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Pizarnik,Alejandra | <XXI | Has_Construido_Tu_Casa | has construido tu casa
has emplumado tus pájaros
has golpeado al viento
con tus propios huesos
has terminado sola
lo que nadie comenzó | es |
Martí,José | <XXI | Cuba_Nos_Une_En_Extranjero_Suelo | Cuba nos une en extranjero suelo,
Auras de Cuba nuestro amor desea:
Cuba es tu corazón, Cuba es mi cielo,
Cuba en tu libro mi palabra sea. | es |
Mistral,Gabriela | <XXI | Mientras_Baja_La_Nieve | Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémosla caer!
Viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la Virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémosla llegar!
Ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de Dios Nuestro Señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no más su amor.
Viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la Virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémosla llegar!
Ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de Dios Nuestro Señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no más su amor.
Ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de Dios Nuestro Señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no más su amor.
Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de Dios Nuestro Señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no más su amor. | es |
Medina,Jorge | XXI | La_Primordial | Hoy por instantes me trajiste el recuerdo
Que el inconsciente guarda de vos.
Sí, de vos, con tus cien rostros diferentes
Pero una en todas: la Principal.
Es difícil escrutar tu rostro,
Sí el de hoy, el de ahora,
El que tienes en este momento.
Quizás dentro de un mes, un año o un siglo
Tendrás uno distinto, pero serás vos.
Tantos rostros amados, tantos gestos, tantos sexos
Tanta melancolía cuando te vas de repente,
Transmigrando el alma, a través del tiempo
A través del sueño, a través del cuerpo.
Y así una a una, en cada una de las mujeres que amé
En cada una de las mujeres que amaré,
Siempre vos, siempre yo.
Siempre nosotros... | es |
Caro,Miguel_Antonio | <XXI | La_Poesía | ¿El prez de poesía
Desdeñas, Alejandro, y sus favores?
La ciega que vendía
Manojuelos de flores,
Hijas de la campiña y sus amores,
Cantaste dulcemente
Cuerdas pulsando de laúd sonoro;
¿Y ahora indiferente
Le cuelgas? ¿el tesoro
Sagrado arrumbas que envilece a1 oro?
No es venal cortesana
La que sonoros números te inspira;
No melodía vana
Los ecos de su lira;
No ser mortal a quien propicia mira:
Del ángel compañera
Huéspeda es de la tierra y ornamento:
Ella humanó la fiera,
Y del mar y del viento
El ímpetu contuvo y movimiento.
Ella el dolor serena,
Y burla de los déspotas la saña:
Al hijo que en cadena
Gimiere, le acompaña,
Y en luz gloriosa su sepulcro baña.
Ni es todo lo que puede
Eternizar un nombre, vano acento:
No; que al mortal concede
Vivir siglos sin cuento
En sus versos que son su pensamiento;
Y que vuele y por cima
Del abismo de olvido se levante;
Y a otros salve y redima,
Como al ideo infante
Elevó al cielo el águila rapante;
O cual favorecido
Por la alma diosa, en medio de las teas
Ardientes y el rüido
De las armas aqueas,
Libertó en hombros a su padre Eneas.
Asido a la armonía,
Aquiles de los años al embate
Resiste todavía:
Sin el meonio vate,
En el polvo yaciera del combate.
Ni la bella Eliodora
Nos mostrara en perpetua primavera
Su fez encantadora,
Si amor no dividiera
Con ella el lauro del divino Herrera.
¡Guai triste! ¡no te niegue,
Atenta a la venganza, sus fevores
La diosa; y cuando llegue
Momento en que la implores,
Firme atape el oído a tus clamores! | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Y_Porque_Amor_Combate | Y porque amor combate
no sólo en su quemante agricultura,
sino en la boca de hombres y mujeres,
terminaré saliéndole al camino
a los que entre mi pecho y tu fragancia
quieran interponer su planta oscura.
De mí nada más malo
te dirán, amor mío,
de lo que yo te dije.
Yo viví en las praderas
antes de conocerte
y no esperé el amor sino que estuve
acechando y salté sobre la rosa.
Qué más pueden decirte?
No soy bueno ni malo sino un hombre,
y agregarán entonces el peligro
de mi vida, que conoces
y que con tu pasión has compartido.
Y bien, este peligro
es peligro de amor, de amor completo
hacia toda la vida,
hacia todas las vidas,
y si este amor nos trae
la muerte o las prisiones,
yo estoy seguro que tus grandes ojos,
como cuando los beso
se cerrarán entonces con orgullo,
en doble orgullo, amor,
con tu orgullo y el mío.
Pero hacia mis orejas vendrán antes
a socavar la torre
del amor dulce y duro que nos liga,
y me dirán: —«Aquella
que tú amas,
no es mujer para ti,
por qué la quieres? Creo
que podrías hallar una más bella,
más seria, más profunda,
más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,
y qué cabeza tiene,
y mírala cómo se viste
y etcétera y etcétera».
Y yo en estas líneas digo:
así te quiero, amor,
amor, así te amo,
así como te vistes
y como se levanta
tu cabellera y como
tu boca se sonríe,
ligera como el agua
del manantial sobre las piedras puras,
así te quiero, amada.
Al pan yo no le pido que me enseñe
sino que no me falte
durante cada día de la vida.
Yo no sé nada de la luz, de dónde
viene ni dónde va,
yo sólo quiero que la luz alumbre,
yo no pido a la noche
explicaciones,
yo la espero y me envuelve,
y así tú, pan y luz
y sombra eres.
Has venido a mi vida
con lo que tú traías,
hecha
de luz y pan y sombra te esperaba,
y así te necesito,
así te amo,
y a cuantos quieran escuchar mañana
lo que no les diré, que aquí lo lean,
y retrocedan hoy porque es temprano
para estos argumentos.
Mañana sólo les daremos
una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja
que caerá sobre la tierra
como si la hubieran hecho nuestros labios,
como un beso que cae
desde nuestras alturas invencibles
para mostrar el fuego y la ternura
de un amor verdadero. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | Los_Grandes_Hombres | Grandeza en la Fortuna no es ninguna:
El grande es vencedor contra Fortuna.
Pompeyo antes de César fue un prodigio.
César sopló: se evaporó el prestigio. | es |
Vallejo,César | <XXI | Las_Personas_Mayores | Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.
Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe de ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.
Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.
Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo. | es |
Machado,Antonio | <XXI | Son_De_Abril_Las_Aguas_Mil | Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiqueteo.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza. | es |
Benedetti,Mario | <XXI | Digamos | Ayer fue yesterday
para buenos colonos
mas por fortuna nuestro
mañana no es tomorrow
Tengo un mañana que es mio
y un mañana que es de todos
el mío acaba mañana
pero sobrevive el otro. | es |
Burgos,Julia_de | <XXI | Poema_A_Federico | Cucubanos...
Pétalos de rosa blanca...
Estrellas voladoras...
pueblan la geografía espiritual del mundo.
¡Centinelas del Silencio!
Algo lleva el Silencio.
Su falda se ha vaciado de vacíos.
Algo se ha derramado de la inquietud del mundo
y ha encontrado refugio en su mutismo,
sorbiendo infinito calle arriba... arriba... arriba...
de los hombres.
¡Centinelas!
Abrid un poco el paso.
Pétalos de rosa blanca,
encorvad vuestro cielo blanco
para alargar mis ojos.
Estrellas voladoras,
alargad vuestros cinco dedos de luz
hacia mi deseo torturado de imposible.
Cucubanos... Cucubanos...
prestadme vuestras alas
para lograr ese silencio grave
del Silencio.
¡Oídme!
Me inquieta
ese aletear continuo del Silencio
hecho hoy
gesto de fuga en el espacio anónimo.
¿Qué rayo misterioso
ha seducido su cadencia terrestre?
¿Qué enigma de ala, de alma o de perfume,
ha logrado enternecer su milagro de vida?
¡Decidme! Cucubanos... Pétalos de rosa blanca...
Estrellas voladoras...
¿Qué significa esa música de nocturno entreabierto
que llega a mis oídos?
¡Dejadme entrar!
Yo seré centinela del secreto.
Yo seré centinela del Silencio.
Habla un pétalo de rosa blanca:
—No puedo complacerte.
No puedes entrar.
No podrás vadear los arroyos de luz
que corten tu camino.
No podrás prolongar el grito simbólico del siglo
que asalte tus oídos,
porque ya se ha estirado hasta lo infinito.
Ningún mortal tiene derecho a ver
el alma en luz preciosa
que conduce al Silencio.
Es Federico.
Federico García Lorca...
He dicho. | es |
Boscán,Juan | <XXI | Respuesta_De_Boscán_A_Don_Diego_De_Mendoza | Holgué, Señor, con vuestra carta tanto,
que levanté mi pensamiento luego,
para tornar a mi olvidado canto.
Y así, aunque estaba a escuras como ciego,
sin saber atinar por dónde iría,
cobré tino en la luz de vuestro fuego.
La noche se me hizo claro día,
y al recordar mi soñoliento estilo,
vuestra musa valió luego a la mía.
Vuestra mano añudó mi roto hilo,
y a mi alma regó vuestra corriente
con más fertilidad que riega el Nilo.
Por do si mi escribir ora no siente
fértil vena, será la causa desto
ser mi ingenio incapaz naturalmente.
Pero, viniendo a nuestro presupuesto,
digo también que el no maravillarse
es propio de juicio bien compuesto.
Quien sabe y quiere a la virtud llegarse,
pues las cosas verá desde lo alto,
nunca terná de qué pueda alterarse.
Todo lo alcanzará sin dar gran salto,
sin moverse andará por las estrellas,
seguro de alborozo y sobresalto.
Las cosas naturales verá bellas,
y bien dirá entre sí que son hermosas;
pero no parará por eso en ellas.
Subirse ha al movedor de todas cosas,
y allí contemplará grandes secretos
hasta en las florecillas y en las cosas.
Allí verá con causas los efetos,
y viendo los principios y su fuente,
no habrá maravillar en sus concetos.
Verá el correr del sol resplandeciente,
y la velocidad incomparable
con que va de levante hasta poniente.
Verá la luna y su mover mudable,
acá y allá mostrando desatinos,
tanto que a los antiguos fue admirable.
Verá mil otros cursos y caminos,
según que por acá nuevas tenemos
de los siete planetas por los sinos.
Verá, en fin, más que todo cuanto vemos,
y en maravillas no maravillado,
estará sin sentir jamás extremos.
Como digo, en lo alto irá encumbrado,
y viendo desde allí nuestras bajezas,
llorará y reirá de nuestro estado.
Nuestras fuerzas dirá que son flaquezas;
terná nuestros deleites por fatigas,
y nuestras abundancias por pobrezas.
Los hombres antojársele han hormigas,
los robles pensará que son retamas
y a todo podrá hacer docientas higas.
¡Qué gracia para él serán las damas!
¡Qué burla terná en ver las diligencias
que tienen en soplar ardientes llamas!
Terná el saber nacido de experiencias,
y sobre la mundana sinrazón
falso estará, y dará grandes sentencias.
Decid: sí veis bailar, no oyendo el son
de los que bailan, ¿no estaréis burlando?,
¿y no os parecerá que locos son?
Así el sabio que vive descansando,
sin nunca oír el son de las pasiones
que nos hacen andar como bailando,
sabrá burlar de nuestras turbaciones,
y reírse ha de aquellos movimientos
que verá hacer a nuestros corazones.
Así que dados estos fundamentos,
que entiende el sabio de raíz las cosas,
y que desprecia nuestros pensamientos:
las cosas para otros espantosas,
de nuevas o de grandes, no podrán
ser jamás para él maravillosas.
Cuidados a este tal no le darán
ni su propio dolor, ni el bien ajeno:
ambos por una cuenta pasarán.
¡Dichoso aquel que desto estará lleno,
viviendo entre las penas sosegado,
y en mitad de los vicios siendo bueno!
¡O gran saber del hombre reposado!
¡Cuánto más vales, aunque estés durmiendo,
que el del otro, aunque esté más desvelado!
Pero es, en fin, en esto lo que entiendo,
que holgamos de hablar bien cuando hablamos,
magníficas sentencias componiendo;
pero cuando a las obras nos llegamos,
rehuimos, mi fe, de la carrera,
y con sólo el hablar nos contentamos.
Díjome no sé quién una vez, que era
placer hablar de Dios y obrar del mundo:
ésta es la ley de nuestra ruin manera.
Pero, señor, si a la virtud que fundo
llegar bien no podemos, a lo menos
excusemos del mal lo más profundo.
En tierra do los vicios van tan llenos,
aquellos hombres que no son peores,
aquellos pasarán luego por buenos.
Yo no ando ya siguiendo a los mejores;
bástame alguna vez dar fruto alguno;
en los demás, conténtome de flores.
No quiero en la virtud ser importuno.
Ni pretendo rigor en mis costumbres;
con el glotón no pienso estar ayuno.
La tierra está con llanos y con cumbres;
lo tolerable al tiempo acomodemos,
y a su sazón hagámonos dos lumbres.
No curemos de andar tras los extremos,
pues dellos huye la filosofía
de los buenos autores que leemos.
Si en Jenócrates vemos dura vía,
sigamos a Platón, su gran maestro,
y templemos con él la fantasía.
Conviene en este mundo andar muy diestro,
templando con el miedo el esperanza,
y alargando con tiento el paso nuestro.
Ande firme y derecha la templanza,
como hombre que pasea por maroma,
que no cae porque no se abalanza.
El que buen modo en sí y buen temple toma,
con pasos irá siempre descansados,
aunque vaya de Cádiz hasta Roma.
El estado mejor de los estados
es alcanzar la buena medianía,
con la cual se remedian los cuidados.
Y así yo por seguir aquesta vía,
heme casado con una mujer,
que es principio y fin del alma mía.
Ésta me ha dado luego un nuevo ser,
con tal felicidad que me sostiene
llena la voluntad y el entender.
Ésta me hace ver que ella conviene
a mí, y las otras no me convenían;
a ésta tengo yo y ella me tiene.
En mí las otras iban y venían,
y a poder de mudanzas a montones,
de mi puro dolor se mantenían.
Eran ya para mí sus galardones
como tesoros por encantamientos,
que luego se volvían en carbones.
Agora son los bienes que en mí siento,
firmes, macizos, con verdad fundados,
y sabrosos en todo el sentimiento.
Solían mis placeres dar cuidados,
y al tiempo que venían a gustarse,
ya llegaban a mí casi dañados.
Agora el bien es bien para gozarse,
y el placer es lo que es, que siempre place,
y el mal ya con el bien no ha de juntarse.
Al satisfecho todo satisface;
y así también a mí, por lo que he hecho,
cuanto quiero y deseo se me hace.
El campo que era de batalla, el lecho,
ya es lecho para mí de paz durable:
dos almas hay conformes en un pecho.
La mesa, en otro tiempo abominable,
y el triste pan que en ella yo comía,
y el vino que bebía lamentable,
infestándome siempre alguna Harpía,
que en mirad del deleite mi vianda
con amargos potajes envolvía:
Agora el casto amor acude, y manda
que todo se me haga muy sabroso,
andando siempre todo como anda.
De manera, señor, que aquel reposo
que nunca alcancé yo, por mi ventura,
con mi filosofar triste y pensoso,
una sola mujer me le asegura,
y en perfeta sazón me da en las manos
vitoria general de mi tristura.
Y aquellos pensamientos míos tan vanos,
ella los va borrando con el dedo,
y escribe en lugar dellos otros sanos.
Así que yo ni quiero ya, ni puedo
tratar sino de vida descansada,
sin colgar de esperanza ni de miedo.
Ya estoy pensando, estando en mi posada,
cómo podré con mi mujer holgarme,
teniéndola en la cama o levantada.
Pienso también en cómo he de vengarme
de la pasada vida con la de ora,
en cómo he de saber della burlarme.
Otras veces también pienso algún hora
las cosas de mi hacienda sin codicia,
aunque esta comúnmente es la señora.
Bien puede el labrador sin avaricia
multiplicar cada año sus graneros,
guardando la igualdad de la justicia.
No curo yo de hacer cavar mineros
de venas de metal ni otras riquezas,
para alcanzar gran suma de dineros.
Sólo quiero excusar tristes pobrezas,
por no sufrir soberbias de hombres vanos,
ni de ricos estrechos estrechezas.
Quiero tener dineros en mis manos,
tener para tener contenta vida
con los hidalgos y con los villanos.
Quien quiera se desmande y se desmida,
buscando el oro puro y reluciente,
y la concha del mar Indo venida.
Quien quiera esté cuidoso y diligente,
haciendo granjear grandes yugadas
de tierra do aproveche la simiente.
Si con esto se envuelven las lanzadas,
las muertes entre hermanos y parientes,
y de reyes las guerras guerreadas:
huyan de mí los tales accidentes,
huyan de mí riquezas poderosas,
si son causa de mil males presentes.
Déjeme estar contento entre mis cosas,
comiendo en compañía mansamente
comidas que no sean sospechosas..
Conmigo y mi mujer sabrosamente
esté, y alguna vez me pida celos,
con tal que me los pida blandamente.
Comamos y bebamos sin recelos
la mesa de muchachos rodeada:
muchachos que nos hagan ser agüelos.
Pasaremos así nuestra jornada,
agora en la ciudad, ora en la aldea,
porque la vida esté más descansada.
