Por lo tanto, a
menos que la actuación del fallador se aparte de manera ostensible e indudable
de la ley, en abierta imposición de su personal interés o voluntad, es decir
que resuelva el conflicto planteado por fuera del orden jurídico, no tiene
justificación una tutela enderezada a constreñir la libertad de que dispone el
juez, investido de la autoridad del Estado, dentro de las reglas de la
jurisdicción y la competencia, para proferir los actos mediante los cuales
administra justicia.
La valoración del
caso en sus elementos fácticos y jurídicos, a la luz de la normatividad
aplicable, está reservada al juez competente, quien goza del poder que le
otorga la ley para interpretarla y aplicarla, sin que necesariamente deba
coincidir con la apreciación de otros jueces, pues repugna a la autonomía
funcional que el criterio del juzgador, mientras no se evidencie una flagrante
transgresión del ordenamiento, pueda ser revocado sin sujeción a los
procedimientos, recursos e instancias que él mismo contempla.
Entonces, la vía
judicial de hecho -que ha sido materia de abundante jurisprudencia- no es una
regla general sino una excepción, una anormalidad, un comportamiento que, por
constituir burdo desconocimiento de las normas legales, vulnera la Constitución
y quebranta los derechos de quienes acceden a la administración de justicia. Es
una circunstancia extraordinaria que exige, por razón de la prevalencia del
Derecho sustancial (artículo 228 C.P.), la posibilidad, también extraordinaria,
de corregir, en el plano preferente de la jurisdicción constitucional, el yerro
que ha comprometido o mancillado los postulados superiores de la Constitución
por un abuso de la investidura.
Naturalmente, ese
carácter excepcional de la vía de hecho implica el reconocimiento de que, para
llegar a ella, es indispensable la configuración de una ruptura patente y grave
de las normas que han debido ser aplicadas en el caso concreto.
Al respecto, debe
recordarse lo afirmado por esta misma Sala:
"La vía de
hecho consiste en una transgresión protuberante y grave de la normatividad que
regía el proceso dentro del cual se profirió la providencia objeto de acción, a
tal punto que, por el desconocimiento flagrante del debido proceso o de otras garantías
constitucionales, hayan sido vulnerados materialmente -por la providencia
misma- los derechos fundamentales del accionante.
Esto significa que
la vía de hecho es en realidad el ejercicio arbitrario de la función judicial,
en términos tales que el fallador haya resuelto, no según la ley -que, por
tanto, ha sido francamente violada- sino de acuerdo con sus personales
designios.
No cualquier error
cometido por el juez en el curso del proceso tiene el carácter de vía de hecho,
pues entenderlo así implicaría retroceder al ritualismo que sacrifica a la
forma los valores de fondo que deben realizarse en todo trámite judicial y, por
otra parte, quedaría desvirtuada por una decisión de tutela la inexequibilidad
declarada por la Sala Plena de la Corte Constitucional, que, se repite, ha
hecho tránsito a cosa juzgada constitucional. Si, con arreglo al artículo 243
de la Constitución, en tal evento "ninguna autoridad podrá reproducir el
contenido material del acto jurídico declarado inexequible por razones de
fondo, mientras subsistan en la Carta las disposiciones que sirvieron para
hacer la confrontación entre la norma ordinaria y la Constitución",
tampoco los jueces, ni la propia Corte Constitucional en sus fallos de
revisión, pueden revivir el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, con las
salvedades que se hicieron explícitas en la Sentencia C-543 del 1 de octubre de
1992.
Así las cosas, para
que pueda llegarse a entender que, de manera excepcional, procede la acción de
tutela contra providencias judiciales -y con mayor razón contra sentencias que
han alcanzado el valor de la cosa juzgada-, es indispensable que se configure y
acredite una situación verdaderamente extraordinaria, que implique no
solamente el incumplimiento de una norma jurídica que el juez estaba obligado a
aplicar sino una equivocación de dimensiones tan graves que haya sido
sustituído el ordenamiento jurídico por la voluntad del fallador" (Cfr.
Corte Constitucional.. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-118 del 16 de marzo
de 1995)
En ese orden de
ideas, la providencia judicial escapa al ámbito de competencia del juez de
tutela mientras no se establezca con certidumbre, surgida de la evidencia
incontrastable, que se ha incurrido en una vía de hecho.
Es lo que acontece
en el caso materia de examen, en el cual aparece acreditado que por sentencia
judicial, luego confirmada por el superior, el Juzgado Segundo Penal del
Circuito de Santa Rosa de Viterbo (antes Juzgado Segundo Superior) condenó al
accionante a la pena principal de 48 meses de prisión, como autor responsable
de los delitos de homicidio culposo y lesiones personales,y a la accesoria de
interdicción de derechos y funciones públicas por el mismo término de la pena
principal, de conformidad con el artículo 52 del Código Penal.
Posteriormente, el
mismo despacho le concedió la libertad condicional caucionada, al tenor de lo
previsto en el artículo 72 del Código Penal, y declaró en subsiguiente
providencia que tal libertad condicional habría de tenerse en el futuro como
definitiva.
En el último
proveído, el Juzgado resolvió negar a Mariño Pinzón el levantamiento de la pena
accesoria de interdicción de derechos y funciones públicas, por cuanto no había
transcurrido el término que de la misma se le impuso en la sentencia
condenatoria.
La decisión fue
motivada y, al adoptarla, el juez competente invocó disposiciones como la del
artículo 55 del Código Penal, según el cual "las penas de interdicción de
derechos y funciones públicas, suspensión de la patria potestad y prohibición
del ejercicio de un arte, profesión u oficio, se aplicarán de hecho mientras
dure la pena privativa de la libertad concurrente con ellas".
La misma norma
indica que, cumplida la pena privativa de la libertad "empezará a correr
el término señalado para aquéllas (las penas accesorias) en la sentencia, salvo
lo dispuesto en el artículo 68". El precepto últimamente mencionado alude
a la condena de ejecución condicional.
La Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia ha sostenido, en relación con el
cumplimiento de la interdicción de derechos y funciones públicas:
"El momento en
que se entiende cumplida la pena principal, en el evento que se analiza (cuando
media el otorgamiento de la libertad condicional y se ha impuesto como pena
accesoria interdicción de derechos y funciones públicas), será, por tanto,
aquél en que, sin que el beneficiario haya vilado las obligaciones contraídas
ni hubiese delinquido nuevamente, termine el período de prueba señalado. En
caso de que por disposición del juez hubiese sido superior al monto de pena que
faltaba por pagar (...) ese excedente no se tendrá en cuenta para contar el
punto de partida de la sanción accesoria.
A partir de entonces
comienza a correr el término para la satisfacción de la pena accesoria de
interdicción del ejercicio de derechos y funciones públicas que hubiere sido
decretada" (Cfr. C.S.J. Sala de Casación Penal. Providencia del 3 de
diciembre de 1981)
En decisión del 14
de diciembre de 1992 reiteró la Corte Suprema:
"Ahora, si en
la Sentencia no se otorgó el subrogado, el término de la pena accesoria se
empezará a contar desde el día siguiente a aquél en que se dió como cumplida la
pena privativa de la libertad..."
Por tanto, el juez
contra quien se instauró la acción de tutela no hizo nada distinto de aplicar
la normatividad vigente, apoyándose además en la jurisprudencia penal, de donde
resulta a todas luces que no se le puede endilgar una vía de hecho y, por ende,
que no era procedente el amparo solicitado.
DECISION
Con base en las
expuestas consideraciones, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR los fallos proferidos por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Rosa de Viterbo -Sala Civil-
el 11 de mayo de 1995 y por la Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación
Civil- el 20 de junio de 1995.
Segundo.- Dése cumplimiento a lo previsto en el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
564 | T-494-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-494/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES/VIA DE HECHO
Si bien la tutela
es una acción improcedente contra sentencias judiciales, es procedente y viable
contra decisiones arbitrarias adoptadas por un juez, no obstante que éstas se
produzcan durante el desarrollo de un proceso judicial, por cuanto para
adoptarlas dicho juez "se aleja por entero del imperio de la ley",
despojándolas del carácter de decisiones judiciales; se trata entonces de
reivindicar la procedencia de esta modalidad de amparo contra vías de hecho
judiciales, no contra sentencias judiciales, ajenas por completo al contexto en
el que se producen las decisiones en derecho, para lo cual es necesario que el
juez de tutela asuma el análisis formal y material del proceso que da origen a
la decisión impugnada como vía de hecho, sin que ello pueda interpretarse como
una intromisión ilegítima, que desconozca la autonomía funcional del juez,
pues, el hecho atacado se presume extraño a la dinámica del proceso judicial y
distanciado completamente de los límites dentro de los cuales se enmarcaría
como una decisión judicial.
PROCESO EJECUTIVO-Pronunciamiento en derecho/SENTENCIA DE
CONSTITUCIONALIDAD-Efectos
No hay
contradicción alguna en el pronunciamiento del juez de segunda instancia en el
proceso ejecutivo, que implique "un pronunciamiento arbitrario o
irregular", o "una valoración probatoria irrazonable”, ni su
actuación vulnera o pone en peligro ninguno de sus derechos fundamentales, al
contrario, la valoración que hace de los hechos y de las pruebas que se someten
a su consideración se ajusta a derecho, y se fundamenta en la normatividad
vigente, incluida la decisión de esta Corporación, que el actor equivocadamente
cree que fue por él desconocida; quien falló con base en disposiciones que
habían quedado por fuera del ordenamiento superior, seguramente por no tener
acceso oportuno a los pronunciamientos de esta Corporación, fue el Juez de
primera instancia, que si bien se introduce en un análisis juicioso y
exhaustivo del acervo probatorio, lo hace siempre bajo el supuesto errado de la
vigencia de la ley.
Ref.:
Expediente No. T-75551
Actor: Jorge
Humberto Uribe Escobar
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santafé de Bogotá
D.C., noviembre ocho (8) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
de Tutelas, integrada por los H. Magistrados Jorge Arango Mejía, Vladimiro
Naranjo Mesa y Fabio Morón Díaz, en ejercicio de sus competencias
constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente, resuelve
sobre el proceso de acción de tutela presentado, a través de apoderado, por
Jorge Humberto Uribe Escobar, contra la decisión proferida por la Sala
Civil del Tribunal Superior de Antioquia, contenida en sentencia del 9 de marzo
de 1995, en la cual resuelve el recurso de apelación interpuesto por el Banco
Cafetero de la ciudad de Andes, Antioquia, contra la decisión de primera
instancia proferida el 29 de septiembre de 1994, por el Juzgado Civil del
Circuito de dicha ciudad, en el proceso ejecutivo singular de mayor cuantía que
promovió dicho Banco contra el actor de la tutela.
I. ANTECEDENTES
1. LA PRETENSION
Y LOS HECHOS
El señor Jorge
Humberto Uribe Escobar, a través de apoderado, y con fundamento en el
artículo 86 de la C.P., y en las disposiciones del Decreto 2591 de 1991,
interpuso acción de tutela contra la Sala Civil del Tribunal Superior de
Antioquia, por considerar que ésta, mediante providencia del 9 de marzo de
1995, proferida para resolver el recurso de apelación interpuesto por el Banco
Cafetero de la ciudad de Andes, Antioquia, contra la decisión de primera
instancia del Juzgado Civil del Circuito de la misma ciudad, en desarrollo del
proceso ejecutivo singular de mayor cuantía, promovido por dicha entidad
financiera en contra suya, viola sus derechos fundamentales a la igualdad ante
la ley, al debido proceso y a la seguridad jurídica.
Como hechos que
sustentan su petición el demandante expuso los siguientes:
1.1 LOS HECHOS
QUE ORIGINARON EL PROCESO EJECUTIVO SINGULAR DE MAYOR CUANTIA, INTERPUESTO POR
EL BANCO CAFETERO DE LA CIUDAD DE ANDES, ANTIOQUIA, CONTRA EL ACTOR DE LA
TUTELA.
- El actor, en su
calidad, inicialmente de caficultor y posteriormente de productor agrícola
dedicado a otros cultivos, situación a la que llegó como resultado del proceso
de diversificación en el que se introdujo por recomendación de la Federación
Nacional de Cafeteros, solicitó y obtuvo del Banco Cafetero de la ciudad de
Andes, Antioquia, varios créditos con el objeto de adelantar diversos
proyectos, en principio dirigidos a ampliar sus cultivos de café, y luego,
acogiendo las sugerencias de los técnicos de la Federación, dirigidos a
diversificar y sustituir dicho cultivo, dedicándose entonces a la producción de
brevas, frutas, leche, y a la cría de ganado.
- El último de esos
créditos, fue aprobado el 14 de julio de 1989, y respaldado por el actor con
garantía hipotecaria que constituyó a favor del Banco Cafetero de la ciudad de
Andes, sobre la finca de su propiedad denominada "el zapote", ubicada
en el municipio de Betania del Departamento de Antioquia.
- El 17 de abril de
1993, dado el verano intenso que azotó la región, certificado por el Himat a
solicitud del Juez de primera instancia, el actor, con base en las
disposiciones del artículo 3 de la ley 34 de 1993 y su decreto reglamentario
No. 233 del mismo año, solicitó al Banco acreedor la refinanciación de sus
deudas, tal como se constata en la fotocopia del formulario diligenciado para
el efecto, que aparece en el expediente.
- Dicha solicitud
fue denegada por el gerente del Banco Cafetero de la ciudad de Andes, a través
de comunicación GRJ-784, del 13 de agosto de 1993, cuyo original reposa en el
expediente, en la cual se consigna que la misma no era procedente, por cuanto
dicho beneficio sólo era aplicable a los productores y cultivadores de café,
argumento que en el transcurso del proceso civil sostuvo el apoderado de la
entidad crediticia, señalando que quien hubiere sido caficultor y ya no lo
fuera, por haberse acogido a los programas de diversificación y sustitución de
cultivos, no tenía derecho a los beneficios que para los cafeteros consagraba
la ya citada ley 34 de 1993.
- Cuatro meses y
medio después de dicha respuesta, sin que se hubiere presentado reacción alguna
por parte del deudor, esto es a mediados del mes de enero de 1994, el Banco
acreedor instauró proceso ejecutivo singular de mayor cuantía contra el actor,
cuyo conocimiento le correspondió al Juzgado Civil del Circuito de la ciudad de
Andes, departamento de Antioquia.
1.2. LA DECISION
DE PRIMERA INSTANCIA EN EL PROCESO EJECUTIVO, PROFERIDA POR EL JUEZ DE CIRCUITO
DE LA CIUDAD DE ANDES, ANTIOQUIA.
El Juez de Circuito
de la ciudad de Andes, Antioquia, al que le correspondió conocer en primera
instancia el proceso ejecutivo singular de mayor cuantía, instaurado por el
Banco Cafetero de dicha ciudad contra el actor de la tutela, profirió sentencia
el 29 de septiembre de 1994, rechazando las pretensiones del demandante y
concediendo al demandado el derecho a la refinanciación de sus deudas, de
conformidad con lo establecido en el artículo 3 de la ley 34 de 1993; la
decisión del Juez de primera instancia se fundamentó en los siguientes
argumentos:
- La ley 34 de
1993, "Para la refinanciación de la deuda de los cafeteros,
algodoneros, arroceros y demás sector agrario...", establecía en su
artículo 3 lo siguiente:
"El gobierno
nacional, dentro de los treinta días siguientes a la promulgación de esta ley,
reglamentará la forma como los establecimientos de crédito oficiales
refinanciarán las deudas contraídas con ellos por los productores de café y
destinadas al cultivo, diversificación, obras de infraestructura y mejoramiento
de vivienda de los caficultores, sin perjuicio de ejercer posteriormente esta
facultad." (...)
- Con base en esa
disposición, el 17 de abril de 1993, el demandado solicitó al Banco
Cafetero de la ciudad de Andes, Antioquia, la refinanciación de las deudas que
con dicho establecimiento había contraído, para la construcción de obras de
infraestructura, sistemas de riego para frutales, y para la sustitución, por
recomendación de la Federación Nacional de Cafeteros, de los cultivos de dicho
grano, por siembras de breva, frutas, producción de leche y cría de ganado.
- Dicha solicitud
fue denegada por el Banco acreedor el 13 de agosto de 1993, por
considerar que el demandado, al haber desarrollado un proceso de
diversificación de cultivos que concluyó con la sustitución total de los
cultivos de café por otros, había perdido su condición de productor del grano,
y que por lo tanto incumplía con uno de los requisitos esenciales que dicha norma
establecía para ser beneficiario de la misma.
- Tal argumento fue
desestimado por el Juez de primera instancia, por considerar, primero que la
calidad de caficultor del demandado en el proceso ejecutivo estaba probada
plenamente, circunstancia que, señala el a-quo, desconoció el demandante,
"...a pesar de que en los distintos pagarés que sirven de base de
ejecución, consta que todos los dineros fueron destinados a la diversificación
en zona cafetera, caso específico el brevo, y otros para infraestructura, como
un sistema de riego para frutales, proyecto el cual (sic) fue llevado por la
misma Federación Nacional de Cafeteros, a través del programa de desarrollo y
diversificación en zonas cafeteras y asesorado por sus técnicos y
agrónomos"; y segundo, dado que la misma norma establecía como
beneficiarios del derecho a la refinanciación, a aquellos productores que
solicitaron crédito para la diversificación de los cultivos de café y la
sustitución de los mismos.
- En criterio del
Juez de primera instancia, el demandado en el proceso ejecutivo cumplía con esa
y las demás condiciones que señalaba el artículo 3 de la ley 34 de 1993, entre
ellas la consignada en el numeral cuarto de la citada norma, por cuanto las
deudas que solicitó que se le refinanciaran habían sido contraídas antes del 15
de septiembre de 1992, y no estaban vencidas con anterioridad al 1 de enero de
1991, por lo que, concluyó, el Banco acreedor estaba en la obligación de
acceder a la solicitud de refinanciación.
- Con base en los
argumentos expuestos, el Juez Civil del Circuito de la ciudad de Andes,
Antioquia, denegó las pretensiones del Banco Cafetero de esa ciudad, demandante
en el proceso ejecutivo singular de mayor cuantía que adelantó contra el actor,
y le reconoció a éste el derecho a la refinanciación de sus deudas con dicha
entidad crediticia, con fundamento en lo dispuesto en el artículo 3 de la ley
34 de 1993.
- El a-quo no hace
mención de la sentencia de la Corte Constitucional, C-021 de 27 de enero de
1994, mediante la cual se declaró inexequible el artículo 3 de la ley 34 de
1993, norma en la que fundamentó su decisión, ni de los efectos de la misma.
1.3 LA DECISION
DE SEGUNDA INSTANCIA EN EL PROCESO EJECUTIVO SINGULAR DE MAYOR CUANTIA,
PROFERIDA POR LA SALA CIVIL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE ANTIOQUIA, DECISION OBJETO
DE LA ACCION DE TUTELA INTERPUESTA POR EL ACTOR.
- El fallo del Juez
Civil de Circuito de la ciudad de Andes, Antioquia, fue apelado por el
apoderado del banco demandante, y pasó en segunda instancia a conocimiento de
la Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia, Corporación que revocó la
decisión del Juez de primera instancia, negando el derecho del actor a la
refinanciación de sus deudas y ordenando "...la venta en pública subasta
del bien perseguido y su avalúo, para que con el producto de ella se paguen al
demandante los créditos no cancelados..."
- Al no proceder
contra dicha sentencia recurso alguno, el actor interpuso la acción de tutela,
por considerar que dicha providencia contiene una manifiesta contradicción, que
constituye una vía de hecho, pues, según él, el argumento que sirvió al Juez de
segunda instancia, la Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia, para
revocar la decisión del a-quo, "se afirma y niega al mismo tiempo",
incurriendo en "...una contradicción lógica interna en cuanto a los
"supuestos en se apoya la decisión", y negando de "...forma
contraevidente la realidad probatoria."
- Sustenta su
afirmación el actor, en el hecho de que la Sala Civil del Tribunal Superior de
Antioquia, al resolver el recurso de apelación, señaló la improcedencia de la
excepción propuesta por el demandado, argumentando que el artículo 3 de la ley
34 de 1993, en el que el Juez de primera instancia fundamentó su decisión,
había sido declarado inexequible por la Corte Constitucional, a través de la
sentencia C-021 de 27 de enero de 1994, desconociendo que dicho fallo previó,
que la decisión adoptada por esta Corporación no afectaría "...las
refinanciaciones perfeccionadas y ni siquiera las solicitudes de
refinanciación presentadas antes de la ejecutoria de la sentencia...",
y afirmando, según él equivocadamente, que "...al momento de la
declaratoria de inexequibilidad -27 de enero de 1994- no existía refinanciación
perfeccionada, ni solicitud de refinanciación con respecto a deudas de Jorge
Humberto Uribe Escobar." (Folio 10 de la sentencia).
- No obstante,
agrega el apoderado del actor, en el folio siguiente del texto de la sentencia,
(11), la misma Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia afirma lo
contrario, aceptando, en su opinión, que si existía solicitud en trámite, pues
consignó: "Pero hay algo más: estando vigente el artículo 3 de la ley
citada y con fundamento en sus previsiones, el ejecutado dirigió a la entidad
demandante una solicitud de refinanciación de sus créditos, el 17 de abril de
1993...", incurriendo con ello en grave contradicción; se abstiene el
apoderado del actor de completar la cita, la cual continua de la siguiente
manera: "...A la misma dió respuesta el Banco, el 22 del mismo mes y año,
negándola, al considerar que aquella sólo era para productores cafeteros,
actividad no realizada por el peticionario. A pesar de lo anterior, se le
ofreció reestructuración de las deudas exigibles mediante el plan de
normalización de cartera vencida que el Banco desarrollaba internamente, para
aquel entonces."
- "...tan
escandalosa actuación de un Tribunal Superior de la República", señala el
actor, constituye una vía de hecho, que viola los principios fundamentales de
seguridad jurídica, igualdad ante la ley y debido proceso consagrados en
Constitución, contra la cual no existe mecanismo de defensa diferente a la
tutela.
- Anota el
demandante, que nadie puede ser juzgado con base en una ley posterior a los
hechos objeto de análisis, lo que, dice, sucedió claramente en su caso, pues no
solo la declaratoria de inexequibilidad de la norma que fundamentó su solicitud
de refinanciación, presentada por él el 17 de abril de 1993, fue posterior,
pues se produjo el 27 de enero de 1994, sino que la Corte Constitucional, de
manera clara e inequívoca, señaló que los efectos de su sentencia eran hacia
futuro, y que la decisión no afectaría "...las refinanciaciones
perfeccionadas, y ni siquiera las solicitudes de refinanciación presentadas
antes de la ejecutoria de la presente sentencia, las cuales deben tramitarse
con arreglo a las normas hasta entonces vigentes, a efecto de garantizar los
principios de igualdad y de seguridad jurídica."
- Por lo expuesto,
el actor solicitó al juez de tutela la protección de sus derechos fundamentales
a la igualdad, al debido proceso y a la seguridad jurídica, vulnerados según
él, por la configuración de una vía de hecho en la sentencia de segunda instancia
proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia, en el proceso
ejecutivo singular de mayor cuantía, interpuesto por el Banco Cafetero de la
ciudad de Andes, Antioquia, contra él.
2. FALLOS DE
TUTELA QUE SE REVISAN
2.1. LA DECISION
DE PRIMERA INSTANCIA EN EL PROCESO DE TUTELA INSTAURADO POR EL ACTOR, PROFERIDA
POR LA SECCION PRIMERA DEL TRIBUNAL ADMINISTRATIVO DE ANTIOQUIA.
De la referida
acción de tutela conoció en primera instancia la Sección Primera del Tribunal
Administrativo de Antioquia, organismo que consideró improcedente el amparo
demandado por el actor, decisión que soportó en los siguientes argumentos:
- De acuerdo con el
fallo contenido en la sentencia de la Corte Constitucional C-543 de 1991, los
artículos 11, 12 y 40 del Decreto 2591 de 1991, que se referían a la caducidad
de la acción de tutela que procedía contra "las sentencias o providencias
judiciales que pongan fin a un proceso", a los efectos de esa caducidad y
a las reglas de competencia que debían ser observadas en tales eventos, fueron
declarados inexequibles, lo que bastaría, en opinión de la Sección Primera del
Tribunal Administrativo de Antioquia, en el caso propuesto, para rechazar,
"por improcedente y sin más comentarios", la acción interpuesta, pues
la misma se dirige contra un fallo proferido por el Tribunal Superior de
Antioquia el 9 de marzo de 1995.
- No obstante,
manifiesta el Tribunal Administrativo de Antioquia, analizará la solicitud del
actor, dado que "...la Corte Constitucional ha venido sosteniendo que la
tutela sí es viable cuando se configura lo que en la doctrina se llama una vía
de hecho, esto es, en aquellos casos en que durante el trámite de un proceso o
con motivo de la misma sentencia se agreden de modo manifiesto, "o grave e
inminentemente", en el lenguaje de la alta Corporación, los derechos
fundamentales de una persona."
- Anota la Sección
Primera del Tribunal Administrativo de Antioquia, que para que la actuación de
un juez pueda configurar una vía de hecho, ésta tiene que ser de tal gravedad e
ilicitud que estructuralmente pueda ser calificada de tal; ella se presenta,
añade, cuando el juez actúa con absoluta falta de competencia o de un modo
completamente arbitrario e irregular, produciendo, según lo ha dicho el Consejo
de Estado, "...una agresión grosera y brutal al ordenamiento jurídico,
hasta el punto de que, como lo anota Jean Rivero, "su actuación no aparece
más como el ejercicio irregular de una de sus atribuciones, sino como un puro
hecho material, desprovisto de toda justificación jurídica, con lo cual la
actividad del juez o funcionario respectivo, pierde legitimidad y sus actos,
según el mismo Rivero, se han desnaturalizado".
- Sin embargo,
señala de manera enfática el Tribunal Administrativo de Antioquia, no basta con
que se aluda a la violación de un derecho fundamental, pues toda irregularidad
afecta directa o indirectamente dichos derechos, de lo que se trata es de que
se compruebe que la actitud del juez, en el caso particular, afecte grave e
inminentemente un derecho; se remite entonces al desarrollo que de dichos
conceptos hizo esta Corporación, a través de la Sentencia T-327 de 1994, cuyo
Magistrado Ponente fue el doctor Vladimiro Naranjo Mesa.
- Concluye la
Sección Primera del Tribunal Administrativo de Antioquia, que en el curso del
proceso ejecutivo promovido por el Banco Cafetero de la ciudad de Andes contra
el actor de la tutela, no se presentaron hechos u omisiones que afectaran de
manera "grosera y brutal" ningún derecho de las partes, y que éstas no
manifestaron reparo sobre el particular; así mismo, que las proposiciones
"que a juicio del actor se contraponen", no constituyen el único
fundamento de la decisión, pues además el Tribunal impugnado dejó sentado, que
al haber sido declarado inexequible el artículo 3 de la ley 34 de 1993, era
improcedente, tal como lo hizo el demandado en el proceso ejecutivo,
excepcionar con fundamento en dicha norma.
- De otra parte,
señala la Sección Primera del Tribunal Administrativo de Antioquia, que el
banco acreedor, al negar la solicitud de refinanciación, paralelamente le
ofreció al deudor "...la reestructuración de las deudas exigibles,
mediante el plan de normalización de cartera vencida que el banco desarrollaba
internamente por aquel entonces...", ofrecimiento sobre el cual el actor
no se pronunció en ningún sentido durante los siguientes cuatro meses y medio;
además, que durante ese lapso, las deudas se vencieron, bien por cumplimiento
del término, bien por la aplicación de la cláusula aceleratoria consignada en
los respectivos pagarés.
- Para el Juez de
tutela de primera instancia, resulta inaceptable que estando vencidas las
obligaciones, el banco tuviera que esperar indefinidamente a que el deudor se
manifestara sobre la negativa a la solicitud de refinanciación de sus deudas, o
sobre la "generosa propuesta de reestructurarlas", situación ésta que
lo facultaba para "exigir el cobro de sus créditos ante el silencio ya largo
del deudor..."
- Por último, señala
la Sección Primera del Tribunal Administrativo de Antioquia, que dado que al
Juez de tutela no le es dado "...introducirse en evaluaciones sobre el
acierto o no de los análisis que hace el juez de instancia sobre el material
probatorio incorporado al proceso o sobre la legislación vigente...", en
su condición de tal se limita a concluir que en el evento analizado "...no
se vislumbra siquiera que los magistrados hayan actuado con el desconocimiento
absoluto de las normas de índole sustantiva o procedimental, que da lugar a la
llamada vía de hecho."
2.2 LA DECISION
DE SEGUNDA INSTANCIA EN EL PROCESO DE TUTELA INSTAURADO POR EL ACTOR, PROFERIDA
POR LA SECCION CUARTA DE LA SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO DEL CONSEJO
DE ESTADO.
El fallo sobre la
tutela de la referencia, proferido el 22 de mayo de 1995 por el Tribunal
Administrativo de Antioquia, fue impugnado por el apoderado el actor, quien se
dirigió al Consejo de Estado e interpuso el correspondiente recurso de
apelación, el cual sustentó en los siguientes argumentos:
- En su opinión, el
Tribunal Administrativo de Antioquia, Juez de primera instancia en el proceso
de tutela, eludió las acusaciones constitucionales y las razones de hecho
presentadas a su consideración, pues no obstante que se declaró impedido para
auscultar la actividad valorativa del tribunal impugnado, concluye que éste
obró conforme a las normas sustantivas y procesales; ello implica, según él,
que el juez de tutela al invocar "presunciones incontrovertibles (sic) de
que los jueces nunca podrían desconocer los derechos fundamentales", lo
que está haciendo es anticipando que las vías de hecho jamás tendrían
ocurrencia.
- La tutela
impetrada, señala el actor, no pretende sustituir el procedimiento ordinario,
ni alterar la independencia de la Sala Civil del Tribunal Superior de
Antioquia, pues el objeto y naturaleza de dicha acción es estructuralmente
distinto de la función jurisdiccional, de la cual es producto la sentencia
impugnada.
- La tutela
solicitada, manifiesta el actor, "...pretende evidenciar que los
Magistrados del H. Tribunal Superior de Antioquia han vulnerado derechos
fundamentales al hacer una valoración probatoria arbitraria..."; ella,
anota, no se dirige contra el proceso civil, el cual no puede ser impugnado por
infracciones constitucionales, y por lo tanto no puede ser objeto de tutela,
por eso, continúa diciendo, el reproche que se presenta contra el juez de
tutela de primera instancia, se hace "...en sede de constitucionalidad y
no en sede de legalidad ordinaria."
- Destaca, que el H.
Tribunal Administrativo de Antioquia desconoce que los criterios
tradicionalmente utilizados para determinar si un acto jurídico, ley o
sentencia, es o no constitucional, han sido radicalmente modificados, por lo
que en la actualidad a los de validez y eficacia social se les agrega el de
"corrección material de las decisiones jurídicas", propio de un
Estado Social de Derecho, "...comprometido no solo en el plano económico,
sino, sobretodo, en el plano de los derechos fundamentales y de los principios
estatales."
- En su opinión, el
juez de tutela de primera instancia debió revisar, y no lo hizo, si las
manifestaciones del Tribunal impugnado se ajustaban o no al ordenamiento
superior, pues "...la tutela nació precisamente como mecanismo idóneo para
proteger eficazmente los derechos fundamentales de los desafueros de las
autoridades, para cuya defensa no existiera otra alternativa procesal",
eludiendo con ello sus obligaciones de "contralor constitucional de la
actividad estatal", y desconociendo que la tutela se mantiene como
"mecanismo corrector de vías de hecho en tratándose de sentencias
judiciales, como la de la Sala Civil del H. Tribunal Superior de
Antioquia".
- Insiste, en que la
tutela interpuesta no tiene nada que ver con el "thema decidendun"
del litigio civil, ventilado bajo los esquemas del derecho privado", sino
con la "crasa omisión" que el juzgador hizo de normas probatorias, de
normas legales y de los efectos que la Corte Constitucional señaló para uno de
sus fallos, en síntesis, dice, con la falta de racionalidad
jurídico-constitucional de la sentencia impugnada.
- Reclama del Juez
de tutela el cumplimiento de su obligación de verificar en el expediente, si la
valoración probatoria efectuada por el juez impugnado, es o no irrazonable, y
si de ella se derivó la configuración de una vía de hecho, pues, anota, esa es
la única manera de asegurar "la corrección material de la sentencia",
de lo contrario sería nugatoria la procedencia de la tutela contra sentencias
judiciales.
- Tratándose de una
sentencia que viola derechos fundamentales del actor, dada la aplicación
incorrecta de la legislación y el desconocimiento que en ella se hace de los
efectos de un fallo de la Corte Constitucional, contra la cual no proceden
recursos ordinarios que permitan su impugnación, es pertinente que el juez, en
sede de constitucionalidad, confirme si la decisión se ajusta o no a derecho,
sin desviar su análisis a hechos que el actor no controvierte, como lo hace,
según él, el Tribunal Administrativo de Antioquia, Juez de tutela de primera
instancia, al pretender fundamentar su decisión en el hecho de que durante el
proceso ejecutivo no se presentó vulneración o desconocimiento de derecho
fundamental alguno.
Con base en los
anteriores argumentos, expuestos como fundamento del recurso de apelación
presentado por el apoderado del actor ante el Consejo de Estado, dicha
Corporación se pronunció en el siguiente sentido:
- La Sección Cuarta
de la Sala de lo Contencioso Administrativo del H. Consejo de Estado, a través
de sentencia de 27 de junio de 1995, decidió confirmar el fallo impugnado por
el actor, proferido por el Tribunal Administrativo de Antioquia, no por los
motivos expuestos por dicha Corporación, sino porque el Consejo de Estado ha
sostenido y sostiene, que es improcedente la acción de tutela contra
providencias judiciales, posición que respalda en el fallo de esa Corporación,
proferido el 10 de marzo de 1995, al cual se remite:
"...Se ha dicho
que la propia naturaleza residual de la acción de tutela (3 inc. art. 86 C.P.)
impide ejercerla en los procesos judiciales puesto que todos ellos están
regulados en forma tal que permite recurrir contra las decisiones que en el
transcurso del proceso adopta el Juez, todo de conformidad con el procedimiento
previamente establecido en la ley al cual están sujetos tanto las partes como
el juez. Todo procedimiento tiene sus propios recursos y medios de corregir los
errores incurridos durante ellos. Por ello la acción de tutela no puede ser
instrumento para modificar tales procedimientos, ni para revivir términos que
dejaron precluirse, ni establecer instancias distintas, ni alegar nulidades
inexistentes o fuera de la respectiva oportunidad.
"También se ha
dicho que la autonomía funcional del Juez reconocida por la Constitución,
impide que la decisión adoptada por uno pueda ser interferida por las órdenes
de otro Juez no solo ajeno al proceso sino de otra especialidad o jurisdicción,
pues cada uno de ellos es autónomo en sus decisiones que son independientes
(art. 288).
Y por otra parte, el
principio de certeza judicial en que sustenta la institución de la cosa juzgada
implica la intangibilidad de la sentencia o providencia decisoria sin que haya
lugar a distinciones entre sentencias meramente formales o aparentes y
verdaderas.
"Tampoco ha
compartido las tesis basadas en las llamadas "vías de hecho" por
parte del Juez porque la sutil y compleja distinción que hace en este aspecto
el propio Juez de tutela, sin apoyo en ley alguna que la establezca, según su
propio criterio, sin intervención del Juez autor de la providencia, deja en
manos del primero la posibilidad de hacer una calificación que le permite
interferir la autonomía del otro Juez y lo que es peor, impartirle
instrucciones de cómo actuar o fallar, sistema en el cual se transgreden todos
los principios mencionados anteriormente..." (Fallo de 10 de marzo de
1995, exp. AC-2501, C.P. Dr. Jaime Abella Zárate).
No se detiene el H.
Consejo de Estado, en el análisis material de la providencia acusada.
3. COMPETENCIA
Con fundamento en lo
dispuesto en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política, en armonía
con los artículos 33, 34 y 35 del Decreto-Ley 2591 de 1991, la Sala es
competente para revisar las sentencias de la referencia.
4.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
De manera previa al
análisis de la actuación judicial que en opinión del actor configura una vía de
hecho, susceptible de ser atacada a través de la acción de tutela, la Sala hará
las siguientes consideraciones:
4.1. La
improcedencia de la acción de tutela contra sentencias judiciales.
Esta Corporación, al
pronunciarse sobre la inexequibilidad de los artículos 11,12, 25 y 40 del
Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamentó la acción de tutela consagrada
en el artículo 86 de la C.P., señaló la improcedencia de dicho instrumento,
cuando él se pretende utilizar contra sentencias judiciales.
Dijo la Corte en esa
oportunidad:
" La Corte ha
señalado que dos de las características esenciales de esta figura en el
ordenamiento jurídico colombiano son la subsidiaridad y la inmediatez:
la primera por cuanto tan sólo resulta procedente instaurar la acción en
subsidio o a falta de instrumento constitucional o legal diferente, susceptible
de ser alegado ante los jueces, esto es, cuando el afectado no disponga de otro
medio judicial para su defensa, a no ser que busque evitar un perjuicio
irremediable (artículo 86, inciso 3, de la Constitución); la segunda, puesto
que la acción de tutela ha sido instituída como remedio de aplicación urgente
que se hace preciso administrar en guarda de la efectividad concreta y actual
del derecho objeto de violación o amenaza. Luego no es propio de la acción de
tutela el sentido de medio o procedimiento llamado a reemplazar los procesos
ordinarios o especiales, ni el de ordenamiento sustitutivo en cuanto a la
fijación de los diversos ámbitos de competencia de los jueces, ni el de
instancia adicional a la existente, ya que el propósito específico de su
consagración, expresamente definido en el artículo 86 de la Carta, no es otro
que el de brindar a la persona protección efectiva, actual y supletoria en
orden a la garantía de sus derechos constitucionales fundamentales."
"En otros
términos, la acción de tutela ha sido concebida únicamente para dar solución
eficiente a situaciones de hecho creadas por actos u omisiones que
implican la transgresión o la amenaza de un derecho fundamental, respecto de
las cuales el sistema jurídico no tiene previsto otro mecanismo susceptible de
ser invocado ante los jueces a objeto de lograr la protección del derecho; es
decir, tiene cabida dentro del ordenamiento constitucional para dar respuesta
eficiente y oportuna a circunstancias en que, por carencia de previsiones
normativas específicas, el afectado queda sujeto, de no ser por la tutela, a
una clara indefensión frente a los actos u omisiones de quien lesiona su
derecho fundamental. De allí que, como lo señala el artículo 86 de la
Constitución, tal acción no sea procedente cuando exista un medio judicial apto
para la defensa del derecho transgredido o amenazado, a menos que se la utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable entendido éste
último como aquél que tan sólo puede resarcirse en su integridad mediante el
pago de una indemnización (artículo 6 del Decreto 2591 de 1991)."
"Así, pues, la
tutela no puede converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un
mecanismo que sea factible de elegir según la discrecionalidad del interesado,
para esquivar el que de modo específico ha regulado la ley; no se da la
concurrencia entre éste y la acción de tutela porque siempre prevalece -con la
excepción dicha- la acción ordinaria."
(Corte
Constitucional, Sentencia, C-543 de 1992, M.P. Dr. José Gregorio Hernández
Galindo).
Es claro entonces,
que esta Corporación comparte lo expresado por los jueces de tutela a los
cuales les correspondió conocer el proceso de la referencia, en el sentido de
que la utilización de dicho instrumento no procede cuando se trata de rebatir
las decisiones contenidas en sentencias judiciales, pues ello implicaría
resquebrajar principios fundamentales del derecho, tales como el de seguridad
jurídica, autonomía funcional del juez y cosa juzgada; de hecho la Corte
Constitucional así lo sostuvo al declarar ella misma inexequibles los artículos
antes mencionados.
No obstante, al
señalar, como lo hizo, que la tutela fue concebida "...únicamente para dar
solución eficiente a situaciones de hecho creadas por actos u omisiones
que implican la transgresión o la amenaza de un derecho fundamental, respecto
de las cuales el sistema jurídico no tiene previsto otro mecanismo susceptible
de ser invocado ante los jueces...", reiterando con ello lo estipulado en
el artículo 86 de la Carta, esta Corporación consideró también la posibilidad,
desde todo punto de vista probable, de la comisión de errores por parte de las
autoridades públicas, por acción u omisión, extraños por completo a la dinámica
misma del proceso judicial, errores de hecho no de derecho, atribuibles
a la naturaleza humana del juez, a su condición de ser vulnerable y falible,
con los cuales eventualmente se pueden violar o poner en peligro derechos
fundamentales de las personas, que no pueden ser impugnados con los recursos
diseñados para ser utilizados en el respectivo procedimiento judicial.
Ese tipo de errores,
que la doctrina ha denominado vías de hecho, no pueden ser tolerados en un
Estado Social de Derecho, con el simple argumento de que emanan de la autoridad
de un juez, pues con ello se erigiría éste como voluntad omnímoda, no
controlada, características nugatorias de la esencia misma de una organización
social democrática; con esa posición se vulneraría el fín último de cualquier sistema
normativo que soporte un estado de derecho: la justicia; y se negaría un
principio fundamental del mismo: que "el Estado de Derecho es el Estado
sometido a Derecho", no al arbitrio de los jueces, que su referente es la
ley y no la voluntad y menos el capricho de quien está investido de autoridad
para interpretarla y aplicarla.
4.2 La
procedencia de la acción de tutela cuando se ejerce para impedir que las
autoridades públicas, a través de vías de hecho vulneren o amenacen los
derechos fundamentales de las personas.
Sobre el particular
ha dicho esta Corporación:
"Una actuación
de la autoridad pública se torna en una vía de hecho susceptible de control
constitucional de la acción de tutela cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como
consecuencia la vulneración de los derechos fundamentales de la persona.
"Carece de
fundamento objetivo la actuación manifiestamente contraria a la Constitución y
a la ley. La legitimidad de las decisiones estatales depende de su
fundamentación objetiva y razonable. El principio de legalidad rige el
ejercicio de las funciones públicas (C.N art. 121), es condición de existencia
de los empleos públicos (C.N art. 122) y su desconocimiento genera la responsabilidad
de los servidores públicos (C.N. arts. 6, 90)."
(Corte
Constitucional, Sentencia T-079 de 1993, M.P. Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz).
Siendo el juez una
autoridad pública, cuya potestad de administrar justicia emana de la
Constitución y la ley, mal podría entenderse que sus actuaciones fueran ajenas
a los mandatos y disposiciones de aquellas, y en consecuencia exentas del
control que el Estado señala como requisito esencial para mantener el
equilibrio en el ejercicio del poder, control que se ejerce con el objeto de
corroborar si tales actuaciones, se producen o no, dentro de los límites y
condiciones que sus dictados imponen; por eso, si con ellas se vulneran o ponen
en peligro derechos fundamentales de las personas, por acciones u omisiones
extrañas al proceso judicial, y no sujetas a las reglas y recursos de
controversia propios del proceso, es procedente la acción de tutela contra las
mismas. En ese sentido se ha pronunciado esta Corporación:
"De conformidad
con el concepto constitucional de autoridades públicas, no cabe duda de que los
jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función de administrar
justicia y sus resoluciones son obligatorias para los particulares y también
para el Estado. En esa condición no están excluídos de la acción de tutela
respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales,
lo cual no significa que proceda dicha acción contra sus providencias."
(Corte
Constitucional, Sentencia C-543 de 1992, M.P. Dr. José Gregorio Hernández
Galindo).
4.3 La
procedencia de la tutela contra una vía de hecho judicial
Ha quedado
establecido entonces, con fundamento en los fallos de esta Corporación, que la
tutela es improcedente cuando con ella se pretende controvertir decisiones
judiciales, que se originan en procesos que determinan ellos mismos los
recursos e instrumentos de que las partes disponen, mientras éstos se surten,
para impugnar las decisiones adoptadas por el juzgador; así mismo, que dicha
acción es procedente cuando se trata de impedir que autoridades públicas, a
través de vías de hecho, vulneren o desconozcan los derechos fundamentales de
las personas; de otra parte, es claro también, que el juez, en tanto autoridad
pública, no está excluído de la acción de tutela cuando con sus acciones u omisiones
vulnera o amenaza derechos fundamentales de las personas; en síntesis, que si
bien la tutela es una acción improcedente contra sentencias judiciales, es
procedente y viable contra decisiones arbitrarias adoptadas por un juez, no
obstante que éstas se produzcan durante el desarrollo de un proceso judicial,
por cuanto para adoptarlas dicho juez "...se aleja por entero del imperio
de la ley...", despojándolas del carácter de decisiones judiciales; se
trata entonces de reivindicar la procedencia de esta modalidad de amparo contra
vías de hecho judiciales, no contra sentencias judiciales, ajenas por completo
al contexto en el que se producen las decisiones en derecho, para lo cual es
necesario que el juez de tutela asuma el análisis formal y material del proceso
que da origen a la decisión impugnada como vía de hecho, sin que ello pueda
interpretarse como una intromisión ilegítima, que desconozca la autonomía
funcional del juez, pues, se reitera, el hecho atacado se presume extraño a la
dinámica del proceso judicial y distanciado completamente de los límites dentro
de los cuales se enmarcaría como una decisión judicial; sobre el tema ha dicho
esta Corporación:
"La prevalencia
del derecho sustancial (C.N. art. 228), como criterio de interpretación es
inmanente al Estado Social de Derecho. En este sentido, el control meramente
formal de la vía de hecho, no refleja esta profunda necesidad de eficacia que
el ordenamiento en su conjunto reclama, y con mayor énfasis de sus mecanismos
depuradores. El control de la vía de hecho es un instrumento para enfrentar y
someter a la arbitrariedad judicial. Es evidente que la morfología y la
naturaleza de la técnica de control, si lo que se pretende es su eficacia -lo
que debe darse por descontado- debe ser correlativa y proporcional, por lo
menos a las características del fenómeno que se desea contrarrestar. Si la
arbitrariedad judicial puede ser formal y material, su control sólo formal, no
sólo es recortado sino que en sí mismo anticipa una grave impunidad, generando
por contera un oprobioso privilegio consistente en poder violar el ordenamiento
jurídico sin consecuencias y reclamando para esa mácula la intangibilidad que
sólo se prodiga a la auténtica aplicación e interpretación del derecho.
"La insistencia
en un control puramente formal de la vía de hecho, parece ignorar las múltiples
causas que se encuentran en el origen mismo de la arbitrariedad judicial y cuyo
desconocimiento sólo contribuye a perpetuarlas, desacreditando el derecho y
perpetuando a la justicia; la notoria falsedad en la apreciación de los hechos;
la manifiesta ruptura de la igualdad; la mayúscula desproporcionalidad e
irracionalidad en la aplicación del derecho y en la estimación de los hechos
determinantes que corresponden al supuesto tenido en cuenta en las normas; la
burda desviación de poder del juez que sacrifica irrazonablemente los
principios jurídicos constitucionales y legales que marcan los derroteros y
fines del derecho en los distintos campos; la vulneración de los derechos
fundamentales de las personas reconocidos en la Constitución; la inequidad
manifiesta; la mala fe, etc. (...)
"Obsérvese que
los defectos calificados como vía de hecho son aquellos que tienen una
dimensión superlativa y que, en esa misma medida, agravian el ordenamiento
jurídico. Los errores ordinarios, aún graves, de los jueces in iudicando o in
procedendo, no franquean las puertas de este tipo de control que, por lo visto,
se reserva para los que en grado absoluto y protuberante se apartan de los
dictados del derecho y de sus principios y que, por lo tanto, en la forma o en
su contenido traslucen un comportamiento arbitrario y puramente voluntarista
por parte del juez que los profiere.
"La tesis del
control formal de la vía de hecho es claramente restrictiva, tal vez porque se
teme que de otro modo se podría presentar un desbordamiento en el uso de este
instrumento de control, en detrimento de los restantes recursos y de la
intangibilidad de los actos judiciales. En verdad el ejercicio de la acción de
tutela con este propósito, es eminentemente excepcional -y así se mantendrá por
la Corte Constitucional- pues se circunscribe a develar la arbitrariedad
judicial que pueda derivarse de defectos judiciales de carácter absoluto. Por
este aspecto, parece infundado el temor, salvo que se abuse de esta vía
procesal, en modo alguno diseñada para sustituir los medios normales de
impugnación contemplados en las normas procedimentales y al alcance de las
partes (...). La doctrina de la Corte ha efectuado un análisis material y ha
establecido una diáfana distinción entre la providencias judiciales -que son
invulnerables a la acción de tutela en cuanto corresponden al ejercicio
autónomo de la función judicial y respecto de las cuales existen, dentro del
respectivo proceso, los medios judiciales de defensa establecidos por el
ordenamiento jurídico- y las vías de hecho por cuyo medio, bajo la forma de una
providencia judicial, quien debería administrar justicia quebranta en realidad
los principios que la inspiran y abusa de la autonomía que la Carta Política
reconoce a su función, para vulnerar en cambio los derechos básicos de las
personas.
"En este orden
de ideas, la violación flagrante y grosera de la Constitución por parte del
Juez, aunque pretenda cubrirse con el manto respetable de la resolución
judicial, puede ser atacada mediante la acción de tutela siempre y cuando se
cumplan los presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución y no
exista otro medio al alcance del afectado para la defensa de su derecho (Sent.
T-173 de 1993 M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo)."
"...El control
constitucional de la vía de hecho judicial, no obstante ser definitivamente
excepcional y de procedencia limitada a los supuestos defectos sustantivos,
orgánicos, fácticos o procedimentales, en que se incurra en grado absoluto, es
tanto de forma como de fondo, pues su referente es la arbitrariedad que puede
ser tanto formal como material (...)."
"Para que la
tutela contra una actuación judicial reputada como vía de hecho pueda
discernirse no es suficiente endilgarle a la actuación judicial demandada
errores y deficiencias en la apreciación de los hechos o en la aplicación del
derecho, pues aún existiendo no por ello la providencia se constituye en vía de
hecho, se requiere, como se ha expuesto, que la providencia adolezca de un
defecto absoluto -estimado, claro está, no de manera formal sino material- de
sustentación fáctica o jurídica que repercuta en la violación de un derecho
fundamental, amén de que se reúnan las condiciones señaladas para su
procedibilidad." (Corte Constitucional, Sentencia T-231 de 1994, M.P. Dr.
Eduardo Cifuentes Muñoz).
4.4 Análisis de
la actuación judicial objeto de la acción de tutela.
Como lo expresó esta
Corporación, para establecer si la actuación judicial impugnada, configura o no
una vía de hecho, esto es, si contiene defectos absolutos que la
despojen del carácter de decisión judicial y por lo tanto que contra ella es
procedente la acción interpuesta, es necesario analizar, formal y
materialmente, el proceso en el cual ésta se originó; en el caso propuesto, el
proceso ejecutivo singular de mayor cuantía, que instauró el Banco Cafetero de
la ciudad de Andes, Antioquia, contra el actor de la tutela, en sus dos
instancias.
En el marco del
Estado Social de Derecho, el proceso jurídico, y muy especialmente el proceso
civil, trasciende el interés de las partes involucradas y se constituye en una
acción compleja de interés público, en cuanto lo que pretende, como fin último,
es la realización de los objetivos propios de la justicia, aplicando para ello
la norma abstracta de contenido general, al caso específico y concreto; ello
implica, que su desarrollo, con sujeción estricta a las disposiciones de la
Constitución y la ley, contribuya, de manera definitiva, a los propósitos de
paz social y plena realización del derecho, esenciales en dicho tipo de
estructura político-administrativa.
En el asunto que
ocupa a la Sala, el apoderado del actor de la tutela insiste, especialmente en
el escrito a través del cual impugna el fallo del juez constitucional de
primera instancia, en que su acusación no se dirige contra el proceso civil en
sí mismo considerado, sino contra la decisión adoptada por el juez del proceso
ejecutivo de segunda instancia en el proceso ejecutivo, la cual dice, al
soportarse en una contradicción manifiesta, vulnera los derechos fundamentales
de su representado, al debido proceso, a la seguridad jurídica y a la igualdad
ante la ley.
Centra pues su
acusación en la manifiesta y grave contradicción, que en su opinión sirve de
sustento a la decisión de la Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia, la
cual, señala, configura una vía de hecho que como tal es susceptible de ser
impugnada a través de la acción de tutela, por estar ella contenida en una
providencia contra la cual no procede ningún otro recurso.
Corresponde entonces
a esta Sala determinar, si efectivamente tal contradicción se produjo, y si
ella además de reunir las características que jurisprudencialmente se han
señalado como esenciales para configurar una vía de hecho, constituye el núcleo
principal de la decisión del Tribunal impugnado.
Para ello es
necesario adentrarse en el examen del proceso ejecutivo, en las dos instancias
en las que se desarrolló, en el cual se originó la decisión impugnada.
a. El fallo de
primera instancia en el proceso ejecutivo.
De conformidad con
nuestro ordenamiento legislativo, es procedente iniciar un proceso ejecutivo
cuando el deudor de una obligación, de dar, hacer u omitir, que ya ha sido
causada, no la ha cumplido voluntaria y espontáneamente, legitimando con su
actitud al acreedor, para recurrir a los órganos de la jurisdicción con el
objeto de que éstos coercitivamente la hagan cumplir. Estos procesos no
pretenden establecer o declarar si la obligación existe o no, lo que buscan es
hacer efectivo un derecho del acreedor ya reconocido, que se encuentra
consignado en un título que presta mérito ejecutivo, siempre y cuando éste
contenga una obligación clara, expresa y exigible.
En el caso
analizado, la obligación, con las características a que se refiere el artículo
488 del C. de P.C. existía, y así lo reconoció el juez de primera instancia en
el proceso ejecutivo, procediendo en consecuencia a librar el correspondiente
mandamiento de pago, el cual notificó al demandado, quien dentro del término
establecido para el efecto en el artículo 505 del mismo código, si bien aceptó
como ciertos los hechos que sustentaban el mandamiento ejecutivo, se opuso a las
pretensiones del demandante y propuso como excepción de mérito, el derecho que
según él tenía a la refinanciación de sus deudas, de conformidad con lo
establecido en el artículo 3 de la ley 34 de 1993; así mismo, el pago parcial
de las mismas y la solicitud de revisión de la liquidación efectuada por el
banco demandante de cada una sus deudas.
Del análisis de la
sentencia de primera instancia se concluye, que la excepción de fondo propuesta
por el demandado fue acogida por el juez, quien entendió que tal como estaba
planteada, constituía una de aquellas que la doctrina ha denominado
"excepción dilatoria", definida por el profesor Hernando Devis
Echandía, como aquellos "...hechos en virtud de los cuales, sin que se
niegue el nacimiento del derecho del actor ni se afirme su extinción, paralizan
sus efectos para ese proceso únicamente, es decir, impiden que sea actualmente
exigible, pero no constituyen cosa juzgada, dejando la facultad de iniciarlo
nuevamente cuando la situación se modifique, pero que se dirigen contra el
fondo de la cuestión debatida y contra la pretensión del demandante. Es decir
sus efectos son temporales."[1]
El Juez Civil del
Circuito de la ciudad de Andes, consideró que dicha excepción debía prosperar,
por cuanto el demandante, el Banco Cafetero de esa ciudad, había desconocido un
derecho legítimo del demandado, que emanaba de lo dispuesto en el artículo 3 de
la ley 34 de 1993, norma que obligaba a los establecimientos de crédito
oficiales a refinanciar las deudas contraídas con ellos por los productores de
café, siempre que ellas se hubieren adquirido para el cultivo del grano, diversificación,
obras de infrestructura y/o mejoramiento de vivienda, además de otras
condiciones relacionadas con la fecha en que se habían contraído y vencido
tales obligaciones.
Previo un análisis
detenido y juicioso, que incluyó la solicitud y valoración de varias pruebas,
corroboró el a-quo el cumplimiento por parte del demandado, de las condiciones
que señalaba la citada norma como necesarias para ser beneficiario de la misma,
por eso desestimó el argumento que esgrimió el banco demandante para negar la
refinanciación, referido a que el demandado no tenía derecho a ella, dado que
había perdido su calidad de caficultor al haber diversificado y en consecuencia
sustituido sus cultivos de café por otros; señala en su sentencia, que la norma
citada es clara al establecer, que una de las obligaciones susceptibles de
refinanciación era precisamente aquella contraída para adelantar proyectos de
diversificación de cultivos, en desarrollo de programas prioritarios para la
economía nacional, avalados e impulsados por la Federación Nacional de Cafeteros,
y que el haber concluído ese proceso no podía legítimamente convertirse en
impedimento para acceder a la prerrogativa contenida en la citada ley.
Se evidencia
claramente que el Juez Civil del Circuito de la ciudad de Andes, Antioquia, al
momento de fallar, el 29 de septiembre de 1994, desconocía por completo la
sentencia de la Corte Constitucional distinguida con el número C-021 del 27 de
enero de ese mismo año, a través de la cual se había declarado la
inexequibilidad de la norma en la que fundamentó su decisión, al igual que los
efectos y alcances de la misma; tan es así, que el mencionado fallo no hace
mención alguna de dicha sentencia, cuyas decisiones, además de configurar cosa
juzgada, eran de obligatorio cumplimiento especialmente por parte de los jueces
de la República.
b. El fallo de
segunda instancia del proceso ejecutivo.
La Sala Civil del
Tribunal Superior de Antioquia, al revocar la decisión del Juez de primera
instancia, decisión objeto de la acción de tutela, señaló la improcedencia de
excepcionar con fundamento en una norma que había sido excluida del
ordenamiento jurídico, en un proceso ejecutivo que se inició con posterioridad
a la declaratoria de inconstitucionalidad de la referida norma, remitiéndose,
para sustentar su decisión, al texto mismo de la sentencia de esta Corporación,
el cual estableció de manera clara e inequívoca, que sus efectos eran a futuro
y que los mismos no afectaban "...las refinanciaciones perfeccionadas,
y ni siquiera las solicitudes de refinanciación presentadas antes de la
ejecutoria de la presente sentencia, las cuales deben tramitarse con
arreglo a las normas hasta entonces vigentes, a efecto de garantizar los
principios de igualdad y de seguridad jurídica." (Negrillas fuera de
texto).
Para el tribunal
impugnado era claro que la Corte Constitucional, preservando los principios de
igualdad y seguridad jurídica, había previsto dos situaciones que no se verían
afectadas por el fallo de inconstitucionalidad del artículo 3 de la ley 34 de
1993: la primera cuando se tratara de refinanciaciones ya perfeccionadas, y la
segunda las solicitudes de refinanciación en trámite, presentadas antes de la
fecha de ejecutoria de la sentencia; en ninguna de esas situaciones se
encontraba el demandado en el proceso ejecutivo analizado, actor de la tutela,
pues éste, tal como lo señala la Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia,
había presentado una solicitud, estando vigente la norma declarada inexequible,
que el banco demandante había resuelto negativamente, decisión que no fue
controvertida por el deudor; no existía entonces ninguna solicitud en
trámite, y es eso lo que quiere señalar el organismo impugnado, en un
párrafo, que si bien adolece de suficiente claridad, no es producto de una
"valoración probatoria arbitraria", ni surge de la "incorrecta
aplicación de la legislación", o de una "crasa omisión", tal
como lo pretende hacer notar el actor.
No hay pues
contradicción alguna en el pronunciamiento del juez de segunda instancia en el
proceso ejecutivo, que implique "un pronunciamiento arbitrario o
irregular", o "una valoración probatoria irrazonable" como lo
pretende el actor, ni su actuación vulnera o pone en peligro ninguno de sus
derechos fundamentales, al contrario, la valoración que hace de los hechos y de
las pruebas que se someten a su consideración se ajusta a derecho, y se
fundamenta en la normatividad vigente, incluida la decisión de esta
Corporación, que el actor equivocadamente cree que fue por él desconocida;
quien fallo con base en disposiciones que habían quedado por fuera del
ordenamiento superior, seguramente por no tener acceso oportuno a los
pronunciamientos de esta Corporación, fue el Juez de primera instancia, que si
bien se introduce en un análisis juicioso y exhaustivo del acervo probatorio,
lo hace siempre bajo el supuesto errado de la vigencia del artículo 3 de la ley
34 de 1993.
De otra parte, no
puede admitir esta Sala el argumento esgrimido por el apoderado del actor,
referido a que su representado "...fue juzgado con base en normas
posteriores a los hechos objeto de análisis...", la situación es clara, si
bien el actor había presentado una solicitud de refinanciación estando vigente
la norma que la fundamentaba, artículo 3 de la ley 34 de 1993, ésta ya había
sido tramitada y resuelta negativamente por el banco acreedor el 13 de agosto
de 1993, esto es, cinco meses antes de la declaratoria de inexequibilidad de la
misma por parte de esta Corporación, sin que dicha decisión hubiese sido
controvertida por el deudor; su solicitud, eso es incuestionable, no se
encontraba en trámite al momento de ser declarada inconstitucional la norma que
la soportaba, luego con ella no se configuraba el presupuesto fáctico previsto
por esta Corporación, al cual quiere acogerse el abogado representante del
actor, pretendiendo con ello evitar que los efectos de la sentencia de
inexequibilidad le sean aplicables a su representado.
Al no existir ningún
tipo de contradicción en los argumentos que sustentan la decisión adoptada por
la Sala Civil del Tribunal Superior de Antioquia, objeto de la acción de
tutela, ni desconocimiento por parte de dicha Corporación de la normatividad
aplicable al caso, que configuren una vía de hecho, esta Corte confirmará los
fallos que sobre dicha acción emitieron el Tribunal Administrativo de Antioquia
y el H. Consejo de Estado, no obstante que el primero, en su análisis, se
limitó a establecer que el proceso ejecutivo se desarrolló conforme a los
preceptos de ley, sin detenerse a analizar la acusación específica formulada
por el actor.
Al no existir la
contradicción que según el actor originaba una vía de hecho, no hay violación
de los derechos fundamentales del actor al debido proceso, a la igualdad y a la
seguridad jurídica, y por lo tanto no procede la acción de tutela por él
interpuesta.
En virtud de lo
expuesto, la Sala Número Ocho de Revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO.
CONFIRMAR el fallo
proferido el 27 de junio de 1995 por la Sección Cuarta de la Sala de lo
Contencioso Administrativo del H. Consejo de Estado, a través del cual se
confirmó la sentencia de la Sección Primera del Tribunal Administrativo de
Antioquia, que negó la acción de tutela interpuesta por Jorge Humberto Uribe Escobar.
SEGUNDO. LIBRAR por Secretaría las comunicaciones de que
trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Notifíquese,
Cópiese, Comuníquese, Cúmplase e Insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Devis Echandia, Hernando, Compendio de Derecho Procesal, Tomo I,
Teoría General del Proceso, Edt. A B C, Bogotá, 1979. |
565 | T-495-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-495/95
DERECHO A LA
VIVIENDA DIGNA-Naturaleza
prestacional
El derecho a la
vivienda digna se encuentra consagrado en la Constitución Política. Impone al
Estado la responsabilidad de fijar las condiciones necesarias para hacer
efectivo el derecho en favor de todos los colombianos y de promover planes de
vivienda de interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo y
formas asociativas de ejecución de dichos planes.
DERECHO A LA VIDA-Demolición de vivienda
Los
deslizamientos de tierra ocurridos han ocasionados víctimas y la posibilidad de
que vuelvan a suceder genera una clara amenaza a la vida de quienes habitan la
zona, incluyendo al actor y a su familia. Por ello, la Administración, en una
actitud ajustada a derecho y en acatamiento a las disposiciones
constitucionales y legales que regulan la materia, procedió a tomar las medidas
tendientes a disminuir o evitar los riesgos, sin que pueda considerarse que las
mismas vulneren derecho fundamental alguno.
Ref.: Expediente
No. T - 74.480
Peticionario:
Vitalino Bernal Avila
Procedencia: Juzgado
Primero Civil del Circuito de Santafé de Bogotá.
Tema: Derecho a la
vivienda digna, zonas de alto riesgo.
Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Santafé de Bogotá,
D.C., siete (7) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell, ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
en el proceso de
tutela radicado bajo el número T-74.480, adelantado por Vitalino Bernal
Avila, contra la Alcaldía Mayor de Santafé de Bogotá, Alcaldía Menor de
Usaquén, Oficina para la Atención de Emergencias del Distrito, Secretaría de
Obras Públicas del Distrito y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Santafé
de Bogotá.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efecto de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud
El ciudadano Vitalino
Bernal Avila por intermedio de apoderado, interpuso ante el Juzgado
Cuarenta y Nueve Civil Municipal de Santafé de Bogotá, acción de tutela, con el
fin de amparar sus derechos fundamentales y los de su familia, a la vida, a la
libertad, a la honra, a la vivienda digna y a la propiedad, consagrados en los
artículos 11, 13, 21, 51 y 58 de la Constitución Política. Así mismo, considera
vulnerado su derecho de petición consagrado en el artículo 23 del estatuto
superior.
2. Hechos
Afirma el actor que
desde el mes de mayo de 1993, está en posesión de un inmueble ubicado en la
carrera 11 No. 166B-33, Barrio Soratama, zona de Usaquén. Sostiene que habita
el inmueble en compañía de su esposa y su hija menor, y tiene además una
pequeña tienda de la que deriva su sustento y el de su familia.
Señala igualmente
que a mediados del mes de abril de 1995 el señor Alcalde mayor de Santafé de
Bogotá, mediante Decreto 205 de 1995, declaró el estado de calamidad pública en
la zona de Usaquén, donde se encuentra ubicada su vivienda. Las razones que
llevaron al funcionario a tomar esta decisión, fueron los deslizamientos de
tierra ocurridos los días 13 y 19 de abril de 1995 en los cerros orientales de
la localidad, que trajeron como consecuencia la pérdida de vidas humanas y
daños materiales.
Así entonces, para
la atención de la emergencia se ordenó en el Decreto citado un plan de
contingencia y apoyo técnico a cargo de la Oficina para la Prevención y
Atención de Riesgos del Distrito -OPS-, y se dispuso que esta entidad, en
colaboración con la Secretaría de Obras Públicas del Distrito y la Empresa de
Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, calificaran el nivel de riesgo en que se
encontraba el área descrita y tomaran las medidas necesarias tendientes a
proteger la vida de los moradores del lugar.
Una de las medidas adoptadas
por el Comité técnico de apoyo de la OPS, tendientes a proteger la vida de los
vecinos del sector de Usaquén afectados con los deslizamientos de tierra, fue
la demolición de varias de las viviendas, entre las que se encuentra la ubicada
en la carrera 11 No. 166B-33, de propiedad del actor. El demandante no comparte
esta decisión, ya que lo afecta directamente dejándolo sin lugar donde vivir,
además de que le quita el medio de trabajo del que deriva su sustento.
Finalmente, afirma
el actor que las medidas señaladas en el Decreto 205 de 1995, tendientes a
conjurar la calamidad declarada, se están adelantando en forma arbitraria e
indiscriminada, en perjuicio de los afectados.
3.
Pretensiones
Solicita el actor
que, como consecuencia del amparo de los derechos conculcados, se ordene, en
primer lugar, la suspensión de la demolición del inmueble localizado en la Cra.
11 No. 166B-33 de Santafé de Bogotá; en segundo lugar, que se cumpla con las
medidas ordenadas en el Decreto 205, de brindar auxilio a los damnificados; en
tercer lugar, que se ordene a las entidades distritales señalar cuál es el
criterio y cuál el estudio realizado para haber emitido la orden de demolición;
en cuarto lugar, que se condene en costas a las entidades tuteladas.
II. ACTUACION
PROCESAL
1. Fallo de
primera instancia
El Juzgado Cuarenta
y Nueve Civil Municipal de Santafé de Bogotá, mediante providencia de fecha 18
de mayo de 1995, resolvió negar la acción de tutela interpuesta por el señor
Vitalino Bernal Avila por considerar que la actuación de la autoridad demandada
fue totalmente legítima. Sobre el particular, sostuvo el despacho que en el
presente caso el proceder de las autoridades contra las cuales se ha dirigido
la acción se encaminó a proteger el derecho a la vida del actor y de su
familia, adoptando para ello medidas extremas como la demolición de su
vivienda.
También señaló el -a-quo-,
que no encuentra razón valedera para suspender la orden de demolición, pues
ello implicaría contrariar la decisión de las autoridades distritales y poner a
los moradores de la vivienda objeto de la presente acción en inminente riesgo
de perder la vida o sufrir graves lesiones, sin olvidar que, "por encima
de los derechos del señor BERNAL AVILA están los de su menor hija, porque el
art. 44 de la Constitución Política establece que los derechos de los niños
prevalecen sobre los derechos de los demás."
2. Impugnación
Por memorial
presentado el día veintitrés (23) de mayo de 1995, el apoderado del actor
impugnó el fallo, por considerar que el estudio realizado sobre los suelos
declarados como zona de alto riesgo, no es lo suficientemente técnico y serio.
Además, el
interesado señaló que el plan de contingencia en lo que se refiere a los
elementos a distribuir entre los damnificados y el pago de la indemnización de
perjuicios, no se ha realizado, lo cual ha causado un daño irreparable.
3. Segunda
instancia
Mediante providencia
de fecha veintitrés (23) de junio de 1995, el Juzgado Primero Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá, resolvió confirmar la decisión proferida por el
Juzgado Cuarenta y Nueve Civil Municipal de Santafé de Bogotá, con base en las
siguientes consideraciones:
Afirma el despacho,
que el acto administrativo expedido por la Alcaldía Mayor de Santafé de Bogotá
que declara el estado de calamidad pública de un sector de la localidad de
Usaquén, y las medidas posteriores adoptadas por los organismos delegados para
llevar a cabo y ejecutar los programas y medidas, tiene como finalidad la
protección del derecho fundamental a la vida no sólo del accionante y su
familia, sino también de los demás moradores que se encuentran en inminente
peligro de perderla a causa de la inestabilidad del suelo y otros factores como
es el clima.
III. PRUEBAS
ORDENADAS POR LA SALA NOVENA DE REVISION
Mediante auto de
fecha veintidós (22) de septiembre de 1995, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional solicitó a la Alcaldía Mayor de Santafé de Bogotá, a la
Alcaldía Menor de Usaquén y a la Oficina para la Prevención y Atención de
Emergencias del Distrito -OPES-, que informaran si la vivienda del actor había
sido demolida, y en tal caso manifestaran cuáles habían sido las medidas
adoptadas con el fin de reubicar a los habitantes de dicho inmueble.
Dando cumplimiento a
lo dispuesto por esta Sala de Revisión, se allegaron al presente proceso los
siguientes documentos:
1.1. Oficio
No. 1549-95, suscrito por la señora alcaldesa menor de Usaquén
Por medio de dicho
oficio, la suscrita funcionaria remite fotocopia de la resolución No. 042 de
1995, que ordena la demolición de la vivienda del actor y el acta de suspensión
de la diligencia de demolición. Igualmente manifiesta que la entidad encargada
por la Alcaldía Mayor para presentar alternativas de vivienda a los
damnificados es la Caja de Vivienda Popular.
1.2.
Comunicación suscrita por el director de la Oficina para la Prevención de
Emergencias.
En el mencionado
escrito, el director de la entidad pone de presente las comunicaciones enviadas
a los residentes de la zona para que se hagan presentes en dichas oficinas y
alleguen la documentación respectiva, con el fin de iniciar los trámites para
la adquisición de un nuevo lote de terreno. Así mismo, se les informó que a
través de esta oficina se les gestiona a los afectados un auxilio del INURBE
para la construcción de nuevas viviendas.
1.3. Oficio
No. SG-368-95, suscrito por el gerente de la Caja de Vivienda Popular.
Señala la comunicación,
que se envió oficio por correo certificado a la vivienda ubicada en la Cra. 11
No. 166B-33 el oficio No. DIS-143 de julio 13 de 1995, donde aparecen algunas
alternativas planteadas por la entidad, con el fin de solucionar el problema de
vivienda, sin que hasta la fecha se haya obtenido respuesta alguna por parte
del propietario o poseedor de la misma.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución Política
y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la Corte
Constitucional es competente para revisar el fallo de tutela de la referencia.
2. El derecho
a la vivienda digna
El derecho a la
vivienda digna se encuentra consagrado en el artículo 51 de la Constitución
Política. Dicha norma le impone al Estado la responsabilidad de fijar las
condiciones necesarias para hacer efectivo el derecho en favor de todos los
colombianos y de promover planes de vivienda de interés social, sistemas adecuados
de financiación a largo plazo y formas asociativas de ejecución de dichos
planes.
Lo anterior no
significa que el Estado esté en la obligación de proporcionar vivienda a la
totalidad de los habitantes del país que adolezcan de dicha necesidad, pues
como lo señala el artículo 51 de la Carta, su obligación se concreta en fijar
condiciones y promover planes de vivienda dentro de las capacidades que su
estructura protectora le permita, teniendo en cuenta la situación
socioeconómica del país y las apropiaciones de orden presupuestal que se hayan
destinado para esos rubros.
El derecho a la
vivienda digna es un derecho de carácter asistencial que requiere un desarrollo
legal previo y que debe ser prestado directamente por la administración o por
las entidades asociativas que sean creadas para tal fin, sin olvidar que su
aplicación exige cargas recíprocas para el Estado y para los asociados que
pretendan beneficiarse de los programas y subsidios. Así, las autoridades deben
facilitar la adquisición de vivienda, especialmente en los sectores inferiores
y medios de la sociedad, donde aparece detectado un déficit del servicio; para
tal efecto los particulares deben cumplir con los requisitos establecidos por
la ley.
Así entonces, este
derecho de contenido social no le otorga a la persona un derecho subjetivo para
exigir en forma inmediata y directa del Estado su plena satisfacción, pues se
requiere del cumplimiento de condiciones jurídico-materiales que lo hagan
posible. De manera que una vez dadas dichas condiciones, el derecho toma fuerza
vinculante y sobre el mismo se extenderá la protección constitucional, a través
de las acciones establecidas para tal fin.
3. El caso
concreto
Afirma el actor que
su vivienda ubicada en la Cra. 11 No. 166B-33 del Barrio Soratama,
"aparece relacionada en una lista como inmueble para demoler".
Sostiene que tal decisión, tomada por la Administración distrital, vulnera sus
derechos fundamentales y los de su familia, a la vida, a la familia, a la
información veraz e imparcial, a la honra, a la vivienda, a la propiedad de los
niños y al de petición. Por tal motivo, solicita que se suspenda
provisionalmente la demolición de su casa y se dé estricto cumplimiento a las
medidas anunciadas en el Decreto 205 de 1995.
Sobre el particular
encuentra la Sala que los deslizamientos de tierra ocurridos a mediados del mes
de abril del presente año en los cerros orientales de la localidad de Usaquén y
que trajeron como consecuencia la pérdida de vidas humanas y daños materiales,
llevaron al señor alcalde mayor de Santafé de Bogotá a declarar el estado de
calamidad pública en la zona, a través de la expedición del Decreto 205 del 21
de abril de 1995.
El mencionado
Decreto dispuso que las diferentes entidades y dependencias del Distrito
Capital, relacionadas en su artículo 3o., debían colaborar con la emergencia
adoptando las medidas administrativas necesarias para conjurar la calamidad.
Así mismo, se comisionó a la Oficina para la Prevención y Atención de
Emergencias -OPES- para que, en colaboración con la Secretaría de Obras
Públicas del Distrito y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá,
calificaran el nivel de riesgo en que se encontraba el área afectada.
Así, entonces, el
Departamento Administrativo de Bienestar Social del Distrito elaboró un plan de
contingencia y apoyo con el fin de procurar la atención de los residentes y
habitantes de la zona; dicho plan, consignado en el informe presentado por el
director de la -OPES- al juez de primera instancia (folio 41), se refiere a las
medidas temporales que se adelantaron y que se encuentran relacionadas con la
conformación de albergues y la provisión de recursos (alimentos y otros).
En ese mismo orden
de ideas, el comité de apoyo a la -OPES- elaboró el estudio técnico sobre la
situación del barrio Soratama, señalando en el mismo las medidas que debían
adoptarse por las autoridades en forma inmediata y a mediano plazo, dentro de
las que se encontraban, entre otras, la evacuación y demolición de la vivienda
del actor.
Los siguientes son
apartes del estudio técnico de fecha abril 24 de 1995:
"(...) el
equipo técnico relaciona en el presente documento las viviendas que por el
riesgo de ser afectadas por movimientos en masa deben ser evacuadas y/o
demolidas, como complemento a las contenidas en el informe técnico de Abril 22
de 1995, a la mayor brevedad posible, teniendo en cuenta la inestabilidad de
los taludes y la roca componente, adicional a que se prevé el inicio del
período invernal y sus consecuentes efectos." (negrillas fuera de
texto).
"Para
adelantar el reconocimiento técnico detallado, la comisión se reunió en las
dependencias del CADE de Servitá, donde posterior a la identificación en sitio
de las viviendas que pueden ser afectadas, se procedió a definir su nomenclatura,
las cuales se relacionan a continuación:
"Nomenclatura
Actividad a desarrollar
"Cra.11 No.
166B-33 Demolición"
En cumplimiento de
las medidas anunciadas y de lo dispuesto en el Decreto 205, la Alcaldía menor
de Usaquén expidió las resoluciones tendientes a cumplir con las evacuaciones y
demoliciones de las viviendas afectadas. En el caso particular del demandante,
se expidió la resolución No. 42 de mayo 5 de 1995, en la cual se ordena "la
evacuación y demolición inmediata de la vivienda localizada en la carrera 11
No.166B-33".
Sobre el particular
cabe anotar que la evacuación de los habitantes del sector se cumplió de
acuerdo con lo dispuesto en el Decreto citado, pero la orden de demolición de
las viviendas fue suspendida por la alcaldía local de Usaquén, de acuerdo con
el acta de fecha nueve (9) de mayo de 1995 que hace parte del expediente de
tutela (folio 41).
Ahora bien,
independientemente de que se haya suspendido la demolición de la vivienda del
actor, lo cual satisface la pretensión principal de la demanda, esta Sala
considera que la actuación de la Administración en lo que tiene que ver con la
expedición del Decreto 205 de 1995 y sus medidas posteriores, se encuentra
plenamente ajustada a la ley y tiene como finalidad la protección del derecho
fundamental a la vida del actor, de su familia y de los demás habitantes del
sector.
Sobre el derecho a
la vida es importante recordar que se trata del primero y más importante de los
derechos fundamentales (artículo 11 de la C.P.), como quiera que se convierte
en presupuesto para el ejercicio de los demás derechos. La Carta Política de
1991 lo ampara desde el mismo Preámbulo, y su protección se erige en uno de los
motivos principales de la función constituyente.
En lo que tiene que
ver con esta protección, el artículo 2o. del Estatuto Superior delega en las
autoridades de la República tan importante responsabilidad, al señalar que
ellas "están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y
libertades (...)".
Así, el derecho a la
vida incluye en su núcleo esencial la protección contra todo acto que de una u
otra forma lo amenace, sin que juegue papel determinante en su afectación el
grado de probabilidad de la amenaza, pues es de su esencia que ésta exista como
tal, es decir, que sea una amenaza cierta, frente a lo cual debe el Estado
procurar a toda costa su protección.
Frente al caso particular,
se observa que los deslizamientos de tierra ocurridos en la zona de Usaquén han
ocasionados víctimas y la posibilidad de que vuelvan a suceder genera una clara
amenaza a la vida de quienes habitan la zona, incluyendo al actor y a su
familia. Por ello, la Administración Distrital, en una actitud ajustada a
derecho y en acatamiento a las disposiciones constitucionales y legales que
regulan la materia, procedió a tomar las medidas tendientes a disminuir o
evitar los riesgos, sin que pueda considerarse que las mismas vulneren derecho
fundamental alguno.
Además, no puede
afirmarse que la labor de las autoridades distritales se haya limitado a la
simple adopción de medidas temporales de emergencia y a la evacuación y
demolición de las viviendas. Junto con dichas medidas, la Oficina para la
Prevención de Emergencias, en asocio con la Caja de Vivienda Popular, han
presentado a los damnificados diferentes propuestas que buscan solucionar el
problema de vivienda, propuestas a las que se han acogido ya varias familias.
En el caso que se
analiza, existen pruebas documentales dentro del expediente que demuestran la
voluntad de la Administración por buscar solución al problema de vivienda del
actor. Es así como, en comunicación de fecha 19 de julio de 1995, el director
de la -OPES- le solicita presentar los documentos que acrediten la propiedad o
posesión de la misma, con el fin de que la Administración inicie los trámites
para la adquisición de dichos inmuebles; sin embargo, el demandante ha hecho
caso omiso a la solicitud y no ha presentado la documentación respectiva.
Igualmente, obra en
el expediente la comunicación suscrita por el Gerente (e) de la Caja de
Vivienda Popular, de fecha julio 13 de 1995 y notificada por correo
certificado, donde ofrece diferentes alternativas de reubicación para los
actuales poseedores de la vivienda objeto de la presente acción de tutela, como
son los proyectos de la Caja de Vivienda Popular, concretamente en el barrio
San Cristóbal Norte, o la reubicación por iniciativa particular en predios
seleccionados por cada una de las familias. Pero igualmente, el actor se ha
abstenido de cualquier manifestación al respecto.
Sobre el particular
manifiesta el director (e) de la Caja de Vivienda Popular en comunicación
dirigida a esta Corporación, lo siguiente:
"Siguiendo
las instrucciones impartidas por el señor Alcalde Mayor y en cumplimiento del
Decreto No. 205 de 1995 con el fin de reubicar a los habitantes del inmueble de
la Carrera 11 No. 166B-33, zona de Soratama en la localidad de Usaquén, la
entidad que represento envió el oficio No. DIS-143 de fecha julio 13 de 1995 a
los actuales poseedores (José Natividad Torres).
El oficio en
comento se remitió por correo certificado como se acredita mediante la
fotocopia que al efecto adjunto. Así mismo se remitió el oficio GER-036-95 del
14 de julio del año en curso al despacho directo de la Alcaldesa Menor de
Usaquén con el fin de que se hiciera entrega del mismo oficio a los
propietarios o poseedores que han sido objeto de la acción de tutela de la
referencia.
Hasta la fecha
no hemos conocido la aceptación de ninguna de las alternativas planteadas por
la Caja y provenientes del tutelante Vitalino Bernal Avila y/o José natividad
Torres Avila en relación con el citado inmueble. (negrillas fuera de texto).
De lo anterior se
deduce que es el demandante quien no ha cumplido con el mínimo de requisitos
que exige la ley para ser beneficiario de los programas de adjudicación de
vivienda, razón por la cual, no puede imputarsele responsabilidad a las
autoridades distritales que han cumplido con su deber constitucional de
proteger el derecho a la vida del actor y de fijar las condiciones necesarias
para hacer efectivo el derecho a una vivienda digna (art. 51 de la C.P.).
Así, entonces, no
encuentra la Sala que la Administración distrital haya vulnerado derecho
fundamental alguno con la orden de evacuación y demolición de la vivienda que
el actor dice poseer, pues la medida se tomó como consecuencia de un suceso de orden
natural -deslizamiento de tierras-, que afecta de manera directa uno de los
derechos fundamentales más importante como lo es el derecho a la vida, cuya
protección le compete, en primer término, a las autoridades de la República.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE :
PRIMERO:
CONFIRMAR el fallo de
fecha 23 de junio de 1995, proferido por el Juzgado Primero Civil del Circuito
de Santafé de Bogotá, mediante el cual se confirmó el fallo de primera
instancia que negó la acción de tutela interpuesta por Vitalino Bernal Avila
contra la alcaldía mayor de Santafé de Bogotá.
SEGUNDO: ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación, se comunique esta providencia al Juzgado Cuarenta y Nueve Civil
Municipal de Santafé de Bogotá, en la forma y para los efectos previstos en el
artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
566 | T-496-95
Sentencia No
Sentencia
No. T-496/95
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Núcleo
esencial
Para
que se amenace uno o varios derechos constitucionales fundamentales, es
necesario un mínimo de evidencia fáctica, de suerte que sea razonable pensar en
la realización del daño o menoscabo material o moral. Se requiere que la acción
pueda resultar, una vez evaluados los elementos objetivos del caso,
evidentemente perjudicial frente al bien jurídico protegido, de forma tal que
los temores del actor ante la inmediata probabilidad de daño, se encuentren
realmente fundamentados. De no ser ello así, la acción de tutela se desnaturalizaría y pasaría a
convertirse, ahí sí, en una jurisdicción paralela e inclusive preferente, con
lo cual se compromete la vigencia y estabilidad misma de un Estado de derecho.
MEDIO
DE DEFENSA JUDICIAL-Pago de energía
El
inconveniente se relaciona con un supuesto fraude en el pago del consumo de
energía eléctrica, en el cual afirma no tener vinculación o responsabilidad
alguna, toda vez que dio cumplimiento a su obligación cancelando en efectivo.
Como es apenas lógico, escapa a los deberes y funciones del juez de tutela
definir si la situación descrita. Se trata de una reclamación frente a la que
claramente existe otro medio de defensa judicial, pues esos asuntos
corresponden al resorte exclusivo de la jurisdicción ordinaria, en los que la
viabilidad de lograr la devolución del dinero se puede intentar a través de una
demanda de naturaleza civil.
Ref.:
Expediente No. T-75259
Peticionario:
William Corredor.
Procedencia:
Juzgado 18 Civil Municipal de Barranquilla.
Tema:
La tutela y los otros mecanismos de defensa judicial
Magistrado
Ponente:
Dr.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Santafé
de Bogotá, D.C. siete (7) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala
Novena de Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados
Vladimiro Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio
Barrera Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha
pronunciado la siguiente
SENTENCIA
en el
proceso de tutela radicado bajo el número T-75259, adelantado por el señor
William Corredor contra el Banco Mercantil.
I.
ANTECEDENTES
De
acuerdo con lo dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política y 33
del decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte
Constitucional escogió para efectos de su revisión, la acción de tutela de la
referencia.
De
conformidad con el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión
procede a dictar la sentencia correspondiente.
1.
Solicitud
El señor
William Corredor, por intermedio de apoderado judicial, interpuso ante el
Juzgado Civil Municipal de Barranquilla (Reparto) acción de tutela contra el
Banco Mercantil, con el fin de que se le amparen sus derecho de igualdad,
trabajo, debido proceso y petición, consagrados en los artículos 13, 25, 29 y
23 de la Constitución Política.
2.
Hechos
El actor
afirma que el día dieciocho (18) de noviembre de 1994, envió a su esposa y a un
trabajador a una sucursal del Banco Mercantil de Barranquilla, con el propósito
de cancelar el recibo de energía eléctrica por un valor de cuatrocientos mil
pesos ($400.000.oo). A pesar de haber realizado el pago en efectivo, uno de los
cajeros del banco, “aprovechándose del poco conocimiento y actuando en forma
premeditada y de mala fe, timbró el recibo con el sello de canje y no de
recibido como era lo correcto, por haber cancelado con dinero y no con cheque”.
Posteriormente,
el interesado manifiesta que la Electrificadora del Atlántico le hizo llegar
una comunicación en la que señala que debe cancelar la suma de dinero
anteriormente referenciada, pues el pagó se realizó con un cheque de la empresa
“M&M”. Ante los cuestionamientos que sobre el particular elevó el señor
Corredor, la entidad pública, en carta del seis (6) de abril de 1995, le
ratificó la mencionada decisión, aduciendo que de “lo aportado por usted según
recibo No. 1008913, el Banco certifica que fue cancelado con canje del cheque
4791774 del Banco Andino que tiene un valor de 6’507.630.oo”. Cabe agregar que
la empresa denunció ante la Fiscalía la posible comisión de ilícitos dentro del
presente caso.
Igualmente
el peticionario se dirigió al Banco Mercantil, quien le informó en comunicación
del veintisiete (27) de marzo de 1995 que -según palabras del actor- “en sus
registros aparece cancelado recibo de la electrificadora del Atlántico por
valor de CUATRO CIENTOS MIL PESOS M/L ($4000.000.oo) el día 18 de noviembre,
pero en cheque”. Señala además que la entidad financiera manifestó que no eran
ellos los encargados de solucionar el problema, pues ese asunto era de
competencia de la Electrificadora.
Finalmente,
aduce que él no tiene relación alguna con la empresa “M&M” y que “por lo
tanto es imposible que hubiese pagado con el cheque antes descrito”.
3.
Pruebas aportadas con el escrito de tutela.
Con la
demanda de la referencia se acompañó el recibo de la Electrificadora del
Atlántico, por un valor de cuatrocientos mil pesos ($400.000.oo), en el cual
aparece el sello de “canje” del día dieciocho (18) de noviembre, por parte del
Banco Mercantil. Igualmente se anexaron las comunicaciones enviadas al
peticionario por parte de la Electrificadora y de la entidad bancaria.
4.
Pretensiones
El
actor solicita que se condene al Banco Mercantil al reembolso de los
cuatrocientos mil pesos ($400.000.oo) “por concepto de la consignación
efectuada a favor de la ELECTRIFICADORA DEL ATLANTICO S.A., el día 18 de
noviembre de 1994”, más la indemnización correspondiente por habérsele violado
su derecho.
III.
ACTUACION Y DECISION JUDICIAL
El nueve
(9) de junio del año en curso, el Juzgado Dieciocho (18) Civil Municipal de
Barranquilla avocó el conocimiento de la presente acción de tutela, y ordenó y
recolectó las pruebas que a continuación se relacionan.
1.
Oficio No. 3215, remitido por el fiscal Quinto Delegado Subunidad de Delitos
contra la Administración Pública.
Mediante
la referida comunicación del doce (12) de junio del presente año, el
funcionario judicial informó que en esa dependencia cursa un proceso derivado
de la denuncia formulada por la Electrificadora del Atlántico.
Al
narrar los hechos objeto de esa acción penal, el fiscal señala que las empresas
M&M y EDIFICIO KALAMARY LTDA, gestionaron ante la referida entidad pública
la acometida del suministro de energía eléctrica y el suministro de los
contadores necesarios para dos edificios localizados en la ciudad de
Barranquilla. Para el efecto, se elaboró un recibo de caja por valor de
$6’507.630.oo, el cual fue cancelado el día cuatro (4) de noviembre, con cheque
No. 4791774 del Banco Andino. Sin embargo, “este cheque resultó siendo
utilizado en el pago de servicio de luz de nueve (9) duplicados de facturación
de usuarios totalmente ajenos al propietario del cheque, en operación que se
realizó el día 18 de noviembre de 1994”. Igualmente manifiesta que en la
actualidad la Fiscalía califica el sumario y que los sindicados “laboraron en
la Electrificadora hasta comienzos de Dic. de 1994”.
2.
Comunicación No. 020829, enviada por el gerente de la Electrificadora del
Atlántico S.A.
A través
de oficio del doce (12) de junio del año en curso, el señalado servidor público
se dirigió al Juzgado de conocimiento con el propósito de suministrar la
información necesaria acerca del pago del recibo de luz a nombre de William
Corredor.
Sobre el
particular, manifestó que el día 4 de noviembre de 1994 la empresa M&M
construcciones canceló la suma de $6’507.630.oo, con cheque No. 4791774 del
Banco Andino. A pesar de ello, el coordinador del área del Departamento de
Consumidores “le hizo ver al cliente que le iba hacer el pago en la caja,
retornándole su comprobante de egreso No. 1371 y el Recibo de Caja de la
Electrificadora No. 0827, con firma y sello del Banco Mercantil, pero sin el
timbre de la Caja Registradora, obviamente este cheque no ingresó ese día a la
Caja del banco, de donde se deduce que el señor (...) se quedó con él”.
Posteriormente explica que el oficinista de la sección de pagos parciales de la
empresa, entregó al cajero de la entidad bancaria el referido cheque, con el
cual se cancelaron el consumo de luz de varios suscriptores, entre los que se
encuentra el demandante. Por ello, concluye que con dicho título valor “se
canceló el consumo de energía de los nueve (9) suscriptores citados y no el
pago de conexión. Esta conducta de los ex-empleados de la Electrificadora
realiza varios tipos de la normatividad sustantiva penal”.
3.
Declaración rendida por el señor Jaime Enrique Ramos Martínez.
El señor
Ramos Martínez, quien hace aproximadamente cuatro (4) años trabaja en el taller
de William Corredor, manifestó que el día dieciocho (18) de noviembre acompañó
a la esposa del demandante a cancelar los servicios públicos, para lo cual ella
llevaba la plata en efectivo. Igualmente, dentro de la información relevante
consignada en la referida diligencia, el declarante reconoció no saber la
localización del Banco Mercantil ni la fisionomía del cajero, “porque yo no fui
el que pagué porque yo estaba esperando afuera de la fila yo no me acerqué a la
ventanilla”.
-
FALLO DE UNICA INSTANCIA
La Juez
Dieciocho (18) Civil Municipal, en providencia del veintiuno (21) de junio de
1995, resolvió “rechazar por improcedente” la acción de tutela bajo revisión.
Al respecto, la funcionaria judicial consideró que el actor no se encontraba
bajo una situación de indefensión o de subordinación que justificara la
procedencia de la acción de tutela contra particulares, en los términos del
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991. Además, estimó que en el caso en comento
existen otros medios de defensa judicial, “porque el accionante puede acudir a
la Jurisdicción Penal para denunciar ante el Funcionario competente el presunto
ilícito cometido en su contra y obtener la indemnización de los perjuicios que
con el hecho ilícito se le haya ocasionado”.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1.
Competencia
De
conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2.
La procedencia de la tutela y la existencia de otros mecanismos de defensa judicial.
Como se
ha establecido en reiterada
jurisprudencia de esta Corporación[1], la acción de tutela de que trata el artículo 86
superior es un instrumento jurídico que permite brindar a cualquier persona,
sin mayores requisitos de orden formal, la protección específica e inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales cuando, de acuerdo con las
circunstancias concretas de cada caso y a falta de otro medio de orden legal
que permita el debido amparo de los derechos, éstos sean vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de una autoridad pública o de un
particular en los términos que señale la ley. Se trata de una acción que
presenta como características fundamentales la de ser un mecanismo inmediato o
directo para la debida protección del derecho constitucional fundamental
violado; y la de ser subsidiaria, esto es, que su implementación solamente
resulta procedente a falta de otro medio de defensa judicial, salvo que se
trate de evitar un perjuicio irremediable. Sobre el particular, ha dispuesto la
Corte:
"Dicha
acción es un medio, porque se contrae a la protección inmediata de los
derechos constitucionales fundamentales, afectados de modo actual e inminente y
no a otros, y conduce, previa la solicitud, a la expedición de una declaración
judicial que contenga una o varias órdenes de efectivo e inmediato
cumplimiento.
"Es
directo, porque siempre presupone una actuación preferente y sumaria a la que
el afectado puede acudir sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa
judicial, salvo que se utilice apenas y excepcionalmente como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable y, en todo caso, procura la
restitución al sujeto peticionario en el goce del derecho de rango
constitucional que se demuestra lesionado.
"Es
necesario destacar que tanto la norma constitucional, como en su desarrollo
legislativo, el ejercicio de la citada acción está condicionado, entre otras
razones, por la presentación ante el juez de una situación concreta y
específica de violación o amenaza de violación de los derechos fundamentales
cuya autoridad debe ser atribuida a cualquier autoridad pública o, en ciertos
eventos definidos por la ley, a sujetos particulares. Además el peticionario
debe tener un interés jurídico y pedir también su protección específica,
siempre en ausencia de otro medio judicial de protección o excepcionalmente,
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
"Es,
en efecto, un mecanismo judicial de origen constitucional de evidente carácter
residual que está previsto para asegurar la tutela efectiva y sustancial de los
derechos constitucionales fundamentales, pues ‘solo procederá cuando el
afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable’.
Se establece así un sistema complementario de garantía de aquellos derechos
constitucionales fundamentales que, con determinadas características de
sumariedad, preferencia y efectividad, impida en dicho ámbito la ausencia de su
protección judicial, pues el constituyente quiso superar con sus previsiones
determinadas deficiencias de la organización del sistema judicial que, entre
otras causas, por su carácter legislado, no garantizaba la plena, efectiva e
integral protección de los derechos constitucionales fundamentales tan caros al
Estado Social y Democrático de Derecho y al constitucionalismo en todas sus
evoluciones”.[2]
De lo anterior se desprende
que, en efecto, la acción de tutela se torna en una facultad de toda persona
para poner en movimiento el aparato estatal en beneficio propio mediante la
protección de la totalidad de sus derechos fundamentales, los cuales deberán
ser invocados dependiendo de la acción o la omisión desplegada por la autoridad
pública o por el particular en los casos que determine la ley. Sin embargo,
para que ello sea posible es también requisito sine qua non que se
presente una real amenaza o vulneración de un derecho fundamental, sin que
baste -en consecuencia- la presencia de una situación que de una forma u otra
los afecte o los comprometa[3], sin atentar contra su núcleo esencial. En otras palabras, para que se amenace uno o
varios derechos constitucionales fundamentales, es necesario un mínimo de
evidencia fáctica, de suerte que sea razonable pensar en la realización del
daño o menoscabo material o moral. Así, pues, se requiere que la acción pueda resultar,
una vez evaluados los elementos objetivos del caso, evidentemente perjudicial
frente al bien jurídico protegido, de forma tal que los temores del actor ante
la inmediata probabilidad de daño, se encuentren realmente fundamentados. De no ser ello así, la
acción de tutela se desnaturalizaría y pasaría a convertirse, ahí sí, en una
jurisdicción paralela e inclusive preferente, con lo cual se compromete la
vigencia y estabilidad misma de un Estado de derecho.
En el
asunto que le corresponde revisar a esta Sala, nótese que el inconveniente que
describe el peticionario se relaciona con un supuesto fraude en el pago del
consumo de energía eléctrica, en el cual él afirma no tener vinculación o
responsabilidad alguna, toda vez que dio cumplimiento a su obligación
cancelando en efectivo. Como es apenas lógico, escapa a los deberes y funciones
del juez de tutela definir si la situación descrita, en particular la
utilización del cheque No. 4791774 del Banco Andino -por un valor de
$6’507.630.oo- para el pago de nueve (9) consumos de energía eléctrica,
constituye o no un ilícito penal. Tampoco le corresponde al juez de tutela
establecer si puede o no la Electrificadora del Atlántico determinar que no se
ha pagado el consumo de energía del señor Corredor, o las consecuencias que
para el efecto represente la supuesta irregularidad anteriormente descrita.
Para la resolución de estos conflictos, naturalmente, están instituidas las
jurisdicciones civil y penal.
Adicionalmente,
esta Corte encuentra que el demandante pretende por medio de la acción de
tutela que el Banco Mercantil le reembolse la suma de cuatrocientos mil pesos
($400’000.oo), más la indemnización derivada de la supuesta violación de sus
derechos. Como se observa, se trata de una reclamación frente a la que
claramente existe otro medio de defensa judicial, pues esos asuntos
corresponden al resorte exclusivo de la jurisdicción ordinaria, en los que la
viabilidad de lograr la devolución del dinero se puede intentar a través de una
demanda de naturaleza civil.
Por otra
parte, debe señalarse que de los hechos descritos no se advierte que se hubiese
comprometido realmente el núcleo esencial de los derechos fundamentales
invocados. Consecuentemente, tampoco se observa una situación de perjuicio
irremediable que permita intentar la presente acción de tutela como mecanismo
transitorio.
Frente a
estas consideraciones, pues, resulta evidente concluir que la acción de tutela
interpuesta por el señor William Corredor debe ser denegada.
Lo
anterior no obsta para indicar que, teniendo en consideración la comunicación
remitida por la Electrificadora del Atlántico, es claro que el demandante
presentó un recibo de pago en el que, a partir del principio constitucional de
la buena fe, se demuestra que el consumo de energía eléctrica fue cancelado. Si
ello se hizo en forma legal o fraudulenta escapa -como se dijo- a los
propósitos de esta acción de tutela y sólo podrá ser definido por la Fiscalía
General de la Nación. Pero lo anterior no podría significar que automáticamente
se le corte el servicio al actor, pues para tomar esta determinación se
requiere aplicar las disposiciones de la Ley 142 de 1994, en especial el
artículo 141, que regula esta materia.
Finalmente
debe decirse que la presente acción de tutela será denegada y no rechazada,
como erróneamente lo ha dispuesto el fallo de primera instancia. Lo anterior
porque, de acuerdo con lo expresado por esta Corporación[4], el rechazo de una acción de
tutela procede únicamente en los eventos previstos en el artículo 17 del
Decreto 2591 de 1991, es decir, cuando el peticionario no ha corregido la
solicitud dentro del término de tres días. Significa esto que el juez de tutela
está en la obligación de admitir las demandas sobre el particular, teniendo
siempre en consideración la informalidad que caracteriza este tipo de acción.
Por ello, si la petición llena los requisitos constitucionales y legales, pero
el funcionario judicial encuentra -como en este caso- que los hechos expuestos
no permiten conceder la tutela, entonces ahí sí procederá a denegarla.
DECISION
En
mérito de lo expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional,
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO:
REVOCAR la
providencia del veintiuno (21) de junio de 1995, proferida por el Juzgado
Dieciocho (18) Civil Municipal de Barranquilla, por medio de la cual se rechazó
por improcedente la acción de tutela interpuesta por el señor William Corredor
contra el Banco Mercantil de Barranquilla y, en su lugar, DENEGAR la
referida acción, por las razones expuestas en esta providencia.
SEGUNDO:
ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación, se comunique esta providencia a la Electrificadora del Atlántico.
TERCERO:
ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación, se comunique esta providencia al Juzgado Dieciocho (18) Civil
Municipal de Barranquilla, en la forma y para los efectos previstos en el
artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General
[1] Cfr. T-001/92, T-0013/92, T-015/92, T-222/92, T-414/92, T-424/92,
T-436/92, entre otras.
[2] Corte Constitucional. Sala de Revisión. Sentencia No. T-013/92
del 28 de mayo de 1992. Magistrado Ponente: Fabio Morón Díaz.
[3] Cfr. Corte Constitucional. Sentencias Nos. T-102/93 y T-412/92.
[4] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-090/94 y Auto No.
30/94, entre otros. |
567 | T-499-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-499/95
DERECHO
A LA VIVIENDA DIGNA-Naturaleza prestacional
Si bien el
derecho a la vivienda digna -como derecho prestacional-, no tiene carácter
fundamental y, por tanto, no es objeto de acción de tutela, no puede de plano
descartarse que, al ser desarrollado legalmente, no puedan surgir por parte de
las personas interesadas, reclamaciones y pretensiones de diversa naturaleza,
fundadas en el derecho a la igualdad y a la participación.
RED
DE SOLIDARIDAD SOCIAL
La Red de
Solidaridad Social no sustituye, sino complementa, los programas estructurales
de educación, salud, seguridad social y vivienda. La orientación de la Red
tiene un carácter integral que tiende al mejoramiento simultáneo de los
ingresos y las condiciones de vida de los grupos particularmente vulnerables
(jóvenes y mujeres desempleados, niños en condiciones de desnutrición, mujeres
jefes de hogar y ancianos indigentes).
GASTO
PUBLICO-Intervención
del juez
La intervención,
excepcional, del juez constitucional en las decisiones de asignación del gasto
público, sólo estará legitimada en aquellos eventos en los cuales la
distribución de los recursos se ha efectuado con clara violación de los
derechos fundamentales (por ejemplo, situaciones de discriminación frente a la
entrega de un subsidio, violación del debido proceso en su asignación, etc.) de
potenciales beneficiarios y siempre, desde luego, que la acción de tutela sea
procedente ante la ausencia de los medios judiciales ordinarios.
PRINCIPIO
DE NECESIDAD-Subsidio
familiar de vivienda
El SFV se asigna
con prioridad a quienes se encuentren en situación de mayor pobreza y su
vivienda se encuentre en condiciones críticas de habitabilidad o carezca de
servicios domiciliarios esenciales. Sin embargo, este procedimiento puede
calificarse como un sistema mixto en el cual se combinan varios principios y
mecanismos específicos de distribución. El orden que se asigna a cada
postulante en la "cola" depende del puntaje obtenido en el proceso de
calificación. Los criterios de calificación responden, nuevamente, a la necesidad
material o la vulnerabilidad del postulante o de su vivienda
(mujeres jefes de hogar, hogares con niños menores, ancianos y discapacitados,
viviendas en situación de riesgo mitigable, etc.).
PRINCIPIO
DE IGUALDAD-Subsidio
familiar de vivienda
El juez
constitucional no puede propiciar la creación de falsas expectativas, ordenando
la entrega de recursos que materialmente no existen. De hacerlo, atentaría
contra la propia legitimidad del Estado y horadaría la credibilidad en las
instituciones democráticas. La realización del principio de igualdad en la
asignación de recursos escasos consiste en garantizar, a los posibles
beneficiarios, el acceso, en condiciones de igualdad, a los procedimientos por
medio de los cuales las instituciones distribuyen esos recursos. Si bien la
elección de los principios y procedimientos particulares de distribución que
cada entidad establece - con base en la ley - forman parte de su autonomía
operativa, éstos no pueden contrariar los parámetros que se derivan de los
principios y valores constitucionales: todos los posibles beneficiarios deben
tener iguales oportunidades de acceso; el procedimiento no puede favorecer a
ningún grupo de beneficiarios en particular; los mecanismos de selección no
pueden conducir a establecer discriminaciones contrarias a la Carta.
DERECHO A LA
PARTICIPACION COMUNITARIA-Distribución
de bienes escasos
Una incidencia
real de la comunidad en los procesos de gestión pública y el ejercicio adecuado
de la acción colectiva en las decisiones que afectan a la ciudadanía, sólo es
posible si ésta posee los conocimientos suficientes y necesarios. Esto con el
fin de que las exclusiones finales, en un proceso de asignación de recursos
escasos, no sean producto de la desinformación, la ignorancia o de la falta de
capacidad técnica. La participación efectiva depende, también, de los
mecanismos de defensa que estén a disposición de los beneficiarios. Toda vez
que el resultado final de uno de estos procesos de asignación puede ser el no
acceso a los recursos solicitados, el postulante debe poder conocer todas las
causas y motivaciones que determinan la decisión final. Igualmente, a lo largo
del procedimiento, y luego de la decisión final, el aspirante debe tener a su
disposición una amplia gama de posibilidades para controvertir tanto el
procedimiento como la determinación adoptada. La distribución de bienes escasos
tiene relevancia constitucional en la medida en que se relaciona, de manera
directa, con la fijación de las condiciones necesarias para hacer efectivos los
derechos económicos, sociales y culturales consagrados en la Constitución. El
desarrollo legal de los derechos prestacionales, desencadena procesos de
justicia social presididos por criterios distributivos específicos. Desde el
punto de vista constitucional, es importante precisar la validez de estos
criterios y el procedimiento mediante el cual éstos se hacen efectivos.
DERECHO
A LA PARTICIPACION COMUNITARIA-Subsidio familiar de vivienda/PRINCIPIO DE IGUALDAD-Adjudicación
de subsidio
La única razón
que llevó a interponer la presente acción fue el desconocimiento de los
criterios y etapas que componen el proceso de adjudicación de subsidios. Pese a
que la citación para concurrir a la Mesa de Solidaridad fue pública, lo cierto
es que el peticionario, miembro de un sector marginal de la población, no tuvo
acceso a la información completa sobre el trámite a seguir que, es dispendioso.
Para que la participación comunitaria sea efectiva y, además, se garantice el
acceso en condiciones de igualdad a los procesos de adjudicación de subsidios,
se requiere que los funcionarios públicos informen, de manera oportuna, clara y
eficaz, a los sectores potencialmente beneficiarios, sobre los criterios
utilizados en la preselección y selección de los beneficiarios, así como las
etapas que han de surtirse antes de la adjudicación del subsidio. Para que se
realicen los principios de igualdad, participación y control comunitario, la
población susceptible de ser beneficiada con un subsidio social, debe conocer,
tanto el trámite pertinente, como las causas y motivaciones que determinan cada
una de las decisiones que lo integran.
Noviembre 08 de 1995
Ref.:
Expediente T-74720
Actor: Roberto
Zuñiga Chapal
Temas:
- Pobreza y
políticas sociales
- Estructura de
los derechos económicos, sociales y culturales
- Igualdad en la
asignación de subsidios
- Participación
comunitaria e información en los programas de asignación de recursos escasos
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-74720 adelantado por ROBERTO ZUÑIGA CHAPAL contra la RED DE
SOLIDARIDAD SOCIAL-DELEGACION PUTUMAYO
ANTECEDENTES
1. El 7 de junio de
1995, el señor Roberto Zúñiga Chapal interpuso acción de tutela contra la
Delegada de la Red de Solidaridad Social para el Putumayo, ante el Juzgado
Promiscuo Municipal de Orito (Putumayo), por considerar que le fueron
vulnerados sus derechos constitucionales a la vivienda digna, de petición, a la
libertad de expresión e información, al trabajo, a la iniciativa privada, a la
honra y al buen nombre.
2. Señala el
peticionario que, desde mediados de 1994, la comunidad del Barrio La Unión del
Municipio de Orito, donde reside, se organizó para presentar un proyecto de
vivienda ante el INURBE y gestionar un subsidio que le permitiera mejorar sus
viviendas, construidas con materiales deleznables y con graves problemas de
saneamiento básico. Para estos efectos, contrató la asistencia técnica de una
empresa privada con experiencia en este campo, debidamente autorizada por el
INURBE para prestar este tipo de asesorías.
En septiembre de
1994, el INURBE expidió un acuerdo mediante el cual decidió no recibir más
proyectos de vivienda hasta nueva orden. Fue entonces cuando la comunidad del
Barrio La Unión se enteró de que los proyectos como el que ellos deseaban
gestionar, debían ser presentados a la Mesa Municipal de Solidaridad. Con el
fin de obtener la colaboración de la Alcaldía Municipal, la comunidad elevó
varias peticiones, "para que nos tuvieran en cuenta nuestra iniciativa de
organizarnos para solucionar juntos nuestros problemas de vivienda", las
cuales nunca fueron contestadas.
En el mes de marzo
de 1995, la comunidad tuvo conocimiento de la existencia de los programas
ofrecidos por la Red de Solidaridad Social. El día 3 de mayo, se realizó la
Mesa Municipal de Solidaridad del Municipio de Orito, con la finalidad de
distribuir recursos para diferentes sectores, entre ellos el de vivienda, por
un monto de $ 391 millones de pesos. A pesar de conocer de la existencia del
proyecto de vivienda del Barrio La Unión, los funcionarios de la administración
municipal y de la Red de Solidaridad Social nunca les informaron acerca de la
existencia de estos recursos y de la forma de acceder a ellos.
Pese a lo anterior,
la comunidad asistió masivamente a la Mesa Municipal de Solidaridad, en la
fecha señalada, con el fin de presentar a su consideración el perfil del
proyecto de vivienda, elaborado por la empresa privada contratada, de acuerdo
con la metodología exigida por la Red de Solidaridad para este tipo de
proyectos.
La delegada de la
Red de Solidaridad Social para el Putumayo rechazó el proyecto, que cumplía con
todos los requisitos, aduciendo que se trataba de una "iniciativa
privada" -"desconociendo que quienes estábamos presentado el perfil
éramos una comunidad con un alto índice de miseria" e "irrespetando
el buen nombre del ingeniero argumentando que él o la empresa que representa no
estaba autorizada para tal asesoría"-. Sin embargo, la funcionaria aceptó
recibir el proyecto, sin asignarle recursos, con el fin de entregarlo a la
Alcaldía para que ésta decidiera a qué barrios se otorgarían los recursos
destinados a adelantar programas de mejoramiento de vivienda.
El peticionario
señala que proyectos similares al del Barrio La Unión - que se ajusta a los
lineamientos y exigencias establecidos por la Red de Solidaridad Social - han
sido seleccionados en los municipios de Mocoa y Puerto Guzmán, "a los
cuales les asignaban inmediatamente los recursos solicitados por las
comunidades". El actor anota que el trato diferenciado se dio,
"simplemente por que nos asesoramos de una empresa privada, ya que la
alcaldía nunca nos puso cuidado".
Según el demandante,
a la comunidad se le informó que la Red de Solidaridad se guiaba por los
principios de justicia y participación. Sin embargo, "con nosotros no hubo
justicia, ya que no nos tuvieron en cuenta, al desconocer que somos una
población, pobre y vulnerable, de igual manera no hubo participación porque se
impuso un sistema de distribución que no es procedente, como el de dejar que
sea la administración municipal quien distribuya los recursos, con la clara
politización de la asignación de dichos recursos. El mecanismo de asignación de
los subsidios solicitados debía ser: poner en consideración de la concurrencia
a la mesa municipal si se le asignaba o no recursos a nuestro proyecto, bajo
la condición de que quien no cumpliera con los requisitos de la Red, sería
excluido y reemplazado por alguien de la misma comunidad".
Con el fin de
proteger los derechos constitucionales invocados, el petente solicitó al juez
de tutela: "(1) que sean asignados los recursos solicitados por las
comunidades que presentaron el debido perfil para mejoramiento de vivienda y entorno;
(2) que no se atomicen los recursos sino sean utilizados de tal forma que
generen un impacto de solución visible, teniendo en cuenta que si este año se
solucionan los problemas de todo un barrio en la vigencia del próximo año
también habrán recursos para otros barrios; (3) que no se desconozca la
relación: iniciativa privada y comunitaria, en el proceso de detectar y
priorizar necesidades de vivienda; (4) que la alcaldía responda nuestra
petición cursada, en el sentido de solicitarle colaboración para el proyecto de
mejoramiento de vivienda".
3. Con la admisión
de la solicitud de tutela, el Juzgado Promiscuo Municipal de Orito ordenó: (1)
a la delegada de la Red de Solidaridad Social para el Putumayo, que informara
acerca de los objetivos de la Red de Solidaridad Social, el trámite y
procedimiento para la presentación de los proyectos relacionados con vivienda o
con su mejoramiento, los requisitos para la aprobación de los beneficiarios,
los barrios focalizados, el aporte de la Red de Solidaridad Social y el del
Municipio de Orito, si el señor Roberto Zúñiga presentó un proyecto de
mejoramiento de vivienda y si éste fue aprobado; (2) a la jefe de Planeación
Municipal del Municipio de Orito, que informara sobre los mismos aspectos
solicitados a la delegada de la Red de Solidaridad Social; (3) al Alcalde
Municipal de Orito, que informara si en su despacho fue recibido un memorial
fechado el 17 de enero de 1995 (en el cual el ingeniero asesor del Barrio La
Unión solicitaba a la Alcaldía un aporte de cofinanciación para los programas
de vivienda), cuándo fue recibido, qué trámite interno se le dio y en qué fecha
fue respondido.
4. En su informe, la
delegada de la Red de Solidaridad Social para el Putumayo manifestó que ésta es
un "instrumento dirigido al mejoramiento de la calidad de vida de los
grupos de población más pobre y vulnerable de la sociedad colombiana, (...)
para mejorar su nivel de ingresos y su calidad de vida, pero lo más importante
activar las potencialidades de sus capacidades productivas y organizativas
(...). La Red también promueve un nuevo concepto de gestión social donde se
conecte el Estado y la Sociedad Civil, y donde se establezca la responsabilidad
de ambos en la ejecución y los resultados de las acciones solidarias".
A continuación, la
funcionaria anotó que los procedimientos dirigidos a la selección de proyectos
por parte de la Red se guían por los principios de equidad, transparencia y
validación, y se hacen efectivos en un espacio de concertación entre la
comunidad y el Estado denominado Mesa Municipal de Solidaridad.
Informó, igualmente,
que la meta CONPES de la Red de Solidaridad Social para el Municipio de Orito
es de $391.206.335, pero que la asignación inicial es de $59.005.080. En cuanto
al programa de vivienda urbana, 60% de los recursos se destinarán para vivienda
nueva y 40% para mejoramiento de vivienda. Los requisitos de focalización son,
entre otros, los siguientes: (a) que el municipio tenga disponibilidad
presupuestal para cofinanciar los programas de la Red, por lo menos en un 33%;
(b) las propuestas de focalización deben ser presentadas por los Comités
Técnicos Sectoriales o directamente por la comunidad en la Mesa Municipal de
Solidaridad; (c) para la focalización se tienen en cuenta los requisitos de
viabilidad técnica y elegibilidad para cada tipo de proyecto en particular.
La población
objetivo de los programas ofrecidos por la Red de Solidaridad Social se
caracteriza por pertenecer a los hogares de los niveles 1 y 2 identificados por
el SISBEN, o con ingresos familiares inferiores a 2 salarios mínimos mensuales.
En cuanto a los programas de subsidio de vivienda, los beneficiarios deben
carecer de vivienda o encontrarse en condiciones de hacinamiento crítico o de
alto riesgo.
La funcionaria de la
Red de Solidaridad aclaró, también, que en la Mesa Municipal de Solidaridad
realizada el 3 de mayo de 1995, en el Municipio de Orito, el Barrio La Unión
quedó focalizado en el módulo sectorial 3 y 4 de la Zona Sur, según consta en
el acta de focalización de la comisión de vivienda.
Por último, la
delegada manifestó que en el acta de la Mesa Municipal de Solidaridad del
Municipio de Orito no consta que el señor Roberto Zúñiga hubiera presentado un
proyecto de vivienda para el Barrio La Unión, el cual sí fue focalizado para
mejoramiento de vivienda. Igualmente, aclaró que "en las Mesas Municipales
no se realiza la selección de beneficiarios; ésta es una competencia posterior,
previa a la elaboración y formulación de los proyectos".
5. La Jefe de
Planeación Municipal de Orito, coincidió con la delegada de la Red de
Solidaridad en todos los puntos de su informe, salvo cuando afirma que el señor
Roberto Zúñiga y la comunidad del Barrio La Unión sí presentaron un proyecto de
vivienda, aprobado en la Mesa Municipal de Solidaridad del día 3 de mayo de
1995, según consta en el acta de la misma.
6. El Alcalde
Municipal (e) de Orito informó al juzgado de tutela que ese despacho había
recibido, el 17 de enero de 1995, un oficio en el cual el Ingeniero Nicolás
Morales hacía "traslado de una petición de ayuda cursada al anterior
Concejo Municipal, en el sentido de lograr un aporte de cofinanciación para los
programas de mejoramiento de vivienda que serán presentados para elegibilidad
al INURBE".
El jefe de la
administración local (e) señaló que esta petición fue estudiada por el Concejo
Municipal, durante su período de sesiones ordinarias, y culminó con la
aprobación de los rubros para vivienda de interés social en el sector urbano
($7.000.000) y vivienda de interés social en el sector rural ($ 9.314.000).
Además, el Alcalde (e) informó que existían dos rubros adicionales destinados a
servir como contrapartida del municipio a los programas de la Red de
Solidaridad Social, los cuales ascendían a $4.500.000 para vivienda urbana y
$5.000.000 para vivienda rural.
Por último, el
funcionario manifestó que la respuesta a la petición fue dada en forma verbal
al solicitante por el Alcalde Municipal, indicándole que cada proyecto
particular debía ser tramitado a través de la Red de Solidaridad Social. Prueba
de ello es que sobre la hoja de papel en que estaba contenida la petición, el
Alcalde - de su puño y letra - señaló que ésta había sido recibida y que debía
ser tramitada a través de la Red de Solidaridad Social.
7. Por providencia
de junio 16 de 1995, el Juzgado Promiscuo Municipal de Orito decidió: (1) negar
la solicitud de tutela presentada por el señor Roberto Zúñiga, en cuanto a los
derechos a la vivienda digna, por no ser éste un derecho fundamental que pueda
ser protegido a través de la acción de tutela; a la libertad de expresión e
información, por cuanto la invitación a la instalación de la Mesa Municipal de
Solidaridad se hizo pública a través del noticiero regional y, en el acta de
instalación, el señor Zúñiga aparece como integrante del Comité de Veeduría; al
trabajo, toda vez que no se encontró probada ninguna vulneración a este
derecho; a la iniciativa privada, como quiera que ésta no es un derecho
fundamental sino un principio de libertad económica (C.P., artículo 333); al
buen nombre y a la honra, en la medida en que de los hechos no se desprende
ningún tipo de violación a estos derechos; (2) tutelar el derecho de petición,
conculcado por el Alcalde Municipal de Orito al no responder la solicitud
elevada por el Ingeniero Nicolás Morales el 17 de enero de 1995.
La anterior decisión
fue enviada a la Corte Constitucional para su eventual revisión y, al ser
seleccionada, correspondió a esta Sala su conocimiento.
8. Mediante auto de
septiembre 26 de 1995, la Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional
solicitó al Gerente General de la Red de Solidaridad Social y a la Delegada de
la Red de Solidaridad Social para el Putumayo, que respondieran a una serie de
preguntas tendentes a aclarar las funciones y responsabilidades de cada una de
las instancias implicadas en el proceso de entrega del subsidio para
mejoramiento de vivienda y del entorno; establecer las causas por las cuales se
negó el mencionado subsidio a la comunidad del Barrio La Unión, y determinar el
estado actual del proyecto de vivienda presentado por los vecinos de ese barrio
a través del peticionario.
Las respuestas de
los funcionarios a los anteriores interrogantes, se presentarán a lo largo de
las consideraciones que anteceden a la parte resolutiva del presente fallo de
tutela.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. El actor reside
en el Barrio La Unión, en el municipio de Orito (Putumayo), cuyos moradores han
elevado a la Red de Solidaridad Social - establecimiento público del orden
nacional -, una solicitud de Subsidio Familiar de Vivienda con el objeto de
mejorar sus lugares de habitación. La "Mesa Municipal de Solidaridad"
-instancia de concertación prevista en el artículo 10 del Reglamento Operativo
General de la Red de Solidaridad Social -, en lugar de adjudicar los
correspondientes fondos, no obstante que el proyecto presentado reunía todos
los requisitos, se limitó a enviar el formulario al municipio. El demandante
pone de presente que, respecto de las peticiones de otros barrios, la indicada
mesa las tramitó favorablemente, lo que en su caso no ocurrió en razón a que
ilegalmente se había objetado la intervención - que juzga legítima - de un
ingeniero como asesor del proyecto. Anota el demandante que, hasta la fecha, el
Alcalde no ha respondido el memorial en el que se reclama el concurso
financiero que debe dar el municipio. Agrega que los miembros de la comunidad,
por falta de información, desconocen el contenido, alcances y trámites de los
programas de la Red.
Con base en los
hechos anteriores, el demandante recurre a la acción de tutela con el fin de
que se amparen sus derechos a la vivienda digna, a la iniciativa privada, a la
libertad de expresión e información, al buen nombre y a la honra. El Juez de
tutela, denegó las pretensiones impetradas, salvo en lo que concierne al
derecho de petición vulnerado por el Alcalde de Orito, que se había abstenido
de dar curso a la solicitud presentada por los habitantes del Barrio La Unión.
Los argumentos que
sirven al Juez para desestimar la tutela, se sintetizan así: (1) la honra y el
buen nombre del ingeniero asesor, debe ser alegada, si acaso se ha violado, por
el afectado, como que no se ha probado que éste se encuentre en estado de
indefensión; (2) el derecho a la vivienda digna tiene carácter prestacional y, por
ende, no puede ser protegido a través de la acción de tutela; (3) no se ha
quebrantado la libertad de expresión y de información, pues luego de la debida
publicidad dada al evento a través de la televisión regional, se instaló el 3
de mayo la Mesa Municipal de Solidaridad en la que, inclusive, fue designado
veedor el mismo demandante, quien, de otra parte, continúa figurando como
potencial beneficiario del plan de mejoramiento de vivienda; (4) la omisión de
la entidad demandada, no viola el derecho al trabajo del demandante ni su libre
iniciativa, independientemente de que la ley que regula el Subsidio Familiar de
Vivienda necesariamente supedite su otorgamiento al cumplimiento de
determinados requisitos.
2. Pese a que el
demandante plantea una lesión plural de derechos, si se deja de lado la afrenta
al derecho de petición, la causa principal de la presunta afectación, reside en
la no concesión del subsidio de vivienda. El derecho a la vivienda digna (C.P.,
artículo 51), es un derecho de prestación que no tiene el carácter de
fundamental y, por consiguiente, no es objeto de protección a través de la
acción de tutela. Sin embargo, una vez el Estado fija las “condiciones
necesarias para hacer efectivo este derecho”, debe precisarse la relevancia
constitucional de los problemas que suscita la distribución de un bien escaso
en el plano constitucional y, concretamente, en lo que se relaciona de manera
íntima con el derecho a la igualdad y a la participación, éstos sí garantizados
con la acción de tutela.
Los derechos
económicos y sociales, en cuanto incorporan normalmente el derecho a exigir
prestaciones materiales a cargo del Estado, exigen que la ley establezca y
organice, de acuerdo a las posibilidades fiscales y a la capacidad de gestión
existente, las formas, sistemas y procedimientos específicos para atender las
demandas que en ese marco puedan formularse. El desarrollo de los derechos
económicos y sociales, expande las competencias de ejecución de la
administración, lo mismo que las oportunidades de control y participación de
los ciudadanos.
De ahí que una vez
la ley desarrolle un derecho de prestación - como ocurre con el derecho a la
vivienda digna -, se active un proceso real de justicia social y adquiera
importancia determinar la validez de los criterios específicos de distribución
adoptados en aquélla y aplicados por la administración encargada del respectivo
programa. En este contexto, aparte del juicio constitucional abstracto de los
criterios de reparto o distribución, asume una importancia crítica el
procedimiento que se entroniza y la forma en que se llevó a cabo. Dentro del
marco trazado por la ley, los sujetos a los que se dirige teóricamente un
programa prestacional público, tienen el derecho a una igual protección y trato
(C.P., artículo 13) y, de otro lado, a participar en el trámite que conduce a
la asignación de bienes y ventajas sociales (C.P., artículo 40).
Por lo expuesto, si
bien el derecho a la vivienda digna -como derecho prestacional-, no tiene carácter
fundamental y, por tanto, no es objeto de acción de tutela, no puede de plano
descartarse que, al ser desarrollado legalmente, no puedan surgir por parte de
las personas interesadas, reclamaciones y pretensiones de diversa naturaleza,
fundadas en el derecho a la igualdad y a la participación.
3. La Corte
procederá a determinar si al demandante le fueron vulnerados estos derechos,
como consecuencia de la omisión del Estado en asignarle el subsidio de
vivienda, que tanto él como los demás miembros de su comunidad habían
solicitado.
El subsidio de
vivienda, materia de esta controversia, se relaciona con la política estatal de
apoyo y protección a las personas y sectores más vulnerables de la población
colombiana. Los epígrafes siguientes se ocuparán de introducir el contexto y
las particularidades de esta política. Se destacarán, especialmente, los
criterios específicos de distribución consagrados en la ley, así como los
aspectos asociados a la igualdad y a la participación, que se suscitan con
ocasión del desarrollo legislativo del mencionado derecho prestacional.
Sentadas las
anteriores premisas generales, a la luz de los hechos probados, se establecerá
si los derechos fundamentales del demandante - igualdad y participación-,
fueron violados por la Red de Solidaridad Social.
La Red de
Solidaridad Social y la Pobreza
4. Hannah Arendt
definía la pobreza como un estado de constante indigencia y extrema miseria
"cuya ignominia consiste en su poder deshumanizante; la pobreza es abyecta
debido a que coloca a los hombres bajo el imperio absoluto de sus cuerpos, esto
es bajo el dictado absoluto de la necesidad"[1].
En la actualidad,
referirse al tema de la pobreza, significa hablar de una situación que afecta a
uno de cada dos latinoamericanos. En el caso colombiano, más de seis millones
de habitantes perciben ingresos que no les permiten adquirir una canasta de
alimentos adecuada desde el punto de vista nutricional[2].
La escalada de la
pobreza en Colombia y, en general, en América Latina, se ha caracterizado por
la degradación de las características del fenómeno. En efecto, se ha presentado
un aumento de los pobres absolutos o en situación de indigencia, los cuales
conforman la mitad de la población en situación de pobreza. Por otra parte, el
fenómeno tiende a atacar con mayor dureza a ciertos grupos específicos de la
población, acentuando su situación de vulnerabilidad social. Según el Informe
sobre el Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 1990, la pobreza es, en
América Latina, la principal causa de mortalidad, a la cual se atribuyen
1.500.000 muertes anuales. Los niños son quienes sufren los efectos de este
fenómeno con mayor dureza, toda vez que 2000 de ellos mueren diariamente por
causas atribuibles a la miseria. De igual modo, las mujeres resienten sus
efectos con especial fuerza y, en especial, las mujeres cabeza de familia, que
llegan a conformar el 40% de los hogares pobres. Los jóvenes desempleados, los
grupos étnicos, los desplazados, los ancianos y los discapacitados constituyen,
también, sectores de la población en los cuales la pobreza se asienta de manera
más dramática.
