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Pizarnik,Alejandra
<XXI
Has_Construido_Tu_Casa
has construido tu casa has emplumado tus pájaros has golpeado al viento con tus propios huesos has terminado sola lo que nadie comenzó
es
Martí,José
<XXI
Cuba_Nos_Une_En_Extranjero_Suelo
Cuba nos une en extranjero suelo, Auras de Cuba nuestro amor desea: Cuba es tu corazón, Cuba es mi cielo, Cuba en tu libro mi palabra sea.
es
Mistral,Gabriela
<XXI
Mientras_Baja_La_Nieve
Ha bajado la nieve, divina criatura, el valle a conocer. Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas. ¡Mirémosla caer! Viene calla-callando, cae y cae a las puertas y llama sin llamar. Así llega la Virgen, y así llegan los sueños. ¡Mirémosla llegar! Ella deshace el nido grande que está en los cielos y ella lo hace volar. Plumas caen al valle, plumas a la llanada, plumas al olivar. Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje de Dios Nuestro Señor. Tal vez era su manto, tal vez era su imagen, tal vez no más su amor. Viene calla-callando, cae y cae a las puertas y llama sin llamar. Así llega la Virgen, y así llegan los sueños. ¡Mirémosla llegar! Ella deshace el nido grande que está en los cielos y ella lo hace volar. Plumas caen al valle, plumas a la llanada, plumas al olivar. Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje de Dios Nuestro Señor. Tal vez era su manto, tal vez era su imagen, tal vez no más su amor. Ella deshace el nido grande que está en los cielos y ella lo hace volar. Plumas caen al valle, plumas a la llanada, plumas al olivar. Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje de Dios Nuestro Señor. Tal vez era su manto, tal vez era su imagen, tal vez no más su amor. Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje de Dios Nuestro Señor. Tal vez era su manto, tal vez era su imagen, tal vez no más su amor.
es
Medina,Jorge
XXI
La_Primordial
Hoy por instantes me trajiste el recuerdo Que el inconsciente guarda de vos. Sí, de vos, con tus cien rostros diferentes Pero una en todas: la Principal. Es difícil escrutar tu rostro, Sí el de hoy, el de ahora, El que tienes en este momento. Quizás dentro de un mes, un año o un siglo Tendrás uno distinto, pero serás vos. Tantos rostros amados, tantos gestos, tantos sexos Tanta melancolía cuando te vas de repente, Transmigrando el alma, a través del tiempo A través del sueño, a través del cuerpo. Y así una a una, en cada una de las mujeres que amé En cada una de las mujeres que amaré, Siempre vos, siempre yo. Siempre nosotros...
es
Caro,Miguel_Antonio
<XXI
La_Poesía
¿El prez de poesía Desdeñas, Alejandro, y sus favores? La ciega que vendía Manojuelos de flores, Hijas de la campiña y sus amores, Cantaste dulcemente Cuerdas pulsando de laúd sonoro; ¿Y ahora indiferente Le cuelgas? ¿el tesoro Sagrado arrumbas que envilece a1 oro? No es venal cortesana La que sonoros números te inspira; No melodía vana Los ecos de su lira; No ser mortal a quien propicia mira: Del ángel compañera Huéspeda es de la tierra y ornamento: Ella humanó la fiera, Y del mar y del viento El ímpetu contuvo y movimiento. Ella el dolor serena, Y burla de los déspotas la saña: Al hijo que en cadena Gimiere, le acompaña, Y en luz gloriosa su sepulcro baña. Ni es todo lo que puede Eternizar un nombre, vano acento: No; que al mortal concede Vivir siglos sin cuento En sus versos que son su pensamiento; Y que vuele y por cima Del abismo de olvido se levante; Y a otros salve y redima, Como al ideo infante Elevó al cielo el águila rapante; O cual favorecido Por la alma diosa, en medio de las teas Ardientes y el rüido De las armas aqueas, Libertó en hombros a su padre Eneas. Asido a la armonía, Aquiles de los años al embate Resiste todavía: Sin el meonio vate, En el polvo yaciera del combate. Ni la bella Eliodora Nos mostrara en perpetua primavera Su fez encantadora, Si amor no dividiera Con ella el lauro del divino Herrera. ¡Guai triste! ¡no te niegue, Atenta a la venganza, sus fevores La diosa; y cuando llegue Momento en que la implores, Firme atape el oído a tus clamores!
es
Neruda,Pablo
<XXI
Y_Porque_Amor_Combate
Y porque amor combate no sólo en su quemante agricultura, sino en la boca de hombres y mujeres, terminaré saliéndole al camino a los que entre mi pecho y tu fragancia quieran interponer su planta oscura. De mí nada más malo te dirán, amor mío, de lo que yo te dije. Yo viví en las praderas antes de conocerte y no esperé el amor sino que estuve acechando y salté sobre la rosa. Qué más pueden decirte? No soy bueno ni malo sino un hombre, y agregarán entonces el peligro de mi vida, que conoces y que con tu pasión has compartido. Y bien, este peligro es peligro de amor, de amor completo hacia toda la vida, hacia todas las vidas, y si este amor nos trae la muerte o las prisiones, yo estoy seguro que tus grandes ojos, como cuando los beso se cerrarán entonces con orgullo, en doble orgullo, amor, con tu orgullo y el mío. Pero hacia mis orejas vendrán antes a socavar la torre del amor dulce y duro que nos liga, y me dirán: —«Aquella que tú amas, no es mujer para ti, por qué la quieres? Creo que podrías hallar una más bella, más seria, más profunda, más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera, y qué cabeza tiene, y mírala cómo se viste y etcétera y etcétera». Y yo en estas líneas digo: así te quiero, amor, amor, así te amo, así como te vistes y como se levanta tu cabellera y como tu boca se sonríe, ligera como el agua del manantial sobre las piedras puras, así te quiero, amada. Al pan yo no le pido que me enseñe sino que no me falte durante cada día de la vida. Yo no sé nada de la luz, de dónde viene ni dónde va, yo sólo quiero que la luz alumbre, yo no pido a la noche explicaciones, yo la espero y me envuelve, y así tú, pan y luz y sombra eres. Has venido a mi vida con lo que tú traías, hecha de luz y pan y sombra te esperaba, y así te necesito, así te amo, y a cuantos quieran escuchar mañana lo que no les diré, que aquí lo lean, y retrocedan hoy porque es temprano para estos argumentos. Mañana sólo les daremos una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja que caerá sobre la tierra como si la hubieran hecho nuestros labios, como un beso que cae desde nuestras alturas invencibles para mostrar el fuego y la ternura de un amor verdadero.
es
Pombo,Rafael
<XXI
Los_Grandes_Hombres
Grandeza en la Fortuna no es ninguna: El grande es vencedor contra Fortuna. Pompeyo antes de César fue un prodigio. César sopló: se evaporó el prestigio.
es
Vallejo,César
<XXI
Las_Personas_Mayores
Las personas mayores ¿a qué hora volverán? Da las seis el ciego Santiago, y ya está muy oscuro. Madre dijo que no demoraría. Aguedita, Nativa, Miguel, cuidado con ir por ahí, por donde acaban de pasar gangueando sus memorias dobladoras penas, hacia el silencioso corral, y por donde las gallinas que se están acostando todavía, se han espantado tanto. Mejor estemos aquí no más. Madre dijo que no demoraría. Ya no tengamos pena. Vamos viendo los barcos ¡el mío es más bonito de todos! con los cuales jugamos todo el santo día, sin pelearnos, como debe de ser: han quedado en el pozo de agua, listos, fletados de dulces para mañana. Aguardemos así, obedientes y sin más remedio, la vuelta, el desagravio de los mayores siempre delanteros dejándonos en casa a los pequeños, como si también nosotros no pudiésemos partir. Aguedita, Nativa, Miguel? Llamo, busco al tanteo en la oscuridad. No me vayan a haber dejado solo, y el único recluso sea yo.
es
Machado,Antonio
<XXI
Son_De_Abril_Las_Aguas_Mil
Son de abril las aguas mil. Sopla el viento achubascado, y entre nublado y nublado hay trozos de cielo añil. Agua y sol. El iris brilla. En una nube lejana, zigzaguea una centella amarilla. La lluvia da en la ventana y el cristal repiqueteo. A través de la neblina que forma la lluvia fina, se divisa un prado verde, y un encinar se esfumina, y una sierra gris se pierde. Los hilos del aguacero sesgan las nacientes frondas, y agitan las turbias ondas en el remanso del Duero. Lloviendo está en los habares y en las pardas sementeras; hay sol en los encinares, charcos por las carreteras. Lluvia y sol. Ya se oscurece el campo, ya se ilumina; allí un cerro desparece, allá surge una colina. Ya son claros, ya sombríos los dispersos caseríos, los lejanos torreones. Hacia la sierra plomiza van rodando en pelotones nubes de guata y ceniza.
es
Benedetti,Mario
<XXI
Digamos
Ayer fue yesterday para buenos colonos mas por fortuna nuestro mañana no es tomorrow Tengo un mañana que es mio y un mañana que es de todos el mío acaba mañana pero sobrevive el otro.
es
Burgos,Julia_de
<XXI
Poema_A_Federico
Cucubanos... Pétalos de rosa blanca... Estrellas voladoras... pueblan la geografía espiritual del mundo. ¡Centinelas del Silencio! Algo lleva el Silencio. Su falda se ha vaciado de vacíos. Algo se ha derramado de la inquietud del mundo y ha encontrado refugio en su mutismo, sorbiendo infinito calle arriba... arriba... arriba... de los hombres. ¡Centinelas! Abrid un poco el paso. Pétalos de rosa blanca, encorvad vuestro cielo blanco para alargar mis ojos. Estrellas voladoras, alargad vuestros cinco dedos de luz hacia mi deseo torturado de imposible. Cucubanos... Cucubanos... prestadme vuestras alas para lograr ese silencio grave del Silencio. ¡Oídme! Me inquieta ese aletear continuo del Silencio hecho hoy gesto de fuga en el espacio anónimo. ¿Qué rayo misterioso ha seducido su cadencia terrestre? ¿Qué enigma de ala, de alma o de perfume, ha logrado enternecer su milagro de vida? ¡Decidme! Cucubanos... Pétalos de rosa blanca... Estrellas voladoras... ¿Qué significa esa música de nocturno entreabierto que llega a mis oídos? ¡Dejadme entrar! Yo seré centinela del secreto. Yo seré centinela del Silencio. Habla un pétalo de rosa blanca: —No puedo complacerte. No puedes entrar. No podrás vadear los arroyos de luz que corten tu camino. No podrás prolongar el grito simbólico del siglo que asalte tus oídos, porque ya se ha estirado hasta lo infinito. Ningún mortal tiene derecho a ver el alma en luz preciosa que conduce al Silencio. Es Federico. Federico García Lorca... He dicho.
es
Boscán,Juan
<XXI
Respuesta_De_Boscán_A_Don_Diego_De_Mendoza
Holgué, Señor, con vuestra carta tanto, que levanté mi pensamiento luego, para tornar a mi olvidado canto. Y así, aunque estaba a escuras como ciego, sin saber atinar por dónde iría, cobré tino en la luz de vuestro fuego. La noche se me hizo claro día, y al recordar mi soñoliento estilo, vuestra musa valió luego a la mía. Vuestra mano añudó mi roto hilo, y a mi alma regó vuestra corriente con más fertilidad que riega el Nilo. Por do si mi escribir ora no siente fértil vena, será la causa desto ser mi ingenio incapaz naturalmente. Pero, viniendo a nuestro presupuesto, digo también que el no maravillarse es propio de juicio bien compuesto. Quien sabe y quiere a la virtud llegarse, pues las cosas verá desde lo alto, nunca terná de qué pueda alterarse. Todo lo alcanzará sin dar gran salto, sin moverse andará por las estrellas, seguro de alborozo y sobresalto. Las cosas naturales verá bellas, y bien dirá entre sí que son hermosas; pero no parará por eso en ellas. Subirse ha al movedor de todas cosas, y allí contemplará grandes secretos hasta en las florecillas y en las cosas. Allí verá con causas los efetos, y viendo los principios y su fuente, no habrá maravillar en sus concetos. Verá el correr del sol resplandeciente, y la velocidad incomparable con que va de levante hasta poniente. Verá la luna y su mover mudable, acá y allá mostrando desatinos, tanto que a los antiguos fue admirable. Verá mil otros cursos y caminos, según que por acá nuevas tenemos de los siete planetas por los sinos. Verá, en fin, más que todo cuanto vemos, y en maravillas no maravillado, estará sin sentir jamás extremos. Como digo, en lo alto irá encumbrado, y viendo desde allí nuestras bajezas, llorará y reirá de nuestro estado. Nuestras fuerzas dirá que son flaquezas; terná nuestros deleites por fatigas, y nuestras abundancias por pobrezas. Los hombres antojársele han hormigas, los robles pensará que son retamas y a todo podrá hacer docientas higas. ¡Qué gracia para él serán las damas! ¡Qué burla terná en ver las diligencias que tienen en soplar ardientes llamas! Terná el saber nacido de experiencias, y sobre la mundana sinrazón falso estará, y dará grandes sentencias. Decid: sí veis bailar, no oyendo el son de los que bailan, ¿no estaréis burlando?, ¿y no os parecerá que locos son? Así el sabio que vive descansando, sin nunca oír el son de las pasiones que nos hacen andar como bailando, sabrá burlar de nuestras turbaciones, y reírse ha de aquellos movimientos que verá hacer a nuestros corazones. Así que dados estos fundamentos, que entiende el sabio de raíz las cosas, y que desprecia nuestros pensamientos: las cosas para otros espantosas, de nuevas o de grandes, no podrán ser jamás para él maravillosas. Cuidados a este tal no le darán ni su propio dolor, ni el bien ajeno: ambos por una cuenta pasarán. ¡Dichoso aquel que desto estará lleno, viviendo entre las penas sosegado, y en mitad de los vicios siendo bueno! ¡O gran saber del hombre reposado! ¡Cuánto más vales, aunque estés durmiendo, que el del otro, aunque esté más desvelado! Pero es, en fin, en esto lo que entiendo, que holgamos de hablar bien cuando hablamos, magníficas sentencias componiendo; pero cuando a las obras nos llegamos, rehuimos, mi fe, de la carrera, y con sólo el hablar nos contentamos. Díjome no sé quién una vez, que era placer hablar de Dios y obrar del mundo: ésta es la ley de nuestra ruin manera. Pero, señor, si a la virtud que fundo llegar bien no podemos, a lo menos excusemos del mal lo más profundo. En tierra do los vicios van tan llenos, aquellos hombres que no son peores, aquellos pasarán luego por buenos. Yo no ando ya siguiendo a los mejores; bástame alguna vez dar fruto alguno; en los demás, conténtome de flores. No quiero en la virtud ser importuno. Ni pretendo rigor en mis costumbres; con el glotón no pienso estar ayuno. La tierra está con llanos y con cumbres; lo tolerable al tiempo acomodemos, y a su sazón hagámonos dos lumbres. No curemos de andar tras los extremos, pues dellos huye la filosofía de los buenos autores que leemos. Si en Jenócrates vemos dura vía, sigamos a Platón, su gran maestro, y templemos con él la fantasía. Conviene en este mundo andar muy diestro, templando con el miedo el esperanza, y alargando con tiento el paso nuestro. Ande firme y derecha la templanza, como hombre que pasea por maroma, que no cae porque no se abalanza. El que buen modo en sí y buen temple toma, con pasos irá siempre descansados, aunque vaya de Cádiz hasta Roma. El estado mejor de los estados es alcanzar la buena medianía, con la cual se remedian los cuidados. Y así yo por seguir aquesta vía, heme casado con una mujer, que es principio y fin del alma mía. Ésta me ha dado luego un nuevo ser, con tal felicidad que me sostiene llena la voluntad y el entender. Ésta me hace ver que ella conviene a mí, y las otras no me convenían; a ésta tengo yo y ella me tiene. En mí las otras iban y venían, y a poder de mudanzas a montones, de mi puro dolor se mantenían. Eran ya para mí sus galardones como tesoros por encantamientos, que luego se volvían en carbones. Agora son los bienes que en mí siento, firmes, macizos, con verdad fundados, y sabrosos en todo el sentimiento. Solían mis placeres dar cuidados, y al tiempo que venían a gustarse, ya llegaban a mí casi dañados. Agora el bien es bien para gozarse, y el placer es lo que es, que siempre place, y el mal ya con el bien no ha de juntarse. Al satisfecho todo satisface; y así también a mí, por lo que he hecho, cuanto quiero y deseo se me hace. El campo que era de batalla, el lecho, ya es lecho para mí de paz durable: dos almas hay conformes en un pecho. La mesa, en otro tiempo abominable, y el triste pan que en ella yo comía, y el vino que bebía lamentable, infestándome siempre alguna Harpía, que en mirad del deleite mi vianda con amargos potajes envolvía: Agora el casto amor acude, y manda que todo se me haga muy sabroso, andando siempre todo como anda. De manera, señor, que aquel reposo que nunca alcancé yo, por mi ventura, con mi filosofar triste y pensoso, una sola mujer me le asegura, y en perfeta sazón me da en las manos vitoria general de mi tristura. Y aquellos pensamientos míos tan vanos, ella los va borrando con el dedo, y escribe en lugar dellos otros sanos. Así que yo ni quiero ya, ni puedo tratar sino de vida descansada, sin colgar de esperanza ni de miedo. Ya estoy pensando, estando en mi posada, cómo podré con mi mujer holgarme, teniéndola en la cama o levantada. Pienso también