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200 | T-614-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-614/92
DERECHO AL
EJERCICIO DE CARGOS Y FUNCIONES PUBLICAS-Vulneración
El derecho
específico al ejercicio de cargos y funciones públicas merece protección, a la
luz de la Constitución colombiana, no únicamente por lo que significa en sí
mismo sino por lo que representa, al tenor del artículo 40, como medio
encaminado a lograr la efectividad de otro derecho -genérico- cual es el de
participar en la conformación, ejercicio y control del poder político, a objeto
de realizar la vigencia material de la democracia participativa. Se deriva la
viabilidad constitucional de la acción de tutela para impetrar del juez el
amparo aludido por el artículo 86 de la Constitución cuando este derecho ha
sido conculcado o sufre amenaza. Tanto el ingreso como la duración de la
persona en una función o destino dentro de la estructura del Estado se hallan
supeditados a las condiciones que señalen la Constitución y la ley.
EXCEPCION DE
INCONSTITUCIONALIDAD/SUPREMACIA DE LA CONSTITUCION
Son incompatibles
dos normas que, dada su mutua contradicción, no pueden imperar ni aplicarse al
mismo tiempo, razón por la cual una debe ceder ante la otra; en la materia que
se estudia, tal concepto corresponde a una oposición tan grave entre la
disposición de inferior jerarquía y el ordenamiento constitucional que aquella
y éste no puedan regir en forma simultánea. Así las cosas, el antagonismo entre
los dos extremos de la proposición ha de ser tan ostensible que salte a la
vista del intérprete, haciendo superflua cualquier elaboración jurídica que
busque establecer o demostrar que existe. Si no hay una oposición flagrante con
los mandatos de la Carta, habrá de estarse a lo que resuelva con efectos
"erga omnes" el juez de constitucionalidad. Una cosa es la norma
-para cuyo anonadamiento es imprescindible el ejercicio de la acción pública y
el proceso correspondiente- y otra bien distinta su aplicación a un caso
concreto, la cual puede dejar de producirse -apenas en ese asunto- si existe
la aludida incompatibilidad entre el precepto de que se trata y los mandatos
constitucionales.
ACCION DE TUTELA-Finalidad
La finalidad que
cumple la acción de tutela, a la cual tiende el Constituyente desde el
Preámbulo y reitera en varios preceptos de la Carta, tiene que ver con la
protección cierta de los derechos fundamentales, a cuya transgresión o amenaza
opone la intervención del juez dentro de un procedimiento preferente y sumario
que debe culminar, si se dan en el asunto planteado las condiciones
constitucionales y legales, en una orden de inmediato cumplimiento para que
quien viola o amenaza el derecho actúe o se abstenga de hacerlo.
ACCION DE
TUTELA-Ejercicio
simultáneo
Puede suceder que
el ataque contra el derecho fundamental o la amenaza que se cierne sobre él
provengan de la aplicación que se haya hecho o se pretenda hacer de una norma
-legal o de otro nivel- que resulta incompatible con la preceptiva
constitucional. En esa hipótesis es indudable que surge la posibilidad de
ejercitar en forma simultánea la llamada excepción de inconstitucionalidad y la
acción de tutela, la primera con el objeto de que se aplique la Constitución a
cambio del precepto que choca con ella, y la segunda con el fin de obtener el
amparo judicial del derecho. La vigencia de la norma no se controvierte, ni
tampoco se concluye en su inejecutabilidad o nulidad con efectos "erga
omnes". Apenas ocurre que, con repercusión exclusiva en la situación particular,
se ha desvirtuado la presunción de constitucionalidad; ella seguirá operando
mientras no se profiera un fallo del tribunal competente que defina el punto
por vía general.
ACCION DE TUTELA
CONTRA NORMAS JURIDICAS-Improcedencia/ACTO
GENERAL
La acción de
tutela no cabe contra las normas de alcance general, impersonal y abstracto,
tal como lo prevé el artículo 6º, numeral 5º, del Decreto 2591 de 1991. En lo
referente a las leyes no puede olvidarse que la acción de inconstitucionalidad
corresponde a un derecho de naturaleza política reservado a los nacionales
colombianos en uso de la ciudadanía, al paso que la de tutela cobija a toda
persona, con independencia de su nacionalidad.
MAGISTRADO DE
CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA-Periodo
El derecho
invocado por el actor tiene en realidad el carácter de fundamental, según se
explica en esta sentencia. Sin embargo, desde el punto de vista constitucional
no era la acción de tutela el mecanismo apropiado para alcanzar los fines que
buscaba, consistentes en impedir que se llevara a cabo la elección. En lo
concerniente a la ley misma, la única posibilidad de afectar su vigencia era la
acción pública de inexequibilidad, derecho del cual en efecto había hecho uso
el peticionario por estimar que aquella era contraria a los preceptos
fundamentales. Al mismo tiempo, ese era, en su caso el otro medio de defensa
judicial cuya existencia excluía, en principio, la tutela según lo estatuido
por el artículo 86 de la Constitución. En lo atinente a la pretensión de que se
inaplicara la ley mientras esta Corte resolvía sobre la acción de
inconstitucionalidad -tal era el objeto de la tutela interpuesta como mecanismo
transitorio-, habría podido prosperar únicamente sobre la base de una
incompatibilidad entre la disposición legal y la Constitución Política, pues
aquí no bastaban los presupuestos del artículo 86 sino que eran necesarios los
del 4º de la misma Carta.
SALA PRIMERA DE REVISION
Ref.: Expediente
T-4716
Acción de Tutela
instaurada por JESUS PEREZ GONZALEZ-RUBIO en cuanto a la aplicación del
artículo 28 de la Ley 05 de 1992 (Reglamento del Congreso).
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los quince (15) días del mes de diciembre de mil
novecientos noventa y dos (1992).
Revisa la Corte las
sentencias proferidas en el asunto de la referencia por el Juzgado Veinticinco
(25) Penal del Circuito y por la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá los días veinticuatro (24) de julio y diez (10)
de agosto del presente año.
I. ANTECEDENTES
El ciudadano JESUS
PEREZ GONZALEZ-RUBIO, a la sazón Magistrado de la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, mediante escrito
presentado el diez (10) de julio de mil novecientos noventa y dos (1992),
ejerció acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, diciendo que buscaba obtener protección a sus derechos
fundamentales al ejercicio de cargos y funciones públicas y a la integridad y
supremacía de la Constitución, amenazados según el actor por el Congreso y el
Presidente de la República.
Expresó el
peticionario:
"El Congreso de
la República ha decidido elegir nuevos Magistrados de la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura para un período que se
iniciaría el primero (1o.) de Septiembre del año en curso. Para viabilizar esta
pretensión incluyó el artículo 28 en lo que hoy es la ley 05 de Junio 17 de
1992 "por la cual se expide el Reglamento del Congreso de la República, el
Senado y la Cámara de Representantes", y cuyo tenor es el siguiente:
"Los Magistrados de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria serán elegidos
para un período de ocho años contados a partir del primero (1o.) de Septiembre
de 1992". Se refiere a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Superior de la Judicatura.
Esta norma implica,
como ya está dicho, que el Congreso elegirá nuevos Magistrados de la Institución
mencionada antes del primero (1o.) de Septiembre de 1992, fecha a partir de la
cual se contaría su período de ocho (8) años, interrumpiendo de esa manera el
de los actuales. Es lo que los medios de comunicación y la opinión pública ha
venido conociendo con el nombre de "revocatoria del mandato de los
Magistrados de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura".
Citando
jurisprudencia de esta Corte, en especial la contenida en fallo número T-03 del
11 de mayo de 1992 de la Sala Tercera de Revisión, expresó que la aludida
decisión del Congreso implicaba un desconocimiento de su derecho específico al
ejercicio de cargos y funciones públicas, consagrado en el artículo 40, numeral
7º, de la Constitución.
Señaló igualmente
que estimaba amenazado el derecho fundamental a la integridad y supremacía de
la Constitución, consagrado en los artículos 4º, 241 y 242 de la Carta. Citó al
efecto apartes de la Sentencia No. T-06 de mayo 12 de 1992 de la Sala Segunda
de Revisión.
El actor señaló,
como autoridades contra las cuales se instauraba la tutela, el Congreso y el
Presidente de la República, el primero por pretender elegir nuevos Magistrados
de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura
sin que se hubiera producido vacante ni vencido el período de quienes venían
ejerciendo los respectivos cargos y por haber expedido el artículo 28 de la Ley
05 de 1992 (Reglamento del Congreso), mediante el cual se ordenó llevar a cabo
la elección; el segundo "en la medida en que se disponga a enviar las
ternas, necesarias para la elección, y a posesionar a las personas que
designara el Congreso".
Afirmó el demandante
que ejercía la acción de tutela para evitar un perjuicio irremediable mientras
esta Corte resolvía acerca de la acción de inconstitucionalidad por él mismo
intentada contra el mencionado artículo 28 de la Ley 05 de 1992.
La demanda
solicitaba en concreto que, en tanto se fallaba sobre la acción de
inexequibilidad incoada, se ordenara al Presidente de la República abstenerse
de enviar al Congreso las ternas indispensables para la elección de Magistrados
de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura; al Congreso
abstenerse de hacer la elección y de nuevo al Presidente de la República
abstenerse de dar posesión a los elegidos en caso de que el acto electoral se
produjese.
II. LOS FALLOS
MATERIA DE EXAMEN
No consideró el
Juzgado Veinticinco Penal de Circuito de Santa Fe de Bogotá que fuera
irremediable el perjuicio alegado por el petente, pues "... en el caso
concreto en consideración, es evidente que la amenaza del perjuicio,
deviniendo del artículo 28 de la Ley 05 de 1992 (Reglamento del Congreso de la
República), ha sido objeto de demanda de inconstitucionalidad por el aquí
accionante ante la Corte Constitucional y, aunque el fallo de dicha Corporación
será exclusivamente declarativo de exequibilidad o inexequibilidad del indicado
precepto atacado, de serle favorable el fallo al demandante (por declaratoria
de inexequibilidad), así el Congreso de la República haya elegido, antes de
aquélla decisión Superior, nuevos Magistrados de la Sala Jurisdiccional
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, bien puede el actor acudir
a la jurisdicción Contencioso Administrativa para ejercitar la correspondiente
Acción de Nulidad y Restablecimiento del Derecho que hoy reclama en tutela,
deviniendo de esta última (Acción de Nulidad), y por consecuencia de que el
fallo de la Corte Constitucional sólo tenga efectos hacia el futuro, como lo
predica el actor, que la REPARACION, en síntesis, resultaría "MIXTA":
Parte "indemnizatoria" y "reintegro" a un cargo (...).
Existe, entonces, incuestionable POSIBILIDAD de que el perjuicio, en tal caso,
hoy AMENAZA, sea REMEDIABLE".
De lo dicho dedujo
el Juzgado que en este asunto se daba la causal de improcedencia contemplada en
el artículo 6º, numeral 1º, del Decreto 2591 de 1991.
Por otra parte,
citando jurisprudencia de esta Corporación, el juzgado estimó que de la acción
de tutela están excluidas las leyes.
Como consecuencia de
tales consideraciones, la Juez de primera instancia decidió inadmitir la
demanda por improcedente.
Impugnado el fallo,
correspondió resolver en segunda instancia al Tribunal Superior de Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá, Sala Penal.
Mediante sentencia
calendada el diez (10) de agosto de 1992, cuyo original reposa en el expediente
a excepción de la primera página, el Tribunal modificó la providencia de
primera instancia en el sentido de negar la tutela solicitada por el doctor
Jesús Pérez González-Rubio en virtud de las siguientes consideraciones:
- El derecho al
ejercicio de cargos y funciones públicas, de naturaleza fundamental, comprende
también el de la permanencia en ellos, sin que pueda ser objeto de perturbación
ilegítima, pues, de no ser así, la protección a dicha garantía sería nugatoria.
- Pese a lo
anterior, en el caso sometido a examen -afirmó el Tribunal- no se puede tutelar
el derecho del peticionario, en cuanto para que proceda la inaplicación de una
norma de jerarquía inferior a la constitucional, es necesario que el juez
encuentre una manifiesta contradicción entre ésta y el Estatuto Fundamental. Y
no se advierte la existencia de una violación evidente de la Carta por parte
del artículo 28 de la Ley 5a. de 1992. Para respaldar esta aseveración basta
tener en cuenta el debate que tuvo desarrollo en las Cámaras, en donde se
expusieron diversas interpretaciones sobre los cánones en cuestión.
Considera la Sala
del Tribunal que toda democracia tolera una cierta desigualdad originada en la
potestad interpretativa del juez, que implica un acto de valoración, siempre
que no se traduzca en una manifiesta discriminación. Y que la función
hermeneútica no es exclusiva de aquél, sino que también la cumple el Congreso por
mandato expreso de la Constitución (numeral 1º del art. 150).
CONSIDERACIONES
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Goza la Corte de
competencia para revisar las decisiones judiciales de que se trata, habida
cuenta de lo dispuesto en los artículos 86 y 241 de la Constitución Política y
en el Decreto 2591 de 1991.
El derecho
fundamental genérico a participar en el ejercicio y control del poder político.
El derecho específico de acceso a la función pública
El peticionario
estimó que el derecho fundamental amenazado por el Congreso de la República era
el de participar en el ejercicio y control del poder político. Es menester, por
tanto, que previamente a la definición particular de si las circunstancias
invocadas ameritaban la protección judicial que se pedía, se formulen algunas
consideraciones generales sobre el importante tema que suscita la acción
incoada.
Ha de reiterar la
Corte lo expresado en sentencia No. T-03 del 11 de mayo de 1991 en torno al
carácter fundamental del derecho consagrado en el artículo 40 de la
Constitución:
"Está de por
medio, sin lugar a dudas, la efectividad de un derecho que, si bien, dada su
naturaleza política, no ha sido reconocido por la Constitución a favor de todas
las personas sino únicamente a los ciudadanos colombianos que no sean titulares
de doble nacionalidad, tiene, respecto de ellos, el carácter de fundamental en
cuanto únicamente la seguridad de su ejercicio concreto permite hacer realidad
el principio de la participación, que se constituye en uno de los esenciales
dentro de la filosofía política que inspira nuestra Carta, lo cual encuentra
sustento no solo en la misma preceptiva constitucional, en su Preámbulo y en
sus artículos 1, 2, 3, 40, 41, 103 a 112, entre otros, sino en el texto de la
papeleta por medio de la cual el pueblo colombiano votó abrumadoramente el 27
de mayo de 1990 por la convocatoria de una Asamblea Constituyente, cuyo único
propósito expreso consistió en "fortalecer la democracia
participativa".
No puede ser ajeno a
la garantía constitucional de los derechos esenciales del hombre el ejercicio
cierto de los que se enmarcan dentro del ámbito de la participación política,
ya que estos también son inherentes a la naturaleza humana, la cual exige, como
algo derivado de su racionalidad, la opción de tomar parte en el manejo de los
asuntos públicos. Ello, desde luego, sobre la base de que exista con el Estado
el vínculo de la nacionalidad y de que se cumplan los requerimientos
constitucionales y legales para su ejercicio.1
Como también lo
expuso el citado fallo, el derecho a participar en el ejercicio y control del
poder político es genérico, en cuanto la Constitución se ha ocupado en señalar
varias formas del mismo, una de las cuales es precisamente la que interesa a
los fines de este proceso, a saber la relacionada con el acceso al desempeño de
la función pública.
Sobre el particular
dijo la Corte:
"El derecho
específico al ejercicio de cargos y funciones públicas merece protección, a la
luz de la Constitución colombiana, no únicamente por lo que significa en sí
mismo sino por lo que representa, al tenor del artículo 40, como medio
encaminado a lograr la efectividad de otro derecho -genérico- cual es el de
participar en la conformación, ejercicio y control del poder político, a objeto
de realizar la vigencia material de la democracia participativa".
Como en la misma
providencia se concluyó para el caso entonces resuelto, de las precedentes
consideraciones se deriva la viabilidad constitucional de la acción de tutela
para impetrar del juez el amparo aludido por el artículo 86 de la Constitución
cuando este derecho ha sido conculcado o sufre amenaza.
Ahora bien, como
quiera que, a la luz del artículo 40, la garantía constitucional básica -que
preside y da sentido a distintas expresiones consignadas en la norma- consiste
en "...participar en la conformación, ejercicio y control
del poder político", es decir que la prerrogativa del ciudadano tiene
realización efectiva cuando en verdad todos gozan de opción para pasar de la
potencia al acto en cada una de las formas constitucionalmente previstas, el
fin perseguido resultaría burlado si, en el caso del numeral 7, los medios de
defensa tan sólo cobijaran las posibilidades de acceso a la función
pública y no comprendieran la permanencia en el cargo o desempeño de que se
trata.
Pero, claro está,
tanto el ingreso como la duración de la persona en una función o destino dentro
de la estructura del Estado se hallan supeditados a las condiciones que señalen
la Constitución y la ley.
Acción de
inconstitucionalidad, inaplicación de normas inconstitucionales y acción de
tutela
Pretendió el actor
que, mientras se tramitaba y resolvía en esta Corte acerca de acción de inexequibilidad
por él instaurada contra el artículo 28 de la Ley 5a. de 1992 (Reglamento del Congreso), el juez de tutela
inaplicara dicha norma y a la vez amparara -como mecanismo preventivo
enderezado a impedir un perjuicio irremediable- su derecho específico al
desempeño de cargos públicos, en este caso el de Magistrado del Consejo
Superior de la Judicatura (Sala Jurisdiccional Disciplinaria).
Desde el Acto
Legislativo número 3 de 1910, las constituciones colombianas, tanto la que
rigió hasta el 7 de julio de 1991 como la que entonces inicio su vigencia, han
distinguido entre la acción pública y la excepción de inconstitucionalidad,
también conocida como aplicación preferencial de la Constitución.
La nueva Carta, por
su parte, en cuanto alude particularmente a los derechos fundamentales, ha
instituido la acción de tutela con perfiles propios y objetivos bien
delimitados.
La peculiar
situación del peticionario y el uso simultáneo que ha hecho de estos tres
institutos llevan a la Corte a sentar, antes de resolver, algunas premisas en
cuya virtud se marquen las diferencias así como las relaciones que entre ellos
existen.
La acción pública de
inconstitucionalidad, hoy consagrada en el artículo 241 de la Carta Política,
busca asegurar la supremacía e integridad de la Constitución.
La propia Carta ha
confiado a la Corte Constitucional la especialísima función de preservar la
intangibilidad de sus disposiciones mediante distintos procedimientos de
control de constitucionalidad, uno de los cuales es precisamente la acción
pública, que puede ser intentada ante ella por cualquier ciudadano en ejercicio
de un típico derecho político.
El tema de la
constitucionalidad de las normas jurídicas está reservado en principio a la
decisión con efectos generales que adopte el tribunal competente: en el caso de
las leyes o de los decretos con fuerza de ley la Corte Constitucional (artículo
241 C.N.) y, en el de los decretos que no se han atribuido a la decisión de
ésta, el Consejo de Estado previo el ejercicio de la acción pública de nulidad
en los términos del artículo 237, numeral 2, de la Constitución Política.
Al resolver, en el
campo de su competencia, sobre las demandas que se instauren contra los actos
enunciados por el artículo 241 de la Carta, las decisiones de esta Corporación
implican la calificación definitiva, con efectos erga omnes y con fuerza
de cosa juzgada constitucional, en torno a si tales actos se avienen a
los principios y preceptos fundamentales o, por el contrario, los desconocen, y
sobre su consiguiente ejecutabilidad o inejecutabilidad.
El artículo 4º de la
Constitución consagra, con mayor amplitud que el derogado artículo 215 de la
codificación anterior, la aplicación preferente de las reglas constitucionales
sobre cualquier otra norma jurídica. Ello tiene lugar en casos concretos y con
efectos únicamente referidos a éstos, cuando quiera que se establezca la
incompatibilidad entre la norma de que se trata y la preceptiva constitucional.
Aquí no está de por medio la definición por vía general acerca del ajuste de un
precepto a la Constitución -lo cual es propio de la providencia que adopte el
tribunal competente al decidir sobre el proceso iniciado como consecuencia de
acción pública- sino la aplicación de una norma legal o de otro orden a un caso
singular.
Para que la
aplicación de la ley y demás disposiciones integrantes del ordenamiento
jurídico no quede librada a la voluntad, el deseo o la conveniencia del
funcionario a quien compete hacerlo, debe preservarse el principio que
establece una presunción de constitucionalidad. Esta, desde luego, es
desvirtuable por vía general mediante el ejercicio de las aludidas competencias
de control constitucional y, en el caso concreto, merced a lo dispuesto en el
artículo 4º de la Constitución, haciendo prevalecer los preceptos fundamentales
mediante la inaplicación de las normas inferiores que con ellos resultan
incompatibles.
Subraya la Corte el
concepto de incompatibilidad como elemento esencial para que la
inaplicación sea procedente, ya que, de no existir, el funcionario llamado a
aplicar la ley no puede argumentar la inconstitucionalidad de la norma para
evadir su cumplimiento.
El Diccionario de la
Real Academia de la Lengua define la incompatibilidad en términos generales
como "repugnancia que tiene una cosa para unirse con otra, o de dos o más
personas entre sí".
En el sentido
jurídico que aquí busca relievarse, son incompatibles dos normas que, dada su
mutua contradicción, no pueden imperar ni aplicarse al mismo tiempo, razón por
la cual una debe ceder ante la otra; en la materia que se estudia, tal concepto
corresponde a una oposición tan grave entre la disposición de inferior
jerarquía y el ordenamiento constitucional que aquella y éste no puedan regir
en forma simultánea. Así las cosas, el antagonismo entre los dos extremos de la
proposición ha de ser tan ostensible que salte a la vista del intérprete,
haciendo superflua cualquier elaboración jurídica que busque establecer o
demostrar que existe.
De lo cual se
concluye que, en tales casos, si no hay una oposición flagrante con los
mandatos de la Carta, habrá de estarse a lo que resuelva con efectos "erga
omnes" el juez de constitucionalidad según las reglas expuestas.
Fluye de lo anterior
con toda claridad que una cosa es la norma -para cuyo anonadamiento es
imprescindible el ejercicio de la acción pública y el proceso correspondiente-
y otra bien distinta su aplicación a un caso concreto, la cual puede dejar
de producirse -apenas en ese asunto- si existe la aludida incompatibilidad
entre el precepto de que se trata y los mandatos constitucionales (artículo 4º
C.N.).
En cuanto a la
acción de tutela, su función está delimitada por el artículo 86 de la
Constitución. La finalidad que cumple, a la cual tiende el Constituyente desde
el Preámbulo y reitera en varios preceptos de la Carta, tiene que ver con la
protección cierta de los derechos fundamentales, a cuya transgresión o amenaza
opone la intervención del juez dentro de un procedimiento preferente y sumario
que debe culminar, si se dan en el asunto planteado las condiciones
constitucionales y legales, en una orden de inmediato cumplimiento para que
quien viola o amenaza el derecho actúe o se abstenga de hacerlo.
Claro está, puede
suceder que el ataque contra el derecho fundamental o la amenaza que se cierne
sobre él provengan de la aplicación que se haya hecho o se pretenda hacer de
una norma -legal o de otro nivel- que resulta incompatible con la preceptiva
constitucional. En esa hipótesis es indudable que surge la posibilidad de
ejercitar en forma simultánea la llamada excepción de inconstitucionalidad
(artículo 4º C.N.) y la acción de tutela (artículo 86 Ibídem), la primera con
el objeto de que se aplique la Constitución a cambio del precepto que choca con
ella, y la segunda con el fin de obtener el amparo judicial del derecho.
Obsérvese, sin
embargo, que la vigencia de la norma no se controvierte, ni tampoco se concluye
en su inejecutabilidad o nulidad con efectos "erga omnes". Apenas
ocurre que, con repercusión exclusiva en la situación particular, se ha
desvirtuado la presunción de constitucionalidad; ella seguirá operando mientras
no se profiera un fallo del tribunal competente que defina el punto por vía
general.
Tal es el sentido de
la norma consagrada en el artículo 29, numeral 6º, del Decreto 2591 de 1991
que, respecto al contenido del fallo de tutela, dispone: "Cuando la
violación o amenaza de violación derive de la aplicación de una
norma incompatible con los derechos fundamentales, la providencia judicial que
resuelva la acción interpuesta deberá además ordenar la inaplicación de
la norma impugnada en el caso concreto" (Subraya la Corte).
En la misma
perspectiva, el artículo 24 del Decreto 2067 de 1991 establece:
"Artículo 24.-
La declaración de constitucionalidad de una norma no obsta para que proceda la
acción de tutela respecto de acciones y omisiones de las autoridades o de los
particulares derivadas de ella.
Tampoco impide que
un juez no aplique la norma cuando por las circunstancias
particulares del caso sea necesario proteger algún derecho constitucional que
no fue considerado en la sentencia de la Corte Constitucional. En estos
casos, el juez podrá, de oficio, elevar consulta a la Corte para que ésta
aclare los alcances de su fallo. La Corte podrá resolver la consulta dentro de
los diez días siguientes a la recepción del escrito donde se formule la
consulta y comunicará inmediatamente al juez correspondiente la absolución de
la consulta" (ha subrayado la Corte).
La norma transcrita
parte de un doble supuesto: que la sentencia que declara la exequibilidad no
haya contemplado todos los aspectos constitucionales -lo cual implica que la cosa
juzgada en ese evento es apenas relativa y que uno de tales aspectos
no considerados sea cabalmente el que se halla en juego para los fines de la
protección del derecho fundamental en la situación sujeta al fallo del juez. De
lo contrario, no tendría sentido la consulta ni sería pertinente a luz de los
principios que inspiran nuestro Derecho Positivo.
Ahora bien, hecha la
distinción entre la norma considerada en sí misma y su aplicabilidad, surge de
lo dicho que la acción de tutela no cabe contra las normas de alcance general,
impersonal y abstracto, tal como lo prevé el artículo 6º, numeral 5º, del
Decreto 2591 de 1991. En lo referente a las leyes no puede olvidarse que la
acción de inconstitucionalidad corresponde a un derecho de naturaleza política
reservado a los nacionales colombianos en uso de la ciudadanía (artículos 40-6
y 241-5 C.N.), al paso que la de tutela cobija a toda persona, con
independencia de su nacionalidad (artículo 86 C.N.).
A ese propósito ha
de reiterarse la jurisprudencia de la Corte Constitucional:
"La acción de
tutela es reconocida por la Constitución a favor de todas las personas cuando
quiera que sus derechos fundamentales resulten vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública, sin distinguir entre ellas,
de tal forma que, en principio, es posible intentarla contra actos emanados de
servidores pertenecientes a cualquier rama u órgano del poder público y aun de
las corporaciones públicas (artículo 123 de la Constitución).
Así, pues, considera
la Corte que (...) también los actos producidos por la Rama Legislativa son
susceptibles de esta acción. Tanto las cámaras como las comisiones permanentes
que dentro de ellas se conforman de acuerdo con lo previsto por el artículo 142
de la Constitución y sus mesas directivas tienen aptitud efectiva para proferir
actos o incurrir en omisiones por cuyo medio se vulnere o amenace vulnerar un
derecho fundamental, siendo lógico entonces que éste sea protegido por la vía
de la acción de tutela, de manera definitiva o al menos transitoria en orden a
evitar un perjuicio irremediable.
Desde luego (...),
están excluidas las leyes que expida el Congreso, pero también lo están
-digámoslo de una vez- los actos legislativos reformatorios de la Constitución
(artículo 374 y 375 Constitución Política), ya que respecto de aquellas y de
éstos, la propia Carta ha previsto la acción de inexequibilidad para atacarlos
por los motivos allí mismo indicados, si vulneran sus preceptos (artículo 241,
numerales 1, 2, 4 y 10 Constitución Política)".2
Aplicación de los
principios expuestos al caso controvertido
El petente presentó
ante esta Corte una demanda de inconstitucionalidad, cuyo trámite está en
curso, contra el artículo 28 de la Ley 05 de 1992 (Reglamento del Congreso),
mediante el cual se dispuso lo concerniente a la elección de los Magistrados de
la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura en
los siguientes términos:
"Artículo 28.- Período.-
Los Magistrados de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria serán elegidos para un
período de ocho (8) años, contados a partir del primero (1º) de septiembre de
1992".
Mientras se
adelantaba el proceso constitucional, en los términos previstos por el artículo
242 de la Carta y por el Decreto 2067 de 1991, el demandante instauró acción de
tutela, expresando que la utilizaba como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable.
El derecho invocado
por el actor tiene en realidad el carácter de fundamental, según se explica en
esta sentencia. Sin embargo, desde el punto de vista constitucional no era la
acción de tutela el mecanismo apropiado para alcanzar los fines que buscaba,
consistentes en impedir que se llevara a cabo la elección.
En lo concerniente a
la ley misma, la única posibilidad de afectar su vigencia era -de acuerdo con
lo dicho- la acción pública de inexequibilidad, derecho del cual en efecto
había hecho uso el peticionario por estimar que aquella era contraria a los
preceptos fundamentales. Al mismo tiempo, ese era, en su caso el otro medio de
defensa judicial cuya existencia excluía, en principio, la tutela según lo
estatuido por el artículo 86 de la Constitución.
En lo atinente a la
pretensión de que se inaplicara la ley mientras esta Corte resolvía sobre la
acción de inconstitucionalidad -tal era el objeto de la tutela interpuesta como
mecanismo transitorio-, habría podido prosperar únicamente sobre la base de una
incompatibilidad entre la disposición legal y la Constitución Política, pues
aquí no bastaban los presupuestos del artículo 86 sino que eran necesarios los
del 4º de la misma Carta. Como bien lo expuso el Tribunal en el fallo de
segunda instancia, un examen "prima facie" del artículo 28 del
Reglamento del Congreso no permitía establecer que se cumpliera el indicado
requisito, siendo menester que se aguardara el pronunciamiento definitivo de la
Corte Constitucional.
Dado que no es esta
la sede apropiada, la Sala de Revisión se abstiene de entrar en cualquier
análisis que implique comparación o cotejo entre dicho precepto y la Carta
Política, ya que el punto deberá ser resuelto en su oportunidad procesal por la
Sala Plena de la Corporación.
IV. DECISION
Con fundamento en
las consideraciones precedentes, la Sala Primera de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMASE, por las razones expuestas en
este fallo, la sentencia proferida por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá el diez (10) de agosto del presente año,
mediante la cual se modificó la pronunciada por el Juzgado Veinticinco (25)
Penal de Circuito de la misma ciudad el veinticuatro (24) de julio, al resolver
sobre la acción de tutela interpuesta por el ciudadano JESUS PEREZ
GONZALEZ-RUBIO.
Segundo.- Líbrese la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
-Presidente de la Sala-
(Salvamento de Voto)
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Salvamento de
Voto a la Sentencia No. T-614
PERJUICIO
IRREMEDIABLE (Salvamento
de voto)
Si la esencia y
razón de ser de la tutela reside en su calidad de instrumento de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que resulten vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública-, el
perjuicio ha de considerarse exclusivamente en la forma y características que
tenga en el momento en que el peticionario interpone la acción de tutela ante
el Juez, que es también aquel en que la vulneración o amenaza a sus derechos
aparecen en toda su magnitud. Por tanto, no puede luego otro Juez estimar que,
por circunstancias subsiguientes y ajenas por entero a la voluntad del
peticionario, el perjuicio no es ya irremediable y el afectado dispone de otro
medio de defensa judicial. El perjuicio que alegó el peticionario tenía carácter
de irremediable e irreparable y carecía de otro medio de defensa judicial . Era
procedente la tutela.
DERECHO AL
EJERCICIO DE CARGOS Y FUNCIONES PUBLICAS-Violación (Salvamento de voto)
El derecho de
acceso a las funciones públicas tiene carácter de fundamental y en tal virtud,
la Constitución le ha reconocido también un espacio propio en el ámbito de los
denominados derechos políticos lo cual implica, entre otras cosas, que goza
también de los mecanismos más efectivos para su protección. Entre los cuales
sobresale la acción de tutela. En su dimensión individual dicho derecho
contribuye a la realización del principio fundamental de la democracia
participativa y pluralista, en la medida en que permite a todo ciudadano
realizar su vocación de servir los intereses colectivos sobre bases claras de
capacidades y méritos. En el caso sub-exámine, es claro que el peticionario es
titular de un derecho fundamental de permanecer en el ejercicio de funciones
públicas durante el término consagrado en el ordenamiento, por todo el tiempo
que satisfaga las exigencias del mismo. Toda reducción o supresión arbitraria
de dicho término -sin una clara razón que lo justifique- desconoce abiertamente
sus derechos, más aún cuando, de otra parte, en el asunto que aquí se examina no
aparece una justificación razonable que permita afirmar que tal reducción
responde ciertamente al principio de prevalencia del interés general, con el
espíritu y alcance que a él quiso darle el Constituyente en una sociedad que
hace de la dignidad humana, de la buena fé y de la democracia participativa
elementos igualmente respetables.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE (Salvamento de
voto)
A la luz de la
Carta de 1991- las relaciones del Estado con los ciudadanos deben ceñirse en
todo momento al postulado de la buena fé, consagrado en su artículo 83. Su
ignorancia u omisión puede vulnerar derechos fundamentales cuando mediante
actos sorpresivos que no tengan en cuenta la situación concreta del afectado se
desconozca el valor ético de la confianza. Aplicado el principio de buena fé al
caso concreto del peticionario, es claro que él confiaba que su permanencia en
el desempeño de la función pública como miembro de la Sala Disciplinaria del
Consejo Superior de la Judicatura estaba garantizada plenamente por el hecho
de haber actuado de conformidad con las exigencias estrictas del régimen
vigente, que era el único que lo obligaba y que estaba en condiciones de
conocer con debida antelación.
EXCEPCION DE
INCONSTITUCIONALIDAD
(Salvamento de voto)
La inaplicación
de la ley es también, obviamente, un imperativo derivado del mandato
constitucional según el cual la Constitución es norma de normas y como tal debe
prevalecer sobre toda otra de inferior jerarquía. La manifestación de la
contradicción entre el texto constitucional y el texto legal no es, pues,
simple cuestión de expresiones literales. Es asunto que supone necesariamente
considerar la norma legal frente al conjunto natural y formal de la Carta
dentro de una perspectiva que permita aplicarla a las situaciones concretas
por la obvia prevalencia jerárquica que ella tiene en el conjunto del
ordenamiento. Es claro que en el caso concreto la inaplicación del art. 28 de
la ley 5a. de 1992 se justifica plenamente por cuanto que con ella se protege
al peticionario contra la vulneración de sus derechos fundamentales a la
primacía de la Constitución, -con los alcances atrás señalados- al acceso a las
funciones públicas, a la buena fé en sus relaciones con el Estado y al trabajo
mismo.
MAGISTRADO DE
CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA-Periodo (Salvamento de voto)
Cuando la
Constitución vigente establece expresamente un término para la permanencia del
servidor público en su cargo -tal como ocurre con los Magistrados de la Sala
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, por virtud del artículo
transitorio 25- no puede el legislador desconocerlo porque su acto vulnera los
derechos fundamentales consagrados en los artículos 4, 40 (numeral 7) 25
transitorio, 83 y 125, entre otros, de la misma Carta.
REF.: EXPEDIENTE
T- 4716
Ley 05 de 1992 Art.
28 (Reglamento del Congreso)
Justicia material y formalismo procesal
"Cuando despertó, el dinosaurio
todavía estaba allí".
Augusto Monterroso
En mi condición de
autor del proyecto minoritario de sentencia, el suscrito Magistrado procede
seguidamente a exponer las razones por las cuales me separo de la providencia
aprobada, la cual niega la tutela al peticionario.
El fallo explica y
reconoce en forma expresa que el derecho invocado por el actor tiene en
realidad el carácter de fundamental. No obstante, "desde el punto de vista
constitucional no era la acción de tutela el mecanismo apropiado para buscar
los fines que buscaba consistentes en impedir que se llevara a cabo la elección",
comoquiera que la única posibilidad de aceptar la vigencia del artículo 28 de
la ley 05 de 1992 (reglamento del Congreso) es el ejercicio de la acción
pública de inexequibilidad la cual es también "en su caso" el otro
medio de defensa judicial cuya existencia en opinión de la mayoría y en
principio, excluye la tutela según su particular lectura del artículo 86 de la
Constitución.
La mayoría estima
además que la inaplicación de dicho artículo solicitada por el actor
"Había
podido prosperar únicamente sobre la base de una incompatibilidad entre la
disposición legal y la Constitución Política, pues aquí no bastaban los
presupuestos del artículo 86 sino que eran necesarios los del artículo 4° de la
misma Carta . Como bien lo expuso el Tribunal en el fallo de segunda
instancia, un examen "prima facie" del art. 28 del reglamento del
Congreso no permitía establecer que se cumpliera el indicado requisito, siendo
menester que se aguardara el pronunciamiento definitivo de la Corte Constitucional
(Subraya el disidente).
En virtud de lo
anterior, este Magistrado considera necesario retomar algunos temas esenciales
para la justa definición del caso, convencido como sigo de que sólo un
tratamiento global del mismo, ajeno a preocupaciones de coyuntura y dentro del
marco de los valores, principios y normas de la Constitución vigente, hubieran
permitido el imperio de la justicia material.
En consecuencia,
insistiré en hacer algunas consideraciones acerca del perjuicio irremediable
(1) el derecho fundamental al desempeño de funciones y cargos públicos (2), la
función pública y los principios mínimos laborales (3), la buena fé de las
relaciones del ciudadano con el Estado (4) y la inaplicación del artículo 28 de
la ley 05 de 1992 (5).
1. El
perjuicio irremediable
Estimo apropiado
hacer aquí algunas someras consideraciones acerca del momento y circunstancias
en que el fallador de instancia deba apreciar la entidad y naturaleza del
perjuicio para efectos de conceder la tutela, cuando ella se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable en los precisos
términos del artículo 86 de la Carta vigente.
Soy del parecer que
-si la esencia y razón de ser de la tutela reside en su calidad de instrumento
de protección inmediata de derechos constitucionales fundamentales que resulten
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad
pública-, el perjuicio ha de considerarse exclusivamente en la forma y
características que tenga en el momento en que el peticionario interpone la
acción de tutela ante el Juez, que es también aquel en que la vulneración o
amenaza a sus derechos aparecen en toda su magnitud. Por tanto, no puede luego
otro Juez estimar que, por circunstancias subsiguientes y ajenas por entero a
la voluntad del peticionario, el perjuicio no es ya irremediable y el afectado
dispone de otro medio de defensa judicial.
Aceptar un argumento
de esta naturaleza sería tanto como desvirtuar la naturaleza de la tutela como
mecanismo de protección inmediata de derechos constitucionales fundamentales y
permitir que el fallador dispusiera en forma discrecional y absoluta acerca de
la procedencia de la acción. En efecto, modificando la interpretación acerca
de la naturaleza del perjuicio podría también reconocer en todos los casos que
existe otro medio de defensa judicial, con lo cual obviamente, la acción de
tutela perdería su carácter de instrumento eficaz de protección inmediata.
Debo de otra parte,
reconocer que asiste razón al peticionario cuando afirma que tanto el decreto
2591 de 1991 como el 306 de 1992 confunden el alcance del término
"irremediable" con el de "irreparable". Esto no es como
pudiera pensarse un simple problema semántico lingüístico, sino que conduce
necesariamente a una restricción indebida del alcance que a dicho término quiso
darle en su sabiduría el Constituyente.
En efecto, si como
se desprende de los significados que en el lenguaje corriente y en los
diccionarios especializados se le reconoce al término "irremediable"
con las acepciones claras de "irreparable" e inevitable, no se
entiende el fundamento que hayan tenido los referidos decretos para utilizarlo
exclusivamente en el sentido de "irreparable" y que sólo lo sea el
que pueda ser reparado en su integridad mediante indemnización. Esta restricción
contradice abiertamente el espíritu de la Carta.
Por tanto, en el
caso sub-lite el perjuicio que alegó el peticionario tenía carácter de
irremediable e irreparable y carecía de otro medio de defensa judicial . Era
procedente la tutela.
2. El derecho
fundamental al desempeño de funciones y cargos públicos.
Ciertamente entre
los derechos políticos que la Carta de 1991 reconoce a todo ciudadano aparece
el de participar en la conformación, ejercicio y control del político. Una de
las diversas manifestaciones de este nuevo derecho es precisamente, la de
acceder al desempeño de funciones y cargos públicos.
Tal derecho tiene
una bien clara tradición y raigambre comoquiera que ha sido también consagrado
en instrumentos internacionales tales como la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en términos que indican una
esencial coincidencia.
En el derecho de
acceso confluyen intereses de índole individual y social. Son del primer tipo
aquellos en cabeza de su titular que trascienden en la posibilidad de servir al
Estado en condiciones reguladas previamente que eviten arbitrariedades o
desviaciones del objetivo social predeterminado. Son de índole social aquellos
enderezados a garantizar la continuidad y eficacia del servicio en la medida
que así lo requieren los intereses comunitarios.
Desde luego, los
intereses individuales y sociales deberán conjugarse armónicamente en beneficio
del interés general. Su punto de equilibrio debe radicar en su coexistencia.
Por eso no es dable argüir que toda manifestación de interés de su titular debe
inexorablemente ceder el paso o desaparecer por virtud de la presencia del
interés general. No. Como se verá adelante, el derecho de acceso a las
funciones públicas tiene -como lo ha reconocido la jurisprudencia de esta
Corte- carácter de fundamental y en tal virtud, la Constitución le ha
reconocido también un espacio propio en el ámbito de los denominados derechos
políticos (Artículo 40, numeral 7) lo cual implica, entre otras cosas, que goza
también de los mecanismos más efectivos para su protección. Entre los cuales
sobresale, por supuesto, la acción de tutela.
En efecto, en su
dimensión individual dicho derecho contribuye a la realización del principio
fundamental de la democracia participativa y pluralista, en la medida en que
permite a todo ciudadano realizar su vocación de servir los intereses
colectivos sobre bases claras de capacidades y méritos.
En tales
condiciones, para que su ejercicio ceda el paso al interés general es preciso,
ante todo, constatar primero que éste realmente recoge y subsume los elementos
propios de una nación pluricultural, comoquiera que es preciso extraer de
inmediato y para todos los efectos las consecuencias concretas de la voluntad
del Constituyente plasmada significativamente en el artículo 7 de Carta
vigente. Por tanto, la prevalencia del interés general no puede reducirse
simplemente a una mecánica constatación de carácter numérico como sería la de
confrontar el interés del peticionario con el de dos o más de sus potenciales o
reales adversarios en la misma lid. Porque bien miradas las cosas, todos y
cada uno de los competidores son en últimas, también titulares del mismo
derecho fundamental, absoluto, cuya efectividad es vital para la existencia de
la democracia participativa.
En el caso
sub-exámine, es claro que el peticionario es titular de un derecho fundamental
de permanecer en el ejercicio de funciones públicas durante el término
consagrado en el ordenamiento, por todo el tiempo que satisfaga las exigencias
del mismo. Toda reducción o supresión arbitraria de dicho término -sin una
clara razón que lo justifique- desconoce abiertamente sus derechos, más aún cuando,
de otra parte, en el asunto que aquí se examina no aparece una justificación
razonable que permita afirmar que tal reducción responde ciertamente al
principio de prevalencia del interés general, con el espíritu y alcance que a
él quiso darle el Constituyente en una sociedad que hace de la dignidad humana,
de la buena fé y de la democracia participativa elementos igualmente
respetables.
En estas
condiciones, no encuentro motivo alguno para afirmar, -como lo hace el fallador
de primera instancia- que el derecho a la permanencia en el cargo en cabeza
del peticionario no está llamado a prevalecer sobre el interés general de
reducir el término de su vinculación. Esto es más cierto si se tiene en cuenta
que dicho término emerge claramente de una norma de carácter constitucional,
como es el artículo transitorio 25. Esta norma y su alcance estuvo siempre
presente en los debates que precedieron la expedición de la ley 5a. de 1992 y,
particularmente, de su artículo 28, tal como se desprende de las pruebas que obran
en el expediente.
El hecho concreto de
que en los mencionados debates hayan surgido algunas dudas acerca de la
duración del período para el cual fueron elegidos los primeros Magistrados de
la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, en nada afecta
-como parece creerlo también el fallador de primera instancia- la certeza del
derecho del peticionario a permanecer en el cargo porque, como es apenas
natural, los impulsores de la ley tenían por fuerza de las circunstancias que
poner en duda tal duración como fundamento indispensable para hacer que el
artículo 28 fuera aprobado con los alcances y el texto que finalmente se
convirtió en ley de la República. Por tanto, es ingenuo creer, por decirlo
menos, que dichos legisladores fueran al mismo tiempo los jueces más
imparciales para decidir, con el peso de cosa juzgada, lo concerniente a dicho
término.
De otra parte, si se
repara atentamente en las circunstancias que rodearon la aprobación del art. 28
de la ley 5a. de 1992, es claro que el Congreso actuó movido por el deseo de
afirmar una competencia que ya había sido radicada -por expresa voluntad del
Constituyente- en cabeza del Ejecutivo, tal como se desprende del texto del
art. 33 del Decreto 2871 de 1991.
Además, como se
desprende de la simple lectura tanto del decreto de nombramiento de los
Magistrados como de la respectiva acta de posesión, es claro que ellos fueron
nombrados en propiedad sin que nada permitiera suponer que lo fueron por un
término inferior al que la Carta vigente señala. Si esto es así, el Estado
estaba en su deber de hacer oportunamente las aclaraciones o interpretaciones
de rigor. No habiendo procedido a hacerlo, no puede ahora por un acto que
viola, con todas sus consecuencias el principio de buena fe de los
funcionarios nombrados, el cual esta Corte ha reconocido en diversas
providencias1 .
3. La función
pública y los principios mínimos laborales.
También esta
Corporación ha puesto de presente que en toda relación laboral del ciudadano
con el Estado deben prevalecer los principios propios y protectores del
trabajo, por cuanto no le es dado al Estado desconocerlos o poner en duda su
prevalencia, frente a los claros dictados del artículo 53 de la Constitución
Nacional comoquiera que:
"Si bien la
administración al momento de escoger sus funcionarios lo hace sobre
presupuestos de necesidad del servicio y utilidad pública para que determinado
empleo sea desempeñado, no indica ello que la administración imponga su
voluntad sobre la persona designada, pues el funcionario también posee
intereses y derechos que si en determinado momento ceden por la necesidad del
servicio, superviven en lo que hace a la igualdad -en las condiciones de acceso
al servicio-, la libertad y la protección jurisdiccional de su patrimonio.
La administración
no puede unilateralmente entrar a variar los derechos de sus servidores. Se
encuentra limitada por factores tales como la autorregulación sobre la forma
de vinculación al servicio, los derechos que a partir de ella se generan y la
forma en que ha de efectuarse el retiro. Es la misma ley la que ha establecido
los derechos y deberes de que gozan las distintas clases de servidores; ella
permite a la administración variar algunas condiciones dentro de ciertos
límites en lo que hace a la función pública.
Dentro de este
contexto, el funcionario tiene el derecho de conocer desde el inicio las
condiciones en las que ha de desarrollar su actividad decidiendo libremente si
desea o no aceptar el cargo para el cual ha sido designado; por supuesto, no le
es dado discutir las condiciones de su ejercicio, pues ellas están establecidas
en la ley.
Aquí no prima la
voluntad de la administración porque no estamos frente a una carga pública
sino ante una función pública.
Tales modalidades
se diferencias en sus implicaciones:
En la primera -la
carga pública- la administración unilateralmente impone a determinada persona
la obligación de ejercer una actividad, por ejemplo, los jurados de conciencia,
los jurados en épocas electorales, etc. Designaciones estas que se deben cumplir
sin que le sea dado al particular decidir si desea o no ejercerlas: cargos que
por lo mismo son de breve duración y gratuitas, no reportan ventajas
patrimoniales ni su ejercicio requiere preparación profesional salvo contadas
excepciones.
En cambio, en lo
que hace a la función pública existe una relación bilateral que no se desvirtúa
por el hecho de que el ente nominador posea una facultad legal y reglamentaria.
Al respecto dice Bielsa:
" ... en la
esfera de la función pública nada obliga al ciudadano a ser empleado o
funcionario. Cuando la ley obliga a ese desempeño estamos frente a las llamadas
cargas públicas. Pero cuando para el ciudadano no existe esa obligación es
indudable su libertad de aceptarlo o no. Por lo demás no podría el funcionario
discutir con la administración pública el contenido de la relación jurídica, ya
creada y reglada por el derecho público, en consideración al interés
público"2 .
Todo lo anterior
implica que en el caso concreto el peticionario tenía perfecto derecho a
esperar que su permanencia en el cargo se prolongara por todo el término
señalado en el artículo 254 de la Carta, vale decir, 8 años, porque -siendo
esta norma de normas dentro de un Estado social de derecho- no tenía por qué
imaginar siquiera que el Congreso la hubiera desconocido en la forma sorpresiva
y abrupta, como lo hizo cuando expidió el artículo 28 de la ley 5a. de 1992.
Es claro que al
proceder así, dicha entidad hizo caso omiso de los mínimos principios laborales
que por mandato del Constituyente deben regir las relaciones entre el Estado y
sus funcionarios, más si se tiene en cuenta que el trabajo en la nueva Carta ha
sido elevado a valor fundante y elemento indispensable de la legitimidad que se
inició en Colombia a partir del 7 de julio de 1991.
4. La buena fé
en las relaciones del ciudadano con el Estado.
Esta Corporación ha
tenido a bien señalar que -a la luz de la Carta de 1991- las relaciones del
Estado con los ciudadanos deben ceñirse en todo momento al postulado de la buena
fé, consagrado en su artículo 83. Su ignorancia u omisión puede vulnerar
derechos fundamentales cuando mediante actos sorpresivos que no tengan en
cuenta la situación concreta del afectado se desconozca el valor ético de la
confianza3 .
Aplicado el
principio de buena fé al caso concreto del peticionario, es claro que él
confiaba que su permanencia en el desempeño de la función pública como miembro
de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura estaba
garantizada plenamente por el hecho de haber actuado de conformidad con las
exigencias estrictas del régimen vigente, que era el único que lo obligaba y
que estaba en condiciones de conocer con debida antelación. Este régimen
alimentó, pues, sus justas esperanzas y expectativas.
En estas condiciones
y ante la plena vigencia del artículo transitorio 25 de la Carta, aparece
como un acto sorpresivo por parte del Estado -sin justificación razonable
alguna- la expedición del artículo 28 aludido y con ella el desconocimiento
del postulado de la buena fé que la Carta recoge y garantiza su efectividad.
Por todo lo
anterior, en un caso en que se profirió una resolución nombrando unos docentes
sin especificar la duración de su vinculación y posteriormente se aclaró en
otra que ella tenía carácter temporal, esta Corporación reconoció expresamente
que:
"El
postulado de buena fé se realiza plenamente cuando el ciudadano observa a
cabalidad la conducta establecida por el ordenamiento vigente como condición
para acceder a un cargo o exigir un derecho derivado de una relación jurídica
con la administración. En consecuencia, dicho postulado se viola cuando al
ciudadano se le hacen aclaraciones que constituyen, en verdad, cargas
inesperadas y también cuando se le informa la terminación de dicha relación sin
ceñirse al debido proceso o por razones que el ciudadano tenía perfecto derecho
a esperar que no existieran"4 .
5. La
inaplicación del artículo 28.
Ante la necesidad de
clarificar el alcance concreto del artículo transitorio del Decreto 2067 de
1991 -en relación con las demandas de inexequibilidad presentadas en la Corte
Suprema de Justicia y el cual dispone que la Corte Constitucional debía decidir
"... sobre la última de ellas antes del 1° de junio de 1992"-, esta
Corte consideró que tal fecha límite era incompatible con los precisos términos
que establece el artículo 242 del Estatuto Fundamental para adoptar la decisión
de la demanda correspondiente. Por tanto, estimó pertinente inaplicar lo
dispuesto por el aludido decreto y hacer prevalecer en cambio los términos
constitucional es dando así cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 4o. de
la Carta política vigente cuyo texto es el siguiente:
"La
Constitución es norma de normas. En todo caso la incompatibilidad entre la
Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones
constitucionales.
Es deber de los
nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las leyes,
y respetar y obedecer a las autoridades".
Tal como se
desprende claramente de las experiencias hasta ahora acumuladas en la materia,
la inaplicación procede en aquellos casos en que la violación o amenaza de los
derechos fundamentales se derive de una norma incompatible con ellas sin que el
legislador haya determinado o cualificado específicamente el grado de
incompatibilidad requerido para su procedencia. Basta entonces que la
contradicción lo viole o sea necesario para proteger algún derecho
constitucional, tal como se desprende de los artículos 24 decreto 2591 de 1991
y 29 del decreto 2067 de 1991, respectivamente.
La inaplicación de
la ley es también, obviamente, un imperativo derivado del mandato
constitucional según el cual la Constitución es norma de normas y como tal debe
prevalecer sobre toda otra de inferior jerarquía.
La determinación
acerca de si puede o no inaplicar por inconstitucionalidad, en un caso
concreto, una norma debe ciertamente surgir de una contradicción entre su texto
y el de la Constitución vigente. Pero no todo puede reducirse a una mecánica
confrontación literal entre ambos textos o a la consideración de opiniones
expresadas en el curso de los debates de rigor que si bien tienen un valor
relativo para determinar las inquietudes que en un momento específico
embargaron el espíritu del legislador, no lo es menos que tales inquietudes
pueden ser irrelevantes cuando se las confronta con los textos o mandatos
expresos en los cuales se plasma la voluntad del Constituyente. Tal como ocurre
en el caso sub-exámine en lo concerniente al período para el cual fueron
elegidos los Magistrados de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura, entre los cuales se contaba el peticionario.
En estas
condiciones, es claro que en la etapa simplemente preliminar de la
confrontación de los textos bien puede partirse de su tenor literal. Pero no se
agota allí la labor que debe realizar el Juez cuando, por vía del control
constitucional difuso consagrado en el ordenamiento nacional, le corresponde
ocuparse de decidir acerca de la inaplicación de una norma que pueda estar en
conflicto con los mandatos de la Carta. En este caso debe necesariamente tomar
en cuenta el conjunto de sus valores, principios y normas globalmente
considerados cuya efectividad es deber ineludible de las autoridades de la
República, según lo dispuesto por el artículo 2o. de la Carta.
La manifestación de
la contradicción entre el texto constitucional y el texto legal no es, pues,
simple cuestión de expresiones literales. Es asunto que supone necesariamente
considerar la norma legal frente al conjunto natural y formal de la Carta
dentro de una perspectiva que permita aplicarla a las situaciones concretas
por la obvia prevalencia jerárquica que ella tiene en el conjunto del
ordenamiento.
Así las cosas, es
claro que en el caso concreto la inaplicación del art. 28 de la ley 5a. de 1992
se justifica plenamente por cuanto que con ella se protege al peticionario
contra la vulneración de sus derechos fundamentales a la primacía de la
Constitución, -con los alcances atrás señalados- al acceso a las funciones
públicas, a la buena fé en sus relaciones con el Estado y al trabajo mismo.
Todas las consideraciones
de los anteriores acápites fueron sin embargo ganadas por la decisión
mayoritaria. Para ella no bastó la vulneración del derecho fundamental al
desempeño de funciones públicas ni la demostración de un perjuicio irremediable
que condujo al petente a hacer uso de la tutela como mecanismo transitorio
mientras se producía el fallo definitivo de la Corte Constitucional acerca de
la acción pública frente al artículo 28 de la ley 05 de 1992.
CONCLUSION
Cuando la
Constitución vigente establece expresamente un término para la permanencia del
servidor público en su cargo -tal como ocurre con los Magistrados de la Sala
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, por virtud del artículo
transitorio 25- no puede el legislador desconocerlo porque su acto vulnera los
derechos fundamentales consagrados en los artículos 4, 40 (numeral 7) 25
transitorio, 83 y 125, entre otros, de la misma Carta.
Por tanto, si se
reparan los resultados de la sentencia T- 614, es evidente que la justicia
material fue sepultada sin fórmula de juicio bajo un alud de procesalismo
formalista impropio del Estado social de derecho y del espíritu de la Carta
vigente. Es también una más de las tristes y pírricas victorias del dura lex
sed lex... hasta cuándo ?.
Fecha ut supra.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
1 Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-03 de
mayo 11 de 1992.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Fallo No.
T-430. Junio 24 de 1992.
1 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-457 de julio 14 de 1992,
Mag Pon: Dr. Ciro Angarita Barón.
2 Cfr. Ibidem.
3 Cfr. Ibídem.
4 Cfr. Ibídem. |
201 | T-615-92
Sentencia No
Sentencia
No. T-615/92
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Interpretación
El
carácter fundamental de un derecho no está supeditado a la ubicación del
artículo que lo consagra dentro del texto de la Carta, pues el criterio
predominante para determinar dicha calidad debe ser el que obedezca a una
concepción material que parta de su inherencia a la dignidad de la persona.
DERECHO
AL TRABAJO-Contenido
El
derecho al trabajo, cuya plena garantía se constituye en uno de los
primordiales fines de la Carta Política no comprende solamente el acceso al
mismo y la permanencia en la actividad laboral, pues este derecho se puede ver
lesionado de diversas formas, tantas como múltiples resultan ser las variadas
facetas del mismo.
TRASLADO
LABORAL/POLICIA NACIONAL-Personal/TRASLADO
No
siempre el cambio en las condiciones laborales, en cuanto se refiere a la
variación del lugar donde generalmente se presta el servicio personal, genera
de por sí el desconocimiento de los derechos fundamentales, pues el juez para
llegar a una solución justa del conflicto planteado, deberá siempre evaluar
todas las circunstancias dentro de las cuales se desenvuelve el caso objeto de
estudio. La naturaleza misma de la misión confiada al cuerpo de policía implica
el despliegue de su acción a lo largo y ancho del territorio y, según las
circunstancias de cada zona, el desplazamiento de sus efectivos a los sitios
que acusan una mayor necesidad de su presencia.
SALA
TERCERA DE REVISION
Ref:
Expediente T-4895
Acción
de tutela incoada por JUAN ESAU LOPEZ VALENCIA contra la División de
Procedimientos de Personal de la Policía Nacional
Magistrados:
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO
MORON DIAZ
Aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., mediante acta del dieciocho (18) de diciembre de
mil novecientos noventa y dos (1992).
Procede
la Corte Constitucional a revisar la sentencia de tutela proferida, en el
asunto de la referencia por el Juzgado Setenta y uno de Instrucción Penal
Militar, mediante la cual decidió denegar el amparo solicitado.
I.
INFORMACION PRELIMINAR
A.
El
ciudadano JUAN ESAU LOPEZ VALENCIA, un agente de la Policía Nacional, instauró
la acción de tutela contra la División de Procedimientos de Personal de dicha
institución, por considerar que la decisión de trasladarlo del Departamento de
Policía Risaralda al Departamento de Policía Arauca, constituye una clara
vulneración del derecho al trabajo (artículo 25 C.N.), desintegra la familia
(artículo 42 ibídem), desconoce la especial protección a la cual tienen derecho
la mujer embarazada y las personas de la tercera edad (artículo 43 y 46).
Los
hechos que motivaron la acción son los siguientes:
1.
La Dirección General de la Policía, a través de la División Procedimientos de
Personal dispuso el traslado del agente anteriormente mencionado.
2.
Como consecuencia de dicha resolución, el actor solicitó el retiro de la
institución a que pertenece, actuación que, al momento de resolver sobre la
tutela, se encontraba aún en trámite.
3.
Instauró la acción en referencia, con el fin de obtener la revocatoria de la
orden de traslado a otro Departamento y además solicitó que, si llegare a
prosperar la solicitud de retiro, éste se hiciera efectivo en el Comando del
Departamento de Risaralda y no en otra guarnición.
4.
Adujo la imposibilidad de llevar a su familia consigo. Dijo tener hijos
pequeños y expresó que su esposa, embarazada para la época en que presentó la
demanda, había sufrido recientemente una amenaza de aborto, a lo cual añadió
que sus padres son de avanzada edad. Por otra parte manifestó hallarse en
dificultades económicas para atender a los gastos que demandaba el traslado
impuesto.
B.
LA DECISION JUDICIAL
Correspondió
conocer de la acción al Juzgado Setenta y uno de Instrucción Penal Militar, el
cual decidió negar la tutela con base en las siguientes consideraciones:
1. Los
derechos consagrados en los artículos 42, 43 y 46 de la Constitución se
encuentran en el Capítulo 2 del Título II, que trata sobre los derechos
sociales, económicos y culturales. De allí concluye el juzgador que no es
viable la tutela solicitada por el actor en lo concerniente a tales derechos,
pues la acción de tutela sólo protege los derechos fundamentales.
2. El
derecho al trabajo (artículo 25 C.N.) sí constituye un derecho fundamental, ya
que ha sido calificado expresamente por la Carta como tal. Sin embargo, no
encuentra el juez que se hubiese lesionado este derecho, porque el peticionario
goza de un empleo honorable que le permite responder por su propia subsistencia
y la de su familia.
3. Afirma,
además, que en relación con el derecho al trabajo, "no aceptamos como
valedera la pretención (sic) del agente LOPEZ VALENCIA ESAU en querer enfatizar
que por un simple acto rutinario dentro de la fuerza pública (Policía Nacional)
como es la orden de un traslado, se vaya a desestabilizar en la forma por él
reseñada, ya que sólo depende de su responsabilidad el bienestar de su familia,
porque en el mismo plano de inconvenientes podrían estar cobijados los demás
agentes de la Policía Nacional que en número de 7 deben cumplir traslado
también al Departamento de Policía de Arauca, ya que el Manual de Procedimiento
y Administración de Personal establece que de acuerdo a las políticas de
personal es conveniente que tanto en forma conjunta como individual debe darse
la rotación de personal como aspecto de moralización para mantener un nivel de
eficiencia aceptable en la Institución, hecho del cual es conocedor el agente
LOPEZ VALENCIA, más aún, cuando éste llevaba laborando 7 años en esta
Unidad".
4. El
juez de conocimiento funda también su decisión de declarar improcedente la
tutela en la existencia de otro medio de defensa judicial (Decreto 2591 de
1991, artículo 6º, numeral 1º), ya que, en su criterio, el actor puede pedir la
reconsideración del traslado, presentando una solicitud escrita y debidamente
motivada al Director General de la Policía Nacional, la cual deberá ser
tramitada con el correspondiente concepto y ante el Comando de destino, tal
como lo preceptúa el Manual de Procedimiento y Administración de Personal.
C. La
sentencia de tutela proferida por el Juzgado Setenta y uno de Instrucción Penal
Militar no fue objeto de impugnación y la Sala Octava de Selección de esta
Corte la eligió para ser revisada.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta
Corporación es competente para revisar el fallo en referencia, de conformidad
con lo previsto en los artículos 86 y 241 de la Constitución y en el Decreto
2591 de 1991.
Criterio
material en la definición de los derechos fundamentales
La
Constitución Nacional, en su artículo 86, que consagra la acción de tutela,
dispone que los derechos sobre los cuales recae esta protección son los
constitucionales fundamentales. Como lo ha sostenido la Corte Constitucional en
varias oportunidades, el carácter fundamental de un derecho no está supeditado
a la ubicación del artículo que lo consagra dentro del texto de la Carta, pues
el criterio predominante para determinar dicha calidad debe ser el que obedezca
a una concepción material que parta de su inherencia a la dignidad de la
persona (artículos 1, 5 y 94 de la Constitución).
Al
respecto ha dicho la Corte:
"Fuerza
concluir que el hecho de limitar los derechos fundamentales a aquellos que se
encuentran en la Constitución Política bajo el título de los derechos
fundamentales y excluír cualquier otro que ocupe un lugar distinto, no debe ser
considerado como criterio determinante sino auxiliar, pues él desvirtúa el
sentido garantizador que a los mecanismos de protección y aplicación de los
derechos humanos otorgó el Constituyente de 1991"1 .
En
este orden de ideas, es errónea la interpretación del juez de tutela en el caso
objeto de estudio, en virtud de la cual excluyó de protección tutelar varios de
los derechos invocados por el demandante por el solo hecho de encontrarse
codificados en el Título II, Capítulo II de la Carta, que trata de los derechos
sociales, económicos y culturales, entre los cuales están la especial
protección a la familia, a la mujer embarazada y a las personas de la tercera
edad.
Alcance
constitucional del derecho al trabajo. Su
violación puede provenir de múltiples causas.
El
juez de conocimiento consideró que el derecho al trabajo no fue vulnerado por
la Institución Policial, ya que el agente LOPEZ VALENCIA cuenta con un empleo
debidamente remunerado.
Al
respecto es pertinente anotar que el derecho al trabajo, cuya plena garantía se
constituye en uno de los primordiales fines de la Carta Política (Preámbulo y
artículos 1, 2, 25 y 53, entre otros), no comprende solamente el acceso al
mismo y la permanencia en la actividad laboral, pues este derecho se puede ver
lesionado de diversas formas, tantas como múltiples resultan ser las variadas
facetas del mismo. A manera de ejemplo, se puede decir que se vulnera el
derecho al trabajo cuando las condiciones ambientales y de salubridad en medio
de las cuales se desarrolla la actividad laboral hacen que peligre la vida o la
integridad del trabajador, o cuando el trabajo debe cumplirse sin consideración
a la dignidad humana de quien labora, así como cuando se desmejoran las
prerrogativas laborales ya consolidadas, se desconocen las garantías mínimas o
se incumple el régimen de seguridad social.
El
traslado del lugar de trabajo
Ahora
bien, un traslado del lugar en donde habitualmente se venía laborando, puede
constituir, en algunos casos, una violación del derecho al trabajo, según ya
pudo expresarlo esta Corporación en reciente sentencia2
Sin
embargo, no siempre el cambio en las condiciones laborales, en cuanto se
refiere a la variación del lugar donde generalmente se presta el servicio
personal, genera de por sí el desconocimiento de los derechos fundamentales,
pues el juez para llegar a una solución justa del conflicto planteado, deberá
siempre evaluar todas las circunstancias dentro de las cuales se desenvuelve el
caso objeto de estudio.
Así,
pues, en el presente asunto, debe tenerse en consideración la finalidad que
cumple la figura del traslado en la institución demandada.
La
Policía Nacional, que junto con las Fuerzas Militares integra en forma
exclusiva la Fuerza Pública (artículo 216 de la Constitución) es un cuerpo
armado permanente de naturaleza civil organizado por la ley y a cargo de la
Nación, cuyo fin primordial, según lo declara el artículo 218 de la Carta, es
el de mantener las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y
libertades públicas y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en
paz.
Los
enunciados objetivos son todos de interés público y exigen de la institución
que integre su estructura y desarrolle su actividad sobre la base de una
disciplina y un orden interno que aseguren el desempeño eficaz de la función,
por lo cual no pueden supeditarse a la consulta con todos y cada uno de sus
miembros acerca de la determinación concreta de las tareas que les atañen, el
lugar y modalidades de su cumplimiento.
La
naturaleza misma de la misión confiada al cuerpo de policía implica el
despliegue de su acción a lo largo y ancho del territorio y, según las
circunstancias de cada zona, el desplazamiento de sus efectivos a los sitios
que acusan una mayor necesidad de su presencia. Los cambios son frecuentes y
de por sí la eficiencia del servicio reclama que a ellos se atienda de manera
inmediata, lo que a su vez repercute en la necesidad de un sistema de traslados
que permita a la institución desarrollar estrategias y programas de cubrimiento
local o regional en la seguridad de que a las decisiones de los mandos
competentes seguirá siempre su concreta ejecución.
Como
se observa, el esquema dentro del cual se producen esos movimientos de personal
no obedece a los mismos criterios ni tiene las mismas características del
aplicable en las empresas privadas o en otras instituciones del Estado.
Requiere cierto margen de discrecionalidad de quienes dirigen el cuerpo
policial y una inmediata disponibilidad de su personal, aunque desde luego el
poder correspondiente tampoco puede considerarse omnímodo sino que, como toda
atribución discrecional, exige una orientación razonable y un ejercicio
ajustado a los fines que persigue.
Las
razones expuestas dan fundamento a disposiciones como las contenidas en el
Manual de Procedimiento y Administración de Personal de la Policía Nacional,
entre las cuales cabe destacar, para los efectos de este proceso, las
siguientes:
"Artículo
61. TRASLADOS Y DESTINACIONES.- Teniendo en cuenta la importancia que en la
administración de personal, tanto en forma conjunta como individual debe darse
a la rotación del personal, como factor de moral para mantener un nivel de
eficiencia aceptable en la Institución, la Dirección General se propone
establecer y mantener una política de personal en este sentido que asegure los
siguientes objetivos:
a)
El relevo oportuno de personal asignado a Departamentos que tengan misiones de
Orden Público.
b)
El establecimiento de un sistema de rotación que dé a todas las personas la
misma oportunidad para prestar sus servicios en las diferentes guarniciones del
país.
c)
La asignación de cada individuo en cargo apropiado de acuerdo con su
especialidad y consecuentemente, la dotación de los Departamentos de las
especialidades requeridas.
d)
El facilitar la reasignación motivada por ascensos u otros casos.
(....)"
Se
concluye entonces que, de acuerdo con el señalado criterio de responsabilidad,
las rotaciones y traslados de los agentes de policía, conforman una figura que
consulta diversos elementos enderezados a
los
fines superiores buscados. No corresponden, por tanto, al solo deseo o
capricho de quien toma la decisión a nombre de la institución gendarme.
Además,
es necesario afirmar que en el presente litigio no existe la vulneración o
amenaza de los derechos invocados, ya que la Policía Nacional brinda a sus
agentes garantías orientadas precisamente a evitar la desintegración del núcleo
familiar.
El
Decreto 1213 de 1989, en el artículo 55 preceptúa: "Los Agentes de la
Policía Nacional en servicio activo que sean trasladados o destinados dentro de
las guarniciones del país o destinados en comisión permanente o transitoria al
exterior, tendrán derecho al reconocimiento de los respectivos pasajes para
ellos. En las comisiones permanentes tendrán derecho si fueren casados o
viudos, a pasajes para sus cónyuges e hijos menores de veintiún (21) años que
les dependan económicamente, los inválidos absolutos y los estudiantes hasta la
edad de veinticuatro (24) años.
Parágrafo.
Cuando el Agente por razón del servicio o circunstancias del traslado, no pueda
llevar la familia a la nueva repartición o guarnición y tenga que situarla en
otro lugar dentro del país, tendrá también derecho a los pasajes
correspondientes para el cónyuge e hijos menores de veintiún (21) años que le
dependan económicamente, los inválidos absolutos y los estudiantes hasta la
edad de veinticuatro (24) años".
El
artículo 38, por su parte, dispone:
"Artículo
38.- Los Agentes de la Policía Nacional en servicio activo que sean trasladados
o destinados en comisión permanente dentro del país
y
tengan por ello que cambiar el lugar de residencia, tendrán derecho, si fueren
casados o viudos con hijos a su cargo, a una prima de instalación equivalente a
uno punto cuatro (1.4) sueldos básicos.
Esta
prima se reconocerá cuando el Agente lleve a su familia al sitio donde haya
sido trasladado.
En
casos especiales, cuando las exigencias del servicio impidan el traslado de la
familia a la nueva sede, se reconocerá dicha prima aun cuando el Agente no
efectúe el traslado de aquella.
(...)"
Debe
concluirse de lo dicho que la orden de traslado proveniente de la División de
Procedimientos de Personal de la Policía no desconoce la unidad familiar, ni la
especial protección que se debe brindar a los ancianos y a la mujer embarazada,
ya que en el caso presente el peticionario puede trasladar a su familia al
Departamento de Arauca, haciendo uso de las garantías que se le ofrecen por la
Institución para el caso. Y si bien su esposa se encontraba en estado de
gravidez en el momento de incoarse la demanda y había sido afectada en días
recientes por una amenaza de aborto, un eventual aplazamiento de su viaje
mientras recibía la atención requerida y llegaba el momento del parto habría significado
apenas una temporal separación de su marido, sin que fuera dable atribuír a
ésta la causa de una desintegración de la familia, cuyos lazos afectivos son
por naturaleza lo suficientemente fuertes como para evitar el efecto alegado
por el actor.
Debe
considerarse, además, que si se escudriñara la vida de cada uno de los agentes
de policía y las múltiples dificultades de orden familiar y económico que deben
afrontar, derivando de tan variadas circunstancias la forzosa sujeción de los
mandos superiores de tal modo que todo traslado estuviese condicionado por
aquellas, la inmovilidad y paquidermia de la institución la haría fracasar en
el cumplimiento de sus objetivos. Lo expresado resalta la función pública que
cumple la Policía Nacional y muestra a las claras la trascendencia del
principio constitucional que impone la prevalencia del bien común
sobre
los intereses individuales, erigido por la nueva Carta en uno de los
fundamentos esenciales del Estado y del ordenamiento jurídico (artículo 1º C.N.)
III.
DECISION
Con
fundamento en las consideraciones precedentes, la Corte Constitucional de la
República de Colombia, actuando en Sala de Decisión, en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.-
CONFIRMAR, por las razones expuestas, la sentencia proferida en el asunto de
la referencia por el Juzgado Setenta y uno (71) de Instrucción Penal Militar
del Departamento de Policía de Risaralda, el treinta (30) de julio del presente
año, en virtud de la cual resolvió denegar la protección solicitada.
Segundo.-
Líbrese por la Secretaría la comunicación de que trata el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991 para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
Ponente
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO
MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia
T-02 del 8 de mayo de 1992.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sala de Revisión Nº 3. Sentencia Nº
T-593 del 9 de diciembre de 1992. |
202 | C-004-92
Sentencia Revisón de Constitucionalidad de Mayo /92
Sentencia No. C-004/92
EMERGENCIA
SOCIAL/DECRETO LEGISLATIVO-Revisión/CONTROL
AUTOMATICO DE CONSTITUCIONALIDAD-Naturaleza/PREVALENCIA DEL DERECHO
SUSTANCIAL/CONTROL JURISDICCIONAL
El control
jurídico constitucional debe ser integral y no parcial o limitado a uno solo de
los aspectos de la institución, cual es el mero procedimiento formal como
quiera que la defensa atribuída a esta Corte por las normas constitucionales,
no se contrae a una parte de la Constitución sino que se refiere a toda ella.
En las actuaciones en cuya virtud los órganos constituídos cumplen la función de
administrar justicia, es imperativa la prevalencia del derecho sustancial.
ESTADOS DE
EXCEPCION/PRESIDENTE DE LA REPUBLICA-Discrecionalidad/CONTROL
POLITICO/CONTROL JURIDICO
La Corte
Constitucional interpreta el conjunto de normas que el Estatuto Fundamental
dedica a los estados de excepción, en el sentido de límite y freno al abuso de
la discrecionalidad. Pero igualmente ese conjunto normativo, con las
limitaciones y cautelas que incorpora, confiere al Presidente un innegable
margen de discreción en lo que hace al ejercicio de los poderes excepcionales
derivados de los mencionados estados de anormalidad.
Los decretos que
se dictan como consecuencia de la declaración de la emergencia, responden a una
competencia discrecional -el Presidente valora en cada caso lo que exige el
interés público y escoge entre varias alternativas de acción-, tratándose del
decreto que produce la declaración, la libertad del Presidente se reduce a
tomar la decisión de efectuar dicha declaración determinando el momento para hacerlo
y señalando los hechos que la justifican, pero en lo que concierne a la
efectiva configuración del presupuesto objetivo de la misma, no dispone de
discrecionalidad alguna y no hay alternativas distintas a su existencia o
inexistencia.
En el estado de
emergencia, el control político se extiende al pronunciamiento expreso
sobre la conveniencia y oportunidad de las medidas, con lo cual se adentra
mucho más el Congreso en la esfera de discrecionalidad del Presidente.
El control
jurídico sobre los decretos que el Presidente expide en el curso de los estados
de excepción y que compete a la Corte Constitucional examinar, representa otro
límite a su discrecionalidad.
EMERGENCIA
SOCIAL-Causales
No es cierto que
una grave perturbación laboral no pueda dar lugar a la declaratoria del estado
de emergencia. En principio, los decretos que se dicten en desarrollo de la
emergencia, no tienen límite en razón de la materia. Lo decisivo es que tales
Decretos tengan relación directa con las causas de la perturbación y se dirijan
a conjurarla o a impedir la extensión de sus efectos. Es evidente que si la
causa tiene raíz laboral, como es el caso del deterioro acelerado del salario
de los empleados públicos, los Decretos tengan un contenido laboral ya que de
lo contrario no se podría poner término a la emergencia.
REF:
Radicación
R.E.-001
Revisión
constitucional del Decreto 333
de febrero 24 de 1992 "por el
cual se declara el Estado de Emergencia
Social."
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Aprobado
según Acta No. 46
Santafé de Bogotá,
D.C., mayo siete (7) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Plena de la
Corte Constitucional integrada por su Presidente Simón Rodríguez Rodríguez y
por los Magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio
Hernández Galindo, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Jaime Sanín
Greiffenstein,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
Revisión Constitucional del Decreto 333 de febrero 24 de 1992, "por el
cual se declara el Estado de Emergencia Social".
I.
ANTECEDENTES
En obedecimiento a
lo ordenado por el parágrafo del artículo 215 C.N., el Gobierno Nacional, por
intermedio del Secretario General de la Presidencia de la República, remitió a
la Corte al día siguiente de su expedición el decreto 333 de 1992, para su
revisión constitucional.
Para asegurar la
intervención ciudadana se efectuó la fijación en lista del negocio. Se surtió
también el traslado al Despacho del señor Procurador General de la Nación quien
en tiempo oportuno rindió el concepto de rigor.
II. TEXTO DEL
DECRETO ACUSADO
El
tenor literal del Decreto 333 de 1992 es el siguiente:
Decreto número 333 de 1992
(24 de febrero)
Por el cual se declara el Estado
de Emergencia Social
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
en ejercicio de la facultad que le
confiere el artículo 215 de la Constitución Política, y
CONSIDERANDO:
Que en los
últimos días el clima laboral en el sector oficial se ha perturbado
significativamente, en especial por la falta de alza oportuna de salarios, lo
cual amenaza causar graves traumatismos en el funcionamiento de la
administración pública y perturbar gravemente el orden social del país.
Que por la
especial y única coyuntura de transición del régimen constitucional anterior al
creado por la Constitución Política de 1991 en materia de fijación de salarios,
y a pesar del celo y diligencia del Congreso al comienzo de la presente
legislatura, no va a ser posible expedir oportunamente la ley que permita dar
respuesta al grave clima de perturbación laboral.
Que dicho clima
también se ha extendido a miembros de la fuerza pública por las misma razones.
Que por lo tanto
han sobrevenido hechos que amenazan perturbar en forma grave e inminente el
orden social del país.
Que el Presidente
de la República tiene el deber de mantener el orden.
Que el artículo
215 de la Constitución Política faculta al Presidente, con la firma de todos
los Ministros para declarar el Estado de Emergencia con el fin de afrontar
hechos sobrevinientes que "amenacen perturbar en forma grave e inminente
el orden económico, social y ecológico del país".
DECRETA:
ARTICULO 1o. Con
el fin de conjurar la situación a que hace referencia la parte motiva del presente
Decreto, declárase el estado de Emergencia Social en todo el territorio
nacional, desde la fecha de vigencia del presente decreto, y hasta las cero
(0.00) horas del día martes 25 de febrero del año en curso.
ARTICULO 2o. El
presente Decreto rige a partir de la fecha de su expedición.
PUBLIQUESE,
COMUNIQUESE Y CUMPLASE.
Dado en Santafé
de Bogotá, D.C. 24 de febrero 1992.
III.
LA INTERVENCION CIUDADANA
Con miras a
garantizar el derecho de intervención ciudadana que consagran los artículos
242-1 C.N. y 37 del decreto 2067 de 1991, el cuatro (4) de marzo del corriente
año la Secretaría de la Corporación fijó en lista el proceso por el término de
cinco (5) días. Según lo acredita el informe que dicha dependencia rindió el
once (11) del mismo mes y año, dicho término transcurrió y venció en silencio.
IV.
elementos de juicio
Con el fin de
allegar al proceso elementos de juicio sobre aspectos relevantes para la
decisión, el primer Magistrado ponente Dr. Ciro Angarita Barón, en uso de sus
competencias constitucionales y legales, solicitó al Presidente del Congreso el
envío de informaciones escritas, precisas y pertinentes acerca de las
circunstancias que impidieron a ese órgano culminar el trámite del proyecto en
materia de fijación de salarios presentado por el Gobierno el 19 de diciembre
pasado, así como sobre el estado en que se encontraba la tramitación del
susodicho proyecto, en febrero 24 pasado. La respuesta respectiva reposa a
folios 38 a 42 del expediente.
Con ese mismo fin,
solicitó a los señores Ministros de Defensa, Hacienda, Gobierno y Trabajo
informaciones de la índole indicada, relativas a la gravedad e inminencia de
los hechos sobrevinientes que amenazaron perturbar el orden y que hicieron
necesaria la declaración del estado de emergencia social, las cuales obran a
folios 10 a 31
V.
CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
El señor Procurador
General de la Nación, mediante oficio No. 002 de abril 1 de 1992, rindió en
tiempo el concepto fiscal de rigor. En él solicita a esta Corporación
declarar constitucional el decreto sub-examine, con base en los
razonamientos que a continuación se resumen conservando los acápites en que el
Agente Fiscal los expone.
a. Competencia
de la Corte sobre los decretos legislativos del artículo 215
Constitucional
y su alcance.
Para el Procurador,
no es de recibo la jurisprudencia de la Corte sobre la constitucionalidad de
los Decretos 1970 de 1974, 2919 y 3748 de 1982 y 3405 de 1986, según la cual el
análisis debe contraerse a los requisitos estrictamente formales. Estima que
respecto del decreto que declara la emergencia, no es posible ni la inhibición
(como lo sostenía el Ministerio Público), ni el control meramente formal (como
lo sostuvo reiteradamente la Corte Suprema de Justicia). En consecuencia, el
control constitucional debe ser tanto material como formal recogiendo así la
tesis que en ese sentido sostuvo desde 1974 el magistrado Luis Sarmiento
Buitrago. Fundamenta su posición en los siguientes razonamientos:
1. La tesis del
control meramente formal, a más de contravenir los artículos 4, 215 y 241 de la
nueva Carta, conduciría a una limitación que reduciría el papel de la Corte
Constitucional al de una simple actuación notarial que además resultaría
contraria a la prevalencia de lo material sobre lo formal, que manda el art.
228 de la Constitución.
2. El control de
fondo es aún más imperioso ahora, que ha sido eliminado el control previo que
la anterior Constitución le atribuía al Consejo de Estado.
3. Del hecho de que
la Constitución otorgue al Congreso el control político sobre el decreto de
emergencia y sobre los que con fundamento en él se expidan, no se infiere que
la Corte Constitucional esté inhabilitada para ejercer el control integral que
la Carta le ha atribuído. A su juicio el simple control político no es
suficiente pues éste se traduce en un juicio de "conveniencia y
oportunidad". El control jurídico que la Carta ha encomendado a la Corte
Constitucional, por el contrario,
"...se
relaciona con un problema de adecuación y conexidad y, particularmente, en lo
que respecta al decreto que declara la emergencia, con unos requisitos de fondo
y forma que hacen que su utilización no sea discrecional sino reglada por ambos
aspectos..."(Cfr. Fl. 85)
"...
"4. Porque
en tratándose de una atribución exceptiva como la que autoriza el artículo 215,
atribución que, en el caso particular del Decreto 333 objeto de examen le
permite al Ejecutivo convertirse constitucionalmente en legislador, asumiendo
también de modo constitucional una competencia que de ordinario debería estar
precedida de una ley marco expedida por el Congreso de la República en
ejercicio de la atribución a que se refiere el literal e) del ordinal 19 del
artículo 150 de la Carta, hace ineludible el control jurídico de la Corte
Constitucional, tanto en el fondo como en la forma, no solo por la naturaleza
exceptiva de la habilitación, sino también por el hecho de que es al Congreso
al que, a voces del artículo 114 le corresponde, "hacer las leyes". Si
en tiempos de paz económica, social o ecológica, la Corte ha de ser exigente en
el análisis de las medidas dictadas al amparo de la Carta, con más razón en
épocas de turbación del orden que dichos conceptos representan, no pudiendo
restringir su función a lo meramente formal. Como se ha dicho con razón sobre
este punto, el control debe ser integral o no tiene razón de ser. La
competencia es sobre el fondo y la forma, para que la Constitución sea norma de
normas y el control integral de constitucionalidad que la Carta postula, sea,
en verdad, efectivo."(Cfr.
fl. 86 y 87; Subrayas fuera de texto)
b. Los
requisitos de fondo y forma exigibles del decreto legislativo que declara el
estado de emergencia económica social o ecológica.
En este punto el
agente fiscal se refiere a los aspectos de fondo y forma exigibles en abstracto
por el artículo 215 de la Carta a dicho acto.
c. Análisis del
Decreto Legislativo 333 de 1992.
Procede en este
punto el agente del Ministerio Público al análisis de dicha norma, en la
siguiente forma:
1. Análisis de
fondo
Aquí examina el
Señor Procurador los siguientes aspectos:
- Que los hechos
sean distintos de los mencionados en los artículos 212 y 213 de la Carta.
- Que sean hechos
sobrevinientes;
- Que sean hechos
perturbadores o constitutivos de amenaza de turbación del orden a que se
refiere el art. 215.
1.1
Hechos distintos
Para la
Procuraduría, las circunstancias fácticas relacionadas por el Gobierno en el
Decreto 333 son distintas a las que darían origen a las medidas de excepción
previstas en los artículos 212 y 213 . Al respecto sostiene:
"El factor
salarial se erige como la etiología esencial de la perturbación del orden
social, expresión última a la que hace alusión el artículo 215 constitucional y
que debe interpretarse frente a la institución del Estado de Emergencia como un
presupuesto asociativo y no como una finalidad en sí.
"...
"Las
circunstancias laborales son desestabilizadoras, porque tradicionalmente se
venía aumentando el salario de los empleados públicos en Diciembre del año
anterior; no obstante, esto no se había producido hasta la fecha de expedición
de la norma que se revisa y frente a una economía de inflación y devaluación
evidentes..." (Cfr. Fl 89)
A
lo cual agrega:
"De otra parte,
no contaba el Gobierno con la herramienta jurídica con la que tradicionalmente
realizaba el alza de salarios del sector público, cual era la
"habilitación legislativa extraordinaria", debido al tránsito
constitucional que prevé en adelante la sujeción a una ley marco para que
dentro de los parámetros que fijara el Congreso en la misma, desarrollara el
ejecutivo los objetivos o criterios que este le señalara para fijar el régimen
salarial" (Cfr. Fl 90)
1.2
Hechos Sobrevinientes.
A
este propósito el concepto fiscal expresa:
"... sin duda
estos factores son hechos sobrevinientes es decir, exceptivos, infrecuentes,
inhabituales, cuya irrupción es repentina. El panorama laboral por el hecho que
el gobierno demorara dos meses el decretar el alza habitual de salarios, así
como la amenaza de paro de los miembros de las fuerzas militares, que no se
presentaban en el país desde 1974, la falta del instrumento jurídico ya
reseñado son hechos evidentemente inusuales...(Cfr Fl 90)
"..."
1.3 Hechos
perturbadores o constitutivos de amenaza de turbación del orden a que se
refiere el Canon 215 de la Carta.
Considera finalmente
que los hechos son perturbadores o constitutivos de amenaza de turbación del
orden social porque:
"La
coyuntura laboral así reseñada, de connotación eminentemente social y
económica, tenía la virtualidad de alterar el orden público en forma mediata y
no inmediata, porque el acontecer social no es previsible y, por ende, el
instrumento llamado a utilizarse por el ejecutivo era el del artículo 215
constitucional y no el de los artículos 212 y 213 Superiores.
"..."
"Separadas
por el Constituyente la noción de orden público político de la de orden público
económico, al que se suman hoy las de social y ecológico, y que en últimas
determina su validez constitucional, es aquella que tiene una relación de INMEDIATEZ con la situación que se
pretende conjurar." (
Subrayas fuera de texto; Cfr. Fl. 91)
2. Análisis de forma
El Ministerio
Público constata que se cumplen todos los requisitos formales (firma del
presidente y los ministros, motivos, definición del término, etc) pero hace la
observación de que los motivos contenidos en el Decreto no están
suficientemente desarrollados, como debe acontecer en casos futuros, aunque
son inteligibles.
Termina el
Procurador su concepto haciendo unas consideraciones que el mismo califica de
marginales:
"...el tema del
alza salarial de los servidores públicos, ha debido ser objeto tanto por la
Asamblea Constituyente como por el Ejecutivo, de un tratamiento más cuidadoso
que evitara la perturbación que finalmente motivó la expedición del Decreto que
aquí se revisa.
"...Al analizar
el contenido de los sesenta artículos transitorios que finalmente expidió la
Asamblea, en veinticuatro de ellos aquella otorga facultades al Presidente,
para adoptar decisiones que eran tan urgentes como las del alza salarial
"...tales
consideraciones, empero, no tienen la virtud de cuestionar la
constitucionalidad del Decreto 333.
"...el tiempo
hizo que el tema salarial pasara de la "regularidad de la
anormalidad" a la "enormidad de la anormalidad". De ahí la
constitucionalidad del Decreto 333 y del proceder del Gobierno Nacional al
expedirlo. (Cfr. Fls. 93 y 94)
"..."
Solicita, en
consecuencia a la Corte Constitucional la declaratoria de su exequibilidad.
VI.
LA OPINION DE LOS EXPERTOS
En ejercicio de sus
atribuciones legales y con el fin de allegar al proceso elementos de juicio, el
Primer Magistrado Ponente, Dr. Ciro Angarita Barón, invitó a expertos en las
materias relacionadas con el tema que aquí se debate, a presentar concepto por
escrito, lo cual hicieron oportunamente en la forma que a continuación se
resume:
l. Concepto
del abogado Gustavo Gallón, presidente de la Comisión Andina de
Juristas.
Considera este
experto que es equivocado concluir que hay cuatro circunstancias distintas e
inconexas que permiten decretar el ESTADO DE EMERGENCIA (perturbación del orden
económico, perturbación del orden social, perturbación del orden ecológico, o
grave calamidad pública). Las deliberaciones de la Asamblea Constituyente
permiten concluir, por el contrario, que sólo hay una causal principal que
permite la declaratoria de emergencia: la grave calamidad pública. Ella puede
presentarse indistintamente por perturbaciones graves e inminentes del orden
económico, social y ecológico del país, lo que permite pensar que en la nueva
Constitución existe un único "estado de emergencia", a secas.
A esa conclusión se
llega, entre otras razones, por la derrota que sufrió la propuesta del Gobierno
de instituir un Estado de Alarma, que fusionaba los conceptos de orden público
político, económico y social.
La Comisión Quinta,
en la cual se originó la redacción del actual artículo 215, quiso, por el
contrario, mantener la separación del concepto de orden público material de la
noción de orden económico y social, que existe desde 1968, y alrededor de la
cual hubo consenso en la Asamblea.
La propuesta que se
presentó a la Comisión fue igual a la que se presentó a la plenaria, con la
diferencia de que en la primera se hablaba de "orden económico, ecológico
o social del país", y en la segunda de "orden económico, social y
ecológico del país", que fue como quedó finalmente. La conclusión lógica
es que las tres clases de órdenes perturbados son uno solo: la calamidad
pública. El concepto de calamidad pública nunca se consideró como un evento
distinto de las perturbaciones de orden económico, social y ecológico. La grave
calamidad pública debe ser la consecuencia de alguna de esas perturbaciones
para que pueda considerarse la situación como de Emergencia. Ya el Presidente
Lleras Restrepo, en 1969, había dicho que el Estado de Emergencia sólo puede
decretarse ante una CRISIS, expresión que equivale al concepto de GRAVE
CALAMIDAD PUBLICA.
Incluso en materia
ecológica, los ejemplos traídos a cuento en la ponencia para justificar su
consagración, constituyen todos grave calamidad pública.
La causal, entonces,
para decretar el Estado de Emergencia, es la ocurrencia de una grave calamidad
pública, entendida ésta como catástrofe, tragedia, desastre, suceso
extraordinario de gravedad descomunal, y, por supuesto, para que den lugar a la
declaratoria de Emergencia, tienen que ser distintas a las referidas al orden
público político; deben ser relativas al "orden público no-político".
"...En
últimas, para que pueda decretarse un Estado de Emergencia se requiere que
ocurra o esté a punto de ocurrir una grave calamidad pública que perturbe o
amenace perturbar en forma grave o inminente el orden público no político (bien
sea en el terreno económico, social o ecológico). Por grave calamidad pública
debe entenderse un desastre, una tragedia, o una catástrofe, causada por un
hecho imprevisto, extraordinario e irresistible, originado la mayoría de las
veces en fuerzas de la naturaleza, y en ocasiones también en actos del ser humano."
(Subrayas fuera de texto; Cfr. fl. 62)
El clima de
perturbación laboral en el sector oficial, en lenguaje técnico constitucional,
es un típico hecho de perturbación del orden público político, y, además, son
remotas las posibilidades de que ocurra una tragedia, en estricto sentido, como
consecuencia de una perturbación laboral. No es un hecho de los previstos en el
art. 215 de la Carta, pues aunque se admitiera, que es un hecho distinto de los
previstos en los arts. 212 y 213 de la Carta, no es imprevisible ni
irresistible, ni excepcionalmente extraño.
El Dr. Gallón no
cree entonces que haya sobrevenido una Emergencia, en el sentido consignado en
la Constitución. Las causas que se arguyen, de carácter complejo, y permanente,
o episódicas y simples, no implican la existencia de una situación de
Emergencia en la forma prevista por el Art. 215. Además, existían otros
instrumentos jurídicos gubernamentales alternativos. El intento de
concertación, por ejemplo. Dialogar, analizar puntos de vista enfrentados,
intentar llegar a acuerdos, es una de las primeras posibilidades para asumir y
procurar resolver conflictos en todo Estado Democrático. El paro que se veía
venir, hubiera podido ser afrontado con las medidas de policía ordinarias -en
los casos en que procedieran- o, en su defecto, asumir políticamente la
protesta.
De otra parte estima
que aceptar que un Gobierno pueda declarar un estado de excepción cuando el
Congreso no le responde como él desea, es negar el principio de la separación
de poderes, desconocer la razón de ser del órgano legislativo y poner en
entredicho el Estado de Derecho. El derecho internacional de los derechos
humanos, insiste cada vez más decididamente en la importancia de que ninguna
otra autoridad podrá asumir funciones legislativas por motivo de un Estado de
Excepción.
Termina el Dr.
Gallón insistiendo en que no es riguroso hablar de un Estado de Emergencia
Social. Parece que se quiere utilizar esta figura como sustituto del
"Estado de Alarma", que no fue aprobado en la Constituyente. (Cfr.
Fls. 50 a 72)
2. Concepto del
Dr. Oscar Rodríguez Salazar, Director
del Centro
de Estudios Sociales de la Universidad Nacional.
Opina que para que
se decrete la emergencia deben darse hechos distintos a los contemplados en los
arts. 212 y 213. Los considerandos del decreto establecen como hechos distintos
la perturbación del clima laboral en el sector oficial, extendido a miembros de
la fuerza pública y originado en la restricción salarial.
Las estadísticas
revelan que el deterioro salarial entre enero de 1991 y febrero de 1992, fueron
del 42.34 %. Una pérdida del salario real de más del 40% se puede considerar
como un hecho distinto a lo establecido en el artículo 212 y 213 y por tanto
amerita una declaratoria del estado de emergencia.
También se detectaba
una amenaza de perturbación del orden social, por las marchas y manifestaciones
programadas por las organizaciones del Estado, en particular FENALTRASE, y por
el anuncio de un paro en la policía, ambas motivadas por el deterioro salarial.
Para que una
perturbación configure "EMERGENCIA SOCIAL", debe tener
características como el atentado colectivo y social contra los derechos
fundamentales; un deterioro del medio ambiente; una catástrofe natural o
movimientos huelguísticos generalizados. En últimas, lo que en sociología se
llama FLUJOS DE MOVIMIENTOS SOCIALES.
El deterioro de los
indicadores económicos y sociales se pueden tomar como perturbación de las
condiciones y calidad de vida, que ameritan legislación excepcional y
configuran un estado de emergencia. El alza de salarios contrarresta
eficazmente la Emergencia Social, soluciona problemas de coyuntura y aminora
temporalmente la amenaza de conflicto. (Cfr. Fls. 73 a 75)
3. Concepto del Dr. Alvaro Camacho,
consultor de Fedesarrollo.
Considera que tres
hechos parecen haber generado el clima de perturbación laboral que se aduce en
los considerandos del Decreto 333 de 1992.
a) La amenaza de
huelga general de los trabajadores del sector energético;
b) los sucesos
militares de Venezuela;
c) la supuesta
intención de los miembros de la Policía Nacional de ir a cese de actividades.
a) A su juicio, la
huelga general de los trabajadores del sector energético tuvo dos componentes:
" de una parte,
es tradicional en el país que en estas épocas del año se presenten pliegos
petitorios de organizaciones obreras."(Cfr.Fl. 77)
De otra parte se
presentó
" la exigencia
obrera de que se declarara la unidad de empresa en el sector de modo que el
pliego petitorio y la eventual convención colectiva cobijara a la totalidad de
los trabajadores".(Cfr. Fl. 77)
A lo cual agrega:
" Si bien hubo
algunos actos perturbadores del orden público... estos hechos no han sido
exclusivos de este período, y los gobiernos nacionales cuentan tanto con la
experiencia necesaria como con los instrumentos legales requeridos para hacer
frente a situaciones de esa índole... No parece por tanto, que, este hecho
tuviera la gravedad que se invocó para la declaratoria de emergencia
social". (Cfr. Fl. 77)
b) El episodio
militar de Venezuela tampoco podría ser tomado como causal, pues, tal como lo
ha reconocido el propio Presidente Gaviria, las condiciones de Colombia
difieren bruscamente de las del vecino país.
c) Admite que la
supuesta intención de miembros de la Policía Nacional de ir al cese de
actividades, sí parecería ser una amenaza real, que se deduce de fragmentarias
informaciones de prensa, aunque no es posible conocer la magnitud real de la
intención. Si el episodio se hubiera materializado, habría producido una
emergencia en la medida en que, a diferencia de otros países, la Policía
Nacional pertenece al Ministerio de Defensa, y por lo tanto está sujeta a un
régimen paramilitar en el que la disciplina y la obediencia estricta predominan
sobre cualquier otra consideración.
El problema central
parece ser que si bien con el decreto se conjuró la amenaza, la opinión pública
no está en condiciones de saber si con medidas disciplinarias internas se
hubiera podido recurrir a la declaratoria de emergencia social. Sólo es posible
aceptar que el gobierno tendría razones válidas, para declarar la emergencia,
pero no es posible saber si verdaderamente las tenía.
Cabe una
interpretación alternativa: es posible pensar que ante los evidentes peligros,
y a pesar de que el Estado cuenta con mecanismos regulares para enfrentarlos,
el Ejecutivo decidió que, tratándose de exigencias basadas en situaciones
reales de pobreza y mala situación laboral, la respuesta más adecuada sería
proceder con la declaratoria de emergencia para responder a las demandas con un
alza de salarios, en lugar de utilizar mecanismos de represión existentes.
Esta parece ser una
presunción de oportunidad del Gobierno, al afirmar que:
"... a pesar
del celo y la diligencia del Congreso en dar trámite al proyecto de ley
presentado por el Gobierno al comienzo de la presente legislatura, no va a ser
posible expedir oportunamente la ley que permita dar respuesta al grave clima
de perturbación laboral...".
El problema con esta
interpretación es que sólo puede aceptarse de buena fe el argumento
gubernamental de la oportunidad, o justificarse a la luz de principios
filosóficos, con los cuales se puede estar o no de acuerdo, pero que no fueron
esgrimidos en los considerandos del decreto en cuestión y por tanto sólo pueden
ser considerados como posibles bases de interpretación.
Termina
el Dr. Camacho diciendo que
"...A pesar
de la complejidad del asunto, no parece que la magnitud de los hechos, ni la
argumentación gubernamental son suficientes para tomar una medida que, como la
que se comenta, tiene el riesgo de crear unos antecedentes muy nocivos para el
país. En efecto, si se aceptara la generosa interpretación dada arriba, nada
hay en el horizonte político y social colombiano que permita pensar que más
adelante este u otro gobierno no decida recurrir al mecanismo para tomar
medidas que respondan no a la justicia social y a la democracia económica, sino
a otras razones filosóficamente menos defendibles." (Subrayas fuera de texto. Cfr. Fl. 79)
(Los apartes
relacionados con antecedentes (1), la intervención ciudadana (2), elementos de
juicio (3), concepto del Procurador General de la Nación (4) y opinión de los
expertos (5) corresponden al texto de la ponencia inicialmente presentada a
consideración de la Sala Plena por parte del Honorable Magistrado Dr. Ciro
Angarita Barón).
VII.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
COMPETENCIA
1. En sentir de la
Corte, es claro e indudable que por virtud de lo dispuesto en los artículos
4o., 214, 215, 228 y 241-7, de la nueva Carta Política, el control del decreto
que declara el estado de emergencia es integral lo cual supone que sea
imperativamente de mérito y no simplemente de forma.
En consecuencia,
esta Corporación comparte la opinión del señor Procurador General de la Nación
y prohija la posición que desde octubre 15 de 1974 sostuvo el Magistrado Luis
Sarmiento Buitrago en salvamento de voto a la sentencia mayoritaria de esa
fecha, y hace suyos los razonamientos que dicho magistrado esgrimió entonces
para sustentar el control integral de los decretos expedidos en virtud del
artículo 122 de la expirada Carta Política, por cuanto ellos son plenamente
predicables de la regulación que de dicho estado de excepción hace el artículo
215 de la Carta en vigor.
Sosteníase
entonces y ahora se reitera que:
"...En
tratándose del estado de emergencia (social, económica, o grave calamidad)
también acepta la Corte su competencia para decidir de la constitucionalidad
del decreto que la declara, solamente por razones de forma. Este control, que
bien puede confiarse al radicador de decretos o simplemente a la Secretaría de
la entidad, no corresponde al concepto que el constituyente, ha tenido siempre
de entregar al más alto tribunal jurisdiccional la guarda de la integridad de
la Constitución.
"...
"Ni en el
Estado de Sitio, menos en el de Emergencia, puede haber actos discrecionales,
omnímodos, actividades que el Gobierno pueda desarrollar arbitrariamente.
"...
"Si la Corte
no analiza los motivos de la emergencia y los encuentra reales, cómo puede
cumplir la función que le confía la Carta sobre que los Decretos que dicte el
Presidente con fuerza legal 'tengan relación directa y específica con la
situación que determine el estado de emergencia'?
"...
"Carece de
respetabilidad pensar que el Constituyente de Colombia, hubiera querido limitar
la función de control jurisdiccional a una simple actuación notarial para lo
cual no hubiera sido necesario entregar a la más alta Corporación Judicial
integrada por magistrados que el propio constituyente se esforzó en revestir
con la más absoluta independencia de las otras ramas del poder público. El
control debe ser en consecuencia integral o no tiene razón de existir.
La competencia
tiene que ser por aspectos de forma y de fondo o la guarda de la Constitución
no es integral."
(Subrayas fuera de texto; Cfr. Gaceta Judicial Tomo CXLIX-CL, No. 2390-2391,
pp. 427 a 436)
2. El numeral 7o.
del artículo 241 de la Constitución Nacional, al asignar a la Corte
Constitucional la función de "decidir definitivamente sobre la
constitucionalidad de los Decretos Legislativos que dicte el Gobierno con
fundamento en los artículos 212, 213, 215 de la Constitución" no excluye a
los que declaran uno de tales estado de excepción ni circunscribe dicha
competencia a los decretos que se dicten en desarrollo de la misma. Como se ve,
no hace excepción alguna al respecto.
Por tanto, el
decreto que declara el estado de excepción queda, por razón de su propia
denominación, comprendido en el alcance de dicho precepto y, como tal, está
sujeto al control jurisdiccional de la Corte como quiera que el tenor literal
de la norma en comento es claro al indicar que todos ellos son objeto de
control.
3. Repárese además
que el susodicho precepto tampoco distingue entre un control por vicios de
forma y control por vicios materiales o de contenido, por lo cual ni al
intérprete ni al juez les es dable hacer esa distinción. De otro lado el
parágrafo del artículo 215, que reitera la sujeción de dichos actos al control
jurisdiccional constitucional, no distingue entre esas categorías. Ello es
cierto ahora, y también lo era a la luz de la Constitución anterior.
4. Pero sobre todo,
el ejercicio de un control integral sobre los actos de los poderes constituídos
asegura la primacía de la Constitución como Norma de Normas que manda la regla
4a. del Estatuto Máximo y la misión confiada a su guardiana de preservar su
"supremacía e integridad" por el constituyente en el artículo 215
superior. Si el Gobierno decreta la emergencia sin que existan hechos
SOBREVINIENTES, GRAVES O INMINENTES que perturben el orden económico, social o
ecológico o amenacen perturbarlo, NO ESTA ACASO VIOLANDO LA INTEGRIDAD DE LA
CONSTITUCION?. Un decreto con esas características sería abiertamente
inconstitucional y no tendría razón de ser que ello no pudiera establecerse por
el órgano creado para tal fin, esto es, la Corte Constitucional. Si así no se
hiciere, se estaría violando la integridad de la Constitución por la misma
entidad a la cual le fue confiada su guarda.
Dicho de otro
modo, si la Corte elude el control material de los decretos que declaran un
estado de excepción, ello significaría que las facultades del Presidente de la
República en esta materia serían supraconstitucionales. Y más aún: que esta
Corte podría tolerar la actividad inconstitucional del Ejecutivo renunciando
así a su deber de restablecer el imperio del Estatuto Supremo.
La voluntad del
constituyente a este respecto, se pone así mismo de resalto, si se armoniza el
precepto mencionado, con la expresión inequívoca empleada en la primera parte
del artículo 241 en comento, según la cual a la Corte le corresponde la guarda
de la "integridad" y de la "supremacía" de la Constitución.
No cabe duda que si un acto del Ejecutivo, - como sería el caso del decreto que
constituye el supuesto hipotético materia de esta glosa, - pudiera por razón de
su motivación violar impunemente la Constitución del Estado, ya no estaría la
Corte defendiendo la "integridad" de la misma sino apenas una parte
de ella.
Por lo expuesto,
el control jurídico-constitucional debe ser integral y no parcial o limitado a
uno solo de los aspectos de la institución, cual es el mero procedimiento
formal como quiera que la defensa atribuída a esta Corte por las normas
aludidas, no se contrae a una parte de la Constitución sino que se refiere a
toda ella.
La Carta no
contempla en su propio texto la posibilidad de que algunas de las ramas del
poder cuya actividad regula pudiera vulnerarla, amparada en la inexistencia de
controles, o, peor aún, en la existencia de controles formales o parciales, que
terminan siendo a la postre controles ficticios.
5. De otra parte,
debe recordarse que, atendiendo a su propia naturaleza, la Constitución
califica el estado de emergencia como un ESTADO DE EXCEPCION. En tal virtud, la
interpretación de su alcance ha de ser restrictiva, y su declaratoria y
aplicación han de estar sometidas a los más estrictos controles, precisamente
porque aún bajo su vigencia impera el Estado Social de Derecho que consagra el
artículo 1o. de la Constitución.
6. Adviértase
además que, conforme lo consagra el artículo 228 de la Carta en vigor, en las
actuaciones en cuya virtud los órganos constituídos cumplen la función de
administrar justicia, es imperativa la prevalencia del derecho sustancial. En
presencia de tan claro y categórico mandato, cómo podría justificarse que la
Corte Constitucional contrajera el control que le compete ejercer al ámbito de
lo meramente formal?
EXAMEN DE LOS REQUISITOS DE FORMA
7. La Corte
encuentra que el Decreto 333 de 1992 cumple con las exigencias formales que
exige el artículo 215 de la Constitución Política para los de su clase.
En efecto:
A) La declaración ha
sido motivada en la medida en que en el texto mismo del decreto y a modo de
considerandos se consignen las razones que dieron lugar a la declaratoria, lo
cual es suficiente para que se tenga por debidamente satisfecho este requisito,
en el aspecto que ahora ocupa la atención de la Corte. El aspecto material,
amerita un análisis que se hará posteriormente en acápite separado.
B) El decreto que se
revisa fue firmado por el Presidente y todos sus Ministros.
C) El período para
el cual se declaró - desde el 24 de febrero de 1992, fecha de entrada en
vigencia del decreto hasta la cero (0.00) horas del 25 de febrero del mismo
año- se encuentra dentro del límite máximo por el cual la Constitución autoriza
al Ejecutivo hacer uso de las facultades propias de este estado de excepción,
siendo ésta la primera vez que se decreta en el presente año calendario.
Así las cosas, por
cuanto dice relación al aspecto analizado, el decreto en revisión se conforma a
las prescripciones del Estatuto Superior.
(Los
considerandos 1 a 7 corresponden al proyecto de fallo presentado por el
Honorable Magistrado Dr. Ciro Angarita Barón y que la Corte acoge)
NORMALIDAD Y
ANORMALIDAD
EN LA
CONSTITUCION POLITICA
8. La regulación
constitucional de los estados de excepción - estado de guerra exterior, estado
de conmoción interior y estado de emergencia - responde a la decisión del
Constituyente de garantizar la vigencia y eficacia de la constitución aún en
situaciones de anormalidad. La necesidad no se convierte en fuente de
derecho y en vano puede apelarse, en nuestro ordenamiento, al aforismo salus
reipublicae suprema lex esto, cuando, ante circunstancias extraordinarias,
sea necesario adoptar normas y medidas que permitan enfrentarlas. Los Estados
de Excepción constituyen la respuesta jurídica para este tipo de situaciones.
La particular estructura, naturaleza y limitaciones de la respuesta que ofrece
el ordenamiento constitucional, obedece a que ella es precisamente una respuesta
jurídica.
9. Los estados de
excepción delimitan los escenarios de la normalidad y de la anormalidad, en los
que la constitución actuará como pauta fundamental del comportamiento
colectivo. Las hipótesis de anormalidad son portadoras de excepciones y
limitaciones de diverso género e intensidad respecto del régimen constitucional
de la normalidad, que se consideran necesarias para regresar a tal situación,
en la cual la constitución adquiere su pleno sentido normativo y que
constituye, por lo tanto, el campo preferente y natural de aplicación de la
misma. Los principios generales, en cierta medida comunes a los estados de
excepción, encuentran explicación en su definición a partir de la idea de
normalidad y en su función como medio para retornar a ella. Para corroborar el
anterior aserto basta detenerse a analizar tales principios comunes a los diferentes
estados de excepción, predicables igualmente del estado de emergencia.
10. En tanto que la
normalidad no necesita definición ya que como presupuesto material de la
constitución se supone corresponde a lo existente, la anormalidad sí debe ser
definida a partir de las hipótesis que el constituyente de manera circunscrita
y taxativa determina, precisamente como alteraciones extraordinarias de la
normalidad. Según este numerus clausus propio de la anormalidad, el
régimen de excepción sólo podrá destinarse a conjurar las siguientes
situaciones de anormalidad previstas expresamente por el constituyente:
- guerra exterior.
- grave perturbación
del orden público que atente de manera inminente contra la estabilidad
institucional del estado, su seguridad o la convivencia ciudadana, y que no
pueda ser conjurada mediante el uso de atribuciones ordinarias de las
autoridades de policía.
- Ocurrencia de
hechos diferentes de los anteriores, que perturben o amenacen perturbar en
forma grave e inminente el orden económico, social y ecológico del país, o que
constituyan grave calamidad pública.
11. El ingreso a la
anormalidad en el orden constitucional debe venir precedido de una específica
declaración que suscribe el Presidente y los Ministros y en la que se expresa
la correspondiente situación de anormalidad (guerra exterior, conmoción
interior o emergencia). Este principio de formalidad cumple variados
propósitos: 1) notificar a la población la situación de anormalidad y
la consiguiente entrada en vigor en el territorio nacional o en parte de él, de
un régimen de excepción; 2) expresar la verificación de una situación de
anormalidad contemplada como presupuesto habilitante para que el
Gobierno pueda, en las condiciones y en los términos de la constitución, ejercer
la función legislativa y expedir decretos legislativos; 3) dar curso a
los controles de tipo jurídico y político sobre el Gobierno por parte de las
restantes ramas del poder público (Congreso y Corte Constitucional). Tan pronto
cesa la anormalidad - guerra exterior o conmoción interior -, según el
principio de paralelismo de las formas, se declara dicha circunstancia, y el
régimen de la normalidad sustituye nuevamente al de la anormalidad. Por su
parte, en el estado de emergencia, en el mismo decreto que la declara se
establece su duración.
12. Los estados de
excepción en cuanto significan el acrecentamiento temporal de los poderes del
Presidente y la introducción de restricciones y limitaciones de distinto orden
respecto del régimen constitucional común, deben aparejar el mínimo
sacrificio posible, atendidas las circunstancias extraordinarias, del
régimen constitucional ordinario y garantizar el rápido retorno a
la normalidad. Este principio de eficacia y economía de los poderes
excepcionales, tiene entre otras proyecciones, las siguientes: 1) no podrán
suspenderse los derechos humanos ni las libertades fundamentales; 2) no se
interrumpirá el normal funcionamiento de las ramas del poder público ni de los
órganos del Estado; 3) el plus de facultades que adquiere el
Presidente será el estrictamente necesario para conjurar la situación de
anormalidad; 4) los Decretos que se expidan deberán referirse únicamente
a materias que tengan relación directa y específica con la situación de
anormalidad y su consiguiente superación; 5) las medidas que el Presidente
adopte deberán ser proporcionales a la gravedad de los hechos; 6) el
régimen de excepción es eminentemente temporal (CP arts 214-4 y 215); 7) el
Presidente y los Ministros serán responsables por cualquier abuso que
cometieren en el ejercicio de las facultades durante la situación de
anormalidad.
13. Los estados de
excepción no pueden desconocer el principio democrático llamado a no
decaer ni siquiera en épocas de anormalidad. Si bien bajo los estados de
excepción se modifica transitoriamente la técnica de legitimidad que rige en
épocas de normalidad, ella se mantiene. En los estados de excepción, primero
se adopta la medida que se incorpora en un decreto legislativo y luego, por la
vía de los controles político y jurídico (Congreso y Corte Constitucional), se
busca el consenso democrático. De ahí que el Congreso potencie su papel de
censor y que éste órgano del poder se convierta en foro de discusión sobre la
actuación del Gobierno.
14. En los Estados
de excepción, la anormalidad no desvirtúa la separación de poderes. La visión
de una rígida separación de los poderes debe ser superada en la concepción que
concilia el ejercicio de funciones separadas - que no pertenecen a un órgano
sino al estado - con la colaboración armónica para la realización de sus fines,
que no son otros que los del servicio a la comunidad (CP arts. 2 y 113). La
técnica de organización del poder que la constitución contempla para épocas de
anormalidad, consulta fundamentalmente la necesidad de estructurar una
respuesta rápida y eficaz frente a la misma con la preservación de un mecanismo
particular de separación de funciones. La función legislativa es asumida por el
Gobierno y sin agotar el trámite legislativo ordinario, por la vía de los
decretos legislativos, se busca articular un eficiente mecanismo de respuesta.
La función de control, según la técnica clásica de frenos y contrapesos, le
corresponde al Congreso que, de todas maneras, conserva la plenitud de sus
atribuciones.
15. La relación
normalidad-anormalidad no quiere decir que el sistema construido por la
constitución no sea capaz en condiciones de normalidad de afrontar con medios
ordinarios las perturbaciones, conflictos y demandas del ambiente social,
económico, político y cultural, tanto de orden interno como externo. Este
sistema está diseñado para que opere sobre un medio sometido a todo tipo de
presiones y produzca respuestas, adaptativas y transformadoras, de manera que
el Estado-aparato en el proceso de modernización sea instrumento de cambio y
vehículo de la cooperación social y, al mismo tiempo, defensor y custodio de
las pautas y valores fundamentales de la nacionalidad, que deben persistir pese
a los inevitables y deseables cambios y vicisitudes del discurrir social.
16. El ámbito de las
instituciones de la anormalidad se reserva para aquellas perturbaciones que
pueden poner en peligro elementos y condiciones esenciales del sistema
económico, político, social o del medio ambiente, más allá de lo que resulte
ser en un momento dado su rango normal de existencia o funcionamiento y que
tengan la posibilidad de amenazar con superar un límite crítico. la función de
los gobernantes es la de crear condiciones para vivir en la normalidad y
controlar que las tensiones no rebasen los márgenes normales, actuando en todo
caso cuando todavía se dispone de una capacidad de respuesta antes de que una
de ellas llegue al punto crítico y la sociedad y sus instituciones se expongan
al colapso.
MARGEN DE
APRECIACION Y DISCRECIONALIDAD EN LOS ESTADOS DE EXCEPCION Y ESPECIALMENTE EN
EL DE EMERGENCIA
17. El relativo
detalle de la regulación constitucional de los estados de excepción, la
diferenciación de los mismos, y la distinción de las figuras de guerra
exterior, orden público y orden público económico, social y ecológico, se
inspira en el rechazo que en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente se
manifestó contra el abuso del estado de sitio.
No está ausente del
repudiado abuso de las instituciones de excepción, aparte de las violaciones a
los derechos humanos que puedan cometerse bajo su amparo, la virtual
expropiación de la función legislativa por parte del Presidente - modificando
de hecho el diseño de la organización y división del poder público establecida
en la Constitución - cuando se recurra a la declaratoria de un estado de
excepción sin reunirse objetivamente las causales para su procedencia.
Por esta razón, la
Corte Constitucional interpreta el conjunto de normas que el Estatuto
Fundamental dedica a los estados de excepción, en el sentido de límite y freno
al abuso de la discrecionalidad.
18. Pero igualmente
ese conjunto normativo, con las limitaciones y cautelas que incorpora, confiere
al Presidente un innegable margen de discreción en lo que hace al ejercicio de
los poderes excepcionales derivados de los mencionados estados de anormalidad.
La Constitución
confía al Presidente la conservación del orden público en todo el territorio
nacional y su restablecimiento donde fuere turbado (CP art.189-4). Lo que
equivale al deber de velar por el bienestar, la tranquilidad y la seguridad
materiales de la nación.
El obligado y
permanente contacto del Gobierno con las exigencias y necesidades de la
comunidad, lo colocan en una posición privilegiada para determinar el
advenimiento de la anormalidad y la adopción de las medidas idóneas para su
conjuración.
La Constitución no
prevé las medidas concretas que frente a una singular situación de anormalidad
declarada pueda adoptar el Gobierno, tarea de suyo imposible de ser definida en
abstracto, por lo variado, imprevisto y contingente de los hechos que pueden en
la realidad trastocar gravemente la normalidad. La Constitución satisface su
función preventiva - y en cierto modo tutelar de su eficacia - instituyendo
poderes excepcionales para enfrentar la anormalidad y, al mismo tiempo,
controles, igualmente acentuados, para evitar su ejercicio abusivo y garantizar
el rápido retorno a la normalidad.
La escogencia de las
medidas concretas dirigidas a restablecer el orden público - en cualquiera de
sus manifestaciones - es una función que corresponde al Presidente, y para cuyo
buen suceso resulta necesario conferirle un adecuado margen de discreción, pues
si hay algo que conspira contra la eficaz solución de una situación de
anormalidad es la estricta predeterminación de las medidas que ante
circunstancias extraordinarias - muchas veces desconocidas e imprevisibles -
puedan o deban tomarse.
El régimen de
excepción debe, por tanto, interpretarse también en el sentido de instrumento
legítimo, para proteger a la comunidad, a la democracia y a sus
instituciones y al medio ambiente cuando resulten gravemente comprometidos en
su integridad y funcionamiento como consecuencia de situaciones o eventos no
susceptibles de ser tratados con el repertorio de medios ordinarios.
19. El control no
puede tornar anodino el instrumento de excepción pero este no puede tampoco
acarrear la negación del Estado social de derecho y la vigencia del principio
democrático que lo sustenta, menos todavía si se tiene presente que su designio
último y primero es su defensa. La razón de ser de los mecanismos de control
estriba en conciliar la necesaria eficacia de las instituciones de excepción
con la máxima preservación posible, en circunstancias extraordinarias, de los
principios esenciales del ordenamiento amenazado.
20. La declaratoria
de los estados de excepción da lugar a un tipo de control político por parte
del Congreso, aunque con modalidades propias para cada uno de ellos.
Tratándose de los
estados de guerra exterior y conmoción interior, los artículos 212 y 213 de la
CP ordenan al Presidente informar al Congreso sobre "los decretos que haya
dictado y la evolución de los acontecimientos", en el primer caso, y pasar
a aquél" un informe motivado sobre las razones que determinaron la
declaración", en el segundo.
Por su parte, el
artículo 215 señala que el Congreso - como consecuencia de la declaratoria del
estado de emergencia - "examinará por un lapso de treinta (30) días
prorrogable por acuerdo de las dos cámaras, el informe motivado que le presente
el Gobierno sobre las causas que determinaron el estado de emergencia y las
medidas adoptadas, y se pronunciará expresamente sobre la conveniencia y
oportunidad de las mismas".
Según los artículos
214-5 y 215 de la carta, el Presidente y los Ministros serán responsables
cuando declaren los estados de excepción sin haber ocurrido las situaciones de
anormalidad que los justifiquen y lo serán también, al igual que los demás funcionarios,
por cualquier abuso que hubieren cometido en el ejercicio de sus facultades.
21. Entre los varios
objetivos a los cuales se endereza el control político que corresponde ejercer
al Congreso bajo los estados de excepción, cabe destacar el relacionado con el
concreto ejercicio de la discrecionalidad del poder Presidencial en estas
situaciones.
El juicio de
responsabilidad que puede seguirse al Presidente y a sus Ministros cuando
declaren los estados de excepción sin reunirse las causales respectivas, pone
un primer límite a su discrecionalidad. La responsabilidad que a estos altos
funcionarios del Estado puede igualmente endilgárseles por abuso en el
ejercicio de las facultades extraordinarias, pone de presente un segundo límite
a la discrecionalidad. Finalmente en el estado de emergencia, asunto que
interesa particularmente para los efectos de esta sentencia, el control
político se extiende al pronunciamiento expreso sobre la conveniencia
y oportunidad de las medidas, con lo cual se adentra mucho más el Congreso en
la esfera de discrecionalidad del Presidente.
22. El acentuado
control político que ejerce el Congreso en los estados de excepción, cumple una
función democrática de contrapeso al poder ampliado que adquiere el Presidente.
Pero, adicionalmente, se pretende que con ocasión del mismo, se adelante en el
seno del Congreso, sede natural del diálogo y de la deliberación nacional, un
debate sobre la específica problemática que originó el correspondiente estado
de excepción, con el objeto de ventilar públicamente responsabilidades,
examinar sus causas últimas, estudiar las diferentes alternativas de acción y
promover hacia el futuro los cambios y medidas que se juzguen más convenientes.
Los valores
esenciales de la democracia y de la participación exigen que con ocasión de
cada estado de excepción, particularmente los de conmoción interior y
emergencia, el control político del congreso se ejerza con plenitud y de lugar
al más amplio y profundo debate público en torno de los hechos que los suscitaron
y de sus soluciones. Ningún sistema político puede persistir si la comunidad y
las instituciones que la representan no tienen la posibilidad de recuperar su
historia e introducir los cambios y transformaciones que las variadas
circunstancias exijan, máxime si éstas han sobrevenido como hechos
perturbadores de la normalidad.
23. El control
jurídico sobre los decretos que el Presidente expide en el curso de los estados
de excepción y que compete a la Corte Constitucional examinar, representa otro
límite a su discrecionalidad. Si bien las anotaciones generales siguientes
giran alrededor de los decretos relativos al estado de emergencia, en lo
pertinente ellas son de recibo para los otros estados de excepción.
24. El Decreto que
declare el estado de emergencia sólo podrá haberse dictado si en efecto han sobrevenido
hechos distintos a la guerra exterior o a la conmoción interior que perturben o
amenacen perturbar en forma grave e inminente el orden económico, social y
ecológico del país,o que constituyan grave calamidad pública (CP art 215).
Los hechos
anteriores constituyen el presupuesto objetivo del decreto que declara
la emergencia económica, y su ausencia determina la inexequibilidad del acto y
la responsabilidad del Presidente y sus Ministros (CP art. 215). Es claro que a
luz de la Constitución, la verificación de la realidad del supuesto de hecho
configurador de la emergencia, no entraña el ejercicio de ningún poder
discrecional por parte del Presidente. El artículo 215 de la constitución no
deja ninguna duda sobre el particular: "...El Presidente y los Ministros
serán responsables cuando declaren el estado de emergencia sin haberse
presentado alguna de las circunstancias previstas en el inciso primero..."
Las diferentes
situaciones de anormalidad que constituyen el presupuesto objetivo de la
declaratoria del estado de emergencia, no son definibles en abstracto
apriorísticamente, pues el constituyente ha utilizado fórmulas o conceptos
jurídicos indeterminados que sólo resultan determinables frente al respectivo
evento concreto, tales como hecho que perturbe o amenace perturbar en forma
grave e inminente el orden económico, o la noción de grave calamidad
pública.
El Gobierno no puede
arbitrariamente definir cualquier circunstancia como sobreviniente y gravemente
perturbadora del orden económico, social o ecológico del país o constitutiva de
grave calamidad pública. Se precisa que el hecho señalado por el Gobierno
quede incluído en el ámbito conceptual y significativo de tales conceptos.
La inclusión de una
"cláusula general", de un "concepto jurídico indeterminado"
o de una "fórmula abierta "en una norma constitucional, no inhibe a
la Corte Constitucional para efectuar el correspondiente juicio sobre la
adecuación del acto bajo su control con respecto a los indicados parámetros
constitucionales. Al hacerlo la Corte no se transforma en Tribunal político y,
por el contrario, apelando a un método estrictamente judicial, extrae de los
principios indeterminados plasmados en la constitución la regla más justa y
apropiada a su esencia, contribuyendo así por la vía de la interpretación, a su
correcta explicitación y actualización concretas. Por lo demás, la nueva
constitución ha introducido otros principios - igualdad, justicia, equidad
etc. - cuyo sentido normativo e inspirador del entero ordenamiento no sufre
mengua por el contenido general y abierto de su construcción positiva.
La consagración
constitucional de los hechos constitutivos de las causales de la emergencia,
bajo la forma de conceptos jurídicos indeterminados - pero determinables frente
a cada caso - significa que el juicio subyacente al decreto declaratorio de la
misma, en cuanto hace a la verificación de uno de tales hechos no es de tipo
discrecional como referido a la oportunidad y conveniencia, sino cognoscitivo
y, por lo tanto, interpretativo.
Al paso que los
decretos que se dictan como consecuencia de su declaración responden a una
competencia discrecional - el Presidente valora en cada caso lo que exige el
interés público y escoge entre varias alternativas de acción -, tratándose del
decreto que produce la declaración, la libertad del Presidente se reduce a
tomar la decisión de efectuar dicha declaración determinando el momento para
hacerlo y señalando los hechos que la justifican, pero en lo que concierne a la
efectiva configuración del presupuesto objetivo de la misma, no dispone de
discrecionalidad alguna y no hay alternativas distintas a su existencia o
inexistencia. En este extremo, dominado por la interpretación - no por la
discrecionalidad - el Presidente debe acertar, so pena de comprometer su
responsabilidad política y penal, pues su apreciación está unívocamente vinculada
a los criterios primarios de calificación de los únicos hechos que pueden
sustentar la respectiva declaración. En cada momento histórico, conforme a
dichos criterios, sólo habrá una solución que corresponda al correcto
entendimiento de tales categorías constitucionales. De lo contrario, carecería
de sentido la admonición del artículo 215 que hace responsables al Presidente y
los Ministros "cuando declaren la emergencia sin haberse presentado
algunas de las circunstancias previstas en el inciso primero".
De otra parte,
perdería toda sindéresis el control constitucional de los decretos dictados
durante la emergencia, siendo su marco de referencia un presupuesto falaz y
discutible. En fin, ni siquiera cabría imaginar los efectos de
desestabilización institucional a que podría conducir abandonar al mero juicio
de oportunidad y conveniencia, la verificación del presupuesto objetivo de la
declaración de emergencia, vía franca para que el Presidente pueda a su
arbitrio sustituir al Congreso en el ejercicio de la función legislativa. Lo
expuesto torna imperioso el examen y escrutinio rigurosos, como lo ha decidido
esta Corte, del decreto que declara la emergencia.
La Corte tiene en
cuenta que un juicio de existencia sobre el presupuesto objetivo de una
eventual declaratoria, en cuanto está ligado a conceptos complejos que
envuelven criterios de valoración no estrictamente técnicos -como gravedad,
inminencia, amenaza, etc, debe necesariamente comportar un margen de discreta
apreciación por parte del Presidente que, de todas maneras, no es en modo alguno
discrecional, no puede ignorar la existencia real de los hechos que dan base a
sus calificaciones, ni sustraerse a un escrutinio lógico y racional del nexo de
probabilidad que pueda enlazarse a sus manifestaciones y previsiones, así como
de la misma congruencia de su argumentación a la luz de las circunstancias cuya
existencia se proclama.
Se deduce de lo
anterior, la necesidad perentoria de motivar adecuadamente los decretos que
declaren la emergencia y acreditar, por parte del Presidente, la efectiva
ocurrencia de las causales que se alegan para la misma. la Corte, por su
parte, sin considerarse para el efecto estrictamente vinculada a la preceptiva
legal que gobierna la recaudación de las pruebas judiciales, apelará a todos
los medios a su alcance para ilustrar su juicio sobre la efectiva ocurrencia de
las causales y motivos aducidos por el Gobierno para declarar cualquier estado
de excepción.
25. La revisión
constitucional de los decretos que se expiden como consecuencia de la
declaratoria de emergencia, no necesita ser analizada en esta sentencia, y sólo
brevemente se alude a ella para indicar que su examen completa el control
jurídico instituído por el Constituyente sobre el ejercicio de los poderes
excepcionales y que, por su parte, cumple la función de vigilar que la
discrecionalidad del Presidente sea la adecuada para enfrentar la anormalidad y
garantizar el inmediato retorno a la normalidad.
La Constitución
establece, para la fase que sigue a continuación de la declaración de la
emergencia, esto es, para el ejercicio de las facultades extraordinarias que
asume el Presidente y que entrañan un necesario margen de discrecionalidad, el
siguiente límite que podría considerarse de orden dinámico:
"Mediante tal declaración, el Gobierno tendrá las facultades estrictamente
necesarias para conjurar las causas de la perturbación e impedir la
extensión de sus efectos" (CP. art. 215).
EXAMEN DEL
PRESUPUESTO OBJETIVO DE LA DECLARACION DE EMERGENCIA
26. El Presidente
invoca como hecho que sustenta la declaratoria de emergencia, el siguiente: una
significativa perturbación del clima laboral en el sector oficial originada en
la falta de alza oportuna de salarios, extendida inclusive a los miembros de la
fuerza pública, para conjurar la cual carecía - en razón del tránsito del
régimen constitucional - de instrumento legal adecuado y que se tornaba en
grave amenaza perturbadora del funcionamiento de la administración pública y el
orden social del país.
27. La perturbación
del clima laboral en el sector oficial es una circunstancia que a la luz de las
informaciones recogidas por la Corte Constitucional, parece plenamente probada.
Sobre su existencia real aseveran los Ministros de Gobierno, Hacienda y Crédito
Público, Defensa Nacional y de Trabajo y Seguridad Social. Un documento de
inteligencia de la Dijín, da cuenta de una profusión de manifestaciones de los
sindicatos y centrales de trabajadores, especialmente en el campo oficial en
áreas vitales para la vida comunitaria como el sector eléctrico, petrolero, bancario
y de comunicaciones, que acreditan un proceso de creciente tensión y cuyo
contenido reivindicativo podía ser aprovechado para inducir un mayor grado de
conflictualidad social por parte de las FARC y el ELN. En este informe se
refieren varios indicios sobre la agitación que se estaba fraguando en el
personal de agentes de la Policía Nacional de Santa Fe de Bogotá, originada en
sus condiciones salariales, entre los cuales cabe resaltar la circulación de
volantes que invitaban a una cesación en la prestación del servicio.
En los informes de
los expertos Doctores Oscar Rodríguez Salazar, Director del CES, y Alvaro
Camacho Guizado, consultor de Fedesarrollo, ambos ajenos al Gobierno, no se
desconoce la situación fáctica de agitación laboral presente en el sector
oficial y que antecedió a la expedición del Decreto 333 de 1992, pese a que el
último experto discrepa sobre la oportunidad de la medida.
28. Es un hecho
público y notorio que para la época de ocurrencia de los hechos que integran el
presupuesto objetivo de la declaratoria de la emergencia, no era posible, en
razón de la situación de tránsito del régimen constitucional y del tiempo
mínimo que debe transcurrir entre la presentación de un proyecto de ley y su
aprobación por el Congreso, que el Gobierno, no habiéndose expedido la ley
marco sobre salarios y prestaciones de los empleados públicos, pudiera dar
respuesta a la perturbación laboral.
29. La grave
perturbación laboral es un hecho distinto de la guerra exterior y de la
conmoción interior. No obstante que la constitución, por las razones anotadas,
mantiene un tratamiento diferenciado para las perturbaciones del denominado orden
público político (CP art.213) y del orden económico, social y ecológico (CP
art.215), no puede descartarse ab initio que la etiología última del
estado de conmoción interior pueda residir en graves factores de tensión de
orden económico o social. Por el contrario, parecería, si se revisa la
historia, que ésta es la constante. Lo que interesa, para los efectos constitucionales,
es la naturaleza de la causa inmediata de la perturbación y la ubicación
precisa de la deficiencia que impide resolver a través del régimen ordinario el
insuceso que induce al estado de excepción. En el presente caso, la
perturbación obedeció a la falta oportuna de aumento de salarios a los
empleados públicos, incluídos en su condición de tales, los miembros de la
fuerza pública; y, la falta oportuna de respuesta, no se debió a una falencia
insuperable de los poderes de policía ordinaria, sino a la ausencia de un
instrumento legal de política salarial. De otra parte, la agitación laboral,
principalmente se manifestó como perturbación del orden social y no como
conmoción interior. De ahí que la potenciación de la capacidad de respuesta del
sistema frente a la tensión creada - objetivo de los estados de excepción - no
fuera lógico buscarla en el incremento del poder de policía sino en la adopción
de una medida económica: el alza de salarios.
30. Con el objeto de
verificar si los hechos invocados en el decreto reunen intrínsecamente los
demás criterios de calificación exigidos en la norma constitucional, es
procedente precisar - frente a las situaciones concretas invocadas - el sentido
de la enunciación del presupuesto fáctico contemplado en el estatuto
fundamental como condición esencial para la declaratoria de emergencia.
Una necesidad
importante y extraordinaria e improrrogable en el tiempo es una hipótesis que entra en el concepto
de hecho sobreviniente con aptitud para erigirse en amenaza grave e inminente
del orden social. La necesidad extraordinaria es aquella que no puede ser
satisfecha, en un tiempo razonable, a través de los medios de la legislación
ordinaria. Esa necesidad es improrrogable en el tiempo y es importante si, en
el contexto social y político del momento, su solución reviste carácter de
urgencia y da respuesta a un interés vital para la sociedad, cuya negación
puede y tiene la aptitud para afectar la tensión social normal y desplazarla hacia
un nivel crítico.
31. Los hechos
aducidos por el Presidente en el Decreto examinado reunen, a juicio de la
Corte, las notas anteriores.
Para hacerle frente
al extenso clima de agitación laboral, el Presidente carecía de instrumentos
jurídicos. Antes de la vigencia del nuevo ordenamiento constitucional, el
régimen salarial y prestacional de los servidores públicos era competencia del
legislador que, regularmente confería facultades extraordinarias al Presidente,
de modo que los emolumentos oficiales eran reajustados durante el primer mes de
cada año. De acuerdo con la constitución actual, dicho régimen debe ser fijado
por el Gobierno, ciñéndose a los criterios y normas generales que mediante
ley señale el Congreso (CP art. 150-19) El manejo normal de la política laboral
en el sector oficial, dió paso a una situación súbita de anormalidad en la
cual frente a manifestaciones de descontento laboral de variada intensidad, el
Presidente carecía de medios idóneos para encarar la situación. De otra parte,
no era posible, que en un tiempo razonable, se pudiese dictar la ley marco del
régimen salarial y prestacional de los empleados públicos. Todavía hoy setenta
y cuatro (74) días después de decretada la emergencia no se ha expedido la
mencionada ley. Sobra destacar que aparte del reajuste de salarios, ninguna
otra medida era concebible para conjurar el creciente malestar laboral, de modo
que sin instrumento legal, éste tendería a adoptar un curso impredecible,
pudiendo llegar la tensión social hasta un nivel crítico.
La pérdida del poder
adquisitivo del salario real entre enero de 1991 y febrero de 1992, según
cálculos del CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL, fue del
orden del 42.34%. Este deterioro salarial marcado, requería de un inmediato
reajuste, por lo menos para restablecerlo al nivel original, pues de lo
contrario se hubiera continuado incubando un malestar social de incalculables
proporciones, que, por lo demás, ya comenzaba a exteriorizarse a través de
diversas manifestaciones. El acelerado deterioro del salario, particularmente,
en este caso, del correspondiente a los empleados de menores ingresos, afecta
un interés que no puede desconocerse como vital, dado que el salario es la base
de la reproducción material de la existencia y sustento de la familia, núcleo
esencial de la sociedad (CP art.42).
La urgencia de la
necesidad resulta igualmente convalidada por el contexto social y político del
momento,que exigía una pronta solución al problema planteado, máxime si se
tiene en cuenta que el deterioro salarial era creciente en el tiempo y su
remedio, así fuese el simple paliativo del reajuste, no se conciliaba con la
prevista duración mínima del proceso legislativo ordinario.
No es cierto que una
grave perturbación laboral no pueda dar lugar a la declaratoria del estado de
emergencia. En principio, los decretos que se dicten en desarrollo de la
emergencia, no tienen límite en razón de la materia. Lo decisivo es que tales
Decretos tengan relación directa con las causas de la perturbación y se dirijan
a conjurarla o a impedir la extensión de sus efectos. Es evidente que si la
causa tiene raíz laboral, como es el caso del deterioro acelerado del salario
de los empleados públicos, los Decretos tengan un contenido laboral ya que de
lo contrario no se podría poner término a la emergencia. Si la consideración
del trabajo como valor fundante del Estado impidiera la declaratoria de la
emergencia - concebida como medio para contrarrestar un abrupto y grave
deterioro salarial generador de un agudo malestar social -, en una situación
tan particular como la que se refiere en esta sentencia, éste resultaría
desplegando un efecto antinómico de su misma esencia protectora y defensora del
trabajo, del trabajador y de su salario. En fin, si bien es cierto que el
Gobierno no puede desmejorar los derechos sociales de los trabajadores mediante
los Decretos de Emergencia, nadie ha negado - y no lo podría hacer - que a
través de ellos se puedan mejorar y con mayor razón evitar que se desmejoren.
A la luz de las
evidencias con que ha contado esta Corte y en razón de la naturaleza de los
hechos expuestos, cabe advertir su aptitud para convertirse en grave amenaza
del orden social. Este conjunto de circunstancias indican a la Corte que al
apreciar la probabilidad real de amenaza que tales hechos entrañaban, el
Presidente ha hecho uso adecuado del discreto margen de apreciación que en esta
materia debe reconocérsele. La posibilidad de parálisis de la administración
pública y la eventual y a todas luces ilegal cesación de funciones de los
miembros de la fuerza pública, no podían ser descartadas si el horizonte del
conflicto laboral hubiese continuado dilatándose. La potencialidad de grave
daño social asociado a las crecientes manifestaciones de malestar y sus
posibilidades de efectiva actualización, fueron justamente apreciadas por el
Presidente. Es injusto con el cuerpo social y compromete la responsabilidad del
Presidente - conciencia por excelencia previsora del sistema social - esperar a
que la amenaza haga su tránsito ineluctuable a calamidad pública, para que
entonces se decida a actuar. Esa exigencia no se lee en el artículo 215 de la
Constitución.
VIII. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
Declárase CONSTITUCIONAL
el Decreto 333 de febrero 24 de 1992, "Por el cual se declara el
Estado de Emergencia Social".
Comuníquese al
Presidente de la República y al Presidente del Congreso, publíquese, insértese
en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
-Salvamento de Voto-
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ G. ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Magistrado
FABIO MORON
DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
SALVAMENTO DE
VOTO A LA SENTENCIA C-004 DE MAYO 7 DE 1992,
ESTADOS DE
EXCEPCION/EMERGENCIA SOCIAL/PRESIDENTE DE LA REPUBLICA-Discrecionalidad (Salvamento de voto)
La Corte no puede
limitarse a verificar si el presupuesto objetivo alegado por el Presidente como
causa de la declaratoria de emergencia, existe fácticamente o nó; por el
contrario, su papel fundamental estriba en evaluar si a la luz del ordenamiento
constitucional y principalmente de la manera como ella regula la dinámica
normalidad-anormalidad, el hecho reputado como factor generativo de anormalidad
puede, por su naturaleza y génesis, recibir ese calificativo y por ende,
obtener el tratamiento propedeútico que su normatividad contempla para los de
esa clase.
El "margen
de apreciación" que corresponde al gobierno durante los estados de
excepción no equivale en modo alguno a potestad discrecional de apreciación de
los hechos invocados como causa de la declaratoria ni mucho menos a facultad de
decidir de manera arbitraria, desprovista de toda regulación por fuera de la
omnímoda y caprichosa voluntad del actor.
EMERGENCIA
SOCIAL-Causales (Salvamento de voto)
El deterioro del
salario real, que es entendido como el hecho que dio origen a la agitación
laboral, no puede considerarse como de carácter sobreviniente, puesto que no
fue impredecible ni se presentó de improviso.
La situación era
grave y no existían medios de solución; pero no se trataba de una crisis en la
sociedad sino de una crisis en el gobierno; de una crisis en la relación entre
éste y sus súbditos, ocasionada por la puesta en marcha de una política de
restricción de salarios. Permitir que el Presidente de la República haga uso de
la declaratoria de excepción constitucional en este tipo de coyunturas es, ni
más ni menos, convertir la norma constitucional en una herramienta a
disposición de la política.
Es claro que los
conflictos laborales, propios de la dinámica obrero-patronal de nuestro sistema
económico capitalista, a partir de la vigencia de la Carta de 1991 se ubican
exclusivamente en el amplio universo de la normalidad y deben solucionarse
mediante instrumentos jurídicos ordinarios, como corresponde a su nueva y
privilegiada naturaleza constitucional.
CONMOCION
INTERIOR/PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD(Salvamento de voto)
La vigencia del
principio de subsidiariedad, contemplado dentro de la normatividad del Estado
de conmoción interior, fue extendida por la Corte al caso del Estado de
Emergencia. De acuerdo con él, las medidas de excepción sólo pueden emplearse
una vez se hayan hecho ineficaces los instrumentos ordinarios del Estado. La
Corte entiende que este requisito se configuró al no existir en su momento un
instrumento legal de política salarial, debido a que los términos
constitucionales para el tránsito de un proyecto de ley en el Congreso impedían
una respuesta oportuna a la perturbación laboral.
No obstante, en
el momento en que se expidió el decreto que se refería a la materia de la ley
en curso en el Congreso, no se habían agotado aún los instrumentos ordinarios
que tenía el Estado para resolver las crisis, en este caso la actuación de la
cabeza de la rama legislativa.
PROCESO R.E - 001
EN DEFENSA DE LA NORMALIDAD QUE LOS
COLOMBIANOS
HEMOS DECIDIDO CONSTRUIR
Desde el tranquilo
refugio de mi conciencia autónoma y en mi condición de autor del proyecto de
fallo parcialmente improbado, el suscrito Magistrado expone las razones que lo
han movido a salvar su voto y que aparecen agrupadas para mejor comprensión de
cualquier curioso lector en los siguientes acápites:
1. El control material:
discreto o inexistente?
2. El decreto 333 de
1992 es inconstitucional
3. La
inexequibilidad diferida
4. Premio a la
irresponsabilidad y agravio a la justicia
5. El Congreso, para
qué?
6. La Corte
Constitucional, para qué?
7. El Estado Social
de Derecho y los Estados de Excepción
8. Control material
por el Congreso?
9. Crisis
Gubernamental, crisis social?
10. Normalidad
y anormalidad
11. El
trabajo: elemento esencial de la nueva legitimidad
1. EL CONTROL MATERIAL:
DISCRETO O INEXISTENTE?
Para comenzar con la
exposición de las razones por las cuales me separo abiertamente de la
sentencia, estimo pertinente manifestar que con relación al alcance de la
competencia de la Corte en lo concerniente al control constitucional del
decreto que declara el estado de excepción, hago míos los razonamientos que el
Magistrado Luis Sarmiento Buitrago expuso en salvamento de voto a la sentencia
mayoritaria del 15 de octubre de 1974 para sustentar el control integral de los
decretos expedidos en virtud del Artículo 122 de la expirada Carta Política,
por cuanto estimo que ellos conservan toda su vigencia frente a la regulación
que del estado de excepción hace hoy el artículo 215 de la Constitución de
1991.
Movido por esta
honda convicción procedí inmediatamente a solicitar al señor Presidente del
Congreso el envío de informaciones escritas, precisas y pertinentes acerca de
las circunstancias que impidieron a ese órgano culminar el trámite del proyecto
en materia de fijación de salarios presentado por el Gobierno el 19 de diciembre
pasado, así como sobre el estado de su tramitación en febrero 24 pasado. La
respuesta reposa a folios 38 a 42 del expediente.
Con el mismo fin
solicité a los señores Ministros de Defensa, Hacienda, Gobierno y Trabajo
informaciones relativas a la gravedad e inminencia de los hechos sobrevinientes
que amenazaron perturbar el orden y que hicieron necesaria la declaración del
estado de emergencia social, las cuales obran a folios 10 a 31.
Aunque la sentencia
de la Corte recoge en lo fundamental los planteamientos que acerca del control
material me permití formular en el proyecto, no me propongo aquí reivindicar
ninguna coautoría en la elemental tarea de interpretar y aplicar principios jurídicos
que bien mirados son hoy evidentes acerca de la misión que esta Corte tiene
como guardiana de la integridad y supremacía de la Carta. Es, pues, mi voluntad
que la modestísima cuota que pudiera corresponderme eventualmente en el nuevo
rumbo de la jurisprudencia constitucional acrezca la porción de mis ilustres
predecesores en la causa, ahora triunfante, del control constitucional integral
y entre ellos, en primer lugar la que en justicia debe corresponderle al
Magistrado Sarmiento Buitrago.
Pero en virtud de lo
anterior es claro, asímismo, que no comparto en absoluto la menguada concepción
de un control material discreto, o, de un control material por parte del
Congreso que ha sido acogida benévolamente en la sentencia. Porque como espero
demostrarlo, tal concepción reduce a su mínima expresión el control jurídico
amplio que enhorabuena la Constitución de 1991 ha confiado a esta Corte en
defensa no sólo de los derechos fundamentales y de los transitorios intereses
de un gobierno sino también y en forma prevalente, de los intereses de la
nación colombiana.
En efecto, en los
términos en los que la decisión de mayoría concibe el "margen de
apreciación y discrecionalidad" que corresponde al Presidente de la
República en los Estados de Excepción y especialmente en la Emergencia, es
claro que el control material es a tal punto discreto que deviene en
inexistente.
En el Considerando
17 se afirma que:
"... la Corte Constitucional
interpreta el conjunto de normas que el Estatuto Fundamental dedica a los
estados de excepción en el sentido de límite y freno al abuso de la
discrecionalidad. (p. 23).
Sin embargo, en el
Considerando 18, a renglón seguido se señala:
"Pero igualmente ese conjunto
normativo, con las limitaciones y cautelas que incorpora, confiere al Presidente
un innegable margen de discreción en lo que hace al ejercicio de los poderes
excepcionales derivados de los mencionados estados de anormalidad (p.23).
"...
Y en el Considerando
24 se agrega:
"... la Corte tiene en cuenta que un
juicio de existencia sobre el presupuesto objetivo de una eventual
declaratoria, en cuanto está ligado a conceptos complejos que envuelven
criterios de valoración no estrictamente técnicos -como gravedad, inminencia,
amenaza, etc., debe necesariamente comportar un margen de discreta apreciación
por parte del Presidente que, de todas maneras, no es en modo alguno
discrecional, pues no puede ignorar la existencia real de los hechos que dan
base a sus calificaciones..." (p. 28).
En mi opinión, la
Corte no puede limitarse a verificar si el presupuesto objetivo alegado por el
Presidente como causa de la declaratoria de emergencia existe fácticamente o
no; por el contrario, su papel fundamental estriba en evaluar si a la luz del
ordenamiento constitucional y principalmente de la manera como ella regula la
dinámica normalidad-anormalidad (para hablar en los mismos términos de la
sentencia), el hecho reputado como factor generativo de anormalidad puede, por
su naturaleza y génesis, recibir ese calificativo y por ende, obtener el tratamiento
propedeútico que su normatividad contempla para los de esa clase.
Por ello, insisto en
afirmar, como lo hacía en el párrafo final que resultó eliminado del
considerando concerniente al alcance de la competencia de la Corte pese a haber
aprobado la Sala Plena la tesis del control material que era conclusión
necesaria de las premisas que lo antecedían y que si fueron acogidas, que el
"margen de apreciación" que corresponde al gobierno durante los
estados de excepción no equivale en modo alguno a potestad discrecional de
apreciación de los hechos invocados como causa de la declaratoria ni mucho
menos a facultad de decidir de manera arbitraria, desprovista de toda
regulación por fuera de la omnímoda y caprichosa voluntad del actor. Considero
que ello es así pues tales estados se sustentan en supuestos fácticos
consagrados en las propias normas que los regulan, que deben ser apreciados por
la Corte mediante criterios objetivos y razonables en el momento de juzgar la
constitucionalidad de su declaratoria.
Por esto, sostener,
como se hace en la sentencia que:
"18. ... El obligado y permanente
contacto del Gobierno con las exigencias y necesidades de la comunidad, lo
colocan en una posición privilegiada para determinar el advenimiento de la
anormalidad y la adopción de las medidas necesarias para su conjuración"
(El énfasis es mío).
Y que:
"La escogencia de las medidas
concretas dirigidas a restablecer el orden público -en cualquiera de sus
manifestaciones- es una función que corresponde al Presidente, y para cuyo buen
suceso resulta necesario conferirle un adecuado margen de discreción, pues si
hay algo que conspira contra la eficaz solución de una situación de anormalidad
es la estricta predeterminación de las medidas que ante circunstancias
extraordinarias -muchas veces desconocidas e imprevisibles- puedan o deban
tomarse (pp. 23-4)".
Me conduce a la
pregunta: Y si ello es así, entonces para qué control político y control
jurídico? Es que acaso la Corte Constitucional no dispone de condiciones y
elementos que le permitan pronunciarse con autoridad acerca de los supuestos
fácticos aducidos por el gobierno como razones de la declaratoria de un estado
de excepción? Y si carece de ellos, cómo puede al propio tiempo afirmar que
realiza un control material sin incurrir en grave contradicción?
Hecha la anterior
aclaración, continuaré exponiendo, ahora con mayor tranquilidad, las razones
fundamentales de mi disentimiento de la sentencia en el orden que he anunciado.
2. EL DECRETO 333 DE 1992 ES
INCONSTITUCIONAL
Considero que este
decreto es a todas luces inconstitucional por cuanto los hechos que dieron
lugar a la declaratoria de la emergencia social no reunen las características o
calidades que la Carta exige, por las siguientes razones:
A. Tales
hechos no son sobrevinientes;
B. Tampoco
tienen la gravedad que la norma, la jurisprudencia y la doctrina exigen;
C. Ni son
distintos a los que dan lugar a los demás estados de excepción.
A. Los
hechos no son sobrevinientes
"Nuestro sistema capitalista de
estirpe institucional democrática, asentado en el caso colombiano sobre
inveterados pilares de penuria y subdesarrollo económico, está diseñado con
suficiente consistencia y flexibilidad para resistir como inherentes a su
contextura y estructura los fenómenos cíclicos y coyunturales normales de la
inflación, la devaluación monetaria, del déficit fiscal constante, de la
emisión monetaria recurrente, de la crisis en los precios internacionales de
los productos de exportación, del desempleo, de la estanflación, entre otros,
dentro de mayores o menores grados de intensidad y confluencia, como
fenomenología propia del mecanismo, y esta situación se ha vuelto regular y no
es por tanto sobreviniente." (Magistrados Ponentes: Manuel Gaona Cruz,
Carlos Medellín y Ricardo Medina Moyano. C.S.J. Sentencia de Sala Plena de
febrero 23 de 1983. Gaceta Judicial, Tomo CLXXV No. 2413, pp. 68 ss).
Por la particular
autoridad que le confiere el no ser un pronunciamiento de validez simplemente
coyuntural, he querido tomar como epígrafe en esta parte la afirmación de los
Magistrados Ponentes de la sentencia del 23 de febrero de 1983, los cuales
señalaron claramente la naturaleza propia del hecho sobreviniente en términos
que hoy conservan su plena vigencia.
La sentencia que es
materia de este salvamento sostiene que:
"16. El ámbito de las instituciones
de la anormalidad se reserva para aquellas perturbaciones que pueden poner en
peligro elementos y condiciones esenciales del sistema económico, político,
social o del medio ambiente, más allá de lo que resulte ser en un momento dado su
rango normal de existencia o funcionamiento y que tengan la posibilidad de
amenazar con superar un límite crítico". (P. 22; Enfasis fuera de
texto).
Empero, causa a lo
menos perplejidad el examen que del "presupuesto objetivo" de la
declaración de emergencia se hace a partir del Considerando 26 pues,
contrariamente a lo afirmado, se confiere carácter de anormalidad a hechos que
mal podrían considerarse como sobrevinientes, por ser absolutamente normales,
según pasa a sustentarse:
a) Como en su
momento tendré ocasión de exponerlo con algún detalle, el problema salarial es
inherente al tema del trabajo que, por mandato constitucional, es valor
fundamental del Estado colombiano. nada de lo que concierna al trabajo, puede,
pues, sorprender o coger desprevenido al Estado. Lo afirmado no significa que
ignore, como lo da a entender la sentencia en la página 32, "... que una
grave perturbación laboral no pueda dar lugar a la declaratoria del estado de
emergencia...". Ciertamente pueden surgir por este motivo crisis
amenazantes de tal magnitud, que ameritan la declaratoria de la emergencia. En
todo caso, no es esta la situación, pues la reivindicación salarial y su
presión a través de manifestaciones, huelgas y demás formas de activismo
laboral, en cuanto reconocidas como legítimas por el orden constitucional, no
se inscriben dentro de la anormalidad.
b) Es ya una
costumbre cíclica que a principios de cada año se agite el clima laboral: Las
centrales, sindicatos y agrupaciones obreras entran entonces en el proceso de
negociación colectiva con base en los pliegos de peticiones, y la simultánea
escalada alcista de precios -habitual en los primeros meses del año- contribuye
a un calentamiento del clima laboral. Así que la agitación laboral propia del
sistema democrático y del estado social de derecho, y connatural en sistemas de
esta índole, se agudiza siempre por esta época. No es, pues, un fenómeno
sobreviniente.
c) Si,
coyunturalmente, ese habitual clima de agitación laboral estuvo más tenso que
de ordinario este año, ello es atribuíble en forma determinante a las medidas
tomadas por el gobierno para controlar la inflación. Así lo reconoce el propio
gobierno, como consta en el informe que, a propósito de las causas que
determinaron la emergencia, los ministros de Gobierno, Hacienda, Defensa y
Trabajo enviaron a esta Corte:
"En los días anteriores a la
declaratoria de emergencia, el Gobierno Nacional había registrado una
significativa perturbación en el clima laboral, particularmente por una
circunstancia extraordinaria y coyuntural, como era la demora en el aumento de
los salarios de los empleados públicos, que ya de suyo venían deprimidos por haberse
ajustado solamente el 22%, en enero de 1991". (Subrayas fuera del texto;
Cfr. fl. 10).
El deterioro del
salario real, que es entendido como el hecho que dio origen a la agitación
laboral, no puede considerarse como de carácter sobreviniente, puesto que no
fue impredecible ni se presentó de improviso. La existencia de un índice del
42.34% de disminución del poder adquisitivo de los salarios se dio por un
proceso de acumulación, en el que mes a mes la situación se agravaba en un
porcentaje casi constante.
Por tanto, a nadie
tomó por sorpresa la agitación social que resultó de las medidas
anti-inflacionarias.
b. Los hechos no tienen la
gravedad que la norma, la jurisprudencia y la doctrina exigen
Los hechos que
aparecen invocados en los considerandos del Decreto 333 que, según el
Presidente de la República condujeron a la declaratoria de Emergencia Social,
son fundamentalmente los siguientes:
- Una significativa
perturbación del clima laboral en el sector oficial.
- La falta de alza
oportuna de salarios en dicho sector.
- La extensión de la
perturbación a miembros de la fuerza pública.
Estos hechos fueron
explicados en la comunicación que los Ministros de Gobierno, Hacienda, Defensa,
y Trabajo, enviaron al suscrito que a la sazón actuaba como Magistrado
Sustanciador (Cfr. folios 10 a 13), a la cual anexaron un informe de
inteligencia acerca de las "Perspectivas-Jornada nacional de
protesta".
Sin desconocer en
modo alguno la potencialidad perturbadora de varios de tales hechos, este
Magistrado estima que, sin embargo, ellos no tenían en su conjunto la gravedad
que tanto el artículo 215 como la jurisprudencia y la doctrina exigen para
declarar un Estado de Emergencia.
Baste a este
propósito recordar que ya desde la carta que el entonces Presidente Lleras
Restrepo dirigió a los directorios de los dos partidos históricos en Mayo de
1969, se ponía de presente que el Artículo 122 de la Constitución -antecedente
necesario e inmediato del régimen actual en materia de estados de excepción-,
solo podía decretarse:
"... ante una crisis, es decir, ante
un hecho que interrumpa o altere el curso regular de las cosas: un desastre
natural; hechos anormales en el orden económico o social. Así, por ejemplo, no
creemos nosotros que se puede declarar el estado de emergencia para dictar una
tributaria. Pero, en cambio, si llegare a estallar en el mundo un conflicto
bélico y, como consecuencia de él, descendiere súbitamente el producto de los
derechos de aduana y se alterara el aprovisionamiento del país en artículos
esenciales, podrá decretarse el estado de emergencia y establecerse con
carácter transitorio una contribución extraordinaria o racionarse el consumo de
los productos escasos".
Refuerza la
interpretación que vengo sosteniendo el que en los posteriores desarrollos de
esta norma, la Corte Suprema de Justicia haya considerado que la crisis debe
tener la entidad objetiva de una calamidad. Así se desprende no solo de la
sentencia del 23 de febrero de 1983, sino de varias otras providencias de la
Corte Suprema y a las cuales me remito.
Este planteamiento
está expuesto con suficiente amplitud en el concepto del Dr. Gallón, reconocida
autoridad en este específico tema, quien concluye que:
"... la causal para decretar el estado
de emergencia es la ocurrencia de una grave calamidad pública. La perturbación
o amenaza de perturbación del orden económico no podría dar lugar a la
invocación del artículo 215 sino cuando implicara una grave calamidad pública.
Lo mismo debe decirse de la perturbación o amenaza de perturbación del orden
social y del orden ecológico".
Pero lo sucedido
tampoco llegó a configurar una amenaza extraordinaria del orden, razón por la
cual habría sido igualmente inadecuado declarar por su causa un estado de
conmoción interior. La agitación laboral que se presentó es un hecho normal de
la convivencia democrática. El fallo de la Corte no explica como los hechos que
dieron origen a la declaratoria revestían la gravedad que exige la emergencia.
Primero, porque no existe claridad respecto de si la declaratoria se dio por la
existencia de una perturbación del orden social o de una amenaza, o de ambas,
como lo afirman las consideraciones del decreto. Se dice que existió un clima
de agitación laboral, pero no se establecen sus magnitudes. Se afirma que había
un malestar de incalculables proporciones, sin que apareciesen probadas la
inminencia y la gravedad de la amenaza de perturbación.
Contra la opinión
del fallo, aquí es preciso dejar sentado que nunca se presentó una perturbación
laboral, puesto que no se había llevado a cabo huelga ni manifestación alguna;
apenas los sindicatos y unos volantes habían anunciado la realización de dichas
acciones. Tampoco se trataba de una amenaza de las requeridas para decretar una
emergencia, puesto que el ejercicio de los derechos civiles y sociales no puede
entenderse como una grave calamidad pública, ni tampoco como un atentado contra
las instituciones admitiendo, en gracia de discusión, que el Estado de
Emergencia pueda declararse en casos distintos de una grave calamidad pública
actual o inminente.
c. Los hechos no son distintos a los
contemplados en los
demás Estados de Excepción
El artículo 215 de
la Constitución Nacional, siguiendo la pauta vigente desde 1968, exige para la
declaratoria de la emergencia que los hechos sean distintos a los contemplados
para los casos de "guerra exterior" y de "conmoción
interior"; es decir, que se refieran a perturbaciones del "orden
público no-político".
En la Asamblea
Nacional Constituyente fue negada por significativa mayoría la propuesta del
Gobierno Nacional de introducir un Estado de Alarma, como una situación
adicional de excepción. Quiso con ello el Constituyente impedir que se consagrara
un estado de excepción para situaciones no-excepcionales, y, por sobre todo,
mantener la clara diferenciación entre el orden público político y el orden
público económico o social, afectado por graves calamidades públicas. No se
pueden conjurar las perturbaciones que afectan a aquél a través de la norma
contemplada para éste y viceversa. De ahí que la norma exija que para declarar
el Estado de Emergencia, sea menester que los hechos motivadores de la misma
sean distintos de los del orden público político.
Los informes que el
Gobierno Nacional allegó a esta Corte y la motivación misma del Decreto,
indican que las medidas se tomaron para conjurar una serie de actividades
propias de los mecanismos de presión laboral, y una escalada de la ofensiva
guerrillera. En particular, preocupaba el eventual paro en la policía nacional.
Este tipo de hechos son claramente de índole política. De hecho, la historia
demuestra que en ocasiones similares estas situaciones se controlaban a través
de las medidas de Estado de Sitio (orden público político).
Este tipo de
situaciones eran precisamente las que se contemplaban en la fracasada propuesta
del estado de alarma. A lo sumo cabrían en la figura del Estado de Conmoción
Interior. Pero aplicarlo a situaciones de política laboral y de actividad
subversiva, implica un estiramiento imposible de la figura de la emergencia.
En este punto, es
pertinente la autorizada opinión del Dr. Gustavo Gallón, que este Magistrado
comparte en su totalidad:
"Puede ser una perturbación que no tenga
características graves, y que se inscriba simplemente dentro del normal
desarrollo de los conflictos que se presentan a diario en cualquier sociedad,
sea que se tramiten dentro de la legalidad o por fuera de ella. O puede
tratarse también de una perturbación excepcionalmente grave, "que atente
de manera inminente contra la estabilidad institucional, la seguridad del
estado, o la convivencia ciudadana, y que no pueda ser conjurada mediante el
uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades de policía", caso en
el cual eventualmente podría dar lugar a la declaratoria del estado de
conmoción interior, regulado por el artículo 213 de la constitución. Pero de
ningún modo podría encajar en el artículo 215 para motivar una declaratoria del
estado de emergencia, pues no tiene las características de imprevisibilidad,
irresistibilidad y rareza, propias de una catástrofe, una tragedia o un
desastre". (Subrayas fuera de texto; Cfr. Fl. 60).
Acerca de la
distinción entre los supuestos de la emergencia, de la guerra exterior, y de el
estado de conmoción interior, es desconcertante la tesis expuesta en el párrafo
29, según la cual una agitación laboral pueda manifestarse como
"perturbación del orden social" (causal entonces para decretar el
Estado de Emergencia) y no como conmoción interior. Con el anuncio de una serie
de acciones de los trabajadores para defender su salario, se presenta la
posibilidad de una perturbación laboral, por la eventual realización de huelga
y manifestaciones, circunstancia ésta que se enmarca dentro del orden público
político. Por eso no es un evento distinto de los previstos en el artículo 213
C.N., razón por la cual no puede dar lugar a la declaratoria del Estado de
Emergencia.
Por lo expuesto, no
entiendo cómo, si la sentencia sostiene que "el gobierno no puede
arbitrariamente definir cualquier circunstancia como sobreviniente y gravemente
perturbadora del orden económico, social o ecológico del país, o constitutiva
de grave calamidad pública" (pág.. 26) sí pueda la Corte hacer tal definición
por fuera del "ámbito conceptual y significativo de tales
conceptos". No es esto una contradicción?
3. LA INEXEQUIBILIDAD DIFERIDA
Plenamente
consciente de que el Juez del estado social de derecho no es un instrumento
mecánico al servicio de un ciego racionalismo sino un conciliador del derecho
positivo con los dictados de la equidad propios de una situación concreta y que
debe, por tanto, evitar las consecuencias injustas de la aplicación del derecho
vigente, el suscrito Magistrado no ignoró en ningún momento los efectos
sociales de su propuesta de declarar inexequible el Decreto 333 de 1992. Por
eso, propuso, en forma simultánea, que dicha inexequibilidad tuviera efecto
diferido a fin de no hacer recaer injustamente sobre los asalariados las
consecuencias negativas del fallo y lograr la efectiva supremacía e integridad
de la Carta.
Como se arguyera que
era preciso que el efecto diferido encontrara soporte adecuado en una norma no
de simple estirpe constitucional sino de rango constitucional,
oportunamente presenté un proyecto encaminado a adicionar el actual estatuto de
la Corte con un artículo del siguiente tenor:
"Artículo 52 A Nuevo: Efectos de
las decisiones. La Sala Plena de la Corte determinará en cada caso el momento
a partir del cual surtirán efectos sus decisiones".
Era mi propósito
también el de contribuir modestamente a que se zanjara desde ahora la vieja e
inconclusa disputa acerca de los efectos constitutivos, declarativos o
especiales de los fallos de constitucionalidad. Puse de presente, además, que
no encontraba tan obvia la existencia de una norma de rango constitucional que
sirviera de fundamento sólido a lo dispuesto por el inciso 2 del artículo 21
del decreto 2067 de 1991 en materia de efectos de los fallos de la Corte.
Sin desconocerle
alguna bondad al proyectado artículo, mi propuesta fue finalmente derrotada por
considerársela no solo inconstitucional sino inoportuna y en contradicción
lógica con la presunta naturaleza de la inexequibilidad que hace imperativo su
cumplimiento inmediato. Nada pudieron pues las exigencias de la actual realidad
social del país contra un racionalismo a ultranza, contra un perverso
fundamentalismo jurídico que, por lo visto, terminaron por prevalecer.
Con todo, debo reconocer
que tal vez mi propuesta haya perdido su carácter de necesidad inmediata por
virtud de la próxima sanción de la ley marco de salarios.
4. PREMIO A LA IRRESPONSABILIDAD Y AGRAVIO
A LA JUSTICIA
En el informe sobre
las causas de la declaratoria de emergencia social que solicité a los señores
Ministros de Gobierno, Hacienda, Defensa y Trabajo se reconoce expresamente la
incidencia que ha tenido en el actual clima de agitación laboral medidas
tomadas por el gobierno para controlar la inflación. Los términos utilizados no
permiten abrigar duda alguna al respecto y es oportuno reproducirlos
textualmente:
"En los días anteriores a la
declaratoria de emergencia, el Gobierno Nacional había registrado una
significativa perturbación en el clima laboral, particularmente por una
circunstancia extraordinaria y coyuntural, como era la demora en el aumento de
los salarios de los empleados públicos que ya de suyo venían deprimidos por
haberse ajustado solamente el 22% en enero de 1991" (Subrayas fuera de
texto. Cfr. folio 10).
Como es claro que la
depresión de los salarios registrada en el presente año tuvo su origen en el
deficiente reajuste decretado en enero de 1991, cabe entonces preguntar con
explicable curiosidad y pertinencia: Quién hizo este reajuste y por qué tan
sólo ahora se reconoce que el 22% era una cifra manifiestamente injusta?
De otra parte, en
las informaciones que el señor Presidente del Congreso remitió al suscrito
Magistrado aparece claramente que el proceso de discusión de la ley marco de
salarios se venía adelantando en forma absolutamente normal. Sobre todo, si se
tiene en cuenta que el proyecto fue presentado por el Gobierno a la
consideración del Parlamento tan solo el 19 de diciembre de 1991, vale decir,
horas antes de que se clausuraran sus sesiones.
Además, si se repara
en el iter legislativo que este había cumplido, asiste plena razón al señor
Presidente del Congreso cuando afirma que su trámite nada tuvo que ver con la
declaratoria de la emergencia social.
Todo lo anterior
evidencia que la conducta del gobierno en la regulación de los salarios, dentro
del contexto de su política macroeconómica enderezada a controlar la inflación
como supremo y casi único desideratum, ha sido precisamente una de las causas determinantes
de la perturbación laboral que aparece en las motivaciones de decreto 333 de
1992.
Si, como es sabido,
al ciudadano común no le es permitido alegar su propia culpa para eximirse de
responsabilidad, puede hacerlo, en cambio, un gobierno, que reconoce sin pudor
alguno su omisión grave?
En estas
condiciones, de acuerdo con la justicia propia de un Estado Social de Derecho
debe premiárselo habilitándolo precisamente para expedir normas que
corresponden al Congreso a fin de conjurar una calamidad que el gobierno ha
contribuído en alto grado a desencadenar, actuando en forma que hace recordar a
un aprendiz de brujo?
Podemos contemplar
tranquilamente la aparición de minicrisis parcial o totalmente autogestadas
como motivación para acudir a la emergencia sin agraviar la justicia?
5. EL CONGRESO: PARA QUE?
Es bien sabido que
los estados de excepción han sido consagrados en la Carta para hacer frente a
hechos sobrevinientes que lleguen a adquirir las proporciones de una calamidad
pública real o potencial y que no puedan ser afrontados con los instrumentos
jurídicos ordinarios. Así lo ha señalado con especial claridad el Magistrado
Sarmiento Buitrago en su salvamento de voto en los siguientes términos que
considero oportuno reproducir:
"Los hechos enunciados como motivación
del estado de emergencia, son crónicos en la economía nacional: décadas de años
lleva el gobierno tratando de congelar precios, de mantener el valor real de
los salarios, de soportar huelgas de maestros y empleados por falta de pago de
salarios; de buscar la estabilidad del precio del café y principalmente de
evitar el desequilibrio fiscal y el déficit de tesorería. Es propiamente un
estado de normalidad dentro de la anormalidad económica que sufre no solo
Colombia sino el mundo entero, incluyendo a los países desarrollados.
La emergencia está instituída para cuando
sobrevengan hechos de tal anormalidad que perturben gravemente la misma
anormalidad que es propia de la economía nacional" (C.S.J. Sala Plena. Salvamento de voto a
la sentencia de octubre 15 de 1974. Subrayas fuera de texto. G.J. No.
2390-2391, p. 431).
Todo lo cual pone de
presente que a dichos estados sólo debe acudirse en circunstancias
excepcionalmente graves. No en aquellas otras alteraciones propias de una
comunidad en la cual el conflicto social encuentra instrumentos de solución
acordes con los imperativos de la normalidad y la dignidad humana.
Una interpretación
tolerante y laxa de los requisitos de los estados de excepción por parte de
esta Corte, bien puede llevar a cualquier gobierno a querer siempre sustituír
al Congreso con el fácil expediente de la declaratoria de emergencia.
En efecto, guardadas
proporciones, 2160 horas en las que de acuerdo con la Carta el gobierno puede
hacer uso anualmente de dichos estados, le permitirían expedir a través de
dicho recurso un número de normas igual o superior, tanto en calidad como en
cantidad al que el Congreso produce en una legislatura ordinaria. Recuérdese al
respecto que en el presente año ya se ha recurrido a dicho expediente en 2
ocasiones y que en desarrollo de las dos emergencias decretadas con un
intervalo menor a dos meses, se han expedido 3 decretos.
En estas condiciones
el ciudadano común tiene motivos suficientes para preguntarse, preocupado con
razón por la destinación de sus impuestos: el Congreso, para qué?
6. LA CORTE CONSTITUCIONAL: PARA QUE?
No habiendo
encontrado todavía respuesta satisfactoria a su interrogante, éste mismo
ciudadano que creía ingenuamente que la Constitución le había dado en la Corte
la más preciada guardiana de sus intereses, encuentra que es ella, paradoja de
paradojas, quien le recomienda en su sentencia que:
"19. El control no puede tornar
anodino el instrumento de excepción... La razón de ser de los mecanismos de
control estriba en conciliar la necesaria eficacia de las instituciones de
excepción con la máxima preservación posible, en circunstancias
extraordinarias, de los principios esenciales del ordenamiento amenazado. (Cfr.
p. 23; Enfasis fuera de texto)
"..."
Entonces, anonadado
o próximo ya a la desesperación, sólo le quedará el consuelo de reconocer, en
la honrosa compañía de Shakespeare, que lo que resta definitivamente es el
silencio.
7. EL ESTADO SOCIAL DE DERECHO Y LOS
ESTADOS DE EXCEPCION
El argumento según
el cual la declaratoria del estado de excepción se justifica en el Estado
Social de Derecho, en vista de que el ejecutivo, a través de este recurso puede
desarrollar mejor sus postulados de compromiso y solidaridad social, carece de
validez. En primer lugar razones de este tipo han tenido todos los regímenes
que postulan una concentración de poderes; poco importa que la justificación se
haga en nombre de la justicia social, de la libertad, de la verdad o de la
voluntad general; lo grave no está en la justificación sino en lo justificado,
en el mecanismo de excepción; "lo grave -como dice Martín Krielle- no es
el derecho de excepción para momentos excepcionales, sino el abuso del derecho
de excepción en situaciones normales" (Introducción a la Teoría del
Estado; Depalma, 1981, p. 200). Es bien conocida la entronización de las ideas
absolutistas mediante la interpretación extensiva de la prerrogativa de
excepción (Auctoritas, non veritas facit legem) durante el gobierno de los
reyes Jacobo I y Carlos I en Inglaterra. También es bien conocido que los
orígenes del Constitucionalismo tuvieron lugar en aquella época, una vez el
pueblo inglés impuso restricciones y controles a la posibilidad que tenían los
reyes de interpretar las prerrogativas constitucionales.
En segundo lugar, la
idea del Estado social de Derecho no debe interpretarse como una muletilla más
o menos vacía, como un tópico que en el mejor de los casos se refiere a una
especie de solidaridad entre gobernantes y gobernados en aras de una sociedad
libre e igualitaria. Si la libertad e igualdad son un propósito cierto en el
Estado Social de Derecho, en todo caso ello no se logra a través de la inocente
pretensión del entendimiento entre todos los intereses y poderes sino
justamente en la aceptación de dichas divergencias para el establecimiento de
relaciones basadas en el control y en el respeto de las reglas de juego
constitucionales. Por lo demás, suplantar el control jurídico por el control
político del parlamento en la utilización de los estados de excepción,
significa, en teoría constitucional, una limitación difícil de aceptar y en la
práctica institucional colombiana una ingenuidad difícil de creer.
8. CONTROL MATERIAL POR EL CONGRESO?
La decisión de
mayoría confiere un inusitado énfasis al control político que la Constitución
otorga al Congreso respecto del decreto que declara un estado de excepción y
los que en desarrollo de él se expidan.
En efecto, en ella
se sostiene:
"13. Los estados de excepción no
pueden desconocer el principio democrático llamado a no decaer ni siquiera en
épocas de anormalidad. Si bien bajo los estados de excepción se modifica
transitoriamente la técnica de legitimidad que rige en épocas de normalidad,
ella se mantiene. En los estados de excepción, primero se adopta la medida que
se incorpora en un decreto legislativo y luego, por la vía de los controles
político y jurídico (Congreso y Corte Constitucional), se busca el consenso
democrático. De ahí que el Congreso potencie su papel de censor y que este
órgano de poder se convierta en foro de discusión sobre la actuación del
Gobierno".
"14. En los Estados de Excepción ...
la función de control, según la técnica clásica de frenos y contrapesos, le
corresponde al Congreso que, de todas maneras, conserva la plenitud de sus
atribuciones".
"21. Entre los varios objetivos a los
cuales se endereza el control político que corresponde ejercer al Congreso bajo
los Estados de Excepción, cabe destacar el relacionado con el concreto
ejercicio de la discrecionalidad del poder presidencial en estas
situaciones...".
"22. El acentuado control político que
ejerce el Congreso en los estados de excepción, cumple una función democrática
de contrapeso al poder ampliado que adquiere el Presidente..." (Enfasis
fuera del texto).
Se olvida así que el
control político difiere sustancialmente por sus fines, efectos y alcance del
jurídico, pese a que en el considerando 20 (pp. 23 y 24) se alude al artículo
215 de la Carta que consigna meridianamente la distinción entre ellos.
En esa forma incurre
la sentencia además en grave ingenuidad, pues con imperdonable desconocimiento
del acontecer nacional confunde el plano de lo normativo- formal con el de lo
fáctico-real, al fundamentar las consideraciones sobre ese tipo de control en
el modelo gobierno-oposición como si éste se vivenciara y practicara en nuestro
país a un nivel distinto del discurso y el simbolismo políticos. Lo dicho no
debe entenderse en desmedro del reconocimiento que me merece el órgano
legislativo como piedra angular del escenario democrático.
No puede ignorarse
que la dinámica de lo político en un sistema como el colombiano incide
significativamente en la realidad del control. Este no pasa de ser una utopía
en regímenes como el nuestro que se caracterizan porque el partido victorioso
dominante en el ejecutivo es también el mayoritario en el órgano legislativo y
en los que los partidos distintos del de gobierno, que por razones ideológicas
podrían hacer oposición-control al gobierno, son tan minoritarios que su
capacidad real de influir en las decisiones políticas es sensiblemente limitada
o en la práctica casi inexistente, a lo cual se agrega como factor debilitador
de la capacidad controladora el que además sean parte integrante del gobierno.
El juez no puede ser
parte.
9. CRISIS GUBERNAMENTAL, CRISIS SOCIAL?
Desde tiempos
remotos las personas que ejercen el poder han despertado la fascinación de los
individuos. La expresión más extrema de este sentimiento se encuentra en el absolutismo.
Bossuet, por ejemplo, sostenía sin vacilar que todo el Estado se encontraba
contenido en el príncipe, y que, en consecuencia, el pueblo quedaba absorbido
por éste. (Politique tirée des propres paroles de l'Ecriture Sainte, II, 2-1).
El absolutismo desconoce toda relación de confrontación entre gobernantes y
gobernados, y, en consecuencia, identifica toda crisis del gobierno con una
crisis de la sociedad.
Esta fascinación
absolutista parece inspirar el fallo de la Corte Constitucional: una crisis gubernamental,
ocasionada por el conflicto entre el Estado-patrón y la sociedad-trabajadora, y
enmarcada dentro de una política de apertura económica, desencadenó un
amenazante descrédito para el gobierno que fue interpretado por la Corte como
una amenaza de crisis para la sociedad. Basta una mínima información sobre los
orígenes modernos del constitucionalismo para reconocer que las relaciones
entre gobernantes y gobernados están fundadas en la confrontación y por lo
tanto en el control del ejercicio del poder. En consecuencia, una crisis del
gobierno no siempre conlleva perjuicios para la sociedad; más aún, en ocasiones
existe una especie de derecho ciudadano a que las crisis de los gobiernos
conduzcan a la caída de los mismos o por lo menos a su descrédito. El marasmo
de la vida institucional colombiana no estará, precisamente, en la dificultad
para llevar las crisis institucionales y de gobierno hasta sus últimas
consecuencias, impidiendo de esta manera que la solución final provenga de la
sociedad civil?
Esta preocupación
desmedida por la suerte política de los gobernantes se manifiesta en la
argumentación de la Corte al trivializar de tal forma el concepto de gravedad
social que el mismo queda reducido a una gravedad gubernamental. La situación
era grave y no existían medios de solución; pero no se trataba de una crisis en
la sociedad sino de una crisis en el gobierno; de una crisis en la relación
entre éste y sus súbditos, ocasionada por la puesta en marcha de una política
de restricción de salarios. Permitir que el Presidente de la República haga uso
de la declaratoria de excepción constitucional en este tipo de coyunturas es,
ni más ni menos, convertir la norma constitucional en una herramienta a
disposición de la política. Además, es permitir que la decisión de aplicar la
constitución en forma plena, o de aplicarla en la forma restringida que supone
el estado de excepción -aunque esté previsto por el derecho- dependa de la
buena o mala posición del gobierno frente a la sociedad. Acaso es necesario recordar
la historia de los pasados 45 años en Colombia para respaldar esta idea?
10. NORMALIDAD Y ANORMALIDAD
El término
normalidad, como el término norma, es ambiguo; con él se puede hacer referencia
a una situación sometida a reglas o a una situación desprovista de
manifestaciones excepcionales. Una tentación frecuente de los juristas consiste
en confundir las dos acepciones y en pensar que siempre que el derecho regula
una situación, en sentido jurídico, la normaliza, en sentido sociológico. Esta
confusión ha sido favorecida por el positivismo jurídico al desconocer la
separación entre legalidad y legitimidad.
La decisión tomada
por la Corte Constitucional se vale de esta ambigüedad para minimizar la
gravedad de la decisión gubernamental de recurrir al estado de excepción, con
el argumento de que al estar previsto por el texto constitucional se trata de
una solución jurídica y por lo tanto de una solución legítima o normal. De esta
manera, por su origen jurídico, el concepto de régimen de excepción constitucional
"se normaliza", se banaliza; así se llega al resultado paradójico de
un estado de excepción nada excepcional. Al eliminar las fronteras semánticas
que separan lo normal de lo anormal se desvanecen las fronteras jurídicas que
separan la regla de la excepción a la regla y, en consecuencia, la opción entre
lo uno y lo otro queda en manos de la voluntad política y no de la
interpretación jurídica. Dicho de otra manera: la norma constitucional que
define la excepción se convierte en una norma política que define la regla.
Pero eso no es todo;
es bien sabido que el derecho, regula los comportamientos sociales no sólo a
través de su capacidad para establecer sanciones, facultades y premios, sino
también a través de su capacidad para crear representaciones colectivas acerca
de las relaciones lícito/ilícito, legítimo/ilegítimo y también normal/anormal.
En este sentido, el derecho construye la realidad social a partir de su propia
enunciación y fijación del sentido de las relaciones anotadas. De acuerdo con
esto y con la decisión de la Corte, no fue suficiente la promulgación de una
nueva constitución para que los colombianos pudiésemos disfrutar de los
beneficios de una idea de anormalidad constitucional realmente excepcional. Es
justamente en este punto en donde se encuentra la divergencia fundamental que
me separa de la decisión mayoritaria de la Corte: interpretar con ligereza y
complacencia el recurso a los estados de excepción es desconocer la separación
cualitativa de tipo axiológico entre la normalidad y la anormalidad, que
consiste simple y llanamente en que lo primero es un beneficio y lo segundo un
mal necesario. La Corte con su interpretación parece afirmar que el estado de
excepción no sólo es un mal necesario para épocas calamitosas, sino también un
bien conveniente para tiempos difíciles.
En el momento de
clausurar las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente el señor
Presidente presentó la Carta de 1991 como un documento llamado a iniciar una
nueva era política para Colombia y a demostrar que la nueva democracia que se
comprometió a entregarle a sus ciudadanos puede funcionar y que no se trata de
una simple utopía ni de un ejercicio académico o de un invento de laboratorio.
Por tanto, es
frustrante en alto grado, por decir lo menos, que sea precisamente la Corte,
vale decir la guardiana de la integridad y supremacía de la Constitución, la
misma que en su primer fallo declare a todos los vientos que las aspiraciones
de millones de colombianos a un normal funcionamiento de sus instituciones
jurídicas y dentro de los marcos propios de la nueva legalidad, están aún
lejanas; que debemos resignarnos todavía a hacer uso de instrumentos que
prolongan, reproducen y refuerzan la anormalidad a través de los denominados
estados de excepción, defendidos en la sentencia de la cual me aparto con la
cobertura de un conceptualismo jurídico aparentemente inocuo.
11. EL TRABAJO: ELEMENTO ESENCIAL
DE LA NUEVA LEGITIMIDAD
Debo observar además
que -como lo afirmé en la ponencia derrotada- cuando el constituyente de 1991
decidió garantizar un orden político, económico y social justo e hizo del
trabajo requisito indispensable del Estado, quiso significar con ello que la
materia laboral, en sus diversas manifestaciones, no puede estar ausente en la
construcción de la nueva legalidad.
Así se desprende
claramente del texto de la propuesta formulada en la Asamblea Constituyente y
acogida finalmente por ella, en el sentido de reconocerle en forma expresa al
trabajo en forma expresa al trabajo la categoría del fundamento esencial de la
República unitaria.
En dicha propuesta
se pone de presente que:
"... se trata de superar, con todas
sus consecuencias la concepción que ve en el trabajo únicamente un derecho
humano y una obligación individual y social...
"No se trata, como pudiera pensarse
con ligereza, de un simple retoque cosmético o terminológico. Se pretende
señalar un rumbo inequívoco y fundamental para la construcción de una nueva
legitimidad para la convivencia democrática, que debe nutrir el espíritu de la
estructura toda de la nueva carta. En estas condiciones, el trabajo humano se
eleva a rango de postulado ético-político necesario para la interpretación de
la acción estatal y de los demás derechos y deberes incluidos en la carta así
como factor indispensable de integración social". (Subrayas fuera de
texto; Cfr. Perry Guillermo, Serpa Horacio y Verano Eduardo. El trabajo como
valor fundamental. Proyecto de acto reformatorio de la Constitución
Política de Colombia No. 63. Gaceta Constitucional, martes 19 de 1991, p. 2).
Con tales
antecedentes, resulta imposible aceptar que las consecuencias de no haberse
producido oportunamente un alza de salarios en el sector oficial puedan
configurar una calamidad pública de tal naturaleza que amerite un tratamiento
jurídico excepcional, como lo es la declaratoria de emergencia.
Muy por el
contrario, el Constituyente se propuso incorporar la materia laboral en el
preciso marco de lo cotidiano y normal, queriendo con ello significar también
que su tratamiento jurídico no ha de adquirir normalmente la naturaleza de lo
excepcional o inusual o sobreviniente.
En su afán de
contribuír solícitamente a la solución de problemas coyunturales del actual
Gobierno, la Corte muestra en esta sentencia una notoria indiferencia ante las
necesidades permanentes de la Nación. No de otra manera puede explicarse su
reticencia bien notoria a reconocer que siendo hoy el trabajo, por expresa
voluntad del constituyente plasmada en el artículo primero de la Carta, materia
prima indispensable para la construcción de la nueva legitimidad, los
conflictos laborales no pueden ser relegados a las oscuras tinieblas de la
anormalidad acudiendo al cómodo expediente de distinguir ante conflictos
simplemente normales o graves perturbaciones. Al proceder así se desconoce
claramente la letra y espíritu de la Carta como la voluntad del Constituyente
que quiso reconocer al trabajo una preeminencia en el estado social de derecho
sólo parangonable con la dignidad humana.
Es claro entonces
que por virtud de todo lo anterior, los conflictos laborales, propios de la
dinámica obrero-patronal de nuestro sistema económico capitalista, a partir de
la vigencia de la Carta de 1991 se ubican exclusivamente en el amplio universo
de la normalidad y deben solucionarse mediante instrumentos jurídicos
ordinarios, como corresponde a su nueva y privilegiada naturaleza
constitucional.
En efecto, las
tensiones laborales propias de la relación capital-trabajo, que generalmente
aumentan con ocasión de la discusión de los asuntos salariales; el ejercicio de
los derechos constitucionales de huelga, reunión y manifestación, y la protesta
social, no constituyen más que el acontecer ordinario de un sistema político
bajo un Estado Social de Derecho y de democracia participativa. El conflicto
cotidiano entre intereses sociales contrapuestos, son ya desde la concepción
liberal de Kant en su "Filosofía de la Historia", no solo el
fundamento de la existencia de la democracia, sino también el motor de su
evolución. Por ello un Estado que tenga como principios rectores la protección
de los intereses sociales y la participación, no puede rechazar la concreción
de estos como perturbaciones de la normalidad. El conflicto es la normalidad en
la democracia. Sólo la presencia de situaciones extraordinarias de
enfrentamiento pueden dar lugar a la declaratoria del Estado de Excepción. Pero
en tal caso, el correspondiente sería el estado de conmoción interior, si la
gravedad de las circunstancias fuera verdaderamente excepcional.
La vigencia del
principio de subsidiariedad, contemplado dentro de la normatividad del Estado
de conmoción interior, fue extendida por la Corte al caso del Estado de
Emergencia. De acuerdo con él, las medidas de excepción sólo pueden emplearse
una vez se hayan hecho ineficaces los instrumentos ordinarios del Estado.
La Corte entiende
que este requisito se configuró al no existir en su momento un instrumento
legal de política salarial, debido a que los términos constitucionales para el
tránsito de un proyecto de ley en el Congreso impedían una respuesta oportuna a
la perturbación laboral.
No obstante, en el
momento en que se expidió el decreto que se refería a la materia de la ley en
curso en el Congreso, no se habían agotado aún los instrumentos ordinarios que
tenía el Estado para resolver las crisis, en este caso la actuación de la
cabeza de la rama legislativa. Por el contrario, el Congreso adelantaba el
trámite ordinario del proyecto cumpliendo las prescripciones de la
Constitución, y esta función no podía serle arrebatada por el ejecutivo, máxime
cuando éste había sido la causa de que no se hubiere avanzado en el estudio del
proyecto, puesto que había presentado su iniciativa sólo unas horas antes del
cierre de la anterior legislatura. El Ejecutivo no puede valerse de su
contribución directa al atraso en funcionamiento del Estado, para asumir
poderes de excepción.
Cuando se confunde
lo simplemente insólito con lo sobreviniente; cuando se considera que el
control constitucional material no debe ser riguroso sino discreto y que el
ejecutivo, regresando a una tesis que se creía afortunadamente superada, sigue
poseyendo los mejores elementos de juicio para evaluar la gravedad de los
hechos que conducen a la declaratoria de emergencia; cuando la preocupación
dominante parece ser, paradójicamente, la de que no pierdan vigencia los estos
de excepción; cuando el Estado social de derecho es concebido simplemente como
una famélica versión de un justicialismo de quinta clase; cuando se pretende
ignorar que la Carta de 1991 tiene como destinatario directo un sujeto no
sumiso, dotado de conciencia autónoma que toma sus decisiones activa y
responsablemente, como dueño que es de su destino, y que no está dispuesto a
permutar cualquier eventual prestación que pueda recibir del Estado por sus
derechos fundamentales; cuando a lo anterior se agrega una visión de la
justicia dominada por el formalismo ciego de conceptos celestiales ajenos a la
realidad circundante; entonces hay motivos para creer que estamos engendrando una
irreparable frustración en el complejo y dilatado proceso de reconciliar a los
colombianos con la eficacia de su nuevo ordenamiento.
Las dolorosas
experiencias de los últimos 45 años y el proceso que condujo a la convocatoria
de la Asamblea Nacional Constituyente y a la expedición de la Carta de 1991,
son títulos suficientes para que los colombianos podamos acceder sin escamoteos
o dilaciones, al ignorado reino de la normalidad real. Por eso era necesario
que desde el primer fallo de esta Corte Constitucional, la excepción no se
convirtiera en la regla. La historia enseña que una falta acarrea otra. Abyssus
abyssum invocat.
CIRO ANGARITA
BARON |
203 | C-005-92
SENTENCIA No.
C-005/92
EMERGENCIA
SOCIAL/DECRETO LEGISLATIVO-Conexidad
Es requisito para
la validez de los Decretos Legislativos proferidos en desarrollo del estado de
emergencia social, que las medidas en ellos adoptadas tengan como finalidad
exclusiva la de "conjurar la crisis" e "impedir la extensión de
sus efectos", que es lo que ordinariamente ha sido denominado por la
Jurisprudencia y la Doctrina como "conexidad", definida ésta como la
"relación directa y específica" entre las normas dictadas y la
situación que determinó la implantación del estado de emergencia.
PRESIDENTE DE
LA REPUBLICA/COMPETENCIA/EMERGENCIA SOCIAL/SALARIO/PRESTACIONES SOCIALES
El Gobierno
Nacional estaba facultado en el caso de debate para dictar medidas destinadas a
conjurar la crisis social del momento, lo que no se lograba solamente con el aumento
de los salarios básicos de los servidores estatales, sino también con la
concesión de prestaciones directas, que son las que percibe personalmente el
trabajador, e indirectas, que son las que benefician a su familia o
causahabientes y en general todas aquellas prebendas que contribuyeran a
mejorar sus condiciones de vida no solo de tipo salarial, sino también
prestacional, médico asistencial, recreacional, cultural, etc.
EMERGENCIA
SOCIAL-Procedencia/LEY MARCO SALARIAL/TRANSITO CONSTITUCIONAL
La excepcional
situación social reconocida por la Corte tanto en este fallo como en el
relativo a la revisión oficiosa del Decreto 333 de 1992, tuvo su origen, entre
otras causas, precisamente en la ausencia de la ley marco salarial, la cual a
su vez obedece al cambio en la normatividad constitucional. Una vez superada
la etapa de transición y cuando exista ya un marco trazado por el legislador
sobre la materia, dentro del cual pueda resolverse la crisis, no podrá acudirse
al expediente de la emergencia para evadir las limitaciones fijadas en la ley
correspondiente, pues las nuevas disposiciones deberán acomodarse a la ley
cuadro respectiva.
REF.:
EXPEDIENTE No. R.E.-003
Revisión
constitucional del Decreto 335 del 24 de febrero de 1992.
Régimen salarial
para el personal civil y militar del Ministerio de Defensa, Fuerzas Militares y
Policía Nacional.
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobada por acta
No.47
Santafé de Bogotá,
D.C., once (11) de mayo de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
El Secretario
General de la Presidencia de la República hizo llegar a esta Corporación dentro
del término constitucional establecido en el parágrafo del artículo 215 de la
Carta Fundamental, copia del decreto legislativo número 335 del 24 de febrero
de 1992 "Por el cual se fijan los sueldos básicos para el personal de
oficiales y suboficiales de las Fuerzas Militares, oficiales, suboficiales y
agentes de la Policía Nacional y empleados públicos del Ministerio de Defensa,
las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, se establecen bonificaciones para
alféreces, guardiamarinas, pilotines, grumetes y soldados, y se dictan otras
disposiciones en materia salarial" para efectos de su revisión
constitucional.
II. TEXTO DEL
ORDENAMIENTO QUE SE REVISA.
El texto es el
siguiente:
DECRETO NUMERO 335 DE
24 FEBRERO 1992
Por el cual se fijan los sueldos básicos
para el personal de Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas Militares,
Oficiales, Suboficiales y Agentes de la Policía Nacional y Empleados Públicos
del Ministerio de Defensa, las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, se
establecen bonificaciones para Alféreces, Guardiamarinas, Pilotines, Grumetes y
Soldados, y se dictan otras disposiciones en materia salarial.
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
En ejercicio de las facultades que le
confiere el artículo 215 de la Constitución Política y en desarrollo del
Decreto No. 333 de 1992,
D E C R E T A
ARTICULO 1o.- Los
sueldos básicos mensuales para el personal de Oficiales de las Fuerzas
Militares y de la Policía Nacional, serán los siguientes:
Teniente
Coronel o Capitán de Fragata 196.300
Mayor o
Capitán de Corbeta 150.000
Capitán
o Teniente de Navío 138.000
Teniente
o Teniente de Fragata 123.400
Subteniente
o Teniente de Corbeta 112.500
PARAGRAFO. Los
Tenientes Primeros de la Armada Nacional tendrán el mismo sueldo básico fijado
para los Tenientes de Fragata.
ARTICULO 2o.- Los
oficiales de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional en los grados de
General y Almirante percibirán una asignación mensual por todo concepto igual a
la que en todo tiempo devenguen los Ministros del Despacho Ejecutivo, los
Mayores Generales y Vicealmirantes percibirán el NOVENTA POR CIENTO (90%); los
Brigadieres Generales y Contralmirantes el OCHENTA Y CINCO POR CIENTO (85%) y
los Coroneles y Capitanes de Navío el SETENTA POR CIENTO (70%) de dicha
asignación, distribuídas por cada grado así: el CUARENTA POR CIENTO (40%) como
sueldo básico y el SESENTA POR CIENTO (60%) como primas.
ARTICULO 3o.- El
Obispo Castrense percibirá una remuneración mensual de QUINIENTOS CINCUENTA Y
NUEVE MIL SETECIENTOS PESOS M/CTE. ($559.700.oo) de la cual el CINCUENTA POR
CIENTO (50%) corresponderá a asignación básica y el CINCUENTA POR CIENTO (50%)
restante a gastos de representación; el Vicario Castrense Delegado percibirá
mensualmente un sueldo básico de CIENTO OCHENTA MIL SETECIENTOS DIEZ PESOS
M/CTE. ($181.710.oo) y gastos de representación en la misma cuantía.
ARTICULO 4o.- El Director
de los Liceos del Ejército, tendrá derecho a percibir mensualmente gastos de
representación en cuantía de CIENTO TREINTA Y NUEVE MIL NOVECIENTOS PESOS MCTE.
($139.900.oo).
ARTICULO 5o.- Los
sueldos básicos mensuales para el personal de Suboficiales de las Fuerzas
Militares y de la Policía Nacional serán los siguientes:
Sargento Mayor,
Suboficial Jefe Técnico
o Suboficial
Técnico Jefe 118.600
Sargento
Primero, Suboficial Jefe o
Suboficial
Técnico Subjefe
99.100
Sargento
Viceprimero, Suboficial Primero
o Suboficial
Técnico Primero
87.100
Sargento
Segundo, Suboficial Segundo o
Suboficial
Técnico Segundo
80.400
Cabo Primero,
Suboficial Tercero o
Suboficial
Técnico Tercero
75.600
Cabo Segundo,
Marinero o Suboficial
Técnico Cuarto
74.900
ARTICULO 6o.- Los
sueldos básicos mensuales para el personal de empleados públicos del Ministerio
de Defensa, las Fuerzas Militares y la Policía Nacional serán los siguientes:
Especialista
Asesor Primero 173.500
Especialista
Asesor Segundo 158.200
Especialista
Jefe 144.800
Especialista
Primero 117.700
Especialista
Segundo 108.300
Especialista
Tercero
99.050
Especialista
Cuarto
91.800
Especialista
Quinto
85.800
Especialista Sexto
76.300
Adjunto Jefe
74.400
Adjunto
Intendente
71.900
Adjunto Mayor
70.400
Adjunto Especial
69.800
Adjunto Primero
69.200
Adjunto Segundo
68.500
Adjunto Tercero
67.900
Auxiliar Primero
66.600
Auxiliar Segundo
66.000
PARAGRAFO.- En este
caso no se aplicará lo dispuesto en el Decreto No. 334 de 1992.
ARTICULO 7o. El
sueldo básico mensual para el personal de Agentes de los Cuerpos Profesional y
Profesional Especial de la Policía Nacional será de: SETENTA Y TRES MIL
CUARENTA PESOS MCTE. ($73.040.oo).
Los Agentes de la
Policía Nacional que por sus méritos profesionales sean distinguidos como
Dragoneantes, recibirán mientras ostenten esta distinción una bonificación
mensual de DOS MIL DOSCIENTOS PESOS MCTE. ($2.200.oo), la cual no se computará
para la liquidación de primas, cesantías, sueldos de retiro, pensiones,
indemnizaciones y demás prestaciones sociales.
Los alumnos de las
Escuelas de Formación de Suboficiales y de Agentes y el personal del Cuerpo
Auxiliar de la Policía Nacional devengarán una bonificación mensual así:
a) Alumnos
de las Escuelas de Formación de
Agentes
del Cuerpo Profesional y del
Cuerpo
Especial 19.300
b) Personal
del Cuerpo Auxiliar durante su
permanencia
en las Escuelas de Formación
de
Agentes como Alumnos 19.300
c) Personal
del Cuerpo Auxiliar 22.295
d) Alumnos
de la Escuela de Formación
de
Suboficiales de la Policía Na-
cional,
por incorporación directa 19.300
El personal de que
trata el presente artículo tendrá derecho al pago de una bonificación de
NOVECIENTOS PESOS MCTE. ($900.oo) mensuales con destino al Fondo de Solidaridad
del Ministerio de Defensa.
ARTICULO 8o.- La
bonificación mensual para el personal de Alféreces, Guardiamarinas y Pilotines
de las Fuerzas Militares, Alféreces de la Policía Nacional y Alumnos de las
Escuelas de Formación de Suboficiales de las Fuerzas Militares, será la
siguiente: Para Gastos Personales DIECINUEVE MIL TRESCIENTOS PESOS MCTE.
($19.300.oo) y OCHOCIENTOS PESOS MCTE. ($800.oo) con destino al Fondo de
Solidaridad del Ministerio de Defensa Nacional.
ARTICULO 9o. Los
Soldados, Agentes Bachilleres que presten el servicio militar obligatorio en la
Policía Nacional y Grumetes de las Fuerzas Militares tendrán la siguiente
bonificación mensual: Para Gastos Personales DIEZ MIL PESOS MCTE. ($10.000.oo)
y OCHOCIENTOS PESOS MCTE. ($800.oo), con destino al Fondo de Solidaridad del
Ministerio de Defensa Nacional.
Los Soldados del
Batallón Guardia Presidencial y de los Batallones de Policía Militar que hayan
terminado el curso básico en esta especialidad tendrán una bonificación mensual
adicional de UN MIL SETECIENTOS VEINTICINCO PESOS MCTE. ($1.725.oo).
Los Dragoneantes de
las Fuerzas Militares percibirán CUATRO MIL TRESCIENTOS VEINTICINCO PESOS MCTE.
($4.325.oo), como bonificación adicional.
ARTICULO 10o.- Los
Alféreces, Guardiamarinas, Pilotines, los Alumnos de las Escuelas de Formación
de Suboficiales y de Agentes, los Soldados y Grumetes de las Fuerzas Militares
y el personal del Cuerpo Auxiliar de la Policía Nacional devengarán una
bonificación adicional en navidad igual a la bonificación mensual total.
ARTICULO 11o.-
Cuando los Oficiales, Suboficiales, Agentes del Cuerpo Profesional y
Profesional Especial y Empleados Públicos a que se refiere el presente Decreto,
cumplan en territorio colombiano, comisiones individuales del servicio fuera de
su guarnición sede que no exceda de NOVENTA (90) días tendrán derecho al
reconocimiento y pago de viáticos equivalentes al DIEZ POR CIENTO (10%) del
sueldo básico mensual por cada día que pernocten fuera de su sede.
Cuando para el
cumplimiento de las tareas asignadas no se requiera pernoctar en el lugar de la
comisión sólo se reconocerá el CINCUENTA POR CIENTO (50%) del valor fijado.
ARTICULO 12o.- Los
Oficiales, Suboficiales, Agentes y Empleados Públicos del Ministerio de
Defensa, de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional, en servicio activo,
tienen derecho a percibir anualmente una prima de navidad equivalente a la
totalidad de los haberes devengados en el mes de noviembre de cada año de
acuerdo con su grado y cargo.
ARTICULO 13o.-
Fíjase una bonificación en cuantía de SETECIENTOS CINCUENTA Y CINCO PESOS MCTE.
($755.oo) diarios para el personal del servicio de protección y vigilancia de
la Rama Jurisdiccional, de que trata el Decreto 3858 de 1985.
PARAGRAFO 1o.- A la
misma bonificación tendrá derecho el personal de las Fuerzas Militares y de la
Policía Nacional que preste el servicio de protección y vigilancia al
Comandante General de las Fuerzas Militares, Comandantes de Fuerza y Director
General de la Policía Nacional, a los señores Expresidentes de la República, a
los Ministros del Despacho y a los Jefes de Departamento Administrativo del
orden nacional.
PARAGRAFO 2o.- Para
tener derecho a la bonificación de que trata este Artículo, es requisito
indispensable prestar efectivamente el servicio y ser nombrados y destinado por
el Comandante General de las Fuerzas Militares o por el Director General de la
Policía Nacional en la Orden Administrativa de Personal.
PARAGRAFO 3o.- La
bonificación establecida en el presente Artículo, no es computable para ninguna
prima, subsidio o auxilio consagrados en las normas que regulan los derechos
del personal de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional, así como
tampoco para efectos de cesantías, asignaciones de retiro, pensiones y demás
prestaciones sociales.
ARTICULO 14o.- El
subsidio y la prima de alimentación de que tratan los artículos 7o. y 8o. del
Decreto ley 219 de 1979 será de SEIS MIL CUATROCIENTOS PESOS MCTE. ($6.400.oo)
mensuales.
ARTICULO 15o.- De
conformidad con lo establecido en el Plan Quinquenal para la Fuerza Pública
1992-1996, aprobado por el Consejo Nacional de Política Económica y Social
CONPES, los Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas Militares y de la Policía
Nacional, en servicio activo, tienen derecho a percibir mensualmente una prima
de actualización, en los porcentajes que se indican a continuación en cada grado,
liquidada sobre la asignación básica así:
Oficiales
Teniente Coronel o
Capitán de Fragata 15.0%
Mayor o Capitán de
Corbeta 45.0%
Capitán o Teniente
de Navío 15.0%
Teniente o Teniente
de Fragata 10.0%
Subteniente o
Teniente de Corbeta 10.0%
Suboficiales
Sargento Mayor,
Suboficial Jefe Técnico
o Suboficial Técnico
Jefe 10.0%
Sargento Primero,
Suboficial Jefe o
Suboficial Técnico
Subjefe 25.0%
Sargento
Viceprimero, Suboficial Primero
o Suboficial Técnico
Primero 30.0%
Sargento Segundo,
Suboficial Segundo
o Suboficial Técnico
Segundo 18.0%
Cabo Primero,
Suboficial Tercero o
Suboficial Técnico
Tercero 14.0%
Cabo Segundo,
Marinero o Suboficial
Técnico Cuarto 12.0%
Los Agentes de los
Cuerpos Profesionales de la Policía Nacional en servicio activo, tienen derecho
a percibir mensualmente una prima de actualización en los porcentajes que se
indican a continuación, liquidada sobre la asignación básica, según la
antigüedad en el grado así:
Antigüedad en
años Porcentajes
Al cumplir el primer
año de servicio 12%
Al cumplir dos años
de servicio 13%
Al cumplir tres años
de servicio 14%
Al cumplir cuatro
años de servicio 15%
Al cumplir cinco
años de servicio 15%
Al cumplir seis años
de servicio 16%
Al cumplir siete años
de servicio 17%
Al cumplir ocho años
y hasta cumplir
catorce años de
servicio 18%
A partir de los
quince años de servicio 26%
PARAGRAFO.- La prima
de actualización a que se refiere el presente artículo tendrá vigencia hasta
cuando se establezca una escala salarial porcentual única para las Fuerzas
Militares y la Policía Nacional. El personal que la devengue en servicio activo
tendrá derecho a que se le compute para el reconocimiento de asignación de
retiro, pensión y demás prestaciones sociales.
ARTICULO 16o.- Los
oficiales, suboficiales, agentes, alumnos de las escuelas de formación de
oficiales y suboficiales, soldados, grumetes, infantes y personal civil de las
Fuerzas Militares y de la Policía Nacional, pensionados por disminución de la
capacidad sicofísica o incapacidad absoluta, tendrán derecho a una bonificación
especial mensual adicional, equivalente al 23.2% de la totalidad de la
respectiva pensión.
ARTICULO 17o.- A
partir de la vigencia del presente decreto, los soldados voluntarios de las
Fuerzas Militares, tendrán derecho a una prima mensual de antigüedad
equivalente al 3% de su bonificación por cada año de servicio, sin exceder del
30%.
PARAGRAFO.- La prima
establecida en el presente artículo será computable en la bonificación a que se
refiere el artículo 6o. de la Ley 131 de 1985.
ARTICULO 18o.- La
cuota mensual del 5% que aportan los oficiales y suboficiales de las Fuerzas
Militares en goce de asignación de retiro o sus beneficiarios en goce de
pensión, a que se refiere el artículo 243 del decreto ley 1211 de 1990, se
distribuirá así: el 4% para el pago de los servicios médico-asistenciales de
que trata el artículo 176 de dicho estatuto, y el 1% restante, para la Caja de
Retiro de las Fuerzas Militares.
ARTICULO 19o.- La
cuota mensual del 5% con que contribuyen los oficiales y suboficiales de la
Policía Nacional en goce de asignación de retiro o sus beneficiarios en goce de
pensión, a que se refiere el parágrafo del artículo 97 del decreto ley 1212 de
1990, se distribuirá así: el 4% para el pago de los servicios
médico-asistenciales de que trata el artículo 157 de dicho estatuto, y el 1%
restante, para la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional.
ARTICULO 20o.- La
cuota mensual del 5% con que contribuyen los agentes de la Policía Nacional en
goce de asignación de retiro o sus beneficiarios en goce de pensión, a que se
refiere el parágrafo del artículo 62 del decreto ley 1213 de 1990, se
distribuirá así: el 4% para el pago de los servicios médico-asistenciales de
que trata el artículo 115 de dicho estatuto, y el 1% restante, para la Caja de
Sueldos de Retiro de la Policía Nacional.
ARTICULO 21o.- Para
gozar de los reajustes de los sueldos a que se haya lugar en virtud de lo
dispuesto por este Decreto, no se requerirá de nueva posesión.
ARTICULO 22o.- El
presente Decreto rige a partir de la fecha de su publicación, produce efectos
fiscales desde el 1o. de enero de 1992 y deroga las disposiciones que le sean
contrarias, en especial el Decreto ley No. 145 de 1991.
PUBLIQUESE Y
CUMPLASE.
SIGUEN FIRMAS
III. INTERVENCION
CIUDADANA.
Dentro del término
de fijación en lista, el ciudadano GERMAN E. GUTIERREZ HOLGUIN presentó escrito
de impugnación contra los artículos 15, 18, 19 y 20 del Decreto 335 de 1992,
con los argumentos que a continuación se resumen:
"Los artículos
impugnados no tienen relación directa ni específica con el estado de emergencia
que se invocó en el Decreto 333 de 1992" por cuanto dichos mandatos
legales tienen por objeto desarrollar el Plan quinquenal para la Fuerza Pública
1992-1996, aprobado por el Consejo Nacional de Policía Económica y Social
"CONPES", plan que en sentir del impugnante debe desarrollarse por
medio de leyes ordinarias, mas no con base en las atribuciones a que alude el
artículo 215 del Estatuto Superior que confiere facultades al Gobierno para
dictar medidas destinadas a "conjurar hechos que perturben o amenacen
perturbar en forma grave e inminente el orden económico, social y
ecológico" y la no puesta en vigencia del citado Plan en nada atenta o
altera dicho orden.
De otro lado,
considera que las facultades que podía ejercer el Presidente de la República se
contraían única y exclusivamente a fijar los salarios del sector público.
IV. CONCEPTO
FISCAL.
El Jefe del
Ministerio Público rindió la vista fiscal en oficio número 001 del 27 de marzo
de 1992, la que concluye solicitando a la Corte que declare exequibles los
artículos 1 a 15, 17, 21 y 22 del Decreto que se examina, por estar ajustados a
la Constitución Nacional, pues las materias que en ellos se regula, además de
guardar "relación directa y específica con el estado de emergencia social
declarado por el Gobierno", establecen beneficios económicos que hacen
parte de lo que se ha entendido por "salario".
Respecto a lo
dispuesto en el artículo 16, dice el Procurador General que este precepto es
inconstitucional por regular materia diferente para la cual estaba habilitado
el Presidente de la República, ya que en ella se consagra una prestación social
de quienes no están en servicio activo, la que indudablemente está excluída de
la "noción de salario", argumento que también predica de los
artículos 18, 19 y 20 "en la medida en que la redistribución de la cuota
que allí se señala de las asignaciones de retiro y de las pensiones, no es solo
ajena a la noción de salario sino que también sus efectos se producen respecto
de personas que ya no están vinculadas a los cuadros de los miembros activos de
la fuerza pública", motivo por el cual deben ser declarados inexequibles.
Finalmente y en punto
a la tesis del impugnador afirma que no se puede sostener que "tal
proceder sea ajeno a una determinación de emergencia, porque precisamente la
autohabilitación legislativa facultaba al Gobierno para adoptar una medida, que
aún cuando ya había sido previamente estudiada, las circunstancias
perturbadoras que citó en el decreto declarativo ameritaban su puesta en
vigor".
V.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Competencia.
Por tratarse de un
decreto expedido por el Gobierno en ejercicio de las facultades a que alude el
artículo 215 de la Constitución Nacional, corresponde a esta Corporación
ejercer su control constitucional de conformidad con lo ordenado en el
parágrafo del artículo citado en concordancia con el 241-7 ibidem.
2. La
emergencia económica, social y ecológica.
La emergencia
económica y social apareció en nuestro orden constitucional como una
institución autónoma con características propias, por obra del artículo 43 del
Acto Legislativo número 1 de 1968. Y es así como allí se contemplaron los
supuestos de hecho que daban lugar a su declaratoria, los requisitos formales
que debían cumplir los decretos que se expidieran, la fijación del límite
temporal de tal estado, las facultades que tenía el Gobierno durante dicho
periodo, la responsabilidad por las medidas adoptadas y la declaratoria de la
emergencia y el control tanto político como jurídico que recaía sobre el
decreto declarativo como sobre los que se expidieran con fundamento en él.
Dicha disposición constitucional quedó incluida en la codificación antes
vigente en el artículo 122.
En la Carta
Fundamental que hoy nos rige, esta Institución jurídica que se halla consagrada
en el artículo 215, no sufrió grandes variaciones con relación a la que
aparecía en el Ordenamiento anterior, salvo algunas adiciones que se
introdujeron, sobre las cuales se referirá la Corte en seguida, pero que en
nada modifican los elementos esenciales o sustanciales que la estructuran y
distinguen como mecanismo extraordinario al cual puede recurrir el Gobierno
para conjurar graves crisis o alteraciones que perturbe o amenacen perturbar el
orden económico y social del país, ni tocan con las exigencias de fondo y forma
que debe reunir tanto el decreto declarativo como los que con fundamento en él
se expidan.
Los únicos aspectos
nuevos de este instrumento jurídico excepcional son los que a continuación se
reseñan y que ciertamente constituyen un aporte de gran importancia.
- Se amplían los
órdenes que pueden resultar perturbados o amenazados con la crisis, pues ya no
se trata exclusivamente de aquellos en los que se involucre el orden económico
y social del país, sino también el "ecológico";
- Se faculta al
Gobierno para que transitoriamente establezca "nuevos tributos" o
modifique los existentes, con la claridad de que estas medidas dejan de regir
al término de la siguiente vigencia fiscal, salvo que el Congreso durante el
año siguiente, les otorgue carácter permanente. Materia que venía siendo
tratada con gran acierto por la Corte Suprema de Justicia en sentencias
dictadas en ejercicio del control automático de constitucionalidad de decretos
legislativos de esta índole.
- Se limita en el
tiempo (1 año) la facultad que tiene el Congreso para derogar, modificar o
adicionar los decretos que expide el Gobierno con fundamento en este precepto
constitucional, en materias que ordinariamente son "de iniciativa del
Gobierno", dejando incólume las de iniciativa , sobre las que puede ejercer
tales facultades en todo tiempo, tal como se señalaba en el artículo 122 de la
Constitución derogada.
Para el caso de
estudio la Corte Constitucional solo se referirá a los requisitos que deben
cumplir los decretos expedidos con fundamento en el tantas veces citado
artículo 215 superior, como a las facultades que puede ejercer el Gobierno por
medio de ellos, en razón a que el decreto sobre el cual se ejerce el control
constitucional pertenece a esta categoría.
3. Facultades
del Gobierno durante el estado de emergencia (art. 215 C.N.).
Conforme a este
precepto constitucional el Gobierno está autorizado para dictar decretos con
fuerza de ley con las siguientes características:
- Deben contener
la firma del Presidente de la República y todos los Ministros del Despacho;
- Proferirse
dentro del lapso temporal señalado en el decreto declarativo de la emergencia;
- Señalar la
vigencia del mismo, la que es indefinida hasta cuando el Congreso ejerza sobre
ellos la facultad constitucional de derogar o modificar los preceptos dictados;
- No puede
desmejorar los derechos sociales de los trabajadores;
- Como tales
decretos tienen fuerza de ley, pueden derogar, modificar o adicionar la
legislación preexistente;
- Las facultades
atribuidas al Gobierno son indelegables;
- Los decretos
expedidos deben estar dirigidos exclusivamente a "conjurar la crisis y a
impedir la extensión de sus efectos" y por tanto deben guardar
"relación directa y específica" con la situación de emergencia.
Ahora corresponde
determinar si en el caso sub examine se acataron tales mandatos.
4. Requisitos
formales del Decreto 335 de 1992.
El Decreto 335 del
24 de febrero de 1992 fue dictado por el Presidente de la República en uso de
las atribuciones que le confiere el artículo 215 de la Constitución Política y
en desarrollo del Decreto 333 de 1992 "Por el cual se declara el estado de
emergencia social", cuya EXEQUIBILIDAD fue declarada por esta Corporación
en sentencia número C-004 del 7 de mayo de 1992.
Tal ordenamiento
legal cumple con las exigencias formales establecidas en la Carta, pues se
encuentra firmado por el Presidente de la República y todo su Gabinete
Ministerial; además de haberse expedido dentro del periodo de tiempo fijado en
el Decreto Declarativo de la emergencia y señala la fecha a partir de la cual
comienza su vigencia, que lo es, a partir de su publicación, hecho que tuvo
ocurrencia el día 24 de febrero de 1992 en el Diario Oficial número 40.350.
5. Relación
directa y específica con la situación de emergencia.
Como se dejó expresado,
es requisito para la validez de los Decretos Legislativos proferidos en
desarrollo del estado de emergencia social, que las medidas en ellos adoptadas
tengan como finalidad exclusiva la de "conjurar la crisis" e
"impedir la extensión de sus efectos", que es lo que ordinariamente
ha sido denominado por la Jurisprudencia y la Doctrina como
"conexidad", definida ésta como la "relación directa y
específica" entre las normas dictadas y la situación que determinó la
implantación del estado de emergencia.
En el evento que se
analiza fueron según el Decreto 333 de 1992 motivos determinantes para declarar
la emergencia social "la falta de alza oportuna de salarios" del
sector oficial, incluída la Fuerza Pública, situación que amenazaba con causar graves
traumatismos en el "funcionamiento de la Administración Pública",
como "perturbar gravemente el orden social del País". Y que en
sentir de la Corte éste último se veía aún mas alterado por las protestas de
los trabajadores que buscaban no solo el aumento de salarios y mejores
condiciones laborales, sino también mejoramiento en su nivel de vida, todo lo
cual iba a repercutir en el bienestar social propio como el de sus familias,
motivo por el cual se exigía del Estado el cumplimiento de una serie de
peticiones de todo tipo (laborales, médico-asistenciales, prestacionales,
culturales, etc.).
Ahora bien,
confrontadas las causas que dieron origen a la emergencia social con el
contenido del Decreto 335 de 1992, considera la Corte, en desacuerdo en esa
parte con el Procurador General de la Nación y el impugnante, que dicho
ordenamiento en su integridad se aviene a los preceptos de la Constitución
Política, pues las medidas allí adoptadas tienen como fin único el de conjurar
la crisis social que amenazaba producirse.
Para esta
Corporación no es acertado el criterio del Jefe del Ministerio Público según el
cual, son constitucionales todos aquellos preceptos del decreto objeto de
revisión que regulan aspectos que pueden incluirse dentro de la "noción de
salario", de manera que las normas que consagran prestaciones sociales o
emolumentos que inciden en la remuneración de los servidores estatales a que se
refiere el Decreto 335 de 1992, pero que no pertenecen al concepto de
"salario"son inconstitucionales, como son los artículos 16, 18, 19 y
20, disposiciones que en su sentir también deben declararse inexequibles por
referirse a personas que no pertenecen al servicio activo sino a quienes gozan
de asignación de retiro o pensión, para lo cual no estaba autorizado el Gobierno
Nacional.
Da la impresión
de que la vista fiscal con esta tesis quiere restringir las facultades
excepcionales que puede ejercer el Presidente de la República cuando obra bajo
el amparo del artículo 215 de la Constitución Nacional, aplicándole las características
que rigen las facultades extraordinarias a que alude el artículo 150-10 ibidem,
las cuales difieren tanto en su contenido como en su finalidad.
En el evento de
las facultades extraordinarias del artículo 150-10 de la Carta Política, el
Congreso traslada en forma temporal al Gobierno la tarea legislativa, con el
fin de que éste expida decretos con fuerza de ley sobre las materias que
expresamente se le asignen en la ley de habilitación, materias que, como es
sabido, deben ser "precisas y limitadas", sin que el Presidente pueda
al ejercerlas excederse de los precisos y concretos parámetros allí fijados.
No ocurre lo mismo con los decretos leyes que expide el Gobierno en desarrollo
del estado de emergencia económica, social o ecológica, pues allí se le faculta
para expedir todas aquellas medidas que considere necesarias para afrontar la
grave anormalidad producida por factores económicos, sociales o ecológicos, con
la única restricción de que éstas se dirijan exclusivamente a conjurar la crisis
y a impedir la extensión de sus efectos, por lo que deben guardar relación
directa y específica con los motivos que dieron lugar a la emergencia.
Por estas razones ha
de afirmarse que el Gobierno Nacional estaba facultado en el caso de debate
para dictar medidas destinadas a conjurar la crisis social del momento, lo que
no se lograba solamente con el aumento de los salarios básicos de los servidores
estatales a que se refiere el Decreto 335 de 1992, sino también con la
concesión de prestaciones directas, que son las que percibe personalmente el
trabajador, e indirectas, que son las que benefician a su familia o
causahabientes y en general todas aquellas prebendas que contribuyeran a
mejorar sus condiciones de vida no solo de tipo salarial, sino también
prestacional, médico asistencial, recreacional, cultural, etc.
No puede olvidarse
que el concepto de orden social está íntimamente ligado al de justicia social y
no se altera dicho orden cuando existe armonía laboral, salarios justos,
prestaciones médico-asistenciales adecuadas y en fin todas aquellas condiciones
de vida que aseguren al trabajador su realización como ser humano para así
lograr su bienestar personal y el de su familia.
En este orden de
ideas, como en el decreto que se examina se fijan los sueldos básicos
mensuales, gastos de representación, bonificaciones, prima de navidad,
subsidio y prima de alimentación, prima de actualización, prima de antigüedad
y viáticos para los oficiales y suboficiales de las Fuerzas Militares,
oficiales, suboficiales y agentes de la Policía Nacional, empleados públicos
del Ministerio de Defensa, Fuerzas Militares, Policía Nacional, y personal
civil y militar de la Armada Nacional (artículos 1 a 15); se crea una
bonificación para los pensionados por disminución de la capacidad sicofísica o
absoluta (artículo 16), se determina el porcentaje de afiliación que deben
pagar quienes gocen de asignación de retiro o pensión para servicios
médico-asistenciales y la Caja de Sueldos de Retiro (artículos 18, 19 y 20) y
se incluye el mecanismo procedimental requerido para el pago de los
emolumentos creados (artículo 21), será declarado exequible por no violar el
artículo 215 de la Constitución Nacional, ni ningún otro canon constitucional,
además de que no desmejora los derechos sociales de los trabajadores.
Ahora bien, la
exequibilidad que se predica del Decreto en examen está sustentada, además de
lo dicho, en la circunstancia específica del tránsito entre la antigua y la
nueva Constitución. Ese motivo explica el porqué se admite que el Presidente
de la República haya acudido al mecanismo extraordinario previsto en el
artículo 215 de la Carta sin acoger la vía constitucional indicada en el
artículo 150 numeral 19, literal e), a cuyo tenor la función presidencial, en
cuanto se refiere al régimen de salarios y prestaciones de los empleados
públicos, de los miembros del Congreso Nacional y de la Fuerza Pública, exige la
previa expedición de una ley marco que define las normas generales, los
objetivos y criterios que la delimitan.
En efecto, la
excepcional situación social reconocida por la Corte tanto en este fallo como
en el relativo a la revisión oficiosa del Decreto 333 de 1991, tuvo su origen,
entre otras causas, precisamente en la ausencia de la ley marco en mención, la
cual a su vez obedece al cambio en la normatividad constitucional. Una vez
superada la etapa de transición y cuando exista ya un marco trazado por el
legislador sobre la materia, dentro del cual pueda resolverse la crisis, no
podrá acudirse al expediente de la emergencia para evadir las limitaciones
fijadas en la ley correspondiente, pues las nuevas disposiciones deberán
acomodarse a la ley cuadro respectiva, tanto aquellas que deroguen o modifiquen
los decretos que ahora se examinan como las que regulen otros aspectos de la
materia de que se trata, ya que todas estarán al mismo nivel normativo,
ostentarían igual índole derivada y se dictarán con apoyo en el artículo 150,
19, e) constitucional.
En este orden de
ideas, es preciso anotar que en el Decreto 335 hay, mezcladas, disposiciones de
dos naturalezas normativas diferentes: aquellas que reemplazaron al legislador
ordinario y que, en consecuencia, son del tipo de las leyes cuadros de que
trata el artículo 150, 19, e) constitucional, de un lado, y de otro lado
aquellas que correspondían al ejecutivo de manera ordinaria, como desarrollo de
las leyes cuadros, y que, en consecuencia, son del tipo de los decretos de que
trata el artículo 189, 14 constitucional.
Luego en el futuro
las materias del Decreto 335 que son de naturaleza propia de una ley cuadro
sólo podrán ser reformadas por medio de una ley cuadro que dicte el
legislativo, mientras que las materias que son de naturaleza administrativa que
desarrolla dicha ley sólo podrán ser reformadas por el ejecutivo mediante esta
clase de decretos.
En mérito de lo
expuesto, la CORTE CONSTITUCIONAL, actuando en nombre del pueblo y por mandato
de la Constitución
R E S U E L V E :
ES EXEQUIBLE EL
DECRETO 335 DEL 24 DE FEBRERO DE 1992.
Cópiese, publíquese,
comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta Constitucional y
archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
-Salvamento
de voto-
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
FABIO
MORON DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA
SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
SALVAMENTO DE
VOTO A LA SENTENCIA No. C-005
APROBADA POR ACTA
No. 47 DE MAYO 11 DE 1992
Santafé de Bogotá,
D.C. mayo 18 de 1992
EMERGENCIA
SOCIAL-Causales (Salvamento de voto)
El hecho reputado
por el gobierno como factor generativo del estado de excepción y tenido como
tal por la decisión mayoritaria de la Corte, no se inscribe dentro de la
anormalidad pues el ejercicio de los derechos constitucionales de huelga,
reunión, manifestación, y demás formas de activismo y protesta social-laboral
tendientes a la obtención de reivindicaciones salariales se reputa legítimo en
una democracia comoquiera que en ella los conflictos sociales de ésta índole se
enmarcan dentro de la normalidad.
EMERGENCIA
SOCIAL-Conexidad (Salvamento de voto)
Las medidas
tomadas en el decreto 335/92 "no guardan relación directa y específica con
la situación de emergencia" ni se encaminan a "conjurar la crisis y a
impedir la extensión de sus efectos".
En segundo
término, el contenido normativo de los artículos 16, 18, 19 y 20 del Decreto
335 "no guarda relación directa y específica" con la situación que
dió lugar a la emergencia pues su regulación no concierne a la materia
salarial, que según los considerandos del decreto 333 fue la causante de la
crisis.
EXPEDIENTE No. R.E. -003
Mi discrepancia
respecto de la presente decisión, es consecuencia natural y obligada del
salvamento de voto que formulé respecto de la sentencia de mayo 7 de 1992, por
la cual la Sala Plena declaró exequible el Decreto declarativo de la emergencia
social No. 333 de 1992 y que dí en denominar "En defensa de la
normalidad que los colombianos hemos decidido construir".
El planteamiento
central de mi disentimiento fue el de que el hecho reputado por el gobierno
como factor generativo del estado de excepción y tenido como tal por la
decisión mayoritaria de la Corte a saber, "la significativa agitación del
clima laboral en el sector oficial originada en la falta de alza oportuna de
salarios, extendida inclusive a los miembros de la fuerza pública, para
conjurar la cual carecía en razón del tránsito del régimen constitucional de un
instrumento legal adecuado" (Cfr. Sentencia p. 28) no se inscribe dentro
de la anormalidad pues el ejercicio de los derechos constitucionales de huelga,
reunión, manifestación, y demás formas de activismo y protesta social-laboral
tendientes a la obtención de reivindicaciones salariales se reputa legítimo en
una democracia comoquiera que en ella los conflictos sociales de esta índole se
enmarcan dentro de la normalidad (Cfr. pp. 6 y 22).
Corolario necesario
de esta profunda convicción es la de que los decretos que en desarrollo de
dicha declaratoria se expidieron, entre ellos el No. 335, adolecen como ésta
del vicio de inconstitucionalidad. Por ende, inexorablemente correspondía hacer
respecto de ellos pronunciamientos de inexequibilidad.
Pese a que las
razones expresadas son por sí mismas suficientes para sustentar el presente
salvamento, para mayor abundamiento, deseo agregar las siguientes específicas
al decreto que fue materia del presente proceso de revisión constitucional:
1o. Las medidas
tomadas en el Decreto 335 no están destinadas a conjurar la crisis ni a impedir
la extensión de sus efectos
Al exponer las
razones de mi disidencia fundamental con la decisión adoptada por el pleno de
la Corte a propósito del decreto declarativo No. 333, sostuve que la
declaratoria era inconstitucional. Fundamenté mi parecer entre otras razones,
en el hecho de que el conato de agitación del clima laboral se debió no a la
falta de alza oportuna de salarios, sino al deterioro progresivo, creciente y
acumulativo del salario real, a consecuencia de la política económica del
gobierno.
Para ello me basé,
entre otras, en el propio informe sobre las causas de la declaratoria de emergencia
social que solicité a los señores Ministros de Gobierno, Hacienda, Defensa y
Trabajo en el cual el gobierno expresamente admitió la incidencia en el clima
de agitación laboral de medidas tomadas para controlar la inflación al sostener
que los salarios "ya de suyo venían deprimidos por haberse ajustado
solamente el 22% en enero de 1991"(folio 10).
Cómo entonces
aceptar que "el simple paliativo del reajuste" -para usar el
calificativo empleado por la decisión de mayoría sea medida apta y eficaz para
"conjurar la crisis e impedir la extensión de sus efectos"? (Cfr.
sentencia p. 31).
Como dice el
proverbio popular: "La calentura no está en las sábanas".
2o. El Decreto
335 no guarda relación directa y específica con los hechos que originaron la
declaratoria de la emergencia social.
Considero que el
decreto 335 desborda los límites previstos en el artículo 215 de la
Constitución Política para el ejercicio de las competencias excepcionales de
legislación de que queda revestido el Presidente de la República en virtud de
la declaratoria por las siguientes razones:
A) Si como lo
reconoció el gobierno, en el clima de agitación laboral tuvo gran incidencia el
deterioro del salario real producido por el deficiente reajuste decretado en
enero de 1991, el cual, entre esa fecha y febrero de 1992, según cálculos del
Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional fue del orden del
42.34%, necesario es concluir que las medidas tomadas en el decreto 335
"no guardan relación directa y específica con la situación de
emergencia" ni se encaminan a "conjurar la crisis y a impedir la
extensión de sus efectos".
De hecho, con el
reajuste salarial se buscó acallar la amenaza de protesta social mediante
"un simple paliativo". No se trató de contrarrestar o de frenar el
proceso acumulativo y creciente de deterioro del poder adquisitivo del salario
real.
B) En segundo
término, como lo hace ver el señor Procurador General de la Nación, el
contenido normativo de los artículos 16, 18, 19 y 20 del Decreto 335 "no
guarda relación directa y específica" con la situación que dió lugar a la
emergencia pues su regulación no concierne a la materia salarial, que según los
considerandos del decreto 333 fue la causante de la crisis.
No parece procedente
argüir, para desvirtuar el reparo anotado a este respecto por el Ministerio
Público, que con ello se pretende aplicar a los decretos de emergencia
"las características que rigen las facultades extraordinarias" de que
trata el artículo 150-10 de la Constitución Nacional, que es como la decisión
de mayoría despacha esta objeción.
Se trata, ni más ni
menos, de respetar uno de los límites impuestos por el Constituyente en el
artículo 215 al ejercicio de los poderes excepcionales de legislación que se
confían al Presidente de la República durante los estados de anormalidad,
cuando dispone:
"...
"Mediante
tal declaración, el Gobierno tendrá las facultades estrictamente
necesarias para conjurar las causas de la perturbación e impedir la extensión
de sus efectos".
Finalmente, en razón
a que la decisión mayoritaria de la Corte insiste nuevamente en sustentar la
exequibilidad del decreto 335 "en la circunstancia específica del tránsito
entre la antigua y la nueva Constitución" y en señalar que "la excepcional
situación social reconocida por la Corte tanto en este fallo como en el
relativo a la revisión oficiosa del Decreto 333 de 1991, tuvo su origen, entre
otras causas, precisamente en la ausencia de la ley marco", considero
pertinente reiterar las siguientes reflexiones, consignadas en el ya aludido
salvamento de voto:
"Si, como
es sabido, al ciudadano común no le es permitido alegar su propia culpa
para eximirse de responsabilidad, puede hacerlo, en cambio, un
gobierno,
que reconoce sin pudor alguno su omisión grave?"
"En estas
condiciones, de acuerdo con la justicia propia de un Estado Social de Derecho
debe premiárselo habilitándolo precisamente para expedir normas que
corresponden al Congreso a fin de conjurar una calamidad que el gobierno ha
contribuído en alto grado a desencadenar, actuando en forma que hace recordar a
un aprendiz de brujo?"
"Podemos
contemplar tranquilamente la aparición de minicrisis parcial o totalmente
autogestadas como motivación para acudir a la emergencia sin agraviar la
justicia?"
CIRO ANGARITA BARON
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
204 | C-221-92
Sentencia de Constitucionalidad de Mayo /92
Sentencia
No. C-221/92
DEMANDA
DE INCONSTITUCIONALIDAD-Admisión/CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD/PREVALENCIA DEL
DERECHO SUSTANCIAL/PRINCIPIO DE ECONOMIA PROCESAL
Las
demandas pueden inadmitirse si hay error, vacío o duda respecto de las normas
constitucionales que se consideran infringidas, pero habiendo, una alusión
directa al derecho constitucional del trabajo, y por las siguientes razones,
debió admitirse la demanda: a) por ser el control constitucional una acción
pública de naturaleza política que obliga al juez a confrontar la norma atacada
con toda la Constitución, en virtud de la misión de atender a la guarda de su
integridad y supremacía; b) porque el derecho sustancial prima sobre los
aspectos formales y c) por razones de economía procesal.
CORTE
CONSTITUCIONAL/DEMANDA DE INCONSTITUCIONALIDAD/COMPETENCIA-Alcance/TRANSITO
CONSTITUCIONAL
El
examen de constitucionalidad por parte de la Corte Constitucional debe hacerse
con base en la Constitución Política actualmente vigente, esto es, la de 1991,
y no con base en textos ya derogados que sólo producirían fallos inocuos.
Tratándose
de un punto de fondo, la nueva Carta cubre retrospectivamente y de manera
automática toda la legalidad pre-existente, impregnándola con sus dictados
superiores.
Distinto
sería el caso hipotético en el que se demandara un punto de forma -como por
ejemplo un exceso en el ejercicio de facultades legislativas extraordinarias-,
porque en este caso operaría un fenómeno contrario: el examen de
constitucionalidad debería hacerse con base en el estatuto constitucional
entonces vigente.
DERECHO
AL TRABAJO
El
trabajo tiene un carácter de derecho-deber y, como todo el tríptico económico
de la carta -propiedad, trabajo, empresa-, cumple una función social. Es una
actividad que goza en todas sus modalidades de la especial protección del
Estado.
IGUALDAD
ANTE LA LEY/IGUALDAD FORMAL
El
principio de igualdad de oportunidades para los trabajadores es una especie
del principio de igualdad genérico consagrado en el artículo 13 de la
Constitución. Es objetivo y no formal; él se predica de la identidad de los
iguales y de la diferencia entre los desiguales. Se supera así el concepto de
la igualdad de la ley a partir de la generalidad abstracta, por el concepto de
la generalidad concreta, que concluye con el principio según el cual no se
permite regulación diferente de supuestos iguales o análogos y prescribe
diferente normación a supuestos distintos. Con este concepto sólo se autoriza
un trato diferente si está razonablemente justificado. Se supera también, con
la igualdad material, el igualitarismo o simple igualdad matemática.
La
igualdad material es la situación objetiva concreta que prohibe la
arbitrariedad.
El
caso sub exámine debe analizarse a la luz del nuevo marco axiológico de la
Constitución en general y de los alcances de la igualdad material en
particular.
Si en
la Carta de 1.886 la igualdad material estaba implícita, en la nueva
Constitución de 1991 ella está explícita en el artículo 13. Ahora la
jurisprudencia constitucional no está forzada a desentrañarla sino a
desarrollarla a partir de la construcción de una dogmática en la que se
establezcan criterios para determinar las diferencias relevantes que
justifiquen un tratamiento diferente en un caso concreto.
VIATICOS/IGUALDAD
MATERIAL
Es
ajustado a la Constitución que los viáticos en cada caso se compadezcan, entre
otros criterios, con la naturaleza de los asuntos que le sean confiados a un
trabajador, pues los gastos de una comisión no pueden ser concebidos sin
considerar al mismo tiempo la clase de labor que se realizará por fuera del
domicilio ordinario de trabajo, ya que la finalidad del viático es atender al
pago de los mayores costos que genera el cumplimiento de la comisión.
La
Corte, pues, considera que la igualdad hay que evaluarla en cada caso
específico. En este caso, por ejemplo, este valor constitucional exige la
posibilidad de que trabajadores encargados de diferentes comisiones devenguen
también distintos viáticos establecidos en cada caso por el buen tino y la
mesura de la entidad respectiva. Ello se inscribe además en los lineamientos de
las normas internacionales sobre la materia.
VIATICOS-Discrecionalidad
El
principio constitucional de la igualdad material debe ser aplicado por el SENA
en forma racional, a fin de evitar la arbitrariedad que podría generarse a
partir de un mal uso del ámbito de discrecionalidad del funcionario.
En el
Estado Social de Derecho las competencias son regladas y el margen de
discrecionalidad de los agentes públicos debe ejercitarse dentro de la
filosofía de los valores y principios materiales de la nueva Constitución.
REF:
Proceso No. D-006
Norma
acusada: Artículo 6º (parcialmente) del Decreto 119 de 1.991
Actor:
José Antonio Galán Gómez
Magistrado:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé
de Bogotá, mayo veintinueve (29) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La
Corte Constitucional de la República de Colombia,
EN NOMBRE DEL
PUEBLO
Y
POR MANDATO DE
LA CONSTITUCION
Ha
pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la
demanda instaurada en acción pública de inconstitucionalidad, radicada con el
Nº. D-006, incoada por José Antonio Galán Gómez.
I. ANTECEDENTES
El
Gobierno Nacional expidió el 14 de enero de 1991 el Decreto ley No. 119, con base
en las facultades que al efecto le confiriera la Ley 60 de 1990.
El
Decreto 119 de 1991, "por el cual se fijan las escalas de remuneración de
los empleos del Servicio Nacional de Aprendizaje -SENA-, y se dictan otras
disposiciones", fue demandado en acción pública de inconstitucionalidad.
Cumplidos
como están los trámites previstos en la Constitución y en el Decreto 2067 de
1.991, procede la Corte a decidir el asunto por medio de esta sentencia.
1. De
la demanda
El
ciudadano José Antonio Galán Gómez presentó demanda de inconstitucionalidad
contra el Decreto 119 de 91, para que la Corte Constitucional declare
inexequible la expresión que a continuación se transcribe:
"La
naturaleza de los asuntos que le sean confiados".
Esta
expresión hace parte del artículo 6º del Decreto mencionado, que dice:
"ARTICULO
6. Establécese la siguiente escala de viáticos para los empleados que deban
cumplir comisiones en el interior del país o en el exterior:
ASIGNACION
MENSUAL VIATICOS DIARIOS VIATICOS DIARIOS
EN
PESOS PARA EN DOLARES ESTA-
COMISIONES
EN DOUNIDENSES PARA
EL
PAIS COMISIONES EN EL
EXTERIOR
Hasta
92.540 Hasta 9.850 Hasta 105
De
92.451 a 165.350 Hasta 13.850 Hasta 170
De
165.351 a 231.500 Hasta 17.750 Hasta 234
De
231.501 a 300.800 Hasta 19.400 Hasta 247
De
300.801 a 371.900 Hasta 22.400 Hasta 270
De
371.901 en adelante Hasta 25.350 Hasta
279
La
entidad fijará el valor de los viáticos según la remuneración mensual del
funcionario comisionado, la naturaleza de los asuntos que le sean confiados
y el lugar donde deba llevarse a cabo la labor, hasta por las cantidades
señaladas en el presente artículo.
Dentro
del territorio nacional sólo se reconocerán viáticos cuando el comisionado deba
permanecer por lo menos un día completo en el lugar de la comisión, fuera de su
sede habitual de trabajo.
Cuando
para el cumplimiento de las tareas asignadas no se requiera pernoctar en el
lugar de la comisión, sólo se reconocerá el cincuenta por ciento (50%) del
valor fijado.
Las
comisiones de servicio se conferirán mediante acto administrativo en el cual se
expresará el término de su duración, que no podrá exceder de treinta (30) días.
Dicho término podrá prorrogarse hasta por otros treinta (30) días cuando fuere
necesario por la naturaleza especial de las tareas que deba desarrollarse,
previa autorización expresa e individual del Director General de la entidad.
No
podrá autorizarse el pago de viáticos sin que medie el acto administrativo que
confiere la comisión y ordene el reconocimiento de los viáticos
correspondientes.
Queda
prohibida toda comisión de servicios de carácter permanente.".
El
actor aduce que con este criterio de fijación de viáticos se viola el derecho
al trabajo y el derecho de igualdad de las personas a la luz del ordenamiento
constitucional vigente en ese momento, esto es, el de 1.886.
El
argumento central del actor, según sus propias palabras, es que la norma
acusada "hace una distinción entre sus empleados por razón de carácter
intelectual o material de la labor, y en consecuencia paga, a unos funcionarios
de igual remuneración mensual, una tarifa mayor de viáticos, y a otros, que
devengan la misma remuneración mensual, una tarifa inferior de viáticos, con lo
cual se viola el principio de igualdad..."
Además
el demandante señala que la norma atacada desconoce el artículo 17 de la
Constitución anterior, esto es, la de 1886, y se violan también el Decreto 1014
de 78, el artículo 10 del Código Sustantivo de Trabajo y la Ley 60 de 90.
2. Del
concepto del Ministerio Público
El
Procurador General de la Nación emitió oportunamente el concepto de rigor,
pronunciándose sobre aspectos de forma y de fondo.
De
forma, el Ministerio Público observa que se ha podido decretar la inadmisión de
la demanda, con el fin de que el actor indique las normas constitucionales
violadas, a la luz de la nueva Carta, ya que no le compete a la Corte
Constitucional adecuar de oficio dichos textos.
Y
de fondo el Ministerio Público sostiene que la norma acusada, esto es, el
artículo 6º del Decreto 119 de 1991, es exequible, por cuanto con ella "no
se está creando ninguna desigualdad entre los acreedores de ese concepto que se
hallen en las mismas circunstancias." El Procurador concluye que el
Decreto 119 de 91 "no riñe entonces ni con el principio de igualdad
laboral, ni con el derecho al trabajo, ni con aquellas disposiciones constitucionales
relacionadas con materia laboral."
Sobre
las observaciones de forma del Procurador advierte esta Corte que las demandas
pueden inadmitirse si hay error, vacío o duda respecto de las normas
constitucionales que se consideran infringidas, pero habiendo, como hay, una
alusión directa al derecho constitucional del trabajo, por las siguientes tres
razones debió admitirse la demanda, como en efecto se admitió:
a)
El control Constitucional es una acción pública de naturaleza política
(artículos. 40 Nº 6º Y 241 Nº 4º), que obliga al juez constitucional a
confrontar la norma atacada con toda la Constitución, en virtud de la misión de
atender a la guarda de su integridad y supremacía (artículo 241 de la
Constitución).
b)
El derecho sustancial prima sobre los aspectos formales (artículo 228).
c)
Por razones de economía procesal (artículo 209).
II. FUNDAMENTO
JURIDICO
1. De
la competencia
Por
tratarse de un Decreto expedido con base en las facultades extraordinarias
otorgadas al Gobierno Nacional por la Ley 60 de 1990, al amparo del entonces
vigente artículo 76 numeral 12 de la Constitución de 1886, esta Corporación es
competente para decidir definitivamente sobre su constitucionalidad, de
conformidad con lo establecido por el articulo 241 numeral 5o. de la
Constitución Política de Colombia.
2. Del
texto constitucional que sirve de referente para el examen de
las normas acusadas
La
demanda de la referencia fue presentada ante la Corte Suprema de Justicia el
día 27 de junio de 1991, época en
la
cual aún se encontraba vigente la hoy derogada Constitución de 1886.
Por
consiguiente, el actor en su libelo sólo invoca el derecho al trabajo del
artículo 17 de dicha Carta y el derecho de igualdad del artículo 10 del Código
Sustantivo del Trabajo.
No
obstante, el examen de constitucionalidad por parte de la Corte Constitucional
debe hacerse con base en la Constitución Política actualmente vigente, esto es,
la de 1991, y no con base en textos ya derogados que sólo producirían fallos
inocuos.
En
efecto, tratándose de un punto de fondo, como el que nos ocupa, la nueva Carta
cubre retrospectivamente y de manera automática toda la legalidad pre-existente,
impregnándola con sus dictados superiores.
Distinto
sería el caso hipotético en el que se demandara un punto de forma -como por
ejemplo un exceso en el ejercicio de facultades legislativas extraordinarias-,
porque en este caso operaría un fenómeno contrario: el examen de
constitucionalidad debería hacerse con base en el estatuto constitucional
entonces vigente.
Es
pues lógico y natural que el actor haya invocado la Carta de 1886. Pero es
también de rigor que la Corte Constitucional sólo considere en sus análisis los
preceptos de la Carta de 1991. Es justamente lo que se hace en las líneas
siguientes.
3. Análisis
de Fondo
3.1.
Fundamento Conceptual de la Igualdad en el Derecho al
Trabajo.
La
Constitución es un sistema portador de valores y principios materiales. En su
"suelo axiológico" se encuentra el valor del trabajo, que según el
Preámbulo de la Carta fundamental se debe asegurar a los integrantes de la
sociedad, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que
garantice un orden político, económico y social justo. Por ello el
Constituyente le otorgó al trabajo el carácter de principio informador del
Estado Social de Derecho, al considerarlo como uno de sus fundamentos, al lado
de la dignidad humana, la solidaridad de las personas que integran la
sociedad y la prevalencia del interés general (artículo 1º de la
Constitución).
La
persona es el sujeto de la Constitución y, como condición de la dignidad
humana, la Carta es portadora de derechos y deberes (Título II). El trabajo es
justamente uno de ellos (artículo 25), con un carácter de derecho-deber y,
como todo el tríptico económico de la
Carta
-propiedad (art. 58), trabajo (art. 25), empresa (art. 333)-, cumple una
función social.
El
trabajo es una actividad que goza en todas sus modalidades de la especial
protección del Estado. Una de las garantías es el estatuto del trabajo, que
contiene unos principios mínimos fundamentales (artículo 53), cuya protección
es de tal naturaleza, que es inmune incluso ante el estado de excepción por
hechos que perturben o amenacen perturbar en forma grave e inminente el orden
social, económico y ecológico. El gobierno, con las facultades excepcionales
que le otorga la declaratoria de dicho estado, no puede desmejorar los derechos
sociales de los trabajadores (artículo 215).
El
mandato Constitucional de proteger el trabajo como derecho-deber, afecta a
todas las ramas y poderes públicos, para el cumplimiento de uno de los fines
esenciales del Estado: garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes que genera esa labor humana (artículo 2º).
Entre
los principios mínimos fundamentales del estatuto del trabajo se encuentra
"... la igualdad de oportunidades para los trabajadores... y la
remuneración... proporcional a la cantidad y calidad del trabajo."
El
principio de igualdad de oportunidades para los trabajadores es una especie
del principio de igualdad genérico consagrado en el artículo 13 de la
Constitución. La igualdad de oportunidades permite además el desarrollo de la
dignidad que genera la persona humana a partir de sus derechos inalienables
(artículo 5º) e inherentes (artículo 94).
Dice
así el artículo 13 de la constitución:
"Todas
las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección
y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y
oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen
nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
El
Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y
adoptará medidas en favor de grupos discriminados o marginados.
El
Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición
económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad
manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ella se
cometan".
Ese
principio de la igualdad es objetivo y no formal; él se predica de la identidad
de los iguales y de la diferencia entre los desiguales. Se supera así el
concepto de la igualdad de la ley a partir de la generalidad abstracta, por el
concepto de la generalidad concreta, que concluye con el principio según el
cual no
se
permite regulación diferente de supuestos iguales o análogos y prescribe
diferente normación a supuestos distintos. Con este concepto sólo se autoriza
un trato diferente si está razonablemente justificado. Se supera también, con
la igualdad material, el igualitarismo o simple igualdad matemática.
Hay
pues que mirar la naturaleza misma de las cosas; ella puede en sí misma hacer
imposible la aplicación del principio de la igualdad formal, en virtud de
obstáculos del orden natural, biológico, moral o material, según la conciencia
social dominante en el pueblo colombiano.
Por
ello, para corregir desigualdades de hecho, se encarga al Estado de promover
las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva. En este sentido se
debe adoptar medidas en favor de grupos discriminados o marginados, y proteger
especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o
mental se encuentren en circunstancias de inferioridad manifiesta, como afirma
el artículo 13 en sus incisos 2º y 3º.
La
igualdad material es la situación objetiva concreta que prohibe la
arbitrariedad.
El
operador jurídico, al aplicar la igualdad con un criterio objetivo, debe
acudir a la técnica del juicio de razonabilidad que, en palabras del
tratadista italiano Mortati, "consiste en una obra de cotejo entre
hipótesis normativas que requieren distintas operaciones lógicas, desde la
individualización e interpretación de las hipótesis normativas mismas hasta la
comparación entre ellas, desde la interpretación de los contextos normativos
que pueden repercutir, de un modo u otro, sobre su alcance real, hasta la
búsqueda de las eventuales disposiciones constitucionales que especifiquen
el principio de igualdad y su alcance."1
El
principio constitucional de igualdad de los trabajadores está desarrollado por
el Convenio Internacional del Trabajo número 111 -aprobado por Colombia
mediante la Ley 22 de 1967 y ratificado en 1969-, relativo a la discriminación
en materia de empleo y ocupación. Dicho Convenio es pues en Colombia fuente de
derecho de aplicación directa en virtud del artículo 53 de la Constitución
Política, al decir: "los Convenios Internacionales del Trabajo debidamente
ratificados, hacen parte de la legislación interna", cuyo contenido es
norma interpretativa de los derechos constitucionales en virtud del artículo 93
de la Carta Fundamental.
El
artículo 1o. del Convenio citado dice:
"1.
A los efectos de este convenio, el término 'discriminación', comprende:
A) Cualquier distinción, exclusión o preferencia basada en motivos de raza,
color, religión, opinión política, ascendencia nacional u origen social, que
tenga por efecto anular o alterar la igualdad de oportunidades, de trato en el
empleo y la ocupación;
B)
Cualquier otra distinción, exclusión o preferencia que tenga por efecto anular
o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo u ocupación,
que podrá ser especificada por el miembro interesado, previa consulta con las
organizaciones representativas, de empleadores y de trabajadores, cuando dichas
organizaciones existan , y con otros organismos apropiados
2)
Las distinciones, exclusiones o preferencias basadas en las
calificaciones exigidas para un empleo determinado no serán consideradas como
discriminación" (subrayas no originales).
El
artículo 2º del Convenio dispone:
"Todo
miembro para el cual este convenio se halle en vigor, se obliga a formular y
llevar a cabo una política nacional, que promueva, por métodos adecuados a las
condiciones y a las prácticas nacionales, la igualdad de oportunidades y de
trato en materia de empleo y ocupación, con objeto de eliminar cualquier
discriminación a este respecto."
Por
otra parte el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales
de 16 de diciembre de 1966, que entró en vigor el 3 de enero de 1976 , fue
aprobado por Colombia mediante la Ley 74 de 1.968 y ratificado el 29 de octubre
de 1969 que consagra:
"Los
Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al
goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren en
especial:
c)
Igual oportunidad para todos de ser promovidos, dentro de su trabajo, a la
categoría superior que les corresponda, sin más consideraciones que los
factores de tiempo de servicio y capacidad".
De
las simples lecturas de las normas se comprende su sentido de consagrar la
igualdad de oportunidades en materia de empleo y de ocupación.
Como
se podrá observar las diferencias objetivas no generan discriminación, a partir
del principio según el cual las situaciones comparables no se tratan en forma
diferente y las situaciones diferentes se tratan en forma desigual.
Así
se deduce claramente tanto del texto del artículo 1o. numeral 2º del Convenio
OIT, que permite establecer distinciones, exclusiones o preferencias basadas en
las calificaciones exigidas para el empleo, como de las consideraciones de
tiempo de servicio y capacidad, de acuerdo con el artículo 7º del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Trato
diferente que no contraría el principio de imparcialidad que consagra el
artículo 209 de la Constitución, que consiste en el deber general de
razonabilidad y en el parámetro adecuado para apreciar la legitimidad en el
ejercicio de cualquier poder discrecional.
La
anterior interpretación es concordante con el principio "remuneración
mínima vital y móvil, proporcional a la cantidad y calidad de trabajo",
que consagra como garantía mínima paralela el artículo 53 de la Carta.
La
proporcionalidad de la remuneración por la cantidad y calidad del trabajo,
está igualmente consagrada por la Organización Internacional del Trabajo en el
Convenio numero 100 -aprobado mediante Ley 54 de 1962-, relativo a la igualdad
de remuneración entre la mano de obra masculina y la mano de obra femenina por
un trabajo de igual valor y por el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, de 16 de diciembre de 1.966, que entró en vigor el 3 de
enero de 1.976 , fue aprobado por Colombia mediante la Ley 74 de 1.968 y
ratificado el 29 de octubre de 1.969 que reconoce el derecho de toda persona
al goce de condiciones equitativas y satisfactorias que le aseguren en especial
un salario equitativo e igual por trabajo de igual valor, sin distinciones de
ninguna especie.
Concluyendo,
la Corte Constitucional considera que el caso sub-exámine debe analizarse a la
luz del nuevo marco axiológico de la Constitución en general y de los alcances
de la igualdad material en particular.
Además
se recogen así los principios jurisprudenciales anteriormente elaborados en
Colombia. En efecto, la Corte Suprema de Justicia había establecido la igualdad
en diversos fallos, deduciéndola no sin dificultad del artículo 16 de la
anterior Carta de 1886.
Por
ejemplo, la igualdad formal fue incorporada por primera vez en un fallo de la
Corte Suprema de Justicia de 1.931, a propósito de un caso en el que se exigía
distintos tipos de requisitos para que una persona acreditara su capacidad
para ejercer la abogacía. Esta primera sentencia es lo que los franceses
denominarían "un fallo de principio".
Sin
embargo, la sentencia de aquel alto Tribunal que reconoció la igualdad material
fue el fallo del 4 de septiembre de 1.970, con ponencia de Eustorgio Sarria, en
donde se citó una frase de León Duguit para respaldar la idea de que la
igualdad no implicaba una igualdad matemática, sino una igualdad de trato para
los iguales y un desigual trato para los desiguales.
Este
proceso evolutivo de la jurisprudencia colombiana culminó en el fallo del 17 de
octubre de 1991, en donde la Corte Suprema de Justicia, con ponencia del
Magistrado Simón Rodríguez Rodríguez, reiteró la igualdad material en una Sentencia
de constitucionalidad contra la Ley 49 de 1990.
Si
en la Carta de 1886 la igualdad material estaba implícita, en la nueva
Constitución de 1991 ella está explícita en el artículo 13. Ahora la
jurisprudencia constitucional no está forzada a desentrañarla sino a
desarrollarla a partir de la construcción de una dogmática en la que se
establezcan criterios para determinar las diferencias relevantes que
justifiquen un tratamiento diferente en un caso concreto.
3.2. Viáticos
Antes
de considerar los argumentos del caso concreto es preciso analizar el concepto
de viático.
La
definición de "viático", según el diccionario Jurídico
Abeledo-Perrot, de José Abelardo Garrone (Tomo III, pag.593), es la siguiente:
"Importe
que se abona a un empleado u obrero en compensación de los gastos en que él
mismo ha debido incurrir por haber sido destinado transitoriamente a trabajar
fuera de su residencia habitual".
El
concepto de viático surge de la comisión de servicio, regulada en el artículo
6o. del Decreto Ley 2400 del 68, cuya finalidad es el cumplimiento de misiones
especiales por parte de los servidores públicos, conferidas por sus superiores.
Por
lo tanto, la comisión es un deber que se cumple en el ejercicio de las
funciones, según el Decreto 1950 del 73, artículo 79. El artículo 65 del
Decreto 1042 del 78 por su parte prohibe los viáticos permanentes.
Los
viáticos son factor de salario (Art. 42 literal h del Decreto 1042 de 1978),
sólo si se reciben en forma habitual y periódica; de lo contrario no constituyen
salario. En efecto, el artículo 45 del Decreto 1045 de 1978, para el caso de la
liquidación del auxilio de cesantía y de pensiones les da el carácter de factor
de salario, pero a condición de que "se hayan percibido por un término no
inferior a ciento ochenta días en el último año de servicio".
Ahora
bien, la norma atacada en este negocio no es nueva sino que tiene su
antecedente en el artículo 62 del Decreto 710 de 1978 y desde entonces ha
venido siendo reiterada por el legislador.
En
este orden de ideas, es ajustado a la Constitución que los viáticos en cada
caso se compadezcan, entre otros criterios, con la naturaleza de los asuntos
que le sean confiados a un trabajador, pues los gastos de una comisión no
pueden ser concebidos sin considerar al mismo tiempo la clase de labor que se
realizará por fuera del domicilio ordinario de trabajo, ya que la finalidad del
viático es atender al pago de los mayores costos que genera el cumplimiento de
la comisión.
3.3.
Análisis del caso concreto
En
el caso concreto el actor afirma que de los tres criterios señalados en el
Decreto 119 de 1991, para efectos de la fijación de viáticos -remuneración
básica, naturaleza de los asuntos confiados y lugar donde se realiza la
comisión-, el segundo de ellos desconoce la igualdad porque habría
discriminación entre el trabajo intelectual y el trabajo material.
Para
esta Corte el actor se equivoca, pues la norma atacada no viola la igualdad.
Más aún, de no establecerse dicho criterio se atentaría, ahí si, contra el
principio de igualdad en su generalidad concreta, pues los viáticos de una
comisión deben apuntar, en sana lógica y justicia, a proporcionar al trabajador
manutención y alojamiento y no como retribución por el servicio prestado.
Fue
Aristóteles quien dijo que la igualdad entre desiguales es injusticia.
La
Corte, pues, considera que la igualdad hay que evaluarla en cada caso
específico. En el negocio que nos ocupa, por ejemplo, este valor constitucional
exige la posibilidad de que trabajadores encargados de diferentes comisiones
devenguen también distintos viáticos establecidos en cada caso por el buen tino
y la mesura de la entidad respectiva. Ello se inscribe además en los
lineamientos de las normas internacionales sobre la materia.
Por
los argumentos expuestos la Corte Constitucional comparte y acoge plenamente
las tesis del Ministerio Público expuestas como argumento de fondo, para
solicitar la constitucionalidad de la norma demandada.
Ahora
bien, habría desigualdad en la aplicación de la norma si los destinatarios del
Decreto 119 de 1991, teniendo el mismo nivel y grado, y hallándose en
comisiones sobre asuntos de igual naturaleza, fuesen objeto de diferente
régimen de viáticos. Allí sí se violaría el principio de igualdad. Pero el caso
que nos ocupa es bien distinto.
Además
la posibilidad de valorar en cada caso los viáticos de los servidores que van
a desempeñar la comisión, "según la naturaleza del asunto que le sea
confiado", permite racionalizar el gasto público en materia de viáticos;
este gasto se debe someter al principio de eficiencia y economía de la gestión
pública, como ordena el artículo 209 constitucional. Ello a partir del concepto
según el cual el Estado Social de Derecho exige la aplicación de criterios de
excelencia en la administración pública, cuya verificación se realiza mediante
el control de gestión y de resultado de que tratan los artículos 264, 267, 268
numeral 2º, 277 numeral 5º y 343 de la Carta.
El
SENA adquiere así elementos de juicio razonables para la fijación de viáticos.
En
el procedimiento de determinación del monto de los viáticos, el peso específico
de los tres criterios no es igual. El primer criterio (el salario) es básico y
antecede a los demás, como quiera que establece un rango indispensable para la
aplicación de los otros dos criterios, cuya inclusión está encaminada
precisamente a buscar la reducción de la discrecionalidad propia de la fijación
del monto del viático dentro del rango anotado. Por eso, dichos criterios
deben partir de elementos de juicio objetivos, reales: el sitio y la naturaleza
del asunto. De estos dos criterios, el que más se presta a la apreciación
subjetiva es el de la naturaleza del asunto.
Sin
embargo, es necesario dejar en claro que también este criterio está basado en
razones de tipo objetivo, relacionadas con las circunstancias propias de las
actividades que se realizan. De ninguna manera ella implica apreciación
meramente subjetiva, fundada en una valoración apriori que discrimine entre
labores de tipo intelectual y labores de tipo material, u otro tipo de
discriminación. En síntesis, el criterio de la naturaleza del asunto debe ser
entendido como un intento por establecer límites al poder necesariamente
discrecional del funcionario encargado de establecer el monto de los viáticos y
en consecuencia no debe dar lugar a posibles discriminaciones de ninguna índole
sino, por el contrario, debe ser la fuente de una mayor objetividad y equidad
en las relaciones laborales.
Por
voluntad expresa del constituyente, así como por el contenido orgánico de la
Carta de 1991 y, en particular , el alcance de los artículos 1º, 13, 25 y 53,
la Corte Constitucional es plenamente conciente de que hoy menos que nunca
puede prohijarse la vigencia de normas cuyo alcance o efecto implique
discriminación que no esté razonablemente justificada en el propio ordenamiento
constitucional
En
este sentido, la norma acusada se enmarca en los términos que establece el
artículo 36 del Código Contencioso Administrativo, que dice:
"En
la medida en que el contenido de una decisión, de carácter general o
particular, sea discrecional, debe ser adecuada a los fines de la norma que le
autoriza, y proporcional a los hechos que le sirven de causa."
Entonces
el principio constitucional de la igualdad material debe ser aplicado por el
SENA en forma racional, a fin de evitar la arbitrariedad que podría generarse a
partir de un mal uso del ámbito de discrecionalidad del funcionario.
En el
Estado Social de Derecho las competencias son regladas y el margen de
discrecionalidad de los agentes públicos debe ejercitarse dentro de la
filosofía de los valores y principios materiales de la nueva Constitución. Es
lo que ha hecho el legislador extraordinario en el Decreto 119 de 1991.
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia,
RESUELVE:
DECLARAR
CONSTITUCIONAL el artículo 6º del Decreto 119 de 1991, "por
el cual se fijan las escalas de remuneración de los empleados del Servicio
Nacional de Aprendizaje -SENA-, y se dictan otras disposiciones en materia
salarial", en el aparte que dice: "la naturaleza de los asuntos que
le sean confiados."
Cópiese,
publíquese y comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta
Constitucional y archívese el expediente.
Dada
en Santafé de Bogotá, D.C., veintinueve (29) días del mes de mayo mil
novecientos noventa y dos (1992).
SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Magistrado
FABIO
MORON DIAZ JAIME SANIN GREFFEINSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA
SACHICA DE MONCALEANO
Sacretaria
General
1 Véase en
ALESSANDRO, Pizzoruso. Lecciones de Derecho Constitucional. Pag. 169. Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid 1.984. |
205 | C-416-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-416/92
TRANSITO CONSTITUCIONAL/CONTROL DE
CONSTITUCIONALIDAD
Desde el punto de vista material, es
decir, en lo que se relaciona con el contenido de las normas objeto de examen
-por aspectos diferentes al del posible exceso en el uso de las facultades
extraordinarias conferidas- interesa definir si ellas se ajustan o no a las
prescripciones de la Constitución vigente al momento de proferir el fallo. Esa
Constitución, por lo que atañe a esta demanda, no es otra que la Carta Política
de 1991, cuyo artículo 380 dispuso la derogatoria de la Carta de 1886 y sus
reformas. Instaurado y en vigencia el nuevo estatuto constitucional, no pueden
coexistir con él normas legales ni de otro orden que lo contraríen.
En lo que respecta a la determinación sobre
si fueron atendidas o desconocidas las formalidades a las que estaba sujeta la
expedición de las normas en controversia, mal podría efectuarse la comparación
con los requerimientos que establezca el nuevo régimen constitucional ya que
éste únicamente gobierna las situaciones que tengan lugar después de iniciada
su vigencia y, por ende, la constitucionalidad por el aspecto formal tiene que
ser resuelta tomando como referencia el ordenamiento que regía cuando nacieron
los preceptos en estudio.
FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Límites/PRESIDENTE DE LA
REPUBLICA/COMPETENCIA/PERSONAL DOCENTE/UNIVERSIDAD DE LA AMAZONIA
El Presidente tan
solo puede legislar, con apoyo en las facultades concedidas, dentro del tiempo
previsto por la propia ley y los correspondientes decretos únicamente pueden
tratar sobre los asuntos en ella indicados, sin lugar a extensiones ni
analogías. El desbordamiento de tales límites por el Jefe del Estado
representa una invasión de la órbita constitucional del Congreso y la
consiguiente violación de la Carta Política. En este caso partiendo de una
interpretación estricta de las facultades extraordinarias, tal como lo exige su
carácter excepcional, es protuberante la diferencia existente entre las
disposiciones puestas en vigencia por el Gobierno mediante las normas
cuestionadas y la sustancia de la habilitación legislativa extraordinaria.
No significa que
al proferir esta Corte un fallo de inexequibilidad en relación con la totalidad
de las normas impugnadas, quede sin regulación legal el tema referente a la
determinación de las remuneraciones básicas y adicionales para los profesores a
quienes el Decreto se refiere, pues otras disposiciones del mismo que no son
materia de esta acción, prevén las reglas aplicables para tal efecto.
CONTROL
CONSTITUCIONAL/SUSTRACCION DE MATERIA/SENTENCIA INHIBITORIA-Improcedencia
/COSA JUZGADA CONSTITUCIONAL
La Corte discrepa
de la tesis según la cual la llamada sustracción de materia debe
conducir necesariamente a un fallo inhibitorio, pues la importancia del control
constitucional no reside únicamente en el efecto inmediato sobre la futura
ejecutabilidad de la norma atacada sino que se extiende al establecimiento de
una doctrina por medio de la cual el organismo encargado de velar por el
imperio de la Carta Política señala el alcance e interpretación de los
principios y preceptos que la integran.
En casos
semejantes, el pronunciamiento de la Corte en torno a la validez de una de
tales normas frente a los dictados de la Constitución, resulta útil y eficaz,
inclusive si la norma atacada ha sido sustituída, con el objeto de dar eficacia
al principio de la cosa juzgada constitucional.
-Sala Plena-
Ref.: Proceso
D-015
Acción de
inconstitucionalidad contra varios artículos del Decreto ley número 112 del 14
de enero de 1991, "Por el cual se establece el régimen de remuneración del
personal de empleados públicos docentes de la Universidad de la Amazonía y se
dictan otras disposiciones en materia salarial"
Actor: LUIS
CARLOS AVELLANEDA TARAZONA
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Aprobada en Santafé de Bogotá, D.C.,
mediante acta No. 56, del dieciocho (18) de junio de mil novecientos noventa y
dos (1992).
I. ANTECEDENTES
Procede la Corte a resolver sobre la acción
pública de inconstitucionalidad incoada por el ciudadano LUIS CARLOS
AVELLANEDA TARAZONA contra los artículos 3o., 5o., 8o., 9o., 16, 19 y 20
del Decreto ley número 112 del 14 de enero de 1991.
La demanda fue presentada ante la Corte
Suprema de Justicia y remitida a esta Corporación el día dieciocho (18) de
febrero de mil novecientos noventa y dos (1992), día siguiente al de su
instalación formal. Repartida, de conformidad con el Programa de Trabajo y
Reparto aprobado por la Sala Plena para el mes de febrero, fue admitida y se
corrió traslado al Procurador para que emitiera el concepto previsto en el
artículo 242, numeral 2, de la Constitución Política. El dictamen fiscal fue
rendido el día 23 de abril de 1992, mediante oficio número 008.
II. TEXTO DEL DECRETO DEMANDADO
Las normas acusadas, pertenecientes al
Decreto 112 de 1991, son del siguiente tenor literal:
"DECRETO 112 DEL 14 DE ENERO DE 1991
Por el cual se
establece el régimen de remuneración del personal de empleados públicos
docentes de la Universidad de la Amazonia y se dictan otras disposiciones en
materia salarial.
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA,
en uso de las
facultades extraordinarias que le confiere el artículo 1o. de la ley 60 de
1990,
D E C R E T A :
--------------------------------------------------------
ARTICULO 3. Son condiciones para pertenecer a las categorías
indicadas en el artículo anterior, las siguientes:
1. Para ser profesor auxiliar se requiere:
Tener título de formación universitaria o
de tecnólogo especializado en el área correspondiente y acreditar dos (2) años
de experiencia en el ramo profesional.
2. Para ser profesor asistente se necesita
reunir cualquiera de los siguientes requisitos:
a. Haber sido profesor auxiliar en la Universidad de la
Amazonía por lo menos durante dos (2) años y tener ciento setenta (170) puntos
en producción intelectual y/o capacitación y/o extensión;
b. Tener título de magister o su equivalente
internacional, en la modalidad de formación avanzada o posgrado, con dos (2)
años de experiencia profesional y ciento diez (110) puntos en producción
intelectual y/o capacitación y/o extensión;
c. Tener título de formación universitaria o de tecnólogo
especializado en el área correspondiente, con cuatro (4) años de experiencia
profesional y ciento diez (110) puntos en producción intelectual y/o
capacitación y/o extensión.
3. Para ser profesor asociado se necesita reunir
cualquiera de los siguiente requisitos:
a. Haber sido profesor asistente en la Universidad de
la Amazonia por lo menos durante tres (3) años y tener doscientos setenta (270)
puntos en producción intelectual y/o capacitación y/o extensión;
b. Haber sido profesor asistente en la Universidad de
la Amazonia por lo menos durante dos (2) años, tener título de magister o su
equivalente internacional, en la modalidad de formación avanzada o posgrado y
doscientos cuarenta (240) puntos en producción intelectual y/o capacitación y/o
extensión;
c. Tener título de magister o su equivalente
internacional, en la modalidad de formación avanzada o posgrado, con cinco (5)
años de experiencia profesional, de los cuales mínimo tres (3) deben
corresponder a docencia universitaria y setenta (70) puntos en producción
intelectual y/o capacitación y/o extensión;
d. Tener título de doctor o Ph.D. o su equivalente
internacional, en la modalidad de formación avanzada o posgrado con dos (2)
años de experiencia docente universitaria y ciento noventa (190) puntos en
producción intelectual y/o capacitación y/o extensión.