5. La Carta Política
de 1991 consagra - en el plano jurídico - claros mecanismos que buscan hacer
frente al fenómeno de la pobreza. La Constitución establece las bases para la
formulación de programas sociales de carácter permanente y estructural,
tendentes a la consecución del bienestar y la mejora de la calidad de vida de
todos los colombianos. Los derechos consagrados en los artículos 45, 46, 47,
48, 49, 50, 51, 52, 65, 66, 67, 70 y 71; la prioridad que el artículo 350 de la
Carta otorga al gasto público social dentro del presupuesto; la consagración de
claras finalidades sociales del Estado (C.P., artículo 366); la distribución de
las transferencias a los municipios con base en indicadores de necesidades
básicas insatisfechas e índices de pobreza (C.P., artículo 357); la excepción
establecida por el artículo 359 a la prohibición de las rentas nacionales con
destinación específica cuando se trate de recursos para inversión social; la
posibilidad de entregar subsidios para que las personas de menores ingresos
puedan cubrir el costo de los servicios públicos domiciliarios (C.P., artículo
368); etc., son elementos del amplio repertorio del Estado social de derecho,
cuya utilización se inscribe en la función transformadora de la realidad social
y económica, que constituye uno de sus empeños más esenciales.
6. Sin embargo, la
Constitución hace especial énfasis en la atención de los colombianos que se
encuentran en situaciones de miseria o indigencia, cuya carencia de recursos y
capacidades productivas los colocan en situaciones de manifiesta marginalidad,
debilidad y vulnerabilidad. Por este motivo, los pobres absolutos quedan
incluídos dentro del ámbito normativo de los incisos 2° y 3° del artículo 13 de
la Carta, lo cual determina la obligación del Estado de implementar políticas
de acción afirmativa que propendan por la igualdad real y efectiva de este
grupo de la población, que se orienten a resolver problemas acuciantes de su
mínimo vital.
En este sentido, el
artículo 46 transitorio de la Carta ordena al Gobierno la creación - por cinco
años - de un Fondo de Solidaridad y Emergencia Social, dependiente de la
Presidencia de la República, cuyo objeto fundamental sea la financiación de
proyectos de apoyo a los sectores más vulnerables de la población colombiana.
La Red de
Solidaridad Social
7. La Red de
Solidaridad Social nace de la reorganización del Fondo de Solidaridad y
Emergencia Social (C.P., art. 46 transitorio, Decreto 2133 de 1992) que, a
partir de la vigencia del Decreto 2099 de 1994, se denomina Red de Solidaridad
Social. Según el artículo 1° del mencionado decreto, la Red es un
establecimiento público del orden nacional, con personería jurídica, autonomía
administrativa y patrimonio propio, adscrito al Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República.
Por su parte, el
documento CONPES N° 2722, Red de Solidaridad Social, de agosto 10 de
1994[3], establece los
lineamientos de política en los que se funda este programa. En ese documento,
se define a la Red "como un conjunto de programas dirigidos al
mejoramiento de la calidad de vida de los grupos de población más pobre y vulnerable".
8. La implementación
de un programa presidencial con las características de la Red de Solidaridad
Social se ha justificado en el hecho según el cual "más de 12 millones de
colombianos no logran acceder a los beneficios del crecimiento y de las políticas
estatales por ser demasiado pobres, por estar demasiado alejados de la acción
de los organismos de gobierno y por estar afectados por factores estructurales
que los separan de los procesos de movilidad social. Por esto se requiere
complementar la política social con una nueva forma de acción social directa,
dirigida exclusivamente a estos colombianos". De esta forma, la Red de
Solidaridad Social no sustituye, sino complementa, los programas estructurales
de educación, salud, seguridad social y vivienda. La orientación de la Red
tiene un carácter integral que tiende al mejoramiento simultáneo de los
ingresos y las condiciones de vida de los grupos particularmente vulnerables
(jóvenes y mujeres desempleados, niños en condiciones de desnutrición, mujeres
jefes de hogar y ancianos indigentes).
La población
objetivo de la Red de Solidaridad Social está constituida por aproximadamente
12 millones de personas, identificadas como las más vulnerables entre los 17
millones de pobres que existen en Colombia (47% de la población total). De
ellas, el 53% (6.555.000) está ubicado en zonas rurales, y el 47% restante
(5.764.000) en zonas urbanas. Con el objeto de garantizar el acceso de estos
grupos en situación de debilidad manifiesta, a las ofertas de la Red, es necesario
ubicarlos geográfica y socialmente por medio del mecanismo de la focalización y
desarrollar una dinámica institucional y social de búsqueda activa de los
mismos, sin esperar a que su escasa capacidad de demanda les permita acceder a
la atención del Estado (principio de la proactividad).
9. El concepto de
"Red de Solidaridad" hace alusión a una nueva visión de la gestión
social, en donde se tiene como prerrequisito fundamental la concurrencia y
articulación permanente de los esfuerzos de las instituciones estatales, el
sector privado, la comunidad y las ONG's. Con esto, se pretende "impulsar
y fortalecer el contenido ético y político de la solidaridad, para buscar la
prosperidad y la convivencia que son fines esenciales del Estado al tenor de la
Constitución de 1991. Este concepto de solidaridad social reclama, en un
horizonte de largo plazo, trabajar dentro de una dimensión programática en la
que la sociedad y el Estado se justifiquen recíprocamente, por obra de las
acciones orientadas a elevar el nivel de vida de los más necesitados"[4].
10. Lo anterior se
hace efectivo a través de tres objetivos básicos: (1) Llegar a los grupos más
pobres y vulnerables de la población con el fin de mejorar el nivel de sus
ingresos y su calidad de vida potenciando, al mismo tiempo, sus capacidades
productivas y organizativas; (2) promover un nuevo concepto de gestión social
que interrelacione al Estado con la sociedad en el que se establezca una
responsabilidad mutua en la ejecución de las acciones solidarias; (3) la
conexión de las acciones de la Red de Solidaridad Social con los programas
estructurales de política social, con el fin de permitir el acceso a éstos de
la población objetivo de la Red.
Derechos
Económicos, Sociales y Culturales y Políticas Públicas
11. Cada uno de los
programas que administra la Red de Solidaridad Social busca hacer efectivo
alguno de los derechos prestacionales consagrados en la Constitución. Así, los
programas VIVIR MEJOR y de Vivienda y Mejoramiento del Entorno se basan en el
derecho a la vivienda digna (C.P., artículo 51), el Programa de Atención
Materno Infantil - PAMI - responde a la obligación del Estado de prestar
atención a la mujer durante el embarazo y después del parto y a los niños
menores de un año (C.P., artículos 43 y 50), el programa RECREAR busca la
efectividad del derecho a la recreación (C.P., artículo 52), etc. La dinámica
operativa de la Red de Solidaridad Social permite efectuar una reflexión sobre
las estructura de los derechos económicos, sociales y culturales.
De manera general,
puede decirse que una ley, expedida por el Congreso de la República, preside el
desarrollo de la política pública mediante la cual se busca la efectividad de
un determinado derecho asistencial. Esta ley fija los parámetros generales de
actuación del Estado y los criterios genéricos de distribución que sean
necesarios de acuerdo con la naturaleza de cada derecho.
Los mandatos
generales de la ley, suelen desarrollarse por el Gobierno Nacional a través de
uno o varios decretos en los cuales se delimitan las competencias a nivel de la
Administración Pública y se precisan los criterios de tipo distributivo. Por
último, la entidad o entidades directamente responsables del manejo de una
determinada política pública, pueden expedir actos administrativos que regulan
los requisitos, trámites y procedimientos a los que deben someterse los
eventuales beneficiarios de las prestaciones que hayan de distribuirse.
12. Si bien la
estructura formal del proceso de implementación de los derechos prestacionales
puede describirse con carácter general, no ocurre lo mismo con los parámetros
que guían la distribución de las prestaciones específicas mediante las cuales
ellos se hacen efectivos. En efecto, cada uno de los derechos económicos,
sociales o culturales, dará lugar a un proceso autónomo de justicia con
criterios propios de distribución. La situación social y el ámbito vital de los
destinatarios cuyas necesidades cada derecho busca subvenir, determinan que no
sea posible acudir a criterios distributivos universales. Por el contrario, la
garantía de un orden político, económico y social justo (C.P., Preámbulo) y la
promoción de la prosperidad general (C.P., artículo 2) se concretan a través de
ámbitos distributivos específicos constituidos por cada uno de los derechos de
carácter prestacional.
La distribución de
bienes escasos a partir de principios únicos y universales implicaría la
existencia de una concepción única del bien común y de una autoridad con
poderes suficientes para imponerla a todos los ciudadanos. La igualdad,
realizada a través de la efectividad de los derechos económicos, sociales y
culturales, es una noción básicamente compleja, llena de aristas y matices que
imposibilitan la existencia de principios únicos de asignación.
La intervención,
excepcional, del juez constitucional en las decisiones de asignación del gasto
público, sólo estará legitimada en aquellos eventos en los cuales la
distribución de los recursos se ha efectuado con clara violación de los
derechos fundamentales (por ejemplo, situaciones de discriminación frente a la
entrega de un subsidio, violación del debido proceso en su asignación, etc.) de
potenciales beneficiarios y siempre, desde luego, que la acción de tutela sea
procedente ante la ausencia de los medios judiciales ordinarios.
13. En el caso sub-lite,
el actor ha alegado como causa de la violación de su derecho a la igualdad la
no asignación de un subsidio para el mejoramiento de vivienda urbana y el
entorno por parte de la Mesa Municipal de Solidaridad del Municipio de Orito.
La presunta vulneración del principio de igualdad se encuentra en directa
relación con la efectividad del derecho a la vivienda digna (C.P., artículo
51), que el subsidio solicitado busca hacer efectivo. El acceso a la vivienda
es uno de esos ámbitos de justicia cuyos principios particulares de
distribución se hacen efectivos a través del esquema que a continuación se
describe.
La Política de
Vivienda Social Urbana
14. La Ley 3 de 1991
creó el Sistema Nacional de Vivienda de Interés Social, como un conjunto de
entidades públicas y privadas cuya función es la de financiar, construir,
mejorar, reubicar, habilitar y legalizar títulos de vivienda social.
El artículo 6° de la
mencionada Ley establece el Subsidio Familiar de Vivienda - SFV -, "como
un aporte estatal en dinero o en especie, otorgado por una sola vez al
beneficiario con el objeto de facilitarle una solución de vivienda de interés
social, sin cargo de restitución siempre que el beneficiario cumpla con las
condiciones que (esta Ley) establece". Los recursos nacionales del SFV son
administrados por el INURBE, en coordinación con las administraciones locales
(Ley 3 de 1991, art. 12-b).
Los beneficiarios
del SFV podrán ser aquellos hogares que se postulen para recibirlo, por carecer
de recursos suficientes para obtener una vivienda, mejorarla o habilitar
legalmente los títulos de la misma (Ley 3 de 1991, art. 8). A las postulaciones
aceptables se les define un orden secuencial, de acuerdo con las calificaciones
del solicitante tales como ahorro previo, cuota inicial, trabajo o vinculación
a una organización popular de vivienda (Ley 3 de 1991, art. 7).
15. El documento
CONPES N° 2729, Política de Vivienda Social Urbana, de septiembre 14 de
1994[5], propone fortalecer el
SFV - individual o colectivo - establecido en la Ley 3 de 1991, focalizándolo
en los estratos más pobres y vulnerables de la población, integrándolo a la Red
de Solidaridad Social y articulándolo a programas complementarios de
mejoramiento del espacio y de la infraestructura en servicios comunitarios.
Esta política se
realiza con la participación de la comunidad, el INURBE, los municipios y los
Fondos de Cofinanciación, y tiene dos componentes: uno, integrado a la Red de
Solidaridad Social, que cubre a las familias con ingresos inferiores a dos
salarios mínimos legales mensuales - SMLM -, y otro, dirigido a los hogares
pobres con ingresos entre dos y cuatro SMLM, a través de proyectos de vivienda
nueva.
El componente
integrado a la Red de Solidaridad Social, a su vez, ofrece dos programas: el de
mejoramiento de vivienda y su entorno, y el de dotación de vivienda nueva. El
programa de mejoramiento de vivienda y el entorno, se endereza a los
asentamientos subnormales de alta concentración de pobreza, es decir, los
niveles 1 y 2 del SISBEN[6],
o en hogares con ingresos inferiores a dos SMLM, en donde el problema central
sea la calidad de la vivienda.
Además de las reglas
generales de calificación de postulantes establecidas en el artículo 7° de la
Ley 3 de 1991, la nueva Política de Vivienda Social Urbana incorpora los
siguientes parámetros: (1) nivel relativo de pobreza del municipio; (2) aportes
del municipio y de las ONG's en la financiación del proyecto; (3) aplicación de
mecanismos de la Ley de Reforma Urbana (Ley 9 de 1989); (4) conexión y dotación
efectiva de los servicios de acueducto y alcantarillado; (5) mejor relación
costo/beneficio de la solución; (6) mejoramiento de las condiciones sanitarias
de la vivienda.
16. El Decreto 706
de 1995, reglamentario de la Ley 3 de 1991, establece el procedimiento de
acceso al SFV. Este se compone de dos etapas. En la primera, denominada etapa
de oferta, se establecen qué proyectos de vivienda son elegibles para recibir
el SFV. La etapa se inicia con la identificación de los sectores de
intervención, que deben caracterizarse por presentar condiciones críticas de
marginalidad, reflejadas en la cobertura de los servicios públicos
domiciliarios, la accesibilidad, calidad y cobertura de los servicios de
educación y salud, calidad y condiciones de la construcción de las viviendas y
la condición de vulnerabilidad de la población por su situación socioeconómica.
Estas condiciones se complementan con la viabilidad técnica, económica,
ambiental, jurídica y financiera que ofrezca la administración local para la
atención del sector de intervención. Los proyectos formulados por los
municipios, las organizaciones populares de vivienda y las empresas privadas
serán presentados ante las oficinas regionales del INURBE con el fin de: (1)
efectuar la evaluación técnica, económica y ambiental de los aspectos
relacionados con la vivienda; (2) remitir a la UDECO (Unidad Departamental de
Cofinanciación) para la evaluación técnica, económica y ambiental de los
aspectos relacionados con el entorno.
Es de anotar que la
Red de Solidaridad Social y, en particular, las Mesas Municipales de
Solidaridad, sólo intervienen en esta primera etapa. En efecto, esta instancia
participativa define las áreas de intervención, dentro del municipio,
susceptibles de recibir el SFV habida cuenta de su situación de pobreza.
La segunda etapa - o
etapa de demanda - se inicia con una convocatoria por parte del INURBE -
realizada al comienzo de la vigencia fiscal respectiva - en la cual se
establecen la periodicidad y montos de recursos para las asignaciones de
subsidios que se realizarán en dicho período. Esta etapa se compone, a su vez,
de cuatro sub-etapas: postulación, calificación, asignación y entrega (Decreto
706 de 1995, artículo 34).
Los oferentes de los
proyectos elegibles presentan ante el INURBE regional los formularios de
postulación al SFV. Las condiciones para la postulación son cuatro: (1) ninguno
de los miembros del hogar podrá ser propietario de una solución de vivienda;
(2) los ingresos totales del hogar no podrán exceder de dos SMLM; (3) conformar
un hogar (cónyuges, uniones maritales de hecho y grupo de personas unidas por
vínculos de parentesco hasta de tercer grado de consanguinidad, segundo de
afinidad o primero civil, que comparten un mismo espacio habitacional); (4)
acreditar un aporte previo para la solución de vivienda, el cual podrá estar
representado en dinero o en especie (Decreto 706 de 1991, artículos 35 y 36).
La calificación se
define como "el acto mediante el cual la entidad otorgante del SFV asigna
un orden secuencial a las postulaciones aceptables, de acuerdo con las
condiciones socioeconómicas de los hogares, los aportes previos y la
vinculación a una organización popular de vivienda" (Decreto 706 de 1995,
artículo 40). Corresponde a la Junta Directiva del INURBE la reglamentación de
los puntajes que se concederán a cada uno de los criterios y establecer los
factores de desempate, para solucionar situaciones de igualdad en la
calificación. En la calificación de las condiciones socioeconómicas de las
postulaciones de los proyectos insertos en la Red de Solidaridad Social se
tendrán en cuenta situaciones de vulnerabilidad social, tales como hogares con
jefatura femenina, con miembros menores de 12 años, mayores de 65 y
discapacitados y hogares en condiciones de vulnerabilidad por encontrarse
ubicados en zonas de alto riesgo mitigable.
La asignación
"es el acto por medio del cual la entidad otorgante del SFV, define, según
la calificación obtenida y la disponibilidad de recursos para cada
convocatoria, los hogares beneficiarios del SFV" (Decreto 706 de 1995,
artículo 43). Las solicitudes no atendidas en la convocatoria para la cual se
postularon, quedan en situación de pendientes en la entidad otorgante
respectiva. Si en la siguiente asignación no salen favorecidas serán
descartadas, sin perjuicio de poder postularse nuevamente.
Por último, la
entrega es "el acto mediante el cual la entidad otorgante del SFV,
transfiere el valor del mismo a quien suministre o financie la solución de
vivienda escogida por el beneficiario" (Decreto 706 de 1995, artículo 45).
17. El Acuerdo N° 31
de 1995, expedido por la Junta Directiva del Instituto Nacional de Vivienda de
Interés Social y Reforma Urbana - INURBE -, regula de manera detallada los
criterios que deben ser tenidos en cuenta en cada una de las etapas del proceso
de demanda del SFV. Es oportuno exponer el sistema utilizado por el INURBE para
la adopción del orden secuencial que se asigna a las postulaciones de los
oferentes.
El artículo 24 del
Acuerdo N° 31 de 1995 establece que la asignación de subsidios a los hogares
que se postulen en forma colectiva, se hará ordenando las postulaciones según
un orden secuencial descendente, ciñéndose a un sistema de puntaje en el cual
se califican los aspectos socioeconómicos (las mujeres jefes de hogar se
califican con 10 puntos, la presencia de personas menores de 12 años, mayores
de 65 y discapacitados se califican con 10 puntos), los aportes (si este es menor
del 1% en efectivo no obtiene puntaje, si se encuentra entre el 1 y el 3% se
obtienen 10 puntos, si el aporte está entre el 3 y el 5% en efectivo se
obtienen 20 puntos y si es de más del 5% obtiene 30 puntos), si el oferente es
una organización popular de vivienda (se asignan 10 puntos) y la vulnerabilidad
por riesgo (si la solución de vivienda es objeto de reubicación o mitigación
por riesgo, obtiene 20 puntos). Por su parte, el artículo 25 del mencionado
Acuerdo, consagra un mecanismo similar para la asignación de subsidios a las
postulaciones realizadas en forma individual.
18. El principio
distributivo fundamental que guía el procedimiento antes descrito es el de la necesidad.
El SFV se asigna con prioridad a quienes se encuentren en situación de mayor
pobreza y su vivienda se encuentre en condiciones críticas de habitabilidad o
carezca de servicios domiciliarios esenciales. Sin embargo, este procedimiento
puede calificarse como un sistema mixto en el cual se combinan varios
principios y mecanismos específicos de distribución. En una primera instancia
(a través de la declaratoria de elegibilidad), el conjunto total de posibles
beneficiarios es limitado con base en un criterio esencial constituido por la
gravedad de las condiciones de marginalidad, adicionado por las características
técnicas, financieras, jurídicas y ambientales de los proyectos, lo cual reduce
- aún más - el número de eventuales beneficiarios. Durante la segunda etapa, el
criterio concreto de justicia utilizado es el del orden secuencial descendente
("cola") de las postulaciones susceptibles de recibir el SFV. El
orden que se asigna a cada postulante en la "cola" depende del
puntaje obtenido en el proceso de calificación. Los criterios de calificación
responden, nuevamente, a la necesidad material o la vulnerabilidad
del postulante o de su vivienda (mujeres jefes de hogar, hogares con niños
menores, ancianos y discapacitados, viviendas en situación de riesgo mitigable,
etc.).
Igualdad en la
Asignación de Subsidios
19. La petición principal
del actor en el caso sub-judice consiste en "que sean asignados los
recursos solicitados por las comunidades que presentaron el debido perfil para
mejoramiento de vivienda y entorno". Esta solicitud trae a colación el
problema fundamental - desde el punto de vista constitucional - a que se
enfrentan los programas sociales que funcionan con base en la entrega de
subsidios directos a la demanda.
20. Los subsidios
directos a la demanda (como es el Subsidio Familiar de Vivienda) constituyen
uno de los mecanismos más utilizados por los programas focalizados de
asistencia social a los grupos más pobres de la población. A diferencia de los
subsidios a la oferta, los subsidios a la demanda permiten una mayor eficiencia
en la gestión, en la medida en que el Estado entrega los recursos directamente
a los beneficiarios, obviando los costos burocráticos que implica la provisión
directa de los bienes a los cuales el subsidio permite acceder.
Cualquiera sea su
carácter, el subsidio plantea un problema insoslayable desde el punto de vista
del principio de igualdad: ¿qué ocurre cuando las demandas de los interesados
sobrepasan los recursos disponibles?. La aplicación de un test formal de
igualdad llevaría a concluir que se está frente a un trato discriminatorio. En
abstracto, podría decirse que la Constitución no ofrece ninguna base a partir
de la cual se pudiese sustentar la no entrega de un subsidio a una persona que
cumple con los requisitos para recibirlo y que se encuentra en la misma
situación de carencia de otros que sí lo recibieron.
21. En este tipo de
casos, el test de razonabilidad es insuficiente, como quiera que se enfrenta a
un hecho imposible de negar si no se quieren producir fallos que den la espalda
a la más palpable realidad de un Estado como el colombiano: la no existencia de
recursos suficientes para atender las necesidades de todos los colombianos que
se encuentran en situación de pobreza absoluta.
La escasez de
recursos, a la que se enfrenta la implementación de políticas públicas de lucha
contra la pobreza, implica que la efectividad del principio de igualdad no
pueda consistir en garantizar, a quienes se encuentren en situación de recibir
un subsidio, alguna especie de derecho público subjetivo a recibir recursos del
Estado por el sólo hecho de poseer una serie de características que lo
convierten en potencial beneficiario. El juez constitucional no puede propiciar
la creación de falsas expectativas, ordenando la entrega de recursos que
materialmente no existen. De hacerlo, atentaría contra la propia legitimidad
del Estado y horadaría la credibilidad en las instituciones democráticas.
22. La realización
del principio de igualdad en la asignación de recursos escasos consiste en
garantizar, a los posibles beneficiarios, el acceso, en condiciones de
igualdad, a los procedimientos por medio de los cuales las instituciones
distribuyen esos recursos. Si bien la elección de los principios y
procedimientos particulares de distribución que cada entidad establece - con
base en la ley - forman parte de su autonomía operativa, éstos no pueden
contrariar los parámetros que se derivan de los principios y valores
constitucionales: todos los posibles beneficiarios deben tener iguales
oportunidades de acceso; el procedimiento no puede favorecer a ningún grupo de
beneficiarios en particular; los mecanismos de selección no pueden conducir a
establecer discriminaciones contrarias a la Carta, etc. En este orden de ideas,
por lo menos en las dos situaciones siguientes, es innegable la dimensión
constitucional de la controversia: (1) cuando el procedimiento es
constitucionalmente adecuado, pero alguna de sus etapas o requisitos se violan
o pretermiten y esto determina que un beneficiario sea excluido del subsidio,
al cual habría accedido si el procedimiento se hubiera cumplido a cabalidad;
(2) el procedimiento se observa, no obstante su diseño contraría las normas
constitucionales, por ejemplo, se descubre que los mecanismos aplicados
implican una exclusión sistemática de personas caracterizadas por algún factor
relacionado con la raza, el sexo o la edad.
Participación y
Concesión de Subsidios
23. La participación
de la comunidad en los procesos de distribución de bienes escasos es un
elemento esencial para el logro de la transparencia de los procedimientos, el
control de las decisiones y la eficiencia en la asignación del gasto social. La
participación crea ciudadanos responsables de su bienestar y neutraliza las
relaciones clientelistas entre el Estado y la comunidad.
La efectividad de la
participación depende, de manera fundamental, de la información que posean los
posibles beneficiarios. Una incidencia real de la comunidad en los procesos de
gestión pública y el ejercicio adecuado de la acción colectiva en las
decisiones que afectan a la ciudadanía, sólo es posible si ésta posee los
conocimientos suficientes y necesarios. Esto con el fin de que las exclusiones
finales, en un proceso de asignación de recursos escasos, no sean producto de
la desinformación, la ignorancia o de la falta de capacidad técnica.
La participación
efectiva depende, también, de los mecanismos de defensa que estén a disposición
de los beneficiarios. Toda vez que el resultado final de uno de estos procesos
de asignación puede ser el no acceso a los recursos solicitados, el postulante
debe poder conocer todas las causas y motivaciones que determinan la decisión
final. Igualmente, a lo largo del procedimiento, y luego de la decisión final,
el aspirante debe tener a su disposición una amplia gama de posibilidades para
controvertir tanto el procedimiento como la determinación adoptada.
Lo anterior cobra
especial relevancia si se tiene en cuenta que el informe del Banco Mundial
sobre pobreza en Colombia de agosto de 1994, al analizar la política de
vivienda social en Colombia, concluyó que "existe una severa falta de
información sobre los programas de vivienda entre la población objetivo".
En efecto, 12% de los beneficiarios no se entera de la aprobación de sus
solicitudes, 22% no recibe la comunicación del INURBE necesaria para efectuar
el desembolso final, 43% no sabe cómo encontrar una solución de vivienda
adecuada a sus necesidades y 38% no conoce el procedimiento para reclamar el
subsidio. El informe recomienda que las deficiencias en materia de información
se corrijan a través de las siguientes acciones: (1) las autoridades deben
comunicarse con los beneficiarios a lo largo del proceso en forma mucho más
efectiva; (2) durante la etapa de postulación cada parte del proceso debe ser
explicada; (3) la información relativa a las soluciones de vivienda disponibles
debe ser presentada de manera amable al usuario. Finalmente, los beneficiarios
deben tener la posibilidad de presentar reclamos acerca de las irregularidades
sucedidas a lo largo del proceso, ante las autoridades responsables[7].
24. Antes de
resolver la situación planteada, conviene resumir las premisas anteriores que
constituyen el marco general que ha de servir para tal efecto.
- La distribución de
bienes escasos tiene relevancia constitucional en la medida en que se
relaciona, de manera directa, con la fijación de las condiciones necesarias
para hacer efectivos los derechos económicos, sociales y culturales consagrados
en la Constitución. El desarrollo legal de los derechos prestacionales,
desencadena procesos de justicia social presididos por criterios distributivos
específicos. Desde el punto de vista constitucional, es importante precisar la
validez de estos criterios y el procedimiento mediante el cual éstos se hacen
efectivos.
- El aumento de los
niveles de pobreza y la degradación de las condiciones de vida de los estratos
más pobres y vulnerables de la población, son fenómenos que no pasaron
desapercibidos para el Constituyente. En estos casos, el Estado social de
derecho desarrolla con mayor vigor sus potencialidades transformadoras de la
realidad socio-económica, al determinar la especial protección que debe brindar
el Estado a estos grupos de la población, a través de programas de acción
afirmativa (C.P., artículo 13).
- La Red de
Solidaridad Social se inscribe dentro de estos propósitos constitucionales. En
este orden de ideas, dirige sus programas hacia "los más pobres entre los
pobres", buscando elevar su nivel de ingresos y sus capacidades productivas,
a través de la solución de sus necesidades básicas en salud, educación,
seguridad social, vivienda y saneamiento básico y recreación.
- Los programas
administrados por la Red de Solidaridad Social, permiten ilustrar y analizar la
estructura de los derechos económicos, sociales y culturales. Una ley,
desarrollada por un decreto del Gobierno Nacional, a su vez precisado por actos
administrativos expedidos por la entidad o entidades públicas responsables,
conforman la cadena normativa a través de la cual se hacen efectivos los
principios específicos de distribución, que conforman cada uno de los procesos
autónomos de justicia social en que se traducen los derechos prestacionales.
- Esta estructura se
ve reflejada por la Política de Vivienda Social Urbana (Ley 3 de 1991, Decreto
706 de 1995, Acuerdo N° 31 de 1995 de la Junta Directiva del INURBE), que busca
la efectividad del derecho a la vivienda digna (C.P., artículo 51), a través
del Subsidio Familiar de Vivienda.
- La garantía del
principio de igualdad en los procesos de asignación de subsidios, se logra a
través del acceso, en condiciones de igualdad, de todos los posibles
beneficiarios, a los procedimientos por medio de los cuales las instituciones
responsables distribuyen esos recursos. La escasez de los recursos para
programas sociales, determina que no exista un derecho público subjetivo a los
subsidios del Estado, y que la protección constitucional recaiga sobre el
respeto al procedimiento específico de distribución que cada derecho económico,
social y cultural implica.
- Esto último
depende, en gran medida, de la participación de la comunidad en los procesos de
distribución de bienes escasos, toda vez que con ésta se logra una mayor
transparencia y control sobre la asignación de recursos públicos. A su vez, la
efectividad de la participación es un correlato de los niveles y de la calidad
de la información que posean las comunidades organizadas. Sin un nivel adecuado
de información, y sin garantías que posibiliten la controversia de los procedimientos
y resultados por parte de los posibles beneficiarios, la acción colectiva
pierde toda su capacidad para incidir - de manera real y efectiva - en los
procesos de conquista del bienestar de las comunidades que la ejercen.
El caso concreto
25. A la luz de lo
establecido, la tarea de la Sala se limitará a determinar si, en el caso que se
estudia, se respetaron los derechos de igualdad y participación del actor en el
proceso de asignación de subsidios para el adecuamiento de vivienda urbana,
conforme lo dispone la Ley 3 de 1991, el Decreto 706 de 1995 y el Acuerdo N° 31
de 1995 de la Junta Directiva del INURBE.
26. Es necesario
identificar, en primer término, cuál es el trámite legal previsto para el
otorgamiento de un subsidio para el mejoramiento de vivienda urbana, a fin de
establecer si las autoridades correspondientes respetaron el procedimiento
fijado.
27. El programa de
mejoramiento de vivienda y su entorno, diseñado por la ley 3 de 1991, se
encuentra regulado por el Decreto 706 de 1995, el Acuerdo N° 31 de 1995 de la
Junta Directiva del INURBE y por el Reglamento del Programa de Vivienda Urbana
Integrado a la Red de Solidaridad Social. Las acciones del Programa de
Mejoramiento de Vivienda y del Entorno se adelantan a través de diversas etapas
que a su vez se subdividen en varias fases.
28. La primera etapa
de los proyectos de mejoramiento de vivienda y del entorno - etapa de oferta -,
consiste básicamente en la identificación de los proyectos elegibles,
susceptibles de ser beneficiados por el Subsidio Familiar de Vivienda (SFV). El
artículo 30 del Decreto 706 de 1995 establece que la declaratoria de
elegibilidad no implica compromiso de asignación de subsidios. Esta etapa
está integrada por 5 fases, en las cuales se surte un proceso de
preelegibilidad (Decreto 706 de 1995, artículo 31), así: (1) concertación
departamental; (2) concertación municipal; (3) identificación de los proyectos;
(4) formulación de proyectos; (5) viabilidad de los proyectos.
La segunda etapa,
denominada "de demanda", se encuentra regulada en el artículo 34 del
Decreto 706 de 1995, que establece que el procedimiento de acceso al SFV
comprende los siguientes estadios: (1) postulación de proyectos; (2)
calificación de postulantes; (3) asignación de recursos; (4) entrega de
recursos; (5) seguimiento físico y financiero de los proyectos.
Antes de este
proceso, al comienzo de la vigencia fiscal respectiva, el INURBE debe realizar
una convocatoria pública (Decreto 706 de 1995, artículo 33) en la cual se
establece la periodicidad y los montos de recursos para las asignaciones de
subsidios que se realizarán en dicho período.
29. El
proyecto del Barrio La Unión, del Municipio de Orito, fue presentado por la
comunidad a la Mesa de Solidaridad realizada en esa localidad el tres de mayo
de 1995, dando cumplimiento a la segunda fase - concertación municipal - de la
primera etapa - de oferta - de los proyectos de mejoramiento de vivienda y del
entorno. Según lo dispuesto en el Acta de Instalación de la Mesa Municipal de
Solidaridad Social, la Comisión de Vivienda, en la que se llevó a cabo la
"focalización" de los proyectos presentados para el programa de
mejoramiento de vivienda urbana, incluyó al Barrio La Unión en la zona sur
Módulo Sectorial 3 y 4. Sin embargo el actor aduce que se vulneró su derecho a
la igualdad, pues, a su juicio, se le han debido entregar los recursos para el
mejoramiento de su vivienda, lo que no se hizo, porque se argumentó que el
proyecto presentado por la comunidad a la cual pertenece no era comunitario
sino privado, en razón de que la comunidad se había asesorado de una firma
particular de ingenieros.
30. La Mesa
Municipal de Solidaridad es una instancia de concertación municipal que tiene
por objeto garantizar la transparencia, la equidad y la validación comunitaria
de las acciones adelantadas por la Red de Solidaridad Social. Las decisiones
que adopta la Mesa son de carácter obligatorio y no meramente consultivo, y en
ellas debe ser real y eficaz la participación de la sociedad civil. Sus
funciones son: (1) focalizar los recursos por programa en el municipio, (2)
velar por la incorporación de los programas de la Red al Plan de Desarrollo
Municipal, (3) elegir los representantes de la sociedad civil a los Comités
Técnicos Sectoriales, (4) definir los procedimientos para la selección de los
beneficiarios, (5) validar las modalidades de entrega de los subsidios, (6)
identificar o aprobar proyectos, (7) definir mecanismos de control a la Red.
Desde el punto de vista del Programa de Mejoramiento de Vivienda y del Entorno,
su tarea principal consiste en definir las zonas de intervención dentro del
casco urbano del municipio. A la luz de las disposiciones legales y
reglamentarias vigentes, resulta claro que la Mesa Municipal no tiene la
función de asignar y entregar recursos, sino simplemente de identificar los
proyectos que luego, en posteriores fases, serán presentados, calificados, y,
si es del caso, seleccionados como beneficiarios del subsidio.
En consecuencia, el
cargo del actor en virtud del cual la Delegada (e) de la Red de Solidaridad
Social para el Putumayo lesionó su derecho a la igualdad por no haberle
asignado, en la Mesa Municipal de Solidaridad, el respectivo Subsidio Familiar
de Vivienda, resulta infundado, dado que ni la mencionada delegada, ni la Mesa,
son competentes para entregar estos recursos.
31. A la luz de los
documentos que obran en el expediente resulta claro que la única razón que
llevó al actor a interponer la presente acción fue el desconocimiento de los
criterios y etapas que componen el proceso de adjudicación de subsidios. Pese a
que la citación para concurrir a la Mesa de Solidaridad fue pública, lo cierto
es que el peticionario, miembro de un sector marginal de la población, no tuvo
acceso a la información completa sobre el trámite a seguir que, como lo ha
verificado la Corte, es dispendioso. Para que la participación comunitaria sea
efectiva y, además, se garantice el acceso en condiciones de igualdad a los
procesos de adjudicación de subsidios, se requiere que los funcionarios
públicos informen, de manera oportuna, clara y eficaz, a los sectores
potencialmente beneficiarios, sobre los criterios utilizados en la preselección
y selección de los beneficiarios, así como las etapas que han de surtirse antes
de la adjudicación del subsidio.
Las normas en las
que se plasman las bases, criterios y procedimientos de distribución de
prestaciones y bienes sociales, deben ofrecer a los beneficiarios todas las herramientas
posibles de información, con la finalidad de que las exclusiones finales no
sean producto de la ignorancia o de las equivocaciones incurridas al formular
las respectivas peticiones. De igual forma, la adjudicación de subsidios debe
caracterizarse por una transparencia mucho más exigente que en otras
actuaciones administrativas, toda vez que el resultado final - luego de
agotarse un procedimiento a veces largo y dispendioso - consiste, en suma, en
la realización progresiva de valiosos principios sociales que no pueden quedar
al arbitrio de los servidores públicos encargados de realizarlos, ni resultar
ajenos a los mecanismos de control social y jurídico.
En consecuencia,
para que se realicen los principios de igualdad, participación y control comunitario,
la población susceptible de ser beneficiada con un subsidio social, debe
conocer, tanto el trámite pertinente, como las causas y motivaciones que
determinan cada una de las decisiones que lo integran. Por lo demás, las
diferentes normas que regulan los programas que la Red de Solidaridad Social
ejecuta o coordina, contemplan instrumentos de participación, control y
publicidad, con miras a garantizar la transparencia en la definición y
selección de beneficiarios y en el manejo de los recursos[8].
Todo esto demuestra
que las autoridades nacionales, departamentales y municipales, tienen el deber
de informar a los interesados sobre el alcance de los programas de la Red. Pese
a que en el caso presente no puede imputarse, de manera clara, a dichas
autoridades la omisión en el cumplimiento de sus tareas por no existir pruebas
para ello, no cabe duda que un sector de los usuarios carece por completo de la
información necesaria para poder acceder, en igualdad de condiciones, a la
obtención de un subsidio de vivienda. Pese a que no se observa vulneración
alguna de los derechos fundamentales del actor, ha quedado demostrado que tanto
él como la comunidad a la que pertenece, no disponen de una información
relevante, para su bienestar material mínimo, sin la cual su derecho a la
igualdad y a la participación, en el proceso público de adjudicación de
subsidios de vivienda, podrían resultar amenazados.
Con el objeto de
conjurar la referida amenaza a los derechos fundamentales a la igualdad y a la
participación, en la parte resolutiva de la presente providencia, se ordenará a
la Alcaldía Municipal de Orito y la Delegada de la Red de Solidaridad Social,
informar, al señor Roberto Zúñiga Chapal, el procedimiento legal y
reglamentario para la solicitud del Subsidio Familiar de Vivienda, la etapa en
la cual se encuentra el proyecto presentado por la comunidad del Barrio La
Unión del Municipio de Orito - a la cual pertenece -, así como el contenido de las
decisiones administrativas que han recaído sobre su petición.
D E C I S I O N
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E:
PRIMERO.-
CONFIRMAR, por las
razones expresadas, la sentencia del 16 de junio de 1995, proferida por el
Juzgado Promiscuo Municipal de Orito.
SEGUNDO.- ORDENAR
al Alcalde Municipal de
Orito y a la Delegada de la Red de Solidaridad Social para el Putumayo, con el
objeto de prevenir la amenaza de los derechos fundamentales a la igualdad y a
la participación del señor Roberto Zúñiga Chapal, se sirvan tomar todas las
medidas razonables destinadas a difundir la información pertinente sobre el
procedimiento legal y reglamentario para acceder los recursos del Subsidio
Familiar de Vivienda y, en particular, informar al actor acerca de: (1) la
etapa en la cual se encuentra el proyecto presentado a la Mesa Municipal de
Solidaridad el 3 de mayo de 1995 por la comunidad del Barrio La Unión; (2) el
contenido de las decisiones administrativas que hayan afectado el mencionado
proyecto, lo mismo que los trámites que restan por surtirse.
TERCERO.- LÍBRESE comunicación al Juzgado Promiscuo
Municipal de Orito, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los ocho (8) días del mes de noviembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995)).
[1] Arendt, Hannah, Sobre la Revolución, Madrid,
Alianza, 1988, p. 61.
[2] World Bank, Poverty in Colombia,
Washington, D.C., 1994, p. 2.
[3] Presidencia de la República-Departamento
Nacional de Planeación, Las Políticas de El Salto Social, Tomo I, Santa
Fe de Bogotá, 1995, pp. 45 a 55.
[4] Presidencia de la República, Red de
Solidaridad Social. Una Estrategia de Desarrollo Social y Humano, Santa Fe
de Bogotá, 1995, p. 9.
[5] Presidencia de la República-Departamento
Nacional de Planeación, Las Políticas de El Salto Social, Tomo I, Santa
Fe de Bogotá, 1995, pp. 231 a 251.
[6] El Sistema de Selección de Beneficiarios
para Programas Sociales -SISBEN-, es un conjunto de reglas, normas y
procedimientos que permiten obtener información socio-económica, confiable y
actualizada, útil para la canalización del gasto social. Su objetivo es
establecer un mecanismo técnico, objetivo, equitativo y uniforme de selección
de beneficiarios de programas sociales para ser utilizado por las entidades
territoriales.
[7] World Bank, Poverty in Colombia,
Washington, D.C., 1994, p. 115.
[8] Decreto 2099 de 1994, artículo 9°, en el
cual se establece que la Red procurará poner en funcionamiento mecanismos que
garanticen la participación comunitaria; Reglamento Operativo General de la Red
de Solidaridad Social, artículo 5°, en el cual se establece que la Red se guía
por el principio de transparencia en la definición y selección de los
beneficiarios y en el manejo de los recursos, el cual se concreta en el
conocimiento público de toda la gestión de la Red y en la garantía de la
información y el derecho a que, con la intervención de representantes de la
sociedad civil, se construya un proceso racional, eficiente y con impacto
social; Reglamento del Programa de Vivienda Urbana Integrado a la Red de
Solidaridad Social, artículo 20, según el la Red y el INURBE, en coordinación
con los municipios, deben divulgar, en medios masivos de comunicación
regionales y en los centros y establecimientos frecuentados por la población
objetivo, las decisiones adoptadas por las Mesas de Solidaridad, e informar a
las organizaciones sociales vinculadas con los potenciales beneficiarios, a las
organizaciones populares viviendistas, a las agremiaciones de empresarios
privados, a los municipios y a los sectores urbanos seleccionados, la
disponibilidad de los recursos, así como el procedimiento a seguir para la
participación en el Programa. |
568 | T-500-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-500/95
MEDIDA
PROVISIONAL PARA PROTEGER UN DERECHO
La Corte decidió
suspender la ejecución del fallo, hasta tanto se profiriera el correspondiente
fallo de revisión dentro de la presente acción de tutela. La Sala adoptó dicha
medida, toda vez que consideró que el fallo del Juzgado "presuntamente se
encuentra en contradicción con una sentencia proferida por esta misma Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, y que dicha situación podría afectar a
terceras personas y desestabilizar el orden jurídico."
RECUSACION-Improcedencia
Se recusó al
magistrado ponente, argumentando que él había ofrecido declaraciones al diario
"El Tiempo" acerca del presente caso. A pesar de que en el trámite de
la revisión de las acciones de tutela no es procedente la recusación, el
magistrado sustanciador puso en conocimiento de la Sala Plena de la Corte
Constitucional la solicitud presentada por el apoderado del peticionario, ante
lo cual hubo un pronunciamiento unánime en el sentido de que dicha recusación
era infundada e improcedente. Primero, por tratarse de una declaración de
carácter genérico, no referida a este caso en concreto; segundo, por el
artículo 39 del Decreto 2591 de 1991, norma que se encuentra complementada por
el artículo 80 del Acuerdo 05 de 1992 "por el cual se recodifica el
Reglamento de la Corporación. En virtud de dicho pronunciamiento la Sala de
Revisión, resolvió rechazar por improcedente e infundada la recusación presentada.
JUEZ DE TUTELA-Función
En principio, no
es el juez de tutela el llamado a resolver conflictos propios del resorte de
otras jurisdicciones, ni tampoco le corresponde evaluar los alcances de las
decisiones que adopten esos funcionarios judicales en virtud de su propia
autonomía e independencia. Lo anterior no significa que en caso de que el juez
de tutela advierta la violación flagrante de los derechos fundamentales de los
interesados, que comprometa la imparcialidad y la eficacia de la administración
de justica, no puedan utilizarse los mecanismos de protección de derechos.
VIA DE HECHO
La acción de
tutela resulta procedente en estos eventos cuando la decisión judicial se
hubiese proferido mediante una “vía de hecho” que atente contra los derechos
constitucionales fundamentales de una de las partes dentro del proceso. Se
trata, pues, de decisiones que contengan un fundamento arbitrario, caprichoso o abusivo; es decir, que se
desconozca el principio de que al juez le corresponde pronunciarse judicialmente
de acuerdo con la naturaleza misma del proceso y las pruebas aportadas, todo
ello según los criterios que establezca la ley, y no de conformidad con su
propio arbitrio.
ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-Alcance
La procedencia de
la acción de tutela contra providencias judiciales en ningún caso puede
convertirse en una justificación para que el juez encargado de ordenar la
protección de los derechos fundamentales, entre a resolver la cuestión
litigiosa debatida dentro del proceso. Por ello, la labor en este caso se
circunscribe únicamente a analizar la conducta desplegada por el funcionario
encargado de administrar justicia, la cual se refleja a través de la
providencia atacada, y solamente si esa conducta reviste el carácter de abusiva,
caprichosa o arbitraria, de forma tal que amenace o que vulnere algún derecho
constitucional fundamental. Así, pues, debe adelantarse que en el asunto bajo
examen el juez de tutela no tiene por qué dirimir la cuestión de fondo, ya que
éste le corresponde, exclusivamente, a la jurisdicción ordinaria.
COSA JUZGADA EN TUTELA-Hechos nuevos
El asunto que aquí se debate no es el mismo que aquél que fue objeto de
pronunciamiento anterior por parte de esta Corporación, ya que se trata de
hechos nuevos.
ABOGADO-Deberes
Hubo negligencia manifiesta por parte del abogado del peticionario, y si
se hubiere presentado una presunta indefensión, ésta obedece exclusivamente a
la culpa de quien, por razones de ética profesional, debe ser diligente y estar
atento a todas las etapas procesales. Como lo establece un principio común en
el campo del derecho, nadie puede sacar provecho de su propia culpa; en otras
palabras, la negligencia personal jamás puede ser título jurídico para invocar
un derecho, y al contrario, genera responsabilidades para quien incurre en
ella.
DERECHO DE DEFENSA-Igualdad de las partes
No es factible que el derecho de defensa esté al arbitrio y
determinación absoluto de una de las partes, porque desequilibraría las
facultades de éstas dentro del proceso, perdiendo así el sentido de igualdad
que debe regir todo juicio; esta se fundamenta en la equivalencia de
oportunidades predeterminadas por la ley, y no en la subjetividad de uno de los
intervinientes.
DEBIDO PROCESO-Actuaciones policivas/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Proceso civil de policía
Se declarará
improcedente la acción de tutela, porque no se configuró por parte de la
accionada una vía de hecho, ya que no hay vulneración del núcleo esencial del
derecho al debido proceso, que lo dejase en evidente estado de indefensión,
pues no se contradijo manifiesta y superlativamente ningún derecho; antes bien,
la demandada tuvo un principio jurídico de razón suficiente en su actuar, como
lo es el cumplimiento de una decisión, y no obró en forma arbitraria ni
caprichosa y, porque las partes, para el asunto en concreto, cuentan con otros
mecanismos de defensa judicial para hacer valer sus derechos.
Ref.: Expediente
T- 75000
Peticionario:
Carlos Julio
Hernández Africano.
Procedencia:
Juzgado 69 Penal Municipal de Santafé de Bogotá D.C.
Temas: Vías
de hecho
Magistrado
Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Santafé de Bogotá,
D.C., ocho (8) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
en el proceso de
tutela radicado bajo el número T- 75000, adelantado por el ciudadano Carlos
Julio Hernández Africano en contra de la Inspectora Novena A Distrital de
Policía de Santafé de Bogotá D.C.
I. ANTECEDENTES
De acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del decreto 2591
de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional
escogió para efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión procede a dictar
la sentencia correspondiente.
1. Solicitud
El señor Carlos
Julio Hernández Africano, mediante apoderado judicial, interpuso ante el
Juzgado Sesenta y Nueve Penal Municipal, acción de tutela en contra de la
Inspectora Novena A Distrital de Policía de Santafé de Bogotá D.C., doctora
Martha Inés Castillo de Paez, con el fin de que se le ampararan sus derechos
fundamentales a la igualdad, de petición y al debido proceso, consagrados en
los artículos 13, 23 y 29 de la Constitución Política.
2. Hechos
En el presente
acápite se hará una transcripción de los hechos aducidos por el demandante. Sin
embargo, debido a que no existe la suficiente claridad en los mismos que
permita a esta Sala de Revisión tomar una decisión de fondo, más adelante se
realizará un breve recuento de los acontecimientos, con base en la
documentación y las pruebas recaudadas por el Despacho del magistrado ponente,
con el fin de elucidar el caso que se revisa.
En el escrito de
tutela el apoderado del actor afirma lo siguiente:
"1. Previa
resolución que admitió la querella de lanzamiento por ocupación de hecho instaurada
por CARLOS JULIO HERNANDEZ AFRICANO y CAMILO QUIÑONES QUIÑONES, la Inspección
9E Distrital de Policía, dio inicio a la diligencia que tenía por finalidad la
restitución del inmueble.
"2. En
desarrollo de tal actuación y para obstaculizar la tramitación dada por la
Inspección, fue recusada la Inspectora, mediando una figura no aplicable a
procedimientos policiales, con fundamento en el artículo 30 del Código
Contencioso Administrativo, a efecto de separar del conocimiento del caso a la
Inspectora 9E Distrital de Policía y hacer posible que los querellados
escogieran la funcionaria para su causa. La aplicación de este medio reservado
para actuaciones administrativas contó con la aquiescencia del Consejo de
Justicia de Santafé de Bogotá, D.C., entidad corporativa, que sin ley que así
lo determine, ha venido conociendo de la segunda instancia de los procesos
policivos que se adelantan en la capital del país.
"3. Como era
previsible "la entidad Corporativa 'acogió' en un todo lo solicitado por
los recusantes", siendo así como fue separada temporalmente la Inspectora
9E Distrital de Policía, del conocimiento del caso.
"4. Frente
al atropello por parte del Consejo de Justicia, fue instaurada una acción de
tutela, con el propósito de restablecer las garantías fundamentales violadas,
de la cual conoció el Juzgado 23 Civil Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., y
en efecto este Despacho se pronunció favorablemente sobre lo peticionado.
Conforme obra en la certificación que se adjunta, la acción de tutela fue
instaurada en contra del precitado Consejo de Justicia de Santafé de Bogotá,
D.C., y nunca en contra de la Inspectora 9E Distrital de Policía.
"5. Así las
cosas, y dejando sin efecto el entuerto jurídico originado en la recusación
planteada con base en el artículo 30 del Código Contencioso Administrativo, la
Inspectora 9E Distrital de Policía continuó con la tramitación policial a ella
asignada, la que concluyó con el lanzamiento de los ocupantes y la consiguiente
entrega real y material del predio en litis a los querellantes.
"6. No debe
dejarse pasar por alto que, además, la providencia del Juez 23 Civil Municipal
de Santafé de Bogotá, D.C., sobre la cual conoció por vía de apelación el Juez
15 Civil del Circuito de esta misma ciudad, jamás fue revocada por éste
Despacho, que en últimas pronunció decisión inhibitoria, bajo los argumentos de
que: a) Había cursado otra acción de tutela por los mismos hechos -lo que no
corresponde a la realidad- y b) Porque los impugnantes no habían acreditado el
cumplimiento de exigencias de ese Juzgado, relativas a la demostración formal
de la prueba sobre la vigencia de la persona jurídica denominada INVERSIONES
SAN PABLO LTDA, EN LIQUIDACION.
"En orden a
desvirtuar la inexacta afirmación sobre la existencia de dos acciones de tutela
por los mismos hechos, debe precisarse que un escrito similar al que dio origen
a la tutela a que se alude, ciertamente fue presentado en otro Despacho
judicial, por persona diferente a mi representado, e igualmente retirado por
aquél sin ninguna tramitación que hubiera ameritado pronunciamiento de fondo.
Por ello, categóricamente se rechaza la existencia de dos acciones por los
mismos hechos y por idénticas personas. Es importante señalar que el doctor
Jaime Córdoba Triviño Defensor del Pueblo se pronunció ante la Honorable Corte
Constitucional, escrito en que resalta la ilegalidad de lo actuado por el
Juzgado 15 Civil del Circuito.
"7.
Prevalidos de su capacidad de intriga y con una habilidad sin límites, los
querellados logran que funcionarios varios crean que lo expresado por el
Juzgado 15 Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., en aquel auto
inhibitorio, dice lo que no dice, y entonces: a) Una tutela no dirigida contra
la Inspectora 9E Distrital de Policía, termina siendo aplicada en su contra
para lograr asimismo su separación del caso, con el claro afán de instituir un
funcionario incondicional y entregarle el asunto a la Inspectora 9A Distrital
de Policía, al servicio de la contraparte; b) Con una tutela no dirigida
contra la Inspectora 9E Distrital de Policía, se logra la anulación de todo lo
actuado por ésta, sin que ningún funcionario judicial, en primera ni en segunda
instancia así lo hubiera dispuesto; c) Con una tutela no dirigida en contra de
la Inspectora 9E Distrital de Policía se revive una actuación ya concluida; d)
Con una tutela no dirigida contra la Inspectora 9E Distrital de Policía se
despoja a mi representado de sus derechos sobre el inmueble, mediando un
proceder absurdo, e ilegal por arbitrario.
"8. A pesar
de haber culminado la actuación de la Inspección 9E Distrital de Policía -como
ya se ha dicho- con providencia que al resolver la oposición, dispuso el
lanzamiento de los ocupantes y la restitución del inmueble, el Consejo de
Justicia de Santafé de Bogotá, D.C., -Corporación destinataria de la tutela
ahora incoada- decide separar del conocimiento a la Inspectora 9E Distrital de
Policía, cuando la titular de ese Despacho ya no era la funcionaria recusada
-razón que por sustracción de materia tornaba en inocua la recusación
impetrada- y a pesar de todo ello, la nueva funcionaria de la Inspección, con
auto de cúmplase -sin notificar, y como tal providencia aún no ejecutoriada-
envía el expediente a la tan anhelada Inspectora 9A Distrital de Policía. En
este Despacho -sin auto que pronunciara decisión alguna sobre la admisión o no
del conflicto de competencias planteado- se entra sin ninguna consideración a
decidir de fondo.
"9. Es
entonces la Inspectora 9A Distrital de Policía funcionaria contra quien ahora
se dirige la presente acción de tutela, que sin ninguna fórmula de juicio, sin
autorización expresa de ningún Despacho judicial y sin existir causal que
invalidara la actuación, con providencia del 19 de octubre de 1994, decide
"declarar sin valor y efecto jurídico lo actuado por la Inspección 9E
Distrital de Policía, entre el 18 de julio de 1994 y el 30 de julio del mismo
año, con base en lo resuelto por el Juzgado 15 Civil del Circuito de Santafé de
Bogotá, que revocó la providencia de junio 27 del 94 del Juzgado 23 Civil (sic)
de Santafé de Bogotá, D.C., y de conformidad con lo expuesto en la parte motiva
del proveído".
"Corresponde
aquí destacar, por ser falso, que el Juzgado 15 Civil del Circuito de Santafé
de Bogotá, D.C., no revocó la decisión del Juez 23 Civil Municipal de Santafé
de Bogotá, D.C., ya hemos visto como aquél Despacho se inhibió de conocer del
segundo grado jurisdiccional, al decir que ya había cursado tutela por los
mismos hechos; -igualmente incierto-.
"10. La
Inspectora 9A Distrital de Policía cuestionada, con proveído del 19 de
noviembre de 1994, da lugar a un conflicto de competencias. Pero con auto de
cúmplase -sin notificar y adquirir ejecutoria- como los anteriores, intentando
tomar por sorpresa a la parte que represento. Razón por la cual su
determinación fue anulada por el Consejo de Justicia.
"11. La
Inspectora cuestionada, no procedió a la notificación del auto, como
correspondía, sino que dictó otro similar, que ella misma posteriormente revocó
para dar paso a una diligencia de lanzamiento, aduciendo el cumplimiento de una
decisión judicial que, se repite hasta la saciedad, nunca ha existido.
"12. Lo
anterior motivó que, haciendo uso de la misma figura "inventada" por
los querellados, se insistiera mediante la "garantía de
imparcialidad", en la separación de la funcionaria del conocimiento del
asunto, pues multiplicidad de pruebas coincidían, como coinciden en apuntar a
su interés manifiesto en el litigio, en procura de favorecer -por inequívoca
parcialidad- a la parte contraria. En tal ocasión se expresó que "la única
explicación posible para tan exabrupto proceder termina siendo su interés
absoluto con la parte contraria de la cual ha permitido toda clase de argucias
procesales y personales y lo que es más grave aún el ser custodiada por
escoltas suministrados, proporcionados y pagados por la contraparte, que ya la
Inspectora elevó a la categoría de funcionarios del Despacho, como lo
atestiguan sus propios empleados y la policía acantonada allí, en las
certificaciones que acompaño".
"13. Desde
luego, por provenir de la parte que represento y a pesar del caudal probatorio,
la recusación fue desestimada con los pobres argumentos con que siempre se
despachó negativamente lo solicitado por mis representados, por parte del
Consejo de Justicia Distrital.
"14. Con una
diligencia caracterizada por la ilegalidad, la funcionaria cuestionada,
Inspectora 9A Distrital de Policía, concluyó con el lanzamiento de los
querellantes, mis representados, quienes precisamente lo habían solicitado. Es
decir que de demandantes, pasaron a demandados por obra y gracia de una
funcionaria al servicio de intereses oscuros.
"Las
declaraciones que al efecto se ha recaudado, y que se acompañan a este escrito,
rendidas por la Ex-Inspectora 9E Distrital de Policía, Yasmina Redondo, así
como del propio secretario de la Inspección 9A Distrital de Policía al unísono,
informan sobre las presiones ejercidas por el Alcalde Jaime Castro, el
secretario de Gobierno Hermann Arias y el subsecretario de gobierno Adalberto
Beltrán, en orden a "torcer subrepticiamente" el curso legal de la
actuación. Y desde luego dan cuenta también de la complacencia de la Inspectora
9A Distrital de Policía para acceder a tales "recomendaciones".
"15. Por si
lo anterior fuera poco y, si como ella misma lo había plasmado en sus
providencias -alejadas siempre de la realidad-, su actuación comprendía dos
partes: una para retrotraer el trámite -por nulidad de lo actuado- y una
segunda para reponer la tramitación anulada reiniciando el proceso al que dio
lugar la querella impetrada por mi representado, que implicaba notificación
conforme a claras disposiciones legales (artículo 6o. del Decreto 992 de 1930),
por qué entonces no se procedió en tal sentido?
"Es del caso
pues, puntualizar también cómo la funcionaria desconoció la primacía de las
disposiciones que inobjetablemente enseñan que las decisiones de policía sólo
existen en la medida en que no contradigan lo dispuesto por decisiones
judiciales.
"Y lo propio
hizo el Consejo de Justicia de Santafé de Bogotá, D.C., del cual, además debe
decirse que funcionalmente desconoce el principio del "juez natural".
"Así las
cosas procedieron a derribar las casetas, cercas (24 en total y construcciones
que existían en el predio objeto de la querella, para posesionarse ilegalmente
del mismo."
3. Pruebas
aportadas con la demanda
El peticionario
acompañó a la demanda fotocopia debidamente autenticada del expediente 230,
correspondiente al trámite de la querella interpuesta por Carlos Julio
Hernández Africano y Camilo Quiñones Quiñones contra Hernando Moreno, Henry
Gutiérrez y otras personas indeterminadas. Igualmente aportó fotocopia de una
certificación expedida por el Juzgado 23 Civil Municipal de Santafé de Bogotá,
fotocopias debidamente autenticadas de las declaraciones rendidas por Yesmina
Redondo Sierra y Pedro Emilio Caro, y copia auténtica del escrito presentado
por el señor Defensor del Pueblo, mediante el cual "recurre el auto
inhibitorio del Juzgado 15 Civil del Circuito de Santafé de Bogotá."
4.
Pretensiones
Solicita el
apoderado del peticionario que se ordene a la Inspectora 9A de Policía
Distrital que practique una diligencia "en la cual se retrotraiga la
actuación, quedando las cosas conforme se encontraban luego de finalizar el
acto procesal practicado por la Inspección 9 E Distrital de Policía, en virtud
del cual dispuso el lanzamiento de los querellados e invasores y la
consiguiente entrega del predio en litis a la parte actora." Igualmente
solicitó que se declarara sin ningún valor ni efecto toda la actuación
realizada por la Inspectora 9 A Distrital de Policía, con posterioridad a la
fecha en que se verificó el lanzamiento de los querellados, "por las
violaciones flagrantes a los derechos fundamentales inalienables que le asisten
al señor Carlos Julio Hernández Africano como poseedor que ha sido del bien
desde innumerables años atrás", se ordene nuevamente dejar en libertad a
las partes para que acudan a la justicia ordinaria a efecto de hacer valer sus
eventuales pretensiones, se ordene la construcción de seis casetas de
vigilancia para garantizar la seguridad del predio y se compulsen copias para
que se investigue disciplinaria y penalmente a la Inspectora 9 A Distrital de
Policía, por su actuación en la mencionada querella.
II. ACTUACION
JUDICIAL
1. Fallo de
única instancia
Mediante providencia
de fecha veintidós (22) de junio de 1995, el Juzgado Sesenta y Nueve Penal
Municipal de Santafé de Bogotá D.C., resolvió tutelar el derecho al debido
proceso del señor Carlos Julio Hernández Africano, y en consecuencia, ordenó
declarar la nulidad de todo lo actuado por la Inspectora 9 A Distrital de
Policía con posterioridad a la diligencia de lanzamiento verificada el día
treinta (30) de julio de 1994. Sobre el particular, argumentó: "Como
consecuencia y para lograr la efectividad de la protección decretada en el
numeral anterior se ordena a la Inspectora 9 A de Policía restablecer la
situación de orden fáctico-jurídico conforme a lo establecido en el fallo de 30
de julio de 1994, proferido por la Inspectora 9E de Policía, por lo que se
deberá restituir el inmueble objeto de la litis al señor CARLOS JULIO HERNANDEZ
AFRICANO, sin admitir oposición alguna de ninguna naturaleza, en un término
perentorio de 48 horas". Así mismo declaró legalmente terminado el proceso
policivo de lanzamiento por ocupación de hecho, radicado con el número 230 en
la Inspección 9E Distrital de Policía, "el cual fue fallado el día 30 de
julio de 1994, y se dejó en libertad a las partes para que acudieran ante la
justicia ordinaria a fin de hacer valer sus derechos."
La juez del
conocimiento hizo un breve recuento de la actuación desplegada con ocasión de
la querella de lanzamiento por ocupación de hecho, radicada con el número 230,
y llegó a la conclusión de que "el análisis sobre la prescripción de la
acción era una etapa procesal precluída, razón por la cual la Inspectora 9 A de
Policía faltando al debido proceso, no podía reabrir pues ya le estaba vedado,
y la nulidad decretada por el Consejo de Justicia Distrital, en forma
totalmente irregular por aplicar normas que no eran del asunto, no comprendía
la admisión de la demanda -providencia del 4 de marzo de 1994-, sino desde lo
diligenciado el día 5 de abril inclusive."
Además, afirmó que
en esta clase de procesos no es aceptable como oposición a la diligencia de
lanzamiento el alegar la prescripción de la acción; en tal sentido consideró
que la declaratoria de la prescripción "es de resorte exclusivo del
funcionario" y que "las oposiciones se deben proponer dentro de la
primera diligencia y en éste caso lo hicieron en la quinta sesión, pues el
proceso civil es de etapas, las que precluyen dando paso a las subsiguientes,
sin opción de extenderlas al arbitrio de las partes".
En otro aparte del
fallo en comento se establece que "la señora Inspectora 9 A de Policía al
reabrir un proceso legalmente concluido, en donde se había dejado a las partes
en libertad para acudir ante la justicia ordinaria a fin de hacer valer o
reconocer sus derechos, desconoció flagrantemente el principio de la cosa
juzgada, violentando de paso la legalidad con que estaba revestido dicho fallo.
Consecuencia de tal vulneración se desequilibró el trato igualitario que merecían
las partes en contienda, inclinando la balanza justiciera contra el querellante
CARLOS JULIO HERNANDEZ AFRICANO, quien ha venido clamando justicia y legalidad
por varios estrados judiciales en forma infructuosa."
De las pruebas que
obran en el expediente, la señora juez consideró que el peticionario fue objeto
de un "trato discriminatorio" por parte de la demandada, quien, según
la providencia que se comenta, "transgredió el derecho fundamental de
igualdad ante la ley y lo que resulta más grave aún, movida por intereses
desconocidos y con el aval de sus superiores jerárquicos que a ultranza
resultan ser sus nominadores."
Además manifestó que
"ciertamente se pisoteó la administración de justicia, pues en este
momento histórico de incredulidad hacia las autoridades públicas no es posible
permitir que redunde la desconfianza contra ellas, de ahí que la seguridad
jurídica pretendida por el accionante fue evadida, a tal punto que el resultado
fue tan adverso al tutelante, que de querellante pasó a querellado."
Por último, el
fallador de instancia ordenó compulsar copias de lo actuado con destino a la
Fiscalía General de la Nación, para que se investigara la conducta de la
doctora Martha Inés Castillo, Inspectora 9A Distrital de Policía.
El fallo en comento fue
impugnado por la inspectora Novena A Distrital de Policía, quien posteriormente
desistió de dicha impugnación
III.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. Medida
previa adoptada por la Sala Novena de Revisión
Con fundamento en el
artículo 7o. del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la Corte
Constitucional decidió suspender la ejecución del fallo de fecha veintidós (22)
de junio de 1994, proferido por el Juzgado Sesenta y Nueve Penal Municipal de
Santafé de Bogotá D.C., hasta tanto se profiriera el correspondiente fallo de
revisión dentro de la presente acción de tutela.
La Sala adoptó dicha
medida, toda vez que consideró que el fallo del Juzgado 69 Penal Municipal
"presuntamente se encuentra en contradicción con la Sentencia No. 203 de
fecha veinte (20) de abril de 1994, proferida por esta misma Sala de Revisión
de la Corte Constitucional, y que dicha situación podría afectar a terceras
personas y desestabilizar el orden jurídico."
3. Recusación
formulada por el apoderado del señor Carlos Julio Hernández
Mediante memorial de
fecha veinticinco (25) de julio de 1995, el apoderado del señor Carlos Julio
Hernández recusó al magistrado ponente, doctor Vladimiro Naranjo Mesa,
argumentando que el magistrado había ofrecido declaraciones al diario "El
Tiempo" acerca del presente caso. A pesar de que en el trámite de la
revisión de las acciones de tutela no es procedente la recusación, el día
veintisiete (27) de julio de 1995 el magistrado sustanciador puso en conocimiento
de la Sala Plena de la Corte Constitucional la solicitud presentada por el
apoderado del peticionario, ante lo cual hubo un pronunciamiento unánime en el
sentido de que dicha recusación era infundada e improcedente. Lo primero, por
tratarse de una declaración de carácter genérico, no referida a este caso en
concreto; lo segundo, porque el artículo 39 del Decreto 2591 de 1991, dispone
lo siguiente:
"Artículo
39: Recusación. En
ningún caso será procedente la recusación. El juez deberá declararse impedido
cuando concurran las causales de impedimento del Código de Procedimiento Penal
so pena de incurrir en sanción disciplinaria correspondiente. El juez que
conozca de la impugnación del fallo de tutela deberá adoptar las medidas
procedentes para que se inicie el procedimiento disciplinario si fuere el caso.
La anterior norma se
encuentra complementada por el artículo 80 del Acuerdo 05 de 1992 "por el
cual se recodifica el Reglamento de la Corporación, que dice
"Artículo
80. En los demás casos.
En la revisión de acciones de tutela no habrá lugar a recusación; las causales
de impedimento serán previstas en el Código de Procedimiento Penal. El
Magistrado deberá declararse impedido, so pena de incurrir en las sanciones
penales y disciplinarias correspondientes. En dichos procesos conocerá del
impedimento el resto de los Magistrados de las Salas de Selección, Revisión o
Plena, según el caso. En el evento de esta disposición se observará el trámite
contemplado en el artículo 27 del Decreto 2591 de 1991."
"..............................................................................................."
En virtud de dicho
pronunciamiento la Sala Novena de Revisión, a través de auto de fecha primero
(1o.) de agosto de 1995, resolvió rechazar por improcedente e infundada la recusación
presentada.
4. Pruebas
decretadas por la Sala Novena de Revisión para un mejor proveer.
Mediante auto de
fecha nueve (9) de octubre de 1995, la Sala Novena de Revisión de la Corte
Constitucional, con el fin esclarecer los hechos que dieron lugar a la presente
acción de tutela, resolvió oficiar al Juzgado Veintitrés Civil Municipal de
Santafé de Bogotá, con el fin de que remitiera copia auténtica del expediente
correspondiente a la acción de tutela interpuesta por el señor Carlos Julio
Hernández Africano en contra del Consejo de Justicia Distrital; igualmente se
decretó la práctica de una inspección ocular al expediente correspondiente a la
querella radicada con el número 230, adelantada en la Inspección Novena A
Distrital de Policía.
Dando cumplimiento a
lo anterior y mediante oficio de fecha veintitrés (23) de octubre de 1995, el
mencionado juzgado remitió a esta Corporación la totalidad del expediente
correspondiente a la tutela interpuesta por el señor Hernández en contra del
Consejo de Justicia Distrital. Igualmente, el día diecinueve (19) de octubre
del año en curso, el magistrado auxiliar del Despacho del magistrado ponente,
doctor Francisco José Herrera Jaramillo, se trasladó a la Inspección Novena A
Distrital de Policía, y examinó detenidamente el expediente correspondiente a
la querella radicada con el número 230, con el fin de confrontar los documentos
que allí reposan con los que obran en el expediente correspondiente a la
presente acción de tutela, para así tener claridad meridiana sobre los hechos
relevantes que ocupan la atención de la Sala, los cuales se expondrán a
continuación.
5. Recuento
de los hechos que han dado lugar a la presente acción de tutela
Tal como se anunció
al inicio de la presente providencia, la Sala Novena de Revisión procede a
hacer un somero recuento de los hechos relevantes del caso bajo examen.
1-. El día
veintiocho (28) de abril de 1993, el señor Carlos Julio Hernández Africano,
mediante apoderado judicial, inició una querella de policía en contra de los
señores Hernando Ramírez y "Adela N.", con el fin de que se ordenara
a dichas personas que cesaran los actos de perturbación realizados dentro de un
inmueble ubicado en la Calle 13 No. 70-56. Inicialmente la Inspección Novena D
Distrital de Policía asumió el conocimiento de dicha querella, la cual se
adecúo a la figura policiva del amparo domiciliario.
Posteriormente, el
señor Camilo Quiñones Quiñones presentó ante la misma inspección de policía una
querella por perturbación a la posesión en contra del señor Hernando Ramírez,
la cual fue acumulada a la querella presentada por Hernández Africano. Luego,
en forma conjunta, los señores Hernández Africano y Quiñones Quiñones iniciaron
una tercera querella, esta vez solicitando el lanzamiento por ocupación de
hecho, en contra del señor Hernando Moreno.
En virtud de la
decisión tomada mediante auto de fecha veintiocho (28) de enero de 1994,
proferido por la entonces encargada de la inspección, doctora Yasminia Redondo
Sierra, se decretó la nulidad del proceso policivo adelantado por los señores
Camilo Quiñones Quiñones y Carlos Julio Hernández Africano. En dicha
providencia se consideró que la querella No. 116 fue fruto de una indebida
acumulación de pretensiones, toda vez que se pretendió tramitar bajo una misma
cuerda procesal, un amparo domiciliario, un amparo posesorio y un lanzamiento
por ocupación de hecho. En la citada providencia se afirmó que en virtud de la
tercera querella presentada en forma conjunta por los señores Hernández y
Quiñones, en la cual se afirmó que el primero de éstos fue despojado de la
tenencia del predio objeto de litigio, cesaba el motivo que fundamentaba el
amparo al domicilio planteado, y que los nuevos hechos daban lugar a la figura
policiva de la ocupación de hecho.
Con base en las
anteriores consideraciones, la Inspectora (e) resolvió en la providencia
comentada declarar la nulidad de todo lo actuado a partir del auto de fecha 10
de noviembre de 1993 y ordenó el archivo de las dos querellas iniciales, las
cuales consideró como amparos domiciliarios. Así mismo ordenó adecuar la
actuación surtida al procedimiento previsto para los lanzamientos por ocupación
de hecho, para lo cual dispuso el desglose de las piezas procesales pertinentes
y su envío a la Alcaldía local de Fontibón para el correspondiente reparto.
2-. La anterior
decisión fue objeto de una acción de tutela presentada por el señor Camilo
Quiñones Quiñones en contra de la Inspección Novena D Distrital de Policía, con
fundamento en una presunta violación al debido proceso. Dicha tutela fue
denegada por el Juzgado 25 Penal Municipal de Santafé de Bogotá, en providencia
que fue confirmada por esta Sala de Revisión, mediante Sentencia T- 203 de 20
de abril de 1994.
3-. Con antelación a
la citada acción de tutela, la Inspectora 9 D Distrital de Policía (e),
mediante oficio 010 de diez (10) de febrero de 1994, remitió a la Alcaldía
Local de Fontibón la querella de lanzamiento por ocupación de hecho presentada
por Carlos Julio Hernández Africano y Camilo Quiñones Quiñones en contra de
Hernando Moreno, para que se llevara a cabo el correspondiente reparto.
4-. Mediante
providencia de fecha 19 de febrero de 1994, la Inspectora Novena E Distrital de
Policía, quien coincidencialmente es la misma doctora Yasmina Redondo
anteriormente encargada de la Inspección Novena D, asumió el conocimiento de la
querella de lanzamiento por ocupación de hecho, la cual se radicó bajo el
número 230, y procedió a darle el trámite correspondiente. Del trámite de ésta
querella se desprenden los hechos que han dado lugar a la acción de tutela que
en esta oportunidad ocupan la atención de la Sala Novena de Revisión.
5-. El día cinco
(5) de abril de 1994, fecha en la cual se debía continuar la diligencia de
lanzamiento decretada el día cuatro (4) de marzo de 1994 por la Inspectora
Novena E Distrital de Policía, el apoderado de la sociedad Inversiones San
Pablo Ltda. presentó escrito mediante el cual recusaba a la doctora Yasmina
Redondo, titular de la Inspección Novena E Distrital de Policía, con el
argumento de que dicha funcionaria había conocido de la querella identificada
con el número 116, de la cual devino la querella identificada con el número 230
y que actualmente se encontraba en su despacho. Sin embargo, durante el
reanudación de la diligencia de lanzamiento, la doctora Yasmina Redondo rechazó
dicha recusación por extemporánea. Ante esta decisión, el apoderado de
Inversiones San Pablo Ltda. interpuso recurso de reposición y el subsidiario de
apelación. En virtud de la ratificación de la decisión de la funcionaria de
policía, se interpuso el recuso de queja, para que el Consejo de Justicia de
Santafé de Bogotá concediera el recurso de apelación contra la negativa de tramitar
la recusación; simultáneamente, el mencionado apoderado interpuso una nulidad,
en caso de que la funcionaria de policía continuara conociendo de la querella,
ya que, una vez recusada, debía suspender la actuación y remitirla al superior
para que decidiera lo pertinente.
6-. El día seis (6)
de abril de 1994 (al día siguiente de la diligencia) el doctor Fernando
Treebilcock Bravo, actuando en nombre de la sociedad Inversiones San Pablo
Ltda. presentó ante el Consejo de Justicia de Santafé de Bogotá una
"petición de intervención para aceptar la recusación, fundamentada en la
ausencia de garantía de imparcialidad" en contra de la doctora Yasmina
Redondo, Inspectora Novena E Distrital de Policía, por la actuación adelantada
en el trámite de la querella identificada con el número 230.
7-. El Consejo de
Justicia Distrital, mediante providencia de fecha veintisiete (27) de abril de
1994, resolvió declarar legalmente fundada la recusación planteada por el
doctor Treebelcok Bravo contra la doctora Redondo, debido a la ausencia de
garantía de imparcialidad, y ordenó separarla del conocimiento de la querella
230. Así mismo se ordenó remitir dicha actuación a la Inspección Novena A de
Policía para que continuara con el trámite de la misma.
Al resolver de fondo
el recurso de queja formulado, el Consejo de Justicia de Santafé de Bogotá
D.C., mediante providencia de fecha dieciséis (16) de junio de 1994 decidió
conceder el recurso de apelación contra la decisión de la Inspectora Novena E
Distrital de Policía, mediante la cual negó la recusación planteada por la
parte querellada. En la misma providencia ordenó que la actuación volviera a la
Sala Civil para resolver el recurso interpuesto.
8-. Paralelamente al
trámite atrás descrito, el día veinte (20) de abril de 1994 el querellante
Carlos Julio Hernández interpuso, mediante su apoderado judicial el doctor
Ricardo Eudoro Guevara, acción de tutela en contra del Consejo de Justicia
Distrital, con el fin de que se le ampararan sus derechos a la igualdad y al
debido proceso. Dicha acción de tutela se fundamentó en el hecho de que, a
juicio del accionante, el Consejo Distrital de Justicia violó sus derechos
fundamentales invocados al haber admitido la recusación formulada en contra de
la Inspectora Novena E Distrital de Policía. En dicha acción, el señor
Hernández Africano solicitó que se suspendiera en forma definitiva la decisión
de la vocal Flor Alba Salinas, mediante la cual ordenó la suspensión de la
diligencia de lanzamiento, hasta tanto el Consejo de Justicia resolviera la
recusación presentada contra la Inspectora Novena E Distrital de Policía, y
solicitó que el juez de tutela ordenara el lanzamiento de los querellados,
dando cumplimiento a la resolución 003 del cuatro (4) de marzo de 1994.
El Juzgado 23 Civil
Municipal de Santafé de Bogotá, mediante providencia de fecha veintisiete (27)
de junio de 1994, tuteló los derechos del señor Hernández Africano y ordenó a
la Sala Civil del Consejo de Justicia de Santafé de Bogotá "que se
abstenga de tramitar la recusación formulada en el artículo 30 del Código
Contencioso Administrativo, contra la Inspectora Novena E Distrital de Policía
de Santafé de Bogotá D.C. De encontrarse en curso o existir providencia en tal
sentido, retrotraer la actuación y devolver el expediente a la oficina de
origen, para que se verifique el lanzamiento por ocupación de hecho, ordenado
en la resolución número 003 del cuatro (4) de marzo de 1994, proferida por la
titular del despacho." Tras ser impugnada la anterior decisión por parte
del Consejo de Justicia Distrital, el Juzgado 15 Civil del Circuito de Santafé
de Bogotá, mediante providencia de fecha diecinueve (19) de agosto de 1994,
resolvió revocar el fallo de primera instancia dando aplicación al artículo 38
del Decreto 2591 de 1991, debido a que advirtió la existencia de una tutela
interpuesta por el señor Camilo Quiñones Quiñones ante el Juzgado 27 Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá D.C., en contra de la misma accionada y con
fundamento en los mismos hechos.
9-. Una vez resuelta
la acción de tutela señalada, y siguiendo el trámite legal, el Consejo de
Justicia Distrital, mediante auto de fecha trece (13) de diciembre de 1994,
resolvió el recurso de apelación interpuesto por el apoderado de la parte
querellada en contra de la decisión de la Inspectora Novena E Distrital de
Policía, mediante la cual se negó la nulidad de todo lo actuado a partir de la
presentación de la recusación. Así, el Consejo de Justicia Distrital declaró la
nulidad de todo lo actuado por la Inspectora Novena E de Distrital de Policía,
desde la continuación de la diligencia de lanzamiento por ocupación de hecho
practicada el cinco (5) de abril de 1994 hasta el día que la Sala Civil del
Consejo resolvió la recusación atrás mencionada. Además, en virtud de lo
resuelto en el mencionado auto, el día veintiocho (28) de diciembre de 1994,
mediante oficio No. 500-94, el expediente correspondiente a la querella 230 fue
remitido a la Inspección Novena A Distrital de Policía.
10.- Mediante auto
de fecha dos (2) de enero de 1995, la Inspectora Novena A Distrital de Policía
resolvió acatar la decisión del Consejo Distrital de Justicia, contenida en el
auto de fecha trece (13) de diciembre de 1994. Como consecuencia de lo anterior
y mediante aviso fijado en el inmueble objeto del lanzamiento el día cinco (5)
de enero de 1995, se fijó la hora de las 8 a.m. del día once (11) de enero
"para llevar a cabo la diligencia de restablecimiento de la situación en
que se encontraba el predio objeto del proceso antes de ocurrir el cumplimiento
de la DECISION DEL JUEZ VEINTITRES (23) CIVIL MUNICIPAL DE SANTA FE DE BOGOTA,
ESTO ES RESTITUIR EL INMUEBLE A INVERSIONES SAN PABLO LIMITADA Y DESALOJAR A
QUIENES SE ENCUENTREN OCUPANDO." (mayúsculas del aviso en comento).
11.- La doctora
Nancy González Vanegas, apoderada del señor Quiñones Quiñones, mediante
memorial presentado el día seis (6) de enero de 1995, interpuso recurso de
reposición y subsidiario de apelación en contra de la providencia de fecha dos
(2) de enero de 1994. La Inspectora Novena A Distrital de Policía, mediante
auto de fecha siete (7) de enero de 1995, resolvió negar los recursos
interpuestos, argumentando que el auto atacado era de trámite.
12.- Así las cosas,
el día once (11) de enero de 1995 la Inspectora Novena A Distrital de Policía
inició la diligencia de "restitución del inmueble mediante auto de fecha
dos (2) de enero del presente año, según orden dada por el Consejo de Justicia
de Santafé de Bogotá en providencia calendada diciembre 13 de 1994." Dicha
diligencia fue continuada el día doce (12) de enero, y durante su trámite el
apoderado del señor Hernández Africano recusó a la titular de la Inspección de
Policía, con fundamento en la garantía de imparcialidad prevista en el artículo
30 del Código Contencioso Administrativo, razón por la cual el expediente fue
remitido nuevamente al Consejo de Justicia de Santafé de Bogotá. Dicho
organismo, mediante providencia de fecha primero (1o.) de febrero de 1995
resolvió declarar infundada la recusación propuesta por el apoderado del señor
Hernández Africano, y ordenó devolver el expediente a la Inspectora Novena A
Distrital de Policía, con el fin de que siguiera con el trámite de la querella.
13.- El día
veintitrés (23) de febrero de 1995, la Inspectora Novena A Distrital de Policía
reanudó la diligencia de lanzamiento por ocupación de hecho. En dicha audiencia
la funcionaria de policía, teniendo en cuenta que el Consejo de Justicia
Distrital declaró la nulidad de lo actuado, incluyendo la diligencia de fecha
treinta (30) de julio de 1994, procedió a restituir el inmueble a la sociedad
Inversiones San Pablo "dando así cumplimiento estricto a las órdenes de
los superiores juzgado 15 C.C.B., y para luego escuchar a las partes y
continuar con la presente diligencia." En ese momento procesal el
apoderado de la parte querellada se opuso a la diligencia de lanzamiento,
alegando la prescripción de la acción policiva. La Inspectora de Policía trató
de correrle traslado al doctor Ricardo Eudoro Guevara Puentes, apoderado del
señor Hernández Africano, pero éste abandonó en tres ocasiones la respectiva
diligencia, razón por la cual se entró a resolver la oposición propuesta; se
decretó la prescripción de la acción policiva, y se dejó en libertad a las
partes para que acudieran a la justicia ordinaria con el fin de hacer valer sus
derechos si así lo consideraban necesario. Dicha decisión no fue impugnada, y,
por el contrario, fue avalada por el agente delegado por el Personero de
Santafé de Bogotá D.C., doctor Jorge Humberto Medina, quien participó en la
diligencia.
14.- Debido a que la
Inspectora Novena A Distrital de Policía otorgó la posesión del inmueble objeto
de la querella de policía a la sociedad Inversiones San Pablo, y luego decretó
la prescripción de la acción policiva al resolver la oposición que el apoderado
de dicha sociedad propuso, el señor Carlos Julio Hernández Africano interpuso
la acción de tutela que ocupa en esta ocasión la atención de la Corte
Constitucional, toda vez que considera que el proceder de la inspectora
accionada viola los derechos que invoca.
6. La materia
6.1 Naturaleza de la función del juez de tutela
En
reiterada jurisprudencia, esta Corporación ha señalado cómo la jurisdicción de
tutela es subsidiaria y residual y no una vía paralela y alternativa de la
jurisdicción ordinaria. Es obvio que ello sea así, pues el Estado de derecho
tiene que fortalecer las vías de carácter ordinario, y no regirse por las
normas subsidiarias, porque de ocurrir esto se negaría el orden, al
invertir los términos: la excepción pasaría a ser género, y éste se convertiría
en una simple opción. Al
respecto, ha establecido esta Corte:
“No es la
tutela un procedimiento que sirva para suplir las deficiencias en que las
partes, al defender sus derechos en los procesos, puedan incurrir, porque se
convertiría en una instancia de definición de derechos ordinarios, como lo
pretende la solicitante, y no como lo prevé la Carta Política para definir la
violación de Derechos Constitucionales Fundamentales.
“La acción de
tutela procede contra las decisiones u omisiones de cualquier autoridad pública
o de particulares, cuando éstos violen o amenacen violar derechos
fundamentales, a fin de evitar un atentado contra la dignidad de la persona
humana. Las manifiestas violaciones a dicha condición inherente del ser humano
encontrarán un valioso recurso en la denominada Acción de Tutela, cuando no
pueda mediar otro correctivo judicial. Así, tiene la mencionada acción el
carácter de supletiva, mas no de sustitutiva de las competencias
constitucionales y legales de las autoridades públicas, en el presente caso
para impartir justicia.
“No hay lugar
a que prospere la acción de tutela, cuando la persona que la invoca cuestione
la acción de las autoridades por errónea interpretación de la ley, ni el caso
de que la decisión de la autoridad pública o del particular hayan definido el
derecho dentro de sus competencias constitucionales y legales”.[1] (Negrillas fuera de texto original)
En otro pronunciamiento, la Corte dispuso:
“Así, pues, la
tutela no puede converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un
mecanismo que sea factible de elegir según la discrecionalidad del interesado,
para esquivar el que de modo específico ha regulado la ley; no se da la
concurrencia entre éste y la acción de tutela porque siempre prevalece -con la
excepción dicha- la acción ordinaria.
“La acción de
tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos adicional o
complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse que sea
el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según la
Constitución, es la de único medio de protección, precisamente incorporado a la
Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el sistema jurídico
para otorgar a las personas una plena protección de sus derechos esenciales.
“Se comprende,
en consecuencia, que cuando se ha tenido al alcance un medio judicial ordinario
y, más aún, cuando ese medio se ha agotado y se ha adelantado un proceso, no
puede pretenderse adicionar al trámite ya surtido una acción de tutela,
pues al tenor del artículo 86 de la Constitución, dicho mecanismo es
improcedente por la sola existencia de otra posibilidad judicial de protección,
aún sin que ella haya culminado en un pronunciamiento definitorio del
derecho. Bien puede afirmarse que, tratándose de instrumentos dirigidos a la
preservación de los derechos, el medio judicial por excelencia es el proceso,
tal como lo acreditan sus remotos orígenes. En el sentir de esta Corte,
nadie puede alegar que careció de medios de defensa si gozó de la oportunidad
de un proceso y menos todavía si tomó parte en él hasta su conclusión y ejerció
los recursos de que disponía. Pero, claro está, si pese a las ocasiones de
defensa dentro del proceso y a las posibilidades de impugnación del fallo que
le otorgaba el sistema jurídico en obedecimiento a claros principios
constitucionales (artículos 29 y 31 de la Carta), el interesado se abstuvo de
utilizar los mecanismos a su disposición, tampoco puede acudir a la institución
de la tutela como última tabla de salvación de sus pretensiones, por cuanto
ello implica el alegato de su propia incuria contra el principio universalmente
aceptado y desvirtúa el carácter subsidiario de la acción”[2] (Negrillas fuera de texto original).
De lo expuesto se
colige que, en principio, no es el juez de tutela el llamado a resolver
conflictos propios del resorte de otras jurisdicciones, ni tampoco le
corresponde evaluar los alcances de las decisiones que adopten esos
funcionarios judicales en virtud de su propia autonomía e independencia.
Ahora bien, lo
anterior no significa -como lo ha establecio la jurisprudencia de esta
Corporación- que en caso de que el juez de tutela advierta la violación
flagrante de los derechos fundamentales de los interesados, que comprometa la
imparcialidad y la eficacia de la administración de justica, no puedan
utilizarse los mecanismos de protección de derechos, como es el prescrtito en
el artículo 86 superior. Se trata, en últimas de la protección al debido
proceso como derecho fundamental (Art. 29 C.P.). Sobre el particular, puede
decirse que uno de los avances más notables del pensamiento jurídico se dio,
sin duda, cuando se modificó el ritual procesal, en el sentido de reorganizar
las etapas del proceso en forma legal, y de predestinar la actuación de quienes
intervienen en él, bajo parámetros determinados por la ley. Se produjo así una
ordenación, no conforme al parecer subjetivo de quienes sean parte en el
juicio, sino a la verdad, como elemento de justicia, en condiciones de igualdad
y sin menoscabar la dignidad de las partes. Es por ello que, como se verá
enseguida, situaciones que afecten arbitraria y flagrantemente el núcleo
esencial de un derecho fundamental garantizado por formas necesarias y
preestablecidas por la ley, constituyen lo que esta Corporación ha calificado
como una "vía de hecho".
6.2 Vías de
hecho
Respecto de la
procedencia de la acción de tutela contra las providencias emanadas de una
autoridad judicial, es necesario recordar que la Corte Constitucional, en
sentencia No. C-543 de 1992, declaró la inexequibilidad de los artículos 11, 12
y 40 del Decreto 2591 de 1991. No obstante, la doctrina planteada en esa misma
jurisprudencia y adoptada posteriormente en numerosos pronunciamientos de esta
Corporación, ha determinado que la acción de tutela resulta procedente en estos
eventos cuando la decisión judicial se hubiese proferido mediante una “vía de
hecho” que atente contra los derechos constitucionales fundamentales de una de
las partes dentro del proceso. Se trata, pues, de decisiones que contengan un
fundamento arbitrario, caprichoso o
abusivo; es decir, que se desconozca el principio de que al juez le corresponde
pronunciarse judicialmente de acuerdo con la naturaleza misma del proceso y las
pruebas aportadas, todo ello según los criterios que establezca la ley, y no de
conformidad con su propio arbitrio.
Sobre la procedencia de la acción de tutela en los casos de la
denominada “vía de hecho”, ha manifestado la Corte:
“Una actuación de
la autoridad pública se torna en una vía de hecho susceptible del control
constitucional de la acción de tutela cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como
consecuencia la vulneración de los derechos fundamentales de la persona.
“Carece de
fundamento objetivo la actuación manifiestamente contraria a la Constitución y
a la Ley. La legitimidad de las decisiones estatales depende de su
fundamentación objetiva y razonable. El principio de legalidad rige el
ejercicio de las funciones públicas (CP art. 121), es condición de existencia
de los empleos públicos (CP art. 122) y su desconocimiento genera la
responsabilidad de los servidores públicos (CP arts. 6, 90). Una decisión de la
autoridad no es constitucional solamente por el hecho de adoptarse en ejercicio
de las funciones del cargo. Ella debe respetar la igualdad de todos ante la ley
(CP art. 13), principio que le imprime a la actuación estatal su carácter
razonable. Se trata de un verdadero límite sustancial a la discrecionalidad de
los servidores públicos, quienes, en el desempeño de sus funciones, no pueden
interpretar y aplicar arbitrariamente las normas, so pena de abandonar
el ámbito del derecho y pasar a patrocinar simple y llanamente actuaciones de
hecho contrarias al Estado de Derecho que les da su legitimidad.
“La decisión
revestida de las formalidades de un acto jurídico encubre una actuación de
hecho cuando ésta obedece más a la voluntad o al capricho del agente estatal
que a las competencias atribuidas por ley para proferirla. El criterio para
evaluar qué conductas tienen fundamento en el ordenamiento jurídico y cuáles no
es finalista y deontológico. Las autoridades públicas están al servicio de la
comunidad (CP art. 123) y en el cumplimiento de sus funciones deben ser
conscientes de que los fines esenciales del Estado son, entre otros, servir a
dicha comunidad y garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes consagrados en la Constitución (CP art. 2). Las autoridades públicas
deben ceñir sus actuaciones a los postulados de la buena fe (CP art. 83). La
conducta dolosa o gravemente culposa de los servidores públicos debe ser
excluida del ordenamiento jurídico y su demostración genera la responsabilidad
patrimonial del Estado, así como el deber de repetir contra el agente
responsable del daño (CP art. 90).
“La vulneración
de los derechos fundamentales por parte de servidores públicos que actúan sin
fundamento objetivo y razonable, y obedecen a motivaciones internas, desconoce
la primacía de los derechos inalienables de la persona (CP art. 5), la
protección constitucional de los derechos fundamentales (CP art. 86) y la prevalencia
del derecho sustancial (CP art. 228). En caso de demostrarse su ocurrencia, el
juez de tutela deberá examinar la pertenencia del acto al mundo jurídico y
proceder a la defensa de los derechos fundamentales vulnerados en el curso de
una vía de hecho por parte de la autoridad pública”.[3]
En otro pronunciamiento, relacionado también con este mismo tema, la
Corte agregó:
“En ese orden de
ideas, la violación flagrante y grosera de la Constitución por parte del juez,
aunque pretenda cubrirse con el manto respetable de la resolución judicial,
puede ser atacada mediante la acción de tutela siempre y cuando se cumplan los
presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución y no exista otro
medio al alcance del afectado para la defensa de su derecho.
“En tales casos,
desde luego, el objeto de la acción y de la orden judicial que puede impartirse
no toca con la cuestión litigiosa que se debate en el proceso, sino que se
circunscribe al acto encubierto mediante el cual se viola o amenaza un derecho
fundamental”.[4]
En virtud de lo
expuesto, debe advertirse que la procedencia de la acción de tutela contra
providencias judiciales en ningún caso puede convertirse en una justificación
para que el juez encargado de ordenar la protección de los derechos
fundamentales, entre a resolver la cuestión litigiosa debatida dentro del
proceso. Por ello, la labor en este caso se circunscribe únicamente a analizar
la conducta desplegada por el funcionario encargado de administrar justicia, la
cual se refleja a través de la providencia atacada, y solamente si esa conducta
reviste el carácter de abusiva, caprichosa o arbitraria, de forma tal que
amenace o que vulnere algún derecho constitucional fundamental.
Así, pues, debe
adelantarse que en el asunto bajo examen el juez de tutela no tiene por qué
dirimir la cuestión de fondo, ya que éste le corresponde, exclusivamente, a la
jurisdicción ordinaria. Por esta razón en la presente providencia no se
resolverán los argumentos expuestos por los actores respecto de su derecho de
posesión, sino que se examinará si hubo o no vías de hecho en la actuación
policiva que se debate.
Por otra parte, la
Sala debe reiterar que no toda irregularidad procesal constituye una vía de
hecho, máxime cuando el supuesto afectado cuenta con los mecanismos ordinarios
para solicitar la protección de sus derechos. Significa lo anterior que, al
igual que los demás casos, la acción de tutela contra providencias judiciales
resulta procedente siempre y cuando no exista otro medio de defensa judicial,
salvo que se trate de evitar un perjuicio irremediable. Con esto se busca, como
ya lo ha establecido esta Corporación, garantizar la prevalencia del principio
de la independencia de los jueces, del acceso a la administración de justicia y
de la seguridad jurídica. En efecto, se ha señalado:
“El principio de
independencia judicial (CP arts. 228 y 230), no autoriza a que un juez ajeno al
proceso, cuya intervención no se contempla en la norma que establece el
procedimiento y los recursos, pueda revisar los autos y providencias que
profiera el juez del conocimiento. La valoración de las pruebas y la aplicación
del derecho, son extremos que se libran al Juez competente y a las instancias
judiciales superiores llamadas a decidir los recursos que, de conformidad con
la ley, puedan interponerse contra sus autos y demás providencias. Tanto el
juez de instancia como sus superiores, cada uno dentro de la órbita de sus
competencias, son autónomos e independientes, y adoptan sus decisiones
sometidos únicamente ‘al imperio de la ley’ (CP art. 230). Las injerencias
contra las cuales reacciona el principio de independencia judicial, no se
reducen a las que pueden provenir de otras ramas del poder público o que emanen
de sujetos particulares; también pertenecen a ellas las surgidas dentro de la
misma jurisdicción o de otras, y que no respeten la autonomía que ha de
predicarse de todo juez de la República, pues en su adhesión directa y no
mediatizada al derecho se cifra la imparcial y correcta administración de
justicia (...).
“4.4 La acción
de tutela contra las vías de hecho judiciales - cuando ella sea procedente ante
la ausencia de otro medio de defensa judicial o como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable -, en primer término, se endereza a garantizar
el respeto al debido proceso (CP art. 29) y el derecho de acceso a la justicia
(CP art. 229). Gracias a estos dos derechos medulares toda persona puede
acudir ante un juez con miras a obtener una resolución motivada ajustada a
derecho y dictada de conformidad con el procedimiento y las garantías
constitucionales previstos en la Constitución y en la ley. Se articula a través
de las normas citadas un derecho público subjetivo a la jurisdicción o tutela
judicial, que no consiste propiamente en satisfacer la pretensión que se
contiene en la demanda o en su contestación sino a que se abra un proceso y a
que la sentencia se dicte con estricta sujeción a la ley y a las garantías
procedimentales. En este orden de ideas, la vía de hecho judicial, en la forma
y en el fondo, equivale a la más patente violación del derecho a la
jurisdicción. Por ello la hipótesis más normal es la de que través de los
diferentes recursos que contemplan las leyes procedimentales, se pueda impugnar
cualquier acción u omisión judicial que configure una vía de hecho, en cuyo
caso, aunque no se descarte siempre la procedibilidad de la tutela, su campo de
acción - dada su naturaleza subsidiaria - será muy restringido (...).
“(...) Obsérvese
que los defectos calificados como vía de hecho son aquellos que tienen una
dimensión superlativa y que, en esa misma medida, agravian el ordenamiento
jurídico. Los errores ordinarios, aún graves, de los jueces in iudicando o
in procedendo, no franquean las puertas de este tipo de control que, por lo
visto, se reserva para los que en grado absoluto y protuberante se apartan de
los dictados del derecho y de sus principios y que, por lo tanto, en la forma o
en su contenido traslucen un comportamiento arbitrario y puramente voluntarista
por parte del juez que los profiere”.[5]
(Negrillas fuera de texto original).
6.3
El caso concreto
Encuentra
la Sala, en primer término, que el asunto que aquí se debate no es el mismo que
aquel que fue objeto de pronunciamiento anterior por parte de esta Corporación
en la Sentencia T-203 de 1994, ya que se trata de hechos nuevos. En efecto, en
dicha acción se demandó a la Inspección Novena (9a.) D de Policía Distrital,
alegándose la presunta violación del derecho de defensa. La pretensión
consistía en que el señor Inspector Noveno (9o.) D de Policía Distrital se
abstuviera de llevar a cabo una diligencia de restitución del inmueble ubicado al
respaldo de los inmuebles identificados con los números 70-10, 70-26, y 70-46
de la Avenida Centenario o Calle 13 de Santafé de Bogotá, y se procediera así a
revocar todo lo resuelto por esa Inspección hasta la fecha en que se impetró la
tutela. En cambio, la presente acción se dirige en contra de la Inspectora
Novena (9a.) A de Policía Distrital, con el fin de que al actor se le amparen
sus derechos a la igualdad, petición y debido proceso, y, por tanto, se le
ordene a la Inspectora Novena A de Policía Distrital que practique una
diligencia en la cual "se retrotraiga la actuación quedando las cosas
conforme se encontraban luego de finalizar el acto procesal practicado por la
Inspección Novena (9a.) E Distrital de Policía, en virtud del cual se dispuso
el lanzamiento de los querellados".
Hecha
esta aclaración, la Sala aborda el estudio del caso. En cuanto a la actuación
de la demandada, se observa que ésta no obró arbitrariamente, pues hay un
fundamento legal que hace razonable su proceder, ya que se limitó a dar
cumplimiento a una decisión del Consejo de Justicia Distrital, mediante la cual
se aceptó la recusación interpuesta contra la Inspectora Novena (9a.) E y se
decidió separarla del conocimiento de la querella. En razón a dicho
pronunciamiento, toda la actuación comprendida desde la presentación de la
recusación hasta la decisión del Consejo Distrital fue declarada nula. Así
pues, el proceder de la accionada respondió a lo decidido por su superior, y
tuvo como propósito restablecer las cosas al estado en que se encontraban antes
de la nulidad. Luego la providencia de la Inspectora Novena (9a.) A de Policía
Distrital tiene un principio jurídico de razón suficiente que legitima su
acción.
Como
se sabe, al tenor del artículo 374 del Acuerdo 18 de 1989, "por el cual se
expide el Código de Policía para el Distrito Especial de Bogotá", el
Consejo de Justicia de Bogotá es el organismo competente para conocer de los
recursos de apelación y de queja que se interpongan en los procesos civiles de
policía, así como también lo es para conocer de los impedimentos, recusaciones
y conflictos de competencia que se susciten en el trámite de la primera
instancia de dichos procesos. Igualmente se observa que el Consejo Distrital de
Justicia obró razonablemente, toda vez que la decisión de declarar la nulidad
de lo actuado por la Inspectora Novena E Distrital de Policía se fundamentó en
el numeral 5o. del artículo 140 del Código de Procedimiento Civil que prevé lo
siguiente:
"Artículo
140. Causales de nulidad. El proceso es nulo en todo o en parte solamente en
los siguientes casos:
"................................................................................................................................."
"5.
Cuando se adelante después de ocurrida cualquiera de las causales legales de
interrupción o suspensión, o si en estos casos se reanuda antes de la
oportunidad debida."
Por
tal razón, al encontrarse justificada la recusación interpuesta en contra de la
Inspectora Novena E Distrital de Policía, el proceder del ente corporativo se
adecuó a la normatividad vigente, y como consecuencia de ello, la accionada
cumplió con su deber de dar aplicación a dicha decisión, tomando las medidas
del caso, como efectivamente lo hizo. Por otra parte, se insiste en que el juez
de tutela no es el llamado a valorar las interpretaciones hechas por quien
administra justicia; simplemente verifica si en la actuación de éste hay una
arbitrariedad o una decisión manifiesta y evidentemente contraria al núcleo
esencial del derecho al debido proceso, aspecto que no halla la Sala en el
asunto de la referencia. Antes bien, encuentra la Corte que la Inspectora
Novena A Distrital de Policía obró razonablemente, por cuanto su proceder se
adecuó a derecho.
Además,
en el expediente se observa un hecho que es preciso poner de relieve: dentro de
la diligencia en la cual se declaró la prescripción de la acción de policía, el
apoderado del señor Carlos Julio Hernández Africano, abogado Ricardo Eudoro
Guevara abandonó en tres ocasiones la mencionada diligencia, colocándose así en
situación de impedir que se le corriera traslado por parte de la Inspectora
Novena A. de Policía Distrital, y por ello se entró a resolver la oposición
propuesta por el apoderado de la parte querellada, y se decretó la prescripción
de la acción policiva. Es de anotar que dicha decisión no fue impugnada, pues
no se interpuso recurso alguno -ni de reposición ni de apelación-, cuando
estaban ellos al alcance de las partes, con lo cual quedó la diligencia en
firme.
Lo
anterior indica que hubo negligencia manifiesta por parte del abogado del señor
Carlos Julio Hernández, y si se hubiere presentado una presunta indefensión,
ésta obedece exclusivamente a la culpa de quien, por razones de ética
profesional, debe ser diligente y estar atento a todas las etapas procesales.
Como lo establece un principio común en el campo del derecho, nadie puede
sacar provecho de su propia culpa; en otras palabras, la negligencia personal
jamás puede ser título jurídico para invocar un derecho, y al contrario, genera
responsabilidades para quien incurre en ella.
No
es factible que el derecho de defensa esté al arbitrio y determinación
absolutos de una de las partes, porque desequilibraría las facultades de éstas
dentro del proceso, perdiendo así el sentido de igualdad que debe regir todo
juicio; ésta se fundamenta en la equivalencia de oportunidades predeterminadas
por la ley, y no en la subjetividad de uno de los intervinientes.
Como si lo anterior
no fuese suficiente, y con el fin de insistir que la decisión que se debate
contiene un razonable fundamento legal y jurídico, cabe recordar que en la
sentencia T- 203 de 1994, pese a que se motivó en hechos diferentes a los aquí
expuestos, la cuestión litigiosa de fondo substancialmente continuaba siendo la
misma, y dio lugar a que esta misma Sala advirtiera que "hay un hecho
sospechoso: se presentó un lanzamiento por ocupación de hecho, alegando que una
persona había ingresado al predio dos años antes, y el decreto 992 de 1930
manifiesta en su artículo 15 que la acción prescribirá en un término de treinta
(30) días contados a partir de la ocupación." Así, puede observarse
que la Inspectora de Policía no hizo cosa distinta que exponer, en su
providencia, unos argumentos jurídicos que dentro de la autonomía que le es
propia se aprecian como razonables.
Por
otra parte es importante
anotar que, de todas maneras, las partes quedan facultadas para acudir a la
jurisdicción ordinaria -es decir, a los amparos posesorios de que trata el
Código Civil- en caso de considerar que se han lesionado sus derechos. Por
tanto, hay en este caso otras vías de defensa judicial, razón por la cual en
este caso resulta improcedente la acción de tutela. Al respecto, es importante
recordar lo que ha señalado la Corte en su Sentencia T-435 de 1994, (M.P. Dr.
Vladimiro Naranjo Mesa):
"Como en
repetidas oportunidades lo ha señalado esta Corporación, la acción de tutela, de acuerdo con los parámetros establecidos
por el artículo 86 del Estatuto Superior, presenta como características
fundamentales la de ser un mecanismo inmediato o directo para la debida
protección del derecho constitucional fundamental violado; y la de ser
subsidiaria, esto es, que su implementación solamente resulta procedente a
falta de otro medio de defensa judicial, salvo que se trate de evitar un
perjuicio irremediable.
"De igual forma, conviene reiterar que este instrumento
jurídico no fue consagrado en la Constitución de 1991 como un medio para
reemplazar o sustituir los procedimientos ordinarios existentes en nuestro
ordenamiento jurídico, ni tampoco como un instrumento al cual es posible acudir
como mecanismo optativo o alternativo de esos procesos. Para ello, cabe
recordar que en el ordenamiento jurídico colombiano se contemplan diversas
jurisdicciones especializadas, que tienen como misión fundamental la de dirimir
los conflictos judiciales que se someten a su consideración, según la materia
de su competencia. Esa especialidad tiene relación con el deber del Estado de
proteger en su vida, honra, bienes, derechos y libertades a todos los
ciudadanos (Art. 2o. C.P.), pues, en efecto, la debida administración de
justicia, es una de las más valiosas garantías para la protección de los
intereses legítimos de toda la comunidad y para la permanencia misma del Estado
social de derecho".
Además, no se
justifica conceder la acción de tutela como mecanismo transitorio, por cuanto
no se presenta, en los términos definidos por esta Corte[6], una situación grave e
inminente que conlleve un perjuicio irremediable. Es por ello que, ante la
posibilidad de que el peticionario satisfaga su pretensión frente a la
jurisdicción ordinaria, no puede calificarse la existencia de una
irreparabilidad que amerite la procedencia del mecanismo de protección de
derechos fundamentales previsto en elartículo 86 superior.
En resumen, la Corte
declarará improcedente la acción de tutela en el presente caso, por dos motivos
fundamentales: En primer lugar, porque no se configuró por parte de la accionada
una vía de hecho, ya que no hay vulneración del núcleo esencial del derecho al
debido proceso del representado del actor, que lo dejase en evidente estado de
indefensión, pues no se contradijo manifiesta y superlativamente ningún
derecho; antes bien, la demandada tuvo un principio jurídico de razón
suficiente en su actuar, como lo es el cumplimiento de una decisión tomada por
el Consejo de Justicia Distrital, y no obró en forma arbitraria ni caprichosa.
En segundo lugar, porque las partes, para el asunto en concreto, cuentan con
otros mecanismos de defensa judicial -previstos en el Código Civil- para hacer
valer sus derechos.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero: REVOCAR la sentencia proferida por el Juzgado 69
Penal Municipal de Santafé de Bogotá D.C., y en su lugar DENEGAR la
acción de tutela en favor de Carlos Julio Hernández Africano, por los
motivos expuestos en esta sentencia.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Corte Constitucional. Sala de Revisión. Sentencia No. T-008/92 del
18 de mayo de 1992. Magistrado Ponente: Fabio Morón Díaz.
[2]Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia No. C-543 del 1o de
octubre de 1992. Magistrado Ponente: José Gregorio Hernández Galindo.
[3]Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 2. Sentencia No.
T-079/93. Magistrado Ponente: Eduardo Cifuentes Muñoz.
[4]Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 5. Sentencia No.
T-173/93. Magistrado Ponente: José Gregorio Hernández Galindo.
[5]Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencia No.
T-231/94 del 13 de mayo de 1994. Magistrado Ponente: Eduardo Cifuentes Muñoz.
[6]Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-225/93. |
569 | T-501-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-501/95
DERECHO A LA VIDA-Derrumbe de colegio/ESCUELA-Derrumbe
Sí se encuentran
los alumnos y profesores del Colegio avocados a una situación de peligro que
puede causar un perjuicio irremediable, pues de no tomar las medidas
pertinentes, el plantel puede derrumbarse, vulnerando no sólo los derechos
fundamentales invocados como sustento de la presente acción, sino además el
derecho a la vida y la integridad física de alumnos y docentes que desarrollan
su labor en el colegio citado.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL INEFICAZ-Acta de
compromiso/ACCION DE TUTELA TRANSITORIA-Derrumbe de colegio
Cuando el Juez
dice que la acción de tutela ejercida no se encamina a la prevención de un
perjuicio irremediable está pasando por alto esa situación de peligro que
representa para alumnos y profesores, el hecho de que la planta física del
colegio se encuentre deteriorada. No está de acuerdo esta Sala con el fallador
de instancia cuando afirma que la manera de obtener la protección a los
derechos fundamentales vulnerados es la de acudir a la Jurisdicción Civil para
demandar el incumplimiento del acta de compromiso por cuanto se trata de un
acuerdo entre autoridades públicas cuyos conflictos deben ser resueltos por la
Justicia Contencioso Administrativa, la vía judicial, en este caso, no sería un
medio eficaz para la protección de los derechos invocados como vulnerados.
Ref.: Expediente
T-74837
Derecho a la educación,
derechos de los niños.
Actor:
Rafael Ibarguén
Asprilla
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santafé de Bogotá
D.C., noviembre ocho (8) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Octava de
Revisión en asuntos de Tutela integrada por los Honorables Magistrados Jorge
Arango Mejía, Vladimiro Naranjo Mesa y Fabio Morón Díaz, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente,
resuelve sobre la decisión judicial relacionada con la acción de la referencia,
proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de Nóvita Chocó, el 12 de junio de
1995.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición.
El día 1° de junio
de 1995, el señor Rafael Ibarguen Asprilla, invocando su calidad de Rector del
Colegio Departamental "Carlos Holguín Mallarino" de Nóvita, ejerció
la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la Carta Política, contra el
señor Guillermo Antonio Valencia Murillo, Alcalde Municipal de la misma ciudad,
para que fueran amparados los derechos fundamentales de los niños y el derecho
a la educación, presuntamente vulnerados por el citado funcionario. El
accionante fundamentó su solicitud en los siguientes hechos.
En el Colegio
Departamental "Carlos Holguín Mallarino", fue aprobado el grado
undécimo de Bachillerato Académico, según resolución 01796 de noviembre 22 de
1994 proferida por la Secretaría de Educación y Cultura del Departamento del
Chocó, siendo competencia de la Administración Municipal de Nóvita, velar por
el mantenimiento del plantel en lo atinente a su planta física con el fin de
que se pueda prestar un servicio adecuado, y de dotarla de los muebles y
enseres necesarios para su funcionamiento, según acuerdo suscrito el día 10 de
junio de 1993 entre el rector del colegio y el Alcalde Municipal de Nóvita.
Asegura el
demandante, que el citado plantel educativo se encuentra en condiciones
deplorables; una de las aulas se desplomó y el techo de otra está a punto de caerse,
con lo cual causaría una gran tragedia; además, algunos de los salones se
encuentran sin puerta y los laboratorios deben ser readecuados para su uso.
Finaliza diciendo
que se ha dirigido en varias oportunidades al funcionario acusado y al Concejo Municipal
sin encontrar una respuesta satisfactoria a tal situación.
B. El fallo de
instancia.
El Juzgado Promiscuo
Municipal de Nóvita, mediante fallo del 12 de junio del presente año, negó la
tutela presentada por el señor Ibarguen Asprilla, por las siguientes razones:
En un proveído, de
breves consideraciones, el juez constitucional estimó que debía negar
la protección solicitada por cuanto el petente cuenta con otro medio de
defensa judicial como es el de acudir ante la jurisdicción civil a solicitar el
cumplimiento del acta del compromiso suscrita entre el Rector del colegio
"Carlos Holguín Mallarino" y el Alcalde municipal de Nóvita.
Concluye diciendo
que la acción de tutela, por ser un mecanismo eminentemente residual, no es el
medio apropiado para proteger los derechos invocados por el peticionario, más
aún, cuando no se trata de prevenir un perjuicio irremediable.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia.
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión del fallo de la
referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso 3° y 241
numeral 9° de la Constitución Nacional, en concordancia con los artículos 33,
34, 35 y 36 del decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace en virtud de
la selección que del fallo hizo la Sala de Selección correspondiente y del
reparto verificado en la forma señalada por el reglamento interno de la
Corporación.
B. La materia.
La demanda
presentada por el señor Rafael Ibarguén Asprilla en su calidad de rector del
Colegio Departamental "Carlos Holguín Mallarino", se encamina a
obtener la protección de los derechos de los niños, consagrados en el artículo
44 de la Carta Política, y el derecho a la educación contenido en el artículo
67 del mismo ordenamiento, que considera vulnerados por el señor Alcalde
Municipal de Nóvita, al no efectuar las reparaciones locativas que de manera
urgente requiere la planta física del citado centro educativo para su cabal
funcionamiento. La Corte Constitucional seleccionó la decisión relacionada con
la acción de tutela ejercida, para efectos de verificar el acatamiento a la
jurisprudencia de la Corte en materia de los derechos a la educación y de los
niños.
C. Los derechos
de los niños
Según el artículo 44
de la Constitución Nacional, los niños gozan de una especial protección y es
obligación del Estado velar por su desarrollo armónico integral y por el goce
pleno de sus derechos fundamentales a la salud, la alimentación equilibrada, la
educación, la cultura y la recreación, entre otros.
En consecuencia,
resulta evidente que las autoridades públicas tienen para con los menores
deberes insoslayables, pues es el propio ordenamiento superior el que reconoce
a sus derechos una importancia tal que los hace prevalecer sobre los derechos
de los demás, como lo ha reconocido la Corte Constitucional a través de su
jurisprudencia. En tal sentido podemos citar la sentencia T-008 de 1992, con
ponencia del Magistrado Dr. Fabio Morón Díaz, que señaló:
"El artículo
44, enumera como derechos fundamentales de los niños, la vida, la integridad
física, la salud, la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y
nacionalidad, tener una familia y no ser separado de ella, el cuidado y amor,
la educación, la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión, la
protección de toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro,
abuso sexual, explotación laboral o económica y/o trabajos riesgosos, además de
los derechos consagrados en la Constitución, en la leyes y tratados
internacionales ratificados por Colombia.
Por las calidades
propias del ser infantil, de manera general, sus derechos deben hacerse valer,
tradicionalmente por sus mentores, tutores y curadores y ahora, según el inciso
2°, se amplía esa obligación en el texto constitucional a la familia, la
sociedad y al Estado. Esos derechos, con las limitaciones propias de la
condición humana, mientras adquieren suficiente desarrollo físico y mental, ya
que son considerados como incapaces por la ley civil, quiere el legislador
protegerlos de manera plena a fin de alcanzar niveles de mejoramiento de las
sociedades del futuro.
Esos derechos a
pesar de ser tratados globalmente por la norma, admiten una distinción:
Aquellos que provienen de su condición humana, como la vida, la integridad
física, el nombre, la salud, la alimentación equilibrada y todos los que se
puedan incluir dentro del concepto de asistencia, y de lo que el Código Civil
denomina "una congrua subsistencia", que al tiempo con los demás
derechos fundamentales de los adultos, deben ser protegidos en los niños con
este último carácter de fundamentales, por su propia naturaleza, mientras que
los demás que enuncia la norma, tienen el carácter de asistenciales, por lo
cual su protección se encuentra deferida a la ley y al desarrollo
institucional que los haga realidades concretas. Entre tanto, estos derechos
asistenciales pertenecen a la especie de los proclamatorios o finalísticos en
la medida en que fijan objetivos prioritarios a la ley y al Estado para su
concreción.
Especial mención
merece la expresión "Derechos Fundamentales de los Niños" que trae la
norma; el predicado: "de los niños", le da una connotación especial a
la primera parte de la frase. En primer término, ésta debe interpretarse en
concordancia con la última del artículo: "los derechos de los niños
prevalecen sobre los derechos de los demás". Así pues, los derechos de los
niños tienen en ese sentido, una primacía reconocida por el Constituyente
frente a los derechos de las demás personas. De otra parte, la expresión
derechos fundamentales de los niños tiene una doble connotación: implica el
reconocimiento de la titularidad de que disponen, de los derechos
fundamentales, para los enunciados en el artículo 44 y la primacía señalada; y
simultáneamente, muestra el particular interés del Constituyente de habilitar,
en el Estado Social de Derecho, los procedimientos legales y las acciones de la
familia, la sociedad y el Estado, con el propósito de hacerlos una pronta
realidad, en la parte de los derechos asistenciales que se relacionan en la
primera parte del inciso, tal como lo estatuye con la lógica proteccionista que
le es propia al inciso 2° de la norma comentada."
D. El derecho a
la educación
En la Constitución
Nacional la educación se ha definido en una doble concepción: como derecho
fundamental y como servicio público; aún cuando en la Carta no se incorporó en
el capítulo correspondiente a los derechos fundamentales, la Corte
Constitucional ha entendido que se trata de un derecho susceptible de ser
amparado por vía de tutela, pues es inherente a la persona humana y por tanto
inalienable. A este respecto la Corte ha dicho:
"Ahora bien, la
importancia esencial de la educación, radica en el hecho de ser un derecho
instrumental o derecho medio, por cuanto se convierte en la clave del
desarrollo de la personalidad y del ejercicio de otros derechos cuya
efectividad sería irrealizable sin su mediación. Igualmente, la educación
cumple el objetivo constitucional de formar un hombre respetuoso de los
derechos humanos, la paz y la democracia, como también receptivo al
cumplimiento de los deberes correlativos a los derechos y libertades
reconocidos en la Constitución (arts. 67 y 95).
Asimismo, la
educación es un servicio público que cumple una función social (art. 67 de la
Constitución Política), cuya prestación está a cargo del Estado o de los
particulares bajo la permanente inspección y vigilancia del Estado. De su
naturaleza de servicio público se deduce que sus fines son el servicio a la
comunidad, la búsqueda del bienestar general y la elevación de la calidad de
vida de la población."[1]
E. Conclusión.
Encuentra esta Sala
que entre la Alcaldía Municipal de Nóvita y el Colegio Departamental
"Carlos Holguín Mallarino" se suscribió un compromiso por medio del
cual la primera se comprometió..."en (sic) cuidar, adecuar, reparar y
construir todo lo concerniente a planta física cuando sea necesario y la
consecución de los demás enseres para el funcionamiento del plantel en común
acuerdo (sic) con el Rector del Colegio "Carlos Holguín Mallarino" de
esta localidad." Lo anterior consta en el punto octavo de dicho compromiso
visible a folio 7 del expediente; de lo cual podemos concluir que, de acuerdo
con dicha acta de compromiso, el Municipio de Nóvita contrajo una
responsabilidad en el sentido de efectuar las reparaciones locativas necesarias
y proveer los elementos indispensables para el buen funcionamiento del colegio;
obligación que no ha cumplido la administración demandada en esta acción.
Para mejor proveer,
esta Sala comisionó al Tribunal Superior de Quibdó para que adelantara una
inspección judicial a las instalaciones del Colegio Departamental “Carlos
Holguín Mallarino”, con el fin de verificar el estado de conservación de la
planta física del colegio.
En la diligencia
realizada, para la cual se subcomisionó al Juzgado Promiscuo Municipal de
Nóvita, se designó como perito al señor Aurelio Gómez Rentería, quien rindió su
dictamen diciendo que en el primer y segundo bloques, donde se encuentran los
laboratorios de Química y Biología y algunas aulas, éstas no pueden ser
utilizadas por cuanto no tienen techo; y las que lo tienen, requieren reparación,
pues cuando llueve se hace imposible permanecer en el salón de clase. En el
bloque donde funcionan la rectoría y la secretaría del colegio, el techo
presenta fisuras y las paredes están en malas condiciones.
En cuanto a las
baterías sanitarias, a pesar de que la institución cuenta con cinco, sólo se
pueden usar dos ya que las demás se encuentran en muy malas condiciones, las
redes de conducción de agua también están en mal estado y el tanque de
abastecimiento es insuficiente.
Como conclusión del
dictamen pericial, se recomienda la iniciación inmediata de las obras en el
colegio para evitar que profesores y alumnos se vean afectados en su
integridad.
En cuanto al fallo
proferido por el Juzgado Promiscuo Municipal de Nóvita, con el fin de decidir
sobre la presente acción de tutela, esta Sala no está de acuerdo con la
valoración que de la situación fáctica hace el juez, pues resulta evidente que
en el caso que ocupa nuestra atención sí se encuentran los alumnos y profesores
del Colegio "Carlos Holguín Mallarino" avocados a una situación de
peligro que puede causar un perjuicio irremediable, pues de no tomar las
medidas pertinentes, el plantel puede derrumbarse, vulnerando no sólo los
derechos fundamentales invocados como sustento de la presente acción, sino además
el derecho a la vida y la integridad física de alumnos y docentes que
desarrollan su labor en el colegio citado; y cuando el señor Juez Promiscuo
Municipal de Nóvita dice que la acción de tutela ejercida no se encamina a la
prevención de un perjuicio irremediable está pasando por alto esa situación de
peligro que representa para alumnos y profesores, el hecho de que la planta
física del colegio se encuentre deteriorada.
Tampoco está de
acuerdo esta Sala con el fallador de instancia cuando afirma que la manera de
obtener la protección a los derechos fundamentales vulnerados es la de acudir a
la Jurisdicción Civil para demandar el incumplimiento del acta de compromiso
por cuanto se trata de un acuerdo entre autoridades públicas cuyos conflictos
deben ser resueltos por la Justicia Contencioso Administrativa, pero, de todas
formas, la vía judicial, en este caso, no sería un medio eficaz para la
protección de los derechos invocados como vulnerados.
Respecto de la
función que tienen las autoridades administrativas, en el artículo 209 de la
Constitución Nacional, encontramos que dichas autoridades deben coordinar sus
actuaciones para el cumplimiento de los fines del Estado, y de no hacerlo, se
puede deducir un comportamiento negligente cuando son las mismas autoridades
quienes con su actuar no culminan las obras iniciadas. A este respecto la Corte
Constitucional ha expresado:
"Si ello
repercute -como en el presente caso- en el daño o la amenaza a derechos
fundamentales, es claro que cabe la acción de tutela para su protección, en
cuanto las violaciones que la hacen aplicable no solamente consisten en
conductas positivas de quien ejerce poder sino omisiones, es decir, en la
inactividad del ente público, pues al abstenerse injustificadamente de llevar a
cabo los actos que de él se esperan, de conformidad con los aludidos
principios, que se imponen por la Carta a toda gestión administrativa, no
solamente incurre en negligencia sino que afecta o pone en riesgo prerrogativas
básicas de personas en concreto"[2]
En el caso presente,
es claro que por la debilidad manifiesta en que se encuentran quienes laboran
en el Colegio "Carlos Holguín Mallarino", debe el Municipio de Nóvita
concurrir a la reparación y mantenimiento de las instalaciones del plantel, más
aún cuando ha suscrito un acta donde se compromete a ello.
De otra parte, no
puede la Sala pasar por alto que la ley 60 de 1993, en su artículo segundo
numeral 1°, donde define las competencias de los Municipios en materia
educativa, se establece:
" 1.- En el
sector educativo, conforme a la Constitución Política y las disposiciones
legales sobre la materia:
- Administrar los
servicios educativos estatales de educación preescolar, básica primaria y
secundaria media.
- Financiar las
inversiones necesarias en infraestructura y dotación y asegurar su
mantenimiento, y participar con recursos propios y con las participaciones
municipales en la financiación de los servicios educativos estatales y en la
cofinanciación de programas y proyectos educativos.
- Ejercer la
inspección y vigilancia, y la supervisión y evaluación de los servicios
educativos estatales."
La ley 60 de 1993 ya
ha sido objeto de estudio por la Corte Constitucional a través de las
diferentes demandas de inconstitucionalidad que se han intentado contra ella, y
esta Corporación se ha pronunciado sobre la misma en las sentencias C-169 de
1994, con ponencia del Magistrado Dr. Carlos Gaviria Díaz; C-520 de 1994, con
ponencia del Magistrado Dr. Hernando Herrera Vergara; C-555 de 1994, con
ponencia del Magistrado Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz; C-559 de 1994, con
ponencia del Magistrado Dr. Hernando Herrera Vergara y C-151 de 1995, con
ponencia del Magistrado Dr. Fabio Morón Díaz, estableciendo jurisprudencia en
esta materia.
En consecuencia, no
es posible concluir cosa diferente a que indiscutiblemente corresponde al
Municipio de Nóvita velar por la eficiente prestación del servicio público de
la educación dentro de su jurisdicción, por expreso mandato de la ley, y para
ello debe tomar las medidas pertinentes a fin de cumplir cabalmente con el
cometido que el legislador les ha impuesto a estas entidades territoriales.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Octava de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, en
nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR la sentencia de tutela proferida por el
Juzgado Promiscuo Municipal de Nóvita Chocó el 12 de junio de 1995, y en su
lugar, CONCEDER como mecanismo transitorio por el término de cuatro
meses, mientras se inician las acciones administrativas correspondientes, la
tutela de los derechos de los niños y el derecho a la educación de los alumnos
y derecho a la vida de los alumnos y profesores del Colegio Departamental
"Carlos Holguín Mallarino" de Nóvita, según acción de tutela ejercida
por el señor Rafael Ibarguen Asprilla, rector del citado plantel educativo.
SEGUNDO: Ordenar al Alcalde Municipal de Nóvita Chocó que en
el término de cinco (5) días inicie los trabajos necesarios para reparar la
planta física del Colegio Departamental "Carlos Holguín Mallarino".
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Cfr. Sentencia T-100 de 1995. Magistrado Ponente Dr. Vladimiro
Naranjo Mesa.
[2]Cfr. Sentencia T-309 de 1995. Magistrado Ponente Dr. José Gregorio
Hernandez Galindo. |
570 | T-502-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-502/95
TRATAMIENTO
MEDICO DEL MENOR-Catálogo
de medicamento/INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES-Suministro de medicamento/DERECHO
A LA SALUD-Suministro de medicamentos/DERECHO A LA VIDA-Suministro
de medicamentos
El caso que
motiva el presente fallo (niño epiléctico) la droga que se le niega al enfermo
es indispensable, según el médico, para un tratamiento adecuado. La demandante
afirma que su hijo solamente ha encontrado mejoría con el medicamento que en
una oportunidad le recetó la pediatra. Se abrigan, entonces, razonables
esperanzas de mejoría para el infante. Significa esto que la no aplicación de
la droga que la médico considera adecuada, repercute en contra de la vida y la
salud del menor, luego es viable proteger al niño porque hay una amenaza a sus
derechos fundamentales.
PROFESIONAL DE LA
SALUD-Criterio científico
La labor del Juez
de tutela es dar la orden de que no se interfiera la decisión del galeno que trata
al niño, en cuanto razonablemente dicha decisión repercute favorablemente en el
paciente. Tal orden no puede ser temporal porque el peligro existe y su
protección depende de que se ha afectado un derecho fundamental. De ahí que la
tutela se concederá de manera definitiva y no transitoria. El I.S.S. debe
responder por el tratamiento señalado por el médico y la orden debe darse en
tal sentido, lo que no puede hacer la Corte es, como lo determinó el a-quo,
precisar la droga que hay que administrar.
Ref.: Expediente
Nº73627
Peticionaria:
María Ospina Agudelo
Procedencia:
Juzgado Segundo Penal Municipal de Pereira.
Tema:
Medicamentos que puede formular el I.S.S.
Magistrado
Ponente:
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., ocho (8) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la acción de
tutela radicada bajo el Nº 73627, interpuesta por María Francinelly Ospina
Agudelo.