en cómo he de vengarme de la pasada vida con la de ora, en cómo he de saber della burlarme. Otras veces también pienso algún hora las cosas de mi hacienda sin codicia, aunque esta comúnmente es la señora. Bien puede el labrador sin avaricia multiplicar cada año sus graneros, guardando la igualdad de la justicia. No curo yo de hacer cavar mineros de venas de metal ni otras riquezas, para alcanzar gran suma de dineros. Sólo quiero excusar tristes pobrezas, por no sufrir soberbias de hombres vanos, ni de ricos estrechos estrechezas. Quiero tener dineros en mis manos, tener para tener contenta vida con los hidalgos y con los villanos. Quien quiera se desmande y se desmida, buscando el oro puro y reluciente, y la concha del mar Indo venida. Quien quiera esté cuidoso y diligente, haciendo granjear grandes yugadas de tierra do aproveche la simiente. Si con esto se envuelven las lanzadas, las muertes entre hermanos y parientes, y de reyes las guerras guerreadas: huyan de mí los tales accidentes, huyan de mí riquezas poderosas, si son causa de mil males presentes. Déjeme estar contento entre mis cosas, comiendo en compañía mansamente comidas que no sean sospechosas.. Conmigo y mi mujer sabrosamente esté, y alguna vez me pida celos, con tal que me los pida blandamente. Comamos y bebamos sin recelos la mesa de muchachos rodeada: muchachos que nos hagan ser agüelos. Pasaremos así nuestra jornada, agora en la ciudad, ora en la aldea, porque la vida esté más descansada. Cuando pesada la ciudad nos sea, iremos al lugar con la compaña, adonde el importuno no nos vea. Allí se vivirá con menos maña, y no habrá el hombre tanto de guardarse del malo, o del grosero que os engaña. Allí podrá mejor filosofarse con los bueyes y cabras y ovejas, que con los que del vulgo han de tratarse. Allí no serán malas las consejas que contarán los simples labradores, viniendo de arrastrar las duras rejas. ¿Será, pues, malo allí tratar de amores, viendo que Apolo con su gentileza anduvo 'namorado entre pastores? ¿Y Venus no se vio en grande estrecheza por Adonis, vagando entre los prados, según la antigüedad así lo reza? ¿Y Baco no sintió fuertes cuidados por la cuitada que quedó durmiendo en mitad de los montes despoblados? Las Ninfas por las aguas pareciendo, y entre las arboledas las Drïadas, se ven con los Faunos rebulliendo. Nosotros seguiremos sus pisadas: digo, yo y mi mujer nos andaremos tratando allí las cosas 'namoradas. A do corra algún río nos iremos, y a la sombra de alguna verde haya, a do estemos mejor nos sentaremos. Tenderme ha allí la halda de su saya, y en regalos de amor habrá porfía, cuál de entrambos hará más alta raya. El río correrá por do es su vía, nosotros correremos por la nuestra, sin pensar en la noche ni en el día. El ruiseñor nos cantará a la diestra, y verná sin el cuervo la paloma, haciendo en su venida alegre muestra. No ternemos envidia al que está en Roma, ni a los tesoros de los Asianos, ni a cuanto por acá del India asoma. Ternemos nuestros libros en las manos, y no se cansarán de andar contando los hechos celestiales y mundanos. Virgilio a Eneas estará cantando, y Homero el corazón de Aquiles fiero y el navegar de Ulises rodeando. Propercio verná allí por compañero, el cual dirá con dulces harmonías del arte que a su Cintia amó primero. Catulo acudirá por otras vías, y, llorando de Lesbia los amores, sus trampas llorará y chocarrerías. Esto me advertirá de mis dolores; pero volviendo a mi placer presente, terné mis escarmientos por mejores. Ganancia sacaré del accidente que otro tiempo mi sentir turbaba, trayéndome perdido entre la gente. ¿Qué haré de acordarme cuál estaba, viéndome cuál estoy? que estoy seguro de nunca más pasar lo que pasaba. En mi fuerte estaré dentro en mi muro, sin locura de amor, ni fantasía que me pueda vencer con su conjuro. Como digo, estaré en mi compañía, en todo me hará el camino llano, su alegría mezclando con la mía. Su mano me dará dentro en mi mano, y acudirán deleites y blanduras de un sano corazón en otro sano. Los ojos holgarán con las verduras de los montes y prados que veremos, y con las sombras de las espesuras. El correr de las aguas oiremos, y su blando venir por las montañas, que a su paso vernán donde estaremos. El aire moverá las verdes cañas, v volverán entonces los ganados, balando por llegar a sus cabañas. En esto ya que el sol por los collados sus largas sombras andará encumbrando, enviando reposo a los cansados, nosotros nos iremos paseando hacia el lugar do está nuestra morada, en cosas que veremos platicando. La compaña saldrá regocijada a tomarnos entonces con gran fiesta, diciendo a mi mujer si está cansada. Veremos al entrar la mesa puesta, y todo con concierto aparejado, como es uso de casa bien compuesta. Después que un poco habremos reposado sin ver bullir, ni andar yendo y viniendo, y a cenar nos habremos asentado, nuestros mozos vernán allí trayendo viandas naturales y gustosas, que nuestro gusto estén todo moviendo. Frutas pornán maduras y sabrosas, por nosotros las más dellas cogidas, envueltas en mil flores olorosas. Las natas por los platos extendidas acudirán, y el blanco requesón, votras cosas que dan cabras paridas. Después de esto verná el tiempo lechón, y del gordo conejo el gazapito, y aquellos pollos que de pasto son. Verná también allí el nuevo cabrito que a su madre jamás habrá seguido por el campo, de tierno y de chiquito. Después que todo esto haya venido, y que nosotros descansadamente en nuestra cena hayamos bien comido, pasaremos la noche dulcemente, hasta venir al tiempo que la gana de dormir toma al hombre comúnmente. Lo que desde este tiempo a la mañana pasare, pase agora sin contarse, pues no cura mi pluma de ser vana. Basta saber que dos que tanto amarse pudieron, no podrán hallar momento en que puedan dejar siempre de holgarse. Pero, tornando a proseguir el cuento, nuestro vivir será de vida entera, viviendo en el aldea como cuento. Tras esto, ya que el corazón se quiera desenfadar con variar la vida, tomando nuevo gusto en su manera, a la ciudad será nuestra partida a donde todo nos será placiente con el nuevo placer de la venida. Holgaremos entonce con la gente, y con la novedad de haber llegado trataremos con todos blandamente. Y el cumplimiento, que es siempre pesado, a lo menos aquel que de ser vano, no es menos enojoso que excusado; alaballe estará muy en la mano, y decir que por solo el cumplimiento, se conserva en el mundo el trato humano. Nuestro vivir así estará contento, y alcanzaremos mil ratos gozosos en recompensa de un desabrimiento. Y aunque a veces no falten enojosos, todavía entre nuestros conocidos los dulces serán más, y los sabrosos. Pues ya con los amigos más queridos, ¿qué será el alborozo y el placer, y el bullicio de ser recién venidos? ¿Qué será el nunca hartarnos de nos ver, y el buscarnos cada hora y cada punto, y el pesar del buscarse sin se ver? Mosén Durall allí estará muy junto, haciendo con su trato y su nobleza sobre nuestro placer el contrapunto. Y con su buen burlar y su llaneza no sufrirá un momento tan ruin que en nuestro gran placer mezcle tristeza. No faltará jerónimo Agustín, con su saber sabroso y agradable, no menos que en romance en el latín; el cual con gravedad mansa y tratable, contando cosas bien por él notadas, nuestro buen conversar hará durable. Las burlas andarán por él mezcladas con las veras así con tal razón, que unas de otras serán bien ayudadas. En esto acudirá el buen Monleón, con quien todos holgar mucho solemos, y nosotros y cuantos con él son. Él nos dirá, y nosotros gustaremos; él reirá, y hará que nos riamos; y en esto enfadarse ha de cuanto haremos. Otras cosas habrá que las callamos, porque tan buenas son para hacerse, que pierden el valor si las hablamos. Pero tiempo es, en fin, de recogerse, porque haya más para otro mensajero; que, si mi cuenta no ha de deshacerse, no será, yo os prometo, éste el postrero.
es
Hahn,Óscar
<XXI
Árbol_De_Nuestro_Amor_A_Cuya_Lumbre
Árbol de nuestro amor a cuya lumbre saboreamos los frutos prohibidos hasta que amenazados por la herrumbre huimos del jardín enmohecidos Río de este vergel en cuya orilla nos mojamos los pies ardiendo juntos y despertamos de esa maravilla vivos pero vestidos de difuntos Caminamos tomados de la mano y el gran río cruzamos vengativos para incendiar los bosques tentadores Y al calcinarse el último manzano nuestros límpidos cuerpos radioactivos se cubrieron de frutas y de flores
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
Yo_No_Sé_De_Pájaros
Yo no sé de pájaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas.
es
Oyague_Pásara,Carlos
XXI
Otra_Vez_Los_Tropeles_Mercenarios
Otra vez los tropeles mercenarios atormentan, feroces, a las gentes, con el fuego de dioses insolentes que despiertan instintos incendiarios. Reclamando supuestos desagravios, van forzando conciencias emergentes, difundiendo con voces y con dientes, las soflamas de absurdos partidarios. Mensajeros de falsas historietas engatusan al pueblo con mil tretas, acatando infames ambiciones. No respetan las dignas tradiciones y las honras se vuelven obsoletas porque no justifican sus traiciones.
es
Hahn,Óscar
<XXI
Un_Hombre_Está_Tendido_En_La_Playa_Nudista_Del_Inconsciente
Un hombre está tendido en la playa nudista del Inconsciente A esa hora de la noche en que salen dos soles La parte mujer de hombre corre graciosamente hacia el agua La parte hombre camina en dirección a la orilla En la playa nudista del inconsciente Las dos partes se bañan tomadas de la mano El sol negro se baña en el horizonte El sol blanco se pone al rojo vivo La mujer y el hombre hacen el amor hasta el vértigo Sus cuerpos luchan en la arena fosforescente Y el firmamento se llena de aerolitos Que se desplazan a la velocidad de la luz
es
Neruda,Pablo
<XXI
Soneto_Xxv
Antes de amarte, amor, nada era mío: vacilé por las calles y las cosas: nada contaba ni tenía nombre: el mundo era del aire que esperaba. Yo conocí salones cenicientos, túneles habitados por la luna, hangares crueles que se despedían, preguntas que insistían en la arena. Todo estaba vacío, muerto y mudo, caído, abandonado y decaído, todo era inalienablemente ajeno, todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza y tu pobreza llenaron el otoño de regalos. Yo conocí salones cenicientos, túneles habitados por la luna, hangares crueles que se despedían, preguntas que insistían en la arena. Todo estaba vacío, muerto y mudo, caído, abandonado y decaído, todo era inalienablemente ajeno, todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza y tu pobreza llenaron el otoño de regalos. Todo estaba vacío, muerto y mudo, caído, abandonado y decaído, todo era inalienablemente ajeno, todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza y tu pobreza llenaron el otoño de regalos. todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza y tu pobreza llenaron el otoño de regalos.
es
Altolaguirre,Manuel
<XXI
No_Es_Color_Turbio,_Ni_Perdida_Forma
No es color turbio, ni perdida forma, ni luz difusa, débil, la que parte la inmensidad del campo, su hermosura. No es un otoño entre el calor y el frío, no se ve ni se siente, no se sueña la fatídica franja divisoria. Pero allí está, como un reptil, inmóvil: es la tierra de nadie, de mi España.
es
Machado,Antonio
<XXI
Amada,_El_Aurea_Dice
Amada, el aurea dice tu pura veste blanca... No te verán mis ojos; ¡mi corazón te aguarda! El viento me ha traído tu nombre en la mañana; el eco de tus pasos repite la montaña... No te verán mis ojos; ¡mi corazón te aguarda! En las sombrías torres repican las campanas... No te verán mis ojos; ¡mi corazón te aguarda! Los golpes del martillo dicen la negra caja; y el sitio de la fosa, los golpes de la azada... No te verán mis ojos; ¡mi corazón te aguarda!
es
Huerta,Efraín
<XXI
Tienes_La_Frente_Al_Alba
Tienes la frente al alba: ella cuenta los poros de tu cuerpo, en laderas del sueño, con los hombros quemados. En el alba se vierte la costumbre del alma, se agita el pulso del deseo como si fuera un ciervo duramente alanceado con agujas de bronce o pestañas de vírgenes. Tienes la frente al alba y pedazos de niebla volando de tus senos a mis manos.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Valle_De_Ausencias_Claro
Valle de ausencias claro, frescor de nube presto presencia dan a un vivo paisaje descubierto. La soledad en él húmeda, me hace, quieto, quedarme suspendido sobre el caudal da tiempo. La tarde ha ido sesgando de luces el espejo, en que verán mis ojos jugarse en el silencio la tenue y dulce farsa de masas: tu reflejo. Asir así el pasaje precario de tu cuerpo sobre la base grata, fluida del espejo. Y mirar en la margen tus manos, con gesto brumoso de la huida, hurtarse a mí, sediento.
es
Ibarbourou,Juana_de
<XXI
Secreta_Dulzura
En mi gran soledad florece el canto. Girasol de una luz recién creada, porque teniendo rota la mirada, fluía sólo la fuente de mi llanto. Pero venciendo al ogro del espanto llegaste tú, tan tierno en la jornada, que un girasol de luz recién creada me convirtió la sombra en amaranto. ¡Ah!, secreta dulzura de este verso en que yo puedo darte el universo como se da una flor, un pez de oro, una fugaz centella, un sicomoro, una lágrima azul, o un esplendente ruiseñor de cristal resplandeciente.
es
Caro,Miguel_Antonio
<XXI
¡Poeta_Del_Desconsuelo!
¡Poeta del desconsuelo! ¡Alma sensible, tierna! ¿Por qué tan presto el vuelo Levantaste del suelo A la región eterna? ¡Ah! ¡cuando llora el hombre En su beneficencia Toda ajena dolencia, Eterniza su nombre, Y abrevia su existencia! En tu muerte temprana Semejas flor lozana, Sobre el tallo partido Doblada sin rüido En su primer mañana. Cual aromas nos dejas, Dulces, sentidas quejas... Adolfo, naces, lloras, Por los que sufren oras, ¡Y a no volver te alejas! ¿Mas tu espíritu dónde Está? ¿En el yerto cráneo Se evapora o se esconde? ¡Con latido espontáneo El pecho me responde Que existes, dulce amigo! Tú existes, yo te amo, Y hondo placer abrigo Cuando mi fe te digo, Cuando amigo te llamo. ¡Existes, no lo dudo! ¡Jamás la nada pudo Débil, obscura, fría, Mover a simpatía Desde su abismo mudo! Dígnate dar alguna Señal de acogimiento A mi sincero acento, Ora que la alba luna Rueda en el firmamento. Ora que el ancho suelo Paz y quietud respira, Ni céfiro suspira, Dame sentir tu vuelo, Dame escuchar tu lira. ¡Mi súplica indiscreta Perdona! ¡Una secreta Voz que habitas me dice En región mas felice, Y que me oyes, poeta! Si no me cupo en suerte, Adolfo, conocerte, Ni a ti volver te es dado, Yo volaré a tu lado Mas allá de la muerte. ¡Pueda entanto algún día Besar la losa fría Que tus cenizas sella, Y derramar en ella Una lágrima pía!
es
Carriego,Evaristo
<XXI
La_Vuelta_De_Caperucita
Entra sin miedo, hermana: no te diremos nada. ¡Qué cambiado está todo, qué cambiado! ¿No es cierto? ¡Si supieras la vida que llevamos pasada! Mamá ha caído enferma y el pobre viejo ha muerto Los menores te extrañan todavía, y los otros verán en ti la hermana perdida que regresa: puedes quedarte, siempre tendrás entre nosotros, con el cariño de antes, un lugar en la mesa. Quédate con nosotros. Sufres y vienes pobre. Ni un reproche te haremos: ni una palabra sobre el oculto motivo de tu distanciamiento, ya demasiado sabes cuánto te hemos querido: aquel día, ¿Recuerdas? Tuve un presentimiento ¡Si no te hubieras ido!
es
Prados,Emilio
<XXI
Tránsitos
¡Qué bien te siento bajar! ¡Qué despacio vas entrando, caliente, viva, en mi cuerpo, desde ti misma manando igual que una fuente, ardiendo! Contigo por ti has llegado escondida bajo el viento, —desnuda en él—, y en mis párpados terminas, doble tu vuelo. ¡Qué caliente estás! Tu brazo temblando arde ya en mi pecho. Entera te has derramado por mis ojos. Ya estás dentro de mi carne, bajo el árbol de mis pulsos, en su sombra bajo el sueño: ¡Entera dentro del sueño! ¡Qué certera en mi descanso dominas al fin tu reino! ...Pero yo me salvo, salto, libre fuera de mí, escapo por mi sangre, me liberto, y a ti filtrándome mágico, vuelvo a dejarte en el viento otra vez sola, buscando nueva prisión a tu cuerpo.
es
Espinoza_Neyra,R._Arturo
XXI
Junto_Al_Río
Junto al río en el cristal de un sueño vi jirafas golpeando el cielo toque el agua que se agita en las olas que carcomen las rodillas de la ciudad temblé con las estrellas que el cuervo ciega con brillante pluma. toque el agua que se agita en las olas que carcomen las rodillas de la ciudad temblé con las estrellas que el cuervo ciega con brillante pluma. temblé con las estrellas que el cuervo ciega con brillante pluma.
es
Cabral,Manuel_del
<XXI
Carne_Mía
Carne mía. Barro mío. ¿Qué quieres? No ves que estoy cantando desde antes de tu forma.
es
Garza,Humberto_C.