4. Para ser profesor titular se necesita reunir
cualquiera de los siguientes requisitos:
a. Haber sido profesor asociado en la Universidad de la
Amazonia por lo menos durante cuatro (4) años y tener doscientos noventa (290)
puntos en producción intelectual y/o capacitación y/o extensión;
b. Haber sido profesor asociado en la Universidad de la
Amazonia por lo menos durante tres (3) años, tener título de magíster o su
equivalente internacional, en la modalidad de formación, avanzada o posgrado y
doscientos sesenta (260) puntos en producción intelectual y/o capacitación y/o
extensión;
c. Haber sido profesor asociado en la Universidad de la
Amazonia por lo menos durante tres (3) años, tener título de doctor o Ph.D. o
su equivalente internacional, en la modalidad de formación avanzada o posgrado
y doscientos diez (210) puntos en producción intelectual y/o capacitación y/o
extensión;
d. Tener título de doctor o Ph.D. o su equivalente
internacional, en la modalidad de formación avanzada o posgrado, con seis (6)
años de experiencia docente universitaria y acreditar trabajo de investigación
sobre la Amazonia colombiana o sobre temas que a juicio de la Universidad
interesen a la región.
PARAGRAFO 1. El cumplimiento de los requisitos en cualquiera de
las alternativas para efectos de inscripción o ascenso a las diferentes
categorías del escalafón de la carrera docente universitaria, fijados en este
artículo, otorga el puntaje básico asignado a la respectiva categoría en el
artículo 2o. del presente decreto. Para lo anterior, los docentes deberán
ajustarse estrictamente a lo dispuesto en los artículos 9o. y 10 del presente
decreto, según el caso.
PARAGRAFO 2. El docente está obligado a cumplir inicialmente con
el puntaje mínimo fijado en este artículo, por concepto de cada uno de los
factores de producción intelectual y/o capacitación y/o extensión, requerido
para el correspondiente ascenso en el escalafón de cada categoría.
Los puntos acreditados por encima del
número establecido en este artículo se acumularán y se tendrán en cuenta cuando
el docente solicite la asignación de dichos puntos para su clasificación en una
nueva categoría o para conversión en remuneración adicional.
----------------------------------------------------------
ARTICULO 5. Para el ingreso y promoción en el escalafón de la
carrera docente se tendrán en cuenta los siguientes aspectos:
1. La evaluación satisfactoria según lo establecido en
el reglamento del personal docente de la Universidad de la Amazonia, teniendo
además en cuenta los mecanismos e instrumentos señalados para tal efecto.
2. El cumplimiento de los requisitos establecidos para
cada categoría, tal como se especifica en el presente decreto.
----------------------------------------------------------
ARTICULO 8. Los empleados públicos docentes de tiempo completo y
de tiempo parcial, vinculados a la Universidad de la Amazonia con anterioridad
al 1o. de enero de 1990, podrán solicitar la inscripción en el escalafón de la
carrera docente en las categorías indicadas en el artículo 2o. del presente
decreto, previo el lleno de los requisitos establecidos para el efecto.
ARTICULO 9. La presentación de solicitudes para ascenso dentro del
escalafón docente o estudio de factores para la acumulación de puntos dentro de
cada categoría, será hasta el 15 de agosto de cada año. A partir de esta fecha
el comité de personal docente, procederá a evaluar y examinar el cumplimiento
de los requisitos exigidos para el ascenso o reconocimiento de remuneración
adicional. Los efectos fiscales se producirán a partir del 1o. de enero del
año siguiente, previo el acto administrativo respectivo.
----------------------------------------------------------
ARTICULO 16. La autoridad nominadora no podrá efectuar
nombramientos de docentes de tiempo completo, en favor de personas que estén
percibiendo remuneraciones por el desempeño de otro cargo de igual dedicación.
Para la posesión deberá aportar declaración juramentada ante juez o notario, de
no estar vinculado de tiempo completo en otra entidad de cualquier orden.
----------------------------------------------------------
ARTICULO 19. La aprobación por el Instituto Colombiano para el
Fomento de la Educación Superior de nuevos programas académicos en la
Universidad de la Amazonia, que impliquen costos adicionales en el presupuesto
requerirán el concepto previo y favorable del Ministerio de Hacienda y Crédito
Público, Dirección General del Presupuesto sobre la disponibilidad de recursos
para financiar dichos programas.
ARTICULO 20. La Universidad de la Amazonía deberá someter a
consideración del Gobierno Nacional en el término de sesenta (60) días a partir
de la vigencia del presente decreto, las plantas de personal docente, empleados
y trabajadores oficiales, de que trata el artículo 59 del decreto 80 de 1980,
sin exceder el monto de la apropiación prevista por servicios personales en el
presupuesto general de la Nación, correspondiente a la actual vigencia".
----------------------------------------------------------
III. LA DEMANDA
El actor, aunque presentó la demanda el 11
de julio de 1991, cuando ya la nueva Constitución había entrado a regir, señala
como violadas varias disposiciones de la Carta anterior, en especial sus
artículos 20, 55 y 76, numerales 1 y 12, y 118, numeral 8o.
Enuncia, además, como "normas que
sustentan la acción", la ley 8a. de 1979, en su artículo 1, numerales 3 y
4, y el Decreto 80 de 1980, artículos 59, literal c), y 91 a 121.
Las razones que invoca el demandante, para
solicitar que se declare la inexequibilidad de las disposiciones transcritas,
pueden sintetizarse en el desbordamiento de las facultades extraordinarias
conferidas al Presidente de la República mediante la Ley 60 de 1990.
A su juicio, no podía el Presidente de la
República establecer condiciones de pertenencia a las categorías del escalafón
(art. 3o.); ni fijar "aspectos" para ingreso y promoción en el
escalafón de la carrera docente (art. 5o.); ni hacer referencia a solicitud de
inscripción en el escalafón de la carrera docente (art. 8o.); ni establecer
términos para presentación de solicitudes de ascenso dentro del escalafón (art.
9o.); ni prohibir a la autoridad nominadora efectuar nombramientos de docentes
de tiempo completo en favor de personas que estén percibiendo remuneración por
el desempeño de otro cargo de igual dedicación (art. 16); ni señalar que la
aprobación de los nuevos programas académicos que impliquen costos adicionales
requieren concepto previo y favorable del Ministerio de Hacienda, por conducto
de la Dirección de Presupuesto (art. 19); ni exigir a la Universidad de la
Amazonia que sometiera a consideración del Gobierno Nacional las plantas de
personal docente, empleados y trabajadores oficiales (art. 20)..., pues en
todos estos casos el Jefe del Estado carecía de facultades para legislar.
Dice, por otra parte, que las condiciones
para pertenecer a las categorías del escalafón deben ser previstas en los
estatutos de personal docente que expidan los respectivos Consejos Superiores,
según los artículos 59, literal c), 110 y 120 del Decreto 80 de 1980, y que,
por ende, mal podía el Ejecutivo estatuír esas condiciones.
IV- CONCEPTO DEL
PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
El Jefe del Ministerio Público se detiene
en primer lugar a considerar la incidencia del tránsito constitucional en el
estudio sobre el ejercicio de las facultades extraordinarias. Dice al respecto
que el pronunciamiento de la Corte Constitucional, en aras de la certeza y la
seguridad jurídicas, debe ser el resultado del juicio de validez de las normas
acusadas frente a los preceptos constitucionales vigentes al momento del
examen. Sin embargo, distingue como lo hiciera la Corte Suprema de Justicia en
varias sentencias que aparecen citadas en el concepto, el caso en el cual se
impugna un decreto presidencial por exceso en el uso de facultades
extraordinarias, afirmando que en tal caso el análisis correspondiente
"debe hacerse necesariamente a partir de un cotejo con los preceptos vigentes
al tiempo en que se efectivizó, dado que por constituir éstos su fuente de
validez, son los que determinan la regularidad de su ejercicio"[1]
"Ello quiere decir -concluye-, para el caso
en estudio, que la Ley de Facultades extraordinarias se regirá por la
Constitución anterior al 91 y que los Decretos dictados en desarrollo de ella,
se ajustaban a la misma, que era la vigente; y que cuando sobrevino la nueva
Carta, ya se había ejercitado la facultad delegataria y se había agotado para
el caso. Así se tiene que su exequibilidad o no, son dependientes en su
juzgamiento, a la Carta vigente para entonces".
Analiza luego la sujeción a la temporalidad
en el ejercicio de las facultades y concluye que el decreto fue expedido dentro
del término previsto en la ley 60 de 1990.
Entra luego en el examen de los artículos
objeto de la demanda en relación con el sometimiento de su materia a la
precisión de las facultades otorgadas. Sobre este particular expresa:
- Se percibe claramente que el Ejecutivo
extralimitó las facultades extraordinarias al expedir los artículos 5 y 8 del
Decreto 112 de 1991, toda vez que los preceptos aludidos regulan materias que
son propias de un estatuto de carrera y no de nomenclatura y escalas de
remuneración, temas a los cuales se hallaban limitadas aquellas.
- Los artículos 3o. y 9o. demandados, a
pesar de lo dicho por la Corte Suprema en caso similar al presente (Sentencia
173 de noviembre 22 de 1990), son totalmente inexequibles, sin que haya lugar a
excluir de la declaración parte de ellos, como en esa ocasión lo expresó la
Corte en el citado fallo.
"En efecto -dice la Procuraduría-, se
tiene que el Decreto-Ley 80/80, dictado en ejercicio de las facultades
extraordinarias otorgadas por la Ley 8a. de 1979, contiene en su totalidad, el
reglamento o estatuto legal que organiza el "Sistema de Educación Post-Secundaria",
estatuto que se halla vigente. Si el artículo 3o. del acto ley impugnado, se
hubiera limitado a referirse al sistema Post-Secundario establecido en el
Decreto 80/80, sin entrar a hacer definiciones relacionadas con calidades y
cualidades presumiblemente determinantes de la idoneidad del profesor, como de
otros aspectos atinentes a los mismo conceptos, sería innegable la tesis de la
H. Corte Suprema, sobre su viabilidad constitucional, en frente a la ley de
autorizaciones. Pero como la misma Corporación en el fallo aludido, afirma el
mal uso de las atribuciones anteriores y similares, que se referían a
cuestiones relativas a los derechos económico laborales de los profesores, mal
puede pretenderse una indebida aplicación de tales autorizaciones, a temas
vedados dentro de la circunscripción de facultades.
"De otra parte, no debe olvidarse que
por interpretación de la misma Constitución Nacional y de las normas legales
sobre elaboración de la ley, entre todas las disposiciones que integran un
estatuto legal, existe o debe existir una unidad de contenido, en las que se
articulan todos los preceptos, de manera necesaria. En tales condiciones,
cuando los artículos 3 y 9, en la parte en que la H. Corte, en caso similar
estimó inexequibles, hace referencia expresa a las normas del decreto impugnado
y que debe declararse inexequible, por lógica conclusión, su contenido también
sufre de los vicios de inconstitucionalidad".
- "Respecto al artículo 19, que exige
concepto previo y favorable del Ministerio de Hacienda y Crédito Público cuando
los programas académicos de la Universidad, aprobadas por el ICFES,
impliquen costos adicionales en el presupuesto, conceptúa el Procurador que la
materia regulada no encaja dentro de las habilitaciones concedidas al Ejecutivo
ni tampoco se ajusta a los conceptos de la Ley 60 de 1990, toda vez que la
norma no obedece "a un desarrollo lógico ni consecuencial de las
facultades concedidas por el Ejecutivo" ...no se pueden hacer
interpretaciones extensivas ni acomodaticias de la ley que habilita".
- "...en lo tocante al artículo 20
del decreto puesto en tela de juicio, mediante el cual se ordena a la
Universidad de la Amazonia "someter a consideración del Gobierno Nacional
en un término de sesenta (60) días a partir de la vigencia del Decreto
(subraya la Procuraduría), la planta de personal docente, empleados y
trabajadores oficiales de que trata el artículo 59 del Decreto
080/80...", salta a la vista -según el concepto fiscal- que el plazo
dentro del cual debía presentarse a consideración del Gobierno Nacional dicha
planta de personal, ya transcurrió, puesto que éste empezaba a correr desde el
14 de abril de 1991, fecha de entrada en vigencia del Decreto. De tal manera,
la norma legal en estudio es inexistente, desapareció de la vida jurídica al
perder su fuerza legal, lo que conlleva indefectiblemente, a un fallo
inhibitorio por sustracción de materia".
- Solicita, por tanto, que la Corte
Constitucional declare inexequibles los artículos 3, 5, 8, 9, 16 y 19 del
Decreto 112 de 1991 y se inhiba de fallar sobre la exequibilidad del artículo
20 del mismo.
V- CONSIDERACIONES
DE LA CORTE
1. Competencia
Esta Corporación es competente para
resolver de manera definitiva sobre el asunto planteado, con arreglo a lo
previsto en el artículo 241, numeral 5, de la Constitución Política, en cuanto
el Decreto 112 del 14 de enero de 1991, del cual hacen parte los artículos
materia de la demanda, fue expedido por el Presidente de la República invocando
las facultades extraordinarias que le fueron otorgadas por la Ley 60 de 1990.
Como ya se ha reseñado, el actor, aunque
presentó su escrito el 11 de julio de 1991, esto es, varios días después de
haber entrado en plena vigencia la Constitución, lo dirigió a la Corte Suprema
de Justicia y manifestó de modo expreso que esa Corporación era la competente
para conocer de la acción, por mandato del artículo 214 de la Carta Política
anterior.
El Magistrado Sustanciador, en acatamiento
al principio consagrado por el artículo 228 de la Constitución sobre
prevalencia del derecho sustancial en las actuaciones de la administración de
justicia, admitió la demanda de inconstitucionalidad que dió lugar al proceso
que ahora culmina.
Como ya se indicó en el auto admisorio, el
actor, al suponer extendida la competencia de la Corte Suprema por el solo
hecho de que ante ella hubiera tenido que hacerse la presentación de la demanda
por no estar aún instalada entonces la Corte Constitucional, interpretó
equivocadamente el artículo 24 Transitorio de la Constitución, cuyo tenor
literal no dejaba lugar a dudas: "Las acciones públicas de
inconstitucionalidad instauradas antes del 1o. de junio de 1991 (no era este el
caso) continuarán siendo tramitadas y deberán ser decididas por la Corte
Suprema de Justicia, dentro de los plazos señalados en el Decreto 432 de 1969.
Las que se hubieran iniciado con posterioridad a la fecha citada, deberán ser
remitidas a la Corte Constitucional en el estado en que se encuentren".
2. Normatividad aplicable
En cuanto a la normatividad constitucional
con la cual habrán de confrontarse las disposiciones impugnadas, debe
procederse de acuerdo con las siguientes distinciones:
Desde el punto de vista material, es
decir, en lo que se relaciona con el contenido de las normas objeto de examen
-por aspectos diferentes al del posible exceso en el uso de las facultades
extraordinarias conferidas- interesa definir si ellas se ajustan o no a las
prescripciones de la Constitución vigente al momento de proferir el fallo. Esa
Constitución, por lo que atañe a esta demanda, no es otra que la Carta Política
de 1991, cuyo artículo 380 dispuso la derogatoria de la Carta de 1886 y sus
reformas. Instaurado y en vigencia el nuevo estatuto constitucional, no pueden
coexistir con él normas legales ni de otro orden que lo contraríen.
En lo que respecta a la determinación sobre
si fueron atendidas o desconocidas las formalidades a las que estaba sujeta la
expedición de las normas en controversia, mal podría efectuarse la comparación
con los requerimientos que establezca el nuevo régimen constitucional ya que
éste únicamente gobierna las situaciones que tengan lugar después de iniciada
su vigencia y, por ende, la constitucionalidad por el aspecto formal tiene que
ser resuelta tomando como referencia el ordenamiento que regía cuando nacieron
los preceptos en estudio.
El tema específico de la acusación
formulada en la demanda que se resuelve, esto es, el potencial abuso de las
facultades otorgadas, no puede abordarse sino mediante la verificación de las
normas que delimitaban la tarea del Gobierno en el momento en que hizo uso de
la habilitación legislativa.
En este sentido es pertinente acoger, como
también lo hace el Procurador General de la Nación, los criterios expuestos por
la Corte Suprema de Justicia en Sentencia del veinticinco (25) de julio de mil
novecientos noventa y uno (1991), en la cual afirmó que "...la investidura
extraordinaria de poderes legislativos a favor del Jefe del Ejecutivo en
últimas entraña una cuestión de competencia", pues de ella carece en
principio para expedir actos con fuerza de ley, y que, entonces, "la
valoración del ejercicio de una competencia, esto es, la definición acerca de
si un órgano estatal obró o no de conformidad con las reglas que la fijan, debe
hacerse necesariamente el cotejo con los preceptos vigentes al tiempo en que se
efectivizó, dado que por constituír éstos su fuente de validez, son los que
determinan la regularidad de su ejercicio"[2].
3. Los artículos acusados frente a la ley
de facultades extraordinarias
Estando en cabeza del Congreso Nacional la
titularidad de la función legislativa y siendo, por tanto, excepcionales los
casos en que al Presidente de la República le es permitido ejercerla, uno de
los cuales es el de las denominadas facultades extraordinarias (artículo
150, numeral 10, de la Constitución vigente; 76, numeral 12 de la anterior), el
uso de esas atribuciones, que de suyo no son propias del Ejecutivo, está
limitado de manera taxativa y estricta al ámbito material y temporal fijado en
la ley habilitante.
Así lo ha entendido de tiempo atrás la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia y así lo considera también la
Corte Constitucional.
Ello implica que el Presidente tan solo
puede legislar, con apoyo en las facultades concedidas, dentro del tiempo
previsto por la propia ley y que los correspondientes decretos únicamente
pueden tratar sobre los asuntos en ella indicados, sin lugar a extensiones ni
analogías. El desbordamiento de tales límites por el Jefe del Estado
representa una invasión de la órbita constitucional del Congreso y la
consiguiente violación de la Carta Política.
El Decreto 112 de 1991, del cual hacen
parte los artículos demandados, invoca en su encabezamiento las facultades
extraordinarias que confirió al Ejecutivo el artículo 1o. de la ley 60 de 1990.
La norma legal en cuestión tiene el siguiente
texto:
"LEY 60 DE 1990
(diciembre 28)
Por la cual se
reviste al Presidente de la República de facultades extraordinarias para
modificar la nomenclatura, escalas de remuneración, el régimen de comisiones,
viáticos y gastos de representación, y tomar otras medidas en relación con los
empleos del sector público del orden nacional y se dictan otras disposiciones.
El Congreso de Colombia,
DECRETA:
Artículo 1o. de
conformidad con el ordinal 12 del artículo 76 de la Constitución Política,
revístese al Presidente de la República de facultades extraordinarias por el
término de quince (15) días calendario, contados a partir de la vigencia de
esta Ley, para los siguientes efectos:
1. Fijar la nomenclatura de los empleos
públicos, sus escalas de remuneración y el régimen correspondiente de
comisiones, viáticos y gastos de representación de las distintas ramas y
organismos del poder público, así:
La Rama Ejecutiva en
el orden nacional; los empleados del Congreso Nacional; la Rama Jurisdiccional;
el Ministerio Público; la Dirección Nacional de la Carrera Judicial, y las
Direcciones de Instrucción Criminal; el Tribunal Superior Disciplinario; la Registraduría
Nacional del Estado Civil; y la Contraloría General de la República.
2. Fijar las escalas de remuneración y el
régimen de comisiones, viáticos y gastos de representación de los empleados
públicos pertenecientes a las empresas industriales y comerciales del Estado en
el régimen de dichas empresas.
En ningún caso las
Juntas o Consejos Directivos podrán incrementar la remuneración de los
empleados públicos de las entidades a que se refiere este numeral.
3. Fijar las asignaciones mensuales de los
oficiales y suboficiales de las Fuerzas Militares; de los oficiales,
suboficiales y agentes de la Policía Nacional; del personal civil de la Defensa
Nacional, el régimen de viáticos de los oficiales, suboficiales y agentes de la
Casa Militar de la Presidencia de la República.
4. Señalar las bonificaciones mensuales de
alféreces, guardia-marinas, pilotines, grumetes, soldados y alumnos de las
escuelas de formación de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional.
Parágrafo. Para el
uso de estas facultades se podrán establecer incrementos de salarios
diferenciales a nivel de cada una de las entidades y organismos del sector
público, procurando que los mayores incrementos se den en aquéllos que generen
mayor ahorro en los rubros presupuestales de gastos por servicios personales y
gastos generales"
(Diario Oficial
No.39.615 del 31 de diciembre de 1990).
Tratábase de un
conjunto de funciones que, al tenor del artículo 76, numeral 9, de la
Constitución anterior, era del resorte del Congreso, al cual correspondía, por
medio de leyes, fijar las escalas de remuneración para las distintas categorías
de empleos y el régimen de sus prestaciones sociales.
Así, pues, el
Ejecutivo requería de habilitación legislativa para desempeñar tales funciones,
esto es, para expedir normas generales sobre las enunciadas materias, ya que la
atribución administrativa prevista en el artículo 120, numeral 21, debía ser
cumplida "con sujeción a las leyes a que se refería el ordinal 9o. del
artículo 76".
Es menester
corroborar si, siendo excepcional su atribución legislativa, acató el Gobierno
los límites a los cuales se hallaba sometido o si, por el contrario, los
excedió.
El Decreto 112 fue
expedido el catorce (14) de enero de mil novecientos noventa y uno (1991), tal
como consta en el Diario Oficial de la misma fecha, de tal modo que, en cuanto
al tiempo dentro del cual debía ser expedido, se sometió a la exigencia del
precepto transcrito.
En cuanto se refiere
al límite material que la ley de facultades impuso al Presidente, del cotejo
efectuado por esta Corporación resulta:
a. El campo de las autorizaciones legislativas
correspondía únicamente a la fijación de la nomenclatura de los empleos
públicos, sus escalas de remuneración, el régimen de comisiones, viáticos
y gastos de representación de las distintas ramas y organismo del poder
público; la fijación de asignaciones mensuales para algunos cargos y de bonificaciones
mensuales para otros, incluyendo facultad expresa para establecer
incrementos de salarios diferenciales a nivel de cada una de las entidades y
organismos del sector público.
Es claro que la
Universidad de la Amazonía, en su condición de establecimiento público del
orden nacional adscrito al Ministerio de Educación, de acuerdo con lo previsto
en el artículo 2o. de la ley 60 de 1982, estaba incluída expresamente dentro de
los organismos respecto de los cuales podía el Ejecutivo dictar decretos con
fuerza de ley en desarrollo de las facultades extraordinarias.
b. Los artículos demandados, pertenecientes al
Decreto 112 de 1991 consagraron, en cuanto a la Universidad de la Amazonía, condiciones
para pertenecer a categorías docentes indicadas en el mismo decreto
(artículo 3o.); aspectos que deberán tenerse en cuenta para el ingreso
y promoción en el escalafón de la carrera docente (artículo 5o.);
posibilidad de solicitar inscripción en el escalafón de la carrera
docente por parte de empleados públicos docentes de tiempo completo o
parcial vinculados a la Universidad con anterioridad al 1o. de enero de 1990
(artículo 8o.); plazo máximo, hasta el 15 de agosto de cada año, para la
presentación de solicitudes de ascenso dentro del escalafón (artículo 9o.); evaluación
y examen por el Comité de Personal Docente, sobre el cumplimiento de los
requisitos para ascenso (artículo 9o.); efectos fiscales del
ascenso a partir del 1o. de enero del año siguiente (artículo 9o.); prohibición
de nombrar docentes de tiempo completo a quienes perciban remuneraciones por el
desempeño de otro cargo de igual dedicación (artículo 16); exigencia de concepto
previo y favorable del Ministerio de Hacienda y Crédito Público para la
aprobación de nuevos programas académicos por parte del Instituto Colombiano
para el Fomento de la Educación Superior, ICFES, cuando representen
costos adicionales en el Presupuesto (artículo 19); obligación de la
Universidad de la Amazonía de someter sus plantas de personal docente y de
empleados y trabajadores oficiales a consideración del Gobierno dentro de los
sesenta (60) días siguientes a la vigencia del Decreto (artículo 20).
c. Partiendo de una interpretación estricta de
las facultades extraordinarias, tal como lo exige su carácter excepcional, es
protuberante la diferencia existente entre las disposiciones puestas en
vigencia por el Gobierno mediante las normas cuestionadas y la sustancia de la
habilitación legislativa extraordinaria.
En efecto, la nomenclatura
de los empleos públicos es un catálogo, repertorio o relación clasificada de
las plazas en que los servidores del Estado prestan a éste sus servicios, o,
como lo dijo la Corte Suprema de Justicia al resolver sobre acción similar a la
que nos ocupa, una "distribución jerarquizada y escalonada de los empleos
del sector oficial, al cual corresponde una tasa diferencial de salarios, de
desarrollo vertical, de manera tal que cargos del mismo nivel y categoría se
retribuyan con la misma remuneración"[3];
las escalas de remuneración no son otra cosa que los grados o niveles
dentro de los cuales se ubican los salarios que el Estado reconoce a sus
servidores; el régimen de comisiones, viáticos y gastos de
representación está circunscrito a la normatividad aplicable a esos rubros
en aspectos tales como la previsión de los eventos en que se causan las reglas
para su cuantificación, los procedimientos para su cobro, reconocimiento y
pago; la facultad de fijar asignaciones mensuales, bonificaciones e
incrementos de salarios se agota cuando se determina el monto de ellos.
De todo lo cual se
deduce que dentro de esos precisos marcos no podía caber la enunciación de condiciones
para pertenecer a categorías docentes, ni los criterios para el ingreso
y promoción dentro del escalafón, ni los plazos para solicitar
inscripción en el mismo, ni la evaluación de los requisitos para
ascenso, ni sus efectos fiscales (artículos 3, 5, 8 y 9 del Decreto 112 de 1991),
pues estas materias son del todo ajenas a las previstas por el legislador al
conceder las facultades, pese a que todas están relacionadas con la vinculación
laboral de servidores públicos, pues una cosa es regular niveles de cargos y
escalas de remuneración y otra muy distinta estatuir reglas sobre carrera
docente.
El establecimiento
de incompatibilidades para los docentes de tiempo completo de la Universidad
(artículo 16) también rebasa el límite impuesto al Ejecutivo, ya que se
proyecta en una prohibición al nominador y en una limitación al ejercicio
laboral de quien aspira al empleo, materias éstas que en modo alguno encajan
dentro del esquema de facultades comprendido por la fijación de la nomenclatura
de empleos, escalas de remuneración, régimen de comisiones y viáticos y
señalamiento de asignaciones.
En cuanto a la
exigencia de concepto previo de la Dirección General de Presupuesto para que el
ICFES apruebe nuevos programas académicos que impliquen costos
adicionales (artículo 19), se trata de un tema que ni siquiera es de carácter laboral,
como los anteriores, sino educativo en lo que atañe a la aprobación
oficial de los programas y presupuestal en lo referente al incremento de
costos y a la requerida intervención previa del Ministerio de Hacienda. Algo
similar acontece con el artículo 20 sobre aprobación gubernamental de las
plantas de personal de la institución universitaria.
Obsérvese cómo se
repite en este proceso, casi con idénticas características, la situación creada
con la expedición de los artículos 3o., 5o., 8o., 9o. y 16 del Decreto 65 de
1990, relativo al régimen de remuneración del personal de empleados públicos
docentes de la misma Universidad de la Amazonía, expedido en desarrollo de las
facultades extraordinarias otorgada al Presidente de la República por el
artículo 1o. de la ley 76 de 1989, similares a las previstas en el artículo 1o.
de la ley 60 de 1990.
Sobre la
inconstitucionalidad de esas normas se pronunció la Corte Suprema de Justicia
mediante Sentencia No.173 del 22 de noviembre de 1990, no obstante lo cual
fueron reproducidas en el Decreto 112, del cual hacen parte los preceptos
atacados, cuya fecha de expedición es el 14 de enero de 1991.
Es pertinente,
entonces, citar aquí algunos razonamientos que hiciera la Corte Suprema en esa
oportunidad pues, en el sentir de la Corte Constitucional, gozan de plena
validez para el caso que ahora se analiza:
"Estudiado el
contenido de los preceptos acusados -dictaminó la mencionada Corporación-,
resulta evidente que ellos no son desarrollo lógico y consecuencial de las
facultades que recibió el Ejecutivo, pues no encajan dentro de los conceptos de
fijar la nomenclatura de los empleos y la escala de remuneración, ni obedecen a
los de señalar el régimen de comisiones, viáticos y gastos de representación.
Tales previsiones, no solo tienen los perfiles esenciales de las normas que
regulan la carrera de personal, en este caso del personal docente (...), sino
que se refieren expresamente a ella".
(...)
"Si bien es
cierto que las previsiones reseñadas tienen con las que establecen la
nomenclatura de los empleos y las escalas de remuneración el denominador común
de ser normas relativas a la organización del personal del sector público, pues
unas y otras están dirigidas a regular el manejo de los recursos humanos al
servicio del Estado, no por ello puede aceptarse que con facultades precisas
para fijar la nomenclatura de los cargos y la escala de remuneración
correlativa, puedan expedirse disposiciones que no tienen en esencia ese
carácter, pues corresponden a fases distintas de la organización de los
servidores estatales y si bien inciden en el aspecto de la remuneración, se
refieren a las condiciones de idoneidad que deben acreditar las personas para
incorporarse y ascender dentro del escalafón de la carrera docente al cual,
como antes se anotó, aluden de manera inequívoca, apartándose de la finalidad
para la cual se invistió al Presidente de facultades extraordinarias".
"Tal como fue
conferida, la atribución legislativa solo comprendía la de definir en abstracto
y de manera general los aspectos antes citados del sistema remunerativo y en
ningún caso, las de legislar sobre la carrera del personal docente ni
establecer casos de incompatibilidad de funciones".
Esta Corporación
estima, acogiendo lo entonces dicho por la Corte Suprema y lo expresado por el
Procurador General dentro del presente proceso, que al expedir las normas
impugnadas, el Presidente desbordó los límites de la atribución legislativa
excepcional de la que se hallaba investido, violando así, en su momento, los
artículos 55, 76 numeral 12 y 118, numeral 8º, de la Carta Política a la sazón
vigente. El primero por invadir una esfera de competencia del Congreso -al
cual correspondía dictar por medio de leyes las normas relativas a la carrera
administrativa, según las voces del artículo 76, numeral 10- y el segundo por
ejercer las facultades que se le otorgaron con un alcance mayor del contemplado
en la ley habilitante.
Añádase a lo dicho
que, al expedir esas disposiciones ya el Gobierno conocía el aludido fallo de
la Corte Suprema de Justicia y aún así, siendo idénticos los linderos que las
facultades extraordinarias fijaron las leyes 76 de 1989 y 60 de 1990 y
tratándose, además, del mismo establecimiento público de educación superior al
cual estaba referido el decreto que se dictaba, no tuvo inconveniente alguno en
reproducir los textos hallados inexequibles por el Tribunal a cuyo cargo estaba
la guarda de la integridad de la Constitución.
Es precisamente a
partir de conductas como las descritas, las cuales implican un abierto desacato
a las decisiones judiciales en materia tan grave como la atinente al imperio de
la norma fundamental del Estado, que la Asamblea Nacional Constituyente elaboró
el concepto de la cosa juzgada constitucional, hoy incorporado en el
artículo 243 de la Carta.
Lo dicho es
suficiente para concluir que los artículos objeto de la demanda eran contrarios
a la Constitución de 1886 y sus reformas, con la cual se ha efectuado el
parangón que precede, por ser sus disposiciones las que imperaban entonces en
materia de competencia, según lo ya advertido.
Agréguese, en
función de la pedagogía constitucional confiada genéricamente al Estado
(artículo 41 C.P.) y ejercida por esta Corte mediante sus providencias, que en
la Carta de 1991 siguen vigentes los principios de la especialidad funcional
atribuida a las Ramas del Poder Público y de la colaboración armónica entre
ellas (artículo 113); la cláusula general de competencia en cabeza del Congreso
en cuanto atañe a la función legislativa (artículo 150) y los límites de precisión
y temporalidad a los cuales, además de otros nuevos, debe sujetarse el
Gobierno al hacer uso de las facultades extraordinarias.
4. El caso de
los artículos 3o. y 9o.
Precisamente en
relación con el mencionado fallo de la Corte Suprema de Justicia, formula el
concepto de Procuraduría una observación que a esta Corte parece pertinente.
Es la relativa a los artículos 3o. y 9o. del Decreto 65 de 1990, hallados
inexequibles apenas parcialmente con base en el argumento que a continuación se
transcribe:
"Cierto es que
el artículo 3o. se refiere a las condiciones y requisitos para ascender en el
escalafón docente a la categoría de profesor auxiliar, asistente, asociado y
titular de la Universidad de la Amazonia, para lo cual se señalan los puntajes
básicos respectivos y a los cuales corresponde también una asignación básica;
no obstante, es indudable que dichos puntajes son elemento de referencia para
obtener una remuneración adicional, toda vez que según el artículo 4o. los que
logre acumular el docente por encima del mínimo requerido para cada categoría y
cuyo total, desde luego, no sobrepase la de la siguiente, son convertibles, en
dinero a razón de ciento treinta y cinco ($135.oo), cada uno, de acuerdo con la
evaluación del artículo 2o.
En tal virtud, el
sistema de remuneración previsto para los empleados públicos docentes de la
Universidad de la Amazonía, conforme al artículo 1o. parcialmente cuestionado,
resulta basado en un sistema de puntos que se aplica de acuerdo con los
siguientes factores: categoría en el escalafón docente, producción intelectual,
títulos académicos, estudios de capacitación, actualización y
perfeccionamiento, experiencia docente universitaria o profesional y extensión
universitaria; significa ello que al disponer el artículo 3o. que el puntaje
que el docente acredite por encima del mínimo previsto para cada categoría
pueda acumularse para obtener una remuneración adicional, no desborda el marco
de las atribuciones, puesto que en el entendimiento establecido aquí, la norma
se limita a señalar las pautas para la fijación de una remuneración
suplementaria y, en consecuencia, corresponde al desarrollo horizontal de la
escala.
Se declarará por
ello exequible el artículo 3o. del decreto, con excepción de su parágrafo
primero y del inciso primero del parágrafo segundo y las expresiones "para
su clasificación en una nueva categoría" del inciso segundo de dicho
parágrafo, que se declararán inexequibles; dado que, como ya se explicó, los
puntajes allí establecidos se toman como factor base para liquidar la
remuneración adicional, por cuanto la norma se remite expresamente a ellos para
tal efecto y en este estricto entendimiento, que acota precisamente su
exequibilidad, lo dispuesto en los numerales 1º, 2º, 3º y 4º y el inciso
segundo del parágrafo segundo, con la salvedad ya hecha, constituye un recto
desarrollo de las facultades extraordinarias.
Adviértese que el
numeral 1o. que se refiere al profesor auxiliar se declarará ajustado a la
Constitución no obstante que no establece ningún puntaje, pues tal cosa no
significa que quienes pertenecen a esta categoría en la Universidad de la
Amazonía no puedan acumular puntos convertibles en dinero mientras acceden a la
siguiente y, por tanto, ha de entenderse que parten del puntaje básico de mil
unidades que podrán aumentar por producción intelectual o capacitación o
extensión o por experiencia, de acuerdo con lo normado en los artículos 2o. y
6o. del decreto No. 65 de 1990.
Por otra parte, el
artículo 9o. también es exequible, pero sólo en cuanto se relaciona con la
oportunidad de formular solicitud para la acumulación de puntos para cada
categoría con miras al reconocimiento de la remuneración adicional, pues esta
disposición, en cuanto es complemento necesario de las relativas a la
remuneración adicional del personal docente, que tiene características
especiales, constituye un cabal ejercicio de las facultades extraordinarias.
Por consiguiente, de este precepto únicamente se declararán inexequibles las
expresiones "para ascenso dentro del escalafón docente" y "para
ascenso" consignadas en el artículo que se analiza, debido a que ellas no
corresponden a la materia para la cual le fue dada competencia al
Ejecutivo"[4].
Como puede
observarse, el motivo tomado en consideración por la Corte Suprema de Justicia
para declarar exequibles en su mayor punto los nombrados artículos 3o. y 9o.
del Decreto 65 de 1990 (hoy reproducidos con exactitud en los artículos 3o. y
9o. del Decreto 112 de 1991), se hizo consistir en la vinculación existente
entre los requisitos allí contemplados y la remuneración adicional que, sobre
la base de reunirlos, podían obtener los docentes de conformidad con el
artículo 4o. Entendió la Corte Suprema que, en tal sentido, los indicados
requisitos, por ser elementos de referencia para liquidar una remuneración
adicional, cabían dentro de la materia objeto de facultades extraordinarias.
Acota el Procurador
General que se aparta del criterio adoptado por la Corte Suprema, puesto que
las normas en comento entran a hacer definiciones sobre carrera docente que la
misma Corporación encontró inconstitucionales al estudiar los demás preceptos
de la ley 65 ante ella acusados, razón por la cual su contenido también sufre
de los vicios de inconstitucionalidad.
Aduce también que el
Decreto Ley 80 de 1980, hoy vigente, contiene en su totalidad el reglamento o
estatuto legal que organiza el sistema de educación post-secundaria, de tal
modo que si en los artículos 3o. y 9o. del Decreto 65 de 1990 -y, por supuesto,
en los correspondientes del Decreto 112 de 1991- se hubiera hecho apenas una
referencia, al sistema post-secundario sin fijar calidades y requisitos ni
otros aspectos atinentes a los mismos conceptos, su viabilidad constitucional
sería innegable.
La Corte
Constitucional coincide en este punto con la posición del Procurador, ya que
estima improcedente la distinción que en su momento hizo la Corte Suprema, por
los siguientes motivos:
- El hecho de que
los requisitos en cuestión sirvan, según otra norma del decreto, para liquidar
remuneración adicional dentro de cada categoría, en modo alguno desvirtúa la
inconstitucionalidad provocada por el exceso en el uso de las facultades
extraordinarias, ya que dentro del criterio estricto que esta Corporación
acoge, como siempre lo hizo la Corte Suprema de Justicia, todo aquello que
implique ejercicio de función legislativa por fuera del límite señalado en la
ley habilitante, resulta contrario a la Constitución y así debe declararse.
Tal es el caso de los artículos 3o. y 9o., cuyo contenido, aunque señale
términos de referencia para incrementar las remuneraciones, excede
ostensiblemente el campo de las autorizaciones legislativas, pues al tenor de
ellas, no podía el Presidente de la República establecer condiciones ni
requisitos para desempeñar los cargos docentes, ni para obtener ascensos.
- Si se aceptara
esa extensión de las facultades, bastaría que el Ejecutivo incluyera en los
decretos leyes, en íntima relación con materias ajenas a las facultades
conferidas, algunos elementos que incidieran en la definición de asuntos que sí
estuvieran cobijados por la habilitación extraordinaria, para que resultara
forzoso declarar su exequibilidad. Ello haría inútiles las delimitaciones que
estableciera el legislador ordinario y ampliaría inconstitucionalmente las
posibilidades legislativas del gobierno cuya interpretación, se repite, debe
ser restrictiva en cuanto excepcional.
- Pero, además, no
sería coherente este fallo si declarara exequible el artículo 3o. acusado,
excluyendo de tal declaratoria su Parágrafo 1o., el inciso 1o. del Parágrafo
2o. y las expresiones "para su clasificación en una nueva categoría",
o el 9o., con excepción de las expresiones "para ascenso dentro del
escalafón docente" y "por ascenso", como lo hizo ante iguales
textos del Decreto 65 de 1990 la sentencia de la Corte Suprema de Justicia,
pues la sola lectura de los citados apartes muestra a las claras que, en punto
de uso de las facultades extraordinarias, nada hay en ellos que objetivamente
los diferencie del contexto.
Así, pues, dichos
artículos serán declarados inexequibles en su totalidad por presentar el mismo
vicio de inconstitucionalidad que se predica de los demás preceptos impugnados.
Ahora bien, lo dicho
no significa que al proferir esta Corte un fallo de inexequibilidad en relación
con la totalidad de las normas impugnadas, quede sin regulación legal el tema
referente a la determinación de las remuneraciones básicas y adicionales para
los profesores a quienes el Decreto se refiere, pues otras disposiciones del
mismo que no son materia de esta acción, prevén las reglas aplicables para tal
efecto.
Así, el artículo 2º
establece a partir del 1º de enero de 1991 los puntajes y la remuneración para
las categorías del escalafón docente (profesor auxiliar, profesor asistente,
profesor asociado y profesor titular), señalando respecto de cada una el número
de puntos que le corresponde por categoría y la asignación básica mensual,
"que se obtiene partiendo de la suma básica de ciento sesenta y cinco mil
pesos ($165.000.oo) moneda corriente, para todas las categorías, más el
resultado del producto entre los puntos acreditados por encima de mil (1000) y
el valor vigente para cada punto"; dice el parágrafo 2º que "a partir
del 1º de enero de 1991, el valor del punto será de ciento sesenta y cinco
pesos ($165.oo) moneda corriente".
Por su parte, el
artículo 4º señala que, además de la asignación básica mensual señalada en el
artículo 2º para los distintos niveles, el docente puede obtener remuneración
adicional, dentro de cada categoría, sin exceder el monto correspondiente a la
inmediatamente superior.
Lo dicho implica
que, sin necesidad de acudir a los puntajes mínimos del artículo 3º, que será
declarado inexequible por las razones expuestas, debe liquidarse en cada caso
la remuneración adicional de los docentes, en su caso.
5. El artículo
20 y la sustracción de materia
La Corte no
participa del criterio expuesto por el Procurador General en el sentido de que,
vencido como está el término de sesenta (60) días que tenía la Universidad de
la Amazonia para someter a consideración del Gobierno las plantas de personal
docente, podría darse el fenómeno de la sustracción de materia en relación con
el artículo 20 demandado.
Debe observarse que
ese vencimiento estaba referido al plazo del que gozaba la Institución para
cumplir un mandato legal como el previsto en la norma, lo cual en modo alguno
resta objeto a la decisión de la Corte sobre su inexequibilidad, como lo
pretende la Procuraduría, ya que los efectos del cumplimiento o incumplimiento
de la obligación allí prevista se proyectan hacia el futuro en aspectos tales
como la responsabilidad de quienes tenían a cargo su ejecución e inclusive en
relación con la validez de las plantas de personal docente, empleados y
trabajadores oficiales si llegare a ponerse en tela de juicio.
Vistas así las
cosas, no tiene lugar un fallo inhibitorio, por cuanto en verdad no hay
sustracción de materia, porque la esencia de la norma, aún vencido el plazo en
ella consagrado, no ha desaparecido del mundo jurídico, al menos por lo
referente a sus efectos ulteriores.
No carece de objeto,
entonces, el pronunciamiento de esta Corporación y, por ende, siendo
inconstitucional ese precepto, toda vez que su materia de ninguna manera
encajaba dentro de las facultades legislativas concedidas al Presidente, debe
ser declarado inexequible, máxime si de su aplicación pueden derivarse
responsabilidades que no tendrían sustento en el ordenamiento constitucional
sino en un precepto expedido en contravención a él.
Ahora bien, la Corte
discrepa de la tesis según la cual la llamada sustracción de materia
debe conducir necesariamente a un fallo inhibitorio, pues la importancia del
control constitucional no reside únicamente en el efecto inmediato sobre la
futura ejecutabilidad de la norma atacada sino que se extiende al
establecimiento de una doctrina por medio de la cual el organismo
encargado de velar por el imperio de la Carta Política señala el alcance e
interpretación de los principios y preceptos que la integran.
Aún en el caso de
pronunciamientos relativos a normas que han perdido su vigencia formal, la
doctrina constitucional tiene el efecto de fijar los criterios que deban
observar en el futuro quienes gozan de competencia en el proceso de creación y
aplicación de las normas jurídicas en sus distintos niveles, pues aquella
emerge como criterio auxiliar de obligatorio cumplimiento para todas las
autoridades y como elemento que unifica y corrige la jurisprudencia, según se
desprende de lo preceptuado por los artículos 230, 241 y 243 de la Constitución
y 23 del Decreto 2067 de 1991.
Aquí cabe advertir
que, si lo expresado era cierto a la luz de la Constitución anterior, de lo
cual dejaron constancia en diversas oportunidades los salvamentos de voto
suscritos por un número cada vez mayor de magistrados de la H. Corte Suprema de
Justicia[5],
es todavía más claro cuando se trata de definir los perfiles del control
constitucional dentro del contexto y según la teleología de la Constitución
Política de 1991, porque la visión sustancial o material del ordenamiento
jurídico, prevaleciente en ella, resulta del todo incompatible con criterios
de naturaleza procesalista que sacrifiquen a la simple consideración de si la
norma posiblemente transgresora aún conserva su vigencia desde el punto de
vista formal, el primordial deber asignado a esta Corporación en cuanto a la
salvaguarda del sistema constitucional, su supremacía e integridad y la
efectividad de los derechos y deberes que la Carta incorpora, así como el
magisterio moral que le corresponde ejercer y la función de pedagogía
constitucional que le atañe.
Lo dicho resulta aún
más evidente si se considera, por ejemplo, que en el mundo jurídico es
frecuente la existencia de normas con vigencia periódica que formalmente son
distintas pero que, aparte de elementos accidentales o variables (cuantías,
tablas, porcentajes, fechas, etc.) presentan idéntico contenido material. En
casos semejantes, el pronunciamiento de la Corte en torno a la validez de una
de tales normas frente a los dictados de la Constitución, resulta útil y
eficaz, inclusive si la norma atacada ha sido sustituída, con el objeto de dar
eficacia al principio de la cosa juzgada constitucional consagrado en el
artículo 243 de la Carta.
No puede, entonces,
erigirse el argumento de la sustracción de materia, como sucedió en el pasado,
en obstáculo infranqueable para que la jurisdicción constitucional cumpla
cabalmente el trascendental cometido que tuvo a bien confiarle el propio
Constituyente.
Ahora bien, no entra
la Corte en el estudio material de las disposiciones acusadas frente a la
Constitución vigente, pues, definida como lo ha sido, su inconstitucionalidad
por exceso en la utilización de facultades extraordinarias, tal confrontación no
es indispensable.
IV. DECISION
Con fundamento en
las consideraciones, oído el concepto del Procurador General de la Nación y
cumplidos los trámites y requisitos ordenados por el Decreto 2067 de 1991, la
Corte Constitucional de la República de Colombia, en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Decláranse INEXEQUIBLES
los artículos 3, 5, 8, 9, 16, 19 y 20 del Decreto 112 de enero 14 de 1991,
"Por el cual se establece el régimen de remuneración del personal de
empleados públicos docentes de la Universidad de la Amazonia y se dictan otras
disposiciones en materia salarial".
Cópiese, publíquese,
comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
-Presidente-
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] C.S.J., Sala Plena: Sentencia No. 87 del 25 de julio de 1991.
Magistrado Ponente: Dr. Pedro Escobar Trujillo. Expediente 2284, citada por
el Procurador en su concepto.
[2] C.S.J., Sala Plena, Fallo No. 87 de julio 25 de 1991. Ponente:
Magistrado Pedro Escobar Trujillo.
[3] C.S.J., Sala Plena: Sentencia No.173. Noviembre 22 de 1990.
Ponente: Magistrado Rafael Méndez Arango.
[4] C.S.J., Sala Plena: Sentencia No. 173. Noviembre 22 de 1990.
[5] Ver, por ejemplo, el Salvamento de Voto depositado el 18 de
agosto de 1983 por los H. Magistrados Juan Hernández Sáenz, José Eduardo Gnecco
C., Jorge Salcedo Segura, Fanny González Franco, Fernando Uribe Restrepo,
Alvaro Luna Gómez, Gustavo Gómez Velásquez, Darío Velásquez Gaviria y José
María Esguerra Samper. G.J. , Tomo CLXXV, Número 2413, página 518. |
206 | C-417-92
Sentencia No
Sentencia No. C-417/92
TRANSITO CONSTITUCIONAL/CONTROL DE
CONSTITUCIONALIDAD
Las revisiones de exequibilidad que
adelante la Corporación deben realizarse a partir de la Constitución vigente,
por cuanto el control de constitucionalidad que tiene a su cargo, resultaría
inocuo para los fines institucionales que le son propios, que no son otros que
el aseguramiento de la conformidad del orden político-jurídico con la Carta
Fundamental. Ninguna funcionalidad institucional justifica una labor de la
Corte Constitucional que se orientara a retrover la constitucionalidad de un
precepto frente a una Constitución inexistente. Sin perjuicio de lo anterior,
se han previsto por la dogmática jurídica, en su capítulo sobre "la
vigencia de las leyes en el tiempo", reglas que determinan efectos cuya
validez se consolidó conforme al orden precedente. Entre estas reglas, se
encuentran las relacionadas con las condiciones procedimentales de existencia
de las leyes, de manera que las normas sobre trámite en la elaboración de la
ley, habiéndose cumplido, le garantizan a ésta, su validez, hacia el futuro,
aún cuando sobrevengan cambios a dichos trámites. Así, la acusación de
inconstitucionalidad de una norma, con base en violaciones procedimentales,
tal el presente caso, habilita hacia el futuro las reglas superiores que
autorizaban la expedición de decretos extraordinarios, para con base en ellos
adelantar un juicio de constitucionalidad.
La Corte revisa el artículo 32 del Decreto
No. 111 de 1991, con base en las regulaciones que sobre facultades
extraordinarias contemplaba la Constitución Política de 1886, teniendo en
consideración que sólo de ese aspecto se ocupará el presente fallo. Cosa
distinta sería si la revisión se adelantase sobre el contenido normativo del
precepto, pues en esa eventualidad no hay duda, sería obligado su
adelantamiento conforme a la Constitución actual.
FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Límites/INCOMPATIBILIDADES
No tenía el Presidente de la República
facultades para establecer la incompatibilidad que trae la norma acusada en su
primer inciso al disponer que no se podrá nombrar docente de "tiempo
completo" o "por hora cátedra", a quienes estén percibiendo
remuneraciones por el desempeño de otro cargo público. Ni para consagrar la
excepción a la incompatibilidad anterior, cuando la atención del servicio lo
requiera, siempre y cuando se trate de profesional con título universitario que
desempeñe un cargo público administrativo o de la seguridad social, y, el
horario dentro del cual desempeñe este cargo no se afecte con la atención de
las horas cátedra que le corresponde dictar. Ciertamente desbordó el
legislador delegado las competencias de que estaba investido y por lo tanto la
disposición resulta por estos aspectos contraria a las normas superiores a que
debió sujetarse.
SALA PLENA
REF. Expediente No. D-014
Acción de Inconstitucionalidad
contra el art. 32 del Decreto No. 111 de enero 14 de 1991.
Exceso en el
ejercicio de facultades extraordinarias y tránsito constitucional.
Demandante:
LUIS CARLOS
AVELLANEDA TARAZONA
Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ
Aprobada por Acta No. 56
Santafé de Bogotá, D.C., junio dieciocho
(18) de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
El ciudadano LUIS CARLOS AVELLANEDA
TARAZONA, en ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad consagrada
en el artículo 214 de la C.N. vigente al momento de la presentación de la
demanda, solicitó a la Honorable Corte Suprema de Justicia declarar
inexequible el artículo 32 del Decreto No. 111 de 1991.
La Honorable Corte Suprema de Justicia,
Sala Constitucional, en cumplimiento de lo preceptuado en el artículo 24
transitorio de la Constitución Política, dispuso remitir la presente demanda a
la Corte Constitucional, mediante auto de fecha diecisiete (17) de julio de
mil novecientos noventa y uno (1991).
Una vez cumplidos los trámites de ley y
oído el concepto del Procurador General de la Nación, previsto en los numerales
2o. y 4o. del artículo 242 de la Constitución Política de Colombia, la
Corporación procede a dictar sentencia.
II. NORMA ACUSADA
"Decreto No. 111 de 1991
(Enero 14)
".....
'ARTICULO 32.
Ninguna autoridad nominadora podrá
ordenar un
nombramiento docente de tiempo completo o por hora cátedra, en favor de
personas que estén percibiendo remuneraciones por el desempeño de otro cargo público.
Para la posesión deberá acreditarse constancia de autoridad del orden nacional,
departamental, municipal, intendencial, comisarial y del Distrito Especial de
Bogotá de no estar vinculado de tiempo completo en esas entidades y dos (2)
declaraciones extrajuicio de personas hábiles e idóneas, de no estar vinculado
a otro cargo público'.
'No obstante, cuando
la atención del servicio lo requiera, podrá vincularse como catedrático al
profesional con título universitario que desempeñe un cargo público administrativo
o de la seguridad social, siempre y cuando el horario dentro del cual desempeñe
este cargo no se afecte con la atención de las horas cátedra que le corresponde
dictar'.
El demandante considera que la disposición
acusada es contraria a los artículos 20, 55, 62 y 76 numerales 1o., 12 y 118-8
de la Constitución Política de 1886, fundado en los argumentos que a
continuación se resumen:
- Que "El artículo 32 del Decreto
No. 111 de 1991 al disponer que 'ninguna autoridad nominadora podrá ordenar
un nombramiento docente de tiempo completo o por hora cátedra, en favor de
personas que estén percibiendo remuneraciones por el desempeño de otro cargo
público', estableció un régimen de inhabilidades, régimen éste, que es
exclusivamente de competencia de la ley, según el artículo 62 de la
Constitución Nacional y para lo cual el Presidente de la República no quedó
investido de facultades extraordinarias según la Ley 60 del 28 de diciembre de
1990", por lo cual se excedió en el uso de las facultades legislativas de
que fue investido por el Congreso.
- Que el artículo acusado consagró
indebidamente requisitos para la posesión en un cargo docente, asunto éste, que
también es propio de un régimen de personal y de competencia del Congreso,
"para lo cual tampoco se le otorgaron facultades al Presidente de la
República, en la ley 60 de 1990, desconociendo en igual forma la Constitución
Nacional".
- Apoya su razonamiento en varias
sentencias de la Honorable Corte Suprema de Justicia (Sentencia de mayo 15 de
1944 G.J., T. 57 pág. 317; Sentencia del 22 de noviembre de 1990, Exp.. No.
2157; Sentencia del 24 de septiembre de 1981, Exp.. No. 891); y señala que ya
existía en idéntica materia pronunciamiento de inconstitucionalidad de esa alta
Corporación, en sentencia del 17 de julio de 1980, expediente No. 796, mediante
la cual se declaró inexequible el artículo 10 del decreto No. 382 de febrero
de 1980. Esta reseña la hace no sólo para sustentar su petición, "sino
para hacer notar que pese a la reiterada jurisprudencia se mantiene la malsana
costumbre de legislar pretermitiendo lo dispuesto en la Constitución
Nacional".
- Que por "todo lo señalado, es
fácil concluir que efectivamente el Presidente de la República, mediante el
Decreto No. 111 de 1991, artículo 32, se extralimitó en el ejercicio de las
funciones conferidas por la ley 60 de 1990, más concretamente cuando legisló
sobre un nuevo régimen de incompatibilidades y creó nuevos requisitos para la
posesión de los docentes, violando con esta actuación los artículos 76,
numerales 1 y 12 en armonía con el artículo 118 numeral 8 de la Constitución
Nacional".
IV. INTERVENCION DE AUTORIDAD PUBLICA
El Ministerio de Educación Nacional,
confirió poder a la Doctora ARCENIA BRITO SPROCKEL, para que expusiera las
razones que justifican la constitucionalidad de la norma acusada, haciendo uso
de la posibilidad consagrada, de manera expresa, en el artículo 244 de la
Constitución Política, desarrollado por el artículo 11 del Decreto 2067 del 4
de septiembre de 1991, "por el cual se dicta el régimen procedimental de
los juicios y actuaciones que deban surtirse ante la Corte
Constitucional".
La doctora BRITO SPROCKEL, dentro del
término legal, presentó concepto sustentatorio de la constitucionalidad de la
norma sometida a revisión, en el cual expone las siguientes razones:
- Que en reiteradas oportunidades la
interpretación jurisprudencial de la Constitución anterior había expresado
"que cuando se acusa una norma por exceso de facultades otorgadas con base
en el artículo 76, numeral 12, la norma infringida por el Presidente de la
República sería el artículo 118-8 de la Carta y no el 76-12 de la misma, pues
el artículo 76-12 hace referencia a la ley de facultades y ésta no es objeto de
acusación. En consecuencia es imposible la violación del numeral 1o. del
artículo 76".
- Que el sueldo o asignación de los
docentes proviene del Tesoro público y por lo mismo regía para ellos lo
dispuesto en el artículo 64 de la Constitución de 1886, que establecía en forma
categórica y como principio general la prohibición de recibir doble asignación,
aplicándoseles la excepción contemplada en el artículo 32 de Decreto 1042 de
1978, "al consagrarse en el mismo artículo 32 del Decreto 111 de 1991, la
presentación de constancia de no estar vinculado de tiempo completo con
entidades del orden nacional, departamental, municipal, intendencial,
comisarial y del Distrito Especial de Bogotá, se quiso simplemente establecer
un mecanismo que permitiera dar cumplimiento al artículo 64 de la Constitución
Política y no crear requisitos adicionales para el ejercicio del cargo".
- Que sobre la excepción que trae la
norma examinada, "de poder vincular como catedrático al profesional con
título universitario que desempeñe un cargo público administrativo o de la
seguridad social, siempre que los horarios no se afecten, obedece a lo
preceptuado por el literal b) del artículo 32 de Decreto 1042 de 1978".
- Que "la demanda no reune uno de
los requisitos exigidos por el numeral 3o. del artículo 2o. del Decreto 2067 de
1991, pues el actor no expresa en el texto de la demanda razones que
fundamenten la violación de los artículos 20, 55, 62 y 118-8 de la Carta".
V. CONCEPTO DEL MINISTERIO PUBLICO
Mediante el oficio No. 003 del 10 de abril
de 1992, el señor Procurador General de la Nación, rindió en término, el
concepto de su competencia, y, en él solicita a esta Corporación que declare la
inexequibilidad del artículo 32 del Decreto Extraordinario No. 111 de 1991, con
fundamento en las siguientes razones que se resumen:
- Que "en cuanto al ejercicio de
las facultades extraordinarias por razón del tiempo no cabe reparo alguno de
constitucionalidad, puesto que el decreto en examen fue expedido dentro del
término de 15 días señalado por la ley 60 de 1990, publicada el 31 de diciembre
de 1990, fecha en la cual comenzó a regir".
- Que conforme al artículo 76 numeral 9o.
de la Constitución Política de 1886, las facultades conferidas por la ley, eran
propias del Congreso y éste en consecuencia podía delegarlas.
- Que sobre las categorías laborales de
"nomenclatura", "Escalas de Remuneración", "régimen de
viáticos", "gastos de representación", y "comisión",
ha precisado la Honorable Corte Suprema de Justicia que "el catálogo o
nomenclatura de los empleos es la expresión de la clasificación técnica,
racional y objetiva en la cual se agrupan por categorías y niveles los
diferentes cargos, vale decir, es distribución jerarquizada y escalonada de los
empleos del sector oficial, al cual corresponde una tabla diferencial de
salarios, de desarrollo vertical, de manera tal que cargos del mismo nivel y
categorías se retribuyen con la misma remuneración" (Sentencia número 173
de 1990). Así mismo se han señalado los perfiles de una escala de remuneración,
anotando que ella se refiere a los puntajes requeridos, a las denominaciones de
los cargos, a las remuneraciones asignadas y a las condiciones de ascenso
dentro del escalafón (Sentencia No. 97 de 1988). Los gastos de representación
son los emolumentos que se reconocen en forma permanente a quienes ocupan
determinados empleos que dados los requisitos y calidades que se exigen para su
desempeño, como la jerarquía del mismo, la responsabilidad de sus funciones,
etc. requieren de personas que acrediten condiciones especiales (Sentencia No.
140 de 1991)".
- "Sobre la comisión se ha dicho que
"el empleado se encuentra en comisión cuando por disposición de autoridad
competente, ejerce temporalmente las funciones propias de su cargo en lugares
diferentes a la sede habitual de su trabajo o atiende transitoriamente
actividades oficiales distintas a las inherentes al cargo de que es
titular" (artículo 75, Decreto 1950 de 1973)".
- Que lo anterior demuestra que el
artículo acusado no es "desarrollo consecuencial" de las facultades
que recibió el Presidente, quien no fue investido para expedir normas sobre
régimen de incompatibilidades, y en consecuencia desbordó los limites
constitucionales al expedir el artículo 32 que se examina. "Ante la clara
extralimitación de facultades, deberá proceder la Corte Constitucional a
retirar del ordenamiento jurídico el precepto impugnado, por lesionar los
artículos 76-12 y 118-8 de la Constitución de 1886".
VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
a) La Competencia
La Corte Constitucional es competente para
conocer de la demanda de la referencia, por haber sido presentada con
posterioridad al primero de junio, de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 24 transitorio de la Constitución Política y en el artículo 241 de la
misma Norma Superior.
b) La materia
La decisión se contrae a definir la
constitucionalidad del artículo 32 del Decreto No. 111 de 1991, en cuanto
habiendo sido expedido en ejercicio de las facultades extraordinarias que
consagraba el artículo 76-12 de la Constitución de 1886, por la delegación que
se concedió al Presidente de la República en la ley 60 de 1990, vino la norma
acusada a desbordar los límites de la competencia con la cual fue expedida.
1. Las facultades extraordinarias y el tránsito
constitucional.
La Constitución Política de 1886 concedía
en su artículo 76 numeral 12 al Congreso de la República la atribución de
"Revestir, pro témpore, al Presidente de la República de precisas
facultades extraordinarias, cuando la necesidad lo exija o las conveniencias
públicas lo aconsejen". Dos elementos venían a conformar la naturaleza de
la institución denominada de las "facultades extraordinarias" que
allí se consagraba, el uno, concerniente a la temporalidad de la delegación,
según el cual la ley habilitante debía fijar un término para su desarrollo, de
suerte que, éste debía producirse antes de su vencimiento. Término cuya
duración no tenía límites en aquel texto constitucional, sin perjuicio de que
no se permitían facultades extraordinarias con un carácter permanente. El otro
elemento, concerniente a la determinación clara de las materias que podían ser
objeto de desarrollo por el jefe de la rama ejecutiva del poder público, quien
tenía unos límites precisos para adelantar su trabajo legislativo, de manera
que sólo podía ocuparse de la regulación de los asuntos que le señalara la ley
de facultades. Por su parte, ésta ley debía señalar de manera precisa el
alcance de las facultades, no pudiendo expedirse para trasladar al presidente
facultades legislativas genéricas.
El expediente de la "legislación
delegada" había venido perdiendo su carácter exceptivo, extraordinario
según las voces de la Constitución (anterior y actual), para convertirse en un
mecanismo corriente u ordinario para legislar sobre las materias que debían ser
objeto de regulación por parte del Congreso de la República. Autorizados
doctrinantes habían expresado su preocupación por el desequilibrio que entre
los poderes públicos podía generar el numeral 12 del artículo 76 de la Carta
anterior, por su carácter autoritario, opuesto, al principio liberal promotor
de la deliberación en cuerpos colegiados para la toma de las decisiones
legislativas. La praxis vino a demostrar la validez de esas preocupaciones,
como quiera que buena parte de las más importantes materias legislativas se
producían mediante el uso de facultades extraordinarias.
Sin duda es sobre el vacio de la
legislación ordinaria del Congreso, que se ha producido el poder legiferante
del Presidente de la República, amparado también por las facultades
extraordinarias, reconocidas por la Constitución, antes en los arts. 76-12 y
118 -8, y ahora en el artículo 150-10 de la Carta de 1991. El hecho histórico
es recurrente a lo largo de las últimas décadas: la plétora de la legislación
extraordinaria, por la vía de las facultades otorgadas por el Congreso, refleja
una evolución política y jurídica que no es de exclusivo origen nacional, pero
que representa una realidad indiscutible que debe ser enfrentada con adecuados
mecanismos institucionales. Para nadie es desconocido el hecho de que muchas
de las más importantes leyes de los últimos tiempos, entre ellas varios
códigos como el de Procedimiento Civil, el de Procedimiento Penal y el de
Comercio han surgido al amparo de las facultades extraordinarias. Por eso
quizá las fórmulas restrictivas adoptadas por la Carta de 1991, en su artículo
150-10, sea una respuesta legítima y adecuada al desbordamiento de las
facultades extraordinarias que se produjo en forma tan notable y fecunda bajo
el régimen de la anterior normatividad constitucional.
Recogiendo las ideas y los hechos
anteriores, el Constituyente de 1991, introdujo modificaciones al procedimiento
legislativo de las facultades extraordinarias que, de manera general, muestran
una restricción de sus alcances. En efecto, a pesar de que se conservan los dos
elementos básicos de la temporalidad y la precisión de la materia, estos tienen
un diseño legal distinto. La extensión en el tiempo de las facultades
extraordinarias tiene en adelante, una duración máxima de seis (6) meses. La
precisión de la materia se conserva como un elemento de obligatorio
cumplimiento tanto por el Congreso como por el Presidente, surgiendo en el
nuevo texto constitucional (artículo 150 numeral 10), una restricción a los
temas que pueden ser objeto de las facultades, las cuales no podrán conferirse
"para expedir códigos, leyes estatutarias, orgánicas, ni las previstas en
el numeral 20 (sic)1 del presente artículo, ni para decretar
impuestos". La oportunidad para acudir al procedimiento legislativo
comentado , se mantiene en el nuevo texto fundamental, según idéntica fórmula
que el anterior, para "cuando la necesidad lo exija o la conveniencia
pública lo aconseje". Restricciones adicionales se introducen en el
artículo 150 numeral 10 de la Constitución Política, cuando indica que, sobre
las leyes de facultades tiene iniciativa legislativa exclusiva el gobierno, y
se dispone que su aprobación requerirá la mayoría absoluta de los miembros de
una y otra cámara.
Ahora bien, cabe preguntarse cuál es el
régimen constitucional que debe servir de referencia para revisar la
constitucionalidad de que trata el presente expediente. La norma acusada, fue
expedida bajo la vigencia de la Constitución anterior, en desarrollo igualmente
de una ley normada por los preceptos de ese Orden Superior. Una primera
respuesta se impone al interrogante planteado: las revisiones de exequibilidad
que adelante la Corporación deben realizarse a partir de la Constitución
vigente, por cuanto el control de constitucionalidad que tiene a su cargo,
resultaría inocuo para los fines institucionales que le son propios, que no son
otros que el aseguramiento de la conformidad del orden político-jurídico con la
Carta Fundamental. Ninguna funcionalidad institucional justifica una labor de
la Corte Constitucional que se orientara a retrover la constitucionalidad de un
precepto frente a una Constitución inexistente. Sin perjuicio de lo anterior,
se han previsto por la dogmática jurídica, en su capítulo sobre "la
vigencia de las leyes en el tiempo", reglas que determinan efectos cuya
validez se consolidó conforme al orden precedente. Entre estas reglas, se
encuentran las relacionadas con las condiciones procedimentales de existencia
de las leyes, de manera que las normas sobre trámite en la elaboración de la
ley, habiéndose cumplido, le garantizan a ésta, su validez, hacia el futuro,
aún cuando sobrevengan cambios a dichos trámites. Así, la acusación de
inconstitucionalidad de una norma, con base en violaciones procedimentales,
tal el presente caso, habilita hacia el futuro las reglas superiores que
autorizaban la expedición de decretos extraordinarios, para con base en ellos
adelantar un juicio de constitucionalidad. (Ver sobre el particular sentencias
Nos. 85, 87 y 116 de 1991; 01 y 03 de 1992, de la Honorable Corte Suprema de
Justicia).
Lo expuesto lleva a la Corte a revisar el
artículo 32 del Decreto No. 111 de 1991, con base en las regulaciones que sobre
facultades extraordinarias contemplaba la Constitución Política de 1886,
teniendo en consideración que sólo de ese aspecto se ocupará el presente
fallo. Cosa distinta sería si la revisión se adelantase sobre el contenido
normativo del precepto, pues en esa eventualidad no hay duda, sería obligado su
adelantamiento conforme a la Constitución actual.
La
Ley 60 de 1990, otorgó, en lo pertinente, las facultades legislativas que
a continuación se transcriben:
"Artículo 1o.
De conformidad con el ordinal 12 del artículo 76 de la Constitución Política,
revístese al Presidente de la República de Facultades Extraordinarias por el
término de quince (15) días calendario, contados a partir de la vigencia de
esta Ley, para los siguientes efectos:
"1. Fijar la
nomenclatura de los empleos públicos, sus escalas de remuneración y el régimen
correspondiente de comisiones, viáticos y gastos de representación de las
distintas ramas y organismos del poder público, así:
"La Rama
Ejecutiva en el orden nacional; los empleados del Congreso Nacional; la Rama Jurisdiccional;
el Ministerio Público; la Dirección Nacional de la Carrera Judicial, y las
Direcciones de Instrucción Criminal ; el Tribunal Superior Disciplinario; la
Registraduría Nacional del Estado Civil, y la Contraloría General de la
República".
".......
"Parágrafo.
Para el uso de estas facultades se podrán establecer incrementos de salarios
diferenciales a nivel de cada una de las entidades y organismos del sector
público, procurando que los mayores incrementos se den en aquellos que generen
mayor ahorro en los rubros presupuestales de gastos por servicios personales y
gastos generales."
El texto transcrito confirió facultades al
Presidente de la República por un término de quince (15) días, dentro del cual
se expidió el Decreto 111 de 1991, cuyo artículo 32 se revisa, por lo que no
hay lugar a reparo en el uso de las facultades en lo atinente a su elemento
temporal.
Los asuntos que para desarrollo legal por
el jefe del ejecutivo se precisaron en la ley son los siguientes: Nomenclatura
de los empleos públicos, que comprende las denominaciones de los distintos
cargos, sus clases y niveles, traduciéndose en una jerarquización de los
mismos; Escala de remuneración, que es la tabla diferencial de salarios
que corresponde a los diferentes cargos; Comisiones, concepto definido
legalmente, así: "El empleado se encuentra en comisión cuando, por
disposición de autoridad competente, ejerce temporalmente las funciones propias
de su cargo en lugares diferentes a la sede habitual de su trabajo o atiende
transitoriamente actividades oficiales distintas a las inherentes al empleo de
que es titular" (art. 75 D. 1950/73); Viáticos, están constituídos
por los costos que aparecen para el trabajador como consecuencia del
desplazamiento de su sede habitual de trabajo, cuyo régimen consulta fijación
de su monto según el nivel o grado salarial, y el lugar y el tiempo de dicho
desplazamiento; Gastos de Representación, son pagos regulares hechos a
los trabajadores para asegurar las condiciones sociales necesarias para el
debido cumplimiento de su labor. El parágrafo, comprendía también el
otorgamiento de facultades al Presidente para establecer incrementos
salariales diferenciales, procurando generar ahorros en determinados
rubros presupuestales.
De lo expuesto se concluye de manera clara
que no tenía el Presidente de la República facultades para establecer la
incompatibilidad que trae la norma acusada en su primer inciso al disponer
que no se podrá nombrar docente de "tiempo completo" o "por hora
cátedra", a quienes estén percibiendo remuneraciones por el desempeño de
otro cargo público. Ni para consagrar la excepción a la incompatibilidad
anterior, cuando la atención del servicio lo requiera, siempre y cuando se
trate de profesional con título universitario que desempeñe un cargo público
administrativo o de la seguridad social, y, el horario dentro del cual
desempeñe este cargo no se afecte con la atención de las horas cátedra que le
corresponde dictar. Ciertamente desbordó el legislador delegado las competencias
de que estaba investido y por lo tanto la disposición resulta por estos
aspectos contraria a las normas superiores a que debió sujetarse.
Las exigencias de las constancias sobre la
inexistencia de la incompatibilidad en el orden nacional, departamental,
municipal, "intendencial, comisarial y del Distrito Especial de
Bogotá", y de las dos (2) declaraciones extrajuicio de no estar vinculado
a otro cargo público, son una consecuencia operacional de dicha
incompatibilidad, para lo cual no existía autorización expresa y por lo tanto
serán igualmente declaradas inconstitucionales.
No participa la Corporación del criterio
del representante del Ministerio de Educación Nacional, según el cual al consagrarse
en el artículo 32 del Decreto 111/91, la incompatibilidad reseñada, se quiso
simplemente establecer un mecanismo que permitiera dar cumplimiento al artículo
64 de la Constitución de l886 (hoy artículo 128 C.N.) y no crear requisitos
adicionales para el ejercicio del cargo, por cuanto, sin perjuicio de que por
su contenido la norma se encontrase acorde con el orden superior, solo el
Congreso tenía competencia para dictarla y, mediante las facultades conferidas
por la Ley 60 de l990, no la había delegado al Presidente de la República. De
suerte que sobrepasó los límites precisos que tenía para legislar y usurpó
competencias del Congreso, que es el aspecto por el cual resulta
inconstitucional la norma, por violar lo preceptuado por los artículos 76-12 y
118-8 de la Constitución de 1886.
VI. DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional, Sala Plena, oído el concepto del Procurador General de la
Nación, en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
DECLARAR INEXEQUIBLE el artículo 32 del
Decreto No. 111 de 1991, por exceder las facultades conferidas por la Ley 60
del 28 de diciembre de 1990.
Cópiese, publíquese, comuníquese al
Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta Constitucional y archívese el
expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General
1 Aun cuando en todas las ediciones de la Carta de l991 aparece
citado este numeral 20 del artículo 150, que se refiere a "crear los
servicios administrativos y técnicos de las Cámaras", todo parece indicar
que se trata de un error de codificación y que el constituyente quiso señalar
como excluídas de las facultades extraordinarias las llamadas "leyes
cuadros" o "leyes marco" de que trata el numeral 19, y que son
las que puede "dictar (el Congreso) las normas generales, y señalar en
ellas los objetivos y criterios a los cuales debe sujetarse el Gobierno para
los siguientes efectos:
a) Organizar el crédito público;
b) Regular el comercio exterior y
señalar el régimen de cambio internacional, en concordancia con las funciones
que la Constitución consagra para la Junta Directiva del Banco de la
República;
c) Modificar, por razones de
política comercial los aranceles, tarifas y demás disposiciones concernientes
al régimen de aduanas;
d) Regular las actividades
financiera, bursátil, aseguradora y cualquiera otra relacionada con el manejo,
aprovechamiento e inversión de los recursos captados del público;
e) Fijar el régimen salarial y
prestacional de los empleados públicos, de los miembros del Congreso Nacional y
de la Fuerza Pública;
f) Regular el régimen de
prestaciones sociales mínimas de los trabajadores oficiales.
Estas funciones en lo pertinente a
prestaciones sociales son indelegables en las Corporaciones públicas
territoriales y éstas no podrán arrogárselas." |
207 | C-434-92
Sentencia No
Sentencia No. C-434/92
CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD/SENTENCIA
INHIBITORIA-Improcedencia/TRANSITO
CONSTITUCIONAL/EXCEPCION DE INCONSTITUCIONALIDAD
La Corte Constitucional como órgano
especializado del Control Constitucional, dentro de nuestro régimen, puede
reconocer como derogada una disposición de rango legal que resulta abiertamente
contraria a la nueva normatividad constitucional pero debe emitir un
pronunciamiento de inconstitucionalidad, con la virtualidad de la cosa juzgada;
también puede ocurrir que la nueva normatividad constitucional no resulte
abiertamente contraria a la legislación anterior y deba esta Corporación
adentrarse en un juicio de fondo que la obliga a elaborar reflexiones y
deducciones especiales que no conducen directamente a una conclusión
sobre el punto de constitucionalidad en cuestión; en estos eventos, la
confrontación entre la legislación anterior y la nueva Carta tampoco se puede
resolver con un pronunciamiento inhibitorio y exige, por diversas razones
relacionadas con la seguridad jurídica, un fallo que decida en uno u otro
sentido con fuerza de cosa juzgada la cuestión.
Esta es la consecuencia lógica y natural
del principio de la eficacia de la Constitución como norma directamente
aplicable, que obliga a todos los órganos del poder publico dentro de nuestro
Estado de Derecho, y habilita a los jueces ordinarios, dentro del marco de lo
dispuesto por el Artículo 4o. de la Carta Fundamental, de remoto origen y larga
tradición nacional, para no aplicar la ley en los casos concretos en los que
se plantee la contradicción entre la legislación anterior y la nueva
Constitución.
La regulación constitucional sobre el tema
del procedimiento a seguir para la elaboración de la ley, no se aplica
retroactivamente, salvo mención expresa de la Carta.
FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Límites
El requisito formal, especialmente
previsto en la Carta de 1886 para efectos de regular la expedición de las leyes
de facultades extraordinarias, es decir, el de su limitación temporal, se
cumplió cabalmente ya que el artículo 2o. de la Ley 60 de 1990 del que forma
parte la disposición acusada (numeral 1o.), establece un preciso ámbito
temporal para el ejercicio de la facultad conferida.
El segundo de aquellos requisitos formales
especiales es el de la precisión, y, en la disposición acusada, aparece con
claridad que no deja duda de su cumplimiento, un conjunto de expresiones y
enunciados normativos que señalan los límites precisos de la facultad
legislativa conferida extraordinariamente al ejecutivo; dichas expresiones
contraen el ámbito de la función legislativa extraordinaria, conferida a la
precisa materia de las condiciones de retiro del servicio de los funcionarios
que atienden los empleos en las distintas ramas y organismos del poder
público; obviamente, es claro que el sentido y el significado de los términos
utilizados por aquellos enunciados normativos comprende a todos los destinos
públicos para los que la propia Constitución no señala unos procedimientos o
unas hipótesis especiales de retiro.
La disposición acusada comprende, pues, la
facultad de señalar dentro del marco de la Carta, las causales de retiro de los
funcionarios públicos tanto de libre nombramiento y remoción como a los de
Carrera Administrativa.
FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Desarrollo/EMPLEADO PUBLICO-Retiro/RETIRO
DEL SERVICIO
Para esta Corporación el numeral 1 del art.
2 de la ley 60/90 no violó ninguno de los artículos de la Constitución de 1886
citados por el actor, ya que fue expedida dentro de las competencias del
legislador ordinario que bien podía trasladar temporalmente al Ejecutivo y,
además, con ella no se desconoce ningún otro de los derechos garantizados por
aquella Carta Constitucional en el titulo III; en este sentido, no existe
desconocimiento al Derecho Constitucional al Trabajo, ni deja de brindarse la
especial protección que le debe el Estado, pues se trata simplemente de
facultar al legislador extraordinario para establecer un régimen especial de
condiciones legales de retiro de los servidores públicos, el que bien pudo ser
expedido por el legislador extraordinario asegurando dicha protección o nó,
cuestión que se resuelve en el examen del acto de desarrollo de dichas
facultades y no propiamente en este juicio sobre la Ley.
DEMANDA DE INCONSTITUCIONALIDAD-Finalidad/DECRETO LEGISLATIVO/UNIDAD
NORMATIVA/PROPOSICION JURIDICA COMPLETA
Extender a otros aspectos el examen de
constitucionalidad de una norma respecto de la cual sólo se predica aquel
cargo sui géneris, es abrir la puerta de la acción pública a formulaciones
extrañas a su carácter y contrariar sus fines; en verdad dicha acción es un
derecho político de los ciudadanos que supone necesariamente la presentación
de una demanda simple y sin formulismos especiales contra una ley o un acto de
aquella naturaleza, pero con el deber de plantear un cargo de violación a la
Constitución Nacional, ya que la Corte no tiene en estos casos de la acción
pública una potestad discrecional de atracción del objeto de su juicio, si no
se formula cuando menos un cargo de inconstitucionalidad para, de ser
necesario, integrar la unidad normativa completa.
LEGISLACION
PREEXISTENTE-No
derogatoria
SALA PLENA
Ref: Expediente
No. D-026
Acción Pública de
Inconstitucionalidad contra el numeral 1o. del artículo 2o. de la Ley 60 de
1990 y el Decreto 1660 de 1991.
Actor:
RAIMUNDO MENDOZA
AROUNI
Magistrado
Sustanciador:
Dr. FABIO MORON DIAZ
Aprobado por Acta
No. 57
Santafé de Bogotá, D.C., junio veinticinco
(25) de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
El ciudadano RAIMUNDO MENDOZA AROUNI
presentó ante la Corte Suprema de Justicia la demanda de la referencia el día
trece (13) de Septiembre de mil novecientos noventa y uno (1991);
posteriormente, dicha Corporación remitió a la Corte Constitucional el
expediente correspondiente en cumplimiento de lo dispuesto por el artículo 24
transitorio de la Constitución Política de 1991.
En esta Corte se admitió la demanda; se
ordenó practicar las comunicaciones de rigor constitucional y legal; se fijó en
lista el negocio y simultáneamente se produjo el traslado del expediente al
Despacho del señor Procurador General de la Nación quién rindió el concepto de
su competencia.
Una vez cumplidos todos los trámites que
para esta clase de procesos establece la Constitución Nacional y el Decreto
2067 de 1991, procede la Corte Constitucional a proferir el fallo
correspondiente.
II. EL TEXTO DE LAS NORMAS ACUSADAS
El texto de las disposiciones acusadas es
el siguiente:
"LEY 60 DE 1990
"...
"art. 2o.-...
1. Determinar las
condiciones del retiro del servicio de los funcionarios. En desarrollo de esta
facultad se podrán establecer sistemas especiales del (sic) retiro del servicio
mediante compensación pecunaria, como la insubsistencia con indemnización y el
retiro voluntario mediante bonificación, para lo cual se precisará la
naturaleza de estas figuras, los eventos y requisitos para su aplicación, el
monto y condiciones de la indemnización que se pagará, y el procedimiento para
su reconocimiento".
MINISTERIO DE HACIENDA
Y CREDITO PUBLICO
DECRETO NUMERO 1660
del 27 de junio de 1991
"Por el cual se establecen sistemas
especiales de retiro del servicio mediante compensación pecuniaria y se dictan
otras disposiciones".
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
en uso de las facultades extraordinarias conferidas
por el numeral 1o. del artículo 2o. de la Ley 60 de 1990,
DECRETA:
CAPITULO I
ARTICULO 1o. Campo de aplicación.
Las normas del presente Decreto serán
aplicables a los empleados o funcionarios de las distintas ramas y organismos
del poder público, así: La Rama Ejecutiva, los empleados del Congreso Nacional,
la Rama Jurisdiccional, el Ministerio Público, la Contraloría General de la
República y la Registraduría Nacional del Estado Civil.
PARAGRAFO. Este Decreto no se aplicará al personal de las
Fuerzas Militares, a los empleados civiles del Ministerio de Defensa Nacional,
al personal de la Policía Nacional, a los empleados civiles al servicio de la
misma, y a los trabajadores oficiales.
ARTICULO 2O. Causales de retiro del
servicio.
Establécense como nuevas causales de retiro
del servicio las siguientes: insubsistencia con indemnización y retiro
voluntario mediante bonificación, las cuales implican la cesación definitiva en
el ejercicio de funciones públicas, y se aplicarán a los empleados o
funcionarios amparados por derechos de carrera, inscritos o en periodo de prueba,
y a los de libre nombramiento y remoción, según se determina más adelante.
CAPITULO II
INSUBSISTENCIA CON INDEMNIZACION
ARTICULO 3o. Naturaleza
El nominador podrá en cualquier tiempo
declarar la insubsistencia del nombramiento de un funcionario amparado por
derechos de carrera, siempre y cuando medie la indemnización prevista en este
Decreto.
Para todos los efectos se entenderá que el
retiro del servicio mediante la declaratoria de insubsistencia no constituye
una sanción para el empleado o funcionario, y que la indemnización pecuniaria
compensa los derechos de carrera.
ARTICULO 4o. Procedencia de la
insubsistencia con indemnización.
Podrá declararse la insubsistencia de los
nombramientos del personal amparado por derechos de carrera en las siguientes
circunstancias:
a. Cuando mediante un proceso disciplinario
al empleado o funcionario le haya sido impuesta sanción de multa o de
suspensión en el ejercicio del cargo.
b. Cuando el empleado o funcionario
obtuviere una o varias calificaciones deficientes que no dieren lugar a la
declaratoria de insubsistencia por calificación de servicios.
c. Cuando el empleado o funcionario no
satisfaga totalmente las necesidades o requerimientos técnicos o
administrativos del servicio.
d. Cuando se hubiere incurrido en
irregularidades en el proceso de selección o de inscripción en la carrera, que
hubieren culminado con nombramiento en periodo de prueba, escalafonamiento o
ascenso.
e. Dentro de un Plan Colectivo de Retiro
Compensado.
ARTICULO 5o. Monto de la indemnización
Cuando se declare la insubsistencia del
nombramiento de un empleado o funcionario amparado por derechos de carrera, el
Estado pagará por concepto de indemnización:
a. Cuando el empleado o funcionario tuviere
un tiempo de servicios menor de diez (10) años en la respectiva entidad: un mes
(1) de salario básico por cada año de servicios, continuos o discontinuos, y
proporcionalmente por meses completos.
b. Cuando el empleado o funcionario tuviere
un tiempo de servicios entre diez (10) y veinte (20) años en la respectiva
entidad: un mes (1) y diez (10) días de salario básico, por cada año de
servicios continuos o discontinuos, y proporcionalmente por meses completos.
c. Cuando el empleado o funcionario tuviere
un tiempo de servicios mayor de veinte (20) años en la respectiva entidad, la
liquidación se efectuará conforme al numeral anterior hasta los veinte (20)
años; en adelante, se liquidará un mes (1) de salario básico por cada año
subsiguiente de servicios.
ARTICULO 6o. Requisitos.
En el acto administrativo por el cual el
nominador declare la insubsistencia deberá ordenarse el pago de la
indemnización respectiva conforme a lo dispuesto en el presente Decreto, para
lo cual bastará con que se exprese la orden de pago; contra este acto no
procederá recurso alguno. Con base en este acto administrativo, la dependencia
competente elaborará el respectivo acto de liquidación.
CAPITULO III
PLANES COLECTIVOS DE RETIRO COMPENSADO
ARTICULO 7o. Naturaleza.
Las entidades de que trata el artículo 1o.
del presente Decreto podrán adoptar Planes Colectivos de Retiro Compensado en
desarrollo de programas de personal, aplicables a toda la entidad u organismo o
a determinadas áreas de la misma, y dirigidos al personal bien sea de carrera o
de libre nombramiento y remoción. De igual manera, deberán elaborar tales
planes cuando el Consejo Superior de Política Fiscal, CONFIS, así lo determine,
previo acuerdo con el Ministro o Jefe de Departamento Administrativo del cual
dependa la entidad.
Tales planes podrán conformarse en las
modalidades de Voluntario o Mixto. Un Plan Colectivo de Retiro Compensado será
Voluntario cuando dentro del plan sólo se prevea el uso del Retiro Voluntario
mediante Bonificación; y será Mixto, aquel en el cual el nominador podrá optar
por declarar la insubsistencia o abstenerse de hacerlo.
ARTICULO 8o. Características de los Planes
Colectivos de Retiro Compensado.
Los Planes Colectivos de Retiro Compensado
deberán contener una invitación en la cual se indicará:
a. La modalidad del plan.
b. Los niveles de los empleos, y las
dependencias de la entidad a los que dicho plan se extiende.
c. El plazo durante el cual podrán los empleados
o funcionarios presentar sus solicitudes de retiro, y el plazo de que gozará el
nominador para aceptarlas.
d. El término durante el cual el nominador
podrá declarar las insubsistencias, cuando sea el caso.
e. El monto, forma y condiciones en que se
pagarán las indemnizaciones o bonificaciones, con sujeción a los límites
previstos en este Decreto.
Además, los Planes Colectivos de Retiro
Compensado deberán contemplar los siguientes aspectos:
a. Un programa que fije la política en la
entidad en materia de personal.
b. Un estudio de costo-beneficio del plan.
ARTICULO 9o. Aprobación de los Planes
Colectivos de Retiro Compensado
Los Planes Colectivos de Retiro Compensado
requerirán, para cada entidad, de la aprobación previa del Consejo Superior de
Política Fiscal, CONFIS, en lo referente a las modificaciones en los rubros de
gastos de funcionamiento o inversión que se producirán con el plan, y a la
conveniencia fiscal y financiera del mismo.
Igualmente, cuando estos Planes impliquen
modificaciones a las plantas de personal, éstas deberán ser aprobadas por el
Departamento Administrativo del Servicio Civil.
ARTICULO 10o. Financiación de los
Planes Colectivos de Retiro Compensado
Las entidades podrán financiar sus Planes
Colectivos de Retiro Compensado con la venta de activos improductivos, con el
valor presupuestado en la respectiva vigencia fiscal para el pago de servicios
personales, o con los demás recursos que se les asignen para ese efecto en el
Presupuesto General de la Nación.
En todo caso la venta de los activos
improductivos no incluye aquellos bienes dados de baja que conforme a las
disposiciones legales vigentes deben traspasarse al Fondo Nacional de Bienestar
Social o a otras entidades.
Sección 1a.
RETIRO VOLUNTARIO MEDIANTE BONIFICACION
ARTICULO 11. Naturaleza
Los empleados o funcionarios de carrera o
de libre nombramiento y remoción podrán acogerse por voluntad propia a los
Planes Colectivos de Retiro Compensado de que trata este Capítulo, presentando
una Solicitud de Retiro en la cual manifiesten su voluntad de separarse
definitivamente del servicio acogiéndose al Plan propuesto por la respectiva
entidad.
Para todos los efectos se entenderá que la
Solicitud de Retiro es una figura distinta e independiente de la renuncia, la
cual sólo podrá presentarse dentro de los Planes Colectivos de Retiro
Compensado.
PARAGRAFO. El nominador podrá abstenerse de aceptar las
Solicitudes de Retiro presentadas por funcionarios o empleados contra los
cuales se esté adelantando investigación disciplinaria.
ARTICULO 12. Monto de la bonificación
Cuando se acepte la Solicitud de Retiro
presentada por un funcionario o empleado de carrera o de libre nombramiento y
remoción dentro de un Plan Colectivo de Retiro Compensado, el estado pagará a
título de bonificación el valor que señale el plan correspondiente, el cual no
podrá exceder en un 20% de la indemnización que corresponda de acuerdo con el
artículo 5o. de este Decreto ni ser inferior a la misma.
Sin perjuicio de lo anterior, la
bonificación que se señale en el respectivo plan deberá ser mayor para los
funcionarios de carrera que la que se establezca para los de libre nombramiento
y remoción.
ARTICULO 13. Requisitos
En el acto administrativo mediante el cual
se acepte la Solicitud de Retiro presentada dentro de un Plan Colectivo de
Retiro Compensado el nominador deberá determinar la fecha en que el retiro se
hará efectivo, y ordenar el pago de la correspondiente bonificación conforme a
lo dispuesto en el presente Decreto; contra este acto no procederá recurso
alguno. Con base en este acto administrativo, la dependencia competente
elaborará el respectivo acto de liquidación.
Sección 2a.
DECLARATORIA DE INSUBSISTENCIA DENTRO DE LOS PLANES
COLECTIVOS DE RETIRO COMPENSADO
ARTICULO 14. Indemnización
La declaratoria de insubsistencia de
nombramiento de empleos de carrera o de libre nombramiento y remoción dentro de
los planes a que se refiere este Decreto, dará lugar al pago de una
indemnización, fijada en el plan respectivo, la cual no podrá exceder de la
indemnización que corresponda de acuerdo con el artículo 5o., sin que en ningún
caso llegue a ser menor del 75% de la misma.
Sin perjuicio de lo anterior, la indemnización
que se señale en el respectivo plan deberá ser mayor para los funcionarios de
carrera que la que se establezca para los de libre nombramiento y remoción.
CAPITULO IV
DISPOSICIONES GENERALES
ARTICULO 15. Pago de las indemnizaciones o
bonificaciones
El Estado pagará las indemnizaciones o
bonificaciones a que se refiere este Decreto, en efectivo, por lo menos el
valor de doce (12) meses de salario del respectivo empleado o funcionario. El
excedente podrá cancelarse mediante la entrega de Títulos de Retiro cuyo plazo
sea máximo de un (1) año para el equivalente hasta doce (12) meses de salario,
y máximo de dos (2) años para el saldo.
El rendimiento de estos títulos en ningún
caso será inferior a la Tasa variable DTF que señala el Banco de la República;
las demás características y condiciones financieras de los mismos serán fijadas
por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público.
ARTICULO 16. Término para el pago de las
indemnizaciones o bonificaciones
Las indemnizaciones o bonificaciones
deberán ser canceladas dentro de los dos (2) meses siguientes de la expedición
del acto de liquidación de las mismas. En caso de retardo en el pago se
causarán intereses a favor del funcionario o empleado retirado, equivalentes a
la misma tasa mencionada en el artículo anterior, a partir de la fecha del acto
de liquidación.
En todo caso el acto de liquidación deberá
expedirse dentro de los treinta (30) días calendario siguientes al acto de
retiro.
ARTICULO 17. Compatibilidad con las
prestaciones sociales
La indemnización y la bonificación no
constituyen factor de salario para ningún efecto legal. Su pago es compatible
con el reconocimiento y pago de las prestaciones sociales a que tenga derecho
el funcionario o empleado retirado.
ARTICULO 18. Efectos de la indemnización o
de la bonificación
La indemnización y la bonificación
constituyen una compensación del Estado al funcionario o empleado, por el
retiro del servicio mediante la declaratoria de insubsistencia o el retiro
voluntario mediante bonificación; por esta razón, su reconocimiento excluirá
cualquiera otra reparación o compensación.
Como consecuencia de lo anterior, cuando
quiera que se reconozca indemnización por el retiro del servicio de un empleado
de carrera se entenderá que se actúa dentro de las circunstancias contempladas
en el presente Decreto.
ARTICULO 19. Definición de salario básico
Para efectos del presente Decreto se
considera salario básico la asignación básica mensual que devengue el
funcionario o empleado al momento del retiro, más los incrementos salariales
por antigüedad o la prima de antigüedad, según el caso, la prima técnica, los
gastos de representación, y los demás factores que perciba mensualmente el
funcionario o empleado como retribución a sus servicios. En ningún caso se
computarán los viáticos y las horas extras.
ARTICULO 20. Autorizaciones Presupuestales
El Gobierno Nacional queda autorizado para
efectuar a través del Ministerio de Hacienda y Crédito Público las operaciones
y trámites presupuestales que se requieran para la cumplida ejecución del
presente Decreto.
ARTICULO 21. Vigencia y derogatorias
El presente Decreto rige a partir del 1o.
de julio de 1991, previa su publicación y deroga las disposiciones, que le sean
contrarias.
PUBLIQUESE Y CUMPLASE
Dado en Bogotá, D.C. a los 27 de junio de
1991
CESAR GAVIRIA TRUJILLO
Ministro de Hacienda y Crédito Público
(Fdo) RUDOLF HOMMES RODRIGUEZ
Asesora del Consejo Superior, encargada de
las funciones del Jefe del Departamento Administrativo del Servicio Civil,
(Fdo.) FABIOLA OBANDO RAMIREZ
III. LA DEMANDA
A. NORMAS CONSTITUCIONALES QUE SE
CONSIDERAN INFRINGIDAS
El actor considera que las normas acusadas
son contrarias a lo dispuesto por los artículos 2o., 55, 17, y 76 Núms. 9 y 12
de la Carta Constitucional de 1886, y a los artículos 1o., 3o., 4o., 25, 53,
113, 114 y 115 Núm. 7 de la Constitución Política de 1991.
B. FUNDAMENTOS DE LA DEMANDA
En primer lugar el Actor advierte que
solicita la declaratoria de inconstitucionalidad de todo el texto del numeral
primero del artículo segundo de la Ley 60 de 1990 por ser contrario a la
Constitución Política; además, pide que se declare la inconstitucionalidad
consecuencial de todo el texto del Decreto 1660 de 1991.
Fundamenta sus solicitudes en las
consideraciones que se resumen así:
- En su opinión, el objeto regulado por las
normas acusadas es el derecho del trabajo y de modo especial el tema de la
estabilidad en el empleo, adquirida por los servidores del Estado a lo largo
del tiempo de servicio. En este sentido advierte que tanto la Constitución de
1886, como el texto de la nueva Carta Constitucional de 1991, coinciden en
preceptuar que el trabajo goza de especial protección del Estado.
- Sostiene que en el Estado Democrático la
función de hacer las leyes corresponde de ordinario al Congreso y sólo de modo
excepcional, por motivos de urgencia o de necesidad que lo aconsejen
imperativamente, puede el Congreso delegar esa función en el Ejecutivo, siempre
que lo haga con precisión absoluta y de manera temporal; tratándose de la
delegación de facultades legislativas en materia de la regulación legal del
Trabajo, resulta apenas obvio exigir la máxima precisión por parte del
Congreso, pues la especial protección que brinda la Constitución a dicho
derecho excluye la posibilidad de que el ejecutivo quede habilitado para
legislar de modo arbitrario y antidemocrático.
- No es válida una delegación de
funciones que consista en habilitar al ejecutivo para modificar el régimen
prestacional o de estabilidad laboral, si apenas se señala la mencionada
competencia sin precisión ni límite alguno para su ejercicio.
En su opinión, la Ley de facultades acusada
viola las prescripciones constitucionales que garantizan los derechos
democráticos ciudadanos y la especial protección del trabajo, pues en ella
"se giró un cheque en blanco al Ejecutivo Nacional, para que a su
arbitrio, sin límite ni condición alguna, fijara el modo, los casos y la
cuantía de indemnizaciones o bonificaciones para que produjera insubsistencias
incausadas, prohibidas hasta el momento por las normas fundamentales que se
singularizan como violadas".
- En su opinión, de la
inconstitucionalidad de la ley acusada por el aspecto de la precisión de las
facultades otorgadas, se deduce, como lógica consecuencia, la
inconstitucionalidad del Decreto 1660 de 1991, por ser desarrollo de una
facultad declarada inexequible.
- Por último, señala el actor que el
decreto 1660 de 1991 es objeto de reparo por inconstitucionalidad sobreviniente
y resulta contrario a lo dispuesto por el artículo 53 de la Constitución
Nacional de 1991 que impide a la ley suprimir los derechos ya reconocidos a los
trabajadores; este cargo lo hace radicar en la amplitud de la ley de facultades
dictada por el Congreso, que permitió dictar, sin limitación alguna, un régimen
sobre la estabilidad laboral dirigido a un sector de los trabajadores que
gozaba de protección absoluta a la estabilidad en su empleo.
- Advierte la Corte que el Actor limita y
contrae el concepto de la violación y los fundamentos de la demanda,
únicamente a los argumentos y razonamientos que se resumen en este apartado.
IV. LAS INTERVENCIONES OFICIALES
Una vez cumplidas las comunicaciones
ordenadas por la Constitución y por el Decreto 2067 de 1991, se recibieron en
la Corte varios escritos en los que apoderados de los ministerios de Trabajo y
Seguridad Social, Hacienda y Crédito Público y el señor Director del Departamento
Administrativo de Servicio Civil, manifiestan su concepto en relación con la
constitucionalidad de las normas acusadas en la demanda de la referencia.
Las mencionadas intervenciones se resumen
como sigue:
A. Los apoderados de los dos ministerios
señalados piden a la Corte que declare la constitucionalidad de las normas
acusadas con fundamento en los siguientes razonamientos.
1o. En su opinión, el examen de la Corte
sobre las normas acusadas debe verificarse frente a las disposiciones
constitucionales vigentes al momento de adelantarse el juicio de la
constitucionalidad, y nó ante las insubsistentes o derogadas; por tanto, sus
consideraciones se contraen a deducir la conformidad de disposiciones acusadas
con la Carta de 1991 y no sobre la Constitución de 1886.
Los requisitos constitucionales
establecidos por el Artículo 150 de la carta de 1991 para efectos de regular la
concesión de facultades extraordinarias, no señalan una especial previsión en
lo que se relaciona con el derecho al trabajo, no obstante la exigencia de la
precisión, que bien cumple de manera particular el numeral primero del artículo
2o. de la Ley 60 de 1991, objeto principal de la demanda.
En este sentido observan que "... la
norma en cuestión no sólo se limitó a conceder facultades para 'Determinar las
condiciones del retiro del servicio de los funcionarios' con cuya formulación
se habrían cumplido exactamente los requisitos constitucionales de precisión y
determinación de la materia objeto de las facultades, sino que la norma fue más
allá y circunscribió el desarrollo de las facultades otorgadas mencionando los
tipos específicos de causales de retiro que podían establecerse en términos
semántica y jurídicamente tan claros, que envuelven en sí mismos la definición
de las causales: 'la insubsistencia con indemnización y el retiro voluntario
mediante bonificación'. Así mismo, se instruyó al Gobierno en el sentido de
que determine la naturaleza de estas figuras, los eventos y requisitos para su
aplicación, el monto y condiciones de las indemnizaciones que se pagarían y el
procedimiento para su reconocimiento".
Sostienen que las leyes de facultades
extraordinarias no pueden quedar reducidas al concepto de precisión que señala
el actor, puesto que entonces la función del ejecutivo sería solamente de
carácter reglamentario; además, los decretos que la desarrollan son en su
contenido material, verdaderas leyes.
2o. En relación con el Decreto 1660 de
1990, sostiene que la constitucionalidad de la ley de facultades descarta la
inconstitucionalidad consecuencial solicitada por el actor. Además, en lo que
tiene relación con el argumento de la eventual violación del artículo 53 de la
Constitución, en cuanto a la posible limitación de derechos ya reconocidos en
favor de la estabilidad absoluta de un sector de los trabajadores del Estado,
manifiestan que de conformidad con el artículo 125 de la Carta de 1991, los
empleados públicos son de libre nombramiento y remoción o de carrera y que, en
todo caso, ni los unos ni los otros son absolutamente inamovibles, pues la ley
bien puede señalar las causales de retiro de la función pública.
El citado artículo 125 de la Carta señala
que los empleados de carrera administrativa pueden retirarse por calificación
no satisfactoria, por violación del régimen disciplinario y por las demás
causales que establezca la Ley; por ello, el establecimiento de causales de
retiro del servicio no viola ninguna norma constitucional, como lo pretende el
actor.
Terminan su escrito con la afirmación según
la cual la Carrera Administrativa tiene muy determinados fines relacionados con
el buen funcionamiento de la administración, y se ocupa de la tecnificación del
personal humano y procura unas relaciones laborales y técnicamente reguladas.
Además, señalan que las causales de retiro
son un instrumento del legislador que no puede aislarse del interés general, ni
de las necesidades del funcionamiento de la administración pública en general.
B. El señor Director General del
Departamento Administrativo del Servicio Civil también se hizo presente ante la
Corte y solicitó la declaratoria de constitucionalidad de las disposiciones
acusadas. En su escrito sostiene que no asiste razón al actor en cuanto al
argumento de la supuesta falta de precisión en el texto de la ley que confiere
las facultades y que la precisión exigida por el actor no es aquella que se
refiere a la Constitución, puesto que de aquella manera no tendría sentido
conferirlas y resultaría racionalmente más provechoso que el legislador
economizara su tiempo y esfuerzo en el trámite de la ley que establezca la
regulación exacta que se pretende decretar, y no esperar un trámite tan
dispendioso como el que implica el argumento del actor. Advierte, además, que
es el legislador el competente para calificar cuando es que la necesidad o la
conveniencia pública aconseja conferir las facultades.
Sostiene que el decreto 1660 de 1991 fue
proferido dentro de los límites señalados por la ley de facultades, y que
también en él se cumplió con el requisito de la precisión que exige la Carta.
Dicha normatividad, en su opinión, se
limitó a señalar dos nuevas causales de retiro de la función pública,
acompañadas de la compensación pecuniaria, las que, no obstante su novedad
dentro del sistema jurídico colombiano, no desbordan los límites
constitucionales señalados.
Estima que las citadas causales son
similares a las que prevé el sistema de retiro establecido para las relaciones
de derecho laboral entre particulares, y por tanto, son de recibo en el derecho
colombiano.
En su parecer el artículo 125 de la
Constitución no establece el derecho a permanecer de manera indefinida en la
administración y esa no ha sido la voluntad ni el espíritu del constituyente
colombiano.
Por el contrario, desde siempre, en el
ordenamiento colombiano se han establecido varias causales de retiro de la
administración, sin que ni la jurisprudencia, ni la doctrina hayan estimado que
con ellas se desconozca derecho alguno de rango constitucional.
Advierte que las normas del Decreto 1660
de 1990 generan beneficios económicos para los trabajadores y ponen en
consonancia las políticas de administración de personal con los imperativos
constitucionales de modernización y reforma administrativa que ordenó el
constituyente; ademas, en todo caso, las disposiciones acusadas responden al
interés general que debe inspirar las actuaciones públicas dentro del Estado
colombiano.
V. EL MINISTERIO PUBLICO
El señor Procurador General de la Nación
rindió en término el concepto de su competencia y en él solicita a la Corte la
declaratoria de exequibilidad de la parte acusada del artículo segundo de la
Ley 60 de 1990 y de los artículos 1o.; 2o.; parcialmente; 3o.; 4o. literales a)
y b); 5o.; 6o.; 15; 16; 17; 18 salvo la expresión "bonificaciones";
19; 20; y 21 del Decreto 1660 de 1991.
Además solicita la declaratoria de
inexequibilidad de los artículo 4o. literales c), d) y e); 7o.; 8o.; 9o.; 10;
11; 12; 13 y 14 del Decreto 1660 de 1991.
El Despacho del señor Procurador General de
la Nación fundamenta su solicitud en este proceso en las consideraciones que
se resumen:
En primer término el señor Procurador
advierte que el demandante se dirige sólo a desvirtuar la constitucionalidad
del numeral primero del artículo 2o. de la Ley 60 de 1990, por la supuesta
falta de precisión del legislador en el contenido de aquella, lo que lo lleva
a deducir que es inexequible el ordenamiento expedido con base en las
habilitaciones.
El Jefe del Ministerio Público sostiene que
el examen de las competencias otorgadas por el legislador al Ejecutivo debe
hacerse en este caso frente a la normatividad constitucional vigente al momento
de su expedición, ya que aquellas fueron ejercidas y desarrolladas antes del
tránsito constitucional.
Advierte que el artículo 62 de la Constitución
anterior dejaba dentro de las competencias ordinarias del legislador, la
regulación de las causales de retiro o despido de los funcionarios en las
distintas ramas y organismos del poder público; ahora, dentro de la nueva
Carta, el artículo 125 se ocupa de señalar algunas de las causales de retiro
de la función pública, empero también deja en cabeza del Legislador la
competencia para señalar las demás causales. En estas condiciones, siendo de
competencia de aquel determinar las causales de retiro, también se hallaba
suficientemente investido de la competencia para otorgar facultades
extraordinarias al ejecutivo, como en efecto lo hizo en el numeral 1o. del
artículo 2o. de la Ley 60 de 1990, al señalar que el Gobierno determinaría la
naturaleza de aquellas causales.
En su opinión la ley acusada no adolece del
supuesto vicio de inconstitucionalidad que manifiesta el actor, pues en ella
se indican los límites materiales de las habilitaciones conferidas y, además,
se indican con claridad muy determinadas y minuciosas exigencias al Ejecutivo
respecto del contenido de los decretos que podía expedir en su ejercicio.
Sostiene además que la Constitución en el
numeral 4o. del artículo 125, señala que se garantiza la permanencia en el
servicio público, mientras no se den las causales señaladas por la propia
constitución y por la Ley.
Advierte el Ministerio Público que el
artículo 209 de la actual Constitución eleva al rango de principio
constitucional una de las reglas básicas de la noción de Carrera Administrativa,
conocida por la doctrina como principio de la eficacia y de la eficiencia de la
Administración, o lo que, en otros términos, expresa la misma idea:
Racionalización en la Administración Pública para limitar la burocratización.
Además, en su opinión, la habilitación de
la Ley 60 de 1990 buscaba que se produjera con rango legal una regulación que,
con un criterio racionalizador, del crecimiento de las plantas de personal de
los organismos públicos, dejara cerrada la puerta de la discrecionalidad con que
pudiera actuar el nominador. En este sentido observa el señor Procurador
General que si el interés público implica la existencia de un Estado que cumpla
con eficacia las funciones que la Constitución y la ley le han otorgado, es
posible habilitar al legislador para que cree nuevas modalidades de
desvinculación del servicio, tales como la insubsistencia con indemnización y
el retiro voluntario mediante bonificación de los funcionarios al servicio del
Estado, tal como lo dispuso el artículo 2o. de la citada Ley 60; por tal razón
y teniendo en cuenta que se trata de establecer limitaciones al Derecho al
Trabajo, el Congreso agregó al conjunto de las facultades conferidas el deber
del ejecutivo de precisar en su ejercicio "la naturaleza de estas figuras,
los eventos y requisitos para su aplicación, el monto y las condiciones de la
indemnización que se pagará, y el procedimiento para su reconocimiento".
En su concepto, tal es la precisión de las
facultades controvertidas que en efecto quedó recortada la competencia
reglamentaria y residual del ejecutivo sobre la ley, con base en el principio
según el cual la limitación de las libertades no absolutas sólo es competencia
de la Constitución y de la ley.
En la parte relacionada con el Decreto 1660
de 1991, el señor Procurador sostiene que se presenta un vicio de
inconstitucionalidad al no señalarse en los eventos y requisitos en que se
verificarían los denominados planes colectivos de retiro compensado, y para lo
cual había sido precisamente habilitado el ejecutivo; en su parecer se
desconoce con tal proceder la competencia de origen constitucional radicada en
el legislador.
En otros términos, advierte que el Decreto
1660 de 1991, dejó a la regulación reglamentaria materias que debía regular él
como legislador extraordinario. De esta forma indica que los artículos 7o,
8o., 9o. y 10 (planes colectivos de retiro compensado), así como los artículos
11, 12 y 13, (modalidades de retiro voluntario mediante bonificación) y el
artículo 14 (declaratoria de insubsistencia con indemnización), todos del
Decreto 1660 de 1991, resultan inconstitucionales.
El Ministerio Público encuentra que los
literales a) y b) del artículo 4o. del citado decreto no son contrarios a lo
dispuesto por los artículos 25, 53 y 125 de la Constitución sino su desarrollo
adecuado. Por el contrario, los literales c) y d) del mismo artículo 4o. si
desconocen los citados preceptos pues establece unas causales discrecionales y
subjetivas de retiro por insubsistencia al otorgar al nominador la facultad de
calificar si un empleado o funcionario satisface o no las necesidades o los
requerimientos técnico-administrativos del servicio, y la de calificar si hubo
o nó irregularidades en el proceso de selección en carrera.
Advierte que la declaratoria de
insubsistencia de servidores públicos amparados por derechos de carrera, a
diferencia de aquellos de libre nombramiento y remoción, no es discrecional
sino reglada, de manera tal que sólo debe hacerse por los motivos y mediante
los procedimientos establecidos en la ley.
Por último señala que no obstante que la
acusación contra el Decreto Ley 1660 de 1991, no va dirigida a impugnar la
precisión con la que fueron expedidas sus normas, el procedimiento contemplado
en el inciso segundo del artículo 22 del Decreto 2067 de 1991, habilita a la
Corte para fundar su pronunciamiento de inexequibilidad pedida por la
violación a los artículos 76 numeral 12 y 118 numeral 8 de la Constitución de
1886.
VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera. La Competencia
De conformidad con lo dispuesto por el
numeral 4 del artículo 241 de la Constitución Nacional , y teniendo en cuenta
las consideraciones que se hacen en el siguiente considerando de esta
providencia, la Corte Constitucional es competente para conocer de la acusación
planteada contra el numeral 1o. del artículo 2o. de la Ley 60 de 1990, en
atención a que se trata de una disposición que hace parte de una ley de la
República. Además, en atención a lo establecido por el numeral 5o. del mismo
artículo, esta Corporación también es competente para decidir sobre las
demandas de inconstitucionalidad que presenten los ciudadanos contra los
decretos con fuerza de ley dictados por el Gobierno con fundamento en el
artículo 150 numeral 10 de la Constitución, por su contenido material o por
vicios de procedimiento en su formación; como en este caso también se dice
acusar la inconstitucionalidad sobreviniente del Decreto Ley 1660 de 1990,
expedido con base en la citada Ley 60 de 1990, debe la Corte en principio
aprehender su conocimiento, dada la naturaleza especial de la acción pública o
ciudadana de inexequibilidad garantizada por la Constitución.
Segunda. Las Facultades Extraordinarias y
el Tránsito de Normas Constitucionales
A. Como cuestión principal, el actor pide a
la Corte que examine la Constitucionalidad del numeral 1o. del artículo 2o. de
la Ley 60 de 1990, expedida bajo el imperio de la Carta de 1886; empero, para
adelantar el examen que corresponde, la Corte debe señalar previamente las
características formales y materiales de la situación jurídica que se le
presenta en este caso con ocasión de la entrada en vigor de la nueva
Constitución, que establece, para la materia de las facultades extraordinarias,
un régimen jurídico parcialmente diferente del contemplado en la Carta
anterior.
La entrada en vigencia de la nueva Carta
Política de 1991, hace que se planteen situaciones jurídicas especiales,
comprendidas algunas de ellas dentro del fenómeno conocido como el tránsito de
normas en el tiempo; además, también se plantean cuestionamientos en lo que
hace al vigor de la norma de superior jerarquía sobre las leyes expedidas con
fundamento en la anterior norma básica, asuntos todos que se deben dilucidar
en cada caso por esta Corporación.
Obvio es que el paso de un orden
constitucional anterior a uno nuevo, ejerce una determinante incidencia en la
labor de control constitucional que se ejerce en el ordenamiento colombiano,
mucho más si se tiene en cuenta que también se modificó el régimen en lo que
hace al principal órgano especializado en el control de las leyes.
En efecto, el artículo 241 de la nueva
Carta Constitucional establece que "A la Corte Constitucional se le
confía la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, en los
estrictos y precisos términos de este artículo. Con tal fin cumplirá las
siguientes funciones: ....4. Decidir sobre las demandas de
inconstitucionalidad que presenten los ciudadanos contra las leyes, tanto por
su contenido material como por vicios de procedimiento en su formación."
Para lo que a este fallo corresponde,
también se observa que esta disposición constitucional no hace distinción entre
leyes anteriores y leyes posteriores a la nueva Carta y, por tanto, la
competencia en principio es plena en este campo.
La Corte Suprema de Justicia en ejercicio
de las competencias de control constitucional que mantuvo hasta el despacho del
último de los negocios de su competencia, en su sentencia No. 85 de julio 18
de 1991 señaló al respecto que:
"La nueva
preceptiva constitucional lo que hace es cubrir retrospectivamente y de manera
automática, toda la legalidad antecedente, impregnándola con sus dictados
superiores, de suerte que, en cuanto haya visos de desarmonía entre una y otra,
la segunda queda modificada o debe desaparecer en todo o en parte según el
caso; sin que sea tampoco admisible científicamente la extrema tesis, divulgada
en algunos círculos de opinión, de acuerdo a la cual ese ordenamiento inferior
fue derogado en bloque por la Constitución de 1991 y es necesario construir por
completo otra sistemática jurídica a partir de aquella. Tal es el alcance que
debe darse al conocido principio de que la Constitución es ley reformatoria de
la legislación preexistente, acogido explícitamente entre nosotros por el
artículo 9o. de la Ley 153 de 1887, el cual, como para que no queden dudas,
añade: 'Toda disposición legal anterior a la Constitución y que sea claramente
contraria a su letra o a su espíritu, se desechará como insubsistente".
(M.P. Dr. Pedro Escobar Trujillo).
Cabe resaltar que la Carta de 1991, salvo
la derogatoria de la Carta de 1886 con todas sus reformas que ordena el
Artículo 380, no estableció una cláusula expresa de derogatoria especial o
general ni en bloque de la legislación ordinaria anterior a la nueva regulación
constitucional, como sí ocurrió dentro del especifico proceso de cambio
constitucional en el caso de la Constitución Española de 1978, lo cual ha
servido equivocadamente de argumento para que algunos doctrinantes nacionales
establezcan como pretendido postulado general, la teoría de la inhibición de
los órganos especializados encargados del control de constitucionalidad, de las
disposiciones jurídicas anteriores a la nueva Carta y contrarias a ella por
carencia actual de objeto, al presentarse la supuesta derogatoria por
contradicción entre normas de distinta jerarquía.
Lo correcto en este punto es partir del
principio que admite que en los casos de evidente y notoria contradicción entre
el texto de la nueva Carta y la ley anterior a ella, no procede la inhibición
de la Corte Constitucional y lo que cabe es su pronunciamiento de fondo al
respecto, inclusive en la parte resolutiva del fallo correspondiente.
En otros términos, la Corte Constitucional
como órgano especializado del Control Constitucional, dentro de nuestro
régimen, puede reconocer como derogada una disposición de rango legal que
resulta abiertamente contraria a la nueva normatividad constitucional pero debe
emitir un pronunciamiento de inconstitucionalidad, con la virtualidad de la
cosa juzgada; también puede ocurrir que la nueva normatividad constitucional no
resulte abiertamente contraria a la legislación anterior y deba esta
Corporación adentrarse en un juicio de fondo que la obliga a elaborar
reflexiones y deducciones especiales que no conducen directamente a una
conclusión sobre el punto de constitucionalidad en cuestión; en estos eventos,
la confrontación entre la legislación anterior y la nueva Carta tampoco se
puede resolver con un pronunciamiento inhibitorio y exige, por diversas
razones relacionadas con la seguridad jurídica, un fallo que decida en uno u
otro sentido con fuerza de cosa juzgada la cuestión.
Esta es la consecuencia lógica y natural
del principio de la eficacia de la Constitución como norma directamente
aplicable, que obliga a todos los órganos del poder publico dentro de nuestro
Estado de Derecho, y habilita a los jueces ordinarios, dentro del marco de lo
dispuesto por el Artículo 4o. de la Carta Fundamental, de remoto origen y larga
tradición nacional, para no aplicar la ley en los casos concretos en los que
se plantee la contradicción entre la legislación anterior y la nueva
Constitución.
B. Como cuestión de fondo se pide a la
Corte que examine si la ley parcialmente acusada en su constitucionalidad, se
ajustó en su momento a las previsiones de la Carta de 1886 y si resulta ahora
contraria o ajustada a lo dispuesto por la Carta de 1991; es, en consecuencia,
un examen que se asume en dos frentes y que lógicamente debe adelantarse ante
el fenómeno del tránsito de la normatividad constitucional.
Esta Corporación, como se verá más
adelante, se ocupa de esta labor teniendo en cuenta todos los elementos que
forman el fenómeno en mención, como son, en general, la derogatoria expresa o
tácita de la ley, la inconstitucionalidad sobrevenida y la convalidación
constitucional; también se hace este juicio con base en la distinción entre las
reglas sobre los procedimientos para la elaboración de la ley, los demás
requisitos especiales de origen constitucional y el contenido material de la
misma.
Con fundamento en lo anterior, y en
relación con el caso que se plantea a la Corte en esta oportunidad, se tiene que
la disposición jurídica que se acusa debe ser examinada bajo varios aspectos,
así:
1) En lo que respecta a la validez formal
o al procedimiento que se debió seguir para la expedición de la ley, éste hace
referencia al cumplimiento de las condiciones generales de rango
constitucional, y también, en ciertos casos señalados expresamente por la
Carta, a las reglamentarias igualmente generales previstas con el fin de
regular el debido tramite de los proyectos de ley. Es éste un elemento que
comprende la competencia del órgano autor del acto jurídico y en principio está
sometido, en el espacio y en el tiempo, a la ley vigente en el lugar o en el
momento de su producción; se expresa doctrinariamente en el aforismo
"Locus regit actum" y "Tempus regit actum". Supone que la
regulación constitucional sobre el tema del procedimiento a seguir para la
elaboración de la ley, no se aplica retroactivamente, salvo mención expresa de
la Carta.
2) Además, cabe examinar si en el acto
acusado se cumplió con los restantes requisitos formales especialmente
previstos por el artículo 76 numeral 12 de la Constitución de 1886, para las
leyes de facultades extraordinarias, como son el de la precisión y la
temporalidad, que ahora aparecen al lado de otras exigencias nuevas, en el
artículo 150 numeral 10 de la Carta de 1991.
El último de los mencionados requisitos
formales, especialmente previstos en la Carta de 1886 para efectos de regular
la expedición de las leyes de facultades extraordinarias, es decir, el de su
limitación temporal, se cumplió cabalmente ya que el artículo 2o. de la Ley 60
de 1990 del que forma parte la disposición acusada (numeral 1o.), establece un
preciso ámbito temporal para el ejercicio de la facultad conferida, así:
"De conformidad
con el ordinal 12 del artículo 76 de la Constitución Política, revístese al
Presidente de la República de facultades extraordinarias por el Término de
seis (6) meses, contados a partir de la vigencia de la presente ley, para
adoptar las siguientes medidas en relación con los empleados de las distintas
ramas y organismos del poder público.
"1o.
....."
El segundo de aquellos requisitos formales
especiales es el de la precisión, y, en la disposición acusada, aparece con
claridad que no deja duda de su cumplimiento, un conjunto de expresiones y
enunciados normativos que señalan los límites precisos de la facultad
legislativa conferida extraordinariamente al ejecutivo; dichas expresiones
contraen el ámbito de la función legislativa extraordinaria, conferida a la
precisa materia de las condiciones de retiro del servicio de los funcionarios
que atienden los empleos en las distintas ramas y organismos del poder
público; obviamente, es claro que el sentido y el significado de los términos
utilizados por aquellos enunciados normativos comprende a todos los destinos
públicos para los que la propia Constitución no señala unos procedimientos o
unas hipótesis especiales de retiro. Por vía de ejemplo se tiene que la Carta
Fundamental se ocupa de regular ciertos casos de funcionarios que ejercen su
empleo durante un periodo fijo, y otros en los que se puede producir el retiro
sólo por ciertas vías judiciales, políticas o administrativas y otras mixtas;
en aquellas hipótesis no es admisible que el legislador provea al respecto por
fuera de las precisas regulaciones constitucionales, ni que habilite al
ejecutivo para lo mismo.
La disposición acusada comprende, pues, la
facultad de señalar dentro del marco de la Carta, las causales de retiro de los
funcionarios públicos tanto de libre nombramiento y remoción como a los de
Carrera Administrativa; ahora bien,, a la luz del artículo 62 de la Carta de
1886 ahora derogada, se establecía como competencia del legislador la de
establecer y regular las condiciones de retiro o despido del servicio público;
dicha previsión surgió como un mecanismo para asegurar que el conjunto de las
relaciones en el interior de la Administración no obedeciera a criterios
predominantemente o exclusivamente políticos. Además, el numeral 10 del
artículo 76 de la Carta de 1886 también señalaba como de competencia del
legislador la de dictar las normas concernientes a la Carrera Administrativa.
La disposición acusada abunda en términos y
en enunciados normativos, que hacen precisa la atribución de la competencia al
señalar que, en desarrollo de aquella facultad podrá el ejecutivo establecer
sistemas especiales del retiro del servicio mediante compensación pecuniaria
como la insubsistencia con indemnización y el retiro voluntario mediante
bonificación, para lo cual se precisará la naturaleza de estas figuras, los
eventos y requisitos para su aplicación, el monto y condiciones de la
indemnización o bonificación que se pagará y el procedimiento para su
reconocimiento. Por este aspecto no existe violación a la Carta y no prospera
la acusación planteada.
3) Cabe determinar si en efecto como lo
sostiene el actor, las disposición acusada de la Ley 60 de 1990 resulta
inconstitucional frente al texto de la Nueva Carta de 1991, no obstante que su
cometido inicial haya sido cumplido al expedirse el decreto ley que desarrolla
las facultades extraordinarias. Al respecto cabe tener en cuenta que dicha ley
es el fundamento de validez formal y material mas directo del decreto citado y,
por tanto, aunque haya cumplido su finalidad no ha desaparecido del
ordenamiento jurídico. Ahora bien, cabe precisar con fines ilustrativos que en
esta oportunidad también se examina la disposición acusada por los restantes
aspectos de su constitucionalidad para determinar si existió alguna violación a
la Carta de 1886 que hubiese podido generar algún vicio de inconstitucionalidad
sustancial.
En efecto, para esta Corporación aquella
disposición no violó ninguno de los artículos de aquella Constitución citados
por el actor, ya que fue expedida dentro de las competencias del legislador
ordinario que bien podía trasladar temporalmente al Ejecutivo y, además, con
ella no se desconoce ningún otro de los derechos garantizados por aquella
Carta Constitucional en el titulo III; en este sentido, no existe desconocimiento
al Derecho Constitucional al Trabajo, ni deja de brindarse la especial
protección que le debe el Estado, pues se trata simplemente de facultar al
legislador extraordinario para establecer un régimen especial de condiciones
legales de retiro de los servidores públicos, el que bien pudo ser expedido por
el legislador extraordinario asegurando dicha protección o nó, cuestión que se
resuelve en el examen del acto de desarrollo de dichas facultades y no
propiamente en este juicio sobre la Ley.
No es en sí mismo violatorio de aquellos
derechos el acto de conferir las facultades extraordinarias que se examinan,
puesto que el Derecho al Trabajo para los servidores públicos en general
también comprende el deber de someterse a un régimen legal de condiciones
estatutarias y reglamentarias que regulan la permanencia y el retiro de la
Función Pública; tampoco se desconoce ningún derecho adquirido de los
trabajadores, pues de lo que se trata es de establecer como lo advierte la
Carta, las causales de retiro de la función pública y éstas son parte de aquel
régimen legal y reglamentario que condiciona, tanto el ingreso como el retiro
de los funcionarios, y asegura que mientras los derechos no ingresen al ámbito
jurídico patrimonial del funcionario por cumplirse los supuestos Jurídicos y
fácticos de la norma que los garantiza, la ley pude variar dichos supuestos.
C) Por último, como se anunció más arriba,
esta Corporación no extiende su examen sobre el Decreto 1660 de 1991, en este
preciso asunto, a ningún otro aspecto distinto del señalado por el actor como
la inconstitucionalidad consecuencial, pues aquel es sólo una simple deducción
mecánica sobre una hipótesis cuya determinación con fuerza de cosa juzgada no
corresponde al actor. La función de juzgar la constitucionalidad de las leyes
es precisamente la función propia de la Corte en ejercicio de su Magisterio
judicial, que ostenta como guardiana de la integridad y supremacía de la
Constitución; en efecto, dicha modalidad de planteamiento o formulación de la
demanda, en verdad no constituye ni se concreta en un cargo directo de
inconstitucionalidad contra el citado decreto; sólo configura una forma de
eludir el deber de formular adecuadamente este aspecto de la demanda, que
evidentemente carece de coherencia y de todo soporte racional y lógico.
Por dicha vía, sin formular ningún otro
cargo, lo que se plantea teórica y prácticamente es un expediente
desnaturalizador de la acción pública de inexequibilidad para evitar el deber
de fundamentar la petición como requisito inexcusable en este tipo de procesos
de control constitucional. Cabe sí observar que el actor señala que el
mencionado decreto también es inconstitucional porque la Ley 60 de 1990 viola
el artículo 53 de la Carta; en este caso, igualmente se plantea la demanda en
su formulación de inconstitucionalidad consecuencial y, por tanto, no es sino
otra forma de repetir el mismo argumento que se examinó en este fallo.
Extender a otros aspectos el examen de
constitucionalidad de una norma respecto de la cual sólo se predica aquel
cargo sui géneris, como lo plantea el Despacho del Jefe del Ministerio
Publico, es abrir la puerta de la acción pública a formulaciones extrañas a su
carácter y contrariar sus fines; en verdad dicha acción es un derecho político
de los ciudadanos que supone necesariamente la presentación de una demanda
simple y sin formulismos especiales contra una ley o un acto de aquella
naturaleza, pero con el deber de plantear un cargo de violación a la
Constitución Nacional, ya que la Corte no tiene en estos casos de la acción
pública una potestad discrecional de atracción del objeto de su juicio, si no
se formula cuando menos un cargo de inconstitucionalidad para, de ser
necesario, integrar la unidad normativa completa.
Bien puede ocurrir, como en este caso, que
la norma acusada resulte constitucional y sin otro argumento se exija de la
Corte Constitucional el deber de atender el examen de todo un estatuto o un
conjunto de estatutos respecto de los cuales no se hace ningún cargo y que
pueden guardar en sus distintas disposiciones, relaciones de dependencia y
conexidad con otros tantos estatutos y sobre los cuales deba integrarse la
unidad normativa o proposición jurídica completa a la luz del artículo 6o.,
inciso tercero del Decreto 2067 de 1991; sería esta una larga tarea de nunca
acabar, con el grave riesgo de la incertidumbre y de la discrecionalidad que de
seguro no corresponden al legítimo querer del constituyente.
Habiéndose determinado que la disposición
acusada de la ley 60 de 1990 no es inconstitucional, se concluye que no asiste
razón para declarar la inconstitucionalidad consecuencial del Decreto 1660 de
1991, ni para adentrarse en el examen de su constitucionalidad en esta
oportunidad.
VII. DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional, Sala Plena, oído el concepto del Procurador General de la
Nación, en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Es EXEQUIBLE el numeral 1o. del artículo
2o. de la Ley 60 de 1990, desde el punto de vista formal, y por lo tanto no
existe inconstitucionalidad consecuencial en relación con el Decreto 1660 de
1991.
Copiése, publíquese, comuníquese al
Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta Constitucional y archívese el
expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
GALINDO
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General
LA SUSCRITA SECRETARIA GENERAL DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
HACE CONSTAR:
Que el Magistrado Doctor ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO, no asistió a la sesión de la Sala Plena del 26 de junio del presente
año, por encontrarse en uso de permiso debidamente autorizado por el señor
Presidente de la Corporación, en consecuencia no firmó la presente sentencia.
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General |
208 | C-435-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-435/92
CORTE
CONSTITUCIONAL/TRANSITO CONSTITUCIONAL
Las
nuevas reglas constitucionales sobre competencia de los órganos legislativos
ordinarios o habilitados de modo extraordinario, no se aplican para juzgar la
inconstitucionalidad por este aspecto de la legislación anterior, ya que lo que
impera en dicho aspecto es la norma constitucional antecedente. En todo lo
demás el juicio de constitucionalidad debe adelantarse conforme a las reglas
que permitan determinar la compatibilidad o incompatibilidad de las normas de
rango inferior frente a la nueva normatividad superior.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límites/CARRERA JUDICIAL/TRIBUNAL ADMINISTRATIVO-Auxiliar
de Magistrado
La
ley habilitante facultó al Gobierno para aumentar y disminuir la planta de
personal de empleados de la Rama Jurisdiccional, pero sobre la base del respeto
a "las nuevas modalidades del servicio", y observando los
procedimientos y criterios que rigen actualmente para el nombramiento de
empleados y funcionarios de la misma. Dentro de la lista de excepciones de
cargos de carrera no se encuentra los Auxiliares Judiciales de Magistrado de
los Tribunales Administrativos, por lo que forzosamente están comprendidos
dentro del régimen aplicable a los funcionarios de carrera y excluídos del
régimen de libre nombramiento y remoción; también se observa que la voluntad
del legislador ordinario al habilitar al ejecutivo era precisamente la de que
en el ejercicio de las facultades extraordinarias conferidas se respetara dicha
condición jurídica de los servidores de la Rama Jurisdiccional. Con la
expresión "....de su libre nombramiento y remoción", del artículo 15
del Decreto 2288 de 1989, el ejecutivo desbordó las previsiones que debía
acatar en el ejercicio de las facultades extraordinarias conferidas, ya que
desconoció el especial carácter jurídico de aquellos destinos al definirlos
como de libre nombramiento y remoción.
SALA
PLENA
REF: Expedientes
Nos.D-008 y D-010
Acción
Pública de Inconstitucionalidad contra el parágrafo del artículo 15 del Decreto
2288 de 1989 "Por el cual se dictan disposiciones relacionadas con la
jurisdicción de lo Contencioso-administrativo".
-Acumulados-
Actores:
TERESA
CASTRO VARGAS y
NELLY
FAJARDO ROBLES.
Magistrado
Ponente:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
Aprobado
por Acta No. 57
Santafé
de Bogotá D.C., junio veinticinco (25) de mil novecientos noventa y dos (1992).
I.
ANTECEDENTES
Con
posterioridad al primero (1o.) de Junio de mil novecientos noventa y uno
(1991), las ciudadanas TERESA CASTRO VARGAS y NELLY FAJARDO ROBLES, mediante
sendos escritos, presentaron ante la Corte Suprema de Justicia las demandas de
la referencia. En cumplimiento de lo dispuesto por el artículo 24 transitorio
de la Constitución Política, dicha Corporación remitió los expedientes
respectivos a la Corte Constitucional que en Sala Plena del día veintisiete
(27) de febrero de mil novecientos noventa y dos (1992) decidió acumularlas
para su trámite conjunto.
Admitidas
las demandas, se ordenó practicar las comunicaciones de rigor constitucional y
legal; se fijó en lista el negocio y simultáneamente se dió traslado al
Despacho del señor Procurador General de la Nación quien rindió el concepto de
su competencia. Una vez cumplidos todos los trámites previstos por el artículo
242 de la Constitución Nacional y por el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte
a resolver sobre las demandas presentadas.
II.
EL TEXTO DE LA NORMA ACUSADA
La
ciudadana TERESA CASTRO VARGAS, pide que se declare la inexequibilidad de la
expresión "...de su libre nombramiento y remoción.", contenida en el
parágrafo del artículo 15 del Decreto 2288 de 1989, y la ciudadana NELLY
FAJARDO ROBLES, solicita que se declare la inconstitucionalidad del parágrafo
del artículo 15 del Decreto 2288 de 1989, cuyo texto es el siguiente:
"DECRETO
2288 DE 1989
"Por
el cual se dictan disposiciones relacionadas con la Jurisdicción de lo
Contencioso Administrativo.
"CAPITULO
III
"Del
Tribunal Administrativo de Cundinamarca
"......
"Artículo
15. Integración de las Secciones y Subsecciones.......
"....
"Parágrafo.
Cada Magistrado tendrá un Oficial Mayor, grado 12 y un Auxiliar Judicial, grado
11, de su libre nombramiento y remoción.
III.
LAS DEMANDAS
A. Normas
Constitucionales que se Consideran Infringidas
Las
actoras consideran que la norma acusada es contraria a lo dispuesto por los
artículos 76 numeral 12 y 118 numeral 8 de la Constitución Política de 1886;
además, la ciudadana TERESA CASTRO VARGAS, considera violados los artículos 16
y 148 del mismo ordenamiento.
B. Los
Fundamentos de las Demandas
La
ciudadana TERESA CASTRO VARGAS dirige su acción de inconstitucionalidad contra
el parágrafo del artículo 15 del Decreto-ley No. 2288 de 1989 en cuanto se
refiere a la expresión: "....de su libre nombramiento y remoción";
por su parte la ciudadana NELLY FAJARDO ROBLES solicita la declaratoria de
inexequibilidad de todo el texto del parágrafo referido.
Fundamentan
sus solicitudes en las consideraciones que se sintetizan así:
-
Advierten las actoras que la Ley 30 de 1987 en su artículo 1o. literal b)
otorgó al señor Presidente de la República precisas facultades extraordinarias
para aumentar la planta de personal de empleados de la Rama Jurisdiccional,
"teniendo en cuenta especialmente las nuevas modalidades del servicio".
-
Que la alusión a "las nuevas modalidades del servicio" contenida en
la ley de facultades extraordinarias indiscutiblemente se remite "al nuevo
régimen de los empleados al servicio de la Rama Jurisdiccional, genéricamente
denominado 'CARRERA JUDICIAL', consagrado en sus aspectos esenciales por los
decretos extraordinarios 250 de 1970 y 52 de 1987, y en el Decreto 1660 de
1978, reglamentario del primero."
-
Que el artículo 7o. del Decreto 52 de 1987 indica cuáles son los cargos de
libre nombramiento y remoción, sin que entre los allí recogidos se encuentren
los de Auxiliar Judicial y Oficial Mayor de los Tribunales.
-
Que al determinar el Ejecutivo en el parágrafo atacado que los cargos de
Auxiliar Judicial y Oficial Mayor del Tribunal Administrativo de Cundinamarca
serán de "libre nombramiento y remoción" por cada Magistrado,
extralimitó las precisas facultades de las que lo invistió el Congreso de la
República, conforme a la Ley 30 de 1987, que le imponía la obligación de tener
en cuenta "las nuevas modalidades del servicio en la Rama
Jurisdiccional", esto es, que excepto los empleados señalados en el
artículo 7o. del Decreto 52 de 1987, que son de libre nombramiento y
remoción, todos los demás son de Carrera, en consecuencia, el ejecutivo hizo
caso omiso de las limitaciones que la ley de facultades le imponía y que eran
las de acogerse al Estatuto de la Carrera Judicial, el cual precisamente
contrarió, "por cuanto en dicho estatuto los mencionados cargos son de
carrera y no de libre designación".
-
Que al desbordar los precisos términos con que fue investido mediante la Ley
30 de 1987 al no seguir las pautas que la citada ley le prescribió, resultaron
vulnerados los artículos 76 numeral 12 y 118 numeral 8 de la Constitución
Política de 1886.
-
Agrega la accionante NELLY FAJARDO ROBLES que el hecho de que los cargos de
Auxiliar Judicial y Oficial Mayor en los tribunales sean de Carrera, no
significa que los empleados que los desempeñan gocen de estabilidad absoluta,
pues el mismo estatuto de la Carrera Judicial prevé diversas formas de
separación del servicio.
-
Adicionalmente la actora Teresa Castro Vargas, argumenta que el artículo 16 de
la Carta anterior al consagrar el principio de la igualdad de los ciudadanos
ante la ley pretendió "evitar la creación de privilegios o excepciones, e
imponer que ante situaciones iguales se produzca un tratamiento legal
igual", lo cual fue desconocido por la norma acusada. Considera
igualmente violado el artículo 148 de la Constitución de 1886 dado que se
establece una discriminación entre los Auxiliares Judiciales Grado 11 de los
Tribunales Administrativos y aquellos funcionarios del mismo rango y categoría
de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial y del Tribunal Superior de
Aduanas, "por cuanto estos últimos están amparados en la Carrera Judicial
por la excepción que contiene el artículo 7o. del Decreto 52 de 1987".
Según la demandante se introduce así una desigualdad, desconocedora del
espíritu del constituyente, que impone al legislador la organización de la
Carrera Judicial "como medio para garantizar la más correcta
administración de justicia".
IV.
LA IMPUGNACION DE LA DEMANDA
Durante
el término de fijación en lista el ciudadano RAUL ALEJANDRO CRIALES MARTINEZ
presentó escrito por medio del cual pretende demostrar la constitucionalidad de
la norma con base en los siguientes razonamientos:
-
Que la Ley 30 de 1987 se refiere a las nuevas modalidades del servicio
"en plural" y que dichas modalidades son dos, a saber: de libre designación
y de carrera judicial.
-
Que el Decreto 0052 de 1987 estableció como criterio para el nombramiento de
empleados de la Rama Jurisdiccional el de que unos deben ser de libre
nombramiento y otros de carrera judicial. Además, el mencionado decreto
contempla procedimientos para el ingreso al servicio así: los de libre
designación ingresan en propiedad, en interinidad o por encargo; los de
carrera, con nombramiento en propiedad, en periodo de prueba o en
provisionalidad.
-
En su opinión el Ejecutivo no extralimitó las precisas facultades que mediante
la Ley 30 de 1987 le concedió el Congreso de la República, por cuando "no
creó ninguna modalidad diferente a las contempladas para la Rama
Jurisdiccional, ni cambió los criterios y procedimientos para el nombramiento
de empleados y funcionarios de la misma", habiendo actuado de conformidad
con las leyes pertinentes.
V.
EL MINISTERIO PUBLICO
El
señor Procurador General de la Nación rindió en término el concepto de su
competencia y en él solicita a la Corte Constitucional la declaratoria de
inexequibilidad de las expresiones "...de su libre nombramiento y
remoción" contenidas en la parte final del parágrafo del artículo 15 del
Decreto 2288 de 1989.
El
Despacho del señor Procurador General de la Nación fundamenta su solicitud,
formulada dentro de este proceso en las consideraciones que se resumen:
-
Ante todo advierte el señor Procurador que se identifican en el concepto de la
violación dos cargos; el primero de los cuales, hace referencia a la extralimitación
por el Ejecutivo en el ejercicio de las facultades extraordinarias que le
fueron otorgadas mediante la Ley 30 de 1987, en tanto que el segundo se contrae
a demostrar la violación de los artículos 16 y 148 de la Constitución anterior,
por el parágrafo acusado.
-
Con miras a dilucidar la posible extralimitación, en el ejercicio de las
facultades extraordinarias, manifiesta el señor Procurador que el examen habrá
de adelantarse "a partir de la comparación de la norma impugnada con las
disposiciones que regían el otorgamiento y desarrollo de las facultades
extraordinarias, esto es, los artículos 76-12 y 118-8 de la Constitución de
1886"; lo anterior, con base en tesis sostenida por la Corte Suprema de Justicia,
conforme a la cual las facultades extraordinarias conferidas al ejecutivo en
últimas entrañan una cuestión de competencia y cuando una norma dictada con
base en ella es atacada por extralimitación, lo que en el fondo se debate es
la falta de competencia del ejecutivo. En este orden de ideas, "la
valoración del ejercicio de una competencia" ha de hacerse teniendo en
cuenta la normatividad vigente al momento de ser conferida, normatividad esta
que determina "su fuente de validez", y "la regularidad de su
ejercicio". El cambio de normatividad no puede enervar "los efectos
de lo que en su momento estuvo correctamente ejercido desde el punto de vista
de la competencia", pues de ser así el nuevo ordenamiento tendría efecto
retroactivo, frente a aquellos actos respecto de los cuales "ya se había
consumado o agotado el ejercicio de la competencia correspondiente".
Recuerda asímismo el señor Procurador que la Corte Suprema de Justicia
puntualizó que de acogerse una solución diferente, se sembraría la
incertidumbre acerca de la vigencia de gran parte del ordenamiento jurídico
que venía rigiendo.
-
Sentada la anterior premisa, afirma el Jefe del Ministerio Público que el
requisito de la temporalidad aparece suficientemente acreditado y en tal virtud
se detiene en el análisis de los límites prescritos al Ejecutivo por el
Congreso en la ley de autorizaciones; aduce que la gestión de aquel debía
encaminarse al aumento o disminución de la planta de personal de los empleados
de la Rama Jurisdiccional, con observancia de los procedimientos y criterios
vigentes; para el caso contenidos en las normas sobre carrera.
-
Que cuando el legislador habilitante hizo alusión a las "nuevas
modalidades del servicio" se refirió a "la optimización del servicio
de justicia" y autorizó al jefe del ejecutivo "para introducir una
modificación en su organización administrativa y procedimental, pero no para la
creación de los cargos y su provisión, para la cual exigía sujeción a las
regulaciones existentes."
-
Opina que "...al disponer el Ejecutivo en el parágrafo acusado que cada
Magistrado del Tribunal Administrativo de Cundinamarca tendría un Oficial Mayor
Grado 12 y un Auxiliar Judicial Grado 11, 'de su libre nombramiento y
remoción', desbordó con esta última previsión las precisas facultades con que
había sido investido en la ley de autorizaciones... ". Con base en estos
argumentos, concluye el señor Procurador General de la Nación que las referidas
expresiones del parágrafo vulneran los artículos 76 numeral 12 y 118 numeral 8
de la Constitución derogada.
-
Respecto de la acusación que formula la ciudadana Teresa Castro Vargas contra
el parágrafo del artículo 15 del Decreto 2288/89 por ser, además, violatorio de
los artículos 16 y 148 de la Carta de 1886, considera el señor Procurador
General de la Nación que el análisis de tal impugnación se contraerá a las
normas constitucionales que en la actualidad contemplan el principio de
igualdad frente a la carrera, entre otros, los artículos 2o. in fine, 13, 40-7
y 53 en concordancia con el 125.
-
Concluye el señor Procurador que, de las disposiciones citadas, se desprende la
situación de desigualdad que introduce el parágrafo acusado, al excluír a los
Oficiales Mayores, Grado 12 y a los Auxiliares Judiciales Grado 11 del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca del régimen de carrera, tornándolos en empleados
de libre nombramiento y remoción del respectivo Magistrado, "mientras que
los demás servidores de los otros tribunales que desempeñan análogas funciones
en cargos con igual nomenclatura, acceden al servicio por el sistema de
méritos", privándose así a los primeros de las garantías propias de la
Carrera Judicial, que en últimas proyectan sus efectos en la óptima prestación
del servicio.
-
Finalmente, anota el señor Procurador, que las expresiones acusadas desconocen
el espíritu del constituyente, que impone al legislador la organización de la
carrera judicial como medio para garantizar la más correcta administración de
justicia.
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera.
La Competencia
Esta
Corporación es competente para conocer de las demandas de la referencia, en
atención a lo dispuesto por el numeral 5 del artículo 241 en concordancia con
el inciso segundo del artículo 24 transitorio de la Carta Política de 1991.
Además, se advierte que en este proceso el Magistrado Sustanciador ordenó
inaplicar la expresión "...sobre la última de ellas antes del 1o. de junio
de 1992", del artículo transitorio del Decreto 2067 de 1991.
Segunda.
El Ejercicio de las Facultades Extraordinarias
y el Tránsito de la Normatividad
Constitucional
Como
lo ha advertido esta Corporación en oportunidades anteriores, el examen
judicial de constitucionalidad de la legislación anterior a la nueva Carta
Política, está sometido en general a especiales reglas de interpretación
propias de la disciplina del Derecho Constitucional, que tienen en cuenta
decantados criterios que se relacionan con la constitucionalidad de la ley
antecedente frente a la nueva Carta, con su derogatoria tácita, con la inconstitucionalidad
sobreviniente, con la convalidación constitucional o con la cosa juzgada
constitucional.
Dichas
reglas presuponen, en primer término, la voluntad del constituyente de 1991 de
no derogar expresamente, y en bloque toda la legislación anterior o algunas de
sus partes; además, comprenden en cada caso la voluntad de proveer sobre
algunas materias en sentido completamente diferente al establecido por la Carta
anterior lo que conduce al fenómeno de la derogatoria tácita. También dichos
criterios tienen en cuenta la voluntad de regular una materia o un asunto de
igual o similar modo al previsto por la Carta anterior, o la de hacerlo
conforme a unos principios, fines, valores y objetivos nuevos, lo cual puede
llevar a situaciones de constitucionalidad o de inconstitucionalidad
sobrevinientes, según sea la compatibilidad o incompatibilidad entre las normas
legales anteriores y la nueva Codificación Superior.
Ahora
bien, con fundamento en criterios racionales que atienden a la necesidad de
afirmar desde estos estrados de la jurisdicción constitucional, la ineludible
seguridad jurídica predicada del orden político sobre cuyas bases se erige
nuestro Estado social y democrático de Derecho, consagrado por la Carta de
1991, y para efectos del examen de la constitucionalidad de los decretos leyes
expedidos con fundamento en leyes de facultades extraordinarias conferidas a la
luz de la anterior Norma Constitucional, este juicio se adelanta en dos fases o
por dos aspectos complementarios, así:
a)
En el ámbito de la competencia ejercida
b)
En el ámbito del contenido material de la norma
acusada
Es
necesario dejar sentado que en este caso, tanto la ley que confirió las
facultades extraordinarias, como su ejercicio se produjo antes de la
ocurrencia del fenómeno jurídico de la expedición de la nueva Constitución.
En
efecto, para ejercer la primera de aquellas tareas, se tiene que las reglas
constitucionales sobre la competencia vigentes al momento de la expedición del
acto acusado, son las que sirven para juzgar su constitucionalidad. En otros
términos, las nuevas reglas constitucionales sobre competencia de los órganos
legislativos ordinarios o habilitados de modo extraordinario, no se aplican
para juzgar la inconstitucionalidad por este aspecto de la legislación
anterior, ya que lo que impera en dicho aspecto es la norma constitucional
antecedente.
Así
lo advirtió la Corte Suprema de Justicia cuando ejerció su competencia de
control constitucional bajo los términos del artículo 24 transitorio de la Carta
de 1991. En dicha oportunidad dijo la Corte Suprema de Justicia:
"En
primer lugar, necesario es reparar en que la investidura extraordinaria de
poderes legislativos a favor del Jefe del Ejecutivo en últimas entraña una
cuestión de competencia; porque lo que hace la ley de autorizaciones es
precisamente trasladar a dicho funcionario la competencia de la que en
principio carece, en forma eminentemente transitoria y por lo demás concurrente
con la del legislador ordinario (Congreso), pues éste por ese sólo hecho no
pierde la capacidad normadora que le es inherente. Por ello, cuando una
disposición dictada en razón de la delegación extraordinaria de funciones es
acatada por exceso en las mismas y no por otros motivos, lo que se está
alegando en el fondo es la falta de competencia del Ejecutivo para expedirla.
"En
segundo término, considera la Corporación que la valoración del ejercicio de
una competencia, esto es, la definición de si un órgano estatal obró o no de
conformidad con las reglas que la fijan, debe hacerse necesariamente mediante
el contejo con los preceptos vigentes al tiempo en que se efectivizó, dado que
por constituir éstos su fuente de validez son los que determinan la regularidad
de su ejercicio. Mal podrían enervarse los efectos de lo que en su momento
estuvo correctamente ejercido desde el punto de vista de la competencia, por el
solo hecho de que en un momento ulterior se produjere un cambio normativo, pues
ello equivaldría a asignarle efectos retroactivos al nuevo ordenamiento respecto
de actos con cuya emisión, dentro del término y con los demás requisitos
exigidos por el antiguo, ya se había consumado o agotado el ejercicio de la
competencia correspondiente". (Sentencia No. 87 Sala Plena. Corte
Suprema de Justicia de Julio 25 de 1991. M.P. Dr. Pedro Escobar Trujillo).
Ahora
bien, en todo lo demás el juicio de constitucionalidad debe adelantarse
conforme a las reglas que permitan determinar la compatibilidad o
incompatibilidad de las normas de rango inferior frente a la nueva normatividad
superior.
No
sobra advertir que dentro de aquel cuadro de normas reguladoras de los límites
jurídicos del ejercicio de las facultades extraordinarias, también quedaba
comprendido, a la luz del artículo 118 numeral 8 de la Carta de 1886, el
conjunto de los límites temporales y materiales establecidos por la misma ley
habilitante, de manera tal que cuando la Constitución señalaba que el órgano
legislativo ordinario podía revestir pro-témpore al Presidente de la
República de precisas facultades extraordinarias (art. 76 num. 12), y
que éste podía ejercerlas y dictar los decretos con fuerza legislativa que
ellas contemplan, estaba señalando que aparte de los límites constitucionales
generales y especiales previstos para regular la función legislativa y la
función normativa del Estado, el legislador habilitado debía cumplir con los
límites señalados por la ley.
Así
las cosas, se encuentra que las reglas que regían el ejercicio de las
facultades conferidas por la Ley 30 de 1987, estaban contenidas en los
artículos 76 num. 12 y 118 num. 8 de la Carta y en esta misma ley; a ellas
debe referirse la Corte en este juicio, como se verá enseguida.
En
primer término no cabe reparo alguno por el aspecto temporal del ejercicio de
las facultades ya que el Gobierno Nacional estuvo investido de aquellas por el
término de dos años contados a partir de la promulgación de la ley que produjo
el nueve (9) de octubre de 1987, y el Decreto 2288 fue expedido el día 7 de
octubre de 1989, según aparece en el Diario Oficial No. 39013 del mismo año.
En
segundo término, se debe observar cuál es el ámbito material que establece la
citada ley como límite de las facultades conferidas; para dicho efecto se
transcribe enseguida el texto de la misma así:
"LEY
30 DE 1987
"Por
la cual se confieren unas facultades extraordinarias y se dictan otras
disposiciones
"El
Congreso de Colombia,
"DECRETA:
"Artículo
1o. Revístese al Presidente de la República de facultades extraordinarias, por
el término de dos (2) años, contados a partir de la promulgación de la presente
ley para:
".....
"b)
Aumentar o disminuir la planta de personal de empleados de la Rama
Jurisdiccional y determinar las funciones de la misma, teniendo en cuenta,
especialmente, las nuevas modalidades del servicio y la descentralización
administrativa por Distritos Judiciales.
"......
"Parágrafo
2o. La creación de los despachos, plazas de Magistrados y Fiscales y los
nombramientos que se hagan en virtud de esta ley respetarán proporcionalmente
las necesidades de todos los municipios del país; se hará con base en los
estudios técnicos de la Oficina de Investigaciones Socio-Jurídicas del
Ministerio de Justicia, consultando a los Presidentes de los Tribunales
Superiores de Distrito y al Consejo Nacional de Instrucción Criminal y
observando los procedimientos y criterios que rigen actualmente para el
nombramiento de empleados y funcionarios de la Rama Jurisdiccional."
Se
observa que sobre un cuestionamiento de constitucionalidad similar al que ahora
se plantea, la Corte Suprema de Justicia en funciones de control de
constitucionalidad y con ponencia del Magistrado que conduce este proceso,
pronunció la sentencia No. 18 de febrero 15 de 1990, en la que declaró
inexequible el parágrafo del artículo 1o. del Decreto 1359 de 1988 referido a
los dos nuevos Auxiliares de Magistrado Grado 11 de los Tribunales
Administrativos y que decía: "Los Auxiliares a que se refiere el presente
artículo, serán de libre nombramiento y remoción del respectivo
Magistrado"; aquel decreto se expidió invocando igualmente las facultades
conferidas por la Ley 30 de 1987.
Ahora
bien, queda claro que la ley habilitante facultó al Gobierno para aumentar y
disminuir la planta de personal de empleados de la Rama Jurisdiccional, pero
sobre la base del respeto a "las nuevas modalidades del servicio", y
observando los procedimientos y criterios que rigen actualmente para el
nombramiento de empleados y funcionarios de la misma. La ley de habilitación
extraordinaria tuvo la expresa intención de exigir que la creación de destinos
con base en la habilitación conferida se hiciera respetando las normas
existentes relacionadas con los criterios de nombramiento o provisión de
empleos en la Rama Jurisdiccional del Poder Público; estos criterios se
hallaban consignados en los decretos extraordinarios 250 de 1970 y 052 de 1987
y, además, en el Decreto 1660 de 1978 reglamentario del primero.
No
sobra advertir que dicho bloque legislativo establece reglas propias y
complementarias del régimen de la función pública de la Rama Jurisdiccional del
Poder Público y en especial de la Carrera Judicial de origen constitucional,
señalando como principio general que los cargos en dicha Rama son de carrera y,
como excepción, algunos de libre nombramiento y remoción.
En
lo que respecta a los cargos que son considerados por aquel régimen como de
libre nombramiento y remoción, el artículo 7o. del Decreto 052 de 1987 señala
en forma taxativa cuáles son los que escapan al principio general de la
Carrera Judicial en los términos que siguen:
"Artículo
7o. Todos los cargos de la Rama Jurisdiccional y de las Fiscalías son de
carrera y deberán ser provistos por el sistema de méritos contemplado en el
presente decreto.
"No pertenecen a la carrera y son de libre nombramiento y remoción los
siguientes:
-
Magistrado de la Corte Suprema de Justicia y Consejero de Estado.
-
Fiscal del Consejo de Estado
-
Auxiliar de Magistrado y Abogado Asistente de la Corte Suprema de Justicia y
del Consejo de Estado.
-
Auxiliar Judicial de Magistrado de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo
de Estado
-
Chofer."
Como
se observa, dentro de aquella lista de excepciones no se encuentra los
Auxiliares Judiciales de Magistrado de los Tribunales Administrativos, por lo
que forzosamente están comprendidos dentro del régimen aplicable a los
funcionarios de carrera y excluídos del régimen de libre nombramiento y
remoción; también se observa que la voluntad del legislador ordinario al
habilitar al ejecutivo era precisamente la de que en el ejercicio de las
facultades extraordinarias conferidas se respetara dicha condición jurídica de
los servidores de la Rama Jurisdiccional.
Así
las cosas, asiste razón a las demandantes y al Ministerio Público pues con la
expresión "....de su libre nombramiento y remoción", del artículo 15
del Decreto 2288 de 1989, el ejecutivo desbordó las previsiones que debía
acatar en el ejercicio de las facultades extraordinarias conferidas, ya que desconoció
el especial carácter jurídico de aquellos destinos al definirlos como de libre
nombramiento y remoción; así, aparece evidente la violación a lo dispuesto por
los artículos 76 numeral 12 y 118 numeral 8 de la Carta de 1886.
No
se opone a esta conclusión el que el texto correspondiente de la ley
habilitante señale que el incremento o disminución de las plantas de personal,
y la determinación de sus funciones se haría teniendo en cuenta, especialmente
"las nuevas modalidades del servicio...", porque ellas se refieren
precisamente a las múltiples modificaciones que la misma ley autorizaba
introducir a la organización administrativa y procedimental de la justicia,
pero no a la creación de los cargos y a las modalidades de provisión, para las
cuales impuso la sujeción a las regulaciones existentes.
Es
evidente que en el caso de la expresión señalada, las facultades otorgadas
fueron ejercidas indebidamente por el exceso demostrado y que en dicho sentido
debe ser declarada inexequible; además, desde otro punto de vista, no aparece
en la nueva Carta de 1991 ninguna disposición que permita convalidar o subsanar
aquel vicio, pues el requisito del ejercicio de las facultades extraordinarias
ajustado a los precisos límites materiales impuesto por la ley habilitante, no
desapareció en nuestro sistema constitucional y fue reiterado por el numeral 10
del artículo 150 que regula la materia. También, el principio general de
obligatoriedad de la Carrera Judicial aparece reiteradas veces en el texto de la
nueva Constitución, sin dejar duda sobre la voluntad de Constituyente de
asegurar un régimen legal que regule el ingreso, ascenso y retiro de los
funcionarios de la Rama Judicial, como es denominado ahora en el nuevo
texto fundamental.
De
conformidad con lo visto, las restantes partes del parágrafo acusado del
artículo 15 del Decreto 2288 de 1989 no contradicen ni el texto de la ley de
facultades, ni los artículos 76 numeral 12 y 118 numeral 8 de la Carta de 1886.
En los demás aspectos de su constitucionalidad, aquellas partes no son objeto
de reparo alguno por la Corte Constitucional y más bien se encuentra su
conformidad con la Carta de 1991.
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional actuando en nombre del Pueblo y
por mandato de la Constitución,
R E S
U E L V E:
ES
EXEQUIBLE el parágrafo del artículo 15 del Decreto 2288 de 1989, en cuanto no
desbordó la ley de facultades extraordinarias, salvo la expresión "...de
su libre nombramiento y remoción", que se declara INEXEQUIBLE.
Cópiese,
publíquese, comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta
Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
GALINDO
FABIO
MORON DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA
SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
LA SUSCRITA
SECRETARIA GENERAL DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
HACE CONSTAR:
Que
el Doctor ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO, no asistió a la Sala Plena del día 25
de junio de 1992, por encontrarse en uso de permiso debidamente autorizado por
el Presidente de la Corporación, y en consecuencia no firma la presente
sentencia.
Santafé
de Bogotá,D.C., junio veintiseis (26) de mil novecientos noventa y dos (1992).
MARTHA VICTORIA
SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General |
209 | C-447-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-447/92
ESTADOS DE
EXCEPCION/EMERGENCIA SOCIAL/SISTEMA ELECTRICO-Crisis/HECHO SOBREVINIENTE
El sistema
encargado de atender la demanda energética, conocido como "sector
eléctrico", en razón de su vulnerabilidad de origen estructural y
operacional, no fue capaz de enfrentar satisfactoriamente una contingencia del
mundo físico dada por la hidrología extremadamente seca asociada al fenómeno de
"El Niño", quedando desbordado como subsistema como consecuencia de
su precaria respuesta que ha afectado una condición esencial de la vida social
y económica, asociada al adecuado suministro de energía. El racionamiento, en
este caso mayor por la vulnerabilidad del sector eléctrico, que se hizo patente
al verse superado en el manejo de la hidrología extrema presentada, ha colocado
a la entera sociedad en una situación de anormalidad. La situación de escasez
presentada por el suministro de energía eléctrica es crítica en la medida en
que lejos de asegurarse la prestación eficiente de este importante servicio
público, como corresponde al Estado Social de Derecho, se ha expuesto a los
habitantes del territorio nacional a sufrir las ineficiencias del sector. En este
sentido se coloca a los habitantes en una situación anormal que debe subsanarse
de inmediato. La prolongación del racionamiento por un año más, de conformidad
con los cálculos efectuados, tendría efectos en alto grado perturbadores de la
vida económica y social del país, que se adicionarían a los ya graves e
irreversibles registrados hasta el presente. La Corte Constitucional encuentra
plenamente acreditados los presupuestos fácticos del estado de emergencia cuya
declaratoria se ha efectuado con el objeto de conjurar la crisis e impedir la
extensión de sus efectos.
ENERGIA
ELECTRICA/SERVICIOS PUBLICOS
El suministro de
energía eléctrica es un servicio público esencial para el desenvolvimiento
normal de las actividades sociales y económicas del país. La energía eléctrica,
bien materia de la indicada prestación en la que se traduce el servicio,
satisface una necesidad general vinculada de manera sustancial con el bienestar
de la población y los requerimientos vitales del mayor número de procesos y
actividades sociales. la energía eléctrica en Colombia, atendidas sus
condiciones tecnológicas y económicas actuales y su alta dependencia de dicho
recurso, es por lo tanto un bien público esencial en cuanto su carencia
compromete la suerte de la colectividad. La energía es un bien no transable en
el corto plazo.
REF:
Radicación
R.E-004
Revisión
constitucional del Decreto 680 de 1992 "por el cual se declara el Estado
de Emergencia Económica y Social".
Magistrado
Ponente:
Eduardo
Cifuentes Muñoz
Aprobado según Acta
No 59
Santafé de Bogotá,
D.C., Julio nueve(9) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Plena de la
Corte Constitucional, integrada por su Presidente Simón Rodríguez Rodríguez y
por los Magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio
Hernández Galindo, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Jaime Sanín
Greiffenstein,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
revisión constitucional del Decreto 680 de Abril 23 de 1992, "por el cual
se declara el Estado de Emergencia Económica y Social".
I. ANTECEDENTES
En obedecimiento a
lo ordenado por el parágrafo del artículo 215 C.N, el Gobierno Nacional, por
intermedio del Secretario General de la Presidencia de la República, remitió a
la Corte al día siguiente de su expedición, el decreto 680 de 1992, para su
revisión constitucional.
Para asegurar la
intervención ciudadana se efectuó la fijación en la lista del negocio. Se
surtió también el traslado al Despacho del señor Procurador General de la
Nación quien en tiempo oportuno rindió el concepto de rigor.
II. TEXTO DEL
DECRETO ACUSADO
El tenor literal del
Decreto 680 de 1992 es el siguiente:
Decreto número 680 de 1992
(23 de abril)
Por el cual se declara el Estado
de Emergencia Económica y Social
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
en ejercicio de la facultad que le confiere
el artículo 215 de la Constitución
Política, y
CONSIDERANDO:
Que de conformidad
con el artículo 365 de la Carta es deber del Estado asegurar la prestación
eficiente de los servicios públicos a todos los habitantes del territorio
nacional;
Que como
consecuencia del agudo verano que ha sufrido el país en los últimos meses -
fenómeno natural al que se han aunado negativamente las deficiencias
operacionales y financieras de las empresas del sector eléctrico- ha
sobrevenido una grave escasez del recurso eléctrico en todo el territorio
nacional;
Que igualmente en el
Departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina se ha
presentado un caso fortuito que destruyó una de sus plantas de generación de
energía eléctrica, lo cual ha originado un agudo déficit en el suministro de
energía en el Departamento.
Que ante la
mencionada situación de escasez de energía eléctrica, las autoridades se han
visto obligadas a aplicar racionamientos en el suministro de dicho servicio
público a los usuarios, racionamientos éstos que podrían verse intensificados o
prolongados si no se toman oportuna y ágilmente las medidas que estén al
alcance del gobierno y que permitan prevenir tal situación;
Que de acuerdo con
el artículo 215 de la Constitución Política, "Cuando sobrevengan hechos
distintos de los previstos en los artículos 212 y 213 que perturben o amenacen
perturbar en forma grave e inminente el orden económico, social y ecológico del
país, o que constituyan grave calamidad pública, podrá el Presidente, con la
firma de todos los Ministros, declarar el Estado de Emergencia por periodos
hasta de treinta (30) días en cada caso, que sumados no podrán exceder de
noventa (90) días en el año calendario".
Agrega la misma disposición
constitucional que "Mediante tal declaración, que deberá ser motivada,
podrá el Presidente, con la firma de todos los Ministros, dictar decretos con
fuerza de ley destinados exclusivamente a conjurar la crisis y a impedir la
extensión de sus efectos".
Que habida
consideración de la importancia que reviste el adecuado suministro del servicio
de energía eléctrica tanto desde el punto de vista económico como social, la
actual escasez del recurso eléctrico constituye un hecho que perturba en forma
grave el orden económico y social del país;
Que, en
consecuencia, es procedente declarar el Estado de Emergencia Económica y
Social, a fin de poder tomar medidas encaminadas tanto a conjurar la actual
situación de escasez del recurso eléctrico como a impedir que se agrave dicha
situación.
DECRETA:
ARTICULO 1º Con el
fin de conjurar la situación de crisis en el servicio público de energía
eléctrica a que hace referencia la parte motiva del presente Decreto e impedir
la extensión de sus efectos, declárase el Estado de Emergencia Económica y
Social en todo el territorio nacional, desde la fecha de vigencia del presente
decreto y hasta las veinticuatro horas del día lunes 27 de abril del año en
curso.
ARTICULO 2º El
presente Decreto rige a partir de la fecha de su expedición.
PUBLIQUESE,
COMUNIQUESE Y CUMPLASE.
Dado en Santafé de
Bogotá,D.C 23 de Abril de 1992
III. LA
INTERVENCION CIUDADANA
Con miras a
garantizar el derecho de intervención ciudadana que consagran los artículos
242-1 C.N. y 37 del decreto 2067 de 1991, el 11 de mayo del corriente año la
Secretaría de la Corporación fijó en lista el proceso por el término de cinco
(5) días. Dicho término transcurrió y venció en silencio, según lo acredita el
informe que dicha dependencia rindió el dieciocho (18) del mismo mes y año.
IV. ELEMENTOS DE
JUICIO
Con el fin de
allegar al proceso elementos de juicio sobre aspectos relevantes para la
decisión, el Magistrado Ponente, en uso de sus competencias constitucionales y
legales, solicitó a los señores Ministros de Minas y Energía, Hacienda y
Crédito Público, y Desarrollo Económico un informe escrito relativo a la
gravedad de la crisis energética del país, a la posibilidad de su exacerbación,
y a la forma en que tales hechos pueden perturbar en forma grave el orden
económico y social.
Para precisar
algunos aspectos de la crisis, el mismo Ponente, mediante auto de mayo 27 de
1992, solicitó al Secretario General de la Presidencia de la República copia
del estudio elaborado por Alberto Brugman Miramón para la Comisión Nacional de
Energía así como copia del informe presentado al Gobierno nacional por la
Comisión Evaluadora de la Situación Eléctrica y sus Perspectivas, creada por el
decreto 600 del 8 de abril de 1992.
En la misma
providencia se invitó al Ministro de Minas y Energía, Doctor Juan Camilo
Restrepo Salazar, para que adicionara por escrito la versión del Gobierno
Nacional sobre la crisis del sector eléctrico.
Los Ministros
presentaron en su informe (visible a folios 84 a 92 del expediente), un
análisis de la crisis, que la atribuyen a dos (2) causas principales: La
situación anómala e incierta de las condiciones hidrológicas y la falta de
operatividad de las plantas termoeléctricas.
En cuanto al primer
factor, recuerdan que el origen de la energía en Colombia es en un 78.1%
hidráulica frente al mero 21.9% de generación térmica. Esto significa que el
Sistema Eléctrico Interconectado depende fundamentalmente de la energía
embalsada y, por lo tanto, de las condiciones hidrológicas y meteorológicas.
Estas condiciones son fundamentalmente inciertas, como lo prueba la sequía que
afectó a todo el sistema en 1991, haciendo descender los niveles en los
embalses por debajo de los puntos críticos, para alcanzar los aportes
hidrológicos más bajos salvo los del año 1958, que es "el año con aportes
hidrológicos más bajos de los que se tiene historia". (pág 1 del informe
del Gobierno Nacional).
Respecto de la
operación de las plantas termoeléctricas, el informe explica que su operación
se vió dificultada por deficiencias en su mantenimiento, sabotaje y falta de
combustible. La conjunción de estos factores llevó a un déficit en la
generación nacional de energía eléctrica igual a un 25% del total, lo que está
acarreando pérdidas económicas de 35 millones de dólares semanales, situación y
pérdidas que podrán extenderse hasta el año próximo. Esta eventualidad, que los
Ministros consideran factible, determina la orientación de los decretos de
emergencia: impedir la extensión de los efectos de la crisis a 1993 (p. 2 del
informe), y para ello señalan sin dubitar que la medida fundamental es
"reparar a la mayor brevedad posible el parque térmico instalado, que es
la opción más rápida y más barata". (p. 2 del informe).
En cuanto a la
perturbación del orden económico, causa inmediata de la emergencia, los señores
Ministros afirman:
"Un acentuado
racionamiento como el actual perturba toda la actividad del país, tanto la
productiva como la comercial y de servicios, además de la vida diaria de los
hogares y la población en general.
Las pérdidas
económicas se estiman, como se dijo antes, en más de US $35 millones/semana.
Estas pérdidas, si
bien afectan a la industria grande y organizada, son más gravosas para los
pequeños negocios para los cuales no es posible encontrar opciones alternas con
las cuales suplir el déficit, o dichas alternativas tienen un costo que excede
sus posibilidades.
La consecuencia que
puede preverse es que se disminuirán los empleos en esos niveles de producción.
La falta de
electricidad ha hecho también que la afluencia de compradores al comercio
disminuya, con lo que se incrementa el efecto antes anotado.
Igualmente, de
prolongarse esta situación, la confiabilidad del país como proveedor de
productos elaborados a mercados externos también afectará futuros mercados de
exportación.
El desempleo que
podrá generarse agravaría considerablemente la ya difícil situación económica y
social del país.
Adicionalmente, como
el mayor consumo se concentra en algunas horas de la mañana (en ciudades como
Medellín y Cali) y en las primeras horas de la noche (como en Bogotá y otras),
el racionamiento es más efectivo en esas horas. Ello trae malestar en la
población pues son los periodos en que más se necesita el servicio. Como es de
esperarse el descontento crecerá progresivamente con el tiempo si no se
soluciona pronto esta situación.
Por ello, el
Gobierno considera indispensable asegurar la solución de la crisis y conjurar
las posibilidades de su prolongación el año entrante con la mayor
celeridad". (Informe del Gobierno a la Corte Constitucional, páginas 3 y
4).
V. CONCEPTO DEL
PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
El señor Procurador
de la Nación, Doctor Carlos Gustavo Arrieta Padilla, presentó su concepto (fls.
610-620 del expediente) dentro del término legal. A continuación se resume y
transcribe su opinión.
En primer término el
señor Procurador hace algunas reflexiones sobre el carácter de la revisión que
esta Corte debe hacer de los decretos legislativos que expida el Gobierno
Nacional en virtud del artículo 215 de la Carta Política. Reitera que el
control debe ser integral o de mérito y no simplemente formal, para dar así
cumplimiento a los artículos 4, 214, 215 y 228 de la Constitución Nacional.
"El artículo
241 constitucional - expresa el Procurador - en su atribución 7a., determina
que a la Corte Constitucional, como guardiana de la integridad y supremacía de
la Carta Política le compete decidir definitivamente sobre la
constitucionalidad de los decretos legislativos que dicte el Gobierno con
fundamento en el artículo 215 ibídem. Función que respecto del Decreto
declarativo del estado de emergencia, en sentir de ese Alto Tribunal cuando
revisó la constitucionalidad del decreto 333 de febrero 24 de 1992, debe
verificarse de manera integral, esto es, a través de un control de mérito y no
simplemente formal. Competencia que así entendida, armoniza con las preceptivas
de los artículos 4, 214, 215 y 228 también superiores". (concepto fiscal
pág 3).
El señor Procurador
reconoce la trascendencia del cambio en el alcance de la revisión:
"En efecto, en
sentencia de mayo 7 de 1992, el nuevo juez de la Carta dió un viraje a
la doctrina mayoritaria de su homólogo en vigencia de la Constitución de 1886,
que contraía a una revisión formal de constitucionalidad el ejercicio de la
técnica de control automático sobre los decretos de estado de excepción, ya
que se suponía, que los demás aspectos no podían ser comprobados, puesto que
sólo el Ejecutivo disponía de la información y de los elementos valorativos
necesarios para determinar si se daban y en qué medida los hechos
perturbatorios, la crisis o amenazas de crisis económicas o sociales, o la
calamidad pública que configuraban la emergencia". (concepto fiscal pág
3,4).
Para el Doctor
Arrieta Padilla el viraje consistió en lo siguiente:
" La Corte
Constitucional por su parte, propone y aplica el ejercicio de un control
integral sobre los actos de los poderes constituídos como garantía de la
primacía de la Constitución, Norma de Normas que manda la regla 4a. del
Estatuto Máximo y del cumplimiento de la misión que le fue confiada como
guardiana de preservar su supremacía e integridad." (concepto fiscal
pág 4).
Sobre la defensa de
lo sustancial, como fundamento de la nueva jurisprudencia dice:
"La
prevalencia del derecho sustancial prescrita por el artículo 228 de la
Constitución, norte obligatorio para los órganos que administran justicia, no
compaginaría con un control meramente formal que ejerza esa Corporación
respecto del decreto que declara el estado de excepción, máxime cuando el
artículo 241-7 que le asigna esta función, no distingue entre un control formal
y uno material, ni entre los decretos declarativos de la emergencia ni aquellos
que se expiden para conjurarla.
En este sentido, la
naturaleza constitucional del estado de emergencia como un estado de excepción,
implica que su declaratoria y posterior desarrollo 'han de estar sometidos a
los más estrictos controles, precisamente porque aún bajo su vigencia impera el
Estado Social de Derecho que consagra el artículo 1º. de la
Constitución'." (concepto fiscal, págs 4,5).
Sobre el punto
concluye el presente concepto fiscal:
"Se trata
pues, de un control jurídico, que frente al decreto que declara la emergencia
comprende un examen de forma y de fondo, lo que hace que la habilitación
legislativa por ministerio de la Carta sea reglada y no absolutamente
discrecional. A su vez, el supuesto fáctico relacionado en dicho decreto se
constituye en criterio de comparación de los decretos que seguidamente expide
el Gobierno, para la comprobación del nexo causal, el cual les imprime validez
constitucional." ( concepto fiscal pág 5).
Encuentra el Doctor
Arrieta Padilla que la constitucionalidad de un decreto de emergencia está
condicionada a dos requisitos: la existencia efectiva de la perturbación o de
la amenaza de perturbación, y la íntima relación entre las medidas de crisis y
la situación de anormalidad. Destaca el Jefe del Ministerio Público la
necesaria coincidencia entre la especie de estado de excepción que se invoque
(emergencia social, económica, ecológica o su combinación) y la naturaleza de
la perturbación que se esté afrontando. Afirma el señor Procurador:
"Separadas por
el Constituyente la noción de orden público político de la de orden público económico,
sumadas a éste último las de orden social y ecológico (arts. 213 y 215) y
entendidas éstas acepciones como presupuestos asociativos mas no como simples
finalidades, la validez jurídico- constitucional de la medida de excepción que
declare uno de estos estados, dependerá en primer término, de la realidad de
los hechos reseñados como factores perturbadores que le dan origen, y en
segundo lugar, de la relación de inmediatez entre la declaratoria producida y
los hechos descriptivos de una situación de anormalidad; a guisa de ejemplo,
como que a coyunturas económicas se responderá con medidas de la emergencia
económica. Y, es aquí donde radica la naturaleza de respuesta de estos
instrumentos jurídicos." ( concepto fiscal, págs 5, 6)
No obstante la
precisión que hace el Procurador sobre la deseable coincidencia entre el tipo
de emergencia que se invoca (social económica o ecológica) y la naturaleza del
hecho que la origina, él mismo reconoce la existencia de vasos comunicantes
entre un orden y otro, como los que existen entre el normal funcionamiento de
la economía y el de la sociedad como un todo y, correlativamente, la relación
causa - efecto que se puede presentar entre una emergencia ecológica (por
ejemplo un grave accidente industrial) y una crisis social (efectos agravados
ulteriores en la comunidad). Por esto dice el Doctor Arrieta Padilla:
"Cabe sin
embargo observar, que el acontecer social no es previsible y que la distinción
entre los órdenes como presupuestos de cohesión no está matemáticamente separada,
todos están vinculados, y así, un hecho desestabilizador puede estar
inmediatamente relacionado con el equilibrio o normalidad de uno de ellos y
mediatamente con el de otro." (concepto fiscal pág 6).
Específicamente en
relación con la emergencia económica, sostiene el Procurador:
" En el
caso particular de la emergencia económica, se requiere además que los hechos
consignados como supuestos de su declaración, sean distintos a los mencionados
en los artículos 212 y 213 de la Constitución; que sean sobrevinientes y
perturbadores o constitutivos de una amenaza de turbación del orden que
contempla el mismo canon 215.
En este
contexto el radio de acción de las instituciones de la anormalidad, se contrae,
tal como lo consignó la Corte, 'para aquellas perturbaciones que pueden poner
en peligro elementos y condiciones esenciales del sistema económico, político,
social o del medio ambiente, más allá de lo que resulte ser en un momento dado
su rango normal de existencia o funcionamiento y que tengan la posibilidad de
amenazar con superar un limite crítico. La función de los gobernantes es la de
crear condiciones para vivir en la normalidad y controlar que las tensiones no
rebasen los márgenes normales, actuando en todo caso cuando todavía se dispone
de una capacidad de respuesta antes de que una de ellas llegue al punto crítico
y la sociedad y sus instituciones se expongan al colapso'." (concepto
fiscal págs 6, 7 ).
En cuanto al
análisis de forma el Procurador encuentra que:
1) El Decreto 680 de
1992 esta firmado por el Presidente de la República y todos sus Ministros;
2) El Decreto esta
debidamente motivado pues:
"(...) a modo
de considerandos se identifican las razones que dieron lugar a la declaratoria
del estado de excepción, las que se centran en la escasez del recurso eléctrico
erigido como hecho que perturbaba en forma grave el orden económico y social
del país. La relación fáctica permite aseverar que la declaración objeto de
revisión satisface en debida forma este requisito." (informe fiscal pág
7).
3) El Decreto 680
señala para el ejercicio de las facultades de excepción un termino preciso que
corrió desde el 23 de abril de 1992, hasta las 24 horas del día lunes 27 de
abril de 1992". ( concepto fiscal pág 8).
4) Por ser un hecho
público y notorio que el Congreso de la República estaba reunido a la fecha de
ser expedido el Decreto 680 de 1992, el Procurador encuentra que:
"(...) no era
el caso, incluir en el texto del decreto la convocatoria de que trata el
pluricitado artículo 215". (ibid).
El Procurador, una
vez hecho el análisis de forma, pasa a tratar el fondo de la cuestión de
constitucionalidad del decreto en examen.
Encuentra en primer
término que los hechos invocados por el Gobierno son:
"(...)
distintos de los que darían origen a las medidas previstas en los artículos 212
y 213 de la Constitución, es decir, no son de aquellos que dan lugar a la
declaratoria del estado de guerra exterior o del estado de conmoción
interior." (concepto fiscal pág 9)
Para el Procurador,
tales hechos, con entidad suficiente para generar una emergencia económica son
la aguda y grave escasez de la energía eléctrica y el racionamiento
sobreviniente. En sus palabras,
"El déficit del
recurso eléctrico se considera como hecho que perturba en forma grave el orden
económico y social del país, escasez atribuída a un agudo verano sufrido en los
últimos meses, al que se sumó las deficiencias operacionales y financieras de
las empresas del sector eléctrico y la destrucción por un acaecer fortuito de
una de las plantas generadoras de energía eléctrica del Departamento
Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Cúmulo de
circunstancias que generó la mengua en el suministro de energía, con la
consecuente medida, por parte de las autoridades, de la aplicación de
racionamientos a los usuarios de dicho servicio público." (concepto
fiscal pág 8, sin negrillas en el original).
Para el Doctor
Arrieta, la concordancia entre los hechos perturbadores y la emergencia tiene
como efecto el lleno de otro requisito a saber:
"De la
observancia de este requisito, se infiere también la relación de inmediatez que
debe existir entre los hechos descriptivos de la situación de anormalidad y la
declaración de alteración del orden producida. Aquí, la disminución acentuada
en la prestación de servicio público de energía eléctrica con secuelas
económicas y sociales, ameritaban, el adoptar las providencias para conjurarla
e impedir la extensión de sus efectos, mediante la respuesta jurídica del
instrumento de excepción de la emergencia económica, que una vez declarada,
habilitaba al Gobierno para expedir decretos con fuerza de ley destinados a
producir los efectos ya mencionados" ( concepto fiscal pág 9, sin
negrillas en el original).
En cuanto a la
presencia de hechos sobrevinientes, el Doctor Arrieta señala:
"Los factores
relacionados como causantes de la crisis son hechos sobrevinientes aunque
algunos de ellos se vinieron gestando de tiempo atrás, como por ejemplo, la
crisis financiera del sector eléctrico, agravada por un fenómeno de devaluación
del peso y revaluación de otras monedas, ocurrido de manera significativa, en
la primera mitad de la década de los ochenta, e igual consideración podría
hacerse respecto de la crisis estructural del sistema; circunstancias perceptibles
con otras, en el acervo probatorio recaudado en el expediente de la revisión
que nos ocupa. Sin embargo todas éstas, se vieron especialmente acentuadas con
el verano ocurrido y calificado por los expertos como el más severo de los
últimos cuarenta años, el que determinó aportes hídricos a los embalses
inferiores a los promedios históricos en un sistema de generación de energía,
que depende en buena parte de la variable de la hidrología.
Este conjunto de
circunstancias, de cuya ocurrencia da fe el material recaudado por la Corte,
reviste sin lugar a dudas, la sobreviniencia que exige el artículo 215 para la
validez de la declaración contenida en el Decreto 680 de 1992." (concepto
fiscal págs 9 y 10).
Los hechos
sobrevinientes como núcleo de una situación de crisis que afecta todo un
sistema técnico para la prestación de un servicio público esencial, son para el
Procurador una fuente cierta de perturbación, configurándose así el último
presupuesto de fondo de una emergencia económica. Dice al respecto:
"La coyuntura
de crisis en el servicio público de energía eléctrica, manifestada en
medidas de racionamiento a los usuarios del mismo, produjo un impacto
económico cuyo resultado negativo en los sectores de la producción y del
comercio ya empieza a ser objeto de cálculo. La sociedad en general, sufre
entonces las consecuencias del mismo, lo que afectándola al igual que su
economía, ameritaba la declaración del estado de emergencia, habilitante para
que el Ejecutivo adoptara las medidas con fuerza de ley indispensables e
impostergables a fin de conjurar la crisis e impedir la extensión en el tiempo
de sus efectos."( concepto fiscal pág 10).
Todo lo anterior
lleva al Jefe del Ministerio Público a solicitar de esta Corte la declaratoria
de exequibilidad del Decreto 680 de 1992.
VI. INFORMES Y
CONCEPTOS RECAUDADOS POR LA CORTE CONSTITUCIONAL
En ejercicio de sus
atribuciones legales y con el fin de tener una visión lo más completa posible
de la emergencia, el Magistrado Ponente invitó a expertos en materias
relacionadas con el tema que aquí se debate, con el objeto de precisar los
hechos relacionados con el proceso de gestación del déficit energético y su
impacto en la economía y en la sociedad. Hizo lo mismo respecto de las
principales sociedades y entidades del sector eléctrico por considerar que
tienen información precisa y relevante sobre el racionamiento.
1.- Respuesta del Gerente de la Central
Hidroeléctrica
del Río Anchicayá, Ltda,
"CHIDRAL".
El escrito de
respuesta a los interrogantes formulados por la Corte (fls. 195 a 200 del
expediente), empieza por aclarar que el racionamiento se origina en un déficit
de producción de energía eléctrica, esto es, potencia generada en un lapso de
tiempo, y no en un déficit de la capacidad de producción por insuficiencia en
el parque de máquinas generadoras. Respecto de la situación hidrológica,
manifiesta que efectivamente constituyó la fuerza mayor causante del racionamiento.
Sobre este particular, expresa:
"El
comportamiento de la hidrología ha sido absolutamente atípico y extremo. El
conjunto de ríos que entregan sus aportes a los embalses del sistema ha
presentado la peor sequía de los registros históricos en unos 30 años. La
ciencia de predicción meteorológica en los trópicos no se ha desarrollado lo
suficiente como para poder pronosticar periodos de sequía como el actual".
(Concepto Chidral p. 4)
Y concluye:
"En una
evaluación a posteriori, dada la extrema sequía presentada, pienso que la
crisis era inevitable. Se podía haber decretado anticipadamente a lo ocurrido y
haberse distribuido mejor en el tiempo. Pero un sistema en crisis financiera
permanente y con extrema complejidad institucional tenía que presentar este
tipo de crisis en cualquier momento." (Concepto Chidral p. 5).
En el párrafo citado
arriba, el Gerente de CHIDRAL pone de presente las que considera son las dos
circunstancias, que sin ser la causa misma del racionamiento lo hicieron
posible: la debilidad financiera del sector y su estructura, en extremo
compleja.
Respecto de la
primera circunstancia afirma:
"Yo creo que la
situación financiera del sector es la gran causa, el gran telón de fondo, que
originó el racionamiento. Desde hace unos 10 años no se ha dado una solución
real a la crisis financiera y se ha tratado de ajustar las inversiones
requeridas a las posibilidades de manejo de la misma, luego las inversiones
reales del sector han sido muy inferiores a sus necesidades en los últimos años."
(Concepto Chidral p. 2).
Esta situación de
desarreglo financiero tiene un origen estructural y no coyuntural (p. 3 del
concepto). A ella han contribuído la devaluación de la moneda en un 51% que se
efectuara en 1985, y la congelación de las tarifas. También se pueden mencionar
las soluciones transitorias que consistieron en la obtención de nuevos créditos
en condiciones cada vez más severas y, lo que es más grave, el recorte en los
programas de inversión.
Esta última
respuesta a las deficiencias financieras llevó al deterioro de las plantas
termoeléctricas. Con todo, el señor Gerente de CHIDRAL considera que la
capacidad térmica total no hubiera sido suficiente para evitar el
racionamiento:
"ISA estimó que
si se hubiera obtenido una generación máxima de las térmicas en 1991, esto sólo
hubiera incrementado la producción en unos 600 Gwh cuando el racionamiento
actual se estima entre 2000 y 3000 Gwh." (Concepto Chidral pág. 2). En
este aspecto su apreciación difiere de la mayoría de conceptos y opiniones.
La otra
circunstancia que coadyuvó a la gestación del racionamiento fue la excesiva
complejidad del sector. Dice a página 4 de su escrito:
"Adicionalmente
al elemento de fuerza mayor (la hidrología), un sistema que permanentemente se mantiene
por más de 10 años en crisis financiera y de tesorería y que aplaza
continuamente las inversiones requeridas en expansión, tiene que ser un sujeto
favorable para ser afectado por una crisis como la actual.
Adicionalmente, el
sistema institucional del sector es demasiado complejo, la toma de decisiones
se dispersa y no se asumen las responsabilidades correspondientes. En este
sentido estimo que son muy convenientes las iniciativas legislativas
presentadas por el Gobierno en los Proyectos de Ley de Servicios Públicos y
Eléctrico".
A su juicio, son de
menor importancia otros factores asociados a la demora en la construcción de El
Guavio y Riogrande II, así como la acción de la guerrilla.
En cuanto a lo
primero, afirma que la operación de una sola unidad de El Guavio no hubiera
bastado, necesitándose la entrada en operación de dos unidades; en el caso de
Riogrande II, se hubiera requerido la operatividad de las tres unidades que lo
integran. Respecto de esta última obra, incluye entre los factores de retraso,
los engorrosos procedimientos de contratación, financiación y los permisos del
Incomex.
Sobre el impacto del
terrorismo afirma que su influencia es innegable pero difícil de cuantificar.
Señala el efecto negativo para todo el sistema de la voladura de redes y
posterior aislamiento de Termotasajero. Resumiendo, al preguntársele si
consideraba que los factores climáticos influyeron decisivamente en la crisis
energética, contestó a página 5: "Sí, pero también influyeron la crisis
financiera y el desorden institucional".
Su evaluación de los
efectos y repercusiones es la de que el racionamiento se puede prolongar hasta
fines del año, pero que podrá repetirse en 1993, dependiendo de qué tanta
energía puedan aportar al sistema las nuevas instalaciones que haga el
Gobierno. En todo caso considera que un racionamiento del 25% de la demanda de
electricidad, como el actual, tiene un impacto negativo significativo en la
industria, grande o pequeña y en el comercio.
2. Respuesta del Gerente de la Empresa de
Energía Eléctrica de Bogotá.
El Doctor Lázaro
Mejía en su informe (fls 207 a 216 del expediente) coincide con el anterior,
afirmando que fue la acción del fenómeno "El Niño" la que llevó el
sistema a la parálisis que se vive hoy en día. Para él, la baja capacidad de
los embalses, que a 1º de diciembre de 1991 estaban en un 54% de su cabida, se
debió a una mayor utilización del recurso hidroeléctrico como contrapeso a la
menor generación de las termoeléctricas y como efecto de la disminución de los
caudales que llenan las represas en promedios muy inferiores a los históricos.
Esta situación, que se presentó en mayo y junio de 1991, menguó algo en los
meses de julio y agosto pero se recrudeció en la última parte del invierno de
ese año, es decir durante los meses de octubre y noviembre.
La sequía es
elemento principal de la emergencia pues "dada la predominancia de las
centrales hidroeléctricas sobre las termoeléctricas, el régimen hidrológico es
de primordial importancia para el adecuado suministro energético". (p. 1
del informe). Reconoce así que en un sistema que depende en un 78% de la
energía hidroeléctrica es fundamental la capacidad del sistema hídrico para
renovar los embalses cada invierno. Este potencial se vió afectado por un hecho
imprevisto consistente en la aparición de El Niño con fuerza desusada. Afirma a
página 8 de su informe:
"La presencia
de un fenómeno natural como el de 'El Niño', que da lugar a comportamientos
hidroeléctricos muy diferentes a los observados en condiciones normales, es de
muy difícil predicción, como lo atestiguan los reportes del HIMAT, entidad
oficial especializada en el estudio de los fenómenos meteorológicos.
Por otra parte, los
estudios del sector eléctrico se basan en análisis probabilísticos de las
variables aleatorias involucradas en el balance energético, tanto desde el
punto de vista de la oferta como la demanda. En estos estudios se acepta un
nivel mínimo de incertidumbre por debajo del cual sería impracticable cubrirse,
dados los altísimos costos involucrados.
En el caso de la
variable hidrológica, se trabaja con una predicción probabilística de caudales
que tienen un nivel de certeza del 95%. Los aportes hídricos promedios que
ocurrieron en el periodo comprendido entre septiembre de 1991 y marzo de 1992
en lo que se refiere a caudales destinados a la generación hidroeléctrica,
estuvieron por fuera de la probabilidad de ocurrencia aceptada, al punto que no
se presentaba una hidrología tan seca, desde el verano de 1958".
El otro medio de
generación de energía, o sea el térmico, no colaboró a la solución de la crisis
por los problemas laborales y por encontrarse en reparación o en vías de
rehabilitación la mayoría de las plantas. El Doctor Mejía atribuye esta
situación de deterioro a las restricciones financieras que han pesado sobre
todo el sector.
Además del caso
fortuito que representó la sequía, el gerente encuentra otros factores, esta
vez estructurales, que contribuyeron al racionamiento. En primer término
menciona la situación financiera del sector eléctrico, que tuvo como efecto
negativo principal la decisión de disminuir el ritmo de las construcciones,
entre ellas la hidroeléctrica de El Guavio lo cual redujo el nivel de reserva
embalsada, creando un riesgo de racionamiento en vista de la peculiar
conformación del sistema generador de electricidad, dependiente en alto grado
de la generación hidroeléctrica producida en pocos embalses grandes. Esto
aumenta el peso de un elemento aleatorio como es el comportamiento del clima.
Otro efecto de la
crisis financiera del sector eléctrico consistió en la reducción de los niveles
de inversión, que obligó a postergar la rehabilitación de plantas técnicas como
Termozipa e hidráulicas como El Salto I. Se limitaron además los gastos
operativos, lo cual redundó en una limitación aún mayor de la generación
térmica al reducirse las compras de carbón y al eliminarse los incentivos a la
explotación del mismo, prefiriéndose la generación hidráulica.
El Gerente le presta
menor importancia a otros factores como pueden ser el de los atentados
guerrilleros, y el de la debilidad de todo el sistema. De otra parte explica en
detalle el influjo del llamado "costo del racionamiento". El Doctor
Mejía aclara que este indicador es un parámetro económico del modelo de
funcionamiento del sistema eléctrico nacional, en cuya virtud se le asignan
valores a las diferentes opciones de generación, para así poner en
funcionamiento las más baratas en detrimento de la operación de aquellas cuyo
costo es mayor. Para el caso de las termoeléctricas se tiene por costo de
operación al valor del combustible utilizado. Es más compleja la determinación
de ese valor en el caso de las hidroeléctricas. Se ha establecido que se trata
del costo de oportunidad, es decir, el valor o valores de las actividades que
se requeriría emprender, o de las situaciones que se suscitarían en caso de no
utilizarse las termoeléctricas. De esta manera su costo de oportunidad es
doble: o bien se trata de la energía térmica que puede remplazar, o es el costo
para toda la sociedad del racionamiento que su operación evita. Se puede
apreciar que el primero es una cifra fácilmente cuantificable: el valor del
combustible no quemado.
La segunda variante
es más compleja: se trata de un simple estimativo. Entre más bajo se encuentre
un embalse, mayor será el costo del racionamiento en que puede traducirse. Este
costo es en últimas una evaluación sobre la posibilidad de que acaezca un hecho
negativo en el futuro. Anota el gerente de la Empresa:
"El costo de
racionamiento representa, entonces, un indicador del riesgo que se está
dispuesto a correr con las decisiones presentes con respecto al cubrimiento de
la demanda futura. Así por lo tanto, entre más alto sea este indicador, mayor
es la aversión al racionamiento, y por lo tanto hace aumentar el costo de
oportunidad del agua, llegando incluso a superar el costo de la generación térmica" (Concepto
de E.E.B. pág.6).
Esta explicación
arroja una luz sobre los cambios en el costo de racionamiento al momento de
generarse la crisis: hasta diciembre de 1991, mes en el cual empieza el verano
para el Sistema Eléctrico Nacional, el costo del racionamiento era de $28 Kw/h
y fue elevado a $90 Kw/h.
Indagado sobre la
inevitabilidad de la crisis y su duración, Mejía afirma que "todo
sistema está expuesto a riesgos y en mayor medida cuando se depende de la
naturaleza, como es el caso de la generación hidroeléctrica, que es la base de
la oferta de la energía eléctrica de nuestro país". (Concepto de
E.E.B. pág.9).
Para reducir a cero
esa posibilidad de crisis, el Doctor Mejía prescribe un alto nivel de reserva
en plantas de generación, exigiendo esto el debido mantenimiento de las mismas
y el almacenamiento de agua en el caso de las centrales hidroeléctricas o de
combustible en las térmicas. Subraya además, la necesidad de aumentar las
inversiones en mantenimiento y rehabilitación de estas últimas. Coincide con
otros expertos en estimar la prolongación del racionamiento hasta final de año.
Igualmente coincide
con el Gerente de CHIDRAL en señalar la existencia de cuellos de botella
burocráticos en la importación de la maquinaria necesaria para el sector; éstos
aparecen en los trámites de importación y nacionalización, en la aprobación de
créditos y contratos y en las autorizaciones de endeudamiento.
Finalmente cabe
destacar su versión sobre los efectos negativos del racionamiento:
"El impacto
económico y social de un racionamiento con la intensidad del que está
soportando el país es altísimo, y golpea especialmente a las actividades
industriales y comerciales pequeñas y medianas, y por lo mismo a las clases
menos favorecidas, cuyos ingresos se verán significativamente reducidos, con lo
cual la armonía existente entre las diferentes clases sociales puede romperse.
La economía del
país, los programas de apertura e internacionalización de la economía se ven
seriamente afectados con el racionamiento. La energía eléctrica es un insumo
básico para la producción del país y para su desarrollo tecnológico. Con razón,
en los estudios sobre costos del racionamiento se llegó a la conclusión de que
el kilovatio-hora racionado podía tener para la economía del país un costo 10
veces superior a su tarifa.
El racionamiento
genera descontento popular, el cual puede ser aprovechado por grupos opositores
al sistema político actual, aumentando los atentados contra los recursos del
país hasta llegar a desestabilizarlo política y económicamente".(Concepto
de E.E.B., pág. 11).
3.- Concepto del Doctor Miguel Urrutia
Montoya.
El experto (ver su
concepto a folios 62 a 65 del expediente) considera que los factores climáticos
influyeron decisivamente en la crisis de 1992, y que ésta "No era
previsible, pero una serie de políticas diferentes la habrían hecho menos grave".
(Concepto Dr. Miguel Urrutia, pág. 4)
Sobre la
imprevisibilidad añade: "la crisis financiera del sector se viene gestando
desde hace mucho tiempo. Pero el apagón ocurre cuando coinciden los siguientes
hechos imprevisibles:
1. Actos terroristas
y sabotaje sindical.
2. El peor verano en
décadas en el año anterior a la entrada de Guavio, que era el momento de máxima
vulnerabilidad del sector". (p. 3 del concepto).
Sobre el primero de
estos dos factores, afirma que "Los atentados guerrilleros contribuyeron a
la crisis, al empeorar la crisis financiera del sector por aumentos en costos.
Adicionalmente, sacaron de servicio a Termotasajero en un momento crucial, en
que la generación térmica de esa central habría hecho posible ahorrar agua en
las represas". (Concepto Dr. Miguel Urrutia, pág. 2).
Sobre el impacto del
factor climático manifestó lo siguiente: "Tengo entendido que no estaban
llenos los embalses en diciembre de 1991. Para disminuir costos, las empresas
bajaron el costo del racionamiento en los modelos de operación, y esto llevó a
desembalsar más agua de lo prudente durante 1991". (p. 1 del concepto).
Esta afirmación lleva directamente a los temas del modelo de operación y del
costo de racionamiento, sobre los cuales expresa a pág. 2 de su escrito:
"En el modelo de operación, si se baja el costo estimado de racionamiento
en la economía, se sesga el modelo hacia el uso de hidroelectricidad en
momentos en que aumenta la probabilidad de racionamiento".
El experto considera
que además de los factores imprevisibles mencionados atrás, es pertinente tener
en cuenta la crisis financiera del sector eléctrico en la génesis del
racionamiento. Sobre ella afirma:
"La crisis
financiera del sector fue determinante en la crisis. Por el déficit financiero
se bajó el costo de racionamiento en los programas de operación, pues los
costos directos de generar con agua son menores a los costos térmicos. El
déficit también llevó a los descuidos de mantenimiento de las térmicas.
Es importante tener
claro que el déficit financiero se debe a que durante mucho tiempo las tarifas
cobradas a los usuarios no cubrían el costo marginal de largo plazo de producir
la energía. Varios gobiernos y concejos municipales tomaron posiciones
populistas en diferentes momentos de las últimas dos décadas que llevaron a que
las tarifas no cubrieran los costos". (págs 1 y 2 del concepto).
Pero según el
experto, el problema de la crisis financiera no fue solamente de ingresos
insuficientes, sino de una estructura de costos excesiva. Sostiene que los
siguientes factores contribuyeron al crecimiento desmesurado de los costos:
exceso de personal y aumentos desmesurados en las prestaciones sociales y, en
los privilegios; las llamadas "pérdidas negras" por accidentes y
robos de energía; el adelantamiento de proyectos de alto costo, entre los que
menciona el caso de Betania, subestimación de costos y tiempo de construcción
en tales proyectos y, finalmente, corrupción de la cual asevera: "Se
habla, sin pruebas conocidas, de corrupción en la Empresa de Energía de Bogotá
en ciertas etapas de la construcción de Guavio" (p. 3 concepto).
Finalmente, el
experto considera que "El racionamiento ha disminuido la tasa de
crecimiento de la economía y del empleo, y le ha restado legitimidad al
Estado". (p. 4 sin negrillas en el texto).
4. Concepto del Doctor Luis Fernando
Alarcón Mantilla.
El exministro coincide
(ver folios 203 a 205 del expediente) con los conceptos anteriores en atribuir
al factor hidrológico y meteorológico la materialización del racionamiento. A
la pregunta sobre la existencia de una fuerza mayor generadora de la emergencia
contesta:
"Sí en la
medida en que los aportes hidrológicos a las centrales hidroeléctricas no
pueden predecirse con certeza. La información que he obtenido permite afirmar
que tales aportes durante los últimos 12 meses fueron sustancialmente
inferiores al promedio. El análisis estadístico de los datos muestra que una
sequía de tal magnitud tiene una probabilidad de un 2.5%. Una situación
negativa tan extrema bien puede calificarse de caso fortuito". (p. 2 del
concepto).
Sin embargo,
considera que el componente térmico del sistema eléctrico, al no poder aportar
la totalidad de su capacidad generadora, contribuyó a la magnitud del
racionamiento. Dice al respecto:
"Teniendo en
cuenta que a finales de 1991 cerca del 20% del parque térmico se encontraba
fuera de servicio, es correcto afirmar que el racionamiento hubiera sido
inferior si se hubiera llevado a cabo un correcto mantenimiento de las
plantas". (p. 1 del concepto).
En concepto del
Doctor Alarcón Mantilla se llegó a la situación de racionamiento por el hecho
imprevisto de que se habló ya y por la conjunción de otros factores, también
reconocidos en otros conceptos como los siguientes: a) El hecho de no estar
terminados los proyectos del Guavio y Riogrande II; b) La acción destructora de
la guerrilla; c) Los cuellos de botella producidos por normas de contratación y
de protección a la industria nacional; d) La situación financiera del sector
eléctrico y e) El manejo del modelo de operación, que incluye el factor
"costo de racionamiento".
Sobre la crisis
financiera advierte:
"La situación
financiera del sector incide de manera indirecta en el racionamiento. La no
disponibilidad de recursos condujo a un inapropiado mantenimiento de las
plantas y a una operación de los embalses que en última instancia aumentó el
tamaño de los racionamientos". (p. 1 del concepto).
Entre las causas de
este desarreglo financiero cita las siguientes:
"Unos niveles
tarifarios insuficientes para recuperar los costos económicos de la prestación
del servicio; la construcción de algunos proyectos que no eran los más
recomendables desde el punto de vista de la economía nacional; el cambio
abrupto en los plazos para el pago de los créditos del Banco Mundial y el
desgreño administrativo de las empresas del sector, que ha incrementado los
costos". (p.2 del concepto).
Sobre el índice
denominado costo de racionamiento manifiesta:
"El costo de
racionamiento es un dato utilizado por los modelos matemáticos de planificación
operativa que debe reflejar el costo para la economía de un KWH racionado,
dependiendo de la magnitud del racionamiento. En la medida en que ese valor sea
inferior al costo económico, las decisiones de operación recomendadas por el
modelo conducen a aumentar la generación hidroeléctrica más allá de lo que sería
económicamente recomendable; en otras palabras, los embalses se llevan a
niveles que implican una alta probabilidad de racionamiento futuro. La
información disponible indica que eso fue lo que se hizo durante 1991".
(p. 2 del concepto).
Por último concluye
sobre los efectos del racionamiento: "Considero que ya se ha producido un
notorio perjuicio a la economía nacional con implicaciones sociales que a mi
modo de ver son evidentes". (p. 3 del concepto).
5.- Concepto del Doctor Carlos Rodado
Noriega.
Este experto (fls
178 a 194 del expediente) se aparta de los demás conceptos al considerar que el
factor climático e hidrológico no fue determinante en la crisis. A la pregunta
de si considera que los factores climáticos influyeron decisivamente en la emergencia
energética que se pretende conjurar con el Decreto 680 de abril 23 de 1992
contesta: "Sí influyeron, pero no fueron los factores determinantes del
actual racionamiento". (p. 17 del concepto, sin negrillas en el
original).
Su versión de la
crisis destaca otros factores estructurales del sistema eléctrico nacional.
"tenemos -expresa en su respuesta- un sistema de generación
fundamentalmente hidráulico, lo que significa que nuestra infraestructura de
generación eléctrica depende en un alto grado de la provisión de agua para
mover unas turbinas.
Sin embargo, como lo
hemos sostenido, nuestro país no cuenta con una capacidad de almacenamiento de
agua que permita operar tranquila y confiablemente todas las turbinas
instaladas en periodos de verano. En efecto, los 15 embalses del sistema
interconectado tienen un volumen útil de aproximadamente 6.000 millones de
metros cúbicos de agua, y la energía equivalente almacenada es de unos 11.000
gigavatios-hora, de los cuales sólo unos 9.000 (por limitaciones técnicas) se
pueden desembalsar (generar) en forma efectiva. Estos 9.000 gigavatios-hora
equivalen a 3 meses de consumo (o de demanda) de energía de un país como
Colombia, lo que es evidentemente insuficiente. El país cuenta con un solo
embalse de regulación multianual (es decir, con capacidad para almacenar
reservas por más de un año). No se han construido embalses grandes no sólo por
restricciones financieras, y por la oposición que se ha suscitado en ciertos
sectores preocupados por los impactos ambientales de los megaproyectos
hidroeléctricos, sino también por la política de reducir las inversiones en un
sector que se consideraba sobredimensionado". (Concepto del Dr. Rodado
Noriega, págs. 2 y 3).
Para el Doctor
Rodado la causa de la crisis reside en el hecho de no haberse construido
suficientes embalses y plantas térmicas que hubieran podido suplir situaciones
de verano.
"En estos
momentos - agrega el Experto - la demanda de energía eléctrica en el país es
aproximadamente de unos 100 gigavatios-hora al día. De esa cifra, las plantas
térmicas están suministrando 30 gigavatios-hora; las hidroeléctricas sólo
generan 10 gigavatios-hora con el agua remanente de los embalses y 25
gigavatios-hora adicionales con los nuevos aguaceros que están cayendo. Es
decir, hay un faltante de energía que ha obligado a las autoridades del sector
eléctrico a programar racionamientos. Ni las hidroeléctricas están generando
todo lo que podrían, ni las térmicas todo lo que deberían producir. Pero aún en
el caso de que las térmicas generaran a la tasa de utilización deseable,
todavía habría un déficit por falta de agua en los embalses.
Si no se
construyen verdaderos embalses con un volumen de regulación multianual -por razones que aquí no vamos a discutir-,
entonces la única alternativa para darle confiabilidad al suministro de energía
eléctrica en épocas de sequía es mediante la construcción de plantas térmicas
que, obviamente no están sometidas al albur de las condiciones climáticas.
Lo que no se debe
hacer es cruzarse de brazos y no construir embalses, ni térmicas como ha
acontecido en los últimos 6 años, cuando el mito del sobredimensionamiento
llevó a no adicionar un sólo kilovatio de capacidad instalada para generar
electricidad". (Concepto del Dr. Rodado Noriega, págs. 3 y 4, con
negrillas en el original).
El Doctor Rodado
Noriega aparentemente acepta la versión que atribuye el desencadenamiento de
la crisis a la necesidad de desembalsar más agua de la prevista para suplir así
la carencia de energía que se presentó al quedar varias plantas térmicas fuera
de servicio. A su turno esta carencia de potencia eléctrica térmica se debió a
limitaciones presupuestales que impuso el Gobierno Nacional, a un inadecuado
mantenimiento y a problemas sindicales.
Todo lo anterior
lleva a la idea pivote del Ex-Ministro: la crisis tuvo su origen en el tamaño
de la capacidad efectiva de generar energía. Esta deficiencia según Rodado está
presente tanto en el parque térmico como en el parque hidroeléctrico del país.
Por eso considera que la entrada de El Guavio y Riogrande II hubiera evitado el
racionamiento.
Hablar de la
utilización de estos dos componentes básicos del parque generador de energía
implica hablar del costo de racionamiento. Sobre el mismo, el Doctor Rodado
Noriega anota:
"Si el costo de
racionamiento es bajo en relación con el costo de operar las centrales
térmicas, el modelo de ISA le da prelación a la generación de energía
hidráulica y aplaza la puesta en funcionamiento de las térmicas. Un costo de
racionamiento bajo significa no tenerle mucho temor a los racionamientos o,
mejor, no considerarlos muy probables". (págs 9 y 10 del concepto, sin
subrayas en el original).
A renglón seguido el
Doctor Rodado explica como se usó este índice en vísperas del racionamiento, y
observa sobre su alcance:
"El sector
venía utilizando un costo del racionamiento que si bien era mayor que el costo
de operar una térmica, era sustancialmente inferior al verdadero costo
económico de los apagones. El día 13 de diciembre de 1991, el Ministro de Minas
y Energía - Juan Camilo Restrepo, propone a la Junta Directiva de ISA adoptar
el 'costo económico del racionamiento' para operar el sistema. De esa manera,
el costo estimado del kilovatio hidráulico pasó de $28 a $90 con lo cual se
mejoraron los mensajes que los diferentes niveles de precios relativos (energía
térmica versus hídrica) le inducen al modelo de operación, estimulando una
mayor generación térmica y por lo tanto menores desembalses en el sistema.
Se debe advertir que
el valor de $90, es apenas el valor inicial de una función de costo económico
del racionamiento que va hasta $1.866 el kilovatio-hora. Este costo es mucho
mayor a medida que el racionamiento se ve más inminente, vale decir, que su
probabilidad de ocurrencia es más alta. A juicio de quien expresa estas
opiniones, el mencionado costo económico del racionamiento aún en $90, es
todavía muy bajo". (p. 10 del concepto).
Respecto de la
crisis financiera que aqueja al sector eléctrico el ex-ministro Rodado Noriega
coincide con otros expertos en señalar una serie de causas: en primer término
se menciona el riesgo cambiario, alimentado por una doble devaluación: la del
peso respecto del dólar y la del dólar respecto del yen y del marco, monedas en
las que se adquirieron muchos de los equipos. El riesgo cambiario aumenta si se
tiene en cuenta que el negocio de vender energía eléctrica se realiza en pesos.
Otros elementos de
la crisis financiera serían la crisis general de la deuda externa
latinoamericana que llevó a un endurecimiento en las condiciones de los
empréstitos, y la devaluación que realizara en 1985 el Gobierno del Presidente
Betancur. Además, se advierte, el manejo que se le dió a la deuda fue
equivocado, pues se la refinanció con empréstitos nuevos en lugar de
reestructurarla y contemplar la posibilidad de descuentos. Añade el experto que
adicionalmente la politiquería, el clientelismo y la corrupción influyeron en
la situación de las finanzas del sector eléctrico.
Para Rodado los
elementos de fuerza mayor o caso fortuito que influyeron en la crisis actual de
racionamiento son bien diferentes de los encontrados por otros expertos:
menciona problemas geológicos en las obras, los actos terroristas de la
guerrilla, los sabotajes sindicales a las térmicas, la crisis de la deuda externa
latinoamericana y la variación en las paridades cambiarias. En ninguna parte se
refiere al elemento hídrico como verdadero factor fortuito e irresistible.
"La crisis del
sector - expresa el doctor Rodado - es la crisis de sus empresas. Por supuesto,
ha habido deficiencias operacionales y financieras de dichas empresas que han
tenido influencia en el actual racionamiento. La operación de los embalses, la
operación de centrales térmicas y el mantenimiento de plantas han presentado
deficiencias. Algunas de ellas han estado íntimamente relacionadas a la
carencia de recursos financieros, especialmente en el periodo del denominado
sobredimensionamiento cuando se recortaron drásticamente los aportes
presupuestales para mantenimiento de plantas y se dilató injustificadamente la
aprobación de créditos para la financiación de proyectos de generación o para
la recuperación de unidades térmicas". (Concepto del Dr. Rodado Noriega,
pág. 14).
La noción de
sobredimensionamiento está, para Rodado, en el centro de la emergencia
eléctrica. A todo lo largo de su escrito el Ex-Ministro de Minas y Energía
señala a esta visión restrictiva del sector eléctrico como la causa efectiva y
real de limitaciones que en últimas condujeron a la actual situación. A página
15 afirma:
"Aún cuando son
múltiples y variados los factores que confluyen para producir una crisis
energética, como se puede ver por las diferentes respuestas consignadas en este
cuestionario, mi opinión es que la decisión de congelar, eliminar, aplazar o
desacelerar el ritmo de construcción de proyectos de generación fue uno de los
factores que más influyó en el actual racionamiento".
Sobre los efectos
negativos del racionamiento y su capacidad para poner en peligro la economía
del país y la estabilidad de sus instituciones, Rodado no tiene dudas, y añade:
"En estos momentos la Emergencia Económica es una necesidad;
lo lamentable es que se haya llegado a ella". (p. 18 del concepto,
con negrillas en el original).
6.- Concepto de la Fundación para la
Educación Superior y el Desarrollo, FEDESARROLLO.
La respuesta de esta
entidad (fls 66 a 80 del expediente) se fundamenta en la encuesta que realizó
entre 453 empresas industriales y comerciales. Es importante destacar que a
ella se le solicitó absolviera un cuestionario específico, dirigido a
determinar el impacto económico y social del racionamiento, antes que sus
causas y desenvolvimiento. En lo que hace a los efectos económicos del mismo,
Fedesarrollo encontró que al comenzar la medida, "(...) la producción
industrial se redujo en 13.4% en la semana en la cual se empezó a aplicar el
racionamiento de energía con la severidad que tiene en la actualidad. En el
caso del comercio la reducción en las ventas fue del 9%". (p. 1 del
concepto).
Con base en lo
anterior, Fedesarrollo concluye que si el racionamiento se prolonga tres meses,
la producción industrial para todo el año bajará en un 3.1% y las ventas del
comercio disminuirán un 2.1%. Por el aspecto de los costos se calcula
"(...) que en la industria cada hora de racionamiento está generando
costos al país por un valor de $1.786 millones. Cálculos semejantes para el
comercio indican que en este caso el costo por hora del racionamiento es de
$185 millones". (p. 1 del concepto)
Añade la entidad que
a estos costos directos de producción se sumarán aquellos costos no previstos
que tendrán que realizar los establecimientos industriales y comerciales en
equipos e instalaciones, desplazando así inversiones productivas.
Acerca del impacto
sobre el empleo, manifiesta Fedesarrollo no tener datos para hacer una
estimación; predice, sin embargo, un aumento en los empleos temporales en
desmedro de los permanentes. Y añade: "Sin embargo, debido a la caída de
producción e ingresos esperamos un deterioro de los ingresos reales de los
trabajadores independientes e informales, que posiblemente será el sector más
afectado". (p. 2 del concepto).
La entidad también
adjunta un comunicado de prensa que emitió el pasado 4 de mayo titulado
"El Impacto Económico del Racionamiento" (folios 68 a 79 del
expediente). En dicho comunicado amplía las cifras dadas anteriormente. De
entrada, presenta el efecto global:
"Los
racionamientos de energía reducirán en 1.3% el crecimiento económico que se
tenía previsto para 1992. Los pronósticos de Fedesarrollo a comienzos del año
indicaban que el crecimiento podría estar entre 2.0 y 2.5%. Como resultado de
los cortes de energía, se situará posiblemente entre 0.7 y 1.2%. De llegarse
efectivamente a este resultado, se tendría así la tasa más baja de los diez
últimos años, semejante a la registrada en 1982, cuando se experimentó la más
crítica recesión que haya conocido el país". (p. 1 comunicado de prensa, sin negrillas en el
original).
Respecto de la
producción industrial, el comunicado hace las siguientes precisiones:
"Sumando la
pérdida de producción y los aumentos de costos unitarios, Fedesarrollo calcula
que cada hora de racionamiento energético en el sector industrial está costando
$1.786 millones de pesos. Por menor generación de ingresos en la industria cada
hora de racionamiento vale $734 millones, y por aumento en costos unitarios
$1.052 millones. Solamente una parte de estas pérdidas serán incurridas
directamente por las empresas industriales. Otra parte posiblemente afectará la
remuneración del trabajo. Por su parte, los consumidores pagarán en aumentos de
precios y reducciones de calidad y servicios, aunque esta última posibilidad
estará limitada por la mayor competencia de los productos importados por efecto
de la apertura.
Al ritmo actual de
los racionamientos, cada semana se están dejando de generar ingresos en el
sector industrial y se están incurriendo costos extras de producción por
aproximadamente $45.000 millones. De esta manera, los menores ingresos y
costos adicionales durante este año en el sector industrial difícilmente
estarán por debajo de $540.000 millones, aproximadamente lo mismo que se espera
de la reforma tributaria propuesta por el gobierno". (p. 2 informe de
prensa, sin negrillas en el original).
Sobre los costos
indirectos añade:
"A todo lo
anterior hay que agregar que las empresas han tenido que recortar y aplazar los
proyectos de inversión que tenían planeados para poder financiar los gastos
adicionales de equipos e instalaciones necesarios para enfrentar el
racionamiento. El 35.3% de las empresas industriales se ha visto obligado a
aplazar proyectos de inversión y un 57% está realizando gastos de equipos que
no tenía previstos. De esta forma, inversión poco productiva en una perspectiva
de más largo plazo, está desplazando a los gastos de modernización que debían
realizar los industriales para enfrentar el reto de la apertura". (p. 3
informe de prensa).
En lo que hace al
comercio, Fedesarrollo manifestó en su comunicado de prensa lo siguiente:
"El costo de
las menores ventas debido a pérdida de ingresos para los comerciantes y sus
empleados ha sido de $150 millones de pesos por hora de racionamiento. Además,
como en el caso de la industria, ha caído la productividad de los trabajadores
y empleados y se están incurriendo costos laborales adicionales. El 47.1% de
los establecimientos comerciales ha detectado que estas dos son las principales
causas de mayores costos". (Comunicado de prensa. Pág. 3)
El efecto agregado
de la merma en la producción industrial y el descenso en las ventas comerciales
produce en criterio de Fedesarrollo, el siguiente estado de cosas:
"Las caídas en
la producción industrial y en las ventas del comercio afectarán por diversos
canales a otros sectores de la economía, incluso aquellos que no están
padeciendo directamente el racionamiento. Disminuirán las demandas de insumos,
caerán las utilidades de las empresas y será menor la creación de nuevas
fuentes estables de trabajo, con efectos adversos sobre la demanda de todo tipo
de bienes y servicios. Debido a las incomodidades y a la reducción del tiempo
libre se afectarán además los gastos en actividades de esparcimiento y
recreación, con un efecto negativo sobre los sectores de servicios. Aunque no
existen bases adecuadas para estimar la totalidad de estos efectos,
Fedesarrollo estima que, aparte de la industria y el comercio, el conjunto de
los servicios será afectado en forma sensible y en una proporción semejante a
lo que ocurra con el resto de la economía. Como resultado final, los cortes
de energía esperados para todo el año afectarán el crecimiento de toda la
economía en 1.3%.
En términos de la
reducción del producto de toda la economía, cada hora de racionamiento de
energía está costándole al país $1.280 millones de pesos, equivalentes a unos 2
millones de dólares. Las pérdidas van mucho más allá, desde inversiones menos
productivas hasta oportunidades de exportación y otros negocios perdidos,
pasando por millones de horas laborales improductivas y todo tipo de limitaciones
al ocio y al trabajo". (Informe de prensa, pág. 4, sin negrillas en el
original).
Respecto del impacto
sobre la sociedad civil, Fedesarrollo presenta una hipótesis singular: la
crisis no fue esperada ni prevista por la población y la obligó a recibir todo
el peso del impacto de la grave y forzosa escasez de un bien indispensable.
"La
severidad de la crisis - señala Fedesarrollo - fue agravada por su carácter
imprevisto. La información de que disponemos nos indica que cerca de la mitad
del aumento de costos de producción industrial fue causado por el hecho de que
las empresas no tuvieron posibilidad de prepararse para el racionamiento. Esto indica que los costos arriba
mencionados tenderán a reducirse en la medida en que los cortes sean regulares
y programados y en la medida en que se de a conocer al público información
sobre la posible duración de la crisis. Por lo demás, a nuestro juicio el
gobierno ha procedido en forma adecuada facilitando la importación y
adquisición de equipos y acelerando los procesos administrativos dentro del
sector público para llevar a cabo las inversiones de mantenimiento y expansión
de la capacidad de generación de energía eléctrica". (p. 2 del concepto
sin negrillas en el original).
7.-Respuesta de
la Oficina Nacional para la Prevención y Atención de Desastres
Esta dependencia del
Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, contestó otro
cuestionario especial, destinado a entender la gravedad del fenómeno El Niño y
a esclarecer el significado del término "grave calamidad pública" que
aparece en el artículo 215 de la Constitución Política, así como el de algunos
términos similares. Su respuesta (fls 245 a 255 del expediente) sigue los
lineamientos que se condensan a continuación.
"El Niño"
es una manifestación natural poco conocida y solo recientemente estudiada.
"Inicialmente se le consideró como un fenómeno originado en el desajuste
de las relaciones existentes entre las condiciones del agua y la atmósfera en
el Océano Pacífico. Más recientemente se ha encontrado, aunque de una manera
muy imprecisa, que este fenómeno está vinculado con variaciones climáticas a
escala de todo el globo terrestre". (p. 1 del concepto).
Se ha establecido
que este fenómeno tiene una aparición periódica, irregular, con un ciclo de 4 a
5 años y una duración de 10 a 18 meses. Su funcionamiento es bastante complejo,
pero deja en claro el concepto que su efecto es la llegada de masas de aire
húmedo a la Costa de Suramérica, "generando lluvias intensas e
inundaciones en zonas usualmente secas, oleadas de calor y sequía en zonas
normalmente lluviosas y reducción o perturbación del afloramiento de nutrientes
de las corrientes marinas que provienen del sur..." (pág. 2 del concepto).
La posibilidad de
predecirlo es baja, porque como lo dice la Oficina Nacional para la Prevención
y Atención de Desastres, "... el mismo no ha sido suficientemente
estudiado como para que se puedan hacer precisiones y sacar conclusiones a
escalas aún menores como lo son la escala nacional y departamental; por esta
razón realizar pronósticos certeros de sus efectos en las diferentes zonas del
país resulta actualmente muy difícil, particularmente cuando se ha detectado
que muchos de los efectos sobre cuyas manifestaciones se tienen algunos
indicios, han demostrado ser bastante atípicos cuando se enfrentan con la
evaluación histórica de los eventos". (Respuesta, pág. 2).
Los efectos en
Colombia han sido los siguientes:
"El último
'Niño' ocurrió durante el periodo 1986 y 1987. En ambos casos en Colombia se
presentaron efectos y perturbaciones climáticas de consideración; en la zona
norte y central de la costa pacífica se presentó una disminución de las
lluvias, ubicándose éstas entre el 5% y el 15% de las que allí se presentan en
condiciones normales. En la zona sur, en el departamento de Nariño, por el
contrario, se presentaron intensas lluvias, aumento del nivel promedio del mar
y fuertes marejadas por la confluencia del fenómeno atmosférico y el fenómeno
de las mareas. Adicionalmente se registraron fuertes oleadas de calor en la
cuenca del Río Cauca y en el Departamento del Tolima, superándose en 1986 los
máximos registros de temperatura de los últimos 20 años en Cali e Ibagué. En
forma simultánea se redujeron sensiblemente las lluvias en la zona Andina y
aumentó el nivel del río Amazonas por la intensidad de las precipitaciones en
el Ecuador y Perú". (p.3 del concepto).
Estas perturbaciones
han influído en diversos e importantes aspectos de la vida nacional, entre los
que se cuenta la generación hidroeléctrica como lo pone de presente el Doctor
Camilo Cárdenas Giraldo, Jefe de la entidad: "se produce sequía en otras
regiones afectando las actividades productivas en el sector agropecuario y
disminuyendo la producción de aguas para consumo humano y para la generación de
energía para uso industrial, comercial, casero y colectivo". (p. 3 del
concepto).
Lo anterior lleva al
experto a considerar que El Niño potencialmente puede calificarse como una
situación de desastre. Pero lo es siempre y cuando sus efectos nocivos se vean
amplificados por la vulnerabilidad de lo afectado.
Dice el concepto a
este respecto:
"Pero dicho
daño - declara la oficina Estatal - o alteración grave depende no solo del tipo
de manifestación, intensidad y ubicación geográfica del fenómeno, sino
fundamentalmente de la vulnerabilidad que presentan la población, sus bienes y
su economía ante el mismo." (p. 4 del concepto).
La vulnerabilidad en
el frente de generación de agua la explica así:
"Si, de otro
lado, analizamos el agua para consumo humano o para producción de energía,
igualmente la intensidad de la sequía condiciona la magnitud de sus efectos,
pero, nuevamente, la vulnerabilidad frente al fenómeno es la que determina los
resultados. Dicho de otra forma, el grado de conocimiento del fenómeno, la
capacidad para identificar oportunamente la presencia del mismo, la capacidad
para tomar medidas de mitigación, el volumen de aguas que se haya acumulado,
las tecnologías alternativas disponibles, son todos elementos que
condicionan la vulnerabilidad y por tanto la magnitud de los efectos del
fenómeno". (p. 4 del concepto sin negrillas en el original).
Concluye el Doctor
Cárdenas afirmando que:
"... por el
conocimiento global que posee esta Oficina sobre el 'Fenómeno del Niño' y sobre
la incidencia de las diferentes manifestaciones del mismo en el país, se
considera altamente probable que la magnitud de la disminución de las lluvias
en los últimos meses en el país, ocasionada por el 'Fenómeno del Niño', haya
sido el evento detonante porque al encontrar otros hechos originados en causas
diferentes a las del fenómeno antes mencionado, tales como la alta
dependencia de la energía hidráulica para generación eléctrica o los
deficitarios periodos invernales de 1991 y lo que va corrido de 1992, se haya
presentado una concurrencia de causas de origenes distintos que condujeron a la
actual crisis energética. (págs. 5,6 del concepto sin negrillas en el
original).
La segunda parte del
concepto rendido por el Doctor Camilo Cárdenas está destinada a dilucidar
algunos términos relativos a situaciones iguales o similares a la "grave
calamidad pública".
Su exposición gira
alrededor del término desastre, esto es, el evento de origen natural o
antrópico, que para ser considerado como tal debe reunir cinco elementos: 1) la
magnitud del daño o de la alteración causada, que debe ser grave; 2) El tipo de
daño que produzca, el cual se entendía tradicionalmente en término de vidas
perdidas o bienes afectados, pero que hoy se entiende de una manera más amplia,
que consiste en el colapso o disfuncionamiento de sistemas; 3) El área
afectada; 4) El origen del evento, que debe ser natural o generado
accidentalmente por el hombre y 5) El tipo de atención que debe dársele a la
situación.
Descrito de este
modo el desastre, el autor del concepto lo compara con los términos
"catástrofe" y "cataclismo", que en su entender son
expresiones que tienen por objeto "enfatizar o dimensionar un desastre en
su grado máximo". (p. 8 del concepto).
"Emergencia"
es para el autor el término que significa la presencia o probable presencia de
un evento o fenómeno que puede calificarse de desastre o de calamidad pública.
Aclara que la situación de emergencia no necesariamente tiene que desembocar en
un desastre pero que siempre amerita un tratamiento especial por su carácter de
situación anormal.
"En general
este término, señala el experto, se usa para denominar una situación que se
genera cuando se identifica la presencia o probable presencia de un evento o
fenómeno potencialmente peligroso que ya ha producido, está produciendo o puede
producir situaciones de daño o alteración de las condiciones normales de vida
en un área geográfica determinada y que de acuerdo al nivel de gravedad de
estos daños o alteraciones pueda llegar a convertirse en una situación de
desastre o calamidad pública". (pág 9 del concepto).
"Es decir,
agrega, una situación de emergencia no implica invariablemente una situación de
desastre o de calamidad pública". (Ibid)
"Crisis,
especifica más adelante, es la situación que se produce cuando una comunidad
es incapaz de resolver una situación de emergencia con los recursos humanos,
institucionales, organizativos, técnicos, financieros y de todo orden que tenga
en ese momento a su disposición para atenderla y que por tanto requiere de
otros recursos que pueden catalogarse de 'excepcionales'. De no resolverse
adecuadamente una crisis, se puede entonces generar una situación de
desastre". (p. 9 del concepto sin negrillas en el original).
Normalidad en su
sentir es el estado anterior a la crisis, a la calamidad, al desastre o a la
catástrofe. Pero esto solo en un sentido lato, porque normalidad también
significa "la recuperación de las condiciones básicas de vida de las
personas, de los servicios y de la infraestructura, independiente de las
condiciones anteriores al evento, pero que le permita una vida digna, excenta
(sic) del peligro originado por el fenómeno natural o antrópico."(p. 10
del concepto). Normalidad es, pues, el restablecimiento del estado anterior de
bienestar o de una situación potencial de bienestar.
Finalmente, el
experto contrasta la palabra "grave calamidad pública" con la noción
de desastre y encuentra que si bien en el Decreto 919 de 1989, el vocablo
"calamidad pública" es utilizado como una situación similar al
desastre pero de menor entidad, con un nivel de gravedad menor, en la
Constitución Política (art. 215) el término es equivalente al de
"desastre".
Por último, a la
pregunta que se le formulara sobre la naturaleza de desastre que pudiera tener
la aguda y grave escasez de fluído eléctrico que actualmente padece el país,
así como la existencia de casos similares, contesta textualmente:
"Hoy día en
Colombia una aguda y grave escasez de fluído eléctrico afectaría en forma
importante sectores claves de la vida nacional. Se podría paralizar la
actividad industrial y en buena medida la comercial; se reducirían y en algunas
zonas se suprimiría la prestación de muchos de los servicios básicos como las
comunicaciones, el agua potable y en algunos casos la disposición de aguas
servidas; se desajustaría de manera grave la vida de los hogares en lo relativo
a la iluminación, la producción de alimentos y las actividades recreativas; la
seguridad ciudadana se vería afectada; los accidentes caseros por el uso de
combustibles alternativos se incrementarían aún mas de lo que ha ocurrido en la
actualidad.
En síntesis se
afectarían negativamente de manera grave las diferentes actividades económicas
y sociales de la población colombiana.
Es necesario
aclarar que la escasez o ausencia del fluído eléctrico no puede considerarse en
sí mismo un desastre, sino el origen de un posible desastre, ya que la ausencia
de ese fluído es la que puede causar daños graves o alteraciones graves a las
condiciones normales de vida en un área geográfica determinada.
Pero para que a las
consecuencias de la escasez o ausencia de fluído eléctrico se les pueda
calificar de 'desastre', a la luz del Decreto Extraordinario 919, es
indispensable remontarse al origen del problema, ya que solo si este es
fundamentalmente de orden natural, u originado accidentalmente por el hombre,
es posible que se califique de 'desastre'". (p. 11 del concepto).
8.- Respuesta del Doctor Guillermo Perry
Rubio
Tal como lo expresa
en su escrito (fls 478 a 486 del expediente), el Doctor Perry cree en el
impacto inevitable de un elemento de fuerza mayor que consistió en la acción de
una sequía inusual: afirma que la posibilidad de un verano como el actual era
inferior a un 5%, lo que significaba que de presentarse tal evento (la sequía
del 5%) era inevitable el racionamiento.
"Como se indicó
atrás, sostiene el doctor Perry, la planeación de expansión del sistema se
llevaba a cabo con una confiabilidad del 95% (cifra que en los últimos años se
ha reducido a un 91%),vale decir, con el criterio de que tenga la capacidad
de atender una gran variedad de eventos hidrológicos probables, pero no los
eventos hidrológicos extremos". (Informe, pág 8, sin subrayas en el
original).
Pero estas
condiciones hidrológicas adversas no lo serían tanto si no estuviera presente
el estado de descuido de las plantas térmicas, sobre las cuales asevera:
"En un
sistema mixto como el colombiano, con predominancia de las plantas
hidroeléctricas, las plantas termoeléctricas tienen como función principal
afirmar la energía hidráulica del sistema. Eso significa, en particular, que en
las temporadas de verano es imprescindible tener disponible (en condiciones de
servicio) la mayor parte de la capacidad termoeléctrica.
La capacidad
termoeléctrica instalada en el sistema es aproximadamente de 1.800 megavatios.
Según cifras de ISA, al principio del verano estaba disponible solamente un 64%
de esta capacidad (documento publicado en El Espectador en abril 18). El
informe de la Comisión de Empresarios da cifras incluso más bajas para algunos
momentos del actual verano.
El hecho concreto es
el de que, durante el verano de 1992, más de 450 megavatios de plantas térmicas
grandes han estado fuera de servicio por distintas razones. 450 megavatios, con
un factor de operación del 80% hubiesen podido generar cerca de 250 Gwh por mes
adicionales durante varios meses del actual verano. Con un cálculo más
conservador, la generación térmica máxima que se ha podido obtener en este
verano es del orden de 840 Gwh por mes, mientras que la energía firme térmica
estimada por ISA es de aproximadamente 11.793 Gwh por año o sea 983 Gwh por mes
en promedio. Vale decir, con una disponibilidad térmica apropiada, se deberían
haber producido al menos 150 Gwh adicionales durante los meses de verano (900
Gwh entre Diciembre y Mayo)". (Informe, págs 3,4, sin negrillas en el
original.)
El Doctor Perry
atribuye esta falla de las térmicas principalmente a la falta de mantenimiento,
pero admite la acción de otros factores exógenos como el sabotaje guerrillero y
defectos de planeación: a Termochinú nunca se le garantizó combustible donde
fue instalada y otro tanto le ocurrió a Termoguajira (ver pág 4 del informe).
"En los demás casos, el problema se debió a atrasos o descuidos en el
programa de mantenimiento y recuperación". (ibid).
También coincide con
la visión mayoritaria en considerar que la crisis financiera del sector tuvo
repercusiones directas e indirectas en la actual crisis de producción de
energía. Empieza admitiendo el influjo negativo que tuvo la situación de
insolvencia del sector en las decisiones de mantenimiento y recuperación de las
térmicas. Sobre este punto sostiene: "la crisis financiera pudo haber
incidido en que tanto los gerentes de las empresas como algunas entidades
responsables de aprobar partidas presupuestales u operaciones de endeudamiento,
decidieran postergar algunos gastos de mantenimiento o de recuperación ante la
necesidad percibida de dedicar los recursos escasos a fines tales como el pago
de servicio de deuda o la ejecución de las inversiones en generación".
(ibid)
Una segunda
consecuencia negativa de la situación financiera del sector se relacionó con el
manejo de embalses. Al respecto advierte:
"(...) La
crisis financiera pudo influír también en las decisiones de operación del
sistema durante 1991, como quiera que para haber almacenado una mayor cantidad
de agua en los embalses, habría sido necesaria una mayor generación térmica
durante ese año y la generación térmica exige mayores desembolsos de caja, para
el pago de los combustibles. Es posible que empresas que estaban sufriendo una
situación crítica financiera, hubiesen preferido no incurrir en esos mayores
costos inmediatos, y más bien haber utilizado energía hidráulica que exigía
menores erogaciones inmediatas, así con ello se hubiese incurrido en el riesgo
de iniciar el verano con niveles de embalsamiento muy bajos"(Perry,
informe a pág. 4).
Pero tal vez el
efecto más inmediato de la crisis financiera sobre el sector eléctrico se puede
ver en el proyecto del Guavio, que es sin duda el de mayor envergadura del
sector, y donde consideraciones de esta índole llevaron a extender el plazo
para la entrada en operación de la presa. Dice el doctor Perry a página 5 de su
concepto:
"La crisis financiera
de la Empresa hacía que ella no tuviese la capacidad de arbitrar el faltante de
recursos propios o de conseguir crédito por su cuenta, aún con garantía de la
Nación. En esas condiciones, fue necesario acudir al Banco Interamericano de
Desarrollo por un crédito adicional por 360 millones de dólares, a través de
ISA. En el curso de las negociaciones entre el Banco Interamericano de
Desarrollo, ISA y la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá, éstas tres
entidades llegaron al acuerdo de fijar la fecha de entrada en operación El
Guavio en octubre de 1992 ". (página 5 del informe, sin subrayas en el
original).
Este aplazamiento
tuvo consecuencias graves, pues la energía de El Guavio hubiera podido impedir
el racionamiento o mitigarlo.
Así lo pone de presente
el mismo doctor Perry al manifestar:
"Si la
hidroeléctrica de Guavio o la de Riogrande II hubiesen estado en operación en
1991, la intensidad de racionamiento hubiera disminuído apreciablemente, aun
cuando seguramente no en su totalidad por la forma cómo se estaba operando el
sistema..." (pág 5 del informe).
Sobre el influjo de
la crisis financiera del sector en esta nueva crisis de abastecimiento, dice el
doctor Perry:
"Como se
observa, la crisis financiera del sector constituye una especie de telón de
fondo de la actual crisis energética. Salvo en el caso del atraso del Guavio,
donde resulta fácil comprobar su incidencia directa, en los demás casos, esa
comprobación puede resultar algo más difícil". (pág 5 ibid).
Respecto del uso del
modelo de costo de racionamiento para la operación del sistema ISA, el doctor
Perry coincide con la mayoría: mientras los costos de racionamiento utilizados
en la planeación del sector ascendían a 94 pesos por Kilovatio-hora, en el
modelo este costo estaba fijado artificialmente bajo en 28 pesos
kilovatio-hora. A página 6 de su concepto, el Dr. Perry recuerda cómo las
empresas del sector se opusieron a incrementar el mencionado índice:
"El acta del
comité de planeamiento de la operación correspondiente a la reunión de enero 14
y 15 del año de 1991 (fechada en enero 10) indica que desde finales del año
anterior, los técnicos de ISA, el Ministerio de Minas y Energía, de la Comisión
Nacional de Energía, de Planeación Nacional y la Junta Nacional de Tarifas,
habían solicitado el cambio de (ilegible) parámetro. Según el acta, no se tomó
ninguna decisión al respecto por cuanto con excepción de empresas públicas de
Medellín, las demás empresas argumentaron que el valor de 28 pesos por
kilovatio/hora que se estaba usando resultaba incluso alto, dado que ante
eventuales racionamientos esos se aplicarían a los usuarios que pagan tarifas
más bajas. Esta afirmación significa que las empresas están subestimando los
riesgos de racionamiento (suponiendo que en caso de presentarse el racionamiento
estos serían pequeños) y que su decisión estaba fundamentada exclusivamente en
la pérdida de la facturación que para ellas ocasionaría aplicar este
racionamiento sobre los usuarios residenciales que tienen tarifas más bajas (es
decir, los dos estratos de ingresos más bajos). En otras palabras, las empresas
no solamente subestimaron las probabilidades de racionamientos grandes, sino
que en adición, guiaron sus decisiones exclusivamente por sus intereses
financieros particulares de corto plazo y no tomando en consideración el costo
eventual que podía tener un racionamiento eventual para la economía como un
todo. (págs 6 y 7 del informe, sin subrayas en el original).
El Doctor Guillermo
Perry, en síntesis, explica la crisis como la conjunción de unas debilidades
estructurales como eran la dependencia excesiva en lo hidroeléctrico, con un
hecho que constituye fuerza mayor a saber, la aparición de la sequía más
intensa en 38 años, con un manejo operacional descuidado, en el que se
desembalsó más agua de lo prudente, en buena medida por efecto de un modelo
donde el factor de racionamiento quedaba desestimado. Esta visión de la crisis
considera que el problema financiero del sector, antes que operar como causa
inmediata, obra como factor de debilitamiento (salvo el caso del Guavio tal y
como lo presenta el Doctor Perry Rubio).
9.- Informe de la Contraloría General de la
República
El documento de la
Contraloría General de la República (CGR) (fls.488 a 514 del expediente) tiene
un enfoque diferente a los conceptos mayoritarios y llega a conclusiones
diferentes. la CGR busca los responsables de la crisis del sector eléctrico y
llega a la conclusión de que existen importantes fallas de la estructura y
operación del sistema.
El Contralor, doctor
Manuel Francisco Becerra Barney, comienza haciendo un análisis de la estructura
institucional del sector. Muestra una organización cuyo centro es ISA:
"Desde el punto de vista de la operación, - se refiere - la generación de
energía se concentra en Interconexión Eléctrica S.A. (ISA), conformada por las
principales empresas generadoras del país: el Instituto Colombiano de Energía
Eléctrica (ICEL), con 14 filiales; la Corporación Eléctrica de la Costa
Atlántica (Corelca), con 9 filiales; la Corporación Autónoma Regional del Cauca
(CVC); la Central Hidroeléctrica de Caldas S.A. (CHEC), la Central
Hidroeléctrica de Betania (CHB), la Empresa de Energía de Bogotá (EEB); y las
Empresas Públicas de Medellín (EPM)". (Informe CGR p.2)
"Como se
aprecia, las principales empresas distribuidoras son a su vez generadoras, pero
algunas de ellas tienen la restricción de no poder atender su demanda con su
propia generación, lo cual las convierte en compradoras de energía del sistema
interconectado..." (Informe CGR pág 3 ).
Luego de presentar
la situación de oferta y demanda de energía de cada una de las empresas, el
informe establece que la principal proveedora de energía es ISA, que en 1991
vendió a sus socios el 68.7% de su faltante; le sigue la Central Hidroeléctrica
de Betania con un aporte del 16.7% del faltante y por último las Empresas
Públicas de Medellín con el 15.2%. Esta situación lleva al señor Contralor a
hacer el siguiente diagnóstico:
"Así, tres de
los siete socios de ISA no son compradores de energía; ello hace que la
Junta Directiva de ISA pueda definirse no como el 'club de generadores',
denominado por algunos, sino como el 'mercado' sectorial donde se fijan los
precios y las cantidades del bien que producen; además, se cuenta con un
grupo de alto nivel técnico que les provee la información necesaria para operar
el sistema de generación de manera 'económica'". (Informe citado, pág 5,
sin negrillas en el original).
Esta conclusión
lleva a la Contraloría a afirmar:
"Así las cosas,
todo parece indicar que las decisiones tomadas a partir de los resultados de
los complejos modelos matemáticos que se utilizan para operar el sistema y que
se alimentan con datos hidrológicos y económicos, siempre han beneficiado a los
vendedores de energía hidráulica". (Informe, pág 6).
No sólo la
estructura conduce a que los intereses privados de las empresas prevalezcan
sobre el interés general más amplio; el modelo de operación se prestaba a ello
o se utilizó para tal fin. En el centro del modelo está el índice denominado
"costo de racionamiento", comentado extensamente por todos los
expertos; sobre su manipulación dice el informe de la Contraloría:
"Un ejemplo de
ello fue el problema de la definición del costo de racionamiento, utilizado
para decidir la forma en que deberán operar las plantas que integran el sistema
(dependiendo de dicho costo, el modelo determina cuáles unidades de generación
constituirán la oferta de energía). Desde hace varios años se venía discutiendo
sobre la necesidad de incrementarlo; pero la existencia de intereses disímiles
en el comité operativo impidió que se llegara a un acuerdo, a pesar de que
los estudios adelantados por ISA demostraron que el costo de racionamiento
utilizado no era el adecuado, criterio que sería ratificado por la Junta
Nacional de Tarifas desde comienzos de 1991, cuando conceptuó sobre las
dificultades que tenía la operación del sistema al mantener un costo de
racionamiento tan bajo. Finalmente, en el Comité de Planeamiento
prevalecería el criterio de la votación mediante el cual se han sacrificado
conceptos de carácter técnico y se han visto más beneficiados los intereses
financieros de las empresas que los intereses nacionales. (Informe CGR pág
7, sin subrayas en el original).
la Contraloría
encuentra que los problemas del sistema no sólo son internos sino también
exógenos. El Gobierno nacional no controla apropiadamente la operación del
sistema. "La libertad o autonomía - expresa - en el manejo de la operación
del sistema eléctrico, de que han gozado las empresas es una muestra de que el
gobierno central nacional no ha contado con mecanismos de control directos e
independientes para el seguimiento de la actividad del sistema de generación
eléctrica". (pág 10 del informe).
A continuación
explica el señor Contralor la razón de esa falta de control efectivo:
"Desde la
implantación del programa de ajuste en 1984, la acción de dicho nivel
gubernamental se ha concentrado especialmente en la aplicación de un estricto
programa de ajuste de las finanzas del sector, en consecuencia con la
estrategia de manejo de la deuda externa seguida por el país, la cual ha
consistido en cumplir oportunamente el servicio de la misma para, de esta
forma, asegurar el financiamiento requerido para los años venideros.
Sólo dentro de este
contexto se puede comprender que el gobierno nacional hubiera concentrado sus
preocupaciones en el problema financiero de las entidades y hubiera dirigido
sus mayores esfuerzos a imponer continuos programas de ajuste en la ejecución
de los gastos de funcionamiento e inversión, dejando de esta manera la
evaluación de la operación del sistema, y su planificación, a ISA, entidad ésta
que, por su naturaleza y organización, actúa con amplia autonomía como ya se
indicó". (CGR, p. 10)
Concluye el informe
sobre este aspecto:
"Los anteriores
planteamientos son bastantes elocuentes como para formarse una idea acerca del
manejo operativo que caracteriza al sector eléctrico. Para la CGR no es
justificable que los intereses individuales de las empresas del sector,
representadas en la Junta Directiva de ISA, hayan llevado al país a una
semiparálisis del aparato productivo.
Tampoco encuentra
justificable que la administración potencial de generación eléctrica del país
se haga estrictamente en función de los intereses financieros de las empresas,
sin tener en consideración los objetivos e intereses nacionales, como se ha
observado en el caso particular de la EPM. A juicio de la CGR, lo que obtuvieron
como ganancias suplementarias no compensa las pérdidas totales de la economía,
estimadas en 1.5 puntos del PIB". (Informe CGR, pág 9, con negrillas en el
original).
Continúa sobre el
aspecto del control preferentemente financiero: "En lo que hace referencia
al control de la planeación y la operación del sector, para el gobierno esa
tarea adquiere una connotación fundamentalmente financiera. 'La planeación y la
operación del sistema en el futuro inmediato deberá conducir a una mayor
eficiencia económica sectorial para lograr un aumento en la generación interna
de fondos y una reducción de los costos operativos de las empresas. Para tal
fin se seguirán las siguientes acciones básicas: mayor facturación, control a
los costos administrativos, promoción y venta de la mayor parte de los
excedentes de energía, desplazamiento en el tiempo de las inversiones en
generación y optimización del programa de expansión de la capacidad generadora
nacional, y concentrar sus inversiones en transmisión, subtransmisión y
distribución. '(...)"
El texto citado, que
aparece en las páginas 11 y 12 del informe del Contralor, corresponde a un
aparte del documento del Departamento nacional de Planeación DNP-2318-UINF (pág
7).
"A partir de la
implantación del programa de ajuste -prosigue el informe de la Contraloría -,
aparentemente las únicas variables relevantes tomadas en cuenta por el gobierno
para hacer el seguimiento del sector eléctrico son las relacionadas con los
cambios en la situación financiera de las entidades, y en especial las
relacionadas con el pago de su deuda externa. Por esta razón se puede decir que
el gobierno central tenía un desconocimiento relativo de cómo se adelantaba el
manejo del sistema, dada la ausencia de un flujo de información correcto hacia éste,
por parte de ISA, así como la capacidad de evaluación de dicha información por
parte del Ministerio de Minas y Energía y los organismos pertinentes. Así mismo
desconocía con qué criterios se operaba el sistema. En estas circunstancias era
poco probable que el Gobierno Central estuviese en capacidad de prever los
posibles efectos de las decisiones que se tomaban en la junta directiva y el
comité operativo de ISA, a pesar de contar con 3 representantes en el seno de
la primera (Ministerio de Hacienda, Ministerio de Minas y el Departamento
Nacional de Planeación" (CGR, p.12).
Concluye sobre la
debilidad del control gubernamental:
"El
racionamiento que se registra ha puesto en evidencia que el gobierno tiene
grandes debilidades e ineficiencias en el planeamiento y el control del sector.
No se puede negar que la acción del gobierno ha sido eficiente en el control
financiero y la reducción del gasto, como se puede ver en el cuadro 1. Sin
embargo, a juicio de la CGR, esta mayor eficiencia no quiere decir, de ninguna
manera, que la calidad en la administración del gasto haya mejorado, ni mucho
menos que la capacidad de coordinación del gobierno se haya incrementado, a
pesar de la estricta vigilancia a que ha sometido a las entidades del
sector". (Informe CGR. p 14, con negrillas en el original).
Las conclusiones a
que llega la Contraloría sobre estas disfunciones institucionales internas y
externas del sector, aparecen en los numerales 1 y 2 del capítulo final
"Resumen y conclusiones":
"1. La
organización institucional actual del sector eléctrico ha permitido que la
autonomía de las empresas sea cada vez mayor y que el país dependa de la
racionalidad de sus decisiones, no siempre acertadas, según se deduce de hechos
como la autorización concedida por ISA a las Empresas Públicas de Medellín para
desembalsar la represa del Peñol, causando un desperdicio de agua
injustificado". (pág 21 del informe).
"2. La actual
situación de racionamiento demuestra las imperfecciones y rigideces con que
opera el modelo de despacho económico de las plantas de generación de ISA, al
depender éste básicamente de la información que le suministran las empresas
socias o el propio Comité de Planeamiento de la entidad. La confiabilidad de
esa información ha dejado mucho que desear, pues con frecuencia está supeditada
a los diferentes intereses comerciales y financieros de cada una de las
empresas, más que al interés nacional" (Ibid).
10.- Informe de la Comisión Quinta del
Senado
Este documento ( ver
fls. 379 a 398 del expediente) está encaminado más a la búsqueda de los
responsables de la crisis del sector eléctrico que al análisis del proceso
mismo de la crisis.
En lo que hace al
aspecto estructural se expresa lo siguiente: "Si buscamos la causa
primigenia de la actual crisis, ello nos conduciría al esquema de planeamiento
agenciado por ISA, desde su propia creación.
Esta entidad, por su
propia naturaleza, estaba llamada a constituírse en la rectora y reguladora del
sector eléctrico. La estructura de ISA, integrada por EEB, EEPPM, CORELCA,
ICEL, CVC, CHEC y su doble papel en el planeamiento y control de operaciones
que se dan al interior del sistema interconectado, generó insalvables
conflictos de intereses, que repercutieron en el sesgo de sus decisiones".
(Informe Comisión Quinta. Pág. 3, sin negrillas en el original)
Respecto de la
situación financiera del sector, coincide el informe en presentarla como el
efecto de un abuso del crédito externo y de la utilización de excedentes de entidades
nacionales como ECOPETROL, TELECOM, el Fondo Nacional del Café y el Fondo
Nacional del Ahorro. Se traen a colación algunas cifras indicativas: la
relación o coeficiente endeudamiento/activos del sector es de un 65% en tanto
que la tasa anual de retorno es del 5%; la deuda del sector eléctrico es
equivalente al 35% de la deuda de toda la nación; al paso que la tasa de
retorno del capital en el sector eléctrico es del 5%, el costo promedio de los
créditos es del 12%, lo que se traduce en una aguda descapitalización.
Igualmente, se menciona el problema de las devaluaciones, especificando que la
del dólar en relación con monedas más fuertes como el yen y el marco se vió
magnificada por la devaluación del peso en 1985 en un 51.2%.
En cuanto a las
causas de la crisis, las divide en las que no fueron previsibles ni
controlables, entre las que incluye la intensa sequía, la prolongación del
verano de 1991 (hacia 1992), la escalada terrorista y el conflicto laboral que
afectó al sector en los primeros meses de 1992, y aquellos que si lo eran.
Las causas
controlables y previsibles fueron las siguientes: la planeación del sector y su
vulnerable diseño apoyado en el factor hídrico y el modelo de su operación,
así como el deficiente mantenimiento y recuperación de las térmicas y la
operación de los embalses. Antes de entrar a detallar algunas de estas causas,
es preciso señalar que son estructurales o "sistémicas", es decir,
hacen parte del sistema eléctrico nacional como fallas o defectos
crónicos o como situaciones que por su precariedad pueden, en cualquier
momento, perturbar gravemente su funcionamiento.
En lo que toca a la
vulnerabilidad frente a fenómenos de sequía, la Comisión afirma que se debe al
sesgo en favor de la energía hidráulica. Critica el hecho de buscar las
empresas del sector un menor costo (porque la generación hidráulica es más
barata) incurriendo en un mayor riesgo. Además se pone de presente que la mayor
capacidad instalada está concentrada en una sola cuenca hidrográfica.
Finalmente explica la razón de ser de algunos megaproyectos: "...este
patrón distorsionado de crecimiento del sector, respondió al esquema de
financiamiento del plan de expansión, en el cual las entidades multilaterales,
por la vía de la condicionalidad de los créditos, de tal forma, que las
empresas del sector eléctrico solo podían acceder a los recursos de créditos
para financiar los megaproyectos hidroeléctricos, no así a los proyectos
térmicos". (Informe, página 8).
Un problema conexo
con el anterior es el de la deficiencia de las señales que el modelo da a sus
empresas. Sin embargo en este aspecto el informe no se explaya y simplemente
presenta algunos ejemplos de incongruencia como es el de las térmicas de Chinú,
que se instalaron sin asegurarles previamente el suministro adecuado de
combustible.
La carencia de
reparación del parque térmico constituye una causa antes que un efecto. Al
igual que otros informes, se hace radicar su gravedad en el hecho de no estar
en plena producción al momento en que bajaban o se hicieron bajar los embalses.
Se calcula que al momento de que al momento de la crisis, no se pudo contar con
370 Mw de generación térmica.
Se encuentra que la
decisión de no dar mantenimiento a las térmicas, se originó en las empresas del
sector, y que el Gobierno nacional aprobó las partidas presupuestales para los
casos en que tenía injerencia en su reparación. Esta decisión de no reparar
tuvo su origen en una visión comercial equivocada. "Se concluye entonces,
que las reglas comerciales del sistema incentivaron a las empresas a aparentar
una mayor disponibilidad en sus plantas, con el propósito de efectuar menores
compras de largo plazo y mayores de corto plazo a menor costo. Este hecho, a su
vez, condujo a que las empresas no presupuestaran los recursos necesarios para
los mantenimientos mayores de las plantas, porque se suponía, pues así lo
habían manifestado comercialmente, que estarían disponibles. Como se diría en
el lenguaje coloquial, 'le cañaron' al país. Con raras excepciones, como el
caso Corelca, es evidente que estas acciones de mantenimiento no han sido
prioritarias para las empresas". (informe, págs 9 y 10).
Para la Honorable
Comisión Quinta, la operación de los embalses fue uno de los mayores
desaciertos del sistema. Sobre el peligro que encerraba un uso pródigo del agua
embalsada, afirma:
"Haber
permitido desocupar los embalses a partir de septiembre de 1991, en pleno
invierno, constituía una operación equivocada y riesgosa en cualquier año, pero
especialmente antes del verano de 1992. Con el bajo nivel de los embalses a
principio de año, 40%, y las térmicas fuera de servicio, con sólo repetirse el
verano de 1991 se habría producido el racionamiento. El fenómeno del Niño
agravó el problema. La subvaloración del costo de racionamiento en los modelos
de despacho económico trajo como consecuencia la sobreexplotación de los
embalses, particularmente durante los últimos meses del año de 1991, cuando
todavía existía disponibilidad de energía térmica". (Informe, pág 10).
El papel negativo
que jugó el costo de racionamiento lo presenta así el informe: "Si el
costo de racionamiento no se evalúa correctamente, dadas las diferencias entre
los costos de generación hidráulica frente a la generación térmica, resultará
siempre más atractiva la hipótesis de generación hidráulica, aún corriendo
riesgos altos de racionar". (ibid)
Sobre el influjo del
fenómeno conocido como El Niño, se señala: "Por otra parte, habiendo
tenido información oportuna sobre el incremento de las temperaturas en la zona
del océano pacífico, creemos que hubo falta de previsión en la toma de la
decisión de proteger oportunamente el nivel de los embalses, operando las
plantas térmicas disponibles e iniciando racionamientos graduales, lo cual
obligó a realizar un racionamiento, además de súbito, drástico a partir del mes
de marzo (Informe, págs 10 y 11, sin subrayas en el original).
Para concluir el
tratamiento sobre el deficiente manejo dados los embalses se puede transcribir
aquí la siguiente observación del informe: "Existe consenso en que un buen
manejo de los embalses, habría reducido el racionamiento en forma sensible, que
los analistas independientes calculan en un 40% pues el ahorro por este efecto
habría sido aproximadamente de 900 Gw/h". (pág 11 del informe).
11.-Informe Especial del Señor Ministro de
Minas y Energía, Doctor Juan Camilo Restrepo Salazar
El Magistrado
ponente en esta revisión constitucional solicitó al Ministro de Minas y Energía
le absolviera un cuestionario adicional, más centrado en el hecho sobreviniente
de la crisis y en sus aspectos estructurales. Sus respuestas (folios 437 a 447
del expediente) se refieren en primer término al sistema mismo y
particularmente al grado de cohesión que presenta.
Responde el señor
Ministro: "En el sector eléctrico hay que distinguir dos aspectos: uno, el
componente administrativo y financiero de cada empresa. Acá el sistema es
bastante descentralizado. Existen empresas del orden municipal, como es el caso
de la Empresa de Energía de Bogotá y las Empresas Públicas de Medellín. Existen
empresas del orden nacional, como CORELCA e ICEL, las cuales a su turno tienen
filiales del orden departamental. Existen empresas como la CVC, que teniendo un
marco de acción regional, depende del Departamento Nacional de Planeación".(informe
adicional Ministro de Minas y Energía, pág 1).
Este aparte muestra
la descentralización territorial del sistema. Como compensación, está el manejo
centralizado que el señor Ministro de Minas ubica en ISA: "Ahora bien,
desde el punto de vista operativo, el manejo del sistema tiene un grado
relativamente importante de cohesión en torno a ISA y al Comité Operativo del
sistema que lo conforman las empresas generadoras socias de ISA. Este comité de
operación se rige por un acuerdo reglamentario aprobado por la Junta Directiva
de ISA, y el sistema como conjunto, es coordinado por ISA. (...) "
(Respuesta del Ministro de Minas y Energía a oficio de mayo 28 de 1992, en
adelante, respuesta, págs 1 y 2, sin subrayas en el original).
El señor Ministro resume
así su posición sobre la cohesión del sistema: "Contestando en
consecuencia la primera pregunta, podemos decir que en cuanto a la parte
operativa se refiere, el sistema si tiene un grado importante de dirección
unificada y de cohesión". (Respuesta, pág 2)
Agrega el Ministro
que a partir de octubre de 1991, se creó el Comité directivo de operación, del
cual hacen parte únicamente las empresas socias de ISA, con la participación y
voto de esa entidad. Se trata de un foro que adopta decisiones con base en el
consentimiento unánime de sus miembros. En caso de existir desacuerdo, éste lo
desatará el Ministro de Minas y Energía. Nótese la existencia de diferentes
Comités: el Comité Operativo del sistema, y el Comité de Planeamiento que se
menciona a continuación: "(...) la entidad operadora del sistema es ISA,
la cual tiene como marco de referencia para esta operación los llamados
acuerdos reglamentarios. Hasta octubre de 1991, la Junta Directiva de ISA
trazaba las orientaciones generales de la operación con base en recomendaciones
técnicas que le proporcionaba el llamado 'Comité de Planeamiento'."
(ibid). Agrega el Ministro: "El sistema se operó durante 1991 con base en
acuerdos reglamentarios aprobados por el 'Comité de Planeamiento' y refrendados
por la Junta Directiva de ISA. A partir de octubre de 1991, varió el esquema al
crearse el Comité Directivo de Operación conformado exclusivamente por las
empresas de generación del sector, y en el cual entró a participar ISA con voz
y voto". (respuesta, pág 2).
Una vez dejó
establecido que ISA servía como instancia coordinadora del sector, el Ministro
pasa a tratar el tema de una posible debilidad de esa entidad que está en el
núcleo central del sector eléctrico colombiano:
"En primer
lugar debo observar que la situación financiera de la entidad no mostraba
anormalidades especiales, diferentes de las que en términos genéricos vienen
afectando al sector en la última década". (respuesta pág 3)
A renglón seguido el
Ministro explica un cambio fundamental en la estructura de capital de la
entidad: "Vale la pena anotar que a partir del mes de noviembre de 1991 el
Gobierno Nacional se subrogó en algunas de las obligaciones que tenían socios
de ISA para con esta sociedad, con lo cual la participación accionaria del
Gobierno Nacional de ser minoritaria pasó a ser mayoritaria a partir de
noviembre del año pasado. Como consecuencia de esta operación se procedió a
modificar los estatutos de ISA. Una de las modificaciones consistió en la
modalidad para la designación de su gerente, la cual hasta noviembre de 1991
incumbía a la Junta Directiva de ISA, y a partir de la reforma estatutaria pasó
a ser competencia del Presidente de la República". (Respuesta, pág 3)
Lo anterior en
cuanto a la estructura del sistema en crisis. Respecto del evento detonante de
esa crisis, de aquel hecho sin el cual aquella no se hubiera presentado una vez
ponderados los demás elementos que ayudaron a su gestación, dice el Doctor
Restrepo Salazar:
"A mi
entender el detonante que hizo ineludibles los racionamientos fue la hidrología
extremadamente crítica que se presentó entre enero y febrero de 1992. Este
factor se vió agravado por dos hechos adicionales y sobrevinientes que también
deben tenerse en cuenta:
"a. Los
conflictos laborales que se agudizaron a partir de noviembre de 1991, una de
cuyas características fue la operación de brazos caídos que redujo la capacidad
de generación de las plantas térmicas en este periodo crucial. En el cuadro
anexo 'Disponibilidad Térmica' se puede ver claramente como fue a partir de
noviembre de 1991, cuando las reducciones en la generación de energía térmica
se acentúan de manera más ostensible. Este fenómeno está claramente asociado a
los disturbios laborales, más que al defectuoso mantenimiento de las unidades
térmicas que es más bien un fenómeno crónico al paso que el laboral sobrevino
de manera inesperada; y
"b. Algunos
actos terroristas que se presentaron en este periodo haciendo aún más difícil
el manejo de la situación de suyo precaria, que se venía presentando".
(Respuesta, pág 7, sin negrillas en el original).
En la misma página,
el Ministro de Minas y Energía toca el tema del costo de racionamiento en
relación con la aguda escasez de agua y por consiguiente de energía a diciembre
de 1991: "A lo largo de 1991 se presentó una hidrología muy precaria, y esto
coincidió también con una operación defectuosa del sistema (por ejemplo, no
se vino a establecer el llamado costo económico del racionamiento, que hubiera
inducido una mayor generación térmica, sino hasta diciembre de 1991) e igualmente
hubo un funcionamiento defectuoso e insuficiente del parque térmico a todo lo
largo de 1991. Pero aún así, de no haberse presentado las razones que he
mencionado en el párrafo anterior, quizás se hubiera podido evitar los
racionamientos aunque hubiéramos de todas maneras estado muy cerca de
ellos". (Respuesta, pág 7, sin subrayas en el original).
Encuentra el Dr.
Restrepo Salazar, que las apreciaciones del experto Alberto Brugman coinciden
con las suyas: "Esta conclusión que estoy consignando ante la H. Corte
Constitucional es congruente con las apreciaciones a que llegó el doctor
Alberto Brugman en memorando de abril 29 de 1992 dirigido al Ministro de Minas
y Energía y titulado 'El racionamiento y la operación del sistema nacional
interconectado, Informe ISA, abril 1992', copia del cual les acompaño. En este
memorando el doctor Brugman llega a la conclusión - corriendo modelos
alternativos a aquel con que se venía operando el sistema - que aún habiendo
establecido un costo económico de racionamiento mayor desde comienzos de 1991,
y aún habiendo tenido hipotéticamente una mayor disponibilidad térmica, de
todas maneras se habría llegado a una situación de racionamiento en razón de
'la excesiva severidad de la sequía'..." (Respuesta, págs 7 y 8).
Concluye lo
siguiente el señor Ministro de Minas y Energía en cuanto a la que él cree es la
causa necesaria de la crisis: "Como conclusión, diría que la causa
inmediata del racionamiento, aquella sin la cual no se hubiera producido, fue
la calamitosa hidrología de los meses de enero y febrero que confluyó con
otros dos fenómenos inesperados sobre una situación que ya de por sí venía
siendo precaria: Estos dos hechos adicionales fueron: los conflictos laborales
que se agudizaron a partir de noviembre de 1991 y los atentados terroristas que
afectaron la posibilidad de transmisión de energía". (Respuesta, pág 8,
sin subrayas en el original).
El Ministro
distingue entre estos hechos, para él sobrevinientes, y fallas estructurales que
ameritan acciones decisivas pero no emergentes. Dice respecto de la
presentación al Congreso de la República de un proyecto de ley denominado
"Ley Eléctrica": "(...) donde se busca solucionar varias de las
deficiencias estructurales de las que de vieja data viene padeciendo el sector
eléctrico. Como es apenas natural, ninguna de estas soluciones a los problemas
de carácter estructural hacia los cuales apunta la ley, que continúa su trámite
ordinario en el Congreso, son objeto del Decreto 700 de 1992, el cual se
circunscribió, como era lo propio, a proveer mecanismos para desarrollar el
plan de emergencia y la creación del colchón de seguridad a que me he referido,
a fin de evitar la extensión de los efectos de la crisis actual en 1993".
(Respuesta, pág 9).
Este punto de una
posible extensión de la crisis a 1993 lleva al planteamiento de sus efectos
actuales y de sus posibles efectos perturbadores futuros. En cuanto a los
primeros, el doctor Restrepo Salazar manifiesta: "El costo de un
racionamiento de la magnitud del que se está teniendo que aplicar en este
momento (22% de la demanda) es supremamente alto para la economía del país.
Cálculos que se efectuaron hace algún tiempo mostraron que un racionamiento de
esta intensidad puede tener un costo para la economía en su conjunto del orden
de 45 millones de dólares por semana, lo cual en un periodo de un año
implicaría un costo de 2340 millones de dólares, en el evento de que fuera
necesario mantener durante 12 meses el racionamiento actual con la misma intensidad.
También como orden de magnitud para la ilustración de la H. Corte vale la pena
mencionar que según estudios econométricos elaborados por ISA, el kilovatio
racionado tiene un costo de oportunidad superior a los 2.000 pesos para la
pequeña y mediana industria y de más de 1.000 pesos para la gran industria todo
lo cual obviamente tiene efectos nocivos sobre el empleo y el crecimiento
económico". (Respuesta, págs 4 y 5).
También pone de
presente algunos efectos sociales negativos, tal y como lo hiciera en el primer
informe que el Gobierno Nacional rindió a esta Corte en relación a la actual
crisis energética. Dice el señor Ministro de Minas y Energía:
"Adicionalmente, en muchas ciudades, como por ejemplo Santafé de Bogotá,
el racionamiento abarca horas nocturnas e incluye el alumbrado público en
extensas zonas, lo cual puede contribuír a incrementar la criminalidad. De la
misma manera, se ha transtornado el tráfico vehicular por las interrupciones
prolongadas en el fluído eléctrico del sistema de semaforización, y se han
alterado seriamente las actividades de los centros educativos, en especial los
que tienen horarios nocturnos, quienes se han visto obligados a suspender las
clases o a trasladar sus jornadas a los sábados, domingos y festivos, con los
correspondientes perjuicios para los estudiantes". (Respuesta pág. 5)
Respecto de una
posible extensión de los efectos del racionamiento a pesar de las medidas
tomadas en el Decreto 700 de 1992, afirma: "Por esta razón, o sea, el
altísimo costo social y económico de un racionamiento, el gobierno está tomando
diversas medidas, gran parte de las cuales están bosquejadas en el decreto 700
del presente año, a fin de 'conjurar la crisis e impedir la extensión de sus
efectos'. Si no se toman, o si fuere imposible por restricciones legales o
presupuestales, la adopción de prontas medidas tendientes a conjurar la crisis,
sería a mi entender ineludible que los efectos de la misma se extendieran a
1993 en el evento de que tuvieramos nuevamente un año seco en 1992. Las medidas
que el gobierno constata que es apremiante poder tomar ahora apuntan
fundamentalmente a impedir la extensión de la crisis en 1993 dándole al país en
los próximos doce meses un colchón de seguridad de unos 600.000 a 800.000
kilovatios, que permitan recibir la temporada de verano del año entrante con
una nueva capacidad instalada tal que aún en el evento de un año seco en 1992,
como tiene trazas de hacerlo, podamos evitar los racionamientos en el año
entrante,..." (Respuesta, pág 5).
"Quiero
aprovechar para subrayar este punto con la mayor claridad y franqueza ante la
H. Corte Constitucional: si este colchón de 600 a 800 mil kilovatios nuevos en
capacidad de generación no pudieran generarse con celeridad durante los
próximos doce meses, y el segundo semestre de 1992 fuera nuevamente un periodo
de baja hidrología, muy difícilmente el país podría evitar que los efectos
traumáticos de la actual crisis energética no se extendiera a
1993".(Respuesta, pág 6)
12.- Informe del Gerente General de ISA, Jorge Bustamante Roldán.
Este documento (fls.
275 a 287 del expediente) recibido en la secretaría de esta Corte bajo el
número CG-92-06123 de fecha 2 de junio de 1992, tiene la importancia de
constituír la respuesta de la entidad que aglutina al sistema eléctrico
interconectado.
Sobre la capacidad
instalada del sistema para enfrentar la emergencia, se contesta: "Los
análisis de operación indican que dentro de los niveles de riesgo del sistema,
sí existía capacidad suficiente para atender la demanda estimada en el presente
año, aún si ocurriera la octogésima hidrología más baja en la presente estación
de verano, conocida en el argot como 'hidrología crítica'. Estos niveles de
riesgo están definidos de común acuerdo entre las empresas generadoras con la
aprobación de la Junta Directiva de ISA, autoridad donde tienen asiento los
Ministros de Minas y Energía, de Hacienda y Crédito Público y el Director del
Departamento Nacional de Planeación, todos en representación del Gobierno
Nacional". (Informe ISA, pág 2).
El riesgo a que hace
referencia el Doctor Bustamante se tomó en las siguientes condiciones:
"Señor Magistrado, a comienzos de diciembre de 1991 los embalses estaban
en el 54% de su capacidad. Estas reservas hídricas eran superiores a las
mínimas requeridas para atender la demanda en el verano 91-92 aún en
condiciones críticas, las cuales están definidas con base en los niveles de
riesgo con que se opera el sistema interconectado desde 1986." (pág. 2
informe ISA, sin subrayas en el original).
A renglón seguido, aclara
el Doctor Bustamante: Sin embargo, las hidrologías reales que se han
presentado están muy por debajo de los niveles críticos. Desde el punto de
vista hídrico, éste es el peor verano que se tiene registrado en el sector
eléctrico". (pág 2 informe ISA, sin negrillas en el original). Más
adelante reitera el doctor Bustamante, "Una de las principales causas de
la actual crisis energética es la gran reducción de los aportes hidrológicos a
promedios muy inferiores a los correspondientes al nivel de riesgo con que se
opera el sistema.
El verano de
diciembre/91 - abril/92 ha sido el más intenso en la historia del sector.
Además los aportes hidrológicos han sido los más bajos en los últimos 37
años".(Informe ISA, pág 8).
A semejanza de otros
conceptos, el informe de ISA le dá importancia a la situación de inoperancia de
las plantas térmicas. "Por limitaciones en la disponibilidad de las
plantas térmicas se dejaron de generar 809 Gwh en el periodo noviembre 91 -
abril/92. Debo decir, que esas limitaciones se presentaron, según CORELCA, por
retrasos en los mantenimientos de las plantas, debido en parte a
disminuciones presupuestales durante el gobierno pasado, por problemas en el
abastecimiento de combustible en algunas de dichas plantas y problemas de
índole laboral (...) En conclusión, parte del racionamiento se debe a las
limitaciones en la disponibilidad de las plantas térmicas. (informe ISA, pág.
3, con subrayas en el original).
Qué tan importante
es esa parte del racionamiento que se debe a las térmicas inactivas? El informe
no lo dice exactamente, pero en páginas 8 y 9 se afirma: "La baja
disponibilidad térmica que se explica por el aplazamiento de los programas de
mantenimiento de las plantas, hizo que la operación del parque térmico no
generara lo programado. La falta de disponibilidad operativa es una causa
importante del racionamiento actual.
De otra parte,
inconvenientes operacionales, sumados a la falta de recursos financieros y a
problemas laborales, explican el incumplimiento en los programas de
mantenimiento. Además, el mito del sobredimensionamiento del sector, es decir,
el exceso de la capacidad instalada frente a la demanda, inhibió por algunos
años adelantar una vigorosa política de recuperación de plantas térmicas en mal
estado y de poner en funcionamiento algunas de éstas que presentando un buen
estado carecían de posibilidad de funcionar por falta de combustible".