Cuando pesada la ciudad nos sea,
iremos al lugar con la compaña,
adonde el importuno no nos vea.
Allí se vivirá con menos maña,
y no habrá el hombre tanto de guardarse
del malo, o del grosero que os engaña.
Allí podrá mejor filosofarse
con los bueyes y cabras y ovejas,
que con los que del vulgo han de tratarse.
Allí no serán malas las consejas
que contarán los simples labradores,
viniendo de arrastrar las duras rejas.
¿Será, pues, malo allí tratar de amores,
viendo que Apolo con su gentileza
anduvo 'namorado entre pastores?
¿Y Venus no se vio en grande estrecheza
por Adonis, vagando entre los prados,
según la antigüedad así lo reza?
¿Y Baco no sintió fuertes cuidados
por la cuitada que quedó durmiendo
en mitad de los montes despoblados?
Las Ninfas por las aguas pareciendo,
y entre las arboledas las Drïadas,
se ven con los Faunos rebulliendo.
Nosotros seguiremos sus pisadas:
digo, yo y mi mujer nos andaremos
tratando allí las cosas 'namoradas.
A do corra algún río nos iremos,
y a la sombra de alguna verde haya,
a do estemos mejor nos sentaremos.
Tenderme ha allí la halda de su saya,
y en regalos de amor habrá porfía,
cuál de entrambos hará más alta raya.
El río correrá por do es su vía,
nosotros correremos por la nuestra,
sin pensar en la noche ni en el día.
El ruiseñor nos cantará a la diestra,
y verná sin el cuervo la paloma,
haciendo en su venida alegre muestra.
No ternemos envidia al que está en Roma,
ni a los tesoros de los Asianos,
ni a cuanto por acá del India asoma.
Ternemos nuestros libros en las manos,
y no se cansarán de andar contando
los hechos celestiales y mundanos.
Virgilio a Eneas estará cantando,
y Homero el corazón de Aquiles fiero
y el navegar de Ulises rodeando.
Propercio verná allí por compañero,
el cual dirá con dulces harmonías
del arte que a su Cintia amó primero.
Catulo acudirá por otras vías,
y, llorando de Lesbia los amores,
sus trampas llorará y chocarrerías.
Esto me advertirá de mis dolores;
pero volviendo a mi placer presente,
terné mis escarmientos por mejores.
Ganancia sacaré del accidente
que otro tiempo mi sentir turbaba,
trayéndome perdido entre la gente.
¿Qué haré de acordarme cuál estaba,
viéndome cuál estoy? que estoy seguro
de nunca más pasar lo que pasaba.
En mi fuerte estaré dentro en mi muro,
sin locura de amor, ni fantasía
que me pueda vencer con su conjuro.
Como digo, estaré en mi compañía,
en todo me hará el camino llano,
su alegría mezclando con la mía.
Su mano me dará dentro en mi mano,
y acudirán deleites y blanduras
de un sano corazón en otro sano.
Los ojos holgarán con las verduras
de los montes y prados que veremos,
y con las sombras de las espesuras.
El correr de las aguas oiremos,
y su blando venir por las montañas,
que a su paso vernán donde estaremos.
El aire moverá las verdes cañas,
v volverán entonces los ganados,
balando por llegar a sus cabañas.
En esto ya que el sol por los collados
sus largas sombras andará encumbrando,
enviando reposo a los cansados,
nosotros nos iremos paseando
hacia el lugar do está nuestra morada,
en cosas que veremos platicando.
La compaña saldrá regocijada
a tomarnos entonces con gran fiesta,
diciendo a mi mujer si está cansada.
Veremos al entrar la mesa puesta,
y todo con concierto aparejado,
como es uso de casa bien compuesta.
Después que un poco habremos reposado
sin ver bullir, ni andar yendo y viniendo,
y a cenar nos habremos asentado,
nuestros mozos vernán allí trayendo
viandas naturales y gustosas,
que nuestro gusto estén todo moviendo.
Frutas pornán maduras y sabrosas,
por nosotros las más dellas cogidas,
envueltas en mil flores olorosas.
Las natas por los platos extendidas
acudirán, y el blanco requesón,
votras cosas que dan cabras paridas.
Después de esto verná el tiempo lechón,
y del gordo conejo el gazapito,
y aquellos pollos que de pasto son.
Verná también allí el nuevo cabrito
que a su madre jamás habrá seguido
por el campo, de tierno y de chiquito.
Después que todo esto haya venido,
y que nosotros descansadamente
en nuestra cena hayamos bien comido,
pasaremos la noche dulcemente,
hasta venir al tiempo que la gana
de dormir toma al hombre comúnmente.
Lo que desde este tiempo a la mañana
pasare, pase agora sin contarse,
pues no cura mi pluma de ser vana.
Basta saber que dos que tanto amarse
pudieron, no podrán hallar momento
en que puedan dejar siempre de holgarse.
Pero, tornando a proseguir el cuento,
nuestro vivir será de vida entera,
viviendo en el aldea como cuento.
Tras esto, ya que el corazón se quiera
desenfadar con variar la vida,
tomando nuevo gusto en su manera,
a la ciudad será nuestra partida
a donde todo nos será placiente
con el nuevo placer de la venida.
Holgaremos entonce con la gente,
y con la novedad de haber llegado
trataremos con todos blandamente.
Y el cumplimiento, que es siempre pesado,
a lo menos aquel que de ser vano,
no es menos enojoso que excusado;
alaballe estará muy en la mano,
y decir que por solo el cumplimiento,
se conserva en el mundo el trato humano.
Nuestro vivir así estará contento,
y alcanzaremos mil ratos gozosos
en recompensa de un desabrimiento.
Y aunque a veces no falten enojosos,
todavía entre nuestros conocidos
los dulces serán más, y los sabrosos.
Pues ya con los amigos más queridos,
¿qué será el alborozo y el placer,
y el bullicio de ser recién venidos?
¿Qué será el nunca hartarnos de nos ver,
y el buscarnos cada hora y cada punto,
y el pesar del buscarse sin se ver?
Mosén Durall allí estará muy junto,
haciendo con su trato y su nobleza
sobre nuestro placer el contrapunto.
Y con su buen burlar y su llaneza
no sufrirá un momento tan ruin
que en nuestro gran placer mezcle tristeza.
No faltará jerónimo Agustín,
con su saber sabroso y agradable,
no menos que en romance en el latín;
el cual con gravedad mansa y tratable,
contando cosas bien por él notadas,
nuestro buen conversar hará durable.
Las burlas andarán por él mezcladas
con las veras así con tal razón,
que unas de otras serán bien ayudadas.
En esto acudirá el buen Monleón,
con quien todos holgar mucho solemos,
y nosotros y cuantos con él son.
Él nos dirá, y nosotros gustaremos;
él reirá, y hará que nos riamos;
y en esto enfadarse ha de cuanto haremos.
Otras cosas habrá que las callamos,
porque tan buenas son para hacerse,
que pierden el valor si las hablamos.
Pero tiempo es, en fin, de recogerse,
porque haya más para otro mensajero;
que, si mi cuenta no ha de deshacerse,
no será, yo os prometo, éste el postrero. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Árbol_De_Nuestro_Amor_A_Cuya_Lumbre | Árbol de nuestro amor a cuya lumbre
saboreamos los frutos prohibidos
hasta que amenazados por la herrumbre
huimos del jardín enmohecidos
Río de este vergel en cuya orilla
nos mojamos los pies ardiendo juntos
y despertamos de esa maravilla
vivos pero vestidos de difuntos
Caminamos tomados de la mano
y el gran río cruzamos vengativos
para incendiar los bosques tentadores
Y al calcinarse el último manzano
nuestros límpidos cuerpos radioactivos
se cubrieron de frutas y de flores | es |
Pizarnik,Alejandra | <XXI | Yo_No_Sé_De_Pájaros | Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas. | es |
Oyague_Pásara,Carlos | XXI | Otra_Vez_Los_Tropeles_Mercenarios | Otra vez los tropeles mercenarios
atormentan, feroces, a las gentes,
con el fuego de dioses insolentes
que despiertan instintos incendiarios.
Reclamando supuestos desagravios,
van forzando conciencias emergentes,
difundiendo con voces y con dientes,
las soflamas de absurdos partidarios.
Mensajeros de falsas historietas
engatusan al pueblo con mil tretas,
acatando infames ambiciones.
No respetan las dignas tradiciones
y las honras se vuelven obsoletas
porque no justifican sus traiciones. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Un_Hombre_Está_Tendido_En_La_Playa_Nudista_Del_Inconsciente | Un hombre está tendido en la playa nudista del Inconsciente
A esa hora de la noche en que salen dos soles
La parte mujer de hombre corre graciosamente hacia el agua
La parte hombre camina en dirección a la orilla
En la playa nudista del inconsciente
Las dos partes se bañan tomadas de la mano
El sol negro se baña en el horizonte
El sol blanco se pone al rojo vivo
La mujer y el hombre hacen el amor hasta el vértigo
Sus cuerpos luchan en la arena fosforescente
Y el firmamento se llena de aerolitos
Que se desplazan a la velocidad de la luz | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Soneto_Xxv | Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.
Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos. | es |
Altolaguirre,Manuel | <XXI | No_Es_Color_Turbio,_Ni_Perdida_Forma | No es color turbio, ni perdida forma,
ni luz difusa, débil, la que parte
la inmensidad del campo, su hermosura.
No es un otoño entre el calor y el frío,
no se ve ni se siente, no se sueña
la fatídica franja divisoria.
Pero allí está, como un reptil, inmóvil:
es la tierra de nadie, de mi España. | es |
Machado,Antonio | <XXI | Amada,_El_Aurea_Dice | Amada, el aurea dice
tu pura veste blanca...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
El viento me ha traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
En las sombrías torres
repican las campanas...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
Los golpes del martillo
dicen la negra caja;
y el sitio de la fosa,
los golpes de la azada...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda! | es |
Huerta,Efraín | <XXI | Tienes_La_Frente_Al_Alba | Tienes la frente al alba:
ella cuenta los poros de tu cuerpo,
en laderas del sueño,
con los hombros quemados.
En el alba se vierte la costumbre del alma,
se agita el pulso del deseo
como si fuera un ciervo
duramente alanceado
con agujas de bronce
o pestañas de vírgenes.
Tienes la frente al alba
y pedazos de niebla
volando de tus senos
a mis manos. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Valle_De_Ausencias_Claro | Valle de ausencias claro,
frescor de nube presto
presencia dan a un vivo
paisaje descubierto.
La soledad en él
húmeda, me hace, quieto,
quedarme suspendido
sobre el caudal da tiempo.
La tarde ha ido sesgando
de luces el espejo,
en que verán mis ojos
jugarse en el silencio
la tenue y dulce farsa
de masas: tu reflejo.
Asir así el pasaje
precario de tu cuerpo
sobre la base grata,
fluida del espejo.
Y mirar en la margen
tus manos, con gesto
brumoso de la huida,
hurtarse a mí, sediento. | es |
Ibarbourou,Juana_de | <XXI | Secreta_Dulzura | En mi gran soledad florece el canto.
Girasol de una luz recién creada,
porque teniendo rota la mirada,
fluía sólo la fuente de mi llanto.
Pero venciendo al ogro del espanto
llegaste tú, tan tierno en la jornada,
que un girasol de luz recién creada
me convirtió la sombra en amaranto.
¡Ah!, secreta dulzura de este verso
en que yo puedo darte el universo
como se da una flor, un pez de oro,
una fugaz centella, un sicomoro,
una lágrima azul, o un esplendente
ruiseñor de cristal resplandeciente. | es |
Caro,Miguel_Antonio | <XXI | ¡Poeta_Del_Desconsuelo! | ¡Poeta del desconsuelo!
¡Alma sensible, tierna!
¿Por qué tan presto el vuelo
Levantaste del suelo
A la región eterna?
¡Ah! ¡cuando llora el hombre
En su beneficencia
Toda ajena dolencia,
Eterniza su nombre,
Y abrevia su existencia!
En tu muerte temprana
Semejas flor lozana,
Sobre el tallo partido
Doblada sin rüido
En su primer mañana.
Cual aromas nos dejas,
Dulces, sentidas quejas...
Adolfo, naces, lloras,
Por los que sufren oras,
¡Y a no volver te alejas!
¿Mas tu espíritu dónde
Está? ¿En el yerto cráneo
Se evapora o se esconde?
¡Con latido espontáneo
El pecho me responde
Que existes, dulce amigo!
Tú existes, yo te amo,
Y hondo placer abrigo
Cuando mi fe te digo,
Cuando amigo te llamo.
¡Existes, no lo dudo!
¡Jamás la nada pudo
Débil, obscura, fría,
Mover a simpatía
Desde su abismo mudo!
Dígnate dar alguna
Señal de acogimiento
A mi sincero acento,
Ora que la alba luna
Rueda en el firmamento.
Ora que el ancho suelo
Paz y quietud respira,
Ni céfiro suspira,
Dame sentir tu vuelo,
Dame escuchar tu lira.
¡Mi súplica indiscreta
Perdona! ¡Una secreta
Voz que habitas me dice
En región mas felice,
Y que me oyes, poeta!
Si no me cupo en suerte,
Adolfo, conocerte,
Ni a ti volver te es dado,
Yo volaré a tu lado
Mas allá de la muerte.
¡Pueda entanto algún día
Besar la losa fría
Que tus cenizas sella,
Y derramar en ella
Una lágrima pía! | es |
Carriego,Evaristo | <XXI | La_Vuelta_De_Caperucita | Entra sin miedo, hermana: no te diremos nada.
¡Qué cambiado está todo, qué cambiado!
¿No es cierto?
¡Si supieras la vida que llevamos pasada!
Mamá ha caído enferma y el pobre viejo ha muerto
Los menores te extrañan todavía, y los otros
verán en ti la hermana perdida que regresa:
puedes quedarte, siempre tendrás entre nosotros,
con el cariño de antes, un lugar en la mesa.
Quédate con nosotros. Sufres y vienes pobre.
Ni un reproche te haremos: ni una palabra sobre
el oculto motivo de tu distanciamiento,
ya demasiado sabes cuánto te hemos querido:
aquel día, ¿Recuerdas? Tuve un presentimiento
¡Si no te hubieras ido! | es |
Prados,Emilio | <XXI | Tránsitos | ¡Qué bien te siento bajar!
¡Qué despacio vas entrando,
caliente, viva, en mi cuerpo,
desde ti misma manando
igual que una fuente, ardiendo!
Contigo por ti has llegado
escondida bajo el viento,
—desnuda en él—, y en mis párpados
terminas, doble tu vuelo.
¡Qué caliente estás! Tu brazo
temblando arde ya en mi pecho.
Entera te has derramado
por mis ojos. Ya estás dentro
de mi carne, bajo el árbol
de mis pulsos, en su sombra
bajo el sueño:
¡Entera dentro del sueño!
¡Qué certera en mi descanso
dominas al fin tu reino!
...Pero yo me salvo, salto,
libre fuera de mí, escapo
por mi sangre, me liberto,
y a ti filtrándome mágico,
vuelvo a dejarte en el viento
otra vez sola, buscando
nueva prisión a tu cuerpo. | es |
Espinoza_Neyra,R._Arturo | XXI | Junto_Al_Río | Junto al río
en el cristal de un sueño
vi jirafas golpeando el cielo
toque el agua que se agita
en las olas que carcomen
las rodillas de la ciudad
temblé con las estrellas
que el cuervo ciega
con brillante pluma.
toque el agua que se agita
en las olas que carcomen
las rodillas de la ciudad
temblé con las estrellas
que el cuervo ciega
con brillante pluma.
temblé con las estrellas
que el cuervo ciega
con brillante pluma. | es |
Cabral,Manuel_del | <XXI | Carne_Mía | Carne mía.
Barro mío.
¿Qué quieres?
No ves que estoy cantando
desde antes de tu forma. | es |
Garza,Humberto_C. | XXI | Búsqueda | Antes...
Cuando podía llenar tu cuerpo de fragancia,
cuando podía escribir eternos madrigales
alabando tu belleza,
la imperiosa necesidad que tenías
por abandonar todo,
te hizo abandonarme a mí.
¡Abandonarme a mí!
¡En el vivo síndrome del amor que ni soñaste!
¡Abandonarme a mí!
Cielo absorbente...
Lleno de nubes negras en desastre.
¡Abandonarme a mí!
Inmensidad de agua
que pudo haber rodeado las sinuosidades de tu cuerpo
con la más fresca caricia...
¿Dónde estarás ahora?
No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño.
He acercado mi boca al oído de las cosas,
y he preguntado en vano
por la mujer aquella,
con aroma de rosas,
con mejillas de nácar
y con ojos de cielo.
He preguntado, en vano,
a todas las estrellas,
y a todas las gaviotas que vuelan en silencio.
¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas?
¿Es que has llegado al grado de intangible
y en nada te evidencio?
¿Dónde estarás ahora...?
Pensando en los contornos blanquísimos y suaves
de tu cuerpo brillante, aromático y tierno,
duermo...
¿Dónde estarás ahora?
¡Abandonarme a mí!
¡En el vivo síndrome del amor que ni soñaste!
¡Abandonarme a mí!
Cielo absorbente...
Lleno de nubes negras en desastre.
¡Abandonarme a mí!
Inmensidad de agua
que pudo haber rodeado las sinuosidades de tu cuerpo
con la más fresca caricia...