XXI
Búsqueda
Antes... Cuando podía llenar tu cuerpo de fragancia, cuando podía escribir eternos madrigales alabando tu belleza, la imperiosa necesidad que tenías por abandonar todo, te hizo abandonarme a mí. ¡Abandonarme a mí! ¡En el vivo síndrome del amor que ni soñaste! ¡Abandonarme a mí! Cielo absorbente... Lleno de nubes negras en desastre. ¡Abandonarme a mí! Inmensidad de agua que pudo haber rodeado las sinuosidades de tu cuerpo con la más fresca caricia... ¿Dónde estarás ahora? No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño. He acercado mi boca al oído de las cosas, y he preguntado en vano por la mujer aquella, con aroma de rosas, con mejillas de nácar y con ojos de cielo. He preguntado, en vano, a todas las estrellas, y a todas las gaviotas que vuelan en silencio. ¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas? ¿Es que has llegado al grado de intangible y en nada te evidencio? ¿Dónde estarás ahora...? Pensando en los contornos blanquísimos y suaves de tu cuerpo brillante, aromático y tierno, duermo... ¿Dónde estarás ahora? ¡Abandonarme a mí! ¡En el vivo síndrome del amor que ni soñaste! ¡Abandonarme a mí! Cielo absorbente... Lleno de nubes negras en desastre. ¡Abandonarme a mí! Inmensidad de agua que pudo haber rodeado las sinuosidades de tu cuerpo con la más fresca caricia... ¿Dónde estarás ahora? No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño. He acercado mi boca al oído de las cosas, y he preguntado en vano por la mujer aquella, con aroma de rosas, con mejillas de nácar y con ojos de cielo. He preguntado, en vano, a todas las estrellas, y a todas las gaviotas que vuelan en silencio. ¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas? ¿Es que has llegado al grado de intangible y en nada te evidencio? ¿Dónde estarás ahora...? Pensando en los contornos blanquísimos y suaves de tu cuerpo brillante, aromático y tierno, duermo... ¿Dónde estarás ahora? ¡Abandonarme a mí! Inmensidad de agua que pudo haber rodeado las sinuosidades de tu cuerpo con la más fresca caricia... ¿Dónde estarás ahora? No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño. He acercado mi boca al oído de las cosas, y he preguntado en vano por la mujer aquella, con aroma de rosas, con mejillas de nácar y con ojos de cielo. He preguntado, en vano, a todas las estrellas, y a todas las gaviotas que vuelan en silencio. ¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas? ¿Es que has llegado al grado de intangible y en nada te evidencio? ¿Dónde estarás ahora...? Pensando en los contornos blanquísimos y suaves de tu cuerpo brillante, aromático y tierno, duermo... ¿Dónde estarás ahora? ¿Dónde estarás ahora? No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño. He acercado mi boca al oído de las cosas, y he preguntado en vano por la mujer aquella, con aroma de rosas, con mejillas de nácar y con ojos de cielo. He preguntado, en vano, a todas las estrellas, y a todas las gaviotas que vuelan en silencio. ¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas? ¿Es que has llegado al grado de intangible y en nada te evidencio? ¿Dónde estarás ahora...? Pensando en los contornos blanquísimos y suaves de tu cuerpo brillante, aromático y tierno, duermo... ¿Dónde estarás ahora? He preguntado, en vano, a todas las estrellas, y a todas las gaviotas que vuelan en silencio. ¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas? ¿Es que has llegado al grado de intangible y en nada te evidencio? ¿Dónde estarás ahora...? Pensando en los contornos blanquísimos y suaves de tu cuerpo brillante, aromático y tierno, duermo... ¿Dónde estarás ahora? ¿Dónde estarás ahora...? Pensando en los contornos blanquísimos y suaves de tu cuerpo brillante, aromático y tierno, duermo... ¿Dónde estarás ahora?
es
Eguren,José_María
<XXI
Venturón_Bonancible_Protesta
Venturón bonancible protesta que lo llamen mitad de la fiesta. —Monseñor, han tocado la puerta y lo está esperando una muerta. —Hora danzo entre brillos y lacas y me hastían las gentes opacas. —Monseñor, si semeja una rosa que murmura gentil, misteriosa. Es tal vez una sombra preclara, Señorón; y ¡qué cara! ¡qué cara!... —¿Es acaso la luna sin vida? —Una caña del viento florida. —¿Y sus ojos son negros y hondos? —Se diría dos mundos redondos. No son galos, ni son zahareños, son la noche de todos los sueños. Con su talle de avispa provoca la elegancia, y su boca ¡su boca!... Cuenta lindos paisajes dormidos, cuenta cielos del alma floridos. Quiere hablarte con voz de salterio. —¿Qué diría? ¿qué anhela?... ¡un misterio! —Corazón desvelado e inerte, hoy te cita de amores la Muerte.
es
Gutiérrez_González,Gregorio
<XXI
El_Arte,_Más_Audaz_Que_Prometeo
El arte, más audaz que Prometeo. A los cielos su luz clara robó, Y aun no ha mandado en su castigo el cielo Un buitre que le rasgue el corazón. Por el contrario, al perdonar su robo Hace que un premio encuentre sólo en él; Pues teniendo la luz lo tiene todo: No perece, no puede perecer. El arte al escribir fotografía Una frase escribió que es inmortal, Arte nacido para hacer conquistas Y al que nadie después conquistará. Ella al crecer no en época remota La estatua volcará de Guttenberg: Tardos los tipos de la imprenta copian Y aquélla copia el todo de una vez. Rafaeles no habrá, no habrá Murillos; La luz a los pintores destronó, Pues ufana les dice: cuando pinto Yo soy más hábil que el pincel mejor. Con su triunfo animada, en un segundo Se lanza al cielo hasta pasar el sol, Y esa luz, que es de allá, la manda al punto Que una presa le traiga, como halcón. Y va y vuelve, y enseña los retratos De eso que el hombre con sorpresa ve; Y la bóveda azul poblada de astros Nos la muestra pintada en un papel. A esa luz prisionera ordena el arte Que hasta el fondo del mar ha de partir; Parte al instante y al instante trae El mundo ignoto que se encuentra allí. Que al arte el cielo trajo a la morada Donde juzgan que sólo está el dolor, Ultima confidencia que en voz baja Al hombre hizo al inclinarse Dios. Tú, discípulo y ayo de tu arte, Hijo mimado de la nueva luz, Ya has conseguido engrandecer tu madre, Y ella te mima, la abrillantas tú. Tú, Farrand, con tu genio has hecho mucho, No dejes comenzada tu labor, Sigue y trabaja, que es salvar los mundos Ir más allá y asemejarse a Dios. Tú tienes ya la ubicuidad hallada Mostrándole al inmoble espectador, Por medio de tu lúcido optorama Lo que hoy existe y lo que ya pasó. Altivo el hombre al escucharlo irguióse Lleno de orgullo con su propio ser. Oh! con cuánta razón se eleva entonces, Porque el hombre no es hombre sino rey. Y los cielos, los soles, los planetas En una imposición, dobles nos da, Si de noche la bóveda refleja Ese cielo al revés que llaman mar. En tu optorama entusiasmados vemos Desfilar en graciosa procesión Lo que tienen las artes de más bello, Lo que tienen los campos de mejor. Vete, Camilo, y a tu patria lleva Eso que has espigado en mi país, Y diles a los hijos de tu tierra: Aquí hay más orden; más belleza, allí. Preséntales las vistas admirables Que has recogido, infatigable, tú, Y diles con orgullo: esto hace el arte; Mirad aquí la América del Sur. Las azules colinas que se pierden Coronadas de nubes de algodón, Y las cascadas, y las selvas verdes, Y los nevados que ilumina el sol, Y los montes, los valles, las cañadas... Todo lo primitivo muestra, en fin; Pero sólo lo agreste, muestra, Farrand, Nuestras luchas no vayas a exhibir. Vete y ufano y orgulloso muéstrate Cargado de riquezas cual Colón; Vete, sí; mas no olvides que dejaste La mano que tu mano aquí estrechó.
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
En_La_Cúspide_Radiante
En la cúspide radiante que el metal de mi persona dilucida y perfecciona, y en que una mano celeste y otra de tierra me fincan sobre la sien la corona; en la orgía matinal en que me ahogo en azul y soy como un esmeril y central y esencial como el rosal; en la gloria en que melifluo soy activamente casto porque lo vivo y lo inánime se me ofrece gozoso como pasto; en esta mística gula en que mi nombre de pila es una candente cábala que todo lo engrandece y lo aniquila; he descubierto mi símbolo en el candil en forma de bajel que cuelga de las cúpulas criollas su cristal sabio y su plegaria fiel. ¡Oh candil, oh bajel, frente al altar cumplimos, en dúo recóndito, un solo mandamiento: venerar! Embarcación que iluminas a las piscinas divinas: en tu irisada presencia mi humildad se esponja y se anaranja, porque en la muda eminencia están anclados contigo el vuelo de mis gaviotas y el humo sollozante de mis flotas. ¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso y sabe que anonadas en las cúpulas sagradas no por decrépito ni por insulso! Tu alta oración animas con el genio de los climas. Tú conoces el espanto de las islas de leprosos, el domicilio polar de los donjuanescos osos, la magnética bahía de los deliquios venéreos, las garzas ecuatoriales cual escrúpulos aéreos, y por ello ante el Señor paralizas tu experiencia como el olor que da tu mejor flor. Paralelo a tu quimera, cristalizo sin sofismas las brasas de mi ígnea primavera, enarbolo mi júbilo y mi mal y suspendo mis llagas como prismas. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes. ¡Oh candil, oh bajel, frente al altar cumplimos, en dúo recóndito, un solo mandamiento: venerar! Embarcación que iluminas a las piscinas divinas: en tu irisada presencia mi humildad se esponja y se anaranja, porque en la muda eminencia están anclados contigo el vuelo de mis gaviotas y el humo sollozante de mis flotas. ¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso y sabe que anonadas en las cúpulas sagradas no por decrépito ni por insulso! Tu alta oración animas con el genio de los climas. Tú conoces el espanto de las islas de leprosos, el domicilio polar de los donjuanescos osos, la magnética bahía de los deliquios venéreos, las garzas ecuatoriales cual escrúpulos aéreos, y por ello ante el Señor paralizas tu experiencia como el olor que da tu mejor flor. Paralelo a tu quimera, cristalizo sin sofismas las brasas de mi ígnea primavera, enarbolo mi júbilo y mi mal y suspendo mis llagas como prismas. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes. Embarcación que iluminas a las piscinas divinas: en tu irisada presencia mi humildad se esponja y se anaranja, porque en la muda eminencia están anclados contigo el vuelo de mis gaviotas y el humo sollozante de mis flotas. ¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso y sabe que anonadas en las cúpulas sagradas no por decrépito ni por insulso! Tu alta oración animas con el genio de los climas. Tú conoces el espanto de las islas de leprosos, el domicilio polar de los donjuanescos osos, la magnética bahía de los deliquios venéreos, las garzas ecuatoriales cual escrúpulos aéreos, y por ello ante el Señor paralizas tu experiencia como el olor que da tu mejor flor. Paralelo a tu quimera, cristalizo sin sofismas las brasas de mi ígnea primavera, enarbolo mi júbilo y mi mal y suspendo mis llagas como prismas. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes. ¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso y sabe que anonadas en las cúpulas sagradas no por decrépito ni por insulso! Tu alta oración animas con el genio de los climas. Tú conoces el espanto de las islas de leprosos, el domicilio polar de los donjuanescos osos, la magnética bahía de los deliquios venéreos, las garzas ecuatoriales cual escrúpulos aéreos, y por ello ante el Señor paralizas tu experiencia como el olor que da tu mejor flor. Paralelo a tu quimera, cristalizo sin sofismas las brasas de mi ígnea primavera, enarbolo mi júbilo y mi mal y suspendo mis llagas como prismas. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes. Tu alta oración animas con el genio de los climas. Tú conoces el espanto de las islas de leprosos, el domicilio polar de los donjuanescos osos, la magnética bahía de los deliquios venéreos, las garzas ecuatoriales cual escrúpulos aéreos, y por ello ante el Señor paralizas tu experiencia como el olor que da tu mejor flor. Paralelo a tu quimera, cristalizo sin sofismas las brasas de mi ígnea primavera, enarbolo mi júbilo y mi mal y suspendo mis llagas como prismas. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes. Tú conoces el espanto de las islas de leprosos, el domicilio polar de los donjuanescos osos, la magnética bahía de los deliquios venéreos, las garzas ecuatoriales cual escrúpulos aéreos, y por ello ante el Señor paralizas tu experiencia como el olor que da tu mejor flor. Paralelo a tu quimera, cristalizo sin sofismas las brasas de mi ígnea primavera, enarbolo mi júbilo y mi mal y suspendo mis llagas como prismas. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes. Paralelo a tu quimera, cristalizo sin sofismas las brasas de mi ígnea primavera, enarbolo mi júbilo y mi mal y suspendo mis llagas como prismas. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes. Candil, que vas como yo enfermo de lo absoluto, y enfilas la experta proa a un dorado archipiélago sin luto; candil, hermético esquife: mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero en tu cristal marinero, inmóviles excelsos y adorantes.
es
Vega,Lope_Félix_de
<XXI
Esta_Cabeza,_Cuando_Viva,_Tuvo
Esta cabeza, cuando viva, tuvo sobre la arquitectura destos huesos carne y cabellos, por quien fueron presos los ojos que mirándola detuvo. Aquí la rosa de la boca estuvo, marchita ya con tan helados besos, aquí los ojos de esmeralda impresos, color que tantas almas entretuvo. Aquí la estimativa en que tenía el principio de todo el movimiento, aquí de las potencias la armonía. ¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!, ¿dónde tan alta presunción vivía, desprecian los gusanos aposento? Aquí la rosa de la boca estuvo, marchita ya con tan helados besos, aquí los ojos de esmeralda impresos, color que tantas almas entretuvo. Aquí la estimativa en que tenía el principio de todo el movimiento, aquí de las potencias la armonía. ¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!, ¿dónde tan alta presunción vivía, desprecian los gusanos aposento? Aquí la estimativa en que tenía el principio de todo el movimiento, aquí de las potencias la armonía. ¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!, ¿dónde tan alta presunción vivía, desprecian los gusanos aposento? ¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!, ¿dónde tan alta presunción vivía, desprecian los gusanos aposento?
es
Montemayor,Emilio
XXI
Regálame_El_Capullo_De_Tus_Rosas
Regálame el capullo de tus rosas y el verdor enervante de tu prado y escribiré por ti, versos y prosas, pues sabes, como yo, nadie te ha amado. Regálame la luna y sus ocasos. Regálame la miel de tu colmena. Regálame el calor de tus abrazos ¡Y róbate la sangre de mis venas! Regálame los broches de tu blusa, para desabrocharla con mis besos y recordarte así que eres mi musa, la que me envuelve en locos embelesos. Regálame la estrechez de tu corpiño, para llenarla de caricias en tu piel. Transfórmame de hombre a ser tu niño y amamántame, con la savia de tu miel. Regálame de tu pubis la fragancia, para en los mares de tu pelvis navegar y buscar los tesoros de tus ansias y al encontrarlos, incitarte a amar. Regálame los pliegues de tu sexo y déjame plancharlos con mi furia, cuando sientas que en cóncavo y convexo, ¡Desfallecemos de total lujuria!