ANTECEDENTES
1. Solicitud de
la señora Ospina Agudelo:
"Yo tengo un
niño que se llama Robert Andrés Valencia Ospina, que actualmente tiene 7 años
de edad, nació en Tuluá Valle en el Seguro Social de esta localidad, claro que
todos los controles del niño han sido acá en Pereira, cuando nació a los dos
días de nacer lo vacunaron y convulsionó y siempre a seguido convulsionado y
por esta razón el Seguro Social siguió dándole al menor la droga para este
problema, aparte de esto el niño presenta un leve retardo motor, estuvo como
droga Elixir de fernobarbital y también tomó depakene, tegretol, epamin,
suministrada por el seguro social esas drogas le han causado perjuicios en su
salud, y el niño estuvo hasta dopado y le perjudicaba hasta para el
aprendizaje, se hicieron examenes y se determinó que la droga le estaba
causando daño en su salud, la doctora Catalina Donuyer la cambio la droga desde
el 28 de marzo del presente año por sabril o vigabactrin de 500 miligramos,
dicha pediatra trabaja en el seguro social donde es atendido el niño por prórroga
en razón a la enfermedad cuando tenía menos de un año, pero resulta que el
Seguro Social ya no quiere seguir suministrando esta droga, tomando como
disculpa la ley 100/93; dicen que le siguen suministrando la otra que tomaba
antes, pero esas le hacen daño, el sabrin no, que por que debía de haber sido
formulado tres años atrás, y esta droga en el comercio tiene un valor de
$63.000,oo pesos una caja de 60 pastas y el menor debe tomar una pasta cada
ocho horas, por lo que a mí se me hace imposible, no tengo medios económicos
para adquirir esta droga que debe ser suministrada por el Seguro Social, en el
Seguro Social yo he hablado con la coordinadora de pediatría que se llama
Claudia N. y ellas si autorizó la droga pero no me entregaron, pero que tenía
que hablar con el doctor Marulanda, y me dijo que no le tocaba eso que tenía
que hablar con el Gerente Jesús Antonio Marquez y hable con este y me dijo que
él me entendía el caso, pero que no me podía ayudar que por que se lo prohibía
la ley 100/93, me dijo que si yo quería pusiera una demanda, yo solicito que se
de trámite a esta acción de tutela a fin de favorecer la salud de mi hijo con
la droga que debe ser sumistrada por el Instituto Seguro Social."
2. Pruebas.
2.1. El Instituto de
Seguros Sociales, Seccional de Risaralda, dice que el Decreto 1938/94 definió
en su artículo 45, los medicamentos del plan obligatorio de salud y dentro de
ellos no está SABRIL, de ahí la orden de no autorizarlo.
2.2. La
neuropediatra Catalina Danuyer, médico del niño, dice que el menor tiene
epilepsia de difícil manejo con convulsiones iniciadas a los 6 meses. Que el
paciente ha recibido los medicamentos existentes en el formulario del I.S.S.
sin presentar mejoría, pero que con el "vigabatrín si ha reaccionado
favorablemente" y que al dárselo la médico no tenía conocimiento de que no
estuviera en los que permite el I.S.S.
2.3. La Coordinadora
pediatra dice que "a ningún paciente se le ha negado el medicamento fuera
de formulario". Pero la verdad es que al niño no se le entrega como lo
expresa la madre bajo juramento, se infiere del hecho de instaurarse la tutela
y de la declaración de la médico.
3. Decisión.
el Juzgado Sexto
Penal Municipal de Pereira, en providencia de 2 de junio de 1995 resolvió:
"Primero.-
TUTELAR los derechos fundamentales de índole Constitucional, que en nombre y
representación del menor ROBERT ANDRES VALENCIA OSPINA, hace la señora María
Francinelly Valencia Ospina y los cuales hacen referencia a la salud, a la
vida, a la seguridad social y derechos del menor, consagrados en la
Constitución Política en sus arts. 11, 44, 48 y 49. Este amparo se hará en
forma transitoria para evitar un mal o perjuicio irremediable (art. 8º Decreto
2591 de 1991), protección que operará en las condiciones analizadas en la parte
motiva de éste proveído.
Segundo.- Envíese
el Oficio respectivo al señor Director del Instituto de los Seguros Sociales de
ésta Ciudad, para que proceda de conformidad con lo resuelto, esto es,
ordenando le sea suministrado al menor ROBERT ANDES VALENCIA OSPINA, el
medicamento antiepiléptico conocido como VIGABATRIN que le recetara la Doctora
CATALINA DUYUNER, su Médico tratante; ésto en las condiciones relacionadas con
anterioridad".
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala correspondiente,
y del reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación.
B. CASO CONCRETO
Y REITERACION DE JURISPRUDENCIA.
La señora María
Ospina Agudelo puede instaurar tutela en representación de su hijo, menor e
inválido, luego la acción debe ser definida, pero no en el sentido de ordenar
que se recete la droga que la solicitante indica, sino la que señale el médico
que viene tratando al niño; este aspecto ya fue resuelto por esta Sala S´ptima
de Revisión.
En sentencia T-271/95
se estudió el siguiente caso:
"Indica el
actor que la adquisición de los medicamentos escapa a sus posibilidades
económicas, que le fueron recomendados por el médico que lo atiende y que
mediante su aplicación se evita el desarrollo de "enfermedades del sistema
nervioso central que son incapacitantes e invalidantes y generan dolor
insoportable", se logra retardar "el proceso deterioro del
organismo" y recuperar "el sistema de defensas del cuerpo", todo
lo cual se traduce en un mejoramiento de la calidad de vida y en la
prolongación de la misma, ventajas que, fuera de obtenerse a un menor costo,
permiten la incorporación del enfermo a la actividad productiva, así como la
recuperación anímica derivada del disfrute de mejores condiciones de fé, esperanza
y convivencia, no sólo para el afectado sino también para sus familiares y
allegados.
Por
su parte, el Instituto de Seguros Sociales sostiene no haber entregado los
antiretrovirales por encontrarse sujeto a regulaciones especiales, de
naturaleza legal y reglamentaria, que se remontan al periodo anterior a la
vigencia de la ley 100 de 1993 y que, le impiden, proporcionar medicamentos no
incluidos dentro del catálogo general de suministros Clase I, productos
farmacéuticos, en el que no figuran los aludidos antiretrovirales. En efecto,
señala el Instituto que el decreto 1938 de agosto 5 de 1994 "por el cual
se reglamenta el plan de beneficios del Sistema Nacional de Seguridad Social en
Salud" establece como únicos medicamentos para el tratamiento del sida
"al Trimetropin Sulfamatoxazol y al pentamidina isotianato" y, de
otro lado prohibe, en forma expresa, recetar drogas o sustancias que no
aparezcan autorizadas en el formulario del Ministerio de Salud (artículo 15,
literal g). Similar prohibición contiene la resolución 0046, de febrero 1 de
1994, emanada de la presidencia del seguro social."
Como se aprecia es
un caso similar al de la presente tutela, puesto que el tema planteado es el de
exigirle al I.S.S. que dé al paciente determinado medicamento; el seguro se
niega a hacerlo invocando la Ley 100 de 1993 y el Decreto 1938 de 1994, y,
tanto en el caso que sirve de ejemplo (se trataba de un enfermo de sida) como
en el que motiva el presente fallo (niño epiléctico) la droga que se le niega
al enfermo es indispensable, según el médico, para un tratamiento adecuado. En
el caso que ya definió la Sala, se precisó:
"Es
de anotar que la atención médica y profesional le ha venido siendo prestada al
demandante por el Instituto de Seguros Sociales, entidad de la que es afiliado,
lo cual indica que existe una relación individual que en forma específica
realiza el derecho a la salud haciéndolo exigible de manera inmediata. Así las
cosas, lo que en esta oportunidad se discute es si el derecho que asiste al
peticionario tiene el alcance suficiente para pedir un tratamiento paliativo
determinado que deba serle suministrado por el Instituto de Seguros Sociales o
si, por el contrario, la prestación del servicio se limita a brindar la
atención dentro de los supuestos autorizados por normas infraconstitucionales
que excluyen el tratamiento pedido.
La
Sala insiste en que la respuesta que se dé a la pregunta precedente debe partir
de la estimación de los elementos fácticos en concordancia con las normas
constitucionales aplicables; y por tanto, hallándose constatado que el actor
padece una enfermedad que en forma directa afecta su vida y las condiciones en
que la desarrolla, no vacila en afirmar que la protección que los derechos a
la vida y a la salud reclaman, si bien no involucra una obligación de
resultado , incluye en este evento, la facultad de agotar todas las
posibilidades enderezadas a conservar la existencia vital en la plenitud que le
es inherente. (subrayas propias)
El
ser humano necesita mantener ciertos niveles de salud para sobrevivir y
desempeñarse, de modo que, cuando la presencia de enfermedades incurables y
mortales afecta esos niveles, poniendo en peligro la propia subsistencia, no
resulta válido pensar que el enfermo esté ineluctablemente abocado a
abandonarse a la fatalidad, desechando cualquier tratamiento, por considerarlo
inútil ante la certeza de un inexorable desenlace final; todo lo contrario, el
paciente tiene derecho, mientras tanto, a abrigar esperanzas de recuperación, a
procurar alivio a sus dolencias, a buscar, por los medios posibles, la
prolongación de la vida amenazada, si así lo desea."
La señora María
Ospina Agudelo afirma que su hijo Robert Andrés Valencia Ospina solamente ha
encontrado mejoría con el medicamento que en una oportunidad le recetó la
pediatra, el SABRIL. Se abrigan, entonces, razonables esperanzas de mejoría
para el infante. Significa esto que la no aplicación de la droga que la médico
considera adecuada, repercute en contra de la vida y la salud del menor, luego
es viable proteger al niño porque hay una amenaza a sus derechos fundamentales.
Ante esta situación, la Sala había dicho:
"Queda
así establecido que la utilización de la droga solicitada hace parte del tratamiento
que el médico del Instituto de Seguros Sociales, que atiende al actor,
considera conveniente seguir. Sobre la base del criterio científico del
profesional de la salud, la Sala estima pertinente acotar que el peticionario
tiene el derecho a que se le brinde la totalidad del tratamiento en la forma
prescrita, porque un tratamiento incompleto o que no se ciña a las
recomendaciones médicas desconoce las prerrogativas del paciente que, según lo
indicado, voluntariamente ha querido someterse a las prescripciones del galeno.
La Sala se limitará, entonces, a ordenar que se realice el tratatamiento tal
como fue dispuesto; de manera que su orden no interfiere las decisiones del
médico ni la prestación misma del servicio cuyas modalidades e incidencias
corresponde apreciar y valorar el galeno."
Significa lo
anterior que la labor del Juez de tutela es dar la orden de que no se
interfiere la decisión del galeno que trata al niño, en cuanto razonablemente
dicha decisión repercute favorablemente en el paciente. Tal orden no puede ser
temporal porque el peligro existe y su protección depende de que se ha afectado
un derecho fundamental. Es más, la orden no va a depender de otro juicio (que
no se sabe cuál sería) como lo creyó equivocadamente el a-quo. De ahí que la tutela
se concederá de manera definitiva y no transitoria.
En la sentencia que
sirve de marco de referencia también se lee:
"La
Sala observa que en el caso analizado se distinguen dos tipos de relaciones, a
saber: entre el médico y el paciente y entre el paciente y el Instituto de
Seguros Sociales. El primer evento ha sido dilucidado y, según se sigue de lo
hasta ahora expuesto, es diferente el vínculo entre el paciente y la entidad
afiliadora, que se revela conflictivo en la medida en que el Instituto se niega
a otorgar la totalidad del tratamiento prescrito al enfermo, tratamiento que
incluye el suministro de una droga determinada. Con base en los argumentos
esbozados con anterioridad, se tutelarán los derechos invocados, resolviendo la
controversia en favor del actor. La Sala sabe que la negativa de la parte
demandada se fundamenta en normas jurídicas de rango inferior a la Carta que
prohiben la entrega de medicamentos por fuera de un catálogo oficialmente
aprobado; no desconoce tampoco los motivos de índole presupuestal que conducen
a la elaboración de una lista restringida y estricta, ni cuestiona los estudios
científicos de diverso orden que sirven de pauta a su elaboración, menos aún el
rigor de quienes tienen a su cargo el proceso de selección; sin embargo,
retomando el hilo de planteamientos antecedentes ratifica que el deber de
atender la salud y de conservar la vida del paciente es prioritario y cae en el
vacío si se le niega la posibilidad de disponer de todo el tratamiento
prescrito por el médico; no debe perderse de vista que la institución de
seguridad social ha asumido un compromiso con la salud del afiliado, entendida
en este caso, como un derecho conexo con la vida y que la obligación de
proteger la vida es de naturaleza comprensiva pues no se limita a eludir
cualquier interferencia sino que impone, además, "una función activa que
busque preservarla usando todos los medios institucionales y legales a su
alcance " (Sentencia T-067 de 1994. M.P. Dr. José Gregorio Hernández
Galindo). Esa obligación es más exigente y seria en atención al lugar que
corresponde al objeto de protección en el sistema de valores que la
Constitución consagra, y la vida humana, tal como se anotó, es un valor supremo
del ordenamiento jurídico colombiano y el punto de partida de todos los
derechos. En la sentencia T-165 de 1995 la Corte expuso: "Siempre que la
vida humana se vea afectada en su núcleo esencial mediante lesión o amenaza
inminente y grave el Estado Social deberá proteger de inmediato al afectado, a
quien le reconoce su dimensión inviolable . Así el orden jurídico total se
encuentra al servicio de la persona que es el fin del derecho ". (M. P.
Dr. Vladimiro Naranjo Mesa)."
Queda claro que el
I.S.S. debe responder por el tratamiento señalado por el médico y la orden debe
darse en tal sentido, lo que no puede hacer la Corte es, como lo determinó el
a-quo, precisar la droga que hay que administrar. Además, se repite, la tutela
dará la orden en forma NO transitoria.
Hecha la anterior
aclaración, surge nítida la solución, que será similar a la de la sentencia
T-271/95 cuya jurisprudencia se reitera.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandamiento de la Constitución.
RESUELVE:
PRIMERO.-
REVOCAR PARCIALMENTE la
sentencia proferida por el Juzgado Segundo Penal Municipal de Pereira, de 2 de
junio del presente año; manteniendo el amparo que le dió a la protección de los
derechos fundamentales del menor ROBERT ANDRES VALENCIA OSPINA, pero
modificando en el sentido de ordenar que el Instituto de Seguros Sociales
proceda dentro del término improrrogable de 48 horas, a dar al citado infante,
EN SU TOTALIDAD, el tratamiento que le señale al paciente el médico del I.S.S.
que lo ha venido tratando.
SEGUNDO.-
Librense por Secretaría
las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General |
571 | T-512-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-512/95
DEMANDA DE TUTELA-Procedencia frente a violaciones presentes
No basta con
establecer que la causa mediata o inmediata de la vulneración o amenaza del
derecho que se pretende proteger acaeció con anterioridad a la vigencia de la
Carta para, por ese solo hecho, desvirtuar la procedencia de la acción de
tutela. Resulta necesario, en estos casos, estudiar si al impetrarse la acción
el derecho tutelado se encontraba aún amenazado, o si subsistía la vulneración,
con independencia de la época en que se origino la lesión. No se trata de
hechos ocurridos y consumados bajo el orden constitucional anterior, sino de
una cadena causal, cuyo último eslabón, definitivo para la actora, se produce,
bajo la plena vigencia del nuevo orden constitucional.
REGLAMENTO
UNIVERSITARIO-Procedencia
de tutela
Pese a que la
tutela no es el mecanismo idóneo para reformar los reglamentos y estatutos de
una universidad, no cabe duda de que si tales normas se apartan por completo
del orden constitucional vigente, y su aplicación afecta los derechos
fundamentales de uno de los miembros de la comunidad docente, la acción
procede, como mecanismo transitorio - si existen otros recursos judiciales -, o
definitivo en caso contrario. Si ello no fuera así se estaría frente a un
compartimento estanco, ajeno al radio de acción de los derechos fundamentales,
por el simple hecho de la existencia de un reglamento o estatuto interno, es
decir, por la mera manifestación de voluntad de las directivas o fundadores de
una Universidad.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Inexistencia
de norma reglamentaria
La Constitución
garantiza la autonomía universitaria, lo que comprende el reconocimiento y protección
de ciertas competencias y poderes de la institución docente, especialmente en
cuanto se refiere a su potestad normativa interna. Esta facultad resulta
particularmente relevante para solucionar situaciones problemáticas que no se
encuentran regladas en norma legal, reglamentaria o estatutaria alguna. Por
ello, ante la inexistencia de disposiciones pertinentes, la Universidad está
facultada para adoptar la solución que considere más adecuada.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Límites
Dado que la
decisión que se acoja puede comprometer el derecho a la educación de la
interesada, puesto que éste protege al educando frente a la imposición de
barreras injustificadas que impidan o entorpezcan el proceso educativo, la
medida deberá ser razonable y proporcionada. El ámbito de discrecionalidad de
la Universidad, garantizado por el reconocimiento constitucional de su
autonomía, se encuentra limitado por el respeto de los derechos fundamentales
de los miembros de la comunidad académica.
CERTIFICACIONES
DE PROFESORES-Alcance
probatorio
La determinación
del alcance probatorio que deba concedérsele a las certificaciones de los
profesores y, en general, la verificación de si en su oportunidad se
presentaron o no las respectivas habilitaciones, así como sus resultados, es
una materia que escapa a la jurisdicción constitucional. La estudiante es libre
de aceptar la decisión adoptada por la universidad, pero si insiste en la
veracidad de las certificaciones, que no alcanzan a convencer plenamente a las
autoridades docentes, no puede imponerlas unilateralmente sin antes surtir el
proceso ordinario en el que se establezca judicialmente la verdad de los
hechos.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Razonabilidad
y proporcionalidad/DERECHO A LA EDUCACION-Habilitación de materia
Es objeto de esta
jurisdicción apreciar la razonabilidad y proporcionalidad de la alternativa
acogida por el centro docente, lo que es además indispensable para excluir un
eventual ejercicio arbitrario de la autonomía universitaria. El examen de
habilitación que se ha ordenado constituye una medida que no merece objeción
alguna desde esta perspectiva. En efecto, su finalidad es la de asegurar la
calidad en la educación y garantizar la adecuada formación intelectual del
estudiante. La habilitación, de otro lado, sustituye la anotación existente en
los registros de la universidad y representa un medio expedito para acreditar
el cumplimiento de los objetivos académicos, sin necesidad de agotar, luego de
siete años de ocurridos los hechos, un debate probatorio sobre si se dio y con
qué resultados la controvertida calificación final. Ante otras alternativas
igualmente idóneas para comprobar la aptitud académica de la estudiante y para
resolver la situación planteada, la adoptada por la universidad es razonable y,
en modo alguno, es la más gravosa a la luz de las circunstancias existentes. La
solución que ofrece la universidad, justamente, tiene la virtualidad de obviar
la iniciación de un proceso judicial, lo que sin duda abona aún más su
razonabilidad.
NOVIEMBRE 14 DE 1995
Ref.:
Expediente T-75881
Actor: Piedad
Barona Villafañe
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-75881 adelantado por PIEDAD BARONA VILLAFAÑE contra el CONSEJO
DIRECTIVO DE LA CORPORACION UNIVERSITARIA AUTONOMA DE OCCIDENTE
ANTECEDENTES
1. Desde 1985,
Piedad Barona Villafañe es estudiante de la Facultad de Ingeniería de la
Corporación Universitaria Autónoma de Occidente. A principios de 1995, cuando
la alumna se disponía a cumplir con los últimos requisitos necesarios para
optar al título de ingeniera industrial, la Universidad le informó que debía
volver a cursar las asignaturas de Estadística I y Administración I que
aparecían como reprobadas en el respectivo expediente académico.
Con el fin de
solucionar la irregularidad, la señorita Barona se dirigió al Decano de la
Facultad de Ingeniería, con el fin de solicitar se adoptara una determinación
menos gravosa que aquella consistente en tener que cursar nuevamente las
materias. La estudiante acompañó a su petición dos oficios, fechados el 13 de
enero de 1995, en los cuales los profesores Guillermo Valdés y Edgar Velasco
certifican que Piedad Barona cursó y aprobó las materias Estadística I y Administración
I y aseveran que, en más de dos oportunidades, se presentaron ante la
Secretaría Académica - por requerimiento de ésta - para confirmar que las notas
fueron debidamente registradas.
En la constancia de
enero 13 de 1995, firmada por el profesor Guillermo Valdés, puede leerse lo
siguiente:
"Señor
Sigifredo Satizabal Decano Facultad de Ingeniería Universidad Autónoma de
Occidente. Ciudad.- Certifico que: 1. La señorita PIEDAD BARONA VILLAFAÑE,
estudiante de Ingeniería Industrial diurno, código 850782 cursó en el año de
1987 la asignatura ESTADISTICA I, dictada por mí en ese entonces. 2. Que
perdió, habilitó y aprobó la materia con una nota de habilitación de 3.2. 3.
Que la nota fue entregada a Secretaría Académica. 4. Que en más de dos (2) ocasiones
debí ratificar a petición de ella y por orden de Secretaría Académica hasta que
la misma oficina confirmó que ésta había sido debidamente registrada".
Por su parte, la
certificación - también fechada el 13 de enero de 1995 - del profesor Edgar
Velasco reza en su parte pertinente:
"Señor
Sigifredo Satizabal Decano Facultad de Ingeniería Universidad Autónoma de
Occidente. Ciudad. Certifico que la señorita PIEDAD BARONA VILLAFAÑE,
estudiante de Ingeniería Industrial diurno, código 850782 cursó y aprobó en el
año de 1987 la asignatura de Administración I, dictada por mí, que la nota
correspondiente a su examen final fue entregada en Secretaría Académica, y que
en tres (3) oportunidades me acerqué en compañía de la estudiante por petición
de la Secretaría Académica a ratificar dicha nota hasta la confirmación de que
así había sido".
El Decano de la
Facultad de Ingeniería presentó el caso ante el Consejo Directivo del centro
universitario, el cual, mediante Resolución N° 3255 de enero 26 de 1995,
resolvió que la estudiante no tenía que cursar nuevamente las asignaturas
Estadística I y Administración I, pero sí debía presentar los examenes de
habilitación y final de cada uno de estos cursos. Para la práctica de las
evaluaciones, el Consejo Directivo fijó como plazo máximo el día 24 de febrero
de 1995, a las 6:00 p.m. Esta decisión fue notificada a la estudiante el 17 de
febrero de 1995.
El 22 de febrero de
1995, la alumna Piedad Barona sometió a consideración del Consejo Directivo una
nueva petición, en la que solicitaba se le permitiese sustituir la
presentación de los examenes por la realización de un trabajo que implicara
"investigación, actualización y estudios", y que fuera
"monitoreado, revisado y llevado a cabo bajo ciertas restricciones, además
con un corto límite de tiempo". A través de la Resolución N° 3297 de
febrero 27 de 1995, el Consejo Directivo despachó desfavorablemente la
solicitud, y confirmó la determinación adoptada en la Resolución N° 3255.
Piedad Barona
decidió insistir nuevamente ante el Consejo Directivo y, en escrito de febrero
28 de 1995, solicitó se le otorgara un plazo prudencial para presentar los
examenes. Esta petición obtuvo respuesta positiva. En virtud de la Resolución
N° 3308 de marzo 17 de 1995, el Consejo Directivo amplió el plazo para la
presentación de las evaluaciones al término comprendido entre el 1° y el 19 de
mayo de 1995.
2. El 15 de mayo de
1995, Piedad Barona Villafañe interpuso acción de tutela contra el Consejo
Directivo de la Corporación Universitaria Autónoma de Occidente, ante el
Tribunal Administrativo del Valle del Cauca, por considerar que esa institución
vulneró su derecho a la educación.
La estudiante
argumenta que la "negligencia, descuido u omisión" del centro
universitario para "sentar las notas aprobatorias de habilitación y examen
final de las asignaturas cuestionadas", sumados a la determinación del
Consejo Directivo de obligarla a presentar los examenes de las mismas y al
desconocimiento arbitrario de las certificaciones expedidas por los profesores
Guillermo Valdés y Edgar Velasco, quebrantan el derecho fundamental invocado y,
por lo tanto, solicita al Tribunal de tutela: (1) que las materias
Administración I y Estadística I se entiendan aprobadas; (2) que se fije fecha
para la presentación y sustentación de la tesis de grado y para la entrega del
título de ingeniera industrial, al que tiene derecho por haber cumplido todos
los requisitos académicos.
3. El Tribunal
Administrativo del Valle del Cauca, mediante providencia de mayo 26 de 1995, negó
la tutela solicitada al considerar que "si dentro de los registros
oficiales no aparecen notas de éstas (las asignaturas Administración I y
Estadística I), eso debió arreglarlo la accionante en su momento oportuno y no
pretender ahora que la Universidad acoja en su totalidad sus
pretensiones". De igual forma, determinó que la acción de tutela no era un
mecanismo idóneo para "que una entidad cambie sus normas, estatutos y
reglamentos, que es en el fondo lo que pretende la actora en el caso de autos".
Por otra parte, el Tribunal afirmó que las constancias de los profesores de
Administración I y Estadística I, fechadas el 13 de enero de 1995, en las
cuales éstos atestan que la alumna Piedad Barona Villafañe cursó y aprobó las
respectivas asignaturas, "hacen relación a hechos sucedidos en el año de
1987. Estos documentos no tienen el carácter de público por no haber sido
expedidos por funcionarios públicos".
A través de escrito
fechado el 1° de junio de 1995, la actora impugnó la anterior decisión,
"por no estar de acuerdo con la misma".
4. Mediante
providencia de junio 30 de 1995, la Sección Segunda de la Sala de lo
Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, revocó la sentencia de
primera instancia, pese a no conceder el amparo solicitado. Para la adopción de
tal determinación, sostuvo que la acción de tutela no era procedente cuando
"el peticionario pretende que se le amparen derechos que fueron vulnerados
con acciones u omisiones anteriores a la fecha en que entró a regir la
Constitución de 1991, que fue el ordenamiento jurídico que le dio vida a esta
institución en nuestro país, por lo cual no es posible atender por vía de
acción de tutela las peticiones incoadas en el sub-lite, pues hacerlo
equivaldría a darle aplicación retroactiva a la Carta de 1991. Esta
interpretación la impone el principio de la seguridad jurídica, que es
connatural a toda sociedad jurídicamente organizada".
5. La Sala Tercera
de Revisión, mediante auto de octubre 3 de 1995, ordenó al Presidente y a la
Secretaria General del Consejo Directivo de la Corporación Universitaria
Autónoma de Occidente que respondieran las siguientes preguntas: (1) ¿Cuáles
son las razones de fondo en que se fundan las decisiones adoptadas por ese
Consejo Directivo en relación con las peticiones elevadas por Piedad Barona
Villafañe?; (2) ¿Qué normatividad sustenta las decisiones adoptadas por ese
Consejo Directivo con respecto a las peticiones de Piedad Barona Villafañe?;
(3) ¿Por qué se permitió que la estudiante Piedad Barona Villafañe concluyera
con el pénsum necesario para graduarse como ingeniera industrial si,
supuestamente, las materias Estadística I y Administración I, son requisitos
previos para poder cursar otras asignaturas que conforman dicho pénsum?; (4)
¿Por qué no fueron tenidas en cuenta por ese Consejo Directivo las
certificaciones de los profesores Guillermo Valdés (Estadística I) y Edgar
Velasco (Administración I), ambas fechadas el 13 de enero de 1995, en las
cuales consta que en el año de 1987 Piedad Barona Villafañe cursó y aprobó las
mencionadas materias?.
6. De la información
suministrada por la Secretaría General de la Corporación Universitaria Autónoma
de Occidente se destacan los siguientes puntos:
6.1 Las decisiones
adoptadas por el Consejo Directivo de la Universidad en relación con la
estudiante Piedad Barona Villafañe se fundamentaron en el hecho de no haber
ésta formulado reclamo alguno durante siete años, lo cual se traducía en la
falta de certeza acerca de si la estudiante había o no presentado las
evaluaciones de las asignaturas Estadística I y Administración I. El interés
fundamental de la institución universitaria es "que el estudiante acredite
haber adquirido los conocimientos y habilidades propios de los contenidos de
las respectivas asignaturas".
6.2 Situaciones como
la de la estudiante Piedad Barona Villafañe no se encuentran reguladas por los
reglamentos de la Corporación Universitaria Autónoma de Occidente. El Consejo
Directivo tomó la decisión con base en las facultades que dichos reglamentos le
otorgan, "previo análisis detallado de los hechos".
6.3 La Universidad
permitió que Piedad Barona Villafañe cursara materias de las cuales
Administración I y Estadística I eran prerrequisito, toda vez que "los
reglamentos institucionales autorizan al estudiante, bajo su estricta
responsabilidad, a matricularse en las asignaturas con requisito previo siempre
y cuando dichos prerrequisitos hayan sido cursados, aunque no aprobados, con
anterioridad".
6.4 Las
certificaciones expedidas por los profesores Guillermo Valdés y Edgar Velasco
no fueron tenidas en cuenta por el Consejo Directivo. El trámite excepcional a
seguir en el evento de existir error en los reportes de calificaciones, no se
efectuó oportunamente, razón por la cual no puede pretenderse subsanar una
situación irregular siete años después de ocurridos los hechos que la
motivaron. El trámite al que se hace referencia consiste en que "el
docente respectivo debe tramitar ante el Consejo Directivo, por intermedio del
Decano de División, la solicitud de asiento o modificación de calificaciones
aduciendo las razones que lo justifican". Por otra parte, "las
aludidas certificaciones carecen de sustentación y respaldo que justifiquen en
forma objetiva y valedera las afirmaciones allí contenidas".
6.5 En los listados
de calificaciones de las asignaturas Administración I y Estadística I,
correspondientes al período académico comprendido entre los meses de febrero a
junio de 1987, remitidos a esta Sala de Tutela por la Secretaría General de la
Corporación Universitaria Autónoma de Occidente, consta que los profesores
titulares de la materia fueron Edgar Velasco y Guillermo Valdés,
respectivamente, y la estudiante Piedad Barona Villafañe aparece inscrita en
cada uno de esos listados.
6.6 En la hoja de
vida académica de Piedad Barona Villafañe aparece que ella cursó la materia
Administración I durante el primer período de 1987 y que obtuvo una
calificación final de 1.8. Igualmente, consta que la asignatura Estadística I
fue cursada durante el mismo período, a la cual se asignó una nota final de
2.4.
FUNDAMENTOS
1. La situación que
da lugar a la controversia objeto de la presente acción de tutela tiene
relación con la obligación académica que impuso la Corporación Universitaria
Autónoma de Occidente a la estudiante Piedad Barona, mediante la resolución
3308 de marzo 17 de 1995, consistente en presentar, como requisito de grado,
examen final respecto de dos asignaturas que la estudiante - con apoyo en
sendos certificados de los profesores titulares de las respectivas materias - ,
alega haber cursado y aprobado en el primer semestre de 1987, pese a que en la
hoja de vida académica figuran como reprobadas.
2. El Consejo de
Estado esgrime, para negar la procedencia de la acción, que los hechos motivo
de la misma tuvieron lugar antes de la entrada en vigencia de la Carta de 1991.
La Corte en
reiterada jurisprudencia[1]
ha manifestado que no basta con establecer que la causa mediata o inmediata de
la vulneración o amenaza del derecho que se pretende proteger acaeció con
anterioridad a la vigencia de la Carta de 1991 para, por ese solo hecho,
desvirtuar la procedencia de la acción de tutela. Resulta necesario, en estos
casos, estudiar si al impetrarse la acción el derecho tutelado se encontraba
aún amenazado, o si subsistía la vulneración, con independencia de la época en
que se origino la lesión. El artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 se aplica a
aquellos casos en los cuales los efectos de las actuaciones cuestionadas se
hubieren consumado bajo el régimen constitucional anterior, y no ante
violaciones presentes o potenciales de los derechos fundamentales.
No obstante, así se
aceptare la tesis en virtud de la cual la procedencia de la acción de tutela
depende del momento en el cual ocurrió el acto que compromete un derecho
fundamental, en el caso presente, pese a que las materias cuya evaluación se
discute fueron cursadas en 1987, la decisión, que a juicio de la estudiante
viola su derecho fundamental a la educación, es la contenida en las
resoluciones 3297 y 3308 de 1995, proferidas por el Consejo Directivo de la
Corporación Universitaria Autónoma de Occidente, que le imponen, como requisito
de grado, la obligación de aprobar asignaturas que, a su juicio y según
certificados de los respectivos profesores fueron, en su momento, aprobadas. No
se trata de hechos ocurridos y consumados bajo el orden constitucional
anterior, sino de una cadena causal, cuyo último eslabón, definitivo para la
actora, se produce en 1995, bajo la plena vigencia del nuevo orden
constitucional.
3. El Tribunal de
primera instancia negó la tutela solicitada por considerar que la verdadera
pretensión de la actora era la de cambiar las normas, estatutos y reglamentos
de la Universidad, para lo cual la acción incoada carecía de aptitud. Agregó
que la interesada debió solucionar el problema en el momento oportuno, y que
las constancias de los profesores - en las cuales éstos certifican que la
alumna Piedad Barona Villafañe cursó y aprobó las respectivas asignaturas, y
que así lo manifestaron en reiteradas oportunidades ante la secretaria
académica de la Universidad hasta que les informaron que la situación irregular
había quedado solucionada -, no merecen especial consideración por cuanto no
tienen el carácter de documentos públicos.
La Corte no comparte
la decisión del Tribunal. En primer lugar, parece extraña la aseveración de que
la intención de la actora era la de cambiar las normas de la Universidad,
cuando éstas no formaban parte del expediente al momento del fallo, ni existía
intervención alguna del centro docente en la que se expresara su contenido.
De otra parte, pese
a que la tutela no es el mecanismo idóneo para reformar los reglamentos y
estatutos de una universidad, no cabe duda de que si tales normas se apartan
por completo del orden constitucional vigente, y su aplicación afecta los
derechos fundamentales de uno de los miembros de la comunidad docente, la
acción procede, como mecanismo transitorio - si existen otros recursos
judiciales -, o definitivo en caso contrario. Si ello no fuera así se estaría
frente a un compartimento estanco, ajeno al radio de acción de los derechos
fundamentales, por el simple hecho de la existencia de un reglamento o estatuto
interno, es decir, por la mera manifestación de voluntad de las directivas o
fundadores de una Universidad.
Sin embargo, en el
presente caso la acción de tutela no pretende reformar normas existentes. Los
reglamentos académicos de la Corporación Universitaria Autónoma de Occidente no
contemplan, en disposición alguna, la situación de hecho que origina la
presente acción.
De otro lado, no
puede asegurarse que la estudiante, durante siete años, observó una conducta
pasiva frente a la Universidad. Por el contrario, como se desprende de los
certificados de los profesores - los que no han sido tachados de falsedad -,
tanto en 1987 como en 1988, la universidad le manifestó a la alumna que, en
cumplimiento de las normas reglamentarias y estatutarias, debía anular algunas
asignaturas por encontrar que sus respectivos prerrequisitos se encontraban
reprobados. De inmediato, la interesada acudió a la secretaria académica, en
compañía de los profesores titulares de las mencionadas asignaturas, para
solucionar el problema. Según las certificaciones de los docentes y el
testimonio de la interesada, la Universidad manifestó que la situación había
quedado definitivamente solucionada, lo que tranquilizó a la estudiante.
Igualmente, el
comportamiento posterior de la Universidad objetivamente podía indicar a
cualquiera que el problema surgido había quedado definitivamente resuelto. En
efecto, pese a lo que afirma la Secretaria General de la Universidad en la
certificación que rindió por requerimiento de la Sala, - según la cual el
centro docente permitió a la alumna cursar materias de las cuales
Administración I y Estadística I eran prerrequisito, toda vez que "los
reglamentos institucionales autorizan al estudiante, bajo su estricta
responsabilidad, a matricular las asignaturas con requisito previo siempre y
cuando dichos prerrequisitos hayan sido cursados, aunque no aprobados, con
anterioridad" -, la Corte ha encontrado que los reglamentos de la
Universidad son claros y exigentes en sentido contrario: Según los artículos 54
del Reglamento Académico aprobado mediante acta 166 de 1986, 55 del Reglamento
Académico aprobado mediante la resolución 2516 de 1992, y 31 del Reglamento
contenido en la Resolución 170 de 1995, la Universidad debe cancelar de oficio
y en el periodo académico respectivo, la totalidad de las asignaturas cursadas
sin la aprobación de los prerrequisitos pertinentes. Los mismos reglamentos
señalan que la Universidad ejercerá un control de desempeño académico con el
objeto de verificar la obligación del estudiante de habilitar las asignaturas
reprobadas y repetirlas, si fuere el caso, en los periodos académicos
inmediatamente siguientes.
Por las razones
expuestas, la no cancelación de las asignaturas que tenían como prerrequisito
las materias que se reputaban reprobadas, así como el hecho de que la
Universidad no le hubiese exigido a la estudiante habilitar o repetir
oportunamente tales asignaturas, sirvieron de base a la actora para creer que
la duda había quedado definitivamente superada.
Por ultimo, el hecho
de que los profesores cuyas certificaciones obran en el expediente no sean
funcionarios públicos no les resta, a éstas, veracidad ni pertinencia. Tales
certificaciones constituyen ciertamente documentos privados a través de los
cuales dos profesores, encargados de impartir las cátedras que se consideran
reprobadas, señalan que la estudiante las aprobó. Aunque se trate de
certificaciones extemporáneas respecto del momento en el cual se cursaron las
respectivas asignaturas - pues responden a una petición de la estudiante
formulada en febrero de 1995, momento en el cual se estaba definiendo la
situación académica de la interesada -, tienen valor probatorio en el presente
proceso.
4. Corresponde a la
Corte determinar si viola el derecho a la educación la Universidad que, en uso
de sus atribuciones, impone a una estudiante como requisito de grado la
obligación de presentar examenes definitivos para aprobar asignaturas que,
según la estudiante y los profesores titulares de las respectivas asignaturas,
fueron en su momento - 7 años antes - aprobadas, pero cuyas calificaciones no
se registraron en la hoja de vida de la interesada, pese a sus continuas
insistencias, por error, bien de la administración de la Universidad, o de los
respectivos profesores.
5. La Constitución
garantiza la autonomía universitaria, lo que comprende el reconocimiento y
protección de ciertas competencias y poderes de la institución docente,
especialmente en cuanto se refiere a su potestad normativa interna. Esta
facultad resulta particularmente relevante para solucionar situaciones
problemáticas que no se encuentran regladas en norma legal, reglamentaria o
estatutaria alguna. Por ello, en el caso que ocupa la atención de la Corte,
ante la inexistencia de disposiciones pertinentes, la Universidad está
facultada para adoptar la solución que considere más adecuada.
Sin embargo, dado
que la decisión que se acoja puede comprometer el derecho a la educación de la
interesada, puesto que éste protege al educando frente a la imposición de barreras
injustificadas que impidan o entorpezcan el proceso educativo, la medida deberá
ser razonable y proporcionada. El ámbito de discrecionalidad de la Universidad,
garantizado por el reconocimiento constitucional de su autonomía, se encuentra
limitado por el respeto de los derechos fundamentales de los miembros de la
comunidad académica.
6. Como quiera que
las decisiones adoptadas por la Universidad - (1) negarse a aceptar las
certificaciones de los profesores respecto de las calificaciones de las asignaturas
que se reputan reprobadas; (2) imponerle, en consecuencia, a la estudiante, la
obligación de realizar, en los dos meses siguientes a la adopción de la
decisión, pruebas definitivas sobre el contenido integral de las materias que
figuran reprobadas - pueden resultar violatorias de los derechos fundamentales
de la estudiante, se pregunta la Corte si para asegurar la calidad de la
formación de la discente tales decisiones resultan razonables y proporcionadas
en términos del propósito perseguido.
7. La autonomía
universitaria se traduce en un ámbito definido de libertad institucional para
resolver los problemas que surgen en la comunidad que integran profesores y
estudiantes. La situación creada a raíz de la aparente omisión del registro
final de las calificaciones de las dos asignaturas, en principio tendría
distintas alternativas de solución. Las autoridades docentes han dispuesto la
presentación de sendos examenes de habilitación que, a su turno, la estudiante
rehusa. Esta última, por su parte, estima que el camino natural para superar el
incidente académico no es otro distinto que la admisión irrestricta de las
certificaciones emanadas de los profesores.
Las autoridades
docentes consideran que la duda sobre la calificación final obtenida por la
estudiante, se resuelve mejor mediante el procedimiento indicado. Obligar a la
universidad a renunciar a sus anotaciones originales y a aceptar que, en dicho
evento, sólo cabe admitir las certificaciones de los profesores, así ella tenga
reservas en razón de que se refieren a hechos lejanos en el tiempo,
significaría que situaciones complejas deben siempre zanjarse con un sólo
elemento de juicio y a través de un único método de verificación de los hechos,
lo que es por lo menos controvertible.
La Corte, de otra
parte, no está en capacidad de establecer la verdad de lo acaecido. Si la
universidad efectivamente incurrió en un error, este es un extremo que debe
definir la justicia ordinaria; y, en este caso, la indemnización que le cabría,
igualmente es un asunto librado a la misma autoridad judicial. Por
consiguiente, la determinación del alcance probatorio que deba concedérsele a
las certificaciones de los profesores y, en general, la verificación de si en
su oportunidad se presentaron o no las respectivas habilitaciones, así como sus
resultados, es una materia que escapa a la jurisdicción constitucional.
Lo que si es objeto
de esta jurisdicción es apreciar la razonabilidad y proporcionalidad de la
alternativa acogida por el centro docente, lo que es además indispensable para
excluir un eventual ejercicio arbitrario de la autonomía universitaria. En este
sentido, la Corte considera que el examen de habilitación que se ha ordenado
constituye una medida que no merece objeción alguna desde esta perspectiva. En
efecto, su finalidad es la de asegurar la calidad en la educación y garantizar
la adecuada formación intelectual del estudiante (C.P. art., 67). La
habilitación, de otro lado, sustituye la anotación existente en los registros
de la universidad y representa un medio expedito para acreditar el cumplimiento
de los objetivos académicos, sin necesidad de agotar, luego de siete años de
ocurridos los hechos, un debate probatorio sobre si se dio y con qué resultados
la controvertida calificación final. Ante otras alternativas igualmente idóneas
para comprobar la aptitud académica de la estudiante y para resolver la
situación planteada, la adoptada por la universidad es razonable y, en modo
alguno, es la más gravosa a la luz de las circunstancias existentes. En todo caso,
la estudiante es libre de aceptar la decisión adoptada por la universidad, pero
si insiste en la veracidad de las certificaciones, que no alcanzan a convencer
plenamente a las autoridades docentes, no puede imponerlas unilateralmente sin
antes surtir el proceso ordinario en el que se establezca judicialmente la
verdad de los hechos. La solución que ofrece la universidad, justamente, tiene
la virtualidad de obviar la iniciación de un proceso judicial, lo que sin duda
abona aún más su razonabilidad.
D E C I S I O N
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E:
PRIMERO.- REVOCAR la sentencia de la Sección Segunda de la
Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, proferida el 30 de
junio de 1995.
SEGUNDO.-
CONFIRMAR, por las razones
expuestas en la presente providencia, la decisión adoptada en la sentencia del
Tribunal Administrativo del Valle del Cauca, proferida el 26 de mayo de 1995.
TERCERO.- LÍBRESE comunicación al mencionado
Tribunal, con miras a que se surta la notificación de esta providencia, según
lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los catorce (14) días del mes de noviembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995) ).
[1]Vgr. ST-612/92; ST 120/93; ST-164/93;
ST-374/93; ST-397/93. |
572 | T-513-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-513/95
FALTA DE
LEGITIMACION POR ACTIVA EN TUTELA-Persona que no desea vivir/DEBERES SOCIALES DEL ESTADO-Persona
que no desea vivir
No puede una
persona interponer tutela contra otra que supuestamente está violando sus
propios derechos, porque en ese orden de ideas todo el fuero personalísimo de
un sujeto podría ser interferido por los demás, vulnerando así la
autodeterminación del hombre, cuestión que sólo le compete a él y a nadie más.
Recuerda esta Corporación cómo lo jurídico opera en el campo de lo social, y
nunca en el fuero interno, propio de la norma moral, que es autónoma. No es
viable argüir que una obligación del Estado sea un derecho fundamental, porque
sería confundir la esfera del derecho individual con la de los deberes sociales
del Estado. No toda obligación del Estado equivale a un derecho fundamental,
porque son realidades distintas. Así, en aras del cumplimiento de un deber
social no puede transpasarse el fuero personalísimo de uno de los asociados,
como sería el caso de obligarlo a vivir aun contra su propia voluntad. No hay
que identificar pues un deber social del Estado con derecho fundamental del
accionado, porque ello conduce a confusión jurídica, y no al esclarecimiento de
los hechos.
ESTADO SOCIAL DE DERECHO-Contenido humanitario/SOLIDARIDAD SOCIAL-Persona
que no desea vivir/DERECHO A LA VIDA-Protección como deber moral médico
Debe la Corte
resaltar el loable espíritu humanitario que ha impelido al Seguro Social, a
interponer la presente tutela, con miras a amparar el derecho a la vida del
accionado. El contenido humanitario es una
de las notas características del Estado social de derecho; es por ello que la
asistencia social se debe brindar en todo momento. Más aún, se entiende, si se
tiene en cuenta que el médico es titular de un deber moral, que se traduce en
la facultad jurídica, de luchar por la vida humana. No es concebible una
cultura de la muerte, cuando el constitucionalismo, desde su génesis a nuestros
días, reconoce progresivamente el derecho a la vida de manera radical. Y a
medida que avanza, se preocupa no sólo por garantizar la existencia biológica
sino por elevar cada vez más el alcance de la dignidad de la persona humana. Un
Estado que opta por el derecho a la vida y que se funda en él, debe poner todos
los medios eficaces al alcance de las personas para que se proyecte en su
aspecto trascendente la inviolabilidad de la vida humana como derecho.
DERECHO A LA VIDA-Persona que no desea vivir
La vida es un
derecho inviolable, y en su caso particular, pese a las condiciones difíciles
en que se desenvuelve su existencia después del lamentable accidente que
padeció, existen medios idóneos para su recuperación, así ellos no conduzcan,
dadas sus condiciones, a una rehabilitación total.
LIBERTAD DE
OPINION-Límites de
contenido humanitario/DEBERES DEL CONYUGE-Persona que no desea vivir
En lo que se
refiere a su esposa también accionada, habida cuenta de las circunstancias
anímicas y físicas por las que atraviesa su marido, la Corte le advierte que si
bien es cierto ella goza de libertad de opinión, su ejercicio en este
particular tiene límites, impuestos no solamente por el sentido humanitario y
el deber de solidaridad, sino también por el derecho. Es así como ella debe
asumir su responsabilidad como cónyuge, y apoyar a su marido en las graves y
penosas circunstancias que afronta, brindarle protección y cariño, demostrarle
con hechos su voluntad de colaboración, en lugar de estimularlo en sus
actitudes de rechazo hacia los medios de supervivencia que se le brindan. Es
esta última actitud la que, pese a sus declaraciones en contrario, ha venido
asumiendo frente a su marido. Debe advertirle la Corte que, de persistir en
dicha actitud, podría estar incurriendo en una conducta tipificada como delito
en el Código Penal: la inducción al suicidio.
Ref.: Expediente
T-76359
Peticionario:
E.P.S. Seguro Social (Entidad Promotora de Salud).
Procedencia:
Tribunal Superior de Medellín, Sala Civil
Magistrado
Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Santafé de Bogotá,
D.C., catorce (14) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
en el proceso de tutela
radicado bajo el número T- 76359, adelantado por el señor Felipe Aguirre Arias,
gerente de la E.P.S. del Instituto de Seguros Sociales, Seccional Antioquia, en
contra del señor Luis Guillermo Quintero y Zoraida Alzate Isaza.
I. ANTECEDENTES
De acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del decreto 2591
de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional
escogió para efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
1.1
Solicitud
La apoderada del
actor solicita se le ordene al accionado, señor Luis Guillermo Quintero,
recibir el tratamiento ordinario para su recuperación, así como ingerir los
alimentos que se le proporcionan, teniendo en cuenta que el derecho a la vida
es inviolable e irrenunciable.
1.2
Derechos
fundamentales que se estiman violados
Se invoca
expresamente la inviolabilidad del derecho a la vida, y tácitamente sus
derivados propios. Igualmente, el actor invoca el artículo 13 superior, según
el cual es deber del Estado proteger especialmente a aquellas personas que por
su condición económica, física o mental, se encuentran en circunstancias de
debilidad manifiesta.
1.3 Hechos
El señor Luis
Guillermo Quintero, de treinta y cinco años de edad, sufrió un accidente de
tránsito el día 25 de diciembre de 1994, que le ocasionó una luxación a nivel
de C4-C-5, lo cual determina un estado de cuadriplejia. Ante esta situación, el
enfermo ha manifestado su intención de rechazar cualquier medio ordinario, y ha
llegado, incluso, a rechazar los alimentos que se le proporcionan, señalando su
deseo de morir. Su voluntad fue expresada a través de la siguiente declaración,
hecha ante notario:
"Yo, LUIS
GUILLERMO QUINTERO, mayor de edad, identificado con la cédula de ciudadanía No.
70.545 de Envigado y en completo uso de mis facultades mentales y ante los
siguientes testigos manifiesto:
"Los
testigos ALBA ROCIO QUINTERO y OMAIRA DEL SOCORRO AGUDELO CADAVID, mayores de
edad, identificados con las cédulas de ciudadanía Nos. 32.434.699 y 42.876.858
de Medellín y Envigado, respectivamente, manifiesto:
"Que
desde el momento de mi accidente, manifesté al médico mi deseo de dejar de
tomar droga, si ésta no me servía para volver a caminar, esta decisión la tomo
bajo mi propia responsabilidad, puesto que los médicos no daban ninguna
esperanza, no tomo esta decisión presionado por nadie, ni por mi esposa Zoraida
ni por ninguna otra persona.
"Esta
decisión se encuentra por escrito, y fue firmada por mi esposa, ya que yo no
podía hacerlo por no poder firmar, ZORAIDA firmó bajo mi autorización.
"Respecto
de la COMIDA puedo decir: que por favor no me insistan en que coma, pues yo no
quiero comer, lo único que quiero es descansar, yo mismo tomé esta decisión,
pues no quiero que más adelante se perjudique a mi esposa ZORAIDA o al SEGURO,
dejo claro que esta persona no tiene nada que ver con mi decisión, tampoco el
SEGURO SOCIAL.
"Respecto
de mi familia: No tienen porqué meterse en mis decisiones, pues yo soy
consciente de lo que hago, y de las resoluciones que yo tome con el resto de
vida que me queda, no quiero que involucren a mi esposa ZORAIDA en nada de
esto.
"RESPECTO
A LA CASA: soy radical en esto, no quiero ir, porque no quiero que mi hija me
vea en este estado, pues quisiera abrazarla y poderle dar una ayuda y así no
puedo, por ese motivo no quiero ir, no es que ZORAIDA no me quiera llevar, es
que yo no quiero ir, dejo esto muy claro, no quiero ver que haya problemas por
esta mi decisión".
Ante la actitud
obstinada del paciente, el personal médico se encontró con una evidente
dificultad para ejercer su misión de asistir al enfermo. Por esta razón, el
doctor Felipe Aguirre Arias, Gerente de la E.P.S., interpuso mediante
apoderado, acción de tutela en contra del señor Luis Guillermo Quintero y su
señora esposa Zoraida Alzate Isaza, para que el primero acepte los medios
ordinarios de rehabilitación, y para que la segunda cese en su apoyo al primero
de los demandados, en la decisión de renunciar a cualquier tratamiento y
alimentación debidos.
1.4 Pretensiones
La apoderada del
actor solicita se le ordene al señor Luis Guillermo Quintero recibir el
tratamiento adecuado para recuperarse y alimentarse, y a su esposa Zoraida
Alzate que lo estimule en la defensa de la vida humana, y cese de coadyuvar la
decisión tomada por su marido.
II. ACTUACIONES
JUDICIALES
2.1 Fallo
de primera instancia
El 23 de mayo de
1995, al considerar que el derecho a la vida es irrenunciable, el Juzgado Civil
del Circuito de Envigado concedió la tutela en el sentido de ordenar al señor
Luis Guillermo Quintero recibir la asistencia médica y alimentaria, y a la
señora Zoraida María Alzate Isaza, abstenerse de adoptar decisiones sobre el
régimen alimenticio de su cónyuge.
2.2 El anterior fallo fue impugnado por el
accionado, y en tal virtud operó la segunda instancia.
2.3 Segunda
Instancia
El Tribunal Superior
de Medellín, Sala de Decisión Civil, asumió la segunda instancia del caso que
se estudia, y resolvió confirmar el fallo del a-quo, por motivos
fundados, entre otros, en la obligación ineludible del Estado y de la sociedad
de proteger el derecho inviolable a la vida.
Entre otras
consideraciones, se basó en que los artículos 11 y 13 de la Carta ordenan
proteger especialmente a aquellas personas que por su condición económica,
física o mental, se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta, y
sancionará los abusos y maltratos que contra ella se cometan. Por ello
consideró que si el Seguro Social, agenciando los derechos del paciente Luis
Guillermo Quintero, apela la acción de tutela para prolongar la vida de éste y
su rehabilitación, tal acción debe acogerse ya que el Decreto 2591 de 1991, en
su artículo 10 dispone: "...También pueden agenciar derechos ajenos cuando
el titular de los mismos no esté en condiciones de promover su propia defensa.
Cuando tal circunstancia ocurra, deberá manifestarse en la solicitud...".
Para el Tribunal, "en el presente caso se acredita la legitimación activa
de manera sumaria, en cuanto se demuestra la titularidad del derecho amenazado
o vulnerado, en cabeza del paciente Luis Guillermo Quintero, como principio
general se tiene aceptado por la doctrina que el derecho a la vida tiene que
interpretarse con un sentido integral, así la vida no es la simple
subsistencia, sino la existencia digna y sana, tal y como lo expresa el
artículo 1o. de la Constitución Política, al decir que el sistema republicano
se funda 'en el respeto de la dignidad humana', desarrollando lo que en el
Preámbulo se consigna como propósito del querer constituyente: 'asegurar a sus
integrantes la vida'."
III. CONSIDERACIONES DE LA SALA
1
Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución Política
y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la Corte
Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la referencia.
2 La materia
2.1 Procedencia de la acción de tutela contra particulares
Debe recordarse,
para comenzar, que al tenor de lo dispuesto en la Carta Política, la acción de
tutela procede contra particulares en tres eventualidades: a) Cuando éstos
están encargados de la prestación de un servicio público; b) Cuando la conducta
de éstos afecte grave y directamente el interés colectivo y c) Respecto de
quienes el solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión. En el
caso ahora sometido a la consideración de la Corte no se presenta ninguno de
los eventos enunciados en la Carta (Art. 86). En efecto, en el presente caso el
demandado no presta un servicio público, ni la conducta objeto de la acción
afecta grave y directamente el interés colectivo, ni el demandante se encuentra
frente a él en estado de subordinación o indefensión. Pero además de ello,
encuentra la Sala que el accionante carece de legitimación en causa para
proceder en este caso, por cuanto no se demuestra ni vulneración ni amenaza
contra ningún derecho fundamental suyo. El derecho fundamental que invoca el
actor como presuntamente violado, es el derecho a la vida (Art. 11 C.P.);
además, invoca el inciso final del artículo 13 que consagra la obligación del
Estado de proteger "a aquellas personas que por su condición económica,
física y mental se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta y
sancionará los abusos y maltratos que contra ella se cometan".
Se tiene pues, que
en el caso bajo examen, por una parte el actor está invocando un derecho
fundamental presuntamente violado por el demandado y del cual el titular es éste
mismo. Y, por otra parte, en lo que se refiere al artículo 13, el actor está
invocando como violado no propiamente un derecho fundamental, sino una obligación
del Estado: la de brindar protección especial a quienes se encuentren en
circunstancias de debilidad manifiesta.
En cuanto a lo
primero, la Sala aclara que no puede una persona interponer tutela contra otra
que supuestamente está violando sus propios derechos, porque en ese orden de
ideas todo el fuero personalísimo de un sujeto podría ser interferido por los
demás, vulnerando así la autodeterminación del hombre, cuestión que sólo le
compete a él y a nadie más. Recuerda esta Corporación cómo lo jurídico opera en
el campo de lo social, y nunca en el fuero interno, propio de la norma moral,
que es autónoma. En cuanto a lo segundo, no es viable argüir que una obligación
del Estado sea un derecho fundamental, porque sería confundir la esfera del
derecho individual con la de los deberes sociales del Estado. No toda
obligación del Estado equivale a un derecho fundamental, porque son realidades
distintas. Así, en aras del cumplimiento de un deber social no puede
transpasarse el fuero personalísimo de uno de los asociados, como sería el caso
de obligarlo a vivir aun contra su propia voluntad. No hay que identificar pues
un deber social del Estado con derecho fundamental del accionado, porque ello
conduce a confusión jurídica, y no al esclarecimiento de los hechos.
2.2 El caso bajo estudio
Debe la Corte, en el
caso bajo estudio, resaltar el loable espíritu humanitario que ha impelido al
Seguro Social, Entidad Promotora de Salud, a interponer la presente tutela, con
miras a amparar el derecho a la vida del accionado, señor LUIS GUILLERMO
QUINTERO. El contenido humanitario es una de
las notas características del Estado social de derecho; es por ello que la
asistencia social se debe brindar en todo momento, como se desprende del
artículo 95 superior. Más aún, se entiende, si se tiene en cuenta que el médico
es titular de un deber moral, que se traduce en la facultad jurídica, de luchar
por la vida humana. No es concebible una cultura de la muerte, cuando el
constitucionalismo, desde su génesis a nuestros días, reconoce progresivamente
el derecho a la vida de manera radical. Y a medida que avanza, se preocupa no sólo
por garantizar la existencia biológica sino por elevar cada vez más el alcance
de la dignidad de la persona humana.
Un
Estado que opta por el derecho a la vida y que se funda en él, debe poner todos
los medios eficaces al alcance de las personas para que se proyecte en su
aspecto trascendente la inviolabilidad de la vida humana como derecho.
El demandado, de
conformidad con lo anterior, debe tener presente que la vida es pues un derecho
inviolable, y que, en su caso particular, pese a las condiciones difíciles en
que se desenvuelve su existencia después del lamentable accidente que padeció,
existen medios idóneos para su recuperación, así ellos no conduzcan, dadas sus
condiciones, a una rehabilitación total.
En lo que se refiere
a su esposa, ZORAIDA ALZATE ISAZA, también accionada, habida cuenta de las
circunstancias anímicas y físicas por las que atraviesa su marido, la Corte le
advierte que si bien es cierto ella goza de libertad de opinión respecto del
caso, su ejercicio en este particular tiene límites, impuestos no solamente por
el sentido humanitario y el deber de solidaridad, sino también por el derecho.
Es así como ella debe asumir su responsabilidad como cónyuge, y apoyar a su
marido en las graves y penosas circunstancias que afronta, brindarle protección
y cariño, demostrarle con hechos su voluntad de colaboración, en lugar de
estimularlo en sus actitudes de rechazo hacia los medios de supervivencia que
se le brindan.
Del examen de la
documentación que obra en el expediente se colige que es esta última actitud la
que, pese a sus declaraciones en contrario, ha venido asumiendo frente a su
marido la señora Zoraida Alzate Isaza. Debe advertirle la Corte que, de
persistir en dicha actitud, podría estar incurriendo en una conducta tipificada
como delito en el Código Penal: la inducción al suicidio.
Por
las anteriores razones, esta Corte procederá a revocar la sentencia proferida
por el Tribunal Superior de Medellín, en virtud de que esta acción es notoriamente
improcedente y en este sentido el peticionario carece de legitimación in
causa.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E :
PRIMERO: REVOCAR
las sentencias proferidas
por el Juzgado Civil del Circuito de Antioquia el 23 de mayo de 1995 y por el
Tribunal Superior de Medellín, Sala Civil, del 23 de junio de 1995, y en su
lugar DECLARAR IMPROCEDENTE la acción de tutela interpuesta por
el peticionario, por los motivos expuestos en la presente providencia.
SEGUNDO: ORDENAR
a la señora Zoraida Alzate
Isaza ABSTENERSE de cualquier actitud que tienda a desfavorecer la
inviolabilidad del derecho a la vida de su cónyuge, señor Luis Guillermo
Quintero y, de interferir en la labor de recuperación que su esposo
merece.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJÍA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
573 | T-515-95
bSentencia No
bSentencia No.
T-515/95
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Límites
La autonomía
universitaria de manera alguna implica el elemento de lo absoluto. Dentro de un
sentido general, la autonomía universitaria se admite de acuerdo a determinados
parámetros que la Constitución establece, constituyéndose, entonces, en una
relación derecho-deber, lo cual implica una ambivalente reciprocidad por cuanto
su reconocimiento y su limitación están en la misma Constitución. El límite a
la autonomía universitaria lo establece el contenido Constitucional, que
garantiza su protección pero sin desmedro de los derechos igualmente protegidos
por la normatividad constitucional. Hay que precisar que la autonomía universitaria
en cierta forma es expresión del pluralismo jurídico, pero su naturaleza es
limitada por la Constitución y la ley, y es compleja por cuanto implica la
cohabitación de derechos pero no la violación al núcleo esencial de los
derechos fundamentales.
UNIVERSIDAD-Formación integral
La autonomía
surgida con la base en la ciencia y el saber tiene su fundamento en el objeto
social, y es precisamente ahí donde cobra todo su valor. La universidad hace
suyo el poder propio del saber, pero sin menoscabo de los valores consagrados
constitucionalmente. Esto no obsta para que las universidades en procura de
formar individuos en la ciencia y el saber determinen los mecanismos académicos
capaces de comprobar la idoneidad del educando. En efecto, la Universidad debe
trasmitir al interior de la comunidad universitaria los mayores niveles de
exigencia, en razón de obtener una integral formación. Razón por la cual los
reglamentos académicos señalan las reglas de juegos a las que se compromete el
estudiante una vez éste por su propia voluntad decide ingresar a la
institución, previo proceso de selección efectuado por el establecimiento
universitario.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Facultad de
reglamentación interna
Una manifestación
de la autonomía universitaria la constituye la posibilidad de establecer sus
propios reglamentos internos, que son regulaciones sublegales, sometidos, desde
luego, a la voluntad constitucional y a la de la ley, encargados de puntualizar
las reglas de funcionamiento de las instituciones de Educación superior, su
organización administrativa, requisitos para la admisión del alumnado,
selección de personal docente, clasificación de los servidores públicos, etc.
Los estatutos constituyen para las entidades descentralizadas en general, y
desde luego para los organismos de educación superior, su reglamento de
carácter obligatorio, en el que se dispone puntualmente su organización y
funcionamiento.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Exclusión
carrera de estudios musicales/DERECHO A LA EDUCACION-Exclusión carrera
de estudios musicales
Hay claridad en
lo del reglamento interno de la Universidad en cuanto a que la pérdida de la
materia determina la exclusión. Causal que por demás era conocida por los
estudiantes, desde su ingreso a la Universidad y que aceptaron al inscribirse
en la carrera de estudios musicales. Los estudiantes incumplieron sus
obligaciones como estudiantes. La Universidad, goza de autonomía para
determinar el nivel de exigencia de sus estudiantes y en razón a esto puede
determinar sobre cuales parámetros, estarán diseñados los sistemas de
evaluación académica. Es preciso no olvidar la autonomía de las instituciones
educativas para seleccionar a sus alumnos, para expulsarlos y sancionarlos de
acuerdo a sus propias normas. La acción de tutela no puede servir para
desconocer tal autonomía, obligando a una institución, a través de un
procedimiento breve y sumario, para conservar alumnos que infringen los
reglamentos a los cuales por decisión propia se someten una vez ingresan a la
Universidad. La permanencia en un establecimiento educativo se garantiza
siempre y cuando el alumno cumpla con los deberes académicos que le señalan el
reglamento estudiantil, y los mismos alumnos, nunca cuestionaron la
constitucionalidad de la parte del reglamento aplicado.
DERECHO A LA
EDUCACION-Deberes
Si bien existe el
derecho a la educación como fundamental, dicho derecho comporta el cumplimiento
de ciertos deberes y obligaciones para el estudiante, deberes y obligaciones
que cada centro universitario podrá, dentro de las órbita de su autonomía y con
respecto a la ley establecer en otras palabras, el goce de ese derecho impone
el cumplimiento de ciertos deberes como requisitos indispensables para que
pueda no solo acceder a un determinado establecimiento educativo, sino pertenecer
en él hasta la culminación de los estudios que hubiere iniciado.
Ref.: Expediente
No. T-68776-76161
Peticionarios:
Maria Claudia
Ferreira Salazar.
José Manuel Ruiz
Herrera
Procedencia:
-Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá (Sala Civil).
-Juzgado Catorce
civil del Circuíto de Santa Fe de Bogotá.
Temas:
La Autonomía
Universitaria y El Derecho a la Educación.
El Derecho a la
Educación, su función social (Derecho-Deber).
Magistrado
Ponente:
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá
D.C., Quince (15) de Noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Septima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y
Vladimiro Naranjo Mesa.
NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
La Sala de Selección
número 8 en sesión del 10 de agosto de 1995 decidió acumular el expediente
T-76161 al expediente T-68776, por cuanto estos procesos presentan una
coincidencia en los hechos narrados y los derechos cuya protección se busca con
la presentación de esas acciones de tutela. En consecuencia los dos expedientes
deben tramitarse conjuntamente.
1. Solicitudes
T-68776
María Claudia
Ferreira Salazar confirió poder para impetrar la acción de tutela contra la
Pontificia Universidad Javeriana, ante el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santafe de Bogotá (Sala Civil).
Los hechos
fundamento de la presente demanda se sustentan en la circunstancia de que la
peticionaria considera violado el derecho fundamental a la educación, y en
razón de esto señala que la protección Constitucional que se conceda debe
contener de manera clara su reintegro como alumna de último nivel de
dirección Coral, con la asignación de un nuevo profesor y examinador para la
materia que le queda
pendiente.
Los hechos que dan
origen a dicho proceso se resumen de la siguiente manera:
1. María Claudia
Salazar Pineda, inició sus estudios de Música en la Universidad Javeriana en el
primer semestre de 1989, dentro de un programa establecido en la universidad
que para entonces se denominaba, programa de estudios musicales. Mediante
modificación adoptada por las directivas de la Universidad, este programa se
convirtió en carrera universitaria, siendo de obligatorio cumplimiento para los
alumnos que pertenecían al anterior programa de estudios efectuar la
correspondientes cursos, con miras a obtener la nivelación académica que les
permitiera la continuar los estudios.
Para tales efectos
los estudiantes debían realizar un énfasis que podía ser Instrumento, Dirección
Coral o Composición.
2. La estudiante en
mención opto por hacer el énfasis en canto, materia que cursó durante los dos
semestres de 1991 y el primero de 1992. La estudiante no pudo continuar con
sus estudios en razón a los argumentos que el apoderado aduce en esta demanda:
“Después de haber
cursado tres semestres de canto como instrumento de carrera, debidamente
aprobados y un semestre de monitoría (1993), el Departamento cambia de profesor
en el énfasis de canto, lo cual ocasiona el retiro de María Claudia del énfasis
por cuanto para el profesor entrante -Detlv Shultz- mi representada ya estaba
muy vieja para pensar en el canto.”
3. Por tales
motivos, la estudiante optó por realizar su énfasis en Dirección Coral, siendo
necesario para ello, cumplir con unos requisitos entre los cuales se
encontraba el “de conseguir un coro y realizar un montaje de una obra que le
exigían y, además, analizar detalladamente varias obras para ser sustentado
ante un jurado”. Una vez cumplido con estos requisitos fue aceptada en
dirección coral.
4. En el desarrollo
de la materia “dirección coral”, sus notas para los semestres segundo de 1992,
primero de 1993, y segundo de 1993, correspondieron a (4,0), (4.0) y (3.5)
sucesivamente.
5. Para el primer
semestre de 1994, a juicio de la accionante “de manera extraña”, no se calificó
a la peticionaria esa materia. En el segundo semestre de 1994 le fue asignado a
María Claudia un grupo con el cual podía trabajar dos veces por semana. Al
finalizar su primera audición correspondiente al semestre en curso el maestro
Guillermo Gaviria “le dijo a mi representada que su audición había reflejado
una total falta de criterio personal y en consecuencia le sugería dos
soluciones: el retiro definitivo de la Universidad o retiro temporal para
efectos de que cuando hubiese un mejor maestro de dirección coral pidiera el
reintegro a la Universidad y así continuara con su trabajo en orden a la
consecución del grado.”
6. Ante la situación
presentada, la estudiante se preparó para una nueva audición en la cual tres
nuevos jurados la examinaron para concluir que su trabajo “había sido bueno
pero no suficiente”, tras lo cual fue citada donde el Director de carrera,
quien ante la información suministrada por el director de coral que señalaba la
no aprobación de la correspondiente materia, le informó que tal situación daba
lugar al retiro definitivo del departamento de música.
7. Con ello, agrega
la libelista, se desconocieron los años anteriores de estudio y sus
calificaciones precedentes, toda vez que “La perdida de una materia implicaba
la pérdida de todas las demás materias que componen la carrera”.
Fallos
1. Sentencia del
Tribunal Superior del Distrito judicial de Santafé de Bogotá D.C. (Sala Civil).
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafe de Bogotá, D.C. (Sala Civil) que conoció en
primera instancia de la acción de tutela de la referencia, mediante Sentencia
del veintidós (22) de febrero de mil novecientos noventa y cinco, resolvió
conceder la tutela y ordenó a la Universidad Javeriana reintegrar al
departamento de música a la accionante María Claudia Ferreira Salazar para
cursar nuevamente el nivel de dirección coral y “las demás asignaturas
correspondientes hasta la terminación de la carrera”, requiriendo, además, a tal
Universidad, “para que se abstenga de tomar cualquier represalia contra la
mencionada Ferreira Salazar”.
A juicio del
Tribunal, una vez revisados el reglamento estudiantil de aplicación particular
para la facultad de música, que consagra la cláusula de exclusión de la
universidad para “el alumno que no apruebe la materia correspondiente al área
de énfasis, o dos materias del área básica y/o complementaria” y revisada
también estructura curricular de la facultad de música, se determinó que “la
materia de dirección coral no es sino una de las materias que integran el área
de énfasis” y en consecuencia no resulta aplicable el reglamento estudiantil
para el caso estudiado, por cuanto claramente señala tal estatuto que la
aplicación de la causal de exclusión se aplica ante la pérdida de dos materias
situación que en el presente caso no se dio. Dice el Tribunal que tal medida
constituye “una determinación desbordante de los lineamientos legales internos
de la Universidad, pues la sanción impuesta por el hecho anotado(pérdida de la
materia) no esta establecida y con tanta más razón si se tiene en cuenta que
las afirmaciones de la accionada en el precitado oficio 0055, en el sentido de
que la pérdida del área de énfasis es suficiente para la exclusión de la carrera,
no pasaron de ser simples manifestaciones desprovistas de todo respaldo en los
reglamentos aportados.”
La Impugnación
El Padre Gerardo
Arango Puerta S.J., actuó en representación de la Pontificia Universidad
Javeriana, e impugnó la decisión proferida, con base en los siguientes
argumentos:
1. Sostiene que es
necesario hacer claridad en algunos puntos y específicamente en torno a la
conformación del área de énfasis por cuanto el fallo se centra “básicamente en
el hecho de que el área de énfasis esta conformado por varias materias”, y que
la materia de dirección coral es “una de las materias del área de énfasis”
entonces debe aclararse que “el área de énfasis solo se encuentra conformado
por esta materia en dicha área razón por la cual, al haber perdido la
ex-estudiante en cuestión la materia, la Universidad, lo único que hizo fue
proceder de acuerdo al reglamento y procedió a ejecutar la exclusión”.
Sentencia de la
Corte Suprema de Justicia (Sala de Casación Civil)
El fallo de primera instancia
fue revocado por Sala de Casación Civil mediante sentencia del seis (6) de
abril de 1995.
En el caso sometido
a estudio, la Corte Suprema de Justicia señaló que la sanción de
exclusión aplicada a
la señorita María Claudia Ferreira Salazar se ajusto a las circunstancias
establecidas en el reglamento, comprobados todos los elementos que permitían
establecer la perdida de la materia, “calificada oralmente con el lleno de los
requisitos previamente definidos, y conocidos, por tanto, por la estudiante
actora en tutela”
De otro lado la
Corte Suprema de Justicia destaca, que la conformación del área de énfasis no
coincide con lo expresado por la peticionaria y señala:
“Entendida ,
pues, la conformación del área de énfasis, no como materia única, según lo
pretende demostrar la peticionaria y lo entendió el Tribunal, sino como la
suma de dos materias, es imperioso inferir que la conducta controvertida por
la petente corresponde a una situación legítima de la entidad particular, en la
que no puede interferir el Juez de tutela sin desconocer indebidamente con
ello el estatuto Universitario que, en su aspecto contractual, es, sin duda,
ley entre las partes.”
Pruebas
solicitadas por la Corte Constitucional
Esta Corporación,
por considerar importante para la decisión, solicitó mediante auto de dos (2)
de agosto del año en curso a la Universidad Javeriana, informar sobre las
fechas de aprobación del reglamento general de la Universidad y del reglamento
específico para la facultad de ciencias, con las modificaciones efectuadas. En
igual forma solicitó el certificado de notas de todos los semestres cursados
por la señorita Ferreira Salazar.
La Universidad
Javeriana, mediante comunicación de agosto tres (3) de 1993, dio cumplimiento a
todo lo solicitado por esta Corporación.
Solicitud T-76161
El Señor
José Manuel Ruiz Herrera interpone acción de tutela contra la Pontificia
Universidad Javeriana. Conoce de esta demanda el Juzgado 24 Civil Municipal de
Santafe de Bogotá. Los fundamentos de la acción de tutela se sustentan en la
circunstancia de que el estudiante José Manuel Ruiz Herrera considera que fue
violado el derecho a la educación, toda vez que los hechos ocurridos no se
adecuaban a lo previsto en la causal de exclusión de la Universidad.
Las circunstancias
que dan origen a dicho proceso se resumen de la siguiente manera:
El estudiante cursó
tres semestres de música en la Pontificia Universidad Javeriana durante el
segundo semestre de 1993 y el año lectivo de 1994. El actor señala que durante
el segundo semestre de 1993 y el año lectivo de 1994. El actor señala que
durante esos períodos su rendimiento académico y comportamiento personal fueron
buenos. Pero que el día 30 de noviembre de 1994 perdió el examen final de la
asignatura instrumento guitarra. Con el agravante de que los profesores
examinadores excluyeron de su repertorio la obra que a su juicio había
preparado mejor.
El estudiante
solicita la revisión de su examen comunicación de enero 25 dirigida al profesor
de la materia, Guillermo Gaviria. El profesor deniega la petición del alumno,
por considerar que una vez analizado el caso con el jurado que evaluó el examen
éste encontró que su decisión fue acertada de acuerdo a lo observando y
escuchado durante el examen.
El alumno de igual
manera y mediante comunicación de 27 de enero de 1995, dirigida al decano de la
facultad, solicita no ser excluido por la pérdida de la materia, pues considera
que la nota del examen no se adecuo a sus condiciones técnicas y artísticas.
El Decano en respuesta
a la comunicación suscrita por el alumno señala que una vez hecho el estudio
completo del caso, lo cual implicó un dialogo con el jurado calificador, así
como también el estudio integral del reglamento, se decidió no dar lugar a la
revisión del examen por cuanto el reglamento para la facultad de estudios
musicales señala que la evaluación de instrumento se hace en forma de audición,
equivalente a una evaluación verbal, ante tres examinadores o jurados, y por
tal razón no tiene revisión o segundo examen.
De otro lado, indica
que la pérdida de la asignatura principal, en este caso guitarra, situación que
conocía el alumno desde su ingreso a la Universidad, determina su exclusión de
la facultad de estudios musicales. Por otra parte, señala que “aunque los
informes de su comportamiento y rendimiento académico en otras materias son
realmente positivos, no implican excepción cuando se reprueba la materia
principal.”
Pruebas
solicitadas por el Juzgado Veinticuatro Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá
El Juez Veinticuatro
Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá mediante oficio de mayo 30 de 1995
solicita a la Universidad Javeriana información sobre la intensidad horaria,
los días y el profesor, con el cual el alumno José Manuel Ruiz cursó la materia
“clase individual de instrumento”.
En igual forma se
solicita información sobre el por qué en el registro académico expedido por la
Universidad no aparece como asignatura el seminario colectivo guitarra, que sí
aparece en el registro académico enviado por la Universidad a ese despacho el
22 de mayo de 1995. Así mismo se ordena a la Universidad informar sobre la
intensidad horaria mínima requerida para que una asignatura sea considerada
como tal. El Juzgado determina citar también al accionante para rendir testimonio.
Mediante
comunicación de mayo 31 de 1995, la Universidad señala que el estudiante sí
cursó la clase individual de instrumento. en el segundo semestre de 1994, con
una intensidad horaria semanal de una hora académica. Determina igualmente que
el estudiante sí curso la asignatura “seminario colectivo de guitarra” en el
segundo semestre de 1994, en el horario comprendido entre las 2 p.m. a las 5
p.m. y que las clases de esta materia fueron dictadas por los maestros Carlos
Posada y Sonia Díaz. Finalmente la Universidad concluye diciendo que la
evaluación de estas dos asignaturas se realiza por reglamento interno de la
carrera en un sólo examen y la nota obtenida por el estudiante fue de 2.5,
reprobatoria de las dos asignaturas, razón por la cual se excluyó de la carrera
de estudios musicales y en consecuencia de la Universidad.
Fallos
Sentencia del
Juzgado Veinticuatro Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá
El Juzgado
Veinticuatro Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá, al resolver en primera
instancia la acción de tutela de la referencia, mediante sentencia de junio dos
del año en curso, resolvió negar la petición de tutela, en consideración a los
siguientes argumentos:
“Según el
reglamento de la Universidad, el área más importante en la carrera de estudios
por la que haya optado el alumno, que para el caso en estudio fue “instrumento”
como se le denomina en el plan de estudios del folio 84, ésta tiene 7 créditos,
que son objeto de un solo examen y dan lugar a la exclusión de la carrera si la
misma es reprobada. Considerarla una sola materia o tenerla como dos
asignaturas, es aspecto formal que en nada incide con lo sustancial, pues en
esencia lo único claro y cierto es que quien pierda esos 7 créditos queda
excluido de la carrera.
Y eso dice el
reglamento, el accionante debe acatarlo, pues en señal de aceptación y de
sometimiento a él firmó al matricularse en el segundo semestre de 1994 tal como
consta en el documento que a petición suya se allegó el expediente y que obra
al folio 129, época para loo cual ya existía la aclaración y adición al
reglamento tal como lo acepta el propio accionante al decir que sabía que
perder instrumento era causal de exclusión.
No puede el
petente argumentar desconocimiento de esa norma, pues si cursó dos semestres
anteriores en el programa de nivelación y se matriculó en junio de 1994 para
cursar el primer semestre de la carrera, era su obligación saber que su
asignatura principal era guitarra no susceptible de suspender.
Analizado el
aspecto que generó controversia, sólo resta anotar que las calificaciones
obtenidas por el accionante en las otras áreas son ampliamente satisfactorias,
pero dadas las condiciones de la carrera de estudios musicales, la idónea, la
primordial es la de énfasis que está muy por encima de todas, pues mientras la
básica cuenta con ocho créditos en 3 asignaturas y la complementaria con 4
créditos en dos asignaturas, la de énfasis soporta 7 créditos en una sola:
instrumento individual y colectivo-guitarra, por lo tanto frente a la pérdida
de la más importante, en nada incide el buen promedio de las otras”.
Impugnación
El apoderado del
accionante impugna la sentencia proferida por el Juez Veinticuatro Civil
Municipal de Santa Fe de Bogotá, con base en los siguientes argumentos:
A su juicio, la
causal de exclusión que señala: “queda excluido de la carrera de estudios
musicales y de los programas ofrecidos por el departamento de música el alumno
que no apruebe la materias dos asignaturas correspondientes al área de énfasis”
no se adecua al caso del señor José Manuel Ruiz Herrera por cuanto, el “sólo
registró y cursó una sola asignatura del área de énfasis: instrumento
guitarra”.
Fallo del Juzgado
Catorce Civil del Circuito de Santa Fe de Bogotá
El Juzgado Catorce
Civil del Circuito de Santa Fe de Bogotá mediante sentencia de julio 12 de
1995, resolvió revocar la sentencia proferida por el Juzgado Veinticuatro Civil
Municipal de Santa Fe de Bogotá y conceder la tutela con base en los siguientes
argumentos:
Según las pruebas
aportadas el juez consideró que el señor José Manuel Ruiz Herrera, no fue
inscrito, no se registró, ni cursó la asignatura de seminario colectivo de
guitarra no lo reprobó o no lo aprobó ni lo reprobó.
En consecuencia,
declaró que no hay causal de exclusión del alumno José Manuel Ruiz Herrera, por
factor académico, de la carrera de estudios musicales, por cuanto no reprobó
las dos asignaturas de que trata la aclaración y adición del reglamento en el
7.6.1. en su 5.2.3. del reglamento de la facultad de ciencias sociales en lo
que respecta al mismo, para la carrera de estudios musicales. Ordenó que la
accionada Pontificia Universidad Javeriana, reintegre al excluido, para que
continúe cursado su carrera de estudios musicales, teniendo en cuenta que en el
II semestre (1994), solamente perdió o no aprobó la asignatura de
instrumento-guitarra.
II. FUNDAMENTOS
JURIDICOS
Competencia
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86, inciso segundo y 241 numeral noveno de la Constitución con los artículos
33, 35, y 42 del Decreto No. 2591 de 1991.
Además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dichas acciones practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
reglamento de esta Corporación.
Temas a tratar
La Constitución
Política reconoce la autonomía universitaria. En tal sentido, habrá de
analizarse, en primer lugar, su naturaleza y consecuencialmente los límites que
le determina la Constitución. De igual manera, se retoma el significado del
derecho a la educación y su función social que lo determina como un
derecho-deber.
Este tema plantea
otro interrogante de suma importancia como es el de establecer si el reglamento
universitario aplicado para el caso concreto vulneró o no los derechos
fundamentales a la educación y al debido proceso.
Derecho a la
educación y autonomía universitaria.
Esta Corporación en
un anterior pronunciamiento ya había señalado[1]:
1. Qué es la
autonomía?
A la Universidad
se le reconoce su autonomía porque se presume que es un sujeto socialmente
competente, máxime por tratarse de una comunidad científica, que en la
expedición y manejo de sus propias normas estatutarias y reglamentarias crea un
espacio jurídico doméstico.
En igual sentido,
esta Corporación en otra providencia señaló:
"El derecho
de cada institución universitaria a ser lo que es, el derecho a su propia ley
que la identifica como ente singular dentro del mundo universitario, de tal
modo que puede autoregularse, pero nunca en contradicción con la legalidad y
las conveniencias generales".[2]
2. Sentido de la
autonomía.
En numerosas
sentencias la Corte Constitucional ha dicho qué se entiende por autonomía
universitaria y cuál es su sentido:
"La
autonomía universitaria... encuentra fundamento en la necesidad de que el
acceso a la formación académica de las personas tenga lugar dentro de un clima
libre de interferencias del poder público tanto en el campo netamente académico
como en la orientación ideológica, o en el manejo administrativo o financiero
del ente educativo."[3]
"El sentido
de la autonomía universitaria no es otro que brindar a las universidades la discrecionalidad
necesaria para desarrollar el contenido académico de acuerdo con las múltiples
capacidades creativas de aquellas, con el límite que encuentra dicha autonomía
en el orden público, el interés general y el bien común. La autonomía es,
pues, connatural a la institución universitaria; pero siempre debe estar
regida por criterios de racionalidad, que impiden que la universidad se
desligue del orden social justo."[4]
No se trata, pues,
de un derecho alternativo que impone normas diferentes al derecho
"oficial", sino que es, en cuanto a las formas jurídicas y su
interpretación, un enfoque entendible que gira al rededor de una concepción
ética-educativa.
Esa libertad de
acción tiene esta dimensión:
"La
autonomía universitaria se refleja en las siguientes libertades de la
institución: elaborar sus propios estatutos, definir su régimen interno,
estatuír los mecanismos referentes a la elección, designación y período de sus
directivos y administradores, señalar las reglas sobre selección y nominación
de profesores, establecer los programas de su propio desarrollo, aprobar y
manejar su presupuesto y aprobar los planes de estudio que regirán la actividad
académica".[5]
3. Límites a la
autonomía.
La sentencia
anteriormente citada, precisa:
“Los límites al
ejercicio de la autonomía universitaria están dados en el orden constitucional:
pues el conjunto de disposiciones reglamentarias adoptadas por el centro
educativo y en la aplicación de los mismos encuentra límite en la Constitución,
en los principios y derechos que esta consagra, en las garantías que establece
y en los mandatos que contiene y en el orden legal: la misma Constitución dispone
que las universidades podrán darse sus directivas y regirse por sus propios
estatutos, de acuerdo con la ley."[6]
La autonomía
universitaria de manera alguna implica el elemento de lo absoluto. Dentro de un
sentido general, la autonomía universitaria se admite de acuerdo a determinados
parámetros que la Constitución establece, constituyéndose, entonces, en una
relación derecho-deber, lo cual implica una ambivalente reciprocidad por cuanto
su reconocimiento y su limitación están en la misma Constitución. El límite a
la autonomía universitaria lo establece el contenido Constitucional, que
garantiza su protección pero sin desmedro de los derechos igualmente protegidos
por la normatividad constitucional. Hay que precisar que la autonomía universitaria
en cierta forma es expresión del pluralismo jurídico, pero su naturaleza es
limitada por la Constitución y la ley, y es compleja por cuanto implica la
cohabitación de derechos pero no la violación al núcleo esencial de los
derechos fundamentales. Así:
"La
autonomía universitaria es ante todo un derecho limitado y complejo. Limitado
porque es una garantía para un adecuado funcionamiento institucional compatible
con derechos y garantías de otras instituciones que persiguen fines sociales.
Complejo, porque involucra otros derechos de personas, tales como la educación,
la libertad de cátedra, la participación, que deben ser tenidos en cuenta y
respetados en el desarrollo de las actividades universitarias."[7]
Es por ello que la
Corte enfatiza:
"El
principio de la autonomía universitaria consagrado en el artículo 69 de la
Constitución, debe ser leido en el marco del artículo 2, por ser la primera
norma orgánica mientras que este último es un principio material que irradia
toda la Constitución. La educación puede ser encausada y reglada autónomamente
pero no negada en su núcleo esencial".[8]
Se entiende como
NUCLEO ESENCIAL según la Corte:
"La
educación puede ser encauzada y reglada autónomamente pero no negada en su
núcleo esencial.
Siguiendo a Peter
Häberle, se denomina "contenido esencial" al ámbito necesario e
irreductible de conducta que el derecho protege, con independencia de las
modalidades que asuma el derecho o de las formas en que se manifieste. Es el
núcleo básico del derecho fundamental, no susceptible de interpretación o de
opinión sometida a la dinámica de coyunturas o ideas políticas". [9]
La autonomía
Universitaria, como realidad histórica se fundamenta según Alfonso Borrero
S.J.: en la autonomía de la ciencia y el saber.
La autonomía surgida
con la base en la ciencia y el saber tiene su fundamento en el objeto social, y
es precisamente ahí donde cobra todo su valor.
La universidad hace
suyo el poder propio del saber, pero sin menoscabo de los valores consagrados
constitucionalmente. Esto no obsta para que las universidades en procura de
formar individuos en la ciencia y el saber determinen los mecanismos académicos
capaces de comprobar la idoneidad del educando. En efecto, la Universidad debe
trasmitir al interior de la comunidad universitaria los mayores niveles de
exigencia, en razón de obtener una integral formación. Razón por la cual los
reglamentos académicos señalan las reglas de juegos a las que se compromete el
estudiante una vez éste por su propia voluntad decide ingresar a la
institución, previo proceso de selección efectuado por el establecimiento
universitario.
El contenido
esencial del derecho a la educación. El derecho a la educación es un
Derecho-deber.
El artículo 67
expresamente reconoce que la educación es un derecho de la persona y que con
ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia , a la técnica, y a los
demás bienes y valores de la cultura . En virtud de tal postulado se le
reconoce al individuo una esfera de cultura y de otro lado se lo establece como
un medio para obtener el conocimiento y lograr así un alto grado de
perfección.
“La educación,
además realiza el valor y principio material de la igualdad que se encuentra
consignado en el preámbulo y en los artículos 5 y 13 de la Constitución. Ello
puesto que en la medida en que la persona tenga igualdad de posibilidades
educativas tendrá igualdad de posibilidades en la vida para efectos de su
realización como persona[10]
Así mismo el
artículo 67 de la Constitución establece en forma expresa que la educación
primordialmente es una función social.
“De la Tesis de
la función social de la educación surge entonces la educación como
“Derecho-deber, que afecta a todos los que participan en esa órbita cultural
respecto de los derechos fundamentales, ellos, escribe Maciá Manso, tienen
además la Particularidad de que no sólo son derecho en relación a otras personas,
sino también deberes de la misma persona para consigo misma. Pues la persona
no sólo debe respetar el ser personal de otro, sino que también ella debe
respetar su propio ser”.
Peces Barba, en
su libro escritos sobre derechos fundamentales, considera al respecto lo
siguiente: “este tercer nivel que yo denomino provisionalmente derecho-deber,
supone que el mismo titular del derecho tiene al mismo tiempo una obligación
respecto a esas conductas protegidas por el derecho fundamental. No se trata
que frente al derecho del titular otra persona tenga un deber frente a ese
derecho, sino que el mismo titular del derecho soporta la exigencia de un deber.
Se trata de derechos valorados de una manera tan importante por la comunidad y
por su ordenamiento jurídico que no se pueden abandonar a la autonomía de la
voluntad sino que el Estado establece deberes para todos, al mismo tiempo que
les otorga facultades sobre ellos. El caso más claro de esta tercera forma de
protección de los derechos económicos, sociales y culturales es el derecho a la
educación correlativo de la enseñanza básica obligatoria” [11]
En tal sentido ha
sido de gran importancia lo planteado por la doctrina Española al consagrar de
manera categórica el contenido esencial que comporta el derecho a la educación.
“La Constitución
no es aséptica en relación a los a los contenidos en que se ha de plasmar el
derecho a la educación, vinculándolos a otros valores constitucionales. Así, en
el apartado segundo de su artículo 27 se establece que la educación tendrá por
objeto del pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los
principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades
fundamentales.
El Contenido
esencial del derecho a la educación y por tanto, las consecuencias que de él se
derivan afecta, o dicho de otro modo, ha de tenerse en cuenta en todos los
niveles o instancias del Sistema Educativo y, por consiguiente, también en el
ámbito universitario.[12]
Determinado el
contenido esencial que determina la naturaleza del derecho a la educación como
derecho fundamental, debe a si mismo afirmarse que en cuanto su carácter
implica una doble condición derecho-deber, un incumplimiento, debe forzosamente
dar lugar a una sanción, pero enmarcada dentro de límites razonables.
“Es de advertir
que contra esta tesis no se podría alegar la autonomía universitaria con el
pretexto de desconocer un derecho constitucional fundamental, como lo es la
educación.”
La organización y
funcionamiento del Estado persigue los fines esenciales que traza el
artículo 2º, cuando
dice: “son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la
prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes consagrados en la constitución”.
Por lo tanto el
principio de la autonomía universitaria, consagrado en el artículo 69 de la
Constitución, debe ser leído en el marco del artículo 2º, por ser la primera
una norma orgánica, mientras que este último es un principio material que
irradia toda la Constitución.
En tal sentido ya se
ha pronunciado la Corporación al señalar:
“Ahora bien,
siendo la educación un derecho constitucional fundamental, el incumplimiento de
las condiciones para el ejercicio del derecho, como sería el no responder el
estudiante sus obligaciones académicas y al comportamiento exigido por los
reglamentos, puede dar lugar a la sanción establecida en el ordenamiento
jurídico para el caso y por el tiempo razonable que allí se prevea, pero no
podría implicar su pérdida total, por ser un derecho inherente a la persona.
Este concepto se
deduce claramente del artículo 34 de la Constitución, al prohibir las penas
perpetuas. Dicho carácter limitativo de las sanciones se extiende a todo el
ordenamiento jurídico en general (excepto la sanción establecida en el
artículo 122 de la Carta) y en especial a la esfera educativa.
Los estatutos
universitarios y su marco de legalidad
Una manifestación de
la autonomía universitaria la constituye la posibilidad de establecer sus
propios reglamentos internos, que son regulaciones sublegales, sometidos, desde
luego, a la voluntad constitucional y a la de la ley, encargados de puntualizar
las reglas de funcionamiento de las instituciones de Educación superior, su
organización administrativa (niveles de dirección, de asesoría, operativo,
etc.), requisitos para la admisión del alumnado, selección de personal docente,
clasificación de los servidores públicos, etc.. Los estatutos constituyen para
las entidades descentralizadas en general, y desde luego para los organismos de
educación superior, su reglamento de carácter obligatorio, en el que se dispone
puntualmente su organización y funcionamiento.
El caso en
concreto
Dado, para el caso
concreto, la circunstancia de haberse aplicado un reglamento estudiantil a dos
estudiantes en distintos semestres de la carrera de estudios musicales a dos
estudiantes en distintos semestres de la carrera de estudios musicales se hace
necesario examinar, si efectivamente la causal de exclusión aplicada era
ajustada a los hechos objeto de esta solicitud. Considera la Corte que una vez
revisadas las pruebas aportadas, así como también las solicitadas por esta
Corporación a la Universidad hay claridad en lo del reglamento interno de la
Universidad en cuanto a que la pérdida de la materia determina la exclusión: “Queda
excluido de la carrera, el alumno, que no apruebe la materia correspondiente al
área de énfasis, o dos materias del área básica y/o complementaria”. Causal
que por demás era conocida por los estudiantes, desde su ingreso a la
Universidad y que aceptaron al inscribirse en la carrera de estudios musicales.
Esta Corporación de
otro lado, ha reiterado que el derecho a la educación, es una función social
que implica correlactivamente una relación derecho-deber.
Los estudiantes
(María Ferreira Salazar y José Herrera) incumplieron sus obligaciones como
estudiantes. La Universidad, goza de autonomía para determinar el nivel de
exigencia de sus estudiantes y en razón a esto puede determinar sobre cuales
parámetros, estarán diseñados los sistemas de evaluación académica.
Si bien existe el
derecho a la educación como fundamental, dicho derecho comporta el cumplimiento
de ciertos deberes y obligaciones para el estudiante, deberes y obligaciones
que cada centro universitario podrá, dentro de las órbita de su autonomía y con
respecto a la ley establecer en otras palabras, el goce de ese derecho impone
el cumplimiento de ciertos deberes como requisitos indispensables para que
pueda no solo acceder a un determinado establecimiento educativo, sino
pertenecer en él hasta la culminación de los estudios que hubiere iniciado.
Con respecto a la
estabilidad del alumno en el sistema educativo siempre y cuando cumpla con sus
deberes académicos, esta Corporación en anterior pronunciamiento señaló:
Del derecho
fundamental a la educación se deriva que la persona que se educa goce de una
estabilidad mínima en cuanto hace a su permanencia como estudiante en el centro
de formación al que se ha vinculado. Ello implica que, mientras se ajuste a las
condiciones fijadas en el respectivo reglamento, el estudiante tiene derecho a
continuar recibiendo el servicio educativo hasta la culminación de la carrera
iniciada. La educación ofrece un doble aspecto. Es un derecho-deber, en cuanto
no solamente otorga prerrogativas a favor del individuo, sino que comporta
exigencias de cuyo cumplimiento depende en buena parte la subsistencia del
derecho, pues quien no se somete a las condiciones para su ejercicio, como
sucede con el discípulo que desatiende sus responsabilidades académicas o
infringe el régimen disciplinario que se comprometió a observar, queda sujeto a
las consecuencias propias de tales conductas. El alumno tiene un derecho a que,
antes de hacerlo sujeto pasivo de las sanciones contempladas en el reglamento,
se dé cumplimiento a los trámites allí mismo señalados en orden a garantizar su
defensa y la observancia del debido proceso, pues ninguna razón puede invocarse
para justificar la adopción de medidas sancionatorias fundadas en el arbitrio
de la autoridad universitaria”.
De otra parte, en el
caso de los dos alumnos que acuden a la tutela, no hay de manera alguna
violación al debido proceso. Las pruebas aportadas no desvirtúan la legalidad y
aplicación del reglamento estudiantil. No es posible desvirtuar para los dos
casos que se hubiera violado el debido proceso porque la causal de exclusión
aplicada se ajustó a los presupuestos de hecho de acuerdo con el trámite
interno señalado en los estatutos de la institución. Ninguno de los documentos
allegados a los expedientes muestra irregularidad en ese sentido. Si los
accionistas perdieron la materia determinada en el reglamento como de
naturaleza principal, es apenas natural que se haya aplicado una sanción de
carácter académica con arreglo a las disposiciones internas consagradas en su
propio reglamento. Es preciso no olvidar la autonomía de las instituciones
educativas para seleccionar a sus alumnos, para expulsarlos y sancionarlos de
acuerdo a sus propias normas. La acción de tutela no puede servir para
desconocer tal autonomía, obligando a una institución, a través de un
procedimiento breve y sumario, para conservar alumnos que infringen los
reglamentos a los cuales por decisión propia se someten una vez ingresan a la
Universidad. No se observa que a los accionantes se les haya violado con la
actuación de la Universidad, su derecho a la educación, pues esta encuentra
respaldo en los consagrado en el reglamento estudiantil, que fue con base en el
cual, la institución tomó la decisión soporte de la acción ejercitada y, la
norma reglamentaria que motivó la exclusión no puede considerarse como violatoria
de la Constitución porque no atenta contra ninguna de las disposiciones, toda
vez que: la permanencia en un establecimiento educativo se garantiza siempre y
cuando el alumno cumpla con los deberes académicos que le señalan el reglamento
estudiantil, y los mismos alumnos, nunca cuestionaron la constitucionalidad de
la parte del reglamento aplicado.
III. DECISION
En virtud de las
consideraciones expuestas, la Sala Séptima de Revisión de Tutelas de la Corte
Constitucional, en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución.
RESUELVE:
PRIMERO:
CONFIRMAR la sentencia proferida por la Corte Suprema de Justicia (Sala de
Casación Civil) de fecha seis (6) de abril de 1995, en la acción de tutela
interpuesta por María Claudia Ferreira Salazar contra la Pontificia Universidad
Javeriana.
SEGUNDO: REVOCAR
la sentencia proferida por el Juzgado Catorce Civil del Circuito de Santa Fe de
Bogotá en el proceso de tutela instaurado contra la Pontificia Universidad
Javeriana por José Manuel Díaz Herrera y en su lugar SE CONFIRMA la
sentencia proferidad por el Juez Veinticuatro Municipal de Santa Fe de Bogotá
que negó la Tutela.
TERCERO: COMUNICAR
a través de la Secretaria General de la Corte Constitucional el contenido de la
sentencia, al Tribunal Superior del Distrito judicial de Santafé de Bogotá
(Sala Civil), y al Juzgado Veinticuatro Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá,
para los efectos del artículo 36 del Decreto 2591/91.
Notifíquese,
Comuníquese, Publíquese e Insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Sentencia del 31 de mayo de 1995, en el proceso T-61079,
Magistrado Ponente: Doctor Alejandro Martínez Caballero.
[2]Sentencia T- 123/93. Ponente: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa.
[3]Sentencia T- 492/92. Ponente: Dr. José Gregorio Hernández Galindo
[4]Sentencia T- 425/93. Ponente: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa.
[5]Sentencia T-187/93. Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
[6]Ibidem.
[7]Sentencia T-574/93. Ponente: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz.
[8]Sentencia T- 02/92. Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
[9]Sentencia T-02 /92. Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero que
cita a HÄBERLEN, Peter. El Contenido Esencial de los Derechos Fundamentales.
[10] Corte Constitucional, Sala Cuarta de Revisión , Sentencia T-02 de
mayo 8 de 1992, Magistrado Ponente Dr. Alejandro Martínez Caballero.
[11] Corte Constitucional , Sala Cuarta de Revisión, Sentencia T-02 de
mayo 8 de 1992, Magistrado ponente Dr.Alejandro Martínez Caballero.
[12] Bermejo Vera José, Derecho Admnistrativo parte especial, Derecho
a la Educación y sistema educativo, Editorial Civitas , Pág 136. |
574 | T-516-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-516/95
DERECHO A LA
IGUALDAD-Pago de crédito
para vivienda
La exigibilidad
automática del débito económico y la imposición de un término breve y mucho
menor que el ordinario para redimir la obligación jurídica de carácter
económico, por el retiro unilateral y sin justa causa ordenado por el patrono,
en un crédito para vivienda de los trabajadores, constituido dentro del marco
de un determinado régimen salarial y prestacional como una prestación social
especial, no es una práctica discriminatoria ni ofensiva que recaiga en contra
de una persona natural en condiciones de debilidad manifiesta y en situación de
indefensión, y constituye una acción ordinaria que no desconoce el derecho
constitucional a la igualdad real y efectiva, que en todo caso se desarrolla de
conformidad con el ordenamiento jurídico.
DERECHO A LA
VIVIENDA-Renegociación de
crédito
No existe
fundamento alguno para no hacer exigible el crédito para vivienda concedido a
un trabajador que luego es desvinculado de modo unilateral y sin justa causa,
y de otra que es posible interpretar la situación para dar aplicación indirecta
a los principios de la Carta Política; en efecto, para la Corte Constitucional
lo razonable y adecuado a las disposiciones constitucionales en materia laboral
es que se pueda proceder a la renegociación de los términos de este tipo de
obligaciones facilitando al trabajador las condiciones económicas para seguir
disfrutando de su vivienda, o que a lo sumo se mantengan las condiciones
iniciales que corresponden a un vínculo laboral estable dentro de una
interpretación equitativa del patrono.
DEMANDA DE TUTELA-Contrato de préstamo para vivienda/TRANSACCION-Pago
de crédito para vivienda
No obstante
configurar un eventual conflicto de orden civil, relacionado con un contrato de
Mutuo con interés y con una garantía hipotecaria que se actualiza por virtud de
la ocurrencia de una condición pactada en el instrumento civil correspondiente,
suscrito entre dos particulares en condiciones de igualdad, y de conservar los
rasgos típicos de las relaciones entre particulares, por lo cual se debería
desatar ante la jurisdicción civil, esta providencia también tiene en cuenta en
este caso algunos elementos de carácter constitucional que podrían comprometer
derechos constitucionales fundamentales. Cabe advertir, al Banco de la
República que en el caso de la deuda del peticionario relacionada con el
préstamo para vivienda, debe analizar su situación a la luz de los principios
de la nueva Constitución, relacionados con los derechos laborales, para darle
su valor equitativo y no discriminatorio que le permita el ejercicio de su
derecho a una vivienda digna, y que corresponda a su real situación económica
como persona que se encuentra en estado de indefensión en relación con los
efectos que surgen de la cancelación legal del contrato de trabajo. En tal
sentido, convendría a las partes la posibilidad de celebrar una transacción.
Ref.: Expediente
No. T-76385
La tutela no procede
en el caso de obligaciones que surgen de un contrato regido por el Derecho
Privado.
Actor:
Pedro Omar
Ascanio Muñíz
Demandado:
Banco de la
República
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santafé de Bogotá,
D.C., noviembre quince (15) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela integrada por los Honorables Magistrados JORGE ARANGO
MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA, FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente,
resuelve sobre las decisiones judiciales relacionadas con la acción de la
referencia, proferidas por el Juzgado Segundo Civil de Montería el 15 de junio
de 1995 y el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Montería -Sala Civil-,
el día 7 de julio de 1995.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición
El día 2 de junio de
1995, el señor Pedro Omar Ascanio Muñiz, presentó ante el Juez Civil del
Circuito de Montería, Reparto, un escrito de demanda cuyo conocimiento
correspondió por reparto al Juzgado Segundo Civil del Circuito de esa ciudad,
mediante el cual ejerce acción de tutela establecida en el artículo 86 de la
Constitución Nacional, para que una vez surtido el procedimiento correspondiente
sea concedido el amparo judicial de su "derecho a la propiedad de una
vivienda digna" que considera vulnerado por el Banco de la República,
sucursal Montería.
Para la protección
judicial específica y directa de su derecho el peticionario solicita:
1. "Se
declare la inconstitucionalidad del reglamento interno para préstamo de
vivienda del Banco de la República", y
2. Se le
permita seguir pagando la vivienda en un plazo de 15 años y a un interés del
12% anual como se había establecido en la escritura pública de compraventa.
Los fundamentos de
hecho y derecho que señala el peticionario como causa de la acción impetrada se
resumen como sigue:
- Manifiesta
el peticionario que viene trabajando al servicio del Banco de la República
sucursal Montería, a partir del 3 de julio de 1990.
- Afirma que
en su calidad de empleado, el Banco de la República, le otorgó un crédito para
adquisición de vivienda el día 15 de septiembre de 1994, para que fuera
cancelado en el plazo de 15 años y a un interés del 12% anual; además indicó
que es en aquella vivienda en la que reside y habita con su esposa y su hijo
menor.
- El día 28
de febrero de 1995, el Banco de la República da por terminado el contrato de
trabajo en forma unilateral y sin justa causa, como consecuencia de esta
decisión a través de circular de abril 4 del mismo año se le comunica que en
aplicación al reglamento para préstamos de vivienda, deberá cancelar la
obligación contraída con el Banco en un plazo de ciento ochenta (180) días,
aumentándose los intereses del 12% al 24% anual.
- Considera
que esta decisión vulnera su derecho a tener una vivienda digna, exigiéndosele
cancelar una obligación en tan corto tiempo, incrementándosele los intereses en
un 100%.
B. LA
DECISION DE PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado Segundo
Civil del Circuito de Montería mediante providencia de junio quince (15) de mil
novecientos noventa y cinco (1995), resuelve: "Negar la tutela impetrada
por el señor Pedro Omar Ascanio Muñiz", con base en las siguientes
consideraciones.
- En primer
lugar, señala el juzgador que el derecho a la vivienda invocado como vulnerado
por el peticionario, no es un derecho fundamental. Este derecho consagrado en
la Constitución en el artículo 51 no está ubicado dentro del capítulo I del
Título II que contempló la Carta como derechos fundamentales. De otra parte,
la jurisprudencia no le ha dado tal calificativo. En consecuencia no
estaríamos ante un derecho fundamental.
- El Juzgado
advierte que la pretensión del actor, dirigida a obtener se declare la
inconstitucionalidad del reglamento, no es competencia del juez de tutela.
C. LA
IMPUGNACION
El peticionario
Pedro Omar Ascanio Muñiz, mediante escrito presentado el 22 de junio de 1995,
impugnó la anterior decisión, cuyos fundamentos se señalan a continuación:
- Afirma el
peticionario que el considerar el derecho a la vivienda digna como un derecho
no fundamental desconoce la jurisprudencia y doctrina que en relación al tema
le han dado al derecho a la vivienda un carácter de fundamental.
- Manifiesta
que dentro del contrato celebrado con el Banco de la República, existe una
cláusula lesiva y exorbitante para sus intereses de ciudadano asalariado.
Solicita que el contrato continúe como venía efectuándose durante el tiempo que
laboró para el Banco.
D. LA
DECISION DE SEGUNDA INSTANCIA
En sentencia de
junio 7 de 1995, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Montería -Sala
Civil-, al conocer de la impugnación propuesta por el señor Pedro Omar Ascanio,
resuelve confirmar la decisión del Juzgado Segundo Civil del Circuito de esa
ciudad, con base en las siguientes consideraciones:
- Señala el
Tribunal que la situación que plantea el peticionario, es una relación de
carácter contractual, cuyo cumplimiento inexorable puede sustraerse solamente
por decisión judicial que la invalide o anule de manera parcial o total.
- De acuerdo
con lo anterior, se advierte que el peticionario puede acudir ante la
jurisdicción de lo contencioso administrativo, por tratarse de un contrato
estatal, para que esta jurisdicción dirima el conflicto planteado.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
A. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la referencia
en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral 9
de la Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36
del Decreto 2591 de 1991; además este examen se hace en virtud de la selección
que de dicho acto practicó la Sala correspondiente y del reparto que se
verificó en la forma señalada por el reglamento de esta Corporación.
B. La Materia de
la demanda.
1o. Como cuestión preliminar, cabe advertir que la Corte interpretará la
demanda formulada por el peticionario, dado el carácter público de la acción
ejercida, y en aplicación de los principios constitucionales que están
involucrados en este caso concreto que se examina, tanto en lo relativo a los
que regulan la acción de tutela y el alcance de los derechos fundamentales como
los que garantizan la autonomía de la voluntad privada, con sus limitaciones, y
los derechos adquiridos con arreglo a las leyes civiles a que se refiere el
artículo 58 de la C.P.
Luego de una lectura
interpretativa del contexto de la demanda de tutela, se encuentra que el actor
pretende que en su caso no se dé aplicación parcial a un apartado del
reglamento interno de orden laboral que, en su opinión, resultaría contrario a
la Constitución, ya que en su condición económica de extrabajador desempleado
no puede cubrir de manera inmediata, ni siquiera en el plazo de seis meses una
obligación económica para la que no estaba preparado, mucho menos cuando la
desvinculación se produce por disposición del patrono de modo unilateral y sin
justa causa.
Por esto, el actor
pretende que se interprete el mismo reglamento para primeros préstamos de
vivienda, en el sentido de que cuando medie desvinculación unilateral por
terminación sin justa causa del contrato de trabajo, decretada
discrecionalmente por el patrono, no resultaría conforme con la Constitución
hacer exigible inmediatamente un crédito con garantía hipotecaria, concedido al
trabajador dentro del marco del régimen de salarial y de prestaciones sociales
negociadas en una convención colectiva y, por el contrario, que se ordene que
en su caso se apliquen las cláusulas previstas para la situaciones de normal
continuidad del vínculo laboral en desarrollo de una modalidad extensiva de la
eficacia de las normas constitucionales que prohiben discriminar a las
personas.
En efecto, es claro
que, en el fondo, en esta oportunidad el actor no se propone la defensa
específica del derecho de propiedad que recae en este caso sobre un determinado
bien inmueble que ocupa con su familia como vivienda y residencia común, ni
procura la defensa directa del derecho constitucional económico y social a la
vivienda digna, ni su demanda se eleva para obtener la protección judicial
específica y directa de cualquier otro derecho de orden social o económico,
mucho más si se tiene en cuenta que el juez de tutela no está llamado a atender
de modo autónomo aquellas eventuales pretensiones, para cuya satisfacción
concreta se hallan previstas otras acciones y remedios judiciales ordinarios y
específicos, diferentes de los que garantiza la acción de tutela prevista y
establecida en el artículo 86 de la Carta Política.
2o. De igual
manera, en este caso no se presenta la litis judicial correspondiente que deba
ser desatada como de ordinario se desatan las controversias civiles o laborales
de orden patrimonial y prestacional; se trata simplemente de la demanda de
tutela judicial específica y de amparo directo del derecho constitucional
fundamental a ser tratado en condiciones de igualdad real y efectiva previsto
en el artículo 13 de la Carta Política, de conformidad con la situación
personal y subjetiva que en concepto del actor corresponde al supuesto origen
del negocio jurídico que celebró con su patrono, y para disfrutar cabalmente
de una prestación social de origen laboral y en atención a la modalidad de
desvinculación y de terminación del vínculo jurídico, por virtud de la cual se
pide que la entidad que concedió el préstamo se abstenga de hacerlo exigible en
los términos previstos en el reglamento de primeros préstamos de vivienda y en
el instrumento público de hipoteca.
Por virtud de los
alcances de la misma acción, el actor pretende que la desvinculación unilateral
decretada por el patrono empleador y que no discute por esta vía, no lo obligue
a rematar su vivienda y a alterar súbitamente sus condiciones reales de vida
por que aquel decidió, "abruptamente" y de "un momento a
otro", terminar unilateralmente el contrato de trabajo y hacer efectiva
una obligación que estaba prevista para cumplirse en el término de catorce (14)
años.
El actor demanda que
se defina si existe alguna razón o fundamento razonable que permita aplicar
automáticamente la disposición reglamentaria que se menciona, cuando no existe
de su parte conducta alguna, ni actuación ni omisión que permita que el patrono
actualice motu propio el débito, y se determine si, por el
contrario, es deber del patrono abstenerse de dar aplicación del mencionado
reglamento, cuando él mismo es el que dispone la terminación unilateral y sin
justa causa del vínculo laboral.
3o. Por tanto, en esta
oportunidad la Corte examina el caso de la referencia dentro de los fines
constitucionales de la tutela judicial, en el que se discute acerca del efecto
inmediato de las disposiciones constitucionales de garantía de los derechos
constitucionales fundamentales, en las relaciones civiles ordinarias de
carácter patrimonial y prestacional que se derivan de una relación laboral, y
que comprende los vínculos entre personas que actúan como particulares, como
quiera que, según se verá enseguida, los derechos que se discuten en este
asunto, aun cuando surgen de un vínculo laboral y son parte de una prestación
social de origen convencional y legal, corresponden a una simple relación civil
ordinaria entre un acreedor y un deudor hipotecario.
Obsérvese, que en
este caso se trata de dos partes libres e iguales que acceden en las mismas
condiciones económicas y jurídicas a un negocio civil común y ordinario,
justiciable bajo los fundamentos tradicionales de la justicia civil
demoliberal, que trata por igual a todas las personas con independencia de la
condición económica, social o física de los sujetos actores de la litis
procesal.
En verdad, en este
caso se trata de un asunto en el que podrían estar comprometidos algunos
derechos constitucionales de una persona natural que tiene la condición
jurídica de extrabajador y en los que se dice que pueden verse afectados de
modo indirecto, derechos de contenido económico y social, y aún otros de orden
patrimonial, sobre los cuales no se pronuncia esta Corporación, porque rebasan
el ámbito propio de la acción de tutela.
4o. Lo cierto es
que en este asunto opera de manera directa y absoluta el principio de la
autonomía de la voluntad que rige por regla general buena parte de las
relaciones entre particulares, por el hecho de mediar la suscripción del
contrato de Mutuo con interés y con la formación e inscripción del instrumento
Hipotecario correspondiente como garantía de un préstamo para vivienda hecho
por el patrono a un empleado dentro del marco de una relación civil ordinaria;
así, es evidente que lo que se discute en este asunto pertenece al tráfico
jurídico privado puro y se halla signado por el origen del negocio, por la
naturaleza del mismo, por su finalidad.
De otra parte,
también es claro que en este caso no se trata de la existencia de un régimen
jurídico aplicable a empleados públicos ni otro aplicable a un grupo de
trabajadores oficiales, sino de la aplicación de las reglas del derecho civil
ordinario a los empleados del Banco de la República que se hallan vinculados a
la entidad bajo una modalidad contractual, como quiera que la entidad patrono
goza de un régimen laboral ordinario sustraído del régimen legal y
reglamentario previsto para servidores públicos, en los que por excepción,
puede definirse legal y reglamentariamente alguna situación especial por muy
precisas y fundadas razones del servicio y de vinculación jurídica.
5o. En efecto, es
claro que el actor Pedro Omar Ascanio Muñiz, estuvo vinculado mediante contrato
de trabajo como empleado del Banco de la República, sucursal Montería, desde el
3 de julio de 1990 hasta el 1o. de marzo de 1995, inicialmente como
"vigilante C" y posteriormente como "Auxiliar de Operación
Bancaria Nivel 8", y que durante el tiempo en el que estuvo prestando sus
servicios laborales en aquella entidad, fue beneficiario de un crédito para
vivienda por la suma de siete millones de pesos ($7.000.000.00), otorgado por
la misma entidad a través de la ahora liquidada "Caja de Previsión Social
del Banco de la República", con el plazo de quince (15) años y con un
interés del 12% anual, según lo previsto en el "Reglamento de Préstamos
para Vivienda" para sus servidores; para garantizar la obligación, el
deudor constituyó hipoteca de primer grado que se encuentra vigente en favor de
la Caja de Previsión Social del Banco de la República, en cuyos derechos la
sustituye el Banco y en cuya escritura aparece reproducido en la cláusula
séptima el mencionado numeral XV del reglamento préstamos de vivienda, en el
que se establece la regla de la actualización del crédito y la exigibilidad
dentro del término de ciento ochenta días el débito patrimonial en caso de
retiro por cualquier causa del trabajador, siempre que tenga menos de diez años
de servicio al patrono.
Mediante
comunicación de febrero 28 de 1995, del Banco de la República comunica al
peticionario Pedro Omar Ascanio Muñiz la terminación del contrato de trabajo a
partir del 1o. de marzo de 1995 y, posteriormente una vez se produce el retiro,
la Caja de Previsión por intermedio de su Gerente le comunica al señor Omar
Ascanio que en cumplimiento del reglamento de vivienda vigente, el saldo de la
obligación hipotecaria en favor de la entidad deberá ser cancelado en el
término de ciento ochenta (180) días siguientes al retiro del Banco, y la tasa
de interés que se cobrará pasará a ser del 24%.
Obsérvese que en
este caso se trata de un préstamo de vivienda que corresponde a las condiciones
económicas surgidas de una relación civil en la forma de Mutuo con interés
garantizada con el gravamen real de hipoteca del inmueble destinado para
vivienda del trabajador; además, según el contrato suscrito entre la Nación y
el Banco de la República el régimen laboral, salarial y prestacional en aquella
entidad comprende los préstamos de vivienda para sus empleados, uno de los
cuales se hizo en favor del peticionario. (Cfr. folio 28 del Expediente,
"Reglamento primeros préstamos de vivienda vigente de Mayo 1/93 a Mayo
13/95").
6o. Además, es
cierto que el Banco dió por terminado de manera unilateral y sin justa causa el
contrato laboral, que, en consecuencia y como se desprende de la comunicación
mencionada, puede dar aplicación al citado reglamento y que, de conformidad con
lo consignado en la correspondiente escritura de hipoteca, también puede hacer
efectiva en contra de su extrabajador la cláusula según la cual, a partir de la
terminación del vínculo laboral por el retiro por cualquier causa del
trabajador que es beneficiario del crédito de vivienda, sin que haya cumplido
10 años de vinculación al servicio de la entidad, éste deberá cancelar al Banco
el saldo insoluto de la deuda dentro de los ciento ochenta (180) días
siguientes a su retiro y con una tasa de intereses del 24% anual, desde luego
en caso de ser necesario podrá hacer efectiva la correspondiente garantía real
con el titulo respectivo que presta mérito ejecutivo y contra el cual sólo
proceden las excepciones pertinentes.
Para mayor claridad
al respecto es preciso tener en cuenta que en el inciso primero del numeral XV
del reglamento de préstamos de vivienda se advierte literalmente que:
"En caso de que
el beneficiario de un préstamo se retire del Banco, por cualquier causa, con un
tiempo de servicio inferior a diez (10) años, deberá cancelar el saldo insoluto
de la deuda dentro de los ciento ochenta (180) días siguientes a su retiro. A
partir de la fecha, y mientras se cancela totalmente la obligación, los
intereses se liquidarán a la tasa del veinticuatro por ciento (24%) anual".
...................................
7o. Como se puede
observar en las actuaciones surtidas en el expediente de la referencia, es
claro que en este caso no se presenta la especial modalidad de desconocimiento
de los derechos constitucionales fundamentales a la igualdad real y efectiva y
a la no discriminación previstos en el artículo 13 de la Carta Política, en
contra de una persona que se encuentra, por razones ajenas a su voluntad, en
circunstancias de debilidad manifiesta frente a otra, como lo manifiesta el
actor.
La atribución del
patrono empleador, en las condiciones en las que queda un trabajador
desvinculado unilateralmente y sin justa causa, no impone a la persona del
empleado una condición de sometimiento ni acatamiento exagerado y
desproporcionado que deba ser remediada en el caso concreto de que se trata; en
efecto, es evidente que en el caso planteado con la demanda de la referencia,
existen razones suficientes de carácter constitucional para entender que la
exigibilidad automática del débito económico y la imposición de un término
breve y mucho menor que el ordinario para redimir la obligación jurídica de
carácter económico, por el retiro unilateral y sin justa causa ordenado por el
patrono, en un crédito para vivienda de los trabajadores, constituido dentro
del marco de un determinado régimen salarial y prestacional como una prestación
social especial, no es una práctica discriminatoria ni ofensiva que recaiga en
contra de una persona natural en condiciones de debilidad manifiesta y en
situación de indefensión, y constituye una acción ordinaria que no desconoce el
derecho constitucional a la igualdad real y efectiva, que en todo caso se
desarrolla de conformidad con el ordenamiento jurídico.
8o. Es evidente que
la carta enviada al peticionario por el Banco el 4 de abril del presente año,
suscrita por la gerente liquidadora de la Caja de Previsión Social del Banco de
la República, en la que se le comunica al actor que debe cancelar dentro del
mencionado plazo la obligación hipotecaria y en la que se definen el tipo de
interés aplicable no es contraria a la Constitución, si se tiene en cuenta que
aparece en el mencionado reglamento y en la escritura pública de constitución
de la garantía real respectiva.
De acuerdo con lo
anterior, el peticionario, debería cancelar al Banco de la República y en el
término de ciento ochenta días contados a partir de la desvinculación
unilateral decretada por el patrono, es decir, catorce (14) años antes del
término normal previsto en caso de seguir vinculado a la relación laboral, la
suma de dinero que le había prestado para adquirir vivienda, a la Caja de
Previsión Social como entidad administradora de recursos especialmente
destinados para satisfacer una obligación prestacional de orden laboral, bajo
el entendido de que se trata de una relación civil ordinaria vertida en un
negocio jurídico ordinario de contenido exclusivamente patrimonial.
En este sentido se
encuentra que de una parte no existe fundamento alguno para no hacer exigible
el crédito para vivienda concedido a un trabajador que luego es desvinculado de
modo unilateral y sin justa causa, y de otra que es posible interpretar la
situación para dar aplicación indirecta a los principios del artículo 53 de la
Carta Política; en efecto, para la Corte Constitucional lo razonable y adecuado
a las disposiciones constitucionales en materia laboral es que se pueda
proceder a la renegociación de los términos de este tipo de obligaciones
facilitando al trabajador las condiciones económicas para seguir disfrutando de
su vivienda, o que a lo sumo se mantengan las condiciones iniciales que
corresponden a un vínculo laboral estable dentro de una interpretación
equitativa del patrono.
9o. En el asunto
que ocupa la atención de la Corte en esta oportunidad, se examina, de una
parte, el tema de la aplicación directa e inmediata de las disposiciones de
garantía de los derechos constitucionales fundamentales en las relaciones de
carácter patrimonial, establecidas por razones derivadas de una relación
laboral entre sujetos que actúan como particulares en un negocio jurídico civil
ordinario, y de otra, el de la no procedencia de la acción de tutela específica
y directa de los derechos constitucionales fundamentales, en el caso de
relaciones de carácter patrimonial y civil, en las que se reclama la presunta
violación y el eventual desconocimiento directo del derecho a la igualdad real
y efectiva de todas las personas en los términos del artículo 13 de la Carta
Política y en las que también se dice desconocer de modo indirecto la libertad
de trabajo garantizada por los artículos 25 y 26 de la normatividad superior,
al aplicar las reglas del derecho privado en un negocio civil.
10o. En verdad, no
obstante configurar un eventual conflicto de orden civil, relacionado con un
contrato de Mutuo con interés y con una garantía hipotecaria que se actualiza
por virtud de la ocurrencia de una condición pactada en el instrumento civil
correspondiente, suscrito entre dos particulares en condiciones de igualdad, y
de conservar los rasgos típicos de las relaciones entre particulares, por lo
cual se debería desatar ante la jurisdicción civil, esta providencia también
tiene en cuenta en este caso algunos elementos de carácter constitucional que
podrían comprometer derechos constitucionales fundamentales, tal como los
contempla la nueva normatividad en relación con los principios contenidos en el
artículo 53 de la C.P.
Se trata simplemente
de advertir que aquel tipo de cláusulas que hacen exigible un crédito
hipotecario causado por el vínculo laboral en caso de desvinculación laboral
decidida unilateralmente por el patrono no es contrario a la Constitución,
pues, surgen en el ámbito de algunas relaciones jurídicas que son del puro
interés privado y particular, pero en el tema el Constituyente ha puesto
suficiente énfasis orientador, en especial en el cuadro de los principios
constitucionales contenidos en el artículo 53 de la Carta; que tienen sin duda
un alcance de protección al trabajo y a los trabajadores que constituye una
finalidad, con amplia raigambre en la historia del derecho laboral colombiano,
desde la reforma de 1936, fortalecida aún más por las prescripciones y avances
de la Carta de 1991.
Por eso, cabe
advertir, al Banco de la República que en el caso de la deuda del señor PEDRO
OMAR ASCANIO MUÑIZ relacionada con el préstamo para vivienda, debe analizar su
situación a la luz de los principios de la nueva Constitución, relacionados con
los derechos laborales de conformidad con lo dispuesto en el artículo 53 de
aquélla, para darle su valor equitativo y no discriminatorio que le permita el
ejercicio de su derecho a una vivienda digna, y que corresponda a su real
situación económica como persona que se encuentra en estado de indefensión en
relación con los efectos que surgen de la cancelación legal del contrato de
trabajo. En tal sentido, convendría a las partes la posibilidad de celebrar una
transacción.
En mérito de lo
expuesto, esta Sala de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
Primero. CONFIRMAR los fallos proferidos por el
Juzgado Segundo Civil del Circuito de Montería el 15 de junio de 1995, y por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial -Sala Civil- de Montería el día 7 de
julio de 1995, dentro de la acción de tutela de la referencia.
SEGUNDO. Comunicar la presente decisión en los
términos del artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
575 | T-517-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-517/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Administración
de cementerio
La acción de
tutela formalmente es procedente contra la administración del Parque
Cementerio, pues dicha acción es viable contra el particular encargado de la
prestación de un servicio público. La función relativa a la administración de
cementerios, que comprende una variedad de actividades, como son, entre otras,
su conservación y mantenimiento, la inhumación y exhumación de cadáveres, la
permisión de la exteriorización o manifestación de diferentes conductas
atinentes a prácticas o costumbres personales y cultos religiosos, constituye
un verdadero servicio público, pues está encaminado a satisfacer una necesidad
colectiva.
LIBERTAD DE
CULTOS-Veneración de
tumbas
Como en materia
de creencias religiosas no existe restricción alguna, la pretensión de una
persona de venerar la tumba de un ser querido se encuentra protegida constitucionalmente
por el derecho fundamental consagrado en la Constitución que garantiza la
libertad de cultos, pues este puede asumir formas variadas, tales como la de
profesar una religión, difundir sus ideas, la reunión en templos o casas para
prácticas de adoración o la colocación de los restos mortales de su parientes
en determinados sitios para visitarlos y venerarlos.
DERECHO A EXHUMAR
UN CADAVER-Titularidad
En el reglamento
interno del cementerio se señala en lo atinente al derecho a la exhumación del
cadáver que "las personas autorizadas para ordenar o permitir exhumaciones
serán los parientes, en los grados y orden de prelación consagrados en el
Código Civil", que es, en primer término, los hijos legítimos, adoptivos y
extramatrimoniales. No es procedente, en el caso que nos ocupa, excluir la
aplicación de las normas del Código Civil, para efectos de determinar el
titular del derecho a exhumar el cadáver, toda vez que existe de por medio un
contrato de arrendamiento y un reglamento interno, ambos de obligatorio
cumplimiento para los contratantes que, para efectos de la titularidad del
derecho a la exhumación remiten a las disposiciones del Código Civil en materia
sucesoral, cuyas cláusulas y normas no desconocen disposiciones de orden
público ni los derechos fundamentales de las personas a las cuales vinculan los
referidos instrumentos.
Ref.: Expediente T- 76364.
Peticionaria:
Virgelina Acevedo de Higuita.
Magistrado Ponente:
Dr. ANTONIO BARRERA CARBONELL.
Aprobada en Santafé
de Bogotá D.C. a los quince (15) días del mes de noviembre de mil novecientos
noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el
proceso de la acción de tutela instaurada por Virgelina Acevedo de Higuita
contra la administración del Parque Cementerio Campos de Paz de la ciudad de
Medellín.
I. ANTECEDENTES.
1. Con base en los artículos 86 de la
Constitución Política y 33 del decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional escogió para efectos de su revisión
la acción de tutela de la referencia.
En concordancia con
el mismo artículo 33 y lo dispuesto en las normas de los artículos 86, inciso
2°, 241, numeral 9 de la Constitución, y 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991,
es competente esta Sala para revisar las decisiones de instancia proferidas
dentro de la mencionada acción de tutela.
2. La pretensión
y los hechos.