¿Dónde estarás ahora?
No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño.
He acercado mi boca al oído de las cosas,
y he preguntado en vano
por la mujer aquella,
con aroma de rosas,
con mejillas de nácar
y con ojos de cielo.
He preguntado, en vano,
a todas las estrellas,
y a todas las gaviotas que vuelan en silencio.
¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas?
¿Es que has llegado al grado de intangible
y en nada te evidencio?
¿Dónde estarás ahora...?
Pensando en los contornos blanquísimos y suaves
de tu cuerpo brillante, aromático y tierno,
duermo...
¿Dónde estarás ahora?
¡Abandonarme a mí!
Inmensidad de agua
que pudo haber rodeado las sinuosidades de tu cuerpo
con la más fresca caricia...
¿Dónde estarás ahora?
No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño.
He acercado mi boca al oído de las cosas,
y he preguntado en vano
por la mujer aquella,
con aroma de rosas,
con mejillas de nácar
y con ojos de cielo.
He preguntado, en vano,
a todas las estrellas,
y a todas las gaviotas que vuelan en silencio.
¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas?
¿Es que has llegado al grado de intangible
y en nada te evidencio?
¿Dónde estarás ahora...?
Pensando en los contornos blanquísimos y suaves
de tu cuerpo brillante, aromático y tierno,
duermo...
¿Dónde estarás ahora?
¿Dónde estarás ahora?
No lo sabe mi insomnio, ni lo sabe mi sueño.
He acercado mi boca al oído de las cosas,
y he preguntado en vano
por la mujer aquella,
con aroma de rosas,
con mejillas de nácar
y con ojos de cielo.
He preguntado, en vano,
a todas las estrellas,
y a todas las gaviotas que vuelan en silencio.
¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas?
¿Es que has llegado al grado de intangible
y en nada te evidencio?
¿Dónde estarás ahora...?
Pensando en los contornos blanquísimos y suaves
de tu cuerpo brillante, aromático y tierno,
duermo...
¿Dónde estarás ahora?
He preguntado, en vano,
a todas las estrellas,
y a todas las gaviotas que vuelan en silencio.
¿Es que se pierden fácil las mujeres más bellas?
¿Es que has llegado al grado de intangible
y en nada te evidencio?
¿Dónde estarás ahora...?
Pensando en los contornos blanquísimos y suaves
de tu cuerpo brillante, aromático y tierno,
duermo...
¿Dónde estarás ahora?
¿Dónde estarás ahora...?
Pensando en los contornos blanquísimos y suaves
de tu cuerpo brillante, aromático y tierno,
duermo...
¿Dónde estarás ahora? | es |
Eguren,José_María | <XXI | Venturón_Bonancible_Protesta | Venturón bonancible protesta
que lo llamen mitad de la fiesta.
—Monseñor, han tocado la puerta
y lo está esperando una muerta.
—Hora danzo entre brillos y lacas
y me hastían las gentes opacas.
—Monseñor, si semeja una rosa
que murmura gentil, misteriosa.
Es tal vez una sombra preclara,
Señorón; y ¡qué cara! ¡qué cara!...
—¿Es acaso la luna sin vida?
—Una caña del viento florida.
—¿Y sus ojos son negros y hondos?
—Se diría dos mundos redondos.
No son galos, ni son zahareños,
son la noche de todos los sueños.
Con su talle de avispa provoca
la elegancia, y su boca ¡su boca!...
Cuenta lindos paisajes dormidos,
cuenta cielos del alma floridos.
Quiere hablarte con voz de salterio.
—¿Qué diría? ¿qué anhela?... ¡un misterio!
—Corazón desvelado e inerte,
hoy te cita de amores la Muerte. | es |
Gutiérrez_González,Gregorio | <XXI | El_Arte,_Más_Audaz_Que_Prometeo | El arte, más audaz que Prometeo.
A los cielos su luz clara robó,
Y aun no ha mandado en su castigo el cielo
Un buitre que le rasgue el corazón.
Por el contrario, al perdonar su robo
Hace que un premio encuentre sólo en él;
Pues teniendo la luz lo tiene todo:
No perece, no puede perecer.
El arte al escribir fotografía
Una frase escribió que es inmortal,
Arte nacido para hacer conquistas
Y al que nadie después conquistará.
Ella al crecer no en época remota
La estatua volcará de Guttenberg:
Tardos los tipos de la imprenta copian
Y aquélla copia el todo de una vez.
Rafaeles no habrá, no habrá Murillos;
La luz a los pintores destronó,
Pues ufana les dice: cuando pinto
Yo soy más hábil que el pincel mejor.
Con su triunfo animada, en un segundo
Se lanza al cielo hasta pasar el sol,
Y esa luz, que es de allá, la manda al punto
Que una presa le traiga, como halcón.
Y va y vuelve, y enseña los retratos
De eso que el hombre con sorpresa ve;
Y la bóveda azul poblada de astros
Nos la muestra pintada en un papel.
A esa luz prisionera ordena el arte
Que hasta el fondo del mar ha de partir;
Parte al instante y al instante trae
El mundo ignoto que se encuentra allí.
Que al arte el cielo trajo a la morada
Donde juzgan que sólo está el dolor,
Ultima confidencia que en voz baja
Al hombre hizo al inclinarse Dios.
Tú, discípulo y ayo de tu arte,
Hijo mimado de la nueva luz,
Ya has conseguido engrandecer tu madre,
Y ella te mima, la abrillantas tú.
Tú, Farrand, con tu genio has hecho mucho,
No dejes comenzada tu labor,
Sigue y trabaja, que es salvar los mundos
Ir más allá y asemejarse a Dios.
Tú tienes ya la ubicuidad hallada
Mostrándole al inmoble espectador,
Por medio de tu lúcido optorama
Lo que hoy existe y lo que ya pasó.
Altivo el hombre al escucharlo irguióse
Lleno de orgullo con su propio ser.
Oh! con cuánta razón se eleva entonces,
Porque el hombre no es hombre sino rey.
Y los cielos, los soles, los planetas
En una imposición, dobles nos da,
Si de noche la bóveda refleja
Ese cielo al revés que llaman mar.
En tu optorama entusiasmados vemos
Desfilar en graciosa procesión
Lo que tienen las artes de más bello,
Lo que tienen los campos de mejor.
Vete, Camilo, y a tu patria lleva
Eso que has espigado en mi país,
Y diles a los hijos de tu tierra:
Aquí hay más orden; más belleza, allí.
Preséntales las vistas admirables
Que has recogido, infatigable, tú,
Y diles con orgullo: esto hace el arte;
Mirad aquí la América del Sur.
Las azules colinas que se pierden
Coronadas de nubes de algodón,
Y las cascadas, y las selvas verdes,
Y los nevados que ilumina el sol,
Y los montes, los valles, las cañadas...
Todo lo primitivo muestra, en fin;
Pero sólo lo agreste, muestra, Farrand,
Nuestras luchas no vayas a exhibir.
Vete y ufano y orgulloso muéstrate
Cargado de riquezas cual Colón;
Vete, sí; mas no olvides que dejaste
La mano que tu mano aquí estrechó. | es |
López_Velarde,Ramón | <XXI | En_La_Cúspide_Radiante | En la cúspide radiante
que el metal de mi persona
dilucida y perfecciona,
y en que una mano celeste
y otra de tierra me fincan
sobre la sien la corona;
en la orgía matinal
en que me ahogo en azul
y soy como un esmeril
y central y esencial como el rosal;
en la gloria en que melifluo
soy activamente casto
porque lo vivo y lo inánime
se me ofrece gozoso como pasto;
en esta mística gula
en que mi nombre de pila
es una candente cábala
que todo lo engrandece y lo aniquila;
he descubierto mi símbolo
en el candil en forma de bajel
que cuelga de las cúpulas criollas
su cristal sabio y su plegaria fiel.
¡Oh candil, oh bajel, frente al altar
cumplimos, en dúo recóndito,
un solo mandamiento: venerar!
Embarcación que iluminas
a las piscinas divinas:
en tu irisada presencia
mi humildad se esponja y se anaranja,
porque en la muda eminencia
están anclados contigo
el vuelo de mis gaviotas
y el humo sollozante de mis flotas.
¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso
y sabe que anonadas
en las cúpulas sagradas
no por decrépito ni por insulso!
Tu alta oración animas
con el genio de los climas.
Tú conoces el espanto
de las islas de leprosos,
el domicilio polar
de los donjuanescos osos,
la magnética bahía
de los deliquios venéreos,
las garzas ecuatoriales
cual escrúpulos aéreos,
y por ello ante el Señor
paralizas tu experiencia
como el olor que da tu mejor flor.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
¡Oh candil, oh bajel, frente al altar
cumplimos, en dúo recóndito,
un solo mandamiento: venerar!
Embarcación que iluminas
a las piscinas divinas:
en tu irisada presencia
mi humildad se esponja y se anaranja,
porque en la muda eminencia
están anclados contigo
el vuelo de mis gaviotas
y el humo sollozante de mis flotas.
¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso
y sabe que anonadas
en las cúpulas sagradas
no por decrépito ni por insulso!
Tu alta oración animas
con el genio de los climas.
Tú conoces el espanto
de las islas de leprosos,
el domicilio polar
de los donjuanescos osos,
la magnética bahía
de los deliquios venéreos,
las garzas ecuatoriales
cual escrúpulos aéreos,
y por ello ante el Señor
paralizas tu experiencia
como el olor que da tu mejor flor.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
Embarcación que iluminas
a las piscinas divinas:
en tu irisada presencia
mi humildad se esponja y se anaranja,
porque en la muda eminencia
están anclados contigo
el vuelo de mis gaviotas
y el humo sollozante de mis flotas.
¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso
y sabe que anonadas
en las cúpulas sagradas
no por decrépito ni por insulso!
Tu alta oración animas
con el genio de los climas.
Tú conoces el espanto
de las islas de leprosos,
el domicilio polar
de los donjuanescos osos,
la magnética bahía
de los deliquios venéreos,
las garzas ecuatoriales
cual escrúpulos aéreos,
y por ello ante el Señor
paralizas tu experiencia
como el olor que da tu mejor flor.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso
y sabe que anonadas
en las cúpulas sagradas
no por decrépito ni por insulso!
Tu alta oración animas
con el genio de los climas.
Tú conoces el espanto
de las islas de leprosos,
el domicilio polar
de los donjuanescos osos,
la magnética bahía
de los deliquios venéreos,
las garzas ecuatoriales
cual escrúpulos aéreos,
y por ello ante el Señor
paralizas tu experiencia
como el olor que da tu mejor flor.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
Tu alta oración animas
con el genio de los climas.
Tú conoces el espanto
de las islas de leprosos,
el domicilio polar
de los donjuanescos osos,
la magnética bahía
de los deliquios venéreos,
las garzas ecuatoriales
cual escrúpulos aéreos,
y por ello ante el Señor
paralizas tu experiencia
como el olor que da tu mejor flor.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
Tú conoces el espanto
de las islas de leprosos,
el domicilio polar
de los donjuanescos osos,
la magnética bahía
de los deliquios venéreos,
las garzas ecuatoriales
cual escrúpulos aéreos,
y por ello ante el Señor
paralizas tu experiencia
como el olor que da tu mejor flor.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes. | es |
Vega,Lope_Félix_de | <XXI | Esta_Cabeza,_Cuando_Viva,_Tuvo | Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos,
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿dónde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento?
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos,
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿dónde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento?
Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿dónde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento?
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿dónde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento? | es |
Montemayor,Emilio | XXI | Regálame_El_Capullo_De_Tus_Rosas | Regálame el capullo de tus rosas
y el verdor enervante de tu prado
y escribiré por ti, versos y prosas,
pues sabes, como yo, nadie te ha amado.
Regálame la luna y sus ocasos.
Regálame la miel de tu colmena.
Regálame el calor de tus abrazos
¡Y róbate la sangre de mis venas!
Regálame los broches de tu blusa,
para desabrocharla con mis besos
y recordarte así que eres mi musa,
la que me envuelve en locos embelesos.
Regálame la estrechez de tu corpiño,
para llenarla de caricias en tu piel.
Transfórmame de hombre a ser tu niño
y amamántame, con la savia de tu miel.
Regálame de tu pubis la fragancia,
para en los mares de tu pelvis navegar
y buscar los tesoros de tus ansias
y al encontrarlos, incitarte a amar.
Regálame los pliegues de tu sexo
y déjame plancharlos con mi furia,
cuando sientas que en cóncavo y convexo,
¡Desfallecemos de total lujuria! | es |
Bañuelos,Juan | <XXI | :Me_Dicen_Que_Escriba_Algo_Acerca_De_Tu_Muerte_(Me_Han | :Me dicen que escriba algo acerca de tu muerte (Me han
tomado por quien no era y no los voy a desmentir).
Yo no sé lo que pasa. Ya dije que no entiendo nada ni me importa.
Sólo sé que tú no estás de paso (únicamente un poco de
fatiga, ¡claro! que hasta la piedra convalece del tiempo).
¿Buscar la tina en el fondo de los ojos? De ningún modo.
Por lo tanto pongámonos de acuerdo: esto no será un
poema. Bueno, al menos yo no quiero.
Apenas humano, me decido: miro a izquierda y a derecha
para pasar la calle y lo que cruzo es la realidad.
Todos ahora se aprestan a desembolsar una oda, o una
elegía, o un sollozo reprimido, después de haber ayudado
de alguna manera a tu muerte.
Yo no comparto ningún duelo. Hasta Barrientos, tu asesino
(esa mierda envuelta en lo mismo), siente «tremendo
dolor» por tu muerte, ha dicho.
No. Yo no voy a llorarte ahora que todos están infestados de
arrepentimiento. Un día de estos te escribiré un poema,
que será corto y más bien un diálogo. Hoy no. Hoy tengo
que salir a buscar Money para la operación de mi mujer
(tú lo sabes: este México, esta patria).
Lo mejor que he leído acerca de ti es que eres un personaje de
historia-ficción, y que has decidido abandonar el planeta
para volver pronto. Ojalá así sea. Espero que así sea.
Desapareciste, y yo dormido en la mañana me levanté tarde,
me afeité cuidadosamente, como lo hago cuando se trata
de una cita amorosa, y me senté a la mesa silbando
un viejo jazz seguro de que no debía suicidarme.
Leí el periódico: sus páginas pasaban como banderas orgullosas
flameando de hambre, de dinero, y de todas esas cosas
que nos endilgan como la misma comida diariamente
en mi Viejo Comedor Público del Carmen.
Y ahí estabas: tendido, obstinación de tierra entre los dientes,
asilo de ojos espoleados hacia la dura dulzura de una boca
florida, un saurio sobre el yermo de la fotografía, una nube
de piel hecha fetiche acidulando la espuma barbada del cercenado.
Ahí estás: no entre las bajas moderadas en Vietnam, ni entre
los condecorados, sino entre el advenimiento y los
leopardos límites del sueño. Lacónicamente dándote
por muerto, sin nuestro consentimiento y sin el tuyo
¡como si pudiera morir mi Comandante Guevara!
La hoja que conmueve a todo árbol no se desprende
nunca. Hay un horóscopo despierto, una oropéndola, oh
viajero, sobre la espalda de esa hoja. Viene la gente y
cambia. Lloran o ríen y se alejan, y no es posible recordar:
sólo una vez el mundo es nuestro.
Todas estas cosas son lo más humano posible.
Hombres vivos, hombres muertos, hombres en libertad
o condenados, mas en medio el desacuerdo y sus
humeantes togas son prerrogativas destazadas como un
ave en cuyas entrañas se lee el desastre.
No. No estoy enfermo ni desesperado. Apenas si
percibo una obscena sensación de estar desnudo,
de estar como una fruta pudriéndose en la sombra.
Y bien, yo te conozco más ahora que el día que no
nos presentaron, y cada vez que veo tu foto en los
periódicos, sospecho que te envidio como al muchacho
que se lleva a la chica más guapa del pueblo.
Hoy es distinto. Como si sólo un sonido tuviera la
esquela de la vida. Estás hechizado en tus nupcias
verdaderas bajo la sinagoga de los Andes.
Estás más joven, de pie sobre la cortadura de un cuchillo, estás
la misma música de Bach, que ahora escucho, como una
torre que se quema desde lejos.
Y llueve. Llueve fríamente. El día no es más que un dedo
que ha perdido su anillo. Pero ¿qué diablos tenemos tú y yo
que ver con la muerte? ¿Qué diablos?
Es que me refiero a esa manera congruente, acordonada
tortuga de la sangre en donde la desgracia abufanda sus
ayes. Es que me refiero a este desaforado equilibrio en
el alambre, como aquel que suelta el asa de su cesta a la
hora en que se oye un silbido entre las hojas y ve a dos
sombras de caballos que se mueven con la noche.
No, yo no tengo paciencia para sufrir, no me puedo dar un
baño sin figurarme que soy un animal tolerado en un hotel.
Todo esto es cierto, y aun así quieren que escriba algo acerca
de tu ausencia.
Sin aceptar la muerte sino sólo cuando bosteza entre los frutos
quietos, amigo, yo apoyo mi mano en el silencio, en la pared,
y la pared se queja.
No quiero quedarme aquí solo escribiendo este cuento largo.