es
Bañuelos,Juan
<XXI
:Me_Dicen_Que_Escriba_Algo_Acerca_De_Tu_Muerte_(Me_Han
:Me dicen que escriba algo acerca de tu muerte (Me han tomado por quien no era y no los voy a desmentir). Yo no sé lo que pasa. Ya dije que no entiendo nada ni me importa. Sólo sé que tú no estás de paso (únicamente un poco de fatiga, ¡claro! que hasta la piedra convalece del tiempo). ¿Buscar la tina en el fondo de los ojos? De ningún modo. Por lo tanto pongámonos de acuerdo: esto no será un poema. Bueno, al menos yo no quiero. Apenas humano, me decido: miro a izquierda y a derecha para pasar la calle y lo que cruzo es la realidad. Todos ahora se aprestan a desembolsar una oda, o una elegía, o un sollozo reprimido, después de haber ayudado de alguna manera a tu muerte. Yo no comparto ningún duelo. Hasta Barrientos, tu asesino (esa mierda envuelta en lo mismo), siente «tremendo dolor» por tu muerte, ha dicho. No. Yo no voy a llorarte ahora que todos están infestados de arrepentimiento. Un día de estos te escribiré un poema, que será corto y más bien un diálogo. Hoy no. Hoy tengo que salir a buscar Money para la operación de mi mujer (tú lo sabes: este México, esta patria). Lo mejor que he leído acerca de ti es que eres un personaje de historia-ficción, y que has decidido abandonar el planeta para volver pronto. Ojalá así sea. Espero que así sea. Desapareciste, y yo dormido en la mañana me levanté tarde, me afeité cuidadosamente, como lo hago cuando se trata de una cita amorosa, y me senté a la mesa silbando un viejo jazz seguro de que no debía suicidarme. Leí el periódico: sus páginas pasaban como banderas orgullosas flameando de hambre, de dinero, y de todas esas cosas que nos endilgan como la misma comida diariamente en mi Viejo Comedor Público del Carmen. Y ahí estabas: tendido, obstinación de tierra entre los dientes, asilo de ojos espoleados hacia la dura dulzura de una boca florida, un saurio sobre el yermo de la fotografía, una nube de piel hecha fetiche acidulando la espuma barbada del cercenado. Ahí estás: no entre las bajas moderadas en Vietnam, ni entre los condecorados, sino entre el advenimiento y los leopardos límites del sueño. Lacónicamente dándote por muerto, sin nuestro consentimiento y sin el tuyo ¡como si pudiera morir mi Comandante Guevara! La hoja que conmueve a todo árbol no se desprende nunca. Hay un horóscopo despierto, una oropéndola, oh viajero, sobre la espalda de esa hoja. Viene la gente y cambia. Lloran o ríen y se alejan, y no es posible recordar: sólo una vez el mundo es nuestro. Todas estas cosas son lo más humano posible. Hombres vivos, hombres muertos, hombres en libertad o condenados, mas en medio el desacuerdo y sus humeantes togas son prerrogativas destazadas como un ave en cuyas entrañas se lee el desastre. No. No estoy enfermo ni desesperado. Apenas si percibo una obscena sensación de estar desnudo, de estar como una fruta pudriéndose en la sombra. Y bien, yo te conozco más ahora que el día que no nos presentaron, y cada vez que veo tu foto en los periódicos, sospecho que te envidio como al muchacho que se lleva a la chica más guapa del pueblo. Hoy es distinto. Como si sólo un sonido tuviera la esquela de la vida. Estás hechizado en tus nupcias verdaderas bajo la sinagoga de los Andes. Estás más joven, de pie sobre la cortadura de un cuchillo, estás la misma música de Bach, que ahora escucho, como una torre que se quema desde lejos. Y llueve. Llueve fríamente. El día no es más que un dedo que ha perdido su anillo. Pero ¿qué diablos tenemos tú y yo que ver con la muerte? ¿Qué diablos? Es que me refiero a esa manera congruente, acordonada tortuga de la sangre en donde la desgracia abufanda sus ayes. Es que me refiero a este desaforado equilibrio en el alambre, como aquel que suelta el asa de su cesta a la hora en que se oye un silbido entre las hojas y ve a dos sombras de caballos que se mueven con la noche. No, yo no tengo paciencia para sufrir, no me puedo dar un baño sin figurarme que soy un animal tolerado en un hotel. Todo esto es cierto, y aun así quieren que escriba algo acerca de tu ausencia. Sin aceptar la muerte sino sólo cuando bosteza entre los frutos quietos, amigo, yo apoyo mi mano en el silencio, en la pared, y la pared se queja. No quiero quedarme aquí solo escribiendo este cuento largo. En este instante la multitud de mi persona desemboca en la avenida Juárez y empiezo a oír el dodecafónico tableteo de las armas entre las églogas del miedo. Vaho del cordero, embestida del ganado, sello en todas tus cartas, tu nombre no se dice, mas tu fuerza está en nosotros. Porque no hay tregua, ni guarniciones, ni compás de espera, ¿vamos a seguir sembrando de héroes el suelo de América? Tú sólo eres EL LIBERTADOR. Que se muera el que pierda su tiempo en homenajes, mientras el enemigo atiza el infierno de la caridad, y el Subdesarrollo no es más que un faro que se ciega a sí mismo. Tú solamente eres la Gran Molienda, o un payador tropezando entre los astros. Salgo a la calle y desconozco a todos. Hypocrites citoyens. ¿En dónde está Bolivia? ¿Por dónde la Quebrada del Yuro? Y me da en toda la madre la fría lluvia del último ciclón. De pronto, al fin tengo el derecho de llegar a un pacto contigo: que cambiemos las armas mientras vuelves. ¿Para qué poesía sin fusil, en una hora en que dormir es como abotonarse la guerra de los asesinos? Bueno, viejo, te deseo selvas y sobre todo sol para los tuyos, porque vos vas de la mano con las sierras, esa tu juventud perpetua de violentar las cosas para abrir todas las puertas del mundo. Y si esto es un poema, que me lo perdone la Revolución o la REBOLUSIÓN de los analfabetos y hambrientos de este Continente, porque yo, porque yo sólo quería y quiero, mi Comandante Guevara, tomar un fusil y seguir tus pasos, por aquéllos. jazz mas tu fuerza está en nosotros. Hypocrites citoyens.
es
Lebasi_González,Jorge
XXI
Y_Te_Tengo_Y_No_Gozo
Y te tengo y no gozo, pues juzgo y califico, comparo y pretendo, cambiarte a mi modo, y te juzgo duramente, como si fueras enemigo, y soy injusto contigo, y soy estúpido conmigo, y cuando faltes o de tu lado me eches, lloraré desoladamente, el no haberte gozado, por haberte juzgado.
es
Sabido_Sánchez,Fernando
XXI
Se_Sentía_Libre
Se sentía libre Lamiéndole el sexo Provocando tempestades Algoritmos Múltiples orgasmos Encantamiento Aunque jamás Le acarició el alma Por miedo
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
¡Ciudad_Que_Fuiste_Reina_Del_Mar!_Vagan_Ligeros
¡Ciudad que fuiste reina del mar! Vagan ligeros Y en paz los tiburones en tu tranquila rada, Donde las nubes tienden su sombra prolongada, Y que vio los antiguos galeones iberos. Desde Drake y los días de infieles bucaneros Tu muralla de siglos se arruina abandonada, Y cual collar sombrío, de grandeza pasada, Aun de Pointis las balas muestran los agujeros. Entre la mar y el cielo que abrasa tu bahía, Bajo el sol de un monótono y ardiente medio día, Con los Conquistadores sueñas amodorrada; Y en el enervamiento de noches placenteras, Te duermes, arrullando tu gloria ya borrada, Bajo palmas, al lento rumor de las palmeras.
es
Guillén,Jorge
<XXI
Trébol
Lloraba una criatura. Y en el día, tan hermoso, Brilló la existencia impura.
es
Flórez,Julio
<XXI
En_Mis_Versos_Está_Toda_Mi_Vida
En mis versos está toda mi vida. Cada estrofa es un ánfora que, en calma, lleva una tempestad, y que convida en ella a ver la sangre de una herida... el filo de un dolor... la hiel de un alma.
es
Bolaño,Roberto
<XXI
De_Sillas,_De_Atardeceres_Extra
De sillas, de atardeceres extra, de pistolas que acarician nuestros mejores amigos está hecha la muerte
es
Vallejo,César
<XXI
Parado_En_Una_Piedra
Parado en una piedra, desocupado, astroso, espeluznante, a la orilla del Sena, va y viene. Del río brota entonces la conciencia, con peciolo y rasguños de árbol ávido: del río sube y baja la ciudad, hecha de lobos abrazados. El parado la ve yendo y viniendo, monumental, llevando sus ayunos en la cabeza cóncava, en el pecho sus piojos purísimos y abajo su pequeño sonido, el de su pelvis, callado entre dos grandes decisiones, y abajo, más abajo, un papelito, un clavo, una cerilla... ¡Este es, trabajadores, aquel que en la labor sudaba para afuera, que suda hoy para adentro su secreción de sangre rehusada! Fundidor del cañón, que sabe cuántas zarpas son acero, tejedor que conoce los hilos positivos de sus venas, albañil de pirámides, constructor de descensos por columnas serenas, por fracasos triunfales, parado individual entre treinta millones de parados, andante en multitud, ¡qué salto el retratado en su talón y qué humo el de su boca ayuna, y cómo su talle incide, canto a canto, en su herramienta atroz, parada, y qué idea pie dolorosa válvula en su pómulo! También parado el hierro frente al horno, paradas las semillas con sus sumisas síntesis al aire, parados los petróleos conexos, parada en sus auténticos apóstrofes la luz, parados de crecer los laureles, paradas en un pie las aguas móviles y hasta la tierra misma, parada de estupor ante este paro, ¡qué salto el retratado en su tendones! ¡qué transmisión entablan sus cien pasos! ¡cómo chilla el motor en su tobillo! ¡cómo gruñe el reloj, paseándose impaciente a sus espaldas! ¡cómo oye deglutir a los patrones el trago que le falta, camaradas, y el pan que se equivoca de saliva, y, oyéndolo, sintiéndolo, en plural, humanamente, ¡cómo clava el relámpago su fuerza sin cabeza en su cabeza! y lo que hacen, abajo, entonces, ¡ay! más abajo, camaradas, el papelucho, el clavo, la cerilla, el pequeño sonido, el piojo padre!
es
Neruda,Pablo
<XXI
Era_El_Crepúsculo_De_La_Iguana
Era el crepúsculo de la iguana. Desde la arcoirisada crestería su lengua como un dardo se hundía en la verdura, el hormiguero monacal pisaba con melodioso pie la selva, el guanaco fino como el oxígeno en las anchas alturas pardas iba calzando botas de oro, mientras la llama abría cándidos ojos en la delicadeza del mundo lleno de rocío. Los monos trenzaban un hilo interminablemente erótico en las riberas de la aurora, derribando muros de polen y espantando el vuelo violeta de las mariposas de Muzo. Era la noche de los caimanes, la noche pura y pululante de hocicos saliendo del légamo, y de las ciénagas soñolientas un ruido opaco de armaduras volvía al origen terrestre. El jaguar tocaba las hojas con su ausencia fosforescente, el puma corre en el ramaje como el fuego devorador mientras arden en él los ojos alcohólicos de la selva. Los tejones rascan los pies del río, husmean el nido cuya delicia palpitante atacarán con dientes rojos. Y en el fondo del agua magna, como el círculo de la tierra, está la gigante anaconda cubierta de barros rituales, devoradora y religiosa. Desde la arcoirisada crestería su lengua como un dardo se hundía en la verdura, el hormiguero monacal pisaba con melodioso pie la selva, el guanaco fino como el oxígeno en las anchas alturas pardas iba calzando botas de oro, mientras la llama abría cándidos ojos en la delicadeza del mundo lleno de rocío. Los monos trenzaban un hilo interminablemente erótico en las riberas de la aurora, derribando muros de polen y espantando el vuelo violeta de las mariposas de Muzo. Era la noche de los caimanes, la noche pura y pululante de hocicos saliendo del légamo, y de las ciénagas soñolientas un ruido opaco de armaduras volvía al origen terrestre. El jaguar tocaba las hojas con su ausencia fosforescente, el puma corre en el ramaje como el fuego devorador mientras arden en él los ojos alcohólicos de la selva. Los tejones rascan los pies del río, husmean el nido cuya delicia palpitante atacarán con dientes rojos. Y en el fondo del agua magna, como el círculo de la tierra, está la gigante anaconda cubierta de barros rituales, devoradora y religiosa. Y en el fondo del agua magna, como el círculo de la tierra, está la gigante anaconda cubierta de barros rituales, devoradora y religiosa.
es
Montejo,Eugenio
<XXI
Terredad
Estar aquí por años en la tierra, con las nubes que lleguen, con los pájaros, suspensos de horas frágiles. A bordo, casi a la deriva, más cerca de Saturno, más lejanos, mientras el sol da vuelta y nos arrastra y la sangre recorre su profundo universo más sagrado que todos los astros. Estar aquí en la tierra: no más lejos que un árbol, no más inexplicables; livianos en otoño, henchidos en verano, con lo que somos o no somos, con la sombra, la memoria, el deseo, hasta el fin (si hay un fin) voz a voz, casa por casa, sea quien lleve la tierra, si la llevan, o quien la espere, si la aguardan, partiendo juntos cada vez el pan en dos, en tres, en cuatro, sin olvidar la parte de la hormiga que siempre viaja de remotas estrellas para estar a la hora en nuestra cena, aunque las migas sean amargas.
es
Aridjis,Homero
<XXI
Arroja_Luz
Arroja luz tus ojos sobre nuestros cuerpos que nuestras manos no pesen al moverse ni nuestra muerte importe sobre tu tierra de semillas azules Cúbrenos luz con tus miradas
es
Eguren,José_María
<XXI
Una_Bombonera
Una bombonera de lindos colores es lo que querían soñaban las flores. Una melodía de mágico anhelo, la estrella que mira la tierra y el cielo.
es
Luis,Leopoldo_de
<XXI
Lo_Irremediable_No_Es_Que_Mío_Sea
Lo irremediable no es que mío sea este cuerpo, sino que sin remedio este cuerpo soy yo, frente al asedio de un mundo en rotación que me rodea. Yo no tomo este sólido instrumento para el oficio de vivir, yo vivo porque soy su materia. Yo no arribo a su playa, soy playa bajo el viento irremediable de la vida. Alienta irremediablemente una herramienta que a sí misma se usa. No se siente sino su propia acción: sangre, latido, jadeo que es vivir: un leve ruido, lúcido afán, irremediablemente.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
No_Seamos_Exigentes
No seamos exigentes. La dicha no es accesible A toda clase de gentes. Bueno es ser menos sensible, O con ánimo logrero Tener de sobra dinero... No pidamos lo imposible. Vivir siempre bien hallados Con nosotros, debe ser Lo que se pida a los hados; Y obtener siempre favores De intermitentes amores, Que en eso estriba el placer. Es mucho ser dos, y estar Juntos hasta el porvenir Y mutuamente sufrir, Y nada al otro ocultar En nuestro triste vivir. Y si al fin nos convencemos Que es mucha nuestra exigencia, Prueba eso con suficiencia Que mal carácter tenemos O excesiva inteligencia.
es
Dalton_García,Roque
<XXI
No_Olvides_Nunca
No olvides nunca que los menos fascistas de entre los fascistas también son fascistas.
es
Pardo_García,Germán
<XXI
En_Las_Brumas_De_Londres_Algún_Día
En las brumas de Londres algún día se enlazarán tu sombra y mi pisada, que llega tristemente rezagada a este último rincón de la alegría. El Támesis será cristalería de tu esbelta figura, cimentada sobre mi dualidad atormentada de alondra y ciervo en ligazón tardía. Porque he llegado tarde a la belleza. Tarde a la pequeñez y a la grandeza. Tarde al silencio, tarde al alarido. Tarde al amor y tarde a la ternura. Tarde a mi redención por la amargura. Tarde a la soledad, tarde al olvido.
es
Cardenal,Ernesto
<XXI
Verdes_Tardes_De_La_Selva;_Tardes
Verdes tardes de la selva; tardes tristes. Río verde entre zacatales verdes; pantanos verdes. Tardes olorosas a lodo, a hojas mojadas, a helechos húmedos y a hongos El verde perezoso cubierto de moho poco a poco trepando de rama en rama, con los ojos cerrados como dormido pero comiendo una hoja, alargando un garfio primero y después el otro, sin importarle las hormigas que le pican, volteando lentamente el bobo rostro redondo, primero a un lado y luego al otro, enrollando por fin la cola en una rama y colgándose pesado como una bola de plomo; el salto del sábalo en el río; el griterío de los monos comiendo malcriadamente, a toda prisa, arrojándose las cáscaras de anona unos a otros y peleándose, charlando, arremedándose y riéndose entre los árboles; monas chillonas cargando a tuto monitos pelones y trompudos; la guatusa bigotuda y elástica que se estira y encoge mirando a todos lados con su ojo redondo mientras come temblando; espinosas iguanas... temblando; espinosas iguanas como dragones de jade corriendo sobre el agua (¡flechas de jade!); el negro con su camisa rayada, remando en su canoa de ceiba. Una muchacha meciéndose en una hamaca, con su largo pelo negro, y una pierna desnuda colgando de la hamaca, nos saluda: Adiós, California! El río negro, como tinta, al anochecer. Una flor de un hedor putrefacto como de cadáver; y una flor horrible, peluda. Orquídeas guindadas sobre el agua podrida. Silbidos tristes de la selva, y quejidos. Quejidos. Hojas tristes que caen dando vueltas. Y chillidos... ¡Un grito entre las guanábanas! El hacha cortando un tronco y el eco del hacha. ¡El mismo chillido! Ruido sordo de manadas de cerdos salvajes. ¡Carcajadas! El canto de un tucán. Chischiles de culebras cascabeles. Gritos de congos. Chachalacas. El canto melancólico de la gongolona entre los coquitales, y el de la paloma popone, popone, pone, pone Oropéndolas sonoras columpiándose en sus nidos colgados de las palmeras, y el canto del pájaro-león entre los coyoles y el del pájaro de-la-luna-y-el-sol el pájaro clarinero, el pájaro relojero que da la hora y el pocoyo que canta de noche (o caballero) Cabayero mi dinero Cabayero mi dinero parejas de lapas que pasan gritando, y el guis, chichitote y dichoso-fui dichoso-fuiiiiiiii que cantan en los chagüites sombríos. Plateados pantanos rielando, y las ranas cantando rrrrrrrrrrrrr !Y un pájaro que toda la noche repite.
es
Iriarte,Juan_de
<XXI
Rica_Y_Muda_Es_La_Doncella
Rica y muda es la doncella: mil andan alrededor: dos dotes a cual mejor lleva quien case con ella.
es
Prados,Emilio
<XXI
¿Ya_Se_Te_Ha_Cerrado_El_Alma?