Sin embargo se
reconoce que la influencia negativa de este estado de cosas no era tal que hubiera
ocasionado o evitado el racionamiento: "Con el mantenimiento del parque
térmico y con la recuperación oportuna de las plantas que están fuera de
servicio, se habría podido reducir la intensidad del racionamiento, pero no
eliminar en su totalidad". (ISA, informe, pág 10).
Otro factor de
desarreglo institucional que se asocia con el balance entre el parque generador
hidráulico y el térmico es el del costo de racionamiento. Al respecto dice el
informe que se reseña: "Según el 'Acuerdo Reglamentario para la Planeación
de la Operación del Sistema Interconectado Nacional',los costos de
racionamiento para la operación del sistema, se determinaron hasta diciembre de
1991 con base en el cálculo de los ingresos que de las empresas distribuidoras
de energía dejaban de percibir en caso de racionamiento, y ascienden a $28.oo
Kwh racionado". (Informe ISA, pág 6, sin subrayas en el original).
Como se puede ver,
este informe es el que más destaca el motivo que llevó al sistema a mantener un
bajo costo de racionamiento. Sobre el punto, añade: "Para fijar estos
valores de los costos de racionamiento, se calculó la tarifa residencial más
alta en el país y la tarifa residencial promedio: además existía una
restricción según la cual el costo de racionamiento no podía ser inferior al
costo del recurso térmico más alto en el sistema.
Los costos de
racionamiento así obtenidos se aplicaban en la operación de mínimo costo del
sistema y a las transacciones entre empresas generadoras. Esta determinación de
los costos de racionamiento estaba relacionada con las tarifas residenciales en
todo el país (...) A partir de diciembre de 1991, la operación de 'mínimo
costo' se realiza con costos económicos de racionamiento, es decir, los
derivados de un estudio realizado en 1985 y actualizado a precios de 1991, el
cual tiene en cuenta el costo de oportunidad para los sectores residencial,
comercial,de la pequeña industria, y el de la gran industria, en otras
palabras, estos promedios reflejan los costos para los usuarios de no disponer
del servicio de electricidad. Es una función creciente que arranca de
$90.oo Kwh y asciende a $1.856.oo Kwh dependiendo del nivel de
racionamiento". (Informe ISA pág 6 y 7, sin subrayas en el original).
De otro lado, el
doctor Bustamante anotó sobre el problema del Guavio: "...los atrasos en
el Guavio se causaron principalmente por los problemas en la consecución de los
predios, pues obligaron a cambiar el programa de construcción afectando el
cronograma inicial de la obra." (Informe ISA pág 3). Estos atrasos llevaron
a un retraso total de cinco años y medio, que en su concepto fue nefasto para
la situación actual, pues, con sus propias palabras, "Con la
hidroeléctrica del Guavio en operación se habría evitado el racionamiento
actual. Con Riogrande II se atenuaría en un 30% aproximadamente, generando
durante el verano."
Se debe indicar que
la Hidroeléctrica del Guavio tiene una capacidad de generación de 5.200 Gwh
anuales; la de Rio grande II, de 1.400 Gwh año. El racionamiento desde marzo 2
hasta junio/92 se estima en 2.100 Gwh" (Informe ISA pág 5).
El atraso de estas
obras, en su concepto, es una expresión de la crisis financiera del sector.
También lo sería el atraso en el plan de recuperación de las térmicas, demora
sobre la cual no se explaya.
En cuanto a las
causas de esa crisis, Bustamante manifiesta: "Sin duda alguna, una de las
causas fundamentales de la crisis financiera del sector, son las altas tasas de
devaluación con las que las empresas se han visto obligadas a pagar. Como la
deuda en general esta contratada en dólares ha sido necesario desembolsar más
pesos para comprar la misma cantidad de dólares que van destinados a saldar el
servicio de la deuda con los prestamistas internacionales. Este ha sido el
caso, presentado en el año de 1985 en el cual hubo una devaluación del 51%,
mientras que la inflación, o en su efecto, los incrementos a las tarifas
estuvieron muy por debajo e inclusive fueron congeladas por varios años".
(Informe ISA, pág 4).
Otras razones de
peso de esa crisis financiera fueron las tarifas subsidiadas y el hecho de
estar financiando un crecimiento del sector, que no se materializó totalmente,
con fondos costosos de la banca internacional ( pág 7 del informe).
Bustamante termina
afirmando respecto de la influencia de lo financiero: "En conclusión,
algún peso de la crisis efectivamente le corresponde a éstos desfases
tarifarios, a las altas tasas de devaluación y, por lo tanto, a las
dificultades financieras de las empresas." (Informe ISA, pág 4).
Para el gerente de
ISA, la crisis actual es la confluencia de factores diversos antes que la
acción de un factor dominante. Al respecto afirma: "El referido hecho de
la naturaleza, sumado a la aguda crisis financiera por la que desde tiempo
atrás atraviesa el Sector Eléctrico Colombiano, la situación de orden público,
y otros hechos colaterales tales como : problemas laborales, de suministro de
combustibles, etc, nos obligan a decir que son una conjunción de circunstancias
que afectaron la prestación normal del servicio público de energía eléctrica."
(Informe ISA, pág 8).
Sobre la
inevitabilidad de la crisis, Bustamante opina que la gravedad de las
condiciones hidrológicas la hizo inevitable, y aclara que la mera recuperación
del parque térmico no hubiera solucionado la coyuntura.
Por último, en lo
que hace a los efectos, el informe es cauteloso en cuanto a su calificación y
se limita a decir:
"En resumen, se
puede afirmar que en las actuales circunstancias del país, de prolongarse el
racionamiento sin duda se afecta la economía nacional, sin entrar a calificar
los problemas de estabilidad política y coherencia social." (Informe ISA,
pág 12).
13.- Informe de la Comisión Evaluadora de
la Situación Eléctrica y sus perspectivas
En su informe final
(folios 635 a 662 del expediente),la Comisión empieza haciendo un juicio
severo:
"El
racionamiento actual hasta el mes de junio, es del orden de 2.400 Gwh; buena
parte de él habría podido evitarse si se hubiera actuado con previsión,
responsabilidad y sentido común." (pág 1 del informe).
La perspectiva que
tomó la Comisión, a diferencia de la que han adoptado la mayoría de las
entidades y expertos consultados, fue la de atribuirle la crisis a
disfuncionalidades del sistema eléctrico nacional antes que a un factor
extraordinario singular, como sería el caso de la inusual sequía, o a una
convergencia de factores deletéreos, como son el terrorismo, la presión de las
tasas de devaluación, problemas sindicales y otros por el estilo. Por esto la
apreciación de la comisión es fundamentalmente crítica.
Empieza atacando la
forma como se corrió el modelo de operación de ISA. Y sobre él afirma: "El
complejo modelo de operación del sistema interconectado desarrollado por ISA no
es el principal responsable de los errores, sino los equivocados parámetros con
que se corrió". (Pág 2 del informe).
Estos errores son
los culpables de al menos la mitad del racionamiento. La comisión que: "En
todos los casos se concluye que el racionamiento se hubiera reducido menos
en la mitad, de haberse utilizado parámetros racionales e información veraz
sobre disponibilidad de las térmicas. Obviamente, si además las térmicas
hubieran tenido buen mantenimiento, el racionamiento en el periodo de marzo a
junio se habría reducido aún más, y no habría excedido el veinte por ciento del
actual". (pág 1 informe Comisión, sin negrillas en el original).
Las deficiencias del
sistema de operación fueron las siguientes:
"- No
correlaciona las diferentes hidrologías. Subestima las probabilidades de
hidrologías bajas y altas.
- No entrega diferentes
señales de alarma. Las explicaciones de los técnicos de ISA, permiten concluir
que sólo cuando se cruzan las curvas de reservas hidráulicas con el nivel
crítico, y se requiere racionar, el modelo ordena tomar las medidas de
emergencia.
Veamos el caso que
nos ocupa: Un observador de las curvas de evolución de reservas hidráulicas en
el periodo de abril-diciembre de 1991, concluye que en abril de 1991, éstas son
un 13% inferiores al mínimo de 1990, y un 36% menores que el mínimo del 89. Si
bien este mínimo es superior al ocurrido en 1988, en dicho año existían altos
márgenes de seguridad. En septiembre de 1991 las reservas no se recuperaban y
eran 14% menores que en el 90 y 25% menores que en el 89; diciembre del 91
termina con reservas 34%, 31% y 35% inferiores a los años 90, 89 y 88
respectivamente. Cualquiera de estas diferencias equivale en GWH al actual
racionamiento.
En síntesis no
satisface la necesidad crucial de la Nación, de contar con un instrumento que
advierta oportunamente el riesgo de racionamiento y evite situaciones
dramáticas como la actual.
Por qué operó mal el
modelo?
Los parámetros
usados para 1991-1992 daban señales equivocadas:
1) Costos del KWH
racionado. El modelo usó, hasta diciembre de 1991, un costo de $ 28/KWH que
minimizaba el impacto económico del racionamiento. Este costo es muy inferior
al real para la economía.
Por una razón casi
inexplicable, el costo de racionamiento es inferior al costo adoptado para la
planeación de largo plazo. El BID -entidad que en algunas ocasiones cuestionó
el asignar costos elevados al racionamiento-, propuso, en la evaluación de la
reprogramación del Guavio de 1987, establecer en US$ 0.50/KWH el costo de la
energía racionada (aproximadamente $ 300/KWH de 1991).
En el Acta del
Comité de Planeación de ISA de enero 15 y 16 de 1991, consta la razón dada por
los socios de ISA (con excepción de EEPPM) para mantener subvaluado el costo de
'racionamiento'. Después de los análisis efectuados sobre el tema no se llegó a
un acuerdo pues todas las empresas socias, con excepción de EEPPM, consideran
que los valores utilizados son de por sí altos, teniendo en cuenta que el
racionamiento se realiza en los usuarios de más bajas tarifas. Por su parte la
CNE, DNP, MINMINAS y JNT, insistieron en la necesidad de hacer las
modificaciones pues los valores actuales no están acordes con una racionalidad
económica, produciendo un desestímulo a la inversión en generación.'
2) Reducción de
los parámetros críticos. El modelo se calibró para operación bajo riesgo de
tener una hidrología con el 80% de probabilidad de ser superada. Este parámetro
en épocas de holgura de capacidad de generación, no es de por sí alarmante. Lo
extraño es haberlo mantenido en 1991 cuando ya se conocía el retraso de la
central de Río Grande II, y cuando los atentados guerrilleros y la agitación
laboral daban señales inequívocas sobre la necesidad de extremar los
parámetros. Si a lo anterior se agrega la mala hidrología del 91, y la previsible
del 92, no se encuentra justificación. Con relación a 1992, debe mencionarse
que el fenómeno de El Niño era conocido en el segundo semestre de 1991, y de
acuerdo con la información de ISA, sólo en noviembre el HIMAT informó de este
hecho.
La posibilidad de
ocurrencia de verano de principios de año era altamente probable. El fenómeno
de El Niño, al cual se atribuye la severidad de la sequía no es un fenómeno
nuevo. Su registro histórico abarca más de 450 años. Según estudio del Dr.
Hernando Dueñas Jiménez, miembro de número de la Academia Colombiana de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales 'en 1990 se presentó un intento de El
Niño, el cual puso en alerta a la Comunidad Científica Internacional y desde
finales de 1990 se pronosticó con bases sólidas la presencia de El Niño, para
finales de 1991'. 'Se le apostó - continúa el Dr. Dueñas Jiménez - al invierno
de 1992 para esconder una crisis energética de grandes proporciones, pero se
apostó sin mayor conocimiento de causa, puesto que la información de los
últimos 52 años nos mostraba que El Niño aleja las lluvias en los Andes como
aleja la pesca en el Pacífico'.
Si bien en algunos
pocos casos el fenómeno de El Niño produce más lluvias que la pluviosidad
normal, en la mayor parte ocurre lo contrario. Es decir se apostó al invierno
cuya probabilidad de ocurrencia era inferior al 50%.
Otra deficiencia
grave del sistema radicó en lo que la Comisión calificó de "dolosa"
información sobre el estado de las plantas térmicas.
Encontró que el
modelo ordenó actuar a más baja capacidad térmica ( 590 Gw/h contra 633Gw/h) en
el segundo semestre de 1991. Así, a diciembre 1 de 1991 el sistema térmico
estaba en un 40 por ciento fuera de servicio; a doce de mayo de 1992, descendió
su capacidad efectiva en un 59 por ciento.
En relación con el
deficiente desempeño del parque térmico, la Comisión observó que lo grave
fue su parálisis entre agosto y diciembre de 1991, cuando los embalses habían
descendido. En ese periodo las plantas generaron únicamente 590 Gwh, y se dejaron
de producir 900 Gwh cuya disponibilidad en diciembre de 1991 habría reducido el
racionamiento actual en una tercera parte. (informe Comisión pág. 8).
En punto de la
crisis en el mantenimiento de las plantas térmicas, la Comisión se refirió a
los siguientes valores, de suyo significativos.
a. Capacidad térmica
teórica: 2.100 Mw
b. Capacidad térmica
efectiva: 1.835 Mw
c. Capacidad térmica
promedio: 1.137 Mw
d. Capacidad térmica
fuera de servicio: 368 Ww
Para la Comisión
efectivamente existió una falta de presupuesto en el origen de la situación de
inoperatividad que se describe, pero aclara que en buena medida se trató de
carencias presupuestales de las empresas, no atribuibles al Gobierno Nacional,
el que solo incluía en su presupuesto a Corelca e ICEL, a las cuales les
aprobó el 93 por ciento de lo solicitado para el periodo 1991-1992.
Concluye el informe
respecto del impacto que tuvo la situación de las térmicas: "Una idea de
lo que representaban los 368 MW fuera de servicio en el momento en que se
necesitaban, es la siguiente: Si las plantas térmicas hubieran operado al 75%
de su capacidad durante los meses de enero a junio de 1992, el racionamiento se
hubiera reducido a la mitad." ( informe Comisión, pág 11).
Otro elemento de
perturbación que la Comisión ubica en la raíz de esta crisis es el factor
laboral de las empresas del sector. Señala sobre esta materia: "La
ausencia de competencia en el sector ha propiciado la ineficiencia de las
empresas y un aumento desmedido en los gastos de funcionamiento: crecieron en
promedio, un 10% anual por encima de la inflación y se duplicaron en términos
reales, en menos de ocho años". (informe Comisión, pág 11).
"La
'generosidad' para atender las peticiones laborales, agrega el informe, de los
trabajadores olvidó que las relaciones industriales entre las empresas
monopólicas estratégicas y sus sindicatos exigen el más delicado y estricto
manejo, para precautelar el interés general". ( ibidem).
" Como
respuesta a esta generosidad y a partir de 1987, se intensificaron los actos de
sabotaje, en especial en las térmicas de la Costa Atlántica. Entre los meses de
diciembre de 1991 y abril de 1992, por causas laborales directas, se dejaron
fuera de servicio, en promedio 22.600 KW/mes. Aún más delicado ha sido el
efecto en el retraso de los mantenimientos programados". (informe
Comisión, pág 12).
El informe de la
Comisión muestra un problema crónico del sistema en lo que hace a la relación
obrero-patronal, la que se da en un ambiente enrarecido:
"El real
control de las empresas reside en una explosiva mezcla de administradores
políticos con afanes electorales, de enriquecimiento o mixtos y estilos
sindicales pasados de moda en todo el mundo. En muchas ocasiones las
administraciones ineficientes o corruptas con el fin de evitar fiscalización
por parte de los trabajadores (situación muy común en las empresas públicas)
optaron por ceder a sus pretensiones. Esto explica el alarmante crecimiento de
la burocracia y de los gastos administrativos de las empresas del sector, en
particular la E.E.B y las electrificadoras de Corelca e ICEL. En la práctica un
estilo perverso de privatización se ha apoderado de las empresas. Sus 'dueños'
(los poderes administrativos, sindicales y electorales), no invirtieron sus
capitales ni tomaron riesgos para hacerse al control de estos activos y
usufructuarlos en su propio beneficio". ( informe Comisión, págs 22,23).
La guerrilla y, los
efectos de su acción es otro de los factores determinantes de la crisis, según
la Comisión, pero ella no aporta muchos datos o argumentos sobre este extremo.
Bajo el título
"conclusión", el informe resume la visión de los males coyunturales
que desembocaron en la actual crisis de la prestación del servicio eléctrico:
"Es indispensable que la opinión pública conozca que la casi totalidad
del racionamiento hubiera podido ser evitado, con una mejor operación del
modelo, con una real disponibilidad de las plantas térmicas anunciadas, y sin
los actos de sabotaje laboral y guerrillero. La parte atribuíble a la
hidrología ( aproximadamente una quinta parte del racionamiento actual) también
se hubiera evitado si las plantas térmicas que han debido operar en la
emergencia hubieran tenido mantenimiento." (informe Comisión pág 12 y
13 sin negrillas en el original).
Esta conclusión
lleva a la Comisión a tratar el tema de la responsabilidad: "Es pertinente
enfatizar que todas las que se han dado en llamar 'causas estructurales' eran
conocidas plenamente, y por tanto no pueden ser alegadas como excusa a la
coyuntura. La energía es un bien no transable en el corto plazo. Si se
acaba, no puede ser importada de inmediato como otros bienes y servicios. Su
importancia y su verdadero costo económico, político y social, son hoy una
vívida realidad." (informe Comisión pág 15, sin negrillas en el
original).
En síntesis, la
Comisión encontró que el colapso en la prestación del servicio eléctrico se
debió fundamentalmente a errores en la aplicación del modelo operativo de ISA,
que llevaron a una situación de desembalse por debajo de los niveles críticos,
situación que no hubiera tenido repercusiones decisivas en la implantación de
un racionamiento si el parque térmico no hubiera estado en una situación de
agravada inoperatividad. A esta conjunción de factores negativos se sumaron la
acción de la guerrilla, el sabotaje laboral y, en un porcentaje que la Comisión
ha señalado en un 20 por ciento, estaría cifrada la contribución del factor
puramente hídrico. Esto en cuanto a los factores coyunturales o "causas inmediatas
del racionamiento" como las denomina la Comisión. Siguiendo el hilo del
informe, se reseña ahora lo encontrado por la Comisión en el ámbito de lo
sistémico.
Encuentra la
Comisión, en primer término, ineficiencia administrativa e impunidad. También
está presente en la debilitación del sector eléctrico, lo que la Comisión ha
denominado la complejidad institucional del sistema, sobre la cual
afirma: "La múltiple participación de entidades de todo orden en la
operación del sector, lejos de lograr una coordinación adecuada del mismo,
propició un esquema de responsabilidad diluída con la posibilidad de vetos
individuales. Es importante mencionar que en el planeamiento del mediano y
largo plazo, es necesario la participación de los organismos del orden nacional.
Lo que es inaudito es su participación en la operación día a día y, más aún, en
las decisiones de mantenimiento.
El sector eléctrico
colombiano es un monopolio estatal de la peor especie, con rasgos de
oligopolio, que se colude para unos efectos, y se hace fraude para otros.
Carece de dolientes que se ocupen de proteger la eficiencia microeconómica de
cada empresa, y de un claro responsable nacional para velar por el
permanente suministro de energía a la sociedad civil." (informe
Comisión, pág 17 sin negrillas en el original).
Otras debilidades
estructurales, identificadas en el informe e igualmente mencionadas por los
expertos invitados a colaborar en este proceso, son la devaluación de 1985 que
debilitó el peso frente al dólar y la devaluación del dólar respecto de otras
divisas, lo que terminó por debilitar los términos de intercambio y hacer más
oneroso el pago de la deuda; la congelación y la reducción de tarifas,
originadas en un manejo populista del tema que, adicionalmente, impide incrementarlas
si el público percibe corrupción y privilegios sindicales excesivos en el
manejo del sector.
"Los costos
laborales, - afirma la Comisión - la innecesaria duplicidad de funciones entre
empresas del sector, las costosísimas convenciones colectivas, que han elevado
los niveles prestacionales por encima del 200% en algunos casos, la
burocratización con intereses electorales, son algunas de las causas que
también inciden en la constante crisis de las finanzas del sector".
(informe Comisión, pág 20).
Más adelante el
informe cuantifica este crecimiento desmesurado: "Crítica es la situación
administrativa de las electrificadoras filiales del ICEL y Corelca. Estas
empresas enrolaron 2.800 personas, en el periodo 1985-1990, lo que representa
el 25% de su planta de trabajadores. En las empresas del ICEL, los gastos de
funcionamiento crecieron al 37.5 anual, más de 12 puntos por encima de la
inflación. Puesto que el aumento en los gastos de funcionamiento absorbió sus
ingresos en forma creciente, los resultados financieros se deterioraron
constantemente. Esta situación se agudizó en 1990, cuando el crecimiento
nominal de los servicios personales fue del 51% y el de los gastos generales
46%. En este año los gastos operativos superaron los ingresos."
(págs 20,21 del informe de la Comisión sin negrillas en el original). Como
consecuencia de lo anterior, "Los gastos de funcionamiento de las matrices
ICEL y Corelca crecieron 40% y 26% respectivamente durante el periodo anotado.
Los ingresos corrientes sólo cubrieron un 75% de los gastos en ICEL y un 86% en
Corelca". (ibidem).
La Comisión señala
en estas cifras el defecto estructural consistente en un crecimiento
desordenado de la parte orgánica de las empresas, que rebasa la capacidad
generadora de utilidades, fuente y medida de todo crecimiento. Esto lo hace
patente al advertir: "Es bueno mencionar que en un estudio publicado en
1983 por la Contraloría General de la República se concluía que los costos
administrativos de las diferentes empresas en el periodo 1974 - 1983, cuando se
comparaban con otras empresas del sector público crecían en forma razonable. Se
advertía, en ese mismo estudio que no podía afirmarse lo mismo de algunas de
las electrificadoras como el ICEL y Corelca, cuyo crecimiento laboral, era
superior en términos reales, a cualquier aumento de producción. (...)"
(informe Comisión, pág 21).
La preferencia por
megaproyectos es una característica constante de la debilidad estructural, en
el sentir de la Comisión. Estos grandes proyectos, que generan contratos
igualmente cuantiosos, tienen por resultado la concentración de beneficios, la
dispersión de responsabilidades y la distribución de costos entre toda la
comunidad.
Este énfasis en los
megaproyectos trasluce una preferencia por la construcción de nuevas
hidroeléctricas, en contraste con la baja prioridad dada al mantenimiento de lo
construído.
Menciona el informe
el estudio que hiciera la Procuraduría General sobre el Guavio, en el cual se
tratan aspectos técnicos y administrativos, pero se abstiene de identificar las
conductas personales negligentes.
La Comisión,
refiriéndose al papel que jugó el atraso de tales obras en la crisis actual
afirma: "Es obvio que de haber estado en operación a finales de 1991 los
proyectos de Guavio y Río Grande II el racionamiento no se hubiera presentado.
Sin embargo desde 1987 se sabía que el proyecto del Guavio no entraría con
anterioridad al segundo semestre de 1992". (informe Comisión, pág 25).
El texto citado
muestra la posición del informe en comento sobre el tema de la dimensión del
sector eléctrico; ésta debe ser variable, de acuerdo con el volumen de la
demanda, lo que exige un alto grado de previsión y planeación. A esta
conclusión llega el informe cuando dice:
"El sector más
que sobre o subdimensionado está subadministrado. El concepto de
dimensionamiento es dinámico. Si en 1987 eran claros los excesos de capacidad
de generación y de potencia, éstos se iban agotando por el normal crecimiento
de la demanda. En dicho año, al reprogramar la entrada del Guavio para 1992, se
advertía que 1993 podía ser crítico; para 1992 no se preveía una situación
difícil, pues estaría operando Río Grande II. Lo inexplicable, es que en 1990
ya se tenía certeza del atraso de Río Grande II y las medidas de emergencia se
limitaron a acelerar la interconexión con Venezuela que sólo entraría a finales
de 1992." (págs 26, 27 informe Comisión).
14.-Informe del Instituto Colombiano de
Energía Eléctrica ICEL
El Director General
del ICEL, Dr Francisco Estupiñán Heredia, contestó oportunamente el
cuestionario formulado por esta Corte. Los principales aspectos de su respuesta
(folios 267 a 274 del expediente) son los siguientes:
Recuerda que el
sistema tiene una capacidad instalada de 8.774 MW que corresponden a una
potencia en firme de 38.000 Gw/h. Esta capacidad del sistema sirve para atender
la demanda potencial ordinaria: 6.400 MW de potencia y 36.000 Gw/h de energía.
Sin embargo la
disponibilidad energética se vió reducida drásticamente por los menores aportes
del componente hidráulico y por la falta de disponibilidad del térmico. Al
respecto dice el informe: "No obstante, la disponibilidad energética con
que contaba el sistema se vió drásticamente disminuída por efecto de los
menores aportes hidrológicos y la indisponibilidad de unidades térmicas, lo
que originó el racionamiento actual".( Informe ICEL, pág 2, sin
subrayas en el original)
Los embalses, con
una capacidad teórica de 11.800 Gw/h, la que se reduce a una capacidad probada
de 9.000 Gw/h, se encontraban notoriamente mermados al comenzar el invierno de
1991, alcanzando únicamente un nivel del 54% a finales de esa estación
(noviembre 1991). Esto significó que los embalses llegaron al momento de
vulnerabilidad, (1 de diciembre de 1991), con solo 6.334 Gw/h embalsados.
Para el Director del
ICEL, la crisis financiera del sector es el "trasfondo" de la actual
coyuntura. Nótese que este mismo concepto de los problemas financieros como
horizonte del actual racionamiento, se encuentra en el escrito de Guillermo
Perry Rubio quien califica a la crisis financiera como el "telón de
fondo".
El informe del ICEL
menciona los factores determinantes de los desarreglos financieros:
a. Las tarifas por
debajo de costo;
b. La devaluación
masiva (51%) en 1985 que modificó el servicio de la deuda al hacerla mucho más
onerosa;
c. La iliquidez
crónica del sistema que tuvo un doble efecto negativo: bloqueó las fuentes de
financiamiento, e inhibió a las empresas para realizar nuevas inversiones.
d. El excesivo nivel
de endeudamiento, que absorbe todos los ingresos para el pago de la deuda y
obliga a la contratación de nuevos empréstitos;
e. El recorte de
inversiones estatales;
f. La onerosidad de
las refinanciaciones de créditos de la FEN
g. Las altas tarifas
de nacionalización de maquinaria y repuestos.
El tema de Guavio y
Río Grande II es importante en la respuesta del ICEL; empieza por explicar que
Guavio generará 5.200 Gw/h al año y Río Grande II 1.400. Dado el racionamiento
actual, que hasta mayo 10 era de 1.235 Gw/h, "La operación de una sola de
las unidades del Guavio hubiera evitado el racionamiento" (pág 5 respuesta
del ICEL).
Sobre el costo de
racionamiento el Dr. Estupiñán Heredia da la siguiente versión: "Los
'costos de racionamiento' utilizados en la operación del sistema, no corresponden
realmente al concepto como tal. Al fijar el 'costo de racionamiento' en
$28Kw/h, a mediados de 1991, se estaba hablando de un costo de operación de
corto plazo pero no del costo de racionamiento real.
La variable costo de
racionamiento, viene siendo utilizada en los modelos de expansión del sistema.
Es decir, se definen y determinan los proyectos requeridos para abastecer la
demanda de energía futura, tomando en cuenta el costo que implicaría un
racionamiento en los diferentes sectores de actividad económica.
No obstante, la
operación de corto plazo del sistema no está considerando el costo real de
racionar. Simplemente evalúa y minimiza el costo de operación para el sistema:
Compara opciones alternativas de generar con agua o con combustibles, de
acuerdo al costo de oportunidad de estos dos recursos." ( pág. 6 respuesta
del ICEL).
En el informe del
ICEL se ofrece una versión nueva del caso fortuito o fuerza mayor que pudo
haber actuado en esta situación excepcional. Se trataría de la coincidencia de
todos los factores de crisis. En un sentido parecido, se pronunció la Comisión
Evaluadora de la Situación Eléctrica, sólo que en su informe no considera como
caso fortuito o fuerza mayor a ese conjunto de eventos, sino a la causa
genérica de la crisis. El señor gerente de ICEL afirmó: "El aspecto
fortuito de la crisis actual, se relaciona con la confluencia de todos los
factores ya expuestos de manera simultánea. La suma de los aspectos
meteorológicos, los atentados guerrilleros, los problemas laborales, la
situación financiera y la falta de validación del modelo empleado, se aunaron
para desencadenar la crisis". (respuesta ICEL pág 7, sin negrillas en
el original).
El modelo de
funcionamiento del sistema le merece críticas de fondo:
a. Por primera vez
actuó bajo condiciones críticas y falló;
b. Las decisiones se
tomaban en comités integrados por las empresas clientes del sistema. Esto sin
duda le restaba objetividad a las decisiones.
c. Los gastos de
mantenimiento fueron recortados con motivo de la crisis financiera
prevaleciente en el sector;
d. El atraso en la
obra del Guavio no permitió contar con excedentes de energía.
En cuanto al
congelamiento de los proyectos que hubieran podido ayudar en esta crisis,
afirma el informe: "De haberse conservado el plan de expansión original,
desestimando el comportamiento recesivo de la demanda en los últimos años, se
habría evitado el racionamiento.
Debe tenerse en
cuenta, que de haberse dado la inversión inicialmente prevista, el sector
eléctrico hubiera continuado absorbiendo la mayor parte de la inversión
pública, en detrimento de otros sectores de la economía. Situación ampliamente
cuestionada a nivel nacional, pero que evitó durante la década de los 80's el
racionamiento". (Informe ICEL, pág 8).
Finalmente, en lo
que hace a la previsibilidad de la crisis y a su prolongación, encuentra el
Director del ICEL que era un evento previsible, pero que la época en que
ocurriría no lo era: "Todas las consideraciones y situaciones expuestas
anteriormente, hacían prever la crisis del sector. Lo que no podía estimarse
era el cuándo o el cómo sucedería".(respuesta ICEL. pág.8 sin
negrillas en el original).
15.-Respuesta del Doctor Eugenio Carvajal,
Director General de la Corporación Autónoma Regional del Cauca
En escrito de mayo
27 de 1992 (folios 413 a 420 del expediente), el Director General de CVC
contestó a esta Corporación así:
En lo relativo a la
capacidad instalada, recuerda que el país al principio de 1992, tenía
suficiente capacidad para atender la demanda en un momento dado (potencia) pero
no la tenía para mantenerla continuamente (energía). Sobre los embalses afirma
simplemente que estaban en un 52.8% de su capacidad, y aporta en el anexo de su
escrito un cuadro ilustrativo de su composición.
En cuanto a las
termoeléctricas afirma escuetamente que no pudieron generar por tres motivos:
a) aplazamiento de reparaciones mayores, b) razones puramente técnicas, c)
agitación laboral.
La crisis financiera
en su concepto es un hecho crónico que viene desde hace 10 años sin solución
real, y que como se ha dicho reiteradamente en informes y conceptos aquí
allegados, ha conducido, a aplazamientos de los planes de mantenimiento y expansión.
En lo tocante a El
Guavio y Río Grande II asevera que con su entrada en operación se hubiera
evitado el racionamiento, siendo de las dos centrales la más efectiva para esos
fines, la del Guavio. En cuanto al factor de perturbación que constituye un
costo de racionamiento inadecuado, afirma: "El costo de racionamiento se
obtiene a partir de los costos unitarios a precios de Diciembre de 1991 para
los distintos sectores demandantes de la energía, esto es: sector residencial, comercial,
servicios y el sector industrial. Este costo que a Diciembre de 1991 tenía un
valor de 28 pesos por Kw/h en lugar de aproximadamente 100 pesos Kw/h,
implicaba que en caso de producirse un racionamiento se efectuaría
fundamentalmente para el sector residencial y trajo como consecuencia que el
modelo no explotase más ampliamente la generación térmica y desembalses en
mayor proporción los embalses." (pág 3 respuesta de CVC).
Entre las causas
profundas de la crisis financiera, menciona las siguientes:
a. La falta de
concordancia entre los ingresos y los egresos del sector;
b. El crecimiento de
la cobertura del servicio de energía eléctrica, que pasó de un 40% en 1970 a un
80% en 1990;
c. La doble
devaluación de la deuda del sector y la congelación de tarifas;
d. La necesidad de
créditos adicionales, siempre más onerosos.
Considera que el
caso fortuito o fuerza mayor presente en esta situación de emergencia fue sin
duda alguna el comportamiento hidrológico anormal. Estima igualmente que la
congelación de proyectos no hubiera tenido incidencia negativa si no se
hubieran retrasado las obras de Guavio y Río Grande II, las que en su criterio,
eran la condición necesaria para evitar el racionamiento.
A su juicio el
presente racionamiento puede prolongarse durante el segundo semestre, cobijando
un porcentaje de la demanda que oscila entre el 10 y el 15%. Encuentra que los
factores climáticos sí fueron decisivos, dado que el comportamiento hídrico ha
sido el más severo en cuarenta años a pesar de que el fenómeno de El Niño no
tiene efectos concluyentes ni mayor posibilidad de ser pronosticado.
16.- Respuesta de las Empresas Públicas de
Medellín.
El Doctor Tomás
Elejalde Jaramillo, Gerente General encargado de las empresas públicas de
Medellín (EPM), envió el 9 de junio de 1992 su respuesta (folios 423-436 del
expediente) al cuestionario que le formulara esta Corporación.
Como los demás
informes, distingue entre potencia y energía; considera que para 1992 la
demanda de energía, que él estima en 37.072 Gw/h pudo atenderse si se hubieran
dado los siguientes supuestos:
a. Disponibilidad de
las plantas térmicas;
b. Ausencia de
factores externos como los atentados guerrilleros y sabotaje sindical.
Los embalses, en su
concepto, estaban al iniciarse el verano, en un 53.8% de su capacidad. En este
aspecto cabe anotar que otros informes hablan del 54% y el de la CVC de un
52.8%.
Estos embalses, al
inicio del verano, deberían tener reservas mínimas para: a. satisfacer la
demanda todo el verano; b. en condiciones hidrológicas críticas y con
disponibilidad térmica.
Este último aspecto
es tratado por el informe a pesar de no tener las EPM térmicas bajo su control.
Afirma que la inoperancia de las térmicas se debió a los siguientes factores:
a: insuficiencia en el suministro de combustible, fundamentalmente carbón y
gas; b. problemas laborales; c. deficiente programa de mantenimiento.
Sobre el costo de
racionamiento expresa lo siguiente: "El costo de racionamiento es el valor
asignado a la energía no suministrada a los consumidores y es utilizado como
información de entrada al modelo de planeamiento de la operación, para que se
realice una utilización prudente de los embalses y se disminuya así el riesgo
de racionar el servicio. Hasta diciembre de 1991, el costo de racionamiento era
calculado con base en la tarifa residencial promedia de todas las
electrificadoras del sistema interconectado nacional". (Informe EPM pág 7)
Sobre la existencia
de hechos imprevisibles, reconoce tres categorías: la baja hidrología, los
atentados guerrilleros y el incremento en la demanda. Su explicación sobre los
dos primeros tipos de fuerza mayor sigue las líneas de lo expresado en otras
respuestas. El incremento en la demanda, en cambio, es un concepto original que
el expresa así: "Otra causa imprevisible de la actual crisis, es el
incremento en la demanda de energía del sistema nacional para el periodo
comprendido entre mayo de 1991 y febrero de 1992 en 407 Gw/h respecto a la
demanda esperada para el mismo periodo. Este incremento representa 0.2 veces el
racionamiento presentado en el periodo marzo-mayo de 1992. En cuanto al mercado
de las Empresas Públicas de Medellín su demanda fue ligeramente inferior a la
esperada para el periodo mencionado". (pág 10 respuesta de las EPM).
Al ser interrogado
sobre la inevitabilidad y la eventual prolongación de la crisis, respondió:
"La actual crisis eléctrica es el resultado de múltiples causas, unas de
tipo estructural o de largo plazo y otras coyunturales o de corto plazo. Las
primeras, derivadas de la crisis financiera e institucional de más de una
década del Sector, se traducen en los retrasos en la entrada en operación de
los proyectos de generación Guavio y Riogrande II, en las limitaciones de
inversión que, buscando un alivio financiero para el Sector, han impedido
llevar a cabo los programas de mantenimiento, de recuperación de unidades,
garantizar un suministro confiable y oportuno de combustibles y pagar las
cuentas de energía. Entre las segundas se destacan la disminución de los
aportes hidrológicos a los embalses, debido al escaso régimen de lluvias de los
últimos 18 meses; los problemas laborales, especialmente en aquellos sistemas
que operan plantas térmicas; y la proliferación de atentados terroristas contra
el sistema de transmisión durante el ultimo año, que impidió al sistema
aprovecharse de la complementariedad hidrológica que existe entre las
diferentes regiones del país.
Las causas
coyunturales tienen un gran peso dentro de la crisis actual y debido a su
naturaleza son difíciles de predecir, esto es, no se puede planear la operación
del sistema eléctrico nacional para situaciones en las cuales confluyen
factores que no son frecuentes, como por ejemplo que se haya presentado la
sequía más fuerte de los últimos 37 años. Para el planeamiento se preven
situaciones de riesgo pero no condiciones extremas. Por ello, es difícil
tomar medidas de alivio con el fin de solucionar o atenuar las causas antes
descritas de donde se concluye que el actual racionamiento era inevitable".
(pág 11,12 respuesta de las EPM, sin negrillas en el original).
En lo que atañe a la
duración futura del racionamiento, el autor de este informe considera que
podría prolongarse hasta mediados del próximo año.
Finalmente hay que
destacar en este informe la respuesta atinente al impacto sobre la economía y
la sociedad". "Aunque ya el costo social y político y el deterioro
de la imagen del gobierno han sido significativos, en caso de que las cuotas de
racionamiento fueran superiores a las actuales, se haría necesario afectar por
cortes de energía obligatorios a la gran industria, lo cual pondría en peligro
a la economía del país y la estabilidad política del mismo, con sus
consecuencias sociales". (pág 14 respuesta de las EPM sin negrillas en
el original)
17.- Concepto del Doctor Alberto Brugman
Miramón para la Comisión Nacional de Energía
El Secretario
Jurídico de la Presidencia de la República, Doctor Luis Fernando Uribe
Restrepo, envió a la Corte Constitucional el estudio que rindió el experto,
Alberto Brugman Miramón a la Comisión Nacional de Energía (folios 400 a 412
del expediente).
El Doctor Brugman
comienza su estudio recordando la existencia de precedentes de la actual
crisis. En efecto, se presentaron racionamientos severos en los años de 1976-
1977 y en los años de 1980-1981.
El racionamiento
1976-1977, como el actual, tuvo su origen en una fuerte sequía que afectó al
occidente colombiano, en el atraso en la construcción de Chivor I y en la
demora en llenar el embalse de El Peñol, esto último por motivos de índole
social. A los anteriores factores se añadió una emergencia técnica de la CHEC
consistente en la reducción de su capacidad de generación eléctrica en un 85%.
Como se puede apreciar, las similaridades con la situación actual son grandes.
El racionamiento
1980-1981 tuvo su origen en un incendio de la Central de San Francisco, al que
le siguió el retraso en la construcción de Chivor II y de San Carlos I, y el
descenso en las reservas hidráulicas de regulación multianual.
El Doctor Brugman
hace también una exposición del desarrollo histórico del sistema actual.
Explica cómo a junio de 1981 se planeó una expansión del parque generador de
electricidad consistente en la construcción de tres térmicas adicionales, de
seis hidroeléctricas nuevas entre ellas Riogrande II, todo ello con fundamento
en un estimativo del crecimiento de la demanda igual a un 9.0%.
Este plan sufrió
revisiones sucesivas, como la de mayo de 1983, que incluyó dentro del sistema a
las centrales de Urrá I y II, Playas, Betania y El Guavio. Todo esto al tiempo
que la demanda se disminuía a un 7.9% en su crecimiento anual. En noviembre de
1984 se produjo una nueva revisión ante el hecho de un crecimiento aún más
reducido (6.5%)
El experto señala
que en el año de 1987 se pusieron en funcionamiento 2.050 MW que equivalían en
ese momento al 24% de la capacidad instalada del sistema (8.688 MW), y al 38%
de la demanda pico para ese año (5.443 MW). Todo lo anterior llevó a un exceso
de la oferta frente a la demanda, lo que hizo pensar en que solo se necesitaría
un nuevo proyecto adicional hasta 1996, teniendo en cuenta que Riogrande II,
con 322 MW proyectados y El Guavio, con 1.000 MW proyectados, estaban en
avanzado estado de terminación.
Ya en lo relativo al
sistema y su crisis, el Doctor Brugman Miramón analiza el mantenimiento del
sistema, y afirma: "Un aspecto crucial para garantizar la operación del
sistema de generación es el de mantenimiento de las plantas, especialmente las
térmicas." (estudio Brugman pág 4).
" Desde 1987 se
han hecho esfuerzos por recuperar el nivel de mantenimiento y de disponibilidad
de las centrales (v.g. el Programa de Recuperación de Unidades de CORELCA) pero
ello no ha resultado satisfactorio debido a tres razones principales:
i) Por problemas
laborales (el caso más crítico se presentó en el mes de Octubre de 1987 en la
Costa cuando por problemas laborales la disponibilidad promedio de capacidad en
esta región se bajó al 30.2%; asimismo, por ejemplo, en diciembre de 1991 no
fue posible realizar el mantenimiento programado de la unidad 2 de
TermoBarranquilla por problemas laborales),
ii) Por problemas de
orden público (por motivos de atentados dinamiteros a las líneas de transmisión
el sistema se ha visto limitado en la posibilidad para aumentar la generación
térmica en la Costa y en el Nordeste con destino a los sistemas del interior,
estas situaciones han originado inconvenientes desembalsamientos), y
iii) Por problemas
financieros (el desarrollo del programa de recuperación de unidades de CORELCA
y la recuperación de las térmicas de la EEB se han visto afectados por
problemas presupuestales en estas empresas)." (informe Brugman, pág 4 ).
La operación del
sistema en el año de 1991 fue deficiente como lo constata el experto al señalar
que a comienzos del verano 1991 (diciembre 1º), existían 6.334 GWH almacenados
en los embalses, que equivalían a un 54% del total de capacidad embalsada. El
experto encuentra que "(...) Esta situación se compara desfavorablemente
con los niveles de almacenamiento superiores a los 8.200 GWH que se tuvieron al
comienzo de los tres veranos anteriores" (informe Brugman pág 4).
Paralelamente, la
generación térmica anual fue de 7.601 GWH, fluctuando entre 542 y 688 GWH/mes,
entre enero y noviembre, incrementándose en el mes de diciembre hasta 804
GWH/mes (sin duda como respuesta a la crisis inminente).
El estudio destaca
el manejo que se le dió a los principales embalses de regulación multianual:
"Los embalses de El Peñol y Agregado de Bogotá de regulación multianual,
se operaron reduciendo progresivamente el almacenamiento en el primero del 94%
de su capacidad hasta el 41% y manteniendo el almacenamiento en el segundo en
un 43%, para comenzar el verano".( informe Brugman pág 5).
El experto
identifica estas últimas reducciones como decisivas en la gestación del
racionamiento:
"Un ejercicio
'ex post' de la operación ideal de los embalses de El Peñol y del Agregado de
Bogotá, sugiere que con dicha generación térmica adicional y mediante el
aprovechamiento parcial de los vertimientos, que se habrían podido colocar en
la curva de carga con el fin de reducir desembalsamientos, el nivel de
almacenamiento máximo potencial que se hubiera podido tener a comienzos del
presente verano habría podido incrementar de los 6334 GWH a 8175 GWH, o sea
1841 GWH superior, (...).
En el caso de haber
contado con estas reservas adicionales muy posiblemente se habrían podido
sortear la mayor parte de los niveles de racionamiento en la demanda de energía
del 5% en Marzo, 25% en Abril y 20% en Mayo (equivalentes a unos 1500 GWH que
en definitiva podrían verse incrementados hasta los 2000 GWH en Junio); sin
embargo, en un sistema eminentemente hidroeléctrico como el nuestro, la
consideración de la incertidumbre hidrológica no permite llegar económicamente,
en términos de valor esperado para su operación real, a las condiciones ideales
de operación 'ex post', al menos en su dimensión total. Para analizar que
tan factible habría sido la obtención de condiciones menos severas de racionamiento
resulta preciso examinar el proceso de planeamiento y de gestión de la
operación, los posibles ajustes que habrían podido introducirse en ellos en el
pasado y el efecto que éstos habrían tenido en la operación hidrotérmica,(...)
". (informe Brugman, pág 6 sin negrillas en el original).
El Doctor Brugman
maneja un modelo "ex post" donde se juega con los factores
"costo de racionamiento" y "mayor disponibilidad térmica".
Entre las diferentes opciones que presenta se destaca aquella que hubiera sido
la mejor situación ante la emergencia energética en 1991: un factor de
racionamiento alto aunado a una mayor disponibilidad térmica. El resultado es
el siguiente: " 4) Finalmente se consideró un cuarto caso, con el efecto
combinado de una mayor disponibilidad térmica y un costo de racionamiento alto.
Tal situación hubiera conducido a niveles más bajos del racionamiento, del
orden máximo del 8.6% de la demanda mensual y de 450 GWH en total. Este cuarto
caso muestra que la excesiva reducción de los caudales que se presentó durante
el último invierno (Mayo/91 a Abril/92) habría conducido inevitablemente a
racionamientos, auncuando mucho menos severos." (informe Brugman pág 8).
"Los
racionamientos inevitables - prosigue el experto - se habrían explicado por las
condiciones inherentes a la confiabilidad del 95 % para el suministro de
energía en la cual se ha basado la expansión de nuestro sistema (parámetro que
actualmente se ha reducido al 91 %) y al hecho de que los significativos
menores caudales históricos recientes (que tienen baja probabilidad de
ocurrencia) se hayan presentado en una época en la cual la oferta nacional de
la generación garantizable de energía eléctrica (con el 95% de confiabilidad)
se acercaba a la demanda que venía creciendo a una tasa promedio del 4.5%
anual.
Para efecto de
comparar con los resultados de los análisis 'ex post' realizados por ISA se
efectuó una simulación con un nivel intermedio en los parámetros de costo de
racionamiento (curva baja de la figura) cuyos resultados muestran que, en el
Caso 2, el mayor nivel de almacenamiento se hubiera reducido de los 890 GWH a
los 490 GWH. Asimismo, si se realiza dicho análisis considerando una mayor
disponibilidad térmica 'esperada' para el verano con relación a la que
efectivamente se presentó (como consideran los análisis de ISA y como
efectivamente sucedió) los mayores niveles de almacenamiento hubiesen sido de
620 GWH (para la curva alta de costo de racionamiento) y 250 GWH (para la curva
baja). Este último valor resulta mayor a los 100 GWH estimados por ISA con
dicho parámetro y ello podría tener relación con el hecho de que la simulación
desagregada del sistema podría no estar representando adecuadamente los eventos
de hidrología extrema y de racionamiento.
Estos resultados
muestran también la importancia de una estimación correcta de la disponibilidad
térmica futura y su incidencia en el problema de racionamiento actual.
A este respecto,
los resultados de la simulaciones realizadas permitirían 'desglosar', a título
ilustrativo y en forma muy aproximada, las causas de un racionamiento de 2425
GWH en la forma siguiente.
RACIONAMIENTO SEGUN CAUSAS
Racionamiento Total
............. 2425 GWH
ORIGINADO POR:
a. Por
disponibilidad térmica..... 850 GWH
b. Por sobreestimación
térmica.... 235 GWH
c. Por costo
racionamiento........ 890 GWH
d. Inevitable por
hidrología...... 450 GWH
(...)" (informe
Brugman pág 9 sin negrillas en el original).
Lo anterior
significa que el racionamiento es atribuíble en un 36.7% al manejo del costo de
racionamiento, en un 35.05 a la indisponibilidad del parque térmico, en un
18.55% a un evento hidrológico sobreviniente y en 9.69% a la sobreestimación de
la capacidad térmica restante.
El estudio hace
algunas anotaciones al sistema eléctrico en sí mismo considerado: "Las
condiciones monopólicas del sector oficial eléctrico, sus graves problemas
financieros, su complejidad técnica y sus complicados procesos decisorios, muy
posiblemente han contribuído a que no exista una adecuada asignación de las
responsabilidades y de los riesgos inherentes a la operación del sistema".
(informe Brugman pág 10).
"Hasta octubre
de 1991 - advierte el doctor Brugman - la operación del sistema estuvo bajo la
responsabilidad de la Junta Directiva de ISA, organismo que seguía las
recomendaciones técnicas del Comité de Planeamiento (compuesto éste por los
socios de ISA y que cuenta con el apoyo técnico del Grupo de Planeamiento de
esta empresa). Bajo este esquema, las decisiones en ISA se tomaban sin su
voto y por mayoría de sus socios, quienes actuaban simultáneamente como
propietarios, clientes y competidores en una forma posiblemente poco
transparente. Adicionalmente, en su Junta participan, y al mencionado Comité de
Operación se invita, el Ministerio de Minas y Energía como el Ministerio de
Hacienda y el Departamento Nacional de Planeación, con lo cual se conformaba
una compleja e inconveniente mezcla de las actividades regulatorias y
empresariales para el sector eléctrico,al menos para el caso de las
actividades operativas y comerciales". (informe Brugman pág 10 sin
negrillas en el original).
Esta situación bien
podría explicar hoy en día algunas decisiones de importancia relativas a la
operación que posiblemente no han sido las más acertadas, tales como:
"a. La
consideración de condiciones de baja confiabilidad para la operación global del
sistema (i.e curvas críticas de operación de embalses para hidrologías con
el 80% de probabilidad de excedencia a nivel estacional, límites permisibles de
valor esperado de racionamientos del 2% de la demanda de energía y valoración
optimista de la disponibilidad futura de la capacidad termoeléctrica, que han
resultado de muy alto riesgo) se habrían derivado de los fuertes intereses
de los socios de ISA para reducir sus compras estacionales de energía y
potencia, las cuales se basan en criterios similares.
b. La revaluación
del 'costo de racionamiento' a niveles técnica y económicamente correctos (que de por sí conducen a mayores niveles
de confiabilidad operativa) fue ampliamente debatida en el seno del Comité
de Planeamiento durante muchos años sin llegar a ningún acuerdo. Ello muy
seguramente se debió a que los intereses comerciales de las empresas
compradoras se veían fuertemente afectados por el hecho de que les representaba
mayores precios para la energía optimizable a la vez que les permitía un
comportamiento oportunista para sustituir compras de energía estacional, de
alto precio, por compras más baratas de energía optimizable de corto plazo.
c. Durante 1990 y
1991, buena parte de la problemática del sector se centró en la distribución de
los excedentes potenciales de generación entre las empresas, y en la
derogatoria del Decreto 3298 de 1985 que ordenaba las compras obligatorias del
75% de los derechos de energía y potencia en las plantas de propiedad
compartida (tema que también se considera relacionado con el asunto del
racionamiento al existir acuerdos entre las empresas para su distribución).
Este enfoque de las discusiones pudo haber 'distraído' la atención del sector
del alto riesgo de racionamiento actual". (informe Brugman págs 10,11 sin
negrillas en el original).
El experto concluye
que las causas principales del racionamiento fueron el mantenimiento defectuoso
del parque térmico y la incorrecta operación de las centrales hidroeléctricas.
"a. Si bien la iniciación en 1991 de la puesta de servicio de un nuevo
proyecto ( como Guavio o Rio Grande) hubiera podido contribuír a aliviar la
situación actual de racionamiento, las mayores causas del mismo se originan
en problemas de mantenimiento del parque térmico y en la operación hidrotérmica."
(informe Brugman pág 12 sin negrillas en el original).
- El esquema de
generación mediante hidroeléctricas es fundamentalmente vulnerable, pues se ha
comprobado que es sensible a eventos extraordinarios, como lo pone de relieve
el autor del estudio: "(...) la generación garantizable 'ex ante' con el
95% de confiabilidad excedía a la demanda de 1992 en un margen significativo.
Sin embargo, la apreciable reducción de los caudales durante las últimas
estaciones de invierno y verano, que representan un evento de muy baja
probabilidad de ocurrencia, habría llevado inevitablemente a un racionamiento,
aunque muy moderado. Este análisis demuestra una inconveniente
vulnerabilidad del sistema hidrotérmico a eventos de sequía que hace
conveniente replantear su expansión futura con mayores componentes de capacidad
termoeléctrica." (informe Brugman pág 13, sin negrillas en el
original).
El experto precisa
que es de gran importancia para entender la compleja crisis energética el
estado de inoperatividad de las plantas térmicas, que él atribuye a problemas
laborales y financieros.
La gravedad del
racionamiento depende en buena medida, según el estudio, a una sobreestimación
de la capacidad térmica disponible y al bajo nivel del costo de racionamiento.
El Doctor Brugman explica así el efecto de estas dos fallas: "Como
factores que han incidido en forma importante en los altos niveles del racionamiento
actual aparecen también: i) la sobreestimación de la capacidad térmica
disponible en el futuro, y ii) el bajo nivel de costo de racionamiento, ambos
utilizados como base del planeamiento operativo. Ello seguramente llevó a muy
bajos niveles de confiabilidad en la operación hidrotérmica que no fueron
detectados oportunamente en razón de los deficientes criterios con que
paralelamente se verificaba la operación del sistema. Las curvas críticas de
operación construídas con hidrologías del 80% de probabilidad de excedencia y
el índice VERE del 2% han resultado inadecuados como guías para garantizar
'apriori' una seguridad en el suministro eléctrico". ( informe Brugman pág
13).
18.-Concepto del
Doctor Eduardo Wiesner Durán sobre el carácter de servicio no transable que
tiene la energía eléctrica.
A solicitud del
Magistrado Ponente, la Secretaria Privada del Ministro de Minas y Energía envió
a esta Corte el concepto que elaboró el Doctor Eduardo Wiesner Durán sobre el
carácter no transable de la energía eléctrica (ver folios 517 a 519 del
expediente).
El Doctor Wiesner
precisa que el término "transable" predicado de bienes y servicios es
sinónimo de "transportable". "La base del comercio internacional
- advierte el doctor Wiesner - la constituye el intercambio de bienes y
servicios entre distintos países. La llamada 'teoría de la ventaja
comparativa', de David Ricardo (1817), sostenía que el intercambio de bienes se
traduciría en ganancias económicas para los países que aprovecharan esa
ventaja. La teoría clásica se concentró en el intercambio físico de bienes y
prestó poca atención al intercambio de servicios. La razón para este
tratamiento se debió a la dificultad de definir y medir servicios así como a
las limitaciones para transportarlos. Sin embargo, los postulados básicos de la
teoría mantienen vigencia también para el caso de estos últimos. En
general, el análisis tiende a concentrarse en los llamados bienes transables y
más recientemente en los servicios transables. Es decir, en aquellos bienes y
servicios que son 'transportables' y que, desde el punto de vista económico, es
atractivo o rentable hacerlo". (concepto bienes no transables pág 1
sin negrillas en el original).
Para el experto en
economía consultado, la transferabilidad de bienes y servicios tiene los
siguientes parámetros:
"Ahora bien,
respecto a su transferabilidad, la clasificación de los bienes y servicios se
refiere a tres tipos de condiciones. La transferabilidad física; la segunda, la
ventaja económica hacerla; la tercera, el plazo o horizonte de tiempo para
lograrlo. Dentro de los bienes que no son transportables, sino a un costo
enorme, están, por ejemplo, los de finca raíz. Dentro de los servicios que no
son transportables estarían los de albañilería, de limpieza, y de jardinería. Y
dentro de aquellos que, en el corto plazo, no son transportables, sin
una red de transmisión, estaría la energía eléctrica". (concepto bienes no
transables pág 2, con negrillas en el original).
La caracterización
de la energía eléctrica como servicio no transable, la hace el Doctor Wiesner
Durán así:
"Respecto a
esta última puede decirse que la energía eléctrica es un servicio con características
especiales. La principal, el hecho de no ser almacenable. Se consume en el
momento en que se produce. A diferencia de los energéticos primarios, como el
carbón o el petróleo, ella solo es transportable - o transable - si se cuenta
con una red de transmisión. Es decir, si en un periodo dado la demanda pico
por electricidad excede su oferta, inescapablemente habrá racionamiento. La
demanda y la oferta se igualan en el corto plazo a través del racionamiento".
( concepto bienes no transables pág 2 sin negrillas en el original).
Este papel de
complemento de la oferta que el experto le atribuye al racionamiento, operó de
la siguiente manera en la actual crisis:
"En el caso
particular de Colombia, el exceso de demanda de energía eléctrica sobre la
oferta disponible necesariamente creó una situación de emergencia dentro de la
cual el racionamiento resultó inevitable en el corto plazo; dadas estas
condiciones, la solución tenía que estar dirigida a aumentar la oferta en el
corto plazo y/o a reducir el plazo en el cual la oferta es ampliable. Estos
son, en síntesis los objetivos a que estaba dirigido el Decreto de emergencia
No. 700 del 24 de abril de 1992 y que buscaba 'conjurar la crisis en el
servicio público de energía e impedir la extensión de sus efectos'."
(concepto bienes no transables págs 2,3).
VII. CONCLUSIONES
La crisis se
precipita por un evento hidrológico extremo: el peor verano en treinta y cuatro
años. Este imponderable llega en un momento de vulnerabilidad coyuntural y
estructural del sector. En lo inmediato, el factor amplificante de la
hidrología es la inoperatividad del parque termoeléctrico, fruto de hechos de
terceros como lo fueron el sabotaje y el terrorismo ejercido por la guerrilla.
Pero el desarreglo del componente térmico del sector eléctrico se debió
principalmente a una operación improvidente del sistema, que al utilizar un
bajo costo de racionamiento favorecía el uso de la fuerza hidroeléctrica en
lugar de la energía térmica.
A la fuerza mayor
constituída por los actos dolosos de terceros, y a la equivocada operación, se
sumaron defectos incubados en el pasado, provenientes de una situación crónica
de insolvencia que obligó a las empresas del sistema eléctrico nacional a
destinar sus respectivos presupuestos al pago de la deuda externa, en lugar de
utilizarlos para la reparación, acrecentamiento y provisión de las térmicas.
Como se mencionará adelante, éstas son algunas de las ramificaciones de la
llamada crisis financiera del sector, que sigue gravitando sobre el mismo.
La estructura es
débil porque depende en un 78% de la generación hidráulica, más propensa a
imponderables y a fuerzas externas como las variaciones climáticas. Esta
tendencia hacia lo hidráulico le ha traído al sector fragilidades adicionales:
megaproyectos susceptibles de sobrecostos y atrasos y una preferencia por
invertir en construcción antes que en mantenimiento: el sector eléctrico como
fuente de obras y contratos.
También es
vulnerable la estructura por la peculiar conformación del sistema
interconectado y la manera en que se toman las decisiones en su seno. Se trata
de una cadena de empresas independientes o agrupadas bajo unas
"sub-holdings" (Corelca e ICEL), que confluye en una filial común:
Interconexión Eléctrica S.A., ISA. Esta empresa sirve a sus accionistas como
coordinadora del mercado nacional de energía y como administradora de las redes
que conectan los subsistemas regionales y locales. Debe enfatizarse el hecho de
que ISA no tiene la dirección del sistema, que por lo tanto carece de mando. En
sus Comités de Operación y Planeamiento y en su Junta Directiva se enfrentan y
ajustan los intereses de las empresas socias, que a la vez son clientes y
competidoras de ISA y que ahora deben compartir ese poder decisorio con los
representantes del Ministro de Hacienda y del Ministro de Minas y Energía,
reguladores en teoría de todo el sector. Por esto los expertos han encontrado
falta de objetividad y de transparencia en tales decisiones. Allí, el interés
comercial de las empresas ha prevalecido sobre el interés general de la nación
y el interés difuso de los consumidores. Su expresión más tangible ha sido el
bajo costo de racionamiento, que constituyó un incentivo para usar energía
hidráulica barata, descartando el uso de la energía térmica más costosa y, de
paso, significó soslayar la posibilidad de un racionamiento severo y agudo. La
lógica perversa de este interés comercial mal entendido llevó a considerar el
costo de racionamiento como un índice de cuánto costaba una determinada opción
productiva a las empresas, olvidando que siempre se trataba de un estimativo
del riesgo que se estaba dispuesto a correr.
Hasta el momento
(noviembre de 1991) en que el Presidente tuvo la facultad de nombrar al Gerente
General de ISA, no existió quién defendiera el interés general inherente a la
prestación ininterrumpida de un servicio público no transable (no renunciable
ni transportable) en el corto plazo como lo es la energía eléctrica, la cual
tampoco se puede almacenar, lo que obliga a consumirla al momento de ser producida.
Estas características tan especiales hacen que se deba producir tanta energía
eléctrica como lo exija la demanda, so pena de tener que aceptar e implantar
racionamientos, que en último término son la diferencia entre la demanda
efectiva de energía y una oferta disminuida. En este mercado no hay sucedáneos.
El sistema
eléctrico, lo reconocen los expertos y las entidades encuestadas, está aquejado
por dos tendencias que actúan a manera de lastre: el primero es un crecimiento
excesivo de su apalancamiento financiero, de su burocracia y de los proyectos
que emprende, todo lo cual evidencia una tendencia a la saturación y al
crecimiento inercial. En el otro extremo se encuentra una tendencia a minimizar
aspectos esenciales como son el de una administración eficiente, el de una
vigilancia estatal apropiada y el de estándares de operación y comportamiento
más amplios que los propósitos comerciales de cada una de las empresas. Claro
está que en este momento la carencia más dramática es la de producción del
recurso para el cual fue establecido el sistema.
En el horizonte de
la crisis, y a la manera de trasfondo de la misma pero con ramificaciones
aflorando en todos los aspectos negativos que se han reseñado, está la situación
de falencia financiera en la que se encuentra el sistema eléctrico desde hace
más de diez años. El efecto negativo de la improvidencia en el apalancamiento
del sector, que hoy se descarga en los usuarios, es fundamental para entender
la actual crisis de producción y oferta de energía, sin que pueda llegar a
decirse que se trata de un mismo fenómeno. La crisis financiera ha estado
siempre allí, y su influencia en el estado de emergencia que hoy se enfrenta es
decisiva, pero no debe confundirse la esfera de un largo periodo de gestación
con un fenómeno que se expresa abruptamente como el racionamiento actual.
La crisis financiera
influye en esta coyuntura actual al drenar los recursos obtenidos en la
operación, de por sí deficitaria, y canalizarlos hacia el pago de la deuda;
influye también al imbuir al sector de un mal entendido espíritu de ahorro, que
se expresó en el retraso de construcciones, en la reducción de lo destinado a
inversión, en el recorte de gastos de funcionamiento, en la adquisición de menos
combustible para las térmicas y en la adopción de un costo de racionamiento
bajo. La crisis financiera del sector eléctrico es el antecedente obligado de
la coyuntura actual.
Se puede afirmar de
manera genérica que la emergencia económica eléctrica es el producto de una
conjunción de los factores mencionados, pero sería preciso añadir que el núcleo
y detonante de la crisis fue el evento hidrológico extremo (sequía
extraordinaria), sin el cual no se hubiera presentado; habría que agregar que
este caso fortuito se amplificó con la situación calamitosa del parque
termoeléctrico, para surtir así los severos y agudos efectos sobre la oferta
agregada, lo que hace de tal situación un componente esencial de la emergencia.
Habría que decir también que la acción deletérea de la sequía y la postración
en que se encontraba el parque térmico tuvieron su causa eficiente en una
equivocada operación del modelo ISA, en la que se subestimó la posibilidad de
ocurrencia de eventos extremos, relegándolos a una posibilidad del 5% y donde
las señales de emergencia sólo estaban calibradas para indicar la necesidad de
actuar en el umbral de la emergencia misma, en la cota crítica de embalse y no
antes, como debiera hacerlo cualquier señal de alarma. Esta operación, se
reitera, se desenvolvía alrededor de un costo de racionamiento demasiado bajo,
que subestimaba la posibilidad de un racionamiento profundo y masivo como el
actual. El bajo costo de racionamiento encarna la miopía y el mal manejo del
sector. Traduce un desprecio evidente por todo lo que implica para la sociedad
el hecho de verse sometida a la privación de un bien sin el cual los grandes
conglomerados urbanos no tienen posibilidad de funcionar. Los operadores del
sistema prefirieron verlo como un simple indicador de los costos en que podían
incurrir.
Como se anotó, este
manejo constituyó el antecedente inmediato y obligado del hecho emergente, al
posibilitar todo el impacto de la sequía y al impedir una intervención
suficiente del parque térmico que hubiera minimizado el estado de aguda y grave
escasez.
No lo hubiera
minimizado la entrada en operación de El Guavio y Riogrande II como se ha
alegado, por la razón simple de no estar programados para su conexión sino
hasta finales de 1992 en el caso de El Guavio y mediados de 1993 en el caso de
Riogrande II. Estas obras monumentales estaban fuera de los límites del
fenómeno que produjo la emergencia, si cabe así decirlo.
En cambio si
tuvieron parte los hechos dolosos de terceros, tales como el sabotaje y los
paros promovidos a finales de 1991 y los ataques guerrilleros contra las redes
de conducción. Sin embargo, es preciso destacar que estos factores agravantes
del complejo sequía-parálisis termoeléctrica, que bien puede llamarse la matriz
de la emergencia (así como lo financiero sería la raíz de la misma), no jugaron
un papel sobresaliente en la gestación de esta situación de escasez. Son meros
hechos coadyuvantes.
Es también
antecedente inmediato y obligado del racionamiento lo que podría llamarse la
vulnerabilidad del sistema eléctrico nacional como un todo, vulnerabilidad que
se expresa en su inarticulación, en la ausencia de un propósito por encima del
mero beneficio de los componentes y en la laxitud con la que se dejó crecer su
planta de personal. Es este un sistema débil, librado a su suerte por los
organismos encargados de vigilarlo (salvo en lo financiero), que carece de un
procedimiento unificador en cuanto a decisiones, las que se toman a manera de
transacciones entre las empresas con el efecto de diluir la responsabilidad
(informes de la Contraloría General de la República y del experto Brugman
Bahamón). Esta vulnerabilidad estructural, conjuntamente con la errónea
operación del sistema durante 1991, permitió que la sequía y el deterioro de
las centrales térmicas surtieran sus efectos nocivos al máximo. En
consecuencia, ambos serán tenidos como los antecedentes inmediatos y
esenciales, pese al carácter coyuntural del segundo efecto y estructural del
primero. La crisis financiera, con todo aquello que tiene de excesivo
(endeudamiento) y de restrictivo (limitaciones presupuestales) será también
antecedente esencial de la crisis actual, pero con la diferencia de serlo
mediatamente, en reconocimiento a su carácter crónico.
Una palabra final
sobre la coyuntura que aquí se juzga. Como toda crisis, significa poner en tela
de juicio los fundamentos. En el caso presente no sólo hay que entender lo
inmediato, sino que para hacerlo es preciso remontarse a las disfunciones
administrativas, estructurales y financieras. Tratándose de un proceso de
agravamiento, la emergencia energética actual entró en una fase paroxísmica
donde todas las carencias se acentuaron en los primeros días del mes de marzo
de 1992, al no poderse evitar el paso de un racionamiento moderado y voluntario
a uno agudo, grave y obligatorio. En la rapidez de ese tránsito radica el
carácter agudo de la escasez, y en las dificultades enormes para conjurar la
situación, está la gravedad de la misma.
Hasta ahora se ha
hablado indistintamente de escasez y racionamiento. Este último es la
corporificación de aquella y ambos significan privación de algo que es
esencial. Por estar el racionamiento en el ápice de la crisis que venía
creciendo desde lo profundo del invierno de 1991 (julio-noviembre); por ser su
manifestación cuantificable que golpeó de modo tangible a una población
inadvertida como lo explica FEDESARROLLO, por todo eso, es tenido aquí el
racionamiento y la grave y aguda escasez que lo antecedió, como el hecho
sobreviniente y apto para afectar la economía en su conjunto, introduciendo
incluso, cambios temporales en el funcionamiento cotidiano.
Queda probado en el
expediente su efecto en el índice de crecimiento de la economía en 1992, que se
reducirá en la mitad, y se vaticina una cadena de desestímulos a las
actividades dependientes de la industria, el comercio y el consumo. No se puede
entender esta situación como una grave calamidad pública, pero sí como una
emergencia que alcanzó ya un nivel de ruptura donde los recursos normales de la
sociedad no bastaron para defenderla.
VIII.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
COMPETENCIA
1. De conformidad
con los artículos 4º, 214, 215, 228 y 241-7 de la Constitución Política, el
control de constitucionalidad del Decreto que declara el estado de emergencia
corresponde a la Corte Constitucional, tanto en sus aspectos de fondo como de
forma. A este respecto la Corporación reitera su pronunciamiento sobre la
materia contenido en su fallo del 7 de mayo de 1992.
EXAMEN DE LOS REQUISITOS DE FORMA
2. El Decreto 680 de
1992 cumple con las exigencias formales exigidas por el artículo 215 de la
Constitución. En efecto, en el texto del decreto se consignan las razones que
dieron lugar a la declaratoria; el Decreto lleva la firma del Presidente y de
todos sus Ministros; el periodo para el cual se declaró - desde el 23 de abril
de 1992 hasta las veinticuatro horas del 27 de abril del mismo año - se
encuentra dentro del límite máximo de ejercicio de las facultades derivadas del
estado de emergencia; los periodos de emergencia previstos en los decretos 333
y 680, ambos de 1992, sumados, no exceden de noventa días en el año
calendario; finalmente, por estar reunido el Congreso para la fecha de la
declaratoria del Estado de Emergencia, no era necesario efectuar su
convocatoria en el texto del Decreto.
EXAMEN DE FONDO
3. La Corte
Constitucional procede a estudiar el presupuesto objetivo de la declaración de
emergencia, advirtiendo que dicho análisis se realiza a partir del marco de
referencia de la doctrina establecida en su sentencia del 7 de mayo de 1992, en
la cual tuvo oportunidad de profundizar aspectos igualmente relevantes en el
caso presente, referidos a la relación normalidad- anormalidad en la
Constitución Política y al margen de apreciación y discrecionalidad en los
estados de excepción y especialmente en los de emergencia.
4. Constituye hecho
sobreviniente, distinto de los previstos en los artículos 212 y 213 de la
Constitución Política, la aguda y grave escasez y el consiguiente racionamiento
de un bien público esencial, de carácter no transable, cuya prolongación en el
tiempo altera de manera significativa las condiciones normales de
funcionamiento de la sociedad y de la economía, pudiendo, de persistir,
afectarlas hasta niveles críticos.
Aguda y Grave Escasez y Racionamiento.
5. A partir del 2 de
Marzo de 1992 se hizo patente que el Sistema Nacional Interconectado carecía de
capacidad real y disponible para satisfacer integralmente la demanda de
energía eléctrica del país. Lo anterior se manifestó en los cortes obligatorios
de energía efectuados a partir del 2 de Marzo. El racionamiento hasta el día 7
de Junio había alcanzado la cifra de 1.849 GWH, equivalente a un promedio
diario mensual del 18.9% de la demanda que, en consecuencia, ha quedado sin ser
atendida. En el cuadro siguiente se indican las cifras del racionamiento
practicado entre el 2 de Marzo y el 7 de Junio, así como el promedio diario
mensual de la demanda que ellas representan.
PERIODO
ENERO
1-31
FEBRE
1-29
MARZO
2-31
ABRIL
1-30
MAYO
1-31
JUNIO
1-7
MARZ.2
A JUN 7
RACIONAMIENTO
EN EL PERIODO
(Gwh)
0
17
294
714
691
150
1849
PROMEDIO DIARIO
(%)
0
0,6
9,8
23,8
22,3
21,4
18,9
FUENTE: Ministerio
de Minas y Energía
6. En el curso del
mes de Abril, en el cual se declara la emergencia económica, se alcanza la
cuota más alta de racionamiento, duplicándose respecto del promedio
prevaleciente durante el mes anterior. La circunstancia anotada pone de
presente la progresiva agudización del déficit en el suministro de energía,
cuyo carácter crítico se revela adicionalmente al comprobarse la limitada
capacidad real del sistema para enfrentar la demanda insatisfecha y la
dependencia del país respecto del tipo de oferta energética objeto precisamente
de falencia.
Si bien la capacidad
instalada del sistema eléctrico Colombiano es suficiente para atender la
demanda de potencia - capacidad de producción en un momento dado, calculada en
8.356 MW - y puede, en condiciones normales, generar energía firme -
utilización continua de la capacidad de producción de energía con una garantía
de probabilidad del 95%, estimada en 38.000 GWH año -, ello no ha sido posible
durante 1992 en razón del bajo nivel de los embalses nacionales y el alto grado
de indisponibilidad del parque térmico existente.
Dada la composición
de la oferta energética (8.356 MW), la cual se descompone en 101 unidades
hidroeléctricas que aportan 5.521 MW (78%) y 58 unidades termoeléctricas que
aportan 1,835 MW (22%), es evidente que la producción de energía depende de la
real disponibilidad de las plantas, del agua almacenada en los embalses y del
combustible disponible para generar.
7. En cuanto hace al
recurso hídrico, cabe anotar que al iniciarse la estación de verano (del 1º de
Diciembre de 1991 al 30 de Abril de 1992), el nivel agregado de los embalses se
situaba en un 53.8% de su capacidad, equivalente a una energía almacenada del
orden de los 6.200 GWH, lo que contrasta con los embalsamientos superiores a
los 8.500 GWH que para la misma fecha se registraron en los años 89 y 90. La
diferencia de energía almacenada respecto de los años anteriores - 2.300 GWH -
es superior al racionamiento que se ha operado en todo este periodo (1.849 GWH
a Junio 7), de donde puede inferirse la crítica situación de la fuente
energética más importante del sistema al iniciarse la estación seca.
En efecto, muy
pronto, en el mes de enero del presente año, las reservas hidráulicas, de suyo
menguadas, descendieron por debajo del nivel que de acuerdo con las
regulaciones del sistema se considera crítico. La gráfica siguiente muestra la
evolución de las reservas de agua almacenadas por el sistema y su abrupta caída
por debajo de dicho nivel.
8. De otra parte, el
componente térmico del sistema eléctrico colombiano, que representa el 22% de
la oferta energética, durante los últimos meses del año pasado y a todo lo
largo del presente año, no ha ajustado su disponibilidad a lo programado, y la
consiguiente reducción de capacidad generadora es responsable de una parte del
déficit de energía. Por diversas razones, durante el verano de 1992,
precisamente cuando se hacía necesario suplir y apoyar al sistema
hidroeléctrico, estaban fuera de servicio varias unidades termoeléctricas que
habrían podido aportar 450 MW. En el informe del Doctor Alberto Brugman Miramón
se atribuye a la reducción de disponibilidad térmica, dentro de una cifra de
racionamiento total de 2.425 GWH, el 35.05 % de participación (850 GWH).
En el cuadro
siguiente se ilustra la evolución de la disponibilidad térmica. Obsérvese cómo
la disponibilidad real a partir del mes de noviembre de 1991 se separa de la
programada, dando lugar a una reducción de oferta que traducida en términos de
menor electricidad generada explica en buena parte el actual racionamiento.
9. La notoria
disminución del recurso hídrico - por debajo de los niveles críticos- que
almacenan los embalses, sumado a la reducida disponibilidad del parque térmico
- que sólo opera en promedio el 62% -, se proyecta en una reducción de la
oferta de energía eléctrica que produce el sistema, que oscila entre el 20 y el
25% y que, de acuerdo con los expertos consultados, puede calificarse de aguda
y severa. Máxime cuando el problema de los bajos embalses y menor
disponibilidad térmica se presenta en el año 1992, "que se sabía iba a ser
el más crítico del periodo 1986 a 1995 (en el sentido de que los márgenes de
capacidad instalada y energía firme frente a las demandas de potencia y de energía
firme serían los menores de dicho periodo)". (Perry, pág 28 de su
presentación ante la comisión ad-hoc nombrada por el gobierno para indagar
sobre las causas de los racionamientos y recomendar acciones a tomar (folios
571 a 609 del expediente)
10. La aguda y grave
escasez sobrevino en razón de fallas vinculadas a la estructura, gestión y
operación del sistema responsable de suministrar la energía eléctrica, así como
en virtud de eventos incontrolables.
La escasez de un
bien o servicio público esencial, como es la energía eléctrica, reafirma esa
connotación de aguda y grave cuando se descubre que el sistema social
encargado de suministrarlo muestra vulnerabilidades operacionales y
estructurales, de tal carácter y naturaleza que le restan confiabilidad social
y lo hacen proclive a incurrir en fallas en la gestión del servicio, como se
trasluce de los severos y prolongados racionamientos, imputables solo en una
fracción a la naturaleza y el resto, atribuibles a quienes supervisan,
gestionan y operan dicho sistema. En otras palabras, la escasez de un bien o
servicio es aguda y grave también cuando la normalización de su
suministro depende de la supresión de las vulnerabilidades y fallas
operacionales y estructurales del sistema social responsable del mismo, de modo
que mientras ello no se haga, sobre los consumidores recae de manera actual o
potencial el peso y las consecuencias negativas - una de ellas es la escasez
misma y el costo - de las insuficiencias, debilidades y errores de los
proveedores del respectivo bien o servicio público.
Las respuestas dadas
por los expertos y los responsables del servicio al cuestionario formulado por
la Corte Constitucional, al igual que las aseveraciones que se recogen en los
diferentes informes, indican que las empresas y el sistema interconectado,
responsables de garantizar la oferta confiable, segura y eficiente de energía
eléctrica a la comunidad, adolecen de tiempo atrás de graves defectos
estructurales y operacionales que en su negatividad se refuerzan mutuamente dando
como resultado un sector eléctrico altamente vulnerable a las contingencias
tanto de orden físico (vgr una hidrología extrema) como de otro origen (vgr,
cambios en los mercados monetarios y financieros internacionales). De no obrar
los anotados defectos estructurales y operacionales, la presencia de una
hidrología ciertamente extrema como la ocurrida,la peor en 34 años, como lo
atesta el Gobierno Nacional en su informe a pág 1, si bien habría hecho
inevitable el racionamiento de energía, no tendría éste en ningún caso la
intensidad del actual, como se reitera en varios informes (ver informes o
conceptos de la Comisión Evaluadora del Sector Eléctrico a págs 1 y 12; el
informe del Dr Rodado Noriega a pág 17, y el informe de Chidral, a pág 5 del
mismo) que atribuyen a la hidrología sólo el 18.55% del mencionado
racionamiento.(ver informe del Dr Brugman a pág, 9).
11. El sistema
encargado de atender la demanda energética, conocido como "sector
eléctrico", en razón de su vulnerabilidad de origen estructural y operacional,
no fue capaz de enfrentar satisfactoriamente una contingencia del mundo físico
dada por la hidrología extremadamente seca asociada al fenómeno de "El
Niño", quedando desbordado como subsistema como consecuencia de su
precaria respuesta que ha afectado una condición esencial de la vida social y
económica, asociada al adecuado suministro de energía. El racionamiento, en
este caso mayor por la vulnerabilidad del sector eléctrico, que se hizo patente
al verse superado en el manejo de la hidrología extrema presentada, ha colocado
a la entera sociedad en una situación de anormalidad.
12. La escasez es
aguda en cuanto se manifiesta como externalidad negativa o costo que la
sociedad ha tenido súbitamente que asumir como consecuencia de la misma.
El peso de las
deficiencias estructurales y operacionales del sector eléctrico, directamente
relacionadas con su excesivo endeudamiento (apalancamiento extremo) y con
reglas y praxis operativas que sólo maximizan el interés inmediato de las
empresas (modelo de racionamiento que subestima su costo social), se ha hecho
recaer bajo la forma de racionamientos severos y prolongados en la sociedad
civil, con el costo e implicaciones de todo orden que ello apareja.
En el proceso de
toma de decisiones de quienes planearon y diseñaron el sistema eléctrico, sobre
la matriz de un endeudamiento no sustentable en un esquema financiero más sano
y adecuado a la realidad de los proyectos y a las posibilidades de las finanzas
de las empresas y del Estado, no parece haber entrado en sus consideraciones
que la debilitada estructura financiera de las empresas generadoras,
distribuidoras y transmisoras de energía, además de hacerlas vulnerables, podía
traducirse, como en efecto ha ocurrido, en dificultades operacionales, de las
cuales son prueba los racionamientos. Dicho riesgo operacional termina
gravitando sobre los usuarios del servicio y es un costo que no parece haya
sido cabalmente estimado por las instancias de planeación y diseño del sector
eléctrico. No cabe ciertamente aislar lo estructural de lo operacional, como
quiera que un vicio estructural, al tornarse crónico - y no recibir el
tratamiento debido - tiene la aptitud de manifestarse cuando ya deviene en
crisis a través de múltiples problemas operativos. Una empresa agobiada por
el servicio de su deuda externa, con tarifación inadecuada, carente de recursos
o liquidez para mantener el parque térmico o asegurar la compra de combustible,
es un ejemplo no teórico de esta situación.
13. Los defectos
operacionales del sector eléctrico no necesitan ser relievados. Dentro de un
estimativo de racionamiento total del orden de 2.425 GWH, el 35.05% se origina
por indisponibilidad térmica, el 9.69% por sobreestimación térmica y el 36.7%
por el inadecuado manejo del costo de racionamiento. Hasta la fecha, sólo el
18.55% se atribuye a la inevitable hidrología, pudiendo este porcentaje por
supuesto aumentar si ella se mantiene y extrema aún más. Es evidente que si el
modelo de planeamiento y gestión de la operación necesario para determinar el
programa de generación y la intensidad de la utilización de los recursos del
sistema - térmico e hidráulico - para satisfacer en cada instante la demanda,
se alimenta con datos que sobreestiman la verdadera disponibilidad térmica y
subestiman el costo de racionamiento, la señal derivada del modelo no induce-
como por el contrario debería haberlo hecho si se utilizan los parámetros
reales y adecuados a la verdadera situación y se valida el modelo frente a una
hidrología extrema susceptible en todo caso de ser revisable físicamente,
constatándose la disminución de algunos de los embalses en pleno invierno - a
una mayor utilización del recurso térmico, evitando vertimientos y asegurando
un mayor nivel de embalses al aproximarse la estación seca. Dado el mayor costo
de la generación térmica, el resultado del modelo - deficientemente manejado -,
que sugería una menor generación de este recurso, favorecía los intereses de
los socios de ISA, que así podían reducir sus compras estacionales de energía.
Esta decisión adoptada por los operadores del sistema tuvo relación directa con
el bajo nivel de los embalses al iniciarse uno de los veranos más secos de que
se tenga noticia. Sin perjuicio de la deducción de responsabilidades políticas,
civiles y penales a quienes se compruebe actuaron de la manera indicada, lo
cierto es que el riesgo de operación del sistema en esas condiciones, que
aparentemente servían a las empresas, se trasladaba a los usuarios, como
externalidad negativa,y han sido ellos quienes a la postre tuvieron que asumir
su desenlace como víctimas del racionamiento.
La indisponibilidad
parcial del parque térmico, en los altos porcentajes señalados en los
diferentes estudios e informes, se reflejó en el pasado año en una mayor
utilización del recurso hidráulico desprotegiéndose de esta manera los embalses
y, en el presente, dejando insatisfecha una parte de la demanda de energía. La
indisponibilidad, ajena a la acción de los grupos guerrilleros y sabotajes
laborales atribuible por lo tanto a caso fortuito, obedece en gran medida a
carencias financieras y presupuestales que han impedido su adecuado
mantenimiento y operación. La importancia estratégica del recurso térmico, para
atender la demanda de energía y darle confiabilidad al sistema cuyo componente
hidroeléctrico asciende al 78%, debió merecer una más atenta consideración, que
se echa de menos al verificarse que el 41% está fuera del servicio, con lo cual
se acentúa la vulnerabilidad del sistema. Aquí también se observa cómo los
operadores y las autoridades involucradas en la toma de decisiones del sector
eléctrico, mediante su acción y abstención, dejaron que el riesgo operativo
vinculado a la vulnerabilidad del sistema como consecuencia de la
indisponibilidad térmica, se desplazara hacia los usuarios que han terminado
absorbiéndola como externalidad negativa.
14. La situación de
escasez presentada por el suministro de energía eléctrica es crítica en la
medida en que lejos de asegurarse la prestación eficiente de este importante
servicio público, como corresponde al Estado Social de Derecho (CP ART 365), se
ha expuesto a los habitantes del territorio nacional a sufrir las ineficiencias
del sector. En este sentido se coloca a los habitantes en una situación anormal
que debe subsanarse de inmediato.
Si bien la eficacia
y la economía son notas características de la función administrativa en un
Estado Social de Derecho, ellas adquieren todavía más fuerza tratándose de la
prestación de un servicio público (CP arts 209 y 365) dirigido a satisfacer
necesidades de interés general y permanente, íntimamente ligadas a la economía,
bienestar y calidad de vida de los habitantes.
En todo caso las
empresas del sector, en su carácter de tales, esto es como empresas, tienen una
función social que implica obligaciones (CP art 333). La eficiencia es una de
las obligaciones que una empresa, sea ella pública o privada, tiene en un
Estado social de derecho. De otra parte, la empresa deja de cumplir su función
social cuando al tomar sus decisiones no considera el costo social de las
mismas y traslada a la sociedad o radica en ella el grueso de sus ineficiencias
y riesgos. El Estado Social, a través de sus regulaciones, debe evitar que
situaciones como éstas que producen inequidad y dan lugar a una mala asignación
y uso de los recursos se sigan operando en la vida social y económica.
15. Es innegable que
una parte de la escasez de energía eléctrica obedece a la extrema hidrología,
que en esta ocasión, ha acompañado al fenómeno conocido con el nombre de
"El Niño" y que, de acuerdo con los registros, se incluye entre las
" 5 hidrologías más críticas de los últimos 36 años". En el cuadro
siguiente se ilustra la severidad de la estación seca que tanto en el curso del
año pasado como en el presente ha repercutido en la baja de los caudales que
alimentan los embalses del sistema.
El evento
hidrológico, se ha sostenido por diferentes expertos, ha podido mitigarse o
enfrentarse en mejores condiciones de contar con un sector eléctrico menos
vulnerable estructural y operacionalmente. Bajo cualquier hipótesis, sin
embargo, las consecuencias de la sequía se tendrían que manifestar en
racionamientos inevitables. Varios estudios coinciden en señalar que a este
factor se le puede atribuir, hasta la fecha, el 18.5 % del actual déficit de
energía. En este orden de ideas, la hidrología extrema, aunada a los ataques
guerrilleros a plantas térmicas, y a líneas de transmisión y a sabotajes, se
erige en el componente imprevisible o caso fortuito de la crisis del sistema
eléctrico.
Los mencionados
eventos incontrolables contribuyen a conferirle a la escasez de energía el
carácter de aguda y grave, en cuanto impiden su preciso pronóstico y tornan en
grado sumo difícil la solución inmediata a las situaciones que crean.
Particularmente, la incertidumbre que sigue acompañando a la prolongación del
verano y a su intensidad, tiene aptitud para exacerbar la crisis del suministro
y puede interferir o demorar su solución.
La energía
eléctrica como bien público esencial de carácter no transable.
16. Para el consumo
de energía, el país depende principalmente de cinco fuentes o recursos
primarios: hidroelectricidad, petróleo, gas, carbón mineral y madera. A
excepción de la madera, las cuatro primeras fuentes se integran dentro de
procesos de producción y distribución y se distinguen como "formas
comerciales". Con base en estos recursos se ponen en movimiento las
diferentes actividades que son necesarias para la vida social y económica.
Si bien varias
formas de energía pueden, en el corto plazo, ser sustituidas por otras, algunas
no se prestan a esta sustitución en las condiciones tecnológicas y económicas
actuales. En el caso colombiano, la hidroelectricidad conjuntamente con el
recurso térmico satisfacen al año una demanda del orden de los 37.430 GWH y por
esta razón se constituyen en el más importante recurso energético nacional.
17. El suministro de
energía eléctrica es un servicio público esencial para el
desenvolvimiento normal de las actividades sociales y económicas del país. La
energía eléctrica, bien materia de la indicada prestación en la que se traduce
el servicio, satisface una necesidad general vinculada de manera sustancial con
el bienestar de la población y los requerimientos vitales del mayor número de
procesos y actividades sociales. la energía eléctrica en Colombia, atendidas
sus condiciones tecnológicas y económicas actuales y su alta dependencia de
dicho recurso, es por lo tanto un bien público esencial en cuanto su carencia
compromete la suerte de la colectividad.
18. De otra parte,
la energía es un bien no transable en el corto plazo. La energía, en
efecto, es necesaria en todo momento. La oferta de energía debe igualar
a su demanda en cada instante. Salvo en los casos en que la energía
puede ser sustituída por otro recurso, lo que sólo puede hacerse en cierta
escala, para la atención inmediata y en el corto plazo del grueso de la demanda
de energía requerida por el país, la hidroelectricidad no tiene sucedáneo. La
energía, independientemente de su fuente, está condicionada a la existencia de
un combustible o fuente, de una infraestructura y de un procedimiento de
generación. Como factor productivo, la energía no puede dejarse de utilizar ni
reemplazarse su fuente principal por otra forma en el corto plazo, ni
importarse desde afuera dada la ausencia de líneas de transmisión. Por ello se
dice que la energía, bajo la forma que en un momento dado sea la prevaleciente
- y en Colombia hoy dicha forma es la hidroelectricidad con el agregado
térmico- es en el corto plazo un bien no transable.
Prolongación en el tiempo de la escasez de
energía eléctrica
19. La abrupta
reducción de la oferta de energía eléctrica ha ocasionado profundos traumas en
la vida social y económica del país. Sólo en la primera semana del racionamiento,
Fedesarrollo estimó un descenso en la producción industrial del orden del 13.4
% y una disminución de las ventas del comercio del 9%. Según dicha Fundación,
cada hora de racionamiento genera costos a la industria nacional por un valor
de $ 1.786 Millones y de $ 186 Millones para el comercio. Adicionalmente a
estos costos, cabe agregar la inversión imprevista que el 80% de los
establecimientos industriales y comerciales han tenido que realizar en equipos
e instalaciones. Los racionamientos reducirán - de acuerdo con estos cálculos -
el crecimiento económico previsto para 1992 en 1.3%.
La perturbación a
que ha dado lugar el déficit de energía eléctrica, aparte de incidir de manera
grave sobre la economía y el empleo, gravita sobre el normal desarrollo de la
vida social en sus diferentes manifestaciones. La falta de alumbrado público y
las limitaciones que los racionamientos producen en los hogares, se proyectan
en inseguridad y pérdida imprevista de la calidad de vida de la población,
creando descontento y malestar inocultables.
20. De prolongarse
el racionamiento, con la magnitud del actual (22% de la demanda), el costo
calculado para la economía del país de 45 millones de dólares por semana, en un
año habría llegado a los 2.340 millones de dólares. A este respecto debe
tenerse en cuenta que de acuerdo con estudios econométricos elaborados por ISA,
el kilovatio racionado tiene un costo de oportunidad superior a los 2.000 pesos
para la pequeña y mediana industria y de más de 1.000 pesos para la gran
industria, lo que contrasta de manera dramática con el costo del kilovatio
racionado que se tomó en cuenta para el planeamiento de la operación en los
meses que antecedieron el racionamiento y pone de presente como la evidencia de
la escasez del recurso hídrico y térmico dispara el costo de oportunidad de la
energía.
21. De no adoptarse
medidas extraordinarias - facilidades para la importación de equipos de
generación, contratación rápida de energía, aceleración del cronograma de
obras, terminación de plantas y nuevas lineas de transmisión, reparación de
térmicas etc - y de continuar la hidrología extremadamente baja como la
presentada en los años 91-92, el racionamiento para los meses siguientes sería
el siguiente:
RACIONAMIENTO ESPERADO JUNIO 1992 A ABRIL
1993
(HIDROLOGIA EXTREMADAMENTE SECA)
PERIODO
JUN
JUL
AGO
SEP
OCT
NOV
DIC
ENE
FEB
MAR
ABR
RACIONA-
MIENTO EN EL PERIODO (GWh)
695
782
598
838
669
528
540
155
536
582
187
PROMEDIO DIARIO (%)
23
25
19
27
21
17
17
5
18
18
6
FUENTE: Ministerio
de Minas y Energía
La prolongación del
racionamiento por un año más, de conformidad con los cálculos efectuados,
tendría efectos en alto grado perturbadores de la vida económica y social del
país, que se adicionarían a los ya graves e irreversibles registrados hasta el
presente.
Por lo expuesto, la
Corte Constitucional encuentra plenamente acreditados los presupuestos fácticos
del estado de emergencia cuya declaratoria se ha efectuado con el objeto de
conjurar la crisis e impedir la extensión de sus efectos.
VIII. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
Declárase CONSTITUCIONAL
el Decreto 680 de abril 23 de 1992, "por el cual se declara el Estado de
Emergencia Económica y Social".
Comuníquese al
Presidente de la República y al Presidente del Congreso, publíquese, insértese
en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
-Con aclaración de
voto-
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ G. ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Aclaración de
voto del Magistrado CIRO ANGARITA BARON a la Sentencia No. C-447
Ref.: R.E. 004
Magistrado
Ponente: Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Las características
especiales de la decisión que viene de tomar la Corte a propósito de la nueva
declaración del estado de excepción me llevan, en acuerdo con los demás
magistrados de la Corte, a la firme convicción acerca de su constitucionalidad.
Sin embargo, el hecho de haber disentido de manera radical de la decisión que
juzgó la anterior declaración de emergencia y mi desacuerdo con algunos
enfoques circunstanciales de la decisión mayoritaria, me obligan a poner sobre
el papel algunas consideraciones aclaratorias de mi voto.
1. Debo manifestar
mi complacencia por el amplio desarrollo que tiene la idea del control material
del decreto que declara el estado de excepción; de esta manera se supera la
idea del control meramente formal y la Corte cumple a cabalidad el mandato del
artículo 241 sobre la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución.
La sentencia que se aprueba es un buen ejemplo de la importancia que tiene el
control material: los numerosos elementos de juicio sobre la gravedad de la
situación energética y el acopio de abundantes conceptos y opiniones sobre el particular
hacen de la decisión de la Corte un verdadero instrumento de control y de
protección del orden axiológico institucional.
De otra parte, en
esta sentencia se superan amplia y positivamente las vacilaciones acerca del
alcance concreto del control material puesto que es bien claro que no ha sido
aquí simplemente discreto, rayano en lo inexistente sino por el contrario,
amplio, incisivo, comprometido con los valores y principios constitucionales
del Estado Social de Derecho y casi exhaustivo, todo en beneficio de una eficaz
labor de salvaguardia de la Carta que incumbe a esta Corporación.
2. Mi voto favorable
a la ponencia en esta ocasión, se justifica por la diferencia que existe entre
las dos declaraciones mencionadas, y cuyos elementos principales de distinción
se encuentran en la formulación de la crisis como económica, social, grave y en
la configuración del concepto de hechos sobrevinientes.
a) En el caso del
decreto 680 de 1992, y a diferencia del decreto 333, la formulación de la
crisis como crisis económica, es correcta. En efecto, del análisis hecho en la
Sentencia se desprende con toda claridad la idea de una grave situación económica
derivada de la falta de disponibilidad de energía. Dice la sentencia en su
página 107:
"Sólo en la
primera semana del racionamiento, Fedesarrollo estimó un descenso de la
producción industrial del orden de 13.4% y una disminución de las ventas del
comercio del 9% (...) Los racionamientos reducirán -de acuerdo con estos
cálculos- el crecimiento económico previsto para 1992 en 1.3%"
b) Se trata en este
caso, y también a diferencia del decreto 333, de una crisis que afecta a toda
la sociedad. Los drásticos racionamientos, la falta de previsión por parte del
gobierno en relación con el sector energético, sumada a culpas de gobiernos
anteriores y agravada por un fuerte invierno; desencadenaron un generalizado
ambiente de malestar en la población, del cual se derivó una crisis
gubernamental que trajo consigo el relevo de importantes funcionarios del
Estado. Pero la crisis no se reduce al ámbito institucional: la falta de
energía repercutió drásticamente en el sector económico del país y afectó
considerablemente los hábitos cotidianos de las familias. Es por esto que la
crisis, si bien se originó en una negligencia del Estado, extendió sus efectos
a toda la sociedad.
c) Se trata,
también a diferencia del decreto 333 de 1992, de una crisis grave, para cuya
solución se requiere de mecanismos excepcionales. Así se desprende del estudio
hecho en la sentencia por el magistrado ponente y especialmente de lo explicado
en la página 107 sobre las consecuencias que se derivarían si no se adoptaran
medidas excepcionales para facilitar la compra de equipos de generación
eléctrica, la contratación de energía y la terminación de obras.
d) El fuerte verano
de principios del año 1992 puede ser considerado como un factor desencadenante,
acaecido luego de un largo proceso de improvisaciones imputables tanto al
actual gobierno como a los que le antecedieron en la última década. En estas
específicas circunstancias, el verano anotado puede ser calificado como un
hecho sobreviniente, en los términos del artículo 215 de la Constitución
Nacional.
Como se aprecia de
la lectura de estos cuatro elementos, si bien una buena parte de la
responsabilidad proviene del mismo gobierno, una interpretación razonable y
justa del problema planteado a la Corte conduce a una decisión en la cual, sin
desconocer el juicio de responsabilidades correspondiente, se tome una decisión
que no conduzca al incremento de las cargas y perjuicios para los ciudadanos,
derivados del mal manejo institucional del sector energético.
3. Lamento muy de
veras que dentro de la línea de acudir a todas las fuentes posibles para
obtener información acerca de las diversas causas de la crisis energética, lo
cual llevó a consultar también a algunos de sus directos responsables, los
cuales tuvieron amplia oportunidad de hacer sus descargos, se haya omitido la
opinión de los dirigentes sindicales del sector. Ello debió ser tenido en
cuenta antes de establecer si su conducta puede haber dado lugar a sabotajes
laborales o no, de tal manera que la sentencia de la Corte pudiera despejar
toda duda acerca de un cierto sesgo antisindical que algunos pudiesen ver entre
líneas.
En últimas, en el
fallo que comparto se ha hecho un control material de las causas de la
emergencia energética adecuado al espíritu del artículo 215 y del Estado Social
de Derecho, hay una crisis social grave, los instrumentos ordinarios son
insuficientes para superarla y, en consecuencia, la aspiración a la prevalencia
de la normalidad se encuentra justamente limitada por la naturaleza misma de la
crisis.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado |
210 | C-448-92
Sentencia C-448/92
Sentencia C-448/92
ESTADOS DE
EXCEPCION/DECRETO LEGISLATIVO-Conexidad
Declarada la perturbación en el orden
económico, social o ecológico del país, las atribuciones que asume el Ejecutivo
están delimitadas por la propia Constitución, luego mal se pueden extender
indefinidamente a materias distintas de las relacionadas con el trance que
mediante tal declaración se busca superar. Desde el punto de vista de la
validez constitucional de esta clase de decretos, de lo dicho se desprende con
toda claridad que no la tienen aquellos cuyo contenido esté destinado a fines
ajenos al control de la crisis y sus efectos, o que se refieran a materias
carentes de la relación directa y específica con ella. Estos límites configuran
el marco de referencia al que habrá de concretarse el estudio de la Corte sobre
el decreto revisado, en cuanto concierne a conexidad. Considera la Corte que
todas las medidas guardan relación directa y específica con los motivos que
llevaron al Gobierno a declarar el Estado de Emergencia Económica.
DECRETO
LEGISLATIVO-Alcances/CONTRATACION
ADMINISTRATIVA
No es extraño ni ajeno a la normativa
constitucional que uno de los medios encaminados a sortear la crisis, consista
precisamente en ejercer funciones legislativas mediante las cuales modifique,
de manera temporal o definitiva, aquellas disposiciones que habida cuenta de
las exigencias que consagran sobre el supuesto de la normalidad, obstruyen las
soluciones que el Ejecutivo estima adecuadas al fin propuesto. No ignora la
Corte que las disposiciones relativas a contratación administrativa para las
entidades del sector eléctrico resultan permanentes, al tenor del Decreto 700
de 1992, lo cual, sin embargo, no riñe con el texto constitucional, toda vez
que las normas expedidas en virtud del estado de excepción referido en el
artículo 215 de la Carta, no están limitadas en el tiempo, a diferencia de lo
que acontece con los decretos que puede dictar el Presidente de la República en
los casos de guerra exterior y conmoción interior. Hay una derogatoria parcial
de las disposiciones que le sean contrarias y no una simple suspensión de las
respectivas normas legales, lo cual, por las razones que se dejan expuestas,
tampoco se opone a las prescripciones constitucionales. Las normas expedidas al
amparo del Estado de Emergencia, ingresan al ordenamiento jurídico colombiano
con carácter permanente, teniendo vigencia hacia el futuro hasta el momento en
que el legislador, ordinario o extraordinario, decida derogar, modificar o
adicionar su contenido.
SISTEMA ELECTRICO-Medidas especiales/PRESIDENTE DE LA
REPUBLICA-Facultades
Por cuanto concierne a las medidas
especiales que se adoptan en el decreto revisado para las entidades del sector
eléctrico, ellas se ubican dentro de la perspectiva de un urgente y necesario
salvamento, que exige una visión de conjunto, a la luz del artículo 215 de la
Constitución Política. Esas medidas no pueden analizarse, entonces, de manera
aislada sino como plan de emergencia para la recuperación del sector eléctrico.
Es propio de la función gubernamental en el terreno socio-económico, que la
Nación contraiga directamente obligaciones, bien por la vía de la celebración
de contratos, ya por la negociación de empréstitos, o que asuma o avale las que
se hallan en cabeza de entidades estatales que atraviesan por coyunturas
críticas, con el objeto de preservar la eficaz prestación de los servicios
públicos o la defensa de los intereses colectivos. Para que esa función logre
alcanzar sus fines sin transgredir las normas constitucionales, es
indispensable que, en circunstancias normales, medie la autorización especial
del Congreso, pero en periodos extraordinarios como son precisamente los reconocidos
en el Decreto 680 de 1992, tal exigencia queda excluída desde el momento en que
el Presidente de la República asume, además de su función administrativa, el
papel de legislador extraordinario y, por tanto, dado el alcance legislativo de
los decretos que puede proferir, mal podría requerírsele permiso expreso de la
ley para cada operación de endeudamiento, pues ello implicaría la creación de
obstáculos adicionales a la crisis en sí misma, esto es, se tendría una
interpretación extraña a los dictados de la Carta. No resultan
inconstitucionales los artículos que, sin definir cantidades, permiten que la
Nación y otras entidades públicas tomen a su cargo obligaciones que se
radicaban en cabeza de las empresas pertenecientes al sector eléctrico.
PRESIDENTE DE LA
REPUBLICA/FACULTADES LEGISLATIVAS-Límites
Las facultades de orden administrativo y
financiero no se pueden extender indefinidamente a situaciones posteriores
ajenas a la crisis. No son admisibles aquellas disposiciones que implican el
ejercicio indefinido de atribuciones ya no administrativas sino legislativas en
cabeza del Gobierno, ya que, por mandato perentorio del artículo 215 citado, en
concordancia con la cláusula general de competencia consagrada por la
Constitución a favor del Congreso, las posibilidades de que el Ejecutivo
legisle por la vía del estado de emergencia, además del límite material
aludido, se hallan supeditadas de manera estricta al lapso de tiempo que el
propio Gobierno señala al expedir el decreto que reconoce la perturbación del
orden económico. De allí que no pueda el Presidente dictar decretos
legislativos después de vencido ese término ni usar los que expida en tiempo
para retener intemporalmente la función que mediante ellos se agota.
Interpretar con largueza las atribuciones legislativas excepcionales, a tal
punto que se reputaran ajustadas a la Constitución las normas por medio de las
cuales el legislador extraordinario prorroga, más allá del término prefijado,
dichas posibilidades, significaría aceptar que por este mecanismo es factible
trasladar definitivamente la competencia del Congreso a manos del Ejecutivo.
Con arreglo al criterio según el cual las normas jurídicas deben ser
interpretadas de modo en que se acomoden a la preceptiva constitucional, se
deduzca la exequibilidad de los transcritos apartes, sólo si su entendimiento y
posterior aplicación consultan lo estatuido en el artículo 189, numeral 16 de
la Carta y, por tanto, si se considera que las reformas estatutarias y las
reestructuraciones que ellos prevén habrán de ser ejecutadas "con sujeción
a los principios y reglas que defina la ley". De lo contrario, esos mismos
apartes son inconstitucionales.
ESTADOS DE
EXCEPCION/EMERGENCIA ECONOMICA Y SOCIAL/PRESIDENTE DE LA REPUBLICA-Facultades/PRESUPUESTO NACIONAL/RECURSOS
FISCALES-Obtención
Nada obsta, a la luz de los preceptos
constitucionales, para que en tiempos de perturbación del orden económico y
social, con el objeto de hacer frente a las necesidades propias de ésta, sea el
Presidente de la República con la firma de todos sus ministros, quien,
revestido de poderes extraordinarios, modifique o incremente tanto el
presupuesto de rentas como el de gastos, siempre y cuando ello se haga con el
único objeto de conjurar la crisis.Así se deduce no solamente del sentido y los
fines de una institución como la del estado de emergencia económica, sino de
la interpretación sistemática de las normas constitucionales que hoy
estructuran los estados de excepción en su conjunto en armonía con los
artículos 345 y siguientes, que están concebidos sobre el supuesto de que la
distribución de competencias en materia presupuestal debe tener desarrollo
"en tiempo de paz", por cuanto los apremios de una situación tan
urgente que ha hecho necesaria la apelación a facultades extraordinarias como
las que invoca el decreto examinado, a partir de una declaratoria ya hallada
exequible por esta Corte, no son compatibles con la aplicación de aquellas
previsiones si de lo que se trata es de arbitrar recursos en forma inmediata y
de aplicarlos efectivamente a los fines de contrarrestar los hechos
perturbatorios y la extensión de sus efectos, como ocurre en el presente caso.
No existiendo la institución de los créditos suplementales o extraordinarios
que preveía el antiguo artículo 212 de la Carta, las emergencias como la que
ahora se afronta no tienen para el Gobierno, en materia presupuestal, salida
distinta a la del artículo 215 de la Constitución.
PRESIDENTE DE LA
REPUBLICA-Facultades/DECRETO
LEGISLATIVO/IMPUESTO-Exenciones/IMPUESTO-Modificaciones
Ningún reparo encuentra la Corte al
ejercicio de la función legislativa por el Presidente de la República para
conceder exenciones temporales e introducir modificaciones a algunos impuestos,
pues de manera expresa el artículo 215 de la Constitución autoriza al Ejecutivo
para proceder a ello siempre que lo haga en forma transitoria.
SALA PLENA
Ref.: Expediente
R.E.-005
Revisión oficiosa
del Decreto No.700 del 24 de abril de 1992, "Por el cual se adoptan
medidas en materia de contratación, endeudamiento, presupuesto y
reestructuración de las entidades del sector eléctrico y se adoptan otras
disposiciones con el fin de conjurar la crisis en el servicio público de
energía eléctrica e impedir la extensión de sus efectos".
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada mediante acta de Sala
Plena correspondiente a la sesión celebrada en Santafé de Bogotá, D.C., a los
nueve (9) días del mes de julio de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
El Secretario General de la Presidencia de
la República, con oficio remisorio del 27 de abril de 1992, ha enviado a esta
Corporación copia auténtica del Decreto Legislativo número 700, expedido el día
24 del mismo mes con invocación de las facultades previstas por el artículo 215
de la Constitución y en desarrollo de lo dispuesto por el Decreto 680 de 1992,
por medio del cual se declaró el Estado de Emergencia Económica y Social.
Una vez cumplidos todos los trámites y
requisitos contemplados en el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte
Constitucional a proferir decisión de fondo.
II. TEXTO
El Decreto materia de revisión dice
textualmente:
DECRETO NUMERO 700 DE
24 DE ABRIL DE 1992
Por el cual se adoptan medidas en materia de
contratación, endeudamiento, presupuesto y reestructuración
de las entidades del sector eléctrico y se adoptan
otras disposiciones con el fin de conjurar la crisis en el servicio público de
energía eléctrica e impedir la extensión de sus efectos
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
en ejercicio de las facultades que le confiere el
artículo 215 de la Constitución Política y en desarrollo de lo dispuesto por el
Decreto 680 de 1992, y
C O N S I D E R A N D O :
Que por Decreto No. 680 del 23 de abril del
presente año se decretó el Estado de Emergencia Económica y Social con el fin
de conjurar la situación de crisis en el servicio público de energía eléctrica
en el país e impedir la extensión de sus efectos.
Que con el propósito de poder adoptar y
poner en ejecución con la prontitud que las circunstancias requieren los
proyectos de inversión necesarios para subsanar el actual déficit de generación
de energía, es menester adoptar las medidas que contribuyan al saneamiento de
la situación financiera de las entidades del sector eléctrico, incluidas las
modificaciones que para dichos efectos sea pertinente introducir al
presupuesto, al régimen presupuestal y de endeudamiento a que están sujetas
tanto dichas entidades como la Nación y la Financiera Energética Nacional S.A.
- FEN-
Que de la misma manera, es necesario
adoptar las demás disposiciones que permitan a la Nación y a las entidades del
sector eléctrico contar de manera ágil y oportuna con los recursos necesarios y
con los instrumentos legales adecuados para recuperar y fortalecer a la mayor
brevedad posible, la capacidad de prestación del servicio de energía eléctrica.
Que igualmente, y para efectos de que las
entidades del sector eléctrico puedan celebrar, con la agilidad que requiere la
actual situación de crisis, los contratos necesarios para aumentar su capacidad
de generación y transmisión de energía, es preciso adoptar procedimientos
especiales de contratación, no siendo suficiente, tal como lo demuestra la
experiencia, acudir a la figura prevista en el artículo 43, numeral 22, del
Decreto 222 de 1983, en virtud de la cual, previa calificación del Consejo de
Ministros, puede prescindirse de la licitación cuando se trate de la inminente
paralización, suspensión o daño de un servicio público.
Que de la misma manera, es preciso
establecer un tratamiento tributario especial y transitorio para efectos de la
importación y adquisición de los elementos indispensables para hacer frente a
la crisis en el suministro de energía eléctrica.
Que a fin de aprovechar todos los recursos
disponibles para aumentar el suministro de energía eléctrica, resulta necesario
adoptar los instrumentos legales que faciliten y hagan viable en el corto plazo
la participación del sector privado en la generación del mencionado recurso.
Que, finalmente, es necesario adoptar
disposiciones con el fin de subsanar el agudo déficit que se ha presentado en
el suministro de energía eléctrica en el Departamento Archipiélago de San
Andrés, Providencia y Santa Catalina, como consecuencia de la destrucción de
una de sus plantas de generación de energía.
D E C R E T A :
CAPITULO I
DEL CAMPO DE APLICACION Y DE LAS MEDIDAS SOBRE
CONTRATACION, ENDEUDAMIENTO Y TRIBUTACION
ARTICULO PRIMERO.- Las normas del presente Decreto, cuyo
propósito es conjurar la crisis en el servicio público de energía eléctrica e
impedir la extensión de sus efectos, se aplican a la Nación, a los
establecimientos públicos, a las empresas industriales y comerciales del
Estado, a las sociedades de economía mixta, de todos los órdenes y niveles, y a
las Corporaciones Autónomas Regionales, que deban atender la generación,
transmisión y distribución de electricidad. También se aplicará a la Empresa
Colombiana de Petróleos ECOPETROL en lo que se refiere a las actividades que
ésta adelante en materia de generación y transmisión de energía eléctrica, y a
los particulares para los efectos de lo previsto en los artículos 7o. y 23o.
ARTICULO SEGUNDO.- Los contratos que tengan por finalidad
subsanar el déficit en la generación, transmisión y distribución de energía
eléctrica que celebren exclusivamente las entidades a que se refiere el
artículo anterior para el desarrollo de los proyectos a que hace referencia el
presente Decreto, así como aquellos otros que el Ministro de Minas y Energía
considere urgente celebrar con la misma finalidad, solamente se sujetarán a las
siguientes reglas:
A. Cuando su cuantía sea inferior a
cincuenta (50) salarios mínimos mensuales no requerirán contrato escrito y sus
obligaciones se reconocerán mediante resolución motivada.
B. Cuando su cuantía sea igual o superior a
cincuenta (50) e inferior a mil (1.000) salarios mínimos legales mensuales se
podrán celebrar directamente por escrito, y se perfeccionarán con el respectivo
registro presupuestal. A la misma regla se sujetarán los contratos que tengan
por objeto la prestación de servicios o la adquisición de bienes muebles que
sólo determinadas personas puedan suministrar, cuando su cuantía sea superior a
cincuenta (50) salarios mínimos legales mensuales.
C. Cuando su cuantía sea igual o superior a
mil salarios mínimos legales mensuales y no tengan por objeto la prestación de
servicios o la adquisición de bienes muebles que sólo determinadas personas
pueden suministrar, se sujetarán a las siguientes disposiciones:
1. La entidad elaborará los términos de
referencia que señalen las condiciones técnicas y económicas del contrato que
permitan la selección objetiva del contratista.
2. Se publicará un aviso en un periódico de
amplia circulación nacional que, además de la invitación a proponer, contendrá
información sobre el objeto y características esenciales del contrato que se
pretende celebrar.
3. Una vez seleccionada la oferta más
favorable el contrato se adjudicará y celebrará, previa expedición del
correspondiente certificado de disponibilidad presupuestal. Si se comprometen
vigencias fiscales futuras tendrá que contar con la autorización del CONFIS.
La oferta más favorable será aquella que
resulte ser la más ventajosa para la entidad, teniendo en cuenta los factores
de escogencia previamente establecidos en los términos de referencia, tales
como cumplimiento, experiencia, organización, equipos, plazo y precio, y su
ponderación precisa, detallada y concreta.
4. El acto de adjudicación o de escogencia
se notificará al proponente favorecido, en los términos del Código Contencioso
Administrativo.
5. El contrato se celebrará por escrito y
sus estipulaciones serán las que, de acuerdo con las reglas del derecho
privado, correspondan a su esencia y naturaleza, además de las que las partes
estimen convenientes. Igualmente se incluirán las cláusulas obligatorias
contempladas por el Decreto 222 de 1983.
6. El contrato se perfeccionará con la
constitución y aprobación de las garantías y si éstas no se requieren, con el
correspondiente registro presupuestal. Perfeccionado el contrato se publicará
en el Diario Oficial o en las gacetas, si las hubiere, de las correspondientes
entidades territoriales. La publicación se entenderá surtida con el pago de los
derechos correspondientes.
7. El contratista deberá pagar los
impuestos de timbre en la cuantía que señale la ley.
8. El incumplimiento de los requisitos
previstos en los ordinales 6 y 7 impedirá la ejecución del contrato.
9. El control fiscal sobre los contratos a
que se refiere el presente Decreto se ejercerá en forma posterior y selectiva.
PARAGRAFO.- Lo dispuesto en este artículo no se aplicará a los
contratos que celebren las entidades a que se refiere el artículo 1o. del
presente Decreto, cuando de acuerdo con el régimen legal vigente, la
celebración de los mismos esté sujeta al derecho privado.
ARTICULO TERCERO.- Para la celebración y ejecución de los
contratos de empréstito que, con cargo a los recursos de que trata el presente
Capítulo y el Capítulo III de este Decreto, suscriban las entidades a que se
refiere el artículo 1o., con excepción de la Nación, así como para el
otorgamiento de las garantías a que haya lugar, se requerirá únicamente la
aprobación de las respectivas Juntas o Consejos Directivos y el concepto previo
favorable de la Dirección General de Crédito Público, sin que sea necesaria la
intervención de autoridad distinta, ni la realización de trámites adicionales.
Las modificaciones y traslados
presupuestales necesarios para la ejecución de los recursos provenientes de los
empréstitos a que se refiere el inciso anterior, sólo requerirán de la
aprobación de las respectivas Juntas o Consejos Directivos. Cuando se trate de
operaciones que afecten recursos de la Nación o de entidades del orden
nacional, se requerirá, además, el concepto previo favorable de la Dirección
General de Presupuesto del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, sin que
sea necesaria la intervención de autoridad distinta, ni la realización de
trámites adicionales.
ARTICULO CUARTO.- La Financiera Energética Nacional S.A. FEN
podrá otorgar créditos hasta por treinta y cinco mil millones de pesos con
destino a la recuperación del parque térmico e hidráulico instalado en el país.
La selección de los proyectos se hará dando prioridad a las plantas de más
rápida recuperación, de mayor capacidad de generación y de mejor rentabilidad
económica, con el visto bueno del Departamento Nacional de Planeación.
ARTICULO QUINTO.- El otorgamiento e incorporación de los
créditos que se enumeran a continuación y que se concedan con cargo al
Presupuesto General de la Nación, sólo requerirán el cumplimiento de las
condiciones previstas por el presente Decreto:
a. Crédito hasta por setenta mil millones
de pesos a la Empresa de Energía de Bogotá, para el proyecto Guavio y el pago
de servicio de deuda, y
b. Crédito hasta por treinta y cinco mil
millones de pesos a Interconexión Eléctrica S.A., para las líneas de
interconexión con Venezuela, la línea la Mesa-Mirolindo, las subestaciones
asociadas y otras líneas del segundo plan de refuerzos de transmisión.
ARTICULO SEXTO.- Las obligaciones dinerarias a cargo de
entidades del sector eléctrico, así como aquellas que tengan por objeto el
suministro de determinada cantidad de energía eléctrica, podrán incorporarse en
títulos valores negociables en el mercado de valores.
La emisión y colocación de los respectivos
títulos se regirán por las normas que regulan los bonos emitidos por entidades
de derecho privado, salvo en lo que se refiere a la capacidad jurídica y
patrimonial de la entidad emisora.
ARTICULO SEPTIMO.- Las importaciones o enajenaciones, según el
caso, que se realicen en los términos que se establecen en este artículo,
gozarán de los beneficios impositivos que se disponen a continuación:
a) Las importaciones y enajenaciones de
bienes que clasifiquen por las siguientes partidas y subpartidas arancelarias,
estarán excluídas del impuesto a las ventas siempre que la declaración de
despacho para consumo o la declaración de importación temporal, según el caso,
se presente con anterioridad al 31 de diciembre de 1992:
85.02.10.10.00
85.02.10.20.00
85.02.10.30.00
85.02.10.90.00
85.02.20.10.00
85.02.20.20.00
85.02.20.30.00
85.02.20.90.00
85.02.30.10.00
85.02.30.20.00
85.02.30.30.00
85.02.30.90.00
b) Las importaciones de los bienes
señalados en el literal anterior que se efectúen al Departamento Archipiélago
de San Andrés, Providencia y Santa Catalina no causarán el impuesto al consumo,
siempre que la declaración correspondiente se presente con anterioridad al 31
de diciembre de 1992.
c) Las importaciones previstas en el
Decreto 606 de 1992 no causarán el gravamen o derecho único de aduanas del 15%
contemplado en el Decreto-ley 1742 de 1991, siempre que la declaración
correspondiente se presente con anterioridad al 31 de diciembre de 1992.
d) Las importaciones de generadores, cables
de alta tensión, perfiles, turbinas hidráulicas, de gas y de vapor y sus
órganos reguladores, calderas de vapor y sus aparatos auxiliares,
transformadores y aisladores eléctricos, así como sus repuestos, que realicen
las entidades dedicadas a la prestación de servicios públicos de generación,
transmisión o distribución de energía eléctrica o aquellas personas que en
desarrollo de lo dispuesto por el artículo 23 del presente Decreto vendan
energía eléctrica en firme a dichas entidades, estarán excluídas del impuesto a
las ventas, siempre que la declaración de despacho para consumo o la
declaración de importación temporal, según el caso, se presente con
anterioridad al 30 de junio de 1993.
Las enajenaciones de los productos
mencionados en el inciso anterior que se efectúen en el territorio nacional a
las entidades allí señaladas, estarán igualmente excluídas del impuesto sobre
las ventas.
PARAGRAFO 1o. Los beneficios señalados en los literales a) y d) del
presente artículo amparan las enajenaciones que se efectúen hasta el 31 de
diciembre de 1992, en el primer caso, y hasta el 30 de junio de 1993, en el
segundo.
PARAGRAFO 2o. Las modificaciones del gravamen arancelario que decrete
el Gobierno en relación con los bienes de que tratan los literales a) y d) de
este artículo no requerirán de concepto o requisito previo alguno.
ARTICULO OCTAVO.- Con sujeción a lo previsto en el presente
Decreto, autorízase a la Corporación Eléctrica de la Costa Atlántica -CORELCA-
para contratar empréstitos internos hasta por las siguientes cuantías:
a. Siete mil millones de pesos con la
Financiera Energética Nacional S.A. FEN, para ser utilizados en la recuperación
de plantas térmicas, y,
b. Diez mil setecientos ochenta millones de
pesos con la Financiera Energética Nacional FEN para la línea Valledupar
Cuestecita.
ARTICULO NOVENO.- Las Juntas o Consejos Directivos y los
Gerentes, Directores o Presidentes de las entidades a que se refiere el
presente Decreto, serán responsables de la aplicación y ejecución de sus
disposiciones.
De conformidad con las normas vigentes
podrán ser sancionados en caso de inobservancia o uso indebido de las
atribuciones conferidas.
CAPITULO II
DE LA REESTRUCTURACION FINANCIERA DEL SECTOR ELECTRICO
ARTICULO DECIMO.- Con el fin de permitir la rápida ejecución
del plan de emergencia para la recuperación del sector eléctrico y con el
objeto de que las entidades que lo conforman sean viables financieramente, y
por tanto posibles sujetos de crédito, adicionalmente a lo establecido en el
Capítulo III de la Ley 51 de 1990, autorízase a la Nación para novar y asumir
obligaciones a cargo de las entidades del sector eléctrico, a cambio de activos
productivos, de acciones o de aportes sociales de propiedad de dichas
entidades, así como para adquirir activos de ellas a cualquier título. Las
entidades públicas podrán novar y transigir obligaciones a su favor y a cargo
de las entidades del sector eléctrico, previo concepto favorable del Ministerio
de Hacienda y Crédito Público-Dirección General de Crédito Público.
Así mismo, el Gobierno Nacional podrá
adoptar las reformas estatutarias y reestructuraciones administrativas de las
entidades del orden nacional del sector eléctrico que sean necesarias para los
fines del presente decreto.
ARTICULO DECIMO PRIMERO.- En desarrollo de lo dispuesto en el
artículo anterior, la Corporación Eléctrica de la Costa Atlántica CORELCA,
entregará a la Nación las acciones que tiene en Interconexión Eléctrica S.A.
ISA y activos de su propiedad, a satisfacción de la Nación, como pago de las
sumas que le adeuda y como contraprestación por las obligaciones de deuda
externa garantizada que esta última asuma y de las sumas que se apropian en el
Capítulo III para efectos del pago parcial de activos. Dicha entrega deberá ser
previa a la asunción por parte de la Nación de las obligaciones a que hace
referencia el presente artículo.
ARTICULO DECIMO SEGUNDO.- Para efectos de la reestructuración
financiera de la Central Hidroeléctrica de Betania S.A. y como paso previo a su
capitalización por parte de la Nación, se procederá a la reducción a un centavo
del valor nominal de las acciones en que se encuentra dividido su capital
social.
ARTICULO DECIMO TERCERO.- El Instituto Colombiano de Energía
Eléctrica -ICEL- tendrá por objeto procurar la satisfacción de las necesidades
de energía eléctrica en las zonas no interconectadas, ubicadas fuera del área
de cubrimiento de las entidades electrificadoras. Se elimina la intermediación
comercial que ejerce el Instituto a partir del 1o. de mayo de 1992. Con base en
lo anterior, el Gobierno Nacional adoptará las reformas estatutarias a que haya
lugar.
El Instituto Colombiano de Energía
Eléctrica -ICEL- entregará a la Nación activos de su propiedad a satisfacción
de la Nación, como pago de las sumas que le adeuda y como contraprestación por
las obligaciones a cargo de aquél que ésta última asuma.
ARTICULO DECIMO CUARTO.- Con el propósito de facilitar el proceso de
reestructuración financiera del sector eléctrico, facúltase al Ministerio de
Hacienda y Crédito Público para que en desarrollo del presente Decreto y en
nombre de la Nación, gestione y celebre con los acreedores que hayan otorgado
créditos, al sector eléctrico, los acuerdos contractuales que sean necesarios
en materia de crédito público.
ARTICULO DECIMO QUINTO.- Con destino a la financiación y a la
reestructuración del sector eléctrico, autorízase al Ministerio de Hacienda y
Crédito Público para que en nombre de la Nación, emita Bonos de Deuda Pública
Externa hasta por US$250 millones, o su equivalente en otras monedas, para ser
colocados en el mercado internacional de capitales y en el local. Igualmente y
con el mismo propósito, autorízase al Ministerio de Hacienda y Crédito Público
para que en nombre de la Nación, celebre un contrato de empréstito interno con
la Empresa Colombiana de Petróleos ECOPETROL con el fin de que esta última le
entregue a título de mutuo una suma equivalente a setenta mil millones de
pesos.
ARTICULO DECIMO SEXTO.- Autorízase al Gobierno Nacional, para que a
nombre de la Nación, celebre contratos de administración sobre los activos que
ésta reciba a cualquier título de las entidades del sector eléctrico, entre los
cuales se incluyen los contratos de fiducia. Dichos contratos de administración
podrán celebrarse con las entidades mencionadas o con otras personas legalmente
autorizadas para este efecto.
Los contratos de administración se podrán
celebrar con sujeción a las reglas de derecho privado.
ARTICULO DECIMO SEPTIMO.- Todos los contratos de empréstitos que
celebre la Nación en desarrollo de las autorizaciones contenidas en el presente
Decreto sólo requerirán para su perfeccionamiento y ejecución de las firmas de
las partes y de su publicación en el Diario Oficial, la cual se entenderá
cumplida con la orden impartida por el Director General de Crédito Público.
La emisión de bonos de deuda pública
autorizada por el presente decreto sólo requerirá la publicación de la orden de
emisión impartida por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, en la cual
se señalarán su valor, características, términos y condiciones.
ARTICULO DECIMO OCTAVO.- Las autorizaciones de endeudamiento
conferidas en el presente Decreto amplían el cupo de endeudamiento general de
la Nación.
ARTICULO DECIMO NOVENO.- Los actos y contratos que se celebren en
desarrollo del presente Decreto para la reestructuración financiera del sector
eléctrico estarán exentos de impuesto de timbre, tasas, contribuciones y
derechos notariales que puedan causar según su naturaleza.
CAPITULO III
MODIFICACIONES PRESUPUESTALES
ARTICULO VIGESIMO.- Para llevar a cabo el proceso de
reestructuración financiera del sector eléctrico, modifícase el Presupuesto
General de la Nación para la vigencia fiscal de 1992 de la siguiente manera:
1. Adicionar el Presupuesto de Rentas y
Recursos de Capital de la vigencia fiscal de 1992 en la cantidad de $1.605.352.773.600
así:
INGRESOS DE LA NACION
2. RECURSOS DE CAPITAL DE LA NACION $1.021.860.000.000
2.5 RECURSOS DE CREDITO EXTERNO $
286.860.000.000
2.5.1 BANCOS COMERCIALES E
INVERSIONISTAS $
70.000.000.000
2.5.1.1. BANCOS COMERCIALES $
70.000.000.000
NUMERAL 1073 VALOR
EN PESOS DE LOS CBI's PARA PLANES Y PROGRAMAS DE DESARROLLO POR US $100
MILLONES UTILIZABLES EN 1992 (CERTIFICADOS DE DISPONIBILIDAD No. 92-011 POR
VALOR DE $48.930.000.000 y 92-009 POR VALOR DE $ 62.356.437.288.21 DEL CUAL SE
UTILIZA EL VALOR DE $21.070.000.000)
$ 70.000.000.000
2.5.4 ORGANISMOS MULTILATERALES $ 41.860.000.000
2.5.4.1 BID $ 41.860.000.000
NUMERAL 1035 VALOR
EN PESOS DEL CREDITO CONTRATADO POR LA NACION CON EL BID 640 OC-CO POR US $59.8
MILLONES UTILIZABLES EN 1992 (CERTIFICADO DE DISPONIBILIDAD 92-13)
$ 41.860.000.000
2.5.7 EN TRAMITE $
175.000.000.000
NUMERAL 1099 VALOR
EN PESOS DE LOS BONOS QUE SE EMITIRAN EN VIRTUD DEL PRESENTE DECRETO POR VALOR
DE US $250 MILLONES UTILIZABLES EN 1992
$
175.000.000.000
2.6. RECURSOS DE CREDITO INTERNO $ 70.000.000.000
2.6.2. ENTIDADES FINANCIERAS Y OTROS $ 70.000.000.000
2.6.2.1 OPERACIONES FINANCIERAS
ORDINARIAS $ 70.000.000.000
NUMERAL 1041 VALOR
EN PESOS DE LOS RECURSOS DE CREDITO QUE ECOPETROL OTORGARA A LA NACION POR
VALOR DE US $100 MILLONES UTILIZABLES EN 1992 EN VIRTUD DE LO ESTABLECIDO EN EL
PRESENTE DECRETO
$ 70.000.000.000
2.7 OTROS RECURSOS DE CAPITAL $
665.000.000.000
NUMERAL 0025
RECUPERACION DE CARTERA DE LOS PRESTAMOS OTORGADOS POR LA NACION A CHB, ICEL,
CORELCA y ELECTRIFICADORA DE BOLIVAR
$ 265.000.000.000
NUMERAL 0026
RECURSOS DE CREDITO EXTERNO DE CHB, ICEL Y CORELCA A SUBROGAR A LA NACION EN
VIRTUD DE LO ESTABLECIDO EN LA LEY 51 DE 1990
$ 265.000.000.000
NUMERAL 0027
RECURSOS DEL CREDITO INTERNO DEL ICEL SUBROGADOS A LA NACION EN VIRTUD DE LO
ESTABLECIDO EN LA LEY 51 DE 1990
$ 135.000.000.000
TOTAL INGRESOS NACION $1.021.860.000.000
INGRESOS DE LOS ESTABLECIMIENTOS PUBLICOS
030400 CORPORACION AUTONOMA REGIONAL
DEL CAUCA (CVC)
I- RECURSOS ADMINISTRADOS POR LA $ 5.945.973.600
ENTIDAD
B- RECURSOS DE CAPITAL $ 5.945.973.600
II- APORTES DE LA NACION $
255.000.000
210200 INSTITUTO COLOMBIANO DE ENERGIA
ELECTRICA (ICEL)
I- RECURSOS ADMINISTRADOS POR LA $
393.226.800.000
ENTIDAD
A- INGRESOS CORRIENTES $
50.000.000.000
B- RECURSOS DE CAPITAL $
343.226.800.000
210500 CORPORACION ELECTRICA DE LA COSTA
ATLANTICA (CORELCA)
I- RECURSOS ADMINISTRADOS POR LA $
184.320.000.000
ENTIDAD
B- RECURSOS DE CAPITAL $
184.320.000.000
II- APORTES DE LA NACION $
1.000.000.000
2 Adicionar las apropiaciones del
Presupuesto General de la Nación para la vigencia fiscal de 1992 en la suma de
$1.605.352.773.600, así:
PRESUPUESTO DE GASTOS O
DECRETO DE APROPIACIONES
NUM ART. ORD SUB REC
PROG SUB PRO
SECCION 1301
MINISTERIO DE HACIENDA Y CREDITO PUBLICO
TOTAL PRESUPUESTO $
846.260.000.000
A- PRESUPUESTO DE FUNCIONAMIENTO $
689.800.000.000
UNIDAD 1301 01
DIRECCION SUPERIOR $
689.800.000.000
3 TRANSFERENCIAS $
689.800.000.000
022 OTRAS TRANSFERENCIAS $
689.800.000.000
012
ACTIVOS PRODUCTIVOS
EN GENERACION Y TRANSMISION DE ICEL Y CORELCA A TRAVES DE DACION DE PAGO PARA
VENDERSE O ENTREGARSE EN FIDEICOMISO Y DE ACCIONES DE CHB. LEY 51 DE 1990.
$
689.800.000.000
53 OTROS RECURSOS DE CAPITAL
SIN SITUACION DE FONDOS $
400.000.000.000
68 RECUPERACION DE CARTERA
SIN SITUACION DE FONDOS $
265.000.000.000
17 CREDITO INTERNO NACIONAL $
16.800.000.000
30 VALOR EN PESOS DE LOS BONOS
DE DEUDA PUBLICA
EMITIDOS POR
LA NACION $
8.000.000.000
UNIDAD 1301 05
DIRECCION GENERAL DE CREDITO PUBLICO
B- PRESUPUESTO DE INVERSION $
156.460.000.000
4101 SERVICIO DE LA DEUDA, APORTES E
INVERSIONES FINANCIERAS $
156.460.000.000
004 APORTES A ORGANISMOS
NACIONALES 156.460.000.000
008 CREDITO PRESUPUESTAL
A LA
EMPRESA DE
ENERGIA DE
BOGOTA PARA
PAGO DE
SERVICIO DE
DEUDA Y
TERMINACION
PROYECTO GUAVIO 70.000.000.000
29 VALOR EN
PESOS DE LOS
INSTRUMENTOS
COLOMBIA-
NOS
AL PORTADOR EN EL
EXTERIOR $
49.000.000.000
30 VALOR EN
PESOS DE LOS
BONOS
DE DEUDA PUBLICA
EMITIDOS
POR LA NACION 21.000.000.000
009 CREDITO
PRESUPUESTAL A LA
EMPRESA DE
INTERCONEXION
ELECTRICA S.A.
ISA PARA
LAS LINEAS DE
INTERCONEXION
CON VENEZUELA,
LA MESA-
MIROLINDO, LAS
SUBESTACIO-
NES ASOCIADAS Y
OTRAS LINEAS
DEL SEGUNDO
PLAN DE REFUERZOS
DE TRANSMISION $
35.000.000.000
29 VALOR EN
PESOS DE LOS
INSTRUMENTOS
COLOMBIA-
NOS
AL PORTADOR EN EL
EXTERIOR $
20.000.000.000
30 VALOR EN
PESOS DE LOS
BONOS
DE DEUDA PUBLI-
CA
EMITIDOS POR LA
NACION $
15.000.000.000
011 SANEAMIENTO
FINANCIERO
SECTOR
ELECTRICO. LEY
51 DE 1990 $
41.860.000.000
07 B.I.D. $
41.860.000.000
012 PAGOS POR MENORES
TARIFAS
SECTOR
ELECTRICO. DISTRI-
BUCION PREVIO
CONCEPTO
DNP $
9.600.000.000
30 VALOR EN
PESOS DE
LOS
BONOS DE DEUDA
PUBLICA
EMITIDOS
POR
LA NACION $ 9.600.000.000
TOTAL CREDITO ADICIONAL MINISTERIO
DE HACIENDA Y CREDITO PUBLICO $
846.260.000.000
SECCION 1401
SERVICIO DE LA DEUDA PUBLICA NACIONAL
A- ADICIONES DE FUNCIONAMIENTO $
174.345.000.000
5 SERVICIO DE DEUDA EXTERNA $
104.345.000.000
010 PREPAGO SERVICIO DE LA DEUDA EXTERNA
SECTOR ELECTRICO $
51.145.000.000
30 VALOR EN
PESOS DE
LOS
BONOS DE DEUDA
PUBLICA
EMITIDOS
POR
LA NACION $ 51.145.000.000
011 PAGO DEL SERVICIO DE LA DEUDA EXTERNA
DEL SECTOR ELECTRICO $
53.200.000.000
17 CREDITO
INTERNO
NACIONAL $
53.200.000.000
6 SERVICIO DE DEUDA INTERNA $
70.000.000.000
010 PAGO DE LA DEUDA VENCIDA DEL ICEL
CON ISA PARA QUE ESTA A SU VEZ
EFECTUE PAGOS DE SERVICIO DE DEUDA $
70.000.000.000
030 VALOR EN
PESOS DE
LOS
BONOS DE DEUDA
PUBLICA
EMITIDOS
POR
LA NACION $ 70.000.000.000
TOTAL CREDITO ADICIONAL SERVICIO DE LA
DEUDA PUBLICA NACIONAL $
174.345.000.000
PRESUPUESTO ESTABLECIMIENTOS PUBLICOS
SECCION 0304
CORPORACION AUTONOMA REGIONAL DEL CAUCA (CVC)
3000 I- RECURSOS ADMINISTRADOS POR
LA ENTIDAD $
5.945.973.600
3200 B- RECURSOS DE CAPITAL $
5.945.973.600
3220 CREDITO INTERNO $
5.945.973.600
3221 PERFECCIONADO $
2.321.169.300
3222 NO PERFECCIONADO $
3.624.804.300
4000 II- APORTES DE LA NACION $
255.000.000
4300 INVERSION $
255.000.000
TOTAL DE LA SECCION $
6.200.973.600
SECCION 0304
CORPORACION AUTONOMA REGIONAL DEL CAUCA (CVC)
TOTAL ADICIONES $
6.200.973.600
B- PRESUPUESTO DE GASTOS DE INVERSION $
6.200.973.600
3602 TRANSMISION DE ENERGIA
ELECTRICA 6.200.973.600
002 LINEAS Y SUBESTACIONES DE
TRANSMISION $
6.200.973.600
001 AMPLIACION
SISTEMAS DE
TRANSMISION $
5.945.973.600
91 CREDITO
INTERNO
DIRECTO
CONTRATADO $ 2.321.169.300
93 CREDITO
INTERNO
DIRECTO
AUTORIZADO $ 3.624.804.300
010 LINEA DE
TRANSMISION PASTO-
TUMACO $
255.000.000
30 VALOR EN
PESOS DE LOS
BONOS
DE DEUDA PUBLICA
EMITIDOS
POR LA NACION 255.000.000
SECCION 2102
INSTITUTO COLOMBIANO DE ENERGIA ELECTRICA (ICEL)
3000 I- RECURSOS ADMINISTRADOS POR
LA
ENTIDAD $
393.226.800.000
3100 A- INGRESOS CORRIENTES $
50.000.000.000
3121 VENTA DE BIENES Y SERVICIOS $
50.000.000.000
3200 B- RECURSOS DE CAPITAL $
343.226.800.000
3220 CREDITO INTERNO $
10.256.800.000
3222 NO PERFECCIONADO $
10.256.800.000
3250 RECURSOS DEL BALANCE $
332.970.000.000
3255 VENTA Y CESION DE ACTIVOS
PRODUCTIVOS EN
GENERACION
Y TRANSMISION $
332.970.000.000
TOTAL SECCION $
393.226.800.000
SECCION 2102
INSTITUTO COLOMBIANO DE ENERGIA ELECTRICA (ICEL)
TOTAL ADICION $
393.226.800.000
A- PRESUPUESTO DE FUNCIONAMIENTO $
379.170.000.000
1
SERVICIOS PERSONALES $
197.600.000
002 SUELDOS DE PERSONAL DE NOMINA $
93.200.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 93.200.000
006 AUXILIO DE TRANSPORTE $
2.100.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 2.100.000
007 PRIMA DE SERVICIO $
50.600.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 50.600.000
008 PRIMA DE VACACIONES $
1.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 1.000.000
009 PRIMA DE NAVIDAD $
10.200.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 10.200.000
010 PRIMAS EXTRAORDINARIAS $
22.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 22.000.000
013 INDEMNIZACION POR VACACIONES $
900.000
90 INGRESOS CORRIENTES $
900.000
015 PERSONAL SUPERNUMERARIO $
10.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 10.000.000
016 HONORARIOS $
1.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 1.000.000
021 PRIMA TECNICA $
6.600.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 6.600.000
2 GASTOS GENERALES $ 5.289.000.000
001 COMPRA DE EQUIPO $
15.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 15.000.000
002 MATERIALES Y SUMINISTROS $
30.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 30.000.000
003 MANTENIMIENTO $
80.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 80.000.000
004 SERVICIOS PUBLICOS $
40.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 40.000.000
005 ARRENDAMIENTOS $
33.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 33.000.000
006 VIATICOS Y GASTOS DE VIAJE $
10.000.000
001 AL INTERIOR $
10.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 10.000.000
007 IMPRESOS Y PUBLICACIONES $
5.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 5.000.000
008 COMUNICACIONES Y TRANSPORTE $
10.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 10.000.000
012 OTROS GASTOS GENERALES
001 GASTOS DE OPERACION,
ADMINISTRA-
CION Y MANTENIMIENTO DE
PLANTAS $ 5.066.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 5.066.000.000
3 TRANSFERENCIAS $
228.129.000.000
003 CAJANAL - SERVICIOS MEDICOS $
23.700.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 23.700.000
004 CAJANAL - PENSIONES $
11.300.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 11.300.000
007 PENSIONES $
14.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 14.000.000
022 OTRAS TRANSFERENCIAS $
228.080.000.000
002 SUBROGACION POR LA NACION DE
LA DEUDA INTERNA Y
EXTERNA $ 228.080.000.000
98 OTROS RECURSOS
DEL
BALANCE $
228.080.000.000
4 GASTOS DE OPERACION COMERCIAL $
40.664.400.000
001 CON CARACTER PURAMENTE COMERCIAL $
40.664.400.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 40.664.400.000
6 SERVICIO DE DEUDA INTERNA $
104.890.000.000
011 PAGO DEL SERVICIO DE LA DEUDA A
ISA SIN SITUACION DE FONDOS $
70.000.000.000
98 OTROS RECURSOS
DEL
BALANCE $
70.000.000.000
012 GOBIERNO NACIONAL $
34.890.000.000
98 OTROS RECURSOS
DEL
BALANCE $
34.890.000.000
B- PRESUPUESTO DE INVERSION $
14.056.800.000
3601 GENERACION DE ENERGIA ELECTRICA
004 OPERACION Y MANTENIMIENTO DE
DE SISTEMAS ELECTRICOS
001 RECUPERACION DE
PLANTAS
DE LAS
ELECTRIFICADORAS.
DISTRIBUCION
PREVIO
CONCEPTO DNP $
1.800.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 1.800.000.000
3602 TRANSMISION DE ENERGIA ELECTRICA $
12.256.800.000
002 LINEAS Y SUBESTACIONES DE
TRANSMISION $
12.256.800.000
005 CONSTRUCCION LINEA
DE
TRANSMISION DE
ENERGIA
ELECTRICA
BUCARAMANGA-
OCAÑA-CUCUTA A
230 KV-PNR 10.256.800.000
93 CREDITO
INTERNO
DIRECTO
AUTORIZADO $ 10.256.800.000
015 OBRAS DE
INFRAESTRUCTURA
EN TRANSMISION
Y TRANSFOR-
MACION
ELECTRICA EN EL
META $ 2.000.000.000
90 INGRESOS
CORRIENTES $ 2.000.000.000
SECCION 2105
CORPORACION ELECTRICA DE LA COSTA ATLANTICA (CORELCA)
3000 I- RECURSOS ADMINISTRADOS POR
LA
ENTIDAD $
184.320.000.000
3200 B- RECURSOS DE CAPITAL $
184.320.000.000
3220 CREDITO INTERNO $
17.780.000.000
3222 NO PERFECCIONADO $
17.780.000.000
3250 RECURSOS DEL BALANCE $
166.540.000.000
3255 VENTA Y CESION DE ACTIVOS
PRODUCTIVOS EN
GENERACION Y
TRANSMISION $
166.540.000.000
4000 II- APORTES DE LA NACION $
1.000.000.000
4300 INVERSION $
1.000.000.000
TOTAL SECCION $
185.320.000.000
SECCION 2105
CORPORACION ELECTRICA DE LA COSTA ATLANTICA (CORELCA)
TOTAL ADICION $
185.320.000.000
A- PRESUPUESTO DE FUNCIONAMIENTO $
158.540.000.000
3 TRANSFERENCIAS $
79.480.000.000
022 OTRAS TRANSFERENCIAS $
79.480.000.000
002 SUBROGACION POR LA
NACION
DE LOS CREDITOS
EXTERNOS
GARANTIZADOS $
79.480.000.000
98 OTROS
RECURSOS
DEL
BALANCE $ 79.480.000.000
6 SERVICIO DE LA DEUDA
INTERNA $ 79.060.000.000
002 SECTOR FINANCIERO Y OTROS $
16.800.000.000
98 OTROS RECURSOS
DEL
BALANCE $ 16.800.000.000
004 GOBIERNO NACIONAL $
62.260.000.000
98 OTROS
RECURSOS DEL
BALANCE $
62.260.000.000
B- PRESUPUESTO DE
INVERSION $ 26.780.000.000
3601 GENERACION DE ENERGIA ELECTRICA $
16.000.000.000
004 OPERACION Y MANTENIMIENTO DE
SISTEMAS ELECTRICOS $
16.000.000.000
001 RECUPERACION DE
UNIDA-
DES TERMICAS $ 7.000.000.000
93 CREDITO
INTERNO
DIRECTO
AUTORIZADO $ 7.000.000.000
002 SUMINISTRO DE
ENERGIA
PARA EL
DEPARTAMENTO
ARCHIPIELAGO
DE SAN
ANDRES,
PROVIDENCIA Y
SANTA
CATALINA.
DISTRIBUCION
PREVIO
CONCEPTO DNP $ 9.000.000.000
29 VALOR
EN PESOS DE
LOS
INSTRUMENTOS
COLOMBIANOS
AL
PORTADOR
EN EL
EXTERIOR
$ 1.000.000.000
98 OTROS
RECURSOS DEL
BALANCE $ 8.000.000.000
3602 TRANSMISION DE ENERGIA ELECTRICA $
10.780.000.000
002 LINEAS Y SUBESTACIONES
DE TRANSMISION $
10.780.000.000
005 CONSTRUCCION
LINEA
VALLEDUPAR-CUESTECITA
A 230 KV. $
10.780.000.000
93 CREDITO
INTERNO
DIRECTO
AUTORIZADO $ 10.780.000.000
3. Efectuar el siguiente contracrédito en
el Presupuesto General de la Nación de 1992 por valor de $3.500.000.000, así:
SECCION 2101
MINISTERIO DE MINAS Y ENERGIA
UNIDAD 2101 01
DIRECCION SUPERIOR
TOTAL CONTRACREDITOS $ 3.500.000.000
B- CONTRACREDITOS DE INVERSION $ 3.500.000.000
2103 SERVICIOS PUBLICOS URBANOS Y
RURALES $ 3.500.000.000
003 PLAZAS DE MERCADO $ 3.500.000.000
001 SUBSIDIO EN EL
SERVICIO
DE ENERGIA
ELECTRICA.
DISTRIBUCION
PREVIO
CONCEPTO DNP $ 3.500.000.000
27 INTEGRADO
CHEMICAL
BANK
91-94 $ 3.500.000.000
4. Con base en el contracrédito anterior
abrir el siguiente crédito en Presupuesto General de la Nación de 1992 por
$3.500.000.000, así:
SECCION 1301
MINISTERIO DE HACIENDA Y CREDITO PUBLICO
UNIDAD 1301 05
DIRECCION GENERAL DE CREDITO PUBLICO
TOTAL CREDITOS $ 3.500.000.000
B- CREDITO INVERSION $ 3.500.000.000
4101 SERVICIO DE LA DEUDA, APORTES E
INVERSIONES FINANCIERAS $ 3.500.000.000
004 APORTES A ORGANISMOS NACIONALES $ 3.500.000.000
012 PAGOS POR
MENORES TARIFAS
SECTOR
ELECTRICO DISTRIBU-
CION PREVIO
CONCEPTO DNP 3.500.000.000
27 INTEGRADO
CHEMICAL
BANK
91-94 $ 3.500.000.000
ARTICULO VIGESIMO PRIMERO.- Para la ejecución de los recursos
adicionales en el Presupuesto General de la Nación de que trata el artículo
anterior, se requerirá exclusivamente el envío de la documentación que soporta
la operación a la Contraloría General de la República.
CAPITULO IV
OTRAS DISPOSICIONES
ARTICULO VIGESIMO SEGUNDO.- Las operaciones de crédito que realice la
Financiera Energética Nacional S.A. -FEN- para el propósito del presente
Decreto estarán exceptuadas de los límites o cupos individuales de crédito
fijados por las normas vigentes, cuando así lo autorice la Junta Directiva de
la entidad, previo concepto favorable del Ministro de Hacienda y Crédito
Público.
En desarrollo de lo dispuesto en el inciso
anterior, y siempre que se cumplan las condiciones previstas en el mismo,
estarán igualmente exceptuados de los límites o cupos individuales de crédito
aquellos préstamos que otorgue la Financiera Energética Nacional S.A. -FEN-,
con cargo a los recursos del empréstito externo otorgado por el EXIMBANK del
Japón, con destino a los siguientes proyectos: Riogrande II, Segundo Plan de
Transmisión, Interconexión con Venezuela, Recuperación Plantas Térmicas,
Mantenimiento Planta Mesitas, línea Valledupar-Cuestecita, línea
Bucaramanga-Ocaña-Cúcuta y Guavio.
ARTICULO VIGESIMO TERCERO.- Con el exclusivo propósito de dotar del
complemento indispensable a las acciones que emprendan las entidades del sector
para superar el déficit en la generación de energía eléctrica, los particulares
que cuenten con energía y potencia disponibles podrán venderlas.
Para tal efecto, las entidades propietarias
de redes de transmisión y de distribución deberán permitir la conexión de tales
particulares, previo el cumplimiento de las normas técnicas y legales que rijan
el servicio y la operación de la red, así como el pago de las retribuciones que
le corresponda.
Los cargos y precios serán acordados entre
la empresa generadora, los propietarios de las redes y los usuarios de las
mismas. En caso de no existir acuerdo y con el fin de garantizar el acceso y
uso de la red, los cargos serán fijados por la Junta Nacional de Tarifas, que
definirá la metodología para el cálculo de los mismos.
ARTICULO VIGESIMO CUARTO.- Con el fin de asegurar la aplicación de las
medidas contempladas por este Decreto relativas al suministro de energía
eléctrica, ISA podrá comprar y vender libremente energía y potencia.
ARTICULO VIGESIMO QUINTO.- Para el logro de los propósitos previstos
en el presente Decreto la Empresa de Energía de Bogotá tomará todas las medidas
necesarias para la pronta recuperación de su parque térmico y para acelerar la
puesta en operación del proyecto hidroeléctrico del Guavio, con el fin de que
la primera unidad entre en operación a más tardar en diciembre de 1992.
Para tal efecto la Empresa de Energía de
Bogotá, previa aprobación de su Junta Directiva, podrá pactar con los actuales
contratistas de obra pública, suministro, interventoría, consultoría y
asesoría, modificaciones, adiciones y reformas a los contratos en ejecución,
autorizados o en perfeccionamiento. No se aplicará lo dispuesto en este inciso
a las reclamaciones que hayan presentado o lleguen a presentar a la Empresa los
contratistas.
ARTICULO VIGESIMO SEXTO.- Con el fin de subsanar el déficit de
generación de energía eléctrica en el Departamento Archipiélago de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina, la Corporación Eléctrica de la Costa Atlántica
CORELCA celebrará los contratos que sean necesarios. Para tal propósito la
Corporación podrá asociarse con entidades públicas o privadas.
La celebración de los contratos a que hace
referencia el inciso anterior requerirá la expedición previa del respectivo
certificado de disponibilidad presupuestal. Dichos contratos se perfeccionarán
con el registro presupuestal y requerirán la publicación en el Diario Oficial,
la cual se entenderá cumplida por el pago de los derechos correspondientes.
ARTICULO VIGESIMO SEPTIMO.- Con el fin de subsanar el déficit de
suministro de energía eléctrica a la población de Tumaco, la Corporación
Autónoma Regional del Cauca -CVC- podrá contratar, con la aprobación de su
Consejo Directivo, directamente las siguientes obras complementarias de la
línea de transmisión Pasto-Tumaco:
1. Construcción y montaje de las
subestaciones Buchelli y Tumaco.
2. Construcción de la línea de
subtransmisión entre las subestaciones Buchelli y Tumaco.
3. Construcción y montaje del tramo común
de línea a doscientos treinta kilovatios (230 kv) en doble circuito en Pasto.
ARTICULO VIGESIMO OCTAVO.- Sin perjuicio de las situaciones jurídicas
debidamente constituídas, lo dispuesto en el presente Decreto se aplicará a los
contratos de empréstito que se encuentren previstos en el mismo y que estén en
trámite.
ARTICULO VIGESIMO NOVENO.- El presente Decreto rige a partir de la
fecha de su publicación y deroga las disposiciones que le sean contrarias.
PUBLIQUESE, COMUNIQUESE Y CUMPLASE
Dado en Santafé de Bogotá, D.C. a 24 de abril de 1992
siguen firmas...
III. EL TERMINO DE FIJACION EN LISTA
En cumplimiento de lo que establecen los
artículos 242 de la Constitución política y 37 del Decreto 2067 de 1991,
orientados a hacer efectiva la intervención ciudadana dentro del proceso de
revisión oficiosa de constitucionalidad, el Magistrado Sustanciador ordenó la
fijación en lista por el término de cinco (5) días.
Según informe secretarial de fecha 14 de
mayo, dicho término transcurrió y venció en silencio.
IV. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL
El Procurador General de la Nación hizo
llegar a la Corte en la oportunidad debida el oficio 030 de mayo 28, por medio
del cual emitió concepto sobre la constitucionalidad del Decreto sometido a
revisión.
Según el criterio del Ministerio Público,
las disposiciones que integran el Decreto 700 de 1992 están todas dirigidas a
superar el déficit de energía que vive el país, "a través de la agilización
en la adopción y ejecución de proyectos de inversión y del saneamiento de la
situación negativa financiera y operativa del sector eléctrico", razón por
la cual se ajusta al presupuesto constitucional que exige la observancia de
este vínculo de conexidad para la validez de los decretos legislativos
expedidos en aplicación del artículo 215 de la Carta.
El Procurador solicita a la Corte que
declare la exequibilidad del Decreto que se examina, sin hacer excepción sobre
ninguna de sus normas.
V. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
1. Competencia
Esta Corte es competente para resolver de
manera definitiva sobre la exequibilidad del Decreto en revisión, según lo
disponen los artículos 215, Parágrafo, y 241, numeral 7, de la Constitución
Política, ya que fue expedido por el Presidente de la República invocando las
atribuciones excepcionales propias del Estado de Emergencia.
2. Aspectos formales
El inciso 2º del artículo 215 de la Carta
exige, para la expedición de esta clase de decretos, las firmas del Presidente
y de todos los ministros del Despacho.
Examinado el Decreto 700 de 1992, se
encuentra que tal requisito fue cumplido a cabalidad en este caso. Los
viceministros de Desarrollo Económico y Educación Nacional, quienes aparecen
suscribiendo el Decreto, lo hicieron, como allí mismo se expresa, en su calidad
de encargados de los correspondientes despachos, es decir que ostentaban el
rango de ministros y tenían las facultades propias de los titulares.
El Decreto 680, por medio del cual se
declaró el Estado de Emergencia Económica y Social, hallado exequible por esta
Corporación según sentencia de esta misma fecha, previó como término para el
ejercicio de las facultades excepcionales el comprendido entre el día de su
entrada en vigencia (23 de abril de 1992) y las veinticuatro horas del día
lunes 27 de abril.
El Decreto sub-examine es de fecha 24 de
abril, luego fue expedido en tiempo, de acuerdo con las previsiones
constitucionales.
Asimismo, en su artículo vigésimo noveno,
está indicado a partir de cuándo comenzó su vigencia, es decir, desde la fecha
de su publicación, la cual tuvo lugar el 24 de abril de 1992 (Diario Oficial
número 40431).
Así, pues, no hay en este aspecto tacha
alguna de inconstitucionalidad.
3. La conexidad
Como institución excepcional, cuyos
alcances son de interpretación estricta, el Estado de Emergencia no representa
una investidura legislativa plena para el Presidente de la República. Es
decir, declarada la perturbación en el orden económico, social o ecológico del
país, las atribuciones que asume el Ejecutivo están delimitadas por la propia
Constitución, luego mal se pueden extender indefinidamente a materias distintas
de las relacionadas con el trance que mediante tal declaración se busca
superar.
Es natural, entonces, que el artículo 215
de la Carta se ocupe en precisar, usando expresiones concluyentes, que los
respectivos decretos con fuerza de ley estarán "destinados
exclusivamente a conjurar la crisis y a impedir la extensión de sus
efectos" y que "estos decretos deberán referirse a materias
que tengan relación directa y específica con el Estado de Emergencia".
En concordancia con los rigurosos términos
transcritos, que circunscriben el campo de acción legislativa del Gobierno
durante el periodo excepcional, el inciso 8º del artículo 215 de la
Constitución previene: "El Presidente de la República y los ministros
serán responsables (...) por cualquier abuso cometido en el ejercicio de las
facultades que la Constitución otorga al Gobierno durante la emergencia".
Desde el punto de vista de la validez
constitucional de esta clase de decretos, de lo dicho se desprende con toda
claridad que no la tienen aquellos cuyo contenido esté destinado a fines ajenos
al control de la crisis y sus efectos, o que se refieran a materias carentes de
la relación directa y específica con ella.
Estos límites configuran el marco de
referencia al que habrá de concretarse el estudio de la Corte sobre el decreto
revisado, en cuanto concierne a conexidad.
El Decreto número 680 de 1992 identifica
como causas para la declaración del Estado de Emergencia las siguientes:
- El agudo verano que ha sufrido el país
en los últimos meses;
- Las deficiencias operacionales y
financieras de las empresas del sector eléctrico;
- La consiguiente grave escasez del
recurso eléctrico en todo el territorio nacional;
- La destrucción de una de las plantas de
generación de energía eléctrica en el Departamento Archipiélago de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina;
- El forzado racionamiento que, como
resultado de las circunstancias anteriores, han decretado las autoridades;
- La posibilidad de que el racionamiento
se intensifique o prolongue si no se toman oportuna y ágilmente medidas
adecuadas.
Los temas a que se refieren las medidas
adoptadas por el Decreto 700 de 1992 para contrarrestar las aludidas causas de
perturbación, pueden agruparse así:
a) Disposiciones enderezadas a agilizar y simplificar
los procedimientos previos a la contratación administrativa en las entidades
públicas que deban atender la generación, transmisión y distribución de
electricidad así como en Ecopetrol, en lo que se refiere a las actividades que
esta empresa adelante en la misma materia. Con igual sentido, normas relativas
a la celebración y ejecución de los contratos de empréstito que, con cargo a
los recursos previstos en el decreto, suscriban dichas entidades; al
otorgamiento de las correspondientes garantías y a las modificaciones y
traslados presupuestales necesarios para la ejecución de los mencionados
recursos.
El artículo 5o. extiende las ya mencionadas
disposiciones sobre supresión de trámites, para el otorgamiento e incorporación
de los créditos que, con cargo al Presupuesto General de la Nación, se concedan
a la Empresa de Energía de Bogotá para el proyecto Guavio y a Interconexión
Eléctrica S. A., para las líneas de interconexión con Venezuela y otras.
b) Beneficios tributarios, de carácter temporal,
reconocidos, en cuanto al impuesto a las ventas, para las importaciones y
enajenaciones de bienes necesarios al suministro y distribución de energía
(según las posiciones arancelarias que el decreto enuncia, se trata de bienes
clasificados como "grupos electrógenos"), así como para las
importaciones de generadores, cables de alta tensión, turbinas, calderas y
otros bienes requeridos por las entidades dedicadas a la prestación de
servicios públicos de generación, transmisión o distribución de energía eléctrica;
ventajas tributarias en relación con el impuesto al consumo, para las
importaciones de dichos bienes cuando se efectúen al Departamento Archipiélago
de San Andrés, Providencia y Santa Catalina; exclusión del gravamen o derecho
único de aduanas (Decreto Ley 1742 de 1991) para las importaciones previstas en
el Decreto 606 de 1992 (bienes o equipos correspondientes a los grupos
electrógenos, acumuladores y otros aparatos de alumbrado).
c) Medidas orientadas a la reestructuración financiera
de las entidades pertenecientes al sector eléctrico. Así, por ejemplo, se
autoriza a la Nación para novar y asumir obligaciones a cargo de las entidades
del sector; se faculta a las entidades públicas para novar y transigir
obligaciones a cargo de entidades del mismo sector; se permite al Gobierno
Nacional la adopción de reformas estatutarias y reestructuraciones
administrativas de las entidades del orden nacional pertenecientes al sector
eléctrico; se ordena a CORELCA la entrega a la Nación de su participación accionaria
en ISA y se dispone que esta entidad y el ICEL hagan entrega a la Nación de
activos de su propiedad, todo como pago de las sumas que le adeudan; se reduce
a un centavo el valor nominal de las acciones de la Central Hidroeléctrica de
Betania S. A.; se elimina a partir del 1o. de mayo del presente año, la
intermediación comercial que ejerce aquel instituto.
Con el propósito de adelantar la
reestructuración financiera, se faculta al Ministerio de Hacienda y Crédito
Público para gestionar y celebrar con los acreedores del sector eléctrico los
acuerdos contractuales necesarios en materia de crédito público, como también
para emitir bonos de deuda pública externa hasta por US4.250 millones y para
celebrar un contrato de empréstito interno con Ecopetrol a efecto de que esta
empresa le entregue a título de mutuo una suma equivalente a setenta mil
millones de pesos; y se permite al Gobierno Nacional la celebración de
contratos de administración sobre los activos que la Nación reciba a cualquier
título de las entidades del sector eléctrico.
Se autoriza el otorgamiento de créditos con
destino a la recuperación del parque térmico e hidráulico instalado en el país
(artículo 4o.), así como la incorporación de las obligaciones dinerarias a
cargo de entidades del sector eléctrico en títulos negociables en el mercado de
valores (artículo 6o.).
Las operaciones de crédito que se autoriza
sean otorgadas por la Financiera Energética Nacional S. A. -FEN- son
exceptuadas de los límites o cupos individuales de crédito fijados por las
normas vigentes.
d) Modificaciones presupuestales enderezadas a la
reestructuración financiera del sector eléctrico, consistentes en una adición
al Presupuesto de rentas y recursos de capital de la vigencia fiscal de 1992
en la cantidad de $1.605.352.773.600 y la consiguiente adición por la misma
cifra en la ley de apropiaciones, con destino a la financiación de los
proyectos que el Decreto busca ejecutar para la generación, transmisión y
distribución de electricidad; un contracrédito en el presupuesto general por
valor de $3.500.000.000 y un crédito de inversión por la misma cuantía a favor
del Ministerio de Minas y Energía, con iguales propósitos.
e) En el Capítulo IV se incluyen otras medidas, como la
autorización a particulares para vender energía y potencia y a ISA para
comprarla y venderla libremente; el mandato a la Empresa de Energía de Bogotá
en el sentido de poner en operación el proyecto hidroeléctrico del Guavio, en
su primera unidad, a más tardar en diciembre de 1992; la facultad de Corelca
para celebrar los contratos indispensables con el fin de subsanar el déficit
de energía eléctrica en San Andrés, Providencia y Santa Catalina; la
autorización a la CVC para contratar directamente obras complementarias en la
línea de transmisión Pasto-Tumaco.
En síntesis, la preceptiva del estatuto
materia de control constitucional a que se contrae esta providencia, está
referida al establecimiento de normas especiales sobre contratación
administrativa para ciertas entidades, otorgamiento de beneficios tributarios
sobre importaciones y enajenaciones, reestructuración financiera del sector
eléctrico y modificaciones al Presupuesto de la presente vigencia y las
disposiciones complementarias a esas determinaciones.
Considera la Corte que todas las medidas
mencionadas guardan relación directa y específica con los motivos que llevaron
al Gobierno a declarar el Estado de Emergencia Económica y que están
consignados en el Decreto 680 de 1992, declaratorio de aquél.
En efecto, al prever normas excepcionales
en materia de contratación administrativa y evitar, por medio de ellas, las
dificultades y demoras que propiciaría la aplicación rigurosa de todos los
requisitos y trámites consagrados para épocas de normalidad en el Decreto 222
de 1983, el Ejecutivo no hizo nada diferente de concebir un régimen especial en
este campo para las entidades públicas que tienen a su cargo la generación,
transmisión y distribución de energía eléctrica, que era precisamente el
recurso cuya grave escasez había reconocido en sus considerandos el Decreto
Legislativo número 680 de 1992.
Lo propio puede afirmarse de las temporales
ventajas tributarias concedidas a quienes importen y enajenen bienes
utilizables en el territorio nacional con el fin de atender la demanda de
fuentes generadoras de electricidad o de aparatos idóneos para su transmisión y
distribución.
Se observa que las normas revisadas
circunscriben los beneficios de manera inequívoca, tanto desde el punto de
vista material como por el aspecto temporal. Así lo hace mediante la
determinación de las posiciones arancelarias correspondientes o la enumeración
de los bienes objeto del especial tratamiento tributario y la definición de las
fechas tope para efectuar los actos por él cobijados, todo lo cual encauza las
medidas adoptadas hacia la finalidad específica de contrarrestar la crisis e
impedir la extensión de sus efectos, tal como lo exige el artículo 215 de la
Carta Política.
En cuanto se refiere a la reestructuración
financiera del sector eléctrico, es evidente que, dadas las circunstancias que
el Decreto 680 de 1992 reconoció como deficiencias operacionales y financieras
de las empresas a él pertenecientes, se hacía necesario diseñar, con la
urgencia propia de la crisis, los planes de emergencia con arreglo a los cuales
se garantizara la solidez económica del sector en su conjunto, a su vez basada
en la recuperación de los niveles de equilibrio en las finanzas de las empresas
consideradas individualmente, con el fin de eliminar las posibilidades futuras de
que se repitan los fenómenos causantes de la perturbación.
Ello, claro está, requería de acciones
concretas en campos tales como la capitalización de algunas entidades, la
reestructuración administrativa y financiera de otras, la asunción por parte
del Gobierno Nacional de obligaciones a cargo de dichas entidades, la
celebración de acuerdos contractuales con sus acreedores, el trámite de
contratos de empréstito y autorizaciones de endeudamiento, así como la
modificación de los cálculos de rentas y recursos de capital en el Presupuesto
Nacional, a fin de atender las operaciones financieras necesarias al
restablecimiento del enunciado equilibrio económico, entre otras medidas.
Existe, entonces, una indudable vinculación
entre las razones invocadas por el Presidente de la República al declarar el
Estado de Emergencia y las normas con arreglo a las cuales fueron establecidas
las condiciones legales para desarrollar los fines en referencia, ya que, a la
luz de la Constitución, no todos habrían podido alcanzarse con las facultades
ordinarias del Ejecutivo y, aún con apoyo en ellas, los actos que hubiera sido
factible realizar habrían tropezado con dificultades de trámite imposibles de
conciliar con la gravedad de la crisis.
Así establecido el nexo causal entre las
determinaciones tomadas mediante el decreto que se revisa y la solución de la
crisis o el control de sus efectos, encuentra la Corte que aquellas se
sujetaron a las exigencias constitucionales de relación directa, exclusiva y
específica con la emergencia, contempladas en el artículo 215 de la Carta.
4. Examen de constitucionalidad por
otros motivos
a. Contratación administrativa
El artículo 150, inciso último, de la
Constitución Política establece como de competencia del Congreso, la expedición
del estatuto general de contratación de la administración pública y en especial
de la administración nacional.
Desde luego, se trata de una atribución
específicamente confiada a la rama legislativa en cuanto toca con disposiciones
generales que se aplican a la administración cuando ésta adelanta actos de
gestión, los cuales, dada su naturaleza, deben ser regulados por la ley, por
ser ella el medio idóneo para fijar el ámbito de competencia a las actuaciones
de las entidades públicas, preservando así la transparencia en la contratación.
Esta facultad es ejercida por el Congreso
en tiempos de normalidad, pero la situación cambia cuando se trata de afrontar
coyunturas críticas que de suyo desbordan los marcos ordinarios establecidos
por las instituciones, pues los naturales requerimientos de un régimen de
contratación administrativa pueden convertirse, aunque no en el motivo
determinante de la crisis, sí en factor concomitante que, sumado a los motivos
de la perturbación, obstaculice o retarde la indispensable acción oficial
tendiente a superar las dificultades que ofrece la alteración del orden
económico. En consecuencia, no es extraño ni ajeno a la normativa
constitucional que uno de los medios encaminados a sortear la crisis, consista
precisamente en ejercer funciones legislativas mediante las cuales modifique,
de manera temporal o definitiva, aquellas disposiciones que habida cuenta de
las exigencias que consagran sobre el supuesto de la normalidad, obstruyen las
soluciones que el Ejecutivo estima adecuadas al fin propuesto.
En ese orden de ideas, para el caso en
estudio, la urgente e imperativa necesidad de contrarrestar la escasez de los
recursos energéticos era precisamente, y sigue siendo, la adquisición pronta de
equipos, aparatos, repuestos y demás elementos por medio de los cuales se
genera, transmite y distribuye electricidad, para subsanar el déficit
existente, lo cual a su vez requería la sujeción de las entidades públicas
adquirentes a las reglas contenidas en el Decreto 222 de 1983 y disposiciones
concordantes.
Como quiera que algunos de los trámites
allí previstos, en especial para contratos superiores a determinadas cuantías,
están asociados, dentro del régimen ordinario de contratación, a periodos de
tiempo demasiado extensos y a condiciones de procedimiento complejas, por ello
contrapuestas a la imprescindible agilidad de tales contratos, resultaba
forzoso estatuir, por vía excepcional, mecanismos expeditos para
celebrarlos.
No ignora la Corte que las disposiciones
relativas a contratación administrativa para las entidades del sector eléctrico
resultan permanentes, al tenor del Decreto 700 de 1992, lo cual, sin embargo,
no riñe con el texto constitucional, toda vez que las normas expedidas en
virtud del estado de excepción referido en el artículo 215 de la Carta, no
están limitadas en el tiempo, a diferencia de lo que acontece con los decretos
que puede dictar el Presidente de la República en los casos de guerra exterior
y conmoción interior (artículos 212 y 213 de la Carta).
En el mismo orden de ideas, el decreto
revisado declara en su artículo final que deroga las disposiciones que
le sean contrarias, lo cual significa que, a partir de su vigencia, los
preceptos generales para la contratación administrativa no son aplicables a las
entidades aludidas en el artículo 1o., siempre y cuando se trate de contratos
cuyo objeto corresponda al regulado en este estatuto. Es decir, hay una
derogatoria parcial y no una simple suspensión de las respectivas normas
legales, lo cual, por las razones que se dejan expuestas, tampoco se opone a
las prescripciones constitucionales.
Lo dicho resulta corroborado por el inciso
6o. del artículo 215 constitucional, a cuyo tenor está facultado el Congreso
-titular de la atribución legislativa ordinaria- para derogar, modificar o
adicionar los decretos dictados por el Gobierno durante la emergencia, bien
dentro del año siguiente a su expedición, si se trata de materias de iniciativa
gubernamental privativa, o en todo tiempo respecto de temas no incluidos en esa
restricción.
Si el legislador ordinario no se encuentra
conforme con el contenido de las normas adoptadas por el Ejecutivo durante el
periodo de emergencia, habrá de derogarlas, modificarlas o adicionarlas. Pero
si, por el contrario, las deja intactas deberá entenderse su consentimiento en
que las prescripciones excepcionales sigan rigiendo.
Lo anterior significa que las normas
expedidas al amparo del Estado de Emergencia, ingresan al ordenamiento jurídico
colombiano con carácter permanente, teniendo vigencia hacia el futuro hasta el
momento en que el legislador, ordinario o extraordinario, decida derogar,
modificar o adicionar su contenido.
La excepción a la regla anterior se
encuentra enunciada en el inciso 3o. del artículo 215 constitucional, que
autoriza al Ejecutivo, en ejercicio de facultades excepcionales, para legislar
transitoriamente, estableciendo nuevos tributos o modificando los existentes.
Tal legislación no tiene vocación de permanencia, toda vez que deja de regir al
término de la siguiente vigencia fiscal, si bien queda al Congreso la
atribución de prolongar su vigor, en caso de estimarlo conveniente.
En el caso que se estudia, el legislador
extraordinario ha fijado de manera exacta el límite temporal de las
modificaciones tributarias, el cual es inferior al plazo máximo señalado en la
Carta.
b. Reestructuración financiera del sector
eléctrico
Esta Corporación ha reconocido de manera
expresa que las deficiencias estructurales, financieras y operacionales del
sector eléctrico constituyen factor determinante de primera importancia en la
crisis que el Gobierno buscó afrontar al declarar el Estado de Emergencia
Económica: "El sistema eléctrico, lo reconocen los expertos y las entidades
encuestadas, está aquejado por dos tendencias que actúan a manera de lastre: un
crecimiento excesivo de su apalancamiento financiero, de su burocracia y de los
proyectos que emprende, todo lo cual evidencia una tendencia a la saturación y
al crecimiento inercial. En el otro extremo se encuentra una tendencia a
minimizar aspectos esenciales como son el de una administración eficiente, el
de una vigilancia estatal apropiada y el de estándares de operación y
comportamiento más amplios que los propósitos comerciales de cada una de las
empresas.
Claro está que en este momento, la carencia
más dramática es la de producción del recurso para el cual fue establecido el
sistema.
En el horizonte de la crisis, y a la manera
de trasfondo de la misma pero con ramificaciones aflorando en todos los
aspectos negativos que se han reseñado, está la situación de falencia
financiera en la que se encuentra el sistema eléctrico desde hace más de diez
años. El efecto negativo de la improvidencia en el apalancamiento del sector,
que hoy se descarga en los usuarios, es fundamental para entender la actual
crisis de producción y oferta de energía, sin que pueda llegar a decirse que se
trata de un mismo fenómeno. La crisis financiera ha estado siempre allí, y su
influencia en el estado de emergencia que hoy se enfrenta es decisiva, pero no
debe confundirse la esfera de un largo periodo de gestación con un fenómeno que
se expresa abruptamente como el racionamiento actual.
La crisis financiera influye en esta
coyuntura actual al drenar los recursos obtenidos en la operación, de por sí
deficitaria, y canalizarlos hacia el pago de la deuda; influye también al
imbuir al sector de un mal entendido espíritu de ahorro, que se expresó en el
retraso de construcciones, en la reducción de lo destinado a inversión, en el
recorte de gastos de funcionamiento, en la adquisición de menos combustible
para las térmicas y la adopción de un costo de racionamiento bajo. La crisis
financiera del sector eléctrico es el antecedente obligado de la coyuntura
actual."[1]
Abstracción hecha del nexo causal existente
entre las medidas que plasma el decreto revisado en cuanto al aspecto
financiero y las causas de la perturbación, debe la Corte establecer si,
consideradas en sí mismas, tales disposiciones se ajustan a la preceptiva
superior.
Ninguna objeción de índole constitucional
merecen las normas a cuyo tenor se autoriza a la Nación y a las entidades
públicas para novar y asumir obligaciones a cargo de las empresas del sector
eléctrico, puesto que ello es apenas natural, en el contexto de las
atribuciones legislativas excepcionales, si de lo que se trata es de impedir
que los efectos de la crisis se extiendan hacia el futuro.
Dichos preceptos deben armonizarse con los
consagrados de manera general para todas las entidades públicas por el Capítulo
III de la Ley 51 de 1990, los cuales tienen el propósito de proveer a su
saneamiento económico y financiero, mediante compensaciones, daciones en pago,
capitalización de acreencias, operaciones de crédito público con garantía de la
Nación, celebración de acuerdos de pago, reordenamiento, fusión y aún
liquidación de entes, todo lo cual ha sido expresamente autorizado por el
Congreso, para épocas de normalidad.
Ahora bien, por cuanto concierne a las
medidas especiales que se adoptan en el decreto revisado para las entidades del
sector eléctrico, ellas se ubican dentro de la perspectiva de un urgente y
necesario salvamento, que exige una visión de conjunto, a la luz del artículo
215 de la Constitución Política. Esas medidas no pueden analizarse, entonces,
de manera aislada sino como plan de emergencia para la recuperación del
sector eléctrico, tal como lo define el artículo 10o. del decreto objeto de
examen.
Es propio de la función gubernamental en el
terreno socio-económico, que la Nación contraiga directamente obligaciones,
bien por la vía de la celebración de contratos, ya por la negociación de
empréstitos, o que asuma o avale las que se hallan en cabeza de entidades
estatales que atraviesan por coyunturas críticas, con el objeto de preservar la
eficaz prestación de los servicios públicos o la defensa de los intereses
colectivos.
Para que esa función logre alcanzar sus
fines sin transgredir las normas constitucionales, es indispensable que, en
circunstancias normales, medie la autorización especial del Congreso (artículo
150, numeral 9 de la Carta), pero en periodos extraordinarios como son
precisamente los reconocidos en el Decreto 680 de 1992, tal exigencia queda
excluída desde el momento en que el Presidente de la República asume, además de
su función administrativa, el papel de legislador extraordinario y, por tanto,
dado el alcance legislativo de los decretos que puede proferir, mal podría requerírsele
permiso expreso de la ley para cada operación de endeudamiento, pues ello
implicaría la creación de obstáculos adicionales a la crisis en sí misma, esto
es, se tendría una interpretación extraña a los dictados de la Carta. Así, en
situaciones como la que se analiza, en las cuales se halla comprometido el
equilibrio financiero de todo un sector económico, se harían inalcanzables las
metas del estado de excepción si la función reparadora que se confía al
Gobierno tuviera forzosamente que moverse dentro de los estrechos límites de
autorizaciones especiales y fijación de cuantías, que por otra parte, en
situaciones como las que dieron origen a esta declaratoria de emergencia,
serían imposibles de determinar previamente.
Es esta la razón por la cual, en el sentir
de la Corte, no resultan inconstitucionales los artículos que, sin definir
cantidades, permiten que la Nación y otras entidades públicas tomen a su cargo
obligaciones que se radicaban en cabeza de las empresas pertenecientes al
sector eléctrico.
Lo anterior resulta todavía más claro si se
observa que el decreto materia de revisión contempla disposiciones con arreglo
a las cuales los nuevos compromisos de la Nación se contraerán a cambio de
activos productivos, de acciones o de aportes sociales de propiedad de las
entidades pertenecientes al sector eléctrico (artículos 10, 11 y 16), lo cual
asegura que los intereses nacionales no queden desprotegidos.
Paralelamente a las medidas en referencia,
el Decreto 700 de 1992 consagra disposiciones específicas que las complementan.
Tal es el caso de la reducción a un centavo del valor nominal de las acciones
en que se encuentra dividido el capital social de la Central Hidroeléctrica de
Betania S.A. (artículo 12), mecanismo indispensable para su capitalización, que
no viola la Carta Política por cuanto se trata apenas del reconocimiento de una
situación anterior cual es el precario estado patrimonial de la compañía,
necesariamente reflejado en el valor nominal de sus acciones. Ello no lesiona
el interés económico de los socios y, por el contrario, habida cuenta de la
capitalización que la norma dispone, repercute en la recuperación financiera de
la entidad para orientarla hacia los fines del servicio público afectado como
consecuencia de las deficiencias operacionales que motivaron al Ejecutivo para
declarar el estado de excepción (Considerando 2, Decreto 680 de 1992).
Agréguese a lo dicho que la función estatal
debe enderezarse, para realizar los fines propuestos por el artículo 1o. de la
Carta, hacia la prevalencia del interés general.
El artículo 14, por su parte, autoriza al
Ministerio de Hacienda y Crédito Público la emisión de bonos de deuda pública
externa y la celebración de contratos de empréstito interno, lo cual encaja
dentro de las atribuciones propias del legislador (artículo 150, numeral 9),
asumidas extraordinariamente por el ejecutivo, según lo expuesto.
Lo propio puede afirmarse de lo previsto en
los artículos 14 y 16, el primero de los cuales faculta al Ministerio de
Hacienda para que gestione y celebre acuerdos contractuales con los acreedores
de las entidades pertenecientes al sector en materia de crédito público,
mientras el segundo autoriza al Gobierno para celebrar contratos de administración
y fiducia sobre los activos que reciba a cualquier título de dichas entidades.
Estos actos, en punto de la competencia constitucional, están regidos por el
mismo principio y, según lo antes afirmado, caben dentro del conjunto de
atribuciones excepcionales del Presidente en el estado de emergencia.
Los artículos 17 y 19 aluden a requisitos
de contratación simplificados y a exenciones de impuestos respecto de los
contratos autorizados, puntos que ya han sido materia de examen.
El artículo 18 dispone la consecuencia
apenas natural, derivada del conjunto normativo en estudio, es decir la
ampliación del cupo de endeudamiento general de la Nación, según atribución
legislativa radicada excepcionalmente en cabeza del Gobierno.
En cuanto al artículo 13, desde luego
enmarcado dentro de los objetivos de ordenación financiera del sector, tiene
sin embargo, un alcance restringido al campo de la capacidad jurídica del
Instituto Colombiano de Energía Eléctrica -ICEL-, ya que elimina, a partir del
1o. de mayo de 1992, las posibilidades que dicha entidad tenía de efectuar
actos de intermediación comercial, a objeto de encauzar sus actividades a la
prestación del servicio de energía en zonas no interconectadas. Esto, además de
corresponder al propósito de conjurar la emergencia, no es otra cosa que la
expresión concreta de la función legislativa en cuanto al régimen de las
entidades públicas, también temporalmente a cargo del Ejecutivo.
c. Inconstitucionalidad de la retención de
facultades legislativas
A juicio de la Corte, en relación con las
medidas que integran el Capítulo II del decreto en estudio, es necesario
precisar que ellas únicamente tienen justificación con motivo de las
circunstancias extraordinarias invocadas por el Gobierno en cuanto a deficiencias
actuales del sector energético en materia operacional y financiera, lo cual a
su vez las ubica dentro del ámbito propio del Estado de Emergencia y reivindica
su constitucionalidad, pero siempre y cuando sus efectos sean tan excepcionales
como las causas que les sirven de sustento. Es decir que las facultades de
orden administrativo y financiero conferidas en el Capítulo mencionado no se
pueden extender indefinidamente a situaciones posteriores ajenas a la crisis
(artículo 215 de la Constitución Política).
En consonancia con ese criterio, no son
admisibles aquellas disposiciones que implican el ejercicio indefinido de
atribuciones ya no administrativas sino legislativas en cabeza del Gobierno, ya
que, por mandato perentorio del artículo 215 citado, en concordancia con la
cláusula general de competencia consagrada por la Constitución a favor del
Congreso (artículo 150), las posibilidades de que el Ejecutivo legisle por la
vía del estado de emergencia, además del límite material aludido, se hallan
supeditadas de manera estricta al lapso de tiempo que el propio Gobierno señala
al expedir el decreto que reconoce la perturbación del orden económico. De allí
que no pueda el Presidente dictar decretos legislativos después de vencido ese
término ni usar los que expida en tiempo para retener intemporalmente la
función que mediante ellos se agota.
Interpretar con largueza las atribuciones
legislativas excepcionales, a tal punto que se reputaran ajustadas a la
Constitución las normas por medio de las cuales el legislador extraordinario
prorroga, más allá del término prefijado, dichas posibilidades, significaría
aceptar que por este mecanismo es factible trasladar definitivamente la
competencia del Congreso a manos del Ejecutivo.
De conformidad con lo previsto en el artículo
1o. del Decreto 680 de 1992, invocado por el Presidente de la República para
expedir el 700 que ahora se revisa, el Estado de Emergencia Económica y Social
se extendió "desde la fecha de vigencia del presente decreto y hasta las
veinticuatro horas del día lunes 27 de abril del año en curso".
Por tanto, únicamente dentro de dicho
término podía el Gobierno dictar normas con fuerza legislativa, pues a partir
de su vencimiento retomó pleno vigor la distribución ordinaria de competencias,
quedando despojado el Ejecutivo de atribuciones suficientes para ejercer
funciones de aquellas que la Constitución confía al Congreso de la República.
Tal es el caso de la facultad prevista en
el artículo 150 numeral 7o. , de la Carta Política, relativa a asuntos como la
determinación de la estructura de la administración nacional, la creación,
supresión o fusión de ministerios, departamentos administrativos, establecimientos
públicos y otras entidades del orden nacional (se subraya), el señalamiento
de sus objetivos y estructura orgánica, entre otros aspectos allí
mismo indicados, todos los cuales son objeto de ley y que bien podía el
Presidente de la República haber asumido dentro del término del Estado de
excepción para conjurar la crisis, pero no después de expirado el mismo.
No obstante, sí es de la órbita ordinaria
del Gobierno, según lo estatuye el artículo 189, numeral 19, de la
Constitución, la función de "modificar la estructura de los Ministerios,
Departamentos Administrativos y demás entidades u organismos administrativos
nacionales", siempre y cuando se ejerza, como la propia norma superior lo
exige, "con sujeción a los principios y reglas generales que defina la
ley". Nada impediría que el Presidente así lo hiciera, inclusive después
de vencido el término de Emergencia Económica, en cuanto le corresponde como
atribución suya que no necesita de investidura como legislador extraordinario,
claro está que sujetándose a los principios y reglas generales definidas por la
ley.
En el Decreto Legislativo de cuyo examen se
ocupa la Corte aparecen dos disposiciones cuya ambigüedad e indefinición
impiden ubicar con certeza las facultades que incorporan dentro de una de las
hipótesis planteadas. Se trata del inciso 2o. del artículo 10 -"Así
mismo, el Gobierno Nacional podrá adoptar las reformas estatutarias y
reestructuraciones de las entidades del sector eléctrico que sean
necesarias para los fines del presente decreto" y de la oración final
del inciso 1º del artículo 13 -"Con base en lo anterior, el Gobierno
Nacional adoptará las reformas estatutarias a que haya lugar"-
(Subraya la Corte).
Los transcritos apartes pueden ser
interpretados en dos sentidos diferentes: uno, contrario a la Constitución, que
consistiría en entender que hacia el futuro y sin límite el Ejecutivo quedara
autorizado para efectuar las reformas estatutarias y reestructuraciones de
establecimientos públicos u otros organismos nacionales pertenecientes al
sector eléctrico como si fuera el Congreso, es decir, ejerciendo la atribución
prevista en el numeral 7 del artículo 150 de la Carta, pues ello -se repite-
lo habría podido hacer investido de los poderes excepcionales propios del
Estado de Emergencia antes de expirar el término de éste, agotando la
facultad en calidad de legislador extraordinario, mas no autofacultándose o
reteniendo tal atribución para ejercerla después de dicha expiración; otro,
acorde con la Constitución, que radicaría en considerar que las reformas
estatutarias y reestructuraciones habrán de ser efectuadas por el Gobierno con sujeción
a los principios y reglas generales que defina la ley (artículo 189, numeral 16
de la Carta) y no reteniendo la atribución legislativa prevista en el numeral 7
del artículo 150, la cual, una vez expirado el tiempo de la Emergencia, retornó
en su integridad y en forma exclusiva al Congreso de la República.
Es consecuencia de lo dicho que, con
arreglo al criterio según el cual las normas jurídicas deben ser interpretadas
de modo en que se acomoden a la preceptiva constitucional, se deduzca la
exequibilidad de los transcritos apartes, sólo si su entendimiento y posterior
aplicación consultan lo estatuido en el artículo 189, numeral 16 de la Carta y,
por tanto, si se considera que las reformas estatutarias y las
reestructuraciones que ellos prevén habrán de ser ejecutadas "con sujeción
a los principios y reglas que defina la ley". De lo contrario, esos mismos
apartes son inconstitucionales.
d. Modificaciones al Presupuesto Nacional
Finalmente se ocupa la Corte en el análisis
de las disposiciones contenidas en el Capítulo III del Decreto 700 de 1992,
las cuales deben mirarse en concordancia con las del Capítulo II ya tratado,
toda vez que el Gobierno las estimó indispensables para llevar a cabo la
reestructuración financiera del sector eléctrico. Esas normas contemplan
modificaciones al Presupuesto General de la Nación para la vigencia fiscal de
1992, según lo antes expuesto.
Compete al Congreso, como sucede con varias
de las funciones consideradas, la expedición del Presupuesto General de la
Nación. Esa facultad ha de ejercerse ordinariamente previa la presentación del
proyecto correspondiente por el Gobierno y con aplicación de los principios y
trámites que establece el Capítulo 3 del Título XII de la Constitución
Política.
En condiciones normales, toda modificación
a la ley anual de presupuesto de rentas es también propia de la actividad
legislativa ordinaria, con iniciativa del Gobierno, según resulta de las
disposiciones consagradas en los artículos 150, numeral 11, y 154, inciso 2o.,
de la Carta. En cuanto al presupuesto de gastos, de conformidad con el
artículo 347 constitucional, no es susceptible de ser incrementado durante el
año fiscal por encima del tope fijado por la ley anual de presupuesto. Sin
embargo, nada obsta, a la luz de los preceptos constitucionales, para que en
tiempos de perturbación del orden económico y social, con el objeto de hacer
frente a las necesidades propias de ésta, sea el Presidente de la República con
la firma de todos sus ministros, quien, revestido de poderes extraordinarios,
modifique o incremente tanto el presupuesto de rentas como el de gastos,
siempre y cuando ello se haga con el único objeto de conjurar la crisis.
Así se deduce no solamente del sentido y
los fines de una institución como la del estado de emergencia económica,
sino de la interpretación sistemática de las normas constitucionales que hoy
estructuran los estados de excepción en su conjunto (artículos 212 a 215) en
armonía con los artículos 345 y
siguientes, que están concebidos sobre el supuesto de que la distribución de
competencias en materia presupuestal debe tener desarrollo "en tiempo de
paz", por cuanto los apremios de una situación tan urgente que ha hecho
necesaria la apelación a facultades extraordinarias como las que invoca el
decreto examinado, a partir de una declaratoria ya hallada exequible por esta
Corte, no son compatibles con la aplicación de aquellas previsiones si de lo
que se trata es de arbitrar recursos en forma inmediata y de aplicarlos
efectivamente a los fines de contrarrestar los hechos perturbatorios y la
extensión de sus efectos, como ocurre en el presente caso.
Esto no acontece únicamente en la vigencia
de la Constitución de 1991, sino que podía tener cabida al amparo de la Carta
anterior, como lo acredita la jurisprudencia reiterada de la Corte Suprema de
Justicia, plasmada especialmente en las sentencias del 25 de noviembre de 1976
(Magistrado Ponente: Dr. Guillermo González Charry) y del 13 de marzo de 1986
(Magistrado Ponente: Dr. Fabio Morón Díaz), mediante las cuales se admitió
expresamente que tanto en los casos del artículo 121 como en los del 122 de
dicha Constitución, la obtención de recursos fiscales para atender las
necesidades de orden público podía hacerse por medio de decretos legislativos.
Así lo preveía de manera específica el artículo 104 del anterior estatuto
orgánico del Presupuesto (Decreto 294 de 1973) y lo prevé en similares términos
el artículo 69 de la ley orgánica de Presupuesto hoy en vigor (Ley 38 de 1989),
cuando señala que los créditos adicionales destinados a pagar gastos por
calamidad pública o los ocasionados durante los estados de excepción,
declarados por el Gobierno Nacional, para los cuales no se hubiese incluído
apropiación en el Presupuesto serán abiertos en la forma que el Presidente de
la República y el Consejo de Ministros lo decidan.
No ignora esta Corporación que el 15 de
abril de 1986 fue declarado inexequible por la Corte Suprema de Justicia el
Decreto Legislativo 3518 de 1985, expedido al amparo de las atribuciones excepcionales
del entonces artículo 122 de la Constitución, mediante el cual se introducían
modificaciones al Presupuesto Nacional para la vigencia fiscal de ese año con
el objeto de atender las necesidades propiciadas por la erupción del volcán
Nevado del Ruíz, pero debe observarse que esa oposición con la Carta Política
fue deducida no de una imposibilidad constitucional de asunción de dicha
facultad por el Ejecutivo en tiempos de crisis, sino de la existencia de
figuras ordinarias alternativas, tales como la del artículo 212 de la
Constitución derogada, que permitía la apertura de créditos suplementales o
extraordinarios en el Presupuesto aun en tiempo de paz, no hallándose reunido
el Congreso y siendo urgente la realización de gastos, previo concepto del Consejo
de Estado, pues entendió entonces la Corte Suprema que el Gobierno contaba con
una vía expedita que hacía innecesaria la utilización de atribuciones
extraordinarias.
Es claro que hoy, no existiendo la
institución de los créditos suplementales o extraordinarios que preveía el
antiguo artículo 212 de la Carta, las emergencias como la que ahora se afronta
no tienen para el Gobierno, en materia presupuestal, salida distinta a la del
artículo 215 de la Constitución.
Por lo demás, debe anotarse que las normas
presupuestales incluídas en el decreto analizado se aplican únicamente a la
vigencia fiscal de 1992 y, por tanto, dejan intacta la capacidad del Congreso
para disponer en la materia por lo que atañe a las futuras vigencias, no
existiendo por ello retención de facultades legislativas por el Ejecutivo. A lo
dicho se añade la posibilidad que de todos modos se otorga a las Cámaras en el
sentido de derogar, modificar o adicionar, dentro del año siguiente, las normas
dictadas, tal como lo estipula el artículo 215, inciso 6o., de la Constitución.
e. Modificaciones a las normas tributarias
Ningún reparo encuentra la Corte al
ejercicio de la función legislativa por el Presidente de la República para
conceder exenciones temporales e introducir modificaciones a algunos impuestos,
según análisis ya efectuado, pues de manera expresa el artículo 215 de la
Constitución autoriza al Ejecutivo para proceder a ello siempre que lo haga en
forma transitoria.
f. Otras disposiciones
En cuanto son complementarias de las ya
estudiadas y no vulneran en sí mismas precepto alguno superior, las reglas
contenidas en los artículos 21 a 29 del Decreto 700 de 1992, serán declaradas
exequibles.
VI. DECISION
Con fundamento en las consideraciones que
anteceden, la Corte Constitucional de la República de Colombia, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.- Declárase EXEQUIBLE el Decreto Legislativo No. 700
del 24 de abril de 1992, "Por el cual se adoptan medidas en materia de
contratación, endeudamiento, presupuesto y reestructuración de las entidades
del sector eléctrico y se adoptan otras disposiciones con el fin de conjurar la
crisis en el servicio público de energía eléctrica e impedir la extensión de
sus efectos", salvo los apartes que a continuación se indican.
SEGUNDO.- En cuanto se refiere al inciso 2o. del artículo 10
("Así mismo, el Gobierno Nacional podrá adoptar las reformas estatutarias
y reestructuraciones administrativas de las entidades del orden nacional del
sector eléctrico que sean necesarias para los fines del presente decreto")
y a las expresiones "Con base en lo anterior, el Gobierno Nacional
adoptará las reformas estatutarias a que haya lugar", pertenecientes al
artículo 13, son EXEQUIBLES interpretadas únicamente en el sentido de que las
atribuciones allí conferidas al Ejecutivo se ejercerán "con sujeción a los
principios y reglas generales que defina la ley", tal como lo establece el
numeral 16 del artículo 189 de la Constitución Política.
En consecuencia, los referidos apartes,
bajo cualquier otra interpretación, son INEXEQUIBLES.
COPIESE, COMUNIQUESE AL GOBIERNO NACIONAL,
PUBLIQUESE EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL Y CUMPLASE.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
-Presidente-
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO
MORON DIAZ
Magistrado
Magistrado
JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE
MONCALEANO
Secretaria General
[1]Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia de esta misma
fecha, por medio de la cual se declaró exequible el Decreto 680 de 1992.
Magistrado Ponente: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz. |
211 | C-449-92
Sentencia No
Sentencia No. C-449/92
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO
La concepción clásica del Estado de derecho
no desaparece sino que viene a armonizarse con la condición social del mismo,
al encontrar en la dignidad de la persona el punto de fusión. Así, a la
seguridad jurídica que proporciona la legalidad se le auna la efectividad de
los derechos humanos que se desprende del concepto de lo social. El respeto por
los derechos humanos, de un lado, y el acatamiento de unos principios rectores
de la actuación estatal, por otro lado, constituyen las consecuencias prácticas
de la filosofía del Estado social de derecho. En este sentido el concepto de
Estado social de derecho se desarrolla en tres principios orgánicos: legalidad;
independencia y colaboración de las ramas del poder público para el
cumplimiento de los fines esenciales del Estado; y criterios de excelencia.
CONTRATO
ADMINISTRATIVO
El constituyente distinguió las nociones de
autorización previa general, autorización previa especial, y aprobación
posterior de los contratos, a la luz de la Carta de 1991. En el proceso de
contratación nacional participa tanto el Congreso de la República como el
Ejecutivo, en forma separada y armónica, Pero la participación de estas ramas
es diferente, ya que el Congreso se limita a la normación y el ejecutivo
contrata y ejecuta, de suerte que no se invaden recíprocamente su respectivas
órbitas de acción.
FEDERACION
NACIONAL DE CAFETEROS-Naturaleza
La Federación es una organización no
gubernamental y, en consecuencia, podría constituirse en uno de los mecanismos
de participación de la sociedad civil en la gestión pública. Así mismo, en la
medida en que la Federación sea realmente una entidad sin ánimo de lucro, podrá
contratar con el Estado.
FONDO NACIONAL
DEL CAFE-Naturaleza
El Fondo Nacional del Café es una
"cuenta especial". El objetivo del Fondo consiste en adquirir las
cantidades de café que sea necesario comprar para la aplicación del Convenio de
Cuotas Cafeteras. El Fondo no es pues una persona jurídica y es por ello que el
Gobierno ha venido contratando su manejo con la Federación Nacional de
Cafeteros. El Fondo es un sistema de manejo de recursos a través de una cuenta.
El contrato de administración del Fondo es especial no tanto por la cuantía
sino por la importancia del objetivo del Fondo en la economía nacional y por la
naturaleza parafiscal de sus recursos.
FEDERACION
NACIONAL DE CAFETEROS/CONTRATO-Revisión/CONGRESO DE LA REPUBLICA
La facultad que aquí se atribuye el
Congreso para "revisar" contratos viola doblemente la Constitución, a
saber: Primero, porque el Congreso pretende "revisar", cuando sólo
está facultado para autorizar o aprobar. Segundo, porque el contenido de la
"revisión" es administrativo, ya que aquí se hace alusión a la
prórroga, adición o modificación, que son situaciones concretas, sólo
determinables fácticamente dentro de las fases propias del proceso de ejecución
del contrato. Además, la norma acusada contiene una impropiedad consistente en
afirmar que se "continuará" revisando contratos que antes no eran
revisables por el Congreso de la República. Luego la norma apunta a una
supuesta reiteración de un acto que antes ni siquiera existía, entre otras
cosas por estar prohibido por la Constitución. El Congreso puede, en la ley de
autorizaciones, determinar en abstracto las condiciones para las prórrogas,
adiciones o modificaciones del contrato, y dejar al Gobierno la posibilidad
discrecional de analizar la convivencia, oportunidad y necesidad de la decisión
administrativa contractual. Lo que no puede es inmiscuirse en órbitas de otros
poderes, por expresa prohibición de la Constitución.
REF: Proceso No.
D-033
NORMA ACUSADA:
Artículo 33 (parcial) de la Ley 9a. de 1991.
Actor: Jorge
Arango Mejía
Magistrado
Sustanciador:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá,D.C. 9 de julio de 1992
La Corte Constitucional de la República de
Colombia
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha proferido la siguiente
SENTENCIA
En la demanda instaurada en acción pública
de inconstitucionalidad, radicada con el No. D-033, adelantada por el ciudadano
Jorge Arango Mejía en contra del artículo 33 (parcial) de la Ley 9a. de 1991.
ANTECEDENTES
El Congreso de la República expidió la Ley
9a. de 1991, "por la cual se dictan normas generales a las que deberá
sujetarse el Gobierno Nacional para regular los cambios internacionales y se
adoptan medidas complementarias", el día 17 de enero de aquél año.
El texto completo del artículo 33 de la Ley
9a. de 1991 es el siguiente:
Artículo 33.
Autorizaciones contractuales y Presupuestales. Autorizase al Gobierno Nacional
para celebrar los contratos y efectuar las apropiaciones y demás operaciones
presupuestales que se requieren para dar cumplimiento a lo previsto en esta Ley
y en las disposiciones que para su efectividad se dicten.
"Los contratos,
que para dar cumplimiento a esta ley, celebre el Gobierno Nacional con
entidades públicas solamente requerirán la firma de las partes, el registro
presupuestal cuando ello hubiere lugar, y su publicación en el Diario Oficial,
requisito que se entenderá cumplido con la orden de publicación impartida por
el Gobierno Nacional.
"Las adiciones,
prórrogas o modificaciones que se introduzcan al contrato de administración del
Fondo Nacional del Café y de Servicios que suscriban la Federación Nacional de
Cafeteros con el Gobierno Nacional continuarán sujetos a la revisión del
Consejo de Estado, del Congreso de la República y a la publicación en el
Diario Oficial.
1. De la demanda
El ciudadano Jorge Arango Mejía presentó
demanda de inconstitucionalidad contra una expresión del artículo 33 de la Ley
9a. de 1991, que dice: "... del Congreso de la República ..."
La demanda reunió a satisfacción los
requisitos establecidos en la Constitución y en el Decreto 2067 de 1991, por lo
cual la Corte Constitucional la admitió y tramitó debidamente.
Los argumentos centrales del actor son los
siguientes:
a) La norma acusada
viola los artículos 20, 55 y 78.2 de la Constitución de 1886.
b) El texto
demandado contradice los artículos 6, 113, 121, 136.1 y 189.23 de la actual
Constitución Política de Colombia.
Los ataques del actor, desde el punto de
vista ya no normativo sino conceptual, son los siguientes:
Primero, la frase acusada "... del
Congreso de la República...", "no tiene asidero -anota el ciudadano-
en el artículo 150 de la Constitución actualmente vigente ni en ningún otro...
En ninguna de las numerosas facultades que se dan al Congreso en el artículo
150, se contempla la posibilidad de que dicha institución revise los contratos
celebrados por el Gobierno debidamente autorizados por el Congreso".
Segundo, según Arango Mejía, "el
contrato vigente se celebró previa autorización legal y, por tanto, no está
dentro del caso previsto en el numeral 14 antes citado".
Y tercera, afirma el actor que "se
consagra una extralimitación indebida, una intromisión del Congreso en la Rama
Ejecutiva".
2. Del concepto del Procurador General
de la Nación.
El Señor Procurador General de la Nación,
luego de relacionar la norma acusada, las disposiciones constitucionales
infringidas y los argumentos de la violación reseñadas por el actor, entra a
considerar los fundamentos jurídicos de su concepto.
Allí, en primer lugar, el Ministerio
Público advierte que el análisis de validez constitucional debe realizarse a la
luz de la Carta de 1991, y no, como lo afirma el actor, con base en la antigua
Carta de 1886. Ello porque "al entrar en vigor la nueva Constitución, su
carácter intemporal le hace cubrir de manera retrospectiva y automática todo el
ordenamiento legal vigente".
Y sobre el fondo de la cuestión, el
concepto fiscal se inclina por solicitar a la Corte que declare inexequible la
frase "del Congreso de la República", que forma parte del inciso
tercero del artículo 33 de la ley 9ª de 1991, por los siguientes motivos.
El Procurador General de la Nación afirma
que "la Constitución configura y ordena los poderes del Estado por ella
constituídos. Así, en materia contractual distribuye funciones entre el órgano
Ejecutivo y el Legislativo, identificándose entonces para uno la posibilidad de
celebrarlo y para el otro, de aprobarlo".
Luego, concluye el concepto fiscal, el
Congreso sólo puede autorizar la celebración de contratos, "pero
sin que ello entrañe la abrogación (sic) de una competencia que no le está
dada, como ocurrió en el caso bajo análisis". En consecuencia es contrario
a la Carta la revisión por el Congreso de contratos celebrados por el
Gobierno "y es impreciso afirmar que continuarían sujetos a tal requisito,
cuando con anterioridad no existía éste" (subrayas no originales).
Termina el Procurador diciendo que la norma
atacada violó los artículos 113 -separación de poderes-, 136.1
-prohibición de inmiscuirse el Congreso en asuntos ajenos- y 189.23 -facultad
del Presidente para contratar-, de la Constitución.
II FUNDAMENTOS JURIDICOS
De la Competencia
1. De conformidad con lo dispuesto en el
numeral 4o. del artículo 241 de la Constitución, compete a esta Corte, en su
calidad de guardiana de la integridad y de la supremacía del Estatuto Superior,
decidir definitivamente sobre la demanda de inconstitucionalidad sub-exámine.
Del texto Constitucional a la luz del cual
debe examinarse la norma atacada
2. El actor acusa el artículo 33 (parcial)
de la ley 9/91 por violar tanto la expresamente derogada Carta de 1.886 como la
Carta vigente de 1991.
Si bien la ley acusada fue expedida el día
17 de enero de 1991, esto es, cuando aún se encontraba vigente el antiguo
régimen constitucional del país, para esta Corporación es claro que el examen
de constitucionalidad de la ley debe hacerse a la luz de la Carta vigente, la
de 1991, y no debe considerarse el Estatuto de 1886.
Ello es así por dos motivos. Primero,
porque de examinar la constitucionalidad frente a una Carta Política derogada
necesariamente se llegaría a un fallo inocuo.
Segundo, porque la Constitución de 1991,
vigente, cubre retrospectivamente y de manera automática toda la legalidad
pre-existente, impregnándola así con sus dictados superiores.
Del logro de los fines en el Estado social
de derecho
3. La nueva Constitución Política definió a
Colombia como un Estado social de derecho en su artículo primero. Se trata de
una definición ontológica del Estado, de suerte que el concepto Estado
social de derecho no es una cualidad accesoria del Estado sino parte de su
esencia misma.
La concepción clásica del Estado de
derecho no desaparece pues sino que viene a armonizarse con la condición social
del mismo, al encontrar en la dignidad de la persona el punto de fusión. Así, a
la seguridad jurídica que proporciona la legalidad se le auna la efectividad de
los derechos humanos que se desprende del concepto de lo social.
El respeto por los derechos humanos, de un
lado, y el acatamiento de unos principios rectores de la actuación estatal, por
otro lado, constituyen las consecuencias prácticas de la filosofía del Estado
social de derecho.
En este sentido el concepto de Estado
social de derecho se desarrolla en tres principios orgánicos: legalidad;
independencia y colaboración de las ramas del poder público para el
cumplimiento de los fines esenciales del Estado; y criterios de excelencia.
4. El principio de legalidad consiste en el
hecho de que, a partir de la soberanía popular, cada una de las ramas y órganos
del Estado ejercen un poder reglado (artículos 3º, 6º, 121, 122 y 123
constitucionales). El artículo 3º de la Carta afirma que todos los poderes
constituídos de la República se ejercen en los términos consagrados en la
Constitución, de suerte que el único soberano es el pueblo. Ello constituye una
diferencia respecto del régimen del siglo XIX, en el cual el poder legislativo
era soberano. Hoy en día entonces, el propio Congreso se encuentra, como los
demás órganos del Estado, sujeto a los límites que la Carta le establece.
5. La teoría de la separación de poderes
ha sido reelaborada por la doctrina constitucional, pasando de su concepción
clásica inicial de Montesquieu, en la que cada rama del poder hacía una sola y
misma cosa -legislar, ejecutar, juzgar-, a una nueva concepción en la que los
diversos órganos del poder se articulan mediante funciones separadas,
destinadas a la consecución de unos mismos y altos fines del Estado (artículos
2º, 3º, 113, 365 y 366 de la Constitución). Es por eso que el Congreso y el
Gobierno deben coordinarse pero no duplicarse en las actividades que requieren
su concurso simultáneo.
Surge pues una interdependencia de las
distintas ramas y órganos del poder, lo cual implica incluso un control
recíproco entre ellos. No se trata por tanto de una fragmentación del poder del
Estado sino de una articulación a través de la integración de varias fuerzas.
Un nexo sistemático vincula entonces los fines esenciales del Estado y su
organización. Como ya lo tiene establecido la reciente jurisprudencia de la
Corte Constitucional en su primera sentencia en Sala Plena, "la visión de
una rígida separación de los poderes debe ser superada en la concepción que
concilia el ejercicio de funciones separadas -que no pertenecen a un órgano
sino al Estado- con la colaboración armónica para la realización de sus fines,
que no son otros que los del servicio a la comunidad"1 . Todo
ello sin perjuicio de la constatación según la cual las ramas y órganos del
Estado, al lado de sus funciones primigenias, desempeñan algunas funciones
típicas de otras ramas y órganos. Se rompe así la matriz órgano-función, como
ya lo había establecido la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia desde
1985[1].
6. En cuanto a la excelencia en la gestión,
ella se logra mediante la igualdad, la moralidad, la eficacia, la celeridad, la
economía, la imparcialidad y la publicidad en la actuación estatal, todo ello
inscrito en una actitud de servicio a la comunidad por parte de los
funcionarios. Ello está contenido en los artículos 209 y 123 de la Constitución
como parámetro específico de la función administrativa, y en forma genérica en
el artículo primero, en cuanto consagra la prevalencia del interés general,
así como en el artículo segundo, en la medida en que establece que es fin
esencial del Estado garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes.
En el artículo 209 precitado se afirma:
"La función
administrativa está al servicio de los intereses generales y se desarrolla con
fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia, celeridad,
imparcialidad y publicidad, mediante la descentralización, la delegación y la
desconcentración de funciones.
La eficacia -como término genérico que
condensa todos los demás principios precitados-, es, en palabras de Luciano
Parejo Alfonso[2],
"la traducción en el ámbito jurídico-administrativo de los deberes
constitucionales positivos en que se concreta el valor superior de la igualdad
derivado directamente de la nota o atributo de 'socialidad' del Estado. Esta
comprobación conduce directamente a la afirmación de un doble alcance del
principio:
a) De un lado, la Administración sólo puede
ser eficaz cuando satisfaga su fin, el interés general.
b) Pero, de otro lado, el valor eficacia
implica una condición de calidad, en el sentido de economicidad, utilidad y, en
suma, de bondad de la actuación en su resultado"[3].
Por otra parte es justamente el principio
de la eficacia el que permite evaluar el uso que el agente le ha dado a una
facultad discrecional.
Así, en un Estado social de derecho las
normas le confieren al funcionario un poder reglado en el que se le deja un
margen de maniobra o de discrecionalidad al servidor público para que en forma
eficaz procure la satisfacción del interés general.
Como unidad de medida de la eficacia del
Estado, el Constituyente introdujo el control de gestión y de resultado, en los
artículos 256.4, 264, 267, 268.2, 277.5 y 343 constitucionales.
Resumiendo, la gestión -de la cual la contratación
es una de sus formas-, en un Estado social de derecho debe inspirarse en los
principios de legalidad, de independencia y colaboración armónica, y en
criterios de excelencia. Es así como se enmarca el estudio de la norma atacada
en acción pública de constitucionalidad.
En cuanto al asunto concreto de la
contratación a la luz de la Constitución de 1991, ella debe regirse por los
tres principios derivados del Estado social de derecho: legalidad,
independencia y colaboración de los órganos para el cumplimiento de los fines
del Estado y excelencia en la gestión.
Ahora bien, como el punto concreto hace
relación al contenido esencial de la división de poderes entre el Congreso y el
Presidente de la República para efectos de la contratación pública, entra
entonces la Corte a estudiar este punto.
En materia de contratos, la separación y
colaboración armónica de las ramas del Estado es la regla. Por lo tanto es
preciso deslindar el alcance, los límites y la colaboración de ellas. Se
estudiará a continuación, en primer lugar, la participación del Congreso en la
contratación estatal; en segundo lugar la participación de la Administración en
la contratación y en tercer lugar la interrelación de ambas funciones y sus
implicaciones.
De la contratación estatal
7. Para el cumplimiento de los fines del
Estado, es necesario el aprovisionamiento de bienes y servicios por parte de
los órganos públicos mediante la contratación. Luego el objeto de los contratos
no es otro que la adquisición de bienes y servicios tendientes a lograr los
fines del Estado en forma legal, armónica y eficaz. Es por ello que el estudio
de la contratación estatal debe inscribirse en los principios axiológicos del
Estado social de derecho, que irradian todas las disposiciones contractuales
previstas en la Constitución, las cuales se analizan a continuación.
Haciendo una interpretación sistemática de
la Carta se advierte que en tres apartes diferentes de un mismo artículo (el
150) se trazan los lineamientos del régimen normativo de contratación de la
Nación.
8. Primero, el estatuto contractual está
previsto en el inciso final del artículo 150 de la Carta.
Allí se dice:
Compete al Congreso
expedir el estatuto general de contratación de la administración pública y en
especial de la administración nacional.
Se observa que esta norma tiene dos partes:
de un lado debe haber un estatuto general de contratación -1ª parte- y de otro
lado debe existir un estatuto especial de contratación para la Nación -2ª
parte-.
La primera parte estaría entonces destinada
a todo el Estado, esto es, a todas las entidades descentralizadas
territorialmente y por servicios, mientras que la segunda sólo se dirige al
nivel nacional.
El marco territorial de la nueva
Constitución, establecido en el artículo primero de la Carta, dice que Colombia
es una república unitaria pero con autonomía de sus entidades territoriales.
Así, en tanto que unitaria, el Congreso legisla centralizadamente sobre los
principios generales en materia de planeación, presupuesto, tributos, crédito,
contratación y control fiscal para adecuar la normación de todos los niveles de
gobierno de la República. Y en tanto que autónomas, las entidades territoriales
gozan de facultades constitucionales para estatuír sin injerencia sobre el
cumplimiento de los mismos fines del Estado, pero sin desconocer el marco
normativo general establecido por el Congreso.
En este sentido la primera parte -estatuto
estatal de contratación- es concordante con el artículo 352 de la Constitución,
que dice que la ley orgánica de presupuesto fijará la capacidad de todos los
entes estatales para contratar. A estas normas deben aunarse otras dos
disposiciones constitucionales también relativas a contratos, que guardan
armonía en su conjunto: el artículo 189.23, relativo a la facultad del Gobierno
para celebrar contratos, y el 273, que versa sobre la audiencia pública en la
adjudicación de una licitación.
La ratio juris del estatuto
contractual estriba en el hecho de que en un régimen democrático es preciso
asegurar la intervención de un órgano colegiado de representación popular en un
proceso que compromete la responsabilidad y el patrimonio nacional.
Lo anterior es como la otra cara del
principio universal de las finanzas públicas, según el cual "no hay
impuestos sin representación". Si para arbitrar recursos la Nación debe
pasar por el tamiz de un órgano representativo, para disponer de los mismos, y
por razones idénticas, debe también contarse con la anuencia de los voceros del
pueblo, los cuales ostentan un poder derivado y reglado en la Constitución.
Como se podrá observar, el artículo 150
inciso final contiene una autorización general, impersonal, no individualizada
para la celebración de un contrato cuyo objeto sea la satisfacción de las
necesidades del funcionamiento del servicio bajo ciertas condiciones.
9. Segundo, dice el numeral 9º del artículo
150 de la Constitución:
"Corresponde al
Congreso hacer la leyes. Por medio de ellas ejerce las siguientes funciones:
9. Conceder
autorizaciones al Gobierno para celebrar contratos, negociar empréstitos y
enajenar bienes nacionales. El Gobierno rendirá periódicamente informes al
Congreso sobre el ejercicio de estas autorizaciones."
La autorización especial de que trata el
artículo 150.9 es excepcional y debe contener los elementos de generalidad e
impersonalidad, como toda ley, salvo que se señale al contratista en el caso
en que éste sea la única persona natural o jurídica que pueda desarrollar el
objeto propio del contrato. De lo contrario se violaría el principio de
imparcialidad (artículo 209), que garantiza la igualdad (artículo 13) de todos
para participar en la contratación pública.
10. Y tercero, el numeral 14 del artículo
150 dispone:
"Aprobar e
improbar los contratos y convenios que, por razones de evidente necesidad
nacional, hubiere celebrado el Presidente de la República, con particulares,
compañías o entidades publicas, sin autorización previa."
La aprobación posterior es una ley de
contenido administrativo, que no se otorga de oficio sino a solicitud del
Gobierno. Es una declaración de voluntad aprobatoria que se funde con la
declaración de voluntad administrativa del acto. El Congreso sólo puede
aprobar o improbar el contrato celebrado sin su autorización, estándole vedada
la posibilidad de entrar a reformarlo. Se advierte además que en este punto la
Carta de 1991 rompe con la regulación anterior (artículo 76.16 de la Carta de
1886), en la medida en que esta situación excepcional está ahora restringida al
caso de "razones de evidente necesidad nacional", que justifican el
hecho de ser el Presidente de la República su único titular.
En conclusión, el constituyente distinguió
las nociones de autorización previa general (artículo 150 inciso final),
autorización previa especial (artículo 150.9), y aprobación posterior (artículo
150.14) de los contratos, a la luz de la Carta de 1991.
De la independencia y armonización de las
ramas del poder público en la contratación
11. En el proceso de contratación nacional
participa tanto el Congreso de la República como el Ejecutivo, en forma
separada y armónica, como se anotó, de conformidad con los artículos 3º, 113,
150 y 189.23 constitucionales.
En este orden de ideas, no puede afirmarse
que se trata de una gestión pública exclusiva de una rama del poder. No. El
constituyente en su sabiduría, tanto el del 91 como el del 86, quiso que la
posibilidad de comprometer contractualmente a la Nación contara con la
participación concurrente de dos ramas del poder público: la rama Legislativa y
la rama Ejecutiva. Pero la participación de estas ramas es diferente, ya que el
Congreso se limita a la normación y el ejecutivo contrata y ejecuta, de suerte
que no se invaden recíprocamente su respectivas órbitas de acción.
No en vano el constituyente estableció en
el artículo 136 de la Carta:
"Se prohibe al
congreso y a cada uno de sus cámaras:
1. Inmiscuirse, por
medio de resoluciones o de leyes, en asuntos de competencia privativa de otras
autoridades."
Esta disposición es reiterativa de la
separación de poderes y tenía una mayor justificación en la Constitución
original de 1886 (artículo 78.2), hasta antes de la reforma establecida en el
Acto Legislativo Nº 3 de 1910 (artículo 41), porque la ley era entonces
considerada soberana.
12. En el caso particular de contratos de
la administración pública, esta participación concurrente y separada encuentra
su desarrollo en la Carta. En efecto, de la concordancia entre los numerales 9
y 14 del artículo 150, se desprende que el Congreso autoriza para contratar, en
forma previa o posterior, respectivamente. El gobierno, por su parte, ejecuta,
esto es, contrata, sin invadir la órbita de aquél. En este sentido, al
reglamentar las funciones del Ejecutivo, la Constitución establece, en el
numeral 23 del artículo 189, que le corresponde al Presidente de la República:
"23. Celebrar
contratos que le correspondan con sujeción a la Constitución y a la
ley" (las subrayadas no son del texto original).
Luego la concordancia es total entre los
artículos 150 y 189 constitucionales.
13. La jurisprudencia nacional así lo ha
entendido. En diversos fallos se ha sostenido la participación concurrente y
separada del Congreso y el Ejecutivo en materia de contratación.
El 24 de abril de 1972 sostuvo la Corte Suprema
de Justicia lo siguiente:
"Estas normas
regulan la coparticipación de las dos ramas del poder público, legislativa y
ejecutiva, en la celebración de contratos..."
Y la Corte Suprema de Justicia, en
sentencia del 10 de septiembre de 1977, dijo:
"La Corte ha
venido sosteniendo la tesis de que el punto que se discute refleja una
modalidad de actos oficiales que requieren de un lado la participación del
Congreso, y de otro una actividad administrativa..."
14. Ahora, un ejemplo de la interrelación
armónica y separada de estas dos ramas lo constituye el hecho que, de un lado,
el Gobierno participa en la normación del Congreso a través de la iniciativa
legal, el trámite de urgencia, las objeciones y la sanción de la ley, entre
otros; y, de otro lado, en forma recíproca, el Congreso participa en materias
relacionadas indirectamente con la gestión administrativa, como es el caso de
la ley anual de presupuesto, el control político, los informes del Presidente,
la aprobación de la cuenta general del presupuesto y el tesoro que realiza la
Cámara de Representantes, entre otros.
15. De todas maneras, además de la
normación, el Congreso se reserva su función constitucional de ejercer el
control político, de que trata el artículo 114 de la Carta, insinuado ya en los
informes que el Gobierno debe presentarle acerca del uso que le ha conferido a
las autorizaciones contractuales previstas en el artículo 150.9 precitado.
De la Federación Nacional de Cafeteros
16. La Federación Nacional de Cafeteros es,
de acuerdo con el artículo 2o. de sus estatutos, una persona jurídica de
derecho privado, sin ánimo de lucro, de carácter asociativo, de orden gremial
que tiene como objetivo principal la defensa de la industria cafetera colombiana.
Ello es así por su origen, por su patrimonio. Por lo tanto no hace parte del
Estado y se rige por sus Estatutos. Ella fue constituída en Medellín,
en 1927, mediante Acuerdo No. 2 del II Congreso Nacional de Cafeteros,
por el cual se creó "la Federación Nacional de Cafeteros como entidad
sindical (sic) de los interesados en la industria del Café". Sus estatutos
fueron aprobados por el Gobierno Nacional mediante la Resolución No. 33 del día
2 de septiembre de 1927, publicada en el Diario Oficial No. 20.894 del 14
de septiembre de 1928. Así lo ha admitido el legislador, en la Ley 11 de 1972.
Es de advertir que el legislador, en razón
del especial objeto social de la Federación, determinó que su organización y
funcionamiento se regulará por principios democráticos.
En efecto, la Ley 66 de 1942 dice en su
artículo 7º:
"El Gobierno
Nacional queda facultado para celebrar un contrato con la Federación Nacional
de Cafeteros, a fin de modificar los estatutos de la Federación cuando las
circunstancias lo aconsejen, sobre las siguientes bases:
a)
Que todos los productores de café se afilien a la Federación, so pena de no
gozar de los beneficios que ella otorga;
b)
Que todos los afiliados a la Federación voten para la constitución de los
Comités Municipales, como célula matriz de la Federación, bajo sanción de
no gozar de los beneficios que ella otorga;
c)
Que los Comités Municipales elijan los miembros de los Comités
Departamentales;
d)
Que los escrutinios de uno y otros se hagan por el sistema de cuociente
electoral, y que su personal se renueve cada año, por mitad, y
e)
Que los Comités Departamentales elijan los miembros del Congreso Cafetero que
debe nombrar el Comité Nacional y elegir el Gerente, de terna que presenta
el Presidente de la República. La representación actual del Gobierno se
conservará" (subrayas fuera de texto).
Así mismo, los Estatutos de la Federación
Nacional de Cafeteros de Colombia, adoptados mediante el Acuerdo Nº 1 de 1989,
en el XLVI Congreso Nacional de Cafeteros, repiten esta estructura democrática
en los siguientes artículos:
Para las elecciones municipales, el
artículo 37 dice en su inciso primero:
"En los
Municipios productores de café que cuenten por lo menos con cuatrocientos (400)
predios cultivados en café, se establecerá un Comité Municipal, compuesto por
seis (6) miembros principales, con sus respectivos suplentes personales,
elegido por los productores federados, en la fecha que señale el Comité
Ejecutivo. Para establecer el número de cafeteros federados por municipio, se
tendrán en cuenta solamente las cédulas expedidas en razón de predios ubicados
en él."
Para las elecciones departamentales, el
artículo 26 establece en su inciso primero:
" En cada una
de las capitales de los Departamentos cuya producción cafetera exceda el dos
por ciento (2%) de la producción nacional, funcionará, como entidad
permanente, un Comité Departamental integrado por seis (6) miembros principales
y sus respectivos suplentes personales, elegidos por los Comités Municipales,
previa convocación hecha por el Comité Ejecutivo con la oportunidad
necesaria."
Y para las elecciones del nivel nacional,
de un lado, el inciso primero del artículo 8º dice:
"El Congreso
Nacional de Cafeteros se compondrá de tantos delegados por cada Departamento
donde funcionen Comités Departamentales de Cafeteros, cuantos correspondan a su
producción de café, tomando como base los datos que arroje el censo vigente,
levantado por la Federación y aprobado por el mismo Congreso."
Y de otro lado, el artículo 11 sostiene al
respecto, en su inciso primero, lo siguiente:
"El Comité
Nacional de Cafeteros se compondrá de catorce (14) miembros, así: Los Ministros
de Relaciones Exteriores, Hacienda y Crédito Público, Desarrollo Económico, y
Agricultura; el Jefe del Departamento Nacional de Planeación y el Gerente de la
Caja de Crédito Agrario Industrial y Minero; y ocho (8) miembros elegidos por
el Congreso Nacional de Cafeteros, con sus respectivos suplentes."
La organización democrática de la
Federación fue retomada por el constituyente en 1991, al establecer en los
artículos 38, 39 y 103 de la Carta Política el derecho de asociación en el
marco de principios democráticos.
18. La Federación es una organización no
gubernamental y, en consecuencia, podría constituirse en uno de los mecanismos
de participación de la sociedad civil en la gestión pública, de conformidad con
el inciso 2º del artículo 103 de la Carta. Así mismo, en la medida en que la Federación
sea realmente una entidad sin ánimo de lucro, podrá contratar con el Estado al
tenor del inciso 2o. del artículo 355 idem.
Del Fondo Nacional del Café
19. La regla general en materia de
autorizaciones de contratos se rige por el estatuto general de contratación.
Sin embargo la facultad del Congreso de "conceder autorizaciones al
gobierno para celebrar contratos, negociar empréstitos y enajenar bienes
nacionales", de que trata el artículo 150.9 de la Carta, es una excepción
al estatuto general de contratación.
Luego surge la pregunta de ¿por qué son
necesarias estas autorizaciones para celebrar ciertos negocios jurídicos?
La respuesta es simple: por la importancia
del asunto. En efecto, la enajenación de bienes nacionales, la negociación de
empréstitos y la celebración de algunos contratos de gran magnitud tienen en
común el hecho de que con ellos se puede comprometer la responsabilidad y aún
la soberanía de Colombia.
Uno de tales contratos es precisamente el
celebrado entre la Nación y la Federación Nacional de Cafeteros para la
administración del Fondo Nacional del Café.
19. El Fondo Nacional del Café es una
"cuenta especial", según la definición contenida en el artículo 8º
del Decreto 2067 de 1940, que lo creó. Esta definición corresponde al concepto
de fondo consagrado en el artículo 2º del Decreto 3130 de 1968 que dice:
"De los Fondos.
Los Fondos son un sistema de manejo de cuentas de parte de los bienes o
recursos de un organismo, para el cumplimiento de los objetivos contemplados en
el acto de su creación y cuya administración se hace en los términos en éste
señalados.
Cuando a dichas
características se sume la personería jurídica, las entidades existentes y las
que se creen conforme a la Ley, lleven o no la mención concreta de -Fondos
Rotatorios-, son establecimientos públicos."
El objetivo del Fondo consiste en adquirir
las cantidades de café que sea necesario comprar para la aplicación del
Convenio de Cuotas Cafeteras. El Fondo no es pues una persona jurídica y es por
ello que el Gobierno ha venido contratando su manejo con la Federación Nacional
de Cafeteros. Cuenta especial, el Fondo es un sistema de manejo de recursos a
través de una cuenta.
Es importante anotar que fue a iniciativa
de los propios cafeteros, reunidos en su II Congreso en Medellín, en 1927, que
se propuso auto-gravar la exportación de café. Los recursos así arbitrados, se
dijo en aquella oportunidad, "se deben gastar exclusivamente en beneficio
de la industria cafetera".
Un año más tarde -1928-, se creó
efectivamente dicho impuesto y su recaudo y manejo estuvo a cargo de la
Federación. Este sistema operó hasta 1940, cuando se creó, con los recursos
provenientes del impuesto a la exportación de café, el Fondo Nacional del Café.
El Fondo, en tanto que cuenta especial de recursos públicos, fue administrado
desde sus origenes por la Federación, en virtud de un contrato celebrado entre
ésta y la Nación.
En otras palabras, desde 1928 hasta el
presente los recursos provenientes del impuesto al café han sido manejados por
la Federación, pero con la diferencia que entre 1928 y 1940 la propia
Federación los recaudaba y gastaba directamente, mientras que desde 1940 hasta
la fecha, y en virtud de la creación del Fondo, dichos recursos los arbitra la
Nación y ésta contrata su administración con la Federación.
Hoy el Fondo Nacional del Café arbitra los
recursos de que trata la Ley 9a. de 1991, en sus artículos 19 a 26, que
reformaron las siguientes materias: el gravamen establecido en el artículo 5º
de la ley 66 de 1942 -impuesto de pasilla-; el impuesto de exportación del
café consagrado en el artículo 226 del Decreto 444 de 1967 -modificado por el
Decreto 2374 de 1974-; y el impuesto de retención del café a que hace alusión
el artículo 63 del Decreto 444 precitado.
En el caso de los ingresos regulados en la
Ley 9a. de 1991, se trata de recursos provenientes de la industria cafetera que
alimentan el Fondo para ser invertidos en el sector. Así lo reconoció la Corte
Suprema de Justicia en sentencia del 14 de octubre de 1970.
El 10 de noviembre de 1977 aquél mismo
tribunal, con ponencia de Guillermo González Charry, decidió que era exequible
la Ley Anual de Presupuesto para 1977 -Ley 35 de 1976-, en la parte que
excluía del presupuesto los recursos parafiscales destinados a la industria
del café. En aquella oportunidad dijo la Corte Suprema de Justicia:
"Si en el caso
que ahora se estudia, existen las leyes creadoras de los tributos que se causan
para el servicio de la industria cafetera, el supuesto constitucional básico
para su percepción, se ha cumplido; si a ello se agrega que las propias leyes a
que se hace referencia disponen que la Federación perciba, reciba e invierta
directamente el producto de esos tributos, en el fin indicado, mediante
contratos celebrados con el Gobierno, se tiene ya un sistema especial de
percepción o recaudación, no objetable, y un destino claro preestablecido que
hace parte de la tarea oficial. Hasta este momento no se percibe ningún
quebranto de la Constitución..."
Ahora bien, el contrato de administración
del Fondo es especial no tanto por la cuantía sino por la importancia del
objetivo del Fondo en la economía nacional y por la naturaleza parafiscal
de sus recursos.
La parafiscalidad es una técnica de la
finanzas públicas que nace en Francia y se desarrolla luego en el mundo con
diversos contenidos. Sin embargo en todos los casos la parafiscalidad tiene un
común denominador: son recursos extraídos en forma obligatoria de un sector
económico para ser invertidos en el propio sector, con exclusión del resto de
la sociedad.
Para la doctrina, los recursos parafiscales
se encuentran a mitad de camino entre las tasas y los impuestos sin confundirse
con ellos. Ahora, como anota Laubadère, "las tasas parafiscales pueden ser
percibidas ya sea en provecho de ciertos organismos públicos, ya en provecho de
ciertos organismos privados"[4]
La Constitución Política de 1991 consagró
la parafiscalidad expresamente en dos artículos: el 150.12 y 338 inciso
primero. El origen de la norma se encuentra en la constancia del delegatario
Alfonso Palacio Rudas en la Asamblea Nacional Constituyente, donde se afirma
que "constituiría un positivo avance en nuestra legislación hacendística
introducir el concepto de la parafiscalidad..."[5]
De los contratos entre la Nación y la
Federación
20. Como lo anota el actor de esta demanda,
"el Gobierno Nacional y la Federación Nacional de Cafeteros habían venido
celebrando dos tipos de contratos: uno de prestación de servicios (desde 1927)
y otro de administración del Fondo Nacional del Café (desde 1940). Dichos
contratos, que fueron objeto de sucesivas prórrogas, desde las fechas acabadas
de mencionar, se unificaron mediante el que se celebró el 20 de diciembre de
1978, que consagró una duración indefinida para la administración del Fondo
Nacional del Café, y para la prestación de servicios un término de diez años.
Este contrato, que rigió hasta el 31 de diciembre de 1988, fue sustituído por
el celebrado el 22 de diciembre de 1988, actualmente vigente, que comprende
también la administración del Fondo y la prestación de servicios", por un
término de diez años.
Estudiados estos contratos se observa que
siempre ha intervenido el Legislador en su proceso de celebración, mediante
leyes que en forma previa han autorizado al Ejecutivo para acordar y
perfeccionar dichos contratos.
En efecto, el Decreto Ley 2078 de 1940 y
las Leyes 45 de 1940 y 11 de 1972 autorizaron al Gobierno para celebrar este
tipo de contratos con la Federación.
Por ejemplo el artículo 2º de la Ley 11 de
1972 dice:
"Autorizase al
Gobierno Nacional para celebrar con la Federación Nacional de Cafeteros de
Colombia contratos tendientes a impulsar y defender la industria del café. Los
contratos que el Gobierno celebre en desarrollo del presente artículo, tendrán
una duración de diez años y serán prorrogables por periodos de igual
duración".
Ha sido precisamente en virtud de esta
norma que se celebró el contrato del 20 de diciembre de 1978, el cual fue
prorrogado por las partes el 22 de diciembre de 1988, actualmente vigente.
Así las cosas, es una Ley de 1972 la que ha
autorizado el contrato vigente celebrado entre la Nación y la Federación de
Cafeteros. Dicha ley concedió una autorización previa para el contrato
inicial.
De la razón jurídica del caso concreto
21. El inciso 3º de la Ley 9a. establece:
"Las adiciones,
prórrogas o modificaciones que se introduzcan al contrato de administración del
Fondo Nacional del Café y de Servicios que suscriban la Federación Nacional de
Cafeteros con el Gobierno Nacional continuarán sujetos a la revisión del
Consejo de Estado, del Congreso de la República y a la publicación en el
Diario Oficial (las negrillas no son originales).
El legislador ubicó en el inciso tercero
del artículo 33 de la Ley 9ª de 1991, la expresión "Congreso de la República",
a la par de la frase "del Consejo de Estado", es decir, aquélla quedó
participando de la oración "continuarán sujetos a la revisión", que
antecedía a ésta.
De allí surge la confusión que dió origen a
este proceso y que es necesario despejar, así: considera la Corte
Constitucional que la facultad que aquí se atribuye el Congreso para
"revisar" contratos viola doblemente la Constitución, a saber:
22. Primero, porque el Congreso pretende
"revisar", cuando sólo está facultado para autorizar o aprobar.
23. Segundo, porque el contenido de la
"revisión" es administrativo, ya que aquí se hace alusión a la
prórroga, adición o modificación, que son situaciones concretas, sólo
determinables fácticamente dentro de las fases propias del proceso de ejecución
del contrato.
24. Además, la norma acusada contiene una
impropiedad consistente en afirmar que se "continuará" revisando
contratos que antes no eran revisables por el Congreso de la República. Luego
la norma apunta a una supuesta reiteración de un acto que antes ni siquiera
existía, entre otras cosas por estar prohibido por la Constitución.
25. Observa la Corte que el Congreso puede,
en la ley de autorizaciones, determinar en abstracto las condiciones para las
prórrogas, adiciones o modificaciones del contrato, y dejar al Gobierno la
posibilidad discrecional de analizar la convivencia, oportunidad y necesidad de
la decisión administrativa contractual. Lo que no puede es inmiscuirse en
órbitas de otros poderes, por expresa prohibición de la Constitución.
Por tanto la expresión "del Congreso
de la República" debe en consecuencia ser declarada inconstitucional y
hacerla desaparecer definitivamente del mundo jurídico.
26. En virtud de las razones anteriores la
Corte Constitucional decidirá que la norma atacada es inexequible. Esta
Corporación coincide así plenamente con el concepto del Procurador General de
la Nación; y acoge también los argumentos del actor.
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional de la República de Colombia,
RESUELVE:
Declarar INCONSTITUCIONAL la expresión
"del Congreso de la República", del inciso tercero del artículo 33 de
la Ley 9a. de 1991, por las razones expuestas.
Cópiese, publíquese y comuníquese a quien
corresponda, insértese en la Gaceta Constitucional y archívese el expediente.
Dado en Santafé de Bogotá, D. C., nueve (9)
de julio de mil novecientos noventa y dos (1992).
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREFFEINSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Sacretaria General
1 Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia C-004. Mayo 7 de 1992. Considerando Nº 14.
[1]Vid Sentencia del 28 de febrero de 1985.
Corte Suprema de Justicia. Ponencia de Manuel Gaona Cruz.
[2] Vid. PAREJO ALFONSO, Luciano. Estado
Social y Administración Pública. Editorial Civitas S.A. Madrid, 1.982. Pág.
143.
[3] Idem, pag.145.
[4]Vid. Laubadère, André de. Traité
élémentaire de droit administratif. Tomo III.
Dalloz.
París, 1966. pág. 87.
[5]Véase Gaceta Constitucional Nº 89, junio 4
de 1991, pág. 7. |
212 | C-465-92
Sentencia No
Sentencia No. C-465/92
CONTROL DE
CONSTITUCIONALIDAD/TRANSITO CONSTITUCIONAL
Las acusaciones que se atribuyen a la ley
impugnada deben estudiarse bajo el prisma normativo consignado en la
Constitución de 1886 pues siendo ésta la norma atributiva de la facultad que se
estima conculcada, la regularidad y validez de su ejercicio han de apreciarse a
la luz de ella.
ADMINISTRACION
NACIONAL-Estructura/FUNCION
PUBLICA/LEY CUADRO
Compete al Congreso, a iniciativa del
Gobierno, crear la estructura de la administración nacional y señalar las
funciones generales de los entes y dependencias que la integran. Al Ejecutivo,
por su parte, le corresponde crear los cargos o empleos y señalarle a éstos sus
funciones específicas. La Constitución actualmente en vigor conserva las leyes
que desde la reforma de 1968 se conocen como "Leyes-Cuadro" al tiempo
que agrega otras. Como ya se indicó, lo fundamental es que se limitan a dar las
reglas generales; los restantes aspectos normativos son confiados al ejecutivo,
quien deberá desarrollarlos a través de decretos reglamentarios ampliados. La
ley acusada para nada toca la estructura orgánica de las entidades del orden
nacional ni las funciones que a ellas corresponden; de consiguiente, mal podría
sostenerse que las reestructura, modifica o reorganiza. La materia de que trata
la Ley 18 de 1989 no corresponde a la prevista en el artículo 76-9 en
concordancia con el 120-21 de la antigua Carta, sino que es de las comprendidas
en la órbita que constitucionalmente corresponde al quehacer ordinario del
órgano legislativo. Por esa razón, bien podía originarse en la iniciativa de
uno cualquiera de sus miembros, como de hecho aconteció.
COSA JUZGADA
RELATIVA
El alcance del presente fallo se contrae a
los aspectos formales analizados en su parte considerativa. Quedan pues
abiertas las puertas para examinar los aspectos de fondo o materiales que se
relacionen con la normatividad cuestionada. El "dictum" de este
pronunciamiento no es el de favorecer el ejercicio de una determinada profesión
exclusivamente por parte de quienes posean la tarjeta requerida, en desmedro del
derecho al trabajo de quienes carezcan de ella. Deja intactos los
pronunciamientos que podrán hacerse en el futuro acerca de la igualdad real en
el ejercicio del derecho al trabajo y de la erección de obstáculos, algunos de
ellos de origen legal, para el ingreso de las personas al mercado de los
servicios. Todo ello a la luz de la Carta de 1991.
REF: Proceso
D-004
Demanda de
inconstitucionalidad contra la Ley 18 de 1989, "por medio de la cual se
establecen requisitos y condiciones para el desempeño de la divulgación y
prensa de los Ministerios, Departamentos Administrativos, Superintendencas,
Establecimientos Públicos y Unidades Administrativas Especiales del orden
nacional."
TEMAS:
-Funciones de
divulgación y prensa en las entidades del orden nacional: calidades y
requisitos exigidos para desempeñarlas.
-Iniciativa
legislativa y distribución de competencias entre ejecutivo y legislativo en
materia de:
-Determinación de
la estructura de la Administración Nacional.
-Creación de
dependencias y de cargos;
-Señalamiento de
funciones específicas a los empleos y fijación de calidades y requisitos para
el desempeño de funciones en la administración nacional.
-Profesionalización
de Comunicación en el sector público central.
ACTOR:
HERNANDO
VICENTE RODRIGUEZ C.
MAGISTRADO
PONENTE:
Doctor CIRO
ANGARITA BARON
Aprobada mediante Acta No de Sala Plena
a los dieciseis (16) días del mes de julio de mil novecientos noventa y dos
(1992) en Santafé de Bogotá, D.C.
I. ANTECEDENTES
En ejercicio de la acción pública de
inconstitucionalidad que se consagraba en el artículo 214 de la Constitución
Política de 1886 y que en la actual se prevé en el 241-4, el ciudadano HERNANDO
VICENTE RODRIGUEZ CAMACHO solicitó a la Corte Suprema de Justicia la
declaratoria de inexequibilidad de la ley 18 de 1989 con posterioridad al 1o.
de junio de 1991.
La Corte Suprema de Justicia, en
obedecimiento a lo dispuesto en el inciso 2o. del artículo 24 transitorio de la
Carta Magna, ordenó la remisión del proceso a la Corte Constitucional, cuya
Secretaría General certificó su recepción el 18 de febrero del corriente año,
día siguiente al de su instalación formal. Repartida, de conformidad con el
Programa de Trabajo y Reparto aprobado por la Sala Plena para el mes de
febrero, fue admitida mediante auto de marzo trece (13) de mil novecientos
noventa y dos (1992).
Al proveer sobre la admisión de la demanda,
el suscrito Magistrado Sustanciador ordenó la fijación en lista del negocio
para asegurar el derecho de intervención ciudadana que consagran los artículos
242-1 C. N. y 7, inciso segundo del Decreto 2067 de 1991.
Así mismo, se surtieron las comunicaciones
de rigor sobre la iniciación del proceso al señor Presidente de la República y
al Presidente del Congreso, como también el traslado de copia de la demanda al
Despacho del señor Procurador General de la Nación quien oportunamente rindió
el dictamen fiscal.
Como se han cumplido los trámites
constitucionales y legales, procede ésta Corporación a decidir.
II. NORMAS ACUSADAS
El texto de la ley impugnada, conforme a su
publicación en el Diario Oficial No. 38673 de enero veintiseis (26) de mil
novecientos ochenta y nueve (1989), es el siguiente:
"Ley 18 de 1989
(enero 26)
"Por medio de la cual se establecen
requisitos y condiciones en el desempeño de la divulgación y prensa de los
Ministerios, Departamentos Administrativos, Superintendencias, Establecimientos
Públicos y Unidades Administrativas Especiales del orden nacional.
EL CONGRESO DE COLOMBIA
Decreta:
Artículo 1o.- Las funciones de divulgación
y prensa de cada uno de los Ministerios, Departamentos Administrativos,
Superintendencias, Establecimientos Públicos y Unidades Administrativas
Especiales del orden nacional serán ejercidas en forma exclusiva por personas
profesionales de la Comunicación.
Parágrafo. Será requisito indispensable
acreditar la Tarjeta Profesional de Periodista de que trata la Ley 51 de 1975,
para poder desempeñar el cargo anteriormente anotado.
Artículo 2o.- El funcionario de que trata
la presente Ley tendrá como mínimo la misma categoría, remuneración y
prerrogativas del Jefe de División o su equivalente y sus funciones serán
asignadas por el nominador de la misma entidad.
Parágrafo. La estructura administrativa de
la oficina o dependencia encargada de la divulgación y prensa será definida por
cada entidad del orden nacional conforme a lo contemplado en sus estatutos.
Artículo 3o.- En el ejercicio de sus
funciones, el profesional de la Comunicación, velará permanentemente por el
cumplimiento de sus obligaciones éticas y morales, y en especial de las
siguientes:
a) Asesorar al Ministro, Jefe de
Departamento Administrativo, Superintendencia, Director o Gerente de
Establecimiento Público y Unidades Administrativas Especiales en todo lo
referente a la imagen institucional y actividades divulgativas.
b) Colaborar en la coordinación y
producción de todas las actividades de índole divulgativa.
c) Elaborar cronogramas y diagramas de flujo
para la producción de materiales de prensa.
d) Hacer control de calidad a la producción
informativa de la Oficina de Prensa.
e) Diseñar esquemas de los diversos géneros
de información para todos los medios.
f) Diseñar boletines y servicios
informativos en forma periódica.
g) Actualizar ficheros de periodistas y
medios de prensa y registrar en ellos los despachos periódicos. Mantener
listados de fuentes informativas.
h) Seleccionar datos e información pública
de interés para la entidad y hacerlos conocer internamente.
i) Coordinar todo lo pertinente al Centro
de Documentación y apoyar y alimentar el Centro Nacional de Documentación e
información del sector público.
j) Programar y coordinar eventos especiales
como congresos, seminarios, foros internos y externos.
k) Clasificar textos, ilustraciones, normas
pertinentes al área y bibliografía de consulta.
l) Responder por el archivo de audio, video
e impresos.
m) Las demás que le asigne el Jefe
inmediato acordes con la naturaleza de las funciones propias del cargo.
Artículo 4o. La presente Ley rige a partir
de su publicación y deroga las normas que le sean contrarias.
"..."
III. LA DEMANDA
A juicio del actor, la ley acusada vulnera
los artículos 30; 76-9; 78-2; 79, inciso 2o. y 120-21 de la anterior Carta
Política. Son sus razones, las siguientes:
1.- El contenido normativo de la ley
enjuiciada corresponde a la materia prevista en el ordinal 9o. del artículo 76
de la Constitución de 1886 como quiera que se refiere a funciones de los
ministerios, departamentos administrativos, superintendencias, establecimientos
públicos y unidades administrativas especiales del orden nacional; incluye
requisitos para el desempeño de cargos en esos organismos; establece
remuneración para los mismos; define la estructura administrativa de la oficina
o dependencias encargadas de ejercerlos en tales entidades al tiempo que
precisa las funciones que a ellos se asignan.
Por ello considera que, conforme lo
disponía el artículo 79, inciso segundo de la anterior Carta Política, la
susodicha ley requería de iniciativa gubernamental. Careciendo de ella, se
vició de inconstitucionalidad por el aspecto de los requisitos atinentes a su
formación.
2.- La mencionada ley infringe el ordinal
21 del artículo 120 de la Constitución de 1886 pues el legislador se irrogó
facultades que dicho precepto otorga al Presidente de la República, como son
las de fijar las funciones especiales de los empleos que demande el servicio de
la administración, ministerios y departamentos administrativos, con sujeción a
las leyes a que se refiere el ordinal 9o. de su artículo 76.
Por lo mismo, considera que la ley acusada,
"al determinar la conformación de la oficina o dependencia dentro de la
respectiva planta de personal; al fijar las funciones especiales del empleo en
el artículo 3o.; al precisar que el funcionario de que trata la norma tendrá
como mínimo la misma categoría, remuneración y prerrogativas del Jefe de
División o su equivalente," transgredió la citada regla constitucional,
por lo cual hay lugar a que se declare su inexequibilidad, por cuanto, además,
el artículo 78, ordinal 2o. de la Carta anterior prohibía al Congreso y a cada
una de sus Cámaras inmiscuirse por medio de resoluciones o de leyes en asuntos
que son de la privativa competencia de otros poderes.
3.- Del mismo modo, alega que los
literales i), k), l) y m) del artículo 3o. en cuanto involucran actividades
propias de la profesión de Bibliotecólogo, violan el artículo 30 de la
Constitución de 1886, al no garantizarse "el buen ejercicio de una
profesión como quiera que el Comunicador no recibe preparación académica"
sobre dichos aspectos.
IV. LA INTERVENCION CIUDADANA
El suscrito Magistrado Ponente, en uso de
sus competencias legales comunicó la iniciación del presente proceso al
Presidente de la República y al Presidente del Congreso; a la Oficina Jurídica
del Ministerio de Comunicaciones; al Círculo de Periodistas de Bogotá y al
Colegio Nacional de Periodistas para que, si lo tuvieren a bien, pronunciaran
su opinión sobre las pretensiones de la demanda.
Dentro del término respectivo, el
Ministerio de Comunicaciones, por intermedio de apoderada concurrió en defensa
de la constitucionalidad de la ley acusada; extemporáneamente se produjo la
intervención del Presidente del Congreso así como las del Círculo de
Periodistas de Bogotá, representado por su Presidente, Gabriel Cantor Zabala y
la del ciudadano Orlando Pion Noya, todas las cuales defienden la
constitucionalidad de la ley acusada.
V. ELEMENTOS PROBATORIOS
Como pruebas se apreciarán, las que al
proceso allegó la Corte Suprema de Justicia, conformadas por los antecedentes y
el expediente legislativo correspondiente al proyecto que concluyó con la
expedición de la ley demandada, los cuales fueron remitidos por los Presidentes
de la Cámara y del Senado de la República (Fls.12 a 79). A dichos elementos se
hará referencia en el acápite No. VII. contentivo de las consideraciones que
sustentarán la decisión a proferirse en este caso.
VI.
CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE
LA NACION
El señor Procurador General de la Nación
Doctor CARLOS GUSTAVO ARRIETA PADILLA, mediante oficio No. 011 de mayo 6 de
1992, rindió en tiempo el concepto fiscal de rigor. En él acoge la tesis que,
con ocasión del tránsito constitucional, la Corte Suprema de Justicia expuso en
sentencia No. 87 de 25 de julio de 1991, a propósito de las acusaciones de
inconstitucionalidad originadas en supuestas transgresiones a normas sobre
competencia: éstas deben examinarse a la luz de la Carta de 1886 que era la
vigente al tiempo de su otorgamiento.
Seguidamente el Procurador analiza las tres
prerrogativas independientes que cobija el numeral 9 del artículo 76 de la
Carta del 86, al tiempo que precisa el alcance que a cada una de ellas le dió
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia.
Así, respecto de la que consiste en
"determinar la estructura de la Administración Nacional" señala que
al ejercerla, el legislador crea la parte estática de la administración, la
cual comprende: la determinación de las funciones generales de la misma; los
servicios a su cargo; los órganos de que va a disponer y el género de
dependencias internas que integrarán cada entidad.
En ese mismo orden de ideas, y a propósito
de la que consiste en "fijar las escalas de remuneración correspondientes
a las distintas categorías de empleos" anota que esta prerrogativa lleva
implícita la de clasificarlos según sus funciones, responsabilidades y
calidades para ejercerlos así como por la remuneración que les corresponde.
Con relación a la facultad de
"determinar el régimen de prestaciones sociales" acota que ésta tiene
como finalidad, la de cubrir los riesgos o necesidades del trabajador
originadas en la relación de trabajo o como motivo de la misma, según el cargo
que desempeñen y la escala salarial en que estén incluídos.
Después de estudiar el contenido normativo
de la ley concluye, con base en la historia del proyecto, que lo normado en los
dos primeros artículos requería iniciativa del gobierno tanto en el caso en que
su finalidad hubiera sido la de crear las oficinas de divulgación y prensa en
el sector público central, como aquel en el que se considerara que fue la de
complementar, reformar o adicionar la "función de divulgación y
prensa" que se venía cumpliendo a través de los órganos o dependencias
existentes en la administración. En aras de dar sustento a su posición aduce
que "la determinación de la estructura de la administración no se
lleva a cabo solamente mediante la creación de los organismos o dependencias
que la integran, sino también a través de la modificación, reestructuración
o reorganización de los organismos que la componen y de sus
funciones."
Dado el quebranto de la preceptiva
constitucional en lo que atañe a la competencia en materia de iniciativa, en
tanto que modifica la estructura de la Administración Nacional, se abstiene de
estudiar el artículo 3o. por considerar que, en esas circunstancias, dicho
estudio carece de objeto.
Por lo expuesto, el supremo agente del
Ministerio Público solicita a la Corte Constitucional declarar inexequible la
ley enjuiciada.
VII. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
A. COMPETENCIA
La Corte Constitucional es competente para
decidir definitivamente la presente demanda, en virtud de lo prescrito en los
artículos 241-4 y 24 transitorio de la nueva Carta Política como quiera que fue
instaurada después del 1o. de Junio de 1991 y recae sobre una ley de la
República.
B. LOS CARGOS FORMULADOS
La ley atacada en el presente caso tuvo su
origen en la normación de competencias que preveía la Carta de 1886 en materia
de iniciativa legislativa. El agravio a la Constitución se hace consistir en el
exceso en que presuntamente incurrió el Congreso de la República al expedirla,
dada su incompetencia para legislar "motu propio" sobre la
materia que constituye su objeto, ya que el inciso segundo del artículo 79 de
la Constitución anterior, la reservaba en forma exclusiva y excluyente a la
competencia del Presidente de la República.
La cuestión que los cargos formulados en
primer término plantea a la Corte Constitucional en este caso, es la de
precisar cuál es el régimen constitucional aplicable para dirimir las
acusaciones. En efecto, sólo a partir del esclarecimiento de este
interrogante es que, en orden a decidirlos, procederá analizar la materia que
se desarrolla en la ley acusada a fin de establecer si se encuentra o no
comprendida dentro de una cualquiera de las excepciones que tal preceptiva
constitucional contemple en punto a la iniciativa para la formación de las
leyes. A esos aspectos se orientarán las consideraciones que siguen.
C. LAS ACUSACIONES POR PRESUNTAS
TRANSGRESIONES A REGLAS SOBRE COMPETENCIA NORMADAS POR LA CARTA DE 1886
Y EL TRANSITO CONSTITUCIONAL
En criterio de esta Corte, las acusaciones
que se atribuyen a la ley impugnada deben estudiarse bajo el prisma normativo
consignado en la Constitución de 1886 pues siendo ésta la norma atributiva de
la facultad que se estima conculcada, la regularidad y validez de su ejercicio
han de apreciarse a la luz de ella.
Reitera así la Corporación el parecer que
plasmó en Sentencia No. C-416 de junio dieciocho (18) de 1992, (Proceso D-015,
M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo) en la cual dejó definido que la
Constitución de 1886 es la normatividad con base en la cual se deben dilucidar
los alegados cargos por vicios de forma, como los que se originan en el
presunto desbordamiento en el ejercicio de facultades extraordinarias.
En efecto, esta Corte en dicho
pronunciamiento sostuvo:
"...En lo que
respecta a la determinación sobre si fueron atendidas o desconocidas las
formalidades a las que estaba sujeta la expedición de las normas en
controversia, mal podría efectuarse la comparación con los requerimientos que
establezca el nuevo régimen constitucional ya que éste únicamente gobierna las
situaciones que tengan lugar después de iniciada su vigencia y, por ende, la
constitucionalidad por el aspecto formal tiene que ser resuelta tomando como
referencia el ordenamiento que regía cuando nacieron los preceptos en estudio.
"..."
Coincide así la Corporación con el señor Procurador
General de la Nación en prohijar la tesis que la Corte Suprema de Justicia
-Sala Plena- consignó en la Sentencia No. 87 de Julio 25 de 1991 (M.P. Dr.
Pedro Augusto Escobar Trujillo), al pronunciarse por primera vez sobre esta
materia con ocasión de demanda que, por haber sido intentada bajo la Carta de
1886 y tener que decidirse bajo la regencia de la Constitución de 1991,
planteaba similar indagación. Sus razonamientos en lo pertinente se reproducen
como quiera que son enteramente aplicables a la cuestión preliminar que en el
caso presente se plantea.
Díjose entonces:
"...La
valoración del ejercicio de una competencia, esto es, la definición acerca de
si un órgano estatal obró o nó de conformidad con las reglas que la fijan, debe
hacerse necesariamente mediante el cotejo con los preceptos vigentes al tiempo
en que se efectivizó, dado que por constituir éstos su fuente de validez son
los que determinan la regularidad de su ejercicio. Mal podrían enervarse los
efectos de lo que en su momento estuvo correctamente ejercido desde el punto de
vista de la competencia, por el solo hecho de que en un momento ulterior se
produjere un cambio normativo, pues ello equivaldría a asignarle efectos
retroactivos al nuevo ordenamiento respecto de actos con cuya emisión, dentro
del término y con los demás requisitos exigidos por el antiguo, ya se había
consumado o agotado el ejercicio de la competencia correspondiente.
Téngase en cuenta
además, que la validez formal de la expedición de un acto, en la que queda incluido
el elemento de la competencia de su autor, depende, de acuerdo con criterios de
aceptación general en materia de aplicación de la norma jurídica en el espacio
y en el tiempo, de la ley vigente en el lugar o en el momento de su
celebración, plasmados en los conocidos aforismos "locus regit
actum" y "tempus regit actum". En otras palabras, la
nueva ley sobre competencia y forma regirá "ex nunc," no "ex
tunc".
Así que en este
preciso punto está lejos de tener cabida el fenómeno de la retroactividad de la
nueva Constitución; al contrario, lo que sucede es que la de 1886 continúa
proyectando efectos aún después de perder vigencia o aplicabilidad...
Por otra parte, de
optarse por una solución diferente se causarían traumatismos de incalculables
consecuencias a la sociedad, al sumirla en la incertidumbre sobre la vigencia
de gran parte del ordenamiento jurídico por el que se venía rigiendo.
Piénsese, por ejemplo, en lo que implicaría para el país la desaparición, de un
momento a otro, de casi todos los Códigos, expedidos -como han sido- en
desarrollo de facultades extraordinarias que hoy, según el artículo 150-10 de
la Constitución que hace poco entró en vigor, no pueden emplearse para
semejante propósito; o la del sistema tributario nacional, condensado en el
Estatuto Tributario (Decreto 624 de 1989) que igualmente es fruto de esta clase
de facultades, no utilizables tampoco a partir de la Constitución de 1991 para
decretar impuestos en virtud del mismo precepto superior citado.
"..."
Desde otra perspectiva, la tesis que se
viene sosteniendo garantiza el derecho ciudadano a reclamar el imperio de la
Constitución mediante la interposición de acciones públicas en su defensa.
Ciertamente, una postura distinta de la que se acoge en este fallo, conduciría
en la práctica a negar dicho derecho respecto de todas aquellas normas cuya
publicación hubiere tenido lugar antes de que entrara en vigor la nueva Carta
Política, pues respecto de ellas el término a que su artículo 242-3 sujeta la
interposición de la acción por presuntos vicios de forma, para entonces -las
más de las veces- habría caducado.
D. LA INICIATIVA LEGISLATIVA EN MATERIA DE
DETERMINACION DE LA ESTRUCTURA DE LA ADMINISTRACION NACIONAL EN LAS
CONSTITUCIONES DE 1886 Y 1991:
EL ALCANCE DE ESTA FACULTAD.
Para decidir los cargos que aparecen en la
demanda objeto del presente fallo, es preciso establecer el alcance de las
facultades que al Congreso confería el numeral 9o. del artículo 76 de la
Carta de 1886 así como distinguirlas de las que al Ejecutivo daba el numeral
21 del artículo 120 ibídem. Es del caso, asimismo, diferenciar dichas
atribuciones de otras que caían dentro de la órbita constitucional que
correspondía al órgano legislativo en virtud de disposiciones constitucionales
expresas o de la cláusula general de competencia que la Constitución Política
del 86 reconocía en su favor. Ahora bien, puesto que el primero de los aspectos
mencionados toca con el tema de las denominadas Leyes-Cuadro o Marco, es
también oportuno hacer unas breves consideraciones acerca de sus
características en orden a definir la naturaleza y límites de las funciones
referidas. Todo ello será materia de las reflexiones que siguen.
Es bien sabido que la anterior Carta
Política consagraba la iniciativa de proposición de proyectos de ley en forma
compartida entre el Ejecutivo y el Legislativo, conforme distribución de
competencias, por materias, que se hacía en su artículo 79. Es también
plenamente conocido que, respecto de ciertos asuntos, la reforma constitucional
de 1968 restringió la libre iniciativa del primero, reservando sus principales
aspectos, que fueron los enunciados en el 2o. inciso del citado artículo, a la
privativa iniciativa del Ejecutivo, con el objeto de racionalizar la construcción
orgánica y administrativa del Estado y de establecer un orden estricto en la
política fiscal, presupuestal y financiera del Estado que hiciera jurídica y
técnicamente viable la realización de planes y programas de desarrollo
económico y social.
Entre las materias que la aludida reforma
sustrajo de la iniciativa parlamentaria según el artículo 79, inciso 2o. de la
Constitución anterior, se cuenta la prevista en el artículo 76-9 de la misma
consistente en:
"Determinar la
estructura de la administración nacional mediante la creación de ministerios,
departamentos administrativos y establecimientos públicos, fijar las escalas de
remuneración correspondientes a las distintas categorías de empleos así como el
régimen de sus prestaciones sociales."
Respecto de esta materia, el citado inciso
segundo del artículo 79 del estatuto anterior preceptuaba que las leyes
respectivas "solo podrán ser dictadas o reformadas a iniciativa del
Gobierno", o sea que al paso que radicó en éste dicha iniciativa, excluyó
la posibilidad de que los miembros del Congreso impulsaran con la suya el
proceso de producción normativa o de modificación de la regulación existente
sobre la misma.
En contrapartida a la prerrogativa dada al
Congreso por el citado numeral 9o. del artículo 76, correlativamente
correspondía al Ejecutivo, a voces del artículo 120-21 de la Carta del 86, la
de:
"Crear,
suprimir y fusionar los empleos que demande el servicio de los ministerios,
departamentos administrativos y los subalternos del ministerio público y
señalar sus funciones especiales, lo mismo que fijar sus dotaciones y
emolumentos, todo con sujeción a las leyes a que se refiere el ordinal 9o. del
artículo 76."
Ahora bien, en la tipología normativa
acuñada por la doctrina y la jurisprudencia las leyes a que se refería el
numeral 76-9 de la Carta anterior corresponden a la categoría de las
denominadas "Leyes Marco" o "Leyes Cuadro", que se han dado
en caracterizar por los siguientes rasgos distintivos:
1o. El legislador debe circunscribir su
actuación a fijar la política, los criterios y los principios que guiarán la
acción del ejecutivo al desarrollar la materia que constituye su objeto.
2o. Estas leyes limitan la función
legislativa del Congreso en cuanto que dicho poder se contrae a trazar las
normas generales, a enunciar los principios generales y a dar las orientaciones
globales a que debe ceñirse el ejecutivo en la adopción de regulaciones y
medidas en los campos específicos de la actividad estatal que
constitucionalmente se reservan a esta clase de estatutos normativos; de ahí
que su materia escape a la regulación de la ley ordinaria.
3o. Para expedirlas o modificarlas se
requiere de iniciativa gubernamental, si bien el legislativo decide
autónomamente sobre su contenido.
4o. En virtud de esta clase de leyes, se
deja al Congreso el señalamiento de la política general y al ejecutivo su
regulación particular y su aplicación concreta.
5o. Revisadas las materias que la reforma
de 1968 reservó a este tipo de leyes, como rasgo común todas ellas se refieren
a cuestiones técnico-administrativas de difícil manejo; a fenómenos económicos
que por su condición esencialmente mutable, exigen una regulación flexible o
dúctil que permita responder a circunstancias cambiantes; o a asuntos que ameritan
decisiones inmediatas y que, por tanto, resulta inadecuado y engorroso manejar
por el accidentado proceso de la deliberación y votación parlamentaria pública.
6o. Al Gobierno incumbe concretar la
normatividad jurídica que dichas materias reclaman y lo hace por medio de
decretos que deben ajustarse a los parámetros o "marcos" dados por
el legislador en la respectiva Ley.
La jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia diferenció y precisó lo que, bajo la vigencia de la Carta de 1886 se
entendía por "determinar la estructura de la administración
nacional", o sea, la función del Congreso según los términos de su
artículo 76-9 y lo que comprendía la función de "crear, fusionar o
suprimir los empleos" que demande el servicio de la misma, esto es, la
atribución que conforme al artículo 120-21 ibídem correspondía al Ejecutivo.
Así, en sentencia de mayo 6 de 1974 (M.P.
Dr. Guillermo González Charry) que desde entonces fue reiterada en numerosas
ocasiones, esa Corporación sostuvo:
"... determinar
aquella estructura es no sólo crear los grandes elementos que la integran,
sino, además, determinar su disposición dentro del órgano del que son parte,
regular sus mecanismos de relación para el cumplimiento de su tarea y señalar
de modo general sus funciones. En esta forma el legislador tiene como
atribución crear la parte estática y permanente de la administración y el
ejecutivo la de hacerla dinámica mediante el ejercicio de atribuciones
administrativas.
De modo que, fijada
la estructura, o mejor, señalados los órganos (Ministerios, Departamentos
Administrativos y Establecimientos Públicos) compete al Gobierno crear los
cargos, distribuir el poder entre las dependencias creadas, asignar las
funciones específicas a los empleos y señalar su dotación y asignaciones, tal
como se vio anteriormente. Se comprende entonces claramente por qué el
ejercicio de las funciones que corresponden al Presidente de la república
conforme al numeral 21 del artículo 120 de la Carta esté condicionado a lo que
sobre el particular dispongan las leyes básicas o cuadros sobre la materia.
"..."
Y en sentencia de octubre 9 de 1975 (M.P.
Dr. Luis Sarmiento Buitrago), que adoptó la anterior, agregó:
"En síntesis,
el Congreso crea los Ministerios, Departamentos Administrativos,
Establecimientos Públicos y las dependencias de estas entidades como son las
Superintendencias, y señala las funciones generales asignadas a la
administración, que se desarrollan o cumplen mediante los órganos que integran
su estructura. El Gobierno por su parte, determina las funciones específicas
dentro del cuadro que marca el Congreso. Se armonizan así los artículos 76-9 y
120-21 de la Constitución."
De lo dicho, claramente resulta que en
orden a examinar la validez constitucional del ejercicio de las competencias
consignadas en los artículos 76-9 y 120-21 de la Carta de 1886, es del caso
tener en cuenta la diferencia existente entre "cargo" o
"empleo," por una parte y "función," por la otra.
El término "cargo" o
"empleo", en el derecho de la función pública designa un puesto de
trabajo previsto tanto en la planta de personal como en el presupuesto de una
entidad u organización determinadas.
Por su parte, la noción de
"función" tiene que ver con las tareas, atribuciones y responsabilidades
que se adscriben a una actividad o estructura u organización para, mediante su
realización, obtener unos determinados cometidos o finalidades.
Compete al Congreso, a iniciativa del
Gobierno, crear la estructura de la administración nacional y señalar las
funciones generales de los entes y dependencias que la integran.
Al Ejecutivo, por su parte, le corresponde
crear los cargos o empleos y señalarle a éstos sus funciones específicas.
Precisado lo anterior, conviene además
señalar que la Constitución actualmente en vigor conserva las leyes que desde
la reforma de 1968 se conocen como "Leyes-Cuadro" al tiempo que
agrega otras. Como ya se indicó, lo fundamental es que se limitan a dar las
reglas generales; los restantes aspectos normativos son confiados al ejecutivo,
quien deberá desarrollarlos a través de decretos reglamentarios ampliados.
El artículo 150, numerales 7o, 8o., y 19o.
del Ordenamiento Superior enuncia las materias que pertenecen a esta modalidad
legislativa, en los siguientes términos:
"Art. 150.
Corresponde al Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas ejerce las
siguientes funciones:
...
7o. Determinar la
estructura de la administración nacional y crear, suprimir o fusionar
ministerios, departamentos administrativos, superintendencias, establecimientos
públicos y otras entidades del orden nacional, señalando sus objetivos y
estructura orgánica; reglamentar la creación y funcionamiento de las
Corporaciones Autónomas Regionales dentro de un régimen de autonomía; así
mismo, crear o autorizar la constitución de empresas industriales y comerciales
del Estado y sociedades de economía mixta.
8o. Expedir las
normas a las cuales debe sujetarse el Gobierno para el ejercicio de las
funciones de inspección y vigilancia que le señala la Constitución.
...
19. Dictar las
normas generales, y señalar en ellas los objetivos y criterios a los cuales
debe sujetarse el Gobierno para los siguientes efectos:
a. Organizar el
crédito público.
b. Regular el
comercio exterior y señalar el régimen de cambio internacional, en
concordancia con las funciones que la Constitución consagra para la Junta
Directiva del Banco de la República.
c. Modificar,
por razones de política comercial los aranceles, tarifas y demás disposiciones
concernientes al régimen de aduanas.
d. Regular las
actividades financiera, bursátil, aseguradora y cualquier otra relacionada con
el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos captados del público.
e. Fijar el régimen
salarial y prestacional de los empleados públicos, de los miembros del congreso
nacional y de la fuerza pública.
f. Regular el
régimen de prestaciones sociales mínimas de los trabajadores oficiales.
g. Regular la
educación.
Estas funciones en
lo pertinente a prestaciones sociales son indelegables en las corporaciones
públicas territoriales y éstas no podrán arrogárselas.
"..."
Respecto de las referidas materias, la
competencia del Congreso se limita a formular el "marco" o
"cuadro general"; con la reglamentación y desarrollo que de éste haga
el gobierno se completa la fórmula normativa. Por ello, cada uno de los casos
enunciados en el referido artículo 150 debe complementarse con las correlativas
competencias constitucionales que la Carta confiere al gobierno.
Por ejemplo, en el caso que ocupa la
atención de esta Corte, tiénese que las atribuciones conferidas al Congreso por
el artículo 150, numerales 7o. y 19o. literal e), se corresponden con las que
al Ejecutivo competen en esta materia, conforme a lo preceptuado por el
artículo 189, numerales 14o., 15o. y 16o. ibídem, así:
"14. Crear,
fusionar o suprimir, conforme a la ley, los empleos que demande la
administración central, señalar sus funciones especiales y fijar sus dotaciones
y emolumentos. El gobierno no podrá crear, con cargo al tesoro, obligaciones
que excedan el monto global fijado para el respectivo servicio en la ley de
apropiaciones iniciales.
15. Suprimir o
fusionar entidades u organismos administrativos nacionales de conformidad con
la ley.
16. Modificar la
estructura de los Ministerios, Departamentos Administrativos y demás entidades
u organismos administrativos nacionales, con sujeción a los principios y
reglas generales que defina la ley.
"..."
Así mismo, es del caso observar que la
Asamblea Constituyente conservó en el artículo 154 de la nueva Carta, la
restricción de la iniciativa legislativa respecto de algunas de las materias
que son objeto de Leyes-Cuadro al señalar:
"...No
obstante, sólo podrán ser dictadas o reformadas por iniciativa del gobierno las
leyes a que se refieren los numerales 3o.,7o., 9o., 11o. y 22o. y los literales
a, b y c, del numeral 19o. del artículo 150; las que ordenen participaciones en
las rentas nacionales o transferencias de las mismas; las que autoricen aportes
o suscripciones del Estado a empresas industriales o comerciales y las que
decreten exenciones de impuestos, contribuciones o tasas nacionales.
"..."
E. EL CONTENIDO NORMATIVO DE LA LEY
ACUSADA
Sentadas las premisas anteriores, procede
la Corte a examinar la materia de que es objeto la ley acusada, con el fin de
determinar si se encuadra o nó dentro de la excepción a la iniciativa
parlamentaria en la formación de las leyes a que se ha aludido.
En este sentido, se observa lo siguiente:
El artículo 1o. preceptúa que las funciones
de divulgación y prensa en las entidades del sector público central que el
mismo menciona, serán ejercidas en forma exclusiva por personas profesionales
de la Comunicación y que dicha calidad debe acreditarse con la Tarjeta
Profesional de Periodista.
A juicio de esta Corte, el contenido
normativo de la disposición que se analiza constituye cabal desarrollo de las
competencias constitucionales que la antigua Carta otorgaba al Congreso de la
República para, por medio de leyes, "regular los otros aspectos del
servicio público" (art. 76-10), entre ellos el atinente a "las
calidades necesarias para el desempeño de ciertos empleos" (art. 62
ibídem) en el cual obviamente queda comprendida la de determinar la manera de
acreditarlas.
Discrepa así la Corporación del parecer del
señor Procurador General de la Nación pues, aun cuando acepta que la
determinación de la estructura de la administración puede llevarse a cabo
mediante la modificación, reestructuración o reorganización de los organismos
que la componen y de sus funciones, considera que tal planteamiento no es
aplicable al caso en estudio en razón a que la ley acusada para nada toca la
estructura orgánica de las entidades del orden nacional ni las funciones que a
ellas corresponden; de consiguiente, mal podría sostenerse que las
reestructura, modifica o reorganiza.
Repárese además en que la norma no crea
la Oficina de Divulgación y Prensa en las entidades que conforman el nivel
central de la administración nacional, que es lo que, a partir de un supuesto
no demostrado, sostiene alternativamente el señor Procurador.
Asímismo, nótese que las disposiciones
sub-examine tampoco crean el cargo dentro de la estructura organizativa
de dichas entidades como quiera que nó amplían las respectivas plantas de
personal ni autorizan las apropiaciones presupuestales que se habrían requerido
y ordenado si los cargos se hubieran creado.