En este instante la multitud de mi persona desemboca en
la avenida Juárez y empiezo a oír el dodecafónico tableteo
de las armas entre las églogas del miedo.
Vaho del cordero,
embestida del ganado,
sello en todas tus cartas,
tu nombre no se dice, mas tu fuerza está en nosotros.
Porque no hay tregua, ni guarniciones, ni compás de espera,
¿vamos a seguir sembrando de héroes el suelo de
América?
Tú sólo eres EL LIBERTADOR.
Que se muera el que pierda su tiempo en homenajes,
mientras el enemigo atiza el infierno de la caridad, y
el Subdesarrollo no es más que un faro que se ciega a sí mismo.
Tú solamente eres la Gran Molienda, o un payador
tropezando entre los astros. Salgo a la calle y desconozco
a todos. Hypocrites citoyens.
¿En dónde está Bolivia? ¿Por dónde la Quebrada del Yuro?
Y me da en toda la madre la fría lluvia del último ciclón.
De pronto, al fin tengo el derecho de llegar a un pacto contigo:
que cambiemos las armas mientras vuelves. ¿Para qué
poesía sin fusil, en una hora en que dormir es como
abotonarse la guerra de los asesinos?
Bueno, viejo, te deseo selvas y sobre todo sol para los tuyos,
porque vos vas de la mano con las sierras, esa tu juventud
perpetua de violentar las cosas para abrir todas las puertas
del mundo.
Y si esto es un poema, que me lo perdone la Revolución o
la REBOLUSIÓN de los analfabetos y hambrientos de este
Continente, porque yo, porque yo sólo quería y quiero,
mi Comandante Guevara, tomar un fusil y seguir tus
pasos, por aquéllos.
jazz
mas tu fuerza está en nosotros.
Hypocrites citoyens. | es |
Lebasi_González,Jorge | XXI | Y_Te_Tengo_Y_No_Gozo | Y te tengo y no gozo,
pues juzgo y califico,
comparo y pretendo,
cambiarte a mi modo,
y te juzgo duramente,
como si fueras enemigo,
y soy injusto contigo,
y soy estúpido conmigo,
y cuando faltes
o de tu lado me eches,
lloraré desoladamente,
el no haberte gozado,
por haberte juzgado. | es |
Sabido_Sánchez,Fernando | XXI | Se_Sentía_Libre | Se sentía libre
Lamiéndole el sexo
Provocando tempestades
Algoritmos
Múltiples orgasmos
Encantamiento
Aunque jamás
Le acarició el alma
Por miedo | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | ¡Ciudad_Que_Fuiste_Reina_Del_Mar!_Vagan_Ligeros | ¡Ciudad que fuiste reina del mar! Vagan ligeros
Y en paz los tiburones en tu tranquila rada,
Donde las nubes tienden su sombra prolongada,
Y que vio los antiguos galeones iberos.
Desde Drake y los días de infieles bucaneros
Tu muralla de siglos se arruina abandonada,
Y cual collar sombrío, de grandeza pasada,
Aun de Pointis las balas muestran los agujeros.
Entre la mar y el cielo que abrasa tu bahía,
Bajo el sol de un monótono y ardiente medio día,
Con los Conquistadores sueñas amodorrada;
Y en el enervamiento de noches placenteras,
Te duermes, arrullando tu gloria ya borrada,
Bajo palmas, al lento rumor de las palmeras. | es |
Guillén,Jorge | <XXI | Trébol | Lloraba una criatura.
Y en el día, tan hermoso,
Brilló la existencia impura. | es |
Flórez,Julio | <XXI | En_Mis_Versos_Está_Toda_Mi_Vida | En mis versos está toda mi vida.
Cada estrofa es un ánfora que, en calma,
lleva una tempestad, y que convida
en ella a ver la sangre de una herida...
el filo de un dolor... la hiel de un alma. | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | De_Sillas,_De_Atardeceres_Extra | De sillas, de atardeceres extra,
de pistolas que acarician
nuestros mejores amigos
está hecha la muerte | es |
Vallejo,César | <XXI | Parado_En_Una_Piedra | Parado en una piedra,
desocupado,
astroso, espeluznante,
a la orilla del Sena, va y viene.
Del río brota entonces la conciencia,
con peciolo y rasguños de árbol ávido:
del río sube y baja la ciudad, hecha de lobos abrazados.
El parado la ve yendo y viniendo,
monumental, llevando sus ayunos en la cabeza cóncava,
en el pecho sus piojos purísimos
y abajo
su pequeño sonido, el de su pelvis,
callado entre dos grandes decisiones,
y abajo,
más abajo,
un papelito, un clavo, una cerilla...
¡Este es, trabajadores, aquel
que en la labor sudaba para afuera,
que suda hoy para adentro su secreción de sangre rehusada!
Fundidor del cañón, que sabe cuántas zarpas son
acero,
tejedor que conoce los hilos positivos de sus venas,
albañil de pirámides,
constructor de descensos por columnas
serenas, por fracasos triunfales,
parado individual entre treinta millones de parados,
andante en multitud,
¡qué salto el retratado en su talón
y qué humo el de su boca ayuna, y cómo
su talle incide, canto a canto, en su herramienta atroz, parada,
y qué idea pie dolorosa válvula en su pómulo!
También parado el hierro frente al horno,
paradas las semillas con sus sumisas síntesis al aire,
parados los petróleos conexos,
parada en sus auténticos apóstrofes la luz,
parados de crecer los laureles,
paradas en un pie las aguas móviles
y hasta la tierra misma, parada de estupor ante este paro,
¡qué salto el retratado en su tendones!
¡qué transmisión entablan sus cien pasos!
¡cómo chilla el motor en su tobillo!
¡cómo gruñe el reloj, paseándose impaciente
a sus espaldas!
¡cómo oye deglutir a los patrones
el trago que le falta, camaradas,
y el pan que se equivoca de saliva,
y, oyéndolo, sintiéndolo, en plural, humanamente,
¡cómo clava el relámpago
su fuerza sin cabeza en su cabeza!
y lo que hacen, abajo, entonces, ¡ay!
más abajo, camaradas,
el papelucho, el clavo, la cerilla,
el pequeño sonido, el piojo padre! | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Era_El_Crepúsculo_De_La_Iguana | Era el crepúsculo de la iguana.
Desde la arcoirisada crestería
su lengua como un dardo
se hundía en la verdura,
el hormiguero monacal pisaba
con melodioso pie la selva,
el guanaco fino como el oxígeno
en las anchas alturas pardas
iba calzando botas de oro,
mientras la llama abría cándidos
ojos en la delicadeza
del mundo lleno de rocío.
Los monos trenzaban un hilo
interminablemente erótico
en las riberas de la aurora,
derribando muros de polen
y espantando el vuelo violeta
de las mariposas de Muzo.
Era la noche de los caimanes,
la noche pura y pululante
de hocicos saliendo del légamo,
y de las ciénagas soñolientas
un ruido opaco de armaduras
volvía al origen terrestre.
El jaguar tocaba las hojas
con su ausencia fosforescente,
el puma corre en el ramaje
como el fuego devorador
mientras arden en él los ojos
alcohólicos de la selva.
Los tejones rascan los pies
del río, husmean el nido
cuya delicia palpitante
atacarán con dientes rojos.
Y en el fondo del agua magna,
como el círculo de la tierra,
está la gigante anaconda
cubierta de barros rituales,
devoradora y religiosa.
Desde la arcoirisada crestería
su lengua como un dardo
se hundía en la verdura,
el hormiguero monacal pisaba
con melodioso pie la selva,
el guanaco fino como el oxígeno
en las anchas alturas pardas
iba calzando botas de oro,
mientras la llama abría cándidos
ojos en la delicadeza
del mundo lleno de rocío.
Los monos trenzaban un hilo
interminablemente erótico
en las riberas de la aurora,
derribando muros de polen
y espantando el vuelo violeta
de las mariposas de Muzo.
Era la noche de los caimanes,
la noche pura y pululante
de hocicos saliendo del légamo,
y de las ciénagas soñolientas
un ruido opaco de armaduras
volvía al origen terrestre.
El jaguar tocaba las hojas
con su ausencia fosforescente,
el puma corre en el ramaje
como el fuego devorador
mientras arden en él los ojos
alcohólicos de la selva.
Los tejones rascan los pies
del río, husmean el nido
cuya delicia palpitante
atacarán con dientes rojos.
Y en el fondo del agua magna,
como el círculo de la tierra,
está la gigante anaconda
cubierta de barros rituales,
devoradora y religiosa.
Y en el fondo del agua magna,
como el círculo de la tierra,
está la gigante anaconda
cubierta de barros rituales,
devoradora y religiosa. | es |
Montejo,Eugenio | <XXI | Terredad | Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.
A bordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.
Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables;
livianos en otoño, henchidos en verano,
con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo, hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,
sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,
sin olvidar la parte de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena,
aunque las migas sean amargas. | es |
Aridjis,Homero | <XXI | Arroja_Luz | Arroja luz
tus ojos sobre nuestros cuerpos
que nuestras manos no pesen al moverse
ni nuestra muerte importe
sobre tu tierra de semillas azules
Cúbrenos luz con tus miradas | es |
Eguren,José_María | <XXI | Una_Bombonera | Una bombonera
de lindos colores
es lo que querían
soñaban las flores.
Una melodía
de mágico anhelo,
la estrella que mira
la tierra y el cielo. | es |
Luis,Leopoldo_de | <XXI | Lo_Irremediable_No_Es_Que_Mío_Sea | Lo irremediable no es que mío sea
este cuerpo, sino que sin remedio
este cuerpo soy yo, frente al asedio
de un mundo en rotación que me rodea.
Yo no tomo este sólido instrumento
para el oficio de vivir, yo vivo
porque soy su materia. Yo no arribo
a su playa, soy playa bajo el viento
irremediable de la vida. Alienta
irremediablemente una herramienta
que a sí misma se usa. No se siente
sino su propia acción: sangre, latido,
jadeo que es vivir: un leve ruido,
lúcido afán, irremediablemente. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | No_Seamos_Exigentes | No seamos exigentes.
La dicha no es accesible
A toda clase de gentes.
Bueno es ser menos sensible,
O con ánimo logrero
Tener de sobra dinero...
No pidamos lo imposible.
Vivir siempre bien hallados
Con nosotros, debe ser
Lo que se pida a los hados;
Y obtener siempre favores
De intermitentes amores,
Que en eso estriba el placer.
Es mucho ser dos, y estar
Juntos hasta el porvenir
Y mutuamente sufrir,
Y nada al otro ocultar
En nuestro triste vivir.
Y si al fin nos convencemos
Que es mucha nuestra exigencia,
Prueba eso con suficiencia
Que mal carácter tenemos
O excesiva inteligencia. | es |
Dalton_García,Roque | <XXI | No_Olvides_Nunca | No olvides nunca
que los menos fascistas
de entre los fascistas
también son
fascistas. | es |
Pardo_García,Germán | <XXI | En_Las_Brumas_De_Londres_Algún_Día | En las brumas de Londres algún día
se enlazarán tu sombra y mi pisada,
que llega tristemente rezagada
a este último rincón de la alegría.
El Támesis será cristalería
de tu esbelta figura, cimentada
sobre mi dualidad atormentada
de alondra y ciervo en ligazón tardía.
Porque he llegado tarde a la belleza.
Tarde a la pequeñez y a la grandeza.
Tarde al silencio, tarde al alarido.
Tarde al amor y tarde a la ternura.
Tarde a mi redención por la amargura.
Tarde a la soledad, tarde al olvido. | es |
Cardenal,Ernesto | <XXI | Verdes_Tardes_De_La_Selva;_Tardes | Verdes tardes de la selva; tardes
tristes. Río verde
entre zacatales verdes;
pantanos verdes.
Tardes olorosas a lodo, a hojas mojadas, a
helechos húmedos y a hongos
El verde perezoso cubierto de moho
poco a poco trepando de rama en
rama, con los ojos cerrados como
dormido pero comiendo
una hoja, alargando un garfio primero
y después el otro,
sin importarle las hormigas que le pican,
volteando lentamente el bobo rostro
redondo, primero a un lado
y luego al otro,
enrollando por fin la cola en una rama
y colgándose pesado como
una bola de plomo; el salto del sábalo en el río;
el griterío de los monos comiendo
malcriadamente, a toda prisa,
arrojándose las cáscaras de anona unos a otros
y peleándose, charlando, arremedándose
y riéndose entre los árboles;
monas chillonas cargando a tuto monitos
pelones y trompudos;
la guatusa bigotuda y elástica
que se estira y encoge
mirando a todos lados con su ojo redondo
mientras come temblando;
espinosas iguanas... temblando;
espinosas iguanas
como dragones de jade
corriendo sobre el agua
(¡flechas de jade!);
el negro con su camisa rayada, remando
en su canoa de ceiba.
Una muchacha meciéndose en una hamaca,
con su largo pelo negro, y una pierna desnuda
colgando de la hamaca,
nos saluda:
Adiós, California!
El río negro, como tinta, al anochecer.
Una flor de un hedor putrefacto
como de cadáver;
y una flor horrible, peluda.
Orquídeas
guindadas sobre el agua podrida.
Silbidos tristes de la selva,
y quejidos.
Quejidos.
Hojas tristes que caen dando vueltas.
Y chillidos...
¡Un grito entre las guanábanas!
El hacha cortando un tronco
y el eco del hacha.
¡El mismo chillido!
Ruido sordo de manadas de cerdos salvajes.
¡Carcajadas!
El canto de un tucán.
Chischiles de culebras cascabeles.
Gritos de congos.
Chachalacas.
El canto melancólico de la gongolona
entre los coquitales,
y el de la paloma popone,
popone, pone, pone
Oropéndolas sonoras
columpiándose en sus nidos colgados de las palmeras,
y el canto del pájaro-león entre los coyoles
y el del pájaro de-la-luna-y-el-sol
el pájaro clarinero, el pájaro
relojero que da la hora
y el pocoyo que canta de noche (o caballero)
Cabayero mi dinero Cabayero mi dinero
parejas de lapas que pasan gritando,
y el guis, chichitote y dichoso-fui
dichoso-fuiiiiiiii
que cantan en los chagüites sombríos.
Plateados pantanos rielando,
y las ranas cantando
rrrrrrrrrrrrr
!Y un pájaro que toda la noche repite. | es |
Iriarte,Juan_de | <XXI | Rica_Y_Muda_Es_La_Doncella | Rica y muda es la doncella:
mil andan alrededor:
dos dotes a cual mejor
lleva quien case con ella. | es |
Prados,Emilio | <XXI | ¿Ya_Se_Te_Ha_Cerrado_El_Alma? | ¿Ya se te ha cerrado el alma?
¿De qué piedra o piel te vistes?
¿Qué hábito rígido aprieta
la juventud que te rige?
Eres sólo admiración
de lo feo.
¿Qué te oprime
de esa manera, un amor
que ni aun en tu sueño es libre?
¡Qué duro cerco enmascara
el bello nombre que vives!
¿Con qué cuchilla has cavado
el foso que tus pies ciñe?
Ni eres torre de defensa,
ni temor emparedado,
ni combate detenido,
ni en el desierto eres árbol...
Eres, sólo, admiración
de lo feo.
¿En qué regazo
de la soledad, inclinas
tu sueño desmelenado?
¿En ninguno?...
(No hay reposo,
si no hay corazón sangrando).
De la tierra de la Nada
eres la más firme tallo.
Y te alzas, carbón inútil,
sin saber que ya te sigue
una llama que hay errando
bajo el cielo en que te eriges.
Carbón que el cuerpo levanta,
siempre es piedra, que del fuego
viene, para hacerse llama.
Tú no lo sabes —carbón,
ladrillo, piel, sueño, yeso—
cárcel de tu corazón.
Y ya se acerca la llama
y ya a tu torre le embiste
y ya a tu cuerpo se agarra.
Como yedra se te sube
y ya te incendia la cara...
Tu piel, tu nombre, el silencio,
todo hoguera te proclaman.
Y tu foso es ya, sortija
de luz, que tu amor declara.
¡Ay, terco y mudo castillo,
que blandas son tus murallas!
Fuego te viene y te va:
mil lenguas tu cuerpo atacan.!
Cruje, cruje, cruje, cruja
todo lo que por amor arda!
¿Ardes...
Cruje, cruje, cruja
el fuego que te levanta,
surtidor de bautismo,
árbol de luz que te salva.
Y, ahora, sabrás defenderte?
¿Ya se te ha cerrado el alma?
¿Eres sólo admiración
de lo feo?...
—¡Fuente clara! | es |
Bretón_de_los_Herreros,Manuel | <XXI | El_Gato_Y_Los_Ratones | «¡Cómo! ¡Un animalito
Que de su misma sombra tiene miedo
Te hace cuando le ves alzar el grito
Y casi desmayarte! ¡Ay Dios! No puedo
Mirarle sin horror y repugnancia.
Pues a mí me parece hasta bonito.
Lo creo, es proverbial tu extravagancia
Y pésimo tu gusto.
Que ese cargo es injusto,
Con haberte elegido por esposa
Harto lo pruebo, amable Sinforosa.
Ese requiebro insulso
No viene a cuento, y cuando yo repulso
Con razón a una inmunda sabandija,
Con defenderla tú me insultas. Hija,
Serénate. No quiero que el demonio
Perturbe por motivo tan ligero
La paz de nuestro dulce matrimonio.