¿Ya se te ha cerrado el alma? ¿De qué piedra o piel te vistes? ¿Qué hábito rígido aprieta la juventud que te rige? Eres sólo admiración de lo feo. ¿Qué te oprime de esa manera, un amor que ni aun en tu sueño es libre? ¡Qué duro cerco enmascara el bello nombre que vives! ¿Con qué cuchilla has cavado el foso que tus pies ciñe? Ni eres torre de defensa, ni temor emparedado, ni combate detenido, ni en el desierto eres árbol... Eres, sólo, admiración de lo feo. ¿En qué regazo de la soledad, inclinas tu sueño desmelenado? ¿En ninguno?... (No hay reposo, si no hay corazón sangrando). De la tierra de la Nada eres la más firme tallo. Y te alzas, carbón inútil, sin saber que ya te sigue una llama que hay errando bajo el cielo en que te eriges. Carbón que el cuerpo levanta, siempre es piedra, que del fuego viene, para hacerse llama. Tú no lo sabes —carbón, ladrillo, piel, sueño, yeso— cárcel de tu corazón. Y ya se acerca la llama y ya a tu torre le embiste y ya a tu cuerpo se agarra. Como yedra se te sube y ya te incendia la cara... Tu piel, tu nombre, el silencio, todo hoguera te proclaman. Y tu foso es ya, sortija de luz, que tu amor declara. ¡Ay, terco y mudo castillo, que blandas son tus murallas! Fuego te viene y te va: mil lenguas tu cuerpo atacan.! Cruje, cruje, cruje, cruja todo lo que por amor arda! ¿Ardes... Cruje, cruje, cruja el fuego que te levanta, surtidor de bautismo, árbol de luz que te salva. Y, ahora, sabrás defenderte? ¿Ya se te ha cerrado el alma? ¿Eres sólo admiración de lo feo?... —¡Fuente clara!
es
Bretón_de_los_Herreros,Manuel
<XXI
El_Gato_Y_Los_Ratones
«¡Cómo! ¡Un animalito Que de su misma sombra tiene miedo Te hace cuando le ves alzar el grito Y casi desmayarte! ¡Ay Dios! No puedo Mirarle sin horror y repugnancia. Pues a mí me parece hasta bonito. Lo creo, es proverbial tu extravagancia Y pésimo tu gusto. Que ese cargo es injusto, Con haberte elegido por esposa Harto lo pruebo, amable Sinforosa. Ese requiebro insulso No viene a cuento, y cuando yo repulso Con razón a una inmunda sabandija, Con defenderla tú me insultas. Hija, Serénate. No quiero que el demonio Perturbe por motivo tan ligero La paz de nuestro dulce matrimonio. Mandaré al carpintero Que una alevosa trampa me construya Donde, queso atrayéndole o tocino, Cautivo caiga el animal dañino. ¡Bravo! ¡Lindo remedio es una trampa! ¿Piensas que es el ratón, en cuya estampa He visto a Lucifer, solo en el mundo? No; pero... ¡Sí, ya escampa! No hay bicho más ladrón y más fecundo. Mermada mi despensa Harto atestigua su rapiña inmensa. Poco, tomando bien tus precauciones, Pueden mermarla tales musarañas; Pero, ya que en su contra así te ensañas, Guerra, ¡guerra de muerte a los ratones! Dime tú (me someto a tu dominio) Cómo conseguiremos su exterminio. No hay cosa más sencilla: con un gato. Justamente, sabiendo que me falta, Me ofrecieron ayer uno de Malta. Es taimado animal, pérfido, ingrato, Y que traerá sospecho Más daño a nuestra casa que provecho; Pero, pues lo desea mi señora, Venga el maltes cuadrúpedo en buen hora». Así acabó la conyugal reyerta, Y en aquel mismo día la consorte Al huésped redomado abrió la puerta. Humilde era en su gesto y en su porte, Y el que ignorase cuánta es la falsía, Cuánta la refinada hipocresía De la gatuna raza, Pudiera, sin lisonja, A juzgar solamente por la traza, Ponerle en parangón con una monja. Durante una semana, y no cumplida, Hizo su obligación el raticida. Dos o tres parvulillos De la grey roedora Cogidos por su zarpa destructora Dieron sabroso pasto a sus colmillos. Y en dirección diversa Pánico susto a los demás dispersa. Pero el guardián goloso en una hora Más que ellos en un mes hurta y devora. Ítem, le abriga su ama en el regazo, Y la mano süave Con que ella le acaricia el espinazo Él, que otro modo de halagar no sabe, Señala con sacrílego arañazo. Ítem, un día aprovechando el maula El descuido de un fámulo que abierta De un canario gentil dejó la jaula, El voraz Micifuz, que estaba alerta, Le destroza con ira de ostrogodo Y se lo traga ¡oh Dios! con pluma y todo. Ítem, enamorado de una gata, Que en cuatro rivales Reparte sus favores a prorrata, Como hacen muchas damas principales, No hay noche en que al tejado no se escape, Y arma tal guirigay, tal zipizape, Ora el amor le instigue, ora la furia, Que al barrio escandaliza su lujuria. Ítem, penetra un galgo en su vivienda Que disputarle quiere la merienda. Salta, huyendo del can, sobre una silla; De allí a un aparador (¡momento aciago!) De vasos todo lleno y de vajilla, Y con horrendo estrago La porcelana rompe y el cristal Que costaron al amo un dineral. Ahora bien, este apólogo prolijo ¿Qué nos enseña? Cáustica censura Yo con él al resguardo no dirijo Que fronteras y costas asegura; Ni menos a la cauta policía, Aunque tampoco haré su apología; Mas sin que en ella dé crudo mordisco Ni me ensangriente, ¡zape! con el fisco, De mi sencillo ejemplo Una verdad deduzco como un templo: Muchas veces (perdóneme la ciencia) El remedio es peor que la dolencia. Ítem Ítem Ítem Ítem Muchas veces El remedio es peor que la dolencia.
es
Popa,Dorin
XXI
Si_Es_Que_Mi_Desgarro
si es que mi desgarro te toca, perdóname!
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
¿Qué_Hora?_La_De_Sentirse
¿Qué hora? La de sentirse aislado, roto el recinto —limites—, sobre la frente suelta los celajes lívidos. Se han desterrado ropajes caduros. Queda el sucinto poder del poniente, a fuerza de pujanza, fiel, tranquilo. Se arrasan todos los aires sin disculpa. Se echa el frío de espalda sobre los valles. Pasean los ojos tímidos sobre los verdes silencios. Estoy solo. Ya el precinto guarda esta hora. Centellas, sin perturbar el sigilo de la tarde. Amor del cielo. Siento en mi cuerpo, ceñido, un tacto duro: la noche. Me envuelve justo en su tino. ¿Mi alma sola? Aquí estoy, cuerpo, pasión. ¡Vivo, vivo! ¿Me sientes? La noche. Cuerpo mío, basta; si yo mismo ya no soy tú. Mas ¿qué pides, si eres contorno? ¿Eres mío? (Firmes siento los perfiles) ¿Tu amor? Es la noche. Mío es ya. (Me pasa el silencio: le soy presente) ¡En ti vivo! (Y se derrumban cristales mudos, verticales. Signo. Y se levantan fulgentes cielos, del hondo, firmísimos).
es
Valencia,Guillermo
<XXI
In_Memoriam
El día que a mis puertas llamaste, oh peregrino, El día que a mis puertas llamaste, oh peregrino, signé con piedra blanca, para eternal memoria, eternal, si, eternal porque un rayo de gloria consagró desde entonces mi ignorado camino. Llegaste con el blando pisar del pie divino. Yo, en la arcaica vitela. que mi gruta ilusoria guarda, pinto el relato de esta mágica historia del hombre que llegó a tornar mi agua en vino. Si hemos hablado un día o un siglo, no sabría decirlo, dulce hermano en la flauta doliente. El placer de estar triste no es la melancolía. Mientras e1 mundo corres y vas, de gente en gente, tu nombre resplandece cual nieve de alegria sobre el ya extinto cráter de un corazón ardiente.
es
Acuña,Manuel
<XXI
¿Y_Qué?_¿Será_Posible_Que_Nosotros
¿Y qué? ¿Será posible que nosotros Tanto amemos la gloria y sus fulgores, La ciencia y sus placeres, Que olvidemos por eso los amores, Y más que los amores, las mujeres? ¿Seremos tan ridículos y necios Que por no darle celos a la ciencia, No hablemos de los ojos de Dolores, De la dulce sonrisa de Clemencia, Y de aquella que, tierna y seductora, Aún no hace un cuarto de hora todavía, Con su boca de aurora, «No te vayas tan pronto», nos decía. ¿Seremos tan ingratos y tan crueles, Y tan duros y esquivos con las bellas, Que no alcemos la copa Brindando a la salud de todas ellas? Yo, a lo menos por mí, protesto y juro Que si al irme trepando en la escalera Que a la gloria encamina, La gloria me dijera: —Sube, que aquí te espera La que tanto te halaga y te fascina; Y a la vez una chica me gritara: —Baje usted, que lo aguardo aquí en la esquina, Lo juro, lo protesto y lo repito: Si sucediera semejante historia, A riesgo de pasar por un bendito, Primero iba a la esquina que a la gloria. Porque será muy tonto Cambiar una corona por un beso; Mas como yo de sabio no presumo, Me atengo a lo que soy, de carne y hueso, Y prefiero los besos y no el humo, Que al fin, al fin, la gloria no es más que eso. Por lo demás, señores, ¿Quién será aquel que al ir para la escuela Con su libro de texto bajo el brazo, No se olvidó de Lucio o de Robredo Por seguir, paso a paso, A alguna que nos hizo con el dedo Una seña de amor, así... al acaso? ¿O bien, que aprovechando la sordera De la obesa mamá que la acompaña, Nos dice: ¡No me sigas! Porque mamá me pega y me regaña? ¿Y quién no ha consentido En separarse del objeto amado Con tal de no mirarlo contundido? ¿Quién será aquél, en fin, que no ha sentido Latir su corazón enamorado, Y a quién, más que el café, no ha desvelado El café de no ser correspondido? Al aire, pues, señores, Lancemos nuestros hurras por las bellas, Por sus gracias, sus chistes, sus amores, Sus perros y sus gatos y sus flores, Y cuanto tiene relación con ellas. Al aire nuestros hurras De las criaturas por el ser divino, Por la mitad del hombre, Por el género humano femenino. café
es
Alcázar,Baltasar_del
<XXI
En_Ronda,_Donde_Resido
En Ronda, donde resido, vive don Diego de Sosa, y diréte, Inés, la cosa más brava dél que has oído. Tenía este caballero un criado portugués, pero cenemos, Inés, si te parece, primero. La mesa tenemos puesta; lo que se ha de cenar, junto; y el vino y tazas y a punto: falta comenzar la fiesta. Rebana pan. Bueno está. La ensaladilla es del cielo y el salpicón, con su ajuelo, ¿no miras qué tufo da? Esto, Inés, ello se alaba; no es menester alaballo; sola una falta le hallo: que con la priesa se acaba. Echa vino, y por tu vida, que le des tu bendición: yo tengo por devoción de santiguar la bebida. Bueno fue, Inés, ese toque; franco fue, mas yo, ¿qué hago? Vale un florín cada trago de este vinillo aloque. La taberna del esquina lo suele a veces vender; grande consuelo es tener la taberna por vecina. Echa otra vez, serán dos, ya que la cosa va rota. ¡Quién dél tuviere una bota para más servir a Dios! La ensalada y salpicón hizo fin; ¿qué viene agora? La morcilla, ¡oh, gran señora, digna de veneración! ¡Qué oronda viene y qué bella! ¡Qué bizarro garbo tiene! Yo sospecho, Inés, que viene para que demos en ella. Pues, ¡sus!, encójase y entre, que es algo angosto el camino. No eches agua, Inés, al vino, no se escandalice el vientre. Ande apriesa el trasaniejo, porque con más gusto comas; Dios te guarde, que así tomas, como sabia, el buen consejo. Mas di: ¿no adoras y precias la morcilla ilustre y rica? ¡Cómo la traidora pica! Tal debe de estar de especias. ¡Qué llena está de piñones! Morcilla de cortesanos y asada por esas manos hechas a cebar lechones. Vive Dios, que se podía poner al lado del Rey, al fin, puerco a toda ley, que hinche tripa vacía. Probemos lo del pichel, alto licor celestial: no es el aloquillo tal, ni tiene que ver con él. ¡Qué suavidad! ¡Qué clareza! ¡Qué cuerpo rancio y olor! ¡Qué paladar! ¡Qué color, todo con tanta fineza! El corazón me revienta de placer y a ti te veo cómo te va. Yo, por mí, que debes de estar contenta. Mas el queso sale a plaza, la moradilla va entrando, y ambos vienen preguntando por el pichel y la taza. Prueba el queso, que es extremo: el de Pinto no le iguala; y la aceituna no es mala: bien puede bogar su remo. Pues haz, Inés, lo que sueles; daca de la bota llena. Bebamos. Hecha es la cena, levántense los manteles. Ya, Inés, que habemos cenado tan bien y con tanto gusto, parece que será justo volver al cuento pasado. Pues sabrás, Inés hermana, que el portugués cayó enfermo... Las once dan; yo me duermo; quédese para mañana.
es
Pintael_Martínez,Joaquín
XXI
Gran_Vía_(O_El_Paseo_Ciudadano)
El paseo tiene guirnaldas en los ojos y un aroma de incienso en los tobillos, las máscaras gritan su carnaval de piedra en las paredes e interrumpen la oración de los ancianos, hay flores que derriten el Sol en las ventanas y recipientes que guardan arena milenaria, hay locos, artistas, bufones grotescos y un saltimbanqui con cara de perro. El paseo cuenta sus chismes de matrona mientras cuelgan faroles que tiemblan de frío, luce la muerte anual en sus cabellos y una peluca en la noche de su calva. El paseo duerme con sus galas de fiesta acariciando el silencio que cuelga en los balcones, y cuando su piel se queda desnuda, cuando la Luna le devuelve su nombre, piensa en lo lejano que queda todavía el mes de Octubre.
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Tiempo_A_Borbotones
Este instante, neutro en la blanca mirada de lo abstracto, se colorea de múltiples realidades simultáneas en el racimo de lo concreto. Y arriba, donde el pájaro es pájaro, cruz latina y silbido, donde las nubes abren la esponja del vuelo al ronroneo de los aviones, donde tus hombros se alabean si me divisan el pensamiento, dicho instante se deshoja como una margarita en los dedos del aire. Y más abajo, entre prados de nomeolvides y estatuas de sal, donde te grita un sollozo que es nudo irrompible, donde la cabellera del mar se peina con las cintas de los torpedos, el mismo instante muere en un caballo reventado por espuelas de espanto. Y más abajo aún, donde germina la verde inocencia de los graneros, donde las minas intentan detener el sol en su carrera, donde guadianas lloran por las lagunas de sus ojos la pierna amputada por las sierras del viento, el mismo instante se empareda con los huesos del universo de una madre que murió muchas veces en el recuerdo de sus hijos movilizados. Y se hincha en las caderas con polizón de América del Sur. Y presencia un idilio de morsas en la tarima de los hielos polares. Y se aleja en un horizonte suspirado por velas de sudarios. Y es cogido por un tren en un paso a nivel de una noche de piedra. Y se despeña con el ademán oratorio de una catarata. Y se bate en la risa circular de un castañeteo de anemómetros. Y se abriga a la salida de los teatros con pieles perfumadas. Pero hay una chispa de ese instante vivo en que ya humanizado, con venas y polainas, corazón y corbata, cubriéndose los ojos, se suicida. Ese en que unas personas se enfrentan sin mirarse en un campo a traviesa de lodos asesinos.
es
Aridjis,Homero
<XXI
Vas_Creciendo_Sombra_A_Sombra
Vas creciendo sombra a sombra abril se desvanece en tus cabellos papeles sin sueño habitan en los parques el día negro es una estrella acuática La iluminación tiene alas del camino en los muros no pesa el aire el rostro de la noche en la ventana es un ser dormido que despierta Hay un tiempo desvelado que te esconde y un fantasma que te hace recordar La primavera oficia en secreto un diálogo de niños y en el cuenco de tus manos pueden volar los pájaros El mundo es gris en tus pupilas es un cuerpo desnudo que se apoya en los párpados Elástica la luz se cumple en otro asombro Sólo tu voz rompe la bruma Vas creciendo sombra a sombra
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
La_Invasión
Desde el Opón avanza la tribu cual torrente A Teusaquillo en fuga. Detrás, del rayo armados Los Hijos del Sol vienen. Surge el Zipa, y postrados Indios, Jeques y Usaques doblan ante él la frente. Piedad del Sol imploran con súplica ferviente; Del ara corre sangre de niños degollados; Se oyen sonar clarines... Y todos, angustiados, Huyen al alto cerro que se alza en el Oriente. A la llanura llega Quesada. Por Castilla Y su Rey, el acero levanta, mientras brilla La luz como una rosa de fuego en su coraza. Del cerro al Sol entonces se alza una nube oscura De flechas, y hondo grito la tribu da en la altura: El grito, ante la Muerte, de la vencida raza. Los Hijos del Sol
es
Martínez_de_la_Rosa,Francisco
<XXI
Pues_Los_Hombres_Todos
Pues los hombres todos A lu ley se humillan, Amor, no con burlas De sus males rias. Presos de un cabello Algunos suspiran, Cual náufrago triste Que el moro cautiva; Quien un lunar breve Cual su estrella mira; Quien de unas pestañas Ve pender su vida... Solo yo, Dios ciego, Resistí a tus iras; Pues solo alcanzaron Rendirme a Dorila Los leves hoyuelos De su mano linda; De su hermoso brazo, De su blanda risa.