Así las cosas, no hay fundamento para
sostener que dicho precepto vulnera los artículos 76-9 o 120-21 de la Carta de
1886. Ello habría ocurrido si, careciendo la ley de iniciativa gubernamental,
el legislador hubiera hecho lo primero, violando así el inciso segundo el
artículo 79. Tampoco se remite a dudas que la creación de un cargo específico
habría acarreado usurpación de las competencias que al ejecutivo entregaba el
artículo 120-21 para que las desarrollara con sujeción a los parámetros
generales trazados en la Ley-Marco.
Particularmente ilustrativos a este
respecto resultan los antecedentes del proyecto (Fls. 12 a 68) que la Corte no
puede desconocer. Ellos comprueban que en la versión inicial que su
proponente, el Representante Manuel Ramiro Velásquez Arroyave, presentó a la
consideración de la Cámara de Representantes, distinguida con el No.
68/Cámara-88, se pretendía crear en las entidades mencionadas "una oficina
de divulgación y prensa que servirá como unidad de información asesora"
(art. 1o.) cuya planta de personal se fijaba al tiempo que se creaban los
cargos respectivos (art. 2o.) y se disponía lo de rigor en materia de
apropiaciones presupuestales (art. 5o.)1. Empero, por iniciativa del
Representante Javier García Bejarano, quien actuó como Ponente para primero y
segundo debates, tales disposiciones -por causa de su inconstitucionalidad- se
suprimieron ya que correspondían a la órbita del ejecutivo, conforme al
artículo 120-21 de la Carta de 18862. De ese modo, el proyecto se contrajo
a señalar requisitos y condiciones para el desempeño de dicha función en las
entidades que integran la administración nacional.
Por su parte, el artículo segundo de la Ley
acusada, No. 18 de 1989, se limita a señalar que el funcionario responsable de
ejercer las funciones de divulgación y prensa tendrá la misma categoría,
remuneración y prerrogativas de las conferidas a quien tenga el rango de Jefe
de División o su equivalente.
Adviértase a este respecto que el cargo de
presunta violación al artículo 79, inciso segundo de la Constitución anterior
que respecto de esta norma también se formula, es a todas luces infundado ya
que en virtud de ella el Congreso no fija la escala de remuneración
correspondiente a este empleo sino que se remite a la existente para los
efectos de determinar el grado que en ella corresponde al funcionario a quien
se asignen las referidas responsabilidades.
Tampoco resulta contrario a la Carta el
Parágrafo de esta disposición en el cual se indica que la estructura
administrativa de la oficina encargada de las funciones de divulgación y prensa
será definida por cada entidad del orden nacional conforme a lo contemplado en
sus estatutos. En efecto, necesario es interpretar la disposición a la luz del
conjunto sistemático del cual forma parte para lo cual debe además tenerse en
cuenta que la ley no creó una dependencia con ese fin.
Así, pues, el sentido correcto que a ésta
debe darse es el de que a cada entidad compete hacer los arreglos
institucionales internos que, dentro de lo previsto en el marco organizativo
trazado por las normas que regulan su creación y organización, permita adecuar
y acondicionar la dependencia respectiva, echando mano de lo existente de modo
que a partir de ello se ordenen y dispongan los recursos humanos y materiales
requeridos para su puesta en marcha.
Ese mismo entendimiento debe darse a la
parte del precepto que señala que las funciones del encargado de la divulgación
y prensa serán asignadas por el nominador de la misma entidad. Ciertamente a
éste le corresponderá atribuirle las específicas que, en adición a las previstas
en los estatutos y manuales internos, permitan adecuar las contempladas en el
marco general consignado en el artículo 3o. a las concretas y particulares
necesidades que en ese campo tenga la entidad respectiva.
Por su parte, el artículo 3o. en el cual el
Congreso señala las tareas y responsabilidades propias de la función de
divulgación y prensa encuentra fundamento constitucional en el artículo 63 de
la anterior Constitución Política -que en la actual corresponde al No. 122-
pues según éste la determinación de las funciones que correspondan a los
distintos empleos que integran la función pública es materia propia de la ley.
En este sentido, además se observa que nada
obsta para que a las funciones básicas que una determinada formación académica
o técnica habilite a desempeñar con idoneidad, el Legislador añada otras afines
y conexas como las previstas en los literales i), k), y l) de este precepto;
para el cabal desempeño de estas últimas resulta sumamente importante el
dominio del área respectiva dado su carácter inter o multidisciplinario y no
estrictamente unidisciplinario que, al parecer, es lo que desearía el actor.
Finalmente el artículo 4o. señala la
vigencia de la ley -a partir de su publicación- y su efecto derogatorio de la
normatividad que le sea contraria, lo cual es característico e inherente a la
función legislativa tanto en la Constitución anterior (art. 76-1) como en la
actual (art. 150-1).
Infiérese de las consideraciones
precedentes que, contrariamente a lo afirmado tanto por el actor, como por el
Ministerio Público, la materia de que trata la Ley 18 de 1989 no corresponde a
la prevista en el artículo 76-9 en concordancia con el 120-21 de la antigua
Carta, sino que es de las comprendidas en la órbita que constitucionalmente
corresponde al quehacer ordinario del órgano legislativo. Por esa razón, bien
podía originarse en la iniciativa de uno cualquiera de sus miembros, como de
hecho aconteció.
F. OBSERVACIONES FINALES
La Corporación advierte que el alcance del
presente fallo se contrae a los aspectos formales analizados en su parte
considerativa. Quedan pues abiertas las puertas para examinar los aspectos de
fondo o materiales que se relacionen con la normatividad cuestionada.
El "dictum" de este
pronunciamiento no es el de favorecer el ejercicio de una determinada profesión
exclusivamente por parte de quienes posean la tarjeta requerida, en desmedro
del derecho al trabajo de quienes carezcan de ella.
En consecuencia, deja intactos los
pronunciamientos que podrán hacerse en el futuro acerca de la igualdad real en
el ejercicio del derecho al trabajo y de la erección de obstáculos, algunos de
ellos de origen legal, para el ingreso de las personas al mercado de los
servicios. Todo ello a la luz de la Carta de 1991.
VIII. DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
RESUELVE:
Es EXEQUIBLE la Ley 18 de 1989,
"por medio de la cual se establecen requisitos y condiciones en el
desempeño de la divulgación y prensa de los Ministerios, Departamentos
Administrativos, Superintendencias, Establecimientos Públicos y Unidades
Administrativas Especiales del orden nacional," en cuanto que se originó,
como podía serlo, en la iniciativa de un miembro del Congreso.
Cópiese, publíquese, comuníquese a quien
corresponda, insértese en la Gaceta Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Proyecto de Ley No. 68 Cámara/88 "Por el cual se
establecen las Oficinas de Divulgación y Prensa de los Ministerios, Departamentos
Administrativos, Superintendencias, Establecimientos Públicos y Unidades
Administrativas Especiales del Orden Nacional", presentado el 11 de agosto
de 1988 a la Cámara de Representantes por el H.R. Manuel Ramiro Velásquez
Arroyave, miembro de la Comisión Segunda. Fls. 57 a 60.
2 Cfr. Ponencia para Primer Debate al Proyecto de Ley No. 68
Cámara/88: Exposición de Motivos, Fls. 47 a 50; Pliego de Modificaciones, Fls.
51 a 53; Ponencia para Segundo Debate Cámara, Fls. 39 a 42; Ponencia para
Primer Debate Senado, Fls. 29 a 34 ; Ponencia para Segundo Debate Senado, Fls.
21 a 27. |
213 | C-472-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-472/92
IGUALDAD
ANTE LA LEY
El
ordenamiento jurídico, fundado en la Constitución, ha de reconocer el ámbito de
la igualdad y discernir en el campo de las desigualdades, a fin de evaluar con
criterio objetivo cuáles son las normas que deben plasmar idéntico tratamiento
para todos y cuáles, por el contrario, tienen que prever consecuencias
jurídicas distintas para hipótesis diferentes. Entonces, no realiza este
principio el sistema legal que otorgue privilegios injustificados o establezca
discriminaciones arbitrarias entre iguales, ni tampoco el que atribuya iguales
consecuencias a supuestos disímiles, ni el que desconozca a los más débiles el
derecho fundamental que la Carta Política les confiere a ser especialmente
protegidos, habida cuenta de la debilidad en que se encuentran frente a los
demás. Desde luego, las distinciones que establezca el legislador tienen por
límite la preceptiva constitucional, muy especialmente los derechos que ella
reconoce y los deberes que impone a las personas y a la sociedad.
NOTIFICACION
PERSONAL/PRINCIPIO DE SEGURIDAD JURIDICA
La
notificación personal busca asegurar el derecho de defensa, ya que al dar
carácter obligatorio a este tipo de actuación procesal, se está garantizando
que sea directamente aquel cuyo derecho o interés resulta afectado, o quien
lleva su representación, el que se imponga con plena certidumbre acerca del
contenido de providencias trascendentales en el curso del proceso. Se
constituye en uno de los actos de comunicación procesal de mayor efectividad,
en cuanto garantiza el conocimiento real de las decisiones judiciales con el
fin de dar aplicación concreta al debido proceso mediante la vinculación de
aquellos a quienes concierne la decisión judicial notificada, es un medio
idóneo para lograr que el interesado ejercite el derecho de contradicción, planteando
de manera oportuna sus defensas y excepciones. Este acto procesal también
desarrolla el principio de la seguridad jurídica, pues de él se deriva la
certeza del conocimiento de las decisiones judiciales.
NOTIFICACION/ENTIDAD
PUBLICA/INTERES GENERAL-Prevalencia
Esa
representación del ente público por parte de las personas naturales que lo
conducen resulta apenas natural en procura del bien público que encarna y,
desde luego, la exigencia de que a los servidores que lo representan se les
notifique personalmente las providencias mencionadas en el numeral acusado,
encuentra sustento en la razón sobre plena garantía de su defensa. Ella reviste
mayor importancia si se tiene en cuenta que en la hipótesis planteada no están
en juego los intereses particulares sino los colectivos, que prevalecen por
mandato constitucional, lo cual excluye la consideración de una posible ruptura
del principio de igualdad como lo pretende el demandante. A efectos de
establecer con claridad el ámbito de las responsabilidades, de conformidad con
el artículo 6º de la Constitución Política, es imprescindible la notificación
personal del auto que cita al proceso y de la sentencia, en orden a definir en
concreto cuál es el funcionario oficialmente enterado sobre esas providencias y
sobre las medidas conducentes a la efectiva tutela del interés público.
PROCESO
DE CONSTITUCIONALIDAD-Objeto
El
objeto de los procesos en materia de constitucionalidad no es el de resolver
sobre casos concretos ni el de fallar en torno a la aplicación que en ellos
pueda darse a una norma legal, sino el de definir con efectos "erga
omnes" acerca de si esa norma, considerada en sí misma, se ajusta a los
cánones constitucionales o, por el contrario, los contradice.
SALA
PLENA
Ref.:
Expediente D-032
Acción
de inconstitucionalidad contra la reforma 143, numeral 3º, integrante del
artículo 1o. del Decreto 2282 de 1989, "por el cual se introducen algunas
modificaciones al Código de Procedimiento Civil".
Actor:
EDUARDO HENAO HOYOS
Magistrado
Ponente: Doctor
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Aprobada
mediante acta, en Santafé de Bogotá, D.C., a los veintitres (23) días del mes
de julio de mil novecientos noventa y dos (1992).
I.
ANTECEDENTES
El
ciudadano EDUARDO HENAO HOYOS presentó demanda de inconstitucionalidad
contra la reforma 143, numeral 3o., que hace parte del artículo 1º del Decreto
2282 de 1989, "por el cual se introducen algunas modificaciones al Código
de Procedimiento Civil".
Cumplidos
como están los trámites y requisitos procesales indicados en el Decreto 2067 de
1991 y emitido el concepto de rigor por el Procurador General de la Nación,
procede la Corte Constitucional a proferir la sentencia definitiva.
II.
TEXTO
La
disposición acusada es del siguiente tenor:
"Artículo
1º.- Introdúcense las siguientes reformas al Código de Procedimiento Civil:
143)
El artículo 314, quedará así:
Procedencia
de la notificación personal. Deberán hacerse personalmente las siguientes
notificaciones:
(...)
3.
A los funcionarios públicos en su carácter de tales, la del auto que los cite
al proceso y la de la sentencia".
III.
LA DEMANDA
Sostiene
el demandante que el numeral 3o. de la Reforma 143 introducida al Código de
Procedimiento Civil mediante el artículo 1o. del Decreto 2282 de 1989 es
inconstitucional, por cuanto rompe el principio de igualdad ante la ley
establecido en el artículo 13 de la Constitución Política.
De
la demanda se concluye que, según el criterio del actor, la desigualdad que
alega se produce en aquellos casos en los cuales el Ministerio Público actúa
dentro de los procesos, en ejercicio de la función de defensoría de incapaces,
en cuanto se otorga a estos una "ventaja" sobre las personas capaces,
pues mientras a unos (los incapaces) se les notifica personalmente ciertas
providencias, a otros (los capaces) se los somete a que se hagan presentes en
la audiencia para defender sus intereses.
IV.
DEFENSA DE LA NORMA ACUSADA
Dentro
del término de fijación en lista, el ciudadano RAUL ALEJANDRO CRIALES
MARTINEZ presentó un escrito, encaminado a defender la disposición
demandada.
Expresa
que los fiscales y los defensores de familia no son los únicos funcionarios que
actúan en su carácter de tales en los procesos como lo afirma el demandante,
por cuanto cualquier órgano del Estado puede ser parte en un proceso civil,
como demandante o como demandado, y sus representantes administrativos actúan
como funcionarios; que el Estado, para cumplir sus fines esenciales y mantener
la prevalencia del interés general, goza de ciertas prerrogativas, una de las
cuales es precisamente la norma demandada; que no por ello se viola el artículo
13 de la Constitución, ya que éste se refiere a la igualdad de las personas
naturales y la norma acusada tuvo como espíritu la protección del interés
general.
V.
CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL
El
Procurador General de la Nación emitió concepto mediante Oficio Número 012 del
siete (7) de mayo de 1992.
Señala
el Jefe del Ministerio Público que no tiene razón el demandante cuando afirma
que en virtud de la disposición impugnada se concede a los funcionarios
públicos, en su carácter de tales, una oportunidad procesal adicional para
impugnar la sentencia respecto de las demás partes que intervienen en el proceso.
Con
base en una interpretación sistemática, concluye que el precepto demandado,
lejos de quebrantar el principio de igualdad, lo desarrolla. Afirma además,
que se trata de una concreción del debido proceso (art. 29 C.N.), el cual a su
vez surge, se inspira y fundamenta en el principio tutelar de la igualdad.
A
su juicio, es una situación bien diferente la de que, siendo los funcionarios
públicos, en su carácter de tales, sujetos procesales en esencia distintos a
las demás partes que intervienen dentro del proceso, la normatividad procesal
consagre numerosas disposiciones tendientes a posibilitar el ejercicio de las
funciones a ellos atribuídas por la Constitución y la ley, sin que esto vaya en
detrimento del principio de la igualdad y en particular del debido proceso.
En
cuanto a la notificación de la primera providencia que se dicte en el proceso
al Ministerio Público, expresa que se requiere para que éste tenga conocimiento
del proceso y determine si es o no necesaria su intervención. La notificación
de la sentencia a dicho organismo debe efectuarse únicamente cuando de manera
efectiva interviene en el proceso, ya que dicha intervención no es obligatoria
sino potestativa.
También
anota que la intervención del Defensor de Familia en los procesos judiciales en
el marco del Decreto 2737 de 1989 es obligatoria, y se produce sin perjuicio de
las facultades que se le otorgan al Ministerio Público; que su actuación la
ejerce en razón de sus funciones para los fines establecidos en la ley y, al
igual que el Ministerio Público, no actúa en representación de los intereses
derivados de las pretensiones que se debaten en el proceso, sino que es un
sujeto procesal diferente a las demás partes que actúan en el mismo.
Subraya
que, en cuanto la ley, al crear la jurisdicción de familia, estableció una
nueva categoría de funcionarios públicos especializados, los defensores de
familia, éstos en principio, serían los únicos que a través de su intervención
procesal defenderían los intereses estatales; más sin embargo -dice- el
Ministerio Público en razón de su competencia general y prevalente para
intervenir en los procesos, siempre y cuando lo considere necesario, puede
actuar en ellos para controlar en particular la conducta de sus funcionarios y
para salvaguardar el orden jurídico.
Añade
que para el Ministerio Público es indispensable la notificación personal de la
sentencia, en razón de las funciones que desempeña, aunque tal notificación
sólo debe efectuarse en el caso en que haya intervenido dentro del proceso, de
conformidad con el numeral 7o. del artículo 277 de la Constitución.
En
consecuencia, recomienda a la Corte declarar exequible la norma acusada.
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1.
Competencia
La
Corte Constitucional es competente para resolver sobre la exequibilidad del
precepto impugnado, por hacer parte de un decreto con fuerza de la ley,
expedido por el Presidente de la República en desarrollo de facultades
extraordinarias (artículo 241, numeral 5 de la Constitución Política).
2.
El principio de igualdad ante la ley
Puesto
que las glosas formuladas por el actor contra la disposición acusada se
refieren al fondo de la misma, el estudio constitucional debe efectuarse
respecto de la Carta Política vigente al momento de fallar, es decir, la de
1991.
La
norma superior que el demandante estima quebrantada es la del artículo 13 de la
Constitución, que dice:
"Artículo
13.- Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma
protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos,
libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo,
raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o
filosófica.
El
Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y
adoptará medidas en favor de grupos discriminados o marginados.
El
Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición
económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad
manifiesta y sancionará los abusos y maltratos que contra ellas se
cometan".
La
igualdad ante la ley es principio jurídico que se deriva del reconocimiento de
la persona como criatura dotada de unas cualidades esenciales -comunes a todo
el género humano- que le confieren dignidad en sí misma, con independencia de
factores accidentales como aquellos que a título de ejemplo enuncia el artículo
transcrito, lo que implica proscripción de toda forma discriminatoria, sea ella
negativa o positiva, en las relaciones entre gobernantes y gobernados así como
en la creación, definición y aplicación de las normas que componen el
ordenamiento jurídico. Este, en el Estado de Derecho, es un conjunto armónico
puesto en relación con la comunidad a la cual obliga y, en acatamiento al
aludido principio, está llamado a procurar no tan solo una igualdad formal
o de alcance puramente teórico en materia de derechos, deberes y obligaciones,
sino que debe proyectarse al terreno de lo real, para hacerla efectiva
mediante fórmulas concretas que eleven las posibilidades de quienes por sus
condiciones de manifiesta inferioridad, no alcanzarían de otra manera el nivel
correspondiente a su dignidad humana.
Al
respecto, la Corte Constitucional ya formuló en reciente fallo algunas
precisiones sobre el sentido del referido precepto, entre las cuales, para los
fines de este proceso, cabe citar las siguientes:
"Ese
principio de la igualdad es objetivo y no formal; él se predica de la identidad
de los iguales y de la diferencia entre los desiguales. Se supera así el
concepto de la igualdad de la ley a partir de la generalidad abstracta, por el
concepto de la generalidad concreta, que concluye con el principio según el
cual no se permite regulación diferente de supuestos iguales o análogos y
prescribe diferente normación a supuestos distintos. Con este concepto sólo se
autoriza un trato diferente si está razonablemente justificado. Se supera
también, con la igualdad material, el igualitarismo o simple igualdad
matemática.
"Hay
pues que mirar la naturaleza misma de las cosas; ella puede en sí misma hacer
imposible la aplicación del principio de la igualdad formal, en virtud de
obstáculos del orden natural, biológico, moral o material, según la conciencia
social dominante en el pueblo colombiano.
"Por
ello, para corregir desigualdades de hecho, se encarga al Estado de promover
las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva. En este sentido se
debe adoptar medidas en favor de grupos discriminados o marginados, y proteger
especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o
mental se encuentren en circunstancias de inferioridad manifiesta, como afirma
el artículo 13 en sus incisos 2º y 3º.
"La
igualdad material es la situación objetiva concreta que prohibe la
arbitrariedad"1.
Existe,
pues, un principio general de igualdad entre las personas, cuyo carácter no
puede tomarse como absoluto, ya que el supuesto del cual se parte no es el de
la plena identidad entre los individuos (igualdad de hecho), de suyo imposible,
sino el de una esencia común perfectamente compatible con la
natural diversidad de caracteres, propiedades, ventajas y defectos de cada uno
y con las distintas circunstancias en medio de las cuales actúan. De ahí que
la igualdad ante la ley en su genuina concepción jurídica, lejos de significar
ciega uniformidad, representa razonable disposición del Derecho, previa
ponderación de los factores que inciden de manera real en el medio dentro del
cual habrá de aplicarse y de las diversidades allí existentes. Así lo tiene
establecido de tiempo atrás la jurisprudencia constitucional colombiana, como
puede observarse en la Sentencia mediante la cual, citando a León Duguit, la
Corte Suprema de Justicia afirmó que la igualdad no puede interpretarse como
absoluta, matemática, sino "en el sentido de que todos los hombres deben
ser igualmente protegidos por la ley; que las cargas deben ser no
aritméticamente iguales, sino proporcionales. Es preciso no olvidar jamás que
queriendo realizar la igualdad matemática de los hombres, se corre fuerte riesgo
de crear la desigualdad"2 .
En
concordancia con ello, el ordenamiento jurídico, fundado en la Constitución, ha
de reconocer el ámbito de la igualdad y discernir en el campo de las
desigualdades, a fin de evaluar con criterio objetivo cuáles son las normas que
deben plasmar idéntico tratamiento para todos y cuáles, por el contrario,
tienen que prever consecuencias jurídicas distintas para hipótesis diferentes.
Entonces, no realiza este principio el sistema legal que otorgue privilegios
injustificados o establezca discriminaciones arbitrarias entre iguales, ni
tampoco el que atribuya iguales consecuencias a supuestos disímiles, ni el que
desconozca a los más débiles el derecho fundamental que la Carta Política les
confiere a ser especialmente protegidos, habida cuenta de la debilidad en que
se encuentran frente a los demás. Desde luego, las distinciones que establezca
el legislador tienen por límite la preceptiva constitucional, muy especialmente
los derechos que ella reconoce y los deberes que impone a las personas y a la
sociedad.
Ahora
bien, motivos de interés colectivo, de justicia social o de equidad pueden
hacer indispensable que, en desarrollo de postulados constitucionales, se
consagren excepciones a las reglas generales, cuyo sentido no puede
interpretarse como ruptura del principio de igualdad si encajan razonablemente
dentro de un conjunto normativo armónico, orientado a la realización de los
fines del Estado.
3. El caso
de la norma acusada
Por
medio del artículo 1o., reforma número 143 del Decreto 2282 de 1989 se modificó
el artículo 314 del Código de Procedimiento Civil relativo a la procedencia de
la notificación personal.
La
norma sustituída establecía, en cuanto se refiere al tema de la demanda, que
deberían hacerse personalmente las notificaciones correspondientes "a
funcionarios públicos en su carácter de tales".
El
nuevo artículo señala que deben hacerse personalmente las notificaciones
"a los funcionarios públicos en su carácter de tales, la del auto que los
cite al proceso y la de la sentencia".
Obsérvese
que ambas disposiciones se limitan a contemplar -como es propio de la
legislación procesal- una de las formas legales que puede asumir la
notificación de providencias judiciales, pues además de la personal, están
previstas las notificaciones por estado (artículo 321 C. de P.C.), por edicto
(artículo 323), en estrados (artículo 325), por conducta concluyente (artículo
330) y por aviso (artículo 320).
No
es del caso entrar en un análisis sobre las motivaciones del legislador para
estatuir distintas modalidades de notificación. Pese a ello, en cuanto toca con
la personal, es oportuno recordar que, entre otros fines, busca asegurar el
derecho de defensa, ya que al dar carácter obligatorio a este tipo de actuación
procesal, se está garantizando que sea directamente aquel cuyo derecho o
interés resulta afectado, o quien lleva su representación, el que se imponga
con plena certidumbre acerca del contenido de providencias trascendentales en
el curso del proceso.
La
notificación personal se constituye en uno de los actos de comunicación
procesal de mayor efectividad, en cuanto garantiza el conocimiento real de las
decisiones judiciales con el fin de dar aplicación concreta al debido proceso
mediante la vinculación de aquellos a quienes concierne la decisión judicial
notificada, es un medio idóneo para lograr que el interesado ejercite el
derecho de contradicción, planteando de manera oportuna sus defensas y
excepciones.
Este
acto procesal también desarrolla el principio de la seguridad jurídica, pues de
él se deriva la certeza del conocimiento de las decisiones judiciales. Al
respecto, el profesor Emilio Pascansky, afirma que "...una providencia o
resolución judicial o administrativa es procesalmente inexistente mientras no
se la ponga en conocimiento de las partes interesadas. Cuando se produce esa
notificación legal comienzan a correr los términos para deducir contra la
resolución que le dio nacimiento, todas las defensas, contestaciones,
excepciones o recursos legales a fin de que se la modifique o se la deje sin
efecto si la parte contraria así lo estimase".3
En
virtud de este mecanismo, el sistema procesal asegura su finalidad esencial,
cual es la búsqueda y el esclarecimiento de la verdad para la realización de la
justicia distributiva, en desarrollo del derecho constitucional a la igualdad
material, que es simultáneamente un postulado y un propósito dentro del Estado
Social de Derecho.
Es
este, pues, uno de los institutos procesales en donde confluyen y se armonizan
dos de los valores jurídicos por excelencia: la justicia y la seguridad, que en
términos de Kuri Breña: "...forman la urdimbre y la trama de la tela de
las relaciones humanas. Estas deben ser exactas como la justicia y firmes como
lo exige la seguridad...".4
Además,
si del principio de igualdad se trata, la exigencia de esta clase de
notificaciones para ciertas personas, en lugar de quebrantarlo, lo realiza y afianza.
En efecto, desde ese punto de vista, la notificación se concibe como forma de
protección a favor de quienes, siendo partes o interesados en el proceso, se
encuentran en una situación de desventaja, por su imposibilidad o dificultad de
acceso al conocimiento de decisiones judiciales que los puedan afectar,
pudiendo en consecuencia, ver desconocido su derecho de defensa. Tal es el caso
del demandado en cuanto al auto que confiere traslado de la demanda, pues de no
mediar la necesaria notificación personal del mismo, muy seguramente se
iniciaría el proceso a sus espaldas ante la ausencia de medios con mayor
aptitud para garantizar que conoce de su existencia; el de los terceros,
quienes en principio ignoran que se ha trabado una litis cuyos resultados les
pueden concernir; o el que ha dado lugar a la presente controversia, relativo a
la defensa de los intereses públicos, ya que éstos permanecerían expósitos de
no haberse previsto la notificación personal de determinados actos procesales a
quienes actúan en su representación.
Aunque
la demanda no sobresale precisamente por la nitidez de sus argumentos, de ella
parece concluirse que el actor hace consistir la desigualdad alegada en
diferente trato a favor del incapaz que es parte en un proceso cuando dentro de
él tiene aplicación el precepto acusado.
Dice
así el demandante: "...mientras la parte capaz debe hacerse presente en la
audiencia para defender sus intereses y apelar si es el caso, la parte incapaz
apersonada por los agentes del Ministerio Público tiene derecho a esperar a que
le notifiquen personalmente la sentencia".
Considera
la Corte que los cargos formulados contra el numeral sub-judice carecen de
fundamento por varios motivos:
-
No es lógico inferir la inconstitucionalidad de una norma de carácter general
como la impugnada, de circunstancias tan particulares como las descritas en la
demanda: una categoría muy definida y especializada dentro del universo de los
servidores estatales (los agentes del Ministerio Público); una de las
muchas clases de procesos (los verbales, aunque no todos. sino
únicamente los relativos a menores); una sola hipótesis (la supuesta
desventaja de la persona capaz en cuanto se ve precisada a comparecer a la
audiencia), para mencionar apenas algunos de los precisos confines dentro de
los cuales ubica el actor los supuestos en que se apoya su argumentación.
Cabe
aquí reiterar que el objeto de los procesos en materia de constitucionalidad no
es el de resolver sobre casos concretos ni el de fallar en torno a la
aplicación que en ellos pueda darse a una norma legal, sino el de definir con
efectos "erga omnes" acerca de si esa norma, considerada en sí misma,
se ajusta a los cánones constitucionales o, por el contrario, los contradice.
-
Es errónea la interpretación que del artículo 13 de la Constitución hace el
demandante cuando pretende que la ley omita considerar las circunstancias de
inferioridad en que se encuentran los incapaces para negarles la protección a
que tienen derecho y exigir de ellos cargas idénticas a las que se establecen
para las personas capaces únicamente, por evitar a éstas la comparecencia
personal a las audiencias en que se habrá de dictar sentencia.
A
este respecto, el actor parece ignorar la segunda parte de la norma
constitucional que estima violada, a cuyo tenor: "El Estado promoverá las
condiciones para que la igualdad sea real y efectiva" y "...
protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica,
física o mental, se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta
...", así como el precepto del artículo 44 de la Carta, cabalmente
aplicable a los menores, según el cual "Los derechos de los niños
prevalecen sobre los derechos de los demás".
-
Pero, por otro lado, la demanda parte de un supuesto erróneo que el concepto
fiscal ha refutado con exactitud: el de que los agentes del Ministerio Público
son los únicos servidores públicos a quienes corresponde actuar dentro de los
procesos judiciales en su carácter de tales.
Al
respecto es suficiente indicar que en todo proceso en el cual se vea involucrada
una entidad pública, como acontece en el campo de la jurisdicción Contencioso
Administrativa, son precisamente tales funcionarios los que tienen bajo su
responsabilidad la representación de aquellas y la defensa de sus intereses y
que al actuar lo hacen en su condición de tales, a lo que se refiere
precisamente la norma acusada y no en ejercicio de un interés propio. No a
otra cosa alude el Título XVI del Código Contencioso Administrativo sobre
representación y comparecencia de las entidades públicas, en especial su
artículo 149, que dice:
"Art.
149.- Las entidades públicas y las privadas que cumplan funciones públicas
podrán obrar como demandantes, demandadas o intervinientes en los procesos
contencioso administrativos, por medio de sus representantes, debidamente
acreditados. Ellas podrán incoar todas las acciones previstas en este Código
si las circunstancias lo ameritan.
"En
los procesos contencioso administrativos la Nación estará representada por el
Ministro, Jefe de Departamento Administrativo, Superintendente, Registrador
Nacional del Estado Civil, Procurador o Contralor, según el caso; en general,
por la persona de mayor jerarquía en la entidad que expidió el acto o produjo
el hecho.
"Sin
embargo, el Ministro de Gobierno representa a la Nación en cuanto se relacione
con el Congreso y el de Justicia en lo referente a la rama jurisdiccional.
"En
los procesos sobre impuestos, tasas o contribuciones, la representación de las
entidades públicas la tendrán el Director General de Impuestos Nacionales en lo
de su competencia; o el funcionario que expidió el acto".
Esa
representación del ente público por parte de las personas naturales que lo
conducen resulta apenas natural en procura del bien público que encarna y,
desde luego, la exigencia de que a los servidores que lo representan se les
notifique personalmente las providencias mencionadas en el numeral acusado,
encuentra sustento en la razón ya expuesta sobre plena garantía de su defensa.
Ella reviste mayor importancia si se tiene en cuenta que en la hipótesis
planteada no están en juego los intereses particulares sino los colectivos, que
prevalecen por mandato constitucional (artículo 1º), lo cual excluye la
consideración de una posible ruptura del principio de igualdad como lo pretende
el demandante.
Por
otro lado, a efectos de establecer con claridad el ámbito de las
responsabilidades, de conformidad con el artículo 6º de la Constitución
Política, es imprescindible la notificación personal del auto que cita al
proceso y de la sentencia, en orden a definir en concreto cuál es el
funcionario oficialmente enterado sobre esas providencias y sobre las medidas
conducentes a la efectiva tutela del interés público.
La
Corte no encuentra que el precepto objeto de esta acción vulnere las
disposiciones invocadas en la demanda ni tampoco otras de la Constitución
Política.
-
Decisión
Con
fundamento en las precedentes consideraciones, la Corte Constitucional de la
República de Colombia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S
U E L V E
Primero.-
Declárase EXEQUIBLE el numeral 3º de la Reforma número 143, artículo 1º, del
Decreto 2282 de 1989, que dice: "A los funcionarios públicos en su
carácter de tales, la del auto que los cite al proceso y la de la
sentencia".
Cópiese,
publíquese, comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta de la
Corte Constitucional y archívese el expediente.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia del 29 de mayo de
1992. Magistrado Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
2 C.S.J. Sala Plena. Sentencia de marzo 5 de 1970. Ponente:
Magistrado Luis Sarmiento Buitrago. G.J. Tomo CXXXVII bis, No. 2338 bis, pág.
72.
3 Pascansky, Emilio. Enciclopedia Jurídica Omeba. Editorial
Bibliográfica Argentina. 1965.
4 Kuri Breña, Daniel. Los fines del Derecho. Editorial Jus.
México. 1944. |
214 | C-477-92
Sentencia No
Sentencia No. C-477/92
TRATADO
INTERNACIONAL-Control
previo
El artículo
Transitorio 58 de la Constitución no excluye y, por el contrario, supone el
control previo de constitucionalidad, ya que no puede interpretárselo de manera
aislada sino en armonía con las demás disposiciones de la Carta. A partir de la
vigencia de la Constitución de 1991, habida cuenta de la previsión consagrada
en el numeral 10 de su artículo 241, no cabe duda sobre el necesario
sometimiento al control previo de constitucionalidad a cargo de esta Corte
sobre los tratados internacionales y las leyes que los aprueben. La medida de
esta función de la Corte está dada no solamente por el claro sentido del texto,
el cual extiende el control -haya o no ley aprobatoria- al tratado mismo, sino
por una razón sistemática: la de que el ordenamiento constitucional está
orientado a la revisión de los tratados cuyo canje de notas aún no se ha
producido, a fin de asegurar, antes de que entre en vigencia, la sujeción de
sus cláusulas a las previsiones constitucionales, conciliando así la
prevalencia de las normas fundamentales con el principio de Derecho Internacional
sobre cumplimiento de los tratados en vigor. Ello explica porqué la norma del
artículo 241 consagra, como medio para alcanzar el fin expresado, el envío de
la ley aprobatoria a la Corte dentro de los seis (6) días siguientes a su
sanción, procedimiento encaminado a evitar que el Ejecutivo efectúe el canje de
notas sin la previa revisión de constitucionalidad.
TRATADO
INTERNACIONAL-Revisión de
constitucionalidad/TRANSITO CONSTITUCIONAL/CORTE CONSTITUCIONAL/COMPETENCIA
La expedición de
la Carta Política de 1991 modificó sustancialmente los elementos normativos sobre
los cuales habían sido elaboradas las expuestas concepciones en torno al
juzgamiento de las leyes aprobatorias de tratados internacionales y, más aún,
el de estos considerados en sí mismos, pues se pasó de un texto en el que, si
bien se facultaba el control de manera genérica sobre todas las leyes,
no se mencionaban expresamente esta clase de actos, a una norma que contempla
precisamente la función jurisdiccional de "decidir definitivamente sobre
la exequibilidad de los tratados internacionales y de las leyes que los
aprueben". Al interpretar los artículos 241, numeral 10 y Transitorio 58
de la Constitución Política, tanto el criterio sistemático como el literal y el
contextual, el teleológico y el subjetivo inducen a concluír que los tratados o
convenios internacionales que no alcanzaron a completar la integridad del
trámite en el Congreso, por haber cesado éste en sus funciones al principiar la
vigencia de la Constitución de 1991, fueron relevados de la culminación de ese
trámite, pero no lo fueron del procedimiento de control de constitucionalidad,
a cargo de esta Corporación, sin surtirse el cual no está permitido al
Presidente de la República efectuar el canje de notas o ratificaciones. La
Corte Constitucional, considera que tiene competencia para resolver sobre la
constitucionalidad del Convenio al que se refiere este proceso y estima que le
corresponde hacerlo de manera integral, es decir que debe pronunciarse tanto
sobre los aspectos formales como en relación con el contenido material del
tratado para verificar si se ajusta a las prescripciones constitucionales.
PRESIDENTE DE LA
REPUBLICA/TRATADO INTERNACIONAL-Celebración/IUS REPRAESENTATIONIS
El Presidente de
la República celebra los tratados internacionales, bien participando en forma
directa en el proceso de su negociación y firma o ya actuando, en los
diferentes pasos que integran el acto complejo en que consiste la celebración
de un tratado internacional por intermedio de representantes revestidos de plenos
poderes o de poderes restringidos para representar al Estado en la
negociación, la adopción u otros actos relativos al convenio de que se trate,
así como para expresar el consentimiento estatal en obligarse por él , todo sobre
la base de que tales funcionarios son designados por el Jefe del Estado en
ejercicio de la facultad de nominación de los agentes diplomáticos que le ha
sido conferida por la Carta Política, de tal manera que las actuaciones
llevadas a cabo por ellos están sujetas, en todo caso, a la posterior
confirmación del Presidente antes de que el Tratado sea remitido al Congreso
para su aprobación. Debe recordarse que ciertos funcionarios, en razón de sus
competencias y dada la naturaleza misma de sus cargos, han sido reconocidos,
tanto por el Derecho Internacional como por el Derecho interno como investidos,
por vía general, del ius repraesentationis, es decir que no requieren
autorización expresa y especial ni plenos poderes para actuar a nombre del
Estado en las distintas etapas previas y concomitantes a la negociación y firma
de los tratados, estando desde luego sometidos los compromisos que contraigan a
la confirmación presidencial. Tal es el caso del Ministro de Relaciones
Exteriores.
SALA PLENA
Ref.: Expediente
AC-TI-03
Revisión
constitucional del ACUERDO BASICO DE COOPERACION TECNICA Y CIENTIFICA ENTRE LA
REPUBLICA DE COLOMBIA Y LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada en Santafé de Bogotá,
D.C., mediante acta del seis (6) de agosto de mil novecientos noventa y dos
(1992).
I. ANTECEDENTES
El Ministerio de Relaciones Exteriores
remitió a la Corte Constitucional para su revisión copia auténtica del acto por
medio del cual la Comisión Especial creada por el artículo Transitorio 6 de la
Carta Política, en ejercicio de la atribución conferida en el literal a) de la
nueva norma, resolvió NO IMPROBAR EL "ACUERDO BASICO DE COOPERACION
TECNICA Y CIENTIFICA ENTRE LA REPUBLICA DE COLOMBIA Y LA REPUBLICA ORIENTAL DEL
URUGUAY" celebrado en Bogotá el treinta y uno (31) de enero de mil
novecientos ochenta y nueve (1989) y suscrito por los entonces ministros de
Relaciones Exteriores de Colombia y el Uruguay, Julio Londoño Paredes y Luis
Barrios Tassano, respectivamente.
Se adjuntó copia fotostática del Acuerdo,
autenticada por la Subsecretaría Jurídica del Ministerio de Relaciones
Exteriores.
Según consta en certificación que obra en
el expediente, expedida por el Secretario General de la Comisión Segunda de la
Cámara de Representantes, el Proyecto de Ley distinguido con los números 45 del
Senado de la República y 200 de la Cámara (1989), por medio del cual se
aprobaba el mencionado acuerdo básico, hizo su tránsito normal del Senado a la
Cámara después de haber sido aprobado en aquel y desde el 28 de agosto de 1990
había sido repartido al representante Eduardo Alvarez Suescún, quien no rindió
la ponencia pertinente. Así las cosas, entró a regir la Constitución de 1991 y
fue necesario solicitar a la Comisión Especial Legislativa la no improbación
del Acuerdo, la cual se produjo el día cuatro (4) de septiembre de mil
novecientos noventa y uno (1991).
Cumplidos como están los trámites y
requisitos que contempla el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte
Constitucional a resolver.
II. TEXTO
El Acuerdo Básico objeto de revisión es del
siguiente tenor literal:
"ACUERDO BASICO DE COOPERACION TECNICA
Y CIENTIFICA ENTRE LA REPUBLICA DE COLOMBIA Y LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
El Gobierno de la República de Colombia
El Gobierno de la República Oriental del
Uruguay
Interesados en fortalecer y desarrollar los
lazos de amistad existentes entre ambas naciones.
Conscientes de que la mutua colaboración
para estimular la cooperación horizontal en el campo de la actividad
científica, la educación, la cultura, las comunicaciones, la tecnología, la
administración, la gestión empresarial, y en otros campos que puedan acordarse,
contribuirá al desarrollo económico-social de sus respectivas poblaciones y a
una mayor integración regional.
Han decidido celebrar el siguiente Acuerdo
Básico de Cooperación Técnica y Científica:
ARTICULO I
Las partes contratantes impulsarán, de
común acuerdo, la ejecución de programas de cooperación técnica y científica
conforme a sus respectivas políticas de desarrollo.
ARTICULO II
Los proyectos y acciones de cooperación
incluídos en los programas a que hace referencia el artículo anterior serán
aprobados mediante Acuerdos Operativos que deberán especificar: los objetivos a
lograr, las actividades a cumplir, los costos, el cronograma de cumplimiento,
las obligaciones que asumen los organismos o entidades encargados de la
ejecución, incluídas las de carácter financiero y las fuentes de financiamiento
que se utilizarán.
ARTICULO III
Los proyectos y acciones de cooperación
técnica podrán adoptar -entre otras- las modalidades siguientes:
a) Actividad de investigación
b) Organización de seminarios y conferencias
c) Actividades de formación y capacitación de personal
d) Prestación de servicios de consultoría y asistencia
técnica específica
e) Cualquier otra modalidad que se convenga
Los medios a través de los cuales operará
la cooperación podrán ser los siguientes:
a) Envío de técnicos o expertos
b) Concesión de becas de formación y especialización
c) Envío de equipos y materiales
d) Intercambio de información y documentación
ARTICULO IV
Las partes contratantes podrán requerir la
participación de organismos internacionales y asistencia multilateral
complementaria para llevar a cabo los programas de cooperación aprobados al
amparo de este Acuerdo.
ARTICULO V
La información técnica o científica que se
intercambie al amparo del presente Acuerdo, o que surja como resultado de un
proyecto de investigación llevado a cabo en común, podrá ser utilizado
libremente; salvo cuando las Partes Contratantes o los organismos ejecutores
convengan limitar su utilización.
ARTICULO VI
Cada Parte Contratante adoptará las medidas
necesarias para facilitar la entrada y permanencia de técnicos, expertos y
becarios de la Otra Parte, en ocasión de suscribirse el respectivo Acuerdo
Operativo y de conformidad con su legislación interna, a fin de asegurar el
cumplimiento de las actividades de cooperación previstas.
ARTICULO VII
Los equipos y materiales que sea necesario
introducir a alguno de los dos países en desarrollo de los programas aprobados
en ejecución de este Acuerdo, gozarán de la exención de derechos de aduana y
cualquier otra tasa de gravamen fiscal o impuesto, así como de las facilidades
para su ingreso, sea temporal o definitivo.
De acuerdo con el párrafo anterior los
objetos importados con franquicia aduanera, no podrán ser enajenados en el
territorio de la Otra Parte, salvo cuando las autoridades competentes lo
permitan y previo cumplimiento de los requisitos exigidos.
ARTICULO VIII
Las Partes Contratantes convienen en
establecer una Comisión Mixta con representantes de los dos Gobiernos, que se
reunirá alternativamente en Montevideo y Bogotá, en la fecha que se acuerde por
vía diplomática a fin de impulsar la negociación y aprobación de Acuerdos
Operativos, conforme a lo establecido en el presente Acuerdo Básico de Cooperación
Técnica.
La Comisión Mixta tendrá las siguientes
funciones:
a) Definir las áreas, sectores y temas que servirán de
marco de referencia a cada ejercicio de programación binacional.
b) Establecer el procedimiento y los mecanismos
operativos más convenientes para la negociación de los programas de cooperación
técnica.
c) Proponer los Acuerdos Operativos necesarios para la
puesta en marcha de los proyectos y acciones de cooperación que se hubieren
aprobado.
d) Recomendar las medidas necesarias tendientes a
facilitar la ejecución de lo acordado.
e) Coordinar todos los aspectos vinculados a la
preparación de las reuniones, utilizando los canales diplomáticos.
f) Evaluar los resultados alcanzados en el ejercicio de
programación precedente.
ARTICULO IX
Cualquier controversia entre las Partes
Contratantes relativa a la interpretación de este Acuerdo deberá ser resuelta
por vía diplomática.
ARTICULO X
El presente Acuerdo será sometido por cada
Parte a sus requisitos constitucionales y legales para su perfeccionamiento.
Las Partes se notificarán por vía diplomática el cumplimiento de sus requisitos
internos, y el Acuerdo entrará en vigor treinta días después de la segunda notificación.
Tendrá validez durante cinco años,
prorrogables automáticamente por periodos de un año, salvo que una de las
Partes comunique, con un mínimo de seis meses de anticipación, su decisión en
contrario.
En caso de terminación o denuncia de este
Acuerdo, los programas y proyectos en ejecución, no serán afectados, salvo
convenio de las Partes en sentido diferente.
Hecho en la ciudad de Bogotá, a los 31 días
del mes de enero de mil novecientos ochenta y nueve (1989), en dos originales
en idioma español, siendo ambos textos igualmente auténticos.
POR EL GOBIERNO DE LA
REPUBLICA DE COLOMBIA
JULIO LONDOÑO PAREDES
Ministro de Relaciones Exteriores
POR EL GOBIERNO DE LA REPUBLICA
ORIENTAL DEL URUGUAY
LUIS BARRIOS TASSANO
Ministro de Relaciones Exteriores"
III. DEFENSA
La Ministra de Relaciones Exteriores,
doctora NOHEMI SANIN DE RUBIO, confirió poder a la abogada MARTHA ESPERANZA
RUEDA MERCHAN para que, actuando a nombre de la Nación, participara en el
proceso, en desarrollo de lo dispuesto por el artículo 11 del Decreto 2067 de
1991.
La Doctora RUEDA MERCHAN fundamenta la
constitucionalidad del Acuerdo que se revisa en la contribución de éste al
fortalecimiento de las Relaciones Internacionales a través de la Cooperación
Recíproca, favorable al desarrollo económico y social de los pueblos, según
propósitos incorporados en la Constitución Política.
Cita, al efecto, el artículo 226 de la
Carta, a cuyo tenor "El Estado promoverá la internacionalización de las
relaciones políticas, económicas, sociales y ecológicas sobre bases de equidad,
reciprocidad y conveniencia nacional", así como el 227, que faculta al
Estado para promover la integración económica, social y política con las demás
naciones, sobre bases de equidad, igualdad y reciprocidad.
Dice que el Convenio objeto de examen se
ajusta a lo prescrito por el artículo 9o. de la Constitución , el cual ordena
fundamentar las relaciones exteriores del Estado, entre otras bases, en el
reconocimiento de los principios del Derecho Internacional aceptados por
Colombia.
Así, el principio de cooperación
internacional se encuentra incorporado, además de otros instrumentos, en el
numeral 3º, artículo 1º, Título I de la Carta de las Naciones Unidas y en el
numeral 2º, artículos 13 y 17 de la Carta de Derechos y Deberes de los Estados,
reconocidos y aceptados en la práctica por Colombia.
IV. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL
El Procurador General de la Nación,
mediante oficio 031 del 28 de marzo, solicita a la Corte que se abstenga de
proferir fallo de mérito sobre la constitucionalidad del Acuerdo Básico
mencionado por cuanto, a su juicio, como no existía ley aprobatoria, la
Asamblea Constituyente suspendió su procedimiento de incorporación ordinario
para que única y exclusivamente se ratificase y entrase en vigor.
En concepto del Procurador, no se daban los
presupuestos constitucionales necesarios en virtud de los cuales el Gobierno
enviara el Convenio a la Corte Constitucional y sólo le quedaba una vía:
ratificarlo o no hacerlo, en la medida en que la autorización era facultativa y
no le señaló un plazo para utilizarla.
Sostiene el Ministerio Público que la Corte
no goza de competencia para pronunciarse de fondo sobre la constitucionalidad
del convenio en cuestión, razonando así:
"Inequivocadamente (sic), la
competencia de la Corte Constitucional para ejercer su potestad de control
previo de revisión, debe ajustarse a los presupuestos que se relacionan a continuación:
5.1. Que el tratado internacional sea remitido por el
Gobierno Nacional dentro de los seis días siguientes a la sanción de la Ley.
5.2. Que se trate de una ley aprobatoria de un tratado
internacional, debidamente sancionada por el Presidente de la República.
5.3. Que la ley aprobatoria no se encuentre perfeccionada,
esto es que el Estado no haya manifestado su consentimiento en obligarse
internacionalmente al contenido clausular del convenio.
Es evidente, que esos requisitos exigidos
por el numeral 10 del artículo 241 de la Constitución Política vigente, no se
reunen en el presente asunto, pues no existe ley aprobatoria del Acuerdo Básico
de Cooperación, sino simplemente un convenio internacional cuya tramitación
legislativa se truncó por mandato Constitucional Transitorio, pues se
encontraba en trámite en la Cámara de Representantes después de haber sido
aprobado por el Senado, sin que se presentare Ponencia para primer debate. Ante
esta situación la Constituyente estimó necesario autorizar al Presidente de la
República, para que ratificara los tratados internacionales que se hallaban en
curso de ser incorporados válidamente en ordenamiento interno, obviando la
segunda parte del proceso de adopción y la sanción presidencial de rigor".
El Procurador formula glosas a la actuación
del Gobierno Nacional en esta materia, pues, en su criterio, el Ejecutivo
desconoció la autorización prevista en el artículo 58 Transitorio de la
Constitución, que lo autorizó para ratificar los tratados o convenios que
hubiesen sido aprobados, al menos, por una de las cámaras del Congreso de la
República.
Dice al respecto:
"Verificados los presupuestos anteriores,
el Gobierno Nacional en ejercicio de la autorización excepcional que le
confiera (sic) la Asamblea Constituyente, debía abstenerse de ratificar el
convenio o tratado, o sin que mediara sanción presidencial ni se sometiere a la
culminación del trámite constitucional ordinario para esa clase de leyes, ni se
enviare a la Comisión Especial, simplemente ratificarlos, pues en virtud a la
disposición transitoria arriba transcrita, no se convertirían en leyes de la
República.
Sin embargo, el Gobierno Nacional haciendo
caso omiso de la autorización precitada, no ratificó y todo indica que aún no
ha ratificado el Acuerdo Básico de Cooperación Técnica y Científica entre
la República de Colombia y la República del Uruguay, ya que inexplicablemente
lo envió a la Comisión Especial para que lo debatiera y aprobara, como si en el
preciso marco de las funciones de ésta, se hallare la de considerar tratados o
convenios internacionales".
V. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia
No comparte esta Corte las aludidas
apreciaciones del Procurador General de la Nación y estima, por el contrario,
que es competente para decidir de manera definitiva sobre la exequibilidad del
convenio internacional sometido a examen.
Un estudio preliminar efectuado por el
Honorable Magistrado Ciro Angarita Barón y acogido por la Sala Plena, relativo
precisamente al tema de la competencia de la Corte para proferir fallo de fondo
en cuanto a este y seis tratados más recibidos del Gobierno Nacional, dejó
establecidos con toda claridad los criterios que la sustentan.
El estudio en referencia llega a las
siguientes conclusiones:
"Primera. En la Constitución de
1886 no hubo un texto que positivamente consagrara el control de
constitucionalidad respecto de los Tratados Públicos.
Desde julio 6 de 1914 y hasta la sentencia
de junio 6 de 1985 la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena- afirmó su
incompetencia absoluta para conocer de las leyes aprobatorias de tratados
públicos.
Por vía jurisprudencial, a partir de la
sentencia de junio 6 de 1985 la Corte Suprema de Justicia sostuvo, por mayoría
de sus miembros, aunque no de manera unánime, la tesis según la cual es
competente para conocer del tratado público y de su ley aprobatoria, antes de
que el instrumento internacional se haya perfeccionado, por haberse producido
la ratificación o el canje de los instrumentos de ratificación o adhesión.
A partir de la sentencia de diciembre 12 de
1986 y hasta abril 9 de 1991, fecha de su último pronunciamiento en la materia,
esa Corporación afirmó su competencia plena e intemporal para conocer en
cualquier tiempo de las demandas de inconstitucionalidad que, por la vía de
acción pública, se intentaren contra las leyes aprobatorias de Tratados
Públicos por vicios de procedimiento en su formación; sin embargo, en esa
hipótesis reiteró su incompetencia para pronunciarse sobre las acusaciones que
cuestionaran el contenido normativo del Tratado en sí mismo considerado.
Segunda. El control constitucional instituido por el
Constituyente de 1991 en ésta materia tiene una fundamentación múltiple. Su
regulación está contenida, por una parte, en los numerales 4 y 10 del artículo
241 de la Carta Política y en el artículo 4 en concordancia con el 9 ibidem,
por la otra.
La referida dogmática positiva permite
caracterizar el sistema de control de constitucionalidad en ésta materia a
partir de dos criterios esenciales; el primero, referido al momento en el cual
opera así como al acto sobre el cual se produce y, el segundo, a la vía que lo
pone en marcha.
De acuerdo a esos criterios, en ésta
materia pueden distinguirse las siguientes formas de control de
constitucionalidad:
1º Control integral, previo y automático de
constitucionalidad del proyecto de tratado y de su ley aprobatoria por razones
de fondo y respecto de ésta última también por motivos de forma, consagrado en
el numeral 10 del artículo 241 de la Carta.
La interpretación literal, histórica,
sistemática y teleológica de la norma sustentan esta tesis.
2º Control de las leyes aprobatorias de los tratados
internacionales, desde su sanción hasta antes de su perfeccionamiento, por vía
de acción pública, por razones de fondo y de forma, siempre que en el último
caso se intente antes del año siguiente a su publicación. Este control lo
consagra el numeral 4 del artículo 241 ibidem, y opera respecto de aquellas
cuya sanción se haya producido antes de la entrada en vigor de la nueva
Constitución.
3º Control posterior, por vía de acción pública
ciudadana contra los tratados perfeccionados, cuando se han celebrado con
manifiesta violación de una norma de derecho interno concerniente a la
competencia para celebrarlos.
Dicho control se infiere de lo dispuesto en
los artículos 4o. y 9o. de la Constitución Política, en concordancia con lo
preceptuado en los artículos 27 y 46 de la Convención de Viena sobre Derecho de
los Tratados -Ley 32 de 1985-
Los presupuestos fundamentales de esta
posición se enraizan en los propios presupuestos axiológicos e institucionales
que explican la razón de ser del control de constitucionalidad en el estado de
derecho, así como la supremacía de la Constitución como símbolo máximo de
jerarquía jurídico-ideológica y en cuanto dispositivo conformador de la
sociedad política y de dosificación y limitación al ejercicio del poder en el
Estado, mediante su distribución y control.
Tercera. Los siete documentos enviados por el Ministerio de
Relaciones Exteriores, pese al trámite sui generis y de carácter excepcional
que sufrieron por razón del tránsito constitucional, constituyen verdaderos
tratados en vías de formación. Como tales están sometidos al control de
constitucionalidad previsto en el numeral 10 del artículo 241 de la
Carta".
La Corte considera, además, que el artículo
Transitorio 58 de la Constitución no excluye y, por el contrario, supone el
control previo de constitucionalidad, ya que no puede interpretárselo de manera
aislada sino en armonía con las demás disposiciones de la Carta, en especial
con su artículo 241, numeral 10.
En efecto, uno de los fines primordiales de
los sistemas de control constitucional reside en la adquisición de certeza
sobre el ajuste de un determinado acto a la normativa superior, deducida en el
curso de un proceso que culmine con el pronunciamiento definitivo del órgano al
cual esa tarea ha sido confiada, en el caso colombiano la Corte Constitucional.
Desde el momento en que una cierta clase o
categoría de actos queda sometida por la propia Constitución a ese
procedimiento de control, todos los que a aquella pertenecen, si respecto de
cada uno se dan los supuestos previstos por el ordenamiento jurídico, deben
pasar, sin lugar a excepciones, por el correspondiente trámite que asegure su
examen.
A partir de la vigencia de la Constitución
de 1991, habida cuenta de la previsión consagrada en el numeral 10 de su
artículo 241, no cabe duda sobre el necesario sometimiento al control previo de
constitucionalidad a cargo de esta Corte sobre los tratados internacionales y
las leyes que los aprueben.
La medida de esta función de la Corte está
dada no solamente por el claro sentido del texto, el cual extiende el control
-haya o no ley aprobatoria- al tratado mismo, sino por una razón sistemática:
la de que el ordenamiento constitucional está orientado a la revisión de los
tratados cuyo canje de notas aún no se ha producido, a fin de asegurar, antes
de que entre en vigencia, la sujeción de sus cláusulas a las previsiones
constitucionales, conciliando así la prevalencia de las normas fundamentales
con el principio de Derecho Internacional sobre cumplimiento de los tratados en
vigor. Ello explica porqué la norma del artículo 241 consagra, como medio para
alcanzar el fin expresado, el envío de la ley aprobatoria a la Corte dentro de
los seis (6) días siguientes a su sanción, procedimiento encaminado a evitar
que el Ejecutivo efectúe el canje de notas sin la previa revisión de
constitucionalidad.
Esa referencia a la ley aprobatoria en modo
alguno implica que la Constitución autorice al Gobierno para poner en vigencia
directamente convenios o tratados que no han pasado por el Congreso, como
parcialmente ocurre en el presente caso, pues ello significaría
supeditar el control material que la norma establece al criterio formal de no
estar incorporado el convenio a una ley de la República.
Cuando el artículo 58 Transitorio autorizó
al Ejecutivo para ratificar los tratados o convenios celebrados que hubiesen
sido aprobados al menos por una de las cámaras, consagró norma excepcional en
cuanto a la culminación del trámite en el Congreso habida cuenta del receso
dispuesto para ese cuerpo legislativo (Capítulo 1o. de las disposiciones
transitorias), pero nada indica que esa autorización incluyera, además, la
excepción al control previo de constitucionalidad plasmado genéricamente en el
artículo 241, numeral 10, de la Carta. Aceptarlo así equivaldría a concluír que
los tratados o convenios cobijados por la norma Transitoria fueron
inexplicablemente sustraídos del control previo. En estos términos, la falta de
control político del Congreso no necesariamente implicaba la del control
jurídico.
Semejante consecuencia no se deriva del
nuevo sistema constitucional y, muy por el contrario, riñe abiertamente en el
objetivo de certeza buscado por el Constituyente al regular esta materia.
Como es bien conocido, en el artículo 214
de la Constitución anterior no existía una competencia expresa de la Corte
Suprema de Justicia para resolver sobre la constitucionalidad de esos actos,
aunque se le confiaba la guarda de la integridad de la Carta y la decisión
sobre exequibilidad de todas las leyes cuando fueran demandadas por
cualquier ciudadano.
La controversia doctrinal y jurisprudencial
sobre el verdadero alcance de la enunciada disposición fluctuó entre la
concepción de absoluta incompetencia, sostenida tradicionalmente por la
Corte Suprema desde 1914, y la tesis de competencia plena e intemporal,
nunca acogida por la Corte aunque sostenida por respetables autores, pasando
por la posición intermedia o temporal, plasmada en sentencia del 6 de
junio de 1985, y por la de una competencia intemporal pero circunscrita a la
confrontación de los aspectos formales de la ley aprobatoria del
Tratado, consignada en las sentencias del 12 de diciembre de 1986 y el 12 de
febrero de 1987, la primera sobre la Ley 27 de 1980, por la cual se aprobó el
Tratado de Extradición celebrado entre Colombia y los Estados Unidos, y la
segunda declaratoria de la exequibilidad de la Ley 20 de 1974, que aprobó el
Concordato entre Colombia y la Santa Sede.
La tesis de la absoluta incompetencia
se sustentó en diferentes argumentos, entre los cuales cabe destacar el de la
imposibilidad de separar la ley que aprueba un Tratado del texto del Convenio,
sobre cuya constitucionalidad no existía competencia expresa, de tal modo que
al pronunciarse la Corte sobre la exequibilidad de la ley conocería también
sobre el Tratado mismo, invadiendo así la órbita constitucional propia del
Presidente de la República, encargado de dirigir las relaciones internacionales
y diplomáticas de Colombia; el de intangibilidad de los pactos internacionales,
apoyado en el principio "Pacta Sunt Servanda", que resultaría
vulnerado si la jurisdicción interna, al asumir la función de declararlos
inexequibles, aceptara que los tratados se puedan romper unilateralmente; el de
la naturaleza apenas formal de la ley aprobatoria, entendida tan solo como un
requisito más para la entrada en vigor del tratado público; el de la
improcedencia del control jurídico en cabeza de la Corte Suprema cuando la
Constitución establecía el control político a cargo del Congreso de la
República, cuyo acto de aprobación significaba entre otras cosas, de acuerdo
con esta tesis, que no se había hallado incompatibilidad entre el contenido del
Tratado y la Constitución Política.
Por el contrario, la línea de pensamiento
sobre la plena e intemporal competencia de la Corte Suprema partía de una
interpretación amplia sobre la función misma del control de constitucionalidad
y de la expresa atribución prevista en el artículo 214 para fallar sobre la
exequibilidad de todas las leyes, sin lugar a distinciones entre ellas,
así como de la necesidad de hacer prevalecer la soberanía nacional. Según este
criterio, no era de recibo la confusión entre el control político confiado al
Congreso y el jurídico, atribuído por la propia Constitución a la Corte
Suprema, ya que el objeto de aquel no incluía, por definición, el estudio sobre
si las cláusulas del tratado se ajustaban o no a las prescripciones de la
Carta. Por otra parte, en caso de establecerse la inconstitucionalidad, no
resultaba cierto que la Corte invadiera la esfera de competencia del Ejecutivo,
pues el ámbito de la decisión judicial no era el de la conveniencia u
oportunidad del pacto de Derecho Internacional sino el de la confrontación de
su contenido con el de la Carta.
La tesis intermedia o temporal,
acogida por la Corte Suprema en 1985, tomaba elementos de una y otra posición y
argumentaba que, no habiendo distinguido entre las leyes para excluír del
control constitucional las aprobatorias de tratados internacionales, el
artículo 214 de la Constitución le confería competencia para fallar sobre su
exequibilidad, siempre y cuando no se hubiera producido aún el canje de
ratificaciones o el depósito de los instrumentos de ratificación, ya que en
esta hipótesis, habiendo adquirido forma y validez el compromiso internacional
(pacto sinalagmático), la seguridad jurídica depende de la estabilidad, honor y
fe nacionales en que la Corte Suprema había venido apoyando sus decisiones
inhibitorias. Antes de la vigencia de los tratados, sostuvo la tesis, estos son
"actos jurídicos imperfectos que, por ende, aún no producen efectos
internacionales, convenios en vía de formación, pactos que apenas se hallan en
proceso, lo cual significa que las leyes aprobatorias de ellos si bien no
alcanzan aún, en ese periodo, a producir efectos entre los estados celebrantes,
sí ostentan el carácter común de normas de derecho público interno, hasta ese
momento iguales a las demás que expide el Congreso, y sujetas, por tanto, como
éstas, al juicio de constitucionalidad que compete a la Corte, sin que ello
implique agravio alguno al compromiso internacional, sencillamente porque él
aún no existe en razón de que el acto que lo contiene y lo produce todavía no
está perfeccionado"[1].
Finalmente, la Corte Suprema estructuró la
teoría de una competencia intemporal, limitada a la verificación de si las
leyes aprobatorias de tratados internacionales ante ella acusadas presentaban
vicios de procedimiento en su formación, casos estos en los cuales gozaba de
competencia para declarar su inexequibilidad. Sostuvo al respecto esa
Corporación:
"Para que la
ley pueda ser tenida como parte integradora del tratado e inseparable de este,
es menester que se ajuste o adecúe a los requisitos constitucionales necesarios
para su existencia pues un acto que solo aparentemente ostente la calidad de
ley por haberse expedido sin el cumplimiento íntegro de esos requisitos o
formalidades, no es apto para cooperar en la formación del ACTO COMPLEJO, y por
ende, su impugnación o juzgamiento constitucional no afecta ni se proyecta en
el ENTE CONTRACTUAL INTERNACIONAL que por el mismo motivo, no nace aún a la
vida del derecho ni trasciende al ordenamiento interno".
Añadía la Corte
Suprema que si tales requerimientos faltaban, ese "conato"de ley
estaba subordinado a la jurisdicción constitucional y que su impugnación y
eventual inexequibilidad dejaban incólume la atribución presidencial del
artículo 120-20 de la Constitución entonces vigente, por no haberse agotado el
concierto de voluntades entre las dos partes que lo estipularon[2].
La expedición de la
Carta Política de 1991 modificó sustancialmente los elementos normativos sobre
los cuales habían sido elaboradas las expuestas concepciones en torno al
juzgamiento de las leyes aprobatorias de tratados internacionales y, más aún,
el de estos considerados en sí mismos, pues se pasó de un texto en el que, si
bien se facultaba el control de manera genérica sobre todas las leyes,
no se mencionaban expresamente esta clase de actos, a una norma -la del actual
artículo 241, numeral 10- que contempla precisamente la función jurisdiccional
de "decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los tratados
internacionales y de las leyes que los aprueben".
Sobre el particular
fue definida desde un comienzo la tendencia en el seno de la Asamblea Nacional
Constituyente.
En el
Informe-Ponencia presentado a la subcomisión correspondiente por los
delegatarios Arturo Mejía Borda, Guillermo Plazas Alcid, Miguel Santamaría
Dávila, Alfredo Vásquez Carrizosa y Fabio de Jesús Villa R., sobre las
distintas propuestas llevadas a la Asamblea en materia de relaciones
internacionales (Gaceta Constitucional No.68, 6 de marzo de 1991, página 9),
puede leerse lo siguiente bajo el subtítulo "RELACIONES EXTERIORES Y
REGIMEN DE LOS TRATADOS PUBLICOS".
"Señalan los
señores constituyentes María Teresa Garcés Lloreda y José María Velasco, en la
ponencia sobre control de constitucionalidad en relación con los tratados:
"Decidir sobre la constitucionalidad de los tratados y de las leyes que
los aprueban". Esta atribución la proponen los proyectos No.2 del
Gobierno, No.6 del Constituyente Diego Uribe Vargas, No.7 del Constituyente
Antonio Navarro Wolff y otros, No. 9 de los constituyentes Juan Gómez Martínez
y Hernando Londoño, No. 27 de la constituyente María Teresa Garcés, No. 56 de
la Corte Suprema de Justicia, No. 58 del Consejo de Estado, No. 67 del
Constituyente Misael Pastrana y otros, No. 113 del Constituyente Alfredo
Vásquez Carrizosa, No.124 del Constituyente Hernando Herrera Vergara, y No. 126
del Constituyente Antonio Galán Sarmiento.
En este punto se
presentan diferencias de criterio únicamente en relación con el momento en que
deba realizarse el control: unos dicen que dicho control debe efectuarse una
vez el tratado o convenio haya sido aprobado por la ley antes del canje de
notas; y otros, que tal control debe realizarse antes de haber sido sometido a
aprobación por ley del Congreso.
Consideramos que el
control debe tener lugar tanto sobre el contenido del tratado como sobre la ley
aprobatoria del mismo, una vez ésta haya sido sancionada, sobre el fondo y la
forma, pero que, a su vez evitaría duplicidad en la función de este control y
por tanto dilaciones en la obtención de una seguridad jurídica. La
declaratoria de inconstitucionalidad, ya sea del tratado o de la ley, por parte
de la Corte, impediría la ratificación o el canje de notas. (Subraya la
Corte).
Sobre este
particular todos los miembros de la subcomisión estuvieron de acuerdo en que es
conveniente establecer el control de constitucionalidad sobre los tratados
públicos y sus leyes aprobatorias, de manera expresa antes de que se proceda
a ratificarlos; pero hubo discrepancias en cuanto a la etapa del proceso
interno, en que dicho control debe ser ejercido, y en cuanto a sí éste debe ser
automático o solamente cuando se haga uso por cualquier ciudadano, de la acción
de inconstitucionalidad" (Subrayas de la Corte).
Así, pues, al
interpretar los artículos 241, numeral 10 y Transitorio 58 de la Constitución
Política, tanto el criterio sistemático como el literal y el contextual, el
teleológico y el subjetivo inducen a concluír, como lo hace la Corte
Constitucional, que los tratados o convenios internacionales que no alcanzaron
a completar la integridad del trámite en el Congreso, por haber cesado éste en
sus funciones al principiar la vigencia de la Constitución de 1991, fueron
relevados de la culminación de ese trámite, pero no lo fueron del procedimiento
de control de constitucionalidad, a cargo de esta Corporación, sin surtirse el
cual no está permitido al Presidente de la República efectuar el canje de notas
o ratificaciones.
En virtud de lo
dicho, la Corte Constitucional, apartándose del criterio esbozado por el
Procurador General de la Nación, considera que tiene competencia para resolver
sobre la constitucionalidad del Convenio al que se refiere este proceso y
estima que le corresponde hacerlo de manera integral, es decir que debe
pronunciarse tanto sobre los aspectos formales como en relación con el
contenido material del tratado para verificar si se ajusta a las prescripciones
constitucionales.
2. Examen de
constitucionalidad del Acuerdo Básico de Cooperación Técnica y Científica entre
Colombia y Uruguay
a. Competencia
del negociador
Estudia la Corte inicialmente lo relativo a
la competencia del funcionario que, a nombre de Colombia, suscribió el Convenio
objeto de revisión: el entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Julio
Londoño Paredes.
El cotejo debe efectuarse por este aspecto
con la Constitución anterior y con las demás normas vigentes al momento en que
se llevaron a cabo los actos de negociación del Convenio, como resulta apenas
lógico tratándose de una cuestión formal como la competencia,
siguiendo la doctrina ya trazada por esta Corporación en varios fallos.[3] Ello no impide a la
Corte partir de la premisa inicial de que, tanto bajo el imperio de la
Constitución de 1886 (art. 120, numeral 20o.) como dentro de la vigencia de la
actual Carta Política (art. 189, numeral 2o.), corresponde al Presidente de la
República, en su carácter de Jefe del Estado, la función de dirigir las
relaciones internacionales de Colombia, nombrar a los agentes diplomáticos y
celebrar con otros Estados o con entidades de Derecho Internacional tratados o
convenios que se someterán a la aprobación del Congreso.
Así, pues, el Presidente de la República,
en su condición de Jefe del Estado, tiene competencia exclusiva para la
celebración de los tratados internacionales, tal como resulta de la mencionada
regla, cuyo exacto sentido ya había sido objeto de análisis por la Corte
Suprema de Justicia cuando expresó: "...esta es una función privativa del
Presidente de la República que este no puede delegar por vía general ni puede
ser limitada por medio de una ley o asignada por esta a otra autoridad o
funcionario".[4]
Pero, claro está, ello no implica que todos
los pasos indispensables para la celebración de los tratados internacionales
-que son actos complejos- deban correr a cargo del Presidente de la República
en forma directa, pues, de tomar fuerza semejante idea, se entrabaría
considerablemente el manejo de las relaciones internacionales y se haría
impracticable la finalidad constitucional de promoverlas en los términos hoy
previstos por el Preámbulo y por los artículos 226 y 227 de la Carta. Téngase
presente, por otra parte, que al tenor del artículo 9º Ibidem, las relaciones
exteriores del Estado se fundamentan en el reconocimiento de los principios del
Derecho Internacional aceptados por Colombia, uno de los cuales está contenido
en el literal a) de la Sección 1a., artículo 7, de la Convención de Viena sobre
Derecho de los Tratados, que se transcribe más adelante en esta misma
providencia y que fue aprobada mediante la Ley 32 de 1985.
Por lo demás, la naturaleza de la acción gubernamental
en la hora presente exige agilidad en el trámite de los asuntos relativos a la
cooperación internacional, cuya complejidad hace física y materialmente
imposible que un solo ente o individuo ejerza de manera siempre directa el
cúmulo de actividades orientadas al cumplimiento oportuno y adecuado de las
responsabilidades y compromisos que el Estado asume en el plano de las
relaciones exteriores, en especial cuando ellas tocan con temas en permanente
evolución como los que se plantean en el ámbito de la integración económica.
De allí se deriva que la negociación de tratados y convenios no tenga que ser
objeto de la actividad personal del Presidente de la República, pues un
criterio extremo que así lo exigiera estaría contrapuesto a la celeridad y eficacia
ínsitas en el "telos" de nuestro nuevo Ordenamiento
Constitucional cuyo preámbulo compromete al Estado a impulsar la integración
y a promover la internacionalización de las relaciones políticas, económicas,
sociales y ecológicas sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia
nacional. Todo ello, mediante la negociación de esta clase de actos (artículos
9, 226 y 227 Constitución Política).
Esta perspectiva no
implica la aceptación de procedimientos en virtud de los cuales se pueda ver
comprometida la soberanía colombiana a espaldas del Jefe del Estado, ni de vías
distintas a los tratados internacionales, como simples oficios o notas, para
fines que son propios de aquellos.
El Presidente de la República celebra,
entonces, los tratados internacionales, bien participando en forma directa en
el proceso de su negociación y firma o ya actuando, en los diferentes pasos que
integran el acto complejo en que consiste la celebración de un tratado
internacional por intermedio de representantes revestidos de plenos poderes[5] o de poderes
restringidos para representar al Estado en la negociación, la adopción u otros
actos relativos al convenio de que se trate, así como para expresar el
consentimiento estatal en obligarse por él , todo sobre la base de que tales
funcionarios son designados por el Jefe del Estado en ejercicio de la facultad
de nominación de los agentes diplomáticos que le ha sido conferida por la Carta
Política, de tal manera que las actuaciones llevadas a cabo por ellos están
sujetas, en todo caso, a la posterior confirmación del Presidente antes de que
el Tratado sea remitido al Congreso para su aprobación.
Debe recordarse que ciertos funcionarios,
en razón de sus competencias y dada la naturaleza misma de sus cargos, han sido
reconocidos, tanto por el Derecho Internacional como por el Derecho interno
como investidos, por vía general, del ius repraesentationis,es decir que
no requieren autorización expresa y especial ni plenos poderes para actuar a
nombre del Estado en las distintas etapas previas y concomitantes a la
negociación y firma de los tratados, estando desde luego sometidos los
compromisos que contraigan a la confirmación presidencial.
Tal es el caso del Ministro de Relaciones
Exteriores, quien, por razones obvias, es el agente que, en mayor grado, está
encargado de orientar, bajo la dirección del Presidente, la política estatal en
materia de relaciones internacionales y de asuntos exteriores. Por ende, es lo
natural y razonable que le corresponda concretarla a través de los
instrumentos respectivos, esto es, mediante la negociación y suscripción de
tratados, convenios y demás instrumentos aptos para acordar y fortalecer la
cooperación internacional.
Ello tiene fundamento en el Derecho
Internacional y en el Derecho interno.
El artículo 7o. de la Convención de Viena
sobre Derecho de los Tratados, aprobada por el Congreso de la República
mediante la Ley 32 de 1985, sobre el tema de los PLENOS PODERES,
dispone:
"...
PARTE II
CELEBRACION Y ENTRADA EN VIGOR DE LOS
TRATADOS
Sección 1:
Celebración de los Tratados.
"...
2. En virtud de sus funciones, y sin
tener que presentar plenos poderes, se considerará que representan a su Estado:
a. Los Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y
Ministros de Relaciones Exteriores, para la ejecución de todos los actos
relativos a la celebración de un Tratado. (Enfasis fuera de texto)"
En lo referente a las normas de Derecho
Público interno con arreglo a las cuales actúa en esta materia el Canciller,
están hoy plasmadas, además de la mencionada Ley 32 de 1985, en la Ley 11 de
1991, por la cual se establece la estructura orgánica del Ministerio de
Relaciones Exteriores y se determinan las funciones de sus dependencias, en
cuyo artículo 1o., numeral 6, puede leerse:
"Artículo 1º Atribuciones.- El
Ministerio de Relaciones Exteriores tiene a su cargo:
"....
6) Negociar los Tratados Internacionales y
la vigilancia de su ejecución" (sic).
En el asunto que se considera, la
negociación del tratado tuvo lugar antes de la vigencia de la norma transcrita,
y en consecuencia, le era aplicable en su momento el artículo 1o. del Decreto
Ley 2017 de 1968, el cual incluía dentro de las funciones del Ministerio
"la negociación y celebración de Tratados y Convenios y la vigilancia de
su ejecución".
No ignora esta Corte que, habiendo sido
demandado el artículo en mención, la Corte Suprema de Justicia declaró
inexequibles las expresiones "...y celebración...", pero observa que,
por una parte, la sentencia es posterior a la negociación del Tratado que en
esta ocasión se revisa[6]
y, por la otra, que el Ministro de Relaciones Exteriores se encontraba
autorizado para su negociación por la misma norma; este último aspecto fue
hallado exequible por la Corte Suprema en el fallo aludido.
Ahora bien, debe
hacerse claridad en torno a que no toda firma de un Tratado Internacional tiene
el mismo alcance, pues bien es sabido que algunas de ellas coinciden con el
acto mismo de la celebración de aquél y, por ende, según la preceptiva
constitucional analizada, en tales hipótesis la representación del Estado
corresponde de manera exclusiva e indelegable al Presidente de la República.
Pero en otros casos,
la firma del tratado es apenas la culminación del proceso de negociación del
mismo y, por así decirlo, la constancia dejada por quienes a nombre de las
partes intervinieron en ese proceso en relación con el contenido de su acuerdo,
sin que ello represente el acto de celebración del tratado, razón por la cual
nada justificaría que en tales circunstancias debiera comparecer de manera
personal el Presidente de la República. Estamos ante un acto intermedio que
necesita de la posterior reiteración a cargo del Jefe del Estado, según lo
dicho, pero que únicamente se contrae al objeto específico de refrendar el
texto que ha sido negociado.
De allí se desprende
que la celebración de un tratado no siempre -y más bien diríase que pocas
veces- puede identificarse exclusivamente con su firma, sino que corresponde a
un concepto amplio que incluye la realización de todos los actos previos
conducentes a perfeccionar el consentimiento del Estado en obligarse
internacionalmente.
En el caso que nos
ocupa, es claro que las firmas de los ministros de Relaciones Exteriores de
Colombia y Uruguay corresponden precisamente a la categoría últimamente
descrita, esto es que mediante ellas se convino el texto materia de negociación
y, por ende, frente a la Constitución colombiana entonces vigente, era válida
la actuación del Canciller, ya que en esta etapa, tanto su firma como la del
Canciller uruguayo única y exclusivamente tenían el alcance de significar que
el texto rubricado correspondía al contenido de lo que se acordó entre quienes
participaron en la negociación.
Requiriéndose
manifestación expresa de confirmación de lo actuado, por parte del Presidente
de la República, la Corte Constitucional fundamenta su fallo en este aspecto,
por lo que concierne al Convenio que se revisa, en la copia auténtica, aportada
por el Ministerio de Relaciones Exteriores, correspondiente a la aprobación
ejecutiva firmada por el entonces Jefe del Estado, doctor Virgilio Barco
Vargas, fechada el trece (13) de julio de 1989, mediante la cual se confirmó el
Acuerdo Básico de Cooperación Técnica y Científica entre la República de
Colombia y la República Oriental del Uruguay, suscrito en Bogotá el treinta y
uno (31) de enero de 1989.
Del presente
análisis se deduce que el tratado sometido a revisión se avino a las disposiciones
constitucionales en lo relacionado con la competencia para su negociación y
firma, así como en lo atinente a la expresa manifestación de voluntad del
Presidente de la República en celebrarlo.
b. Otros
aspectos del convenio
El acuerdo
sub-examine compromete a las Partes Contratantes a impulsar, de común acuerdo,
programas de cooperación técnica y científica conforme a sus respectivas
políticas de desarrollo (artículo I).
Los proyectos y
acciones de cooperación técnica, que serán aprobados por medio de acuerdos
operativos, pueden adoptar modalidades tales como actividades de investigación,
seminarios, conferencias, formación y capacitación de personal, prestación de
servicios de consultoría y asistencia técnica específica. La cooperación puede
operar por medio del envío de técnicos o expertos, la concesión de becas de
formación y especialización, el envío de equipos y materiales y el intercambio
de información y documentación (artículos II y III).
Se establece la
posibilidad de que las Partes Contratantes, para llevar a cabo los programas de
cooperación, requieran la participación de organismos internacionales y la
asistencia multilateral complementaria (artículo IV) y el compromiso de adoptar
las medidas necesarias para facilitar la entrada y permanencia de técnicos,
expertos y becarios de la otra Parte, de conformidad con la respectiva
legislación interna (artículo VI).
Asimismo se
contempla la libre utilización de la información técnica o científica que se
intercambie o la que surja de proyectos de investigación efectuados en común
(artículo V) y el compromiso mutuo en el sentido de que los equipos y
materiales que sea necesario introducir a los dos países en desarrollo de los
programas de cooperación acordados, gozarán de la exención de derechos de
aduana y cualquier otra tasa o gravamen fiscal o impuesto y de facilidades para
ingreso (Artículo VII).
En el artículo VIII
se conviene establecer una comisión mixta con representantes de los dos
gobiernos, encargada de impulsar la negociación y aprobación de los acuerdos
operativos, al paso que el IX estipula que cualquier controversia entre las
partes por razón del Acuerdo será resuelta por vía diplomática.
El artículo X del
Acuerdo establece lo pertinente al cumplimiento de requisitos internos para su
entrada en vigor.
A juicio de esta
Corte, ninguna de las mencionadas cláusulas vulnera las disposiciones
constitucionales y, por el contrario, ellas tienden al cumplimiento del
compromiso propuesto como finalidad del ordenamiento constitucional según lo
declara su Preámbulo: el impulso a la integración de la comunidad
latinoamericana, también consagrado por el artículo 9o de la Carta como una de
las metas hacia las cuales ha de orientarse la política exterior colombiana.
Ello coincide, además, con los mandatos de los artículos 226 y 227 de la
Constitución sobre promoción de las relaciones políticas, sociales y económicas
con los demás Estados y de la integración con los países de América Latina y el
Caribe, cuyo alcance puede llegar inclusive hasta la conformación de una
comunidad latinoamericana de naciones.
Considera la Corte
que, por otra parte, dada la naturaleza de los asuntos a que se refiere el
convenio, éste constituye instrumento apto para desarrollar el objetivo de
promover y fomentar la educación permanente y la enseñanza científica, técnica
y profesional, entre otras, al cual alude el artículo 70 de la Constitución
Política.
Igualmente, al
prever la adopción de programas de capacitación de personal y actividades de
formación e investigación y la concesión de becas para especialización, se
propicia el cumplimiento de los fines previstos en los artículos 53 y 103 de la
Carta Política.
VI. DECISION
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Corte Constitucional de la República de
Colombia, previos los trámites establecidos en el Decreto 2067 de 1991,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. Declárase EXEQUIBLE el ACUERDO
BASICO DE COOPERACION TECNICA Y CIENTIFICA ENTRE LA REPUBLICA DE COLOMBIA Y LA
REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY, suscrito en Bogotá el 31 de enero de 1989 y
no improbado por la Comisión Especial Legislativa el 4 de septiembre de 1991.
Segundo. Comuníquese al Gobierno Nacional
-Presidencia de la República y Ministerio de Relaciones Exteriores- para los
fines contemplados en el artículo 241, numeral 10, de la Constitución Política.
COPIESE,
COMUNIQUESE, PUBLIQUESE EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL, DEVUELVASE EL
EXPEDIENTE AL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CUMPLASE.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado
Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] C. S..J., Sala Plena, Sentencia de junio 6 de 1985. Magistrado Ponente:
Dr. Carlos Medellín Forero.
[2] C.S.J. Sala Plena. Sentencia de diciembre 12 de 1986. Magistrado
Ponente Dr. Jairo Duque Pérez.
[3] Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-416 del 18
de junio de 1992. Magistrado Ponente: Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
[4] Cfr. C.S.J. -Sala Plena-. Sentencia No. 67, del 28 de septiembre
de 1989. Magistrado Ponente: Dr. Jaime Sanín Greiffenstein.
[5] El artículo 2, letra C, de la Convención de Viena define los "plenos
poderes" así :
"Un
documento que emana de la autoridad competente de un Estado, y por el cual se
designa a una o varias personas para representar al Estado en la negociación,
la adopción o la autenticación del texto de un Tratado, para expresar el
consentimiento en obligarse por un Tratado, o para ejecutar cualquier acto con
respecto a un Tratado".
[6] Cfr. C.S.J. Sala Plena. Sentencia citada, de fecha 28 de
septiembre de 1989. El Convenio en revisión fue suscrito el 31 de enero de
1989. |
215 | C-478-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-478/92
CONTROL DE
CONSTITUCIONALIDAD/TRANSITO CONSTITUCIONAL
El examen de
constitucionalidad por parte de la Corte Constitucional debe hacerse con base
en la Constitución Política actualmente vigente, esto es la de 1991, y no con
base en los textos ya derogados que sólo producirían fallos inocuos. La nueva
Carta cubre retrospectivamente y de manera automática toda la legalidad
pre-existente, impregnándola con sus dictados superiores. Distinto sería el
caso hipotético en el que se demandara un punto de forma- como por ejemplo un
exceso en el ejercicio de facultades legislativas extraordinarias-, porque en
este caso operaría un fenómeno contrario: el examen de constitucionalidad
debería hacerse con base en el estatuto constitucional entonces vigente.
INTERVENCION
ECONOMICA
La facultad de
intervenir en la economía dentro del sistema constitucional colombiano, en lo
esencial, descansa primordialmente en el Congreso y por esto es una función que
se ejerce en atención a intereses nacionales y unitarios. La actuación
macroeconómica del Estado, adelantese ésta bajo la forma de intervención legal
económica, o bajo la forma de la acción permanente del Ejecutivo en materias
económicas de regulación, reglamentación e inspección o en la distribución y
manejo de recursos, necesita de pautas generales, que tomen en consideración las
necesidades y posibilidades de las regiones, departamentos y municipios así
como de las exigencias sectoriales. Estas pautas serán las consignadas en el
Plan Nacional de Desarrollo que es la expresión suprema de la función de
planeación.
LEY ORGANICA DEL
PRESUPUESTO
La Constitución
de 1991 reconoce que la materia presupuestal es de aquellas que pueden
considerarse concurrentes en los niveles Nacional, Departamental y Municipal,
es decir, que necesariamente estarán presentes en cada uno de esos niveles territoriales
manifestaciones de la función presupuestal. El rango cuasi-constitucional de
las leyes orgánicas, que les permite ser el paradigma y la regla de otras leyes
en las materias que regulan. La Constitución de 1991 fue más allá de la
utilización tradicional de la ley orgánica de presupuesto como receptáculo de
los principios de esa disciplina. El artículo 352 la convirtió en instrumento
matriz del sistema presupuestal colombiano al disponer que se someterán a ella
todos los presupuestos: el Nacional, los de las entidades territoriales y los
que elaboran los entes descentralizados de cualquier nivel. La ley orgánica
regulará las diferentes fases del proceso presupuestal (programación,
aprobación, modificación y ejecución). La nueva Constitución innova en materia
presupuestal no sólo al establecer la preeminencia expresa de la ley orgánica
de presupuesto, que ahora lo será de todo el proceso presupuestal y no
simplemente del presupuesto nacional, sino también al enfrentar directamente
la problemática de la concurrencia de competencias. Es procedente aplicar
analógicamente los principios o bases presupuestales de la Ley 38 de 1989 a las
normas orgánicas de presupuesto en los niveles departamental y municipal y, a
través de éstas, a los respectivos presupuestos anuales. Esta utilización
indirecta de los principios de la Ley es un reconocimiento a todo aquello que
tendrán los presupuestos locales y seccionales de diverso y propio, esto es, de
autónomo. Se trata de una aplicación condicionada a que los principios
nacionales y constitucionales sean operantes por presentarse las condiciones
para ello. En donde no exista materia para su aplicación quedará el campo libre
para la iniciativa local que se expresará en las normas orgánicas
Departamentales y Municipales.
AUTONOMIA
REGIONAL/DESCENTRALIZACION
La autonomía y la
descentralización entrecruzan sus mecanismos de acción en múltiples aspectos.
Sin embargo, responden a ópticas diferentes: Mientras la descentralización
busca una mayor libertad de las instancias periféricas - territoriales y
funcionales - en la toma de sus decisiones y, como consecuencia de ello, una
mayor eficiencia en el manejo de la cosa pública, la autonomía encauza sus
propósitos hacia la mayor libertad de los asociados en aras de un mayor bienestar
y control de sus propios intereses.
PRINCIPIO DE
IGUALDAD-Administración
Local
Al conferirse a
las autoridades centrales de la república el monopolio de la expedición de las
bases, los principios y las directrices, se está poniendo en práctica el
principio de la igualdad. Esta regla es expresión de tal principio pues
enfatiza lo que es común denominador, que se incorpora en reglas de derecho que
fijan bases y directrices, sin anular las diferencias. Las bases generales
admiten la existencia de excepciones o de modalidades locales. La igualdad
consagrada en el artículo 13 no excluye las diferencias sino las
discriminaciones, esto es, las distinciones arbitrarias.
PRESUPUESTO-Normas orgánicas/DEPARTAMENTO/MUNICIPIO
Las normas
orgánicas presupuestales de los órdenes departamental y municipal, que son las
relevantes para este fallo, se elaborarán teniendo en cuenta: a) los principios
constitucionales del Título XII, particularmente los contenidos en los
artículos 345 a 352; b) los principios contenidos en la ley orgánica de
presupuesto, que, como los anteriores, son básicamente principios o pautas de
procedimiento; y c) las normas o principios que independientemente de los
anteriores estime necesarios o convenientes la respectiva asamblea o concejo y
que no contradigan tácita o expresamente los cánones constitucionales y
legales.
REF:
Proceso No. D-003
Norma acusada:
Artículo 94 de la Ley 38 de 1989
Actor: Benjamín
Ochoa Moreno
Magistrado Ponente:
EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
Aprobado según Acta
No. 63
Santafé de Bogotá,
D.C., seis (6) de Agosto de mil novecientos noventa y dos (1992)
La Sala Plena de la
Corte Constitucional, integrada por su Presidente Simón Rodríguez Rodríguez y
por los Magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio
Hernández Galindo, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Jaime Sanín
Greiffenstein,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En la acción pública
de inconstitucionalidad incoada por el ciudadano Benjamín Ochoa Moreno, contra
la norma en referencia.
I. ANTECEDENTES
1. La demanda que
dió origen a este proceso fue recibida en la Secretaría de esta Corporación el
18 de Febrero de 1992 (folio 14 del cuaderno principal), correspondiéndole el
número D-003.
2. El 20 de febrero
del presente año pasó el expediente al despacho del Magistrado Ponente con
informe secretarial.
3. El texto acusado
por el demandante, doctor Benjamín Ochoa Moreno, es el que a continuación se
transcribe:
ESTATUTO ORGANICO DEL PRESUPUESTO GENERAL
DE LA NACION
LEY 38 DE 1989
(abril 21)
Normativo del Presupuesto General de la
Nación
El Congreso de
Colombia,
D E C R E T A:
(...)
Artículo 94: Las
entidades territoriales de los órdenes departamental, intendencial, comisarial,
distrital y municipal, en la expedición de sus códigos fiscales o estatutos
presupuestales, deberán seguir principios análogos a los contenidos en la
presente Ley.
(...)
Dada en Bogotá,
D.E., a
El Presidente del
honorable Senado de la República,
ANCIZAR LOPEZ LOPEZ
El Presidente de la
honorable Cámara de Representantes,
FRANCISCO JOSE
JATTIN SAFAR
El Secretario
General del honorable Senado de la República,
Crispín Villazón
de Armas
El Secretario
General de la honorable Cámara de Representantes,
Luis Lorduy
Lorduy
República de
Colombia - Gobierno Nacional
Publíquese y
ejecútese
Bogotá, D.E., 21 de
abril de 1989.
VIRGILIO BARCO
El Ministro de
Hacienda y Crédito Público,
Luis Fernando
Alarcón Mantilla.
(Diario Oficial,
Bogotá, D.E., viernes 21 de abril de 1989, año CXXV Nº 38.789, páginas 1,7).
4. En su demanda el
actor expone los siguientes argumentos como sustento de su petición de
inexequibilidad:
4.1 Primer
argumento: El demandante considera que el Congreso excedió sus competencias
al expedir la ley 38 de 1989, incluido su artículo 94. Los abusos en que
incurrió, según el actor, fueron los siguientes:
a) El Congreso
pretendió transferir a las entidades territoriales mencionadas en el artículo
94 la facultad de expedir normas orgánicas del presupuesto, que la Constitución
le había conferido de manera exclusiva. (artículo 76-3 de la Constitución de
1886, 151 de la actual).
b) Dicho exceso,
afirma el demandante, no se limitó al intento de transferir unas facultades
propias y exclusivas, sino que tomó la forma de una imposición, lo cual no
puede hacerse ni siquiera respecto de las asambleas departamentales, a las que
el órgano legislativo puede conferir atribuciones especiales (art. 76-7 de la
anterior Constitución, 150-5 de la Carta vigente).
c) Esta imposición,
para mayor desmesura, se pretende llevar a cabo con base en unos principios
diferentes a los contenidos en la Ley 38 de 1989, los cuales se extraen
mediante aplicación analógica.
d) La función
genérica que permite al Congreso expedir normas orgánicas es la legislativa. El
demandante percibe en el artículo 94 un intento de transferencia de esa
función, asignada primordialmente al Congreso en los artículos 150-1 y 150-2 de
la Constitución vigente (artículos 76-1, 76-2, 76-10 de la Constitución
derogada), a las entidades territoriales.
4.2 Segundo
argumento: El actor, apelando a un argumento que guarda estrecha relación
con el anterior, acusa al artículo 94 de la Ley 38 de conceder facultades a las
Asambleas y Concejos y a los órganos correspondientes de las antiguas
Intendencias y Comisarías, que constitucionalmente no tenían, como son las de
expedir las normas presupuestales orgánicas de su órbita territorial. Bajo la
anterior Constitución, tales órganos administrativos sólo estaban facultados
para poner en vigencia el presupuesto anual de rentas y gastos de la respectiva
entidad territorial. (artículos 187-7 y 197-5 de la Carta de 1886).
4.3 Tercer
argumento: Acusa el demandante a la Ley 38 de inconstitucionalidad por
incurrir en una supuesta falta de homogeneidad que pasó inadvertida a los
Presidentes de las Comisiones Cuarta de Senado y Cámara. En su sentir, la
incongruencia radica en el hecho de ser la materia del proyecto la
regulación del estatuto orgánico del presupuesto nacional, en tanto que el
artículo impugnado hace referencia a los presupuestos de las entidades
territoriales. (ver arts. 77 de la Constitución derogada y 158 de la
vigente).
4.4. Cuarto
argumento: La Ley 38 de 1989, a juicio del actor, exhibe una incoherencia
insubsanable entre su título y su contenido, principalmente el de su artículo
94, y viola por este concepto el artículo 92 de la Carta política derogada (169
de la Constitución vigente).
5. El Magistrado
Ponente, admitió la demanda mediante auto del 4 de marzo del presente año, y en
dicha providencia ordenó fijar en lista, efectuar las comunicaciones de ley al
Presidente de la República y al Presidente del Congreso, comunicar la
iniciación del proceso al Ministro de Hacienda y Crédito Público, al Jefe del
Departamento Nacional de Planeación y al Director General de Presupuesto.
6. Igualmente ordenó
comunicar la iniciación del proceso a entidades que se juzgó estarían
dispuestas y en capacidad de aportar su punto de vista a esta contención. Ellas
fueron la Federación Colombiana de Municipios y el Centro Interdisciplinario de
Estudios Regionales CIDER de la Universidad de los Andes.
7. En el mismo auto
admisorio se ordenó correrle traslado al Procurador General de la Nación por
treinta (30) días para que rindiera su concepto. Se solicitaron los
antecedentes de la ley al Congreso. Y se invitó a los expertos, doctores Hugo
Palacios Mejía, Rodrigo Llorente Martínez y Juan Guillermo Serna para que
absolvieran el cuestionario que les formuló el despacho y que obra a folios 19
y 20 del cuaderno principal.
8. La apoderada
especial del Ministerio de Hacienda y Crédito Público compareció al proceso
dentro del término de fijación en lista para impugnar la demanda en escrito que
aparece a folios 55 a 57 del cuaderno principal y que, en lo fundamental,
sustenta su oposición al libelo del actor con los argumentos que se transcriben
a renglón seguido:
"Los textos
constitucionales infringidos señalados por el actor corresponden a la
Constitución Política de 1986, la cual quedó derogada al igual que todas sus
reformas por el artículo 380 de la Constitución de 1991.
"Las entidades
territoriales gozan de autonomía para la expedición de sus estatutos
presupuestales los cuales en los Departamentos solo podrán ser dictados a
iniciativa del Gobernador tal como lo prevén los artículos 300 y 313 numeral 5
de la constitución política..." (Impugnación del Ministerio de Hacienda,
folio 55 del cuaderno principal).
En relación con la
aplicación de los artículos 352 y 353 de la Constitución, la apoderada del
Ministerio de Hacienda manifiesta: "De las disposiciones anteriormente
citadas se infiere que los Departamentos y Municipios a través de las Asambleas
Departamentales y de los Concejos Municipales están facultadas para expedir sus
estatutos orgánicos y consignar principios análogos a los establecidos en la
ley orgánica del Presupuesto Nacional, como el de la inembargabilidad."
(Impugnación, folio 56 del Cuaderno Principal.).
Concluye la
apoderada, a folio 57 del cuaderno principal: "Además debe tenerse en
cuenta que la constitución, prevé, que la ley orgánica del Presupuesto Nacional
regulará no solamente lo correspondiente a la modificación, programación de los
presupuestos de la Nación sino también de las entidades territoriales. Por las
razones anteriormente expuestas considero que el artículo 94 de la ley 38, no
contraviene la Constitución Nacional."
9. El Jefe del
Ministerio Público, Doctor Carlos Gustavo Arrieta Padilla, presentó dentro del
término legal su concepto fiscal que puede consultarse a folios 71 a 80 del
cuaderno principal.
Por considerarlos de
importancia capital para el entendimiento del asunto a tratar aquí, se
transcriben los apartes del estudio constitucional que hiciera y, en primer
término, sus consideraciones respecto de los argumentos primero y segundo de la
demanda. Dice así el Procurador:
"Se
duele el actor de que la norma acusada impone el deber a los Departamentos,
Intendencias, Comisarías, Distritos y Municipios de incorporar en sus códigos
fiscales o estatutos Presupuestales, principios análogos a los contenidos en el
artículo 8o. de la Ley 38 de 1989.
"Visto desde la óptica de la preceptiva constitucional de 1991, nos
encontramos frente a un clásico asunto de distribución de competencias de la
Nación y las entidades territoriales en lo que hace relación a la función
orgánica presupuestal.
"Considerando que la Constitución es un todo inescindible y que para su
correcta interpretación es menester un análisis de conjunto, es preciso
armonizar las normas que sobre Organización Territorial y Hacienda Pública trae
la Carta de 1991.
"Así,
de conformidad con el artículo 352 C.N., la Ley Orgánica del Presupuesto
regulará lo correspondiente a la programación, aprobación, modificación,
ejecución de los Presupuestos de la Nación, de las entidades territoriales y de
los entes descentralizados de cualquier nivel administrativo, y su coordinación
con el Plan Nacional de Desarrollo, así como también la capacidad de los
organismos y entidades estatales para contratar.
"Junto a esta norma aparece el mandato constitucional 353, que ordena
aplicar los principios y las disposiciones establecidos en el Título XII de la
nueva Constitución en lo que fuere pertinente, a las entidades territoriales,
para la elaboración, aprobación y ejecución de su presupuesto. Algunos de estos
principios del Título XII aplicables a las entidades territoriales, podrían
sólo enumerarse y sintetizarse así:
"-Prohibición de incluir en el presupuesto apropiaciones para gastos que
no hayan sido decretados para las Asambleas o Concejos (art. 345, inciso segundo);
o que no correspondan a créditos judicialmente reconocidos o a gastos
propuestos por el Gobierno para atender debidamente el funcionamiento de las
Ramas del Poder Público, o al servicio de la deuda, o a los planes de
desarrollo que adopten las Asambleas o Concejos (art. 346, inciso segundo).
"-Facultad de incluir en los presupuestos partidas para subsidiar a las
personas de menores ingresos que no puedan pagar las tarifas de los servicios
públicos domiciliarios correspondientes a las cantidades necesarias para cubrir
sus necesidades básicas (art. 368).
"-Derechos de los organismos Departamentales de Planeación de participar
en la preparación de los presupuestos de los Municipios, en los términos que
señale la ley (art. 344, inciso primero).
"-Deber de expedir el presupuesto dentro de los tres primeros meses de
cada periodo de sesiones de los cuerpos de elección popular (art. 349).
"-Obligación de los jefes de la administración regional de presentar los
proyectos de presupuesto dentro de los diez primeros días de sesiones de las
Asambleas y Concejos (art. 346, inciso primero).
"-Solicitud de financiación del déficit, en el sentido de que el gobierno
regional debe presentar proyectos enderezados a financiar el déficit resultante
entre los gastos proyectados y los recursos disponibles (art. 347).
"-Prohibición de tener rentas de destinación específica, salvo lo previsto
en los artículos 359, 336, 356 y 361.
"-Prohibición de hacer erogaciones que no estén autorizadas en el
presupuesto de gastos (art. 345, inciso primero).
"-Facultad para el Gobierno de expedir el presupuesto si los cuerpos de
elección popular no lo expiden en tiempo oportuno (art. 348).
"-Obligación de distinguir entre las apropiaciones las que se destinen al
gasto público social (art. 350), etc.
"Continuando con el análisis sistemático propuesto, los artículos 300-5 y
313-5 consagran una nueva facultad de las Asambleas Departamentales y de los Concejos,
para expedir las normas orgánicas del Presupuesto de Rentas y Gastos.
"Finalmente no pueden quedar por fuera de las directrices constitucionales
expuestas en materia de presupuesto, las disposiciones 151 y 152 superiores
sobre las leyes orgánicas entre ellas la de presupuesto y el artículo 287-3 al
disponer que las entidades territoriales deben administrar sus recursos dentro
de los límites de la Constitución y la ley.
"Todo
lo anterior como marco de referencia de la constitucionalidad de la norma,
puesto que el nuevo Estatuto Superior es claro en permitir la posibilidad de
que las entidades territoriales incluyan dentro de sus estatutos presupuestales
principios análogos a los contenidos en el artículo 8º de la Ley 38 de 1989. Obviamente
en el entendimiento de que la analogía es semejanza y no igualdad, y por lo
tanto habría que comprender que sólo los principios presupuestales compatibles
con el funcionamiento administrativo y fiscal de las entidades territoriales y
aquellos que no resultaren en contravía de la nueva Carta serían los llamados a
aplicar en los respectivos Departamentos, Municipios, Intendencias, Comisarías
y Distritos. Por todo lo expuesto, este cargo no prospera." (Concepto
fiscal, folios 75 a 78 del cuaderno principal, sin negrillas en el original).
Respecto de los
cargos tercero y cuarto de la demanda, se lee en el concepto fiscal:
"En
cuanto a la segunda glosa, considera el demandante que el art. 94 es contrario
a los artículos 76 y 92 de la Carta anterior, hoy artículos 158 y 169, por
cuanto se quebranta la unidad de materia que debe existir entre todas las
normas de una ley y no guarda además la debida correspondencia con su título.
"Los
preceptos constitucionales que señala vulnerados el demandante, pertenecen a la
enmienda constitucional de 1968 y tienen hoy el mismo alcance en los artículos
158 y 169, vale decir que a través de ellos se busca tecnificar el proceso
legislativo, a fin de evitar que los Congresistas aprovechando el ambiente
favorable de un proyecto de ley, pudieran hacerle agregaciones sorpresivas,
ajenas y extrañas al propósito inicial del proyecto, lo que se conoce tanto
ayer como hoy en el lenguaje parlamentario como 'colgar un mico', para destacar
así lo inusitado de la disposición.
"Para
explicar el alcance de las expresiones 'todo proyecto de ley debe referirse a
una nueva materia', (sic) dijo el Gobierno en la exposición de motivos de la
Reforma de 1968: 'Esto significa que los puntos vertidos en un proyecto de ley
deben ir encaminados a una misma finalidad, y aunque, al ser considerados
separadamente, puedan parecer distintos, están todos ordenados en una misma
dirección de tratamiento de un tema, y para señalar su alcance se anotó también
que por materia ha de entenderse el área general de un tema tomado en su
conjunto y no las piezas separables del mismo'. (G.J. 2403 de 1980, Pág. 118).
"El
encabezamiento pues de las leyes tal como se anotó en Sentencia No. 13 de 1990
debe dar noticia de la materia de la cual tratan, pues exigir que en el título
de la ley se consagren absolutamente todos los asuntos que ahí se regulen es
absurdo e ilógico y basta simplemente que aparezca el tema principal que se
reglamenta'.
"Siendo
exégetas e hilando delgado, un análisis aislado de la norma acusada la haría
aparecer ajena al título de la ley, pero como lo procedente en estos casos es
una visión de conjunto, la norma impugnada se limita simplemente a hacer una
remisión general de los principios de la ley orgánica a los presupuestos de las
entidades territoriales, cuestión ésta nada extraña al llamado general de la
Ley". (Concepto fiscal, folios 78 a 80 del cuaderno principal).
Concluye el doctor
Arrieta Padilla: "En mérito de lo expuesto, el Procurador General de la
Nación solicita a la H. Corte Constitucional la declaratoria de exequibilidad
del artículo 94 de la Ley 38 de 1989." (Concepto fiscal, folio 80 del
cuaderno principal).
10. En escrito del
18 de marzo de 1992, el Doctor Juan Guillermo Serna Valencia, ex-Director
General de Presupuesto, contestó el cuestionario que le sometiera el Magistrado
Ponente. Son particularmente relevantes los siguientes apartes: "La
constitución vigente en los artículos 300-5 y 313-5 respectivamente, faculta a
las Asambleas Departamentales y a los Concejos para expedir las normas
orgánicas del presupuesto, preceptos que no se pueden considerar aisladamente,
toda vez que la misma carta en el Artículo 352 sujeta los estatutos
presupuestales del orden Departamental y Municipal a las normas y principios
contemplados en la ley orgánica del presupuesto.
"El Artículo
352 de la Constitución, amplía la cobertura de la ley orgánica del Presupuesto,
incluyendo en ella a todas las entidades territoriales y los entes
descentralizados de los diferentes niveles administrativos, así como la
coordinación con el Plan Nacional de Desarrollo.
"Este precepto
también le incorpora a la norma orgánica del presupuesto un alcance importante,
cual es el de establecer disposiciones sobre la capacidad de los organismos y
entidades estatales para contratar.
"Se puede
asegurar que la Constitución involucró y sujetó todas las instituciones
públicas al marco general que sobre presupuesto y contratación debe contemplar
la Ley Orgánica. Es decir, que la Carta buscó unificar a través de este marco
los sistemas de presupuesto y contratación para lograr armonía en el manejo de
las finanzas gubernamentales y facilitar su seguimiento y evaluación del gasto
público.
"En cuanto al
artículo 353 vemos que este precepto ratifica una vez más la supremacía
jurídica de la Ley Orgánica de Presupuesto, remitiendo los principios y
disposiciones que se deben aplicar en las etapas de elaboración, aprobación, y
ejecución del presupuesto, a los consagrados en la Ley Orgánica del
Presupuesto." (Concepto del Doctor Juan Guillermo Serna Valencia, folios
38 y 39 del cuaderno principal).
Respecto del
significado y alcance del término "principios análogos" que aparece
en la norma demandada, afirma el experto: "Este aspecto se debe analizar
desde el punto de vista de los componentes que por definición conforman los
principios a los cuales la Ley 38 de 1989 identifica y desarrolla el carácter
de cada uno de ellos en los artículos 8º. al 16 y el alcance del término
análogo.
"Cabe advertir
que conforme a un criterio técnico, la planificación por ejemplo es una
condición fundamental de provisión, racionalidad y manejo financiero que en
ninguna forma puede ser perjudicial o contraria a las normas departamentales o
municipales sobre la materia, lo mismo puede decirse de la universalidad y la
especialidad.
"Tan importante
es hoy en día el concepto de la planificación, que la norma constitucional
(Artículo 340) consagró el desarrollo concertado de los planes en el orden
nacional y con las entidades territoriales conformando un sistema nacional de
planeación integrado por los Consejos Territoriales y Nacional de Planeación.
"La analogía
es preciso aplicarla con el carácter de 'similitud', de semejanza y no igualdad
o identidad. Si el alcance del término análogos fuera de igualdad, los códigos
a expedir serían idénticos y no se hubiera ocupado la Constitución de otorgarle
competencias en materia de normas orgánicas de presupuesto a las Asambleas y
Concejos.
"Es importante
precisar que en la nueva Constitución se consagran los principios de
universalidad, planificación, especialización y anualidad contenidos en el
Estatuto Orgánico del Presupuesto General, que deben ser incorporados en las
normas Departamentales, Distritales y Municipales." (Concepto Doctor Juan
Guillermo Serna Valencia, folios 39 y 40 del cuaderno principal, sin negrillas
en el original).
11. El Doctor Hugo
Palacios Mejía, ex-Ministro de Hacienda y Crédito Público, y reconocido experto
en la materia que aquí se trata, presentó en escrito del 27 de marzo de 1992 un
enjundioso estudio sobre la temática que planteaba el cuestionario sometido por
el Magistrado Ponente.
11.1 Respecto de la
distribución de competencias entre la Nación y las entidades territoriales en
lo que hace a la función orgánica presupuestal, el Doctor Palacios Mejía
escribe: "De acuerdo con el artículo 352 de la Constitución corresponde a
la ley orgánica, además de lo que ella misma dispone en otros artículos,
regular lo correspondiente a la programación, aprobación, modificación y
ejecución de los presupuestos de las entidades territoriales, así como su
coordinación con el Plan de desarrollo. Por lo tanto, la competencia de las
entidades territoriales en ésta materia está expresamente limitada por la
Constitución.
"La
redacción del artículo 352 es imperativa: la ley orgánica debe regular la
materia, y no puede, simplemente, delegar su regulación en órgano alguno de las
entidades territoriales. El artículo 352 es tan preciso, y tan especial, que no
permite que la 'ley orgánica de ordenamiento territorial', a la que se refiere
el artículo 288 de la Constitución, vuelva sobre el tema.
"El
Congreso, al ejercitar su competencia, puede, sin embargo, ser tan general o
preciso como quiera. En la medida en la que las regulaciones que expida se
limiten a enunciados generales, la facultad de las asambleas y concejos, a la
que me refiero enseguida, será mas amplia.
"Los
artículos 300, numeral 5, y 313, numeral 5, dejan entender que el Constituyente
quiso que Asambleas y Concejos conservaran cierto grado de discrecionalidad,
dentro de la ley, al expedir las normas orgánicas de sus respectivos
presupuestos. Pero, en la práctica, ante la imposibilidad de encontrar un
criterio objetivo para medir grados de generalidad o especialidad, quedará en
manos del Congreso decidir cuánto poder entrega a las Asambleas y Concejos en
esta materia.
"Tanto el artículo 300, numeral 5, como el 313, numeral 5, disponen que
corresponde a las Asambleas y Concejos, respectivamente, dictar las normas
orgánicas del presupuesto en cada entidad; dichas atribuciones deben entenderse
en concordancia con el artículo 352, ya citado, que no solo es más específico,
sino que es posterior, y con el artículo 287, cuyo numeral 3 que dispone que
las entidades territoriales deben administrar sus recursos 'dentro de los
límites de la Constitución y la ley'." (Concepto del Doctor Hugo Palacios
Mejía, folios 43 y 44 del cuaderno principal).
11.2 Sobre la
interpretación de los artículos 352 y 353 de la Constitución de 1991, afirma lo
siguiente:
"El
artículo 353 de la Constitución es la norma suprema en materias presupuestales
para las entidades territoriales. Ese artículo obliga al Congreso, al preparar
la ley orgánica del presupuesto, y a las entidades territoriales, al expedir
sus normas orgánicas, a aplicar los principios que incluye el título XII de la
Constitución.
"Cuando el artículo 352 dice que 'además de lo señalado en esta
Constitución' la ley orgánica del presupuesto regulará ciertos temas
relacionados con las normas presupuestales aplicables a las entidades
territoriales, hace referencia, de una parte, al artículo 151, que alude al
contenido de tal ley; pero alude también al artículo 353, el cual señala que
los principios y disposiciones del título XII se aplican a los asuntos
presupuestales de aquellas entidades." (Concepto del Doctor Hugo Palacios
Mejía, folio 44 del expediente).
11.3 Sobre el
artículo 352 asevera el Doctor Hugo Palacios Mejía: "De acuerdo con el
artículo 352 de la Constitución corresponde a la ley orgánica, además de lo que
ella misma dispone en otros artículos, regular lo correspondiente a la
programación, aprobación, modificación y ejecución de los presupuestos de las
entidades territoriales, así como su coordinación con el plan de desarrollo.
Por lo tanto, la competencia de las entidades territoriales en ésta materia
está expresamente limitada por la Constitución. (...) La redacción del artículo
352 es imperativa; la ley orgánica debe regular la materia y no puede,
simplemente, delegar su función en órgano alguno de las entidades
territoriales. El artículo 352 es tan preciso, y tan especial, que no permite que
la 'ley orgánica del ordenamiento territorial' a la que se refiere 288 de la
Constitución, vuelva sobre el tema." (Concepto Dr. Hugo Palacios Mejía,
folio 43 del cuaderno principal).
11.4 En cuanto al
significado del término "principios análogos" que se encuentra en el
artículo 94 de la Ley 38 de 1989, el experto aclara en su escrito que:
"En la Ley 38 de 1989 hay un artículo, el 8, que se refiere a los
'principios del sistema presupuestal'. Al examinar esos principios se encuentra
que ellos inspiran por decirlo así, todas las demás disposiciones de la ley.
Por ambas razones es de suponer que el legislador se quiso referir a ellos
cuando dispuso, en el artículo 94, que las entidades territoriales deberían
seguir principios análogos, es decir, inspirados en la misma lógica, que
los que esa ley contiene". (Concepto del Doctor Hugo Palacios Mejía, sin
negrillas en el original. Folio 48 del expediente).
11.5 El Doctor
Palacios Mejía trata así el tema crucial de la autonomía territorial frente a
la uniformidad de las regulaciones presupuestales:
"En
cuanto a las normas presupuestales relacionadas con las entidades
territoriales, solo resta manifestar que Colombia es, según el artículo 1 de la
Constitución, una república unitaria, y que, en consecuencia, no es de
extrañar que muchas de las facultades que la Carta acuerda a las entidades
territoriales hayan de ejercerse con sujeción a la ley. Ello era así antes de
la reforma de 1991; entonces, a mi juicio, tales entidades podían dictarse
normas orgánicas en materia presupuestal, y de hecho muchas lo hacían, aunque
la Constitución no lo dijera en forma expresa. El artículo 8 del Decreto 294 de
1973 contenía un mandato similar al del artículo 94 de la Ley 38 de 1989.
"Con la
Constitución de 1991, aunque aparece de modo explícito la facultad de dictar
normas orgánicas presupuestales en las entidades territoriales, se hace
explícito también el deber de ajustar éstas a lo que disponen la Constitución y
la ley, como resultado de lo dispuesto en los artículos 353 y 352.
"Encuentro muy convenientes los mandatos constitucionales que tienden a
unificar en todo el país los principios y procedimientos en materia
hacendística y presupuestal. (...). La autonomía de las entidades territoriales
debe manifestarse en sus decisiones sobre el monto y la administración de los
impuestos que la ley ha hecho suyos, y en el manejo de las rentas que la Nación
les cede o traspasa, así como en la orientación del gasto público. Pero las
normas sobre preparación, aprobación y ejecución del presupuesto deberían ser
comunes en alto grado entre las diversas entidades, y entre estas y la
Nación." (Concepto del Doctor Hugo Palacios Mejía, folios 52 y 53 del
cuaderno principal).
11.6 Esta autonomía
tendría en concreto el siguiente ámbito:
"Los artículos
300 numeral 5 y 313 numeral 5, dejan entender que el Constituyente quiso que
Asambleas y Concejos conservarán cierto grado de discrecionalidad, dentro de la
ley, al expedir las normas orgánicas de sus respectivos presupuestos. Pero en
la práctica, ante la imposibilidad de encontrar un criterio objetivo para medir
grados de generalidad o especialidad quedará en manos del Congreso decidir
cuanto poder entrega a las Asambleas y Concejos en esta materia" (concepto
del Dr. Palacios Mejía, folio 43 del cuaderno principal). Más adelante, el
experto precisa. "Tanto el artículo 300 numeral 5 como el 3l3 numeral 5,
disponen que corresponde a las Asambleas y Concejos, respectivamente, dictar
las normas orgánicas del presupuesto en cada entidad; dichas atribuciones deben
entenderse en concordancia con el artículo 352, ya citado, que no solo es más
específico, sino que es posterior, y con el artículo 287, cuyo numeral 3
dispone que las entidades territoriales deben administrar sus recursos dentro
de los límites de la Constitución y la ley'." (Concepto del Dr. Palacios
Mejía, folios 2 y 3 del cuaderno principal).
11.7 Finalmente, el
experto concluye: "De acuerdo con las opiniones que expuse arriba, los
principios directrices que deben inspirar los estatutos orgánicos de los
departamentos y municipios son, ante todo los que contiene el Título XII de la
Constitución. Después los que indique la ley orgánica." (Concepto Dr.
Palacios Mejía, folios 50 del cuaderno principal, sin negrillas en el
original).
12. El ex-Ministro
de Hacienda y Crédito Público, Doctor Rodrigo LLorente Martínez, reconocido
experto en los temas de Hacienda Pública y Presupuesto, aportó un profundo
estudio que en líneas generales coincide con lo expresado por el Doctor
Palacios Mejía, y que puede leerse a folios 61 a 70 del cuaderno principal. Es
procedente traer a colación su aporte en cuanto a la evolución de los
principios constitucionales sobre presupuesto, que aparece en los folios 64 a
69 del cuaderno principal y que se reproducen a continuación:
"Evolución
de los principios constitucionales sobre presupuesto.
"Este es un tema muy amplio y por la brevedad del tiempo infortunadamente
solo puedo referirme a él de manera tangencial transcribiendo lo que sobre el
particular escribí en un artículo que lleva como título 'Tres semanas como
constituyente' que fue publicado en el número 115 de la Gaceta Constitucional
de fecha 16 de Julio de 1991.
"Respecto al
tema del presupuesto transcribo lo que dije en la exposición que hice ante la
plenaria de la Asamblea Nacional Constituyente, que aparece en las páginas 26 y
27 de esa publicación:
'Normas básicas
sobre presupuesto. A consideración de la plenaria se presentó un proyecto
con cambios fundamentales a las normas de presupuesto. El Cofrade Alfonso
Palacio Rudas hizo algunas críticas generales sobre el mismo. Los ponentes del
proyecto defendieron sus propuestas las que, a mi juicio, representaban cambios
de fondo. Por ejemplo desconocían la regla básica de que el presupuesto (de
acuerdo con una sana tradición universal que habíamos incorporado a nuestros
principios rectores del manejo presupuestario) es un acto condición. Según este
principio al presupuesto no pueden incorporarse gastos o ingresos sin estar
autorizados por leyes pre-existentes. En otras palabras, la ley que aprueba el
presupuesto de una vigencia no puede autorizar por sí misma un gasto o ingreso
nuevo. En cambio, en el proyecto presentado a consideración de las plenarias se
dejaban puertas abiertas para desvirtuar este sano principio que hasta ahora
había regido nuestras finanzas públicas.'
'En un artículo que
afortunadamente fue modificado por la Comisión se proponía que en el proyecto
de presupuesto anual se incorporaran como recursos 'condicionados' los
provenientes de empréstitos cuyos contratos aún no hubieran sido suscritos, o
estuvieren en proceso de serlo; o también fondos provenientes de reajustes en
impuestos proyectados para efectuar en esa vigencia. Admitir esa posibilidad de
incorporar gastos e ingresos 'condicionados' abre la posibilidad de mostrar un
equilibrio hechizo y no real del presupuesto, puesto que todo queda
condicionado a que se firmen los contratos de préstamo o se aprueben los
aumentos en los impuestos.' (..)
'Por fortuna todos
estos principios terminaron por tenerse en cuenta por la comisión respectiva al
hacer una corrección al proyecto de normas presupuestarias que finalmente
aprobaron las plenarias de la Asamblea. Insistí en la necesidad de flexibilizar
el concepto de gasto social. El proyecto de la Comisión creaba rigideces para
poder hacer ajustes y reducciones en los gastos en el momento en que fuese
necesario. Los ministros de Hacienda deben conservar plena autonomía para
hacerlo, para que lleguen a ser efectivamente responsables en el manejo del
gasto público y para poder mantener, inclusive en situaciones de crisis, un
presupuesto equilibrado.'
'Además insistí y
por fortuna se logró que no se desechara la norma (introducida en la reforma de
1968) del Artículo 209 de la Constitución en virtud de la cual, si el Congreso
no aprueba el 16 de diciembre de cada año, cuando terminan sus sesiones
ordinarias, el presupuesto por el gobierno, dicho proyecto quedará automáticamente
aprobado. Esta norma es clave para preservar la iniciativa del gasto público en
manos del poder ejecutivo; que fue esencial en la sana reforma de 1968. Es
posible que los ministros de Hacienda de turno pueden cometer abusos que
quebrantan el origen democrático de la aprobación de los ingresos y gastos del
Estado, pero peor sería dejar que en las discusiones parlamentarias los
apetitos regionales lleguen a destrozar el equilibrio indispensable entre los
mismos.' (Concepto del Doctor Rodrigo Llorente Martínez, folios 64 a 66 del
cuaderno principal).
II
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
COMPETENCIA
La demanda
presentada por el ciudadano BENJAMIN OCHOA MORENO versa sobre pretendidos
vicios de fondo que afectan al artículo 94 de la Ley 38 de 1989 y que deben ser
examinados por esta Corte en desarrollo de lo previsto en el artículo 241-4 de
la Constitución Política.
EL TEXTO CONSTITUCIONAL REFERENTE
En sentencia
proferida el veintinueve (29) de mayo de mil novecientos noventa y dos (1992)
dentro del proceso D-006, (actor José Antonio Galán Gómez), con ponencia del
Doctor Alejandro Martínez Caballero, la Corte expresó: "(...) el examen de
constitucionalidad por parte de la Corte Constitucional debe hacerse con base
en la Constitución Política actualmente vigente, esto es la de 1991, y no con
base en los textos ya derogados que sólo producirían fallos inocuos.
"En efecto,
tratándose de un punto de fondo como el que nos ocupa, la nueva Carta cubre
retrospectivamente y de manera automática toda la legalidad pre-existente,
impregnándola con sus dictados superiores.
"Distinto sería
el caso hipotético en el que se demandara un punto de forma- como por ejemplo
un exceso en el ejercicio de facultades legislativas extraordinarias-, porque
en este caso operaría un fenómeno contrario: el examen de constitucionalidad
debería hacerse con base en el estatuto constitucional entonces vigente.
"Es pues lógico
y natural que el actor haya invocado la Carta de 1886. Pero es también de rigor
que la Corte Constitucional sólo considere en su análisis los preceptos de la
Carta de 1991. Es justamente lo que se hace en las líneas siguientes."
(Corte Constitucional, sentencia de mayo 29 de 1992, expediente D-006, Ponente
Doctor Alejandro Martínez Caballero).
Estas observaciones
tienen plena validez respecto de la demanda del doctor Benjamín Ochoa Moreno,
quien presentó su libelo antes de que entrara en vigencia el nuevo Estatuto
Fundamental y, por consiguiente, cita únicamente disposiciones de la
Constitución derogada.
ANALISIS DE FONDO
1. Cambios
operados en la Constitución de 1991.
La Constitución de
1991 introdujo cambios fundamentales en el régimen territorial. Este pasó de un
esquema con centralización política y descentralización administrativa, donde
el énfasis estaba en lo nacional y la descentralización era una mera técnica de
administrar, a un sistema de autonomía para las entidades territoriales sin
perder de vista la unidad del Estado. Así lo reconoce el art. 1º de la nueva
Constitución.
Por eso dijo Helena
Herrán de Montoya en la Asamblea Nacional Constituyente: "Colombia tiene
que ser un Estado autonómico, lo cual en manera alguna se opone a que sea una
república unitaria. (...) Hablo deliberadamente de autonomía dejando de lado la
descentralización, porque lo que ambiciono para nosotros es un Estado
autonómico, no meramente descentralizado. Entiendo que el vocablo
descentralización implica o da por supuesto que el origen del poder, su sede
natural y obvia, es el centro, pero por un acto de generosidad, de largueza, es
desdoblado para que llegue hasta la periferia.
"Para mi el
poder del Estado debe manifestarse en todas sus formas en cada lugar del
territorio, tanto en el centro como en el más apartado confín." (G.C. Nº
19, pág. 7).
En el campo
económico la Asamblea Nacional Constituyente también introdujo modificaciones
sustanciales al régimen constitucional anterior, reversando la tendencia de
otorgar poderes cada vez mayores al Presidente en materias económicas. A
diferencia de la Reforma de 1968, que tenía un marcado sesgo centralista y
otorgaba preponderancia al Ejecutivo, la Constitución de 1991 fortaleció al
Congreso Nacional y creó nuevas autoridades como la Junta Directiva del Banco
de la República. A título de ilustración, se presentarán algunos cambios
específicos que muestran la profundidad y dirección de la nueva normativa
constitucional.
a) El Sistema de
planeación :
En 1968 prevaleció
la tesis de la política de planeación nacional unitaria, que nacía de la
exclusiva iniciativa del Gobierno (Art. 79, inciso 2º C.N./86), se tramitaba de
acuerdo con las reglas del art. 80 y se expedía por el Congreso (art. 76
ordinal 4º). Esta herramienta unitaria repercutía en los ámbitos departamental
y municipal, pues, el Congreso, mediante ley que debía tener iniciativa del
Gobierno, fijaba los procedimientos, modificaciones y vigencia de los planes y
programas Departamentales y Municipales (art. 189 C.N./86). Sin embargo el
sistema no funcionó por la imposibilidad de aplicar el procedimiento del art.
80.
El sistema de
planeación que trae la C.P. de 1991 (capítulo 2, Título XII), se diferencia del
anterior en tres aspectos fundamentales: a) propicia un sistema transparente.
En los Consejos de Planeación, a todo nivel, intervendrán representantes de la
ciudadanía y de los sectores en que ésta se divide (art. 340); b) la
participación de las entidades territoriales es mayor, en la medida en que
hacen parte del Consejo Nacional de Planeación, órgano consultivo del gobierno
para la elaboración del plan nacional (art. 340), participan directamente en la
elaboración del plan (art. 341 C.P./91); c) buscar convertir el instrumento de
planeación una realidad. Si el Congreso no aprueba el plan nacional de
inversiones (parte del PND), el Gobierno lo pondrá en vigencia mediante un
decreto con fuerza de ley (art. 341 inciso 3º C.P./91).
b) Sistema
presupuestal antes y después de 1991.
La materia
presupuestal en la Constituyente sufrió cambios estructurales debido a la
existencia de dos trabajos paralelos: el de la Comisión II encargada del
ordenamiento territorial y el de la Comisión V encargada del tema económico.
Ellas se ocuparon del tema presupuestal desde ópticas muy diferentes. La
Comisión II, perseguía que los entes territoriales tuvieran un manejo
independiente de sus presupuestos. La Comisión V, imbuída de un criterio
centralizador, buscando proteger el aspecto macroeconómico, concedió más
atención a las ataduras de los presupuestos locales con las reglas del nivel
central. Por esto la Constitución de 1991 conserva en algunos artículos (151,
345 a 351 C.P./91) la estructura nacional de la Constitución anterior (Arts.
76.3, 206 a 213 C.N/86); y, en otros (arts. 352,353 C.P./91), refuerza el
carácter de herramienta macroeconómica que tienen el Presupuesto y su Ley
Orgánica, dejando resquicios de competencias para que los entes territoriales
puedan obtener un mayor control de los principios concretos que regularán sus
presupuestos anuales.
c) Intervención
económica:
La Constitución de
1991 conservó en el art. 334 el espíritu del artículo 32 de la Carta anterior.
No obstante, se observan cambios en el alcance de la intervención. Ella se
extenderá al uso de los recursos naturales y del suelo, sentando así las bases
de un control mayor a los procesos de deterioro ambiental y de urbanización
acelerada. De otra parte, se hace énfasis en cuatro nuevos aspectos: la calidad
de vida, íntimamente relacionada con la prestación de los servicios públicos
básicos; el medio ambiente sano; competitividad y productividad y, finalmente,
la distribución equitativa de oportunidades para los ciudadanos y de recursos
para las regiones, lo que debe llevar a un desarrollo armónico, en aras de la
equidad individual y territorial.
La Corte, ante los
cambios que se esbozaron atrás, especialmente aquellos que se produjeron en las
materias de planeación y presupuesto, se pronunciará sobre la interacción entre
el régimen territorial consagrado en la Constitución de 1991, y el conjunto de
disposiciones constitucionales que se refieren a las materias macroeconómicas y
que está contenido en el Título XII de la Carta, para identificar con claridad
los principios, mecanismos e influencias que un régimen tiene en el otro, a fin
de hacer explícita la norma o normas aplicables al caso bajo examen.
La regla que se
establezca explicará cómo interaccionan (si es que lo hacen), los principios
presupuestales del sistema territorial, con los principios presupuestales -
tanto sustantivos como adjetivos - propios del sistema nacional y, por tanto,
contenidos en una ley orgánica (art. 73-3 C.N./86; art. C.P./91), como lo es la
Ley 38 de 1989, respecto de los cuales los primeros podrán o no ser armónicos,
paralelos o diferentes.
En relación con las
bases o criterios generales que, en ejercicio de sus nuevas competencias
constitucionales, pueden consagrar en sus normas orgánicas de presupuesto, los
Departamentos, mediante ordenanzas expedidas por las Asambleas departamentales,
a iniciativa del Gobernador (art. 330-5 C.P./91) y, los municipios, mediante
acuerdos de los Concejos municipales (art. 313-5 C.P./91), la regla oscilará
entre un modelo de autonomía presupuestal acentuada y un modelo de autonomía
presupuestal restringida, que se explican a continuación.
2. Modelos
alternativos de autonomía presupuestal.
El modelo de
autonomía presupuestal acentuada es aquel en el cual la autonomía territorial
resulta ser la tendencia predominante. Para determinarlo debe tenerse presente
que autonomía es la capacidad de manejar los asuntos propios, aquellos que le
conciernen al ente, con una libertad que estará limitada por lo que establezcan
la Constitución y la ley. La autonomía es afirmación de lo local, seccional y regional,
pero sin desconocer la existencia de un orden superior. Si no existiera ese
límite para el ente se estaría en presencia de otro fenómeno distinto en el
cual el interés local, seccional o regional se afirmaría sin tener en cuenta
ningún otro poder. Este es el caso de los estados federales. La configuración
autonómica delineada atrás está consagrada en el art. 287 de la nueva
Constitución. En un régimen de autonomía acentuada en materia presupuestal los
entes territoriales elaborarán sus presupuestos anuales con fundamento en
principios fijados por sus Asambleas y Concejos con un alto grado de
independencia frente a la ley orgánica y a los principios en ella contenidos
(elemento nacional), sin desconocer desde luego las condiciones generales
fijadas en la Constitución.
Esta autonomía
territorial acentuada en materia presupuestal se predicará de los dos tipos de
entes territoriales que el Constituyente reguló con mayor detalle: los
Departamentos (art. 300 C. P.) y los Municipios (art. 313 C.P.). Son ellos los
que a través de sus cuerpos colegiados de elección popular, podrían poner en
marcha un proceso presupuestal similar o paralelo al que dicta el Congreso en
el nivel nacional.
El modelo de
autonomía presupuestal acentuada tendría su principal expresión en la capacidad
de expedir, con independencia de cualquier influencia nacional, sus propias
normas orgánicas de presupuesto, es decir, ordenanzas orgánicas de presupuesto
departamental (Art. 300-5 C.P./91) y acuerdos orgánicos del presupuesto
municipal (Art. 313-5 C.P./91) que incluirían los principios que gobernarían la
elaboración del presupuesto anual en cada ente territorial. Esta sería la
principal señal o expresión de autonomía presupuestal. Los principios que
gobiernan el proceso presupuestal han sido dictados siempre desde la esfera
nacional hasta 1991. Las disposiciones de los arts. 300-5 y 313-5 de la
Constitución, abren la posibilidad de que sean dictados por los entes
territoriales que los van a aplicar. Así, las autoridades locales tendrían, por
primera vez, el control de todo el proceso presupuestal.
En un modelo de
autonomía presupuestal restringida, lo decisivo es la regulación del
presupuesto de la Nación. Los presupuestos Departamentales y Municipales se
regirán por principios similares o análogos. El sistema presupuestal se ha
estructurado según este modelo desde hace más de 25 años. En ese sentido, cabe
recordar lo señalado en los arts 10 del Decreto 1675 de 1964, 8 del Decreto 294
de 1973 y 94 de la L. 38 de 1989. Dentro de este esquema lo determinante no es
la forma de hacer aplicables los principios nacionales en los niveles
territoriales inferiores, sino el hecho de ser relevante únicamente lo
nacional. Ninguna consideración se presta a los presupuestos locales, ni se
dispone de un concepto integrado de presupuesto. El principio de unidad de
presupuesto se predica de la conformidad entre el presupuesto general de la
Nación y el de las entidades descentralizadas funcionalmente o entre aquél y
los presupuestos de las otras ramas del poder. Siguiendo este modelo, no se
concibe el presupuesto de todo el país como una unidad operativa, aunque en la
práctica, mediante los auxilios, transferencias y el situado fiscal se
pretendía articular un sistema común. El Constituyente Gustavo Zafra Roldán
criticó el sistema presupuestal que tenía su expresión en la Ley 38 de 1989.
Afirmó en la Comisión Quinta sobre materias económicas, el 20 de marzo de 1991:
"La visión del estado es absolutamente centralista, y es absolutamente
monetarista, concentra el poder económico en el Ministerio de Hacienda y en
Planeación Nacional y por supuesto en la Junta Monetaria. Y hay muchas
personas, usted tal vez lo ha visto aquí por el debate en la comisión quinta,
que creemos eso no democrático y nosotros si quisiéramos tener la certeza, que
el nuevo estatuto de presupuesto refleje un régimen económico diferente (...)
muchos que seriamente pensamos que ese estatuto puede realizarse -un nuevo
estatuto- porque es un estatuto antidemocrático que va contra las regiones, contra
la autonomía municipal y departamental. Tendríamos que pensar en incluir normas
más detalladas en la Constitución, que garanticen esa autonomía territorial,
regional y departamental."
El mismo
Constituyente Zafra Roldán, en su ponencia general sobre Departamentos, que
figura a página 12 de la Gaceta Constitucional Nº 42 dice refiriéndose a los
CORPES: "Los Consejos Regionales de Planificación forman parte de la
logística centralista de Planeación Nacional y Min-Hacienda que diseñara el
actual estatuto Orgánico de Presupuesto, el Confis, los bancos de proyectos, la
actual Findeter, todos tendientes a subordinar las autonomías locales,
departamentales y regionales al trío Junta Monetaria, Min-Hacienda y Planeación
Nacional (...)".
En este modelo, como
lo pone de presente el constituyente Zafra Roldán, la ley orgánica tiene una
importancia capital. Es alrededor de ella que se levanta todo el sistema
presupuestal.
Este predominio de
la ley orgánica sobre las normas presupuestales territoriales (orgánicas y
anuales) se expresa mediante la imposición de los principios que aquella
establece bien sea de manera directa o valiéndose del recurso de la aplicación
analógica. La razón de ser de esta forma de control es una decisión del
legislador de utilizar un mecanismo indirecto para asegurar la uniformidad
relativa de las normas presupuestales en todo el territorio nacional. Habría
podido optarse por mecanismos más directos, como el de disponer en la misma ley
orgánica sobre los presupuestos departamentales y municipales. Así, no se
presentaría la necesidad de normas orgánicas departamentales y municipales. Hay
que entender la extensión de principios presupuestales nacionales al nivel
territorial como una herramienta que limita la independencia o la autonomía
presupuestal, en aras de la unidad de objetivos y de procedimientos
presupuestales, y, en últimas, de la coherencia en el manejo del gasto público.
En la Asamblea Nacional Constituyente, el temor a que Alcaldes y Gobernadores dilapidaran
fondos y ordenaran la construcción de obras públicas cuyos costos superaran las
posibilidades de las respectivas entidades territoriales, y a que incurrieran
en excesos burocráticos y clientelistas, fueron motivos determinantes que
llevaron a la Comisión Quinta a consagrar la norma del artículo 353 de la C.P.
3. El principio
de la unidad y sus manifestaciones
El tratamiento de la
autonomía presupuestal, restringida o acentuada, exige preguntarse por lo
unitario que le sirve de contraste. Dentro de los diferentes grados de libertad
para administrar y dirigir sus propios destinos, la palabra autonomía evoca
varios matices. Un modelo acentuado puede ser el de España, donde han existido
desde hace mucho tiempo provincias, regiones o países, como se les quiera
llamar, dentro del Estado Español. No es el caso de Colombia, pues los Estados
del siglo pasado no pasaron de ser un experimento del liberalismo radical y
nunca correspondieron a verdaderos países con sus gobiernos, tradiciones e
incluso lengua propia, como es el caso del país vasco y de Cataluña. En lo que
hoy es Colombia existe una tradición de unidad de gobierno y de territorio, en
la Colonia, en los primeros años de independencia (1819 - 1853) y, desde 1886
en forma continua hasta nuestros días, unidad que constituye un hecho histórico
innegable. Ese es el antecedente necesario para entender la realidad social y
jurídica frente a la cual se quiere construir la autonomía de los entes
territoriales a partir del nuevo régimen territorial.
3.1 La unidad
como fundamento y concepción del Estado
El fortalecimiento
de la unidad al cual alude el preámbulo de la Constitución no es el de la vieja
concepción de unidad como sinónimo de centralismo.
La unidad nacional
de Colombia, si bien es una realidad jurídica y política, reconocida por el
derecho internacional, ha estado en peligro en los últimos diez años por las
tensiones extremas a que se ha visto sometido el país, víctima de las
violencias más disímiles pero concurrentes, y del absoluto marginamiento de
extensas capas de la población así como del aislamiento de la provincia.
Esa es la razón para
fortalecer la unidad desde la diversidad, mediante el reconocimiento de la
variedad biológica, política, jurídica, territorial, religiosa. Es la
concepción de la unidad como el todo que necesariamente se integra por las
partes y no la unidad como bloque monolítico.
El carácter unitario
de la Nación colombiana es la consecuencia lógica del propósito enunciado en el
preámbulo, que se trató en el aparte anterior. En uno de sus proyectos de acto
reformatorio de la Constitución, Alberto Zalamea afirmaba: "Somos con
evidencia una Nación y la Nación históricamente ha adoptado la forma
republicana de gobierno. Somos además una Nación unitaria que, a pesar de
dificultades sin cuento y a través de una larga historia de luces y sombras,
sigue siendo, sintiéndose y llamándose Colombia. Y el gentilicio colombiano ha
adquirido ya una categoría irrenunciable (...) No importan las diferencias de
matices ni variedades, el colombiano es una unidad y la Nación es resueltamente
unitaria, dentro de una diversidad regional estimulante pero no
disgregante." (ZALAMEA ACOSTA, Alberto. Proyecto de Acto Reformatorio
de la Constitución Política de Colombia Nº 35 (artículo 1º de la
Constitución). Gaceta Constitucional Nº 21, pág 7.).
Se coincide con el
ilustre constituyente en que las formas republicana y democrática de la Nación
han estado históricamente presentes, como lo ha estado la unidad de la misma,
salvo en el interregno del periodo federal, que progresivamente afianzaron las
constituciones de 1853, 1858 y 1863.
También se expresa
la unidad en la necesaria salvaguarda de la integridad territorial. Este fin
del Estado, reconocido en el artículo 2º de la Carta Política, es la aplicación
de lo afirmado en el Preámbulo y en el art. 1º sobre la forma unitaria que se
acordó mantener. Al respecto dijo el constituyente Jaime Arias López en
ponencia para primer debate en plenaria: "Por último es fin primordial del
Estado garantizar y fortalecer el concepto de unidad nacional, sobre un
territorio soberano, de acuerdo con sus decisiones internacionales, que sea
cimiento de un pueblo autodeterminado, en un orden justo y pacífico, en miras
a un fortalecimiento del Estado nacional." (ARIAS LOPEZ, Jaime. Fines
del Estado. Ponencia para Primer Debate en Plenaria. Gaceta Constitucional
Nº 93, Bogotá D.E. sábado 8 de junio de 1991).
Asimismo, la unidad
se hace presente en la investidura del Presidente. La declaración del art. 188
en el sentido de hacer del Presidente un símbolo de unidad de la Nación es el
reconocimiento de una realidad: es él quien dirige las relaciones
internacionales (189-2 C.P.), y defiende su soberanía e integridad territorial,
base física de la unidad de la Nación y de su independencia (art. 189-6 C.P.).
Para ello tiene el rango de jefe supremo de las fuerzas armadas (189-3) que
puede utilizar para enfrentar y rechazar peligros externos o para restablecer
el orden interno (189- 4 C.P. en concordancia con los art. 212 y 213 ibid). El
Presidente materializa la unidad nacional, no solamente en un plano simbólico,
sino mediante sus poderes militares, de policía, de representación
internacional, de mando sobre los gobernadores (arts. 303, 304 C.P.), de
suspensión o destitución de alcaldes (Inciso 2º art. 314 C.P.). Pero, sobre
todo, mediante sus poderes económicos, compartidos con otras instancias e
instituciones públicas.
3.2 El bloque
económico en la Constitución de 1991
La Reforma
Constitucional de 1968 culminó un proceso de traslación de facultades de
regulación de la economía al Presidente. La actual constitución ha reversado
esa tendencia. En concreto, lo que se hizo en la Asamblea Nacional
Constituyente fue traspasar funciones económicas radicadas en cabeza del
Presidente al Congreso y, notoriamente, a la Junta Directiva del Banco de la
República, autoridad del orden nacional. Lo que debe tenerse presente es el
carácter nacional de las autoridades encargadas de regular y reglamentar la
actividad económica.
El Congreso mantiene
su función de dictar los lineamientos de la intervención. En efecto, el art.
150-21, al reconocer la facultad del Congreso de expedir las leyes de
intervención económica, exige que esta competencia se ejerza de manera precisa,
para definir fines y alcances y, particularmente, dejando diáfanamente trazados
los límites de la libertad económica. Puede decirse que la facultad de
intervenir en la economía dentro del sistema constitucional colombiano, en lo
esencial, descansa primordialmente en el Congreso y por esto es una función que
se ejerce en atención a intereses nacionales y unitarios.
La actuación
macroeconómica del Estado, adelantese ésta bajo la forma de intervención legal
económica (art. 334 C.P.), o bajo la forma de la acción permanente del
Ejecutivo en materias económicas de regulación, reglamentación e inspección o
en la distribución y manejo de recursos, necesita de pautas generales, que
tomen en consideración las necesidades y posibilidades de las regiones,
departamentos y municipios así como de las exigencias sectoriales. Estas pautas
serán las consignadas en el Plan Nacional de Desarrollo que es la expresión
suprema de la función de planeación. Esta debe adelantarse de la base hacia
arriba, pues el plan se elaborará con la participación de las autoridades de
planeación de las entidades territoriales (art. 341 C.P.), y se someterá al
Consejo Nacional de Planeación (art. 340) donde tienen asiento las entidades
territoriales al lado de representantes de intereses económicos y de otros
compartimentos de la sociedad. Este Consejo, junto con los consejos
territoriales de planeación, conforman el sistema nacional de planeación. Se
trata de una función nacional que debe operar de manera democrática, sin
imposición de criterios centralistas sino por el contrario teniendo en cuenta
los intereses y necesidades de los entes territoriales.
Según el art. 339 de
la C.P, el plan se divide en dos partes, la parte general y el plan de
inversiones de las entidades públicas del orden nacional. La parte general
señalará los propósitos y objetivos nacionales en el largo plazo.
El mediano plazo
está representado por las metas, que precisan hasta dónde se propone llegar el
Gobierno, y las prioridades, esto es, la explicitación de aquellas áreas de
atención preferente (exportaciones, vivienda, sector agrario, industria
sustitutiva, etc).
Finalmente, la parte
general contendrá las estrategias y orientaciones generales de la
política económica, social y ambiental. Estrategia es el arte de dirigir, en
este caso de encauzar la economía hacia esas prioridades y metas del mediano
plazo, teniendo como horizonte los objetivos del largo plazo, que el
planificador considera propósitos nacionales. Tratándose de la dirección de la
economía, de sus orientaciones generales, de aquello que es global y que hace
relación al todo y no a los segmentos como pueden ser las unidades
territoriales o los componentes funcionales, el plan de desarrollo a que hace
referencia el art. 339 de la Constitución es un documento y un acto que en lo
económico es paradigma de todo lo que hay de unitario y de macroeconómico en el
sistema social colombiano. Es un mecanismo aglutinador, o, más exactamente,
agregador.
La Constitución de
1991 quiso hacer explícita la importancia de los planes de desarrollo al
establecer la prelación que tendrán las leyes de planes sobre las demás leyes
(C.P. art 341). Estas leyes superiores tendrán además una cualidad muy
especial: "constituirán mecanismos idóneos para su ejecución y suplirán
los existentes sin necesidad de la expedición de leyes posteriores". Lo
anterior se explica en razón de la naturaleza de los planes que no se presentan
generalmente como mandatos sino más bien como descripciones y recomendaciones.
De ahí la necesidad de darle a la ley del plan una posibilidad de ser ejecutada
inmediatamente, aunque su articulado no esté compuesto de normas en el sentido
estricto de la palabra.
Diferente de la ley
del plan es la ley orgánica del plan general de desarrollo, a que hacen
referencia los arts. 151 y 342 de la Carta Política, incluyéndola entre las de
su género, y aclarando que su propósito es la reglamentación del procedimiento
de planeación y la sujeción de los presupuestos a los planes, la determinación
de las funciones de los Consejos Nacional y Territoriales de planeación que
integran el sistema nacional de planeación y la participación ciudadana en la
elaboración de los planes. Con ella se ha querido establecer el procedimiento
de discusión, elaboración, aprobación y ejecución de los planes de desarrollo,
incluídos los territoriales. La ley orgánica controla y unifica el
procedimiento de planeación. Aquí existe una semejanza con el proceso
presupuestal. Pero es parcial, pues el proceso de planificación en todos los
estratos territoriales conforma un sistema institucionalizado a través de los
consejos de planeación, encabezados por el Consejo Nacional de Planeación.
El Congreso quedó
investido de amplias facultades para regular la economía en la Constitución de
1991. Fue la intención de la Asamblea Nacional Constituyente darle al órgano
legislativo el liderazgo en materia de definiciones de política económica. Esto
se expresa entre otras funciones, en la facultad de regular la moneda (art.
150-3 C.P) y la de fijar los parámetros de la política monetaria, que a pesar
de estar en manos de la Junta Directiva del Banco de la República (art. 372),
debe sujetarse a lo que disponga la ley. También regula las actividades
relacionadas con el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos del
público (C.P. art. 150-19), categoría que abarca las actividades financiera,
bursátil y aseguradora. Igualmente regulará el Congreso las materias de
comercio exterior, aduanas y crédito público así como los cambios
internacionales. Si a las competencias legislativas mencionadas se añaden las
funciones de disponer lo relativo al presupuesto en el nivel nacional (ley
orgánica y ley anual de presupuesto), la planeación (ley orgánica de planeación
y ley del plan) y la intervención económica, se comprende que el órgano
Legislativo detenta buena parte de las funciones económicas, por lo menos en el
nivel más general de su formulación.
A pesar de la
parcial disminución de sus atribuciones directas en materia económica dentro de
la Constitución, el Presidente sigue siendo un factor importante, fundamental
podría decirse, del manejo económico. Y al igual que el Congreso, representa la
presencia de lo nacional, de lo unitario y de lo macroeconómico en esa
"Constitución Económica" que en 1991 se ha expandido hasta tener un
capítulo propio. El Presidente conserva la capacidad de regular legislativamente
la economía mediante el uso de las facultades extraordinarias que le otorgue
por no más de seis (6) meses el Congreso, sin que pueda por esta vía decretar
impuestos (art. 150-10 C.P.). Puede también hacer uso de sus poderes de
emergencia económica, que le permiten si se hace necesario adoptar
temporalmente normas tributarias (art. 215 C.P.). En ausencia de la acción
legislativa para la expedición de la ley del plan (art. 341 C.P) y de la ley
de Presupuesto (arts. 348, 349), podrá el Presidente ponerlas en vigor mediante
decretos que tienen fuerza de leyes. Asimismo puede el Presidente hacer uso de
su facultad reguladora reglamentaria de que dispone para desarrollar el
contenido general de las leyes-marco que expida el Congreso en ciertas materias
económicas (art. 189-25). Finalmente, en el campo económico detenta importantes
facultades de inspección, las que se ejercen mediante las Superintendencias.
(nums. 21.22.23.24.26 del art. 189 C.P.).
La tercera autoridad
reguladora de aspectos generales en materias económicas que atañen a toda la
Nación y que contribuyen a configurar la "política económica
unitaria" es la Junta Directiva del Banco de la República. Este cuerpo es
la autoridad que toma decisiones y fija políticas y derroteros para toda la
economía en materias cambiaria, crediticia y monetaria.
Las funciones de la
Junta Directiva del Banco Emisor no son supralegales; se ejercen de conformidad
con la ley que organice el Banco y su Junta, la que expedirá el Congreso en
ejercicio de la facultad contenida en el inciso segundo del artículo 372 de la
Constitución. La Junta es independiente del Ejecutivo. El art. 372 es muy
preciso al decir que sus miembros "representarán exclusivamente el interés
de la Nación". Esta frase no solo expresa ese carácter independiente sino
el hecho de representar a la unidad, a la Nación entera, en el manejo de asuntos
comunes a todos.
Las políticas
monetaria, cambiaria y crediticia tienen relación con mecanismos centrales de
la economía que constituyen palancas fundamentales de la actividad económica de
toda la Nación. Su manejo es una muestra de la necesaria unidad de la política
económica, unidad que en este caso se obtiene mediante la asignación de la
responsabilidad a una entidad específica: la Junta Directiva del Banco de la
República.
Las funciones del
Banco de la República relacionadas en el sistema financiero son igualmente
centralizantes y refuerzan el concepto de la existencia de un manejo unitario
de la economía colombiana: el Banco Central es prestamista de última instancia,
es decir, la entidad encargada de facilitar créditos extraordinarios a los
bancos y otras instituciones financieras que se encuentren en dificultades.
Igualmente centralizadora es su función de administrar las reservas
internacionales, en beneficio de la comunidad, que puede hacer uso de tales reservas
bajo las modalidades que fije el Banco.
Una última función,
adscrita a la Junta Directiva del Emisor, es la de emitir la moneda de curso
legal. Aquí el carácter unitario es patente, pues esta es una función que
exclusivamente ejerce el Banco de la República y el signo monetario único es
uno de los más poderosos instrumentos de unificación nacional.
Para terminar este
bosquejo de lo unitario en la Constitución económica se deben mencionar dos
autoridades y sus atribuciones para unificar, mediante reglas generales, una
determinada área de la conducta económica. Se trata del Contralor General de la
República y del Contador General. El primero, tiene, entre sus atribuciones, la
de "Prescribir los métodos y la forma de rendir cuentas los responsables del
manejo de fondos o bienes de la nación e indicar los criterios de evaluación
financiera, operativa y de resultados que deberán seguirse. "(art. 268-1
CP). Además deberá "Dictar normas generales para armonizar los sistemas de
control fiscal de todas las entidades públicas del orden nacional y
territorial. "(art. 268-12 CP). Nótese que la segunda de estas funciones
de homologación de las normas, se aplicará tanto frente a las autoridades del
sector central como de aquellas que conforman la administración de los entes
territoriales. En este mismo sentido es pertinente anotar que lo relativo a la
ejecución presupuestal y específicamente a su revisión y finiquito corresponde
al Contralor por expresa atribución constitucional (arts 268-2 y 354 CP), que,
además, deberá establecer los métodos de rendición de cuentas en el sector
público, otra facultad homologante y unificadora, mediante el recurso de la
expedición de reglas generales (art. 268-1 CP).
De otro lado, el
Contador General, dará un manejo integrado a la contabilidad pública,
consolidando la contabilidad general de la Nación con las contabilidades de las
entidades descentralizadas territorialmente y de las descentralizadas por
servicios. El ejercicio de esta competencia apunta a lograr la unificación del
lenguaje contable público (art.354 inciso segundo CP). Como en el caso del
Contralor General en lo que hace a la armonización de los sistemas de control
fiscal, el Contador General extenderá su labor unificadora y uniformadora a
toda la contabilidad. (art. 354 inciso segundo). Además, al consolidar la
contabilidad general de la nación con aquellas de las entidades
descentralizadas, sea territorialmente o por servicios, está asegurándose la
coherencia de todo el sistema contable de las entidades públicas.
3.3 Lo unitario
en materia presupuestal.
Queda visto cómo la
unidad del manejo económico por el Estado colombiano se alcanza por varios
caminos. El primero viene dado por la expedición de leyes, decretos leyes,
decretos legislativos, decretos reglamentarios y las resoluciones que dicte la
Junta Directiva del Banco de la República. Esta normal modalidad de conducción
de lo económico es unitaria por las materias y por las entidades que dan origen
a las normas. Otra expresión de la unidad, tal vez la más firme, está llamada a
surtirse por medio de la planeación. En virtud de este procedimiento se
construye de abajo hacia arriba, un diagnóstico de las necesidades nacionales
y, luego, de manera deductiva, se prescriben medidas, metas y procedimientos
para el corto, mediano y largo plazo. En la planeación se verifica una
unificación no solo por vía del procedimiento sino en lo sustantivo. Queda la
tercera forma de unificación, consistente en la estandarización de principios,
que entre otros, debe realizar el Contador General. En punto de presupuesto, el
carácter unificador se dará principalmente bajo la última modalidad.
La diferenciación
tajante entre los presupuestos nacionales y los departamentales y entre ambos y
los municipales es, en gran medida, ilusoria. En efecto, la existencia de un
sistema nacional de recaudo de ciertos impuestos, como el de renta, el de IVA
y, anteriormente, el de patrimonio, que son percibidos en todo el territorio
por la Administración de Impuestos Nacionales, para quedar a disposición del
Ministerio de Hacienda y de la Dirección General de Presupuesto y luego
descender y esparcirse por todo el territorio mediante el sistema del situado
fiscal (arts. 356, 357,358 C.P./91), lleva a la concepción de un sistema de
acopio, centralización y redistribución de ingresos que se inicia en los
Municipios y Departamentos, pasa por la Nación y vuelve a las entidades
territoriales. Al margen quedan los ingresos de estas últimas, que conformarán
la parte independiente dentro de sus presupuestos. Pero el hecho que salta a la
vista es el de la integración de los recaudos que engrosan el presupuesto
nacional con recursos provenientes de las entidades territoriales, o mejor, de
sus respectivos habitantes. Un constituyente llegó a calificar el situado fiscal
como una devolución antes que una transferencia. De otra parte, es evidente que
los presupuestos territoriales en un porcentaje significativo se alimentan
fondos que provienen del erario nacional, que pueden o no haber sido generados
en el respectivo Departamento o Municipio.
Es inevitable la
imagen de una misma masa monetaria que cambia de administrador dependiendo del
momento en que se mire el proceso. Si a ese flujo vertical se añade la
percepción de una continuidad de la planeación Municipal, Seccional, Regional y
Nacional, referible a los respectivos procesos presupuestales, se concluye que
estas instancias generan una red de planes no homogéneos aunque sí articulados
e integrados y, a partir de este plano, el entero territorio nacional queda cubierto
por un mismo proceso o malla de planeación que necesariamente se extiende, en
cada nivel territorial, bajo la forma de un proceso presupuestal
individualizado, que responde a estrategias y metas armónicas y que versa sobre
unos fondos que circulan dentro del sistema en varias direcciones.
La doctrina
contemporánea sobre hacienda pública equipara el mecanismo del presupuesto al
del mercado, en el sentido de servir ambos para distribuír recursos escasos. El
presupuesto lo hace en el ámbito más reducido de los recursos públicos, en
tanto que el mercado obra como la herramienta genérica de asignación y
distribución en la economía. Otro matiz que los diferencia es el hecho de ser
el presupuesto una distribución consciente de los recursos estatales a diferencia
del mercado que actúa de manera automática. Sin embargo, lo que se quiere
resaltar es el carácter de mecanismo distributivo dentro de la economía del
Estado que tiene el presupuesto.
En consideración a
ese papel fundamental del presupuesto, al menos en el nivel nacional, se
postula su coordinación, su vínculo con las políticas económicas generales.
Dice al respecto Juan Camilo Restrepo en su reciente obra Hacienda Pública
(ed. Externado de Colombia, Santafé de Bogotá, 1992):
"... la
tendencia de la hacienda pública moderna es la de enmarcar el proceso
presupuestal dentro del contexto de las grandes variables macroeconómicas:
política monetaria, crediticia, de comercio exterior, etc. El aporte del
pensamiento Keynesiano sirvió para ilustrar las interrelaciones que tienen la
política fiscal (cuya expresión cuantitativa es el presupuesto) con el
funcionamiento del conjunto de la economía. Es por eso sintomático que el nuevo
Estatuto Orgánico del Presupuesto la Ley 38 de 1989 no se ocupa de regular solamente
lo concerniente con el presupuesto anual de la nación, sino que regula un
conjunto más amplio que denomina 'Sistema Presupuestal' (artículo 3º)..."
( RESTREPO, Hacienda Pública, op. cit. págs 188, 189).
"Ese sistema
obliga a la elaboración, al mismo tiempo que el presupuesto anual, de dos
documentos que servirán de base del mismo: a) un plan financiero que tendrá un
horizonte temporal de dos (2) años o más, y que deberá ser elaborado por el
Ministerio de Hacienda y el Departamento Nacional de Planeación, previo
concepto del Consejo Superior de Política Fiscal, CONFIS (art. 28 L. 38/39) y
b) un plan operativo anual de inversión que elaborará el Departamento Nacional
de Planeación con fundamento en los Consejos Regionales de Planeación
(Consejos Territoriales de Planeación) y que al igual que el plan financiero,
será aprobado por el CONPES. En otras palabras, el Sistema Presupuestal de la
Ley 38 de 1989 vincula decisiones presupuestales del nivel nacional a la
aprobación de los organismos supremos de planeación y de política fiscal. Así,
en palabras de Juan Camilo Restrepo, "... se trata de armonizar el proceso
presupuestal con el marco más amplio de los programas macroeconómicos del
gobierno, y asegurar así la compatibilidad de la política fiscal con la política
monetaria, cambiaria y crediticia." (RESTREPO, Hacienda Pública,
op. cit. pág. 212).
La Ley Orgánica de
Presupuesto, tiene características constitucionales que hacen de ella una norma
superior a otras leyes. En primer término, la misma Constitución le confiere
ese alcance por estar destinada a condicionar el ejercicio de la actividad
legislativa (art. 151 C.P./91). De este carácter preeminente se desprenden
varias consecuencias importantes: a) la Ley Orgánica, condiciona la expedición
de leyes sobre la materia que ella trata, de modo tal que sus prescripciones
han sido elevadas a un rango cuasi-constitucional, pues una vulneración o
desconocimiento de lo que ella contemple en materia de procedimiento y
principios por parte de las leyes presupuestales ordinarias, acarrea su
inconstitucionalidad; b) requieren de un quórum especial para su adopción según
el art. 151; c) sirven para proteger la integridad de procesos que se han
considerado de importancia capital como son los de planeación (art. 151, 342
C.P.), presupuesto (arts. 151, 349 inciso primero, 352 C.P.), ordenamiento
territorial y su distribución de competencias (arts. 151, 288 C.P.),
funcionamiento del Congreso y de cada una de las dos Cámaras (arts. 151 C.P.).
En el caso de la Ley
Orgánica de Presupuesto, como lo pone de presente el experto, Doctor Hugo
Palacios Mejía, la ley orgánica no solo regula los aspectos formales del
presupuesto, "... sino aspectos sustantivos, de la mayor importancia
económica y administrativa, como son los relativos a la programación y
ejecución presupuestal, y a la armonización entre los presupuestos y el plan
nacional de desarrollo (Art. 352)". (Concepto del doctor Hugo Palacios
Mejía folio 43 del cuaderno principal).
Estas
características de la Ley Orgánica de Presupuesto hacen de ella un elemento
unificador poderoso, pues todas las leyes anuales de presupuesto tendrán
forzosamente un parámetro común en lo sustantivo y en lo formal. Igualmente,
por disposición expresa del art. 352 de la nueva Constitución, ese poder
homologador de la Ley Orgánica se extiende a los demás presupuestos, sean los
que elaboren los entes descentralizados por servicios como los que adopten las
entidades autónomas territoriales. Es una pauta general, de cobertura nacional,
de enorme poder centralizador y racionalizador.
De otra parte,
algunos de los principios fundamentales contenidos en la Ley Orgánica del
Presupuesto apuntan igualmente a hacer del presupuesto una herramienta que se
autocontiene, que tiene límites, que puede ser usada repetidamente sin
deformarse y que puede aplicarse de igual manera en varios niveles
administrativos y territoriales. Entre ellos se pueden mencionar: a) el
principio de la unidad presupuestal: los ingresos y los gastos del Estado
deben estar agrupados en un mismo documento; b) el principio de la
universalidad: todas las rentas y todos los gastos deben figurar en el
presupuesto (consagrado sólo parcialmente en el art. 11 de la L. 38/89); c) el
principio de la unidad de caja: todos los ingresos públicos ingresan, sin
previa destinación, a un fondo común donde se asignan a financiar el gasto del
estado (Art. 359 C.P.); d) el principio de la planificación: el
presupuesto debe ser armónico con los planes de desarrollo (art. 9º L. 38/89,
arts. 342, 352 C.P.). Todos estos principios están encaminados a darle
coherencia interna al proceso de presupuestación y congruencia con el otro gran
proceso económico de distribución de recursos y cargas que es el de planeación.
Por eso se afirma aquí que la mera imposición de estos principios logra
producir un efecto unificador de todo el manejo presupuestal.
Adicionalmente, la
Constitución de 1991 incorpora un mecanismo de remisión a los principios
presupuestales que ella consagra como salvaguarda de la homogeneidad del
sistema financiero público. Queda establecido que existe un sistema unificado
de recolección de recursos, centralización de los mismos y reparto entre las
entidades territoriales. Los propósitos finales del sistema descrito son: a) obtener
los recursos necesarios para la prestación de los servicios a cargo de la
Nación así como la realización básica de las tareas que a ella sola se
encomiendan (seguridad territorial, relaciones exteriores, manejo unificado de
la economía, etc) y b) proveer a las entidades territoriales los fondos que les
permitan prestar los servicios básicos a las comunidades (agua, alcantarillado,
teléfonos, electricidad, salud, educación) y, además, hacer efectiva su
autonomía.
Para asegurar el
cumplimiento de la última finalidad mencionada, se debe evitar que las
entidades territoriales dilapiden o manejen equivocadamente los recursos
recibidos por la vía del situado fiscal y de la participación en los ingresos
corrientes de la nación y en el fondo nacional de regalías.
La unidad
presupuestal tiene en el art. 353 de la Carta Política una consagración que no
puede desconocer el intérprete y a la cual se suma la que recibe en el art.
352. En este caso se recurre a una técnica similar a la tradicionalmente
empleada por las normas nacionales orgánicas del presupuesto para someter a los
presupuestos locales y seccionales a sus principios: la remisión a las bases
teóricas y operativas de la materia presupuestal nacional. Sobre este
particular comenta el doctor Juan Camilo Restrepo Salazar "Artículo 353:
Mediante esta norma se ha constitucionalizado el principio que acostumbraban
recoger las normas orgánicas, en el sentido de que las normas generales
aplicables al presupuesto general de la nación se aplicarán analógicamente a la
elaboración de los presupuestos de las entidades territoriales."
(RESTREPO, Hacienda Pública, op. cit. pág. 269).
Sin embargo, el
mecanismo de sujeción de lo territorial a lo nacional en lo que respecta a
principios es más fuerte y eficaz que el contenido en el artículo 94 de la L.
38 de 1989 y las normas que la precedieron, pues el parámetro lo consagra la
Constitución misma.
4. Autonomía y
descentralización en la Constitución de 1991
El concepto de
autonomía es nuevo en el sistema constitucional colombiano y sin duda se trata
de uno de los grandes avances incorporados por la nueva Carta Política. Pero
antes de registrar su presencia en el articulado de la Constitución, es
importante apreciar las razones sociales, económicas, demográficas, culturales
y políticas que sirvieron de sustento a esta idea a lo largo de la Asamblea
Nacional Constituyente hasta plasmarla firmemente en nuestro ordenamiento
constitucional.
El motivo profundo
que llevó a la autonomía fue la percepción ampliamente compartida, de un exceso
de concentración en casi todos los aspectos de la vida nacional. Concentración
del poder económico en la Nación, en el centro del país, en ciertas capas de
la población, en ciertos conglomerados. Hacinamiento de la población en cuatro
ciudades, con la consecuente demanda de servicios y el descuido correlativo de
la provincia. Centralización de las decisiones políticas en la capital, en el
Presidente, en los organismos descentralizados por servicios que constituyen
las ramificaciones del Gobierno Nacional en todas las regiones. No es de
extrañar que, para algunos Constituyentes, Colombia estaba por integrar a pesar
del centralismo prevaleciente desde hace más de un siglo.
No obstante ser la
descentralización territorial parte de la fórmula "centralización política
con descentralización administrativa" que caracterizó los últimos decenios
de vigencia de la Constitución de 1886, es preciso reconocer que no es exacto
yuxtaponer autonomía a descentralización. La primera es un fin, un estado de cosas
que se busca y se obtiene en grados crecientes. Es, como lo dice el reciente
Informe Final de la Misión para la Descentralización titulado Colombia:
Descentralización y Federalismo Fiscal, "un grado cada vez mayor de
libertad" (pág 71 del informe). La descentralización por el contrario es
un mecanismo o una modalidad de administrar lo que no está a la mano o no debe
estarlo, sean territorios o funciones. Por eso se puede afirmar que con la
Constitución de 1991 el proceso de descentralización dió un salto cualitativo
importante, acercando a las entidades territoriales a un grado hasta hoy
desconocido de autonomía.
El Artículo 1 de la
nueva Constitución menciona a la autonomía de las entidades territoriales como
una característica de la república unitaria descentralizada que es Colombia.
Esta definición reconoce que la Asamblea Nacional Constituyente decidió no
adoptar un régimen federal; destaca igualmente la validez de un proceso de
descentralización que está en marcha desde hace varios años y que se espera
intensificar y, finalmente, introduce el término autonomía al lado de los
vocablos "unitaria" y "descentralizada". La Corte sostiene
que el proceso de traslado de competencias y de los recursos necesarios para
ejercerlas que efectúa el nivel central, debe proseguir para obtener así la
autonomía. El grado de autonomía es un estado de cosas en permanente
expansión.
El ejercicio de la
autonomía redundará en mayor libertad. Un primer requisito de la autonomía
local es la existencia de una administración elegida democráticamente. La
elección popular de alcaldes, la escogencia de gobernadores a partir de la
Constitución de 1991 (Inciso 1 art. 303) y el mantenimiento de las
Corporaciones de elección popular para los Departamentos (art. 229 C.P.) y para
los Municipios (art. 312) garantizan que esas autoridades seccionales y locales
serán elegidas y constituídas democráticamente. Ellas son las autoridades
propias de que habla el numeral 1º del art. 287 y su existencia es el primer
fundamento de la autonomía territorial.
La fuerza de la
argumentación en favor de la autonomía regional, seccional y local radica en el
nexo con el principio democrático y en el hecho incontrovertible de ser las
autoridades locales las que mejor conocen las necesidades a satisfacer, las que
están en contacto más íntimo con la comunidad y, sobre todo, las que tienen en
últimas el interés, así sea político, de solucionar los problemas locales. Es
el auto-interés operando, con tanta eficiencia como puede esperarse que lo haga
el de cualquier actor económico en la economía de mercado. Cada Departamento o
Municipio será el agente más idóneo para solucionar las necesidades y problemas
de su respectivo nivel. Por esto el art. 287 habla de la "gestión de sus
intereses". Y esa es la razón por la cual se considera al municipio la
piedra angular del edificio territorial del Estado. (artículo 311. C.P.).
La autonomía y la
descentralización entrecruzan sus mecanismos de acción en múltiples aspectos.
Sin embargo, responden a ópticas diferentes: Mientras la descentralización
busca una mayor libertad de las instancias periféricas - territoriales y
funcionales - en la toma de sus decisiones y, como consecuencia de ello, una
mayor eficiencia en el manejo de la cosa pública, la autonomía encauza sus propósitos
hacia la mayor libertad de los asociados en aras de un mayor bienestar y
control de sus propios intereses.
En este sentido,
descentralización y autonomía, si bien tienen puntos de mira diferentes,
resultan ser interdependientes y portadores de facetas y momentos de un mismo
proceso en la ampliación de la libertad en su acepción territorial.
4.1 Competencias
Autónomas
El ejercicio de los
poderes autónomos requiere de competencias que se radiquen en los diversos
entes territoriales. Este debe ser el primer ángulo desde el cual se aborde la
construcción de un concepto de autonomía.
La Carta Europea de
Autonomía Local contempla una serie de reglas atinentes a las competencias, a
las modalidades de su ejercicio, a su alcance y a los medios para ejercerlas,
que la Corte considera pertinente recordar, no como fuente sino como parámetro
de comparación proveniente de países que han profundizado mayormente el proceso
autonómico.
El numeral 4 del
Art. 4º de la Carta Europea de Autonomía Local establece el principio general
de la plenitud de las competencias locales, para evitar que sean invadidas,
limitadas o puestas en tela de juicio por autoridades de niveles superiores. El
que sean plenas y completas, es decir, definidas, es una salvaguarda contra el
poder central. En Colombia este criterio se esboza en el artículo 288 cuando
enuncia los tres principios rectores del ordenamiento territorial: la
coordinación, la concurrencia y la subsidiariedad. El último de ellos,
significa, entre otras cosas, que el municipio hará lo que puede hacer por sí
mismo, y que únicamente en caso de no poder ejercer determinada función
independientemente, deberá apelar a niveles superiores, sea el departamento
como coordinador, o el nivel central, como última instancia, para que
colaboren en el ejercicio de esa competencia.
Los poderes
autonómicos, dice la Carta en el numeral 3 del Art. 4º, deben corresponder
"a las autoridades más cercanas a los ciudadanos", en homenaje al
principio democrático. Esta cercanía sugiere, o, mejor, postula al municipio
como la entidad territorial básica y fundamental, y así ha sido reconocido el
art. 311 de la nueva Constitución. Cambio decisivo frente al antiguo régimen
que veía a ese ente territorial como el último engranaje del Estado.
Una tercera regla de
la Carta Europea es la cláusula general de competencia en favor las autoridades
locales, que les permite asumir la iniciativa en toda materia o asunto local
que no les esté vedada o que no se haya atribuído expresamente a otra
autoridad. De conformidad con el artículo 287 de la C.P: "Las entidades
territoriales gozan de autonomía para la gestión de sus intereses (...)."
La ausencia de limitación constitucional o legal, suscita la plenitud de la
competencia de las autoridades locales, si se trata de definir o regular un
interés propio.
Las anteriores
características expansivas del ejercicio autonómico, tienen dos limitaciones.
La primera es la relativa a los aspectos sustantivos de la competencia concreta
que se quiera ejercer. Dice el numeral 3º del Art. 4º de la precitada Carta
Europea de Autonomía Local, que "la atribución de competencia a otra
autoridad debe tener en cuenta la amplitud o la naturaleza de la tarea o las
necesidades de eficacia o economía". Esta limitación es particularmente
importante pues su validez depende de factores objetivos, inocultables, como
puede ser el hecho de que ciertas obras civiles resultan demasiado costosas
para una localidad (vgr sistemas de transporte masivo); o por tratarse de obras
que requieren de conocimientos que superan las capacidades del municipio (vgr
construcción y mantenimiento de centrales de energía). Finalmente, se encuentra
la palabra "economía" en el texto, refiriéndose a ahorro, es decir a
la eficiencia. La mayoría de las funciones nacionales tienen una o todas las
características enunciadas: la defensa nacional, la red interconectada
eléctrica nacional, el manejo de la macroeconomía, la construcción de
aeropuertos y su operación, el control sobre entidades financieras y manejos de
la misma especie.
La segunda
limitación es de índole jurídica. Las competencias se ejercerán, según el
numeral 1 del Art. 4º de la Carta Europea de Autonomía Local, "de
conformidad con la ley". El sentido de esta limitación es el de reconocer
explícitamente que se está en un régimen de autonomía y no en uno de autarquía.
Si la anterior concepción de Autonomía se predica de la existente en un Estado
federal como el de Alemania o de un proceso de autonomía más avanzado que el
nuestro como el de España, con mayor razón resulta aplicable a un sistema
unitario como el colombiano. De ahí que el artículo 287 de la C.P permita la
acción autónoma de las entidades territoriales "dentro de los límites de
la Constitución y la ley".
4.2 Autonomía y
dependencia financiera
En la Asamblea
Nacional Constituyente hubo consenso sobre la relación directa entre los
recursos que se le trasladarían a las entidades territoriales y la posibilidad
de la autonomía. Se entendió que para la gran mayoría de los municipios del
país, la financiación por vía de las transferencias era la solución. Esto,
porque enarbolar la soberanía fiscal era una burla a los municipios y
departamentos, que habían quedado con los impuestos menos dinámicos y con mayor
cúmulo de responsabilidades. Además, la soberanía fiscal equivaldría a
anarquizar la política fiscal del país. Se imponía aumentar el flujo de fondos
a los Municipios y Departamentos, elevando a rango constitucional la
titularidad de los recursos tributarios Municipales y Departamentales
existentes antes de la reforma. La Asamblea Nacional Constituyente comprendió
que la única solución práctica residía en un reforzamiento de los canales
tradicionalmente utilizados, al lado de la introducción de nuevos mecanismos de
financiación. Los entes territoriales, en esta materia, seguirán vinculados y
en cierto grado dependientes del apoyo financiero Nacional.
Los Arts. 356 y 357
perfeccionaron el mecanismo de las transferencias económicas a los entes
descentralizados regulados en los incisos segundo y tercero del art. 182 de la
Constitución derogada. El 356 trata del situado fiscal, es decir, las
transferencias que la Nación hace a los Departamentos para que estos directamente
o a través de sus municipios, provean los servicios de educación y salud. Las
transferencias se originan en los ingresos corrientes de la Nación, esto es,
los ingresos tributarios y los no tributarios (art. 358 C.P.). Dentro de los
tributarios, sobresalen los impuestos de renta y complementarios y el impuesto
a las ventas, que de esta manera se redistribuirán. Es de anotar que el art.
356 tiene como aspecto innovador y beneficioso, la introducción de los
criterios de esfuerzo fiscal local y de eficiencia administrativa, para la
transferencia de fondos (inciso sexto del art. 356).
El art. 357 trata de
la participación de los municipios en los ingresos corrientes de la nación, en
un porcentaje que se incrementará hasta alcanzar el 22% como mínimo. También se
utilizarán los criterios de eficiencia fiscal y administrativa al lado de otros
como el nivel de pobreza, la población y las necesidades básicas insatisfechas.
Ambos mecanismos
constituyen la herramienta fundamental para impulsar la descentralización y
alcanzar la autonomía, si se tiene en cuenta que en 1990 las transferencias por
situado fiscal y por IVA eran iguales al 98% de lo recaudado por las entidades
territoriales (Misión para la Descentralización y las Finanzas de las Entidades
Territoriales, Informe Final, op. cit. pág. 270). Esto significa que las
entidades territoriales antes de la existencia de las normas analizadas,
ya dependían de las transferencias para obtener la mitad de sus recursos
disponibles.
Otra fuente de
ingresos la proporcionan las regalías que produce la explotación de recursos
naturales no renovables. El art. 360 reconoce el derecho que tienen los
Departamentos y Municipios donde tiene lugar tal explotación, a una
participación en esas regalías. Igualmente tienen derecho las demás entidades
territoriales a participar en esos ingresos, por la vía de su participación en
el fondo nacional de regalías, que reglamentará el Congreso (art.361). Se trata
de una medida de equidad que nivela y mejora la situación de entidades territoriales
pobres en recursos naturales.
Una tercera vía para
la obtención de recursos que permitirá el afianzamiento de las políticas de
descentralización y la obtención de grados de verdadera autonomía es la nueva facultad
que tienen las entidades territoriales de financiarse mediante la emisión de
títulos y bonos de deuda pública (art. 295 C.P.). En la misma norma se prevé
otro mecanismo financiero consistente en la obtención por parte de los
municipios y departamentos de crédito externo.
4.3 Autonomía en
la "Constitución Económica": planeación y presupuestación.
Frente al principio
de la unidad en lo económico también pueden encontrarse elementos autonómicos,
instituciones concebidas para dar autonomía económica a las entidades
territoriales. Ya se vieron los mecanismos especiales, distintos de las rentas
tributarias y no tributarias, que los departamentos y municipios tienen a su
alcance, y se encontró que el principal instrumento a la mano de las
autoridades locales es el situado fiscal, cuyas transferencias están reguladas
por los arts. 356 y 357 de la Constitución.
En este punto cabría
recordar lo dicho sobre la nueva facultad concedida a los departamentos y
municipios de recurrir a la emisión de bonos y títulos de deuda pública y a
obtener créditos en el mercado financiero internacional. En este caso, como en
el de planeación y en el de presupuestación, el grado de autonomía concedido
estará sujeto a la ley, tal como lo prescribe el art. 287 de la Constitución,
con un alcance semejante al establecido por la Carta Europea de Autonomía
Local. Se busca evitar un crecimiento desordenado de la deuda municipal y
departamental sin medios diferentes de los que provengan del erario nacional.
Bajo el imperio de
la anterior Constitución, la Corte Suprema y la doctrina sostenían que los
Departamentos y Municipios carecían de capacidad impositiva propia. La Corte,
en sentencia del 2 de junio de 1971, con ponencia de Guillermo González Charry
afirmó que "no puede, pues, hablarse de autonomía, ni aún relativa, en
materia impositiva, pues las entidades seccionales quedan sometidas a los
términos de la Ley en todos los aspectos de la tributación que se
autorice". (C.S.J. junio 2 de 1971, Foro Colombiano T. IV Nº 24, 1971 p.
611). Según la Constitución Política, los departamentos y municipios podrán
fijar los principales aspectos de sus tributos, respetando desde luego el marco
genérico de la ley, pues si bien el numeral 3º del art. 287 les permite
establecer los tributos necesarios para cumplir sus cometidos, todo lo deben
hacer de acuerdo con la Constitución y, en segundo término, de conformidad con
la ley. Esta sujeción a la ley se reitera en los artículos 330-6 y 313-4 de la
C.P, con lo cual queda claro que se trata de autonomía fiscal y no de soberanía
fiscal.
4.3.1 Planeación.
El artículo 298 de
la Constitución de 1991, expresamente otorga autonomía a los departamentos para
la planificación y promoción del desarrollo económico y social de sus economías
y territorios, "en los términos establecidos en la Constitución." Con
todo, la sujeción a la ley persiste ya que las asambleas deben expedir los
planes de desarrollo económico y social de acuerdo con lo que disponga la ley
(arts. 300-2, 330-33, 305-4 C.P.). Otro tanto ocurre con los municipios, donde
se presenta una dinámica semejante: iniciativa del alcalde (315-5), competencia
del concejo (313-2) y sujeción a la ley (311). Lo que interesa a este respecto
es reconocer un grado de autonomía para planificar, que se expresa en el hecho
de ser todo el procedimiento de competencia local y seccional, con parámetros
fijados por la ley. Obsérvese como la planificación en estos niveles está
efectivamente en manos de las autoridades locales, y la injerencia ex-ante del
nivel central se limita a la fijación de las pautas generales.
La vinculación con
el Plan Nacional de Desarrollo es obligatoria, por mandato del inciso segundo
del artículo 339, que establece la necesaria concertación de los planes de las
entidades territoriales, los que están compuestos por una parte estratégica y
un plan de inversiones, a semejanza del plan que se elabora en lo nacional.
En páginas
anteriores se describió el sistema de planeación de la nueva Carta, haciendo
énfasis en su carácter unificador. También se dijo que el diseño del nuevo
sistema de planeación se estructura de "abajo hacia arriba". Las
autoridades nacionales de planeación deben oír y tomar en consideración las
necesidades y puntos de vista locales.
La evaluación de
gestión y resultados de los planes y programas de los Departamentos y
Municipios, la harán las autoridades Departamentales de planeación. Nótese que
la injerencia de los organismos nacionales se circunscribe, de manera general,
a establecer los sistemas de examen de la gestión y de los resultados (art. 343
C.P.), pudiendo hacer evaluaciones tanto a municipios como a departamentos de
manera selectiva. Los artículos 298 y 344 de la Constitución son los soportes
de la autonomía de las entidades territoriales en materia de planeación.
4.3.2 Autonomía y
descentralización en materia presupuestal.
La nueva
Constitución erige en norma de rango supremo la existencia de disposiciones
Departamentales y Municipales que regulan el proceso y los principios
presupuestales de los respectivos ordenes territoriales.
La mayoría de los
proyectos presentados ante la Comisión II encargada de los asuntos
territoriales acogían el esquema convencional de una Ley Orgánica que aporta
los principios presupuestales, y de normas de las entidades territoriales que
simplemente aprueban el presupuesto de rentas y gastos. La novedad de un
sistema orgánico presupuestal descentralizado aparece en la Gaceta
Constitucional a partir del número 80, donde obra a páginas 2 a 17 el Informe
Ponencia para primer debate en plenaria de la Asamblea Nacional Constituyente.
En el Anexo 1 correspondiente al articulado que fue aprobado en la Comisión
Segunda se dice:
"5. Dictar las
normas orgánicas del presupuesto y expedir anualmente el presupuesto de rentas
y gastos." (Concejos Municipales).
Más adelante (página
11), se precisa que el Consejo Departamental, que sería la corporación de
elección popular que reemplazaría - según este Informe-Ponencia - a las
Asambleas Departamentales, tiene entre sus funciones la de:
"5 Expedir las
normas orgánicas del presupuesto departamental y el correspondiente presupuesto
anual de rentas y gastos del departamento."
En la memoria del
articulado propuesto, que constituye el Anexo Nº 4, nada se dice sobre estos
artículos en particular. El análisis de los textos constitucionales deberá
entonces prescindir en este punto concreto de métodos historicistas para
utilizar en cambio una metodología sistemática.
El Art. 300-5 de la
Carta Política consagra, en favor de los Departamentos, las dos funciones
presupuestales básicas: a) la expedición de normas orgánicas que contengan
principios y procedimientos, y b) la expedición de la ordenanza anual de
presupuesto. Es importante reiterar que el Gobernador tiene la iniciativa para
proponer tanto las ordenanzas anuales de presupuesto como las ordenanzas
orgánicas del presupuesto Departamental (último inciso del art. 300).
En la esfera
municipal el art. 313-5 consagra las mismas facultades para el concejo,
entregándole así la totalidad del proceso presupuestario local, pero a
diferencia de lo que ocurre en el ámbito departamental, los alcaldes sólo
conservan la iniciativa respecto de los proyectos de presupuestos anuales
(315-5 C.P.).
5. Articulación
de los principios rectores.
Antes de tratar la
materia orgánica presupuestal como un sistema dentro de nuestro
ordenamiento constitucional, es preciso entender cómo se articulan los
principios aparentemente opuestos de la unidad y la autonomía.
Tanto la unidad de
la República, como la autonomía de las entidades territoriales que la integran,
constituyen principios fundamentales del ordenamiento constitucional, que
necesariamente han de ser observados al decidir cualquier materia que
involucre al mismo tiempo intereses Nacionales e intereses Regionales,
Departamentales o Municipales. El fenómeno presupuestal es una de tales
materias.
Los principios de
unidad y de autonomía están presentes tanto en la Constitución en general como
en las disposiciones económicas fundamentales de la misma. La confrontación de
estos dos principios, aplicada al tema del presupuesto y de sus normas
orgánicas, tiene la virtud de entrelazar el tema de lo territorial en la
Constitución, con el de la hacienda pública en su aspecto cuantitativo.
A pesar de todas las
carencias ha existido desde el siglo XIX un núcleo de Estado unitario
colombiano que ha tenido desde los primeros años de la República una expresión
jurídica muy compleja, una administrativa modesta como lo han sido también sus
manifestaciones económicas y comerciales. Colombia ha existido como unidad
política, geográfica y jurídica antes de la Constitución de 1991 y esta unidad
fue la que permitió la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente. Sobre
la forma de Estado, asevera el constituyente Gustavo Zafra Roldán, uno de los
partidarios más acérrimos de la autonomía:
"La
Constitución Nacional debe definir el modelo global de ordenamiento territorial
colombiano. (...). La mayor cercanía al unitarismo o al federalismo depende del
grado de autonomía, del grado de descentralización y, sobre todo, de
competencias para legislar y administrar justicia que tengan las entidades
subnacionales. En este sentido ya la ANAC aprobó en primer debate adoptar en
Colombia una forma de estado unitario pero con descentralización y autonomía de
las entidades territoriales. (...). Este informe parte pues, de este
supuesto." (G.C. Nº 80, pág 3).
Esta Corte coincide
con el jurista Zafra Roldán en su admisión de la realidad del Estado unitario,
por su existencia previa a la nueva Constitución y por el hecho de haber
reiterado la Asamblea Nacional Constituyente ese carácter.
Si la unidad
antecede a la Constitución y se refuerza en ella, no ocurre lo mismo con el
principio de la autonomía de los entes territoriales. Representa la autonomía
un concepto nuevo, históricamente posterior al de unidad, y necesariamente
vinculado con este en cuanto coexiste con él y en cierta medida lo presupone.
Lo unitario es tan esencial para la aplicación del nuevo régimen de autonomía
territorial como puede ser el principio democrático, del cual también toma
elementos la idea de autonomía en la Constitución. Como se ha visto, ésta se
construye gracias a dos mecanismos. De una parte, la autodeterminación en
materias determinadas; por la otra, la limitación de la misma
autodeterminación, que bien puede provenir de la materia misma, la Constitución
o la ley.
Sería errado
entender los principios de autonomía y de unidad como elementos contrarios que
se anulan mutuamente. De ser así, cualquier movimiento autonómico llevaría a la
disgregación del Estado nacional, sea en una federación suelta ora en un
conjunto de territorios desligados y autárquicos. Esto constituiría una grave
equivocación, porque en el actual periodo histórico el Estado-Nación sigue
siendo el modelo básico de ordenamiento territorial a pesar de los pasos hacia
mercados comunes y espacios económicos supranacionales que se adelantan con
éxito variable en Europa y en otras regiones del mundo. Lo autónomo, expresión
de intereses y de necesidades limitadas en el espacio, conexos con los
intereses de la Nación pero de menor alcance y complejidad, debe explicarse
como poder limitado que al mismo tiempo es parte necesaria del conjunto
nacional. De ahí la necesidad de articular los intereses nacionales con
los autónomos. Para lograrlo es preciso establecer algunas reglas de solución
de posibles conflictos entre los intereses territoriales y el interés nacional
así como encontrar los límites de cada uno de ellos, lo que servirá para
barruntar la linea divisoria entre lo unitario y lo territorial autónomo.
5.1 Primera regla
de solución de conflictos.
Cuando se afirma que
el interés nacional y los intereses autónomos territoriales son articulables y
no enfrentados, se está señalando que no es posible desmembrar la unidad de la
república (jurídica, política, física) como solución a la problemática que nace
del entrecruzamiento de competencias. Este fenómeno puede dar lugar a la
coexistencia de competencias paralelas, que serán ejercidas independientemente,
en sus propios campos, o a un sistema de competencias compartidas, que se
ejercerán de manera armónica. No obstante, si el entrecruzamiento lleva a
contradicciones evidentes, se privilegiará el interés que concentre el mayor valor
social.
Entre el interés de
un ente territorial y el interés general de toda la Nación, mediará el
principio de la jerarquía, que evita la indefinición y la contradicción de
poderes.
En este orden de
ideas, se aceptará como dominante el interés local que tenga una réplica
distante en la esfera de lo nacional. Prevalecerá, en principio, el interés
general cuando la materia en la que se expresa la contradicción haya sido
tratada siempre en el nivel nacional o, siendo materia compartida entre las instancias
locales y el poder central, corresponda a aquellas en las cuales el carácter
unitario de la república se expresa abiertamente, dejando a los poderes locales
competencias residuales condicionadas a lo que se decida y realice en el ámbito
nacional.
5.2 Segunda regla
de solución de conflictos.
Si la primera regla
hace énfasis en el aspecto que resulta dominante, esta nueva regla se orienta a
preservar los extremos del conflicto sin anular la solución anterior.
El primer elemento
de la regla hace relación a todo aquello que significa homogeneidad, trátese de
políticas económicas, de los derechos básicos reconocidos o de la aplicación de
las leyes (igualdad formal ante la ley). Por la vía de reforzar elementos
homogéneos se logra la unidad.
Dentro de la técnica
de la estandarización se ubican los principios generales de las diversas
materias que serán compartidas por los órdenes Nacional, Departamental y
Municipal. Las bases de dichas materias, las directrices que señalarán los
procedimientos a seguir tendrán origen en las autoridades nacionales, en
reconocimiento a su mayor capacidad en términos de recursos humanos, físicos,
jurídicos, pero sobre todo, porque esas autoridades nacionales actúan a partir
de una perspectiva general. Ninguna administración local puede, en cambio,
exhibir una motivación común a todos ni desprenderse de sus condicionantes
locales.
Al conferirse a las
autoridades centrales de la república el monopolio de la expedición de las
bases, los principios y las directrices, se está poniendo en práctica el
principio de la igualdad. Esta regla es expresión de tal principio pues
enfatiza lo que es común denominador, que se incorpora en reglas de derecho que
fijan bases y directrices, sin anular las diferencias. Las bases generales admiten
la existencia de excepciones o de modalidades locales. La igualdad consagrada
en el artículo 13 no excluye las diferencias sino las discriminaciones, esto
es, las distinciones arbitrarias.
El segundo elemento
de la regla hace referencia a la diversidad, independientemente de su origen
territorial, racial, económico y político. Lo diverso lleva a lo específico y a
lo plural y se presenta como el complemento obligado de todo lo que hay de
unitario en la vida social.
Aquello que se
predica de la pluralidad frente a la unidad, se puede decir de lo específico,
de lo Provincial, Departamental y Municipal frente a lo nacional, de lo
microeconómico frente a lo macroeconómico. No se concibe ya a la unidad, a lo
nacional, como lo único que existe o que tiene relevancia. Sin embargo se debe
reconocer a lo unitario-homogéneo el valor aglutinante que lo distingue de la
posición de los demás estratos. Además, lo nacional, que como se vió tiene el
monopolio de lo general y abstracto, está a cargo de materias que no podrían
tenerse por un agregado de lo local. La dirección de las relaciones
internacionales y el manejo de la banca central, son ejemplos que sirven para
ilustrar el aserto.
Lo unitario,
superior por su alcance, por ser la integración sustancial de los diferentes
elementos y comprender materias sólo a él reservadas no puede comprimir hasta
la extinción el derecho de lo autónomo a expresarse en el manejo de sus propios
asuntos, o de lo diverso a hacer valer su diferencia sacudiéndose de la
homogeneidad, o de lo específico a seguir un curso y un desarrollo que sin
negar las pautas generales pueda crear un ámbito propio. Estas son las ideas
que se encarnan en los artículos 7, 10, 16, 18, 19, 70 inciso 2,71,75 inciso 2,
79 inciso 2 de la Carta Política, que bien pueden considerarse como
manifestaciones de la diversidad cuya supervivencia constituye aplicación del
principio de la prohibición del vaciamiento de competencias, que de manera
general se concibe como el límite del elemento dominante que no podrá serlo hasta
el punto de anular la autonomía y coartar sus legítimas expresiones.
5.3. Tercera
regla de solución de conflictos
Los principios
expuestos (jerarquía, prohibición de vaciamiento de competencias), tienen una
especial trascendencia en materias económicas, una de cuyas expresiones se
mezcla en este proceso con la malla territorial. La tercera regla de solución
pone de presente que en materias económicas se intensifica el alcance y peso
de lo unitario. A contrario sensu las debilidades del elemento autónomo se
exacerban cuando se trata de lo económico.
En el ámbito
económico el principio de la unidad es esencial para evitar la desintegración y
la disfuncionalidad del sistema. La administración de recursos escasos requiere
de un manejo coherente y de una visión que sobrepase el corto plazo. En materia
económica, como se vió, existe una tendencia cohesionante muy fuerte, más
exactamente, una necesidad de unicidad muy marcada. De ahí que el principio de
la jerarquía será también el que tenga aplicación preferencial.
5.4 Cuarta regla
de solución de conflictos.
Esta regla se ocupa
de la delimitación de competencias en función del interés económico y
territorial subyacentes. A cada esfera de acción económica corresponderá una
competencia. De este modo será nacional la competencia para imponer tributos a
todos los habitantes del territorio, o la competencia para suscribir contratos
de empréstito para aliviar un déficit fiscal nacional. Será departamental la
competencia para contratar las obras de acueducto que sirve a tres de sus
municipios. La competencia que se asigne, siguiendo esta metodología, deberá
ser exclusiva en lo posible.
5.5 Los límites.
Se hará referencia
en los párrafos siguientes a los límites de las fuerzas en tensión (lo unitario
frente a lo autónomo). Este análisis permite entender la extensión real de las
esferas de acción nacional y local.
De manera general,
lo unitario, en los asuntos que puedan tener incidencia nacional, prima sobre
lo autonómico en razón de la necesaria coordinación que tiene que ejercer y por
su carácter preeminente para la vida social en su conjunto. Sin embargo, no
puede expandirse la competencia nacional al punto de anular o reducir
inconvenientemente las competencias locales. Este resultado, sería abiertamente
contrario al espíritu y texto de los artículos 1º y 2º de la Carta Fundamental.
Por eso es necesario precisar hasta dónde puede llegar teóricamente la
competencia nacional.
Autonomía, como se
expresó es el manejo de los propios asuntos, por autoridades elegidas por
sufragio universal en la entidad territorial respectiva y bajo el escrutinio de
los residentes a quienes se aplicarán esas medidas. La materia "propia
relevante" de manera directa para cada localidad es límite de la
competencia unitaria.
Una primera
limitación apunta a la eficiencia en el manejo de ciertos asuntos. La esfera
territorial que con un criterio objetivo pueda desplegar mayor eficiencia en
una cierta materia es la llamada a asumir la respectiva competencia. Existen
asuntos que por su misma naturaleza pertenecen al nivel nacional: regulación de
la navegación aérea o marítima, defensa nacional, cambios, moneda, crédito,
comercio exterior, relaciones internacionales, control de la actividad
financiera y bursátil, etc .
Si se confiere a las
autoridades locales el manejo de los asuntos de su respectiva entidad
territorial, es lógico que las autoridades nacionales - hasta hoy omnipresentes
- se retiren a un segundo plano, para adoptar una posición de ayuda y de
reemplazo potenciales. Esta nueva actitud del Estado central obedece al
principio de "subsidiariedad", consagrado en el segundo inciso del
artículo 288 de la nueva Carta y tiene dos formas de expresarse.
El principio de la subsidiariedad
en su variante positiva significa que la comunidad o entidad más amplia debe
apoyar a aquella de menor alcance. El inciso del art. 365 de la Constitución
así como el inciso segundo del 367 constituyen ejemplos de la utilización de la
subsidiariedad positiva.
La subsidiariedad
cabe asimismo interpretarla como la prohibición de intervenir en los asuntos
locales a menos que sus autoridades se vean impotentes para realizar
determinada tarea. La premisa básica será la de respetar la capacidad de acción
de Municipios y Departamentos, de modo tal que sólo cuando no puedan
objetivamente enfrentar satisfactoriamente una actividad, entrará a actuar el
órgano nacional.
Es igualmente
importante determinar los límites de las nuevas funciones y libertades
concedidas a los entes territoriales.
Está en principio
fuera de los límites de la competencia de un ente territorial aquella actuación
que afecte negativamente a otros entes territoriales, incluso a los
municipios comprendidos dentro de su propio territorio, si se trata de un
departamento. El efecto negativo debe ser evidente y considerable,
y en el caso de materias económicas se requiere que no se trate de meras
fluctuaciones ordinarias del mercado. Esta limitación se haría extensiva a
aquellos actos que signifiquen un daño para toda la Nación.
Establecida la
necesidad de unidad jurídica, política y territorial por el artículo 1º de la
Carta Fundamental, la salvaguarda de esa cohesión debe ser un factor que se
exprese en toda acción de Estado. Por eso, no podrá ejercerse competencia
autónoma alguna que ilegítimamente la vulnere.
La defensa de la
unidad es predicable en materias económicas, por razones más bien
desiderativas. En Colombia el Estado-aparato es pequeño en relación con las
necesidades de sus ciudadanos y el territorio que debe abarcar. El
Estado-Nación debe auspiciar una economía robusta, donde exista un mercado de
bienes, servicios y capital fluídos y sin barrera alguna dentro de los límites
nacionales. Los actos, políticas y abstenciones de las entidades territoriales
que impidan la consolidación de ese mercado nacional o que obstaculicen el
libre tráfico de bienes, personas y capitales, está fuera de la órbita de la
autonomía que admite el numeral 2 del artículo 287 de la Carta.
6. Articulación
unidad-autonomía en lo presupuestal.
Se enunciaron ya los
mecanismos de articulación entre el principio de la unidad y el de autonomía y
los límites de ambos, que permiten definir la extensión de sus respectivos
campos. A continuación se presentará el enlace de estos dos principios en la
materia presupuestal.
6.1 El proceso
presupuestal en el contexto de la autonomía.
El tema presupuestal
es uno de aquellos que necesariamente propicia áreas de concurrencia y, por
ende, supone una labor previa de coordinación. Para su tratamiento hay que
partir de la existencia de tres niveles de hacienda pública. La hacienda
central o nacional, la hacienda seccional o departamental y la hacienda local o
municipal. La nueva Constitución reconoce a las entidades territoriales una
autonomía financiera limitada (art. 287-3 C.P.). La situación de estas
haciendas seccionales y locales no es estática. Se oscila entre la vieja
posición de apéndice de la hacienda central y la verdadera autonomía hacendística
que está por nacer y que en lo presupuestal se refleja en la aparición de
nuevas funciones. Se impone la necesidad de pensar en una redefinición de la
ecuación tradicional, en la cual las funciones de estabilidad, crecimiento,
provisión y reparto de bienes y fondos en todo el territorio son
competencia exclusiva o casi exclusiva de la hacienda central en tanto que las
haciendas locales se reducen a financiar la prestación de los servicios
tradicionalmente locales.
A folio 22 del Anexo
Nº 1 del expediente D-0003 obra la ponencia para segundo debate del proyecto
que se convertiría en la Ley 38 de 1989. Allí se dice: "Se ha considerado
necesario enmarcar en leyes orgánicas tanto el funcionamiento del Presupuesto
General de la Nación como la planificación y programación del gasto público
entre otros temas. Es un hecho que ambas funciones tienen una correlación
innegable: el presupuesto como expresión financiera de la función económica del
Estado; y los planes y programas como directrices de política, como estrategias
para desarrollar los propósitos de la acción gubernamental, en forma coherente".
(Expediente D-003, Anexo 1. folio 22, sin negrillas en el original).
Por su parte, la
Constitución reitera la conexión planeación-presupuesto. El art. 342 establece
la sujeción de los presupuestos oficiales a los planes de desarrollo. El art.
344 prescribe que los organismos Departamentales de planeación participarán en
la preparación de los presupuestos de los Municipios, en los términos que
señala la ley. El art. 346 impone al gobierno nacional la debida
correspondencia del presupuesto anual con el plan nacional de desarrollo. El
art. 352, finalmente, confia a la Ley orgánica de presupuesto lo relativo a la
coordinación de los presupuestos nacional, territoriales y de los entes
descentralizados por servicios con el plan nacional de desarrollo.
El gasto al
excluírse el principio del equilibrio presupuestal se convierte en el elemento
fundamental del presupuesto está íntimamente ligado con la contratación administrativa,
que se nutre precisamente del gasto aprobado y que se debe programar y ejecutar
teniendo al presupuesto de rentas y gastos como parámetro. Por ello el
artículo 352 de la Carta Política le asigna a la ley orgánica de presupuesto la
función de regular la capacidad de los organismos y entidades estatales para
contratar. Se destaca entonces el carácter de procedimiento intermedio que
exhibe el presupuesto, posterior al proceso de planeación pero anterior al
proceso de gasto y contratación oficial. Esto coloca el tema presupuestal en el
corazón de la actividad económica del Estado.
El presupuesto, sea
Nacional, Departamental o Municipal, se ha convertido en instrumento poderoso
de manejo macroeconómico, desempeñando funciones esenciales como las de
disminuír el paro y financiar servicios sociales y públicos, que de otra forma
serían inaccesibles al público. Su importancia va más allá de las actividades
de fomento. Como dice Fernando Rojas (Economía Colombiana, revista de la
Contraloría General de la República Nº 190-191): "El gasto público es
en realidad un espejo de la sociedad toda, que refleja la estructura y la
lógica de la administración pública, el desarrollo territorial, la orientación
del Estado, las ideas políticas predominantes, la relación del Estado y la
ciudadanía y la particular vinculación del Estado al proceso de acumulación y
desarrollo" (Rojas, op cit p.40). En efecto, el presupuesto al definir
las metas de gasto e inversión, fijadas en el plan de desarrollo, asume el
carácter de instrumento de política económica. El presupuesto nacional está
dirigido a hacer compatibles en el corto plazo la política fiscal con las
políticas monetaria, cambiaria y crediticia y servir de medida realista de los
gastos del gobierno que inciden en la inflación, en la necesidad de contraer o
liberar el circulante, en la tasa de cambio y en los intereses. Además, el
tamaño del presupuesto está relacionado con el déficit fiscal y el
endeudamiento externo del sector nacional.
Por ello se puede
entender que en Colombia se imponga el principio de la unidad presupuestal
frente al de la autonomía presupuestal. El Presupuesto Nacional y los
principios que lo inspiran son de trascendental importancia para el rodaje
económico de la sociedad. A su lado, los presupuestos Departamentales y
Municipales han adquirido una relevancia innegable en la nueva Constitución.
Ahora todos son parte de un mismo sistema de ingresos y gastos. El principio de
la unidad de lo presupuestal, nace de la realidad que constituye el manejo unificado
de la economía o de la parte oficial de la misma y de la existencia de unos
fines y objetivos comunes a todos los presupuestos que se ponen en vigor
anualmente.
El principio de la
autonomía presupuestal, en el lado opuesto, ofrece a las entidades
territoriales la separación financiera así sea nominal, que es el inicio del
proceso autonómico. Esta libertad relativa se verá menguada en aras de
conseguir una hacienda pública coherente, coordinada, en la cual la
contabilidad, los procedimientos de elaboración del presupuesto, de aprobación,
ejecución y control del mismo respondan a patrones comunes.
Estos presupuestos
serán elaborados, aprobados, modificados y puestos en vigor exclusivamente por
autoridades del respectivo ente. Es el reflejo de un principio autonómico
fundamental: la existencia de las competencias propias. La existencia de éstas
se deriva de la necesidad de gestionar los propios asuntos, pero no por
mano ajena sino directamente, por las autoridades elegidas popularmente, para
lo cual es preciso crear las competencias que enmarquen la actividad de
esas autoridades locales. En lo que concierne a lo presupuestal se tratará de
un rango amplio y complejo de competencias que, desagregadas, se reducen a
cuatro: una primera competencia, que es ejercida por el Ejecutivo en la
respectiva entidad territorial, de preparar, presentar - y algunas veces -
adicionar el presupuesto, la que se denominará genéricamente "preparación
del presupuesto". Le sigue en el tiempo, el ejercicio de la segunda
competencia, consistente en discutir y aprobar el presupuesto, que de manera
general se llamará en adelante de "aprobación" y que
corresponde exclusivamente al órgano de elección popular. Aprobado el
presupuesto ( y sus adiciones si las hay), vendrá una tercera fase de
cumplimiento de lo aprobado, que se llamará aquí "de ejecución",
coetánea con la cuarta fase de control ejercida por el respectivo órgano
contralor.
La preparación y
presentación, por significar un conocimiento en detalle de las necesidades de
la respectiva administración, es por su naturaleza una función del órgano
ejecutivo, que también tiene la vocación natural (necesaria) para poner en
ejecución el presupuesto. La función intermedia entre estas dos corresponde al
órgano de elección popular y es una expresión del principio democrático. La
función de control corresponderá a varios órganos dependiendo del ángulo desde
el cual se ejerza. El control político del presupuesto lo ejercerá el órgano de
elección popular desde que recibe el proyecto de presupuesto y hasta su
fenecimiento. El financiero y económico, los llevará a cabo el mismo ejecutivo,
a todo lo largo del procedimiento presupuestal. Finalmente, el fiscal, será
ejercido por el órgano contralor.
Si la existencia de
competencias propias, que serán ejercidas por autoridades locales, elegidas por
los ciudadanos de la región, departamento o municipio es la característica que
señala la existencia de un ejercicio autónomo de la función presupuestal - o
para el caso, de cualquier función - , la aplicación de esa actividad a la
asignación de fondos para unas tareas específicas en provecho de los habitantes
del territorio, es el propósito último de todo el esquema autonomista. A ese
respecto cabe citar el Art. 9º de la Carta Europea de Autonomía Local
intitulado "Los recursos financieros de las Entidades locales", que
afirma en su numeral 1º: "Las Entidades locales tienen derecho, en el
marco de la política económica nacional, a tener recursos propios suficientes
de los cuales pueden disponer libremente en el ejercicio de sus
competencias". Sin recursos no hay posibilidad de realizar política
autónoma alguna, pero incluso aún disponiendo de los mismos, la libertad que
caracteriza la situación autonómica sería anulada en caso de limitarse su
destino. Este es un punto delicado en el que el balance o articulación debe
hacerse con el mayor cuidado, pues la autonomía del gasto no significa autarquía
en consideración a la necesidad de preservar la unidad económica.
Correlativamente, es
necesario destacar las particularidades de lo que hay de unitario en la materia
presupuestal para así articularlas con lo autónomo territorial en esa materia.
Esta temática tiene relación directa con los mecanismos derivados de las
necesidades de coherencia, coordinación y supremacía del interés general.
La unidad de
presupuesto no se predica exclusivamente del presupuesto nacional. Existe, como
se vio una "unidad de ingresos y gastos". Esta realidad hace de los
diversos presupuestos locales, Departamentales y del Nacional, más un sistema
que un conjunto heterogéneo de haciendas. Las herramientas para tornar
perdurable y operante esa unidad de ingresos y gastos deben apuntar a eliminar
las tendencias individualistas propias de las administraciones locales que las
coloquen en contravía de las exigencias nacionales, del denominador común de la
política presupuestal territorial.
Se dejó establecido
que en Colombia impera un sistema jurídico-económico de unidad monetaria,
fiscal, aduanera y cambiaria. Adicionalmente, existe un sistema de
planificación integrada. La economía, al menos la estatal, tiene un manejo
centralizado que empezará a cambiar gradualmente a partir de la Constitución de
1991 a medida que se profundice el proceso autonómico. Por esto se requiere de
un mecanismo que coordine y unifique los presupuestos de los entes
territoriales entre sí y con el presupuesto nacional. En su ausencia, la unidad
de las demás políticas corre peligro. La unificación puede adelantarse a
través de dos vías. Coordinar la actuación local, seccional y nacional mediante
instancias administrativas, como se hizo en la nueva Constitución para lograr
la coordinación del proceso de planeación (ver arts. 339 inciso 2º; 340 incisos
1º, 3º y 4º; 341, 342, 344), o conseguir un ejercicio uniforme de la respectiva
función (en este caso presupuestación), apelando a la fijación de unos
principios y procedimientos comunes, aplicables tanto a lo nacional como a lo
territorial.
La cohesión del
sistema presupuestal asegura que un elemento más del sistema económico general
esté trabajando al unísono en todo el territorio nacional. Pero además de
satisfacer esa necesidad genérica, la cohesión presupuestal por vía de
principios conlleva beneficios concretos nada despreciables.
El primero de ellos
consiste en evitar desviaciones, anomalías o mutaciones en los presupuestos de
las entidades territoriales. Para evitar que las nacientes administraciones
territoriales de elección popular se vean tentadas a emprender obras y tareas
desmesuradas o carentes de financiación o que adopten principios presupuestales
y contables incompatibles con los utilizados en toda la nación, se impone la
necesidad de respetar ciertos cánones de funcionamiento en la materia.
Esos principios
comunes a todas las haciendas garantizan también que las transferencias de la
nación a las entidades territoriales tengan el uso para el cual están
destinadas.
La relación
planificación-presupuestación se pondría en peligro de existir una
independencia absoluta en materia presupuestal. Serían inútiles los planes
Nacionales y Departamentales de desarrollo y obras si las partidas se
destinaran en una mayoría a rubros específicos (prohibidos de manera general
por el art. 359 de la Carta Política para el ámbito nacional). Las partidas
asignadas a un Municipio se verían agotadas si éste mismo desconoce la regla de
no hacer erogaciones que no estén incluídas previamente en el presupuesto. Siendo
el presupuesto el mecanismo fundamental para la identificación concreta de los
gastos y la canalización de los recursos existentes hacia los mismos, se
comprende que es un requisito a posteriori indispensable para poner en
movimiento el esquema que el sistema planeación se ha encargado de elaborar. La
delicada relación entre la anualidad que debe caracterizar a todo el sistema
presupuestario y la realidad de la existencia de proyectos, inversiones y
necesidades multianuales se desvirtuaría de aplicarse el anualismo de manera
literal por algún municipio o departamento con significación económica en el
concierto nacional.
En el otro extremo
del proceso de presupuestación se sitúa la contratación pública. La
inexistencia de un orden presupuestal homogéneo se prestaría a toda clase de
anomalías. Es posible que la mera vigencia de un código nacional de
contratación sea un freno para esta disfuncionalidad, pero los principios
uniformes en materia presupuestal son una defensa más que conviene mantener.
Una política
coherente de gasto público es tal vez el beneficio final que produce la unidad
de principios y procedimientos presupuestales.
En el reciente
proceso constituyente colombiano se encuentra este llamado - igualmente urgente
- a la coherencia del sistema económico, que hace Antonio Yepes Parra en su
presentación titulada "Por una constituyente con compromiso social",
reproducida a páginas 15, 16 y 17 de la Gaceta Constitucional Nº 26 del jueves
21 de marzo de 1991: "Por otra parte, la coherencia entre Municipios,
Departamentos y Nación, permitirá establecer un régimen de competencias para
cada ente territorial, fundado en el firme convencimiento de que al nivel local
deberá asignarse como responsabilidad todos aquellos bienes y servicios que
sean necesarios para garantizar la sana convivencia social. Para ello los
Departamentos y la Nación deberán fortalecer su capacidad de financiación y
cofinanciación, asesoría y promoción de desarrollo, y el nivel local tendrá
autonomía para ordenar el gasto y definir los procedimientos que estime más
adecuados. En apoyo de lo anterior debe diseñarse un estatuto presupuestal,
técnicamente concebido, que responda efectivamente a la iniciativa de la
comunidad y no como un simple enunciado. Mediante éste se hará la asignación de
los recursos y se integrará el gasto público nacional, departamental y
municipal." (G.C. Nº 26. P. 16).
6.2 Interacción
de los principios anotados.
Una vez
identificadas las particularidades de cada uno de los principios que
intervienen en el tema presupuestal, es preciso establecer como interactúan.
Se advierte que el
campo donde coincidirán es el orgánico presupuestal, esto es, la normativa en
la cual se plasman los principios y procedimientos.
Es importante también
tener en cuenta lo establecido en otros países que edificaron su aparato
estatal alrededor de la concepción del Estado social de Derecho, como España y
Alemania. En ésta última se presentó un tránsito interesante de la
independencia presupuestal a la unidad, gracias a la implantación de principios
comunes a todas las haciendas, la federal y las estatales. Este papel
unificador de lo orgánico presupuestal era particularmente evidente en el
informe-ponencia de los Constituyentes Carlos Eduardo Giraldo Angel y Eduardo
Verano de la Rosa titulado "Ordenamiento Territorial", que en su
acápite "Las Normas de Operación de los Ingresos y el Gasto Público"
se sostiene: "De conformidad con los criterios generales señalados
respecto a las dimensiones que deben tener tratamiento constitucional se
encuentran las normas de operación del gasto público, las cuales en realidad
pueden ser extendibles en este aspecto a los ingresos de las entidades
territoriales. (...)
"El gasto e
ingresos públicos deben ser regulados por las normas orgánicas del presupuesto
nacional en su manejo de programación, aprobación, presentación, ejecución,
evaluación y control. Constitucionalmente es necesario establecer por lo menos
los siguientes principios generales:
"1) La Ley
Orgánica del presupuesto debe definir los principios comunes aplicables a los
tres niveles de gobierno sobre la gestión presupuestal y las facultades
reglamentarias que tendrán las entidades territoriales sobre la materia,
garantizando la armonía del presupuesto con la parte operativa o programática
anual de los planes de desarrollo económico y social y de inversión en obras
públicas. (...)" (G.C. Nº 41, martes 9 de abril de 1991, pág. 14).
La materia orgánica
de presupuesto se transforma en competencia concurrente de los tres niveles. La
adopción de lo tratado en la ley orgánica de presupuesto como pauta para los
procesos presupuestales de los entes territoriales, es un reconocimiento de la
preponderancia de lo nacional unitario sobre lo territorial-autónomo. La
interacción se da partiendo de la premisa de una supremacía. Esta
preponderancia del elemento nacional contenido en la ley orgánica encuentra su
justificación en los principios tratados de jerarquía y de necesidad de
salvaguardar la unidad jurídica y económica de la Nación.
La materia
presupuestal de las entidades territoriales se manifestará en su aplicación
práctica: los respectivos presupuestos anuales que son la expresión de la
política de la entidad territorial. Si se lleva a una posición o postura
extrema la autonomía, se dirá que ese presupuesto anual deberá expedirse en
relación con metas propias del ente territorial, fijadas por sus órganos de
administración; que tales metas se harán realidad con fondos que pertenecen o
pertenecerán a esa división territorial autónoma sin que importe si provienen
de rentas propias o de transferencias del gobierno central. La autonomía así
entendida sería en buena medida, libertad de gastar los fondos que se tienen a
disposición según las reglas que fije el mismo ente autónomo y para los fines
que él mismo escoja. Sin embargo esta es una posición radical que no aporta
mucho a la articulación de lo unitario con lo autónomo.
La interacción entre
lo unitario y lo autónomo en materia presupuestal se dará mediante la
aplicación del contenido de la ley orgánica (principios y procedimientos) a los
niveles territoriales, lo que encierra una aplicación de los principios de
jerarquía y de salvaguarda de la unidad (en este caso presupuestal). La
remisión a los principios legales se hará a todo nivel: regional,
departamental, provincial distrital y municipal; dondequiera exista una
competencia formal para expedir presupuestos y normas relacionadas con los
mismos. Las normas orgánicas se utilizarán en situaciones diferentes pero
similares, trátese de una aplicación literal de lo orgánico presupuestal o de
una analógica.
Para los efectos de
este fallo es particularmente importante entender que ambas posibilidades
caben, pues lo que se utilizará de la ley orgánica de presupuesto es todo aquello
que hace relación a las bases de lo presupuestal, que se expresan en principios
universales como son el de la unidad de caja, unidad de presupuesto, anualidad,
universalidad del gasto, entre otros, que pueden postularse para cualquier
nivel. En caso de aceptarse que procede una aplicación analógica, se hará en
atención a posibles y probables peculiaridades de las haciendas locales, que
sin constituír una diferenciación, pueden expresar necesidades, limitaciones o
anhelos específicos de cada localidad.
7. La prueba de
la articulación en el régimen constitucional colombiano.
La Constitución de
1991 reconoce que la materia presupuestal es de aquellas que pueden
considerarse concurrentes en los niveles Nacional, Departamental y Municipal,
es decir, que necesariamente estarán presentes en cada uno de esos niveles
territoriales manifestaciones de la función presupuestal. Esta temática se
desdobla en todos los ámbitos donde esté presente. De una parte, es orgánica en
la medida en que hace referencia a los principios y a los procedimientos, de
manera tal que con ella se fijan las bases de esa actividad estatal. Es
aplicada, en cambio, cuando la norma trata del presupuesto como ejercicio anual
exclusivamente. El aspecto operativo anual de lo presupuestal no interesa para
los efectos de este fallo. Es la presencia del elemento orgánico la que suscita
dos alternativas claramente distinguibles: a) ese elemento lo aporta
exclusivamente el nivel nacional o b) es un elemento que aparece en todos los
niveles como producto de las decisiones tomadas en el seno del órgano
representativo (Congreso de la República, Asambleas Departamentales, Concejos
municipales).
7.1 Lo
presupuestal alrededor de la ley orgánica.
En la nueva
Constitución se sigue utilizando el mecanismo especial de la ley orgánica para
consagrar la regulación fundamental de la materia presupuestal. Se mantiene la
tradición constitucional del país, que data de la Reforma Constitucional de
1945. Sobre este instrumento legislativo que tanto la Constitución de 1991 como
la reforma de 1968 y, aún antes, la de 1945, adoptaron para gobernar el proceso
presupuestal, señaló la ponencia sobre Función Legislativa que presentaron a la
Asamblea Nacional Constituyente Alvaro Echeverry Uruburu, Rosemberg Pabón
Pabón, Antonio Galán Sarmiento, Hernando Yepes Arcila, Luis Guillermo Nieto
Roa, Arturo Mejía Borda y Alfonso Palacio Rudas: "En esta explicación se
encuentran los atributos con los cuales se revistió a la ley orgánica a saber:
superior jerarquía, casi constitucional, y naturaleza ordenadora. Es
permanente, estable e impone autolimitaciones a la facultad legislativa
ordinaria. Añadiría que la ley orgánica no despoja al Congreso del ejercicio de
la función legislativa puesto que, la misma sirve de fundamento a esa rama para
dictar válidamente leyes posteriores. En nuestra opinión la ley orgánica por
excelencia es la ley del presupuesto cuya gran categoría se la proporciona el
artículo 210 de la Constitución actual..."(G.C. Nº 54, p.3).
El texto traído a
colación muestra claramente el rango cuasi-constitucional de las leyes
orgánicas, que les permite ser el paradigma y la regla de otras leyes en las
materia que regulan. Señala también cómo ese tipo normativo fue creado
inicialmente para darle una importancia especial a la materia fundamental
presupuestal. Hoy, merced al artículo 151 de la Carta, la mencionada técnica
normativa se ha extendido a otras materias como planeación y el ordenamiento
territorial, pero es oportuno recordar que originalmente era un instrumento
concebido para evitar la dispersión de las reglas presupuestales, lo cual
indica muy claramente que esa tendencia a lo homogéneo en materia orgánica
presupuestal por la vía de la imposición de principios legales es parte de la
historia constitucional colombiana.
La Constitución de
1991 fue más allá de la utilización tradicional de la ley orgánica de
presupuesto como receptáculo de los principios de esa disciplina. El artículo
352 la convirtió en instrumento matriz del sistema presupuestal colombiano al
disponer que se someterán a ella todos los presupuestos: el Nacional, los de
las entidades territoriales y los que elaboran los entes descentralizados de
cualquier nivel. La ley orgánica regulará las diferentes fases del proceso
presupuestal (programación, aprobación, modificación y ejecución).
7.2 El núcleo
rector del sistema presupuestal colombiano.
Tanto en la
Constitución derogada como en la vigente, existía y pervive un conjunto de
artículos que regulan la materia presupuestal desde un enfoque procedimental,
primordialmente. Bajo uno y otro régimen, esta normatividad constituye la
cúspide de la regulación del proceso presupuestal, imponiéndose a las leyes,
ordenanzas y acuerdos aprobatorios de los presupuestos anuales. La preeminencia
del articulado presupuestal en materia constitucional no ha variado, pero se ha
hecho explícita El artículo 352 señala: "Además de lo señalado en la
Constitución...", indicando cómo la ley orgánica y bajo ella todos los
presupuestos de la nación, las entidades territoriales y de todas las entidades
descentralizadas por servicios deben conformarse a lo establecido en el Título
XII (del régimen económico y de la hacienda pública) de la Constitución
Política.
Dentro de los
principios que trae el Título XII de la Constitución, se destacan aquellos que
se enuncian en los artículos 345 a 352 de la Carta, y que hacen parte del
Capítulo 3 sobre el Presupuesto. Esos artículos son, junto con el 353, el
núcleo rector de la materia presupuestal en Colombia. Un escrutinio de su
temática lleva a concluir que, salvo el artículo 350 que establece la novedosa
figura del gasto público social, el 368 ya comentado y el 345 que consagra el
principio de la legalidad en asuntos presupuestales, todas las demás normas se refieren
a una parcela o faceta del procedimiento para elaborar, programar,
aprobar, modificar y ejecutar el presupuesto de la nación o de una entidad
determinada. Los principios presupuestales en el fondo son de naturaleza
procesal, sin que sea posible en esta materia hacer una diferencia entre las
"bases", entendiendo por tales las normas sustantivas que le dan
contenido a lo procesal y lo procedimental en sí mismo.
Salvo los artículos
345 inciso segundo, 352, 353, 354 y 355, que mencionan a los presupuestos
descentralizados de una u otra forma, el Capítulo 3 del Título XII se ocupa de
la programación, aprobación, modificación y ejecución del presupuesto nacional.
Los procedimientos y salvaguardas allí establecidos son los principios mínimos
que deberán regir el proceso presupuestal nacional central y descentralizado, y
que podrán ser adicionados por aquellos que el legislador encuentre
convenientes y que no contrarien la Constitución. Se aprecia que el núcleo
rector se verá ampliado por lo que disponga la ley orgánica de presupuesto.
La nueva
Constitución innova en materia presupuestal no sólo al establecer la
preeminencia expresa de la ley orgánica de presupuesto, que ahora lo será de
todo el proceso presupuestal y no simplemente del presupuesto nacional, sino
también al enfrentar directamente la problemática de la concurrencia de
competencias. La Carta Fundamental afronta el tema de las competencias
superpuestas con tres mecanismos, a saber: a) reitera la supremacía de la
Constitución; b) erige a la ley orgánica del presupuesto en la norma rectora de
todo el sistema presupuestal colombiano, y c) ordena que los principios
constitucionales se apliquen "en lo que fuere pertinente" a las
entidades territoriales para la elaboración (programación), aprobación (con sus
modificaciones) y ejecución del presupuesto de cada una de ellas.
Las dos primeras
reglas de articulación citadas son la expresión concreta y operativa del
principio de jerarquía aplicable al sistema presupuestal colombiano y a su
proyección en la Carta Fundamental. La tercera, que bien podría denominarse la
regla de aplicación analógica de los principios, se trata enseguida
El vocablo
"Pertinente" según el Diccionario de la Lengua Española (REAL
ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Edición,
Tomo V, Madrid 1987. p. 1050), significa genéricamente "perteneciente a
una cosa", y en Derecho, "conducente o concerniente al pleito".
Ambos sentidos dilucidan la razón de ser de su inclusión en el art. 353. Los principios
contenidos en el título XII de la Carta Política, y dentro de ellos los que se
agrupan bajo el acápite de "presupuesto" en el Capítulo 3 de ese
Título, se aplicarán a los procesos presupuestales territoriales, cuando su
sentido, normalmente genérico o encauzado al nivel nacional, tenga alguna
proyección en el ámbito local presupuestal.
Las disposiciones
del Título XII deberán acatarse a todo lo largo del proceso presupuestal de las
entidades territoriales. La enumeración de los segmentos del procedimiento
presupuestal donde se aplicarán los principios constitucionales es menos
extensa que la del artículo 352 (están ausentes las fases de programación y
modificación, que bien pueden estar incluídas en las de elaboración y
aprobación respectivamente), pero la idea subyacente es la misma. Se trata de
regular todo el proceso presupuestal.
Entre los artículos
que integran el Capítulo 3 del Título XII aplicable "en lo
pertinente" a los procesos presupuestales de los entes territoriales,
merece especial mención el artículo 352. La expresión "Además de lo
señalado en esta Constitución..." con la que se inicia el texto del
artículo 352 no sólo evidencia la prelación de lo constitucional sobre lo
orgánico presupuestal, sino que aclara cómo ambos órdenes actuarán de consuno;
lo orgánico presupuestal (que es legal) sumado al núcleo constitucional de
disposiciones sobre presupuesto. Además, el artículo 353 debe entenderse como
una regla de interpretación adicional que completa lo establecido en el art.
352. A un ente territorial determinado se le aplicará la Constitución en primer
término y lo que disponga la respectiva ley orgánica.
7.3 Lo que resta
a las entidades territoriales de la competencia orgánica presupuestal.
Como fruto de la
existencia de comisiones separadas para lo territorial (Comisión II) y para lo
Económico (Comisión V), la Constitución de 1991 exhibe caracteres autonomistas
en lo que hace a las haciendas seccionales y locales, y características
centralizantes en lo relativo a la hacienda nacional. Esta aparente contradicción
se resuelve, como se expresó antes, articulando lo local dentro de lo nacional
por la vía de los principios, aplicados de manera jerárquica, con prevalencia
del modelo constitucional y legal de tramite presupuestal. Esto deja al ámbito
local la tarea de identificar y utilizar las modalidades específicas, y las
adiciones a los principios constitucionales y legales, que no entren en
contradicción expresa o tácita con los mismos.
La actitud
francamente propicia a la autonomía que imperó en la Comisión II de la Asamblea
Nacional Constituyente, permitió que se añadiera al listado de funciones de las
Asambleas Departamentales, la expedición de las normas orgánicas de presupuesto
departamental. Esta modificación, que fue introducida en el artículo 300-5 de
la actual Constitución, parece, a primera vista, una audaz concesión a la
autonomía financiera y presupuestal, pues el acto de fijar los principios
rectores del proceso presupuestal equivale a controlar ese proceso, y en dicho
poder radica la autonomía en buena medida. Sin embargo, cuando se integra esta
norma en el conjunto de la Constitución, se comprende mejor su alcance.
Lo mismo puede
predicarse de los municipios que de tener únicamente la posibilidad de expedir
sus presupuestos anuales con arreglo a la ley (art. 197-5 C.N./86), adquirieron
el poder de expedir su propio estatuto orgánico de presupuesto (art. 313-5
C.P./91).
Las normas orgánicas
presupuestales de los órdenes departamental y municipal, que son las relevantes
para este fallo, se elaborarán teniendo en cuenta: a) los principios
constitucionales del Título XII, particularmente los contenidos en los
artículos 345 a 352; b) los principios contenidos en la ley orgánica de
presupuesto, que, como los anteriores, son básicamente principios o pautas de
procedimiento; y c) las normas o principios que independientemente de los
anteriores estime necesarios o convenientes la respectiva asamblea o concejo y
que no contradigan tácita o expresamente los cánones constitucionales y
legales.
La remisión a las
normas superiores en materia presupuestal afecta la autonomía aparente que
parece fluír de los artículos 300-5 y 313-5 de la Constitución. En cuanto a las
normas Departamentales y Municipales que reciben el calificativo de orgánicas
en esos artículos, se concluye que su efectividad necesariamente será residual,
pues aquéllas sólo podrán establecer variaciones a partir de las bases
establecidas por la Constitución y la ley orgánica, cuidándose de no
contradecirlas.
8. Los principios
presupuestales singularizados.
Es preciso ahora
identificar aquellos principios actuantes en el Título XII que tiene la
vocación de ser utilizados como modelo en materia presupuestal por los
Departamentos y Municipios. Tratándose lo presupuestal de un procedimiento, con
etapas definidas, se las utilizará como categorías dentro de las cuales se
agrupan los principios constitucionales.
8.1 Preparación
del presupuesto.
En punto de
preparación del presupuesto se identifican los siguientes principios, que
pueden tener aplicación en las esferas Departamental y Municipal.
a) Se concede la
facultad a los organismos de planeación Departamental para participar en la
elaboración de los presupuestos Municipales como lo indica el artículo 344 de
la Carta.
b) No se podrá incorporar
al presupuesto gasto alguno que no haya sido decretado por el respectivo cuerpo
de elección popular (art. 345 inciso segundo C.N.).
c) No se podrán
incluir partidas que no correspondan a créditos reconocidos judicialmente,
gastos decretado conforme a la ley preexistente, gastos propuestos por el
gobierno con el propósito de atender el funcionamiento de las ramas del poder,
el servicio de la deuda o la ejecución del plan nacional de desarrollo (art.
346 inciso 2)
d) En el proyecto de
ley de apropiaciones se incluirá la totalidad de los gastos que el Estado
pretenda realizar durante la vigencia fiscal respectiva. Si los ingresos
legalmente autorizados no fuesen suficientes, el Gobierno propondrá la creación
de nuevas rentas. Esto significa que el nuevo régimen presupuestal colombiano
adopta el principio de la universalidad pero de manera restringida, aplicándolo
únicamente al gasto y no a los ingresos.
e) Es obligatoria la
inclusión en todo presupuesto de un rubro denominado "Gasto Público Social",
que será distribuído de acuerdo con el número de personas, las necesidades a
satisfacer, la eficacia fiscal y administrativa del territorio, todo de acuerdo
con la ley orgánica. (art. 350 C.P.).
f) La Nación, los
entes Territoriales y las demás entidades descentralizadas, incluirán en sus
presupuestos partidas para subsidiar el pago de tarifas de servicios públicos
esenciales en favor de las personas de menores ingresos (art. 368 C.P.).
g) Los planes de las
entidades territoriales tendrán dos partes: una estratégica y un plan de
inversiones de mediano y corto plazo (art. 339 inciso tercero C.P.).
h) Como lo establece
el artículo 350 en su segundo inciso: "El presupuesto de inversión no se
podrá disminuir porcentualmente con relación al año anterior respecto del gasto
total de la correspondiente ley de apropiaciones".
8.2 Trámite del
presupuesto y su aprobación.
Se han encontrado
aplicables los siguientes principios:
i) Se establece la
obligación a cargo del Ejecutivo nacional, Departamental y Municipal de
presentar el presupuesto al Congreso, a las Asambleas y a los Concejos,
respectivamente, dentro de los primeros 10 días de sesiones (art. 346 inciso
1º)
j) Simultáneamente
con el presupuesto se presentará un proyecto de financiación del déficit (art.
347 C.P.).
k) Está prohibido al
Congreso, a las Asambleas y a los Concejos aumentar el cómputo de rentas y de
los recursos del crédito provenientes del balance del tesoro sin concepto
previo y escrito del Ministro o Secretario del ramo (art. 349 inciso segundo).
l) Está prohibido al
Congreso, a las Asambleas y a los Concejos aumentar las partidas del
presupuesto de gastos o incluír nuevas partidas sin la aprobación del Ministro
o Secretario respectivo (art. 351 inciso primero).
m) El Congreso, las
Asambleas y los Concejos podrán eliminar o reducir partidas de gastos
propuestas por el Gobierno o la autoridad local salvo las necesarias para el
pago de la deuda pública, las obligaciones contractuales del Estado distintas
de las anteriores, la atención de los servicios ordinarios de la Nación, los
Departamentos y Municipios y las inversiones autorizadas en planes y programas
(art. 351 inciso segundo).
n) El Congreso, las
Asambleas Departamentales y los Concejos Distritales y Municipales pueden
aplicar a otras inversiones o gastos los fondos liberados al haberse cancelado
o disminuído partidas del presupuesto, o al elevarse sus rentas (art. 351
inciso tercero)
ñ) Los cuerpos de
elección popular (Congreso, Asambleas, Concejos) deben expedir el presupuesto
respectivo dentro de los primeros tres (3) meses de sesiones (art. 349 C.P.)
0) La falta de
acción sea del ejecutivo, sea del órgano que aprueba el presupuesto (Congreso,
Asambleas, Concejos), se solucionará de la siguiente manera (art. 348 C.P.):
0.1. Si el Congreso,
las Asambleas o Concejos no expiden el presupuesto, regirá el presentado por el
Presidente, el Gobernador o el Alcalde.
0.2. Si el Ejecutivo
no presenta el proyecto, regirá el del año anterior. En este evento, el
ejecutivo no podrá reducir gastos.
8.3 La asignación
de rentas.
Se trata aquí de
reseñar un único artículo, el 359 de la Carta Política, que reviste una
importancia extraordinaria. Al prohibir en el orden nacional las rentas de
destinación específica, salvo contadas excepciones, el Constituyente quiso
poner coto a la tendencia desintegrante de la unidad del presupuesto que
consistía en segregar del mismo tantas partidas como necesidades reales o
creadas se llegare a determinar. Esta atomización del presupuesto rompía la
unidad de caja, que constituye principio cardinal de la moderna hacienda
pública y debilita al Estado al privarlo de la discrecionalidad necesaria para
ubicar el gasto en los grandes rubros. El principio se formula en el siguiente
numeral.
p) Se consagra la
prohibición expresa de establecer rentas nacionales de destinación específica,
que tiene las siguientes excepciones constitucionales: los monopolios de suerte
y azar (art. 336 inciso cuarto), la atención de los servicios de educación y
salud (art. 356 incisos primero y segundo) y la integración de los servicios
del Fondo Nacional de Regalías. (art. 361).
8.4 Ejecución del
presupuesto.
Sobre la materia es
importante mencionar los siguientes principios constitucionales relativos a la
ejecución del presupuesto anual
q) La prohibición de
hacer erogaciones que no estén autorizadas en el presupuesto de gastos (art.
345 inciso primero).
r) La prohibición de
percibir contribuciones o impuestos que no estén incluídos en el presupuesto de
rentas (art. 345 inciso primero).
s) La prohibición de
transferir créditos a objetos no previstos en el respectivo presupuesto (art.
345 inciso segundo).
t) La obligación a
cargo del gobierno Nacional, Departamental o local de enviar al órgano de
elección popular el balance de la hacienda dentro de los seis (6) meses
siguientes a la conclusión del año fiscal (parágrafo art. 354 C.P.)
9. La Ley
Orgánica vigente y sus principios, en contraste con el Título XII.
Examinadas las
disposiciones contenidas en el Título XII relativas a la preparación, trámite,
aprobación y ejecución de los presupuestos locales, es preciso analizar la
conformidad de la ley orgánica de presupuesto (ley 38 de 1989) con las mismas,
dado que sólo sus principios que se ajusten a dichas disposiciones serán
susceptibles de ser aplicados analógicamente por parte de las entidades
territoriales.
9.1 El principio
de la planificación.
El artículo 9o de la
Ley 38 de 1989, orgánica del presupuesto nacional, establece el principio de la
planificación que se traduce en la necesidad de armonizar el presupuesto con el
sistema de planeación. El hecho de haber variado la composición de los planes,
no desvirtúa en su esencia el mandato que la ley imparte a quienes deben
elaborar los respectivos presupuestos de tener presente el plan nacional y los
respectivos planes territoriales. La Corte encuentra la exigencia del art. 9o
de la Ley de ajustar la materia presupuestal a la preceptiva de planeación,
coherente con el sistema económico y de conveniencia insoslayable.
Lo anterior se
desprende de la lectura de los artículos 342 ,344 y 352 de la Carta Política.
El primero de ellos otorga a ley orgánica de planeación la función de
correlacionar y someter los presupuestos a los planes de desarrollo; el art.
344 señala a los organismos departamentales de planeación como participantes en
el proceso de elaboración de los presupuestos Municipales. Finalmente, el art.
352, establece la preeminencia de la ley orgánica del presupuesto sobre el
sistema presupuestal en su conjunto, y postula la coordinación de los diversos
presupuestos, Nacional y Descentralizados, con el plan nacional de desarrollo.
Para la Corte es evidente que la finalidad última del principio de
planificación que se examina se acoge en la nueva Constitución. La
modificación de los elementos integrantes del plan, no debe ser óbice para que
el presupuesto en sus distintas manifestaciones se ajuste a él y persiga su
plena congruencia.
9.2 El principio
de la anualidad.
Según el artículo 10
de la Ley 38 de 1989, los procesos presupuestales se cortarán anualmente y sólo
excepcionalmente se trasladan al año siguiente débitos contra el tesoro o
reservas no utilizadas.
Esta Corporación no
encuentra que esta norma vulnere lo dispuesto por el artículo 339 de la Carta
Política en lo relativo a los presupuestos plurianuales vinculados con el plan
de inversiones. El establecimiento de un ejercicio fiscal anual, por razones
estructurales, operativas y tributarias, entre otras, no riñe con la
consagración de un horizonte plurianual del componente de inversión cuando ello
sea necesario. La Constitución, por estas razones, conserva el principio de
anualidad en los artículos 346, inciso primero, 348 y 350.
9.3 El principio
de la universalidad de ingresos.
El principio de la
universalidad de ingresos busca incluír en el presupuesto todos los ingresos y
rentas del Estado en un determinado nivel. Este concepto aparece en el artículo
11 de la ley.
La Corte encuentra
que el precepto de universalidad no se aviene con el actual artículo 347 de la
Carta Política. El mencionado principio se predica únicamente del gasto y no de
los ingresos o rentas.
9.4 El principio
de la unidad de caja.
El artículo 12 de la
Ley 38 de 1989 consagra el principio de la unidad de caja, indispensable para
un manejo unitario de los fondos públicos. Según dicha norma, los dineros que
entran al tesoro público, cualquiera sea su proveniencia, se funden en una caja
común, y de ella se podrán destinar a los cometidos que se determinan en el
presupuesto.
Para el experto
doctor Hugo Palacios Mejía, el principio de la unidad de caja se opone a tres
normas constitucionales: el artículo 336 inciso cuarto que permite las rentas
de destinación específica en la forma de las utilidades obtenidas en los
monopolios de suerte y azar, las que serán destinadas a la salud; también iría
contra lo dispuesto por el artículo 356 incisos primero y segundo, que
establece el situado fiscal; y por último, el principio de unidad de caja
vulneraría el artículo 361 que crea el Fondo Nacional de Regalías, otra renta
de destinación específica.
Estas tres
disposiciones establecen rentas de destinación específica, es decir, son
excepciones al principio bajo examen. Este último está positivamente
consagrado bajo otra formulación de carácter general en el artículo 359 de la
Carta Fundamental, en el que se prohiben las rentas de destinación específica
de manera general para lo nacional, con las excepciones que ese mismo artículo
y la Constitución consagran.
9.5 El principio
del equilibrio presupuestal.
El principio del
equilibrio entre los ingresos corrientes y los gastos ordinarios que el Estado
pretende realizar durante la vigencia presupuestal respectiva no corresponde a
lo preceptuado en el artículo 347 de la Constitución. En esta última
disposición queda establecida la obligación para el Gobierno Nacional de
incluír en el proyecto de ley anual de presupuesto todos los gastos que espera
realizar en el periodo fiscal. Esta flexibilidad que indudablemente representa
un avance en la técnica legislativa presupuestal, desvirtúa sin embargo el
antiguo principio de la paridad de ingresos y gastos en materia presupuestal.
Agrega la
disposición citada que "si los ingresos legalmente autorizados no fueren
suficientes para atender los gastos proyectados, el Gobierno propondrá, por separado,
antes las mismas Comisiones que estudian el proyecto de Ley del Presupuesto, la
creación de nuevas rentas o la modificación de las existentes para financiar el
monto de los gastos contemplados. El presupuesto podrá aprobarse sin que se
hubiere perfeccionado el proyecto de ley referente a los recursos adicionales,
cuyo trámite podrá continuar su curso en el periodo legislativo siguiente"
.
9.6 El principio
de la programación integral.
Este precepto,
contenido en el art. 13 de la Ley, tiene gran importancia como mecanismo
preventivo de la irresponsabilidad administrativa y de la práctica de ordenar
inversiones sin presupuestar simultáneamente el mantenimiento de las obras o
servicios que se ponen en funcionamiento.
9.7 El principio
de la especialización.
También podría
considerarse una formulación técnica el llamado "principio de la
especialización" que exige la coherencia entre la apropiación y el uso que
se le dé, y entre aquélla y el objeto y funciones del organismo para el cual se
hace (art. 14 L. 38 de 1989).
9.8 El principio
de la inembargabilidad de las rentas y recursos incorporados en el presupuesto.
Sobre lo dispuesto
por el artículo 16 de la Ley, que proclama la inembargabilidad de las rentas y
recursos incorporados en el Presupuesto General de la Nación, la Corte reconoce
la existencia de una extensa jurisprudencia que encontró constitucional esa
disposición dentro del marco de la Carta derogada. Sin embargo cabe advertir
que cursan ante ella varios procesos en los que se impetra la inexequibilidad
de normas que consagran el mismo principio. Por ello se abstiene de
pronunciarse respecto de su congruencia definitiva con la Carta Política en
éste contexto.
10. El artículo
94 de la Ley 38 de 1989 frente a la Constitución.
A manera de
conclusión del examen de los principios consagrados en la Ley 38 de 1989, se
advierte que salvo los de universalidad de los ingresos y de equilibrio presupuestal,
los demás son coherentes con el Título XII de la Constitución. Luego, los
restantes principios analizados son aplicables a los regímenes presupuestales
de las entidades territoriales en razón de su compatibilidad con el Título XII
y como aplicación específica del artículo 352 de la Carta.
Los elementos de
juicio aportados y la revisión de todo el panorama de la interacción entre los
principios de unidad y autonomía, llevan a esta Corporación a concluír que es
procedente aplicar analógicamente los principios o bases presupuestales de la
Ley 38 de 1989 mencionados a las normas orgánicas de presupuesto en los niveles
departamental y municipal y, a través de éstas, a los respectivos presupuestos
anuales.
El Constituyente, al
insertar el término "en lo que fuere pertinente" dentro del texto del
artículo 353 de la Constitución, reconoció las diferencias que existen y tienen
que darse entre un presupuesto Nacional, con una mayor cantidad de variables y
rubros y los presupuestos locales. También supuso que los propósitos de unos y
otros podían ser distintos en razón de las tareas que la Constitución
encomienda a cada uno de los niveles. En resumen, esta utilización indirecta de
los principios de la Ley es un reconocimiento a todo aquello que tendrán los
presupuestos locales y seccionales de diverso y propio, esto es, de autónomo.
Se trata de una aplicación condicionada a que los principios nacionales y
constitucionales sean operantes por presentarse las condiciones para ello. En
donde no exista materia para su aplicación quedará el campo libre para la
iniciativa local que se expresará en las normas orgánicas Departamentales y
Municipales.
Lo que se predica de
los principios constitucionales, con mayor razón debe decirse de los principios
orgánicos de rango legal, que también se aplicarán en lo pertinente, es decir,
en tanto sean compatibles con el sustrato al cual se les está superponiendo. La
adaptación de los principios superiores, constitucionales o legales, a los
ámbitos territoriales siempre conllevará una operación reductiva y de
aproximación a un campo menos amplio y de conversión para servir propósitos
distintos.
El sentido natural
de esta aplicación analógica será servir de pauta para las disposiciones
orgánicas tanto Departamentales como Municipales, que regularán la expedición
de otras ordenanzas y acuerdos en materia presupuestal anual. Así se ejercerá
una función de manera autónoma, pues serán autoridades locales las que,
adoptando los principios constitucionales y legales, expedirán la norma
orgánica, la cual a su vez les servirá de base para expedir los presupuestos
anuales. Lo específico, lo propio de los principios y bases que nutrirán las
normas orgánicas de los presupuestos territoriales, vendrá dado por la
aplicación analógica. Si los principios fueran exactamente los plasmados en el
nivel nacional, o si su aplicación fuere idéntica, se estarían gobernando los
asuntos locales con instrumentos y con principios nacionales, lo que sería
igual a anular la originalidad propia de esos ámbitos territoriales.
El resultado es
armónico con lo preceptuado y buscado por el constituyente. Los entes
territoriales tendrán la posibilidad de imprimir un sello propio a
procedimientos por demás estandarizados y aceptados por la doctrina. Se
preservan así los dos grandes valores del régimen territorial, la autonomía y
la unidad, en este caso la unidad económica en su vertiente presupuestal.
11. Examen de los
cargos primero y segundo de la demanda.
En este punto la
Corte encuentra procedente el análisis de los argumentos primero y segundo de
la demanda que motiva este fallo, pues habiéndose dibujado el entorno jurídico
e histórico del mismo, es preciso entrar a resolver sobre lo pedido.
A la luz de la nueva
Constitución, el Congreso no transfirió a los entes territoriales una facultad
exclusiva al dictar la Ley 38 de 1989 y específicamente su artículo 94. Queda
claro de todo lo expuesto que los entes territoriales tienen una facultad
originaria para crear sus normas orgánicas de presupuesto, señalando cuáles son
sus principios, pero siempre en el marco de la ley orgánica del presupuesto y
de las normas presupuestales contenidas en el Título XII de la Carta Política.
Más aún, se ha establecido que entre ese Título XII, incluído su Capítulo 3, la
ley orgánica del presupuesto, las normas orgánicas de los niveles territoriales
inferiores (ordenanzas y Acuerdos orgánicos del presupuesto) y, finalmente, los
presupuestos anuales de Departamentos y Municipios, debe existir una suerte de
eslabón que transmita lo fundamental de la temática y el procedimiento. Los
principios constitucionales inspiran a la ley orgánica de todo el
sistema presupuestal (en virtud del artículo 352), y ese núcleo de bases
fundamentales debe fluír hacia todas las demás expresiones del sistema
hacendístico colombiano.
No obstante el
vínculo que se describe, es un hecho que la Constitución de 1991, rompiendo con
una tradicional visión de la descentralización como simple artilugio
administrativo, concedió a los Departamentos y Municipios poderes autonómicos
efectivos, uno de los cuales es la competencia constitucional para dictar sus
propios reglamentos orgánicos de la función presupuestal. Los principios
descienden del nivel nacional, son tomados prestados y adaptados para funcionar
en un ambiente financiero más sencillo, pero la competencia en sí misma es
propia de cada entidad. Por esto es inaceptable la pretensión del demandante de
ver en la existencia del artículo 94 de la Ley 38 una transferencia de
competencias exclusivas.
La aplicación analógica
de la ley envuelve la utilización de normas similares para regular
situaciones parecidas. Hay una simetría, una transposición que permite
construir una norma particular a partir de la que rige en un contexto análogo
más amplio. Esa es la operación que permite realizar el artículo 94 de la Ley
38 de 1989 y ella es precisamente la que se debe efectuar en desarrollo de los
artículos 352 y 353 para aplicar la Constitución y la ley orgánica, de modo que
no se vulnere la autonomía territorial. Porque se la desconocería al imponer
textualmente los principios de la ley, sin tener en cuenta la necesidad que
tienen tales entes de darse sus propias normas, en ejercicio de competencias
conferidas por la Constitución o la ley y mediante la acción autónoma de sus
autoridades.
La relación
jerárquica que desata la contradicción unidad-autonomía y que ha servido de
explicación al esquema de articulación territorial tratado en este fallo, es
una realidad en nuestro ordenamiento constitucional. El artículo 287 proclama
la autonomía de las entidades territoriales "dentro de los límites de la
Constitución y la Ley". Esto significa que los entes territoriales sí
pueden ser titulares de funciones o competencias que también ostenta la Nación,
siempre y cuando se ciñan a lo que ordena la Constitución y la ley. Eso es
precisamente lo que se buscó y se obtiene con el artículo 94 del estatuto
orgánico vigente, que, al crear un necesario paralelismo entre las normas
nacionales y las locales o seccionales, impide cualquier divergencia entre los
diversos órdenes, apuntalando así la existencia de un sistema presupuestal
homologado. Es preciso reconocer que el método de aplicación analógica
consagrado en el artículo 94 es precursor del sistema, más complejo y completo,
que instauraron los artículos 352 y 353 de la Carta.
12. Examen de los
argumentos tercero y cuarto.
En relación con el
tercer argumento de la demanda cabe recordar que lo económico y lo
presupuestal, constituyen una materia unificada e interrelacionada. Con razón
se ha dicho que conforman una "malla elástica", en la cual una
vibración en un sector afecta o puede afectar a todo lo demás. Por ello no hay
falta de homogeneidad en la ley ni la hubo en el proyecto. Porque a pesar de
ocuparse primordialmente del presupuesto nacional central y descentralizado, la
referencia a las normas orgánicas de los entes territoriales es obligada si se
quieren evitar disfuncionalidades que terminen incidiendo negativamente en la
hacienda pública.
Los mismos
argumentos (unidad de la economía y del mercado, unidad de hacienda pública,
unidad del sistema presupuestal) militan en favor del reconocimiento de la
coherencia que existe entre el título y el contenido de la Ley 38 de 1989.
Por todo lo
expuesto, la Corte Constitucional
R E S U E L V E
Declarar
constitucional el artículo 94 de la Ley 38 de 1989, normativo del Presupuesto
General de la Nación
Comuníquese al Señor
Presidente de la República, al Señor Ministro de Hacienda y Crédito Público y
al Señor Presidente del Congreso. Publíquese, insértese en la Gaceta de la
Corte Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ G. ALEJANDRO MARTINEZ C. Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Magistrado
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
216 | C-479-92
ACUERDO COLOMBIA-URUGUAY
Sentencia
No. C-479/92
EXCEPCION
DE INCONSTITUCIONALIDAD
Las expresiones "...sobre la última
de ellas antes del 1º de junio de 1992", que hacen parte del artículo
Transitorio del Decreto 2067 de 1991, han sido inaplicadas en el presente
proceso por razón de su incompatibilidad con los términos que establece el
artículo 242, numeral 4º, de la Constitución Política, tal como lo ordena el
artículo 4º Ibidem.
CONTROL
DE CONSTITUCIONALIDAD/TRANSITO CONSTITUCIONAL
Cuando
el estudio se refiera al contenido de los preceptos cuestionados es necesario
definir su exequibilidad teniendo en cuenta la preceptiva superior vigente al
momento de proferir el fallo, es decir, la Constitución de 1991, cuyo artículo
380 dispuso la derogatoria de la Constitución de 1886 y sus reformas. Según lo
expresó la Corte en recientes sentencias, instaurado y en vigencia el nuevo
Estatuto Constitucional, no pueden coexistir con él normas legales ni de otro
nivel que lo contraríen. En cambio, por cuanto atañe a los aspectos relativos a
las formalidades que debieron observarse al expedir las normas demandadas, la
Corte no puede exigir la sujeción a unos preceptos que no habían entrado a
regir en ese momento, sino que se hace imprescindible considerar tales aspectos
con arreglo a la Carta Política que estaba en vigor cuando fueron dictados los
estatutos de cuya constitucionalidad se trata.
CONSTITUCION
POLITICA/PREAMBULO-Vulneración/CONTROL DE
CONSTITUCIONALIDAD
El
Preámbulo da sentido a los preceptos constitucionales y señala al Estado las
metas hacia las cuales debe orientar su acción; el rumbo de las instituciones
jurídicas. Lejos de ser ajeno a la Constitución, el Preámbulo hace parte
integrante de ella. Las normas pertenecientes a las demás jerarquías del
sistema jurídico están sujetas a toda la Constitución y, si no pueden
contravenir los mandatos contenidos en su articulado, menos aún les está
permitida la transgresión de las bases sobre las cuales se soportan y a cuyas
finalidades apuntan. El Preámbulo goza de poder vinculante en cuanto
sustento del orden que la Carta instaura y, por tanto, toda norma -sea de
índole legislativa o de otro nivel- que desconozca o quebrante cualquiera de
los fines en él señalados, lesiona la Constitución porque traiciona sus
principios.
DERECHO
AL TRABAJO-Garantía
El
trabajo es una actividad que goza en todas sus modalidades de especial
protección del Estado. Una de las garantías es el estatuto del trabajo, que
contiene unos principios mínimos fundamentales, cuya protección es de tal
naturaleza, que es inmune incluso ante el estado de excepción por hechos que
perturben o amenacen perturbar en forma grave e inminente el orden social,
económico y ecológico. El gobierno, con las facultades excepcionales que le
otorga la declaratoria de dicho estado, no puede desmejorar los derechos
sociales de los trabajadores. El mandato constitucional de proteger el trabajo
como derecho-deber, afecta a todas las ramas y poderes públicos, para el
cumplimiento de uno de los fines esenciales del Estado: garantizar la
efectividad de los principios, derechos y deberes que genera esa labor humana.
La especial protección estatal que se exige para el trabajo alude a conductas
positivas de las autoridades, así como al diseño y desarrollo de políticas
macroeconómicas que tengan por objeto fomentar y promoverlo, de modo que
quienes lo desarrollan (los trabajadores) puedan contar con suficientes
oportunidades para acceder a él y con elementos indispensables para derivar de
su estable ejercicio el sustento propio y familiar. Pero también implica, al
lado del manejo económico, la creación de condiciones normativas adecuadas a
los mismos fines, esto es, la previsión de un ordenamiento jurídico apto para
la efectiva garantía de estabilidad y justicia en las relaciones entre patronos
(oficiales o privados) y trabajadores. No es factible argüir la ausencia de un
estatuto legal que desarrolle tales principios para desconocerlos, ya que
imperan por directo ministerio de la Constitución Política. El precepto que se
examina hace ineficaz la carrera administrativa, en cuanto desconoce los
derechos que ella incorpora, ya adquiridos por el trabajador, so pretexto de la
insubsistencia con indemnización.
CARRERA
ADMINISTRATIVA/FUNCION PUBLICA-Eficiencia/FUNCION PUBLICA-Eficacia
Se
busca que la carrera administrativa permita al Estado contar con servidores
cuya experiencia, conocimiento y dedicación garanticen, cada vez con mejores
índices de resultados, su verdadera aptitud para atender las altas
responsabilidades confiadas a los entes públicos, a partir del concepto según
el cual el Estado Social de Derecho exige la aplicación de criterios de
excelencia en la administración pública. Ello conduce a la instauración de la
carrera administrativa como sistema propicio a la obtención de eficiencia y
eficacia y, por tanto, como técnica al servicio de los fines primordiales del
Estado Social de Derecho. Los fines propios de la carrera resultan estropeados
cuando el ordenamiento jurídico que la estructura pierde de vista el mérito
como criterio de selección y sostén del empleo, o cuando ignora la estabilidad
de éste como presupuesto indispensable para que el sistema opere.
PRINCIPIO
NON BIS IN IDEM/DERECHO DE DEFENSA-Vulneración
Cuando
se autoriza al nominador para declarar la insubsistencia de los nombramientos
del personal amparado por derechos de carrera en aquellos casos en los que
mediante un proceso disciplinario ha sido impuesta sanción de multa o
suspensión en el ejercicio del cargo, vulnera la Constitución Política. Hace
posible que el trabajador sea sancionado dos veces por el mismo hecho: una,
cuando como culminación del proceso disciplinario, se le impone la multa o
suspensión, y otra cuando se declara insubsistente su nombramiento con
fundamento en esa circunstancia. La insubsistencia es una sanción. Se desconoce
el principio general de derecho, a su vez incluido en el postulado
constitucional del Debido Proceso, de tiempo atrás sintetizado en las
expresiones latinas "non bis in idem", cuyo significado excluye la
posibilidad de que una persona sea juzgada doblemente por idéntico motivo. El
enunciado principio no es aplicable únicamente a la materia penal sino también
a la administrativa en cuanto, según ya se dijo, forma parte de las garantías
que integran el debido proceso, expresamente exigido por el artículo 29 de la
Carta como de ineludible aplicación "a toda clase de actuaciones
judiciales y administrativas". De lo que se trata en el fondo es de una
flagrante transgresión del valor de la justicia, garantizado en el Preámbulo de
la Carta, toda vez que, por si fuera poco lo dicho, la pérdida del empleo
-aunque se "indemnice"-, añadida a la multa o suspensión ya
impuestas, representa un exceso, de suyo injusto, en el ejercicio de la
facultad sancionatoria.
RETIRO
DEL SERVICIO-Compensación/IGUALDAD ANTE LA LEY-Vulneración
Es
inconstitucional la compensación ofrecida al funcionario amparado por derechos
de carrera, no solo porque con ella se pretende sustituir sus derechos sino
además por cuanto se crea un mecanismo generador de inestabilidad en el empleo para
este tipo de servidores, que contraría abiertamente el artículo 53, inciso 2º,
de la Constitución Política, llevándolo en forma implícita, a renunciar a los
beneficios que le confiere el estar vinculado a la carrera administrativa. Un
análisis integral de las normas acusadas permite establecer que mediante ellas
se hicieron nugatorias las garantías que otorgaba la carrera administrativa a
quienes ya estaban inscritos en ella, por cuanto se dio al nominador la
posibilidad de disponer la insubsistencia de los nombramientos respectivos, en
apariencia por aplicación de nuevas causas legales, pero realmente por su
autónoma y libre voluntad, en ejercicio de facultades discrecionales que riñen
con los caracteres sobresalientes de toda carrera, cuales son la estabilidad
del empleado y la incidencia del mérito en su permanencia y promoción
dentro del servicio, y que, fuera de eso, introdujeron varios factores de
desigualdad ante la ley entre trabajadores en idénticas circunstancias
objetivas. Lesiona el principio de igualdad ante la ley, en cuanto se da
idéntico trato a personas que legalmente se encuentran en circunstancias y
condiciones diferentes. En materia de igualdad, para romperla o ignorarla no es
necesario plasmar una norma en cuyo texto estén contenidos todos los extremos
de la discriminación, sino que basta introducir el elemento
discriminatorio, como ocurre en este caso cuando los preceptos cuestionados
permiten que unos empleados de libre nombramiento y remoción sean indemnizados
por su declaratoria de insubsistencia al paso que la regla general consagrada
en la ley vigente es la contraria, sin que exista razón objetiva para
distinguir entre ellos.
UNIDAD
NORMATIVA
Una
de las características del Decreto No. 1660 de 1991 es su unidad normativa,
tanto formal como material, lo cual significa que todo lo que afecte alguna de
sus partes repercute en el cuerpo íntegro de la norma. Su nexo con el cuerpo
íntegro del estatuto hace que necesariamente resulte afectado por la
declaratoria de inconstitucionalidad del mismo. Lo hallado contrario a los
principios y preceptos de la Carta no son las indemnizaciones en sí mismas sino
el sistema concebido en el Decreto materia de examen en su integridad, en
cuanto atenta de manera flagrante contra las garantías consagradas a favor de
los trabajadores.
Ref.:
Expedientes D-020, D-025, D-031, D-040
Demandas
de inconstitucionalidad acumuladas contra el artículo 2º de la ley 60 de 1990 y
el Decreto Ley 1660 de 1991.
Facultades
extraordinarias para determinar condiciones de retiro del servicio de
funcionarios del sector público del orden nacional.
Sistemas
especiales de retiro del servicio mediante compensación pecuniaria.
Actores:
PEDRO JOSE SUAREZ VACCA y otros; ALIRIO URIBE MUÑOZ; JAIME ARIAS RAMIREZ; JAIRO
CABEZAS ARTEAGA.
Magistrados
Ponentes: Doctores
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO y
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO.
Aprobada
mediante acta en Santafé de Bogotá, D.C., a los trece (13) días del mes de
agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
I.
ANTECEDENTES
Los
ciudadanos PEDRO JOSE SUAREZ VACCA y otros, ALIRIO URIBE MUÑOZ, JAIME
ARIAS RAMIREZ, JAIRO CABEZAS ARTEAGA, CESAR AUGUSTO SANCHEZ MARTINEZ y ANTONIO
JOSE RIOS GOMEZ, presentaron ante la Corte Suprema de Justicia sendas
demandas de inconstitucionalidad contra el artículo 2º de la Ley 60 de 1990,
"por la cual se reviste al Presidente de la República de facultades
extraordinarias para modificar la nomenclatura, escalas de remuneración, el
régimen de comisiones, viáticos y gastos de representación, y tomar otras
medidas en relación con los empleos del sector público del orden nacional y se
dictan otras disposiciones", así como contra diferentes artículos (en
algunos casos se impugna la totalidad) del Decreto-ley número 1660 de 1991,
"por el cual se establecen sistemas especiales de retiro del servicio
mediante compensación pecuniaria y se dictan otras disposiciones". Los
expedientes se radicaron bajo los números D-020, D-025, D-031, D-040, D-013
y D-048, respectivamente.
Instalada
formalmente la Corte Constitucional el diecisiete (17) de febrero de mil
novecientos noventa y dos (1992), al día siguiente se recibieron las
mencionadas demandas, provenientes de la Corte Suprema de Justicia, de
conformidad con lo establecido en los artículos 24 Transitorio de la
Constitución Política y Transitorio del Decreto 2067 de 1991.
La
Sala Plena de esta Corte, en su sesión del dieciocho (18) de febrero, resolvió
acumular los expedientes D-013, D-020, D-031, D-040, y D-048, los
cuales fueron repartidos a los Magistrados JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
y ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO, en aplicación de lo previsto en los
artículos 3º y 5º del Decreto 2067 de 1991.
Inadmitidas
las demandas D-013 y D-048, por falta de requisitos formales, los
actores no las corrigieron oportunamente y, en consecuencia, fueron
rechazadas. Se admitieron las demás (D-020, D-031 y D-040) y se
remitieron al Procurador General de la Nación, quien emitió concepto el
veintinueve (29) de abril.
En
sesión del cuatro (4) de mayo, la Sala Plena de la Corporación decidió acumular
a dichas demandas la distinguida con el número D-025, cuya sustanciación
había correspondido inicialmente al Magistrado JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO.
Cumplidos
como están los trámites y requisitos que establece el Decreto 2067 de 1991,
procede la Corte a resolver.
II.
TEXTO DE LAS NORMAS ACUSADAS
1)
La
Ley 60 de 1990 dispone en su artículo 2º, objeto de impugnación, lo siguiente:
"LEY
60 DE 1990
(diciembre
28)
por
la cual se reviste al Presidente de la República de facultades extraordinarias
para modificar la nomenclatura, escalas de remuneración, el régimen de
comisiones, viáticos y gastos de representación, y tomar otras medidas en
relación con los empleos del sector público del orden nacional y se dictan
otras disposiciones.
El
Congreso de Colombia,
DECRETA:
Artículo
2º.- De conformidad con el ordinal 12 del artículo 76 de la Constitución
Política, revístese al Presidente de la República de facultades extraordinarias
por el término de seis (6) meses, contados a partir de la vigencia de la
presente Ley, para adoptar las siguientes medidas en relación con los empleos
de las distintas ramas y organismos del poder público.
1.
Determinar las condiciones del retiro del servicio de los funcionarios. En
desarrollo de esta facultad se podrán establecer sistemas especiales del retiro
del servicio mediante compensación pecuniaria, como la insubsistencia con
indemnización y el retiro voluntario mediante bonificación, para lo cual se
precisará la naturaleza de estas figuras, los eventos y requisitos para su
aplicación, el monto y condiciones de la indemnización o bonificación que se
pagará, y el procedimiento para su reconocimiento.
2.
Establecer un sistema mediante el cual se otorguen estímulos para los mejores
empleados oficiales.
3.
Modificar el régimen de la prima técnica, para que además de los criterios
existentes en la legislación actual, se permita su pago ligado a la evaluación
del desempeño y sin que constituya factor salarial.
Para
el efecto, se determinará el campo y la temporalidad de su aplicación, y el
procedimiento, requisitos y criterios para su asignación.
4.
Establecer un sistema de control y autorizaciones en relación con la
negociación de futuras convenciones colectivas de trabajo por parte de las
Juntas Directivas y los representantes legales de las empresas industriales y
comerciales del Estado y de los establecimientos públicos del orden nacional,
así como por parte de los titulares de los ministerios, departamentos
administrativos y demás organismos y entidades del sector público
nacional".
2)
El
Decreto 1660 de 1991, acusado en su totalidad, dice textualmente:
"DECRETO
NUMERO 1660 DE 1991
(junio
27)
Por
el cual se establecen sistemas especiales de retiro del servicio mediante
compensación pecuniaria y se dictan otras disposiciones.
El
Presidente de la República de Colombia, en uso de las facultades
extraordinarias conferidas por el numeral 1o. del artículo 2º de la Ley 60 de
1990,
DECRETA:
CAPITULO
I
ARTICULO
1º.- Campo de aplicación.
Las
normas del presente Decreto serán aplicables a los empleados o funcionarios de
las distintas ramas y organismos del poder público, así: La Rama Ejecutiva, los
empleados del Congreso Nacional, la Rama Jurisdiccional, el Ministerio Público,
la Contraloría General de la República, y la Registraduría Nacional del Estado
Civil.
PARAGRAFO.
Este Decreto no se aplicará al personal de las Fuerzas Militares, a los
empleados civiles del Ministerio de Defensa Nacional, al personal de la Policía
Nacional, a los empleados civiles al servicio de la misma, y a los trabajadores
oficiales.
ARTICULO
2º.- Causales de retiro del servicio.
Establécense
como nuevas causales de retiro del servicio las siguientes: insubsistencia con
indemnización y retiro voluntario mediante bonificación, las cuales implican la
cesación definitiva en el ejercicio de funciones públicas, y se aplicarán a los
empleados o funcionarios amparados por derechos de carrera, inscritos o en
periodo de prueba, y a los de libre nombramiento y remoción, según se determina
más adelante.
CAPITULO
II
Insubsistencia
con indemnización
ARTICULO
3º.- Naturaleza.
El
nominador podrá en cualquier tiempo declarar la insubsistencia del nombramiento
de un funcionario amparado por derechos de carrera, siempre y cuando medie la
indemnización prevista en este Decreto.
Para
todos los efectos se entenderá que el retiro del servicio mediante la declaratoria
de insubsistencia no constituye una sanción para el empleado o funcionario, y
que la indemnización pecuniaria compensa los derechos de carrera.
ARTICULO
4º.- Procedencia de la insubsistencia con indemnización.
Podrá
declararse la insubsistencia de los nombramientos del personal amparado por
derechos de carrera en las siguientes circunstancias:
a)
Cuando
mediante un proceso disciplinario al empleado o funcionario le haya sido
impuesta sanción de multa o de suspensión en el ejercicio del cargo;
b)
Cuando
el empleado o funcionario obtuviere una o varias calificaciones deficientes que
no dieren lugar a la declaratoria de insubsistencia por calificación de
servicios;
c)
Cuando
el empleado o funcionario no satisfaga totalmente las necesidades o
requerimientos técnicos o administrativos del servicio;
d)
Cuando
se hubiera incurrido en irregularidades en el proceso de selección o de
inscripción en la carrera, que hubieren culminado con nombramiento en periodo
de prueba, escalafonamiento o ascenso, y
e)
Dentro
de un Plan Colectivo de Retiro Compensado.
ARTICULO
5º.- Monto de la indemnización.
Cuando
se declare la insubsistencia del nombramiento de un empleado o funcionario
amparado por derechos de carrera, el Estado pagará por concepto de
indemnización:
a)
Cuando
el empleado o funcionario tuviere un tiempo de servicio menor de diez (10) años
en la respectiva entidad: un mes (1) de salario básico por cada año de
servicios, continuos o discontinuos, y proporcionalmente por meses completos, o
b)
Cuando
el empleado o funcionario tuviere un tiempo de servicios entre diez (10) y
veinte (20) años en la respectiva entidad: un mes (1) y diez (10) días de
salario básico, por cada año de servicios continuos o discontinuos, y proporcionalmente
por meses completos, o
c)
Cuando
el empleado o funcionario tuviere un tiempo de servicios mayor de veinte (20)
años en la respectiva entidad, la liquidación se efectuará conforme al numeral
anterior hasta los veinte (20) años; en adelante, se liquidará un (1) mes de
salario básico por cada año subsiguiente de servicios.
ARTICULO
6º.- Requisitos.
En
el acto administrativo por el cual el nominador declare la insubsistencia
deberá ordenarse el pago de la indemnización respectiva conforme a lo dispuesto
en el presente Decreto, para lo cual bastará con que se exprese la orden de
pago; contra este acto no procederá recurso alguno. Con base en este acto
administrativo, la dependencia competente elaborará el respectivo acto de
liquidación.
CAPITULO
III
Planes
colectivos de retiro compensado
ARTICULO
7º.- Naturaleza.
Las
entidades de que trata el artículo 1º del presente Decreto podrán adoptar
Planes Colectivos de Retiro Compensado en desarrollo de programas de personal,
aplicables a toda la entidad u organismo o a determinadas áreas de la misma, y
dirigidos al personal bien sea de carrera o de libre nombramiento y remoción.
De igual manera, deberán elaborar tales planes cuando el Consejo Superior de
Política Fiscal, CONFIS, así lo determine, previo acuerdo con el Ministro o
Jefe de Departamento Administrativo del cual dependa la entidad.
Tales
planes podrán conformarse en las modalidades de Voluntario o Mixto. Un Plan
Colectivo de Retiro Compensado será Voluntario cuando dentro del plan sólo se prevea
el uso del Retiro Voluntario mediante Bonificación; y será Mixto, aquél en el
cual el nominador podrá optar por declarar la insubsistencia o abstenerse de
hacerlo.
ARTICULO
8º.- Características de los Planes Colectivos de Retiro Compensado.
Los
Planes Colectivos de Retiro Compensado deberán contener una invitación en la
cual se indicará:
a)
La
modalidad del plan;
b)
Los
niveles de los empleos, y las dependencias de la entidad a los que dicho plan
se extiende;
c)
El
plazo durante el cual podrán los empleados o funcionarios presentar sus
solicitudes de retiro y el plazo de que gozará el nominador para aceptarlas;
d)
El
término durante el cual el nominador podrá declarar las insubsistencias, cuando
sea el caso, y
e)
El
monto, forma y condiciones en que se pagarán las indemnizaciones o
bonificaciones, con sujeción a los límites previstos en este Decreto.
Además,
los Planes Colectivos de Retiro Compensado deberán contemplar los siguientes
aspectos:
a)
Un
programa que fije la política de la entidad en materia de personal, y
b)
Un
estudio de costo-beneficio del plan.
ARTICULO
9º.- Aprobación de los Planes Colectivos de Retiro Compensado.
Los
Planes Colectivos de Retiro Compensado requerirán, para cada entidad, de la
aprobación previa del Consejo Superior de Política Fiscal, CONFIS, en lo
referente a las modificaciones en los rubros de gastos de funcionamiento o
inversión que se producirán con el plan, y a la conveniencia fiscal y
financiera del mismo.
Igualmente,
cuando estos Planes impliquen modificaciones a las plantas de personal, éstas
deberán ser aprobadas por el Departamento Administrativo del Servicio Civil.
ARTICULO
10º.- Financiación de los Planes Colectivos de Retiro Compensado.
Las
entidades podrán financiar sus Planes Colectivos de Retiro Compensado con la
venta de activos improductivos, con el valor presupuestado en la respectiva
vigencia fiscal para el pago de servicios personales, o con los demás recursos
que se les asignen para ese efecto en el Presupuesto General de la Nación.
En
todo caso la venta de los activos improductivos no incluye aquellos bienes
dados de baja que conforme a las disposiciones legales vigentes deben
traspasarse al Fondo Nacional de Bienestar Social o a otras entidades.
SECCION
1a.
Retiro
voluntario mediante bonificación
ARTICULO
11.- Naturaleza.
Los
empleados o funcionarios de carrera o de libre nombramiento y remoción podrán
acogerse por voluntad propia a los Planes Colectivos de Retiro Compensado de
que trata este Capítulo, presentando una Solicitud de Retiro en la cual
manifiesten su voluntad de separarse definitivamente del servicio acogiéndose
al Plan propuesto por la respectiva entidad.
Para
todos los efectos se entenderá que la Solicitud de Retiro es una figura
distinta e independiente de la renuncia, la cual sólo podrá presentarse dentro
de los Planes Colectivos de Retiro Compensado.
PARAGRAFO. El
nominador podrá abstenerse de aceptar las Solicitudes de Retiro presentadas por
funcionarios o empleados contra los cuales se esté adelantando investigación
disciplinaria.
ARTICULO
12.- Monto de la bonificación.