Por medio de apoderado,
y por considerar que se vulneran sus sentimientos religiosos y las sanas
costumbres, la señora Virgelina Acevedo de Higuita instauró acción de tutela
contra la administración del Parque Cementerio Campos de Paz de la ciudad de
Medellín, con el fin de que se abstenga y no permita, a menos que medie su
autorización, la exhumación del cadáver de su hijo Rodrigo Antonio Higuita.
Fundamenta su
pretensión en lo siguiente:
En el matrimonio de
Antonio de Jesús Higuita y Virgelina Acevedo se procrearon varios hijos, entre
ellos, Rodrigo Antonio y Sonia; ésta última adquirió el derecho de dominio
sobre el lote No. 5, sector 12 del Parque Cementerio Campos de Paz de Medellín.
Rodrigo Antonio
contrajo matrimonio católico en 1979 con Luz Marina Vargas del Valle, vínculo
del cual nacieron Jorge Ignacio y Juan David, quienes a la fecha tienen 16 y 11
años de edad. Aquél falleció el 26 de agosto de 1991 y al día siguiente y con
autorización de Sonia Higuita Acevedo -dueña del referido lote- fue inhumado en
dicho lugar.
Manifiesta la
peticionaria que "es costumbre inveterada entre nosotros exhumar los
despojos mortales de una persona a los cuatro años a solicitud de pariente o
persona interesada con el fin de inhumar en el futuro a otro pariente; y con el
fin de evitar una exhumación al cumplirse el cuatrienio de inhumación del
cadáver del citado Higuita Acevedo es por ello que se instaura esta acción de
tutela para que la administración Parque Cementerio Campos de Paz se abstenga
de exhumar los despojos del citado Higuita Acevedo", pues teme que Luz
Marina Vargas del Valle, quien fuera la esposa de su hijo Rodrigo Antonio
Higuita Acevedo, tenga intención de exhumar el cadáver de éste, al expirar
dicho término.
3. Fallos que se
revisan.
En sentencia del 9
de junio de 1995, el Juzgado Quinto Penal del Circuito de Medellín negó por
improcedente la acción de tutela; esta decisión fue confirmada en todas sus
partes y por las mismas razones, a través de fallo del 10 de julio del mismo
año proferido por la Sala Penal del Tribunal Superior de dicha ciudad. Las
razones aducidas por los falladores de instancia, fueron las siguientes:
No obstante que en
la solicitud de tutela se dice que de exhumarse los despojos mortales de
Rodrigo Antonio Higuita Acevedo por quien fuera su esposa, Luz Marina Vargas
del Valle, se viola la libertad de cultos y de conciencia, de las pruebas
practicadas se concluye que el problema gira en torno a una discordia familiar
que nada tiene que ver con el sentimiento o culto religioso.
Por otra parte,
ningún derecho le asiste a la peticionaria para impedir la exhumación de los
restos de su hijo, porque teniendo en cuenta que este dejó descendencia, de
acuerdo con el Código Civil el derecho de disponer de los despojos mortales de
una persona recae sobre sus hijos y, por lo tanto, Luz Marina Vargas del Valle,
en su condición de representante legal de sus hijos menores Juan David y Jorge
Ignacio, es quien puede o no disponer la exhumación de los restos del difunto.
Finalmente,
coinciden los juzgadores de instancia en que el amparo no es procedente, toda
vez que no se dan las causales contempladas en el artículo 42 del Decreto 2591
de 1991 para que sea viable la tutela contra particulares, porque la demandada
no está encargada de la prestación de un servicio público, ni la demandante se
encuentra, con respecto a ella, en condiciones de subordinación o indefensión,
aparte de que el ejercicio del derecho de la señora Luz Marina Vargas del Valle
a exhumar el cadáver de su esposo, no es atentatorio contra los derechos
fundamentales de la peticionaria.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Procedencia de
la tutela contra el particular que tiene a su cargo la administración de un
cementerio.
Contrariamente a lo
considerado por los juzgadores de primera y segunda instancia, en el presente
caso la acción de tutela formalmente es procedente contra la administración del
Parque Cementerio Campos de Paz de la ciudad de Medellín, pues de conformidad
con el numeral 8 del articulo 42 del decreto 2591, dicha acción es viable
contra el particular encargado de la prestación de un servicio público.
En efecto, la
función relativa a la administración de cementerios, que comprende una variedad
de actividades, como son, entre otras, su conservación y mantenimiento, la
inhumación y exhumación de cadáveres, la permisión de la exteriorización o
manifestación de diferentes conductas atinentes a prácticas o costumbres
personales y cultos religiosos, constituye un verdadero servicio público, pues
está encaminado a satisfacer una necesidad colectiva.
2. Titularidad
del derecho a decidir la exhumación.
En la sentencia
T-162/94[1]
de la Sala Tercera de Revisión se analizó ampliamente la cuestión atinente a la
naturaleza y titularidad de los derechos de inhumación y a decidir la
exhumación de los restos mortales de una persona, en los siguientes términos,
que esta Sala prohíja, no obstante las precisiones que más adelante se hacen
por ameritarla la situación concreta que se debate:
"I. Quién
tiene derecho a exhumar un cadáver?"
(...)
"4. Definida
de esta manera la naturaleza del derecho, es necesario ahora esclarecer su
titularidad. En lo que respecta a la exhumación de los restos, nadie duda de
que son los familiares los llamados a reclamar tal derecho. Sin embargo, este
criterio no es suficiente para resolver disputas que sobre el particular se
susciten entre sus deudos. En estas circunstancias, lo más razonable es pensar
que corresponde decidir sobre la exhumación a quienes han definido, organizado
y pagado el entierro y la tumba. Si una parte de la familia no participa en las
diligencias y expensas del entierro, es natural que no pueda tener el derecho
de trasladar los restos a otra bóveda o a otro cementerio".
"5. La
vinculación que los miembros de una familia mantienen con sus muertos es de
tipo simbólico y religioso, mediatizada por objetos materiales que evocan un
determinado sentido, pero que no tienen significación alguna por fuera de dicho
poder de evocación. La sepultura cumple esta función mediatizadora, que en
términos jurídicos puede ser explicada como un derecho que se materializa en la
posibilidad de construir una tumba, mantenerla y visitarla. Se trata de una
relación similar a la que los creyentes mantienen con los objetos de culto. Es
el derecho a conservar el objeto material depositario de la evocación
simbólica".
"En este
orden de ideas, le corresponde a la familia, o a la parte de la familia que
realizó el entierro, el derecho de decidir sobre el traslado de los restos.
Este criterio es idóneo cuando se trata de conflictos entre miembros de familia
con igual derecho sucesoral. Sin embargo, el problema subsiste en aquellos
casos en los cuales se presentan familiares con derechos sucesorales
diferentes. Para resolver este dilema, es necesario acudir al origen mismo del
asunto planteado, y resolver las dudas que allí se presentan sobre la persona
titular del derecho a enterrar el difunto. Formulada en los términos del
derecho civil la pregunta es la siguiente, ¿a quién pertenece el derecho que se
tiene sobre el cadáver; es decir, a quién corresponde el derecho que consiste
en disponer de una tumba, conservarla y cuidarla ?".
"II. El
derecho de inhumación".
(...)
"2. La
disposición de cadáveres es entonces un asunto regido por normas de orden
público, que protegen, en primer término, la moral individual y comunitaria que
exige una actitud de respeto y recogimiento frente a los muertos y, en segundo
lugar, la salubridad pública. En relación con lo primero, el código penal
impone una sanción de uno a tres años a quien sustraiga un cadáver o ejecute
actos de irrespeto sobre el mismo (art. 297). Respecto de lo segundo, la ley 9
de 1979 exige licencia sanitaria proveniente de la autoridad competente para
permitir la exhumación de un cadáver (art. 535). La misma ley le otorgó al
Ministerio de salud la facultad de expedir las disposiciones sanitarias bajo
las cuales deben funcionar todos los cementerios (art. 539)".
"De otra
parte, el decreto 1172 de 1989, reglamentario de la ley 9 citada, consagra un
conjunto de normas relativas a la "disposición de órganos o componentes
anatómicos y transplantes". El artículo 19 de dicha legislación resulta
útil para solucionar el problema planteado al inicio de este apartado. Dice la
norma que:"
"(...)
cuando quiera que deba expresarse el consentimiento, bien sea como deudo de
una persona fallecida o en otra condición, se tendrá en cuenta el siguiente
orden:
1. El cónyuge no
divorciado o separado de cuerpos
2. Los hijos
legítimos o naturales, mayores de edad.
3. Los padres
legítimos o naturales.
4. Los hermanos
legítimos o naturales, mayores de edad.
5. Los abuelos y
nietos.
(...).."
"Cuando
quiera que a personas ubicadas dentro del mismo numeral de este artículo,
corresponda expresar su consentimiento, en ausencia de otras con mayor derecho
dentro del orden allí señalado, y manifiesten voluntad encontrada, prevalecerá
la de la mayoría. En caso de empate se entenderá negado el consentimiento"
"Para
efectos de donación formal o para ejercer el derecho de oponerse a que se
refiere el inciso 2° del artículo 4° de este decreto, serán tomados en cuenta
los deudos que se presenten y acrediten su condición dentro del lapso de seis
horas contemplado en los artículos cuarto y noveno del mismo".
"3. El orden
de prioridades respecto del consentimiento que se debe dar para efectos de
donación de órganos, guarda analogía con la decisión respecto de la inhumación.
La capacidad para decidir las circunstancias propias del entierro del cadáver,
debe tener fundamento igual al que se exige de quien pretende donar una parte
de cuerpo inerte".
"4. En
síntesis, las personas indicadas en este artículo tienen un derecho sobre el
cadáver, que consiste en la posibilidad de decidir las circunstancias propias
del funeral y de diseñar y mantener la tumba en un cementerio, de acuerdo con
las disposiciones que regulan estos espacios".
(...)
3. Alcance
constitucional del derecho a exhumar un cadáver.
En la referida
sentencia, se aludió al sentido jurídico del sepulcro "concebido como un
objeto simbólico depositario de valores religiosos" y se concluyó luego de
analizar el valor y la significación católica del cadáver, que como en materia
de creencias religiosas no existe restricción alguna, la pretensión de una
persona de venerar la tumba de un ser querido se encuentra protegida
constitucionalmente por el derecho fundamental consagrado en el artículo 19 de
la Constitución que garantiza la libertad de cultos, pues este puede asumir
formas variadas, tales como la de profesar una religión, difundir sus ideas, la
reunión en templos o casas para prácticas de adoración o la colocación de los
restos mortales de su parientes en determinados sitios para visitarlos y
venerarlos.
4. El caso
concreto.
En el contrato de
arrendamiento con el Parque Cementerio Campos de Paz de Medellín, relativo a la
sepultura del cadáver de Rodrigo Antonio Higuita Londoño, se define el derecho
del usuario a dar sepultura a dicho cadáver en el lote asignado, en el cual
puede permanecer durante un lapso de cuatro años.
Cumplido dicho
término, y si no se ha prorrogado el contrato, termina "ipso facto et ipso
iure", el derecho del usuario sobre dicho lote, en tal forma que debe
desocuparlo, exhumando los restos que en el tiene depositados; si el usuario no
lo hiciere así, autoriza de manera formal a Campos de Paz para que lo haga y
deposite los restos de la persona inhumada en una fosa común con el debido
respeto.
En el Reglamento
interno del Cementerio Campos de Paz de Medellín se señala en lo atinente al
derecho a la exhumación del cadáver que "las personas autorizadas para
ordenar o permitir exhumaciones serán los parientes, en los grados y orden de
prelación consagrados en el Código Civil", que son los precisados en el
artículo 1045 del Código Civil, modificado por el artículo 4 de la ley 29 de
1982, esto es, en primer término, los hijos legítimos, adoptivos y
extramatrimoniales.
No es procedente, en
el caso que nos ocupa, excluir la aplicación de las normas del Código Civil y
acudir a la razonable analogía señalada en la sentencia T-162/94, en la cual se
invoca la aplicación del Decreto 1171 de 1989, para efectos de determinar el
titular del derecho a exhumar el cadáver, toda vez que existe de por medio un
contrato de arrendamiento y un reglamento interno, ambos de obligatorio
cumplimiento para los contratantes que, para efectos de la titularidad del
derecho a la exhumación remiten a las disposiciones del Código Civil en materia
sucesoral, cuyas cláusulas y normas no desconocen disposiciones de orden
público ni los derechos fundamentales de las personas a las cuales vinculan los
referidos instrumentos.
Así entonces, el
derecho preferencial para disponer sobre la exhumación del cadáver de Rodrigo
Antonio Higuita Londoño, lo tienen sus hijos menores, representados por la
cónyuge superstite Luz Marina Vargas del Valle. No tiene en consecuencia la
peticionaria, el derecho a exhumar el mencionado cadáver.
Finalmente, debe
anotarse que por el simple hecho de que Luz Marina Vargas del Valle, en
representación de sus hijos, exhume el cadáver de su cónyuge Rodrigo Antonio
Higuita Acevedo, no se amenaza o vulnera el derecho de la peticionaria a
visitar y venerar la tumba de su hijo, pues no existe prueba de la cual se
puede inferir que ello se le pueda impedir.
Por lo anterior, con
las precisiones contenidas en la parte motiva de esta providencia, se
confirmarán las sentencias de instancia.
IV. DECISION
Por las razones
expuestas, la Corte Constitucional de la República de Colombia, actuando en
Sala de Revisión, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de
la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.- Confirmar los fallos proferidos por la
Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín -Sala de Decisión Penal y por el
Juzgado Quinto Penal del Circuito de la misma ciudad, mediante los cuales se
decidió denegar la tutela impetrada por la señora Virgelina Acevedo de Higuita.
SEGUNDO.- Líbrese por la Secretaría la comunicación
de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese, comuníquese, insértese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General.
[1] M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. |
576 | T-518-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-518/95
ACCION DE TUTELA-Procedencia
Quien se sienta
amenazado o vulnerado por alguna actuación u omisión de las autoridades públicas
o de los particulares en los casos que exprese la ley, puede invocar y hacer
efectivos sus derechos constitucionales a través de las acciones contenidas en
el ordenamiento, incluyendo la acción de tutela pero sólo en aquellos casos en
los que el sistema jurídico haya dejado un vacío que impida a las personas una
plena protección de sus derechos esenciales.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-Procedencia/VIA DE HECHO-Procedencia excepcional de tutela
En lo que tiene
que ver con la procedencia de la acción de tutela contra providencias
judiciales, ésta resulta procedente en todos aquellos casos en los que la
actuación de la autoridad judicial carezca de fundamento objetivo y sus
decisiones sean el producto de una actitud arbitraria y caprichosa que traiga
como consecuencia la vulneración de derechos fundamentales de la persona,
incurriendo de esa manera en lo que se ha denominado como "vía de
hecho".
VIA DE HECHO-Concepto
Las "vías de
hecho" implican una decisión judicial contraria a la Constitución y a la
Ley, que desconoce la obligación del Juez de pronunciarse de acuerdo con la
naturaleza misma del proceso y según las pruebas aportadas al mismo. Los
servidores públicos y específicamente los funcionarios judiciales, no pueden
interpretar y aplicar las normas en forma arbitraria, pues ello implica
abandonar el ámbito de la legalidad y pasar a formar parte de actuaciones de
hecho contrarias al Estado de derecho, que pueden ser amparadas a través de la
acción de tutela. No toda irregularidad procesal genera una vía de hecho, más
aún cuando quien se dice afectado tiene la posibilidad de acudir a los
mecanismos ordinarios establecidos para solicitar la protección de sus
derechos; pues no puede olvidarse que la acción de tutela tiene un carácter
subsidiario, es decir, que sólo es procedente a falta de otros mecanismos de
defensa judicial.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-Alcance del fallo
La procedencia de
la acción de tutela contra providencias judiciales no autoriza al Juez constitucional
para entrar a resolver sobre la cuestión litigiosa controvertida dentro del
proceso, pues su labor se limita a analizar la conducta adoptada por el
funcionario judicial, la cual se concreta a través de la providencia demandada.
Si la decisión no es producto de una actuación arbitraria o abusiva sino el
resultado de una confrontación objetiva y seria entre la normatividad aplicable
y el caso concreto, dicha actuación no puede ser objeto de amparo
constitucional a través del mecanismo de la acción de tutela. La labor del Juez
constitucional, se limita a determinar si la actuación de la autoridad es
producto de una actitud arbitraria y contraria al ordenamiento jurídico, mas no
hace parte de sus funciones el inmiscuirse en el trámite de un proceso judicial,
tomando decisiones paralelas a las que cumple quien en ejercicio de su función
constitucional lo conduce, pues no pueden desconocerse los conceptos y
principios de autonomía, independencia de los jueces, acceso a la
administración de justicia, seguridad jurídica y vigencia del Estado social de
derecho. El Juez, dentro del ámbito de su competencia, goza de plena libertad
para interpretar las disposiciones legales aplicables a un caso concreto, aun
cuando dicha interpretación sea contraria a los intereses de las partes.
VIA DE HECHO-Ejecución de obligaciones laborales/
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES-Ejecución de obligaciones laborales/PROCESO
EJECUTIVO LABORAL-Embargabilidad de bienes
La decisión del
Tribunal no encaja dentro de las premisas que determinan la existencia de una
vía de hecho, pues su actuación no es el resultado de una conducta arbitraria
opuesta a la ley y, por el contrario, la misma se encuentra ajustada al
ordenamiento jurídico existente. La conclusión a que ha llegado esta Sala, tiene
como base la razonabilidad de los fundamentos jurídicos tomados en cuenta por
el Tribunal en el auto en comento, y en su competencia autónoma para decidir
sobre todos aquellos asuntos sometidos a su consideración. La actuación del
Tribunal al negar en forma temporal el mandamiento de pago solicitado contra el
ISS, se fundamentó en el hecho de que los bienes de dicha entidad hacían parte
del presupuesto general de la Nación y por tanto su ejecución debía adelantarse
de acuerdo con el trámite establecido.
INSTITUTO DE
SEGUROS SOCIALES-Pago de
pensiones
En las leyes de
presupuesto anual se advierten claramente los aportes hechos a favor del
Instituto, y a su vez, señala que "la Nación asumirá el pago de pensiones
reconocidas por el Instituto de Seguros Sociales, la Caja Nacional de Previsión
y otras cajas o fondos del sector público sustituidos por el fondo de
pensiones públicas del nivel nacional, incluido este último, en cuanto se
agotasen las reservas constituidas para el efecto y sólo por el monto de dicho
faltante".
INSTITUTO DE
SEGUROS SOCIALES-Naturaleza
El ISS es una
entidad pública, adscrita al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que hace
parte del gobierno central y cuyos recursos y rentas están involucrados en el
Presupesto General de la Nación. Y aun cuando efectivamente la entidad recibe
aportes particulares, éstos son producto de una imposición del Estado que a su
vez cumplen una finalidad pública, y cuya administración y disposición
corresponde al gobierno central, hasta el punto de que las utilidades producto
de los aportes y de los demás bienes públicos son propiedad de la Nación.
EJECUCION DE
ENTIDADES PUBLICAS-Título
base
Para el pago de
una cantidad líquida de dinero, producto de obligaciones laborales señaló esta
Corporación que se hace claridad sobre la ejecución de las entidades públicas,
sin importar que el derecho provenga de un acto administrativo o de una
resolución judicial ordinaria o contencioso administrativa, lo cierto es que
ésta debe adelantarse. Por tanto, no puede afirmarse como lo hace la
demandante, que la disposición sólo se aplica frente a decisiones provenientes
de la jurisdicción contenciosa, pues la norma no hace distinción alguna y por
el contrario se refiere de manera general a la ejecutabilidad de las condenas
contra la Nación y las Entidades Descentralizadas ante la justicia
ordinaria, despues de transcurridos dieciocho meses de ejecutoriada la
condena.
CUMPLIMIENTO DE
SENTENCIA LABORAL-Inmediatez
La ejecutabilidad
de la entidad por vía judicial se refiere al fin último para lograr el
cumplimiento de la condena, "las autoridades a quienes corresponda la
ejecución de una sentencia dictarán, dentro del término de treinta días
contados desde su comunicación, la resolución correspondiente, en la cual se
adoptarán las medidas necesarias para su cumplimiento." Lo anterior quiere
significar que las mencionadas autoridades deben procurar el cumplimiento de la
sentencia dentro del menor tiempo posible, sin que sea necesario tomarse el
término de 18 meses, ya que de lo que se trata es de evitar que se causen los
intereses comerciales y moratorios en perjuicio del erario público y que en
últimas se ejecute al Estado.
Ref.: Expediente No. T-75.675
Peticionario: Soledad
Montoya Vda. de Restrepo
Procedencia: Corte
Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil.
Tema: Vías de
hecho.
Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Santafé de Bogotá,
D.C., quince (15) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell, ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela radicado bajo el número T-75.675, adelantado por Soledad Montoya Vda. de
Restrepo, contra la Sala Laboral del Tribunal Superior de Medellín.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efecto de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud
La señora Soledad
Montoya Vda. de Restrepo por intermedio de apoderado, interpuso ante el
Tribunal Superior de Medellín, Sala Civil de Decisión, acción de tutela, con el
fin de amparar su derecho fundamental al debido proceso, e indirectamente su
derecho a la vida y a la subsistencia consagrados en los artículos 11 y 29 de
la Constitución Política.
2. Hechos
Afirma la
peticionaria que inició ante el Juzgado Once Laboral del Circuito de Medellín,
proceso ordinario laboral contra el Instituto de Seguros Sociales -ISS- con el
fin de que éste fuera condenado al reconocimiento y pago de su pensión de
vejez. La sentencia dictada el 10 de junio de 1994 y confirmada por la Sala de
Decisión Laboral del Tribunal Superior de Medellín, condenó al instituto a
pagarle su pensión de vejez a partir de enero de 1993.
Señala igualmente
que una vez ejecutoriada la decisión, el -ISS- no le dio cumplimiento a la
misma, razón por la cual, a continuación del proceso ordinario, presentó
demanda ejecutiva para obtener el pago de la condena. Sin embargo, el Juzgado
Once Laboral del Circuito de Medellín mediante auto de fecha 8 de febrero de
1995, negó el mandamiento de pago sosteniendo que debía aplicarse por analogía
el artículo 177 del C.C.A..
La decisión a su vez
fue apelada por la demandante, y la Sala de Decisión Laboral del Tribunal
Superior de Medellín la confirmó, argumentando además que el -ISS- es una
Empresa Industrial y Comercial del Estado cuyo patrimonio hace parte del
presupuesto General de la Nación; por tanto sus bienes son inembargables y su
ejecución sólo es procedente una vez se haya cumplido el término señalado en el
artículo 177 del Código Contencioso Administrativo, en concordancia con el
artículo 16 de la Ley 38 de 1989.
La negativa del
Tribunal de acceder a la demanda ejecutiva es considerada por la parte actora
como arbitraria, ilegal e injustificada (vía de hecho), toda vez que el -ISS-
como empresa industrial y comercial del Estado tiene recursos y bienes que no
se entienden incorporados al presupuesto general de la Nación y por tanto
reciben un tratamiento jurídico similar al que se otorga a los particulares,
siendo entonces aplicables las normas generales del procedimiento (laboral y
civil) y no las de carácter administrativo.
Finalmente señala la
actora, que las normas excepcionales no pueden ser interpretadas en una forma
extensiva y por tanto la posición del Tribunal obedece a una equivocada
interpretación de la jurisprudencia de la Corte Constitucional.
3.
Pretensiones
Solicita la actora
que, como consecuencia del amparo de los derechos conculcados, se ordene al
Tribual Superior de Medellín, Sala de Decisión Laboral, proferir el mandamiento
ejecutivo y la orden de embargo respectiva.
II. ACTUACION
JUDICIAL
1. Primera instancia
La Sala Civil del
Tribunal Superior de Medellín, mediante providencia de fecha 5 de junio de
1995, resolvió negar la acción de tutela interpuesta por la señora Soledad
Montoya Vda. de Restrepo, por considerar que el auto de fecha 8 de febrero del
presente año no constituye una vía de hecho, toda vez que no es fruto de su
voluntad o capricho y, por el contrario, está debidamente motivada con
fundamentos razonables y objetivos.
2. Impugnación
Por memorial
presentado el día 12 de junio de 1995, el apoderado de la parte actora impugnó
el fallo, por considerar que las empresas industriales y comerciales del Estado
se asimilan en su tratamiento jurídico a los particulares.
Sostiene que para
que éstas tengan un tratamiento jurídico diferente, es necesario que exista una
norma que consagre el tratamiento excepcional. Por tanto, la abierta ilegalidad
de la decisión del tribunal radica precisamente en la inexistencia de norma
alguna que establezca la inejecutabilidad e inembargabilidad de las empresas industriales
y comerciales del Estado.
3. Segunda
instancia
Mediante providencia
de fecha siete (7) de julio del año en curso, la Sala de Casación Civil de la
Corte Suprema de Justicia resolvió confirmar la decisión proferida por el
juzgador de primera instancia, señalando que el auto objeto de la presente
acción no fue el producto del capricho o de la voluntad del sentenciador y por
el contrario fue el resultado de la confrontación entre la normatividad que los
falladores de instancia creyeron atribuible al caso y la jurisprudencia
existente en relación con el tema. Ello descarta la posibilidad de que en el
presente caso se haya incurrido en una vía de hecho, como pretende demostrarlo
la actora.
Sobre el particular
señaló: "En efecto, en la operación mental dirigida a dirimir un
determinado litigio, el juzgador debe efectuar la interpretación en cuanto al
contenido de las normas que considera aplicables y la valoración de las pruebas
arrimadas al caso, proceso mediante el cual puede obtener un incuestionable
acierto, o, por el contrario, equivocarse en la aplicación de la norma o en la
interpretación de aquella, sin que, de todos modos, el juicio de valor obtenido
pueda replantearse por fuera del proceso."
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. Procedencia
de la acción de tutela frente a providencias judiciales
La jurisprudencia
constitucional ha señalado en forma reiterada que la acción de tutela, consagrada
en el artículo 86 de la Carta Política, ha sido concebida para solucionar en
forma eficiente todos aquellas situaciones de hecho generadas por la acción u
omisión de las autoridades públicas o de los particulares, que impliquen
necesariamente la amenaza o vulneración de un derecho fundamental. Sin embargo,
dicha acción tiene la característica de ser subsidiaria, es decir, que sólo
procede en aquellos eventos en los cuales el sistema jurídico no ha concebido
ningún otro mecanismo de defensa que pueda ser invocado frente a las
autoridades judiciales para proteger el derecho, salvo que se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, caso en el cual
sus efectos son temporales quedando supeditado a lo que se resuelva de fondo
por la autoridad competente.
Así entonces, este
instrumento jurídico no ha sido consagrado como medio para remplazar o
sustituir los procedimientos ordinarios existentes, ni es tampoco un
ordenamiento alternativo, adicional o complementario de esos procesos, ya que
el propósito específico de su existencia, es el de brindar a la persona una
protección efectiva, actual y supletoria de sus derechos constitucionales
fundamentales.
Sobre el particular,
ha señalado esta Corporación:
"No es la
tutela un procedimiento que sirva para suplir las deficiencias en que las
partes, al defender sus derechos en los procesos, puedan incurrir, porque se
convertiría en una instancia de definición de derechos ordinarios, como lo
pretende la solicitante, y no como lo prevé la Carta Política para definir la
violación de Derechos Constitucionales Fundamentales.
"La acción
de tutela procede contra las decisiones u omisiones de cualquier autoridad
pública o de particulares, cuando éstos violen o amenacen violar derechos
fundamentales, a fin de evitar un atentado contra la dignidad de la persona
humana. Las manifiestas violaciones a dicha condición inherente del ser humano
encontrarán un valioso recurso en la denominada Acción de Tutela, cuando no
pueda mediar otro correctivo judicial. Así, tiene la mencionada acción el
carácter de supletiva, mas no de sustitutiva de las competencias
constitucionales y legales de las autoridades públicas, en el presente caso
para impartir justicia". (Sentencia No. T-08 de 1992, Magistrado Ponente,
doctor Fabio Morón Díaz)
En otro fallo
relacionado con el tema se dispuso:
"(...) tan
sólo resulta procedente instaurar la acción en subsidio o a falta de
instrumento constitucional o legal diferente, susceptible de ser alegado ante
los jueces, esto es, cuando el afectado no disponga de otro medio judicial para
su defensa, a no ser que busque evitar un perjuicio irremediable (artículo 86,
inciso 3°, de la Constitución)" (..). (Sentencia No. C-543 de 1992,
Magistrado Ponente, doctor José Gregorio Hernández Galindo).
De acuerdo con lo
anterior, quien se sienta amenazado o vulnerado por alguna actuación u omisión
de las autoridades públicas o de los particulares en los casos que exprese la
ley, puede invocar y hacer efectivos sus derechos constitucionales a través de
las acciones contenidas en el ordenamiento, incluyendo la acción de tutela pero
sólo en aquellos casos en los que el sistema jurídico haya dejado un vacío que
impida a las personas una plena protección de sus derechos esenciales.
Por otra parte, en
lo que tiene que ver con la procedencia de la acción de tutela contra
providencias judiciales, la doctrina constitucional (Sentencia No. C-543 de
1992) ha sostenido en forma reiterada que ésta resulta procedente en todos
aquellos casos en los que la actuación de la autoridad judicial carezca de
fundamento objetivo y sus decisiones sean el producto de una actitud arbitraria
y caprichosa que traiga como consecuencia la vulneración de derechos
fundamentales de la persona, incurriendo de esa manera en lo que se ha
denominado como "vía de hecho".
Sobre el tema
debatido, la jurisprudencia de la Corte Constitucional ha expresado:
"(...) La
vulneración de los derechos fundamentales por parte de servidores públicos
que actúan sin fundamento objetivo y razonable, y obedecen a motivaciones
internas, desconoce la primacía de los derechos inalienables de la persona (CP.
art. 5), la protección constitucional de los derechos fundamentales (CP. art.
86) y la prevalencia del derecho sustancial (CP. art. 228). En caso de
demostrarse su ocurrencia, el juez de tutela deberá examinar la pertenencia al
mundo jurídico y proceder a la defensa de los derechos fundamentales vulnerados
en el curso de una vía de hecho por parte de la autoridad pública" (negrillas fuera de texto). (sentencia
No. T-79 de 26 de febrero de 1993, Magistrado Ponente doctor Eduardo Cifuentes
Muñoz).
En relación con el
tema, esta Sala ha señalado:
"Aunque esta
Corte declaró inexequible el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, la doctrina
acogida por esta misma Corporación, ha señalado que es procedente la acción de
tutela cuando se ejerce para impedir que las autoridades públicas, mediante
vías de hecho, vulneren o amenacen derechos fundamentales (negrillas fuera
de texto). (Sentencia
No. T-158 de 26 de abril de 1993, Magistrado Ponente doctor Vladimiro Naranjo
Mesa).
En otro
pronunciamiento dijo esta Corporación:
"(...) la
doctrina de la Corte ha efectuado un análisis material y ha establecido
una diáfana distinción entre las providencias judiciales -que son
invulnerables a la acción de tutela en cuanto corresponden al ejercicio
autónomo de la función judicial y respecto de las cuales existen, dentro del
respectivo proceso, los medios judiciales de defensa establecidos por el
ordenamiento jurídico- y las vías de hecho por cuyo medio, bajo la forma
de una providencia judicial, quien debería administrar justicia quebranta en
realidad los principios que la inspiran y abusa de la autonomía que la Carta
Política reconoce a su función, para vulnerar en cambio los derechos básicos de
las personas.
"En ese
orden de ideas, la violación flagrante y grosera de la Constitución por parte
del juez, aunque pretenda cubrirse con el manto respetable de la resolución
judicial, puede ser atacada mediante la acción de tutela siempre y cuando se
cumplan los presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución y no
exista otro medio al alcance del afectado para la defensa de su derecho.
"En tales
casos, desde luego, el objeto de la acción y de la orden judicial que puede
impartirse no toca con la cuestión litigiosa que se debate en el proceso, sino
que se circunscribe al acto encubierto mediante el cual se viola o amenaza un
derecho fundamental. (Sentencia
No. T-173 de 1993, Magistrado Ponente, doctor José Gregorio Hernández Galindo).
Así entonces, las
"vías de hecho" implican una decisión judicial contraria a la
Constitución y a la Ley, que desconoce la obligación del Juez de pronunciarse
de acuerdo con la naturaleza misma del proceso y según las pruebas aportadas al
mismo. Los servidores públicos y específicamente los funcionarios judiciales,
no pueden interpretar y aplicar las normas en forma arbitraria, pues ello
implica abandonar el ámbito de la legalidad y pasar a formar parte de
actuaciones de hecho contrarias al Estado de derecho, que pueden ser amparadas
a través de la acción de tutela.
Ahora bien, la
procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales no autoriza
al Juez constitucional para entrar a resolver sobre la cuestión litigiosa
controvertida dentro del proceso, pues su labor se limita a analizar la
conducta adoptada por el funcionario judicial, la cual se concreta a través de
la providencia demandada. En virtud de lo anterior, si la decisión no es
producto de una actuación arbitraria o abusiva sino el resultado de una
confrontación objetiva y seria entre la normatividad aplicable y el caso
concreto, dicha actuación no puede ser objeto de amparo constitucional a través
del mecanismo de la acción de tutela.
Así mismo es
importante advertir que no toda irregularidad procesal genera una vía de hecho,
más aún cuando quien se dice afectado tiene la posibilidad de acudir a los
mecanismos ordinarios establecidos para solicitar la protección de sus
derechos; pues no puede olvidarse que de acuerdo con el artículo 86 de la Carta
Política la acción de tutela tiene un carácter subsidiario, es decir, que sólo
es procedente a falta de otros mecanismos de defensa judicial.
3. El caso
concreto
De la solicitud de
tutela se deduce que la actora hace recaer la supuesta violación de su derecho
al debido proceso, en la decisión de la Sala Laboral del Tribunal Superior de
Medellín de fecha 27 de marzo de 1995, que confirmó el auto del Juzgado Once
(11) Laboral, a través del cual se negó el mandamiento de pago y la medida de
embargo que solicitó la demandante contra el Instituto de los Seguros Sociales.
Cabe anotar, que se invocó como título ejecutivo una sentencia proferida por el
propio Juzgado Once (11) Laboral, que condenó a la entidad al pago de la
pensión de vejez a favor de la señora Soledad Montoya Vda. de Restrepo, desde
el primero de enero de 1993.
La Sala Laboral del
Tribunal que negó el mandamiento de pago, esgrimió entre otros argumentos los
siguientes:
1.- El Instituto de
los Seguros Sociales es una Empresa Industrial y Comercial del Estado (Decreto
2148/92) que hace parte de la estructura general de la Rama Ejecutiva (artículo
115 de la C.P.). Como ente descentralizado del orden nacional, goza de un trato
preferencial cuando se presenta como deudor de una obligación como la que se
invoca en este caso, ya que los bienes que se pretende embargar se encuentran
involucrados en el presupuesto general de la Nación, y por tanto son
inembargables.
2.- La
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia reconocía la inembargabilidad de
los bienes y recursos del Estado, incorporados al citado presupuesto y en igual
sentido se pronunció la Corte Constitucional en fallos de octubre de 1992 y
enero 25 de 1993.
3.- La situación que
se plantea en el caso particular no está resuelta por las normas que regulan el
juicio ejecutivo laboral, ni por el C. de P. C. al cual remite el artículo 145
del C. de P. L. para llenar esos vacíos procesales. Por esta razón y en virtud
del principio de la integración normativa ( art. 8o. de la ley 153 de 1887),
debe acudirse al artículo 16 de la ley 38 de 1989, el cual dispone que "la
forma de pago de las sentencias a cargo de la Nación se efectuará de
conformidad con el procedimiento establecido en el Código Contencioso
Administrativo y demás disposiciones legales concordantes", esto es,
conforme lo indica el artículo 177 del C.C.A.
Las anteriores
consideraciones según la parte actora, son producto de una interpretación
errónea de la ley y la jurisprudencia; por tanto, constitutivas de una vía de
hecho que vulnera no sólo su derecho al debido proceso, sino también su derecho
a la vida y a la subsistencia.
Al respecto es
importante reiterar que la labor del Juez constitucional en lo que se refiere a
la procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales, se limita
a determinar si la actuación de la autoridad es producto de una actitud
arbitraria y contraria al ordenamiento jurídico, mas no hace parte de sus
funciones el inmiscuirse en el trámite de un proceso judicial, tomando
decisiones paralelas a las que cumple quien en ejercicio de su función
constitucional lo conduce, pues no pueden desconocerse los conceptos y
principios de autonomía, independencia de los jueces, acceso a la administración
de justicia, seguridad jurídica y vigencia del Estado social de derecho
consagrados en la Carta Política de 1991.
Así mismo, cabe
anotar que el Juez, dentro del ámbito de su competencia, goza de plena libertad
para interpretar las disposiciones legales aplicables a un caso concreto, aun
cuando dicha interpretación sea contraria a los intereses de las partes. Ello
no implica, de ninguna forma, la existencia de una vía de hecho, la cual sólo
sería procedente frente a una conducta absolutamente grave e ilícita del juez,
es decir, ante una absoluta falta de competencia o contrariando en forma
grosera y brutal el orden jurídico.
Frente al caso
concreto, encuentra la Sala que la decisión del Tribunal Superior de Medellín
no encaja dentro de las premisas que determinan la existencia de una vía de
hecho, pues su actuación no es el resultado de una conducta arbitraria opuesta
a la ley y, por el contrario, la misma se encuentra ajustada al ordenamiento
jurídico existente. La conclusión a que ha llegado esta Sala, tiene como base
la razonabilidad de los fundamentos jurídicos tomados en cuenta por la Sala
Laboral del Tribunal Superior de Medellín en el auto en comento, y en su
competencia autónoma para decidir sobre todos aquellos asuntos sometidos a su
consideración.
La actuación del
Tribunal al negar en forma temporal el mandamiento de pago solicitado por la
señora Soledad Montoya vda. de Restrepo contra el Instituto de los Seguros
Sociales, se fundamentó como se dijo, en el hecho de que los bienes de dicha
entidad hacían parte del presupuesto general de la Nación y por tanto su
ejecución debía adelantarse de acuerdo con el trámite establecido en el
artículo 177 del C.C.A..
Así, entonces, si en
la decisión en principio se determinó el carácter inembargable de los bienes de
la entidad condenada, también se reconoció su procedibilidad cuando se trata de
cumplir obligaciones laborales como la que se debate, pero acorde con las
decisiones jurisprudenciales no sólo de la Corte Suprema de Justicia, sino
también de esta Corporación, que en la sentencia C-546 de 1992 declaró la
exequibilidad condicionada del artículo 16 de la ley 38 de 1989, en cuanto que
las rentas y recursos incorporados en el presupuesto nacional son
inembargables, salvo que se trata de la ejecución de obligaciones laborales la
cual debe adelantarse de conformidad con el artículo 177 del C.C.A. (esto
último por disposición de esta Corporación).
Ahora bien, las
razones que tuvo el Tribunal para sostener que los bienes que conforman el
patrimonio del Instituto de los Seguros Sociales están involucrados en el
presupuesto general de la Nación, y por tanto en principios inembargables,
encuentra respaldo legal en el Decreto 2148 de 1992 y la ley 100 de 1993 que
definen la entidad como una empresa Industrial y Comercial del Estado. El
capital de dichas entidades, en virtud del artículo 6o. del Decreto 1050 de
1968, es público, constituido con bienes o fondos públicos comunes, los
productos de ellos, o el rendimiento de impuestos, tasas o contribuciones de
destinación especial.
Para el caso
particular de los Seguros Sociales el artículo 17 del Decreto 1650 de 1977,
dispone que los recursos de la entidad lo conforman aportes privados
(cotizaciones patrono-trabajador), impuestos y tasas específicas,
transferencias de los presupuestos nacional, departamental o municipal entre
otros. Igualmente, el artículo 129 del mismo ordenamiento señala que "El
Gobierno Nacional apropiará anualmente en el Presupuesto a favor del Instituto
de los Seguros Sociales, las partidas que demanden el servicio (...)" y el
artículo 93 de dicha norma, delega en la Contraloría General de la República el
ejercicio de la vigilancia y el control fiscal de la entidad.
Así mismo, la ley
orgánica del presupuesto -Ley 38 de 1989- incluye en su artículo 2o., a las
empresas industriales y comerciales del Estado (2o. nivel de cobertura del
Estatuto) y en el artículo 26 señala que "las utilidades de las Empresas
Industriales y Comerciales del Estado son de propiedad de la Nación. El Consejo
Nacional de Política Económica y Social, CONPES, en cada vigencia fiscal
determinará en el Plan Operativo Anual de Inversión la cuantía de las
utilidades que entrarán a ser parte de los recursos de capital del Presupuesto
Nacional."
El artículo 41 de la
Ley 179 de 1994, por la cual se introducen modificaciones a la Ley 38 de 1989,
dispone que "el Ministerio de Hacienda y Crédito Público-Dirección General
del Presupuesto Nacional, será el centro de información presupuestal en el cual
se consolidará lo pertinente a la programación, ejecución y seguimiento del
Presupuesto General de la Nación, de las Empresas Industriales y Comerciales
del Estado y de las Sociedades de Economía Mixta con régimen de Empresa
Industrial y Comercial del Estado dedicadas a actividades no financieras
(...)". El artículo 10o. del mismo ordenamiento le asigna al Consejo
Superior de Política Fiscal -Confis-, entre otras funciones la de "Aprobar
y modificar, mediante resolución, los presupuestos de ingresos y gastos de las
empresas industriales y comerciales del Estado (...)".
Finalmente, en las
leyes de presupuesto anual se advierten claramente los aportes hechos a favor
del Instituto, y a su vez, la ley 100 de 1993, en su artículo 137, señala que
"la Nación asumirá el pago de pensiones reconocidas por el Instituto de
Seguros Sociales, la Caja Nacional de Previsión y otras cajas o fondos
del sector público sustituidos por el fondo de pensiones públicas del nivel
nacional, incluido este último, en cuanto se agotasen las reservas constituidas
para el efecto y sólo por el monto de dicho faltante". (Negrillas fuera de
texto).
De lo anterior se
concluye que efectivamente fueron razones jurídicas las que llevaron al
Tribunal Superior de Medellín a determinar que el Instituto de los Seguros
Sociales es una entidad pública, adscrita al Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social, que hace parte del gobierno central y cuyos recursos y rentas están
involucrados en el Presupesto General de la Nación. Y aun cuando efectivamente
la entidad recibe aportes particulares, éstos son producto de una imposición
del Estado que a su vez cumplen una finalidad pública, y cuya administración y
disposición corresponde al gobierno central, hasta el punto de que las
utilidades producto de los aportes y de los demás bienes públicos son
propiedad de la Nación.
Ahora bien, en lo
que se relaciona con la aplicación analógica del artículo 177 del C.C.A.,
sostenida por la autoridad demandada, esta afirmación se encuentra plenamente
respaldada por las disposiciones legales que regulan la materia. Así, de
existir un vacío tanto en el C.P.L. como en el C.P.C. en cuanto a la
ejecutabilidad de este tipo de entidades, es apenas lógico pensar que quien
interpreta la ley, acuda a normas análogas que conduzcan a esclarecer la
premisa planteada (art 8o. de la ley 153 de 1887, art. 145 del C.P.L., art. 5
del C.P.C.). En el caso particular, el Tribunal tuvo en cuenta la Ley 38 de
1989 y el artículo 177 del C.C.A. que señala el procedimiento a seguir cuando
se trata de ejecutar por vía judicial a las entidades descentralizadas
-dieciocho (18) meses después de la ejecutoria de la condena-.
Pero
independientemente de que se haya presentado una interpretación analógica, lo
cierto es que, de acuerdo con la doctrina y la jurisprudencia constitucionales,
el artículo 177 del C.C.A. adecúa y complementa el artículo 336 del C.P.C., en
lo que se refiere a la ejecución de entidades de derecho público ante la
justicia ordinaria, pues la mencionada norma del Código de Procedimiento Civil,
cuando se trata de ejecutar a la Nación, remite al procedimiento contenido en
al artículo 177 del Código Contencioso Administrativo, el cual a su vez
contempla el procedimiento para ejecutar también a otras entidades como las
descentralizadas, dentro de las que se entiende incluidas las Empresas
Industriales y Comerciales del Estado.
Sobre la aplicación
del artículo 177 del C.C.A., para el pago de una cantidad líquida de dinero,
producto de obligaciones laborales señaló esta Corporación en la sentencia
C-546 de 1992, lo siguiente:
"En
consecuencia, esta Corporación estima que los actos administrativos que
contengan obligaciones laborales en favor de los servidores públicos deben
poseer la misma garantía que las sentencias judiciales, esto es, que puedan
prestar mérito ejecutivo -y embargo- a los dieciocho (18) meses después de
haber sido ejecutoriados, de conformidad con el artículo 177 del código
contencioso administrativo, que dice en sus incisos primero y cuarto:
'Artículo 177.-
Cuando se condene a la Nación, a una entidad territorial o descentralizada al
pago o devolución de una cantidad líquida de dinero, se enviará inmediatamente
copia de la sentencia a quien sea competente para ejercer las funciones del
ministerio público frente a la entidad condenada...'
'Será causal de
mala conducta de los funcionarios encargados de ejecutar los presupuestos
públicos, pagar las apropiaciones para cumplimiento de condenas más lentamente
que el resto. Tales condenas, además, serán ejecutables ante la justicia
ordinaria dieciocho (18) meses después de su ejecutoria...'
"En
consecuencia, esta Corte considera que en aquellos casos en los cuales la
efectividad del pago de las obligaciones dinerarias a cargo del Estado surgidas
de las obligaciones laborales, solo se logre mediante el embargo de bienes y
rentas incorporados al presupuesto de la nación, este será embargable en los
términos del artículo 177 del Código Contencioso Administrativo." (negrillas fuera de texto).
La sentencia citada
hace claridad sobre la ejecución de las entidades públicas, sin importar que el
derecho provenga de un acto administrativo o de una resolución judicial
ordinaria o contencioso administrativa, lo cierto es que ésta debe adelantarse
de acuerdo con el contenido del artículo 177 del C.C.A.. Por tanto, no puede
afirmarse como lo hace la demandante, que la disposición sólo se aplica frente
a decisiones provenientes de la jurisdicción contenciosa, pues la norma no hace
distinción alguna y por el contrario se refiere de manera general a la
ejecutabilidad de las condenas contra la Nación y las Entidades
Descentralizadas ante la justicia ordinaria, despues de transcurridos
dieciocho (18) meses de ejecutoriada la condena.
Sobre la importancia
y aplicabilidad del artículo 177 del C.C.A., frente al trámite a seguir para
hacer cumplir las condenas impuestas a los entes públicos referidos, dijo la
sentencia No. C-103 de 1995 de la Corte Constitucional lo siguiente:
"La
sentencia C-546, como se ve, encontró ajustada ala Constitución la
inembargabilidad general de las rentas y recursos incorporados en el
Presupuesto General de la Nación, con la excepción dicha. Y, además, no hizo
reparo alguno al artículo 177 del Código Contencioso Administrativo." (negrillas
fuera de texto) (Magistrado Ponente, doctor Jorge Arango Mejía).
Ahora bien, cabe
señalar que la ejecutabilidad de la entidad por vía judicial se refiere al fin
último para lograr el cumplimiento de la condena, pues de acuerdo con el
artículo 176 del mismo ordenamiento, "las autoridades a quienes
corresponda la ejecución de una sentencia dictarán, dentro del término de
treinta (30) días contados desde su comunicación, la resolución
correspondiente, en la cual se adoptarán las medidas necesarias para su
cumplimiento." Lo anterior quiere significar que las mencionadas
autoridades deben procurar el cumplimiento de la sentencia dentro del menor
tiempo posible, sin que sea necesario tomarse el término de 18 meses a que hace
referencia el artículo 177, ya que de lo que se trata es de evitar que se
causen los intereses comerciales y moratorios (art. 177 C.C.A.) en perjuicio
del erario público y que en últimas se ejecute al Estado.
Todo lo anterior nos
lleva a reiterar lo dicho por esta Sala, en el sentido de que no se encuentra
en la decisión cuestionada una flagrante y arbitraria violación del debido
proceso que conduzca a calificar la actuación dentro de las consignas propias
de una vía de hecho, razón por la cual no pueden protegerse los derechos
alegados en la presente acción de tutela.
Finalmente, cabe
agregar que tampoco es procedente esta acción de tutela como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable, porque no se encuentra la
actora en un estado de indefensión, ya que no sólo existe un procedimiento
específico para reclamar del derecho su exigibilidad por vía judicial, sino
porque además, está recibiendo en la actualidad una pensión de sobrevivientes
por parte de Cajanal, tal como aparece probado en el expediente.
En virtud de lo
anterior, la Sala habrá de confirmar el fallo de fecha 7 de julio de 1995,
proferido por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, por las
consideraciones consignadas en esta providencia.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO:
CONFIRMAR el fallo de
fecha 7 de julio de 1995, proferido por la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia, que confirmó a su vez la sentencia proferida por la Sala
de Decisión Laboral del Tribunal Superior de Medellín, que negó la acción de
tutela interpuesta por la señora Soledad Montoya Vda. de Restrepo.
SEGUNDO: ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación, se comunique el contenido de esta providencia a la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, en la forma y para los
efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
577 | T-526-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-526/95
PENSION DE
SOBREVIVIENTES-Suspensión
del aporte patronal/DERECHO A LA SEGURIDAD SOCIAL-Suspensión pago de
pensión/MESADA PENSIONAL-Suspensión de pago
El ISS no puede,
dada la naturaleza del derecho a la seguridad social, suspender el pago de las
mesadas pensionales, con ocasión de la mora causada por la entidad contratante,
porque con ello vulnera o amenaza el derecho fundamental a la seguridad social
de la peticionaria; en efecto, observa la Sala que existe una omisión del ISS,
entidad que debe, una vez se presente la situación moratoria, iniciar las
acciones judiciales y legales pertinentes para obtener la cancelación de lo
adeudado por parte del patrono, y no trasladar las consecuencias y sanciones
de dicho incumplimiento. La situación de extrema fragilidad de la peticionaria,
es razón suficiente para no permitir su desprotección temporal, pues con ello
se estaría generando para la demandante un perjuicio irremediable, por la no
percepción de la pensión de sobreviviente, que además es su único sustento, lo
cual puede poner en peligro el derecho a la subsistencia digna, a la vida y la
salud de la actora.
Ref.:
Expediente No. T-78721
Actora:
Edelmira Osorio
de Gonzaález
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santafé de Bogotá
D.C., noviembre diecisiete (17) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
Procede la Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados JORGE ARANGO
MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, a revisar el fallo proferido
por el Juzgado Cuarto Penal Municipal de Cali, de fecha 31 de julio de 1995,
dentro de la acción de tutela iniciada por la señora Edelmira Osorio de
González contra el Instituto de los Seguros Sociales Seccional del Valle del
Cauca.
El negocio llegó a
conocimiento de esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional por la vía
ordinaria de la remisión que hizo el Juzgado Cuarto Penal Municipal de Cali, en
virtud de lo ordenado por el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Conforme a los
artículos 86 de la Constitución Política, y 33 del Decreto ibidem, la Sala de
Selección de la Corte eligió para efectos de revisión, la presente acción de
tutela.
I. ANTECEDENTES
Los Hechos
Afirma la accionante
Edelmira Osorio de González, que en su calidad de cónyuge, del señor Marcelino
González Romero, fallecido, reclamó y obtuvo, por parte del Instituto de
Seguros Sociales, Seccional Valle, la pensión de jubilación de éste, la cual,
sin embargo, le fue suspendida desde el mes de febrero del año en curso, dado
que el patrón "Empresa Curtiembres Porvenir de Bugalagrande", no
había cancelado los aportes patronales de su esposo y otros beneficiarios,
desde octubre de 1978 al 05 de febrero de 1980, según le informaron en el ISS,
señalándole, además que hasta que la empresa cancele las obligaciones
pendientes le volverán a cancelar la mesada pensional.
La actora ha
intentado varias veces reclamar el pago de la pensión de sobrevivientes, ya
que éste es su único ingreso, para ello aportó al expediente, documentos en
los que se comprueban las cotizaciones hechas por su fallecido cónyuge desde
enero de 1979, y hasta febrero de 1986, es decir más de 345 semanas, así como
las peticiones elevadas a la Seccional del Valle del Cauca del ISS y al
patrón "Curtiembres El Porvenir de Bugalagrande", solicitando el
pago de su pensión.
Posteriormente,
aparece en el expediente comunicación del Instituto del Seguro Social de fecha
julio 25 de 1995, en la que se informa el motivo por el cual se le concede y
posteriormente se le suspende la prestación de sobreviviente en su calidad de
cónyuge del señor MARCELINO GONZALEZ ROMERO; la resolución mediante la cual se
le suspendió el pago de la pensión le fue notificada personalmente a la
interesada el día 22 de febrero de 1995, sin que ésta impetrara los recursos de
ley para poder agotar la vía gubernativa. Aparece igualmente, que fueron
contestadas todas las solicitudes elevadas por ella a ese instituto de
seguridad social. Finalmente, obra en el proceso que el causante cotizó en
forma discontinua y con diferentes patronos de enero de 1967 a septiembre del
1968; de octubre del 1972 a octubre del 1973; de marzo del 1976 a septiembre
del 1978. Afirma el Instituto que el patrono no se ha presentado para que se
le liquide el período en mora del pago de aportes. Allega resoluciones ya
obrantes en el expediente, lo mismo que comunicaciones varias dirigidas por el
I.S.S. a la accionante.
II. LA DECISION JUDICIAL MATERIA DE
REVISION
A. La sentencia
que se revisa
Por reparto
correspondió este proceso al Juzgado 4o. Penal Municipal de Cali, despacho que
por sentencia de 31 de julio de 1995, resolvió negar por improcedente la acción
de tutela instaurada, con base en las siguientes consideraciones:
"El derecho
fundamental, impetrado por la accionante señora EDELMIRA OSORIO DE GONZALEZ,
no es otro que el 'DERECHO DE PETICION' que consagra nuestra Constitución
Nacional vigente en su artículo 23 que establece que 'toda persona tiene
derecho a presentar peticiones respetuosas a las autoridades por motivos de
interés general o particular y a obtener pronta resolución'. Pues aduce la
peticionaria, que luego de habérsele suspendido por el Instituto del Seguro
Social, la pensión de sobrevivientes que le había sido concedida por ser esposa
legítima del trabajador señor MARCELINO GONZALEZ ROMERO, ha elevado en varias
oportunidades peticiones al I.S.S. respecto a que le expliquen el motivo por el
cual no se le continuó pagando la prestación de sobrevivientes que le había
sido concedida, sin que hasta el momento se le haya dado una respuesta
positiva.
Agrega el Juez de
tutela que:
"Frente a esta
facultad, debemos tener en cuenta que al solicitar o hacer una petición a las
entidades públicas o privadas, se debe dar el tiempo para que su respuesta se
de, y con claridad primero que todo debemos saber que si hacemos una solicitud
por escrito, la respuesta debe ser dada en igual forma, pero si la hacemos en
forma verbal, ésta se puede suministrar en idéntica forma, así ésta no sea la
forma más correcta:
"Otro punto que
debemos tener en claro, es que la respuesta dada no siempre debe ser la que
esperamos, ya que puede ser positiva o negativa y ella no significa que se está
vulnerando un derecho.
"Con las
pruebas allegadas al expediente como son los documentos aportados por la misma
accionante señora EDELMIRA OSORIO DE GONZALEZ, se observa que le han sido
respondidas oportunamente sus peticiones por parte del Instituto del Seguro
Social Seccional del Valle del Cauca, División de Seguros Económicos y
Prestaciones Económicas, en lo que respecta al motivo por el cual le fue
suspendido el pago de la prestación de sobrevivientes, por ser la esposa
legítima del trabajador de la Empresa de Curtiembres El Porvenir, señor
MARCELINO GONZALEZ ROMERO, como también con la documentación enviada por el
I.S.S. en respuesta a la comunicación al despacho, se observa claramente que
el derecho de PETICION; que aduce la accionante señora OSORIO DE GONZALEZ, no
le ha sido vulnerado en ningún momento.
"Así las cosas
con lo expresado anteriormente, esta falladora de instancia considera que el
derecho de petición invocado por la peticionaria señora EDELMIRA OSORIO DE
GONZALEZ, no se le está violando tal derecho. Es por ello que en consecuencia
procederá el despacho en la parte resolutiva de este proveído penal a no
tutelarlo y a declarar improcedente la acción de tutela."
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera. La
Competencia
De conformidad con
lo dispuesto por los artículos 86 inciso 3 y 241 numeral 9 de la Constitución
Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de
1991, esta Sala de Revisión es competente para pronunciarse sobre la sentencia
que resolvió la acción de tutela de la referencia.
Segunda. La
Materia
El Derecho
Fundamental a la Seguridad Social y su Garantía
La acción de tutela
que se revisa tiene como beneficiaria a la señora Edelmira Osorio de González,
en su condición de viuda del pensionado fallecido MARCELINO GONZALEZ ROMERO,
por parte del ISS seccional Valle del Cauca, entidad que suspendió el pago de
las mesadas pensionales de sobreviviente, dado el incumplimiento del último
empleador del trabajador en el pago de las correspondientes cotizaciones al
Instituto de Seguro Social.
Como lo ha expresado
en diversas oportunidades esta Corporación, el derecho a la seguridad social
no está expresamente consagrado en la Carta Magna, como un derecho
fundamental. Sin embargo, este derecho adquiere el carácter de fundamental
cuando, según las circunstancias del caso, su falta de garantías tiene la
posibilidad de amenazar o poner en peligro otros derechos y principios
fundamentales como la vida, la dignidad humana, la igualdad o la salud
(T-426/92); en este orden de ideas, es evidente que el derecho a disfrutar de
una pensión en cualquiera de sus diversas modalidades, comparte la naturaleza
de fundamental, en virtud de su derivación directa e inmediata del derecho al
trabajo, considerado también como principio esencial del Estado Social de
Derecho; siempre y cuando su titularidad recaiga en personas que gozan de su pensión,
por diversas razones; es necesario también recordar que los derechos a la
pensión de vejez, jubilación, sobrevivientes e invalidez, que adquieren y
disfrutan los pensionados, merecen una especial consideración y tratamiento por
parte del Estado, buscan su plena efectividad como quiera que éstos en virtud
de lo presupuestado por el artículo 13 de la Carta, según el cual "El
Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición
económica, física o mental, se encuentren en circunstancias de debilidad
manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se
cometan."
Ahora bien, el
derecho a la seguridad social previsto en el artículo 48 de la Constitución es
un servicio público de carácter obligatorio, que se prestará bajo la dirección,
coordinación y control del Estado con sujeción a los principios de eficacia,
universalidad y solidaridad en los términos que establezca la ley. Se
garantiza a todos los habitantes el derecho irrenunciable de la seguridad
social. En este orden de ideas, la jurisprudencia de esta Corporación: T-116
de 1993 y T-124 de 1993, ha sido enfática en entender que los derechos a la
seguridad social son verdaderos derechos subjetivos de los afiliados como
aportantes activos o beneficiarios, en consecuencia, la seguridad social es un
principio fundamental estatuído por el propio constituyente a favor de los
trabajadores (art. 53 C.N.), por tanto, un derecho inalienable de los
trabajadores del sector público y privado en Colombia, fruto de grandes luchas
políticas y sociales, reflejo a su vez de convenios públicos internacionales
suscritos por el Estado Colombiano.
Por otro lado, esta
Corporación en sentencia T-406/93, afirmó lo siguiente:
"Es obligatorio
asegurarles a todas las personas y en especial a las personas pensionadas el
derecho a la seguridad social. Para los pensionados que en su mayoría se
encuentran en la tercera edad es necesario proteger, en particular el pago
oportuno de las prestaciones a su favor, ya que su no reconocimiento a su limitación,
habida cuenta de su imposibilidad para devengar otros ingresos ante la pérdida
de su capacidad laboral, termina atentando directamente contra el dercho a la
vida". (M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero)
Finalmente,
considera necesario esta Sala de Revisión, recordar alguna jurisprudencia
referente al incumplimiento del empleador en el pago de cotizaciones al ISS y
sus efectos, así como la necesidad de la continuidad en el servicio público de
la seguridad social por parte de la entidad de previsión social, encargada de
prestar el servicio.
En efecto, esta
Corporación se pronunció en la sentencia T-406/93, la cual se refirió a las
incidencias de la mora en el pago de los aportes al ISS:
"Los
inconvenientes que se presenten en el desarrollo del contrato entre la
Institución de Seguridad Social y el patrono, no deben influir sobre la
prestación del servicio médico, porque atenta contra los más elementales
derechos de la persona que la entidad obligada se desentienda de su
responsabilidad -inherente al concepto y al sentido de la seguridad social-,
dejando desprotegidos a los pensionados que han cotizado durante muchos años
para poder disfrutar en la vejez del servicio médico al que tienen derecho. El
servicio médico asistencial, como una de las prestaciones a que tiene derecho
el trabajador pensionado, no es una dádiva otorgada por el patrono sino
un derecho que adquirió el trabajador año a año y del que debe disfrutar en la
época de disminución de la actividad laboral de la persona humana." (Cfr.
sentencia T-406/93. M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero).
Igualmente, la misma
jurisprudencia afirma que:
"Se advierte al
ISS que debe cumplir con sus obligaciones médico-asistenciales surgidas
en virtud de contrato interadministrativo y que salvo la fuerza mayor deben
continuar con la ejecución de los contratos a pesar de existir una mora en el
pago, porque de lo contrario incurrirían en una vulneración o amenaza del
derecho fundamental a la salud y a la seguridad social, derechos que imponen un
tratamiento prioritario y preferencial por parte del poder público y el
legislador con miras a su protección efectiva. Otra es la situación referente a
la exigibilidad del pago que en nada puede afectar a las personas que requieren
la asistencia médica. Huelga decir que en el caso concreto se trata de un
"acto de ejecución" de un derecho consagrado en disposiciones legales
o en convención colectiva, acto que no posee una vía judicial para lograr su
satisfacción por lo que la tutela es el único procedimiento que permite al
peticionario la satisfacción de sus pretensiones."
En sentencia T-05/95
la Sala Tercera de Revisión señaló:
"5. Los
derechos de las personas no pueden depender de las contingencias que resulten
del proceso previsto para definir el sujeto pasivo, ni siquiera en aquellos
eventos en los cuales dicho proceso plantee problemas relativos a la legalidad
de las obligaciones de quienes han cancelado en su oportunidad sumas de dinero
que han permitido hacer efectivo el derecho.
".........
2. El constituyente
de 1991 quiso superar la concepción tradicional del principio de solidaridad
entendido como postulado ético, en beneficio de una concepción normativa y
vinculante. Así lo manifestó el constituyente
'Nuestra opción es
por un Estado Social, en sentido estricto, y que como tal no actúa obedeciendo
los dictados de la beneficencia y de la caridad sino como respuesta a los más
elementales derechos de los ciudadanos. Un Estado como agente de justicia social[1]'.
3. El principio de
solidaridad irradia todo el orden jurídico y se manifiesta en numerosas
instituciones y principios constitucionales. Es el caso del postulado que
establece la función social de la empresa (C.P. art. 333), el cual permite al
Estado ejercer inspección y vigilancia (C.P. art. 334), incidir sobre las
variables económicas dentro de las cuales se desarrolla la actividad
empresarial (C.P. art. 150-19) y regular las relaciones entre los empleadores y
los trabajadores a partir de principios laborales orientados a la protección de
los derechos de los trabajadores.
4. En materia de
seguridad social, la alusión constitucional al principio de solidaridad es
directa y explícita en el artículo 48 de la C.P. Allí se consagra que la
seguridad social es un servicio público de carácter obligatorio, sujeto a los
principios de eficiencia, universalidad y solidaridad. Dicha solidaridad es aún
más evidente en el caso de los ancianos. En efecto, el artículo 46 de la
Constitución hace responsables al Estado, a la sociedad y a la familia de la
protección y asistencia a las personas de la tercera edad.
5. Ahora bien, es
preciso delimitar este concepto de solidaridad, de tal manera que el sentido
del texto encuentre un justo medio entre el mero alcance retórico y la
vinculación directa, general e inescindible de los tres sujetos mencionados en
el texto constitucional.
El concepto de
solidaridad opera como un principio cuya fuerza normativa se pone en evidencia
en aquellos casos en los cuales entran en conflicto obligaciones definidas de
manera específica en la ley, de cuya eficacia depende la protección de derechos
fundamentales. Los principios sirven para sustentar soluciones a los problemas
de sopesamiento de intereses y valores, de tal manera que la decisión final no
habría sido la misma de no existir dicho principio.
La solidaridad es un
principio que no puede ser entendido a cabalidad con independencia del concepto
de efectividad de los derechos fundamentales. En efecto, ambos postulados
constitucionales obran en aquellas circunstancias en las cuales la aplicación
del sistema legal de derechos y obligaciones resulta disfuncional en relación
con la protección de los derechos fundamentales. Dicho en otros términos, el
estricto seguimiento de las prescripciones legales no siempre conduce a los objetivos
propuestos por el sistema. La efectividad del derecho, entendida como
correspondencia entre la conducta y el contenido normativo, no siempre trae
consigo la eficacia del derecho, entendida como correspondencia entre objetivos
y resultados. En el Estado social de derecho no basta con que las normas se
cumplan; es necesario, además, que su cumplimiento coincida con la realización
de principios y valores constitucionales.
El principio de
solidaridad permite que el derecho a la seguridad social se realice, si es
necesario, a través de la exigencia de una prestación adicional por parte de
entidades que han cumplido con todas las obligaciones previstas en la
legislación competente. El principio aludido impone un compromiso sustancial
del Estado y de los empleadores, en la protección efectiva de los derechos
fundamentales de los trabajadores y de sus familiares." (M.P. Dr. Eduardo
Cifuentes Muñoz).
No obstante lo
anterior, el hecho de que el Estado haya venido a sustituir al patrono en sus
obligaciones, no supone que éste haya quedado definitivamente liberado de sus
atribuciones. La asunción de los riesgos por parte del Seguro Social, está
condicionada a la cancelación completa y oportuna de los aportes obrero-patronales
al sistema de seguridad social, lo cual implica que el Instituto debe a su vez,
por vía judicial hacer efectivo el pago de las obligaciones y aportes dejados
de pagar por su afiliado, de acuerdo con la ley.
II. EL CASO EN EXAMEN
Según las pruebas que
obran en el informativo, la accionante es una persona de sesenta y tres (63)
años de edad, viuda, quien goza una pensión de jubilación como beneficiaria,
reconocida mediante resolución No. 916/94, la cual fue suspendida
temporalmente, en virtud de la resolución No. 2037/95, basada a su vez en el
artículo 42 numeral a) del decreto reglamentario 2665 de 1988 "por el
cual se expide el reglamento general de sanciones, cobranzas y procedimientos
del Instituto de los Seguros Sociales", el cual dispone que habrá lugar a
la suspensión de las prestaciones de salud: a) Por mora en el pago de los
aportes patronales laborales.
Como lo ha sostenido
esta Corporación, el derecho a la seguridad social de todas las personas, y en
particular de los pensionados es ciertamente un derecho fundamental, que en
principio debe ser prestados por la entidad de seguridad social, empresa o
patrono, por vía directa o indirectamente a través de un negocio jurídico
específico, lo cual a su vez implica el correlativo pago oportuno de aportes
con destino a los afiliados y beneficiarios.
En el caso sub
examine, a la beneficiaria le fue suspendido el pago de la pensión de
sobreviviente que venía recibiendo, durante más de un año, aduciendo la mora en
el pago de los aportes patronales por parte de la última empresa en la que
laboró su esposo fallecido, esto es "Curtiembres El Porvenir Ltda."
en el período octubre 14 de 1978 a 5 de febrero de 1980, pese a haberle sido
descontada de su salario la porción mensual correspondiente del aporte con
destino al ISS, tal como aparece probado en el expediente (folio 4 y 6). Por
eso, esta Sala de Revisión encuentra que el Instituto de los Seguros Sociales
no puede, dada la naturaleza del derecho a la seguridad social (art. 48 C.N.),
suspender el pago de las mesadas pensionales, con ocasión de la mora causada
por la entidad contratante, porque con ello vulnera o amenaza el derecho
fundamental a la seguridad social de la peticionaria; en efecto, observa la
Sala que existe una omisión del Instituto de los Seguros Sociales, entidad que
debe, una vez se presente la situación moratoria, iniciar las acciones
judiciales y legales pertinentes para obtener la cancelación de lo adeudado por
parte del patrono, y no trasladar las consecuencias y sanciones de dicho
incumplimiento. En este sentido, la Sala de Revisión No. Tres de esta
Corporación, en fallo reciente dijo:
"En este orden
de ideas, las vicisitudes que surjan de la aplicación de las normas que
regulan las relaciones entre el Seguro Social y la empresa, para efectos de la
determinación de la obligación concreta del pago del servicio médico, quedan
supeditadas a la prestación efectiva. Dicho en otras palabras, el interés legal
relativo a la delimitación de las cargas entre el empleador y el seguro social,
debe ceder frente al interés constitucional que consiste en la protección del
derecho fundamental a la seguridad social de una persona que demanda este
servicio en los términos de un mínimo vital." (M.P. Dr. Eduardo Cifuentes
Muñoz).
La Sala de Revisión
considera que no es válido que el ISS invoque la excepción de contrato no
cumplido, para negar el derecho al pago de la mesada pensional de la
peticionaria, el cual, en su calidad de beneficiaria, debe ser satisfecho por
el ISS dadas las circunstancias específicas en que se encuentra la demandante,
entre otras porque no es ella quien debe soportar las consecuencias temporales
de la mora en el pago de algunos aportes obrero patronales adeudados al ISS,
organismo que cuenta con instrumentos para recuperar el monto adeudado por la
empresa "Curtiembres el Porvenir de Bugalagrande", uno de ellos la
ejecución coactiva al empleador. La situación de extrema fragilidad de la
peticionaria, es razón suficiente para no permitir su desprotección temporal,
pues con ello se estaría generando para la demandante un perjuicio
irremediable, por la no percepción de la pensión de sobreviviente, que además
es su único sustento, lo cual puede poner en peligro el derecho a la
subsistencia digna, a la vida y la salud de la actora.
Por las razones que
anteceden, la Sala Octava de Revisión de tutelas de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. Revocar la sentencia proferida por el
Juzgado Cuarto Penal Municipal de Cali, de fecha julio 31 de 1995, dentro de la
acción de tutela de la referencia.
Segundo. Conceder la tutela solicitada, en
consecuencia, se ordena al Director del Instituto de los Seguros Sociales,
Seccional Valle del Cauca, en el término de cuarenta y ocho (48) horas,
contadas a partir de la notificación de esta providencia, proceda ordenar a
quien corresponda, la continuidad en el pago de la pensión de sobrevivientes a
la señora Edelmira Osorio de González, así como de las demás prestaciones
económicas y de salud a que tenga derecho según la ley.
Tercero.- Líbrese comunicación al Juzgado Cuarto
Penal Municipal de Cali, a efecto de que notifique esta sentencia a las
respectivas partes y adopte las decisiones necesarias para la ejecución de lo
aquí dispuesto.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Asamblea Nacional Constituyente. Informe-Ponencia para Primer
Debate en Plenaria. Finalidad Social del Estado y la Seguridad Social. Ponentes
Benítez Tobón Jaime, Cuevas Romero Tulio, Garzón Angelino, Guerrero Figueroa
Guillermo, Marulanda Gómez Iván, Perry Rubio Guillermo, Hoyos Naranjo Oscar,
Lemos Simmonds Carlos, Lloreda Caicedo Rodrigo, Molina Giraldo Ignacio, Ossa
Escobar Carlos, Yepes Parra Miguel Antonio. Gaceta Constitucional No. 78, mayo
1991, p. 2. |
578 | T-527-95
Sentencia No
Sentencia
No. T-527/95
DERECHO
A LA EDUCACIÓN-Naturaleza
El
derecho a la educación participa de la naturaleza de fundamental porque resulta
propio de la esencia del hombre, ya que realiza su dignidad, y además porque
está expresamente reconocido por la Constitución Política, y así mismo, porque
se encuentra amparado por los tratados internacionales. En efecto, el derecho a
la educación cobra relevancia en los primeros años de la vida del ser humano,
ya que se trata del período de formación del individuo, en el que inicia su
proceso de acercamiento a la sociedad.
DERECHO
A LA EDUCACION-Función
social
La
función social que cumple la educación hace que dicha garantía se entienda como
un derecho-deber que genera para el educador como para los educandos y para sus
progenitores, un conjunto de obligaciones recíprocas de las que no pueden sustraerse
por ser de la esencia del derecho; ello implica que los planteles educativos
puedan y deban establecer una serie de normas o reglamentos en donde se
vierten las pautas de comportamiento que deben seguir las partes del proceso
educativo, en múltiples aspectos, entre ellos: ingreso, retiro, horario,
asistencia, contenido académico, salud, recreación, procedimiento
disciplinario. Así los reglamentos deben consignar lo concerniente a la
estructura, organización, composición y fines del plantel educativo, así como
los deberes del mismo y del educador, las reglas de promoción, conducta,
disciplina, patrimonio; constituyéndose en disposiciones fundamentales de la
formación básica de los educandos.
_
DERECHO
A LA EDUCACION-No
pago de pensión en hogar infantil
La
fijación de aportes a los padres de familia para el sostenimiento del Hogar
Infantil es un derecho del plantel y un deber correlativo de los padres en
virtud de los beneficios recibidos por el menor. La niña no ha sido rechazada,
pues continúa matriculada y no se le ha negado el acceso al jardín; de otra
parte, la Rectora del Hogar manifiesta estár dispuesta a recibirla
inmediatamente, ya que no se le han limitado ni negado las condiciones
necesarias para su acceso y permanencia en el sistema educativo. No obstante lo
anterior, la Sala de revisión de la Corte recomienda a la Junta Administradora
del Hogar Infantil y a la directora del mismo que se abstengan de amenazar con
la suspensión del servicio a los padres de familia que se encuentren en mora frente
a sus obligaciones, ya que el plantel cuenta con otros medios de defensa
judicial para el cobro efectivo de las obligaciones como es el proceso
ejecutivo.
Ref.:
Expediente No. 78947
Acción
de tutela presentada en contra de Isabel de González, Directora del "Hogar
Infantil Muchachitos" y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Actora:
Maritza
Fernández
Magistrado
Ponente:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
Santafé
de Bogotá D.C., noviembre diecisiete (17) de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
Procede
la Sala de Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Honorables
Magistrados VLADIMIRO NARANJO MESA, JORGE ARANGO MEJIA y FABIO MORON DIAZ, en
ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del
Magistrado Ponente, a revisar el fallo proferido por el Juzgado 7 de Familia de
Cali de fecha agosto ocho (8) de mil novecientos noventa y cinco (1995), dentro
de la acción de tutela promovida por la señora Maritza Fernández, contra la
Directora del "Hogar Infantil Muchachitos", señora Isabel de
González, y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
El
expediente llegó a conocimiento de esta Sala de revisión de la Corte
Constitucional, por la vía de remisión ordinaria que hizo el Juzgado 7 de
Familia de la ciudad de Cali, en virtud de lo ordenado por el artículo 31 del
Decreto 2591 de 1991.
Conforme
a los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto ibídem, la Sala
de revisión de la Corporación eligió para su revisión la presente acción de
tutela.
I. ANTECEDENTES
Los
hechos
Según
obra en el expediente, los hechos que motivaron la presente acción de tutela se
contraen a lo siguiente:
-
Argumenta la peticionaria que tiene a su hija en el centro infantil
Muchachitos, perteneciente al Sistema Nacional de Bienestar Familiar, el cual
cobra una mensualidad fijada, según los estatutos, por la Directora y la Junta
Administradora del plantel, de acuerdo con las tarifas establecidas por la entidad.
- En
virtud a que se encuentra atrasada en el pago de la pensión, debido a su mala
situación económica, la directora decidió rechazar del hogar infantil a su hija
menor, argumentando, mediante una circular, que todo niño que presente atraso
en el pago de la mensualidad será devuelto a su casa y no podrá regresar hasta
tanto no se ponga al día.
- En
vista de la vulneración del derecho a la educación de su hija, solicita por vía
de tutela que la menor sea aceptada de nuevo en el hogar infantil y que se le
facilite a ella el pago de las mensualidades pendientes, teniendo en cuenta que
dicho hogar infantil pertenece al I.C.B.F. cuya función es velar por la
protección de los niños.
II. La decision judicial materia de revision
A. Sentencia De Primera Instancia
Por
reparto correspondió este proceso al Juzgado Séptimo (7) de Familia de Cali,
Despacho que por sentencia de 8 de agosto de 1995, resolvió negar la tutela,
con base en las siguientes consideraciones:
"Se
detiene el Despacho en el caso concreto para establecer si el hogar Muchachitos
ha vulnerado el derecho a la educación:
"a.
La acción está dirigida contra la Directora del Hogar Infantil Muchachitos y
contra el I.C.B.F. al estimar que con la medida adoptada por la directora se le
ha lesionado y su objetivo es lograr que sea nuevamente aceptada su hija y se
le conceda plazo para pagar mensualidades vencidas, advirtiendo que siendo ese
hogar de Bienestar se debe sostener con los aportes de ese instituto.
.....
"De
acuerdo al análisis del estatuto en comento al igual que del Reglamento Interno
para padres de familia establece el Juzgado que si bien es cierto ese hogar
infantil está vinculado al sistema Nacional de Bienestar Familiar sujeto a sus
normas, sus objetivos no se logran con el solo aporte de dicho instituto sino
además, con los aportes de la comunidad beneficiaria a través de las tasas
compensatorias aportadas por los padres de familia, tal como se consignó en el
capítulo patrimonio del estatuto vigente y siendo así, corresponde al usuario
del servicio, sujetarse a dicho estatuto y por ende al reglamento interno donde
consta que entre los requisitos del ingreso está la obligación de firmar carta
de compromiso a colaborar con el hogar y a suscribir el contrato de matrícula.
"Queda
claro para el juzgado que con la fijación de aportes mensuales por parte de los
padres de familia para el cumplimiento de sus objetivos no se vulnera derecho
alguno, toda vez que la misma Constitución reconoce el derecho -deber al
establecer en su art. 67 que la educación es una función social, de donde surge
que el titular del derecho fundamental a la educación tiene al mismo tiempo una
obligación - un deber-.
c.
Corresponde ahora establecer si la junta administradora está revestida de
autoridad para enviar la circular, que presentó la accionante, para exigir el
pago de pensiones atrasadas.
Revisadas
cuidadosamente las funciones de la Junta Administradora en el art. 21 del
Estatuto se establece que no goza de facultades para presionar y obtener el
pago de mensualidades vencidas en la forma efectuada.
Siendo
así, mal hizo la Directora al enviar el volante proveniente de la Junta
Administradora en donde se amenaza con la suspensión del servicio por mora en
el pago de mensualidades, toda vez, que existen otros mecanismos para lograr el
cumplimiento de obligaciones vencidas sin que afecte al menor que requiere de
su estabilidad en el jardín.
d- Se
detiene el Juzgado a analizar en el caso concreto si se ha violado el derecho
invocado por parte del Hogar Infantil.
La
accionante al ser interrogada por el Despacho fué enfática en asegurar que una
vez la circular no volvió a mandar a su hija y que no hizo diligencia alguna al
respecto, es decir recibió la circular y ni pagó, ni envió a su hija.
Por su
parte la directora del plantel en forma clara expresó que en ningún momento la
niña Catalina ha sido rechazada, que continúa matriculada y no se le ha negado
su acceso; que fué la Sra. Maritza quien ni la mandó y que está dispuesta a
recibirla inmediatamente.
Coinciden
en sus afirmaciones las contendientes, en el sentido de que fue la accionante
quien una vez recibió la circular se abstuvo de enviar a la menor y que ella no
acudió al plantel para solicitar plazo para el pago, ni hizo diligencia alguna.
Siendo
así estima el Juzgado que no se ha vulnerado el derecho a la educación de la
menor porque no fue desvinculada del plantel, siendo deber de la accionante
enviarla nuevamente, máxime que la misma directora está dispuesta a recibirla
porque asegura nunca fue rechazada e inclusive explica la forma como debe
solicitar el plazo para el pago.
Conclúyese
de lo anterior que corresponde al Juzgado rechazar la acción incoada,
recomendando si a la Junta Administradora del Hogar Infantil Muchachitos que
al efectuar el cobro de pensiones se abstenga de amenazar con la suspensión del
servicio, porque existen otras vías legales para obtener el pago efectivo de las
mismas."
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La Competencia
De
conformidad con lo dispuesto por los artículos 86, inciso segundo y 241,
numeral noveno, de la Carta Política, en concordancia con los artículos 33, 34,
35 y 36 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de la Corte Constitucional es
competente para revisar la sentencia que resolvió la acción de tutela de la
referencia.
B. La
materia
Como en
varias oportunidades lo ha precisado esta Corporación, la acción de tutela
procede contra particulares encargados de la prestación del servicio público de
educación, según lo establecido por la propia Carta y desarrollado por el
artículo 42 numeral 1 del Decreto 2591/91; esta norma se refiere a los derechos
objeto de protección, e incluye los artículos relacionados con el derecho a la
educación consagrado en el artículo 67 de la Carta. Además, la acción de tutela
es un mecanismo específico y directo que protege derechos fundamentales, como
la educación, cuando éstos puedan resultar afectados por la acción u omisión de
una autoridad pública.
Sobre el
derecho a la educación ha tenido oportunidad de pronunciarse profusamente esta
Corporación entre otras a través de las siguientes sentencias: T-02, 09, 15,
402, 429, 492 y 500 de 1992, 17 de 1993, 035 de 1995; concluyendo que tal
derecho participa de la naturaleza de fundamental porque resulta propio de la
esencia del hombre, ya que realiza su dignidad, y además porque está
expresamente reconocido por la Constitución Política en los arts. 27, 44 y 67,
y así mismo, porque se encuentra amparado por los tratados internacionales
sobre derechos suscritos por el Estado Colombiano y ratificados por el Congreso
de la República. En efecto, el derecho a la educación cobra relevancia en los
primeros años de la vida del ser humano, ya que se trata del período de
formación del individuo, en el que inicia su proceso de acercamiento a la
sociedad; así lo ha señalado esta Corporación en sentencia T-35/95 en la que
afirmó:
"....el
derecho a la educación de los menores de edad tiene el carácter de fundamental
pues su ejercicio debe ser garantizado para el desarrollo del ser humano, de su
vida en formación y en sociedad. Es por esto que el artículo 67 del estatuto
fundamental expresa que el derecho a la educación pertenece a la persona, con
ello la Constitución no está haciendo más que reconocer la realidad de la
importancia de la educación en la vida del hombre como una manifestación de su
ser, como individuo y como elemento social." (M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
En otro
aparte de la misma jurisprudencia señala que:
"De
otra parte, el artículo 44 de la Carta consagra a la educación, entre otros
reconocimientos, como uno de los derechos fundamentales de los niños; esta
disposición es la única de la Constitución que expresa y concretamente le dá
esta categoría a las garantías que enuncia, resaltando que prevalecerán sobre
los derechos de los demás; a su turno, como se verá el art. 67 ibídem, concibe
la educación como un derecho de la persona y un servicio público que cumple una
función social, con cuya garantía se busca el acceso a la cultura, al
conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de la
sociedad que el Estado tiene el deber de promover."
En este
sentido también es pertinente resaltar la sentencia T-340/95, en donde la
Corporación ha señalado que:
"Jurídicamente,
la educación tiene un doble carácter: '...es un derecho de la persona...', y
también es '...un servicio público que tiene una función social...' (Art. 67
C.N.).
.....
"Como
servicio público que tiene una función social, 'corresponde al Estado regular y
ejercer la suprema inspección y vigilancia de la educación... y asegurar a los
menores las condiciones necesarias para su acceso y permanencia en el sistema
educativo' (Art. 67 C.N.) Dentro de este marco normativo, los particulares
pueden concurrir a la prestación del servicio fundando establecimientos
educativos, sólo bajo las condiciones que para la creación de esas
instituciones y su gestión, establezca la ley (Art. 68 C.N.).
Es
entonces meridianamente claro, en el caso que se revisa, que el Estado, a
través de la ley, estableció unas condiciones para la concurrencia de los
particulares en la prestación del servicio, que aseguran a los menores '...las
condiciones necesarias para su permanencia en el sistema educativo' (entre
otras, el artículo 96 de la Ley 115 de 1.994)". (M.P. Dr. Carlos Gaviria
Díaz).
En este
orden de ideas, es pertinente resaltar, que la doctrina de la Corporación ha
señalado que la función social que cumple la educación hace que dicha garantía
se entienda como un derecho-deber que genera para el educador como para los
educandos y para sus progenitores, un conjunto de obligaciones recíprocas de
las que no pueden sustraerse por ser de la esencia del derecho; ello implica
que los planteles educativos puedan y deban establecer una serie de normas o
reglamentos en donde se vierten las pautas de comportamiento que deben seguir
las partes del proceso educativo, en múltiples aspectos, entre ellos: ingreso,
retiro, horario, asistencia, contenido académico, salud, recreación,
procedimiento disciplinario. Así los reglamentos deben consignar lo
concerniente a la estructura, organización, composición y fines del plantel
educativo, así como los deberes del mismo y del educador, las reglas de
promoción, conducta, disciplina, patrimonio; constituyéndose en disposiciones
fundamentales de la formación básica de los educandos.
Esta
Corporación en sentencia T-500/92 dijo lo siguiente:
"Los
reglamentos de las instituciones educativas no podrán contener elementos,
normas o principios que estén en contravía de la Constitución vigente, como
tampoco que favorezcan o permitan practicas entre educadores y educandos que
se aparten de la consideración y el respeto debidos a la privilegiada
condición de seres humanos, tales como tratamientos que afecten el libre
desarrollo de la personalidad de los educandos, su dignidad de personas nacidas
en un país que hace hoy de la diversidad y el pluralismo étnico cultural y
social principio de praxis general.
E. De
todo lo dicho se concluye, que la educación puede ser encauzada y reglada
autónomamente, pero nunca negada en su núcleo esencial, debiendo el educando y
el educador responder a sus obligaciones y deberes respetando los cánones
constitucionales, legales y reglamentarios, ya que si bien es cierto que los
particulares pueden fundar establecimientos educativos, también lo es que en su
gestión y creación deben cumplir con los requisitos que señalan la ley y las
autoridades competentes." (M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
C. El
Caso Concreto
En el
caso subexamine pretende la señora Maritza Fernández que su hija Catalina Plaza
Fernández, sea aceptada nuevamente en el Hogar Infantil y se le facilite el
pago de las mensualidades atrasadas. Por ello, la acción de tutela está
dirigida contra la directora del Hogar Infantil "Muchachitos", señora
Isabel de González y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, advirtiendo
que perteneciendo dicho centro de educación de Bienestar Familiar al sistema
que coordina dicho instituto, éste debe sostenerlo con sus aportes, como es su
obligación legal.
Sea lo
primero advertir por parte de esta Sala que, de acuerdo con las pruebas
aportadas al expediente, el Jardín Infantil Muchachitos es una entidad de
beneficio social y utilidad común, constituída legalmente, vinculado al Sistema
Nacional de Bienestar Familiar y sujeta a su normatividad, por lo que puede ser
sujeto pasivo de la acción de tutela.
De la
lectura del expediente y de los estatutos que regulan la actividad del jardín
infantil se desprende la existencia de dos vías para el cumplimiento de los
objetivos de este centro educativo, a saber: a) aportes del I.C.B.F., otorgados
a través de las cuotas de alimentación establecidas mediante contrato de
administración (art. 31 numeral a- y f- del estatuto del Hogar Infantil
Muchachitos), y, b) aportes de los sujetos beneficiarios a través del pago de
la pensión de los padres de familia de los menores de edad que se educan y
reciben los servicios del centro educativo, tal como lo estatuye el numeral c)
del artículo 31 de los reglamentos legales del plantel, al establecer que
"Art. 31 ... c)"por los aportes de la comunidad beneficiaria a través
de tasas compensatorias aportadas por los padres de familia".
En este
orden de ideas, es claro que la actividad del Hogar Infantil está regulada en
estatutos y reglamentos internos, los cuales estipulan los requisitos de
ingreso y permanencia, y las obligaciones de los educandos y los padres, los
cuales deben someterse a un mínimo de reglas, los unos como usuarios y los
otros en su calidad de directivas del plantel; así la fijación de aportes a los
padres de familia para el sostenimiento del Hogar Infantil es un derecho del
plantel y un deber correlativo de los padres en virtud de los beneficios
recibidos por el menor.
De otra
parte, comparte plenamente esta Sala de revisión, el argumento expuesto por el
juez de primera instancia en el sentido de advertir a la Directora y la Junta
Administradora del plantel educativo, que no pueden amenazar con suspender el
servicio por mora en el pago de mensualidades, a los padres de los menores,
toda vez que existen otros mecanismos para el cobro y el cumplimiento de
obligaciones vencidas, sin que se afecte al menor que requiere de su
estabilidad en el jardín.
Finalmente,
observa la Sala, que del interrogatorio practicado por el despacho de origen a
la directora del plantel (folio 34), se desprende que la niña Catalina Plaza
Fernández no ha sido rechazada, pues continúa matriculada y no se le ha negado
el acceso al jardín; de otra parte, la Rectora del Hogar manifiesta estár
dispuesta a recibirla inmediatamente, es más, textualmente ella afirma que:
"la señora Maritza puede enviar una cartica a la junta solicitando el
plazo y la forma de pago", con lo cual es claro para esta Corporación que
el derecho a la educación de la menor no ha sido violado por el Jardín Infantil
Muchachitos, ya que no se le han limitado ni negado las condiciones necesarias
para su acceso y permanencia en el sistema educativo. No obstante lo anterior,
la Sala de revisión de la Corte recomienda a la Junta Administradora del Hogar
Infantil Muchachitos y a la directora del mismo que se abstengan de amenazar
con la suspensión del servicio a los padres de familia que se encuentren en
mora frente a sus obligaciones, ya que el plantel cuenta con otros medios de
defensa judicial para el cobro efectivo de las obligaciones como es el proceso
ejecutivo previsto en el C. de P.C..
En
consecuencia, la Sala de Revisión número ocho de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO. CONFIRMAR la sentencia
proferida por el Juzgado Séptimo de Familia de Cali de fecha ocho (8) de agosto
de mil novecientos noventa y cinco (1995).
SEGUNDO.
LIBRENSE, por
Secretaría, las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
579 | T-528-95
Sentencia No
Sentencia No. T-528/95
PENSION
SUSTITUTIVA-Pago/DERECHO
A LA VIDA-Pago de mesadas pensionales/MESADA PENSIONAL-Pago oportuno/DERECHO
A LA SEGURIDAD SOCIAL-Pago oportuno de mesadas pensionales/DERECHO A LA
IGUALDAD-Pago de pensión
La peticionaria
tiene un derecho reconocido, correspondiente a la pensión sustitutiva de
jubilación de quien en vida fuere su esposo. Adicionalmente, su estado avanzado
de edad, la coloca en circunstancia de debilidad manifiesta, a lo cual se suma
el hecho que, someter a la petente a dilatados trámites de procesos ejecutivos
laborales, implicaría la prolongación de sus circunstancias desfavorables y la
obstaculización al pleno y cabal disfrute de sus derechos adquiridos a gozar de
una pensión de jubilación negándole con ello temporalmente una subsistencia
digna. Por ello, la Sala considera que es necesario brindar a la peticionaria
una protección plena de sus derechos fundamentales a la vida, a la igualdad y a
la seguridad social, además de la especial protección que merece la tercera
edad.
Ref.: Expediente
T-79.805
Demandante
Celinda Moreno de
Méndez.
Procedencia:
Juzgado
Veintiseis Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá.
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santa Fe de
Bogotá, noviembre diecisiete (17) de mil novecientos noventa y cinco.
I. ANTECEDENTES.
Procede la Sala
Octava de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados FABIO
MORON DIAZ, VLADIMIRO NARANJO MESA Y JORGE ARANGO MEJIA a revisar el fallo
proferido por el Juzgado Veintiseis Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá el
día diecisiete (17) de agosto de 1995, dentro del proceso de Celinda Moreno de
Méndez por intermedio de apoderado judicial, contra la Caja de Previsión Social
de Santa Fe de Bogotá.
Esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional asumió el conocimiento de la mencionada
decisión por la vía de la remisión que hizo el Juzgado Veintiseis Civil
Municipal de Santa Fe de Bogotá, por virtud de lo dispuesto en el artículo 31
del Decreto 2591 de 1.991 y de conformidad con lo establecido en los artículos
86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, que permitieron a
la Sala Novena de Selección de la Corte, escogerla para efectos de su revisión.
II. LA
DEMANDA DE TUTELA.
Los hechos que
motivaron la formulación de la presente acción, se sintetizan a continuación.
Relata la señora
Celinda Moreno de Méndez, por intermedio de su apoderado, que mediante
resolución número 00441 de 1993, emanada de la Caja de Previsión Social de
Santa Fe de Bogotá, le fué reconocida la sustitución de la pensión de
jubilación de su fallecido esposo Primitivo Méndez Cárdenas.
No obstante el
reconocimiento de la pensión sustitutiva de jubilación, a la peticionaria no le
han cancelado ninguna suma de dinero, sin tener en cuenta que de tales dineros
depende su subsistencia, por ser una persona de aproximadamente ochenta años de
edad.
III. LA DECISION
JUDICIAL QUE SE REVISA
Correspondió conocer
de la acción al Juzgado Veintiseis Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá,
despacho que, luego de agotar los trámites legales, resolvió rechazar la tutela
incoada contra la Caja de Previsión Social de Santa Fe de Bogotá, por considerar
que existían otros medios de defensa judiciales y además, que en el presente
asunto no se vislumbraba violación de derecho fundamental ninguno.
Al respecto, observó
el fallador de instancia:
"...
“Si ciertamente
el relativo a la salud ha sido considerado como un derecho fundamental por la
H. Corte Constitucional, ello ha sido cuando bajo el entendimiento de su
conexidad con el primordial derecho fundamental, cual es la vida. En
consecuencia, cuando el trastorno de salud obedece a un tráuma que en forma
alguna pone en peligro la vida, no puede ubicarse la salud -salvo en los niños-
como derecho fundamental. Menos en casos en que no puede derivarse un peligro
de contagio ni consecuencias graves en otros campos.
“No es que se
quiera decir que por no ser la salud en este caso un derecho fundamental, como
un derecho social se tenga que quedar sin aplicación. Lo que pasa es que su
ejercicio y aplicación no debe buscarse mediante el ‘procedimiento preferente y
sumario’ que consagra el art. 86 de la Constitución, ya que, de otra parte
obviamente se dispone de diversos medios para aquél tenga cabal cumplimiento.
...".
No habiendo sido
impugnada la anterior decisión, el expediente fue remitido a la Corte Constitucional,
para que en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 32 del Decreto 2591 de
1991, la Sala de Selección correspondiente, procediera a decidir acerca de su
eventual revisión, lo cual ordenó la Sala Novena de Selección, la que, por
medio de auto de fecha 19 de septiembre del año en curso, repartió el negocio
al Magistrado Ponente, surtidos los trámites legales procede la Corte, previo
el estudio de la Sala Octava de Revisión, a pronunciarse sobre la sentencia del
Juzgado Veintiseis Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá.
IV. CONSIDERACIONES
DE LA SALA.
Primera. La
Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia en relación
con el fallo dictado por el Juzgado Veintiseis Civil Municipal de Santa Fe de
Bogotá, con fundamento en lo dispuesto por los artículos 86 inciso tercero y
241 numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
Segunda. La
Materia.
Según se desprende
del examen del expediente, la señora Moreno de Méndez pretende que se le ordene
a la Caja de Previsión Social de Santa Fe de Bogotá, hacer efectivo el pago de
las mesadas atrasadas adeudadas por concepto de la pensión sustitutiva de
jubilación de quien en vida fuera su cónyuge, y reconocida mediante resolución
00441 de 1993.
El Juez de Instancia
consideró que para lograr tal pretensión existían otros medios de defensa
judiciales que, excluyen la acción de tutela. Sin embargo, en lo que toca con
el aspecto de la procedencia de la acción de tutela para lograr el pago de las
mesadas pensionales atrasadas o en mora por parte de entidades de previsión de
naturaleza jurídica pública, esta Corporación reiteradamente ha establecido:
"...
“Es claro y
diáfano el mandato contenido en el inciso tercero del artículo 53 de la Carta,
en virtud del cual el Estado tiene a su cargo el deber de garantizar el derecho
de los pensionados al pago oportuno de sus mesadas pensionales, para efectos de
lo cual está en la obligación de adelantar las gestiones y adoptar los
mecanismos que hagan efectivo el derecho. El Estado adquiere pues, el
compromiso de garantizar el pago oportuno de las pensiones, para lo cual debe
proveer en los respectivos presupuestos del orden nacional, departamental,
distrital y municipal las partidas necesarias para atender de manera cumplida y
satisfactoria su obligación constitucional, especialmente cuando quienes se ven
afectados por el incumplimiento o la desidia de las autoridades estatales, son
personas de la tercera edad, a quienes en cumplimiento de lo dispuesto en el
artículo 46 constitucional, el Estado debe concurrir con la sociedad y la
familia a su protección y asistencia, así como a garantizarles los servicios de
la seguridad social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia.
Estas personas
requieren del pago oportuno de sus mesadas pensionales en orden a garantizar su
subsistencia y las condiciones mínimas para su existencia digna. Se trata
además, de personas quienes legítimamente tienen el derecho a un pago oportuno
y cumplido, teniendo en cuenta que han prestado sus servicios al Estado y
esperan de él como mínima retribución, que se les paguen sus mesadas
pensionales.
En tal virtud,
cuando no se atiende en forma oportuna el pago de las pensiones legales por
parte de las entidades del Estado, deben adoptarse los mecanismos
correspondientes y adecuados en orden a hacer efectiva la garantía
constitucional plasmada en el artículo 53 de la Carta, especialmente cuando
están de por medio los derechos fundamentales a la vida y a la salud de las
personas de la tercera edad.
Por lo tanto, el
pago de las pensiones legales cuando éstas han sido ya reconocidas legalmente
mediante el respectivo acto administrativo emanado de la entidad de previsión,
deben mantener un nivel de eficiencia aceptable para dar respuesta a las
necesidades sociales, en orden a la realización de los fines sociales del
Estado, a la justicia social y a promover frente a los demás pensionados, una
igualdad real y efectiva.
Más aún,
habiéndose dado al Estado colombiano por el constituyente de 1991 un carácter
social, se hace indispensable que acometa acciones positivas en favor de la
comunidad. En este contexto, el pago cumplido de las pensiones legales es una
de tales actuaciones positivas a las que está obligado el Estado.
Por ello, es para
la Sala fundamental que las autoridades del orden nacional, departamental,
distrital y municipal adopten de manera prioritaria las medidas encaminadas a
que se incluyan en los proyectos de presupuesto las partidas suficientes en
orden a que los pensionados, en particular los de las entidades de previsión,
reciban en forma oportuna el pago de sus mesadas (Cfr. Sentencia T-147 de abril 4 de 1995. Magistrado
Ponente Dr. Hernando Herrera Vergara).
En este orden de
ideas, la sentencia de instancia es equivocada al considerar que lo adeudado a
la peticionaria ha de ser reclamado mediante otro medio de defensa judicial,
pues ha sostenido la Corte, que cuando ello se arguye, el otro medio de defensa
judicial para el cobro de mesadas pensionales, ha de poseer necesariamente la
misma eficacia de la acción de tutela en materia de protección de derechos
constitucionales fundamentales, tal como se precisó en la Sentencia T-184 de
1994, de la siguiente manera:
“El concepto de
"existencia de otro medio de defensa judicial" a que hace referencia
el juez de primera instancia como argumento para denegar la petición de tutela,
ha sido reiteradamente explicado por esta Corte, en el sentido de que no
siempre que se presenten varios mecanismos de defensa, la tutela resulta
improcedente. Es necesario, además, una ponderación de la eficacia de los
mismos a partir de la cual se concluya que alguno de los otros medios
existentes, es tan eficaz para la protección del derecho fundamental, como la
acción de tutela misma” (Sentencia T-184 de 1994. Magistrado Ponente Dr.
Alejandro Martínez Caballero).
Tercera. El
caso concreto
Las consideraciones
expuestas sirven de base para analizar el caso que ocupa la atención de la
Sala.
De conformidad con
las consideraciones hechas, la peticionaria tiene un derecho reconocido, a
través de la Resolución No. 00441 de 1993 emanada de la Caja de Previsión
Social de Santafé de Bogotá, correspondiente a la pensión sustitutiva de
jubilación de quien en vida fuere su esposo, Primitivo Méndez Cárdenas.
Adicionalmente, su estado avanzado de edad, la coloca en circunstancia de
debilidad manifiesta, a lo cual se suma el hecho que, someter a la petente a
dilatados trámites de procesos ejecutivos laborales, implicaría la prolongación
de sus circunstancias desfavorables y la obstaculización al pleno y cabal
disfrute de sus derechos adquiridos a gozar de una pensión de jubilación
negándole con ello temporalmente una subsistencia digna. Por ello, la Sala
considera que es necesario brindar a la peticionaria una protección plena de
sus derechos fundamentales a la vida, a la igualdad y a la seguridad social,
además de la especial protección que merece la tercera edad.
En virtud a lo
anterior, habrá de revocarse el fallo proferido por el Juzgado Veintiseis Civil
Municipal de Santa Fe de Bogotá, como así se dispondrá en la parte resolutiva
de la presente providencia.
Cuarta. Decisión
En mérito de lo
expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional, actuando en
nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. REVOCAR la decisión proferida por el
Juzgado Veintiseis Civil Municipal de Santa Fe de Bogotá, dentro de la acción
de tutela de la referencia, por las razones expuestas en la parte motiva de
esta providencia.
Segundo. TUTELAR los derechos fundamentales la
vida, a la igualdad y a la seguridad social de la peticionaria Celinda Moreno
de Méndez.
Tercero. En consecuencia, ORDENAR a la Caja de
Previsión Social de Santa Fe de Bogotá, la cancelación dentro de los quince
(15) días siguientes a la notificación de esta providencia, de toda suma de
dinero debida a la peticionaria por concepto de mesadas pensionales de jubilación,
causadas hasta la fecha, así como el pago oportuno de las mismas en el futuro.
Cuarto: El Juzgado Veintiseis Civil Municipal de
Santa Fe de Bogotá, vigilará el estricto cumplimiento de lo ordenado en esta
providencia.
Quinto. Por la Secretaría, líbrense las
comunicaciones de que trata el Artículo 36 del Decreto 2591 de 1.991, para los
efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional, y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado Ponente
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
580 | T-529-95
Sentencia No
Sentencia
No. T-529/95
ACCION
DE TUTELA CONTRA PARTICULARES-Prestación de servicio público de salud/DERECHO DE PETICION-Procedencia
frente a particulares
El
Consorcio en Salud es una entidad privada que presta el servicio público de
salud; por tal razón y de acuerdo con los planteamientos precedentes, se
encuentra en condiciones de conculcar cualquier derecho fundamental. En el
caso del derecho de petición, pese a que el artículo 23 de la Constitución
Política defiere a la ley la reglamentación de su ejercicio ante organizaciones
privadas, la Corte ha estimado que la pretensión de recibir respuesta de un
particular encargado de un servicio público está protegida por el derecho
contemplado en el artículo señalado.
DERECHO
DE PETICION-Comunicación
de respuesta
Una
vez tomada la decisión, la autoridad o el particular no pueden reservarse su
sentido, para la efectividad del derecho de petición es necesario que la
respuesta trascienda el ámbito del sujeto que la adopta y sea puesta en
conocimiento del peticionario; si el interesado ignora el contenido de lo
resuelto no podrá afirmarse que el derecho ha sido observado cabalmente.
Ref.:
Expediente No. 80.592
Acción
de tutela presentada en contra del Gerente del Consorcio Cooperativo en Salud
del Chocó.
Actor:
Eliecer
Córdoba Londoño
Magistrado
Ponente:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
Santafé
de Bogotá, D.C., noviembre diecisiete (17) de mil novecientos noventa y cinco
(1995)
La Sala
Octava de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Honorables
Magistrados VLADIMIRO NARANJO MESA, JORGE ARANGO MEJIA y FABIO MORON DIAZ, en
ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del
Magistrado Ponente, resuelve sobre la sentencia relacionada con la acción de
tutela de la referencia, proferida por el Tribunal Contencioso Administrativo
del Chocó el primero (1) de septiembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
I. ANTECEDENTES
A. La
solicitud
El
dieciséis (16) de agosto del año en curso, el señor Eliecer Córdoba Londoño
impetró, ante el Tribunal Contencioso Administrativo del Chocó, una acción de
tutela para la protección del derecho fundamental de petición.
Narra el
actor en su escrito que con el propósito de acopiar documentos que sirvan de
soporte a un proyecto de ley, por cuya virtud se conceda pensión de jubilación
con veinte años de servicios a los trabajadores que laboran "con
insecticidas organosclorados y organosforados los cuales causan la terrible
enfermedad del cáncer", presentó, el veintiuno (21) de julio de 1995, una
petición al Dr. Jorge Napoleón García Anaya, en su calidad de Gerente del
Consorcio Cooperativo en Salud del Chocó y no ha obtenido respuesta.
La solicitud
formulada se orienta a lograr una certificación escrita sobre las causales que
llevaron a los facultativos a disponer el cambio de labores de los funcionarios
Carlos Alberto Moreno, Jairo Antonio Ortiz Murillo, Antonio María Mosquera
Palacios, Eliecer Córdoba Londoño, José Ciro Hurtado Longa, José Mariano Pino
Becerra, Jorge Beatriz Moreno Pino, Luis Ernesto Moreno Arriaga, Manuel
Bernardo Mosquera Arroyo y Miguel Torres Martínez.
Advierte,
además el peticionario, que la información pedida le es útil, ya que debe hacer
llegar a la Defensoría del Pueblo "todos los documentos que demuestren los
efectos destructores de los insecticidas manipulados por los funcionarios de la
Unidad Administrativa Especial de Campañas Directas (SEM) del Ministerio de
Salud, lo propio que sus efectos en la fauna, la flora y el medio
ambiente...".
B. La
sentencia que se revisa
El
Tribunal Contencioso Administrativo del Chocó, mediante sentencia de septiembre
primero (1) de mil novecientos noventa y cinco (1995), resolvió rechazar por
improcedente la tutela impetrada.
Consideró
el Tribunal que, según el artículo 23 de la Constitución, le corresponde al
legislador reglamentar el ejercicio del derecho de petición ante organizaciones
privadas, para garantizar los derechos fundamentales y que esa facultad aún no
ha sido desarrollada y por ende, sobre el particular "no existe norma
positiva vigente".
Agregó
el fallador, que "la procedencia de la acción de tutela contra acción u
omisión de particulares, en lo referente a los prestatarios de los servicios de
salud, sólo es viable cuando esos particulares vulneran o ponen en peligro los
derechos fundamentales a la vida, a la intimidad, a la igualdad y a la
autonomía, tal como lo expresa el numeral 2o. del artículo 42 del decreto 2591
de 1991".
Indicó,
además, que el Gerente del Consorcio Cooperativo en Salud del Chocó, durante el
trámite de la acción de tutela, informó haber respondido la petición, pero que
en el expediente no obra prueba de la notificación de la respuesta, pese a lo
cual no interesa analizar este aspecto por no tratarse de una petición dirigida
a un funcionario público.
Finalmente
advirtió que la petición debió presentarla ante el empleador o ante la entidad
encargada de la prestación del servicio de salud que, en el caso del actor, es
la Caja Nacional de Previsión Social.
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
A. La
competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la
sentencia proferida dentro del asunto de la referencia, de conformidad con lo
establecido en los artículos 86, inciso segundo, y 241, numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con lo dispuesto en los artículos 33,
34, 35 y 36 del decreto 2591 de 1991. Se procede a la revisión en virtud de la
selección practicada por la Sala correspondiente y del reparto verificado en la
forma prevista por el reglamento de la Corporación.
B. La
materia
1. En
numerosas oportunidades, la Corte Constitucional se ha referido a la importante
misión que la Carta Política de 1991 confió a los jueces de la República, al
encargarlos de velar por la protección de los derechos fundamentales de los
asociados. Esa trascendental tarea, que constituye uno de los fines
primordiales del Estado, se vería truncada si las autoridades llamadas a
cumplirla no la asumen con la seriedad que merece. Lo menos que puede esperarse
es que el juez que debe fallar una acción de tutela conozca el derecho vigente
y aplicable al caso sometido a su conocimiento.
La Sala
advierte que el Tribunal Contencioso Administrativo del Chocó invocó, para
negar el amparo pedido, la improcedencia del mecanismo de protección de los
derechos fundamentales previsto en el artículo 86 ya que, en su criterio,
tratándose del servicio público de salud, la acción de tutela procede en contra
de particulares, en los eventos de vulneración de los derechos a la vida, a la
intimidad, a la igualdad y a la autonomía, por disponerlo así el numeral
segundo del artículo 42 del decreto 2591 de 1991.
Es
pertinente recordar que la Corte se ocupó de examinar la constitucionalidad de
la norma citada y que, en sentencia No. 134 de 1994 resolvió: "Declarar EXEQUIBLE
el numeral 2o. del artículo 42 del decreto 2591 de 1991, salvo la expresión
"para proteger los derechos a la vida, a la intimidad, a la igualdad y
a la autonomía", que se declara INEXEQUIBLE. Debe entenderse
que la acción de tutela procede siempre contra el particular que esté prestando
cualquier servicio público, y por la violación de cualquier derecho
constitucional fundamental". En aquella oportunidad esta Corporación
expuso:
"La
Corte Considera que, de acuerdo con el inciso quinto del artículo 86 superior,
al legislador le corresponde señalar los casos, esto es, las situaciones
o las circunstancias en los que procede la tutela contra particulares. Por
ende, no era atribución de la ley, so pretexto de dar cumplimiento a un mandato
constitucional, determinar los derechos fundamentales que pueden ser
invocados por el solicitante cuando el sujeto pasivo de la tutela es un
particular, pues, conviene señalarlo, los derechos fundamentales son la base,
el sustento de toda legislación y no su efecto.
Ahora
bien, si, como se determinó, la acción de tutela procede para proteger los
derechos fundamentales de las personas, entonces no resulta lógico realizar una
diferenciación respecto de cuáles derechos pueden ser amparados y cuáles no.
Valga reiterar que esta Corporación ya ha determinado que el mecanismo
consagrado en el artículo 86 constitucional, es aplicable a todos los
derechos fundamentales, esto es, los que se encuentran consagrados en la
Constitución, los que determinen los tratados internacionales (Art. 94 C.P.), y
los que reconozca la Corte Constitucional al realizar la correspondiente
revisión de los fallos de tutela, teniendo en consideración la naturaleza del
derecho y el caso concreto (Art. 2o. Decreto 2591 de 1991). Siendo ello así,
entonces la acción de tutela contra particulares es viable cuando se intente
proteger, dentro de las tres situaciones fácticas que contempla la norma
constitucional, cualquier derecho constitucional fundamental, sin
discriminación alguna.
Las
disposiciones acusadas prevén unas limitaciones al ejercicio de la acción de
tutela contra particulares, pues ésta sólo se podrá intentar cuando se pretenda
la protección de los derechos constitucionales fundamentales allí enunciados.
Lo anterior significa que el legislador, desconociendo el espíritu del
Constituyente y el verdadero alcance de la acción de tutela, estableció una
diferenciación arbitraria respecto del amparo de los derechos de los
solicitantes. Al respecto, cabe preguntarse: ¿Acaso no procede la acción de
tutela cuando se pretenda proteger, por ejemplo el derecho fundamental a la
honra (Art. 21 C.P.), o los derechos fundamentales de los niños (Art. 44 C.P.)
frente a los particulares que presten el servicio público de educación? ¿Acaso
no procede la acción de tutela cuando se pretenda proteger, por ejemplo, el derecho
fundamental a la integridad física (Art. 12 C.P.), o el derecho fundamental
de petición (Art. 23 C.P.), o el derecho fundamental a la igualdad (Art. 13
C.P.), frente a los particulares que presten el servicio público de salud?
Acaso no procede cuando el solicitante se encuentre en estado de indefensión o
de subordinación y pretenda que se le ampare, por ejemplo, su derecho
fundamental a la igualdad (Art. 13 C.P.), a la libertad de expresión (Art. 20
C.P.) o a la circulación (Art. 24 C.P.)? La respuesta a estos interrogantes es
una sola: la acción de tutela no puede ser un instrumento discriminatorio
respecto de la protección de los derechos constitucionales fundamentales de las
personas, así sea frente a otras personas particulares.
Por las
anteriores razones, y teniendo en consideración que el legislador se excedió en
las facultades otorgadas por el artículo 5o. transitorio de la Carta Política,
al establecer una enunciación de los derechos fundamentales que pueden ser
invocados por los solicitantes en los casos de la acción de tutela contra
particulares, esta Corporación procederá a declarar la inexequibilidad de la
parte demandada por los actores respecto de los numerales 1o., 2o., y 9o. del
artículo 42 del decreto 2591 de 1991.
Con
todo, esta Corporación considera que, respecto de los numerales 1o. y 2o. del
artículo 42 del decreto 2591, la acción de tutela debe proceder contra
cualquier particular que preste un servicio público. Lo anterior porque, como
se ha establecido, el servicio público de interés general prestado por un
particular hace que éste asuma una posición de primacía, con relievancia
jurídica, que hace que ese particular, al trascender el plano de la justicia
conmutativa que enmarca una relación de igualdad entre todos los seres del mismo
género, pueda, por medio de sus actos, cometer 'abusos de poder' que atenten
contra algún derecho fundamental de una o varias personas. Por ello ese
'particular' debe ser sujeto de las acciones pertinentes, dentro de las cuales
se encuentra la acción de tutela, que determinan la responsabilidad de quienes,
se repite, han vulnerado o amenazado un derecho constitucional fundamental de
cualquier persona" (M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa. Subrayas fuera de
texto).
2. Así
las cosas, para la Sala es claro que el Consorcio Cooperativo en Salud del
Chocó es una entidad privada que presta el servicio público de salud; por tal
razón y de acuerdo con los planteamientos precedentes, se encuentra en
condiciones de conculcar cualquier derecho fundamental. En el caso del
derecho de petición, pese a que el artículo 23 de la Constitución Política
defiere a la ley la reglamentación de su ejercicio ante organizaciones
privadas, la Corte ha estimado que la pretensión de recibir respuesta de un
particular encargado de un servicio público está protegida por el derecho
contemplado en el artículo 23 superior, "....porque los supuestos de la
norma que consagra el derecho de petición determinan como destinatarios a la
autoridad pública y a las organizaciones privadas, cuando prestan un servicio
público y adquieren las características de una autoridad pública". La
Corte ha indicado, además, que una interpretación contraria conduciría al
desconocimiento del derecho a la igualdad, "....pues sería darle un trato
discriminatorio a la empresa estatal cuando esta presta el servicio en forma
directa, ya que tendría una mayor carga que soportar que las entidades
particulares que presten el mismo servicio público." (Sentencia T-507 de
1993. M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero).
3. De lo
expuesto surge, con claridad, que la solicitud presentada por el actor ha
debido obtener pronta resolución. La respuesta que aparece en el expediente se
produjo dentro del trámite de la acción y, por ser tardía, demuestra la
violación alegada ya que no basta la existencia de un pronunciamiento para
satisfacer las exigencias propias del derecho de petición, para que éste sea
respetado se requiere, adicionalmente, que la decisión adoptada sea oportuna.
Una vez
tomada la decisión, la autoridad o el particular no pueden reservarse su
sentido, para la efectividad del derecho de petición es necesario que la
respuesta trascienda el ámbito del sujeto que la adopta y sea puesta en
conocimiento del peticionario; si el interesado ignora el contenido de lo resuelto
no podrá afirmarse que el derecho ha sido observado cabalmente. El Tribunal
Contencioso Administrativo del Chocó anota que "no obra en el expediente
constancia sobre el recibo por parte del accionante de la respuesta a su
petición , contenida en el oficio No. 419 de agosto 22 de 1995..", en
consecuencia, se concederá la tutela y se dispondrá en la parte resolutiva que,
en caso de no haberse procedido a ello, se ponga en conocimiento del actor el
aludido oficio, dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la
notificación de esta sentencia.
4.
Finalmente, considera la Sala que es ineludible advertir que, según el texto
de la petición presentada, el peticionario solicita información que hace parte
de la historia clínica de otras personas. Aunque la intención que lo guía es
loable, cabe enfatizar que la Corte Constitucional ha puesto de presente que la
historia clínica se halla amparada por reserva legal y que, en esas
condiciones, "la violación de la reserva a que está sometida la información
contenida en la historia clínica vulnera el derecho a la intimidad
personal" (Sentencia No. T-413 de 1993. M.P. Dr. Carlos Gaviria Díaz).
En esas
condiciones es ajustada a derecho la advertencia que el gerente del Consorcio
Cooperativo en Salud del Chocó le hace al peticionario, indicándole que
conforme al manual de procedimientos internos "los documentos clínicos,
datos e informaciones que posea la Caja Nacional de Previsión Social, son
estrictamente confidenciales y de la reserva profesional y no podrán comunicarse
o darse a conocer a terceros", salvo autorización del paciente o en los
casos legalmente previstos, razón por la cual sólo se le darán a conocer al
actor los datos pertinentes de su historia clínica.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
REVOCAR la
sentencia proferida dentro de la acción de tutela de la referencia, por el
Tribunal Contencioso Administrativo del Chocó el primero (1) de septiembre de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
SEGUNDO.
CONCEDER la
tutela impetrada y en consecuencia, SE ORDENA al Gerente del Consorcio
Cooperativo en Salud del Chocó, que, si todavía no lo ha hecho, proceda a poner
en conocimiento del señor Eliecer Córdoba Londoño la respuesta adoptada en
relación con su petición del veintiuno (21) de abril del año en curso, dentro
del improrrogable término de cuarenta y ocho (48) horas, contadas a partir de
la notificación de esta sentencia.
TERCERO.
LIBRENSE, por
Secretaría las comunicaciones de que trata el artículo 36 del decreto 2591 de
1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado Ponente
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
581 | T-530-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-530/95
PROCESO EJECUTIVO
LABORAL-Ineficacia frente
al mínimo vital/DEMANDA DE TUTELA-Eficacia frente al mínimo vital
El juicio
ejecutivo laboral es el mecanismo idóneo para hacer efectivos los créditos
laborales, salvo en aquellos casos en los cuales se encuentre comprometido el
mínimo vital del actor. En estas circunstancias, el medio judicial citado se
torna insuficiente como instrumento eficaz de garantía de los derechos
fundamentales de la persona y, en consecuencia, procede la acción de tutela.
PRINCIPIO DE
IGUALDAD-Naturaleza/TRATAMIENTO
DIFERENCIADO-Justificación objetiva y razonable
El principio de
igualdad, no significa que todas las personas deban recibir tratamiento
idéntico o no diferenciado. La diferencia de trato entre personas que se
encuentran en igualdad de condiciones, no necesariamente conduce a un juicio de
discriminación. Así, el tratamiento diferenciado puede encontrar una
justificación objetiva y razonable, que tienda a la búsqueda de fines
constitucionales, o a la protección de bienes protegidos por el texto
fundamental. Por el contrario, cuando el trato disímil no se encuentra
justificado o atenta directamente contra valores o principios del ordenamiento
constitucional, se compromete, el derecho a la igualdad. Del mero tratamiento
diferenciado no se infiere la existencia de un trato discriminatorio. En estos
casos, el actor debe demostrar, al menos indiciariamente, que la actuación
acusada compromete valores o principios constitucionalmente tutelados, o que no
encuentra justificación razonable y objetiva.
DERECHO A LA
IGUALDAD-No pago de
acreencias laborales/DERECHO A LA IGUALDAD-Demostración de actuación
discriminatoria/FONDO DE PASIVO SOCIAL DE PUERTOS DE COLOMBIA-No pago de
acreencias laborales
El actor
simplemente señaló los hechos de los cuales se deduce un trato disímil respecto
de ex trabajadores y pensionados - se demuestra que la entidad demandada
liquidó obligaciones laborales pactadas con posterioridad a aquellas que tiene
respecto de los actores y que no han sido asumidas -, los cuales por sí mismos
no prueban, siquiera sumariamente, que existió un trato discriminatorio. Para
que en casos como el presente proceda la acción de tutela, como garantía del
derecho a la igualdad, se requiere que el actor, además de demostrar el trato
diferenciado, señale y acredite, por lo menos indiciariamente, las razones por
las cuales considera que se trata de una actuación discriminatoria, vale decir
de un trato diferenciado que no encuentra justificación objetiva y razonable y
que, por tanto, compromete valores, principios y derechos constitucionalmente
tutelados.
DERECHO DE
PETICION-Alcance
El derecho de
petición comporta tanto el derecho a la información como el de solicitar a la
administración que cumpla con sus funciones propias. Sin embargo, el alcance de
este derecho no puede extenderse hasta el punto de exigir de las entidades
públicas, respuesta oportuna a las propuestas formuladas por particulares en
uso de su autonomía, y que no comprometen, en manera alguna, los deberes
legales o constitucionales de dichas entidades.
DERECHO DE
PETICION-Improcedencia
frente a propuesta contractual
El apoderado de
algunos de los ex-trabajadores y pensionados elevó al fondo de pasivos una
propuesta de conciliación. Lo cierto es que se trata de una propuesta de
negociación de las acreencias laborales, asimilable más a una oferta de
transacción que a una conciliación. No se pide a la administración que adelante
una gestión a la cual esta obligada, ni que suministre información sobre los
asuntos públicos a su cargo. Simplemente se formula una invitación contractual,
fruto de la capacidad de negociación del apoderado, sin que por ello a la
administración le surja la obligación de responder. Es más, el silencio de la
administración se asimila a una respuesta negativa, que podría dar lugar a
responsabilidades posteriores, pero que no afecta el derecho de petición del
actor.
DEMANDA DE TUTELA-Formalidades
El apoderado no
presentó ante el juez de primera instancia los poderes que lo acreditan como
representante legítimo de los ex-trabajadores y pensionados, a nombre de
quienes actúa. Tampoco señaló que procedía, en su calidad de abogado, como
agente oficioso. En tales circunstancias, la Sala entiende que la acción ha
debido ser rechazada.
DESACATO DE
TUTELA-Trámite
El Juez ordenó la
consulta con el superior del auto mediante el cual sancionó al actor por
desacato. La ley no ordena consultar la medida sancionatoria antes de su
adopción. El superior jerárquico debe resolver dentro de los tres días
siguientes si debe revocarse la sanción. Se deduce, por consiguiente, que la
sanción impuesta debe hacerse efectiva una vez sea confirmada.
DESACATO DE
TUTELA-Juez competente
No es la acción
de tutela el mecanismo procedente para solicitar la reconsideración de las
razones expuestas para negarse a cumplir con lo ordenado en el fallo de tutela.
El grado de consulta establecido por la ley permite que el superior jerárquico
examine la pertinencia y validez de los argumentos del demandado, no siendo el
amparo constitucional el mecanismo idóneo para debatir un asunto cuyo
conocimiento corresponde a otro juez.
DEBIDO PROCESO-No trámite de impugnación/PREVENCION EN
TUTELA-No trámite de la impugnación
La impugnación se
presentó, el fallador se abstuvo de darle trámite, privando al demandante de la
posibilidad de controvertir la decisión adversa. Tanto es así que el Juez, con
posterioridad, reconoció su error y, ante la inminencia de la vulneración de
los derechos fundamentales al debido proceso y de defensa, anuló su decisión,
concediendo ante su superior jerárquico, la impugnación. A partir de ese
momento, los efectos del acto impugnado (decisión de abstenerse de dar trámite
al recurso de apelación) cesaron, por lo que lo procedente por parte del
Tribunal de tutela era conceder la tutela de los derechos al debido proceso y
de defensa al peticionario, y prevenir a la autoridad pública para que no
volviera a incurrir en idénticas acciones y omisiones.
NOVIEMBRE 20 DE 1995
Ref.: Expedientes
T-66492 y T-76659
Actor: Rafael
Guerra Vega y Otros, y Fondo Pasivo Social de Colpuertos
Temas:
- El derecho de
petición no implica la obligación de responder una oferta de conciliación
-Tutela por vías
de hecho ante negativa de tramitar un recurso oportunamente interpuesto
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En los procesos de
tutela T-66492, adelantado por RAFAEL GUERRA VEGA Y OTROS contra el FONDO DE
PASIVO SOCIAL DE LA EMPRESA PUERTOS DE COLOMBIA - FONCOLPUERTOS -, y T-76659,
adelantado por el representante legal de FONCOLPUERTOS contra el Juzgado
Primero Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá.
ANTECEDENTES
A. Hechos.
Expediente T-66492
1. Varios
ex-trabajadores y pensionados de la extinta Empresa Puertos de
Colombia-Terminal Marítimo de Santa Marta, fueron beneficiarios de una
reliquidación de salarios, prestaciones sociales y reajustes pensionales,
reconocidos a través de las resoluciones N° 141107 de noviembre 30 de 1991, N°
140574 de marzo 19 de 1991, N° 140978 de septiembre 4 de 1991, N° 141132 de
octubre 31 de 1991, N° 141168 de noviembre 7 de 1991, N° 142991 de julio 14 de
1992, N° 143047 de julio 23 de 1992, N° 143160 de agosto 5 de 1992, N° 143161
de agosto 5 de 1992, N° 143162 de agosto 5 de 1992, N° 143200 de agosto 6 de
1992, N° 143201 de agosto 6 de 1992, N° 143202 de agosto 6 de 1992, N° 143203
de agosto 6 de 1992, N° 143239 de agosto 6 de 1992 y N° 141167 de noviembre 7
de 1992.
El 29 de diciembre
de 1993, la Empresa suscribió con los señores Omar Niebles Anchique y Jorge
Suárez Bernal sendas actas de conciliación, ante el Inspector del Trabajo del
Magdalena, en las cuales se comprometía a cancelarles, el 13 de enero de 1994,
las sumas debidas por concepto de sueldos, prima de vacaciones, vacaciones,
prima de antigüedad, prima de servicios y cesantía definitiva.
2. Las resoluciones
y actas de conciliación antes reseñadas son actualmente materia de cobro
ejecutivo ante los juzgados 2°, 3° y 4° laborales del Circuito de Santa Marta.
En los respectivos procesos ejecutivos, las liquidaciones de los créditos
fueron debidamente aprobadas y ejecutoriadas y se libró mandamiento de pago al
Fondo de Pasivo Social de la Empresa Puertos de Colombia - FONCOLPUERTOS -, sin
que hasta el momento la entidad haya pagado esas deudas.
El apoderado de los
ex-trabajadores y pensionados beneficiados con las medidas adoptadas en las
resoluciones antes descritas, basándose en lo establecido por el artículo 177
del C.C.A., y en que esas resoluciones contaban algunas con 24 meses de
ejecutoria, otras con 26 meses y otras con 28 meses sin haber sido canceladas,
solicitó a cada uno de los juzgados de ejecución que se practicara medida
cautelar de embargo y retención de dineros de propiedad de la Empresa
ejecutada. La petición fue denegada por los juzgados de conocimiento, decisión
que fue confirmada por el respectivo superior jerárquico.
De igual forma, a
solicitud de la Fiscalía Especializada Unidad Dos Sub-unidad Delitos contra la
Administración Pública Seccional Santa Marta, los juzgados laborales de
ejecución suspendieron varios de los procesos, en razón de la vinculación de
algunos de los beneficiarios de las resoluciones y actas de conciliación antes
reseñadas, al proceso N° 367 seguido por esa Fiscalía por posibles delitos
contra el tesoro público.
3. Frente al no pago
de las acreencias laborales a que tenían derecho sus poderdantes, el apoderado
de los ex-trabajadores y pensionados de Colpuertos, en uso del derecho de
petición, presentó fórmulas de conciliación a FONCOLPUERTOS, dirigidas a lograr
el pago de las sumas debidas, que nunca obtuvieron respuesta por parte de la
Empresa.
4. El 20 de febrero
de 1995, el abogado Luis Alberto Urquijo Anchique, en nombre y representación
de Rafael Guerra Vega y otros 121 ex-trabajadores y pensionados de la Empresa
Puertos de Colombia, interpuso acción de tutela, ante el Juzgado 1° Laboral del
Circuito de Santa Fe de Bogotá, D.C., contra el Fondo de Pasivo Social de la
Empresa Puertos de Colombia, por considerar que esta entidad vulneró los
derechos a la igualdad (C.P., artículo 13) y de petición (C.P., artículo 23) de
sus representados.