Mandaré al carpintero
Que una alevosa trampa me construya
Donde, queso atrayéndole o tocino,
Cautivo caiga el animal dañino.
¡Bravo! ¡Lindo remedio es una trampa!
¿Piensas que es el ratón, en cuya estampa
He visto a Lucifer, solo en el mundo?
No; pero... ¡Sí, ya escampa!
No hay bicho más ladrón y más fecundo.
Mermada mi despensa
Harto atestigua su rapiña inmensa.
Poco, tomando bien tus precauciones,
Pueden mermarla tales musarañas;
Pero, ya que en su contra así te ensañas,
Guerra, ¡guerra de muerte a los ratones!
Dime tú (me someto a tu dominio)
Cómo conseguiremos su exterminio.
No hay cosa más sencilla: con un gato.
Justamente, sabiendo que me falta,
Me ofrecieron ayer uno de Malta.
Es taimado animal, pérfido, ingrato,
Y que traerá sospecho
Más daño a nuestra casa que provecho;
Pero, pues lo desea mi señora,
Venga el maltes cuadrúpedo en buen hora».
Así acabó la conyugal reyerta,
Y en aquel mismo día la consorte
Al huésped redomado abrió la puerta.
Humilde era en su gesto y en su porte,
Y el que ignorase cuánta es la falsía,
Cuánta la refinada hipocresía
De la gatuna raza,
Pudiera, sin lisonja,
A juzgar solamente por la traza,
Ponerle en parangón con una monja.
Durante una semana, y no cumplida,
Hizo su obligación el raticida.
Dos o tres parvulillos
De la grey roedora
Cogidos por su zarpa destructora
Dieron sabroso pasto a sus colmillos.
Y en dirección diversa
Pánico susto a los demás dispersa.
Pero el guardián goloso en una hora
Más que ellos en un mes hurta y devora.
Ítem, le abriga su ama en el regazo,
Y la mano süave
Con que ella le acaricia el espinazo
Él, que otro modo de halagar no sabe,
Señala con sacrílego arañazo.
Ítem, un día aprovechando el maula
El descuido de un fámulo que abierta
De un canario gentil dejó la jaula,
El voraz Micifuz, que estaba alerta,
Le destroza con ira de ostrogodo
Y se lo traga ¡oh Dios! con pluma y todo.
Ítem, enamorado de una gata,
Que en cuatro rivales
Reparte sus favores a prorrata,
Como hacen muchas damas principales,
No hay noche en que al tejado no se escape,
Y arma tal guirigay, tal zipizape,
Ora el amor le instigue, ora la furia,
Que al barrio escandaliza su lujuria.
Ítem, penetra un galgo en su vivienda
Que disputarle quiere la merienda.
Salta, huyendo del can, sobre una silla;
De allí a un aparador (¡momento aciago!)
De vasos todo lleno y de vajilla,
Y con horrendo estrago
La porcelana rompe y el cristal
Que costaron al amo un dineral.
Ahora bien, este apólogo prolijo
¿Qué nos enseña? Cáustica censura
Yo con él al resguardo no dirijo
Que fronteras y costas asegura;
Ni menos a la cauta policía,
Aunque tampoco haré su apología;
Mas sin que en ella dé crudo mordisco
Ni me ensangriente, ¡zape! con el fisco,
De mi sencillo ejemplo
Una verdad deduzco como un templo:
Muchas veces (perdóneme la ciencia)
El remedio es peor que la dolencia.
Ítem
Ítem
Ítem
Ítem
Muchas veces
El remedio es peor que la dolencia. | es |
Popa,Dorin | XXI | Si_Es_Que_Mi_Desgarro | si es que mi desgarro
te toca,
perdóname! | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | ¿Qué_Hora?_La_De_Sentirse | ¿Qué hora? La de sentirse
aislado, roto el recinto
—limites—, sobre la frente
suelta los celajes lívidos.
Se han desterrado ropajes
caduros. Queda el sucinto
poder del poniente, a fuerza
de pujanza, fiel, tranquilo.
Se arrasan todos los aires
sin disculpa. Se echa el frío
de espalda sobre los valles.
Pasean los ojos tímidos
sobre los verdes silencios.
Estoy solo. Ya el precinto
guarda esta hora. Centellas,
sin perturbar el sigilo
de la tarde. Amor del cielo.
Siento en mi cuerpo, ceñido,
un tacto duro: la noche.
Me envuelve justo en su tino.
¿Mi alma sola? Aquí estoy,
cuerpo, pasión. ¡Vivo, vivo!
¿Me sientes? La noche. Cuerpo
mío, basta; si yo mismo
ya no soy tú. Mas ¿qué pides,
si eres contorno? ¿Eres mío?
(Firmes siento los perfiles)
¿Tu amor? Es la noche. Mío
es ya. (Me pasa el silencio:
le soy presente) ¡En ti vivo!
(Y se derrumban cristales
mudos, verticales. Signo.
Y se levantan fulgentes
cielos, del hondo, firmísimos). | es |
Valencia,Guillermo | <XXI | In_Memoriam | El día que a mis puertas llamaste, oh peregrino,
El día que a mis puertas llamaste, oh peregrino,
signé con piedra blanca, para eternal memoria,
eternal, si, eternal porque un rayo de gloria
consagró desde entonces mi ignorado camino.
Llegaste con el blando pisar del pie divino.
Yo, en la arcaica vitela. que mi gruta ilusoria
guarda, pinto el relato de esta mágica historia
del hombre que llegó a tornar mi agua en vino.
Si hemos hablado un día o un siglo, no sabría
decirlo, dulce hermano en la flauta doliente.
El placer de estar triste no es la melancolía.
Mientras e1 mundo corres y vas, de gente en gente,
tu nombre resplandece cual nieve de alegria
sobre el ya extinto cráter de un corazón ardiente. | es |
Acuña,Manuel | <XXI | ¿Y_Qué?_¿Será_Posible_Que_Nosotros | ¿Y qué? ¿Será posible que nosotros
Tanto amemos la gloria y sus fulgores,
La ciencia y sus placeres,
Que olvidemos por eso los amores,
Y más que los amores, las mujeres?
¿Seremos tan ridículos y necios
Que por no darle celos a la ciencia,
No hablemos de los ojos de Dolores,
De la dulce sonrisa de Clemencia,
Y de aquella que, tierna y seductora,
Aún no hace un cuarto de hora todavía,
Con su boca de aurora,
«No te vayas tan pronto», nos decía.
¿Seremos tan ingratos y tan crueles,
Y tan duros y esquivos con las bellas,
Que no alcemos la copa
Brindando a la salud de todas ellas?
Yo, a lo menos por mí, protesto y juro
Que si al irme trepando en la escalera
Que a la gloria encamina,
La gloria me dijera:
—Sube, que aquí te espera
La que tanto te halaga y te fascina;
Y a la vez una chica me gritara:
—Baje usted, que lo aguardo aquí en la esquina,
Lo juro, lo protesto y lo repito:
Si sucediera semejante historia,
A riesgo de pasar por un bendito,
Primero iba a la esquina que a la gloria.
Porque será muy tonto
Cambiar una corona por un beso;
Mas como yo de sabio no presumo,
Me atengo a lo que soy, de carne y hueso,
Y prefiero los besos y no el humo,
Que al fin, al fin, la gloria no es más que eso.
Por lo demás, señores,
¿Quién será aquel que al ir para la escuela
Con su libro de texto bajo el brazo,
No se olvidó de Lucio o de Robredo
Por seguir, paso a paso,
A alguna que nos hizo con el dedo
Una seña de amor, así... al acaso?
¿O bien, que aprovechando la sordera
De la obesa mamá que la acompaña,
Nos dice: ¡No me sigas!
Porque mamá me pega y me regaña?
¿Y quién no ha consentido
En separarse del objeto amado
Con tal de no mirarlo contundido?
¿Quién será aquél, en fin, que no ha sentido
Latir su corazón enamorado,
Y a quién, más que el café, no ha desvelado
El café de no ser correspondido?
Al aire, pues, señores,
Lancemos nuestros hurras por las bellas,
Por sus gracias, sus chistes, sus amores,
Sus perros y sus gatos y sus flores,
Y cuanto tiene relación con ellas.
Al aire nuestros hurras
De las criaturas por el ser divino,
Por la mitad del hombre,
Por el género humano femenino.
café | es |
Alcázar,Baltasar_del | <XXI | En_Ronda,_Donde_Resido | En Ronda, donde resido,
vive don Diego de Sosa,
y diréte, Inés, la cosa
más brava dél que has oído.
Tenía este caballero
un criado portugués,
pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.
La mesa tenemos puesta;
lo que se ha de cenar, junto;
y el vino y tazas y a punto:
falta comenzar la fiesta.
Rebana pan. Bueno está.
La ensaladilla es del cielo
y el salpicón, con su ajuelo,
¿no miras qué tufo da?
Esto, Inés, ello se alaba;
no es menester alaballo;
sola una falta le hallo:
que con la priesa se acaba.
Echa vino, y por tu vida,
que le des tu bendición:
yo tengo por devoción
de santiguar la bebida.
Bueno fue, Inés, ese toque;
franco fue, mas yo, ¿qué hago?
Vale un florín cada trago
de este vinillo aloque.
La taberna del esquina
lo suele a veces vender;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.
Echa otra vez, serán dos,
ya que la cosa va rota.
¡Quién dél tuviere una bota
para más servir a Dios!
La ensalada y salpicón
hizo fin; ¿qué viene agora?
La morcilla, ¡oh, gran señora,
digna de veneración!
¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué bizarro garbo tiene!
Yo sospecho, Inés, que viene
para que demos en ella.
Pues, ¡sus!, encójase y entre,
que es algo angosto el camino.
No eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.
Ande apriesa el trasaniejo,
porque con más gusto comas;
Dios te guarde, que así tomas,
como sabia, el buen consejo.
Mas di: ¿no adoras y precias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica!
Tal debe de estar de especias.
¡Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos
y asada por esas manos
hechas a cebar lechones.
Vive Dios, que se podía
poner al lado del Rey,
al fin, puerco a toda ley,
que hinche tripa vacía.
Probemos lo del pichel,
alto licor celestial:
no es el aloquillo tal,
ni tiene que ver con él.
¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué cuerpo rancio y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color,
todo con tanta fineza!
El corazón me revienta
de placer y a ti te veo
cómo te va. Yo, por mí,
que debes de estar contenta.
Mas el queso sale a plaza,
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.
Prueba el queso, que es extremo:
el de Pinto no le iguala;
y la aceituna no es mala:
bien puede bogar su remo.
Pues haz, Inés, lo que sueles;
daca de la bota llena.
Bebamos. Hecha es la cena,
levántense los manteles.
Ya, Inés, que habemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.
Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo...
Las once dan; yo me duermo;
quédese para mañana. | es |
Pintael_Martínez,Joaquín | XXI | Gran_Vía_(O_El_Paseo_Ciudadano) | El paseo tiene guirnaldas en los ojos
y un aroma de incienso en los tobillos,
las máscaras gritan
su carnaval de piedra en las paredes
e interrumpen la oración de los ancianos,
hay flores que derriten el Sol en las ventanas
y recipientes que guardan arena milenaria,
hay locos, artistas, bufones grotescos
y un saltimbanqui con cara de perro.
El paseo cuenta sus chismes de matrona
mientras cuelgan faroles que tiemblan de frío,
luce la muerte anual en sus cabellos
y una peluca en la noche de su calva.
El paseo duerme con sus galas de fiesta
acariciando el silencio que cuelga
en los balcones,
y cuando su piel se queda desnuda,
cuando la Luna le devuelve su nombre,
piensa en lo lejano
que queda todavía el mes de Octubre. | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Tiempo_A_Borbotones | Este instante, neutro en la blanca mirada de lo abstracto,
se colorea de múltiples realidades simultáneas en el racimo de lo concreto.
Y arriba, donde el pájaro es pájaro, cruz latina y silbido,
donde las nubes abren la esponja del vuelo al ronroneo de los aviones,
donde tus hombros se alabean si me divisan el pensamiento,
dicho instante se deshoja como una margarita en los dedos del aire.
Y más abajo, entre prados de nomeolvides y estatuas de sal,
donde te grita un sollozo que es nudo irrompible,
donde la cabellera del mar se peina con las cintas de los torpedos,
el mismo instante muere en un caballo reventado por espuelas de espanto.
Y más abajo aún, donde germina la verde inocencia de los graneros,
donde las minas intentan detener el sol en su carrera,
donde guadianas lloran por las lagunas de sus ojos
la pierna amputada por las sierras del viento,
el mismo instante se empareda con los huesos del universo de una madre
que murió muchas veces en el recuerdo de sus hijos movilizados.
Y se hincha en las caderas con polizón de América del Sur.
Y presencia un idilio de morsas en la tarima de los hielos polares.
Y se aleja en un horizonte suspirado por velas de sudarios.
Y es cogido por un tren en un paso a nivel de una noche de piedra.
Y se despeña con el ademán oratorio de una catarata.
Y se bate en la risa circular de un castañeteo de anemómetros.
Y se abriga a la salida de los teatros con pieles perfumadas.
Pero hay una chispa de ese instante vivo
en que ya humanizado, con venas y polainas, corazón y corbata,
cubriéndose los ojos, se suicida.
Ese en que unas personas se enfrentan sin mirarse
en un campo a traviesa de lodos asesinos. | es |
Aridjis,Homero | <XXI | Vas_Creciendo_Sombra_A_Sombra | Vas creciendo sombra a sombra
abril se desvanece en tus cabellos
papeles sin sueño habitan en los parques
el día negro es una estrella acuática
La iluminación tiene alas del camino
en los muros no pesa el aire
el rostro de la noche en la ventana
es un ser dormido que despierta
Hay un tiempo desvelado que te esconde
y un fantasma que te hace recordar
La primavera oficia en secreto
un diálogo de niños
y en el cuenco de tus manos
pueden volar los pájaros
El mundo es gris en tus pupilas
es un cuerpo desnudo
que se apoya en los párpados
Elástica la luz se cumple en otro asombro
Sólo tu voz rompe la bruma
Vas creciendo sombra a sombra | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | La_Invasión | Desde el Opón avanza la tribu cual torrente
A Teusaquillo en fuga. Detrás, del rayo armados
Los Hijos del Sol vienen. Surge el Zipa, y postrados
Indios, Jeques y Usaques doblan ante él la frente.
Piedad del Sol imploran con súplica ferviente;
Del ara corre sangre de niños degollados;
Se oyen sonar clarines... Y todos, angustiados,
Huyen al alto cerro que se alza en el Oriente.
A la llanura llega Quesada. Por Castilla
Y su Rey, el acero levanta, mientras brilla
La luz como una rosa de fuego en su coraza.
Del cerro al Sol entonces se alza una nube oscura
De flechas, y hondo grito la tribu da en la altura:
El grito, ante la Muerte, de la vencida raza.
Los Hijos del Sol | es |
Martínez_de_la_Rosa,Francisco | <XXI | Pues_Los_Hombres_Todos | Pues los hombres todos
A lu ley se humillan,
Amor, no con burlas
De sus males rias.
Presos de un cabello
Algunos suspiran,
Cual náufrago triste
Que el moro cautiva;
Quien un lunar breve
Cual su estrella mira;
Quien de unas pestañas
Ve pender su vida...
Solo yo, Dios ciego,
Resistí a tus iras;
Pues solo alcanzaron
Rendirme a Dorila
Los leves hoyuelos
De su mano linda;
De su hermoso brazo,
De su blanda risa. | es |
Moya_Zúñiga,Jaime | XXI | Será_Hermoso_Soportar_La_Lluvia | Será hermoso soportar la lluvia
verla rebotar urgente
construyendo el aguacero
y descifrar para qué
he vuelto. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Haces_Camino._—¡Qué_Gusto | Haces camino. —¡Qué gusto
verme así en el entrecielo!—
(La mirada). —¡Mira como
se adivinan los desvelos
de la noche! —(Se ha cerrado
la comba fría). —¿Está lejos?—
(Y palpita...) —¡Qué tristeza
tan oscura! —(...de silencio.)
—¿Vendrá ya la luna? —(Liso
ciñe y reverbera). —¿Es tiempo?
¡Oh si ya lo fuera! —(Venas
de noche). —¡Qué frío! —(Y siento
casi quieta la fluida
verdad). —Algo; lo primero
quisiera... —(Avanza la noche
muda). —O si no, aquel lucero
tan puro; algo... —(Menea
la brisa nocturna tiemblos
de luz). —iDámelo! ¿No oyes?—
(Se turba el aire.). —¡Lo quiero!—
(Apunta la verdad). —¡Mío!—
(Temblorosos puntos negros...)
—¡Pero vamos, vamos siempre!—
(...constatan blancos luceros).
—Ya hemos llegado: ¡oh qué campo
tan hermoso! —(Avanza diestro
el filo del alba). —¡Y se
aprenden luces! —(Someros
restos de noche). —¡Mañana
dulce, querida hora! —(Enteros
los barre el viento). —¡Te adoro,
luz del día! —(Rotas, negros). | es |
Barbarito,Carlos | XXI | Desde_Siempre,_Doble:_Torbellino | Desde siempre, doble: torbellino,
movimiento espiral, helicoide,
dinámica del espacio; peregrino,
partida y regreso al origen,
al centro.