Cuando
se acepte la Solicitud de Retiro presentada por un funcionario o empleado de
carrera o de libre nombramiento y remoción dentro de un Plan Colectivo de
Retiro Compensado, el Estado pagará a título de bonificación el valor que
señale el plan correspondiente, el cual no podrá exceder en un 20% de la
indemnización que corresponda de acuerdo con el artículo 5º de este Decreto ni
ser inferior a la misma.
Sin
perjuicio de lo anterior, la bonificación que se señale en el respectivo plan
deberá ser mayor para los funcionarios de carrera que la que se establezca para
los de libre nombramiento y remoción.
ARTICULO
13.- Requisitos.
En
el acto administrativo mediante el cual se acepte la Solicitud de Retiro
presentada dentro de un Plan Colectivo de Retiro Compensado el nominador deberá
determinar la fecha en que el retiro se hará efectivo, y ordenar el pago de la
correspondiente bonificación conforme a lo dispuesto en el presente Decreto;
contra este acto no procederá recurso alguno. Con base en este acto
administrativo, la dependencia competente elaborará el respectivo acto de
liquidación.
SECCION
2a.
Declaratoria
de insubsistencia dentro
de
los Planes Colectivos de Retiro Compensado
ARTICULO
14.- Indemnización.
La
declaratoria de insubsistencia de nombramiento de empleos de carrera o de libre
nombramiento y remoción dentro de los planes a que se refiere este Decreto,
dará lugar al pago de una indemnización, fijada en el plan respectivo, la cual
no podrá exceder de la indemnización que corresponda de acuerdo con el artículo
5º, sin que en ningún caso llegue a ser menor del 75% de la misma.
Sin
perjuicio de lo anterior, la indemnización que se señale en el respectivo plan
deberá ser mayor para los funcionarios de carrera que la que se establezca para
los de libre nombramiento y remoción.
CAPITULO
IV
Disposiciones
generales
ARTICULO
15.- Pago de las indemnizaciones o bonificaciones.
El
Estado pagará las indemnizaciones o bonificaciones a que se refiere este
Decreto, en efectivo, por lo menos el valor de doce (12) meses de salario del
respectivo empleado o funcionario. El excedente podrá cancelarse mediante la
entrega de Títulos de Retiro cuyo plazo sea máximo de un (1) año para el
equivalente hasta doce (12) meses de salario, y máximo de dos (2) años para el
saldo.
El
rendimiento de estos títulos en ningún caso será inferior a la Tasa variable
DTF que señala el Banco de la República; las demás características y
condiciones financieras de los mismos serán fijadas por el Ministerio de
Hacienda y Crédito Público.
ARTICULO
16.- Término para el pago de las indemnizaciones o bonificaciones.
Las
indemnizaciones o bonificaciones deberán ser canceladas dentro de los dos (2)
meses siguientes a la expedición del acto de liquidación de las mismas. En
caso de retardo en el pago se causarán intereses a favor del funcionario o
empleado retirando, equivalentes a la misma tasa mencionada en el artículo
anterior, a partir de la fecha del acto de liquidación.
En
todo caso el acto de liquidación deberá expedirse dentro de los treinta (30)
días calendario siguientes al acto de retiro.
ARTICULO
17.- Compatibilidad con las prestaciones sociales.
La
indemnización y la bonificación no constituyen factor de salario para ningún
efecto legal. Su pago es compatible con el reconocimiento y pago de las
prestaciones sociales a que tenga derecho el funcionario o empleado retirado.
ARTICULO
18.- Efectos de la indemnización o de la bonificación.
La
indemnización y la bonificación constituyen una compensación del Estado al
funcionario o empleado, por el retiro del servicio mediante la declaratoria de
insubsistencia o el retiro voluntario mediante bonificación; por esta razón, su
reconocimiento excluirá cualquiera otra reparación o compensación.
Como
consecuencia de lo anterior, cuando quiera que se reconozca indemnización por
el retiro del servicio de un empleado de carrera se entenderá que se actúa
dentro de las circunstancias contempladas en el presente Decreto.
ARTICULO
19.- Definición de salario básico.
Para
efectos del presente Decreto se considera salario básico la asignación básica
mensual que devengue el funcionario o empleado al momento del retiro, más los
incrementos salariales por antigüedad o la prima de antigüedad, según el caso,
la prima técnica, los gastos de representación, y los demás factores que
perciba mensualmente el funcionario o empleado como retribución a sus
servicios. En ningún caso se computarán los viáticos y las horas extras.
ARTICULO
20.- Autorizaciones presupuestales.
El
Gobierno Nacional queda autorizado para efectuar a través del Ministerio de
Hacienda y Crédito Público las operaciones y trámites presupuestales que se
requieran para la cumplida ejecución del presente Decreto.
ARTICULO
21.- Vigencia y derogatorias.
El
presente Decreto rige a partir del 1º de julio de 1991, previa su publicación y
deroga las disposiciones que le sean contrarias.
Publíquese
y cúmplase.
Dado
en Bogotá, D.E., a 27 de junio de 1991.
CESAR
GAVIRIA.
Rudolf
Hommes.
Ministro
de Hacienda y Crédito Público.
Fabiola
Obando Ramírez.
Asesora
del Consejo Superior, encargada de las funciones de Jefe del Departamento
Administrativo del Servicio Civil".
III.
LAS DEMANDAS
Los
argumentos que exponen los demandantes para sostener la inconstitucionalidad
cuya declaratoria solicitan pueden sintetizarse así:
1)
Demanda D-020
Los
ciudadanos PEDRO JOSE SUAREZ VACCA y otros expresan:
-
Las
normas demandadas contradicen el Preámbulo de la Constitución de 1991, a cuyo
tenor se busca "fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus
integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el
conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y
participativo que garantice un orden político, económico y social
justo..."
-
La Ley 60 de 1990 se fundamenta filosóficamente en el regreso a la libertad
individual y a la igualdad de las partes frente a la ley, en oposición al
carácter protector de la Constitución, la irrenunciabilidad de los derechos
fundamentales, el interés de orden público, la prioridad de la norma más
favorable, la presunción en favor del trabajador y la resolución de dudas en
favor del asalariado.
-
El Decreto 1660 consigna causales de retiro no previstas en leyes anteriores y
mucho menos en la Constitución; estatuye la insubsistencia con indemnización,
que atenta contra la estabilidad laboral; reglamenta los planes colectivos de
retiro compensado, que en la práctica significan "despidos masivos
comprados"; desarrolla supuestos "retiros voluntarios", que en
realidad configuran un medio indirecto de coacción para constreñir la voluntad
de los empleados, induciéndolos a la renuncia; establece mecanismos
unilaterales para la declaratoria de insubsistencia dentro de los planes
colectivos de retiro compensado.
Todo
ello, en el sentir de los actores, desconoce el principio plasmado en el
artículo 53 de la Constitución.
-
Según el artículo 4º de la Carta, ella es norma de normas, razón por la cual el
Decreto 1660 debe ser declarado inexequible, pues ha creado zozobra,
intranquilidad, amenazas de paros nacionales e inseguridad de millones de
trabajadores.
-
El Decreto 1660 fracciona y progresivamente elimina el derecho de asociación
sindical, en contradicción con la autonomía sindical consignada en los
Convenios Internacionales 87 y 98 de la O.I.T., que hacen parte de la
legislación interna según el artículo 53 de la Constitución Política, en cuanto
transfiere a la solución individual conflictos de trabajo que deben ser
tramitados dentro del espíritu de acuerdo (artículos 55 y 56 de la Constitución).
-
En el derecho al trabajo sólo están vigentes los convenios internacionales
ratificados por el Congreso porque aún no se ha expedido el nuevo Estatuto de
Trabajo, y repugna a la más elemental reflexión jurídica que puedan tener
vigencia leyes expedidas a la luz de la anterior Constitución, contradictorias
con la actual.
-
El artículo 8º Transitorio de la actual Constitución Política sólo dejo
vigentes por 90 días después de su promulgación los decretos expedidos por el
Gobierno en ejercicio de las facultades del estado de sitio. La norma acusada
no corresponde a dichas facultades.
-
El espíritu de acuerdo bilateral en la solución de conflictos laborales rige
desde el día cuatro (4) de julio de mil novecientos noventa y uno (1991),
aunque la ley no lo haya reglamentado.
2)
Demanda D-025
El
ciudadano ALIRIO URIBE MUÑOZ expone:
-
Tanto en el artículo 2º de la Ley 60 de 1990 como en los artículo 1 a 15 y 18
del Decreto Reglamentario (Sic) 1660 de 1991 se crean sistemas que atentan
contra el derecho al trabajo, que se manifiesta inicialmente en el
derecho a adquirir un empleo y en el derecho a conservarlo.
-
Las normas demandadas vulneran el Preámbulo de la Constitución, en el cual
aparece protegido el derecho al trabajo.
-
Resulta violado igualmente el artículo 25 de la Carta, según el cual el trabajo
es un derecho que merece la especial protección del Estado. La Constitución no
hace distinción alguna, se refiere a toda persona y al trabajo en general. Las
normas acusadas acaban la estabilidad precaria que tenían los servidores del
Estado, en especial los de carrera. Ello implica que no hay protección al
trabajo ni tampoco derecho a éste trabajo en condiciones dignas y justas.
-
El sistema de despidos previsto en las disposiciones que se demandan rompe con
todas las reglas establecidas en la carrera administrativa, trocando la
estabilidad, y el ingreso familiar por una indemnización irrisoria que el
Estado pagará como pueda. Si el trabajador no se retira voluntariamente dentro
del plazo perentorio que fija el programa, seguirá una segunda fase del mismo
en la cual la entidad nominadora declarará la insubsistencia de los
trabajadores que quiera, pagando una indemnización inferior, lo cual es un
atentado contra la dignidad del trabajador.
-
Se desconoce el principio del Estado Social de Derecho (artículo 1º de la
Constitución), pues las normas acusadas son incompatibles con él.
-
Los preceptos acusados también vulneran el artículo 2º de la Carta, que señala
entre los fines del Estado el de garantizar la efectividad de los principios y
derechos consagrados en la misma, entre los cuales está el trabajo.
-
Al desconocerse la estabilidad en el empleo, las normas demandadas chocan con
el artículo 53 de la Constitución, que enuncia dicha estabilidad como uno de
los principios mínimos fundamentales que debe contener el estatuto del trabajo.
-
El artículo 54 de la Constitución establece que el Estado debe propiciar la
ubicación laboral de las personas en edad de trabajar. Las normas acusadas, por
el contrario, propician que los servidores del Estado pierdan su derecho a una
ubicación.
-
También aparece quebrantado el artículo 125 de la Carta, el cual consagra que
los empleos en los órganos y entidades del Estado son de carrera.
-
Las normas cuestionadas desconocen la naturaleza y el objetivo de la carrera
administrativa, que ha sido definida por la doctrina y la jurisprudencia como
un mecanismo encaminado a defender que el ingreso, permanencia y ascenso en los
empleos se produzcan conforme a méritos y competencia.
-
Sin necesidad de haber dictado estas normas, el gobierno cuenta con mecanismos
legales, acordes con la Constitución, que permiten a la administración tener
funcionarios honestos de carrera, en el manejo de la cosa pública.
-
El sistema legal creado por la Ley 60 de 1990 y el Decreto 1660 de 1991,
perjudica también el funcionamiento del Estado mismo, ya que éste sólo se puede
desempeñar a cabalidad mediante la vinculación de personas competentes, que
garanticen su efectividad y experiencia gracias a la permanencia y antiguedad
en el servicio.
3) Demanda D-031
Para el ciudadano JAIME ARIAS RAMIREZ,
los motivos de inconstitucionalidad del Decreto 1660 de 1991 radican en que la
Ley 60 de 1990 determinó los planes de retiro del servicio (la insubsistencia
con indemnización, los planes colectivos de retiro compensado, el retiro
voluntario mediante bonificación y la declaratoria de insubsistencia dentro de
los planes colectivos de retiro compensado). Esto implica, según el actor,
exceso en el uso de las facultades extraordinarias, ya que en ningún artículo
de la Ley 60 de 1990 se otorgaron autorizaciones para desconocer los derechos
consagrados en las normas que regulan la carrera administrativa, ni para modificar
su estructura.
- Además, en el decreto impugnado el
Gobierno hizo similitud entre funcionarios de carrera y de libre nombramiento y
remoción, aplicando sus normas a todos sin distinción.
- Se ha violado el Preámbulo de la
Constitución, que indica como fines de ella el aseguramiento del trabajo para
los integrantes de la Nación y la garantía de un orden político, económico y
social justo. Ello no se puede lograr si el propio Estado patrocina la
desocupación simplemente para modernizar la administración.
- Las normas demandadas vulneran el
artículo 1º de la Constitución, en cuanto lo previsto en ellas, no puede
conciliarse con el concepto de Estado Social de Derecho.
- El estatuto puesto en tela de juicio
quebranta el artículo 2º de la Carta, porque a los servidores públicos no se
les dio oportunidad de participar en la toma de la decisión que les suspendería
el derecho fundamental al trabajo.
- Los artículos 5º y 42, que consagran
a la familia como institución básica y núcleo fundamental de la sociedad, han
sido igualmente violados por el decreto materia de la demanda.
- Hay desconocimiento del artículo 25
de la Constitución, pues en vez de proteger el derecho al trabajo, el Estado lo
conculca a sus propios servidores.
4) Demanda D-040
El ciudadano JAIRO CABEZAS ARTEAGA,
cuya demanda se endereza únicamente contra la institución de los planes
colectivos de retiro compensado (artículos 4º, literal e), 7, 8, 9 y 10 del
Decreto 1660 de 1991), argumenta en los siguientes términos:
- El artículo 4º, literal e), al
consagrar la insubsistencia de los nombramientos de personal amparado por los
derechos de carrera, viola el artículo 58 de la Carta Política, que garantiza
los derechos adquiridos con arreglo a las leyes civiles, los cuales no pueden
ser desconocidos por leyes posteriores. El funcionario inscrito en carrera, de
acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de
Estado, adquiere un status jurídico, una vocación a la estabilidad y a los
ascensos que no puede perderse sino por actos suyos, individuales, imputables a
su responsabilidad o culpas personales, actos u omisiones del servicio o por
mala conducta privada.
- El artículo 4º, literal e), vulnera
el inciso 4º del artículo 125 de la Constitución, por cuanto las leyes
anteriores al Decreto 1660 de 1991 no consagraban la insubsistencia
"dentro de un plan colectivo de retiro compensado". Se están
modificando entonces, las causales de retiro de los funcionarios inscritos en
carrera, establecidas en dicha norma constitucional.
- Los "planes colectivos de retiro
compensado" desconocen los principios que debe contener el estatuto del
trabajo previstos en el artículo 53 de la Constitución. Aunque esta
disposición requiere regulación legal, los principios que enuncia son los
mínimos y están vigentes desde el 5 de julio de 1991.
- Dichos planes violan el artículo 25
de la Carta sobre la protección especial que el Estado debe brindar al trabajo.
- El literal e) del artículo 4º del
Decreto 1660 de 1991 viola el artículo 188 de la Carta porque el Presidente de
la República se comprometió a garantizar los derechos y libertades de los
colombianos y con esta norma está desconociendo los que corresponden a los
funcionarios inscritos en carrera o en periodo de prueba, quienes solo pueden
ser retirados del servicio por causas legales indicadas en normas anteriores a
dicho Decreto.
- También se quebranta el artículo 29
de la Constitución porque se están desconociendo los procesos administrativos
indicados para el retiro de los funcionarios inscritos en carrera o en periodo
de prueba.
- La ley 60 de 1990 no otorgó
facultades al Gobierno para establecer esta causal de retiro del servicio.
En su adición a la demanda, dada la
existencia de unidad normativa entre el literal e) del artículo 4º, y los
artículos 7, 8, 9 y 10 del Decreto 1660 de 1991, el actor extiende a dichos
preceptos los cargos enunciados, efectuando un análisis de cada uno, para
concluír que todos conculcan los artículos 25, 29, 53, 125, inciso 4º (sic), y
21 Transitorio de la Constitución.
Añade que es aplicable el principio
según el cual lo accesorio sigue la suerte de lo principal, con el fin de
demostrar que si el literal e) del artículo 4º del Decreto 1660 es declarado
inexequible, las normas que lo desarrollan (artículo 7, 8, 9 y 10) serían
también inexequibles, pero en lo referente a su aplicación unilateral por la
administración para los funcionarios de carrera administrativa, mas no para los
de libre nombramiento y remoción, o de carrera que voluntariamente quieran
acogerse a dicho sistema, quienes sí pueden ser retirados unilateralmente por
la administración a través de despidos colectivos compensados, según el inciso
1º del artículo 7º del Decreto 1660 de 1991.
IV. IMPUGNACIONES Y DEFENSAS
De conformidad con lo previsto en los
artículos 7º y 11 del Decreto 2067 de 1991, se dio oportunidad a los ciudadanos
para impugnar o defender dentro del término de fijación en lista, la
constitucionalidad de los preceptos demandados, y a los organismos y entidades
públicas que participaron en su elaboración, la posibilidad de actuar
directamente o por conducto de apoderado especialmente escogido para ese
propósito, con el objeto de justificar la constitucionalidad de las normas
sometidas a control, si lo estimaban oportuno.
Según informe secretarial del 26 de
marzo durante el término de fijación en lista fueron recibidos varios escritos
presentados por el Sindicato de Empleados del Ministerio de Hacienda y Crédito
Público, los apoderados de los ministerios de Hacienda y Crédito Público y
Trabajo y Seguridad Social, el Director del Departamento Administrativo del
Servicio Civil y el Colegio de Abogados Especializados en Derecho del Trabajo.
En síntesis, los mencionados escritos
dicen:
1) Sindicato de Empleados del
Ministerio de Hacienda y Crédito Público.
Se refiere fundamentalmente a la aplicación
del Decreto 1660 de 1991, no a las razones de posible inconstitucionalidad de
éste. Esa aplicación la circunscribe al ámbito del Ministerio de Hacienda, con
la cual, según estima el Sindicato, se incurre en flagrante desacato del
principio de supralegalidad constitucional; se viola el artículo 25 de la
Constitución que exige protección especial al trabajo; se desconoce el artículo
43 de la Carta sobre protección especial a la mujer, ya que han sido despedidas
varias funcionarias en estado de embarazo y otras en uso de licencia de
maternidad; se vulneran los derechos de los niños consagrados en el artículo 44
de la Constitución al quedar sus padres injustamente privados del salario.
Con razones similares a las consignadas
por lo demandantes, el Sindicato sostiene que el Decreto 1660 de 1991 es
violatorio de los artículos 38, 39, 46, 48, 49 y 55 de la Constitución
Política.
2) Ministerios de Hacienda y Crédito
Público y Trabajo y Seguridad Social.
Expresan los apoderados de ambos
ministerios que, "de conformidad con el numeral 4º del artículo 241 de la
Constitución Política vigente, la labor de la Corte Constitucional se contrae a
la comparación de la norma objeto de su estudio con las normas constitucionales
vigentes al momento de realizar el mismo".
Agregan los apoderados de estos
organismos que todo lo regulado en el Decreto 1660 de 1991 corresponde al
desarrollo de las facultades extraordinarias otorgadas al Presidente de la
República mediante el artículo 2º de la ley 60 de 1990; que el Decreto Ley 3074
de 1968 establece las causales generales de retiro del servicio de los
empleados públicos, dentro de las cuales deben destacarse la declaración de
insubsistencia del nombramiento, la renuncia regularmente aceptada y la
supresión del empleo; que la ley 61 de 1987, en cuanto a los empleados de
carrera dispone que el nombramiento de funcionarios inscritos en ella debe declararse
insubsistente cuando dentro del mismo año calendario haya obtenido dos
calificaciones no satisfactorias de servicios; que el Decreto 1660 de 1991 se
limitó a establecer, como se lo ordenó la ley de facultades dos causales
legales de retiro del servicio de los empleados del orden nacional, a saber la insubsistencia
con indemnización y el retiro voluntario mediante bonificación.
"De estas consideraciones surge con
claridad -dicen los apoderados- que en el régimen anterior a la expedición del
Decreto 1660 de 1991, ni los empleados de libre nombramiento y remoción, ni los
de carrera administrativa gozaban de la estabilidad que los actores afirman que
existía..."
Sostienen que "el régimen previsto
en el Decreto demandado resulta más benéfico para los empleados del Estado de
libre nombramiento y remoción, por cuanto respecto de ellas se crean dos
causales de retiro del servicio con contenido económico que antes de la
vigencia del mismo no existían".
"Para los empleados de carrera el
régimen allí contenido resulta inclusive más conveniente que el aplicable en
casos similares a los trabajadores del sector privado. En efecto, estos
últimos no tienen derecho a indemnización alguna en caso de despido con justa
causa y tienen derecho a ella cuando el despido se produce en ausencia de justa
causa, pero en este último caso exclusivamente por el hecho de producirse por
decisión unilateral e independiente del motivo que hubiere tenido el patrono.
Por el contrario, en el caso de los empleados de carrera todas las causales de
insubsistencia con indemnización son legales, según lo establecido en el
artículo 3º del Decreto 1660, con lo cual se favorece al funcionario con una
normatividad que lo protege de decisiones arbitrarias.
"En cuanto a los empleados de
carrera administrativa se refiere debe mencionarse -adicionalmente-, que de
conformidad con los dispuesto en el artículo 125 de la Constitución Política el
retiro se realiza por la calificación no satisfactoria en el desempeño del
empleo, por violación del régimen disciplinario y por las demás causales
previstas en la Constitución y en la ley. Por ello debe concluirse que
el establecimiento de causales de retiro del servicio por la ley se
aviene en un todo a la disposición constitucional referida, como a bien tuvo
oportunidad de precisarlo la Corte Suprema de Justicia en Sentencia de octubre
17 de 1991.
"Las causales de retiro del
servicio son un instrumento del legislador dentro de un diseño general de
protección que, si bien tiene rango constitucional en razón de que el artículo
53 ordena a la ley consagrarla al expedir el Estatuto del Trabajo, no puede
aislarse del interés general que en momentos determinados debe hacer prevalecer
el legislador, como sería la necesidad de que la función administrativa se
desarrolle con fundamento en los principios de economía, eficacia y celeridad
que exige el artículo 209 de la Constitución".
3) Departamento Administrativo del
Servicio Civil
El doctor CARLOS HUMBERTO ISAZA
RODRIGUEZ, Director del Departamento Administrativo del Servicio Civil, en
extenso escrito defiende la constitucionalidad de las normas acusadas, en
especial el Decreto 1660 de 1991, con razones como las siguientes:
- No es cierto que el Decreto en
mención esté propiciando la desocupación y con ello se esté contra las
finalidades de la Constitución consagradas en su Preámbulo, pues la norma
atacada en ninguno de sus preceptos establece la prohibición para que el
empleado, desvinculado mediante las dos nuevas causales de retiro, se vincule
de nuevo a la administración pública inclusive al día siguiente al de su
retiro.
- El empleado no queda desprotegido
económicamente, pues por primera vez fueron establecidas para los empleados
públicos causales de retiro del servicio acompañadas de un beneficio económico.
- Tampoco es cierto que por efecto del
Decreto-ley 1660 de 1991 se vayan a lanzar a la calle 800.000 trabajadores y
por ello se contravenga el carácter social del Estado (art. 1º Constitución).
Los empleados retirados reciben una compensación pecuniaria que bien pueden
invertir en una actividad lucrativa para hacer frente a sus necesidades
vitales. Esta liberalidad de la administración no viola ningún precepto
constitucional, permite a los empleados retirados atender sus necesidades
mínimas individuales y familiares y evita el impacto social que se produciría
con el retiro de empleados que puede ocasionar la reestructuración de las
entidades. La cifra de 800.000 empleados por retirar es temeraria; el Gobierno
no tiene esa finalidad y ni siquiera el total de la población de empleados a la
cual podría aplicarse la norma asciende a esa cantidad.
- No se violó el artículo 2º de la
Constitución al no haber contado con la participación de los funcionarios
públicos en la expedición del decreto, pues la relación con ellos es de
carácter legal y reglamentario, como lo han entendido la jurisprudencia y la
doctrina y como está previsto en el artículo 1º, numeral 3º, del Decreto
Reglamentario 1848 de 1969; no podían, pues, entrar a discutir o concertar sus
condiciones laborales. Por eso no resultan vulnerados los artículo 39, 54, 55
y 56 de la Constitución.
- No se puede entender el artículo 25
de la Constitución Política como un derecho a permanecer en los empleos de
manera indefinida, porque este jamás ha sido el espíritu de nuestro
Constituyente, el mismo que siempre ha sido consciente de la imposibilidad de
que nuestro Estado de Derecho se convierta en una empresa que establezca la
inamovilidad del trabajador. No se violan entonces los artículos 5º, 42, 53 y
188 de la Constitución.
- En cuanto a la posible violación del
artículo 58 de la Carta por desconocer derechos adquiridos, cita la sentencia
de la Corte Suprema de Justicia del 26 de septiembre de 1991 según la cual
"nadie tiene derecho a una cierta y eterna reglamentación de sus derechos
y obligaciones, ni aún en materia laboral".
- En relación con la pérdida de
estabilidad en el empleo, cita un fallo del Consejo de Estado de fecha 1º de
diciembre de 1966, en el que se expresó: "la carrera administrativa no
tiene como objetivo principal la estabilidad de los funcionarios. Pretende
organizar una administración pública que sirva eficientemente a los intereses
de la comunidad".
- No es posible sostener que una ley
sea inexequible por el hecho de regular causales de retiro del servicio porque,
desde luego, ello supone necesariamente la variación de los preceptos que
regulan el servicio público.
- El retiro del servicio mediante
compensación pecuniaria no es una figura jurídica nueva. Figuras similares o
iguales se han plasmado en la ley 6 de 1945, el Decreto 2351 de 1965 y la ley
50 de 1990.
4) Colegio de Abogados Especializados
en Derecho del Trabajo.
El doctor Jaime Cerón Coral
representando al Colegio de Abogados Especializados en Derecho del Trabajo,
presentó un escrito en el cual realiza las siguientes consideraciones:
"La infracción del numeral 12 del
Artículo 76 de la Ley Suprema de 1886 ha de considerarse en relación con esta
norma y no con las de igual materia de la de 1991, puesto que las facultades
indicadas fueron conferidas con arreglo a aquella, que era la vigente cuando se
otorgaron, y a cuyo tenor debía ceñirse la ley correspondiente. Carece de
lógica hacer valer al respecto disposiciones constitucionales promulgadas casi
un año después.
En cuanto la acusación versa sobre
exceso del Gobierno en el ejercicio de los poderes extras al dictar todas o
algunas de las disposiciones del Decreto 1660, tampoco vienen al caso preceptos
de la Constitución de 1991, puesto que ese uso excesivo únicamente procede
derivarlo del tenor y alcance de la ley cuyo desarrollo efectuó el Decreto.
La censura encaminada a mostrar que la
ley de facultades y su correspondiente Decreto son inexequibles por una
"inconstitucionalidad sobreviviente", como la llama uno de los
actores, y que, sin decirlo, equivale al planteamiento de los demás libelos,
que invocan para ello numerosos textos de la Constitución de 1991, tampoco es
válido a mi modo de ver, porque confunde dos fenómenos diferentes: El de la
inexequibilidad y el de derogación o inaplicación de la ley que contraría la
normatividad constitucional nueva".
V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE
LA NACION
Dentro de la oportunidad constitucional,
el Procurador General emitió los conceptos de rigor mediante oficios de fechas
23 y 29 de abril de mil novecientos noventa y dos (1992), relativos a los
expedientes D-025 y D-020 (acumulado).
- El Jefe del Ministerio Público estima
improcedente la comparación de las normas acusadas con el Preámbulo de la
Constitución de 1991 pues, como expresó la Corte Suprema de Justicia en
Sentencia del 19 de mayo de 1988, el Preámbulo no es una norma jurídica ni un
conjunto de normas de ese género, sino un "querer ser" de la Nación;
contiene las aspiraciones y no las disposiciones de la Carta, las
cuales se reservan para el cuerpo de la misma que sí se compone de normas.
- En cuanto al artículo 2º de la Ley 60
de 1991 expresa:
"Corresponde entonces en primer
término efectuar el análisis de la competencia otorgada por el Legislador al
Ejecutivo y la revisión del elemento precisión en la ley habilitante los cuales
se deben examinar conforme a la normatividad Superior vigente al momento de su
expedición, al haberse agotado los términos y desarrollado su contenido antes
del tránsito constitucional.
Ahora bien, el texto acusado se orienta
a regular las condiciones del retiro del servicio de los funcionarios en las
distintas ramas y organismos del poder público. Por ello resulta necesario
hacer referencia a ésta fase final de la función pública. Esta última, como es
sabido es el manejo de los recursos humanos al servicio del Estado.
A la luz del marco constitucional
vigente para la fecha de expedición de la Ley 60 de 1990, la Constitución no
consagraba las causales de retiro o despido, sino que, como se advierte de la
lectura del artículo 62 Superior, dejaba su regulación a las normas que
expidiera el Congreso.
Ahora, no solo es el legislador el que
determina las causales del retiro, sino que la propia Carta establece en el
precepto 125 que el mismo tendrá lugar por calificación no satisfactoria en el
desempeño del empleo, por violación del régimen disciplinario "y por las
demás causales previstas en la Constitución o la ley". De rango
constitucional, como en la legislación brasilera, son en la actualidad algunas
de las causales de retiro, sin que a ello se contraponga las que la ley tiene
establecidas (artículo 25 del Decreto 2400 de 1968) como la declaratoria de
insubsistencia del nombramiento, la renuncia regularmente aceptada, el retiro
con derecho a jubilación, la edad, la invalidez absoluta, la destitución y el
abandono del cargo.
Siendo de competencia del legislador
determinar las causales de retiro del servicio, como se pudo observar en la
doctrina constitucional transcrita, se hallaba suficientemente investido el
Congreso de la atribución para otorgarla al Ejecutivo, como en efecto lo hizo
en el numeral 1o. del artículo 2º de la Ley 60 acusado, al decir que el
Gobierno determinaría la naturaleza de estas nuevas causales.
De otra parte, las atribuciones
otorgadas al Presidente de la República que se analizan, no adolecen de
imprecisión. El elemento precisión exigible antes y en la actualidad como
requisito de validez en la concesión de facultades legislativas por el Congreso
al Gobierno, implica la delimitación de la materia y la calidad en la
determinación de la órbita en la que ésta se va a desarrollar.
La misma norma impugnada señala que en
desarrollo de tal facultad podrá el habilitado establecer sistemas especiales de
retiro, siempre mediante compensación pecuniaria, y para ello cita algunos
ejemplos como la insubsistencia con indemnización y el retiro voluntario
mediante bonificación. Indica además la norma en cuestión, que deberá
precisarse en el Decreto o los Decretos respectivos, la naturaleza de las
figuras que se creen, los casos y los requisitos para su aplicación, el monto y
condiciones para la indemnización o bonificación que se pagará y el
procedimiento para su reconocimiento, regulaciones que en forma determinada
detalla toda una secuencia de actos que permiten predicar el cumplimiento de la
exigencia constitucional, sobre el elemento precisión bajo estudio.
Y es que si tomamos en cuenta, por
ejemplo que los objetivos de la carrera son los de mejorar la eficiencia de la
administración y de ofrecer a los trabajadores igualdad de oportunidades para
el acceso al servicio, debe su desvinculación estar provista de una
reglamentación detallada para que no se ocasione desmedro en el objetivo
primordial de la función pública, cual es la de obtener el máximo en el manejo
de los recursos humanos al servicio del Estado. De ahí que se encuentre
precisión y claridad en las determinaciones de la disposición acusada, al
exigirse al Ejecutivo en forma minuciosa la especificación de las figuras que
va a crear, las condiciones remunerativas en que se hará el retiro, para no
ocasionar un desmejoramiento pecuniario en las condiciones del desvinculado, el
procedimiento para el efecto y en fin todo cuanto va a rodear la salida del
trabajador de la función pública.
No es menester entonces realizar grandes
elucubraciones sobre el contenido de la norma acusada, pues resulta a todas
luces clara la materia para la cual estaba habilitado el Ejecutivo y la manera
como debía ejercitar tales facultades, es decir, los límites materiales en los
cuales debía moverse el Gobierno".
Concluye, entonces, solicitando a la
Corte que declare inexequible el numeral 1º del artículo 2º de la Ley 60 de
1990.
Advierte la Corte que, si bien el actor
en la única de las demandas acumuladas en que se controvierte la
constitucionalidad de la Ley 60 de 1990 acusa la totalidad de su artículo 2º,
incluyendo todos los numerales, según obra en el expediente en la adición a la
demanda D-025 (folio 35), sobre la cual versa el concepto fiscal, el Procurador
General no se ocupa en consideración alguna sobre la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de los numerales 2, 3 y 4 de dicho artículo 2º.
- En torno al Decreto 1660 de 1991
argumenta el Procurador:
"El sistema de carrera instituído
en la Carta Política no puede tener otro fin que buscar la eficiencia de las
funciones estatales desarrolladas a través de un adecuado reclutamiento y
control de su personal, de donde la permanencia de los servidores públicos
estará garantizada en tanto estos sean la herramienta, el recurso idóneo para
el logro de los fines del Estado, comprometido con la comunidad. La carrera
debe no solamente fijar las condiciones de ingreso y promoción sino,
fundamentalmente, las formas de retiro, para lo cual su fin último debe ser la
mejor productividad y eficiencia del servicio público en cuanto debe alejar de
este el personal que no contribuya a tal fin o de cause perjuicios con sus
acciones u omisiones.
El retiro de la función pública, sea en
empleos de carrera o de libre nombramiento y remoción, debe entonces obedecer a
la idea de satisfacer el interés general o público, sin que para ello puedan
esgrimirse en términos absolutos las normas relativas al derecho del trabajo,
pues dicho interés está por encima del particular, o sea, del que concierne a
los titulares de tal derecho. No en vano en el mismo artículo primero de la
nueva Carta, citado por el impugnante como norma violada, se reconoce que si
bien Colombia es un Estado social de derecho y una república unitaria fundada
en el trabajo, también se reconoce que es una república basada en "la
prevalencia del interés general.
La prevalencia de ese interés general,
norte para la interpretación y ejercicio de los derechos de la anterior
Constitución, es el que hace procedente un otorgamiento de facultades sobre las
materias contenidas en el artículo segundo de la Ley 60 de 1990, el cual, como
se desprende de la exposición de motivos de la misma, está dirigido a cumplir
con el hoy constitucional principio de eficacia a que se refiere el artículo
209, en tanto intenta dar solución al problema de "burocratización"
del sector público, con el propósito de morigerar el gasto global de
funcionamiento dentro de una política de racionalización y eficiencia del
mismo. En otras palabras, porque el interés público implica la existencia de
un Estado que cumpla con eficiencia la funciones que la Constitución y la ley
le han otorgado, es posible habilitar al legislador para que cree nuevas
modalidades de desvinculación del servicio, tales como la insubsistencia con
indemnización y el retiro voluntario mediante bonificación de los funcionarios
al servicio del Estado, tal como dispuso el artículo 2º de la citada Ley 60.
Reseñando el marco constitucional, donde
se conciben los derechos y su regulación, siempre teniendo en cuenta la
prevalencia del interés general, sin duda igualmente explícito en la nueva
Carta Política, se advierte en el Decreto 1660 que al no señalarse en el mismo
los eventos y requisitos en que se verificarían los denominados planes
colectivos de retiro compensado, para los cuales había sido precisamente
habilitado el Ejecutivo, se desconoce con tal proceder la competencia de origen
constitucional reguladora de los derechos atribuída al Legislador, al dejar
desamparadas las garantías que hoy prolijamente protegen al trabajador".
Sobre el retiro mediante declaración de
insubsistencia con indemnización afirma el Ministerio Público que: esta
modalidad de retiro la establece el Decreto 1660 de 1991 para empleados o
funcionarios de carrera, inscritos o en periodo de prueba, y que al respecto,
la jurisprudencia ha venido reconociendo que la declaratoria de insubsistencia
de servidores públicos amparados por derechos de carrera, a diferencia de
aquellos de libre nombramiento y remoción, no es discrecional sino reglada, de
manera tal que solo debe hacerse por los motivos y mediante los procedimientos
establecidos en la ley.
Así visto, encuentra el Despacho que las
declaratorias de insubsistencia con indemnización, consignadas en los literales
a) y b) del artículo 4º del Decreto 1660, no se oponen al precepto 125
Constitucional, toda vez que la ley, respetando las pautas de retiro
establecidas en el mismo, puede hacer más gravosos aún los motivos de retiro
del servicio siempre que tales eventos tengan por fin mejorar el servicio
público, la eficiencia administrativa.
En referencia a la causal c) ibidem, se
observa sí violación constitucional de los citados preceptos 25, 53 y 125. Mal
puede descansar en el arbitrio y subjetividad del nominador la facultad
exclusiva de calificar cuándo un empleado o funcionario satisface o no las
necesidades o los requerimientos técnico-administrativos del servicio. Esta
modalidad de retiro se contradice con la facultad reglada propia de las
insubsistencias de empleos de carrera. Además, la calificación de necesidades
o requerimientos en mención, no puede originarse, únicamente, en apreciaciones
genéricas del nominador por cuanto la naturaleza de la carrera exige que se
soporte en causales serias y técnicas avaladas por el órgano director de la
misma. Respecto de la causal d) nos atenemos a lo dicho anteriormente sobre
los planes colectivos de retiro.
Y de otra parte, refiriéndonos al
literal d) del artículo 4º, cuando este dispone que podrá declararse la
insubsistencia de los nombramientos del personal de carrera, en el evento en
que se hubiese incurrido en irregularidades dentro del proceso de selección o
inscripción en la misma, éste resulta abiertamente contrario a los postulados
de los artículos 209 y 238 superiores, sobre la legalidad de la función
administrativa y la presunción de legalidad de los actos administrativos
implícito en éste último, toda vez que el Legislador, en este caso el
Extraordinario, no puede partir de la ilegalidad de un acto para dar lugar a
una indemnización.
La procedencia de la insubsistencia con
indemnización para el personal amparado por derechos de carrera a que se
refieren los literales a) y b) del artículo 4º, es acorde con la Carta en la
medida en que armoniza con las preceptivas del artículo 125 constitucional, por
cuanto la indemnización así concebida reviste un carácter compensatorio que
atempera en el trabajador los efectos de la desvinculación. Son por lo tanto
exequibles sus previsiones".
VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia
Es la Corte Constitucional el tribunal
competente para fallar de modo definitivo sobre la exequibilidad o
inexequibilidad de las disposiciones objeto de acción, ya que se trata de
artículos pertenecientes a una ley expedida por el Congreso Nacional y de un
decreto dictado por el Presidente de la República en desarrollo de facultades
extraordinarias (artículo 241, numerales 4 y 5, de la Constitución Política).
Advierte la Corte que, como ya se
expresó en los autos admisorios de las demandas que se resuelven mediante este
fallo, las expresiones "...sobre la última de ellas antes del 1º de junio
de 1992", que hacen parte del artículo Transitorio del Decreto 2067 de
1991, han sido inaplicadas en el presente proceso por razón de su
incompatibilidad con los términos que establece el artículo 242, numeral 4º, de
la Constitución Política, tal como lo ordena el artículo 4º Ibidem.
2.
Normas aplicables al estudio de constitucionalidad
Como
ya lo ha señalado la Corte en casos similares, es necesario distinguir entre
los aspectos formales y los de fondo de las disposiciones acusadas, con el
objeto de establecer si el cotejo propio del examen de constitucionalidad debe
hacerse con la Carta vigente o con la anterior.
En
efecto, cuando el estudio se refiera al contenido de los preceptos cuestionados
es necesario definir su exequibilidad teniendo en cuenta la preceptiva superior
vigente al momento de proferir el fallo, es decir, la Constitución de 1991,
cuyo artículo 380 dispuso la derogatoria de la Constitución de 1886 y sus
reformas. Según lo expresó la Corte en recientes sentencias, instaurado y en
vigencia el nuevo Estatuto Constitucional, no pueden coexistir con él normas
legales ni de otro nivel que lo contraríen.
En
cambio, por cuanto atañe a los aspectos relativos a las formalidades que
debieron observarse al expedir las normas demandadas, la Corte no puede exigir
la sujeción a unos preceptos que no habían entrado a regir en ese momento, sino
que se hace imprescindible considerar tales aspectos con arreglo a la Carta
Política que estaba en vigor cuando fueron dictados los estatutos de cuya
constitucionalidad se trata. Así ocurre, por ejemplo, con los cargos sobre
posible exceso en el uso de las facultades extraordinarias pues en últimas lo
que allí se discute es si el Ejecutivo gozaba de competencia para
expedir decretos con fuerza de ley tanto en relación con la materia de las
autorizaciones como respecto del término señalado por la ley correspondiente.
Siendo claro que el tema de la competencia es de carácter formal, la regla a
seguir sobre la normatividad aplicable para el estudio de este tipo de cargos
consiste en que se fallen teniendo por referencia la vigente cuando fueron ejercidas
dichas facultades.
Todas
las disposiciones objeto de este proceso han sido acusadas por razones de
fondo, pero debe tenerse presente que algunas -las integrantes del Decreto 1660
de 1991- también son cuestionadas con el argumento de que mediante ellas el
Presidente de la República excedió las facultades extraordinarias que le fueron
conferidas por la Ley 60 de 1990.
El
tránsito constitucional hace imperativo entonces que, en relación con los
distintos cargos formulados, esta Corporación acuda al ordenamiento jurídico
frente al cual habrá de verificar el cotejo de las disposiciones impugnadas,
siguiendo las reglas que se acaban de definir, razón por la cual en unos casos
se atenderá a las disposiciones de la Constitución vigente y en otros a la ya
derogada.
3.
Poder vinculante del Preámbulo
Varios
de los demandantes fundan la posible inconstitucionalidad de las disposiciones
acusadas en una oposición entre éstas y el Preámbulo de la Carta Política.
En
los conceptos rendidos, tanto en este como en otros procesos, el Procurador
General de la Nación sostiene que efectuar semejante cotejo resulta
improcedente y cita, como respaldo jurisprudencial de su criterio, el fallo
proferido por la Corte Suprema de Justicia el 19 de mayo de 1988, basado a su
vez en la idea de que el Preámbulo de la Constitución no es una norma jurídica,
ni un conjunto de normas de ese género, sino la expresión de los principios y
valores que la comunidad profesa en una determinada etapa de su vida
socio-cultural, razón por la cual, siendo el de constitucionalidad un proceso
en el que se comparan disposiciones de grado inferior con normas de superior
jerarquía, mal se puede determinar la constitucionalidad de un precepto legal
por comparación con un principio o valor de género diverso.
Esta
Corte, por el contrario, estima indispensable reivindicar la concepción
jurídica según la cual el Derecho no se agota en las normas y, por ende, el
Constitucional no está circunscrito al limitado campo de los artículos que
integran una Carta Política.
El
Preámbulo de la Constitución incorpora, mucho más allá de un simple mandato
específico, los fines hacia los cuales tiende el ordenamiento jurídico; los
principios que inspiraron al Constituyente para diseñar de una determinada
manera la estructura fundamental del Estado; la motivación política de toda la
normatividad; los valores que esa Constitución aspira a realizar y que
trasciende la pura literalidad de sus artículos.
El
Preámbulo da sentido a los preceptos constitucionales y señala al Estado las
metas hacia las cuales debe orientar su acción; el rumbo de las instituciones
jurídicas.
Lejos
de ser ajeno a la Constitución, el Preámbulo hace parte integrante de ella.
Las normas pertenecientes a las demás jerarquías del sistema jurídico están
sujetas a toda la Constitución y, si no pueden contravenir los mandatos
contenidos en su articulado, menos aún les está permitida la transgresión de
las bases sobre las cuales se soportan y a cuyas finalidades apuntan.
Considera
la Corte que la preceptiva constitucional ha sido enderezada por el propio
Constituyente a la realización de unos fines, al logro de unos cometidos
superiores ambicionados por la sociedad, que cabalmente son los que plasma el
Preámbulo y que justifican la creación y vigencia de las instituciones. Quitar
eficacia jurídica al Preámbulo, llamado a guiar e iluminar el entendimiento de
los mandatos constitucionales para que coincida con la teleología que les da
sentido y coherencia, equivale a convertir esos valores en letra muerta, en vano
propósito del Constituyente, toda vez que al desaparecer los cimientos del
orden constitucional se hace estéril la decisión política soberana a cuyo
amparo se ha establecido la Constitución.
Juzga
la Corte Constitucional que el Preámbulo goza de poder vinculante en
cuanto sustento del orden que la Carta instaura y, por tanto, toda norma -sea
de índole legislativa o de otro nivel- que desconozca o quebrante cualquiera de
los fines en él señalados, lesiona la Constitución porque traiciona sus principios.
Si
la razón primera y trascendente del control constitucional no es otra que la de
garantizar la verdadera vigencia y supremacía de la Constitución, ese control
deviene en utópico cuando se limita a la tarea de comparar entre sí normas
aisladas, sin hilo conductor que las armonice y confiera sentido integral,
razonable y sólido al conjunto.
Importantes
salvamentos de voto, contrarios a la tendencia jurisprudencial acogida por el
fallo en que se funda la Procuraduría, coinciden en subrayar que el control de
constitucionalidad no puede excluir las violaciones del Preámbulo como
suficiente motivo para declarar la inexequibilidad de las normas que incurren
en ellas.
Así,
el Magistrado Luis Carlos Sáchica, entonces miembro de la Sala Constitucional
de la Corte Suprema de Justicia, afirmaba en Salvamento de Voto del 2 de
octubre de 1980:
"No
es descaminado pensar, como lo plantea el actor, que en las definiciones de las
cuestiones de constitucionalidad deben tomarse en cuenta los principios y
valores proclamados en el Preámbulo de la Constitución, pues ellos orientan la
interpretación de la normatividad, al postular los fines y propósitos para los
que fue expedida y aunque sus enunciados no tengan fuerza preceptiva sí tienen
la función directiva que se deriva de los postulados teleológicos".
---------------------------------------------------------
"Si
se quiere, por otra parte, vivificar la Constitución, ello exige entender que
ella no solo está conformada por las normas positivas en que se expresa, sino por
los principios implícitos en las mismas y por los valores enunciados como
objetivo de su preceptiva; estas son instancias supra, aunque no
extraconstitucionales, a las cuales es necesario referir toda interpretación y
aplicación de las normas positivas y su desconocimiento debe acarrear
invalidez, inconstitucionalidad, pues todo lo que sea contrario a la justicia,
tiene que ser contrario al derecho, y un control de constitucionalidad que no
tenga este enfoque es incompleto y carece de eficacia. En consecuencia, cuando
las normas acusadas, no importa su rango, atentan contra la unidad nacional, la
paz o la justicia, proclamadas en el Preámbulo de la Constitución como razón de
ser de la forma de vida colectiva en ella propuesta, el juez de constitucionalidad
debe invalidarlas, ya que el derecho positivo no se justifica por sí
mismo"[1].
Este
criterio fue también expuesto en Salvamento de Voto consignado por la mayoría
de los magistrados que integraban la Sala Constitucional de la Corte Suprema en
relación con la sentencia del 19 de mayo de 1988, en los siguientes términos:
"Principio
básico de este examen es la consideración de los fines de una Constitución, no
solamente de la nuestra sino de todas las que se han dado desde cuando
aparecieron en su real sentido a partir de las postrimerías del siglo XVIII;
para ello la historia muestra una luz cierta y segura, pues los movimientos
políticos que las obtuvieron tienen todos el denominador común de haber buscado
determinados valores mediante una organización que se adecuara a la procura de
esos propósitos.
"En
efecto, tanto la Declaración de Derechos del Estado de Virginia de junio 2 de
1776, la primera en su clase después de múltiples 'bills of rights' ingleses,
como la Constitución de los Estados Unidos de América de septiembre 17 de 1787
y su 'bill of rights', que buscaba crear y establecer un orden estatal nuevo
posterior a la colonia, como la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de la Revolución Francesa de 26 de agosto de 1789 y las
Constituciones posteriores, que actuaban sobre un estado existente, todas
tenían como propósito la realización política de determinados principios de libertad
individual que estaban inspirados en el ideario demoliberal de la época y que,
por fin, después de muchos siglos de evolución cultural llegaban a tener efecto
real para expandirse de ahí a los campos de la vida entera hasta resultar en un
nuevo sistema de vida distinta en todo al que se dejaba atrás y que era, para
todos los menesteres, desde el derecho hasta el arte, desde la política hasta
la moda, el 'ancien regime'.
"Por
supuesto que al lado de la influencia del credo político de los derechos naturales,
perpetuos e inalienables del hombre, llevado a la conciencia pública por
diversos escritores y filósofos y defendido especialmente por el 'iluminismo'
de la ilustración, esto es, por los enciclopedistas, otras causas preñaron el
momento histórico para hacer posible este paso fundamental de la humanidad,
como la primera revolución industrial y el consecuente cambio en las relaciones
de producción, pero ahora interesa resaltar, como se ha hecho, la significación
política del nuevo régimen que se centró en un reconocimiento del hombre como
ente dotado de libertad esencial y protagonista de la historia.
"El
amparo de estos principios se dejaba a una estructuración de la sociedad y del
Estado de tal naturaleza que solamente la ley, la nueva ley, podía determinar
los límites y condicionamientos de la conducta humana y éste solamente por la
virtud de la nueva ley que era producto del pueblo soberano, de la 'volonté
general', y no del arbitrio y concesión reales o del ejercicio de un
privilegio. Por aquí entraba en la nueva concepción la necesidad de organizar
el Estado, lo cual se fue haciendo hasta llegar al moderno estado de derecho,
todavía imperfecto, en que el estado debe servir al derecho y el derecho al
hombre.
"Al
lado de las libertades se hablaba de otros fines, como la justicia, la
felicidad, el progreso, y luego, la seguridad, el bienestar general y los
derechos humanos, pero todos han sido apenas motes o, cuando más, vertientes de
la libertad individual que ha movido el aparataje social, económico y político
a través de los últimos dos siglos de historia constitucional.
"Si
esto es así, es decir, si se acepta que hay un 'ethos' superior
inspirado por el concepto de libertad que conlleva y encierra tantos otros
valores y se reconoce el carácter instrumental de la ley que debe enderezarse a
realizarlos, tampoco puede dudarse que la Constitución debe aplicarse en una
forma y de una manera que la vivifique y llene de contenidos positivos para la
defensa de estos valores y ellos son, precisamente, los que se encuentran en el
preámbulo de la nuestra"[2].
Por
su parte, el tratadista argentino Germán J. Bidart Campos señala:
"Nosotros
discrepamos con quienes niegan normatividad al Preámbulo; por el hecho de ser
una declaración de principios no quiere decir que no marque rumbos, que no
contenga normas, que no emita enunciados revestidos de ejemplaridad. Lo que
dice el preámbulo debe hacerse. De lo contrario, sería inútil. Por algo
sintetiza lo que se da en llamar principios fundamentales de la Constitución,
principios directivos que dominan todo el conjunto del Derecho
Constitucional"[3].
Ahora
bien, en el caso de la Constitución colombiana de 1991, el texto del Preámbulo
sufrió todos los trámites previstos en el Reglamento de la Asamblea Nacional
Constituyente y fue aprobado por ella al igual que lo fueron los artículos de
la Constitución.
Consta
en la Gaceta Constitucional Nº 142 el Acta de la sesión plenaria celebrada el
viernes 28 de junio de 1991, en la cual se discutió y aprobó en segundo debate
el texto del Preámbulo de la Constitución con resultado de treinta y nueve (39)
votos afirmativos, dejando constancia de su voto negativo los constituyentes
Salgado Vásquez, Zalamea, Reyes y Santamaría Dávila. No cabe duda, entonces,
de su estirpe constitucional ni de su poder vinculante, puesto que surgió de un
acto deliberado, discutido y votado por el cuerpo política y jurídicamente
habilitado para poner en vigencia la nueva estructura constitucional, sin
tratamiento distinto al que se dió a todos y cada uno de los artículos
aprobados.
Por
otra parte, la Constitución de 1991 es de carácter finalista, lo cual
aparece consagrado en varias de sus normas, en especial las del Título I sobre
principios fundamentales, estrechamente relacionados con los objetivos que
proclama el Preámbulo; es decir, más que en otras constituciones, en esta son
ostensibles unos propósitos del Constituyente, previstos en el Preámbulo y desarrollados
en el articulado; no en vano el nuevo texto enuncia como razones de la Carta
Política el fortalecimiento de la unidad de la Nación; la garantía de la vida,
la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la
libertad y la paz; la democracia participativa; la vigencia de un orden
político, económico y social justo; el compromiso de afianzar la integración
latinoamericana.
Un
sistema de control constitucional como el contemplado en los artículos 241 y
concordantes de la Carta, cuyo fin primordial radica en asegurar su integridad
y supremacía, no sería eficiente ni útil si desconociera esos postulados, en
los cuales se nutre todo el orden jurídico estatal.
Así,
pues, la Corte Constitucional habrá de establecer en este proceso si existe o
no el necesario ajuste entre las disposiciones impugnadas y el Preámbulo de la
Constitución, como uno de los elementos de juicio encaminados a resolver sobre
su exequibilidad.
4.
El trabajo como uno de los fundamentos de la nueva Constitución.
Uno
de los elementos esenciales en la estructura de las instituciones colombianas
ha venido siendo desde 1936 y con mayor énfasis a partir de la Carta del 91, el
valor del trabajo, a cuya protección y promoción están destinadas no pocas de
sus disposiciones, en el entendido de que su garantía constituye, como antes se
indica, objetivo central, específica y conscientemente buscado por el
Constituyente, tal cual lo manifiesta el Preámbulo y lo refrenda el artículo 1º
de la Constitución al reconocerlo como uno de los factores en que se funda el
Estado colombiano.
Cuando
ante la Asamblea Nacional Constituyente fue presentado el proyecto de lo que es
hoy el artículo 25 de la Carta Política, extendiendo la protección especial del
Estado a todas las manifestaciones del trabajo y ampliando la visión del
artículo 17 de la Constitución anterior, los Constituyentes Guillermo Perry,
Horacio Serpa y Eduardo Verano subrayaban: "No se trata, como pudiera
pensarse con ligereza, de un simple retoque cosmético o terminológico. Se
pretende señalar un rumbo inequívoco y fundamental para la constitución de una
nueva legitimidad para la convivencia democrática, que debe nutrir el espíritu
de la estructura toda de la nueva Carta. En estas condiciones, el trabajo se
eleva a rango de postulado ético-político necesario para la interpretación de
la acción estatal y de los demás derechos y deberes incluídos en la Carta, así
como factor indispensable de integración social.
Como
lo demuestra la bien conocida y fecunda experiencia de Italia, el trabajo
constituye base fundamental para el encuentro y compromiso de muy diversas
vertientes ideológicas y sociales, no sólo en cuanto al contenido y alcance de
una verdadera democracia pluralista y de la misma soberanía popular, sino
también de los valores en que se sustenta y afirma la dignidad humana.
No
sobra señalar que, cualquiera que sea la naturaleza y jerarquía que dentro de
las fuentes normativas se le reconozca a los denominados principios
fundamentales y a los elementos esenciales del Estado, es lo cierto que por su
prioridad política y lógica ellos no podrán ser ignorados por el intérprete de
las normas que en su conjunto integran el ordenamiento jurídico.
(...)
Aquí se reconoce que el trabajo es un derecho individual y una obligación
social y que gozará de la especial protección del Estado, independientemente de
la forma en que se ejerza.
(...)
Este señalamiento expreso resulta de importancia dada la tendencia que ha
tenido nuestro ordenamiento jurídico a proteger preferiblemente unas formas de
trabajo sobre otras (...)"[4].
Sobre
la señalada trascendencia del trabajo, visto como uno de los valores
fundamentales de la Constitución vigente, reitera la Corte lo que afirmara en
sentencia del veintinueve (29) de mayo del presente año:
"La
Constitución es un sistema portador de valores y principios materiales. En su
"suelo axiológico" se encuentra el valor del trabajo, que según el
Preámbulo de la Carta fundamental se debe asegurar a los integrantes de la
sociedad, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que
garantice un orden político, económico y social justo. Por ello el
Constituyente le otorgó al trabajo el carácter de principio informador del
Estado Social de Derecho, al considerarlo como uno de sus fundamentos, al lado
de la dignidad humana, la solidaridad de las personas que integran la
sociedad y la prevalencia del interés general (artículo 1º de la
Constitución).
La
persona es el sujeto de la Constitución y, como condición de la dignidad humana,
la Carta es portadora de derechos y deberes (Título II). El trabajo es
justamente uno de ellos (artículo 25), con un carácter de derecho-deber y, como
todo el tríptico económico de la Carta -propiedad (art. 58), trabajo (art. 25),
empresa (art. 333)-, cumple una función social.
El
trabajo es una actividad que goza en todas sus modalidades de especial
protección del Estado. Una de las garantías es el estatuto del trabajo, que
contiene unos principios mínimos fundamentales (artículo 53), cuya protección
es de tal naturaleza, que es inmune incluso ante el estado de excepción por
hechos que perturben o amenacen perturbar en forma grave e inminente el orden
social, económico y ecológico. El gobierno, con las facultades excepcionales
que le otorga la declaratoria de dicho estado, no puede desmejorar los derechos
sociales de los trabajadores (artículo 215).
El
mandato constitucional de proteger el trabajo como derecho-deber, afecta a
todas las ramas y poderes públicos, para el cumplimiento de uno de los fines
esenciales del Estado: garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes que genera esa labor humana (artículo 2º.)"[5].
Así,
pues, la Corte Constitucional no puede avocar el conocimiento de los estatutos
acusados, cuya primordial característica es la de introducir modificaciones
radicales en el ordenamiento jurídico vigente para los servidores del Estado,
sin establecer previamente las consideraciones generales que habrán de inspirar
su decisión con respecto a factores que, dentro de la Carta de 1991, resultan
ser vitales en la concepción jurídico constitucional del trabajo, tales como la
estabilidad y la igualdad en todo tipo de relaciones laborales y la eficacia y
eficiencia de la función pública como elemento decisivo cuando se trata de
establecer por la vía legislativa los criterios de permanencia y promoción de
los servidores públicos en sus empleos, en especial respecto de la carrera
administrativa, que son precisamente los temas abordados por la Ley 60 de 1990
y por el Decreto 1660 de 1991.
4.1.
Estabilidad en el Trabajo
En
Colombia consagran la estabilidad en el empleo los artículos 53 y 125 de la
Constitución, el primero alusivo a todos los trabajadores y el segundo
aplicable a los servidores del Estado.
Este
principio se erige en factor primordial de protección para el trabajador y, en
cuanto se refiere a los servidores públicos, se traduce también en una forma de
garantizar la eficacia en el cumplimiento de las funciones confiadas al
Estado.
Considera
la Corte que el principio general en materia laboral para los trabajadores
públicos es la estabilidad, entendida como la certidumbre que debe asistir
al empleado en el sentido de que, mientras de su parte haya observancia de las
condiciones fijadas por la ley en relación con su desempeño, no será removido
del empleo.
Esa
estabilidad, claro está, no significa que el empleado sea inamovible, como si
la administración estuviese atada de manera irreversible a sostenerlo en el
puesto que ocupa aún en los casos de ineficiencia, inmoralidad, indisciplina o
paquidermia en el ejercicio de las funciones que le corresponden, pues ello
conduciría al desvertebramiento de la función pública y a la corrupción de la
carrera administrativa. En nada riñen con el principio de estabilidad laboral
la previsión de sanciones estrictas, incluída la separación o destitución del
empleado, para aquellos eventos en los cuales se compruebe su inoperancia, su
venalidad o su bajo rendimiento. Pero esto no se puede confundir con el
otorgamiento de atribuciones omnímodas al nominador para prescindir del
trabajador sin relación alguna de causalidad entre esa consecuencia y el mérito
por él demostrado en la actividad que desempeña.
Ahora
bien, esa estabilidad resulta ser esencial en lo que toca con los empleos de
carrera, ya que los trabajadores inscritos en ella tan solo pueden ser
separados de sus cargos por causas objetivas, derivadas de la evaluación acerca
del rendimiento o de la disciplina del empleado (art. 125, inciso 2º C.N.), al
paso que en los empleos de libre nombramiento y remoción, por su propia
naturaleza, la permanencia del empleado está supeditada a la discrecionalidad
del nominador, siempre y cuando en el ejercicio de esta facultad no se incurra
en arbitrariedad mediante desviación de poder (artículos 125 y 189, numeral 1º
C.N.).
4.2.
Igualdad en el trabajo
Los
artículos 13 y 53 constitucionales consagran la igualdad material en general y
en el trabajo en particular, respectivamente.
De
acuerdo con la primera de las normas mencionadas, "todas las personas
nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de
las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades
sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o
familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica".
En
el artículo 53, específicamente aplicable a las relaciones laborales, exige la
Carta que la ley, al expedir el Estatuto del Trabajo, tenga en cuenta como principio
mínimo fundamental "la igualdad de oportunidades para los
trabajadores", la cual debe extenderse a todos los aspectos de la
protección que ellas merecen, en aspectos tales como la estabilidad en el
empleo, la remuneración mínima vital y móvil, la proporcionalidad de ella a la
cantidad y calidad de trabajo, la irrenunciabilidad a los beneficios mínimos
establecidos en normas laborales y la situación de favorabilidad en la
aplicación e interpretación de las fuentes formales del Derecho.
Se
reitera lo dicho por esta Corte en el ya citado fallo del 29 de mayo último y
en la sentencia del 23 de julio de 1992, en las cuales se puntualiza:
"El
principio de la igualdad es objetivo y no formal; él se predica de la
identidad de los iguales y de la diferencia entre los desiguales. Se supera así
el concepto de la igualdad de la ley a partir de la igualdad abstracta, por el
concepto de la generalidad concreta, que concluye con el principio según el
cual no se permite regulación diferente de supuestos iguales o análogos y
prescribe diferente normación a supuestos distintos. Con este concepto sólo se
autoriza un trato diferente si está razonablemente justificado"[6].
"Existe,
pues, un principio general de igualdad entre las personas, cuyo carácter no
puede tomarse como absoluto, ya que el supuesto del cual se parte no es el de
la plena identidad entre los individuos (igualdad de hecho), de suyo imposible,
sino el de una esencia común perfectamente compatible con la
natural diversidad de caracteres, propiedades, ventajas y defectos de cada uno
y con las distintas circunstancias en medio de las cuales actúan. De ahí que
la igualdad ante la ley en su genuina concepción jurídica, lejos de significar
ciega uniformidad, representa razonable disposición del Derecho, previa
ponderación de los factores que inciden de manera real en el medio dentro del
cual habrá de aplicarse y de las diversidades allí existentes.
(...)
En
concordancia con ello, el ordenamiento jurídico, fundado en la Constitución, ha
de reconocer el ámbito de la igualdad y discernir en el campo de las
desigualdades, a fin de evaluar con criterio objetivo cuáles son las normas que
deben plasmar idéntico tratamiento para todos y cuáles, por el contrario,
tienen que prever consecuencias jurídicas distintas para hipótesis diferentes.
Entonces, no realiza este principio el sistema legal que otorgue privilegios
injustificados o establezca discriminaciones arbitrarias entre iguales, ni
tampoco el que atribuya iguales consecuencias a supuestos disímiles, ni el que
desconozca a los más débiles el derecho fundamental que la Carta Política les
confiere a ser especialmente protegidos, habida cuenta de la debilidad en que
se encuentran frente a los demás. Desde luego, las distinciones que establezca
el legislador tienen por límite la preceptiva constitucional, muy especialmente
los derechos que ella reconoce y los deberes que impone a las personas y a la
sociedad.
Ahora
bien, motivos de interés colectivo, de justicia social o de equidad pueden
hacer indispensable que, en desarrollo de postulados constitucionales, se
consagren excepciones a las reglas generales, cuyo sentido no puede
interpretarse como ruptura del principio de igualdad si encajan razonablemente
dentro de un conjunto normativo armónico, orientado a la realización de los
fines del Estado"[7].
Como
se expresó, en la primera de las providencias citadas, el principio
constitucional de igualdad de los trabajadores está desarrollado por el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 7º,
ordinal c), del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, adoptado el 16 de diciembre de 1966 y aprobado por el Congreso de
Colombia mediante la Ley 74 de 1968 (Diario Oficial No.32682), que dice:
"Artículo
7
Los
Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al
goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias, que le aseguren en
especial:
--------------------------------------------------------
c)
igual oportunidad para todos de ser promovidos, dentro de su trabajo, a la
categoría superior que les corresponda, sin más consideraciones que los
factores de tiempo de servicio y capacidad".
Como
se observa, allí mismo está garantizado implícitamente el derecho a la
estabilidad en el empleo, ya que la norma, al consagrar las posibilidades de
ascenso a escalas superiores, lo hace, entre otros factores, con fundamento en
el tiempo de servicios.
La
igualdad en materia laboral también aparece consagrada en el Convenio
Internacional del Trabajo número 111 -aprobado por Colombia mediante la Ley 22
de 1967 y ratificado en 1969-, relativo a la discriminación en materia de
empleo y ocupación.
El
artículo 1º. de dicho convenio expresa:
"1.
A los efectos de este convenio, el término `discriminación', comprende´:
A)
Cualquier distinción, exclusión o preferencia basada en motivos de raza, color,
religión, opinión política, ascendencia nacional u origen social, que tenga por
efecto anular o altere la igualdad de oportunidades de trato en el empleo y
la ocupación;
B)
Cualquier otra distinción, exclusión o preferencia que tenga por efecto anular
o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo u ocupación,
que podrá ser especificada por el miembro interesado, previa consulta con las
organizaciones representativas, de empleadores y de trabajadores, cuando dichas
organizaciones existan, y con otros organismos apropiados.
2.
Las distinciones, exclusiones o preferencias basadas en las calificaciones
exigidas para un empleo determinado no serán consideradas como
discriminación."
El
artículo 2º del Convenio dispone:
"Todo
miembro para el cual este convenio se halle en vigor, se obliga a formular y
llevar a cabo una política nacional, que promueva, por métodos adecuados a las
condiciones y a las prácticas nacionales, la igualdad de oportunidades y de
trato en materia de empleo y ocupación, con objeto de eliminar cualquier
discriminación a este respecto."
De
la simple lectura de las normas citadas se comprende su sentido: consagrar la
igualdad de oportunidades en materia de empleo y de ocupación, pero observando
que, según lo ya expresado, las diferencias objetivas no implican en sí mismas
una discriminación sino la obligación para la autoridad de reconocerlas y de
actuar en consecuencia, dando distinto tratamiento a situaciones disímiles y
previendo normas y efectos similares para situaciones análogas. Así se deduce
claramente de las normas internacionales citadas.
El
enunciado principio sobre igualdad ante la ley, que la Corte estima aplicable
al análisis constitucional de las disposiciones acusadas, ya había sido objeto
de amplia consideración por la Corte Suprema de Justicia en varias sentencias,
entre ellas la del 4 de septiembre de 1970, con ponencia del Magistrado
Eustorgio Sarria, y la del 17 de octubre de 1991, cuyo ponente fue el
Magistrado Simón Rodríguez Rodríguez.
5. Eficiencia y
eficacia en un Estado Social de Derecho
La
declaración expresa formulada por la nueva Constitución Política (artículo 1º)
en el sentido de que Colombia es un Estado Social de Derecho, corresponde a una
definición ontológica del Estado, que alude a un elemento esencial de su
estructura. Se trata de un concepto que, sin desconocer los postulados sobre
los que se sostiene el Estado de Derecho, subraya el fundamento que el interés
común confiere a la actividad del Estado y a la responsabilidad de las
autoridades públicas, llamadas a intervenir, dentro de los marcos constitucionales,
para asegurar a los gobernados unas condiciones mínimas de convivencia, las
cuales no son dádiva o merced que dispense el gobernante, sino verdadero
derecho tutelado por la Carta Fundamental.
Siendo
parte de la definición del Estado, el término "social" no puede ser
visto como algo intrascendente o residual, sino como un concepto cuyo contenido
debe reflejarse en la actuación de los poderes públicos y muy especialmente en
las previsiones del legislador en materias que, como el trabajo, tienen hondas
repercusiones en el desenvolvimiento de la vida comunitaria.
El
carácter del Estado de Derecho, sin embargo, no desaparece sino que viene a
armonizarse con la condición social del mismo, al encontrar en la dignidad de
la persona y en el interés colectivo los puntos de fusión. Así, a la seguridad
jurídica que proporciona la legalidad se le suma la efectividad de los derechos
humanos y la justicia social como elementos que cohesionan y orientan la acción
del Estado.
Si
bien la noción del Estado Social de Derecho gobierna la actuación de todos los
operadores jurídicos, en el caso que nos ocupa ella está dirigida muy
específicamente a la relación del Estado con sus servidores; dentro de él, el
poder público está sujeto a un marco axiológico completo, establecido por la
Constitución, cuyo fundamento es la persona humana.
El
respeto por los derechos humanos, de un lado, y el acatamiento de unos
principios rectores de la actuación estatal, por otro, constituyen las
consecuencias prácticas de esa filosofía.
En
este sentido, se encuentra la Corte ante un asunto de constitucionalidad en el
cual están en juego principios y directrices de la gestión pública en su
conjunto, como son la eficacia de su actividad y la eficiencia de
quienes la tienen a cargo.
La
eficacia está contenida en varios preceptos constitucionales como
perentoria exigencia de la actividad pública: en el artículo 2º, al prever como
uno de los fines esenciales del Estado el de garantizar la efectividad de los
principios, deberes y derechos consagrados en la Constitución; en el 209 como
principio de obligatorio acatamiento por quienes ejercen la función
administrativa; en el 365 como uno de los objetivos en la prestación de los
servicios públicos; en los artículos 256 numeral 4o., 268 numeral 2º, 277 numeral
5º y 343, relativos al control de gestión y resultados.
La
eficacia es, en palabras de Luciano Parejo Alfonso, "una cualidad de la
acción administrativa... en la que se expresa la vigencia del estado social en
el ámbito jurídico-administrativo"[8]. El mismo autor
añade que "en definitiva, la eficacia es la traducción (...) de los
deberes constitucionales positivos en que se concreta el valor superior de la
igualdad derivado directamente de la nota o atributo de `socialidad´ del
Estado".
Según
el autor citado, este criterio conduce a la conclusión de que la Administración
sólo puede ser eficaz cuando satisfaga su fin: el interés general, y
adicionalmente a que el valor eficacia implique una condición de calidad, en el
sentido de agilidad, economía, utilidad y, en suma, de bondad de la actuación
estatal en su resultado"[9]. Obsérvese al
respecto que es justamente el principio de la eficacia el que permite valorar
el uso que el agente le ha dado a una facultad discrecional.
En
efecto, dentro del esquema trazado por la Constitución, las normas confieren a
las autoridades un poder reglado, de acuerdo con postulados característicos del
Estado de Derecho (artículos 3º, 6º, 121, 122 y 123, inciso 2º, de la
Constitución colombiana), pero en ciertas materias, como las relativas a la gestión
económica y social, se deja un margen de discrecionalidad para que el Estado,
en forma eficaz, procure la satisfacción del interés colectivo -carácter social
del Estado de Derecho, artículos 1º, 2º y 209 de la Carta-.
Como
forma de medir y evaluar la eficacia del Estado, el Constituyente introdujo el
control de gestión y de resultados, en los artículos 256, numeral 4, 264, 267,
268, numeral 2, 277, numeral 5, y 343 constitucionales, entre otros, pues la
prestación satisfactoria de los servicios a cargo del Estado y el rendimiento
de los recursos que administra no pueden escapar al sistema de controles que el
ordenamiento jurídico introduce como elementos que salvaguardan el interés
general.
Pero
la Constitución no menciona únicamente la eficacia, sino que incorpora en
varias de sus disposiciones el concepto de eficiencia, que en términos
económicos se traduce en el logro del máximo rendimiento con los menores
costos, y que, aplicado a la gestión estatal, significa la adecuada gestión de
los asuntos objeto de ella partiendo del supuesto de los recursos financieros
-casi siempre limitados- de los que dispone la hacienda pública. En otros
términos, el Estado, por razones de interés general, está obligado a efectuar
una adecuada planeación del gasto de modo tal que se oriente con certeza a la
satisfacción de las necesidades prioritarias para la comunidad sin despilfarro
ni erogaciones innecesarias.
A
la eficiencia, como principio rector de la gestión pública, aluden preceptos
constitucionales como las contenidas en los artículos 48, 49 y 268, numerales 2
y 6, de la Constitución Política.
En
el terreno de las relaciones que los entes públicos establecen con sus
servidores, se refleja necesariamente esta tendencia a la operación eficiente
de la actividad estatal, que -se repite- es hoy principio constitucional de
ineludible acatamiento, pero, no tratándose ya de "un recurso más",
sino de la incorporación de la persona humana al desarrollo de las
tareas que le corresponden, también la Constitución obliga al Estado a actuar
dentro de criterios que respeten su dignidad (artículo 6º) y sus derechos
(Preámbulo y artículos 1º, 2º y Título II de la Carta), como se verá más
adelante.
En
este aspecto, la armonización de los dos principios analizados -la eficiencia y
la eficacia de la función pública- con la protección de los derechos que
corresponden a los servidores estatales resulta de una carrera
administrativa diseñada y aplicada técnica y jurídicamente, en la cual se
contemplen los criterios con arreglo a los cuales sea precisamente el
rendimiento en el desempeño del cargo de cada trabajador (el cual garantiza
eficiencia y eficacia del conjunto) el que determine el ingreso, la estabilidad
en el empleo, el ascenso y el retiro del servicio, tal como lo dispone el artículo
125 de la Constitución. Estos aspectos, en una auténtica carrera
administrativa, deben guardar siempre directa proporción con el mérito
demostrado objetiva y justamente.
En
este sentido se busca que la carrera administrativa permita al Estado contar
con servidores cuya experiencia, conocimiento y dedicación garanticen, cada vez
con mejores índices de resultados, su verdadera aptitud para atender las altas
responsabilidades confiadas a los entes públicos, a partir del concepto según
el cual el Estado Social de Derecho exige la aplicación de criterios de
excelencia en la administración pública.
Ello
conduce a la instauración de la carrera administrativa como sistema propicio a
la obtención de eficiencia y eficacia y, por tanto, como técnica al servicio de
los fines primordiales del Estado Social de Derecho.
En
ese orden de ideas, los fines propios de la carrera resultan estropeados cuando
el ordenamiento jurídico que la estructura pierde de vista el mérito
como criterio de selección y sostén del empleo, o cuando ignora la estabilidad
de éste como presupuesto indispensable para que el sistema opere.
6.
Necesidad de modernizar y racionalizar la planta de servidores del Estado sin
desconocer los derechos de la persona
La
Corte Constitucional, una vez evaluado el contenido de la Ley 60 de 1990, su
exposición de motivos, las ponencias correspondientes, el texto del Decreto
1660 de 1991 y los argumentos expuestos por el Gobierno Nacional que obran en
el expediente, destinados a defender la constitucionalidad de las disposiciones
que lo integran, debe manifestar que comparte los propósitos que animaron a la
Administración al diseñar una política con arreglo a la cual se modernice y
racionalice la planta de personal al servicio de las entidades públicas.
El
Estado, en el sentir de la Corte, debe asumir la tarea de adecuar su estructura
a las circunstancias que hoy le exigen eficiencia y celeridad en el
cumplimiento de las múltiples responsabilidades que le competen.
El
Estado moderno necesita tecnificarse para brindar a los gobernados plena
garantía en el sentido de que controle los diversos factores de carácter
económico y social que debe atender para cumplir el papel que le corresponde en
orden a obtener el bienestar de la comunidad. Eso es imposible si no se cuenta
con mecanismos aptos para diseñar, en el corto y en el largo plazo, una
planificación que, más allá del simple diagnóstico de necesidades, indique los
medios a través de los cuales -en los distintos órdenes- se orientará una
acción coordinada de las agencias estatales para atenderlas, señalando las
prioridades y las metas propuestas, dentro de un contexto adecuado al
desarrollo integral.
Así
se deduce de varios principios y disposiciones constitucionales, entre los
cuales cabe destacar:
a)
El
Preámbulo de la Carta indica como propósito fundamental del Estado el de
asegurar a sus integrantes "un marco jurídico, democrático y participativo
que garantice un orden político, económico y social justo y comprometido a
impulsar la integración de la comunidad latinoamericana";
b)
Al
tenor del artículo 1º de la Constitución, que define a Colombia como un Estado
Social de Derecho, la prevalencia del interés general es valor fundamental de
la organización estatal;
c)
Para
el artículo 2º de la Carta son fines esenciales del Estado el servicio a la
comunidad, la promoción de la prosperidad general, la participación de todos en
las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa
y cultural de la Nación;
d)
El
mismo artículo ordena a las autoridades asegurar el cumplimiento de los deberes
sociales del Estado y de los particulares;
e)
Al
Estado competen, según numerosos artículos de la Constitución, las mayores
cargas y responsabilidades en relación con el apoyo, promoción y protección de
los derechos individuales, sociales, económicos y culturales, en particular por
lo que hace a salud, educación y vivienda; el saneamiento ambiental; la
seguridad social; la protección de la familia y de los niños, los adolescentes,
las personas de la tercera edad y los disminuídos físicos, sensoriales o
psíquicos; la procura de la igualdad real y efectiva; los estímulos y medios
para que los trabajadores participen en la gestión de las empresas; el acceso
progresivo de la propiedad de la tierra a los trabajadores agrarios; la
formación y habilitación profesional y técnica; la producción de alimentos; la
racionalización de las políticas en materia crediticia; la defensa del
patrimonio cultural ... y, en general, el liderazgo de la comunidad hacia las
metas del desarrollo y la promoción de los derechos individuales y colectivos,
de conformidad con los demás preceptos constitucionales;
f)
El
artículo 209 dispone que la función administrativa está al servicio de los
intereses generales y se desarrolla con fundamento en los principios de
eficacia, economía y celeridad, entre otros y añade que las autoridades
administrativas deben coordinar sus actuaciones para el adecuado cumplimiento
de los fines del Estado.
Nada
de lo dicho podría cumplirse a cabalidad sin un aparato estatal diseñado dentro
de claros criterios de mérito y eficiencia, para lo cual no resulta necesario
su excesivo tamaño ni un frondoso árbol burocrático, sino una planta de
personal debidamente capacitada y organizada de forma tal que garantice niveles
óptimos de rendimiento.
En
contra de estas aspiraciones militan factores como la inmoralidad, la
negligencia y la falta de adecuada preparación del personal no menos que la
deficiente operación de una carrera administrativa desvirtuada por prácticas
contrarias a los principios que la inspiran, de todo lo cual se quejan con
frecuencia y con razón tanto los organismos estatales como la opinión pública.
Para
hacerlo, el Gobierno dispone, entre otros instrumentos, de las atribuciones que
le otorga el artículo 20 Transitorio de la Constitución Política, que dice:
"El
Gobierno Nacional, durante el término de dieciocho meses contados a partir de
la entrada en vigencia de esta Constitución y teniendo en cuenta la evaluación
y recomendaciones de una Comisión conformada por tres expertos en
Administración Pública o Derecho Administrativo designados por el Consejo de
Estado; tres miembros designados por el Gobierno Nacional y uno en
representación de la Federación Colombiana de Municipios, suprimirá, fusionará
o reestructurará las entidades de la rama ejecutiva, los establecimientos
públicos, las empresas industriales y comerciales y las sociedades de economía
mixta del orden nacional, con el fin de ponerlas en consonancia con los
mandatos de la presente reforma constitucional y, en especial, con la
redistribución de competencias y recursos que ella establece".
Sobre
el particular, debe observar la Corte que el empleado público de Carrera
Administrativa es titular de unos derechos subjetivos adquiridos que gozan de
protección constitucional, al igual que ocurre con la propiedad privada según
el artículo 58 de la Carta. Por lo tanto, esos derechos no son inmunes al
interés público pues el trabajo, como el resto del tríptico económico -del cual
forman parte también la propiedad y la empresa- está afectado por una función
social, lo cual no implica que la privación de tales derechos pueda llevarse a
efecto sin resarcir el perjuicio que sufre su titular en aras del interés
público. De allí que, si fuese necesario que el Estado, por razones de esa
índole, elimine el empleo que ejercía el trabajador inscrito en carrera, como
podría acontecer con la aplicación del artículo Transitorio 20 de la Carta,
sería también indispensable indemnizarlo para no romper el principio de
igualdad en relación con las cargas públicas (artículo 13 C.N.), en cuanto
aquél no tendría obligación de soportar el perjuicio, tal como sucede también
con el dueño del bien expropiado por razones de utilidad pública. En ninguno
de los dos casos la licitud de la acción estatal es óbice para el resarcimiento
del daño causado.
La
Corte Constitucional encuentra deseable y, más aun, imperativo, a la luz de los
retos y responsabilidades que impone el Estado Social de Derecho, que se
prevean mecanismos institucionales aptos para alcanzar la modernización y
eficiencia de los entes públicos, capacitando a sus trabajadores, estructurando
adecuadamente el conjunto de funciones que les corresponde cumplir, reduciendo
las plantas de personal a dimensiones razonables y separando de sus cargos a
los empleados cuya ineptitud o inmoralidad sean debidamente comprobadas.
Pero,
claro está, ello únicamente puede hacerse partiendo de la plena observancia de
los principios y disposiciones constitucionales, en especial de aquellos que
reconocen los derechos fundamentales de la persona y los que corresponden de
manera específica a los trabajadores.
Esa
perspectiva de modernización del aparato estatal no puede perder de vista el
postulado acogido desde la Encíclica Rerum Novarum de León XIII y por
las declaraciones internacionales de derechos humanos, que constituye elemento
medular en la concepción del Estado Social de Derecho y que en Colombia se
deriva de claras disposiciones constitucionales (artículos 1, 2, 5, 93 y 94,
entre otros), según el cual el Estado y las instituciones políticas y jurídicas
que se fundan en su estructura tienen por objetivo y razón de ser a la persona
y no a la inversa, de donde se concluye que ningún proyecto de desarrollo
económico ni esquema alguno de organización social pueden constituírse
lícitamente si olvidan al hombre como medida y destino final de su
establecimiento.
El
citado documento pontificio expresó, hace ya cien años, en dicientes párrafos:
"...
entre los deberes no pocos ni ligeros de los gobernantes, a quienes toca mirar
por el bien del pueblo, el principal de todos es proteger todas las clases de
ciudadanos por igual, es decir, guardando inviolablemente la justicia llamada
"distributiva".
(...)
Exige, pues, la equidad que la autoridad pública tenga cuidado del proletario
haciendo que le toque algo de lo que él aporta a la utilidad común, que con
casa en qué morar, vestido con qué cubrirse y protección con qué defenderse de
quien atenta a su bien, pueda con menos dificultades soportar la vida. De
donde se sigue que se ha de tener cuidado de fomentar todas aquellas cosas que
en algo pueden aprovechar a la clase obrera.
El
cual cuidado, tan lejos está de perjudicar a nadie, que antes aprovechará a
todos, porque importa muchísimo al Estado que no sean de todo punto
desgraciados aquellos de quienes provienen esos bienes de que el Estado tanto
necesita.
El
Estado no debe absorber ni al ciudadano, ni a la familia; es justo que al
ciudadano y a la familia se les deje la facultad de obrar con libertad en todo
aquello que, salvo el bien común y sin perjuicio de nadie se puede hacer".[10]
A
lo cual, comentando la Encíclica, en su Centenario, agrega Juan Pablo II que el
hombre no puede ser "absolutizado" por la economía, en cuanto no se
lo puede considerar más "como un productor o un consumidor de bienes que
como un sujeto que produce y consume para vivir".
"(...)
León XIII no ignoraba que una sana teoría del Estado era necesaria para
asegurar el desarrollo normal de las actividades humanas: las espirituales y
las materiales, entrambas indispensables.
(...)
Tal ordenamiento refleja una visión realista de la naturaleza social del
hombre, la cual exige una legislación adecuada para proteger la libertad de
todos"[11].
En
desarrollo de estos principios, el artículo 53, inciso final de la Constitución
Colombiana establece:
"La
ley, los contratos, los acuerdos y convenios de trabajo, no pueden menoscabar
la libertad, la dignidad humana ni los derechos de los trabajadores".
De
tal manera que, siendo loables los fines perseguidos por una política
gubernamental enderezada a la mayor eficiencia de la función pública, la
Constitución Política se convierte en barrera insalvable para su ejecución si
aquella desconoce o quebranta derechos fundamentales inherentes a la persona, o
si vulnera garantías ya adquiridas por los trabajadores o derechos reconocidos
a su favor de conformidad con los mandatos que la preceptiva fundamental
consagra. Y, desde luego, para asegurar que así sea, se ha dispuesto
precisamente el sistema de control constitucional que a esta Corte corresponde
ejercer y ejercerá con decidido empeño respecto de los actos que enuncia el
artículo 241 de la Carta, con la honda convicción de que la estricta
observancia y exigencia de los principios y normas constitucionales hará que el
Estado no olvide que su razón de ser consiste, además del logro del bien común,
en la protección y promoción de la persona humana.
Así,
pues, en el entendido fundamental de que una cosa son los propósitos que se
persiguen al estatuír un régimen legal y otra muy distinta la coherencia de
éste con las normas superiores a las que se encuentra sometido, la Corte
Constitucional procede inmediatamente a dilucidar si, en efecto, las normas que
ante ella han sido cuestionadas resultan ser paradigma de razonabilidad, como
lo expresan los escritos de defensa, o si, por el contrario, vulneran
principios tutelares y normas perentorias de la actual Constitución Política,
cual lo señalan los demandantes.
EL
ARTICULO 2º DE LA LEY 60 DE 1990 Y EL DECRETO 1660 DE 1991 FRENTE A LA
CONSTITUCION.
1.
Ya
la Corte Constitucional, mediante sentencia de fecha 25 de junio de 1992
(Magistrado Ponente: Dr. Fabio Morón Díaz), declaró exequible el numeral 1º del
artículo 2º de la Ley 60 de 1990, pero únicamente por sus aspectos formales.
Procede
ahora, a partir de las demandas instauradas, efectuar el análisis de fondo
sobre dicho artículo en su materia y ya no solamente en cuanto a su numeral 1º,
sino respecto de todos los demás, pues una de las demandas se refiere a él en
su integridad.
La
Ley 60 de 1990 facultó al Ejecutivo, de manera genérica, para determinar las
condiciones del retiro del servicio de los funcionarios pertenecientes a
las distintas ramas y organismos del poder público. En desarrollo de esa
facultad, lo autorizó expresamente, a título de ejemplo, para establecer sistemas
especiales de retiro del servicio mediante compensación pecuniaria como la insubsistencia
con indemnización y el retiro voluntario mediante bonificación.
A
la luz de la Constitución vigente, tal como sucedía bajo el régimen de la Carta
anterior, encaja dentro de las atribuciones del Congreso la de establecer las
condiciones de retiro del servicio, así como la de radicar temporalmente esta
función en cabeza del Ejecutivo, mediante el otorgamiento de precisas
facultades extraordinarias. Todo ello en desarrollo de la cláusula general de
la competencia en materia legislativa y particularmente, para lo atinente a
facultades, en virtud de lo previsto en el actual artículo 150, numeral 10, de
la Constitución (76, numeral 12, de la antigua codificación).
También
se acomodan al ámbito de atribuciones del legislativo las materias previstas en
los numerales 2, 3 y 4 del artículo 2º de la Ley 60 de 1990 (estímulos para los
mejores empleados oficiales, modificación del régimen de prima técnica,
establecimiento de un sistema de control y autorizaciones en relación con la
negociación de futuras convenciones colectivas de trabajo por parte de las
entidades públicas) y, por supuesto, dichos asuntos podían y pueden ser objeto
de facultades extraordinarias otorgadas al Ejecutivo, tal como se hizo en el
caso que nos ocupa, dentro de los criterios de precisión y temporalidad que
para la época de expedición de la Ley 60 preveía el artículo 76, numeral 12, de
la Constitución Política.
En
estas condiciones, no se configura, por los aspectos analizados, ningún motivo
de inconstitucionalidad del artículo 2º de la Ley 60 de 1990.
2.
Así,
pues, si como consecuencia de esa habilitación legislativa, el Presidente
señaló modificaciones, adiciones o supresiones al sistema que venía rigiendo en
la materia, siempre y cuando lo haya hecho dentro del término legal y con
sujeción a los precisos límites indicados por el legislador ordinario, en
principio ejerció constitucionalmente las facultades otorgadas.
Un
examen del Decreto 1660 de 1991 permite establecer que, en efecto, el
Presidente se sometió al término dentro del cual podía legislar
extraordinariamente, pues gozaba para ello de seis (6) meses que, contados
desde el 31 de diciembre de 1990 (fecha de la promulgación de la Ley 60 de
1990, Diario Oficial No.39.615), vencían el 30 de junio de 1991, y el Decreto
1660 fue expedido el día 27 de junio de 1991 (Diario Oficial 39.881).
Por
otra parte, en cuanto alude a la materia de dicho estatuto, ella está
circunscrita a definir su campo de aplicación (artículo 1º), el cual
coincide con el indicado en el artículo 2º de la Ley 60 de 1990; el
establecimiento de nuevas causales de retiro del servicio,
específicamente la insubsistencia con indemnización y el retiro
voluntario mediante bonificación (artículo 2º), modalidades expresamente
previstas en la ley de facultades; la naturaleza de tales figuras
(artículos 3º, 7º y 11); los eventos y requisitos para su
aplicación( artículos 4º, 6º, 8º, 9º y 13); el monto y condiciones
de la indemnización o bonificación que se pagará y el procedimiento para
reconocerlas (artículo 5º, 10º, 12, 14, 15, 16, 17, 18 y 19), todo ello de
acuerdo con las precisiones consignadas en el texto del artículo 2º, numeral 1,
de la ley habilitante.
En
síntesis, no prosperan las glosas formuladas por algunos de los demandantes
sobre posible exceso en el uso de las facultades extraordinarias, aspecto este
por el cual no estima la Corte que el decreto cuestionado presente vicios de
inconstitucionalidad.
3.
Encuentra
esta Corporación que las normas medulares del Decreto 1660 de 1991 son los
artículos 2º, 3º y 4º, cuyo contenido inspira la totalidad del estatuto, de tal
manera que se procederá inicialmente a su examen para luego establecer la
debida concordancia con el resto del articulado.
Desde
el punto de vista material, el artículo 2º del Decreto 1660 de 1991 establece,
como nuevas causales de retiro del servicio, la insubsistencia con
indemnización y el retiro voluntario mediante bonificación.
Estas
dos figuras nada tendrían de inconstitucionales de no ser por el alcance que el
Decreto acusado contempla para cada una de ellas, el cual, en su conjunto, riñe
con los principios y preceptos constitucionales.
En
efecto, la insubsistencia con indemnización es definida por el artículo
3º del Decreto 1660, adicionando pero no sustituyendo las pertinentes normas
del 2400 de 1968, como una facultad en cabeza del nominador para declarar en
cualquier tiempo la insubsistencia del nombramiento de un funcionario amparado
por derechos de carrera, siempre y cuando medie indemnización.
El
artículo 4º demandado completa el alcance de la facultad enunciada, autorizando
al nominador para declarar la referida insubsistencia, no obstante los derechos
de carrera que amparen al trabajador, en las siguientes circunstancias:
"a)
Cuando mediante un proceso disciplinario al empleado o funcionario le haya sido
impuesta sanción de multa o de suspensión en el ejercicio del cargo;
b)
Cuando el empleado o funcionario obtuviere una o varias calificaciones
deficientes que no dieren lugar a la declaratoria de insubsistencia por
calificación de servicios;
c)
Cuando el empleado o funcionario no satisfaga totalmente las necesidades o
requerimientos técnicos o administrativos del servicio;
d)
Cuando se hubiere incurrido en irregularidades en el proceso de selección o de
inscripción en la carrera, que hubieren culminado con nombramiento en periodo
de prueba, escalafonamiento o ascenso, y
e)
Dentro de un Plan Colectivo de Retiro Compensado.
3.1.
En
las normas que se citan no hay inconstitucionalidad por el solo hecho de
introducirse motivos para la declaratoria de insubsistencia adicionales a los
ya previstos para empleados de carrera, entre otras normas, en los artículos
26, inciso 2º, del Decreto 2400 de 1968 y 3º de la Ley 61 de 1987, ya que la
estabilidad propia de la carrera (artículo 125 C. Nal.) no viene a ser
desconocida por el solo hecho de preverse por el legislador nuevas razones para
que el nombramiento pueda o deba ser declarado insubsistente. Interpretar lo
contrario significaría congelar las posibilidades de adicionar o modificar la
legislación. El propio artículo 125 de la Carta Política contempla como
causales de retiro "las demás (...) previstas en la Constitución o la
Ley".
Pero,
en cambio, si las nuevas causales son en sí mismas lesivas de la justicia, la
igualdad, la libertad, el debido proceso, la estabilidad laboral o, en general,
cualquier otro derecho o garantía de orden constitucional, resultan
necesariamente inexequibles.
Las
normas de cuya revisión se trata ofrecen no uno sino varios motivos de
inconstitucionalidad que repercuten en el concepto de insubsistencia con
indemnización, tal como ha sido concebida en las normas impugnadas.
a)
Cuando
el literal a) del artículo 4º autoriza al nominador para declarar la
insubsistencia de los nombramientos del personal amparado por derechos de
carrera en aquellos casos en los que mediante un proceso disciplinario ha sido
impuesta sanción de multa o suspensión en el ejercicio del cargo, vulnera la
Constitución Política en los siguientes aspectos:
-
Hace posible que el trabajador sea sancionado dos veces por el mismo hecho:
una, cuando como culminación del proceso disciplinario, se le impone la multa o
suspensión, y otra cuando se declara insubsistente su nombramiento con
fundamento en esa circunstancia.
No
desconoce la Corte que el artículo 3º, inciso 2º, del Decreto atacado indica
que "para todos los efectos se entenderá que el retiro del servicio
mediante la declaratoria de insubsistencia no constituye una sanción para el
empleado o funcionario".
Empero,
considerada materialmente la figura que se plasma en el mencionado literal, es
de clara estirpe sancionatoria, por cuanto está ligada a la comisión de faltas,
aunque éstas hayan sido ya sancionadas, siendo evidente que por medio de ella,
en la norma que se considera, se establece una causal de retiro que no tiene
motivo distinto al de la falta. Es decir, puesto que en este literal se
establece una relación de causalidad entre sanciones aplicadas previo proceso
disciplinario, cuyo supuesto es siempre una infracción, y la insubsistencia,
mal puede concluirse que ésta represente, en su sustancia, algo distinto de
castigo o sanción.
El
contenido de una norma jurídica no se pierde por la calificación que de él haga
el legislador y, por tanto, si se plasmó una sanción en un artículo de la ley,
dicha sanción no deja de serlo porque otro artículo pretenda quitarle ese
carácter.
Establecido,
pues, que la insubsistencia prevista en la disposición que se analiza es una
sanción, fluye inevitablemente la consecuencia de su inconstitucionalidad, por
recaer sobre hechos ya castigados, lo cual desconoce francamente el principio
general de derecho, a su vez incluido en el postulado constitucional del Debido
Proceso (art. 29 de la Carta Política), de tiempo atrás sintetizado en las
expresiones latinas "non bis in idem", cuyo significado excluye la
posibilidad de que una persona sea juzgada doblemente por idéntico motivo, como
ocurre en el presente caso.
El
enunciado principio no es aplicable únicamente a la materia penal sino también
a la administrativa en cuanto, según ya se dijo, forma parte de las garantías
que integran el debido proceso, expresamente exigido por el artículo 29 de la
Carta como de ineludible aplicación "a toda clase de actuaciones
judiciales y administrativas".
Peor
que el doble juicio es la doble sanción, en especial si prescinde del derecho
de defensa (art. 29, inciso 4º de la Constitución) y ciertamente el literal en
comento hace expedita la insubsistencia -que aquí es castigo- sin previo juicio
en cuanto a su procedencia y con total exclusión de los medios de defensa a
favor del empleado.
De
lo que se trata en el fondo es de una flagrante transgresión del valor de la
justicia, garantizado en el Preámbulo de la Carta, toda vez que, por si fuera
poco lo dicho, la pérdida del empleo -aunque se "indemnice"-, añadida
a la multa o suspensión ya impuestas, representa un exceso, de suyo
injusto, en el ejercicio de la facultad sancionatoria.
Pero,
dado el efecto de esta especial forma de sanción, que consiste, además de la
pérdida del empleo, en la ineficacia de los derechos de carrera que asisten al
empleado, también resultan conculcados los artículos 25, 53 y 125 de la
Constitución.
La
Constitución tal como queda expuesto en las consideraciones generales de este
fallo consagra el derecho al trabajo como uno de los fines propuestos en su
Preámbulo, junto con la garantía de un orden político, económico y social
justo, a la vez que señala como propósito del Estado la efectividad de los
derechos reconocidos en su preceptiva. En concreto, el artículo 25 define el
trabajo como un derecho y una obligación social y, reiterando el principio
introducido en la reforma constitucional de 1936, declara que goza, en todas
sus modalidades (una de la cuales es la del trabajo al servicio de la
administración), de la especial protección del Estado y añade que toda
persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas.
La
especial protección estatal que la norma exige para el trabajo alude a
conductas positivas de las autoridades, así como al diseño y desarrollo de
políticas macroeconómicas que tengan por objeto fomentar y promoverlo, de modo
que quienes lo desarrollan (los trabajadores) puedan contar con suficientes
oportunidades para acceder a él y con elementos indispensables para derivar de
su estable ejercicio el sustento propio y familiar. Pero también implica, al
lado del manejo económico, la creación de condiciones normativas adecuadas a
los mismos fines, esto es, la previsión de un ordenamiento jurídico apto para
la efectiva garantía de estabilidad y justicia en las relaciones entre patronos
(oficiales o privados) y trabajadores.
En
concordancia con lo expuesto, el artículo 53 de la Constitución ordena al
Congreso expedir el estatuto del trabajo y tener en cuenta, en la respectiva
ley, varios principios mínimos fundamentales -es decir de ineludible
consagración y observancia-, entre los cuales se encuentran la igualdad de
oportunidades, la estabilidad en el empleo, la irrenunciabilidad a los
beneficios mínimos establecidos en normas laborales, la situación más favorable
del trabajador en caso de duda y la primacía de la realidad sobre formalidades
establecidas por los sujetos de las relaciones laborales. Se agrega la
posibilidad de transigir y conciliar sobre derechos inciertos y discutibles, lo
que a su vez implica la garantía constitucional de que transacción y la
conciliación no podrán referirse a derechos ciertos e indiscutibles como lo
son, por ejemplo, los de carrera administrativa en el asunto que nos ocupa.
Estos
principios son mínimos en el sentido de que constituyen presupuesto necesario y
obligatorio de las normas que el Congreso apruebe al expedir el estatuto del
trabajo y, por tanto, ya hacen parte del ordenamiento jurídico en su base misma
-la Constitución-, de tal manera que, aún no estando incluidos los artículos 25
y 53 dentro de la enumeración de los derechos de aplicación inmediata (artículo
85 C.N.), por ser principios mínimos de naturaleza constitucional, no necesitan
esperar la expedición de una ley para que sea exigible su observancia. Por
consiguiente, no es factible argüir la ausencia de un estatuto legal que
desarrolle tales principios para desconocerlos, ya que imperan por directo
ministerio de la Constitución Política.
La
indicada protección al trabajo es contraria a toda política estatal que tienda
a desconocer los expresados fines o a tornar en inútiles los mecanismos
jurídicos concebidos para el logro de aquellos, como es el caso de la carrera
administrativa. Esta tiene expresa consagración en el artículo 125 de la
Carta, que establece como principio general el de que los empleos en los
órganos y entidades del Estado son de carrera.
La
naturaleza misma de toda carrera contiene como elementos insustituibles los de
la eficacia del servicio, la estabilidad del trabajador, la promoción de éste
en consideración exclusiva a su rendimiento y méritos y la previsión de normas
estrictas de carácter objetivo, tanto para el acceso al empleo (normalmente por
concurso) como para el retiro del servicio.
El
último aspecto indicado -que nos interesa en este proceso- excluye por
definición la arbitrariedad del nominador y toda forma de presión que tienda a
desvincular al empleado del servicio por fuera de las causales, también
objetivas, consagradas en la ley. Así lo establece con meridiana claridad el
artículo 125 de la Carta, que dice: "El retiro se hará: por calificación
no satisfactoria en el desempeño del empleo; por violación del régimen
disciplinario y por las demás causales previstas en la Constitución o la
ley".
Desde
luego, considera la Corte que la autorización constitucional al legislador para
establecer causales de retiro debe entenderse conferida sobre la base de que
las causales de origen legal se avengan a los principios y disposiciones de la
Carta. En otras palabras, la sola circunstancia de que el precepto superior en
comento haya dejado en manos de la ley la posibilidad de añadir causas de
retiro a las ya previstas por el Constituyente, en modo alguno significa que
sea lícito al legislador plasmar motivos cuyo contenido material choque con los
mandatos superiores. Así, mal podría la ley, so pretexto de esta autorización,
concebir como causal de retiro del servicio, el hecho de pertenecer a cierta religión,
el de profesar determinadas ideas políticas o el de ser oriundo de una especial
región del territorio nacional.
Aplicado
todo lo dicho al literal a) del artículo 4º del Decreto 1660 de 1991, resulta
palmaria su oposición a la Carta Política, pues, lejos de brindarse al trabajo
especial protección estatal, se desconoce el derecho a permanecer en él; se
rompe con el criterio de estabilidad en el empleo que la Constitución ha
plasmado como principio mínimo fundamental a favor de los trabajadores, por cuanto
el solo hecho de haber sido objeto de sanción anterior se erige en motivo
suficiente para que, de modo unilateral el agente del empleador ordene la
separación del empleado por la vía de la insubsistencia; se propicia la
transacción sobre derechos ciertos e indiscutibles, como los de carrera, en
cuanto la norma autoriza la desvinculación a cambio de la indemnización; se
convierten en renunciables los beneficios mínimos establecidos en las normas de
carrera; se hace prevalecer la formal expresión de que esta insubsistencia no
es sancionatoria, sobre la realidad incontrastable de un nuevo castigo al
trabajador por faltas ya sancionadas, como se ha demostrado en esta
providencia.
Por
otra parte, el precepto que se examina hace ineficaz la carrera administrativa,
en cuanto desconoce los derechos que ella incorpora, ya adquiridos por el
trabajador, so pretexto de la insubsistencia con indemnización.
b)
También cercena los derechos propios de la carrera y quebranta perentorias
disposiciones de la Constitución el literal b) del artículo 4o. en estudio, a
cuyo tenor procede la insubsistencia con indemnización "cuando el empleado
o funcionario obtuviere una o varias calificaciones deficientes que no dieren
lugar a la declaratoria de insubsistencia por calificación de servicios".
Según
el ya considerado principio de la estabilidad en el empleo de carrera
administrativa, en armonía con el de eficacia del servicio público, el
trabajador tiene derecho a permanecer vinculado mientras no sea calificado
insatisfactoriamente en el desempeño de sus funciones (artículo 125, inciso 2º
de la Constitución Política).
Por
tanto, la calificación no satisfactoria comporta la pérdida del derecho y da
lugar al retiro del servicio sin que pueda afirmarse que al aplicar esa
consecuencia en casos concretos se atente contra la estabilidad en el empleo
inherente a la carrera.
Sin
embargo, por razones de seguridad jurídica y de justicia que encuentran
consagración positiva en los artículos 6º, 29 y 124 de la Constitución, el
trabajador tiene derecho a conocer previamente cuál es el nivel mínimo de
rendimiento que se le exige para que su vinculación subsista; es decir, con
anterioridad a la calificación debe poder establecer con certeza dónde comienza
a ser ella "insatisfactoria" y hasta qué punto puede entenderse
"satisfactoria", dentro de los criterios técnicos fijados por la vía
general y abstracta, que garanticen la definición objetiva sobre la mayor o
menor eficiencia del empleado y la imparcialidad de quien aplica dichos
criterios mediante la calificación.
Un
sistema concebido para calificación de los servicios que no responda a
criterios ciertos y claros, debidamente conocidos por los trabajadores, abre
paso a la arbitrariedad, en cuanto torna subjetivo lo que de suyo está llamado
a la objetividad.
Siendo
ello así, cuando ya el empleado o funcionario ha obtenido calificaciones
"que no dieren lugar a la declaratoria de insubsistencia por calificación
de servicios"(supuesto del cual parte la norma sub judice), ello
significa, para hacer ciertos sus derechos y funcional el sistema de carrera,
que ha ganado, a partir del examen objetivo de sus servicios, la oportunidad de
seguir en el empleo, toda vez que se entiende fallida la condición que
supeditaba a los resultados del examen la permanencia en el cargo. Frente a
esa calificación, que confiere un nivel de certeza tanto al empleado como a la
entidad, resulta inexplicable el precepto cuestionado cuando señala, de todas
maneras, la consecuencia de la insubsistencia en contra del trabajador que
obtuvo calificación suficiente como para no ser excluido del servicio, por una
adicional e indeterminada "deficiencia" de la calificación, cuyos
límites quedan librados a la omnipotente voluntad del nominador.
Roto
así el principio de la seguridad jurídica, desconocido todo criterio de
justicia y erigida la arbitrariedad en norma, la carrera administrativa queda
desvirtuada. Ello es suficiente para deducir la flagrante inconstitucionalidad
del literal acusado.
c)
Idénticos
argumentos llevan a estimar violatorio de la Carta Política el literal c) del
artículo 4º atacado, a cuyo tenor está permitido a los nominadores declarar en
cualquier tiempo la insubsistencia del nombramiento de funcionarios amparados
por derechos de carrera "cuando el empleado o funcionario no satisfaga
totalmente las necesidades o requerimientos técnicos o administrativos del
servicio".
En
este caso, la subjetividad reside, además de la completa ausencia de criterios
legales objetivos que el mismo Decreto ha debido aportar para definir los
requerimientos técnicos o administrativos del servicio, en las expresiones
"...no satisfaga totalmente..." (se subraya), puesto que, si
de cuantificación se trata, la total satisfacción de las necesidades y
los requerimientos técnicos o administrativos tendría que ser, según este
precepto, del ciento por ciento, meta obviamente deseable pero criterio injusto
para calificar las posibilidades de permanencia de un trabajador en un
determinado empleo si no existen unos criterios de evaluación clara y
anticipadamente definidos y conocidos por el nominador y por los empleados a
quienes se aplican. Supeditar a la perfección la subsistencia de la carrera
administrativa, dejando en cabeza del nominador la discrecionalidad en cuanto
al nivel de rendimiento requerido, equivale a ignorar de manera flagrante los
mandatos constitucionales que la consagran.
En
este punto la Corte acoge el concepto del Procurador General de la Nación,
quien afirma que esta modalidad de retiro se contradice con la facultad reglada
propia de las insubsistencias de empleos de carrera y que la calificación de
las necesidades o requerimientos en mención no puede originarse únicamente en
apreciaciones genéricas del nominador por cuanto la naturaleza de la carrera
exige que se soporte en causales serias y técnicas avaladas por el órgano
director de la misma.
d)
Glosa
especial merece el literal d) del artículo 4º demandado, el cual deriva la
facultad de declarar la insubsistencia de los nombramientos de funcionarios
inscritos en carrera de un motivo completamente extraño al criterio de
eficiencia y, peor aún, anterior a la actual ubicación laboral del trabajador,
además de ser atribuible por entero a fallas del organismo o entidad
correspondiente: "cuando se hubiere incurrido en irregularidades en el
proceso de selección o de inscripción en la carrera, que hubieren culminado con
nombramiento en periodo de prueba, escalafonamiento o ascenso".
No
es admisible en ningún caso, pero menos aún cuando están de por medio derechos
adquiridos, como los del trabajador inscrito en la carrera, alegar la propia
culpa o negligencia como elemento configurativo de derecho.
Imputar
al trabajador la consecuencia de su separación del cargo (de por sí grave
aunque haya indemnización) como una repercusión directa de la incuria en que
pudo haber caído la propia administración, quebranta sin atenuantes el
principio de justicia garantizada en el Preámbulo de la Constitución y todas
las normas de la Carta, en este mismo fallo analizadas, sobre protección al
trabajo, derechos mínimos de los trabajadores y efectividad de la carrera
administrativa.
También
aquí asiste razón al Procurador General de la Nación cuando sostiene que este
precepto resulta abiertamente contrario a los postulados de los artículos 209 y
238 de la Constitución.
Obsérvese
cómo el precepto en cuestión no puede ser interpretado en el sentido de que las
irregularidades a las que se refiere hubieran podido ser imputables al
trabajador -caso en el cual tendría razón de ser la insubsistencia-, toda vez
que, por una parte, la disposición alude de manera concreta al "proceso de
selección o de inscripción", siendo claro que tal proceso corre bajo la
responsabilidad y la conducción del ente administrativo, y por la otra, si
fueran atribuíbles al empleado acciones fraudulentas enderezadas a su selección
o inscripción en la carrera, ninguna explicación lógica y menos aún jurídica
tendría el que la insubsistencia decretada en su contra estuviese acompañada de
una indemnización como la establecida por las normas acusadas.
e)
El
literal e) del artículo 4º del Decreto 1660 de 1991, es también
inconstitucional, como pasa a demostrarse.
Cuando
la norma en examen se ocupa de la naturaleza de este medio de desvinculación de
servidores públicos, incurre en el desconocimiento de postulados
constitucionales por cuanto el plan colectivo de retiro compensado al estar
dirigido indistintamente a personal de carrera y de libre nombramiento y
remoción, ignora los derechos del funcionario amparado por la institución de la
carrera administrativa (artículo 125 de la Constitución), toda vez que, al
incluirlo dentro de un plan colectivo de retiro compensado se le propone
"canjear" derechos adquiridos por bonificación o compensación
pecuniaria, sin tener en cuenta que la pérdida de los derechos de carrera -en
buen número de casos alcanzados mediante alta cuota de sacrificio- y la pérdida
del empleo dejan a la persona desprotegida hacia el futuro, en la incertidumbre
de si podrá obtener nueva ocupación, en especial después de haber sobrepasado
las llamadas "edades tope" para el mercado laboral.
Es
inconstitucional la compensación ofrecida al funcionario amparado por derechos
de carrera, no solo porque con ella se pretende sustituir sus derechos sino
además por cuanto se crea un mecanismo generador de inestabilidad en el empleo
para este tipo de servidores, que contraría abiertamente el artículo 53, inciso
2º, de la Constitución Política, llevándolo en forma implícita, a renunciar a
los beneficios que le confiere el estar vinculado a la carrera administrativa.
De
otra parte, dirigir este tipo de Plan al personal de libre nombramiento y
remoción, significa, como ya se dijo, reconocer y pagar una compensación sin
causa a un funcionario, que dada la naturaleza de su vínculo con la
administración, puede, en virtud de la facultad conferida por la ley al
nominador, ser desvinculado sin que se le reconozcan derechos y prestaciones
sociales distintas de aquellas con las que el Estado mediante la ley ampara a
esta clase de servidores públicos.
Ahora
bien, la norma acusada establece una clasificación del Plan y señala que puede
ser voluntario o mixto, fijando como criterio de distinción entre
uno y otro, la facultad existente en el segundo en cabeza del nominador, para
optar por declarar la insubsistencia o abstenerse de hacerlo. El concepto
mismo de retiro voluntario mediante bonificación, establecido para la primera
forma del plan, presenta una antimonia por cuanto el libre albedrío del
servidor público para manifestar si quiere o no retirarse se ve afectado por la
llamada "bonificación" unida a la expectativa de que, en todo caso,
el nominador cuenta con los mecanismos ordinarios para prescindir de sus
servicios (declaratoria de insubsistencia o suspensión del cargo, entre otros),
lo cual implica una pérdida total de autonomía y espontaneidad al decidir,
máxime cuando se señalan plazos perentorios para hacerlo. Todo ello hace
apenas nominal el carácter "voluntario" del retiro, pues mal puede
pensarse que lo sea un acto con efectos jurídicos al que se llega con base en
la doble presión del estímulo y la velada amenaza, como acontece a partir de
las normas sub-judice. Ello, desde luego, quebranta la libertad del individuo
en cuanto se le impide que obre según su elección consciente y deliberada,
lesiona la dignidad de la persona en cuanto induce su comportamiento sin
esperar a la natural expresión de su voluntad y limita en grado sumo el libre
desarrollo de la personalidad, ya que el sujeto, particularmente quien había
trazado sus propios planes fundado en los derechos de carrera ya adquiridos,
los ve forzosamente modificados no por su propia decisión sino por el ánimo de
la administración al incluirla en el respectivo Plan Colectivo de Retiro
Compensado.
Para
la segunda forma del plan -mixto- encuentra la Corte que él es violatorio de la
norma superior por otorgar de manera omnímoda al nominador la facultad para
desvincular a un funcionario o abstenerse de hacerlo, desconociendo así las
normas constitucionales que refieren a la protección al trabajo (art. 25), los
principios mínimos fundamentales (art. 53 C.N.), las garantías a los servidores
públicos (art. 125 C.P.) analizados anteriormente en esta providencia.
Adicionalmente
a lo dicho, el artículo 4º del Decreto 1660 de 1991, en cuanto plasma causales
contrarias a la Constitución para desvincular a empleados amparados por
derechos de carrera, infringe abiertamente el artículo 58 de la Carta, pues los
derechos incorporados a la inscripción en carrera son para el trabajador
derechos adquiridos con arreglo a las leyes y éstas, según el mandato superior
"no pueden ser desconocidos ni vulnerados por leyes posteriores".
Las normas básicas del Decreto 1660 consideradas en
su conjunto
Un
análisis integral de las normas acusadas permite establecer que mediante ellas
se hicieron nugatorias las garantías que otorgaba la carrera administrativa a
quienes ya estaban inscritos en ella, por cuanto se dio al nominador la
posibilidad de disponer la insubsistencia de los nombramientos respectivos, en
apariencia por aplicación de nuevas causas legales, pero realmente por su
autónoma y libre voluntad, en ejercicio de facultades discrecionales que riñen
con los caracteres sobresalientes de toda carrera, cuales son la estabilidad
del empleado y la incidencia del mérito en su permanencia y promoción
dentro del servicio, y que, fuera de eso, introdujeron varios factores de
desigualdad ante la ley entre trabajadores en idénticas circunstancias
objetivas.
En
efecto, del estudio conjunto de los artículos 4º, 7º, 8º y 9º del Decreto 1660
de 1991 se concluye que, en primer lugar, las figuras de la insubsistencia
con indemnización (capítulo II) y el retiro voluntario mediante
bonificación (Capítulo III) -concebidas por la Ley 60 de 1990 como dos
sistemas diferentes de retiro del servicio, cuyo denominador común era la
compensación pecuniaria, pero que se distinguían en su origen, pues la una
procedía de la voluntad de la administración y la otra de la del empleado- en
el Decreto acusado se entrelazaron de tal manera que prácticamente se
convirtieron en una sola, a lo cual contribuyó en especial la evidente falta de
técnica legislativa.
Así,
se puede observar que el numeral e) del artículo 4º del Decreto, norma
destinada a prever las causales para la insubsistencia con indemnización,
expresó que dicha medida se podría adoptar "dentro de un Plan Colectivo de
Retiro Compensado", es decir, en los casos y con las características
indicadas en el Capítulo III, estructurado para fijar las reglas propias de la
otra nueva causal prevista en la Ley 60 de 1990.
En
consecuencia, al tenor de dichas normas, un trabajador que no pueda ser
catalogado dentro de ninguna de las cuatro primeras causas de insubsistencia
con indemnización contempladas por el artículo 4º, puede ser objeto de la misma
si se lo incluye, según el criterio subjetivo de la administración, en un Plan
Colectivo de Retiro Compensado Mixto o Voluntario. Como se puede concluír de
la lectura del artículo 7º, esta es una decisión para la cual la entidad
administrativa no está limitada por causales imputables al trabajador ni
condicionada en forma alguna distinta de la aprobación previa del CONFIS
(artículo 9º), pero en relación específica con "la conveniencia fiscal y
financiera" del Plan correspondiente, y la eventual aprobación formal de
la planta de personal, por parte del Departamento Administrativo del Servicio
Civil, si el Plan implica su modificación.
Resulta,
pues, del todo indiferente que la situación del trabajador encaje en alguna de
las causales del artículo 4º y, además, tampoco importa si pertenece o no
pertenece a la carrera administrativa, según lo dispone el artículo 7º. Esto
choca con los ya enunciados principios básicos de toda carrera y,
adicionalmente, lesiona el principio de igualdad ante la ley, en cuanto se da
idéntico trato a personas que legalmente se encuentran en circunstancias y
condiciones diferentes.
Pero,
por otra parte, teniendo en cuenta que el Decreto 1660 no derogó expresamente,
la normatividad que venía rigiendo, ni tampoco lo hizo tácitamente pues frente
a ella no se tiene una contradicción como la exigida por el artículo 21 y
ninguna disposición del Decreto previó que al entrar en marcha un Plan
Colectivo quedara la administración despojada de sus atribuciones ordinarias,
es claro que el trabajador de libre nombramiento y remoción permanece expuesto
a la declaratoria de insubsistencia ordinaria (sin indemnización), lo cual
representa de nuevo la ruptura del principio de igualdad ante la ley, pues de
tal clase de empleados, unos (los que la administración escoja) tendrán derecho
a que se los indemnice por la declaratoria de insubsistencia, al paso que los
demás no contarán con esa posibilidad.
A
este respecto la Corte no puede admitir el argumento según el cual, como las
disposiciones acusadas no incluyen en su propio texto las posibilidades
enunciadas, no habría en ellas un desconocimiento del principio garantizado por
el artículo 13 de la Carta Política.
En
materia de igualdad, para romperla o ignorarla no es necesario plasmar una norma
en cuyo texto estén contenidos todos los extremos de la discriminación, sino
que basta introducir el elemento discriminatorio, como ocurre en este
caso cuando los preceptos cuestionados permiten que unos empleados de libre
nombramiento y remoción sean indemnizados por su declaratoria de insubsistencia
al paso que la regla general consagrada en la ley vigente es la contraria, sin
que exista razón objetiva para distinguir entre ellos.
Idéntica
glosa merecen tales disposiciones en cuanto hace a los trabajadores inscritos
en la carrera administrativa, ya que mientras algunos de ellos (los incluídos
en el "Plan voluntario") están llamados a gozar de una
"bonificación" si acceden a presentar en tiempo la solicitud de
retiro -que objetivamente, excepto por la "invitación" que
formula el nominador- en nada se diferencia de la renuncia, los no
invitados que deseen voluntariamente separarse del cargo deben renunciar sin
beneficio alguno diferente al pago de sus prestaciones ordinarias.
No
es difícil concluir la abierta infracción de los artículos 13 y 125 de la
Constitución, cuyos perentorios mandatos ya han sido expuestos, y, claro está,
de su Preámbulo, uno de cuyos fines consiste en realizar los valores de la igualdad
y la justicia y que expresamente señala al Estado colombiano como
postulado de su acción el de garantizar un orden económico, político y social justo.
"Iustitia
-en la bien conocida definición de Ulpiano- est constans et perpetua
voluntas ius suum cuique tribuendi" y una de sus formas, aplicable precisamente
a las funciones que cumplen el Estado y el legislador, en cuanto es exigible al
todo respecto a las partes, según la clásica expresión de Santo
Tomás de Aquino, es la justicia distributiva, cuya característica
primordial radica en el reparto proporcional de los bienes y las cargas
comunes[12]; concepciones
modernas la presentan como modelo de la justicia en sentido estricto, dotada de
un criterio más auténticamente humano que toma en consideración -para
establecer la igualdad- principalmente a la persona en su dignidad de tal, en
sus condiciones, sus méritos, sus necesidades y que tiene en cuenta "a
todas las personas que integran la comunidad de que se trate"[13].
Ya
expresó el aforismo latino que "lex iniusta non est lex" y lo
refrendó Santo Tomás al afirmar: "La ley, en cuanto tiene de justa, en
tanto tiene cualidad de ley"[14].
Unidad normativa
Una
de las características del Decreto No. 1660 de 1991 es su unidad normativa,
tanto formal como material, lo cual significa que todo lo que afecte alguna de
sus partes repercute en el cuerpo íntegro de la norma.
Ella,
en su artículo 2º, establece como nuevas causales de retiro del servicio la
insubsistencia con indemnización y el retiro voluntario mediante bonificación.
El artículo 3º, define la naturaleza de la primera de las causas, dejando al
artículo 4o. la regulación acerca de su procedencia, el que en su literal e)
autoriza la mencionada insubsistencia cuando se actúe dentro de un Plan
Colectivo de Retiro Compensado.
El
artículo 5º, indisolublemente ligado con los anteriores, establece el monto de
la indemnización que deberá pagarse al funcionario cuyo nombramiento sea
declarado insubsistente.
A
partir del artículo 7º y hasta el 10º, la norma cuestionada regula lo atinente
a los planes colectivos de retiro compensado, definiendo su naturaleza y
estableciendo sus modalidades de Voluntario o Mixto; fijando en el artículo 8º,
sus características, señalando en el artículo 9º, las condiciones para su
aprobación y finalmente otorgando a la administración, en el artículo 10º los
medios para financiar los Planes cuya inconstitucionalidad se ha establecido en
este fallo.
La
segunda causal a la cual se refiere el artículo 2º del Decreto, es decir la de
retiro voluntario mediante bonificación, está regulada en los artículos 11, 12
y 13, mediante las cuales se define su naturaleza, se fija el monto de la
bonificación vinculando su cuantía con la establecida para la indemnización
señalada en el artículo 5º, y finalmente se establecen los requisitos que debe
cumplir el acto administrativo por medio del cual se acepta la solicitud de
retiro.
Por
su parte el artículo 14 se ocupa de una de las modalidades de los Planes
Colectivos de Retiro Compensado, esto es la de mixto, para fijar el monto de la
indemnización, vinculándolo igualmente con el establecido en el artículo 5º.
Los
artículos 15 a 21, denominados disposiciones generales, dada su propia
naturaleza, integran un solo cuerpo con los primeros catorce toda vez que se
refieren a la forma en que el Estado pagará las indemnizaciones o
bonificaciones establecidas en el Decreto, el término para el pago de las
mismas, la distinción de acuerdo con la cual ni una ni otra constituyen factor
de salario, estableciendo, al mismo tiempo, que su pago es compatible con el
reconocimiento y pago de las prestaciones sociales del funcionario público.
Las
consecuencias jurídicas derivadas de la indemnización o de la bonificación,
según el caso, como lo señala el artículo 18, excluyen cualquiera otra
reparación o compensación. Igualmente la definición que de salario básico trae
el artículo 19 se refiere exclusivamente a los efectos del Decreto, como ocurre
con las autorizaciones al gobierno nacional para efectuar las operaciones y
trámites presupuestales.
Por
lo que hace al artículo 21, está destinado solamente a indicar la fecha en que
principia la vigencia del Decreto y a disponer sobre la derogatoria de las
normas contrarias. Su nexo con el cuerpo íntegro del estatuto hace que
necesariamente resulte afectado por la declaratoria de inconstitucionalidad del
mismo.
En
conclusión:
Por
las razones invocadas, esta Corte habrá de declarar exequible el numeral 1º de
la Ley 60 de 1990, en lo relativo a su materia, no sin recordar que en los
aspectos formales de su numeral 1º debe atenderse al fallo de exequibilidad
proferido por esta Corte el pasado 25 de junio.
En
cuanto al Decreto 1660 de 1991, las consideraciones que anteceden conducen
necesariamente a la declaratoria de inconstitucionalidad total.
Debe
advertir la Corte Constitucional que este fallo no implica un beneplácito para
que el Ejecutivo, con miras a la reducción de la planta de personal al servicio
del Estado, proceda a efectuar despidos masivos sin indemnización, ya que lo
hallado contrario a los principios y preceptos de la Carta no son las
indemnizaciones en sí mismas sino el sistema concebido en el Decreto materia de
examen en su integridad, en cuanto atenta de manera flagrante contra las
garantías consagradas a favor de los trabajadores, según lo dicho en esta
providencia.
VII.
DECISION
En
mérito de lo expuesto, administrando justicia en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución, la Corte Constitucional de la República de
Colombia,
R E S
U E L V E :
PRIMERO:
Declárase
EXEQUIBLE, por el aspecto material, el artículo 2º de la Ley 60 de 1990.
SEGUNDO: En
lo relativo a los aspectos formales del numeral 1º de dicho artículo, estese a
lo decidido por esta Corte en Sentencia del veinticinco (25) de junio de mil
novecientos noventa y dos (1992).
TERCERO:
Declárase
INEXEQUIBLE en todas sus partes, por ser contrario a la Constitución, el
Decreto 1660 de 1991.
COPIESE,
PUBLIQUESE, COMUNIQUESE AL GOBIERNO NACIONAL, INSERTESE EN LA GACETA DE LA
CORTE CONSTITUCIONAL Y ARCHIVESE EL EXPEDIENTE.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
-Salvamento de voto-
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
-Salvamento
de voto-
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
-Salvamento
de voto-
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
Salvamento
de voto a la Sentencia No. C-479
EMPLEADO
PUBLICO-Retiro
(Salvamento de voto)
No
hay duda sobre la posibilidad que tenía el legislador extraordinario (Decreto
1660 de 1991), para establecer nuevas causales de terminación de la relación
laboral pública. La declaración de inexequibilidad del Decreto 1660 de 1991 se
produce en contravía de las políticas laborales en que se inspira la Carta de
1991, que si bien consagra el principio de igualdad, también lo hace con el
principio de eficacia, así como con otros esenciales principios
constitucionales. No reconocerlo así solo propicia el continuismo de una
política y un régimen laboral y social que ha demostrado su fracaso ante el
país, en las últimas décadas de la historia nacional. Los funcionarios de libre
nombramiento y remoción podrán ahora ser despedidos sin ninguna
contraprestación y los de carrera administrativa perderán sus derechos y el
empleo por razón de la supresión de los cargos, que es causal vigente de retiro
y que no da lugar a indemnización de ninguna clase y es de considerar, además,
que la facultad de suprimir empleos dentro de la ley sigue perteneciendo al
gobierno por mandato constitucional.
PRINCIPIO
DE IGUALDAD (Salvamento de voto)
En
cuanto al principio de igualdad, debe decirse que el Decreto no trata en forma
desigual a ninguna clase o grupo de trabajadores, pues dispone igual regulación
para todos los que se encuentren en las mismas condiciones; el decreto, por
supuesto, tenía que atender la diferencia que existe entre los empleados de
libre nombramiento y remoción y los de carrera, así como entender que la
separación voluntaria es distinta de la insubsistencia, pero todas estas
figuras traen igualdad de tratamiento y no discriminación contra nadie. Ahora
bien, si lo que se quiso decir es que se establece una desigualdad en relación
con el régimen común que sigue vigente, debemos anotar que, de ser esto así, no
debió declararse inconstitucional el nuevo que es precisamente el más
favorable.
Ref.
Expedientes D-020, D-025, D-031, D-040
Demandas
de inconstitucionalidad contra el art. 2o. de la Ley 60 de 1990 y el Decreto
Ley 1660 de 1991
I.
El artículo 125 de la Constitución Nacional faculta al legislador para
establecer causales que determinen el retiro de los servidores públicos de sus
funciones. El precepto además de señalar como causas constitucionales del
retiro del servicio la calificación no satisfactoria en el desempeño del
empleo, la violación del régimen disciplinario y la remisión a otras causales
previstas en la Constitución Nacional como la pérdida de la investidura del
Congresista (art. 83), o la revocatoria del mandato (art. 40 num. 4o.), entre
otras, defiere a la ley la posibilidad de establecer causales que consulten
como es lógico los intereses superiores de la administración. Lo anterior no
deja duda sobre la posibilidad que tenía el legislador extraordinario (Decreto
1660 de 1991), para establecer nuevas causales de terminación de la relación
laboral pública.
II.
La lógica de los intereses superiores de la administración que consulta el
decreto 1660 de 1991 no es contraria a las aspiraciones del Constituyente de
1991. En realidad, el Estado Colombiano venía siendo objeto de un aumento
desmesurado en el número de sus trabajadores, que ha obedecido más a intereses
de clientelas políticas que a motivaciones orientadas a hacer más eficientes
las acciones de las distintas agencias públicas. Es una burocratización que ha
conducido al desaparecimiento de instituciones públicas en varias
oportunidades, que se ha convertido en un peso muerto para el logro de los
fines sociales y económicos del Estado. Ella ha desequilibrado el presupuesto
de apropiaciones del Estado Colombiano al punto que, prácticamente en su
totalidad, se destina a la atención de gastos de funcionamiento en cuyo monto
no poca parte ocupa el costo de pagos de una burocracia innecesaria,
improductiva y parasitaria de la productividad nacional. Es pues, una
burocracia que por las modificaciones que han sufrido algunas instituciones
existentes en el Estado colombiano por mandato de la nueva Constitución, deben
reducir el número de sus empleados y trabajadores (ejemplo, Contraloría General
de la República).
De
vieja data viene el país en un esfuerzo por realizar una auténtica Reforma
Administrativa, que refleje las aspiraciones de modernización y racionalización
de los servicios públicos, y, en general de la función pública, para que se
satisfagan adecuada y eficazmente las necesidades de la colectividad.
Ciertamente,
hace por lo menos cincuenta años el país viene sufriendo este fenómeno que
algunos doctrinantes han calificado como "los problemas de la
burocratización". Es una proliferación de entidades y empleos que no sólo
alcanza el nivel nacional, sino, también, el departamental y el municipal, en
forma tal que existe un concepto general sobre la casi total distorsión de los
fines del servicio público sobre la ineficiencia de la Administración y sobre la
proclividad hacia la corrupción en estas actividades vitales del Estado. En la
Reforma de 1968, el Presidente Carlos Lleras Restrepo hizo un gran esfuerzo por
la modernización del Estado y especialmente de la Administración Pública, sin
que desafortunadamente se hubiera logrado el plausible propósito de este
vigoroso estadista. Pero indudablemente fue entonces cuando se intentó poner en
marcha una Administración Pública eficaz y moderna, cuando se
constitucionalizaron las llamadas "entidades descentralizadas"
(establecimientos públicos, empresas comerciales e industriales del Estado y
sociedades de economía mixta), que realizan la descentralización administrativa
por servicios, sin que a pesar de ese esfuerzo desarrollado en el Decreto 1050
de 1968 se hubiera logrado organizar en esos tres tipos tales entidades: cuando
se creó el Departamento Administrativo del Servicio Civil y otros mecanismos
para regular una Carrera Administrativa seria, moderna y eficaz; pero no
obstante tan generosos y plausibles objetivos, lo cierto es que ellos
perecieron por obra de la influencia de políticas improvidentes y clientelistas
que se apartaron de esos rumbos y orientaciones, y que, en lo referente al
régimen laboral, se reflejaron en las peores formas de burocratización del
Estado, hasta el punto de que bajo el marco de la nueva Constitución de 1991
vuelven a encontrar significado y connotación los objetivos de la
modernización, racionalización, planeación y eficacia de la Carrera
Administrativa y en general del régimen de la función pública.
A
la realización de tales fines se dirige la acción de la función administrativa
del tipo de Estado que surge de la Carta de 1991. Esa es la filosofía que
inspira la Reforma Laboral, y especialmente la Ley 60 de 1991, que dió al Ejecutivo
las facultades extraordinarias para desarrollar tales principios en el Decreto
1660 de 1991.
Por
tanto la declaración de inexequibilidad del Decreto 1660 de 1991 se produce en
contravía de las políticas laborales en que se inspira la Carta de 1991, que si
bien consagra el principio de igualdad, también lo hace con el principio de
eficacia, así como con otros esenciales principios constitucionales. No
reconocerlo así solo propicia el continuismo de una política y un régimen
laboral y social que ha demostrado su fracaso ante el país, en las últimas
décadas de la historia nacional.
III.
Más aún, y consultando nuevas técnicas de la Administración, a más de las
circunstancias antes señaladas, la Constitución Política dispuso que la función
administrativa por estar al servicio de los intereses generales debe
desarrollarse con fundamento en los principios de igualdad, moralidad,
eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad (art. 209 C.N.), que
son extraños a ese fenómeno de burocratismo clientelista distante de los
intereses generales y del adecuado funcionamiento de la administración.
A
fin de enfrentar esa problemática, el constituyente de manera expresa habilitó
a la ley y al ejecutivo (arts. 189 nums. 14, 15 y 16; 150 num. 7), para crear,
fusionar o suprimir conforme a la ley los empleos que demande la administración
central y suprimir o fusionar entidades u organismos administrativos, modificar
la estructura de los Ministerios de manera ordinaria y además, por razones del
tránsito institucional el gobierno nacional fue habilitado por el artículo 20
transitorio de la Constitución colombiana durante un periodo de 18 meses, desde
la entrada en vigencia de la Constitución y teniendo en cuenta las evaluaciones
y recomendaciones de una comisión especial para "suprimir, fusionar o
reestructurar las entidades de la Rama Ejecutiva, los establecimientos
públicos, las empresas industriales y comerciales y las sociedades de economía
mixta del orden nacional con el fin de ponerlas en consonancia con los mandatos
de la presente reforma constitucional y, en especial con la redistribución de
competencias y recursos que ella establece"; luego no resultan tampoco por
estos aspectos contrarios a la Constitución los preceptos que trae el Decreto
1660 de 1991.
IV.
Nos parece, en síntesis, por este aspecto, que no es cierto, como repetidamente
lo dice la sentencia y tal como es el pilar de la decisión, que solamente por
causas derivadas de deficiencias en la calificación y por motivos
disciplinarios puede ponerse fin a la relación laboral del servidor público,
pues la parte final del artículo 125 constitucional resultaría ociosa y sin
significación; claro es que tal disposición no autoriza para que la ley eleve a
la categoría de causal de retiro motivos que la propia Constitución desecha,
tales como razones de conciencia, credo político, origen familiar o regional y
tantos más, pero sí puede regular el asunto en forma que consulte, como en este
caso, los intereses de la Administración, que también son respetables y dignos
de protección y apoyo, que fue lo que la sentencia olvidó; los fenómenos de
proliferación burocrática, de gigantismo del Estado y de falta de adecuación
entre la planta de personal y las funciones oficiales, que demandan correctivos
de modernización, acomodación y perfeccionamiento, fueron totalmente omitidos
por la sentencia.
Igualmente
se olvidaron los nocivos efectos económicos de esta situación insostenible que
perjudica al pueblo en general por razón de la ineficiencia del Estado y la
deficiente prestación de los servicios públicos y en cuanto eleva el gasto
público a unos niveles que imposibilitan controlar uno de los factores de la
inflación, como es el déficit fiscal.
V.
Nos preocupa también que las consecuencias de la sentencia resulten en desmedro
de los trabajadores en lugar de protegerlos como manda la Constitución, pues es
claro que los funcionarios de libre nombramiento y remoción podrán ahora ser
despedidos sin ninguna contraprestación y los de carrera administrativa
perderán sus derechos y el empleo por razón de la supresión de los cargos, que
es causal vigente de retiro y que no da lugar a indemnización de ninguna clase
y es de considerar, además, que la facultad de suprimir empleos dentro de la
ley sigue perteneciendo al gobierno por mandato constitucional (art. 189-14).
En adelante, la reducción de la planta de personal sin compensación ninguna,
como lo permite la sentencia, puede crear un grave problema social que la ley y
el decreto quisieron evitar.
VI.
En cuanto al principio de igualdad sobre el cual la sentencia hace tanto
énfasis, debe decirse que el Decreto no trata en forma desigual a ninguna clase
o grupo de trabajadores, pues dispone igual regulación para todos los que se
encuentren en las mismas condiciones; el decreto, por supuesto, tenía que
atender la diferencia que existe entre los empleados de libre nombramiento y
remoción y los de carrera, así como entender que la separación voluntaria es
distinta de la insubsistencia, pero todas estas figuras traen igualdad de
tratamiento y no discriminación contra nadie.
Ahora
bien, si lo que se quiso decir es que se establece una desigualdad en relación
con el régimen común que sigue vigente, debemos anotar que, de ser esto así, no
debió declararse inconstitucional el nuevo que es precisamente el más
favorable.
VII.
El argumento de la estabilidad en el empleo tampoco nos convence, ya que tal
estabilidad no puede confundirse con la inamovilidad ni llevarse a extremos en
que se perjudique el servicio y se entorpezca el ejercicio de la función: la
estabilidad no es absoluta ni plena, como lo reconoce la propia sentencia y
debe armonizarse con el interés general y el debido cumplimiento de la función,
que fue lo que no se tuvo en cuenta.
En
este punto, el Consejo de Estado ha sostenido que los derechos de carrera se
justifican no tanto como garantías otorgadas al empleado sino como medios para
lograr una buena administración y que, por lo tanto, tienen como fundamento el
interés general en la debida gestión de la cosa pública y no el interés
particular de quien resulta protegido. Y la Corte Suprema de Justicia ha sido
de la tesis de que el pago de los perjuicios ocasionados por la ruptura del
vínculo laboral, esto es, de la indemnización que ahora aparece tabulada en la
ley para resarcir el daño emergente y el lucro cesante, es suficiente
satisfacción del principio de la estabilidad.
VIII.
Además, cabe comentar que en el proyecto de sentencia presentado a
consideración de la Sala Plena por los H. Magistrados Ponentes, y bajo el
acápite No. 6 denominado "Las causas de legitimidad de una erogación por
responsabilidad del Estado", se hacía depender la inconstitucionalidad del
Decreto Ley 1660 de 1991 en sus textos acusados, en el artículo 90 de la Carta
Política que es del siguiente tenor:
"El
Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean
imputables, causados por la acción o la omisión de las autoridades públicas.
En
el evento de ser condenado el Estado a la reparación patrimonial de uno de
tales daños, que haya sido consecuencia de la conducta dolosa o gravemente
culposa de un agente suyo, aquél deberá repetir contra éste".
Y
al anterior efecto se destacaban los tres elementos de la responsabilidad
patrimonial del Estado allí consagrada: el daño, la antijuridicidad y la
imputación.
Durante
el transcurso de la discusión del referido proyecto, uno de los Magistrados
disidentes observó que estaba mal traído a colación el susodicho artículo 90,
pues él contempla la llamada responsabilidad patrimonial de la administración,
que surge por la actuación irregular de ésta y se presenta bajo la forma de
falta o falla del servicio público o culpa de la administración, de carácter
funcional, orgánico o anónimo. Esa actuación produce un daño o perjuicio y
entre aquél y éste debe existir un nexo de causalidad.
Esta
responsabilidad se deduce judicialmente a través de la acción de reparación
directa prevista en el artículo 86 del C.C.A.
Es
decir, que normas de carácter general y abstracto, como son las del Decreto Ley
1660 de 1991, y obviamente las acusadas de inexequibilidad, no pueden bajo
ningún respecto subsumirse en el mencionado artículo 90 constitucional
transcrito, el cual se refiere a cuestión completamente diferente, esto es, a
la responsabilidad patrimonial de la administración.
Mas
sucede que en el texto definitivo de la sentencia a que se dirige este
salvamento, se suprimió el acápite sexto antes aludido, seguramente atendiendo
las glosas de que se ha dado cuenta.
IX.
Finalmente, queremos manifestar nuestro entusiástico apoyo a la tesis conforme
a la cual el preámbulo de la Constitución es una verdadera norma jurídica que
como tal tiene poder vinculante y debe ser respetado y obedecido en todos los
casos.
Fecha
ut supra,
FABIO
MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
[1] Salvamento de Voto. Sentencia de octubre 2 de
1980. Jurisprudencia y Doctrina, Tomo X, Revista No. 109.
[2] Salvamento de Voto. Sentencia de mayo 19 de
1988. Magistrados Jaime Sanín Greiffenstein, Fabio Morón Díaz, Jairo E. Duque
Pérez, Gustavo Gómez Velásquez, Lisandro Martínez Z. Gaceta Judicial, Tomo
CXCV, número 2434, 1988, págs. 473 y 474.
[3] BIDART CAMPOS, Germán J.: Derecho
Constitucional. Buenos Aires. Ediar. 1968. Tomo I, página 315.
[4] Asamblea Nacional Constituyente. Proyecto de
Acto Reformatorio número 63. El Trabajo como valor fundamental. Autores:
Guillermo Perry, Horacio Serpa y Eduardo Verano. Gaceta Constitucional Número
23. Marzo 19 de 1991. Pág. 2.
[5] Corte Constitucional , Sala Plena, Sentencia
de mayo 29 de 1992. Magistrado Ponente: Doctor Alejandro Martínez Caballero.
[6] Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia
citada.
[7] Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia
Nº 472. Julio 23 de 1992. Magistrado Ponente: Dr. José Gregorio Hernández
Galindo.
[8] Vid. PAREJO ALFONSO, Luciano. Estado Social y
Administración Pública. Editorial Civitas S.A. Madrid, 1.982. Pág. 143.
[9] Idem, pag.145.
[10] León XIII: Encíclica "Rerum
Novarum". Décima Sexta Edición. 1992. Santafé de Bogotá, Ediciones
Paulinas, págs. 32 y siguientes.
[11] Juan Pablo II: Encíclica
"Centesimus Annus". Primera Edición. 1991. Bogotá. Ediciones
Paulinas. Pags. 70, 71 y 79.
[12] Suma Teológica, 2-2, q.
61 a 1, Ed. B.A.C. Madrid. 1956. Págs. 350 y 351.
[13] Cfr.: MONTEJANO, Bernardino: Curso
de Derecho Natural. Cuarta edición. Buenos Aires. 1986. Edit.
Abeledo-Perrot. Pág. 142.
[14] Santo Tomás de Aquino: Op.
Cit. I-2, q. 95, a 2. |
217 | C-504-92
revisión constitucionalidad mes de agosto/91
Sentencia
No. C-504/92
TRATADO
INTERNACIONAL-Control previo/TRANSITO CONSTITUCIONAL/CORTE
CONSTITUCIONAL/COMPETENCIA
A
partir de la vigencia de la Constitución de 1991, habida cuenta de la previsión
consagrada en el numeral 10 de su artículo 241, no cabe duda sobre el necesario
sometimiento al control previo de constitucionalidad a cargo de esta Corte
sobre los tratados internacionales y las leyes que los aprueben. La expedición
de la Carta Política de 1991 modificó sustancialmente los elementos normativos
sobre los cuales habían sido elaboradas las expuestas concepciones sobre el
juzgamiento de las leyes aprobatorias de tratados internacionales y, más aún,
el de estos considerados en sí mismos, pues se pasó de un texto en el que, si
bien se facultaba el control de manera genérica sobre todas las leyes,
no se mencionaban expresamente esta clase de actos, a una norma que contempla
precisamente la función jurisdiccional de decidir definitivamente sobre la
exequibilidad de los tratados internacionales y de las leyes que los aprueben.
Los tratados o convenios internacionales que no alcanzaron a completar la
integridad del trámite en el Congreso, por haber cesado éste en sus funciones
al principiar la vigencia de la Constitución de 1991, fueron relevados de la
culminación de ese trámite, pero no lo fueron del procedimiento de control de
constitucionalidad, a cargo de esta Corporación, sin surtirse el cual no está
permitido al Presidente de la República efectuar el canje de notas o
ratificaciones.
PRESIDENTE
DE LA REPUBLICA/TRATADO INTERNACIONAL-Celebración/MINISTRO
DE RELACIONES EXTERIORES/TRATADO INTERNACIONAL-Suscripción
A
la luz tanto del derecho constitucional colombiano como del derecho
internacional público, el Canciller está autorizado para suscribir tratados, no
así para celebrarlos, lo cual es atribución exclusiva del Presidente de la
República como Jefe de Estado. Luego el Presidente de la República celebra
los tratados y convenios pero el Ministro de Relaciones Exteriores los suscribe
o puede suscribirlos. Ello porque una cosa es "celebrar" y otra
"suscribir". En efecto, un tratado debidamente perfeccionado es un
acto jurídico complejo que requiere la intervención de las tres ramas del poder
público. Una vez aprobado por el Congreso, el proyecto de ley pasa para la
sanción presidencial, que lo convierte en ley. Obsérvese que este acto, según
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, es indelegable por parte del
Presidente de la República y pone de manifiesto una vez más la intervención
personal del Jefe del Estado en la conducción de las relaciones
internacionales. Seguidamente, y a partir de la Constitución de 1991, se surte
el control automático de constitucionalidad por parte de la Corte
Constitucional, al tenor del artículo 241.10 de la Carta. Por último, el
Presidente de la República realiza la ratificación, momento en el cual se
entiende que se celebra el tratado. Según el derecho internacional
público aceptado por Colombia, el Canciller puede suscribir convenios.
Ref.:
Expediente AC-TI-05
Revisión
constitucional del Convenio entre Colombia y Ecuador sobre tránsito de
personas, vehículos, embarcaciones fluviales y marítimas y aeronaves, suscrito
el 18 de abril de 1990 en la ciudad de Esmeraldas.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé
de Bogotá, D.C., agosto veintisiete (27) de mil novecientos noventa y dos
(1992).
La
Corte Constitucional de la República de Colombia,
EN
NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR
MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha
pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En
la revisión automática de constitucionalidad del Tratado Nº AC-TI-05.
I.
ANTECEDENTES
1.
El Ministerio de Relaciones Exteriores remitió a la Corte Constitucional para
su revisión copia auténtica de la decisión por medio de la cual la Comisión
Especial creada por el artículo transitorio 6º de la Constitución Política, en
ejercicio de la atribución conferida en el literal a) de dicho artículo,
resolvió NO IMPROBAR el Convenio celebrado entre la República de Colombia y la
República del Ecuador sobre tránsito de personas, vehículos, embarcaciones
fluviales y marítimas y aeronaves celebrado en abril 28 de mil novecientos
noventa (1990) y suscrito por los entonces ministros de Relaciones Exteriores
de Colombia y de Ecuador.
Según
consta en certificación que obra en el expediente, expedida por el Secretario
General de la Comisión Segunda de la Cámara de Representantes, el Proyecto de
Ley distinguido con los números 88/90 en el Senado de la República y 192/90 en
la Cámara de Representantes, por medio del cual se aprobaba el mencionado
Convenio, hizo su tránsito normal del Senado a la Cámara después de haber sido
aprobado en aquél. Desde el 24 de enero de 1991 había sido remitido a la
Comisión Segunda Constitucional de la Cámara de Representantes. En esta época,
entró a regir la Constitución de 1991 y fue voluntad del Gobierno solicitar a
la Comisión Especial Legislativa la no improbación del Convenio, la cual se
produjo el día 4 de septiembre de mil novecientos noventa y uno (1991).
Cumplidos,
como están, los trámites y requisitos que contempla el Decreto 2067 de 1991,
procede la Corte Constitucional a resolver.
2.
El Convenio objeto de revisión es del siguiente tenor literal:
"CONVENIO
ENTRE COLOMBIA Y ECUADOR SOBRE TRANSITO DE PERSONAS, VEHICULOS, EMBARCACIONES
FLUVIALES Y MARITIMAS Y AERONAVES
INDICE
CONSIDERANDOS.
1.
TITULO -UNO-
PROLOGO
1.1.
CAPITULO -I-
DEFINICIONES.-
2.
TITULO -DOS-
TRANSITO
TERRESTRE BINACIONAL.-
2.1.
CAPITULO -II-
PERSONAS.-
2.2.
CAPITULO -III-
VEHICULOS
PRIVADOS Y ALQUILADOS.-
2.3.
CAPITULO -IV-
VEHICULOS
TURISTICOS
2.4.
CAPITULO -V-
VEHICULO
DE PASAJEROS Y DE CARGA.-
3.
TITULO -TRES-
TRANSITO
MARITIMO BINACIONAL.-
3.1.
CAPITULO -VI-
EMBARCACIONES
COMERCIALES.-
4.
TITULO -CUATRO-
TRANSPORTE
AEREO BINACIONAL.-
4.1.
CAPITULO -VIII-
AERONAVES
PARTICULARES Y COMERCIALES.-
5.
TITULO -CINCO-
TRANSITO
TERRESTRE TRANSFRONTERIZO.-
5.1.
CAPITULO -IX-
PERSONAS.-
5.2.
CAPITULO -X-
VEHICULOS
PRIVADOS Y ALQUILADOS.-
5.3.
CAPITULO -XI-
VEHICULOS
OFICIALES.-
5.4.
CAPITULO -XII-
TRANSPORTE
REGULAR DE PASAJEROS.-
5.5.
CAPITULO -XIII-
TAXIS.-
5.6.
CAPITULO -XIV-
VEHICULOS
DE CARGA.-
6.
TITULO -SEIS-
TRANSITO
FLUVIAL TRANSFRONTERIZO.-
6.1.
CAPITULO -XVI-
EMBARCACIONES
PRIVADAS.-
6.2.
CAPITULO -XVII-
EMBARCACIONES
COMERCIALES.-
7.
TITULO -SIETE-
TRANSITO
MARITIMO TRANSFRONTERIZO.-
7.1.
CAPITULO -XVIII-
EMBARCACIONES
PRIVADAS.-
7.2.
CAPITULO -XIX-
EMBARCACIONES
COMERCIALES.-
8.
TITULO -OCHO-
TRANSPORTE
AEREO TRANSFRONTERIZO.-
8.1.
CAPITULO -XX-
AERONAVES
PARTICULARES.-
8.2.
CAPITULO -XXI-
AERONAVES
COMERCIALES.-
9.
TITULO -NUEVE-
DISPOSICIONES
ESPECIALES.-
9.1.
CAPITULO -XXII
EMBARCACIONES
O VEHICULOS ROBADOS, INCAUTADOS, ABANDONADOS Y UTILIZADOS COMO INSTRUMENTO.-
10.
TITULO -DIEZ-
DISPOSICIONES
GENERALES.-
10.1
CAPITULO -XXIII-
REGULACIONES
COMUNES PARA EL TRANSITO BINACIONAL.-
10.2
CAPITULO -XXIV-
REGULACIONES
COMUNES PARA EL TRANSITO TRANSFRONTERIZO.-
10.3
CAPITULO -XXV-
REGULACIONES
COMUNES PARA TODO TIPO DE TRANSITO.-
10.4
CAPITULO -XXVI-
DISPOSICIONES
FINALES.-
CONSIDERANDOS:
1.
Que el acuerdo entre Colombia y Ecuador para Regular el Tránsito de Personas y
Vehículos, convenido mediante notas Reversales, en Quito, el 14 de octubre de
1977, resulta insuficiente y superado por las necesidades actuales en la
materia;
2.
Que es urgente regular, además el tránsito de personas y vehículos privados, el
tránsito de vehículos de transporte regular de pasajeros y de carga, el
transito fluvial, marítimo y aéreo;
3.
Que es fundamental e imprescindible crear estímulos para la formación de
empresas binacionales que sirvan al transporte regular de pasajeros y de grupos
turísticos;
4.
Que será de enorme utilidad la simplificación de trámites y documentos para el
paso de frontera;
5.
Que se debe propiciar la homologación de licencias, matrículas, Documentos
Unicos y Manifiestos de Carga;
6.
Que conviene uniformar la señalización y las reglamentaciones de tránsito;
7.
Que deben expedirse normas que permitan y agilicen la recuperación o devolución
de vehículos o embarcaciones robados, abandonados, incautados y utilizados como
instrumento para actos penados;
8.
Que debe facilitarse la administración de justicia y humanizarse el pago de
sentencias de los habitantes de las zonas de integración fronteriza;
9.
Que debe establecerse un mecanismo de solución de controversias binacionales
que surjan en la zona de integración;
10.
Que debe convenirse la asistencia mutua frente a desastres;
11.
Que debe darse un tratamiento privilegiado a las zonas de integración
fronteriza, para compensar los efectos atenuantes del fenómeno de periferie;
12.
Que debe concebirse a la zona de integración fronteriza de los dos países como
una unidad económica, social, cultural y de otros órdenes.
Por
los considerandos anteriores las Partes convienen en celebrar el presente
Convenio sobre Tránsito de Personas, Vehículos, embarcaciones Fluviales y Marítimas
y Aeronaves, contenido en los siguientes artículos:
TITULO
-UNO-
PROLOGO
CAPITULO
-I-
DEFINICIONES.
ARTICULO
1.- Para
los fines de este Convenio, se adoptan las siguientes definiciones:
ACOMPAÑANTE;
Es la persona que viaja justamente con el conductor del vehículo, embarcación o
aeronave particular.
ADHESIVO:
Es la certificación, fijada en parte visible del vehículo, mediante la cual las
autoridades nacionales señalan que lo han revisado.
AERONAVE
COMERCIAL: Es todo tipo de avión, autorizado para efectuar el transporte aéreo
de pasajeros, de grupos turísticos o de carga.
AUTOBUS:
Es el vehículo destinado al transporte regular de pasajeros o de grupos
turísticos, con capacidad mínima para veinte (20) personas.
AUTORIZACION
DE ZARPE: Es el documento otorgado por la autoridad nacional competente,
mediante el cual se autoriza la salida de la embarcación, hacia un destino
señalado y para transportar pasajeros, grupos turísticos o carga, según el
caso.
BOLETO:
Es el recibo otorgado por el transportista, donde conste entre otros datos, el
nombre de la empresa, el valor del pasaje, la fecha y hora del viaje, el lugar
de salida y destino, el número del asiento asignado, nombre del pasajero, lugar
y fecha de expedición.
CENAF:
Los Centros Nacionales de Atención en Frontera son el conjunto de instalaciones
y oficinas donde se cumplen las inspecciones comprobaciones, trámites o
diligencias indispensables para la salida del país o ingreso al otro.
COCHE:
Carruaje movido por tracción animal o humana.
CONDUCTOR:
Es la persona facultada por la autoridad nacional competente para conducir el
vehículo de la categoría o características señaladas en la licencia.
DOCUMENTO
DE IDENTIDAD: Es el otorgado por la autoridad nacional competente, cualquiera
que sea la denominación, en el cual constan los datos fundamentales de una
persona, tales como: nombres y apellidos, lugar y fecha de nacimiento, oficio o
profesión, estado civil, domicilio, fotografía, firma, huella digital, etc.
DOCUMENTO
UNICO DE CARGA: Es el otorgado por la autoridad nacional competente, en el cual
consta que el transportador y el vehículo están autorizados para hacer el
transporte transfronterizo de carga.
DOCUMENTO
UNICO DE INTERNACION TEMPORAL: Es el otorgado por la autoridad nacional competente,
mediante el cual se autoriza el ingreso de una embarcación o vehículo
matriculado en la otra Parte, libre de derechos y gravámenes de importación, o
de garantías pero condicionado a salida obligatoria.
DOCUMENTO
UNICO DE PASAJEROS: Es el otorgado por autoridad nacional competente, en el
cual consta que el transportador y el vehículo están autorizados para efectuar
el transporte de pasajeros.
DOCUMENTO
UNICO DE TURISMO: Es el otorgado por la autoridad nacional competente, en el
cual consta que el transportador y el vehículo, y embarcación están
autorizados para el transporte de grupos turísticos.
EMBARCACION:
Es cualquier tipo de nave, de remo, o motor, de cualquier categoría, facultado
por la autoridad nacional competente para navegar.
LICENCIA
PARA CONDUCIR: Es el documento otorgado por la autoridad nacional competente,
cualquiera que sea la denominación, mediante el cual el titular queda facultado
para conducir el vehículo de las características o de la categoría señalada.
LICENCIA
PARA NAVEGAR: Es el documento otorgado por la autoridad nacional competente,
cualquiera que sea su denominación, mediante el cual el titular queda
autorizado para manejar la embarcación de las características o de la categoría
señaladas.
LICENCIA
PARA VOLAR: Es el documento otorgado por autoridad nacional competente,
cualquiera que sea la denominación, mediante el cual el titular queda facultado
para conducir la aeronave de las características o de la categoría señaladas.
LISTA
DE GRUPO TURISTICO: Es aquella donde constan los nombres, nacionalidad, número
del documento de identidad o pasaporte y dirección permanente de cada uno de
los turistas que viajan en el vehículo, embarcación o aeronave.
MANIFIESTO
DE CARGA: Es el documento elaborado por el transportador autorizado, en el cual
se describe y se cuantifica la mercancía que transporte el vehículo y que
ingresará al territorio de la otra Parte.
MATRICULA:
Es el documento otorgado por la autoridad nacional competente, cualquiera que
sea la denominación, mediante el cual se autoriza la circulación del vehículo,
embarcación o aeronave, cuyas características se detallan.
PASAJERO:
Es la persona que viaja en vehículo, embarcación o aeronave de transporte
público o comercial, mediante la compra de un boleto.
MERCANCIA:
Es todo bien susceptible de ser transportado y sujeto a régimen aduanero.
PASAPORTE:
Es el documento de viaje, otorgado por la autoridad nacional competente.
PILOTO,
CAPITAN O PATRON: Es la persona facultada por la autoridad nacional competente
para conducir una embarcación o aeronave de la categoría o características
señaladas en la licencia respectiva.
PLACA:
Es la identificación exterior del vehículo, conferida por la autoridad nacional
competente.
PASO
DE FRONTERA: Es el habilitado por las autoridades nacionales competentes para
el ingreso y salida al territorio de la otra Parte de personas, vehículos,
animales y mercancías.
PUERTO:
Es el lugar y conjunto de instalaciones, capacitados por la autoridad nacional
competente para el arribo de vehículos, embarcaciones o aeronaves provenientes
del territorio de la otra parte y para su salida.
RETORNO
DEL VEHICULO: Es la salida del vehículo, del territorio de la otra Parte y el
ingreso correlativo en el país, al finalizar al tiempo de Internación Temporal
o de tránsito fronterizo.
RIOS
FRONTERIZOS: Son los ríos San Miguel, Putumayo, Mira y Mataje, en su parte
navegable.
TARJETA
DE CONTROL MIGRATORIO: Es el formulario que deberá llenar el pasajero, en el
viaje binacional, para efectos exclusivos de registro.
TAXI:
Es el automóvil provisto de taxímetro y destinado al transporte público de
personas.
TRANSBORDO:
Es el traslado de mercancías de una embarcación o vehículo a otro.
TRANSITO
BINACIONAL: Es el que se efectúa por tierra, agua, o aire, desde cualquier
punto de territorio de una Parte, a otro cualquiera de la otra Parte, excepto
las zonas de integración fronteriza, que se regulan por disposiciones
especiales.
TRANSPORTE
REGULAR DE PASAJEROS: Es el que se efectúa en autobús, con ruta, destino y
horario preestablecidos por las autoridades nacionales competentes.
TRANSITO
TRANSFRONTERIZO: Es el que tiene lugar desde un punto cualquiera de la zona de
integración fronteriza de la otra Parte.
TRIPULACION:
Es el personal indispensable para conducir y mantener el vehículo, embarcación
o aeronave y para atender a los pasajeros en el trayecto.
TURISTA:
Es el nacional o extranjero residente en el territorio de la otra parte, que
ingresa al país, por un tiempo limitado, sin ánimo de radicarse, ni para
ejercer actividades lucrativas.
VEHICULO:
Es el carruaje provisto de motor, justamente con sus accesorios o agregados y
autorizados para circular.
VEHICULO
ABANDONADO: Es aquel que salió de la posesión del dueño, con o sin uso de
violencia, por parte de tercera persona, sin ánimo de apropiación.
VEHICULO
ALQUILADO: Es el perteneciente a compañías autorizadas para alquilar a
particulares, mediante la celebración de un contrato de arriendo.
VEHICULO
DE CARGA: Es el autorizado por la autoridad nacional para transportar todo tipo
de mercancía, mediante el pago del servicio, conforme a tarifas convenidas.
VEHICULO
DE PASAJEROS: Es el autorizado por la autoridad nacional competente para el
transporte de personas, mediante el pago del servicio, conforme a tarifas
establecidas.
VEHICULO
INCAUTADO: Es aquel que salió de la posesión de su dueño, por acto de autoridad
o por acto de agente de autoridad, a causa de infracciones previstas en las
leyes nacionales.
VEHICULO
INSTRUMENTO: Es aquel que salió de la posesión del dueño, sin autorización o
conocimiento y que es aprehendido por haber sido utilizado en la ejecución de
actos ilícitos por parte de tercera persona.
VEHICULO
OFICIAL: Es el destinado al uso exclusivo de Autoridades.
VEHICULO
PRIVADO: Es el destinado al uso particular, sin fines lucrativos.
VEHICULO
ROBADO: Es aquel que salió de la posesión de su dueño, con o sin uso de
violencia, por parte de tercera persona y con ánimo de aprobación.
VEHICULO
TURISTICO: Es el destinado al transporte exclusivo de grupos turísticos.
VISITANTE
FRONTERIZO: Es el nacional o extranjero residente en la zona de integración
fronteriza de una Parte, que ingresa por tierra, agua o aire a la zona de
integración fronteriza de la otra Parte, por un tiempo limitado.
ZONA
DE INTEGRACION FRONTERIZA: Es la que comprende, el territorio ecuatoriano, las
Providencias del Carchi, Esmeraldas, Imbabura, Napo y Sucumbíos; y, en
territorio colombiano, el Departamento de Nariño y la Intendencia del Putumayo,
además de otras que en el futuro incorporen las Partes.
ZONAS
PARA LIBRE CIRCULACION DE VEHICULOS: Es el espacio delimitado, junto al CENAF,
donde los vehículos del otro país pueden dejar y recibir pasajeros, sin ningún
tipo de inspección.
TITULO
-DOS-
TRANSITO
TERRESTRE BINACIONAL
CAPITULO
-II-
PERSONAS.-
ARTICULO
2.- Los nacionales que se trasladen por tierra, al territorio de la otra Parte,
deben portar el documento de identidad o pasaporte.
ARTICULO
3.- Los turistas que visiten el territorio de la otra Parte, llenarán la
Tarjeta de Control Migratorio, sin costo alguno.
ARTICULO
4.- Los nacionales que visiten el territorio de la otra Parte, están exentos de
visa y no requieren exhibir pasaje de retorno ni cantidad alguna de dinero como
garantía de subsistencia.
ARTICULO
5.- El control migratorio se efectuará en el CENAF y por una sola vez.
ARTICULO
6.- El menor de edad que viaje sin la compañía de sus padres requiere de
autorización legal de ambos o de quien tuviere la custodia.
ARTICULO
7.- Los nacionales y residentes extranjeros que visiten el territorio de la
otra Parte, están exentos de impuestos al ausentismo y de cualquier otro
causado por la movilización.
ARTICULO
8.- Los turistas podrán permanecer en el territorio de la otra Parte hasta un
máximo de noventa (90) días, prorrogables hasta por un periodo igual.
CAPITULO
-III-
VEHICULOS
PRIVADOS Y ALQUILADOS.-
ARTICULO
9.- El conductor debe portar la licencia de conducir, la matrícula y el
Documento Unico de Internación Temporal.
ARTICULO
10.- El vehículo, el conductor y acompañantes podrán permanecer en el
territorio de la otra Parte hasta un máximo de noventa (90) días.
ARTICULO
11.- La autoridad que hubiere revisado el ingreso del vehículo colocará, en
parte visible del mismo, un adhesivo como constancia y que será válido para una
sola entrada.
CAPITULO
-IV-
VEHICULOS
TURISTICOS.-
ARTICULO
12.- Los conductores deben portar la licencia de conducir, la matrícula, el
Documento Unico de Turismo y la lista del grupo turístico.
ARTICULO
13.- El vehículo turístico, los conductores, tripulantes y turistas podrán
permanecer en el territorio de la otra parte hasta un máximo de noventa (90)
días.
ARTICULO
14.- La autoridad que hubiere revisado el ingreso del vehículo colocará, en
parte visible del mismo, un adhesivo como constancia y que será válido para una
sola entrada.
CAPITULO
-V-
VEHICULOS
DE PASAJEROS Y DE CARGA.
ARTICULO
15.- El transporte regular de pasajeros y de carga se rige por las
disposiciones del Pacto Andino o por regulaciones internacionales que adopten
las Partes.
TITULO
-TRES-
TRANSITO
MARITIMO BINACIONAL
CAPITULO
-VI-
EMBARCACIONES
PRIVADAS.-
ARTICULO
16.- Los pilotos de cualquier tipo de embarcación de mar deben portar la
licencia para navegar, la matrícula y la autorización de zarpe.
ARTICULO
17.- La embarcación, los pilotos y acompañantes podrán permanecer en el
territorio de la otra Parte hasta un máximo de noventa (90) días.
CAPITULO
-VII-
EMBARCACIONES
COMERCIALES.-
ARTICULO
18.- El tránsito de embarcaciones de pasajeros, mixtas, grupos
turísticos y carga, se regirá por disposiciones internacionales adoptadas por
las Partes.
ARTICULO
19.- La embarcación, el capitán, oficiales, tripulantes, pasajeros y
turistas, podrán permanecer en el territorio de la otra Parte hasta un máximo
de noventa (90) días,
TITULO
-CUATRO-
TRANSPORTE
AEREO BINACIONAL
CAPITULO
-VIII-
AERONAVES
PARTICULARES Y COMERCIALES.-
ARTICULO
20.- El transporte aéreo binacional se rige por los acuerdos específicos
convenidos por las dos Partes o por Convenios multilaterales.
TITULO
-CINCO-
TRANSITO
TERRESTRE TRANSFRONTERIZO
CAPITULO
-IX-
PERSONAS.-
ARTICULO
21.- Los peatones, ciclistas, jinetes y cocheros nacionales de una Parte
podrán ingresar, a la zona de integración fronteriza de la otra, portando el
documento de identidad, como único requisito y deberán exhibirlo cuando les sea
requerido.
ARTICULO
22.- El derecho de ingreso a la zona de integración fronteriza será múltiple.
ARTICULO
23.- El límite permisible, en cantidad, volumen o valor de alimentos o
bienes que pueden llevar consigo los visitantes fronterizos será determinado
por el Reglamento.
CAPITULO
-X-
VEHICULOS
PRIVADOS Y ALQUILADOS.-
ARTICULO
24.- El conductor debe portar la licencia para conducir y la matrícula.
ARTICULO
25.- La inspección del vehículo, cuando fuere necesario, se efectuará en el
CENAF y por una sola vez.
CAPITULO
-XI-
VEHICULOS
OFICIALES.-
ARTICULO
26.- El conductor debe portar la licencia para conducir y la matrícula.
CAPITULO
-XII-
TRANSPORTE
REGULAR DE PASAJEROS.-
ARTICULO
27.- El conductor debe portar la licencia para conducir, la matrícula,
el Documento Unico de Pasajeros y la lista de Pasajeros.
ARTICULO
28.- Las autoridades nacionales competentes fijarán, de mutuo acuerdo,
el valor del pasaje transfronterizo, con criterio de tarifa doméstica.
ARTICULO
29.- Los vehículos podrán llevar únicamente pasajeros cuyo destino esté en la
zona de integración del otro país.
ARTICULO
30.- El transportista del lugar de origen será responsable de la validez del
boleto y del cumplimiento de la operación hasta el destino final.
ARTICULO
31.- Las rutas, horarios y frecuencias se fijarán de común acuerdo y se
cumplirán bajo el principio de la reciprocidad real y efectiva.
ARTICULO
32.- El destino final puede cumplirse de las siguientes maneras: a) hasta la
Zona de Libre Circulación del Vehículo de la otra Parte; y b) hasta cualquier
lugar de la zona de Integración Fronteriza de la otra Parte.
En
la modalidad del literal a) no puede operar el trasbordo.
CAPITULO
-XIII-
TAXIS
ARTICULO
33.- El conductor debe portar la licencia para conducir, la matrícula y el
documento único de pasajeros.
ARTICULO
34.- Las autoridades nacionales competentes fijarán, de mutuo acuerdo, el
valor inicial de la carrera y el unitario por kilómetro, así también las
tarifas especiales nocturnas y de días feriados.
ARTICULO
35.- El vehículo podrá llevar únicamente pasajeros, cuyo destino final esté en
la zona de integración fronteriza del otro país.
ARTICULO
36.- Las Partes autorizarán, de común acuerdo, a las compañías o empresas de
taxis que vayan a operar en el transporte transfronterizo.
ARTICULO
37.- El destino final puede cumplirse de las siguientes maneras: a) Hasta la
zona de libre circulación de vehículos de la otra Parte; y b) Hasta cualquier
lugar de la zona de integración fronteriza de la otra Parte.
CAPITULO
-XIV-
VEHICULOS
TURISTICOS.-
ARTICULO
38.- El conductor debe portar la licencia para conducir, la matrícula, el
Documento Unico de Turismo y la lista del Grupo Turístico.
CAPITULO
-XV-
VEHICULOS
DE CARGA.-
ARTICULO
39.- El conductor debe portar la licencia para conducir, la matrícula, el Documento
Unico de Carga y Manifiesto de Carga.
ARTICULO
40.- El transporte por carretera podrá ejecutarse bajo cualquiera de las
modalidades siguientes: a) en forma directa, sin cambio de vehículo; b) con
cambio de la unidad de tracción (cabezal); y c) mediante trasbordo.
TITULO
-SEIS-
TRANSITO
FLUVIAL TRANSFRONTERIZO
CAPITULO
-XVI-
EMBARCACIONES
PRIVADAS.-
ARTICULO
41.- El capitán o piloto y la tripulación de cualquier tipo de embarcación de
río fronterizo deben portar la licencia para navegar, la matrícula y la
autorización de zarpe.
ARTICULO
42.- El capitán o piloto, tripulantes y acompañantes nacionales deben portar el
documento de identidad o pasaporte, como único requisito para el ingreso a la
zona de integración fronteriza de la otra Parte.
CAPITULO
-XVII-
EMBARCACIONES
COMERCIALES.-
ARTICULO
43.- El capitán o piloto y la tripulación de cualquier tipo de embarcación de
pasajeros, mixtas, turísticas o de carga, deben portar la licencia para
navegar, la matrícula, la autorización de zarpe, el Manifiesto de Carga, la
lista del grupo turístico y la lista de Pasajeros, según el caso.
ARTICULO
44.- El capitán o piloto, tripulantes, pasajeros nacionales y turistas, deben
portar el documento de identidad o pasaporte, como único requisito para el
ingreso a la Zona de Integración Fronteriza de la otra Parte.
TITULO
-SIETE-
TRANSITO
MARITIMO TRANSFRONTERIZO
CAPITULO
-XVIII-
EMBARCACIONES
PRIVADAS.-
ARTICULO
45.- El capitán y tripulantes de cualquier tipo de embarcación de mar, deben
portar la Licencia para Navegar, la Matrícula y la autorización de zarpe.
ARTICULO
46.- El capitán, tripulantes y acompañantes nacionales deben portar el
documento de identidad o pasaporte, como único requisito para el ingreso a la
Zona de Integración Fronteriza de la otra Parte.
CAPITULO
-XIX-
EMBARCACIONES
COMERCIALES.-
ARTICULO
47.- Los reglamentos establecerán los documentos que deben portar la
tripulación, los requisitos, equipos de seguridad y certificados para la
operación de las embarcaciones mayores y menores que desarrollen actividades de
transporte en esta modalidad.
ARTICULO
48.- El capitán, oficiales, tripulantes, pasajeros nacionales y turistas deben
portar el documento de identidad o pasaporte, como único requisito para el
ingreso a la zona de integración de la otra parte.
TITULO
-OCHO-
TRANSPORTE
AEREO TRANSFRONTERIZO
CAPITULO
-XX-
AERONAVES
PARTICULARES.-
ARTICULO
49.- El piloto debe portar la licencia para volar y la matrícula y cumplirá los
requisitos establecidos por las autoridades nacionales competentes, precisados
en el Reglamento.
ARTICULO
50.- El piloto y acompañantes nacionales deben portar el documento de identidad
o pasaporte, como único requisito para el ingreso a la Zona de Integración
Fronteriza de la otra Parte.
CAPITULO
-XXI-
AERONAVES
COMERCIALES.-
ARTICULO
51.- Para los fines de este Tratado, se entiende como transporte
transfronterizo de aeronaves el que se cumple de los aeropuertos o aeródromos
de las siguientes ciudades colombianas: Tumaco, Puerto Asís, Cali, Pasto e
Ipiales y viceversa, a los aeropuertos y aeródromos de las siguientes ciudades
ecuatorianas: Esmeraldas, Tulcán, Ibarra y Nueva Loja (lago Agrio).
Las
Partes podrán convenir la incorporación de otros aeropuertos o aeródromos.
ARTICULO
52.- Las partes aplicarán el principio de la reciprocidad real y efectiva, en
la fijación de la tarifa común, en las condiciones del servicio, en el número
de vuelos diarios o semanales, en la capacidad y tipo de aeronaves y en las
tasas portuarias.
ARTICULO
53.- Las dos partes adoptarán, de común acuerdo, los Reglamentos del tránsito
aéreo transfronterizo.
ARTICULO
54.- El piloto debe portar la licencia para volar y la matrícula y cumplirá los
requisitos establecidos por las autoridades nacionales competentes, precisados
en el Reglamento.
ARTICULO
55.- Los pilotos, tripulantes, pasajeros nacionales y turistas deben aportar el
documento de identidad o pasaporte, como único requisito para el ingreso a la
zona de integración fronteriza de la otra Parte.
ARTICULO
56.- Las tarifas de transporte aéreo de carga y de pasajeros serán convenidas
por las partes, con criterio de tarifa doméstica.
ARTICULO
57.- El transporte aéreo podrá cumplirse en vuelos regulares y no regulares; en
estos últimos, mediante el uso de Taxi Aéreo, Fletamiento (Charter) o Vuelos
Especiales.
ARTICULO
58.- Las Partes convienen en declarar a los aeropuertos o aeródromos de las
zonas de integración fronteriza como "de alternativa".
TITULO
-NUEVE-
DISPOSICIONES
ESPECIALES
CAPITULO
-XXII-
EMBARCACIONES
O VEHICULOS ROBADOS, INCAUTADOS, ABANDONADOS Y UTILIZADOS COMO INSTRUMENTO.-
ARTICULO
59.- Las embarcaciones o vehículos identificados por las autoridades nacionales
competentes como robados o abandonados, serán puestos a disposición del
funcionario consular de la jurisdicción donde fueren localizados, sin dilación
y en un plazo no mayor de quince (15) días.
ARTICULO
60.- El dueño de la embarcación o vehículo robado o abandonado, en
cuanto haya probado dicha calidad ante el funcionario consular del país de la
matrícula, podrá entrar de inmediato en posesión.
ARTICULO
61.- La recuperación de la embarcación o vehículo robado o abandonado estará
exenta del pago de toda clase de tasas o gravámenes.
ARTICULO
62.- Las embarcaciones o vehículos incautados quedarán bajo custodia y
responsabilidad de la autoridad administrativa que conozca del caso.
ARTICULO
63.- La autoridad administrativa determinará, en un plazo no mayor de quince
(15) días, si el dueño, conductor, capitán o piloto de la embarcación o
vehículo incautado cometió o no la infracción o delito que motivó la medida.
ARTICULO
64.- En cuanto se hubiere efectuado el reconocimiento de la embarcación o vehículo
incautado o hubiere transcurrido el plazo de quince (15) días, la autoridad
administrativa lo pondrá a órdenes del Cónsul de la jurisdicción, salvo los
casos en que las leyes nacionales dispongan el comiso como sanción.
ARTICULO
65.- Cuando la autoridad administrativa exima de responsabilidad al dueño,
conductor, capitán o piloto, de inmediato y sin dilación pondrá la embarcación
o vehículo a órdenes del Cónsul de la jurisdicción, para la entrega a su dueño.
ARTICULO
66.- Las autoridades nacionales competentes intercambiarán, cada mes, las
listas de las embarcaciones o vehículos robados, abandonados y utilizados como
instrumento e informarán al Ministerio de Relaciones Exteriores de su país,
para conocimiento de la otra Parte.
TITULO
-DIEZ-
DISPOSICIONES
GENERALES
CAPITULO
-XXIII-
REGULACIONES
COMUNES PARA EL TRANSITO BINACIONAL.-
ARTICULO
67.- El control y presentación de documentos, para todo tipo de transporte
terrestre, se efectuará en el CENAF y por una sola vez.
CAPITULO
-XXIV-
REGULACIONES
COMUNES PARA EL TRANSITO TRANSFRONTERIZO.-
ARTICULO
68.- Las Partes establecerán, de común acuerdo, los Pasos de Frontera.
ARTICULO
69.- El punto inicial y el destino final del tránsito terrestre, estarán dentro
de las zonas de integración fronteriza de las dos partes, salvo las excepciones
contempladas en este Tratado o convenidas posteriormente por las Partes.
ARTICULO
70.- Las autoridades nacionales competentes fijarán, de común acuerdo, las
rutas horarios y frecuencias del transporte regular de pasajeros, terrestre,
fluvial y marítimo.
ARTICULO
71.- Las autoridades nacionales competentes establecerán, de común acuerdo, las
características, capacidad y tipos de vehículos, embarcaciones y aeronaves.
ARTICULO
72.- Las autoridades nacionales competentes establecerán, de común acuerdo, un
formato único de Boleto transfronterizo.
ARTICULO
73.- Las autoridades nacionales competentes exigirán a las empresas calificadas
para efectuar el transporte regular de pasajeros, de grupos turísticos y de carga,
antes de iniciar operaciones, la contratación de una póliza de seguro que cubra
daños a los conductores, pilotos, tripulantes, pasajeros, turistas, terceros y
daños materiales, con validez en las dos zonas de integración fronteriza.
ARTICULO
74.- El monto mínimo de indemnización de las pólizas será establecido por las
autoridades nacionales competentes, de común acuerdo.
ARTICULO
75.- El valor del boleto será convenido por las Partes, con criterio de tarifa
doméstica.
ARTICULO
76.- las Partes aplicarán el principio de la reciprocidad real y efectiva en el
transporte regular de pasajeros, por carretera, río y mar.
ARTICULO
77.- Las tasas portuarias de transporte terrestre, fluvial, marítimo y aéreo
transfronterizo serán iguales a las domésticas.
ARTICULO
78.- Las empresas o compañías binacionales de transporte transfronterizo,
terrestre, fluvial, marítimo y aéreo, no estarán sujetas a doble imposición en
el país de la Fuente y gozarán, en el país del domicilio, de una exención del
50% de los impuestos al Capital o a la Renta, sobre la base imponible a
personas jurídicas nacionales.
ARTICULO
79.- Las autoridades nacionales competentes mantendrán un servicio regular e
ininterrumpido de los Pasos de Frontera.
ARTICULO
80.- Las embarcaciones, aeronaves y vehículos privados o comerciales podrán
permanecer, en la zona de integración fronteriza de la otra Parte, hasta un
máximo de noventa (90) días.
ARTICULO
81.- Las autoridades de migración, extranjería, aduana, policía, tránsito,
transporte, sanidad, turismo, salud, etc., de los CENAF se prestarán asistencia
y ayuda mutua, para el mejor desempeño de sus funciones y para facilitar el
tránsito transfronterizo.
ARTICULO
82.- Las partes se obligan a adoptar una acción conjunta para prevenir y
combatir epidemias, plagas y enfermedades contagiosas y a prestarse ayuda en el
control filozoo-sanitario.
ARTICULO
83.- Las autoridades nacionales de los CENAF uniformarán los trámites del
tránsito de personas y vehículos.
ARTICULO
84.- Las autoridades nacionales de los CENAF concederán todas las facilidades
necesarias y la ayuda indispensable a las autoridades de la otra Parte, en caso
de catástrofes, especiales en lo concerniente al paso de equipos, elementos y
materiales de socorro.
ARTICULO
85.- Las reclamaciones o litigios que surjan entre personas naturales o
jurídicas de las dos Partes, derivadas del transporte regular de pasajeros, de
grupos turísticos o de carga, serán resueltos por un Tribunal de Arbitraje,
designado por las Partes y el sujeto a reglamento especial.
ARTICULO
86.- Las Partes convienen el reconocimiento mutuo de sentencias y la
repatriación de los nacionales que hubieren sido sentenciados en la otra Parte,
para que el juicio, éste se sustancie ante los jueces nacionales del detenido,
quien deberá ser puesto a órdenes de las autoridades nacionales competentes.
El
Reglamento establecerá el procedimiento y fijará las excepciones a la
repatriación.
Los
nacionales de una Parte, que sean residentes permanentes o inmigrantes en el
territorio de la otra Parte, no podrán acogerse a los beneficios de la
repatriación.
CAPITULO
-XXV-
REGULACIONES
COMUNES PARA TODO TIPO DE TRANSITO.-
ARTICULO
87.- El conductor, capitán, piloto, oficiales, tripulantes, acompañantes,
pasajeros y turistas deben portar el documento de identidad o pasaporte.
ARTICULO
88.- El conductor, capitán, piloto, oficiales al integrar al territorio de la
otra Parte, observarán las regulaciones de tránsito por carretera, de
navegación, aduana, sanidad, migración, policía, etc.
ARTICULO
89.- Cada parte autorizará a la compañía o empresa que vaya a operar en el
transporte regular de pasajeros, de carga, o de grupos turísticos e informará a
la otra Parte.
ARTICULO
90.- El documento Unico de Turismo será válido para una sola operación.
ARTICULO
91.- Las Partes adoptarán, de común acuerdo, un Reglamento Especial para cada
una de las diversas modalidades de tránsito.
ARTICULO
92.- Las autoridades nacionales competentes otorgarán el permiso de explotación
en las diversas modalidades de transporte comercial y podrán suspenderlo,
modificarlo o revocarlo, por las causales especificadas en el Reglamento.
ARTICULO
93.- Ninguna autoridad, por ningún concepto, podrá retener el documento de
identidad, pasaporte o matrícula, de nacionales o residentes de la otra Parte.
ARTICULO
94.- Cada Parte reconocerá como válida la licencia de conducir, licencia para
navegar, licencia para volar, matrícula del vehículo, embarcación o aeronave,
otorgada por la otra Parte.
ARTICULO
95.- Las autoridades nacionales competentes podrán ampliar el plazo de
permanencia de vehículos, embarcaciones, aeronaves y de personas, en casos
fortuitos o de fuerza mayor, hasta cuando desaparezcan o se resuelvan los
obstáculos o hasta cuando se hallen habilitados para el retorno.
ARTICULO
96.- Las autoridades nacionales competentes adoptarán, de común acuerdo, un
solo formato para cada tipo de Documento Unico, de autorización de zarpe y de
Manifiesto de Carga.
ARTICULO
97.- El Documento Unico de Internación Temporal, de Pasajeros, de Carga
y la autorización de zarpe, tendrán validez de un (1) año, a partir de la fecha
de su expedición.
ARTICULO
98.- Las autoridades nacionales competentes informarán a la otra Parte sobre
las clases, diseño, formato, colores, nomenclatura y demás características de
la Placa.
ARTICULO
99.- Las autoridades nacionales competentes adoptarán, de común acuerdo, el
formato único de licencia para conducir y navegar, así también, de matrícula
de vehículos y embarcaciones.
ARTICULO
100.- Las autoridades nacionales competentes propiciarán y apoyarán la
formación de empresas binacionales para el transporte de pasajeros, de grupos
turísticos o carga, por carretera, por río, mar o aire.
ARTICULO
101.- Las autoridades nacionales competentes de las dos partes adoptarán un
sistema uniforme de señalización del transporte terrestre, fluvial y marítimo.
ARTICULO
102.- Las autoridades nacionales competentes homologarán las regulaciones de
tránsito terrestre, marítimo y fluvial.
ARTICULO
103.- La inspección de los vehículos de pasajeros, de carga y de grupos
turísticos, cuando tuviere lugar, se realizará en el CENAF y por una sola vez.
ARTICULO
104.- El ingreso y salida de vehículos del territorio de una Parte a la otra,
se efectuará únicamente por los Pasos de Frontera.
CAPITULO
-XXVI-
DISPOSICIONES
FINALES.-
ARTICULO
105.- El Convenio entrará en vigencia en la fecha de canje de los Instrumentos
de Ratificación.
ARTICULO
106.- El presente Convenio tendrá una vigencia de cinco años, prorrogables por
periodos iguales.
ARTICULO
107.- Cualquiera de las Partes podrá denunciar el Convenio, mediante
notificación escrita, la cual surtirá efecto noventa (90) días después.
ARTICULO
108.- Este Convenio sustituye, al Acuerdo para Regular el Tránsito de Personas
y Vehículos, de 14 de octubre de 1977.
ARTICULO
109.- Este Convenio se suscribe en dos ejemplares auténticos, en idioma
castellano, en la ciudad de Esmeraldas, a los dieciocho días del mes de abril
de mil novecientos noventa.
Julio
Londoño Diego Cordovez
Ministro
de Relaciones Ministro de Relaciones
Exteriores
de Colombia Exteriores de Ecuador
3.
El Ministro de Relaciones Exteriores, doctora NOEMI SANIN DE RUBIO confirió
poder a la abogada Idoia Astrid Valladares Martínez, para que, actuando a
nombre de la Nación, participara en el proceso, en desarrollo de lo dispuesto
por el artículo 11 del Decreto 2067 de 1991.
La
Doctora Valladores Martínez fundamenta la constitucionalidad del Convenio que
se revisa en la contribución de éste al "tránsito de vehículos de
transporte regular de pasajeros y de grupos turísticos y de carga, el tránsito
fluvial, marítimo y aéreo."
Dice
la apoderada que el Convenio objeto de examen se ajusta a lo prescrito por el
artículo 9o. de la Constitución , el cual ordena fundamentar las relaciones
exteriores del Estado, entre otras bases, en el reconocimiento de los
principios del Derecho Internacional aceptados por Colombia. Así, el principio
de cooperación internacional se encuentra incorporado, además de otros
instrumentos, en el numeral 3º., artículo 1º., Título I de la Carta de las
Naciones Unidas.
Así
mismo sostiene que el Convenio permite desarrollar el derecho al trabajo de que
trata el artículo 25 constitucional, ya que muchos ecuatorianos y colombianos
devengan su sustento del transporte binacional.
Por
último la apoderada resume el trámite tanto en el Congreso de la República como
en la Comisión Especial Legislativa de este Convenio.
4.
El Procurador General de la Nación, mediante oficio Nº 4 del 12 de junio de
1992, solicita a la Corte que se declare inhibida y se abstenga de proferir
fallo de mérito sobre la constitucionalidad del Convenio mencionado.
En
concepto del Procurador, no se reunen los presupuestos constitucionales
necesarios en virtud de los cuales el Gobierno debía enviar el Convenio a la
Corte Constitucional.
Sostiene
el Ministerio Público que la Corte no goza de competencia para pronunciarse de
fondo sobre la constitucionalidad del convenio en cuestión.
En
este sentido sostiene lo siguiente la Vista Fiscal:
"Que
se vició la validez constitucional del Convenio objeto de control previo por la
Corte Constitucional, pues la Asamblea Nacional Constituyente al adoptar tanto
la Constitución como sus disposiciones transitorias, no facultó al Gobierno
Nacional para someter a debate y aprobación de la Comisión Especial esa clase
de actos internacionales.
A
lo anterior se suma una inconstitucionalidad por omisión, consistente en que el
Gobierno Nacional omitió ejercitar la autorización para ratificar el
Convenio..."
El
Procurador formula glosas a la actuación del Gobierno Nacional en esta materia,
pues, en su criterio, el Ejecutivo desconoció la autorización prevista en el
artículo 58 Transitorio de la Constitución, que lo autorizó para ratificar los
tratados o convenios que hubiesen sido aprobados, al menos, por una de las
cámaras del Congreso de la República.
El
Ministerio Público concluye lo siguiente:
"Estos
requisitos exigidos por el numeral 10 del artículo 241 de la Constitución
Política no se reunen en el presente asunto, pues no existe ley aprobatoria de
un tratado internacional..."
5.
El Convenio que nos ocupa está suscrito por el entonces Ministro de Relaciones
Exteriores de Colombia, Señor Doctor Julio Londoño.
II.
FUNDAMENTO JURIDICO
A.
Competencia
6.
La Corte Constitucional es competente para decidir definitivamente sobre la
exequibilidad del convenio internacional sometido a examen. No comparte
entonces esta Corporación las apreciaciones contrarias a esta decisión, por
parte del Procurador General de la Nación.
7.
A este respecto, un estudio preliminar efectuado por el Magistrado Ciro
Angarita Barón y acogido por la Sala Plena, relativo precisamente al tema de la
competencia de la Corte para proferir fallo de fondo en cuanto a este y seis
tratados más recibidos del Gobierno Nacional, dejó establecidos con toda
claridad los criterios que sustentan la competencia en este negocio.
Dicho
estudio llega a las siguientes conclusiones1 :
"Primera.
En la Constitución de 1886 no hubo un texto que positivamente consagrara el
control de constitucionalidad respecto de los Tratados Públicos.
Desde
julio 6 de 1914 y hasta la sentencia de junio 6 de 1985 la Corte Suprema de
Justicia -Sala Plena- afirmó su incompetencia absoluta para conocer de las
leyes aprobatorias de tratados públicos.
Por
vía jurisprudencial, a partir de la sentencia de junio 6 de 1985 la Corte
Suprema de Justicia sostuvo, por mayoría de sus miembros, aunque no de manera
unánime, la tesis según la cual es competente para conocer del tratado público
y de su ley aprobatoria, antes de que el instrumento internacional se haya
perfeccionado, por haberse producido la ratificación o el canje de los
instrumentos de ratificación o adhesión.
A
partir de la sentencia de diciembre 12 de 1986 y hasta abril 9 de 1991, fecha
de su último pronunciamiento en la materia, esa Corporación afirmó su
competencia plena e intemporal para conocer en cualquier tiempo de las demandas
de inconstitucionalidad que, por la vía de acción pública, se intentaren contra
las leyes aprobatorias de Tratados Públicos por vicios de procedimiento en su
formación; sin embargo, en esa hipótesis reiteró su incompetencia para
pronunciarse sobre las acusaciones que cuestionaran el contenido normativo del
Tratado en sí mismo considerado.
Segunda.
El control constitucional instituido por el Constituyente de 1991 en ésta
materia tiene una fundamentación múltiple. Su regulación está contenida, por
una parte, en los numerales 4 y 10 del artículo 241 de la Carta Política y en
el artículo 4 en concordancia con el 9 ibidem, por la otra.
La
referida dogmática positiva permite caracterizar el sistema de control de
constitucionalidad en ésta materia a partir de dos criterios esenciales; el
primero, referido al momento en el cual opera así como al acto sobre el cual se
produce y, el segundo, a la vía que lo pone en marcha.
De
acuerdo a esos criterios, en ésta materia pueden distinguirse las siguientes
formas de control de constitucionalidad:
1º.
Control integral, previo y automático de constitucionalidad del proyecto de
tratado y de su ley aprobatoria por razones de fondo y respecto de ésta última
también por motivos de forma, consagrado en el numeral 10 del artículo 241 de
la Carta.
La
interpretación literal, histórica, sistemática y teleológica de la norma
sustentan esta tesis.
2º
Control de las leyes aprobatorias de los tratados internacionales, desde su
sanción hasta antes de su perfeccionamiento, por vía de acción pública, por
razones de fondo y de forma, siempre que en el último caso se intente antes del
año siguiente a su publicación. Este control lo consagra el numeral 4 del
artículo 241 ibidem, y opera respecto de aquellas cuya sanción se haya
producido antes de la entrada en vigor de la nueva Constitución.
3º
Control posterior, por vía de acción pública ciudadana contra los tratados
perfeccionados, cuando se han celebrado con manifiesta violación de una norma
de derecho interno concerniente a la competencia para celebrarlos.
Dicho
control se infiere de lo dispuesto en los artículos 4º y 9º de la Constitución
Política, en concordancia con lo preceptuado en los artículos 27 y 46 de la
Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados -Ley 32 de 1985-.
Los
presupuestos fundamentales de esta posición se enraizan en los propios
presupuestos axiológicos e institucionales que explican la razón de ser del
control de constitucionalidad en el estado de derecho, así como la supremacía
de la Constitución como símbolo máximo de jerarquía jurídico-ideológica y en
cuanto dispositivo conformador de la sociedad política y de dosificación y
limitación al ejercicio del poder en el Estado, mediante su distribución y control.
Tercera.
Los siete documentos enviados por el Ministerio de Relaciones Exteriores,
[entre ellos el que nos ocupa, esto es, el AC-TI-05], pese al trámite sui
generis y de carácter excepcional que sufrieron por razón del tránsito
constitucional, constituyen verdaderos tratados en vías de formación. Como
tales están sometidos al control de constitucionalidad previsto en el
numeral 10 del artículo 241 de la Carta" (subrayas no originales).
8.
La Corte considera, además, como ya lo estableció en la Sentencia SC-477 con
ponencia del Magistrado José Gregorio Hernández Galindo, que "el artículo
Transitorio 58 de la Constitución no excluye y, por el contrario, supone el
control previo de constitucionalidad, ya que no puede interpretárselo de manera
aislada sino en armonía con las demás disposiciones de la Carta, en especial
con su artículo 241, numeral 10.
"En
efecto, uno de los fines primordiales de los sistemas de control constitucional
reside en la adquisición de certeza sobre el ajuste de un determinado
acto a la normativa superior, deducida en el curso de un proceso que culmine
con el pronunciamiento definitivo del órgano al cual esa tarea ha sido
confiada, en el caso colombiano la Corte Constitucional.
"Desde
el momento en que una cierta clase o categoría de actos queda sometido por la
propia Constitución a ese procedimiento de control, todos los que a aquella
pertenecen, si respecto de cada uno se dan los supuestos previstos por el
ordenamiento jurídico, deben pasar, sin lugar a excepciones, por el correspondiente
trámite que asegure su examen.
"A
partir de la vigencia de la Constitución de 1991, habida cuenta de la previsión
consagrada en el numeral 10 de su artículo 241, no cabe duda sobre el necesario
sometimiento al control previo de constitucionalidad a cargo de esta Corte
sobre los tratados internacionales y las leyes que los aprueben.
"La
medida de esta función de la Corte está dada no solamente por el claro sentido
del texto, el cual extiende el control -haya o no ley aprobatoria- al tratado
mismo, sino por una razón sistemática: la de que el ordenamiento constitucional
está orientado a la revisión de los tratados cuyo canje de notas aún no se ha
producido, a fin de asegurar, antes de que entre en vigencia, la sujeción de
sus cláusulas a las previsiones constitucionales, conciliando así la
prevalencia de las normas fundamentales con el principio de Derecho
Internacional sobre cumplimiento de los tratados en vigor. Ello explica porqué
la norma del artículo 241 consagra, como medio para alcanzar el fin expresado,
el envío de la ley aprobatoria a la Corte dentro de los seis (6) días
siguientes a su sanción, procedimiento encaminado a evitar que el Ejecutivo
efectúe el canje de notas sin la previa revisión de constitucionalidad.
"Esa
referencia a la ley aprobatoria en modo alguno implica que la Constitución
autorice al Gobierno para poner en vigencia directamente convenios o tratados
que no han pasado por el Congreso, como parcialmente ocurre en el presente
caso, pues ello significaría supeditar el control material que la norma
establece al criterio formal de no estar incorporado el convenio a una ley de
la República.
"Cuando
el artículo 58 Transitorio autorizó al Congreso para ratificar los tratados o
convenios celebrados que hubiesen sido aprobados al menos por una de las
cámaras, consagró norma excepcional en cuanto a la culminación del trámite en
el Congreso habida cuenta del receso dispuesto para ese cuerpo legislativo
(Capítulo 1o. de las disposiciones transitorias), pero nada indica que esa
autorización incluyera, además, la excepción al control previo de
constitucionalidad plasmado genéricamente en el artículo 241, numeral 10, de la
Carta. Aceptarlo así equivaldría a concluír que los tratados o convenios
cobijados por la norma Transitoria fueron inexplicablemente sustraídos del
control previo. En estos términos, la falta de control político del Congreso no
necesariamente implicaba la del control jurídico.
"Semejante
consecuencia no se deriva del nuevo sistema constitucional y, muy por el
contrario, riñe abiertamente en el objetivo de certeza buscado por el
Constituyente al regular esta materia...
"La
expedición de la Carta Política de 1991 modificó sustancialmente los elementos
normativos sobre los cuales habían sido elaboradas las expuestas concepciones
sobre el juzgamiento de las leyes aprobatorias de tratados internacionales y,
más aún, el de estos considerados en sí mismos, pues se pasó de un texto en el
que, si bien se facultaba el control de manera genérica sobre todas las
leyes, no se mencionaban expresamente esta clase de actos, a una norma -la
del actual artículo 241, numeral 10- que contempla precisamente la función
jurisdiccional de decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los
tratados internacionales y de las leyes que los aprueben"2 .
9.
Esta extensa cita de la decisión unánime de la Corporación coincide además con
la doctrina universal sobre los principios del derecho internacional público.
Por ejemplo Quoc Dinh, Daillier y Pellet afirman que, "en cuanto al juez
constitucional... su intervención, por regla general, tiene por objetivo
autorizar o impedir la adopción de una ley de autorización y, por vía de
consecuencia, el compromiso definitivo del Estado."3
10.
En Colombia la Asamblea Nacional Constituyente, en el Informe-Ponencia sobre
las distintas propuestas llevadas a la Asamblea en materia de relaciones
internacionales, sostuvo:
"Señalan
los señores constituyentes... en la ponencia sobre control de
constitucionalidad en relación con los tratados: "Decidir sobre la
constitucionalidad de los tratados y de las leyes que los aprueban".
En
este punto se presentan diferencias de criterio únicamente en relación con el
momento en que deba realizarse el control: unos dicen que dicho control debe
efectuarse una vez el tratado o convenio haya sido aprobado por la ley antes
del canje de notas; y otros, que tal control debe realizarse antes de haber
sido sometido a aprobación por ley del Congreso.
Consideramos
que el control debe tener lugar tanto sobre el contenido del tratado como sobre
la ley aprobatoria del mismo, una vez ésta haya sido sancionada, sobre el fondo
y la forma, pero que, a su vez evitaría duplicidad en la función de este
control y por tanto dilaciones en la obtención de una seguridad jurídica.
La declaratoria de inconstitucionalidad, ya sea del tratado o de la ley, por
parte de la Corte, impediría la ratificación o el canje de notas4
. (subrayas fuera del texto).
11.
Así, pues, al interpretar los artículos 241, numeral décimo y Transitorio 58 de
la Constitución Política, concluye la Corte Constitucional que los tratados o
convenios internacionales que no alcanzaron a completar la integridad del
trámite en el Congreso, por haber cesado éste en sus funciones al principiar la
vigencia de la Constitución de 1991, fueron relevados de la culminación de ese
trámite, pero no lo fueron del procedimiento de control de constitucionalidad,
a cargo de esta Corporación, sin surtirse el cual no está permitido al
Presidente de la República efectuar el canje de notas o ratificaciones.
12.
En virtud de lo dicho, la Corte Constitucional, apartándose del criterio del
Procurador General de la Nación, considera que tiene ciertamente competencia
para resolver sobre la constitucionalidad del Convenio al que se refiere este
proceso.
13.
Por otra parte esta Corte observa que el Convenio ha sido suscrito por
el servidor público competente, esto es, el Ministro de Relaciones Exteriores
de Colombia.
En
efecto, a la luz tanto del derecho constitucional colombiano como del derecho
internacional público, el Canciller está autorizado para suscribir tratados, no
así para celebrarlos, lo cual es atribución exclusiva del Presidente de la
República como Jefe de Estado.
En
primer lugar, según el derecho constitucional colombiano vigente al momento de
suscribirse el Convenio, o sea la Carta de 1886, al Presidente de la República
le corresponde "celebrar con otros Estados y entidades de derecho
internacional tratados o convenios..." Y en el artículo 132 de la Carta
1886 se decía, en el inciso segundo, que la "la distribución de los
negocios, según sus afinidades entre ministerios, departamentos administrativos
y establecimientos públicos, corresponde al Presidente de la República."
Luego
el Presidente de la República celebra los tratados y convenios pero el
Ministro de Relaciones Exteriores los suscribe o puede
suscribirlos.
Ello
porque una cosa es "celebrar" y otra "suscribir". En
efecto, un tratado debidamente perfeccionado es un acto jurídico complejo que
requiere la intervención de las tres ramas del poder público, así:
En
primer lugar, el Gobierno Nacional negocia el tratado, ora por conducto del
Presidente de la República, al cual le corresponde "dirigir las relaciones
internacionales", según el artículo 189.2 constitucional, ora por
intermedio del Canciller, en virtud de la distribución de competencias que el
Presidente realiza entre los diversos ministerios en función de las materias,
al tenor de los artículos 189.17 y 208 de la Carta. En este caso concreto
obra prueba escrita y auténtica expedida por el Ministerio de Relaciones
Exteriores, en la que se certifica la aprobación personal y directa del Señor
Presidente de la República al Convenio colombo ecuatoriano, así como su
voluntad de someter el texto del Convenio a la consideración del Congreso de la
República (vid anexo final del expediente original, documento del 22 de agosto
de 1990). Posteriormente el Congreso aprueba el texto del tratado mediante ley.
Las Cámaras sólo pueden aprobar o improbar el articulado, sin que les esté
permitido introducir modificaciones al mismo. Una vez aprobado por el Congreso,
el proyecto de ley pasa para la sanción presidencial, que lo convierte en ley.
Obsérvese que este acto, según la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia, es indelegable por parte del Presidente de la República y pone de
manifiesto una vez más la intervención personal del Jefe del Estado en la
conducción de las relaciones internacionales. Seguidamente, y a partir de la
Constitución de 1991, se surte el control automático de constitucionalidad por
parte de la Corte Constitucional, al tenor del artículo 241.10 de la Carta. Por
último, el Presidente de la República realiza la ratificación, momento en el
cual se entiende que se celebra el tratado.
En
este orden de ideas, el Convenio entre Colombia y Ecuador se encuentra sólo en
una fase de negociación que hace parte de un proceso complejo que concluye con
la celebración del mismo. Para esta fase, esto es, la simple
"suscripción", el Ministro de Relaciones Exteriores se encuentra
habilitado debidamente, porque así lo autoriza la ley, esto es, el Decreto Orgánico
del Ministerio de Relaciones Exteriores vigente al momento de la suscripción
del Convenio -18 de abril de 1990-, o sea el Decreto 2017 de 1968 artículo
primero, que dice: "El Ministerio de Relaciones Exteriores tiene a su
cargo: ... la negociación de Tratados y convenios... " De este mismo
sentir es la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, cuando en 1989
sostuvo:
"Ahora
bien, en cuanto a la facultad dada al Ministerio de Relaciones Exteriores para
la "negociación... de tratados y convenios" debe tenerse en cuenta
que esta ha de ser entendida como una autorización que por su naturaleza
corresponde a tal dependencia gubernamental y se reduce a actuar en el sentido
indicado por la norma siguiendo las instrucciones y bajo la dirección del
Presidente, pues es de cargo de éste no solamente celebrar tratados sino
también "dirigir las relaciones diplomáticas y comerciales" a más de
que, como se ha visto, la negociación es apenas una etapa o parte del proceso
que lleva a la celebración que a éste corresponde; por ello, entonces, puede el
Presidente, según la naturaleza del asunto, preferir a otra dependencia que sea
la del respectivo ramo, como cuando se trata de la hacienda, la salud, etc. En
este entendimiento, la parte que se acusa es constitucional."5
Y
en segundo lugar, la propia Constitución reconoce la vigencia en Colombia de
los principios del derecho internacional público, al tenor del inciso primero
del artículo 9o., que dice:
"Las
relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional, en el
respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de los
principios del derecho internacional aceptados por Colombia" (se
subraya)
En
este sentido, según el derecho internacional público aceptado por Colombia, el
Canciller puede suscribir convenios, de conformidad con la Convención de
Viena, aprobada internamente mediante la Ley 32 de 1985.
En
efecto, la Convención de Viena dice en el artículo 7º numeral 2º literal a):
"En
virtud de sus funciones, y sin tener que presentar plenos poderes, se
considerará que representan a su Estado:
a.
Los Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de Relaciones Exteriores,
para la ejecución de todos los actos relativos a la celebración de un
Tratado" (se subraya por la Corte).
En
el artículo 10 literal a) se establece:
"El
Texto de un Tratado quedará establecido como auténtico y definitivo:
a.
Mediante el procedimiento que se prescriba en él o que convengan los Estados
que hayan participado en su elaboración."
Y
en el artículo 13 idem se afirma:
"ARTICULO
13. Consentimiento en obligarse por un Tratado manifiesto mediante el canje de
instrumentos que constituyen un Tratado.
El
consentimiento de los Estados en obligarse por un Tratado constituido por
instrumentos canjeados entre ellos se manifestará mediante este canje:
a.
Cuando los instrumentos dispongan que su canje tendrá ese efecto; o
b.
Cuando conste de otro modo que esos Estados han convenido que el canje de los
instrumentos tenga ese efecto."
Fue
en desarrollo de estas tres normas, las cuales beben en las fuentes del
artículo 9o. de la Constitución, que el entonces Ministro de Relaciones
Exteriores de Colombia, Julio Londoño, suscribió el Convenio con Ecuador, en el
cual se sostuvo en el artículo 105 que "el Convenio entrará en vigencia en
la fecha de canje de los Instrumentos de Ratificación."
B.
Examen de constitucionalidad del Convenio AC-TI-05
14.
El Convenio entre Colombia y Ecuador sobre tránsito de personas, vehículos
embarcaciones fluviales y marítimas y aeronaves, a juicio de la Corte
Constitucional, no sólo no desconoce ningún precepto constitucional sino que,
incluso, desarrolla y permite la expresión de los principios
jurídicos-internacionales trazados en la Carta Política.
En
efecto, a juicio de la Corte Constitucional, y como ya lo tiene establecido en
su fallo precitado, "ninguna de las mencionadas cláusulas vulnera las
disposiciones constitucionales y, por el contrario, ellas tienden al
cumplimiento del compromiso propuesto como finalidad del ordenamiento
constitucional según lo declara su Preámbulo: el impulso a la integración de la
comunidad latinoamericana, también consagrado por el artículo 9º de la Carta
como una de las metas hacia las cuales ha de orientarse la política exterior
colombiana. Ello coincide, además, con los mandatos de los artículos 226 y 227
de la Constitución sobre promoción de las relaciones políticas, sociales y
económicas con los demás Estados y de la integración con los países de América
Latina y el Caribe, cuyo alcance puede llegar inclusive hasta la conformación
de una comunidad latinoamericana de naciones."6
Los
diez títulos del Convenio, ciertamente, establecen mecanismos de transporte
binacional que hunden sus raíces en los campos del artículo 9º de la
Constitución, que dice:
"Las
relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional, en el
respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de los
principios del derecho internacional aceptados por Colombia.
De
igual manera, la política exterior de Colombia se orientará hacia la
integración latinoamericana y del Caribe."
15.
Considera la Corte que, por otra parte, dada la naturaleza de los asuntos a que
se refiere el Convenio, éste constituye instrumento apto para desarrollar el
objetivo de regular de una manera igualitaria, soberana y democrática el
tránsito de personas y vehículos entre los pueblos hermanos de Ecuador y
Colombia.
En
el concierto internacional los países acuerdan los lineamientos de sus
relaciones recíprocas sobre bases civilizadas y razonables que respetan la
independencia e igualdad de cada uno de los Estados Partes. Es justamente lo
que ha hecho el Convenio que nos ocupa.
16.
Así mismo el Convenio simplifica y homologa los trámites y procedimientos para
el paso de frontera, lo cual se inscribe en los principios constitucionales
relativos a la eficacia, celeridad y economía en la gestión (artículo 209
constitucional), así como en los principios que pretenden hacer prevalecer el
derecho sustancial sobre el procedimental (artículo 228 idem), todo ello en el
marco de un Estado social de derecho que desea colocar a las instituciones al
servicio de la persona (artículo 1º idem).
Para
esta Corte existe pues armonía entre el texto del Convenio y la Constitución
Política de Colombia, en lo referente a las bases conceptuales de la gestión
estatal.
17.
Las zonas fronterizas, igualmente, se ven beneficiadas con las facilidades
introducidas en el Convenio para el transporte binacional, lo cual fue también
una preocupación del constituyente.
En
efecto, el artículo 289 de la Constitución dispone:
"Por
mandato de la ley, los departamentos y municipios ubicados en zonas fronterizas
podrán adelantar directamente con la entidad territorial limítrofe del país
vecino, de igual nivel, programas de cooperación e integración, dirigidos a
fomentar el desarrollo comunitario, la prestación de servicios públicos y la
preservación del ambiente."
Esta
norma es concordante con el artículo 337 de la Carta, que establece lo
siguiente:
"La
ley podrá establecer para las zonas de frontera, terrestres y marítimas, normas
especiales en materias económicas y sociales tendientes a promover su
desarrolló."
De
estas dos normas se deduce sin dificultad que un Convenio como el que nos ocupa
se inscribe perfectamente en la filosofía integracionista que la Constitución
consagra para los casos especialísimos de las zonas de frontera.
18.
Menos evidente aunque no es despreciable, el derecho al trabajo (artículo 25)
invocado por la apoderada del Ministerios de Relaciones Exteriores podría
verse, de paso, protegido.
Con
fundamento en las consideraciones expuestas, la Corte Constitucional de la
República de Colombia, previos los trámites establecidos en el Decreto 2067 de
1991,
R E S
U E L V E :
Primero:
Declárase
EXEQUIBLE el Convenio celebrado entre la República de Colombia y la República
del Ecuador sobre tránsito de personas, vehículos, embarcaciones fluviales y
marítimas y aeronaves y no improbado por la Comisión Especial Legislativa el
día 4 de septiembre de 1991.
Segundo:
Comuníquese
al Gobierno Nacional para los fines contemplados en el artículo 241, numeral
10, de la Constitución Política.
Cópiese,
Comuníquese, Publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional, devuélvase el
expediente al Ministerio de Relaciones Exteriores y Cúmplase.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
1 Vease Documento "El Control de constitucionalidad de los
Tratados Públicos y de sus Leyes Aprobatorias en las Consticuiones de 1886 y
de 1991. Naturaleza, contenido y Alcance. Magistrado Ciro Angarita Barón. Corte
Constitucional. Marzo 26 de 1992.
2 Cfr Sentencia de la Corte Constitucional N° SC-477.
Expediente Nº AC-TI-03. Magistrado Ponente José Gregorio Hernández
Galindo.
3 "Vid Quoc Dinh, Nguyen; Daillier, Patrick y Pellet, Alain.
"Droit International Public", 2 édition. LGDJ. París, 1980. Pág. 253
(traducción libre).
4 Gaceta Constitucional Nº 68, 6 de marzo de 1991, página 9.
5 Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 28 de septiembre de
1989. M.P. Jaime Sanín Greiffenstein.
6 Véase Sentencia AC-TI-03 precitada. |
218 | C-510-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-510/92
ARANCELES Y
TARIFAS ADUANERAS
CONGRESO DE LA
REPUBLICA-Facultad
Impositiva/TRANSITO CONSTITUCIONAL
La titularidad
general de la función impositiva está en cabeza del Congreso, pues ella sólo
excepcionalmente puede desplazarse a otro órgano y, en este caso, con carácter
puramente transitorio. Si en gracia de discusión se aceptara que el Decreto
acusado es trasunto concreto y legítimo de la función legislativa aplicada a la
materia aduanera, debería en todo caso concluírse que al haber sido expedido
con posterioridad a la fecha de entrada en vigencia de la Constitución
Política, la facultad extraordinaria concedida por el Legislador, no podía ser
ejercida por contravenir el artículo 150-10 de esta última que prohibe al
Congreso conferir facultades extraordinarias al Presidente para expedir las
leyes a que se refiere el artículo 150-19 de la misma. De otra parte, en este
orden de ideas, por involucrar de manera primaria una razón de política
tributaria y no comercial, el Gobierno mediante decreto reglamentario o
apelando a sus competencias ordinarias en punto de modificación del arancel, no
podía establecer una tarifa especial para el caso de saneamiento de mercancías.
El Decreto ley 2183 de 1991 dada su naturaleza predominantemente impositiva no
podía dictarse por el Gobierno a partir de la fecha de vigencia de la
Constitución Política.
LEY MARCO-Régimen aduanero
La modificación
del régimen aduanero por razones de política comercial es, pues, materia que
debe ser objeto necesariamente de una ley conocida por la doctrina con el
nombre de "ley marco". Con base en el mencionado tipo de instrumento
legal la Constitución opera respecto de una específica materia una especial
distribución de competencias normativas entre la ley y el reglamento. Al
primero se confía la determinación de los objetivos y criterios generales,
conforme a los cuales el segundo deberá ocuparse del resto de la regulación. De
esta manera se garantiza en favor del reglamento un ámbito de regulación, como
quiera que la ley deberá limitarse a los aspectos generales ya señalados que
son precisamente los que configuran el "marco" dentro del cual
se dictarán los reglamentos llamados a desarrollar los objetivos y criterios
trazados por el legislador. los asuntos objeto de las leyes marco corresponden
a una realidad susceptible de permanente cambio.
LEY MARCO-Objeto
La Constitución
al autorizar el empleo de leyes marco y de los decretos que las desarrollen, en
lo tocante a la modificación del régimen de los aranceles, tarifas y demás
disposiciones del régimen de aduanas, cuando utiliza la expresión "por
razones de política comercial" está limitando el campo de esta técnica
normativa a los aspectos económicos del arancel de aduanas y está
consecuentemente excluyendo que mediante la misma, de manera principal o
preponderante, se adelante una política fiscal o se persigan objetivos de esta
estirpe.
SANEAMIENTO
ADUANERO-Objeto/PRESIDENTE
DE LA REPUBLICA/COMPETENCIA/CODIGO-Expedición
El saneamiento
se orienta a evitar el decomiso de las mercancías y la imposición de
sanciones a los responsables o la iniciación contra éstos de eventuales
acciones penales. El saneamiento de mercancías se concibió como figura
provisional en el tránsito de legislación que operó la mutación de una conducta
calificada como hecho punible - contrabando - a otra de mera
infracción administrativa. En el nuevo ordenamiento constitucional, la
expedición de códigos - al igual que su modificación, como sería la derogación
o modificación del Estatuto Penal Aduanero - y el establecimiento de impuestos
- como sería la fijación de una tarifa ad valorem para el saneamiento de
mercancías -, entre otras materias de competencia del Congreso, no pueden ser
delegadas al Presidente. Por lo mismo, a partir de su vigencia, así no haya
precluído el término de las facultades extraordinarias anteriormente
concedidas, el ejercicio concreto de estas facultades carece de asidero
constitucional y se torna inexequible.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Ejercicio/FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límites
El Presidente,
dentro del término legal, sólo puede ejercerlas por una sola vez, de modo que
al expedir el correspondiente Decreto ley agota su cometido. El término de
utilización de las facultades indica el período dentro del cual deben éstas
ejercerse, y no el término durante el cual se asume ininterrumpidamente el status
de legislador extraordinario. La finalidad de las facultades
extraordinarias es la de habilitar al Presidente para que pueda adoptar
decretos leyes sobre asuntos y materias determinados, para lo cual se le
señala un término que la nueva Carta ha limitado a seis meses. La precisión y
temporalidad que deben caracterizar a las leyes de facultades, ponen de
presente el sentido profundo del acto de concesión de facultades, dominado por
la efectiva y rápida realización de una tarea y cometido específicos antes que
por la atribución de un status, de modo que expedido el decreto ley correspondiente,
debe entenderse concluida la tarea y agotada la facultad. Lógicamente, si la
ley de facultades se refiere a varias materias, su desarrollo puede hacerse a
través de un número plural de Decretos, siempre que las materias ya reguladas
no sean objeto de nueva regulación, como quiera que, conforme a lo dicho, las
facultades se agotan en la misma medida y en el mismo momento de su
utilización.
DECRETO LEY-Modificación
La función de
modificar los decretos leyes se ha asignado al Congreso; luego de dictados, así
no haya transcurrido todo el término de las facultades, el Gobierno ya cumplida
su misión, carece de competencia para hacerlo. No es posible imaginar que
después de dictados - y no habiéndose vencido el término legal - para su
modificación concurran dos poderes y que, inclusive, pueda el Gobierno, justo
antes de clausurarse el período de habilitación, alegando un supuesto status de
legislador temporal, derogar leyes que a su turno hayan podido modificar
decretos leyes previamente expedidos en uso de las mismas facultades
extraordinarias.
REF: Demanda No.
D-029
Actor: Jesús
Vallejo Mejía
Demanda de
inconstitucionalidad del Decreto Ley 2183 de 1991
Facultades
extraordinarias para el saneamiento aduanero
Magistrado
Ponente:
Eduardo
Cifuentes Muñoz
Aprobado por Acta
No. 70
Santafé de Bogotá,
D.C., Septiembre tres (3) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Plena de la
Corte Constitucional integrada por su Presidente Simón Rodríguez Rodríguez y
los Magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio
Hernández Galindo, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Jaime Sanín
Greiffenstein,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso
ordinario de constitucionalidad del Decreto 2183 de 1991 "por el cual se
modifica el Decreto 1751 de 1991".
I. TEXTO DEL
DECRETO ACUSADO
El tenor literal del
Decreto 2183 de 1991 es el siguiente:
DECRETO NUMERO 2183 DE 1991
(septiembre 19)
por el cual se modifica el Régimen de
Saneamiento Aduanero previsto en el Decreto 1751 de 1991.
El Presidente de la República de Colombia,
en uso de las facultades constitucionales y legales, y en especial de las
conferidas por el numeral 7 del artículo 61 de la Ley 49 de 1990.
DECRETA:
Artículo 1º El
artículo 4º del Decreto 1751 de 1991, quedará así:
"Tarifa ad
valorem. El saneamiento de las mercancías se efectuará mediante la cancelación
del monto resultante de aplicar las siguientes tarifas ad valorem de las
mercancías:
75% Vehículos.
8% Las demás
mercancías diferentes de vehículos.
Parágrafo. El
saneamiento aquí previsto no dará lugar a cobros diferentes de la tarifa ad
valorem contemplada en este artículo. Los dineros serán consignados en la red
bancaria, como parte del trámite de presentación de la Declaración de
Saneamiento y serán tenidos en cuenta para efectos de lo previsto en el
artículo 8º del Decreto 1751 de 1991".
Artículo 2º
Devoluciones. Quienes hubieren saneado mercancías de acuerdo con las tarifas ad
valorem a que se refiere el Decreto 1751 del 4 de julio de 1991, tendrán
derecho a obtener la devolución de la diferencia resultante entre la aplicación
de las tarifas allí indicadas y la aplicación de las tarifas señaladas en el
presente Decreto.
Parágrafo. Para
efectos de lo dispuesto en el presente artículo, dentro de los quince (15) días
siguientes a la vigencia de este Decreto, los declarantes deberán presentar la
solicitud de devolución correspondiente ante el Administrador de Aduana
quien la remitirá al Director General de Aduanas, el cual mediante resolución
motivada, ordenará la devolución dentro de los quince (15) días siguientes al
recibo de la solicitud, si así resulta procedente de acuerdo con las
certificaciones expedidas para el efecto.
Artículo 3º El
presente Decreto rige a partir de la fecha de su publicación.
Publíquese y
cúmplase.
Dado en Santafé de
Bogotá, D.C., a 19 de septiembre de 1991.
II. COMPETENCIA
DE LA CORTE
Esta Corporación es
competente para conocer de la demanda de la referencia, en atención a lo
dispuesto por el numeral 5º del artículo 241, en concordancia con el inciso
segundo del artículo 24 transitorio de la Constitución de 1991. Además, se
advierte que en este proceso el Magistrado Ponente ordenó inaplicar la
expresión "...sobre la última de ellas antes del 1º de junio de
1992", del artículo transitorio del Decreto 2067 de 1991.
III. ANTECEDENTES
1. La Ley 49 de 1990
"por la cual se reglamenta la repatriación de capitales, se estimula el
mercado accionario, se expiden normas en materia tributaria, aduanera y se
dictan otras disposiciones", fue publicada el 31 de diciembre del mismo
año en el Diario Oficial No. 39.615.
En su artículo 61-1
facultó al Presidente para "eliminar el carácter de hecho punible
tipificado en el Estatuto Penal Aduanero de las conductas que infringen la
legislación aduanera y suprimir la Jurisdicción Penal Aduanera".
De otra parte, el
artículo 61-7 (ibid) confirió al Gobierno facultades extraordinarias para
"establecer mecanismos que permitan la declaración y pago de los derechos
e impuestos, respecto de mercancías que hubieren ingresado al país con
anterioridad al primero (1º) de septiembre de 1990, sin el cumplimiento de los
requisitos establecidos en el régimen aduanero".
2. El Gobierno,
haciendo uso de las facultades conferidas en el artículo 61-1, dictó el Decreto
1750 de 1991, por el cual se eliminó, a partir del 1º de noviembre de 1991, el
carácter de hecho punible de las conductas tipificadas en el Estatuto Penal
Aduanero, variando su carácter al de infracciones administrativas aduaneras.
3. El Gobierno, en
ejercicio de las facultades otorgadas en el artículo 61-7, dictó el decreto
1751 de 1991 del 4 de julio, publicado en el Diario Oficial de la misma fecha.
En su artículo 1º estableció la declaración de las mercancías y el pago de la
tarifa ad valorem señalada en el artículo 4º como requisitos para que proceda
el saneamiento y las mercancías no sean decomisadas, ni se aplique contra sus
poseedores sanción alguna. La declaración, conforme al parágrafo 1º de este
artículo, deberá presentarse durante el lapso comprendido entre el 1º de agosto
y el 31 de septiembre de 1991. El saneamiento de las mercancías procederá
además mediante la cancelación del monto resultante de aplicar a los bienes las
tarifas ad valorem contenidas en el artículo 4º: 75% para vehículos; 10% para
maquinaria, equipos, partes y piezas, materias primas, aeronaves y barcos, y
35% para las demás mercancías.
4. Haciendo uso de
las mismas facultades, el Presidente dictó el 19 de septiembre de 1991 el
Decreto 2183, publicado el 20 de septiembre en el Diario Oficial, sustitutivo
del artículo 4º del Decreto 1751, modificando las tarifas ad valorem en él
contenidas, las cuales se establecen en 75% para los vehículos y 8% para las
demás mercancías.
5. El artículo
150-10 de la Constitución de 1991 dispone que el Congreso podrá revestir de
facultades extraordinarias al Presidente de la República, hasta por el término
de seis meses, para expedir normas con rango legal, cuando la necesidad o la
conveniencia pública lo aconsejen. Estas facultades deben ser precisadas en la
ley y no pueden conferirse para expedir códigos, leyes estatutarias, orgánicas,
leyes marco1,
ni para decretar impuestos. El Congreso puede, en todo tiempo, modificar los
decretos leyes expedidos por el Gobierno en uso de las facultades.
6. El artículo
150-19 consagra la facultad del Congreso para expedir leyes marco, y señalar en
ellas los objetivos y criterios a los cuales debe sujetarse el Gobierno en su
función de "modificar, por razones de política comercial los aranceles,
tarifas y demás disposiciones concernientes al régimen de aduanas" (CN,
artículo 150-19-c).
7. El doctor Jesús
Vallejo Mejía presentó, ante la Secretaría General de la Sala Constitucional de
la Corte Suprema de Justicia, el 1º de octubre de 1991, demanda contra el
Decreto 2183 de 1991, que sustituyó al artículo 4º del Decreto 1751 de 1991. El
expediente permaneció allí hasta el 18 de febrero de 1992, fecha en que fue
recibido por esta Corporación.
8. Señala el
demandante que la vía para introducir las modificaciones a las tarifas
aduaneras no es la de los decretos leyes dictados en ejercicio de facultades
extraordinarias, de conformidad con el artículo 150-10 de la Constitución de
1991, como es el caso del Decreto 2183, sino la de los decretos reglamentarios
de las leyes marco en materia de régimen aduanero. De lo contrario se le
restaría la necesaria flexibilidad de regulación a materias cambiantes por
naturaleza; además de conculcarse, según su criterio, el poder del Presidente
de modificar las tarifas en cualquier tiempo, ya que una vez vencidas las
facultades sólo el Congreso podría modificar los decretos leyes. Agrega que la
norma acusada excedió las facultades conferidas por el Congreso, dado que la
ley de habilitación no autorizó al Gobierno para señalar tarifas o aranceles
aduaneros.
9. Dentro del
término de fijación en lista de la norma acusada, se presentó un escrito
defendiendo su constitucionalidad, por parte de la doctora Cecilia Castañeda
Sanjuan, apoderada del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, Dirección
General de Aduanas, cuyos argumentos se resumen a continuación.
-Señala que el
Decreto 2183 de 1991, modificatorio del Decreto 1751 de 1991, el cual tenía un
término de aplicación comprendido entre la fecha de su publicación (4 de julio
de 1991) y el 31 de octubre de 1991, estaba sometido en su vigencia a la del
decreto inicial, y por no hallarse dentro de los casos excepcionales que por
vía jurisprudencial ha enumerado la Corte Suprema de Justicia para fallar de
fondo, procede un fallo inhibitorio de esta Corporación.
- Sostiene que el
argumento del demandante referente a la modificación de aranceles, tarifas y
demás disposiciones concernientes al régimen de aduanas, que debe hacerse por
el Presidente por medio de decretos reglamentarios en ejecución de la
correspondiente ley marco, no tiene en cuenta que el saneamiento de mercancías
es una situación especial ajena al régimen aduanero, surgida a raíz de la
despenalización del contrabando, conducta que deja de ser tratada como hecho
punible y pasa a ser una infracción administrativa. Fundamenta lo anterior al
expresar que el Código de Aduanas, en su artículo 1º establece los aspectos a
que se refiere el régimen aduanero, que son los relativos a la importación,
exportación, almacenamiento y tránsito de mercancías, los cuales no tienen
relación con la situación de mercancías que hubieren ingresado ilegalmente al
país, materia propia del Estatuto Penal Aduanero. Por ello, prosigue, al
autorizarse la despenalización del contrabando se hacía necesario el
otorgamiento de facultades por parte del legislador para definir la situación
de dichas mercancías.
- En lo relativo al
cargo del exceso en el ejercicio de las facultades por no contener la ley
habilitante autorización alguna para fijar tarifas, señala que el ordinal 7º
del artículo 61 es suficientemente preciso, puesto que de él se desprenden los
elementos estructurales para la imposición de gravamen o tarifa, faltando
solamente su regulación en detalle por parte del Ejecutivo. Concluye que si
bien en el decreto acusado se le denomina tarifa ad valorem, ésta corresponde a
la de un impuesto especial, cuyo objetivo era conseguir un fortalecimiento del
fisco, como en toda amnistía, e inducir a la legalización de mercancías que se
encontraban en incumplimiento de las normas aduaneras, lo que hace que este
tributo no tenga la naturaleza de los aranceles o tarifas aduaneras de que
trata la Ley 6a. de 1971.
10. El señor
Procurador General de la Nación, Dr. Carlos Gustavo Arrieta Padilla, mediante
oficio No. 022 de mayo 25 de 1992, rindió en tiempo el concepto fiscal. En él
solicita a esta Corporación declarar inexequible el decreto bajo examen, con
base en los razonamientos que a continuación se resumen.
- Estima el señor
Procurador que esta Corporación es competente para conocer de la presente
acción de inconstitucionalidad, en razón de la previsión del artículo 241 de la
Carta, según la cual se le confía la guarda de la integridad y supremacía de la
Constitución Política, en los estrictos y precisos términos de ese artículo.
- Señala el concepto
fiscal que el examen de constitucionalidad de un Decreto Ley cuyas
disposiciones, antes del tránsito constitucional, agotaron los términos y
desarrollaron los contenidos de la ley de autorizaciones, debe hacerse frente a
la normatividad vigente al momento de su expedición.
-Es distinta la
situación cuando en el momento de verificarse el tránsito constitucional,
estuviere corriendo aún el término de la habilitación señalado en la ley de
facultades, ya que en tal caso, cesa en su legitimidad la misma, porque su
contenido debe ajustarse automáticamente a las nuevas prescripciones de la
Carta. Así, la capacidad gubernamental de dictar normas con fuerza de ley se ve
recortada respecto a los nuevos presupuestos de validez constitucional que el
mismo ordenamiento exige, siempre que éstos hayan variado.
- Señala que la Ley
49 de 1990 del 28 de diciembre, en su artículo 61, habilitó al Ejecutivo, por
el término de dos años contados desde la vigencia de la misma, para adoptar
medidas en materia penal aduanera y de impuestos. Es claro entonces que la
habilitación conferida se expidió bajo la vigencia de la Constitución de 1886.
Por su parte el Decreto de facultades acusado fue dictado por el Presidente de
la República el 19 de septiembre de 1991, es decir, luego de haber entrado en
vigencia la nueva Constitución, por lo que automáticamente los presupuestos que
le dan validez a este tipo de normatividad son los que en el Ordenamiento
Superior se imponen y que, en materia de temporalidad, se circunscriben hoy al
revestimiento de facultades extraordinarias hasta por seis meses. Así las
cosas, la normatividad acusada deviene inconstitucional, porque la ley
habilitante vió recortada su validez en cuanto a la previsión del elemento
temporal contemplado en la nueva Carta y el decreto que la desarrollaba, al no
observar este presupuesto, fue expedido sin competencia.
-Considera el señor
Procurador que la anterior conclusión releva a su Despacho de analizar
cualquier otro aspecto relativo a la inconstitucionalidad del Decreto 2183 de
1991.
IV. FUNDAMENTOS
JURIDICOS
1. Competencia
General del Congreso en materia fiscal
La competencia
impositiva general, expresada en la prerrogativa de crear tributos, establecer
exenciones y autorizar a otras corporaciones representativas para hacerlo,
corresponde al Congreso. Se trata de una materia, inveteradamente ligada a la
génesis y desarrollo del Parlamento y, en general, al principio participativo
que exige que el tributo no provenga de una imposición sino de una decisión
que los mismos ciudadanos toman por conducto de sus representantes.
Históricamente, la contribución económica sufragada por los contribuyentes,
independientemente de cualquier otra consideración, sirvió para justificar el
nacimiento y la permanencia de instituciones representativas, y esa
circunstancia todavía hoy le otorga a esta competencia, unida a la otra función
afín de votar el presupuesto, un valor central en el cuadro de sus
atribuciones.
Los Constituyentes,
en su afán de robustecer al Congreso como expresión del principio democrático y
representativo (CP art. 1), no sólo reiteraron sus títulos constitucionales en
esta materia, sino que definieron, profundizaron y reforzaron con más vigor la
esfera de sus competencias, como brevemente se demuestra a continuación.
2. Competencias
tributarias específicas del Congreso
Corresponde al
Congreso establecer las contribuciones fiscales (impuestos, tasas y
contribuciones especiales) y, excepcionalmente, las parafiscales (pagos que se
hacen a organismos públicos o semipúblicos con el objeto de proveer a su
financiamiento autónomo vgr. la retención cafetera) en los casos y bajo las
condiciones que él mismo determine (CP art. 150-12).
La facultad
impositiva comprende la determinación de todos los elementos que contribuyen a
estructurar su régimen legal tales como el señalamiento de sus sujetos, hechos
y bases gravables, tarifas, liquidación, cobro, pago y recursos (CP art. 338).
De conformidad con
los artículos 300-4 y 313-4 de la Constitución Política, es función del
Congreso dictar las leyes en desarrollo de las cuales, Asambleas y Concejos,
como entes corporativos de representación popular, y en sus respectivos
ámbitos, podrán establecer los tributos locales.
Si bien, de manera
excepcional, el Gobierno puede, en el Estado de Emergencia, en forma
transitoria, establecer nuevos tributos o modificar los existentes, tales
medidas dejarán de regir al término de la siguiente vigencia fiscal, salvo que
el Congreso, durante el año siguiente, les otorgue carácter permanente
(CP, artículo 215). La previsión anterior confirma, a juicio de la Corte
Constitucional, la titularidad general de la función impositiva en cabeza del
Congreso, pues ella sólo excepcionalmente puede desplazarse a otro órgano y, en
este caso, con carácter puramente transitorio.
3. Principales
limitaciones del Congreso en asuntos fiscales
Para los efectos del
presente asunto, cabe mencionar las siguientes limitaciones: El Congreso no
puede conceder facultades extraordinarias al Presidente para decretar
impuestos, configurándose así una función indelegable (CP artículo
150-10) (I); la leyes que decreten exenciones de impuestos,
contribuciones o tasas nacionales, sólo podrán ser dictadas o reformadas por
iniciativa del Gobierno (CP artículo 154) (II); la ley no podrá conceder
exenciones ni tratamientos preferenciales en relación con los tributos de
propiedad de las entidades territoriales ni tampoco imponer recargos sobre sus
impuestos (CP art. 294) (III). Las leyes tributarias no se pueden
aplicar con retroactividad y tanto ellas, como las restantes normas que
integren el sistema tributario, deben fundarse en los principios de equidad,
eficiencia y progresividad (CP artículo 363) (IV); la ley - en la órbita
de sus competencias también las ordenanzas y los acuerdos - debe fijar
directamente los sujetos activos y pasivos, los hechos y las bases gravables y
las tarifas de los impuestos (CP artículo 338) (V); la ley - lo
mismo se predica de las ordenanzas y de los acuerdos - puede permitir que las
autoridades fijen la tarifa de las tasas y contribuciones que cobren a los
contribuyentes, como recuperación de los costos de los servicios que les
presten o participación en los beneficios que les proporcionen, pero el sistema
y el método para definir tales costos o beneficios, y la forma de hacer su
reparto, deben ser fijados por ella (CP artículo 338) (VI); finalmente,
las leyes - igual cosa se predica en su caso de las ordenanzas y acuerdos - que
regulen contribuciones en las que la base sea el resultado de hechos ocurridos
durante un período determinado, no pueden aplicarse sino a partir del período
que comience después de iniciar la vigencia de la respectiva ley (CP artículo
338) (VII).
4. Aranceles y
tarifas aduaneras como formas específicas de impuestos
El arancel de
aduanas es una especie de prestación pecuniaria exigida a los particulares por
el Estado, sin contraprestación alguna, para atender a las necesidades del
servicio público. El arancel reune a cabalidad los caracteres distintivos de
los impuestos y de ahí que en la literatura especializada se lo conozca con el
nombre de impuesto de aduanas. Las dos formas del arancel, sobre las
importaciones o las exportaciones, revelan en todo caso la presencia de un impuesto,
por lo general indirecto en cuanto que como tributo tiende a
desplazarse a los consumidores del producto en el mercado doméstico.
El arancel
incorpora, de acuerdo con una específica y completa clasificación, un conjunto
de mercancías que se distribuyen en diferentes posiciones arancelarias
las que a su turno determinan el régimen y la tarifa aplicables. El arancel se
dice específico si su tarifa se establece de conformidad con el peso,
capacidad, volumen, número de mercancías y otras características del bien sobre
el cual recae el gravamen. Será ad valorem si la tarifa se determina de
acuerdo con el precio o valor de las respectivas mercancías.
Los autores
coinciden en destacar el doble carácter o función de estos impuestos: fiscal
(instrumento de recaudo público) y económico (instrumento de desarrollo
y estabilidad económicas). Estos dos elementos normalmente van unidos y
dependiendo de la época histórica uno ha prevalecido sobre el otro. Por el
aspecto fiscal el impuesto de aduanas provee ingresos fiscales al Estado y obra
en su exclusivo beneficio. Por el aspecto económico, el impuesto de aduanas, no
se utiliza como fuente de exacción fiscal sino como instrumento de políticas
orientadas a favorecer la producción nacional (gracias a su capacidad para
discriminar mediante la manipulación de la tarifa y el régimen entre la
producción nacional y la extranjera) y promover la estabilidad económica (el
aumento o disminución de los aranceles, la contracción o ampliación de las
importaciones, pueden afectar el nivel general de precios y los movimientos de
la oferta y la demanda).
5. La ley marco
en materia de aranceles, tarifas y demás disposiciones concernientes al régimen
de aduanas
De conformidad con
el artículo 150-19-c de la Constitución Política, compete al Congreso por medio
de la ley ejercer la siguiente función: "dictar las normas generales y
señalar en ellas los objetivos y criterios a los cuales debe sujetarse el
Gobierno para los siguientes efectos:...c) Modificar por razones de política
comercial los aranceles, tarifas y demás disposiciones concernientes al régimen
de aduanas".
La modificación del
régimen aduanero por razones de política comercial es, pues, materia que debe
ser objeto necesariamente de una ley conocida por la doctrina con el nombre de
"ley marco". Con base en el mencionado tipo de instrumento legal la
Constitución opera respecto de una específica materia una especial distribución
de competencias normativas entre la ley y el reglamento. Al primero se confía
la determinación de los objetivos y criterios generales, conforme a los cuales
el segundo deberá ocuparse del resto de la regulación. De esta manera se
garantiza en favor del reglamento un ámbito de regulación, como quiera que la
ley deberá limitarse a los aspectos generales ya señalados que son precisamente
los que configuran el "marco" dentro del cual se dictarán los
reglamentos llamados a desarrollar los objetivos y criterios trazados por el
legislador.
La ley marco,
técnica normativa de origen francés, fue incorporada al ordenamiento
constitucional colombiano por el Acto Legislativo No. 1 de 1968, y a ella se
sujetaron, entre otras materias, la organización del crédito público, el
reconocimiento de la deuda nacional y su servicio, la regulación del cambio
internacional y el comercio exterior y la modificación de los aranceles,
tarifas y demás disposiciones concernientes al régimen de aduanas. Es fácil
advertir que los asuntos objeto de las leyes marco corresponden a una realidad
susceptible de permanente cambio. La regulación de estos fenómenos corre el
riesgo de desactualizarse y no acomodarse a su errático curso, si carece de
cierto grado de flexibilidad. La técnica en comento combina el momento de
necesaria estabilidad y generalidad, estrictamente ligado a la filosofía que
debe animar a la actuación del Estado en la materia y que lo suministra la ley,
con el momento dinámico de ajuste coyuntural, circunstancial y de desarrollo
detallado de la política general que se satisface con el decreto.
La Asamblea Nacional
Constituyente conservó esta modalidad de ley, adicionando a las materias objeto
de las mismas que contemplaba la anterior Constitución las siguientes: La
regulación de la actividad financiera, bursátil, aseguradora y cualquier otra
relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos captados
del público; la fijación del régimen salarial y prestacional de los empleados
públicos, de los miembros del Congreso Nacional y de la fuerza pública y la
regulación del régimen de prestaciones sociales mínimas de los trabajadores
oficiales (CP artículo 150-19-d, e y f). A este respecto se lee en el
informe-ponencia: "La Constitución debe mantener el esquema vigente que le
permite al órgano legislativo nacional expedir normas de carácter general para
organizar el crédito público, reconocer la deuda nacional y arreglar su
servicio, regular el comercio exterior, modificar los aranceles, tarifas y
demás disposiciones concernientes al régimen de aduanas, dejando al Presidente
la necesaria flexibilidad para disponer, en cada caso, de las medidas que a su
juicio las circunstancias hagan aconsejables, con sujeción a la ley"
(Informe-ponencia sobre regulación financiera, crédito, deuda externa, comercio
exterior, régimen de aduanas. Ponentes: Rafael Ignacio Molina G., Rodrigo
Lloreda C., Miguel A. Yepes P., Carlos Ossa E., Carlos Lemos S. y Oscar Hoyos
N. Gaceta Constitucional, 18 de abril de 1991, p. 12).
La consagración de
las leyes marco, sin embargo, no tuvo la extensión que ella revestía en el
proyecto presentado por el Gobierno, y al hacerlo se buscó conferirle contornos
más precisos y suprimir en algunos casos la iniciativa exclusiva del Gobierno
para proponerlas. Entre las causas que, a juicio de la Asamblea Nacional
Constituyente, habían debilitado profundamente al Congreso, se encontraban el
uso abusivo de las facultades extraordinarias y la utilización de las
facultades constitucionales de las leyes marco "con lo que
prácticamente se entregan numerosas y cardinales funciones privativas del
Congreso"(Ponencia sobre la función legislativa, Gaceta Constitucional No.
51 del 16 de abril de 1991).
El actual texto del
artículo 150-19-c, difiere del anterior texto de la Constitución (artículo
76-22) en cuanto supedita expresamente a razones de política comercial
las modificaciones que el Gobierno, de conformidad con las pautas generales de
la ley marco respectiva, puede introducir en los aranceles, tarifas y demás
disposiciones concernientes al régimen de aduanas. La restricción a la
competencia gubernamental, inexistente en el régimen anterior, se encuentra
suficientemente explicada en los antecedentes de su establecimiento, como se
demostrará a continuación. Si bien la exposición de los Constituyentes se
refiere a las diferentes leyes marco, las alusiones más precisas se formulan
respecto de las que se ocupan del tema aduanero. En esta precisa materia se
advierte que el contorno de la competencia del Gobierno no puede, en ningún
caso, trascender de lo puramente administrativo, debiéndose impedir que se
ingrese en la órbita de lo político y "de las cuestiones de fondo y
fundamentales" que por afectar los intereses de la Nación en su conjunto,
corresponde al Congreso tratarlas y regularlas. (cfr Ponencia sobre la Función
Legislativa, ib p. 4).
Se señala en la
citada ponencia lo siguiente que tiene relación directa con el asunto que ocupa
a la Corte Constitucional:
"...Pensamos
que el Jefe del Estado en ejercicio de lo preceptuado debería limitarse a
complementar los ordenamientos de la ley marco aprobada por el Congreso y
abstenerse de ensanchar el fondo de horizontes. Lo anterior en razón de que al
desarrollar las pautas generales debe guardar la debida correlación con la función
puramente administrativa que le asigna el artículo 120 numeral 22. Y a ello
se debería atener el Ejecutivo para evitar entrar en pugna con los principios
jerárquicos del orden superior. Sin embargo, la práctica muestra que, en
algunos casos, por la vía reglamentaria se han establecido cargas para el
Estado o se han asumido obligaciones que afectan directa o indirectamente su
patrimonio y, en consecuencia el de los particulares.
" Por
ejemplo, respecto del tema de los aranceles y las tarifas cabría hilvanar
reflexiones de diversa naturaleza. A la luz de la técnica fiscal se trata de
contribuciones que exclusivamente compete establecer a los órganos de
representación ciudadana. Hunden sus raíces en el principio universalmente
reconocido y acatado de que no hay impuesto sin representación (...)
" De manera
que en el desarrollo de la norma constitucional se ha ido mucho más lejos que
lo previsto y de la filosofía que la inspira (...) Sin ir más lejos nos
limitamos a citar la Ley 07 de este año por la cual se dictan normas generales
a las cuales debe sujetarse el Gobierno Nacional para regular el comercio
exterior del país (...) Pero al recorrer su articulado se observa que se
habilita al Ejecutivo para establecer los aranceles, sobretasas aplicables a
las importaciones y subsidios. Y, también al amparo y dentro del contexto de
una ley marco se reviste al Presidente de la República de facultades
extraordinarias (...)
" La rama
legislativa al mismo tiempo que impulsa y otorga una cierta libertad a la
acción del Estado, orienta y guía al Ejecutivo en su función de regulación (
el informe se refiere a las leyes cuadro). Pero, sin que esa habilitación
lo autorice a arrogarse funciones reservadas por la Constitución a otras ramas
del poder como por ejemplo utilizando algunos instrumentos de política
comercial con finalidades impositivas, o con objetivos de política
macroeconómica, tales como el control de la inflación (...) Así se desprende de
la sustancia de las materias asignadas a dicha técnica, las cuales involucran
intereses fundamentales de la nación, en su conjunto"(Ponencia sobre la
Función Legislativa, Gaceta Constitucional No. 51, martes 16 de abril de 1991,
pág. 7).
La naturaleza
excepcional de las leyes marco - según la regla general en las materias de
competencia del Congreso la extensión o densidad normativas, son asuntos
librados a su soberana discreción -, unidos a una atenta consideración del
nuevo texto del artículo 150-19-c, explicados a la luz de los debates y
ponencias que condicionaron la competencia del Gobierno a la existencia de
razones de política comercial, obligan definitivamente a excluir la
posibilidad de que a través de los decretos que desarrollen la ley marco
respectiva se puedan alcanzar finalidades de orden fiscal reivindicadas en
favor del Congreso en virtud de la mencionada restricción. Si a través del
arancel de aduanas, ya se trate de su establecimiento o modificación, se busca
de manera primera y principal un objetivo fiscal o de recaudo de ingresos para
el Estado, ello sólo se podrá hacer por ley y en ejercicio de la competencia
tributaria del Congreso (CP artículo 150-12). La ley marco en esta materia debe
necesariamente circunscribirse a dictar las normas generales, y señalar en
ellas los objetivos y criterios a los cuales debe sujetarse el Gobierno para
modificar - no regular originariamente dado que el presupuesto de la
facultad de "modificación" es su previo establecimiento legal -
por razones de política comercial los aranceles, tarifas y demás disposiciones
concernientes al régimen de aduanas. Correlativamente, el ámbito del decreto se
mueve en el marco del régimen de aduanas - de origen legal - para cuya
modificación queda habilitado el Gobierno siempre que sea necesario
hacerlo por razones de política comercial.
En el fundamento 4
se trataron los caracteres propios del arancel de aduanas. El primero, de naturaleza
fiscal contribuye a darle la connotación de instrumento de recaudo de
ingresos para el país, importante en el pasado de las finanzas públicas
nacionales. El segundo, que explica mejor su actual utilización, de naturaleza económica,
le confiere un decisivo papel en la protección de la producción nacional, el
manejo de la oferta y demanda de bienes, la estabilidad y el desarrollo
económico.
La Constitución al
autorizar el empleo de leyes marco y de los decretos que las desarrollen, en lo
tocante a la modificación del régimen de los aranceles, tarifas y demás
disposiciones del régimen de aduanas, cuando utiliza la expresión "por
razones de política comercial" está limitando el campo de esta técnica
normativa a los aspectos económicos del arancel de aduanas y está
consecuentemente excluyendo que mediante la misma, de manera principal o
preponderante, se adelante una política fiscal o se persigan objetivos de esta
estirpe. A este respecto la Ley 6ª de 1971, ilustra correctamente el sentido y
alcance que puede tener la competencia que se ofrece al Gobierno en desarrollo
de la ley marco. La citada ley luego de fijar las normas generales conforme a
las cuales el Gobierno puede actualizar la nomenclatura, reestructurar los
desdoblamientos de las posiciones de la misma, adecuar los procedimientos de
valoración de las mercancías, restringir o derogar exenciones de derechos,
advierte que las variaciones de la tarifa, tendrán los siguientes objetivos:
- Estimular el
crecimiento económico del país.
- Otorgar una razonable
y adecuada protección a la industria nacional.
- Regular las
importaciones con miras al adecuado aprovechamiento de las disponibilidades de
divisas.
- Promover la
sustitución de las importaciones.
- Promover las
inversiones.
- Servir de
instrumento de control en la política de precios internos que adelante el
Gobierno en defensa del consumidor y velar por el mejoramiento de la posición
competitiva de los productos colombianos.
- Atender las
obligaciones del país contempladas en los tratados y convenios internacionales,
especialmente las relativas a los programas de integración económica.
6. El Decreto ley
2183 de 1991 no es el marco legal de la competencia legislativa en punto a la
modificación del régimen aduanero ni da lugar a desarrollos reglamentarios en
esta materia
El Decreto acusado
no se propone configurar el marco legal conforme al cual, así sea en un ámbito
más específico, pueda el Gobierno modificar los aranceles, tarifas y demás
disposiciones del régimen de aduanas. Tampoco refleja el mencionado Decreto el
uso de las competencias administrativas que en la materia detenta el Ejecutivo.
De otra parte, ni una cosa ni otra, se infiere de la ley 49, artículo 61,
numeral 7º, que otorgó facultades extraordinarias al Gobierno para expedir tal
Decreto.
El Decreto ley 2183
de 1991 se refiere a un aspecto central del mecanismo de saneamiento
aduanero, el cual se aplica a mercancías ingresadas al país con
anterioridad al 1º de septiembre de 1990, sin cumplir las personas que las
hubieren introducido, los requisitos y procedimientos consagrados en el régimen
de aduanas. El saneamiento se orienta a evitar el decomiso de las
mercancías y la imposición de sanciones a los responsables o la iniciación
contra éstos de eventuales acciones penales. Como se dejó establecido en los antecedentes,
el saneamiento de mercancías se concibió como figura provisional en el
tránsito de legislación que operó la mutación de una conducta calificada como
hecho punible - contrabando - a otra de mera infracción
administrativa.
En este contexto -
de "despenalización" y supresión de la Jurisdicción Penal Aduanera -
se quiso dar la oportunidad a los infractores del antiguo Estatuto Penal
Aduanero para retornar a la "legalidad", máxime si se tiene en cuenta
que el hecho punible como tal no desapareció sino que se transmutó, a
partir del 1º de noviembre de 1991, en infracción administrativa aduanera,
sujeta a las sanciones establecidas en el Decreto ley 1750 de 1991. El saneamiento,
aparte de conceder la oportunidad a los infractores de la ley de acceder a la
legalidad, pretende la recuperación de las ingresos fiscales dejados de
percibir por concepto de derechos e impuestos.
La materia del
Decreto - fijación de la tarifa ad valorem que debe pagarse sobre las
mercancías que se someten al procedimiento de saneamiento -, atendidas las
finalidades del mismo, no guarda relación alguna con las funciones y cometidos
especiales de la ley marco y de sus respectivos decretos reglamentarios. En primer
término, este tipo de ley debe referirse a las reglas generales a las cuales se
sujetará la modificación del régimen de aduanas por razones de política
comercial, las que por definición son ajenas a la judicialización,
desjudicialización, penalización o despenalización de una conducta, así ella
esté ligada materialmente con el comercio exterior. El saneamiento no expresa
una política comercial sino una política judicial del Estado y es emanación del
ius puniendi.
En segundo término,
el saneamiento, no traduce una política comercial sino que da vida a un
instrumento de recaudo de ingresos fiscales, y a ello se circunscribe
concretamente el Decreto acusado. Ya se ha reiterado suficientemente en esta
sentencia que el radio de acción de la ley marco y de su decreto reglamentario,
en materia aduanera, sólo puede ocuparse primariamente del concepto económico
del arancel, dejando a la ley impositiva la materia fiscal cuando
ésta sea su función principal.
Finalmente, la ley
marco y sus decretos reglamentarios, miran hacia el futuro. Al Gobierno se le
encarga el manejo coyuntural de la materia - cuyo carácter cambiante es
universalmente reconocido - de acuerdo con las pautas más estables y de
principio que se contemplan en la ley. En contraste, el Decreto ley 2183, pieza
que se articula a la figura del saneamiento, mira a una situación ya consumada
del pasado - su presupuesto es la introducción de mercancías al territorio
aduanero nacional antes del 1º de septiembre de 1990 sin cumplir con los
requisitos de ley -, frente a la cual no cabe llevar a cabo ningún manejo
coyuntural por parte del Gobierno ni plantear, a nivel de la ley, ninguna política
comercial ni ordenar al respecto criterios generales, como que su
único propósito es el de promover la legalización de un comportamiento
delictual devenido en contravencional por mandato legal y recuperar ingresos
fiscales dejados de percibir.
De lo expuesto se
colige el error de apreciación en que incurre el demandante al ubicar el
Decreto acusado en el campo de la ley marco aduanera y de sus respectivos
decretos reglamentarios, premisa equivocada a partir de la cual construye el
cargo de violación a la Constitución que le endilga. La abogada del Ministerio
de Hacienda y Crédito Público, Dirección General de Aduanas, explica mejor el
contenido de la norma acusada y reconoce expresamente que éste no tiene
relación directa con la ley marco de aduanas. En su escrito advierte a esta
Corte Constitucional lo siguiente:
" (...)
Observamos cómo dentro de los cuatro sistemas especiales que tratan todo lo
concerniente al régimen aduanero, no se encuentra la situación de la mercancía
que hubiera ingresado ilegalmente al país, situación ésta que era materia del
Estatuto Penal Aduanero. Y, al autorizarse la despenalización del contrabando,
se hacía necesaria la facultad otorgada por el legislador para establecer
mecanismos que permitieran el saneamiento de mercancías que en la actualidad se
encontraba en estado de ingreso ilegal, luego entonces repetimos era legalmente
imposible regular sobre la materia en desarrollo de la ley marco de
aduanas".
Sobre la naturaleza
impositiva de la norma acusada no se abriga duda alguna en el escrito citado y
precisamente a ello obedece, según se deja establecido, la necesidad de que se
dotara al Gobierno de facultades extraordinarias: " (...) Respecto de la
acusación de la norma en lo que concierne a la no autorización para señalar
tarifas, no es correcta la interpretación subjetiva que hace el demandante,
pues el numeral 7 de la citada norma es claro al facultar al ejecutivo para que
estableciera mecanismos que permitiera la declaración y pago de los derechos e
impuestos, con relación a las mercancías objeto de saneamiento, y digo que no
es correcta por cuanto parte de la premisa de que el legislador no puede dar lo
que no tiene, premisa que para el presente caso carece de fundamento por los
conceptos expuestos en el acápite anterior, cual es que el legislador es quien
por regla general tiene la facultad de imponer tributaciones y el ejecutivo
sólo por vías de excepción extiende su competencia legislativa a estos aspectos
( artículo 189 de la Constitución Nacional vigente)... Si bien en el Decreto se
le denomina tarifa ad valorem, ésta corresponde a la de un impuesto especial
cuyo objetivo era, como en toda amnistía, conseguir un fortalecimiento del
fisco, e inducir a la legalización de mercancías que se encontraban en
incumplimiento de las normas aduaneras. En consecuencia este tributo no tiene
la naturaleza de los aranceles o tarifas aduaneras de que trata la Ley 6ª de
1971".
Independientemente
de lo sostenido atrás, si en gracia de discusión se aceptara que el Decreto
acusado es trasunto concreto y legítimo de la función legislativa aplicada a la
materia aduanera, debería en todo caso concluírse que al haber sido expedido
con posterioridad a la fecha de entrada en vigencia de la Constitución
Política, la facultad extraordinaria concedida por el Legislador, no podía ser
ejercida por contravenir el artículo 150-10 de esta última que prohibe al
Congreso conferir facultades extraordinarias al Presidente para expedir las
leyes a que se refiere el artículo 150-19 de la misma. De otra parte, en este
orden de ideas, por involucrar de manera primaria una razón de política
tributaria y no comercial, el Gobierno mediante decreto reglamentario o
apelando a sus competencias ordinarias en punto de modificación del arancel, no
podía establecer una tarifa especial para el caso de saneamiento de mercancías.
7. El Decreto ley
2183 de 1991 dada su naturaleza predominantemente impositiva no podía dictarse
por el Gobierno a partir de la fecha de vigencia de la Constitución Política
El Decreto acusado,
como ya se ha explicado, dictado en el contexto de la despenalización y
desjudicialización del antiguo delito de contrabando, "transmutado"
en infracción administrativa, en cuanto fija la tarifa aplicable a las
mercancías objeto del saneamiento, representa un instrumento de establecimiento
y recaudo de ingresos fiscales, así como medio que cumplido y adicionado con el
lleno de los demás requisitos consagrados en el DL 1751 de 1991, asegura a los
otrora infractores del Estatuto Penal Aduanero la "legalización" - la
abogada de la Dirección General de Aduanas habla de "amnistía"-, de
sus reprochables y antijurídicas conductas.
Es evidente que al
amparo de la anterior Constitución, la figura del "saneamiento", en
el marco de la aludida despenalización, como opción de política criminal del
Estado utilizada en el tránsito del indicado proceso, siendo de naturaleza
legislativa podía su regulación ser confiada al Presidente de manera
transitoria y precisa y, reunidas estas condiciones, ser dictada por éste, aún
en el evento de que la mencionada figura de saneamiento comportara un
importante componente tributario. Este elemento fiscal, de otra parte, tenía
estrecha conexión con la finalidad de promover la "legalización de las
conductas", y por esto cabe admitir que la consagración de una tarifa
global y su reducción, efectuadas por el Decreto acusado, cabían dentro del
ámbito de las facultades, ya que ello podía concebirse como mecanismo idóneo y
expedito para facilitar e inducir al pago de impuestos y derechos.
En el nuevo
ordenamiento constitucional, la expedición de códigos - al igual que su
modificación, como sería la derogación o modificación del Estatuto Penal
Aduanero - y el establecimiento de impuestos - como sería la fijación de una
tarifa ad valorem para el saneamiento de mercancías -, entre otras materias de
competencia del Congreso, no pueden ser delegadas al Presidente (CP artículo
150-10). Por lo mismo, a partir de su vigencia, así no haya precluído el
término de las facultades extraordinarias anteriormente concedidas, el
ejercicio concreto de estas facultades carece de asidero constitucional y se
torna inexequible.
8. Modificación
de Decretos leyes por otros nuevos Decretos leyes expedidos dentro del mismo
término de ejercicio de las facultades extraordinarias.
En uso de las
facultades extraordinarias conferidas por el numeral 7º del artículo 61 de la
Ley 49 de 1990, se dictó el Decreto ley 2183 de 1991, por el cual se modificó
el Decreto ley 1751 de 1991, previamente expedido en desarrollo de la misma ley
de facultades. La procedencia de la derogatoria está relacionada con el sentido
que se otorgue a la concesión de facultades. De admitirse que durante el
término de las mismas, el Ejecutivo puede hacer un uso múltiple y permanente de
ellas, es evidente que dicha derogatoria es inobjetable.
La Corte, sin
embargo, considera que el Presidente, dentro del término legal, sólo puede
ejercerlas por una sola vez, de modo que al expedir el correspondiente Decreto
ley agota su cometido. El término de utilización de las facultades indica el
período dentro del cual deben éstas ejercerse, y no el término durante el cual
se asume ininterrumpidamente el status de legislador extraordinario. Al
Presidente se le confía una tarea específica y recibe por tanto una commissio,
pese a que el lenguaje ciertamente metafórico de revestimiento de
facultades extraordinarias haya inducido a pensar equivocadamente en una
especie de acrecentamiento temporal de la subjetividad pública del Presidente
como condición previa a la expedición de decretos que tienen fuerza de ley.
Independientemente del momento figurativo, lo que verdaderamente cuenta es la
adscripción de competencias constitucionales para la expedición de normas con
fuerza de ley y la cabal estructuración de los supuestos que para el efecto
exige la Constitución. En este orden de ideas, la aptitud constitucional del
Presidente - precisamente en su condición de tal y no en razón de su eventual
metamorfosis en "legislador extraordinario" - completada con la ley
del Congreso que le otorga - en el lenguaje de la Constitución
"reviste" - facultades de naturaleza legislativa, permite que aquél
pueda dictar decretos leyes.
La concesión de
facultades no es el medio para establecer períodos durante los cuales una
específica competencia legislativa puede resultar compartida con el ejecutivo,
produciendo hiatos en la distribución y separación del poder público realizada
por el Constituyente. Su finalidad es, por el contrario, la de habilitar al
Presidente para que pueda adoptar decretos leyes sobre asuntos y materias
determinados, para lo cual se le señala un término que la nueva Carta ha
limitado a seis meses. La precisión y temporalidad que deben caracterizar a las
leyes de facultades, ponen de presente el sentido profundo del acto de
concesión de facultades, dominado por la efectiva y rápida realización de una
tarea y cometido específicos antes que por la atribución de un status, de modo
que expedido el decreto ley correspondiente, debe entenderse concluida la tarea
y agotada la facultad. Cuando el decreto ley se dicta antes del vencimiento del
término de la ley de facultades, se cumple la condición constitucional de su
expedición dentro del término fijado, pero no significa que por el tiempo
restante persistan las facultades ya agotadas al realizarse el cometido trazado
por el legislador, razón de ser de la competencia extraordinaria que no puede
por tanto mantenerse una vez ha sido alcanzada. Lógicamente, si la ley de
facultades se refiere a varias materias, su desarrollo puede hacerse a través
de un número plural de Decretos, siempre que las materias ya reguladas no sean
objeto de nueva regulación, como quiera que, conforme a lo dicho, las
facultades se agotan en la misma medida y en el mismo momento de su
utilización.
No sólo con el
objetivo de recuperar la plena iniciativa legislativa en materias que la misma
se ha reservado al Gobierno, el artículo 150-10 dispone que "El Congreso
podrá, en todo tiempo y por iniciativa propia, modificar los decretos leyes
expedidos por el Gobierno en uso de las facultades extraordinarias". La
función de modificar los decretos leyes se ha asignado al Congreso; luego de
dictados, así no haya transcurrido todo el término de las facultades, el
Gobierno ya cumplida su misión, carece de competencia para hacerlo. No es
posible imaginar que después de dictados - y no habiéndose vencido el término
legal - para su modificación concurran dos poderes y que, inclusive, pueda el
Gobierno, justo antes de clausurarse el período de habilitación, alegando un
supuesto status de legislador temporal, derogar leyes que a su turno hayan
podido modificar decretos leyes previamente expedidos en uso de las mismas
facultades extraordinarias.
La interpretación
que en esta ocasión la Corte prohija se inspira en la naturaleza de la
concesión de facultades extraordinarias y en el propósito explícito del
Constituyente de robustecer el papel del Congreso, lo que conduce lógicamente a
apreciar de manera restrictiva el ejercicio de la función legislativa cuando se
realiza por órgano distinto a éste y en virtud del otorgamiento de precisas
facultades. Por contraste, para retornar al curso ordinario, ejercidas
las facultades extraordinarias, la modificación de los decretos leyes es
una función asignada al Congreso.
Desde el punto de
vista de la ponderación y del juicioso análisis que debe preceder al uso de las
facultades extraordinarias, la tesis que se adopta seguramente repercutirá en
un más ordenado y técnico proceso de utilización de las facultades, evitándose
la dispersión normativa y la práctica del ensayo-error que conduce al conocido
ciclo, lesivo para la seguridad jurídica y el prestigio del derecho,
caracterizado por la secuencia expedición - derogación - expedición, y todo en
desarrollo de unas mismas facultades extraordinarias.
Por este aspecto el
Decreto acusado trasluce una utilización irregular de las facultades
conferidas, las cuales ya se habían agotado al dictarse el Decreto ley 1751 de
1991, y no podían por tanto servir de base para derogar, aún dentro del término
de la ley de facultades, una norma del mencionado Decreto, como en efecto se
hizo.
V. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
Declárase
inconstitucional el Decreto 2183 de 1991, "Por el cual se modifica el
régimen de saneamiento aduanero previsto en el Decreto 1751 de 1991".
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ G.ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
-Aclaración de voto-
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
La suscrita
Secretaria General de la Corte Constitucional hace constar: que el Magistrado
Dr. Jaime Sanín Greiffenstein, no firma la presente sentencia por encontrarse
incapacitado, según consta en certificado médico de incapacidad expedido por la
Caja Nacional de Previsión.
Aclaración de
voto a la Sentencia No. C-510
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límites
(Aclaración de voto)
El desarrollo de
estas facultades no puede ser restringido con una limitación que no aparece en
la Carta de 1991, de cuyo contenido fluye claramente que las facultades
conferidas por el Congreso, fuera de todos los demás requisitos, tienen un
término temporal (6 meses), y que dentro de ese término, si "la necesidad lo
exige o las conveniencias públicas lo aconsejan", puede el Presidente
dictar los decretos leyes que considere pertinentes conforme a la Constitución
y a la ley.
Proceso No. D-029
Sentencia No. C-510
La aclaración de
este voto a la tesis sostenida sobre el ejercicio de las facultades
extraordinarias en la Carta de 1991, en las sentencias de la referencia, tiene
que ver sólo con unos aspectos o matices que consideramos desacertados o
impertinentes, y no sobre el contenido restrictivo que le ha señalado el
constituyente a este instituto, sobre lo cual reiteraremos la amplia y precisa
tesis que sostuvimos en la sentencia No. C-417 de junio 18 de 1992, de esta
Corte Constitucional.
En efecto, en dichas
sentencias se sostiene, contra lo que ha venido afirmando razonablemente la
Honorable Corte Suprema de Justicia, que cuando el Presidente, dentro del
término legal autorizado por la Constitución, (que ahora es de seis (6) meses),
ejerce dichas facultades extraordinarias, sólo puede hacerlo por una sola vez,
de modo que al expedir el correspondiente decreto ley agota tales facultades.
Nada en la Constitución derogada de 1886 ni en la vigente de 1991 autoriza una
interpretación restrictiva de esta índole. Se olvida así que en este caso se
trata de una "colaboración armónica de dos Ramas del Poder Público en la
realización de los fines del Estado", y que por otra parte el Congreso en
ningún caso pierde su protagonismo institucional, porque es a él a quien
corresponde decidir si "la necesidad lo exige o las conveniencias públicas
aconsejan" el otorgamiento de precisas facultades extraordinarias al
Ejecutivo y hasta por un término de seis (6) meses.
Por eso la
jurisprudencia de vieja data ha señalado que "Los decretos proferidos en
uso de las facultades extraordinarias, deben ceñirse a los límites de éstas.
Tienen la fuerza y la virtualidad de las leyes. Por tal razón pueden derogar,
reformar o suspender las leyes existentes que se opongan a los fines para los
cuales se dieron las facultades. Rigen hasta cuando el Congreso o el Gobierno,
en uso de nuevas facultades extraordinarias, los deroguen, modifiquen o
suspendan. Se considera que en estos casos existe, más que una delegación de
funciones, una atribución de competencia".
Otra cosa es que
según la lógica de estas cuestiones políticas y jurídicas y precisamente por la
complejidad y delicadeza de la materia, el Ejecutivo tenga que ser muy
cuidadoso y racional en el empleo de las facultades extraordinarias y por ello
reserve la expedición de los decretos para los últimos días en que ellas se
agotan. Esto además hace imposible desde el punto de vista fáctico y jurídico
que se planteé un conflicto entre un decreto ley de facultades extraordinarias
y una ley del Congreso, cuyos trámites precisamente no permiten satisfacer en
términos breves y eficaces "la necesidad o las conveniencias
públicas", a juicio del mismo Congreso que confirió las facultades, sin
que tampoco ello se oponga a que en todo tiempo y por iniciativa propia, pueda
el Congreso, modificar los decretos leyes dictados por el Gobierno en uso de
tales facultades.
Pero el desarrollo
de estas facultades no puede ser restringido con una limitación que no aparece
en la Carta de 1991 (numeral 10 del art. 150), de cuyo contenido fluye
claramente que las facultades conferidas por el Congreso, fuera de todos los
demás requisitos, tienen un término temporal (6 meses), y que dentro de ese
término, si "la necesidad lo exige o las conveniencias públicas lo
aconsejan", puede el Presidente dictar los decretos leyes que considere
pertinentes conforme a la Constitución y a la ley.
Aparte esta
discrepancia de orden jurisprudencial y doctrinal, consideramos oportuno
reproducir aquí lo dicho sobre el tema de "las facultades extraordinarias
y el tránsito constitucional, en sentencia No. 417 de junio 18 de 1992
(Expediente D-014; M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
"La
Constitución Política de 1886 concedía en su artículo 76 numeral 12 al Congreso
de la República la atribución de "Revestir, pro témpore, al Presidente de
la República de precisas facultades extraordinarias, cuando la necesidad lo
exija o las conveniencias públicas lo aconsejen". Dos elementos venían a
conformar la naturaleza de la institución denominada de las "facultades extraordinarias"
que allí se consagraba, el uno, concerniente a la temporalidad de la
delegación, según el cual la ley habilitante debía fijar un término para su
desarrollo, de suerte que, éste debía producirse antes de su vencimiento.
Término cuya duración no tenía límites en aquel texto constitucional, sin
perjuicio de que no se permitían facultades extraordinarias con un carácter
permanente. El otro elemento, concerniente a la determinación clara de las
materias que podían ser objeto de desarrollo por el jefe de la rama ejecutiva
del poder público, quien tenía unos límites precisos para adelantar su trabajo
legislativo, de manera que sólo podía ocuparse de la regulación de los asuntos
que le señalara la ley de facultades. Por su parte, ésta ley debía señalar de
manera precisa el alcance de las facultades, no pudiendo expedirse para
trasladar al presidente facultades legislativas genéricas.
"El expediente
de la "legislación delegada" había venido perdiendo su carácter
exceptivo, extraordinario según las voces de la Constitución (anterior y
actual), para convertirse en un mecanismo corriente u ordinario para legislar
sobre las materias que debían ser objeto de regulación por parte del Congreso
de la República. Autorizados doctrinantes habían expresado su preocupación por
el desequilibrio que entre los poderes públicos podía generar el numeral 12 del
artículo 76 de la Carta anterior, por su carácter autoritario, opuesto, al
principio liberal promotor de la deliberación en cuerpos colegiados para la
toma de las decisiones legislativas. La praxis vino a demostrar la validez de
esas preocupaciones, como quiera que buena parte de las más importantes
materias legislativas se producían mediante el uso de facultades
extraordinarias.
"Sin duda es
sobre el vacio de la legislación ordinaria del Congreso, que se ha producido el
poder legiferante del Presidente de la República, amparado también por las
facultades extraordinarias, reconocidas por la Constitución, antes en los arts.
76-12 y 118-8, y ahora en el artículo 150-10 de la Carta de 1991. El hecho
histórico es recurrente a lo largo de las últimas décadas: la plétora de la
legislación extraordinaria, por la vía de las facultades otorgadas por el
Congreso, refleja una evolución política y jurídica que no es de exclusivo
origen nacional, pero que representa una realidad indiscutible que debe ser
enfrentada con adecuados mecanismos institucionales. Para nadie es desconocido
el hecho de que muchas de las más importantes leyes de los últimos tiempos,
entre ellas varios códigos como el de Procedimiento Civil, el de Procedimiento
Penal y el de Comercio han surgido al amparo de las facultades extraordinarias.
Por eso quizá las fórmulas restrictivas adoptadas por la Carta de 1991, en su
artículo 150-10, sea una respuesta legítima y adecuada al desbordamiento de las
facultades extraordinarias que se produjo en forma tan notable y fecunda bajo
el régimen de la anterior normatividad constitucional.
"Recogiendo las
ideas y los hechos anteriores, el Constituyente de 1991, introdujo
modificaciones al procedimiento legislativo de las facultades extraordinarias
que, de manera general, muestran una restricción de sus alcances. En efecto, a
pesar de que se conservan los dos elementos básicos de la temporalidad y la
precisión de la materia, estos tienen un diseño legal distinto. La extensión en
el tiempo de las facultades extraordinarias tiene en adelante, una duración
máxima de seis (6) meses. La precisión de la materia se conserva como un
elemento de obligatorio cumplimiento tanto por el Congreso como por el
Presidente, surgiendo en el nuevo texto constitucional (artículo 150 numeral
10), una restricción a los temas que pueden ser objeto de las facultades, las
cuales no podrán conferirse "para expedir códigos, leyes estatutarias,
orgánicas, ni las previstas en el numeral 20 (sic)1 del presente
artículo, ni para decretar impuestos". La oportunidad para acudir al
procedimiento legislativo comentado, se mantiene en el nuevo texto fundamental,
según idéntica fórmula que la anterior, para "cuando la necesidad lo exija
o la conveniencia pública lo aconseje". Restricciones adicionales se
introducen en el artículo 150 numeral 10 de la Constitución Política, cuando
indica que, sobre las leyes de facultades tiene iniciativa legislativa
exclusiva del gobierno, y se dispone que su aprobación requerirá la mayoría
absoluta de los miembros de una u otra cámara".
Fecha Ut Supra
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
1 Sentencia Nº C-417, Junio 18 de
1992, Corte Constitucional, Magistrado Ponente: Fabio Morón Díaz
1 Aun cuando en todas las
ediciones de la Carta de 1991 aparece citado este numeral 20 del artículo 150,
que se refiere a "crear los servicios administrativos y técnicos de las
Cámaras" todo parece indicar que se trata de un error de codificación y
que el constituyente quiso señalar como excluídas de las facultades
extraordinarias las llamadas "leyes cuadros" o "leyes
marco" de que trata el numeral 19, y que con las que puede "dictar
(el Congreso) las normas generales y señalar en ellas los objetivos y criterios
a los cuales debe sujetarse el Gobierno para los siguientes efectos:
a)
Organizar el crédito público.
b)
Regular el comercio exterior y señalar el régimen de cambio internacional, en
concordancia con las funciones que la Constitución consagra para la Junta
Directiva del Banco de la República.
c)
Modificar, por razones de política comercial los aranceles, tarifas y demás
disposiciones concernientes al régimen de aduanas.
d)
Regular las actividades financiera, bursátil, aseguradora y cualquiera otra
relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos captados
del público.
e)
Fijar el régimen salarial y prestacional de los empleados públicos, de los
miembros del Congreso Nacional y de la Fuerza Pública.
f)
Regular el régimen de prestaciones sociales mínimas de los trabajadores
oficiales.