5. Mediante actas de
conciliación suscritas ante el Inspector del Trabajo del Magdalena, los días 20
y 23 de diciembre de 1993, la Empresa Puertos de Colombia-Terminal Marítimo de
Santa Marta se obligó a pagar a los señores Cesar Augusto Ospino Hernández,
Jairo Cartagena Rodríguez, Yomaira Beter Hurtado, Denys María Lurán Taylor,
Pedro Rivas Cabas, Juan Manjarrés Meza, Bienvenido Maestre Granados, Juan
Fernández Maestre, Jhony Pacheco Aguilar, Jorge Castaño Pombo, Daniel Rodríguez
Cruz, Rafael Nuñez Medina y Argemiro Bonilla Pacheco, la indemnización por
haber dejado practicar el examen médico de retiro.
Estas actas de
conciliación fueron ejecutadas ante los juzgados laborales del Circuito de
Santa Marta. Luego de aprobadas y ejecutoriadas las respectivas liquidaciones,
los apoderados de los trabajadores ejercieron el derecho de petición ante la
Empresa, quien canceló estas acreencias laborales en su totalidad.
Por resolución N°
143203 de agosto 6 de 1992, la Empresa Puertos de Colombia-Terminal Marítimo de
Santa Marta reconoció a los señores Rafael Dávila Buriticá, Antonio Miranda
Durán y Rubén Sinning del Castillo, una reliquidación de salarios. Este acto
administrativo fue ejecutado ante el Juzgado 3° Laboral del Circuito de Santa
Marta. Luego de aprobada y ejecutoriada la liquidación del crédito, se solicitó
el pago al Fondo de Pasivo Social de la Empresa Puertos de Colombia, quien
cumplió con la orden de pago, salvo en el caso del señor Rubén Sinning del
Castillo.
En opinión del
apoderado de los actores, la violación del derecho a la igualdad se produjo
cuando FONCOLPUERTOS canceló las sumas contenidas en las actas de conciliación
suscritas los días 20 y 23 de diciembre de 1993, y no efectuó el pago de los
montos de dinero que constaban en las actas de conciliación suscritas entre la
Empresa y los señores Omar Niebles Anchique y Jorge Suárez Bernal, descritas en
el numeral 1. Igualmente, tal vulneración se configuró con la cancelación de
sumas establecidas en la Resolución N° 143203 de agosto 6 de 1992, y el no pago
de los dineros reconocidos por las resoluciones anotadas en el numeral 1. El
representante de los ex-trabajadores consideró que el pago a unos
ex-trabajadores y pensionados, en detrimento de otros que se encontraban en la
misma situación, constituía un trato discriminatorio contrario al artículo 13
de la Constitución Política.
De otro lado, la
violación al derecho de petición se presentó cuando FONCOLPUERTOS no contestó
las peticiones elevadas por el apoderado de los actores para obtener el pago
mediante fórmulas de conciliación.
6. Mediante
providencia de marzo 8 de 1995, el Juzgado 1° Laboral del Circuito de Santa Fe
de Bogotá, tuteló los derechos a la igualdad y de petición de los actores.
En su sentencia, el
fallador consideró que "la accionada, contrario al espíritu que informa el
postulado de la igualdad reconocido constitucionalmente, ha asumido en relación
a sus acreedores, conductas de discriminación en el pago de los derechos laborales
causados, en favor de los aquí reclamantes, pues existiendo relación de
causalidad temporal respecto de los actos administrativos que reconocieron a
unos y otros derechos surgidos de la relación laboral que mantuvo con ellos, ha
provisto el pago de unos y los restantes aún se encuentran insolutos, no
obstante tener en la actualidad adelantados juicios ejecutivos laborales que
buscan el cumplimiento en la satisfacción de las garantías laborales
reconocidas".
El Juzgado también
observó que "habiéndose aducido como título ejecutivo en tales procesos
los actos administrativos (...), que entre otras cosas cuentan con más de 18
meses de exigibilidad al tenor de lo previsto en el artículo 177 del C.C.A. en
armonía con lo establecido por la Honorable Corte Constitucional en sentencia
C-546 del 1° de octubre de 1992, se desconocen los argumentos por los cuales no
se han hecho efectivos los derechos de los ejecutantes, no obstante resultar
procedente a estas alturas la aplicación de la excepción contenida en la sentencia
constitucional a que se ha hecho mención".
En cuanto a la
vulneración del derecho de petición, el juez de tutela sostuvo que "nada
evidencia en el informativo que la accionada haya dado cabal cabida a las
solicitudes formuladas a folios 15 a 72 (solicitudes de conciliación elevadas
por el apoderado de los actores ante el Fondo), surgiendo de ello la flagrante
violación al derecho de petición que en favor de los reclamantes tiene
establecido el artículo 23 constitucional".
Por último, el a-quo
anotó que "no obstante que los despachos que certifican a folios 91 a 110
indican que los correspondientes juicios ejecutivos laborales ante ellos
adelantados por los reclamantes cuentan con la totalidad de las formalidades
propias y que en ese orden los mandamientos de pago han causado ejecutoria así
como en algunos aprobada se encuentra (sic) la correspondiente liquidación del
crédito, aducen la suspensión de los mismos por adelantarse en contra de
algunos de los ejecutantes investigaciones de carácter penal por parte de la
Fiscalía General de la Nación, y acorde con el precepto del artículo 170 del
C.P.C. Sin embargo, considera este Juzgado que al no corresponder ello a
materia que deba ser analizada en esta decisión, ello tampoco descalifica el
cumplimiento integral que la accionada debe dar a los actos administrativos
proferidos en ejercicio de sus funciones".
El expediente fue
enviado a la Corte Constitucional para su eventual revisión, de la cual fue
excluido mediante auto de abril 21 de 1995.
7. El 15 de marzo de
1995, la apoderada del Fondo de Pasivo Social de la Empresa Puertos de
Colombia, impugnó el fallo anterior argumentando que, en este caso, existían
otros medios de defensa judicial para obtener el pago de los dineros adeudados
por FONCOLPUERTOS a los actores.
Mediante auto de
marzo 17 de 1995, el Juzgado 1° Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá
rechazó por extemporánea la impugnación presentada.
8. Mediante oficio
N° 01115 de marzo 24 de 1995, la Dirección de FONCOLPUERTOS informó al abogado
Urquijo Anchique que el Fondo no accedía a las solicitudes de conciliación por
él elevadas, y que la Empresa daría estricto cumplimiento a las sentencias que
pusieran fin a los procesos ejecutivos que se tramitan antes los juzgados
laborales del Circuito de Santa Marta.
El 31 de marzo de
1995, la apoderada del Fondo de Pasivo Social de la Empresa Puertos de Colombia
puso en conocimiento del Juzgado 1° Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá
la respuesta dada al apoderado de los actores, dando por cumplida la orden de
ese despacho judicial en lo relativo a la reparación del derecho de petición
vulnerado.
9. A solicitud del
apoderado de la parte actora, el Juzgado 1º Laboral, mediante auto de mayo 10
de 1995, sancionó con arresto de cinco días y multa de dos salarios mínimos
mensuales al doctor LUIS HERNANDO RODRIGUEZ RODRIGUEZ, por incumplimiento de lo
ordenado en la sentencia de marzo 8 de 1995. Igualmente, ordenó consultar la
imposición de la sanción con el Superior.
10. El 12 de mayo de
1995, el Director de FONCOLPUERTOS solicitó al señor Ministro de Hacienda y
Crédito Público una adición presupuestal con el fin de atender el pasivo social
de la extinta Empresa Puertos de Colombia. El representante legal del Fondo,
anotó que "la escasez de recursos para atender las obligaciones laborales,
civiles y administrativas ha desembocado en acciones de tutela con sanciones de
arresto para el Director del Fondo, además de quejas ante la Defensoría del
Pueblo, Fiscalía General, Contraloría General de la República y Procuraduría
General de la Nación".
11. El día 15 de
mayo de 1995, se suscribió un acuerdo extraprocesal de pago entre la Dirección
del Fondo de Pasivo Social de la Empresa Puertos de Colombia y el apoderado de
los actores, en el cual se acordó que, como consecuencia de la sentencia de
tutela proferida por el Juzgado 1° Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá,
el Fondo se comprometía a: (1) pagar los créditos tal y conforme fueron
ordenados en los mandamientos de pago proferidos por los juzgados 2°, 3° y 4°
laborales del Circuito de Santa Marta; (2) reliquidar las prestaciones sociales
de los beneficiarios de los actos administrativos; (3) incluir en nómina el
valor de los reajustes de las pensiones ordenados en los actos administrativos
que sirvieron de base a los procesos ejecutivos. De igual forma, el Fondo
prometió pagar los reajustes pensionales y las mesadas atrasadas en la nómina
del mes de junio de 1995, y el resto de las prestaciones económicas - según lo
ordenado por la Constitución, la ley y las convenciones colectivas de trabajo
-, dentro de un plazo máximo de treinta días contados a partir de la firma del
acuerdo. Por su parte, el apoderado de los actores se comprometió a manifestar
ante el Juzgado 1° Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá que las
pretensiones de los peticionarios habían sido satisfechas y que, por lo tanto,
desistía de la solicitud de sanción al Director del Fondo por desacato a la
sentencia de tutela de marzo 8 de 1995.
En el acta de
acuerdo se puso de presente (considerando tercero) "que el Fondo de Pasivo
Social de la Empresa Puertos de Colombia en Liquidación, recibió el oficio N°
2690 de marzo 28 de 1995, emanado de la Fiscalía Especializada Unidad Dos,
Subunidad Delitos contra la Administración Pública, Seccional Santa Marta y
refrendado la Fiscal Trece, Doctora Zury Camargo Santiago, y mediante el cual
tuvo conocimiento de que las siguientes resoluciones: 143200 de agosto 6 de
1992, 143162 de agosto 5 de 1992, 143239 de agosto 6 de 1992, 146387 de
diciembre 31 de 1993, 143160 de agosto 5 de 1992, 143202 de agosto 6 de 1992,
146380 de diciembre 31 de 1993, 146332 de diciembre 30 de 1993, 143161 de
agosto 5 de 1992, 143203 de agosto 6 de 1992, 140574 de marzo 19 de 1991,
proferidas por la Empresa Puertos de Colombia-Terminal Marítimo de Santa Marta,
se encontraban cuestionadas por ese despacho judicial". Igualmente se
manifestó (considerandos cuarto y quinto) "que en los Juzgados Laborales
de Santa Marta, donde se adelantan los procesos ejecutivos, fueron suspendidos
por orden de la Fiscalía y por haberse dado el fenómeno de la prejudicialidad
penal", y "que con fecha mayo 3 de 1995, la Doctora Nurys Urquijo
Anchique, quien obra en los procesos ejecutivos ante los Juzgados Laborales de
Santa Marta mencionados, como apoderada sustituta del Doctor Luis Alberto
Urquijo, presentó memorial al Fondo en el que anexa una certificación expedida
por la Fiscalía Trece de Santa Marta y solicita el pago de las prestaciones
sociales, intereses y agencias en derecho así como también los incrementos de
las pensiones, teniendo como base las resoluciones que certificó ese Despacho
Judicial y que a la fecha no han sido cuestionadas".
12. El 15 de mayo de
1995, el apoderado del representante legal de FONCOLPUERTOS interpuso recurso
de reposición, y en subsidio de apelación, contra la providencia de mayo 10 de
1995, que ordenaba sancionar al Director de esa entidad con arresto y multa. De
igual forma, solicitó que, en caso de no ser concedidos los recursos, el
expediente fuera enviado a consulta ante el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá, según lo dispone el artículo 52 del Decreto
2591 de 1991. El recurrente manifestó que el representante legal del Fondo de
Pasivo Social de la Empresa Puertos de Colombia no "ha pretendido realizar
una conducta ilegítima de desacato a su fallo de tutela en beneficio de los
accionantes. Antes por el contrario, existen pruebas valederas y suficientes
que muestran como el establecimiento dirigido por aquél, siempre y en todo
momento ha estado dispuesto a cumplir con las obligaciones que el fallo de
tutela le impuso".
"Sin embargo,
frente a las órdenes imperiosas y terminantes de la Fiscalía Trece de Delitos
contra la Administración Pública, en el sentido de que se abstuviera de pagar
cualquier suma de dinero que tuviera como causa o motivo las resoluciones y
actas de conciliación mencionados, hasta tanto no se definiera por la investigación
la responsabilidad de cada uno de los vinculados al proceso penal N° 367, el
Director del Fondo no podía, no debía, coadyuvar a que se hicieran tales pagos
por que ello tipificaría en su contra responsabilidades penales, como presunto
encubridor de conductas atentatorias contra el erario público".
13. El 25 de mayo de
1995, el abogado Luis Alberto Urquijo Anchique presentó ante el Juzgado 1°
Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá, un memorial mediante el cual
desistía del incidente de sanción promovido el día 27 de abril. Por su parte,
el apoderado del Director de FONCOLPUERTOS coadyuvó la anterior petición y, a
su turno, desistió de los recursos interpuestos contra el auto por medio del
cual se sancionaba con arresto y multa al representante legal del Fondo.
El Juzgado 1º
Laboral, por auto de mayo 25 de 1995, admitió el desistimiento del incidente
que impuso la sanción, solicitado por el apoderado de los demandantes con la
coadyuvancia del representante legal de la entidad demandada, y ordenó el
archivo de las diligencias incidentales.
B. Hechos -
Expediente T- 76659
14. En mayo 26 de
1995, LUIS HERNANDO RODRIGUEZ RODRIGUEZ, Representante Legal del Fondo de
Pasivo Social de la Empresa Puertos de Colombia en Liquidación - FONCOLPUERTOS
-, por intermedio de apoderado, ejerció acción de tutela por vías de hecho
contra las "acciones y omisiones cometidas por el señor Juez Primero
Laboral del Circuito de Santa fe de Bogotá ... ". Aduce el actor la
violación de sus derechos al debido proceso y de defensa, así como los de la
persona jurídica de derecho público que representa. Fundamenta su petición,
entre otros, en los siguientes hechos:
14.1 El Juzgado
Primero Laboral negó el recurso de apelación interpuesto por el actor en su
calidad de representante legal de FONCOLPUERTOS contra la sentencia de marzo 8
de 1995, con fundamento en una extemporaneidad inexistente, puesto que la
providencia fue comunicada al demandando el día 13 de marzo y la impugnación se
presentó el día 15 de marzo, dentro del término previsto por la ley.
14.2. El Juzgado
Primero Laboral no tuvo en cuenta las razones expuestas por el representante
legal de FONCOLPUERTOS, entre ellas que los juzgados 2, 3 y 4 del Circuito
Laboral de Santa Marta comunicaron la aceptación de una prejudicialidad en lo
penal, solicitada por la Fiscalía Trece de Delitos contra la Administración
Pública, que le impide cumplir con la providencia de tutela.
14.3 El Juez Primero
Laboral dispuso, en incidente de desacato, las sanciones de arresto y multa, y
no consultó al superior, como lo ordena el artículo 52 del Decreto 2591 de
1991.
15. El demandante
pretende se ordene al Juez Primero Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá
conceder el recurso de impugnación interpuesto, a fin de que sea enviado a su
superior jerárquico (1), y abstenerse de hacer efectivo el arresto decretado en
su contra (2).
16. Mediante auto de
fecha 30 de mayo de 1995, el Juez 1º Laboral anuló la providencia por la cual
había rechazado, por presentación extemporánea, la impugnación contra la
sentencia de marzo 8 de 1995. Admite el Juzgador que el recurso de apelación
fue presentado en tiempo oportuno, "pues la notificación de ese proveído
se verificó el día 13 de marzo del año en curso y a partir de ahí debió
contarse el término de ejecutoria". En consecuencia, concedió, en efecto
suspensivo, la impugnación ante la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá.
17. El 1° de junio
de 1995, el apoderado de los actores desistió de la acción de tutela por él
interpuesta contra el Fondo de Pasivo Social de la Empresa Puertos de Colombia.
El abogado sustentó su petición en el acuerdo extraprocesal suscrito entre él y
el Fondo el día 15 de mayo de 1995, en el cuál FONCOLPUERTOS se comprometió a
dar cumplimiento a la sentencia de tutela proferida por el Juzgado 1° Laboral
del Circuito de Santa Fe de Bogotá el día 8 de marzo de 1995.
18. Mediante auto de
junio 6 de 1995, el Juzgado 1º Laboral, a solicitud del apoderado de los
ex-trabajadores de COLPUERTOS y teniendo en cuenta el acuerdo extraprocesal al
que habían llegado las partes, admitió el desistimiento de la acción de tutela
y ordenó el archivo de las diligencias.
19. El 8 de junio,
el Director de FONCOLPUERTOS, por intermedio de apoderado, recurrió y, en
subsidio, apeló el anterior auto. El Juzgado 1º Laboral, mediante auto del 13
de junio de 1995, denegó la reposición y concedió la apelación ante la Sala
Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá.
20. La Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, mediante
fallo de junio catorce (14) de mil novecientos noventa y cinco (1995), concedió
la tutela del derecho al debido proceso del Fondo de Pasivo de la Empresa
Colombiana Puertos de Colombia y, de otra parte, ordenó el envío del expediente
de la acción de tutela promovida contra éste por Rafael Vega y otros a la Sala
Laboral del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, con el fin de que se
surtiera la impugnación interpuesta contra el fallo de marzo 8 de 1995.
Considera la Sala
Laboral que el Juez 1º Laboral del Circuito, luego de reconocer, en auto del 30
de mayo de 1995, la procedencia del recurso de apelación contra la sentencia de
marzo 8 de 1995, debió enviar la actuación al superior jerárquico y no, como lo
hizo, ordenar su archivo y omitir el envío.
La omisión del envió
y archivo del expediente conculcan, en su sentir, el derecho fundamental al
debido proceso. Sostiene que pese a ser actuaciones revestidas del carácter de
providencias judiciales, carecen de fundamento legal y constituyen verdaderas
vías de hecho.
“no puede
ampararse la omisión de enviar el expediente al superior, y la consiguiente
decisión de archivar el expediente, en el hecho de haberse presentado desistimiento
de la acción de tutela por parte de los accionantes: pues no puede perderse de
vista que, del acto de impugnación el único que puede desistir era el propio
impugnante que fue quien la formuló: y no obstante tal desistimiento de la
acción de tutela, su trámite era susceptible de reabrir para la imposición de
las sanciones pertinentes, por lo que se hacia necesaria una definitividad de
la decisión adoptada, que sólo se lograba con el fallo de segundo grado
proferido en virtud de la impugnación propuesta”.
En relación con el
incidente de desacato y la omisión del Juez 1º Laboral de surtir la consulta
allí ordenada, la Sala Laboral considera que el desistimiento del incidente de
desacato por las partes no podía ser desconocido por el actor mediante la
interposición de la tutela.
21. El Juez 1º
Laboral del Circuito, mediante apoderado, impugnó la decisión de la Sala Civil
del Tribunal de Santa Fe de Bogotá, de junio 14 de 1995. Estima que se
vulneraron sus derechos al debido proceso y a la defensa, toda vez que no tuvo
conocimiento de la acción de tutela iniciada en su contra sino hasta la
notificación de la providencia. Agrega que el Tribunal carece de competencia
por no ser procedente la acción de tutela contra fallos de tutela y que tampoco
sus actuaciones u omisiones constituyen una vía de hecho. Recalca que el error
involuntario de negar la impugnación por extemporánea, fue corregido motu
proprio por el Juzgado, pese al “pasmoso desinterés” de la parte demandada.
22. La Corte Suprema
de Justicia, Sala de Casación Civil, mediante sentencia de julio 19 de 1995,
revocó la decisión impugnada y denegó la protección constitucional pedida por
la parte actora.
A su juicio, la
decisión que desató la acción de tutela impetrada por los ex-trabajadores de COLPUERTOS
no puede ser cuestionada mediante este nuevo trámite constitucional. Considera
la Corte Suprema que “por fuera de cualquier planteamiento en cuanto a la
validez o la ineficacia de la aplicación de esa terminación anormal del
proceso, la existencia del recurso de apelación interpuesto por la sociedad
actora en tutela el pasado 8 de junio, concedido a su vez el 13 de junio
siguiente, impide el estudio por parte de otros funcionarios diversos a quien
no sea el superior jerárquico del autor de la decisión impugnada”. En su
concepto, ordenar lo contrario, generaría un paralelismo de actuaciones, en
torno a un mismo hecho, que podría resultar en sentencias contradictorias. Por
lo anterior, concluye, debe dejarse “allanado” el camino para que se desate la
apelación interpuesta, siendo este el mecanismo de defensa que impide la
posibilidad de que la acción de tutela sea procedente en este caso.
23. Mediante
sentencia de julio 13 de 1995, la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá se abstuvo de conocer del recurso de
apelación contra el auto de fecha 6 de junio de 1995 proferido por el Juzgado
1° Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá, el cual admitía el desistimiento
de la acción de tutela, y revocó, en todas sus partes, la sentencia de marzo 8
de 1995 del mismo juzgado.
El Tribunal
consideró, por una parte, que al proceso de tutela no se allegaron los poderes
que facultaban al abogado Urquijo Anchique para interponer la acción de tutela
en nombre de los 122 ex-trabajadores y pensionados de la Empresa Puertos de
Colombia. Además, "el hecho de obrar como apoderado judicial en el trámite
de los procesos ejecutivos que a favor de los mismos se tramitan en distintos
Juzgados Laborales del Circuito de la ciudad de Santa Marta, no lo autoriza
para proponer a nombre de sus representados en el proceso ejecutivo la acción
de tutela".
Frente a la
posibilidad de solicitar medidas cautelares el ad-quem expresó que
"no puede predicarse la cosa juzgada frente a los autos que negaron las
medidas cautelares conforme lo tiene establecido la jurisprudencia y la
doctrina en forma reiterada, y así dicho apoderado se encuentra facultado para
insistir en obtener el cobro coercitivo mediante la petición de nuevas medidas
cautelares en términos de Ley, más aún con las sentencias de la H. Corte
Constitucional especialmente la de octubre 1° de 1992, y en caso de tenerse
criterio distinto por los Juzgados y la Corporación del Distrito Judicial de
Santa Marta, está facultado para pedir el apoderado de los ejecutantes el
embargo de bienes que no se encuentren comprendidos dentro del Presupuesto
General de la Nación".
Para el Tribunal, la
posibilidad de solicitar medidas cautelares es un medio de defensa judicial que
"le quita cualquier piso a la violación al derecho de la igualdad. Si la
demandada ha pagado a personas distintas de los ejecutantes, se desconoce
igualmente por la Sala que argumentos tuvo el Fondo demandado para ello pero de
todas formas la actuación podría llegar a constituir falta disciplinaria del
funcionario respectivo, pero nunca violación en sí misma al derecho a la
igualdad".
Por último, el
fallador de segunda instancia consideró que tampoco "puede existir
violación al derecho de petición cuando lo que se pretende es un pago, que se
está tramitando en el proceso ejecutivo, y los ofrecimientos para conciliar que
ha hecho la parte ejecutante y que según ella no han sido respondidos, tampoco
pueden configurar violación al derecho de petición, se repite por estar en
trámite los procesos ejecutivos y es potestativo de la entidad determinar si
acoge o no la propuesta, o deja que el proceso siga su curso con las
consecuencias de Ley en su contra".
La anterior decisión
fue enviada a la Corte Constitucional para su eventual revisión y, al ser
seleccionada, correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS
A. Expediente T-
66492
Procedencia de la
acción de tutela
1. El asunto objeto
de la presente acción hace relación al no pago de obligaciones de carácter
laboral, a cargo del Fondo de Pasivos Social de la empresa Puertos de Colombia
- Foncolpuertos -, a favor de 120 ex trabajadores y pensionados de la empresa.
En reiterada
jurisprudencia la Corte Constitucional ha sostenido que el juicio ejecutivo laboral
es el mecanismo idóneo para hacer efectivos los créditos laborales, salvo en
aquellos casos en los cuales se encuentre comprometido el mínimo vital del
actor. En estas circunstancias, el medio judicial citado se torna insuficiente
como instrumento eficaz de garantía de los derechos fundamentales de la persona[1] y, en consecuencia,
procede la acción de tutela.
Sin embargo, el
apoderado de los actores no señala que la causa de la vulneración de los
derechos se encuentre constituida simplemente por el no pago de las
obligaciones a cargo del Fondo. Alega que la actuación de Foncolpuertos
configura un trato discriminatorio en contra de sus representados, consistente
en la cancelación de obligaciones laborales contraídas con posterioridad a las
pactadas a favor de estos. En suma, considera que el pago a unos ex
trabajadores y pensionados, en detrimento de otros cuyas acreencias son
anteriores en el tiempo de aquellas efectivamente pagadas, constituye un trato
discriminatorio contrario al artículo 13 de la Carta.
De otra parte el
apoderado de los actores entiende que se ha vulnerado el derecho de petición,
ya que a nombre de sus representados, formuló solicitudes de conciliación a
Foncolpuertos para obtener el pago de las acreencias laborales, sin que al
momento de la interposición de la acción se hubiere recibido respuesta alguna
de parte del Fondo.
2. Para el juez de
instancia el trato discriminatorio en contra de los actores se encuentra demostrado,
en el hecho de que "existiendo relación de causalidad temporal respecto de
los actos administrativos que reconocieron a unos y otros (ex-trabajadores y
pensionados) derechos surgidos de la relación laboral que mantuvo con ellos, ha
provisto el pago de unos y los restantes aún se encuentran insolutos".
Así mismo, el a-quo
consideró que Foncolpuertos vulneró el derecho de petición de los actores al no
responder oportunamente las solicitudes de conciliación por ellos elevadas.
3. La Sala Laboral
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá revocó la
decisión adoptada por el juez de instancia al considerar que el pago de unas
obligaciones a favor de personas distintas de los actores "podría llegar a
constituir falta disciplinaria del funcionario respectivo, pero nunca violación
en si misma al derecho a la igualdad en los términos consagrados en el artículo
13 de la C.N.". Añade que la existencia de mecanismos ordinarios - proceso
ejecutivo laboral y embargo de bienes que no se encuentran comprendidos dentro
del Presupuesto General de la Nación - para satisfacer las obligaciones
laborales, " le quita cualquier piso a la violación al derecho de la
igualdad".
De otra parte el ad-quem
señala que no se produjo vulneración al derecho de petición, pues es
potestativo de la entidad determinar si acoge o no la propuesta de conciliación
presentada por los actores.
4. El principio de
igualdad, consagrado en el artículo 13 de la Carta, no significa que todas las
personas deban recibir tratamiento idéntico o no diferenciado. Como lo ha
reiterado la jurisprudencia de la Corte, la diferencia de trato entre personas
que se encuentran en igualdad de condiciones, no necesariamente conduce a un
juicio de discriminación. Así, el tratamiento diferenciado puede encontrar una
justificación objetiva y razonable, que tienda a la búsqueda de fines
constitucionales, o a la protección de bienes protegidos por el texto
fundamental. Por el contrario, cuando el trato disímil no se encuentra
justificado o atenta directamente contra valores o principios del ordenamiento
constitucional, se compromete, en los términos del artículo 13 de la Carta, el
derecho a la igualdad.
Por ello, no puede
afirmarse, como lo hace el Tribunal, que el tratamiento diferente, representado
en el pago de unas acreencias laborales respecto de otras insatisfechas, no
afecta, en ningún caso, el derecho consagrado en el artículo 13 del texto
fundamental. Por el contrario, si se demostrare que dicho comportamiento no
encuentra justificación razonable y objetiva, sería indudable la pertinencia de
la aplicación del principio de igualdad.
Sin embargo, del
mero tratamiento diferenciado no se infiere la existencia de un trato
discriminatorio. En estos casos, el actor debe demostrar, al menos
indiciariamente, que la actuación acusada compromete valores o principios
constitucionalmente tutelados, o que no encuentra justificación razonable y
objetiva.
En el caso que ocupa
la atención de la Corte, el actor simplemente señaló los hechos de los cuales
se deduce un trato disímil respecto de ex trabajadores y pensionados de Puertos
de Colombia - se demuestra que la entidad demandada liquidó obligaciones
laborales pactadas con posterioridad a aquellas que tiene respecto de los
actores y que no han sido asumidas -, los cuales por sí mismos no prueban,
siquiera sumariamente, que existió un trato discriminatorio.
Muchas pueden ser
las causas legítimas por las cuales un fondo de pasivos liquida primero
determinadas acreencias. La cuantía de las obligaciones, su naturaleza, los
recursos de que dispone el Fondo, así como los hechos externos - el
cuestionamiento de la Fiscalía respecto de algunas de las resoluciones cuyo
pago se exige -, constituyen razones, ajenas al presente expediente que bien
pudieran justificar el comportamiento del Fondo. En estas circunstancias el
pago de obligaciones contenidas en resoluciones expedidas con posterioridad a
las que benefician a los actores del presente proceso, no indica que, con su
actuación, Foncolpuertos configure un trato discriminatorio.
En suma, para que en
casos como el presente proceda la acción de tutela, como garantía del derecho a
la igualdad, se requiere que el actor, además de demostrar el trato
diferenciado, señale y acredite, por lo menos indiciariamente, las razones por
las cuales considera que se trata de una actuación discriminatoria, vale decir
de un trato diferenciado que no encuentra justificación objetiva y razonable y
que, por tanto, compromete valores, principios y derechos constitucionalmente
tutelados.
5. El derecho de
petición comporta tanto el derecho a la información como el de solicitar a la
administración que cumpla con sus funciones propias. Sin embargo, el alcance de
este derecho no puede extenderse hasta el punto de exigir de las entidades
públicas, respuesta oportuna a las propuestas formuladas por particulares en
uso de su autonomía, y que no comprometen, en manera alguna, los deberes
legales o constitucionales de dichas entidades.
En el caso sub
judice el apoderado de algunos de los ex-trabajadores y pensionados de
Colpuertos elevó al fondo de pasivos una propuesta de conciliación. Sin entrar
a estudiar si es viable una oferta directa de conciliación al patrono, respecto
de acreencias laborales contenidas en mandamientos de pago expedidos dentro de
los procesos ejecutivos laborales que se encuentran suspendidos, lo cierto es
que se trata de una propuesta de negociación de las acreencias laborales,
asimilable más a una oferta de transacción que a una conciliación. No se pide a
la administración que adelante una gestión a la cual esta obligada, ni que
suministre información sobre los asuntos públicos a su cargo. Simplemente se
formula una invitación contractual, fruto de la capacidad de negociación del
apoderado, sin que por ello a la administración le surja la obligación de
responder. Es más, el silencio de la administración se asimila a una respuesta
negativa, que podría dar lugar a responsabilidades posteriores, pero que no
afecta el derecho de petición del actor.
La Sala considera
que el silencio de Foncolpuertos respecto de las propuestas realizadas a nombre
de los actores del presente proceso, no compromete el derecho de petición de
que trata el artículo 23 de la Carta, pues, en realidad, se trata de una
propuesta contractual y no de una petición de información o de gestión relativa
a obligaciones o deberes propios de la entidad demandada.
6. Pese a que las
razones anteriores llevan a la Sala a encontrar que la presente acción es
inconducente, no puede pasar desapercibida la improcedencia de la misma por
ausencia de un presupuesto procesal: la demanda en forma.
Como lo señala el Tribunal,
el apoderado no presentó ante el juez de primera instancia los poderes que lo
acreditan como representante legítimo de los ex-trabajadores y pensionados de
Colpuertos, a nombre de quienes actúa. Tampoco señaló que procedía, en su
calidad de abogado, como agente oficioso. En tales circunstancias, la Sala
entiende que la acción ha debido ser rechazada.
En consecuencia, por
las razones expuestas en la presente providencia, se confirmará la sentencia
proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santa Fe de Bogotá.
B. Expediente
T-76659
1. El actor acusa
dos actuaciones y una omisión del Juzgado Primero Laboral del Circuito de Santa
Fe de Bogotá como violatorias de sus derechos de defensa y debido proceso, en
su doble condición de persona natural y de representante de FONCOLPUERTOS. La
primera se refiere al rechazo, por extemporáneo, de una impugnación contra un
fallo de tutela, pese a la presentación del recurso dentro del término legal.
Otra actuación se relaciona con la desestimación de los argumentos presentados
por el demandante para negarse a cumplir, aún estando bajo la conminación de
arresto y multa, con lo ordenado en el mencionado fallo. La omisión, por su
parte, tiene que ver con la negativa a consultar la sanción de arresto y multa
impuesta al actor por el desacato.
2. La Corte prohíja
la tesis de los falladores de instancia en el sentido de que ni la segunda
actuación ni la omisión acusada vulneran los derechos del demandante o de la
entidad de derecho público que representa. En efecto, el Juez Primero Laboral,
ordenó la consulta con el superior del auto de mayo 10 de 1995, mediante el
cual sancionó al actor por desacato. La ley no ordena consultar la medida
sancionatoria antes de su adopción. El superior jerárquico debe resolver dentro
de los tres días siguientes si debe revocarse la sanción (D. 2591 de 1991, art.
52). Se deduce, por consiguiente, que la sanción impuesta debe hacerse efectiva
una vez sea confirmada. En el presente caso, el demandante conocía de la
aceptación del desistimiento del incidente de desacato - auto de mayo 25 de
1995 - con anterioridad a la presentación de la acción de tutela, hecho que
explica el no envío del expediente al superior para que se surtiera la consulta
de la sanción. La petición de amparo respecto de la supuesta omisión resulta,
en consecuencia, inconducente.
Tampoco es la acción
de tutela el mecanismo procedente para solicitar la reconsideración de las
razones expuestas por el representante legal de FONCOLPUERTOS para negarse a
cumplir con lo ordenado en el fallo de tutela de marzo 8 de 1995. El grado de
consulta establecido por la ley permite que el superior jerárquico examine la
pertinencia y validez de los argumentos del demandado, no siendo el amparo
constitucional el mecanismo idóneo para debatir un asunto cuyo conocimiento
corresponde a otro juez.
3. Resta, por
último, evaluar si la actuación que rechazó por extemporáneo el recurso de
apelación presentado por el representante legal de FONCOLPUERTOS contra la
sentencia de tutela favorable a los ex-trabajadores de COLPUERTOS, constituye
una vía de hecho que viola los derechos al debido proceso y de defensa.
Según el Tribunal de
instancia, pese al reconocimiento de la procedencia del recurso de apelación -
auto de mayo 30 de 1995 -, el Juez demandado omitió enviar la actuación al
superior jerárquico y decidió archivar las diligencias debido al desistimiento
de la acción de tutela por parte de los ex-trabajadores de COLPUERTOS,
actuación que carece de fundamento legal y constituye una auténtica vía de
hecho violatoria de los derechos al debido proceso y de defensa, más aún cuando
el único que podía desistir del recurso de impugnación concedido era el
impugnante. La Corte Suprema de Justicia, rechaza esta interpretación y
considera que la acción de tutela era improcedente, ya que el mecanismo de
defensa a disposición del demandante era la apelación del auto que aceptó el
desistimiento de la acción de tutela.
4. Tanto el Tribunal
como la Corte Suprema confunden los hechos generadores de la presunta
vulneración de los derechos al debido proceso y de defensa. Estos tienen
relación con el rechazo, por extemporáneo, de un recurso de apelación
presentado, según el actor, dentro del término legal. Este hecho fue denunciado
en su escrito de tutela el 26 de mayo de 1995. Días después, mediante auto del
30 de mayo de 1995, el Juez acusado reconoció su error en la contabilización
del término de ejecutoria, anuló la providencia de rechazo y concedió, en
efecto suspensivo, la impugnación contra la sentencia de marzo 8 de 1995. Por
lo tanto, los hechos planteados por el actor nada tienen que ver con la omisión
de envío de las diligencias al superior - actuación omisiva posterior a la
acción de tutela - ni con la aceptación judicial del desistimiento de la
acción de tutela (auto de junio 6 de 1995), hecho igualmente posterior a la
solicitud de amparo. Hechas las anteriores precisiones, debe la Corte
determinar si el Juez Primero Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá
incurrió en una vía de hecho violatoria de los derechos al debido proceso y de
defensa del actor, como persona natural y como representante de FONCOLPUERTOS,
aún cuando dicho comportamiento haya sido posteriormente corregido haciendo
cesar los efectos del acto u omisión acusado.
5. La Corte
Constitucional ha sostenido que "una actuación de la autoridad pública se
torna en una vía de hecho susceptible del control constitucional de la acción
de tutela cuando la conducta del agente carece de fundamento objetivo, obedece
a su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la vulneración de los
derechos fundamentales de la persona" (ST-079 de 1993).
El Juez Primero
Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá comunicó, mediante oficio 0367 del 9
de marzo de 1995 recibido en las dependencias de FONCOLPUERTOS el 13 del mismo
mes, a su gerente y representante legal, la sentencia de tutela proferida en
marzo 8 de 1995. Este último, dentro del término legal, presentó recurso de
apelación el 15 de marzo. No obstante, el mencionado funcionario judicial, con
base en un informe secretarial sobre la presunta impugnación fuera del término,
se abstuvo de dar trámite al recurso oportunamente interpuesto.
El anterior
comportamiento se aparta de manera manifiesta e injustificada de lo dispuesto
en la ley y viola los derechos fundamentales al debido proceso y de defensa,
además de constituir patente quebrantamiento del principio de la doble
instancia consagrado en el artículo 86 de la Constitución. El artículo 31 del
Decreto 2591 de 1991 dispone claramente respecto del término para apelar las
decisiones de tutela: "Dentro de los tres días siguientes a su
notificación el fallo podrá ser impugnado ...". Pese a que la notificación
de la sentencia de marzo 8 no se hizo efectiva hasta el 13 de marzo y la
impugnación se presentó dos días después, el fallador se abstuvo de darle
trámite, privando al demandante de la posibilidad de controvertir la decisión
adversa. Tanto es así que el Juez, con posterioridad a la interposición de la
acción de tutela en su contra, reconoció su error - auto de mayo 30 de 1995 -
y, ante la inminencia de la vulneración de los derechos fundamentales al debido
proceso y de defensa, anuló su decisión, concediendo, en efecto suspensivo ante
su superior jerárquico, la impugnación.
A partir de ese
momento, los efectos del acto impugnado (decisión de abstenerse de dar trámite
al recurso de apelación) cesaron, por lo que lo procedente por parte del
Tribunal de tutela era conceder la tutela de los derechos al debido proceso y
de defensa al peticionario, y prevenir a la autoridad pública para que no
volviera a incurrir en idénticas acciones y omisiones (D. 2591 de 1991, art.
24). Las actuaciones posteriores del Juez Primero Laboral - aceptación del
desistimiento de la acción de tutela y orden de archivo de las diligencias
(auto de junio 6 de 1995) - o del demandante - impugnación del auto que
admitiera la solicitud de desistimiento -, nada tienen que ver con el amparo
solicitado. En consecuencia, los jueces de instancia han debido limitarse a
conceder la tutela de los derechos fundamentales violados, atendiendo a lo
dispuesto en el artículo 24 del Decreto 2591 de 1991.
D E C I S I O N
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E:
1.- CONFIRMAR
la sentencia de julio 13 de 1995, proferida por la Sala Laboral del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, dentro del proceso de
tutela T-66492.
2.- REVOCAR la
sentencia de julio 19 de 1995, proferida por la Corte Suprema de Justicia, Sala
de Casación Civil, dentro del proceso de tutela T-76659.
3.- CONFIRMAR
la sentencia de junio 14 de 1995, proferida por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, Sala Civil, (Expediente T-76659), que
concedió la tutela al actor de los derechos al debido proceso y de defensa.
Dado que los efectos del acto impugnado cesaron con su corrección por parte de
la autoridad pública demandada, además es procedente ADVERTIR al Juez Primero
Laboral del Circuito de Santa Fe de Bogotá para que en ningún caso vuelva a
abstenerse, injustificadamente, de tramitar el recurso de impugnación contra un
fallo de tutela, interpuesto oportunamente.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veinte (20) días del mes de noviembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995) ).
[1]Ver entre otras ST-497/92; ST-184/94;
ST-244/95. |
582 | T-532-95
Sentencia No
Sentencia T-532/95
FISCALIA GENERAL DE LA NACION-Autonomía de decisiones/COLABORACION
CON LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
La Fiscalía goza de autonomía en la
evaluación sobre la idoneidad y eficiencia de la colaboración prestada y
también respecto del tipo de beneficios que se pueden conceder y en torno a la
protección que merecen los testigos, víctimas e intervinientes dentro del
proceso penal y los propios funcionarios judiciales. Siendo la Fiscalía un
organismo integrante de la Rama Judicial del poder público, a ella es aplicable
el carácter independiente de sus decisiones reconocido por la Carta Política,
por lo cual, en principio, no se concibe la posibilidad de que un juez de
tutela imparta órdenes a los fiscales acerca de los beneficios que pueden o no
conceder ni sobre las modalidades de los mismos. La evaluación acerca de la
idoneidad, importancia y efectividad de la colaboración prestada por una
persona en un proceso penal corresponde al fiscal competente que adelanta dicho
proceso, el cual deberá definir el tipo de protección que el caso amerita, para
el conocimiento y las posteriores gestiones a cargo de la Oficina de Protección
de la Fiscalía. Mal podría el juez de tutela sustituir al fiscal en dicha tarea
de evaluación.
TESTIGO-Protección
Tanto respecto de personas procesadas,
juzgadas o condenadas como en relación con las que no están en esas
condiciones, cuando sea evidente la vulneración o la amenaza de derechos
fundamentales, puede verificarse si la Fiscalía está cumpliendo con la
obligación que le corresponde según la Constitución. Ello es evidente, pues la
cooperación del informante o declarante puede, en efecto, poner en serio
peligro su vida, su integridad personal y las de su familia, siendo claro que
la negligencia de la Fiscalía en el otorgamiento de la protección que merece el
colaborador compromete al Estado y conduce a la prosperidad de la tutela en
cuanto de allí provenga el daño o la amenaza a los derechos fundamentales de
quien ha quedado desprotegido. La protección debe darse a todo testigo cuyas
circunstancias lo ameriten, pues se trata de un desarrollo concreto del deber
general impuesto a las autoridades públicas. Sólo que el testigo en un proceso
penal, bajo ciertas situaciones que deben ser evaluadas por la administración
de justicia, merece, una protección especial y tiene derecho a reclamarla, no a
título de pago por sus servicios sino en virtud del interés superior de sus
derechos fundamentales y en razón de una clarísima obligación del Estado por
cuyo cumplimiento es responsable, entre otras autoridades, la Fiscalía General
de la Nación, ante el riesgo en que pueda quedar por virtud de su testimonio.
PRINCIPIO DE LA BUENA FE-Observancia general
Cuando la Constitución exige que las
actuaciones de los particulares y de las autoridades se ciñan a los postulados
de la buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que aquéllos
adelanten ante éstas, consagra un postulado que obliga a las entidades y a los
servidores públicos a revisar radicalmente la posición que tradicionalmente han
venido observando ante el ciudadano, marcada por la prevención y la mala
voluntad. Tal principio exige de gobernantes y gobernados el compromiso de
obrar honesta y desprevenidamente, en el marco de unas relaciones de mutua
confianza, de tal manera que, sometidos todos al orden jurídico y dispuestos a
cumplir sus disposiciones con rectitud, no haya motivo alguno de recelo. La
norma en mención no obliga tan sólo al particular sino que se aplica con igual
severidad al servidor público, que ni puede presumir la mala fe de la persona
respecto de la cual cumple su función, ni le es permitido, en lo que toca con
sus propios deberes, asumir actitudes engañosas o incorrectas.
PRINCIPIO DE LA BUENA FE-Beneficio por colaboración
Para el caso de las prerrogativas y los
beneficios prometidos públicamente por las autoridades a quien preste su
colaboración eficaz con miras a la investigación de determinados hechos
delictivos o a la captura de los responsables, bien que la cooperación sea
brindada por un procesado o por alguien libre de incriminaciones, el principio
de la buena fe impone al colaborador la veracidad y exactitud de sus
testimonios no menos que la lealtad hacia la justicia, y exige del Estado la
seriedad y el cumplimiento de lo prometido, a la luz de la ley. Por esa razón,
no es actitud admisible en el ente oficial que demanda la colaboración la de
ofrecer beneficios que no está seguro de poder conferir, o que no dependen de
su propia decisión. Lo
propio puede afirmarse de las audiencias o reuniones que se lleven a cabo con
el fin de pactar los términos de relación con el aspirante a beneficiario, a
quien no se le puede prometer lo que el Estado no esté en aptitud cierta de
garantizarle.
AVISOS DE RECOMPENSAS-Cumplimiento
Los avisos que se publican en los medios de
comunicación, en los cuales se enuncian las formas de retribución de la ayuda
particular buscada por las autoridades, no pueden incluir promesas que no se
deriven de la ley ni crear en la audiencia expectativas que se aparten de la
real capacidad de respuesta y cumplimiento de parte de quien hace la oferta. Tales
publicaciones deben ceñirse a las competencias de que dispone la autoridad y a
la disponibilidad real de los instrumentos para no defraudar a la persona que
colabora.
TESTIGO-Ubicación en el exterior/VISA-Libertad para su
otorgamiento
No es posible obtener que por la vía de la
tutela se obtenga la ubicación de la persona en el país o continente que ella
señale. Ni otro organismo del Estado, y tampoco el juez de tutela, pueden
forzar la voluntad de las autoridades competentes de otros Estados, los cuales,
en ejercicio de su soberanía, determinarán, según sus propias normas y
políticas, cuándo y a quién otorgan visa o permiso de residencia, dónde y por
cuánto tiempo. El compromiso del Estado colombiano con la persona objeto de
protección o con su familia puede incluir la ubicación en el exterior, pero el
protegido no puede imponer condicionamientos que impliquen pérdida de autonomía
del Fiscal. Por eso, la Fiscalía no puede ni debe prometer modalidades
específicas de protección, a menos que goce de la seguridad de poder
otorgarlas. Ello no obsta para que, el Estado colombiano busque el apoyo de
gobiernos y autoridades extranjeras mediante convenios orientados a la eficacia
de los programas de protección.
SUJETOS DE ESPECIAL PROTECCION
CONSTITUCIONAL-Deberes
mínimos de las autoridades estatales
-Sala Quinta de Revisión-
Referencia: expediente T-76397
Acción de tutela instaurada por Marco
Fernández Alusaga contra la Fiscalía General de la Nación.
Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada en Santa Fe de Bogotá,
D.C., a los veintiún (21) días del mes de noviembre de mil novecientos noventa
y cinco (1995).
Se examina el fallo proferido en el asunto
de la referencia por el Juzgado Veintiuno de Familia de Santa Fe de Bogotá.
I.
INFORMACION
PRELIMINAR
Mediante manuscrito presentado ante el Juez
Octavo de Familia de Medellín, MARCO FERNANDEZ ALUSAGA, nombre ficticio que
utiliza la Corte por razones de protección y seguridad, propuso acción de
tutela invocando su derecho a la vida.
Dijo que en enero de 1994 había acudido
ante la Fiscalía Regional de Medellín para exponer que tenía conocimiento sobre
el homicidio cometido en la persona de una juez de la República y que estaba
dispuesto a servir de testigo siempre y cuando se le facilitara protección en
los Estados Unidos de América.
El funcionario de la Fiscalía manifestó
interés en la propuesta y le ofreció ponerse en contacto con el entonces Fiscal
General para tenerle una respuesta al día siguiente.
En efecto, durante posterior entrevista,
FERNANDEZ ALUSAGA fue informado acerca de que se le brindaría la protección
pedida.
Rendidos los informes requeridos, se obtuvo
la visa norteamericana y el peticionario, quien durante el proceso se
identificó con nombre figurado, viajó, junto con una hermana, a los Estados
Unidos.
Su acompañante permaneció tres meses y
regresó al país. El actor duró seis meses, es decir, el plazo que, según su
relato, le habían dado en Inmigración.
Volvió a Colombia, según expresó, para
reclamar una recompensa en otro asunto, por haber denunciado una propiedad de
narcoterroristas.
El solicitante tomó la decisión de regresar
a los Estados Unidos y en efecto lo hizo el 19 de enero de 1995 pero fue
interrogado por las autoridades de Inmigración de ese país acerca de las
razones de su visita y en torno a los motivos para ingresar de nuevo en forma
tan rápida, e inclusive le preguntaron si tenía algún vínculo con el
narcotráfico.
Según la demanda, la visa fue cancelada y
FERNANDEZ ALUSAGA deportado.
El accionante dijo al Juez que hizo
gestiones para obtener nueva visa y que le fue imposible; que trató de hablar
con el nuevo Fiscal General sin haberlo conseguido; que, recibido por el Jefe de
Protección a Testigos, éste le manifestó que le ayudarían a recuperar la visa y
que, en caso de no ser ello posible, se le ofrecería protección en Colombia,
dándole una mensualidad hasta que consiguiera trabajo.
Definitivamente, la Embajada de Estados Unidos
determinó la negativa a revalidar la visa y, según la demanda, el Fiscal
General, doctor Alfonso Valdivieso Sarmiento, impartió la orden de "no
pararle más bolas a este asunto".
Dijo el demandante que se le ofreció
trasladarlo a México pero que la Fiscalía le perdió el pasaporte, que ya no lo
quieren atender y que nada quieren saber de los beneficios ofrecidos.
Señaló, además, que no han guardado la
reserva de su identidad pues debe hacer muchas llamadas a Bogotá y en cada
oportunidad tiene que contar a diferentes personas de qué se trata.
Acudió a la tutela en demanda de protección
para él y para su familia.
El asunto fue remitido a Santa Fe de Bogotá
y repartido al Juzgado 21 de Familia.
II. DECISIONES JUDICIALES
Mediante la providencia revisada, la Juez
competente resolvió tutelar los derechos a la vida y a la integridad personal
del accionante.
En consecuencia, se ordenó al Fiscal que
conoció de la colaboración prestada por FERNANDEZ iniciar de manera inmediata la
valoración de la misma y la situación personal y familiar para que, si ello era
procedente, se solicitara la inclusión del peticionario en el programa de
protección y asistencia a testigos.
En la providencia judicial puede leerse:
"Independientemente de la calidad en
que se haya tenido al accionante en su relación con la Fiscalía, es lo cierto
que su colaboración tuvo tal realce que lleva a las instancias del ente
acusador a facilitarle su salida y residencia en el exterior, para lo que
también hubo de tenerse en cuenta el peligro en que se había colocado. Ahora
bien, es evidente que el accionante no tiene certeza sobre los límites de la
protección o beneficio ofrecido, en cuanto reclama por este procedimiento
especial que se le proteja su derecho a la vida, el que considera permanece
amenazado. Sin olvidar que es él mismo quien decide regresar al país, lo hace
con la convicción de que el derecho de residencia lo tenía adquirido en razón a
su colaboración y ¿a quién puede atribuirse tal confusión?: al ciudadano o a la
entidad encargada de brindar la protección? A nuestro parecer es a la Fiscalía
que crea en él expectativas falsas o desmesuradas al desarrollar un trámite
casi que parainstitucional en la concesión del beneficio; no de otra manera
puede identificarse la actitud de desconocimiento sobre las verdaderas
condiciones del ofrecimiento que manifiestan los funcionarios de la Fiscalía
cuando refieren su actuar a solicitudes carentes de formalidad o de las cuales
no aportan constancia alguna. ¿O es tal la amplitud de la normatividad que
permite de manera válida tales situaciones?. No es así, al tenor de lo
dispuesto en el artículo 63 y ss. de la Ley 104 de 1993 y por ello mal puede
excusarse a la Fiscalía de desarrollar con relación al accionante todas las
acciones que le competan para proteger su derecho a la vida, dentro de los
parámetros de la ley.
¿Con qué autoridad puede exigir el Estado a
sus gobernados el cumplimiento de sus obligaciones si por acción u omisión
evade las propias? ¿Cuál política criminal funciona si quienes se acogen a ella
ven burladas las promesas que se les hacen?. La autoridad del ente estatal va
pareja con la confianza y seguridad que su actuar despierte en los ciudadanos.
No es aceptable bajo ningún punto de vista la actitud displicente, por decir lo
menos, con que se ha manejado la situación del aquí accionante; si se
consideraba que no le asistía derecho alguno en su reclamo, así se le debió
haber expresado de manera clara y cierta sin mantenerle en esa indefinición,
con mayor razón cuando lo que fundamenta sus requerimientos es el temor, cierto
o no, por la conservación de su propia vida y la de su familia".
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es competente para revisar la
providencia mencionada a la luz de la Constitución, según lo que ésta dispone
en sus artículos 86 y 241-9, y de conformidad con lo previsto en el Decreto
2591 de 1991.
Autonomía de la Fiscalía General para
evaluar la colaboración que se presta a la justicia y el otorgamiento de
beneficios. Prerrogativas y protección. Responsabilidad de la Fiscalía por la
protección de los testigos.
Dentro del sistema jurídico en vigor es
necesario reconocer que la colaboración con la justicia, que constituye una
obligación de toda persona de conformidad con el artículo 95, numeral 7, de la
Carta Política, es retribuída con la concesión de beneficios de diferente
índole que pueden ser objeto de negociación entre quien colabora -esté o no
procesado- y la Fiscalía General de la Nación, y cuyo reconocimiento en casos
concretos debe ser aprobado por el juez competente, o dar lugar a formas
especiales de protección del colaborador para impedir que en razón de su ayuda
a la justicia pueda sufrir daño.
Al respecto ha señalado la Sala Plena de la
Corte:
"...(para) la función pública de
impartir justicia, que consulta el "interés general", encuentra
justificación en el Orden Superior la protección de los testigos, víctimas e
intervinientes en el proceso judicial a cargo de los jueces regionales, en el
cual están expresados altos intereses sociales que no pueden resultar
insolidarios frente a personas cuya participación en el mismo es indispensable.
Argumento de dirección opuesta, no ya
Estado-Sociedad, sino Sociedad-Estado, justifica igualmente la política
criminal contenida en el Decreto 1834 de 1992. En efecto, de manera específica
corresponde a las personas y ciudadanos el deber de "colaborar para el
buen funcionamiento de la administración de justicia" (art. 95 C.N.).
Circunstancias de criminalidad, particularmente referidas al narcotráfico y a
la actividad guerrillera, han venido a convertirse en obstáculo para que los
asociados puedan cumplir, amparados por las condiciones de seguridad
necesarias, con ese deber constitucional. Responde la normatividad en cuestión
a la necesidad señalada, toda vez que se convierte en instrumento de
realización del deber constitucional expreso antes indicado. El legislador
debe atender ese tipo de circunstancias objetivas para hacer viable el
cumplimiento de las obligaciones de los particulares". (Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia C-035 del 8 de febrero de 1993. M.P.: Dr. Fabio Morón
Díaz).
"...(corresponde) al Fiscal General de
la Nación o al Fiscal que este designe, "conceder" los beneficios
penales que se señalan en el mismo decreto, en favor de las personas que sean
o puedan ser investigadas o condenadas por delitos de competencia de los
citados jueces regionales y en razón de la colaboración que éstas presten para
la eficacia de la administración de la justicia; el otorgamiento de los
mencionados beneficios está orientado, en razón del grado de colaboración que
se preste para la eficacia de la administración de justicia, a prevenir la
comisión de delitos y a disminuir sus consecuencias, a la desarticulación de
organizaciones delincuenciales y a la captura de sus integrantes y ,dentro de
la investigación, a la determinación exitosa de los autores intelectuales de
los delitos y a la obtención de pruebas necesarias para definir la
responsabilidad penal de los autores o participes de los hechos punibles".
(Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-171 del 3 de mayo de 1993.
M.P.: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa).
"La obligación de declarar debe surgir
de la conciencia del ciudadano de cumplir voluntariamente con el deber de
colaborar en el esclarecimiento de una investigación. Es una responsabilidad
que incluso constitucionalmente se encuentra protegida (C.P. art. 250-4).
Ahora si el testigo no desea colaborar con la administración de justicia,
contrariando así la Carta, la policía podrá aprehenderlo y conducirlo
inmediatamente al funcionario responsable de la investigación preliminar, el
cual deberá recibirle el testimonio en el acto o convocarlo a futura
declaración. En todo caso, el testigo no podrá ser retenido por más de doce
(12) horas". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-024 del
27 de enero de 1994. M.P.: Dr. Alejandro Martínez Caballero).
En lo que atañe a la Fiscalía, goza de
autonomía en la evaluación sobre la idoneidad y eficiencia de la colaboración
prestada y también respecto del tipo de beneficios que se pueden conceder y en
torno a la protección que merecen los testigos, víctimas e intervinientes dentro
del proceso penal y los propios funcionarios judiciales.
El artículo 44 de la Ley 81 de 1993, que
modificó el 369A del Código de Procedimiento Penal, establece la posibilidad de
beneficios por eficaz colaboración con la justicia, para personas investigadas,
juzgadas o condenadas.
Siendo la Fiscalía un organismo integrante
de la Rama Judicial del poder público, a ella es aplicable el carácter
independiente de sus decisiones reconocido por el artículo 228 de la Carta, por
lo cual, en principio, no se concibe la posibilidad de que un juez de tutela
imparta órdenes a los fiscales acerca de los beneficios que pueden o no
conceder ni sobre las modalidades de los mismos.
La evaluación acerca de la idoneidad,
importancia y efectividad de la colaboración prestada por una persona en un
proceso penal corresponde al fiscal competente que adelanta dicho proceso, el
cual deberá definir el tipo de protección que el caso amerita, para el
conocimiento y las posteriores gestiones a cargo de la Oficina de Protección de
la Fiscalía.
Al respecto, nada podría hacerse
externamente al proceso penal y, por ello, mal podría el juez de tutela
sustituir al fiscal en dicha tarea de evaluación.
Sin embargo, tanto respecto de personas
procesadas, juzgadas o condenadas como en relación con las que no están en esas
condiciones, cuando sea evidente la vulneración o la amenaza de derechos
fundamentales, puede verificarse si la Fiscalía está cumpliendo con la
obligación que le corresponde según el artículo 250, numeral 4, de la Constitución:
"Velar por la protección de las víctimas, testigos e intervinientes en el
proceso".
Ello es evidente, pues la cooperación del
informante o declarante puede, en efecto, poner en serio peligro su vida, su
integridad personal y las de su familia, siendo claro que la negligencia de la
Fiscalía en el otorgamiento de la protección que merece el colaborador
compromete al Estado y conduce a la prosperidad de la tutela en cuanto de allí
provenga el daño o la amenaza a los derechos fundamentales de quien ha quedado
desprotegido.
Debe distinguirse con claridad entre los beneficios
y las recompensas, por una parte -que han de obedecer a las prescripciones
legales que los hacen posibles y cuya concesión a una persona debe partir de la
verificación y medición del funcionario competente acerca de su procedencia en
el caso concreto, sobre la base de la eficacia de la colaboración brindada para
los fines del proceso que se adelante- y la protección del testigo, por
otra, consagrada en la Carta como una responsabilidad ineludible de la
Fiscalía, bien que aquélla encaje dentro de uno de los beneficios ofrecidos al
colaborador, ya que resulte necesaria aun sin negociación sobre
contraprestaciones por el testimonio, para impedir eventuales ataques a la vida
o a la integridad del testigo por razón de las informaciones que suministra.
Debe tenerse en cuenta que la norma
constitucional no reserva la protección a los testigos que negocian su
colaboración, pues no introduce distinciones de ninguna clase. Ella debe darse
a todo testigo cuyas circunstancias lo ameriten, pues se trata de un desarrollo
concreto del deber general impuesto a las autoridades públicas en el sentido de
"proteger a todas las personas residentes en Colombia en su vida, honra,
bienes, creencias y demás derechos y libertades" (artículo 2 C.P.). Sólo
que, adicionalmente, el testigo en un proceso penal, bajo ciertas situaciones
que deben ser evaluadas por la administración de justicia, merece, según el
artículo 250-4 de la Carta, una protección especial y tiene derecho a
reclamarla, no a título de pago por sus servicios sino en virtud del interés
superior de sus derechos fundamentales y en razón de una clarísima obligación
del Estado por cuyo cumplimiento es responsable, entre otras autoridades, la
Fiscalía General de la Nación, ante el riesgo en que pueda quedar por virtud de
su testimonio.
Si ello es así, bien es posible intentar la
acción de tutela contra la Fiscalía cuando su descuido o imprudencia pueda
implicar peligro para los derechos del accionante, o de su familia. En tales
eventos se estaría ante una omisión de dicho ente, motivo señalado en el
artículo 86 de la Constitución como suficiente para que, dadas las demás
condiciones de la norma, resulte viable el amparo judicial.
Visto el expediente, en el presente caso la
Fiscalía General de la Nación se encuentra obligada a verificar de nuevo la
actual situación del testigo, ya no tanto en cuanto a la idoneidad y utilidad
de su testimonio, sino en relación con el posible peligro de su vida e
integridad personal por razón de haberlo rendido, por lo cual se confirmará la
decisión judicial revisada, adicionándola en el sentido de repetir la
evaluación correspondiente para prevenir posibles daños a los derechos
fundamentales del solicitante.
El principio de la buena fe y la promesa
judicial de ubicación en el exterior
Cuando el artículo 83 de la Constitución
exige que las actuaciones de los particulares y de las autoridades se ciñan a
los postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que
aquéllos adelanten ante éstas, consagra un postulado que obliga a las entidades
y a los servidores públicos a revisar radicalmente la posición que
tradicionalmente han venido observando ante el ciudadano, marcada por la
prevención y la mala voluntad.
Tal principio exige de gobernantes y
gobernados el compromiso de obrar honesta y desprevenidamente, en el marco de
unas relaciones de mutua confianza, de tal manera que, sometidos todos al orden
jurídico y dispuestos a cumplir sus disposiciones con rectitud, no haya motivo
alguno de recelo.
La norma en mención no obliga tan sólo al
particular sino que se aplica con igual severidad al servidor público, que ni
puede presumir la mala fe de la persona respecto de la cual cumple su función,
ni le es permitido, en lo que toca con sus propios deberes, asumir actitudes
engañosas o incorrectas.
Así, para el caso de las prerrogativas y
los beneficios prometidos públicamente por las autoridades a quien preste su
colaboración eficaz con miras a la investigación de determinados hechos
delictivos o a la captura de los responsables, bien que la cooperación sea
brindada por un procesado o por alguien libre de incriminaciones, el principio
de la buena fe impone al colaborador la veracidad y exactitud de sus
testimonios no menos que la lealtad hacia la justicia, y exige del Estado la
seriedad y el cumplimiento de lo prometido, a la luz de la ley.
Por esa razón, no es actitud admisible en
el ente oficial que demanda la colaboración la de ofrecer beneficios que no
está seguro de poder conferir, o que no dependen de su propia decisión.
Por ello, los avisos que se publican en los
medios de comunicación, en los cuales se enuncian las formas de retribución de
la ayuda particular buscada por las autoridades, no pueden incluir promesas que
no se deriven de la ley ni crear en la audiencia expectativas que se aparten de
la real capacidad de respuesta y cumplimiento de parte de quien hace la oferta.
Tales publicaciones deben ceñirse a las competencias de que dispone la autoridad
y a la disponibilidad real de los instrumentos para no defraudar a la persona
que colabora.
Lo propio puede afirmarse de las audiencias
o reuniones que se lleven a cabo con el fin de pactar los términos de relación
con el aspirante a beneficiario, a quien no se le puede prometer lo que el
Estado no esté en aptitud cierta de garantizarle.
El artículo 63 de la Ley 104 de 1993 creó
con cargo al Estado y bajo la dirección de la Fiscalía General de la Nación el
"Programa de Protección a Testigos, Víctimas e Intervinientes en el
Proceso y Funcionarios de la Fiscalía", mediante el cual "se les
otorgará protección integral y asistencia social, lo mismo que a sus familiares
hasta el cuarto grado de consaguinidad, primero de afinidad, primero civil y al
cónyuge y a la compañera o compañero permanente, cuando se encuentren en riesgo
de sufrir agresión o que sus vidas corran peligro por causa o con ocasión de la
intervención en un proceso penal".
El artículo 65 Ibídem dispuso que
las personas amparadas por este programa podrían tener protección física,
asistencia social, cambio de identidad y de domicilio y demás medidas
temporales o permanentes encaminadas a garantizar en forma adecuada la
preservación de su integridad física y moral y la de su núcleo familiar.
La norma agregó: "Cuando las
circunstancias así lo justifiquen, dicha protección podrá comprender el
traslado al exterior, incluídos los gastos de desplazamiento y manutención por
el tiempo y bajo las condiciones que señale el Fiscal General de la Nación".
Dispuso el legislador, adicionalmente, que
"las personas que se acojan al programa de protección se sujetarán a las
condiciones que establezca la Fiscalía General de la Nación".
El artículo 72 facultó al Presidente de la
República para celebrar convenios con otros estados y organizaciones
internacionales con el fin de facilitar a la Fiscalía obtener la información y
la colaboración necesarias para el desarrollo del programa. Señaló igualmente
que el Fiscal General de la Nación podrá requerir el apoyo de las instituciones
internacionales que cuenten con programas similares de protección de víctimas y
testigos cuando sea necesario su traslado a otros países.
El artículo 74 indicó que las personas
vinculadas al programa de protección de testigos podrán solicitar su
desvinculación voluntaria de él, pero suscribirán un acta en la que de manera
expresa manifiesten su renuncia a la protección.
Un análisis de esta normatividad permite a
la Corte resaltar cómo, para que esta forma especial de protección tenga lugar,
con el carácter de adicional a la que se debe en términos generales según el
artículo 250, numeral 4, de la Constitución, es necesario el presupuesto de que
exista un riesgo de sufrir agresión o que la vida de la víctima, testigo,
interviniente o funcionario corra peligro con ocasión de la intervención en un
proceso penal.
Debe, por tanto, establecerse sin duda y
con carácter objetivo, según la evaluación de la Fiscalía, la existencia de la
amenaza y la relación entre ésta y la participación en un proceso.
El análisis sobre la situación de la
persona que merece protección y lo relativo a la forma y modalidades en que
ella debe ofrecerse y prestarse corresponde a la Fiscalía, según lo antes
expresado, en el ámbito de la autonomía funcional garantizada por el artículo
228 de la Constitución Política.
En tal sentido, la acción de tutela, si
bien podría concederse cuando por omisión de la Fiscalía en la aplicación de
las normas pertinentes se ocasionen circunstancias de peligro o actual violación
de derechos fundamentales como la vida o la integridad personal del que debiera
estar protegido, no puede estar encaminada a pedir al juez que ordene a la
Fiscalía una determinada modalidad de protección, una cierta duración de la
misma, un específico y concreto beneficio.
De allí que, en casos como el examinado, no
es posible obtener que por la vía de la tutela se obtenga la ubicación de la
persona en el país o continente que ella señale.
Al respecto debe recordarse que ni la
Fiscalía ni otro organismo del Estado, y tampoco el juez de tutela, pueden
forzar la voluntad de las autoridades competentes de otros Estados, los cuales,
en ejercicio de su soberanía, determinarán, según sus propias normas y
políticas, cuándo y a quién otorgan visa o permiso de residencia, dónde y por
cuánto tiempo.
El compromiso del Estado colombiano con la
persona objeto de protección o con su familia puede incluir -si es el caso- la
ubicación en el exterior, pero el protegido no puede imponer condicionamientos
que impliquen pérdida de autonomía del Fiscal.
Por eso, la Fiscalía no puede ni debe
prometer modalidades específicas de protección, a menos que goce de la
seguridad de poder otorgarlas.
Ahora bien, ello no obsta para que, con
arreglo a las disposiciones citadas, el Estado colombiano busque el apoyo de
gobiernos y autoridades extranjeras mediante convenios orientados a la eficacia
de los programas de protección.
Al respecto, esta Corte ha manifestado, al
declarar la constitucionalidad del artículo 72 de la Ley 104 de 1993:
"El objeto primordial de las
disposiciones sobre protección a intervinientes en el proceso penal (Título II
de la Segunda Parte) no es otro que el de asegurar una administración de
justicia eficiente, mediante el señalamiento de pautas y normas de política
criminal que permitan adelantar los procesos penales, descubrir y sancionar a
los delincuentes, sin sacrificar a los jueces, testigos e intervinientes en
aquéllos, ni a las víctimas de los delitos, pues tales objetivos, propios de la
actividad del Estado, deben ser compatibles con el más elemental deber de las
autoridades públicas, que consiste en salvaguardar la vida y la integridad
personal de los asociados (artículo 2º C.P.), lo cual requiere, además de una
normatividad interna, la indispensable cooperación internacional, de parte de
estados y organizaciones, que se cristaliza y traduce en convenios, acuerdos y
tratados de esa índole".
(...)
"Semejantes propósitos de protección
no se limitan ni pueden limitarse, por su naturaleza, a la actividad de las
autoridades públicas dentro de las fronteras del Estado colombiano. Casi por
definición las exceden, en especial si se considera el inmenso poder de la
delincuencia organizada, cuyos nefastos designios, orientados a perturbar la
administración de justicia, no reconocen límites materiales ni geográficos.
Así las cosas, por tratarse de materias que
en algún momento deben contar con el beneplácito, la actividad o la respuesta
de entes ajenos al ámbito de soberanía colombiana, mal podía el legislador
ignorar la referencia a los tratados o convenios, como elementos integrantes de
una política global del Estado tendiente a la persecución y represión del
delito, particularmente si éste -como ocurre con el narcotráfico- es perpetrado
dentro y fuera del territorio y merced al establecimiento de complejas redes
delictivas que afectan a numerosos estados.
El sentido del artículo 72 acusado no es el
de impartir, desde el Congreso, al Presidente de la República una orden
perentoria para que celebre determinado tratado o acuerdo, ni tampoco el de
obligarlo a contar con la previa autorización de la Rama Legislativa para el
efecto, pues no se aspira a regular el tema de las relaciones internacionales
ni a señalar directrices en el campo de su manejo, ni tampoco a determinar el
contenido de los tratados. Se busca disponer que cuando el Presidente de la
República -en desarrollo de la política criminal que se fija sobre protección a
intervinientes en los procesos penales- necesite o juzgue conveniente la ayuda
de otros estados o de organizaciones internacionales para facilitar la
ejecución del programa creado para tal fin, deba actuar a través del mecanismo
que la Constitución dispone con miras a las relaciones internacionales, que no
es otro que el de la celebración de convenios y tratados.
Debe observarse que la norma en mención no
alude en concreto a ningún tratado internacional, ni a cierto Estado u
organización internacional, sino que se limita a estatuir que de dicha
actividad internacional del Gobierno -en cuyo desarrollo es entendido que goza
de la autonomía constitucional que le corresponde- no pueden quedar excluídas
la obtención de informaciones y la colaboración provenientes de estados
extranjeros, sobre la base de tratados internacionales, cuando se requieran
para el éxito del programa.
Entonces, la norma demandada no pugna en
ese aspecto con la Constitución Política y, por el contrario, se inscribe dentro
de la necesaria colaboración entre las ramas del Poder Público para la
realización de los fines estatales, de conformidad con el artículo 113 C.P.
Tampoco encuentra la Corte fundamento
alguno a la censura que en la demanda se consigna contra el inciso 2º del
artículo 72 de la Ley 104 de 1993, en el sentido de que autorizaría una
incursión del Fiscal General de la Nación en asuntos de la privativa
competencia del Presidente de la República, pues en realidad se trata de que,
en el marco de los convenios y tratados internacionales a los que se refiere el
primer inciso, cuya celebración expresamente se deja en cabeza del Jefe del
Estado, el Fiscal General de la Nación -a quien según la Carta Política
(artículo 250) le corresponde investigar los delitos y acusar a los presuntos
infractores ante los juzgados y tribunales competentes- pueda requerir en
concreto el apoyo de las instituciones internacionales que cuenten con
programas similares de protección de víctimas y testigos cuando sea necesario
su traslado a otros países". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena.
Sentencia C-344 del 2 de agosto de 1995. M.P.: Dr. José Gregorio Hernández
Galindo).
En cuanto al momento en el cual debe cesar
la protección, también es la Fiscalía la encargada de definir si ya no se hace
indispensable, aunque resulta lógico que se acuerden los términos respectivos
con el protegido o su representante.
Si quien pide retirar la protección, de
manera voluntaria, es quien la recibe o su representante, ello tiene cabida
según las disposiciones aplicables y mal podría coartarse la libertad del
individuo al respecto, pero habrá de cumplirse lo previsto en el artículo 74 de
la Ley 104 de 1993 sobre suscripción del acta en la que se deja constancia
expresa de la renuncia al amparo estatal. De lo contrario, la responsabilidad
específica de la autoridad respectiva por la seguridad del protegido subsiste.
El caso examinado
Está probado que el accionante brindó a la
Fiscalía alguna colaboración para los fines de uno de los procesos penales que
conducía, lo cual se desprende de las declaraciones rendidas por el doctor
Fernando Mancilla Silva, Director Regional de Fiscalía de Medellín (Fl. 71) y
por el doctor Edgar Henry Ortiz Ricaurte, funcionario de la Oficina de
Protección a Testigos de la Fiscalía General de la Nación (Fls. 75 a 77), así
como de la Carta que éste último enviara al Primer Secretario de la Embajada de
los Estados Unidos el 6 de enero de 1994 (Fl. 31). En dicho documento se dice
con claridad: "Como se habló, la importancia de la colaboración que el
señor Fernández ha prestado a nuestra Institución nos hace imperativo gestionar
ante ustedes la expedición de las visas en cuestión".
El mismo funcionario informó al Juzgado 21
de Familia de Santa Fe de Bogotá, mediante Oficio del 30 de junio de 1995 (Fls
29 y 30), que respecto del actor no existe en los archivos de ese organismo
solicitud alguna de protección y que, por ende, "no está incurso ni ha
sido candidato al Programa de Protección".
El documento añade:
"Indicamos a su vez que nuestra
competencia rodea únicamente al TESTIGO mas no al INFORMANTE; éste por estar
alejado procesalmente y colaborar ante el organismo investigativo en razón al
compromiso previamente acordado, no es objeto del Programa.
La anterior precisión la consideramos
necesaria, ya que el señor FERNANDEZ ALUSAGA colaboró ante la Regional de
Fiscalías de Medellín y ésta a su vez nos solicitó coadyuvar para el trámite de
obtención de la visa de residencia para los Estados Unidos, tanto para él como
para su hermana CLARA FERNÁNDEZ ALUSAGA, y no para el ingreso al Programa de
Protección". (También aquí la Corte sustituye los nombres verdaderos por
ficticios, por razones de seguridad).
En su declaración, rendida ante el mismo
Despacho el 5 de julio de 1995 (Fl. 71), el Director Regional de Fiscalía de
Medellín expuso que, luego de haberle ayudado al accionante para que la Policía
Nacional le pagara una recompensa por informaciones entregadas, aquél se
presentó a la Fiscalía manifestando que podría seguir de testigo en una
investigación y que para ello sólo solicitaba que se le colaborara en la
expedición de la visa para él y para una hermana suya, con el objeto de residir
en los Estados Unidos.
En la declaración del doctor Mancilla se
indica:
"Como quiera que era una gestión muy
particular, se diligenciaron los trámites y luego de un tiempo se le cumplió.
Esta persona hizo su declaración que ya en su valoración le correspondería al
respectivo Fiscal del caso. Lo cierto es que por ello, adelantadas las visas,
llegaron a mi Despacho para que por mi intermedio se le hiciera entrega, cosa
que se hizo oportunamente y con ello se cumplía...".
"...la Fiscalía en el momento le
cumplió y no tenía ningún otro compromiso con él. No sé cuál será su situación
en el día de hoy".
Por su parte, el ya nombrado funcionario de
la Oficina de Protección a Víctimas y Testigos de la Fiscalía General manifestó
en su declaración lo siguiente:
"Hago claridad que en ningún momento
existió requerimiento de protección de Fiscal alguno para los señores antes
citados (Marco y Clara Fernández), lo cual, para la Oficina de Protección,
impidió observar situación alguna al respecto. Las normas del Programa de
Protección de una manera clara disponen que es el Fiscal del Proceso, mediante
(sic) el cual el testigo ha declarado, quien, una vez haya verificado la
importancia procesal y probatoria del testimonio, solicite a la Oficina la
protección del testigo cuando así lo observe conveniente. De esta manera la
Oficina de Protección deja en claro para el caso presente la inexistencia del
requerimiento mencionado y que las gestiones que se hicieron ante la Embajada
de los Estados Unidos fue (sic) en razón a una colaboración con la Fiscalía
Regional, mas no a un compromiso con el señor Fernández Alusaga".
Preguntado por la Juez acerca de si es el
procedimiento normal el de que, ante una solicitud informal de un Fiscal
Regional, la Oficina de Protección de la Fiscalía entre a gestionar visas para
colaboradores e intervinientes en el proceso a cualquier título, el funcionario
manifestó:
"Sí, no es de común frecuencia pero
nosotros colocamos nuestro poder de gestión hacia tales efectos. A nosotros no
nos compromete nada. Ya cuando es en el Programa de Protección es cuestión
diferente".
Se le preguntó posteriormente si conocía
cuál había sido la motivación del Director Regional de Fiscalías de Medellín
para solicitar la intervención de la señalada Oficina en el caso y expresó:
"Tengo entendido que fue por una
colaboración que prestó en varias investigaciones que cursaban allí, pero en
verdad no puedo certificar ni el hecho de la colaboración ni el resultado de la
misma, ya que, como lo dije, nuestro servicio fue únicamente a raíz de la
petición informal ya relacionada".
Concedida la tutela en instancia, en la
sentencia se ordenó al Fiscal que conocía del proceso en el cual prestó su
colaboración el accionante iniciar de manera inmediata la valoración de la
misma y verificar cuál era la situación personal y familiar del peticionario
para que, si ello era procedente, se solicitara su inclusión en el programa de
protección.
La Fiscalía dispuso entonces brindar al
accionante, de manera inmediata, una protección provisional a cargo del Cuerpo
Técnico de Investigación Judicial (C.T.I.).
Obra en el expediente la declaración
certificada de la Fiscal Delegada ante los jueces regionales de Medellín, en la
que puede leerse respecto de la colaboración prestada por el demandante, en
virtud de su testimonio, en uno de los procesos penales a su cargo:
"Cuando se realizó esta prueba el
proceso se encontraba con un cierre parcial de la investigación. Por lo tanto
su dicho no se tuvo en cuenta para los efectos de la calificación. Aunque XX
declaró en contra de YY (la Corte prefiere omitir el nombre del sindicado), su
testificación no aportó nada nuevo para la instrucción y desconozco si el Juez
Regional la valorará al momento de proferir sentencia. Vale anotar que apareció
al proceso a los veinte (20) meses de haber ocurrido los hechos. Además nunca
el testigo manifestó interés en que lo sometieran a un programa de protección
de víctimas y testigos de la Fiscalía General de la Nación. Sólo buscaba
conseguir una visa para los Estados Unidos de América. En mi calidad de Fiscal
y persona que recibió el testimonio en comento nunca le hizo ofrecimiento de
ninguna especie al citado porque su dicho correspondía en parte a lo que había
circulado a través de la prensa escrita. El señor XX, con su comportamiento de
estar acudiendo a los medios de comunicación, es quien se ha puesto en
evidencia. Teniendo en cuenta lo anterior considero que no se trata de una
persona que deba someterse al Programa de Protección de Víctimas y Testigos de
la Fiscalía".
Con base en ese dictamen, la Oficina de Protección no
aprobó
el ingreso de Marco Fernández al Programa
correspondiente. Su evaluación condujo a determinar que el señor Fernández,
había hecho evidente y público por los medios de comunicación su participación
en la investigación penal, magnificando cualquier tipo de riesgo y obrando sin
prudencia, y que, por ello, el riesgo probable del solicitante está señalado
por su actitud mas no por el testimonio rendido, el cual es calificado
"sin ninguna importancia".
En oficio de fecha 20 de octubre de 1995,
dirigido a esta Sala, el doctor Armando Segovia Ortiz, Jefe de la Oficina de
Protección de la Fiscalía General de la Nación, adjuntó un documento enviado al
C.T.I. por el accionante el 6 de septiembre, mediante el cual renunció al
servicio de seguridad provisional que en su caso había dispuesto la Fiscalía.
La Corte Constitucional ha concluído que,
en efecto, la Fiscalía General de la Nación jamás incluyó a FERNANDEZ en el
programa de protección a testigos, en cuanto, por una parte, su declaración fue
tardía dentro del proceso y no fue determinante para las decisiones adoptadas,
y, por otra, no solicitó protección ni se estableció que existieran riesgos en
cuya virtud aquélla inclusión resultara indispensable.
Pero, además, el propio testigo violó toda
reserva sobre su identidad y participación en el proceso, pues trató el tema
públicamente, en los medios de comunicación.
La intención del accionante siempre fue,
única y exclusivamente, la de obtener la visa norteamericana para él y para una
hermana suya. Así lo acreditan las declaraciones transcritas, los antecedentes
del caso y sus propias afirmaciones consignadas en la demanda, en la ampliación
de la misma y en la renuncia a la protección provisional que se le prodigaba.
También es claro que, a propósito de su
testimonio, el actor no recibió oferta alguna en cuanto a la aplicación de las
normas legales de protección a testigos.
No obstante, la Fiscalía, aunque de manera
informal, le hizo creer que, como contraprestación a su testimonio -sin
condicionarla a la utilidad o eficacia del mismo dentro del proceso-, se le
garantizaría su traslado a Estados Unidos y el otorgamiento de la visa para que
él y una familiar suya residieran en ese país.
Tal convicción se hizo más fuerte en el
testigo cuando oficialmente y por escrito la Fiscalía se dirigió a la Embajada
de Estados Unidos afirmando que la importancia de su colaboración hacía
"imperativo" gestionar la expedición de las visas solicitadas y
cuando en realidad, por virtud de tales gestiones oficiales, pudo viajar.
De buena fe creyó, entonces, que tenía
derecho a una protección estatal y que ella consistía en asegurarle las visas.
Por ello, también de buena fe, consideró haber sido burlado por la Fiscalía
cuando las autoridades norteamericanas le negaron la autorización de
residencia.
Para la Corte es claro que si la Fiscalía
no había contraído compromisos con el accionante, ni lo tenía incorporado al
programa de protección, no tenía razón para actuar oficialmente en búsqueda de
las visas pretendidas por aquél.
La actitud de la Fiscalía, en el contexto
del artículo 83 de la Constitución -que impone el postulado de la buena fe- ha
debido ser sincera con el testigo, dejando en claro desde el principio que su
colaboración no implicaba obligación específica ni gestión a cargo del
organismo estatal. Ninguna razón válida existía para estimular su colaboración
con la promesa de la ubicación en el exterior, absteniéndose de dejar
constancia oficial sobre cuál era el marco de las relaciones entabladas con el
particular.
A juicio de la Corte, si no se encontraba
motivo alguno para temer que estuviesen en peligro la vida o la integridad
personal del declarante o su familia, la actuación de éste tenía que regirse
por la normatividad ordinaria y la Fiscalía debía partir del supuesto de que el
testigo cumplía con el deber, a todos exigido, de colaborar para el buen
funcionamiento de la administración de justicia. No se comprende, entonces, que
entrara a participar en un trámite del exclusivo interés del accionante y que,
además, estaba supeditado a la libre y soberana determinación de un gobierno
extranjero.
Como, por causa de ese particular
comportamiento de la Fiscalía, no ha quedado explícito si sus gestiones para
ubicar al declarante en Estados Unidos obedecieron a la idea, al menos inicial,
de que podía correr peligro por razón del testimonio rendido, o por un
singular acto de benevolencia -que, entonces, no correspondía a ese
organismo-, fue acertada la decisión del juez de instancia en el sentido de
ordenar que se evaluara si era pertinente incluirlo en el programa de
protección, con miras a evitar cualquier daño a su vida, que fue el derecho
fundamental invocado.
Se confirmará la providencia, aunque del
expediente resulta que ya fue cumplida, dentro del ámbito de autonomía de la
Fiscalía General de la Nación.
Empero, la Corte Constitucional, basada en
la afirmación del testigo acerca de que su vida está en peligro, dispondrá que
se oficie al Fiscal General de la Nación para que, si lo estima indispensable,
coordine con las autoridades de policía la protección que, según las
circunstancias alegadas por el actor, se disponga con el objeto de prevenir
atentados contra él o su familia.
Queda claro que el peticionario no puede
exigir que esa protección consista de modo específico en su traslado a los
Estados Unidos ni en el trámite de la visa correspondiente, a menos que así lo
considere la Fiscalía General de la Nación y pueda conseguirlo.
IV. DECISION
Con base en las expuestas consideraciones,
la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR la sentencia proferida el 7 de julio de 1995
por el Juzgado 21 de Familia de Santa Fe de Bogotá.
Segundo.-OFICIESE al Fiscal General de la Nación para que, si
lo estima pertinente, según la situación del accionante, coordine con las
autoridades de policía las medidas encaminadas a la protección de su vida e
integridad y la de su familia.
Tercero.- DESE cumplimiento a lo previsto en el artículo 36 del Decreto 2591
de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
583 | T-533-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-533/95
ACCION DE TUTELA-Improcedencia
La acción de
tutela tiene el carácter de subsidiaria, es decir, no constituye una demanda
alternativa, sustitutiva, paralela, complementaria o adicional a los procesos
que consagra nuestro régimen jurídico. En consecuencia, es un instrumento
excepcional. No ha sido creada para revivir términos o subsanar errores
procesales de las partes, por cuanto su objetivo es brindar el ejercicio y
defensa de los derechos constitucionales fundamentales. Por regla general,
deben dirimirse, a través de la justicia ordinaria o especial que señale la ley,
las controversias que surjan sobre reconocimiento de derechos y aplicación de
normas, cuando unos y otras sean de rango legal.
Ref.: Expediente
T-76.718.
Demanda de tutela
presentada por Aura María y María Ligia Ladino Jiménez en contra de el Fondo de
Pasivo Social de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia.
Procedencia: Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala laboral.
Magistrado
Ponente:
Dr. JORGE ARANGO
MEJIA.
Santafé de Bogotá,
D.C., veintiuno (21) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Jorge
Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide
sobre el fallo de fecha 17 de julio de 1995, del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá, Sala Laboral, que confirmó la sentencia del 23 de junio del
mismo año, proferida por el Juzgado Noveno Laboral del Circuito de esta ciudad,
que denegó la demanda de tutela presentada por Aura María y María Ligia Ladino
Jiménez.
I. ANTECEDENTES.
A. Hechos
y petición.
Las señoras Aura
María y María Ligia Ladino Jiménez, actuando en sus propios nombres,
instauraron acción de tutela contra el Fondo de Pasivo Social de los
Ferrocarriles Nacionales de Colombia, con base en los siguientes hechos:
Por resolución
número 297 de mayo 19 de 1988, la empresa demandada reconoció el derecho de
sustitución pensional en favor de las demandantes, en su calidad de hermanas
reconocidas como herederas en el proceso de sucesión intestada. Dicho
reconocimiento se hizo por el término de 2 años, contados a partir del día 6 de
enero de 1987 hasta el 5 de enero de 1989, de conformidad con lo señalado en el
artículo 173 del reglamento interno.
Consideran las
actoras que el decreto 434 de marzo 27 de 1971, prorrogó el beneficio de la
sustitución pensional a 5 años y, posteriormente, las leyes 33/73, 12/75, 4/76,
44/77, 44/80, 113/85 y 71/88 la convirtieron en vitalicia. Por ello, vencido el
término señalado de sustitución pensional, solicitaron a la demandada la
concesión vitalicia de la pensión, siendo ésta negada. Asimismo, demandaron
ante el Juzgado 10 Laboral del Circuito de esta ciudad, el pago de las mesadas
pensionales insolutas, despacho que se abstuvo de librar mandamiento ejecutivo.
Encuentran
vulnerados sus derechos fundamentales a la igualdad, al trabajo y a la
seguridad social, máxime cuando no se tuvo en cuenta la edad que tienen las demandantes,
68 y 62 años, respectivamente. En consecuencia, solicitan a la entidad
demandada que profiera acto administrativo reconociendo la sustitución
pensional de manera vitalicia.
Acompañaron con la
demanda las siguientes copias: resolución 297 de 1988; concepto del Ministerio
de Trabajo y Seguridad Social de fecha 25 de julio, al parecer del año 1989,
dirigido a las demandantes que señala la prórroga hasta por cinco años de la
sustitución pensional; comunicación de la entidad demandada del 21 de junio de
1989, que niega la solicitud presentada por las demandantes de continuidad de
la sustitución pensional, por cuanto la ley 71 de 1988 entró en vigencia con
posterioridad a la fecha de su reconocimiento; oficio de la empresa
Ferrocarriles de fecha 29 de agosto de 1989, que ratifica la decisión anterior
dando por agotada la vía gubernativa y manifestando a las demandantes que deben
acudir ante la justicia ordinaria; y comunicación dirigida al apoderado de las
demandantes donde se manifiesta que no existe razón alguna para variar la
resolución 297/88.
B. Juez
de primera instancia.
En sentencia de
fecha 23 de junio de 1995, el Juzgado Noveno Laboral del Circuito de esta
ciudad, resolvió declarar improcedente la demanda de tutela por la existencia
de otros medios de defensa judiciales en donde podrán debatirse los hechos
relacionados con el acto administrativo 297 de 1988, que reconoció la
sustitución pensional.
La parte demandante
impugnó oportunamente dicha decisión, manifestando que se habían agotado todos
los medios de defensa judiciales para el reconocimiento de sus derechos y que
la acción ejecutiva resultó fallida por cuanto se decretó la nulidad de lo
actuado. Igualmente, que la resolución 297 de 1988, se apoyó en el reglamento
de los ferrocarriles, que es contrario a las normas superiores.
C. Juez
de segunda instancia.
La Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de esta ciudad, en sentencia de julio
17 del presente año, confirmó la decisión que denegó la demanda de tutela por
cuanto los derechos alegados por las actoras pueden ser discutidos ante la
jurisdicción ordinaria laboral.
Recibido el presente
asunto en esta Corporación, la Sala de Selección de Tutela número ocho, en
providencia del 16 de agosto del presente año, decidió escoger el presente
asunto y repartirlo a este despacho.
II. CONSIDERACIONES.
Procede la Corte
Constitucional a dictar la decisión que corresponde a este asunto, previas las
siguientes consideraciones.
Primera. Competencia.
La Corte
Constitucional es competente para conocer de este proceso, de conformidad con
lo establecido por los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución.
Segunda. Pruebas.
En providencia de
octubre 26 del presente año, el despacho del Magistrado sustanciador dispuso
solicitar al Juzgado Décimo Laboral del Circuito de esta ciudad, copias del
proceso ejecutivo adelantado por Aura María y María Ligia Ladino Jiménez.
Recibida la prueba
se tiene que la demanda ejecutiva fue instaurada el 14 de octubre de 1992
contra el Fondo de Pasivo Social de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia,
donde las ejecutantes pretendían el pago de las mesadas pensionales debidas por
concepto de sustitución pensional desde el 31 de enero de 1989. Para tal
efecto, presentaron como título ejecutivo copia de la resolución 297/88, en
virtud de la cual se les reconoció el derecho desde del 6 de enero de 1987
hasta el 5 de enero de 1989. El juzgado de conocimiento se abstuvo de librar
mandamiento ejecutivo, providencia que apelada fue confirmada el 29 de abril de
1994, por cuanto se consideró que la resolución limitó el disfrute de la
sustitución pensional hasta el 6 de enero de 1989 y por ende la resolución no
constituye titulo base de reclamación.
Tercera. Improcedencia
de la tutela por no ejercicio oportuno de los medios de defensa judiciales
idóneos.
Esta Sala confirmará
la sentencia que se revisa y, para ello, bastará realizar una breve
justificación del proceso que nos ocupa, de acuerdo a lo señalado en el
artículo 35 del decreto 2591 de 1991.
En el presente
asunto, consideran las señoras Ladino Jiménez que se les debe reconocer el
derecho de prórroga vitalicia de la sustitución pensional, negada por la
empresa Fondo de Pasivo Social de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia.
Con base en las
pruebas que reposan en el expediente se tiene que las demandantes dispusieron
de los medios de defensa judiciales, desde el mismo día en que se expidió la
resolución 297 de mayo 19 de 1988, que reconoció el derecho de sustitución
pensional por dos años, por cuanto, como lo señala la misma resolución, podían
recurrirla dentro de los cinco días siguientes a la notificación, pero no lo
hicieron.
Sólo en el año de
1989, vencido el término de dos años de vigencia de la sustitución pensional,
la parte demandante vino a considerar necesario solicitar la revocación de la
resolución 297/88. La empresa demandada manifestó que no era factible, legal ni
reglamentariamente, la continuidad de la sustitución pensional, por cuanto se
perseguía la aplicación de una ley, la 71/88, que entró en vigencia con
posterioridad y que, además, podía acudir a la justicia ordinaria.
Tres años después,
octubre de 1992, las demandantes inician un proceso ejecutivo laboral para
obtener el pago de las mesadas no canceladas a partir del vencimiento de los
dos años fijado para la sustitución pensional, vía que resultó equivocada, por
cuanto la resolución 297/88 no era una obligación clara, expresa y exigible y,
por ende, el Juzgado Décimo Laboral del Circuito se abstuvo de librar
mandamiento ejecutivo, providencia que vino a ser confirmada en el mes de abril
de 1994. En consecuencia, han debido las demandantes iniciar, ante la
jurisdicción laboral, un proceso distinto al ejecutivo, como es el ordinario,
para que se les reconociera, en forma vitalicia, la sustitución pensional. No
pueden ahora, siete (7) años después, perseguir que la tutela subsane las
deficiencias anotadas.
El desconocimiento
por parte de las demandantes de las normas sustantivas y adjetivas del ordenamiento
jurídico, sumado, al parecer, a la falta de una adecuada asesoría jurídica, se
refleja en aspectos como el ejercicio inoportuno de los recursos, la inciación
de un proceso distinto al idóneo y la posible prescripción de la acción
ordinaria laboral. Lo anterior, lleva a esta Sala de Revisión a manifestar:
1o. En su
jurisprudencia, esta Corporación ha sostenido que la acción de tutela tiene el
carácter de subsidiaria, es decir, no constituye una demanda alternativa,
sustitutiva, paralela, complementaria o adicional a los procesos que consagra
nuestro régimen jurídico. En consecuencia, es un instrumento excepcional.
2o. No ha sido
creada la acción de tutela para revivir términos o subsanar errores procesales
de las partes, por cuanto su objetivo es brindar el ejercicio y defensa de los
derechos constitucionales fundamentales.
3o. Por regla
general, deben dirimirse, a través de la justicia ordinaria o especial que
señale la ley, las controversias que surjan sobre reconocimiento de derechos y
aplicación de normas, cuando unos y otras sean de rango legal.
Por lo anterior, se
confirmará la decisión proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de esta ciudad, por cuanto acertó al afirmar que los actores
podían acudir a la jurisdicción ordinaria laboral.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional administrando justicia en nombre del pueblo y
por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. CONFÍRMASE
la sentencia proferida por
la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de esta ciudad, de
fecha 17 de julio del presente año, con base en las consideraciones expuestas
en esta decisión. En consecuencia, no procede la tutela instaurada por las
señoras Aura María y María Ligia Ladino Jiménez contra el Fondo de Pasivo
Social de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia.
Segundo.
COMUNÍQUESE la presente
sentencia al Juzgado Noveno Laboral del Circuito de esta ciudad para que sea
notificada a las partes de conformidad con el artículo 36 del decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
584 | T-543-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-543/95
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Improcedencia de la denegación de la acción de tutela/ACCION DE
TUTELA-Improcedencia de la denegación
El acudir a la
acción de tutela es, en sí mismo, un derecho fundamental cuyo ejercicio no
puede ser negado a persona alguna, entre otras razones por la muy poderosa de
que al hacerlo se obstruiría el acceso del individuo a la administración de
justicia, que es igualmente un derecho fundamental, máxime si la obstrucción
afecta la posibilidad de la defensa de otros derechos fundamentales. La
negativa de la acción representaría nada menos que la inaplicación del artículo
86 de la Carta, es decir, ab initio, el cierre de toda posibilidad de
que un juez de la República considere el caso de quien estima que sus derechos
fundamentales son objeto de violación o amenaza. Con ello se rompería el
principio de igualdad, en cuanto ese peticionario sería injustificadamente
discriminado y, por contera, se desconocería el sentido mismo de la acción,
evadiendo el juez el cumplimiento de la función básica que se le confía en
guarda de los derechos constitucionales, y se frustraría el propósito del Constituyente
de "garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución". En cambio, dando paso al ejercicio de la
acción, puede el juez negar la tutela que mediante ella se solicita, si halla
que no han ocurrido los hechos alegados, que no implican violación ni amenaza
de derechos fundamentales, o que la tutela era improcedente, lo cual
corresponde al ejercicio de su función, independientemente de la decisión que
adopte y de los argumentos jurídicos en que se funde para ello.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Club social/ACCION
DE TUTELA-Improcedencia respecto de Club social
Los problemas
suscitados entre los clubes sociales y sus socios son de carácter estrictamente
privado y que no pueden encontrar respuesta en determinaciones de los jueces de
tutela por cuanto, para solucionarlos, existen otros medios judiciales que no
son menos idóneos que el previsto en la Carta Política para resguardar los
derechos que puedan hallarse en peligro o que hayan sido o estén siendo objeto de
violación. El alegato de los actores está referido a un conflicto con la Junta
Directiva del Club originado en un acto proferido por ella que puede ser
atacado por la vía judicial ordinaria. En efecto, no solamente puede atacarse
ante la justicia civil la decisión del órgano social sino que existe la
posibilidad de pedir la suspensión del acto impugnado, en los términos del
Código de Procedimiento Civil, con lo cual se obtiene un efecto similar al de
la tutela. Tal figura legal hace innecesaria e inaplicable la tutela como
mecanismo transitorio, pues sin acudir a ella el peticionario logra detener
temporalmente los efectos del acto que en su sentir lo perjudica y que dice ser
contrario a la ley, mientras se decide de fondo.
PERJUICIO
IRREMEDIABLE-Admisión de
segunda esposa como socia de Club
El más grave
riesgo es el de que esta última siga sin ser admitida al Club en calidad de
esposa de aquél o como socia, circunstancia que, aún a pesar de la ilegalidad
que pudiera llegar a deducirse respecto del acto que la provoca, no representa
un daño de carácter irreparable y grave para ninguno de los derechos
fundamentales de las personas accionantes. Bien pueden aguardar la
determinación judicial que defina su controversia con el Club sin que se haga
imperativo el uso de un mecanismo como el de la tutela transitoria, que supone
un evento extremo y delicado de amenaza para derechos inherentes a la persona
humana, cuya defensa inmediata se sobrepone incluso a la competencia de los
jueces ordinarios, al menos temporalmente, con miras a la prevalencia del
derecho sustancial.
DERECHO DE
ASOCIACION-Club social
El derecho de
asociación incluye la posibilidad de constituir personas jurídicas sin ánimo de
lucro destinadas a satisfacer intereses comunes en el campo de la vida social y
la recreación -los denominados clubes sociales-, dentro de un sistema normativo
propio en el cual se pueden determinar aquellas características y requisitos
que deben reunir los socios, así como las reglas referentes a su admisión. En
tales entidades el derecho de asociación incorpora la prerrogativa de decidir
quiénes serán los consocios, lo que equivale a establecer que, dentro de los
correspondientes estatutos, todo socio debe hallarse en posibilidades de
participar en la escogencia de nuevos asociados. De la misma manera, la
normatividad adoptada libremente por los asociados debe establecer reglas
acerca del comportamiento exigido a los socios y de las cargas que se les
imponen, así como de los derechos que pueden ejercer y, por supuesto, sobre la
manera de terminar el vínculo con la asociación, por parte del afiliado, y de
excluir al socio, por parte del club.
DEBIDO PROCESO-Club social Los Arrayanes
En cuanto se
trate de adoptar decisión que implique la imposición de sanciones, tiene aplicación
el derecho al debido proceso, por lo cual normas generales previamente
definidas y conocidas por los asociados deben indicar las conductas
sancionables, o faltas, las sanciones correspondientes y las mínimas garantías
para la defensa de quien sea sindicado.
DERECHO DE
ASOCIACION-Libertad del
club para darse sus estatutos
A la luz de la
Constitución, los asociados gozan de la más amplia libertad para estructurar el
régimen jurídico particular al que se obligan, por lo cual, mientras se sometan
a él y, desde luego, a la Constitución y a la ley, pueden resolver de manera
autónoma y a nivel interno los problemas que surjan entre la persona jurídica y
los socios o entre éstos por causa o con ocasión del contrato.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Autonomía
para definir el estado civil/DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD-Autonomía
para definir el estado civil/DEMANDA DE TUTELA-Autonomía para definir
estado civil
Si una persona
casada decide libremente acogerse a la normatividad para poner fin al vínculo
establecido con otra y, también en ejercicio de su libertad, resuelve
establecer un nuevo lazo afectivo, bien sea matrimonial o de unión permanente,
nadie extraño a los interesados puede legítimamente controvertir esa decisión,
ni descalificarla. La nueva esposa o compañera, o el nuevo esposo o compañero,
tienen derecho a su condición mientras el establecimiento del nuevo vínculo no
vulnere las normas legales pertinentes y, en caso de que esto último acontezca,
queda en manos del juez competente la imposición de las sanciones a que haya
lugar, según las reglas que la legislación tiene previstas para sancionar
conductas como la bigamia. La ausencia de este respeto a la autonomía vulnera
no solamente el libre desarrollo de la personalidad sino el derecho a la
intimidad. Se puede pertenecer a instituciones educativas, empresas,
asociaciones o sociedades sin que el vínculo correspondiente ni en el trato
dado al individuo dentro de ellas pueda depender de situaciones surgidas por
razón del libre ejercicio de su derecho a mantener el vínculo matrimonial o la
unión permanente con una determinada pareja o de instaurar ese tipo de
relaciones con otra.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-75981
Acción de tutela
instaurada por Alfonso Pontón Espinosa y Gladys Rincón Galindo contra el Club
Campestre "Los Arrayanes".
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintitrés (23) días del mes de noviembre de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos en el asunto de la referencia por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá y por la Corte Suprema de Justicia.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
Según la demanda,
encontrándose divorciado por sentencia judicial desde el 22 de mayo de 1993,
ALFONSO PONTON ESPINOSA, socio del Club Campestre "LOS ARRAYANES"
desde hace dieciocho años, contrajo segundas nupcias con GLADYS RINCON GALINDO
el día 20 de agosto del mismo año.
De acuerdo con el
artículo 10 de los Estatutos del Club, el derecho de los socios al uso de sus
instalaciones "se hace extensivo al cónyuge, a la madre, hijas legítimas
solteras de cualquier edad e hijos legítimos menores", sin perjuicio de lo
previsto a favor de los hijos legítimos mayores.
En septiembre de
1993, al solicitar el carnet para su nueva esposa, le fue expedido, pero la
Junta Directiva del Club decidió por sí y ante sí -dice la demanda- que la
señora GLADYS RINCON debía someter su nombre al trámite previsto para la
admisión de un nuevo socio, sin que al efecto mediara facultad estatutaria
alguna.
Al accionante se
informó que Gladys Rincón no había sido admitida pero se le expidió carnet
mediante el cual se la acreditaba como esposa de socio.
No obstante, el 20
de abril de 1995, Alfonso Pontón recibió una carta en la cual le comunicaban
que su señora no era recibida en el Club y le pedían devolver el carnet a ella
otorgado.
Según el actor, para
justificar la inaplicación del artículo 10 de los estatutos, la carta en
referencia dijo que la decisión se adoptaba "en interpretación" de
los mismos.
Consideró el
demandante que la Junta Directiva del Club Campestre "Los Arrayanes"
violó sus derechos fundamentales a la igualdad, a la honra y al buen nombre, a
la intimidad familiar, a la libre asociación y al libre desarrollo de la
personalidad.
II. DECISIONES
JUDICIALES
La Sala de Familia
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, mediante
sentencia del 1º de junio de 1995, resolvió denegar "la acción de tutela
impetrada" por las siguientes razones:
- No existen
evidencias fácticas que, en el caso sub-lite, demuestren el peligro en
que se encuentran los derechos fundamentales invocados, para configurar un
perjuicio irremediable en los términos de la jurisprudencia constitucional,
"pues no puede suponerse que sean necesarias medidas urgentes frente al
problema de la admisión de GLADYS RINCON GALINDO como socia del club social del
que es socio su esposo".
- La acción de
tutela fue incoada contra un particular y en el asunto considerado no se
cumplieron los requisitos constitucionales para que pudiera ser instaurada
contra el Club Campestre "Los Arrayanes".
- La acción de
tutela es de naturaleza residual y en esta ocasión el accionante cuenta con
otros medios de defensa judicial para hacer efectivos sus derechos: el
determinado en el numeral 6º del artículo 408 del Código de Procedimiento
Civil.
Impugnada como lo
fue la providencia, se confirmó por la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia, mediante fallo del 10 de julio de 1995.
A juicio de la
Corporación, la acción se enfiló contra una persona jurídica de derecho privado
respecto de la cual el socio no se encuentra en relación de subordinación ni de
indefensión. Autónomamente puede tomar en cualquier momento la decisión de
dejar de pertenecer a la entidad y para la defensa de sus derechos existe otro
recurso o vía judicial, pues los accionantes habían podido entablar ante la
jurisdicción ordinaria la impugnación del acto o decisión de la Junta Directiva
del Club.
Para el 23 de mayo
de 1995, cuando se presentó la acción de tutela, transcurría el término de dos
meses a que alude el artículo 421 del Código de Procedimiento Civil para
proponer la demanda ordinaria en referencia, con el agregado de que en la misma
podía pedirse la suspensión del acto atacado.
Además, según los
estatutos, subsiste para los petentes el derecho de solicitarle a la Asamblea
General del Club que tome la decisión pertinente en torno al caso, por ser la
autoridad suprema de esa entidad.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte
Constitucional es competente para revisar los mencionados fallos, según lo
establecido en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución y en los términos
del Decreto 2591 de 1991.
La denegación
de la tutela. Diferencia de este concepto con la denegación de la acción.
Por razones que,
como se verá, son plenamente válidas, el Tribunal Superior de Santa Fe de
Bogotá encontró que la tutela incoada no podía concederse.
En la parte
resolutiva de su sentencia, el Tribunal incurre en una imprecisión que se hace
imperativo corregir a la luz de la Carta Política, pues resuelve "denegar
la acción de tutela impetrada".
Para la Corte es
claro que, ejercida en un caso concreto la acción prevista en el artículo 86 de
la Constitución, el juez puede negarla o concederla, según que halle o no
configurados los supuestos de hecho que ameritan la protección judicial por
violación o amenaza de los derechos fundamentales, previa definición acerca de
si era procedente o improcedente.
La Constitución
autoriza al fallador para negar la protección que se le solicita, pero no le
permite negar la acción.
Debe, pues,
establecerse clara diferencia entre los dos conceptos, con el fin de
desarrollar a cabalidad los preceptos superiores. No puede confundirse la
acción con el objeto de la misma. Como tampoco el derecho de accionar con el
derecho específico que en el caso examinado judicialmente pueda tenerse a que
el juez imparta la orden que concrete la protección requerida.
Bien es cierto que
la acción de tutela se erige en garantía orientada a la protección de los
derechos fundamentales, es decir, en mecanismo práctico con suficiente aptitud
para hacer efectivos los términos teóricos en que se concibe el texto
constitucional, pero no lo es menos que el de acudir a la acción de tutela es,
en sí mismo, un derecho fundamental cuyo ejercicio no puede ser negado a
persona alguna, entre otras razones por la muy poderosa de que al hacerlo se
obstruiría el acceso del individuo a la administración de justicia (artículo
229 C.P.), que es igualmente un derecho fundamental, máxime si la obstrucción
afecta la posibilidad de la defensa de otros derechos fundamentales.
La negativa de la
acción representaría nada menos que la inaplicación del artículo 86 de la
Carta, es decir, ab initio, el cierre de toda posibilidad de que un juez
de la República considere el caso de quien estima que sus derechos
fundamentales son objeto de violación o amenaza. Con ello se rompería el
principio de igualdad (artículo 13 C.P.), en cuanto ese peticionario sería
injustificadamente discriminado y, por contera, se desconocería el sentido
mismo de la acción, evadiendo el juez el cumplimiento de la función básica que se
le confía en guarda de los derechos constitucionales, y se frustraría el
propósito del Constituyente -que es fin primordial del Estado en los términos
del artículo 2º C.P.- de "garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución".
En cambio, dando
paso al ejercicio de la acción, puede el juez negar la tutela que mediante ella
se solicita, si halla que no han ocurrido los hechos alegados, que no implican
violación ni amenaza de derechos fundamentales, o que la tutela era
improcedente, lo cual corresponde al ejercicio de su función,
independientemente de la decisión que adopte y de los argumentos jurídicos en
que se funde para ello.
Improcedencia
de la tutela para resolver conflictos puramente particulares que encuentran
solución ante los jueces ordinarios
Por solicitud de uno
de los magistrados de esta Sala, quien proponía un cambio de jurisprudencia en
cuanto a la posibilidad de instaurar acciones de tutela contra actos emanados
de los clubes sociales, los términos fueron suspendidos y puesto el asunto en
consideración de la Sala Plena, según lo mandado por el artículo 34 del Decreto
2591 de 1991 y en el Reglamento de la Corporación
El Pleno de la Corte
resolvió no modificar la jurisprudencia y en la fecha ha ordenado que vuelvan
las diligencias a la Sala Quinta de Revisión para sentencia.
La jurisprudencia
que ahora se ratifica ha sostenido invariablemente que los problemas suscitados
entre los clubes sociales y sus socios son de carácter estrictamente privado y
que no pueden encontrar respuesta en determinaciones de los jueces de tutela
por cuanto, para solucionarlos, existen otros medios judiciales que no son
menos idóneos que el previsto en el artículo 86 de la Carta para resguardar los
derechos que puedan hallarse en peligro o que hayan sido o estén siendo objeto
de violación.
Recuérdanse, entre
otras, las sentencias números T-099 del 24 de febrero de 1993 y T-120 del 21 de
marzo de 1995, proferidas por las salas Cuarta y Quinta de Revisión.
En ellas ha expresado
la Corte:
"El hecho de
que un socio acate los estatutos y las decisiones de la Junta Directiva de una
corporación a la que voluntariamente se asoció, no implica dependencia o
sujeción alguna, porque el socio no se encuentra bajo las ordenes de la
entidad, salvo el caso del legítimo desarrollo de los estatutos que aquél
voluntariamente conoció y consintió al afiliarse. Por ello para esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional tampoco se presenta esta especial
circunstancia".
"La acción de
tutela -ha repetido esta Corte- tiene por objeto específico y exclusivo la
protección inmediata de los derechos fundamentales cuando éstos son violados o
amenazados por la acción u omisión de una autoridad o de particulares. En
cuanto a los segundos, como lo subrayó con acierto el Tribunal, la acción de
tutela no procede en principio, a menos que se hallen encargados de la
prestación de un servicio público, asuman una conducta que afecte grave y
directamente el interés colectivo, o respecto de ellos el solicitante se halle
en estado de subordinación o indefensión, y que la ley contemple por vía
general la procedencia del amparo.
Los clubes
deportivos, que son personas jurídicas de Derecho Privado, no se encuentran
cobijados normalmente por ninguna de las indicadas hipótesis".
La expuesta doctrina
debe hacerse valer en el presente caso, y así se hará, sobre el supuesto de que
el alegato de los actores está referido a un conflicto con la Junta Directiva
del Club "Los Arrayanes" originado en un acto proferido por ella que
puede ser atacado por la vía judicial ordinaria, tal como lo expresaron el
Tribunal de Distrito y la Corte Suprema de Justicia.
En efecto, no
solamente puede atacarse ante la justicia civil la decisión del órgano social
sino que existe la posibilidad de pedir la suspensión del acto impugnado, en
los términos del artículo 421 del Código de Procedimiento Civil, con lo cual se
obtiene un efecto similar al de la tutela.
La norma es del
siguiente tenor literal:
"ARTICULO
421.-Impugnación de actos de asambleas, juntas directivas o de socios. La
demanda de impugnación de actos o decisiones de asambleas de accionistas o de
juntas directivas o de socios de sociedades civiles o comerciales, sólo podrá
proponerse dentro de los dos meses siguientes a la fecha del acto respectivo, y
deberá dirigirse contra la sociedad; si se tratare de acuerdos o actos sujetos
a registro, el término se contará desde la fecha de la inscripción.
En la demanda podrá
pedirse la suspensión del acto impugnado; el juez la decretará si la considera
necesaria para evitar perjuicios graves y el demandante presta caución en la
cuantía que aquél señale. Este auto es apelable en el efecto devolutivo".
Ahora bien, tal
figura legal hace innecesaria e inaplicable la tutela como mecanismo
transitorio, pues sin acudir a ella el peticionario logra detener temporalmente
los efectos del acto que en su sentir lo perjudica y que dice ser contrario a
la ley, mientras se decide de fondo.
Por otra parte, el
supuesto primordial e insustituible de la acción de tutela transitoria es la
inminencia de un perjuicio irremediable para el ejercicio de derechos
fundamentales, es decir, la posibilidad clara e indudable de que, si no se
otorga el amparo provisional, se cause un daño que ya no podría ser reparado
cuando se adopte la decisión judicial definitiva por ser ella tardía.
La Corte
Constitucional ha declarado inexequible la definición legal del perjuicio
irremediable (Inciso 2 del numeral primero del artículo 6 del Decreto 2591 de
1991) en razón de haber limitado los alcances de la norma constitucional que lo
consagra, pero ha trazado pautas jurisprudenciales objetivas que permiten
establecer cuándo se presenta esa situación excepcional que faculta al juez
para aplicar la protección transitoria pese a existir otros medios judiciales
para la defensa del derecho afectado o amenazado.
Ha señalado la
Corte:
"La posibilidad
de conceder este tipo específico de protección judicial es excepcional,
según se desprende del artículo 86 de la Constitución, y por tanto el alcance
de las normas pertinentes es de interpretación estricta. No se busca que el
juez de tutela asuma la competencia del ordinario o especializado entrando a
resolver de fondo el asunto litigioso planteado, sino de ofrecer al titular del
derecho un medio expedito y eficaz para evitar un daño respecto del cual la
decisión judicial definitiva llegaría demasiado tarde y apenas haría posible un
resarcimiento "a posteriori", es decir, sobre la base de un hecho
cumplido".(Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión Sentencia
T-203 del 26 de mayo de 1993. M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
También ha sido
enfática en manifestar:
"La
transitoriedad de la tutela que puede impetrarse ante la evidencia de un
perjuicio irremediable está íntimamente relacionada con la circunstancia de que
los procesos ordinarios no arrojan un resultado inmediato. Por ello, la
duración del amparo depende del tiempo en que el juez competente haya de
resolver sobre el asunto planteado a través del otro medio de defensa. Pero,
desde luego, el mismo carácter transitorio de la tutela exige del peticionario
la carga de instaurar la acción indicada para que dicho medio judicial pueda
operar. De lo contrario, la medida correspondiente -que, según la Constitución,
tiene una naturaleza precaria- se convertiría en definitiva, sustituyendo al
medio ordinario". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión.
Sentencia T-095 del 2 de marzo de 1995. M.P. Dr. José Gregorio Hernández
Galindo).
En el caso presente,
puede apreciarse sin dificultad que el más grave riesgo para Alfonso Pontón y
Gladys Rincón Galindo es el de que esta última siga sin ser admitida al Club
"Los Arrayanes" en calidad de esposa de aquél o como socia,
circunstancia que, aún a pesar de la ilegalidad que pudiera llegar a deducirse
respecto del acto que la provoca, no representa un daño de carácter irreparable
y grave para ninguno de los derechos fundamentales de las personas accionantes.
Bien pueden aguardar la determinación judicial que defina su controversia con
el Club sin que se haga imperativo el uso de un mecanismo como el de la tutela
transitoria, que supone un evento extremo y delicado de amenaza para derechos
inherentes a la persona humana, cuya defensa inmediata se sobrepone incluso a la
competencia de los jueces ordinarios, al menos temporalmente, con miras a la
prevalencia del derecho sustancial.
A lo dicho debe
agregar ahora esta Sala:
1. El de asociación
es un derecho constitucional fundamental susceptible de ser vulnerado en varias
formas, en especial cuando se impide que una o más personas cristalicen su
voluntad de unir sus esfuerzos o aportes para fines lícitos o cuando, no
obstante su deseo en sentido contrario, se las obliga a integrarse en sociedad,
sometiéndose por ello a un régimen particular que naturalmente esquivan y
repelen.
2. El derecho de
asociación incluye la posibilidad de constituir personas jurídicas sin ánimo de
lucro destinadas a satisfacer intereses comunes en el campo de la vida social y
la recreación -los denominados clubes sociales-, dentro de un sistema normativo
propio en el cual se pueden determinar aquellas características y requisitos
que deben reunir los socios, así como las reglas referentes a su admisión.
En tales entidades
el derecho de asociación incorpora la prerrogativa de decidir quiénes serán los
consocios, lo que equivale a establecer que, dentro de los correspondientes
estatutos, todo socio debe hallarse en posibilidades de participar en la
escogencia de nuevos asociados.
3. De la misma
manera, la normatividad adoptada libremente por los asociados debe establecer
reglas acerca del comportamiento exigido a los socios y de las cargas que se
les imponen, así como de los derechos que pueden ejercer y, por supuesto, sobre
la manera de terminar el vínculo con la asociación, por parte del afiliado, y
de excluir al socio, por parte del club.
Sobre el último
aspecto, en cuanto se trate de adoptar decisión que implique la imposición de
sanciones, tiene aplicación el artículo 29 de la Carta, que plasma el derecho
al debido proceso, por lo cual normas generales previamente definidas y
conocidas por los asociados deben indicar las conductas sancionables, o faltas,
las sanciones correspondientes y las mínimas garantías para la defensa de quien
sea sindicado.
4. Existe libertad
contractual para disponer la extensión de beneficios o prerrogativas de los
socios a sus familiares, sobre la base de que se cumplan los requisitos
señalados con antelación y por vía general en el respectivo estatuto.
Todo lo anterior
significa que, a la luz de la Constitución, los asociados gozan de la más
amplia libertad para estructurar el régimen jurídico particular al que se
obligan, por lo cual, mientras se sometan a él y, desde luego, a la
Constitución y a la ley, pueden resolver de manera autónoma y a nivel interno
los problemas que surjan entre la persona jurídica y los socios o entre éstos
por causa o con ocasión del contrato.
La ley otorga
competencia a los jueces de la República para decidir, en aplicación de sus
preceptos, sobre aquellos conflictos que no puedan ser zanjados por el régimen
interno.
Es así como, por
ejemplo, para casos como el que nos ocupa, en los que se controvierte la
validez de un acto adoptado por uno de los órganos sociales, el legislador ha
consagrado la posibilidad de acudir al juez en breve término para anular y aun
suspender, si es el caso, las determinaciones sociales que puedan lesionar o
poner en peligro los derechos de los asociados frente a la asociación. Tal
acontece con el ya mencionado artículo 421 del Código de Procedimiento Civil.
La autonomía
individual para definir el estado civil y los derechos fundamentales a la
intimidad y al libre desarrollo de la personalidad
Ya se ha visto que,
dada la existencia de otros medios de defensa judicial y puesto que no se
configuraba un perjuicio irremediable para los derechos constitucionales del
demandante, la acción de tutela resultaba improcedente.
Ello no impide que
la Corte, por razones de pedagogía constitucional (artículo 41 C.P.), formule
algunas advertencias en torno a la protección jurídica de la libertad
individual y la privacidad de las personas, ya que el motivo de la controversia
planteada consistió en el veto impuesto por un club social a la segunda esposa
de uno de sus asociados.
Los artículos 1 y 5
de la Constitución consagran el principio del respeto indiscriminado a la
dignidad de la persona, mientras el 13 Ibídem desarrolla el postulado de
la igualdad, que en últimas implica el reconocimiento de que, pese a las
diferencias accidentales entre los seres humanos, todos, por el hecho de serlo,
tienen en común características esenciales por cuya virtud merecen la misma
consideración y trato, sin distinciones injustificadas provenientes de origen,
nacionalidad, raza, sexo, estirpe, opinión política o filosófica, credo
religioso, nivel social o económico.
De la dignidad
humana se deducen, entre otros, los derechos inalienables a la intimidad y a la
libertad, que tiene una de sus más importantes expresiones en la autonomía
personal o libre desarrollo de la personalidad.
La decisión de optar
entre el estado civil de casado, separado o divorciado, así como la relativa a
la escogencia entre la opción matrimonial y la unión permanente, corresponde
única y exclusivamente a la pareja, tal como resulta del artículo 42 de la
Carta Política. Ni el Estado ni los particulares pueden interferir en las
determinaciones que las personas adopten en esa materia, según sus propias
necesidades y conveniencias.
En este campo, como
en todos los que conciernen a la vida privada, ninguna institución, ni pública
ni particular, puede erigirse en autoridad para desestimar o desconocer las
decisiones autónomas de un individuo respecto de la unión amorosa, sentimental,
matrimonial o de convivencia familiar que desee establecer.
Lo anterior
significa que, si una persona casada decide libremente acogerse a la
normatividad para poner fin al vínculo establecido con otra y, también en
ejercicio de su libertad, resuelve establecer un nuevo lazo afectivo, bien sea
matrimonial o de unión permanente, nadie extraño a los interesados puede
legítimamente controvertir esa decisión, ni descalificarla. La nueva esposa o
compañera, o el nuevo esposo o compañero, tienen derecho a su condición
mientras el establecimiento del nuevo vínculo no vulnere las normas legales
pertinentes y, en caso de que esto último acontezca, queda en manos del juez
competente la imposición de las sanciones a que haya lugar, según las reglas
que la legislación tiene previstas para sancionar conductas como la bigamia.
La ausencia de este
respeto a la autonomía vulnera no solamente el libre desarrollo de la
personalidad sino el derecho a la intimidad.
En ese orden de
ideas, se puede pertenecer a instituciones educativas, empresas, asociaciones o
sociedades sin que el vínculo correspondiente ni en el trato dado al individuo
dentro de ellas pueda depender de situaciones surgidas por razón del libre
ejercicio de su derecho a mantener el vínculo matrimonial o la unión permanente
con una determinada pareja o de instaurar ese tipo de relaciones con otra.
DECISION
Con base en las
expuestas consideraciones, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR el fallo proferido por la Sala de
Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia el 10 de julio de 1995, mediante
el cual, a la vez, se confirmó el dictado por el Tribunal Superior de Santa Fe
de Bogotá el 1º de junio de 1995.
Segundo.- Por Secretaría LIBRESE la comunicación de
que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
585 | T-544-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-544/95
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Club social
En torno a las
diferencias surgidas entre los clubes sociales y sus socios, ha sostenido la
Corte que, a falta de la posibilidad de arreglo según las normas internas de la
institución, no es la tutela el mecanismo adecuado para buscar protección,
puesto que existen medios de defensa ante la jurisdicción ordinaria.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Improcedencia
respecto de club social
Los clubes
sociales y sus órganos no están encargados, por regla general, de la prestación
de un servicio público y siendo muy difícil, si bien no imposible, que asuman
conductas que afecten grave y directamente el interés colectivo. Una cosa es
que, por razón del vínculo contractual contraído en ejercicio del libre derecho
de asociarse, el socio quede supeditado al cumplimiento del régimen jurídico
particular contenido en los estatutos, acogidos por él en el momento de su
ingreso, y otra muy diferente es que dicha sujeción lo convierta en subordinado
o subalterno de la entidad o de sus órganos, en términos tales que dependa de
ellos en forma absoluta y que por virtud de tal dependencia no le sea posible
oponerse a sus decisiones sino por medio de la acción de tutela. Para la Corte
es claro que el estado de indefensión tampoco se configura, pues el
ordenamiento jurídico contempla acciones alternativas a las cuales puede acudir
el socio para protegerse contra las decisiones de la asociación y de sus
organismos.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Irrenunciabilidad frente a cláusulas contractuales/DEMANDA DE TUTELA-Expulsión
socio de Club Hatogrande
Por razón de un
vicio manifiesto, que de ninguna manera es subsanable, pues carece de licitud
todo pacto contra la ley, los contratantes no pueden comprometerse a la forzada
renuncia del derecho fundamental de acceso a la administración de justicia.
Siendo ilícito su objeto, no son válidas las cláusulas contractuales que
contrarían normas imperativas de la ley y, por supuesto, de la Constitución. Es
por ello que resulta cuando menos exótico que en los estatutos de un club
social se consagren normas por medio de las cuales se prive a los asociados de
toda posibilidad de acudir a la administración de justicia en defensa de sus
derechos, en especial cuando provienen de actos unilaterales de los órganos
societarios.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-77664
Acción de tutela
instaurada por Gustavo Alberto Reyes Aguirre contra Alfonso Clavijo González y
demás miembros de la Junta Directiva de la Corporación "Hatogrande Golf
& Tennis Country Club".
Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintitrés (23) días del mes de noviembre de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos en el asunto de la referencia por el Juzgado Veintiuno del
Circuito y por la Sala Civil de Decisión del Tribunal Superior de Santa Fe de
Bogotá.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
La acción de tutela
fue promovida por el arquitecto GUSTAVO ALBERTO REYES AGUIRRE, mediante
apoderado, contra ALFONSO CLAVIJO GONZALEZ y demás miembros de la Junta
Directiva de la CORPORACION "HATOGRANDE GOLF & TENNIS COUNTRY
CLUB", por cuanto, según su dicho, fue expulsado de la institución sin
fórmula de juicio.
Dijo REYES AGUIRRE
haber sido admitido como socio de la Corporación en calidad de fundador, en
reconocimiento al gran esfuerzo realizado en el diseño, construcción y acabados
del Club.
Según la demanda,
mediante comunicaciones de los días 4 y 5 de octubre de 1994, el actor hizo
saber a los miembros de la Junta Directiva algunas inconformidades suyas
"por procedimientos extraños", pues, a su juicio, las decisiones que
se estaban adoptando como resultado de las juntas no eran reflejo de lo acordado
en las correspondientes reuniones y afectaban tanto al club como a los socios.
Señaló el demandante
que el 9 de mayo de 1995 recibió en forma sorpresiva una carta suscrita por el
Secretario de la Junta, ALFONSO CLAVIJO GONZALEZ, en la cual se le comunicaba
que dicho organismo, por unanimidad, había resuelto expulsarlo de la
institución por faltar a la verdad en perjuicio del Club cuando afirmó en la
Asamblea de noviembre 26 de 1994 que él era representante de la "Promotora
Inversiones Hatogrande Golf & Tennis Country Club Limitada" y se
comprometió a entregar obras y dotación faltantes, lo cual nunca cumplió.
Manifestó que en la
misma carta se lo acusó de faltar a los deberes de caballerosidad y de honor al
enviar comunicaciones en contra de las directivas del Club, causando malestar
entre los socios.
Se le informó en la
comunicación que la decisión era inapelable y que no generaba ninguna clase de
acción o derecho contra la Corporación.
A juicio del
demandante, todo este conjunto de acontecimientos, imputables a las directivas
del Club, viola derechos constitucionales fundamentales, los estatutos "y
otras disposiciones complementarias".
En especial, estimó
violados sus derechos al debido proceso y a la libre asociación, a la libertad
de expresión y al buen nombre.
II. DECISIONES
JUDICIALES
Mediante fallo del
16 de junio de 1995, resolvió el Juzgado Veintiuno Civil del Circuito de Santa
Fe de Bogotá.
La providencia,
luego de amplia motivación, concluyó negando, por improcedente, "la acción
de tutela impetrada".
Dijo el Juzgado que
la acción de tutela tan sólo procede contra particulares si se presentan las
situaciones contempladas por el artículo 86 de la Constitución, ninguna de las
cuales se configura en este caso.
Señaló también que el
artículo 42, numeral 4, del Decreto 2591 de 1991 reservó la tutela contra
organizaciones privadas a al caso en el cual el solicitante tenga una relación
de subordinación o indefensión frente al ente transgresor.
En el presente
asunto -manifestó el fallo después de detenido análisis sobre la situación del
petente- "es claro que no procede la acción de tutela contra los
accionados, pues el petente no se encontraba respecto de ellas en ninguna de
las hipótesis previstas en la Constitución ni en la ley".
Impugnada la
determinación judicial, fue revocada por la Sala Civil de Decisión del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá mediante providencia calendada el 27 de julio de
1995.
Se concedió entonces
la tutela del derecho fundamental al debido proceso y se ordenó al Club, por
conducto de su Junta Directiva, que en el término de 48 horas restableciera al
accionante en sus derechos como socio, reintegrándolo como tal, con todos los
beneficios y obligaciones que ello implica.
De acuerdo con la
decisión adoptada, por cuanto el vínculo era ciertamente bilateral, el
peticionario no se hallaba en estado de subordinación respecto del Club. Pero
"es muy de notar -expuso la sentencia- que éste fue creado con
anterioridad a la entrada en vigencia de los estatutos, pues cabe advertir que
el accionante ingresó a la institución en el mes de marzo de 1993, mientras que
los estatutos revelan que son posteriores a junio de ese mismo año. Y si bien
ello no significa que no estuviese el actor a ellos sometido, viene bien la diferenciación
para ver de establecer que sí se da el requisito de la indefensión, como que
las sanciones que se han impuesto lo han sido en aplicación del artículo 10 de
tales estatutos, siendo que, conforme lo revela el artículo 34 Ibídem,
para determinar la gravedad de la conducta y el procedimiento sancionatorio se
expedirá un reglamento, el que aún no ha sido promulgado".