es
Moya_Zúñiga,Jaime
XXI
Será_Hermoso_Soportar_La_Lluvia
Será hermoso soportar la lluvia verla rebotar urgente construyendo el aguacero y descifrar para qué he vuelto.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Haces_Camino._—¡Qué_Gusto
Haces camino. —¡Qué gusto verme así en el entrecielo!— (La mirada). —¡Mira como se adivinan los desvelos de la noche! —(Se ha cerrado la comba fría). —¿Está lejos?— (Y palpita...) —¡Qué tristeza tan oscura! —(...de silencio.) —¿Vendrá ya la luna? —(Liso ciñe y reverbera). —¿Es tiempo? ¡Oh si ya lo fuera! —(Venas de noche). —¡Qué frío! —(Y siento casi quieta la fluida verdad). —Algo; lo primero quisiera... —(Avanza la noche muda). —O si no, aquel lucero tan puro; algo... —(Menea la brisa nocturna tiemblos de luz). —iDámelo! ¿No oyes?— (Se turba el aire.). —¡Lo quiero!— (Apunta la verdad). —¡Mío!— (Temblorosos puntos negros...) —¡Pero vamos, vamos siempre!— (...constatan blancos luceros). —Ya hemos llegado: ¡oh qué campo tan hermoso! —(Avanza diestro el filo del alba). —¡Y se aprenden luces! —(Someros restos de noche). —¡Mañana dulce, querida hora! —(Enteros los barre el viento). —¡Te adoro, luz del día! —(Rotas, negros).
es
Barbarito,Carlos
XXI
Desde_Siempre,_Doble:_Torbellino
Desde siempre, doble: torbellino, movimiento espiral, helicoide, dinámica del espacio; peregrino, partida y regreso al origen, al centro. ¿Por qué entonces, esta tarde o noche, un palo quemado, alas negras y una red, hija de lo oscuro y hermana del sueño, negro que se vuelve verde, manos que emergen de la tierra? Y ya no volvió por allí más.
es
Champourcín,Ernestina_de
<XXI
¡Qué_Ganas_De_Acercarme!
¡Qué ganas de acercarme! Sobre el mar ibas mudo, alejado, a distancia, como si una pared adusta separase esos destinos nuestros tan juntos sin embargo. Miré a mi alrededor y todas las pupilas se hundían en el surco que devoraba el agua. Un miedo de los ojos esquivando otros ojos, un afán de guardar para sí aquel momento, Vi una mano perdida que buscaba otra mano, retirándose luego avergonzada, mustia. Y seguimos así, queriendo sin querer, inmóviles y rígidos con los labios sellados.
es
Cetina,Gutierre_de
<XXI
Este_Andar_Y_Tornar,_Ir_Y_Volverte
Este andar y tornar, ir y volverte, Lavinio, el caminar y no mudarte, este incierto partir y no apartarte, y el irte a despedir y detenerte, tengo miedo, pastor, que han de encenderte, como a la mariposa, aquella parte de libertad que amor quiso dejarte sana por descuidarte y ofenderte. Lo mejor del nadar es no ahogarse, jugar y no perder es buen aviso, si lo puede excusar quien pisa abrojos. Mas ¿quién podrá, quién bastará a guardarse de la hermosa vuelta de unos ojos, de una boca que os muestra un paraíso?
es
Othón,Manuel_José
<XXI
Rubia_La_Aroma_Luce_En_El_Oriente
Rubia la aroma luce en el oriente sus galas más espléndidas de fiesta, que amorosa y rendida ya se apresta del esposo a besar la roja frente. Para verle asomar alza su ingente tajada cumbre la montaña enhiesta; prepárale su incienso la floresta, su trino el ave y su rumor la fuente. El cielo gotas de cristal rocía en corolas y muérdagos. Los vientos tañen las ramas de la selva umbría. Y alza a su Dios en rítmicos acentos, como grata oración del nuevo día, himnos la tierra, el hombre pensamientos. Tramonta el sol. Esmalta la colina de su postrera luz con el escaso fulgor, que va envolviendo en el ocaso con su túnica blanca la neblina. Desbarátase la húmeda calina en la llana extensión del campo raso, y ya por el oriente, paso a paso, la silenciosa noche se avecina. Todo es misterio y paz. El tordo canta sobre los olmos del undoso río; el hato a los apriscos se adelanta, flota el humo en el pardo caserío, y mi espíritu al cielo se levanta hasta perderse en Ti. ¡Gracias, Dios mío!
es
Flórez,Julio
<XXI
Se_Están_Poniendo_Triste
Se están poniendo triste las tardes de verano; ya no se ve en los cielos siquiera un arrebol. Y está desierto el bosque y está marchito el llano... ¡qué triste va muriendo tras de la sierra el sol! Es que tras de la bruma, que el horizonte cierra, el blanco apoya la frente en su bordón. ¿Mas, qué importa ese frío de cielo, mar y tierra, si fuego, amor y abrigo te da mi corazón? Oye, el cierzo rasguña la vidriera: llegó el invierno al fin... pero el estío surge en mi amante corazón; afuera cae la lluvia, el cielo está sombrío. Mas, no importa, bien mío, porque en mi corazón hay una hoguera que te dará calor si sientes frío. ¡Mientras que tú me inundas en la onda fragante de tu aliento, oye, el ala del viento arrebata las hojas moribundas! Pero ese viento helado no llegará hasta ti, ni la llovizna tu cuerpo mojará, ni ese nublado, que el triste cielo de la tarde tizna, te quitarán la luz: corto es el trecho que nos separa. ¡Ven! La chimenea fría está... ni una brasa. ¡Ven! La cabeza pon sobre mi pecho: así... más cerca... que tus ojos vea mientras el soplo del invierno pasa... ¡Oh, que este invierno interminable sea!
es
Hahn,Óscar
<XXI
Lee,_Señor_Mis_Versos_Defectuosos
Lee, Señor mis versos defectuosos que quisieran salir pero no salen: ya ves que poco valen mis esfuerzos y mis desdichas ay qué poco valen Con tu ayuda saldrían universos de palabras preñadas pero salen débiles moribundos estos versos: deja que el último suspiro exhalen Ayúdame, Señor: que no zozobre en la mitad de este terceto pobre mira estas ruinas: palpa su estructura dónales lo que tengas que donarles: y la vida que yo no supe darles dásela tú, Señor, con tu lectura.
es
Figueroa,Francisco_de
<XXI
Epitafio_A_La_Muerte_De_Tirsi
Crezca con el licor del llanto mío La verde yerba de este fértil prado: Enfrene el triste son de mi cuidado El presuroso curso de este río: Resuene el bosque cavernoso y frío, Ya es muerto Tirsi, Tirsi es ya acabado, En el dolor terrible sepultado, Que tuvo de él entero señorío. Sola esta solitaria selva umbrosa, Y aquesta tan gentil verde ribera Del lamentable fin fueron testigos. Aquí cerró sus ojos muerte fiera, Y el miserable cuerpo aquí reposa. Llorándole Damón su firme amigo.
es
Flórez,Julio
<XXI
Hizo_Tu_Mano_De_Nieve
Hizo tu mano de nieve, tu cabellera de oro y de diamantes tu lloro, y de lirio tu pie breve; tu boca, rojo manjar, de un clavel, y al terminar puso en tu faz de azahar y en tu pupila traidora, todo el carmín de la aurora y todo el verde del mar.
es
Flórez,Julio
<XXI
Flores_Humanas,_Hermosas
Flores humanas, hermosas, bien pudierais ser divinas, si lo mismo que las rosas ¡ay, no tuvierais espinas!
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Señor,_Tú_Sabes_Que_Soy_Bueno,_Bueno
Señor, tú sabes que soy bueno, bueno como un árbol con frutas y con flores. Ni hay en mis frutas jugos de rencores, ni hay en mis flores gotas de veneno. Mi corazón es fuerte y está lleno de hojas frescas y pájaros cantores: no tendrá nidos, pero tiene amores; y es como una protesta sobre el cieno. Si el Sol me ha dado savia de poeta, tuyo es ¡Señor! el numen que me inquieta, tuya es ¡Señor! la fiebre que me abrasa. Un árbol soy, con alma y con sentidos; y mis versos, apenas los ruidos que hace el viento en las hojas cuando pasa...
es
Núñez_de_Arce,Gaspar
<XXI
La_Duda._A_Mi_Querido_Amigo_El_Distinguido_Poeta_Don_Antonio_Hurtado
Desde esta soledad en donde vivo, y en la cual de los hombres olvidado ni cartas ni periódicos recibo; donde reposo en apacible calma, lejos, lejos del mundo que ha gastado con la del cuerpo la salud del alma; antes de que el torrente desbordado de la ambición con ímpetu violento me arrebate otra vez; desde la orilla donde yace encallada mi barquilla, libre ya de las ondas y del viento, como recuerdo de amistad te escribo. ¡Ay! Aunque salvo del peligro, siento la inquietud angustiosa del cautivo, que rompiendo su férrea ligadura, traspasa fatigado a la ventura montes, llanos y selvas, fugitivo. El rumor apagado que levantan las hojas secas que a su paso mueve, las avecillas que en el árbol cantan, el aire que en las ramas se cimbrea con movimiento reposado y leve, el río que entre guijas serpentea, la luz del día, la callada sombra de la serena noche, el eco, el ruido, la misma soledad ¡todo le asombra! Y cuando ya de caminar rendido sobre la yerta piedra se reclina y le sorprende el sueño y le domina, oye en torno de sí, medio dormido, vago y siniestro son. Despierta, calla, y fija su atención despavorido; las tinieblas le ofuscan, se incorpora y el rumor le persigue. —¡Es el latido de su azorado corazón que estalla!— Y entonces ¡ay! desesperado llora. Porque es la libertad don tan querido, que en el humano espíritu batalla, más que el placer de conseguirla, el miedo de volverla a perder. Yo que no puedo recordar sin espanto la agonía, la dura y azarosa incertidumbre en que mi triste corazón gemía sometido a penosa servidumbre, cuando, arista a merced del torbellino, sin elección ni voluntad seguía los secretos impulsos del destino, y en ese pavoroso desconcierto de la social contienda, consumía la paz del alma ¡la esperanza mía! hoy que la tempestad arrojó al puerto mi navecilla rota y quebrantada, temo ¡infeliz de mí! que otra oleada la vuelva al mar donde mi calma ha muerto. Para vencer su furia desatada ¿qué soy yo? ¿qué es el hombre? Sombra leve, partícula de polvo en el desierto. Cuando el simún de la pasión le mueve, busca el átomo al átomo, y la arena es nube, es huracán, es cataclismo. Gigante mole los espacios llena, bajo su peso el mundo se conmueve, obscurece la luz, llega al abismo y al sumo Dios que la formó se atreve. Vértigo arrollador todo lo arrasa; pero después que el torbellino pasa y se apacigua y duerme la tormenta, ¿qué queda? Polvo mísero y liviano que el ala frágil del insecto aventa, que se pierde en la palma de la mano. ¡Oh grata soledad, yo te bendigo, tú que al náufrago, al triste, al pobre grano de desligada arena das abrigo! Muchas veces, Antonio, devorado por ese afán oculto que no sabe la mente descifrar, me he preguntado, —cuestión a un tiempo inoportuna y grave— ¿qué busco? ¿a dónde voy? ¿por qué he nacido en esta edad sin fe? —Yo soy un ave que llegó sola y sin amor al nido. A este nido social en que vegeta, mayor de edad, la ciega muchedumbre, al infortunio y al error sujeta entre miseria y sangre y podredumbre. Contémplala, si puedes, tú que al cielo con tus radiantes alas de poeta tal vez quisiste remontar el vuelo, y si este el mundo que soñaste ha sido nunca el encanto de tu dicha acabe... ¡Ay! pero tú también eres un ave que llegó sola y sin amor al nido. Desde la altura de mi siglo, tiendo alguna vez con ánimo atrevido, mi vista a lo pasado, y removiendo los deshechos escombros de la historia, en el febril anhelo que me agita sus ruinas vuelvo a alzar en mi memoria. Y al través de las capas seculares que el aluvión del tiempo deposita sobre columnas, pórticos y altares; del polvo inanimado con que cubre la loca vanidad del polvo vivo, que arrebata a su paso fugitivo, como el viento las hojas en Octubre; mudo de admiración y de respeto busco la antigüedad—roto esqueleto que entre la densa lobreguez asoma— y ofrecen a mi absorta fantasía sus dioses Grecia, sus guerreros Roma, sus mártires la fe cristiana y pía, el patriotismo su grandeza austera, sus monstruos la insaciable tiranía, sus vengadores la virtud severa. Y llevado en las alas del deseo que anima mi ilusión, a veces creo volver a aquella Edad. —En la espesura del bosque, en el murmullo de la fuente, en el claro lucero que fulgura, en el escollo de la mar rugiente, en la espuma, en el átomo, en la nada, Apolo centellea, alza su frente de luminoso lauro coronada. Por él la luna que entre sombras gira, la luz que en rayos de color se parte, la ola que bulle, el viento que suspira, todo es Dios, lodo es himno, todo es arte. ¡Ay! ¿No es verdad que en tus eternas horas de desaliento y decepción, recuerdas esa dorada Edad, y que te inspira el coro de sus musas voladoras, que murmuran y gimen en las cuerdas de la ya rota y olvidada lira? Aunque las llames, no vendrán: ¡han muerto! La voz del Interés, grosera y ruda, anuncia que el Parnaso está desierto y la Naturaleza triste y muda. Que en este siglo de sarcasmo y duda, sólo una Musa vive: Musa ciega, implacable, brutal: ¡Demonio acaso que con los hombres y los dioses juega! La Musa del análisis, que, armada del árido escalpelo, a cada paso nos precipita en el obscuro abismo o nos asoma al borde de la nada. ¿No la ves? ¿No la sientes en ti mismo? ¿Quién no lleva esa víbora enroscada dentro del corazón? ¡Ayl Cuando llena de noble ardor la juventud florida, quiere surcar la atmósfera serena, quiere aspirar las auras de la vida, esa Musa fatal y tentadora en el Libro, en la Cátedra, en la Escena, se apodera del alma y la devora. ¡Si a veces imagino que envenena la leche maternal! En nuestros lares, en el retiro, en el regazo tierno del amor, hasta al pie de los altares nos persigue ese aborto del infierno. ¡Cuántas noches de horror, conmigo a solas, ha sacudido con su soplo ardiente los tristes pensamientos de mi mente como sacude el hurarán las olas! ¡Cuántas, ay, revoleándome en el lecho he golpeado con furor mi frente, he desgarrado sin piedad mi pecho, y entre visiones lúgubres y extrañas, su diente de reptil, áspero y frío, he sentido clavarse en mis entrañas! ¡Noches de soledad, noches de hastío en que, lleno de angustia y sobresalto, se agitaba mi ser en el vacío, de fe, de luz y de esperanza falto! ¿Y quién mantiene viva la esperanza, si donde quiera que la vista alcanza ve escombros nada más? Por entre ruinas, la humanidad desorientada avanza; hechos, leyes, costumbres y doctrinas, como edificio envejecido y roto, desplomándose van; sordo y profundo, no sé qué irresistible terremoto moral, conmueve en su cimiento el mundo. Ruedan los tronos, ruedan los altares: reyes, naciones, genios y colosos pasan como las ondas de los mares empujadas por vientos borrascosos. Todo tiembla en redor, todo vacila. Hasta la misma religión sagrada es moribunda lámpara que oscila sobre el sepulcro de la edad pasada. Y, cual turbia corriente alborotada, libre del ancho cauce que la encierra, la duda audaz, la asoladora duda, como una inundación cubre la tierra. —¡Es que el manto de Dios ya no la escuda! No la defiende el varonil denuedo de la fe inexpugnable y de las leyes, y el dios de los incrédulos, el miedo, rige, a su voluntad, pueblos y reyes. El los rumores bélicos propala; él organiza innúmeras legiones que buscan la ocasión, no la justicia. Mas ¿qué podrán hacer? No se apuntala con lanzas, bayonetas ni cañones el templo secular que se desquicia. En medio de este caos, como un arcano impenetrable, pavoroso, obscuro, yérguese altivo el pensamiento humano, de su grandeza y majestad seguro. Y semejante al árbol carcomido por incansable y destructor gusano, que cuando tiene el corazón roído, desenvuelve su copa más lozano, al través del social desasosiego, cruza la tierra en su corcel de fuego, hasta los cielos, atrevido, sube, pone en la luz su vencedora mano, el rayo arranca á la irritada nube y horada con su acento el Oceano. Mas ¡ay del árbol que frondoso crece, sostenido no más por su corteza! Tal vez la brisa, que las flores mece, derribará en el polvo su grandeza. —¡Tal vez! ¿Lo sabes tú? ¿Quién el misterio logra profundizar? Esta sombría turbación, esta lóbrega tristeza que invade sin cesar nuestro hemisferio, ¿es acaso el crepúsculo del día que se extingue, o la aurora del que empieza? ¿Es ¡ay! renacimiento o agonía? Lo ignoras como yo. ¡Nadie lo sabe! Sólo sé que la dulce Poesía va enmudeciendo, y cuando calla el ave, es que su obscuridad la noche envía. Oigo el desacordado clamoreo que alza doquier la muchedumbre inquieta sin freno, sin antorcha que la guíe; ando entre ruinas, y espantado veo cómo al sordo compás de la piqueta la embrutecida indiferencia ríe. —También en Roma, torpe y descreída, la copa llena de espumoso y rico licor, gozábase desprevenida, hasta que de improviso, por la herida que abrió en su cuello el hacha de Alarico, escapósele el vino con la vida.— Todo el cercano cataclismo advierte; pero en esta ansiedad que nos devora, ninguno habrá que a descifrar acierte la gran transformación que se elabora. ¿Y qué más da? Resurrección o muerte, vespertino crepúsculo o aurora, los que siguen llorando su camino por medio de esta confusión horrenda, con inseguro paso y rumbo incierto, ¿dónde levantarán su débil tienda que no la arranque el raudo torbellino ni la envuelva la arena del desierto? En otro tiempo el ánimo doliente, atormentado por la duda humana, postrábase, sumiso y penitente, en el regazo de la fe cristiana, y allí, bajo la bóveda sombría del templo, el corazón desesperado se humillaba en el polvo y renacía. Cristo en la cruz del Gólgota clavado extendía sus brazos, compasivo, al dolor sublimado en la plegaria, y para el pobre y triste fugitivo del mundo, era la celda solitaria puerto de salvación, sepulcro vivo, anulación del cuerpo voluntaria. ¡Ay! En aquella paz santa y profunda, todo era austero, reposado, grave. La elevación de la gigante nave, la luz entrecortada y moribunda, la sencilla oración de un pueblo inmenso uniéndose á los cánticos del coro, la armonía del órgano sonoro, las blancas nubes de quemado incienso, el frío y duro pavimiento, fosa común, perpetuamente renovada, de la cual cada tumba, cada losa es doble puerta que limita y cierra por debajo el silencio de la nada, por encima el tumulto de la tierra; aquella majestad, aquel olvido del siglo, aquel recuerdo de la muerte, parecían decir con infinita dulzura al corazón desfallecido, al espíritu ciego, al alma inerte: «Ego sum via, et varitas et vita (*)»; Aquí en su pequenez el hombre es fuerte.— Mas ¿dónde iremos ya? Torpes y obscuros planes hallaron en el claustro abrigo, y Dios, airado, desató el castigo y con el rayo derribó sus muros. ¿Dónde posar la fatigada frente? ¿Dónde volver los afligidos ojos, cuando ha dejado el corazón creyente prendidos en los ásperos abrojos su fe piadosa y su interés mundano? ¿Dónde? ¡En ti, soledad, yo te bendigo, porque al náufrago, al triste, al pobre grano de desligada arena das abrigo. simún Ego sum via, et varitas et vita
es
Coronado,Carolina
<XXI
En_Un_Álbum_Perdido_Y_Recobrado
Al recobrar la que lloré perdida prenda de la amistad, con tanta pena del hallazgo dichoso me enajena el contento más dulce de mi vida; Yo juré recobrarla, aunque escondida del desierto se hallase entre la arena; juré por tu bondad y tu hermosura y la suerte cumplió mi ofrenda pura.