Estas
funciones en lo pertinente a prestaciones sociales son indelegables en las
Corporaciones públicas territoriales y éstas no podrán arrogárselas |
219 | C-511-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-511/92
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Vigencia/CONSTITUCION
POLITICA/TRANSITO CONSTITUCIONAL
La entrada en
vigor de la nueva Constitución, portadora de la reducción a seis meses del
límite temporal de la concesión de facultades extraordinarias, no pudo entrañar
la automática derogatoria de las leyes de facultades anteriores a su vigencia -
como era el caso de la Ley 49 de 1990 - que contemplaban un período de
utilización mayor y cuyo vencimiento se proyectaba con posterioridad a ella. El
Congreso anterior al expedir leyes que consagraban competencias temporales en
favor del Ejecutivo superiores a los seis meses, no hacía cosa distinta que ceñirse
al ordenamiento constitucional a la sazón vigente. Supeditar la
constitucionalidad de estas leyes a que su módulo temporal no exceda de seis
meses, significa colocar retrospectivamente en cabeza del Congreso una
obligación de imposible cumplimiento, como era imaginar una exigencia futura
del Constituyente y haber actuado en consecuencia cuando ésta era inexistente.
Más aún, independientemente del factor temporal, tamaña exigencia desconoce que
la concesión de facultades en sí misma considerada, se cristalizó plenamente
bajo la autoridad del antiguo ordenamiento y constituye un hecho jurídico sobre
el cual en lo que tiene de consolidado y acabado no está llamada a tener
injerencia alguna la nueva Constitución.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límites
El Presidente,
dentro del término legal, sólo puede ejercerlas por una sola vez, de modo que
al expedir el correspondiente Decreto ley agota su cometido. El término de
utilización de las facultades indica el período dentro del cual deben éstas
ejercerse, y no el término durante el cual se asume ininterrumpidamente el status
de legislador extraordinario. Lógicamente, si la ley de facultades se refiere a
varias materias, su desarrollo puede hacerse a través de un número plural de
Decretos, siempre que las materias ya reguladas no sean objeto de nueva
regulación, como quiera que, conforme a lo dicho, las facultades se agotan en
la misma medida y en el mismo momento de su utilización.
DECRETO LEY-Modificación
La función de
modificar los decretos leyes se ha asignado al Congreso; luego de dictados, así
no haya transcurrido todo el término de las facultades, el Gobierno ya cumplida
su misión, carece de competencia para hacerlo. No es posible imaginar que
después de dictados - y no habiéndose vencido el término legal - para su
modificación concurran los dos poderes y que, inclusive, pueda el Gobierno,
justo antes de clausurarse el período de habilitación, alegando un supuesto
status de legislador temporal, derogar leyes que a su turno hayan podido
modificar decretos leyes previamente expedidos en uso de las mismas facultades
extraordinarias.
IGUALDAD ANTE LA
LEY-Vulneración/SANEAMIENTO
ADUANERO
La igualdad
sustancial no es compatible con clasificaciones y distinciones entre
personas y grupos, basadas en elementos diferenciales desprovistos de
justificación objetiva y razonable en relación a la finalidad y efectos de la
medida en cuestión, debiéndose en todo caso descartar aquéllos que no guarden
una razonable proporcionalidad entre los medios empleados y la finalidad perseguida.
La promoción de la igualdad sustancial consiste en estos casos en eliminar
dichas diferencias de trato, de modo que supuestos de hecho sustancialmente
iguales deben recibir igual tratamiento jurídico. Así los supuestos sean
distintos, y se justifique por tanto un trato jurídico diverso, la medida y su
aplicación deben ser proporcionales al grado de desviación respecto del
supuesto a partir del cual se hace la comparación (hipótesis o término de
comparación) y al grado de desviación de sus consecuencias. Dado que en la
situación examinada se pasó de un régimen de igualdad de tratamiento - para
poseedores de mercancías y de vehículos -, plasmado en el Decreto ley 1751 de
1991, a uno de tratamiento diferenciado, consagrado en el Decreto acusado, la justificación
del elemento diferenciador debió ofrecerse por parte de la autoridad pública
que lo estableció, lo que no se hizo, con la consecuencia de que la
discriminación alegada no ha podido ser desvirtuada.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE-Expedición de
normas
Las normas que
integran el Estado social de derecho se diseñan de manera que los
destinatarios puedan cumplirlas; no de modo que aún antes de su vigencia, se
tornen de imposible cumplimiento. El ordenamiento no es un instrumento para
sorprender a los destinatarios de las normas y pierde toda seriedad y prestigio
cuando se utiliza con ese propósito. Las actuaciones de los particulares y de
las autoridades - señala el artículo 83 de la CP - deben ceñirse a los
postulados de la buena fe, la cual se vulnera cuando la actuación pública
revela una conducta que no es la conducta normal y recta que cabe
legalmente esperar del Estado y sus agentes.
REF: Demanda No.
D-034
Actor: Robinson
Ricardo Rada y otros
Demanda de
inconstitucionalidad del Decreto 2250 de 1991 "por el cual se modifica el
Decreto 1751 de 1991".
Facultades
extraordinarias para el saneamiento aduanero
Magistrado
ponente:
Eduardo
Cifuentes Muñoz
Aprobado por Acta
Nº 70
Santafé de Bogotá, D.C.,
Septiembre tres (3) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Plena de la
Corte Constitucional integrada por su Presidente Simón Rodríguez Rodríguez y
por los Magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio
Hernández Galindo, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Jaime Sanín
Greiffenstein,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso
ordinario de constitucionalidad del Decreto 2250 de 1991, "por el cual se
modifica el Decreto 1751 de 1991".
I. TEXTO DEL
DECRETO ACUSADO
El tenor literal del
Decreto 2250 de 1991 es el siguiente:
Decreto número 2250 de 1991
(2 de octubre)
por el cual se modifica el Decreto 1751 de
1991
El Presidente de la República de
Colombia,en uso
de las facultades que le confiere el
numeral 7o.
del artículo 61 de la Ley 49 de 1990.
DECRETA:
Artículo 1o.
Modifícase el parágrafo 1o. del artículo 1o. del Decreto 1751 de 1991 el cual
quedará así:
"La
presentación de la declaración de saneamiento deberá efectuarse en el lapso
comprendido entre el 1o. de agosto de 1991 y el 31 de octubre de 1991, salvo
que se trate de los vehículos a que se refiere el artículo 4o. de este Decreto,
en cuyo caso el plazo para acogerse al saneamiento será hasta el 2 de octubre
de 1991".
Artículo 2o. El
presente Decreto rige a partir de la fecha de su publicación.
Publíquese y
cúmplase.
Dado en Santafé
de Bogotá, D.C., a 2 de octubre de 1991.
(Diario Oficial
Nº40.075, del tres (3) de octubre de 1991, págs. 1 y 2)
II. COMPETENCIA
DE LA CORTE
Esta Corporación es
competente para conocer de la demanda de la referencia, en atención a lo
dispuesto por el numeral 5º del artículo 241, en concordancia con el inciso
segundo del artículo 24 transitorio de la Constitución de 1991. Además, se
advierte que en este proceso el Magistrado Ponente ordenó inaplicar la
expresión "...sobre la última de ellas antes del 1º de junio de 1992",
del artículo transitorio del Decreto 2067 de 1991.
III. ANTECEDENTES
1. La Ley 49 de 1990
"por la cual se reglamenta la repatriación de capitales, se estimula el
mercado accionario, se expiden normas en materia tributaria, aduanera y se
dictan otras disposiciones", fue publicada el 31 de diciembre en el Diario
Oficial No. 39.615. En su artículo 61-7 otorgó facultades al Presidente de la
República para "establecer mecanismos que permitan la declaración y pago
de los derechos e impuestos, respecto de mercancías que hubieren ingresado al
país con anterioridad al primero (1º) de septiembre de 1990, sin el
cumplimiento de los requisitos establecidos en el régimen aduanero". En su
artículo 80, la ley dispone que para el ejercicio de las facultades concedidas,
el Gobierno debe oír previamente a una comisión asesora integrada por seis
parlamentarios.
2. En ejercicio de
las facultades extraordinarias y haciendo constar que se había oído previamente
a la Comisión Parlamentaria, el Gobierno dictó el 4 de julio de 1991 el Decreto
1751, publicado en el Diario Oficial de la misma fecha, "por el cual se
establecen mecanismos de saneamiento aduanero". En su artículo 1º
establece la declaración de las mercancías y el pago de la tarifa ad valorem
señalada en el artículo 4º como requisitos para que proceda el saneamiento y
las mercancías no sean decomisadas, ni proceda contra sus poseedores sanción
alguna. El parágrafo 1º de este artículo señala que la declaración debe
presentarse durante el lapso comprendido entre el 1º de agosto y el 31 de
octubre de 1991. El artículo 4º dispone que el saneamiento de mercancías se
efectúa mediante la cancelación del monto resultante de aplicar las tarifas ad
valorem en él señaladas para las distintas mercancías: 75%, vehículos; 10%, maquinaria,
equipos, partes y piezas, materias primas, aeronaves y barcos, y 35% para las
demás mercancías.
3.- El 19 de
septiembre de 1991, el Gobierno dictó el Decreto 2183 que subroga al artículo
4º del Decreto 1751, modificando las tarifas ad valorem previamente señaladas.
Dispone en su artículo 1º que el saneamiento de las mercancías se efectuará
mediante la cancelación del monto resultante de aplicar a las mismas las
siguientes tarifas ad valorem: 75% para vehículos y 8% para las demás
mercancías.
4.- El 2 de octubre
de 1991, el Gobierno dictó el Decreto 2250 "por el cual se modifica el
Decreto 1751 de 1991", en ejercicio de las facultades extraordinarias
conferidas por la Ley 49 de 1990. Este decreto modifica el plazo para la
presentación de la declaración de saneamiento de vehículos, que inicialmente
era el mismo para todas las mercancías susceptibles de sanearse, es decir,
hasta el 31 de octubre de 1991. El nuevo plazo para declarar los vehículos se
señaló hasta el dos (2) de octubre de 1991, fecha de expedición del Decreto. El
Decreto ley fue publicado el día tres (3) de octubre de 1991 en el Diario
Oficial No. 40.075.
5. El artículo
150-10 de la Constitución de 1991 dispone que el Congreso podrá revestir de
facultades extraordinarias al Presidente de la República, hasta por el término
de seis meses, para expedir normas con rango legal, cuando la necesidad o la
conveniencia pública lo aconsejen. Estas facultades deben ser precisadas en la
ley y no pueden conferirse para expedir códigos, leyes estatutarias, orgánicas,
leyes marco1,
ni para decretar impuestos. El Congreso puede, en todo tiempo, modificar los
decretos leyes expedidos por el Gobierno en uso de las facultades.
6. Robinson Ricardo
Rada González, Olga del Rosario Rada González, Oswaldo Puerta Camargo y Rafael
Alfredo Olea Jiménez presentaron demanda contra el Decreto ley 2250 de 1991
ante la Secretaría General de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia, el 28 de octubre de 1991.
7. Entre los varios
argumentos que exponen los actores se señalarán tan sólo aquéllos de contenido
jurídico.
- En primer término
se sostiene que el Decreto acusado quebrantó el principio de la igualdad ante
la ley (art. 13 de la Constitución), ya que un plazo concedido en principio
para todos los tenedores de mercancías, se redujo únicamente para los
poseedores de vehículos.
- Se plantea que el
Gobierno, al expedir la norma acusada fijando como expiración del término para
el saneamiento de los vehículos el dos de octubre, la misma fecha en que se
dictó el decreto, imposibilitó el cumplimiento del mismo, con lo cual se violó
el postulado de la buena fe establecido en el artículo 83.
- Señalan la
violación a sus derechos adquiridos, garantía establecida en el artículo 58 de
la Constitución, dado que el Gobierno no les permitió declarar y sanear sus
bienes en el término inicialmente establecido, al recortar el plazo con la
expedición del Decreto.
- Sostienen además
que el Presidente no podía ejercer las facultades para esa fecha, ya que el
límite de seis meses establecido por la nueva Constitución, el cual debe
contarse a partir de la fecha de promulgación de la ley de facultades, había
expirado.
- Por último
consideran que hubo un exceso en el ejercicio de las facultades, pues el
Gobierno se desvió del objetivo perseguido con la ley de facultades,
consistente en permitir el saneamiento de las mercancías, al igual que no
cumplió con el requisito de oír previamente a la Comisión Parlamentaria.
8. Estando el
expediente al Despacho del Magistrado Ponente, se recibió un escrito por parte
de los demandantes el 27 de mayo de 1992, solicitando la acumulación de la acción
de cumplimiento contemplada en el artículo 87 de la Constitución a la acción
pública de inconstitucionalidad, para que en caso de prosperar esta última, se
ordene el cumplimiento de la Ley 49 de 1990 y del Decreto 1751 de 1991.
9. Dentro del
término de fijación en lista de las normas fue presentado un escrito por parte
del doctor Juan Carlos Garzón Martínez, apoderado del Ministerio de Hacienda y
Crédito Público, Dirección General de Aduanas, defendiendo la
constitucionalidad del Decreto con los siguientes argumentos.
- El Decreto 2250 de
1991 tuvo vigencia o surtió efectos hasta el 2 de octubre de 1991, por tanto
procede un fallo inhibitorio de la Corte, como quiera que no puede proferirse
un fallo de constitucionalidad sobre una norma que no produce efectos
jurídicos.
- La correcta
interpretación sobre la temporalidad de las facultades extraordinarias no puede
ser la de la retroactividad de la nueva Constitución (contabilizando el término
a partir de la fecha de la ley de facultades), sino que los seis meses, límite
establecido por la Constitución de 1991, deben comenzar a contarse a partir de
su promulgación, y así el Decreto 2250 de 1991 fue expedido dentro del término.
- En materia de
facultades extraordinarias, no puede el Congreso o alguna de sus comisiones
reservarse la facultad de colegislador en su ejercicio. La comisión consultora
de que trata el artículo 80 de la ley de facultades, no adquiere competencia
alguna y actúa en calidad de órgano asesor. Además, para la fecha de expedición
del Decreto 2250, ese deber era física y jurídicamente imposible de cumplir,
por la revocación del mandato a los congresistas.
- Los derechos
adquiridos garantizados en el artículo 30 de la Constitución de 1886 y en el
artículo 58 de la Constitución de 1991, se refieren a la noción de derecho
privado de los mismos y no al derecho público, porque de otra manera se
impediría el manejo dinámico del Estado. Tanto la ley de facultades, como el
Decreto 1751 de 1991, son de naturaleza general, y, por tanto, el Decreto 2250
de 1991 no vulnera situaciones jurídicas de naturaleza individual, subjetiva o
concreta, que hayan ingresado al patrimonio de alguna persona.
- El principio de
igualdad ante la ley no es absoluto. No sería posible que el poder público
cumpliera sus fines sociales, manteniendo un criterio estricto acerca de la
igualdad jurídica de los administrados. En el caso concreto, el Decreto 2250 de
1991 no estableció beneficios para unos y cargas para otros; sólo por los
acontecimientos manifestados por la parte actora ( a folio 20 del expediente),
se hizo necesario para todos los administrados sin distinción, en relación con
el saneamiento de vehículos, variar el plazo.
- El fallo de
inexequibilidad sólo puede surtir efectos hacia el futuro, y el Decreto 2250 no
cabe dentro de las excepciones que la Constitución establece a esta regla
general.
10. El señor
Procurador General de la Nación, Dr. Carlos Gustavo Arrieta Padilla, mediante
oficio No. 019 de mayo 20 de 1992, rindió en tiempo el concepto fiscal. En él
solicita a esta Corporación declarar inconstitucional el decreto bajo examen,
con base en los razonamientos que a continuación se resumen.
- La exequibilidad
de un Decreto ley, cuyas disposiciones antes del tránsito constitucional
agotaron el término y desarrollaron los contenidos de la ley de autorizaciones,
debe ser el resultado de su examen frente a la normatividad vigente al momento
de su expedición. La situación es distinta cuando en el momento de verificarse
dicho tránsito constitucional, estuviere corriendo aún el término de la
habilitación señalado en la ley de facultades extraordinarias, porque en ese
caso cesaría en su legitimidad la misma, como que su contenido deberá ajustarse
automáticamente a las nuevas prescripciones de la Carta.
-Señala que en el
presente caso, la Ley 49 de 1990 en su artículo 61, entre otras materias,
habilitó al Ejecutivo por el término de dos años, contados a partir de la
vigencia de la misma (31 de diciembre de 1990), para establecer mecanismos que
permitieran la declaración y pago de los derechos e impuestos, respecto de
mercancías que hubieren ingresado al país con anterioridad al 1o. de septiembre
de 1990 sin el cumplimiento de los requisitos establecidos en el régimen
aduanero. Esta habilitación se confirió bajo la vigencia de la Constitución de
1886.
- El Decreto acusado
fue dictado el 2 de octubre de 1991 y publicado al día siguiente en el Diario
Oficial, es decir, luego de haber entrado en vigencia la nueva Constitución,
por lo que los presupuestos que le dan validez son los que se imponen en el
nuevo Ordenamiento, que en materia de temporalidad se circunscriben hoy al
revestimiento de facultades extraordinarias hasta por seis meses.
- Por lo anterior el
Decreto acusado es inconstitucional. La ley habilitante vió menguada su validez
en cuanto a la previsión del elemento temporal contemplado en la nueva Carta.
El decreto que la desarrollaba, al no observar este presupuesto, fue expedido
sin competencia, debiendo por tanto ser declarado inexequible.
- Señala, por
último, que la anterior conclusión releva a su Despacho de analizar cualquier
otro aspecto para predicar la inconstitucionalidad del Decreto 2250 de 1991.
11. Estando el
expediente al despacho del Magistrado Ponente se recibió el 2 de julio del año
en curso, un escrito por parte del doctor Juan Carlos Garzón Martínez,
apoderado del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, Dirección General de
Aduanas, en que analiza el concepto del señor Procurador y expone los
siguientes argumentos:
- La nueva
Constitución limitó la competencia temporal pero no abolió la competencia del
legislativo para otorgar facultades extraordinarias al ejecutivo.
- Los seis meses de
que trata el artículo 150-10 de la Constitución sólo comienzan a contarse a
partir de la entrada en vigencia de la nueva Constitución, cuando el término
inicial contemplado en la ley de facultades no se ha agotado.
- Aún dentro de la
tesis del concepto fiscal que sostiene que la ley habilitante vió recortada su
legitimación en cuanto a la previsión del elemento temporal, se presentan dos
eventos distintos: un decreto expedido dentro del límite de la ley de
facultades, pero por fuera del nuevo límite temporal, será inconstitucional, en
razón de la falta de competencia para dictarlo; y un decreto expedido dentro
del nuevo límite temporal, como es el caso del Decreto 2250, expedido el 2 de
octubre de 1991, será exequible.
IV. FUNDAMENTOS
JURIDICOS
Ejercicio
temporal de las facultades extraordinarias
1. El Decreto ley
2250 de 1991 se expidió en ejercicio de las facultades extraordinarias
conferidas por el numeral 7º del artículo 61 de la Ley 49 de 1990, de las
cuales había sido revestido el Presidente de la República, desde la fecha de
vigencia de la citada ley (31 de diciembre de 1990) y hasta por dos años
después (31 de diciembre de 1992). El Decreto acusado fue dictado el día dos
(2) de octubre de 1991 y publicado al día siguiente en el Diario Oficial.
La Constitución
Política en su artículo 150-10 limitó a seis meses el término máximo para el
ejercicio de las facultades extraordinarias concedidas por el Congreso al
Presidente.
Se discute si el
término para el ejercicio de las facultades extraordinarias atribuidas al
Presidente por la Ley 49 de 1990, debe ser el original de dos años a partir de
la fecha de su vigencia (i), ha expirado como consecuencia de la entrada en
vigencia de la nueva Constitución (ii), o finalmente, dicho término concluye
seis meses después de la promulgación de la Constitución (iii).
2. Si bien la
Constitución no puede aplicarse a situaciones y hechos jurídicos plenamente
consumados y consolidados al amparo del ordenamiento constitucional derogado,
como que entonces escapaba a los sujetos públicos y privados toda posibilidad
de ajustarse a una norma futura, sí debe proyectar su imperio frente a las
nuevas realidades y a las que se originaron al abrigo de la anterior
Constitución y sólo quedaron cabalmente consumadas luego de que entrara en
vigencia la nueva. En este último caso, en la medida en que la situación o
hecho jurídico se perfecciona dentro del ámbito de vigencia de la nueva Carta,
a ella deberán conformarse. Los efectos derogatorios, limitativos y preceptivos
de la nueva Constitución - norma normarum - están llamados a moldear
todos los supuestos de la vida social y política que respondan a sus
previsiones y sobre los cuales tenga la posibilidad de incidir. Si la
Constitución tiene virtualidad derogatoria de normas anteriores incompatibles
con su texto y espíritu, con mayor razón debe aceptarse que ella gobierne la
porción de realidad político-social que sólo se consolidará, perfeccionará y
consumará plenamente luego de su entrada en vigor, así sus raíces se localicen
en el régimen anterior y éste haya sido su sistema inicial de referencia.
3. No puede
pretenderse que la Constitución derogada - a ello se opone precisamente
esta circunstancia - rija el destino de una ley de facultades cuyo término de
ejercicio se extiende más allá de la entrada en vigencia de la nueva
Constitución, la cual de otra parte se ha ocupado especialmente de dicha
materia y contempla una competencia temporal diferente. No siendo una situación
o hecho jurídico plenamente consumado bajo su amparo, la vieja Constitución,
dada su derogatoria, carece de fuerza para atraer hacia sí la parte inacabada
o no consumada de los fenómenos que comenzaron a gestarse bajo su vigencia pero
no alcanzaron a consolidarse plenamente. Como quiera que es posible y no
repudia ni a la naturaleza ni al derecho, que tales partes inacabadas o no
consumadas puedan ser gobernadas por la nueva Constitución, corresponde a ésta
asumir su función de máxima ordenadora de la realidad social.
4. La entrada en
vigor de la nueva Constitución, portadora de la reducción a seis meses del
límite temporal de la concesión de facultades extraordinarias, no pudo entrañar
la automática derogatoria de las leyes de facultades anteriores a su vigencia -
como era el caso de la Ley 49 de 1990 - que contemplaban un período de
utilización mayor y cuyo vencimiento se proyectaba con posterioridad a ella. El
Congreso anterior al expedir leyes que consagraban competencias temporales en
favor del Ejecutivo superiores a los seis meses, no hacía cosa distinta que ceñirse
al ordenamiento constitucional a la sazón vigente. Supeditar la
constitucionalidad de estas leyes a que su módulo temporal no exceda de seis
meses, significa colocar retrospectivamente en cabeza del Congreso una
obligación de imposible cumplimiento, como era imaginar una exigencia futura
del Constituyente y haber actuado en consecuencia cuando ésta era inexistente.
Más aún, independientemente del factor temporal, tamaña exigencia desconoce que
la concesión de facultades en sí misma considerada, se cristalizó plenamente
bajo la autoridad del antiguo ordenamiento y constituye un hecho jurídico sobre
el cual en lo que tiene de consolidado y acabado no está llamada a tener
injerencia alguna la nueva Constitución.
5. Las leyes que son
objeto de consideración de la Corte - leyes de facultades cuyo término de
ejercicio se extiende más allá de la fecha de su entrada en vigor -, deben
interpretarse de conformidad con la nueva Constitución, dado que sus
efectos, lejos de estar concluídos, están por consumarse, y la
Constitución no enfrenta un fenómeno acabado cuya entidad deba forzosamente
respetar, sino un curso de actuación de los poderes públicos que puede y debe
ser regido por ella. El Presidente, en efecto, no podrá aducir que la exigencia
constitucional relativa al límite temporal de los seis meses, constituye un
evento futuro e imprevisible de imposible cumplimiento. La diferencia con la
situación estudiada en el acápite anterior es patente. Mientras para el
Congreso la exigencia constitucional del límite temporal de los seis meses es
posterior e imprevisible; para el Presidente, que debe ejercer las facultades,
dicha exigencia es anterior, de modo que al momento de hacerlo no podrá alegar
desconocimiento e imprevisibilidad.
La interpretación
conforme a la nueva Constitución es aquella que sin frustrar la iniciativa
legislativa garantice el cabal cumplimiento a la mencionada exigencia
constitucional. En este sentido deben declararse constitucionales, por el
aspecto temporal, las leyes de facultades dictadas con anterioridad y cuyo
horizonte temporal se extienda más allá de la fecha de entrada en vigencia de
la nueva Constitución, siempre que el término por vencerse no exceda de seis
meses contados a partir de esa misma fecha, pues en el evento que ello sea así,
el exceso carecerá de sustento constitucional y se entenderá extinto.
6. El Decreto ley
acusado fue expedido por el Presidente el día 2 de octubre de 1991, dentro del
término hábil para el ejercicio de las facultades extraordinarias. Por este
aspecto, el cargo no está llamado a prosperar.
Consecuencias de
no haber oído previamente a la Comisión de Consulta prevista en el artículo 80
de la Ley 49 de 1990.
7. Al paso que el
Decreto ley 1751 de 1991, antecedente inmediato del Decreto acusado y cuyo
artículo 1º éste modifica, se dictó luego de oír a la Comisión integrada por
tres Senadores y tres Representantes, como lo ordenara el artículo 80 de la Ley
49 de 1990, aquél no obstante constituír un ejercicio de las facultades
concedidas por la citada ley, se profirió sin dar cumplimiento a dicha
exigencia.
8. La creación de
Comisiones Parlamentarias con funciones consultivas, a las cuales debe acudir
el Gobierno en procura de su concepto u opinión no obligatorios, antes de
expedir decretos leyes, corresponde a una praxis aquilatada en el país,
plenamente refrendada por la jurisprudencia constitucional en cuanto expresa un
grado importante de colaboración de las ramas del poder en el ejercicio de una
función pública y no crea duplicidad ni interfiere con la autonomía del
Ejecutivo al momento de desplegar en concreto las facultades extraordinarias
recibidas. Adicionalmente, tratándose de un acto de derecho público por virtud
del cual un órgano reviste de facultades extraordinarias a otro, no resulta
incongruente que el primero además de precisarlas pueda supeditar su
ejercicio a una condición o modalidad razonable como sería la de escuchar
previamente el parecer - no vinculante - de una Comisión Parlamentaria
constituída para el efecto. El desacato de la modalidad o condición
razonablemente establecida por el Legislador, comoquiera que se integra al
presupuesto habilitante de una competencia de suyo extraordinaria y
excepcional, determina la irregularidad y por ende la inconstitucionalidad del
ejercicio concreto de la facultad temporalmente desplazada en cabeza del
Presidente.
9. La decisión de la
Asamblea Nacional Constituyente expresada en el Artículo Transitorio publicado
en la Gaceta Constitucional No. 137 del 12 de noviembre de 1991 y en virtud del
cual se decretó el receso del Congreso hasta el dos (2) de febrero de 1992,
significó la desintegración práctica de la comisión de consulta prevista en la
Ley 49 de 1990 y, consecuentemente, la imposibilidad jurídica sobreviniente a
la que se vió abocado el Gobierno por no poder contar con la misma para el
ejercicio de las facultades extraordinarias. No es procedente atacar por este
motivo el Decreto materia de examen, siempre que su expedición se sustente en
los restantes factores que integran el presupuesto habilitante de la
competencia extraordinaria. De no haber mediado la circunstancia excepcional
mencionada, es importante subrayarlo, su omisión habría conducido a la
inexequibilidad del Decreto expedido en esas condiciones.
Modificación de
Decretos leyes por otros nuevos Decretos leyes expedidos dentro del mismo
término de ejercicio de las facultades extraordinarias.
En uso de las
facultades conferidas por el numeral 7º del artículo 61 de la Ley 49 de 1990,
se dictó el Decreto Ley 2250 de 1991, por el cual se modificó el Decreto ley
1751 de 1991, previamente expedido en desarrollo de la misma ley de facultades.
La procedencia de la derogatoria está relacionada con el sentido que se
otorgue a la concesión de facultades. De admitirse que durante el término de
las mismas, el Ejecutivo puede hacer un uso múltiple y permanente de ellas, es
evidente que dicha derogatoria es inobjetable.
La Corte, sin
embargo, considera que el Presidente, dentro del término legal, sólo puede
ejercerlas por una sola vez, de modo que al expedir el correspondiente Decreto
ley agota su cometido. El término de utilización de las facultades indica el
período dentro del cual deben éstas ejercerse, y no el término durante el cual
se asume ininterrumpidamente el status de legislador extraordinario. Al
Presidente se le confía una tarea específica y recibe por tanto una commissio,
pese a que el lenguaje ciertamente metafórico de revestimiento de
facultades extraordinarias haya llevado a pensar equivocadamente en una especie
de acrecentamiento temporal de la subjetividad pública del Presidente como
condición previa a la expedición de decretos que tienen fuerza de ley.
Independientemente del momento figurativo, lo que verdaderamente cuenta es la
adscripción de competencias constitucionales para la expedición de normas con
fuerza de ley y la cabal estructuración de los supuestos que para el efecto
exige la Constitución. En este orden de ideas, la aptitud constitucional del
Presidente - precisamente en su condición de tal y no en razón de su eventual
transmutación en "legislador extraordinario" - completada con la ley
del Congreso que le otorga - en el lenguaje de la Constitución
"reviste" - facultades de naturaleza legislativa, permite que aquél
pueda dictar decretos leyes.
La concesión de
facultades no es el medio para establecer períodos durante los cuales una
específica competencia legislativa pueda resultar compartida con el ejecutivo,
produciendo hiatos en la distribución y separación del poder público realizada
por el Constituyente. Su finalidad es, por el contrario, la de habilitar al
Presidente para que pueda adoptar decretos leyes sobre asuntos y materias
determinados, para lo cual se le señala un término que la nueva Carta ha
limitado a seis meses. La precisión y temporalidad que deben caracterizar a las
leyes de facultades, ponen de presente el sentido profundo del acto de
concesión de facultades, dominado por la efectiva y rápida realización de una
tarea y cometido específicos antes que por la atribución de un status, de modo
que expedido el decreto ley correspondiente, debe entenderse concluída la tarea
y agotada la facultad. Cuando el decreto ley se dicta antes del vencimiento del
término de la ley de facultades, se cumple la condición constitucional de su
expedición dentro del término fijado, pero no significa que por el tiempo
restante persistan las facultades ya agotadas al realizarse el cometido trazado
por el Legislador, razón de ser de la competencia extraordinaria que no puede
por tanto mantenerse una vez ha sido alcanzada. Lógicamente, si la ley de
facultades se refiere a varias materias, su desarrollo puede hacerse a través
de un número plural de Decretos, siempre que las materias ya reguladas no sean
objeto de nueva regulación, como quiera que, conforme a lo dicho, las
facultades se agotan en la misma medida y en el mismo momento de su
utilización.
No sólo con el
objetivo de recuperar la plena iniciativa legislativa en materias que la misma
se ha reservado al Gobierno, el artículo 150-10 dispone que "El Congreso
podrá, en todo tiempo y por iniciativa propia, modificar los decretos leyes
dictados por el Gobierno en uso de las facultades extraordinarias". La
función de modificar los decretos leyes se ha asignado al Congreso; luego de
dictados, así no haya transcurrido todo el término de las facultades, el
Gobierno ya cumplida su misión, carece de competencia para hacerlo. No es
posible imaginar que después de dictados - y no habiéndose vencido el término
legal - para su modificación concurran los dos poderes y que, inclusive, pueda
el Gobierno, justo antes de clausurarse el período de habilitación, alegando un
supuesto status de legislador temporal, derogar leyes que a su turno hayan
podido modificar decretos leyes previamente expedidos en uso de las mismas
facultades extraordinarias.
La interpretación
que en esta ocasión la Corte prohija se inspira en la naturaleza de la
concesión de facultades extraordinarias y en el propósito explícito del
Constituyente de robustecer el papel del Congreso, lo que conduce lógicamente a
apreciar de manera restrictiva el ejercicio de la función legislativa cuando se
realiza por órgano distinto a éste y en virtud del otorgamiento de precisas
facultades. Por contraste, para retornar al curso ordinario, ejercidas las
facultades extraordinarias, la modificación de los correspondientes decretos
leyes es una función asignada al Congreso.
Desde el punto de
vista de la ponderación y del juicioso análisis que debe preceder el uso de las
facultades extraordinarias, la tesis que se adopta seguramente repercutirá en
un más ordenado y técnico proceso de utilización de las facultades, evitándose
la dispersión normativa y la práctica del ensayo-error que conduce al conocido
ciclo, lesivo para la seguridad jurídica y el prestigio del derecho,
caracterizado por la secuencia expedición - derogación - expedición, y todo en
desarrollo de unas mismas facultades extraordinarias.
Por este aspecto el
Decreto acusado trasluce una utilización irregular de las facultades
conferidas, las cuales ya se habían agotado al dictarse el Decreto ley 1751 de
1991, y no podían por tanto servir de base para derogar, aún dentro del término
de la ley de facultades, una norma del mencionado Decreto, como en efecto se
hizo.
Perjuicios
ocasionados por las mutaciones normativas
11. La modificación
del Decreto ley 1751 de 1991, colocó a las personas que habían introducido
vehículos al país con anterioridad al 1º de septiembre de 1990, ante la virtual
imposibilidad de presentar la declaración de saneamiento, dadas las
restricciones establecidas por el nuevo Decreto ley 2250 del mismo año. El
cambio legislativo, se alega en la demanda, ocasionó perjuicios patrimoniales
de todo orden, personal y familiar, a este grupo de poseedores de vehículos,
operando de esta manera una grave lesión a sus derechos adquiridos.
12. En principio la
Constitución no establece una proscripción de los perjuicios que puedan
atribuírse a las mutaciones legislativas, de otra parte necesarias y
permanentes. Si bien el ordenamiento constitucional garantiza "los
derechos adquiridos con arreglo a las leyes civiles, los cuales no pueden ser
desconocidos ni vulnerados por leyes posteriores" (Constitución Política,
artículo 58), ellos se circunscriben a las situaciones jurídicas individuales, subjetivas
o concretas creadas o consolidadas bajo el imperio de una ley (Consejo de
Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección 1ª, sentencia del 26 de
agosto de 1983, Magistrado Ponente Dr. Jacobo Pérez Escobar). En este ámbito no
ingresan las meras expectativas o situaciones jurídicas abstractas u objetivas,
ligadas al mantenimiento de una determinada norma legal, cuya suerte está
inextricablemente vinculada a la misma dialéctica normativa. "Es propio de
la mecánica misma del sistema jurídico - ha sostenido la Corte Suprema de
Justicia - que quien es competente para expedir la ley lo es igualmente para
derogarla y así está expresamente atribuído al Congreso por el artículo 76-1 de
la Constitución Nacional sin que nadie pueda aspirar a que determinado régimen
se conserve a perpetuidad y rijan eternamente las mismas reglas" (Corte
Suprema de Justicia, sentencia del 8 de junio de 1989, Magistrado Ponente Dr.
Jaime Sanín Greiffenstein).
13. El ordenamiento
jurídico correría el riesgo de petrificarse, si al regular las relaciones de
coexistencia social y adaptarse a las realidades de cada momento, debiera
inhibirse de afectar de una u otra manera las relaciones jurídicas
preexistentes. La retroactividad por regla general, resulta censurable sólo cuando
la nueva norma incide sobre los efectos jurídicos ya producidos en virtud de
situaciones y actos anteriores, y no por la influencia que pueda tener sobre
los derechos en lo que hace a su proyección futura. En este último caso,
tratándose de derechos fundamentales, el campo de su defensa no surge de una
inexistente interdicción a la retroactividad de la ley, sino del ámbito de su
núcleo esencial.
Por las razones
expuestas, los múltiples cargos que se formulan contra el Decreto, basados en
su presunto contenido lesivo, atentatorio de derechos supuestamente adquiridos
por un grupo de personas, afectadas en su vida, honra y bienes, no están
llamados a prosperar.
La igualdad de
trato en la norma acusada
14. Se afirma en la
demanda que el Decreto acusado vulnera la igualdad consagrada en el artículo 13
de la Constitución Política al establecer un trato diferente para las personas,
que en los términos de la norma, pretenden "sanear" vehículos, en
comparación con las otras que aspiren a efectuar dicho procedimiento de
"saneamiento" respecto de las demás mercancías. En el primer caso, se
mantiene el primitivo plazo de saneamiento contemplado para todas las
mercancías, incluídos los vehículos, en el Decreto ley 1751 (agosto 1º a 31 de
octubre de 1991). En el segundo, se recorta el plazo y se fija uno máximo hasta
el dos de octubre, fecha de expedición del Decreto, el cual dice regir a partir
de la fecha de su publicación, la que se llevó a cabo el día siguiente, 3 de
octubre (Diario Oficial No. 40.065).
15. Según el
artículo 13 de la Constitución "Todas las personas nacen libres e
iguales ante la ley". En principio, el legislador debe promover la
igualdad de trato legal. Corresponde a una vieja aspiración democrática que la
voluntad general, en atención precisamente a su origen, busque la generalidad e
igualdad en su contenido. Los beneficios y las cargas sociales deben
distribuírse equitativamente entre las personas. Sin embargo, la generalidad y
la consigna de tratamiento igualitario corren el riesgo de convertirse en
fórmulas vacías cuando, frente a los casos concretos, resulte procedente
efectuar distinciones y clasificaciones. Cabe anotar que la creación de
clasificaciones y distinciones es algo connatural a la función normativa, cuyo
desenvolvimiento sólo en teoría puede ser figurado de manera simétrica. Lo
decisivo es que las clasificaciones y distinciones que se hagan no vulneren la
garantía de igualdad sustancial, exigida por la Constitución en el
citado artículo 13 al prescribir "...(todas las personas) recibirán
la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos
derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de
sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o
filosófica. El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y
efectiva y adoptará medidas en favor de grupos discriminados o marginados. El
Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición
económica, física o mental, se encuentren en circunstancias de debilidad
manifiesta y sancionará los abusos y maltratos que contra ellas se cometan".
El Estado-legislador, el Estado-administrador y el Estado-juez, están
comprometidos a promover y satisfacer las exigencias de la igualdad
sustancial.
16. La igualdad
sustancial no es compatible con clasificaciones y distinciones entre
personas y grupos, basadas en elementos diferenciales desprovistos de
justificación objetiva y razonable en relación a la finalidad y efectos de la
medida en cuestión, debiéndose en todo caso descartar aquéllos que no guarden
una razonable proporcionalidad entre los medios empleados y la finalidad
perseguida. La promoción de la igualdad sustancial consiste en estos casos en
eliminar dichas diferencias de trato, de modo que supuestos de hecho
sustancialmente iguales deben recibir igual tratamiento jurídico. Así los
supuestos sean distintos, y se justifique por tanto un trato jurídico diverso,
la medida y su aplicación deben ser proporcionales al grado de desviación
respecto del supuesto a partir del cual se hace la comparación (hipótesis o
término de comparación) y al grado de desviación de sus consecuencias.
17. Dado que en la
situación examinada se pasó de un régimen de igualdad de tratamiento - para
poseedores de mercancías y de vehículos -, plasmado en el Decreto ley 1751 de
1991, a uno de tratamiento diferenciado, consagrado en el Decreto acusado, la
justificación del elemento diferenciador debió ofrecerse por parte de la
autoridad pública que lo estableció, lo que no se hizo, con la consecuencia de
que la discriminación alegada no ha podido ser desvirtuada.
18. La masiva
introducción ilegal de vehículos al país con el objeto de sacar provecho de su
posterior "saneamiento", parece haber sido la circunstancia que
motivó al Gobierno a establecer un plazo diferente para cumplir dicho trámite,
queriéndose con ello evitar la competencia "desleal" que se generaba
a la industria automotriz nacional, aparte de poner freno al fraude a la ley
que se estaba cometiendo al amparo de la anterior normativa.
19. Para los efectos
del saneamiento, el supuesto de hecho de los poseedores de mercancías no es
diferente de aquél en que se encuentran los poseedores de vehículos, desde el
punto de vista de la naturaleza del bien, pues estos últimos pertenecen a ese
género. El término de comparación de los dos supuestos - no acreditado por el
Gobierno - está asociado a la realidad o posibilidad de fraude a la ley y de
competencia desleal frente a la industria nacional aparentemente detectados en
relación con la introducción ilegal de vehículos al país. La mayor facilidad de
introducción del bien al país, es igualmente compartida por los vehículos y las
restantes mercancías; inclusive es presumible que resulte más difícil para los
primeros. La competencia desleal que genera la introducción ilegal de un bien a
la industria nacional, es susceptible de darse tanto para los vehículos como
para las restantes mercancías. El término de comparación, presumiblemente
escogido para distinguir los dos supuestos de hecho, es a todas luces
irrelevante y por lo tanto con base en el mismo no se justifica la desigualdad
de trato que la norma opera entre los poseedores de vehículos y los poseedores
de las demás mercancías.
20. De otra parte,
la clasificación realizada por la norma carece de razonabilidad en cuanto
incluye en la misma a las personas que introdujeron ilegalmente al país
vehículos con posterioridad al primero de septiembre de 1990 y a los que lo
hicieron antes y buscaban acogerse - sin incurrir en un fraude adicional - al
sistema de saneamiento, sujetando, en consecuencia, a estos dos subgrupos al
mismo régimen excepcionalmente restrictivo del Decreto acusado.
21. Aún admitiendo
en gracia de discusión que los dos mencionados supuestos de hecho fueran en
verdad diferentes - que no lo son -, el régimen que se aplica a uno y otro no
es proporcional a la distancia que cada uno exhibe en relación con el presunto
término de comparación (facilidad de la introducción ilegal y competencia
desleal). En el caso de los poseedores de vehículos, la consecuencia jurídica
es la extinción del plazo para efectuar el saneamiento, comoquiera que al
publicarse el Decreto el plazo consagrado en él ya se encontraba vencido. En
cambio, pese a la análoga facilidad de introducción ilegal y competencia
desleal, respecto de los poseedores de las demás mercancías se mantiene el
primitivo plazo de saneamiento que vencía el 31 de octubre de 1991.
22. La configuración
de la clasificación - poseedores de vehículos contrapuesta a poseedores de las
demás mercancías - crea una desigualdad entre los dos grupos que no tiene
justificación objetiva y razonable en relación a la finalidad y efectos de la
misma, pues la consecuencia es hacer nugatorio el plazo de saneamiento para los
primeros y real para los segundos, con lo cual se evidencia el propósito
exclusivamente discriminatorio de la medida.
23. La proscripción
de las prácticas abusivas podía seguramente llevarse a efecto a través de otros
medios más efectivos e idóneos, sin exponer a la entera categoría de los
poseedores de vehículos a un mismo tratamiento, que frustró súbita y totalmente
las expectativas de aquellos que en los términos de la ley se preparaban a
regularizar su situación.
De lo anterior se
concluye que el Decreto 2250 de 1991 viola el artículo 13 de la Constitución
Política. Para restablecer la igualdad sustancial quebrantada y evitar que no
obstante la misma el fallo de la Corte sea meramente declarativo y carezca de
efecto práctico alguno, se ordenará la habilitación del término de saneamiento
dejado de gozar como consecuencia de la expedición del Decreto acusado, con lo
cual, de otra parte, se da respuesta a la petición mencionada en el antecedente
No. 8.
La fijación de un
plazo de imposible cumplimiento y el postulado de la buena fe
24. La fijación de
un plazo del cual no se puede hacer uso, pues al entrar en vigencia el Decreto,
ya éste se encuentra vencido - como ocurre con el Decreto acusado -, equivale a
la consagración de una obligación o término de imposible cumplimiento. Las
normas que integran el Estado social de derecho se diseñan de manera que
los destinatarios puedan cumplirlas; no de modo que aún antes de su vigencia,
se tornen de imposible cumplimiento. El ordenamiento no es un instrumento para
sorprender a los destinatarios de las normas y pierde toda seriedad y prestigio
cuando se utiliza con ese propósito. Las actuaciones de los particulares y de
las autoridades - señala el artículo 83 de la CP - deben ceñirse a los
postulados de la buena fe, la cual se vulnera cuando la actuación pública
revela una conducta que no es la conducta normal y recta que cabe
legalmente esperar del Estado y sus agentes. La conducta paradigmática que en
todo momento debe observar el Estado no admite excepciones, ni siquiera frente
a manifestaciones deshonestas y desleales de los administrados, para las cuales
puede y debe apelarse a los muchos poderes y correctivos que brinda el
ordenamiento y que aseguran una respuesta eficaz a los mismos. La fijación del
plazo que a la fecha de publicación del Decreto ya se encuentra extinto, como
exigencia desmesurada expresa una actuación desproporcionada y
por ende contraria al postulado de la buena fe. Por este aspecto el Decreto ley
2250 de 1991 en su integridad viola el artículo 83 de la Constitución Política.
V. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- Declárase inconstitucional el Decreto
ley 2250 de 1991, "Por el cual se modifica el Decreto 1751 de 1991".
Segundo.- Ordénase al Gobierno habilitar un
término de veintinueve (29) días calendario, equivalente al mismo que los
tenedores de vehículos dejaron de gozar a raíz de la expedición del Decreto
2250 de 1991, para los efectos de lo previsto en los artículos 1º y siguientes
del Decreto ley 1751 de 1991. El Gobierno deberá establecer los requisitos,
procedimientos y demás cautelas necesarias para evitar que personas diferentes
a las originalmente amparadas por la norma de saneamiento, se favorezcan con la
misma.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
-Aclaración de
voto-
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
La suscrita
Secretaria General de la Corte Constitucional hace constar: que el Magistrado
Dr. Jaime Sanín Greiffenstein, no firma la presente sentencia por encontrarse
incapacitado, según consta en certificado médico de incapacidad expedido por la
Caja Nacional de Previsión.
Aclaración de
voto a la Sentencia No. C-511
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límites
(Aclaración de voto)
El desarrollo de
estas facultades no puede ser restringido con una limitación que no aparece en
la Carta de 1991, de cuyo contenido fluye claramente que las facultades
conferidas por el Congreso, fuera de todos los demás requisitos, tienen un
término temporal (6 meses), y que dentro de ese término, si "la necesidad
lo exige o las conveniencias públicas lo aconsejan", puede el Presidente
dictar los decretos leyes que considere pertinentes conforme a la Constitución
y a la ley.
Proceso No. D-034
Sentencia No. C-511
La aclaración de
este voto a la tesis sostenida sobre el ejercicio de las facultades
extraordinarias en la Carta de 1991, en las sentencias de la referencia, tiene
que ver sólo con unos aspectos o matices que consideramos desacertados o
impertinentes, y no sobre el contenido restrictivo que le ha señalado el
constituyente a este instituto, sobre lo cual reiteraremos la amplia y precisa
tesis que sostuvimos en la sentencia No. C-417 de junio 18 de 1992, de esta
Corte Constitucional.
En efecto, en dichas
sentencias se sostiene, contra lo que ha venido afirmando razonablemente la
Honorable Corte Suprema de Justicia, que cuando el Presidente, dentro del
término legal autorizado por la Constitución, (que ahora es de seis (6) meses),
ejerce dichas facultades extraordinarias, sólo puede hacerlo por una sola vez,
de modo que al expedir el correspondiente decreto ley agota tales facultades.
Nada en la Constitución derogada de 1886 ni en la vigente de 1991 autoriza una
interpretación restrictiva de esta índole. Se olvida así que en este caso se
trata de una "colaboración armónica de dos Ramas del Poder Público en la
realización de los fines del Estado", y que por otra parte el Congreso en
ningún caso pierde su protagonismo institucional, por que es a él a quien
corresponde decidir si "la necesidad lo exige o las conveniencias públicas
aconsejan" el otorgamiento de precisas facultades extraordinarias al
Ejecutivo y hasta por un término de seis (6) meses.
Por eso la
jurisprudencia de vieja data ha señalado que "Los decretos proferidos en
uso de las facultades extraordinarias, deben ceñirse a los límites de éstas.
Tienen la fuerza y la virtualidad de las leyes. Por tal razón pueden derogar,
reformar o suspender las leyes existentes que se opongan a los fines para los
cuales se dieron las facultades. Rigen hasta cuando el Congreso o el Gobierno,
en uso de nuevas facultades extraordinarias, los deroguen, modifiquen o
suspendan. Se considera que en estos casos existe, más que una delegación de
funciones, una atribución de competencia".
Otra cosa es que
según la lógica de estas cuestiones políticas y jurídicas y precisamente por la
complejidad y delicadeza de la materia, el Ejecutivo tenga que ser muy
cuidadoso y racional en el empleo de las facultades extraordinarias y por ello
reserve la expedición de los decretos para los últimos días en que ellas se agotan.
Esto además hace imposible desde el punto de vista fáctico y jurídico que se
planteé un conflicto entre un decreto ley de facultades extraordinarias y una
ley del Congreso, cuyos trámites precisamente no permiten satisfacer en
términos breves y eficaces "la necesidad o las conveniencias
públicas", a juicio del mismo Congreso que confirió las facultades, sin
que tampoco ello se oponga a que en todo tiempo y por iniciativa propia, pueda
el Congreso, modificar los decretos leyes dictados por el Gobierno en uso de
tales facultades.
Pero el desarrollo
de estas facultades no puede ser restringido con una limitación que no aparece
en la Carta de 1991 (numeral 10 del art. 150), de cuyo contenido fluye
claramente que las facultades conferidas por el Congreso, fuera de todos los
demás requisitos, tienen un término temporal (6 meses), y que dentro de ese
término, si "la necesidad lo exige o las conveniencias públicas lo
aconsejan", puede el Presidente dictar los decretos leyes que considere
pertinentes conforme a la Constitución y a la ley.
Aparte esta
discrepancia de orden jurisprudencial y doctrinal, consideramos oportuno
reproducir aquí lo dicho sobre el tema de "las facultades extraordinarias
y el tránsito constitucional, en sentencia No. 417 de junio 18 de 1992
(Expediente D-014; M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
"La
Constitución Política de 1886 concedía en su artículo 76 numeral 12 al Congreso
de la República la atribución de "Revestir, pro témpore, al Presidente de
la República de precisas facultades extraordinarias, cuando la necesidad lo
exija o las conveniencias públicas lo aconsejen". Dos elementos venían a
conformar la naturaleza de la institución denominada de las "facultades
extraordinarias" que allí se consagraba, el uno, concerniente a la
temporalidad de la delegación, según el cual la ley habilitante debía fijar un
término para su desarrollo, de suerte que, éste debía producirse antes de su
vencimiento. Término cuya duración no tenía límites en aquel texto
constitucional, sin perjuicio de que no se permitían facultades extraordinarias
con un carácter permanente. El otro elemento, concerniente a la determinación
clara de las materias que podían ser objeto de desarrollo por el jefe de la
rama ejecutiva del poder público, quien tenía unos límites precisos para
adelantar su trabajo legislativo, de manera que sólo podía ocuparse de la
regulación de los asuntos que le señalara la ley de facultades. Por su parte,
ésta ley debía señalar de manera precisa el alcance de las facultades, no
pudiendo expedirse para trasladar al presidente facultades legislativas
genéricas.
"El expediente
de la "legislación delegada" había venido perdiendo su carácter
exceptivo, extraordinario según las voces de la Constitución (anterior y
actual), para convertirse en un mecanismo corriente u ordinario para legislar
sobre las materias que debían ser objeto de regulación por parte del Congreso
de la República. Autorizados doctrinantes habían expresado su preocupación por
el desequilibrio que entre los poderes públicos podía generar el numeral 12 del
artículo 76 de la Carta anterior, por su carácter autoritario, opuesto, al
principio liberal promotor de la deliberación en cuerpos colegiados para la
toma de las decisiones legislativas. La praxis vino a demostrar la validez de
esas preocupaciones, como quiera que buena parte de las más importantes
materias legislativas se producían mediante el uso de facultades
extraordinarias.
"Sin duda es
sobre el vacio de la legislación ordinaria del Congreso, que se ha producido el
poder legiferante del Presidente de la República, amparado también por las
facultades extraordinarias, reconocidas por la Constitución, antes en los arts.
76-12 y 118-8, y ahora en el artículo 150-10 de la Carta de 1991. El hecho
histórico es recurrente a lo largo de las últimas décadas: la plétora de la
legislación extraordinaria, por la vía de las facultades otorgadas por el
Congreso, refleja una evolución política y jurídica que no es de exclusivo
origen nacional, pero que representa una realidad indiscutible que debe ser
enfrentada con adecuados mecanismos institucionales. Para nadie es desconocido
el hecho de que muchas de las más importantes leyes de los últimos tiempos,
entre ellas varios códigos como el de Procedimiento Civil, el de Procedimiento
Penal y el de Comercio han surgido al amparo de las facultades extraordinarias.
Por eso quizá las fórmulas restrictivas adoptadas por la Carta de 1991, en su
artículo 150-10, sea una respuesta legítima y adecuada al desbordamiento de las
facultades extraordinarias que se produjo en forma tan notable y fecunda bajo
el régimen de la anterior normatividad constitucional.
"Recogiendo las
ideas y los hechos anteriores, el Constituyente de 1991, introdujo
modificaciones al procedimiento legislativo de las facultades extraordinarias
que, de manera general, muestran una restricción de sus alcances. En efecto, a
pesar de que se conservan los dos elementos básicos de la temporalidad y la
precisión de la materia, estos tienen un diseño legal distinto. La extensión en
el tiempo de las facultades extraordinarias tiene en adelante, una duración
máxima de seis (6) meses. La precisión de la materia se conserva como un
elemento de obligatorio cumplimiento tanto por el Congreso como por el Presidente,
surgiendo en el nuevo texto constitucional (artículo 150 numeral 10), una
restricción a los temas que pueden ser objeto de las facultades, las cuales no
podrán conferirse "para expedir códigos, leyes estatutarias, orgánicas, ni
las previstas en el numeral 20 (sic)1
del presente artículo, ni para decretar impuestos". La oportunidad para
acudir al procedimiento legislativo comentado, se mantiene en el nuevo texto
fundamental, según idéntica fórmula que la anterior, para "cuando la
necesidad lo exija o la conveniencia pública lo aconseje". Restricciones
adicionales se introducen en el artículo 150 numeral 10 de la Constitución
Política, cuando indica que, sobre las leyes de facultades tiene iniciativa
legislativa exclusiva del gobierno, y se dispone que su aprobación requerirá la
mayoría absoluta de los miembros de una u otra cámara".
Fecha Ut Supra
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
1 Sentencia Nº C-417, Junio 18 de
1992, Corte Constitucional, Magistrado Ponente: Fabio Morón Díaz
1 Aun cuando en todas las
ediciones de la Carta de 1991 aparece citado este numeral 20 del artículo 150,
que se refiere a "crear los servicios administrativos y técnicos de las
Cámaras" todo parece indicar que se trata de un error de codificación y
que el constituyente quiso señalar como excluídas de las facultades
extraordinarias las llamadas "leyes cuadros" o "leyes
marco" de que trata el numeral 19, y que con las que puede "dictar
(el Congreso) las normas generales y señalar en ellas los objetivos y criterios
a los cuales debe sujetarse el Gobierno para los siguientes efectos:
a)
Organizar el crédito público.
b)
Regular el comercio exterior y señalar el régimen de cambio internacional, en
concordancia con las funciones que la Constitución consagra para la Junta
Directiva del Banco de la República.
c)
Modificar, por razones de política comercial los aranceles, tarifas y demás
disposiciones concernientes al régimen de aduanas.
d)
Regular las actividades financiera, bursátil, aseguradora y cualquiera otra
relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos captados
del público.
e)
Fijar el régimen salarial y prestacional de los empleados públicos, de los
miembros del Congreso Nacional y de la Fuerza Pública.
f)
Regular el régimen de prestaciones sociales mínimas de los trabajadores
oficiales.
Estas
funciones en lo pertinente a prestaciones sociales son indelegables en las
Corporaciones públicas territoriales y éstas no podrán arrogárselas |
220 | C-513-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-513/92
PROCESO DE
CONSTITUCIONALIDAD-Concepto
de Expertos
El concepto del
experto nada decide, nada define; apenas ilustra o complementa y deja a salvo
la plena autonomía de la Corte para decidir. Frente a ese juicio que efectúa la
Corte Constitucional, los aspectos materia del dictamen son únicamente de
hecho, es decir, aquellos relacionados con elementos sobre los cuales
habrá de recaer el fallo pero que no pueden confundirse con el análisis
jurídico reservado a la Corte; no atañen a su fundamentación constitucional ni
a la inferencia jurídica sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de
una norma sujeta a su control.
Ref.:
Expediente D-042
Acción de
inconstitucionalidad contra el artículo 13 del Decreto 2067 de 1991.
Invitación a
entidades públicas, organizaciones privadas y expertos en los servicios y
actuaciones que deban surtirse ante la Corte Constitucional.
Actor: ISMAEL
HERNANDO AREVALO GUERRERO.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Aprobada en Santafé
de Bogotá, D.C., mediante acta del diez (10) de septiembre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
El ciudadano ISMAEL
HERNANDO AREVALO GUERRERO, en ejercicio de la acción de
inconstitucionalidad, pide a la Corte que declare inexequible el artículo 13
del Decreto 2067 de 1991.
Cumplidos como están
todos los trámites y requisitos que contempla el propio Decreto mencionado,
entra la Corte a decidir sobre la demanda incoada.
II. TEXTO
La norma acusada
dice:
"DECRETO NUMERO 2067
(Septiembre 4 de 1991)
Por el cual se
dicta el régimen procedimental de los juicios y actuaciones que deban surtirse
ante la Corte Constitucional.
El Presidente de la
República de Colombia, en ejercicio de las facultades que le confiere el
artículo Transitorio 23 de la Constitución Política y surtido el trámite ante
la Comisión Especial creada por el artículo 6º transitorio de la Constitución
Política,
D E C R E T A :
----------------------------------------------------------
Artículo 13.- El Magistrado Sustanciador podrá invitar a
entidades públicas, a organizaciones privadas y a expertos en las materias
relacionadas con el tema del proceso a presentar por escrito, que será público,
su concepto sobre puntos relevantes para la elaboración del proyecto de fallo.
La Corte podrá, por mayoría de sus asistentes, citarlos a la audiencia de que
trata el artículo anterior.
El plazo que señale
el Magistrado Sustanciador a los destinatarios de la invitación no interrumpe
los términos fijados en este Decreto.
El invitado deberá,
al presentar un concepto, manifestar si se encuentra en conflicto de
intereses".
III. LA DEMANDA
El actor fundamenta
su petición en los siguientes argumentos:
1. Entre los artículos de la Carta relativos a
la Jurisdicción Constitucional no hay ninguna norma que autorice a la Corte
Constitucional para hacer invitaciones a personas para que expongan conceptos
por escrito, ni tampoco para citar a dichos invitados a audiencia.
2. La importancia de las decisiones de la
Corte Constitucional (artículo 241 de la Constitución Política) "no
permiten situaciones que riñen con la formalidad de los actos".
3. La posibilidad de "toda persona"
(Sic) para intervenir como impugnador o defensor de las normas sometidas a
control en los procesos promovidos por otras personas, son "los únicos
casos en los cuales se permite la intervención de terceros dentro de un juicio
o actuación ante la Corte Constitucional".
4. Las invitaciones previstas en el artículo
acusado no son otra cosa que "pedir a estas personas que a manera de
jueces ad hoc den un fallo adelantado", lo cual, según el demandante,
desnaturaliza la función del ponente, quien debe tener la capacidad necesaria
para elaborar un proyecto sin necesidad de conceptos emitidos por terceras
personas.
IV. DEFENSA DE
LA NORMA ACUSADA
En la Secretaría de
la Corte se recibió un escrito firmado por HERMINSO PEREZ ORTIZ, quien
actúa a nombre del Ministerio de Justicia, orientado a la defensa del precepto
impugnado.
Allí se afirma que
la norma legal sometida al estudio de la Corte es una forma de realizar el
principio fundamental de publicidad que se predica de los juicios de
constitucionalidad y que corresponde, además, a una oportunidad para hacer
efectiva la obligación cívica de colaborar para el buen funcionamiento de la
administración de justicia (artículo 95, numeral 7, de la Constitución); que el
Decreto 2067 de 1991 es el marco idóneo para establecer y regular un
institución pura y típicamente procedimental como la que consagra el artículo
acusado y que éste, lejos de vulnerar los postulados constitucionales es un
desarrollo necesario de los mismos.
V. CONCEPTO DEL
PROCURADOR
Mediante oficio
número 21 del 21 de mayo de 1992, el Procurador General de la Nación emitió
concepto mediante el cual solicitó a la Corte Constitucional que declare
exequible la disposición demandada.
Tras sustentar la
competencia de la Corte en el numeral 5º del artículo 241 de la Carta Política,
el Jefe del Ministerio Público analiza los alcances del artículo Transitorio 23
Ibidem y concluye que en él se facultó al Presidente de la República para
expedir un régimen procedimental en asuntos de constitucionalidad que atendiera
los fines previstos en el mismo Estatuto Supremo, entre ellos el de garantía de
los derechos y deberes, la aplicación del debido proceso a toda clase de
juicios y actuaciones y el respeto al derecho de todo ciudadano a participar en
la conformación, ejercicio y control del poder político.
Señala que la
naturaleza jurídica de esta norma habilitante difiere sustancialmente de la
autorización conferida al Gobierno Nacional en el literal c) del artículo 76
del Acto Legislativo Nº 1 de 1968, "en razón de que en el primer caso se
facultó directa y extraordinariamente al Presidente de la República para que en
el término de dos meses dictara el Decreto Legislativo, mientras que para el
segundo caso, el Constituyente otorgó una potestad reglamentaria residual, ya
que el Gobierno solo podía expedir el Decreto, mientras que el propio
legislador no lo hiciera".
En cuanto a la norma
impugnada, el concepto fiscal sostiene que se ajusta a la Constitución desde el
punto de vista de la temporalidad, por cuanto el Decreto 2067 fue expedido
dentro del término que señalaba la norma habilitante.
Agrega que una
interpretación sistemática y finalista lleva a considerar que los invitados a
que se refiere la norma no son partes o terceros intervinientes dentro del
proceso sino que al emitir concepto se constituyen en auxiliares de la justicia
en su calidad de expertos, para ilustrar al Magistrado sobre determinada
materia.
Sostiene que,
interpretando armónicamente el artículo 50 y la disposición demandada del
Decreto 2067 de 1991, se infiere que el invitado procesal no puede rehusarse a
colaborar con la justicia si se trata de una entidad pública, en tanto que para
los particulares la invitación no es obligatoria.
Expresa el
Procurador que resulta equivocado concluir, como lo hace el demandante, que los
invitados procesales sean jueces ad-hoc pues sus conceptos no afectan la
imparcialidad del Magistrado, a quien corresponde definir los puntos relevantes
para la elaboración del concepto.
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
Esta Corporación
deriva su competencia para fallar de manera definitiva sobre el asunto de
constitucionalidad en referencia del artículo 241, numeral 5, de la Carta Política,
habida cuenta de la naturaleza del Decreto 2067 de 1991, definida en el
artículo Transitorio 23 Ibidem, como bien lo señala el Procurador General en su
concepto.
En efecto, el
Decreto mencionado tiene fuerza de ley, ya que corresponde al ejercicio de
facultades extraordinarias conferidas al Presidente de la República en forma
directa por la Asamblea Nacional Constituyente. Esa jerarquía normativa se
halla expresamente reconocida por la disposición constitucional transitoria
cuando estatuye que en todo tiempo el Congreso podrá derogar o modificar las
normas así establecidas.
2. La norma
demandada
a. Materia de
los conceptos emitidos por expertos
El artículo objeto
de acción pública se limita a facultar al Magistrado Sustanciador para invitar a
personas públicas o privadas, o a expertos en las materias relacionadas con el
tema del proceso, en orden a obtener de ellas su concepto escrito sobre
aspectos relevantes para la elaboración del proyecto de fallo.
Se trata apenas de
facilitar la obtención de elementos de juicio, informaciones y evaluaciones que
puedan requerirse para la mejor preparación de la ponencia que se llevará al
estudio de la Corte.
Conviene a la mejor
ilustración del Magistrado la facultad de obtener y de incorporar formalmente
al proceso el apoyo de expertos en análisis y escrutinios referentes a tópicos
que pertenecen a disciplinas especializadas o que requieren una cierta
preparación académica o determinados niveles de experiencias que, sin ser en
principio de índole propiamente jurídica o sin integrar el campo específico del
Derecho Constitucional, inciden en la formación de conceptos útiles o
necesarios para resolver el punto que habrá de definir la Corporación.
Es claro que la
norma no alude primariamente a la solicitud de conceptos jurídicos, salvo casos
excepcionales relativos a materias altamente especializadas, ni a puntos de
índole constitucional sub-exámine -así, por ejemplo, el referente a si una
norma damandada es o no exequible- pues se comprende que ellos son precisamente
los que habrán de aportar tanto el Magistrado conductor como la Corporación en
pleno. Esta es la función propia de la Corte Constitucional y mal podrían los
integrantes de ella, como lo sugiere el demandante, abdicar de su ejercicio,
dejándola en manos de otras entidades públicas o de particulares.
Ello no significa
que al estudio de constitucionalidad que compete a la Corte sean ajenas las
especialidades jurídicas distintas del Derecho Constitucional, ya que la índole
de las cuestiones que se pueden suscitar en esta clase de procesos es muy
variada como quiera que los asuntos objeto de las normas sometidas a examen
también lo son. De allí que, según lo dispone el artículo 239 de la Carta
Política, en la integración de la Corte Constitucional se atenderá a un
criterio de designación de magistrados pertenecientes a diversas especialidades
del Derecho. Esa composición multidisciplinaria garantiza que la aproximación
a los temas de los cuales conoce la Corporación tendrá distintas perspectivas y
facilitará una comprensión más amplia del asunto tratado.
Debe resaltarse que
se trata de conceptos, no del señalamiento de soluciones, pues al invitado no
corresponde función pública y, menos aún, la propia de la Corte, cual es la de
resolver acerca del conflicto constitucional planteado. El concepto del
experto nada decide, nada define; apenas ilustra o complementa y deja a salvo
la plena autonomía de la Corte para decidir.
Frente a ese juicio
que efectúa la Corte Constitucional, los aspectos materia del dictamen son
únicamente de hecho, es decir, aquellos relacionados con
elementos sobre los cuales habrá de recaer el fallo pero que no pueden
confundirse con el análisis jurídico reservado a la Corte; no atañen a su
fundamentación constitucional ni a la inferencia jurídica sobre la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de una norma sujeta a su control.
Las materias
susceptibles de consulta con las entidades o personas a quienes llame el
Ponente como invitadas al proceso son todas aquellas que, por su especialidad o
complejidad, escapen al ámbito de conocimientos o de formación de aquél, como
sería el caso de estudios técnicos o científicos necesarios para sustentar la
decisión, o de proyecciones, datos, estadísticas o definiciones cuyo
conocimiento o análisis -en el área de dominio del experto- pueda ser
aconsejable para que la proyección del fallo se sustente, sin errores de
apreciación, en los principios que rigen la materia confiada al estudio de la
Corte.
Esta Corporación no
puede compartir las apreciaciones del demandante en el sentido de que el
artículo 241 de la Constitución agote íntegramente la materia relativa a los
procedimientos y trámites que deban seguirse en los asuntos de
constitucionalidad, pues ello significaría negar al legislador toda posibilidad
de injerencia sobre el particular contra el expreso texto de la misma
disposición constitucional, que establece: "los procesos que se adelanten
ante la Corte Constitucional en las materias a que se refiere este título,
serán reguladas por la ley conforme a las siguientes
disposiciones..." (Subraya la Corte).
Por razón del
tránsito constitucional, las disposiciones legislativas a que se refiere el
precepto en cita no fueron expedidas por el Congreso y fue necesario que el
Constituyente otorgara facultades extraordinarias al Jefe del Estado para
expedir las primeras normas relativas al régimen procedimental de los juicios y
actuaciones que deban adelantarse ante la Corte Constitucional, las cuales
están hoy contenidas en el Decreto 2067 de 1991, expedido por el Presidente de
la República en desarrollo del ya aludido artículo 23 Transitorio de la Carta
Política.
Dentro de ese
régimen no era de extrañar que se plasmaran, además de los pasos que deben
seguirse en esta clase de procesos y de las reglas que observarán la Corte y
sus magistrados al cumplirlos, las posibilidades de acudir a medios procesales
idóneos para el más amplio y ponderado conocimiento de los asuntos sometidos a
su decisión.
Por otra parte, la
circunstancia de que la Constitución consagre directamente la posibilidad de
participación de todo ciudadano en tales procesos, para impugnar o defender la
constitucionalidad de las normas sub-examine, en modo alguno implica que, como
lo piensa el actor, sean estas las únicas posibilidades de intervención de
personas, organismos o entidades dentro del juicio correspondiente. Al
respecto debe recordarse el carácter eminentemente público de la acción
de inconstitucionalidad y los intereses, también públicos, que están en juego
cuando se trata de definir con efectos erga omnes la exequibilidad de
uno de los actos enunciados en el artículo 241 de la Constitución. De allí
que, fuera de la invitación a expertos, que puede formularse en desarrollo de
la norma acusada, esté permitido al Magistrado Ponente, sin violar la
Constitución y, por el contrario, haciendo efectivos los propósitos de la
democracia participativa por ella buscados, auscultar las opiniones y criterios
que sobre el tema en estudio tienen las universidades, los sindicatos, los
gremios, las asociaciones de profesionales, de productores o usuarios de bienes
y servicios afectadas en una u otra forma por las normas sujetas a la decisión
de la Corte, o que hayan efectuado estudios o cuenten con información que pueda
contribuir a la mejor instrucción del proceso.
A lo dicho debe
añadirse que, de conformidad con lo preceptuado por el artículo 95, numeral 7,
de la Constitución, es deber de la persona y del ciudadano "colaborar para
el buen funcionamiento de la administración de justicia", siendo claro que
el concepto rendido por un experto sobre determinados puntos de incidencia en
el proceso constitucional no representa un desplazamiento de la responsabilidad
judicial que compete a los miembros de la Corte sino una cooperación con ella,
respecto de resoluciones del más alto interés público.
b) No
interrupción de los términos judiciales
Aunque el demandante
no formula glosa alguna de inconstitucionalidad, aparece acusado también el
inciso 2º del artículo en comentario, a cuyo tenor el plazo que señale el
Magistrado Sustanciador a los destinatarios de la invitación no interrumpe los
términos fijados en el Decreto 2067 de 1991.
Debe anotarse a ese
respecto que la disposición impugnada no hace otra cosa que reiterar el
carácter perentorio de los términos conferidos a la Corte, a cada uno de sus
magistrados y a la Secretaría General, así como a la Procuraduría General de la
Nación, para el cumplimiento de las funciones que les corresponde desempeñar
dentro de los procesos de constitucionalidad.
El principio de
estricto acatamiento a los términos procesales ha sido proclamado por regla
general en el artículo 228 de la Constitución Política y se aplica con mayor
razón a los asuntos de competencia de esta Corte, dada su excepcional
trascendencia.
Dentro de esos
criterios, la posibilidad de invitar a expertos para que concurran al proceso
aportando elementos de juicio de interés para la decisión, debe enmarcarse
dentro del sentido que la invitación misma tiene: no se trata de un momento
procesal obligatorio e insustituible ni de un requisito "sine qua
non" para que el Magistrado Sustanciador elabore la ponencia o para que la
Sala Plena proceda a resolver, sino de una opción que tiene a su alcance el
Magistrado para acopiar informaciones o criterios, orientados a llevar al juez
de constitucionalidad un convencimiento mejor fundamentado sobre el asunto en
que consiste el fallo.
Por tanto, cada
Magistrado en el caso concreto y bajo la perspectiva de lo que mejor contribuya
al indicado propósito en el tema de su responsabilidad, facilitará las
condiciones más propicias para que, si requiere conceptos o experticios, los
haga llegar al proceso sin necesidad de adicionar, modificar o interrumpir los
términos normales.
Eso nada tiene de
contrario a la Carta Política y más bien tiende a preservar su efectivo
imperio.
c) Conflicto
de intereses
Es lógico que la
presentación de un concepto ante la Corte Constitucional en relación con
determinado tema que será objeto de fallo por la misma, fuera de representar
una distinción para quien es invitado o consultado, significa la posibilidad de
influir, en mayor o menor grado, en la apreciación que puedan formarse los
magistrados sobre el punto objeto de dictamen y, por ende, así el concepto no
se acoja -pues no obliga a la Corte- podría repercutir en la decisión final.
Así las cosas, una
persona interesada en el sentido del fallo vería interferida su independencia e
imparcialidad en torno a la materia consultada y podría encontrarse ante la
disyuntiva que de allí surge, entre emitir un concepto que luego pueda ser
tachado de parcial y negarse a rendirlo, privando a la Corporación de un enfoque
autorizado que pudiera ser útil.
De ahí la necesidad
de una total transparencia en la emisión de estos conceptos, la cual únicamente
puede lograrse si la Corte conoce de antemano el eventual conflicto de
intereses en que pueda hallarse la persona o entidad a la cual acude para
ampliar sus elementos de juicio sobre aspectos relevantes del proceso.
Como es imposible
que, salvo los casos de público y general dominio, la Corte posea la entera
certidumbre de que el invitado procesal no se halla en la situación descrita,
la norma demandada consagra en cabeza de éste la responsabilidad de
manifestarlo, en forma tal que los magistrados tengan plena conciencia de la
situación concreta y tomen las aseveraciones del invitado dentro de un esquema
de valoración crítica de la prueba aportada.
El invitado que no
cumpliera con esta perentoria obligación estaría asaltando la buena fe de la
Corporación, y tendría que correr con las consecuencias legales de esa actitud,
a todas luces desleal.
La Corte considera
que, lejos de vulnerar la Constitución Política, esta exigencia encaja dentro
del principio general de la buena fe (artículo 83 C.N.) y contribuye a la
autonomía e imparcialidad de las decisiones que se adopten (artículo 228 C.N.).
Así, pues, la norma
acusada no viola los preceptos aludidos por el actor ni otros de la
Constitución Política.
Las consideraciones
que anteceden son suficientes para declarar ajustado a la normativa superior el
precepto acusado.
VII. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia, previo concepto
del Procurador General y administrando justicia en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Declárase EXEQUIBLE,
por no ser contrario a la Constitución Política, el artículo 13 del Decreto
2067 de 1991.
Cópiese, comuníquese
al Gobierno Nacional, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
221 | C-514-92
Sentencia No
Sentencia No. C-514/92
TRANSITO
CONSTITUCIONAL
El estudio
relativo a los aspectos formales de normas expedidas con anterioridad a la
vigencia de la nueva Carta debe efectuarse en relación con la preceptiva
constitucional que regía en el momento de su expedición pues era a los
requisitos y procedimientos en ella señalados a los que se hallaba sujeta la autoridad
que expidió la ley o el decreto materia de examen. Muy distinta es la
situación cuando los motivos por los cuales se ha puesto en tela de juicio la
constitucionalidad de una norma o estatuto tocan con su materia, pues en tales
casos se hace menester efectuar el correspondiente cotejo con los principios y
mandatos de la nueva Constitución, en orden a verificar si las disposiciones
impugnadas pueden subsistir dentro del ordenamiento jurídico en razón de su
compatibilidad con la Carta vigente al tiempo de proferirse el fallo o si, por
el contrario, han sido derogadas por ser incompatibles con ella y, en
consecuencia, no pueden continuarse ejecutando.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límites/EMPLEADOS
PUBLICOS-Régimen prestacional
Es indispensable
que se distinga entre la atribución constitucional de establecer funciones o
competencias a cargo de las entidades públicas y la de estatuir el régimen de
prestaciones de los servidores estatales, ya que si bien las dos corresponden
en principio al Congreso de la República y pueden inclusive guardar relación
entre sí, son diferentes en sus alcances y en sus fines, sin que sea posible
confundirlas. De tal modo que el otorgamiento de facultades extraordinarias
para establecer el régimen de prestaciones sociales de unos empleados estatales
no implica la autorización para atribuir nuevas funciones o responsabilidades a
otras entidades del Estado aunque ello se haga con el objeto de atender total o
parcialmente dichas prestaciones.
UNIDAD NORMATIVA
la Corte estima
pertinente hacer explícita la unidad normativa que existe entre las normas
demandadas y el resto del articulado que integra el Decreto 1678 de 1991, pues
se trata de preceptos que parten del principio y desarrollan la idea de la
afiliación de los funcionarios del Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República a la Caja de Previsión Social de la
Superintendencia Bancaria, que es precisamente lo encontrado inexequible por
esta Corporación. Las normas no acusadas establecieron reglas de transición y
autorizaciones para abrir créditos y contracréditos y efectuar traslados
presupuestales, únicamente explicables a partir de la determinación fundamental
adoptada en el decreto. Como el artículo 1º se limitó, en la parte no atacada,
a reiterar que los empleados de la Presidencia de la República gozarán de las
prestaciones sociales consagradas en la ley para los empleados públicos, así
como de las prestaciones sociales especiales que les fije la ley, la
declaratoria de inexequibilidad del Decreto 1678 de 1991 en nada afecta esos
derechos, los cuales se regirán, como la propia disposición lo decía, por las
leyes vigentes.
SEGURIDAD
SOCIAL/IGUALDAD ANTE LA LEY-Vulneración
Hallándose
facultada la Corte para declarar la inexequibilidad también por motivos diferentes
a los que invoca el actor, debe poner de presente su preocupación por la
tendencia que muestra el decreto sub-examine a conferir un tratamiento
diferente a situaciones idénticas por naturaleza. Ello contraviene el principio
de igualdad material consagrado en el artículo 13 de la Constitución, según el
cual los casos similares deben ser tratados de igual manera, así como las
situaciones diferentes deben recibir un trato desigual. Este principio de
igualdad debe caracterizar toda la actividad estatal, pero muy particularmente
aquellas situaciones que comprometen los derechos de las personas, como es el
caso de la seguridad social.
Ref.: Expediente
D-038
Acción Pública de
Inconstitucionalidad contra los artículos 1, 5, 7, 8, 9 y 10 del Decreto 1678 de
1991.
Actor: JORGE
HUMBERTO BOTERO ANGULO
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada en Santafé de Bogotá,
D.C., a los diez (10) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y
dos (1992).
I. ANTECEDENTES
El ciudadano JORGE HUMBERTO BOTERO
ANGULO interpuso la acción pública de inconstitucionalidad en contra de las
normas de la referencia, todas integrantes del Decreto Ley 1678 de 1971,
expedido en virtud de las facultades que le otorgó el Congreso al Ejecutivo
mediante la Ley 55 de 1990, artículo 4º.
II. TEXTO
Se transcribe a continuación el texto
íntegro del Decreto 1678 de 1991, al cual pertenecen las disposiciones
acusadas, subrayando como lo hace el actor los apartes que él estima
inconstitucionales:
"DECRETO NUMERO 1678 DE 1991
(Julio 3)
"Por el cual se establecen las normas
que regulan el régimen de prestaciones sociales de los empleados públicos del
Departamento Administrativo de la Presidencia de la República y se dictan otras
disposiciones".
El Presidente de la República de Colombia, en ejercicio de las facultades
extraordinarias que le confiere el artículo 4º de la Ley 55 de 1990,
D E C R E T A :
"ART. 1º Los empleados de la
Presidencia de la República gozarán de las prestaciones sociales consagradas en
la ley para los empleados públicos, así como de las prestaciones sociales
especiales que les fije la ley, estarán afiliados a la Caja de Previsión
Social de la Superintendencia Bancaria y tendrán derecho a los servicios y
beneficios que esta Caja presta a sus afiliados.
ART. 2º Los empleados de la Presidencia de la República que
con anterioridad a la fecha de vigencia del presente Decreto, hubieren sido
pensionados por la Caja Nacional de Previsión Social, continuarán gozando de
dicho derecho y de los demás servicios y beneficios en iguales condiciones.
ART. 3º La Caja Nacional de Previsión Social queda obligada a
liquidar y a pagar las prestaciones sociales de los empleados de la Presidencia
de la República, que a la fecha de vigencia del presente Decreto hayan cumplido
los requisitos para obtener su reconocimiento y pago. Así mismo, la Caja
Nacional de Previsión Social queda obligada a liquidar y a pagar las
prestaciones sociales de los
empleados de la Presidencia de la República
que a la fecha de vigencia de este Decreto hubieren cumplido los requisitos
para su reconocimiento y pago y que hubieren formulado la respectiva solicitud.
ART. 4º Serán de cargo de la Caja Nacional de Previsión Social
las prestaciones sociales de los empleados de la Presidencia, hasta la cuantía
de los aportes que por tales conceptos hayan efectuado y en proporción al
tiempo cotizado, cualquiera que hubiere sido la época de los pagos. En el
evento de que el valor de los aportes no sea suficiente para cancelar las
prestaciones sociales, el tesoro nacional hará los aportes necesarios a la Caja
de Previsión Social de la Superintendencia Bancaria, a más tardar dentro de
los tres (3) meses siguientes a la fecha en que se haga exigible la obligación
a favor del beneficiario de la prestación.
ART. 5º El patrimonio de la Caja de Previsión de la
Superintendencia Bancaria se incrementará con las transferencias que reciba de
la Presidencia de la República; con las cuotas patronales a cargo de la Presidencia de la
República cuyos servidores a partir de la vigencia del presente Decreto son
afiliados forzosos de la entidad; las cuotas periódicas de sus
pensionados; con los aportes que se efectúen por parte de los empleados
y pensionados en orden a la atención médica de los familiares que dependan
económicamente, de acuerdo con los estudios actuariales que se hagan
para el efecto; y con las cuotas de afiliación.
PARAGRAFO TRANSITORIO.- Los empleados de la Presidencia de la
República que a la fecha de vigencia del presente Decreto sean afiliados de la
Caja Nacional de Previsión Social, ingresarán a la Caja de Previsión Social de la Superintendencia
Bancaria sin que haya lugar al pago de nuevos aportes por concepto de
afiliación inicial. Para tal fin, bastará que el pagador de la
Presidencia de la República expida la certificación correspondiente con destino
a la Caja de Previsión Social de la Superintendencia Bancaria, en donde
conste la relación de las personas que hubieren cancelado la totalidad de las
cuotas de afiliación. Las personas que a la fecha de vigencia del
presente Decreto tuvieren cuotas pendientes por concepto de afiliación, cancelarán
tales valores a la Caja de Previsión Social de la Superintendencia Bancaria.
El pagador queda facultado para efectuar la liquidación correspondiente,
hacer los descuentos y consignarlos a nombre de la entidad.
ART. 6º De conformidad con el artículo 5º de la Ley 55 de
1990, el Gobierno Nacional abrirá los créditos y contracréditos y efectuará los
traslados presupuestales que sean indispensables para el cumplimiento que el
presente Decreto exija.
ART. 7º La Caja Nacional de Previsión Social y la Caja de
Previsión Social de la Superintendencia Bancaria, adoptarán las medidas que sean necesarias
para el cumplimiento del presente Decreto.
ART. 8º A partir de la vigencia del presente Decreto, el Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República tendrá un representante en la junta directiva de la
Caja de Previsión Social de la Superintendencia Bancaria, designado por
el Presidente de la República.
ART. 9º A partir de la vigencia del presente Decreto, los empleados de la Presidencia de la
República no están obligados al cumplimiento de lo establecido en el literal i)
del artículo 20 del Decreto 3226 de 1981.
ART. 10º Este Decreto rige a partir de la fecha de su
publicación, modifica y deroga las disposiciones que le sean contrarias.
La afiliación de los empleados de la
Presidencia de la República a la Caja de Previsión Social de la
Superintendencia Bancaria surtirá efectos fiscales a partir del 1º de agosto
del presente año.
Publíquese y cúmplase.
Dado en Bogotá, D.E., a 3 de julio de
1991".
III. LA DEMANDA
El demandante considera que con las
transcritas disposiciones han sido violados los artículos 118, numeral 8º, de
la Constitución Política de 1886 y 189, numeral 10, de la actual Carta
Política; es decir, piensa que el Presidente de la República desbordó el límite
de las facultades extraordinarias conferidas.
Para demostrar que su aseveración es
verdadera, el actor razona así:
a. Aplicación ultractiva de las normas
reguladoras de la competencia en la antigua Constitución.
Considera el demandante que la validez de
los actos expedidos por un órgano estatal cualquiera en cuanto se refiere a la
competencia, está determinada por las normas vigentes al momento de su
expedición. Sustenta esta posición con base en el principio de la
"seguridad jurídica" la cual sufriría grave quebranto si por un
cambio de régimen en las competencias se pudieran viciar los actos proferidos
con arreglo a la normatividad preexistente. Los preceptos reguladores de la
competencia, según el actor, tienen vigencia ultractiva.
b. Carácter restrictivo de las
competencias legislativas del Presidente de la República.
Señala el accionante que solo por
excepción, de manera transitoria y dentro de restricciones temáticas precisas,
puede el Presidente de la República expedir decretos con fuerza de ley y
vigencia indeterminada y por lo mismo el examen de su constitucionalidad debe
efectuarse con criterio restrictivo.
c. Desbordamiento de las facultades
extraordinarias
Considera el impugnante que el Gobierno no
estaba facultado por el literal a) del artículo 4º de la Ley 55 de 1990 -que,
según él, es la norma habilitante- para asignar funciones nuevas a organismos
distintos de la Presidencia de la República, sino únicamente para
trasladarlas. Agrega que la seguridad social de los empleados del Departamento
Administrativo de la Presidencia no es una función de éste sino de la Caja
Nacional de Previsión Social; asignarle a la Caja de Previsión Social de la
Superintendencia Bancaria la función de proveer la seguridad social de los
empleados de la Presidencia de la República, no implica una reforma de carácter
accesorio o complementario, sino sustancial.
El actor enuncia las diferentes
disposiciones legales que fueron reseñadas por el Gobierno Nacional en la
exposición de motivos de la Ley 55 de 1990, relativas a la creación y
funcionamiento del Departamento Administrativo de la Presidencia de la
República, de las cuales concluye que en ninguna de ellas está tratado de modo
directo ni tangencial el tema de la seguridad social de los empleados públicos
que laboran en la citada dependencia.
d. Régimen de Seguridad Social aplicable a
los empleados de la Presidencia de la República.
Manifiesta el demandante que por regla
general la seguridad social de las personas que laboran en el sector público está
a cargo de la Caja Nacional de Previsión Social como se desprende del Decreto
3128 de 1983, artículo 5º. Agrega que ante la inexistencia de una excepción
específica, los empleados de la Presidencia de la República están afiliados a
la Caja Nacional de Previsión Social. El propósito del Decreto acusado es la
creación de una excepción al régimen ordinario consistente en desplazar la
protección del personal de la Presidencia de la República al correspondiente
organismo de la Superintendencia Bancaria, sostiene el actor. Así, la Caja de
Previsión Social de la Superintendencia Bancaria ha recibido funciones que
corresponden a la Caja Nacional de Previsión Social a pesar de que la Ley 55 de
1990 solo autorizaba transferir las funciones que correspondieran a la
Presidencia de la República.
IV. IMPUGNACION DE LA NORMA ACUSADA
En escrito del 3 de abril de 1992, el señor
JUAN CARLOS BOTERO NAVIA coadyuvó la presente acción impugnando el
Decreto 1678 de 1991, por considerar que el Gobierno actuó por fuera de lo
autorizado en la Ley 55 de 1990 al asignar a la Caja de Previsión Social de la
Superintendencia funciones que no pertenecían al Departamento Administrativo de
la Presidencia de la República.
V. DEFENSAS DE LA NORMA
El Director del Departamento Administrativo
de la Presidencia de la República, intervino para defender la
constitucionalidad de las normas acusadas con base en las siguientes
argumentaciones:
1. El Gobierno expidió el Decreto 1678 de 1991 dentro del
término que le fijó el Congreso.
2. De conformidad con el artículo 4º de la ley 55 de 1990
el Presidente de la República podría:
"a. --------------
-------------- ---------------
b. Adoptar la nomenclatura y clasificación de los
empleos, las escalas de remuneración correspondiente y el régimen prestacional
de los empleados del Departamento Administrativo de la Presidencia de la
República".
Considera el citado funcionario que el
demandante incurre en un error al considerar que la norma habilitante de la
competencia legislativa es la contemplada en el literal a) del artículo 4º. El
literal b) de este artículo fue claro en facultar al Presidente de la
República para establecer las normas relativas al régimen de prestaciones
sociales de los empleados del Departamento Administrativo de la Presidencia,
siendo la determinación del ente que tiene a su cargo el reconocimiento y pago
de las prestaciones, parte del régimen prestacional mismo. Concluye el
Secretario de la Presidencia afirmando que el artículo 4º, literal b) de la Ley
55 de 1990 autorizó al Presidente de la República para expedir el Decreto 1678
de 1991 y no el literal a) del mismo artículo, como lo alega el demandante.
En forma independiente el Director General
y Representante Legal de la Caja de Previsión Social de la Superintendencia
Bancaria, en escrito presentado a esta Corte el 9 de abril de 1992, también
solicitó la declaratoria de la exequibilidad de las normas acusadas por
similares razones.
VI. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL
El Procurador General de la Nación rindió
su concepto mediante el oficio Nº 017 del 15 de mayo de 1991.
Sostiene el Jefe del Ministerio Público que
en aras de la certeza y seguridad jurídicas, los pronunciamientos de esta
Corte deben ser el resultado del juicio de validez de la norma que se revisa
frente a los preceptos constitucionales vigentes al momento del examen, con la
salvedad de que la génesis normativa solo es revisable en relación con
procedimiento vigente para ese momento.
Concluye el Procurador que el Decreto 1678
de 1991 fue expedido dentro del término, contemplado en la ley de facultades.
Haciendo referencia a la ley 55 de 1990,
artículo 4º, agrega el concepto fiscal que las normas impugnadas en cuanto
asignan el manejo de las prestaciones sociales de los servidores del
Departamento Administrativo de la Presidencia de la República a la Caja de
Previsión Social de la Superintendencia Bancaria, corresponden al ejercicio de
la habilitación que autorizaba al ejecutivo para adoptar el régimen prestacional
de los mismos, facultad que aun cuando amplia, no por ello era ambigüa o
imprecisa. Cuando se hacía referencia a "adoptar el régimen de
prestaciones sociales" se aludía no solo a la determinación de éstas sino
también a su manejo.
VII. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia
De conformidad con lo dispuesto en el
artículo 241, numeral 5º, de la Constitución Política, corresponde a esta Corte
resolver de manera definitiva sobre la exequibilidad de las disposiciones
demandadas, ya que ellas hacen parte de un decreto con fuerza de ley expedido
por el Presidente de la República en desarrollo de facultades extraordinarias.
2. Normatividad aplicable
Como ha venido expresando la Corte
Constitucional en recientes fallos[1] y como también
lo entendió en su momento la H. Corte Suprema de Justicia[2],
el estudio relativo a los aspectos formales de normas expedidas con
anterioridad a la vigencia de la nueva Carta debe efectuarse en relación con la
preceptiva constitucional que regía en el momento de su expedición pues era a
los requisitos y procedimientos en ella señalados a los que se hallaba sujeta
la autoridad que expidió la ley o el decreto materia de examen. Muy distinta
es la situación cuando los motivos por los cuales se ha puesto en tela de
juicio la constitucionalidad de una norma o estatuto tocan con su materia, pues
en tales casos se hace menester efectuar el correspondiente cotejo con los
principios y mandatos de la nueva Constitución, en orden a verificar si las
disposiciones impugnadas pueden subsistir dentro del ordenamiento jurídico en
razón de su compatibilidad con la Carta vigente al tiempo de proferirse el
fallo o si, por el contrario, han sido derogadas por ser incompatibles con ella
y, en consecuencia, no pueden continuarse ejecutando.
Ahora bien, cuando se trata de definir si
hubo exceso en el uso de facultades extraordinarias ejercidas con antelación a
la vigencia de la nueva Constitución, en realidad el punto objeto de análisis
es de carácter formal, puesto que se busca determinar si al momento de
dictar el decreto respectivo gozaba el Presidente de competencia para
legislar, bien en lo atinente al término de las facultades otorgadas, ya en lo
que concierne a la materia de las mismas.
Como en esta ocasión los cargos formulados
por el actor están referidos precisamente al posible desbordamiento de las
facultades extraordinarias, habrán de considerarse los artículos atacados
frente a las normas constitucionales que regían en el momento de su expedición.
3. Carácter estricto de las facultades
extraordinarias
Tanto en la Constitución anterior como en
la vigente la institución de las facultades extraordinarias conferidas por el
Congreso al Ejecutivo está caracterizada por su sentido restrictivo en cuanto
son excepcionales, ya que la función legislativa corresponde, por cláusula
general de competencia, al Congreso de la República, al paso que las ocasiones
en las cuales puede desempeñar ese papel el Jefe del Estado se encuentran
determinadas por el texto constitucional de tal forma que, en cuanto a cada una
de ellas, la posibilidad que tiene el Presidente de expedir decretos con fuerza
de ley habrá de ceñirse a los estrictos límites señalados por la Carta
Política.
Ello implica que, en cuanto se refiere al
uso de las facultades contempladas en el artículo 150, numeral 10 de la
Constitución (antes 76, numeral 12) la capacidad de que dispone el Ejecutivo
para legislar está circunscrita, tanto por el aspecto material como por el
temporal, a las previas y expresas determinaciones que haya hecho el Congreso
al conferirle la correspondiente habilitación.
Ya ha señalado esta Corte que en lo
concerniente al término de la investidura durante él no se confiere al
Presidente un "estatus" de legislador sino que se lo comisiona por el
Congreso para actuar en calidad de legislador respecto de asuntos precisamente
definidos, de modo que, cumplida la comisión se entiende agotada la facultad[3].
Por cuanto atañe al límite material, tanto
la tradicional jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia como la que ya ha
venido sentando esta Corporación[4], han coincidido
en afirmar que cuando el Gobierno utiliza las facultades extraordinarias para
legislar sobre temas no expresamente contenidas en la ley de habilitación
incurre en abuso de las autorizaciones que le fueron otorgadas e invade la
órbita propia del legislador.
Como quiera que las materias objeto de la
actividad legislativa del Congreso no pueden de ordinario ser reguladas
mediante Decreto del Gobierno, éste necesita autorización específica para
asumir función legislativa en torno de ellas. Si actua por fuera de tal
autorización, las normas que dicte al respecto con la pretensión de legislador
son inconstitucionales.
4. Las facultades conferidas y su
desarrollo
La Ley 55 de 1990 estableció en su artículo
4º:
LEY 55 DE 1990
(diciembre 28)
Por la cual se establece el objeto,
funciones y principios de organización del Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República, se modifica el régimen de delegación de
competencias Presidenciales y se confieren unas facultades extraordinarias al
Presidente de la República.
"Artículo 4º De conformidad
con el ordinal 12 del artículo 76 de la Constitución Política revístese al
Presidente de la República, de facultades extraordinarias, por el término de
ocho meses, contados a partir de la publicación de la presente ley, para:
a. Reorganizar el Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República mediante la determinación de su estructura orgánica
básica, la creación de las entidades adscritas y vinculadas al mismo, y la
asignación de sus respectivas funciones.
En tal virtud podrán trasladarse funciones
que fueron actualmente ejercidas por el Departamento Administrativo de la
Presidencia a otros organismos de la administración pública y expedir las
disposiciones complementarias para modificar la estructura, objeto y funciones
de las entidades que las reciban.
b. Adoptar la nomenclatura y clasificación de los
empleos, las escalas de remuneración correspondientes y el régimen prestacional
de los empleados del Departamento Administrativo de la Presidencia de la
República;
c. Expedir el régimen especial en materia presupuestal,
fiscal, administrativo y contractual del Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República;
d. Revisar y señalar las funciones que puede delegar el
Presidente de la República como suprema autoridad administrativa, de conformidad
con lo dispuesto en el artículo 135 de la Constitución Política".
El actor apoya su argumentación en el
literal a) del artículo transcrito, ignorando por completo el literal b) de la
misma norma, que servía de de sustento al Ejecutivo para dictar las normas
relativas al régimen prestacional de los empleados de la Presidencia de la
República.
Esa equivocación del demandante no es óbice
para que la Corte Constitucional entre a fallar sobre la constitucionalidad de
los preceptos acusados, toda vez que la función de guardar la integridad y
supremacía de la Carta no está circunscrita a los cargos que se formulen en la
demanda; bien puede suceder que el fundamento del fallo sea completamente
distinto del sostenido por el actor y ello en nada disminuye la competencia de
la Corporación para proferir su decisión, en cuanto, ya originado el proceso a
partir de la instauración de la demanda, el juez constitucional asume aquella
en toda su plenitud.
A juicio del demandante, la
inconstitucionalidad de las normas sub-examine radica en que la ley de
facultades no autorizaba al Gobierno para asignar funciones nuevas a entidades
distintas de la Presidencia de la República como es el caso de la Caja de
Previsión Social de la Superintendencia Bancaria.
Del análisis de la norma que permitió al
Ejecutivo nacional expedir el Decreto ahora sometido a juicio de
constitucionalidad, deduce la Corte que las facultades se hallaban
circunscritas a introducir modificaciones al régimen prestacional de los
empleados del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República,
sin autorizar al Jefe del Estado para afiliar los funcionarios de la mencionada
entidad a la Caja de Previsión Social de la Superintendencia Bancaria,
establecimiento que tiene su propia organización legal y estatutaria, y aunque
el Decreto 1678 de 1991 materialmente sea considerado como una ley, es cierto
que su contenido desbordó las facultades conferidas por cuanto las mismas no
permitían afectar a la Caja de Previsión Social de la Superintendencia
Bancaria.
A ese respecto estima la Corte
indispensable que se distinga entre la atribución constitucional de establecer
funciones o competencias a cargo de las entidades públicas y la de estatuir el
régimen de prestaciones de los servidores estatales, ya que si bien las dos
corresponden en principio al Congreso de la República y pueden inclusive
guardar relación entre sí, son diferentes en sus alcances y en sus fines, sin
que sea posible confundirlas. De tal modo que el otorgamiento de facultades extraordinarias
para establecer el régimen de prestaciones sociales de unos empleados estatales
no implica la autorización para atribuir nuevas funciones o responsabilidades a
otras entidades del Estado aunque ello se haga con el objeto de atender total o
parcialmente dichas prestaciones.
Así, cuando las normas acusadas establecen,
dentro del régimen prestacional de los empleados del Departamento
Administrativo de la Presidencia de la República, su afiliación a la Caja de
Previsión Social de la Superintendencia Bancaria, no solamente están indicando
la forma en que les serán dispensados los servicios médico-asistenciales, sino
que, al involucrar de manera imperativa una cierta Caja de Previsión como
responsable de tales servicios, está atribuyendo a esa entidad una función
adicional a la que ya viene desempeñando, la cual consiste en la prestación de
esos servicios y en el pago de algunas prestaciones económicas a sus afiliados,
que lo son, desde su fundación, los empleados de la Superintendencia
mencionada.
De conformidad con la certificación
expedida por el Secretario General del Ministerio de Hacienda y Crédito
Público, que obra en el expediente, la Caja de Previsión Social de la
Superintendencia Bancaria, es una entidad de Seguridad Social, adscrita al Ministerio
de Hacienda y Crédito Público, que se rige por las normas aplicables a los
establecimientos públicos del orden nacional y por los especiales consagrados
en los Decretos Leyes 125 de 1976 y 1730 de 1991, según definición del Decreto
107 de 1992.
Toda modificación del objeto de un
establecimiento público o de una entidad que se rija por sus normas comporta un
cambio en sus estatutos básicos y es claro que, por tanto, la competencia para
efectuarla corresponde al legislador. Así ocurría a la luz de la Constitución
vigente para la época en que fueron expedidas las normas acusadas (artículo 76,
numeral 10 de la Carta anterior) y así sucede actualmente, según lo dispone el
artículo 150, numeral 7, de la Constitución.
De lo cual se desprende que, no siendo
atribución ordinaria del Ejecutivo, en el asunto que se examina se requería
habilitación expresa contenida en ley del Congreso para que pudiera actuar en
tal sentido el Presidente de la República.
La desafiliación de la Caja Nacional
Afiliar (del latín affiliare; de af, a,
y filius, hijo) significa "juntar, unir, asociar unas personas a
otras que forman corporación o sociedad"[5], y en materias
como la que nos ocupa, matricular o inscribir a una persona o grupo en
determinada institución, con el fin de hacerla partícipe de los beneficios que
ella brinda, en desarrollo de su objeto específico, el cual no depende de la
afiliación sino generalmente del esquema pre-establecido al que adhiere el
afiliado.
Claro está que las nuevas afiliaciones, en
especial si son masivas, incrementan necesariamente el nivel de
responsabilidades de la entidad receptora de la afiliación y, por ende, los
costos en que ella debe incurrir para atender adecuadamente los compromisos que
contrae.
Es lógico que, para no causar una lesión
económica al ente de que se trata, los mayores costos habrán de ser compensados
con los aportes equivalentes de aquel a cuyo cargo está el servicio que se
traslada, lo cual explica, en el caso sub-judice, las disposiciones contenidas
en el artículo 5º demandado.
Pero, como contrapartida, el cambio de Caja
de Previsión para un cierto grupo de empleados representa para el
establecimiento asistencial que les venía prestando sus servicios un retiro
colectivo de afiliados. La desafiliación masiva de usuarios de una
determinada Caja de Previsión supone, a la vez, un impacto en su estructura
financiera, aunque conlleve también un alivio en el cúmulo de sus
responsabilidades.
Conviene examinar, entonces, si el
Presidente de la República se hallaba facultado para afectar en este sentido a
la Caja Nacional de Previsión, a la cual estaban afiliados los trabajadores al
servicio de la Presidencia de la República, disponiendo el traslado asistencial
de éstos a la Caja de Previsión de la Superintendencia Bancaria.
Al respecto se tiene que, cuando la ley
autorizó al Ejecutivo nacional para modificar el régimen de prestaciones
sociales de los funcionarios anteriormente mencionados, es decir para
introducir factores nuevos en el reconocimiento y pago de los derechos y
garantías que por este concepto les corresponden, no confirió atribuciones
extraordinarias para desafiliar de la Caja Nacional de Previsión a unos
servidores públicos que por mandato de la ley tienen calidad de afiliados
forzosos. Así lo dispusieron, desde cuando se dictaron las normas con arreglo a
las cuales se organizó esta Caja, los artículos 19 y 20 de la Ley 6 de 1945, la
cual, en relación con instituciones que para entonces ya habían sido
establecidas para atender a las necesidades de previsión social de empleados y
obreros oficiales, dispuso que excepcionalmente gozaban de opción para fundirse
con la Caja Nacional, o continuar como entidades independientes. Tal principio
ha sido reiterado de manera expresa por el artículo 5º del Decreto 3128 de
1983, que dice: "Son afiliados forzosos de la Caja Nacional de Previsión
Social, con las excepciones que señale la ley, las personas naturales que
prestan sus servicios en cualesquiera de las Ramas del Poder Público o de orden
nacional, sean empleados públicos o trabajadores oficiales, y todas aquellas
que determinen las disposiciones legales vigentes al respecto".
La ley habilitante permitía al Gobierno
Nacional "adoptar el régimen prestacional de los empleados del
Departamento Administrativo de la Presidencia de la República", y en tal
virtud se podían establecer, suprimir, o fusionar prestaciones sociales
reconocidas a tales empleados. Sería el caso, por ejemplo, de modificar el
régimen aplicable al reconocimiento y pago de prestaciones por enfermedad no
profesional, enfermedad profesional, accidente de trabajo, auxilio de
maternidad, vacaciones remuneradas, prima de navidad, seguro por muerte,
auxilio funerario, pensión de invalidez, pensión de jubilación, pensión de
retiro por vejez, entre otras, sin que ello implicara, como indebidamente lo
entendió el legislador extraordinario, el cambio de la entidad encargada del
pago de tales prestaciones.
La Caja Nacional de Previsión atiende y
presta servicios a sus afiliados forzosos y facultativos, siendo los primeros,
según la norma transcrita, todas las personas naturales vinculadas a cualquiera
de las ramas del poder público del orden nacional, concepto que incluye a los
servidores del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República.
En este orden de ideas, corresponde a la Caja Nacional de Previsión la
obligación de pagar a tales servidores públicos las prestaciones a las que
hacía referencia la ley de facultades y que el Gobierno señaló en el Decreto
1678 de 1991.
Es claro que, si el legislador
extraordinario no se encontraba habilitado para desafiliar de la Caja Nacional
de Previsión al grupo de funcionarios del Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República, como tampoco para introducir modificaciones
administrativas y, por consecuencia, estatutarias a un organismo que como la
Caja de Previsión Social de la Superintendencia Bancaria tiene una naturaleza y
objeto jurídicos claramente señalados en la ley, el decreto del cual hacen
parte las disposiciones impugnadas no podía mandar que la Caja últimamente
mencionada acogiera en calidad de afiliados a algunos empleados respecto de los
cuales la ley colombiana ya había previsto este tipo de garantía.
Puesto que, en relación con el aspecto
enunciado, resulta que la norma básica -la del artículo 1º del Decreto 1678 de
1991, parcialmente acusado- vulnera la Constitución y teniendo en cuenta que
otros de los preceptos objeto de la acción (artículos 5, 7, 9 y 10) están
enderezados a desarrollar la disposición fundamental allí adoptada (afiliación
de los empleados de la Presidencia a la Caja de Previsión de la
Superintendencia Bancaria), todos ellos resultan ser también
inconstitucionales.
En efecto, mediante la parte demandada del
artículo 4º se dispone que si el valor de los aportes de los empleados no es
suficiente para cancelar las prestaciones sociales, el Tesoro Nacional los
completará a más tardar en el término de tres meses; el artículo 5º incrementa
el patrimonio de la Caja de Previsión de la Superintendencia Bancaria en la
forma expuesta; según el 7º, habida cuenta del traslado de una Caja a otra, la
Nacional de Previsión y la de la Superintendencia Bancaria adoptarán las
medidas necesarias para el cumplimiento del Decreto; el 9º estipula que los
empleados de la Presidencia de la República no están obligados al cumplimiento
de lo establecido en el literal 2) del artículo 20 del Decreto 3226 de 1981[6];
el artículo 10º indica la fecha a partir de la cual las mencionadas normas
surten efectos fiscales. Todo ello es apenas natural para hacer efectiva la
afiliación y para sostener económicamente los costos indispensables al
cumplimiento de ese objetivo, excluyendo a la vez pagos o aportes a cargo de
los trabajadores a otras entidades como la Promotora de Vacaciones y Recreación
Social -PROSOCIAL-, toda vez que la Caja asume, para los servidores de la
Presidencia, las prestaciones que ésta venía atendiendo.
Así, pues, las mencionadas normas, en
cuanto desarrollaron la afiliación masiva que se ha encontrado inconstitucional,
también quebrantaron el ordenamiento superior.
Tampoco se hallaba facultado el Presidente
de la República para establecer, como lo hizo mediante el artículo 8º
demandado, que a partir de la vigencia del Decreto el Departamento
Administrativo de la Presidencia de la República tendrá un representante en la
Junta Directiva de la Caja de Previsión Social de la Superintendencia Bancaria,
designado por el propio Jefe del Estado. Ello significa una injerencia en la
autonomía administrativa de la mencionada Caja que, según ya se dijo, se rige
por las normas aplicables a los establecimientos públicos del orden nacional y,
en consecuencia, sus estatutos básicos no podían ser alterados por el Ejecutivo
sino específicamente facultado para ello, ya que tal función, a la luz de las
disposiciones constitucionales vigentes cuando se hizo uso de las
autorizaciones legislativas, era de competencia del legislador ordinario
(artículo 76, numeral 10, de la Constitución anterior).
El artículo 6º,inciso 3º, del Decreto 2067
de 1991 faculta a esta Corte para señalar en una sentencia de inexequibilidad
aquellas normas que, a su juicio, conforman unidad normativa con las
disposiciones que declara inconstitucionales.
En ejercicio de esta atribución, la Corte
estima pertinente hacer explícita la unidad normativa que existe entre las
normas demandadas y el resto del articulado que integra el Decreto 1678 de
1991, pues se trata de preceptos que parten del principio y desarrollan la idea
de la afiliación de los funcionarios del Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República a la Caja de Previsión Social de la
Superintendencia Bancaria, que es precisamente lo encontrado inexequible por
esta Corporación. Las normas no acusadas establecieron reglas de transición y
autorizaciones para abrir créditos y contracréditos y efectuar traslados
presupuestales, únicamente explicables a partir de la determinación fundamental
adoptada en el decreto. Como el artículo 1º se limitó, en la parte no atacada,
a reiterar que los empleados de la Presidencia de la República gozarán de las
prestaciones sociales consagradas en la ley para los empleados públicos, así
como de las prestaciones sociales especiales que les fije la ley, la
declaratoria de inexequibilidad del Decreto 1678 de 1991 en nada afecta esos
derechos, los cuales se regirán, como la propia disposición lo decía, por las
leyes vigentes.
Derogatoria parcial del Decreto 1678 de
1991
No escapa al análisis de la Corte
Constitucional la vigencia del Decreto número 1730, denominado "Estatuto
Orgánico del Sistema Financiero", expedido el 4 de julio de 1991, el cual
define la naturaleza y objeto de la Caja de Previsión Social de la
Superintendencia Bancaria, estableciendo en su artículo 4.1.9.0.10, que ella es
"una Corporación sin ánimo de lucro, creada conforme a las disposiciones
del Título XXXVI del Código Civil y que tiene a su cargo, por delegación del
Estado, el reconocimiento y pago de las prestaciones legales de los empleados y
pensionados de la Superintendencia Bancaria". (Subraya la Corte).
A su vez el Decreto número 1678, expedido
apenas un día antes del anteriormente mencionado, es decir el 3 de julio de
1991, dispuso en su artículo 1º, como ya se ha visto, que los empleados de la
Presidencia de la República "estarán afiliados a la Caja de Previsión
Social de la Superintendencia Bancaria". Significa entonces que el
Decreto número 1730 de 1991, que en tal sentido derogó tácitamente las
disposiciones del Decreto 1678 en cuanto ampliaban el objeto y la cobertura de
dicha Caja, la dejó sin la función de reconocer y pagar prestaciones a los
empleados del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República.
Como quiera que ante esta Corporación no ha
sido demandado el Estatuto del sistema Financiero sino el Decreto 1678 de 1991,
la sentencia estará referida, tal como lo ordena la Carta, a las normas
impugnadas.
La Corte conoce igualmente que los
estatutos expedidos por la Caja de Previsión Social de la Superintendencia
Bancaria con el fin de adecuar su estructura jurídica y administrativa a las
previsiones del Decreto demandado, en lo relativo a la vinculación de los
funcionarios del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República,
aparentemente han perdido su sustento legal debido a la derogatoria parcial
antes mencionada; pero igualmente considera que no es este el tribunal
competente para decidir acerca de la legalidad del acuerdo número 011 del 15 de
octubre de 1991 expedido por la Junta Directiva de la Caja de Previsión Social
de la Superintendencia Bancaria, que adoptó tales estatutos y que fue aprobado
por el Gobierno Nacional mediante el Decreto número 107 del 22 de enero de
1992.
Correspondería a la jurisdicción Contencioso
Administrativa conocer y fallar este asunto, mediando las acciones y
procedimientos señalados en las normas vigentes, por cuanto la confrontación
estaría planteada entre el Decreto 107 de 1992 y la ley (Decreto 1730 de 1991).
En conclusión:
En criterio de la Corte Constitucional, en
el caso sub examine el Ejecutivo desbordó las atribuciones que le correspondían
como legislador extraordinario e invadió, por tanto, la órbita propia del
Congreso, razón por la cual desconoció en su momento los preceptos consagrados
en los artículos 2, 55, 76-12 y 118-8 de la Constitución Política que regía
cuando se ejercieron las facultades invocadas.
Pero, hallándose facultada la Corte para
declarar la inexequibilidad también por motivos diferentes a los que invoca el
actor (artículo 22 del Decreto 2067 de 1991), debe poner de presente su
preocupación por la tendencia que muestra el decreto sub-examine a conferir un
tratamiento diferente a situaciones idénticas por naturaleza.
Ello contraviene el principio de igualdad material
consagrado en el artículo 13 de la Constitución, según el cual los casos
similares deben ser tratados de igual manera, así como las situaciones
diferentes deben recibir un trato desigual.
Este principio de igualdad debe
caracterizar toda la actividad estatal, pero muy particularmente aquellas
situaciones que comprometen los derechos de las personas, como es el caso de la
seguridad social, de que trata el artículo 48 de la Carta Política.
VIII. DECISION
Por las razones expuestas, la Corte
Constitucional de la República de Colombia, administrando justicia en nombre
del pueblo y por mandato de la Constitución, oído el concepto del señor
Procurador General de la Nación,
R E S U E L V E :
Declárase INEXEQUIBLE, por exceso en el uso
de las facultades extraordinarias conferidas, el Decreto 1678 del 3 de julio de
1991, "Por el cual se establecen las normas que regulan el régimen de
prestaciones sociales de los empleados públicos del Departamento Administrativo
de la Presidencia de la República y se dictan otras disposiciones".
Cópiese, comuníquese, insértese en la
Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
LA SUSCRITA
SECRETARIA GENERAL DE LA CORTE CONSTITUCIONAL HACE CONSTAR:
Que el Magistrado
doctor JAIME SANIN GREIFFENSTEIN, no firma la presente sentencia por
encontrarse incapacitado, según consta en certificado médico de incapacidad
expedido por la Caja Nacional de Previsión.
[1] Cfr.
Corte Constitucional. Sentencia Nº C-221 del 29 de mayo de 1992. Magistrado
Ponente Dr.Alejandro Martínez Caballero; Sentencia Nº C-417 del 18 de junio de
1992. Magistrado Ponente Dr. José Gregorio Hernández Galindo; Sentencia Nº
C-416 del 18 de junio de 1992. Magistrado Ponente Dr. Fabio Morón Díaz.
[2] Cfr.
Corte Suprema de Justicia. Sala Plena. Sentencia del 25 de julio de 1991.
Magistrado Ponente: Dr. Pedro Escobar Trujillo.
[3] Cfr. Corte
Constitucional. Sentencias Nos. 510 y 511 del 3 de septiembre de 1992.
Magistrado Ponente: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz.
[4] Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia Nº 416 del 18 de junio de 1992. Magistrado Ponente:
Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
[5]
Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Vigésima edición. 1984. Tomo
I.
[6] El
literal i) del artículo 20 del Decreto 3226 de 1981, relativo a la Promotora de
Vacaciones y Recreación Social -PROSOCIAL-, dice:
"Artículo 20.- El patrimonio de la Empresa estará constituído así:
-----------------------------------------------
i) Con
los aportes de tres (3) días de la prima de vacaciones de los
empleados
oficiales, salvo las excepciones legales del caso". |
222 | C-517-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-517/92
SERVICIOS
PUBLICOS-Regulación/COMPETENCIA
CONCURRENTE
En el campo de
los servicios públicos el Constituyente instituyó una competencia
concurrente de regulación normativa en cabeza de los niveles central,
regional y local. Tal competencia concurrente constituye nítida expresión de
la articulación de los dos niveles a partir de los cuales se organiza el
Estado. De una parte la ley a través de su capacidad reguladora realiza la
unidad jurídico-política de la República al fijar las condiciones aplicables
por igual en todo el territorio nacional, sin que al hacerlo, desde luego, le
sea dable cercenar o desconocer la facultad decisoria de que gozan las
instancias regional y local, vale decir, la autonomía para la gestión de sus
propios intereses. Por la otra, las autoridades de los niveles departamental
y municipal, al ejercer por la vía reglamentaria una facultad normativa complementaria
y de desarrollo de la ley, singularizan y adaptan ese contenido normativo a las
particulares condiciones de la unidad territorial, con lo cual expresan la
diversidad, que de otro lado, se busca satisfacer con esta estructura
institucional.
ENTIDAD
DEPARTAMENTAL/ENTIDAD MUNICIPAL/AUTONOMIA ADMINISTRATIVA/SERVICIO PUBLICO DE
TRANSPORTE-Regulación
El contenido
normativo de las disposiciones, en cuya virtud el legislador regula aspectos
atinentes al servicio público de transporte urbano masivo de pasajeros, como
son tanto las condiciones generales bajo las cuales la Nación podrá contratar u
otorgar su garantía a los créditos externos que contraigan las entidades que
desarrollen un sistema de esa naturaleza; como las aplicables en concreto al
sistema del Valle de Aburrá, no
contravienen la autonomía administrativa, patrimonial o fiscal de las entidades
departamentales y municipales. Las citadas disposiciones restringen la
autonomía de la Nación, no así la de las entidades territoriales. El señalamiento
de las condiciones y requisitos para el otorgamiento de garantías por parte de
la Nación se inscribe, desde otro ángulo complementario, en la preceptiva de
que trata el aludido artículo pues dicha regulación apunta a hacer efectivo el
mandato constitucional que ordena al legislador velar porque el endeudamiento
de la Nación no exceda su capacidad de pago.
PRINCIPIO DE
SOLIDARIDAD/SERVICIOS PUBLICOS-Tarifas
El legislador
simplemente aplicó a un caso concreto el principio de solidaridad que debe
presidir la determinación de las tarifas de los servicios públicos dentro de la
obligación que pesa sobre el Estado, en el sentido de hacer que la igualdad sea
real y efectiva frente a personas de escasos recursos. Como quiera que el
artículo tiene este alcance concreto y no pretende en modo alguno afectar la
autonomía patrimonial de los entes territoriales consagrada en los artículos
262 y 294 de la Carta vigente, entre otros, en la parte resolutiva de la
providencia se dispone que la norma es constitucional, en la medida en que no
establece una exención que desconozca tal autonomía.
ENTIDADES
TERRITORIALES/AUTONOMIA FISCAL-Límites
La denominada
tesis de la "soberanía fiscal" de las entidades territoriales no
tiene asidero constitucional. Así se infiere de manera clara e inequívoca no
solo del contexto sistemático de la Carta, sino además de la misma historia de
dicha iniciativa. La propuesta de consagrarla fue derrotada en la Asamblea
Constitucional. Esos mismos elementos permiten sin reticencias afirmar que en
la nueva Carta el Constituyente en esta materia conservó los lineamientos
básicos del régimen anterior pues les reconoció una autonomía fiscal
limitada. Es decir, su ejercicio se subordina a los términos que señale
la ley.
TRANSPORTE MASIVO
DE PASAJEROS-Area de
Influencia/ENTIDADES TERRITORIALES-Vulneración de intereses
La definición de
un área de influencia que vincule a las entidades territoriales de manera
unilateral e inconsulta, por el mero hecho de estar conectadas por medio de
cualquier servicio de transporte colectivo urbano o metropolitano y por la red
vial urbana a los municipios servidos directamente, será inconstitucional
siempre que vulnere los intereses propios de las entidades que la componen, los
cuales se deducen de las normas constitucionales vigentes. Su definición
concreta es tarea que solo puede ser realizada en cada caso a partir de
premisas fácticas determinadas. Esta Corte advierte que mal puede una ley del
Congreso o un decreto del Gobierno incluir un municipio en un área de influencia
de un sistema masivo de transporte de pasajeros, e imponerle en consecuencia
determinadas cargas u obligaciones, sin la participación popular o al menos
institucional de la localidad, cuando de una evaluación objetiva sea claro que
la obra no es de interés del respectivo municipio y que en cualquier caso su
negación a participar en la misma no lesiona el interés nacional.
DESCENTRALIZACION/AUTONOMIA
En el ámbito
concreto de la República unitaria que sigue siendo Colombia por virtud de la
Carta de 1991, descentralizacion y autonomía se desenvuelven y son compatibles
con una unidad de organización de la comunidad estatal de carácter político y
con la presencia de una soberanía que reside en el pueblo. Ninguna pretende
confundirse o rivalizar con la soberanía en el ámbito del Estado unitario. La
elección de las autoridades propias y los mecanismos de participación popular
son elementos especiales de la descentralizacion política que dota a la entidad
del derecho, dentro del principio de unidad, de manejar los asuntos que
conciernan a su territorio y a su población de manera autónoma. Vale decir, de
definir, con criterio político, la viabilidad de asuntos de interés público
dentro de los límites del ente territorial.
Ref: Proceso
D-001
Demanda de
inconstitucionalidad contra los artículos 3o.(parcial),4o.(parcial), 5o.
(parcial), 7o., 8o. (parcial), 9o., y 12 (parcial) de la Ley 86 de 1989
"por la cual se dictan normas sobre sistemas de servicio público urbano de
transporte masivo de pasajeros y se proveen recursos para su
financiamiento."
TEMAS:
-Descentralización
y autonomía en el ámbito de la República unitaria;
-Relaciones entre
el poder central y las instancias departamental y municipal en materia de
servicios públicos y, en especial, en el campo del transporte público urbano
masivo de pasajeros.
ACTORES:
Juan Fernández
Carrasquilla
William Namén
Vargas
MAGISTRADO
PONENTE:
Doctor CIRO
ANGARITA BARON
Sentencia aprobada mediante Acta No. 73
Santafé de Bogotá, D.C., septiembre 15 de mil
novecientos noventa y dos (1992)
I. ANTECEDENTES
En ejercicio de la
acción pública de inconstitucionalidad consagrada tanto en el artículo 214 de
la expirada Constitución Política como en el artículo 241-4 y otros de la
vigente, los ciudadanos Juan Fernández Carrasquilla
y William Namén Vargas instauraron después del 1o. de junio de 1991, y ante la
Corte Suprema de Justicia demanda de inexequibilidad en forma parcial contra
los artículos 3, 4, 5, 8 y 12 de la ley 86 de 1989 y total contra los artículos
7 y 9 del mismo estatuto.
La Corte Suprema de
Justicia, en obedecimiento a lo dispuesto en el inciso 2o. del artículo 24
transitorio de la Carta Magna, ordenó la remisión del proceso a la Corte
Constitucional, cuya Secretaría General certificó su recepción el 18 de febrero
del corriente año, día siguiente al de su instalación formal. De conformidad
con el programa de reparto y trabajo aprobado por la Sala Plena para el mes de
febrero, fue admitida mediante auto de marzo cuatro (4) del cursante año.
Al proveer sobre la
admisión de la demanda, el suscrito magistrado ponente ordenó la fijación en
lista del negocio para asegurar el derecho de intervención ciudadana que
consagran los artículos 242-1 C.N. y 7, inciso segundo del decreto 2067 de
1991.
Del mismo modo, se
surtieron las comunicaciones de rigor sobre la iniciación del proceso al señor
Presidente de la República y al Presidente del Congreso, así como el traslado
de copia de la demanda al despacho del señor Procurador General de la Nación
quien oportunamente rindió el dictamen fiscal.
Como se han cumplido
los trámites constitucionales y legales, procede la Corporación a decidir.
II. NORMAS
ACUSADAS
Las disposiciones
impugnadas, conforme a la publicación de la Ley a la cual pertenecen en el
Diario Oficial No. No. 39124 de diciembre 9 de 1989, son las que a continuación
se transcriben. Se subraya en ellas lo que es materia de acusación parcial.
"LEY 86
de 1989
(diciembre 29)
"Por
la cual se dictan normas sobre sistemas de servicio público urbano de
transporte masivo de pasajeros y se proveen recursos para su financiamiento.
EL CONGRESO DE
COLOMBIA
DECRETA:
CAPITULO I
Principios
Generales
"..............
"Artículo
3o. El área de influencia de un sistema de servicio público urbano de
transporte masivo de pasajeros estará comprendida por el Distrito Especial de
Bogotá o los municipios servidos directamente por el sistema y los
conectados a ese y este por otros servicios de transporte colectivo urbano o
metropolitano y por la red vial urbana.
De conformidad con
lo previsto en el inciso anterior, el Gobierno nacional señalará el área de
influencia con base en los estudios técnicos elaborados por la respectiva
empresa pública que ejecute el proyecto
"..........
CAPITULO II
De la
financiación de los sistemas de transporte masivo
"Artículo
4o. La nación solamente podrá contratar u otorgar su garantía a los
créditos externos contratados por entidades que desarrollen sistemas de
servicio público urbano de transporte masivo de pasajeros, cuando éstas
hayan pignorado a su favor rentas en cuantía suficiente que cubran el pago de
por lo menos el 80% del servicio de la deuda total del proyecto"
"Artículo
5o. Cuando las rentas propias de los municipios, incluído el Distrito
Especial de Bogotá, no sean suficientes para garantizar la pignoración de
los recursos prevista en el artículo anterior, quedan facultados para:
a) Aumentar hasta
en un 20% las bases gravables o las tarifas de los gravámenes que son de su
competencia;
b) Cobrar una
sobretasa al consumo de la gasolina motor hasta del 20% de su precio al público
sobre las ventas de Ecopetrol en la planta o plantas que den abasto a la zona
de influencia del respectivo sistema, previo concepto del Consejo de Política
Económica y Social, Conpes.
"Los
incrementos a que se refiere el presente artículo se destinarán exclusivamente
a la financiación de sistemas de servicio público urbano de transporte masivo
de pasajeros y se cobrarán a partir del 1o. de enero del año siguiente a
aquel en que se perfeccione el contrato para su desarrollo"
CAPITULO III
Del sistema de transporte masivo del Valle
del Aburrá
"..........
Artículo 7o. En
el caso del sistema de transporte masivo de pasajeros del Valle de Aburrá, como
condición para el otorgamiento de la garantía de la Nación, se deberán pignorar
rentas en cuantía suficientes que, sumadas a los recursos generados por la
sobretasa a la gasolina de que trata el artículo anterior, cubran en valor
presente la totalidad del costo inicial del proyecto, equivalente a US $ 650
millones de 1984.
Artículo 8o. La
contribución por valorización que se cobre en las jurisdicciones municipales en
Medellín, Itaguí, Bello, Envigado, Sabaneta, la Estrella y Copacabana, para
atender las erogaciones causadas por la construcción del sistema de transporte
masivo de pasajeros del Valle de Aburrá y prioritariamente el servicio de la
deuda, no podrá ser inferior al equivalente en pesos de 164 millones de dólares
constantes de 1992, estimativo que excluye los estratos socioeconómicos Nos. 1,
2 y 3.
Parágrafo 1o. El
Instituto Metropolitano de Valorización, Inval, recaudará la contribución por
valorización en los municipios de Medellín, Itaguí, Bello, Sabaneta, La
Estrella y Copacabana. Por su parte, la Oficina de Valorización Departamental
de Antioquia hará lo propio en el Municipio de Envigado.
".............
Artículo 9o. En
el caso del sistema de transporte masivo de pasajeros del Valle de Aburrá se
deberán pignorar las siguientes rentas:
a) La
contribución por valorización de que trata el artículo 8o. de la presente Ley;
b) Rentas
departamentales y municipales en cuantías suficientes que cubran la diferencia
entre el costo inicial del proyecto, a que hace referencia el artículo 7o. de
esta Ley, y lo recaudado por el concepto de la sobretasa a la gasolina y los
recursos previstos en el literal a) del presente artículo.
"............
CAPITULO V
Otras disposiciones
"Artículo 12.
Para efectos de la administración de las sumas recaudadas por concepto de los
recursos provenientes del cumplimiento de los artículos 5o, 6o, y 9o. de
la presente Ley, la Tesorería General de la República abrirá una cuenta de
manejo para cada proyecto.
La transferencia del
recaudo de los impuestos se efectuará de conformidad con lo que establezca la
reglamentación que se expida para este fin.
"Parágrafo: La
Tesorería General de la República girará las sumas recaudadas a las empresas
públicas que ejecuten el proyecto o hará pagos en su nombre, de acuerdo con lo
que se establezca en convenios que deberán celebrar para estos fines con la Nación".
III. LA DEMANDA
Mediante escrito
presentado personalmente a la Secretaría General el 24 de febrero pasado, los
actores adecuaron la demanda a la preceptiva constitucional en vigor.
A.- DISPOSICIONES CONSTITUCIONALES
INFRINGIDAS
Estiman violados los
artículos 1o, 2o, 3o, 4o, 6o, 34, 58, 113, 121, 136, 150, 209, 286, 287, 294,
298, 299, 300 numerales 1, 2, 3, 4, 5, 7; 303, 305 numerales 2, 3, 4, 7; 311,
312, 313 numerales 1, 2, 4, 5, 6,; 314, 315 numerales 3, 5, 7, 9; 317, 338, 345,
346, 351, 352, 353, 356, 362, 363 y 364 según la publicación que de la
Constitución Política convenida por la "Asamblea Nacional
Constituyente" apareciera en la Gaceta Constitucional No. 116 del 20 de
julio de 1991.
B.- CONCEPTO DE
VIOLACION.
Los demandantes
estructuran sus cargos a partir de las disposiciones constitucionales que
consideran transgredidas, así:
a) Acusación
contra los artículos 4, 5, 7, 8 parágrafo 1, 9 y 12 de la Ley 86 de 1989 por
violación de los artículos 1o, 2o, 4o, 6o, 58, 113, 121, 136-1, 150, 209, 286,
287, 294, 298, 299, 300-1, 2, 3, 4, 5, 7, 11 infine; 303, 305-2, 3, 4, 7, 311,
312, 313-1, 2, 4, 5, 6; 314, 315-3, 5, 7, 9; 317, 338, 345, 346, 351, 352, 353,
356, 362, 363 y 364 de la Constitución Política.
En el primer
capítulo, denominado "Consideración preliminar" los actores plantean
que los preceptos impugnados trasladan a los municipios del área de influencia
del sistema de transporte masivo del Valle de Aburrá, las erogaciones causadas
por su construcción y por el servicio de la deuda.
Afirman asimismo que
las susodichas disposiciones desconocen la autonomía administrativa,
patrimonial, fiscal e impositiva de los entes territoriales.
Seguidamente, bajo
el epígrafe "Violación de la autonomía de las entidades territoriales"
los demandantes reseñan la evolución constitucional que a partir de la Carta de
1863 se ha cumplido en materia de organización geopolítica del Estado
colombiano la cual documentan prolijamente con citas de doctrinantes nacionales
y extranjeros y jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia sobre la
materia.
Aseveran que la
Constitución Política de 1991:
"amplió el
campo de la descentralización consagrando como principio fundamental la
organización del "Estado Social de derecho" en forma de República
unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales (art.
1o.) y distribución racional de funciones, realizable por partición de órganos,
delegación de competencias, desconcentración, descentralización por servicios y
descentralización territorial (art. 209)".
"Esta especie
de descentralización, presupone simultaneidad de autoridad, central y local,
con vocación para la definición de sus asuntos, concesión de personificación
normativa a las entidades territoriales ...dotadas de personería jurídica,
patrimonio propio y autonomía para la gestión de sus intereses- dentro de
los límites constitucionales y legales, y en esa virtud, gobierno y ejercicio
de funciones por autoridades propias, administración de recursos y establecimiento
de tributos necesarios para el desarrollo de su cometido (art. 287)."
Destacan que en la
reforma constitucional de 1991 se concibe al municipio como "la ENTIDAD
FUNDAMENTAL DE LA DIVISION POLITICO ADMINISTRATIVA DEL ESTADO," para
lo cual precisan las funciones que conforme el artículo 311 C.N. le competen
así como las que, según lo dispuesto en los artículos 312 a 315 ibídem, se
distribuyen entre el Concejo y el respectivo Alcalde como expresión de la
autonomía de que gozan en los órdenes político, administrativo, patrimonial,
tributario y fiscal.
Sostienen que como
consecuencia de la organización institucional como "Estado Social de
Derecho" consagrada en los artículos 2, 3, 113 y 209 C.N.,
"...ni el
legislador ni el ejecutivo, pueden ALTERAR, CERCENAR O SUPRIMIR LAS
COMPETENCIAS de las entidades territoriales de la República, ni desconocer la
autonomía política, administrativa, patrimonial, tributaria y fiscal reconocida
y concedida por la Constitución Política a los municipios y departamentos.
"...la forma
unitaria limita en los términos señalados restrictivamente por la Constitución
Política, la independencia de las entidades territoriales, más no autoriza
su cercenamiento ni supresión, según reiterado criterio de la Corte Suprema
de Justicia bajo el imperio de la Carta de 1886, en vigor hoy, con mayor
énfasis por la amplitud de la descentralización territorial y las limitantes
consagradas a la autoridad central."
En un tercer acápite que denominan "La violación de la facultad impositiva
y garantía de los bienes de las entidades territoriales" señalan:
"...la
autonomía de las entidades territoriales y por tanto de los Departamentos y
Municipios (art. 286), encuentra garantía tutelar en su patrimonio, bienes,
rentas y recursos, particularmente por la expresa prohibición de incidencia en
sus derechos e impuestos".
A ese respecto,
citan las disposiciones que en la Carta de 1886 consignaban dichos postulados,
así como apartes de varios pronunciamientos en los que la Corte Suprema de
Justicia sostuvo que la facultad tributaria del Congreso, no podía desconocer,
afectar, limitar o gravar, los bienes de las entidades territoriales (art. 183
C. N.) y menos, invadir su órbita o ámbito de acción.
A propósito de lo
dispuesto en esta materia por la Carta en vigor, expresan:
"De acuerdo con
el régimen constitucional instituído en 1991, en tiempo de paz, solamente el
Congreso, las asambleas departamentales y los concejos distritales y
municipales, pueden imponer contribuciones fiscales o parafiscales (art. 338).
Esta función se reconoce al Congreso de la República en el artículo 150,
numeral 12 de la actual Carta.
"No obstante,
según los artículos 287/3, 298 y 311 de la Constitución, la autonomía de los
entes territoriales, comporta la administración de sus recursos y el
establecimiento de los tributos necesarios para cumplir sus objetivos y al
tenor de los arts. 300 y 313, numeral 4o, se asigna a las Asambleas
Departamentales la facultad de "decretar, de conformidad con la ley,
los tributos y contribuciones para el cumplimiento de las funciones
departamentales" y a los Concejos Municipales, la de "votar de
conformidad con la Constitución y la ley los tributos y los gastos
locales", recogiendo lo dispuesto en los artículos 191 y 197-2 de la
Carta de 1886 y amplificando la potestad del municipio, porque, ahora, para
estos menesteres, no se somete a las ordenanzas departamentales, sino a la
Constitución y la ley.
"La
administración de los recursos de los entes territoriales es de SU
COMPETENCIA PRIVATIVA, en cuya tutela, la prohibición de injerencia
determina la imposibilidad para el ejecutivo y el legislador de intervenir en
su dominio o manejo (arts. 121, 136, 287, 298, 300, 311 y 313 C. N.).
"Por esto la
autoridad central, no puede alterar, gravar, trasladar ni suprimir o cercenar
el patrimonio de las entidades territoriales, según prevenía la Carta de 1886
en su artículo 183 y contempla la actual, especial y textualmente, en sus
artículos 294 y 362.
"..."
Las consideraciones
precedentes, los conducen a afirmar que:
"Al estatuír la
ley 86 de 1989, en sus artículos 4o.: la nación solamente podrá
contratar o garantizar los créditos externos de dichas entidades "cuando
estas hayan pignorado a su favor rentas en cuantía suficiente; 5o:
"cuando las rentas propias de los municipios incluído el Distrito Especial
de Bogotá, no sean suficientes para garantizar la pignoración de los
recursos"; 7o.: "se deberán pignorar rentas en cuantía suficiente y 9o.:
"se deberán pignorar las siguientes rentas: a) la contribución por
valorización de que trata el artículo 8o. de la presente ley; b) rentas
departamentales y municipales en cuantías suficientes..., viola
flagrantemente la Constitución Política de 1991 desconociendo la autonomía
administrativa, patrimonial y fiscal de los departamentos y municipios y con
ello, sus arts. 1o, por cuanto se desconoce el principio fundamental de
la descentralización y autonomía de las entidades territoriales; 287 en
consonancia con los arts. 286, 298 y 311, en tanto estas tienen
autonomía para la gestión de sus intereses, gobierno por autoridad propia,
ejercicio de sus propias competencias, administración de sus recursos y
establecimiento de tributos necesarios para cumplir sus funciones; 294,
pues la ley no podrá conceder exención, tratamiento preferencial ni recargo
alguno respecto de los tributos de su propiedad; 362, por cuanto los
impuestos y las rentas tributarias o no tributarias de departamentos y
municipios son de su propiedad exclusiva, gozan a más de las garantías de la
propiedad y renta de los particulares de especial protección constitucional,
por la cual, la ley no puede trasladarlos a la Nación; 58 y 34, porque
desconoce los derechos de las entidades territoriales sobre sus tributos e
implanta una especie de "expropiación" o a lo menos de
"confiscación irregular" sobre sus bienes.
"No puede el
legislador DISPONER A SU ARBITRIO DE LAS RENTAS, RECURSOS o TRIBUTOS de
departamentos y municipios, obligándoles a pignorarlos, gravarlos o
desmembrarlos a su antojo, pues, su facultad impositiva, encuentra en los
artículos 294 y 362, en concordancia con los arts. 1, 2, 34, 58, 121, 136,
287, 298, 299, 300-4, 311, 312, 313-4 de la Carta de 1991, expresa restricción
por la tutela constitucional a su propiedad.
"Por este mismo
respecto, los artículos 4o. 5o. 7o. y 9o. de la ley 86 de 1989, en cuanto
gravan con la pignoración...las rentas propias de departamentos y
municipios en cuantías suficientes, esto es, en forma general e
indiscriminada, resultan violatorios de los artículos 294 y 362 de la
Constitución.
"Las
características, naturaleza y efectos normativos de la "pignoración"
indefinida e indiscriminada de las rentas departamentales y municipales
evidencian la inconstitucionalidad de los preceptos.
"La pignoración
de "rentas en cuantías suficientes" también desconoce la prohibición
consagrada en los artículos 305-7, 313-7, aparte final y 364, por cuanto ni los
departamentos ni los municipios podrán "crear obligaciones que excedan el
monto global para gastos de personal en el presupuesto inicialmente
aprobado" y su endeudamiento "no podrá exceder su capacidad de
pago", y el artículo 345 pues en tiempo de paz no puede percibirse
contribución o impuesto que no figure en el presupuesto de rentas, ni hacerse
erogación decretada por Congreso, Asamblea o Concejo, que no esté en el de
gastos ni transferirse crédito alguno; el 346, 347 y 353, porque el presupuesto
es anual y debe contener la totalidad de los gastos durante la vigencia fiscal."
"..."
Por otra parte,
imputan al artículo 5o. de la ley 86 de 1989 como cargos específicos los de
violar los principios de "determinación clara, inequívoca y específica de
los elementos que integran la obligación tributaria" que la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia ha definido como condición indispensable para
su constitucionalidad al conceder "autorización" indefinida,
intemporal, e ilimitada y sin precisión a las autoridades territoriales para
aumentar "hasta en un 20% las bases gravables o las tarifas de los
gravámenes de su competencia" cuando sus rentas propias resultaren
insuficientes; y al delegar en la empresa ejecutora del proyecto la definición
de la exigibilidad o cobro de la contribución al disponer que estos tendrán
lugar a partir del 1o. de enero del año siguiente a aquel en que se perfeccione
el contrato para su desarrollo.
Del artículo 8
ibídem, predican las siguientes tachas adicionales:
a) Desconocimiento
de los principios de utilidad, equidad, proporcionalidad e igualdad ante las
cargas públicas al asignar a los municipios del área de influencia del Valle de
Aburrá, la carga financiera del costo total de construcción y puesta en marcha
del sistema de transporte masivo y la generada por la contratación del
empréstito externo, sin consideración al beneficio o utilidad que para cada
entidad territorial represente la obra.
b) Transgresión de
la autonomía administrativa municipal al disponer su parágrafo 1o. que el
recaudo de la contribución por valorización lo harán entidades distintas a los
municipios donde se establece el tributo, a saber, el Instituto Metropolitano
de Valorización INVAL- en Medellín, Itaguí, Bello, Sabaneta, La Estrella y
Copacabana- y la Oficina de Valorización Departamental de Antioquia en
Envigado.
Para concluir este
aparte, afirman que:
"Siendo
inconstitucionales los preceptos acusados, en lo pertinente a la
"administración de las sumas" recaudadas con base en los artículos
5o. y 9o. por la Tesorería General de la Nación, también lo es el artículo 12
de la ley 86 de 1989."
c) Acusación
parcial de los artículos 3o. y 8o. parágrafo 1o. de la Ley 86 de 1989, por
violación de los artículos 1, 2, 3, 4, 113, 121, 136, 150, 209, 286, 287, 298,
299, 300-1, 2, 3, 7, 11 infine; 303, 305-2, 3, 4, 7; 311, 312, 313-1, 2, 5, 6,
7 y 10; 314, 315-3, 5, 7 de la Constitución Política.
A juicio de los
actores, la inconstitucionalidad del artículo 3o. y del parágrafo 1o. del
artículo 8 de la citada Ley se produce por cuanto dichos preceptos delegan sin
restricción de tiempo o materia en el Gobierno nacional y en la empresa
ejecutora del proyecto la determinación del área de influencia del sistema, lo
que en su concepto,
"... constituye
ostensible intromisión en la competencia de las Asambleas Departamentales, del
Gobernador, los Concejos y Alcaldes Municipales, reconocida por los artículos
287, 298, 299, 300-1, 2, 3, 7; 303, 305-2, 4, 7; 311, 312, 313-1, 2, 6; 314,
315-3, 5, 7, de la actual Constitución (arts. 187-2 y 5, 189-2, 194/3 y 9, 196,
197-1, 3 y 4 de la Constitución de 1986) y cercena en forma permanente e
ilimitada, la autonomía de los Departamentos y Municipios al invadir su radio,
ámbito u órbita de acción política y administrativa, pues el legislador no
puede, por medio de leyes, disminuir las funciones concedidas por el
Código Constitucional para la administración de los asuntos seccionales o
locales, ni "insmicuírse en aquélla" (arts. 121 y 136), ni aún so
pretexto, de la unidad del Estado, que le impone el respeto de la precitada
autonomía política y administrativa, departamental y municipal en materia local
o regional, ya que, la coordinación general de los planes y programas de
desarrollo social y la planificación no es absoluta ni sustitutiva, ni implica
co-gobierno, sino orientación de Asamblea, Gobernador, Alcalde y Concejo para
la adopción de decisiones propias.
"Por lo mismo,
el legislador, de una parte, no puede desconocer tales atribuciones y de otra,
trasladar las competencias constitucionales de los entes territoriales a otras
esferas de la administración pública, como el Gobierno nacional y la empresa
ejecutora del proceso.
"Menos podrá el
legislador incurrir en la anfibología de dejar al juicio de una empresa y del
Gobierno, la potestad de integrar en el área de influencia todo municipio
conectado de cualquier manera por otros servicios de transporte colectivo
urbano y por la red vial urbana al sistema, que en simplicidad de términos y
sentido común, significa arbitrio administrativo."
IV.
LA
INTERVENCION CIUDADANA
Según lo acredita el
Informe rendido por la Secretaría General en abril siete (7) del corriente año,
dentro del término de fijación en lista del proceso presentaron escritos de
impugnación a las pretensiones de la demanda los ciudadanos Alvaro Osorio
Sierra, como apoderado de la Empresa de Transporte Masivo del Valle de Aburrá
-ETMVA- y Teresa de Jesús Martin Méndez como apoderada del Ministerio de
Hacienda y Crédito Público.
El apoderado de la
ETMVA fundamenta la constitucionalidad de las disposiciones acusadas en las siguientes
consideraciones:
-No es exacta la
afirmación según la cual las normas impugnadas trasladan el costo total del
proyecto a las entidades territoriales de la República del área de influencia y
al contribuyente por valorización y por impuestos de gasolina. Las empresas
que asumen la prestación de un servicio no necesariamente tienen que
acudir a la suscripción de contratos de crédito y en consecuencia recurrir al
cumplimiento de lo exigido por la ley 86 para que la Nación caucione los
citados compromisos. Por ello, no se trata de que las erogaciones causadas por
la construcción del proyecto, ni de la atención prioritaria al servicio de la
deuda, hayan sido trasladadas a los municipios del área de influencia. Debe
diferenciarse, dice, entre el origen de las fuentes de ingreso que permitan la
financiación de los sistemas de transporte masivo y su pignoración.
-No puede sostenerse
que el legislador, al expedir la ley 86 de 1989, haya alterado, cercenado o
suprimido las competencias de las entidades territoriales de la República o
desconocido la autonomía que en sus diferentes campos les reconoce y concede la
Constitución Política. El nuevo orden constitucional entraña un verdadero
proceso descentralizador que, sin embargo, está limitado por las condiciones
materiales y económicas de nuestros municipios que hacen inoperante el esquema
de autonomía. Por ello, y en eso ha sido reiterativa la jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia, la autonomía patrimonial y administrativa de que
gozan las entidades territoriales no es absoluta. Esa afirmación mantiene su
vigencia a la luz del nuevo ordenamiento constitucional. De hecho, varias
normas constitucionales (49, 67, 150-4, 288, 356, 367), distribuyen
competencias entre la Nación y las entidades territoriales y remiten
permanentemente a la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial. La misma
Constitución entonces admite que, dada nuestra propia realidad económica,
existen serios obstáculos para materializar los principios de
descentralización. Esa realidad económica, incluso, puede llevar a que sea
imposible la expedición de la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, pues no
hay recursos para hacer la asignación de competencias que a ella le
corresponden.
-El municipio, a
pesar de ser la "entidad fundamental de la división
político-administrativa del Estado" no goza de una autonomía absoluta, por
cuanto es al legislador a quien le corresponde determinar la distribución de
competencias en los diferentes niveles de gobierno.
-En la Carta
Política, el nivel nacional tiene prelación sobre el local; así se refleja en
las competencias que esta atribuye al Congreso; al Presidente de la República
en su calidad de jefe del Estado, suprema autoridad administrativa y símbolo de
la unidad nacional; y a los demás órganos centrales.
-La contribución de
valorización constituye un sistema financiero eficaz que produce beneficios
sobre determinadas áreas territoriales, en donde se advierte un incremento en
el valor de la propiedad inmobiliaria. La contribución de este tipo consagrada
en la ley 86, ya fue objeto de un pronunciamiento por parte de la Sala de
Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado, en sentido favorable. En
efecto, dicha Corporación sostuvo que la autonomía que la Constitución concede
a las entidades territoriales para la administración y disposición de sus
patrimonios les permite proceder, sin contrariar la normatividad jurídica, a la
pignoración de sus rentas, cumpliendo con los requisitos legales.
-Termina este
impugnante afirmando que el servicio público de transporte, sobre todo en el
caso de los sistemas integrados, rebasa las fronteras municipales; no es
"domiciliario" en los términos de la Constitución. Por eso, el
gobierno nacional puede definir su área de influencia, con miras a realizar una
verdadera forma de coordinación administrativa.
Por su parte, la
apoderada del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, empieza por relatar que
mediante escritura pública No. 1020 del 31 de Mayo de 1979, otorgada en la
Notaría Novena de Medellín, el Gobernador de Antioquia y el Alcalde de
Medellín, autorizados respectivamente por la Asamblea y el Concejo
correspondientes, constituyeron y solemnizaron la sociedad de responsabilidad
limitada entre entidades de derecho público denominada EMPRESA DE TRANSPORTE
MASIVO DEL VALLE DE ABURRA LIMITADA, cuyo objeto principal es la
"planeación, construcción, operación y administración del sistema de
transporte rápido masivo del Valle de Aburrá". La impugnante informa en
qué consistió la autorización dada por cada una de las dos corporaciones
colegiadas mencionadas, y que tanto el departamento como el municipio
concurrieron a la formación de la sociedad, cada uno aportando el 50% del
capital social de la misma. Pero, dado el costo del proyecto y las exigencias
de la banca internacional, se vieron conminados a solicitar la garantía de la
Nación colombiana.
Afirma que la
pignoración de las rentas municipales y departamentales de que tratan las
disposiciones de la ley 86 que se acusan, se endereza a cumplir con lo
dispuesto en los artículos 227 y 228 del Decreto 222 de 1983, los cuales
obligan a la nación a exigir contragarantías a efectos de poder garantizar un
crédito externo; indica que la Comisión Interparlamentaria de Crédito Público
planteó idéntica exigencia.
La impugnante cita in
extenso la ponencia para primer debate en la Cámara de Representantes,
del proyecto que culminó con la expedición de la ley 86 de 1989, con el
propósito de hacer ver que en ella se hizo énfasis en la necesidad de ayudarle
a los municipios a realizar las obras que solucionen los problemas del
transporte urbano, pero sin comprometer excesivamente y sin contragarantías los
recursos de la Nación; de ahí que, en su opinión, sea equitativo que se cobre
la valorización y la sobretasa en las áreas de influencia del respectivo
sistema.
También cita la
ponencia para primer debate en el Senado, en la que se afirma que el proyecto
de ley es el producto de un consenso regional, con participación de las
autoridades regionales, la clase política y el Gobierno nacional, lo que,
incluso, llevó a la creación de una subcomisión en la Comisión Tercera de la
Cámara de Representantes.
Por último, hace
referencia a la ponencia para segundo debate en el Senado, en la cual se afirma
que dada la magnitud de estos proyectos de inversión y el impacto
macroeconómico que tienen en el servicio de la deuda, se hace necesario que
estos se desarrollen con nuevos esfuerzos de la comunidad beneficiada.
Seguidamente, la
ciudadana interviniente se refiere al concepto de autonomía, de cuya historia
hace un breve recuento, arrancando en Grecia y pasando por la Edad Media. La
define como "la facultad de una comunidad humana de gobernarse a sí misma,
mediante sus leyes propias, y por autoridades elegidas de su seno; todo dentro
del marco de una subordinación a un poder central, y dentro de las
instituciones políticas del Estado al cual pertenecen." Considera que
esta noción conserva su vigencia aún bajo el imperio de la nueva Constitución,
como quiera que desde su preámbulo se indica la necesidad de fortalecer la
unidad de la Nación.
Procede a hacer una
reseña jurisprudencial al respecto para, a partir de todos estos elementos,
reiterar que a la ley le corresponde hacer la distribución de competencias,
limitando, en cierta medida, la autonomía territorial. En igual sentido,
afirma, se ha pronunciado el Consejo de Estado. Por todo lo anterior concluye
que "la autonomía de que nos habla la Constitución de 1991 tiene límites
en el ámbito de la ley que constituye la expresión de la República unitaria.
"
IV. ELEMENTOS PROBATORIOS
Con el fin de
allegar al proceso elementos de juicio sobre aspectos relevantes para la
decisión, el suscrito magistrado ponente, en uso de sus competencias legales,
solicitó a los Presidentes del Senado de la República y de la Cámara de
Representantes la remisión, con destino a las presentes diligencias, de copia
auténtica del expediente legislativo y de los antecedentes del proyecto que
culminó con la expedición de la Ley 86 de 1989. Tales antecedentes obran en
cuadernos separados: el No. 1 distingue los enviados por el Senado (69 folios)
y el No. 2 identifica los provenientes de la Cámara (70 folios).
La Corporación, en
lo pertinente, hará referencia a dichos elementos en el acápite de
"Consideraciones", correspondiente al numeral VII de este fallo.
V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
El señor Procurador
General de la Nación, Dr. Carlos Gustavo Arrieta Padilla, mediante oficio No.
014 de mayo 12 de 1992, rindió en tiempo el concepto fiscal de rigor.
Estima que como el
argumento central de la acusación gira en torno a la presunta invasión por el
nivel central, de competencias propias de las instancias seccional y local, es
del caso examinar las disposiciones constitucionales que hoy institucionalizan
la estructura del Estado y definen competencias y funciones de todos los
niveles administrativos.
En ese orden de
ideas, comienza el jefe del Ministerio Público por hacer un breve recuento del
proceso de "búsqueda de un modelo descentralista" que se ha cumplido
en el país en los últimos 20 años. De él destaca algunos de sus hitos más
relevantes (i.e., el traslado de funciones y de recursos del nivel central al
nivel local que tuvo lugar en 1983 y la elección popular de alcaldes) y lo
caracteriza como el "resultado de una reacción contra el creciente proceso
de centralización y concentración de funciones..."
A su juicio, la
Carta de 1991 "dió un paso más hacia el descentralismo buscando un modelo
viable, eficiente y compatible con un manejo económico equilibrado." El
marco que estableció, para ser posteriormente desarrollado por el legislador,
obliga a este a "formular orientaciones y mecanismos de articulación entre
la Nación y las entidades territoriales manteniendo siempre tanto la unidad de
políticas y estrategias como la autonomía de las administraciones seccionales y
locales".
En punto a los
concretos cargos de la demanda, el Procurador reflexiona así:
- La determinación
de lo que se entiende por área de influencia de un sistema de servicio público
urbano de transporte masivo de pasajeros y la atribución al Gobierno nacional
de la potestad para señalar dicha área, contenidas ambas en el artículo 3o. de
la Ley 86 son inconstitucionales pues con ellas se desconoce "la órbita
misma de las funciones departamentales y municipales", pues no se trata de
una instancia de coordinación de aquellas previstas en el artículo 209, sino
de la asignación al nivel central de una competencia que es propia del nivel
departamental y local.
- Los artículos 4o,
5o. y 7o son constitucionales pues lo que de ellos se acusa corresponde a la
racionalización financiera que se requiere para garantizar la realización de
los proyectos de sistema de transporte masivo de pasajeros, (de gran
envergadura e impacto) y, por ende, a políticas de resorte del nivel central a
cuyo cargo está la conducción "del manejo macroeconómico del
Estado." Opina que con estas previsiones:
"...se está
tutelando la prevalencia del interés general que se pregona desde el primer
artículo de la Carta de 1991, sin desconocer con ello el modelo descentralista
con autonomía de las entidades territoriales que prevé dicho precepto."
En su concepto, las
normas impugnadas no atentan contra la política de descentralización implícita
en la Constitución, por cuanto permiten atemperar el impacto macroeconómico de
proyectos que desarrollen sistemas de servicio público urbano de transporte masivo
de pasajeros y se adecúan entonces a las preceptivas constitucionales que
asignan el manejo global de las políticas y programas de desarrollo a la
instancia central. En apoyo de su aserto cita la exposición de motivos que
presentó el gobierno cuando puso a consideración del Congreso el proyecto de la
ley que aquí se acusa.
- Por lo demás,
sostiene que lo impugnado del artículo 5:
"... facilita
el que las entidades territoriales que deseen emprender este tipo de proyectos
cuenten con los recursos necesarios para obtener la garantía de la Nación; que
no de otra manera, es decir, sin el suficiente respaldo, se podría
otorgar".
La
constitucionalidad de esta norma, en su opinión, se refuerza con:
"...la
competencia de la ley para establecer el marco que determine la gama de
tributos aplicables a cada una de las instancias de la administración, así como
su base gravable, en virtud de la cual cada entidad territorial está habilitada
para seleccionar los tributos que aplicará en su jurisdicción, y las tarifas
que los han de regir, bajo ciertos principios rectores que eviten la
desarticulación del sistema tributario nacional y la superposición de
gravámenes."
- Las anteriores
consideraciones son de recibo también, según el Procurador, respecto de las preceptivas
de los artículos 7o., 8o. y 9o. que se refieren a la estrategia de financiación
para el caso particular del sistema de transporte masivo de pasajeros del Valle
de Aburrá en las cuales se halla ínsita la protección al interés colectivo.
- La asignación que
hace el artículo 8o. de la ley 86, al Instituto Metropolitano de Valorización
INVAL, para el recaudo de la contribución por valorización en los municipios de
Medellín, Itaguí, Bello, Sabaneta, La Estrella y Copacabana, y a la Oficina de
Valorización Departamental de Antioquia para que haga lo propio en el municipio
de Envigado, atribuye a entes del nivel descentralizado una competencia que de
por sí y en atención a la naturaleza misma de este tipo de recaudo "les es
propia".
A juicio del Procurador:
"Con ninguno
de estos artículos (4o, 5o, 7o, 8o, y 9o) se transgrede el principio de
soberanía fiscal el cual no puede ser observado en la hora actual únicamente
bajo una óptica municipalista o departamentalista; por el contrario, su
contenido permite a los entes territoriales evaluar la medida de sus
capacidades para emprender la ejecución de proyectos de transporte masivo de
pasajeros, debiendo para el efecto optimizar el esfuerzo y cobertura de sus
tributos propios."
Por lo demás ,
considera que el aparte final del artículo 5o. impugnado, al señalar la
oportunidad para cobrar los incrementos que él mismo prevé, a partir del 1o. de
enero del año siguiente en que se perfeccione el contrato
"...no está
delegando, como lo proponen los actores, en la empresa ejecutora del proyecto,
la definición de la exigibilidad o cobro de la contribución ni se está
irrogando con esta previsión un efecto retroactivo."
- El artículo 12,
según el concepto del Procurador, también se encuadra dentro del contexto de
racionalización y orden de este tipo de proyectos, al asignar a la Tesorería
General de la República la administración de las sumas recaudadas por concepto
de los recursos provenientes del cumplimiento de los otros artículos de la ley
86 de 1989.
En síntesis,
expresa:
"Salvo el
reparo hecho al artículo 3o. de la Ley 86 de 1989, las prescripciones de las
demás disposiciones acusadas se adecúan al marco constitucional que se estima
violado y especialmente a las previsiones de los artículos 286, 287 y 288 de la
Carta Política."
VI. LA OPINION
DE LOS EXPERTOS.
En ejercicio de sus
atribuciones legales y con el fin de allegar al proceso elementos de juicio, el
magistrado ponente invitó a expertos en las materias relacionadas con el tema
que en él se debate a presentar concepto por escrito, lo cual hicieron
oportunamente en la forma que a continuación se resume:
l. Concepto
del doctor Alvaro Leyva Zambrano, Presidente del
Instituto Colombiano de Derecho Tributario. (Fls. 158 a 172)
El doctor Leyva
Zambrano hace inicialmente unos comentarios sobre la facultad impositiva en
general; presenta luego un panorama sobre las diversas reformas
constitucionales y concluye que el poder impositivo local ha estado siempre
regulado por la ley.
"La nueva Carta
puso énfasis en el principio de legalidad de los impuestos y le dió contenido.
En el artículo 150-12 manifiesta que es función de la ley "establecer
contribuciones fiscales y, excepcionalmente, contribuciones parafiscales...".
Y autoriza a las ordenanzas y acuerdos para decretar los locales (arts 300-4,
313-4 y 338). Y ordenó que las normas con capacidad de crear tributos debían
definir los sujetos activos y pasivos, los hechos y las bases gravables y las
tarifas, si bien estas últimas se pueden determinar, según reglas legales, por
"las autoridades", previa autorización legal..."
Posteriormente,
afirma que las áreas metropolitanas, por no ser entidades territoriales, no
tienen potestad tributaria; la nueva Constitución subordinó la competencia en
materia tributaria de ordenanzas y acuerdos a la ley.
De acuerdo al Dr.
Leyva, la nueva Constitución no dice qué elementos debe contener la ley que
autorice la imposición local, lo que hace que la situación sea muy similar a la
que rigió hasta 1991, cuando los criterios sobre este punto fueron laxos.
Dice más adelante:
"Se conservaron
las prohibiciones a la ley de conceder exenciones o tratamientos preferenciales
en los tributos locales, y la de gravar lo ya gravado por los entes locales
(arts. 294 y 362), y la de apropiarse de los tributos locales -salvo en caso de
guerra exterior- y se les confirieron las garantías de la propiedad privada que
les atribuía la Carta vieja."
A lo que agrega,
refiriéndose al contenido de la ley que autoriza el tributo local:
"...La práctica
legal, aprobada por la jurisprudencia, ha sido la de que, especialmente en lo
relacionado a bases y tarifas, se deja amplio margen a las autoridades locales,
pues la ley fija el sujeto activo -la entidad territorial- ; el pasivo -quien
se encuentre en la situación de hecho que causa el tributo, que también se
define (tener un predio, ejercer el comercio, beneficiarse de una obra pública,
etc)-, pero la entidad local al utilizar la autorización, fija y precisa las
bases, tarifas y los demás elementos que aún no se hayan definido. Es que el
tributo no existe mientras el ente territorial no haya ejercido la potestad
tributaria que le es intrínseca, pero que requiere autorización legal."
El concepto entra de
lleno a hacer algunas consideraciones sobre la constitucionalidad de las normas
acusadas, desde el punto de vista exclusivamente tributario.
En cuanto al
artículo tercero de la ley demandada, considera el Doctor Leyva que puede haber
un conflicto si la obra es regional, por cuanto, al definir el área de
influencia, el Gobierno nacional puede interferir en las competencias que la
Constitución le otorga a las corporaciones locales. En todo caso, dice el
experto, este artículo debe estudiarse en armonía con los artículos 234 y ss.
del Decreto 1333 de 1986, relativos al cobro del impuesto de valorización.
El artículo cuarto
en nada compromete ni a nada obliga a las entidades territoriales que
desarrollen sistemas de servicio público urbano de transporte de pasajeros.
"Cada entidad
sabrá si pignora o no sus rentas, por cuanto tiempo y en que cuantía... y cada
departamento o municipio lo puede hacer porque sus rentas se asimilan a la
propiedad de los particulares... los cuales pueden empeñar todos sus bienes y
rentas. Igualmente, lo pueden hacer porque para ello gozan de autonomía
administrativa. La ley a nada los obliga, ni interfiere en su autonomía."
El doctor Leyva
analiza las acusaciones hechas al artículo quinto como sigue:
El primer inciso,
que enuncia lo que pasa cuando las rentas propias de los municipios no alcancen
a servir de garantía al aval de la nación, deja en manos de cada distrito la
decisión.
La autorización para
aumentar los impuestos propios de los municipios en caso de insuficiencia de la
prenda, no es una sobretasa. Se está autorizando para aumentar la tarifa o base
de los impuestos a la entidad que los percibe. "Si la Constitución
prohibiera esa autorización los impuestos locales jamás se podrían aumentar,"
dice el concepto.
El contrato de
garantía con "contragarantía," (como es este caso) no tiene efectos
presupuestales mientras el contrato principal se cumpla, pues no presupone
ingreso ni desembolso alguno.
En cuanto a las
acusaciones contra los artículos 7o. y 9o., el Dr. Leyva puntualiza que su
contenido implica que las entidades correspondientes reciben la autorización
legal, de la cual pueden hacer uso si lo desean para aumentar unos impuestos y
unas contribuciones; y en uso de su autonomía pueden solicitar la garantía de
la Nación a la cual se autoriza a concederla en determinadas condiciones.
Con respecto a la
acusación según la cual la ley viola los principios de equidad e igualdad, el
concepto afirma que dicha violación no se puede establecer con las simples
autorizaciones; habría que esperar a que se desarrollen las normas concretas
que fijen los tributos.
El concepto remata
así:
"la Ley acusada
no está disponiendo en ningún caso y a ningún título, de las rentas y bienes de
las entidades territoriales, por lo cual no está expropiándolas ni
confiscándolas. Se repite que está autorizando a las entidades que deseen la
garantía de la Nación para que pignoren esas rentas; y a la Nación para
adquirir compromisos que representan deuda pública."
2. Concepto
del ex-constituyente y abogado Gustavo Zafra Roldán. (Fls. 177-178)
En su opinión:
"El concepto de
autonomía de las entidades territoriales que se consagra desde el artículo 1o.
de la Constitución... tiene las siguientes características:
a. Debe entenderse
autonomía al interior de un Estado unitario; ello implica que no se trata de un
Estado federal.
b. La autonomía de
las entidades territoriales es diferente a la mera descentralización porque de
lo contrario carecería de sentido que se hubiera declarado al mismo tiempo,
"la descentralización" y además la "autonomía."
Considera igualmente
que la autonomía supera a la mera descentralización, pero no se equipara al
federalismo y va ligada al Estado Social de Derecho.
A propósito de la
experiencia en materia de la ejecución del gasto social por las entidades
territoriales, el Dr. Zafra observa que las leyes relativas a autonomía, que
sean más restrictivas que las existentes antes de la Constitución de 1991,
podrían ser inconstitucionales, porque sería absurdo que la autonomía se
interpretara en retroceso de la descentralización ya lograda.
Señala finalmente
que:
"...es claro
que en los casos en los cuales la Nación vaya a ser garante de obligaciones de
las entidades territoriales, fije la Nación las condiciones en las cuales se
otorguen garantías."
3. Concepto
del abogado Jesús Vallejo Mejía
(Fls.
173 a 176)
Con el propósito de
allegar elementos de juicio que contribuyeran a construir una visión global de
los diversos intereses concernidos en la aplicación de la ley controvertida, el
Magistrado Ponente insistió en tener una opinión del doctor Jesús Vallejo
Mejía no obstante que este, espontáneamente manifestara su eventual
impedimento derivado de su condición de asesor de la EMTVA.
Los aspectos
pertinentes bien pueden resumirse así:
-El artículo 150-23
atribuye al Congreso la potestad de expedir las leyes llamadas a regir los
servicios públicos. Por ello, la ley puede establecer el área de influencia del
servicio público urbano de transporte masivo de pasajeros. También puede, por
lo tanto, asignarle mediante ley competencia administrativa al Gobierno para
que haga esa fijación. Aunque se trate de un servicio que corresponde a las
entidades territoriales y no a la Nación, lo puede hacer porque la autonomía de
estas está circunscrita a lo que digan la Constitución y la ley (art. 287) y
porque deben aplicarse los principios de coordinación, concurrencia y
subsidiariedad para la distribución de competencias conforme al artículo 288 de
la misma.
-El establecimiento
por parte de la Nación de un límite para la contratación y garantía de créditos
externos destinados a financiar sistemas de servicio público urbano de
transporte masivo de pasajeros, en nada afecta la autonomía de las entidades
territoriales, sino la de la Nación.
Una norma de esa
índole desarrolla la disposición constitucional de asignarle al Congreso la
atribución de conceder autorizaciones al Gobierno para celebrar contratos.
Además, la capacidad de pago de la Nación y de las entidades territoriales debe
estar regulada por la ley.
-De acuerdo a los
artículos 300-4, 331-4, 302 y 320, la Ley puede establecer regímenes
tributarios diferenciales para las entidades territoriales.
-La prohibición de
darles destinación específica a las rentas rige para la Nación, pero no para
las entidades territoriales. Ello porque la prohibición tiene por objeto
proteger el régimen de transferencias de la Nación a las entidades
territoriales; como quiera que estas últimas no hacen transferencias, la
prohibición no se les aplica. La ley puede, entonces, asignarles destinación
específica.
-Con respecto al
inciso primero del artículo 8o. de la ley demandada, el Dr. Vallejo Mejía
plantea una duda que tiene que ver con:
"... la intervención
administrativa que por medio de esta disposición está verificando el Congreso,
dado que tal vez no sea tarea suya la de establecer en concreto el valor mínimo
a distribuir por valorización por parte de entidades territoriales. Pero si
ello se toma como un supuesto de las garantías que se autoriza a dar a la
Nación y no como una obligación a cargo de las entidades territoriales, puede
ser aceptado."
Continúa afirmando
que no cree que haya inconstitucionalidad en asignarle competencia a una entidad
departamental para recaudar un gravamen de valorización en un municipio situado
dentro de su respectiva jurisdicción, salvo que se concluya que el Congreso no
puede legislar sobre materias específicas a realizar por las entidades
territoriales.
Termina su concepto
con la consideración según la cual el artículo 9o. :
"...no merece
reparo alguno en la medida que se lo tome ... como que establece requisitos
para que la Nación garantice la financiación del transporte masivo del Valle de
Aburrá, pues no es obligación constitucional suya entregar esa garantía."
VII. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE
A. COMPETENCIA
Al tenor de lo
dispuesto en el artículo 241-4 de la Constitución Política, esta Corte es
competente para decidir la presente demanda. como quiera que las disposiciones
que en ella se acusan hacen parte de una Ley de la República.
B. DESCENTRALIZACION
Y AUTONOMIA EN EL AMBITO DE
LA
REPUBLICA UNITARIA
1. PROBLEMAS
CONCEPTUALES.
Por voluntad expresa
del Constituyente de 1991, la descentralización y la autonomía constituyen hoy
elementos fundamentales de nuestra República unitaria. Con todo, la
determinación de la naturaleza y alcances concretos de ambos elementos es tarea
que exige cuidadoso proceso previo de clarificación conceptual, ya que tanto
en el derecho como en la ciencia política, los autores no los emplean siempre
en sentidos unívocos. Esto dificulta en grado sumo su identificación,
interpretación y, lo que es más importante, su correcta aplicación en el ámbito
de las funciones y competencias estatales.
La dificultad se
advierte no sólo en la doctrina sino en las nociones y conceptos elementales de
"autonomía" y "descentralización", que figuran en algunos
diccionarios y enciclopedias especializadas, tanto nacionales como extranjeras.
En lo que respecta a
la descentralización, la falta de sentido unívoco se manifiesta en la
diferencia entre definiciones que se refieren a ella como "un sistema de
administración"1
; como un fenómeno que consiste en el "aumento de funciones a las
divisiones administrativas"2
; o como "la acción de transferir parte de la autoridad"3 .
En cuanto a la
autonomía, las definiciones no son menos heterogéneas. Unas se refieren a ella
en términos de "facultad que dentro de un Estado soberano se otorga a las
unidades administrativas inferiores, para regirse por si mismas en mayor o
menor grado"4
; Otras, en cambio, se refieren a la autonomía como una
"descentralización política (...)como facultad de una comunidad humana de
gobernarse a sí misma, mediante sus leyes propias, y por autoridades elegidas
de su seno"5
; mientras que otras hablan de autonomía como "la libertad que se concede
a una región, provincia, pueblo o ciudad para dirigir, según normas y órganos
propios, todos los asuntos concernientes a su administración" 6 .
Las dudas e
inquietudes en materia de descentralización y autonomía se hicieron sentir
también en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente.
En efecto, en la
ponencia para primer debate sobre Ordenamiento Territorial, el constituyente
Gustavo Zafra Roldán identificó claramente cinco ideas dominantes entre las
cuales está presente en lugar destacado la "descentralización", como
se desprende del siguiente texto:
"...
3.3 ¿HAY UN
MODELO DE ORDENAMIENTO TERRITORIAL?
"La
multiplicación de entidades territoriales ha generado un esquema de
ordenamiento territorial que no muestra claramente una visión integral, dado
que la sustentación fue realizada separadamente para cada una de las entidades
que la conforman. Así, el resultado aparece como la suma aritmética de las
partes y no como una política integral para el desarrollo territorial
colombiano.
"Sin
embargo, del articulado aprobado se desprende que hubo cinco ideas dominantes:
- La autonomía de
las entidades territoriales
- La
profundización de la descentralización
- El
fortalecimiento económico de los entes territoriales
- La consagración
del municipio como eje fundamental del Estado
- La democracia
participativa
"Estas 5
ideas rectoras constituyen la filosofía del nuevo ordenamiento territorial
colombiano que se propone sin que me comprometa en la afirmación sobre
integralidad y coherencia del modelo finalmente propuesto por la mayoría de la
comisión.[1]
..."
En la ponencia para
segundo debate, el constituyente Jaime Castro profundiza el tratamiento de los
contenidos materiales de los conceptos "descentralización" y
"autonomía" como sigue:
"...la
Asamblea, como era su propósito, decidió profundizar y desarrollar el proceso
de descentralización que el país inició con la elección popular de alcaldes. Con
tal fin, institucionalizó el concepto de autonomía en la propia
Constitución. Esas han sido las dos grandes decisiones adoptadas hasta el
momento por la Asamblea en la materia:
"1a Darle a
la descentralización un claro contenido autonómico. La relación que
luego se hará de los artículos aprobados así lo confirma.
"2a Definir
en la propia Constitución ese regímen autonómico y sentar en ella las
bases para sus futuros desarrollos legislativos...
"..."
" Son varios
los artículos que por primera vez le dan categoría constitucional al concepto
de autonomía aplicado a la organización territorial interna del Estado. El tema
ha sido, durante años, fuente de interminable controversia entre los
tratadistas del derecho constitucional, la teoría del estado y la ciencia
política. Hoy no existe una definición universalmente aceptada de autonomía,
sea ésta municipal, departamental o regional. En lo único que coinciden los
especialistas, con toda razón, es en afirmar que las distintas soluciones o
fórmulas dependen de las peculiaridades de la legislación de cada país, de su
historia constitucional y política, de sus condiciones culturales y de sus
prácticas administrativas. Bien particular es, por ejemplo, el contexto dentro
del cual se desenvuelve el autonomismo español, signado por las diferencias
nacionales y el separatismo sobre los cuales se ha construido tan especial (y
única) forma de Estado.
"Por su
parte, la doctrina administrativa francesa ha llegado al concepto de autonomía
a fuerza de desarrollar y extraerle consecuencias significativas a la teoría de
la descentralización administrativa, que con ella parece haber llegado al
máximo de sus posibilidades especulativas. Según esta teoría de la
descentralización administrativa -de antiguo arraigada y sistematizada entre
nosotros a partir de las reformas administrativa y constitucional de 1968- los
entes descentralizados (por servicios y territorialmente) están dotados de
personería jurídica y disponen de amplias competencias jurídicas, en la medida
en que disfrutan de autonomía administrativa y de patrimonio propio. En
resumen, toda descentralización plenamente aplicada engendra una autonomía
relativa (si bien no absoluta) del ente descentralizado, que por lo mismo es
también válido denominar autónomo. Conviene observar, además, que la autonomía
resultante puede presentar diversos grados de intensidad, según las
circunstancias particulares de cada caso.
"Debido,
entonces, a la enorme posibilidad de variantes, la autonomía, como principio
abstracto o teórico, sólo sirve de guía para el análisis de los distintos
sistemas políticos, en sus formas de organización territorial del poder, aun
cuando el Estado sea unitario, federal, regional o de cualquier otro tipo. Esta
es cuestión que ya no se discute. El derecho administrativo francés ha
reconocido por medio de destacados expositores (Scelle, Dabin, Durand) que la
autonomía es una "noción gradual" porque es concebible toda una gama
de situaciones intermedias entre la descentralización de los Estados unitarios
y el más extremo federalismo. Resulta claro, por tanto, que la forma unitaria
del Estado es compatible con el principio de autonomía, por ser ésta,
básicamente, resultado normal de una amplia descentralización. De manera que al
combinar estos dos principios (Estado unitario y autonomía de las entidades
territoriales) los constituyentes no han incurrido en contradicción o error.
Por el contrario, han trazado un rumbo que enriquece el potencial de nuestro
sistema constitucional, político y administrativo.
"Es
importante dilucidar de una vez esta importante cuestión porque deliberadamente
la reforma en curso hace reiterado énfasis en el principio de la autonomía de
las entidades territoriales, situación que despeja cualquier duda sobre la verdadera
intención del constituyente. El principio se consagra como precepto fundamental
de la Constitución Política desde su primer artículo, y se ratifica luego cada
vez que hay oportunidad de hacerlo, cuando son definidas las entidades
territoriales en general, y, en particular, el departamento, la región e,
inclusive, el Departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa
Catalina y el Distrito Capital de Santafé de Bogotá.
"La
autonomía, grado máximo de la descentralización, también tiene que plantearse
en los campos político, fiscal y administrativo de la vida de las entidades
territoriales en donde se aplique."[2]
Por cuanto respecta
a la jurisprudencia reciente de nuestros más altos tribunales acerca de la
autonomía de las entidades territoriales en el ámbito del Estado unitario,
queremos aquí, por razones de brevedad explicables, destacar tan sólo el
pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia del cual fue ponente el
magistrado Hernando Gómez Otálora, con ocasión de una demanda que cuestionaba
la constitucionalidad de la competencia que la Ley 9a de 1989 atribuía en
materia de suelos a las oficinas departamentales de planeación:
"...si bien
es cierto que la Constitución reconoce la existencia de departamentos y
municipios como entidades territoriales, con cierta autonomía para el manejo de
los asuntos seccionales y traza en su favor unas competencias determinadas
radicadas en cabeza de sus órganos de gobierno, tal autonomía en el Estado
Unitario que consagró el artículo 1o de la Constitución de 1886, que aún nos
rige, es relativa y que, por ello, la misma Carta, respecto de ciertas
materias, defiere a la ley la determinación por vía general de las competencias
constitucionales asignadas al departamento o municipio, sin que ello signifique
quebranto alguno a la autonomía reconocida constitucionalmente en favor de
aquéllos, ni desconocimiento de sus competencias, pues en este caso, la
actuación del legislador tiene nítido origen en la propia Constitución y, por
lo mismo, puede la ley establecer limitaciones para encauzar el ejercicio y
desarrollo de dicha autonomía, con el propósito de articular la actividad de
los entes descentralizados y la del Estado Central.
"Tal es el
caso en materia de planeación del desarrollo departamental y municipal, en el
cual el constituyente fue explícito en someter las competencias
constitucionales atribuidas a los órganos de gobierno del departamento y del
municipio, a lo previsto por la ley a fin de asegurar la necesaria
coordinación y armonización de la planeación regional y local con la
nacional."[3]
Por último, es de
destacar en este breve recorrido enderezado a identificar los elementos que
permitan establecer el alcance de la descentralización y la autonomía en
nuestra República unitaria, que el tema estuvo también presente en el reciente
"Acuerdo Político" celebrado por el Gobierno y en el cual se
establecen las bases para la participación de las diversas fuerzas políticas
que lo suscribieron:
"Convocados
por el Presidente de la República, para evaluar la situación de la Nación y
establecer las bases bajo las cuales entran a participar en el Ejecutivo por invitación
que, en el ejercicio de su fuero, él les formulara, los partidos, movimientos y
agrupaciones políticas lo suscriben con el solidario compromiso en lo atinente
a la orientación y manejo de asuntos de interés nacional en consonancia con las
orientaciones y lineamientos consignados en el presente acuerdo.
...
DESCENTRALIZACION
Y AUTONOMIA REGIONAL:
El Gobierno y las
fuerzas políticas en él representadas se comprometen a profundizar el proceso
de descentralizacion con el propósito de garantizar el desarrollo armónico y
equilibrado de todas las regiones del país, dentro del marco de autonomía que
les otorga la Constitución."[4]
Como se ve, los
autores del acuerdo le dan a la autonomía un alcance genérico en cuyo ámbito
opera como una de sus diversas formas, la denominada "descentralizacion
profundizada."
2. ALGUNAS
CLARIFICACIONES.
Ahora bien, puesto
que para decidir buena parte de los cargos que aparecen en la demanda objeto
del presente fallo, es preciso establecer el alcance que tienen la
descentralizacion y la autonomía dentro de la República unitaria que, por
virtud de la voluntad expresa del Constituyente, continúa siendo Colombia en la
Carta de 1991, nos proponemos hacer algunas someras consideraciones al
respecto. Confiamos que ellas puedan contribuir de alguna manera al proceso
ineludible de clarificación que esta Corte debe realizar como exigencia no
meramente semántica y teórica sino, -lo que es más importante-, de la realidad
política y administrativa cotidianas, en orden a definir la naturaleza y
límites de algunas funciones y competencias del Estado.
En lo que se refiere
a la "descentralizacion", es preciso no perder de vista que Colombia
es hoy un Estado Social de Derecho organizado en forma de República unitaria, descentralizada
(C.N., art. 1o.). En desarrollo de estas características que hacen parte de la
esencia misma del Estado, se dispone que los servicios de salud se organizarán
de manera descentralizada (C.N., art. 49o.); que la función
administrativa debe desarrollarse mediante la descentralizacion (C.N., art.
209); que las entidades del orden nacional descentralizadas por
servicios sólo pueden ser creadas por ley o por autorización de esta (C.N.,
art. 210). La descentralizacion aparece también en forma implícita en la
autorización para crear divisiones del territorio distintas a la denominada
general, para el cumplimiento de las funciones y servicios a cargo del Estado
(C.N., art. 285).
De otra parte, la
Ley Orgánica del Presupuesto deberá regular lo correspondiente a la
programación, aprobación, modificación, ejecución del presupuesto de los entes
descentralizados de cualquier nivel administrativo (C.N. art. 352). Así
también, la Carta prohibe descentralizar responsabilidades sin la previa
asignación de los recursos fiscales suficientes para atenderlas (C.N. art.
356). Tales entes podrán conceder subsidios, en sus respectivos presupuestos,
para que las personas de menores ingresos puedan pagar las tarifas de los
servicios públicos domiciliarios que cubran sus necesidades básicas (C.N. art.
368).
Por cuanto respecta
a la "autonomía", ella aparece inicialmente consagrada como
característica esencial tanto de las entidades territoriales que conforman el
Estado colombiano (C.N. art. 1o.) como del organismo de derecho público a cuyo
cargo estará la intervención estatal en el espectro electromagnético utilizado
para los servicios de televisión (C.N., arts. 76 y 77), de los órganos creados
para el cumplimiento de algunas funciones estatales (C.N., art. 113), de las
Corporaciones Autónomas Regionales (C.N., art. 150-7) y de la administración
de justicia (C.N. art. 228).
Como manifestación
de darse sus directivas y regirse por sus estatutos de acuerdo con la ley, la
autonomía administrativa alcanza ciertamente su máximo esplendor ontológico y
conceptual a nivel de la Carta del 91 en la autonomía universitaria (C.N. art.
69)
De otra parte, la
autonomía, sin otra precisión, es también una característica de la Fiscalía
General de la Nación (C.N., art. 249), de la Contraloría General de la
República (C.N. art. 267), de las Contralorías departamentales y municipales
(C.N., art. 272), de las entidades territoriales (C.N., art. 287), de las
Asambleas Departamentales (C.N., art. 300) y de la Corporación Regional del Río
Grande de la Magdalena (C.N. art. 331).
Como se ve, pues, el
Constituyente de 1991 fue generoso en la utilización de los conceptos de descentralizacion
y autonomía, otorgándoles sentidos multívocos que
corresponde al intérprete de las normas desentrañar y precisar en cada caso,
como etapa previa y necesaria de su aplicación. Por ello, esta Corte estima
pertinente hacer algunas breves consideraciones al respecto con el ánimo de
ocuparnos luego de las implicaciones que parte importante de la doctrina
jurídica moderna reconoce a los conceptos de descentralizacion y autonomía en
el ámbito de estados que, como Colombia, son, simultáneamente, Repúblicas
unitarias.
En el ámbito
institucional, como en el individual, los conceptos de autonomía y
descentralizacion hacen referencia a un cierto grado de libertad en la
toma de decisiones por parte de un determinado ente jurídico en relación con
otro.
Se utilizan en
derecho constitucional y en ciencia política como parámetros teóricos, como
tipos ideales (Max Weber) a partir de los cuales se cataloga o se describe una
realidad caracterizada por tendencias.
Como ha sido señalado
por Hans Kelsen, no existe una Estado organizado de manera totalmente
descentralizada, como tampoco existe un Estado totalmente centralizado.
"Los estados
históricos, esto es, los órdenes jurídico-positivos de cada Estado, no han sido
ni plenamente centralizados ni descentralizados por completo; siempre ha habido
en ellos una parte de centralización y otra de descentralizacion, habiéndose
aproximado más o menos, según los casos, a uno u otro de estos tipos
ideales."[5]
Ahora bien, el grado
de descentralizacion o autonomía se mide por la incidencia que una entidad
decisoria tiene en la creación y la aplicación de las normas. Aquí también es
necesario introducir el elemento revitalizador: habrá ámbitos normativos
caracterizados por la plena autonomía, otros por la parcial autonomía y otros
por la plena dependencia.
En consecuencia, de
la misma manera como la libertad o la dependencia de un individuo debe ser
evaluada como una capacidad relativa a partir de circunstancias específicas,
las normas constitucionales que se refieren a la descentralizacion y a la
autonomía de las entidades territoriales, no pueden ser tomadas en términos
absolutos. Ellas marcan una pauta, un grado, una tendencia que debe ser
respetada al momento de interpretar las relaciones entre el Estado central y
sus entidades y que no excluye la posibilidad de que existan, en tales
relaciones, algunos ámbitos normativos de mayor dependencia y otros de mayor
autonomía.
En un Estado
unitario, como Colombia, coexisten formas de descentralizacion cualitativas y
cuantitativas con la unidad de organización de la comunidad estatal. Tales
formas se manifiestan a través de entes territoriales (departamentos, municipios)
o de una racionalización de funciones administrativas (vgr. corporaciones
autónomas regionales).
En el Estado federal
típico, por el contrario, la descentralizacion es de tal grado que hace
desaparecer la unidad de organización dando lugar en su interior al nacimiento
de ordenamientos interdependientes, comoquiera que cada uno es la expresión de
centros de autoridad dotados de potestad de autoorganización de origen
constitucional.
La descentralizacion
aparece, pues, como un concepto genérico que comprende diversos grados de
libertad en la toma de decisiones. Cuando ella se manifiesta, por ejemplo,
en la gestión de intereses propios mediante autoridades también propias y en
la expedición de normas ajustadas a la Constitución y la ley, nos encontramos
ante la autonomía. En el ámbito concreto de la República unitaria que sigue
siendo Colombia por virtud de la Carta de 1991, descentralizacion y autonomía
se desenvuelven y son compatibles con una unidad de organización de la
comunidad estatal de carácter político y con la presencia de una soberanía que
reside en el pueblo. Ninguna pretende confundirse o rivalizar con la soberanía
en el ámbito del Estado unitario.
Para una mejor
inteligencia de los diversos aspectos que involucra este fallo, es conveniente
pues tener en cuenta la naturaleza y esencia de la descentralizacion como
libertad en la toma de decisiones, cuyo ejercicio concreto se traduce en
diversos grados y esferas propias de actividad por parte del sujeto que la
ejerce.
Es por eso que unas
veces se manifiesta, prevalentemente, en la realización de funciones con
abstracción del aspecto territorial, por cuanto lo que interesa
fundamentalmente es la racionalización administrativa en la prestación de un
servicio. Otras, por el contrario, el elemento territorial asume una posición
dominante en el ejercicio de la descentralizacion. El grado de libertad del
sujeto puede manifestarse en el ejercicio de funciones a través de los típicos
actos administrativos, o puede adquirir también la forma de actividad
normativa, la cual se ejerce dentro de la unidad de organización de la
comunidad estatal, vale decir, sin dar lugar al nacimiento de un ordenamiento
de tal naturaleza que desborde el centro de autoridad.
Así se delimita y
especifica la autonomía en el ámbito de una República unitaria, característica
esta que el Constituyente ubicó significativamente en primer lugar entre los
diversos elementos que integran hoy la forma de gobierno vigente en Colombia.
Es de destacar que
el Estado unitario en sentido estricto, aparece como una organización
centralizada en la cual los entes locales están subordinados a él y ejercen las
facultades propias de la autonomía y la descentralizacion en diversos grados,
los cuales no impiden, en modo alguno, la centralización de la organización
política.
En el ámbito del
Estado federal típico, por el contrario, los denominados Estados Miembros son
titulares de una potestad de autoorganización constitucional que les permite
darse, dentro de límites determinados, su propio ordenamiento constitucional.
Así, pues, en el
Estado unitario típico puede darse una descentralizacion entendida como un
cierto grado de libertad para el manejo de algunas actividades a nivel
predominantemente administrativo en tanto que en el Estado federal la
descentralizacion alcanza un grado tal que no sólo trasciende los niveles
administrativo y legislativo sino que llega también, como antes se dijo, al
corazón mismo del nivel constitucional.
3.
TENDENCIAS DE ORGANIZACION GEOPOLITICA DEL ESTADO COLOMBIANO.
De una
interpretación sistemática de la carta de 1991 es clara, en primer lugar, una
marcada tendencia hacia la acentuación y profundización de la descentralizacion
y la autonomía concedidas a las entidades territoriales. Así mismo, se observa
una tendencia insinuada hacia la construcción progresiva de un Estado regional.
Dada su relevancia
para el estudio de los cargos formulados en la demanda, señalaremos
seguidamente los principales aspectos en los cuales se manifiesta la primera
de las tendencias mencionadas en relación con los municipios.
Varias normas dan
cuenta de la tendencia en cuestión. En efecto:
1o. Se convierte
al municipio en "la entidad fundamental de la división
político-administrativa del Estado" (C.N. 311), con lo cual se debilita el
acento marcadamente centralista de la Constitución de 1886, que lo
concebía como ente secundario y subordinado en importancia a las instancias
central y departamental. En contraste, el ordenamiento constitucional actual
lo concibe como la célula básica y primaria del Estado colombiano.
2o. De manera
congruente con su importancia, se asigna al municipio por cláusula general de
competencia la satisfacción de las necesidades locales, tales como:
"...prestar los
servicios públicos que determine la ley, construir las obras que demande el
progreso local, ordenar el desarrollo de su territorio, promover la
participación comunitaria, el mejoramiento social y cultural de sus
habitantes.." ( Art 311 C.N.)
La estrategia de
fortalecimiento de la descentralizacion y la autonomía consagradas en favor del
municipio, en la Carta de 1991 comprendió las variables determinantes de la
vida municipal. Es así como en efecto, en el ámbito político se aprecia un
visible fortalecimiento de la participación ciudadana y comunitaria en el
municipio de modo que se constituye en el espacio esencial del
discurrir democrático.
Con la elección
popular de alcaldes y la consulta popular en el plano municipal (Acto
Legislativo No. 1o. de 1986), como también con la participación de
representantes de la comunidad en las juntas administradoras locales y en las
juntas directivas de las empresas de servicios públicos (Ley 11 de 1986), se
inició la apertura de espacios para el ejercicio de la democracia local. De
esa manera, además de entidades encargadas de la prestación de servicios
los municipios se convirtieron en lugares donde las comunidades determinan,
deciden y resuelven los asuntos de su interés, en aras de su propio desarrollo.
Con miras a
consolidar ese proceso de conformación de un marco democrático según lo
postulan el Preámbulo y el artículo 1o. de la Carta, se toman las siguientes
medidas:
a) Se amplía el
período de ejercicio de los alcaldes a tres (3) años, con lo cual se pretende
superar los problemas que la brevedad del anterior término planteaba para el
diseño óptimo de los planes de inversión y para la continuidad que demanda su
cabal ejecución.
b) En el artículo
319 se señalan como parámetros de imperativa inclusión en la Ley de
Ordenamiento Territorial, la participación de las autoridades locales en los
órganos de administración de las áreas metropolitanas y la vinculación de los
municipios respectivos mediante consulta popular.
Igualmente, la Carta
de 1991 refuerza la capacidad administrativa y operativa de los
gobiernos locales para que puedan dar una respuesta adecuada a las necesidades
y aspiraciones de sus comunidades, al asignarles competencias tales como las
que el artículo 313 confiere a los concejos a saber:
- Reglamentar las
funciones y la eficiente prestación de los servicios a cargo del municipio
(numeral 1o.).
- Adoptar los
correspondientes planes y programas de desarrollo económico y social y de obras
públicas (numeral 2o.).
Se consagra así la
planeación integral a partir de una concepción globalizante del municipio como
unidad político-territorial y no únicamente como una competencia de
ordenamiento físico del suelo urbano.
De otra parte se
faculta a los concejos para dividir los municipios en comunas cuando se trate
de áreas urbanas y en corregimientos en el caso de las zonas rurales, "con
el fin de mejorar la prestación de los servicios y asegurar la participación de
la ciudadanía en el manejo de los asuntos públicos de carácter local."
(Art. 318, inciso 1).
En cada una de las
comunas o corregimientos, funcionarán juntas administradoras locales de
elección popular. (Ibídem, inciso 2).
4. EL REDUCTO
MINIMO DE LA AUTONOMIA EN LA CONSTITUCION.
La Carta del 1991 en
varias instancias emplea la noción de autonomía como sinónimo de poder de
regulación normativa que se traduce en la capacidad de expedir normas
jurídicas. Así, respecto de la autonomía que se reconoce en favor de las
entidades territoriales para la gestión de sus intereses, dentro de los
contornos y límites dados por la Constitución y la ley, que es el tema que
interesa a los efectos de este fallo, corresponden a esta clase, competencias
tales como las que en el artículo 300 se atribuyen a las asambleas departamentales
para:
"Expedir las
disposiciones relacionadas con la planeación, el desarrollo económico y social,
el apoyo financiero y crediticio a los municipios, el turismo, el transporte,
el ambiente, las obras públicas, las vías de comunicación y el desarrollo de
sus zonas de frontera (numeral 2o.).
"Expedir las
normas orgánicas del presupuesto departamental (numeral 5o.).
"Dictar normas
de policía en todo aquello que no sea materia de disposición legal (numeral
8o.)
"Regular, en
concurrencia con el municipio, el deporte, la educación y la salud en los
términos que determine la ley." (numeral10).
Y las que el
artículo 313 concede a los concejos municipales para:
"Dictar las
normas orgánicas del presupuesto (numeral 5o.).
"Reglamentar
los usos del suelo y, dentro de los límites que fije la ley, vigilar y
controlar las actividades relacionadas con la construcción y enajenación de
inmuebles destinados a vivienda (numeral 7o.).
"Dictar las
normas necesarias para el control, la preservación y defensa del patrimonio
ecológico y cultural del municipio (numeral 9o.)."
De otra parte, es
claro también que la garantía constitucional de la autonomía de las entidades
territoriales tiene un contenido básico material, deducible de la Carta, el
cual sirve de límite y guía a la acción del legislador, en su tarea de
establecer la configuración concreta del mapa de competencias.
Por eso es preciso,
a estas alturas, determinar en cuanto fuere posible los derechos propios que en
virtud de la autonomía tienen las distintas entidades territoriales, vale
decir, el reducto mínimo intocable que el legislador debe respetar en
observancia de lo dispuesto por el Constituyente de 1991.
a.- En primer
lugar, las entidades territoriales tienen el derecho a gobernarse por
autoridades propias.
Este derecho se
ejerce mediante el voto directo de los habitantes del respectivo territorio y
de él se deriva la facultad de que gozan las autoridades electas para definir
el ejercicio de la autonomía territorial y dentro de los límites del principio
de unidad nacional, los destinos de la respectiva entidad. Con este fin se han
creado mecanismos de participación ciudadana, como los contemplados en los
artículos 40 y 103 de la Constitución Nacional.
De lo anterior es
claro que el Constituyente buscó mucho más que una mera descentralizacion
administrativa. En efecto, la elección de las autoridades propias y los
mecanismos de participación popular son elementos especiales de la
descentralizacion política que dota a la entidad del derecho, dentro del
principio de unidad, de manejar los asuntos que conciernan a su territorio y a
su población de manera autónoma. Vale decir, de definir, con criterio político,
la viabilidad de asuntos de interés público dentro de los límites del ente
territorial.
Las autoridades de
las entidades territoriales tiene entonces determinadas atribuciones políticas
que en caso de conflicto con otros intereses deben ser tenidas en cuenta, so
pena de vulnerar la garantía de la autonomía territorial.
b.- Las entidades
territoriales, en virtud de la autonomía que les atribuye la Carta tienen
derecho a ejercer las competencias que les corresponda.
En general son la
Constitución y la Ley Orgánica del Ordenamiento Territorial las encargadas de
definir tales competencias. Así, a falta de esta última, en principio los entes
territoriales tienen derecho a ejercer las competencias a las que se refiere la
Carta.
En materia
municipal, además de las atribuciones políticas la Constitución señala, entre
otras, las siguientes competencias: prestar los servicios públicos que
determine la ley; construir las obras que demande el progreso local; ordenar el
desarrollo de su territorio; promover la participación comunitaria, y promover
el mejoramiento social y cultural de sus habitantes. (Art. 311 C. N.).
De acuerdo con lo
anterior es posible afirmar que las autoridades municipales tienen la
atribución política de decidir cuales son las obras que demanda el progreso
social y cuales no, así como cuales son las medidas que llevan a promover la
participación comunitaria y el mejoramiento social y cultural. Si en la
evaluación de conveniencia de determinadas medidas, el interés del municipio se
enfrenta a un interés departamental o nacional, la tarea será, en virtud de los
principios de coordinación, concurrencia y subsidiariedad, resolver el
conflicto en cada caso concreto.
En este punto es
importante resaltar que según el art. 367 los servicios públicos domiciliarios
se prestarán directamente por cada municipio cuando las características
técnicas y económicas del servicio y las conveniencias generales lo permitan y
aconsejen.
c.- Las entidades
territoriales tienen además derecho a administrar sus recursos y establecer los
tributos necesarios para el cumplimiento de sus funciones.
Según esta
atribución, los impuestos nacionales deben ser creados por la ley, los
departamentales por ordenanzas y los municipales por medio de acuerdos, sin que
exista ninguna razón constitucional para que una ley grave a la población de un
municipio o departamento para el cumplimiento de las funciones específicas de
éste o aquel. Ahora bien, los departamentos y municipios se encuentran sujetos
al marco legal en la creación de sus tributos propios en virtud del principio
de unidad nacional.
En desarrollo de
esta atribución constitucional los concejos deben adoptar de conformidad con la
Constitución y la ley los tributos y los gastos locales (art. 313 No. 4),
dictar las normas orgánicas de presupuesto y expedir anualmente el presupuesto
de rentas y gastos (No. 5).
d.- Otro derecho de
las entidades territoriales es el de participar en las rentas nacionales.
Así, la propia
Constitución establece el situado fiscal, acompañado de un importante principio
según el cual "No se podrán descentralizar responsabilidades sin la previa
asignación de recursos fiscales suficientes para atenderlas". (Art. 356 C.
N.).
e.- Por último, es
importante destacar que en virtud de las atribuciones anteriores, corresponde a
las asambleas departamentales y a los concejos municipales adoptar los
correspondientes planes y programas de desarrollo económico y social y de obras
públicas.
Así, según el art.
339 inc. 2 "Las entidades territoriales elaborarán y aprobarán de manera
concertada entre ellas y el gobierno nacional planes de desarrollo, con el
objeto de asegurar el uso suficiente de los recursos y el desempeño adecuado de
las funciones que les hayan sido asignadas por la Constitución y la
ley...".Será, en virtud de los principios de coordinación, concurrencia y
subsidiariedad, resolver el conflicto en cada caso concreto.
Ahora bien, las
competencias de los distintos entes territoriales, en un Estado unitario son ejercidas
bajo los principios de coordinación, concurrencia y subsidiariedad, tal y como
lo dispone el art. 288 arriba citado. En ningún caso puede entenderse que la
ley pueda reducir a un ámbito mínimo el espacio de autonomía de las entidades
territoriales.
Así, el principio de
coordinación no puede identificarse con el de control o tutela. Coordinación
implica participación eficaz en la toma de decisiones, que es la única forma
legítima, en un Estado democrático, de llegar a una regulación entre intereses
diversos, así como la mejor manera de ponderar aquellos intereses que sean
contradictorios.
Igualmente, el
principio de concurrencia evoca un proceso de participación importante entre
los entes autónomos. La concurrencia no puede significar imposición de hecho ni
de derecho en el ejercicio de las competencias para la defensa de los intereses
respectivos.
Es claro que el
principio de subsidiariedad está directamente relacionado con el de
complementariedad, y en este caso, como en los anteriores, es especialmente
importante para su aplicación práctica que el apoyo funcional de un ente
territorial a otro sea ejercido de tal forma que no lo suplante en sus
funciones o competencias.
Con respecto al
principio de subsidiariedad, esta Corporación señaló en sentencia proferida el
seis (6) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992) dentro del proceso
D-003, que significa, entre otras cosas, que:
"el
municipio hará lo que puede hacer por si mismo, y que únicamente en caso de no
poder ejercer determinada función independientemente deberá apelar a niveles
superiores, sea el departamento como coordinador, o el nivel central como
última instancia, para que colaboren en el ejercicio de esa competencia".
Las anteriores
precisiones habrán de permitirnos abordar con elementos de juicio apropiados
los cargos que aparecen en la demanda objeto del presente fallo.
5. SERVICIOS
PUBLICOS: RELACIONES ENTRE EL PODER CENTRAL Y LAS INSTANCIAS DEPARTAMENTAL Y
MUNICIPAL .
Con miras a
dilucidar los cargos de la demanda, se impone también hacer unas someras
reflexiones en torno a las competencias que, en lo atinente a los servicios
públicos, distribuye la Constitución Política de 1991 entre el nivel central y
las instancias departamental y municipal.
Tales competencias
deben ser enmarcadas además en los principios rectores que la Constitución de
1991 consagra en materia de estructuración político-administrativa del Estado y
de distribución territorial de poderes entre este y las entidades territoriales
que lo integran.
Así, por un lado, en
materia de servicios públicos, la Constitución Política, defiere en el órgano
legislativo del poder central una competencia de regulación normativa por la
vía general.
En efecto, sus
disposiciones preceptúan:
"Artículo 150.
Corresponde al Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas ejerce las
siguientes funciones.
...
23. Expedir las leyes que regirán el ejercicio de las
funciones públicas y la prestación de los servicios públicos."
"Artículo 365. Los
servicios públicos son inherentes a la finalidad social del Estado. Es deber
del Estado asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del
territorio nacional.
Los servicios
públicos estarán sometidos al régimen jurídico que fije la ley... En todo caso,
el Estado mantendrá la regulación, el control y la vigilancia de dichos servicios." (Enfasis
fuera de texto).
Por otro lado, los
artículos 298, 300-1, 311 y 313-1 de la Constitución confieren en esta materia
un poder regulador a las corporaciones públicas de elección popular de los
ámbitos departamental y municipal.
En efecto, tales
disposiciones señalan que compete a las asambleas departamentales, por medio
de ordenanzas, y a los concejos municipales, "reglamentar... la
eficiente prestación de los servicios" que la ley adscriba a la
correspondiente entidad territorial.
Ahora bien, no debe
perderse de vista que por disposición de la propia Constitución la función que
la Carta confiere en los artículos 300-1 y 298 a las asambleas departamentales
y en los artículos 311 y 313-1 a los concejos municipales para "reglamentar...
la prestación de los servicios" que la ley confie a la respectiva
entidad territorial debe entenderse circunscrita a lo que ella misma
determine. En efecto, sobre este aspecto deben recordarse los siguientes
parámetros que la Carta consagra:
a) La autonomía
de que gozan las entidades territoriales para la gestión de sus intereses se
enmarca dentro de los contornos que a ella fijen la Constitución y la ley. (artículo
287).
b) Conforme lo
dispone el artículo 288 ibídem, corresponde a la ley establecer los términos en
los que, de acuerdo a los principios de coordinación, concurrencia y
subsidiariedad, los distintos niveles territoriales ejercerán las competencias
que les son atribuidas por la Constitución.
Una interpretación
teleológica y sistemática de los anteriores principios constitucionales conduce
a esta Corte a afirmar que en el campo de los servicios públicos el
Constituyente instituyó una competencia concurrente de regulación
normativa en cabeza de los niveles central, regional y local, que por su
alcance y radio de acción puede caracterizarse así:
a) A la
ley le compete establecer por vía general el régimen jurídico de los
servicios públicos, esto es, expedir el estatuto básico que defina sus pautas y
parámetros generales y que regule los demás aspectos estructurales de los
mismos (Arts. 150-23 y 365 C.N.)
b) Es
propio de los departamentos y municipios desarrollar por la vía del
reglamento la preceptiva legal y adecuarla a las particulares peculiaridades
propias de su ámbito territorial. En otros términos, corresponde a las
autoridades de esos niveles ejercer la potestad reglamentaria para dar
concreción y especificidad a la normación legal de modo que con sujeción a sus
parámetros, dispongan lo conducente a la adecuada y eficiente prestación de los
servicios públicos según sean las características de las necesidades locales.
Tal competencia
concurrente constituye nítida expresión de la articulación de los dos niveles
a partir de los cuales se organiza el Estado. En efecto, de una parte la ley a
través de su capacidad reguladora realiza la unidad jurídico-política de la
República al fijar las condiciones aplicables por igual en todo el territorio
nacional, sin que al hacerlo, desde luego, le sea dable cercenar o desconocer
la facultad decisoria de que gozan las instancias regional y local, vale decir,
la autonomía para la gestión de sus propios intereses. Por la otra, las
autoridades de los niveles departamental y municipal, al ejercer por la vía
reglamentaria una facultad normativa complementaria y de desarrollo de la ley,
singularizan y adaptan ese contenido normativo a las particulares condiciones
de la unidad territorial, con lo cual expresan la diversidad, que de otro lado,
se busca satisfacer con esta estructura institucional.
Por cuanto se
refiere concretamente al servicio público de transporte, es de observar que la
única disposición que consagra la Carta del 91 es el numeral 2o. del artículo
300, conforme al cual a las Asambleas Departamentales por medio de ordenanzas
corresponde:
"2o. Expedir
las disposiciones relacionadas con el transporte"
Esto no significa ni
que el tema haya sido ajeno a las preocupaciones de la Asamblea Constituyente,
ni que las Asambleas Departamentales sean las únicas autoridades a las que la
Carta confirió competencia de regulación normativa en la materia.
Así las cosas, no
ocurre con el transporte lo que con otros servicios públicos, respecto de los
cuales la Constitución expresamente señala el nivel responsable de su
regulación y prestación. Es el caso por ejemplo, de la seguridad social (art.
48), de la salud y del saneamiento ambiental (art. 49), de la educación (art.
67) y del servicio notarial y registral que están a cargo del Estado, según lo
disponen las normas constitucionales.
Con todo, es posible
precisar el nivel territorial al cual corresponde la regulación y prestación
del transporte. Recuérdese que, según se analizó ya, la propia Constitución
Política en el artículo 288 señala que los principios de coordinación,
concurrencia y subsidiariedad servirán de parámetros-guia para distribuir las
competencias entre la nación y las entidades territoriales.
Así, pues, las
disposiciones de la Carta que consagran las bases constitutivas de la
estructura político-administrativa del Estado y de distribución territorial de
poderes y las que, en particular, señalan los criterios de distribución de
competencias entre los distintos niveles territoriales en materia de servicios
públicos son integralmente aplicables al transporte que es por excelencia un
servicio de tal naturaleza.
E- LOS
CONCRETOS CARGOS DE LA DEMANDA
Procederá
seguidamente la Corporación a analizar a la luz de estas precisiones los
concretos cargos de la demanda. Para ello agrupará las disposiciones
cuestionadas, de acuerdo con la temática predominante en las acusaciones que
contra ellas se formulan, así:
1. La
alegada violación a la autonomía decisoria de los municipios en virtud de lo
dispuesto en los artículos
4o.(parcial), 7o.; 8o. y 9o. de la ley 86 de 1989.
A juicio de la Corte
Constitucional, el contenido normativo de estas disposiciones, en cuya virtud
el legislador regula aspectos atinentes al servicio público de transporte
urbano masivo de pasajeros, como son tanto las condiciones generales bajo las
cuales la Nación podrá contratar u otorgar su garantía a los créditos externos
que contraigan las entidades que desarrollen un sistema de esa naturaleza
(art. 4o.); como las aplicables en concreto al sistema del Valle de Aburrá (arts. 7o., 8o. y 9o.),
no contravienen la autonomía administrativa, patrimonial o fiscal de las
entidades departamentales y municipales. Lo que en ellas se dispone, en nada
afecta o compromete la capacidad jurídica y política de que constitucionalmente
ellas gozan y que las faculta para decidir acerca de la realización o no del
proyecto o sobre la aceptación o rechazo de las condiciones fijadas por la
Nación para avalar los créditos externos necesarios para ponerlo en marcha.
Las citadas
disposiciones restringen la autonomía de la Nación, no así la de las entidades
territoriales. En efecto, su tenor literal es claro al indicar que las
condiciones a que se supedita el otorgamiento de garantías o la contratación de
crédito externo gravan a aquella y no a éstas.
Así las cosas, no le
asiste razón a los actores cuando para sustentar su inconstitucionalidad
afirman que en los artículos señalados de la ley 86 de 1989 el legislador ha
dispuesto a su arbitrio de las rentas, recursos y tributos de departamentos y
municipios "obligándoles a pignorarlos, gravarlos o desmembrarlos a su
antojo". No hay razón lógica para ver en su regulación conminación que
coarte la facultad decisoria de las entidades territoriales.
Antes que contrariar
precepto constitucional alguno, la Corte las encuentra plenamente avenidas al
estatuto supremo, pues la regulación legal que se acusa encuentra pleno
fundamento en el artículo 364 de la Carta, norma que señala que es del resorte
de la ley regular lo concerniente al endeudamiento de la Nación.
Por otra parte, hace
ver la Corporación que el señalamiento de las condiciones y requisitos para el
otorgamiento de garantías por parte de la Nación se inscribe, desde otro ángulo
complementario, en la preceptiva de que trata el aludido artículo pues dicha
regulación apunta a hacer efectivo el mandato constitucional que ordena al
legislador velar porque el endeudamiento de la Nación no exceda su capacidad de
pago. Coincide en este aspecto la Corporación con el señor Procurador quien
con razón observó que esta normativa es de la incumbencia de la instancia
central, en cuanto a esta compete preservar el equilibrio macroeconómico y
tutelar el interés general.
2. La presunta transgresión a la autonomía fiscal
e impositiva de los municipios en virtud de los artículos 5o. (parcial), 8o. y 12o. de la ley 86
de 1989.
Los razonamientos
que anteceden son también aplicables a lo dispuesto en los artículos 5o., 8o. y
12. Ellos se ocupan, en su orden, de facultar a los municipios y al Distrito
Especial de Bogotá -hoy Distrito Capital- para aumentar hasta en un 20% las
bases gravables o las tarifas de los gravámenes de su competencia en aquellos
casos en los que el monto de sus rentas propias resultare insuficiente para
garantizar la pignoración prevista en el ya analizado artículo 4o.; de fijar
destinación específica al recaudo proveniente de tales incrementos (a saber, la
financiación de las erogaciones que demande la atención de los gastos
ocasionados por su construcción y el servicio de la deuda); de establecer el
momento a partir del cual se cobrarán dichos incrementos; de estipular en el
caso del Valle de Aburrá la cuantía mínima de la contribución por valorización;
de excluir en el estimativo de la contribución por valorización a los estratos
socio económicos l, 2 y 3; así como de señalar las entidades a las que se
encarga su recaudación. Finalmente de radicar en cabeza de la Contraloría la
obligación de abrir por cada proyecto, una cuenta de manejo para efectos de la
administración de las sumas recaudadas por esos conceptos.
En el caso del
artículo 8 es necesario aclarar que cuanto esta norma dispone en materia de
estratos 1, 2 y 3 no constituye una exención, por cuanto no dispensa, releva o
libera de la obligación de contribuir a dichos estratos, sino que simplemente
dispone que en la valorización o determinación del monto de la contragarantía
no habrán de incluirse o estimarse las contribuciones o cargas que a ellos se
impongan.
Al proceder así, el
legislador simplemente aplica a un caso concreto el principio de solidaridad
que debe presidir la determinación de las tarifas de los servicios públicos
(artículos 2, 365 y 368 Constitución Nacional) dentro de la obligación que pesa
sobre el Estado, en el sentido de hacer que la igualdad sea real y efectiva
frente a personas de escasos recursos.
Como quiera que el
artículo tiene este alcance concreto y no pretende en modo alguno afectar la
autonomía patrimonial de los entes territoriales consagrada en los artículos
262 y 294 de la Carta vigente, entre otros, en la parte resolutiva de la
providencia se dispone que la norma es constitucional, en la medida en que no
establece una exención que desconozca tal autonomía.
Salvo el parágrafo
1o. del artículo 8o., en lo atinente al recaudo de la contribución de
valorización, que en el municipio de Envigado se delega en la Oficina
Departamental de Antioquia, considera esta Corte que los referidos preceptos
se ajustan a la Carta, pues lo normado en ellos constituye desarrollo de la
competencia de tributación municipal que, en los artículos 300-4, 313-4 y 338,
la Carta concede a la ley (artículos 300-4, 313-4 y 338).
A propósito de este
aspecto, la Corte juzga necesario poner de presente que la denominada tesis de
la "soberanía fiscal" de las entidades territoriales no tiene asidero
constitucional. Así se infiere de manera clara e inequívoca no solo del
contexto sistemático de la Carta y en particular de los artículos citados, sino
además de la misma historia de dicha iniciativa.
La propuesta de
consagrarla fue derrotada en la Asamblea Constitucional. Esos mismos elementos
permiten sin reticencias afirmar que en la nueva Carta el Constituyente en esta
materia conservó los lineamientos básicos del régimen anterior pues les
reconoció una autonomía fiscal limitada. Es decir, su ejercicio se
subordina a los términos que señale la ley.
En efecto, pese a
que la Carta del 91 incrementó notablemente la capacidad tributaria de las
entidades territoriales, sin embargo, en materia impositiva mantuvo la
subordinación de su poder normativo a la ley, según claramente lo estipulan los
artículos 300-4 y 331-4 de la Carta. En otros términos, la facultad impositiva
de las entidades territoriales continúa supeditada a la ley y ha de ejercerse
con estricta sujeción a los parámetros que en ella se fijen.
Así las cosas, es
necesario concluir que al expedir las mencionadas normas el legislativo no ha
usurpado competencias reservadas a los poderes regionales sino que ha dado
cabal desarrollo a las que la Constitución en esta materia le confiere. Por lo
expuesto, el cargo de violación a la autonomía impositiva y fiscal de las
entidades territoriales que respecto de las disposiciones sub-examine se
formula no está llamado a prosperar. Así se decidirá.
3. La presunta
vulneración del Artículo 3o.
La definición que
hace este artículo de la cobertura del área de influencia de un sistema de
servicio público de transporte urbano masivo de pasajeros, en si misma, no
vulnera la Constitución política de 1991. Esto es así, porque ello implica
simplemente una constatación fáctica de la zona que va a estar afectada directa
o indirectamente por la prestación de un determinado servicio público. Por
tanto, interpretada de forma independiente no puede decirse que imponga deber
u obligación alguna o que otorgue o reconozca un derecho, es decir, no puede
predicarse efecto jurídico alguno y por lo tanto mal podría violar la Carta
vigente.
Ahora bien, si el
establecimiento de un área de influencia, definida por el Gobierno nacional,
con base en estudios técnicos elaborados por la empresa pública encargada de
ejecutar el proyecto, es utilizada como referente para la aplicación de normas
distintas, que tienen claros efectos jurídicos, el juicio de constitucionalidad
debe recaer no sólo sobre la norma que crea el área de influencia, interpretada
de manera exegética y de forma independiente, sino sobre esta norma
interpretada de forma sistemática a la luz del conjunto normativo al que
pertenece.
Así las cosas, el
artículo tercero de la ley 86 de 1989 será inconstitucional sólo si la
determinación técnica que se haga de la zona de influencia se ve acompañada de
una aplicación tal que se vulnere la autonomía de las entidades territoriales
que la conforman, en los términos de la Constitución Política de 1991.
En principio y hasta
tanto no se expida la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial de la que habla
el art. 288 de la Constitución, el núcleo o reducto mínimo de la autonomía
está constituido por los derechos y competencias que la propia Carta atribuye
de manera general a las distintas entidades territoriales y de manera especial
a cada una de ellas a través de todo el texto normativo.
Cuando hay un
conflicto entre intereses propios de diversas entidades territoriales, como el
que puede surgir al definir una zona de influencia que impone cargas, deberes y
obligaciones, los principios que deben tenerse en cuenta para dirimirlo no
pueden ser simplemente los propios de un Estado central, sin considerar el
espacio inviolable de autonomía que la Carta le concede a los entes
territoriales.
Por tanto, la definición
de un área de influencia que vincule a las entidades territoriales de manera
unilateral e inconsulta, por el mero hecho de estar conectadas por medio de
cualquier servicio de transporte colectivo urbano o metropolitano y por la red
vial urbana a los municipios servidos directamente, será inconstitucional
siempre que vulnere los intereses propios de las entidades que la componen, los
cuales se deducen de las normas constitucionales vigentes. Su definición
concreta es tarea que solo puede ser realizada en cada caso a partir de
premisas fácticas determinadas.
Para la solución de
eventuales conflictos de intereses entre distintos ordenes territoriales, bien
pueden aplicarse las cuatro reglas señaladas en la sentencia proferida el 6 de
agosto de 1992 dentro del proceso D-003, a saber: jerarquía, no viciamiento
de competencia, primacía sin exclusividad del principio unitario en materia
macroeconómica, y la exclusividad de las competencias asignadas a los
distintos niveles territoriales en función del interés económico y territorial
subyacente.
Por tanto, esta
Corte advierte que mal puede una ley del Congreso o un decreto del Gobierno
incluir un municipio en un área de influencia de un sistema masivo de
transporte de pasajeros, e imponerle en consecuencia determinadas cargas u
obligaciones, sin la participación popular o al menos institucional de la
localidad, cuando de una evaluación objetiva sea claro que la obra no es de
interés del respectivo municipio y que en cualquier caso su negación a participar
en la misma no lesiona el interés nacional.
Puesto que la
Constitución ubica a la comunidad por encima de los acontecimientos, el área de
influencia de un sistema de transporte masivo de pasajeros, que como se ha
dicho, tenga claros efectos jurídicos sobre el espacio de autonomía de un ente
territorial, no puede ser determinada, repetimos, sin la participación de sus
destinatarios, expresada, por ejemplo, a través de una consulta popular de
orden local.
Solo a las entidades
territoriales, en ejercicio de las competencias de gestión de sus propios
intereses, les corresponde evaluar el beneficio o la utilidad de su
participación en un sistema de esa índole y tomar, en desarrollo de su
autonomía patrimonial, la decisión de comprometer sus recursos presupuestales a
la financiación de las erogaciones que demande su realización. El nivel
central no puede tomar decisiones que comprometan la capacidad de los entes
territoriales de decidir y gestionar lo que más convenga a sus intereses, so
pena de desconocer la autonomía administrativa, patrimonial y fiscal que la
Constitución reconoce a los entes territoriales de los niveles regional y
local.
En conclusión, el
artículo 3o. estudiado es inconstitucional solo si su aplicación concreta
vulnera en forma directa o indirecta la autonomía reconocida a los entes
territoriales, en los artículos 1, 287, 288 y demás normas concordantes de la
Carta vigente.
4. La
expresión "departamental de Antioquia" del parágrafo 1º del artículo
8º:
A la luz de los
principios que inspiran el nuevo ordenamiento territorial en Colombia,
consagrados en los artículos 1º y 287 de la Constitución, resulta violatorio de
la Carta el hecho de que una ley de la República establezca que una oficina
departamental -en este caso de valorización- sea la encargada de tramitar un
asunto en un municipio que tiene una oficina semejante para realizar la misma
gestión.
Aquí es claro que la
ley desconoce la autonomía (art. 1º y 287), la subsidiariedad de los niveles
superiores de gobierno (art. 288), el carácter del municipio de entidad
fundamental de la división político-administrativa del Estado (art. 311) y el
principio de eficacia de la gestión pública (art. 209).
Así mismo se observa
que en la propuesta presentada a la Asamblea Nacional Constituyente por la
Federación Colombiana de Municipios se encuentra la idea de construir el Estado
"de abajo hacia arriba", partiendo de la comunidad y culminando en
la Nación.
Todo el tiempo
estuvo en las mentes de los constituyentes el concepto de la democracia participativa
(art. 1º, 3º y 103), en la cual se inscribe la necesidad de consultar en el
municipio y con el municipio las decisiones de interés general.
Así quedó plasmado,
por ejemplo, para efectos de la creación de áreas metropolitanas (319), de
provincias (321), de incorporación a Bogotá (326), de participación
ciudadana (103), etc.
Ello además se
enmarca perfectamente en la filosofía del Estado social de derecho,
participativo y con soberanía popular (vid supra).
Luego, viola la
Carta la suplantación del municipio por una agencia departamental de igual
naturaleza y función . Por ello, esta frase será declarada inexequible.
VII. DECISION.
Con base en las
anteriores consideraciones, la Sala Plena de la Corte Constitucional,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
En relación con la
ley 86 de 1989, "por la cual se dictan normas sobre sistemas de servicio
público urbano de transporte masivo de pasajeros y se proveen recursos para su
financiamiento",
RESUELVE:
1o. ES
INEXEQUIBLE la expresión "departamental de Antioquia" contenida
en el parágrafo 1o. del artículo 8o.
2o. Por las razones
expuestas en la parte motiva de esta providencia es EXEQUIBLE en su integridad
el artículo 3o. en la medida en que su aplicación concreta no vulnere la
autonomía y descentralizacion atribuidas a los entes territoriales en la Carta
vigente.
3.- Del artículo
4o., son EXEQUIBLES la expresión "solamente" y la frase final
que dice:
"cuando
estas hayan pignorado a su favor rentas en cuantía suficiente que cubran el
pago de por lo menos el 80% del servicio de la deuda total del proyecto."
4o. Del artículo
5o., son EXEQUIBLES la expresión "propias" y los siguientes
apartes:
"...para garantizar
la pignoración de los recursos prevista en el artículo anterior
a) Aumentar hasta
en un 20% las bases gravables o las tarifas de los gravámenes que son de su
competencia;
"...se
cobrarán a partir del 1o. de enero del año siguiente a aquel en que se
perfeccione el contrato para su desarrollo."
5o. Es EXEQUIBLE
el artículo 7o., que dice:
"En el caso del
sistema de transporte masivo de pasajeros del Valle de Aburrá, como condición
para el otorgamiento de la garantía de la Nación, se deberán pignorar rentas en
cuantía suficientes que, sumadas a los recursos generados por la sobretasa a la
gasolina de que trata el artículo anterior, cubran en valor presente la
totalidad del costo inicial del proyecto, equivalente a US $ 650 millones de
1984."
6o. ES
EXEQUIBLE el artículo 8o. en la parte que dice:
"La
contribución por valorización que se cobre en las jurisdicciones municipales en
Medellín, Itaguí, Bello, Envigado, Sabaneta, la Estrella y Copacabana, para
atender las erogaciones causadas por la construcción del sistema de transporte
masivo de pasajeros del Valle de Aburrá y prioritariamente el servicio de la
deuda, no podrá ser inferior al equivalente en pesos de 164 millones de dólares
constantes de 1992, estimativo que excluye los estratos socioeconómicos Nos. 1,
2 y 3.
6.1. ES EXEQUIBLE
el Parágrafo 1o. del artículo 8o. en la parte que dice:
"El Instituto
Metropolitano de Valorización, Inval, recaudará la contribución por
valorización en los municipios de Medellín, Itaguí, Bello, Sabaneta, La
Estrella y Copacabana. Por su parte, la Oficina de Valorización ... hará lo
propio en el Municipio de Envigado."
7o. Es EXEQUIBLE el
artículo 9o., en la parte que dice:
"En el caso del
sistema de transporte masivo del Valle de Aburrá se deberán pignorar las
siguientes rentas:
a) La contribución
por valorización de que trata el artículo 8o. de la presente Ley;
b) Rentas
departamentales y municipales en cuantías suficientes que cubran la diferencia
entre el costo inicial del proyecto, a que hace referencia el artículo 7o. de
esta Ley, y lo recaudado por el concepto de la sobretasa a la gasolina y los
recursos previstos en el literal a) del presente artículo."
8o. Es EXEQUIBLE el
artículo 12 en los apartes que dicen: "5o. ... y 9o."
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el
expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Ponente Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Magistrado
FABIO MORON
DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Diccionario Jurídico Editorial
TEMIS, 1986.
2 Diccionario de Derecho político
y constitucional. Diego Renato Salazar. Librería el Profesional, 1987
3 Diccionario de derecho Usual. G.
Cabanellas, 1968.
4 Diccionario de Politica y
Derecho Publico. Eduardo Rozo Acuña, pg 17, 1986.
5 Enciclopedia Juridica Omeba, pg
961.
6 Diccionario de Derecho Usual.
Cabanellas.
[1] Cfr. Gaceta
Constitucional numero 80, Jueves 23 de Mayo de 1991, pg. 4
[2] Cfr. Gaceta
Constitucional número 120. Miercoles 21 de Agosto de 1991, pg 26.
[3] Cfr. Gaceta
Judicial. Tomo CXCVII. Número 2436. Bogotá, 1989. Pg 262
[4] EL TIEMPO, 4 de
Julio de 1992, página 8A.
[5] Hans KELSEN,
"Teoría general del Estado," Editora Nacional, México, p.
245. |
223 | C-541-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-541/92
JURISDICCION
PENAL-Alcance
Al
ser regulada la institución de la jurisdicción penal y de sus competencias en
el ámbito de la definición de la responsabilidad punitiva y civil derivada del
hecho punible, tanto en cabeza del autor o autores y de las personas llamadas a
responder por el hecho punible de otro, no se quebranta ninguna de las
disposiciones que hacen parte del ordenamiento constitucional ni se desvirtúa
la naturaleza del proceso penal, cuyo objeto es precisamente la administración
de la justicia.
TERCERO
CIVILMENTE RESPONSABLE-Participación incidental
Como
el llamamiento a responder civilmente por las consecuencias del hecho punible
de otro, debe hacerse por el funcionario de conformidad con la ley sustancial
previa solicitud del legitimado para interponer las acciones concedidas, el
"tercero" puede controvertir los fundamentos legales de aquella
demanda. Obviamente, el debate procesal de la acción civil contra el
"tercero", dada la naturaleza del proceso penal en el que se surte y
que condiciona de modo prevalente sus trámites, supone que el llamado en tales
condiciones debe actuar en el sentido de la determinación del grado de su
responsabilidad.
INDEMNIZACION-Cuantía/JURAMENTO-Valor
Desde
siempre se ha considerado que en cabeza del posible perjudicado por un hecho
punible contra el patrimonio económico, se puede radicar la facultad para
señalar la cuantía del objeto material del delito, y la cuantía y el monto de
la posible indemnización que quepa por los daños ocasionados; obviamente, esta
apreciación está sometida al proceso de crítica y valoración judicial que
naturalmente corresponde al funcionario judicial y a la controversia probatoria
de los demás sujetos procesales comprometidos como se ha advertido. El valor
que se le dá a dicho juramento es el de una prueba más que puede ser aportada
como las restantes en todo proceso en el que prevalece el principio de la
contradicción y audiencia; esta intervención, como las restantes en el proceso
penal, no desplaza a los funcionarios competentes en la función de administrar
justicia, pues, por el contrario, hace parte del deber de las personas de
contribuir con su actividad leal a la consecución de los fines de la
Administración de Justicia.
NULIDAD
PROCESAL-Oportunidad/DEBIDO
PROCESO
La
norma acusada propende por la vigencia efectiva del principio de lealtad
procesal y por el de la realización de la Justicia; así, cuando dentro de la
etapa investigativa cualquiera de los sujetos procesales se percate de la
existencia de una nulidad, debe de inmediato ponerla en conocimiento del Fiscal
que adelante el caso. Además la norma acusada no contraría el Debido Proceso
por cuanto los sujetos procesales cuentan con oportunidades suficientes para
invocar las nulidades de los actos procesales originadas en la etapa de
investigación y el juez está dotado de facultades oficiosas para declararlas;
ademas, la "convalidación" transitoria de las no invocadas dentro de
las oportunidades señaladas, no se opone al principio del adelantamiento de un
proceso libre de cualquier vicio de evidente raigambre constitucional, todo lo
contrario, pretende que se llegue a la etapa de juzgamiento y se adelante ésta
con la mayor garantía posible.
NULIDAD-Convalidación/DEBIDO
PROCESO/PREVALENCIA DEL DERECHO SUSTANCIAL
El
Debido Proceso contempla un marco amplio de garantías y comprende "la
observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio",
contenido que ha de interpretarse en perfecta correspondencia y armonía con lo
dispuesto por el artículo 228 de la Carta, que en su parte pertinente dice: "La
Administración de Justicia es función pública. Sus decisiones son
independientes. Las actuaciones serán públicas y permanentes con las
excepciones que establezca la ley y en ellas prevalecerá el derecho
sustancial". Esta prevalencia del derecho sustancial sobre el procesal
viene a corroborar las razones expuestas más arriba, en tal virtud, quien
desempeñe la función jurisdiccional ha de procurar la corrección de ciertas
irregularidades que puedan presentarse, todo con miras a que el proceso culmine
resolviendo la concreta situación jurídica debatida.
EXEQUATUR-Finalidad/EXEQUATUR-Contenido/EXEQUATUR-Control
El
hecho de omitir el control que por vía del exequátur ejerce la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia sobre sentencias extranjeras
condenatorias e incorporadas como medio de prueba, no implica violación o
desconocimiento del Debido Proceso, ya que aquella figura no es de rango
constitucional y corresponde al legislador proveer al respecto, claro está con
el respeto a los Derechos Constitucionales Fundamentales reforzados
especialmente en materia penal y además, porque se refiere sólo a los
colombianos no capturados ni privados de la libertad en el exterior. No
pretendiéndose la ejecución en Colombia de esa sentencia, y que en ningún caso
se concederá la extradición del nacional colombiano por nacimiento, hipótesis
que sí puede cobijar al nacional por adopción y al extranjero, salvo en este
último por delitos políticos, sino apenas su incorporación como prueba, no
advierte la Corte violación alguna a la Carta Fundamental; se trata entonces de
eliminar un trámite que aunque tradicionalmente ha sido de fundamental
importancia para la legalidad del proceso penal, corresponde al legislador
establecerlo. Inclusive, se reitera, dicho trámite de exequátur, no puede
conducir a ningún fin específico de extradición de los nacionales por
nacimiento.
Ref:
Expediente No. D-045
Acción
Pública de Inconstitucionalidad contra los artículos 154, 155, 295, 306, 308 y
537 del Decreto Ley 2700 de 1991, Nuevo Código de Procedimiento Penal.
Actor:
HERNAN ANTONIO
BARRERO BRAVO
Magistrado
Sustanciador:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Aprobado por
Acta No. 75
Santafé
de Bogotá, D. C., Septiembre veinticuatro (24) de mil novecientos noventa y dos
(1992).
I.
ANTECEDENTES
El
trece (13) de enero de mil novecientos noventa y dos (1992), el ciudadano
HERNAN ANTONIO BARRERO BRAVO presentó en la Secretaría de la Sala
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, un escrito mediante el cual
formula la demanda de la referencia.
La
Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia dispuso la permanencia del
libelo en la referida Secretaría, mientras la entidad destinataria del mismo
iniciara el ejercicio de sus funciones. El dieciocho (18) de febrero del año en
curso, se recibió el expediente en la Secretaría de la Corte Constitucional.
Admitida
la demanda se ordenó practicar las comunicaciones de rigor constitucional y
legal; se fijó en lista el negocio y simultáneamente se dió traslado al
Despacho del Señor Procurador General de la Nación quién rindió el concepto de
su competencia. Una vez cumplidos todos los trámites previstos por el artículo
242 de la Constitución Nacional y por el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte
a resolver sobre la demanda presentada.
II.
EL TEXTO DE LAS NORMAS ACUSADAS
A
continuación se transcriben las disposiciones acusadas:
"Artículo
154. Oportunidad. El tercero civilmente responsable podrá
intervenir en el trámite incidental de la liquidación de perjuicios que se
promueva con posterioridad a la sentencia."
"Artículo
155. Facultades. El tercero civilmente responsable tiene
los mismos derechos y facultades de cualquier sujeto procesal. No podrá ser
condenado en perjuicios cuando no se haya notificado debidamente y se le haya
permitido controvertir las pruebas en su contra".
"Artículo
295. Avalúo de Bienes en Hechos Punibles contra el Patrimonio Económico. Para
determinar la competencia en los hechos punibles contra el patrimonio
económico, la cuantía y el monto de la indemnización, podrá ser la que fije el
perjudicado bajo la gravedad del juramento, siempre y cuando no sea impugnada
durante la investigación por cualquiera de los sujetos procesales, caso en el
cual el funcionario decretará la prueba pericial para establecerla".
"Artículo
306. Oportunidad Para Invocar Nulidades Originadas en la Etapa de
Instrucción. Las nulidades que no sean invocadas o decretadas
hasta el término de traslado común para preparar la audiencia, sólo podrán ser
debatidas en el recurso de casación."
"Artículo
308. Principios que orientan la Declaratoria de las nulidades y su
Convalidación.
"1. No se declarará
la invalidez de un acto cuando cumpla la finalidad para la cual estaba
destinado, siempre que no se viole el derecho de defensa.
"2. Quien alegue la
nulidad debe demostrar que la irregularidad sustancial, afecta garantías de los
sujetos procesales, o desconoce las bases fundamentales de la instrucción y el
juzgamiento.
"3. No puede
invocar la nulidad el sujeto procesal que haya coadyuvado con su conducta la
ejecución del acto irregular salvo que se trate de la falta de defensa técnica.
"4.
Los
actos irregulares pueden convalidarse por el consentimiento del perjudicado,
siempre que se observen las garantías constitucionales.
"5.
Sólo
puede cuando no exista otro medio procesal para subsanar la irregularidad
sustancial.
"6.
No
podrá declararse ninguna nulidad distinta a las señaladas en el artículo 304 de
este Código.
(
Lo subrayado es lo demandado).
"Artículo
537. Sentencias condenatorias en el Exterior en Casos de no Extradición.
Cuando un colombiano por nacimiento haya sido condenado en el exterior y esta
providencia se encuentre debidamente ejecutoriada, el funcionario judicial que
fuere competente de acuerdo con la legislación colombiana para conocer del
hecho, podrá sin necesidad de exequatur, incorporar la sentencia como prueba al
proceso que se adelante o llegare a adelantarse en el país."
III.
LA DEMANDA
A. Normas
Constitucionales que se consideran infringidas
El
actor considera como normas constitucionales infringidas los artículos 13, 29 y
116 de la Constitución Política de Colombia y también el Preámbulo de la Carta.
B. Los fundamentos de la demanda
1o. Artículos 154 y 155. El Tercero
Civilmente Responsable.
Estima
el ciudadano BARRERO BRAVO, que los artículos 154 y 155 del Decreto 2700 de
1991 contrarían los artículos 29 y 13 de la Carta Fundamental, así como el
Preámbulo de la misma y expone las razones de tal violación, así:
-
De la definición legal del tercero civilmente responsable contenida en el artículo
153 del C. de P.P., se desprende que "estamos frente a lo que comunmente
se denomina "responsabilidad extracontractual" derivada de un hecho
punible, fuente de obligaciones que "da origen a acción indemnizatoria en
favor de la víctima o de los herederos o sucesores", acción que puede
intentarse bien ante un juez civil o en su defecto, en el proceso penal
constituyéndose en parte civil.
-
Afirma el demandante que "es indiscutible la importancia que para la
agilidad del proceso y la efectividad de la condena tiene la posibilidad de que
la víctima o sus herederos o sucesores se constituyan en parte civil del
proceso penal y lleven a él al tercero civilmente responsable, pero ello no nos
puede permitir que en el proceso penal se le desconozcan a éste sus derechos
fundamentales, como ocurre con el solo acatamiento de los artículos demandados,
que no son suficientes, porque el civilmente responsable, por ejemplo, no
podría ejercer las facultades que en un proceso civil podría invocar, porque la
naturaleza del proceso penal no se lo permite, por su agilidad, entre otras
cosas y por ser "contrarias a la naturaleza propia del procedimiento
penal".
-
Considera, además, que "el hecho de 'notificar personalmente el auto
admisorio de la demanda' de parte civil dentro del proceso penal y asignarle el
'carácter de sujeto procesal' para 'intervenir en el proceso penal para
controvertir las pruebas de las que se derive su responsabilidad' otorgado por
el artículo 44 del Decreto 2700 de 1991 a 'quienes de acuerdo a la ley
sustancial deban reparar el daño', no es suficiente para garantizar los
derechos reconocidos por el artículo 29 de la Carta, porque la participación de
este tercero, se limita, en voces del artículo 155 del Decreto 2700/91 a ser
'notificado debidamente del auto admisorio de la demanda' y a 'controvertir las
pruebas en su contra', quedando por fuera otras actuaciones, defensas,
excepciones, etc., que en el proceso civil ordinario podría ejercer
plenamente".
-
Agrega que "tampoco es suficiente garantía del artículo 29 de la C.N., el
permitirle 'intervenir en el trámite incidental de liquidación de perjuicios
que se promueva con posterioridad a la sentencia' -art. 154-, porque el
'incidente' no es suficiente para ejercer aquellos derechos procesales que venimos
comentando" y cita en apoyo de su tesis una jurisprudencia emanada de la
Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia.
-
Finalmente, señala que "los artículos 154 y 155 del Decreto 2700/91 violan
el principio de igualdad contemplado en el preámbulo y en el artículo 13 de la
Ley Suprema, al no permitirle al tercero civilmente responsable actuar en el
proceso penal, con iguales derechos y oportunidades que los conferidos en el
proceso civil; estar en desigualdad con los otros sujetos procesales ante la jurisdicción
penal cuando la víctima, sus herederos o sucesores se constituyen en parte
civil y no garantizarle el procedimiento penal, las condiciones para que la
igualdad sea real y efectiva".
2o. Artículo 295. Avalúo de Bienes
en Hechos Punibles contra el Patrimonio Económico.
Acerca
de la inconstitucionalidad del artículo 295 del Decreto 2700 de 1991, sostiene
el actor que "el juramento estimatorio es una figura o prueba de estricto
carácter civil" y que este "préstamo" al proceso penal "no
es conveniente ni constitucional" y apoya esta aseveración en los
siguientes argumentos:
-
"El juramento estimatorio puede dar lugar a estimaciones notoriamente
injustas, a fraudes o colusiones; es decir, se patrocina la inseguridad
jurídica, se pierde la imparcialidad e igualdad ante la ley a que se refiere el
artículo 13 de la Carta Fundamental, en perjuicio de un debido proceso en
materia penal".
-
El empleo de este elemento probatorio genera gravísimas consecuencias en lo
atinente a la tasación de la pena y de los posibles agravantes por cuanto el
sujeto pasivo podría hacer más gravosa la situación del procesado; manifiesta
el actor que el principio de igualdad "se rompe en perjuicio del imputado
de haber cometido un hecho punible contra el patrimonio al dejar en manos del
sujeto pasivo del mismo la tasación de la pena, los agravantes de la misma,
según la importancia o valoración que le otorgue al objeto del delito, así como
la competencia para conocerlo".
-
Reitera que el juramento estimativo permite circunscribir aspectos importantes
como la competencia, la valoración del objeto material, el tipo de pena y sus
agravantes, la valoración de los daños y perjuicios, a la voluntad exclusiva de
un particular "creando en contra de la Constitución Nacional casi una
jurisdicción especial o invistiendo sin facultad alguna a una persona
particular, el sujeto pasivo, de la función de administrar justicia", lo
que, en su sentir, contraría el artículo 116 de la Carta.
-
Por último, expresa que "al poner en manos de ese particular atribuciones
estrictamente pertenecientes a un funcionario judicial, se introduce un
elemento extraño a la propia naturaleza del procedimiento penal y se establece
una tarifa legal de prueba, superada oportunamente hace mucho tiempo".
3o. Artículo 306. Oportunidad
para Invocar Nulidades Originadas en la Etapa de Instrucción
-
Realiza el demandante un somero análisis de proyectos y códigos anteriores al
nuevo estatuto procesal penal y concluye que por ninguna parte aparece norma
"similar a la glosada" que "impide a los sujetos procesales
ejercer el derecho a que no se siga un proceso nulo, a partir del término de
traslado común para preparar la audiencia". No se explica por qué se
impide alegar una nulidad en otros momentos procesales y expresa que el
principio de legalidad "se ve restringido porque las nulidades pueden
aparecer en todos y en cualquier momento del proceso y no sólo hasta el
"término de traslado común para preparar la audiencia".
-
Agrega que siendo la etapa de la investigación la más importante en el proceso
penal, "se presta normalmente para cometer algunas irregularidades que
pueden dar lugar a nulidades" que de no alegarse en el momento señalado
por la norma acusada, sólo podría alegarse en casación, "todo en perjuicio
del derecho de defensa del imputado o sindicado, contemplado en el artículo 29
de la C.N., a quien se le impide alegarla en segunda instancia".
-
Señala el actor que la nulidad puede ser invocada pero no decretada en ese
momento, situación que conduce "a seguir un proceso nulo hasta la decisión
en casación", con notable detrimento del debido proceso que ordena
adelantarlo "diáfanamente, libre de cualquier vicio".
4. Artículo 308. Principios que
Orientan la Declaratoria de las Nulidades y su Convalidación.
-
Aduce el actor que este es un artículo "típicamente prestado del proceso
civil, no aplicable en su concepción al penal que requiere de mayores garantías
al estar en juego el bien más preciado, después de la vida, la libertad",
en efecto, en materia penal las nulidades "no pueden convalidarse sino
corregirse", pues en materia penal "no hay principios que valgan para
convalidar las nulidades, por los derechos que se protegen".
-
Sobre el numeral 1o. del artículo atacado expresa que resulta inconstitucional
"al consagrar legalmente que salvo la violación del derecho de defensa,
así se violen otras garantías constitucionales, es convalidable una nulidad;
esto contraría el principio de legalidad del proceso; deja al arbitrio del
funcionario la apreciación del acto procesal permitiéndole violar en el caso
concreto el derecho de defensa".
-
Acerca del numeral 2o., expone que es contrario al debido proceso porque en
supuestos contrarios a los allí previstos no habría nulidad o esta se convalidaría,
desconociéndose de ese modo "la protección debida a los sujetos
procesales, en especial al imputado o sindicado". Se pregunta el actor qué
sucede cuando la nulidad no es alegada o cuando existe "pero el
funcionario no la aprecia o no la quiere ver". Sostiene que a pesar de la
importancia que tiene el hecho de decidir en asuntos penales, al funcionario se
le convierte en un convidado de piedra.
-
Respecto del numeral 3o. expresa el demandante que la iniciativa en el proceso
penal la tiene el Estado como titular de la acción penal, titularidad que
ejerce mediante la Fiscalía General de la Nación durante la etapa de la
investigación y mediante los jueces competentes durante la etapa del juicio y
en casos excepcionales el Congreso; "cabe entonces preguntarnos si ellos
como sujetos procesales no pueden coadyuvar con su conducta a la ejecución del
acto irregular, en perjuicio del imputado o sindicado, violándose al aplicar
este principio el derecho al debido proceso y el artículo 13 de la C.N. Qué pasaría
cuando esto sucede y el imputado o sindicado no alega la nulidad en la forma
exigida en el numeral 2 de este artículo?. Agrega, que tal como lo hicieron
conocer los ponentes del proyecto "esto sería entregarle la legalidad del
proceso a los sujetos procesales, dando margen a que la voluntad de las
personas que intervienen en el mismo determine en qué momento existen o no
irregularidades que son de orden público y no de la órbita del derecho privado
o de la voluntad de los sujetos procesales".
Finalmente
manifiesta que la demanda no incluye los restantes numerales del artículo 308.
5. Artículo 537. Sentencias
Condenatorias en el Exterior en Casos de no Extradición.
-
Considera el actor que este artículo "viola el artículo 29 de la Carta
Superior al permitir al funcionario judicial competente de acuerdo con la
legislación Colombiana incorporar la sentencia producida en el exterior como
prueba, al proceso que se adelante o llegare a adelantarse en el país sin
necesidad de exequatur."
-
Precisa el actor que la no exigencia del exequatur desconoce al sindicado o
imputado el derecho a un debido proceso, pues se impide que la sentencia
proferida en el exterior sea estudiada por la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia, facultada para decidir si se ajusta o no a lo
dispuesto en tratados internacionales sobre importantes aspectos tales como
pruebas, derechos y garantías en el proceso etc., todo lo cual interesa
"para garantizar la imparcialidad de la justicia en el momento de apreciar
aquellas sentencias ..."
IV.
INTERVENCION OFICIAL
Dentro
del término de fijación en lista, el profesional LUIS ENRIQUE CUERVO PONTON, en
representación del Ministerio de Justicia presentó escrito en el que justifica
la constitucionalidad de las normas acusadas, así:
1o.
El Tercero Civilmente Responsable.
-
Se extiende el memorialista en consideraciones sobre la naturaleza y finalidad
del proceso penal y de la pretensión jurídica que vincula al tercero civilmente
responsable; afirma que el procedimiento penal "es simplemente un medio
para dar aplicación a las normas sustanciales" cuya finalidad, como la de
todo proceso es "la de permitir la realización de la justicia". Se
detiene en el análisis de la figura del tercero civilmente responsable, examina
el origen de las disposiciones atacadas y algunas decisiones jurisprudenciales,
de la Corte Suprema de Justicia, con especial referencia a los respectivos
salvamentos de voto. Concluye que en tratándose del tercero civilmente responsable
no se controvierte la constitucionalidad sino "cuestiones de conveniencia
que correspondió evaluar al Ejecutivo y lo hizo en el seno de la Comisión
Especial Legislativa; fue por tanto una decisión conjunta de los poderes
ejecutivo y "legislativo". Aduce que "permitir o no la
intervención del tercero civilmente responsable en el proceso penal es cuestión
que admite opiniones encontradas. Son válidos los argumentos según los cuales
es preferible que la pretensión civil se ventile ante la propia jurisdicción,
como también lo son los que pretenden que ante todo se "haga
justicia" y sea posible que el perjudicado con el hecho punible reciba una
indemnización efectiva".
-
Agrega que la intervención del tercero civilmente responsable dentro del
proceso penal, no se opone al Debido Proceso pues "debe prevalecer la
menor ritualidad de los procesos penales, como ocurre cuando se opta por
ejercer la acción civil dentro de los mismos, pero en todo caso el juez
actuará como si se tratara del juez de la propia jurisdicción, con una
notificación adecuada y la oportunidad para controvertir las pruebas en su
contra creemos que se garantizan las exigencias del debido proceso; sin que sea
necesario incorporar cuestiones propias del proceso civil, lo que tampoco ocurre
cuando se interpone demanda de constitución en parte civil dentro del proceso
penal."
-
Expresa el memorialista que no comparte el argumento según el cual las
disposiciones atacadas contrarían el Preámbulo, pues en su opinión, "es
discutible la naturaleza jurídica del preámbulo de la Constitución. Con
claridad no se trata de una norma pues no se encuentra incorporada al texto de
la misma Carta. Es una declaración previa a las disposiciones mismas que
refleja su espíritu y filosofía, pero mal puede citarse como 'norma violada'.
Los fines expresados en el preámbulo encuentran consagración constitucional en
normas de la Carta y es a ellas a las que se debe hacer referencia".
-
Tampoco se evidencia vulneración del artículo 13 de la Constitución, pues
"afirmar que dentro del proceso penal el tercero civilmente responsable
goza de menos derechos y oportunidades que dentro del proceso civil no equivale
a atentar contra la igualdad. Esta última se predica con respecto a las
relaciones de individuos y no de la relación entre procedimiento penal y
civil."
-
Señala que "podría predicarse falta de igualdad si el tercero civilmente
responsable tuviera menores oportunidades probatorias, situación de
inferioridad para controvertir las pruebas y ejercer su derecho de defensa en
relación con cualquier otro sujeto procesal y habida cuenta de la naturaleza de
la pretensión debatida".
2o.
Avalúo de Bienes en delitos contra el Patrimonio Económico.
-
Relata el memorialista los antecedentes que condujeron a la inclusión de la
norma acusada dentro del nuevo Código de Procedimiento Penal y afirma que la
Constitución consagra la presunción de buena fe y que "consecuencia
lógica de este principio es la de permitirle al perjudicado estimar el valor
del objeto materia del delito y de los daños ocasionados".
-
Si bien es cierto, que algunos perjudicados pueden excederse "al hacer sus
estimativos", corresponde al funcionario judicial valorar el contenido de
los mismos y, además, los sujetos procesales tienen la posibilidad de impugnar
las cuantías presentadas por el perjudicado.
-
Cuando se trata de delitos contra el patrimonio económico, la cuantía determina
cuál es el juez competente para tramitar el proceso, aún así la cifra calculada
"es simplemente un instrumento útil, que no es definitivo, ni mucho menos
arbitrario pues está sujeto a discusión y valoración judicial".
-
Advierte, que el juramento no constituye medio de prueba autónomo, es en
realidad una formalidad exigida con respecto a ciertas declaraciones y no es
exclusivo de ningún tipo de procedimiento.
-
El memorialista resume sus argumentos así: "En ningún momento esta cifra
compromete la decisión del funcionario judicial. Primero, porque se trata
simplemente de una prueba más que debe ser sometida al proceso de crítica y
valoración judicial. Segundo, porque el texto mismo del artículo es enfático en
atribuirle carácter no imperativo a dicha estimación, al utilizar la expresión
"podrá ser". Tercero, porque de ser impugnada obliga a que se ordene
un avalúo pericial, prueba adicional que tendrá que ser valorada por el
funcionario judicial. Y finalmente, porque la tasación de la pena depende de
múltiples factores ... y no simplemente del valor del objeto material ni de la
indemnización de perjuicios". "No se atenta contra el derecho a la
igualdad pues no se coloca al perjudicado en situación preferencial con
respecto a ningún sujeto procesal, ni el permitirle presentar este estimativo
le otorga privilegio alguno."
-
Tampoco se otorga al perjudicado atribución alguna de administrar justicia,
pues, "muchos particulares intervienen dentro de los procesos en calidad
de partes y por eso adquieren derechos y obligaciones procesales, pero no por
eso se puede concluir que administran justicia. Por lo tanto estimar infringido
el artículo 116 carece de total fundamento. La Administración de Justicia está
a cargo de los jueces competentes, pero no puede ser independiente de los
ciudadanos. Estos tienen la obligación de colaborar con la administración de
justicia pues hace parte de su representación en el poder público y es en
últimas expresión de su identidad colectiva. Se trata además de una obligación
consagrada en el artículo 95 de la Carta. Son, en todo caso, claras las diferencias
entre colaborar con la justicia, ejercer las atribuciones propias del sujeto
procesal y administrar justicia".
3o. Oportunidad Para Invocar Nulidades
Originadas en la Etapa de Instrucción.
-
Respecto de la solicitud de declaratoria de inconstitucionalidad del artículo
306 del Decreto 2700 de 1991 estima el memorialista que el actor no presenta
las razones por las cuales este artículo contraría la Constitución y
"podría por esta simple razón desestimarse el cargo".
-
Considera que el Derecho de Defensa "no es ilimitado", pues dentro de
los procedimientos existen oportunidades probatorias, términos para impugnar
providencias interlocutorias, en fin, oportunidades para solicitar nulidades.
Afirma que "el código contempla que el funcionario judicial pueda declarar
de oficio una nulidad siempre que la advierta y permite que los sujetos
procesales invoquen nulidades originadas en la etapa de la instrucción hasta el
término de traslado para preparar la audiencia. Al limitar la oportunidad para
invocar nulidades originadas en la etapa del sumario se pretende simplemente
evitar la realización de audiencias públicas en procesos viciados. Si hasta el
momento en que se corre traslado para preparar la audiencia los sujetos
procesales no han alegado causal de nulidad, debe procederse al debate público
con el fin de obtener sentencia de fondo". Agrega que los sujetos
procesales tienen la obligación de actuar con lealtad y "si se descubre
una nulidad esta debe ser alegada de inmediato".
-
Por último, señala que "el debido proceso garantiza los trámites sin
dilaciones injustificadas. La posibilidad de invocar nulidades originadas en
la etapa del sumario, en cualquier momento, puede convertirse en atentado claro
contra este derecho fundamental. Por el contrario, la consagración de una
oportunidad procesal para invocarlos, otorga vigencia al concepto de
"debido proceso sin dilaciones injustificadas".
4o. Principios que Orientan la
Declaratoria de las Nulidades y su Convalidación.
-
Según el memorialista "existe también aquí ausencia de argumentos o
razones que expliquen por qué los textos del Código se encuentran en
contradicción con disposiciones de la Constitución. Estos simples defectos
serían suficientes para desestimar también este cargo".
-
Afirma que el artículo 308 no viola la Carta, "los criterios en él
establecidos buscan simplemente la protección del derecho sustancial, y su
imperio sobre la forma. Se trata de que el proceso sea el camino para la
realización de la justicia, la aplicación del derecho sustancial y la
realización de sus fines".
-
Estima que igualmente los numerales del artículo 308 pretenden "garantizar
la efectividad del derecho material y el carácter accesorio y subordinado de la
norma. Así, sí un acto procesal cumplió la finalidad para la cual estaba
previsto, un error, por ejemplo, al consignar la fecha de su realización podría
ser corregido sin necesidad de dar lugar a una nulidad del proceso. No puede
pensarse, como lo han pretendido algunos, que este numeral consagre la
posibilidad de realizar actuaciones que atenten contra principios
fundamentales. Las normas rectoras del Código, según el artículo 22 del mismo,
prevalecen sobre cualquier otra disposición y son obligatorias. Entre ellas se
encuentran: el debido proceso, la presunción de inocencia y el reconocimiento
de la dignidad humana. Por eso el numeral primero del artículo 308 no puede
entenderse como la ocasión para ejecutar actos arbitrarios y contrarios a la
Carta."
-
Agrega que "se pretende simplemente que los recursos del estado sean
utilizados debidamente y que las actuaciones además de ajustarse a la
Constitución cumplan con su finalidad y tengan sentido. La nulidad no puede
referirse a cuestiones simplemente adjetivas, para que ésta se presente la deficiencia
en la forma ha de afectar derechos y ese es el sentido del segundo numeral del
artículo. Finalmente, el tercer numeral recoge el tradicional principio de que
nadie puede alegar su propia culpa".
5o. Sentencias Condenatorias en el
Exterior en Casos de No Extradición.
-
El artículo 537 permite incorporar una sentencia condenatoria en el exterior al
proceso penal que deberá adelantarse en el país, pero esto no puede confundirse
con el exequator que pretende la aplicación en Colombia de una sentencia
proferida en el exterior, "el artículo 537 incorpora como medio de prueba
la sentencia, sin pretender darle aplicación inmediata".
V.
EL MINISTERIO PUBLICO
El
señor Procurador General de la Nación rindió en término el concepto de su
competencia y en él solicita a la Corte Constitucional declarar la
exequibilidad de los artículos 154, 155, 295, 306, 308 y 537 del Decreto 2700
de 1991.
El
Despacho del señor Procurador General de la Nación fundamenta su solicitud,
formulada dentro de este proceso en las consideraciones que se resumen así:
1.
El Tercero Civilmente Responsable
-
Sostiene el señor Procurador General de la Nación en su concepto que los
artículos 154 y 155 acusados no vulneran "con sus preceptivas el debido
proceso amparado por el artículo 29 Superior, puesto que como se vió, esta
figura del Tercero Civilmente Responsable, si bien pertenece a un aspecto
tratado por el derecho civil, como es la responsabilidad civil
extracontractual, puede ser visto bajo el marco del derecho procedimental penal
con el único fin de obtener la indemnización de perjuicios causados por el
delito".
-
Ante la afirmación hecha por el actor de que el tercero no goza de las
prerrogativas propias de un proceso civil ordinario, recuerda el señor
Procurador que "en esta clase de acciones es el perjudicado quién elige la
vía que definirá la indemnización".
-
No advierte el señor Procurador General de la Nación infracción al principio de
igualdad "porque si bien el artículo 154 del decreto 2700 habla de la
posible intervención del tercero en el trámite incidental de perjuicios que se
promueva con posterioridad a las sentencias, el 155 ibídem determina que éste
tiene los mismos derechos y facultades "de cualquier sujeto procesal"
lo que lo coloca en igualdad de condiciones con los demás intervinientes".
2.
El Juramento Estimatorio
-
Destaca el jefe del Ministerio Público que "el cotejo entre la norma
acusada y el Preámbulo de la Carta es improcedente porque este último consagra
principios filosóficos, jurídicos y políticos que sirven de norte al
Constituyente Primario sobre su querer y su deber ser"; agrega que
"la más de las veces los valores que el preámbulo contiene tales como la
justicia, la igualdad, la libertad, la paz, el trabajo, etc., podrían dar ocasión
a que el juez de la Carta, se convirtiera en legislador según el enfoque que dé
a los mismos, lo que como asegura la doctrina constitucional 'daría lugar a la
inseguridad jurídica y a través de ella a la arbitrariedad'".
-
Con relación a la violación del artículo 13 de la Constitución Nacional
considera el señor Procurador que "bien extraña resulta al proceso penal
la introducción de esta figura de origen civil (el juramento estimatorio) para
determinar la competencia en los hechos punibles contra el patrimonio
económico, pero ello no significa que se vulnere la igualdad que deben tener
las partes en el proceso penal, lo que en el fondo involucraría además al
principio del debido proceso; y se afirma que no se infringen tales fundamentos
porque allí mismo se determina que la estimación podrá ser impugnada durante la
investigación por cualquiera de los sujetos procesales, en cuyo evento para
mayor garantía, el funcionario decretará la prueba pericial para establecer la
competencia, lo que asegura la contradicción y la comprobación de elementos
garantizadores de la equidad procesal.
3.
Las Nulidades (Artículos 306 y 308).
-
Respecto del artículo 306 afirma el señor Procurador que no le asiste razón al
demandante, pues, la norma consagra la oportunidad para invocar nulidades
originadas en la etapa de instrucción, "pero no impide que las ocasionadas
en el juicio puedan interponerse y fallarse en esta segunda etapa del
proceso". Más adelante añade que "la etapa de instrucción que habrá de
adelantarse bajo la dirección del Fiscal, puede presentar la ocurrencia de
causales que den ocasión a la nulidad de lo actuado, las que de no haberse
resuelto en esta fase investigativa, podrán ser objeto de decisión cuando al
iniciarse la etapa del juzgamiento adquieran competencia los jueces encargados
de la misma.
-
Con referencia al artículo 308, cita el señor Procurador las causales de
nulidad del artículo 304 y expone que las causales "que en forma taxativa
trae la norma, no pueden ser aplicadas sin el apoyo de los principios que
orientan su declaratoria, porque como lo ha señalado la doctrina, sería
imposible y además antitécnico, que el Código enumerase todos los vicios
trascendentales en la relación jurídico procesal. De manera que debe el juez
aplicar dichos principios, en aras de lograr con precisión y certeza el uso de
la causal, con el fin de preservar garantías de amplia y fundada consagración
constitucional, pues como se sabe no todas las causales de nulidad que se
invocan están en la ley...".
-
La convalidación de nulidades no viola las garantías y derechos del imputado,
pues para proceder a ella se prevé el consentimiento del perjudicado y además
siempre deben observarse las garantías constitucionales. Señala el señor
Procurador que este principio de convalidación no ha sido ajeno al derecho
penal, sólo que ahora se ha elevado a rango legal, sin que ello implique
violación del artículo 29 de la Carta.
4.
El Artículo 537
-
El Jefe del Ministerio Público opina que el artículo 537 se limita a señalar la
forma de incorporación de una sentencia proferida en el extranjero al proceso
como una simple prueba; no determina la valoración que el Juez le dará pues
"la misma obedecería al igual que todas las pruebas en el proceso, al
principio de la sana crítica; tampoco indica que la sentencia extranjera pueda
o deba ser ejecutada en Colombia, de ello se ocupan otros artículos del Decreto
2700 de 1991; no advirtiéndose, en consecuencia, infracción del debido proceso.
II
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera:
La Competencia
Esta
Corporación es competente para conocer de la demanda de la referencia, en
atención a lo dispuesto por el artículo 10o. transitorio de la Carta Política
de 1991, ya que las normas acusadas fueron dictadas por el Presidente de la
República, en ejercicio de las Facultades Extraordinarias conferidas por la
Asamblea Nacional Constituyente en el literal a) del artículo 5o. transitorio
de la misma, con la participación de la Comisión Especial Legislativa. Además,
se advierte que en este proceso el Magistrado Sustanciador ordenó inaplicar la
expresión "...sobre la última de ellas antes del 1o. de junio de
1992", del artículo transitorio del Decreto 2067 de 1991.
Segunda:
El Tercero Civilmente Responsable
A.
En primer término, debe la Corte examinar la parte de la demanda que se dirige
contra la constitucionalidad de los Artículos 154 y 155 del Nuevo Código de
Procedimiento Penal, en los que se regulan muy determinados aspectos de la
figura conocida en nuestro sistema jurídico como el "Tercero Civilmente
Responsable".
Como
se vió en la parte de antecedentes de este fallo, de las peticiones formuladas
por el Actor se desprende que el principal argumento sobre la
constitucionalidad de los Artículos 154 y 155 del Nuevo Código de
Procedimiento Penal (Decreto 2700 de 1991), radica en su concepto sobre
responsabilidad civil dentro del proceso penal que, en su opinión, se contrae a
la tradicional noción de Responsabilidad Extracontractual prevista en los
artículos 2341 a 2360 del Código Civil Colombiano; en este sentido, el Actor
sostiene que el proceso penal no garantiza los derechos fundamentales del
"Tercero Civilmente Responsable", especialmente los consagrados en el
Preámbulo y en los artículos 13 y 29 de la Carta, ya que en las disposiciones
acusadas, no se atiende a la Igualdad Real y Efectiva de todas las personas
ante la Ley, y se desconocen las garantías propias del Debido Proceso.
B.
Para adelantar su juicio, esta Corporación tiene en cuenta que la Constitución
Política de 1991, siguiendo la orientación constitucional y legal de nuestro
ordenamiento jurídico, propia de un Estado de Derecho, sienta desde su
Preámbulo las bases de la responsabilidad derivada de la conducta punible, al
establecer entre los principios orientadores y fundamentales del Estado, y por
tanto exigibles por los jueces, el de asegurar a sus integrantes la vida, la
convivencia,..la justicia y la igualdad ,... dentro de un marco jurídico que
garantice un orden económico, político y social justo; ademas, la misma
Carta en el Articulo segundo (2o.) reitera dichos postulados al señalar los
fines del Estado que, según la voluntad constituyente, tienen carácter
esencial, e incorpora dentro de ellos el de garantizar la efectividad de los
derechos y deberes consagrados en la Constitución.
En
concepto de la Corte estos presupuestos de rango constitucional dan fundamento
jurídico no solo a la potestad reglada del Estado para exigir de los sujetos
comprometidos en el hecho punible la responsabilidad punitiva que les quepa,
sino para promover con medidas coactivas la sanción de la conducta penalmente
reprochable; pero además, dentro de este marco jurídico de rango
constitucional, también queda comprendida la competencia del legislador para
atribuir a los jueces la facultad de exigir de los comprometidos en la conducta
punible la responsabilidad civil que quepa, no sólo al autor en sus distintas
modalidades, sino al llamado, conforme a la ley sustancial, a responder por
otro.
Empero,
lo anterior debe ser examinado de conformidad con lo establecido por otras
disposiciones de la Carta Fundamental, con el propósito de obtener el cabal
entendimiento de la institución de que se trata; igualmente, las normas
acusadas deben ser examinadas en sus relaciones con otras disposiciones de
rango legal, tanto del mismo estatuto a que pertenecen, como de las restantes
disposiciones que se ocupan de la figura de la responsabilidad por el hecho de
otro, vertidas en los códigos penal, civil y de procedimiento civil.
Adviértase además, que en relación con este instituto jurídico existen diversas
tendencias en la doctrina nacional e internacional en lo que hace a la
conveniencia de la presencia del tercero civilmente responsable dentro de las
actuaciones judiciales propias del proceso penal; estas tendencias que se
ubican en ambos extremos de la figura, también aparecen formuladas en
instituciones intermedias que admiten la vinculación parcial o apenas relativa
del tercero civilmente responsable. No obstante lo anterior, esta Corporación
contrae su examen a todos los aspectos de la constitucionalidad de las normas
que regulan la figura del tercero civilmente responsable.
C.
También, el Constituyente hizo expresa advertencia en relación con los
elementos que integran la noción de orden económico, político y social justo al
establecer que "...las autoridades de la República están instituídas
para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra,
bienes, creencias y demás derechos y libertades..." (art. 2o inciso
segundo C.N.).
Además,
es claro que la Carta atribuye de modo prevalente aunque no exclusivo, dadas
las excepciones previstas en los artículos 246 y 247 y en los incisos 2o., 3o.
y 4o del articulo 116, la función de administrar justicia a los funcionarios
judiciales. El articulo 116 que se cita señala en la parte pertinente que:
"La
Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado, el
Consejo Superior de la Judicatura, la Fiscalía General de la Nación, los
Tribunales y los Jueces, administran justicia. También lo hace la justicia
penal militar.
......"
Igualmente,
en desarrollo de la nueva concepción del Constituyente sobre la función de
administrar justicia y en especial sobre la función de la Fiscalía General de
la Nación dentro de la estructura orgánica y funcional del Estado, el artículo
250 de la Carta señala que:
"Corresponde
a la Fiscalía General de la Nación, de oficio o mediante denuncia o querella,
investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores ante los juzgados y
tribunales competentes. Se exceptúan los delitos cometidos por miembros de la
fuerza pública en servicio activo y en relación con el mismo servicio. Para tal
efecto la Fiscalía General de la Nación deberá:
1.
Asegurar la comparecencia de los presuntos infractores de la ley penal,
adoptando las medidas de aseguramiento. Además, si fuere del caso, tomar las
medidas necesarias para hacer efectivos el restablecimiento del derecho y la
indemnización de los perjuicios ocasionados por el delito.
...."(subrayas
de la Corte)
D.
Todo este conjunto de elementos normativos previstos por la Carta Fundamental,
hacen parte de uno de los presupuestos inseparables de la noción de Estado de
Derecho que, desde sus origenes, se erige para superar los estados de
arbitrariedad y para garantizar la dignidad y los derechos de las personas,
dentro de los limites de la misma Constitución y de las leyes que se pueden
expedir en su desarrollo y bajo su amparo, y atendiendo a las nociones que ella
misma permite determinar en cuanto a la Justicia y al Derecho.
Igualmente,
el artículo 95 de la Constitución establece como deberes de las personas el de respetar
los derechos ajenos y no abusar de los propios, la obligación de cumplir la
Constitución y las leyes, en concordancia con el artículo 6o. que impone la
responsabilidad legal de las personas al señalar que "Los particulares
solo son responsables ante las autoridades por infringir la constitución y las
leyes. Los servidores públicos lo son por la misma causa y por omisión o por
extralimitación en el ejercicio de sus funciones".
Ahora
bien, como lo tiene definido la doctrina nacional, la Constitución es
esencialmente la unidad doctrinaria, programática e ideológica del orden
jurídico del Estado y, desde el punto de vista material, es el conjunto de
instituciones y reglas jurídicas que sientan las bases de la organización
general de éste y de su funcionamiento, de tal manera que aquella determina la
forma de gobierno, define los derechos y deberes fundamentales de los asociados
y consagra las garantías de su libertad, lo mismo que las principales reglas de
distribución de competencias entre los órganos y autoridades que se encargan de
la función pública. Lo anterior presupone una interpretación que armonice y
disponga de modo coherente los preceptos constitucionales, en lo que hace a sus
principios y fines, lo mismo que a sus valores, en especial los que se
relacionan con la interpretación y protección de los derechos fundamentales, y
la organización institucional de sus distintos elementos encargados de las
funciones que le son propias, como la de administrar justicia que es, en
verdad, el tema que trasciende las iniciales formulaciones de la demanda.
En
este sentido, es claro que para definir la situación planteada por el actor es
necesario tener en cuenta cuál es la estructura constitucional de la Rama
judicial del Poder Publico y sus funciones propias, bajo la advertencia de que
salvo las expresas competencias que la Carta Fundamental reserva a la Corte
Constitucional, a la Corte Suprema de Justicia, al Consejo de Estado, al
Consejo Superior de la Judicatura, a la Fiscalía General de la Nación y al
Congreso de la República, corresponde a la Ley distribuir las competencias
entre los organismos y funcionarios de la Rama Judicial del poder publico.
E.
Siguiendo estos fundamentos constitucionales, también es claro que la
jurisdicción penal y las competencias legales que la regulen de conformidad con
la Carta, se han de establecer para determinar la responsabilidad penal de
quiénes han intervenido o participado en la realización del hecho tipificado
como punible en calidad de autores materiales o intelectuales, coautores,
cómplices necesarios o no necesarios, realizando así uno de los fines
esenciales del Estado del cual es titular la Rama Judicial del poder público en
nombre de la República y que se refiere a la función tradicional de
administrar justicia; dentro de este ámbito, el establecimiento de la
jurisdicción penal conduce, ademas, a reconocer en cabeza de los Jueces y de
los funcionarios judiciales competentes para administrar justicia según los
términos de las atribuciones constitucionales y legales, la facultad suficiente
para investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores en el caso de
los funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, y, en el caso de los
jueces y tribunales, la de juzgar la conducta estimada como punible, pudiendo
imponer, si es del caso, las penas y las medidas de seguridad que correspondan
en la lucha por asegurar el respeto de los derechos de todas las personas y por
alcanzar un orden jurídico justo.
En
juicio de la Corte, también se extiende esta competencia de origen
constitucional a la atribución de la facultad para definir la responsabilidad
civil del autor directo del hecho punible, por las consecuencias o efectos que
de este se desprenden y la de quien sin serlo, también resulte comprometido
civilmente, de conformidad con la ley sustancial, por la actuación de quien ha
transgredido la norma penal.
Así,
como lo señaló la Corte Suprema de Justicia en oportunidad anterior, dada la
íntima correlación que suele existir entre el daño público y el privado
generados por el delito, al legislador le está permitido refundir aquellas
competencias y asignarlas al funcionario penal que puede calificar la conducta
civil de quien no ha participado en el hecho como autor, coautor o cómplice,
pero debe responder de conformidad con la ley sustancial de los perjuicios
derivados de la conducta punible descrita por la normatividad penal. Al ser
regulada de esta manera la institución de la jurisdicción penal y de sus
competencias en el ámbito de la definición de la responsabilidad punitiva y
civil derivada del hecho punible, tanto en cabeza del autor o autores y de las
personas llamadas a responder por el hecho punible de otro, no se quebranta
ninguna de las disposiciones que hacen parte del ordenamiento constitucional ni
se desvirtúa la naturaleza del proceso penal, cuyo objeto es precisamente la
administración de la justicia.
F.
De otra parte, estima la Corte que las disposiciones acusadas no son
violatorias de la Carta Política, puesto que no desconocen los presupuestos
constitucionales del Debido Proceso, ni el Derecho de Defensa, ni la Igualdad
real y efectiva de las personas ante la Ley, ya que la Constitución permite al
legislador distribuir las competencias entre los organismos que administran
justicia dentro de la estructura del Estado y, ademas, lo habilita para
establecer los correspondientes procedimientos, con las garantías del debido
proceso y del derecho de defensa, que precisamente en materia penal o
restrictiva de la libertad personal y física, aparecen reforzados en favor del
investigado o del acusado y por tanto se extienden directa e indirectamente en
favor de quien debe responder civilmente por el hecho punible ajeno, por virtud
de los principios de la preexistencia normativa o de la tipicidad penal, del
juez competente, de las formas propias de cada juicio, de la favorabilidad
penal, de la presunción de inocencia, del derecho a gozar de la asistencia de
un abogado y de un debido proceso público y sin dilaciones, a presentar y
controvertir pruebas, a impugnar la sentencia condenatoria y a no ser juzgado
dos veces por el mismo hecho; además, en favor del imputado del hecho punible,
la Carta otorga el derecho a invocar el Habeas Corpus y a no declarar
contra sí mismo entre otras garantías, quedando en claro que nada se opone
dentro de la Carta a que dentro del trámite de la acción penal, que es de
naturaleza pública por los principales intereses que se examinan, se adelante
la tramitación de las correspondientes actuaciones en las que se determine la
vinculación obligacional de la persona llamada a responder civilmente por el
hecho de otro, de conformidad con la ley sustancial.
Ahora
bien, en atención a los argumentos de la demanda y de los pronunciamientos que
bajo otro contexto constitucional y dentro de otra regulación sustantiva y
procesal penal profirió la Corte Suprema de Justicia en Sala Plena (Sentencia
de Diciembre 3 de 1987 M. P. Jairo Duque Pérez), cabe señalar que la noción
constitucional de Juez o Tribunal competente establecida en el inciso segundo
del artículo 29 de la Carta de 1991, se refiere a la prohibición de crear Jueces,
Juzgados y Tribunales de excepción, cuya prohibición se reitera en los
artículos 213 y 214 de la misma norma superior. Este principio de carácter
normativo definido desde la Carta Fundamental, comprende una doble garantía en
el sentido de que asegura en primer término al imputado el derecho a no ser
juzgado por un juez distinto a los que integran la Jurisdicción, evitándose la
posibilidad de crear ex novo competencias distintas de las que comprende
la organización de los jueces; además, en segundo término, significa una
garantía para la Rama Judicial en cuanto impide la violación a los principios
de independencia, unidad y "monopolio" de la jurisdicción ante las
modificaciones que podrían intentarse para alterar su funcionamiento ordinario.
Como se advirtió, la primera de las reglas en materia de la competencia de los
jueces o tribunales, para efectos de determinar lo que se entiende por juez
competente la define la misma Constitución, y en segundo lugar dicha calidad es
definida por la Ley en sus distintos niveles, como son la Ley Estatutaria de la
Administración de Justicia (Art. 152 lit. b C.N.) y los códigos sustantivos y
de procedimiento. En este sentido se encuentra que, salvo las precisas competencias
residuales que entrega la Carta al Consejo Superior de la Judicatura en el
numeral tercero del artículo 257, en adelante queda suprimida cualquier
competencia, reglamentaria o administrativa o de excepción, para dictar normas
que incidan sobre la existencia y organización del Juez competente.