¿Por qué entonces,
esta tarde o noche,
un palo quemado,
alas negras y una red,
hija de lo oscuro y hermana del sueño,
negro que se vuelve verde,
manos que emergen de la tierra?
Y ya no volvió por allí más. | es |
Champourcín,Ernestina_de | <XXI | ¡Qué_Ganas_De_Acercarme! | ¡Qué ganas de acercarme!
Sobre el mar ibas mudo,
alejado, a distancia,
como si una pared
adusta separase
esos destinos nuestros
tan juntos sin embargo.
Miré a mi alrededor
y todas las pupilas
se hundían en el surco
que devoraba el agua.
Un miedo de los ojos
esquivando otros ojos,
un afán de guardar
para sí aquel momento,
Vi una mano perdida
que buscaba otra mano,
retirándose luego
avergonzada, mustia.
Y seguimos así,
queriendo sin querer,
inmóviles y rígidos
con los labios sellados. | es |
Cetina,Gutierre_de | <XXI | Este_Andar_Y_Tornar,_Ir_Y_Volverte | Este andar y tornar, ir y volverte,
Lavinio, el caminar y no mudarte,
este incierto partir y no apartarte,
y el irte a despedir y detenerte,
tengo miedo, pastor, que han de encenderte,
como a la mariposa, aquella parte
de libertad que amor quiso dejarte
sana por descuidarte y ofenderte.
Lo mejor del nadar es no ahogarse,
jugar y no perder es buen aviso,
si lo puede excusar quien pisa abrojos.
Mas ¿quién podrá, quién bastará a guardarse
de la hermosa vuelta de unos ojos,
de una boca que os muestra un paraíso? | es |
Othón,Manuel_José | <XXI | Rubia_La_Aroma_Luce_En_El_Oriente | Rubia la aroma luce en el oriente
sus galas más espléndidas de fiesta,
que amorosa y rendida ya se apresta
del esposo a besar la roja frente.
Para verle asomar alza su ingente
tajada cumbre la montaña enhiesta;
prepárale su incienso la floresta,
su trino el ave y su rumor la fuente.
El cielo gotas de cristal rocía
en corolas y muérdagos. Los vientos
tañen las ramas de la selva umbría.
Y alza a su Dios en rítmicos acentos,
como grata oración del nuevo día,
himnos la tierra, el hombre pensamientos.
Tramonta el sol. Esmalta la colina
de su postrera luz con el escaso
fulgor, que va envolviendo en el ocaso
con su túnica blanca la neblina.
Desbarátase la húmeda calina
en la llana extensión del campo raso,
y ya por el oriente, paso a paso,
la silenciosa noche se avecina.
Todo es misterio y paz. El tordo canta
sobre los olmos del undoso río;
el hato a los apriscos se adelanta,
flota el humo en el pardo caserío,
y mi espíritu al cielo se levanta
hasta perderse en Ti. ¡Gracias, Dios mío! | es |
Flórez,Julio | <XXI | Se_Están_Poniendo_Triste | Se están poniendo triste
las tardes de verano;
ya no se ve en los cielos
siquiera un arrebol.
Y está desierto el bosque
y está marchito el llano...
¡qué triste va muriendo
tras de la sierra el sol!
Es que tras de la bruma,
que el horizonte cierra,
el blanco apoya
la frente en su bordón.
¿Mas, qué importa ese frío
de cielo, mar y tierra,
si fuego, amor y abrigo
te da mi corazón?
Oye, el cierzo rasguña la vidriera:
llegó el invierno al fin... pero el estío
surge en mi amante corazón; afuera
cae la lluvia, el cielo está sombrío.
Mas, no importa, bien mío,
porque en mi corazón hay una hoguera
que te dará calor si sientes frío.
¡Mientras que tú me inundas
en la onda fragante de tu aliento,
oye, el ala del viento
arrebata las hojas moribundas!
Pero ese viento helado
no llegará hasta ti, ni la llovizna
tu cuerpo mojará, ni ese nublado,
que el triste cielo de la tarde tizna,
te quitarán la luz: corto es el trecho
que nos separa. ¡Ven! La chimenea
fría está... ni una brasa.
¡Ven! La cabeza pon sobre mi pecho:
así... más cerca... que tus ojos vea
mientras el soplo del invierno pasa...
¡Oh, que este invierno interminable sea! | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Lee,_Señor_Mis_Versos_Defectuosos | Lee, Señor mis versos defectuosos
que quisieran salir pero no salen:
ya ves que poco valen mis esfuerzos
y mis desdichas ay qué poco valen
Con tu ayuda saldrían universos
de palabras preñadas pero salen
débiles moribundos estos versos:
deja que el último suspiro exhalen
Ayúdame, Señor: que no zozobre
en la mitad de este terceto pobre
mira estas ruinas: palpa su estructura
dónales lo que tengas que donarles:
y la vida que yo no supe darles
dásela tú, Señor, con tu lectura. | es |
Figueroa,Francisco_de | <XXI | Epitafio_A_La_Muerte_De_Tirsi | Crezca con el licor del llanto mío
La verde yerba de este fértil prado:
Enfrene el triste son de mi cuidado
El presuroso curso de este río:
Resuene el bosque cavernoso y frío,
Ya es muerto Tirsi, Tirsi es ya acabado,
En el dolor terrible sepultado,
Que tuvo de él entero señorío.
Sola esta solitaria selva umbrosa,
Y aquesta tan gentil verde ribera
Del lamentable fin fueron testigos.
Aquí cerró sus ojos muerte fiera,
Y el miserable cuerpo aquí reposa.
Llorándole Damón su firme amigo. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Hizo_Tu_Mano_De_Nieve | Hizo tu mano de nieve,
tu cabellera de oro
y de diamantes tu lloro,
y de lirio tu pie breve;
tu boca, rojo manjar,
de un clavel, y al terminar
puso en tu faz de azahar
y en tu pupila traidora,
todo el carmín de la aurora
y todo el verde del mar. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Flores_Humanas,_Hermosas | Flores humanas, hermosas,
bien pudierais ser divinas,
si lo mismo que las rosas
¡ay, no tuvierais espinas! | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Señor,_Tú_Sabes_Que_Soy_Bueno,_Bueno | Señor, tú sabes que soy bueno, bueno
como un árbol con frutas y con flores.
Ni hay en mis frutas jugos de rencores,
ni hay en mis flores gotas de veneno.
Mi corazón es fuerte y está lleno
de hojas frescas y pájaros cantores:
no tendrá nidos, pero tiene amores;
y es como una protesta sobre el cieno.
Si el Sol me ha dado savia de poeta,
tuyo es ¡Señor! el numen que me inquieta,
tuya es ¡Señor! la fiebre que me abrasa.
Un árbol soy, con alma y con sentidos;
y mis versos, apenas los ruidos
que hace el viento en las hojas cuando pasa... | es |
Núñez_de_Arce,Gaspar | <XXI | La_Duda._A_Mi_Querido_Amigo_El_Distinguido_Poeta_Don_Antonio_Hurtado | Desde esta soledad en donde vivo,
y en la cual de los hombres olvidado
ni cartas ni periódicos recibo;
donde reposo en apacible calma,
lejos, lejos del mundo que ha gastado
con la del cuerpo la salud del alma;
antes de que el torrente desbordado
de la ambición con ímpetu violento
me arrebate otra vez; desde la orilla
donde yace encallada mi barquilla,
libre ya de las ondas y del viento,
como recuerdo de amistad te escribo.
¡Ay! Aunque salvo del peligro, siento
la inquietud angustiosa del cautivo,
que rompiendo su férrea ligadura,
traspasa fatigado a la ventura
montes, llanos y selvas, fugitivo.
El rumor apagado que levantan
las hojas secas que a su paso mueve,
las avecillas que en el árbol cantan,
el aire que en las ramas se cimbrea
con movimiento reposado y leve,
el río que entre guijas serpentea,
la luz del día, la callada sombra
de la serena noche, el eco, el ruido,
la misma soledad ¡todo le asombra!
Y cuando ya de caminar rendido
sobre la yerta piedra se reclina
y le sorprende el sueño y le domina,
oye en torno de sí, medio dormido,
vago y siniestro son. Despierta, calla,
y fija su atención despavorido;
las tinieblas le ofuscan, se incorpora
y el rumor le persigue. —¡Es el latido
de su azorado corazón que estalla!—
Y entonces ¡ay! desesperado llora.
Porque es la libertad don tan querido,
que en el humano espíritu batalla,
más que el placer de conseguirla, el miedo
de volverla a perder.
Yo que no puedo
recordar sin espanto la agonía,
la dura y azarosa incertidumbre
en que mi triste corazón gemía
sometido a penosa servidumbre,
cuando, arista a merced del torbellino,
sin elección ni voluntad seguía
los secretos impulsos del destino,
y en ese pavoroso desconcierto
de la social contienda, consumía
la paz del alma ¡la esperanza mía!
hoy que la tempestad arrojó al puerto
mi navecilla rota y quebrantada,
temo ¡infeliz de mí! que otra oleada
la vuelva al mar donde mi calma ha muerto.
Para vencer su furia desatada
¿qué soy yo? ¿qué es el hombre? Sombra leve,
partícula de polvo en el desierto.
Cuando el simún
de la pasión le mueve,
busca el átomo al átomo, y la arena
es nube, es huracán, es cataclismo.
Gigante mole los espacios llena,
bajo su peso el mundo se conmueve,
obscurece la luz, llega al abismo
y al sumo Dios que la formó se atreve.
Vértigo arrollador todo lo arrasa;
pero después que el torbellino pasa
y se apacigua y duerme la tormenta,
¿qué queda? Polvo mísero y liviano
que el ala frágil del insecto aventa,
que se pierde en la palma de la mano.
¡Oh grata soledad, yo te bendigo,
tú que al náufrago, al triste, al pobre grano
de desligada arena das abrigo!
Muchas veces, Antonio, devorado
por ese afán oculto que no sabe
la mente descifrar, me he preguntado,
—cuestión a un tiempo inoportuna y grave—
¿qué busco? ¿a dónde voy? ¿por
qué he nacido
en esta edad sin fe? —Yo soy un ave
que llegó sola y sin amor al nido.
A este nido social en que vegeta,
mayor de edad, la ciega muchedumbre,
al infortunio y al error sujeta
entre miseria y sangre y podredumbre.
Contémplala, si puedes, tú que al cielo
con tus radiantes alas de poeta
tal vez quisiste remontar el vuelo,
y si este el mundo que soñaste ha sido
nunca el encanto de tu dicha acabe...
¡Ay! pero tú también eres un ave
que llegó sola y sin amor al nido.
Desde la altura de mi siglo, tiendo
alguna vez con ánimo atrevido,
mi vista a lo pasado, y removiendo
los deshechos escombros de la historia,
en el febril anhelo que me agita
sus ruinas vuelvo a alzar en mi memoria.
Y al través de las capas seculares
que el aluvión del tiempo deposita
sobre columnas, pórticos y altares;
del polvo inanimado con que cubre
la loca vanidad del polvo vivo,
que arrebata a su paso fugitivo,
como el viento las hojas en Octubre;
mudo de admiración y de respeto
busco la antigüedad—roto esqueleto
que entre la densa lobreguez asoma—
y ofrecen a mi absorta fantasía
sus dioses Grecia, sus guerreros Roma,
sus mártires la fe cristiana y pía,
el patriotismo su grandeza austera,
sus monstruos la insaciable tiranía,
sus vengadores la virtud severa.
Y llevado en las alas del deseo
que anima mi ilusión, a veces creo
volver a aquella Edad. —En la espesura
del bosque, en el murmullo de la fuente,
en el claro lucero que fulgura,
en el escollo de la mar rugiente,
en la espuma, en el átomo, en la nada,
Apolo centellea, alza su frente
de luminoso lauro coronada.
Por él la luna que entre sombras gira,
la luz que en rayos de color se parte,
la ola que bulle, el viento que suspira,
todo es Dios, lodo es himno, todo es arte.
¡Ay! ¿No es verdad que en tus eternas horas
de desaliento y decepción, recuerdas
esa dorada Edad, y que te inspira
el coro de sus musas voladoras,
que murmuran y gimen en las cuerdas
de la ya rota y olvidada lira?
Aunque las llames, no vendrán: ¡han muerto!
La voz del Interés, grosera y ruda,
anuncia que el Parnaso está desierto
y la Naturaleza triste y muda.
Que en este siglo de sarcasmo y duda,
sólo una Musa vive: Musa ciega,
implacable, brutal: ¡Demonio acaso
que con los hombres y los dioses juega!
La Musa del análisis, que, armada
del árido escalpelo, a cada paso
nos precipita en el obscuro abismo
o nos asoma al borde de la nada.
¿No la ves? ¿No la sientes en ti mismo?
¿Quién no lleva esa víbora enroscada
dentro del corazón? ¡Ayl Cuando llena
de noble ardor la juventud florida,
quiere surcar la atmósfera serena,
quiere aspirar las auras de la vida,
esa Musa fatal y tentadora
en el Libro, en la Cátedra, en la Escena,
se apodera del alma y la devora.
¡Si a veces imagino que envenena
la leche maternal! En nuestros lares,
en el retiro, en el regazo tierno
del amor, hasta al pie de los altares
nos persigue ese aborto del infierno.
¡Cuántas noches de horror, conmigo a solas,
ha sacudido con su soplo ardiente
los tristes pensamientos de mi mente
como sacude el hurarán las olas!
¡Cuántas, ay, revoleándome en el lecho
he golpeado con furor mi frente,
he desgarrado sin piedad mi pecho,
y entre visiones lúgubres y extrañas,
su diente de reptil, áspero y frío,
he sentido clavarse en mis entrañas!
¡Noches de soledad, noches de hastío
en que, lleno de angustia y sobresalto,
se agitaba mi ser en el vacío,
de fe, de luz y de esperanza falto!
¿Y quién mantiene viva la esperanza,
si donde quiera que la vista alcanza
ve escombros nada más? Por entre ruinas,
la humanidad desorientada avanza;
hechos, leyes, costumbres y doctrinas,
como edificio envejecido y roto,
desplomándose van; sordo y profundo,
no sé qué irresistible terremoto
moral, conmueve en su cimiento el mundo.
Ruedan los tronos, ruedan los altares:
reyes, naciones, genios y colosos
pasan como las ondas de los mares
empujadas por vientos borrascosos.
Todo tiembla en redor, todo vacila.
Hasta la misma religión sagrada
es moribunda lámpara que oscila
sobre el sepulcro de la edad pasada.
Y, cual turbia corriente alborotada,
libre del ancho cauce que la encierra,
la duda audaz, la asoladora duda,
como una inundación cubre la tierra.
—¡Es que el manto de Dios ya no la escuda!
No la defiende el varonil denuedo
de la fe inexpugnable y de las leyes,
y el dios de los incrédulos, el miedo,
rige, a su voluntad, pueblos y reyes.
El los rumores bélicos propala;
él organiza innúmeras legiones
que buscan la ocasión, no la justicia.
Mas ¿qué podrán hacer? No se apuntala
con lanzas, bayonetas ni cañones
el templo secular que se desquicia.
En medio de este caos, como un arcano
impenetrable, pavoroso, obscuro,
yérguese altivo el pensamiento humano,
de su grandeza y majestad seguro.
Y semejante al árbol carcomido
por incansable y destructor gusano,
que cuando tiene el corazón roído,
desenvuelve su copa más lozano,
al través del social desasosiego,
cruza la tierra en su corcel de fuego,
hasta los cielos, atrevido, sube,
pone en la luz su vencedora mano,
el rayo arranca á la irritada nube
y horada con su acento el Oceano.
Mas ¡ay del árbol que frondoso crece,
sostenido no más por su corteza!
Tal vez la brisa, que las flores mece,
derribará en el polvo su grandeza.
—¡Tal vez! ¿Lo sabes tú? ¿Quién el misterio
logra profundizar? Esta sombría
turbación, esta lóbrega tristeza
que invade sin cesar nuestro hemisferio,
¿es acaso el crepúsculo del día
que se extingue, o la aurora del que empieza?
¿Es ¡ay! renacimiento o agonía?
Lo ignoras como yo. ¡Nadie lo sabe!
Sólo sé que la dulce Poesía
va enmudeciendo, y cuando calla el ave,
es que su obscuridad la noche envía.
Oigo el desacordado clamoreo
que alza doquier la muchedumbre inquieta
sin freno, sin antorcha que la guíe;
ando entre ruinas, y espantado veo
cómo al sordo compás de la piqueta
la embrutecida indiferencia ríe.
—También en Roma, torpe y descreída,
la copa llena de espumoso y rico
licor, gozábase desprevenida,
hasta que de improviso, por la herida
que abrió en su cuello el hacha de Alarico,
escapósele el vino con la vida.—
Todo el cercano cataclismo advierte;
pero en esta ansiedad que nos devora,
ninguno habrá que a descifrar acierte
la gran transformación que se elabora.
¿Y qué más da? Resurrección o muerte,
vespertino crepúsculo o aurora,
los que siguen llorando su camino
por medio de esta confusión horrenda,
con inseguro paso y rumbo incierto,
¿dónde levantarán su débil tienda
que no la arranque el raudo torbellino
ni la envuelva la arena del desierto?