es
Caseiro,María_Eugenia
XXI
Márchate_Espérame_En_La_Tuerca_Advenediza_Del_Reloj
Márchate espérame en la tuerca advenediza del reloj dice la calma posada en el atril de las quimeras mientras pretendes despojar la noche de escalones hundido en el abrazo letal de su forraje. Márchate espérame el paso resbalado en su pesada eternidad con legiones de vueltas autocráticas clavando sus muñones en los sueños. Deshoja el mar y cárgalo en tu hombro, recuérdame en tu andar de nombres que marcaron la estampida. Márchate espérame camino de otra cerrada sepultura.
es
Salas,Francisco_Gregorio_de
<XXI
Espíritu_Desunido
Espíritu desunido Domina a los extremeños, Jamás entran en empeños Ni quieren tomar partido: Cada cual en sí metido Y contento en su rincón, Huyen de toda instrucción; Y aunque es grande su viveza, Vienen a ser, por pereza, Los indios de la nación.
es
Romero,Armando
<XXI
Desde_La_Mujer_Del_Tendero_Hasta_Conchita_La_Pelirroja,_Y_Desde
Desde la mujer del tendero hasta Conchita la pelirroja, y desde Jesús el zapatero hasta Roberto que dirigía la escuela, todos, sin excepción, amanecieron con un terrón de azúcar en la punta de los labios. Sin embargo, los únicos en enterarse de lo sucedido fueron los que se besaron por la mañana.
es
Matos_Paoli,Francisco
<XXI
Recuento_Biográfico
Extraída la montaña un perfume luminoso, y titilaba la infancia en el pueblo del rocío. Tuve la sabiduría del que ama su raíz, un padre que regalaba las promesas del ayer. Pude en la verde espesura seguir el rastro de oro de la perdiz. Me llamaban desde el monte las luciérnagas, con ademán de quietud. Después abracé a los héroes. En la enhiesta serranía el aguacero volcaba su noche llena de perlas. Cuánto amanecer glorioso en el sencillo diorama donde duerme la torcaz. Hojas, hojas... El signarlo primero de lejanía que cuajaba su belleza en la orla del dolor. Desde entonces: pleamar, combate, cárcel, revuelo, pálpito del sueño loco. Y ahora recibo el árbol vaciado en la distancia: viene el orbe desleído, la gran virtud del espacio. ¿Qué queda de todo el vuelo irisado en el albor? Una mano maternal que palpa la profecía del liberado jardín.
es
Dedi,Rafael
XXI
Duro_Terrón:_El_Polvo_Que_Levantas
Duro terrón: el polvo que levantas Se lleva el viento. No quieren ser tus hijos —yo lo entiendo— Terrón de nadie. Porque pueden pisarlos o golpearlos Con azadones. Prefieren ser de viento, que no de polvo, ¡libres!, los jóvenes.
es
Bermúdez,Leticia
XXI
Soledad
Se da cuenta de la palidez Que provoca en el otro humano. Jugosa, deliciosa sobriedad Elementos de sus besos. A solas, Retorciendo sus manos. Ansiosa de tacto Hay miedo en sus ojos. Observa, ríe Y huye. Soledad… vuelve acá. Jugosa, deliciosa sobriedad Elementos de sus besos. A solas, Retorciendo sus manos. Ansiosa de tacto Hay miedo en sus ojos. Observa, ríe Y huye. Soledad… vuelve acá. A solas, Retorciendo sus manos. Ansiosa de tacto Hay miedo en sus ojos. Observa, ríe Y huye. Soledad… vuelve acá. Ansiosa de tacto Hay miedo en sus ojos. Observa, ríe Y huye. Soledad… vuelve acá. Observa, ríe Y huye. Soledad… vuelve acá. Soledad… vuelve acá.
es
Sánchez_Carrón,Irene
XXI
No_Pudrirse
No pudrirse: imposible deseo de las frutas. No pararse: ambición y condena de las fuentes. Los pastos van cerrando el camino sin nombre del collado por el que tú volvías. Conozco bien las piedras desde donde tus ojos oteaban los tesoros del valle. Subo la cuesta y nadie va delante. Bajo y tu sombra no me sigue los pasos. Mi corazón se ha vuelto charco turbio de lluvia donde tiembla tu rostro.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
Vamos_A_Ver_Si_Es_Cierto_Que_Le_Amamos
Vamos a ver si es cierto que le amamos, vamos a mirarnos por dentro un poco. Hay cosas colgadas que a Él le lastiman, freguemos el suelo y abramos las puertas, que salgan las lagartijas y entren las luces. Borremos los nombres de la lista negra, coloquemos a nuestros enemigos encima de la cómoda, invitémosles a sopa. Toquemos las flautas de los tontos, de los sencillos, que Dios se encuentre a gusto si baja.
es
Flórez,Julio
<XXI
Candor
Azul... azul... azul estaba el cielo. El hálito quemaste del estío comenzaba a dorar el terciopelo del prado, en donde se remansa el río. A lo lejos, el humo de un bohío, tal de una novia el intocado velo, se alza hasta perderse en el vacío con un ondulante y silencioso vuelo. De pronto me dijiste: —El amor mío es puro y blando, así como ese río que rueda allá sobre el lejano suelo— y me miraste al terminar, tranquila, con el alma asomada a tu pupila. Y estaba azul tu alma como el cielo.
es
Góngora,Luis_de
<XXI
Cuatro_O_Seis_Desnudos_Hombros
Cuatro o seis desnudos hombros De dos escollos o tres Hurtan poco sitio al mar, Y mucho agradable en él. Cuánto lo sienten las ondas Batido lo dice el pie, Que pólvora de las piedras La agua repetida es. Modestamente sublime Ciñe la cumbre un laurel, Coronando de esperanzas Al piloto que le ve. Verdes rayos de una palma, Si no luciente, cortés, Norte frondoso, conducen El derrotado bajel. Este ameno sitio breve, De cabra, apenas montés Profanado, escaló un día Mal agradecida fe; Joven, digo, ya esplendor Del Palacio de su Rey, El hueco anima de un tronco Nueve meses habrá o diez, A quien, si lecho no blando, Sueño le debe fiel, Brame el Austro, y de las rocas Haga lo que del ciprés. Arrastrando allí eslabones De su adorado desdén, Hierbas cultiva no ingratas En apacible vergel. ¡Oh, cuán bien las solicita Sudor fácil, y cuán bien Émulas responden ellas Del más valiente pincel! Confusas entre los lirios Las rosas se dejan ver, Bosquejando lo admirable De su hermosura cruel Tan dulce, tan natural, Que abejuela alguna vez Se caló a besar sus labios En las hojas de un clavel. Sierpe de cristal, vestida Escamas de rosicler, Se escondía ya en las flores De la imaginada tez, Cuando velera paloma, Alado, si no bajel, Nubes rompiendo de espuma, En derrota suya un mes, Le trajo, si no de oliva, En las hojas de un papel, Señas de serenidad, Si el arco de Amor se cree.
es
Darío,Rubén
<XXI
Epitalamio_Bárbaro
El alba aún no aparece en su gloria de oro. Canta el mar con la música de sus ninfas en coro y el aliento del campo se va cuajando en bruma. Teje la náyade el encaje de su espuma y el bosque inicia el himno de sus flautas de pluma. Es el momento en que el salvaje caballero se ve pasar. La tribu aúlla y el ligero caballo es un relámpago, veloz como una idea. A su paso, asustada, se para la marea. La náyade interrumpe la labor que ejecuta y el director del bosque detiene la batuta. —¿Qué pasa?—desde el lecho pregunta Venus bella. Y Apolo: —Es Sagitario que ha robado una estrella.
es
Carriego,Evaristo
<XXI
Mañana_Cumpliremos
Mañana cumpliremos quince años de vida en esta casa. ¡Qué horror, hermana, cómo envejecemos, y cómo pasa el tiempo, cómo pasa! Llegamos niños, y ya somos hombres, hemos visto pasar muchos inviernos y tenemos tristeza. Nuestros nombres no dicen ya diminutivos tiernos, ingenuos, maternales, ya no hay esa infantil alegría de cuando éramos todos a la mesa: «¡Que abuela cuente, que abuelita cuente un cuento antes de dormir, que diga la historia del rey indio» Gravemente la voz querida comenzaba: «Siga la abuela, siga, no se duerma!» «¡Bueno!» ¡Ah, la casa de entonces! La modesta casita en donde todo era sereno, ¡Nuestra casita de antes! No, no es esta la misma. ¿Y los amigos, las triviales ocurrencias, la gente que vivía en el barrio las cosas habituales? ¡Ah, la vecina enferma que leía su novela de amor! ¿Qué se habrá hecho de la vecina pensativa y triste que sufría del pecho? ¡Era de linda! Tú la conociste, ¿No te acuerdas, hermana? Ella leía siempre una novela sentada a una ventana. Nosotros la mirábamos. Y abuela la miraba también. ¡Pobre! Quién sabe qué la afligía. A veces ocultaba el bello rostro, de expresión muy suave, entre sus blancas manos, y lloraba. ¡Cómo ha ido cambiando todo, hermana, tan despaciosamente! Cómo ha ido cambiando todo ¿Qué se irá mañana de lo que todavía no se ha ido? Ya no la abuela nos dirá su cuento. La abuela se ha dormido, se ha callado: la abuela interrumpió por un momento muy largo el cuento amado. Aquellas risas límpidas y claras se han vuelto graves poco a poco, aquellas risas que no se habrán de oír. Las caras tienen sombras de tiempo en tiempo, huellas de pesares antiguos, de pesares que aunque se saben ocultar existen. En las nocturnas charlas familiares hay silencios de plomo que persisten hoscos, malos. En torno de la mesa faltan algunas sillas. Las miradas fijas en ellas, como con sorpresa, evocan dulces cosas esfumadas: rostros llenos de paz, un tanto inciertos pero nunca olvidados. ¿Y los otros?, Nos preguntamos muchas veces. Muertos o ausentes, ya no están: sólo nosotros quedamos por aquellos que se han ido, y aunque la casa nos parezca extraña, fría, como sin sol, aún el nido guarda calor: mamá nos acompaña. Resignada, quizá, sin un reproche para la suerte ingrata, va olvidando, pero, de cuando en cuando, por la noche, la sorprendo llorando: «¿Qué tiene, madre? ¿Qué es lo que le apena? ¿No se lo dirá a su hijo al hijo viejo? ¡Vamos, madre, no llore, sea buena, no nos aflija más! ¡Basta!» ¡Y la dejo calmada, libre al fin de la amargura de su congoja atroz, y así se duerme! ¡Húmedas las pupilas de ternura! ¡Ah, Dios no quiera que se nos enferme! Es mi preocupación ¡Dios no lo quiera! Es mi eterno temor. ¡Vieras! No puedo explicártelo. Sí ella se nos fuera ¿Qué haríamos nosotros? Tengo miedo de pensarlo. Me admiro de cómo ha encanecido su cabeza en estos meses últimos: la miro, la veo vieja y siento una tristeza tan grande ¿Esa aprensión nada te anuncia hermana? Tú tampoco estás tranquila: tu perdida alegría te denuncia También tu corazón bueno vigila. Yo no sé, pero creo que me falta algo cuando no escucho su voz. Una inquietud vaga me asalta Hay que cuidarla mucho, hermana, mucho.
es
Castellanos,Rosario
<XXI
Tres_Poemas
¿Qué hay más débil que un dios? Gime hambriento y husmea la sangre de la víctima y come sacrificios y busca las entrañas de lo creado, para hundir en ellas sus cien dientes rapaces. (Un dios. O ciertos hombres que tienen un destino). Cada día amanece y el mundo es nuevamente devorado. Los ojos del gran pez nunca se cierran. No duerme. Siempre mira (¿a quién?, ¿a dónde?), en su universo claro y sin sonido. Alguna vez su corazón, que late tan cerca de una espina, dice: quiero. Y el gran pez, que devora y pesa y tiñe el agua con su ira y se mueve con nervios de relámpago, nada puede, ni aun cerrar los ojos. Y más allá de los cristales, mira. Ay, la nube que quiere ser la flecha del cielo o la aureola de Dios o el puño del relámpago. Y a cada aire su forma cambia y se desvanece y cada viento arrastra su rumbo y lo extravía. Deshilachado harapo, vellón sucio, sin entraña, sin fuerza, nada, nube.
es
Lezama_Lima,José
<XXI
Sin_Dientes,_Pero_Con_Dientes
Sin dientes, pero con dientes como sierra y a la noche no cierra el negro terciopelo que lo entierra entre el clavel y el clavón crujiente. Bailados sueños y las jácaras molientes sacan el vozarrón Santiago de la tierra. Noctámbulo tizón traza en vuelo ardientes elipses en Nápoles donde el agua yerra. Muérdago en semilla hinchado por la brisa risota en el infierno, el tiburón quemado escamas sueltas, tonsura yerto. En el fin de los fines ¿qué es esto? Roto maíz entuerto en el faisán barniza y en la horca se salva encaramado. Bailados sueños y las jácaras molientes sacan el vozarrón Santiago de la tierra. Noctámbulo tizón traza en vuelo ardientes elipses en Nápoles donde el agua yerra. Muérdago en semilla hinchado por la brisa risota en el infierno, el tiburón quemado escamas sueltas, tonsura yerto. En el fin de los fines ¿qué es esto? Roto maíz entuerto en el faisán barniza y en la horca se salva encaramado. Muérdago en semilla hinchado por la brisa risota en el infierno, el tiburón quemado escamas sueltas, tonsura yerto. En el fin de los fines ¿qué es esto? Roto maíz entuerto en el faisán barniza y en la horca se salva encaramado. En el fin de los fines ¿qué es esto? Roto maíz entuerto en el faisán barniza y en la horca se salva encaramado.