"Sucede
entonces -agregó- que al accionante se le aplicó una sanción con fundamento en
una decisión que estaba sujeta al veleidoso juzgamiento de la Junta Directiva,
frente a la cual ningún reparo podía formular".
Para el Tribunal la
indefensión del demandante era palmaria, pues en el mismo artículo 10 de los
estatutos del Club se consagra que la expulsión no genera ninguna clase de acciones
en contra de la entidad, de donde se establece per se que no podía
acudir a las vías judiciales pertinentes si es que ese derecho lo había
renunciado al someterse voluntariamente a tales estatutos.
En el sentir del
Tribunal, el derecho de defensa no fue garantizado al accionante pues no le fue
posible controvertir las pruebas que contra él se presentaron.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Las decisiones de
los jueces en materia de tutela son revisables por la Corte Constitucional,
según reglas que al efecto establecen los artículos 86 y 241, numeral 9, de la
Constitución Política y el Decreto 2591 de 1991.
Una vez seleccionado
el respectivo caso por la Sala de Selección en turno y repartido a determinada
Sala de Revisión, se radica en cabeza de ésta la competencia para efectuar el
examen de constitucionalidad de la sentencia o sentencias proferidas, para
confirmarlas o para revocarlas y, en la última opción, para corregir la
providencia que se revoca.
Tal ha ocurrido en
el presente proceso, según consta en auto del 31 de agosto de 1995, proferido
por la Sala de Selección número ocho (8), en virtud del cual se accedió a la
escogencia del asunto propuesto, por insistencia de uno de los magistrados.
Esta Sala es,
entonces, competente para llevar a cabo el estudio relativo a las providencias
cuyo resumen antecede.
Ahora bien, debe
advertirse que, ante la solicitud de uno de los integrantes de la Sala, el caso
fue llevado a la consideración del Pleno de la Corte Constitucional para que
definiera si había lugar al cambio de jurisprudencia (artículo 34 del Decreto
2591 de 1991), razón por la cual fueron suspendidos los términos.
En la fecha, la Sala
Plena se ha negado a modificar la jurisprudencia sobre el tema planteado y ha
dispuesto que esta Sala de Revisión profiera su fallo, con arreglo a la
jurisprudencia vigente, a lo cual se procede.
La denegación
de la acción y la improcedencia de la tutela
Se encuentra que en
este proceso el Juzgado de primera instancia resolvió "negar, por
improcedente, la acción de tutela impetrada".
Esta Sala ha sido
suficientemente clara en la distinción entre los conceptos de denegación de la
acción e improsperidad del amparo solicitado mediante ella.
Se ratifican los
siguientes criterios:
"...la acción
de tutela se erige en garantía orientada a la protección de los derechos
fundamentales, es decir, en mecanismo práctico con suficiente aptitud para
hacer efectivos los términos teóricos en que se concibe el texto constitucional,
pero no lo es menos que el de acudir a la acción de tutela es, en sí mismo, un
derecho fundamental cuyo ejercicio no puede ser negado a persona alguna, entre
otras razones por la muy poderosa de que al hacerlo se obstruiría el acceso del
individuo a la administración de justicia (artículo 229 C.P.), que es
igualmente un derecho fundamental, máxime si la obstrucción afecta la
posibilidad de la defensa de otros derechos fundamentales.
La negativa de la
acción representaría nada menos que la inaplicación del artículo 86 de la
Carta, es decir, ab initio, el cierre de toda posibilidad de que un juez
de la República considere el caso de quien estima que sus derechos
fundamentales son objeto de violación o amenaza. Con ello se rompería el
principio de igualdad (artículo 13 C.P.), en cuanto ese peticionario sería
injustificadamente discriminado y, por contera, se desconocería el sentido
mismo de la acción, evadiendo el juez el cumplimiento de la función básica que
se le confía en guarda de los derechos constitucionales, y se frustraría el
propósito del Constituyente -que es fin primordial del Estado en los términos
del artículo 2º C.P.- de "garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes consagrados en la Constitución".
En cambio, dando
paso al ejercicio de la acción, puede el juez negar la tutela que mediante ella
se solicita, si halla que no han ocurrido los hechos alegados, que no implican
violación ni amenaza de derechos fundamentales, o que la tutela era
improcedente, lo cual corresponde al ejercicio de su función,
independientemente de la decisión que adopte y de los argumentos jurídicos en
que se funde para ello". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de
Revisión. Sentencia T-543 del 23 de noviembre de 1995. M.P.: Dr. José Gregorio
Hernández Galindo).
El conflicto
particular entre un club social y sus miembros, asunto de la jurisdicción
ordinaria
Ha insistido la
Corte en numerosas providencias en que el campo puramente contractual, del
dominio del Derecho Privado o del Administrativo, según el objeto del convenio
que se celebra, escapa a la acción de tutela.
Así lo dijo, por
ejemplo, en Sentencia T-594 del 9 de diciembre de 1992, en los siguientes
términos:
"Como ha venido
reiterándolo esta Corte, es menester ubicar la acción de tutela dentro del
contexto y alcance que le corresponde, a fin de evitar la desfiguración de su
naturaleza y la distorsión de sus fines.
El Constituyente de
1991 concibió este instrumento como una forma de brindar eficiente protección
judicial a los derechos fundamentales frente a amenazas o violaciones concretas
provenientes de acción u omisión no susceptibles de ser contrarrestadas con
eficacia mediante el uso de otro procedimiento que se pueda intentar ante los
jueces.
La acción de tutela,
pues, no subsume ni sustituye el sistema jurídico que venía imperando al entrar
en vigencia la Constitución. No puede admitirse, por tanto, que se haga uso de
ella para dirimir conflictos con particulares o con el Estado respecto de los
cuales ya existen, precisamente con ese objeto, acciones y procesos definidos
por la ley".
También ha señalado
la Corte que no todo conflicto entre las personas tiene que ser forzosamente
llevado ante los jueces y tribunales:
"El objeto
específico de la tutela consiste, como lo expresa la norma constitucional, en
la protección inmediata de los derechos fundamentales de una persona cuando
resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública o de particulares, en ésta última hipótesis en los casos y
dentro de las condiciones que la ley contemple.
Así, pues, este
instrumento no tiene el fin de dar solución a conflictos de ordinaria
ocurrencia entre personas o entidades, si la materia de ellos corresponde
simplemente a la normal contraposición de intereses, o a las dificultades que
supone toda convivencia. Para que sea pertinente instaurar una acción de tutela
debe existir al menos un motivo relacionado con los derechos fundamentales de
la persona, puestos en peligro o conculcados de manera que la orden judicial
sea medio adecuado para amparar al peticionario garantizándole el disfrute de
aquellos. En otros términos, es indispensable la proporcionalidad entre
los hechos alegados por el petente y la protección judicial que solicita.
En ese sentido, no
toda disputa tiene que ser resuelta en los estrados judiciales ni puede
invocarse la acción de tutela como único mecanismo de solución si la misma
naturaleza de la relación de que se trata ofrece posibilidades suficientes para
discernir cuál es la solución a la controversia y para ponerla en práctica.
Es criterio de esta
Corte que la "judicialización" de todo problema suscitado entre
individuos o colectividades no conduce a nada distinto de la innecesaria
congestión de los tribunales con el consiguiente bloqueo a las causas que en
verdad requieren de la intervención del juez. Ello perjudica en grado sumo el
normal funcionamiento de las instituciones en cuanto distrae sin objeto la
atención y el esfuerzo de las autoridades judiciales". (Cfr. Corte Constitucional.
Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-037 del 9 de febrero de 1993).
Pero, además, muy
concretamente en torno a las diferencias surgidas entre los clubes sociales y
sus socios, ha sostenido la Corte que, a falta de la posibilidad de arreglo
según las normas internas de la institución, no es la tutela el mecanismo
adecuado para buscar protección, puesto que existen medios de defensa ante la
jurisdicción ordinaria.
Basta citar al
respecto lo dicho por la Sala en providencia de esta misma fecha:
"La
jurisprudencia que ahora se ratifica ha sostenido invariablemente que los
problemas suscitados entre los clubes sociales y sus socios son de carácter
estrictamente privado y que no pueden encontrar respuesta en determinaciones de
los jueces de tutela por cuanto, para solucionarlos, existen otros medios
judiciales que no son menos idóneos que el previsto en el artículo 86 de la
Carta para resguardar los derechos que puedan hallarse en peligro o que hayan
sido o estén siendo objeto de violación".
(...)
"...a la luz de
la Constitución, los asociados gozan de la más amplia libertad para estructurar
el régimen jurídico particular al que se obligan, por lo cual, mientras se
sometan a él y, desde luego, a la Constitución y a la ley, pueden resolver de
manera autónoma y a nivel interno los problemas que surjan entre la persona
jurídica y los socios o entre éstos por causa o con ocasión del contrato.
La ley otorga
competencia a los jueces de la República para decidir, en aplicación de sus
preceptos, sobre aquellos conflictos que no puedan ser zanjados por el régimen
interno.
Es así como, por
ejemplo, para casos como el que nos ocupa, en los que se controvierte la
validez de un acto adoptado por uno de los órganos sociales, el legislador ha
consagrado la posibilidad de acudir al juez en breve término para anular y aun
suspender, si es el caso, las determinaciones sociales que puedan lesionar o
poner en peligro los derechos de los asociados frente a la asociación. Tal
acontece con el ya mencionado artículo 421 del Código de Procedimiento
Civil". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia
T-543 del 23 de noviembre de 1995).
Resulta imperativo
resolver el caso bajo análisis en los mismos términos de la jurisprudencia
transcrita y declarar que la tutela no ha debido ser concedida -como lo fue en
segunda instancia-, ni siquiera como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable.
Recuérdese lo
manifestado por esta Sala:
"La posibilidad
de conceder este tipo específico de protección judicial es excepcional,
según se desprende del artículo 86 de la Constitución, y por tanto el alcance
de las normas pertinentes es de interpretación estricta. No se busca que el
juez de tutela asuma la competencia del ordinario o especializado entrando a
resolver de fondo el asunto litigioso planteado, sino de ofrecer al titular del
derecho un medio expedito y eficaz para evitar un daño respecto del cual la
decisión judicial definitiva llegaría demasiado tarde y apenas haría posible un
resarcimiento "a posteriori", es decir, sobre la base de un hecho
cumplido". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia
T-203 del 26 de mayo de 1993. M.P.: Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
En esta fecha,
respecto del posible perjuicio irremediable en cuanto a los derechos de socios
en clubes sociales, la Sala ha indicado:
"...no
solamente puede atacarse ante la justicia civil la decisión del órgano social
sino que existe la posibilidad de pedir la suspensión del acto impugnado, en
los términos del artículo 421 del Código de Procedimiento Civil, con lo cual se
obtiene un efecto similar al de la tutela".
(...)
"Ahora bien,
tal figura legal hace innecesaria e inaplicable la tutela como mecanismo transitorio,
pues sin acudir a ella el peticionario logra detener temporalmente los efectos
del acto que en su sentir lo perjudica y que dice ser contrario a la ley,
mientras se decide de fondo.
Por otra parte, el
supuesto primordial e insustituible de la acción de tutela transitoria es la
inminencia de un perjuicio irremediable para el ejercicio de derechos
fundamentales, es decir, la posibilidad clara e indudable de que, si no se
otorga el amparo provisional, se cause un daño que ya no podría ser reparado cuando
se adopte la decisión judicial definitiva por ser ella tardía.
La Corte
Constitucional ha declarado inexequible la definición legal del perjuicio
irremediable (Inciso 2 del numeral primero del artículo 6 del Decreto 2591 de
1991) en razón de haber limitado los alcances de la norma constitucional que lo
consagra, pero ha trazado pautas jurisprudenciales objetivas que permiten
establecer cuándo se presenta esa situación excepcional que faculta al juez
para aplicar la protección transitoria pese a existir otros medios judiciales
para la defensa del derecho afectado o amenazado".
(...)
"En el caso
presente, puede apreciarse sin dificultad que el más grave riesgo para (...)es
el de que (...) siga sin ser admitida al Club (...) en calidad de esposa de
aquél o como socia, circunstancia que, aún a pesar de la ilegalidad que pudiera
llegar a deducirse respecto del acto que la provoca, no representa un daño de
carácter irreparable y grave para ninguno de los derechos fundamentales de las
personas accionantes. Bien pueden aguardar la determinación judicial que defina
su controversia con el Club sin que se haga imperativo el uso de un mecanismo
como el de la tutela transitoria, que supone un evento extremo y delicado de
amenaza para derechos inherentes a la persona humana, cuya defensa inmediata se
sobrepone incluso a la competencia de los jueces ordinarios, al menos
temporalmente, con miras a la prevalencia del derecho sustancial".(Cfr.
Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-543 del 23 de noviembre
de 1995).
Consideraciones
sobre la subordinación y la indefensión
Tiene dicho la Corte
que la acción de tutela ha sido prevista en principio contra los abusos de
quien ejerce autoridad pública, ya por su acción, bien por su omisión, cuando
con una u otra conducta, cercena o amenaza derechos fundamentales para cuya
protección no existen otros medios judiciales.
Ha quedado claro,
por ello, que dicha acción no puede intentarse contra particulares sino de modo
excepcional , con estricto apego a las causas señaladas en la Carta Política y
en el Decreto 2591 de 1991 (artículo 42), que viene a ser la ley aplicable.
"El
procedimiento en cuestión es instrumento de acceso a la administración de
justicia, reconocido a toda persona como factor de equilibrio frente a la
ventaja en que se halla quien ejerce poder o autoridad.
Aunque normalmente
la posición dominante está representada por las autoridades públicas, respecto
de las cuales el gobernado requiere del apoyo institucional para obtener el
efectivo respeto a sus derechos fundamentales, este mismo respaldo es requerido
por la persona para neutralizar el poder efectivo que, bajo ciertas
circunstancias, están en capacidad de ejercer individuos o entidades
particulares por cuya conducta, activa o pasiva, tales derechos pueden ser
lesionados.
Claro está,
existiendo todo un conjunto normativo ordinario cuyo objeto es precisamente el
de regular las relaciones jurídicas entre particulares, el campo reservado a la
tutela -propicia tan sólo para la protección de los derechos fundamentales-
viene a ser delimitado de manera expresa por el Constituyente. Por ello, la
tutela contra personas o entidades privadas está condicionada a que se
configure cualquiera de las causales indicadas en el artículo 86 de la
Constitución -que el particular esté encargado de la prestación de un servicio
público; que su conducta afecte grave y directamente el interés público, o que,
respecto de él, el solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión-
y a que las hipótesis correspondientes hayan sido contempladas por la ley.
(Cfr. Corte Constitucional. Sala Qquinta de Revisión. Sentencia T-403 del 14 de
septiembre de 1994. M.P.: Dr. José Gregorio Hernández Galindo).
Ahora bien,
establecido que los clubes sociales y sus órganos no están encargados, por
regla general, de la prestación de un servicio público y siendo muy difícil, si
bien no imposible, que asuman conductas que afecten grave y directamente el
interés colectivo, las dos únicas hipótesis constitucionales en que podría
proceder la acción de tutela en su contra son aquellas contempladas en el
párrafo final del artículo 86 de la Constitución: las de hallarse el
solicitante respecto de tales entes en estado de subordinación o indefensión.
La Corte
Constitucional tiene así definidos esos dos conceptos:
"Entiende esta
Corte que la subordinación alude a la existencia de una relación
jurídica de dependencia, como ocurre, por ejemplo, con los trabajadores
respecto de sus patronos, o con los estudiantes frente a sus profesores o ante
los directivos del establecimiento al que pertenecen, en tanto que la indefensión,
si bien hace referencia a una relación que también implica la dependencia de
una persona respecto de otra, ella no tiene su origen en la obligatoriedad
derivada de un orden jurídico o social determinado sino en situaciones de
naturaleza fáctica en cuya virtud la persona afectada en su derecho carece de
defensa, entendida ésta como posibilidad de respuesta efectiva ante la
violación o amenaza de que se trate". (Corte Constitucional. Sala Quinta
de Revisión. Sentencia T-290 del 28 de julio de 1993).
El Tribunal no ha
sido claro en el caso sub-lite al definir lo concerniente a la subordinación,
pues aunque parece descartarla inicialmente por tratarse de un vínculo
bilateral, da a entender luego que ella se tiene según la fecha en que entren
en vigor los estatutos sociales cotejada con la de ingreso del socio a la
institución, criterio que no convence a la Corte Constitucional.
En efecto, una cosa
es que, por razón del vínculo contractual contraído en ejercicio del libre
derecho de asociarse, el socio quede supeditado al cumplimiento del régimen
jurídico particular contenido en los estatutos, acogidos por él en el momento
de su ingreso, y otra muy diferente es que dicha sujeción lo convierta en
subordinado o subalterno de la entidad o de sus órganos, en términos tales que
dependa de ellos en forma absoluta y que por virtud de tal dependencia no le
sea posible oponerse a sus decisiones sino por medio de la acción de tutela.
Pero, por otra
parte, aun si en gracia de discusión se aceptara que el estado de subordinación
se deriva de la existencia de unos estatutos que obligan al socio, resultaría
del todo irrelevante la fecha en que se vínculó en calidad de tal, ya que la
supuesta relación de dependencia habrá de verificarse en ese caso en el momento
en que acontecieron los hechos abusivos denunciados.
Para la Corte es
claro que el estado de indefensión tampoco se configura, pues el ordenamiento
jurídico contempla acciones alternativas a las cuales puede acudir el socio
para protegerse contra las decisiones de la asociación y de sus organismos.
Estos criterios ya
habían sido expuestos por la Corte a partir de la Sentencia T-099 del 24 de
febrero de 1993 (M.P.: Dr. Alejandro Martínez Caballero).
Inoponibilidad
de las normas estatutarias para impedir el acceso a la administración de
justicia
Uno de los
argumentos en que se fundó el Tribunal para demostrar que el petente se
encontraba en estado de indefensión ante el Club fue el relativo a la
circunstancia de que en el artículo 10 de los estatutos y en la carta enviada
al socio cuando se lo expulsó se decía que la determinación de la Junta
Directiva "no generaba ninguna clase de acciones o derechos en contra de
la entidad" y que era "inapelable".
Pese a lo ya
expresado en el sentido de que no todo conflicto entre particulares tiene que
ser "judicializado", el acceso a la administración de justicia es un
derecho fundamental que puede ser reclamado por todas las personas directamente
ante los jueces, sin que para ello deban obtener visto bueno o autorización de
su posible contraparte.
Otra es la situación
que se presenta, al amparo de lo previsto en el artículo 116 de la Carta,
cuando se pacta la cláusula compromisoria, en cuya virtud los contratantes
deciden con anticipación someter sus posibles diferencias por razón de un
contrato al fallo de particulares investidos transitoriamente de autoridad
judicial, bien que lo hagan en derecho o en equidad.
Pero una cosa es
someter los conflictos al arbitramento, para agilizar la toma de decisiones y
descongestionar la administración de justicia, y otra bien distinta erigir en
obligación contractual la de abstenerse de usar los mecanismos judiciales
consagrados en el sistema jurídico para la protección de los derechos.
Por razón de un
vicio manifiesto, que de ninguna manera es subsanable, pues carece de licitud
todo pacto contra la ley, los contratantes no pueden comprometerse a la forzada
renuncia del derecho fundamental de acceso a la administración de justicia.
Siendo ilícito su objeto, no son válidas las cláusulas contractuales que
contrarían normas imperativas de la ley y, por supuesto, de la Constitución.
Es por ello que
resulta cuando menos exótico que en los estatutos de un club social se
consagren normas por medio de las cuales se prive a los asociados de toda
posibilidad de acudir a la administración de justicia en defensa de sus
derechos, en especial cuando provienen de actos unilaterales de los órganos
societarios.
Pero, además, es
palmaria la ineficacia de una cláusula semejante, pues independientemente de su
texto y del querer de quienes han proferido el acto, resulta imposible de
evadir la norma consagrada en el artículo 229 de la Constitución, a cuyo tenor
"se garantiza el derecho de toda persona para acceder a la administración
de justicia".
No se puede anular
por contrato el objeto mismo de las autoridades de la República, que, según el
artículo 2º de la Constitución "están instituídas para proteger a todas
las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y
demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes
sociales del Estado y de los particulares".
Tampoco es posible
eliminar, mediante cláusula contractual, el perentorio mandato del artículo 4º
de la Carta Política, de conformidad con el cual "es deber de los
nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las leyes,
y respetar y obedecer a las autoridades".
Menos todavía puede
desconocerse, al amparo del derecho particular de una asociación, que la
administración de justicia es función pública (artículo 228 C.P.), cuya
actividad no está supeditada a los acuerdos entre particulares.
Y, por si fuera
poco, a la luz del Ordenamiento Constitucional, para casos como el que nos
ocupa resulta aplicable, como norma de orden público, que no admite pacto en
contrario, la del artículo 421 del Código de Procedimiento Civil, que dice:
"ARTICULO
421. Modificado. D.E. 2282/89, art. 1, núm.224. Impugnación de actos de
asambleas, juntas directivas o de socios. La demanda de impugnación de
actos o decisiones de asambleas de accionistas o de juntas directivas o de
socios de sociedades civiles o comerciales, sólo podrá proponerse dentro de los
dos meses siguientes a la fecha del acto respectivo, y deberá dirigirse contra
la sociedad; si se tratare de acuerdos o actos sujetos a registro, el término
se contará desde la fecha de la inscripción.
En la demanda podrá
pedirse la suspensión del acto impugnado; el juez la decretará si la considera
necesaria para evitar perjuicios graves y el demandante presta caución en la
cuantía que aquél señale. Este auto es apelable en el efecto devolutivo".
(Subrayado fuera de texto).
De todo lo anterior
se concluye adicionalmente, que, pudiendo acudir a la jurisdicción, como podía
hacerlo el accionante ante la ineficacia manifiesta de la cláusula contractual,
no se hallaba en estado de indefensión.
DECISION
Con base en las expuestas
consideraciones, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCAR el fallo proferido en segunda
instancia por el Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá D.C. el día
veintisiete (27) de julio de mil novecientos noventa y cinco (1995) respecto de
la acción de tutela instaurada por GUSTAVO ALBERTO REYES AGUIRRE contra Alfonso
Clavijo González y demás miembros de la Junta Directiva de la Corporación
"Hatogrande Golf & Tennis Country Club", y en consecuencia negar
la protección solicitada, como lo había dispuesto el Juzgado veintiuno Civil
del Circuito de la misma ciudad mediante fallo del 16 de junio de 1995.
Segundo.-Por Secretaría líbrese la comunicación de que trata el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de voto a la Sentencia No.
T-544/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Procedencia
respecto de club social (Salvamento de voto)
Teniendo en cuenta que al demandante de
tutela se le aplicó una sanción con fundamento a una decisión que estaba sujeta
al libre y caprichoso juzgamiento de la Junta Directiva del Club, frente a la
cual ningún reparo podía formular, es fácil deducir que el accionante se
encontraba respecto del accionado, en un estado de indefensión por lo que la
tutela frente a particulares es procedente. Y si como lo indican los estatutos
del Club, ésta es una decisión que incumbe de manera exclusiva a la Junta
Directiva la cual es inapelable y además no genera ninguna acción en contra de
la entidad, se sigue de allí que el accionante de tutela quedó sometido al
libre arbitrio de ella, y por ende, frente a una clara situación de
indefensión. Estatutos que en esta parte quebrantan abiertamente las
disposiciones legales que han instituido la jurisdicción para dirimir
conflictos entre particulares.
DEBIDO PROCESO-Expulsión socio de Club social (Salvamento
de voto)
No queda duda de que la determinación
adoptada por la Junta Directiva de la Corporación accionada que llevó a la
expulsión del accionante, carecía del soporte estatutario del reglamento y en
consecuencia corresponde a una decisión arbitraria carente de sustento
constitucional. De lo expuesto se colige una flagrante violación del derecho al
debido proceso garantizado constitucionalmente, “máxime si se considera que al
afectado no se le llamó a rendir descargos ni se le dió la oportunidad de
enterarse de lo que se estaba gestando en su contra, evidenciándose el
detrimento de los derechos del petente. Y si se dijése que la Junta, a pesar de
la inexistencia del reglamento, estaba autorizada para efectuar la expulsión,
ha de replicarse simplemente señalando que el derecho fundamental
constitucional prima y en que forma, sobre cualquiera otra legislación que
contravenga lo dispuesto en aquella, pues ante la presencia de violación del
derecho fundamental, el juez de tutela está en el imperioso deber de hacerlo
primar, ya que su función está encaminada a la protección inmediata y total del
derecho”.
Ref.: Expediente
No. T-77.664.
Acción de Tutela
instaurada por GUSTAVO ALBERTO REYES AGUIRRE contra ALFONSO CLAVIJO GONZALEZ y
demás miembros de la Junta Directiva de la Corporación Hatogrande Golf &
Tennis Country Club.
Santa Fé de Bogotá, D.C., Noviembre
veintitres (23) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Con mi acostumbrado respeto por las
decisiones de la Corporación, me permito manifestar que en relación con el
proceso de la referencia, no comparto la decisión adoptada por la Sala Quinta
de Revisión de Tutelas, por las razones que expondré a continuación.
De conformidad con lo establecido en el
artículo 86 de la Constitución Política, la acción de tutela fue creada como
mecanismo de protección de los derechos constitucionales fundamentales de toda
persona frente a la vulneración o amenaza de uno de ellos por la acción o la
omisión de cualquier autoridad pública, o eventualmente de conformidad con la
ley, por aquellos particulares encargados de la prestación de un
servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión.
A juicio del suscrito Magistrado, en el
presente caso el accionante de tutela fue sometido a un estado de indefensión
por parte de los miembros de la Junta Directiva de la Corporación Hatogrande
Golf & Tennis Club al no permitírsele ejercer su derecho de defensa dentro
del “proceso” por ellos adelantado y que llevó a su expulsión como socio del
Club, con lo cual además, se le vulneraron sus derechos a la honra, al buen
nombre y al debido proceso.
En el presente caso, si bien la demanda de
tutela se encamina contra particulares, es evidente que el accionante se
encontraba en un estado de indefensión respecto de los miembros de la Junta
Directiva de la accionada que así procedieron. Obsérvese cómo la expulsión se
produjo con base en una determinación de esa Junta, según la cual el señor
GUSTAVO ALBERTO REYES AGUIRRE fue desleal para con la Institución “por
faltar a la verdad en perjuicio para el Club, cuando afirmó en la Asamblea de
Noviembre 26 de 1994 que él era el representante de la Promotora y se
comprometió a entregar obras y dotación faltante en el Club, lo cual nunca
cumplió. Igualmente, por faltar a los deberes de caballerosidad y del honor al
enviar comunicaciones en contra del Club causando malestar entre los socios”.
Y si como lo indican los estatutos del
Club, ésta es una decisión que incumbe de manera exclusiva a la Junta Directiva
la cual es inapelable y además no genera ninguna acción en contra de la
entidad, se sigue de allí que el accionante de tutela quedó sometido al libre
arbitrio de ella, y por ende, frente a una clara situación de indefensión.
No obstante la Jurisprudencia de ésta
Corporación ha sostenido frente a situaciones similares a la que se examina,
que “el hecho de que un socio acate los estatutos y las decisiones de la
Junta Directiva de una Corporación a la que voluntariamente se asoció, no
implica dependencia o sujeción alguna -razón por la cual no se encuentra en
estado de indefensión-, porque el socio no se encuentra bajo las órdenes de la
entidad, salvo el caso del legítimo desarrollo de los estatutos que aquél
voluntariamente conoció y consintió al afiliarse”[1], ha precisado
igualmente la Corte, que “el estado de indefensión o impotencia se
debe analizar teniendo en cuenta las circunstancias del caso concreto, de las
personas involucradas y de los hechos relevantes. El concepto de
indefensión es relacional. Esto significa que el estado de indefensión en que
se encuentra el ciudadano en relación con otro particular habrá que
determinarlo de acuerdo al tipo de vínculo que exista entre ellos”[2].
Así pues, teniendo en cuenta que al
demandante de tutela se le aplicó una sanción con fundamento a una decisión que
estaba sujeta al libre y caprichoso juzgamiento de la Junta Directiva del Club,
frente a la cual ningún reparo podía formular, es fácil deducir que el
accionante se encontraba respecto del accionado, en un estado de indefensión
por lo que la tutela frente a particulares es procedente.
Cabe resaltar sobre el particular, lo
expresado en la sentencia de segunda instancia por la Sala Civil del Tribunal
Superior de Bogotá que concedió el amparo solicitado, según el cual, la
situación es bien palmaria y no se necesitan raciocinios más o menos complejos
para establecer que ante la decisión de la Junta Directiva, el accionante no
podía defenderse. “Fíjese nada más que en el mismo artículo 10 de los
estatutos, se evidencia que la expulsión no genera ninguna clase de acciones en
contra de la entidad, de donde se establece per sé, que no podía acudir a las
vías judiciales pertinentes si es que ése derecho lo había renunciado al
someterse voluntariamente a tales estatutos”. Estatutos que en esta parte
quebrantan abiertamente las disposiciones legales que ha instituído la
jurisdicción para dirimir conflictos entre particulares.
Pero menos podía el afectado ejercer su
derecho de defensa, que incluye la posibilidad de controvertir las pruebas que
contra él se presenten -que en el presente caso se limitan a una comunicación
en contra de la Junta y al Acta de socios celebrada el 26 de Noviembre de 1994
en la que a nombre de la Promotora que diseñó el proyecto del Club se
comprometió a efectuar una serie de adecuaciones físicas y técnicas que
demandaba el Club-. Argumentos éstos que sirvieron de sustento al accionado,
para sin mayores elementos de juicio y sin permitirle ese derecho
fundamentalísimo para la persona humana como es el ejercicio de su defensa,
expulsarlo de la Institución causándole no sólo una grave afectación a su honra
y buen nombre, sino además graves perjuicios de carácter económico.
No se trata de que se coloque o no en tela
de juicio la facultad del Club de expulsar o suspender a alguno de sus miembros
o asociados por el hecho de quebrantar los estatutos del mismo, sino que cuando
sanciones de ésta índole se adopten, se hagan sobre la base del respeto y
garantía de los derechos que a la persona le asisten, entre ellos el poder
defenderse controvirtiendo las pruebas contra él presentadas o esgrimiendo las
razones que motivaron su actuar o accionar, pues con ello se quebrantan los
principios fundamentales de nuestro Estado social de derecho.
No sobra advertir, que la decisión adoptada
por la Junta de conformidad con los estatutos del Club, no podía ser discutida
ni tampoco controvertida judicialmente, de donde se desprende el estado de
indefensión en que se encontraba el accionante frente a tal determinación. No
cabía pues “ninguna manifestación frente a la expulsión; ni estatutaria ni
judicial”.
Así mismo y subrayando lo expresado por el
Tribunal Superior de Bogotá, si bien estaba dentro del radio de acción de la
Junta Directiva determinar la expulsión, es evidente que esa prerrogativa que
se le otorgó a los estatutos no puede ser excluyente con su ejercicio dentro
del conjunto de la asociación y de los estatutos que informan sobre la absoluta
necesidad de implantar un reglamento en el cual <se precisará y
clasificará las faltas, así como las sanciones que a ellas corresponda, según
su mayor o menor gravedad, determinando simultáneamente el procedimiento que ha
de seguirse> art. 34”.
La concepción de tal potestad trasciende el
espacio meramente personal y subjetivo de la Junta y se le encuentra en el
desarrollo de la asociación de acuerdo con sus estatutos; son pues, no
absolutas tales facultades sino relativas, o de lo contrario seguirán una
dirección equivocada, y el titular de ellos, como en éste caso la Junta
Directiva, no los habrá usado en forma adecuada. No puede decirse que el
ejercicio de la prerrogativa de expulsar que recae sobre la Junta Directiva,
sea absoluta e ilimitada.
Por ello, debe afirmarse que ese arbitrio
de expulsar, a pesar de ser prerrogativa de la Junta debe tener como soporte y
fundamento un procedimiento previo en el cual se determine las faltas y las
sanciones a que por ellas haya lugar y ante todo, debe garantizar a quien se
vea afectado por decisiones de ésa índole de las garantías propias del debido
proceso.
Por lo anterior, no queda duda de que la
determinación adoptada por la Junta Directiva de la Corporación accionada que
llevó a la expulsión del accionante, carecía del soporte estatutario del
reglamento y en consecuencia corresponde a una decisión arbitraria carente de
sustento constitucional. Situación que sirve para conceder el amparo
constitucional solicitado, pues de lo expuesto se colige una flagrante violación
del derecho al debido proceso garantizado constitucionalmente, “máxime si se
considera que al afectado no se le llamó a rendir descargos ni se le dió la
oportunidad de enterarse de lo que se estaba gestando en su contra,
evidenciándose el detrimento de los derechos del petente. Y si se dijése que la
Junta, a pesar de la inexistencia del reglamento, estaba autorizada para
efectuar la expulsión, ha de replicarse simplemente señalando que el derecho
fundamental constitucional prima y en que forma, sobre cualquiera otra
legislación que contravenga lo dispuesto en aquella, pues ante la presencia de
violación del derecho fundamental, el juez de tutela está en el imperioso deber
de hacerlo primar, ya que su función está encaminada a la protección inmediata
y total del derecho”.
Finalmente y con fundamento en las
consideraciones que se han dejado expuestas, es por lo que discrepo muy
respetuosamente de la decisión adoptada por ésta Sala de Revisión, por cuanto
han debido tutelarse los derechos fundamentales al debido proceso, al buen
nombre y a la honra del accionante, frente a la flagrante y ostensible
vulneración de que fué objeto por parte de la Junta Directiva de la Corporación
Hatogrande Golf & Tennis Contry Club.
Atentamente,
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
[1] Cfr. Corte Constitucional Sentencia No. T-099 de 1993.
[2] Cfr. Corte Constitucional Sentencia T-338 de 1993 |
586 | T-545-95
Sentencia No
Sentencia No. T-545/95
ACTO
ADMINISTRATIVO COMPLEJO-Expedición
licencia de urbanización
La expedición de
una licencia de urbanismo, implica el desarrollo de un procedimiento
administrativo, que por sus características y objetivos conduce a lo que la
jurisprudencia y la doctrina han denominado un acto administrativo complejo. La
expedición de una licencia, implica el previo desarrollo de un proceso en el
cual participan diferentes órganos de la administración distrital, cada uno de
los cuales, en el ámbito de sus propias competencias y de acuerdo con la
función especializada que tiene a su cargo, define aspectos que serán
fundamentales para garantizarle a la ciudad un desarrollo urbanístico
conveniente y armónico, y a los ciudadanos el acceso a la propiedad con la
prestación de los servicios básicos. Dichas actuaciones presentan unidad de
contenido y de fin, al provenir de diferentes órganos especializados, cada una
de ellas conduce a decisiones que se integrarán a la decisión principal, no
obstante, se reitera, consideradas individualmente constituyen una mera
expectativa. En síntesis el proceso referido constituye un acto administrativo
complejo.
ACTO DE TRAMITE-Certificado de disponibilidad definida
prestación servicio público
No se están
confrontando dos actos administrativos correspondientes a dos clases
diferentes, uno de carácter particular y concreto, creador de una situación
jurídica específica, y otro de trámite o preparatorio, respecto del cual no
procede recurso alguno; se trata de dos actuaciones que configuran dos actos de
trámite o preparatorios, que hacen parte de un único proceso establecido por
las normas distritales para el trámite de una licencia de urbanización.
ACTO DE TRAMITE-Improcedencia de tutela
Contra los actos
de trámite no procede la acción de tutela, pues dado su carácter se limitan, a
impulsar y determinar una decisión, que constituye un acto administrativo
complejo, ese si de carácter definitivo; si bien esta Corporación ha señalado
la procedencia excepcional de este tipo de amparo contra los mencionados
actos de trámite, ella sólo se da en el evento de que éstos violen o amenacen
un derecho fundamental.
PREVALENCIA DEL
INTERES GENERAL-Suministro
de energía
El Estado tiene
la responsabilidad de propiciar y defender el interés general sobre el interés
particular, sin que ello sirva, obviamente, para abrogarse la facultad de desconocer
o vulnerar derechos fundamentales de las personas. Sería absurdo que conociendo
de antemano la insuficiencia de la infraestructura disponible en materia de
energia, que de otra parte ha quedado desvirtuado, la empresa se abstuviera de
solicitar al urbanizador la reserva de una zona que servirá para la
construcción de una subestación, la cual por lo demás le servirá a él para
garantizar a sus potenciales clientes el abastecimiento de un servicio público
principal. La responsabilidad de la parte actora en este aspecto trasciende sus
intereses económicos, y le exige solidarizarse con las necesidades de la
comunidad, pues se trata de preservarla a ella de la carencia, en un futuro
próximo, de un servicio público principal como lo es la energía eléctrica.
Ref.:
Expediente No. T-76396
Actor:
Compañía
Agropecuaria e Inversionista La Floresta Ltda.
Magistrado
Ponente:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Santafé de Bogotá
D.C., noviembre veintitrés (23) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala de Revisión
de Tutelas, integrada por los H. Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO
NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus competencias
constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente, resuelve
sobre el proceso de acción de tutela, instaurado por el representante legal de
la COMPAÑÍA AGROPECUARIA E INVERSIONISTA LA FLORESTA LTDA., contra la
decisión de carácter administrativo adoptada por la EMPRESA DE ENERGIA DE
BOGOTA, contenida en oficio No. 532376 de 14 de diciembre de 1994.
I. ANTECEDENTES
El señor DOUGLAS
EDUARDO CACERES MILEO, en su calidad de representante legal de la COMPAÑIA
AGROPECUARIA E INVERSIONISTA LA FLORESTA LIMITADA, con fundamento en las
disposiciones del Decreto 2591 de 1991, interpuso acción de tutela contra la EMPRESA
DE ENERGIA DE BOGOTA, por considerar que ésta, a través de la decisión
contenida en oficio N. 532376 de 14 de diciembre de 1994, suscrita por el
Subgerente de Distribución de la misma, violó su derecho fundamental al debido
proceso consagrado en el artículo 29 de la C.P. En consecuencia, solicita, se
ordene a la demandada revocar dicha decisión, la cual, en su criterio fue
adoptada violando ese derecho fundamental.
Como hechos que
sustentan su petición el demandante expuso los siguientes:
- El 31 de enero de
1994 el Vicepresidente de Planeación y Diseño de la compañía actora, con base
en lo dispuesto en el artículo 19 del Decreto 600 del 9 de octubre de 1993,
expedido por el Alcalde Mayor de Santafé de Bogotá, solicitó a la Empresa de
Energía de esta ciudad, la expedición de un certificado de disponibilidad
definida de prestación del servicio, para la urbanización Mazurén II etapa,
aclarando que se trataba de una modificación al proyecto general, el que había
sido aprobado por el Departamento Administrativo de Planeación Distrital a
través de la Resolución No. 81 de 1983, en la cual, señala, consta el concepto
positivo que en su oportunidad rindió la empresa demandada, consignado en los
oficios 300928 y 305645 de junio y septiembre de 1982 respectivamente.
- El 25 de febrero
de 1994, la empresa demandada respondió la solicitud de la actora, a través de
oficio No. 475789 en el cual expresa que con base en el artículo 19 del Decreto
600 de 1993, "...está en condiciones de suministrar el servicio de
energía eléctrica al predio de la referencia", aclarando luego, en el
párrafo siguiente, que “...en el caso de que exista proyecto urbanístico en
cumplimiento del artículo 26 del citado decreto, una vez el DAPD considere que
el proyecto es viable, lo remitirá por medio del comité interinstitucional a
la empresa de energía para fijar las especificaciones y los datos técnicos que
se requieren para la elaboración del respectivo proyecto de redes eléctricas”.
- Dando cumplimiento
a los trámites que señala el artículo 24 del Decreto 600 de 1993, el 7 de
septiembre de 1994 la Compañía demandante presentó al Departamento
Administrativo de Planeación Distrital, solicitud de licencia de urbanización
para el predio Mazurén II etapa, adjuntando, en cumplimiento del numeral 3 de
la norma citada, el certificado de disponibilidad definida de prestación del
servicio público de energía, expedido por la Empresa de Energía Eléctrica de
Bogotá.
- Surtido el trámite
de la mencionada solicitud ante el DAPD, dicha entidad consideró viable el
proyecto de urbanización presentado por la compañía demandante, y en
cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 26 del ya citado Decreto 600 de
1993, por medio del comité interinstitucional remitió el proyecto a la empresa
de energía para que ésta fijara las especificaciones y los datos técnicos que
se requirieran para la elaboración del respectivo proyecto de redes eléctricas.
- Con fecha 14 de
diciembre de 1994, la Empresa de Energía de Bogotá, a través de la Subgerencia
de Distribución, expidió el oficio No. 532376, en el cual "...fijó las
especificaciones y datos técnicos para la elaboración del respectivo proyecto
de redes eléctricas", e indicó que era necesario que los urbanizadores
dejaran "...un lote de 80 x 80 metros libres de cesión dentro de la zona
del proyecto, para la construcción de una subestación de 115/11.4 kv.",
esto es, una zona de reserva y/o afectación para redes de infraestructura.
- Dicho concepto,
siguiendo el procedimiento establecido en el ya citado Decreto 600 de 1993, fue
enviado al Departamento Administrativo de Planeación Distrital, el cual,
atendiendo las condiciones estipuladas por la Empresa de Energía de Bogotá,
consignadas en el oficio No. 532376 de 14 de diciembre de 1994, le comunicó a
la compañía solicitante, a través de oficio No. 30596 del 27 de diciembre de
1994, que debía proceder a efectuar las modificaciones pertinentes al proyecto,
para luego, con base en las mismas, poder proseguir con el trámite de
expedición de la respectiva licencia de construcción.
- El 15 de diciembre
de 1994, la Compañía demandante presentó a la Empresa de Energía de Bogotá,
solicitud de reconsideración de la condición consignada el oficio 532376 de 14
de diciembre de 1994, decisión proferida, a su entender, de manera extemporánea
y desatendiendo el procedimiento legalmente establecido para el efecto,
referida a la exigencia a la empresa urbanizadora de delimitar una zona de
reserva y/o afectación dentro del proyecto, de 80 por 80 metros, condición que
además le significaba graves perjuicios representados en tiempo y recursos
económicos.
- Dicha solicitud de
reconsideración fue resuelta negativamente por la Empresa de Energía de Bogotá,
la cual a través de oficio No. 534820 de 27 de diciembre de 1994, le manifestó
a la actora, que con fundamento en el artículo 44 del Reglamento de Servicios
de esa entidad, referido a las "especificaciones técnicas para proyectos
de urbanismo", la empresa había efectuado un análisis de disponibilidad
de carga en las subestaciones, con base en el cual expidió un certificado
de disponibilidad de prestación del servicio; sin embargo, que sólo estaba en
capacidad de conocer "...la verdadera magnitud y requerimientos del
proyecto...", al momento de recibir el proyecto urbanístico que el
solicitante había puesto a consideración del DAPD, en el cual se encuentran los
datos relacionados con densidad, tipo de desarrollo y estrato socio-económico
de la urbanización; en consecuencia, que sólo hasta tanto el DAPD les informó
sobre la viabilidad del proyecto, la Empresa de Energía pudo fijar las
especificaciones y datos técnicos definitivos que se requerían para la
elaboración de los respectivos proyectos de redes.
- El 1 de febrero de
1995, según consta en el acta del comité insterinstitucional No. 5 de ese año,
éste ordenó nuevamente la remisión del proyecto de la urbanización Mazurén II
Sector a la Empresa de Energía de Bogotá, con el objeto de que se estudiara
alguna otra alternativa de solución para la compañía demandante, pues, dijeron
sus integrantes "...no es posible a estas alturas exigirle [a la empresa
demandante] la zona de reserva de 80 por 80 mts. libres de cesión dentro de la
zona del proyecto".
- En opinión de la
compañía actora, la exigencia de la Empresa de Energía de Bogotá, referida a
que la compañía solicitante de licencia de urbanización, debe, previamente,
constituir una zona de reserva y/o afectación de 80 por 80 metros dentro de la
zona del proyecto urbanización Mazurén II etapa, vulneró, por extemporánea y
por desconocer el procedimiento establecido en las normas que rigen este tipo
de trámites, su derecho fundamental al debido proceso, pues, señala, con ella
revocó unilateralmente, de manera parcial y sin su consentimiento, el
certificado de disponibilidad definida de prestación del servicio expedido el
25 de febrero de 1994, el cual constituye un acto administrativo que como tal
está sujeto a las disposiciones del Código Contencioso Administrativo.
II. FALLOS QUE SE REVISAN
A. FALLO DE
PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado Doce
Civil Municipal de Santafé de Bogotá D.C., mediante providencia de 8 de mayo de
1995, resolvió la tutela interpuesta directamente por el representante legal de
la "Compañía Agropecuaria e Inversionista La Floresta Ltda".,
negando su solicitud de protección a su derecho fundamental al debido proceso.
La sentencia proferida se fundamentó en los siguientes argumentos:
- Manifiesta el Juez
de primera instancia, que en ningún momento la Empresa de Energía de Bogotá ha
desconocido o desatendido las solicitudes y requerimientos de la compañía
actora, los cuales ha resuelto de manera oportuna y conforme a los reglamentos
que rigen para los distintos trámites adelantados.
- Señala que en el
certificado de disponibilidad definida de prestación del servicio, expedido por
la empresa demandada a solicitud de la actora el 25 de febrero de 1994,
claramente se le informa que "la empresa está en condiciones de
suministrar el servicio de energía eléctrica al predio referenciado",
adviertiendo luego, de manera inequívoca, que "...en el caso de que exista
proyecto urbanístico, en cumplimiento del artículo 26 del citado decreto, una
vez el DAPD considere que dicho proyecto es viable, el comité interinstitucional
lo remitirá nuevamente a la empresa para fijar las condiciones y
especificaciones técnicas que se requieran para la elaboración del respectivo
proyecto de redes eléctricas."
- Anota el Juez de
primera instancia, que si bien el artículo 19 del Decreto 600 de 1993,
establece que los certificados de disponibilidad definida de prestación del
servicio, que debe tramitar el urbanizador antes de solicitar de licencia de
urbanización al DAPD, contendrán "...la disponibilidad definida, la indicación
de las zonas de reserva y/o de afectación para redes de infraestructura, y
las limitaciones que puedan existir a la prestación de servicios...", es
claro, que este documento no puede entenderse como un concepto definitivo.
- Tal afirmación, la
soporta el a-quo en las pruebas practicadas por su Despacho, especialmente en
los resultados de la diligencia de inspección que realizó a la Empresa de
Energía de Bogotá el 2 de mayo de 1995, en la cual recepcionó la declaración
del ingeniero a cargo, quien le manifestó que para tramitar el certificado de
disponibilidad definida de prestación del servicio, la compañía demandante tan
sólo debió presentar "...su solicitud acompañada de la copia heliográfica
de plancha a escala 1: 2.000 del Instituto Geográfico Agustín Codazzi...",
en la cual únicamente consta la localización del predio enmarcado en rojo;
dicho documento, según el concepto técnico, sólo es útil para determinar las
afectaciones requeridas para líneas de transmisión, tal como lo indica el reglamento
de servicios de la Empresa de Energía de Bogotá en sus artículos 42 y 44, y no
para proferir un concepto definitivo, el cual se produce una vez la empresa
tiene acceso al proyecto que el urbanizador presenta al DAPD, pues es éste el
que contiene la totalidad de información requerida.
- No encuentra
entonces el Juez de primera instancia, en el trámite adelantado, ninguna
vulneración del derecho fundamental al debido proceso de la actora, pues,
reitera, la Empresa de Energía tan sólo puede emitir un pronunciamiento
definitivo, " hasta tanto...conozca a fondo el proyecto
urbanístico...", en el que se encuentran datos como el tipo de actividad y
usos compatibles, el estrato económico, el tipo de desarrollo, la solicitud de
especificaciones del proyecto etc., sobre los cuales, además, el DAPD debe
haberse pronunciado previa y positivamente, manifestando de manera expresa la
viabilidad del proyecto; en consecuencia, la demandada sólo podía entrar a
determinar las zonas de reserva y/o afectaciones o especificaciones requeridas
en general para la prestación del servicio, una vez conociera el proyecto
presentado por el urbanizador al DAPD.
- De otra parte,
extraña al a-quo, que la demandante, al conocer el oficio No. 475789 de 25 de
febrero de 1994, certificado de disponibilidad definida de prestación del
servicio, y darse cuenta que se había omitido lo relacionado con las zonas de
reserva y/o afectación que se requerían para la instalación de redes, no
hubiera interpuesto los recursos que la ley prevé para este tipo de decisiones.
- Advierte, que el
inciso 4 del artículo 99 del Acuerdo 6 de 1990, expedido por la Alcaldía Mayor
de Bogotá, dispone que "Las Zonas de Reserva para futuras afectaciones, en
concordancia con el artículo 37 de la Ley 9 de 1989, podrán ser variadas o
modificadas unilateralmente por el Departamento Administrativo de Planeación
Distrital, por su propia iniciativa, o bien a solicitud de las entidades
públicas interesadas en las obras y programas para los cuales establece la
reserva para futuras afectaciones".
- De la preceptiva
legal citada, el Juez de conocimiento de primera instancia concluye, que siendo
el Departamento Administrativo de Planeación Distrital la entidad encargada de
determinar lo relacionado con las zonas de reserva, con base en los estudios
técnicos que realicen las entidades públicas encargadas de la ejecución de
obras y programas, con fundamento en lo dispuesto en el inciso 4 del artículo
99 del Acuerdo 6 de 1990, éste puede variar o modificar dichas zonas de
reserva, unilateralmente o, como en el caso analizado, a solicitud de la
entidad pública interesada en la obra.
- Afirma que el acto
administrativo particular y concreto que el demandante pretende que se revoque,
puede ser atacado o impugnado ante la Jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo, conforme lo estipulan los artículos 49 y 50 del C.C.A., u
objeto de revocatoria directa de acuerdo con lo establecido en el artículo 69
del mismo Código.
- En consecuencia,
concluye el Juez de primera instancia, la compañía actora cuenta con otro
mecanismo de defensa judicial, que debe surtir ante la Jurisdicción de lo
Contencioso-Administrativo, por lo que es improcedente la tutela impetrada para
la protección de uno de sus derechos fundamentales; tampoco es procedente, agrega
el a-quo, como mecanismo transitorio de protección, pues la decisión impugnada
no ocasiona un perjuicio irremediable.
B. FALLO DE
SEGUNDA INSTANCIA
La compañía actora,
esta vez a través de apoderado, impugnó la decisión de primera instancia,
correspondiéndole al Juez Tercero Civil del Circuito de Santafé de Bogotá
conocer en segunda instancia el proceso de acción de tutela de la referencia;
dicho Despacho profirió sentencia el 14 de junio de 1995, confirmando en todas
sus partes la decisión del a-quo.
El apoderado de la
compañía actora fundamentó su impugnación en los siguientes puntos:
- La decisión del
a-quo, dice, se soporta en una posición equivocada de la Empresa de Energía de
Bogotá, que confunde dos conceptos que son sustancialmente diferentes: uno, la
facultad que ella tiene, con base en el numeral 2 del artículo 26 del Decreto
600 de 1993 y en el artículo 44 de su reglamento de servicios, de señalar las
especificaciones y datos técnicos requeridos para la elaboración de las redes
eléctricas, la cual debe ejercer con posterioridad al concepto positivo de
viabilidad del proyecto que debe emitir el DAPD; y otro, el relacionado con la
facultad que le asiste de señalar zonas de reserva y/o afectación para
infraestructura, la cual, de conformidad con lo establecido en el artículo 19
del Decreto 600 de 1993, debe ejercer al expedir el certificado de
disponibilidad definida de prestación del servicio.
- Dicho certificado,
señala, constituye un acto administrativo de carácter particular y concreto,
cuya revocatoria directa está sujeta a lo establecido en el artículo 73 del
C.C.A., procedimiento que fue desconocido por la Empresa de Energía de Bogotá,
la cual revocó tácita y parcialmente el mencionado certificado de
disponibilidad, sin el consentimiento expreso y escrito de su titular.
- Para el apoderado
de la parte actora es inaceptable el cuestionamiento que hace la Juez de
primera instancia a su representada, referido a la omisión, en la que según
ella incurrió, por no haber interpuesto recurso alguno contra el certificado de
disponibilidad definida del servicio, el cual omitía cualquier pronunciamiento
sobre las zonas de reserva y/o afectación, pues, señala, "...a quien puede
ocurrírsele que uno debe recurrir una decisión con la que está conforme a fin
de que la cambien de tal manera que uno quede inconforme para ahí sí -agotados
los recursos- pueda iniciar una acción de tutela para que regrese a la primera
decisión. Eso es totalmente absurdo."
- En cuanto al
oficio 532376 de 1994, emitido por la Subgerencia de Distribución de la Empresa
de Energía de Bogotá, el cual contiene la condición que la compañía actora
impugna, éste, en opinión de su apoderado "...no es susceptible de recurso
alguno por vía gubernativa, ni de acción de nulidad o de restablecimiento del
derecho, como tampoco de petición de revocatoria directa, pues aquel es un acto
administrativo de trámite dentro de la actuación iniciada con la solicitud de
expedición de la licencia de urbanismo y (sic) que sólo terminará con el acto
definitivo con el cual se expida o niega (sic) esa licencia." Con base en
los anteriores argumentos defiende el apoderado de la parte actora la
procedencia de la acción de tutela interpuesta.
El Juzgado Tercero
Civil del Circuito, mediante sentencia del 14 de junio de 1995, confirmó en
todas sus partes el fallo proferido en primera instancia, por compartir las
razones de fondo expuestas por el a-quo, además precisa los siguientes
aspectos:
- La Empresa de Energía
de Bogotá, al expedir el certificado de disponibilidad definida de la
prestación del servicio, lo que hizo fue crear una expectativa, que quedaba
condicionada a la decisión del DAPD, sobre la viabilidad o no del proyecto;
así, una vez ésta se produjera procedería, de manera definitiva a fijar las
especificaciones y los datos técnicos, requeridos para la elaboración del
proyecto de la red eléctrica, que fue lo que hizo a través del oficio
impugnado.
- Considera también
el Juez de segunda instancia, que la demandada en ningún momento violó el
debido proceso, pues de conformidad con las pruebas allegadas, la parte actora
tuvo en todo momento conocimiento de las decisiones adoptadas y "...no se
observa que haya interpuesto recurso alguno contra esas determinaciones...",
las cuales, no obstante se consideraran actos preparatorios o de trámite,
debieron ser recurridas, pues "lo que se busca es que se agote la vía
gubernativa para luego si acudir a la acción de tutela, excepto cuando se trate
de un mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, que no es el
caso de estudio."
III. COMPETENCIA
Con fundamento en lo
dispuesto en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política, en armonía
con los artículos 33, 34 y 35 del Decreto-Ley 2591 de 1991, la Sala es
competente para revisar las sentencias de la referencia.
IV. CONSIDERACIONES DE LA SALA
Previo un análisis
detallado de las actuaciones administrativas que dieron origen a la decisión
impugnada, la cual se tradujo en la imposición de una condición a la compañía
demandante, de cuyo cumplimiento depende que se prosiga con el trámite por ella
impulsado ante el Departamento Administrativo de Planeación Distrital para
obtener la licencia de urbanización de un predio, el a-quo concluyó que debía
negar la solicitud de tutela, por encontrarla improcedente, dada la existencia
de otro medio judicial de impugnación para atacar la decisión, planteamiento
que compartió el Juez de segunda instancia al confirmar su fallo.
Para la Sala, lo
pertinente, antes de iniciar el análisis de fondo de los hechos y actos de
carácter administrativo que dieron origen a la decisión que se impugna, algunos
de los cuales, en opinión de la actora vulneraron su derecho fundamental al
debido proceso, es determinar si la acción de tutela impetrada era o no
procedente y si cumplía con los requisitos que la Constitución y la ley señalan
para que se configure el uso legítimo de la misma.
A. LA
IMPROCEDENCIA DE LA ACCION DE TUTELA CUANDO EXISTE OTRO MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL.
El artículo 6 del
Decreto 2591 de 1991, al establecer las causales de improcedencia de la acción
de tutela, señaló lo siguiente:
"Artículo 6. La
acción de tutela no procederá:
"1. Cuando
existan otros medios de defensa judiciales, salvo que aquélla se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La existencia de
dichos medios será apreciada en concreto, en cuanto a su eficacia, atendiendo
las circunstancias en que se encuentra el solicitante."
En el caso
analizado, la compañía actora recurre a la acción de tutela, por considerar que
la decisión impugnada, adoptada por la Empresa de Energía de Bogotá, está
contenida en un "acto administrativo de trámite", contra el cual no
existe recurso alguno por vía gubernativa, ni posibilidad de instaurar acción
de nulidad o de restablecimiento del derecho. Por ello solicita al juez de
tutela que ordene a la empresa demandada revocar dicho acto, a través del cual,
en su opinión, dicha empresa revocó parcialmente, sin su consentimiento, el certificado
de disponibilidad definida de prestación del servicio, otorgado el 25 de
febrero de 1994, certificado que, señala, constituye un acto administrativo de
carácter particular y concreto, que como tal se encuentra sujeto, para efectos
de revocatoria, a las disposiciones del artículo 73 del Código
Contencioso-Administrativo.
El planteamiento de
la parte actora se puede sintetizar de la siguiente manera: un acto de carácter
particular y concreto, que creó un derecho a su favor, sujeto a lo establecido en
el artículo 73 del C.C.A., fue revocado por la empresa demandada desconociendo
dicha norma, y por lo tanto violando el procedimiento legalmente establecido
para el efecto, al hacerlo a través de un acto administrativo de trámite
posterior, en el cual impuso extemporáneamente una condición a cargo de la
actora, cuyo incumplimiento implica la suspensión del procedimiento que
adelantaba ante el DAPD para obtener la licencia de urbanización de un predio;
contra dicho acto no procede recurso alguno por la vía gubernativa, por lo que
es procedente la acción de tutela.
Se trata entonces de
dilucidar, si tal como lo señala el apoderado de la compañía actora, el acto
impugnado corresponde a los denominados "actos de trámite", y si
contra él efectivamente no existía otro mecanismo de defensa judicial diferente
a la tutela; en el evento de que se determine la procedencia de la acción
impetrada, la cual, ha dicho esta Corte, excepcionalmente es procedente contra
ese tipo de actos, sería necesario establecer si la actuación administrativa
acusada vulneró o no el derecho fundamental al debido proceso, para el cual se
solicita protección; al efecto es necesario analizar el procedimiento que se ha
desarrollado y la normatividad que lo soporta.
B. EL
PROCEDIMIENTO ESTABLECIDO PARA TRAMITAR UNA LICENCIA DE URBANIZACION EN LA
CIUDAD DE SANTA FE DE BOGOTA.
El procedimiento que
establecen la normas vigentes para la expedición de una licencia de
urbanización en la ciudad de Santafé de Bogotá, que es el objetivo final de la
compañía demandante, es el siguiente: de conformidad con las disposiciones del
Decreto 600 de 1993, expedido por el Alcalde Mayor de Santafé de Bogotá, por el
cual se reglamenta la expedición de licencias y permisos de urbanización y
construcción y se dictan otras disposiciones, quien aspire a obtener una
licencia de urbanización de predios en la ciudad debe tramitarla ante el
Departamento Administrativo de Planeación Distrital; al efecto, al tenor de lo
dispuesto en el artículo 19 del citado decreto, el interesado debe solicitar
previamente, ante las respectivas empresas de servicios públicos, el
certificado de disponibilidad definida de prestación del servicio
correspondiente, en el cual, dice, deberá constar "la disponibilidad
definida, la indicación de las zonas de reserva y/o de afectación para redes de
infraestructura y las limitaciones que puedan existir a la prestación de
servicios."
Dicho documento, de
conformidad con lo estipulado en el numeral 3 del artículo 24 de la citada
norma, deberá acompañar la solicitud de licencia que se presente al DAPD,
entidad que si encuentra viable el proyecto, procede, a través del Comité
Interinstitucional, a remitirlo a las empresas de servicios públicos, entre
ellas la de energía, para que ésta fije las especificaciones y datos técnicos
que se requieren para la elaboración de los respectivos proyectos de redes.
Para el apoderado de
la parte actora, tal procedimiento implica la producción por parte de la
administración de dos tipos de acto administrativo, pues distingue entre el "certificado
de disponibilidad definida de prestación del servicio", el cual en su
opinión es un acto administrativo de carácter particular y concreto, cuya
revocatoria está supeditada a las disposiciones del artículo 73 del C.C.A, y el
"acto de trámite" que debe producir la respectiva empresa de
servicios públicos, una vez el DAPD se haya pronunciado sobre la viabilidad del
proyecto, el cual, en el caso de la empresa de energía, debe limitarse a fijar
"...las especificaciones y los datos técnicos que se requieren para la
elaboración de los respectivos proyectos de redes"; por lo tanto, incluir
en éste último la imposición de una condición referida a zonas de reserva y/o
afectación, es un acto arbitrario y extemporáneo, pues en su opinión, ello sólo
era posible al expedir el certificado de disponibilidad del servicio; al no
hacerlo, en su concepto, la demandada creó una situación jurídica concreta que
se tradujo en relevar a su representada de cualquier obligación en este
sentido, esto es, generó para ella el derecho a disponer de todo el predio, sin
necesidad de afectar zonas para la construcción de infraestructura para el
servicio público de energía eléctrica.
De acuerdo con lo
expresado por el apoderado de la parte actora, se trata de dos actos
independientes, de diferente modalidad y por lo tanto sujetos a procedimientos
distintos para efectos de impugnación; respecto del primero, señala, un acto
administrativo de carácter particular y concreto, proceden los recursos propios
de la vía gubernativa, no obstante, dado que en relación con su contenido hay
plena conformidad por parte de su representada, ésta no hizo uso de esos
recursos. En cuanto al segundo, el que califica como un acto administrativo de
trámite, anota que al no existir recurso alguno que proceda contra él, de
conformidad con lo establecido en el artículo 49 del C.C.A., el único mecanismo
de que dispone su representada para defender su derecho fundamental al debido
proceso, que considera vulnerado con lo dispuesto en ese acto, es la tutela.
Sobre estos
presupuestos, el apoderado de la parte actora sostiene, que a través del
mencionado "acto administrativo de trámite", la Empresa de Energía de
Bogotá revocó parcialmente y sin su consentimiento el "acto administrativo
de carácter particular y concreto", que contenía una decisión favorable a
sus intereses, desconociendo con ello su derecho fundamental al debido proceso.
C. LA EXPEDICION
DE LA LICENCIA DE URBANIZACION COMO ACTO ADMINISTRATIVO DE CARACTER COMPLEJO
Del análisis de los hechos
que soportan la acción de tutela interpuesta, y de la normativa aplicable al
caso, la Sala concluye que la expedición de una licencia de urbanismo,
pretensión final del demandante, implica el desarrollo de un procedimiento
administrativo, que por sus características y objetivos conduce a lo que la
jurisprudencia y la doctrina han denominado un acto administrativo complejo.
En efecto, el acto
administrativo complejo se define como aquel "...que resulta del concurso
de voluntades de varios órganos de una misma entidad o de entidades públicas
distintas, que se unen en una sola voluntad . En todo caso es necesario para
que exista un acto complejo que haya unidad de contenido y unidad de fin en
las diversas voluntades que se unen para formar un acto único. En el acto
complejo la voluntad declarada es única y resulta de la fusión de la voluntad
de los órganos que concurren a formarla o de la integración de la voluntad del
órgano a que se refiere el acto. Si las voluntades que concurren a la formación
del acto son iguales, el acto se forma por la fusión de las distintas
voluntades; si son desiguales, por la integración en la principal de las otras.
habrá integración de voluntades cuando un órgano tiene facultad para adoptar
una resolución, pero ese poder no podía ejercerse válidamente sin el concurso
de otro órgano..."[1]
El artículo 2 del
Decreto 600 de 1993, por el cual se reglamenta la expedición de licencias y
permisos de urbanización y construcción en Santafé de Bogotá, define la
licencia de urbanización de la siguiente manera:
"LICENCIA DE
URBANIZACION. Es el acto
por el cual la Administración Distrital autoriza la adecuación de terrenos,
ejecución de obras de urbanismo e infraestructura de servicios, dotación,
adaptación y equipamiento de espacios públicos y privados, parcelación o loteo
de terrenos y en general la organización de dichos terrenos, con arreglo a las
reglamentaciones urbanísticas, para su ulterior edificación y utilización de
las edificaciones con destino a usos urbanos."
En una ciudad como
Santafé de Bogotá, la expedición de una licencia de las características
descritas, implica el previo desarrollo de un proceso en el cual participan
diferentes órganos de la administración distrital, cada uno de los cuales, en
el ámbito de sus propias competencias y de acuerdo con la función especializada
que tiene a su cargo, define aspectos que serán fundamentales para garantizarle
a la ciudad un desarrollo urbanístico conveniente y armónico, y a los
ciudadanos el acceso a la propiedad con la prestación de los servicios básicos.
Dicho proceso, que
en el caso de la ciudad de Santafé de Bogotá está en cabeza del Departamento
Administrativo de Planeación Distrital, requiere de actuaciones coordinadas,
coherentes y armónicas de otras entidades distritales, dirigidas todas a la
adopción de una decisión de carácter definitivo, el otorgamiento o no de la
licencia de urbanización, por lo que no pueden entenderse aisladas unas de
otras, pues individualmente consideradas no generan efectos jurídicos.
Dichas actuaciones
presentan unidad de contenido y de fin, y en el caso analizado, al provenir de
diferentes órganos especializados (Empresa de Energía, Empresa de Acueducto y
Alcantarillado, Empresa de Teléfonos de Bogotá, etc.), cada una de ellas
conduce a decisiones que se integrarán a la decisión principal, no obstante, se
reitera, consideradas individualmente constituyen una mera expectativa. En
síntesis el proceso referido constituye un acto administrativo complejo.
El certificado de
disponibilidad definida de prestación del servicio, que el actor considera como
un acto administrativo de carácter particular y concreto, no lo es, pues éste
tan sólo consigna la disposición y capacidad que tiene una empresa de servicios
públicos, en el caso analizado la Empresa de Energía de Santafé de Bogotá, de
prestar el servicio en el evento de que el DAPD considere viable el
proyecto y otorgue la licencia, previo el cumplimiento de los requisitos y
condiciones establecidas para cada caso en particular. Así por ejemplo, en el
supuesto de que por razones ajenas a la empresa demandada el DAPD no
considerara viable el proyecto y no otorgara la licencia, la compañía actora no
podría reclamar derecho alguno a la Empresa de Energía, la cual, a través del
certificado de disponibilidad de prestación del servicio, lo único que hizo fue
manifestar que tiene capacidad para prestarlo y que requiere del cumplimiento
de una mínimas condiciones, que definió con base en la información preliminar
de que dispuso.
En esta perspectiva
el certificado de disponibilidad de prestación del servicio correspondería, al
igual que el acto impugnado, dadas las características que presentan, a la
categoría de los denominados "actos de trámite", que se definen como
aquellos que se producen dentro de una actuación administrativa, en este caso
de carácter complejo, con el objetivo de impulsarla hacia una decisión.
Tanto es así, que el
tantas veces citado Decreto 600 de 1993, expedido por el Alcalde Mayor de
Santafé de Bogotá, establece el trámite de las licencias de urbanización como un
trámite único que se compone de tres clases de actuaciones: previas a la
solicitud de licencia, ante el DAPD, y posteriores a la expedición de la
licencia. Dichas actuaciones son en todo caso necesarias y complementarias, y
las primeras, las previas, condicionan la realización de las otras; dice el
capítulo II del citado decreto:
"II. LICENCIAS
DE URBANIZACION
"Artículo 16.
ACTUACIONES PROPIAS DEL TRAMITE
"El trámite de
las licencias de urbanización está compuesto por tres clases de actuaciones:
"1. Previas a
la solicitud de la licencia de urbanización, que son: la aprobación e
incorporación del plano topográfico y la obtención del certificado de las
empresas de servicios públicos sobre su disponibilidad definida para
prestarlos. En los casos en los que fuere necesario también deberá
obtenerse la certificación preliminar de estabilidad de terrenos y la licencia
previa de la CAR.
"2. Ante el
D.A.P.D. para obtener la licencia.
"3. Posteriores
a la expedición de la licencia, que son: aprobación de proyectos de redes,
solicitud de interventoría de obras, escrituración y registro de las zonas de
uso público y constitución de garantías."
En consecuencia,
para la Sala es claro que en el caso analizado, no se están confrontando dos
actos administrativos correspondientes a dos clases diferentes, uno de carácter
particular y concreto, creador de una situación jurídica específica, cuya
revocación está sujeta a lo dispuesto en el artículo 73 del C.C.A., y otro de
trámite o preparatorio, respecto del cual no procede recurso alguno, a través
del cual, según el demandante, tácitamente se revocó parcialmente el primero;
se trata de dos actuaciones que configuran dos actos de trámite o
preparatorios, que hacen parte de un único proceso establecido por las normas
distritales para el trámite de una licencia de urbanización.
Lo anterior implica
que el primero, el certificado de disponibilidad de prestación del servicio, al
no ser un acto creador de una situación jurídica individual, subjetiva y
concreta, sino una actuación administrativa prevista en el artículo 16 del
Decreto 600 de 1993, como parte de uno de los componentes del proceso de
trámite de licencias de urbanización, no está sujeto, para efectos de
modificación de sus condiciones y contenido, a lo dispuesto en el artículo 73
del C.C.A..
D. LA ACCION DE
TUTELA CONTRA ACTOS DE TRAMITE O PREPARATORIOS.
Definido el carácter
de los actos administrativos en los que se soporta la acusación, como actos de
trámite o preparatorios, que hacen parte, en cuanto componentes, de un
procedimiento que conduce a la expedición de un acto definitivo, de carácter
particular y concreto, contra ellos no procede la acción de tutela, pues dado
su carácter se limitan, en el caso analizado, a impulsar y determinar una
decisión, el otorgamiento o no de una licencia de urbanización, que como se
dijo, constituye un acto administrativo complejo, ese si de carácter
definitivo; si bien esta Corporación ha señalado la procedencia excepcional de
este tipo de amparo contra los mencionados actos de trámite, ella sólo se da en
el evento de que éstos violen o amenacen un derecho fundamental, que, como ha
quedado probado, no es lo que ocurre en este caso.
En el caso
analizado, se impugna el contenido de un acto de trámite con el cual, según la
parte actora, se violó su derecho al debido proceso, pues a través de él, dice
su apoderado, se revocó parcialmente un acto definitivo de carácter particular
y concreto; en este punto, núcleo principal de la acusación, se encuentra la
equivocación del apoderado de la parte actora, pues ya ha quedado demostrado
que dicho certificado no presenta las características esenciales de un acto
administrativo definitivo, siendo, al igual que el acto impugnado, un acto de
trámite, no sujeto para efectos de modificación a lo dispuesto en el artículo
73 del C.C.A.; en consecuencia, se desvirtúa la acusación de la compañía
actora, referida al presunto desconocimiento del procedimiento establecido en
la norma citada, pues él mismo no le era aplicable al acto del cual pretenden,
erradamente, derivar la configuración de un derecho.
Del análisis
adelantado se concluye, que la vulneración o amenaza del derecho fundamental al
debido proceso no se ha dado, pues el proceso se ha surtido conforme a lo
establecido en la normatividad vigente; así mismo, que en cuanto acto de
trámite hace parte de un proceso aún incompleto, inacabado, en el cual la
condición impuesta todavía es objeto de discusión al interior de la
administración; tanto es así, que el comité interinstitucional de que trata el
artículo 55 del Decreto 600 de 1993, "devolvió" a la Empresa de
Energía el proyecto Mazurén II etapa, para que ésta estudiara una alternativa
distinta a constitución de la reserva de la zona de 80x80 metros; de otra
parte, la misma compañía propone como alternativa subsidiaria la construcción
de subestaciones en cada agrupación con capacidad suficiente para atenderlas;
no se evidencia entonces la configuración de actuaciones arbitrarias, que
desconozcan o atenten contra el derecho de contradicción o defensa de la
actora, y por lo tanto que configuren violación del derecho al debido proceso
para el cual se solicitó protección.
E. LA PRIMACIA
DEL INTERES GENERAL SOBRE EL INTERES PARTICULAR.
El artículo 1 de la
C.P. establece que Colombia es un estado social de derecho, que se funda entre
otros principios en los de solidaridad y prevalencia del interés general;
en este contexto el Estado tiene la responsabilidad de propiciar y defender el
interés general sobre el interés particular, sin que ello sirva, obviamente,
para abrogarse la facultad de desconocer o vulnerar derechos fundamentales de
las personas. En el caso analizado, la exigencia que hace la empresa demandada,
en el curso de un procedimiento que precisamente pretende garantizar a la
comunidad un desarrollo urbanístico acorde con sus necesidades y expectativas,
en el que se cubran todos y cada uno de los aspectos que se consideran fundamentales
en este tipo de proyectos, responde al estudio y determinación de las
necesidades futuras de energía eléctrica de la comunidad, las cuales, dado el
incremento acelerado de la población y el consecuente auge de la construcción,
cada día crecen más.
Sería absurdo que
conociendo de antemano la insuficiencia de la infraestructura disponible en
materia de energia, con base en un argumento de tipo meramente procedimental,
que de otra parte ha quedado desvirtuado, la empresa demandada se abstuviera de
solicitar al urbanizador la reserva de una zona que servirá para la
construcción de una subestación, la cual por lo demás le servirá a él para
garantizar a sus potenciales clientes el abastecimiento de un servicio público
principal; las necesidades de una ciudad de las dimensiones de la capital de la
República hacen necesario el esfuerzo compartido, público y privado, para
suplir las necesidades de sus habitantes. Por eso en muchas áreas consideradas
prioritarias y especialmente en lo que tiene que ver con servicios públicos, la
administración cuenta con prerrogativas especiales como la señalada en el
artículo 99 del acuerdo 006 de 1990, expedido por la Alcaldía Mayor de Santafé
de Bogotá, referida a que "...las zonas de reserva para futuras afectaciones,
en concordancia con el artículo 37 de la ley 9 de 1989, podrán ser variadas o
modificadas unilateralmente por el Departamento Administrativo de
Planeación Distrital, por su propia iniciativa, o bien a solicitud de las
entidades públicas interesadas en las obras y programas para los cuales se
establece la reserva para futuras afectaciones", que fue lo que ocurrió en
el caso analizado.
La responsabilidad
de la parte actora en este aspecto trasciende sus intereses económicos, y le
exige solidarizarse con las necesidades de la comunidad, pues se trata de
preservarla a ella de la carencia, en un futuro próximo, de un servicio público
principal como lo es la energía eléctrica.
En virtud de lo
expuesto, la Sala Número Ocho de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO.
CONFIRMAR el fallo
proferido el 14 de junio de 1995 por el Juzgado Tercero Civil del Circuito de
Santafé de Bogotá, a través del cual confirmó la sentencia del Juzgado Doce
Civil Municipal de Santafé de Bogotá, que negó la tutela interpuesta por la
Compañía Agropecuaria e Inversionista la Floresta Ltda.
SEGUNDO. LIBRAR por Secretaría las comunicaciones de que
trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
[1]Díez, Manuel María, El Acto Administrativo, 2da edic., 1961. |
587 | T-546-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-546/95
ACTIVIDAD
PROCESAL-Términos
La actividad
procesal está planeada para cumplirse en momentos determinados y preclusivos
con el fin de asegurar su continuidad ordenada, al punto que un acto no resulta
posible si no se ha superado la oportunidad en que debe ejecutarse otro
anterior, y así sucesivamente, pero una vez clausurada cada etapa se sigue
inexorablemente la siguiente, aunque se hayan omitido las actividades señaladas
para esa ocasión. Desde este punto de vista, el proceso es un sistema de
ordenación del tiempo dentro del cual los diferentes sujetos procesales deben
cumplir las actividades requeridas por la ley, las cuales constituyen actos
preparatorios para la resolución de las pretensiones de las partes, a través de
la sentencia. La oportuna observancia de los términos judiciales, en cuanto
garantiza la celeridad, la eficacia y la eficiencia de la administración de
justicia, y hace operante y materializa el acceso a la justicia, al hacer
efectivo el derecho a obtener la pronta resolución judicial, se integra al
núcleo esencial del derecho al debido proceso.
MORA JUDICIAL-Naturaleza
Una de las fallas
más comunes y de mayores efectos nocivos en la administración de justicia es,
precisamente, la mora en el trámite de los procesos y en la adopción de las
decisiones judiciales, la cual en su mayor parte es imputable a los jueces. La
mora judicial no sólo lesiona gravemente los intereses de las partes, en cuanto
conlleva pérdida de tiempo, de dinero y las afecta sicológicamente, en cuanto
prolonga innecesariamente y mas allá de lo razonable la concreción de las
aspiraciones, y los temores y angustias que se derivan del trámite de un
proceso judicial, sino que las coloca en una situación de frustración y de
desamparo, generadora de duda en cuanto a la eficacia de las instituciones del
Estado para la solución pacífica de los conflictos, al no obtener la justicia
pronta y oportuna que demanda. La mora injustificada afecta de modo sensible el
derecho de acceso a la administración de justicia, porque éste se desconoce
cuando el proceso no culmina dentro de los términos razonables que la ley
procesal ha establecido, pues una justicia tardía, es ni más ni menos, la
negación de la propia justicia. La mora judicial constituye una conducta
violatoria del derecho al debido proceso.
MORA JUDICIAL-Justificación
En cuanto al tema
de la justificación de la mora judicial, ésta sólo es legítima frente a la
presencia de situaciones procesales, sobrevinientes e insuperables, no
obstante una actuación diligente y razonable. La diligencia en el ejercicio de
la actividad judicial es un postulado constitucional y su omisión sólo puede
justificarse cuando median circunstancias de tal magnitud que, a pesar de la
diligente y razonable actividad del juez, no son posibles de superar, de modo
que a pesar de la actitud diligente y del deseo del juzgador los términos
legales para impulsar el proceso y decidir en oportunidad se prolongan en el
tiempo.
DEBIDO PROCESO-Incumplimiento de términos procesales/DERECHO
DE ACCESO A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Incumplimiento de términos
procesales
La Sala no se
muestra insensible frente a la situación preocupante y deplorable en que se
encuentra el Tribunal, debido al atraso judicial, ni desconoce la incidencia
negativa que las condiciones de trabajo tienen sobre las labores de quienes lo
integran, las cuales se desarrollan dentro de un marco de limitaciones y
carencias de diferente orden. No obstante, tampoco se debe perder de vista el
hecho de que las condiciones de trabajo del magistrado, no son distintas de las
de los restantes magistrados, colocados como él en situaciones idénticas; por lo
tanto, los mayores rendimientos de sus colegas sólo pueden tener explicación en
su dedicación, responsabilidad y vocación de servicio a la justicia. Después de
más de dos años de encontrarse el expediente del actor al despacho del
Magistrado para registrar proyecto de fallo, sin que se hubiera cumplido con
esta responsabilidad, resulta improbable que se logre solucionar la situación
por la vía indicada en la sentencia de instancia, cuando existen muchísimos
procesos en turno antes del correspondiente al actor, cuyos interesados
eventualmente han podido o pueden acudir al referido mecanismo. Los términos
procesales, a pesar de que sólo son la medida de la oportunidad en que debe
cumplirse la actividad procesal por los sujetos del proceso, constituyen, sin
embargo, la garantía irremplazable de que la justicia es una respuesta
alcanzable y oportuna que le brinda el Estado a las personas que se acogen a su
amparo.
PETICION DE
OPORTUNIDAD-Efectividad
La llamada
"petición de oportunidad" es efectiva en la medida en que se haya
utilizado en forma limitada por quienes se encuentren en condiciones similares
a las de un determinado interesado, porque la solución puede estar condicionada
por los requerimientos que en igual sentido hayan formulado otros solicitantes.
En ese sentido es clara la norma referida, ya que si en principio admite que
luego de tres días, a partir del vencimiento del término para proferir
sentencia, sin que se hubiere emitido, cualquiera de las partes puede acudir al
juez para que la profiera con prelación a los demás asuntos pendientes de que
está conociendo, sin embargo, la referida prelación tiene un efecto relativo,
porque si varios solicitantes han reclamado al mismo juez dicha medida, éste
colocará en turno la resolución del correspondiente asunto, según el orden de
presentación de la solicitud.
Ref.: Expediente T- 74873
Tema: Mora judicial.
Peticionario:
Gustavo Ernesto Jaime
Magistrado Ponente:
Dr. ANTONIO BARRERA CARBONELL
Aprobada en Santafé
de Bogotá D.C. a los veintitrés días del mes de noviembre de mil novecientos
noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el
proceso de la acción de tutela instaurado por Gustavo Ernesto Jaime contra el
Doctor Hernando Eslava Barón, Magistrado del Tribunal Administrativo de Boyacá.
I. ANTECEDENTES.
Con base en
los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del decreto 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
1. Solicitud.
El señor Gustavo
Ernesto Jaime, por medio de apoderado, en escrito de fecha mayo 15 de 1995,
solicitó ante la Sala Jurisdiccional del Consejo Superior de la Judicatura
Seccional Boyacá, la tutela del derecho a obtener sentencia en el proceso
ordinario contencioso administrativo radicado bajo el N° 10688 en el Tribunal
Administrativo de Boyacá, que le correspondió por reparto al Magistrado
Hernando Eslava Barón.
Manifiesta el
peticionario que el 9 de octubre de 1989 promovió ante el referido Tribunal
acción de nulidad y restablecimiento del derecho, debido a que fue retirado
injustamente del cargo de Director del Hospital de Ramiriquí, y que surtidos
los trámites procesales del caso, el expediente se encuentra al despacho del
Magistrado Eslava Barón desde el 2 de junio de 1993, para elaborar el
correspondiente proyecto de sentencia; es decir, que a la fecha de la tutela
habían transcurrido casi dos años, sin que el Tribunal hubiera proferido la
respectiva sentencia.
2. La primera
instancia.
La Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura de Boyacá
negó la tutela impetrada porque consideró que, si bien es cierto que el
Magistrado Hernando Eslava Barón se colocó en mora de elaborar el proyecto de
sentencia de éste y otros asuntos que estaban a su conocimiento, también se
estableció, mediante la práctica de una inspección judicial, que ello no
obedecía a una manifiesta o injustificada omisión del magistrado, sino al gran
volumen de negocios sometidos a la consideración de su despacho, pues la
morosidad para que sea reprochable y atente contra el debido proceso requiere
que carezca de justificación, de manera que no se puede afirmar que ha existido
por parte del Magistrado la intención omisiva de pronunciarse sobre el aludido
proceso.
3. La impugnación
del actor.
El accionante
impugnó el fallo y estimó, en apoyo de su pretensión, que en la tutela se
alegaba la violación de los derechos fundamentales del debido proceso, la
igualdad y el acceso efectivo a la administración de justicia, y que el a-quo
sólo decidió en relación con los dos primeros, y omitió pronunciarse en
relación con el tercero de tales derechos. Se advierte por el recurrente que
aun cuando no se desconoce el volumen de trabajo en el Tribunal, debe tenerse
en cuenta que si se compara la actividad del magistrado Eslava Barón con la
que desarrollan sus colegas, éste no trabaja, y esta circunstancia constituye
la violación del debido proceso, por su relación con la eficacia de la
justicia, "pues la justicia que estamos reclamando no ha sido impartida
dentro de unos términos razonables, ni aún dentro de los más laxos y
elásticos...".
4. La segunda
instancia.
El Consejo Superior
de la Judicatura, en sentencia de junio 6 de 1995 confirmó el fallo de primera
instancia, aunque por razones diferentes.
Consideró el
Consejo, que la inobservancia sin justificación de los términos establecidos
para adelantar las actuaciones procesales constituye una transgresión al debido
proceso que autoriza al afectado para acudir a la acción de tutela, porque el
acceso a la administración de justicia no se satisface con el trámite del
proceso, sino que es necesario además alcanzar la solución del conflicto
mediante un fallo que se ajuste a la verdad procesal.
Sin embargo, el
Consejo superior de la Judicatura -Sala Jurisdiccional Disciplinaria- concluyó
que no es procedente la tutela porque esta acción no constituye un medio
alternativo de defensa y el accionante cuenta con "la petición de
oportunidad" consagrada en el artículo 43 del Decreto 2651 de 1991, de
acuerdo a la cual, "cualquiera de las partes podrá solicitar al juez ,
transcurridos tres días a partir del vencimiento del término para proferir
sentencia, sin que ésta se hubiere emitido, que la dicte con prelación de los
demás asuntos pendientes en su despacho. En caso de varias solicitudes de
oportunidad, las resolverá según el orden de presentación".
"De esta manera
-concluyó el Consejo- resulta claro que ante la presencia de un medio ordinario
para perseguir lo pretendido en la petición que originó esta actuación, no
procede la acción de tutela".
II. LA COMPETENCIA.
Es competente esta
Sala para revisar el proceso de tutela de la referencia, con fundamento en los
artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Los términos
procesales y el debido proceso.
Los términos
procesales constituyen en general el momento o la oportunidad que la ley, o el
juez, a falta de señalamiento legal, establecen para la ejecución de las etapas
o actividades que deben cumplirse dentro del proceso por aquél, las partes, los
terceros intervinientes y los auxiliares de la justicia.
La actividad
procesal está planeada para cumplirse en momentos determinados y preclusivos
con el fin de asegurar su continuidad ordenada, al punto que un acto no resulta
posible si no se ha superado la oportunidad en que debe ejecutarse otro
anterior, y así sucesivamente, pero una vez clausurada cada etapa se sigue
inexorablemente la siguiente, aunque se hayan omitido las actividades señaladas
para esa ocasión. Desde este punto de vista, el proceso es un sistema de
ordenación del tiempo dentro del cual los diferentes sujetos procesales deben
cumplir las actividades requeridas por la ley, las cuales constituyen actos
preparatorios para la resolución de las pretensiones de las partes, a través de
la sentencia.
Como lo anota el
tratadista Jaime Guasp[1],
los términos hacen parte del sistema de ordenación del proceso, o sea, "de
aquel conjunto de actividades procesales de desarrollo que se proponen, no
tanto aportar al juez los instrumentos específicos que éste necesita para el
fallo, cuanto gobernar, esto es, preparar, disponer y conservar aquella
aportación: ordena, y de ahí su nombre, más que instruye el fondo del
proceso".
Igualmente hay que
considerar que la oportuna observancia de los términos judiciales, en cuanto
garantiza la celeridad, la eficacia y la eficiencia de la administración de
justicia, y hace operante y materializa el acceso a la justicia, al hacer
efectivo el derecho a obtener la pronta resolución judicial, se integra al
núcleo esencial del derecho al debido proceso.
En la sentencia
C-416/94[2],
señaló la Corte sobre el particular:
"El proceso
es una institución de satisfacción de pretensiones esencialmente dinámica; en
tal virtud, el proceso se proyecta y desenvuelve en el tiempo, a través de la
sucesión de una serie de actos o de etapas dirigidas a una finalidad, cual es
la constatación de una situación jurídica en un caso concreto mediante una
sentencia. El proceso se encuentra regido, entre otros, por los principios de
celeridad y eficacia los cuales buscan que los trámites procesales se
desarrollen con sujeción a los precisos términos señalados en la ley procesal y
que el proceso concluya dentro del menor término posible y logre su finalidad,
a través del pronunciamiento de la correspondiente sentencia".
"El impulso
de la actuación procesal esta diseñada en relación con el tiempo, que es factor
esencial para su celeridad y eficacia, entendida esta última en función del
logro del objetivo del proceso".
"En función
del tiempo no sólo se crean y modifican los derechos procesales concretos, sino
que también se los extingue, por lo cual se hace necesario que la ley procesal
establezca unos plazos o términos, con el fin de que el proceso se realice
dentro de una secuencia lógica ordenada y con la oportunidad y celeridad que de
conformidad con los artículos 29 y 228 de la Constitución Política demanda el
ejercicio de la función de administrar justicia. Aunque es de anotar, que los
principios de eficacia y celeridad que informan el proceso judicial y que se
infieren de los preceptos aludidos, igualmente tienen su fundamento en el
artículo 209 de la Carta Política, pues los postulados rectores de la función
administrativa también tienen operancia en el desarrollo de la función
jurisdiccional, como manifestaciones que son del poder del Estado".
(....)
"La
consagración de los términos judiciales por el legislador y la perentoria
exigencia de su cumplimiento, tienen intima relación con el núcleo esencial del
derecho al acceso a la justicia y al debido proceso, pues la indeterminación de
los términos para adelantar las actuaciones procesales o el incumplimiento de
éstos por las autoridades judiciales, puede configurar una denegación de
justicia o una dilación indebida e injustificada del proceso, ambas proscritas
por el Constituyente".
2. La mora
judicial y el derecho al debido proceso.
Una de las fallas
más comunes y de mayores efectos nocivos en la administración de justicia es,
precisamente, la mora en el trámite de los procesos y en la adopción de las
decisiones judiciales, la cual en su mayor parte es imputable a los jueces. Por
supuesto que en esta situación inciden factores de distinto orden, algunos de
los cuales justifican a veces las falencias judiciales, pero frecuentemente
responden más bien al desinterés del juez y de sus colaboradores, desconociendo
el hecho de que en el proceso el tiempo no es oro sino justicia, como lo señaló
sentenciosamente Eduardo J. Couture.
La mora judicial no
sólo lesiona gravemente los intereses de las partes, en cuanto conlleva pérdida
de tiempo, de dinero y las afecta sicológicamente, en cuanto prolonga
innecesariamente y mas allá de lo razonable la concreción de las aspiraciones,
y los temores y angustias que se derivan del trámite de un proceso judicial,
sino que las coloca en una situación de frustración y de desamparo, generadora
de duda en cuanto a la eficacia de las instituciones del Estado para la
solución pacífica de los conflictos, al no obtener la justicia pronta y
oportuna que demanda.
La mora
injustificada afecta de modo sensible el derecho de acceso a la administración
de justicia, porque éste se desconoce cuando el proceso no culmina dentro de
los términos razonables que la ley procesal ha establecido, pues una justicia
tardía, es ni más ni menos, la negación de la propia justicia.
Debido a que
históricamente ha sido recurrente el fenómeno de la mora judicial y tan
perniciosos sus efectos en nuestro medio, el Constituyente instituyó un
mecanismo de reacción al optar por la norma, según la cual, "los términos
procesales se observarán con diligencia y su incumplimiento será
sancionado" (Art. 228).
Sobre esta
problemática se ha pronunciado en repetidas oportunidades esta Corporación y
reiteradamente ha sostenido que la mora judicial constituye una conducta
violatoria del derecho al debido proceso. Así lo señaló en sentencia del 27 de
Agosto de 1993[3],
cuando expresó:
"Las
dilaciones injustificadas y el desconocimiento de términos establecidos para
llevar a cabo actuaciones procesales que corresponde legalmente surtirlas al
juez como conductor del proceso, constituyen violaciones flagrantes del derecho
al debido proceso. Los derechos a que se resuelvan los recursos interpuestos,
a que lo que se decida en una providencia se haga conforme a las normas
procesales, y a que no se incurra en omisiones o dilaciones injustificadas en
las actuaciones que corresponden al juez como autoridad pública, hacen parte
integral y fundamental del derecho al debido proceso y al acceso efectivo a la
administración de justicia"
Y en cuanto al tema
de la justificación de la mora judicial, la Corte también se ha pronunciado
señalando que ésta sólo es legítima frente a la presencia de situaciones
procesales, sobrevinientes e insuperables, no obstante una actuación diligente
y razonable[4].
Dijo la Corte:
"En armonía
con lo establecido anteriormente, el artículo 228 de la Constitución Política
determinó que los términos procesales deben observarse con diligencia, a tal
punto que su incumplimiento puede ser sancionado.
Pero es cierto
que, tanto las normas constitucionales como los preceptos legales consagran el
derecho a un proceso público sin injustificadas dilaciones, se abre camino a la
posibilidad de que se presenten acontecimientos específicos y por demás
justificados que impidan al funcionario mantenerse bajo los términos procesales
que le señala la ley.
Tal conducta
omisiva sólo puede ser aceptable en aquellos casos en los que el Estado, a
través de sus funcionarios, actúa de manera diligente y razonable y no obstante
enfrentado a eventos que le sobrepasan en el control de los términos a los que
está sujeto, implicando no un quebrantamiento del núcleo esencial del derecho,
sino más bien una prolongación del mismo, en procura precisamente de que se
profiera una decisión acorde con la finalidad que exige el concienzudo
conocimiento, análisis e imparcialidad de la administración de justicia.
Reiterándose, claro
está, de manera vehemente que estas excepcionales situaciones no pueden
desdibujar el postulado general de pronta y recta administración de justicia,
sino que, previa su comprobación, deben valorarse en su justo
alcance".
Como corolario de lo
expresado se puede concluir, que la diligencia en el ejercicio de la actividad
judicial es un postulado constitucional y su omisión sólo puede justificarse
cuando median circunstancias de tal magnitud que, a pesar de la diligente y
razonable actividad del juez, no son posibles de superar, de modo que a pesar
de la actitud diligente y del deseo del juzgador los términos legales para
impulsar el proceso y decidir en oportunidad se prolongan en el tiempo.
3. El caso en
estudio y las pruebas aducidas.
La tutela se
promovió por el actor, con la finalidad de que se tomaran las previsiones
necesarias para amparar su "derecho a recibir y obtener sentencia en el
proceso ordinario contencioso administrativo radicado bajo el No. 10688",
que cursa en el Tribunal Administrativo de Boyacá.
De las pruebas
aducidas y practicadas en el proceso se tiene lo siguiente:
a. El Consejo
Seccional practicó una inspección judicial al despacho del magistrado Eslava
Barón y según los términos del acta respectiva se pudo establecer la siguiente
situación:
- A la fecha de la
diligencia judicial, no se había eleborado proyecto de sentencia en el proceso
en cuestión.
- Del 23 de Junio de
1993, en que el expediente entró al despacho del magistrado Eslava Barón para
elaborar el referido proyecto, al 23 de Mayo de 1995, fecha de la inspección
judicial, es decir, en casi dos años de labores, el magistrado Eslava Barón ha
proferido las decisiones y cumplido las diligencias que enseguida se detallan
en los procesos a su cargo:
1. Doce (12)
audiencias de conciliación.
2. Ciento cuarenta y
una (141) diligencias de recepción de testimonios.
3. Veintiuna (21)
diligencias de inspección judicial.
4. Quinientos
ochenta y siete (587) autos interlocutorios.
5. Ochenta (80)
autos de sustanciación.
6. Ciento sesenta y
cuatro (164) fallos.
7. Treinta (30)
fallos de tutela.
En el acta de la
referida diligencia se hizo constar que el magistrado demandado sólo cuenta con
un auxiliar del despacho y otro empleado que colabora con los trabajos que allí
se realizan. Y, además, que a su despacho, para proyectos de fallo, se
encuentran doscientos once (211) procesos y, que antes del No. 10.688
correspondiente al del demandante, están en turno ciento tres (103).
b. A petición del
demandante se incorporó al expediente un estudio sobre el rendimiento y estado
de los procesos en el Tribunal Administrativo de Boyacá, que elaboró el
Procurador Delegado ante el Tribunal y que comprende el período transcurrido
entre el año de 1990 y el 16 de Febrero de 1995, del cual se extractan las
siguientes informaciones:
- De 1995
expedientes activos a la fecha del estudio, 646 corresponden al despacho del
magistrado Eslava Barón, esto es, el 32%; al magistrado Juan Donaldo Gómez 505
expedientes, que equivalen al 25% del total; 431 al magistrado Fernando Olarte,
es decir, el 22%, y 413 al magistrado Gustavo Gómez, o sea el 21% del total.
- Según el estudio
referido, de los 1995 expedientes activos 1623 se encuentran en Secretaría en
diferentes etapas, y 372 están al despacho de los distintos magistrados para
proyectar los fallos respectivos, según la siguiente distribución:
Magistrado Hernando
Eslava 224, que equivale al 60% del total.
Magistrado Donaldo
Gómez 97, que corresponde al 26% del total.
Magistrado Fernando
Olarte 29, que representa el 8% del total.
Magistrado Gustavo
Gómez 22, que equivale al 6% del total.
Si se analizan los
elementos de juicio de que dan cuenta las pruebas reseñadas, no cuestionadas
por el demandado, se puede deducir que la labor del señor Magistrado Hernando
Eslava Barón, dentro de los períodos señalados, es muy deficiente y que la
constante que caracteriza su quehacer judicial es su parsimonia extrema, al
punto que se ha colocado entre los Magistrados del Tribunal menos productivos.
Esta situación resulta particularmente evidente al examinar la labor de
preparación de proyectos, dado que el demandado tiene a su cargo, para ese fin,
el 60% del total de los negocios, mientras que los otros tres magistrados sólo
mantienen bajo su responsabilidad el 40% de los restantes expedientes.
La Sala no se
muestra insensible frente a la situación preocupante y deplorable en que se
encuentra el Tribunal Administrativo de Boyacá, debido al atraso judicial, como
se deduce particularmente del informe de la Procuraduría Regional, ni desconoce
la incidencia negativa que las condiciones de trabajo tienen sobre las labores
de quienes lo integran, las cuales se desarrollan dentro de un marco de
limitaciones y carencias de diferente orden. No obstante, tampoco se debe
perder de vista el hecho de que las condiciones de trabajo del magistrado
Eslava Barón, no son distintas de las de los restantes magistrados, colocados
como él en situaciones idénticas; por lo tanto, a juicio de la Sala, los mayores
rendimientos de sus colegas sólo pueden tener explicación en su dedicación,
responsabilidad y vocación de servicio a la justicia.
Por las razones
anteriores, la Corte disiente de los puntos de vista del juzgador de primera
instancia, que lo indujeron a descartar la tutela reclamada al limitar el
examen del problema sólo desde la óptica de la situación meramente material del
cúmulo de trabajo que tiene el magistrado demandado, sin relacionarla con las
condiciones en que operan los restantes magistrados, acosados por igual por las
mismas dificultades y limitaciones a que está sometido el ejercicio de la
judicatura, no sólo en Boyacá sino en todo el país, salvo contadas excepciones.
La solución que
adoptó el Consejo Superior de la Judicatura y que lo movió a confirmar la
decisión del a-quo, resulta igualmente inadecuada, porque la llamada
"petición de oportunidad", consagrada por el decreto 2651 de 1991, es
efectiva en la medida en que se haya utilizado en forma limitada por quienes se
encuentren en condiciones similares a las de un determinado interesado, porque
según los términos del artículo 43 del estatuto en cita, la solución puede
estar condicionada por los requerimientos que en igual sentido hayan formulado
otros solicitantes.
En ese sentido es
clara la norma referida, ya que si en principio admite que luego de tres días,
a partir del vencimiento del término para proferir sentencia, sin que se
hubiere emitido, cualquiera de las partes puede acudir al juez para que la
profiera con prelación a los demás asuntos pendientes de que está conociendo,
sin embargo, la referida prelación tiene un efecto relativo, porque si varios
solicitantes han reclamado al mismo juez dicha medida, éste colocará en turno
la resolución del correspondiente asunto, según el orden de presentación de la
solicitud.
Después de más de
dos años de encontrarse el expediente del actor al despacho del Magistrado para
registrar proyecto de fallo, sin que se hubiera cumplido con esta
responsabilidad, como se pudo confirmar con la comunicación del mes de octubre
de 1995, en la cual el Secretario del Tribunal Administrativo de Boyacá informa
que aún no se ha dictado sentencia, resulta improbable que se logre solucionar
la situación por la vía indicada en la sentencia de segunda instancia, cuando
existen muchísimos procesos en turno antes del correspondiente al actor, cuyos
interesados eventualmente han podido o pueden acudir al referido mecanismo.
La alternativa que
encontró el juez de segunda instancia para negar las pretensiones del actor, desconoce
el objetivo esencial de la acción de tutela, que como se destaca y magnifica
por el artículo 86 de la Constitución, consiste en la protección de los
derechos fundamentales amenazados o vulnerados por la autoridad pública o por
un particular. Y esa violación puede ocurrir a pesar de que se encuentren
remedios ordinarios para contrarrestar la acción abusiva o el desconocimiento
injusto de un derecho fundamental por la autoridad pública, si tal medida es
insuficiente o de alcance limitado o su aplicación está sometida a ciertas
contingencias, como en el presente caso, que la convierten más que en una
solución real para detener el abuso o desmontar la amenaza injurídica contra el
derecho que se violenta, en una opción puramente teórica.
Es evidente, que la
conducta del señor Magistrado Hernando Eslava Barón, al dilatar por más de dos
años el proyecto de fallo para que el Tribunal proceda a decidir el referido
proceso, vulnera los derechos constitucionales fundamentales del actor al
debido proceso y del acceso a la justicia (C.P. arts. 29 y 229).
Los términos
procesales, a pesar de que sólo son la medida de la oportunidad en que debe
cumplirse la actividad procesal por los sujetos del proceso, constituyen, sin
embargo, la garantía irremplazable de que la justicia es una respuesta
alcanzable y oportuna que le brinda el Estado a las personas que se acogen a su
amparo. No ocurrió así en el presente caso; de ahí que prospere la tutela
impetrada.
IV. DECISION.
Por las razones
expuestas, la Corte Constitucional de la República de Colombia, actuando en
Sala de Revisión, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de
la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR las sentencias proferidas
por el Honorable Consejo Superior de la Judicatura -Sala Jurisdiccional
Disciplinaria, y por el Consejo Seccional de la Judicatura de Boyacá -Sala
Jurisdiccional Disciplinaria, proferidas, en su orden, el 25 de mayo y el 15 de
junio de 1995.
SEGUNDO: CONCEDER al demandante Gustavo
Ernesto Jaime la tutela de los derechos al debido proceso y al acceso a la
justicia. Por consiguiente, se ORDENA al señor Magistrado del Tribunal
Administrativo de Boyacá, doctor Hernando Eslava Barón, que en el término de 48
horas hábiles proceda a registrar el proyecto de fallo correspondiente dentro
del proceso No. 10688, en el cual aquél figura como actor.
TERCERO: ORDENAR que por la Secretaría
General de esta Corporación, se comunique esta providencia a la Sala
Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura de Boyacá,
en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de
1991
Cópiese, comuníquese, insértese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General.
[1]. Derecho Procesal Civil, Tomo Primero, p. 472, Instituto de
Estudios Políticos, Madrid 1968.
[2] . M.P. Antonio Barrera Carbonell.
[3] . T-348, Gaceta de la Corte Constitucional, T. 8, p. 575.
[4] . T-162 de 26 de Abril de 1993, Sala Cuarta de Revisión, Tomo 4,
p. 502. |
588 | T-547-95
Sentencia No
_Sentencia No.
T-547/95
ACCION DE TUTELA-Improcedencia frente a derechos e
intereses colectivos/ACCION POPULAR-Terreno abandonado/DERECHO A LA
SEGURIDAD PUBLICA-Terreno abandonado/DERECHO A LA SALUBRIDAD PUBLICA-Terreno
abandonado
La acción de
tutela se dirige contra la propietaria de un lote de considerable extensión, en
razón de la situación de abandono y descuido que se observa respecto del
anotado terreno, que ha terminado por convertirlo en foco de infecciones y de
inseguridad. Las pruebas practicadas traslucen la afectación de derechos e
intereses colectivos, vinculados con la seguridad y la salubridad, bienes que,
como es sabido, se protegen, principalmente, a través de las acciones
populares. No se ha comprobado que la lesión a los derechos e intereses
colectivos, repercuta en la violación individual y concreta de un derecho
fundamental del actor y de los demás vecinos. Naturalmente, los efectos
negativos de la omisión denunciada, por comprometer un bien colectivo, se
reflejan de manera difusa sobre la población afectada. En el curso de la acción
popular, luego de establecer la vulneración a los intereses colectivos, se
tendrán que adoptar las medidas más adecuadas para resolver la controversia
planteada. Desde luego, si los hechos se proyectan en una amenaza o lesión
individualizadas de los derechos fundamentales de las personas, siempre que
ello se demuestre de manera concreta, la acción de tutela podría servir de
medio judicial de protección.
COMPETENCIA-Identificación de las partes en tutela
Si bien la regla
general, en materia de tutela, no puede ser otra que la de contraer los efectos
de la sentencia a las partes identificadas en la demanda, excepcionalmente
puede presentarse una situación distinta si se determina claramente el sujeto
causante de la lesión y a éste se le brinda el derecho al debido proceso, que
además ejerce a plenitud.
NOVIEMBRE 23 DE 1995
Ref.:
Expediente T-77521
Actor: Alfonso
Antonio González Vanegas
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N
T E N C I A
En el proceso de
tutela T-77521 adelantado por ALFONSO ANTONIO GONZALEZ VANEGAS contra la ZONA
FRANCA INDUSTRIAL Y COMERCIAL DE SANTA MARTA
ANTECEDENTES
1. El señor Alfonso
Antonio González Vanegas, vecino de la ciudad de Santa Marta, habita frente a
un globo de terreno, de aproximadamente 100 metros cuadrados, situado entre las
calles 6a. y 7a. y las carreras 3a. y 4a. de esa ciudad.
El 2 de marzo de
1995, el señor González Vanegas denunció, ante la Personería Delegada para los
Derechos Humanos de Santa Marta, que el lote frente al cual habita,
perteneciente a la Zona Franca Industrial y Comercial de Santa Marta, se ha
convertido - toda vez que está compuesto por viviendas semi-derruidas - en un
lugar sumamente inseguro, donde se esconden delincuentes y antisociales de toda
laya. Según el denunciante, en el sitio han ocurrido varios asesinatos, el
último de los cuales se cometió el 26 de febrero de 1995, siendo su víctima uno
de los vecinos del barrio. Además, el lote se ha convertido en un basurero que,
también, los perjudica.
la Delegada del
Ministerio Público enteró de los hechos a la Secretaría de Gobierno de Santa
Marta, y propuso - dada la gravedad de la denuncia presentada - la conformación
de una comisión integrada por funcionarios de la Personería y la Secretaría con
el fin de practicar una inspección ocular al terreno objeto de la denuncia.
La diligencia se
realizó el día 7 de marzo de 1995, sin la presencia de la Secretaría de
Gobierno. En el acta de la inspección, el Personero Delegado para los Derechos
Humanos "pudo observar que en este lugar se localiza un lote semi
enmontado y en el cual se arrojan basuras, no está cerrado y al decir de los
vecinos, en este lote se cometen toda clase de fechorías y en los carnavales de
este año fue asesinado un joven que vivía colindante con el terreno objeto de
la queja". El delegado del Ministerio Público anotó, igualmente, "que
este lote es un sitio propicio para la delincuencia debido al aspecto de
abandono que presenta".
2. El 9 de marzo de
1995, la Personería Delegada para los Derechos Humanos puso en conocimiento de
la Secretaría de Gobierno los resultados de la inspección judicial y manifestó
que el lote localizado entre las calles 6a. y 7a. y las carreras 3a. y 4a. de
la ciudad de Santa Marta, "es aprovechado por toda clase de maleantes para
hacer sus fechorías, intranquilizando a los moradores del lugar". Por
estos motivos, el Personero solicitó a la Secretaría de Gobierno "que se
obligue a la Zona Franca Comercial tomar los correctivos necesarios".
3. Mediante oficio
fechado el 14 de marzo de 1995, la Secretaría de Gobierno de Santa Marta
solicitó al Gerente de la Zona Franca una autorización para efectuar trabajos
de limpieza y cerramiento en el terreno objeto del conflicto, la cual nunca
obtuvo respuesta por parte de esa entidad.
4. El 18 de mayo de
1995, el señor Alfonso Antonio González Vanegas, en su propio nombre y en
representación de la comunidad de los barrios Norte y San Martín de la ciudad
de Santa Marta - cuya autorización anexa -, interpuso acción de tutela, ante el
Juzgado Noveno Penal del Circuito de esa ciudad, contra la Zona Franca
Industrial y Comercial de Santa Marta, por considerar que ésta les ha vulnerado
sus derechos a la vida, a la tranquilidad, a la salud, a la libre circulación y
al medio ambiente.
El demandante señala
que la Zona Franca Industrial y Comercial de Santa Marta viene operando en esta
ciudad desde hace aproximadamente diez años. Durante este tiempo, la empresa ha
adquirido una serie de inmuebles - con el fin de ampliar sus instalaciones -
dentro del lote que se encuentra frente a su casa, el cual, debido al descuido
y la omisión de la Zona Franca, se ha convertido en foco de insalubridad y
peligro, en detrimento de los derechos fundamentales de los vecinos del sector.
Los derechos a la
salud (C.P., artículo 49) y al medio ambiente (C.P., artículo 79) se han visto
vulnerados por la acumulación de basuras, animales muertos y el estancamiento
de aguas lluvias en el lote que, por desidia de la Zona Franca, no ha sido
cerrado. En consecuencia, la omisión de la entidad demandada ha generado la
contaminación del medio ambiente y graves problemas de salubridad en el Barrio.
Así, por ejemplo, señala como la falta de aseo del terreno ha causado
enfermedades a los moradores del sector, en especial a los menores de edad,
tales como gripa, fiebres y paludismo, toda vez que el lugar es propicio para
la reproducción de insectos transmisores del paludismo, la fiebre amarilla, el
cólera, etc.
Los derechos a la
vida (C.P., artículo 11), a la tranquilidad y a la libre circulación (C.P.,
artículo 24), también han sido conculcados por el descuido de la entidad
accionada, toda vez que la falta de cerramiento y de cuidado del lote en
cuestión ha propiciado la presencia de "personas indeseables,
delincuentes, drogadictos, asesinos, y toda clase de delincuencia común",
quienes ponen en peligro la integridad de los vecinos del lugar y restringen su
posibilidad de desplazamiento, como quiera que "parecen unas sombras que
se esconden en las casas a medio demoler y acechan al transeúnte que camina por
las calles". Tan grave es la situación, que el día 26 de febrero de 1995,
alrededor de las 23:00 horas, el señor Alexander Pérez Jiménez, habitante de la
zona, fue asesinado en los alrededores del lote de marras.
Con fundamento en
los hechos anteriores, el actor solicitó que se ordenara a la Zona Franca Industrial
y Comercial de Santa Marta el cerramiento del lote ubicado entre las calles 6ª.
y 7ª. y entre las carreras 3ª. y 4ª. de la ciudad de Santa Marta.
5. Con la admisión
de la solicitud de tutela, la Juez Novena Penal del Circuito de Santa Marta
ordenó, entre otras cosas: (1) notificar al representante legal de la Zona
Franca; (2) practicar una inspección judicial al sector comprendido entre las
calles 6ª. y 7ª. y las carreras 3ª. y 4ª. de la ciudad de Santa Marta; (3)
solicitar al Gerente de la Zona Franca Industrial y Comercial de Santa Marta se
sirviera informar si el lote situado entre las calles 6ª. y 7ª. y las carreras
3ª. y 4ª. pertenece a esa entidad.
6. El 24 de mayo de
1995, la Juez Novena Penal del Circuito de Santa Marta practicó la diligencia
de inspección judicial con intervención de un perito designado por la
Secretaría de Salud del Departamento del Magdalena. En el acta, el Juzgado
manifestó que "se hicieron presentes los habitantes del sector que residen
frente al lote, (...). La señora que habita en la casa Nº 6-46 manifestó que a
su hijo el día sábado de carnaval lo habían asesinado llegando a su casa y fue
tirado a ese lote. La suscrita juez, secretaria y perito nombrado hacen un
recorrido en lo posible del lote ya señalado, pudiendo decir la juez que
observa que el lote se encuentra enmontado, está convertido en basurero, expele
olores desagradables, etc".
7. En su informe, el
perito - Supervisor Técnico de la Sección de Protección de Aire, Agua y Suelo
de la Secretaría de Salud del Magdalena - destacó que durante la inspección
técnica sanitaria, pudo observar que el sitio ha sido utilizado "como
botadero abierto de desechos sólidos", "se perciben malos
olores" y "existen criaderos de roedores domésticos". En
conclusión, el perito opinó que "estas condiciones inadecuadas de
eliminación de basuras han convertido el sector en una zona de alto riesgo
sanitario, donde se atenta contra la salud de los habitantes".
8. El apoderado de
la Sociedad Operadora Zona Franca Industrial de Bienes y Servicios de Santa
Marta S.A. - SOFRASA S.A. -, puso en conocimiento del Juzgado que "los
terrenos o manzana por usted referenciados (...), son algunos de propiedad del
Ministerio de Comercio Exterior, los cuales pertenecían al anterior
establecimiento público Zona Franca Industrial y Comercial de Santa Marta, ente
que fue eliminado dentro del proceso de privatización ordenado por el decreto
2111 de 1992".
De igual forma,
manifestó que SOFRASA S.A. viene operando la Zona Franca de Santa Marta desde
septiembre de 1994, y que desde esa época la compañía ha intentado integrar el
lote a su patrimonio, lo cual no ha sido posible en razón de impedimentos
técnicos y jurídicos. En efecto, "de hacerlo estaríamos ocasionando
primero un perjuicio a la comunidad que vive en este sector puesto que por esta
vía está ubicado el desagüe de las aguas lluvias de estos barrios, y provocando
el taponamiento de las mismas ocasionando por ende inundaciones, así mismo como
usted podrá determinar no todos los terrenos que se encuentran en la manzana
son de propiedad del Ministerio de Comercio Exterior, ya que algunos habitantes
no lograron negociar con el gobierno y otros no es clara su tradición lo cual
les ha impedido vender y por ende integrarlos a la Zona Franca".
No obstante lo
anterior, el apoderado de SOFRASA S.A. manifestó que esta entidad ha venido
limpiando el lote con frecuencia, lo cual puede comprobarse si el Juzgado
efectúa una inspección al terreno.
9. Mediante
sentencia de mayo 31 de 1995, el Juzgado Noveno Penal del Circuito de Santa
Marta tuteló el derecho del actor a gozar de un medio ambiente sano y ordenó al
Gerente de la Sociedad Operadora Zona Franca Industrial de Bienes y Servicios
de Santa Marta S.A. - SOFRASA S.A.- que, en un plazo de 48 horas, iniciara las
acciones necesarias para que el lote objeto del conflicto fuera limpiado y
tapiado. Aclaró, igualmente, que el cerramiento debía producirse en un plazo
máximo de 10 días.
Para la adopción de
la anterior decisión, el Juez de primera instancia consideró que "de
conformidad con la inspección judicial mediante perito idóneo practicada por
este Juzgado, ese sector está convertido en una zona de alto riesgo sanitario,
atentando contra la salud de los habitantes. Siendo ésta la verdadera y real
situación sanitaria actual de dicho sector".
10. SOFRASA S.A.
impugnó el fallo con base en los siguientes argumentos: (1) la acción de tutela
no debió prosperar, toda vez que se dirigió contra una entidad inexistente (la
Zona Franca Industrial y Comercial de Santa Marta fue liquidada en virtud de
los decretos 2111 de 1992 y 1125 de 1993); (2) el Juzgado no puede obligar a
SOFRASA S.A. a cerrar el lote, como quiera que ello implicaría "una
inversión millonaria, además para proceder al cerramiento de cualquier
inmueble, se necesita el permiso de la Secretaría de Planeación del Distrito de
Santa Marta. (...). SOFRASA S.A., no puede obtener este permiso por no ser
propietaria del lote a cercar"; (3) con el fallo de tutela se coloca al
Gerente de SOFRASA S.A. en la disyuntiva de incumplir la orden de tutela o
incumplir el código de urbanismo local, lo cual, en ambos casos, implica
sanciones consistentes en arresto y multa.
11. Por providencia
de julio 5 de 1995, la Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior de Santa
Marta revocó, en todas sus partes, el fallo de primera instancia proferido por
el Juzgado Noveno Penal del Circuito de Santa Marta.
El ad-quem
consideró que el amparo no era procedente, toda vez que el derecho a un medio
ambiente sano no es fundamental y, por lo tanto, la vía procedente para su
protección no es la acción de tutela sino las acciones populares consagradas en
el artículo 88 de la Constitución. En este orden de ideas, el Tribunal argumentó
que "para que fuera procedente la acción de la referencia, el
peticionario, debió intentar una acción popular con fines concretos o ejercer
la acción de tutela basando su petición en el amparo judicial específico de un
derecho constitucional fundamental".
El fallador de
segunda instancia consideró que la acción de tutela no podía prosperar, como
quiera que no se interpuso contra quien estaba obligado a responder por los
actos contrarios a los derechos fundamentales. En efecto, la tutela se impetró
contra la Zona Franca Industrial y Comercial de Santa Marta, entidad que fue
eliminada dentro del proceso de privatización por el Decreto 2111 de 1992.
La anterior decisión
fue enviada a la Corte Constitucional para su eventual revisión y, al ser
seleccionada, correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS
1. La Corte
reiterará su doctrina sobre la improcedencia de la acción de tutela para
reclamar el cumplimiento de derechos colectivos, salvo que se compruebe una
conexidad específica e individualizada con la vulneración de un derecho
fundamental, lo que en modo alguno aparece acreditado en el expediente. Por
consiguiente, se confirmará la sentencia objeto de revisión y se expondrán
brevemente las razones en las que se apoya la presente decisión.
2. La acción de
tutela se dirige contra la Zona Franca Industrial y Comercial de Santa Marta,
propietaria de un lote de considerable extensión, en razón de la situación de
abandono y descuido que se observa respecto del anotado terreno - que colinda
con las viviendas del actor y de los demás moradores de los barrios Norte y San
Martín -, que ha terminado por convertirlo en foco de infecciones y de
inseguridad. Las pruebas practicadas, en efecto, traslucen la afectación de
derechos e intereses colectivos, vinculados con la seguridad y la salubridad,
bienes que, como es sabido, se protegen, principalmente, a través de las
acciones populares.
No se ha comprobado
que la lesión a los derechos e intereses colectivos, repercuta en la violación
individual y concreta de un derecho fundamental del actor y de los demás
vecinos. Naturalmente, los efectos negativos de la omisión denunciada, por
comprometer un bien colectivo, se reflejan de manera difusa sobre la población
afectada. Sin embargo, las autoridades de policía tienen el deber de actuar y
hacer cumplir las normas sanitarias existentes, lo mismo que extender su
protección material a los miembros de la comunidad. En todo caso, en el curso
de la acción popular, luego de establecer la vulneración a los intereses
colectivos, se tendrán que adoptar las medidas más adecuadas para resolver la
controversia planteada. Desde luego, si los hechos se proyectan en una amenaza
o lesión individualizadas de los derechos fundamentales de las personas,
siempre que ello se demuestre de manera concreta, la acción de tutela podría
servir de medio judicial de protección.
3. La consideración
anterior es suficiente para confirmar la sentencia materia de revisión. Empero,
la Corte no comparte la tesis del tribunal, según la cual se habría violado,
por parte del juez de instancia, el derecho al debido proceso de la Sociedad
Operadora de la Zona Franca de Santa Marta S.A., “Sofrasa S.A.”, que resultó
condenada, pese a que la entidad demandada no era ésta sino la “Zona Franca
Industrial y Comercial de Santa Marta”.
Si bien la regla
general, en materia de tutela, no puede ser otra que la de contraer los efectos
de la sentencia a las partes identificadas en la demanda, excepcionalmente
puede presentarse una situación distinta si se determina claramente el sujeto
causante de la lesión y a éste se le brinda el derecho al debido proceso, que
además ejerce a plenitud. En el presente caso, se observa que la entidad
demandada fue suprimida en virtud del Decreto 2111 de 1992; sin embargo, el lote
cuyo aparente abandono es causa del problema referido en los antecedentes sigue
figurando a su nombre en los certificados de la oficina de instrumentos
públicos y, en general, los bienes e inmuebles que la integraban, son objeto de
administración y manejo por parte de “Sofrasa”, que justamente opera sobre la
zona franca contra la cual se enderezó la acción de tutela. De hecho, esta
última entidad en su intervención dentro del proceso de primera instancia,
señaló: “No obstante lo antes planteado, SOFRASA, ha venido limpiando el lote
del Ministerio frecuentemente”.
Suprimida la entidad
originalmente demandada, la cual no obstante continua conservando la
titularidad del derecho de dominio sobre el terreno, para los efectos de la
controversia suscitada, lo decisivo - incluso desde el punto de vista de los
demandantes - era incorporar al proceso a la persona que jurídicamente estaba
obligada a cuidar y conservar los activos de la zona franca, y cabalmente esta
función fue asumida por “Sofrasa”, hasta el punto de que ella manifiesta haber
“limpiado” el mencionado lote. Si la materia de fondo versaba sobre el
cumplimiento de obligaciones y cargas de mera conservación, la vinculación
procesal de “Sofrasa” - presuntamente encargada de este menester -, a la cual
se le notificó la demanda - lo que le permitió intervenir en el proceso desde
su iniciación y hasta su culminación -, no puede considerarse un desacierto del
juez de instancia, independientemente de que a la postre la demanda no estaba
llamada a prosperar por la razón expuesta en el punto
anterior.
D E C I S I O N
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E:
PRIMERO.-
CONFIRMAR, por las razones
expuestas en la presente providencia, la sentencia del 5 de julio de
1995, proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Marta,
Sala de Decisión Penal.
SEGUNDO.- LIBRESE comunicación al Juzgado Noveno Penal del
Circuito de Santa Marta, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintitrés (23) días del mes noviembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995) ). |
589 | T-548-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-548/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-Alcance del fallo
La procedencia,
excepcional, de la acción de tutela contra providencias judiciales, por ningún
motivo puede convertirse en una justificación para que el juez encargado de
ordenar la protección de los derechos fundamentales entre a resolver la
cuestión litigiosa debatida dentro del proceso. Es decir, su labor se limita
exclusivamente a estudiar la conducta desplegada por el funcionario demandado,
la cual se refleja a través de la providencia atacada, y solamente si esa
conducta reviste el carácter de abusiva, caprichosa o arbitraria, de forma tal que
amenace o que vulnere algún derecho constitucional fundamental.
VIA DE HECHO
La posibilidad de
instaurar una acción de tutela dentro de los términos descritos, incluye
igualmente el cuestionamiento respecto de las decisiones que hubiesen adoptado,
en ejercicio de su competencia, los jueces de tutela, pues ellos también pueden
ser responsables de incurrir en una “vía de hecho” y, por lo mismo, también con
sus actuaciones pueden vulnerar los derechos fundamentales de las partes en
conflicto. Es, dentro de los parámetros descritos que se analizará las
decisiones adoptadas y sólo en caso de advertirse la presencia de una “vía de
hecho”, será posible tutelar los derechos invocados, sin que ello signifique
resolver su pretensión o la cuestión litigiosa que se encuentra en debate.
NOTIFICACION DE
PROVIDENCIAS EN TUTELA-Deberes
del juez y las partes
El deber del juez
de adelantar una debida y precisa notificación que realmente vincule a la
persona, se da a lo largo del proceso, quedando el demandado con la carga
pública de estar pendiente de la marcha del mismo para conocer la suerte de la
acción que contra él se dirige, siempre y cuando el interesado cuente con los
medios procesales necesarios que le permitan conocer el desarrollo de ese
trámite judicial. La expresión “por el medio que el juez considere más expedito
y eficaz”, no puede en ningún momento considerarse que deja al libre arbitrio
del juez determinar la forma en que se debe llevar a cabo la notificación, pues
ello equivaldría a permitir la violación constante del derecho fundamental al
debido proceso. Entonces, dentro del deber del juez de garantizar a las partes
el conocimiento y la debida oportunidad para impugnar las decisiones que se
adopten dentro del proceso, deberá realizarse la notificación de conformdiad
con la ley y asegurando siempre que dentro del expediente obre la debida
constancia de dicha actuación. Para realizar lo anterior, el juez, en caso de
ser posible y eficaz, bien puede acudir en primer término a la notificación
personal; si ello no se logra, se debe procurar la notificación mediante
comunicación por correo certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su
disposición, y, en todo caso, siempre teniendo en consideración el término de
la distancia para que pueda ejercer las rectas procesales correspondientes.
IMPUGNACION FALLO
DE TUTELA
La impugnación de
las providencias de tutela ha sido calificada por esta Corte como un derecho de
rango constitucional, a través del cual se busca que el superior jerárquico de
la autoridad judicial que hizo el pronunciamiento, evalúe nuevamente los
argumentos debatidos y adopte una decisión definitiva, ya sea confirmando o
revocando la sentencia de primera instancia. El ejercicio de ese derecho de
impugnación debe realizarse “Dentro de los tres días siguientes a la
notificación del fallo”.
NOTIFICACION DE
TUTELA-Telegrama
Con el fin de
garantizar el recto y oportuno ejercicio del derecho de defensa y de
contradicción, sino que además obedecen al principio constitucional de
presunción de la buena fe. Por ello, si un particular declara -y además
demuestra- que recibió un telegrama de notificación en una determinada fecha,
el juez deberá aceptar la veracidad de esas explicaciones y, por tanto, contar
el término para impugnar la providencia de tutela a partir del día siguiente de
recibo de la comunicación emanada de ese despacho judicial.
Ref.: Expediente
T-77410
Peticionario:
Electrificadora del Chocó S.A.
Procedencia: Sala
de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia.
Temas:
- La procedencia
de la acción de tutela contra providencias judiciales.
- La notificación
de las providencias de tutela.
Magistrado
Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Santafé de Bogotá,
D.C., veintitrés (23) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
en el proceso de
tutela radicado bajo el número T-77410, adelantado por la Electrificadora del
Chocó S.A. contra la providencia de fecha cinco (5) de mayo de 1995, proferida
por el Juzgado Unico Civil del Circuito de Itsmina (Chocó).
I. ANTECEDENTES
De acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del decreto 2591
de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional
escogió para efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión procede a dictar
la sentencia correspondiente.
1. Solicitud
La Electrificadora
del Chocó S.A., mediante apoderado judicial, interpuso acción de tutela en
contra de la providencia de fecha cinco (5) de mayo de 1995, proferida por el
Juzgado Civil del Circuito de Itsmina (Chocó), con el fin de que se le ampare
el derecho al debido proceso consagrado en el artículo 29 de la Constitución
Política.
2. Hechos
Afirma el apoderado
de la peticionaria que el señor José Angel Mena y otros habitantes del barrio
"El Silencio" de Condoto, interpusieron ante el Juzgado Civil del
Circuito de Itsmina (Chocó), acción de tutela en contra de su representada, con
el fin de que se amparara el derecho a la igualdad de los habitantes del
mencionado barrio. Dice que el Juzgado Unico Civil del Circuito de Itsmina,
mediante providencia de fecha veintidós (22) de febrero de 1995, resolvió
tutelar los derechos de los actores, y condenó a la Electrificadora del Chocó a
realizar, dentro del término de cuatro meses, los trabajos necesarios para
mejorar el servicio de energía en la localidad, en especial, mediante la
instalación de transformadores.
Sostiene que el
fallo anterior fue notificado a la Electrificadora del Chocó el día primero
(1o.) de marzo de 1995, y fue impugnado dentro del término legal por su
representante legal, doctor Rubén Armando Torres Murillo. El juzgado demandado,
a través de providencia de fecha diez (10) de marzo de 1995, resolvió rechazar
por extemporánea la impugnación presentada, ante lo cual se presentó un
memorial en el cual se solicitó al juzgado que admitiera la impugnación; dicha
solicitud fue igualmente rechazada, mediante providencia de fecha cinco (5) de
mayo de 1995.
A juicio del
apoderado de la actora se ha violado el derecho al debido proceso de su
representada, toda vez que el Juzgado Civil del Circuito de Itsmina consideró
que el fallo de primera instancia se había notificado el día veintitrés (23) de
febrero, cuando en realidad el telegrama de notificación fue recibido por la
Electrificadora del Chocó el día primero (1o.) de marzo de 1995. Por ello,
alega que con fundamento en esta apreciación errónea se procedió a rechazar por
extemporánea la impugnación presentada el día seis (6) de marzo.
3. Pruebas
acompañadas con la demanda.
Al escrito de tutela
se acompañaron los siguientes documentos:
- Memorial de fecha
seis (6) de marzo de 1995, mediante el cual el apoderado de la Electrificadora
del Chocó impugnó el fallo de fecha veintidós (22) de febrero que tuteló los
derechos de los habitantes del barrio “El Silencio” de Condoto.
- Auto No. 028 de
fecha diez (10) de marzo de 1995, mediante el cual el Juzgado Civil del
Circuito de Itsmina (Chocó) rechazó por extemporánea la impugnación presentada
por el apoderado de la Electrificadora del Chocó, contenida en el memorial de
fecha seis (6) de marzo de 1995.