En otro tiempo el ánimo doliente,
atormentado por la duda humana,
postrábase, sumiso y penitente,
en el regazo de la fe cristiana,
y allí, bajo la bóveda sombría
del templo, el corazón desesperado
se humillaba en el polvo y renacía.
Cristo en la cruz del Gólgota clavado
extendía sus brazos, compasivo,
al dolor sublimado en la plegaria,
y para el pobre y triste fugitivo
del mundo, era la celda solitaria
puerto de salvación, sepulcro vivo,
anulación del cuerpo voluntaria.
¡Ay! En aquella paz santa y profunda,
todo era austero, reposado, grave.
La elevación de la gigante nave,
la luz entrecortada y moribunda,
la sencilla oración de un pueblo inmenso
uniéndose á los cánticos del coro,
la armonía del órgano sonoro,
las blancas nubes de quemado incienso,
el frío y duro pavimiento, fosa
común, perpetuamente renovada,
de la cual cada tumba, cada losa
es doble puerta que limita y cierra
por debajo el silencio de la nada,
por encima el tumulto de la tierra;
aquella majestad, aquel olvido
del siglo, aquel recuerdo de la muerte,
parecían decir con infinita
dulzura al corazón desfallecido,
al espíritu ciego, al alma inerte:
«Ego sum via, et varitas et vita (*)»;
Aquí en su pequenez el hombre es fuerte.—
Mas ¿dónde iremos ya? Torpes y obscuros
planes hallaron en el claustro abrigo,
y Dios, airado, desató el castigo
y con el rayo derribó sus muros.
¿Dónde posar la fatigada frente?
¿Dónde volver los afligidos ojos,
cuando ha dejado el corazón creyente
prendidos en los ásperos abrojos
su fe piadosa y su interés mundano?
¿Dónde?
¡En ti, soledad, yo te bendigo,
porque al náufrago, al triste, al pobre grano
de desligada arena das abrigo.
simún
Ego sum via, et varitas et vita | es |
Coronado,Carolina | <XXI | En_Un_Álbum_Perdido_Y_Recobrado | Al recobrar la que lloré perdida
prenda de la amistad, con tanta pena
del hallazgo dichoso me enajena
el contento más dulce de mi vida;
Yo juré recobrarla, aunque escondida
del desierto se hallase entre la arena;
juré por tu bondad y tu hermosura
y la suerte cumplió mi ofrenda pura. | es |
Caseiro,María_Eugenia | XXI | Márchate_Espérame_En_La_Tuerca_Advenediza_Del_Reloj | Márchate espérame en la tuerca advenediza del reloj
dice la calma posada en el atril de las quimeras
mientras pretendes despojar la noche de escalones
hundido en el abrazo letal de su forraje.
Márchate espérame el paso resbalado en su pesada eternidad
con legiones de vueltas autocráticas
clavando sus muñones en los sueños.
Deshoja el mar y cárgalo en tu hombro,
recuérdame en tu andar de nombres que marcaron la estampida.
Márchate espérame camino de otra cerrada sepultura. | es |
Salas,Francisco_Gregorio_de | <XXI | Espíritu_Desunido | Espíritu desunido
Domina a los extremeños,
Jamás entran en empeños
Ni quieren tomar partido:
Cada cual en sí metido
Y contento en su rincón,
Huyen de toda instrucción;
Y aunque es grande su viveza,
Vienen a ser, por pereza,
Los indios de la nación. | es |
Romero,Armando | <XXI | Desde_La_Mujer_Del_Tendero_Hasta_Conchita_La_Pelirroja,_Y_Desde | Desde la mujer del tendero hasta Conchita la pelirroja, y desde
Jesús el zapatero hasta Roberto que dirigía la escuela, todos, sin
excepción, amanecieron con un terrón de azúcar en la punta de los labios. Sin embargo, los únicos en enterarse de lo sucedido
fueron los que se besaron por la mañana. | es |
Matos_Paoli,Francisco | <XXI | Recuento_Biográfico | Extraída la montaña
un perfume luminoso,
y titilaba la infancia
en el pueblo del rocío.
Tuve la sabiduría
del que ama su raíz,
un padre que regalaba
las promesas del ayer.
Pude en la verde espesura
seguir el rastro de oro de la perdiz.
Me llamaban desde el monte
las luciérnagas, con ademán de quietud.
Después abracé a los héroes.
En la enhiesta serranía
el aguacero volcaba
su noche llena de perlas.
Cuánto amanecer glorioso
en el sencillo diorama
donde duerme la torcaz.
Hojas, hojas...
El signarlo primero de lejanía
que cuajaba su belleza
en la orla del dolor.
Desde entonces:
pleamar, combate, cárcel, revuelo,
pálpito del sueño loco.
Y ahora recibo el árbol
vaciado en la distancia:
viene el orbe desleído,
la gran virtud del espacio.
¿Qué queda de todo el vuelo
irisado en el albor?
Una mano maternal
que palpa la profecía
del liberado jardín. | es |
Dedi,Rafael | XXI | Duro_Terrón:_El_Polvo_Que_Levantas | Duro terrón: el polvo que levantas
Se lleva el viento.
No quieren ser tus hijos —yo lo entiendo—
Terrón de nadie.
Porque pueden pisarlos o golpearlos
Con azadones.
Prefieren ser de viento, que no de polvo,
¡libres!, los jóvenes. | es |
Bermúdez,Leticia | XXI | Soledad | Se da cuenta de la palidez
Que provoca en el otro humano.
Jugosa, deliciosa sobriedad
Elementos de sus besos.
A solas,
Retorciendo sus manos.
Ansiosa de tacto
Hay miedo en sus ojos.
Observa, ríe
Y huye.
Soledad
vuelve acá.
Jugosa, deliciosa sobriedad
Elementos de sus besos.
A solas,
Retorciendo sus manos.
Ansiosa de tacto
Hay miedo en sus ojos.
Observa, ríe
Y huye.
Soledad
vuelve acá.
A solas,
Retorciendo sus manos.
Ansiosa de tacto
Hay miedo en sus ojos.
Observa, ríe
Y huye.
Soledad
vuelve acá.
Ansiosa de tacto
Hay miedo en sus ojos.
Observa, ríe
Y huye.
Soledad
vuelve acá.
Observa, ríe
Y huye.
Soledad
vuelve acá.
Soledad
vuelve acá. | es |
Sánchez_Carrón,Irene | XXI | No_Pudrirse | No pudrirse:
imposible deseo de las frutas.
No pararse:
ambición y condena de las fuentes.
Los pastos van cerrando
el camino sin nombre del collado
por el que tú volvías.
Conozco bien las piedras
desde donde tus ojos oteaban
los tesoros del valle.
Subo la cuesta
y nadie va delante.
Bajo y tu sombra
no me sigue los pasos.
Mi corazón se ha vuelto
charco turbio de lluvia
donde tiembla tu rostro. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | Vamos_A_Ver_Si_Es_Cierto_Que_Le_Amamos | Vamos a ver si es cierto que le amamos,
vamos a mirarnos por dentro un poco.
Hay cosas colgadas que a Él le lastiman,
freguemos el suelo y abramos las puertas,
que salgan las lagartijas y entren las luces.
Borremos los nombres de la lista negra,
coloquemos a nuestros enemigos encima de la cómoda,
invitémosles a sopa.
Toquemos las flautas de los tontos, de los sencillos,
que Dios se encuentre a gusto si baja. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Candor | Azul... azul... azul estaba el cielo.
El hálito quemaste del estío
comenzaba a dorar el terciopelo
del prado, en donde se remansa el río.
A lo lejos, el humo de un bohío,
tal de una novia el intocado velo,
se alza hasta perderse en el vacío
con un ondulante y silencioso vuelo.
De pronto me dijiste: —El amor mío
es puro y blando, así como ese río
que rueda allá sobre el lejano suelo—
y me miraste al terminar, tranquila,
con el alma asomada a tu pupila.
Y estaba azul tu alma como el cielo. | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | Cuatro_O_Seis_Desnudos_Hombros | Cuatro o seis desnudos hombros
De dos escollos o tres
Hurtan poco sitio al mar,
Y mucho agradable en él.
Cuánto lo sienten las ondas
Batido lo dice el pie,
Que pólvora de las piedras
La agua repetida es.
Modestamente sublime
Ciñe la cumbre un laurel,
Coronando de esperanzas
Al piloto que le ve.
Verdes rayos de una palma,
Si no luciente, cortés,
Norte frondoso, conducen
El derrotado bajel.
Este ameno sitio breve,
De cabra, apenas montés
Profanado, escaló un día
Mal agradecida fe;
Joven, digo, ya esplendor
Del Palacio de su Rey,
El hueco anima de un tronco
Nueve meses habrá o diez,
A quien, si lecho no blando,
Sueño le debe fiel,
Brame el Austro, y de las rocas
Haga lo que del ciprés.
Arrastrando allí eslabones
De su adorado desdén,
Hierbas cultiva no ingratas
En apacible vergel.
¡Oh, cuán bien las solicita
Sudor fácil, y cuán bien
Émulas responden ellas
Del más valiente pincel!
Confusas entre los lirios
Las rosas se dejan ver,
Bosquejando lo admirable
De su hermosura cruel
Tan dulce, tan natural,
Que abejuela alguna vez
Se caló a besar sus labios
En las hojas de un clavel.
Sierpe de cristal, vestida
Escamas de rosicler,
Se escondía ya en las flores
De la imaginada tez,
Cuando velera paloma,
Alado, si no bajel,
Nubes rompiendo de espuma,
En derrota suya un mes,
Le trajo, si no de oliva,
En las hojas de un papel,
Señas de serenidad,
Si el arco de Amor se cree. | es |
Darío,Rubén | <XXI | Epitalamio_Bárbaro | El alba aún no aparece en su gloria de oro.
Canta el mar con la música de sus ninfas en coro
y el aliento del campo se va cuajando en bruma.
Teje la náyade el encaje de su espuma
y el bosque inicia el himno de sus flautas de pluma.
Es el momento en que el salvaje caballero
se ve pasar. La tribu aúlla y el ligero
caballo es un relámpago, veloz como una idea.
A su paso, asustada, se para la marea.
La náyade interrumpe la labor que ejecuta
y el director del bosque detiene la batuta.
—¿Qué pasa?—desde el lecho pregunta Venus bella.
Y Apolo: —Es Sagitario que ha robado una estrella. | es |
Carriego,Evaristo | <XXI | Mañana_Cumpliremos | Mañana cumpliremos
quince años de vida en esta casa.
¡Qué horror, hermana, cómo envejecemos,
y cómo pasa el tiempo, cómo pasa!
Llegamos niños, y ya somos hombres,
hemos visto pasar muchos inviernos
y tenemos tristeza. Nuestros nombres
no dicen ya diminutivos tiernos,
ingenuos, maternales, ya no hay esa
infantil alegría
de cuando éramos todos a la mesa:
«¡Que abuela cuente, que abuelita cuente
un cuento antes de dormir, que diga
la historia del rey indio»
Gravemente
la voz querida comenzaba:
«Siga
la abuela, siga, no se duerma!»
«¡Bueno!»
¡Ah, la casa de entonces! La modesta
casita en donde todo era sereno,
¡Nuestra casita de antes! No, no es esta
la misma. ¿Y los amigos, las triviales
ocurrencias, la gente que vivía
en el barrio las cosas habituales?
¡Ah, la vecina enferma que leía
su novela de amor! ¿Qué se habrá hecho
de la vecina pensativa y triste
que sufría del pecho?
¡Era de linda! Tú la conociste,
¿No te acuerdas, hermana?
Ella leía siempre una novela
sentada a una ventana.
Nosotros la mirábamos. Y abuela
la miraba también. ¡Pobre! Quién sabe
qué la afligía. A veces ocultaba
el bello rostro, de expresión muy suave,
entre sus blancas manos, y lloraba.
¡Cómo ha ido cambiando todo, hermana,
tan despaciosamente! Cómo ha ido
cambiando todo ¿Qué se irá mañana
de lo que todavía no se ha ido?
Ya no la abuela nos dirá su cuento.
La abuela se ha dormido, se ha callado:
la abuela interrumpió por un momento
muy largo el cuento amado.
Aquellas risas límpidas y claras
se han vuelto graves poco a poco, aquellas
risas que no se habrán de oír. Las caras
tienen sombras de tiempo en tiempo, huellas
de pesares antiguos, de pesares
que aunque se saben ocultar existen.
En las nocturnas charlas familiares
hay silencios de plomo que persisten
hoscos, malos. En torno de la mesa
faltan algunas sillas. Las miradas
fijas en ellas, como con sorpresa,
evocan dulces cosas esfumadas:
rostros llenos de paz, un tanto inciertos
pero nunca olvidados. ¿Y los otros?,
Nos preguntamos muchas veces. Muertos
o ausentes, ya no están: sólo nosotros
quedamos por aquellos que se han ido,
y aunque la casa nos parezca extraña,
fría, como sin sol, aún el nido
guarda calor: mamá nos acompaña.
Resignada, quizá, sin un reproche
para la suerte ingrata, va olvidando,
pero, de cuando en cuando, por la noche,
la sorprendo llorando:
«¿Qué tiene, madre? ¿Qué es lo que le apena?
¿No se lo dirá a su hijo al hijo viejo?
¡Vamos, madre, no llore, sea buena,
no nos aflija más! ¡Basta!» ¡Y la dejo
calmada, libre al fin de la amargura
de su congoja atroz, y así se duerme!
¡Húmedas las pupilas de ternura!
¡Ah, Dios no quiera que se nos enferme!
Es mi preocupación ¡Dios no lo quiera!
Es mi eterno temor. ¡Vieras! No puedo
explicártelo. Sí ella se nos fuera
¿Qué haríamos nosotros? Tengo miedo
de pensarlo. Me admiro
de cómo ha encanecido su cabeza
en estos meses últimos: la miro,
la veo vieja y siento una tristeza
tan grande ¿Esa aprensión nada te anuncia
hermana? Tú tampoco estás tranquila:
tu perdida alegría te denuncia
También tu corazón bueno vigila.
Yo no sé, pero creo que me falta
algo cuando no escucho
su voz. Una inquietud vaga me asalta
Hay que cuidarla mucho, hermana, mucho. | es |
Castellanos,Rosario | <XXI | Tres_Poemas | ¿Qué hay más débil que un dios? Gime hambriento y husmea
la sangre de la víctima
y come sacrificios y busca las entrañas
de lo creado, para hundir en ellas
sus cien dientes rapaces.
(Un dios. O ciertos hombres que tienen un destino).
Cada día amanece
y el mundo es nuevamente devorado.
Los ojos del gran pez nunca se cierran.
No duerme. Siempre mira (¿a quién?, ¿a
dónde?),
en su universo claro y sin sonido.
Alguna vez su corazón, que late
tan cerca de una espina, dice: quiero.
Y el gran pez, que devora
y pesa y tiñe el agua con su ira
y se mueve con nervios de relámpago,
nada puede, ni aun cerrar los ojos.
Y más allá de los cristales, mira.
Ay, la nube que quiere ser la flecha del cielo
o la aureola de Dios o el puño del relámpago.
Y a cada aire su forma cambia y se desvanece
y cada viento arrastra su rumbo y lo extravía.
Deshilachado harapo, vellón sucio,
sin entraña, sin fuerza, nada, nube. | es |
Lezama_Lima,José | <XXI | Sin_Dientes,_Pero_Con_Dientes | Sin dientes, pero con dientes
como sierra y a la noche no cierra
el negro terciopelo que lo entierra
entre el clavel y el clavón crujiente.
Bailados sueños y las jácaras molientes
sacan el vozarrón Santiago de la tierra.
Noctámbulo tizón traza en vuelo ardientes
elipses en Nápoles donde el agua yerra.
Muérdago en semilla hinchado por la brisa
risota en el infierno, el tiburón quemado
escamas sueltas, tonsura yerto.
En el fin de los fines ¿qué es esto?
Roto maíz entuerto en el faisán barniza
y en la horca se salva encaramado.
Bailados sueños y las jácaras molientes
sacan el vozarrón Santiago de la tierra.
Noctámbulo tizón traza en vuelo ardientes
elipses en Nápoles donde el agua yerra.
Muérdago en semilla hinchado por la brisa
risota en el infierno, el tiburón quemado
escamas sueltas, tonsura yerto.
En el fin de los fines ¿qué es esto?
Roto maíz entuerto en el faisán barniza
y en la horca se salva encaramado.
Muérdago en semilla hinchado por la brisa
risota en el infierno, el tiburón quemado
escamas sueltas, tonsura yerto.
En el fin de los fines ¿qué es esto?
Roto maíz entuerto en el faisán barniza
y en la horca se salva encaramado.
En el fin de los fines ¿qué es esto?
Roto maíz entuerto en el faisán barniza
y en la horca se salva encaramado. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | ¿Qué_Instinto_Misterioso_Al_Hombre_Inclina | ¿Qué instinto misterioso al hombre inclina
Al despego y frialdad por todo aquello
Que ya conoce, y a vestir de encanto
Y aun perseguir con afanosa industria
Todo lo que le es desconocido?