es
Pombo,Rafael
<XXI
¿Qué_Instinto_Misterioso_Al_Hombre_Inclina
¿Qué instinto misterioso al hombre inclina Al despego y frialdad por todo aquello Que ya conoce, y a vestir de encanto Y aun perseguir con afanosa industria Todo lo que le es desconocido? La cumbre azul de inaccesible monte, La temblorosa estrella, el pajarillo Que canta y no se ve, la forma vaga Que definir las sombras no permiten; El raudal que velado entre hondo bosque Estrepitoso se derrumba; el río Que por arcos de selva entrando vemos A otro mayor do navegando vamos; Una frase fugaz de amiga boca Que a medias, percibimos; un sarao Desde afuera escuchado; un pie que asoma La media estrofa de un papel rasgado; La inscripción rota, la actitud y asunto Del torso antiguo, el fondo del estanque, Los remotos orígenes del Nilo; La ignota mano que escribió un billete La nave que en la bruma se consume; El crepúsculo incierto, grato al alma Muy más que el esplendor del mediodia; Los cuasi temas, los acordes sueltos Que de lejana música nos traen Las ráfagas del viento caprichosas; El recién muerto, cuyo gesto inmóvil Calla pertinazmente el gran secreto Que fascinada el alma le pregunta; El héroe muerto en flor, que siempre excede A cuantos su epopeya remataron... Hay en todo eso el íntimo atractivo De lo desconocido o lo incompleto Que a investigar o a completar provoca. Oigo en todo eso un ¡búscame! irritante; Imán de lo infinito a lo finito; O una belleza de ilusión que acaso La belleza real no alcanza nunca. Parece que abrigara el alma humana Tipos de toda perfección , los cuales En infalible idealidad modelan Los breves elementos que reciben; Mientras que, si tentamos coronarlo Con nuestros medios materiales, todo De los sentidos la torpeza acusa. Pero ese afán perseguidor envuelve La mejor Iucha de la vida, y llenos Siglos y tierra están de sus conquistas. De allí la ciencia, progresiva marcha De lo noto a lo ignoto, a la cual deben El cielo estrellas, y la tierra un mundo; De allí el perdido Edén y de allí el Arte, Cazador de hermosura, que delira En volver a encontrar el Paraíso De allí la Historia, la locuaz curiosa; De allí el Amor, pues siempre en lo que amamos, Algo, a nuestro pesar, desconocemos; Y de allí, el desamor para el ingenio Que, como un libro de escolar, permite Que el corazón le aprenda de memoria; Allí la Fe, visión de lo invisible; Allí, en fin, el instinto, la conciencia De un destino inmortal; de algo que abraza Juntos misterio y solución de todo; Unidad, perfección de perfecciones; Causa primera y fin de cuanto existe; Consciente posesión de lo absoluto Ardiente vida en éxtasi inefable.
es
Castellanos,Rosario
<XXI
Una_Cotorra,_Un_Timbre_Postal,_Un_Gato,_Un_Perro
Una cotorra, un timbre postal, un gato, un perro, algún espantapájaros cualquiera, alguien que, si recibe una dosis de amor, no segregue anticuerpos, no cree resistencias sino que simplemente asimile. Asimile sin intoxicaciones peligrosas y sin alteración de su naturaleza. Y luego, limpiamente, elimine los rastros de la sustancia extraña que el otro le inocula.
es
Gelman,Juan
<XXI
Amarte_Es_Esto
amarte es esto: una palabra que está por decir/ un arbolito sin hojas que da sombra/ amarti es istu: un aula qui va a dizer/ un arvulicu sin folyas qui da solombra/
es
Villaurrutia,Xavier
<XXI
Tengo_Miedo_De_Mi_Voz
Tengo miedo de mi voz y busco mi sombra en vano. ¿Será mía aquella sombra sin cuerpo que va pasando? ¿Y mía la voz perdida que va la calle incendiando? ¿Qué voz, qué sombra, qué sueño, despierto que no he soñado, serán la voz y la sombra y el sueño que me han robado? Para oír brotar la sangre de mi corazón cerrado, ¿pondré la oreja en mi pecho como en el pulso la mano? Mi pecho estará vacío y yo descorazonado, y serán mis manos duros pulsos de mármol helado.
es
Bañuelos,Juan
<XXI
¿Quién_No_Teme_La_Llama_Que_Es_Oscura?
¿Quién no teme la llama que es oscura? ¿Quién, porfi ado, no salva su universo? Tiene la paz amurallada espuma con que es ave ligera. ¡Ay, pero toda, toda luz se gana al precio de nuestras tinieblas! Plenarias las cosas nos reciben: ¿Quién propone la sorpresa? ¡Oh vocación de ver al mundo completo! Un trompo de silencio se rebela. Es la creación haciéndose más grande que la muerte; un gozar y un dolernos de saber que no es más la pluma que el esqueleto del vuelo. ¿Quién me inventa?, ¿qué invento? Cada hora es un nido sitiado y cada día así, con infinito, a mi alma regreso. No quiera la razón verse soñada que entre mis manos tengo el corazón sembrado. No rece su oración el sauce, cuando viudo no tenga voz que le acompañe. ¡Ay, pero los huesos y el secreto! Todo será como el sol cegado por el polvo, triste el contento y pobre de mí que también soy señalado, pero más pobre el mundo en el que a cada instante me convierto. Y con plomo en la voz voy arrastrando libre un tiempo feroz de cataclismo. Avanzo con ritmo súbito de pez (ahogado a veces) o con luz recogida del fondo de un espejo. Y no es verdad lo claro. Va más allá la oscuridad constante. El ser no es fábula, sino la red del eco con el tiempo colmado. Una lealtad de raíz para la tierra. Un no sé qué de la amistad me llama, veo señales como en la cordillera la choza iluminada del leñador que entre la savia se demora. Y es leñador que en mí también se engendra y tala tajo a tajo la corteza y el viento de este cedro, la sombra amarilla del planeta. Porque si obediente el aire nos regresa, porque si nace un musgo entre la carne: la vida nos espera, y aunque sea dolor habremos de cuidarla con la fe de un ciego que cuida su vista interior para que vea sin soñar la luz del día.
es
Coronado,Carolina
<XXI
A_Dónde_Estáis,_Consuelos_De_Mi_Alma
¿A dónde estáis, consuelos de mi alma, cantoras de esta edad, hermanas mías, que os escucho sonar y nunca os veo, que os llamo y no atendéis mi voz amiga? ¿A dónde estáis, risueñas y lozanas juveniles imágenes queridas?... Yo quiero veros, mi tristeza acrece la soledad mi padecer irrita; a darme aliento a mitigar mi pena venid, cantoras, con las sacras liras. He visto alguna vez que al cuerpo herido flores que sanan con su jugo aplican, de mi espíritu triste a la dolencia yo le aplicara la amistad que alivia. Flores, que la salud de pobre enferma pudierais reanimar con vuestra vista, ¿por qué estáis de la tierra en el espacio, colocadas tan lejos de mi vida?... Ése es, cantoras, de infortunio el colmo, ésa en el mundo la mayor desdicha; sufrir el mal, adivinar remedio y no lograrlo cuando el bien nos brinda.— No he de lograrlo sola y olvidada, como el espino en la ribera umbría, de mi cariño las lozanas flores lejos de la amistad caerán marchitas. Nunca os veré; mi estrella indiferente no marca en mi vivir grandes desdichas, pero tampoco ¡ay Dios! grandes placeres, tampoco venturosas alegrías. ¿Qué valen las desgracias si a sus horas de tormentoso afán sigue la dicha? Es menos bella la existencia, hermanas, pálida, melancólica, indecisa; que no tenga un azar de los que rinden ni una felicidad de las que animan. ¡A Dios, auras de abril, rosas de mayo, cantoras bellas de la patria mía! Yo no puedo estrecharos en mis brazos, yo no puedo besar vuestras mejillas; pero al ardiente sol mando un suspiro y a la luna, al lucero y a la brisa para que allá, donde en la tierra os hallen, lo lleven en sus alas fugitivas. ¿Qué dais, hermanas, de mi amor en pago? Dadme canciones tiernas y sencillas reflejo puro de las almas vuestras, consuelo activo de las ansias mías; y así podré exclamar «¡nunca las veo, sin verlas moriré, mas logro oírlas!»
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Una_Tristeza_Del_Tamaño_De_Un_Pájaro
Una tristeza del tamaño de un pájaro. Un aro limpio, una oquedad, un siglo. Este pasar despacio sin sonido, esperando el gemido de lo oscuro. Oh tú, mármol de carne soberana. Resplandor que traspasas los encantos, partiendo en dos la piedra derribada. Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa los cardos cuando crecen, cuando arañan las gargantas partidas por el beso. Oh esa luz sin espinas que acaricia la postrer ignorancia que es la muerte.
es
Altolaguirre,Manuel
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Fiebre
Esta noche he sentido a mi alma temblar en mi cuerpo, como tiemblan en noches oscuras los árboles secos.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
En_La_Playa_Sonora
En la playa sonora De auras primaverales, De las ondas azules del Sorrento Mueren bajo frondosos naranjales, Junto al seto, a la vera del camino, Hay una tosca piedra, Que mira indiferente el peregrino. En ella oculta el alelí frondoso Un nombre que jamás repite el eco. Sólo a veces, si en busca de reposo Errante pasajero se detiene, Al ver el epitafio entre las hojas, Ante la luz del moribundo día, Mientras copiosas lágrimas derrama, —«¡Diez y seis años!», suspirando clama; «De morir no era tiempo todavía». Mas, ¿a qué recordar esas escenas? Dejad que gima el viento y que murmuren las azules olas. Yo no quiero llorar en mi aislamiento; Quiero soñar con mi dolor a solas. «¡Diez y seis años! ¡Sí, diez y seis años!» Torna a decir el pasajero. Y nunca En una frente más encantadora Esa edad fulguró; ni otras pupilas Más hermosas el brillo reflejaron De esas playas ardientes e intranquilas. Hoy en vano la llamo: ¡Sólo el alma responde a mi reclamo! Pero la siento en mí, y a verla vuelvo; La vuelvo a ver como en felices días, De puras e inocentes alegrías, Cuando fijos en mí los negros ojos, Cual astros en ignota lontananza, Me hablaba de su amor entre sonrojos, Y yo, de mi pasión y mi esperanza. Bien me acuerdo: ondulaban sus cabellos Del aura al soplo acompasado y blando; En torno el viento aromas derramaba; Del trasparente velo se pintaba La sombra en su mejilla, y distintos se oían los cantares Del pescador en la desierta orilla. y de pronto mostrándome la luna, Flor de la noche bruna, y las espumas de la mar, me dijo: —«¿Por qué llena de luz el alma siento? Jamás el firmamento Donde la estrella del amor nos mira; Jamás esas arenas donde vienen Las olas a morir; esas enhiestas Montañas cuyas crestas Tiemblan entre los cielos, y los bosques En torno a la ensenada; Las luces de la costa abandonada y del nocturno pescador el canto Halagaron cual hoy mi fantasía... ¡Nunca infundieron en el alma mía Este que siento, celestial encanto! »¿No volveré a soñar cual sueño ahora En embriagante calma? ¿Es que en los cielos asomó la aurora O es que una estrella se encendió en mi alma? Hijo de la mañana, ¿son las noches De tu país tan bellas Como esta que a mi lado estás mirando Tachonada de fúlgidas estrellas?» Luego la virgen se acercó a la madre Que la escuchaba cerca del ribazo, Le dio un beso en la frente, y quedose dormida en su regazo. Mas, ¿a qué recordar esas escenas? Dejad que gima el viento y que murmuren las azules olas. Yo no quiero llorar en mi aislamiento; ¡Quiero soñar con mi dolor a solas! ¡Cuánto candor en su mirada! ¡Cuánta Inocencia en sus labios seductores! ¡Quién no hubiera creído en ese instante Ver concentrados en su alma virgen Del cielo de su patria los fulgores! El bello lago de Nemí, que nunca Un soplo arruga, es menos trasparente; Jamás pudo ocultar sus pensamientos; Sus ojos, de su espíritu trasunto, Los revelaban sin quererlo al punto. Todo jugaba en ella; y la sonrisa, Que es con los años contracción de duelo, Siempre brillaba en sus carmíneos labios Como arco-iris en radiante cielo. Ninguna sombra oscureció su rostro; y si libre los campos recorría, Cual suelta mariposa, Una límpida ola parecía Coronada de luz esplendorosa. Corría por correr, y su armoniosa y halagadora voz, arpegio tierno De su alma pura, que era un canto eterno, Alegraba hasta al aura rumorosa. Fue la primer imagen Que se imprimió en su corazón la mía, Como la luz en los dormidos ojos Que se abren con el día. Desde que amó, fue amor el Universo; Confundió mi existencia, Mi existencia entre lágrimas y abrojos, Con su vida de paz y de inocencia; Palpitó con mi alma, y formé parte Del mundo que flotaba ante sus ojos, De todos sus anhelos, De la efímera dicha de la tierra y la eterna esperanza de los cielos. No pensaba ni en tiempo ni en distancia, Ni existía el pasado en su memoria, Pues para ella la vida era el presente. Todo su porvenir fueron las tardes De aquellos días de celeste gloria. Entregó a la Natura Su corazón, sin sombra de pecado, y a la plegaria pura Que de su huerto con las blancas flores Iba a esparcir en el altar amado. y de la mano, como niño humilde, Me conducía al templo de la aldea, y de rodillas me decía quedo: «¡Reza conmigo! ¡Sin tu amor, bien mío, El cielo mismo comprender no puedo!» ¿No veis el agua azul y trasparente Al abrigo del aura vagabunda y del sol encendido, En el estanque de la clara fuente? En él un blanco cisne Nada, de su hermosura haciendo alarde, y oculta el cuello en el cristal bruñido Donde tiembla la estrella de la tarde. Pero si a nuevas fuentes alza el vuelo, La clara linfa con el ala azota y extinta queda la visión del cielo. y con las plumas que dejó deshechas, Como arrancadas por astuto buitre, y con la arena que del fondo brota, El estanque, antes puro, Que las estrellas reflejaba en calma, Queda revuelto al fin, triste y oscuro. Así, cuando partí, todo en su alma Lo revolvió el dolor; su luz muriente Huyose al cielo a no volver; y cuando Vio, sola y afligida, Su más bella ilusión desvanecida, Se despidió del porvenir, que goces No le ofrecía en su abandono aciago; No disputó su vida al sufrimiento, Alzó la copa del dolor tranquila y la apuró de un trago, En tanto que en su lágrima primera Ahogaba el corazón; y como el ave Cuando el sol en los mares se sepulta, Para dormir oculta La cabeza en el ala entumecida, Se envolvió en su tristeza abrumadora, y se durmió también... pero en la aurora, En la risueña aurora de su vida. Mas, ¿a qué recordar esas escenas? Dejad que gima el viento y que murmuren las azules olas, Yo no quiero llorar en mi aislamiento, ¡Quiero soñar con mi dolor a solas! En su lecho de tierra ya ha dormido Muchos años, y nadie Quizá a llorar a su sepulcro ha ido, y tal vez en la senda Que a su postrer asilo conducía. Se encontrará extendido El segundo sudario de los muertos, El implacable olvido. Nadie esa piedra ya medio borrada Con una flor visita; Nadie solloza allá, nadie medita. Sólo mi pensamiento en esa tumba Ruega contrito, si remonto el vuelo De este bullicio, donde sufre el alma, A otra región de amor, de luz y calma, y al corazón demando esas queridas Prendas que ya no existen, y columbro En las sombras calladas Sus luminosas huellas, y lloro tantas fúlgidas estrellas En mi nublado cielo ya apagadas. La primera ella fue, mas el divino y dulce resplandor que en torno vierte Aun alumbra mi lóbrego camino, De errante peregrino, De errante peregrino hacia la muerte. Un espinoso arbusto De pálida verdura Crece junto a su humilde sepultura; Por el sol calcinado y por los vientos de la mar batido, Vive en la roca, sin prestarle sombra, Como un pesar en corazón herido. El polvo de la ruta Blanqueó su follaje, y a la tierra Baja a servir de pasto A la cabra montés. Como de nieve Limpio copo, al nacer la primavera, Brota en él una flor; mas, ¡ay!, en breve, Antes de dar al aura lisonjera Su aroma regalado, La arranca de su tallo el viento airado, Cual la vida apagada por la muerte Antes que al corazón haya halagado Un ave solitaria el vuelo posa Sobre una rama que se dobla, y canta Con voz entristecida, Cuando cae la tarde silenciosa. ¡Oh, dime, flor marchita sobre el lodo, Flor que tan pronto marchitó la vida!, ¿No hay otra vida en que renace todo? Volved a mi memoria, Tristes recuerdos de esa triste historia; Volved, recuerdos de mi amor primero, A traer a mi espíritu la calma. Ve, pensamiento, a donde va mi alma... ¡Mi corazón rebosa, y llorar quiero!
es