Se
tiene bien definido por la jurisprudencia y la doctrina nacional que el Debido
Proceso que asegura la Carta, en líneas generales consiste, con las salvedades
que impone el especial reforzamiento de las garantías en favor del imputado en
el ámbito penal, en que nadie puede ser condenado sin habérsele oído y vencido
previamente en juicio, con la cabal observancia de las ritualidades procesales
propias del caso y por el Juez o Tribunal competente y preestablecido para
decidir el asunto judicial. Este principio no significa que el constituyente
haya graduado la intensidad, la amplitud o la extensión de los procedimientos
en el campo de las responsabilidades civiles, pues lo anterior corresponde por
principio al legislador; obviamente, y bajo el marco de la nueva Carta
Constitucional, existen algunas otras definiciones del Constituyente en materia
de los presupuestos, vías e instrumentos constitucionales que aseguran el
derecho de acceder a la justicia, como lo son la Acción de Tutela en favor de
la garantía los derechos constitucionales fundamentales, las Acciones Populares
para la defensa de las derechos colectivos y del ambiente, y las Acciones de
Clase o de Grupo entre otras.
Queda
así claro que bajo las reglas que se han señalado en materia de garantías
constitucionales en el proceso penal, y salvo el caso de la Acción de Tutela
prevista en el articulo 86 de la Carta, que establece algunas regulaciones
sobre la misma en términos de su ritualidad, la regulación de las materias
relacionadas con las características de cada proceso corresponden al legislador
y éste bien puede proveer al respecto, como lo hizo en las normas que se
examinan en las que se desarrollan algunas de las hipótesis normativas sobre la
actuación del "Tercero Civilmente Responsable".
G.
En cuanto se relaciona con los específicos enunciados normativos que establecen
los artículos 154 y 155 que se acusan, es necesario advertir que los artículos
103 y 105 del Código Penal (Decreto 100 de 1980), regulan de modo expreso las
características de la responsabilidad civil derivada del hecho punible, al
determinar que este origina obligación de reparar los daños materiales y
morales que por él se generen, y que, además, están obligados a hacerlo en forma
solidaria, las personas penalmente responsables y quiénes de acuerdo con la ley
están comprendidos dentro de la misma obligación.
En
principio, este fundamento legal de la responsabilidad común por los delitos y
las culpas, se encuentra establecido en el Titulo XXXIV del Libro Cuarto del
Código Civil y, especialmente, en los artículos 2341, 2342, 2343, 2344, 2347,
2348, 2349, 2352, 2357 y 2358 de aquel estatuto.
En
este orden de ideas, y según la decantada jurisprudencia nacional, aceptada no
sólo en el ámbito de la jurisdicción civil, sino en el de competencia de los
jueces penales, los llamados "terceros" en esta institución son
responsables, de conformidad con la ley sustancial, con carácter colateral o
indirecto, por las consecuencias del hecho punible de otro, como el padre del
menor o el guardador del incapaz, que por distintas razones omitieron la
vigilancia que debían sobre aquellos, o el patrono que no se guarda de escoger
y vincular a su actividad económica o doméstica servidores idóneos, probos y
de buena conducta en las mismas. Como se destaca, es la propia culpa, sea
colateral o indirecta, la que permite a la ley llamar a responder al
"tercero", y por tal razón, se parte del supuesto de que éste tiene
interés para intervenir en la resolución judicial de una situación jurídica que
lo obliga como sujeto procesal.
Pero
además, el articulo 44 del mismo Código de Procedimiento Penal señala que "Están
solidariamente obligados a reparar el daño, resarcir los perjuicios causados
por el hecho punible y a restituir el enriquecimiento ilícito las personas que
resulten responsables penalmente, quiénes de acuerdo con la ley sustancial
deban reparar el daño y aquellas que se hubieren beneficiado de dicho
enriquecimiento. Quiénes sean llamados a responder de acuerdo con la ley
sustancial, deberán ser notificados personalmente del auto admisorio de la
demanda, tendrán el carácter de sujetos procesales e intervendrán en el
proceso penal para controvertir las pruebas de las que se derive su
responsabilidad." (Subraya la Corte).
En
este sentido queda claro que el llamado a responder en tales condiciones,
requiere del cumplimiento de este fundamental requisito de la notificación, que
le da el carácter necesario para actuar dentro del proceso como un sujeto
procesal, con las facultades suficientes para controvertir las pruebas que se
reciban procesalmente para derivarle responsabilidad, para constituir apoderado
o para que se le nombre de oficio, para presentar pruebas conducentes a
demostrar la exclusión de su responsabilidad, para interponer los recursos que
se refieran a los actos que lo comprometan en la citada responsabilidad; todo
esto presupone que este sujeto procesal ha podido participar en el trámite del
proceso, a partir de la resolución de apertura de instrucción y previa la
notificación de la demanda hasta antes de que se profiera sentencia de segunda
o única instancia, y su intervención en el eventual tramite incidental de
liquidación de perjuicios, que regula el artículo 154, en concordancia con los
artículos 56 a 62 del mismo estatuto de procedimiento penal, se garantiza
sobre la base de la preexistencia de la sentencia ejecutoriada.
No
comparte la Corte la interpretación del actor en el sentido de considerar que
la hipótesis planteada por el articulo 154 reduce las oportunidades de
intervención del "tercero" sólo a su participación en el citado
incidente; más bien, lo correcto es entender que esta participación incidental
corresponde a una etapa posterior al tramite de la definición judicial de la
responsabilidad de éste y de sus alcances concretos, durante la cual ha podido
debatir plenamente y a la luz de toda la normatividad sustancial que regula su
situación jurídica, el compromiso civil que le cabe por el hecho de otro. Se
deja en claro que, como el llamamiento a responder civilmente por las
consecuencias del hecho punible de otro, debe hacerse por el funcionario de
conformidad con la ley sustancial previa solicitud del legitimado para interponer
las acciones concedidas, el "tercero" puede controvertir los
fundamentos legales de aquella demanda. Obviamente, el debate procesal de la
acción civil contra el "tercero", dada la naturaleza del proceso
penal en el que se surte y que condiciona de modo prevalente sus trámites,
supone que el llamado en tales condiciones debe actuar en el sentido de la
determinación del grado de su responsabilidad.
Además,
en favor de las garantías de los intereses patrimoniales del tercero llamado a
responder civilmente, adviértase que el artículo 62 del Código de Procedimiento
Penal establece que la acción civil proveniente del hecho punible se extingue
en todo o en parte, por cualquiera de los modos consagrados en el Código Civil;
en este sentido el artículo 1625 de dicho Código establece las causales de
extinción de toda obligación y advierte que la principal vía para dicho fin es
la de la convención de las partes interesadas siendo capaces de disponer
libremente de lo suyo; además, allí se señalan otras causales, que para los
efectos del entendimiento de la norma que se examina son parte de ley
sustancial, y, para su procedencia en el trámite del proceso penal, deben
examinarse a la luz de la naturaleza del vínculo obligacional causado por el
hecho punible de otro.
También
debe tenerse presente que el inciso segundo del artículo 2358 del Código Civil
establece un término de caducidad de la acción para la reparación del daño
causado por el delito de otro de tres (3) años contados desde la perpetración
del acto, lo cual redunda en favor de las garantías procesales del Tercero
Civilmente Responsable y también contribuye a dilucidar los cargos formulados
por la demanda.
Adicionalmente,
y para un mejor entendimiento de los fines del legislador al elaborar las disposiciones
que se examinan, se advierte que el artículo 21 del mismo Código de
Procedimiento Penal, como norma de integración de dicho estatuto con las
restantes disposiciones de la legislación, dispone que:
"ARTICULO
21. Integración. En aquellas materias que no se hallen expresamente
reguladas en este Código, son aplicables las disposiciones del Código de
Procedimiento Civil y de otros ordenamientos procesales que no se opongan a la
naturaleza del Procedimiento Penal".
Cobra
fundamental importancia dicha garantía de intervención en el incidente de
liquidación en tratándose de perjuicios por el agravio a derechos o intereses
colectivos o de grupo ocasionados a un numero plural de personas y reclamados
en el proceso penal por virtud del ejercicio de las acciones populares de
origen constitucional y reguladas para estos casos en el mismo código sobre la
base de asegurar el acceso a la justicia a todas las personas; en estos
eventos, dada la naturaleza de la acción popular por el daño causado a un
numero indeterminado de personas, y del eventual fallo condenatorio, la ley ha
dispuesto la constitución de un fondo administrado por el Defensor del Pueblo
para ser distribuido entre los beneficiarios de acuerdo con sus propios
intereses según la liquidación que resulte (Art. 56 inc.2o. C. de P.P.).
Así
las cosas, no cabe duda a la Corte Constitucional sobre el fundamento jurídico
de los artículos 154 y 155 que se acusan y procederá a declarar su conformidad
con la Carta .
Tercera: El Avalúo de Bienes por el
Perjudicado.
A.
En segundo término, el actor dirige su demanda contra el artículo 295 del
decreto 2700 de 1991, por el cual se expide el Código de Procedimiento Penal,
pues, en su opinión, con dicha disposición se desconoce el artículo 29 de la
Carta Fundamental que consagra las nociones del Debido Proceso en materia
penal; igualmente, el actor estima que con la disposición acusada se violan las
previsiones del artículo 116 de la Constitución ya que la hipótesis que
consagra, permite revestir de facultades jurisdiccionales a las personas
particulares por fuera de las consideraciones y limites que para dicho fin se
establecen en la normatividad superior.
En
concepto de la Corte no asiste razón al actor en atención a que la acusada es
una figura jurídica equiparable a un medio de prueba sometido a evaluación del
funcionario judicial. En este sentido, tal como ocurre con los demás medios de
prueba previstos en el artículo 248 del mismo Código de Procedimiento Penal, la
estimación jurada del perjudicado sobre la cuantía y el monto de la
indemnización, esta sometida a la sana valoración critica del funcionario
judicial que deberá razonadamente exponer el mérito que le asigne. A esta
conclusión se arriba del examen sistemático de la disposición acusada en su
relación con lo dispuesto por el artículo 254 de el Código de Procedimiento
Penal que regula la materia.
B.
En verdad, se trata de la declaración testimonial fijada anticipadamente por el
perjudicado bajo la gravedad del juramento, que no tiene en sí misma poder
vinculatorio y puede ser impugnada durante la investigación por cualquiera de
los sujetos procesales. En este último evento, el funcionario competente de la
investigación deberá decretar la prueba pericial necesaria y suficiente para
establecer la cuantía respectiva. En otros términos, se trata de una actuación
equiparable a la denuncia del hecho punible que sirve para determinar, como
punto de referencia inicial, la competencia del funcionario judicial, pero que
en sí misma no es vinculante absolutamente.
C.
Desde siempre se ha considerado que en cabeza del posible perjudicado por un
hecho punible contra el patrimonio económico, se puede radicar la facultad
para señalar la cuantía del objeto material del delito, y la cuantía y el
monto de la posible indemnización que quepa por los daños ocasionados;
obviamente, esta apreciación está sometida al proceso de crítica y valoración
judicial que naturalmente corresponde al funcionario judicial y a la controversia
probatoria de los demás sujetos procesales comprometidos como se ha advertido.
No
asiste razón al actor, puesto que el valor que se le dá a dicho juramento es el
de una prueba más que puede ser aportada como las restantes en todo proceso en
el que prevalece el principio de la contradicción y audiencia; esta
intervención, como las restantes en el proceso penal, no desplaza a los
funcionarios competentes en la función de administrar justicia, pues, por el
contrario, hace parte del deber de las personas de contribuir con su actividad
leal a la consecución de los fines de la Administración de Justicia.
No
se vé que esa inicial apreciación contribuya al desconocimiento ni del fin
Constitucional de la Justicia consagrado en el Preámbulo de la Carta, ni del
principio de la igualdad real y efectiva de las personas ante la Ley; por el
contrario, como se ha advertido, la actuación del posible perjudicado, está
sometida al rigor de las consecuencias punibles por el desconocimiento de la
gravedad del juramento vertido en actuación judicial que se exige en la
hipótesis de la norma acusada y favorece la virtual realización de dichos
propósitos del constituyente.
Cabe
señalar, además, que las variaciones que se susciten por la tasación pericial
de la posible indemnización, pueden conducir a la variación de la competencia
en razón de la cuantía del hecho punible contra el patrimonio económico, pero
no vician de nulidad las actuaciones y las pruebas surtidas cabalmente; estas
últimas tienen validez si se han practicado conforme a los principios y reglas
que se aplican en el proceso penal.
Cuarta.
Las Nulidades Originadas en la Etapa de Instrucción.
A.
En opinión del actor, el artículo 306 acusado, desconoce las reglas del Debido
Proceso Penal y el Principio de Igualdad que asegura la Carta al reducir
las oportunidades para invocar y decretar las nulidades en la etapa de
instrucción, hasta el "término de traslado común para preparar la
audiencia".
En
concepto de la Corte, el artículo 306 del Nuevo Código de Procedimiento Penal,
que también se acusa en la demanda de la referencia bajo el cargo de desconocer
lo dispuesto por el articulo 29 de la Constitución Nacional que consagra el
Derecho de Defensa y el Debido Proceso, establece, en armonía con los
presupuestos de la Carta Fundamental como regla básica para determinar con
precisión hasta que momento va la oportunidad para invocar y decretar las
nulidades de los actos procesales surgidas durante la etapa de investigación,
que es previa a la de juzgamiento, precisamente el vencimiento del término de
traslado común para preparar la audiencia.
Cabe
advertir que la iniciación de la etapa de juzgamiento comienza con la
ejecutoria de la Resolución de Acusación que dá por terminada la etapa
de la investigación, después de lo cual, adquieren competencia los jueces
encargados de adelantarla, previa fijación de la fecha y de la hora para la
audiencia y del decreto de las pruebas, cuando una y otras sean procedentes;
ademas, debe advertirse que el mencionado término de traslado a que se refiere
la norma acusada como otra oportunidad para invocar y decretar las nulidades de
los actos procesales que se hayan originado en la etapa de investigación y que
no se hayan resuelto durante la misma, se surte ante el juez competente y
complementa las oportunidades anteriores, que también permiten a los sujetos
procesales, solicitar la declaratoria correspondiente.
Así
las cosas, en las etapas anteriores al término de traslado común de treinta
días hábiles para preparar la audiencia pública, se permite al funcionario
judicial decretar las nulidades de los actos procesales, aún de oficio, cuando
advierta que se ha presentado alguna de las causales correspondientes previstas
en el artículo 304 del mismo código. En este ultimo caso, el funcionario ordenará
que se reponga la actuación del acto declarado nulo para que se subsane el
defecto.
Esta
disposición se encuentra relacionada con lo dispuesto por los artículos 446 y
447 del mismo Código que establecen:
"Artículo 446. Traslado
para preparación de la audiencia. Al día siguiente de recibido el proceso,
previa constancia secretarial, el expediente quedará a disposición común de los
sujetos procesales por el término de treinta días hábiles, para preparar la
audiencia pública, solicitar las nulidades que se hayan originado en la etapa
de instrucción que no se hayan resuelto y las pruebas que sean conducentes.
"Artículo 447. Fijación de
fecha para la audiencia. Si no se declara la invalidez del proceso,
finalizado el término señalado en el artículo anterior se fijarán fecha y hora
para la audiencia cuando ésta sea procedente, la cual no podrá exceder de diez
días hábiles. En el mismo auto el funcionario decretará las pruebas que
considere procedentes."
B.
Deduce el actor la violación del artículo 29 de la Constitución por parte del
artículo 306 del Decreto 2700 de 1991, con fundamento en dos afirmaciones
básicas que es necesario examinar con el fin de adelantar el juicio que
corresponde en esta oportunidad a la Corte Constitucional.
En
primer término, con dicha disposición se impide alegar las mencionadas
nulidades en momentos procesales posteriores al término de traslado común para
preparar la audiencia, y además, en segundo lugar, si tales nulidades no se
alegan en el momento indicado por la norma acusada, sólo podrán alegarse en
casación, lo que implica la continuación de un proceso nulo hasta aquella
decisión.
Como
se vió en la primera parte de esta consideración, para el cabal entendimiento
de la disposición jurídica acusada, resulta indispensable tener en cuenta la
estructura general del proceso penal, pues éste comprende la etapa de
investigación y la del juzgamiento; la primera se halla en principio a cargo de
la Fiscalía General de la Nación a la que, de acuerdo con el artículo 250 de la
Carta, corresponde "de oficio o mediante denuncia o querella,
investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores ante los juzgados y
tribunales competentes", con la excepción prevista en el artículo 14
transitorio del nuevo Código de Procedimiento Penal que señala: "Los
jueces penales municipales o promiscuos, continuarán investigando, calificando
y juzgando los delitos de su competencia, hasta cuando se implante gradualmente
lo previsto en el presente decreto".
Superados
los trámites propios de la investigación, de acuerdo con las circunstancias del
caso concreto, se califica el sumario profiriendo para tal fin, resolución de
preclusión o resolución de acusación, evento este último indicativo de que se
proseguirá el proceso, dando paso a la siguiente etapa; en efecto, según el
artículo 444 del C. de P.P. "Con la ejecutoria de la resolución de
acusación adquieren competencia los jueces encargados del juzgamiento".
C.
Ahora bien, es evidente que las nulidades en general pueden presentarse tanto
en la etapa de la investigación como en la de juzgamiento; empero, cuando ésta
última vaya a iniciarse, por así preceptuarlo el artículo 446 del estatuto
procesal penal, al día siguiente de recibido el proceso quedará el expediente a
"disposición común de los sujetos procesales por el término de treinta
días hábiles" para, entre otras cosas, "solicitar las
nulidades que no se hayan resuelto" y dentro de esta perspectiva se
ubica el contenido del artículo 306 atacado, al indicar que aquellas nulidades
de los actos procesales no invocadas o decretadas hasta el término de traslado
común para preparar la audiencia, sólo podrán ser debatidas en el recurso de
casación.
La
finalidad de la norma es la de garantizar una etapa de juzgamiento libre de
cualquier vicio ordinario y, con dicho fin, se establecen oportunidades para
que las nulidades de los actos procesales que hubiesen podido presentarse
durante la investigación, que también comprende las fases de la indagación
previa y la del sumario, puedan ser invocadas y resueltas antes de proceder al
juzgamiento. Así, el término de 30 días previsto en el artículo 446 persigue
el examen minucioso del proceso por parte de los sujetos procesales y también
del juez, quien, si advierte alguna de las causales previstas, deberá, de
oficio, decretar la nulidad. Puede incluso, dentro de este término
solicitársele al juez la consideración de nulidades que hayan sido invocadas
ante el Fiscal y que este funcionario no haya concedido, quedando su decisión
sometida a los recursos pertinentes.
El
principio según el cual las posibles nulidades ordinarias producidas en la
etapa de la investigación que no hubiesen sido invocadas hasta el término del
traslado común o advertidas por el funcionario judicial, sólo podrán alegarse
en casación, fuera de permitir que prosiga la etapa del juzgamiento libre de
cualquier vicio que pudiera afectarla, da cuenta del razonable propósito de
impedir la invocación de cualquier nulidad en cualquier momento del proceso.
Esta
última fue una práctica común traducible en el entrabamiento y en la ruina del
mismo que desvirtuaba la agilidad propia del proceso penal y se opone a las
aspiraciones del Constituyente de fortalecer la noción y la practica de la
Justicia como principio básico de convivencia social y política dentro de
nuestro Estado.
D.
Pero además, y para complementar lo dicho, se advierte que en el juicio de la
Corte, la norma acusada propende por la vigencia efectiva del principio de
lealtad procesal y por el de la realización de la Justicia; así, cuando dentro
de la etapa investigativa cualquiera de los sujetos procesales se percate de la
existencia de una nulidad, debe de inmediato ponerla en conocimiento del Fiscal
que adelante el caso.
También,
encuentra la Corte que la norma acusada no contraría el Debido Proceso previsto
en el artículo 29 de la Constitución, por cuanto que, como queda expresado, los
sujetos procesales cuentan con oportunidades suficientes para invocar las
nulidades de los actos procesales originadas en la etapa de investigación y el
juez está dotado de facultades oficiosas para declararlas; ademas, la
"convalidación" transitoria de las no invocadas dentro de las
oportunidades señaladas, no se opone al principio del adelantamiento de un
proceso libre de cualquier vicio de evidente raigambre constitucional, todo lo
contrario, pretende que se llegue a la etapa de juzgamiento y se adelante ésta
con la mayor garantía posible; es más, el Recurso de Casación permite el debate
de estas nulidades como última garantía judicial para la defensa del Debido
Proceso de competencia de la jurisdicción ordinaria.
De
otro lado, al procurar la aplicación efectiva del principio de lealtad procesal
se garantiza un debido proceso "sin dilaciones injustificadas", lo
que en lugar de contrariar el artículo 29 de la Carta confirma y desarrolla su
contenido.
E.
Como corolario, se tiene que todo lo anterior significa que una vez vencido el
término de traslado común para preparar la audiencia, también pueden invocarse
ante el juez que adelanta la etapa del juzgamiento otras nulidades, como
fácilmente se desprende de las consideraciones arriba expuestas; esta
afirmación es cierta pero no respecto de aquellas nulidades ordinarias de los
actos procesales generadas en las fases de la etapa investigativa que, se
reitera, deben evacuarse dentro de los términos advertidos, y aún después, en
la etapa de la casación. Las nulidades que pudieren llegar a presentarse
dentro de la tramitación propia del juzgamiento, podrán ser invocadas por
cualquiera de los sujetos procesales en el desarrollo de aquella, sin que
sobre advertir que en punto a la declaratoria de nulidades, conserva el juez
sus facultades oficiosas que siempre han rodeado a dichos funcionarios en nuestro
régimen jurídico. Esta consideración adicional contribuye a disipar cualquier
duda que se cierna sobre la constitucionalidad de la norma atacada.
F.
Otra cuestión que contribuye al cabal entendimiento de la figura bajo examen
(art. 306 C.P.P.) es lo previsto por el último inciso del artículo 29 de la
Carta que establece la "nulidad de la prueba obtenida con violación del
"Debido Proceso".
En
principio podría intentarse una simple interpretación textual de la hipótesis
normativa acusada ante la disposición constitucional que se cita y concluir en
el contraste inconciliable entre una y otra; empero, el debido entendimiento de
los términos de ambas disposiciones permite al intérprete señalar sus
verdaderos alcances jurídicos, y afirmar cuál es el sentido que conforme a la
Constitución debe dársele a la acusada como se verá enseguida.
En
efecto, el artículo 306 del nuevo Código de Procedimiento Penal, no se opone a
la solicitud y al decreto judicial en cualquier momento procesal de la nulidad
de la prueba que haya sido obtenida con violación de las reglas
constitucionales del Debido Proceso en materia penal que aparece recogido en
los artículos 12, 15 incisos tercero y cuarto, 28, 29 incisos segundo, tercero,
cuarto y quinto, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 213 inciso final, 214 numeral segundo
y 229 y se predica en favor de todas las personas, como un especial
reforzamiento, previsto por el Constituyente, de las libertades personales.
Otras disposiciones constitucionales prevén especiales reglas para las personas
revestidas de altas dignidades y cargos públicos que también hacen parte de la
noción del Debido Proceso Constitucional en materia penal y quedan comprendidas
por esta especial noción prevista en el artículo 29 de la Carta.
Quinta:
Los Principios que Orientan el Régimen de las Nulidades
Argumenta
el actor que los principios que orientan la declaratoria de nulidades,
previstos en los numerales 1, 2 y 3 del artículo 308 del Nuevo Código de
Procedimiento Penal, al permitir la convalidación de vicios que puedan
presentarse, vulneran las garantías propias del Debido Proceso, enunciadas en
el artículo 29 de la Constitución Nacional y aduce que en razón de los derechos
que se ven implicados dentro del proceso penal resulta impropia a su estructura
la figura de la convalidación, de raigambre estrictamente civilista.
Es
evidente que el funcionario que adelanta un proceso ha de ceñirse a las reglas
que la ley le indica, reglas que además, deben ser conocidas por los sujetos
procesales, garantizándose así el cabal cumplimiento de las funciones
encomendadas al primero y el correcto ejercicio de los derechos que asisten a
los segundos durante el desarrollo del proceso.
La
observancia de aquellas "formas propias de cada juicio", y en sí de
todo el contenido propio de la noción de Debido Proceso, se erige en
fundamental garantía en favor de los asociados, cuyo desconocimiento durante la
actuación procesal constituye fuente de nulidad de los actos cumplidos en
contrariedad con tales enunciados. Consciente el Constituyente de la
importancia de los elementos que confluyen a la integración del concepto de
Debido Proceso, señaló que es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con
violación del mismo; nulidad de pleno derecho, establecida en la Carta (art. 29
C.N.), y que de ningún modo se opone a aquellas otras nulidades predicables ya
no de las pruebas sino de los actos procesales, que de oficio declara el juez
o que son alegadas por los sujetos procesales (arts. 305 y 307 C. P. P.) de
conformidad, en uno y otro caso, con las precisas causales estatuídas en el
artículo 304 del Decreto 2700 de 1991: La falta de competencia del funcionario
judicial, la comprobada existencia de irregularidades sustanciales que afecten
el Debido Proceso, la violación del Derecho de Defensa.
También,
es dable afirmar que no toda irregularidad que llegue a generarse ha de tenerse
por nulidad, sin que ello se traduzca en vulneración del Debido Proceso.
El
Código de Procedimiento Penal consagró dentro de sus normas rectoras la
corrección de actos irregulares en los siguientes términos: "El
funcionario judicial está en la obligación de corregir los actos irregulares,
respetando siempre los derechos y garantías de los sujetos procesales".
Resulta claro que dentro de este mismo propósito han de analizarse los
principios que orientan la declaratoria de nulidades y su convalidación, así;
en concordancia con la agilidad propia del proceso penal y con la ausencia de
dilaciones injustificadas se prevé la no declaratoria de invalidez de un acto que
"cumpla la finalidad para la cual estaba destinado, siempre que no se
viole el derecho de defensa"; se prevé, además, la demostración de que la
irregularidad sustancial alegada "afecta garantías de los sujetos
procesales, o desconoce las bases fundamentales de la instrucción y el
juzgamiento", para lo cual, entiende la Corte, será indispensable, en
primer lugar, precisar las violaciones invocadas en forma tal que le sea
posible al funcionario conocer el vicio observado, su profundidad y extensión,
y además de ello, en segundo término, indicar cuál o cuáles de las garantías
procesales fueron conculcadas, lo contrario sería patrocinar una vaguedad o
generalidad inconveniente que lejos de contribuir a la observancia del debido
proceso terminaría desvirtuándolo. La tercera de las causales atacadas es
expresión de aquel principio según el cual nadie puede alegar su propia culpa.
Es
de anotar que cada uno de los numerales acusados permite la operancia de la
hipótesis que contempla cuidando de la no violación del derecho de defensa o
de aspectos del debido proceso.
Como
tantas veces se ha consignado dentro de esta providencia, el Debido Proceso
contempla un marco amplio de garantías y comprende "la observancia de la
plenitud de las formas propias de cada juicio", contenido que ha de
interpretarse en perfecta correspondencia y armonía con lo dispuesto por el
artículo 228 de la Carta, que en su parte pertinente dice: "La
Administración de Justicia es función pública. Sus decisiones son
independientes. Las actuaciones serán públicas y permanentes con las
excepciones que establezca la ley y en ellas prevalecerá el derecho
sustancial". (Se Subraya). Esta prevalencia del derecho sustancial
sobre el procesal viene a corroborar las razones expuestas más arriba, en tal
virtud, quien desempeñe la función jurisdiccional ha de procurar la corrección
de ciertas irregularidades que puedan presentarse, todo con miras a que el
proceso culmine resolviendo la concreta situación jurídica debatida. La
subordinación de lo formal a lo sustancial, o en otros términos, la orientación
del derecho procesal al cumplimiento del material se inscribe dentro de la
perspectiva del artículo 228 de la Constitución. A su vez, el cuidado que ha
de tenerse en el sentido de no menoscabar el derecho de defensa y el debido
proceso, cuando se actúe dentro de los supuestos de los numerales 1, 2 y 3 del
artículo 308 del Código de Procedimiento Penal, no deja dudas acerca de su
constitucionalidad.
Sexta:
Las Sentencias Condenatorias en el Exterior
En
primer término y por su relevancia para las consideraciones de este fallo, se
tiene que en su acepción más simple el exequátur es la autorización que
emite, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia con miras a la
aplicación o ejecución de una
sentencia extranjera, todo dentro de la filosofía que impone la Cooperación de
los diversos paises en la lucha contra el delito, y de la vigencia del derecho
interno en favor de todas las personas, principalmente en lo que hace a la
inderogabilidad de los Derechos Constitucionales Fundamentales; ademas, este
instituto del Derecho Internacional que ha sido recogido de modo especial por
el Derecho Penal en varias latitudes, en especial en el Código de Bustamante,
forma parte de la tradición legal colombiana y ha servido de instrumento de
garantía de la legalidad de las acciones punitivas del Estado de tal modo que
aparece también reiterado en las codificaciones del ordenamiento penal
nacional.
Claro
resulta entonces, que el exequátur tiene principal operancia cuando se
trata de la ejecución de la sentencia condenatoria extranjera, ejecución que es
posible dentro de la regulación establecida por los artículos 533, 534 y 535
del Código de Procedimiento Penal, esto es, cuando tal providencia se profiere
en contra de extranjeros o de nacionales colombianos por adopción, e incluso
por nacimiento, siempre que éstos últimos hayan sido capturados o privados de
la libertad en el exterior y se proponga la ejecución de la sentencia en
Colombia.
En
lo atinente a lo dispuesto por el artículo 537 del Nuevo Código de
Procedimiento Penal y su relación con las sentencias condenatorias pronunciadas
en el exterior, y para los fines de esta decisión, cabe distinguir en
principio, dos situaciones claramente diferenciadas, así:
-
Una de ellas, tiene que ver con la ejecución de las mismas en Colombia (arts.
533 a 536 del C.P.), y la otra, se refiere a la incorporación de dichas
sentencias, apenas como medio de prueba, al proceso que se promueva o llegare a
promoverse en el país contra un colombiano por nacimiento no capturado ni
privado de la libertad en el exterior, distinción ésta que, de conformidad con
la estructura del Nuevo Código de Procedimiento Penal, se complementa con una
adicional, que tiene en cuenta lo previsto por el artículo 35 de la Carta,
relativa a las personas sobre las que recae el pronunciamiento proferido en el
extranjero, ya que éste puede "vincular" con muy precisas salvedades
a extranjeros o a nacionales colombianos por adopción, o a nacionales
colombianos por nacimiento.
El
análisis de la primera situación conduce a establecer que, previo el
cumplimiento de los requisitos exigidos por la ley, es posible ejecutar
en Colombia, sentencias penales proferidas por autoridades de otros paises
contra extranjeros o nacionales colombianos por adopción y por nacimiento,
previa petición formal de las respectivas autoridades extranjeras formulada por
la vía diplomática, hipótesis recogida in extenso como se ha advertido
en el artículo 533 del estatuto procesal penal y desarrollada en los artículos
534, 535 y 536 de ese ordenamiento. Adviértase que para el caso de la ejecución
de las sentencias condenatorias proferidas en el exterior contra nacionales
colombianos por nacimiento, el Código de Procedimiento Penal, en desarrollo de
lo dispuesto por el artículo 35 de la Carta Fundamental, distingue entre los
condenados que han sido capturados o privados de la libertad en el exterior y
los que se encuentran en nuestro país; así, para los nacionales colombianos por
nacimiento que han sido privados de la libertad en el exterior y condenados en
el exterior TAMBIÉN es posible cumplir la pena en nuestro país por virtud del
trámite previsto en los artículos 534 y 535 del Código de Procedimiento Penal
llamado EXEQUATUR, adelantado por la vía diplomática y judicial especial,
mientras que para los nacionales colombianos por nacimiento que hayan sido
condenados en el exterior pero que se encuentren en nuestro país y que no hayan
sido privados de la libertad en el exterior, sólo es posible al funcionario
judicial nacional competente incorporar la sentencia debidamente ejecutoriada
como una pieza probatoria dentro del proceso que se adelante o llegare a
adelantar en el país, ya que según los términos del citado artículo 35, los
colombianos que hayan cometido delitos en el exterior serán procesados y
juzgados en Colombia.
Se
combinan aquí, como queda visto, dos elementos tomados de las distinciones que
se han formulado:
1.
La ejecución de la sentencia extranjera en Colombia y su relación
evidente con los extranjeros o con nacionales colombianos por adopción o con
nacionales colombianos por nacimiento privados de la libertad o capturados en
el exterior y que resulten condenados, supone un especial trámite garantizador
de los derechos fundamentales y de la noción de Debido Proceso Penal que
vincula a los más altos órganos e instituciones de los poderes ejecutivo y
jurisdiccional denominado exequátur. Esto implica la posibilidad del
cumplimiento de la pena en Colombia y el traslado de los condenados a nuestro
país, inclusive por razones humanitarias y de política de intercambio de
presos. Se observa que el artículo 536 del mismo Código advierte que en la
ejecución de las sentencias extranjeras se aplicarán los tratados
internacionales correspondientes.
2.
La hipótesis restante confluye para integrar una segunda situación, referente a
la incorporación a un proceso penal en Colombia de la sentencia condenatoria
proferida en el exterior debidamente ejecutoriada y que contiene la condena de
un colombiano por nacimiento, no capturado ni privado de la libertad en el
exterior, evento en el cual según las voces del artículo 537 acusado "el
funcionario judicial que fuere competente de acuerdo con la legislación colombiana
para conocer del hecho, podrá sin necesidad de exequátur, incorporar la
sentencia apenas y sólo como prueba al proceso que se adelante o llegare a
adelantarse en el país". (Se Subraya). Esto también se establece en
armonía con lo dispuesto por el inciso segundo del artículo 35 de la Carta que
establece:
"Artículo
35: Se prohibe la extradición de colombianos por nacimiento. No se concederá
la extradición de extranjeros por delitos políticos o de opinión.
"Los
colombianos que hayan cometido delitos en el exterior, considerados como tales
en la legislación nacional, serán procesados y juzgados en Colombia."
(Subrayas de la Corte)
Adviértase
también que la norma acusada (art. 537 C.P.P.), presupone que en ningún caso el
colombiano por nacimiento puede ser extraditado (art. 35 C.N. inciso primero),
y que como sólo se trata de facilitar la incorporación de dicha decisión
ejecutoriada, apenas como medio de prueba al proceso penal en Colombia, bien
puede suprimirse para dicho evento, por innecesario, el trámite tradicional del
exequátur, que por principio garantístico general agrava y dificulta la
incorporación con fines de ejecución de las decisiones judiciales extranjeras,
dado el especial celo de las previsiones constitucionales sobre el Debido Proceso
y los demás derechos constitucionales fundamentales.
Como
se vió en el artículo 537, se trata simplemente de la posibilidad legal de
ordenar la incorporación de la sentencia extranjera condenatoria, como medio de
prueba, al proceso que cursa o que puede iniciarse en territorio patrio, contra
un nacional por nacimiento no capturado ni privado de la libertad en el
exterior, y no de la ejecución de aquella sentencia, ni de tramitar una
solicitud de extradición sobre esta categoría de personas en acatamiento del
artículo 35 de la Carta que se ha citado. Cabe observar que también existe
conformidad entre la norma acusada con lo dispuesto por el artículo 29 de la
Carta Fundamental que establece como uno de los supuestos normativos
inderogables del debido proceso penal el derecho a no ser juzgado dos veces por
el mismo hecho, o lo que en otros términos se conoce como el non bis in idem,
ya que lo que se pretende es apenas incorporar la sentencia como un medio de
prueba a un proceso que se adelante o llegare a adelantar en Colombia; en este
sentido es deber del juez darle plena aplicación a esta regla constitucional
del debido proceso para no transformar la hipótesis de la incorporación de la
sentencia en un fundamento específico del proceso en Colombia. Observa la
Corte que este es el sentido cabal que corresponde a la interpretación
constitucional del artículo 537 acusado, de conformidad con los principios y
reglas previstos por el derecho internacional en especial en las
consideraciones contenidas en el Código Bustamante que siguen inspirando a la
doctrina en estas materias. Obviamente, estas reglas se aplican de modo
sistemático con lo previsto por el artículo 15 del Código Penal en lo que hace
a los casos de extraterritorialidad de la ley penal colombiana.
Además,
el especial tratamiento que se ha esbozado, tiene su razón de ser en el
artículo 35 de la Constitución Nacional y obliga al juzgamiento en Colombia de
los nacionales que hayan cometido delitos en el exterior también considerados
como delitos en Colombia; luego, en lo que hace a este aspecto, el Decreto 2700
de 1991 no pretende otra cosa que la adecuación del procedimiento penal a la
nueva normativa constitucional y asegurar una cabal administración de justicia
que no ampare el delito común, sean quienes sean los responsables.
Ahora
bien, el hecho de omitir el control que por vía del exequátur ejerce la
Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia sobre sentencias
extranjeras condenatorias e incorporadas como medio de prueba, no implica violación
o desconocimiento del Debido Proceso como pretende hacerlo ver el demandante ya
que aquella figura no es de rango constitucional y corresponde al legislador
proveer al respecto, claro está con el respeto a los Derechos Constitucionales
Fundamentales reforzados especialmente en materia penal y además, porque se
refiere sólo a los colombianos no capturados ni privados de la libertad en el
exterior.
Es
obvio que dicha providencia, al allegarse al proceso, tiene valor de prueba
documental y en consecuencia, se someterá al debate probatorio propio de este
tipo de trámites y el juez podrá asignarle el valor que resulte, según los
principios de la sana crítica, ya que, el nacional por nacimiento no capturado
o privado de la libertad en el exterior debe ser juzgado en Colombia .
A
título de ejemplo, puede afirmarse que esta situación podría presentarse para
efectos de allegar al proceso los antecedentes del imputado o en las
circunstancias del numeral 1o. del artículo 15 del Código Penal que prevé la
posibilidad excepcional y exclusiva de un juzgamiento en Colombia al estatuir
que la ley penal colombiana se aplicará "a la persona que cometa en el
extranjero delito contra la existencia y la seguridad del Estado, el régimen
constitucional, el orden económico social, la salud pública, la administración
pública, o falsifique moneda nacional, documento de crédito público, papel
sellado o estampilla oficial, aún cuando hubiere sido absuelta o condenada
en el exterior a una pena menor que la prevista en la ley colombiana".
Se
reitera, que no pretendiéndose la ejecución en Colombia de esa sentencia, y que
en ningún caso se concederá la extradición del nacional colombiano por
nacimiento, hipótesis que sí puede cobijar al nacional por adopción y al
extranjero, salvo en este último por delitos políticos, sino apenas su
incorporación como prueba, no advierte la Corte violación alguna a la Carta
Fundamental; se trata entonces de eliminar un trámite que aunque
tradicionalmente ha sido de fundamental importancia para la legalidad del
proceso penal, corresponde al legislador establecerlo. Inclusive, se reitera,
dicho trámite de exequátur, no puede conducir a ningún fin específico de
extradición de los nacionales por nacimiento.
En
consecuencia, desvirtuados como están los cargos de inconstitucionalidad
formulados contra el artículo 537 del D. 2700 de 1991, se impone su
declaratoria de exequibilidad y así se consignará en la parte resolutiva de
esta providencia.
D E C
I S I O N
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, oído el concepto
del Procurador General de la Nación, en nombre del Pueblo y por mandato de la
Constitución,
R E S
U E L V E :
DECLARAR
EXEQUIBLES los artículos 154, 155, 295, 306, 308 numerales 1o., 2o. y 3o. y 537
del decreto Ley 2700 de 1991 (Noviembre 30) por el cual se expiden las normas
de Procedimiento Penal .
Cópiese,
publíquese, comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta
Constitucional y archívese el expediente.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
GALINDO
FABIO
MORON DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA
VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General |
224 | C-543-92
Sentencia No
Sentencia
C-543/92
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS/CADUCIDAD
Resulta palpable
la oposición entre el establecimiento de un término de caducidad para ejercer
la acción y lo estatuído en el artículo 86 de la Constitución cuando señala que
ella puede intentarse "en todo momento", razón suficiente para
declarar, como lo hará esta Corte, que por el aspecto enunciado es inexequible
el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991. Esta norma contraviene la Carta
Política, además de lo ya expuesto en materia de caducidad, por cuanto excede
el alcance fijado por el Constituyente a la acción de tutela, quebranta la
autonomía funcional de los jueces, obstruye el acceso a la administración de
justicia, rompe la estructura descentralizada y autónoma de las distintas
jurisdicciones, impide la preservación de un orden justo y afecta el interés
general de la sociedad, además de lesionar en forma grave el principio de la
cosa juzgada, inherente a los fundamentos constitucionales del ordenamiento
jurídico.
ACCION DE TUTELA-Naturaleza
La acción de
tutela ha sido concebida únicamente para dar solución eficiente a situaciones
de hecho creadas por actos u omisiones que implican la transgresión o la
amenaza de un derecho fundamental, respecto de las cuales el sistema jurídico
no tiene previsto otro mecanismo susceptible de ser invocado ante los jueces a
objeto de lograr la protección del derecho. La tutela no puede converger con
vías judiciales diversas por cuanto no es un mecanismo que sea factible de
elegir según la discrecionalidad del interesado, para esquivar el que de modo
específico ha regulado la ley; no se da la concurrencia entre éste y la acción
de tutela porque siempre prevalece -con la excepción dicha- la acción
ordinaria. La acción de tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos
adicional o complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede
afirmarse que sea el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza,
según la Constitución, es la de único medio de protección, precisamente
incorporado a la Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el
sistema jurídico para otorgar a las personas una plena protección de sus
derechos esenciales.
COSA
JUZGADA/PRINCIPIO DE SEGURIDAD JURIDICA
La cosa juzgada,
que confiere a las providencias la fuerza de verdad legal dentro del ámbito
individualizado del asunto litigioso resuelto, se funda en el principio de la
seguridad jurídica, la cual para estos efectos, reside en la certeza
por parte de la colectividad y sus asociados en relación con la definición de
los conflictos que se llevan al conocimiento de los jueces. El principio de la
cosa juzgada hace parte indiscutible de las reglas del debido proceso aunque no
se halle mencionado de manera expresa en el artículo 29 de la Constitución.
Todo juicio, desde su comienzo, está llamado a culminar, ya que sobre las
partes no puede cernirse indefinidamente la expectativa en torno al sentido de
la solución judicial a su conflicto. En consecuencia, hay un verdadero derecho
constitucional fundamental a la sentencia firme y, por tanto, a la autoridad de
la cosa juzgada.
COSA JUZGADA
MATERIAL/COSA JUZGADA FORMAL-Diferencias
Se distingue
entre los conceptos que en la doctrina se conocen bajo las denominaciones de
cosa juzgada material y cosa juzgada formal. La segunda hace que no se pueda
volver a revisar la decisión adoptada mediante fallo ejecutoriado dentro del
mismo proceso y por los mismos hechos y fundamentos que motivaron tal
resolución, mientras que la primera, también conocida como cosa juzgada
sustancial, implica la absoluta inmutabilidad de la sentencia en firme, no ya
dentro de un proceso determinado, sino ante cualquier otro proceso y en
relación con cualquier motivo o fundamento, pues a ella se accede por el
agotamiento de todas las posibilidades procesales y supone, por tanto, que la
actividad jurisdiccional del Estado se desplegó íntegramente en relación con la
materia debatida.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia/PREVALENCIA
DEL DERECHO SUSTANCIAL/PRINCIPIO NON BIS IN IDEM
Si la
Constitución dispone que ninguna persona podrá ser juzgada dos veces por el
mismo hecho -"non bis in idem"-, con esa garantía procesal resulta
incompatible la posibilidad de intentar acciones de tutela contra sentencias
ejecutoriadas, toda vez que ello representaría la reapertura del proceso
culminado. Aunque se admitiera, en gracia de la discusión, que, a pesar de las
razones enunciadas, fuera procedente la acción de tutela para que un juez
impartiera órdenes a otro en relación con las providencias proferidas por su
Despacho, tal posibilidad de todas maneras resultaría contraria al espíritu y
al mandato del artículo 86 de la Constitución, pues reñiría con su carácter inmediato,
en cuanto la orden habría de retrotraerse necesariamente al proceso culminado,
con la inequívoca consecuencia de la invalidación, total o parcial, de etapas
anteriores a la adopción del fallo, prolongando indefinidamente la solución del
litigio. No procede la acción de tutela contra ninguna providencia judicial,
con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde luego aplicada en este
evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión definitiva que
adopte el juez competente. Se hace posible la acción de tutela respecto de
actuaciones judiciales distintas de las providencias.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
El acceso a la
administración de justicia requiere, para que en efecto tenga utilidad, de un
sistema jurídico que contemple un momento procesal definitivo en el que, con
certeza, las resoluciones que se profieran sean aptas para la concreción de los
derechos. Pero, además, implica que los jueces vayan resolviendo los asuntos
puestos a su consideración de tal modo que, evacuados los que se definen,
puedan prestar atención a nuevos procesos. Los pleitos interminables acaparan
y obstruyen el aparato judicial y por lo tanto impiden a otras personas acceder
a la administración de justicia, causando simultáneamente daño al interés
general.
AUTORIDAD
PUBLICA/ACCION DE TUTELA/ACCION DE TUTELA TRANSITORIA/PRINCIPIO DE AUTONOMIA
FUNCIONAL DEL JUEZ
De conformidad
con el concepto constitucional de autoridades públicas, no cabe duda de que los
jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función de administrar
justicia y sus resoluciones son obligatorias para los particulares y también
para el Estado. En esa condición no están excluidos de la acción de tutela
respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales,
lo cual no significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así,
por ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que
ha incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo
que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos judiciales,
ni riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando la
decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio cuyo
efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y queda
supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario competente. En
hipótesis como estas no puede hablarse de atentado alguno contra la seguridad
jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer realidad los fines que
persigue la justicia. Pero, en cambio, no está dentro de las atribuciones del
juez de tutela la de inmiscuirse en el trámite de un proceso judicial en curso,
adoptando decisiones paralelas a las que cumple, en ejercicio de su función,
quien lo conduce, ya que tal posibilidad está excluida de plano en los
conceptos de autonomía e independencia funcionales, a los cuales ya se ha hecho
referencia. De ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre la
tutela extienda su poder de decisión hasta el extremo de resolver sobre la
cuestión litigiosa que se debate en un proceso, o en relación con el derecho
que allí se controvierte.
UNIDAD NORMATIVA
No desconoce la
Corte la existencia del artículo 40, perteneciente al mismo decreto del cual
hacen parte las normas demandadas, disposición que establece la competencia
especial para conocer sobre acciones de tutela cuando esta sea ejercida contra
sentencias proferidas por los jueces superiores, los tribunales, la Corte
Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. Esto genera una obvia e
inescindible unidad normativa entre ella y el artículo 11, hallado contrario a
la Constitución, puesto que la materia que constituye núcleo esencial de los
preceptos no es otra que la examinada en este fallo, es decir, la procedencia
de la acción de tutela contra sentencias judiciales. En desarrollo de lo
previsto por el artículo 6º del Decreto 2067 de 1991, la Corte declarará que,
habida cuenta de la unidad normativa, también dicho artículo es
inconstitucional.
INDEMNIZACION DE
PERJUICIOS
Ningún motivo de
inconstitucionalidad encuentra la Corte en el artículo 25 del Decreto 2591 de
1991, también acusado en este proceso, puesto que ese precepto se limita a
indicar la natural consecuencia atribuída por el Derecho, en aplicación de
criterios de justicia, a la comprobación del daño que se deriva de acción u
omisión antijurídica, la cual no puede ser distinta del resarcimiento a cargo
de quien lo ocasionó, tal como dispone el artículo 90 de la Constitución.
Considera la Corte que no es el artículo acusado el que puede tildarse de
contrario a la preceptiva superior, toda vez que en él no se dispone ni
autoriza que la actuación judicial se lleve a cabo de espaldas a las reglas
constitucionales aludidas. Su texto en modo alguno excluye el debido proceso y
más bien lo supone.
SALA PLENA
Ref.: Expedientes
D-056 y D-092
(Acumulados)
Demandas de
inconstitucionalidad contra los artículos 11, 12 y 25 del Decreto 2591 de 1991.
Actores: LUIS
EDUARDO MARIÑO OCHOA y
ALVARO PALACIOS
SANCHEZ.
Magistrado Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Aprobada mediante
acta en Santa Fe de Bogotá, D.C., el primero de octubre de mil novecientos
noventa y dos (1992)
I. LAS NORMAS
DEMANDADAS
Los ciudadanos LUIS
EDUARDO MARIÑO OCHOA y ALVARO PALACIOS SANCHEZ, haciendo uso del
derecho que les confiere el artículo 241 de la Carta Política, presentaron a la
Corte sendas demandas de inconstitucionalidad, el primero contra los artículos
11 y 12, el segundo contra los artículos 11 y 25 del Decreto 2591 de 1991.
La Sala Plena de la
Corporación, en sesión efectuada el 14 de mayo del presente año, resolvió
acumular las dos demandas para que fueran tramitadas y resueltas de manera
conjunta (artículo 5º Decreto 2067 de 1991).
Cumplidos como están
todos los trámites y requisitos previstos en el Decreto que rige los procesos
de constitucionalidad, entra la Corte a resolver de manera definitiva sobre las
normas acusadas, cuyo texto es el siguiente:
"DECRETO NUMERO 2591
(noviembre 19)
Por el cual se
reglamenta la acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución
Política.
El Presidente de la
República de Colombia, en ejercicio de las facultades que le confiere el
literal b) del artículo Transitorio 5 de la Constitución Nacional oida y
llevado a cabo el trámite de que trata el artículo Transitorio 6, ante la
Comisión Especial,
D E C R E T A :
---------------------------------------------------
Artículo 11.-
Caducidad. La acción de
tutela podrá ejercerse en todo tiempo salvo la dirigida contra sentencias o
providencias judiciales que pongan fin a un proceso, la cual caducará a los dos
meses de ejecutoriada la providencia correspondiente.
Artículo 12.-
Efectos de la caducidad. La
caducidad de la acción de tutela no será obstáculo para impugnar el acto o la
actuación mediante otra acción, si fuere posible hacerlo de conformidad con la
ley.
---------------------------------------------------
Artículo 25.-
Indemnizaciones y costas.
Cuando el afectado no disponga de otro medio judicial, y la violación del
derecho sea manifiesta y consecuencia de una acción clara e indiscutiblemente arbitraria,
además de lo dispuesto en los dos artículos anteriores, en el fallo que conceda
la tutela el juez, de oficio, tiene la potestad de ordenar en abstracto la
indemnización del daño emergente causado si ello fuere necesario para asegurar
el goce efectivo del derecho así como el pago de las costas del proceso. La
liquidación del mismo y de los demás perjuicios se hará ante la jurisdicción de
lo contencioso administrativo o ante el juez competente, por el trámite
incidental dentro de los seis meses siguientes, para lo cual el juez que
hubiere conocido de la tutela remitirá inmediatamente copia de toda la
actuación.
La condena será
contra la entidad de que dependa el demandado y solidariamente contra éste, si
se considerara que ha mediado dolo o culpa grave de su parte, todo ello sin
perjuicio de las demás responsabilidades administrativas, civiles o penales en
que haya incurrido.
Si la tutela fuere
rechazada o denegada por el juez, éste condenará al solicitante al pago de las
costas cuando estimare fundadamente que incurrió en temeridad".
II. LAS DEMANDAS
a) Cargos contra
el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991
El ciudadano LUIS
EDUARDO MARIÑO OCHOA subraya en su demanda únicamente la parte del artículo
11 que dice: "... la cual caducará a los dos meses de ejecutoriada la
providencia correspondiente".
No obstante, el
actor no circunscribe a esa expresión su solicitud de inconstitucionalidad ni
tampoco la argumentación que busca sustentarla, pues una y otra aluden a la
integridad de la norma.
En consideración a
lo dicho y a la circunstancia de haber sido acusado el resto del artículo por
el otro demandante, ALVARO PALACIOS SANCHEZ, la Corte Constitucional
proferirá sentencia sobre la totalidad del mismo.
Para el primero de
los ciudadanos en mención, este precepto, en cuanto preve un término de
caducidad, riñe con el artículo 86 de la Constitución, pues la voluntad del
Constituyente consistió en que la acción de tutela pudiera ejercerse en
cualquier tiempo contra la decisión de cualquier autoridad pública; además,
porque de acuerdo con lo establecido en el artículo demandado se quedarían sin
acción de tutela todas las providencias judiciales anteriores a su vigencia.
En concepto del
segundo de los demandantes, la disposición es inconstitucional en cuanto
permite que se instaure acción de tutela contra sentencias o providencias
judiciales pues la protección que busca la Carta está referida a actos
administrativos, que se pueden concretar en acción u omisión, pero no puede
convertirse en flagrante desconocimiento del principio de la cosa juzgada, ni
en una dualidad de funciones entre la Corte Constitucional y la Corte Suprema
de Justicia.
Es claro -afirma-
que el fallo puede ser objeto de recursos pero nunca de tutela, ya que ésta es
únicamente una medida preventiva.
b) Cargos contra
el artículo 12 del Decreto 2591 de 1991
Según el demandante MARIÑO
OCHOA, este artículo es violatorio del 29 de la Constitución Nacional, el
cual confiere derecho al sindicado para impugnar la sentencia condenatoria y
las impugnaciones no pueden tener término ni causales en la ley, "ya que
el referido artículo 29 es una norma general, en la que no se expresa que la
ley reglamentará, luego mal puede el artículo 12 del Decreto 2591 de 1991 hacer
salvedad alguna en cuanto a la caducidad de la acción de tutela y el ejercicio
constitucional de los recursos a que tiene derecho el sindicado...".
c) Cargos contra
el artículo 25 del Decreto 2591 de 1991
En el criterio del
demandante PALACIOS SANCHEZ, es imposible deducir del artículo 86 de la
Constitución Nacional que en la acción de tutela sea procedente la condena a
indemnizaciones y costas, pues estas solo pueden ser resultado del debido
proceso, el cual según el inciso 1º del artículo 29 de la Carta se aplicará a
toda clase de actuaciones judiciales y administrativas y supone la presunción
de inocencia y la prohibición de juzgar a una persona dos veces por el mismo
hecho.
A su juicio, la
acción de tutela concebida contra sentencias y providencias y con la
posibilidad de producir indemnizaciones y costas, se convierte sin duda en un
doble juzgamiento y en violación de principios como la cosa juzgada, el derecho
de contradicción, el debido proceso, el de no ser juzgado dos veces por el
mismo hecho y el de que nadie puede ser condenado sin haber sido oído y vencido
en legal juicio.
III. CONCEPTO
DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
El Jefe del
Ministerio Público, en concepto Nº 038 de julio 13 de 1992, solicita a la Corte
Constitucional que declare exequibles los artículos demandados, con base en los
siguientes argumentos:
1. El término de caducidad señalado en los
artículos 11 y 12 acusados, así como los efectos de dicha figura frente a la
acción de tutela dirigida contra sentencias o providencias judiciales que
pongan fin a un proceso, se ajustan a la Constitución.
"En efecto, aún
cuando del tenor literal del artículo 86 pareciere inferirse, al disponer que
"toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en
todo momento y lugar" que esta no tiene límite temporal para su
accesibilidad, también es cierto que una interpretación racional del texto con
los demás del Ordenamiento Superior, en especial con los artículos 5 Transitorio
y 214-9 nos enseñan, que la misma Carta defirió en el legislador la posibilidad
de reglamentar este novedoso instrumento para la garantía de los derechos
constitucionales, reglamento en el cual se halla ínsita la facultad para
determinar la oportunidad en que deberá intentarse la misma".
2. Estima el Procurador que la acción de
tutela es procedente contra las sentencias o providencias que le pongan fin a
un proceso, pues los órganos o autoridades que administran justicia son
autoridades públicas que pueden vulnerar o amenazar los derechos fundamentales
de las personas y que no pueden sustraerse al ámbito de aplicación de la
institución plasmada en el artículo 86 de la Constitución.
La acción de tutela
es, en su parecer, de carácter judicial y no solamente cumple una función
cautelar; dependiendo de si se ejerce como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable o no, en el primer caso se está ante un remedio
accesorio y transitorio del derecho amenazado o vulnerado y en el segundo ante
un juzgamiento definitivo del derecho controvertido.
Constitucionalmente
hablando -dice el Procurador- no se evidencia incompatibilidad o
quebrantamiento alguno de la preceptiva superior con la procedencia de la
acción de tutela contra las sentencias o providencias que le ponen fin a un
proceso.
3. En lo relativo a la caducidad expresa:
"Así pues, para
este Despacho, la figura de la caducidad es el punto de equilibrio entre el
principio de la cosa juzgada y la procedencia de la acción de tutela, contra
las sentencias o providencias que le ponen fin a un proceso, -entendida ésta
como el plazo perentorio e improrrogable, establecido por la ley para iniciar
ciertos procesos-, en razón de que se ampararán o tutelarán los derechos
fundamentales que se hayan puesto en peligro, como consecuencia directa
de tales providencias, cuando no puedan ser protegidos por un mecanismo
judicial idóneo, y de otra parte, se evita la indefinición en el tiempo
de las controversias objeto de la litis.
Es importante que la
Corte, en esta oportunidad se pronuncie acerca del término exacto en que opera
la caducidad, entratándose de la acción de tutela, contra las sentencias o
providencias que le ponen fin a un proceso, en razón de que el artículo 11 del
Decreto objeto de estudio la establece en un término de dos meses, mientras que
en el parágrafo 1, del artículo 40 ibídem, el término para interponer la acción
es de 60 días, contados a partir del día siguiente a la firmeza de la
providencia, que hubiere puesto fin al proceso.
Los presupuestos
consagrados en ambas normas son los mismos, ya que de una parte, según el
artículo 11 interpretándolo conjuntamente con el numeral 1 del artículo 6, la
acción de tutela, procede en el evento de que, en el caso concreto, no existan
otros recursos o medios de defensa judiciales salvo que aquella se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, al igual que el
requisito contenido en el artículo 40.
Y dado que en
aplicación del artículo 62 del C. de R.P.M. los términos señalados en días se
consideran hábiles al paso que los que se indican en meses y en años son
calendario, el término de dos meses, consagrado en la primera de las normas es
diverso del de 60 días de la segunda.
Por lo tanto, para
este despacho, por ser norma posterior el artículo 40, el término que debe
aplicarse para efectos de la procedencia de la acción de tutela, contra las
providencias que le pongan fin a un proceso, es de 60 días".
4. En torno al artículo 25 del Decreto 2591 de
1991, dice la Procuraduría:
"En el evento
que en un proceso de tutela, se establezca que el Estado, sus organismos,
autoridades o funcionarios, o un particular, agredió o amenazó un derecho
fundamental de una persona, y que como consecuencia de ello, causó un
perjuicio, éste debe ser indemnizado de conformidad con los artículos 6 y 90 de
la Carta Política, y con las normas legales dispuestas para el efecto en cada
ordenamiento.
Ahora bien, teniendo
en cuenta, que la tutela se consagró para que mediante un proceso preferente y
sumario, se proteja inmediatamente a las personas objeto del agravio, en sus
derechos constitucionales fundamentales, disponiendo el juez de sólo diez (10)
días para su resolución, contados a partir de la solicitud (art. 86 C.N.), en
los cuales no podría pronunciarse en concreto acerca de los perjuicios
ocasionados con la lesión, porque si bien, en el presente caso el juez debe
tener la certeza, de que se causaron éstos y que además de ello, es necesaria
su indemnización para que se proteja el derecho conculcado, en tan corto tiempo
no podría establecer su monto y se violaría el derecho de defensa de quien
estuviera en la obligación de responder por el daño inferido al perjudicado.
Respecto de la
condena en costas, considera este despacho que se encuentran ajustadas a la
preceptiva constitucional, toda vez que el artículo 29 dejó en manos de la ley
su inclusión, al punto que aunque las partes no lo hayan solicitado, el juez,
en todos los ordenamientos esté facultado para decretarlas".
IV.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
Las disposiciones
acusadas hacen parte de un decreto expedido por el Presidente de la República
en desarrollo de las facultades extraordinarias conferidas por la Asamblea
Nacional Constituyente (artículo Transitorio 5, literal b), de la Constitución
Política).
Según el artículo
Transitorio 10, los decretos dictados con apoyo en tales facultades tienen
fuerza de ley y son objeto del control de constitucionalidad a cargo de esta
Corporación.
2. Los cargos de
inconstitucionalidad
El artículo 11 del
Decreto 2591 de 1991 tiene un doble aspecto, tal como puede observarse a partir
de las dos demandas que dan lugar a la presente sentencia: a) La
limitación en el tiempo de las posibilidades de acudir a la acción de tutela
(caducidad); b) El supuesto -del cual parte y al cual se refiere la
aludida caducidad- de que es procedente la tutela contra sentencias que pongan
fin a un proceso judicial.
La Corte se ocupará
de estos dos asuntos de manera independiente, tomando en consideración los
argumentos de los actores.
a) Inconstitucionalidad
de la caducidad
El artículo 86 de la
Constitución Política establece que toda persona "tendrá acción de tutela
para reclamar ante los jueces, en todo momento y lugar (...) la
protección inmediata de sus derechos fundamentales...".
El artículo 11 del
Decreto 2591 de 1991 reitera la disposición constitucional cuando expresa que
tal acción "podrá ejercerse en todo tiempo", pero introduce una
excepción: "... salvo la dirigida contra sentencias o providencias
judiciales que pongan fin a un proceso, la cual caducará a los dos meses de
ejecutoriada la providencia correspondiente".
La figura jurídica de
la caducidad, bien conocida en el Derecho Procesal, ha sido objeto de distintas
definiciones:
Según el Diccionario
de la Real Academia de la Lengua es "una presunción legal de que los
litigantes han abandonado sus pretensiones cuando, por determinado plazo se
abstienen de gestionar en los autos".
Ennecerus la entendió como un plazo, transcurrido el
cual el derecho del que se trata ha dejado de existir.
Von Tuhr afirma que la caducidad es "la
pérdida de un derecho como consecuencia legal de un acto del titular", al
paso que, según Castán, ella tiene lugar "cuando la ley o la
voluntad de los particulares señalan un término fijo para la terminación de un
derecho, de tal modo que transcurrido, éste último no puede ya ser
ejercitado"[1].
Para Alessandri y
Somarriva[2], la caducidad
"es la extinción ipso jure de la facultad de ejercer un derecho o celebrar
un acto, por no haberse ejercido o realizado dentro de un plazo de carácter
fatal que la ley establece".
La jurisprudencia
nacional se ha ocupado del tema, dentro del que ha sido imprescindible hacer
una distinción con otra institución similar -la prescripción extintiva-
definida por los ya citados Alessandri y Somarriva como "una forma de
extinguir los derechos y acciones por no haberlos ejercitado el acreedor
durante cierto espacio de tiempo, unido a los demás requisitos legales" o
como "un modo de extinción de los derechos resultante del silencio de la
relación jurídica de que emanan, durante el tiempo marcado por la ley".
La Corte Suprema de
Justicia en sentencia del 1 de octubre de 1946 dijo al respecto: "...es
obvio que existe aquí una confusión entre dos órdenes de instituciones
jurídicas de características esenciales bien diferenciadas, como se ha puesto
de relieve por la doctrina de los autores y las creaciones de la
jurisprudencia. En efecto, al lado de la prescripción liberatoria, como medio
de extinguir las acciones en juicio se admite desde hace algún tiempo y con
mayores o menores reservas por parte de los tribunales de justicia el de la
caducidad o término perentorio, el cual puede producir -es verdad- los mismos
efectos, pero cuyos fundamentos esenciales así como su régimen en la actuación
positiva del derecho son muy distintos de los que integran aquella figura. En
otras palabras, y de acuerdo con esta concepción, la prescripción civil no viene
a ser el único medio -sino simplemente uno de los medios jurídicos- de
extinguir las acciones por el transcurso del tiempo".
"Si la
caducidad -según definición de los expertos- es la extinción del derecho o la
acción por cualquier causa -como el transcurso del tiempo- muy clara resulta la
diferencia substancial con la prescripción extintiva o liberatoria... La
caducidad es toda extinción; en tanto que la prescripción liberatoria
únicamente puede sobrevenir por el transcurso del tiempo..."[3].
Igualmente el
Consejo de Estado se pronunció sobre el controvertido tema indicando:
"Caducidad, del
latín "caducus", lo decrépito o muy anciano, lo poco durable.
Caducidad es la acción y efecto de caducar, acabarse, extinguirse, pierde su
efecto o vigor, por expiración del plazo señalado en la ley".
"...
"Hay caducidad
de la acción, cuando ha expirado el plazo fijo señalado por la ley para ejercerla,
lo cual ocurre fatalmente, sin suspensión, sin interrupción, sin proposición y
sin necesidad de investigar negligencia.
"...
"La caducidad
tanto se da en el derecho privado como en el derecho público y en ambos tiene
carácter de orden público, pues su organización obedece a la necesidad social
derivada de razones de interés general de obtener en tiempos breves la
definición de ciertos derechos"[4].
Por su parte, esta
Corporación ya ha tenido oportunidad de referirse al tema y lo ha hecho
dejando en claro los siguientes criterios:
"Consiste la
caducidad en el fenómeno procesal de declarar extinguida la acción por no
incoarse ante la jurisdicción competente dentro del término perentorio
establecido por el ordenamiento jurídico para ello. Opera la caducidad ipso
jure, vale decir que el juez puede y debe declararla oficiosamente cuando
verifique el hecho objetivo de la inactividad del actor en el lapso consagrado
en la ley para iniciar la acción. Este plazo no se suspende ni interrumpe, ya
que se inspira en razones de orden público, lo cual sí ocurre en tratándose de
la prescripción civil, medio éste de extinguir las acciones de esta
clase"[5].
En este orden de
ideas, la caducidad corresponde a un término que se otorga para realizar un
acto o para hacer uso de un derecho, generalmente por razones de orden público,
con miras a no dejar en suspenso por mucho tiempo el ejercicio del derecho o la
ejecución del acto de que se trata.
Como se observa,
aplicado a las acciones, el término de caducidad es el que -señalado por la
ley- una vez transcurrido, aunque no debe confundirse con la prescripción
extintiva, impide que la correspondiente acción se ejerza.
Lo cual significa
que prever un tiempo de caducidad para el ejercicio de la acción de tutela implica
necesariamente que tan solo dentro de él puede tal acción interponerse. En
otras palabras, quiere decir la norma cuestionada que la acción de tutela
cuando se dirija contra sentencias que pongan fin a un proceso no puede
ejercerse en cualquier tiempo sino únicamente dentro de los dos meses
siguientes a la ejecutoria.
En la presente
providencia se resolverá también si procede la tutela contra fallos
ejecutoriados pero, independientemente de ello, resulta palpable la oposición
entre el establecimiento de un término de caducidad para ejercer la acción y lo
estatuido en el artículo 86 de la Constitución cuando señala que ella puede
intentarse "en todo momento", razón suficiente para declarar, como lo
hará esta Corte, que por el aspecto enunciado es inexequible el artículo 11 del
Decreto 2591 de 1991.
Apartándose de la
tesis sostenida por el Procurador General de la Nación, no cree la Corte que
esta contradicción entre el texto legal y el mandato de la Constitución pueda
considerarse saneada en razón de las facultades confiadas al legislador para
reglamentar la acción de tutela, pues, por una parte, las competencias para
reglamentar o desarrollar un precepto superior jamás pueden incluir las de
modificarlo y, por otra, en el caso que nos ocupa, la amplitud del
Constituyente en cuanto al tiempo para acudir a este instrumento resulta ser
tan clara que no da lugar ni admite forma alguna de regulación legal en
contrario. Aceptar en este caso la generosa interpretación del Ministerio
Público equivaldría a sostener que las leyes ostentan la misma jerarquía
normativa de la Constitución.
Deducida la
inconstitucionalidad de la norma objeto de examen, carece de sentido que la
Corte entre a definir, como desea el Procurador, si el término de la caducidad
debe ser de dos meses o de sesenta días, en especial si se tiene en cuenta lo
que en esta providencia se concluye en relación con el artículo 40 del Decreto
2591 de 1991.
Así, pues, dada su
relación con la mencionada norma, que constituye su supuesto, también es inconstitucional
el artículo 12 del mismo estatuto, enderezado a estipular los efectos de la
caducidad, declarando que ésta no es obstáculo para impugnar el acto o la
actuación mediante otra acción.
b)
Inconstitucionalidad de la acción de tutela contra sentencias
Una de las demandas
sobre las cuales se pronuncia la Corte en esta oportunidad se halla
estructurada sobre la base de que el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991
quebranta los preceptos constitucionales no tanto por introducir un término de
caducidad sino por permitir que se ejerzan acciones de tutela contra sentencias
amparadas por el principio de la cosa juzgada.
A este respecto, la
Corte Constitucional formula las siguientes consideraciones:
Carácter
subsidiario e inmediato de la acción de tutela
El artículo 86 de la
Constitución consagra la acción de tutela como un procedimiento preferente y
sumario para la protección de los derechos constitucionales fundamentales
cuando estos resulten amenazados o vulnerados por la acción o la omisión de
autoridades públicas o de particulares.
La Corte ha señalado
que dos de las características esenciales de esta figura en el ordenamiento
jurídico colombiano son la subsidiariedad y la inmediatez: la
primera por cuanto tan sólo resulta procedente instaurar la acción en subsidio
o a falta de instrumento constitucional o legal diferente, susceptible de ser
alegado ante los jueces, esto es, cuando el afectado no disponga de otro medio
judicial para su defensa, a no ser que busque evitar un perjuicio irremediable
(artículo 86, inciso 3°, de la Constitución); la segunda, puesto que la acción
de tutela ha sido instituída como remedio de aplicación urgente que se hace
preciso administrar en guarda de la efectividad concreta y actual del derecho
objeto de violación o amenaza.[6] Luego no es
propio de la acción de tutela el sentido de medio o procedimiento llamado a
reemplazar los procesos ordinarios o especiales, ni el de ordenamiento
sustitutivo en cuanto a la fijación de los diversos ámbitos de competencia de
los jueces, ni el de instancia adicional a las existentes, ya que el propósito
específico de su consagración, expresamente definido en el artículo 86 de la
Carta, no es otro que el de brindar a la persona protección efectiva, actual y
supletoria en orden a la garantía de sus derechos constitucionales
fundamentales.
En otros términos,
la acción de tutela ha sido concebida únicamente para dar solución eficiente a
situaciones de hecho creadas por actos u omisiones que implican la
transgresión o la amenaza de un derecho fundamental, respecto de las cuales el
sistema jurídico no tiene previsto otro mecanismo susceptible de ser invocado
ante los jueces a objeto de lograr la protección del derecho; es decir, tiene
cabida dentro del ordenamiento constitucional para dar respuesta eficiente y
oportuna a circunstancias en que, por carencia de previsiones normativas
específicas, el afectado queda sujeto, de no ser por la tutela, a una clara
indefensión frente a los actos u omisiones de quien lesiona su derecho
fundamental. De allí que, como lo señala el artículo 86 de la Constitución,
tal acción no sea procedente cuando exista un medio judicial apto para la
defensa del derecho transgredido o amenazado, a menos que se la utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable entendido éste
último como aquél que tan sólo puede resarcirse en su integridad mediante el
pago de una indemnización (artículo 6º del Decreto 2591 de 1991).
Así, pues, la tutela
no puede converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un mecanismo
que sea factible de elegir según la discrecionalidad del interesado, para
esquivar el que de modo específico ha regulado la ley; no se da la concurrencia
entre éste y la acción de tutela porque siempre prevalece -con la excepción
dicha- la acción ordinaria.
La acción de tutela
no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos adicional o
complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse que sea
el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según la
Constitución, es la de único medio de protección, precisamente
incorporado a la Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el
sistema jurídico para otorgar a las personas una plena protección de sus
derechos esenciales.
Se comprende, en
consecuencia, que cuando se ha tenido al alcance un medio judicial ordinario y,
más aún, cuando ese medio se ha agotado y se ha adelantado un proceso, no puede
pretenderse adicionar al trámite ya surtido una acción de tutela, pues al tenor
del artículo 86 de la Constitución, dicho mecanismo es improcedente por la sola
existencia de otra posibilidad judicial de protección, aún sin que ella haya
culminado en un pronunciamiento definitorio del derecho. Bien puede afirmarse
que, tratándose de instrumentos dirigidos a la preservación de los derechos, el
medio judicial por excelencia es el proceso, tal como lo acreditan sus
remotos orígenes. En el sentir de esta Corte, nadie puede alegar que careció
de medios de defensa si gozó de la oportunidad de un proceso y menos todavía si
tomó parte en él hasta su conclusión y ejerció los recursos de que disponía.
Pero, claro está, si pese a las ocasiones de defensa dentro del proceso y a las
posibilidades de impugnación del fallo que le otorgaba el sistema jurídico en
obedecimiento a claros principios constitucionales (artículos 29 y 31 de la
Carta), el interesado se abstuvo de utilizar los mecanismos a su disposición,
tampoco puede acudir a la institución de la tutela como última tabla de
salvación de sus pretensiones, por cuanto ello implica el alegato de su propia
incuria contra el principio universalmente aceptado y desvirtúa el carácter
subsidiario de la acción. Sobre el tema ha declarado la Corte Constitucional a
propósito de casos concretos:
"Quien no ha
hecho uso oportuno y adecuado de los medios procesales que la ley le ofrece
para obtener el reconocimiento de sus derechos o prerrogativas se abandona
voluntariamente a las consecuencias de los fallos que le son adversos. De su
conducta omisiva no es responsable el Estado ni puede admitirse que la firmeza
de los proveídos sobre los cuales el interesado no ejerció recurso constituya
transgresión u ofensa a unos derechos que, pudiendo, no hizo valer en ocasión
propicia. Es inútil, por tanto, apelar a la tutela, cual si se tratara de una
instancia nueva y extraordinaria, con el propósito de resarcir los daños
causados por el propio descuido procesal"[7]
Vistas así las
cosas, en nuestro sistema pugna con el concepto mismo de esta acción la idea de
aplicarla a procesos en trámite o terminados, ya que unos y otros llevan
implícitos mecanismos pensados cabalmente para la guarda de los derechos, es
decir, constituyen por definición "otros medios de defensa judicial"
que, a la luz del artículo 86 de la Constitución, excluyen por regla general la
acción de tutela.
La Corte acoge en
este aspecto lo expresado por el Magistrado Jaime Sanín Greiffenstein en la aclaración
de voto formulada el dos (2) de junio de mil novecientos noventa y dos
(1992) en los siguientes términos:
"Ahora bien, es
fácil comprender que si prevalece la acción ordinaria y no procede la de
tutela, la preferencia de la Constitución por este remedio es clara y que no se
entendería que después de manifestar esa preeminencia y remitir el asunto a esa
vía, venga luego a someter el resultado de su ejercicio, trámite y decisión al
sistema que desde el principio desechó.
Inclusive cuando por
la circunstancia especial anotada (la del perjuicio irremediable) procede la
acción de tutela, así acontece para que tenga efectos efímeros, esto es, hasta
cuando la ordinaria defina, por preferencia del mismo constituyente, el
punto"[8].
Subsistencia
del orden jurídico compatible con la Carta
Debe tenerse en
cuenta que, como ya lo dijo esta Corte[9], la Constitución
de 1991 no contiene una cláusula por medio de la cual haya sido derogada en
bloque la legislación que estaba vigente al momento de su expedición. El
artículo 380 se limitó a derogar la Carta de 1886 con todas sus reformas. Es
decir, los cambios se produjeron en el nivel constitucional; las demás escalas
de la jerarquía normativa siguen vigentes mientras no sean incompatibles con la
nueva Constitución (artículo 4º C.N.).
Es claro que las
leyes por medio de las cuales han sido establecidas las competencias de los
jueces en las diversas materias objeto de su función, los procedimientos
previos a las decisiones que adoptan y los recursos que pueden intentarse
contra tales decisiones en nada desconocen la preceptiva constitucional y, por
el contrario, son desarrollo de las normas contenidas en el Título VIII de la
Carta.
En ese orden de
ideas, la acción de tutela no puede asumirse como un sistema de justicia
paralelo al que ha consagrado el ordenamiento jurídico en vigor. El
entendimiento y la aplicación del artículo 86 de la Constitución tan solo
resultan coherentes y ajustados a los fines que le son propios si se lo
armoniza con el sistema. De allí que no sea comprensible como medio judicial
capaz de sustituir los procedimientos y las competencias ordinarias o
especiales, pues ello llevaría a un caos no querido por el Constituyente.
La tutela
contra sentencias ante el principio de la cosa juzgada
La Carta Política,
al ampliar el espectro de los derechos y garantías y al plasmar los mecanismos
para su efectivo respaldo, dotó al orden jurídico de nuevos elementos que están
destinados a fortalecer, lejos de debilitar el Estado de Derecho y los valores
jurídicos esenciales que lo inspiran. Es inadmisible que, por haberse
instituido una figura como la acción de tutela, cuyo fin está exclusivamente
relacionado con el amparo inmediato y cierto de los derechos ante situaciones
no previstas por los medios ordinarios, se haya puesto fin a la vigencia de los
postulados básicos en los cuales se ha fundado y desarrollado nuestra
civilización jurídica. Uno de ellos es el principio de la cosa juzgada,
que se traduce en el carácter inmutable, intangible, definitivo, indiscutible y
obligatorio de los fallos cuando se han dado los trámites y se han cumplido las
condiciones y requisitos previstos por la ley.
El fin primordial de
este principio radica en impedir que la decisión en firme sea objeto de nueva
revisión o debate, o de instancias adicionales a las ya cumplidas, o que se
reabra el caso judicial dilucidado mediante el fallo que reviste ese carácter,
con total independencia de su sentido y alcances, dotando de estabilidad y
certeza las relaciones jurídicas y dejando espacio libre para que nuevos
asuntos pasen a ser ventilados en los estrados judiciales.
La cosa juzgada, que
confiere a las providencias la fuerza de verdad legal dentro del ámbito
individualizado del asunto litigioso resuelto, se funda en el principio de la seguridad
jurídica, la cual para estos efectos, reside en la certeza por parte de la
colectividad y sus asociados en relación con la definición de los conflictos
que se llevan al conocimiento de los jueces.
Considera la Corte
que no puede haber verdadera justicia sino dentro de un orden que garantice a
la sociedad la certidumbre sobre el sentido último de las decisiones
judiciales, o, como dice RADBRUCH, un "orden superindividual (...) para
dotar prácticamente a la vida social de una instancia decisiva" [10],
es decir, la plena conciencia en torno a que los juicios lleguen a su fin
mediante resoluciones fijas y estables que precisen el derecho. La actividad
de la jurisdicción no puede moverse eternamente en el terreno de lo
provisional. El punto final, después de agotados todos los momentos
procesales, se erige en factor insustituible de la convivencia, en cuanto
implica la consolidación real del criterio de justicia.
La introducción de
elementos que desconozcan este postulado y que, por tanto, lesionen el valor de
la seguridad jurídica, impide la vigencia del orden justo al que aspira la
Carta Política tanto en el Preámbulo como en su artículo 2o., pues el logro de
aquél exige momentos de definición judicial que otorguen al conglomerado la
confianza en lo resuelto, sin el albur de nuevas y siempre posibles acciones
que provoquen la indefinida reanudación de procesos nunca culminados.
GUASP, para quien la
cosa juzgada es "la fuerza que el derecho atribuye normalmente a los
resultados procesales", afirma la necesidad de esta institución en
términos que comparte la Corte: "El ordenamiento procesal no puede
renunciar a la institución de la cosa juzgada sin incurrir en una contradicción
esencial de sus bases. Cuando el derecho del proceso otorga fuerza a una
decisión judicial es porque entiende que con ella la finalidad peculiar del
proceso, la satisfacción de pretensiones, ha quedado alcanzada. Si admitiera
luego la renovación integral del litigio tendría que destruir ese
principio"[11]
La función estatal
de administrar justicia lleva implícito el concepto de la cosa juzgada aún
antes de su consagración en normas positivas, pues resulta esencial a los fines
que persigue. Si es propio de la potestad atribuida al juez la capacidad de
definir el derecho en el asunto materia de su competencia, sus facultades se
actualizan y concretan en el momento en que resuelve y su resolución es
vinculante.
La Corte
Constitucional no podría compartir una interpretación jurídica en cuyo
desarrollo se hiciera posible sacrificar el supremo valor de la justicia en
aras de un orden o de una seguridad que no la realizaran, pero reconoce a estos
valores, razonablemente entendidos, el carácter de presupuestos indispensables
para que la justicia se haga realidad concreta en el seno de la sociedad. Así
entendida, la seguridad jurídica no se contrapone a la justicia sino que se
integra con ella.
En este sentido, no
está equivocado LEGAZ Y LACAMBRA cuando afirma que, si bien la justicia es un
valor más alto que el orden y la seguridad, los cuales no pueden existir al
margen de ella, tales valores son ontológica y ónticamente condicionantes de la
justicia: "Sólo sobre la base de un orden se puede hablar de justicia o
injusticia en la sociedad; si ese orden no existe, entonces se puede hablar de
ideas de justicia, pero no de justicia existente en las relaciones de la vida,
pues desde el momento que se admite que la vida social está regida por la
justicia, se presupone que existe un orden establecido precisamente por el
Derecho en cuanto que es Derecho"[12].
Mediante la
observancia del principio de la cosa juzgada -cuyo carácter metapositivo hace
que deba entenderse incluido en la Carta como intrínseco a los valores que la
inspiran y la fundamentan[13]- se manifiesta
la autoridad del Estado traducida en decisiones eficaces de los jueces, quienes
administran justicia en nombre suyo. Como expresa COUTURE, "donde hay
cosa juzgada hay jurisdicción y donde no hay cosa juzgada no existe
jurisdicción", de tal manera que negar el principio es negar la función
misma, pues la administración de justicia tiene concreción en la providencia
por cuyo conducto el juez dice la verdad final sobre la controversia planteada,
realizando en ese asunto la previsión general consagrada en el texto de la ley.
Por otra parte,
desde el punto de vista individual, las partes dentro de un proceso judicial
buscan la definición acerca de sus pretensiones y, por tanto, la sentencia
constituye para ellas objetivo de su actividad y normal culminación de sus
expectativas.
La sentencia con
autoridad de cosa juzgada representa, para la parte favorecida, un título dotado
de plena validez y oponible a todo el mundo, pues crea una situación jurídica
indiscutible a partir de la firmeza del fallo.
Debe distinguirse
entre los conceptos que en la doctrina se conocen bajo las denominaciones de cosa
juzgada material y cosa juzgada formal. La segunda hace que no se
pueda volver a revisar la decisión adoptada mediante fallo ejecutoriado dentro
del mismo proceso y por los mismos hechos y fundamentos que motivaron tal
resolución, mientras que la primera, también conocida como cosa juzgada sustancial,
implica la absoluta inmutabilidad de la sentencia en firme, no ya dentro de un
proceso determinado, sino ante cualquier otro proceso y en relación con
cualquier motivo o fundamento, pues a ella se accede por el agotamiento de
todas las posibilidades procesales y supone, por tanto, que la actividad
jurisdiccional del Estado se desplegó íntegramente en relación con la materia
debatida.
Es claro que la
acción de tutela no es viable si se la pretende usar como medio enderezado a la
reapertura de procesos que ya fueron objeto de fallo, tanto si respecto de las
decisiones judiciales correspondientes se ha producido la ejecutoria y, en
consecuencia, la cosa juzgada formal, como si han hecho tránsito a cosa
juzgada material. En el primer evento por existir otra vía propicia a la defensa
del derecho en cuestión, como cuando se pide revisar, en virtud de hechos
nuevos o de cambio de circunstancias, la liquidación de obligaciones
alimentarias periódicas o el régimen de visitas de los esposos separados a sus
hijos comunes. En la segunda hipótesis, por la esencia misma del concepto de
cosa juzgada y por el hecho de haber culminado plenamente, en cuanto a todos
los aspectos del asunto controvertido, el trámite del proceso como medio idóneo
para ventilarlo ante la justicia.
La falacia del
error judicial
La sentencia no es
simplemente un documento suscrito por el juez sino el resultado de una génesis
que tiene lugar en dos planos diversos: el objetivo, que es propiamente
el proceso considerado en sentido jurídico, integrado por las varias etapas que
la ley contempla, y el subjetivo, que corresponde a la operación mental
efectuada por el fallador, en cuyo fondo lógico hay un silogismo que tiene como
premisa mayor la norma general y abstracta de la ley, por premisa menor los
hechos controvertidos y por conclusión la parte resolutiva del fallo, que se
constituye en mandato concreto, obligatorio para quienes fueron partes dentro
del proceso.
Tal razonamiento,
sin embargo, no encierra únicamente el desarrollo de una operación lógica sino
que requiere, para alcanzar el nivel de lo justo, como exigen los fines del
Derecho, de una interpretación sobre el contenido de las normas aplicables y de
una valoración consciente de las pruebas llevadas al proceso para definir la
solución que, en el sentir del juez, se acomoda a las exigencias de la
Constitución y de la ley.
Habida cuenta de las
dificultades inherentes a esta actividad, mal pueden desconocerse las
posibilidades de error judicial por apreciación equivocada de los hechos tanto
como por indebida interpretación de las leyes y aún por violación abierta de
sus disposiciones. El principio de la cosa juzgada no parte del supuesto de la
perfección del juez, ya que resulta imperativo el reconocimiento de su
naturaleza humana y, por tanto, falible.
Tampoco podría
negarse que las equivocaciones de los jueces, cuando en ellas incurren,
constituyen fuente de injusticias y de violaciones a los derechos de quienes
tienen interés en los resultados del proceso, razón que justifica la existencia
de múltiples medios de control previos, concomitantes y posteriores a la
adopción de los fallos, a fin de asegurar que quien se considere lesionado en
sus derechos pueda obtener que se corrija el rumbo del proceso, impugnar el
fallo que le es adverso y verificar en diferentes momentos procesales si el
juicio se ajusta a las prescripciones constitucionales y legales, dentro de un
conjunto de garantías que nuestra Carta Política cobija bajo la institución del
debido proceso consagrada en su artículo 29. La ley en su desarrollo,
establece recursos judiciales ordinarios y extraordinarios, impedimentos,
recusaciones, principios de valoración y contradicción de las pruebas,
nulidades y oportunidades de impugnación contra las providencias proferidas por
el juez, entre otros medios cuyo objeto es el de verificar la observancia de la
legalidad, la imparcialidad del juzgador, el respeto a los derechos de los
afectados por sus decisiones y el mayor grado de justicia en el contenido de
éstas, además de las formas de responsabilidad patrimonial del Estado y del
propio juez por los perjuicios que ocasione un yerro judicial debidamente
establecido por la jurisdicción correspondiente.
Pero la misma idea
de justicia sugiere la de un punto definitivo a partir del cual la sentencia no
pueda ser modificada. Habiéndose llegado a él, una vez agotados todos los
momentos procesales, concluidas las instancias de verificación jurídica sobre
lo actuado y surtidos, si eran procedentes, los recursos extraordinarios
previstos en la ley, no puede haber nuevas opciones de revisión del proceso, en
cuanto la posibilidad de que así suceda compromete en alto grado la prevalencia
del interés general (artículo 1º C.N.), representado en la necesaria
certidumbre de las decisiones judiciales.
Agréguese a lo dicho
que, si de naturaleza humana hablamos, no es menos falible la del juez que
actúa en sede de tutela que la del juez encargado de fallar en los procesos
ordinarios. Repárese en que, a la luz de la Constitución, son los mismos
jueces encargados de fallar los procesos ordinarios los que, por mandato
expreso del Constituyente tienen bajo su responsabilidad la decisión de las
demandas de tutela, por lo cual es cuando menos inverosímil suponer que si un
determinado juez actúa dentro del proceso ordinario está en capacidad de
lesionar los derechos fundamentales por su equivocación o por su dolo, pero que
no corren tales riesgos las sentencias que ese mismo juez profiera cuando lo
haga a propósito de las acciones previstas en el artículo 86 de la
Constitución. Téngase presente que, tal como lo estatuye el Decreto 2591 de
1991, sus competencias para efectos de tutela no están distribuidas por
especialidades, lo cual permite que en gran parte de los casos se acuda en
ejercicio de esta acción ante un juez de especialidad diferente al de
conocimiento; más aún, la disposición del artículo 40 de dicho estatuto, cuando
se trate de sentencias emanadas de salas especializadas de los tribunales,
dispone que conozca de la acción contra sus providencias otra sala, necesariamente
encargada de administrar justicia en un ramo diferente. En estas
circunstancias, agravadas por el perentorio término de diez (10) días dentro de
los cuales tiene que resolverse sobre la demanda de tutela, no existe nunguna
garantía de menor error judicial y, menos aún, de perfecta protección de los
derechos cuando se defiende la tutela contra sentencias como única fórmula para
implantar la justicia supuestamente ignorada en el proceso.
Pero, además, no es
lícito acudir a los casos singulares de equivocación judicial como instrumento
dialéctico para presumir que todos los jueces aplican errónea o indebidamente
la normatividad jurídica, que todos prevarican o que todos cometen injusticia
en sus fallos. Suponer que la regla general es la decisión judicial desacertada
e incorrecta,
implica una descalificación anticipada sobre la idoneidad de la administración
de justicia y de los numerosos medios de defensa judicial previstos por el
ordenamiento jurídico para realizar en los casos concretos los fines propios
del Derecho.
En este aspecto,
asiste la razón al Procurador General, cuando, en concepto rendido ante esta
Corte en proceso diferente, afirma que se viola la Constitución (artículo 83)
si se supone por vía general que los jueces no actúan razonablemente en
derecho.[14]
Por otra parte
cuando, como corresponde a la Corte, se hace una interpretación de las normas
constitucionales para establecer su verdadero sentido, ha de emplearse un
método objetivo, que implique la consideración general y abstracta de la
preceptiva analizada en sus alcances generales y abstractos. No puede partirse
del casuismo, que utiliza la formulación de eventos extremos y excepcionales,
con la aspiración de tomar supuestos que corresponden a circunstancias
insulares como aplicables al entendimiento común de las disposiciones materia
del examen.
De allí que no
resulten aceptables para efectos del presente juicio de constitucionalidad
ciertos ejemplos, invocados para sustentar la tesis que favorece la procedencia
de acciones de tutela contra sentencias. Situaciones de error judicial
exagerado, en muchas de las cuales juega más la imaginación que el rigor
científico -como ocurre con la planteada frecuentemente sobre una teórica
sentencia mediante la cual una persona pudiera ser condenada a la pena de
muerte o a la cadena perpétua- debilitan ellas mismas el argumento que pretenden
apoyar, en cuanto escapan de la realidad cotidiana y construyen el análisis
jurídico, que de suyo exige ponderación, sobre la base deleznable de hechos
ficticios, o en relación con unos pocos casos tomados de la realidad y de
contornos hábilmente dramatizados, cuya singularidad los caracteriza
precisamente como excepcionales.
Agréguese a lo dicho
que la acción de tutela no es el único mecanismo orientado a la protección de
la persona humana y sus derechos esenciales. Todos los procesos y la integridad
del aparato judicial tienen ese mismo fin, de donde se desprende la falacia de
los argumentos que tienden a presentar el conjunto de garantías representadas
en la idea misma del proceso (artículo 29 de la C.N.) como un rígido esquema
formalista que sacrifica al hombre y desconoce sus derechos. Si así fuera, la
propia Carta, lejos de exigir que la verdad jurídica con efectos concretos se
dedujera siguiendo "las formas propias de cada juicio", habría
prohibido los procesos, sustituyéndolos por la tutela, lo cual no acaeció.
El principio de
especialidad, que sirvió de base a la creación y perfeccionamiento de las
distintas jurisdicciones, estaría igualmente siendo amenazado toda vez que al
permitirse el ejercicio de la acción de tutela en forma indiscriminada contra
cualquier tipo de sentencias judiciales, llegaría el momento en que el
mecanismo "subsidiario" se convertiría en principal medio para ser
interpuesto no sólo en diferentes instancias del proceso, sino a cambio de
éste, viniendo así a suplir todos los medios que permiten acceder normalmente a
la administración de justicia y, lo que es más grave, llegando a convertirse en
un instrumento único de petición ante los jueces, con menoscabo de la
estructura judicial.
La coherencia es
rasgo característico de todo orden y es evidente que, como ya se ha
dicho, un sistema jurídico, cuyo sentido y razón radican precisamente
en el imperativo de introducir criterios ordenadores de la vida en sociedad
con arreglo a los principios y valores que la inspiran y sostienen, está
llamado a ser coherente para no caer en el absurdo de convertirse -precisamente
él- en motivo de confusión.
Así, pues, no
corresponde a las reglas de hermenéutica ni se compadece con los principios de
la lógica asumir que el Constituyente de 1991 consagró la acción de tutela como
medio de defensa contra los resultados de los procesos que él mismo
hizo indispensables en el artículo 29 de la Constitución para asegurar los
derechos de todas las personas. Debe entenderse, por el contrario , como lo ha
entendido desde su instauración el Constitucionalismo, que los procesos han
sido instituídos en guarda de la justicia y la equidad, con el propósito de
asegurar a los gobernados que el Estado únicamente resolverá las controversias
que entre ellos se susciten dentro de límites clara y anticipadamente
establecidos por la ley, con el objeto de evitar los atropellos y las
resoluciones arbitrarias, desde luego dentro de la razonable concepción, hoy
acogida en el artículo 228 de la Carta, sobre prevalencia del derecho
sustancial, cuyo sentido no consiste en eliminar los procesos sino en impedir
que el exagerado culto a las ritualidades desconozca el contenido esencial y la
teleología de las instituciones jurídicas.
Así concebido, el
proceso cumple una función garantizadora del Derecho y no al contrario, razón
por la cual no puede afirmarse que su efectiva aplicación ni la firmeza de las
decisiones que con base en él se adoptan tengan menor importancia para la
protección de los derechos constitucionales fundamentales que el instituto
previsto en el artículo 86 de la Constitución.
Fundamentos
constitucionales del principio de la cosa juzgada
Que la Constitución
no destine uno de sus artículos a proclamar expresamente y para toda clase de
procesos el principio de la cosa juzgada, en nada disminuye la raigambre
constitucional del mismo ni su carácter vinculante para el legislador, cuyos
actos no pueden contrariarlo.
Debe observarse que
el concepto esencial de cosa juzgada se halla explícitamente acogido
por la actual Carta Política cuando en el artículo 243 declara:
"Los fallos que
la Corte dicte en ejercicio del control jurisdiccional hacen tránsito a cosa
juzgada constitucional".
Si el Constituyente
resolvió especificar bajo el calificativo de "constitucional" la cosa
juzgada que ampara esta clase de sentencias, es porque supuso el principio
genérico y adoptó, para tales juicios, los fundamentos y las consecuencias
jurídicas en él incorporadas.
El principio de la
cosa juzgada hace parte indiscutible de las reglas del debido proceso aunque no
se halle mencionado de manera expresa en el artículo 29 de la Constitución.
Todo juicio, desde su comienzo, está llamado a culminar, ya que sobre las
partes no puede cernirse indefinidamente la expectativa en torno al sentido de
la solución judicial a su conflicto. En consecuencia, hay un verdadero derecho
constitucional fundamental a la sentencia firme y, por tanto, a la autoridad de
la cosa juzgada.
Pero, además, si la
Constitución dispone que ninguna persona podrá ser juzgada dos veces por el
mismo hecho -"non bis in idem"-, con esa garantía procesal resulta
incompatible la posibilidad de intentar acciones de tutela contra sentencias
ejecutoriadas, toda vez que ello representaría la reapertura del proceso
culminado.
Por otra parte, el
Preámbulo de la Constitución señala como uno de los objetivos hacia los cuales
se orienta la autoridad del Estado colombiano, el de "asegurar a
sus integrantes (...) la justicia, (...) dentro de un marco jurídico,
democrático y participativo que garantice un orden (...) justo..."
.
A juicio de la
Corte, mal se puede asegurar la justicia y garantizar un orden justo
si el marco jurídico que se disponga fundamenta el concepto de justicia sobre
la base de la incertidumbre.
El artículo 1º de la
Carta consagra como principios fundamentales del Estado Social de Derecho los
del respeto a la dignidad humana y la prevalencia del interés general.
El primero de ellos implica la posibilidad de obtener definiciones en materia
de justicia sin la presencia perturbadora de renovadas instancias que hagan
inciertos los derechos deducidos en juicio. Al segundo se opone la
inestabilidad provocada en el seno de la colectividad por el desconocimiento de
la seguridad jurídica.
La efectividad de
los derechos consagrados en la Constitución tiene su mejor prenda en la
culminación de las controversias sobre la base de una verdad discernida previa
la garantía de los derechos procesales. Por el contrario, resulta vulnerada
cuando esa verdad, varias veces debatida, no se establece con certidumbre.
El acceso a la
administración de justicia (artículo 229 de la Constitución) requiere, para
que en efecto tenga utilidad, de un sistema jurídico que contemple un momento
procesal definitivo en el que, con certeza, las resoluciones que se profieran
sean aptas para la concreción de los derechos. Pero, además, implica que los
jueces vayan resolviendo los asuntos puestos a su consideración de tal modo
que, evacuados los que se definen, puedan prestar atención a nuevos procesos.
Los pleitos interminables acaparan y obstruyen el aparato judicial y por lo
tanto impiden a otras personas acceder a la administración de justicia,
causando simultáneamente daño al interés general.
La tutela contra
otras providencias judiciales frente al principio de la autonomía de los jueces
El principio
democrático de la autonomía funcional del juez, hoy expresamente
reconocido en la Carta Política, busca evitar que las decisiones judiciales
sean el resultado de mandatos o presiones sobre el funcionario que las adopta.
Aún cuando el superior jerárquico debe efectuar el estudio de una sentencia
apelada o consultada (artículo 31 de la Constitución), aquél no está autorizado
por las disposiciones sobre competencia funcional para impartir órdenes a su
inferior respecto al sentido del fallo, sino que, en la hipótesis de hallar
motivos suficientes para su revocatoria, debe sustituir la providencia dictada
por la que estima se ajusta a las prescripciones legales pero sin imponer su
criterio personal en relación con el asunto controvertido. De ningún modo se
podría preservar la autonomía e independencia funcional de un juez de la
República si la sentencia por él proferida en un caso específico quedara
expuesta a la interferencia proveniente de órdenes impartidas por otro juez
ajeno al proceso correspondiente, probablemente de especialidad distinta y,
además, por fuera de los procedimientos legalmente previstos en relación con el
ejercicio de recursos ordinarios y extraordinarios.
Téngase presente
que en el Estado de Derecho no son admisibles las atribuciones implícitas ni
las facultades de alcance indeterminado, lo cual equivale al rechazo del acto
proferido por quien carece de autoridad previa y claramente definida por norma
positiva para actuar en la materia correspondiente (artículos 6º, 122 y 123 de
la Constitución).
De este postulado se
concluye con facilidad que en el campo de la administración de justicia quien
cumpla tan delicada función pública únicamente puede hacerlo revestido de
jurisdicción y competencia. Ya que la segunda tiene a la primera por
presupuesto, si falta la jurisdicción tampoco se tiene la competencia para
fallar en el caso concreto.
Como se puede advertir,
habiendo establecido el Constituyente jurisdicciones autónomas y separadas
(Título VIII de la Constitución) y puesto que el funcionamiento de ellas ha de
ser desconcentrado y autónomo (artículo 228 de la Carta), no encaja dentro de
la preceptiva fundamental un sistema que haga posible al juez, bajo el pretexto
de actuar en ejercicio de la jurisdicción Constitucional, penetrar en el ámbito
que la propia Carta ha reservado a jurisdicciones como la ordinaria o la
contencioso administrativa a fin de resolver puntos de derecho que están o
estuvieron al cuidado de estas. Considerar que semejante opción se aviene a lo
preceptuado por la Carta, tanto vale como aceptar que ésta consagró
jurisdicciones jerarquizadas, lo cual no encuentra sustento en la normatividad
vigente.
Aunque se admitiera,
en gracia de la discusión, que, a pesar de las razones enunciadas, fuera
procedente la acción de tutela para que un juez impartiera órdenes a otro en
relación con las providencias proferidas por su Despacho, tal posibilidad de
todas maneras resultaría contraria al espíritu y al mandato del artículo 86 de
la Constitución, pues reñiría con su carácter inmediato, en cuanto la
orden habría de retrotraerse necesariamente al proceso culminado, con la
inequívoca consecuencia de la invalidación, total o parcial, de etapas
anteriores a la adopción del fallo, prolongando indefinidamente la solución del
litigio.
No es posible
establecer con precisión qué clase de órdenes podrían darse en estos casos, lo
cual implica que en cabeza de los jueces de tutela, si en efecto gozaran
constitucionalmente del poder que les atribuyen las normas demandadas, se
habrían concentrado ilimitadas atribuciones, en ejercicio de las cuales
estarían autorizados para invadir los procesos que se tramitan en las
diferentes órbitas de la jurisdicción, horadando y destruyendo el esquema que
la ley por mandato de la Carta (artículos 29 y 150, numeral 2) ha establecido
para cada uno de ellos. La gama de posibilidades es muy amplia, pues sobre el
supuesto, no aceptado por la Corte, de que las sentencias son vulnerables a la
acción de tutela, ésta no encontraría linderos en relación con los distintos
momentos procesales que antecedieron al fallo y, por ende, las perspectivas de
revisión de lo actuado cubrirían desde la reiniciación del proceso, a partir de
la primera instancia, hasta la corrección de lo resuelto de fondo en la
sentencia definitiva, pasando por eventuales modificaciones de providencias
intermedias, cumplidas o no, y de sentencias que fueron objeto de recursos,
así como la declaración de nulidades, a todo lo cual se agregaría, en sede de
tutela, la resolución inicial, la impugnación del fallo proferido en la
primera instancia y, además, la eventual revisión por parte de la Corte
Constitucional. En cada una de estas etapas podrían producirse decisiones
contrarias y, en consecuencia, lejos de alcanzarse la finalidad de una
justicia efectiva tal como lo ordena la Constitución (Preámbulo y artículos
2º, 29 y 228), se generaría la confusión en las relaciones jurídicas y, por
consecuencia, desaparecería todo asomo de orden justo.
Como ya se ha
señalado, la acción de tutela cabe, según la Constitución, contra actos u
omisiones de autoridades públicas o de particulares.
Ha entendido esta
Corporación el concepto de autoridades de la siguiente manera:
"La autoridad,
en términos generales y tomada en un sentido objetivo es la potestad de que se
halla investida una persona o corporación, en cuya virtud las decisiones que
adopte son vinculantes para quienes a ella están subordinados. Esa autoridad
es pública cuando el poder del que dispone proviene del Estado, de conformidad
con las instituciones que lo rigen.
Subjetivamente
hablando, la expresión autoridad sirve para designar a quien encarna y ejerce
esa potestad.
El artículo 123 de
la Carta Política de modo general define quiénes son servidores públicos,
denominación ésta que comprende a todos los empleados estatales, abstracción
hecha de su nivel jerárquico y de sus competencias específicas.
(...)
"... mientras
las expresiones "servidores públicos" son adecuadas para referirse a
todas las personas que laboran para el Estado en cualquiera de las ramas del
poder, bien sea en los órganos centrales o en las entidades descentralizadas o
por servicios, los términos "autoridades públicas" se reservan para
designar aquellos servidores públicos llamados a ejercer, dentro del
ordenamiento jurídico que define sus funciones o competencias, poder de mando o
decisión, cuyas determinaciones, por tanto, afectan a los gobernados".[15]
Respecto de
particulares, la acción de tutela no procede por regla general sino únicamente
en los casos previstos por la ley y dentro de las condiciones que contempla el
último inciso de la norma constitucional mencionada[16].
Ahora bien, de
conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas, no cabe
duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función
de administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para los
particulares y también para el Estado. En esa condición no están excluidos de
la acción de tutela respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen
derechos fundamentales, lo cual no significa que proceda dicha acción contra
sus providencias. Así, por ejemplo, nada obsta para que por la vía de la
tutela se ordene al juez que ha incurrido en dilación injustificada en la
adopción de decisiones a su cargo que proceda a resolver o que observe con
diligencia los términos judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales
la utilización de esta figura ante actuaciones de hecho imputables al
funcionario por medio de las cuales se desconozcan o amenacen los derechos
fundamentales, ni tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio
irremediable, para lo cual sí está constitucionalmente autorizada la tutela
pero como mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es
puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez
ordinario competente (artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto
2591 de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de atentado alguno
contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer
realidad los fines que persigue la justicia.
Pero, en cambio, no
está dentro de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse en el
trámite de un proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las
que cumple, en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal
posibilidad está excluida de plano en los conceptos de autonomía e
independencia funcionales (artículos 228 y 230 de la Carta), a los cuales ya se
ha hecho referencia.
De ningún modo es
admisible, entonces, que quien resuelve sobre la tutela extienda su poder de
decisión hasta el extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa que se debate
en un proceso, o en relación con el derecho que allí se controvierte.
No puede, por tanto,
proferir resoluciones o mandatos que interfieran u obstaculicen diligencias
judiciales ya ordenadas por el juez de conocimiento, ni modificar providencias
por él dictadas, no solamente por cuanto ello representaría una invasión en la
órbita autónoma del juzgador y en la independencia y desconcentración que
caracterizan a la administración de justicia (artículo 228 C.N.), sino porque,
al cambiar inopinadamente las reglas predeterminadas por la ley en cuanto a las
formas propias de cada juicio (artículo 29 C.N.), quebrantaría abierta y
gravemente los principios constitucionales del debido proceso. Lo anterior sin
tener en cuenta la ostensible falta de competencia que podría acarrear la
nulidad de los actos y diligencias producidos como consecuencia de la decisión
con los consiguientes perjuicios para las partes, la indebida prolongación de
los procesos y la congestión que, de extenderse, ocasionaría esta práctica en
los despachos judiciales.
De las razones
anteriores concluye la Corte que no procede la acción de tutela contra ninguna
providencia judicial, con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde
luego aplicada en este evento como mecanismo transitorio supeditado a la
decisión definitiva que adopte el juez competente.
Los
antecedentes constitucionales
Un recto sentido de
la acción de tutela no puede conducir a excesos como los descritos, ya que el
fundamento de su consagración, según los registros correspondientes a los
debates efectuados en la Comisión correspondiente y en la Plenaria de la
Asamblea Nacional Constituyente, consistió en la protección oportuna y eficaz
de los derechos para hacer justicia en circunstancias que escapaban a las
previsiones del ordenamiento jurídico anterior, pero no en la desestabilización
de los medios procesales que ya habían sido especialmente contemplados también
para la defensa y efectividad de los derechos.
De gran importancia
resulta en este caso la consideración de los antecedentes constitucionales.
En la Asamblea Nacional Constituyente se perfiló desde el comienzo el alcance
del mecanismo hoy consagrado en el artículo 86 de la Carta como oponible a
actos u omisiones de autoridades públicas, pero no a las sentencias
ejecutoriadas. Apenas motivos relacionados con la forma o redacción del
articulado llevaron a suprimir la limitación expresa en este sentido, de lo
cual obra constancia de indudable precisión y autenticidad.
"Con el
criterio de simplificar el artículo, en la comisión se suprimieron ciertos
aspectos. Unos, como la referencia expresa a los derechos colectivos, porque
serán protegidos de manera especial mediante la consagración de las acciones
populares. Otros, porque se considera que hacen parte de la naturaleza de la
institución y no requieren por lo tanto enunciarse expresamente; tal el caso
de la no procedencia de la acción frente a las situaciones consumadas o frente
a las cuales se haya producido sentencia con fuerza de cosa juzgada
(Subraya la Corte).
En estos últimos
casos es evidente que ya no cabe la protección inmediata de los derechos bien
sea porque lo procedente es intentar una acción ordinaria de reparación o
porque hay una decisión definitiva de la autoridad competente (...). Por esta
razón, consideramos conveniente insistir en que este inciso se suprimió
simplemente para simplificar el artículo, pero su precepto es parte
consustancial de la figura que se propone y se mantiene implícitamente en la
norma tal como se aprobó en la Comisión"[17].(Se
subraya)
Existió, pues, en el
seno de la Asamblea Constituyente la plena convicción sobre el verdadero
entendimiento del artículo aprobado: se consagraba la acción de tutela como
forma nueva de protección judicial de los derechos, pero no contra las
decisiones dictadas por los jueces para resolver sobre los litigios a su cargo.
Que hayan sido negadas proposiciones tendientes a consagrar de modo expreso tal
limitación no supone que el Constituyente hubiese elevado a norma
constitucional la tesis contraria a la que tales propuestas hubiesen deseado
plasmar literalmente. El rechazo de ellas apenas significa la improbación de
textos determinados , probablemente acogiendo la tesis del informe-ponencia
citado en el sentido de que su inclusión no era necesaria, pero de ninguna
manera sería lícito inferir de dicha negativa la actual vigencia de un
"mandato implícito" en el que pueda apoyarse la tutela contra los
proveídos judiciales.
Advierte también la
Corte que, en una concepción claramente restrictiva, dentro del propósito
inicial que guió al Gobierno Nacional como promotor del proceso que condujo a
la expedición de una nueva Carta Política, no estuvo comprendida la posibilidad
de diseñar la acción de tutela como mecanismo que pudiera incoarse contra
decisiones judiciales. Así, el proyecto de acto reformatorio de la
Constitución sometido por el Gobierno a consideración de la Asamblea Nacional
Constituyente, contiene una parte dedicada a los instrumentos para la eficacia
de los derechos, siendo uno de aquellos el "derecho de amparo" en
virtud del cual, según el texto de la propuesta, "cualquier persona podrá
solicitar, en todo momento y lugar, por sí misma o por quien la represente,
ante una autoridad judicial el amparo de sus derechos constitucionales
directamente aplicables cuando sean violados o amenazados por actos, hechos u
omisiones de cualquier autoridad pública". Más adelante, al fijar el alcance
del proyecto, en la exposición de motivos se lee que "para efectos del
artículo propuesto, autoridades públicas serían los órganos,
corporaciones o dependencias de la rama ejecutiva del poder público, las
entidades descentralizadas, los órganos de control, los órganos electorales y
las entidades privadas, cuando unos y otras cumplan funciones administrativas.
Cualquier acto, hecho u omisión de estas autoridades públicas podría dar lugar
al ejercicio del derecho de amparo"[18]
Obsérvese que el
criterio que se cita estuvo orientado en un sentido más restringido que el
finalmente acogido por la Asamblea Nacional Constituyente y que ahora
interpreta la Corte Constitucional en esta providencia, haciendo posible la
acción de tutela respecto de actuaciones judiciales distintas de las
providencias.
El tema en
estudio frente al derecho comparado
No escapa a la Corte
Constitucional que en otras latitudes existen especiales modelos
institucionales que establecen vías, procedimientos y, en algunos casos,
órganos de control y examen de la constitucionalidad de las actuaciones
judiciales; empero, también es cierto que en ellos se contemplan, por principio
general que corresponde a todo Estado de Derecho, las garantías a la seguridad
jurídica, a la unidad del ordenamiento y a la autonomía de la organización
jurisdiccional. Dichas vías o instancias se erigen de modo específico con
fundamento en el supuesto según el cual la Constitución es un conjunto armónico
de regulaciones coherentes que debe regir las actuaciones de todas las
autoridades públicas, incluso las judiciales, para ofrecer a los asociados la
oportunidad de obtener justicia constitucional, no siendo de recibo en tales
modelos, elementos desarticuladores, inarmónicos y anárquicos que descompongan
la unidad misma de la Carta. Así, se conocen por ejemplo, entre otros, la
cuestión prejudicial de constitucionalidad en el caso del régimen italiano de
control concentrado ante la Corte Constitucional; el recurso extraordinario de
amparo ante el Tribunal de Garantías Constitucionales Español; el recurso de
amparo ante la Corte Suprema Federal Argentina o el amparo-casación ante la
Sala Constitucional de la Suprema Corte Federal Mejicana; igualmente se conoce
el modelo de apelaciones sucesivas por razones de constitucionalidad y de
garantías de los derechos fundamentales en el caso del control judicial
norteamericano, que permite la unificación jurisprudencial ante la Suprema
Corte Federal por virtud de la institución del "cerciorary". Ninguno
de estos sistemas sacrifica, en aras de un amparo exento de controles y pautas
nítidamente establecidas, la estructura de la administración de justicia ni
cuestiona el principio de autonomía funcional del juez.
En la Constitución
española de 1978, en cuya enfática defensa de los derechos se ha insistido para
reclamar el reconocimiento de una especie de modelo seguido por el
Constituyente colombiano en 1991, aparece la autonomía del juez como elemento
esencial de la estructura jurídica (artículos 24 y 117), según puede observarse
de los expresado a propósito del tema por el magistrado José Manuel
Sánchez-Cruzat:
"Por ello
podemos afirmar tajantemente, sin ninguna ambiguedad, que la Constitución
española de 1978 considera la independencia del juez, la independencia de los
tribunales de justicia, como un valor fundamental al mismo orden
jurídico-político del Estado, considera la independencia de los tribunales como
el principio que permite descubrir la justicia y la organización del Estado; valor
que se erige en pieza esencial para consolidar un Estado de Derecho que asegure
el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular, en palabras del
Preámbulo de la Constitución. Y de esta aseveración surge la obligación de
todos los poderes estatales de respetar la independencia del juez; nace el
compromiso puntual de velar por la efectividad del principio de independencia
judicial y de abstenerse de cualquier conducta de injerencia o intromisión en
esa esfera constitucionalmente protegida de la independencia judicial.
En el plano
normativo, este principio vicia de inconstitucional a cualquier ley que
pretenda inmiscuirse o desvalorizar la independencia del juez y anula
radicalmente cualquier reglamentación que intente conculcarla.
El Tribunal
Constitucional no duda que la independencia de jueces y magistrados constituya
un principio constitucional -y así lo expresa la sentencia de 17 de
abril de 1986-, y que constituye una pieza esencial de nuestro ordenamiento
como del de todo Estado de Derecho, como se declara en la sentencia de 26
de julio de 1986; pero también considera el principio de la independencia
judicial como un derecho subjetivo de los ciudadanos exigible en el
proceso, y así de la sentencia de 12 de julio de 1982 se infiere que el
derecho constitucional al juez ordinario predeterminado por la ley, consagrado
en el artículo 24, trata de garantizar la independencia e imparcialidad del
órgano judicial ayudándose el Alto Tribunal en su razonamiento del
contenido del artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, y del artículo 6.1 del Convenio europeo para la protección de los
derechos humanos y de las libertades fundamentales que lo reconocen
expresamente-"[19] (Ha
subrayado la Corte).
En todos los modelos
conocidos de justicia constitucional prevalecen las nociones de seguridad y
certeza en las relaciones jurídicas de los asociados y los mecanismos que se
establecen en el sentido expresado, son específicos, directos, subjetivos y
concretos, regulados de manera precisa, con el solo fin de preservar la
vigencia de la Constitución en las controversias judiciales, respetando la
unidad y la coherencia de las jurisdicciones e instituyendo las reglas
orientadas a regir de manera cierta las posibilidades de revisión.
Es inadmisible en el
derecho comparado, la existencia de estructuras judiciales paralelas,
transversales y contradictorias como la que entre nosotros han pretendido
introducir los artículos demandados.
Resulta por ello
impertinente aducir la existencia de semejantes previsiones en otros
ordenamientos como un motivo para hacer decir a la Constitución colombiana lo
que no dice, edificando, a contrapelo de sus mandatos, la procedencia de la
acción de tutela contra sentencias judiciales.
Ciertamente, si la
Corte Constitucional encontrara que el artículo 86 de la Carta prevé ese
remedio extraordinario contra los fallos de los jueces, así lo declararía sin
titubeos, pero tal cosa no acontece y el deber de la Corporación consiste en
guardar la integridad y supremacía de la Constitución tal como ella es, razón
por la cual, como su intérprete auténtica, goza de autoridad para retirar del
ordenamiento jurídico las disposiciones que se oponen a su preceptiva.
La unidad
normativa
Conclusión forzosa
de las consideraciones que anteceden es la inconstitucionalidad del artículo 11
del Decreto 2591 de 1991. Esta norma contraviene la Carta Política, además de
lo ya expuesto en materia de caducidad, por cuanto excede el alcance fijado por
el Constituyente a la acción de tutela (artículo 86), quebranta la autonomía
funcional de los jueces (artículos 228 y 230), obstruye el acceso a la
administración de justicia (artículo 229), rompe la estructura descentralizada
y autónoma de las distintas jurisdicciones (Título VIII), impide la
preservación de un orden justo (Preámbulo de la Carta) y afecta el interés
general de la sociedad (artículo 1º), además de lesionar en forma grave el
principio de la cosa juzgada, inherente a los fundamentos constitucionales del
ordenamiento jurídico.
No desconoce la Corte
la existencia del artículo 40, perteneciente al mismo decreto del cual hacen
parte las normas demandadas, disposición que establece la competencia especial
para conocer sobre acciones de tutela cuando esta sea ejercida contra
sentencias proferidas por los jueces superiores, los tribunales, la Corte
Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. Esto genera una obvia e
inescindible unidad normativa entre ella y el artículo 11, hallado contrario a
la Constitución, puesto que la materia que constituye núcleo esencial de los
preceptos no es otra que la examinada en este fallo, es decir, la procedencia
de la acción de tutela contra sentencias judiciales.
En desarrollo de lo
previsto por el artículo 6º del Decreto 2067 de 1991, la Corte declarará que,
habida cuenta de la unidad normativa, también dicho artículo es
inconstitucional.
En relación con este
precepto debe formular la Corte algunas observaciones:
En su texto se
consagra que la tutela cabe contra las sentencias y demás providencias judiciales
que pongan término a un proceso, "cuando la lesión del derecho sea
consecuencia directa de éstas por deducirse de manera manifiesta y directa de
su parte resolutiva, se hubiesen agotado todos los recursos en la vía judicial
y no exista mecanismo idóneo para reclamar la protección del derecho vulnerado
o amenazado".
Como puede
percibirse de la transcripción que antecede, la procedencia de la acción contra
sentencias se encuentra allí impropiamente condicionada.
La primera condición
para que proceda es la de que tendrá lugar únicamente "cuando la lesión
del derecho sea consecuencia directa de éstas (las providencias judiciales)
por deducirse de manera manifiesta y directa de su parte resolutiva". La
parte resolutiva de las sentencias, según se ha señalado, contiene la decisión
sobre la litis a que llegue el juez luego de considerar los hechos y el derecho
y no puede ser objeto de racional valoración sin tener en cuenta las
consideraciones en que se funda. En esta parte resolutiva se "declara"
la existencia o inexistencia del derecho y no le es dable al juez de tutela,
como pretende la condición examinada, desvirtuar la decisión declarativa que
por competencia constitucional y legal le corresponde a la autoridad judicial,
mediante un fallo que, por su naturaleza y finalidades (artículo 86 de la C.N.)
sólo puede prevenir o remediar directamente la vulneración o
amenaza del derecho fundamental mas no declarar la existencia o
inexistencia del derecho; si lo uno hizo el juez que profirió la decisión que
se revisa, no puede declarar lo contrario el juez de tutela, como se colige de
precedentes contenidos de este fallo.
La segunda condición
que trae el parágrafo indica que sólo procederá cuando "se hubieren
agotado todos los recursos en la vía judicial". El legislador al expedir
el precepto pretendió conservar -por lo menos formalmente- el carácter
subsidiario de la acción de tutela, pero no pudo lograrlo desde el punto de
vista material, toda vez que -como ya se ha visto- lo que consiguió fue
adicionar una nueva instancia a las actuaciones procesales ya cumplidas, lo
cual hace manifiesta su oposición al artículo 86 de la Constitución. Lo dicho
resulta confirmado si se repara en una contradicción esencial resultante de
admitir que proceda la tutela contra sentencias o providencias judiciales que
pongan fin a un proceso: si la tutela es un mecanismo subsidiario o supletorio,
según queda demostrado, es clara su improcedencia cuando ya se han producido no
sólo un proceso, en el cual se encuentran comprendidos todos los recursos y
medios judiciales que autoriza la ley, sino también una providencia definitiva
que puso fin al mismo; luego, por sustracción de materia, no tiene operancia en
la hipótesis la subsidiariedad prevista en la Constitución Política.
La tercera condición
que trae el parágrafo se refiere a que "no exista otro mecanismo idóneo
para reclamar la protección del derecho vulnerado o amenazado". La
expresión "otro mecanismo idóneo" permite concluir, vista la
condición anterior, que se trata de un mecanismo no judicial, que
pudiera existir para evitar la demandada violación o amenaza del derecho
fundamental; es decir, en este aspecto la norma parte de un supuesto
inconstitucional: el de la existencia de medios no judiciales para evitar el
cumplimiento de las sentencias, enunciado que contraría flagrantemente el
principio fundamental de orden jurídico-político acogido en el artículo 113 de
la Carta sobre separación de funciones entre las ramas del poder público y, de
nuevo, el postulado de autonomía judicial, estatuído en los artículos 228 y 230
de la Constitución.
Así, pues, estas
tres condiciones para que proceda la acción de tutela contra las sentencias o
las providencias judiciales que pongan fin a un proceso infringen abiertamente
el orden constitucional.
c) La
indemnización de perjuicios causada por la violación del derecho.
Ningún motivo de
inconstitucionalidad encuentra la Corte en el artículo 25 del Decreto 2591 de
1991, también acusado en este proceso, puesto que ese precepto se limita a indicar
la natural consecuencia atribuída por el Derecho, en aplicación de criterios de
justicia, a la comprobación del daño que se deriva de acción u omisión
antijurídica, la cual no puede ser distinta del resarcimiento a cargo de quien
lo ocasionó, tal como dispone el artículo 90 de la Constitución. Se trata de
reparar, por orden judicial, el daño emergente causado si ello fuere necesario
para asegurar el goce efectivo del derecho cuando el afectado no disponga de
otro medio judicial, la violación sea manifiesta y provenga de una acción clara
e indiscutiblemente arbitraria, supuestos que justifican y aún exigen que el
fallador, buscando realizar a plenitud la justicia en cada caso, disponga lo
concerniente.
Desde luego, no se
trata de sustituir a la jurisdicción especializada ya que el juez de tutela
tan sólo tiene autorización para ordenar la condena en abstracto y su
liquidación corresponde a la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo o al
juez competente, lo cual en nada se opone a las previsiones constitucionales.
Tiene razón uno de
los demandantes cuando afirma que la condena en cuanto a indemnizaciones y
costas sólo puede ser el resultado de un debido proceso, pero esta aseveración
no lleva necesariamente a la inexequibilidad de la norma acusada, pues el
proceso de tutela, aunque sumario y preferente, debe surtirse con plena
observancia de las previsiones generales consagradas en el artículo 29 de la
Constitución, de las cuales no ha sido ni podría haber sido excluido en cuanto
se trata de un derecho fundamental. Si en un proceso específico tales
requerimientos constitucionales se transgreden, tiene competencia el superior
ante quien se impugne el fallo y, en su caso, esta Corporación, para revocar la
correspondiente decisión judicial.
Considera la Corte
que no es el artículo acusado el que puede tildarse de contrario a la
preceptiva superior, toda vez que en él no se dispone ni autoriza que la
actuación judicial se lleve a cabo de espaldas a las reglas constitucionales
aludidas. Su texto en modo alguno excluye el debido proceso y más bien lo
supone, razón por la cual no es admisible la tesis del actor sobre posible
desconocimiento de las normas fundamentales que lo consagran.
Tampoco es contrario
a la Carta Política que se disponga el pago de las costas procesales a cargo
del responsable de la violación o del peticionario que incurrió en temeridad,
según el caso, pues ello es apenas lógico y equitativo tratándose de procesos
judiciales.
V. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución, oído el
concepto del Procurador General de la Nación y surtidos los trámites que ordena
el Decreto 2067 de 1991,
R E S U E L V E :
Primero: Decláranse INEXEQUIBLES, por ser
contrarios a la Constitución, los artículos 11 y 12 del Decreto 2591 de 1991.
Segundo: Declárase INEXEQUIBLE, dada su
unidad normativa con los preceptos mencionados, el artículo 40 del mismo
Decreto.
Tercero: Declárase EXEQUIBLE el artículo 25
del Decreto en mención.
Cópiese, comuníquese
al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO
MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
COMUNICADO Sentencia C-543
MAGISTRADOS DISIDENTES
En relación con
informaciones que han sido divulgadas a través de diferentes medios de
comunicación acerca de la sentencia de esta Corte del 1o. de octubre de 1992,
mediante la cual se declaró la inconstitucionalidad del artículo 40 del Decreto
2591 de 1991 (Tutela contra sentencias) y el salvamento de voto, los
magistrados que suscribieron éste último, se permiten formular las siguientes
precisiones:
1. En el salvamento
de voto no se consignan acusaciones -que no existen- contra la mayoría sino que
se exponen libremente las razones jurídicas y los motivos por los cuales los
magistrados CIRO ANGARITA BARON, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ y ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
se apartaron de la decisión mayoritaria;
2. En el salvamento
de voto no se acusa -como de manera inexacta y ligera se ha interpretado en
algunos medios de comunicación- a los demás magistrados de haber alterado o
cambiado el Fallo. Simplemente, se hacen comentarios y se desarrollan
argumentos a partir de textos que aparecen en la versión definitiva del fallo y
que, a juicio de los disidentes, tienen una importancia capital y en su opinión
han debido reflejarse en la parte resolutiva. Se trata de un argumento
adicional del salvamento que no entraña acusación alguna contra la mayoría y no
puede ser utilizado -por fuera del contexto natural del debate en detrimento de
su dignidad y rectitud. De hecho, en el salvamento se reconoce que la
procedencia de la acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, a la cual se refieren los textos aludidos, es el punto
de acuerdo de todos los magistrados de la Corporación.
3. En los cuerpos
colegiados y en los asuntos jurídicos es corriente que respecto de ciertas
materias no exista unanimidad.
Sin embargo, en
esencial que se adopte, después de un razonado debate, una decisión definitiva.
4. La decisión
definitiva fue acogida por cuatro votos contra tres y como sentencia merece el
respeto y acatamiento de todos los magistrados, incluídos los que se apartaron
de la misma.
Por lo anterior, se
solicita a los medios que en aras de la transparencia y correcta divulgación de
las sentencias de esta Corporación, los análisis y argumentos jurídicos se
divulguen objetivamente.
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Salvamento de
voto a la Sentencia No. C-543
COSA JUZGADA (Salvamento de voto)
La sentencia que
pone fin al proceso puede traducir un comportamiento del Juez que irroga
agravio a los derechos fundamentales de una persona. El otro medio de
defensa judicial en este caso no puede ser ni el antecedente de la
sentencia - por definición anterior al agravio - ni esta última - por
definición causa del agravio -, por elementales razones de orden temporal,
tratándose del primero y, lógico, tratándose de aquélla. El deplorable error de
la mayoría se acompaña de una pérdida acusada de poder focalizador. El proceso
no se dirige contra el Juez; lo falla el Juez. La acción de tutela contra
sentencias, en cambio, sí se dirige contra el Juez y lo falla otro Juez.
Cómo, sin confundir irremisiblemente una y otra cosa, puede sostenerse que el primer
proceso es el medio de defensa de la persona frente a las vulneraciones de
sus derechos fundamentales originadas en la actuación judicial?.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA (Salvamento de voto)
El derecho fundamental
de acceso efectivo a la administración de justicia impone a los jueces
el deber de actuar como celosos guardianes de la igualdad sustancial de las
partes vinculadas al proceso. La notificación, presupuesto esencial para que
una parte pueda ejercitar su derecho de defensa, no puede ser reducido a mero
requisito de forma y sobre el juez recae la obligación de garantizar el derecho
fundamental a ser notificado de conformidad con la ley de manera efectiva y
real.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS
(Salvamento de voto)
La acción de
tutela prevista en el artículo 86 de la Constitución Política es un medio
procesal especial que complementa el derecho sustantivo constitucional,
mediante la concesión de un arma poderosa a las personas que vean sus derechos
fundamentales violados o desconocidos. Tratándose de sentencias que vulneren
estos derechos, la acción de tutela, es un medio idóneo para depurar el
eventual contenido de injusticia de la sentencia atacada y evita que ésta se
torne inimpugnable e irrevocable no obstante el flagrante desconocimiento del
mínimo de justicia material que debe expresar toda sentencia y que sólo
se da cuando se respetan y se hacen efectivos los derechos fundamentales. La
acción de tutela puede recaer sobre sentencias y demás providencias que pongan
término a un proceso, proferidas por los Jueces, Tribunales, Corte Suprema de
Justicia y Consejo de Estado, cuando éstos a través de las mismas vulneren o
amenacen por acción u omisión cualquier derecho constitucional fundamental.
COSA JUZGADA (Salvamento de voto)
La cosa juzgada,
como límite de lo inimpugnable e inmutable, puede ser objeto de mudanza por
la ley al adicionar o cercenar posibilidades de impugnación, en cuyo caso la
cosa juzgada avanza o retrocede pero no se elimina en cuanto que siempre habrá
un límite y en realidad lo que le importa a la sociedad es que los litigios y
causas tengan un fin y "se pronuncie la última palabra". Si la ley
puede producir el anotado desplazamiento - en cualquiera de los sentidos - de
la cosa juzgada, lo que no equivale a su eliminación, con mayor razón lo puede
hacer el constituyente al incluir una acción - en este caso la acción de tutela
como mecanismo idóneo - contra las sentencias que violen los derechos
fundamentales. En este caso el límite de la cosa juzgada se desplaza hacia
adelante y sólo luego de la decisión que desate el procedimiento que se
instaura con ocasión de la acción de tutela se puede hablar en estricto rigor
de cosa juzgada.
PRINCIPIO DE
SEGURIDAD JURIDICA/PREVALENCIA DEL DERECHO SUSTANCIAL/PRIMACIA DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES (Salvamento
de voto)
La interpretación
constitucional debe favorecer la coexistencia y máximo desenvolvimiento de los
valores y fines constitucionales. La sentencia de la Corte, lamentablemente,
sacrifica el interés general, la justicia y la primacía de los derechos
fundamentales - que dice defender - en aras de una espuria seguridad jurídica,
representada por las sentencias violatorias de los derechos fundamentales
devenidas inimpugnables. A este respecto, la mayoría eludió todo esfuerzo
interpretativo enderezado a conciliar la certeza jurídica - que privilegia en
su sentencia por encima de cualquier otra consideración y valor - y la Justicia
- que la supedita a una subalterna necesidad de "certidumbre
jurídica". Anteponer la seguridad jurídica a la justicia material - mal
interpretada porque una comunidad donde la violación de los derechos
fundamentales permanezca impune no reúne ninguna condición mínima de seguridad
- es un recurso truculento inspirado únicamente en la lógica ciega del poder y
en el inconfesado deseo de conservar feudos intocados dentro del Estado. Si la
seguridad jurídica fuese un principio "metapositivo", como lo afirma
la sentencia - sin aportar prueba de su aserto -, es decir si estuviese por
encima de las contingencias propias del derecho creado por los hombres, nada de
la evolución descrita habría tenido lugar.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS/JUEZ DE TUTELA-Actuación (Salvamento de voto)
La acción de
tutela contra sentencias se ejerce ante un Juez - el llamado Juez de Tutela - y
se dirige contra el Juez que dictó la sentencia que el afectado considera
vulnera un derecho fundamental. La denominada "cuestión litigiosa" no
es objeto de la acción de tutela contra sentencias, sino la actuación o la
omisión del juzgador que ha causado la presunta lesión a un derecho
fundamental. No es posible ni jurídico dejar que sea el Juez
"acusado" el que se pronuncie sobre la constitucionalidad de su
propio comportamiento y determine si cometió o no una arbitrariedad contra la
persona; sería como librar a la parte la definición de su propia causa. Cuando
el Juez de tutela se pronuncia sobre la conducta del "Juez acusado"
no infringe la autonomía ni la independencia judicial de éste último salvo que
se entienda que ellas autorizan a violar impunemente con ocasión del
cumplimiento de su función los derechos fundamentales de las personas. Con
apoyo en semejante interpretación del principio de "autonomía funcional
del juez", no sería posible que un juez penal conociera del prevaricato
cometido por otro Juez al dictar una sentencia.
JURISDICCION
CONSTITUCIONAL (Salvamento
de voto)
La Jurisdicción
Constitucional se ha establecido por la misma Constitución como función
pública asignada a ciertos órganos dotados de competencias judiciales
especiales cuyo cometido consiste en asegurar la integridad y primacía de la
Constitución. La Jurisdicción Constitucional es la garantía básica del
Estado constitucional de derecho. Asegura que efectivamente todos los poderes
públicos sujeten sus actos (aquí quedan comprendidos entre otros las leyes, las
sentencias y los actos administrativos) a las normas, valores y principios
constitucionales, de modo que cada una de las funciones estatales sea el
correcto y legítimo ejercicio de una función constitucional. Esta Jurisdicción
Constitucional asume como competencia especialísima la guarda de los
derechos fundamentales buscando, conforme a la expresa y reiterada intención de
todos los constituyentes, la efectividad de los mismos y su oponibilidad
frente a todos los órganos del poder público.
COMPETENCIA DE
TUTELA/PRINCIPIO DE ESPECIALIDAD DE SALAS (Salvamento de voto)
La asignación de
competencias en materia de acción de tutela a las salas de la Corte Suprema de
Justicia y a la Corte en pleno, la erige a ella y a sus salas en órganos a
través de los cuales se ejerce en Colombia la Jurisdicción Constitucional. La
tesis de la diversidad y especialización de las salas, que se esgrime contra la
posibilidad de que una de ellas conozca en sede de tutela la sentencia
proferida por otra, desconoce que es la materia constitucional exclusivamente
la que suscita la acción de tutela y su definición e impugnación. No se trata
por tanto de entrar a conocer del proceso tallado por otra Sala, sino que el
juez constitucional examina la conformidad de la sentencia con los derechos
fundamentales consagrados en la Constitución.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS/PRINCIPIO DE JERARQUIA/SUPREMACIA DE LA CONSTITUCION (Salvamento de voto)
Si se admitiera
que la acción de tutela sobre sentencias de la Corte Suprema de Justicia,
plantea un problema de jerarquía, de todas maneras, tal acción y eventual
revocatoria de las sentencias inconstitucionales serían procedentes. Las
exigencias vinculadas a la primacía de la Constitución se imponen sobre las
derivadas de cualquier principio jerárquico.
REVISION FALLO DE
TUTELA-Objeto/JURISPRUDENCIA
CONSTITUCIONAL (Salvamento de voto)
La competencia
de la Corte para revisar sentencias de tutela es una manifestación de su
posición como máximo tribunal de la Jurisdicción Constitucional y obedece a la
necesidad de unificar la jurisprudencia nacional sobre derechos fundamentales.
La actuación de esta Corte como máximo Tribunal de la Jurisdicción
Constitucional, permite darle cohesión e integrar en sentido sustancial la
aplicación e interpretación de la Constitución en las restantes jurisdicciones.
La Jurisprudencia Constitucional de la Corte Constitucional, aparte de los
efectos de cosa juzgada constitucional de sus sentencias, tendrá una influencia
irradiadora importante en los casos de aplicación preferente de la Constitución
frente a otras normas.
DERECHO A LA
PROTECCION INMEDIATA DE DERECHOS FUNDAMENTALES (Salvamento de voto)
El derecho
fundamental a la protección inmediata de los derechos fundamentales entraña
un mandato perentorio al legislador para que adopte los procedimientos necesarios
y ágiles para la protección de los derechos individuales, de grupo o
colectivos. La acción de tutela es uno de los medios a través de los cuales se
pretende satisfacer el mencionado derecho fundamental, pero su utilización se
subordina, en primer término, a la condición de que el afectado "no
disponga de otro medio de defensa judicial".
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Eficacia
(Salvamento de voto)
La
"efectividad" del medio judicial es una combinación de la sencilles y
la rapidez, pero se orienta más al resultado del proceso y por ello se
relaciona con la medida de protección ofrecida al afectado durante el proceso y
a su culminación. Aquí el juez debe analizar a la luz de los procedimientos
alternativos, cuál puede satisfacer en mayor grado el interés concreto del
afectado, lo cual en modo alguno implica anticipar su resultado sino
establecer frente a la situación concreta, el tipo de violación del derecho o
de amenaza, la complejidad probatoria, las características del daño o perjuicio
y las condiciones del afectado, entre otros factores, lo adecuado o
inadecuado que puedan ser los medios judiciales ordinarios con miras a la
eficaz protección de los derechos lesionados.
ACCION DE TUTELA-Finalidad (Salvamento de voto)
La acción de
tutela se concibe como medio último y extraordinario de protección al cual se
puede recurrir sólo en ausencia efectiva de un medio judicial ordinario capaz
de brindarla. Con mayor razón, se abre la vía de la tutela a los afectados que
han agotado en vano los medios judiciales ordinarios sin encontrar protección
efectiva a sus derechos constitucionales conculcados. Consideraciones de
equidad, que se encuentran en la base de la acción de tutela, militan
igualmente en favor de su concesión en esta situación extrema, de modo que al
término de la vía judicial ordinaria se abra la vía de la Jurisdicción
Constitucional. No puede ser de otra manera cuando la Constitución ve en el
respeto a la dignidad humana y la consiguiente efectividad de los derechos fundamentales
el valor fundante y el fin esencial del estado.
JUEZ DE TUTELA-Facultades (Salvamento de voto)
Cuando la acción
de tutela verse sobre sentencias, la actuación del juez del conocimiento se
circunscribe al examen y decisión de la materia constitucional con
prescindencia de todo aquello que no tenga que ver con la vulneración o
amenaza de vulneración del derecho constitucional fundamental. La acción de
tutela no representa frente a los respectivos procesos judiciales instancia ni
recurso alguno. Cuando la vulneración del derecho constitucional se estudia con
ocasión del trámite de la acción de tutela, no se avoca el conocimiento y
desarrollo de la litis, lo que bajo ninguna circunstancia es de la incumbencia
de la Jurisdicción Constitucional, sino única y exclusivamente la
conducta del juez reflejada en su providencia y en cuanto ésta haya violado un
derecho fundamental o amenace con hacerlo. Este es el único asunto que tiene
relevancia constitucional. De la naturaleza y de las funciones del juez
constitucional se desprende un compromiso ético esencial: velar por la
integridad de la Constitución y por la efectividad de los derechos
fundamentales, los valores y principios constitucionales y toda la organización
estatal derivada de ellos.
CORTE
INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS (Salvamento de voto)
Al haberse
agotado en Colombia -por supresión de materia- el control vía acción de tutela
de las providencias judiciales, queda expedito el camino para que, ante la
violación de un derecho constitucional fundamental por parte de una decisión de
los jueces, se recurra ante la Corte Interamericana. En consecuencia, a pesar
de la decisión de mayoría de la Corte Constitucional en este negocio, queda aún
un recurso judicial para las víctimas de las violaciones por parte de las
providencias judiciales.
A LA SENTENCIA DEL 1o. DE OCTUBRE DE 1992
PROFERIDA POR LA SALA PLENA DE LA
CORTE CONSTITUCIONAL
Magistrados: CIRO
ANGARITA BARON, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ y ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
"No habiendo
podido lograr que lo justo sea también lo fuerte, se ha hecho que lo fuerte sea
lo justo". Blas Pascal (Pensées, 298)
Los suscritos
magistrados exponen a continuación las razones de su salvamento de voto a la
sentencia del 1o. de octubre de 1992 proferida por la Sala Plena de la Corte
Constitucional. Ellas son el resultado de una divergencia de fondo, que no sólo
involucra un problema específico de interpretación constitucional, sino que
también cuestiona una empecinada concepción del derecho que se resiste al
cambio introducido por la nueva Constitución.
Los fundamentos
jurídicos que sustentan el salvamento de voto se agrupan bajo los siguientes
títulos: Una interpretación constitucional sesgada - desfiguración y reducción
de la acción de tutela para propiciar su inexequibilidad - el valor
constitucional del principio de la cosa juzgada - seguridad jurídica y
justicia: el triunfo de una visión opresiva del interés general - desconfianza
en el juez constitucional y descaecida fe en la justicia - lectura autoritaria
de la Constitución - autonomía funcional del Juez y protección de los derechos
fundamentales - la definitiva y cabal intención del Constituyente -
jurisdicción constitucional - justicia abstracta y justicia concreta:
naturaleza y alcance de la tutela - procedencia del control constitucional
sobre sentencias en el derecho comparado - un viraje inesperado -
consideraciones finales.
Una
interpretación constitucional sesgada
1. La sentencia de
la Corte Constitucional exhibe desbordado celo de guardián de su integridad y
primacía al encontrar "palpable la oposición entre el establecimiento
de un término de caducidad para ejercer la acción y lo estatuido en el artículo
86 de la Constitución cuando señala que ella puede intentarse "en todo
momento", razón suficiente para declarar, como lo hará esta Corte, que
es inexequible el artículo 11 del Decreto 2591 de 1992".
"Apartándose de
la tesis sostenida - agrega la Corporación - por el Procurador General de la
Nación, no cree la Corte que esta contradicción entre el texto legal y el
mandato de la Constitución pueda considerarse saneada en razón de las
facultades confiadas al Legislador para reglamentar la acción de tutela, pues la
amplitud del Constituyente en cuanto al tiempo para acudir a este instrumento
resulta ser tan clara que no da lugar ni admite forma alguna de regulación en
contrario. Aceptar en este caso la generosa interpretación del Ministerio
Público equivaldría a sostener que las leyes ostentan la misma jerarquía
normativa de la Constitución".
2. Ciertamente, el
artículo 86 de la CP contiene dos expresiones inequívocas: La primera, "en
todo momento y lugar", frase que la mayoría está presta a reivindicar
y que, en su sentir, excluye inclusive el establecimiento de un término de
caducidad; la segunda, "cualquier autoridad pública", palabras
que no merecen análoga actitud por parte de la misma mayoría, al punto que
excluyen - a propósito de la acción de tutela contra sentencias - de esa
categoría a los jueces, pese a que apelando a la misma definición suministrada
por la sentencia aquéllos "ejercen poder de mando o decisión dentro del
ordenamiento jurídico".
3. Si la mayoría
hubiera aplicado idéntico celo guardián respecto de la segunda frase -
"cualquier autoridad pública" -, no habría podido declarar la
inexequibilidad de la norma, que precisamente contemplaba la acción de tutela
contra sentencias en el entendido, por todos compartido, que "los jueces
son autoridades públicas". Como quiera que el "tenor literal",
en un caso, conviene a la opción tomada por la mayoría, se exige el respeto a
la frase, se declara la inexequibilidad y, de paso, se desestima desdeñosamente
la actitud contraria del Procurador encontrándola excesivamente
"generosa". La otra expresión "cualquier autoridad
pública" - no puede correr la misma suerte, pues arruinaría la
alternativa asumida por esa mayoría, que de reclamar acatamiento para la misma,
se vería forzada a aceptar ajustada a la Constitución la tutela contra
sentencias.
4. Cuando el
guardián de la Constitución, a su talante y según la opción que desea
favorecer, reivindica el tenor de una expresión de la Constitución que conviene
a la tesis que desea relievar y olvida otra expresión que la obligaría a
cambiar de posición, erosiona su autoridad y mina su imparcialidad. El
ciudadano debe poder distinguir al juez del mero litigante. La Corte
Constitucional no podía, dada la meridiana claridad de la expresión "cualquier
autoridad pública", eliminar la acción de tutela contra los jueces.
¿Lo hizo por "generosidad"? La severidad de guardián que mostró para
defender la expresión "en todo momento", se echa de menos respecto de
la expresión "cualquier autoridad pública". Esto prueba que el ánimo
de rígido guardián de la Constitución pertenece más al mundo de los
"gestos", de las "máscaras", en suma, del teatro, que a la
convicción profunda y sinceramente arraigada que debe caracterizar al Juez
Constitucional.
Desfiguración y
reducción de la tutela para propiciar su inexequibilidad
5. La mayoría
renuncia a demostrar la supuesta inconstitucionalidad de la consagración
normativa de la acción de tutela contra sentencias. En cambio, sin suministrar
justificación alguna, gratuitamente asocia a la acción de tutela contra
sentencias, características y presupuestos, que da por sentados y con base en
los cuales, incurriendo en una típica petición de principio, descalifica esta
modalidad de tutela. Por este camino, bastará en el futuro reunir, ayuno de cualquier
criterio científico, determinados prejuicios y vincularlos a una institución y
ésta podrá así perder súbitamente sustento constitucional. La elocuente falta
de rigor de la Corte no se compadece con ningún canon de interpretación
constitucional. Si se desfigura deliberadamente el precepto legal acusado, su
confrontación con la Constitución no puede arrojar un resultado cierto y justo.
También la hermenéutica constitucional se resiente cuando se alteran los
"pesos y medidas" de las normas sujetas a su sereno y objetivo
examen.
6. La acción de
tutela contra sentencias - dice la mayoría sin aportar prueba alguna de su
aserto - sustituye y remplaza los procesos ordinarios y especiales.
La acción de tutela
contra sentencias, lejos de sustituir o remplazar los procesos ordinarios y
especiales, los presupone, pues sin ellos no se producirían sentencias y
aquélla carecería de objeto.
Justamente el
artículo 11 del DL 2591 declarado inexequible disponía: "La acción de
tutela podrá ejercerse en todo tiempo salvo la dirigida contra sentencias o
providencias judiciales que pongan fin a un proceso, la cual caducará a
los dos meses de ejecutoriada la providencia respectiva". Mal puede
aseverarse que la acción de tutela contra sentencias sustituya o reemplace los
procesos ordinarios y especiales, si ella sólo opera gracias a su iniciación y
únicamente después de su culminación. Menos todavía, a la luz del precepto
legal, puede afirmarse que dicha acción de tutela contra sentencias, constituye
un sistema de justicia paralelo si ella sólo versa sobre providencias
judiciales que hubieren puesto fin a un proceso. El derecho positivo, que
la Corte olímpicamente ignoró en su afán de desfigurar la institución y por
esta vía apurar la declaratoria de inexequibilidad, no permite inferir la
existencia de un sistema paralelo de justicia como consecuencia de esta
modalidad de tutela.
La acción de tutela
contra sentencias no estaba llamada a sustituir los procesos dentro de los
cuales éstas últimas se hubieren dictado. La relación procesal y litigiosa
entre las partes, en principio, debería ser ajena al Juez de tutela. La
actuación del Juez ordinario - necesariamente materializada en la sentencia -
debía ser el único objeto de la acción de tutela y sólo en la medida en que la
misma fuere la causa de una vulneración de derechos constitucionales
fundamentales de una persona. La acción de tutela contra sentencias es una
forma elíptica de aludir a su verdadero objeto: el comportamiento
constitucional del juez y bajo la exclusiva óptica de su respeto a los derechos
fundamentales.
Se comprende la
velada metamorfosis que se produce cuando se imputa a la acción de tutela
contra sentencias el efecto de sustituir los procesos ordinarios y especiales.
Se parte de la equivocada premisa de que es el proceso el objeto de esta
acción de tutela. Se imagina que es el proceso el autor de la
vulneración del derecho fundamental. No. El proceso no es sujeto.
El proceso es sólo coordinación y agregado de actos. Al proceso
no puede adscribírsele actos u omisiones lesivos de los derechos fundamentales
de las personas. El proceso no es autoridad pública. La única
autoridad pública, que en este contexto, puede violar los derechos humanos es
el Juez y por ello sólo contra él se dirige la acción de tutela.
Ahora, la generosa
actitud de la mayoría, para mantener una inmunidad y un privilegio odiosos en
el marco constitucional, decide esquivar la acción de tutela contra los jueces
alegando que ésta sustituye y reemplaza los procesos.
Olvida la mayoría que la acción de tutela contra sentencias es ante todo un
contencioso constitucional de la conducta del juez y que este no puede
confundirse con el proceso ni servirse del mismo como refugio para eludir su
responsabilidad frente al respeto de los derechos fundamentales. En todo caso
resulta trágico que sean los guardianes de la Constitución los que con base en
tan fingida argumentación ayuden a franquear a los jueces la puerta de la
impunidad constitucional.
7. La acción de
tutela contra sentencias - dice la mayoría sin aportar prueba alguna de su
aserto - se convierte en medio alternativo a los medios judiciales ordinarios.
Si los medios
judiciales ordinarios no son idóneos para proteger eficazmente el derecho
fundamental vulnerado, es legítimo recurrir a la acción de tutela cuya función
precisamente estriba en servir como alternativa última o única en casos de
indefensión, y así cumple su propósito.
La burda estrategia
hermenéutica interesada en presentar la acción de tutela contra sentencias como
grotesco y contrahecho mecanismo procesal, seguramente impidió a la mayoría
detenerse a analizar las exigencias con que el Legislador Extraordinario quiso
rodear a este tipo de acción de tutela. En efecto, se lee en el parágrafo 1o.
del artículo 40 del DL 2591 de 1991 declarado inexequible, "La acción de
tutela contra tales providencias judiciales sólo procederá (...) cuando se
hubieren agotado todos los recursos en la vía judicial y no exista otro
mecanismo idóneo para reclamar la protección del derecho vulnerado o amenazado".
Tratándose de esta modalidad de tutela, la condición para su procedencia es más
estricta que en la generalidad de los casos. El texto de la norma no autoriza
se atribuya a la acción de tutela la característica de ser alternativa del
medio judicial ordinario - que de todas maneras no sería constitucionalmente
censurable - pues no puede ser más meridiano que tiene el carácter de medio de
defensa último y único como quiera que supone el agotamiento
previo de todos los recursos ordinarios y la inexistencia de otros mecanismos
idóneos de protección.
8. La acción de
tutela contra sentencias - dice la mayoría sin aportar prueba alguna de su
aserto - se torna en recurso último al alcance del actor.
Es evidente que si
contra una sentencia dictada por el Juez en abierta violación de los derechos
constitucionales fundamentales, se ejercen todos los medios de impugnación
ordinarios y, no obstante, la vulneración persiste, no disponiendo el afectado
de otro medio de defensa judicial - se han agotado todos - sólo le queda la
acción de tutela que, según el artículo 86 de la CP "Sólo procederá cuando
el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial". En este caso -
persistencia de la vulneración de un derecho fundamental pese al agotamiento de
los recursos ordinarios - el único y último medio de protección es la
acción de tutela.
La mayoría parte de
la falsa premisa de que la acción de tutela se consagró en la Constitución con
el único propósito de llenar los vacíos que pudiera tener el ordenamiento jurídico
en materia de mecanismos de protección de derechos. En otras palabras, la
función de la tutela sería la de llenar lagunas de protección. De ahí que -
sostiene la mayoría - si el ordenamiento objetivo consagra una acción o
recurso, no puede caber en ese caso la acción de tutela que sería eminentemente
subsidiaria. Según esta tesis, en el campo judicial, la sola existencia del proceso
y la regulación del mismo en el Derecho positivo, significa que la acción de
tutela - subsidiaria en términos abstractos y formales - no sería procedente.
En el campo administrativo, la consagración de las diferentes acciones de
nulidad, restablecimiento del derecho, indemnización y reparación directa,
reguladas en el Código Contencioso Administrativo, que cubren el universo de la
actuación administrativa, convierte a la acción de tutela - subsidiaria en
términos abstractos y formales - en un mecanismo absolutamente residual y
marginal.
La tesis de la Corte
conduce al marchitamiento de la acción de tutela. Para disimular la desaparición
de la acción de tutela contra la actuación judicial y su virtual e inevitable
aniquilamiento en relación con la actuación administrativa, esto es, su
extinción, la mayoría bondadosamente acota el terreno donde ella puede actuar:
"La acción de tutela ha sido concebida únicamente para dar solución
eficiente a situaciones de hecho creadas por actos u omisiones que
implican la transgresión o la amenaza de un derecho fundamental, respecto de
las cuales el sistema jurídico no tiene previsto otro mecanismo susceptible de
ser invocado ante los jueces a objeto de lograr la protección del
derecho". Según la nueva doctrina de la Corte Constitucional - que de tajo
ha eliminado la sólida jurisprudencia de sus Salas de Tutela - no procede la
acción de tutela contra los actos administrativos ni contra las sentencias. En
el primer caso, "el sistema jurídico" contempla la acción de nulidad
y la suspensión provisional y, en el segundo, el proceso mismo y su regulación
legal son de por sí suficiente protección. Excluyéndose la tutela frente a las
decisiones judiciales y administrativas, cómo pueden los Honorables Magistrados
de la mayoría, en reciente comunicado exculpatorio, informarle a la opinión
pública que la acción de tutela permanece incólume en un porcentaje, que ellos
con exactitud matemática, se atreven a precisar en el 98%?.
Luego de sustraerle
a la acción de tutela - instrumento de los débiles y de las víctimas de los
desafueros de las autoridades públicas - el 98% de su potencial reivindicativo,
había podido ahorrarse la mayoría precisiones más expresas y precisas de su
designio nulificador y desvastador de la acción de tutela. La mayoría no tiene
rubor en plantear los nuevos términos de intercambio: La acción de tutela no
procederá contra las sentencias judiciales, pero sí contra las situaciones
de hecho. Las situaciones de hecho se presentan por la mayoría como premio
de consolación de la marchita tutela. Limitando la acción de tutela a las tropelías
físicas (abuso de la fuerza y de la posición), la mayoría ha querido
desconocer que las violaciones de los derechos fundamentales en un Estado de
Derecho surgen ordinariamente de las decisiones de sus autoridades
amparadas normalmente bajo las formas y procedimientos regulares (abuso del
derecho y de las formas jurídicas), pese a entrañar las más variadas y abiertas
violaciones a la Constitución. Desde luego en el Estado horda la acción
de tutela así concebida sí se hubiera manifestado como eficiente y general
mecanismo de protección de los derechos, por lo menos frente a los más
fuertes.
La mayoría no se
limita, en este punto, a desnaturalizar la acción de tutela en su vertiente
legal. El otro extremo de la confrontación, el constitucional, es asimismo
mutado. La interpretación de la Corte desatiende el texto y el espíritu de la
Constitución y reduce el alcance de la Jurisdicción Constitucional.
La acción de tutela
fue introducida en la Constitución como instrumento de garantía del derecho
fundamental a la protección efectiva de los derechos que ella consagra. En la
mente del Constituyente, así surge del examen de sus antecedentes, no influyó
el propósito de "llenar vacíos" de la legislación ordinaria sino el
de entregar a la persona un poderoso mecanismo para defender eficazmente sus derechos
frente a las actuaciones u omisiones arbitrarias de las autoridades. La acción
de tutela es una de las concreciones más importantes de la "efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución" (CP
art. 2), la cual, en razón del valor central y privilegiado de la persona y de
su dignidad en el nuevo marco constitucional, ha sido elevada a fin esencial
del Estado. El trasfondo axiológico y finalista que resplandece en la
Constitución, no autoriza sin traicionar su genuino sentido, se supedite la
procedencia de la acción de tutela a la inexistencia de un medio de defensa
judicial ordinario, independientemente de su efectividad y eficacia como
mecanismo de protección. El artículo 86 reconoce a toda persona un derecho a
la protección inmediata de sus derechos fundamentales. No se trata del
simple derecho de acceso a la justicia (CP art. 229), sino a que ésta le brinde
a la persona amparo inmediato frente a cualquier violación de un derecho
fundamental. Por esta razón, el medio judicial ordinario prevalece sobre la
acción de tutela sólo si y sólo si por su conducto se garantiza una eficiente y
eficaz defensa a la persona afectada que, de no ser así, tendrá siempre derecho
a ejercer la acción de tutela. Se comprende lo distante que se encuentra del
texto y del espíritu de la Constitución, la postura de la mayoría que con un
criterio formalista y abstracto condiciona la procedencia de la acción de
tutela a la inexistencia - vacío del sistema - en el ordenamiento de un medio
de defensa ordinario, que en todo caso se preferiría sin entrar a considerar su
eficacia y efectividad para proteger el derecho conculcado.
Circunscribir la
acción de tutela a las situaciones de hecho y a los obstáculos de hecho, sirve
bien a los intereses corporativos de las cabezas de las jurisdicciones
ordinaria y Contencioso administrativa - mantiene la intangibilidad de sus
competencias y garantiza su inmunidad constitucional - pero cercena la propia
Jurisdicción constitucional y el derecho fundamental del pueblo a la primacía e
integridad de la Constitución.
En efecto, quedan
por fuera del control constitucional y de la eventual revisión de la Corte
Constitucional, el universo de las decisiones administrativas y el universo de
las decisiones judiciales, esto es, el Estado-Administrador y el Estado-Juez,
así vulneren los derechos fundamentales. Sólo cuando la actuación
inconstitucional de la autoridad revista las características de situación de
hecho u obstáculo de hecho - pugilato directo con la víctima - la jurisdicción
constitucional, según la novedosa doctrina de la Corte, entra en
funcionamiento; pero, aún en este caso, el Juez Penal podrá remplazar al
Constitucional.
La generosidad de la
mayoría - por lo indebida e inconsulta, sin antecedentes en ningún Tribunal
Constitucional del mundo - con las jurisdicciones ordinaria y contencioso
administrativa, se ha hecho a costa de reducir el ámbito de la jurisdicción
constitucional y debilitar hasta su mínima expresión la acción de tutela, arma
que el constituyente quiso entregar directamente a la persona para ponerla al
abrigo de la arbitrariedad del Estado, de sus administradores y de sus jueces.
9. La acción de
tutela contra sentencias - dice la mayoría sin aportar prueba de su aserto - da
lugar a que una misma persona pueda ser juzgada dos veces por el mismo hecho.
Si la acción de
tutela contra sentencias se ejerce contra el juez en razón de actos u
omisiones suyos violatorios de los derechos fundamentales del afectado, no
puede sostenerse en sana lógica que se está juzgando dos veces a una misma
persona. La mayoría no puede ignorar que toda acción de tutela se dirige contra
una autoridad y, en ningún caso, contra las eventuales partes de un proceso.
La afirmación, por cierto gratuita, no tiene otro objetivo que desfigurar la
acción de tutela contra sentencias, a fin de que la misma no resista la
confrontación con la norma constitucional.
10. La acción de
tutela contra sentencias - dice la mayoría sin aportar prueba de su aserto -
lleva a la indefinición e incertidumbre jurídicas y da lugar a "pleitos
interminables".
La mayoría vuelve
aquí a servirle de eco a algunas voces que se levantaron contra la acción de
tutela y amenazaron a la población civil con el "caos" - palabra que
se repite varias veces en la sentencia - y la amenaza de la incertidumbre, que
se apoderarían del país de abrírsele paso a esta modalidad de tutela. El efecto
inhibitorio buscado que sólo pretendía mantener a los jueces al margen de la
Constitución y exonerados de todo contencioso constitucional, finalmente
encontró en la mayoría respuesta positiva.
La mayoría
dócilmente resignó inclusive el más elemental celo investigativo. El artículo
86 de la CP señala que "en ningún caso podrán transcurrir más de diez
días entre la solicitud de tutela y su resolución". El artículo 11 del
DL 2591 declarado inexequible, establecía un término de caducidad de la acción
de tutela contra sentencias de dos meses contados a partir de su ejecutoria.
Por su parte, el artículo 32 del mismo Decreto, dispone que el Juez que conozca
de la impugnación del fallo de tutela deberá decidirla dentro de los 20 días
siguientes a la recepción del expediente. La revisión eventual de una sentencia
de tutela, por parte de la Corte Constitucional, deberá hacerse en un término
de tres meses (DL 2591, art. 23). Finalmente, no cabe la tutela contra fallos
de tutela (DL 2591 de 1991, art. 40, parágrafo 4o.).
El carácter
preferente y sumario de la acción de tutela, ordenado por la Constitución, y
regulado de manera precisa y sujeto a términos breves y perentorios, contradice
completamente la afirmación de la mayoría, empecinada en mostrar una acción de
tutela contra sentencias que no corresponde a su esencia ni a su marco
regulatorio.
11. La acción de
tutela contra sentencias - dice la mayoría sin probar su aserto - no es
procedente pues en este caso el medio judicial ordinario existe y es el proceso.
La sentencia que
pone fin al proceso puede traducir un comportamiento del Juez que irroga
agravio a los derechos fundamentales de una persona. El otro medio de
defensa judicial en este caso no puede ser ni el antecedente de la
sentencia - por definición anterior al agravio - ni esta última - por
definición causa del agravio -, por elementales razones de orden temporal,
tratándose del primero y, lógico, tratándose de aquélla.
El deplorable error
de la mayoría se acompaña de una pérdida acusada de poder focalizador. El proceso
no se dirige contra el Juez; lo falla el Juez. La acción de tutela contra
sentencias, en cambio, sí se dirige contra el Juez y lo falla otro Juez.
Cómo, sin confundir irremisiblemente una y otra cosa, puede sostenerse que el primer
proceso es el medio de defensa de la persona frente a las vulneraciones de
sus derechos fundamentales originadas en la actuación judicial?.
El valor
constitucional del principio de la cosa juzgada
12. El formalismo y
la estólida servidumbre a la autoridad, notas características de esta sentencia
- paradójicamente proferida bajo la égida de la Constitución de 1991 cuyo eje
es el derecho sustancial y el respeto a la persona y a sus derechos -, llegan a
un momento de éxtasis cuando, la mayoría, sin aportar prueba alguna de su
aserto, proclama que la cosa juzgada tiene "carácter
metapositivo" y que "hay un verdadero derecho constitucional
fundamental a la sentencia firme y, por tanto a la autoridad de la cosa
juzgada".
13. No obstante que
la Constitución tiene pleno valor normativo y se postula ella misma "norma
de normas" (CP art. 4), las sentencias "firmes" pueden vulnerar
un derecho constitucional fundamental, y no ser objeto del control
constitucional representado por la acción de tutela. La cosa juzgada así
entrañe una flagrante inconstitucionalidad, se sitúa más allá del derecho y se
impone, ella y el Juez que profiere la sentencia, sobre la misma Constitución.
La sentencia adquiere un valor supranormativo y supraconstitucional y el
Juez un poder mayor que el propio del Constituyente, pues así las sentencias
riñan con la Constitución la cosa juzgada las inmuniza de cualquier
ataque y garantiza su intangibilidad.
14. El supuesto
"derecho constitucional fundamental a la sentencia firme", tendría primacía
sobre todos los demás derechos fundamentales, incluido el derecho al debido
proceso, que de acuerdo con el criterio de la mayoría consagra de manera
implícita el principio de la cosa juzgada. La sentencia puede violar
derechos fundamentales de una persona, pero en razón de su valor como cosa
juzgada se pone al amparo de cualquier ataque. Se puede llegar al absurdo
de que la sentencia menoscabe el derecho fundamental al debido proceso (CP art.
29), fundamento según la mayoría de este supuesto "derecho a la cosa
juzgada", y aquél resultará sacrificado por éste. Tal la fuerza
avasallante de este derecho procesal que se impone sobre su propio fundamento.
Se invierte el principio matriz del artículo 228 de la CP que favorece en la
administración de justicia la prevalencia del derecho sustancial, y se
lo sustituye por el predominio de la forma.
15. La
intangibilidad de las sentencias, así vulneren los derechos fundamentales,
socava el fin esencial del Estado de garantizar su efectividad (CP art. 2) y
niega la primacía (CP art. 5) que la Constitución les reconoce. Esta
tesis de la mayoría concuerda con la sostenida por la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, en su sentencia del 9 de diciembre de 1991.
Las dos Cortes finalmente han coincidido, equivocadamente, en atribuir a la
cosa juzgada un valor metapositivo - casi místico - capaz de imponerse sobre la
Constitución y los derechos fundamentales de las personas. En esa oportunidad
la Corte Suprema de Justicia pretendió igualmente construir un derecho
constitucional a la cosa juzgada - en su sentir, "derecho inherente a la
persona humana" -, apelando en su caso a lo dispuesto en el artículo 94 de
la Constitución. Los argumentos formulados por la Corte Constitucional en su
sentencia del 12 de mayo de los corrientes, son pertinentes para refutar la
posición análoga a la de la Corte Suprema de Justicia que ahora prohija la
mayoría:
"55. Resta una
mención expresa al valor del principio de la cosa juzgada esgrimido por la
Corte Suprema de Justicia para negar que la acción de tutela pueda dirigirse
contra sentencias. El primer argumento, apenas esbozado por la Corte, se
relaciona con la intangibilidad de la cosa juzgada que sufriría quebranto de
aceptarse su procedencia.
56.
Según la Corte Suprema de
Justicia la cosa juzgada responde a un principio no escrito de valor
universal, cuyo apoyo constitucional lo ofrecería el artículo 94 de la Carta
Política. Este precepto constitucional afirma la vigencia en el ordenamiento
de los derechos y garantías que, siendo inherentes a la persona humana, no
figuren expresamente en el texto de la Constitución y en los convenios
internacionales suscritos por Colombia.
57. Como derecho
o garantía inherente a la persona humana la cosa juzgada, de acuerdo con
esta postura, adquiriría una fuerza supraconstitucional. En efecto, cerrar la
vía a la acción de tutela contra sentencias cuando éstas violen derechos
fundamentales expresos, equivale a eludir toda confrontación entre aquél derecho
o garantía inherente a la persona humana y los mencionados derechos
fundamentales expresos, para de esta manera mantener la intangibilidad de
la cosa juzgada que asumiría una posición de primacía constitucional, hasta el
punto de clausurar ab initio el debate sobre la eventual vulneración
de tales derechos por parte de la sentencia.
58. Si el principio
de la cosa juzgada tiene el alcance que sostiene la Corte Suprema de Justicia,
debe averiguarse su naturaleza y determinarse si él corresponde a una emanación
de la personalidad humana y si como tal se impone a los derechos
constitucionales expresos pese a que frente a éstos sólo exhiba el
carácter de un derecho o garantía constitucional implícita.
59.
Se dice que una sentencia
tiene fuerza de cosa juzgada cuando ella se torna inmutable y definitiva y no
puede ser modificada o revocada por ningún medio jurídico, ordinario o
extraordinario, dentro o fuera del proceso en que se produjo.
Las diversas teorías
que se han expuesto sobre la naturaleza y fundamento de la cosa juzgada no la
hacen depender de un supuesto derecho o garantía a la persona humana, como
afirma la Corte Suprema de Justicia. Un rápido repaso y comentario a las
principales teorías sobre la materia, desde las clásicas hasta las modernas,
sirve para confirmar el aserto.
En el Derecho Romano
primitivo, dada su influencia religiosa se imputaba a la divinidad el poder de
hacer las leyes y decidir los litigios. "Una disputa surgia entre dos
ciudadanos: solamente la divinidad, por intermedio de sus ministros , los
Pontífices, podía ponerle fin. Pero para obtener el juicio divino era aún
necesario utilizar ciertas formas, hacer ciertos gestos. Si las formas
exigidas habían sido regularmente cumplidas, los Pontífices no tardaban en
expresar la voluntad divina. Si, por el contrario, las formas se habían
cumplido imperfectamente, la voluntad de los dioses no se revelaba. Pero en
todos los casos estaba prohibido renovar el procedimiento. Quién hubiera
osado ofender a los Dioses, formulando dos veces la misma cuestión?"
(Jean Dumitresco, L'autorité de la chose jugée et ses applications en
matiére des personnes physiques, citado por Esteban Ymaz, en "La
esencia de la cosa juzgada y otros ensayos", ed Arayú, Buenos Aires, p.
7). La cosa juzgada tiene aquí una explicación mágico-religiosa y en ella
está ausente toda consideración a su origen humano. El mismo Derecho Romano, en
su evolución posterior, superó esta primera visión y redujo la pretensión de
la cosa juzgada a la de una presunción de verdad condensada en la conocida
fórmula "res iudicata pro veritate accipitur" (la cosa juzgada es
admitida como verdad). El fundamento mítico fue sustituido por otro de orden
mundano y de carácter acendradamente práctico, desde entonces alegado como
cimiento de la cosa juzgada: la necesidad de darle certeza al derecho y
mantener la paz social de suyo inconciliable con las múltiples sentencias
contradictorias y la indefinida prolongación de los procesos. Tampoco esta
justificación tiene filiación con un pretendido derecho inherente a la
persona humana sino que obedece sencillamente a un criterio práctico de
conveniencia general.
El código de
Napoleón, como es suficientemente sabido, consagró legalmente la concepción
de la cosa juzgada proveniente del Derecho Romano (CC arts 1350-1352)
confiriéndole el carácter de una presunción iuris et de iure, o sea
sin dar lugar a admitir prueba alguna contra lo decidido en ella. En este
orden de ideas, la sentencia mantiene su status de verdad legal pese a que en
muchos casos contraríe la realidad o el juez haya incurrido en error de
derecho. No se descubre en esta concepción legal una explicación diferente a
la ya mencionada del Derecho Romano. Cabe resaltar que ahora el principio de la
cosa juzgada se convierte en derecho positivo y que es el estado, a través de
su instrumento natural, la ley, el que otorga a ciertas sentencias el valor
de presunción de derecho y el que niega a otras esta autoridad y, finalmente,
será también el Estado el llamado a consagrar excepciones a dicha presunción.
No subyace a esta manifestación del derecho estatal, ningún ligamen con un
supuesto derecho inherente a la persona humana. Por el contrario, antes
que reafirmar un derecho de la personalidad, la cosa juzgada consagrada en la
ley reivindica el poder de jurisdicción del estado que se ejerce a través de
los jueces. La cosa juzgada se trata no como derecho de los individuos sino
como algo que por antonomasia pertenece al derecho público y donde campea una
voluntad supraindividual que como acto de imperio otorga y despoja, a su
arbitrio, contenido de verdad a sus manifestaciones, de suerte que cuando
decide que ciertas decisiones de los jueces son definitivas e inmutables,
ellas valen como verdad, lo que representa simplemente un llamado a
su acatamiento y una técnica persuasiva o un excesivo recurso de legitimación
que puede tal vez ser eficaz. Detrás de la presunción puede que sólo haya
metáfora y metalenguaje, pero en últimas siempre será posible exigir el
cumplimiento de las sentencias no porque éstas sean la verdad sino
porque provienen de uno de los poderes públicos, o sea están dotadas de autoridad.
En el Código Civil Francés, y en los Códigos inspirados en él, el aspecto
de autoridad propio de una decisión judicial definitiva e inmutable,
quiso ser asociado con la noción de verdad, pretensión que refleja el
deseo del estado no de consagrar un derecho inherente a la persona humana sino
de reclamar para una de sus manifestaciones existenciales- las decisiones de
sus jueces - el mayor y máximo respeto y observancia, toda vez que ellas -
aquí estriba su pretensión - no pueden ser miradas solamente como meras
manifestaciones de su autoridad sino como muestras absolutas de verdad. Si
ante un fallo con autoridad de cosa juzgada, no vale implorar derechos de la
persona por el cercenados, pues sobre ellos el Estado reclama para las
decisiones de los jueces incondicional obedecimiento como mandatos que
reúnen auctoritas y veritas, ¿cómo puede sostenerse que estas
cualidades de las sentencias se deriven de un supuesto derecho inherente
a la persona humana?.
Adoptando una
perspectiva diversa, algunos doctrinantes han preferido explicar el fenómeno
de la cosa juzgada recurriendo a la figura de la ficción como más
apropiada que la de la presunción de derecho. El estado simplemente supone
(de ahí la idea de la ficción) que el contenido de la sentencia
corresponde a la verdad, independientemente que ello sea o no cierto. La
teoría de la ficción, que no entra esta Corte a criticar o avalar, no sugiere
que la cosa juzgada sea la proyección de un derecho inherente a la persona
humana. Al igual que las restantes teorías su función es explicar y
justificar el carácter definitivo e inmutable que la ley otorga a ciertas
decisiones judiciales. En todo caso, nada estará más alejado de un derecho
inherente a la persona humana que "una ficción de verdad". Los
derechos fundamentales no pueden construirse a partir de este tipo de
ficciones. Menos todavía cuando ellas pretenden dar una base de legitimidad
social a dictados provenientes del imperio del estado. Solamente a partir de
un completo sojuzgamiento del individuo por el estado - alienación total -, es
dable construir la categoría de los derechos fundamentales de la persona
humana sobre la apropiación e internalización en la órbita de esta última de
todas aquellas necesidades funcionales y existenciales del aparato estatal,
como lo es la necesidad que llegue un momento en que los jueces del estado
deban pronunciar, en los asuntos que se les sometan, la última palabra.
Una concepción
diferente vincula la cosa juzgada a los efectos de la sentencia de modo que
aquella se la hace residir en la fuerza vinculante de la declaración de
certeza que ésta contiene, la cual es especialmente obligatoria para los
jueces que deben sujetarse a ella en cualquier debate posterior sobre el mismo
asunto decidido.
Otra teoría postula
que las sentencias irrevisables no se limitan a declarar el derecho objetivo
sino que tienen virtualidad configuradora y transformadora de las relaciones
jurídicas debatidas.
Ambas teorías
vinculan la cosa juzgada a la declaración de certeza realizada por el juez, la
primera de ellas circunscribiendo su eficacia en términos puramente procesales
y la segunda otorgándole efectos sustantivos en lo que hace al reconocimiento y
extinción de relaciones jurídicas. En últimas, la cosa juzgada se conecta con
el efecto de la sentencia que genera una indiscutible declaración de certeza
ya sea que ésta tenga una vigencia reducida al plano procesal o se predique
del ámbito de los derechos que reconoce o extingue. En ninguno de los casos
la cosa juzgada se entiende como emanación de un derecho inherente a la
persona humana. Por el contrario, el fundamento de la cosa juzgada se
reivindica como campo particular del derecho procesal del estado, según la
primera de las teorías estudiadas. Y, de acuerdo con la última, la cosa juzgada
se manifiesta en la configuración directa por la sentencia de relaciones
jurídicas sin ser ella misma, aparte de forjadora de relaciones jurídicas,
derivada de un supuesto derecho inherente a la persona humana.
Finalmente, a partir
de una concepción puramente normativa, la sentencia se contempla como norma
individual y el problema de la cosa juzgada se plantea en términos de su
vigencia en el tiempo, concretándose en la prohibición existente para
ciertos casos de la derogación de esta especie de norma individual judicial por
otras normas posteriores, con el objetivo de garantizar la estabilidad
jurídica del sistema. La prohibición aquí tampoco obedece a un pretendido derecho
inherente a la persona sino a una norma positiva que establece la
prohibición derogatoria y de esta manera fundamenta la cosa juzgada.
60. El recuento de
algunas de la principales teorías acerca del fundamento de la cosa juzgada
demuestra que no deriva este principio de un pretendido derecho inherente a
la persona humana. Las teorías modernas se ocupan de justificar la figura
a partir de su expresa consagración legal y de criterios prácticos de
conveniencia general inspirados en la necesidad de mantener los valores de
certeza jurídica y paz social.
Los diferentes
códigos de procedimiento han consagrado expresamente la figura de la cosa
juzgada. En los indicados códigos se regula el ejercicio de la jurisdicción
por parte del estado y de manera especial el efecto de las sentencias,
principal acto a través del cual el órgano jurisdiccional cumple la obligación
correlativa al derecho de acción y ésta a su vez realiza su objeto y
simultáneamente se da cabida y responde al derecho de contradicción.
En Colombia no se
hace necesario recurrir a principios universales o a tratados internacionales
para descubrir la figura de la cosa juzgada. El Congreso, en ejercicio de su
atribución constitucional de dictar las leyes y, particularmente, de su
función de "expedir códigos en todos los ramos de la legislación y
reformar sus disposiciones" (CP art. 150, numerales 1 y 2), ha consagrado
y precisado los contornos de esta figura.
Entre otras normas
legales que regulan la cosa juzgada basta citar las siguientes : artículos 9 y
16 del Código Penal; artículo 17 del Código de Procedimiento Penal; artículos
332 y 333 del Código de Procedimiento Civil; artículo 175 del Código
Contencioso Administrativo.
La definición de la
cosa juzgada en los diferentes procesos y sus efectos, la determinación de
sus requisitos, el señalamiento de las sentencias que constituyen y no
constituyen cosa juzgada, y sus excepciones, son aspectos que integran una
materia que, en nuestro ordenamiento, es de orden legal y carece de jerarquía
constitucional. Entre otras razones, la rigidez propia del texto constitucional
no aconseja someter una materia tan dinámica a la normativa constitucional.
Por eso el Constituyente abandonó su tratamiento concreto a la ley y no es
difícil verificar que su regulación se aloja en los códigos de procedimiento.
61. Las leyes que
consagran y regulan la cosa juzgada deben respetar la Constitución. La
regulación legal de la cosa juzgada no tiene una jerarquía o status superior a
la Constitución y su interpretación debe hacerse según el sentido que mejor
armonice con sus principios y preceptos.
Parecería la
aclaración anterior una ociosa reiteración del principio de supremacía de la
Constitución sobre las leyes. Se impone hacerla sin embargo por la persistencia
del arraigo mítico que la cosa juzgada todavía suscita en la jurisprudencia
nacional y que recuerda esa fase del Derecho Romano primitivo brevemente
reseñada en esta sentencia. De hecho el intento que se ha demostrado fallido
de sustentar la cosa juzgada en el artículo 94 de la Constitución Política como
derecho inherente a la persona humana expresa una creencia en un
equivocado y distante valor supranormativo y supraconstitucional de dicha
figura.
De otra parte, la
aclaración pretende dejar bien establecido que los linderos entre
Constitución y ley no se suprimen ni se extinguen por confusión cuando esta
última refleja y desarrolla valores y principios constitucionales. Los valores
y principios constitucionales - como los de paz, prevalencia del interés
general y vigencia de un orden justo - están llamados a inspirar y permear todo
el ordenamiento jurídico, sin que por ello las leyes que sirvan de vehículo
para su realización práctica adquieran rango constitucional. Aún más, en caso
de conflicto entre dichos valores y la eficacia de los derechos fundamentales
el constituyente ha optado por la primacía de los derechos inalienables de la
persona (art. 5).
La regulación de la
cosa juzgada por la ley puede justificarse en criterios de interés
general y de conservación de la paz social. De allí no se sigue que esa ley
y la materia regulada, la cosa juzgada, adquieran status
constitucional. Hacer caso omiso de la posible violación de los derechos
constitucionales fundamentales a fin de mantener la intangibilidad de las cosa
juzgada es supeditar la Constitución a la ley e invertir la pirámide
normativa. El raciocinio de la Corte Suprema de Justicia obra en la ley una
extraña metamorfosis pues la convierte en principio supranormativo y como tal
condicionante y subordinante de la Constitución, para lo cual apela a la idea
de la cosa juzgada como derecho inherente a la persona humana, extremo
que ha resultado carecer de todo fundamento.
El camino lógico que
debe transitarse es el de entender cabalmente el contenido y alcance legal de
la cosa juzgada y dar una interpretación de la misma conforme a la Constitución.
De este modo se podrá determinar si la institución de la cosa juzgada puede
conciliarse - y de qué manera - con el respeto a los derechos fundamentales
consagrados en la Constitución y cuyo cumplimiento coactivo puede surtirse a
través de la acción de tutela.
62. En este orden de
ideas, la exacta delimitación del problema constitucional que suscita la
regulación legal de la cosa juzgada, exige detenerse a examinar la tensión que
subyace a esta figura así como a la dinámica de sus elementos.
Los litigios y
controversias cuya resolución pacífica se somete a la decisión de los jueces,
deben tener un fin y reclaman una pronta composición por parte del estado. Así
se satisfacen los deberes del estado frente a las demandas de estabilidad
jurídica y paz social. Llega un momento en que las sentencias deben adquirir
irrevocabilidad e inmutabilidad, para no poner en peligro la estabilidad
jurídica. De otra parte, para asegurar la agilidad que debe caracterizar al
estado en la definición de los procesos, la Constitución Política ordena a los
jueces cumplir diligentemente los términos procesales (CP art. 228), pues de lo
contrario no solamente se pierde la utilidad y la oportunidad de la justicia
sino se incuba un germen de desorganización social que puede quebrantar la paz.
Pero la paz también exige que la decisión de los jueces sea justa como quiera
que la injusticia es la mayor causa de congoja e insatisfacción que puede
soportar un pueblo.
Definir el problema
planteado supone tener en cuenta los elementos mencionados sobre los cuales la
Constitución se pronuncia de manera expresa. Se garantiza el derecho de toda
persona para solicitar la tutela de la justicia (CP art. 229). La
Administración de Justicia debe tomar decisiones sobre los asuntos que
se someten a su consideración y hacerlo de manera imparcial (CP art.
228). Los jueces deben actuar con prontitud y diligencia (CP art.
228). Las sentencias de los jueces deben ser justas dado que ellos son
uno de los principales instrumentos del estado para asegurar la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo (CP art. 2).
De ahí que el
verdadero problema constitucional que plantea la cosa juzgada no sea el
vislumbrado por la Corte Suprema de Justicia pues es evidente que la
regulación legal de la misma debe someterse a la Constitución y por ende
respetar los derechos fundamentales y ser objeto de escrutinio especial para
tal efecto, sino el de la compatibilidad de dicha regulación legal de la cosa
juzgada con la exigencia que impone la Constitución a los jueces: que sus
sentencias aseguren la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo.
63. El fin del
proceso debe ser la sentencia justa (CP art. 2): No la cosa juzgada a
secas.
Se admite sin
embargo que entre ese fin y su resultado concreto siempre existirá un margen de
diferencia atribuible a la falibilidad del juicio humano y a las limitaciones
de orden técnico y probatorio inherentes al instrumental del cual se sirve el
juez y que en cierto modo se tornan muchas veces insuperables.
Repárese solamente
en las variadas limitaciones intrínsecas y circunstanciales que exhiben los
diferentes medios de prueba (testimoniales, documentales etc.) para apreciar la
dificultad que enfrenta el juez que sólo por su conducto puede acceder al
conocimiento de los hechos que sustentan las pretensiones de las partes o
conforman la base real e histórica de las causas sobre las cuales debe decidir.
Añádase a lo
anterior, el deber imperioso de fallar que pesa sobre el juez, so pena de
incurrir en caso contrario en denegación de justicia (Ley 153 de 1887, art. 48;
artículo 150 del Código Penal), independientemente de la deficiencia del
material probatorio y del silencio, oscuridad o insuficiencia de la ley a
aplicar.
La búsqueda de la
justicia y la verdad podría no tener término. Razones prácticas ya mencionadas
llevan a la necesidad de clausurar en un momento dado las controversias y a que
sobre ellas se pronuncie la última palabra por parte del juez, no obstante las
deficiencias e inseguridades anotadas. La cosa juzgada precisamente se edifica
sobre la precariedad objetiva y subjetiva de la tarea secular de administrar
justicia y se hace cargo de tal precariedad, inmunizando las decisiones
judiciales que la ley determina, contra los ataques e impugnaciones
posteriores que contra ellas se dirijan. Esas decisiones que hacen tránsito a
cosa juzgada, pese a su no-verdad o no completa verdad, valen como verdad y
deben cumplirse. Lo que se expresa en la conocida expresión res iudicata pro
veritate habetur.
La cosa juzgada es
en últimas una fórmula de compromiso, quizá imperfecta pero en todo caso
práctica, entre las exigencias de justicia y paz, y la certeza jurídica y
agilidad en el ejercicio de la función jurisdiccional. La cuestión que tiene
directa relevancia constitucional es la de determinar cuánta justicia y cuánta
paz deben sacrificarse en aras de la certeza jurídica y de la agilidad de la
función jurisdiccional. Esta pregunta es forzosa en el nuevo marco
constitucional que asigna a los jueces la misión de administrar justicia y
asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo (C.P. art.
2o).
64. El sentido de la
entera obra del Constituyente se orienta al establecimiento de un orden
social justo. Por consiguiente entre las alternativas de solución de un
caso, el Juez debe inclinarse por la que produzca el resultado más justo y
resuelva de fondo la controversia dando prevalencia al derecho sustancial (CP
Preámbulo, arts. 2 y 228). No cabe duda que a la luz de la Constitución debe
afirmarse como valor orientador de la actividad judicial el favorecimiento de
la justicia material que se condensa en la consigna pro iustitia.
En razón del
principio pro iustitia la regulación legal de la cosa juzgada debe en
aras de la seguridad jurídica sacrificar lo menos posible la justicia. El juez
como instrumento de la justicia y de la paz y no solamente de la ley positiva
tiene, en la nueva Constitución, la delicada y excelsa misión de ser con
ocasión de cada caso concreto sometido a su decisión, el artífice de ese orden
social justo. Lo que cubre la cosa juzgada con su firmeza debe en su mayor
extensión responder a un contenido de justicia material. El mero
"decisionismo", no corresponde a la filosofía que anima la Constitución.
Frente al problema
planteado conviene avanzar en un doble sentido. Primero, determinando unos
criterios generales que apunten a la progresiva construcción de la justicia
material, de modo que la cosa juzgada sea más el escudo de una decisión justa
que la mera inmunidad que protege una decisión de estado. Y es que la cosa
juzgada, en el nuevo ordenamiento constitucional, vale no como razón de
estado sino como expresión de justicia. Segundo, señalando específicamente lo
que en ningún caso puede ser sacrificado en función de la certeza o seguridad
jurídica y que corresponde al "mínimo de justicia material"
que debe contener una sentencia. Sólo de esta manera se puede delimitar el
ámbito de seguridad jurídica que permite sustraer a una decisión judicial
cubierta por la cosa juzgada de los ataques e impugnaciones de que puede ser
objeto por su ilegalidad o injusticia.
65. La progresiva
construcción de justicia por los jueces enriquece la cosa juzgada pues sus
fallos tendrán más valor en términos de justicia y verdad. Los criterios
generales de justicia material, cuya elaboración debe hacerse a partir de la
Constitución, están llamados a consagrarse en el curso de una evolución
histórica que tenga siempre presente la realidad del país. Sin embargo, desde
ahora pueden esbozarse algunas pautas de justicia que surgen directamente del
texto constitucional y cuya incorporación a la faena judicial no hará sino,
como acaba de decirse, enriquecer la cosa juzgada.
Los artículos 228 y
229 de la Constitución Política atribuyen a las personas el derecho
fundamental de acceso efectivo a la administración justicia. Por esta
vía los particulares solicitan a los jueces la protección de sus derechos tanto
de los consagrados en la Constitución como en otras normas. Este derecho se
asienta sobre la concepción de un Estado material de derecho que por
definición no agota su pretensión ordenadora en la proclamación formal de los
derechos de las personas sino que se configura a partir de su efectiva
realización.
El derecho
fundamental de acceso efectivo a la administración de justicia comprende
en su ámbito las sucesivas fases de tramitación de las peticiones de
actuación que se formulan al órgano de justicia y la respuesta que éste en
cada caso dé a las mismas. Por fuerza de las cosas el mencionado derecho cubre
los dos "tramos" que corresponden respectivamente a los momentos de
tramitación y resolución de peticiones.
En lo que reLa
sentencia que pone fin al proceso puede traducir un comportamiento del Juez que
irroga agravio a los derechos fundamentales de una persona. El otro medio de
defensa judicial en este caso no puede ser ni el antecedente de la
sentencia - por definición anterior al agravio - ni esta última - por
definición causa del agravio -, por elementales razones de orden temporal,
tratándose del primero y, lógico, tratándose de aquélla.
El deplorable error
de la mayoría se acompaña de una pérdida acusada de poder focalizador. El proceso
no se dirige contra el Juez; lo falla el Juez. La acción de tutela contra
sentencias, en cambio, sí se dirige contra el Juez y lo falla otro Juez.
Cómo, sin confundir irremisiblemente una y otra cosa, puede sostenerse que el primer
proceso es el medio de defensa de la persona frente a las vulneraciones de
sus derechos fundamentales originadas en la actuación judicial?.
specta al primer
momento, debe comenzarse por afirmar que en virtud de lo establecido en el
artículo 228 de la Constitución Política, se ha constitucionalizado el
principio de interpretación según el cual la ley procesal debe
interpretarse teniendo en cuenta que el objeto de los procedimientos es la
efectividad de los derechos reconocidos por la Constitución y la ley. Con esta
idea en mente pueden destacarse otros principios con efectos inmediatos en el
desenvolvimiento del proceso.
Las dilaciones
indebidas en el curso de los diferentes procesos desvirtúan la eficacia de la
justicia y quebrantan el deber de diligencia y agilidad que el artículo
228 impone a los jueces que deben tramitar las peticiones de justicia de las
personas dentro de unos plazos razonables. Sopesando factores inherentes a
la Administración de Justicia que exige cierto tiempo para el procesamiento de
las peticiones y que están vinculados con un sano criterio de seguridad
jurídica, conjuntamente con otros de orden externo propios del medio y de las
condiciones materiales de funcionamiento del respectivo Despacho judicial,
pueden determinarse retrasos no justificados que, por apartarse del
rendimiento medio de los funcionarios judiciales, violan el correlativo derecho
fundamental de las personas a tener un proceso ágil y sin retrasos indebidos.
El derecho
fundamental de acceso efectivo a la administración de justicia impone a
los jueces el deber de actuar como celosos guardianes de la igualdad sustancial
de las partes vinculadas al proceso. La notificación, presupuesto esencial para
que una parte pueda ejercitar su derecho de defensa, no puede ser reducido a
mero requisito de forma y sobre el juez recae la obligación de garantizar el derecho
fundamental a ser notificado de conformidad con la ley de manera efectiva y
real.
La igualdad
sustancial de las partes y el respeto a sus derechos fundamentales obliga al
juez a abstenerse de decretar y prácticar ciertas pruebas que resulten
incompatibles con el ordenamiento constitucional. Pero, sin perjuicio de lo
anterior, el juez en términos generales tiene la obligación positiva de
decretar y prácticar las pruebas que sean necesarias para determinar la verdad
material, pues esta es la única manera para llegar a una decisión de fondo que
resuelva la controversia planteada y en la que prime el derecho sustancial y el
valor justicia, como lo ordena el artículo 228 de la Constitución
Política. En este sentido, debe reinterpretarse a la luz de la Constitución,
el alcance de la carga de la prueba regulada por algunos códigos de
procedimiento.
Independientemente
de la aplicación general del indicado principio probatorio, en algunos casos el
Juez en atención a la necesidad de promover la efectividad de los derechos
fundamentales y en razón del principio pro iustitia podrá disponer que
la prueba de un hecho, dadas las circunstancias concretas y excepcionales de
la causa, no recaiga sobre quien lo alega sino sobre la parte que esté en
mejores condiciones o posibilidades de probarlo.
En lo que respecta
al segundo momento, o sea el de la resolución de las controversias, debe
tenerse en cuenta que la aplicación e interpretación del derecho debe hacerse
conforme a la Constitución. La norma que primero y en grado mayor obliga al
juez es la Constitución. Si bien los jueces en sus providencias sólo están
sometidos al imperio de la ley (CP art. 230), en todo caso de
incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica,
se aplicarán sus disposiciones (CP art. 4). Las normas constitucionales
están llamadas a ser aplicadas directamente a las controversias y para ello,
por regla general, no requieren de la mediación de la ley por cuanto tienen
un contenido normativo propio y autosuficiente. Las leyes y demás normas del
ordenamiento no deben aplicarse si resultan incompatibles con el sentido de la
Constitución y, en todo caso, deberán interpretarse del modo que más armonicen
con el texto constitucional. La Constitución aspira a tener una plenitud de
sentido y a permear con sus principios y valores el entero ordenamiento.
Cualquier pieza normativa del ordenamiento, por ende, para subsistir en él y reclamar
obediencia debe conciliarse con la letra y el espíritu de la Constitución. Esa
decisiva verificación es una de las tareas más delicadas que el Estado confía
al poder judicial, en el momento en que éste procede a decidir los asuntos que
se someten a su consideración.
No se trata de una
mecánica y formal aplicación del derecho a los hechos. La Constitución pretende
que el juez - obligado portador de los principios y valores incorporados
positivamente al texto constitucional - al decidir la controversia busque
materializar en el mayor grado posible tales principios y valores de modo que
su sentencia asegure la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo.
En la sociedad democrática que establece la Constitución la misión del juez se
concreta en la de ser un instrumento eficaz de justicia material.
66. De lo dicho
puede colegirse que la regulación legal de la cosa juzgada sólo puede
mantenerse en la sociedad democrática y justa diseñada por el Constituyente
bajo la condición de que como fórmula histórica y evolutiva de compromiso
sacrifique cada vez menos justicia en aras de la consecución de la necesaria
estabilidad jurídica. En otras palabras, en cada momento histórico habrá un
"precio" límite en términos de justicia sacrificada a partir del cual
no se podrá ofrecer nada más a fin de garantizar la necesaria seguridad
jurídica.
Los criterios de
justicia material extraídos de la Constitución, llamados a gobernar el proceso
y su resolución - o sea, los momentos de tramitación de los pedidos de justicia
y de decisión de las controversias - están destinados a ganar para la justicia
material un mayor espacio. El acatamiento de las indicadas pautas de justicia
hará que las sentencias que hagan tránsito a cosa juzgada tengan un mayor
contenido intrínseco de justicia.
Aparte de los
criterios constitucionales aplicables a la tramitación y decisión de los
procesos, cuya finalidad es incorporar a la sentencia el máximo contenido de
justicia, la Constitución determina un ámbito que representa el mínimo de
justicia material que ella debe contener y que en ningún caso puede
sacrificarse en aras de la seguridad jurídica. Ese ámbito merecedor de tan
especial protección corresponde a los derechos fundamentales cuya efectividad
se eleva a fin esencial del estado y a razón de ser de sus autoridades (CP
arts. 1 y 2).
Los derechos
fundamentales previstos en la Constitución abarcan igualmente los momentos de
trámite de los procesos - garantía del debido proceso - así como de decisión de
la controversia que deben enderezarse hacia la efectividad de los mismos.
La sentencia que se
produzca con violación o desconocimiento de los derechos fundamentales - tanto
de orden sustantivo como procesal -, por no incorporar el mínimo de
justicia material exigido por el ordenamiento constitucional, no puede
pretender hacer tránsito a cosa juzgada. Sólo la cosa juzgada que incorpore por
lo menos ese mínimo de justicia puede aspirar a conservar su carácter.
La violación o
desconocimiento de los derechos fundamentales, base de la convivencia,
quebranta la paz social. La violación o desconocimiento de los derechos
fundamentales se opone a la vigencia de un orden justo. La seguridad
jurídica no se puede construir ni mantener a costa de la violación o
desconocimiento de los derechos fundamentales y la que se consiga de esa manera
será siempre frágil. El juez que profiere una sentencia que desconozca o viole
los derechos fundamentales obra por fuera de sus competencias e incurre en
arbitrariedad. La jurisdicción del estado como todo poder público se origina en
la soberanía que reside exclusivamente en el pueblo y no puede ejercerse para
desconocer o violar sus derechos fundamentales. Todo lo anterior explica
suficientemente porqué se desintegra la cosa juzgada cuando ella afecta el mínimo
de justicia material dado por los derechos fundamentales. Ninguno de los
elementos cuyo equilibrio conforma y regula la cosa juzgada -paz social,
justicia, seguridad jurídica, autoridad judicial- se mantiene en pie cuando la
sentencia vulnera o desconoce los derechos fundamentales.
67. La Constitución
y la ley promueven a través de la consagración de diversos recursos la
consecución de un resultado justo como desarrollo de la actividad judicial. El
ordenamiento, a través de la organización de recursos, pretende
"maximizar" las posibilidades de arribar a una decisión justa. Se
quiere que la cosa juzgada, pese a las dificultades objetivas y subjetivas de
todo orden, exprese el mayor contenido posible de justicia.
La nueva
Constitución asigna a los recursos ordinarios y extraordinarios que puedan
proponerse contra las providencias judiciales una importancia decisiva como
mecanismos que permiten al aparato judicial depurar los contenidos de
injusticia de sus proveídos. De ahí que el artículo 31 de la Constitución
Política establezca que toda sentencia judicial podrá ser apelada o consultada,
salvo las excepciones que consagre la ley. La impugnación y la consulta son la
regla general con el fin de asegurar - con las limitaciones propias de lo
humano - la justicia y ponderación de las decisiones finales de los jueces.
Apuntando los recursos a la obtención de justicia material y teniendo
prioridad la efectividad de los derechos y la aplicación del derecho
sustancial, la concesión de los recursos no debe supeditarse a un excesivo
ritualismo y sobrecarga de requisitos formales, como ocurre con el recurso de
casación. Por el contrario, existe una clara correlación entre la concesión de
derechos por la Constitución y la ley y la entrega a las personas de recursos
y medios procesales para hacerlos valer.
En este contexto la
acción de tutela prevista en el artículo 86 de la Constitución Política es un
medio procesal especial que complementa el derecho sustantivo constitucional,
mediante la concesión de un arma poderosa a las personas que vean sus derechos
fundamentales violados o desconocidos. Tratándose de sentencias que vulneren
estos derechos, la acción de tutela, es un medio idóneo para depurar el
eventual contenido de injusticia de la sentencia atacada y evita que ésta se
torne inimpugnable e irrevocable no obstante el flagrante desconocimiento del
mínimo de justicia material que debe expresar toda sentencia y que sólo
se da cuando se respetan y se hacen efectivos los derechos fundamentales.
68. El análisis
anterior permite acotar un terreno en el cual no son inconciliables las
instituciones de los derechos fundamentales - la acción de tutela que es el
instrumento especial de su defensa es a su turno y por esta razón un derecho
fundamental - y la cosa juzgada. Hemos visto que encontrarlo es indispensable
para la sobrevivencia constitucional de la cosa juzgada que debe interpretarse
siempre de conformidad con la Constitución.
La cosa juzgada
marca el límite que la ley establece a las impugnaciones y mutaciones de que
puede ser objeto una sentencia judicial. Hay sentencias que están expuestas a
cambios y modificaciones y no hacen tránsito a cosa juzgada. Existen otras
que no pueden luego de ejecutoriadas ser objeto de recurso alguno, pero que
admiten su revisión extraordinaria como es el caso de los recursos
extraordinarios de revisión y anulación. Cuando ya no cabe recurso alguno,
dentro ni fuera del proceso, se habla en estricto rigor de cosa juzgada. La cosa
juzgada, como límite de lo inimpugnable e inmutable, puede ser objeto de
mudanza por la ley al adicionar o cercenar posibilidades de impugnación, en
cuyo caso la cosa juzgada avanza o retrocede pero no se elimina en cuanto que
siempre habrá un límite y en realidad lo que le importa a la sociedad es que
los litigios y causas tengan un fin y "se pronuncie la última
palabra".
Si la ley puede
producir el anotado desplazamiento - en cualquiera de los sentidos - de la
cosa juzgada, lo que no equivale a su eliminación, con mayor razón lo puede
hacer el constituyente al incluir una acción - en este caso la acción de tutela
como mecanismo idóneo - contra las sentencias que violen los derechos
fundamentales. En este caso el límite de la cosa juzgada se desplaza hacia
adelante y sólo luego de la decisión que desate el procedimiento que se
instaura con ocasión de la acción de tutela se puede hablar en estricto rigor
de cosa juzgada.
De la manera
señalada, la cosa juzgada no se elimina y por el contrario se enriquece pues
si prospera la acción de tutela y por ende se modifica la sentencia judicial,
ésta incorporará ese mínimo de justicia material sin el cual la cosa
juzgada por sí sola no se sostiene frente a la nueva Constitución.
Finalmente, es importante
destacar que la acción de tutela no se superpone a la cosa juzgada, en cuanto
el objeto de la primera es la acción o abstención del juez que en el sentir del
actor viola sus derechos fundamentales y así mismo el sujeto frente al cual
ella se dirige es el mismo juez a quien se imputa tal acción o abstención. Lo
que ocurre es que el contencioso constitucional a que da lugar la acción de
tutela - la conducta inconstitucional del juez - necesariamente se refleja en
la sentencia y por esta razón, de prosperar, acarrea su revocatoria y el
consiguiente desplazamiento de la cosa juzgada".
Seguridad
jurídica y Justicia: el triunfo de una visión opresiva y falsa del interés
general
16. La idea de
justicia y de interés general se vincula exclusivamente, por la mayoría,
"con la necesaria certidumbre de las decisiones judiciales".
La sentencia
proferida por la Corte Constitucional se inspira en el temor de que la acción de
tutela contra sentencias violatorias de los derechos fundamentales, afecte la
seguridad jurídica y, consiguientemente, el interés general y la justicia
misma.
De haber profesado
la mayoría no un concepto puramente formalista y autoritario del interés general
y de la justicia, seguramente habría disipado su infundado temor. Repudia al
interés general y a la justicia que se mantengan y desplieguen toda su
eficacia, sentencias dictadas en abierto desacato de la Constitución y
profanando los derechos fundamentales de las personas. Por el contrario, el
interés general y la justicia se favorecen con la implantación de mecanismos -
como la tutela contra sentencias - orientados a depurar el contenido de
injusticia y de inconstitucionalidad de las sentencias.
La interpretación
constitucional debe favorecer la coexistencia y máximo desenvolvimiento de los
valores y fines constitucionales. La sentencia de la Corte, lamentablemente,
sacrifica el interés general, la justicia y la primacía de los derechos
fundamentales - que dice defender - en aras de una espuria seguridad jurídica,
representada por las sentencias violatorias de los derechos fundamentales
devenidas inimpugnables. A este respecto, la mayoría eludió todo esfuerzo
interpretativo enderezado a conciliar la certeza jurídica - que privilegia en
su sentencia por encima de cualquier otra consideración y valor - y la Justicia
- que la supedita a una subalterna necesidad de "certidumbre
jurídica". Por ello dejó de reflexionar sobre las características de
preferencia y sumariedad de la acción de tutela y la consagración de breves y
perentorios términos para su ejercicio, impugnación y revisión, y la existencia
misma de un término corto de caducidad, todo lo cual ofrecía al intérprete una
base material suficiente para conciliar la verdadera exigencia de certeza con
la necesidad de justicia. Pero, ya se ha visto, fue otro el camino escogido por
la mayoría. Desacreditar la acción de tutela contra sentencias, atribuirle a
ella características inexistentes y omitir sus rasgos propios derivados de la
Constitución y de la ley, y así tornar expedita, fácil y ligera la obra de
ultimar su inexequibilidad.
Como la mayoría no
puede negar "que las equivocaciones de los jueces constituyen fuente de
injusticias y de violaciones a los derechos", la inimpugnabilidad de las
sentencias basadas precisamente en esas "equivocaciones", condición
para no afectar el "interés general", resulta a la postre
sacrificando a las víctimas de los desafueros judiciales, de quienes se
pretende un ulterior acto de inmolación, a fin de que la justicia-andamiaje no
sucumba, y ese acto es que renuncien a la acción de tutela.
Haciendo un rápido
recuento de algunas situaciones examinadas por esta Corte al revocar sentencias
violatorias de derechos fundamentales, bajo la nueva óptica que ofrece la
novedosa doctrina acogida por la mayoría, debió la Corporación, en lugar de
haber ordenado la revocatoria de la sentencia que aumentaba la pena del
apelante único de 18 meses de prisión a cuatro años dos meses, haber convencido
al afectado, señor MOISES TUATY, a que permaneciera 36 meses más en prisión
contribuyendo a evitar que el interés general se viera expuesto a peligro y que
el caos se apoderara del sólido sistema judicial colombiano que no sería capaz
de asimilar una rectificación de este error judicial.
Por su parte, la
señora ESTHER VARELA, en aras del interés general, no ha debido ejercer la
acción de tutela para impedir que se consumara la entrega del 50% del inmueble
que venía poseyendo ininterrumpidamente desde hacia 21 años y que,
desconociendo su aporte laboral a la sociedad de hecho conformada con su
concubino fallecido, se había adjudicado judicialmente a la heredera única de
este último.
Tampoco SOL ANYUL
RIOS ZAPATA, agente oficiosa y única persona que en este momento protege a la
menor de edad LUISA FERNANDA GARCIA RIOS, sobrina suya, ha debido solicitar
mediante la acción de tutela la protección de sus derechos constitucionales
conculcados con la sentencia de un juez de familia que se negó a suspender la
potestad parental del padre por no encontrar probado el abandono de la menor
pese a que éste fue declarado reo ausente en el proceso penal en el que se le
sindica de haber dado muerte a la madre de aquélla y no se hizo presente, en
ningún momento, en el proceso de suspensión de la potestad parental, en el
curso del cual se le debió designar curador ad litem. SOL ANYUL RIOS ZAPATA
todavía ignora que la revocatoria de la sentencia, por ella solicitada como
mecanismo de protección, ha causado caos en el sistema judicial colombiano y
que ha debido, bien miradas las cosas, abstenerse de formular su petición
constitucional de protección de los derechos de la menor, a fin de evitar
tamaña afrenta al interés general.
Igualmente, en mala
hora y sin pensar ni considerar el interés general - quizá por su estado de
enfermos mentales -, en un acto de egoísmo un grupo de inimputables privados de
la libertad por más de 22, 26 y 30 años se revelaron contra las decisiones
judiciales que, sin atender los dictámenes médicos que los favorecían, les
habían impuesto en la realidad una medida de seguridad perpétua, y ejercieron
la acción de tutela que condujo a una sentencia de revisión de la Corte
Constitucional que ordenó la revocatoria de tales decisiones, inaugurando una
era de caos en la administración de justicia, a la cual la mayoría friamente -
sin el "dramatismo" que ella repudia - ha querido poner fin.
La justicia, como
toda obra humana debe obedecer a un diseño, así sea elemental. El interés
general y la justicia, erigidos sobre el sacrificio irredimible de las víctimas
de los administradores y jueces del Estado, no corresponde a un esquema que
pueda perpetuarse sin aceptar que la ignominia y el oprobio sean el sustento
del derecho. El interés de todos que reclame el sacrificio de una minoría es
tiranía. La administración de justicia que exija, como condición esencial de
funcionamiento, la conservación de situaciones como las mencionadas, no es
justicia o es inoperante y caduca y, en todo caso, es manifiestamente cínica.
Por eso los Magistrados que salvamos el voto advertimos al país que anteponer
la seguridad jurídica a la justicia material - mal interpretada porque una
comunidad donde la violación de los derechos fundamentales permanezca impune no
reúne ninguna condición mínima de seguridad - es un recurso truculento
inspirado únicamente en la lógica ciega del poder y en el inconfesado deseo de
conservar feudos intocados dentro del Estado.
Desconfianza en
el juez constitucional y descaecida fe en la justicia
17. El formalismo es
una mera técnica de dominación social, lamentablemente muy extendida entre los
jueces del país. Como toda ideología de esa estirpe sólo confía en el nudo
procedimiento del poder del cual emana y al cual sirve. No puede por tanto creer
en la justicia material. No falta en la sentencia la confesión de ese credo y
la reserva mental inextinguible que profesan sus ilustres conmilitones:
"(...) si de naturaleza humana hablamos, no es menos falible la del Juez
que actúa en sede de tutela que la del Juez encargado de fallar en los procesos
ordinarios".
18. El escepticismo
autoritario de la mayoría es el mayor mentis que ha recibido la
Constitución de 1991 como que no puede ignorarse porque procede de sus guardianes.
No se tiene por cierto que los Jueces puedan ser instrumentos de
justicia material. De plano, sin aportar prueba de su aserto, los cuatro guardianes
desestiman la capacidad del aparato judicial para administrar justicia
constitucional. La Constitución, en cambio, cree en la persona humana, defiende
su dignidad y confía al Juez la protección de sus derechos. Esta convicción es
la esencia de la Constitución. La Constitución es la defensa de esta
convicción. La Constitución, así como reivindica la dignidad de la persona
humana, cree en el Juez, sin parar mientes en su especialidad, como defensor de
sus derechos. Un Juez puede, por tanto, examinar la actuación de otro Juez y
determinar si respetó o vulneró los derechos fundamentales de una persona y al
hacerlo está cumpliendo el sagrado ministerio que se ha impuesto el Estado
social de derecho: preservar la dignidad humana y garantizar la efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución y su
acatamiento por todas las autoridades públicas, sin excepción.
19. Con
prescindencia de la actitud sicológica del Juez constitucional, ésta no puede
convertirse por sí sola en pauta o referencia constitucional, contra la cual se
examine la constitucionalidad del precepto acusado. La Constitución
expresamente organiza un sistema de defensa de los derechos humanos
caracterizada por la prontitud - en diez días debe resolver sobre la solicitud
de protección - y la existencia de dos instancias y de una eventual revisión a
cargo de la Corte Constitucional. La visceral desconfianza de la mente
autoritaria en la justicia terrenal no puede desautorizar el sistema cuya
ingeniería fue obra del mismo constituyente. No pueden los guardianes de
la Constitución con apoyo en sus propios prejuicios dejar de lado el texto de
la Constitución y cercenar, por sí y ante sí, las oportunidades que él brinda a
sucesivos jueces y a la misma Corte para hacer justicia, desde luego dentro de
las posibilidades humanas. Con tanta desconfianza hacia el juez constitucional
¿para qué justicia?
Lectura
autoritaria de la Constitución
20. La lectura de la
Constitución que realiza la mayoría recupera únicamente vocablos y expresiones
que en ella evocan poder y autoridad. La función de guarda de la
Constitución se confunde con la preservación del orden y la autoridad.
Por vía de ilustración de este significativo matiz de la sentencia, a
continuación se describe un paisaje de la misma respetando la negrillas con las
que la mayoría quiso resaltar y marcar un énfasis: "(...) el preámbulo de
la Constitución señala como uno de los objetivos hacia los cuales se orienta la
autoridad del Estado Colombiano, el de "asegurar a sus integrantes
(...) la Justicia, (...) dentro de un marco jurídico, democrático y
participativo que garantice un orden (...) justo (...)".
Aparte de que se
omite del preámbulo la importante mención que hace a la vida, la convivencia,
el trabajo, la libertad y la paz, llama la atención que sólo se subraye lo que
tiene que ver con la seguridad y el orden. El principio
democrático y la justicia, no recibe el idéntico énfasis por parte de la
mayoría.
21. La lectura
autoritaria de la Constitución lleva inexorablemente a una interpretación
autoritaria, que no es la que corresponde a la verdadera semántica de ese
texto, el cual se altera con una lectura tan deliberadamente segmentada como
hace la mayoría. Y es que orden político, económico y social justo, no
es lo mismo que orden. Igualmente, asegurar un orden no es
equivalente a asegurar un orden político, económico y social justo. Este
orden justo es un orden ontológicamente cualificado como lo es también el Estado
social de derecho. En los dos casos, orden y Estado, lo que
determina una esencia diferente es su necesario contenido de justicia.
No sorprende que esa lectura autoritaria desprovista de la carga axiológica y
finalista de la nueva Constitución y, por lo tanto, alejada de su semántica
sustancial y de su sentido histórico renovador, hable de la cosa juzgada
"a secas" sin exigir que para que lo sea deba incorporar un mínimo
de justicia material representado por el respeto a los derechos
fundamentales. Tampoco escandaliza, teniendo presente la lectura segmentada
hecha por la mayoría, que de acuerdo con ella pueda el juez en su sentencia
vulnerar los derechos fundamentales y no obstante conservar su intangibilidad,
pues, para la mayoría su función estriba en asegurar un orden y no en
ser instrumento de un orden justo y como tal estar también limitado por
ese orden justo. El aseguramiento del orden puede pasar por el
despotismo - a ello conduce la violación de los derechos fundamentales por
parte de la autoridad -, pero eso no preocupa a la mayoría, al punto que
intentar actuar contra él y cuestionar a través de una acción judicial ese
ejercicio torcido del poder es estigmatizado como fermento del caos.
Autonomía
funcional del Juez y protección de los derechos fundamentales
22. La acción de
tutela contra sentencias, a juicio de la mayoría, quebranta "el principio
democrático de la autonomía funcional del Juez" que "busca evitar que
las decisiones judiciales sean el resultado de mandatos o presiones sobre el
funcionario que las adopta". Más adelante agrega la mayoría: "De
ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre la tutela extienda
su poder de decisión hasta el extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa
que se debate en el proceso, o en relación con el derecho que allí se
controvierte. No puede, por tanto, proferir decisiones que interfieran u
obstaculicen diligencias judiciales ya ordenadas por el juez del conocimiento,
ni modificar providencias por él dictadas (...) por cuanto ello representaría
una invasión en la órbita del Juzgador y en la independencia y desconcentración
que caracterizan a la administración de justicia (art. 228 C.N.)".
23. La acción de
tutela contra sentencias se ejerce ante un Juez - el llamado Juez de Tutela - y
se dirige contra el Juez que dictó la sentencia que el afectado considera
vulnera un derecho fundamental. La denominada "cuestión litigiosa" no
es objeto de la acción de tutela contra sentencias, sino la actuación o la
omisión del juzgador que ha causado la presunta lesión a un derecho
fundamental. No es posible ni jurídico dejar que sea el Juez
"acusado" el que se pronuncie sobre la constitucionalidad de su
propio comportamiento y determine si cometió o no una arbitrariedad contra la
persona; sería como librar a la parte la definición de su propia causa. Cuando
el Juez de tutela se pronuncia sobre la conducta del "Juez acusado"
no infringe la autonomía ni la independencia judicial de éste último salvo que
se entienda que ellas autorizan a violar impunemente con ocasión del
cumplimiento de su función los derechos fundamentales de las personas. Con
apoyo en semejante interpretación del principio de "autonomía funcional
del juez", no sería posible que un juez penal conociera del prevaricato
cometido por otro Juez al dictar una sentencia.
24. La mención que
hace la mayoría sobre posibles excesos e intromisiones del Juez de tutela
respecto de "diligencias judiciales ya ordenadas" o "
providencias ya dictadas", parece desconcertante si ella rechaza la
procedencia de la acción de tutela contra sentencias, con lo cual tales
interferencias o "presiones" teóricamente no podrían presentarse".
En verdad, las consideraciones de la mayoría no están dirigidas a soportar
directamente la decisión que se adopta en el fallo. Ellas solo adquieren
sentido frente a lo decidido en algunas sentencias de revisión dictadas por
varias Salas de Tutela de esta Corporación que dispusieron la revocatoria de
sentencias violatorias de los derechos fundamentales. Estas sentencias
suscitaron la crítica pública por parte de algunos voceros de los altos
tribunales que alertaron sobre presuntos excesos y dejaron entrever la investigación
penal de los Magistrados incursos en tales "extralimitaciones". La
mayoría ha creído oportuna esta ocasión para reiterar en un lenguaje, no por
abstracto y general menos comprensible y acusador, los cargos y censuras de que
hemos sido objeto los Magistrados que suscribimos este salvamento de voto. Como
pieza a la cual puede apelarse en el futuro, parece que no quería
desaprovecharse la oportunidad de verter estas consideraciones - ciertamente
innecesarias desde el punto de vista del fallo adoptado- en el cuerpo de una
sentencia que haría tránsito a cosa juzgada constitucional.
25. De todas maneras
las medidas tomadas en las sentencias de revisión referidas no pretendían
interferir en ámbitos legítimos de la independencia judicial. Su sentido no era
otro que el de proteger los derechos fundamentales de las personas que, en los
diferentes casos, habían sido víctimas de diversa suerte de arbitrariedades
judiciales. En los propios términos de la Constitución, la función de
protección es consustancial a la acción de tutela y no puede, por tanto, ser
ajena a la Corte Constitucional cuando revisa fallos de tutela y decide
revocarlos, precisamente en razón de su "autonomía e independencia
funcional", para utilizar aquí de manera exacta y correcta la expresión
usada por la mayoría.
La definitiva y
cabal intención del Constituyente
26. La
interpretación de la mayoría no solo distorsiona la figura de la acción de
tutela contra sentencias y modifica el sentido y alcance de la Constitución.
Termina por introducir una versión incompleta e inexacta de sus antecedentes en
la Asamblea Nacional Constituyente, que en modo alguno autoriza a la Corte para
sostener orondamente como lo hace que "existió, pues, en el seno de la
Asamblea Constituyente la plena convicción sobre el verdadero entendimiento del
artículo aprobado: se consagraba la acción de tutela como forma nueva de
protección judicial de los derechos, pero no contra las decisiones dictadas por
los jueces para resolver los litigios a su cargo."
Sobre este
particular se precisó en la Sentencia de esta Corte del 12 de mayo de los
corrientes, lo siguiente:
"En el seno de
la Asamblea Nacional Constituyente fue negada reiteradamente la propuesta que
buscaba circunscribir la expresión "autoridades públicas", que
aparece en el texto del artículo 86 de la Constitución, de manera que sólo
cobijara a las "autoridades administrativas". En el proyecto de
articulado presentado por la Comisión I a la Plenaria no se acogió la
pretendida limitación del alcance del derecho de amparo o de la acción de
tutela a las autoridades administrativas (Proyecto No. 67, artículo 62 Misael
Pastrana Borrero, Augusto Ramírez Ocampo, Carlos Rodado Noriega, Hernando Yepes
Arcila y Mariano Ospina Hernández. Gaceta Constitucional No. 23) y, por el contrario,
adoptó la fórmula amplia de incluir como sujeto pasivo de dicha acción a
cualquier autoridad pública. Igualmente, en el curso del segundo debate en
Plenaria, se presentó una propuesta sustitutiva en el sentido de restringir a
las acciones u omisiones de las autoridades administrativas la
interposición de la acción de tutela cuando éstas vulneren o amenacen vulnerar
los derechos fundamentales, la cual fue nuevamente derrotada al aprobarse
definitivamente el actual artículo 86 de la Constitución Política. (Propuesta
sustitutiva presentada por los honorables constituyentes Hernando Yepes Arcila,
Rodrigo Llorente Martínez, Carlos Rodado Noriega, Mariano Ospina Hernández y
María Garcés Lloreda. Gaceta Constitucional No. 142 p.18)".
De otra parte,
coincide con la apreciación anterior el doctor MANUEL JOSE CEPEDA, Consejero
Presidencial para la Reforma Constitucional, en su libro "La Tutela
Materiales y reflexiones sobre su significado", (Imprenta Nacional de
Colombia 1992), en el cual se expresó:
"El polémico
tema de si procede la tutela frente a sentencias se ve esclarecido al revisar
lo sucedido dentro de la Asamblea.
En el trámite del
artículo 86 hay dos hechos trascendentales que vale la pena resaltar.
El primero es que la
Comisión Primera propuso a la Plenaria un artículo sobre la acción de tutela en
el cual no se decía nada sobre su procedencia frente a las sentencias y las
demás providencias judiciales o sobre el principio de la cosa juzgada. La
subcomisión de la Comisión Primera que elaboró el primer borrador trató de
prohibir este tipo de tutelas en su proyecto preparatorio, que según el
reglamento de la Asamblea carece del valor para reformar parte de los debates
formales puesto que responden tan solo a informe de los ponentes cuya labor era
la de preparar documentos que sirvieran de puente de partida en la Comisión
correspondiente. Sin embargo, la misma Comisión Primera suprimió dicha
restricción, según la cual "esta acción no procederá en relación con
situaciones consumadas o irreversibles o sobre las cuales se haya producido una
decisión con autoridad de cosa juzgada". De tal manera, que el debate se
inició sin que la Asamblea contemplara formalmente siquiera esa restricción a
la acción de tutela. En esos términos se aprobó desde el Primer Debate.
En la Comisión
Codificadora se abordó el tema de la tutela frente a sentencias. Algunos
delegatarios como Hernando Yepes Arcila propusieron que se impidiera este tipo
de tutelas cambiando la expresión "autoridad pública" por "autoridad
administrativa". Otros delegatarios como Alvaro Echeverry Uruburu y el
Gobierno se opusieron a una exclusión constitucional de esta naturaleza.
Finalmente, se mantuvo la expresión "autoridad pública". En el
Segundo Debate, el constituyente Hernando Yepes, junto con otros tres
delegatarios del Partido Social Conservador y la constituyente María Teresa
Garcés, presentaron a la Plenaria una proposición sustitutiva que cambiaba la
expresión "autoridad pública" por la de "autoridad administrativa",
precisamente para llevar ante toda la Asamblea la sugerencia que se había
formulado en el seno de la Comisión Codificadora. La Plenaria prefirió adoptar
el artículo ya aprobado en Primer Debate y mantenido por la Comisión
Codificadora.
De la evolución de
la norma contenida en el artículo 86 de la Carta en la Asamblea Constituyente
se deriva una conclusión clara: Cuando la Plenaria tuvo la oportunidad expresa
de excluir la acción de tutela frente a autoridades judiciales prefirió no
hacerlo".
La Comisión Especial
Legislativa, intérprete cercano del Constituyente, en desarrollo de las
facultades constitucionales para reglamentar la acción de tutela, se pronunció
favorablemente y consagró la procedencia de la acción de tutela contra
sentencias. La mayoría de esta Corte hizo caso omiso de la decisión democrática
del Legislador Especial, el cual desarrolló en el artículo 40 del Decreto 2591
de 1991, declarado inexequible, la intención del constituyente.
Jurisdicción
constitucional
27. El celo guardián
de la Constitución y de los derechos fundamentales, se ve suplantado en la
sentencia de la mayoría, por un obsesivo designio de conservar, a costa de la
Jurisdicción Constitucional, las competencias de las Jurisdicciones Ordinaria y
Contencioso Administrativa. No responde a la esencia del principio de autonomía
judicial, pregonado por la mayoría, sacrificar el derecho a la primacía e
integridad de la Constitución y, consiguientemente la Jurisdicción
Constitucional. Cabe aquí reiterar lo que sobre la materia se expresó en la
sentencia de tutela del 12 de mayo de 1992:
"34. La
Constitución realiza su objetivo cuando el discurrir comunitario y estatal se
conforma a sus dictados y acredita su primacía en cuanto sea capaz de imponerse
sobre las conductas que contradigan o ataquen el orden que pretende establecer.
La idea de Constitución es inseparable del atributo de prevalencia con el que
enfrenta las manifestaciones de la vida estatal o comunitaria que la nieguen.
La existencia de la
Constitución, como sistema o conjunto de normas, no es independiente de su
efectiva aplicación a la realidad concreta que pretende modelar. La deliberada
configuración normativa de la Constitución - norma de normas - exige la
institucionalización de una eficiente y organizada reacción contra su
incumplimiento. Como lo expresaran los constituyentes ponentes del tema sobre
Control de Constitucionalidad "el corolario lógico de la jerarquía de
normas en cuya cima se encuentra la Constitución, es la necesidad de un control
de constitucionalidad que vuelva eficaz el principio de la superioridad de las
normas constitucionales. Así en caso de contradicción entre la ley inferior y
la ley superior, es esta última la que deben aplicar los tribunales, los cuales
rehusarán aplicar la ley inferior o bien declararán su inconformidad con la
Constitución". (Ponencia sobre Control de Constitucionalidad, Corte
Suprema de Justicia y Consejo de Estado. María Teresa Garcés Lloreda y José
María Velasco Guerrero. Gaceta Constitucional No. 36 p.2).
La Jurisdicción
Constitucional se ha establecido por la misma Constitución como función
pública asignada a ciertos órganos dotados de competencias judiciales
especiales cuyo cometido consiste en asegurar la integridad y primacía de la
Constitución.
El ejercicio de la
función de defensa del orden constitucional confiada a la Jurisdicción
Constitucional contribuye de manera eficaz a configurar la realidad
constitucional, como quiera que su misión es la de que la Constitución
trascienda su expresión formal y se convierta en Constitución en sentido
material.
Sin ella la
Constitución no sería norma de normas y carecería de carácter coercitivo. Este
carácter que puede en ciertos eventos evidenciarse a través del uso de la
fuerza, en materia constitucional generalmente se hace visible con ocasión del
ejercicio de la Jurisdicción Constitucional que excluye del mundo
jurídico o impone la inaplicación de las normas contrarias a la Constitución y
sujeta a sus dictados las conductas transgresoras.
La Jurisdicción
Constitucional se pone en movimiento en los eventos previstos en la
Constitución. En algunos de ellos sólo se requiere de una iniciativa ciudadana
- acción de inexequibilidad - o de la petición de la persona agraviada - acción
de tutela.
Con lo anterior
quiere destacarse que la integridad y primacía de la Constitución, consagrada
por virtud del querer soberano del pueblo, es un derecho fundamental de las
personas que bajo distintas formas -acción de inexequibilidad, acción de
nulidad, excepción de constitucionalidad, acción de tutela etc.- se concede a
ellas por la Constitución con miras a vigilar su cumplimiento y obtener, cuando
no sea así, que los poderes públicos ejerzan sus competencias dentro de los
límites de la Constitución, se inspiren en sus valores y principios y respeten,
en todas las circunstancias, los derechos y garantías de las personas.
Con independencia de
la necesidad institucional de la Jurisdicción Constitucional, inherente
a la condición normativa de la Constitución, ésta se instituye con el objeto de
hacer posible el ejercicio del derecho fundamental de todas las personas a
la integridad y primacía de la Constitución. No sobra relievar la
naturaleza fundamental de este derecho. En la Constitución se consagran las
reglas básicas de la convivencia pacífica y de la organización y ejercicio de
los poderes públicos. A través de la Jurisdicción Constitucional se
asegura su respeto.
35. La Jurisdicción
Constitucional, bien comprendido su objeto, debe entenderse en sentido
material, máxime si se tiene en cuenta que las competencias específicas sobre
el particular no se radican en un único órgano judicial. De otra parte, sólo el
conjunto de las competencias en punto de control constitucional, permite
extraer las características y finalidades propias de la Jurisdicción
Constitucional, las cuales brevemente esbozamos a continuación.
36. Las principales
competencias en materia constitucional son conferidas a los diferentes órganos
judiciales de manera directa por la Constitución.
El artículo 241 de
la Constitución Política confía a la Corte Constitucional la guarda de la
integridad y supremacía de la Constitución y enumera los asuntos de
constitucionalidad sobre los cuales debe pronunciarse.
El artículo 237 de
la Constitución Política atribuye al Consejo de Estado el conocimiento de las
acciones de nulidad por inconstitucionalidad de los decretos dictados por el
Gobierno Nacional, cuya competencia no corresponda a la Corte Constitucional.
De otra parte, según la misma norma, como Tribunal Supremo de lo Contencioso
Administrativo, conforme a las reglas que señale la ley, le corresponde
pronunciarse sobre la constitucionalidad de la actuación administrativa.
De conformidad con
el artículo 86 de la Constitución Política, toda persona tendrá acción para
reclamar ante los jueces la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales.
Con base en lo
previsto en el artículo 4 de la Constitución Política, en todo caso de
incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, los
jueces deberán aplicar las disposiciones constitucionales.
La configuración de
la Jurisdicción Constitucional es una tarea que acomete directamente la
Constitución y lo hace con base en criterios materiales. Todas las competencias
de la Corte Constitucional integran la Jurisdicción Constitucional, pero no
todos los asuntos que pertenecen a ésta última se han adscrito a su
conocimiento. En todo caso, el ejercicio de las competencias en materia de
control constitucional, independientemente del órgano judicial que las ejerza,
se proponen de manera inmediata asegurar la primacía e integridad de la
Constitución y conforman por ello la Jurisdicción Constitucional. Correlativamente,
la Jurisdicción Constitucional sólo establecida del modo indicado, o
sea en términos materiales, corresponde a la extensión del derecho
fundamental de toda persona a la integridad y primacía de la Constitución, que
exige que en los distintos ámbitos de la vida pública y privada la Constitución
pueda desplegar en concreto su máxima eficacia ordenadora como suprema
condición de la paz social y pueda convertirse así en Constitución material,
con lo cual satisface su objetivo esta jurisdicción.
37. El derecho
fundamental a la integridad y primacía de la Constitución y las normas que
articulan la Jurisdicción Constitucional, deben interpretarse de manera
que potencien al máximo la defensa y cumplimiento de la Constitución. Basta
observar que la Jurisdicción Constitucional tiene una significación esencial
para el perfeccionamiento y vigencia del estado constitucional de derecho, la
división y equilibrio de las ramas del poder público, la distinción entre poder
constituyente y poderes constituidos, la división vertical del poder del estado
y el respeto de los derechos fundamentales.
38. La Jurisdicción
Constitucional es la garantía básica del Estado constitucional de derecho.
El poder público en todas sus manifestaciones - estado-legislador,
estado-administrador y estado-juez - se origina en el pueblo y se ejerce en
los términos que la Constitución establece (CP art. 3o.). La Jurisdicción
Constitucional asegura que efectivamente todos los poderes públicos
sujeten sus actos (aquí quedan comprendidos entre otros las leyes, las
sentencias y los actos administrativos) a las normas, valores y principios
constitucionales, de modo que cada una de las funciones estatales sea el
correcto y legítimo ejercicio de una función constitucional.
El ejercicio de la Jurisdicción
Constitucional, indispensable en el estado de derecho, es hoy además
crucial a fin de mantener un adecuado equilibrio de poderes y salvaguardar la
esfera de la libertad y los derechos de grupos y minorías carentes de
influencia real en el proceso de toma de decisiones. La intervención creciente
del estado en sectores de la vida económica y social, antes alejados de su
interferencia, ha multiplicado el tamaño y poder de la administración y
modificado el papel de la ley y la función del Congreso. A lo anterior se suma
el grado variable de incidencia de los grupos privados organizados sobre las
dos ramas que concentran los más importantes recursos de poder en la sociedad.
La rama judicial, a través de la Jurisdicción Constitucional, está
llamada a contrapesar inteligente y responsablemente el crecimiento del
legislativo y del ejecutivo modernos. El estado de derecho requiere del igual
fortalecimiento de las tres ramas del poder público.
39. La Jurisdicción
Constitucional, y el derecho fundamental a la integridad y primacía de
la Constitución, se orientan a preservar la división, que nunca debe
soslayarse, entre poder constituyente y poderes constituidos. Esta función
esencial se cumple por la Jurisdicción Constitucional, al impedir que
los poderes constituidos (ramas legislativa, ejecutiva y judicial) se aparten
de los mandatos y cauces de actuación establecidos en la Constitución. La
ausencia de control, tesis sostenida por la Corte Suprema de Justicia en
relación con las sentencias, lleva a que se esfumen los contornos de esta
división sobre la cual se asienta la existencia de la Constitución.
40. La Jurisdicción
Constitucional garantiza el respeto y adecuada distribución de competencias
entre la administración central del estado y las entidades territoriales de
modo que no se lesione su autonomía. Leyes y actos administrativos que
desconozcan el grado de autonomía constitucionalmente reconocido a las
entidades territoriales, que expresan una forma de división vertical del poder
del estado, se exponen a ser proscritos del ordenamiento al ponerse en marcha
variados mecanismos de control constitucional.
41. La Jurisdicción
Constitucional está llamada a asegurar la primacía del núcleo esencial de
la Constitución que corresponde a la consagración de los derechos constitucionales
fundamentales de las personas. La enunciación de derechos fundamentales sería
proclama vacía si no se hubieren contemplado vigorosos mecanismos de defensa
constitucional de tales derechos. La Jurisdicción Constitucional asume
como competencia especialísima la guarda de los derechos fundamentales
buscando, conforme a la expresa y reiterada intención de todos los
constituyentes, la efectividad de los mismos y su oponibilidad frente a
todos los órganos del poder público.
La defensa
constitucional de los derechos puede plantearse por vía general a través de las
acciones de inexequibilidad o nulidad, dependiendo de si la ofensa a los
derechos se origina en una ley o en un acto de la administración,
respectivamente. Ante violaciones concretas de derechos fundamentales
producidas por la acción u omisión de cualquier autoridad pública, la persona
agraviada tiene la acción de tutela, a la cual se refiere el artículo 86 de la
Carta Política.
42. En los
considerandos anteriores se ha demostrado extensamente que la tesis sostenida
por la Corte Suprema de Justicia, desconoce el texto de la Constitución y los
principios fundamentales del ordenamiento constitucional que tienen que ver
con la separación de los poderes, la preferencia por el derecho sustancial, el
valor normativo de la Constitución, la efectividad de los derechos, la
intangibilidad del contenido material de la Constitución, la conciencia de los
fines del estado y la pretensión de vigencia de la Constitución.
Sólo resta hacer
referencia a los argumentos de la Corte Suprema de Justicia que se esgrimen
contra la sujeción de las sentencias a la acción de tutela: el alcance de esta
acción dadas sus características y el valor de la cosa juzgada.
43. La acción de
tutela puede recaer sobre sentencias y demás providencias que pongan término a
un proceso, proferidas por los Jueces, Tribunales, Corte Suprema de Justicia y
Consejo de Estado, cuando éstos a través de las mismas vulneren o amenacen
por acción u omisión cualquier derecho constitucional fundamental.
44. La asignación de
competencias al pleno de la Corte Suprema de Justicia y a sus salas, en materia
de tutela, no viola el artículo 234 de la Constitución Política. La norma que
lleva a cabo la distribución de competencias tiene fuerza de ley. De otra
parte, el criterio de separación se mantiene. En efecto, el conocimiento
de la acción de tutela dirigida contra la sentencia de una sala, compete a la
sala que le sigue en orden; la impugnación contra la sentencia de tutela de
ésta última, se atribuye a la Sala Plena. El conocimiento de la acción de
tutela y la impugnación se adscriben como competencias separadas a la
Corte en pleno y a las salas respectivas.
45. La ley puede, en
el marco de la Constitución, adicionar las atribuciones de la Corte Suprema de
Justicia (CP art. 235-7) y determinar su distribución entre la Corte en pleno
y sus salas (CP art. 234).
Dado que las
sentencias de la Corte Suprema de Justicia pueden ser objeto de la acción de
tutela, se hacía necesario que la norma reglamentaria de esta acción asignara
nuevas competencias a la Corte Suprema de Justicia y articulara un sistema
separado de conocimiento de la acción e impugnación del fallo de tutela.
La Corte Suprema de
Justicia en su carácter de Juez Colegiado no podía sustraerse del
conocimiento de las acciones de tutela. El artículo 86 de la Constitución
Política compromete a todos los Jueces en la defensa de los derechos
fundamentales. La nueva atribución que adiciona las competencias de la
Corte Suprema de Justicia, no es sino la refrendación de un mandato
organizativo de la Constitución.
Corresponde al
legislador, en desarrollo del artículo 86 de la Constitución, perfeccionar el
mecanismo procesal más adecuado para que las personas agraviadas puedan
obtener la protección de sus derechos fundamentales. Entre las distintas
alternativas posibles de regulación, el Legislador histórico optó por una que a
juicio de esta Corte consulta la naturaleza de la Corte Suprema de Justicia y
de los otros altos cuerpos colegiados de la Justicia y que conjuga a su vez,
dentro de los límites de la Constitución y el prioritario respeto que merecen
los derechos fundamentales, la debida consideración a su rango e independencia.
En efecto, otras fórmulas en materia de tutela cuyo objeto fuesen sentencias de
la Corte Suprema de Justicia acusadas de violar derechos fundamentales, habrían
podido concluir en la institucionalización de controles judiciales externos a
dicha Corte para asumir la doble función - ordenada en la Constitución - de
conocimiento de la acción de tutela e impugnación del respectivo fallo.
46. La asignación de
competencias en materia de acción de tutela a las salas de la Corte Suprema de
Justicia y a la Corte en pleno, la erige a ella y a sus salas en órganos a
través de los cuales se ejerce en Colombia la Jurisdicción Constitucional.
La tesis de la
diversidad y especialización de las salas, que se esgrime contra la posibilidad
de que una de ellas conozca en sede de tutela la sentencia proferida por otra,
desconoce que es la materia constitucional exclusivamente la que
suscita la acción de tutela y su definición e impugnación. No se trata por
tanto de entrar a conocer del proceso tallado por otra Sala, sino que el juez
constitucional examina la conformidad de la sentencia con los derechos
fundamentales consagrados en la Constitución.
La violación actual
o potencial de un derecho constitucional fundamental es primariamente un
asunto constitucional y el ejercicio de la acción de tutela se convierte en
el presupuesto para que su resolución corresponda a la Jurisdicción
Constitucional. Los momentos de ejercicio de la acción, impugnación del
fallo de tutela y eventual revisión de éste último, son tramos de la indicada
jurisdicción y los órganos judiciales encargados de cada momento pertenecen
materialmente a la Jurisdicción Constitucional y aplican Justicia
Constitucional.
Los distintos
planteamientos de la Corte Suprema de Justicia sobre diversidad,
especialización, igualdad, autonomía e independencia de las salas, desconocen
su importante ubicación en la Jurisdicción Constitucional y la forma
particular de estructuración de esta Jurisdicción en el país, que se sirve,
como se ha visto, del aparato judicial ordinario para el cumplimiento de su
alta misión, lo cual debe llevar a distinguir respecto de cada órgano judicial
los asuntos que se incluyen en la esfera de su respectiva jurisdicción y los
que pertenecen a la esfera de la Jurisdicción Constitucional. Nada más
alejado del querer constituyente, que un órgano judicial ordinario reniegue de
su función como Organo de la Jurisdicción Constitucional anteponiendo
criterios de especialidad, diversidad, igualdad y autonomía, propios y
exclusivos de su esfera ordinaria de actuación.
En fin, teniendo
entidad propia y diferenciada la materia constitucional, la Jurisdicción
Constitucional y la Justicia Constitucional, el argumento de la diversidad
igualitaria de las salas no puede prosperar. Queda claro que en el orden
constitucional, un órgano puede cumplir distintas funciones y una misma función
puede ser ejercida por distintos órganos, en cuyo caso una interdependencia
organizativa y sistemática de los órganos entre sí no es incompatible con la
normal independencia jurídica con la que uno de tales órganos en particular
realiza sus funciones ordinarias.
47. Tampoco están
destinados a prosperar los múltiples argumentos de la Corte Suprema de
Justicia que tienen su raíz en un supuesto principio jerárquico que se
desvirtuaría de permitirse la acción de tutela contra sentencias de la Corte
Suprema de Justicia, así como por librarse su decisión a la sala que le siga en
orden, asignarse la definición de su impugnación a la Sala Plena y mantenerse
la revisión del fallo de tutela por la Corte Constitucional.
La acción de tutela,
la impugnación y revisión consiguientes, se inspiran en la configuración de un
eficaz sistema de defensa de los derechos fundamentales que trasciende la mera
satisfacción de los intereses concretos en juego y se constituye en un control
objetivo de constitucionalidad. En consecuencia, los diferentes jueces que
intervienen en las sucesivas fases judiciales de la tutela no ejercen entre sí
una suerte de control jerárquico. El fallo de tutela no expresa la voluntad del
juez que lo emite ni su propósito de dirigir y coordinar la actuación del juez
(o sala) que profirió la sentencia objeto de la tutela, del mismo modo como se
desata un recurso jerárquico. Por el contrario, este fallo - y lo mismo puede
predicarse del que define su impugnación y el de revisión - se pronuncia en
condiciones de independencia para la realización y garantía del derecho
constitucional objetivo y por conducto de un órgano judicial que en cada caso
representa la soberanía del estado aplicada a la función de administrar
Justicia Constitucional. La independencia en este caso está
completamente desligada de la jerarquía y quiere decir que el juez, en
materia de tutela, sólo depende de la norma constitucional y circunscribe su
función, no a la realización de un control jerárquico, sino a la protección de
los derechos fundamentales. La revocatoria de una sentencia de una sala de la
Corte Suprema de Justicia producida por otra en ejercicio de la acción de
tutela, no es la señal de un control jerárquico, a todas luces inexistente,
sino la prueba y consecuencia de su patente inconstitucionalidad.
Pero, si en gracia
de discusión, se admitiera que la acción de tutela sobre sentencias de la Corte
Suprema de Justicia, plantea un problema de jerarquía, de todas maneras, tal
acción y eventual revocatoria de las sentencias inconstitucionales serían
procedentes. Las exigencias vinculadas a la primacía de la Constitución se
imponen sobre las derivadas de cualquier principio jerárquico. Si se lleva el
conflicto hasta sus últimas consecuencias y se plantea la no coexistencia en
dado caso de estos dos extremos, el criterio jerárquico sucumbe ante la
necesidad de salvaguardar la primacía de la Constitución. Este conflicto,
primacía de la Constitución - jerarquía, ya ha sido resuelto en favor de la
primera por la misma Constitución en su artículo 91: "En caso de
infracción manifiesta de un precepto constitucional en detrimento de alguna
persona, el mandato superior no exime de responsabilidad al agente que lo ejecuta".
Por lo demás, el texto del artículo 4o. de la Constitución Política, tantas
veces citado, impone la supremacía de la Constitución por encima de cualquier
acto de las autoridades públicas.
48. La revisión de
las sentencias de tutela originadas en la Corte Suprema de Justicia por parte
de la Corte Constitucional no va en detrimento de la condición de la Corte
Suprema de Justicia como máximo Tribunal de la Jurisdicción Ordinaria y, en su
caso, del Consejo de Estado como Tribunal Supremo de lo Contencioso Administrativo.
Se trata, en primer
término, de una competencia expresamente asignada a la Corte Constitucional
por la misma Constitución (CP arts 86 y 241-9). De otra parte, la paridad
jurídica de los máximos tribunales es compatible con el predominio de uno de
ellos en el ejercicio de las funciones que tengan relación más directa e
inmediata con sus competencias ordinarias. A diferencia de los otros altos
tribunales, la Jurisdicción Constitucional es para la Corte Constitucional su
competencia única. De idéntica manera, como acontece con las otras
jurisdicciones, la Constitución señala para la Jurisdicción Constitucional
a la Corte Constitucional como máximo tribunal en esa materia, al confiarle de
manera expresa "la guarda de la integridad y supremacía de la
Constitución" (CP art 241).
La competencia de
la Corte para revisar sentencias de tutela es una manifestación de su
posición como máximo tribunal de la Jurisdicción Constitucional y obedece a la
necesidad de unificar la jurisprudencia nacional sobre derechos fundamentales.
La circunstancia de que todos los jueces, independientemente de la jurisdicción
a que pertenezcan, son para estos efectos jueces constitucionales - con
lo que se ha querido ampliar la Jurisdicción Constitucional a fin de
otorgar la máxima protección a los derechos fundamentales - torna más necesaria
aún la unificación de la Jurisdicción Constitucional.
Por lo demás, la
actuación de la Corte Constitucional como máximo Tribunal de la Jurisdicción
Constitucional, permite darle cohesión e integrar en sentido sustancial la
aplicación e interpretación de la Constitución en las restantes jurisdicciones.
La Jurisprudencia Constitucional de la Corte Constitucional, aparte de los
efectos de cosa juzgada constitucional de sus sentencias, tendrá una influencia
irradiadora importante en los casos de aplicación preferente de la Constitución
frente a otras normas. Igualmente, la Corte Constitucional como juez de la
constitucionalidad de las leyes y de las normas con fuerza de ley, provee a la
Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo y a la ordinaria la base legal
depurada conforme a la cual se juzgará la actuación administrativa y la
aplicación de la ley a los casos concretos, respectivamente.
49. El derecho
fundamental a la integridad y supremacía de la Constitución se traduce en
materia de derechos fundamentales en el derecho fundamental a la protección
inmediata de los derechos fundamentales. De conformidad con lo estipulado
en el artículo 228 de la Constitución, los mecanismos procesales ideados por el
constituyente y por el legislador deben interpretarse de manera que prevalezca
el derecho sustancial. La acción de tutela - al igual que los restantes
mecanismos y procedimientos legales de protección de los derechos fundamentales
- deben interpretarse, en consecuencia, buscando el máximo grado de
cumplimiento y eficacia de la Constitución que, en este caso, equivale a la
mayor efectividad del derecho fundamental a la protección inmediata de los
derechos fundamentales. La Corte Suprema de Justicia, por el contrario,
interpreta la acción de tutela, con una visión tan restrictiva que frusta su
naturaleza, finalidad y sentido y desconoce la materialidad del derecho
sustancial que dicha acción pretende amparar".
Justicia
abstracta y justicia concreta: naturaleza y alcance de la tutela
28. El sistemático
afán demostrado por la mayoría de conservar - siguiendo un desueto esquema
feudal de adscripción de poderes - las competencias de las Jurisdicciones
ordinaria y contencioso Administrativa, rinde su fruto y en efecto logra el
pretendido marchitamiento de la tutela. En los términos del artículo 86 de la
C.P., bajo la novísima interpretación, la acción de tutela no procede si el
ordenamiento contempla expresamente una posibilidad legal de acción, así ésta
atendidas las circunstancias concretas relativas a la víctima de la vulneración
del derecho fundamental no resulte ser un medio apto, idóneo y eficaz de
defensa judicial. La extensión "teórica" del ordenamiento legal
brinda sólo "posibilidades teóricas" de protección. Si la
interpretación formalista y abstracta de la mayoría se impone, la acción de
tutela no será solamente "subsidiaria" sino también una acción
eminentemente "residual" y "marginal". Resulta procedente recalcar
lo que esta misma Corte expuso en la sentencia del 12 de mayo de 1992:
"50. El
derecho fundamental a la protección inmediata de los derechos fundamentales entraña
un mandato perentorio al legislador para que adopte los procedimientos
necesarios y ágiles para la protección de los derechos individuales, de grupo o
colectivos (CP arts. 86, 98 y 152-a).
La acción de tutela
es uno de los medios a través de los cuales se pretende satisfacer el
mencionado derecho fundamental, pero su utilización se subordina, en primer
término, a la condición de que el afectado "no disponga de otro medio de
defensa judicial".
Para determinar si
se dispone de "otro medio de defensa judicial", no se debe verificar únicamente,
como lo sugiere la Corte Suprema de Justicia, si el ordenamiento contempla
expresamente una posibilidad legal de acción. No se trata de garantizar
simplemente el "derecho de toda persona para acceder a la
administración de justicia" (CP art. 229), sino el derecho
fundamental a la protección inmediata de los derechos fundamentales. En
consecuencia, debe determinarse, adicionalmente, si la acción legal
alternativa, de existir, es capaz de garantizar la protección inmediata de
los derechos vulnerados o amenazados.
Esta interpretación
consulta, de otra parte, la Convención Americana de Derechos Humanos, suscrita
por Colombia, que en su artículo 25 ordena: "Toda persona tiene derecho a
un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los
jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus
derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
convención, aún cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en
ejercicio de sus funciones oficiales".
Y no de otra manera
podría ser ya que como lo expresara el legislador especial - Comisión Especial
Legislativa - en su momento "la real existencia de medios judiciales de
defensa no se suple con una existencia formal o de mero papel. Para que ésta
pueda predicarse requiere que los medios sean eficaces y aptos para remediar la
vulneración o eliminar la amenaza. Si el medio existe, pero es tardío, lo que
lo hace ineficaz, determina la procedencia de la acción" (Informe Ponencia
para Debate en Plenaria. Informe de Mayoría. Ponentes Germán Sarmiento Palacio,
Hidela Avila de Zuluaga, Armando Novoa García. Comisión Especial Legislativa,
Gaceta Legislativa No. 18 p. 5).
Es imperioso, a
voces del artículo 93 de la Constitución, interpretar los derechos y deberes
constitucionales de conformidad con los tratados internacionales sobre
derechos humanos ratificados por Colombia. En este orden de ideas, es
importante destacar que las notas de "sencillez", "rapidez"
y "efectividad", son determinantes para establecer si un
procedimiento legal, diferente a la acción de tutela, tiene aptitud para
brindar a los afectados la protección inmediata de sus derechos
constitucionales vulnerados o amenazados.
No es lógico ni
jurídico que Colombia sólo cumpla la Convención Americana de los Derechos
Humanos, cuando no exista en la ley medio judicial alguno de protección de los
derechos, en cuyo caso sería procedente la acción de tutela - que sí reune las
mencionadas notas de aptitud para brindar la protección inmediata - y deje de
cumplirla en los demás casos en los cuales no sería procedente la acción de
tutela por existir un medio judicial ordinario, pese a que este no reuna las
indicadas características.
La
"sencillez" del medio judicial se determina según la mayor o menor
complejidad del procedimiento y las limitaciones de orden práctico que ello
suponga para que el afectado pueda tener posibilidades reales de iniciar y
mantener la correspondiente acción, atendidas sus condiciones socio-económicas,
culturales y las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que se encuentre.
Las peticiones que a este respecto formulen las personas pertenecientes a los
grupos discriminados o marginados deben merecer especial consideración, pues la
acción de tutela puede ser una medida de favor que mitigue en algo la
desigualdad que tradicionalmente ha acompañado a estos grupos (C.P. art. 13).
La
"rapidez" del medio judicial está relacionada con la mayor o menor
duración del proceso y el efecto que el tiempo pueda tener sobre la
actualización de la amenaza de violación del derecho o las consecuencias y
perjuicios derivados de su vulneración, para lo cual deberán examinarse las
circunstancias del caso.
La
"efectividad" del medio judicial es una combinación de las dos notas
anteriores, pero se orienta más al resultado del proceso y por ello se
relaciona con la medida de protección ofrecida al afectado durante el proceso y
a su culminación. Aquí el juez debe analizar a la luz de los procedimientos
alternativos, cuál puede satisfacer en mayor grado el interés concreto del
afectado, lo cual en modo alguno implica anticipar su resultado sino
establecer frente a la situación concreta, el tipo de violación del derecho o
de amenaza, la complejidad probatoria, las características del daño o perjuicio
y las condiciones del afectado, entre otros factores, lo adecuado o
inadecuado que puedan ser los medios judiciales ordinarios con miras a la
eficaz protección de los derechos lesionados.
51. Es evidente que
si el afectado ha hecho uso de los medios de defensa judiciales ordinarios
hasta agotarlos, sin obtener efectiva protección de sus derechos
constitucionales amenazados o vulnerados, a su término no dispondrá "de
otro medio de defensa judicial" y podrá perseguir esa protección a través
de la acción de tutela. En este caso, es necesario que la protección de los
derechos se haya planteado de manera expresa ante las diferentes instancias
judiciales. La acción de tutela se concibe como medio último y extraordinario
de protección al cual se puede recurrir sólo en ausencia efectiva de un medio
judicial ordinario capaz de brindarla. Con mayor razón, se abre la vía de la
tutela a los afectados que han agotado en vano los medios judiciales ordinarios
sin encontrar protección efectiva a sus derechos constitucionales conculcados.
Consideraciones de equidad (CP art. 230), que se encuentran en la base de la
acción de tutela, militan igualmente en favor de su concesión en esta
situación extrema, de modo que al término de la vía judicial ordinaria se abra
la vía de la Jurisdicción Constitucional. No puede ser de otra manera
cuando la Constitución ve en el respeto a la dignidad humana y la consiguiente
efectividad de los derechos fundamentales el valor fundante y el fin esencial
del estado.
52. La lesión de los
derechos constitucionales fundamentales puede producirse en el curso de
cualquier proceso judicial o a su término, sin que necesariamente el mismo se
haya instaurado con miras a la protección de un derecho de esta naturaleza. En
estos casos, el autor de la vulneración de un derecho o de su amenaza es el
juez. Las providencias judiciales respectivas pueden en estas condiciones ser
objeto de acción de tutela si no existe otro medio judicial idóneo para
proteger el derecho conculcado. De persistir la violación, pese a la
interposición de los recursos correspondientes, el agotamiento de la vía
judicial ordinaria, permitirá al afectado acceder a la Jurisdicción
Constitucional.
53. Cuando la acción
de tutela verse sobre sentencias, la actuación del juez del conocimiento se
circunscribe al examen y decisión de la materia constitucional con
prescindencia de todo aquello que no tenga que ver con la vulneración o
amenaza de vulneración del derecho constitucional fundamental. La acción de
tutela no representa frente a los respectivos procesos judiciales instancia ni
recurso alguno. Cuando la vulneración del derecho constitucional se estudia con
ocasión del trámite de la acción de tutela, no se avoca el conocimiento y
desarrollo de la litis, lo que bajo ninguna circunstancia es de la incumbencia
de la Jurisdicción Constitucional, sino única y exclusivamente la
conducta del juez reflejada en su providencia y en cuanto ésta haya violado un
derecho fundamental o amenace con hacerlo. Este es el único asunto que tiene
relevancia constitucional.
54. La acción de
tutela da lugar a un verdadero proceso judicial, es decir, formulada la
petición de protección, se requiere de una serie de actos coordinados y
regulados por el derecho cuyo cumplimiento es necesario para la declaración o
ejecución del derecho. La Constitución señala que ese medio a través del cual
se persigue la efectividad de la pretensión - en este caso la declaración y
protección de un derecho fundamental - tenga las características de un procedimiento
preferente y sumario.
La intervención de
los jueces para la definición de la acción de tutela y de su impugnación,
aunada a la revisión eventual de la Corte Constitucional y a que todas las
actuaciones anteriores rematan en sentencias, le resta toda
verosimilitud a la tesis de la Corte Suprema de Justicia que pretende asimilar
la acción de tutela y su resultado a un simple trámite policivo que arroja
medidas a lo sumo precautelativas. Desconoce, de otra parte, la Corte Suprema
de Justicia que la Constitución en el mismo artículo 86 está sujetando a la
competencia judicial y no administrativa la definición de
controversias sobre la vulneración o amenaza de derechos constitucionales
fundamentales. Después de que el constituyente consagrara una reserva
judicial en esta materia, precisamente para asegurar y fortalecer la
defensa de los derechos, núcleo esencial de la carta, no es posible reducir la
actuación judicial y su resultado - que se expresa en sentencias y en un
procedimiento de doble instancia - a un asunto puramente policivo.
La acción de tutela
busca la efectividad de la protección del derecho fundamental vulnerado o
amenazado y como medio de protección debe interpretarse atendiendo el
cumplimiento de su finalidad. Corresponde a la regulación y a los jueces,
considerando las circunstancias del caso, graduar los efectos de las sentencias
que pueden ser definitivos (generalmente en los casos en los cuales no haya
otro medio judicial), temporales, suspensivos o transitorios (cuando se utilice
como mecanismo transitorio).
La variabilidad de
los efectos de las sentencias de tutela y la naturaleza preferente y sumaria de
su procedimiento, no desvirtúa su carácter judicial - que es la razón de ser
de su garantía - sino que responde a la exigencia de asegurar la efectividad
de los derechos constitucionales fundamentales de manera que se haga
justicia al caso concreto y ésta sea cumplida y pronta".
Procedencia del
control constitucional sobre sentencias en el derecho comparado
29. En la sentencia
se hace referencia, no ciertamente con mucha claridad, al derecho comparado.
Se dice en el fallo,
que si bien en otros ordenamientos "existen especiales modelos
institucionales que establecen vías, procedimientos y, en algunos casos,
órganos de control y examen de la constitucionalidad de las actuaciones
judiciales; empero, también es cierto que en ellos se contemplan por principio
general que corresponde a todo estado de derecho, las garantías a la seguridad
jurídica, a la unidad del ordenamiento y a la autonomía de la organización
jurisdiccional...no siendo de recibo en tales modelos, elementos
desarticuladores, inarmónicos y anárquicos que descompongan la unidad misma de
la Carta"
Después de tan
categórica afirmación, la sentencia omite mencionar las razones concretas que
hacen que en los ordenamientos que se citan, el amparo o tutela constitucional
contra sentencias judiciales no se convierta en un mecanismo caótico, que
vulnere los principios de seguridad jurídica y de cosa juzgada, mientras que la
figura en Colombia, sí es considerada como "elemento desarticulador,
inarmónico, y anárquico", hasta el punto de descomponer "la unidad
misma de la Carta".
En su argumentación,
la mayoría se limita simplemente, a señalar que en los modelos de jurisdicción
constitucional de varios países, los mecanismos que se establecen son
"específicos, directos, subjetivos y concretos", siendo inadmisible,
"en el derecho comparado, la existencia de estructuras judiciales
paralelas, transversales y contradictorias como las que entre nosotros han
pretendido introducir los artículos demandados".
Como se ha visto en
este salvamento, poco tiene de paralela, trasversal y contradictoria la
estructura judicial que crea el mecanismo de la tutela contra sentencias judiciales,
y aunque esto fuera así, sería este un argumento de conveniencia y no de
constitucionalidad, por lo que la Corte no podría entrar a proscribirlo.
Ahora bien, parecen
ignorar los magistrados que conformaron la mayoría en este fallo, que en el
derecho comparado y particularmente en los ordenamientos por ellos citados, la
vía de control constitucional mediante amparo o tutela de las sentencias
judiciales opera, generalmente, bajo los mismos principios que sustentan los
artículos declarados inexequibles.
En todos los
ordenamientos jurídicos a los que se alude existe, de manera concentrada o
difusa el control constitucional de los fallos judiciales, mediante una acción
ciudadana. En la mayoría de dichos ordenamientos esta figura es considerada
como una de las piezas claves del sistema de protección a los derechos
fundamentales. Opera fundamentalmente contra sentencias ejecutoriadas de única
o última instancia, y el control lo ejercen bien los Jueces y Tribunales
ordinarios, - México y Estados Unidos - o la respectiva Corte Constitucional -
Alemánica y España.
En los ordenamientos
en los que existe una jurisdicción constitucional especial, -Alemania y España-
los respectivos Tribunales constitucionales conocen de las sentencias
judiciales, no solo por violación del debido proceso sino, por la correcta
interpretación y aplicación de los derechos fundamentales, y ello, no
interfiere la autonomía funcional del juez.
Por el contrario,
queda claro que es enteramente compatible, y así lo han manifestado jueces,
tribunales y tratadistas de los distintos países, que la creación de una
jurisdicción constitucional que tiene como una de sus funciones el control de
las sentencias judiciales y principalmente de aquellas contra las que no
procede recurso ordinario alguno, en nada atenta contra la independencia
funcional del juez.
Dada la confusa
referencia al derecho comparado que trae el fallo del que nos apartamos, nos
parece de especial pertinencia citar a tratadistas de incuestionable
trayectoria, para que ellos mismos sean los encargados de aclarar las dudas que
se plantean con la lectura del mencionado fallo.
En Alemania no solo
la Constitución (art. 19, parágrafo1, frase 4 Ley Fundamental de Bonn) sino las
distintas leyes que establecen procedimientos y competencias, constituyen la
posibilidad de amparo o tutela contra las decisiones judiciales que vulneren
los derechos fundamentales.
Muchos son los
tratadistas que han explicado el funcionamiento del sistema que, en lo que se
refiere al control y efectos de los fallos del Tribunal Constitucional respecto
a las sentencias judiciales, en poco se diferencia del Colombiano. En aras de
la claridad y brevedad, nos permitimos citar al Profesor Hans Peter Schneider,
quien de manera transparente explica la figura que aquí se debate:
"Finalmente,
también la jurisprudencia está obligada por la Constitución a aplicar
directamente los derechos fundamentales. Esto es indiscutible, en primer lugar,
en cuanto a los derechos fundamentales del procedimiento judicial...así como
también para las prerrogativas judiciales garantizadas constitucionalmente.
Pero a la hora de adoptar decisiones judiciales han de tenerse en cuenta
también los derechos fundamentales como elementos objetivos del sistema. Ellos
inciden sobre el derecho privado cuando se interpretan las cláusulas generales,
y éste, a su vez, hay que entenderlo a la luz de los derechos fundamentales
(efecto de reciprocidad)". (Hans Peter Schneider. Democracia y Constitución,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1991, pag 80-81)
Y continua el autor:
" dado que por consiguiente los derechos fundamentales pueden ser
vulnerados por resoluciones del poder judicial, se le concede al particular
incluso el recurso de amparo contra decisiones judiciales una vez agotadas
todas las vías jurídicas". (Ibídem, pág 81)
"Según esto los
Tribunales concretamente tienen que tener en cuenta, en la interpretación y
aplicación del derecho común, especialmente en la de las cláusulas generales,
los contenidos normativos de los derechos fundamentales. Si un Tribunal no
sigue estas directrices viola, como órgano estatal y sujeto del poder público,
la Ley fundamental, su sentencia debe ser revocada por el Tribunal
Constitucional Federal a través de un recurso de amparo". (Ibídem, pág139)
"(P)uesto que
también la jurisdicción, al igual que todo poder público, esta sometida
directamente a los derechos fundamentales, como consecuencia obligada de este
efecto vinculante se puede iniciar el camino de Karlsruhe (recurso de amparo
ante el Tribunal Constitucional Federal) incluso contra las más elevadas
sentencias judiciales, de modo que al Tribunal Constitucional Federal le
coresponde prácticamente el papel de una <<súper instancia de revisión>>."
(Ibidem Pag134)
Y no podía ser de
otra forma, si la eficacia normativa de los derechos fundamentales obliga a una
interpretación del ordenamiento jurídico de conformidad con la Constitución, la
cual para que sea coherente y homogénea debe provenir de un cuerpo con
suficiente poder vinculante para revisar los fallos y ajustarlos a la nueva
axiología constitucional. En este sentido señala Schneider: " el campo de
ejercicio apropiado para un desarrollo posterior de la interpretación de los
derechos fundamentales es más bien el control de las sentencias judiciales que
la legislación." (Ibídem pag 149)
En punto de la
autonomía del Juez, agrega el profesor Schneider: "Desde hace tiempo
resulta familiar a la ciencia, el reconocimiento de que el problema de la
separación de poderes se plantea de una nueva manera con la existencia de la
jurisdicción constitucional, a las que están atribuidas las funciones de
control abstracto de las normas, así como la decisión sobre conflictos de
competencia entre órganos y sobre recursos contra leyes o resoluciones
constitucionales". (Ibídem pag 195)
No queda claro
entonces porqué, para la mayoría, la tutela contra sentencias judiciales de
ultima instancia, en Colombia, vulnera el principio de autonomía funcional del
juez, mientras que en el ordenamiento alemán, en el que dicho control es
riguroso, sí se respeta dicha autonomía. Parecería más bien que la creación en
Colombia de una jurisdicción Constitucional, garantía plena de los derechos
fundamentales, no ha sido todavía cabalmente comprendida.
En el ordenamiento
jurídico Español, se establece también un riguroso control de las sentencias
judiciales respecto a los derechos constitucionales fundamentales. El tribunal
Constitucional, separado estructuralmente del poder judicial ordinario, tiene a
su cargo, en virtud del art. 53 de la Constitución y del art. 44.1.b de su Ley
Orgánica, el control de las sentencias de los jueces y tribunales cuando éstas
violen un derecho fundamental, y en ningún caso se ha discutido que por ello se
vulnere la autonomía funcional del juez.
Por el contrario,
sólo gracias a este mecanismo de control, según afirmaciones de importantes
juristas españoles, la Constitución se convirtió en norma de obligatorio
cumplimiento en todas las esferas de aplicación del derecho, y los derechos
fundamentales han podido desplegar una importante eficacia vinculante.
En materia de la
relación que existe entre Tribunal Constitucional y poder judicial en España,
relación que se desarrolla fundamentalmente a partir del recurso de amparo
contra sentencias judiciales, el profesor Eduardo García de Enterría señala
como el Tribunal Constitucional ha de entenderse en España como un órgano
materialmente jurisdiccional, pero diferenciado del poder judicial, "como
nuestra constitución, por lo demás, parece aceptar al regular al Tribunal
Constitucional en un título distinto, el IX, del que dedica al poder judicial
(título VI), de cuya organización está totalmente exento y al que, en último
extremo fiscaliza (arts. 44, 59-3, y 73 de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional). (La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, Ed.
Civitas, Madrid 1991, pag. 199-200).
Inexplicablemente,
la mayoría entiende y acepta que el control del Tribunal Constitucional español
sobre las sentencias judiciales, se realiza sin menoscabo de la autonomía
funcional del juez, pero niega que en Colombia, la misma pueda hacerse sin
vulnerar este principio.
La única razón que
podría argumentarse, para referirse ella a la diferencia fundamental entre el
amparo español y la tutela colombiana, es que mientras en España se dispone de
un control concentrado, en Colombia se parte de un control difuso, puesto que
todos los Jueces de la República están encargados de controlar el debido
respeto de los derechos fundamentales en las sentencias judiciales.
Si este fuera el
argumento para señalar que en Colombia la tutela vulnera la autonomía funcional
del juez, bastaría con citar a uno de los más autorizados tratadistas
españoles, Enrique Alonso García, letrado del Consejo de Estado Español, quien
al respecto afirma:
"Existe un
problema todavía mayor cuando es el propio Juez el que infringe las garantías
procesales o constitucionales, toda vez que en esos supuestos no hay vía
preferente y sumaria alguna, debiendo pura y simplemente agotarse los recursos
que existan contra el acto judicial (final o de trámite) infractor del derecho
fundamental en el seno de un proceso ordinario. La cuestión no tendría más
trascendencia por que se supone que será más breve el procedimiento, ya que, a
diferencia de lo que ocurre con otras violaciones de los derechos
fundamentales, ya está puesto en marcha un procedimiento en el seno del cual el
juez infringe los derechos fundamentales. Sin embargo, si se constata que en un
porcentaje elevadísimo de las violaciones de los derechos fundamentales se
producen por los propios Jueces (el artículo 24 de la Constitución ha sido el
más desarrollado, con muchísima diferencia, por el Tribunal Constitucional), se
llegará a la conclusión de que, como el tribunal Constitucional ha insinuado e
incluso pedido en numerosas ocasiones, deberá regularse un procedimiento
especial que permita a los tribunales superiores examinar preferente y
sumariamente dichas violaciones del artículo 24, para evitar el colapso, a su
vez, del propio Tribunal Constitucional". (La Garantía Constitucional de
los Derechos Fundamentales, Antonio López Pina, Editor, Ed Civitas, Madrid 1991
pag. 225-226).
Así las cosas,
mientras para la mayoría de esta Corte Constitucional, la existencia en nuestro
país de un control difuso de constitucionalidad sobre las sentencias
judiciales, es la razón del caos judicial y la creación de una justicia
paralela, transversal y contradictoria, "inadmisible en el derecho
comparado", en España, no sólo los mas importantes tratadistas de Derecho
Constitucional, sino los propios miembros del poder judicial así como el
Tribunal Constitucional, reconocen la necesidad de dotar de competencia a los
Tribunales para que conozcan del recurso de amparo contra sentencias
judiciales, como un paso previo al control del Tribunal Constitucional.
Por su parte, en los
Estados Unidos de América, son los propios jueces superiores los encargados de
controlar que las sentencias se ajusten a los derechos fundamentales, hasta
culminar el sistema en la Suprema Corte Federal que, como en Colombia a través
de la Corte Constitucional, es la encargada de unificar la jurisprudencia
constitucional.
Por último, extraña
también la cita del modelo mexicano, pues en el sistema jurídico de dicho país,
no solo existe el recurso de amparo contra sentencias judiciales sino que son
los propios jueces los encargados, en una primera instancia, de tramitarlo
mediante un procedimiento especial, preferente y sumario.
En este país, el
amparo procede contra sentencias definitivas que pongan fin al juicio, sin que
proceda contra ellas ningún recurso ordinario, contra sentencias u otras
resoluciones judiciales cuya ejecución sea de imposible reparación, fuera del
juicio o después de concluido, o contra actos judiciales que afecten a personas
extrañas al juicio (art. 107, No 5 y 6 de la Constitución Mexicana). Dicho
recurso se interpone ante el juez del Distrito de la jurisdicción del lugar en
que el acto reclamado se ejecute, y se tramita en audiencia, en la que se
reciben las pruebas ofrecidas por las partes, se oyen los alegatos y se
pronuncia la sentencia. Las sentencias de los jueces, son a su vez revisables
por la Suprema Corte de Justicia.
Podría hacerse aquí
un recuento de otros sistemas jurídicos, férreamente consolidados, en los que
difícilmente puede advertirse caos, o la existencia de una justicia paralela,
por la mera existencia de una jurisdicción constitucional encargada de conocer
los recursos de amparo o tutela contra sentencias judiciales. En fin, sólo el
desconocimiento del derecho comparado puede llevar a sostener lo que se lee en
la sentencia de la que nos apartamos.
No es ciertamente la
existencia de la figura la que genera el caos, pues la mayoría comprueba su
viabilidad y validez en otros ordenamientos. Tampoco es el control por parte de
la Corte Constitucional lo que vulnera el principio de autonomía funcional del
juez, pues en países como Alemania y España, donde existe, por cierto de forma
harto exigente, según el fallo, no hay vulneración de dicho principio. De otra
parte, la existencia de una jurisdicción constitucional difusa no puede ser
responsable de tales paralelismos y contradicciones, pues citan los
magistrados casos de jurisdicción difusa y a su juicio el sistema funciona
debidamente. ¿Cuáles son las razones para argumentar que en Colombia la tutela
contra sentencias judiciales suscita caos, si al tiempo se reconoce que en
otros países independientemente del tipo de jurisdicción difusa o concentrada,
el control constitucional de las sentencias no es causa de traumatismo alguno
en el sistema judicial?
Un inesperado
viraje
30. La crítica
expresada por algunos sectores de la sociedad civil a la posición de la mayoría
y a la manera como ésta condujo el debate[20], quizá pudo
contribuir en parte a una reflexión más explícita y al inesperado viraje que da
cuenta el fallo de la Corte en su versión definitiva, que en los fragmentos que
se resaltan de la transcripción que a continuación se hace no fue objeto
expreso de consideración ni de decisión en la Sala Plena del 1o. de octubre de
los corrientes, a la cual se sometió el texto de la ponencia original.
"Ahora bien, -
advierte la Corporación en el texto final de la sentencia - de conformidad con
el concepto constitucional de autoridades públicas, no cabe duda de que los
jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función de administrar
justicia y sus resoluciones son obligatorias para los particulares y también
para el Estado. En esa condición no están excluidos de la acción de tutela
respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales,
lo cual no significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por
ejemplo, nada obsta para que por la vía de tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo
que proceda a resolver o que observe con diligencia los términos judiciales, ni
riñe con los preceptos constitucionales la utilización de esta figura ante
actuaciones de hecho imputables al funcionario por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni tampoco cuando la
decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual si esta
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio cuyo
efecto, por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y queda
supeditado a lo que se resuelva de fondo por el juez ordinario competente
(artículos 86 de la Constitución Política y 8º del Decreto 2591 de 1991).
(...)
De las razones
anteriores concluye la Corte que no procede la acción de tutela contra ninguna
providencia judicial, con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde
luego aplicada en este evento como mecanismo transitorio supeditado a la
decisión definitiva que adopte el juez competente".
Si al momento de
tomar la decisión se hubiera sometido el agregado tardío que se introdujo
después al redactar la versión definitiva, los suscritos Magistrados, por lo
menos, habríamos manifestado nuestro acuerdo con la mayoría en lo que respecta
a la procedencia de la tutela contra sentencias como mecanismo transitorio y
para evitar un perjuicio irremediable, como lo establece la Constitución y la
ley. Trátase de un aspecto fundamental del fallo que no ha debido librarse a
una simple adición circunstancial sino que merecía ser objeto expreso de debate
y votación. La adición de última hora, como ineluctablemente ocurre con los
suplementos de su género, introduce contradicciones insalvables con el resto
del texto y, particularmente, con la parte resolutiva. En efecto, de ser
consecuente la mayoría luego de su inesperado viraje ha debido también
modificar la parte resolutiva, declarando la exequibilidad parcial o
condicional de los preceptos acusados, dado que ella misma reconoce, así sea
tardíamente, la constitucionalidad de la acción de tutela contra sentencias y
demás decisiones judiciales como mecanismo transitorio y a fin de evitar un
perjuicio irremediable. La ubicación de la morosa reflexión de la mayoría en la
parte motiva - y no en la resolutiva que es la que resulta decisiva - muestra
que es un gesto irresoluto y desesperado de cara a la tribuna que
instintivamente rechazó la sentencia por contrariar la esencia democrática de
la nueva Constitución y los derechos fundamentales que en ella son su nervio
vital. De todas maneras, lo escrito escrito está, y haciendo caso omiso de sus
motivaciones próximas, de la marchita tutela se conserva la acción de tutela
contra sentencias como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, la cual por surgir de la misma Constitución y reiterarse por la
Corte Constitucional puede ser utilizada desde ahora por las personas afectadas
por las decisiones judiciales que vulneren sus derechos fundamentales.
En todo caso, de
conformidad con el artículo 93 de la Constitución, los pactos y convenios
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia hacen parte del
ordenamiento interno con carácter supralegal y también con finalidades
interpretativas. Uno de tales instrumentos es la Convención americana sobre
Derechos Humanos, "Pacto de San José de Costa Rica", ratificado por
Colombia mediante la Ley 74 de 1968.
Este Pacto establece
que cuando se agota el ordenamiento interno de un Estado parte, se puede acudir
a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, regulada en el Capítulo VIII de
la Convención, artículos 52 a 69. Concretamente los artículos 61 y 63 regulan
la competencia, requisitos y alcance de los fallos.
En este sentido, al
haberse agotado en Colombia -por supresión de materia- el control vía acción de
tutela de las providencias judiciales, queda expedito el camino para que, ante
la violación de un derecho constitucional fundamental por parte de una decisión
de los jueces, se recurra ante la Corte Interamericana. En consecuencia, a
pesar de la decisión de mayoría de la Corte Constitucional en este negocio,
queda aún un recurso judicial para las víctimas de las violaciones por parte de
las providencias judiciales.