- Telegrama No. 012
de fecha veintitrés (23) de febrero de 1995, mediante el cual se informó a la
Electrificadora del Chocó que el Juzgado Civil del Circuito de Itsmina, en
providencia de fecha veintidós (22) de febrero, tuteló el derecho a la igualdad
de los habitantes del barrio "El Silencio", y le ordenó realizar los
trabajos necesarios para el mejoramiento del servicio de energía en dicho
barrio.
- Oficio 000575 de
fecha veintiséis (26) de abril de 1995, mediante el cual el Gerente Regional de
Telecom certifica que el telegrama No. 012 de fecha veintitrés (23) de febrero
de 1995, fue entregado a la Electrificadora el día primero (1o.) de marzo de
1995.
- Fotocopia del
memorial presentado por el apoderado de la Electrificadora del Chocó, en el que
solicita al Juzgado Civil del Circuito de Itsmina que se sirva admitir la
impugnación presentada contra el fallo de fecha veintidós (22) de febrero de
1995.
- Fotocopia del auto
No 046 de fecha cinco (5) de mayo de 1995, a través del cual el Juzgado Civil
del Circuito de Itsmina resolvió “ABSTENERSE de hacer pronunciamiento alguno”
frente al memorial atrás reseñado, toda vez que el expediente correspondiente a
la acción de tutela interpuesta por los habitantes del barrio “El Silencio”, ya
había sido remitida a la Corte Constitucional para su eventual revisión.
4.
Pretensiones.
Solicita el
apoderado de la Electrificadora del Chocó S.A. que “se revoque y se deje sin
efectos las providencias 028 de marzo 10 de 1995, 046 de mayo 5 de 1995,
dictadas por el Juzgado Unico Civil del Circuito de Itsmina”, y se surta la
impugnación presentada dentro de la tutela instaurada por los ciudadanos José
Angel Mena y otros en contra de la referida entidad pública.
III. DECISIONES
JUDICIALES
1. Fallo de
primera instancia
Mediante providencia
de fecha veintisiete (27) de junio de 1995, la Sala Civil-Laboral del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Quibdó (Chocó), resolvió negar la acción de
tutela interpuesta por el apoderado de la Electrificadora del Chocó en contra
del Juzgado Civil del Circuito de Itsmina (Chocó). Pese a que el Tribunal encontró
que la impugnación que ha dado lugar a la presente acción de tutela fue
presentada oportunamente por el apoderado de la Electrificadora del Chocó,
afirmó lo siguiente:
“Para la Sala
resulta totalmente improcedente la acción de tutela reportada, toda vez que
carece de competencia para pronunciarse a estas alturas, sobre un procedimiento
de tutela cuya primera instancia ya terminó y que actualmente cursa en proceso
de revisión, por cuenta y competencia de la Sala respectiva en la Honorable
Corte Constitucional. No tiene ninguna competencia esta Sala para suspender tal
procedimiento so pretexto de supuesta violación al debido proceso, cuando
corresponde a esta Corporación al revisar los fallos remitidos por los
juzgadores de instancia aun cuando no fueren seleccionados para revisión de
fondo, si en la inspección preliminar con tal finalidad, se está en capacidad
de detectar cualquier irregularidad o violación de los derechos fundamentales a
través del mismo trámite de la tutela, para así ordenar su revisión.”
El fallo de primera
instancia fue impugnado por el apoderado de la Electrificadora del Chocó, en
memorial de fecha treinta (30) de junio de 1995.
3.2. Fallo de
segunda instancia
La Sala de Casación
Civil de la Corte Suprema de Justicia, mediante providencia de fecha
veintisiete (27) de julio de 1995, resolvió confirmar el fallo proferido por la
Sala Civil-Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Quibdó. Al
respecto, argumentó lo siguiente:
“El remedio para las
eventuales irregularidades y nulidades que llegaren a presentarse dentro del
trámite de una acción de tutela debe buscarse dentro de la actuación
correspondiente ante los jueces de primera y segunda instancia, según el caso,
o ante la Corte Constitucional encargada de llevar a cabo la revisión que
dispone la Carta Política, haciendo uso de los medios legalmente establecidos y
no acudiendo a otra acción de tutela que en circunstancias tales resulta por
completo improcedente”.
Adicionalmente, la
Corte Suprema de Justicia sostuvo que la sociedad demandante contó con la
oportunidad de impugnar la providencia mediante la cual el Juzgado Civil del
Circuito de Itsmina rechazó la impugnación del fallo de tutela proferido dentro
de la acción de tutela interpuesta por el señor José Angel Mena y otros.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. La
procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales y las
denominadas “vías de hecho”.
Como el presente
asunto trata de una supuesta irregularidad cometida por el Juzgado Unico Civil
de Istmina (Chocó), en las providencias del diez (10) de marzo de 1995 y del
cinco (5) de mayo de ese mismo año, a través de las cuales se resolvió rechazar
por extemporánea la impugnación presentada por el actor, debe señalarse que en
reiteradas ocasiones esta Corporación ha determinado que la acción de tutela
resulta procedente en aquellos eventos en que la decisión judicial se hubiese
proferido mediante una “vía de hecho” que atente contra los derechos
constitucionales fundamentales de una de las partes dentro del proceso. Se
trata, pues, de decisiones que contengan un fundamento arbitrario, caprichoso o abusivo; es decir, que se
desconozca el principio de que al juez le corresponde pronunciarse
judicialmente de acuerdo con la naturaleza misma del proceso y las pruebas
aportadas, todo ello según los criterios que establezca la ley, y no de
conformidad con su propio arbitrio.
Sobre la procedencia de la acción de tutela en los casos de la denominada
“vía de hecho”, ha manifestado la Corte:
“Una actuación de
la autoridad pública se torna en una vía de hecho susceptible del control
constitucional de la acción de tutela cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como
consecuencia la vulneración de los derechos fundamentales de la persona.
“Carece de
fundamento objetivo la actuación manifiestamente contraria a la Constitución y
a la Ley. La legitimidad de las decisiones estatales depende de su
fundamentación objetiva y razonable. El principio de legalidad rige el
ejercicio de las funciones públicas (CP art. 121), es condición de existencia
de los empleos públicos (CP art. 122) y su desconocimiento genera la
responsabilidad de los servidores públicos (CP arts. 6, 90). Una decisión de la
autoridad no es constitucional solamente por el hecho de adoptarse en ejercicio
de las funciones del cargo. Ella debe respetar la igualdad de todos ante la ley
(CP art. 13), principio que le imprime a la actuación estatal su carácter
razonable. Se trata de un verdadero límite sustancial a la discrecionalidad de
los servidores públicos, quienes, en el desempeño de sus funciones, no pueden
interpretar y aplicar arbitrariamente las normas, so pena de abandonar
el ámbito del derecho y pasar a patrocinar simple y llanamente actuaciones de
hecho contrarias al Estado de Derecho que les da su legitimidad.
“La decisión
revestida de las formalidades de un acto jurídico encubre una actuación de
hecho cuando ésta obedece más a la voluntad o al capricho del agente estatal
que a las competencias atribuidas por ley para proferirla. El criterio para
evaluar qué conductas tienen fundamento en el ordenamiento jurídico y cuáles no
es finalista y deontológico. Las autoridades públicas están al servicio de la
comunidad (CP art. 123) y en el cumplimiento de sus funciones deben ser
conscientes de que los fines esenciales del Estado son, entre otros, servir a
dicha comunidad y garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes consagrados en la Constitución (CP art. 2). Las autoridades públicas
deben ceñir sus actuaciones a los postulados de la buena fe (CP art. 83). La
conducta dolosa o gravemente culposa de los servidores públicos debe ser
excluida del ordenamiento jurídico y su demostración genera la responsabilidad
patrimonial del Estado, así como el deber de repetir contra el agente
responsable del daño (CP art. 90).
“La vulneración
de los derechos fundamentales por parte de servidores públicos que actúan sin fundamento
objetivo y razonable, y obedecen a motivaciones internas, desconoce la primacía
de los derechos inalienables de la persona (CP art. 5), la protección
constitucional de los derechos fundamentales (CP art. 86) y la prevalencia del
derecho sustancial (CP art. 228). En caso de demostrarse su ocurrencia, el
juez de tutela deberá examinar la pertenencia del acto al mundo jurídico y
proceder a la defensa de los derechos fundamentales vulnerados en el curso de
una vía de hecho por parte de la autoridad pública”.[1]
Lo anterior lleva a
señalar que la procedencia, excepcional, de la acción de tutela contra
providencias judiciales, por ningún motivo puede convertirse en una
justificación para que el juez encargado de ordenar la protección de los
derechos fundamentales entre a resolver la cuestión litigiosa debatida dentro
del proceso. Es decir, su labor se limita exclusivamente a estudiar la conducta
desplegada por el funcionario demandado, la cual se refleja a través de la
providencia atacada, y solamente si esa conducta reviste el carácter de
abusiva, caprichosa o arbitraria, de forma tal que amenace o que vulnere algún
derecho constitucional fundamental, en particular, en este caso, el derecho al
debido proceso (Art. 29 C.P.).
Adicionalmente,
conviene establecer que la acción de tutela contra providencias judiciales
resulta procedente siempre y cuando no exista otro medio de defensa judicial,
salvo que se trate de evitar un perjuicio irremediable. Con esto se busca, como
ya lo ha establecido esta Corporación, garantizar la prevalencia del principio
de la independencia de los jueces, del acceso a la administración de justicia y
de la seguridad jurídica. En efecto, se ha señalado:
“El principio de
independencia judicial (CP arts. 228 y 230), no autoriza a que un juez ajeno al
proceso, cuya intervención no se contempla en la norma que establece el
procedimiento y los recursos, pueda revisar los autos y providencias que
profiera el juez del conocimiento. La valoración de las pruebas y la aplicación
del derecho, son extremos que se libran al Juez competente y a las instancias
judiciales superiores llamadas a decidir los recursos que, de conformidad con
la ley, puedan interponerse contra sus autos y demás providencias. Tanto el
juez de instancia como sus superiores, cada uno dentro de la órbita de sus
competencias, son autónomos e independientes, y adoptan sus decisiones
sometidos únicamente ‘al imperio de la ley’ (CP art. 230). Las injerencias
contra las cuales reacciona el principio de independencia judicial, no se
reducen a las que pueden provenir de otras ramas del poder público o que emanen
de sujetos particulares; también pertenecen a ellas las surgidas dentro de la
misma jurisdicción o de otras, y que no respeten la autonomía que ha de
predicarse de todo juez de la República, pues en su adhesión directa y no
mediatizada al derecho se cifra la imparcial y correcta administración de
justicia (...).
“4.4 La acción
de tutela contra las vías de hecho judiciales - cuando ella sea procedente ante
la ausencia de otro medio de defensa judicial o como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable -, en primer término, se endereza a garantizar
el respeto al debido proceso (CP art. 29) y el derecho de acceso a la justicia
(CP art. 229). Gracias a estos dos derechos medulares toda persona puede
acudir ante un juez con miras a obtener una resolución motivada ajustada a
derecho y dictada de conformidad con el procedimiento y las garantías
constitucionales previstos en la Constitución y en la ley. Se articula a través
de las normas citadas un derecho público subjetivo a la jurisdicción o tutela
judicial, que no consiste propiamente en satisfacer la pretensión que se
contiene en la demanda o en su contestación sino a que se abra un proceso y a
que la sentencia se dicte con estricta sujeción a la ley y a las garantías
procedimentales. En este orden de ideas, la vía de hecho judicial, en la forma
y en el fondo, equivale a la más patente violación del derecho a la
jurisdicción. Por ello la hipótesis más normal es la de que través de los
diferentes recursos que contemplan las leyes procedimentales, se pueda impugnar
cualquier acción u omisión judicial que configure una vía de hecho, en cuyo
caso, aunque no se descarte siempre la procedibilidad de la tutela, su campo de
acción - dada su naturaleza subsidiaria - será muy restringido (...).
“(...) Obsérvese
que los defectos calificados como vía de hecho son aquellos que tienen una
dimensión superlativa y que, en esa misma medida, agravian el ordenamiento
jurídico. Los errores ordinarios, aún graves, de los jueces in iudicando o
in procedendo, no franquean las puertas de este tipo de control que, por lo
visto, se reserva para los que en grado absoluto y protuberante se apartan de
los dictados del derecho y de sus principios y que, por lo tanto, en la forma o
en su contenido traslucen un comportamiento arbitrario y puramente voluntarista
por parte del juez que los profiere”.[2]
(Negrillas fuera de texto original).
Las precedentes
consideraciones llevan a esta Sala a aclarar que la posibilidad de instaurar
una acción de tutela dentro de los términos descritos, incluye igualmente el
cuestionamiento respecto de las decisiones que hubiesen adoptado, en ejercicio
de su competencia, los jueces de tutela, pues ellos también pueden ser
responsables de incurrir en una “vía de hecho” y, por lo mismo, también con sus
actuaciones pueden vulnerar los derechos fundamentales de las partes en
conflicto.
Es, pues, dentro de
los parámetros descritos que esta Sala de Revisión analizará las decisiones
adoptadas por el Juzgado Unico Civil del Circuito de Itsmina y sólo en caso de
advertirse la presencia de una “vía de hecho”, será posible tutelar los
derechos invocados por el actor, sin que ello signifique, se repite, resolver
su pretensión o la cuestión litigiosa que se encuentra en debate.
3. La
notificación de las providencias judiciales en materia de tutela y el término
para impugnarlas.
La notificación,
como insistentemente lo ha señalado esta Corte, tiene como propósito
fundamental el que las decisiones que adopte el funcionario judicial -o
cualquier otro servidor público- puedan ser comunicadas oportunamente a las
partes, con el fin de que éstas las conozcan y las puedan atacar o controvertir
en defensa de sus derechos. Se trata, pues, de la concreción de los derechos
fundamentales de defensa y contradicción, todos ellos integrantes del derecho
al debido proceso de que trata el artículo 29 superior.
Ahora bien, en
materia de acción de tutela, son varias las disposiciones contenidas en los
decretos 2591 de 1991 y 306 de 1992, en relación con la notificación de los
fallos que resuelven las acciones instauradas con base en el artículo 86 de la
Carta Política.
Al respecto dispone
el artículo 16 del decreto 2591 de 1991:
“Notificaciones.
Las providencias que se dicten se notificarán a las partes o intervinientes,
por el medio que el juez considere más expedito y eficaz”.
Corolario de lo
anterior, es el artículo 5o. del decreto 306 de 1992 que prevé:
“De la
notificación de las providencias a las partes. De conformidad con el artículo
16 del Decreto 2591 de 1991, todas las providencias que se dicten en el trámite
de una acción de tutela se deberán notificar a las partes o a los
intervinientes. Para este efecto son partes la persona que ejerce la acción de
tutela y el particular, la entidad o autoridad pública contra la cual se dirige
la acción de tutela de conformidad con el artículo 13 del decreto 2591 de 1991.
“El juez velará
porque de acuerdo con las circunstancias, el medio y la oportunidad de la
notificación aseguren la eficacia de la misma y la posibilidad de ejercer el
derecho de defensa”.
Finalmente, el
artículo 30 del decreto 2591, señala:
“Notificación del
fallo. El fallo se notificará por telegrama, o por otro medio expedito que se
asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente de haber sido
proferido”.
Las normas citadas
parten del supuesto jurídico de que, una vez surtida la notificación al inicio
del proceso, es deber del juez y de las partes, procurar -por parte del
primero- todas las garantías necesarias para que el demandante y el demandado
estén al tanto del desarrollo del trámite judicial, y por parte de los
segundos, guardar una atención mínima sobre el proceso y estar pendientes de
las resoluciones que emita el juzgado, bien sean providencias de carácter
interlocutorio o de sustanciación. Lo anterior significa que el deber del juez
de adelantar una debida y precisa notificación que realmente vincule a la
persona, se da a lo largo del proceso, quedando el demandado con la carga
pública de estar pendiente de la marcha del mismo para conocer la suerte de la
acción que contra él se dirige, siempre y cuando el interesado cuente con los
medios procesales necesarios que le permitan conocer el desarrollo de ese
trámite judicial.
En virtud de lo
anterior, y para una mejor resolución del asunto que en esta oportunidad le
corresponde revisar a esta Sala, conviene precisar el alcance del artículo 16
del decreto 2591 de 1991 y, en particular, de la expresión “por el medio que el
juez considere más expedito y eficaz”. Esta disposición no puede en ningún
momento considerarse que deja al libre arbitrio del juez determinar la forma en
que se debe llevar a cabo la notificación, pues ello equivaldría a permitir la
violación constante del derecho fundamental al debido proceso. La norma en
mención debe interpretarse y aplicarse en concordancia con el inciso segundo
del artículo 5o. del decreto 306 de 1992 que señala: “El juez velará porque de
acuerdo con las circunstancias, el medio y la oportunidad de la notificación
aseguren la eficacia de la misma y la posibilidad de ejercer el derecho de
defensa”. Así, entonces, dentro del deber del juez de garantizar a las partes
el conocimiento y la debida oportunidad para impugnar las decisiones que se
adopten dentro del proceso, deberá realizarse la notificación de conformdiad
con la ley y asegurando siempre que dentro del expediente obre la debida
constancia de dicha actuación. Para realizar lo anterior, el juez, en caso de
ser posible y eficaz, bien puede acudir en primer término a la notificación
personal; si ello no se logra, se debe procurar la notificación mediante
comunicación por correo certificado o por cualquier otro medio tecnológico a su
disposición, y, en todo caso, siempre teniendo en consideración el término de
la distancia para que pueda ejercer las rectas procesales correspondientes.
Por otra parte, debe
señalarse que la impugnación de las providencias de tutela ha sido calificada
por esta Corte como un derecho de rango constitucional[3], a través del cual se
busca que el superior jerárquico de la autoridad judicial que hizo el
pronunciamiento, evalúe nuevamente los argumentos debatidos y adopte una
decisión definitiva, ya sea confirmando o revocando la sentencia de primera
instancia.
Con todo, el
ejercicio de ese derecho de impugnación debe realizarse dentro del término
perentorio que establece el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991: “Dentro de
los tres días siguientes a la notificación del fallo (...)”. Esta Sala ya ha
tenido la oportunidad de pronunciarse respecto del momento en que debe
empezarse a contar dicho término. Así, ha señalado:
“Por último, cabe
advertir que la notificación por telegrama a que hacen referencia las normas
citadas, debe realizarse teniendo en cuenta que por este medio el peticionario
pueda enterarse pronta y eficazmente de la sentencia de tutela. Respecto del
término para impugnar el fallo, conviene remitirse a lo dispuesto en el
artículo 4o. del decreto 306 de 1992 donde se señala que para ‘la
interpretación de las disposiciones sobre trámite de la acción de tutela
previstas por el Decreto 2591 de 1991 se aplicarán los principios generales del
Código de Procedimiento Civil, en todo aquello en que no sean contrarios a dicho
Decreto’. Con base en lo anterior, es necesario remitirse al artículo 120
C.P.C. que prevé: ‘Todo término comenzará a correr desde el día siguiente al de
la notificación de la providencia que la conceda (...)’. De acuerdo con lo
anotado, se puede afirmar que el deber del juez se limita a enviar el telegrama
a la dirección que el interesado ha señalado en su petición, contándose el
término de impugnación a partir del día siguiente en que se haya efectivamente
recibido, siempre y cuando esto sea plenamente demostrable, o, en su defecto, a
partir del día siguiente de su envío, según la constancia que se encuentre en
el expediente”[4].(Negrillas fuera de texto original).
En otra oportunidad,
esta Corporación sostuvo:
“No basta para
entenderse surtida la notificación en los términos del artículo 31 del Decreto
2591 de 1991, con la introducción al correo del telegrama- que contiene el
oficio emanado del despacho judicial por medio del cual se comunica a los
interesados, accionante y accionado, la decisión adoptada por el juez de
tutela- para los efectos de surtirse la notificación; debe insistir la Sala
en que ésta sólo se entiende surtida en debida forma una vez que proferida la
providencia judicial, el interesado la conoce mediante la recepción del
telegrama que le remite el respectivo despacho judicial, pues sólo con este fin
se envía el aviso.
“En otros
términos, sólo cuando la persona efectivamente recibe el telegrama por medio
del cual conoce de la existencia del fallo, surte los efectos la notificación,
por lo que los tres días de que trata la norma ibídem deberán empezar a
contarse a partir del día siguiente a aquel en que la persona efectivamente
conoció o recibió el telegrama”.[5] (Negrillas fuera de texto original).
Resta agregar que
los argumentos precedentes parten no sólo del supuesto de garantizar el recto y
oportuno ejercicio del derecho de defensa y de contradicción, sino que además
obedecen al principio constitucional de presunción de la buena fe (Art. 83 C.P.).
Por ello, si un particular declara -y además demuestra- que recibió un
telegrama de notificación en una determinada fecha, el juez deberá aceptar la
veracidad de esas explicaciones y, por tanto, contar el término para impugnar
la providencia de tutela a partir del día siguiente de recibo de la
comunicación emanada de ese despacho judicial.
4. El caso en
concreto.
El presente asunto
trata de una supuesta actuación extemporánea por parte del señor gerente de la
Electrificadora del Chocó S.A., toda vez que tan sólo el día seis (6) de marzo
del año en curso, impugnó la providencia de tutela del veintidós (22) de
febrero, proferida por el Juzgado Civil del Circuito de Istmina. Ante la
negativa del juzgado de conceder el recurso en mención, el demandado interpuso
la acción de tutela que se revisa, la cual fue negada tanto en primera como en
segunda instancia.
De conformidad con
los argumentos expuestos en el acápite anterior, conviene reiterar que el
término para impugnar una sentencia de tutela se debe contar a partir del día
siguiente en que el interesado ha recibido el telegrama de notificación. Pues
bien, lo anterior es justamente lo ocurrido en el presente caso. En efecto, el
señor gerente de la Electrificadora fue notificado mediante telegrama que, tal como
lo hace constar el gerente regional de Telecom (folio 14 del expediente) fue
entregado el día primero (1o) de marzo del año en curso; por ello presentó la
impugnación el día seis (6) de marzo, es decir, dentro de los tres días hábiles
de que trata el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Así, pues, para esta
Sala la actuación del servidor público citado se ajustó a las normas legales y
a la interpretación que de las mismas ha hecho esta Corporación. En ese mismo
orden de ideas, la decisión del Juzgado Civil del Circuito de Istmina y la de
los falladores de primera y segunda instancia dentro de la presente tutela,
constituye un desconocimiento de la primacía del derecho sustancial y del
principio de la buena fe, y se constituye, a su vez, en un impedimento para el
debido ejercicio del derecho de defensa y de contradicción. En otras palabras,
esta Sala no observa que esas decisiones se hubiesen tomado con sólido respaldo
constitucional y legal, sino que, por el contrario -se insiste- desconocieron
la plena facultad del demandante para actuar, sobretodo si se tiene en
consideración que éste fue diligente y responsable frente a la defensa de los
derechos de la empresa dentro del asunto de tutela que en ese entonces se
debatía.
Por lo anterior,
habrán de revocarse las decisiones adoptadas por la Sala de Casación Civil de
la Corte Suprema de Justicia -providencia del veintisiete (27) de julio de
1995- y por la Sala Civil-Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Quibdó -sentencia del veintisiete (27) de junio de 1995-. En consecuencia,
al concederse la presente acción de tutela, se revocarán igualmente las
providencias del diez (10) de marzo y del cinco (5) de mayo de 1995, proferidas
por el Juzgado Civil del Circuito de Itsmina (Chocó), y se ordenará a ese
despacho judicial tramitar la impugnación que oportunamente presentó el señor
gerente de la Electrificadora del Chocó.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero: REVOCAR, por las razones expuestas en esta
providencia, las sentencias proferidas por la Sala de Casación Civil de la
Corte Suprema de Justicia del veintisiete (27) de julio de 1995 y por la Sala
Civil-Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Quibdó el
veintisiete (27) de junio de 1995, a través de las cuales se denegó la acción
de tutela interpuesta por el gerente general de la Electrificadora del Chocó
contra las providencias del diez (10) de marzo y del cinco (5) de mayo de 1995,
dictadas por el Juzgado Unico Civil del Circuito de Istmina.
Segundo: CONCEDER la acción de tutela interpuesta por el
gerente general de la Electrificadora del Chocó contra las providencias del
diez (10) de marzo y del cinco (5) de mayo de 1995, proferidas por el Juzgado
Unico Civil del Circuito de Istmina. En consecuencia, REVOCAR las
referidas providencias y ORDENAR al Juzgado Unico Civil del Circuito de
Istmina que se sirva tramitar en forma inmediata la impugnación presentada por
el actor dentro de la acción de tutela instaurada por José Angel Mena y otros
contra la Electrificadora del Chocó.
Tercero: ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación, se comunique esta providencia a la Sala Civil-Laboral del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Quibdó, en la forma y para los efectos
previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Corte
Constitucional. Sala de Revisión No. 2. Sentencia No. T-079/93. Magistrado
Ponente: Eduardo Cifuentes Muñoz.
[2]Corte
Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencia No. T-231/94 del 13 de mayo
de 1994. Magistrado Ponente: Eduardo Cifuentes Muñoz.
[3] Cfr. Corte
constitucional. Sentencia No. T-191 del 12 de agosto de 1994.
[4]Corte
Constitucional. Sala Novena de Revisión. Sentencia No. T-225 del 15 de junio de
1993. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
[5]Corte
Constitucional. Sala Sexta de Revisión. Auto No. 13 del 12 de agosto de 1994.
Magistrado Sustanciador: Hernando Herrera Vergara. |
590 | T-549-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-549/95
CONFLICTO LABORAL-Improcedencia de tutela
La petición de
los demandantes está destinada al fracaso por las siguientes razones: No figura
en el expediente ninguna prueba que indique que la discriminación alegada
efectivamente se dio; como la renuncia a los beneficios del pacto colectivo fue
libre y voluntaria, sus consecuencias, si es del caso, deben ventilarse ante la
justicia ordinaria laboral; no puede decirse que en el presente caso existe un
sindicato perseguido.
Ref.: Expediente
T-67131.
Actores: Nicolás
Ahumada Niebles y otros.
Procedencia:
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, Sala de Decisión
Laboral.
Magistrado
Ponente:
Dr. JORGE ARANGO
MEJIA.
Sentencia
aprobada el veinticuatro (24) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La
Sala Primera (1a.) de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los
magistrados Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes
Muñoz, decide sobre la sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla, Sala de Decisión Laboral, de fecha quince (15) de marzo de mil novecientos
noventa y cinco (1995), (folios 175 a 181), que confirmó en todas sus partes el
fallo proferido por el Juzgado Segundo (2o.) Laboral del Circuito de esa
ciudad, el veintisiete (27) de febrero del mismo año (folios 147 a 157).
I. Antecedentes.
A. Hechos.
Por
intermedio de un mismo abogado, con arreglo a veintidós (22) poderes otorgados
por los señores Nicolás Ahumada Niebles; Heriberto Marriaga; Jorge Luis Pérez
Osorio; Edwin Jiménez Ramos; Nelson Antonio Brooks Coronado; Ismael Solano
Ardila; Víctor de las Salas; Julio César Díaz Núñez; Erlay David Vargas Castro;
Ángel María Bermejo San Juan; Ricardo Cervantes Luna; Guido Antonio Martínez
Hoyos; Gastón Gómez Miranda; William Martínez Rosales; Bernardo Blanco Rúa;
Iván José Silva Picalúa; Hernando David Villarreal Maestre; Edgardo César Fruto
García; Francisco Guerra Lucero; Jaime José Cepeda Rúa; César Augusto Badillo
Muriel y Robinson Pérez Cárdenas, (folios 70 a 91); el día catorce (14) de
febrero del presente año, (folios 1 a 4), se presentó una demanda conjunta de
tutela, dirigida al Juez Laboral del Circuito de Barranquilla, la cual, en la
misma fecha, se repartió al Juzgado Segundo (2o.) Laboral de la mencionada
ciudad.
La
acción, formulada en defensa del derecho fundamental al trabajo -consagrado en
el artículo 25 de la Constitución-, se enderezó contra la empresa Páramo
Industrias de Refrigeración Limitada, representada por Hugo Manuel Armella
Arrázola.
Como
peticiones, se consignaron las siguientes:
“1o. Que se
condene a la empresa Páramo Industrias de Refrigeración Limitada, a
reconocerles a los accionantes todas las prestaciones legales y extralegales
que la empresa tiene establecido para todos sus demás trabajadores.
“2o. Que se
condene a la empresa Páramo Industrias de Refrigeración Limitada, a efectuarle
a los accionantes el aumento de salario correspondiente para el año de 1995 de
una manera proporcional o acorde al porcentaje como se le reajustó el salario a
todos los demás trabajadores de la empresa.
“3o. Que se
condene a la empresa Páramo Industrias de Refrigeración Limitada, a pagar los
costos y costas del presente procedimiento.”
En
apoyo de sus pretensiones, el libelo indicó que los actores son empleados de la
demandada, enrolados bajo contrato a término indefinido, y que todos se
asociaron a un sindicato a partir del doce (12) de octubre de mil novecientos
noventa y cuatro (1994), denunciando, además, que por esta causa la demandada
la emprendió contra ellos, poniéndolos en circunstancias “indignas e
injustas frente a los demás trabajadores”.
A
modo de ejemplo de las medidas retaliatorias de la empresa, se dijo que ésta
dio en asignar mejores salarios a los auxiliares o ayudantes. De esta suerte, verbi
gratia, “el señor Raúl Quintana, ayudante de ensamble, gana
$135.000.oo pesos y el accionante Hernando Villarreal, ensamblador de primera
en equipos standar, gana $118.000.oo pesos. El señor Giovanni Pacheco, ayudante
de troquelerías, gana $132.120.oo pesos y el oficial al cual está asignado y
que es accionante en el presente asunto, César Augusto Badillo, que desempeña
el cargo de troquelero, devenga un sueldo de $118.933.oo. El señor César
Guerra, que desempeña el cargo de ayudante de armador, devenga un sueldo de
$152.000.oo pesos mensuales y el accionante Víctor de las Salas, que desempeña
el cargo de armador, devenga un sueldo de $145.000.oo pesos”.
Así
mismo, la demandada habría transgredido el principio que enseña que a trabajo
igual debe corresponder salario igual. Sobre este particular, los actores
citaron dos casos: “El señor Reynaldo Barrios, oficial armador, devenga un
sueldo de $179.000.oo pesos y el señor Víctor de las Salas, accionante en este
asunto y quien desempeña el mismo cargo y funciones, devenga un salario de
$145.000.oo pesos; el señor Víctor Villarreal, que ocupa el cargo de soldador
armador, devenga un sueldo de $158.000.oo pesos; en cambio el accionante
William Martínez, que desempeña el mismo cargo, devenga $145.000.oo pesos.”.
Según
las voces de la demanda, no es justo que la empresa haya exceptuado a los
actores del reajuste general de salarios del veintidós (22%) por ciento,
dejándolos con el mismo ingreso de 1994, y, además, no les reconozca la prima
de aguinaldo navideño, pagada en diciembre a todos los demás empleados.
De
otro lado, para cimentar las ulteriores consideraciones de esta providencia, se
mencionarán las pruebas que incidirán en la decisión del presente asunto.
Así,
en primer lugar (folios 5 y 6) -no obstante que la demanda pretende igualar
salarial y prestacionalmente a los actores con los demás trabajadores de la
demandada-, figura una petición de los reclamantes donde, con base en una
supuesta convención colectiva entre Páramo Industrias de Refrigeración
Limitada. y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Electrónica,
Eléctrica, Electrometálica y Electromecánica “SINTRAINDELEC” en 1985, se
exige el pago de un “aguinaldo navideño”.
También
(folios 8 a 69) obra en el expediente una serie de documentos aportados por los
demandantes -emanados algunos de la demandada y otros de los mismos actores-,
de los cuales se deduce que todos éstos, tanto en 1994 como en el inicio del
presente año, devengaron por lo menos el salario mínimo legal. En este sentido,
el juzgado, en inspección judicial llevada a cabo el veintiuno (21) de febrero
del corriente año, manifestó:
“Se observa al
revisar lo devengado por cada uno de los accionantes que el salario devengado
en el 1994 es igual al devengado en el presente año y a otros se les hicieron
los ajustes necesarios en el presente año para llegar a devengar el mínimo
vigente en el presente año, dejando constancia que a los otros trabajadores que
no se le hicieron los aumentos venían ganando tanto en el año 94, como ahora en
el presente, suma superior a los salarios mínimos establecidos para cada uno de
esos años. Igualmente, se deja constancia de que ningún trabajador en el año
1994, devengó un salario inferior al mínimo legal establecido por el gobierno
para ese año, y además a unos de los accionantes a quienes se les ha observado
variación para el salario del presente año, esto obedece únicamente a la
diferencia necesaria para llegar a devengar el mínimo establecido para este año
(...)”.
Incorporados
a instancia de la sociedad demandada, como fieles copias de sus originales, son
dignos de mención los siguientes documentos: a) fotocopia de un escrito de
fecha octubre 11 de 1994, recibido por la parte demandada el 18 de octubre del
mismo año (folios 108 y 109), que da cuenta de la renuncia de los actores a los
beneficios del pacto colectivo; y b) fotocopia del pacto colectivo de trabajo
suscrito entre “Páramo Industria de Refrigeración Limitada” y sus
trabajadores no sindicalizados, con vigencia en los años de 1994 y 1995 (folios
110 a 123)
De
igual forma (folios 143 a 146), obran los testimonios de los señores Rudis
Manuel Serrano Rodríguez y Jaime Enrique Cabarcas, respectivamente Jefe de
Planta y Jefe de Estructuras e Intercambiadores de la empresa demandada. Según
el primero, los trabajadores Raúl Quintana, Reinaldo Barrios y Víctor
Villarreal, son más eficientes que los actores Hernando Villarreal, Víctor de
las Salas y William Martínez. A juicio del segundo, Víctor Villarreal, Reinaldo
Barrios y César Guerra se desempeñan con mayor eficiencia que los actores
William Martínez y Víctor de las Salas.
Como
por iniciativa de esta Sala de Revisión, se ofició a la demandada a fin de que
enviara la documentación y la información que a su juicio justificara el trato
diferenciado del que se ha hablado, y, además, se comisionó al Juzgado Segundo
(2o.) Laboral del Circuito de Barranquilla para efectuar una inspección en las
instalaciones de la empresa con el objeto de determinar si hubo o no la
discriminación alegada por los actores, fue posible corroborar que todos los
demandantes, desde el once (11) de octubre en adelante, renunciaron expresa
y voluntariamente a los beneficios del pacto colectivo. Además, se pudo
establecer que algunos de ellos -específicamente los señores Heriberto
Marriaga, Jorge Luis Pérez, Edwin Jiménez Ramos, Julio Díaz Núñez, Ricardo
Cervantes Luna, William Martínez Rosales, Bernardo Blanco Rúa, Iván José Silva
Picalúa, Edgardo Fruto García, Francisco Guerra Lucero, Jaime José Cepeda Rúa,
César Badillo Muriel y Robinson Pérez Cárdenas-, cuando volvieron a adherir
al pacto, reiniciaron el disfrute de sus prestaciones extralegales, sin ningún
obstáculo por parte del empleador. Así mismo, quedó claro que todos los
trabajadores de la empresa, sin excepción, “gozan de las mismas condiciones
ambientales, físicas y de seguridad industrial, para realizar sus labores”.
De
otro lado, también a petición de la Sala, se comprobó, mediante respuesta de la
Dirección Regional del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social del Atlántico,
contenida en comunicación del quince (15) de noviembre del corriente año, que
según la resolución número cuarenta y siete (0047) del veintiuno (21) de
noviembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994), de la Inspectora Nacional
del Trabajo adscrita a la División de Inspección y Vigilancia de la anotada
Dirección Regional, ratificada por la resolución número catorce (14) del
veinticuatro (24) de abril de mil novecientos noventa y cinco (1995), emanada
de la Jefatura de la citada División, que la empresa “Páramo Industria de
Refrigeración Limitada”, por adelantar procesos eminentemente
metalmecánicos, ejecuta actividades distintas de las que caen en el campo
propio del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Eléctrica,
Electrónica y Electrometálica “SINTRAINDELEC”, y, por lo tanto, no está
obligada a discutir el pliego de peticiones presentado por el mismo y que las
afiliaciones de sus empleados a tal sindicato “no se hicieron con sujeción a
los estatutos”.
B. Los fallos de
tutela.
1) El
pronunciamiento del Juzgado Segundo (2o.) Laboral del Circuito de Barranquilla.
Este
despacho, el veintisiete (27) de febrero de mil novecientos noventa y cinco
(1995), denegó la tutela impetrada (folios 147 y siguientes).
Fundamentó
su determinación en la consideración de que como los accionantes se
sindicalizaron y renunciaron a los beneficios del pacto colectivo, la empresa,
conforme a la ley y sin violación del derecho al trabajo, no podía aumentarles
los salarios en la misma proporción que a los empleados beneficiarios del
acuerdo.
Además,
el juzgado, con arreglo a inspección judicial, pudo constatar que ninguno de
los reclamantes devengaba un salario inferior al mínino legal, ni laboraba en
condiciones denigrantes.
Igualmente,
en cuanto a las diferencias salariales, el a quo encontró, por ejemplo,
que los señores Raúl Quintana y Hernando Villarreal desempeñaban el mismo
cargo, pero bajo diferentes condiciones de eficiencia, presentándose la misma
situación entre los trabajadores Reynaldo Barrios y Víctor de las Salas, y los
señores Víctor Villarreal y William Martínez.
2) El fallo de la
Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla.
Su
sentencia de quince (15) de marzo de mil novecientos noventa y cinco (1995),
aunque por otros motivos, confirmó totalmente la providencia impugnada.
Para
el Tribunal, las pretensiones de los actores rebasan el ámbito de competencia
del control de tutela, porque “no es de su resorte el conocimiento de los
litigios originados en el contrato de trabajo y, sobre todo, tratándose de
reclamos derivados de la ley, tal como es el caso de la nivelación salarial
impetrada”.
Así
mismo, estimó que la tutela no se instituyó para declarar derechos litigiosos
de carácter laboral, puesto que esa tarea corresponde a la justicia ordinaria
del trabajo.
II.
Consideraciones.
A. Competencia.
La
Sala es competente para decidir, por lo dispuesto en los artículos 86 y 241, numeral
9o., de la Constitución, y 33 y 34 del decreto 2591 de 1991.
B. Improcedencia
de la acción.
La
petición de los demandantes está destinada al fracaso por las siguientes
razones:
1a. No figura en el
expediente ninguna prueba que indique que la discriminación alegada
efectivamente se dio;
2a. Como la renuncia
a los beneficios del pacto colectivo fue libre y voluntaria, sus consecuencias,
si es del caso, deben ventilarse ante la justicia ordinaria laboral;
3a. Puesto que,
legalmente, “Sintraindelec” no es el sindicato llamado a tener como
miembros trabajadores de la rama metalmecánica, la actitud de la demandada no
lo puede afectar, y, por tanto, no puede decirse que en el presente caso existe
un sindicato perseguido;
4a. El caso aquí
resuelto es fáctica y jurídicamente distinto del fallado en la sentencia SU-342
del dos (2) de agosto de mil novecientos noventa y cinco (1995).
5a. Como esta
providencia confirma la sentencia revisada, aunque por razones diferentes a
aquéllas en que ella se basó, y como no modifica la jurisprudencia de esta
Corte, es brevemente motivada, como lo autoriza el artículo 35 del decreto 2591
de 1991.
E. Decisión.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo
y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
CONFIRMAR, por las razones
aquí expuestas, la sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Barranquilla, Sala de Decisión Laboral, de fecha quince (15) de marzo de mil
novecientos noventa y cinco (1995), que, a su vez, confirmó en todas sus partes
el fallo proferido por el Juzgado Segundo (2o.) Laboral del Circuito de esa
ciudad, el veintisiete (27) de febrero del mismo año.
SEGUNDO.
COMUNICAR este fallo al
Juzgado Segundo (2o.) Laboral del Circuito de Barranquilla, para los efectos
previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte.
JORGE ARANGO MEJÍA
Magistrado Ponente
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
591 | T-550-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-550/95
DEMANDA DE TUTELA-Terminación por fallecimiento del
demandante/INTERRUPCION DEL PROCESO-Improcedencia/SUCESION PROCESAL-Improcedencia
en tutela
Como el demandante falleció en el
transcurso de la revisión constitucional de esta tutela, esta demanda pierde
toda eficacia jurídica porque no existe derecho fundamental alguno que
proteger. No puede, como solicita la cónyuge del causante, pretender la continuación
de la demanda de tutela, por cuanto los derechos fundamentales que se adujeron
por el actor como el de la vida, la salud, dignidad humana, igualdad y
seguridad social; al fallecer, desaparecieron y, por ende, la tutela no puede
continuar, terminando el presente asunto. En consecuencia, no puede predicarse
en materia de tutela la interrupción y sucesión procesal del demandante.
Ref.: Expediente
T-71.178.
Demanda de tutela
presentada por Justiniano Carmona Meza contra Manlio, Filiberto, Bruno, Manuel
Julián Mancini Alzamora y Rita Alzamora Vda. de Mancini, propietarios de la
empresa Grasas y Aceites Vegetales "Acegrave Ltda.".
Procedencia: Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, Sala Laboral.
Magistrado
ponente:
Dr. JORGE ARANGO
MEJIA.
Santafé de Bogotá,
D.C., veinticuatro (24) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Jorge
Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide
sobre el fallo de fecha 5 de mayo del presente año, proferido por la Sala
Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, que denegó
la demanda de tutela.
I. ANTECEDENTES.
A. Hechos
y petición.
El señor Justiniano
Carmona Meza, instauró demanda de tutela contra los señores Manlio, Filiberto,
Bruno, Manuel Julián Mancini Alzamora y la señora Rita Alzamora Vda. de
Mancini, propietarios de la empresa Grasas y Aceites Vegetales "Acegrave
Ltda.", con base en los siguientes hechos:
El señor Carmona
Meza trabajó para la parte demandada hasta octubre de 1965, fecha en que le fue
reconocida la pensión vitalicia de jubilación. A partir del mes de octubre de
1990, la demandada se ha sustraido al pago de las mesadas pensionales, de las
primas de junio y diciembre y no ha prestado los servicios médicos
asistenciales. Agrega el demandante que la familia Mancini viene enajenando
todos los activos de la empresa, mientras padece las consecuencias producto del
incumplimiento de las obligaciones señaladas en su favor. A ello, se suma su
delicado estado de salud y edad, de 80 años. En consecuencia, considera
amenazado su derecho fundamental a la vida y vulnerados los derechos a la
salud, igualdad, dignidad humana y seguridad social. Solicita que en el término
de 48 horas le cancelen las mesadas pensionales insolutas, le paguen
oportunamente las que se causaren y se le afilie al Instituto de Seguros
Sociales.
Acompañó con la
demanda copias de la cédula de ciudadanía; examen médico que diagnostica
colecistectomía más apendicectomía; y del proceso ejecutivo laboral adelantado
contra la empresa demandada para la cancelación de mesadas pensionales
insolutas del año 1987. Este proceso término con el desistimiento de la
demanda por pago de la obligación. Igualmente, reposa certificado de existencia
y representación legal de la empresa demandada expedido en febrero de 1995,
donde se observa la existencia de varios embargos sobre las cuotas de los
socios, matrícula que se encuentra sin renovar.
En escrito
posterior, el actor hace un recuento sobre las enfermedades que padece desde
1991, las operaciones que se le han practicado y que, a apartir de 1992,
soporta un aneurisma avanzado que no puede ser operado por su edad, requiriendo
servicio médico permanente. Comenta que hizo algunos préstamos que no ha
pagado, encontrándose sin recursos económicos para el tratamiento médico.
Agrega que la empresa ha manifestado a los pensionados que están quebrados y
que les darían algunos terrenos o que el seguro se haría cargo de las mesadas
pensionales, lo cual no se ha cumplido. Adjuntó tarjeta de afiliación al
I.C.S.S. del año de 1976 y algunos examenes del corazón realizados en 1992.
B. Juez
de primera instancia.
En sentencia de
fecha 5 de mayo del año en curso, la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Barranquilla, resolvió denegar la demanda de tutela por
existir otros medios de defensa judiciales para el pago de las mesadas
pensionales y la afiliación al Instituto de Seguros Sociales.
Recibido el asunto
en esta Corte, el actor solicitó la selección del caso y puso en conocimiento
el mayor deterioro de su salud. La Sala de Selección de Tutela número seis, en
providencia del 21 de junio del presente año, decidió escoger el presente
asunto y repartirlo a este despacho.
C. Auto
de la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional.
Repartido el asunto,
el despacho del Magistrado sustanciador de la Sala Primera de Revisión,
profirió auto de 6 de septiembre de 1995, que ordenó a la Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, poner en conocimiento
de la parte demandada, la nulidad presentada por falta de notificación del
inicio de la demanda de tutela. Con la advertencia de que si, dentro de los
tres días siguientes en que se hiciera la notificación, no alegan la nulidad,
ésta quedará saneada y el proceso continuará el curso, y que en caso contrario,
será declarada. El Tribunal de instancia dispuso la notificación personal de
los demandados de la decisión señalada, diligencia que no se pudo surtir por
cuanto no se encontraban, por lo cual, se les envió telegrama al lugar de
residencia, transcribiendo el contenido de la decisión de esta Corte.
Vencidos los tres
días que tenían los demandados para pronunciarse sobre la nulidad, sin que se
hiciera manifestación alguna, el juez de instancia remitió el expediente a esta
Corte. Recibido, fue enviado nuevamente al despacho del Magistrado sustanciador
el día 5 de octubre del año en curso.
II. CONSIDERACIONES.
Procede la Corte
Constitucional a dictar la decisión que corresponde a este asunto, previas las
siguientes consideraciones.
Primera. Competencia.
La Corte
Constitucional es competente para conocer de este proceso, de conformidad con
lo establecido por los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución.
Segunda. Saneamiento
de la nulidad.
Cumplida la
providencia proferida por esta Sala de Revisión sobre la nulidad presentada por
falta de notificación a la parte demandada del inicio de la demanda de tutela,
y por cuanto dicha parte no la alegó, ésta quedó saneada, por lo cual, debe
continuar el proceso, de conformidad a lo señalado por el artículo 145 del
Código de Procedimiento Civil. En consecuencia, entrará esta Sala a
pronunciarse sobre el fondo del asunto.
Tercera. Pruebas.
En providencia de
octubre 24 del presente año, el despacho del Magistrado sustanciador dispuso
solicitar a la parte demandada información sobre la fecha de reconocimiento de
la pensión en favor del actor; entidad responsable de su pago; sí se cancelan
oportunamente; sí dispone de servicio médico y cuál es la situación jurídica de
la empresa. Asimismo, se solicitó al actor presentar, de ser posible, las
pruebas que tuviera sobre el reconocimiento de su pensión y el estado actual de
su salud. Para lo anterior, se concedió el término de tres días.
Recibidas las
pruebas, la parte demandada informó que el actor es pensionado de la sociedad
Acegrave Ltda. y se encuentra afiliado al servicio médico del Seguro Social,
pero, esta entidad no atiende a los pensionados por falta de pago de los
aportes que la empresa debe hacer. Agrega, que es una sociedad que se encuentra
vigente y que en la fecha tiene sus activos embargados por varios procesos
ejecutivos que se originaron en una cesación de pagos por la apertura
económica. Señala que al actor se le adeudan mesadas desde septiembre de 1990.
Además, que la sociedad tiene más de 30 pensionados y se está buscando la forma
de realizar los pagos a través de sus activos, pero ha sido infructuoso ya que
todo se encuentra embargado, pero se están buscando otras soluciones. Por su
parte, la señora Digna Barrios de Carmona, en su condición de esposa del
actor, manifestó que su cónyuge falleció, según certificado notarial, el día 20
de octubre del presente año, debido a que su estado de salud se fue
deteriorando cada día más. Solicita se continúe con el proceso. Anexó examen
médico practicado al señor Carmona Meza en septiembre de 1995, donde se
dictamina la presentación de gastritis aguda leve de cuerpo y antro, y
angiodisplasia gástrica.
Cuarta. El
caso concreto.
El señor Justiniano
Carmona Meza demandó, por vía de tutela, a la familia Mancini como propietarios
de la empresa Acegrave Ltda, de la cual es pensionado. Pretendía obtener el
pago de las mesadas insolutas, de otras prestaciones y la afiliación al
servicio médico. Consideró amenazado su derecho fundamental a la vida y
vulnerados los derechos a la salud, seguridad social, igualdad y dignidad
humana. Del acervo probatorio se tiene que el demandante venía padeciendo de
múltiples enfermedades desde el año de 1991, que condujeron a su fallecimiento
en el mes de octubre del año en curso. Igualmente, aparece escrito de la
cónyuge del actor, solicitando la continuación del proceso.
Quinta. Interrupción
y sucesion procesal.
El Código de
Procedimiento Civil, señala como una de las causales de interrupción del
proceso, la muerte de la parte que no haya estado actuando por conducto de
apoderado judicial, representante o curador ad litem. Evento que conduce a la
citación, para comparecer al proceso, de ciertas personas en determinado lapso
de tiempo, vencido el cual o antes, se reanudará el mismo. Quien pretenda
apersonarse, presentará las pruebas que demuestren el derecho que le asiste.
Vemos así que, como lo ha afirmado la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia, la interrupción procede por hechos externos al proceso llevando a la
inmovilidad del mismo a partir del hecho que la origine.
Asimismo, existe la figura de la sucesión
procesal, donde, fallecido un litigante, el proceso continuará con determinadas
personas o el correspondiente curador, señalando que el adquiriente a cualquier
título de la cosa o del derecho litigioso, podrá intervenir o sustituirlo en el
proceso. Esta sucesión, ha dicho la doctrina, es a título universal en el
evento de fallecimiento de la parte a quien se sucede.
Podemos afirmar que esta interrupción y
sucesión procesal, contempladas en las normas adjetivas civiles, protegen derechos
litigiosos, donde bajo ciertos presupuestos es posible suceder al causante,
verbi gratia, el cesionario de un crédito que ocupa el puesto del
cedente, quien lo cobra en proceso ejecutivo y el de los herederos que
representan al de cujus en sus derechos y obligaciones transmisibles.
Sexta. Los
derechos constitucionales fundamentales como derechos unipersonales. Personas
naturales.
De conformidad con
el artículo 86 de la Constitución Política, la acción de tutela podrá
reclamarse:
- Por sí
misma o por quien actúe a su nombre.
- Para la
protección inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales,
cuando quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados.
Los derechos
fundamentales, en relación con las personas naturales, tienen el carácter de
ser personales, es decir, del individuo como ser humano y, además, son
principales, lo que nos lleva a manifestar que son unipersonales. Asimismo, el
artículo 5o. de la Constitución, nos habla de que el Estado reconoce la
primacía de los derechos inalienables de la persona. En consecuencia,
los derechos constitucionales fundamentales no se debaten en la jurisdicción
ordinaria, precisamente por ser la tutela el instrumento idóneo fijado por la
Constitución para su amparo.
No sobra indicar que
esta Corte ha señalado insistentemente que las personas jurídicas también son
titulares de ciertos derechos fundamentales, entre otros, el debido proceso,
petición y la igualdad.
Séptima. Improcedencia
de la interrupción y sucesión procesal del demandante en materia de tutela.
Terminación del proceso.
En relación con el
no pago de las mesadas pensionales, ha reiterado esta Corte que bajo ciertos
supuestos, entre otros, la edad avanzada del actor y el no disponer de recursos
económicos para su subsistencia, hace menester proteger los derechos
fundamentales de los pensionados.
Ahora, si bien los
derechos al pago oportuno de las pensiones y la atención de la salud, se pueden
discutir por los medios legales ordinarios, ellos están contenidos
constitucionalmente en los artículos 49 y 52 y, cuando son objeto de menoscabo
por atentar contra los derechos fundamentales como la vida, es la tutela la vía
que señaló el Constituyente para su protección.
Como el señor Carmona Meza falleció en el
transcurso de la revisión constitucional de esta tutela, esta demanda pierde
toda eficacia jurídica porque no existe derecho fundamental alguno que
proteger. No puede, como solicita la cónyuge del causante, pretender la
continuación de la demanda de tutela, por cuanto los derechos fundamentales que
se adujeron por el actor como el de la vida, la salud, dignidad humana,
igualdad y seguridad social; al fallecer, desaparecieron y, por ende, la tutela
no puede continuar, terminando el presente asunto. En consecuencia, no puede
predicarse en materia de tutela la interrupción y sucesión procesal del
demandante.
Empero, el derecho al pago de las mesadas
insolutas, será objeto de protección en esta tutela, por cuanto corresponde al
mínimo vital que requieren las personas para su subsistencia. Por ello, se
ordenará a la sociedad Acegrave Ltda, que de ser legalmente posible, cancele
las mesadas pensionales debidas a partir del mes de septiembre de 1990, hasta
la fecha de fallecimiento del señor Justiniano Carmona Meza. Dineros que podrán
ser reclamados por quien demuestre la calidad de beneficiario o heredero
reconocido. En consecuencia, se ordenará a la Sala Laboral del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, juez que conoció en primera
instancia de esta tutela, que verifique el cumplimiento de esta decisión.
Asimismo, la cónyuge podrá perseguir la sustitución pensional ante la empresa
Acegrave Ltda. o acudir a la jurisdicción laboral, previo el lleno de los
requisitos legales señalados para el efecto.
No sobra señalar que si bien la empresa
Acegrave Ltda. se encuentra embargada por varios despachos judiciales, los
créditos causados o exigibles de los trabajadores por concepto de salarios y
demás prestaciones sociales e indemnizaciones laborales pertenecen a la primera
clase de obligaciones y son excluyentes de los demás, constituyendo gastos
pagaderos con preferencia sobre los demás créditos laborales, en el evento de
una quiebra o insolvencia del empleador. Así lo señala el artículo 157 del
Código Sustantivo del Trabajo.
En relación con el tema de la seguridad
social integral, la ley 100 de 1993, indica que su objeto es garantizar los
derechos irrenunciables de la persona y la comunidad para obtener una calidad
de vida acorde con la dignidad humana, que comprende las obligaciones del
Estado y la sociedad, las instituciones y los recursos destinados a garantizar
la cobertura de las prestaciones de carácter económico, de salud y servicios
complementarios. Si bien este sistema integral de seguridad social no se aplica
a todos los afiliados y trabajadores, sino bajo causales taxativas, debe
asegurar la sociedad demandada por la protección de este mínimo vital, para
garantizar la defensa de los derechos constitucionales fundamentales. Es la
conducta que en nuestro parecer debe adoptarse.
Con base en lo
expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo
y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. Declarar
la terminación del presente asunto por el fallecimiento del señor Justiniano Carmona
Meza, actor en tutela.
Segundo. Ordenar, dentro de lo
posible legalmente, el pago de la mesadas adeudadas al señor Justiniano Carmona
Meza por la sociedad Acegrave Ltda, que comprende el período del mes de
septiembre de 1990, hasta la fecha de fallecimiento del actor, es decir, 20 de
octubre de 1995. Dineros que serán entregados a quien acredite la condición de
beneficiario o heredero reconocido.
Tercero. Comunicar
este fallo a la Sala
Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, para los
efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado sustanciador
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General |
592 | T-551-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-551/95
DEBIDO PROCESO-Expulsión de estudiante/DERECHO DE
DEFENSA-No trámite de recurso a estudiante
El Consejo
Académico, a pesar de que suavizó la sanción recurrida, no puso el recurso de
apelación en conocimiento de su superior jerárquico, es decir, el Consejo
Directivo, órgano llamado a resolver de la apelación según el reglamento
universitario. En consecuencia, la sanción disciplinaria contra el actor vino a
tener aplicación sin la obligatoria tramitación de la alzada, lo cual supone
una violación del derecho fundamental al debido proceso. Naturalmente, la pena
así infligida, además de incumplir el reglamento, implica una inaceptable
disminución del derecho de defensa del alumno.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Reglamento
interno
El hecho de que
la estructura sancionatoria de la Universidad no tenga un prolijo esquema
procesal, no es razón para ver allí una transgresión automática del núcleo
esencial del derecho al debido proceso, porque sus elementos básicos -como la
previa tipificación del hecho punible y su sanción; la existencia del juez
natural; la posibilidad de rendir descargos y controvertir pruebas, y el
derecho a recurrir- se dieron en el presente caso. Finalmente, bueno es
recordarlo, la autonomía universitaria, pues si desborda los límites que la
Constitución y la ley le imponen, puede ser objeto del control excepcional de
la jurisdicción constitucional.
ESTABLECIMIENTO
EDUCATIVO-Consumo de
bebidas alcohólicas
El consumo de
bebidas alcohólicas puede limitarse geográficamente por las autoridades. La
disposición universitaria, en el sentido de prohibir la ingestión de bebidas
espirituosas en sus cercanías, no es medida arbitraria o extraña al ordenamiento
jurídico. Por el contrario, es una ayuda al mantenimiento del orden educativo y
a la salvaguarda del buen nombre de la universidad. No cabe duda de que la
prohibición de ingerir alcohol en las cercanías de la Universidad, es una
medida que precave la ocurrencia de hechos violentos.
Ref.: Expediente
No. T-74758.
Actor: Oscar
Enrique Jaimes Barrios.
Procedencia:
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Quinta.
Magistrado
Ponente:
Dr. JORGE ARANGO
MEJÍA.
Sentencia
aprobada en sesión del día veinticuatro (24) de noviembre de mil novecientos
noventa y cinco (1995).
La
Sala Primera (1a.) de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los
magistrados Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes
Muñoz, decide sobre la sentencia del Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Quinta, de fecha dieciseis (16) de junio de mil
novecientos noventa y cinco (1995), (folios 47 a 55 del cuaderno principal),
que confirmó en todas sus partes el fallo proferido por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, el veintitrés (23) de mayo del mismo año
(folios 23 a 31 ibídem).
I. Antecedentes.
A. Hechos.
El
once (11) de mayo de mil novecientos noventa y cinco (1995), el señor Oscar
Enrique Jaimes Barrios, mayor de edad, en su calidad de alumno de la Facultad
de Ingeniería Agronómica, presentó, ante el Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, una demanda de tutela contra la Universidad de Ciencias
Agropecuarias UDCA.
En
ésta, dijo que el siete (7) de abril del presente año, asistió a la jornada
académica en las instalaciones del alma mater y que terminadas las
clases, a eso de las cinco (5:00 p.m.) de la tarde, fuera de la universidad,
vio cómo el estudiante de medicina veterinaria Juan Carlos Hernández León, fue
atropellado, arrojado a una zanja y lesionado -con pérdida momentánea de
conocimiento- por un vehículo de color blanco, el cual se dio a la fuga para,
más adelante, chocar contra un muro. Agregó que el diecisiete (17) del mismo
mes, el señor Germán Anzola Montero, Rector de la Universidad, lo inquirió
sobre lo acontecido, informándole que al día siguiente habría reunión del
Consejo Académico. Éste, el veinte (20) de abril, por medio del acuerdo 24 de
la misma fecha, procedió a su expulsión, por haber ingerido bebidas
alcohólicas, por agredir la persona del señor Ricardo Rodríguez Alarcón,
conductor del vehículo mencionado, y por dañar el automotor mencionado. Así
mismo, el demandante narró que, alegando falta de pruebas, pidió reposición del
acuerdo sancionatorio y que, según acuerdo 27 del 5 de mayo, obtuvo su
molificación, pues se determinó la suspensión temporal de su matrícula por tres
(3) semestres académicos, con posibilidad de continuar después con matrícula
condicional. Adicionalmente, la parte demandante dijo que el Rector denunció
los supuestos hechos ilícitos a la Fiscalía.
Para
el actor, la Universidad, con la conducta descrita, violó sus derechos
fundamentales a la educación, a la honra y el buen nombre y al debido proceso.
Respecto de este último, fuera de insistir en el hecho de que la sanción se
impuso sin pruebas -inclusive sin su supuesta confesión de haber tomado bebidas
embriagantes el siete (7) de abril-, indicó que él no tuvo oportunidad de ser
oído por el Consejo Académico y que en su caso no se observó ningún
procedimiento previamente adoptado. En relación con la vulneración de su buen
nombre, dijo que el acuerdo 24 ya citado, lo señaló injustamente como autor de
hechos punibles contra el señor González Alarcón, y que la Rectoría ordenó la
publicación de estos infundios en las carteleras de la Universidad.
Con
base en lo anterior, el demandante, de un lado, pidió “el reintegro
inmediato del alumno Oscar Enrique Jaimes Barrios a la Facultad de Ingeniería
Agronómica de la Universidad de Ciencias Agropecuarias UDCA, en la misma
situación en que se encontraba antes de la sanción aludida y con la oportunidad
de presentar las pruebas y examenes necesarios, a fin de la aprobación del
presente semestre académico”; y, por otro lado, “la pública
rectificación de las sindicaciones temerarias e injustas”.
Ahora
bien, de las pruebas que figuran en el expediente, la Sala puede afirmar lo que
sigue.
Según
acta del Consejo Académico de la Corporación Universitaria de Ciencias
Agropecuarias (folios 39 a 41 ibídem), de fecha veinte (20) de abril de mil
novecientos noventa y cinco (1995), el demandante resultó vinculado al presente
caso por una mención que otro estudiante investigado -Andrés Vallejo- dio a ese
organismo. Así mismo, se desprende que fue en esa reunión, como resultado de
las pesquisas de una comisión del Consejo, donde se determinó expulsar al
demandante Oscar Enrique Jaimes Barrios.
Importa
anotar que en tres de las respuestas al interrogatorio que le formuló la
mencionada comisión (folio 44 ibídem), el actor aceptó haber ingerido bebidas
alcohólicas en las cercanías de la Universidad. Efectivamente, al dar su
versión de los hechos acaecidos el siete (7) de abril, dijo: “Ese día tuve
clase como hasta las 5 de la tarde, y salí de aquí de la Universidad tipo 6 de
la tarde y me encontré con un compañero. Salimos y estábamos ahí hablando y le
dije vea que allí en El Establito hay un conjunto vallenato. Vamos y escuchamos
un rato y nos vamos porque yo tengo que viajar a Ibagué. Entonces entramos al
Establito. Las mesas, eso estaba lleno, lleno. Yo me quedé parado con él, ahí
hablando y tomándonos unas cervezas. (...)”. (negrillas por fuera de
texto)
Más
adelante manifestó: “(...) O sea, uno conoce mucha gente, pero al final,
para estar con esos grupos no. Nos quedamos ahí parados tomando cerveza
y escuchando música y ahí bailando.” (negrillas por fuera de texto)
Y,
finalmente, frente a la pregunta de qué tanto licor había consumido (folio 45),
declaró: “Nada, pues desde las seis de la tarde unas tres o cuatro
cervezas.”. (negrillas por fuera de texto)
La
ingestión de cerveza por parte de Jaimes Barrios, fue corroborada (folio 55
ibídem) por el alumno Edwin Salamanca Rivera, el dieciocho (18) de abril del
corriente año. Éste, a la pregunta de si Oscar Jaimes tomó licor, expresó: “Sí,
él sí se tomó unas dos o tres cervezas”.
Por
otra parte, del conjunto de testimonios rendidos y la documentación aportada
por la Universidad, para la Sala es claro que el establecimiento denominado El
Establito, donde el actor ingirió las cervezas, queda en las cercanías del alma
mater.
En
cuanto a su supuesta participación en los hechos contra el señor Ricardo
Rodríguez Alarcón, lo cierto es que no está probada y que el actor la negó
enfáticamente (folio 46), a pesar de que, en respuesta a una pregunta que al
efecto le hiciera la Sala, el Rector manifestara que la Universidad llegó al
convencimiento de que el estudiante Jaimes Barrios sí intervino en los hechos
punibles, por cuanto éste lo habría admitido en el recurso de reposición del
veinticinco (25) de abril de mil novecientos noventa y cinco (1995), y el
testimonio del estudiante Santiago Andrés Vallejo Villa lo habría comprometido.
Con
arreglo al acuerdo del Consejo Académico número veinticuatro (24) del veinte
(20) de abril del año en curso (folios 12 a 14 ibídem, y 74 a 76 del cuaderno
de pruebas), y estimando que el debido proceso disciplinario se había
adelantado el dieciocho (18) de abril, se resolvió expulsar al actor, con base
en el artículo 37, literal f), del reglamento estudiantil. La sanción se
fundamentó en dos consideraciones. Primero, que el señor Jaimes Barrios
incurrió en una conducta tipificada como delito, sin especificarse en qué
consistió tal comportamiento. Y segundo, que el alumno -junto con otro
compañero- confesó haber estado e ingerido licores, desde tempranas
horas de la tarde del 7 de abril, en el expendio denominado El Establito,
situado en sitio vecino a la Universidad. Debe señalarse que el acuerdo
advirtió que contra él procedían los recursos del artículo 42 del capítulo VII
del citado reglamento. Este artículo (folio 18 del cuaderno de pruebas) dice
que “las sanciones que se contemplan en los literales c), d), e) y f) del
artículo 37, tendrán reposición ante quien ha impuesto la sanción y apelación
ante el Consejo Directivo, dentro de los cinco (5) días hábiles siguientes a la
notificación de la misma.”
El
artículo 37 (folios 17 y 18 ibídem), ubicado en el capítulo VII sobre “Faltas
y sanciones”, es del siguiente tenor:
“El irrespeto a
las insignias de la Patria y de la Institución, la calumnia e injuria a
miembros de la comunidad universitaria, la retención, hurto o daño de objeto
propiedad de la institución o de propiedades ajenas dentro de los predios de la
misma, el porte de armas o la tenencia o guarda de elementos o materiales
explosivos o sus complementos útiles para su activación, el porte, tráfico y
uso de drogas heroicas y/o alucinógenos dentro del recinto universitario, el
presentarse en el recinto de la Universidad en estado de embriaguez o bajo los
efectos de drogas heroicas o alucinógenos, el consumir públicamente bebidas
alcohólicas en sitios aledaños a la Universidad, realizar juegos de azar en
la Universidad, la retención, intimidación y chantaje a profesores y
autoridades de la Institución dentro y fuera de ella, la interrupción de
clases, laboratorios y demás servicios a que tienen derecho los miembros de la
comunidad universitaria, el impedir el libre tránsito de los miembros de la
comunidad universitaria dentro de los predios de la misma, la incitación al
desorden u otro acto que configure alteración de las tareas académicas y
cualquier otra de las conductas tipificadas como delito por las leyes de la
República, serán sancionadas según su gravedad así:
“a) amonestación
privada
“b) amonestación
pública
“c) matrícula
condicional
“d) suspensión de
matrícula por uno o más períodos académicos
“e) cancelación
definitiva de la matrícula
“f) expulsión de
la institución”.
(negrillas por fuera de texto)
Por
su parte, los estatutos de la Universidad (folios 5 a 11 ibídem) facultan al
Consejo Académico para ocuparse de las cuestiones disciplinarias, en los
siguientes términos:
“Artículo 32o.
Son funciones del Consejo Académico:
“a) Estudiar y
decidir todos aquellos asuntos de orden académico y disciplinario que sometan a
su consideración el Rector, el Vicerrector Académico y los Decanos, de
conformidad con los reglamentos.”
Además,
los artículos 39o. y 40o. de los mismos estatutos indican que “para la
suspensión de matrícula por uno o más períodos académicos y cancelación
definitiva de la matrícula, deberá elaborarse un informe por parte de la
Vice-Rectoría Académica y presentarse a consideración del Consejo Académico,
quien decidirá en última instancia” y que “la matrícula condicional será
impuesta por el Consejo Académico”, siendo entendido que “el estudiante
sancionado (sic) tendrá la oportunidad de presentar sus descargos ante este
organismo”.
Como
resultado de la interposición por parte del actor de un recurso de reposición y
otro subsidiario de apelación, el cinco (5) de mayo de este año, mediante
acuerdo número veintisiete (27) del Consejo Académico (folio 77 ibídem), se
ratificaron los considerandos de la decisión del veinte (20) de abril, pero la
sanción se conmutó por la suspensión temporal de matrícula “durante los
semestres académicos I y II de 1995 y I de 1996”. Se decidió, igualmente,
que si el estudiante se reincorporaba, quedaría bajo el régimen de matrícula
condicional. Conforme al acta 149 del Consejo (folio 72 ibídem),
correspondiente a la sesión del cinco (5) de mayo, “la doble sanción tiene por
objeto que la primera sirva para castigar y la segunda para prevenir”.
Cabe
anotar que el sentido de la resolución del recurso fue sugerido inicialmente
por la comisión del Consejo Académico, sin mayores consideraciones de orden
fáctico, el dos (2) de mayo (folios 64 a 69 ibídem). Con todo, debe señalarse
que para la definición de la sanción del actor -así como para las sanciones a
otros estudiantes-, la comisión buscó crear un precedente ejemplarizante para
la observación de las normas de la moral, la ética y las buenas costumbres.
Sin
embargo, no puede pasarse por alto que el Consejo Académico guardó silencio
frente a la alzada propuesta. Más adelante, en torno a esta cuestión
procedimental, la Sala considerará que no obstante la molificación de la pena
de expulsión por la de suspensión de la matrícula, la Universidad debió dar al
recurso el trámite reglamentario ordinario, es decir, someterlo al examen del
Consejo Directivo, pues, de todas maneras, la segunda decisión también fue
adversa al interesado.
B. Los fallos de
tutela.
1) El
pronunciamiento de la Sección Primera del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca.
Esta
corporación, el veintitrés (23) de mayo del corriente año (folios 23 a 31
ibídem), denegó la solicitud de tutela.
La
decisión consideró que como el actor -que sí tuvo oportunidad de defenderse, e
inclusive interpuso un recurso de reposición contra el primer acuerdo- confesó
haberse tomado unas cervezas con un compañero, procedía su sanción por parte
del Consejo Académico, con arreglo a la prohibición reglamentaria de “consumir
públicamente bebidas alcohólicas en sitios aledaños a la Universidad”. Y,
además, estimó que la calificación del alumno como sindicado de un delito no
afectó su buen nombre, puesto que precisamente la denuncia correspondiente le
asignó tal calidad, y el artículo 37 del reglamento también permitía sancionar
las conductas tipificadas como delito.
2) La
determinación del Consejo de Estado.
En
sentencia de la Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Quinta, de fecha
dieciseis (16) de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995), (folios 47 a
55 ibídem), se confirmó el veredicto proferido por el a quo.
Como
el alto tribunal fundó su resolución en su “reiterada jurisprudencia”,
consistente en juzgar que el derecho a la educación no alcanza la categoría de
fundamental si no está en cabeza de los niños, lógicamente llegó a la
conclusión de que en “tratándose de formación universitaria no puede
hablarse de derecho fundamental a la educación”.
Estimó,
además, que el incumplimiento de los universitarios respecto del reglamento,
puede lícitamente dar lugar a la aplicación de la pena que el instrumento
prevea, y como a su juicio la sanción impuesta en este caso fue dictada por el
organismo competente -el Consejo Académico-, con el lleno del procedimiento y
los requisitos exigidos por el artículo 37 del reglamento, no la consideró
violatoria del debido proceso.
Sobre
este último particular, el Consejo aclaró que la ausencia en el reglamento de
toda una serie de etapas procesales -como serían las de formulación de
cargos, presentación de descargos, aportación y discusión de pruebas,
alegaciones ante el Consejo etc.- no atenta contra el debido proceso.
Finalmente,
tampoco percibió violación del derecho a la honra o al buen nombre, por el
hecho de haberse fundamentado la sanción en la condición de sindicado del
estudiante, “puesto que esa condición no implica determinación de
responsabilidad penal”. Y, en todo caso, de haberse dado una calumnia, el
interesado contaba con otro medio de defensa judicial. En relación con la
fijación en cartelera de informaciones atinentes a los antecedentes de la
sanción al demandante, el Consejo -fuera de hallar que tal proceder se
encuadraba dentro de lo dispuesto por el artículo 38 del reglamento- no
encontró prueba de ella en el expediente. Por tales razones, tampoco advirtió
ninguna violación del derecho impetrado.
II.
Consideraciones.
A. Competencia.
La
Sala es competente para decidir, por lo dispuesto en los artículos 86 y 241,
numeral 9o., de la Constitución, y 33 y 34 del decreto 2591 de 1991.
B. ¿Debe
tutelarse el derecho al debido proceso?
En
la respuesta al requerimiento que, mediante el oficio OPT-190 del siete (7) de
noviembre de este año, le hiciera esta Corte al señor Rector de la Universidad
demandada, se adjuntó una fotocopia del escrito por el cual el demandante
recurrió la sanción que inicialmente le impuso la resolución veinticuatro (24)
del veinte (20) de abril de mil novecientos noventa y cinco (1995). Ese
documento, entre otras cosas, da cuenta de que el estudiante Jaimes Barrios,
además de un recurso de reposición, interpuso también uno subsidiario de
apelación.
Pues
bien, lo cierto, conforme al contenido del expediente, es que el Consejo
Académico, a pesar de que suavizó la sanción recurrida, no puso el recurso de
apelación en conocimiento de su superior jerárquico, es decir, el Consejo
Directivo, órgano llamado a resolver de la apelación según el artículo 42 del
reglamento universitario, disposición visible en los antecedentes de esta
providencia. En consecuencia, la sanción disciplinaria contra el actor vino a
tener aplicación sin la obligatoria tramitación de la alzada, lo cual supone
una violación del derecho fundamental al debido proceso. Naturalmente, la pena
así infligida, además de incumplir el reglamento, implica una inaceptable
disminución del derecho de defensa del alumno.
Lo
dicho conduce, entonces, a dar una respuesta positiva al interrogante del
epígrafe y, por tanto, llevará a la prosperidad del amparo del derecho del
actor al debido proceso, y a que se ordene a la Universidad que resuelva el
recurso de apelación que oportunamente interpuso el actor.
Adicionalmente,
vale la pena recalcar que la Sala, fuera de la falla anotada, no percibe otras
violaciones del debido proceso, puesto que el actor, por los demás aspectos, sí
tuvo oportunidad de ejercer su activa defensa. Así, pudo explicar ampliamente
su intervención en los hechos del siete (7) de abril a una comisión del Consejo
Académico; presentó descargos; hizo uso del derecho de recurrir, logrando
obtener la conmutación de su expulsión de la Universidad. En este sentido, la
Corte, sin perjuicio de lo expuesto y compartiendo el criterio del Consejo de
Estado, considera que el hecho de que la estructura sancionatoria de la
Universidad no tenga un prolijo esquema procesal, no es razón para ver allí una
transgresión automática del núcleo esencial del derecho al debido proceso,
porque sus elementos básicos -como la previa tipificación del hecho punible y
su sanción; la existencia del juez natural; la posibilidad de rendir descargos
y controvertir pruebas, y el derecho a recurrir- se dieron en el presente caso.
Finalmente,
bueno es recordarlo, la autonomía universitaria, garantizada por el artículo 69
de la Constitución, no es absoluta, pues si desborda los límites que la
Constitución y la ley le imponen, puede ser objeto del control excepcional de
la jurisdicción constitucional. Sobre esta materia, la Sala, en la sentencia
T-369 del veintidós (22) de agosto de mil novecientos noventa y cuatro (1994),
dijo:
“(...) es claro
que la autonomía universitaria, siendo una preciosa garantía de los sistemas
educativos liberales, no puede servir como escudo ni para la transgresión del
derecho a la educación, ni para la violación del ordenamiento jurídico en
general, particularmente en el aspecto del debido proceso.”
C. ¿Se vulneró el
derecho al libre desarrollo de la personalidad?
La
Sala considera que este derecho no se afectó en el presente negocio, pues el
libre desarrollo de la personalidad no se quebranta por la obligación de
respetar un reglamento universitario, el cual se presume debía ser conocido y
respetado por el alumno. Es más, tal derecho, en general, no se vulnera por la
asunción de obligaciones legítimas, verbi gratia, las que se contraen en
virtud de contratos. Para la Corte, el libre desarrollo de la personalidad no
es un derecho absoluto, por cuanto su ejercicio también implica
responsabilidades y obligaciones. En este caso, una de ellas consiste en el
acatamiento a las normas de convivencia universitarias.
Además,
como el actor siempre dispuso de la posibilidad de tomar bebidas fermentadas en
sitios no cercanos a la Universidad, su afición a la cerveza no se menoscabó ni
se anuló: simplemente se condicionó a ser ejercida lejos de la casa de
estudios.
D. Existencia de
limitantes policivas para el consumo de bebidas alcohólicas.
El
decreto 1355 de 1970, por el cual se dictaron normas de policía, y el estatuto
orgánico de Bogotá, señalan en sus artículos 111 y 86, numeral 5o.,
respectivamente, lo siguiente:
“Los reglamentos
de policía local podrán señalar zonas y fijar horarios para el
funcionamiento de establecimiento donde se expendan bebidas alcohólicas”.
(negrillas fuera de texto)
“Corresponde a los
alcaldes locales:
“(...) Velar
por la tranquilidad y seguridad ciudadanas. Conforme a las
disposiciones vigentes, contribuir a la conservación del orden público en su
localidad y con la ayuda de las autoridades nacionales y distritales,
restablecerlo cuando fuere turbado;” (negrillas por fuera de texto)
Vemos
así cómo el consumo de bebidas alcohólicas puede limitarse geográficamente por
las autoridades. Sobre este particular, la Alcaldía Local de Santafé (localidad
III), mediante resoluciones 004 y 015 de 1995, prohibió el consumo de licores
en el área de 200 metros alrededor de los establecimientos universitarios, y
modificó la intensidad horaria de los sitios donde se expenden y consumen.
Todo
esto, a nuestro entender, demuestra que la disposición universitaria, en el
sentido de prohibir la ingestión de bebidas espirituosas en sus cercanías, no
es medida arbitraria o extraña al ordenamiento jurídico. Por el contrario, es
una ayuda al mantenimiento del orden educativo y a la salvaguarda del buen
nombre de la universidad.
En
este orden de ideas, no cabe duda de que la prohibición de ingerir alcohol en
las cercanías de la Universidad, es una medida que precave la ocurrencia de
hechos violentos como los que lamentablemente están en el fondo de la tutela
que nos ocupa.
E. ¿Cabe la
tutela del derecho al buen nombre?
Para
la Sala es obvio que cuando la Universidad, en los acuerdos veinticuatro (24)
del veinte (20) de abril y veintisiete (27) del cinco (5) de mayo de este año,
basó la sanción también en el hecho de que el afectado incurrió en “cualquier
otra de las conductas tipificadas como delito por las leyes de la República”,
no quiso significar con ello que el estudiante ya estaba condenado por la
comisión de un delito, porque para esa época la investigación penal de los
hechos sucedidos el siete (7) de abril sólo estaba iniciándose.
Bajo
este entendido, le asistió toda la razón al Consejo de Estado cuando manifestó
no haber visto ninguna violación del derecho a la honra o al buen nombre del
demandante, por el solo hecho de haberse fundamentado la sanción en su
condición de sindicado, “puesto que esa condición no implica determinación
de responsabilidad penal.
Además,
también es cierto que en el expediente no hay prueba de la fijación en
cartelera de informaciones atinentes a los antecedentes de la sanción.
Por
estos motivos, no prosperará la tutela del derecho al buen nombre del señor
Jaimes Barrios.
III. Decisión.
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR la sentencia de la Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Quinta, del Consejo de Estado, de fecha dieciseis (16)
de junio de mil novecientos noventa y cinco (1995), la cual a su vez confirmó
el fallo de la Sección Primera del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, de
fecha veintitrés (23) de mayo del corriente año, que había denegado la
solicitud de tutela; y, en consecuencia, CONCEDER al señor Oscar Enrique
Jaimes Barrios la tutela de su derecho constitucional fundamental al debido
proceso.
SEGUNDO. ORDENAR al Consejo Directivo de la Corporación
Universitaria de Ciencias Agropecuarias, la tramitación inmediata y la pronta
resolución del recurso de apelación que interpuso el señor Oscar Enrique Jaimes
Barrios contra el acuerdo del Consejo Académico número veinticuatro (24) del
veinte (20) de abril del año en curso.
TERCERO.
COMUNICAR esta providencia
a la Sección Primera del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, para los
efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte.
JORGE ARANGO MEJÍA
Magistrado ponente
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
593 | T-552-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-552/95
DERECHO A LA
INFORMACION-Campo de
acción/DERECHO DE DOBLE VIA-Informar y ser informado
El derecho a la
información no solamente cobija a los particulares y en especial a los medios
de comunicación y a los periodistas, sino que, como derecho constitucional
fundamental, también cubre a las institucionales públicas y privadas. Debe
recordarse que se trata de un derecho de doble vía, en cuanto,
como lo ha venido expresando la Corte, "no está contemplado ni en nuestra
Constitución ni en ordenamiento ni declaración alguna como la sola posibilidad
de emitir informaciones, sino que se extiende necesariamente al receptor de las
informaciones y, más aún, las normas constitucionales tienden a calificar
cuáles son las condiciones en que el sujeto pasivo tiene derecho a recibir las
informaciones que le son enviadas". Tal concepción del derecho a la
información implica que no se lo puede entender ni aplicar en el exclusivo
sentido de favorecer las posibilidades de informar, desde el punto de
vista de quienes emiten las informaciones, sino que, por el aspecto jurídico,
adquiere especial relevancia el interés colectivo reflejado en el derecho de la
comunidad a ser informada y a serlo en forma completa, con
imparcialidad, veracidad y objetividad.
POLICIA NACIONAL-Función
La Policía
Nacional tiene la finalidad específica de mantener las condiciones necesarias
para el ejercicio de los derechos y libertades públicas y para asegurar que los
habitantes de Colombia convivan en paz. La actividad que cumple es de vital
importancia para sostener las condiciones mínimas de convivencia, sobre la base
de la persecución material al delito, merced a las acciones y operativos
indispensables para la localización y captura de quienes lo perpetran y para la
frustración de sus antisociales propósitos. A toda la comunidad interesa que la
función policial se ejerza de manera estricta y eficiente y, por tanto, también
son de su interés las informaciones sobre los resultados concretos de las
operaciones mediante las cuales se cumple. En el conocimiento público acerca de
los logros obtenidos por la Policía descansa buena parte de la tranquilidad de
los ciudadanos y, a través de él, se alcanzan simultáneamente propósitos de
disuasión colectiva, es decir, se obtiene un impacto sicológico que desalienta
y desestimula la comisión de nuevos actos delictivos.
DERECHO A LA
INFORMACION-Comunicado
policial/FLAGRANCIA-Información policial
Los informes
policiales transmitidos al público en relación con capturas u operativos en
virtud de los cuales se impide, se interrumpe o se hace fracasar una acción
delictiva deben ser, por su naturaleza, escuetos, es decir, han de reflejar,
para conocimiento de la sociedad, los hechos acontecidos, tal y como
ocurrieron, evitando toda calificación sobre responsabilidad penal que pueda
encerrar condena anticipada de los capturados, pues la función de definirla ha
sido reservada de manera exclusiva a la jurisdicción. Pero también resulta
necesario advertir que el comunicado policial, precisamente por razón de la
función que cumple no puede eludir la referencia a las circunstancias en medio
de las cuales se produce una captura. Ello significa que en los casos de
flagrancia, sería a todas luces contraevidente la noticia que ocultara o
disimulara el hecho cierto de la conducta verificada en forma directa por los
agentes de la autoridad que llevaron a cabo la aprehensión. Luego, si en tales
eventos la información publicada tilda de delincuentes a los capturados, en
modo alguno se puede señalar tal actitud como violatoria de los derechos a la
honra y al buen nombre de los encartados, pues corresponde apenas a la
transmisión de situaciones ciertas y verificables que, si bien pueden incidir
en la determinación judicial que finalmente haya de adoptarse, cuyo ámbito de
autonomía no se vulnera por el informe, tienen apenas la connotación de
reflejar lo sucedido en un momento y en un lugar determinados.
FLAGRANCIA-Información y decisión judicial
La información
policial y las decisiones judiciales, aunque tienen objeto y fuerza totalmente
diferentes, pueden coincidir, en los casos de flagrancia, en la verificación de
hechos incontrovertibles. De allí que, al informar acerca de ellos, la
autoridad de policía y los medios de comunicación no están obligados a esperar
que se produzca la sentencia condenatoria para decir en público que el ilícito
se cometió, pues el objeto de la información no es el de calificar la
responsabilidad penal sino el de presentar públicamente un hecho verdadero,
consistente en que la captura de quien cometía el delito se produjo
precisamente cuando estaba siendo cometido.
DERECHO A LA
HONRA-Reclamación/DERECHO
AL BUEN NOMBRE-Reclamación
Los derechos a la
honra y al buen nombre, reconocidos a toda persona por la Constitución y cuyo
núcleo esencial debe ser respetado y hecho respetar por el Estado, únicamente
pueden reclamarse sobre el supuesto de la conducta irreprochable y limpia de su
titular. El concepto público favorable acerca del comportamiento de un
individuo, que es propio del buen nombre, no menos que la estima y el respeto
de la propia dignidad que implica la honra, según el Diccionario de la Real
Academia Española de la Lengua, constituyen logros que no son gratuitos para
nadie sino que fluyen, con el paso del tiempo, de la evaluación que el propio
sujeto, en el interior de su conciencia, y la colectividad a la que pertenece
hacen de su comportamiento, en la medida en que lo estimen acorde con los
valores imperantes en su seno. Por eso, no hay honra ni buen nombre que puedan
exigirse como intangibles cuando no está de por medio el mérito de quien los
reivindica.
DERECHO AL BUEN
NOMBRE-Información
policial sobre comisión de delitos
Quien actúe
correctamente en unas situaciones o durante un tiempo determinado pero
modifique su conducta en otras circunstancias o en una época diferente,
incurriendo en actitudes que desdigan de la pulcritud, el decoro, la
respetabilidad o la licitud antes observados, no puede pretender un buen nombre
integral, ya que, al salir a la luz pública los hechos que desfavorecen la
imagen de su rectitud, reconocida por otros conceptos, necesariamente habrá de
ver lesionada la idea positiva que en torno a su persona existe. Ello
significa, para el caso de autos, que el accionante no está en posición de
reclamar respeto a su buen nombre alegando que fue capturado en una fecha
distinta a la consignada en el informe policial cuando en realidad lo fue en
otra, pero en todo caso lo fue en relación con el mismo delito, por el cual
está siendo procesado.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-77261
Acción de tutela
instaurada por Eduardo Montero Niebles contra el Comandante de la Policía
Nacional, División Atlántico.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintisiete días del mes de noviembre de mil
novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos en el asunto de la referencia por el Juzgado Once Penal del
Circuito y por la Sala Penal de Decisión del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Barranquilla.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
EDUARDO MONTERO
NIEBLES, actuando mediante apoderado, ejerció acción de tutela contra el
Comandante de la Policía Nacional del Atlántico, Coronel LINO PINZON NARANJO,
por los siguientes hechos:
Según la demanda, el
17 de mayo de 1995 apareció en el Diario "El Heraldo" de la ciudad de
Barranquilla una noticia según la cual MONTERO NIEBLES, cuya fotografía fue
publicada, hacía parte de una banda de cuatreros capturada por la Policía en el
municipio Palmar de Varela.
Al formularse
reclamación directa ante el periódico, por estimar el accionante que la
información era falsa, se le respondió que ella estaba fundada en el boletín
que periódicamente emite el Comando de Policía con destino a los medios de
comunicación.
Hecha la solicitud
de rectificación ante el Comando, éste mantuvo silencio, lo cual, según
manifestó el apoderado del actor, perjudica la honra y el buen nombre de su
poderdante y constituye una falsa imputación de haber incurrido en hechos
punibles.
Se solicitó ordenar
la rectificación de las informaciones publicadas y disponer la indemnización
por los perjuicios causados.
II. DECISIONES
JUDICIALES
Mediante fallo del 9
de junio de 1995, el Juzgado Once Penal del Circuito de Barranquilla decidió no
conceder la tutela por cuanto, según el material probatorio del que dispuso,
"en los actuales momentos no tenemos elementos de juicio para considerar
que con la información que suministró la Policía, publicada por los medios de
prensa, se haya vulnerado injustamente el buen nombre y la honra del
accionante".
Tuvo en cuenta el
Juzgado que contra el actor se seguía proceso penal por los hechos aludidos en
la información y que la Fiscalía, al resolver sobre la situación jurídica de
MONTERO NIEBLES, le decretó medida de aseguramiento consistente en detención
preventiva sin beneficio de excarcelación.
Por tanto, dijo el
Juez, "puede suceder que al finalizar el proceso se le dicte sentencia
condenatoria al hoy sindicado MONTERO NIEBLES y, en este evento, la lesión al
buen nombre y a su honra sería producto o consecuencia de su conducta".
Impugnada la
sentencia, fue revocada en fallo de segunda instancia que profirió el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla el 21 de julio de 1995.
El Tribunal resolvió
tutelar los derechos a la honra y al buen nombre del solicitante y ordenó al
Comando de la Policía Departamental del Atlántico que, dentro de las setenta y
dos horas siguientes, oficiara a los diarios "El Heraldo" y "La
Libertad", con el objeto de que tales medios expresaran que no era cierto
que MONTERO NIEBLES hubiera participado en el hurto de semovientes ni que
fuera capturado en la fecha y horas indicadas en el boletín del 17 de mayo, que
no estuvo preso en unión de otras personas en la cárcel del Bosque por ese
hecho; y que no estuvo a disposición de la Fiscalía 13 de Santo Tomás por ese
delito.
El Tribunal, al
contrario del fallador de primera instancia, concluyó que, por parte de la
Policía, hubo una flagrante violación de los derechos del accionante, a raíz de
la confección y entrega de un boletín de prensa errado, que involucró
equivocadamente a una persona en hechos por los cuales no fue capturada, ni
recluída en cárcel, ni oída en indagatoria por la autoridad judicial
competente.
En cuanto a la
solicitud de indemnización de perjuicios, el Tribunal estimó que MONTERO
NIEBLES tiene la posibilidad de acudir a otros medios judiciales para el
efecto, por lo cual, en cuanto a dicha pretensión, adoptó decisión negativa.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es
competente para revisar los fallos mencionados, pues así lo disponen la
Constitución Política (artículos 86 y 241-9) y el Decreto 2591 de 1991.
La publicación
de informaciones sobre la actividad de la Policía
El derecho a la
información no solamente cobija a los particulares y en especial a los medios
de comunicación y a los periodistas, sino que, como derecho constitucional
fundamental, también cubre a las institucionales públicas y privadas.
Debe recordarse que
se trata de un derecho de doble vía, en cuanto, como lo ha venido
expresando la Corte, "no está contemplado ni en nuestra Constitución ni en
ordenamiento ni declaración alguna como la sola posibilidad de emitir
informaciones, sino que se extiende necesariamente al receptor de las
informaciones y, más aún (...), las normas constitucionales tienden a calificar
cuáles son las condiciones en que el sujeto pasivo tiene derecho a recibir las
informaciones que le son enviadas" (Cfr. Corte Constitucional. Sala
Tercera de Revisión. Sentencia T-512 del 9 de septiembre de 1992. M.P.: Dr.
José Gregorio Hernández Galindo).
Así resulta del
artículo 20 de la Constitución Política, a cuyo tenor, "se garantiza a
toda persona la libertad (...) de informar y recibir información veraz e
imparcial".
Tal concepción del
derecho a la información implica que no se lo puede entender ni aplicar en el
exclusivo sentido de favorecer las posibilidades de informar, desde el
punto de vista de quienes emiten las informaciones, sino que, por el aspecto
jurídico, adquiere especial relevancia el interés colectivo reflejado en el
derecho de la comunidad a ser informada y a serlo en forma completa, con
imparcialidad, veracidad y objetividad.
La Policía Nacional,
que, según el artículo 218 de la Constitución, es un cuerpo armado permanente
de naturaleza civil, organizado por la ley y a cargo de la Nación, tiene la
finalidad específica de mantener las condiciones necesarias para el ejercicio
de los derechos y libertades públicas y para asegurar que los habitantes de
Colombia convivan en paz.
La actividad que cumple
la Policía es, entonces, de vital importancia para sostener las condiciones
mínimas de convivencia, sobre la base de la persecución material al delito,
merced a las acciones y operativos indispensables para la localización y
captura de quienes lo perpetran y para la frustración de sus antisociales
propósitos.
Esta Sala debe
reiterar lo ya dicho por el Pleno de la Corte en Sentencia C-525 del 16 de
noviembre de 1995 (M.P.: Dr. Vladimiro Naranjo Mesa), en el sentido de que el
papel encomendado al cuerpo de policía es de trascendental importancia para el
Estado y la sociedad, "como que de su accionar depende, por una parte, que
los asociados puedan ejercer a plenitud sus derechos y libertades dentro del
marco de la Constitución y la ley y, por otra, garantizar la convivencia
pacífica dentro del seno de la sociedad colombiana".
Las autoridades de
la República, de conformidad con los claros términos del artículo 2º de la
Constitución, están instituídas para proteger a todas las personas residentes
en Colombia en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades
y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares.
A toda la comunidad
interesa que la función policial se ejerza de manera estricta y eficiente y,
por tanto, también son de su interés las informaciones sobre los resultados
concretos de las operaciones mediante las cuales se cumple.
Así, pues, en el
conocimiento público acerca de los logros obtenidos por la Policía descansa
buena parte de la tranquilidad de los ciudadanos y, a través de él, se alcanzan
simultáneamente propósitos de disuasión colectiva, es decir, se obtiene un
impacto sicológico que desalienta y desestimula la comisión de nuevos actos
delictivos.
Es este un aspecto
de innegable importancia del derecho a la información, visto desde el ángulo
del sujeto pasivo, en este caso la ciudadanía, que tiene derecho de rango
constitucional a conocer quiénes son sus enemigos y a verificar en qué medida
el cuerpo policial alcanza los objetivos que le son propios en la lucha contra
la delincuencia.
Entonces, la
presentación de informes hablados, escritos y gráficos, a través de los
distintos medios de comunicación, acerca de las capturas logradas por la
Policía, bien que se trate de sujetos buscados por la Fiscalía y por los jueces
de la República, ya de individuos sorprendidos en flagrancia o cuasiflagrancia,
no puede entenderse como violación de los derechos a la honra y al buen nombre
de los capturados, a menos que la información transmitida sea falsa, sino del
normal ejercicio del derecho a la información por parte de las autoridades
policiales y de la colectividad.
Desde luego, la
Corte debe insistir en que los boletines correspondientes no pueden sustituir
las providencias judiciales mediante las cuales únicamente la Rama Judicial del
Poder Público goza de autoridad para calificar la responsabilidad penal de los
sindicados y para imponer las sanciones previstas por la ley a quienes sean
hallados culpables.
En consecuencia, los
informes policiales transmitidos al público en relación con capturas u
operativos en virtud de los cuales se impide, se interrumpe o se hace fracasar
una acción delictiva deben ser, por su naturaleza, escuetos, es decir, han de
reflejar, para conocimiento de la sociedad, los hechos acontecidos, tal y como
ocurrieron, evitando toda calificación sobre responsabilidad penal que pueda
encerrar condena anticipada de los capturados, pues la función de definirla ha
sido reservada de manera exclusiva a la jurisdicción.
Pero también resulta
necesario advertir que el comunicado policial, precisamente por razón de la
función que cumple -la cual implica la difusión de datos completos y veraces
para la plena información de la ciudadanía- no puede eludir la referencia a las
circunstancias en medio de las cuales se produce una captura. Ello significa
que en los casos de flagrancia, esto es, cuando el delincuente ha sido
sorprendido en el acto mismo de la comisión del ilícito, sería a todas luces
contraevidente la noticia que ocultara o disimulara el hecho cierto de la
conducta verificada en forma directa por los agentes de la autoridad que
llevaron a cabo la aprehensión. Luego, si en tales eventos la información
publicada tilda de delincuentes a los capturados, en modo alguno se puede señalar
tal actitud como violatoria de los derechos a la honra y al buen nombre de los
encartados, pues corresponde apenas a la transmisión de situaciones ciertas y
verificables que, si bien pueden incidir en la determinación judicial que
finalmente haya de adoptarse, cuyo ámbito de autonomía no se vulnera por el
informe, tienen apenas la connotación de reflejar lo sucedido en un momento y
en un lugar determinados.
De lo anterior se
concluye que la información policial y las decisiones judiciales, aunque tienen
objeto y fuerza totalmente diferentes, pueden coincidir, en los casos de
flagrancia, en la verificación de hechos incontrovertibles. De allí que, al
informar acerca de ellos, la autoridad de policía y los medios de comunicación
no están obligados a esperar que se produzca la sentencia condenatoria para
decir en público que el ilícito se cometió, pues el objeto de la información no
es el de calificar la responsabilidad penal sino el de presentar públicamente
un hecho verdadero, consistente en que la captura de quien cometía el delito se
produjo precisamente cuando estaba siendo cometido.
Relaciones
entre la propia conducta y los derechos a la honra y al buen nombre
No puede perderse de
vista que, según reiterada jurisprudencia de esta Corte, los derechos a la
honra y al buen nombre, reconocidos a toda persona por el artículo 15 de la
Constitución y cuyo núcleo esencial debe ser respetado y hecho respetar por el
Estado, únicamente pueden reclamarse sobre el supuesto de la conducta
irreprochable y limpia de su titular. El concepto público favorable acerca del
comportamiento de un individuo, que es propio del buen nombre, no menos que la
estima y el respeto de la propia dignidad que implica la honra, según el
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, constituyen logros que
no son gratuitos para nadie sino que fluyen, con el paso del tiempo, de la
evaluación que el propio sujeto, en el interior de su conciencia, y la
colectividad a la que pertenece hacen de su comportamiento, en la medida en que
lo estimen acorde con los valores imperantes en su seno.
Por eso, la Corte
Constitucional ha sostenido que no hay honra ni buen nombre que puedan exigirse
como intangibles cuando no está de por medio el mérito de quien los reivindica.
Sobre el particular,
esta Sala repite:
"Toda persona
tiene derecho, según el artículo 15 de la Constitución, a su buen nombre, y a
cargo del Estado ha sido establecida la obligación de respetarlo y hacerlo
respetar.
El buen nombre alude
al concepto que del individuo tienen los demás miembros de la sociedad en
relación con su comportamiento, honestidad, decoro, calidades, condiciones
humanas y profesionales, antecedentes y ejecutorias. Representa uno de los más
valiosos elementos del patrimonio moral y social de la persona y constituye
factor indispensable de la dignidad que a cada uno debe ser reconocida.
Se atenta contra
este derecho cuando, sin justificación ni causa cierta y real, es decir, sin
fundamento, se propagan entre el público -bien en forma directa y personal, ya
a través de los medios de comunicación de masas- informaciones falsas o
erróneas o especies que distorsionan el concepto público que se tiene del
individuo y que, por lo tanto, tienden a socavar el prestigio y la confianza de
los que disfruta en el entorno social en cuyo medio actúa, o cuando en
cualquier forma se manipula la opinión general para desdibujar su imagen.
Pero el derecho al
buen nombre no es gratuito. Por su misma naturaleza, exige como presupuesto
indispensable el mérito, esto es, la conducta irreprochable de quien aspira a
ser su titular y el reconocimiento social del mismo. En otros términos, el buen
nombre se adquiere gracias al adecuado comportamiento del individuo,
debidamente apreciado en sus manifestaciones externas por la colectividad.
Lo
anterior implica que no está en posición de reclamar respeto y consideración a
su buen nombre quien ha incurrido en actos u omisiones que de suyo generan el
deterioro del concepto general en que se tiene al interesado. Así, el que
incumple sus obligaciones y persiste en el incumplimiento se encarga él mismo
de ocasionar la pérdida de la aceptación de la que gozaba en sociedad y no
puede, por tanto, aspirar a que se lo reconozca públicamente como persona digna
de crédito. Eso mismo acontece en los diversos campos de la vida social, en los
cuales la conducta que una persona observa, cuando es incorrecta, incide por sí
sola, sin necesidad de factores adicionales y de una manera directa, en el
desprestigio de aquella." (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de
Revisión. Sentencia T-228 del 10 de mayo de 1994. M.P.: Dr. José Gregorio
Hernández Galindo).
No es pertinente,
entonces, exigir la protección constitucional al buen nombre y a la honra a
sabiendas de que el propio comportamiento, públicamente conocido, desvirtúa las
bases mismas del reconocimiento social a la persona.
Ahora bien, el buen
nombre y el prestigio de una persona la cobijan en su conjunto, pues provienen
de la huella que su conducta va dejando en el entorno social, a tal punto que,
no obstante el adecuado comportamiento observado por largo tiempo, la
integridad del buen concepto público en que el individuo era tenido puede verse
malograda por actos u omisiones de última hora que implican necesariamente la
disminución o pérdida de su credibilidad. Estamos ante uno de los valores más
frágiles de cuantos integran el patrimonio moral de la persona, por lo cual
precisamente el ordenamiento jurídico ha sido tan estricto en su preservación,
contra las especies difundidas que puedan causarle irreparables lesiones.
En ese orden de
ideas, quien actúe correctamente en unas situaciones o durante un tiempo
determinado pero modifique su conducta en otras circunstancias o en una época
diferente, incurriendo en actitudes que desdigan de la pulcritud, el decoro, la
respetabilidad o la licitud antes observados, no puede pretender un buen nombre
integral, ya que, al salir a la luz pública los hechos que desfavorecen la
imagen de su rectitud, reconocida por otros conceptos, necesariamente habrá de
ver lesionada la idea positiva que en torno a su persona existe.
Ello significa, para
el caso de autos, que el accionante no está en posición de reclamar respeto a
su buen nombre alegando que fue capturado en una fecha distinta a la consignada
en el informe policial cuando en realidad lo fue en otra, pero en todo caso lo
fue en relación con el mismo delito -hurto de caballos-, por el cual está
siendo procesado.
Análisis del
caso concreto
Obra en el
expediente el texto del comunicado de prensa producido por el Departamento de
Policía del Atlántico el 16 de mayo de 1995, cuyo texto se transcribe:
"POLICIA
NACIONAL
DEPARTAMENTO DE
POLICIA ATLANTICO
Barranquilla. 16 de
mayo de 1995
COMUNICADO DE PRENSA
Como resultado de
arduas labores de inteligencia tendientes a erradicar el flagelo del abigeato
caballar en los municipios ubicados a lo largo de la carretera oriental, el día
14 de mayo del año en curso en el Municipio de Palmar de Varela, unidades de
Policía Nacional adscritas a este municipio capturaron al delincuente Eduardo
Ortiz Pérez, conocido con el alias "El Negro", 23 años de edad, jefe
de la banda, a quien se le encontró en su poder un semoviente equino de cinco
(5) meses, el cual había hurtado junto con la yegua madre de la finca Florian
de propiedad de la familia Caballero Sandoval, el día 13 05 95.
Se obtuvo la
confesión de la autoría intelectual y material de otros ilícitos y fue así como
en la ciudad de Barranquilla en la Cr. 9 Nº 8-21, fueron recuperados tres (3)
semovientes caballar avaluados en la suma de un millón de pesos y el
desmantelamiento de un matadero clandestino en el municipio de Malambo.
Los otros
integrantes de la banda fueron identificados como:
- Roger Pertuz Pertuz,
20 años de edad, natural y residente en Palmar de Varela.
- Eduardo Montero
Niebles, 40 años de edad, residente en Malambo.
- Wilfrido de la
Rosa, alias "El Espejo", delincuente ampliamente reconocido.
Los delincuentes
relacionados anteriormente se encuentran a órdenes de la Fiscalía 13 del
municipio de Santo Tomás, en la cárcel del Bosque".
También aparece
dentro del acervo probatorio (folio 31) una certificación expedida por el
Director de la Cárcel Distrital para varones de Barranquilla, fechada el 4 de
julio de 1995, en la cual se dice que "revisadas las tarjetas que se
llevan en este centro carcelario, se pudo establecer que el señor EDUARDO
MONTERO NIEBLES, identificado con la cédula de ciudadanía número 3'768.320,
expedida en Soledad, ingresó a este establecimiento carcelario el 28 de febrero
de 1995... sindicado del presunto delito de hurto agravado, del que resultó
víctima HENRY RODRIGUEZ".
Por su parte, el
Comandante de Policía de la Estación Rural de Palmar de Varela, en Oficio del 3
de julio del año en curso, manifestó:
"Me permito
informarle que el señor EDUARDO MONTERO NIEBLES, c.c. Nº 3'768.320, expedida en
Soledad (Atl.), sí fue capturado por personal de esta unidad, el día 26-02-95 a
las 18:00 horas, y conocieron el caso los señores..., por el delito de abigeo
caballar (sic) y fue dejado a disposición de la Fiscalía 13 de Santo
Tomás".
Para mejor proveer,
el Magistrado Sustanciador ordenó, mediante auto del 9 de octubre de 1995,
oficiar a la Fiscalía General de la Nación, Unidad de Patrimonio Económico
Público y Privado, con sede en Barranquilla, con el objeto de que informara a
la Corte acerca del estado actual del proceso seguido contra el accionante y
algunos otros individuos, en relación con el aludido delito.
Por Oficio 059 del
11 de octubre de 1995, la Fiscalía informó:
"...la
investigación se inició mediante resolución de febrero 27 de 1995, escuchándose
en indagatoria al sindicado en la misma fecha. Se le resolvió su situación
jurídica mediante resolución de marzo 6 del mismo año, en la cual se le impuso
medida de aseguramiento consistente en detención preventiva. En marzo 28 de la
misma anualidad se ordenó la revocatoria de la resolución anterior en el
sentido de que se ordenó la libertad inmediata de EDUARDO MONTERO NIEBLES por
surgir pruebas posteriores que hicieron variar tal decisión. Con fecha mayo 8
de 1995 se concedió el recurso de apelación interpuesto contra la resolución
que ordenó la libertad inmediata del mencionado MONTERO NIEBLES, encontrándose
en la actualidad la investigación en etapa instructiva y radicada bajo el
número 9924".
Los anteriores
elementos de juicio permiten a la Corte aseverar que, si bien el 16 de mayo de
1995 -fecha del comunicado policial- ya hacia varios meses que se había
producido la captura del actor, bajo la sindicación de haber cometido el delito
de abigeato, lo informado a la opinión pública, en referencia al
desmantelamiento de toda una banda dedicada a ese ilícito, unido a la captura
sucesiva de varias personas -entre ellas el accionante- no riñó con la verdad,
ni significó atentado a la honra ni al buen nombre de los sindicados -en cuyo
poder se encontraron tres caballos avaluados en la suma de un millón de pesos-,
ni consistió en usurpación de las funciones judiciales por las autoridades de
policía, pues con toda claridad se dijo en el informe que los capturados habían
quedado a órdenes de la Fiscalía 13 del Municipio de Santo Tomás, en la cárcel
del Bosque, como en efecto lo acreditan los otros documentos allegados al
expediente.
La única posible
imprecisión del comunicado -que, en todo caso, no afecta ni la honra ni el buen
nombre del accionante, por cuanto no se lo inculpó infundadamente- consistió en
no definir con exactitud la fecha de su captura, que no fue el 14 de mayo sino
el 26 de febrero de 1995, por el mismo delito.
La Policía Nacional,
en consecuencia, no alteró la realidad sustancial de los hechos, por lo cual no
se ve el motivo para endilgarle una posible responsabilidad en la violación de
derechos fundamentales del demandante, y dejó en manos de la Fiscalía lo que a
ella concierne, es decir el adelantamiento del proceso penal correspondiente
-que todavía se surte-, cuyos resultados finales, específicamente relacionados
con la responsabilidad penal de los implicados, en nada modifican el hecho
cierto de la captura en cuasiflagrancia, que fue precisamente el transmitido
públicamente, para conocimiento de la ciudadanía, a través del comunicado
contra el cual se instauró la acción de tutela.
Se revocará el fallo
de segunda instancia y se despojará de todo efecto jurídico la orden impartida
por el Tribunal al Comando de la Policía, para que la opinión pública conozca
que la rectificación impuesta a la autoridad policial, en cuya virtud
resultaron desfigurados los hechos correspondientes, carecía de sustento
constitucional.
DECISION
Con base en las
expuestas consideraciones, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCAR el fallo proferido en segunda
instancia por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla
-Sala Penal de Decisión- respecto de la acción de tutela instaurada por EDUARDO
MONTERO NIEBLES contra el Comandante del Departamento de Policía del Atlántico
y, en su lugar, negar el amparo solicitado, como lo había hecho el Juzgado de
primera instancia.
Segundo.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese, publíquese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
594 | T-553-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-553/95
CUMPLIMIENTO DE
PROVIDENCIAS JUDICIALES-Observancia
La vigencia de un
orden justo no pasaría de ser una mera consagración teórica plasmada en el preámbulo
del Estatuto Superior, si las autoridades públicas y privadas, no estuvieran
obligadas a cumplir íntegramente las providencias judiciales ejecutoriadas.
Acatamiento que debe efectuarse de buena fe, lo que implica que el condenado
debe respetar íntegramente el contenido de la sentencia, sin entrar a analizar
la oportunidad, la conveniencia, o los intereses de la autoridad vencida dentro
del proceso, a fin de modificarlo. La observancia de las providencias
ejecutoriadas, además de ser uno de los soportes del Estado Social de Derecho,
hace parte del derecho de acceder a la administración de justicia. Este se
concreta no sólo en la posibilidad de acudir al juez para que decida la
situación jurídica planteada, sino en la emisión de una orden y su efectivo cumplimiento;
valga decir, en la aplicación de la normatividad al caso concreto. Cuando la
autoridad demandada se rehúsa a ejecutar lo dispuesto en la providencia
judicial que le fue adversa, no sólo vulnera los derechos que a través de esta
última se han reconocido a quien invocó protección, sino que desacata una
decisión que hizo tránsito a cosa juzgada. Si tales derechos son
fundamentales, el desconocimiento de la sentencia que los ampara viola el
Ordenamiento Superior, también por esa razón.
ACCION DE TUTELA
PARA CUMPLIMIENTO DE SENTENCIAS-Improcedencia pago de dineros
Si bien no se
determinó dentro del proceso administrativo la cuantía de la obligación
impuesta en forma genérica, debió agotar el trámite de concreción previo,
previsto para lograr una condena en concreto, y no lo hizo, o integrar
debidamente el título ejecutivo con una certificación proveniente de la
institución deudora. De tal forma que la negligencia del peticionario en acudir
a una vía adecuada para la satisfacción de sus propósitos, no puede ser suplida
por los jueces de constitucionalidad, pues este mecanismo de amparo sólo
procederá en ausencia de otro eficaz dentro del ordenamiento jurídico. En tal
virtud, la Corte no procederá a ordenar el pago de los salarios debidos, ni de
los intereses moratorios.
PRINCIPIO A
TRABAJO IGUAL SALARIO IGUAL/DERECHO AL TRABAJO-Debida remuneración
Una vez
reinstalado en el cargo y dado el mandato de la sentencia administrativa, el
salario con el cual se debió revincular no es el recibido al momento del
despido injusto, sino el que correspondía a quienes ocupaban cargo similar,
tenían igual antigüedad y contaban con idénticos méritos reconocidos dentro de
la carrera docente, pues de otra manera, se violaría el principio a trabajo
igual salario igual. De ahí que se ha vulnerado además, el derecho al trabajo
del peticionario, pues éste no sólo consiste en el acceso al mismo y la
permanencia en sus funciones o actividades, sino en su debida remuneración.
ACCION DE TUTELA
PARA CUMPLIMIENTO DE SENTENCIAS-Procedencia para nivelación de salario/DERECHO A LA IGUALDAD-Nivelación
de salario/DERECHO AL TRABAJO-Nivelación de salario
A través de la
acción ejecutiva, el actor puede lograr la ejecución de la sentencia
administrativa, mediante la expedición de un mandamiento de pago; pero, aunque
ésta es una vía procesal idónea para lograr el cumplimiento de lo ordenado en
la sentencia, no puede reclamarse a través de él, la violación de los derechos
a la igualdad y al trabajo en que incurrió el ente educativo. Bajo esta
consideración, el actor no dispone de la acción ejecutiva para la defensa de
sus derechos fundamentales. Ante la inexistencia de una vía judicial
alternativa para darle solución oportuna a la difícil situación en la que ha
sido puesto el demandante por la administración, la Corte procede a tutelar los
derechos a la igualdad y al trabajo del peticionario, mediante orden al
demandado para que le asigne al docente el salario que hoy devengaría si
hubiere continuado en sus labores, tal y como se dispondrá en la parte
resolutiva de esta providencia.
CUMPLIMIENTO DE
PROVIDENCIAS JUDICIALES-Responsabilidad
del obligado
Las directivas
del centro educativo demandado han desconocido claros mandatos constitucionales
y legales, que llevan a concluir que pueden ser responsables ante las
autoridades de la República. En efecto, establece una responsabilidad genérica
de los funcionarios cuando han omitido el cumplimiento de sus funciones; y el
C.C.A. establece específicamente como causal de mala conducta "dilatar o
entrabar el cumplimiento de las decisiones en firme”.
Ref.: Expediente
T-73.608
Peticionario: Efraín Olarte Rueda
Procedencia: Consejo de Estado
Temas:
Cumplimiento de las
sentencias judiciales en firme.
Nivelación Salarial.
Derechos a la
igualdad y al trabajo.
Magistrado
Ponente:
Dr. Carlos
Gaviria Díaz
Santafé de Bogotá,
D.C., veintiocho (28) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera Vergara y Carlos Gaviria Díaz
-Magistrado Ponente-,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION,
procede a dictar
sentencia de revisión de las decisiones de instancia, proferidas en el trámite
del proceso de la referencia por el Tribunal Administrativo de Santander y por
el Consejo de Estado.
ANTECEDENTES
1.- Hechos.
Al doctor Efraín
Olarte Rueda se le vinculó a la Universidad Industrial de Santander a partir
del 7 de marzo de 1985, como profesor de tiempo parcial. A través de la
Resolución Número 044 del 4 de febrero de 1986 expedida por la Rectoría, se le
desvinculó porque, en criterio de las directivas del establecimiento, el período
de estabilidad consagrado en las normas del Estatuto del Personal Docente había
vencido.
Inconforme con la
anterior decisión, el profesor instauró la acción de nulidad y restablecimiento
del derecho contra la referida resolución, cuyo conocimiento correspondió al
Tribunal Administrativo de Santander, corporación que mediante providencia del
10 de julio de 1989, declaró nulo el acto demandado y ordenó, en consecuencia,
el reintegro del profesor al mismo cargo que ocupaba cuando fue desvinculado o
a otro de igual o superior categoría y sueldo; igualmente dispuso el pago de
todos los salarios dejados de percibir durante el tiempo que permaneció
separado del cargo.
Por último, el
citado Tribunal declaró que “no ha existido solución de continuidad en la prestación
del servicio y por tanto el tiempo dejado de laborar debe ser tenido en cuenta
para todos los efectos legales, como efectivamente trabajado por parte del
doctor Efraín Olarte Rueda.”
Dentro del término
legal, la “UIS” profirió la Resolución Número 417 del 11 de agosto de 1989
cumpliendo parcialmente la citada providencia pues, pese a que en ésta se
afirmó que el tiempo dejado de trabajar por el maestro Olarte Rueda será tenido
en cuenta para todos los efectos legales como efectivamente laborado, no sólo
se ordenó el reintegro con el salario que devengaba al momento de su retiro
involuntario, sino que se dispuso descontar de la suma a pagar por concepto de
salarios dejados de percibir, lo que hubiese devengado el profesor al servicio
de otras entidades oficiales; en criterio del demandado, las deducciones tienen
fundamento en el artículo 128 Superior, que proscribe la doble asignación.
Inconforme con la
determinación, el doctor Olarte interpuso el recurso de revocatoria directa
contra la resolución de la universidad, específicamente contra la expresión
“con el salario que devengaba al momento de su desvinculación”, recurso que fue
resuelto mediante Resolución 643 del 22 de noviembre de 1989, sin que se
acogiera la pretensión del recurrente.
Posteriormente, el
10 de septiembre de 1991, solicitó directamente a la Rectoría del ente
demandado, el pago de las sumas debidas y presentó, para el efecto, una
liquidación; petición que tampoco fue acogida.
Ante la insistente
negativa de la Universidad de pagar lo reclamado, el peticionario acudió a la
justicia ordinaria con el fin de que se librara mandamiento de pago en contra
aquélla, a través del proceso ejecutivo pero, en las tres oportunidades que lo
intentó, fracasó su pretensión pues, en consideración de los jueces ordinarios,
la sentencia que ordenó su reintegro no presta mérito ejecutivo ya que no
contiene una obligación clara, expresa y exigible -artículos 100 del C.P.L. y
488 del C.P.C.-, sino por el contrario, una condena "in genere" cuya liquidación
procede a través de un incidente en los términos previstos en los artículos 178
C.C.A. y el 308 del C.P.C..
A pesar de todos los
medios utilizados por el actor, “hasta el momento la Universidad Industrial de
Santander, no ha cancelado los derechos derivados de su relación laboral y
determinados en forma clara expresa en la sentencia de fecha 10 de julio de
1989.”
2.- Peticiones.
Ante lo
anteriormente expuesto, el peticionario, a través de apoderado judicial,
interpuso acción de tutela para lograr la protección de su derecho al trabajo,
y solicitó al juez que ordenara a la Universidad:
1.- Efectuar el pago
de los salarios dejados de percibir durante el tiempo que estuvo separado del
cargo.
2.- Realizar la
correspondiente nivelación salarial desde que se reintegró a la
"UIS", teniendo en cuenta su antigüedad.
3.- Reconocer y
pagar los intereses corrientes y moratorios, de conformidad con el inciso final
del artículo 177 del C.C.A.
3.- Trámite
procesal
El Tribunal Administrativo
de Santander, mediante auto del 16 de marzo de 1995, avocó el conocimiento de
la citada acción y dispuso oficiar al Rector de la “UIS” para que informara si
había cumplido o no lo resuelto por esa misma Corporación, cuando declaró la
nulidad de la Resolución 044 del 4 de febrero de 1988, proferida por el citado
centro educativo.
En oficio del 16 de
marzo de 1995, el Rector manifestó que acató lo decidido por la jurisdicción
administrativa, al vincular al docente al mismo cargo y con el salario que percibía
cuando se produjo su retiro; pero que el pago de salarios dejados de percibir
durante su desvinculación aún no se había producido por falta de acuerdo entre
el establecimiento y el demandante en cuanto a la suma debida, pues este último
no comparte la decisión de la Universidad de descontar del monto debido, lo que
devengó el docente al servicio de otras entidades oficiales -artículo 128
Superior-.
Por último, el
Rector solicitó al Tribunal pronunciarse sobre la prescripción de los derechos
del actor, ya que fueron reconocidos a través de una sentencia que tiene más de
cinco años de estar en firme, tiempo durante el cual prestó mérito ejecutivo,
máxime cuando el demandante no interrumpió válidamente esa prescripción.
4.- Sentencia de
primera instancia
Una vez analizadas
las pruebas, el Tribunal Administrativo de Santander, mediante providencia del
29 de marzo de 1995, resolvió conceder la tutela. En sus concepto, la
"UIS" alteró el contenido de una sentencia judicial ejecutoriada,
desconociendo el mandato contenido en el artículo 309 del C.P.C. según el cual,
esas providencias no pueden ser modificadas por el juez que las profirió, y
mucho menos por quien ha sido condenado a través de ellas.
Lo anterior, afirmó
el Tribunal, por cuanto el ente demandado ordenó: 1.- deducir de la suma a
pagar por concepto de salarios dejados de percibir durante la desvinculación
del petente, lo que éste hubiere devengado, en el mismo tiempo, al servicio de
otras entidades oficiales, cuando el Tribunal Administrativo no dispuso tales
deducciones; y no podría hacerlo pues, en criterio del Tribunal, con el pago de
esos salarios, lo que se busca es indemnizar el daño ocasionado al demandante
por un hecho ilegal de la administración y, por lo tanto, no podría hablarse de
una doble asignación. 2.- reintegrar al docente con el salario que devengaba
al momento del retiro irregular del servicio, cuando lo lógico es entender que
"en aras del propósito indemnizatorio, el salario tenido en cuenta es el
vigente al momento de incorporarse nuevamente a la planta de personal."
Ante el
incumplimiento de la decisión adoptada por la vía administrativa, el actor
puede exigir su ejecución, de conformidad con lo preceptuado en el artículo 177
del C.C.A.. La existencia de este mecanismo judicial alterno, haría
improcedente la tutela, pero el Tribunal duda de su eficacia en el medida en
que el actor ha acudido al proceso ejecutivo, sin obtener el mandamiento de
pago, porque en criterio de los jueces ordinarios la sentencia que ordenó el
reintegro no es un auténtico título ejecutivo.
Estos argumentos son
suficientes, a juicio del Tribunal, para conceder el amparo solicitado, máxime
cuando el actor, en el presente caso, carece de la posibilidad de demandar la
resolución proferida por la Universidad, pues ello daría lugar a una
interminable cadena de procesos que haría nugatoria, en últimas, la efectividad
de los derechos que le fueron reconocidos mediante una sentencia judicial.
De conformidad con
lo anterior, la Corporación ordenó a la "UIS" liquidar y pagar al
peticionario, en el término de 48 horas contados desde el recibo de la
comunicación, los salarios y prestaciones dejados de percibir mientras estuvo
separado del cargo, "teniendo en cuenta los salarios vigentes durante los
períodos mensuales en que dicha desvinculación se mantuvo."
Igualmente dispuso
que el demandado debía liquidar y pagar, en el mismo término, la porción
salarial dejada de percibir por el docente, entre la desvinculación y el
reintegro, teniendo en cuenta los salarios vigentes en dichas épocas.
No acogió la
solicitud de liquidar los intereses comerciales y moratorios, por cuanto el
peticionario dispone de la acción ejecutiva ante la justicia civil, siempre y
cuando se reúnan los requisitos señalados en el artículo 177 del C.C.A..
Finalmente, el juez
de instancia manifestó que no se ha producido la prescripción de los derechos
laborales reconocidos al actor, no sólo porque la tardanza en la efectividad de
los mismos se debió exclusivamente a la Universidad, sino porque en aras de los
principios de la cosa juzgada y la seguridad jurídica de los fallos judiciales,
las decisiones que ellos contienen se hacen "inmutables, imperativas y
coercitivas; de no existir tales garantías, nadie acudiría en ejercicio del
derecho de acción, a formular pretensiones para que los órganos judiciales las
resuelvan."
5.- Impugnación
El Rector de la
Universidad Industrial de Santander, mediante escrito del 4 de abril de 1995,
impugnó la sentencia y solicitó "que se revoque el fallo proferido por el
Honorable Tribunal Administrativo de Santander, y como consecuencia de lo
anterior, se ordene al tutelista reintegrar los valores pagados, condenándosele
adicionalmente al pago del daño emergente y de las costas del proceso".
Fundamentó su petición en las siguientes consideraciones:
En el presente caso
la acción de tutela no tiene el carácter de residual, en la medida en que el
actor disponía, para su amparo, de medios judiciales y administrativos, idóneos
y ciertos, que si bien no prosperaron fue por "la indebida utilización del
medio de defensa y desconocimiento del carácter de títulos ejecutivos que
tienen las sentencias".
Tampoco puede
alegarse su procedencia como mecanismo transitorio, ante la inexistencia de un
perjuicio irremediable "pues la calidad de las pretensiones debidas no
tienen la virtualidad de afectar la vida o la integridad personal, ni son de
aquellas que no puedan restablecerse a su carácter primigenio o inicial".
Finalmente, insistió
en que operó el fenómeno de la prescripción de los derechos laborales
reconocidos al actor en la sentencia del Tribunal Administrativo de Santander,
y así deber ser reconocido por el juez de segunda instancia.
6.- Sentencia del
Consejo de Estado
Mediante providencia
del 31 de mayo de 1995, esta corporación resolvió revocar la sentencia del
Tribunal Administrativo de Santander y, en su lugar, rechazar por improcedente
la tutela incoada.
Sostuvo el alto
tribunal que lo pretendido por el actor es la protección de un derecho patrimonial,
lo que hace improcedente este mecanismo; pero que, si se aceptara que lo
solicitado es el restablecimiento del derecho al trabajo que sí es fundamental
y el cual se vio afectado por la indebida ejecución de una sentencia, tampoco
es viable su protección mediante la tutela, dado que se trata de aquellos
derechos que, de conformidad con el artículo 85 Superior, no son de aplicación
inmediata y cuya efectividad compete a la ley.
En cuanto a la
discrepancia por la suma de dinero que se le debe pagar al petente, "se
trata de una materia litigiosa que no permite prima facie afirmar que al
peticionario efectivamente se le han violado sus derechos."
CONSIDERACIONES
DE LA CORTE
1.- Competencia.
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución y en el Decreto
2591 de 1991, la Corte Constitucional es competente para revisar los fallos
proferidos en el trámite de este proceso. Corresponde a la Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas pronunciarse sobre las sentencias de instancia, en virtud
de la selección y el reparto hechos por la Sala de Selección Número Ocho,
través del auto del 10 de agosto de 1995.
2.- El derecho a
que se cumplan las sentencias judiciales y la acción de tutela.
La vigencia de un
orden justo no pasaría de ser una mera consagración teórica plasmada en el
preámbulo del Estatuto Superior, si las autoridades públicas y privadas, no
estuvieran obligadas a cumplir íntegramente las providencias judiciales
ejecutoriadas. Acatamiento que debe efectuarse de buena fe, lo que implica que
el condenado debe respetar íntegramente el contenido de la sentencia, sin
entrar a analizar la oportunidad, la conveniencia, o los intereses de la
autoridad vencida dentro del proceso, a fin de modificarlo.
La observancia de
las providencias ejecutoriadas, además de ser uno de los soportes del Estado
Social de Derecho, hace parte del derecho de acceder a la administración de
justicia -artículo 229 Superior-. Este se concreta no sólo en la posibilidad
de acudir al juez para que decida la situación jurídica planteada, sino en la
emisión de una orden y su efectivo cumplimiento; valga decir, en la aplicación
de la normatividad al caso concreto.
En tal virtud,
cuando la autoridad demandada se rehúsa a ejecutar lo dispuesto en la
providencia judicial que le fue adversa, no sólo vulnera los derechos que a
través de esta última se han reconocido a quien invocó protección, sino que
desacata una decisión que hizo tránsito a cosa juzgada. Si tales derechos son
fundamentales, el desconocimiento de la sentencia que los ampara viola el
Ordenamiento Superior, también por esa razón.
En consecuencia, y
de conformidad con el artículo 86 de la Constitución y el Decreto 2591 de 1991,
la tutela sería el mecanismo judicial para lograr la protección de los derechos
vulnerados por la omisión de la administración en acatar las obligaciones que
le impuso el juez.
Reiterando la
jurisprudencia de la Corte, y dado el carácter subsidiario de la tutela, es
necesario entrar a analizar si, además de esta acción, la ley colombiana
consagra otras herramientas jurídicas idóneas para ordenar la efectiva
ejecución de una decisión judicial en firme. Si la respuesta es afirmativa, no
es conducente la protección de los derechos del actor a través de este medio.
En efecto, el C.P.C.
establece en su artículo 488 una vía general para obtener el cumplimiento de
los fallos judiciales.
La norma citada
dispone que "pueden demandarse ejecutivamente las obligaciones expresas,
claras y exigibles que consten en documentos que provengan del deudor o de su
causante y constituyan plena prueba contra él o las que emanen de una sentencia
de condena proferida por juez o tribunal de cualquier jurisdicción, o de otra
providencia judicial que tenga fuerza ejecutiva conforme a la ley..."
(subrayado fuera del texto).
Esta vía ejecutiva,
según lo ha señalado la Corte, es eficaz para lograr la ejecución de una
decisión judicial que imponga al demandado una obligación de dar. Así lo
manifestó la Sala Quinta de Revisión de Tutelas en la Sentencia T-329 de 1994,
M:P: Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
"...el proceso
ejecutivo tiene la virtualidad de obtener el forzoso cumplimiento de aquello
que se quiere eludir, mediante la aplicación de medidas que, como el embargo y
posterior remate de los bienes del deudor, están en manos del juez, quien las
lleva adelante pese a la resistencia del demandado, en los casos y dentro de
las reglas procesales pertinentes".
"Hay allí una
característica indubitable de efectividad, pues la consecuencia del
incumplimiento es la ejecución forzosa de las prestaciones a las que estaba
obligado".
3.- Improcedencia
de la acción de tutela para obtener el pago de sumas de dinero.
A más de la
protección de sus derechos fundamentales que se examinará más adelante, lo
pretendido por el actor es el pago de una suma de dinero por concepto de
salarios dejados de percibir durante su retiro involuntario e irregular del
centro educativo, y el de los intereses moratorios y corrientes que le adeuda
la universidad, y dado que ésta se ha negado a efectuarlo, acudió a la
ejecución de la sentencia del Tribunal Administrativo de Santander, con base en
la acción consagrada en el artículo 488 de C.P.C..