La cumbre azul de inaccesible monte,
La temblorosa estrella, el pajarillo
Que canta y no se ve, la forma vaga
Que definir las sombras no permiten;
El raudal que velado entre hondo bosque
Estrepitoso se derrumba; el río
Que por arcos de selva entrando vemos
A otro mayor do navegando vamos;
Una frase fugaz de amiga boca
Que a medias, percibimos; un sarao
Desde afuera escuchado; un pie que asoma
La media estrofa de un papel rasgado;
La inscripción rota, la actitud y asunto
Del torso antiguo, el fondo del estanque,
Los remotos orígenes del Nilo;
La ignota mano que escribió un billete
La nave que en la bruma se consume;
El crepúsculo incierto, grato al alma
Muy más que el esplendor del mediodia;
Los cuasi temas, los acordes sueltos
Que de lejana música nos traen
Las ráfagas del viento caprichosas;
El recién muerto, cuyo gesto inmóvil
Calla pertinazmente el gran secreto
Que fascinada el alma le pregunta;
El héroe muerto en flor, que siempre excede
A cuantos su epopeya remataron...
Hay en todo eso el íntimo atractivo
De lo desconocido o lo incompleto
Que a investigar o a completar provoca.
Oigo en todo eso un ¡búscame! irritante;
Imán de lo infinito a lo finito;
O una belleza de ilusión que acaso
La belleza real no alcanza nunca.
Parece que abrigara el alma humana
Tipos de toda perfección , los cuales
En infalible idealidad modelan
Los breves elementos que reciben;
Mientras que, si tentamos coronarlo
Con nuestros medios materiales, todo
De los sentidos la torpeza acusa.
Pero ese afán perseguidor envuelve
La mejor Iucha de la vida, y llenos
Siglos y tierra están de sus conquistas.
De allí la ciencia, progresiva marcha
De lo noto a lo ignoto, a la cual deben
El cielo estrellas, y la tierra un mundo;
De allí el perdido Edén y de allí el Arte,
Cazador de hermosura, que delira
En volver a encontrar el Paraíso
De allí la Historia, la locuaz curiosa;
De allí el Amor, pues siempre en lo que amamos,
Algo, a nuestro pesar, desconocemos;
Y de allí, el desamor para el ingenio
Que, como un libro de escolar, permite
Que el corazón le aprenda de memoria;
Allí la Fe, visión de lo invisible;
Allí, en fin, el instinto, la conciencia
De un destino inmortal; de algo que abraza
Juntos misterio y solución de todo;
Unidad, perfección de perfecciones;
Causa primera y fin de cuanto existe;
Consciente posesión de lo absoluto
Ardiente vida en éxtasi inefable. | es |
Castellanos,Rosario | <XXI | Una_Cotorra,_Un_Timbre_Postal,_Un_Gato,_Un_Perro | Una cotorra, un timbre postal, un gato, un perro,
algún espantapájaros cualquiera,
alguien que, si recibe una dosis de amor,
no segregue anticuerpos, no cree resistencias
sino que simplemente asimile. Asimile
sin intoxicaciones peligrosas
y sin alteración de su naturaleza.
Y luego, limpiamente,
elimine los rastros de la sustancia extraña
que el otro le inocula. | es |
Gelman,Juan | <XXI | Amarte_Es_Esto | amarte es esto:
una palabra que está por decir/
un arbolito sin hojas
que da sombra/
amarti es istu:
un aula qui va a dizer/
un arvulicu sin folyas
qui da solombra/ | es |
Villaurrutia,Xavier | <XXI | Tengo_Miedo_De_Mi_Voz | Tengo miedo de mi voz
y busco mi sombra en vano.
¿Será mía aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?
¿Y mía la voz perdida
que va la calle incendiando?
¿Qué voz, qué sombra, qué sueño,
despierto que no he soñado,
serán la voz y la sombra
y el sueño que me han robado?
Para oír brotar la sangre
de mi corazón cerrado,
¿pondré la oreja en mi pecho
como en el pulso la mano?
Mi pecho estará vacío
y yo descorazonado,
y serán mis manos duros
pulsos de mármol helado. | es |
Bañuelos,Juan | <XXI | ¿Quién_No_Teme_La_Llama_Que_Es_Oscura? | ¿Quién no teme la llama que es oscura?
¿Quién, porfi ado, no salva su universo?
Tiene la paz amurallada espuma
con que es ave ligera.
¡Ay, pero toda, toda luz se gana
al precio de nuestras tinieblas!
Plenarias las cosas nos reciben:
¿Quién propone la sorpresa?
¡Oh vocación de ver al mundo
completo!
Un trompo de silencio se rebela.
Es la creación haciéndose más grande que la muerte;
un gozar y un dolernos
de saber que no es más la pluma
que el esqueleto del vuelo.
¿Quién me inventa?, ¿qué invento?
Cada hora es un nido sitiado
y cada día así, con infinito,
a mi alma regreso.
No quiera la razón verse soñada
que entre mis manos tengo el corazón sembrado.
No rece su oración el sauce, cuando viudo
no tenga voz que le acompañe.
¡Ay, pero los huesos y el secreto!
Todo será como el sol cegado por el polvo,
triste el contento
y pobre de mí que también soy señalado,
pero más pobre el mundo
en el que a cada instante me convierto.
Y con plomo en la voz voy arrastrando
libre un tiempo feroz de cataclismo.
Avanzo con ritmo súbito de pez
(ahogado a veces)
o con luz recogida del fondo de un espejo.
Y no es verdad lo claro.
Va más allá la oscuridad constante.
El ser no es fábula,
sino la red del eco con el tiempo colmado.
Una lealtad de raíz para la tierra.
Un no sé qué de la amistad me llama,
veo señales como en la cordillera
la choza iluminada del leñador
que entre la savia se demora.
Y es leñador que en mí también se engendra
y tala tajo a tajo
la corteza y el viento de este cedro,
la sombra amarilla del planeta.
Porque si obediente el aire nos regresa,
porque si nace un musgo entre la carne:
la vida nos espera,
y aunque sea dolor habremos de cuidarla
con la fe de un ciego
que cuida su vista interior para que vea
sin soñar
la luz del día. | es |
Coronado,Carolina | <XXI | A_Dónde_Estáis,_Consuelos_De_Mi_Alma | ¿A dónde estáis, consuelos de mi alma,
cantoras de esta edad, hermanas mías,
que os escucho sonar y nunca os veo,
que os llamo y no atendéis mi voz amiga?
¿A dónde estáis, risueñas y lozanas
juveniles imágenes queridas?...
Yo quiero veros, mi tristeza acrece
la soledad mi padecer irrita;
a darme aliento a mitigar mi pena
venid, cantoras, con las sacras liras.
He visto alguna vez que al cuerpo herido
flores que sanan con su jugo aplican,
de mi espíritu triste a la dolencia
yo le aplicara la amistad que alivia.
Flores, que la salud de pobre enferma
pudierais reanimar con vuestra vista,
¿por qué estáis de la tierra en el espacio,
colocadas tan lejos de mi vida?...
Ése es, cantoras, de infortunio el colmo,
ésa en el mundo la mayor desdicha;
sufrir el mal, adivinar remedio
y no lograrlo cuando el bien nos brinda.—
No he de lograrlo sola y olvidada,
como el espino en la ribera umbría,
de mi cariño las lozanas flores
lejos de la amistad caerán marchitas.
Nunca os veré; mi estrella indiferente
no marca en mi vivir grandes desdichas,
pero tampoco ¡ay Dios! grandes placeres,
tampoco venturosas alegrías.
¿Qué valen las desgracias si a sus horas
de tormentoso afán sigue la dicha?
Es menos bella la existencia, hermanas,
pálida, melancólica, indecisa;
que no tenga un azar de los que rinden
ni una felicidad de las que animan.
¡A Dios, auras de abril, rosas de mayo,
cantoras bellas de la patria mía!
Yo no puedo estrecharos en mis brazos,
yo no puedo besar vuestras mejillas;
pero al ardiente sol mando un suspiro
y a la luna, al lucero y a la brisa
para que allá, donde en la tierra os hallen,
lo lleven en sus alas fugitivas.
¿Qué dais, hermanas, de mi amor en pago?
Dadme canciones tiernas y sencillas
reflejo puro de las almas vuestras,
consuelo activo de las ansias mías;
y así podré exclamar «¡nunca las veo,
sin verlas moriré, mas logro oírlas!» | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Una_Tristeza_Del_Tamaño_De_Un_Pájaro | Una tristeza del tamaño de un pájaro.
Un aro limpio, una oquedad, un siglo.
Este pasar despacio sin sonido,
esperando el gemido de lo oscuro.
Oh tú, mármol de carne soberana.
Resplandor que traspasas los encantos,
partiendo en dos la piedra derribada.
Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa
los cardos cuando crecen, cuando arañan
las gargantas partidas por el beso.
Oh esa luz sin espinas que acaricia
la postrer ignorancia que es la muerte. | es |
Altolaguirre,Manuel | <XXI | Fiebre | Esta noche he sentido a mi alma
temblar en mi cuerpo,
como tiemblan en noches oscuras
los árboles secos. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | En_La_Playa_Sonora | En la playa sonora
De auras primaverales,
De las ondas azules del Sorrento
Mueren bajo frondosos naranjales,
Junto al seto, a la vera del camino,
Hay una tosca piedra,
Que mira indiferente el peregrino.
En ella oculta el alelí frondoso
Un nombre que jamás repite el eco.
Sólo a veces, si en busca de reposo
Errante pasajero se detiene,
Al ver el epitafio entre las hojas,
Ante la luz del moribundo día,
Mientras copiosas lágrimas derrama,
—«¡Diez y seis años!», suspirando clama;
«De morir no era tiempo todavía».
Mas, ¿a qué recordar esas escenas?
Dejad que gima el viento
y que murmuren las azules olas.
Yo no quiero llorar en mi aislamiento;
Quiero soñar con mi dolor a solas.
«¡Diez y seis años! ¡Sí, diez y seis
años!»
Torna a decir el pasajero. Y nunca
En una frente más encantadora
Esa edad fulguró; ni otras pupilas
Más hermosas el brillo reflejaron
De esas playas ardientes e intranquilas.
Hoy en vano la llamo:
¡Sólo el alma responde a mi reclamo!
Pero la siento en mí, y a verla vuelvo;
La vuelvo a ver como en felices días,
De puras e inocentes alegrías,
Cuando fijos en mí los negros ojos,
Cual astros en ignota lontananza,
Me hablaba de su amor entre sonrojos,
Y yo, de mi pasión y mi esperanza.
Bien me acuerdo: ondulaban sus cabellos
Del aura al soplo acompasado y blando;
En torno el viento aromas derramaba;
Del trasparente velo se pintaba
La sombra en su mejilla,
y distintos se oían los cantares
Del pescador en la desierta orilla.
y de pronto mostrándome la luna,
Flor de la noche bruna,
y las espumas de la mar, me dijo:
—«¿Por qué llena de luz el alma siento?
Jamás el firmamento
Donde la estrella del amor nos mira;
Jamás esas arenas donde vienen
Las olas a morir; esas enhiestas
Montañas cuyas crestas
Tiemblan entre los cielos, y los bosques
En torno a la ensenada;
Las luces de la costa abandonada
y del nocturno pescador el canto
Halagaron cual hoy mi fantasía...
¡Nunca infundieron en el alma mía
Este que siento, celestial encanto!
»¿No volveré a soñar cual sueño ahora
En embriagante calma?
¿Es que en los cielos asomó la aurora
O es que una estrella se encendió en mi alma?
Hijo de la mañana, ¿son las noches
De tu país tan bellas
Como esta que a mi lado estás mirando
Tachonada de fúlgidas estrellas?»
Luego la virgen se acercó a la madre
Que la escuchaba cerca del ribazo,
Le dio un beso en la frente,
y quedose dormida en su regazo.
Mas, ¿a qué recordar esas escenas?
Dejad que gima el viento
y que murmuren las azules olas.
Yo no quiero llorar en mi aislamiento;
¡Quiero soñar con mi dolor a solas!
¡Cuánto candor en su mirada! ¡Cuánta
Inocencia en sus labios seductores!
¡Quién no hubiera creído en ese instante
Ver concentrados en su alma virgen
Del cielo de su patria los fulgores!
El bello lago de Nemí, que nunca
Un soplo arruga, es menos trasparente;
Jamás pudo ocultar sus pensamientos;
Sus ojos, de su espíritu trasunto,
Los revelaban sin quererlo al punto.
Todo jugaba en ella; y la sonrisa,
Que es con los años contracción de duelo,
Siempre brillaba en sus carmíneos labios
Como arco-iris en radiante cielo.
Ninguna sombra oscureció su rostro;
y si libre los campos recorría,
Cual suelta mariposa,
Una límpida ola parecía
Coronada de luz esplendorosa.
Corría por correr, y su armoniosa
y halagadora voz, arpegio tierno
De su alma pura, que era un canto eterno,
Alegraba hasta al aura rumorosa.
Fue la primer imagen
Que se imprimió en su corazón la mía,
Como la luz en los dormidos ojos
Que se abren con el día.
Desde que amó, fue amor el Universo;
Confundió mi existencia,
Mi existencia entre lágrimas y abrojos,
Con su vida de paz y de inocencia;
Palpitó con mi alma, y formé parte
Del mundo que flotaba ante sus ojos,
De todos sus anhelos,
De la efímera dicha de la tierra
y la eterna esperanza de los cielos.
No pensaba ni en tiempo ni en distancia,
Ni existía el pasado en su memoria,
Pues para ella la vida era el presente.
Todo su porvenir fueron las tardes
De aquellos días de celeste gloria.
Entregó a la Natura
Su corazón, sin sombra de pecado,
y a la plegaria pura
Que de su huerto con las blancas flores
Iba a esparcir en el altar amado.
y de la mano, como niño humilde,
Me conducía al templo de la aldea,
y de rodillas me decía quedo:
«¡Reza conmigo! ¡Sin tu amor, bien mío,
El cielo mismo comprender no puedo!»
¿No veis el agua azul y trasparente
Al abrigo del aura vagabunda
y del sol encendido,
En el estanque de la clara fuente?
En él un blanco cisne
Nada, de su hermosura haciendo alarde,
y oculta el cuello en el cristal bruñido
Donde tiembla la estrella de la tarde.
Pero si a nuevas fuentes alza el vuelo,
La clara linfa con el ala azota
y extinta queda la visión del cielo.
y con las plumas que dejó deshechas,
Como arrancadas por astuto buitre,
y con la arena que del fondo brota,
El estanque, antes puro,
Que las estrellas reflejaba en calma,
Queda revuelto al fin, triste y oscuro.
Así, cuando partí, todo en su alma
Lo revolvió el dolor; su luz muriente
Huyose al cielo a no volver; y cuando
Vio, sola y afligida,
Su más bella ilusión desvanecida,
Se despidió del porvenir, que goces
No le ofrecía en su abandono aciago;
No disputó su vida al sufrimiento,
Alzó la copa del dolor tranquila
y la apuró de un trago,
En tanto que en su lágrima primera
Ahogaba el corazón; y como el ave
Cuando el sol en los mares se sepulta,
Para dormir oculta
La cabeza en el ala entumecida,
Se envolvió en su tristeza abrumadora,
y se durmió también... pero en la aurora,
En la risueña aurora de su vida.
Mas, ¿a qué recordar esas escenas?
Dejad que gima el viento
y que murmuren las azules olas,
Yo no quiero llorar en mi aislamiento,
¡Quiero soñar con mi dolor a solas!
En su lecho de tierra ya ha dormido
Muchos años, y nadie
Quizá a llorar a su sepulcro ha ido,
y tal vez en la senda
Que a su postrer asilo conducía.
Se encontrará extendido
El segundo sudario de los muertos,
El implacable olvido.
Nadie esa piedra ya medio borrada
Con una flor visita;
Nadie solloza allá, nadie medita.
Sólo mi pensamiento en esa tumba
Ruega contrito, si remonto el vuelo
De este bullicio, donde sufre el alma,
A otra región de amor, de luz y calma,
y al corazón demando esas queridas
Prendas que ya no existen, y columbro
En las sombras calladas
Sus luminosas huellas,
y lloro tantas fúlgidas estrellas
En mi nublado cielo ya apagadas.
La primera ella fue, mas el divino
y dulce resplandor que en torno vierte
Aun alumbra mi lóbrego camino,
De errante peregrino,
De errante peregrino hacia la muerte.
Un espinoso arbusto
De pálida verdura
Crece junto a su humilde sepultura;
Por el sol calcinado
y por los vientos de la mar batido,
Vive en la roca, sin prestarle sombra,
Como un pesar en corazón herido.
El polvo de la ruta
Blanqueó su follaje, y a la tierra
Baja a servir de pasto
A la cabra montés. Como de nieve
Limpio copo, al nacer la primavera,
Brota en él una flor; mas, ¡ay!, en breve,
Antes de dar al aura lisonjera
Su aroma regalado,
La arranca de su tallo el viento airado,
Cual la vida apagada por la muerte
Antes que al corazón haya halagado
Un ave solitaria el vuelo posa
Sobre una rama que se dobla, y canta
Con voz entristecida,
Cuando cae la tarde silenciosa.
¡Oh, dime, flor marchita sobre el lodo,
Flor que tan pronto marchitó la vida!,
¿No hay otra vida en que renace todo?
Volved a mi memoria,
Tristes recuerdos de esa triste historia;
Volved, recuerdos de mi amor primero,
A traer a mi espíritu la calma.
Ve, pensamiento, a donde va mi alma...
¡Mi corazón rebosa, y llorar quiero! | es |
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