En efecto, el doctor
Olarte Rueda accionó ante la justicia ordinaria con el propósito de obtener
mandamiento de pago en contra del ente educativo, pero en las tres
oportunidades que lo intentó fue rechazada su pretensión por no ser la
sentencia del Tribunal Administrativo de Santander un título ejecutivo. En
términos de los jueces ordinarios, para que el fallo aludido tenga dicho
carácter -artículo 100 del C.P.L. y 488 del C.P.C.-, debe contener una
obligación clara, expresa y exigible y la providencia cuya ejecución se
persigue no la contiene. Bajo tal circunstancia, fue advertido de la necesidad
de acudir al incidente consagrado en el artículo 308 del C.P.C., para obtener
la liquidación de crédito a su favor, y así lograr una condena en concreto.
El juez de primera
instancia concedió la tutela pese a la existencia de este medio de defensa
judicial pues, en su criterio, no es eficaz para lograr la protección
solicitada, dada la negativa de los jueces a ejecutar la providencia demandada.
Para la Corte es
claro que la falta de idoneidad y eficacia del medio analizado es atribuíble al
mismo actor, pues si bien no se determinó dentro del proceso administrativo la
cuantía de la obligación impuesta en forma genérica a la UIS, debió agotar el
trámite de concreción previo, previsto en el artículo 308 del C.P.C., y no lo
hizo, o integrar debidamente el título ejecutivo con una certificación
proveniente de la institución deudora.
De tal forma que la
negligencia del peticionario en acudir a una vía adecuada para la satisfacción
de sus propósitos, no puede ser suplida por los jueces de constitucionalidad,
pues no bien lo establece el artículo 86 de la C.P. y el Decreto 2591, este
mecanismo de amparo sólo procederá en ausencia de otro eficaz dentro del
ordenamiento jurídico.
En tal virtud, la
Corte no procederá a ordenar el pago de los salarios debidos, ni de los
intereses moratorios.
4.-Nivelación
salarial y los derechos a la igualdad y al trabajo.
En acatamiento
parcial de la sentencia de la jurisdicción administrativa, la "UIS"
reintegró al petente en el cargo que ocupaba antes de la desvinculación y con
el salario que devengaba en ese entonces. En la Resolución 417 del 11 de
agosto de 1989, el ente docente dispuso, entre otras cosas, "reintegrar
inmediatamente al servicio de la Universidad Industrial de Santander, en el mismo
cargo y con igual sueldo al que ocupaba y devengaba cuando fue desvinculado de
la Universidad, al doctor Efraín Olarte Rueda." (resaltado del texto).
De esa
interpretación del fallo de la jurisdicción contenciosa, se desprende, según el
actor, un incumplimiento de lo decidido por el Tribunal Administrativo, que
deviene en violación directa del derecho a la igualdad porque implica que, una
vez reintegrado en su cargo, se viola, en relación con él, el principio a
trabajo igual salario igual.
Considera la Corte
que cuando el fallo del Tribunal Administrativo dispuso que el tiempo durante
el cual el actor estuvo desvinculado fuera tomado en cuenta como trabajado por
el petente para todos los efectos legales, dentro de dichos efectos hay que
entender necesariamente comprendida la determinación del salario.
Ademas, estima la
Corte que una vez reinstalado en el cargo y dado el mandato de la sentencia
administrativa, el salario con el cual se debió revincular no es el recibido al
momento del despido injusto, sino el que correspondía a quienes ocupaban cargo
similar, tenían igual antigüedad y contaban con idénticos méritos reconocidos
dentro de la carrera docente, pues de otra manera, tal y como lo alega el
doctor Olarte Rueda, se violaría el principio a trabajo igual salario igual.
De ahí que, a juicio
de la Sala, en el caso bajo examen, se ha vulnerado además, el derecho al
trabajo del peticionario, pues éste no sólo consiste en el acceso al mismo y la
permanencia en sus funciones o actividades, sino en su debida remuneración.
Habiéndose
determinado la violación de los derechos a la igualdad y al trabajo del
peticionario, es pertinente considerar la procedencia de la acción de tutela.
A través de la
acción ejecutiva consagrada en el artículo 488 del C.P.C., el actor puede
lograr la ejecución de la sentencia administrativa, mediante la expedición de
un mandamiento de pago en contra de la Universidad; pero, aunque ésta es una
vía procesal idónea para lograr el cumplimiento de lo ordenado en la sentencia,
no puede reclamarse a través de él, la violación de los derechos a la igualdad
y al trabajo en que incurrió el ente educativo con posterioridad a la sentencia
del Tribunal Administrativo. Bajo esta consideración, el actor no dispone de la
acción ejecutiva para la defensa de sus derechos fundamentales.
Bajo esta
circunstancia, y ante la inexistencia de una vía judicial alternativa para
darle solución oportuna a la difícil situación en la que ha sido puesto el
doctor Olarte por la administración, la Corte procede a tutelar los derechos a
la igualdad y al trabajo del peticionario, mediante orden al demandado para que
le asigne al docente el salario que hoy devengaría si hubiere continuado en sus
labores, tal y como se dispondrá en la parte resolutiva de esta providencia.
Ya que la violación
del derecho a la igualdad se inició con la Resolución Número 417 de 1989, en la
que se dispuso reintegrar al actor con igual sueldo al que devengaba cuando fue
desvinculado, se ordenará en la parte resolutiva de esta providencia que la
Universidad Industrial de Santander, a más de nivelar inmediatamente el salario
del doctor Olarte Rueda con el de sus iguales, pague al actor la diferencia
entre lo percibido como retribución a su trabajo desde que fue reintegrado, y
lo que debió recibir, es decir, lo que pagó a los que ocuparon igual cargo.
5.-
Responsabilidad de los funcionarios en el cumplimiento de las providencias
judiciales.
El cumplimiento de
las providencias proferidas por los jueces de la República no queda al arbitrio
de la administración. A ésta le compete adoptar las medidas conducentes y
necesarias para la inmediata ejecución de las obligaciones que le fueron
impuestas, y así lograr la protección efectiva de los derechos -artículo 2
Superior-.
Es por ello que el
Código Contencioso Administrativo, en su artículo 174, dispone que las
sentencias ejecutoriadas "serán obligatorias para los particulares y la
administración...".
Así mismo, el
artículo 176 ibídem, fija un término de 30 días, contados a partir de la
comunicación de la sentencia, para que los funcionarios dicten la resolución
correspondiente, mediante la cual adoptarán los mecanismos para el cumplimiento
de la decisión judicial.
En el caso bajo
examen, la Universidad si bien procedió a acatar la decisión del Tribunal
Administrativo de Santander, mediante la Resolución 417 del 8 de agosto de 1989
expedida dentro del término legal señalado, no procedió a ejecutar la totalidad
de lo dispuesto en la citada sentencia.
Así, considera esta
Sala que las directivas del centro educativo demandado han desconocido claros
mandatos constitucionales y legales, que llevan a concluir que pueden ser
responsables ante las autoridades de la República.
En efecto, los
artículos 6o. y 90 de la Constitución, establecen una responsabilidad genérica
de los funcionarios cuando han omitido el cumplimiento de sus funciones; y el
artículo 76-8 del C.C.A., establece específicamente como causal de mala
conducta "dilatar o entrabar el cumplimiento de las decisiones en firme".
En tal virtud, y
dado que para la Corte es claro que las directivas de la Universidad Industrial
de Santander han dilatado la ejecución de las obligaciones que le fueron
impuestas por la jurisdicción administrativa, ordenará a la Procuraduría
General de la Nación, la correspondiente investigación.
6.- Decisión.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas, en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- Revocar la sentencia proferida por el
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, el 31 de mayo de
1995, por las razones expuestas en la parte motiva y, en su lugar, tutelar los
derechos al trabajo y a la igualdad del señor Efraín Olarte Rueda.
Segundo.- Confirmar los numerales 1o. y 5o. de la
parte resolutiva de la providencia del Tribunal Administrativo de Santander.
Tercero.- Revocar los numerales 2o., 3o. y 4o. de
la parte resolutiva de la sentencia del Tribunal Administrativo de Santander.
Cuarto.- Ordenar a la Universidad
Industrial de Santander asignarle inmediatamente al doctor Efraín Olarte Rueda,
el salario que hoy devengaría si hubiere continuado en sus labores. Además,
reconocerle y pagarle, dentro de los treinta (30) días siguientes a la
notificación de este fallo, la diferencia entre lo que efectivamente se le
canceló por su trabajo desde que fue reintegrado y lo que debía haber recibido
si no se le hubieran violado sus derechos a la igualdad y al trabajo.
Quinto.- Ordenar a la Procuraduría General de la
Nación, investigar a las directivas de la Universidad Industrial de Santander,
por la presunta violación de su deber constitucional de cumplir íntegramente
las obligaciones impuestas por un juez de la República.
Sexto.- Líbrese por Secretaría las comunicaciones
de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos
contemplados en esa norma.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
595 | T-554-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-554/95
DERECHO AL
TRABAJO-Naturaleza
El trabajo debe
ser reconocido como un atributo de la personalidad jurídica; un derecho
inherente al ser humano, que lo dignifica en la medida en que a través de él la
persona y la sociedad en la que ella se desenvuelve logran su
perfeccionamiento. Sin el ejercicio de ese derecho el individuo no podría
existir dignamente, pues es con el trabajo que se proporciona los medios
indispensables para su congrua subsistencia. Pero la mera consagración
normativa no es suficiente para que el ser humano obtenga las condiciones
dignas de existencia que merece; es necesario que el Estado permita que el
trabajo se concrete en el desarrollo de una actividad productiva, y es por ello
que la Constitución, no sólo garantiza la libertad de escoger una profesión,
arte u oficio, sino que permite su libre ejercicio, salvo en aquellos casos en
los que se requiera de unos especiales conocimientos o exista un riesgo
social. Cuando se precisa de una formación académica, el ejercicio está
limitado por la exigencia de un título de idoneidad.
LIBERTAD DE
EJERCER PROFESION U OFICIO-Naturaleza
Las profesiones
están sujetas a la inspección y vigilancia de las autoridades competentes, y la
Carta, establece que a través de las leyes el Congreso tiene, entre otras, la
función de “expedir las normas a las cuales debe
sujetarse el Gobierno para el
ejercicio de las funciones de inspección y vigilancia que consagra la
Constitución.” En uso de esa facultad, la ley puede establecer requisitos
adicionales al título académico, como, por ejemplo, exigir para el ejercicio de
una profesión la matrícula o tarjeta profesional. En tal evento, el legislador
debe proporcionar los medios y mecanismos administrativos para su obtención, a
fin de garantizar al profesional con título académico su derecho al trabajo;
de lo contrario, la norma estaría limitando un derecho más allá de lo que la
Constitución permite.
LIBERTAD DE
EJERCER PROFESION U OFICIO-Límite
temporal para solicitar tarjeta profesional/DERECHO AL TRABAJO-Límite
temporal para solicitar tarjeta profesional
El límite de
tiempo para solicitar la tarjeta profesional de los administradores de empresas
resulta contrario a las disposiciones constitucionales, en la medida en que de
él depende el ejercicio de un derecho para cuyo goce la Constitución no ha
establecido término de caducidad; por el contrario, la Constitución Política
garantiza el trabajo a todas las personas en condiciones dignas y justas; se
condiciona el ejercicio de un arte, profesión u oficio, a la obtención de un
título académico cuando para cumplir con esa actividad se requiera de un
conocimiento especial; si bien esta misma norma permite a la ley establecer
condiciones adicionales, también lo es que ellas no pueden hacer nugatorio el
derecho reconocido por la Constitución. La Corte no desconoce que el peticionario
incumplió con el trámite administrativo impuesto por la ley, y que ello
eventualmente ameritaría una sanción. Sin embargo, ésta no fue consagrada
legalmente de manera previa, por lo que jurídicamente no existe, y no puede ser
reemplazada por la negación indefinida de la tarjeta que habilita para el
ejercicio normal de la profesión. En consecuencia, el Consejo demandado en
procura de la defensa de los derechos fundamentales del actor, y debido al
carácter prevalente de la Constitución, debió inaplicar las disposiciones antes
señaladas.
ACCION DE TUTELA-Carácter prevalente/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Eficacia e inmediatez
No puede
pretenderse que la mera consagración de esas vías alternas de defensa en
nuestro ordenamiento jurídico sea suficiente para que se deniegue el amparo
solicitado, pues es obligación del juez constitucional analizar, en el caso
concreto y de acuerdo con las circunstancias específicas del mismo, si esa otra
acción tiene la eficacia e inmediatez propias de este mecanismo de protección.
De lo contrario, ese funcionario estaría sacrificando el contenido material de
un derecho fundamental cuya protección le ha sido especialmente encomendada por
el Estatuto Superior. Si llega a la conclusión de que ese medio alterno no
tiene las características anotadas, la tutela se convierte en el medio
prevalente de protección.
ACCION DE NULIDAD
Y RESTABLECIMIENTO DEL DERECHO-Ineficacia para expedición de tarjeta profesional
El juez
contencioso entraría a analizar la conformidad del acto con la ley bajo la cual
fue expedido. Si encuentra que se ajusta a sus premisas no decretará la
nulidad y, por tanto, el acto tendrá vigencia y producirá los efectos
correspondientes. Si lo contrario, declarará su nulidad y ordenará el
restablecimiento del derecho al actor. Sin embargo, la actividad del juez
administrativo no debe reducirse a ese mero análisis; como autoridad de la
República y, en aras del carácter prevalente de la Constitución, debe entrar a
estudiar la constitucionalidad de la norma legal bajo la cual se expidió el
acto administrativo demandado; si advierte que de su aplicación se sigue el
desconocimiento de un derecho fundamental, el juez puede concluir que la ley
invocada para proferir el acto acusado es contraria al Estatuto Superior, y
decretar la nulidad del referido acto. Aún en esa hipótesis la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho resulta inadecuada para satisfacer las
justas pretensiones del actor, porque éste no alega un daño imputable a la
administración y resarcible a través del pago de una indemnización, y porque la
nulidad del acto que le niega el trámite de su tarjeta profesional, deja
desprotegido su derecho a ejercer la profesión, para cuyo desempeño obtuvo el
título de idoneidad. El peticionario no puede obtener por la vía ordinaria la
protección que puede y debe otorgar el juez constitucional, al derecho
fundamental que se le está desconociendo.
DEMANDA DE
INCONSTITUCIONALIDAD-Ineficacia
para expedición de tarjeta profesional
Esta acción es de
carácter público, y lo que se persigue a través de ella es la protección del
ordenamiento. En esta medida, la sentencia de constitucionalidad sólo se ocupa
de declarar si una norma se ajusta o no al Estatuto Superior. En caso de que
la contraríe, la Corte se encargará de declararla inexequible, sin entrar a
analizar si de su aplicación se deriva el quebrantamiento de los derechos
fundamentales de quien las demanda, para ordenar así el restablecimiento de los
mismos; por lo tanto, la decisión adoptada por la citada Corporación, tiene
efectos generales y no particulares. Lo que persigue el demandante, es que se
le proteja su derecho personal, particular y subjetivo, a ejercer la profesión
que eligió libremente, por lo que no se lograría satisfacer su pretensión.
DEMANDA DE TUTELA-Procedencia para expedición de tarjeta
profesional/INAPLICACION DE LEY-Término para expedición de tarjeta
profesional
El demandante
sólo cuenta con la acción de tutela para lograr la protección de sus derechos
al trabajo y al libre ejercicio de su profesión, pues los otros medios que
consagra nuestro ordenamiento jurídico carecen de eficacia para lograr el
propósito perseguido. La Corte no entra a hacer un examen de la
constitucionalidad de los artículos de la Ley, por cuanto no ha sido demandada
su inexequibilidad; sólo se limita a afirmar que, de acuerdo con el análisis
hecho en esta providencia, y para el caso particular, su aplicación conduce a
un claro desconocimiento de preceptos constitucionales vigentes. En tal virtud,
y en consideración a la obligación del juez constitucional de hacer prevalecer
el Estatuto Superior, se ordenará al Consejo Profesional, inaplicar para el
trámite de la Matrícula Profesional del demandante, las disposiciones anotadas.
Ref.: Expediente
No. T-74.963
Acción de Tutela
contra el Consejo profesional de Administración de Empresas, por la presunta
violación de los derechos al trabajo y al libre ejercicio de una profesión.
Peticionario:
Dagoberth Mejía Nieto
Procedencia:
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala de Familia-.
Temas:
Derecho al trabajo y
al libre ejercicio de una profesión.
Carácter prevalente
e informal de la acción de tutela.
Inaplicación de la
ley en el caso concreto.
Magistrado
Ponente:
Dr. Carlos
Gaviria Díaz.
Santafé de Bogotá,
D.C., veintiocho (28) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrrera Vergara y Carlos Gaviria
Díaz -Magistrado Ponente-,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION,
procede a dictar
sentencia de revisión de la decisión de instancia proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala de Familia-, en el
proceso de la referencia.
ANTECEDENTES
1.- Hechos.
El señor Dagoberth
Mejía Nieto acudió, en fecha que no consta en el expediente, al Consejo
Profesional de Administración de Empresas, ente adscrito al Ministerio de
Desarrollo Económico, con el propósito de que se le expidiera su tarjeta
profesional como Administrador de Empresas, pues la Universidad Externado de
Colombia le otorgó el título correspondiente el día 13 de junio de 1975.
Pese a que desde
entonces ha ejercido ininterrumpidamente su profesión y a que reúne los
requisitos para la obtención de la matrícula profesional, el citado Consejo, a
través del oficio del 17 de marzo de 1995, respondió negativamente aduciendo
que, según el artículo 12 de la Ley 60 de 1981 en concordancia con el artículo
1o. de la ley 13 de 1989, el término para solicitar el referido documento
venció el 11 de enero de 1992 y, por lo tanto, las personas que se encuentren
en la situación del peticionario “deben esperar a que el Congreso de la
República expida una nueva ley, que permita otorgarles la Matrícula y Tarjeta
Profesional respectiva.”
El artículo 1o. de
la Ley 13 de 1989 dispone: “modifíquese el artículo 12 de la Ley 60 de 1981, en
virtud del cual se estableció un término de dos años para la expedición de la
Matrícula y Tarjeta Profesional de los Administradores de Empresas, en el
sentido de ampliarlo a tres años más, improrrogables, contados a partir de la
vigencia de esta última.”
A su turno, el
mencionado artículo 12 de la Ley 60 de 1981, por la cual se reconoce la
profesión de Administración de Empresas y se dictan normas que regulan su
ejercicio, es del siguiente tenor:
“Concédase plazo de
dos (2) años, contados a partir de la instalación del Consejo Profesional de
Administración de Empresas para que los Administradores de Empresas, con título
universitario cumplan con el requisito de la inscripción y obtención de la
matrícula a que se refiere la presente Ley”.
Para el petente es
claro que el incumplimiento de una norma amerita la imposición de una sanción,
pero ella debe ser “concreta en el tiempo y en el espacio”; si bien él
desconoció las disposiciones citadas, “como están las cosas se le está
imponiendo una pena perpetua a él y a su familia, y la ley no le da opciones de
pronta solución.”
Ante la
imposibilidad de obtener su tarjeta profesional, el actor acudió al Defensor
del Pueblo quien, a través de la Dirección Nacional de Recursos y Acciones
Judiciales, ofició al Director Ejecutivo del Consejo Profesional de
Administración de Empresas, funcionario que en escrito del 27 de abril de 1995
expresó: “si el señor Dagoberth Mejía Nieto se graduó antes del 29 de mayo de
1986, debe interponer recurso de tutela ante la autoridad competente para que,
en caso de que ésta falle positivamente a sus pretensiones, el Consejo pueda
-con base en la decisión adoptada- darle curso a la solicitud que presente el
señor Mejía Nieto, una vez haya reunido los requisitos establecidos para la
expedición de la Matrícula y Tarjeta Profesionales.”
Por lo anteriormente
expuesto, el peticionario asegura que la tutela es el único medio eficaz del
que dispone para lograr el restablecimiento de sus derechos a la libertad de
escoger profesión u oficio y al trabajo.
2.-
Pretensiones.
A través de la
Directora Nacional de Recursos y Acciones Judiciales de la Defensoría del
Pueblo, el señor Dagoberth Mejía Nieto solicita que se ordene al Consejo
Profesional demandado, expedirle la tarjeta profesional como administrador de
empresas.
3.- Fallo que se
revisa.
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala de Familia- resolvió, a través
de la sentencia del 23 de junio de 1995, negar la acción de tutela instaurada,
con base en las siguientes consideraciones:
El Consejo
Profesional de Administración de Empresas, demandado en el caso bajo examen, es
de carácter oficial, por lo que sus decisiones o resoluciones pueden ser
controvertidas mediante las acciones administrativas, medios de los que dispone
el peticionario para la defensa de sus derechos.
De conformidad con
lo anterior, y ante la existencia de esas vías alternas, el peticionario debió
invocar la protección como mecanismo transitorio, para evitar un perjuicio
irremediable -artículo 8 del Decreto 2591 de 1991-, pero como no lo hizo, el
Tribunal no puede conceder el amparo solicitado.
Además, el juez de
tutela no está facultado, con el pretexto de restablecer los derechos
fundamentales desconocidos por la acción u omisión de una entidad oficial, para
derogar una ley vigente, como es el caso de la ley 60 de 1981 y demás normas
que la reglamentan y complementan, ni para declarar la nulidad o revocar un
acto administrativo “que debe proferir el Consejo Profesional de Administración
de Empresas adscrito al Ministerio de Desarrollo Económico.”
Por último, sostiene
el Tribunal que el término perentorio de dos años que establece la Ley 60 de
1981 para solicitar la tarjeta como administrador de empresas ante el Consejo
Profesional, constituye un claro desconocimiento de los derechos a la
escogencia de profesión u oficio, al trabajo y al libre desarrollo de la
personalidad, por lo que “desde ya se percibe una inconstitucionalidad de
fondo, con lo cual el interesado también cuenta (con acción), ante la H. Corte
Constitucional, en los términos del artículo 241 de la Constitución Nacional de
1991.”
4.- Solicitud
de Revisión.
Con base en el
derecho consagrado en el artículo 33 del Decreto 2591 de 1991 y dentro de la
oportunidad señalada, el Defensor del Pueblo insistió en la revisión de la
sentencia proferida por la Sala de Familia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santafé de Bogotá.
En su criterio, la
decisión del juez de primera instancia es errada en la medida en que:
1.- No especifica
cuáles son las acciones de que dispone el peticionario para la defensa de sus
derechos, ni contra qué actos del Consejo Profesional proceden.
Además de indicar de
manera abstracta que existen otros medios de protección, tampoco hace un análisis
de su eficacia, tal como lo indica el artículo 6-1 del Decreto 2591 de 1991, y
como reiteradamente lo ha sostenido la Corte Constitucional.
Si en gracia de
discusión se admitiera que las acciones a que se refiere el juez de primera
instancia son las de nulidad -artículo 84 del C.C.A-, y restablecimiento del
derecho -artículo 85 ibídem-, ninguna de las dos sería procedente en la medida
en que el señor Mejía Nieto no está controvirtiendo ni la aplicación que de las
leyes hizo el Consejo Profesional demandado, ni la validez de los actos
administrativos que con base en esas normas pudo emitir dicho ente. “Aquí su
responsabilidad se cuestiona por la inobservancia de sus deberes como
servidores públicos, concretados en la omisión para brindarle al accionante una
salida legal a su conflicto profesional.”
2.- Ante la
inexistencia de otro medio judicial, mal puede el Tribunal afirmar que la
tutela debió invocarse como mecanismo transitorio pues, bajo estas
circunstancias, la acción presentada se convierte en el instrumento único y
preferente con el que cuenta el petente para la defensa de sus derechos
fundamentales.
3.- No es cierto
que se haya solicitado la derogación de la Ley 60 de 1981, ni de las normas que
la reglamentan y complementan, lo que demanda el peticionario es la protección
de sus derechos fundamentales, para cuyo fin el Tribunal debió ordenar la
inaplicación de las citadas disposiciones, tal como lo establece el artículo
29-6 del Decreto 2591 de 1991.
“...en cuanto a que
la acción de tutela no es el sendero idóneo o adecuado para ´invocar la nulidad
o la revocatoria de un acto administrativo, cual es el que debe proferir el
Consejo Profesional de Administración de Empresas adscrito al Ministerio de
Desarrollo Económico´, ya se acreditó nuestra posición frente al otro medio de
defensa judicial. Sólo restaría agregar que el Tribunal hace alusión a actos
administrativos aun por proferirse, situación que coloca al accionante en una
incertidumbre mayor.”
4.- “Remitir al aquí
accionante a que haga uso del artículo 241 C.N., no constituye de manera
directa un medio de defensa judicial adecuado para buscar la protección de sus
derechos fundamentales. Carece la acción de inconstitucionalidad de la
inmediatez que le es propia a la acción de tutela, y sus efectos son
generales.”.
Consideraciones de la Corte.
1.- La
competencia.
De conformidad con
los artículos 86 y 241 de la Carta Fundamental, la Corte Constitucional es
competente para revisar el fallo proferido en el trámite de este proceso. Corresponde
a la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas pronunciarse sobre la sentencia de
instancia, en virtud de la selección y reparto hechos por la Sala de Selección
Número Ocho, a través del auto del 23 de agosto de 1995.
2.- El derecho
al trabajo y al libre ejercicio de la profesión.
En el Preámbulo del
Estatuto Superior y en su artículo 1o, el derecho al trabajo se consagra como
principio fundante de nuestro Estado Social de Derecho, y objetivo primordial
de la organización política. Se eleva a la categoría de derecho fundamental
que goza de especial protección del Estado, según lo indica el artículo 25
ibídem, carácter que ha sido avalado por esta Corporación, entre otras, en las
Sentencias T-03 de 1992, T-225 de 1992, T-475 de 1992, T-483 de 1993 y T-402 de
1994.
Al ubicársele dentro
de este tipo de derechos, el trabajo debe ser reconocido como un atributo de la
personalidad jurídica; un derecho inherente al ser humano, que lo dignifica en
la medida en que a través de él la persona y la sociedad en la que ella se
desenvuelve logran su perfeccionamiento. Sin el ejercicio de ese derecho el
individuo no podría existir dignamente, pues es con el trabajo que se
proporciona los medios indispensables para su congrua subsistencia.
Pero la mera
consagración normativa no es suficiente para que el ser humano obtenga las
condiciones dignas de existencia que merece; es necesario que el Estado permita
que el trabajo se concrete en el desarrollo de una actividad productiva, y es
por ello que la Constitución, en su artículo 26, no sólo garantiza la libertad
de escoger una profesión, arte u oficio, sino que permite su libre ejercicio,
salvo en aquellos casos en los que se requiera de unos especiales conocimientos
o exista un riesgo social. Cuando se precisa de una formación académica, el
ejercicio está limitado por la exigencia de un título de idoneidad.
Las profesiones
están sujetas a la inspección y vigilancia de las autoridades competentes, y el
artículo 150-8 Superior, establece que a través de las leyes el Congreso tiene,
entre otras, la función de “expedir las normas a las cuales debe
sujetarse el Gobierno para el
ejercicio de las funciones de inspección y vigilancia que consagra la
Constitución.”
En uso de esa
facultad, la ley puede establecer requisitos adicionales al título académico
-inciso final del artículo 26 Superior-, como, por ejemplo, exigir para el
ejercicio de una profesión la matrícula o tarjeta profesional.
En tal evento, el
legislador debe proporcionar los medios y mecanismos administrativos para su
obtención, a fin de garantizar al profesional con título académico su derecho
al trabajo; de lo contrario, la norma estaría limitando un derecho más allá de
lo que la Constitución permite.
3.- La Ley 60 de
1981 en concordancia con la Ley 13 de 1989 y las cargas irredimibles.-
La ley 60 de 1981,
por medio de la cual se reconoce la Profesión de Administrador de Empresas,
establece como requisito para su ejercicio, no sólo el título universitario
otorgado por institución de educación superior aprobada por el Gobierno
Nacional, sino también la matrícula profesional. La expedición de este
documento compete al Consejo Profesional de Administración de Empresas, quien
colabora con el Gobierno no sólo para determinar las normas que van a regir esa
profesión, sino para vigilar su ejercicio.
Para la obtención de
la matrícula se exige:
- Que el diploma
haya sido refrendado y registrado por la universidad respectiva, autenticado
por la autoridad competente, y legalizado e inscrito en el Ministerio de
Educación Nacional.
- Que el
profesional haya solicitado la tarjeta -artículo 12 de la Ley 60 de 1981-,
dentro de los dos años siguientes a la instalación del Consejo.
Por medio del
artículo 1o. de la Ley 13 de 1989, este plazo se extendió a tres años contados
a partir de su vigencia -11 de enero de 1989-; por lo tanto, el término para
solicitar la tarjeta profesional de los administradores de empresas que
hubieran obtenido el título antes de esta fecha, venció el 11 de enero de 1992.
Este límite de
tiempo resulta contrario a las disposiciones constitucionales, en la medida en
que de él depende el ejercicio de un derecho para cuyo goce la Constitución no
ha establecido término de caducidad; por el contrario, el artículo 25 ibídem,
garantiza el trabajo a todas las personas en condiciones dignas y justas; sólo
el artículo 26 Superior condiciona el ejercicio de un arte, profesión u oficio,
a la obtención de un título académico cuando para cumplir con esa actividad se
requiera de un conocimiento especial; si bien esta misma norma permite a la
ley establecer condiciones adicionales, también lo es que ellas no pueden hacer
nugatorio el derecho reconocido por la Constitución.
Las Leyes 60 de 1981
y 13 de 1989 no establecen una sanción de tipo administrativo, acorde con el
Estatuto Superior, para quienes dejaron de solicitar la tarjeta profesional
dentro de la oportunidad señalada; se desprende de ellas que a tales personas
simplemente se les debe negar ese documento y, por lo tanto, se les
imposibilita de por vida para ejercer plenamente su profesión.
La desprotección en
que se dejó al señor Mejía se hace más evidente cuando, ante sus insistentes
peticiones, el Director Ejecutivo del órgano demandado le responde que “debe
esperar a que el Congreso de la República expida una nueva ley, que permita
otorgarle la Matrícula y Tarjeta Profesional respectiva”.
Sobre esta clase de
situaciones, la Corte tuvo oportunidad de pronunciarse, y anotó:
“No puede quedar
supeditado el ejercicio del derecho fundamental al trabajo del actor a que en
un futuro lejano se dicte la reglamentación de una ley que, por sí misma habilita
al mencionado Consejo para expedir la matrícula profesional al peticionario.
La administración dentro de una discrecionalidad razonable, puede exigir, para
los casos de expedición de las licencias de los ingenieros pesqueros, ciertos
requisitos que se juzguen indispensables, dentro del contexto normativo antes
reseñado, bajo la perspectiva de la observancia del principio de eficacia
consagrado en el artículo 209 de la Carta Política que, para el caso, se
traduce en asegurar la oportuna expedición de las licencias a los ingenieros
pesqueros.” (Sentencia T-106 del 11 de marzo de 1993, M.P. Dr. Antonio Barrera
Carbonell)
Ahora bien: si al
Consejo demandado se le han asignado funciones públicas de vigilancia y control
sobre el ejercicio profesional, debe actuar teniendo en cuenta que las
autoridades de la República se han instituído, entre otras cosas, para la
defensa de los derechos de los asociados. En tal virtud, el ente citado debió
inaplicar los artículos 12 de la Ley 60 de 1981 y 1o. de la Ley 13 de 1989 en
el trámite de la solicitud del señor Mejía Nieto para, así, garantizarle su
derecho al trabajo, siempre que reúna los demás requisitos.
La Corte no
desconoce que el peticionario incumplió con el trámite administrativo impuesto
por la ley, y que ello eventualmente ameritaría una sanción. Sin embargo, ésta
no fue consagrada legalmente de manera previa, por lo que jurídicamente no
existe, y no puede ser reemplazada por la negación indefinida de la tarjeta que
habilita para el ejercicio normal de la profesión. En consecuencia, el Consejo
demandado en procura de la defensa de los derechos fundamentales del actor, y
debido al carácter prevalente de la Constitución, debió inaplicar las
disposiciones antes señaladas, como se le ordenará hacerlo en la parte
resolutiva de esta providencia.
La Corte, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 8 de la Ley 153 de 1887, dispondrá
que, tanto el Consejo Profesional de Administración de Empresas como los jueces
de la República, deberán aplicar la doctrina constitucional sostenida en esta
providencia, teniendo en cuenta los parámetros esbozados en la sentencia C-083
de 1995.
4.- El carácter
prevalente de la acción de tutela.
Los artículos 86
inciso 3o. y 6o. del Decreto 2591 de 1991 le imprimen un carácter subsidiario a
la tutela, en la medida en que establecen que sólo será procedente cuando no
exista otro medio alternativo de defensa de los derechos fundamentales cuya
protección se invoca, salvo que lo pretendido sea evitar un perjuicio
irremediable.
Pero no puede
pretenderse que la mera consagración de esas vías alternas de defensa en
nuestro ordenamiento jurídico sea suficiente para que se deniegue el amparo
solicitado, pues es obligación del juez constitucional analizar, en el caso
concreto y de acuerdo con las circunstancias específicas del mismo, si esa otra
acción tiene la eficacia e inmediatez propias de este mecanismo de protección
-artículo 6-1 del Decreto 2591-. De lo contrario, ese funcionario estaría
sacrificando el contenido material de un derecho fundamental cuya protección le
ha sido especialmente encomendada por el Estatuto Superior. Si llega a la
conclusión de que ese medio alterno no tiene las características anotadas, la
tutela se convierte en el medio prevalente de protección.
Así lo expresó la
Sala Cuarta de Revisión de Tutelas en Sentencia T-100 del 9 de marzo de 1994:
“Sin embargo, parece
razonable exigir que el otro medio de defensa judicial para la protección del
derecho violado o amenazado, sea al menos tan eficaz para la defensa del
derecho como lo es la tutela; en caso contrario, la acción de tutela pierde su
carácter de procedimiento subsidiario y se convierte en vía procesal
preferente, pues no sólo el juez de tutela, sino toda la Rama Judicial y el
Estado, tienen como fin esencial de su actuación y razón de su existencia:
"... garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución..." (artículo 2 de la Carta). Al respecto,
dijo la Corte en la Sentencia T-495/92 - 12 de agosto, Magistrado Ponente, Dr.
Ciro Angarita Barón-: "En diversas sentencias de esta Corte (cfr. entre
otras, T-414/92), se ha insistido en que el juez de tutela debe examinar, en
cada caso, si el otro mecanismo de defensa judicial que es aplicable al caso es
igual o más eficaz que la tutela. Sólo si la respuesta es afirmativa, podrá
rechazar la tutela argumentando esa causal de improcedencia. De otro modo y con
miras a hacer prevalecer el derecho sustancial y los derechos inalienables de
la persona humana, deberá conceder la tutela. De no hacerlo, estaría violando
el derecho fundamental a la protección inmediata de los derechos
fundamentales´.”
El Tribunal se
limitó a indicar de manera genérica que el peticionario tiene otros caminos
para el logro de sus pretensiones, sin proceder al análisis indicado, lo que
condujo a la desprotección del derecho porque, como se verá más adelante, el
actor no cuenta con otro medio judicial de defensa.
La Corte procede,
entonces, a hacer un breve análisis de las acciones con las que, a juicio del a
quo, cuenta el señor Mejía Nieto para impugnar la omisión en la que incurrió el
Consejo Profesional demandado.
-. Acción de
Nulidad y restablecimiento del derecho.
El Consejo
Profesional de Administración de Empresas, ente de carácter oficial adscrito al
Ministerio de Desarrollo Económico, se negó a tramitar la solicitud del señor
Mejía Nieto para la obtención de su tarjeta profesional. Con ello el citado
organismo produjo un acto administrativo subjetivo frente al cual, de acuerdo con
nuestro ordenamiento jurídico, procedería la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho.
Esta acción,
consagrada en el artículo 85 del C.C.A, tiene como fin desvirtuar la presunción
de legalidad que ampara los actos administrativos particulares. En virtud de
su aceptación, el juez contencioso entraría a analizar la conformidad del acto
con la ley bajo la cual fue expedido. Si encuentra que se ajusta a sus
premisas no decretará la nulidad y, por tanto, el acto tendrá vigencia y
producirá los efectos correspondientes. Si lo contrario, declarará su nulidad
y ordenará el restablecimiento del derecho al actor.
Sin embargo, la
actividad del juez administrativo no debe reducirse a ese mero análisis; como
autoridad de la República y, en aras del carácter prevalente de la
Constitución, debe entrar a estudiar la constitucionalidad de la norma legal
bajo la cual se expidió el acto administrativo demandado; si advierte que de su
aplicación se sigue el desconocimiento de un derecho fundamental, el juez puede
concluir que la ley invocada para proferir el acto acusado es contraria al
Estatuto Superior, y decretar la nulidad del referido acto.
Sin embargo, aún en
esa hipótesis la acción de nulidad y restablecimiento del derecho resulta
inadecuada para satisfacer las justas pretensiones del actor, porque éste no
alega un daño imputable a la administración y resarcible a través del pago de
una indemnización, y porque la nulidad del acto que le niega el trámite de su
tarjeta profesional, deja desprotegido su derecho a ejercer la profesión, para
cuyo desempeño obtuvo el título de idoneidad. El fallo del juez contencioso no
afecta la vigencia de las Leyes 60 de 1981 y 13 de 1989, ni puede ordenar al Consejo
Profesional que las inaplique. Por tanto, es claro que el peticionario no
puede obtener por la vía ordinaria la protección que puede y debe otorgar el
juez constitucional, al derecho fundamental que se le está desconociendo.
Bajo esta
consideración, el señor Mejía Nieto no dispone de la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho para la satisfacción de su pretensión.
-. La acción de
inconstitucionalidad.
Esta acción,
consagrada en el artículo 241 de la Carta, cuyo estudio compete a la Corte
Constitucional, es de carácter público, y lo que se persigue a través de ella
es la protección del ordenamiento. En esta medida, la sentencia de
constitucionalidad sólo se ocupa de declarar si una norma se ajusta o no al
Estatuto Superior. En caso de que la contraríe, la Corte se encargará de
declararla inexequible, sin entrar a analizar si de su aplicación se deriva el
quebrantamiento de los derechos fundamentales de quien las demanda, para
ordenar así el restablecimiento de los mismos; por lo tanto, la decisión
adoptada por la citada Corporación, tiene efectos generales y no particulares.
Lo que persigue el
señor Mejía Nieto, es que se le proteja su derecho personal, particular y
subjetivo, a ejercer la profesión que eligió libremente, por lo que no se
lograría satisfacer su pretensión a través de la acción aquí analizada.
Bajo estas
consideraciones, concluye la Corte que el demandante sólo cuenta con la acción
de tutela para lograr la protección de sus derechos al trabajo y al libre
ejercicio de su profesión, pues los otros medios que consagra nuestro
ordenamiento jurídico carecen de eficacia para lograr el propósito perseguido.
En tal virtud y, en
consideración a la tarea encomendada a las autoridades de la República
-artículo 2 del Estatuto Superior-, la Corte procederá a revocar la decisión
adoptada por la Sala de Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá y, en su lugar, concederá definitivamente el amparo
solicitado, ordenando al Consejo Profesional inaplicar las Leyes 60 de 1981 y
13 de 1989, en el trámite de la solicitud elevada por el señor Mejía Nieto.
5.- La informalidad
de la acción de tutela.
La Sala de Familia
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá se negó a
amparar transitoriamente los derechos fundamentales conculcados al actor, a
pesar de reconocer que éste viene sufriendo un perjuicio irremediable, porque
en el texto de la demanda no aparece expresamente solicitada la tutela como
mecanismo transitorio.
Tal rigorismo
desconoce el carácter informal que el Constituyente le otorgó a la acción de
tutela; minimiza el alcance de lo estipulado por el artículo 2o. de la Carta
Política sobre la función para la cual fueron instituídas la autoridades de la
República, y contraría de paso la regla general contenida en el artículo 228
del Estatuto Superior.
A propósito, la Sala
Tercera de Revisión de Tutelas de esta Corporación, en Sentencia T-501 de 1992,
M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo, sostuvo:
“...observa la Corte
Constitucional que, por su misma índole, la acción de tutela no exige técnicas
procesales ni requisitos formales propios de especialistas, ya que su función
no puede asimilarse a la que cumplen las acciones privadas dentro de los
esquemas ordinarios previstos por el sistema jurídico, sino que corresponde a
la defensa inmediata de los derechos fundamentales. Su papel es ante todo el
de materializar las garantías constitucionales y, por tanto, es de su esencia
el carácter sustancial de su fundamento jurídico.
La instauración de
las acciones de tutela no puede dar lugar al rigor formalista de los procesos
ordinarios ni se puede convertir su admisibilidad y trámite en ocasión para
definir si se cumplen o no presupuestos procesales o fórmulas sacramentales, ya
que con ella no se busca establecer una "litis" sino acudir a la
protección oportuna de la autoridad judicial cuando un derecho fundamental es
lesionado u objeto de amenaza.”
En tal virtud, si el
juez observa que el peticionario tiene un derecho que le ha sido vulnerado o
amenazado, y que la única medida con la que cuenta para su protección es la
acción de tutela, tiene que proceder al amparo inmediato y definitivo del
derecho del actor, sin consideración a aspectos puramente formales -artículo 86
de la Carta-.
Bajo estos
parámetros y teniendo en cuenta que el juez de primera instancia afirma que,
evidentemente, el término perentorio que establece la Ley 60 de 1981 constituye
un claro desconocimiento de los derechos al escogimiento de profesión u oficio
y al trabajo, la Sala de Familia debió proceder a conceder el amparo del
derecho.
6.- La inaplicación
de la ley en el caso concreto.
La Corte no entra a
hacer un examen de la constitucionalidad de los artículos 12 de la Ley 60 de
1981 y 1o. de la Ley 13 de 1989, por cuanto no ha sido demandada su
inexequibilidad; sólo se limita a afirmar que, de acuerdo con el análisis
hecho en esta providencia, y para el caso particular, su aplicación conduce a
un claro desconocimiento de preceptos constitucionales vigentes,
específicamente de los consagrados en los artículos 25 y 26.
En tal virtud, y en
consideración a la obligación del juez constitucional de hacer prevalecer el
Estatuto Superior -artículo 4o-, se ordenará al Consejo Profesional de
Administración de Empresas, inaplicar para el trámite de la Matrícula
Profesional del Señor Dagoberth Mejía Nieto, las disposiciones anotadas.
7.- Decisión
En virtud de las
consideraciones expuestas, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la Corte
Constitucional, en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- Revocar
la sentencia del 23 de junio de 1995 proferida por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala de Familia y, en su lugar, tutelar
los derechos fundamentales al trabajo y al libre ejercicio de la profesión del
señor Dagoberth Mejía Nieto.
Segundo.- Ordenar
al Consejo Profesional de Administración de Empresas inaplicar, para el trámite
de la solicitud del señor Dagoberth Mejía Nieto, el artículo 12 de La Ley 60 de
1981 y su reglamentario, artículo 1o. de la Ley 13 de 1989, de conformidad con
lo ordenado en esta providencia.
Tercero. Disponer
que de conformidad con el artículo 8 de la Ley 153 de 1887, en todos aquellos
casos similares al presente por sus hechos y circunstancias, la doctrina
constitucional sostenida en esta providencia deberá ser aplicada, tanto por el
Consejo Profesional de Administración de Empresas, como por los jueces de la
República, según lo decidido en la Sentencia C-083 de 1995.
Cuarto. Comunicar
la presente providencia a la Sala de Familia del Tribunal del Distrito Judicial
de Santafé de Bogotá, para los efectos del artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
596 | T-555-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-555/95
DEMANDA DE TUTELA-Práctica de pruebas
La obtención de
los medios probatorios pertinentes se hace indispensable si estamos hablando de
la acción de tutela, cuyo objetivo único es el restablecimiento de los derechos
fundamentales de quien los alega vulnerados o amenazados. No puede el juez, en
aras del trámite sumario de esta acción, abstenerse de recaudar testimonios,
solicitar informes, es decir, negarse a realizar todo lo necesario para
demostrar, no sólo la acción o la omisión anotadas en la petición, sino que de
ellas se deriva la vulneración alegada. Sin embargo, se deja abierta la
posibilidad al juez constitucional de fallar sin necesidad de acudir a ninguna
averiguación previa “siempre y cuando el fallo se funde en un medio de prueba
del cual se pueda deducir una grave e inminente violación o amenaza del
derecho.” El juez al estudiar la impugnación, y al cotejarla con el acervo
probatorio y con el fallo, puede observar que la decisión apelada carece de
fundamento probatorio por lo que, no sólo está obligado constitucionalmente,
sino facultado legalmente, para solicitar los documentos, dictámenes e informes
que requiera para mejor proveer.
ACCION DE TUTELA-Carencia actual de objeto
Si bien la acción
de tutela tiene por objeto el restablecimiento inmediato y efectivo de los
derechos fundamentales amenazados o vulnerados, pierde su razón de ser cuando
ya no existe el acto motivo de la acción. Por lo tanto, no tiene sentido que se
imparta una orden judicial tendente a que el demandado actúe de conformidad con
lo solicitado a través de la demanda.
DERECHOS DEL
INTERNO A LA NOTIFICACION PERSONAL
Con el propósito
de salvaguardar el derecho a la igualdad de quienes se encuentren recluídos en
un establecimiento carcelario, es necesario que las providencias judiciales les
sean notificadas personalmente, pues ellos no disponen de los mismos medios con
los que cuentan quienes gozan de libertad para conocer los pronunciamientos
judiciales.
Ref.: Expediente
No. T-76.869
Acción de Tutela
contra el Director de la Cárcel Nacional del Distrito Judicial de Medellín, por
la presunta violación de los derechos a un trato digno y a la igualdad de
quien se encuentra en circunstancia de debilidad manifiesta.
Peticionario: Edwin
Arley Castaño Pérez.
Temas:
Práctica de pruebas
en el proceso de tutela.
Carencia de Objeto.
Notificación
personal de los fallos de tutela a quienes se encuentran privados de la
libertad.
Magistrado
Ponente:
Dr. CARLOS
GAVIRIA DÍAZ
Santafé de Bogotá,
D.C., veintiocho (28) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
José Gregorio Hernández Galindo, Hernando Herrera Vergara y Carlos Gaviria Díaz
-Magistrado Ponente-,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION,
procede a dictar
sentencia de revisión de las decisiones de instancia proferidas en el proceso
de la referencia.
ANTECEDENTES
1.- Hechos
Al señor Edwin Arley
Castaño Pérez se le dictó medida de aseguramiento consistente en detención
preventiva, por el presunto delito de terrorismo, y fue recluído en la Cárcel
Nacional del Distrito Judicial de Medellín, “Bella Vista”.
Sus
"extremidades inferiores están completamente atrofiadas, ocasionando que
sus desplazamientos de un lugar a otro sean muy dificultosos, porque lo tiene
que hacer sobre sus nalgas, con ayuda de sus extremidades superiores"
-folio 2-, y el Director del referido centro de reclusión se niega a
suministrarle una silla de ruedas, debido a que el número de éstas es muy
escaso, y las pocas que hay se han asignado a reclusos que ingresaron al
establecimiento con anterioridad.
Su movilización
dentro del lugar de reclusión en estas circunstancias, máxime sin alguien que
le ayude, es incompatible con la dignidad, sobre todo cuando requiere de los servicios
sanitarios, pues "tiene que someterse a la suciedad y desaseo en general
típicos de estos lugares, donde la gente es indiferente a esa mal llamada forma
de vida." -folio 3-.
En estas
circunstancias, el peticionario estima vulnerados sus derechos constitucionales
a recibir un trato acorde con la dignidad humana y con la igualdad,
específicamente por encontrarse en circunstancias de debilidad manifiesta.
Finalmente señala
que, si bien las autoridades de la República están instituídas para proteger a
las personas en su vida, la Constitución se refiere a la "vida plena"
y cita, a propósito, la Sentencia T-499 del 21 de agosto de 1992 proferida por
esta Corporación.
2. Pretensiones.
El señor Edwin Arley
Castaño Pérez, mediante apoderado judicial, solicita que se le ordene al
Director de la Cárcel Nacional de Medellín, suministrarle una silla de ruedas
para su uso exclusivo y que se le asigne un interno “para que lo movilice
diariamente, reconociéndole a esa persona ese tiempo como horas de trabajo
válidas para la redención de pena."
3.- Sentencia
del Juez Décimo Laboral del Circuito de Medellín.
El juez de primera
instancia decidió tutelar los derechos al ambiente sano, a la salud y a la
integridad personal del señor Castaño Pérez, mediante orden al Director de la
Cárcel Nacional de "Bella Vista", para que en el término de 48 horas
le asignara una silla de ruedas.
A juicio de este
funcionario, "el accionante está privado de su libertad, pero esa
privación la cumple en condiciones inhumanas, no es titular de ambiente sano,
el ambiente que tiene que sortear por sus condiciones físicas, constituye un
atentado contra su integridad personal y su salud, derechos que el
Estado está en el deber de proteger, imponiendo los correctivos pertinentes, y
adoptando planes que tiendan a mejorar áreas como la sanidad tan precarias en
los centros carcelarios, facilidades físicas, para reclusos limitados
físicamente, entre otros. Los reclusos tienen derecho a vivir en condiciones
razonables de seguridad y de salud, no pueden ser lugares fríos donde quienes a
ellos llegan, la sociedad los deshumaniza, hasta el extremo de considerarlos no
dignos de un mejor vivir. Sus compromisos penales no pueden ser motivo para
que se les degrade, ni se les exponga a situaciones degradantes, que desdicen
de su condición de ser humano." (resaltado del texto, folios 18 y 19).
4.- Impugnación
En escrito del 30 de
junio de 1995, el Director de la Cárcel Nacional del Distrito Judicial de
Medellín "Bella Vista", impugna la providencia del juez de primera
instancia y, aunque cumplió con lo que en ella se ordenó, solicita su
revocación.
Considera que el
fallo apelado carece de elementos probatorios pues, habiéndose demostrado a
través de dictámenes médicos que el señor Castaño Pérez padece de una
enfermedad que lo dejó imposibilitado para caminar desde los dos años de edad,
sin embargo el Juez Décimo Laboral del Circuito de Medellín, atribuye al
Estado, específicamente al Director demandado, la responsabilidad de la situación
del peticionario y la vulneración de sus derechos fundamentales.
Si bien se concedió
el amparo del derecho a la igualdad, específicamente de quien se encuentra en
circunstancias de debilidad manifiesta, el juez de primera instancia debió
demostrar la condición de debilidad y, además, que el actor no cuenta con
recursos o con ayuda de sus familiares para proveer a su digna subsistencia
“pues de otro modo y de no partir de la responsabilidad individual que se
imputa al ciudadano para con él y quienes le son cercanos, estaríamos haciendo
de un Estado que se plantea como responsable y solidario, una institución
asistencialista, paternalista que por suplir la obligación que afecta a cada
uno de sus asociados dispersa su atención y herario como tarea fundamental en
hechos en los que apenas debería asumir una responsabilidad supletiva.” - folio
24-.
5.- Fallo de la
Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín.
El juez de segunda
instancia decidió, mediante sentencia del 13 de julio de 1995, revocar la
sentencia del Juez Décimo Laboral del Circuito de Medellín y, en su lugar,
negar la protección de los derechos del peticionario.
En criterio del
Tribunal, no existe prueba alguna del grado de invalidez del peticionario, del
estado de precariedad económica que le impida suministrarse una silla de ruedas
y de las condiciones antihigiénicas en que se encuentra el centro de reclusión,
a pesar de que en este último existen profesionales especializados que pueden
certificar sobre tales aspectos, a los cuales debió solicitar información el
juez de primera instancia.
De ello se desprende
que dicho funcionario sustentó su decisión en meras suposiciones, olvidando que
los discapacitados, con el tiempo, adquieren cierto grado de destreza para su
movilización y que los centros carcelarios no siempre están provistos de las
condiciones mínimas necesarias para garantizar a la población carcelaria una
existencia digna.
6. Trámite
probatorio
Mediante el auto del
5 de septiembre de 1995, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas ofició, a través
de la Secretará General de esta Corporación, al Médico Jefe de la Sección de
Sanidad de la Cárcel del Distrito Judicial de Medellín, “Bella Vista”, para que
informara sobre el estado de salud del señor Castaño Pérez; si es necesario
para su movilización una silla de ruedas, y sobre las condiciones de higiene
del centro de reclusión.
En oficio del 15 de
septiembre de 1995 el doctor León Jaime Salazar Alzate, Médico Jefe de la
citada cárcel, certificó que el señor Castaño Pérez ingresó al centro
penitenciario en estado parapléjico, debido a que desde la edad de dos años
padece de una enfermedad crónica denominada “Distrofia Muscular Progresiva”, y
que durante su estadía se le suministró el tratamiento que requirió.
Por último, indicó
que el peticionario salió del centro de reclusión y que le fue suministrada la
silla.
Consideraciones de la Corte
1.- Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución y en el Decreto
2591 de 1991, la Corte Constitucional es competente para revisar los fallos
proferidos en el trámite de este proceso. Corresponde a la Sala Cuarta de
Revisión de Tutelas pronunciarse sobre las sentencias de instancia, en virtud
de la selección y reparto hechos por la Sala de Selección Número Ocho, a través
del auto del 16 de agosto de 1995.
2.- Práctica de
pruebas en el trámite de la tutela.
Para la Sala Laboral
del Tribunal de Medellín la decisión del juez de primera instancia es caprichosa,
en la medida en que carece de respaldo probatorio; por lo tanto, resolvió
revocarla.
La delicada labor
encomendada a los jueces de la República, consistente en la administración de
justicia, implica una definitiva actividad del funcionario encaminada a
demostrar los supuestos fácticos alegados en el proceso, a lo cual se llega por
la práctica de pruebas y su debida valoración. De lo contrario, podría
denegarse el amparo a quien lo requiere o protegerse a quien no tiene derecho.
Con mayor razón la
obtención de los medios probatorios pertinentes se hace indispensable si
estamos hablando de la acción de tutela, cuyo objetivo único es el
restablecimiento de los derechos fundamentales de quien los alega vulnerados o
amenazados. No puede el juez de instancia, en aras del trámite sumario de esta
acción, abstenerse, por ejemplo, de recaudar testimonios, solicitar informes,
es decir, negarse a realizar todo lo necesario para demostrar, no sólo la
acción o la omisión anotadas en la petición, sino que de ellas se deriva la
vulneración alegada. Sin embargo, el artículo 18 del Decreto 2591 de 1991 deja
abierta la posibilidad al juez constitucional de fallar sin necesidad de acudir
a ninguna averiguación previa “siempre y cuando el fallo se funde en un medio de
prueba del cual se pueda deducir una grave e inminente violación o amenaza del
derecho.”
Ahora bien: dentro
del trámite de la apelación de la tutela, el juez de segunda instancia al
estudiar la impugnación, y al cotejarla con el acervo probatorio y con el
fallo, puede observar que la decisión apelada carece de fundamento probatorio
por lo que, en aras de cumplir con su deber constitucional de amparar los
derechos fundamentales de los asociados, no sólo está obligado
constitucionalmente -artículo 2 Superior-, sino facultado legalmente -artículo
32 del Decreto 2591 de 1991-, para solicitar los documentos, dictámenes e
informes que requiera para mejor proveer.
En el caso bajo
examen, el Tribunal de Medellín observó que el juez de primera instancia omitió
este deber constitucional de probar lo alegado en la petición y, sin embargo,
incurrió en la misma falta que imputa, pues no procedió a subsanarla
solicitando información al centro de reclusión, el que, como la misma
Corporación señala, cuenta con especialistas que pueden dar fe de lo alegado
por el señor Castaño Pérez. Se limitó el Tribunal a hacer la observación, y a
revocar la orden impartida sin remediar la carencia probatoria. Basó su
decisión invocando un estereotipo de rehabilitación, que difícilmente puede
convenir a quien ya era parapléjico a los dos años de edad, y sufre de una
enfermedad degenerativa y progresiva de los músculos.
Con el propósito de
suplir la omisión en la que incurrieron los jueces de instancia, y para
proceder a dictar sentencia de revisión de las providencias proferidas en el
curso de este proceso, la Corte ofició al Jefe de Sanidad de la Cárcel de
“Bella Vista”, para que informara sobre el estado de salud del peticionario y
las condiciones sanitarias del centro de reclusión.
De las pruebas
aportadas se concluye que hay carencia actual de objeto, como se expondrá más
adelante; sin embargo, esta Corporación prevendrá al Juez Décimo Laboral del
Circuito de Medellín y a la Sala Laboral del Tribunal Superior de la citada
ciudad, para que en adelante, si es necesario para esclarecer los hechos,
procedan a practicar las pruebas pertinentes.
3.- Carencia
actual de objeto.
El Médico Jefe de la
Sección de Sanidad de la Cárcel de Medellín, “Bella Vista”, le informó a esta
Corporación -folios 53 y 54-, que al señor Arley Castaño Pérez, quien
actualmente se encuentra en libertad, se le satisfizo su pretensión, pues el
Director del centro de reclusión le proporcionó la silla de ruedas.
Si bien la acción de
tutela tiene por objeto el restablecimiento inmediato y efectivo de los
derechos fundamentales amenazados o vulnerados, pierde su razón de ser cuando
ya no existe el acto motivo de la acción. Por lo tanto, no tiene sentido que se
imparta una orden judicial tendente a que el demandado actúe de conformidad con
lo solicitado a través de la demanda.
En tal virtud, y
ante la desaparición de los supuestos de hecho en los que se fundó la petición
del señor Castaño Pérez, la Corte no impartirá ninguna orden al demandado;
sólo procederá a revocar la sentencia de la Sala Laboral del Tribunal de
Medellín, por las razones expuestas en este proveído, y dispondrá, en su lugar,
confirmar la providencia dictada por el Juez Décimo Laboral del Circuito de la
citada ciudad .
4.- Notificación
personal de la acción de tutela a quienes se encuentren privados de la
libertad.-
Aunque se
restablecieron los derechos del actor antes de adoptarse este fallo de
revisión, es necesario reiterar la relevancia que tiene la notificación
personal a quienes se encuentran privados de la libertad.
Según consta en el
expediente, la sentencia proferida en primera instancia por el Juez Décimo
Laboral del Circuito de Medellín, fue notificada mediante telegrama al Director
de la Cárcel Nacional de “Bella Vista” -folio 21-. Igualmente, la providencia
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, se notificó por ese
mismo medio al apoderado judicial del peticionario -folio 33-.
Esta Corporación ha
sostenido que, con el propósito de salvaguardar el derecho a la igualdad de
quienes se encuentren recluídos en un establecimiento carcelario, es necesario
que las providencias judiciales les sean notificadas personalmente, pues ellos
no disponen de los mismos medios con los que cuentan quienes gozan de libertad
para conocer los pronunciamientos judiciales. Así lo manifestó la Sala Séptima
de Revisión de Tutelas, en sentencia T-324 del 26 de julio de 1995, M.P. Dr.
Alejandro Martínez Caballero:
“Es cierto que el
artículo 30 del decreto 2591 de 1991 establece que el fallo de tutela será
notificado por telegrama o por otro medio expedito que asegure su cumplimiento.
Con ello se ha querido asegurar la agilidad y la informalidad del trámite de
las tutelas. Pero en el caso de los internos en establecimientos carcelarios o
penitenciarios, esta norma debe ser interpretada de acuerdo a la finalidad
misma de la notificación, y en consonancia con las disposiciones que regulan
las notificaciones a las personas privadas de la libertad. Así, el artículo 188
del Código de Procedimiento Penal establece que la notificación de las
providencias al sindicado que se encuentre privado de la libertad se debe hacer
en forma personal. Y tal exigencia tiene una obvia razón de ser, puesto que la
notificación personal es la única manera de que una persona detenida o
condenada pueda conocer el contenido de la providencia, mientras que quienes
gozan de la libertad pueden ser informados por otros medios más expeditos, ya
que tienen la posibilidad de acudir ante el juez para conocer la providencia.”
“Por todo lo
anterior, la Corte Constitucional considera que la notificación de las
sentencias de tutela a los reclusos debe ser efectuada de manera personal, con
el fin de asegurar que el interno pueda impugnar las decisiones que le sean
desfavorables...”.
En tal virtud, y
dado que las sentencias proferidas por los jueces de instancia en el trámite de
la presente acción no le fueron notificadas personalmente al señor Castaño
Pérez, se previene al Juez Décimo Laboral del Circuito de Medellín y a la Sala
Laboral del Tribunal Superior de la misma ciudad, para que en adelante procedan
a notificar los fallos de tutela a quienes se encuentran privados de su
libertad, siguiendo los parámetros aquí anotados.
4.- Decisión
En virtud de las
consideraciones expuestas, la Sala Cuarta de Revisión de Tutelas de la Corte
Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- Revocar, por las razones expuestas en esta
providencia, la sentencia proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Medellín el día 13 de julio de 1995 y confirmar el
fallo dictado por el Juez Décimo Laboral del Circuito de Medellín, no obstante
la carencia actual de objeto, tal como se expresó en la parte motiva.
Segundo.- Prevenir al Juez Décimo Laboral del
Circuito de Medellín y a la Sala Laboral del Tribunal Superior de la misma
ciudad, para que en adelanten procedan a la práctica de las pruebas de
conformidad con lo dicho en la parte considerativa de esta sentencia.
Tercero.- Prevenir al Juez Décimo Laboral del
Circuito de Medellín y a la Sala Laboral del Tribunal Superior de Medellín,
para que en adelante notifiquen personalmente las decisiones de tutela a
quienes se encuentran privados de la libertad.
Cuarto.- Comunicar la presente sentencia al Juez
Décimo Laboral del Circuito de Medellín, para los efectos del artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Comuníquese, notifíquese,
cúmplase, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
597 | T-556-95
Sentencia No
Sentencia No. T-556/95
JURAMENTO EN
TUTELA-Requisitos
La accionante no
hizo la declaración expresa de afirmar bajo juramento. A juicio de la
Corporación la decisión adoptada por el Juzgado resulta exagerada, ya que la
accionante de manera expresa manifiesta no haber presentado otras acciones de
tutela por el mismo caso ante ninguna autoridad competente, con lo cual se
cumple satisfactoriamente el mandato del Decreto 2591, pues está haciendo una
declaración ante una autoridad judicial, que de no ser verdadera traerá consigo
las consecuencias jurídicas derivadas del falso testimonio. Lo que sí no obra
en el expediente, es la advertencia a la accionante de las consecuencias
penales del falso testimonio, por parte del Juez al recibirse la solicitud.
JURAMENTO EN
TUTELA-Interpretación
analógica
De conformidad
con el principio de la buena fe y la garantía del debido proceso y teniendo
como base la labor de interpretación normativa que le corresponde al juez de
tutela respecto de las disposiciones contenidas en la Constitución y en la ley
acerca de los aspectos sustanciales y formales del trámite de este proceso,
debe concluirse que es preciso observar las disposiciones análogas que consagre
el Código de Procedimiento Civil, en lo relativo al juramento que corresponde
prestar al demandante de tutela, respecto de la no presentación de otras
acciones por los mismos hechos e invocando la protección de los mismos
derechos. De conformidad con el Código Procesal, aquellas declaraciones o
afirmaciones hechas por el demandante respecto de los aspectos acerca de los
cuales deba prestar juramento, éste se entenderá otorgado por la presentación
de la demanda suscrita por el accionante o su apoderado. De manera que no
encuentra esta Corporación justificada la decisión de negar por improcedente la
tutela por no haber acudido a la citación del Juzgado para reiterar, bajo
juramento, lo que ya había dicho en relación con no haber presentado otras
acciones por las mismas razones, pues tal juramento, como se anotó, se entiende
prestado con la misma presentación de la demanda. Aún en el evento de no
haberse hecho tal manifestación de manera expresa, no corresponde esta
situación a ninguna de las causales de improcedencia. Tampoco se encuentra como
una causal de inadmisión de la acción para su aclaración o corrección.
DERECHO A LA
SALUD-Fundamental por
conexidad
El derecho a la salud no es un derecho
fundamental por sí mismo; sin embargo en numerosas ocasiones se ha dispuesto su
protección por medio de la acción de tutela en casos especiales en que se
presente conexidad con otro derecho fundamental, principalmente con el derecho
a la vida.
DERECHO A LA
SALUD-Persona de escasos
recursos
Una de las manifestaciones concretas de la
finalidades propias del Estado Social de Derecho se encuentra precisamente en
dar mayor protección a aquellas personas que por diversas razones se encuentran
en situación de debilidad, de desigualdad o indefensión. La precaria situación
económica de muchas personas en Colombia obliga al Estado a adoptar medidas
encaminadas a destinar parte de sus esfuerzos y recursos hacia el mejoramiento
de las condiciones de vida de todos, pero particularmente de los más
desamparados. De manera que no encuentra la Corporación excusa alguna para que
las entidades de salud públicas, no le preste la atención médica que necesite
la accionante, por cuanto dicha actividad corresponde a las finalidades propias
del Estado Social y a aquellas que precisamente deben adelantar esas
instituciones de salud en beneficio de los sectores menos favorecidos de la
sociedad.
DERECHO A LA
SALUD-No atención médica/DERECHO
A LA VIDA-No atención médica
Por ser el
derecho a la salud de naturaleza fundamental por su conexidad con el derecho a
la vida y a la integridad física, y teniendo en cuenta la obligación del Estado
de brindar especial protección a las personas de escasos recursos para la
solución de necesidades de salud, y fundamentalmente en tratándose de una
atención inicial de urgencia que requiere ser suministrada dada su situación
personal y el peligro inminente de su vida, encuentra la Corporación que debe
el Puesto de Salud, atender en forma inmediata a la accionante, para
establecer las causas de las dolencias que viene padeciendo, a fin de evitar
poner en peligro este derecho fundamental frente a la ausencia absoluta de la
atención médica solicitada de manera oportuna.
Ref.: Expediente
No. T-81375
Accionante:
Gloria Amparo Rincón Pérez contra el Puesto de Salud del Barrio Comuneros de la
Ciudad de Cucuta.
Tema: Procedencia
de la acción de tutela y derecho a la salud.
Magistrado
Ponente:
Dr. HERNANDO
HERRERA VERGARA.
Santa Fe de Bogotá, noviembre 29 de 1995.
Procede la Corte
Constitucional a la revisión de la sentencia proferida por el Juzgado Primero
Promiscuo de Familia de la ciudad de Cúcuta en el proceso de la referencia,
promovido por Gloria Amparo Rincón Pérez contra el Puesto de Salud del Barrio
Comuneros de la ciudad de Cúcuta por supuesta violación al derecho fundamental
a la salud.
El expediente llegó
al conocimiento de la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, por
remisión que le hizo el Juzgado Primero Promiscuo de Familia de la ciudad de
Cúcuta, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Con fundamento en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto
2591 de 1991, la Sala de Selección Número Diez (10) de la Corte Constitucional,
escogió para efectos de revisión, la acción de tutela promovida a través de
este proceso.
I. ANTECEDENTES.
1. La señora Gloria Amparo Rincón Pérez presentó la
acción de tutela contra el Puesto de Salud del Barrio Comuneros de la ciudad de
Cúcuta, por considerar vulnerado su derecho fundamental a la salud, por cuanto
aquella institución no le presta la atención médica que ha solicitado.
2. Indica la demandante que hace apróximadamente tres
meses padece de fuertes dolores de cabeza, los cuales le ocasionan pérdida del
sentido, y en varias oportunidades, por falta de atención profesional han sido
sus hijos menores quienes le han brindado algún tipo de auxilio. Afirma que en
vista de que es una mujer de escasos recursos económicos, le es imposible
recurrir a un médico particular y que por tal razón acudió al Hospital Erasmo
Meoz, el cual por la ubicación de su residencia la remitió al Puesto de Salud
del Barrio Comuneros, presentándose en cuatro oportunidades sin haber sido
atendida.
Agrega que resolvió presentar esta acción
de tutela por considerar que su salud está empeorando, y que lo único que
solicita es ser atendida por dicho puesto de salud, o que éste expida la orden
médica para que sea remitida nuevamente al citado Hospital, a fin de obtener la
prestación de los servicios profesionales que requiere.
3. Manifiesta además la señora Rincón Pérez que es una
mujer casada desde hace más de 15 años y madre de cuatro hijos, todos menores
de edad. Aduce también que su esposo labora en el campo, que recibe un ingreso
mínimo mensual y que no cuenta con ningún servicio médico ni para él, su esposa
y sus hijos.
II. SENTENCIA
JUDICIAL QUE SE REVISA.
El Juzgado Primero
Promiscuo de Familia de la ciudad de Cúcuta, mediante sentencia del 6 de
septiembre de 1995, resolvió "NEGAR, por improcedente, la ACCION DE
TUTELA promovida por la señora GLORIA AMPARO RINCON PEREZ, contra el Puesto de
Salud del Barrio Comuneros", con fundamento en las siguientes
consideraciones:
"(...) Del
escrito presentado personalmente por la señora GLORIA AMPARO RINCON PEREZ, se
desprende que no hace manifestación bajo la gravedad del juramento que no ha
promovido otra Acción de Tutela por el mismo motivo.
El despacho
dispuso citar a la accionante, para cuyo efecto se señaló día y hora,
enviándose marconigrama a la dirección suministrada, y obra constancia
secretarial, que no concurrió.
El hecho de
ratificarse bajo la gravedad del juramento a la Accionante, así como de
suministrar al despacho mayor información sobre los hechos expuestos en su
escrito, son factores importantes para entrar a decidir sobre la Acción de
Tutela impetrada.
Careciéndose de
los requisitos anteriores, y no existiendo otras pruebas que sirvan de
análisis, se ha de proceder a Negar la presente Acción de Tutela".
La accionante no impugnó la decisión del
Juzgado Primero Promiscuo de Familia de Cúcuta, razón por la cual el expediente
pasó a selección y revisión por parte de esta Corporación.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
PRIMERA.
COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente a través de esta Sala de Revisión, para proferir
sentencia en relación con la providencia dictada por el Juzgado Primero
Promiscuo de Familia de la ciudad de Cúcuta, con fundamento en lo dispuesto por
los artículos 86, inciso tercero, y 241 numeral 9° de la Constitución Política,
en concordancia con los artículos 33, 34 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
SEGUNDA. EL
ASUNTO OBJETO DE ESTUDIO.
Previamente a
adoptar la decisión de fondo, debe la Corporación referirse al deber de los
accionantes de prestar juramento por no haber instaurado tutelas anteriores
acerca de los mismos hechos y contra el mismo demandado, consagrado en el
artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, para determinar si ello hace improcedente
o no la presente acción; posteriormente se referirá la Corte al derecho a la
salud y su protección a través de la acción de tutela, por su conexidad con los
derechos a la vida y a la integridad física, para finalmente establecer si en
el caso objeto de estudio existe vulneración o amenaza del derecho a la salud
de la demandante susceptible de amparo a través de la presente acción.
En relación con lo
dispuesto en el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, dicha norma expresa que
"El que interponga la acción de tutela deberá manifestar, bajo la
gravedad del juramento, que no ha presentado otra respecto de los mismos hechos
y derechos. Al recibir la solicitud, se le advertirá sobre las consecuencias
penales del falso testimonio."
El Legislador al
consagrar ese mandato pretendió evitar que las personas acudieran de manera
indiscriminada a la acción de tutela, más aún tratándose de los mismos hechos y
los mismos derechos, lo cual, según el artículo 38 del mismo Decreto,
constituye una actuación temeraria, con las consecuencias jurídicas respectivas
en relación con el accionante o su abogado. Como bien lo advirtió la
Corporación en el pasado "Lo anterior tiene su fundamento en los
artículos 83 y 95 de la Constitución, que establecen, el primero, que las
actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a
los postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que
aquellos adelanten ante éstas y el segundo a los deberes de las personas en los
numerales 1o y 7o. así: (...) 'colaborar con el buen funcionamiento de la
administración de justicia' (...)". (Sentencia No. T- 007 de 1994.
Magistrado Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero)
En el caso sub
exámine la señora Gloria Amparo Rincón Pérez dijo en su demanda: "Manifiesto
que no he presentado ACCION DE TUTELA, por este mismo caso ante ninguna
autoridad competente, y quiero que sea atendida mi súplica, pues el puesto de
salud del barrio Comuneros me está violando el derecho a la salud."
(folio 2)
El Juzgado Primero
Promiscuo de Familia de la ciudad de Cúcuta consideró que lo anterior no era
suficiente para dar cumplimiento a lo preceptuado por el artículo 37 del
Decreto 2591 de 1991 ya que la accionante no hizo la declaración expresa de
afirmar lo anterior bajo juramento; por ello la citó por telegrama para "llevar
a cabo diligencia ampliación contenido escrito" (folio 7), fijando la
fecha y hora de la misma; como consecuencia de la inasistencia de la
demandante, el despacho procedió a negar por improcedente la tutela instaurada
por la señora Rincón Pérez por no haber prestado el referido juramento.
A juicio de la
Corporación la decisión adoptada por el Juzgado Primero Promiscuo de Familia de
Cúcuta resulta exagerada, ya que la accionante de manera expresa manifiesta no
haber presentado otras acciones de tutela por el mismo caso ante ninguna
autoridad competente, con lo cual se cumple satisfactoriamente el mandato del
artículo 37 del Decreto 2591, pues está haciendo una declaración ante una
autoridad judicial, que de no ser verdadera traerá consigo las consecuencias
jurídicas derivadas del falso testimonio. Lo que sí no obra en el expediente,
es la advertencia a la accionante de las consecuencias penales del falso
testimonio, por parte del Juez al recibirse la solicitud, como lo ordena la
citada disposición.
Debe recordarse que
el proceso de tutela es de naturaleza judicial, que pese a su carácter
preferente y sumario, debe agotar y cumplir con todas las etapas propias del
mismo, como consecuencia de la observancia de la garantía al debido proceso
consagrada en el artículo 29 de la Constitución Política. Su carácter breve,
preferente y sumario implica que el juez de tutela debe remover los obstáculos
meramente formales que le impidan resolver la situación de fondo. Además, para
lo no previsto en el Decreto 2591 de 1991 y en el Decreto 306 de 1992, en el
artículo 4o. de este último se estableció que "Para la interpretación
de las disposiciones sobre trámite de la acción de tutela previstas por el
Decreto 2591 de 1991 se aplicarán los principios generales del Código de
Procedimiento Civil, en todo aquello en que no sean contrarios a dicho
decreto".
Lo anterior
significa que, según el artículo 5o. del Código de Procedimiento Civil "cualquier
vacío en las disposiciones del presente Código, se llenará con las normas que
regulen casos análogos, y a falta de estas con los principios constitucionales
y los generales del derecho procesal".
De todo lo dicho se
desprende que, de conformidad con el principio de la buena fe y la garantía del
debido proceso consagrados en los artículos 83 y 29 de la Carta Política
respectivamente, y teniendo como base la labor de interpretación normativa que
le corresponde al juez de tutela respecto de las disposiciones contenidas en la
Constitución y en la ley acerca de los aspectos sustanciales y formales del
trámite de este proceso, debe concluirse que en aspectos como el que se
analiza, los cuales no se encuentran previstos de manera completa e integral en
los Decretos 2591 de 1991 y 306 de 1992, es preciso observar las disposiciones
análogas que consagre el Código de Procedimiento Civil, en lo relativo al
juramento que corresponde prestar al demandante de tutela, respecto de la no
presentación de otras acciones por los mismos hechos e invocando la protección
de los mismos derechos.
De conformidad con
los artículos 75 y 78 del citado Código Procesal, aquellas declaraciones o
afirmaciones hechas por el demandante respecto de los aspectos acerca de los
cuales deba prestar juramento, éste se entenderá otorgado por la presentación
de la demanda suscrita por el accionante o su apoderado.
De manera que no
encuentra esta Corporación justificada la decisión de negar por improcedente la
tutela presentada por la señora Gloria Amparo Rincón Pérez por no haber acudido
a la citación del Juzgado Primero Promiscuo de Cúcuta para reiterar, bajo
juramento, lo que ya había dicho en relación con no haber presentado otras
acciones por las mismas razones, pues tal juramento, como se anotó, se entiende
prestado con la misma presentación de la demanda.
Aún en el evento de
no haberse hecho tal manifestación de manera expresa, si bien es cierto que el
artículo 37 del Decreto 2591 de 1991 impone como deber del demandante hacer tal
declaración bajo juramento, no corresponde esta situación a ninguna de las
causales de improcedencia de las consagradas de manera taxativa en el artículo
6o. del mismo Decreto, cuando la acción se ejerza contra autoridades públicas.
Tampoco se encuentra
como una causal de inadmisión de la acción para su aclaración o corrección,
según el artículo 17 del referido Estatuto, ya que dicha disposición consagra
que la corrección de la solicitud deberá hacerse en el término de tres días,
cuando el juez de tutela así lo disponga, en el evento de que "no
pudiere determinarse el hecho o la razón que motiva la solicitud de
tutela", porque de lo contrario, de no obtenerse por parte del juez la
suficiente claridad respecto a los hechos alegados por el actor o de los
derechos cuya protección solicita, la correspondiente acción se rechazará de
plano.
Ahora bien, respecto de la pretensión de la
accionante, es sabido que el derecho a la salud no es un derecho fundamental
por sí mismo; sin embargo en numerosas ocasiones se ha dispuesto su protección
por medio de la acción de tutela en casos especiales en que se presente
conexidad con otro derecho fundamental, principalmente con el derecho a la
vida. Acerca de este aspecto, basta recordar lo dicho por la Corporación en una
providencia de esta misma Sala de Revisión:
"A pesar de
no aparecer dentro del Capítulo 1, Titulo II de la Constitución, que se
refiere a los Derechos Constitucionales Fundamentales, adquiere esa categoría
por considerarlo, como lo ha hecho esta Corporación2, un "derecho fundamental por conexidad,
los cuales son aquellos que no siendo denominados como tales en el texto
constitucional, sin embargo, les es comunicada esta calificación en virtud de
la íntima e inescindible relación con otros derechos fundamentales, de forma
que si no fueran protegidos en forma inmediata los primeros, se ocasionaría la
vulneración o amenaza de los segundos. Es el caso de la salud, que no siendo en
principio derecho fundamental, adquiere esta categoría cuando la desatención
del enfermo amenaza con poner en peligro su derecho a la vida".
Todo lo anterior
permite concluir que en la Constitución de 1991 la salud de los colombianos es
-por conexidad- un derecho fundamental cuya efectividad corresponde en buena
medida garantizar al Estado, tomando muy en cuenta las específicas necesidades
de su titular y los recursos existentes para satisfacerlas. (...)
El derecho
a la salud (CP art. 49), cuando su vulneración o amenaza compromete otros
derechos fundamentales como la vida, la integridad o el trabajo, o está
relacionado íntimamente con la protección de estos, goza de carácter
fundamental y es susceptible de ser protegido por vía de la acción de tutela.
Cuando no lo es, por el contrario, no puede ser amparado a través de éste
mecanismo."3 (subrayado fuera del texto)
De manera que en el caso sub exámine, debe
establecerse si en efecto el derecho a la salud cuya protección persigue la
accionante, se encuentra o no vulnerado por parte de las autoridades de salud
del Puesto del Barrio Comuneros.
Afirma la señora Gloria Amparo Rincón Pérez
que ha acudido en repetidas ocasiones a dicha institución, como consecuencia de
la remisión que hizo el Hospital Erazmo Meoz de la ciudad de Cúcuta por la
ubicación de su residencia, ya que viene quejándose de unos meses para acá de
fuertes dolores de cabeza; y agrega que no goza de ningún servicio de salud
derivado de la seguridad social, ya que no solamente es una persona de escasos
recursos económicos sino que su marido trabaja en un empleo rural en virtud del
cual, afirma la demandante, no está vinculado a ninguna entidad que le brinde
tal servicio.
A su turno, el Juzgado Primero Promiscuo de
Familia de Cúcuta, al conocer de la demanda de tutela de la señora Rincón Pérez
contra el citado puesto de salud, consideró conveniente oficiar al Director de
éste último, a fin de que informara si la demandante ha recibido allí atención
médica y si tiene historia clínica, para que remitiera copia de la misma. A
folio 14 del expediente obra la respuesta suscrita por el Médico Coordinador de
la Unidad Básica Comuneros del Hospital Departamental Erazmo Meoz, en la cual
expresa que "en los registros de la Unidad no se encuentra dicha
paciente (Historia Clínica)".
La entidad accionada, dentro del proceso
objeto de estudio, se limitó a responder en su oficio que "en los
registros de la unidad no se encuentra dicha paciente (Historia Clínica)",
lo cual por sí mismo no implica desconocimiento o vulneración de los derechos
fundamentales de la accionante. Sin embargo, en este caso considera la Corte
que corresponde a dicha entidad prestar los servicios médicos requeridos por la
accionante para determinar las causas y el tratamiento respectivo, como
consecuencia de los dolores de cabeza que afirma soportar, ya que si bien es
cierto que la salud no es un derecho fundamental por sí mismo, resulta
indispensable establecer a través de los servicios médicos adecuados, el origen
de tales dolores de cabeza a fin de preservar la vida e integridad física de la
señora Rincón Pérez, y dar cumplimiento así a los mandatos constitucionales
referidos.
Lo anterior se hace necesario más aún
teniendo en cuenta las condiciones especiales, desde el punto de vista
económico, en que se encuentra la señora Rincón Pérez, quien precisamente por
ello debe gozar de la protección del Estado, pues el artículo 49 de la Carta
establece que "La atención de la salud y el saneamiento ambiental
son servicios públicos a cargo del Estado. Se garantiza a todas las personas el
acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud."
Además dicha disposición agrega que "La ley señalará los términos en
los cuales la atención básica para todos los habitantes será gratuita y
obligatoria." (se subraya)
Una de las manifestaciones concretas de la
finalidades propias del Estado Social de Derecho se encuentra precisamente en
dar mayor protección a aquellas personas que por diversas razones se encuentran
en situación de debilidad, de desigualdad o indefensión. La precaria situación
económica de muchas personas en Colombia obliga al Estado a adoptar medidas
encaminadas a destinar parte de sus esfuerzos y recursos hacia el mejoramiento
de las condiciones de vida de todos, pero particularmente de los más
desamparados; es así como el artículo 350 de la Constitución establece que
"La ley de apropiaciones deberá tener un componente denominado gasto
público social", y a su turno el artículo 366 de la Carta expresa que
es objetivo fundamental del Estado la solución de las necesidades insatisfechas
de salud, para lo cual, en los planes y presupuestos de la Nación y de las
entidades territoriales, el gasto público social tendrá prioridad sobre
cualquier otra asignación.
De manera que no encuentra la Corporación
excusa alguna para que las entidades de salud públicas como lo es el Puesto de
Salud del Barrio Comuneros de Cúcuta, no le preste la atención médica que
necesite la accionante, por cuanto dicha actividad corresponde a las
finalidades propias del Estado Social y a aquellas que precisamente deben
adelantar esas instituciones de salud en beneficio de los sectores menos
favorecidos de la sociedad; en razón de ello, resulta necesario que la
accionada examine a la señora Rincón Pérez y establezca las causas de sus
dolores de cabeza y el tratamiento para curarlos, según sus capacidades,
recursos y competencias, y en caso de no contar con los elementos suficientes,
remitirla al establecimiento de salud pública correspondiente a fin de que
reciba la atención profesional que requiera.
Ahora bien, cuando la situación de atención
médica inicial reviste el carácter de urgente, como lo ha sido el servicio de
asistencia que ha solicitado la accionante en varias oportunidades como
consecuencia de sus repetidos dolores de cabeza, la Corporación ha dicho:
"Todas las
instituciones que ofrezcan servicios de salud, sean públicas o privadas y
tengan o no celebrado contrato de asistencia con entidades de previsión social,
están obligadas a prestar atención inicial de urgencia,
independientemente de la capacidad socioeconómica de los solicitantes y sin
condicionar ese servicio a pagos previos ni al cumplimiento de los contratos
que eventualmente tengan celebrados con el Estado en materia de seguridad
social. Esa obligación es genérica, perentoria e inexcusable, de tal manera
que, en el caso de probarse la negativa o renuencia de cualquier institución a
cumplirla, se configura grave responsabilidad en su cabeza por atentar contra
la vida y la integridad de las personas no atendidas y, claro está, son
aplicables no solamente las sanciones que prevé el artículo 49 de la Ley 10a de 1990 sino las penales del caso
si se produjesen situaciones susceptibles de ello a la luz de la normatividad
correspondiente[1]." (Sentencia No. 111 de 1993. M.P. Dr. José Gregorio
Hernández)
De todo lo expuesto
se concluye que por ser el derecho a la salud de naturaleza fundamental por su
conexidad con el derecho a la vida y a la integridad física, y teniendo en
cuenta la obligación del Estado de brindar especial protección a las personas
de escasos recursos para la solución de necesidades de salud, y
fundamentalmente en tratándose de una atención inicial de urgencia que requiere
ser suministrada dada su situación personal y el peligro inminente de su vida,
encuentra la Corporación que en el caso sub exámine debe el Puesto de Salud del
Barrio Comuneros de la ciudad de Cúcuta, atender en forma inmediata a la
accionante, para establecer las causas de las dolencias que viene padeciendo,
a fin de evitar poner en peligro este derecho fundamental frente a la ausencia
absoluta de la atención médica solicitada de manera oportuna.
Por lo anteriormente
expuesto, la Corporación procederá a revocar la sentencia objeto de revisión y
en su lugar tutelará el derecho a la salud, por conexidad con el derecho
fundamental a la vida, de la accionante Gloria Amparo Rincón Pérez, y debido a
que se trata de un caso excepcional que requiere de la atención médica
respectiva para garantizar el acceso a la recuperación de la salud, como
servicio público a cargo del Estado, en los términos del artículo 49 de la
Constitución Política.
IV. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución
RESUELVE:
PRIMERO. REVOCAR el fallo proferido por el Juzgado Primero
Promiscuo de Familia de la ciudad de Cúcuta, de fecha 6 de septiembre de 1995,
en el proceso de la referencia, por medio del cual se rechazó la tutela
impetrada por doña Gloria Amparo Rincón Pérez. En su lugar, CONCEDER la
tutela de los derechos a la vida y a la salud de la accionante, de conformidad
con la parte motiva de esta providencia.
SEGUNDO. ORDENAR al puesto de Salud del Barrio Los Comuneros
de la ciudad de Cúcuta que dentro del término de cuarenta y ocho (48) horas
siguientes a la notificación de esta providencia, suministre la atención
inicial médica, requerida con carácter urgente por la accionante, en relación
con las dolencias físicas que padece en detrimento de su vida.
TERCERO. LIBRENSE
por Secretaría las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los
efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
2 Sentencia No. T- 571 del 26 de octubre de
1.992. Magistrado Ponente: Dr. Jaime Sanín Greiffenstein.
3 Sentencia
No. T-116 de 1993. Magistrado Ponente: Dr. Hernando Herrera Vergara.
[1]Corte Constitucional. Sentencia T-111 de 1.993. Magistrado
Sustanciador Dr. José Gregorio Hernández Galindo. |
598 | T-557-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-557/95
ACCION DE TUTELA
TEMERARIA-Naturaleza
Cuando el
demandante directamente, o a través de representante judicial presenta la misma
acción de tutela sobre los mismos hechos ante el Juez respectivo en forma
temeraria, quebranta los principios constitucionales "a la buena fe, la
economía y la eficacia procesal, porque desconoce los criterios de probidad que
exige un debate honorable, dilata maliciosamente la actuación judicial e impide
alcanzar los resultados que el Estado busca con la actuación procesal".
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-violencia
física a compañera permanente/INDEFENSION-violencia física a compañera
permanente
Los hechos
originarios de la acción de tutela, obedecen a la conducta asumida por el
demandado para con su compañera, contra quien éste ejerce actos de violencia
tanto físicos como morales habida cuenta de su situación de superioridad
física. Igualmente resulta claro que se trata de una tutela instaurada contra
un particular, aspecto que en este caso es procedente si se observa la
circunstancia en la que se halla la demandante, frente a la conducta asumida
por el demandado. Así las cosas, la indefensión en el caso concreto es
ostensible y tiene plena cabida, después de examinar la conducta realizada por
el accionado frente a la situación de desventaja en que se halla la accionante.
DERECHO A LA VIDA-violencia física a compañera permanente/DERECHO
A LA INTEGRIDAD PERSONAL-violencia física a compañera permanente/MALTRATO
ENTRE COMPAÑEROS PERMANENTES
No hay duda de
que el comportamiento violento del accionado es de tal magnitud que atenta y
pone en peligro la vida e integridad de la demandante, ya que se le han causado
lesiones personales en el rostro, hasta el punto de llegar a producirle heridas
que han requerido asistencia médica de urgencia para suturarlas; asimismo, la
circunstancia de que el demandado posee un arma de fuego que amenaza su
tranquilidad y tiene en su poder las llaves de la casa con las que ha penetrado
en varias ocasiones, como también el temor que siente, frente a la posibilidad
de que el demandado ingrese por la parte trasera e incurra en algún hecho
punible que afecte la integridad de la actora, todo lo cual requiere de la
protección del derecho a la vida considerado como fundamental dentro de la
estructura constitucional vigente plasmada en la norma superior.
Ref.:
Expediente No. T-82.362
Peticionario:
Blanca María Yopasa Ramírez contra
Alirio Alfonso Romero.
Procedencia:
Juzgado Cuarenta y seis Penal
del Circuito de Santafé de Bogotá.
Tema:
Derecho a la Vida e integridad personal.
Magistrado
Ponente:
Dr. HERNANDO
HERRERA VERGARA
Santa Fe de Bogotá,
D.C., veintinueve (29) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO, FABIO MORON DIAZ Y HERNANDO HERRERA VERGARA, procede a
revisar los fallos proferidos, en primera instancia por el Juzgado Primero
Penal Municipal de Santafé de Bogotá, el diez (10) de agosto de 1995; y de
segunda instancia por el Juzgado Cuarenta y Seis Penal del Circuito de esta
misma ciudad, el dieciocho (18) de septiembre del mismo año.
El expediente llegó
al conocimiento de esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional por
remisión que hiciera el Juzgado Cuarenta y Seis Penal del Circuito de Santafé
de Bogotá, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 31 del Decreto 2591 de
1991.
Con fundamento en
los artículos 86 de la Constitución Política, y 33 del Decreto 2591 de 1991, la
Sala de Selección Número Diez (10) de la Corte Constitucional escogió para
efectos de revisión, la acción de tutela.
I. ANTECEDENTES
La señora BLANCA
MARIA YOPASA RAMIREZ, mediante apoderado judicial, instauró acción de tutela
contra ALIRIO ALFONSO ROMERO, con el fin de solicitar la protección de sus
derechos fundamentales a la vida e integridad personal, mientras el Juzgado
Dieciocho (18) de Familia de Santafé de Bogotá, dirime la controversia
patrimonial y familiar suscitada entre ella y su compañero (el demandado),
pues, hasta tanto el proceso no termine, permanecería en situación de peligro
por habitar con él en el mismo inmueble.
Refiere que inició
vida marital con el demandado desde el mes de abril de 1980, de cuya unión
nacieron dos hijas, hoy día menores de edad, y contra quien promovió un proceso
ordinario en el Juzgado Dieciocho (18) de Familia de esta ciudad, encaminado a "preconstituír
la Sociedad Patrimonial Marital de Hecho, su disolución y liquidación".
Adujo que el 22 de
julio de 1995 el señor Alirio Alfonso Romero le ocasionó unas lesiones
personales que, según dictamen médico legal, "Presenta herida de dos
centímetros con edema perilesional de línea media de región frontofacial.
Equímosis y edema en cuarto dedo de mano izquierda, hematoma subgaleal
occipital izquierda, lesiones ocasionadas por elemento contundente (...)",
fijándosele una incapacidad médico legal definitiva de diez días sin secuelas
médico legales, por lo que el 25 de julio formuló el correspondiente denuncio
penal ante la Alcaldía Local de Suba.
Agrega el apoderado
de la demandante que desde el 22 de julio del año en curso, el accionado se
marchó de su domicilio habitual, llevando consigo a las menores arriba citadas,
señalando que:
"Si bien es
cierto que para el momento de elaboración de esta Acción de Tutela, el señor
Alirio Alfonso Romero se ha ubicado en otro lugar no totalmente identificado,
no deja de ser cierto que la casa inmueble donde se domicilia la pareja no
ofrece seguridad plena y absoluta en favor de BLANCA MARIA YOPASA RAMIREZ, toda
vez que el señor ALIRIO ALFONSO ROMERO tiene en su poder las llaves de acceso
al inmueble, e idénticamente puede introducirse por la parte posterior de la
casa sin dificultad alguna, como ya lo ha hecho en otras oportunidades. De no
colocarse freno a tal comportamiento (...) sin temor a exageraciones podría
verse avocado a la comisión de una acción punible grave, ya que en su poder
existe arma de fuego, al parecer amparada por salvoconducto".
"En ese
sentir, la vida e integridad física de mi defendida se hallan constantemente en
peligro, y por ende le asiste el amparo de tutela como medida transitoria provisional
que con el auxilio de la fuerza pública uniformada evite y sustraiga al señor
ALIRIO ALFONSO ROMERO de incursionar en tan deplorables desafueros".
Adicionalmente
expresó que con anterioridad a esta acción de tutela instauró otra contra el
señor Alirio Alfonso Romero en la cual pretendía preservar la "(...)
intimidad e integridad sico-sexual de su hija menor (...)", acción que
culminó ordenándole "separar en forma inmediata su cuarto de habitación
del de la menor (..)". En la actualidad, cursa en su contra el proceso
número 161.811, en la Fiscalía 101 Delegada, Unidad II de Vida, de esta ciudad,
por los actos reprochables ocasionados contra la mencionada menor.
II. PRETENSIONES
La demandante
solicita que se ordene al demandado abstenerse de incurrir en actos de
violencia físicos o verbales contra ella y atentar contra su vida e integridad
personal; respetar en todo sentido la paz, la tranquilidad y el libre acceso al
inmueble que habita; y al comandante de la Estación Décima Primera de
Policía de Santafé de Bogotá prestarle la debida vigilancia y protección.
III. LAS
DECISIONES JUDICIALES QUE SE REVISAN
a) Sentencia del
Juzgado Primero Penal Municipal de Santafé de Bogotá.
Correspondió conocer
la acción de tutela al Juzgado Primero Penal Municipal de Santafé de Bogotá, el
cual dictó sentencia el diez (10) de agosto de 1995, en el sentido de tutelar
los derechos a la vida e integridad personal de la señora Blanca María Yopasa
Ramírez, con fundamento en las siguientes razones:
"Como quiera
que está demostrado en el caso presente que María Yopasa Ramírez ha sido objeto
de un sin número de agresiones físicas como verbales por parte de su compañero
permanente, y las cuales le han ocasionado lesiones personales, cuyos actos
atacantes se han venido repitiendo tiempo atrás, demostrando que su violencia
agresiva está en aumento, haciendo ante esta circunstancia la atención urgente
del Estado al problema en guarda a la vida e integridad personal de la señora
Blanca María Yopasa, pues si bien la accionante goza de otro medio de defensa
judicial y el cual ha iniciado conforme a lo manifestado, mediante denuncia
penal, en contra del señor Alfonso Romero, en virtud a la última incapacidad
dada por el Instituto de Medicina Legal, respecto a las lesiones recibidas en
su integridad personal, por hechos acahecidos (sic) el día 22 de julio del año
en curso, en aras de la protección judicial efectiva de las garantías
constitucionales, se le debe tutelar a este respecto.
Impugnación.
El apoderado del
accionado, interpuso recurso de apelación contra la sentencia proferida por el
Juzgado Primero Penal Municipal de Santafé de Bogotá, con fundamento en que la
demandante formuló con anterioridad una "(...) tutela que tramitó ante
el juzgado 19 de Familia de Santafé de Bogotá por los mismos hechos pero
con otro fin, acción que deliberadamente no fue puesto en conocimiento de su
despacho, pues no aparece por ninguna parte de la providencia, violándose así
el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991 en su inciso 2 cuando dice ' El que
interponga la acción de tutela deberá manifestar bajo la gravedad del
juramento, que no ha presentado otra respecto de los mismos hechos y derechos.
Es evidente que la accionante ha obrado de mala fe"
Considera que la
señora BLANCA MARÍA YOPASA RAMÍREZ se ha venido catalogando como una víctima de
la presunta conducta de su compañero, haciendo creer a las autoridades que ella
es una "mártir" de la situación. Lo anterior lo fundamenta citando
diversas acusaciones infundadas que ha realizado contra el señor ALIRIO ALFONSO
ROMERO, cuyos hechos, aduce, la mayoría de las veces se originaron como
consecuencia de las conductas agresivas de la misma accionante, tanto así, que
el demandado junto con sus hijas han tenido que huír muchas veces de su hogar.
b) Sentencia del
Juzgado Cuarenta y Seis Penal del Circuito de Santafé de Bogotá.
El Juzgado Cuarenta
y Seis Penal del Circuito de Santafé de Bogotá mediante providencia de
dieciocho (18) de septiembre de 1995, resolvió la impugnación presentada por la
demandante, mediante la cual confirmó el fallo proferido por el Juzgado Primero
Penal Municipal de Santafé de Bogotá, con base en los siguientes argumentos:
Consideró el
despacho importante revisar el contenido de la tutela que se promovió con
anterioridad y la cual tuvo su trámite en el Juzgado 19 de Familia de Santafé
de Bogotá, para observar si existió pronunciamiento sobre los mismos hechos que
dieron origen a la presente tutela. En efecto, el ad-quem constató que (...)
cierto es lo dicho por el recurrente en cuanto hace a que hechos similares a
los aquí consignados se denunciaron en aquella oportunidad, pero cuando se
decidió lo pertinente (...)" el a quo "(...) nada dijo, ocupándose
unicamente (sic) de tutelar lo atinente a la protección de la menor (...), lo
que no impide en absoluto que nos pronunciemos ahora."
Analizando
nuevamente las pruebas testimoniales y documentales que comprueban la
existencia de maltratos físicos y morales, y basándose en la sentencia T-529 de
1992, y T-522 de 1994 de esta Corporación, concluyó que la providencia
recurrida ameritaba total confirmación, resaltando su desacuerdo con respecto
de los argumentos esbozados por el apoderado del demandado y que sustentaron la
impugnación, porque "(...) es la realidad probatoria la que nos lleva a la
convicción de los malos tratos inferidos por éste a la señora Blanca María
quien no es que busque por ambición quedarse con los bienes habidos dentro de
la unión sino salvaguardar su vida evitando ser víctima del trato cruel e
inhumano inferido por el demandado (...).
1. La
Competencia
De conformidad con
lo dispuesto en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 a 36 del Decreto
2591 de 1991, esta Sala es competente para revisar el fallo proferido por
Juzgado Primero Penal Municipal de Santafé de Bogotá, y por el Juzgado Cuarenta
y Seis Penal del Circuito de esta misma ciudad.
2. Cuestión
preliminar
En el presente
asunto se trata de dilucidar la procedencia de la acción de tutela instaurada
mediante apoderado y como mecanismo transitorio, por la señora Blanca María
Yopasa Ramírez contra Alirio Alfonso Romero, con el fin de proteger sus
derechos fundamentales a la vida e integridad personal presuntamente amenazados
por éste, mientras el Juzgado 18 de Familia de esta ciudad decide “la
controversia patrimonial y familiar” suscitada entre ellos.
En primer lugar,
debe advertirse que con antelación a la presente tutela, la accionante presentó
otra contra el señor Alirio Alfonso Romero, para lo cual es necesario resumir
los hechos que dieron origen a la tutela inicialmente presentada, como también
los motivos que dieron lugar a la que en esta oportunidad ocupa la atención de
la Sala, con el propósito de considerar si se presentaron los presupuestos
necesarios para la ocurrencia de una acción temeraria.
En efecto, el
Juzgado Diecinueve de Familia de Santafé de Bogotá, despacho que conoció en
primera instancia la tutela presentada el cinco (5) de julio de 1994, resumió
los hechos de la siguiente manera:
"La
accionante consideró que su esposo o compañero y padre de sus hijas, vulneró
los derechos a la igualdad, intimidad personal y familiar, el respeto recíproco
de los miembros de la familia. (...) En cuanto a la intimidad personal y
familiar se presenta como consecuencia de los continuos y habituales
escándalos. Compartir
el lecho padre e hija viola el derecho al libre desarrollo de la personalidad
porque le induce a ejecutar hechos para los que aún no tiene libertad para
consentirlos, habiendo los delitos de corrupción de menores e incesto. Se viola
la honra, la dignidad y la intimidad de la familia, lo mismo que la igualdad de
derechos y deberes de la pareja, se pierde el respeto entre padres e hijos,
llegándose a la destrucción de la familia y se producen traumas sicológicos a
las menores. Se violan los derechos fundamentales de sus hijas por el acceso
carnal que se tiene con una de ellas y el mal ejemplo dado a las dos niñas
cuando él las lleva a la tienda y consume bebidas alcohólicas".
(Subrayado fuera de texto).
En consecuencia la
accionante solicitó: que se ordenara al demandado a suspender "(..) la
convivencia con su hija (...), se prohíba a su compañero llevar a sus hijas a
cantinas o tiendas a que lo acompañen a consumir bebidas embriagantes.
Finalmente pide que se ordene a la EDIS no cancelar a su compañero permanente
el valor de sus prestaciones".(Subrayado fuera de texto).
El Juzgado citado,
por medio de la sentencia de diecinueve (19) de julio de 1994, concedió la
tutela y ordenó al demandado separar en forma inmediata su cuarto del de su
hija; lo previno en relación con el desacato de la providencia; envió copias al
Juez Penal competente para que investigara las conductas descritas en el
proceso, así como al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar para que tomara
las medidas preventivas necesarias.
Los hechos que
dieron origen a la tutela objeto de esta revisión, tuvieron como fundamento la
estimación realizada por la accionante de encontrar amenazada su vida e
integridad personal por el señor Alirio Alfonso Romero, lo que en su sentir y
por las declaraciones de los testigos recepcionadas por el Juzgado Primero
Penal Municipal de Santafé de Bogotá, la afecta, tanto físicamente como de
palabra; conducta que dio lugar a lesiones personales en su integridad física.
Por este motivo y debido a que el accionado posee un arma de fuego además de
las llaves de la casa que la accionante habita, y teniendo en cuenta la
posibilidad de este de penetrar por la parte posterior del inmueble en mención,
solicita en consecuencia que se le protejan sus derechos fundamentales,
ordenándole abstenerse de incurrir en actos de violencia físicos y verbales
contra ella; atentar contra su vida e integridad personal, ya sea en forma
directa o indirecta; respetar la paz, tranquilidad, el libre acceso al inmueble
que habita, mientras el Juzgado 18 de Familia se pronuncia de fondo respecto
del proceso cuyos actores son los aquí accionante y accionado.
No obstante lo
anterior, en declaración rendida por la demandante ante el Juzgado Primero
Penal Municipal de Santafé de Bogotá, expresó que con antelación a esta tutela
había presentado la misma acción contra el mismo demandando, pero por hechos
diferentes. De igual modo, el apoderado de la demandante, en la diligencia de
ratificación de la acción de tutela declaró bajo la gravedad del juramento: "No
he presentado acción de tutela alguna ante autoridad judicial por los mismos
hechos que aquí se invocan". (Subrayado no son del texto
original).
3. La
temeridad en la acción de tutela.
En primer lugar, no
debe dejarse de lado que el Decreto 2591 de 1991, reglamentario del artículo 86
de la Carta Política, en el artículo 37 consagra que una de las actuaciones que
debe allegarse en toda acción de tutela al momento de presentarse ante
cualquier Juez de la República, es la manifestación bajo la gravedad del
juramento que el solicitante no ha presentado otra sobre los mismos hechos. De
esta manera se establece una responsabilidad de carácter penal para el
recurrente, en caso de faltar a la verdad ante la autoridad respectiva cuando
afirma que no ha formulado otra acción de tutela acerca de los mismos hechos
sobre los cuales solicita el amparo o protección de sus derechos fundamentales.
Sobre el particular el artículo 38 del Decreto citado, prescribe lo siguiente:
"Actuación
temeraria. Cuando, sin motivo expresamente justificado, la misma acción de
tutela sea presentada por la misma persona o su representante ante varios
jueces o tribunales, se rechazarán o decidirán desfavorablemente todas las
solicitudes. El abogado que promoviere la presentación de varias acciones de
tutela respecto de los mismos hechos y derechos, será sancionado con la
suspensión de la tarjeta profesional al menos por dos años. En caso de
reincidencia, se le cancelará su tarjeta profesional, sin perjuicio de las
demás sanciones a que haya lugar".
Acerca de lo
anterior, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, al examinar
la tutela número T-443 de 1995, Magistrado Ponente Alejandro Martínez
Caballero, tuvo oportunidad de pronunciarse en los siguientes términos :
"Esas
actuaciones signadas por la temeridad en la acción, nos remiten a los albores
de la culpa aquiliana, siendo las costas una forma de pena civil contra
quien sin razón alguna instauraba una acción o temerariamente se oponía a ella,
ocasionándose un daño injusto que debía ser reparado.
En Colombia, la
teoría de la culpa aquiliana fué adoptada desde antes de la Constitución de
1886 (Código Judicial de la Nación) en 1872, reformado en 1873, editado en 1874
y adoptado por el artículo 1° de la Ley 57 de 1887; se consagró en el artículo
575 de la Ley 105 de 1931 que habló de temeridad maliciosa. Se decía que quien
proceda con temeridad era el "improbus litigator" de que hablaba
justiniano ("contendiente deshonesto", "pleitista de mala
fé", quien promueve un perjuicio sin derecho y con mala intención). El
elemento de temeridad consistía, según la doctrina, en la conciencia plena de
la injusticia o en el reconocimiento de su propia falta de razón.
En 1951 (decreto
243, artículo 2°) se dejó de lado la culpa aquiliana, criterio subjetivo, y fué
reemplazado por el criterio objetivo del litigante vencido en juicio como
sujeto que paga costas.
Este criterio
objetivo permanece en el actual Código de Procedimiento Civil (art. 392 y
siguientes), sin embargo paralelamente a las costas y dentro del
esquema de la responsabilidad patrimonial de las partes, el mismo Código,
artículo 72, establece:
'Cada una de las
partes responderá por los perjuicios que con sus actuaciones procesales,
temerarias o de mala fé, causa a la otra o a terceros intervinientes. Cuando en
el proceso o incidente aparezca la prueba de tal conducta, el Juez, sin
perjucio de las costas a que haya lugar, impondrá la correspondiente condena en
la sentencia o en el auto que los decida (...)' ".
La conducta
temeraria, se entiende pues, como aquella actitud realizada por quien promueve
la demanda de tutela "(...) a sabiendas de que carece de razones para
hacerlo, o asume actitudes dilatorias con el fin de entorpecer el desarrollo
ordenado y ágil del proceso"[1],
que es extensible al apoderado del demandante.
En estas
circunstancias, cuando el demandante directamente, o a través de representante
judicial presenta la misma acción de tutela sobre los mismos hechos ante el
Juez respectivo en forma temeraria, quebranta los principios constitucionales
"a la buena fe, la economía y la eficacia procesal, porque desconoce los
criterios de probidad que exige un debate honorable, dilata maliciosamente la
actuación judicial e impide alcanzar los resultados que el Estado busca con la
actuación procesal".[2]
4. La
inexistencia de temeridad en el caso concreto.
En el caso sub
examine es procedente el examen de los hechos materia de revisión, por cuanto
la demanda cumple con los requisitos de que trata el Decreto 2591 de 1991, con
la manifestación bajo la gravedad del juramento formulado por la demandante en
el sentido de no haber presentado otra demanda de tutela, sobre los mismos
hechos, ya que a juicio de la Corporación, la tutela nuevamente presentada por
la accionante en representación de sus hijas perseguía proteger la integridad
de estas en la forma relacionada en el respectivo proceso, sobre el cual el
Juez de tutela resolvió en su oportunidad. Y la que ahora es objeto de estudio,
instaurada por la misma demandante, mediante apoderado, busca proteger su
derecho a la vida e integridad personal, teniendo en cuenta, los continuos
actos violentos por parte de su compañero Alirio Alfonso Romero.
En consecuencia, a
falta de los presupuestos necesarios, la Corte estima que no se incurrió en
actuación temeraria y por consiguiente procederá a resolver el asunto materia
de la presente revisión de tutela.
4. Estado de
indefensión. Tutela contra particulares. Derecho a la vida e integridad
personal.
Los hechos
originarios de la acción de tutela, como anteriormente se señaló, obedecen a la
conducta asumida por el señor Alirio Alfonso Romero para con su compañera
Blanca María Yopasa, contra quien éste ejerce actos de violencia tanto físicos
como morales habida cuenta de su situación de superioridad física.
Igualmente resulta
claro que se trata de una tutela instaurada contra un particular, que debe
cumplir con los requisitos establecidos en el artículo 42 del Decreto 2591 de
1991, el cual en su numeral 9o. señala: "Cuando la solicitud sea para
tutelar la vida o la integridad de quien se encuentre en subordinación o
indefensión (..)"; aspecto que en este caso es procedente si se
observa la circunstancia en la que se halla la demandante, frente a la conducta
asumida por el demandado.
Sobre el punto
materia del análisis la Corporación expresó lo siguiente al referirse al tema
de las agresiones que lesionan la integridad física de las personas:
"e. Se trata
en este caso concreto de un conjunto de relaciones de carácter doméstico en que
el marido colocándose en situación de superioridad física, abusa de su
presencia en el hogar y despliega la potencia de su habilidad adquirida para
someter cualquier resistencia de la mujer; adviértase que esta situación se
configura en el caso de la incapacidad material y física de detener por medios
civilizados una agresión de tal índole que, como en el caso que se examina,
pone en grave peligro la vida y la integridad personal de la agredida. La
indefensión a que hace referencia la norma que se cita está constituida
precisamente por la falta de defensa física o por la carencia de medios físicos
para repeler la ofensa contra la vida o la integridad producida por una persona
natural a la que se debe respeto, afecto y consideración"[3].
Igualmente estimó la
Corte que :
"(...)
mirada la situación desde el punto de vista fáctico, se tiene un verdadero
estado de indefensión que hace viable la tutela, por cuanto en el ámbito
hogareño la quejosa está a merced de la fuerza física y la voluntad del varón,
quien abusa de sus ventajas para ofenderla y maltratarla[4].
Así las cosas, la
indefensión en el caso concreto es ostensible y tiene plena cabida, después de
examinar la conducta realizada por el accionado frente a la situación de
desventaja en que se halla la accionante.
De otro lado, para
esta Sala no hay duda de que el comportamiento violento del accionado es de tal
magnitud que atenta y pone en peligro la vida (Art. 11 C.P.) e integridad
(Art. 12 C.P.) de la demandante, ya que, como consta en las declaraciones de
los testigos rendidas ante el juez de primera instancia, se le han causado
lesiones personales en el rostro, hasta el punto de llegar a producirle heridas
que han requerido asistencia médica de urgencia para suturarlas; asimismo, la
circunstancia de que el demandado posee un arma de fuego que amenaza su tranquilidad
y tiene en su poder las llaves de la casa con las que ha penetrado en varias
ocasiones, como también el temor que siente, frente a la posibilidad de que el
demandado ingrese por la parte trasera e incurra en algún hecho punible que
afecte la integridad de la actora, todo lo cual requiere de la protección del
derecho a la vida considerado como fundamental dentro de la estructura
constitucional vigente plasmada en la norma superior.
Sobre este aspecto,
cabe expresar que la existencia de otro medio de defensa judicial para
solicitar el amparo de los derechos de la demandante con fundamento en las
denuncias que ha presentado ante la Policía Metropolitana de Bogotá, estando de
por medio un derecho inviolable, no impide el ejercicio de la acción de tutela
como mecanismo principal para la protección inmediata de los derechos
fundamentales a la vida e integridad personal. En relación con lo anterior ha
afirmado la Corte:
Ahora bien, el
criterio según el cual la peticionaria goza de otro medio de defensa judicial
por cuanto está en posición de iniciar un proceso penal contra su compañero
permanente por las lesiones personales que le cause, resulta ser equivocado
desde el punto de vista de la protección judicial efectiva de las garantías
constitucionales, teniendo en cuenta que la pena siempre será posterior al
ilícito y que con su imposición no se remedia el perjuicio ya causado. En
tal sentido, someter a la persona a la exigencia de nuevos daños a su
integridad personal para alcanzar la protección del juez implica contrariar el
sentido de amparo eficaz de los derechos en que se inspira la Constitución. Los
antecedentes del caso dan lugar a que la afectada tema fundadamente que será
atacada de nuevo, lo cual significa que hay amenaza verdadera, inclusive contra
su vida. La administración de justicia debe poder actuar con miras a evitar que
los hechos conduzcan a un resultado fatal[5]". (Subrayas no son del texto).
Por las razones
relacionadas anteriormente, la Sala Sexta de Revisión de la Corte
Constitucional habrá de confirmar en todas sus partes el fallo proferido por el
Juzgado Primero Penal Municipal de Santafé de Bogotá, que a su vez confirmó la
sentencia del Juzgado Cuarenta y Seis Penal del Circuito de esta misma ciudad,
mediante la cual se concedió la tutela formulada por Blanca María Yopasa contra
Alirio Alfonso Romero, como así se dispondrá en la parte resolutiva de esta
providencia.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de Tutela de la Corte Constitucional,
obrando en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. Confirmar
el fallo proferido por el Juzgado Primero Penal Municipal de Santafé de Bogotá,
el dieciocho (18) de septiembre de 1995, que a su vez confirmó la sentencia
proferida por el Juzgado Cuarenta y seis Penal del Circuito de esta misma
ciudad, el diez (10) de agosto de 1995, en relación con la tutela formulada por
BLANCA MARIA YOPASA RAMIREZ, por las razones expuestas en la parte motiva de
esta providencia
Segundo. Líbrense
por secretaría, las comunicaciones de que trata el artículo 36 del decreto 2591
de 1991.
Notifíquese,
cópiese, publíquese, comuníquese a quien corresponda e insértese en la Gaceta
de la Corte Constitucional, envíese al Despacho de origen y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General.
[1]Corte Constitucional, Sentencia de tutela número 327 de 1993,
Magistrado Ponente: Antonio Barrera Carbonell.
[2]Corte Constitucional, sentencia de tutela número 327 de 1993,
Magistrado Ponente, Antonio Barrera Carbonell.
[3]Corte Constitucional, Sentencia de tutela número 529 de 1992,
Magistrado Ponente Fabio Morón Díaz.
[4] Corte Constitucional, Sentencia de tutela número 487 de 1994,
Magistrado Ponente: José Gregorio Hernández Galindo.
[5]Corte Constitucional, sentencia de tutela número T-487 de 1994,
Magistrado Ponente: José Gregorio Hernández Galindo. |
599 | T-558-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-558/95
DERECHO DE
PETICION-Expedición de
libreta militar
Es obvio que
constituye ejercicio del derecho de petición solicitar la entrega de libreta,
entregando para el caso los recibos de pago correspondientes, teniendo derecho
a obtenerla, y acudir al Distrito Militar para reclamarla. De manera que al
demandante hay que concretarle con la entrega de la libreta la definición de su
situación militar, o justificarse razonablemente por escrito el motivo para no
entregarla. Como ésto no ha ocurrido, no se ha resuelto el derecho de petición.
DEMANDA DE TUTELA-Competencia para expedir libreta/INSTITUCION
MILITAR-Competencia para expedir libreta
No se diluye la
obligación del Estado por el hecho de que el interesado no acuda en forma
exacta al subalterno que hoy tramita la solicitud. El accionante se dirigió
precisamente al Distrito Militar donde le tramitan la solución a su situación
militar. Si otros funcionarios u otro Distrito colaboran en el trámite, esto en
nada afecta la prosperidad de la tutela porque se trata de la misma
Institución: el Ejercito Nacional, y de la misma función adelantada por la
Dirección de Reclutamiento. Siendo ello así, no se podía esquivar una decisión
protectora con la tesis de que la acción no se dirigió contra el Distrito
Militar de Santafé de Bogotá, cuya única colaboración es la de expedir la
tarjeta y remitirla a Cartagena para que sea entregada al interesado. El
procedimiento en la tutela debe ser expedito, eficaz y no sujeto a formalismos
enervantes.
Ref.: Expediente
No. 79741
Peticionario:
Adolfo Cortecero
Procedencia:
Tribunal Administrativo de Bolívar.
Tema: Derecho de
Petición.
Magistrado
Ponente:
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá,
D.C., veintinueve (29) de noviembre de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la acción de
tutela radicada bajo el Nº 79741, interpuesta por Adolfo Cortecero Bossio.
ANTECEDENTES
1. Solicitud.
Adolfo Cortecero
Bossio instauró acción de tutela contra el responsable del Distrito Militar Nº
14 de Cartagena por cuanto no se le ha entregado la libreta militar pese a
tener los requisitos para obtenerla.
Considera que se le
viola el derecho al trabajo porque sin libreta militar no puede laborar, al
estudio porque no lo han graduado en la Universidad del Atlántico debido a la
falta de ese requisito, a la vida porque no se puede identificar militarmente
en los retenes del ejército y lo tratan por lo mismo de
"guerrillero", y, además cita el artículo 23 de la Carta Política que
se refiere al derecho de petición.
2. Pruebas.
2.1. El Comandante
del Distrito Militar Nº 14 perteneciente a las Fuerzas Militares de Colombia,
Ejército Nacional, le dice al Juez de Tutela que el joven definió su situación
militar en 1989 pero que sólo pagó la cuota de Compensación militar en 1993, y,
en 1994 canceló el recibo de laminación y correo.
También informa que
en Santafé de Bogotá se rechazó la documentación "por no estar en el
sistema"; que el 10 de noviembre de 1994 otra vez se remitió oficio y
nuevamente se rechazó por las oficinas de reclutamiento de la capital.
Se agrega que el 10
de enero de 1995, el Comandante del Distrito Militar Nº 14 remitió por tercera
vez los papeles a Santafé de Bogotá donde elaboran las tarjetas militares,
"no se ha recibido respuesta alguna de ese Comando Superior". Se
dirigió la documentación a la DIRECCION DE RECLUTAMIENTO.
2.2. El Comandante
del Distrito Militar Nº 14 de Cartagena, pormenorizó lo ocurrido, así:
"El señor
Cortecero Bossio definió su situación militar, según consta en actas que
reposan en el archivo del Distrito Militar 14 en el año de 1988, año en el cual
el señor Bossio recibió su recibo de Caja por concepto de cuota de compensación
militar, el cual no canceló. Posteriormente cinco años después se acercó
nuevamente al Distrito Militar 14 solicitando una reclasificación de su recibo,
el cual se le hizo y fué cancelado. Un año mas tarde volvió a las instalaciones
del Distrito por el segundo recibo el cual canceló y rindió su documentación en
el mes de agosto, la cual fué enviada a la Dirección de Reclutamiento y
devuelta por la misma dirección de reclutamiento por no existir en el sistema,
en el mes de noviembre se hizo un nuevo envío con el fin de que el joven fuera
incluido en el sistema sin tener ningún resultado positivo fué rechazado
nuevamente, en enero de 1995 se hizo el último envío el cual hasta la fecha no
ha tenido respuesta alguna, es de tener en cuenta que el señor Cortecero Bossio
Adolfo, abandonó el proceso de definición de la situación militar en el año de
1988, por un período de cinco a los cuales la Dirección de Reclutamiento, con
el propósito de modernizar su sistema integró la red de sistematización de los
Distritos Militares en el año de 1989, por lo cual fué incorporado a dicha
sistematización y es por esto que tiene problemas en el trámite de su Libreta
Militar en la actualidad. El proceso de definición de situación militar está
consagrado en la Ley 48 de 1993 y explica en forma detallada los pasos a seguir
para la adquisición del documento que legaliza la situación de la libreta
Militar. Es de tener en cuenta que todo documento público tiene una fecha de
fenecimiento y que el señor Adolfo Cortecero Bossio irresponsablemente abadonó
por un largo tiempo el proceso y debe tener paciencia para la adquisición de
dicho documento pues se debe incluir en el sistema e integrarlo nuevamente al
proceso".
3. Decisión del
Tribunal Administrativo de Bolívar.
El 15 de agosto de
1995 el citado Tribunal no accedió a las pretensiones del accionante porque en
opinión del Tribunal la tutela no se dirigió contra el Distrito Militar de
Bogotá o la Comandancia del Ejército sino contra el Distrito Militar de
Cartagena. Dice la sentencia:
"Por último,
el señor Comandante dice en el informe que corre folio 15, que la obligación
del Distrito 14 es la de resolver la situación militar de los bolivarenses, no
la de elaborar las Libretas Militares, "ya que esta función solamente
le compete al Distrito Nº 55 Especial con sede en Bogotá. Considera que él ha
cumplido "enviando la documentación".
De acuerdo con la
documentación anterior, y con el testimonio del Teniente Gabriel Trujillo
Escolar, con fecha 10 de Enero de 1995, por medio del Oficio Nº 783, fueron
enviadas a Bogotá las listas de las personas que tienen Derecho a su libreta
Militar (folio 17, 18, 19 y 20).
Igualmente, se
observa que el mencionado funcionario envió a Bogotá durante el año de 1994,
(folio 17, 21, 22, 23 y 24) las listas respectivas, encontrándose en ellas el
señor Cortecero Bossio Adolfo.
Indudablemente,
este funcionario ha hecho todo lo que está a su alcance para que las Oficinas
Nacionales en Bogotá (Distrito 55 con sede en Bogotá) expidan al accionante la
respectiva Libreta Militar, lo cual no ha sido posible.
Pero como esta
acción de Tutela fué interpuesta en contra del Distrito Militar Nº 14, a
cargo del Teniente Trujillo Escobar, esta Corporación no podría condenar al
Distrito Nº 55 Especial de Bogotá o a la Comandancia del Ejército Nacional,
pues, se repite, la Tutela no fué interpuesta contra estos dos Organos del
Ministerio de Defensa.
No ha sido
notificadas dichas entidades y por ello no se les ha escuchado en sus informes
y explicaciones sobre las razones de la no expedición de la Libreta Militar del
accionante.
Como quiera que
el Comandante del Distrito Nº 14 de Cartagena ha demostrado su diligencia
respecto de los informes enviados a Bogotá, no se accederá a la Tutela invocada
en contra de este funcionario".
Como la sentencia no
fue impugnada, fue remitido el expediente a la Corte Constitucional para su
eventual revisión.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
A. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 2º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
II. CASO
CONCRETO.
Consta en el
expediente que el solicitante definió su situación militar en 1989, pero no se
le ha entregado la libreta o "tarjeta militar".
La demora se ha
debido por una parte a falta de interés del propio Adolfo Cortecero para
cancelar unos pagos y por eso su nombre quedó borrado del "sistema",
pero, desde finales del año pasado Cortecero Bossio cumplió con todas las
exigencias y trámites; el Distrito Militar Nº 14 retornó la tramitación y ya
van muchos meses sin que la Dirección de Reclutamiento que tiene sede en
Santafé de Bogotá lo hubiera integrado nuevamente al sistema a fin de elaborar
la tarjeta militar, que es lo único que falta, puesto que su situación militar
ya está definida.
Es evidente que por
parte del Distrito Militar Nº 14 se han hecho las diligencias del caso, que en
tres oportunidades se ha enviado la documentación a Santafé de Bogotá y se ha
dado información pronta y precisa. A Santafé de Bogotá, los documentos se han
remitido: el 10 de agosto de 1994, el 16 de noviembre de 1994 y el 10 de enero
de 1995. Para los dos primeros envíos no hubo tramitación en Santafé de Bogotá
y regresó la documentación. Y, respecto al último envío, ha habido silencio
desde enero de este año. Luego, ha transcurrido un plazo razonable y ya debería
haberse elaborado la correspondiente Tarjeta Militar, o respondido por qué no
se ha hecho eso.
Es inadmisible
alegar por el solicitante que la demora le afecte los derechos fundamentales al
trabajo, a la vida y a la educación, porque en buena parte la demora tuvo como
causa el descuido en que incurrió Adolfo Cortecero para pagar lo debido. Si
hubiera cancelado a tiempo, su nombre no hubiera sido retirado del sistema y no
habría tenido inconveniente para obtener la libreta.
Quedaría por
estudiar si ha habido violación al derecho de petición en cuanto desde enero
del presente año no se le ha respondido pese a haberse enviado la
documentación, a la Dirección de Reclutamiento.
Es obvio que
constituye ejercicio del derecho de petición solicitar la entrega de libreta,
entregando para el caso los recibos de pago correspondientes, teniendo derecho
a obtenerla, y acudir al Distrito Militar para reclamarla.
La Corte, en
Sentencia T-479/94, Magistrado Ponente: Jorge Arango Mejía, dijo:
"El derecho
a obtener una pronta resolución hace parte del núcleo esencial de este derecho,
entendiendo por resolución no una simple respuesta sino el despacho de fondo
del asunto solicitado."
De manera que a
Adolfo Cortecero hay que concretarle con la entrega de la libreta la definición
de su situación militar, o justificarse razonablemente por escrito el motivo
para no entregarla. Como ésto no ha ocurrido, no se ha resuelto el derecho de
petición.
Por otro aspecto,
como la tramitación para la expedición se adelantó en Cartagena y allí no se le
ha respondido, es este el lugar donde la violación ha acontecido. y, el
Tribunal Administrativo de Bolivar es el competente.
Dice el Tribunal que
no puede prosperar la tutela porque la culpa la tiene una autoridad: el
Distrito Militar de Santafé de Bogotá y no el Distrito Militar de Cartagena. La
Corte ya ha expresado que el término autoridad es amplio:
"En virtud
del derecho de petición, toda persona puede dirigirse respetuosamente a las
autoridades por motivos de interés general o particular, con la certidumbre
de obtener un trámite efectivo de sus solicitudes y una pronta resolución.
La expresión
"autoridades" cobija a quienes dentro de la estructura del Estado o
aún por fuera de ella, ejercen funciones públicas de jurisdicción o de mando,
capaces de afectar con sus determinaciones los intereses de los
gobernados". (subraya fuera del texto)
En el caso presente,
no se diluye la obligación del Estado por el hecho de que el interesado no
acuda en forma exacta al subalterno que hoy tramita la solicitud. El accionante
se dirigió precisamente al Distrito Militar donde le tramitan la solución a su
situación militar. Si otros funcionarios u otro Distrito colaboran en el
trámite, esto en nada afecta la prosperidad de la tutela porque se trata de la
misma Institución: el Ejercito Nacional, y de la misma función adelantada por
la Dirección de Reclutamiento.
Tanto el Distrito
Militar de Cartagena como el de Santafé de Bogotá pertenecen a la Dirección de
Reclutamiento del Ejército. Se informó debidamente la iniciación de la tutela
al Distrito Militar de Cartagena, luego no puede inferirse una violación al
debido proceso, por falta de información sobre la acción instaurada, máxime
cuando ese Distrito envió la documentación para la obtención de la libreta a la
"Dirección de Reclutamiento" y esta Dirección, en últimas, remite la
libreta al Distrito Militar de Cartagena para que allí se le dé al solicitante.
Siendo ello así, no
se podía esquivar una decisión protectora con la tesis de que la acción no se
dirigió contra el Distrito Militar de Santafé de Bogotá, cuya única
colaboración es la de expedir la tarjeta y remitirla a Cartagena para que sea
entregada al interesado. El procedimiento en la tutela debe ser expedito,
eficaz y no sujeto a formalismos enervantes. Además, el mismo Distrito Militar
de Cartagena no ha dado respuesta al interesado, así la demora no le sea
atribuible. Ante Adolfo Cortecero, el Distrito Militar de Cartagena es el
encargado de informar debidamente.
Otra cosa diferente
es que la confección de la tarjeta no se hace en Cartagena y, entonces, la
orden sería irrita, si se profiriera solo respecto a ese Distrito Militar. En
esta situación, la orden habrá que darla también a la Dependencia a la cual
pertenece el Distrito Militar y así se hará en este caso.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandamiento de la Constitución.
RESUELVE:
PRIMERO:
Revocar la sentencia
proferida por el Tribunal Administrativo de Bolívar en el proceso de la
referencia y, en su lugar conceder la tutela únicamente por violación al
derecho de petición.
SEGUNDO: Ordénase al Distrito militar Nº 14 de
Cartagena y a la Dirección de Reclutamiento en Bogotá que en el término de 8
días expida, si no lo ha hecho y si es del caso, la Tarjeta (libreta) militar
al solicitante Adolfo Cortecero Bossio o se le explique por escrito si no
tiene derecho a recibir tal libreta.
TERCERO: Para los efectos del artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991, el Juzgador de primera y única instancia hará las
notificaciones y tomará las medidas adecuadas para elcumplimiento de este
fallo.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaría General |