Por último se
exponen algunas consideraciones a manera de recapitulación.
Consideraciones
finales:
Constitución y
voluntad constitucional
31. Una Constitución
es ante todo -como dijo el juez Oliver W. Holmes- el conjunto de
interpretaciones que los jueces hacen de los textos constitucionales. La
interpretación constitucional cambia cuando cambian la percepción que se tiene
sobre los valores, los principios, los derechos y la organización del poder.
Para lograr el cambio de la interpretación no basta con modificar los textos
constitucionales, se precisa de una nueva sensibilidad, acorde con una nueva
visión del mundo y un nuevo punto de referencia.
La historia
constitucional colombiana ilustra un régimen restringido de derechos, en el
cual una prolífica discursividad en pro de los derechos individuales se ha
combinado con una asidua práctica en favor de la seguridad jurídica y de los
intereses institucionales. Esta combinación ha sido utilizada estratégicamente
para disociar los beneficios políticos de la promulgación de normas
reivindicadoras de derechos ciudadanos, de los compromisos institucionales
derivados de tales promulgaciones.
La Asamblea Nacional
Constituyente recogió esta preocupación e hizo un esfuerzo sin precedentes por
acercar la Constitución a los ciudadanos. Prueba de ello es la insistencia del
texto constitucional en la efectividad de los derechos y en los mecanismos de
protección de los derechos fundamentales.
Pero la promulgación
de una constitución no siempre basta para cambiar la realidad, se necesita,
además, que los jueces tengan la voluntad de aplicarla; que los jueces crean en
ella.
La intransigencia de
los sectores tradicionales, dentro y fuera de la comunidad jurídica colombiana,
no ha permitido que los nuevos textos constitucionales respondan a sus
objetivos implícitos y produzcan los cambios que el constituyente pretendió con
su elaboración. De este modo, el nuevo derecho constitucional es interpretado
bajo los viejos supuestos interpretativos, dando como resultado un derecho
constitucional aún más alejado de la realidad que el anterior y una realidad
colmada por los atropellos y felonías de siempre.
La función social
y moral del juez constitucional
32. El desmonte del
absolutismo y la instauración del ejercicio democrático del poder es un proceso
que coincide con la eliminación del principio de la infalibilidad de aquellos
que detantan el poder. Así por ejemplo en el ámbito ejecutivo el ejercicio del
poder estaba fundado en la idea de delegación o de representación divina.
Durante los siglos XVII y XVIII se produce en Inglaterra y Francia el desmonte
del absolutismo con la caida de Carlos I y de Luis XVI.
Siguiendo esta evolución
en el siglo XIX en Francia, la rama ejecutiva fue objeto del control de
legalidad de sus actos, incluso ante ausencia de norma positiva que así lo
dijese, por creación jurisprudencial del Consejo de Estado francés, en el
célebre fallo Blanco, del 8 de febrero de 1873. Desde entonces y hasta
nuestro días, se tiene también como supuesto la falibilidad de la rama
ejecutivo.
La rama legislativa
también fue despojada de su pretensión de infalibilidad. El fallo Bonham'a case
del juez inglés Eduard Coke en 1610 primero y luego en América el caso Madinson
vs Marbury, del juez Marshall de la Corte Suprema de los Estados Unidos, en
1803, establecieron la posibilidad del control de los actos del legislador.
El Control de los
actos judiciales dentro del cual se enmarca la posibilidad de tutelar las
sentencias que vulneren los derechos fundamentales de las personas, es una
consecuencia de la evolución anotada y del principio de la supremacía de la
constitución. Sin embargo, la posición de mayoría de la Corte Constitucional,
de la cual nos separamos por medio de este salvamento de voto, todavía piensa,
haciendo eco de las posiciones de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de
Estado, que los jueces colombianos son una especie de ungidos por la
providencia para ser infalibles y, por tanto, les permite estar por fuera del
control judicial -vía tutela- de sus providencias.
En la democracia
constitucional la soberanía se ejerce en los términos que la constitución
establece. Por esta razón, mientras no se presente una situación de crisis, el
ejercicio cotidiano de los poderes no puede tener otro parámetro que el
previsto por la Carta. El juez constitucional es el encargado de que esta
vinculación se lleve a cabo. Su conocimiento del derecho y su vinculación con
los casos concretos y con la vida cotidiana de las personas hacen de él un
defensor inmejorable del orden y de los derechos constitucionales.
De la naturaleza y
de las funciones del juez constitucional se desprende un compromiso ético
esencial: velar por la integridad de la Constitución y por la efectividad de
los derechos fundamentales, los valores y principios constitucionales y toda la
organización estatal derivada de ellos.
Con la decisión
tomada por esta Corte no sólo pierde fuerza un mecanismo de protección de los
derechos fundamentales, además, y esto es lo peor, se derrumba una concepción,
una interpretación constitucional según la cual las instituciones jurídicas
están al servicio de las personas y no a la inversa. Esta concepción tiene sus
orígenes en la filosofía estoica y en la doctrina cristiana y se consolidó como
valor fundamental en la teoría democrática de los siglos XVII y XVIII en
Inglaterra y Francia. La decisión mayoritaria tomada por la Corte, haciendo
caso omiso de esta evolución milenaria en beneficio de los derechos y en
detrimento de formalismo ocioso, subordina la protección de los derechos
fundamentales de las personas a la protección de los intereses funcionales e
institucionales de la más conspicua tradición judicial colombiana, y de esta
manera se rescata el sigiloso propósito de varios estamentos e instituciones de
evitar una reforma constitucional de la carta de 1886.
Si se hace un
intento por reconstruir los argumentos, nunca presentados de manera coherente,
que subyacen en la decisión mayoritaria para preferir la institución jurídica
de la cosa juzgada sobre la protección de los derechos fundamentales, hay que
recurrir a la vieja discusión jurídica relativa al enfrentamiento entre los
valores de la seguridad y justicia en el derecho.
Todo sistema
jurídico debe mantener un delicado balance entre justicia y seguridad, so pena
de caer en el oscurantismo de las formas insulsas o en la incertidumbre de las
soluciones políticas. Cada época, con su concepción de los valores y su
apreciación del derecho, establece dicho balance. La acusación histórica contra
la decisión tomada por la Corte, no proviene del hecho de querer proteger la
seguridad jurídica, ello es perfectamente legítimo; proviene del hecho de
querer proteger una idea anacrónica e indolente de la seguridad jurídica.
El valor de la
seguridad jurídica como el valor de la dignidad de la persona, ha cambiado con
el tiempo y no existe duda alguna sobre el sentido de la evolución que han
tenido ambos valores. Max Weber explica la historia del derecho como un proceso
de racionalización de las formas jurídicas que atraviesa por cuatro períodos,
desde el derecho carismático, pasando por el derecho sagrado y el derecho de
los notables, hasta llegar al derecho del Estado burocrático. El trayecto
recorrido puede ser descrito como un paulatino abandono de formas tozudas y
míticas en beneficio de formas racionales y de contenidos humanitarios. El
sentido de esta evolución permitió en Grecia y en Babilonia la sustitución del
oráculo por el juez civil; permitió en la edad media la sustitución de las
ordalías por las pruebas de investigación racional; permitió en el siglo XVIII
la eliminación de la responsabilidad objetiva del delincuente y del suplicio,
en favor de la idea culpabilidad y de la humanización de las penas; permitió
en los albores del siglo XX la adopción, en el derecho constitucional, del
principio de la igualdad material como complemento de la simple igualdad ante la
ley.
Si la seguridad
jurídica fuese un principio "metapositivo", como lo afirma la
sentencia - sin aportar prueba de su aserto -, es decir si estuviese por encima
de las contingencias propias del derecho creado por los hombres, nada de la
evolución descrita habría tenido lugar.
Al incursionar
temerariamente en los ámbitos de la ontología jurídica con la idea del
principio metapositivo, la sentencia desconoce conceptos y principios que el
más burdo y primario iusnaturalismo decimonónico, por no ir más lejos, tenía en
cuenta. En efecto, todo iusnaturalismo, de corte teocrático o racionalista,
condiciona la validez, o por lo menos la justicia, del derecho positivo, a la
aceptación de valores considerados como metapositivos, inmutables, universales.
Nunca hubo acuerdo en el catálogo de valores que hacían parte de tal categoría,
pero, en todo caso, siempre se trató de delimitar un conjunto de derechos
inmodificables a partir de la naturaleza misma del hombre. La escuela del
derecho natural, como su nombre lo señala, indica la existencia metapositiva de
derechos inherentes a la condición humana. Suponer que una institución jurídica
o un tipo de organización o un procedimiento, hacen parte de la naturaleza
inmodificable del hombre, es no sólo un exceso inaceptable a la luz de
cualquier iusnaturalismo, sino también un absurdo lógico que desconoce la
diferencia entre los derechos humanos como fines en sí mismos y los principios
de organización como medios para llevar a cabo tales fines.
La relación entre seguridad
jurídica y justicia ha sido bien descrita por Luis Recassens Siches un clásico
defensor de valores metapositivos, quien se refería a dicha relación en un
texto publicado 1956, en los siguientes términos:
"(...) las
ideas de certeza y seguridad son meramente formales, por sí solas son
adiáforas, son indiferentes respecto de sus contenidos, respecto de lo que
determinen con certidumbre y de lo que garanticen con seguridad".
Consecuencias de
la sentencia
33. Los efectos de
la desviación del sentido del texto constitucional que consagra la tutela, no
se reducen al ámbito constitucional. Toda reforma constitucional crea y recrea
un espíritu colectivo que se manifiesta en las expectativas y derechos
derivadas de los nuevos textos. Una visión restrictiva y retardataria de los
derechos ciudadanos, como la que inspira la sentencia en cuestión, tiene el
efecto de agregar una frustración más en la conciencia ciudadana y en su
percepción y confianza en las instituciones. Con el derrumbe de la esperanza
caerá también la confianza.
Prioridad de los
derechos fundamentales
34. La consideración
de la persona humana y de su dignidad es el centro de gravedad del Estado
constitucional. Todo lo relacionado con la organización del poder, con su
ejercicio y su funcionamiento, deriva de allí su sentido y su alcance. El poder
normativo del contenido material de la Constitución proviene de la voluntad
del constituyente expresada en el artículo 228 y debe inspirar el comportamiento
y la disposición de todos los organismos estatales. Pretender, como lo hace la
decisión mayoritaria, que existe un derecho fundamental a la cosa juzgada que
prima sobre cualquier otro derecho fundamental violado por una autoridad
judicial, es un despropósito lógico y axiológico, es tomar el medio por el fin
y es supeditar la decisión judicial al simple procedimiento para lograrla.
La acción de tutela
no sólo introduce un nuevo y eficaz instrumento de protección de los derechos
fundamentales, también trae consigo una nueva manera de ver tales derechos. Se
trata de un cambio de perspectiva, de énfasis, de acento y estos son los
cambios que producen interpretaciones diferentes, estos son los cambios reales.
La acción de tutela
agrega a la tradicional concepción de la supremacía de la Constitución, un
énfasis en el carácter normativo de sus textos; en la permanencia y
obligatoriedad de su cumplimiento. Sólo de esta manera, el ordenamiento
jurídico resulta siendo coherente y resulta obedeciendo a un catálogo axiológico
único y conexo. Cuando se plantea la violación de un derecho fundamental por
medio de un acción de tutela, el parámetro esencial e inmediato de
interpretación es el texto constitucional y no sólo la legislación ordinaria
vigente. Quizás lo más sorprendente de la decisión mayoritaria consiste en su
falta de aprecio por el valor del texto constitucional frente a las demás
normas del ordenamiento jurídico. El derecho constitucional es visto como un
conjunto de reglas cuyo sentido se acomoda al resto del derecho y no, como debe
ser, como un derecho con normas que proporcionan sentido al resto del
ordenamiento.
La decisión
mayoritaria, friamente, - sin dramatismo - desconoce el verdadero sentido y
alcance del concepto de Estado social de derecho en el constitucionalismo
contemporáneo del cual la Constitución colombiana es tributaria y, como
consecuencia de ello, desatiende la importancia de la consagración de la
acción de tutela como mecanismo jurídico que responde al propósito de acentuar
la fuerza normativa de la Constitución en todos los ámbitos de la vida jurídica
nacional y como instrumento de constitucionalización del poder. la decisión
mayoritaria ignora incluso los numerosos fallos en los cuales esta Corte se
ha mostrado consciente de las implicaciones y exigencias concretas del Estado
social de derecho.
Después de
contradecir el contenido y alcance de la Constitución, nada podía evitar que se
contradijera consigo misma y por eso nuestras voces fueron desoidas y nuestras
razones soslayadas.
[1]
Enciclopedia Jurídica OMEBA. Buenos Aires. Ancalo S.A. 1976. Tomo II. Pág.
481.
[2]
ALESSANDRI, Arturo y SOMARRIVA, Manuel. "Curso de Derecho Civil" tomo
III. Ed. Nascimiento. Santiago de Chile. 1941.
[3]
Corte Suprema de Justicia. Sentencia Sala de Negocios Generales del 1 de
octubre de 1946. G.J. No. 2040. Pág.587.
[4]
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera.
Sentencia del 17 de julio de 1986.
[5]
Corte Constitucional. Sentencia Nº T-433. Sala Sexta de Revisión. 24 de junio
de 1992. Ponente: Magistrado Simón Rodríguez Rodríguez.
[6]
Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia Nº T-1. Abril 3
de mil novecientos noventa y dos (1992)
[7] Cfr. Corte
Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Fallo No. T-520. 16 de Septiembre de
1992.
[8]
Cfr. SANIN GREIFFENSTEIN, Jaime. Aclaración de Voto. Corte Constitucional.
Sentencia Nº T-223 del dos (2) de junio de mil novecientos noventa y dos
(1992).
[9]
Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia Nº C-434. Junio veinticinco
(25) de mil novecientos noventa y dos (1992), Magistrado Ponente: Dr.Fabio
Morón Díaz.
[10]
Cfr. RADBRUCH, Gustav, citado por PACHECO, Máximo en "Teoría del
Derecho". Santiago. Editorial Jurídica de Chile. 1988. Pág 752.
[11]Cfr. GUASP, Jaime.
"Derecho Procesal Civil". Madrid. 1968.
[12] Cte
LEGAZ Y LACAMBRA, Luis: Filosofía del Derecho. Bosch, Casa Editorial
Barcelona. 1979. Quinta Edición. Pág 604.
[13]
Cfr. SANIN GREIFFENSTEIN, Jaime: Aclaración de voto citada.
[14]ARRIETA, Carlos
Gustavo. Concepto ante la Corte Constitucional dentro del proceso R.E.-006.
Revisión constitucional del Decreto 1155 de 1992.
[15]
Sala Tercera de Revisión. Sentencia Nº T-501 del veintiuno (21) de agosto de
mil novecientos noventa y dos (1992).
[16]
Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia Nº T-492 del doce
(12) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
[17]
Cfr. Asamblea Nacional Constituyente. Informe-Ponencia "Mecanismos
de protección de los derechos fundamentales y del orden jurídico".
Constituyentes Jaime Arias López y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta
Constitucional Nº 77. Mayo 20 de 1991. Págs. 9 y 10.
[18]Presidencia de la
República. Proyecto de Acto Reformatorio de la Constitución Política de
Colombia. Febrero de 1991. págs. 203 y 205.
[19]BANDRES, José
Manuel. "Poder Judicial y Constitución". Bosch Casa Editorial.
Barcelona. 1987. págs. 24 y 25.
[20]El contexto
dentro del cual se profirió la sentencia, los actores y los intereses se
reflejan en el contenido y móviles subyacentes del intruso comunicado que a
continuación se transcribe:
"Los magistrados de las altas
corporaciones de la Rama Judicial que integran la Comisión Técnica para la
elaboración del Proyecto de Ley Estatutaria de la Administración de Justicia
registran con inquietud la exposición pública de dictámenes, sin vinculación
con los episodios procesales que constituyen la oportunidad de pronunciamiento
legítimo de los jueces, que sobre asuntos de trascendencia nacional, sometido
actualmente a examen de la Honorable Corte Constitucional, hicieron tres
Honorables magistrados de esta alta corporación a cerca de la exequibilidad del
artículo 40 del Decreto 2591 de 1991.
Esperamos que en acatamiento al efecto
inhibitorio que el ordenamiento jurídico ineludiblemente anexa a los
pronunciamientos anticipados de cualquier fallador, los Honorables magistrados
se separen del conocimiento del proceso cuya materia litigiosa fue objeto de su
prejuzgamiento". (Comunicado dado a conocer a la opinión pública por parte
de los Presidentes de las Altas Corporaciones de la Rama Judicial, doctores
HERNANDO YEPES ARCILA, PEDRO LAFONT PIANETA y ALVARO LECOMPTE LUNA. El Tiempo,
septiembre 15 de 1992) |
225 | C-544-92
Sentencia No
Sentencia No. C-544/92
DEMANDA DE
INCONSTITUCIONALIDAD CONTRA LA CONSTITUCION POLITICA-Incompetencia
CONSTITUCION POLITICA/CONTROL
JURISDICCIONAL-Improcedencia/CORTE
CONSTITUCIONAL-Incompetencia/SENTENCIA INHIBITORIA
La Corte Constitucional, a partir de un
análisis razonable del caso a la luz de los métodos de interpretación literal,
subjetivo, sistemático e histórico, concluye que en este negocio concreto
carece de competencia para pronunciarse sobre el fondo del mismo. La
competencia de la Corte para estudiar actos reformatorios aprobados mediante
asamblea nacional constituyente se refiere solamente a futuras reformas que se
realicen a partir de la vigencia de esta Constitución, no a la reforma anterior
que terminó con la expedición de la Carta de 1991. A la Corte le corresponde
cumplir todas las funciones que la propia Constitución le fija, pero nada más
que ésas, es decir se interpreta en forma restrictiva. Surge para la Corte,
como órgano constituído, una competencia y una incompetencia. La Corte
Constitucional no es competente para conocer de las demandas acumuladas de la
referencia. De hacerlo incurriría en un abuso del poder, ya que ejercería
funciones que el constituyente primario no le ha atribuído. Es por ello que
proferirá sentencia inhibitoria. No es posible, pues, atacar judicialmente la
Constitución Política de Colombia, ora per se, ora el acto de su promulgación.
CONSTITUYENTE PRIMARIO/CONSTITUCION
POLITICA-Expedición
La Asamblea Nacional Constituyente que
expidió la nueva Constitución Política de Colombia fue un poder comisionado del
pueblo soberano. La Constituyente actuó una vez superados los obstáculos que
establecía el artículo 13 del plebiscito de 1957 para el pronunciamiento del
constituyente primario, y en ese sentido las decisiones populares que permitieron
la convocatoria hicieron irreversible el proceso de renovación institucional.
La comprensión del proceso colombiano de reforma se encuentra pues en el
concepto de anormalidad constitucional; y este concepto sólo puede ser definido
políticamente, por ser acto fundacional, pues se refiere a un presupuesto del
derecho que todavía no es jurídico. Este proceso de expresión del Poder
Constituyente primario, en concepto de la Corte, es emanación especial del
atributo incuestionable de las comunidades políticas democráticas que, en el
Estado contemporáneo, pueden acudir de modo eventual y transitorio al ejercicio
de sus potestades originarias para autoconformarse, o para revisar y modificar
las decisiones políticas fundamentales y para darle a sus instituciones jurídicas,
formas y contenidos nuevos con el fin de reordenar el marco de la regulación
básica con una nueva orientación pluralista.
CONSTITUCION POLITICA-Validez
Cuando una constitución es reemplazada
por otra que termina siendo eficaz no tiene sentido -como ocurre con estas
demandas- cuestionar su validez. En este caso las condiciones de lo verdadero
y lo falso, de lo válido y lo inválido, de lo legal y de lo ilegal, son otras.
Por lo tanto carece de razonabilidad todo análisis que suponga una continuidad
lógico-jurídica.
NORMA CONSTITUCIONAL-Naturaleza
Las normas tachadas de
inconstitucionalidad no son de diferente jerarquía que las demás normas de la
Carta, esto es, no son inferiores. La Constitución Política tiene ciertamente
en sus normas iniciales unos valores y principios materiales que poseen un plus
respecto de las demás normas de la Carta, en el sentido que los valores que
aquéllas incorporan permean a éstas. Existe pues igualdad cualitativa en
la esencia de las normas constitucionales, acompañada de una diferencia en el
alcance del contenido de las mismas. Los artículos acusados en este negocio son
jerárquicamente iguales a las normas con las cuales se pretende confrontarlos.
CONSTITUCION POLITICA-Normas Transitorias
El hecho de que el artículo transitorio
59 de la Carta sea precisamente de vigencia temporal, no justifica que tal
norma pueda ser confrontada con una disposición constitucional definitiva y, en
caso de incompatibilidad, sea declarado "inexequible". Ello, como en
el caso anterior, es un sin sentido. En realidad la razón de ser de un artículo
transitorio es permitir el tránsito de legislación y facilitar la
implementación de las nuevas disposiciones constitucionales. De hecho es
frecuente que un artículo transitorio, por definición, prolongue temporalmente
la vigencia de una norma del antiguo régimen o posponga el inicio de la
vigencia de una norma novedosa, sin que a nadie se le ocurra pensar que, por
tales fenómenos propias de una transición, dichas normas son inconstitucionales
por violar las normas definitivas que establecían diferentes tiempos de
vigencia. Luego no existe una diferencia entre las normas constitucionales
permanentes y las transitorias que implique una subordinación de éstas frente a
aquéllas.
DERECHO DE ACCESO A LA ADMINISTRACION DE
JUSTICIA-Regulación
No se comparte tampoco la tesis que
sostiene que con las normas acusadas se viola el derecho a acceder a la
administración de justicia, porque dicho derecho puede ser regulado por la ley
para su eficaz ejercicio.
REF.: Expediente No. D-017, D-051 y
D-110.
Actores: Luis Carlos Sáchica; Ricardo
Alvarez y Rudesindo Rojas; y Jaime Horta, respectivamente.
Norma acusada: artículos 380 y 59
transitorio de la Constitución y artículo 2º del Acto Constituyente No. 2 de
1991.
Magistrado Ponente:
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá, octubre primero (1°)
de mil novecientos noventa y dos (1.992).
La Corte Constitucional de la República
de Colombia,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En las demandas de la referencia, las
cuales han sido acumuladas para ser decididas conjuntamente en esta Sentencia.
I-. ANTECEDENTES
1. De las demandas
Las demandas que desataron esta acción
pública de inconstitucionalidad fueron presentadas por los ciudadanos Luis
Carlos Sáchica (el proceso N° D-051), Ricardo Alvarez y Rudesindo Rojas (el
D-017) y Jaime Horta (el D-110).
Originalmente este proceso fue repartido
al Magistrado Jaime Sanín Greiffenstein, pero por decisión posterior de la Sala
se adjudicó la ponencia al Magistrado Alejandro Martínez Caballero.
El Decreto 2067 de 1991, en su artículo
5º, obliga acumular las demandas en las que, como estas que nos ocupan,
"exista una coincidencia total o parcial de las normas
acusadas...". Así, en todos los tres procesos acumulados se atacaba el
artículo 59 transitorio de la Constitución, sin perjuicio de tachar en cada
caso normas adicionales.
Es por ello entonces que el día 4 de
junio de 1992 la Sala Plena de la Corte Constitucional resolvió acumular dichos
procesos, según se comprueba en la constancia secretarial que obra en el
expediente.
Ahora inicialmente sólo se presentaron,
repartieron, admitieron, acumularon y remitieron para la vista fiscal las
demandas D-017 y D-051. En este estado del proceso se presentó, se repartió y
se acumuló con aquellas el proceso D-110. Como el concepto del Procurador de
las dos demandas iniciales fue recibido con anterioridad a la acumulación de la
demanda D-110, nuevamente se remitió y allegó la vista fiscal de esta última.
Es por ello que en el proceso de la referencia obran dos conceptos de la
Procuraduría.
2. Del texto de las normas demandadas
Las demandas acumuladas atacan las
siguientes tres disposiciones, todas de orden constitucional. Al final de las
mismas se indica entre paréntesis cuál demanda es la que ataca la norma
concreta, así:
"Artículo 380 de la Constitución.-
Queda derogada la Constitución hasta ahora vigente con todas sus reformas. Esta
Constitución rige a partir del día de su promulgación" (D-110).
"Artículo transitorio 59 de la
Constitución.- La presente Constitución y los demás actos promulgados por esta
Asamblea Constituyente no están sujetos a control jurisdiccional alguno"
(D-017, D-051 y D-110).
"Artículo 2° del Acto Constituyente
N° 1 de 1991.- Los actos que sancione y promulgue la Asamblea Nacional
Constituyente, no están sujetos a control jurisdiccional alguno" (D-017).
3. De los argumentos de los actores
En este punto es necesario distinguir las
consideraciones jurídicas de los demandantes en favor de la competencia de la
Corte Constitucional de las consideraciones sobre el fondo o contenido
propiamente dicho de los artículos acusados, así:
3.1. Argumentos en favor de la competencia de la Corte:
En síntesis los actores coinciden en
afirmar que la Corte Constitucional es competente para conocer de estas
demandas, por los siguientes motivos:
Primero, el ciudadano Luis Carlos Sáchica
sostiene que "la H. Corte es competente para conocer y decidir esta
demanda por la naturaleza y jerarquía de la disposición acusada y porque la
acción que estoy ejercitando se funda en el derecho constitucional fundamental
y de vigencia inmediata, según el artículo 85 de la Carta, enunciado en el
artículo 40-6, de acuerdo con el cual 'todo ciudadano tiene derecho a
participar en la conformación, ejercicio y control del poder político'...
derecho que no puede restringirse a la enumeración del artículo 241, por su
carácter de derecho constitucional (sic) fundamental. De manera que la H. Corte
no puede rechazar esta petición... Tampoco, señores Magistrados, es posible
eludir la decisión de mi demanda..., con el fundamento de que la disposición
que acuso está sustraída expresamente del control de esa jurisdicción... porque
ese es precisamente el objeto sobre el cual debe recaer su sentencia."
Este actor añade, por otra parte, que esta Corporación es competente porque las
normas acusadas no son de la misma clase o rango que las demás normas
constitucionales, ya que ellas son transitorias y no hacen parte del cuerpo de
la Carta.
En segundo lugar, los ciudadanos Ricardo
Alvarez y Rudesindo Rojas afirman que la Corte es competente en este caso
porque el artículo 241 de la Constitución la autoriza para conocer de los
vicios de forma de las reformas constitucionales -numeral primero- y de las
leyes -numeral tercero-. Y en este caso, respectivamente, se excedieron las
facultades conferidas por el Decreto 1926 de 1990 y "la carta
Constitucional es una ley", luego "es demandable tanto por
circunstancia de fondo como de forma". Los actores agregan que la Asamblea
Nacional Constituyente fue convocada para reformar la Carta dentro del marco
del Estado de derecho, el cual reconoce la existencia de un poder judicial.
Y en tercer lugar, el ciudadano Jaime
Horta Díaz estima que esta Corporación es competente en este caso porque los
Decretos Legislativos N° 927 y 1926 de 1990 "autorizaron la convocatoria
de una asamblea constitucional para reformar la constitución", que no de
una asamblea constituyente para abolirla. Citan en apoyo de sus tesis el texto
de la tarjeta electoral, de un lado y, de otro, la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia en donde se reitera los límites del poder constituyente
secundario o delegado, como lo fue la Constituyente.
3.2. Argumentos sobre el fondo de las normas:
Los argumentos de fondo expresados en las
tres demandas acumuladas se sintetizan en las siguientes ideas:
Primero, en la demanda D-051 se dice que
la ausencia de control constitucional sobre una norma determinada viola
claramente los artículos 2°, 4°, y 229 -concordado con el 87 y el 89- de la
Constitución. "Se dirá -anota el ciudadano Sáchica- que es absurdo afirmar
que el constituyente violó la constitución que él mismo acababa de expedir.
Pero así son las cosas en el caso que someto a su juzgamiento. La supremacía y
la integridad del sistema constitucional no pueden tener baches... Paralizar el
funcionamiento de... toda una jurisdicción, es un golpe de Estado."
Segundo, en la demanda D-017 se sostiene
que la ausencia de control constitucional sobre el artículo 59 transitorio es
inadmisible, ya que éste "no es parte integrante, inescindible de la nueva
constitución, tiene [el artículo citado] dicho control como si se tratara de
una simple ley, máxime que las facultades de los delegatarios eran para
reformar la carta... en un texto único, de donde no se entiende porqué se
atribuyen facultades para dictar normas por fuera de la carta constitucional,
de tipo transitorio..." Por otra parte los actores afirman que "no es
muy claro, que mientras por un lado lo (sic) reformadores predican con bombos y
platillos, como mérito grande de la reforma la Democracia participativa, en lo
que toca con ellos en eso sí consideran que deben sustraerse a la facultad
ciudadana de ejercer control jurídico a la misma. Egoismo? maniqueismo
político? deseo de posteridad? o que?" (sic).
Y tercero, en la demanda D-110 se afirma
que la ausencia de control constitucional sobre las normas acusadas no es
afortunada porque "la Nación Colombiana tiene derecho a conocer y
verificar qué ocurrió en la Asamblea Constitucional (sic). El espectáculo de
los últimos días de sesiones en que se aprobaban artículos en serie, la
promulgación de un texto inexistente y el deprimente rol del exsecretario de la
Asamblea de rescatar artículos e incisos, como un mago de un cubilete... debe
examinarse y establecerse a la luz de los hechos... Lo anterior no será posible
si antes la Honorable Corte Constitucional no retira del mundo jurídico el
artículo 59 transitorio." Luego el actor añade que "la confrontación
debe hacerse con las normas anteriores a la nueva Carta". Así mismo
sostiene el ciudadano que "la amenaza de dictadura ronda nuestros países
vecinos. Entonces, los potenciales o reales aspirantes a dictadores tienen a la
mano la fórmula elaborada por la democracia para acabar con ella... A todas
éstas uno puede preguntarse: ¿Para qué Constitución? ¿Para qué Corte Constitucional?...
¿Sí hubo nueva Constitución? ¿Cuál es la vigente?" Concluye el actor que
"en todo caso deben tenerse en cuenta los mandatos del constituyente
primario en las consultas del 27 de mayo y 9 de diciembre de 1990 en los cuales
se convocó una Asamblea Constitucional 'para reformar la Constitución Política
de Colombia', que constituiría su competencia y su límite".
4. De la intervención institucional y
ciudadana
Se presentaron tres escritos en ejercicio
de la facultad institucional y ciudadana para intervenir en los procesos de
constitucionalidad, de conformidad con el artículo 242 y siguientes de la
Constitución, así como con el Decreto 2067 de 1991, a saber:
4.1. Escrito de la Presidencia de la República:
El Secretario General de la Presidencia
de la República, doctor Fabio Villegas Ramírez, presentó escrito en este
proceso para solicitar a la Corte "abstenerse de decidir de fondo"
sobre las demandas de la referencia.
Luego de unas reflexiones preliminares
sobre el alcance del artículo 59 transitorio de la Carta y las facultades del
poder constituyente, el Secretario General de la Presidencia de la República
aborda el tema de la imposibilidad del ejercicio de un control de
constitucionalidad sobre la Constitución de 1991, debido a que ello
"corresponde claramente a la naturaleza de las cosas, pues el juicio de
constitucionalidad implica confrontar el contenido de dos disposiciones de
diversa jerarquía, lo cual es por definición imposible en el caso de una reforma
constitucional -salvo cuando el análisis se limita a la competencia o al
procedimiento de reforma-, pues las normas son de la misma jerarquía". A
este respecto agrega que la Corte Suprema de Justicia históricamente no ha
asumido "un control sobre el contenido mismo de las disposiciones
Constitucionales contenidas (sic) en una reforma".
En un último acápite el doctor Villegas
Ramírez entra a estudiar la naturaleza de los artículos transitorios de la
Carta y la posibilidad de su control por parte de esta Corporación. Allí se
concluye que las disposiciones transitorias no tienen una naturaleza distinta a
la de las demás normas de la Carta y, por tanto, aquéllas no están subordinadas
a éstas. En sustento de esta afirmación se expresa, entre otros argumentos, que
"si se aceptara que las normas constitucionales transitorias son
posteriores a las permanentes habría que concluir que las mismas implican una
suerte de reforma transitoria de la Carta, lo cual llevaría a concluir (sic)
que las mismas se adoptaron irregularmente porque no se dió cumplimiento a los
artículos 374 y siguientes de la Carta. Este razonamiento evidentemente sería
absurdo..." Finalmente en este escrito se argumenta porqué los artículos
40 y 229 de la Constitución no son violados por las normas acusadas por los
demandantes en los procesos acumulados de la referencia.
4.2. Escrito del Ministerio de Justicia:
La apoderada del Ministerio de Justicia,
abogada Zully Tome Marín, solicita a la Corte que se sirva "declarar
exequible los artículos impugnados", ya que sería "ingenuo" e
"irresponsable... dejar una puerta abierta donde por vía de interpretación
jurídica se ponga en peligro y se desestabilice las nuevas Instituciones
Políticas".
4.3. Escrito de la ciudadana Ana Lucía Gutiérrez
Guingue:
Esta ciudadana interviene en el proceso
para coadyuvar las demandas de constitucionalidad contra las normas acusadas.
En primer lugar la ciudadana se detiene
en los argumentos tendientes a demostrar la competencia de la Corte
Constitucional en este negocio. Para ello afirma que el "poder de
salvaguarda del orden jurídico deriva en última instancia del constituyente
primario..."
En cuanto al fondo del asunto, la
ciudadana afirma que el artículo 59 transitorio de la Carta es inconstitucional
porque "los límites de la Asamblea están dados por el constituyente
primario en la expresión de la papeleta que dice: 'para fortalecer la
democracia participativa...' De donde necesariamente se desprende que la
Asamblea no tenía facultades para dictar ninguna norma que implicara el
desconocimiento de la democracia como fin último de las reformas que efectuara.
Ahora bien, el carácter del artículo cincuenta y nueve transitorio... está
tomando una medida más tiránica y absolutista que de otro carácter..." Por
último la coadyuvante invoca también como violado el artículo 40 de la
Constitución por parte de la norma acusada, ya que se limita con ella el
ejercicio de derechos políticos fundamentales.
5. Del concepto del Procurador General de
la Nación
5.1. Primer Concepto (D-017
y D-051):
El Señor Procurador General de la Nación
pide a esta Corporación que se declare inhibida para conocer de las demandas,
con base en los siguientes motivos, los cuales, por su importancia, se citan in
extenso:
"La Carta de 1991 como instrumento
jurídico es el resultado de la expresión del principio de la autodeterminación
política comunitaria, que es presupuesto de carácter originario y no derivado
de toda norma superior. No se trata de discernir, si la vía adoptada para
reformar la Constitución de 1886 a través de una Asamblea Nacional
Constituyente era la adecuada o no, de si la misma era (o lo fue)
representativa o no de todo el querer nacional, pues ya la Corte Suprema de
Justicia, cuando actuaba como juez de la Carta y revisó el Decreto 1926 de
1990, que ordenaba contar los votos de la elección de una Asamblea Nacional
Constituyente discernió el primer aspecto, e identificó la supresión del
control jurisdiccional de constitucionalidad sobre los actos de dicha
Asamblea, el que podría surgir en un futuro respecto de ella o de la
Corporación que la sustituyera "con las modalidades, características y
requisitos que la Asamblea Nacional Constitucional considere y disponga, en
ejercicio de su soberanía..." (Corte Suprema de Justicia -Sala Plena-
Sentencia de octubre 9 de 1990)...
De los pronunciamientos traídos a
colación se advierte, que giraron en últimas, en torno de un problema de
competencia, de si la Corte, entonces guardiana de la Constitución Nacional,
podría o no, conocer y decidir sobre demandas instauradas en contra de los
actos del cuerpo constituyente. Problema que hoy se plantea nuevamente en la
causa que nos ocupa ante el Tribunal que por ministerio de la misma
Constitución es el encargado de velar por la integridad de sus preceptivas, y
que sin duda para este Despacho, ha empezado a dilucidarlo, cuando en auto de
marzo 3 de 1992, suscrito por el Magistrado doctor Alejandro Martínez
Caballero rechazó, haciendo uso del instrumento procesal institucionalizado por
el artículo 6° del Decreto 2067 de 1991, demandas acumuladas contra la
Constitución Política de 1991.
De análisis que se hizo en el auto
citado, construído desde distintos tópicos de interpretación, utilizando los
métodos literal, subjetivo, sistemático e histórico, inmersos todos en un
contexto finalístico, se reseñó con toda claridad la naturaleza y efectos del
poder constituyente frente al poder constituído, el valor absoluto del primero
que deviene de su carácter originario, no sometido a norma alguna, que puede
actuar por ende al margen de lo dispuesto en la Constitución -y que sostengo,
nunca en contra de lo que la comunidad política quiera que sea su Carta
Fundamental-, reformándola también al margen del procedimiento que la misma
prevé para su modificación, en voz del Doctor Sáchica hoy uno de los
impugnantes, 'aunque la Carta se declare irreformable'...
Y más adelante, luego de enseñar los
principios consagrados en la nueva Constitución, así como la moral social, el
pluralismo expresado en la diversidad étnica y cultural, ínsitos en el cuerpo
de la Norma Suprema, a los que sumo, los nuevos canales de participación
ciudadana en las decisiones y conformación del poder político, agrego... que la
Constitución Política de Colombia, ora per se, ora el acto de su promulgación,
no son susceptibles de ataque ante jurisdicción alguna, sentando así un
principio de seguridad jurídica indispensable para el orden normativo de la
República.
Seguidamente el Procurador General de la
Nación analiza el tema de la manifestación de la soberanía popular, donde
afirma:
"El poder del pueblo, el poder
constituyente, es un presupuesto asociativo y organizador de la comunidad
política, de la sociedad, es así anterior y supra jurídico, se manifiesta en
los más de los casos a través de un Código Supremo, que configura y ordena los
poderes del Estado, establece los límites al ejercicio del pueblo, el ámbito de
los derechos y libertades y señala los objetivos y las prestaciones que éste
último debe cumplir para el beneficio común. A éste ordenamiento lo avala la
técnica, según la cual se le atribuye un valor normativo superior, inmune a las
leyes ordinarias y más bien determinante de la validez de éstas. Valor Superior
que es judicialmente tutelado...
Así, todo acto que produjera la Asamblea
es acto constituyente, ora el reglamento, las disposiciones transitorias o la
propia Constitución son actos políticos, cuya legitimidad fue reconocida por la
propia Corte Suprema de Justicia y vigor jurídico, de facto, deviene de un
hecho político, disposición directa del pueblo en período de anormalidad
constitucional..."
Luego la vista fiscal se detiene en el
análisis acerca de la posibilidad o imposibilidad de juzgar un acto
constitucional, así:
"Predicar lo primero, particularmente
en casos como el presente, en el que los límites jurídicos de la Asamblea
fueron eliminados por la Corte al declarar la inconstitucionalidad del Acuerdo
Político incorporado al Decreto 1926, es convertir al Juez, guardián de la
Carta, en su reformador, lo que riñe con las preceptivas superiores según las
cuales "La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el
poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus
representantes, en los términos que la Constitución establece" (artículo
3º); y aquel otro según el cual "A la Corte Constitucional se le confía la
guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, en los estrictos y
precisos términos de éste artículo... (artículo 241), en el cual no aparece por
ninguna parte la posibilidad de que decidiendo ese Tribunal sobre demandas de
inconstitucionalidad contra actos reformatorios de la Constitución cualquiera
que sea su origen, se pronuncia sobre el fondo propio de un cambio
constitucional, circunscribiéndose, eso sí, en tal juicio únicamente a los
vicios de procedimiento.
Sobre el artículo 59 transitorio de la
Constitución, en particular, el Ministerio Público conceptuó:
"Todas y cada una de las normas
transcritas hacen parte de la Constitución de 1991. Su texto no terminó con el
artículo 380, sino que se extendió hasta el artículo 60 transitorio.
Se trata de manifestaciones de la
voluntad de la Asamblea Nacional Constituyente y por lo tanto de jerarquía
constitucional.
Que haya sido dictado con posterioridad
al artículo 380 constitucional no quiere decir que el artículo 59 transitorio
sea posterior a la vigencia de la Constitución, porque el orden de la
numeración de los artículos no influye en relación con el momento en que entran
a regir las disposiciones de un mismo texto normativo. toda la Constitución
entró en vigor a partir de un solo momento."
Finalmente el Procurador realiza unas
reflexiones que él denomina "consideraciones marginales ", en las que
expresa:
"... quiere sí el Procurador General
de la Nación hacer algunas anotaciones marginales que atañen, sin embargo, al
asunto... porque sería deseable que hacia el futuro... no hubiera reformadores
absolutos, es decir, sueltos del derecho. Esa es la lección democrática que jurídica
y políticamente debe deducirse...
Por último, si es posible que normas
constitucionales sean declaradas inconstitucionales y si es posible también que
el Constituyente Primario se autolímite jurídicamente cuando decida obrar
mediante una asamblea, es válido inferir entonces que cuando ello ocurre,
existe entre Constituyente Primario y Asamblea la misma relación que la Corte
Construyó (sic) bajo la vigencia de la Constitución del 86 entre la Nación
(Constituyente Primario) y el Congreso (Constituyente Derivado), y que la
Corporación volvió jurisprudencia a partir del fallo de 5 de mayo de 1978...
Estas inquietudes, empero, en nada
inciden con la solicitud de inconstitucionalidad que se formula en este
concepto sobre las normas acusadas. Por el contrario, tienen el propósito de
hacer más clara la premisa de la que hemos partido, a saber, que las
disposiciones impugnadas no son enjuiciables por la Corte, porque al declararse
la inconstitucionalidad de las limitantes jurídicas del Decreto 1926, la Asamblea
bien podía dictar las normas acusadas, y por ello no puede la Corte asumir
competencia alguna sobre las misma, so pena de sustituir a la Asamblea, que era
el poder constituyente primario mismo".
5.2. Segundo Concepto (D-110):
Aquí de nuevo, la vista fiscal solicita a
la Corte Constitucional "proferir fallo INHIBITORIO, donde declare que no
es competente para conocer de las acciones intentadas...", con base en
argumentos similares a los resumidos en el primer concepto (vid supra).
Cumplidos, como están, los trámites
procesales, entra esta Corporación a estudiar las consideraciones de fondo del
proceso de la referencia.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
De la interpretación para el estudio de
la competencia
1. La Corte Constitucional, antes de estudiar el fondo de
las demandas, debe empezar por analizar el tema de la competencia, esto es,
establecer si ella es o no competente para conocer de las mismas.
En este sentido el artículo 2º del
Decreto 2067, "por el cual se dicta el régimen procedimental de los
juicios y actuaciones que deban surtirse ante la Corte Constitucional",
establece lo siguiente:
"Las demandas en las acciones
públicas de inconstitucionalidad se presentarán por escrito, en duplicado y
contendrán:
...5. La razón por la cual la Corte es
competente para conocer de la demanda" (negrillas fuera de texto).
Y el artículo 6o. de este mismo Decreto
afirma en su inciso final:
"Se rechazarán las demandas que
recaigan sobre normas amparadas por una sentencia que hubiere hecho tránsito a
cosa juzgada o respecto de las cuales sea manifiestamente incompetentes.
No obstante estas decisiones también podrán adoptarse en la sentencia"
(negrillas no originales).
Se examinaron entonces las tres demandas
presentadas con el fin de establecer si ellas reunían dichas exigencias.
La Corte Constitucional, a partir de un
análisis razonable del caso a la luz de los métodos de interpretación literal,
subjetivo, sistemático e histórico, como se verá a continuación, concluye
que en este negocio concreto carece de competencia para pronunciarse sobre
el fondo del mismo.
a) Método Literal:
2. El Artículo 59 Transitorio de la Constitución, dice:
"La presente Constitución y los
demás actos promulgados por esta Asamblea Constituyente no están sujetos a
control jurisdiccional alguno".
De la simple lectura de la norma se
comprende su sentido semántico, que no es otro que el de la prohibición para el
juez Constitucional de ejercer el control jurisdiccional sobre la Constitución
promulgada. En consecuencia, según el método literal, el Juez Constitucional
carece de competencia para conocer de las demandas Nº D-017, D-051 y D-110.
b) Método Subjetivo:
3. La exposición de motivos del Acto Constituyente Nº 1
de 1991, cuyo texto reproduce el Artículo 59 Transitorio, aparece publicada en
la Gaceta Constitucional, donde queda de manifiesto el hecho de que fue
voluntad expresa del Constituyente excluír el control jurisdiccional sobre
todos los actos de la Asamblea Constituyente. Allí, en efecto, se dijo:
"No es el reglamento ni ningún acto
que sancione y promulgue la Asamblea, acto administrativo, sino constituyente.
Así está claro que cuando se reforma la
Constitución por esta Asamblea Nacional Constituyente, en virtud del poder del
mandato que recibió del pueblo, es absolutamente inadmisible que exista control
jurisdiccional ejercido por las entidades cuya naturaleza, composición, origen
y funciones debe revisar, eventualmente cambiar esta Corporación".1
c) Método Sistemático:
4. De la concordancia de las normas de la Carta se
desprende una armonía interpretativa entre los artículos 3o., 241 y 59
transitorio, en el sentido de que ellos restringen los alcances del control de
la Corte, como ya lo ha establecido el Despacho del Magistrado José Gregorio
Hernández Galindo al momento de rechazar una demanda similar a la presente2 .
Así se concluye en primer lugar del
artículo tercero de la Carta, que obliga al poder público a ejercer sus
atribuciones "en los términos que esta Constitución establece."
En segundo lugar el artículo 241 superior
consagra las competencias de la Corte como guardiana de la integridad y
supremacía de la Constitución, "en los estrictos y precisos términos de
este artículo". Ciertamente, el numeral 1° de este artículo regula la
competencia de la Corte para conocer de las demandas que se promuevan contra
los actos reformatorios de la Constitución, cualquiera que sea su origen y sólo
por vicios de procedimiento en su formación.
Obsérvese que en ningún numeral de este
artículo se incluyen las propias normas constitucionales como actos sujetos a control
de constitucionalidad.
A este respecto conceptuó lo siguiente el
triple salvamento de voto del Auto que admitió las demandas D-011 y D-012:
"...es claro que la Corte
Constitucional fue creada precisamente por la Constitución de 1991, que sus
facultades corresponden a las de un poder constituído y que se
estableció para defender esa Constitución, no para ponerla en tela de
juicio ni para fallar sobre la validez de sus disposiciones.
A no dudarlo, si la Corte se atreviera a
declarar exequible o inexequible un solo artículo de la Carta de 1991
(permanente o transitorio), incurriría en flagrante exceso en el uso de sus
atribuciones, ya que para hacerlo no solo carece de competencia sino de
jurisdicción. La Corporación desbordaría entonces el preciso marco jurídico
dentro del cual le corresponde actuar en el Estado de derecho y ejercería un
poder de facto, abiertamente transgresor del orden constitucional y, por
ende, contradictorio con su propia función"3
.
Y en tercer lugar el artículo transitorio
59 consagra una prohibición para ejercer toda suerte de control jurisdiccional
sobre la Carta de 1991.
De la concordancia de estos tres
artículos se concluye lo siguiente:
Primero, la competencia de la Corte para
estudiar actos reformatorios aprobados mediante asamblea nacional constituyente
se refiere solamente a futuras reformas que se realicen a partir de la vigencia
de esta Constitución, no a la reforma anterior que terminó con la expedición de
la Carta de 1991.
Segundo, a la Corte le corresponde
cumplir todas las funciones que la propia Constitución le fija, pero nada más
que ésas, es decir se interpreta en forma restrictiva.
Tercero, y sobre todo, de las tres normas
concordadas surge para la Corte, como órgano constituído, una competencia (art.
241) y una incompetencia (art. transitorio 59). En otras palabras, se
regula en forma armoniosa una facultad y una prohibición, por vía positiva y
negativa, respectivamente.
d) Método Histórico:
5. Si bien la existencia de una nueva Carta Política en
Colombia hace que no exista realmente precedente jurisprudencial en sentido
estricto, es lo cierto que ha habido una importante tradición jurídica en el
país que no puede ser desdeñada.
En los últimos cuarenta -de sus ochenta-
años de jurisprudencia constitucional de la Corte Suprema de Justicia, ha
habido dos tipos de pronunciamientos, teniendo como criterio de distinción el
origen del acto reformatorio de la Constitución atacado, así:
6. En primer lugar, contra actos de reforma
constitucional que implican una ruptura con el orden jurídico anterior,
sobresalen cinco fallos de la Corte Suprema de Justicia: los de 1955, 1957,
1978, su salvamento de voto, 1987 y 1990.
En estos fallos se observa cómo la Corte
Suprema sistemáticamente se ha declarado inhibida para conocer de actos cuya
evaluación de constitucionalidad no puede tener como parámetro la Constitución,
sino que han sido establecidos por fuera de la Carta Fundamental.
Dichos fallos son los siguientes:
1) En 1955 la Corte rechazó una demanda
presentada contra los actos Legislativos No. 1 de 18 de junio de 1953 y No. 1
de 30 de julio de 1954, de la Asamblea Nacional Constituyente, por considerar
que carecía de competencia, fundando su decisión en que "la guarda de la
integridad de la Constitución no podría entenderse, pues sería un absurdo, como
un medio consagrado por la Carta para revisar los actos del Poder
Constituyente. Estos actos una vez expedidos no están sujetos a revisión de
ninguna especie por ninguno de los poderes constituídos; porque ello implicaría
admitir el absurdo de que hay derecho contra derecho, la tesis es tan
clara, tan evidente que sería inoficioso detenerse a analizarla".4
2) En 1957, ante la demanda contra unos
decretos que convocaron el plebiscito para reformar la Constitución, la
jurisprudencia sostuvo que la Corte Suprema de Justicia no era competente para
conocer de dichas normas, ya que se reconoció que el poder primario
Constituyente reside en el pueblo mismo y que el Poder Constituyente previsto
en la Constitución es secundario y consecuencia de aquél, "y el derecho
para convocar al pueblo para que apruebe o impruebe la reforma no lo deriva
propiamente de todas las normas consignadas en la Carta, sino del poder mismo
de la revolución, del Estado de necesidad en que ésta se halla de hacer tal
reforma y del ejercicio de la soberanía latente en el pueblo como voluntad
constituyente, o sea, lo que denominan los expositores, el momento del pueblo
Constituyente".5
3) En el fallo de 1.978, el Magistrado
ponente, Dr. José María Velasco Guerrero, aún considerando la inexequibilidad
del acto legislativo, deja abierta la vía para que el Constituyente primario
sea el legítimo detentador del poder cuando afirma que, "Reformar la
Constitución directamente no es lo mismo que instituir un órgano
Constituyente. Sólo el Constituyente primario puede crear ese cuerpo y
atribuirle el poder de reforma".6
En aquella oportunidad, el entonces Magistrado Luis Carlos Sáchica anotó que la
Corte Suprema de Justicia no era competente para conocer de actos reformatorios
de la Carta que provenían de un mecanismo diferente al establecido en el
artículo 218 de la misma. Allí se reitera la distinción entre poder
Constituyente y los poderes constituídos; son distintas sus competencias, sus
actos, su naturaleza, efectos y los controles de validez; esto es claro cuando
este último Magistrado afirma que "la Corte Suprema de Justicia es la
guardiana de la integridad de la Constitución jurídica del Estado y de la
validez formal de sus transformaciones, mas no de la Constitución política de
la Nación, cuyas decisiones tiene carácter supra-constitucional y atañen sólo
al Constituyente en cuanto define el modo de ser de la Nación al darse o variar
su organización política".7
La Corte Suprema, no podía seguir atada a un análisis del aspecto formal, por
cuanto "el sistema Constitucional Colombiano es flexible; no contiene
´cláusulas pétreas´ o inmodificables; su tendencia es evolutiva y
reformista".8
4) En sentencia No. 54 de julio 9 de
1987, la Corte Suprema de Justicia con ponencia de Hernando Gómez Otálora
sostuvo que "Cuando la Nación, en ejercicio de su poder soberano e
inalienable, decide pronunciarse sobre el estatuto constitucional que habrá de
regir sus destinos, no está ni puede estar sometido a la normatividad jurídica
que antecede a su decisión. El acto constituyente primario es, en tal sentido,
la expresión de la máxima voluntad política, cuyo ámbito de acción, por su
misma naturaleza, escapa a cualquier delimitación establecida por el orden
jurídico anterior y, por ende, se sustrae también a todo tipo de juicio que
pretenda compararlo con los preceptos de ese orden".9
5) En 1.990 la jurisprudencia sobre el
Decreto 1926 del mismo año, que ordenaba contar los votos de la elección a una
Asamblea Constituyente, estableció la supresión del control de
constitucionalidad sobre los actos de dicha Asamblea, ya que su poder provenía
del pueblo y no del Decreto. La Corte Suprema de Justicia, con ponencia de los
doctores Fabio Morón Díaz y Hernando Gómez Otálora, estableció que "el control
constitucional podrá surgir con las modalidades, características y requisitos
que la Asamblea Nacional Constitucional considere y disponga, en ejercicio de
su soberanía... c) la expedición del decreto que se revisa fue motivada por las
especialísimas circunstancias que vive la Nación, de allí que si en el futuro
se llega a expedir un estatuto análogo, la Corte examinará con todo cuidado y
prudencia la situación nacional reinante en ese momento. Tal eventualidad será
más remota, en la medida en que la Asamblea Nacional Constitucional, en su
soberanía, consagre en el Artículo 218 de la Carta, al lado de los actos
legislativos, de tan engorrosa tramitación, otros mecanismos de reforma de la
Constitución, como los prohijados por anteriores gobiernos o los que rigen a
nivel municipal".10
7. Y en segundo lugar, la Corte Suprema de Justicia,
desde el 5 de mayo de 1.978 ha producido una jurisprudencia sobre los actos del
poder constituído, los cuales sí son objeto de control. Pero esta
jurisprudencia no es pertinente para el caso analizado.
8. El Consejo de Estado, por su parte, ha sostenido lo
siguiente en las dos sentencias que se citan a continuación:
1) En fallo de fecha 17 de julio de 1959,
el Consejo de Estado se refirió a este tema con ponencia del Consejero Dr.
Pedro Gómez Valderrama, de la siguiente forma: "Esta disposición ´no
normativa´ como la llama el tratadista Alvaro Copete Lizarralde, por cuanto ´la
esencia de un acto constituyente es la de establecer normas cuyo cumplimiento
no agote su eficacia, en otras palabras que sean generales y abstractas´,
constituye, ante todo, una validación de los actos de la Junta, y su
transformación de gobierno de facto en gobierno de iure. Por la norma
transcrita, se reconoce el hecho de que el gobierno había venido siendo
ejercido por la Junta, y se autoriza su continuación en el poder, hasta el 7 de
agosto de 1958. En tales condiciones, los actos realizados por la Junta como
gobierno de facto, y encauzados, como evidentemente se demostró por sus
integrantes, al restablecimiento de la normalidad jurídica, adquieren validez
en su esencia, por la voluntad misma de la mayoría de los ciudadanos
colombianos. De consiguiente, así validados por la Constitución, estos actos
no pueden ser atacados".11
2) Y en fallo de junio 20 de 1991, el Consejo
de Estado consideró que "En el Decreto Legislativo No. 1926 de 1990 se
planteó la creación insurreccional de un nuevo orden político y por el sistema
del sufragio universal se eligió una auténtica Asamblea Constituyente. Los
actos que en desarrollo del mandato ciudadano expida la Asamblea Nacional
Constituyente de carácter transitorio y excepcional, mal pueden, ser cotejados
con la Constitución que por conducto suyo el poder Constituyente ha determinado
reformar".12
De las Razones Jurídicas
En este punto se estudiará tanto la causa
como la finalidad del poder constituyente y su incidencia concreta en el
negocio de la referencia, con el fin de reiterar, ya por vía dogmático jurídica,
la razonabilidad de la ausencia de competencia de esta Corporación para conocer
del proceso de la referencia.
La justificación de la división del tema
entre causa y finalidad del poder constituyente se encuentra en Heller, citado
por Bidart Campos, cuando afirma que "Heller conjuga dos aspectos. Por un
lado considera como poder constituyente a aquella voluntad política cuyo poder
y autoridad están en condiciones de determinar la existencia de la unidad
política de un todo. Pero por otro lado, admite que una constitución precisa
algo más que una relación fáctica de dominación para valer como ordenación
conforme a derecho, y ese algo más es una justificación según principios éticos
de derecho."13
a) La causa:
8. Los argumentos anteriormente expuestos tienen como
razón jurídica la naturaleza y efectos del poder constituyente.
La República de Colombia se ha dado una
nueva Constitución, la cual, entre otras innovaciones, estableció un sistema de
valores fundamentales y principios materiales que informan, orientan y
articulan el ordenamiento jurídico y en consecuencia cumplen una función interpretativa,
crítica e integradora. Uno de los aportes fue el reconocimiento de la soberanía
popular, consagrado en el artículo 3o. de la Carta, que dice:
"La soberanía reside exclusivamente
en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma
directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución
establece".
En efecto, de conformidad con la doctrina
universal de la teoría general del Estado, en la democracia constitucional el
poder soberano del pueblo se ejerce de dos maneras diferentes:
1) Como un poder pleno, soberano en
sentido lato, cuando se manifiesta en las circunstancias propias de la
creación de una constitución.
2) Como un poder velado pero potencial,
cuando se ejerce durante la vigencia y eficacia de una constitución. En este
caso el poder soberano se encuentra encauzado por los parámetros
constitucionales y sólo se manifiesta directamente cuando se produce una crisis
constitucional que ponga en duda la validez o la eficacia de la constitución.
En el proceso de reforma institucional
vivido por Colombia en 1990-1991, el pueblo se expresó en dos ocasiones (27 de
mayo y 9 de diciembre de 1990) por un procedimiento ajustado a la Constitución,
según sentencias de la Corte Suprema de Justicia.
9. Lo primero que se debe cuestionar es bajo qué
circunstancias es necesaria o es motivada una reforma constitucional. La
respuesta, siguiendo a Lowenstein, es en el siguiente sentido:
"No es posible establecer aquí
criterios generales. En primer lugar, las modificaciones que experimentan las
relaciones sociales, económicas o políticas son las responsables de que una
norma constitucional, que parecía razonable y suficiente en el momento de crear
la constitución, haya perdido su capacidad funcional y tenga que ser, por lo
tanto, completada, eliminada o acoplada de alguna otra manera a las nuevas
exigencias en interés de un desarrollo sin fricciones del proceso
político".14
10. Ahora bien, la teoría de la soberanía popular conduce
a la reflexión acerca de la teoría del poder constituyente, como quiera que
ésta es una manifestación de aquélla.
La teoría constitucional distingue pues
entre poder constituyente o primario y poder constituido o derivado o
secundario.
El poder constituyente es el pueblo, el
cual posee per se un poder soberano, absoluto, ilimitado, permanente, sin
límites y sin control jurisdiccional, pues sus actos son político-fundacionales
y no jurídicos, y cuya validez se deriva de la propia voluntad política de la
sociedad. Casi siempre su manifestación va acompañada de una ruptura del
orden jurídico anterior.
El poder del pueblo es anterior al
derecho, fuente del derecho, esencia del derecho e, igualmente, modificatorio
de todo el derecho, inclusive el derecho constitucional.
En este sentido, el poder constituyente,
como anota Schmitt, "es la voluntad política cuya fuerza o autoridad es
capaz de adoptar la concreta decisión de conjunto sobre modo y forma de la
propia existencia política, determinando así la existencia de la unidad
política como un todo. De las decisiones de esta voluntad se deriva la validez
de toda ulterior regulación legal-constitucional. Las decisiones como tales son
cualitativamente distintas de las normaciones legal-constitucionales
establecidas sobre su base".15
En esta escuela de pensamiento se
inscribe el profesor Luis Carlos Sáchica, que distingue las limitaciones del
poder constituyente primario de las del poder constituyente derivado,
considerando que el primero sólo tiene limitaciones fácticas mientras que el
segundo, además de éstas, tiene limitaciones jurídicas.16
De conformidad con el tratadista Ignacio
de Otto, "Si hay un poder constituyente del que el pueblo es titular, éste
puede actuar al margen de lo dispuesto en la Constitución, reformándola también
al margen del procedimiento de reforma que la Constitución prevea o incluso
aunque la Constitución se declare irreformable".17
"La Constitución es válida -añade el
catedrático español- porque procede de quien tiene el poder de darla, y es
válida incondicionalmente porque ese poder no tiene limitación alguna ya que,
en cuanto poder originario, no está sometido a normas".18
Ahora bien, el poder Constituyente
primario se puede expresar directamente a través de un plebiscito o de una Asamblea
Nacional Constituyente democrática.
En Colombia el pueblo, en general, se ha
manifestado de las siguientes maneras:
1) Directamente: a través del plebiscito
de 1.957 o a través de comisionados por el pueblo para una asamblea
constituyente. En estos casos no existen otros límites que los que el pueblo
haya establecido. Como bien lo insinúa el señor Procurador, en el evento de una
constituyente es además conveniente que el pueblo establezca ciertamente
limitaciones a los comisionados, pues, como él lo afirma, "sería deseable
que hacia el futuro no hubiera reformadores absolutos, es decir, sueltos de
Derecho".
2) Por representación: el pueblo ejerce
indirectamente un poder a través de los representantes al Congreso. Este órgano
legislativo detenta un poder reglado y limitado, cuya constitucionalidad puede
en todo momento ser evaluada a la luz del orden normativo vigente y el cual se
desdobla en su naturaleza legislativa para pasar a ser temporalmente
constituyente derivado.
Las fuentes de legitimidad son diferentes
en cada caso. Entre la constituyente y el pueblo hay un nexo directo, mientras
que entre el parlamento y el pueblo hay un nexo indirecto, ya que la relación
se encuentra mediatizada por la existencia de una constitución.
En este orden de ideas, la Asamblea
Nacional Constituyente que expidió la nueva Constitución Política de Colombia
fue un poder comisionado del pueblo soberano. La Constituyente actuó una vez
superados los obstáculos que establecía el artículo 13 del plebiscito de 1957 para
el pronunciamiento del constituyente primario, y en ese sentido las decisiones
populares que permitieron la convocatoria hicieron irreversible el proceso de
renovación institucional.
La comprensión del proceso colombiano de
reforma se encuentra pues en el concepto de anormalidad constitucional; y este
concepto sólo puede ser definido políticamente, por ser acto fundacional, pues
se refiere a un presupuesto del derecho que todavía no es jurídico.
11. El acto de elaboración y de promulgación de la nueva Carta
Política de 1991, es el resultado de la combinación armónica de distintos
elementos y de varios procesos de orden político y jurídico que, aun cuando
conforman un episodio sui generis en la historia constitucional colombiana y
sin alterar la normalidad social ni económica de la Nación, permitieron la
expresión originaria del poder Constituyente, dentro de cauces institucionales
diseñados específicamente, con el fin de superar la crisis que presentaba el
modelo de organización del Estado ante los embates del crimen organizado y
ante la creciente deslegitimación de las reglas y de los eventos de la
democracia representativa vigente.
Este proceso de expresión del Poder
Constituyente primario, en concepto de la Corte, es emanación especial del
atributo incuestionable de las comunidades políticas democráticas que, en el
Estado contemporáneo, pueden acudir de modo eventual y transitorio al ejercicio
de sus potestades originarias para autoconformarse, o para revisar y modificar
las decisiones políticas fundamentales y para darle a sus instituciones
jurídicas, formas y contenidos nuevos con el fin de reordenar el marco de la
regulación básica con una nueva orientación pluralista. En este sentido, se
observa que las sentencias de la Corte Suprema de Justicia que se ocuparon de
revisar las disposiciones legislativas que dieron fundamento a dichos actos y
procesos, advirtieron que se trata de recoger el "clamor popular" y
las aspiraciones de la sociedad enderezadas a introducir cambios políticos al
conjunto de las relaciones básicas dentro del Estado Colombiano. Además, en
ellas se reconoce que no se trata de nada distinto que de propiciar la
manifestación jurídica de las potestades del Constituyente originario. Dentro
de la estructura de las relaciones institucionales de la sociedad, las que no
conducen a la renuncia ni al abandono de los atributos de la soberanía popular,
ni a la pérdida de la capacidad política del pueblo de autoconvocarse para
darse las reglas básicas de la convivencia.
En verdad no se trata de una sucesión de
hechos revolucionarios de naturaleza extra o suprajurídica, salidos del cauce
de las reglas de la comunidad política, ni del orden de la convivencia a la que
aspiran los asociados, ni mucho menos de actuaciones antijurídicas no acordes
con las tradiciones políticas e institucionales con proyección en la nación, ni
de la irrupción insurreccional de fuerzas antagónicas enfrentadas al régimen
político imperante; tampoco se trata de propiciar ni de patrocinar la ruptura con
el ordenamiento jurídico vigente en todas sus dimensiones, sino de propiciar su
desarrollo, reforma o revisión dentro del conjunto de los nuevos supuestos
normativos de rango constitucional, que habrían de ser fijados por el órgano
instituído de reforma que actúa en nombre del pueblo. Pero, además, este
proceso al que se hace referencia no se erigió como una camino enderezado a
propiciar la ruptura de las estructuras básicas de las relaciones de poder
político, ni de las condiciones sustanciales que expresan los supuestos básicos
del orden democrático constitucional de nuestro Estado de Derecho; por el
contrario, él obedece a las aspiraciones de fortalecer los elementos de la
democracia participativa y de incorporación de nuestro régimen político a las grandes
tendencias del constitucionalismo contemporáneo, que también es social y el
mismo orden jurídico permitió, por virtud de actos emanados de las
instituciones establecidas, dictadas por sus autoridades y por sus órganos
dentro del marco de debido y legítimo cumplimiento de sus funciones jurídicas
definidas, que el poder constituyente primaria se pronunciara conforme a sus
atributos siempre originarios y procediera a elaborar, conforme a sus
propósitos, una reforma constitucional extraordinaria, en el seno de un
organismo constitucional diferente del ordinariamente vigente.
Este otro cauce legítimo de expresión de
poder constituyente se funda, además, en el reconocimiento normativo del valor
político constitucional de la expresión popular, que decidió promover el
proceso de modificaciones institucionales, y en la conformidad judicialmente
declarada con la Carta anterior de los actos jurídicos que le sirvieron de
fundamento, así como de las actuaciones verificadas en la reunión de la citada
asamblea. Así mismo, tanto la contabilización de los votos depositados por la
posibilidad de la convocatoria y elección de los delegatarios, dentro de las
reglas de un acto con fuerza legislativa, expresan la continuidad jurídica de
uno de los elementos y condiciones de existencia del Estado como es el poder
constituyente; dichos actos entrañan, en el caso que ocupa en esta oportunidad
de la Corte Constitucional, la reforma de disposiciones jurídicas válidas según
las reglas de la Carta de 1886, la que posteriormente fue derogada por expresa
regulación de la nueva normatividad en acto de natural ejercicio de las
potestades del mismo poder constituyente originario, en funciones de reforma y
cambio constitucional.
Otra cuestión es la del juicio sobre la
validez formal y material de los actos que resultaron de la actividad del
constituyente, que en este caso se reunió en la Asamblea Nacional, pues una vez
pronunciado el constituyente primario y puesto en vigor su acto de reforma o de
cambio constitucional, no es dable la jurisdicción controlarlos frente a la
normatividad anterior, dada la naturaleza típicamente política de éstos que los
sustrae de todo tipo de juicio en sede judicial.
12. No obstante lo anterior, desde el punto de vista de
la filosofía del derecho es preciso anotar que el derecho moderno ha
condicionado siempre la validez de una norma a la obtención de ciertas formas
jurídicas.
La validez de una norma del ordenamiento
jurídico puede ser analizada exclusivamente a partir de sus formalidades
previas. Pero la validez del ordenamiento es un concepto que depende de un
hecho que le precede y convive con él: la eficacia. La norma fundamental
ideada por Kelsen19
no es otra cosa que la eficacia del ordenamiento o la regla de reconocimiento
concebida por Hart.[1]
Por eso, cuando una constitución es
reemplazada por otra que termina siendo eficaz no tiene sentido -como ocurre
con estas demandas- cuestionar su validez. En este caso las condiciones de lo
verdadero y lo falso, de lo válido y lo inválido, de lo legal y de lo ilegal,
son otras. Por lo tanto carece de razonabilidad todo análisis que suponga una
continuidad lógico-jurídica.
13. Por otra parte, el derecho es un sistema de reglas
que funciona como una dogmática, esto es, no cuestiona la validez de sus
primeros principios. Por esto se dice que el saber jurídico es
autosuficiente. Es "autopoiético" en palabras de Ewald[2].
Uno de los principios no cuestionados por la dogmática jurídica -y además no
tratados-, es el de la eficacia del poder constituyente, pues aquélla es
condición de éste. Por lo tanto ella, la eficacia, no puede ser tratada,
pensada, dogmáticamente.
b) La finalidad:
14. La teoría del poder constituyente es necesaria mas
no suficiente para explicar razonablemente los cambios político-jurídicos
de un Estado.
En la democracia constitucional de la
postguerra no basta con entender el argumento del hecho político, de la fuerza,
de la revolución, de la ruptura institucional para la comprensión íntegra del
poder constituyente. Es necesario aún que los cambios sean democráticos y que
garanticen la libertad, la justicia, la igualdad y los demás valores
indispensables para legitimarlos.
15. ¿Puede una democracia establecer o tolerar las
condiciones para su propia muerte? Sí y no. Sí, porque el poder
constituyente puede reaparecer con toda su potencialidad en los períodos de
anormalidad constitucional y retomar su facultad -ilimitada y permanente- para
reformar todo el ordenamiento. Y no, porque las nuevas instituciones que se dé
un pueblo deben ser humanistas, democráticas y razonables.
Lo contrario, esto es, aceptar las formas
puras puede conducir, como en el pasado, a la justificación de regímenes
contrarios a la dignidad del hombre.
Para Konrad Hesse, como él mismo señala,
el "problema central de la teoría y de la política constitucional del
presente y del inmediato futuro" es el de "cómo debe comprenderse y
desarrollarse la Constitución bajo las condiciones del mundo técnico moderno a
fin de poder cumplir su función en la vida de la Comunidad, la de cooperar a
posibilitar y preservar la libertad y, en inmediata conexión con ella, la
democracia".[3]
En realidad la aceptación de la
consideración de la finalidad como complemento a la explicación causal, del
poder constituyente -que es básica pero insuficiente-, es un paso hacia
adelante en la defensa de la razón de ser de la Constitución Política y una
idea nueva en el constitucionalismo colombiano.
16. La Constitución de 1.991, es un proceso cuyo origen
está inmerso en los últimos cuarenta años de la historia del país. Su última
etapa encuentra como expresión inicial la séptima papeleta y culmina con la
convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
La Constitución tiene como etiología la
expresión del Constituyente primario del 9 de diciembre de 1.991, donde todos
los colombianos tuvimos oportunidad de decir sí o no a la convocatoria de una
Asamblea Nacional Constituyente y además de elegir a los setenta Constituyentes
comisionados. La nueva Carta pues, se basa en un amplio consenso pero su
legitimidad se concentra en el cumplimiento de la comisión, esto es, la
búsqueda de la convivencia nacional. La ejecución del mandato para fortalecer
la democracia participativa no fue forma pura. Fué también contenido, el cual
se plasmó en la nueva Constitución Nacional.
17. En efecto, en el suelo axiológico de la Constitución
se encuentran un conjunto de valores y principios materiales inscritos en el
Estado social de derecho, cuyo objetivo último es la dignidad de la persona
humana. Así lo ha establecido la Corte Constitucional en reiteradas
oportunidades[4].
El Estado social de derecho se construye
sobre un orden de valores múltiples a partir del funcionamiento social dentro
de un proceso innovador de integración y unidad.
Ello es la adopción del mensaje de la
declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 1948.
Este es el principio legitimador de la
Constitución Política, que le otorga una determinada cualidad jurídica en la
que la validez y la legitimidad resultan enlazadas.
Los valores constitucionales que integran
e informan el ordenamiento jurídico se condensan en el respeto de la dignidad
humana, en el trabajo y solidaridad de las personas y en la prevalencia del
interés general, dentro de un marco jurídico, democrático, y participativo que
garantice un orden político, económico y social justo.
La nueva Constitución estableció un
Estado Social de Derecho porque su ordenamiento se articula con los fines
esenciales del Estado, todos ellos de carácter humanista. Ello constituye la
transformación del Estado formal de Derecho al Estado material de Derecho.
Es entonces la persona -el hombre
individual y socialmente considerado en su existencia histórica-, el
fundamento y fin del Estado. Es a partir del ser humano y su dignidad que adquieren
sentido los derechos, garantías y los deberes, la organización y funcionamiento
de las ramas y poderes públicos.
18. Por ejemplo, para proteger el cumplimiento del
objetivo realizado por el constituyente comisionado -convivencia pacífica-, se
introdujeron en la Carta dos mecanismos, uno permanente y otro transitorio.
El primero condiciona al constituyente
derivado -el Congreso- para la expedición de actos legislativos, si éstos
afectan las materias citadas en el artículo 378, que se consideran el alma de
la Constitución de 1.991. Existen pues normas en la Constitución que tienen más
importancia que otras, por su contenido humanista y participativo, al punto de
que su reforma, aún con el cumplimiento de los procedimientos y formas
establecidos, debe contar con el aval del Constituyente Primario.
El segundo mecanismo prohibe, en el
artículo 59 transitorio de la Carta, atacar en demanda de constitucionalidad
la Constitución Nacional de 1.991.
En consecuencia, la intangibilidad de la
Constitución Política no es un golpe de Estado, no es una brecha en el Estado
de Derecho, ya que si el Constituyente primario es capaz de dar una nueva
constitución aún en contra de la anterior, como en efecto ocurrió, a fortiori
puede en todo momento establecer cláusulas que garanticen la estabilidad del
nuevo ordenamiento, máxime cuando éste es democrático y humanista.
19. En el derecho comparado contemporáneo, la finalidad
de una Constitución tiene también carácter intangible. Es el caso de Alemania
donde el numeral 3º. del art. 79 dice: "Es inadmisible toda modificación
de la presente Ley Fundamental que afecte... [los Derechos Fundamentales]"[5].
En la Constitución Nacional española el artículo 168 establece así mismo un
procedimiento calificado para reformar los temas que tratan el fundamento del
Estado. Y en la Disposición Final Transitoria No. 12 de la Constitución
Italiana se hace lo propio.
20. En conclusión esta explicación finalista de las
reformas introducidas con ocasión de la expedición de la nueva Constitución se
basa, en última instancia, en el hombre y en la historia misma. Como anota
Buckhardt, "la historia no solamente debe hacernos razonables (para
otra vez) sino sensatos (para siempre)"[6].
Y en palabras de Sánchez Viamonte, "una Constitución es, por encima de
todo, un cauce por donde circula la vida social hacia la justicia".[7]
Del rechazo de los argumentos de los
actores
21. Luego de los dos capítulos anteriores relativos a los
métodos de interpretación y a la causa y finalidad del poder constituyente,
entra la Corte por último a confrontar los argumentos de cada uno de los
actores sobre la presunta competencia de esta Corporación con las
consideraciones anteriormente expuestas, de donde se concluirá sin dificultad
la clara incompetencia de la Corte Constitucional para conocer de estas
demandas y, en consecuencia, la necesidad de proferir fallo inhibitorio en este
negocio.
a) Argumento de la diferente naturaleza de la
disposiciones acusadas:
Para esta Corte, a diferencia de lo que
opinan los actores, los artículos acusados son todos de orden constitucional.
Ninguno de ellos tiene rango infraconstitucional o legal. Los artículos 380, 59
transitorio y 2° del Acto Constituyente N° 1 de 1991, en efecto, fueron todos
aprobados debidamente por la Asamblea Nacional Constituyente, de conformidad
con el reglamento de dicha Corporación, todos ellos destinados a regular el
orden constitucional del país, por autorización del constituyente primario, de
suerte que no podría decirse que no son de orden constitucional.
b) Argumento de la diferente jerarquía de las normas
acusadas:
Las normas tachadas de inconstitucionalidad
no son de diferente jerarquía que las demás normas de la Carta, esto es, no son
inferiores. La Constitución Política tiene ciertamente en sus normas iniciales
unos valores y principios materiales que poseen un plus respecto de las demás
normas de la Carta, en el sentido que los valores que aquéllas incorporan
permean a éstas. Existe pues igualdad cualitativa en la esencia de las
normas constitucionales, acompañada de una diferencia en el alcance del
contenido de las mismas. En otras palabras, todas las normas de la
Constitución comparten un mismo estrato jurídico, que es el de la supremacía de
una constitución rígida. Ello sin perjuicio de constatar que al interior de la
Carta existen normas que incorporan valores que admiten ser graduados
jerárquicamente, esto es, valores, principios, preceptos y competencias de
distinto nivel axiológico. Ello implica que cuando haya que relacionar dos
normas constitucionales -las cuales son iguales- que incorporan valores de
diferente jerarquía, los valores superiores deben primar. Pero, observa
la Corte, esta operación de articulación no alcanza para descalificar como
inconstitucional a la norma que incorpora un valor inferior respecto de la
que contiene un valor superior. En conclusión, los artículos acusados en este
negocio son jerárquicamente iguales a las normas con las cuales se pretende
confrontarlos.
c) Argumento del carácter transitorio de la norma
acusada:
El hecho de que el artículo transitorio
59 de la Carta sea precisamente de vigencia temporal, no justifica que tal
norma pueda ser confrontada con una disposición constitucional definitiva y, en
caso de incompatibilidad, sea declarado "inexequible". Ello, como en
el caso anterior, es un sin sentido. En realidad la razón de ser de un artículo
transitorio es permitir el tránsito de legislación y facilitar la
implementación de las nuevas disposiciones constitucionales. De hecho es
frecuente que un artículo transitorio, por definición, prolongue temporalmente
la vigencia de una norma del antiguo régimen (por ejemplo el art. transitorio
8°) o posponga el inicio de la vigencia de una norma novedosa (por ej. el art.
transitorio 17), sin que a nadie se le ocurra pensar que, por tales fenómenos
propias de una transición, dichas normas son inconstitucionales por violar las
normas definitivas que establecían diferentes tiempos de vigencia. Luego no
existe una diferencia entre las normas constitucionales permanentes y las
transitorias que implique una subordinación de éstas frente a aquéllas.
d) Argumento de la ubicación posterior de la norma:
Tampoco es de recibo la tesis según la
cual las normas atacadas son inconstitucionales por estar ubicadas más allá del
último artículo definitivo de la Carta. Para empezar, esta Corporación ya se ha
pronunciado acerca de la falta de poder vinculante del orden, numeración y
ubicación de los artículos de la Constitución, de conformidad con el criterio
de interpretación denominado "sede materiae" (ubicación) y "a
rúbrica" (título)[8].
Por otra parte el constituyente aprobó el contenido de todas las normas pero no
fue él quien determinó la numeración de las mismas, de suerte que las normas
cuya presunta tacha se estudia bien pudieron ubicarse antes o después de las
normas con las cuales se pretenden confrontar.
e) Argumento de la no aplicación de la norma que impide
conocer por ser precisamente el objeto de controversia:
Para esta Corte, a diferencia de lo que
opina el ciudadano Luis Carlos Sáchica, es imposible hacer caso omiso del
artículo atacado para poder pronunciarse sobre él. Se trata ni más ni menos de
un abuso de la dialéctica, de una violación de la lógica jurídica, que no
resiste el más elemental análisis a la luz del método de interpretación al
absurdo (reductio ad absurdum), denominado por la doctrina método
"apagógico"[9]. En
ese sentido, si un ciudadano colombiano decide por ejemplo demandar toda la
Constitución, sería natural, siguiendo la lógica del ciudadano Sáchica Aponte,
que solicite no comparar su demanda con ninguna norma de la Carta a la sazón
vigente sino con anteriores Cartas, pudiendo escoger entre la Constitución
inmediatamente anterior o una cualquiera de las primeras Constituciones de la
República, según el número de regímenes que decida acusar. Obviamente es
absurda una tal concepción. Por ello esta Corporación no prescinde del artículo
59 transitorio de la Constitución so pretexto de poderse pronunciar sobre él.
Esta Corte respeta, acoge y aplica todas las disposiciones constitucionales,
cuya guarda le compete.
f) Argumento del artículo 241 numeral 1°:
La facultad constitucional de la
Corporación para conocer de reformas constitucionales "solo por vicios de
procedimiento en su formación", no autoriza para conocer de estas
demandas, porque tal norma fue consagrada para el futuro y no para la reforma
constitucional de 1991, que justamente estableció esta norma. Este razonamiento
es tan claro que él hace inútil insistir en la ausencia de ataques por vicios
de procedimiento en este negocio.
g) Argumento del artículo 241 numeral 4°:
Para esta Corte, a diferencia de lo que
opinan los actores, más irrazonable todavía resulta decir que la Constitución
es una ley superior, pero una ley al fin de cuentas y, por tanto, se puede
demandar al igual que las demás leyes. Ciertamente, cuando el artículo 241
enumera en sus diez ordinales diferentes clases de normas objeto de control,
distingue las leyes en sentido formal -el acto expedido por el Congreso-, de
los decretos leyes, tratados, reformas constitucionales, etc. Luego no es
admisible la asimilación de la Constitución a una ley en sentido formal, esto
es, a la expedida por el Congreso de la República, que es propiamente el tema
regulado en el numeral cuarto del artículo 241 superior. Por el contrario, el
artículo 4° idem afirmó que la Carta es "norma de normas",
diferenciándola de "la ley u otra norma jurídica".
h) Argumento de la no supresión del órgano judicial en
un
Estado de derecho:
La competencia negativa de la Corporación
para entrar a conocer de estas demandas no implica "un bache en el Estado
de derecho" ni la supresión de un órgano judicial. Al contrario, en la
medida en que la Corte Constitucional se limite a ejercer sus competencias en
los estrictos y precisos términos que las normas constitucionales le indican,
está enmarcando su actuación dentro de los límites que le traza el Estado de
derecho. Por otra parte huelga decir que ni el órgano encargado del control
constitucional en Colombia -esta Corte- está suprimido ni la función material y
difusa -control de constitucionalidad- está eliminada. No hay pues un bache en
el Estado de derecho sino justamente un desarrollo del Estado de derecho.
i) Argumento del texto de la tarjeta electoral de
convocatoria:
Para esta Corte, a diferencia de lo que
opinan los demandantes, la Asamblea Nacional Constituyente elegida el día 9 de
diciembre de 1990 y que expidió y promulgó la nueva Carta Política de los
colombianos, no desconoció el mandato del constituyente primario expresado en
las urnas. Al contrario, lo desarrolló. En la papeleta de convocatoria el
pueblo limitó a los comisionados de dos maneras: le impuso la función de
expedir una nueva Carta "para fortalecer la democracia
participativa". Fue precisamente lo que hizo la Constituyente, como se
advierte en el Preámbulo y en los artículos 1°, 2°, 3° y 103 de la nueva
Constitución. Y le trazó además un límite temporal -cinco meses-, que también
fue cumplido. Luego la Asamblea Nacional Constituyente no desbordó los límites
que le impuso el constituyente primario sino que cumplió debidamente su labor.
j) Argumento del derecho a la participación (art. 40
CP):
Esta Corporación estima que el artículo
40 constitucional, que regula el derecho fundamental a la participación política,
y entre cuyos numerales se encuentra el ejercicio de las acciones públicas de
inconstitucionalidad -numeral 6°-, no se viola al establecerse la prohibición
de intentar tales acciones contra la propia Carta de 1991. Ello por dos
motivos. Primero, porque como ya lo tiene establecido esta Corporación, los
derechos constitucionales fundamentales tienen un núcleo esencial que no puede
ser desconocido de plano pero sí canalizado para su cabal efectividad[10],
de suerte que si se exigen ciertos requisitos para el ejercicio de un derecho,
fruto de una interpretación armónica de las diferentes normas constitucionales,
ello no implica que el derecho sea eliminado sino encauzado. Segundo, de la
mano de nuevo del método apagógico, resulta absurdo pensar que por ejemplo
cuando el artículo 191 de la Carta exige tener por lo menos 30 años de edad
para ser Presidente de la República, no podría afirmarse que ello viola el
derecho de los jóvenes para ser "ser elegidos", consagrado en el
numeral primero de este mismo artículo 40.
k) Argumento del derecho a acceder a la administración de
justicia (art. 229 CP):
Por último, no se comparte tampoco la
tesis que sostiene que con las normas acusadas se viola el derecho a acceder a
la administración de justicia, por los mismos motivos del subcapítulo anterior,
esto es, porque dicho derecho puede ser regulado por la ley para su eficaz
ejercicio. Por ejemplo, en la mayoría de los casos la ley exige representación
por medio de abogado para poder tener acceso a la administración de justicia y,
sin embargo, con ello no se viola tampoco esta disposición sino que por el
contrario se encauza para su mejor desarrollo.
Como conclusión de todo lo anterior, esto
es, no siendo la Corte Constitucional competente para conocer de estas
demandas, se hace inútil e innecesario el estudio de fondo sobre el contenido
de las normas acusadas.
22. Se infiere de lo anterior que esta Corporación acoge
los planteamientos tanto del Señor Procurador General de la Nación como del
Señor Secretario General de la Presidencia de la República.
No son de recibo, por tanto, además de
los argumentos de los actores, las tesis de la ciudadana interviniente ni mucho
menos la solicitud del Ministerio de Justicia que solicita a esta Corporación
que entre a fallar de fondo para establecer la consiguiente exequibilidad de
las normas acusadas.
23. De conformidad con los argumentos expuestos, la Corte
Constitucional no es competente para conocer de las demandas acumuladas de la
referencia. De hacerlo incurriría en un abuso del poder, ya que ejercería
funciones que el constituyente primario no le ha atribuído. Es por ello que
proferirá sentencia inhibitoria.
No es posible, pues, atacar judicialmente
la Constitución Política de Colombia, ora per se, ora el acto de su
promulgación.
De esta manera se recoge la voluntad del
Constituyente y se establece un principio de seguridad jurídica indispensable
para el orden normativo de la República.
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional de la República de Colombia,
RESUELVE:
Primero: declararse INHIBIDA en el proceso de la referencia,
por carecer de competencia para conocer de las demandas.
Segundo: Cúmplase, cópiese, publíquese, comuníquese a quien
corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el
expediente.
Dada en Santa Fe de Bogotá, D.C., el día
primero (1°) del mes de octubre mil novecientos noventa y dos (1.992).
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREFFEINSTEIN
Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Gaceta
Constitucional. No. 69, mayo 7 de 1.991, pag. 2
2 Cfr, Auto del 13 de julio de
1992. Expediente D-137, Magistrado José Gregorio Hernández Galindo.
3 [1]Vid Salvamento de Voto del Auto
que admitió las demandas Nos. D-011 y D-012, suscrito por los Magistrados José
Gregorio Hernández Galindo, Ciro Angarita Barón y Eduardo Cifuentes Muñoz.
4 Extracto del auto
de octubre 28 de 1.955. M.P. Dr. Luis Enrique Cuervo. Revista mensual
"Jurisprudencia y Doctrina" Tomo XI, No. 120, diciembre 1.981, pag.
968
5 Gaceta Judicial
Tomo LXXXIV No.5, 2188, 2189, 2190, 1.957, pag.444
6 Gaceta Judicial,
Tomo LVII, No.2397, 1.978, pag. 106.
7 Gaceta Judicial,
Tomo LVII, No.2397, 1.978, relativo a las conclusiones, numerales 2º y 8º, pags. 121 y 122
8 ibidem.
9 Revista
"Jurisprudencia y Doctrina", Tomo XVI, 1.987, pag. 807.
10 Revista
"Jurisprudencia y Doctrina", Tomo XIX, 1.990, pags. 1.004 y 1.005.
11 Extracto de la
sentencia de 17 de julio de 1.959, Sala de lo Contencioso Administrativo.
Anales del Consejo de Estado. Tomo 61 bis. 1.960, pags. 74 a 80.
12 Revista
"Jurisprudencia y Doctrina", Tomo XX, 1.991, pag. 685.
13 Véase Heller EN: Bidart Campos,
Germán. La Interpretación y el Control Constitucionales ej la Jurisdicción
Constitucional.Editorial EDIAR. Buenos Aires, 1987. pag 22.
14 LOWENSTEIN, Karl.
Teoría de la Constitución. Ed. Ariel Derecho, Barcelona 1.986, pag. 170.
15 SCHMITT,Carl.
Teoría de la Constitución. Ed. Nacional. México 1.970, pags. 86 y 87.
16 Cfr,SACHICA, Luis
Carlos. Esquema para una Teoría del Poder Constituyente. Monografías jurídicas
No.4, Ed. Temis, Bogotá 1.986, pags. 69 y 70.
17 De OTTO, Ignacio.
Derecho Constitucional, Sistema de Fuentes. Ed. Ariel Derecho. Barcelona 1.987,
pag 53.
18 Ibidem, pag. 55
19 KELSEN, Hans. La
Teoría Pura del Derecho. Ed. Lozada S:A. Buenos Aires, 2ª edición. 1.946.
[1]HART,
Herbert L. El Concepto del Derecho. Ed. Abeledo-Perrot. Buenos Aires, 1.977,
pags 125 a 137
[2]EWALD,
Français. Le droit du droit. Archives de Philosophie du droit. París 1.984
[3]HESSE,
Konrad. Escritos de Derecho Constitucional (Selección). Centro de Estudios
Constitucionales. Madrid 1.983. Pag. XI.
[4]Al respecto véase,
entre otras, las ponencias de los Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz sobre la
Ley 38 de 1989, de Ciro Angarita Barón sobre la Ley 86 de 1989, de José
Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero sobre el Decreto 1660
de 1990 y del Presidente Simón Rodíguez Rodríguez sobre el Decreto 1750 de 1991
(Sentencias 478 de ago. 6/92, 517 de sep. 15/92, 479 de agos. 6/92 y 549 de
oct. 5/92).
[5]Ley
Fundamental de la República Federal de Alemania. Traducción publicada por el
Departamento de Prensa e Información del Gobierno Federal, Bonn, 1.981, pag. 42
[6]BUCKHARDT,
Jacob. Considerations sur l´historie du monde, 2, Trad. de S. Stelling-Michaud,
1.938. Cita tomada del libro El Poder Constituyente de Carlos Sánchez
Viamonte. Ed. Bibliográfica Argentina. Buenos Aires 1.957. Pag. 19.
[7]SANCHEZ
VIAMONTE, Carlos. Hacia un nuevo Derecho constitucional,. Ed. Claridad. Buenos
Aires, 1.938, pag. 71.
[8]Vid Sentencia T-02
precitada.
[9]Para mayor
abundamiento sobre el argumento apagógico véase Kalinowski: "Logique en
droit", París, 1967, pag 204, y Ezquiaga Ganuzas, Francisco Javier:
"La argumentación en la justicia constitucional española". HAAE/IVAP,
pag 243.
[10]Cfr. Sentencia de
Tutela N° T-02, de mayo 8 de 1992. Sala Cuarta de Revisión de la Corte
Constitucional. |
226 | C-545-92
Sentencia No
Sentencia No. C-545/92
DEMANDA DE
INCONSTITUCIONALIDAD CONTRA LA CONSTITUCION POLITICA-Incompetencia
CONSTITUCION POLITICA/CONTROL
JURISDICCIONAL-Improcedencia/CORTE CONSTITUCIONAL-Incompetencia/SENTENCIA
INHIBITORIA
La Corte Constitucional, a partir de un
análisis razonable del caso sub-júdice, concluye que en este negocio la
Corporación es incompetente, por lo cual debe proferir fallo inhibitorio.
REF: Expediente Nº D-011
Norma acusada: Constitución Política de
Colombia.
Actor: José Galat Noumer.
Magistrado Sustanciador:
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO.
Santa Fe de Bogotá, D.C., octubre primero
(1°) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte Constitucional de la República
de Colombia,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En la demanda instaurada por el ciudadano
José Galat Noumer, en acción pública de inconstitucionalidad, radicada con el
Nº D-011.
I. ANTECEDENTES
1. La promulgación de la nueva
Constitución
En 1991 la Asamblea Nacional
Constituyente promulgó la nueva Carta Política de los colombianos, en virtud de
un proceso de convocatoria por parte del constituyente primario, el cual contó
con el aval constitucional de la Corte Suprema de Justicia, órgano a la sazón
encargado del control de constitucionalidad de la norma que autorizó consultar
al pueblo.
2. La demanda
Algunos ciudadanos, en ejercicio legítimo
del derecho a interponer acciones públicas de inconstitucionalidad, en virtud
del artículo 40.6 de la Constitución, demandaron la nueva Constitución
Nacional.
Tal fue el caso del ciudadano José Galat
Noumer, quien demandó la integridad de la Constitución, por considerar, según
sus palabras, que "con la no promulgación de la Constitución de 1991, el
día 4 de julio del mismo año, se ha violado el acto plebiscitario del pueblo
colombiano, realizado conforme a lo contenido en el artículo (sic) 2° del
Decreto 1926 de agosto 24 de 1990...", el cual ordenaba, por disposición
del constituyente primario, que la Asamblea Nacional Constituyente
"sesionará entre el 5 de febrero y el 4 de julio de 1991". Luego si
el pueblo señaló, dice el actor, la fecha límite del 4 de julio de 1991 para
"sesionar", acto que incluye, dice él, el de promulgar la nueva
Carta, y ésta fue efectivamente promulgada el día 8 de julio de aquel mismo
año, es evidente, concluye, que hubo una promulgación extemporánea y en
consecuencia está viciada de inconstitucionalidad la nueva Carta Política.
3. El trámite de la demanda
Inicialmente esta demanda D-011 se
acumuló con el negocio D-012, por decisión de Sala Plena.
El Magistrado Sustanciador rechazó en su
oportunidad ambas demandas. Contra dicho auto se interpuso recurso de súplica
por parte de los actores.
Tramitado el recurso, la Sala Plena de la
Corporación, con ponencia del Magistrado Fabio Morón Díaz, revocó dicho auto y
ordenó inadmitir las demandas D-011 y d-012, con el fin de que los actores
procediesen a su oportuna corrección.
Sólo la demanda D-011 fue oportunamente
corregida por parte del actor y en consecuencia fue admitida. La demanda D-012,
no habiendo sido corregida, fue rechazada y archivada.
Es por esto que en la actualidad el
proceso sólo cursa respecto de la demanda D-011.
4. El concepto del Procurador General de
la Nación
El Procurador General de la Nación
"solicita a la H. Corte Constitucional proferir fallo INHIBITORIO, donde
declare que no es competente para conocer de la acción intentada contra la
Constitución Política de 1991, en el aspecto de su promulgación."
Los argumentos de la vista fiscal para
solicitar el pronunciamiento inhibitorio consisten en la falta de competencia
de esta Corporación para conocer de la demanda, con base en lo dispuesto en el
artículo 59 transitorio de la Constitución.
En prueba de sus argumentos el Ministerio
Público afirma que "resulta del caso traer a colación lo expresado por el
Magistrado que conduce esta acción en auto de marzo 3 de 1992 [el Auto
revocado]... El anterior raciocinio permite concluír que la Constitución
Política, ora per se, ora el acto de su promulgación, no son susceptibles de
ataque ante jurisdicción alguna..."
5. La Sentencia de la Corte
Constitucional en el proceso acumulado N° D-017, D-051 y D-11.
Dijo la Corte Constitucional en dicho
proceso:
"23. De conformidad con los
argumentos expuestos, la Corte Constitucional no es competente para conocer de
las demandas acumuladas de la referencia. De hacerlo incurriría en un abuso del
poder, ya que ejercería funciones que el constituyente primario no le ha
atribuído. Es por ello que proferirá sentencia inhibitoria.
No es posible, pues, atacar judicialmente
la Constitución Política de Colombia, ora per se, ora el acto de su
promulgación.
De esta manera se recoge la voluntad del
Constituyente y se establece un principio de seguridad jurídica indispensable
para el orden normativo de la República.
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional de la República de Colombia, RESUELVE: declararse
inhibida..."
Agotados, como están, los trámites
procesales, entra la Corte Constitucional a estudiar las consideraciones de
fondo en el negocio de la referencia.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
La Corte Constitucional en materia de
constitucionalidad debe empezar por analizar el tema de la competencia, esto
es, debe establecer si ella es o no competente para conocer de un negocio
determinado.
En este sentido el artículo 2º del
Decreto 2067, "por el cual se dicta el régimen procedimental de los
juicios y actuaciones que deban surtirse ante la Corte Constitucional",
establece lo siguiente:
"Las demandas en las acciones
públicas de inconstitucionalidad se presentarán por escrito, en duplicado y
contendrán:
1. El señalamiento de las normas acusadas
como inconstitucionales..."
Y el artículo 6o. de este mismo Decreto
afirma en su inciso final:
"Se rechazarán las demandas que
recaigan sobre normas amparadas por una sentencia que hubiere hecho tránsito
a cosa juzgada o respecto de las cuales sea manifiestamente incompetentes.
No obstante estas decisiones también podrán adoptarse en la sentencia"
(negrillas no originales).
Se examinó entonces la demandas
presentada por el ciudadano Galat Noumer con el fin de establecer si ella
reunía dichas exigencias.
La Corte Constitucional, a partir de un
análisis razonable del caso sub-júdice, concluye que en este negocio la
Corporación es incompetente, por lo cual debe proferir fallo inhibitorio.
Mediante sentencia reciente de esta
Corporación, la Corte Constitucional sostuvo que ella carecía de competencia
para conocer de demandas contra la Carta Política.
Si bien en aquella oportunidad se
demandaron sólo unos pocos artículos de la Constitución, se advierte que si
ello es válido para unas pocas disposiciones, lo es, con mayor razón todavía,
para un ataque frente a toda la Constitución.
Luego ante tal claridad, y sin necesidad
de consideraciones adicionales, esta Corte se declarará inhibida para conocer
de la demanda de la referencia.
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional de la República de Colombia,
RESUELVE:
Primero: Declararse INHIBIDA en el proceso de la referencia.
Segundo: Cúmplase, cópiese, publíquese, comuníquese a quien
corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el
expediente.
Dada en Santa Fe de Bogotá, D.C., el día
primero (1°) del mes de octubre mil novecientos noventa y dos (1.992).
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREFFEINSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
227 | C-546-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-546/92
PRINCIPIO DE
IGUALDAD MATERIAL/INEMBARGABILIDAD DEL PRESUPUESTO
El mandato
constitucional de proteger la igualdad material afecta a todas las ramas y
poderes públicos, para el cumplimiento de uno de los fines esenciales del
Estado: garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes que
genera esa labor humana. La inembargabilidad en materia laboral desconoce el
principio de la igualdad material, al convertirse en un obstáculo para el
ejercicio efectivo del derecho.
PENSION DE
JUBILACION-Confiscación
La imposibilidad
de acudir al embargo para obtener "el pago" de las pensiones de
jubilación hace nugatorio, además de los derechos sociales, el derecho a la
propiedad y demás derechos adquiridos de los trabajadores, la no devolución de
esa especie de ahorro coactivo y vitalicio denominado "pensión"
equivale a una expropiación sin indemnización, esto es, a una confiscación, la
cual sólo está permitida en la Constitución para casos especiales, mediante el
voto de mayorías calificadas en las cámaras legislativas y, "por razones
de equidad".
PENSION DE VEJEZ/DERECHOS
DE PERSONA DE LA TERCERA EDAD/DERECHO A LA VIDA
Para la tercera
edad es necesario proteger, en particular, el pago oportuno de la pensión, ya
que su no pago, habida cuenta de su imposibilidad para devengar otros ingresos
ante la pérdida de la capacidad laboral, termina atentando directamente contra
el derecho a la vida.
DERECHO AL
TRABAJO
En la Carta del
91 se observa un bien significativo cambio de carácter cualitativo en relación
con el trabajo. En efecto, es ciertamente un derecho humano (Artículo 25) pero
también constituye, al mismo nivel del respeto a la dignidad humana, un
principio o elemento fundamental del nuevo orden estatal. Cuando el
Constituyente de 1991 decidió garantizar un orden político, económico y social
justo e hizo del trabajo requisito indispensable del Estado, quiso significar
con ello que la materia laboral, en sus diversas manifestaciones, no puede
estar ausente de la construcción de la nueva legalidad.
EMBARGABILIDAD
DEL PRESUPUESTO
Los actos
administrativos que contengan obligaciones laborales en favor de los servidores
públicos deben poseer la misma garantía que las sentencias judiciales, esto es,
que puedan prestar mérito ejecutivo -y embargo- a los diciocho (18) meses
después de haber sido ejecutoriados. En aquellos casos en los cuales la
efectividad del pago de las obligaciones dinerarias a cargo del Estado surgidas
de las obligaciones laborales, solo se logre mediante el embargo de bienes y
rentas incorporadas al presupuesto de la Nación, éste será embargable.
REF: Procesos
Nos. D-023 y D-041
Acumulados
Demandas de
inconstitucionalidad contra los artículos 8o., parte final y 16o. de la Ley 38
de 1989, "Normativa del Presupuesto General de la Nación."
TEMAS:
-Inembargabilidad de
las rentas y recursos incorporados en el Presupuesto General de la Nación;
-Efectividad de los
Derechos Constitucionales;
-Derecho al trabajo;
-Derecho al pago
oportuno de las pensiones legales;
-Garantía de los
derechos adquiridos;
-Derechos de la
tercera edad;
-Derecho a la
igualdad .
ACTORES:
CARLOS AUGUSTO
PATIÑO BELTRAN
JAIRO CABEZAS
ARTEAGA
MAGISTRADOS
PONENTES:
CIRO ANGARITA BARON
ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
Sentencia aprobada
mediante Acta N° 76.
Santa Fe de Bogotá,
de octubre primero (1°) de mil novecientos noventa y dos (1992)
La Corte
Constitucional de la República de Colombia,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En las demandas de
la referencia, radicadas con los Nos. D-023 y D-041.
I. ANTECEDENTES
En ejercicio de la
acción pública de inconstitucionalidad que se consagraba en el artículo 214 de
la Constitución de 1886 y que en la actual se contempla en el artículo 241-4,
los ciudadanos CARLOS AUGUSTO PATIÑO BELTRAN y JAIRO CABEZAS ARTEAGA, instauraron
ante la Corte Suprema de Justicia, después del 1o. de junio de 1991, mediante
escritos separados, demandas de inexequibilidad, el primero contra los
artículos 8o. y 16o. de la Ley 38 de 1989 y el segundo contra la parte inicial
del último de los preceptos mencionados.
La demanda incoada
por el ciudadano Patiño Beltrán,
radicada bajo el No. D-023, fue admitida por el magistrado Ciro Angarita
mediante auto de marzo 20 del presente año. Estimó el Magistrado Sustanciador
que al referido asunto no le era aplicable lo preceptuado en materia de rechazo
de demandas por el inciso final del artículo 6o. del decreto 2067 de 1991 pues
las decisiones que la Corte Suprema de Justicia pronunció sobre las normas
acusadas no hicieron tránsito a cosa juzgada material por cuanto no
comprendieron su examen a la luz de las disposiciones de la Carta de 1991 sobre
derechos fundamentales, toda vez que éstas difieren en su contenido y alcance
de las que consagraba la Constitución de 1886. Por tal razón, el citado
Magistrado consideró del caso confrontar las disposiciones acusadas de la Ley 38
de 1989 con los preceptos de la nueva Constitución.
Por otra parte, como
lo acredita la constancia expedida por la Secretaría General el 30 de marzo del
cursante año, la Sala Plena de la Corporación, en sesión efectuada el pasado 26
de marzo, determino la acumulación a dicho proceso de la demanda interpuesta
por el ciudadano JAIRO CABEZAS ARTEAGA que fuera radicada bajo el No. D-041 y
repartida al Magistrado Alejandro Martínez Caballero. Asimismo, dispuso
ponencia conjunta a cargo de los mencionados Magistrados. En tal virtud, los
suscritos, mediante auto de marzo 31 pasado proveyeron sobre la admisión de
ésta última acción y sobre lo conducente a su tramitación y decisión unificada.
Con el fin de
asegurar en éstos procesos el derecho de intervención ciudadana que consagran
los artículos 242-1 C.N. y 7o. inciso segundo del Decreto 2067 de 1991, se
surtió la fijación en lista de los negocios en la Secretaría de la Corporación.
Del mismo modo, se
comunicó la iniciación de los procesos al señor Presidente de la República, al
señor Presidente del Congreso, al Ministro de Hacienda y Crédito Público, a la
Caja Nacional de Previsión Social, a Fenaltrase, a la Confederación Colombiana
de Pensionados, al Colegio de Abogados Laboralistas y a la Asociación de Abogados
Laboralistas al Servicio de los Trabajadores.
Así también se
dispuso el traslado de copia de la demanda al Despacho del señor Procurador
General de la Nación.
Agotados, como
están, los trámites constitucionales y legales, entra la Corporación a decidir.
II- NORMAS ACUSADAS
Las disposiciones
impugnadas son del siguiente tenor:
"Ley 38 de 1989
(abril 21)
Normativa del
Presupuesto General de la Nación
El Congreso de Colombia
DECRETA:
Artículo 8. Los principios del sistema presupuestal
son: la planificación; la anualidad; la universalidad; la unidad de caja; la
programación integral; la especialización; el equilibrio y la inembargabilidad.
...
Artículo 16. La inembargabilidad. Las rentas y recursos
incorporados en el Presupuesto General de la Nación son inembargables. La
forma de pago de las sentencias a cargo de la Nación, se efectuará de
conformidad con el procedimiento establecido en el Código Contencioso
Administrativo y demás disposiciones legales concordantes."
III-
LAS DEMANDAS
Los actores
consideran que las disposiciones acusadas son violatorias de los artículos 1o;
2o.; 4o.; 13, incisos 1o. y final; 25; 46; 48; 53 incisos 2o. y final; 58,
inciso 1o. y 87o. de la Constitución Política de 1991.
Las violaciones
aducidas, las cuales se sintetizan a partir de las normas constitucionales que
se consideran infringidas son, en resumen, las siguientes:
- Del artículo 53,
incisos 2o. y final por cuanto si estos preceptos garantizan al pensionado el
pago oportuno de las pensiones y prohiben a la Ley menoscabar los derechos de
los trabajadores, no pueden las disposiciones legales impugnadas impedirle que
obtenga su pago oportuno mediante el embargo de los recursos y rentas
incorporados al Presupuesto General de la Nación, cuando la entidad de
previsión no le haya pagado sus prestaciones. Aseguran que por demás, la
embargabilidad no afecta el equilibrio presupuestal "por cuanto que la
suma que se embarga en el presupuesto deberá estar apropiada y debe cargarse a
la Entidad de Previsión encargada de reconocer y pagar la correspondiente
pensión."
- Del artículo 2
inciso final toda vez que lo acusado va en contravía de la efectividad de los
derechos consagrados en la Constitución, que conforme a la disposición citada,
es uno de los fines del Estado.
- De los artículos
46 y 48 por cuanto no permitir el pago oportuno de las pensiones vulnera la
dignidad del ser humano y atenta contra la protección debida a las personas de
la tercera edad a quienes "ya no las reciben en ningún empleo y muchas
veces ni en su propia familia" porque "ya han perdido su capacidad
productiva" por lo que "lo único que regularmente les queda es su
pensión."
- De los artículos
1, 2 inciso 2o., e inciso 1o. del artículo 58, porque al impedírsele al
pensionado embargar las rentas y recursos incorporados en el Presupuesto cuando
la obligación pensional no ha sido satisfecha por la vía administrativa, el
Estado se sustrae al cumplimiento de sus obligaciones sociales y, en particular,
a sus deberes constitucionales de brindarle protección al trabajo y de
garantizar la efectividad de los derechos consagrados en la Constitución.
Permite así que "prevalezca el interés particular del Estado, deudor y
moroso, sobre una obligación pensional de la cual en su causa ya se benefició,
frente al interés general de la Sociedad que requiere que el Estado le
garantice sus
derechos."
- Del artículo 25
Superior ya que la prohibición de embargar desprotege directamente a los
empleados oficiales pensionados que acuden a la vía judicial para obtener el
pago de sus prestaciones. En esas circunstancias, los pensionados "están
siendo desprotegidos por el mismo Estado que los pone en condiciones injustas e
indignas, con el pretexto de defender el presupuesto, cuando éste no se afecta
por la ejecución de obligaciones pensionales."
- Del artículo 13,
"pues mientras que a cualquier ciudadano se le permite acudir ante la
autoridad judicial competente para hacer valer sus derechos, al pensionado se
le limita diciéndole que no puede embargar las rentas y recursos del
presupuesto, con el agravante que la entidad de Previsión no le paga por la vía
administrativa."
- Del artículo 87,
porque la inembargabilidad hace nugatoria la ejecución y priva al acreedor del
derecho a hacer efectiva la prestación debida por la vía judicial.
IV- INTERVENCIONES
De los varios
actores a quienes los Magistrados Ponentes comunicaron la iniciación del
proceso con miras a que dieran a conocer su concepto sobre la acusación, tan solo
concurrieron el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, por intermedio de
apoderado especial, y el Congreso de la República, por conducto de su
Presidente doctor Carlos Espinosa Facio-Lince, ambos en defensa de la
constitucionalidad de las normas impugnadas.
Dentro del término
de fijación en lista para los efectos de la intervención ciudadana tampoco se
presentaron actuaciones de otros entes o individuos.
A-
Intervención del señor Presidente del Congreso
El Presidente del
Congreso considera que las razones a que aludió el Gobierno Nacional en la
exposición de motivos de la Ley 38 de 1989 así como los argumentos esbozados
por la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena- en su sentencia de marzo 22 de
1990, para declarar ajustado a la Constitución el artículo 16 de la misma, son
valederas para afirmar hoy la constitucionalidad de los preceptos tachados, a
pesar del cambio constitucional.
A ese fin transcribe
los apartes de los citados pronunciamientos en los que se sustenta la necesidad
de garantizar el equilibrio fiscal y de asegurar la vigencia de los principios
constitucionales a los cuales debe sujetarse la ejecución presupuestal.
B-
Intervención del Ministerio de Hacienda
Por su parte, el
apoderado del Ministerio del Hacienda hace ver que las normas cuestionadas
encuentran soporte en el artículo 63 de la actual Constitución pues éste
permite a la Ley determinar qué bienes son inembargables.
Considera que los
embargos de rentas y recursos del Presupuesto de la Nación conllevaría a que se
violaran los artículos 345, 346 y 351 del Ordenamiento Superior pues a
consecuencia de los mismos, se efectuarían gastos no incluídos en el
presupuesto ni decretados por corporaciones administrativas de origen popular.
Estima que, antes
bien, el embargo indiscriminado de partidas del Presupuesto General de la
Nación, destinadas a servicios personales con los cuales se atienden los
sueldos, vacaciones, primas de servicios, antigüedad, navidad y técnica,
asignaciones con destino a pensiones, previsión social etc. de los servidores
públicos, acarrearía el incumplimiento de los deberes sociales del Estado pues
sería imposible "cancelar salarios, pensiones, etc." con lo cual se
vería amenazado su normal funcionamiento.
Insiste en que con la consagración del
principio de inembargabilidad, el Estado no está eludiendo el pago de sus
obligaciones ya que el propio artículo acusado señala el procedimiento a
seguirse para obtener su cumplimiento que es el previsto en el articulo 177 Código
Contencioso Administrativo, cuyo texto reproduce. Agrega que el artículo 79
del Decreto 2701 de 1991 apunta a dicho propósito en cuanto señala al
Ministerio de Hacienda y a los establecimientos públicos el deber de incorporar
los recursos necesarios para atender las sentencias judiciales, mandamientos
judiciales de pago y demás órdenes.
En prueba de que la Nación viene pagando
las sentencias a su cargo, adjunta certificación expedida por la Jefe de la
División Jurídica del Ministerio de Hacienda sobre las pagadas en los años de
1991 y 1992.
V- EL CONCEPTO DEL MINISTERIO PUBLICO
Mediante Oficio No. 013 de mayo 13 del
presente año, el señor Procurador General de la Nación rindió la Vista Fiscal
de rigor en la cual solicita a la Corte Constitucional declarar la
exequibilidad de los artículos 16, y 8 en la parte que dice "y la
inembargabilidad," de la Ley 38 de 1989.
Comienza el Agente del Ministerio Público
por solicitar a la Corte Constitucional que respecto de acumulación de demandas
que en el futuro ordene, "se haga correcta interpretación del artículo 5o.
del decreto 2067 de 1991, o en su defecto se señale con claridad en el auto de
traslado.. cuáles términos deberán tenerse en cuenta." Esto, "con el
fin de respetar los términos concedidos a la Procuraduría".
Luego de afirmar la competencia, se
manifiesta de acuerdo con la tesis esbozada en el auto admisorio de la demanda
radicada bajo el No. D-023, que corrobora con el siguiente razonamiento:
"Habiendo
variado, por reforma constitucional, algunas de las disposiciones con las que
han de confrontarse las normas legales ahora nuevamente puestas a la
consideración del Juez Constitucional, es otra la concreta causa petendi y no
puede predicarse, por lo tanto, cosa juzgada material respecto de las sentencias
anteriores."
Seguidamente reseña los antecedentes
normativos y jurisprudenciales en materia de inembargabilidad, comprendiendo
tanto los pronunciamientos producidos por la Corte Suprema de Justicia por vía
de control constitucional como los emanados de la jurisdicción
contencioso-administrativa por vía de consulta.
Adentrándose en materia, el Ministerio
Público se refiere a las directrices constitucionales relativas a la ejecución
presupuestaria, atinentes a la fuerza restrictiva del presupuesto; a la preexistencia
del gasto; a la inclusión de partidas; a la prohibición de reducción o
eliminación de partidas y al denominado principio de transparencia o equilibrio
flexible. A éste respecto observa que aun cuando dentro de tales derroteros no
figura la inembargabilidad de las rentas de la Nación,
"... procede
anotar que ella se diseñó como un principio presupuestal y un mecanismo de
protección estatal, de carácter permanente, con fuerza jurídica superior a la
de las leyes ordinarias y vinculante para todas las autoridades por haber sido
establecido en la Ley orgánica de presupuesto. Su consagración allí no
quebranta cánon constitucional alguno puesto que es, como se dijo en la
sentencia 44 de 1990 "un mecanismo lógico de necesidad imperiosa" que
asegura hoy la transparencia fiscal y garantiza el estricto cumplimiento de
los derroteros arriba discriminados. Permitirla sería 'dar lugar al manejo
arbitrario de las finanzas, lo cual conduciría a que se hicieran erogaciones no
contempladas en concreto en la Ley de apropiaciones, o en cuantía superior a la
fijada en ésta, o transferencias de créditos sin autorización (Sentencia
citada)."
Por otra parte, frente al cargo de
violación del artículo 53, inciso 3o. C.N., anota que, a su juicio, la garantía
allí consignada no se cumple con el embargo de las rentas del Estado sino
"otorgando prioridad y suficientes recursos a las entidades
encargadas" de efectuar los pagos. Observa asimismo que la norma acusada
no está orientada a eludir el cumplimiento de las obligaciones del Estado pues
en ella misma se indica el procedimiento a seguir para el pago de las condenas
a su cargo, que es el consagrado en el Código Contencioso Administrativo y
disposiciones legales concordantes que, al efecto, transcribe.
VI- CONSIDERACIONES DE LA CORTE
A. Competencia
Al tenor de lo dispuesto en el artículo
241-4 de la Carta, la Corporación es competente para decidir la presente acción
toda vez que ella se dirige contra normas que hacen parte de una Ley de la
República.
B. Inhibición relativa y parcial por
ineptitud de la demanda frente al artículo
8o.
La Corporación se abstendrá de pronunciar
decisión de mérito respecto del artículo 8o. de la Ley 38 de 1989 en la
parte que dice:
"Los principios
del sistema presupuestal son: la planificación; la anualidad; la universalidad;
la unidad de caja; la programación integral; la especialización; el equilibrio
..."
Motiva ésta determinación el hecho que el
contenido normativo de éste aparte nada tenga que ver con el tema de la
inembargabilidad que suscita la tacha, por lo cual mal podría quedar cobijado
en el concepto de violación que a propósito de ésta única cuestión los actores
esbozan.
Corresponderá entonces proferir decisión
inhibitoria respecto de éste aparte, como en efecto se hará en la parte
resolutiva de éste fallo.
C. Análisis
de Fondo respecto de los restantes preceptos acusados
de la Ley 38 de l989:
-
artículos 8o. (parcial) y 16o.
Puesto que los artículos
impugnados, en lo esencial, consagran el principio según el cual los bienes y
rentas incorporados en el Presupuesto General de la Nación son inembargables,
La Corte Constitucional, previo el examen de los cargos formulados, juzga
necesario hacer unas consideraciones sobre temas íntimamente concernidos por
el principio cuestionado como son los atinentes a la noción de Estado Social
de Derecho; la efectividad de los derechos constitucionales; los derechos de
los acreedores del Estado emanados de las obligaciones de índole laboral; el
derecho a la igualdad; el derecho al pago oportuno de las pensiones legales;
los derechos de la tercera edad y los reconocidos por Convenciones del Trabajo
ratificadas por el Estado Colombiano.
Los planteamientos
preliminares que se harán en torno a esta temática, permitirán definir y
precisar tanto el alcance como las implicaciones de la normas controvertidas a
la luz de los derechos y postulados axiológicos consagrados en la Constitución.
A esos efectos se
impone también examinar los principios constitucionales en materia presupuestal
y su relación con el principio de la inembargabilidad. A todo ello se
orientarán las reflexiones que siguen.
1. El Estado Social de Derecho
Para comenzar, es
del caso recordar que la Constitución es un sistema portador de valores y
principios materiales. En su base axiológica se encuentra en última instancia
la dignidad de la persona en el marco de un Estado Social de Derecho, cuyos
postulados son ampliamente recogidos por la Carta Política actualmente en
vigor.
Tal aserto se
comprueba al repasar lo consagrado en la lista de los principios y en la Carta
de derechos, como también en la organización del aparato estatal. El artículo
primero de la Constitución es la clave normativa que irradia todo el texto
fundamental:
"...
Artículo 1. Colombia es un Estado social de derecho,
organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de si
sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada
en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las
personas que la integran y en la prevalencia del interés general.
"..."
A propósito de este
artículo, la Sala de Revisión No. 1 de la Corte Constitucional1 , ha hecho
los siguientes razonamientos:
"a) El Estado
es definido a través de sus caracteres esenciales. Entre estos caracteres y el
Estado la relación es ontológica: El Estado Colombiano es, en tanto sus
elementos esenciales están presentes; no se trata de cualidades, capacidades o
dotes del Estado, sino de su propia naturaleza, de su propio ser.
b) Los caracteres
esenciales del Estado tienen que ver no solo con la organización entre poderes
y la producción y aplicación del derecho, sino también y de manera especial,
con el compromiso por la defensa de contenidos jurídicos materiales.
c) El sentido y
alcance del artículo primero no puede ser desentrañado plenamente a partir de
una interpretación reducida al análisis de su texto. Cada una de las palabras
del artículo posee una enorme carga semántica, la cual a través de la historia
del constitucionalismo occidental, se ha ido decantando en una serie de
nociones básicas que delimitan su alcance y lo hacen coherente y razonable. Una
interpretación que se aparte del contexto nacional e internacional en el cual
han tenido formación los conceptos del artículo primero, puede dar lugar a soluciones
amañadas y contradictorias.
En síntesis, la
Constitución esta concebida de tal manera que la parte orgánica de la misma
solo adquiere sentido y razón de ser como aplicación y puesta en obra de los
principios y de los derechos inscritos en la parte dogmática de la misma. La
carta de derechos, la nacionalidad, la participación ciudadana, la estructura
del Estado, las funciones de los poderes, los mecanismos de control, las
elecciones, la organización territorial y los mecanismos de reforma, se comprenden
y justifican como transmisión instrumental de los principios y valores
constitucionales. No es posible, entonces, interpretar una institución o un
procedimiento previsto por la constitución por fuera de los contenidos
materiales plasmados en los principios y derechos fundamentales".
Significa lo
anterior que la parte orgánica de la Constitución sólo se explica como
derivación del contenido axiológico de la parte dogmática, como
instrumentalización de los principios, valores y derechos constitucionales.
2. Efectividad de los derechos
constitucionales
2.1. La
efectividad del derecho
La aplicación del
derecho es un fenómeno complejo, en el que se pueden diferenciar por lo menos
tres niveles de efectividad de las normas. El primero de ellos, conocido como
eficacia en sentido amplio, tiene lugar cuando la norma determina la conducta
prevista por ella, sin que esto implique el logro de los objetivos establecidos
en el texto jurídico. El segundo modelo teórico se conoce con el nombre de
eficacia en sentido estricto y se presenta cuando una norma, además de
conseguir que se cumpla la conducta prevista, logra que se realicen sus
objetivos. Por último el concepto de eficacia, tiene lugar con el logro de los
objetivos previstos a través de la utilización de los mejores medios posibles.
Cuando la
Constitución colombiana habla de la efectividad de los derechos se refiere al
concepto de eficacia en sentido estricto, esto es, al hecho de que las normas
determinen la conducta ciudadana por ellas prescrita y, además, logren la
realización de sus objetivos, es decir, realicen sus contenidos materiales y su
sentido axiológico.
El juicio de
efectividad es un juicio de tipo sociológico, descriptivo, fáctico y, por lo
tanto, puede estar en contradicción con el juicio jurídico-formal relativo a la
validez. Esta disociación entre validez y eficacia es un fenómeno frecuente en
el derecho, y más aún en el derecho colombiano. Sus causas son diversas y
complejas, pero pueden agruparse en dos categorías: de un lado el fracaso,
debido a la falta de conocimiento, de recursos, a la fuerza mayor, etc., y del
otro lado la utilización política que las instancias aplicadoras del derecho
hacen del sentido de los textos normativos con el fin de desviar su aplicación
hacia la realización de otros objetivos no implícitos en la norma.
2.2. La efectividad a
través de la creación de normas
Buena parte de la
aplicación y efectividad de las normas constitucionales se logra por medio de
la creación de normas expedidas en ejercicio del poder legislativo y
reglamentario. La aplicación del derecho, por este procedimiento, puede hacerse
de tal manera que, a pesar de seguir el proceso de validez contemplado por el
ordenamiento jurídico, se convierta en un obstáculo para la eficacia de dicha
norma. En este caso el derecho guarda las formas debidas pero no cumple los
objetivos para los cuales fue creado. Se trata entonces de un problema relativo
a su funcionamiento y no a su estructura.
Las normas que son
expedidas con el objeto de llevar a la práctica un valor, un principio, un
derecho o una institución, deben ser instrumentos de realización del derecho y
por lo tanto deben mantener el hilo conductor del propósito constitucional. En
ningún modo desvirtuarlo o destruirlo.
Todo el andamiaje
normativo del ordenamiento jurídico debe estar dispuesto para el respeto no
sólo de las formas propias de la validez jurídica en cada uno de los estratos
jerárquicos del ordenamiento, sino también, y de manera prioritaria según lo
ordena el artículo 228 de la Carta, para el seguimiento de los contenidos
propios del texto constitucional, origen de toda la cadena semántica y
deductiva de su aplicación. Dicho de otra manera, la norma constitucional, además
de fijar las formas de su aplicación, impone el sentido de su realización;
establece no sólo las condiciones de su validez, sino también las exigencias de
su eficacia.
En la aplicación de
las normas constitucionales suelen presentarse conflictos entre diferentes
valores, principios, derechos e incluso normas de organización. En tales casos,
para que se respete el hilo conductor material señalado más atrás, se debe
acudir a una interpretación que concilie el valor de la discrecionalidad de la
Ley y de las instancias aplicadoras del derecho, con la importancia específica
que poseen las normas constitucionales en conflicto, todo ello a la luz de los
hechos en cuestión o de la realidad social presente.
El creador de una
norma debe tener siempre presente que su labor está encaminada a poner en
ejercicio los postulados constitucionales. Su interpretación puede conducir a
favorecer ciertos valores en detrimento de otros, o a preferir cierta
orientación política de acuerdo con su poder discrecional de creación, pero, en
todo caso, la norma creada no puede estar en contradicción con los valores,
principios, derechos e instituciones consagrados en el texto constitucional.
2.3. La efectividad
del contenido esencial
Con la promulgación
del derecho no está ganada la batalla por hacerlo realidad. La promulgación es
con frecuencia el punto de partida de una confrontación entre fuerzas diversas
que propugnan por tipos de aplicación portadoras de sentidos contrapuestos y
cuyo resultado no puede ser previsto de antemano. Por ello, la Constitución
establece mecanismos para que se logre la efectividad del contenido esencial y
objetivo de sus textos y se evite la manipulación y la desviación del sentido
original.
La volubilidad del
proceso de aplicación de las normas, explica la preocupación del texto
constitucional por la efectividad de los derechos, por su realidad y no
simplemente por su consagración. Según la Carta de 1991 la efectividad de los
derechos no es un mero postulado programático. Es una norma constitucional con
toda su fuerza imperativa. Así se desprende del artículo segundo que postula
como fin del Estado la garantía de la efectividad de los derechos; del artículo
cuarto, conforme al cual la Constitución es norma de normas; del artículo
quinto que proclama la primacía de los derechos inalienables de la persona y
del artículo ochenta y seis que define la acción de tutela como un mecanismo
de protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales. Así se
desprende también del artículo ochenta y cuatro, en el cual se refiere a la
prohibición de exigir requisitos adicionales sobre derechos reglamentados de
manera general.
3. Los Derechos de los acreedores del
Estado emanados de obligaciones de índole laboral.
3.1 Nociones generales
El conjunto de los
servidores públicos de la Nación -cerca de 500.000 trabajadores-, puede verse
afectado por toda suerte de incumplimientos en el pago de sus acreencias
laborales a cargo del Estado, y por muy diversos motivos.
En todos esos casos
los trabajadores se encuentran desamparados para cobrar sus acreencias
dinerarias a causa de la inembargabilidad de las rentas del Presupuesto General
de la Nación, lo cual, de contera puede producir violación o comprometer la
efectividad de otros derechos fundamentales relacionados, como son los que a
continuación se mencionan.
3.2. Derecho a la igualdad
Uno de los
principios fundamentales del nuevo orden constitucional colombiano es el
principio de igualdad.
Dice así el artículo
13 de la Constitución:
"Todas las
personas nacen libres e iguales ante la Ley, recibirán la misma protección y
trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y
oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen
nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
El Estado promoverá
las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas en
favor de grupos discriminados o marginados.
El Estado protegerá
especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o
mental, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los
abusos o maltratos que contra ella se cometan".
Como ya lo precisó
la Corte Constitucional2
en su primera sentencia sobre demandas de inconstitucionalidad:
"Ese principio
de la igualdad es objetivo y no formal; él se predica de la identidad de los
iguales y de la diferencia entre los desiguales. Se supera así el concepto de
la igualdad de la Ley a partir de la generalidad abstracta, por el concepto de
la generalidad concreta, que concluye con el principio según el cual no se
permite regulación diferente de supuestos iguales o análogos y prescribe
diferente normación a supuestos distintos. Con este concepto sólo se autoriza
un trato diferente si está razonablemente justificado. Se supera también, con
la igualdad material, el igualitarismo o simple igualdad matemática.
Hay pues que mirar
la naturaleza misma de las cosas; ella puede en sí misma hacer imposible la
aplicación del principio de la igualdad formal, en virtud de obstáculos del
orden natural, biológico, moral o material, según la conciencia social
dominante en el pueblo colombiano.
Por ello, para
corregir desigualdades de hecho, se encarga al Estado de promover las
condiciones para que la igualdad sea real y efectiva. En este sentido se debe
adoptar medidas en favor de grupos discriminados o marginados, y proteger
especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o
mental se encuentren en circunstancias de inferioridad manifiesta, como afirma
el artículo 13 en sus incisos 2º y 3º."
La igualdad material
es la situación objetiva concreta que prohibe la arbitrariedad.
El operador
jurídico, al aplicar la igualdad con un criterio objetivo, debe acudir a la
técnica del juicio de razonabilidad que, en palabras del tratadista italiano
Mortati, "consiste en una obra de cotejo entre hipótesis normativas que
requieren distintas operaciones lógicas, desde la individualización e
interpretación de las hipótesis normativas mismas hasta la comparación entre
ellas, desde la interpretación de los contextos normativos que pueden
repercutir, de un modo u otro, sobre su alcance real, hasta la búsqueda de las
eventuales disposiciones constitucionales que especifiquen el principio de
igualdad y su alcance."3
Además se recogen
así los principios jurisprudenciales anteriormente elaborados en Colombia. En
efecto, la Corte Suprema de Justicia había establecido la igualdad en diversos
fallos, deduciéndola no sin dificultad del artículo 16 de la anterior Carta de
1.886.
Por ejemplo, la
igualdad formal fue incorporada por primera vez en un fallo de la Corte Suprema
de Justicia de 1.931, a propósito de un caso en el que se exigía distintos
tipos de requisitos para que una persona acreditara su capacidad para ejercer
la abogacía.
Sin embargo, la decisión
de aquel alto Tribunal que reconoció la igualdad material, en la cual se cita
una frase de León Duguit para respaldar la idea de que la igualdad, no
implicaba una igualdad matemática, sino una igualdad de trato para los iguales
y un desigual trato para los desiguales.
Este proceso
evolutivo de la jurisprudencia colombiana culminó en el fallo del 17 de octubre
de 1.991, en donde la Corte Suprema de Justicia, con ponencia del Magistrado
Simón Rodríguez Rodríguez, reiteró la igualdad material en una sentencia de
constitucionalidad contra la Ley 49 de 1.990.
Como anotó la Corte
Constitucional en el fallo antes citado,
"Si en la Carta
de 1.886 la igualdad material estaba implícita, en la nueva Constitución de
1.991 ella está explícita en el artículo 13. Ahora la jurisprudencia
constitucional no está forzada a desentrañarla sino a desarrollarla a partir de
la construcción de una dogmática en la que se establezcan criterios para
determinar las diferencias relevantes que justifiquen un tratamiento diferente
en un caso concreto."4
El mandato
constitucional de proteger la igualdad material afecta a todas las ramas y
poderes públicos, para el cumplimiento de uno de los fines esenciales del
Estado: garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes que
genera esa labor humana (artículo 2º).
Ahora bien, entre
los principios mínimos fundamentales que al tenor de lo preceptuado por el
artículo 53 de la Carta Política debe contener el Estatuto del Trabajo se
encuentra el de la "...la igualdad de oportunidades para los
trabajadores..." Este postulado es una especie del principio de igualdad
cuya formulación genérica se consigna en el artículo 13 de la Constitución. La
igualdad de oportunidades permite además el desarrollo de la dignidad que
genera la persona humana a partir de sus derechos inalienables (artículo 5º) e
inherentes (artículo 94).
La inembargabilidad
en materia laboral desconoce el principio de la igualdad material, al
convertirse en un obstáculo para el ejercicio efectivo del derecho. Esta
situación, que hipotéticamente puede ser la de cualquier trabajador vinculado
con el Estado, se pone de manifiesto de manera más dramática en los
siguientes eventos:
A) Un pensionado
del sector privado estaría en mejores condiciones que un pensionado de la Caja
Nacional de Previsión Social;
B) Un
pensionado de una entidad pública con liquidez (Cajas de Previsión del Congreso,
Presidencia, Militares) estaría también en mejor posición que un pensionado de
la Caja;
C) Un
acreedor de la Nación en virtud de sentencia estaría mejor garantizado que un
acreedor de la Nación en virtud de una resolución administrativa que le reconoce
una pensión.
3.3.
El caso específico de los pensionados.
En el caso
específico de los pensionados la situación descrita compromete adicionalmente
la efectividad de otros derechos que merecen ser igualmente considerados.
Tienense entre ellos, los relativos al pago oportuno de las pensiones legales;
a la protección especial de la tercera edad así como los resultantes de los
pactos y convenios ratificados por Colombia.
3.3.1. Derecho al pago de las pensiones
El pago de las
pensiones, como todo pago de orden laboral, se funda en la idea de retribución
por el trabajo de que tratan los artículos 25 y 53 de la Constitución.
La inembargabilidad
absoluta de los recursos del Presupuesto General de la Nación afecta particularmente
el derecho que tienen las personas al pago de las pensiones legales.
En este sentido el
inciso tercero del artículo 53 de la Constitución establece:
"El Estado
garantiza el derecho al pago oportuno y al reajuste periódico de
las pensiones legales" (Subrayas y énfasis no originales).
Y en el inciso final
del propio artículo 53 agrega:
"La Ley...
no puede menoscabar... los derechos de los trabajadores."
Incluso los decretos
con fuerza de ley dictados en los estados de excepción constitucional tampoco
pueden menoscabar dichos derechos, de conformidad con el artículo 241.2 de la
Carta.
Y uno de tales
derechos, de orden constitucional -que es norma de normas, según el artículo
4º-, es precisamente el derecho al pago oportuno de las pensiones. En esas
condiciones, es claro entonces que la Ley que viole este derecho adolece de
vicio de inconstitucionalidad.
Ello es incluso más
dramático si se consideran los orígenes de la pensión.
En efecto, la
pensión es una prestación del trabajador regulada inicialmente por la Ley 6º de
1945, artículo 17 literal b), en donde se definió la pensión vitalicia de
jubilación como una prestación de "los empleados y obreros nacionales de
carácter permanente."
En el artículo 18 de
aquella misma Ley se creó la Caja de Previsión Social, "a cuyo cargo
estará el reconocimiento y pago de las prestaciones." Y en el artículo 19
ibídem se afirma que "la Nación garantiza todas las obligaciones de la
Caja."
Así pues, desde sus
orígenes fue claro que, al crearse la Caja y establecerse la solidaridad de la
Nación con ella, lo que se buscó fue proteger al trabajador mediante la no
restricción del patrimonio sobre el cual él podía hacer valer sus acreencias de
orden prestacional.
La inembargabilidad
de los recursos nacionales desvirtúa dicho objetivo y hace nugatoria la
responsabilidad del nivel central del gobierno, pues deja al trabajador
abandonado a la suerte que pueda correr ante la liquidez o iliquidez de un ente
descentralizado.
Un agravante
adicional resulta también de manifiesto si se considera la naturaleza
jurídica de la pensión. En efecto, esta constituye un salario diferido
del trabajador, fruto de su ahorro forzoso durante toda una vida de trabajo -20
años-.
En otras
palabras, el pago de una pensión no es una dádiva súbita de la Nación, sino el
simple reintegro que del ahorro constante durante largos años, es debido al
trabajador.
De ahí que el pago
inoportuno de una pensión y, peor aún, el no pago de la misma, sea asimilable
a las conductas punibles que tipifican los delitos de al abuso de confianza y a
otros tipos penales de orden patrimonial y financiero como quiera que en tal
hipótesis, la Nación, deviene en una especie de banco de la seguridad social
que rehusa devolver a sus legítimos propietarios las sumas que estos forzosa y
penosamente han depositado.
Por ello, la
imposibilidad de acudir al embargo para obtener "el pago" de las
pensiones de jubilación hace nugatorio, además de los derechos sociales, el
derecho a la propiedad y demás derechos adquiridos de los trabajadores, que
protege el artículo 58 constitucional. Dicho de otra manera, la no devolución
de esa especie de ahorro coactivo y vitalicio denominado "pensión"
equivale, ni más ni menos, a una expropiación sin indemnización, esto es, a una
confiscación, la cual sólo está permitida en la Constitución para casos
especiales, mediante el voto de mayorías calificadas en las cámaras
legislativas y, paradójicamente, "por razones de equidad"!
3.3.2.
Derechos de la tercera edad
Por lo demás, la
inembargabilidad de los recursos del presupuesto frente a las demandas
laborales hace particularmente inefectivos los derechos de los pensionados,
por la especial circunstancia de hallarse estos en una edad en la que es
difícilmente pueden proveerse de otros medios de subsistencia. De ahí que tal
situación de contera comporte desconocimiento de los derechos denominados
"de la tercera edad", los cuales , paradójicamente, fueron muy caros
al Constituyente.
El artículo 46 de la
Constitución, a éste respecto, prescribe:
"El Estado, la
sociedad y la familia concurrirán para la protección y la asistencia de las
personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida activa y
comunitaria.
El Estado
garantizará los servicios de la seguridad social integral y el subsidio
alimentario en caso de indigencia."
En cuanto a los
antecedentes de esta norma, el informe-ponencia para primer debate en la
plenaria de la Asamblea Nacional Constituyente sostuvo al respecto lo
siguiente:
"TERCERA
EDAD
En tiempos pasados
la sociedad fue generosa con el anciano. Lo hizo gobernante, juez, pontífice y
consejero; lo ofrendó con privilegios y lo hizo merecedor de respeto y
veneración. Por aquel entonces los promedios de vida eran muy bajos y el hombre
longevo era algo excepcional. Pero más tarde, con el surgimiento de la familia
nuclear y la crisis de la familia extensa o patriarcal, en el (sic) cual los
hombres y mujeres de edad desempeñaban roles importantes, el viejo pierde su
lugar, pues se limitan las obligaciones de sus parientes y la sociedad se
vuelve esquiva con él. Es así como crean alrededor de la vejez una serie de
mitos y tabúes adversos que la asocian con la enfermedad, la inutilidad, la
impotencia sexual o el aislamiento; en fin un cúmulo de versiones que le hacen
aparecer como una edad estéril y dolorosa, alejada de cualquier clase de placer
y satisfacción. Esta situación íntimamente vinculada a problemas de orden
económico y socio-cultural, origina una condición de inseguridad para el
anciano, que hace cada vez más difícil su convivencia con la familia, porque
sus hijos han dejado de ser un apoyo para él.
Sin embargo, nunca
la tercera edad fue tan importante como lo es hoy, por el número de sus individuos
y sus posibilidades. En los últimos 140 años, el promedio de vida humana ha
aumentado 40 años gracias al desarrollo de la ciencia, y el número de personas
mayores de 65 años ha crecido porcentualmente con respecto al resto de la
población. A comienzo del siglo pasado sólo el 1% de los habitantes eran
sexagenarios; al empezar este siglo, los ancianos eran el 4% y hoy son el 20%.
Así en la actualidad más de 1000 millones de personas mayores de esta edad
habitan nuestro planeta. Este incremento de la tercera edad ha sacudido a la
humanidad entera dando lugar a fenómenos de carácter económico, familiar,
social y científico, del que, entre otras cosas se han desprendido disciplinas
como la geriatría, la gerontología, y el humanismo de la vejez.
En Colombia se
calcula que en 1990 había 2'016.334 personas mayores de 60 años (6.1%), de las
cuales 592.402, más de la cuarta parte de esta población, no cuentan con
recursos necesarios para subsistir. Además, se sabe que la mayoría de los
individuos pertenecientes a la tercera edad sufren de algún tipo de abandono
social y muy pocos viejos tienen acceso a la seguridad social. La cifra no
alcanza siquiera al 1% en todo el territorio nacional.
Para la Nación es
delicada la situación. Cada día se incrementa el número y porcentaje de
personas que llegan a esta tercera edad en condiciones de mala salud, bajos
ingresos, malas pensiones cuando las hay, mínima capacitación porque su
educación fue baja y en alta porción de mujeres que se dedicaron en su época a
labores domésticas no remuneradas y por tanto llegan a esta etapa desprovista
de los medios requeridos para sobrevivir.
Si se ha de cumplir
el paso demográfico, se impone entonces la necesidad de cambiar la idea que se
tiene de la vejez y se hace prioritario reeducar a la sociedad para que ésta
pueda asumir con responsabilidad aquella realidad que se avecina. Luego, en
esta Constitución social y humanística por excelencia, la tercera edad debe
gozar de las garantías que le proporcione una vida digna. Por ésto, el
articulado propone que el Estado, la familia y la sociedad protejan y asistan
al anciano, y aseguren el respeto de los asociados, le integren a la vida
comunitaria y le otorguen los servicios de la seguridad social integral y
ayuda alimentaria en caso de indigencia.
La tercera edad no
es una enfermedad. No es un concepto abstracto, sino concreto. Tiene problemas
específicos, pero también capacidades y recursos de compensación propios tan
positivos que caracterizan a otras edades. Contrariamente a lo que se piensa,
el anciano es capaz de trabajar, de divertirse, de sentir placer y satisfacción
y, sobre todo, de pertenecer a una comunidad y ser útil a ésta. Debe
mantenérsele en su propio medio social, pues su bienestar comienza en el
contexto familiar. La experiencia en países industrializados hace (sic) que es
perjudicial y aconsejable tratar de reunir a las personas mayores en
residencias especiales que los aislen de su comunidad. Por el contrario, debe
brindársele la posibilidad de que conserven su autonomía e independencia.
Institucionalizarlas puede ocasionarles desórdenes de tipo mental que
comprometan su salud integral, mientras que un ambiente sano, en el medio en
que acostumbran a desenvolverse, contribuye a la prevención de las
enfermedades. En Colombia las personas de la tercera edad han expresado en
distintas ocasiones su deseo de actuar sobre el propio entorno y de permanecer
en su medio social y familiar. Es este el gran reto de la gerontología. Ha de
buscarse, por lo tanto que la familia cumpla con la función de protegerlo y
socializar al anciano, en colaboración con la solidaridad ciudadana -sistema
que ya se emplea en Inglaterra dentro del contexto de la seguridad social-, con
el fin de restaurar la capacidad productiva de éste.
Para que la vida del
hombre sea digna de comienzo a fin, es perentorio asegurarle a la persona de la
tercera edad el derecho a la seguridad y el disfrute del bienestar social que
incluye los de salud, la alimentación adecuada y la vivienda. Se habla aquí de
seguridad y bienestar social antes que de cualquier acto de caridad por que la
conmiseración es nociva para el anciano. Igualmente se hace énfasis en la salud
mental, en los factores psico-sociales y en el medio en que ha de desenvolverse
el viejo, puesto que éstos actúan como determinantes del tipo y la calidad del
envejecimiento. Se trata, al fin y al cabo de crear un cambio propicio para que
el legislador establezca los conductos adecuados para proteger y facilitar al
anciano la adaptación al mundo dinámico de hoy, es decir de desarrollar una
especie de ecología de la vejez" que tenga como principal motivo hacer de
los mayores personas productivas."5
En el derecho
comparado, por su parte, se consagra también la protección a la tercera edad.
Por ejemplo, en los artículos 50 de la Constitución española y 72 de la
portuguesa.
Para la tercera edad
es necesario proteger, en particular, el pago oportuno de la pensión, ya que su
no pago, habida cuenta de su imposibilidad para devengar otros ingresos ante la
pérdida de la capacidad laboral, termina atentando directamente contra el
derecho a la vida.
Entre las medidas
más antiguas de protección social figuran las disposiciones sobre la protección
de los salarios en caso de incumplimiento de sus obligaciones por parte del
empleador. En efecto, cuando el empleador ha sido declarado en quiebra, el
asalariado que está a su servicio y que vive únicamente del fruto de su
trabajo, no sólo corre el riesgo de perder en lo futuro los medios de ganarse
la vida, sino también de perder el salario que ha ganado ya.
Por tal motivo, ha
sido necesario tomar medidas que garanticen, por un lado, la liquidación
inmediata de las deudas que el empleador pueda tener respecto de su trabajador
y, por otra, el pago íntegro de los salarios.
En la gran mayoría
de los países existen disposiciones que establecen que el pago de los salarios
debe hacerse regularmente y a cortos intervalos. El propósito de tales
disposiciones consiste en evitar que los intervalos entre pago y pago sean
demasiado largos, lo que podría conducir a que los trabajadores se vieran
forzados a contraer deudas para subsistir durante los períodos comprendidos
entre uno y otro pago.
Todo lo anterior se
reafirma si se tiene en cuenta que el trabajo, además de ser un derecho
fundamental, es un principio fundante del Estado colombiano. Al respecto, esta
Corte Constitucional ha dicho ya que6:
"En la Carta
del 91 se observa un bien significativo cambio de carácter cualitativo en
relación con el trabajo. En efecto, es ciertamente un derecho humano (Artículo
25) pero también constituye, al mismo nivel del respeto a la dignidad humana,
un principio o elemento fundamental del nuevo orden estatal (Artículo 1).
"Cuando el
Constituyente de 1991 decidió garantizar un orden político, económico y social
justo e hizo del trabajo requisito indispensable del Estado, quiso significar
con ello que la materia laboral, en sus diversas manifestaciones, no puede
estar ausente de la construcción de la nueva legalidad.
"Así se
desprende claramente del texto de la propuesta formulada en la Asamblea
Constituyente y acogida finalmente por ella, en el sentido de reconocerle en
forma expresa al trabajo la categoría de fundamento esencial de la República
unitaria.
"En dicha
propuesta se pone de presente que:
"...se trata de
superar, con todas sus consecuencias, la concepción que ve en el trabajo
únicamente un derecho humano y una obligación individual y social...
No se trata, como
pudiera pensarse con ligereza, de un simple retoque cosmético o terminológico. Se
pretende señalar un rumbo inequívoco y fundamental para la construcción de una
nueva legitimidad para la convivencia democrática, que debe nutrir el espíritu
de la estructura toda de la nueva carta. En estas condiciones, el trabajo
humano se eleva a rango de postulado ético-político necesario para la
interpretación de la acción estatal y de los demás derechos y deberes incluídos
en la carta así como factor indispensable de integración social."7 "
3.4. Los Derechos
Fundamentales protegidos por Convenios
internacionales.
El artículo 53 de la
Constitución Nacional en su inciso 4º dice:
"Los convenios
internacionales de trabajo debidamente ratificados hacen parte de
la legislación interna. "
Esta idea es
reiterada y expandida por el artículo 93 constitucional, que preceptúa:
"Los tratados y
convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los
derechos humanos y que prohiben su limitación en los estados de excepción,
prevalecen en el orden interno.
Los derechos y
deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con los
tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia."
En este orden de
ideas, se citan a continuación los Convenios que regulan el tema objeto de este
negocio:
3.4.1. Convenio Nº
29, artículo 11.1:
"Sólo podrán
estar sujetos al trabajo forzoso u obligatorio los adultos aptos del sexo
masculino cuya edad no sea inferior de dieciocho años ni superior a cuarenta y
cinco."
3.4.2. Convenio Nº
95
"Artículo 6º:
Se deberá prohibir
que los empleadores limiten en forma alguna la libertad del trabajador de
disponer de su salario."
"Artículo 11:
1. En caso de
quiebra o de liquidación judicial de una empresa, los trabajadores empleados en
las mismas deberán ser considerados como acreedores preferentes, en lo que
respecta a los salarios que se les deba por los servicios prestados durante un
período anterior a la quiebra o a la liquidación judicial, que será determinado
por la Legislación Nacional, o en lo que concierne a los salarios que no se
excedan de una suma fijada por la Legislación Nacional.
2. El salario que
constituye un crédito preferente se deberá pagar íntegramente, antes de que los
acreedores ordinarios puedan reclamar la parte del activo que le corresponda.
3. La Legislación
Nacional deberá determinar la relación de prioridad entre el salario que
constituya un crédito preferente y los demás créditos preferentes."
"Artículo 12:
"1. El salario
se deberá pagar a intervalos regulares, a menos que existan otros arreglos
satisfactorios que garanticen el pago del salario a intervalos regulares. Los
intervalos a los que el salario deba pagarse se establecerán por la Legislación
Nacional o se fijarán por un contrato colectivo o un laudo arbitral.
2. Cuando se termine
el contrato de trabajo se deberá efectuar un ajuste final de todos los salarios
debidos de conformidad con la Legislación Nacional, un contrato colectivo o un
lado arbitral, o en defecto de dicha Legislación, contrato o laudo, dentro de
un plazo razonable, habida cuenta de los términos del contrato.
3.4.3. Convenio Nº
111
"Artículo 5.2:
"Todo
Miembro, puede, previa consulta con las organizaciones de empleadores y de
trabajadores, cuando dichas organizaciones existan, definir como no
discriminatorias cualesquiera otras medidas especiales destinadas a satisfacer
las necesidades particulares de las personas a las que, por razones tales como
el sexo, la edad, la invalidez, las cargas de familia o el nivel social o
cultura, generalmente se les reconozca la necesidad de protección o asistencia
especial
Ahora bien, en el
informe de la 31ª reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo8 se señalan
los motivos generales de una normatividad protectora del salario y se fija como
el principal de ellos, la excesiva dependencia del trabajador de su empleador.
Por ello es necesario que el trabajador reciba normalmente su salario en
efectivo para que pueda gastarlo como desee, que se le pague regularmente y a
intervalos lo suficientemente cortos a fin de que pueda vivir de sus ingresos.
Como caso
ilustrativo, ya del derecho comparado, es preciso remitir al informe del Comité
establecido para examinar la reclamación presentada por la federación de
sindicatos egipcios, en virtud del artículo 24 de la Constitución de la Oficina
Internacional Trabajo, en la que se alegaba que Iraq incumplía el Convenio 95.
El informe dice que "comprueba la falta de provisión de fondos de las
cuentas bancarias contra las que se emitieron cheques constituye un obstáculo
para el pago del salario. Esta falta de provisión de fondos, que en la práctica
se ha traducido en un rechazo del pago total o parcial del salario a intervalos
regulares, no es conforme a lo previsto por el artículo 12 del Convenio."
Añade, así mismo, "en relación con los cheques entregados a ciertos
trabajadores, girados con cargo a bancos de Jordania, después que fue adoptada
la decisión de imponer el embargo a Iraq, el comité considera que el pago de
los salarios con cheques girados con cargo a establecimientos radicados en
Jordania, no puede considerarse un medio efectivo de pago. Teniendo en cuenta
que en ese momento había alternativas, los gobiernos en cuestión deberían
encontrar los medios para asegurar que los trabajadores reciban el pago que les
es debido."
Por lo demás, ésta
Corporación puntualiza que la razonabilidad de los cargos formulados en contra
de las normas cuestionadas tampoco resulta desvirtuada por el argumento que,
tanto el Ministerio Público como la Corte Suprema de Justicia, esgrimieron
para justificar la inembargabilidad de los bienes y rentas incorporados en el
Presupuesto General de la Nación, según el cual el cumplimiento de las
obligaciones a cargo de la Nación puede obtenerse por el procedimiento previsto
en el artículo 177 del Código Contencioso Administrativo. Repárese en que
dicha norma regula la forma de pago de las condenas judiciales ; no el
pago de los derechos pensionales que, reconocidos por la vía administrativa no
han sido satisfechos a través de la misma, pese a haber sido exigidos
oportunamente por los acreedores respectivos. Tampoco lo es el artículo 79
del Decreto 2701 de 1991 que cita el apoderado del Ministerio de Hacienda pues
el deber de incorporar los recursos que esta impone a los funcionarios
públicos, se predica de los necesarios para atender el pago de las
sentencias judiciales, mandamientos judiciales de pago y demás ordenes
judiciales. No de los requeridos para cubrir el pago de las acreencias
pensionales reconocidas a través de acto administrativo.
4. Los principios constitucionales en
materia presupuestal y la inembargabilidad en el caso
sub-exámine
Sobre este punto conviene recordar que la
Corte Suprema de Justicia -Sala Plena-9,
al examinar a la luz de la Constitución de 1886 la exequibilidad de las normas
que en ésta oportunidad son materia de juzgamiento, sostuvo que el principio
de inembargabilidad de las rentas y recursos incorporados al Presupuesto
General de la Nación se avenía plenamente a la Constitución pues era
consecuencia lógica y necesaria de los principios presupuestales que en ella se
consagraban.
Al respecto allí se dijo:
"b).- La
Constitución y el Presupuesto.
Los lineamientos, de
ineludible observancia en materia presupuestal, están consagrados o fluyen de
los artículos 206, 207, 208, 209 y 211 de la Constitución Política, y en su
orden, prohiben percibir ingresos y hacer erogaciones del tesoro que no estén
contempladas expresamente en el Presupuesto de Rentas y Gastos, salvo las
excepciones previstas para atender las alteraciones de la paz pública y lo
relativo a los créditos suplementales extraordinarios de que trata el artículo
212 de la Carta; por tanto, dentro del presupuesto se debe calcular la cuantía
de los ingresos que han de percibirse en el correspondiente año fiscal y
fijarse los egresos correspondientes a las actividades o servicios públicos.
Prohiben aquellos preceptos, hacer gastos que no hayan sido decretados
previamente por el Congreso, las Asambleas Departamentales o las
Municipalidades, y transferir créditos a objetos no contemplados en él; ordenan
que el esquema contable refleje los planes y programas de desarrollo económico
y social; disponen que la elaboración del presupuesto corresponde al Gobierno;
fijan el término que éste tiene para presentarlo al Congreso; establecen la
deliberación conjunta de las Comisiones de Presupuesto de cada Cámara para dar
primer debate a la Ley de Presupuesto y para la incorporación de las
apropiaciones que elabore el Congreso para su funcionamiento. Señalan
finalmente el procedimiento a seguir para el caso en que el Congreso no apruebe
el Presupuesto o el Gobierno no lo presente oportunamente.
"Ordena pues,
el Constituyente que el Congreso fije los gastos de la administración con
sujeción la Ley Normativa, y le prohibe aumentar el cómputo de las rentas, sin
concepto previo y favorable del Ministro del ramo.
"De acuerdo
con los mandatos constitucionales que se dejan relacionados, no es posible
incluir partidas que no correspondan a créditos judicialmente reconocidos, o a
gastos decretados conforme a Ley anterior, lo que alteraría el balance o
equilibrio presupuestal por el aumento de nuevos gastos.
Es cierto que
ninguna de las normas fundamentales que regulan los diferentes aspectos
presupuesta-les, alude a la inembargabilidad de las rentas y recursos del
Estado; sin embargo, su consagración en el Estatuto Orgánico Fundamental no
quebranta ningún principio constitucional pues surge como mecanismo lógico de
necesidad imperiosa para asegurar el equilibrio fiscal y garantizar el estricto
cumplimiento de los principios constitucionales relacionados, a los cuales debe
sujetarse la ejecución presupuestal, pues de otra forma se daría lugar al
manejo arbitrario de las finanzas lo cual conduciría a que se hicieran
erogaciones no contempladas en concreto en la Ley de apropiaciones, o en
cuantía superior a la fijada en ésta, o transferencia de créditos sin
autorización; y en fin, a desequilibrar el presupuesto de rentas y gastos y
destinar aquellas a fines no previstos en el presupuesto nacional.
... La previsión
sobre la inembargabilidad de los recursos del Tesoro Nacional... por el
contrario, se debe considerar como complemento necesario para que el equilibrio
fiscal, esto es, la equivalencia de los ingresos con los egresos, sea efectiva
y se logre de este modo el ordenado manejo de las finanzas públicas, que según
se desprende de las normas fundamentales reseñadas, no es deber discrecional
del Gobierno." (Enfasis fuera de texto)
No desconoce ésta Corte que, al igual que
la Constitución anterior, la actual obliga a respetar ciertos principios en
materia de formación, modificación y ejecución del presupuesto. Empero, estima
que a la luz de la normatividad constitucional actualmente en vigor no es
posible aducir los argumentos que por entonces esgrimió la Corte Suprema de
Justicia. En primer lugar porque el alegado imperativo constitucional del
equilibrio presupuestal que se adujo como principal defensa de la
constitucionalidad del principio cuestionado ya no es sostenible toda vez que
la nueva Carta lo eliminó. En segundo término por cuanto los principios ya
reconocidos en la Constitución anterior que la actual mantiene no riñen con la
embargabilidad, según pasa a explicarse:
4.1. Ha desaparecido
el alegado principio del equilibrio presupuestal.
Como se infiere de la transcripción hecha
en precedencia, el principal argumento en el que la Corte Suprema de Justicia
fundamentó la constitucionalidad de las normas cuestionadas estribaba en la
necesidad de preservar el principio constitucional que ordenaba mantener
equilibrados los ingresos y los gastos y que traía el antiguo artículo 211.
Sin embargo, esta razón ya no puede ser argüida, pues el susodicho principio
perdió su carácter constitucional.
Hoy, por el contrario, la Constitución de
1991 permite al gobierno presentar a consideración de las Cámaras un proyecto
de presupuesto en principio "desequilibrado"10
. En efecto, su artículo 347, en éste sentido, dispone:
"El proyecto de
Ley de apropiaciones deberá contener la totalidad de los gastos que el estado
pretenda realizar durante la vigencia fiscal respectiva. Si los ingresos
legalmente autorizados no fueren suficientes para atender los gastos
proyectados, el Gobierno, propondrá, por separado ante las mismas comisiones
que estudian el proyecto de Ley del presupuesto, la creación de nuevas rentas o
la modificación de las existentes para financiar el monto de gastos
contemplados. El presupuesto podrá aprobarse sin que se hubiere perfeccionado
el proyecto de Ley referente a los recursos adicionales, cuyo trámite podrá
continuar su curso en el período legislativo siguiente."(Enfasis fuera
del texto).
El autorizado tratadista Juan Camilo
Restrepo11
, a propósito de la razón de ser de éste principio, comenta lo siguiente:
"Este principio
presupuestal en su versión original, cuyo origen se remonta a la hacienda
pública clásica, disponía que entre los ingresos corrientes y el gasto público
ordinario debía haber igualdad; o sea, los ingresos corrientes (de los que
estaba excluído el crédito público) debían ser suficientes para atender el
rodaje normal del Estado. Y el recurso al endeudamiento sólo era permisible
cuando se trataba de financiar un gasto extraordinario (una guerra, por
ejemplo).
"En la hacienda
pública clásica se entendía que un presupuesto estaba en equilibrio cuando los
ingresos corrientes (tributarios y no tributarios) eran iguales a la totalidad
del gasto público. Así entendió el concepto de equilibrio la misión Kemmerer
al redactar el primer Estatuto Orgánico del Presupuesto en 1922.
"Sin embargo,
con el correr del tiempo, el uso del crédito se fue generalizando como
instrumento normal de financiación presupuestal (ya no para financiar gastos
extraordinarios), sino para atender cualquier tipo de gasto público. A partir
de esta generalización del uso del crédito público, que para la hacienda
pública clásica había sido un recurso de excepción, el principio del equilibrio
presupuestal dejó de tener un sentido económico claro y pasó a tener un
significado meramente formal, pues es evidente que la suma de los recursos
ordinarios (tributarios y no tributarios) mas los recursos de capital
(crédito), siempre igualarán el monto del gasto. El propósito implícito en la
formulación original del principio del equilibrio presupuestal (evitar el
excesivo uso del endeudamiento público) ha pasado a convertirse en una mera
expresión formal, casi tautológica lógica, de la manera como se financia el
presupuesto."
La Asamblea Nacional Constituyente al
aprobar el enunciado normativo que corresponde al actual artículo 347 de la
Carta, revaluó el principio del equilibrio presupuestal que exigía que en el
proyecto de presupuesto inicialmente presentado por el Gobierno a consideración
de las Cámaras, el monto de las apropiaciones solicitadas no excediera el de
los ingresos estimados.
El mismo autor citado, explica el por qué
de la referida supresión, así:
"...Hubo entre
las propuestas presentadas a la Constituyente varias críticas al funcionamiento
del principio del equilibrio presupuestal que consagraba el antiguo artículo
211. La principal crítica fue que el principio del equilibrio resultaba desueto
a la luz de la evolución de las economías modernas que suelen operar con un
volumen considerable de deuda pública de carácter permanente; y además, que de
conformidad con los postulados de la hacienda pública moderna, el déficit
presupuestal puede ser buscado explícitamente por las autoridades como un
instrumento anticíclico cuando se afronten situaciones recesivas en la
economía."12
4.2. No se violan los
principios constitucionales que regulan la
formación, aprobación y ejecución del presupuesto.
Desde otro ángulo, ésta Corte discrepa del
parecer sostenido por la Corte Suprema de Justicia que además vió en los
principios constitucionales sobre formación, aprobación y ejecución del
presupuesto un obstáculo para la procedibilidad constitucional de la
embargabilidad de dineros públicos. En efecto, pese a que algunos de tales
principios también recibieron consagración constitucional en los artículos 345
a 354 de la Carta de 1991, ésta Corte no los considera en modo alguno
incompatibles. Ciertamente, el que se puedan embargar, en algunos casos, los
bienes y rentas de la Nación, no significa bajo ningún punto de vista que se
puedan hacer gastos que no hayan sido previamente decretados por el Congreso;
ni que se puedan transferir créditos a objetos no contemplados en el presupuesto;
ni que el esquema contable pueda elaborarse con prescindencia de los planes y
programas de desarrollo económico y social; ni que el Gobierno pierda la
competencia de elaborarlo, o que esté exento de presentarlo dentro del término
constitucional a la consideración del Congreso; ni que éste último pueda
tramitarlo sin observar las reglas constitucionales que regulan el
procedimiento a seguirse para su discusión y aprobación.
4.3. No se viola el
principio de legalidad del gasto.
A juicio de esta Corte, tampoco se
transgrede el principio constitucional que en la Carta de 1886 se recogía en el
artículo 206 y que en los mismos términos se consagra en el artículo 345 de la
actual, conforme al cual se prohibe que en tiempo de paz se hagan erogaciones
con cargo al Tesoro que no se hallen incluídas en el presupuesto de gastos. La
embargabilidad de los recursos y rentas incorporados al Presupuesto General de
la Nación no comporta de suyo la inobservancia de éste mandato pues su
consecuencia lógica no es la de que se terminen haciendo gastos no previstos en
la Ley de apropiaciones.
Debe tenerse en cuenta que el Presupuesto,
ni ahora, ni mucho menos antes, se ha caracterizado por tener una rigidez e
inflexibilidad a tal punto extremas que impidan modificarlo en orden a incluir
en él gastos que no fueron inicialmente previstos, o que a pesar de haberse
contemplado no pudieron ser atendidos por resultar insuficiente la partida
apropiada para cubrirlos. Por el contrario, debe recordarse que la Ley
Orgánica del Presupuesto, No. 38 de 1989, en sus artículos 63 a 69 contempla el
procedimiento a seguir para efectos de modificar el presupuesto. De tal modo
que en lo que tales disposiciones y las complementarias contenidas en el
Decreto 2701 de 1991, resultaren pertinentes, los funcionarios a quienes
concierna ésta actuación deberán tramitar las modificaciones al presupuesto a
que diere lugar la orden judicial de embargo, a fin de incluir el gasto no
presupuestado así como las apropiaciones requeridas para autorizar y atender su
pago.
4.4. No se desconoce
el principio de justificación del gasto.
Por otra parte, la Corporación considera que el embargo de bienes del Estado
para que, por la vía judicial se lleve a cabo la ejecución que permita hacer
exigible el pago de una obligación dineraria, no conduce a que se vulnere la
previsión constitucional contenida en el inciso segundo del artículo 346 de la
actual Carta Política. De hecho, en la hipótesis sobre la cual se viene
discurriendo, la partida a incluirse en la Ley de Apropiaciones tendría por
objeto atender al pago de un crédito judicialmente reconocido, que es
precisamente uno de los gastos que el susodicho precepto autoriza a incluir en
ella. Naturalmente que, según ya se observó, en dicho evento se requerirá
cumplir con el trámite a que la Ley Orgánica del Presupuesto sujeta las
modificaciones que a éste deban efectuarse.
4.5. El concepto de
"deuda" en la nueva Constitución.
Por lo demás, esta Corte juzga que el
concepto de "deuda" a cuyo servicio el Estatuto Supremo adscribe
prioridad al prohibirle al Congreso eliminar o reducir las partidas requeridas
para atender su pago (artículo 351, inciso segundo C.P.), no se reduce a los
débitos causados por empréstitos contraídos con entidades de financiamiento
interno o externo cuyos recursos pasan a engrosar los recursos de capital.
En una Constitución que edifica un orden
social sobre bases de justicia social; que postula un Estado Social de Derecho,
que hace del ciudadano el principal actor del acontecer político y en la que,
por todo lo anterior, la protección y efectividad de los derechos fundamentales
constituye la principal razón de ser de la organización institucional y
política y del quehacer gubernamental, la noción de "deuda," por
necesidad resultante de su propia axiología, debe comprender, con mayor razón,
los débitos originados en la prestación de servicios ya causados como resultado
de una relación laboral, como quiera que éstos también representan obligaciones
dinerarias a cargo del Estado.
La tesis que se viene sosteniendo cobra
mayor vigor aún si se tiene en cuenta el efecto multiplicador de carácter
social que tiene el pago oportuno de los derechos pensionales. En efecto,
según se anotó en precedencia, éste tiene trascendentales repercusiones en la
efectividad y realidad de los derechos de la familia, como núcleo fundamental
de la sociedad; del niño como aurora del mañana, y en la dignidad del ser
humano como máxima encarnación de la idea del progreso, en sentir de ésta
Corte, los débitos de ésta índole deben tener la prelación que amerita su
propia naturaleza.
Si la Constitución obliga a incluir en la
Ley de Apropiaciones las partidas necesarias para atender el "gasto
público social"; si éste, excepto en los casos de guerra exterior o por
razones de seguridad nacional, "tendrá prioridad sobre cualquier otra
asignación" (artículo 350) precisamente porque tiene el esencial
propósito de atender las "necesidades básicas insatisfechas"; es
congruente con tales dictados el que el Estado esté obligado a pagar lo que
adeuda por concepto de pensiones legales pues con ellas otros proveen a lo
necesario para su propia subsistencia.
5.
Consideraciones del caso concreto
5.1. Juez y
aplicación razonable
En el caso que ocupa
a esta Corte se presenta el problema de la existencia de una norma legal que
limita la efectividad de un derecho fundamental.
En efecto, la
inembargabilidad del presupuesto está fundada en la protección del bien público
y del interés general. Sin embargo, en el proceso de su aplicación, dicha norma
pone en entredicho el derecho a la pensión de algunos empleados públicos a
quienes no se les niega el derecho pero tampoco se les hace efectivo.
La norma que
establece la prioridad del interés general no puede ser interpretada de tal
manera que ella justifique la violación de los derechos fundamentales de unos
pocos en beneficio de interés de todos. Aquí, en esta imposibilidad, radica
justamente uno de los grandes avances de la democracia y de la filosofía
política occidental en contra del absolutismo y del utilitarismo. El individuo
es un fin en si mismo; el progreso social no puede construirse sobre la base
del perjuicio individual, así se trate de una minoría o incluso de un individuo.
La protección de los derechos fundamentales no está sometida al vaivén del
interés general; ella es una norma que encierra un valor absoluto, que no puede
ser negociado o subestimado.
La norma que
establece la inembargabilidad del presupuesto obstaculiza la efectividad del
derecho al salario. Jurídicamente -con base en la Constitución de 1991- no es
lo mismo un derecho válido inefectivo que un derecho válido efectivo. La
realización de los contenidos normativos es un derecho que no se reduce a la
mera promulgación de normas; es un derecho que se obtiene con la efectividad de
los derechos.
La aplicación de una
norma que protege un derecho fundamental no puede estar condicionada por
problemas de tipo administrativo o presupuestal. Si esto fuera así las instancias
aplicadoras de las normas constitucionales tendrían el poder de determinar el
contenido y la eficacia de tales normas y en consecuencia estarían suplantando
al legislador o al constituyente.
Las normas
constitucionales se caracterizan por su generalidad e indeterminación. Es por
eso que el contenido exacto de una norma sólo se conoce cuando se establece una
confrontación entre ella y las demás normas del ordenamiento, luego de lo cual
se sabe, con precisión, cual es su verdadero alcance y a qué casos se aplica.
Esta labor de confrontación e interpretación es llevada a cabo por la dogmática
jurídica, que es la ciencia del derecho, o sobre el derecho.
Si hubiese una
relación unívoca entre normas y casos, a cada caso una norma, no habría
necesidad de una ciencia del derecho, ni habría conflictos jurídicos, ni
jueces. Pero la realidad es otra: cada norma encuentra, al momento de ser
confrontada con otras normas, una serie de excepciones. Por eso la validez y la
eficacia de una norma nunca es un dato absoluto; siempre es un criterio de
aplicación para ciertos casos y en ciertas circunstancias.
5.2. La Regla general
y la Excepción
5.2.1. La Regla general: La
Inembargabilidad
De las anteriores
consideraciones se desprende un conflicto entre dos valores que deben ser
sopesados y analizados para tomar una decisión sobre la exequibilidad de las
normas demandadas: el primero de estos valores tiene que ver con la protección
de los recursos económicos del Estado y del interés general abstracto que de
allí se desprende. El segundo valor en conflicto esta vinculado con la
efectiva protección del derecho fundamental al pago del salario de los
trabajadores vinculados con el Estado.
Como ya fue
señalado, la Corte Suprema de Justicia bajo el imperio de la Constitución
anterior resolvió el conflicto normativo en favor de la norma legal y del
interés general abstracto que ella respalda.
La Corte
Constitucional, en cambio, sostiene que, en todo caso de conflicto entre los
valores mencionados, debe prevalecer el derecho de los trabajadores a la
efectividad del pago de su salario. El énfasis en esta afirmación, que no
admite excepción alguna, sin embargo no impide que esta Corte admita la importancia
del interés general abstracto. De hecho, las siguientes razones juegan en
favor de este valor:
1. Razón de Fondo:
Colombia es un Estado social de derecho, según el artículo 1o. de la
Constitución. Esta definición material implica, entre otras cosas, que el
Estado tradicional o Estado de derecho tiene ahora una característica especial
inmanente que es justamente su naturaleza social. Esta naturaleza, a su vez,
lleva a la conclusión de que la persona es más importante que el Estado, ya que
éste se encuentra al servicio de aquélla.
Es precisamente en
esta condición de servicio que se ha investido al Estado para que cumpla los
fines esenciales que se le señalan en el artículo 2o. de la Carta, a saber:
"Artículo 2º-
Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad
general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las
decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y
cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la
integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un
orden justo.
Las autoridades de
la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades,
y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares."
Pero para que el
Estado pueda realizar tan altos cometidos es necesario dotarlo de los
instrumentos necesarios para garantizar el efectivo cumplimiento de los mismos.
En otras palabras, la gobernabilidad debe ser conducente en aras de la eficacia
en el logro de los fines humanistas del aparato estatal. De lo contrario la
sociedad civil sería víctima de la creación secular de un ente cultural inane e
inocuo.
Luego se precisa
conferir al Estado los mecanismos de gobierno aptos para la buena gestión del
mismo. Como anotaba Maquiavelo, "sólo los profetas armados vencen; los
profetas desarmados perecen."13
Y entre los
instrumentos del Estado figura en primerísimo lugar el instrumento económico.
Es incluso inútil realizar aquí una apología del dinero en una economía de
mercado. Lo que sí tiene sentido es establecer la eventual bondad de una
protección especial -como la inembargabilidad- a las rentas y recursos del
nivel nacional.
Para la Corte
Constitucional, entonces, el principio de la inembargabilidad presupuestal es
una garantía que es necesario preservar y defender, ya que ella permite
proteger los recursos financieros del Estado, destinados por definición, en un
Estado social de derecho, a satisfacer los requerimientos indispensables para
la realización de la dignidad humana.
En este sentido,
sólo si el Estado asegura la intangibilidad judicial de sus recursos
financieros, tanto del gasto de funcionamiento como del gasto de inversión,
podrá contar con el cien por ciento de su capacidad económica para lograr sus
fines esenciales.
La embargabilidad
indiscriminada de toda suerte de acreedores, nacionales y extranjeros,
expondría el funcionamiento mismo del Estado a una parálisis total, so
pretexto de la satisfacción de un cobro judicial de un acreedor particular y
quirografario.
Tal hipótesis es
inaceptable a la luz de la Constitución de 1991, pues sería tanto como hacer
prevalecer el interés particular sobre el interés general, con desconocimiento
del artículo primero y del preámbulo de la Carta.
B) Razones
Jurídico Formales:
El artículo 63 de la
Constitución establece:
"Los bienes de
uso público, los parques naturales, las tierras comunales de grupos étnicos,
las tierras de resguardo, el patrimonio arqueológico de la Nación y los demás
bienes que determine la Ley, son inalienables, imprescriptibles e
inembargables."
Significa lo
anterior que el legislador posee facultad constitucional de dar, según su
criterio, la calidad de inembargables a ciertos bienes; desde luego, siempre y
cuando su ejercicio no comporte transgresión de otros derechos o principios
constitucionales.
Justamente el
legislador colombiano, en las disposiciones controvertidas de la Ley 38 de
1989, ha hecho cabal desarrollo de la facultad que el artículo 63
Constitucional le confiere para, por vía de la Ley, dar a otros bienes la
calidad de inembargables.
Sin embargo, debe
ésta Corte dejar claramente sentado* que este postulado excluye temporalmente,
el caso en que, la efectividad del pago de obligaciones dinerarias a cargo del
Estado surgidas de relaciones laborales exige el embargo de bienes y recursos
incorporados al Presupuesto General de la Nación.
Como claramente se
desprende de los considerandos que anteceden, por mandato imperativo de la
Carta, que también es de obligatorio acatamiento para el juez constitucional,
los derechos laborales son materia privilegiada que se traduce, entre otras, en
la especial protección que debe darles el Estado. De ahí que tales derechos
deban ser objeto de consideración separada, a lo cual se orientarán los
razonamientos que siguen.
5.2.2. La Excepción: La Embargabilidad en
el caso de las obligaciones dinerarias a cargo del Estado, que han surgido de
relaciones laborales y cuyo pago no se ha obtenido por la vía administrativa o
judicial.
Debe la Corte en
este punto, empezar por indicar que la decisión del juez constitucional sobre
la exequibilidad o inexequibilidad de una norma no siempre se reduce a la
simple declaración de la una o la otra. Tanto la exequibilidad como la
inexequibilidad pueden serlo con ciertas condiciones y bajo ciertas
circunstancias. Dicho de otra manera: la declaración del juez sobre la
adecuación de la Ley a la Constitución no excluye las excepciones del caso.
Poner en evidencia las excepciones a la regla es, precisamente, hacer que la
aplicación del derecho sea razonable, adecuada a los hechos.
El problema de la
relación entre el derecho y la sociedad es un problema de adecuación de
adaptación. En este sentido la lógica a partir de la cual se encuentran
soluciones para la relación derecho/sociedad es la lógica de lo razonable y no
la lógica racional. La decisión judicial es la manifestación más importante del
esfuerzo por hacer funcional y razonable la relación entre derecho y sociedad.
De ahí que se haya dicho que el juez es un instrumento de paz social.
Por eso, la Constitución efectiva de un
Estado no se limita a la simple enumeración de sus artículos. La Carta debe ser
complementada con las decisiones judiciales que indican la manera como se
aplican sus normas. Dicho en otras palabras: el juez constitucional, en sus
decisiones, complementa el texto legal con los criterios de aplicación, esto
es, con las excepciones a la regla que no han sido contempladas en el texto
fundamental ,14
a través de la creación de las normas que la doctrina ha denominado
"sub-constitucionales."
Además la interpretación de una norma por
parte del juez constitucional "en un cierto sentido" tiene
precedentes tanto en la jurisprudencia colombiana como en la doctrina
extranjera.
En Colombia, la Corte Suprema de Justicia
sostuvo, con ponencia del Magistrado Fabio Morón Díaz, que:
"... para el
caso de los individuos que hayan sido condenados a penas privativas de la
libertad, ésta Corporación entiende que la inhabilidad... debe
predicarse sólo de aquéllas condenas vigentes..."15
(Subrayas no originales).
La doctrina extranjera, siguiendo a
García de Enterría, por su parte, ha sostenido:
"Cuando una Ley esté redactada en
términos tan amplios que puede permitir una interpretación inconstitucional,
habrá que presumir que siempre que sea 'razonablemente posible', el legislador
ha sobreentendido que la interpretación con la que habrá de aplicarse dicha Ley
es precisamente la que permita mantenerse dentro de los límites
constitucionales."16
En este orden de
ideas, el derecho al trabajo, por su especial protección en la Carta y por su
carácter de valor fundante del Estado social de derecho, merece una especial
protección respecto de la inembargabilidad del presupuesto.
En consecuencia,
esta Corporación estima que los actos administrativos que contengan
obligaciones laborales en favor de los servidores públicos deben poseer la
misma garantía que las sentencias judiciales, esto es, que puedan prestar
mérito ejecutivo -y embargo- a los dieciocho (18) meses después de haber sido
ejecutoriados, de conformidad con el artículo 177 del código contencioso
administrativo, que dice en sus incisos primero y cuarto:
"Artículo 177.-
Cuando se condene a la Nación, a una entidad territorial o descentralizada al
pago o devolución de una cantidad líquida de dinero, se enviará inmediatamente
copia de la sentencia a quien sea competente para ejercer las funciones del
ministerio público frente a la entidad condenada...
Será causal de mala
conducta de los funcionarios encargados de ejecutar los presupuestos públicos,
pagar las apropiaciones para cumplimiento de condenas más lentamente que el
resto. Tales condenas, además, serán ejecutables ante la justicia ordinaria
dieciocho (18) meses después de su ejecutoria..."
En consecuencia,
esta Corte considera que en aquellos casos en los cuales la efectividad del
pago de las obligaciones dinerarias a cargo del Estado surgidas de las
obligaciones laborales, solo se logre mediante el embargo de bienes y rentas
incorporados al presupuesto de la nación, este será embargable en los términos
del artículo 177 del Código Contencioso Administrativo.
VII. DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO: Por ausencia de concepto de violación, declárase INHIBIDA
para conocer de la inconstitucionalidad del artículo 8o. en la parte que dice:
"Los principios del sistema presupuestal son: la
planificación; la anualidad; la universalidad; la unidad de caja; la
programación integral; la especialización; el equilibrio..."
SEGUNDO: SON EXEQUIBLES los artículos 8°, en
la parte que dice: "y la inembargabilidad", y 16 de la Ley 38 de
1989; y además, en tratándose de créditos laborales, entendidos dichos textos
conforme a los dos últimos párrafos de la parte motiva de esta sentencia.
Copíese, publíquese, comuníquese, insertese
en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Sentencia T-406 de Junio 5 de
1992, Magistrado Ponente Dr. Ciro Angarita Barón. Proceso No. T-778, Acción de
Tutela contra Empresas Públicas de Cartagena.
2 Sentencia C-221 de mayo 29 de
1992, Magistrado Ponente Dr. Alejandro Martínez Caballero, Proceso D-006
3 Cfr. ALESSANDRO, Pizzoruso.
" Lecciones de Derecho Constitucional. " Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1.984, p. 169.
4 Corte Constitucional. Op, cit.
5 Gaceta Constitucional Nº 85,
mayo 29 de 1991, págs. 8 y 9.
6 Sentencia No 222 Corte
Constitucional. 17 de Junio de 1992. Peticionario, Oscar Dueñas. Ponente, Ciro
Angarita Barón.
7 Perry Guillermo. Serpa Horacio
y Verano Eduardo. El trabajo como valor fundamental. Proyecto de acto
reformatorio de la Constitución Política de Colombia. Gaceta Constitucional No
63 pag.2
8 OIT. 31a Reunión de la Conferencia
Internacional del Trabajo. Introducción del Informe VI c) (1).
9 Sentencia No. 44 de marzo 22 de
1990. M.P. Dr. Jairo Duque Perez, por la cual se resolvió la acción de
inexequibilidad intentada por el ciudadano JOSE RIOS TRUJILLO contra el
artículo 16 de la ley 38 de 1989. Expediente No. 1992.
10 De hecho, el
Presidente Gaviria y su Ministro de Hacienda, anotaron, a propósito del
proyecto de presupuesto presentado a la consideración de la Comisión Especial
Legislativa para el año fiscal de 1992 lo siguiente:
"El
proyecto de presupuesto que se presenta a consideración de la H. Comisión
Especial rompe con la tradición de proponer un presupuesto aparentemente
equilibrado que ocultaba cuantiosos déficits financieros, que se iban
subsanando en el transcurso del año. La nueva Constitución consagró la posibilidad
de presentar un presupuesto desequilibrado, lo que permite demostrarle a
la H. Comisión y al país la verdadera situación de las finanzas públicas
nacionales." Cfr. "El Presupuesto de 1992 y la Nueva
Constitución." Informe de la Comisión Especial Legislativa coordinado
por los Ex-ministros de Hacienda Hernando Agudelo Villa y Rodrigo LLorente
Martínez, p. 17.
11 "Hacienda Pública,"
Ed. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 1992, pp. 204-5
12 Op. Cit., pp. 266-267
13 Cfr. Maquiavelo, Nicolás. El
Príncipe. Editorial Bruguera Barcelona, 1984. Capítulo XVIII. Estas palabras
las pronunció Maquiavelo a propósito del fraile Savonarola, quemado por la
inquisición
14 Según una versión moderada del
realismo jurídico, ampliamente aceptada hoy en día, el derecho efectivo de un
Estado, más que encontrarse en el conjunto de textos normativos votados y
promulgados, está en la idea, en la representación que los jueces y los
aplicadores del derecho tienen de dicho conjunto. Cfr. H.L.HART, El Concepto
del Derecho, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, p. 125 y ss.
15 Sentencia de Junio 9 de
1988, relativa a la Ley 78 de 1986, Expediente No. 1799.
16 Cfr. García de Enterría,
Eduardo. "La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional",
Editorial Civitas S.A.., Madrid, 1991, p. 96 |
228 | C-549-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-549/92
TRANSITO
CONSTITUCIONAL
El Decreto
acusado habrá entonces de regirse por la Constitución anterior en cuanto hace
al procedimiento de habilitación legislativa; mas en relación con las
acusaciones materiales que se le endilgan de violación de la nueva Carta, su
enjuiciamiento ha de hacerse frente a ésta, ya que como ordenamiento superior
vigente es la normatividad suprema y subordinante.
CONTRABANDO-Penalización/SISTEMA DE APERTURA
ECONOMICA
Desinvestir el
contrabando de su carácter delictual y no penalizar administrativamente las
conductas desjudicializadas, habría significado nada más ni nada menos,
contrariando el querer del legislador que sumir al país en confusión económica
con el consiguiente perjuicio para su economía como un todo, desde el punto de
vista de sus proyecciones macroeconómicas, las cuales dentro de un contexto de
apertura económica, como es el que ocupa la atención del Estado en los últimos
años, han de asegurar que las mercancías que ingresan al país han de competir
libremente con las producidas en él, sin que exista el factor perturbador de
las introducidas ilegalmente de contrabando que podrían ofrecerse a precios
inferiores.
CONTRABANDO-Regulación Legal/CONTRAVENCION
PENAL/SANCION/FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Límites
Las
contravenciones administrativas no lo son en sentido penal, es decir, no son
hechos punibles, pues ellas hacen referencia a situaciones de carácter
eminentemente de derecho administrativo, cuya naturaleza se encuentra definida
por el legislador al calificarlas como tales y diferenciarlas de las
contravenciones penales, al establecer los procedimientos para cada una y al
fijar las sanciones, siendo las penales generalmente más severas que las
administrativas y éstas siempre de carácter económico, administrativo y
comercial, debiendo anotarse que aquéllas se imponen por acto jurisdiccional
mientras que éstas se aplican mediante actos administrativos. Por
consiguiente, si las infracciones administrativas no son hechos punibles,
significa que cuando el Decreto No. 1750 de 1991, transmutó el carácter de
hecho punible de las conductas que infringen la legislación aduanera, en
infracciones de naturaleza administrativa, no rebasó las facultades
extraordinarias que le confirió el Congreso al Presidente de la República.
DEBIDO PROCESO-Pruebas
Es inexequible la
expresión "no se repetirán", referida a las pruebas en cuestión,
porque ello privará a las personas comprometidas en infracciones
administrativas aduaneras, de la posibilidad de controvertir y enmendar a su
favor pruebas irregularmente producidas en su contra, con lo cual se
contraviene el derecho al debido proceso contemplado en dicho texto
constitucional que garantiza a todo sindicado o investigado su derecho de
defensa que incluye el derecho "a presentar pruebas y a controvertir las
que se alleguen en su contra".
Ref.: Procesos
Nos. D-022 y D-028 acumulados.
Acción
de inconstitucionalidad contra los
artículos 1o. a 15 y 17 del
Decreto Ley 1750 de 1991.
Demandantes:
RAIMUNDO MENDOZA AROUNI
JESUS
VALLEJO MEJIA
Magistrado
Ponente:
DR. SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé de Bogotá,
D.C., cinco (5) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
Los ciudadanos
Raimundo Mendoza Arouni y Jesús Vallejo Mejía, en ejercicio de la acción
pública autorizada en el artículo 241 de la Constitución Política, solicitan a
la Corte declarar la inexequibilidad de los artículos 1o. a 15 y 17 del Decreto
Ley 1750 de 1991.
Cumplidos los
trámites establecidos en la Carta Fundamental y en el Decreto 2067 de 1991 y
oído el concepto del señor Procurador General de la República, la Corporación
pasa a decidir.
II. NORMAS
ACUSADAS.
"DECRETO
NUMERO 1750
(4 de julio de
1991)
Por el cual se
ejercen facultades extraordinarias en materia Penal Aduanera.
EL PRESIDENTE DE
LA REPUBLICA DE COLOMBIA,
En uso de sus
facultades constitucionales y legales, y en especial de las concedidas por el
artículo 61 de la Ley 49 de 1990, oída la comisión parlamentaria prevista en el
artículo 80 de la misma ley y de conformidad con la Ley 6a. de 1971, y
CONSIDERANDO
1) Que el
artículo 61 de la Ley 49 de 1990 revistió al Presidente de la República de
facultades extraordinarias hasta por dos (2) años contados a partir de la fecha
de su vigencia para eliminar el carácter de hecho punible tipificado en el
Estatuto Penal Aduanero de las conductas que infringen la legislación aduanera.
2) Que
para llevar a cabo dicha eliminación es pertinente transmutar el mencionado
carácter de hecho punible en infracciones de carácter administrativo.
3) Que
para efectuar la indicada transmutación se requiere modificar disposiciones
concernientes al régimen de aduanas en materia sancionatoria y procedimental,
lo cual debe efectuarse con sujeción a las normas generales establecidas por la
Ley 6a. de 1971.
DECRETA:
CAPITULO I
CONTRABANDO E
INFRACCIONES ESPECIALES
Artículo 1. A partir del 1o. de noviembre de 1991
elimínase el carácter de hecho punible de las conductas tipificadas en el
Estatuto Penal Aduanero. A partir de tal fecha dicho carácter se transmutará
en el de las siguientes infracciones administrativas aduaneras.
a) Contrabando:
Incurrirá en infracción administrativa de contrabando quien realice una
cualquiera de las siguientes conductas:
1. Importar
o exportar mercancías de prohibida importación o exportación.
2. Importar
o exportar o intentar exportar mercancías sin presentarlas o declararlas ante
la autoridad aduanera, o por lugares no habilitados.
3. Sustraer
del control de la Aduana mercancía que no haya sido despachada para consumo o
respecto de la cual no se haya autorizado Régimen Aduanero alguno.
4. Transportar,
almacenar, tener, poseer, adquirir, vender, permutar, ocultar, usar, dar o
recibir en depósito, destruír o transformar mercancía introducida al país
de contrabando, sin participar en los hechos descritos anteriormente. Ser
propietario, administrador o tenedor de trilladoras o tostadoras de café que
funcionen sin autorización de la Dirección General de Aduanas.
5. Tener,
poseer o almacenar café en lugares no autorizados, o transportarlo por rutas
distintas de las autorizadas, o en medio de transporte no inscrito en la
Dirección General de Aduanas, sin la guia de tránsito o el certificado de
revisión.
6. Intervenir,
sin permiso de autoridad competente, en el traspaso o matricula irregular de
automotor importado temporalmente o de contrabando.
7. Sin
permiso de autoridad competente, poner en libre circulación, mercancías de
circulación restringida tales como las importadas temporalmente para
reexportación en el mismo estado o para perfeccionamiento activo.
b) Infracciones
especiales: Incurrirá en infracción administrativa especial quien realice una
cualquiera de las siguientes conductas:
1. Cambiar
la destinación de mercancía despachada para consumo restringido, a lugares,
personas o fines distintos de los autorizados.
2. Tener
o poseer mercancía importada temporalmente, vencido el plazo de permanencia en
el país.
3. Alterar
la identificación de mercancías que no se encuentren en libre circulación.
Artículo 2. SANCIONES. Para efecto de las
sanciones previstas en este decreto, constituye sanción aplicable la de multa,
la cual consiste en pagar al Fondo Rotatorio de Aduanas una suma determinada en
moneda nacional.
Constituyen
sanciones accesorias las siguientes:
1. Prohibición
de ejercer el comercio.
2. Clausura
y cierre de establecimiento comercial.
3. Prohibición
de ejercer profesión u oficio relacionado con el Comercio Exterior.
4. Pérdida
de empleo o cargo público.
La duración
máxima de las sanciones indicadas en los numerales 1 a 3 será de cinco (5)
años.
Artículo 3. MULTAS.
Las situaciones
previstas en el literal a) del artículo primero de este decreto acarrear una
multa equivalente a la mitad del valor de la mercancía decomisada.
Las situaciones
previstas en el literal b) del artículo primero de este decreto acarrear una
multa equivalente a una suma que se fijará entre diez (10) y cien (100)
salarios mínimos mensuales.
Artículo 4. CIRCUNSTANCIAS
DE AGRAVACION.
Para la aplicación de las multas señaladas en este decreto, se tendrán en
cuenta, las siguientes circunstancias:
1. Quien
después de haber sido sancionado por una de las infracciones previstas en el
literal a) del artículo primero de este decreto, cometiere nuevamente
una cualquiera de las mismas, incurrirá en multa equivalente al valor de las
mercancías decomisadas. Si se tratare de las conductas contempladas en el
literal b) del artículo primero, la multa se fijará entre veinte (20) y
doscientos (200) salarios mínimos mensuales.
2. En la
misma proporción se aumentarán las multas cuando se trate de la comisión conexa
de varias infracciones aduaneras previstas en este decreto.
3. Cuando
se trate de mercancías introducidas ilegalmente al país, que sean objeto de
producción nacional, la multa será equivalente al setenta por ciento (70 %) del
valor de las mercancías decomisadas.
ARTICULO 5.
ATENUACION Y TERMINACION DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO SANCIONATORIO. Cuando antes de producirse decisión
definitiva, el infractor pague la mitad de la multa
correspondiente, ésta se reducirá a dicho monto y se dará por terminada la
actuación administrativa sancionatoria.
ARTICULO 6. COMISION
DE HECHOS PUNIBLES. Cuando
para la comisión de una de las infracciones aduaneras se haya realizado hecho
punible, se compulsarán copias a la Jurisdicción Penal Ordinaria, para lo de su
competencia.
CAPITULO II
PROCEDIMIENTO
ARTICULO 7. COMPETENCIA. Las infracciones aduaneras que se cometan
a partir del 1o. de Noviembre de 1991, serán de competencia exclusiva de la
Dirección General de Aduanas, por vía gubernativa.
Son competentes,
en primera instancia, los Jefes Regionales de Aduana, y conocerá de la segunda
instancia el Director General de Aduanas y sus delegados.
ARTICULO 8. INICIO.
Dentro de los
quince (15) días siguientes a la ejecutoria de la providencia, que dispuso el
decomiso de una mercancía, se citará al presunto infractor para que concurra,
en los cinco (5) días siguientes a la citación, a rendir descargos y presentar
las pruebas que considere necesarias. Vencido este último término, el
funcionario competente dispondrá de ocho (8) días para practicar las pruebas
que sean necesarias.
Cuando se trate
de las infracciones previstas en el literal b) del artículo primero, el término
de iniciación se contará a partir de la fecha en la cual la Dirección General
de Aduanas tenga conocimiento de la infracción.
ARTICULO 9. VALORACION
DE LA PRUEBA EN CASO DE DECOMISO. Las pruebas practicadas con ocasión de las
actuaciones previas al decomiso de las mercancías, no se repetirán, y serán
apreciadas conforme a las reglas de la sana crítica.
ARTICULO 10. DECISION. Vencido el término probatorio, el
funcionario competente proferirá la decisión que corresponda, dentro de los
diez (10) días siguientes.
ARTICULO 11.
NOTIFICACION Y RECURSO. La decisión que ponga fin a la actuación administrativa se notificará
personalmente a los interesados. Si dentro de los dos (2) días siguientes no
compareciere a recibir la notificación, ésta se efectuará al día siguiente por
estado, que permanecerá fijado en lugar visible en la Secretaría de la Jefatura
Regional de Aduana, por el término de un (1) día. Contra la providencia
respectiva sólo procede el recurso de apelación, el cual deberá ser interpuesto
dentro de los tres (3) días siguientes contados a partir de la fecha de la
última notificación.
ARTICULO 12.
TRAMITE DE LA SEGUNDA INSTANCIA. Recibido el expediente por parte del Director General
de Aduanas o sus delegados, inmediatamente será fijado en lista por el término
de tres (3) días comunes. Vencido este término se decidirá.
ARTICULO 13.
CONTROL OFICIOSO. Iniciado
el trámite administrativo para la investigación y decisión relativas a
infracciones aduaneras, los Jefes Regionales de Aduana, de inmediato avisarán
de tal hecho al Director General de Aduanas o sus delegados, o a la persona
designada para el efecto, quienes podrán solicitar el envío de cualquier
expediente con el fin de realizar el control de los trámites seguidos. La
solicitud del envío del expediente suspende el término de ejecutoria si se ha
proferido decisión definitiva de primera instancia.
ARTICULO 14.
PRESCRIPCION. La
acción administrativa sancionatoria prescribe en dos (2) años, contados a
partir del momento de la realización del hecho. La sanción, en los casos
correspondientes, prescribirá en tres (3) años contados a partir de la
ejecutoria de la providencia que la aplique.
CAPITULO III
OTRAS
DISPOSICIONES
ARTICULO 15. Facúltese a las autoridades aduaneras para
verificar el cumplimiento de las normas aduaneras. En tal virtud, tendrán la
capacidad de ejercer la inspección y vigilancia tanto de personas como de
bienes muebles e inmuebles, para lo cual podrán proceder al registro de
vehículos y locales, así como a la aprehensión de mercancías cuando a ello
hubiere lugar, de acuerdo con las disposiciones aduaneras vigentes.
CAPITULO IV
DISPOSICIONES
TRANSITORIAS
ARTICULO 17. Sin perjuicio de lo contemplado en los
artículos anteriores, los procesos penales aduaneros que se encuentren en
trámite y los que se inicien a partir de la vigencia del presente decreto
serán de competencia exclusiva de la actual jurisdicción penal aduanera,
hasta el 31 de octubre de 1991. La situación jurídica de las mercancías
involucradas en tales procesos continuará sometida al trámite previsto en el
decreto 2274 de 1989 y normas que lo reglamentan y desarrollan.
Respecto de los
procesos que se encontraren pendientes el 31 de Octubre de 1991, los jueces y
magistrados penales aduaneros que estuvieren conociendo de dichos procesos
continuarán el trámite de los mismos hasta por un término no superior a seis
(6) meses contados a partir de tal fecha, y darán aplicación a las sanciones
respectivas previstas por las normas aduaneras expedidas con relación a las
infracciones contempladas en ese decreto.
III. LAS
DEMANDAS.
A. Proceso
No. D-028.
El ciudadano Jesús
Vallejo Mejía enjuicia por exceso en el ejercicio de facultades, la
constitucionalidad de los artículos 1o., 2o., 3o., 4o., 5o., 6o., 7o., 8o.,
9o., 10., 11, 12, 13, 14 y 17 del Decreto Ley 1750 de 1991, porque considera
que violan los artículos 2o., 20, 63, 76-12 y 118-8 de la Constitución de 1886
y los artículos 6o., 122, 123 y 150-10 de la Constitución de 1991.
Del mismo modo
cuestiona la constitucionalidad de los artículos 9o. y 11 del mencionado
Decreto Ley porque quebrantan el artículo 29 de la Carta Política.
Expone el concepto
de violación así:
1. Exceso en
el ejercicio de facultades extraordinarias.
Teniendo en cuenta
las facultades extraordinarias otorgadas por el artículo 61 de la Ley 49 de
1990 al Gobierno Nacional, se encuentra que no autorizan a éste para crear
infracciones aduaneras ni, por consiguiente, para tomar disposición de orden
administrativo procesal, ni sobre sanciones respecto de tales infracciones.
En efecto:
Artículo 1o. De este texto la única parte que está de
acuerdo con el numeral 1o. de la ley de facultades es la frase inicial del
inciso 1o. que dice: "A partir del 1o. de enero de 1991 elimínase el
carácter de hecho punible de las conductas tipificadas en el Estatuto
Penal Aduanero". Mas de la eliminación del carácter de hechos
punibles de unas conductas no se sigue que estuviere facultado el Gobierno para
convertir ésas u otras en infracciones administrativas aduaneras, creando así
nuevas modalidades de hechos punibles.
Convertir los
delitos y contravenciones de aduanas en infracciones administrativas aduaneras
no es otra cosa que variar su carácter de hechos punibles, no eliminarlo.
Así entonces el contrabando tipificado en el literal a) del artículo
1o. del Decreto 1750 de 1991 y las infracciones especiales que describe su
literal b) son nuevos hechos punibles.
Existe abundante
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia alrededor del tema de facultades
extraordinarias por parte del Gobierno en el sentido de que, por tratarse de un
mecanismo de ejercicio excepcional de la función legislativa, el alcance de las
leyes que las otorgan deben interpretarse de manera restrictiva.
Artículos 2o,
3o., 4o., y 5o. En parte
alguna el artículo 61 de la Ley 49 de 1990 concedió facultades para imponer
sanciones.
Artículo 6o. Al no existir facultades para establecer nuevas
infracciones aduaneras, es lógico que tampoco la haya para expedir este
artículo que parte del supuesto fáctico de existir aquéllas.
Artículos 7o. a
14. Estos preceptos
establecen el procedimiento que se ha de seguir para la investigación y la
decisión de la acción administrativa sancionatoria.
Y como son ellos
desarrollo de las normas sustantivas que recogen los artículos 1o. a 6o. del
Decreto Ley 1750 de 1991, también hay exceso en el uso de las facultades
extraordinarias.
Artículo 17. Es inexequible de este texto la parte
final de su último inciso que dice: "... y darán aplicación a las
sanciones respectivas previstas por las normas aduaneras con relación a las
infracciones contempladas en este decreto". Y ello porque si no podía
el Decreto impugnado contemplar infracciones ni sanciones, tampoco era posible
que se atribuyera competencia a los Jueces y Magistrados Penales Aduaneros para
aplicar tales sanciones.
2. Violación
material de la Carta.
Los artículos 9o. y
11 del Decreto Ley 1750 de 1991 infringen el derecho al debido proceso
contemplado en el artículo 29 de la Carta Política.
Dado que las pruebas
a que se refiere el artículo 9o. pueden practicarse sin intervención del
interesado, porque el decomiso y las diligencias previas no la suponen, se
puede dar el caso de privar a aquél de la posibilidad de controvertir tales
pruebas o de pedir otras análogas que lo favorezcan.
Los términos de
fijación del estado de notificación ( 1 día) y de interposición del recurso de
apelación ( 3 días) previsto en el artículo 11, son tan breves que cabe
sostener que con esta disposición se busca acelerar la ejecutoria de la
decisión administrativa, dificultando la interposición de recursos en su
contra. El Código Contencioso Administrativo contempla al respecto términos
más amplios, luego se discrimina en el texto glosado contra los
infractores aduaneros. Fuera de que las personas envueltas en tales
contravenciones deben a menudo afrontarlas en municipios distintos a los de su
domicilio, razón por la cual se les dificultaría su defensa. Se atenta así
contra el derecho al debido proceso.
B. Proceso
No. D-022.
El ciudadano
Raimundo Mendoza Arouni demanda la inconstitucionalidad de los artículo 9o. y
15 del Decreto Ley 1750 de 1991 porque quebrantan en su orden los artículos 29
y 28 del Estatuto Fundamental.
En efecto:
Al estatuír el
artículo 9o. del Decreto Ley 1750 de 1991 la prohibición de repetir la prueba o
las pruebas que ya se hubieren practicado dentro de la actuación previa al
decomiso y establecimiento de la infracción aduanera, se cercena el derecho al
debido proceso consagrado en el artículo 29 de la Carta Fundamental, porque si
bien "el medio probatorio aducido sin el lleno de los requisitos de
ley, o carente de la debida fundamentación, o que adolesca (sic) de error
grave, carecerá de mérito o valor probatorio, el administrado se quedará sin
la posibilidad de demostrar el hecho sobre el que versaba la prueba en
cuestión al impedirse la repetición de la misma".
Es inexequible en su
totalidad el artículo 15 del Decreto Ley 1750 de 1991 que faculta a las
autoridades aduaneras para verificar el cumplimiento de las normas aduaneras,
porque viola el artículo 28 de la Constitución Política.
En efecto, al
facultarse a las autoridades administrativas, como son las autoridades
aduaneras, para que de manera directa y sin el lleno del requisito
condicionante de la autorización judicial previa, efectúen inspección y
registro de personas y de bienes inmuebles, desconoce el susodicho artículo 28
que hace igualmente inviolable el domicilio, "salvo poder judicial".
Si bien el artículo
61, numeral 1 literal b. de la Ley 49 de 1990 atribuye a las autoridades
aduaneras la referida facultad de inspección y registro, el desarrollo de ésta
debe respetar en todo caso los cánones constitucionales.
IV. INTERVENCION
CIUDADANA.
a) La ciudadana
Dora Cecilia Ortíz Dicelis se presentó en el proceso para defender la
contitucionalidad del Decreto acusado y al respecto sostiene que el Presidente
de la República modificó el régimen de aduanas de acuerdo con las facultades
otorgadas por el Congreso en la Ley 49 de 1990, y las normas generales
establecidas en la Ley 6a. de 16 de septiembre de 1971 a las que se sujetó para
cambiar las disposiciones relativas al mencionado régimen y previo concepto de
la comisión del Congreso prevista para tal fin.
b) El ciudadano
abogado Efraín Leiva Gutierrez, quien actúa como apoderado especial del
Ministro de Hacienda y Crédito Público, apoya la constitucionalidad del Decreto
ley 1750 de 1991, en las siguientes consideraciones:
1. De la
interpretación gramatical del numeral 1o., literales a), b), c) y d) se pude
sentar la premisa de que la autoridad aduanera es una sola y como cuerpo
armónico verifica el cumplimiento que los particulares deben observar respecto
de las operaciones sometidas a su control; este fin sólo puede lograrse a
través de una legislación armónica y coherente. La supresión de la
jurisdicción penal aduanera conlleva la adopción de normas que doten a la
administración de instrumentos eficaces en la lucha contra el contrabando.
En tal sentido, se
pronunció el Representante Rodrigo Garavito Hernandez, Miembro de la Comisión
Tercera Constitucional de la Cámara al presentar ponencia para primer debate
del proyecto de ley número 172 (posterior Ley 49 de 1990).
2. El Gobierno
Nacional en desarrollo del artículo 61, literal b) de la Ley 40 de 1990,
que lo faculta para verificar el cumplimiento de la legislación aduanera por
medio de procedimientos de investigación, creó los distintos tipos de
infracción aduanera. Así las cosas, la transmutación del hecho punible en
infracción administrativa y la sustitución de las penas previstas en el
Estatuto Penal Aduanero por sanciones pecuniarias tienen su fundamento en
tales facultades.
3. El
Presidente de la República expidió el Decreto Ley 1750 de 1991 con base
también en la Ley 6a. de 1971 o ley marco de aduanas.
El artículo 3o. de
dicha Ley dispone que "las modificaciones que se introduzcan al
régimen de aduanas deberán consultar las recomendaciones el Consejo de
Cooperación Aduanera de Bruselas, el esquema del Código Aduanero uniforme
acordado por la Alalc, los estudios existentes sobre legislación comparada y
los progresos técnicos alcanzados en materia de administración aduanera, con
el fin de revisar la legislación vigente y en especial la Ley 79 de 1931".
Es así como el
Decreto 2666 de 1984 que modificó la legislación aduanera es fruto del
ejercicio de la susodicha ley.
Igualmente el Estado
frente a las exigencias del mercado internacional y la apertura económica ha
contribuído a desestimular la conducta lesiva del patrimonio nacional que
entraña el contrabando y al efecto ha dictado normas sobre rebaja de aranceles,
incentivos a la producción, intercambio internacional, etc.
4. Sobre la
acusación contra el artículo 9o. del Decreto ley 1750 de 1991 relativa a la
violación del derecho al debido proceso, se anota que la norma no dice "que
la valoración o el juicio definitivo sea únicamente sobre las pruebas ya
practicadas sino que plantea una modalidad de seguridad jurídica respecto del
material obrante en la actuación procesal administrativa". El método
de la sana crítica señala al juez los lineamientos de la evaluación de cada
medio probatorio y así el derecho de defensa está salvaguardado debidamente.
No es cierto que la norma omita hacer distinción entre pruebas regularmente
aducidas y las que carezcan de tales condiciones.
El cargo contra el
artículo 11 ibidem relacionado con "la celeridad de la ejecutoria"
es subjetivo y no tiene sustento legal. Los términos señalados en dicho
precepto persiguen dar aplicación a los principios de publicidad, celeridad y
eficacia de la actuación administrativa y para ello se siguen las
prescripciones de la ley procesal civil.
5. El artículo
15 del Decreto Ley 1750 de 1991 es desarrollo integral de la facultad del
literal b) del artículo 61 de la Ley 49 de 1990. Dice aquel artículo
-además- que la inspección y registro de personas y bienes se hará de
conformidad con las disposiciones aduaneras vigentes, y es así como el
artículo 35 del Decreto 2666 de 1984 contempla la inspección por parte de las
autoridades aduaneras de medios de transporte.
c) Extemporáneamente
fue presentado un escrito por el abogado Efraín Leiva Gutierrez con el fin de
refutar apreciaciones del concepto del Procurador General de la Nación.
V. EL CONCEPTO
DEL FISCAL.
El señor Procurador
General de la Nación emitió concepto en el sentido de recomendar la
constitucionalidad de las normas acusadas, con excepción de las expresiones "no
se repetirán" y del artículo 9o. "tendrán la capacidad de
ejercer la inspección y vigilancia tanto de personas como de bienes muebles e
inmuebles, para lo cual podrán proceder al registro de vehículos y
locales" del Decreto Ley 1750 de 1991.
Para ello razona del
siguiente modo:
1. El requisito
de la expedición en tiempo del Decreto Ley 1750 de 1990 está acreditado.
2. Respecto del
elemento de precisión de las facultades, hay lo siguiente:
Vistas las
atribuciones que se confieren al Presidente de la República en el artículo 61
de la Ley 49 de 1990, se infiere que el legislador lo hizo respecto de
diferentes materias, como la penal aduanera para eliminar el carácter de hecho
punible tipificado en el Estatuto Penal Aduanero, de las conductas que
infringen la legislación aduanera y suprimir la jurisdicción de la misma
naturaleza.
El ejecutivo se
acomodó a la ley habilitante, por las siguientes razones:
a) Adoptado el
criterio de la interpretación útil, las facultades recibidas por el Gobierno
debían tener un propósito adicional al de la mera eliminación de hecho punible
de las conductas infringidoras de la legislación aduanera y al de la supresión
de la jurisdicción correspondiente. De no ser ello así, habría bastado
disponer en la Ley 49 de 1990 la derogación del Estatuto Sustancial y
Procedimental que rigió hasta la fecha de expedición del Decreto Ley 1750 de
1991.
"El
principio de interpretación útil sirve para demostrar, como ocurre en este
caso, que no habiéndose otorgado al Gobierno facultades inocuas, lo que sí ha
ocurrido es el otorgamiento de facultades amplias". Es lógico entonces inferir que la
atribución para "efectuar las modificaciones pertinentes en la
legislación penal sustantiva y procesal vigente" de que habla el
literal a) del numeral 1 de la Ley 49 de 1990, autorizaba al Gobierno, desde el
punto de vista de la competencia, para dictar disposiciones como las contenidas
en los artículos impugnados, "habida cuenta que las infracciones y el
procedimiento en ellas contenido no pretenden sancionar hechos punibles, esto
es, a voces de los artículos 19 a 29 del Decreto 51 de 1987, delitos o
contravenciones aduaneras".
3. No es
posible asimilar la expresión derecho punitivo con la expresión "hecho
punible" del numeral 1o. del artículo 61 de la Ley 49 de 1990 y que a
voces del Estatuto Penal Aduanero "es omnicomprensiva de los delitos y
las contravenciones...", pues ello suponen que el Congreso no sólo
quiso que el contrabando desapareciera como delito, sino que, además ni
siquiera fuera objeto de reproche administrativo, por autoridades
administrativas, con sanciones y procedimientos administrativos, todo lo cual
sería un imposible.
Quiere decir lo
anterior que cuando el Ejecutivo suprimió el hecho punible aduanero y la
jurisdicción que debiera conocer de éste, es decir, despenalizando y
desjudicializando, no renunció a las potestades constitucionales de ejercer
control y vigilancia y de establecer sanciones con el objeto de amparar bienes
merecedores de tutela. En virtud de ello introdujo las siguientes
modificaciones:
a) Transmuta la
infracción de la legislación aduanera de hecho punible en infracción
meramente administrativa (art. 1o. del Decreto Ley 1750 de 1991).
b) Pasaron las
autoridades aduaneras de la Rama Ejecutiva a conocer de esas infracciones
(arts. 7°, 8°, 9°, 10°, 11, 12, 13, 14 y 15 ibidem).
c) Reguló el
Ejecutivo, como consecuencia lógica de ese proceso administrativo y de acuerdo
con la índole de la nueva legislación aduanera, el conjunto e sanciones en
que incurrirán las personas que quebranten ese ordenamiento y que son
eminentemente de índole administrativo (fiscal y comercial) (arts. 2o., 3o.,
4o., y 5o. ibidem).
Es tan evidente la
esencia administrativa de estas normas aduaneras, que según el artículo 6o.
del Decreto Ley 1750 de 1991, si al cometerse una infracción de ese tipo se
incurre en un hecho punible, las autoridades deberán compulsar copias a la
jurisdicción penal competente.
4. El artículo
15 del Decreto Ley 1750 de 1991 faculta a las autoridades aduaneras para
verificar el cumplimiento de las normas aduaneras y al efecto pueden realizar
las siguientes actuaciones: ejercer inspección y vigilancia, de personas,
bienes muebles e inmuebles y a este fin pueden proceder al registro de
vehículos y locales, aprehender mercancías, cuando a ello hubiere lugar, de
acuerdo con las disposiciones aduaneras vigentes.
La inspección y
vigilancia en cuestión y el registro de vehículos y locales son contrarios a
los artículos 28 (libertad personal) y 29 (debido proceso), ya que nadie puede
ser molestado en su persona o familia, ni su domicilio registrado "sino en
virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial", y el ejercicio de tales
facultades por autoridades administrativas y no judiciales desconoce el debido
proceso.
En cambio no ofrece
objeción constitucional alguna la aprehensión de mercancías, ya que ello lo
pueden hacer autoridades administrativas o judiciales para verificar el cumplimiento
de las normas aduaneras e imponer las sanciones administrativas si se comprueba
su violación. Incluso, si se tratase de violaciones a la ley punitiva, las
autoridades administrativas podrían decomisar la mercancía, dado que la
decisión sobre infracción penal o contravencional correspondía a los jueces
penales aduaneros, según se disponía en el Estatuto Penal Aduanero derogado.
Respecto de la
impugnación parcial del artículo 9o. del Decreto Ley 1750 de 1991 en la parte
que ordena que las pruebas con ocasión de las actuaciones previas al decomiso
no se repiten, es violatoria de los artículos 26 (sic) y 29 de la Carta
Política, ya que la persona envuelta en una presunta infracción administrativa
a la ley aduanera, no podría defenderse frente a pruebas inconstitucionales o
ilegales, o de autoridad incompetente.
Por último, el
artículo 11 del Decreto Ley 1750 contiene una previsión de orden procedimental
que garantiza el derecho de defensa, asi que está conforme con el artículo 29
superior.
VI. COMPETENCIA.
Es competente esta
Corporación en virtud de los artículos 241-5 y 150-10 de la Carta Política,
para conocer de la presente acción de inexequibilidad contra el Decreto Ley
1750 de 1991, por tratarse de un ordenamiento dictado por el Gobierno Nacional
en ejercicio de las facultades extraordinarias de la Ley 49 de 1990.
VII.
CONSIDERACIONES.
1. Las
facultades extraordinarias y el tránsito de normas constitucionales.
Ha de dejarse
sentado que el aspecto relativo al exceso de facultades, se ha de analizar
frente a la Constitución de 1886 y sus reformas, ya que en ésta se contiene el
procedimiento vigente que rige su ejercicio, esto es, los artículos 76-12 y
118-8. Como éste era el Estatuto Máximo en vigor cuando se expidieron la ley y
el Decreto en cuestión, al mismo habrá de atenerse, por fuerza de la lógica y
no al nuevo, que ofrece particularidades propias en muchos aspectos.
En efecto: Las
facultades extraordinarias de la Constitución de 1991 necesitan tener
iniciativa del propio ejecutivo, sólo se conceden por el término máximo de seis
(6) meses, su aprobación requiere la mayoría absoluta de los miembros de una y
otra Cámara y no se pueden otorgar respecto de las siguientes materias:
expedición de Códigos, leyes estatutarias, orgánicas, las previstas en el
numeral 19, ni para decretar impuestos (art. 150-10).
Se conservan las
razones de oportunidad para conceder las facultades extraordinarias, esto es,
que han de obedecer a necesidad o conveniencia pública y siempre precisas.
El Decreto acusado
habrá entonces de regirse por la Constitución anterior en cuanto hace al
procedimiento de habilitación legislativa; mas en relación con las acusaciones
materiales que se le endilgan de violación de la nueva Carta, su enjuiciamiento
ha de hacerse frente a ésta, ya que como ordenamiento superior vigente es la
normatividad suprema y subordinante.
Sobre el particular
la H. Corte Suprema de Justicia en su sentencia No. 87 de 25 de julio de 1991 y
ya en el tránsito de una Constitución a otra, esto es, de la anterior a la
nueva, señaló lo siguiente:
"En primer
lugar, necesario es reparar en que la investidura extraordinaria de poderes
legislativos a favor del jefe del Ejecutivo en últimas entraña una cuestión de
competencia; porque lo que hace la ley de autorizaciones es precisamente
trasladar a dicho funcionario la competencia de la que en principio carece, en
forma eminentemente transitoria y por lo demás concurrente con las del
legislador ordinario (Congreso), pues éste por ese sólo hecho no pierde la
capacidad normadora que le es inherente. Por ello, cuando una disposición
dictada en razón de la delegación ordinaria de funciones es atacada por exceso
en las mismas y no por otros motivos, lo que se está alegando en el fondo es la
falta de competencia del Ejecutivo para expedirla.
"En segundo
término, considera la Corporación que en la valoración del ejercicio de una
competencia, esto es, la definición acerca de si un órgano estatal obró o no de
conformidad con las reglas que la fijan, debe hacerse necesariamente el cotejo
con los preceptos vigentes al tiempo en que se efectivizó, dado que por
constituir éstos su fuente de validez, son los que determinan la regularidad de
su ejercicio. Mal podrían enervarse los efectos de lo que en su momento estuvo
correctamente ejercido desde el punto de vista de la competencia, por el sólo
hecho en que en un momento ulterior se produjere un cambio normativo, pues ello
equivaldría a asignarles efectos retroactivos al nuevo ordenamiento respecto de
actos con cuya omisión, dentro del término y con los demás requisitos exigidos
por el antiguo, ya se había consumado o agotado el ejercicio de la competencia
correspondiente.
"Téngase en
cuenta además, que la validez formal de la expedición de un acto, en la que
queda incluido el elemento de la competencia de su autor, depende, de acuerdo
con criterios de aceptación general en materia de aplicación de las normas
jurídicas en el espacio y en el tiempo, de la ley vigente en el lugar o en el
momento de su celebración, plasmados en los conocidos aforismos 'locus regit
actum' y 'tempus regit actum'. En otras palabras la nueva ley sobre
competencia y forma regirá 'ex nunc', no 'ex tunc'.
"Así que en
este preciso punto está lejos de tener cabida el fenómeno de la retroactividad
de la nueva Constitución; al contrario, lo que sucede es que la de 1886
continúa proyectando efectos aún después de perder vigencia o aplicabilidad.
Para el caso, los efectos de las normas de facultades se objetivan en los
Decretos de desarrollo, cuya supervivencia depende de aquélla, en tratándose de
competencia y rituación.
"Distinto
sería el caso si la acusación de inconstitucionalidad contra el Decreto
versara, no sobre si hubo o no extralimitación en el ejercicio de las
facultades, es decir, sobre un problema de nuda competencia, sino sobre el
contenido de aquél, pues es indudable que en ese evento si deberán prevalecer
sin más los nuevos tipos constitucionales y que a ellos tendrá que amoldarse
inexorablemente toda la legislación anterior, en vista del efecto retrospectivo
inmediato de los primeros. Es aquí justamente cuando pueden presentarse las
hipótesis jurídicas de derogatoria o reforma por la norma superior
(inconstitucionalidad sobreviniente) o de purga de inconstitucionalidad
mencionadas al comienzo de este acápite.
"También
variaría la situación en el caso de que al entrar a regir la flamante Carta
Política estuviera todavía corriendo el término señalado en la ley de
facultades. Es claro que si éstas ya no pueden concederse, cesa en su
legitimidad la ley; por ende los decretos que en lo sucesivo se dictaren
invocando las autorizaciones vedadas, también se verían afectados, porque al
fin y al cabo la capacidad normativa del Presidente, que no se había agotado,
quedaría ipso jure recortada".
Ha de observarse por
último que la munificencia del Congreso en el pasado para otorgar facultades
extraordinarias al Ejecutivo y muchas veces sin pedirselas éste, inundó al país
de toda esa normación especial que no tenía arraigo en el Congreso, foro
natural donde han de debatirse los grandes temas nacionales. Ello explica que
el nuevo texto constitucional haya restringido, ratio materia, el otorgamiento
de las facultades extraordinarias.
2. Examen
del exceso de facultades.
Se impugna la
constitucionalidad de los artículos 1o. a 15 y 17 del Decreto Ley 1750 de 1991
por considerarse que el Presidente de la República rebasó las facultades
extraordinarias que al efecto le confirió el Congreso mediante la Ley 49 de
1990. Se hace consistir dicho exceso en que no fue autorizado el Presidente
para, una vez eliminado el carácter de delitos de las conductas tipificadas
como tales en el Estatuto Penal Aduanero, transmutarlas en infracciones de
índole administrativo ni imponer las correspondientes sanciones; entonces
aquéllas y éstas y el procedimiento instaurado para averiguarlas y sancionarlas
resulta extraño a las facultades, quebrantándose así los artículos 6o., 122,
123 y 150-10 de la Carta Política.
Al respecto
considera la Corte:
a) El Decreto Ley 1750 de 4 de julio de
1991 se expidió dentro del período de 2 años fijados en la Ley 40 de 28 de
diciembre de 1990 para ello. (Diario Oficial No. 39.899 de 4 de julio de
1991).
b) Las facultades extraordinarias que
concedió el Congreso al Presidente de la República pertenecen al artículo 61 de
la Ley 49 de 1990, que es del siguiente tenor:
"ARTICULO
61. Facultades extraordinarias en materia penal aduanera y de impuestos.
De conformidad con el numeral 12 del artículo 76 de la Constitución
Política, revístese al Presidente de la República de facultades
extraordinarias, desde la fecha de vigencia de la presente ley y hasta por dos
(2) años después, para adoptar las siguientes medidas:
1. Eliminar
el carácter de hecho punible tipificado en el Estatuto Penal Aduanero de las
conductas que infringen la legislación aduanera y suprimir la Jurisdicción
Penal Aduanera. En ejercicio de esta facultad podrá:
a) Efectuar las
modificaciones pertinentes en la legislación penal sustantiva y procesal
vigente;
b) Facultar
a la autoridad aduanera para la verificación del cumplimiento de las normas
aduaneras, incluyendo la inspección y registro de personas y bienes muebles y
el allanamiento de bienes inmuebles;
c) Determinar
el régimen de participación para denunciantes y aprehensores de mercancías
introducidas al país sin el lleno de los requisitos establecidos en la
legislación aduanera, o sustraída del control aduanero;
d) Para
efectos de la incorporación prevista en el parágrafo de este artículo, crear
los correspondientes despachos judiciales en la Jurisdicción Penal.
2. Señalar
los términos para resolver las actuaciones tributarias y aduaneras, tanto en la
vía gubernativa como contencioso administrativa, pudiendo señalar los eventos
en que se produce silencio positivo a favor del contribuyente o importador, así
como las sanciones a los responsables de la violación de los mismos.
3. Determinar
una misma base imponible para los impuestos causados por la importación. En el
caso del impuesto sobre las ventas, a dicha base se sumará el valor de los
gravámenes arancelarios y de los impuestos a las importaciones.
4. Establecer
un régimen especial para la determinación y pago de los derechos de importación
y el impuesto sobre las ventas, respecto de las importaciones temporales de
maquinarias y equipos necesarios para adelantar obras públicas de especial
importancia para el desarrollo económico y social del país.
5. Establecer
un régimen especial para la determinación y pago de los derechos de importación
y el impuesto sobre las ventas, respecto de las importaciones que se realicen
bajo el sistema de Leasing.
6. Establecer
un régimen especial para la determinación y pago de los derechos de importación
y el impuesto sobre las ventas, sobre las mercancías y equipajes que acompañan
a los viajeros colombianos o extranjeros que ingresan al país.
7. Establecer
mecanismos que permitan la declaración y pago de los derechos e impuestos,
respecto de mercancías que hubieren ingresado al país con anterioridad al
primero de septiembre de 1990 sin el cumplimiento de los requisitos
establecidos en el régimen aduanero.
PARAGRAFO.
Suprimida la Jurisdicción Penal Aduanera, los magistrados, jueces y empleados
de dicha jurisdicción y las fiscalías correspondientes, serán incorporados
dentro de la jurisdicción penal ordinaria y el Ministerio Público, respetando
los niveles y categorías en que ellos se encuentran ubicados o asignándoles
nuevas competencias.
c) Mediante la Ley 49 de 28 de
diciembre de 1990 "se reglamenta la repatriación de capitales, se
estimula el mercado accionario, se expiden normas en materia tributaria,
aduanera y se dictan otras disposiciones".
Rastreando sus
antecedentes en su decurso en el Congreso se encuentra lo siguiente:
I. Los Ministros de Hacienda y Crédito
Público, de Justicia, de Trabajo y Seguridad Social y de Comunicaciones
presentaron ante el Senado de la República el proyecto de ley de la que sería
la Ley 49 de 1990 en que al lado de la despenalización del contrabando proponen
su punición como infracción pecuniaria de orden administrativo. El artículo 66
atinente a la cuestión sublite decía:
"ARTICULO
66. FACULTADES EXTRAORDINARIAS EN MATERIA PENAL ADUANERA Y DE IMPUESTO.
EXPLICACION: Facúltese al Presidente de la República para eliminar la
Jurisdicción Penal Aduanera, el carácter de hecho punible de las conductas
descritas en el Estatuto Penal Aduanero, pudiendo para ello distribuir los
actuales funcionarios de esta jurisdicción en la planta de personal de la Rama
y efectuar sobre el particular las modificaciones pertinentes en el Código
Penal y de Procedimiento Penal. Además para establecer mecanismos que
permitan la inspección y registro de personas y bienes muebles y el
allanamiento de bienes inmuebles, como la determinación de las participaciones
para aprehensores y denunciantes de mercancías de origen extranjero
introducidas o que permanezcan ilegalmente en el país.
En materia
tributaria se le faculta para determinar una misma base imponible sobre los
impuestos de importación y de ventas que se causan en las importaciones y
establecer un régimen especial para el pago de impuestos de importación y
ventas de las importaciones temporales y para las mercancías y equipajes
introducidos por viajeros.
Finalmente, se
faculta al Presidente de la República para que adopte un mecanismo que permita
la declaración y el pago de los derechos e impuestos de importación y el de las
ventas sobre mercancías introducidas irregularmente al país o sustraída del
control aduanero con anterioridad al 1 de septiembre de 1990".
En la exposición de
motivos se recomendaba dicho artículo
así:
"REGLAMENTACION
DE LA LEGISLACION ADUANERA.
En el marco de la
modernización se ha revisado y reglamentado la legislación aduanera vigente,
buscando siempre consultar los avances de la técnica internacional, la
simplificación y agilización de la gestión. Los más importantes cambios se han
producido mediante los decretos 755 y 1622 de 1990 respecto de las
importaciones y el 1144 de 1990 que establece un nuevo sistema de
exportaciones.
Reconociendo que
lo anterior constituye un avance importante en la modernización y desarrollo
del Servicio Aduanero, la actual situación económica y la apertura al comercio
internacional obligan al Gobierno a plantearse un desafío que exige nuevas
transformaciones en el mismo, para lo cual se solicitan facultades
extraordinarias para:
Desjudicializar
las conductas contrabanduales, eliminando su carácter de hecho punible y por
ende la Jurisdicción Penal Aduanera. Para lo cual establecerán mecanismos para
reubicar a los actuales funcionarios de dicha jurisdicción en la planta de
personal de la Rama.
Con el fin de
llevar a cabo esta reforma se hace necesario consolidar y cualificar un
tratamiento uniforme para conocer y sancionar las conductas que afectan a la
economía o el orden económico, con sanciones de carácter económico impuestas
por la autoridad administrativa. Así, por ejemplo, la Dirección de
Impuestos castiga a los infractores con sanciones pecuniarias, suspensiones y
cierres de establecimientos comerciales; la Superintendencia de Control de
Cambios sanciona directamente a quién viola el control de cambios con medidas
pecuniarias.
En este contexto,
resulta lógico que la Dirección General de Aduanas cuente con mecanismos
eficaces para desarrollar el control administrativo sobre las mercancías de
origen extranjero y las conductas que infringen la legislación aduanera, otorgándole facultades para investigar,
sancionar, dar participación a los denunciantes y aprehensores de mercancías
de origen extranjero irregularmente introducidas al país o sustraídas del
control aduanero, entre otros.
La armonización y
simplificación de los mecanismos de recaudo de los impuestos causados por la
importación, incluido el impuesto sobre las ventas, requieren la unificación
de la base de cobro, de manera que el valor aduanero constituya el fundamento
de la base de cálculo".
II. En la ponencia para primer debate
presentada por el H. Senador Victor Renán Barco "El proyecto de Ley
número 70 de 1990 Senado" ante la Comisión Tercera del H. Senado de la
República y bajo el epígrafe de "Eliminación del hecho punible
aduanero", se hacen extensas consideraciones sobre las tendencias
contemporáneas en el tratamiento del contrabando, con citas y análisis de las
legislaciones de Chile e Italia al respecto, en el sentido de su
despenalización y en cambio convertir en sanciones económicas las conductas que
lo tipifican. Se expone en la ponencia sobre el tema lo siguiente:
"Así en
esquemas punitivos como los reseñados puede apreciarse una clara tendencia
de penalización pecuniaria asociada con una desjudicialización del conocimiento
y sanción del hecho contrabandual, en línea con lo ya mencionado en
lo tocante a la represión de conductas infractoras de disposiciones jurídicas
de orden económico.
La opción
planteada en el proyecto ley contempla que el contrabando y en general, el
conjunto de transgresiones al régimen aduanero sean sancionables como
infracciones de carácter administrativo por parte de las autoridades
aduaneras, mediante la imposición de penas distintas de las privativas de
la libertad, tales como las pecuniarias o las restrictivas respecto de la
participación en operaciones de comercio exterior.
La multa se
configura, así: como un elemento de resarcimiento al desequilibrio causado al
orden económico, con ocasión de las infracciones aduaneras. La sanción tendría
entonces un carácter económico, acorde con el tratamiento punitivo propio del
régimen tributario o cambiario.
De esta manera se
respondería al interrogante planteado por el Instituto SER de Investigaciones
en su obra "Reforma de la Justicia en Colombia" : Por qué, cuando
una persona evade el pago de impuestos de renta es sancionada por el Ministerio
de Hacienda, y si evade el pago de impuesto de importaciones cae bajo la
autoridad jurisdiccional (Justicia Penal Aduanera)? ".
El
procedimiento y la competencia serían consecuencialmente, de orden
administrativo, lo
cual, dada la especialización funcional, ofrece buenas perspectivas en materia
de idoneidad y agilidad procesal.
La precisión y la
celeridad en la definición de las mencionadas infracciones, convergen con el
conjunto de medidas que se vienen adoptando en desarrollo del proceso de
modernización e internacionalización de la economía, dado que brindan un
ambiente de relativa transparencia en el ámbito del comercio exterior del
país. No puede perderse de vista que en la aparición del contrabando juegan
papel muy importante factores tales como el exagerado proteccionismo para
ciertos sectores de la producción, el cierre o entrabamiento (sistema de
licencias previas ) de importaciones de artículos determinados, el
encarecimiento artificial de las importaciones, las condiciones adversas de
financiación y transporte, o la existencia de un mercado negro de divisas de
radio de acción muy amplio".
El artículo 56 de la
ponencia altera el artículo 66 del proyecto del Gobierno y sobre el alcance de
la modificación expresa el doctor Renán Barco: "Se precisa la
relación de algunos numerales de estas facultades y se incluye la facultad para
fijar los términos para resolver los conflictos en materia tributaria y
aduanera".
III. En la ponencia para primer debate a los
proyectos de ley números 79 y 111-Senado de 1990 (acumulados), número 172
Cámara de 1990 presentada ante la Comisión Tercera de la Cámara por el representante
Rodrigo Garavito Hernández, al abundar el tema de la desjudicialización del
contrabando en extenso y enjundioso estudio propugna por su despenalización y
su castigo en cambio mediante mecanismo de carácter pecuniario. A este
respecto se expresa en la ponencia:
"En efecto,
un estudio presentado en el Congreso Nacional de Fenalco (1988) señalaba que
según datos del Tribunal Superior de Aduanas, en julio de 1987 había 28.000
procesos en estudio y sólo 28 casos culminaron en condena para los procesados,
es decir, el 0.1 % .
Ante esta
situación, y considerando las características fundamentalmente
económicas intrínsecas a la actividad del contrabando, en el proyecto de ley
puesto a consideración del Congreso se ha propuesto su desjudicialización, para
adoptar en lugar de ello un esquema preventivo y sancionario de carácter
administrativo, que le permita al Estado actuar con celeridad y
contundencia, de manera que el "riesgo del contrabandista" (decomiso,
multas pecuniarias, cierre de establecimientos, participación a denunciantes,
etc.) se convierta en un considerable factor de costo.
Tal política se
inscribe a nivel mundial en la tendencia contemporánea de desjudicializar
infracciones como la examinada, tendencia que se manifiesta en los distintos
países al optarse preferentemente por sanciones de carácter pecuniario,
así como en el más reciente desarrollo legislativo de Estados como el italiano
y el chileno, el cual en forma ostensible ha evolucionado hacía la
desjudicialización del contrabando. Más aún, incluso una entidad tan eminente
como la Asociación Internacional de Derecho Penal, en su XIII Congreso,
celebrado recientemente concluyó:
"2. El
Derecho Penal constituye solamente una de las medidas para regular la vida
económica, y para sancionar la violación de las reglas económicas :
"desempeña un papel subsidiario".
4. Normalmente
debería fomentarse la introducción de medios administrativos y civiles (mercantiles)
antes de incriminar determinados actos u omisiones perjudiciales para la vida
económica.
"Recomendaciones
del XII Congreso de la Asociación Internacional de Derecho Penal sobre
""el concepto y los principios fundamentales del Derecho Penal
Económico y de la Empresa. El Cairo 1984"".
En el breve análisis
que se hace del artículo 61 sobre "facultades extraordinarias en
materia penal aduanera y de impuestos", se dice lo siguiente:
"Se faculta
al Gobierno Nacional por el término de 2 años, para efectos de despenalizar el
delito del contrabando y reorganizar algunos aspectos del proceso de
desaduanamiento tales como, la supresión de la Jurisdicción Penal Aduanera,
garantizando la incorporación de los empleados, jueces y magistrados de esta
jurisdicción y las fiscalías correspondientes, a la Jurisdicción Penal
Ordinaria y al Ministerio Público.
Así mismo se
faculta para permitir el saneamiento de las mercancías que ilegalmente han
ingresado al país y para organizar el proceso de nacionalización de mercancías
bajo sistemas especiales, como licencia temporal, leasing internacional, o las
que acompañan al viajero que ingresa al país.
Para el ejercicio
de estas facultades se deberá oír a la Comisión Parlamentaria para tal
efecto".
IV. En la ponencia para segundo debate a los
proyectos de ley números 70 y III Senado de 1990, a cargo del mismo
Representante Rodrigo Garavito Hernández, propuesta ante la Cámara, se incluye
el texto definitivo aprobado en primer debate en la comisión tercera de ésta,
en la cual su artículo 61 tiene idéntica redacción al 61 de la Ley 49 de 1990.
Este criterio de
hermenéutica jurídica que recurre a la intención o espíritu del legislador,
"claramente manifestados en ella misma o en la historia fidedigna de su
establecimiento", está consagrado en el artículo 27 del Código Civil.
d) Efectuado el recuento legislativo
anterior, se advierte como una constante la intención manifiesta del
Congreso en relación con la que sería la Ley 49 de 1990, no sólo acabar con
la figura del contrabando como delito, sino también sustituír sus conductas por
infracciones administrativas con sus condignas sanciones de carácter económico,
porque, se demostró en primer término que en nuestro país no había dado
resultado la penalización del contrabando y había por tanto sido ineficiente la
jurisdicción penal aduanera; y en segundo lugar y observando el estado de la
legislación universal al respecto ( se analizan en las ponencias los casos de
Chile e Italia) se llega a la conclusión señalada, esto es, castigar con
sanciones económicas administrativas la incursión en las prácticas que
tipifican el delito en cuestión y para ello, habría de erigirlas en
infracciones administrativas.
Precisado en los
términos anteriores el desarrollo histórico de la ley 49, bien puede afirmarse
que las facultades ejercidas por el Ejecutivo y que se tachan de excesivas,
tienen su fundamento en el literal a) del numeral 1o. del artículo 61 de la
misma, que autoriza a aquél para "efectuar las modificaciones pertinentes
en la legislación penal sustantiva y procesal vigente". Es decir, el
Gobierno habría primeramente de suprimir el delito de contrabando que como tal
existía en el ordenamiento penal, mas como esto no podía quedarse simplemente
allí, debía a la vez proveer sobre la instauración de las infracciones administrativas
de sus conductas otrora delictivas, consagrar las sanciones económicas y
otras (civiles y comerciales) correspondientes y el procedimiento para
investigarlas y castigarlas. Si esto no se hubiera hecho, además de
desconocerse la voluntad del legislador, expresada en tal sentido, el remedio
habría sido peor, porque el resultado del desarrollo por el Ejecutivo de la Ley
49 habría consistido en eliminar el delito de contrabando nada más y dejar sin
ninguna otra sanción las conductas que lo tipificaban.
Este enfoque del
asunto, además, concuerda con las normas de hermeneútica jurídica que enseñan
que el legislador expide un precepto con el fin de que produzca un efecto; así,
para despenalizar el delito de contrabando no necesitaba otorgar facultades
extraordinarias al Gobierno Nacional, pues, por una simple ley lo hubiera
hecho. Mas cabalmente se valió de dichas facultades, para no sólo suprimir
tal delito, sino también y lo que es igualmente importante, contemplar las
infracciones y sanciones pecuniarias administrativas. En defecto de él, esta
última tarea se la dejó el Congreso al Ejecutivo porque éste contaba con los
elementos técnicos, estadísticos y de experiencia y por ello se encontraba en
las mejores condiciones para realizarla.
Desinvestir el
contrabando de su carácter delictual y no penalizar administrativamente las
conductas desjudicializadas, habría significado nada más ni nada menos,
contrariando el querer del legislador que sumir al país en confusión económica
con el consiguiente perjuicio para su economía como un todo, desde el punto de
vista de sus proyecciones macroeconómicas, las cuales dentro de un contexto de
apertura económica, como es el que ocupa la atención del Estado en los últimos
años, han de asegurar que las mercancías que ingresan al país han de competir
libremente con las producidas en él, sin que exista el factor perturbador de
las introducidas ilegalmente de contrabando que podrían ofrecerse a precios
inferiores.
e) Finalmente se considera oportuno por esta
Corte, precisar la diferencia entre las contravenciones en sentido penal y las
infracciones administrativas; como también que la reforma a la legislación
penal y procesal penal se compadece con que cabalmente se cree la figura
administrativa de la infracción; y que de los distintos literales del numeral
1o) del artículo 61 de la Ley 10 de 1990 se infiere que sí se contempla la
infracción administrativa.
I. En el sentido del derecho penal las
infracciones administrativas no son contravenciones, en consecuencia, no
quedan comprendidas dentro de lo que se conoce como hecho punible, y en este
sentido se puede afirmar que el Decreto Ley 1750 de 1991, por medio del cual se
transmuta el carácter de hecho punible de las conductas tipificadas en el Estatuto
Penal Aduanero en el de infracciones administrativas aduaneras, se ajusta al
numeral 1 del artículo 61 de la Ley 49 de 1990, a través del cual se reviste
al Presidente de la República de facultades extraordinarias para eliminar el
carácter de hecho punible tipificado en el Estatuto Penal Aduanero de las
conductas que infringen la legislación aduanera y suprimir la Jurisdicción
Penal Aduanera, se considera lo siguiente:
El hecho punible
es aquel comportamiento humano que se adecúa a una descripción legal que se
realiza sin ninguna causal que justifique tal conducta, en otras palabras, es
la conducta típica, antijurídica y culpable. Típica en la medida en que a
juicio del legislador tal comportamiento compromete las condiciones de
existencia, conservación y desarrollo de la comunidad y exige como sanción una
pena criminal; antijurídica por cuanto esa conducta genera un daño o crea una
situación de riesgo a un derecho jurídicamente tutelado, y culpable si el autor
de tal conducta la ha realizado con dolo, culpa o preterintención. Hecho
punible que como lo consagra el mismo Código Penal, "se divide en
delitos y contravenciones", por lo que es del caso entrar a determinar
los alcances y características de éstos, para así entrar en la materia que
interesa, es decir, el hecho punible y las infracciones administrativas.
Los doctrinantes
nacionales, entre ellos Alfonso Reyes Echandía1
, definen el delito como"aquel comportamiento humano que a
juicio del legislador compromete las condiciones de existencia, conservación y
desarrollo de la comunidad y exige como sanción una pena criminal. En un plano
estrictamente jurídico, debe entenderse por delito aquel comportamiento humano,
típicamente antijurídico y culpable, conminado con sanción penal".
Igualmente,
siguiendo al mismo autor, se entiende por contravención, "aquel
comportamiento humano que, a juicio del legislador, produce un daño social de
menor entidad que el delito y por eso se conmina con sanciones generalmente
leves. Por lo general las contravenciones están previstos en los Códigos de
Policía".
En lo que atañe a la
diferencia entre los delitos y las contravenciones, se observa que son varias
teorías las que los doctrinantes del Derecho Penal han planteado. Es así, que
se habla de las teorías objetivas, subjetivas y eclécticas. Véase:
Teoría Objetiva. Se hace la distinción entre delitos y
contravenciones desde un punto de vista eminentemente formal. De esta manera,
mientras que el delito produce una lesión jurídica, la contravención apenas
ocasiona un peligro para la tranquilidad pública o el derecho ajeno. Según esta
teoría, mientras el delito produce lesión efectiva y real de intereses o
derechos básicos, la contravención genera peligro y en el peor de los casos,
lesiona bienes accesorios.
Teoría Subjetiva. Según esta teoría, las diferencias entre
el delito y la contravención radican en el aspecto subjetivo de la conducta, vale
decir, que mientras el delito debe configurarse mediante el dolo, la culpa o la
preterintención, en la contravención estos elementos no son necesarios, pues
basta la simple voluntariedad de la conducta, pues incluso se ha afirmado que
en esta no existe el elemento subjetivo. Expresado en otras palabras, el delito
requiere para su estructuración de tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad,
en tanto que la contravención aunque es un hecho punible, carece del último
elemento, de los tres mencionados.
Teoría Ecléctica. Esta posición nace como consecuencia de la relatividad
de las teorías anteriormente expuestas, pues pese a la aparente claridad en sus
planteamientos surgen motivos de duda. Así, con respecto a la primera se
afirma, que no siempre las contravenciones se refieren exclusivamente a
intereses de carácter secundario o a conductas que simplemente
"amenazan" peligro a un bien jurídicamente tutelado, pues existen
conductas contravencionales que efectivamente causan daño y, lo que es más, se
refieren a bienes de carácter primario. En el mismo sentido, no siempre los
delitos representan daño, ni lesionan bienes jurídicos primarios, pues los
hay que pertenecen a la categoría de delitos que la doctrina denomina como
"de peligro" (así, por ejemplo, la tenencia, fabricación,
adquisición, conservación o suministro de sustancias inflamables, tóxicas,
asfixiantes, corrosivas o infecciosas- artículo 197 del Código Penal-).
En relación con la
segunda teoría, esto es la subjetiva, tal posición era valida únicamente bajo
la vigencia del Código Penal de l936, que era eminentemente peligrosista y
admitía la responsabilidad objetiva, la cual, como es de conocimiento y
afortunadamente en aras del progreso racional del Derecho, se proscribió a la
luz del artículo 5o. del Código Penal vigente, el cual establece que "para
que una conducta típica antijurídica sea punible debe realizarse con
culpabilidad. Queda proscrita toda forma de responsabilidad objetiva"
Por lo anterior,
obligatorio es señalar, que la diferencia entre delitos y contravenciones, no
puede hacerse con criterio jusfilosófico sino refiriéndola al concepto
valorativo que emana del legislador. En efecto, cuando a juicio del legislador
un hecho es grave porque lesiona o pone en peligro intereses sociales
importantes y debe, por lo mismo, sancionarse en forma severa, lo configura
como delictuoso; cuando, en cambio, considera que los intereses que puede
lesionar o poner en peligro son menos importantes y que bastan para su punición
sanciones de menor gravedad, lo erige en contravencional.
Parecer del
legislador que no es homogéneo, pues él responde a las variables condiciones
del medio social para el cual legisla. La estimación que hace el legislador
está determinada más por condiciones históricas que teóricas, y más políticas
que científicas, tan es así, que lo que hoy se concerta en consagrar como
delito y se corporiza así legalmente, puede mañana transformarse en
contravención y viceversa por razones de conveniencia social, económica o política.
La legiferación
actual nos indica entonces, que el discernimiento con que hoy en día se está
actuando, es el de transmutar las conductas tipificadas como delitos en
contravenciones. Prueba de ello es la Ley 23 de l991 que despenalizó diecinueve
conductas que antes de su vigencia se tipificaban como delitos para
convertirlas en contravenciones especiales. En este sentido, se concluye que la
diferencia entre delito y contravención está determinada por la misma ley, que
se ocupa de la sistematización o clasificación dentro de los Códigos que al
efecto regulan el sistema penal.
Sin embargo, dentro
de las contravenciones que regula el sistema penal y que son sancionadas por
autoridades de policía, no se comprenden las infracciones administrativas.
Significa ello, que existen contravenciones sancionables por autoridades
diferentes a la policía, lo cual está reconocido en el propio
artículo 2o. del Código Penal (art. 18 del C.P. de 1980) y tienen su razón de
ser en la existencia de conductas que vulneren bienes diferentes a los de la
seguridad, la tranquilidad y moralidad públicas.
Bajo el estado
liberal del "laisser fair" los únicos bienes protegidos a
través de un régimen contravencional penal tenían que ver con la seguridad, la
tranquilidad y la moral públicas y ello explica que prácticamente la teoría de
la contravención se hubiera elaborado en función de conceptos puramente
policivos; pero más tarde, el Estado comienza a intervenir y asumir funciones
de inspección y vigilancia sobre las actividades de los particulares en las
áreas sociales, bancarias, educativas, sindicales y comerciales, y dentro de
estas últimas, se comprenden entre otras, la importación de mercancías. En
este último caso, la infracción a las normas dieron lugar desde un comienzo a
sanciones penales (delitos y contravenciones), para por último y en el Decreto
que se revisa, de desjudicialización del contrabando, consagrar la infracción
administrativa.
Lo que determina que
esta nueva potestad sancionadora tampoco se confía a la policía, sino a
los propios órganos de la administración activa encargados de realizar la
intervención e inspección, y que lleva a que se distinga entre las
contravenciones policivas y las contravenciones administrativas o infracciones
administrativas. Para precisar sus alcances y diferencias, se observa lo
siguiente.
Las
contravenciones de policía
son aquellas conductas consideradas como tales, de manera expresa por la ley,
en cuanto han sido tipificadas dentro de un Código o de un reglamento especial
de Policía en orden a prevenir y eliminar las perturbaciones a la seguridad, la
tranquilidad y la moralidad públicas y cuyo juzgamiento se atribuye a
autoridades de Policía o a autoridades administrativas investidas expresamente
de ese carácter, a través de un juicio también policivo e igualmente previsto
en dichos códigos o reglamentos especiales. Valga decir, en estricto sentido,
que este tipo de contravenciones es a las que hace referencia el artículo 18
del Código Penal cuando se refiere a ellas como una modalidad del hecho
punible. En efecto la norma dice: "Los hechos punibles se dividen en
delitos y contravenciones".
Las
contravenciones administrativas o infracciones administrativas son aquellas conductas contrarias a la
Ley, distintas de los delitos y de las contravenciones policivas, en
consecuencia ajenas a lo que se conoce como hechos punibles y cuya tipificación
obedece simplemente a la implantación de medios de coerción para prevenir o
sancionar todo comportamiento de los gobernados que dañe, perjudique o entrabe
la prestación de los servicios públicos, o en general, la actividad de la
administración pública. Las penas que corresponde a estas infracciones no las
impone ninguna autoridad policiva, sino la autoridad administrativa
correspondiente, previa una actuación administrativa. Entre otras y
contrariamente a lo que sucede en relación con las contravenciones policivas
(art. 82 del C.C.A.), se resalta que de esta modalidad contravencional sí
conoce la jurisdicción contencioso- administrativa.
Como consecuencia de
lo expuesto, se concluye que las contravenciones administrativas no lo son en
sentido penal, es decir, no son hechos punibles, pues ellas hacen referencia a
situaciones de carácter eminentemente de derecho administrativo, cuya
naturaleza se encuentra definida por el legislador al calificarlas como tales y
diferenciarlas de las contravenciones penales, al establecer los procedimientos
para cada una y al fijar las sanciones, siendo las penales generalmente más
severas que las administrativas y éstas siempre de carácter económico,
administrativo y comercial, debiendo anotarse que aquéllas se imponen por acto
jurisdiccional mientras que éstas se aplican mediante actos administrativos.
Por consiguiente, si las infracciones administrativas no son hechos punibles,
significa que cuando el Decreto No. 1750 de 1991, transmutó el carácter de
hecho punible de las conductas que infringen la legislación aduanera, en
infracciones de naturaleza administrativa, no rebasó las facultades
extraordinarias que al efecto le confirió el Congreso al Presidente de la
República, mediante la Ley 49 de 1990.
II. Siendo así, es decir, que el contenido del
Decreto Ley 1750 de 1991, señala unas infracciones y un procedimiento que no
corresponden a lo que se tiene por hecho punible, y observando que el hecho de
reformar la legislación penal y la legislación procesal, se concilia con la
creación de la figura administrativa de la infracción, considera esta Corte que
el gobierno nacional estaba facultado para dictar disposiciones tales como
aquellas por las cuales se elimina el carácter de hecho punible del contrabando
y se establece un procedimiento para su sanción.
III. Consagración de la infracción
administrativa que se deduce de literales tales como el a) del numeral 1o. del
artículo 61 de la Ley 10a. de 1990, a través del cual, como antes se dijo, se
faculta al Gobierno para que en ejercicio de la potestad que detenta de
eliminar el carácter de hecho punible tipificado en el estatuto penal aduanero
de los procederes que transgreden la legislación aduanera y excluir la
jurisdicción penal aduanera, pueda "efectuar las modificaciones
pertinentes en la legislación penal sustantiva y procesal vigente. Ciertamente,
si se le autoriza para realizar lo pertinente en la legislación, significa que
se le permite hacer todo lo que el considere conducente o concerniente al
asunto.
También de los
literales b) y c) del numeral 1o. del artículo 61 mencionado, se puede
establecer que sí se contemplan las facultades extraordinarias para que el
decreto respectivo erija las infracciones administrativas. Efectivamente, si se
habla de "verificación del cumplimiento de las normas aduaneras",
de "mercancías introducidas al país sin el lleno de los requisitos
establecidos en la legislación aduanera o sustraidas del control aduanero",
y sobre todo si se refiere a "denunciantes", se supone
entonces, la existencia de la tipificación de una conducta como transgresión o
incumplimiento a una ley o reglamento, es decir, la existencia de una
infracción que para este caso se califica de administrativa.
Son suficientes las
consideraciones anteriores para concluir que el Decreto Ley 1750 de 1991 no
rebasa las facultades de la Ley 49 de 1990.
3. Examen
material.
Estima la Sala que
el artículo 9o. no infringe el artículo 29 de la Constitución, pues la
afirmación que hace el demandante de que las pruebas a que se refiere dicho
texto se practiquen sin intervención del interesado, no está comprendida
dentro de ese artículo que está dedicado a definir la forma como han de
valorarse las pruebas practicadas "con ocasión de las actuaciones previas
al decomiso de las mercancías". Mas si es inexequible la expresión
"no se repetirán", referida a las pruebas en cuestión, porque ello
privará a las personas comprometidas en infracciones administrativas
aduaneras, de la posibilidad de controvertir y enmendar a su favor pruebas
irregularmente producidas en su contra, con lo cual se contraviene el derecho
al debido proceso contemplado en dicho texto constitucional que garantiza a
todo sindicado o investigado su derecho de defensa que incluye el derecho "a
presentar pruebas y a controvertir las que se alleguen en su contra".
No contraviene el
artículo 29 de la Carta, el artículo 11 del Decreto Ley 1750, ya que el derecho
de defensa se resguarda en los términos establecidos en él para
notificar la providencia que ponga fin a la actuación administrativa y para la
interposición del recurso correspondiente. Que puedan ser de más o menos
duración esos lapsos, es cuestión que atañe al legislador -en el presente
caso al extraordinario- quien tiene la debida ponderación al efecto y no
podría ser reemplazado por el juez constitucional en tal valoración.
Confiere el artículo
15 del Decreto Ley 1750 de 1991 a las autoridades aduaneras la facultad de
inspeccionar personas y bienes muebles e inmuebles. De su parte la
Constitución Nacional en su artículo 28 sólo permite el registro del domicilio
si obra mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las
formalidades legales y por motivos definidos previamente en la ley.
El Código Penal en
sus artículos 284 a 287 contemplaba las conductas penales tipificadoras de la
violación de domicilio prevenida en la Constitución, las cuales abarcaban una
noción más amplia del domicilio definido en el Código Civil (artículo 76), ya
que se extendía a cualquier sitio de habitación u hospedaje de una persona, que
incluye, naturalmente, la casa, choza, camarote, cueva, carpa, etc., en donde
se alojara aún de manera transitoria, es decir, que necesariamente no tenía la
persona que morar en esos lugares permanentemente. (El Código Civil exige la
residencia unida al ánimo de permanecer en ella).
Dicho delito también
se cometía cuando las conductas de introducción o permanencia en domicilio
ajeno se realizaban en el lugar de trabajo, pero la pena se aminoraba.
Valga anotar que las
figuras delictivas anteriores, se convirtieron en contravenciones especiales en
virtud de lo dispuesto por la Ley 23 de 1961 sobre descongestión de los
despachos judiciales (art. 1°, numerales 2, 3, 4 y 5), cuyo conocimiento se
asignó a los inspectores de policía.
Pues bien, el
artículo 15 examinado se refiere en términos generales a la inspección y
vigilancia de bienes muebles o inmuebles y no particulariza que ello pueda
hacerse sobre los mismos cuando estén destinados al domicilio de
alguien. Por esta razón no aparece vicio de constitucionalidad alguno. Mas, a
contrario sensu, cuando esté de por medio el domicilio de una persona, el bien
que haya de registrarse exige por parte de las autoridades aduaneras -que son
funcionarios administrativos (art. 116 C.N.)- autorización judicial, en los
términos del artículo 28 de la Constitución.
Dentro de esta
intelección han de proceder y actuar tales autoridades en cumplimiento del
artículo 15 del Decreto Ley 1750 de 1991.
El artículo 15
comentado contempla de manera genérica, como se dijo, la inspección y
vigilancia de bienes; mas en cuanto hace al registro de ellos, habrá de tenerse
en cuenta la restricción constitucional cuando sirvan de domicilio a las
personas, en cuyo caso se hace necesario que los funcionarios aduaneros
obtengan de las autoridades judiciales (art. 116 C.N.) el permiso
correspondiente. Queda a salvo el caso del delincuente sorprendido en
fragrancia previsto en el artículo 32 de la Constitución, en que se puede
prescindir de la garantía consagrada en el artículo 28 comentado.
Dentro del anterior
contexto será constitucional el artículo 15 del Decreto Ley 2750 de 1991 y así
se dispondrá y advertirá en esta sentencia.
VIII. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución, oído el concepto del Ministerio Público,
R E S U E L V E :
Primero: Declarar EXEQUIBLES los artículos
1o., 2o., 3o., 4o., 5o., 6o., 7o., 8o., 10o., 11, 12, 13, 14, y 17 del Decreto
Ley 1750 de 1991 "Por el cual se ejercen facultades extraordinarias en
materia penal aduanera", por no haber el Ejecutivo incurrido en exceso
en el uso de las facultades extraordinarias de la Ley 49 de 1990.
Segundo: Declarar EXEQUIBLE el artículo 9o.
de dicho Decreto, salvo en la locución "no se repetirán y" que
se declara inexequible.
Tercero: Declarar EXEQUIBLE el artículo 11
del mismo Decreto.
Cuarto: Declarar EXEQUIBLE el artículo 15
del mencionado Decreto en la medida en que el registro que las autoridades
aduaneras practiquen sobre bienes, no desconozca el derecho a la inviolabilidad
del domicilio, en los términos del artículo 28 de la Constitución Política.
Cópiese, publíquese,
envíese copia a la Presidencia de la República y al Congreso de la República,
insértese en la Gaceta Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA MONCALEANO
Secretaria General
1 Reyes Echandía Alfonso.
Diccionario de Derecho Penal. Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 1977.
Págs. 27 y 28. |
229 | C-553-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-553/92
CONSTITUCION
POLITICA-Vigencia
TRANSITO
CONSTITUCIONAL
Son las normas
constitucionales en vigor al momento en que se expidió el artículo demandado,
las que deben observarse, pues conforme a claros principios sobre aplicación de
las normas jurídicas en el espacio y en el tiempo, las leyes que regulan la
competencia y las que señalan solemnidades o ritualidades para la expedición de
un acto, sólo rigen para el futuro mas no para el pasado. Es perfectamente
válido y de usual ocurrencia que cuando se presenta un cambio en la
normatividad constitucional, una disposición que frente al ordenamiento
anterior podía ser exequible, al confrontarse con el nuevo, puede resultar
inexequible, máxime si la situación jurídica a que alude la norma ha sufrido
modificación.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límites/SUPERINTENDENCIA
DE CAMBIOS-Recursos
El Presidente de
la República en la norma acusada al establecer como fuente de recursos propios
de la Superintendencia de Cambios un porcentaje equivalente al cinco por ciento
(5%) del monto de las contribuciones que anualmente se liquidan en favor de la
Superintendencia Bancaria y a cargo de los Bancos, Corporaciones Financieras y
demás instituciones financieras autorizadas para actuar como intermediarios del
mercado cambiario, se extralimitó en el ejercicio de las atribuciones que le
fueron otorgadas, pues a pesar de que la facultad para establecer tales recursos
financieros para el ente estatal citado, era amplia, por cuanto no se señalaron
limitaciones de ninguna índole, como tampoco pautas o parámetros a los cuales
debía atenerse el ejecutivo en su desarrollo, considera la Corte que ella no
alcanzaba, sin embargo, para privar de recursos, así fuese parcialmente, a
otras entidades del Estado, en este caso, concretamente a la Superintendencia
Bancaria, cuya estructura y funciones, en cuanto tuviesen que ver con los
cambios internacionales, podía variar, pero no su régimen fiscal.
TASA/SUPERINTENDENCIA
BANCARIA-Recursos
Se desnaturaliza
el concepto de tasa o contribución parafiscal que este recurso tiene, pues él
obedece necesariamente al concepto de compensación puntual de un gasto
específico en que incurre el Estado en la prestación de un cierto servicio, en
forma tal que no puede extenderse a otras expensas causadas por otra actividad
(servicio), por cuanto al hacerlo se cambia sin autorización el régimen fiscal
y financiero del organismo que sufre la disminución y cuyo déficit ya no sería
atendido -como era el diseño legal anterior- por tales tasas, sino por
apropiaciones corrientes del presupuesto nacional.
REF.: EXPEDIENTE
No. D-037
Demanda de
inconstitucionalidad contra el artículo 25 del Decreto 1745 de 1991. Recursos
Financieros de la Superintendencia de Cambios.
Actor: JORGE
HUMBERTO BOTERO ANGULO.
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobado por acta
No.77
Santafé de Bogotá,
D.C., ocho (8) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
En ejercicio de la
acción pública y política consagrada en el artículo 242-1 de la Constitución
Nacional, el ciudadano JORGE HUMBERTO BOTERO ANGULO acude ante esta Corporación
con el fin de solicitar la declaratoria de inexequibilidad del artículo 25 del
Decreto 1745 de 1991, por violar la ley de habilitación legislativa.
Cumplidos como están
los trámites constitucionales y legales estatuidos para asuntos de esta índole,
procede la Corte Constitucional a decidir.
II. NORMA
ACUSADA.
A continuación se
transcribe la disposición materia de impugnación:
"Artículo
25.- En
desarrollo de la facultad conferida por el numeral 1o. del
Artículo 32 de la Ley 9a. de 1991, establécese como fuente de recursos propios
de la Superintendencia de Cambios, el cinco por ciento (5%) del monto de las
contribuciones que anualmente se liquidan en favor de la Superintendencia
Bancaria y a cargo de los Bancos, Corporaciones Financieras y demás
Instituciones Financieras autorizadas para actuar como intermediarios del
mercado cambiario.
El reglamento
establecerá el procedimiento conducente a garantizar la efectividad de esta
disposición".
III. LA DEMANDA.
En primer término
señala el demandante que la constitucionalidad de la norma acusada debe
establecerse con fundamento en la antigua Constitución, por tratarse de un
asunto de competencia, la que se determina por las normas vigentes en el
momento en que tales actos sean proferidos, sin que para el efecto importe que
normas posteriores regulen su ámbito de atribuciones de manera diferente,
argumentación que coincide con la expuesta por la Corte Suprema de Justicia en
Sentencia número 87 del 25 de julio de 1991, apartes de la cual transcribe.
De otra parte
considera que si la norma acusada es contraria al Estatuto Constitucional de
antaño (artículo 118-8), tanto más cabe esa conclusión ante el actual en el que
las facultades extraordinarias son más restrictivas frente a la antigua Carta,
tanto por el aspecto de la temporalidad como frente a las materias que puedan
regularse a través de esta vía (art. 150-10).
Entrando al punto
concreto de acusación, manifiesta el accionante que el Gobierno se extralimitó
en el ejercicio de las facultades que le confirió el Congreso en el numeral 1o.
del Artículo 32 de la Ley 9a. de 1991, al expedir la disposición materia de
impugnación, pues conforme a éllas solo tenía autorización para: -modificar la
estructura y funciones de la Superintendencia de Control de Cambios y sus
medios financieros; -modificar la estructura y funciones de la oficina de
cambios del Banco de la República y modificar la estructura y funciones de
otros organismos y dependencias que estén vinculados directamente en la
regulación, control y aplicación del régimen de cambios internacionales; pero
no existía habilitación legislativa para "ordenar que la Superintendencia
Bancaria desplazara parte de sus ingresos derivados de la contribución pagada
por algunas entidades sometidas a su vigilancia hacia la Superintendencia de
Control de Cambios".
Y a continuación
agrega que si bien puede admitirse que la Superintendencia Bancaria tiene
funciones legales directas con relación al régimen cambiario, las facultades
extraordinarias permitían alterar su estructura y funciones "pero no sus
medios financieros", que es categoría jurídica completamente distinta, ya
que resulta impropio decir que una función de esa Superintendencia es percibir
la contribución pagada por las entidades vigiladas.
De manera que las
facultades extraordinarias permitían crear un medio financiero nuevo para la
Superintendencia de Cambios, mas no para sustraerle por esa vía a otro ente
público parte de los recursos financieros que recibe por mandato de la ley, pues
la contribución instituida en favor de la Superintendencia Bancaria se
estableció para compensar "los gastos que demanda el ejercicio de sus
funciones en beneficio de las entidades financieras" y entonces, "si
es legítimo que se la obligue a ceder parte de sus recursos a otro organismo,
sin que de modo expreso la ley de facultades lo haya autorizado, queda sin piso
la filosofía misma de ésta y las demás contribuciones parafiscales que
excepcionalmente el legislativo autoriza como contrapartida o reciprocidad
directa por los beneficios que las personas obligadas a pagarla reciben del
ente público que la percibe".
IV. INTERVENCION
CIUDADANA.
El doctor MAURICIO
RODRIGUEZ AGUDELO, en su condición de Superintendente de Cambios, presentó un
escrito destinado a justificar la constitucionalidad de la norma materia de
demanda, del cual se han extractado los siguientes apartes:
- No
es aceptado pretender como lo hace la demanda que el examen de
constitucionalidad se efectúe "simultáneamente a la luz de la Constitución
derogada y de la nueva Constitución", si se tiene en cuenta que el tema de
las facultades extraordinarias en los dos ordenamientos es diferente y de
aceptarse tal razonamiento "perfectamente se podía llegar a la absurda
conclusión de que una disposición es exequible a la luz de una Constitución,
pero inexequible a la luz de la otra".
- La
Superintendencia Bancaria como la de Cambios, son organismos públicos
"vinculados directamente" con el control y aplicación del régimen de
cambios internacionales, característica que conforme a la ley de facultades
extraordinarias, permitía modificar sus funciones.
- El
estatuto orgánico del sistema financiero (Decreto 1730 de 1991), define como
función del Superintendente Bancario la de fijar a las entidades vigiladas con
la aprobación del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, las contribuciones
necesarias para el presupuesto de esa misma institución y "las
transferencias a su cargo"; de manera que siendo ésta una función del
Superintendente citado "otra norma con fuerza de ley podía válidamente
modificar esa función estableciendo que un porcentaje de éllas se transfiera a
la Superintendencia de Cambios".
- Las
tasas o contribuciones parafiscales son una de las varias fuentes de recursos
con las que cuenta el Estado para financiar su funcionamiento, por lo que
resulta evidente que la norma acusada se adecúa a la ley habilitante.
- La
ley de facultades en el artículo 32-1 señaló a manera de ejemplo la destinación
de un porcentaje de las multas impuestas por la Superintendencia de cambios a
título de fuente de recursos propios, pero esta alternativa fue desechada por
considerarse altamente inconveniente, al sujetar el financiamiento del
presupuesto de esta entidad al volumen o magnitud del resultado de su potestad
sancionatoria, todo lo cual iba en detrimento de la imparcialidad que debe
regir su ejercicio. Además, si ésta hubiera sido la única alternativa, el Congreso
así lo habría señalado explícitamente "y sobrarían por innecesarias, las
facultades extraordinarias otorgadas en esta materia".
V.
CONCEPTO FISCAL.
El Procurador
General de la Nación en oficio número 020 del 20 de mayo de 1992 emite el
parecer fiscal, en el que después de señalar que el estudio constitucional en
este caso debe efectuarse con la Constitución vigente al momento en que se
expidieron las disposiciones acusadas, solicita a la Corte declarar
inconstitucional la norma impugnada, con base en los argumentos que a
continuación se resumen.
1. La
ley de facultades autorizó al Gobierno Nacional, en lo que atañe a la
Superintendencia de Cambios, para modificar su estructura y funciones,
consagrar un sistema especial de carrera administrativa y establecer fuentes
específicas de recursos.
2. Al
referirse dicha norma a las fuentes específicas de recursos, el legislador
consagró "a título de ejemplo, el principio bajo el cual debía
circunscribirse la acción del legislador extraordinario, esto es, que fuera
consecuencia de la actividad propia de la Superintendencia de Control de
Cambios; a partir de este límite podía fijar multas, contribuciones a los
usuarios del servicio de vigilancia y control en materia de cambios
internacionales, como una compensación de la actividad desplegada por ella con
ese fin, y cualquier otro medio dentro de la órbita referida", motivo por
el cual el Presidente de la República se extralimitó al desplazar recursos
originados por la actividad de otro ente público a la Superintendencia de
Cambios, sin tener autorización para ello.
3. Y
finalmente agrega que si bien es cierto que la Superintendencia Bancaria es
"una de aquellas entidades u organismos vinculados con la regulación,
control y aplicación del régimen de cambios internacionales, la cual con la ley
habilitante podía modificar su estructura y funciones mediante la supresión o
fusión de organismos y dependencias y y supresión o asignación de funciones en
otros organismos de la rama ejecutiva. Pero de ninguna manera se autorizó un
desplazamiento de porcentaje alguno a favor de otra entidad del Estado".
4. "El
legislador se excedió en las facultades conferidas en la Ley 9a. de 1991 y en
consecuencia vulneró los artículos 113 y 189-10 de la Constitución vigente, por
aplicación ultractiva (sic) de los artículos 55 y 118-8 de la Constitución de
1886".
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Competencia.
Por dirigirse la
acusación contra una norma que forma parte integrante de un decreto expedido
por el Presidente de la República en ejercicio de facultades extraordinarias,
compete a esta Corporación decidir sobre su constitucionalidad, conforme con lo
ordenado por el artículo 241-5 de la Carta Política.
2. Normatividad
constitucional frente a la cual debe juzgarse el mandato impugnado.
El Decreto 1745 de
1991, que ha sido acusado parcialmente en este proceso, fue expedido el día 4
de julio de 1991, fecha en la que precisamente finalizaban las sesiones de la
Asamblea Nacional Constituyente, es decir, que culminaba el lapso de tiempo
fijado para que dicha colectividad cumpliera la tarea asignada, como era la de
reformar la Constitución Política de Colombia.
Y fue así como ese
mismo día se llevó a cabo el acto de clausura en el Salón Elíptico del
Capitolio Nacional y como es de conocimiento público se proclamó una nueva
Constitución para los colombianos.
En dicho
ordenamiento se consagró en el artículo 380 "....Esta Constitución rige a
partir del día de su promulgación", condicionando de esta forma su
vigencia al cumplimiento de tal hecho. Sin embargo, la publicación del texto
oficial de las normas únicamente se llevó a cabo el día 7 de julio de 1991, al
ser insertadas en la Gaceta Constitucional número 114 y es entonces a partir de
esa fecha cuando comenzaron a tener eficacia sus normas, y por lo tanto el
imperativo de obligatoriedad.
Ahora bien, como la
acusación se refiere exclusivamente a un problema de competencia, pues a ello equivale
discutir si el Presidente de la República desbordó o no las facultades que le
otorgó la respectiva ley, para el caso, la Ley 9a. de 1991, el estudio
constitucional ha de hacerse con respecto a la normatividad vigente cuando
éstas se ejercieron, es decir, la Carta Política de 1886 incluidas sus
reformas, y mas concretamente lo dispuesto en los artículos 76-12 y 118-8 que
se refieren al tema, pues son ellos los que condicionan el ejercicio de tal
competencia y determinan si su desarrollo fue o no legítimo.
En efecto, cuando el
Congreso inviste de facultades extraordinarias al Presidente de la República,
lo que se presenta es un traslado temporal de competencia, ya que la tarea
propia de legislar que la Constitución le ha asignado a dicho órgano, se transfiere
en forma transitoria al Gobierno, quien debe ejercerla dentro de los precisos
límites de tiempo y materia fijados en la ley de habilitación.
En consecuencia y
como se dejó anotado, son las normas constitucionales en vigor al momento en
que se expidió el artículo demandado, las que deben observarse, pues conforme a
claros principios sobre aplicación de las normas jurídicas en el espacio y en
el tiempo, las leyes que regulan la competencia y las que señalan solemnidades
o ritualidades para la expedición de un acto, sólo rigen para el futuro mas no
para el pasado y entonces "Mal podrían enervarse los efectos de lo que en
su momento estuvo correctamente ejercido desde el punto de vista de la
competencia, por el solo hecho de que en un momento ulterior se produjere un
cambio normativo, pues ello equivaldría a asignarle efectos retroactivos al
nuevo ordenamiento respecto de actos cuya emisión, dentro del término y con los
demás requisitos exigidos por el antiguo, ya se había consumado o agotado el
ejercicio de la competencia correspondiente". (Sentencia 87 julio 25 de
l991 C. S. J.).
Argumento que
resulta aún mas claro, si se observa que el tema de las facultades
extraordinarias sufrió algunas variaciones dentro del nuevo Orden Superior
(artículo 150-10), por cuanto limitó el tiempo por el cual se pueden conferir,
(máximo seis (6) meses); restringió el ámbito de materias que se permite
desarrollar por este medio, al prohibir expresamente su uso para la expedición
de Códigos, leyes estatutarias, leyes orgánicas, algunas leyes marcos y
creación de impuestos y condicionó el otorgamiento de las autorizaciones a la
solicitud previa del Gobierno, quedando incólume lo referente al carácter de
"precisión" que deben distinguir las leyes de investidura al
describir los temas o materias para los cuales se conceden, como también el
aspecto relativo al momento u oportunidad de su concesión, pues solo se pueden
otorgar cuando "la necesidad lo exija o la conveniencia pública lo
aconseje", requisitos que vienen desde tiempo atrás y que consagraba la
Constitución de 1886 en su artículo 76-12.
Así las cosas
procederá la Corte a estudiar el mandato acusado frente a las disposiciones
contenidas en el citado artículo 76-12 de la Constitución anterior, criterio
que comparte el Procurador General de la Nación y que también expone el
demandante.
Pero antes ha de
aclararse al Superintendente de Cambios, que es perfectamente válido y de usual
ocurrencia que cuando se presenta un cambio en la normatividad constitucional,
una disposición que frente al ordenamiento anterior podía ser exequible, al
confrontarse con el nuevo, puede resultar inexequible, máxime si la situación
jurídica a que alude la norma ha sufrido modificación.
3. Las
facultades extraordinarias.
Dado que el precepto
demandado fue expedido por el Gobierno Nacional con invocación de las
atribuciones contenidas en el numeral 1o. del artículo 32 de la Ley 9a. de 1991
y como el único cargo que se formula contra él es el relativo al exceso en el
ejercicio de tales facultades, es preciso transcribir éstas con el fin de
determinar si le asiste o no razón al demandante.
LEY 9a. DE 1991
"Por la cual se
dictan normas generales a las que deberá sujetarse el Gobierno Nacional para
regular los cambios internacionales y se adoptan medidas complementarias".
"Artículo
32.- FACULTADES EXTRAORDINARIAS. De conformidad con el ordinal 12 del artículo 76 de la Constitución
Política, revístese de facultades extraordinarias al Presidente de la
República, por el término de un año contado a partir de la publicación de la
presente ley, para los siguientes efectos:
1. Modificar la
estructura y funciones de la Superintendencia de Control de Cambios, organismo
en el cual se podrá establecer un sistema especial de carrera administrativa y
fuentes específicas de recursos; que podrán consistir en un porcentaje del
valor de las multas impuestas en ejercicio de sus funciones de control; la
estructura y funciones de la Oficina de Cambios del Banco de la República y las
de los demás organismos y dependencias vinculados directamente con la
regulación, el control y la aplicación del régimen de cambios internacionales a
fin de adecuar la estructura y funciones de la Administración Nacional a las
disposiciones de la presente ley. Para estos efectos podrán suprimirse o
fusionarse organismos y dependencias y suprimir funciones o asignarlas en otros
organismos de la rama ejecutiva del poder público".
a. Temporalidad.
Por este aspecto no
hay reparo constitucional, pues el decreto del cual forma parte la norma
acusada fue expedido dentro del lapso temporal señalado en la ley habilitante,
el cual era de un (l) año contado a partir de la publicación de la ley, hecho
que tuvo ocurrencia el día 17 de enero de 1991 en el Diario Oficial No.39634 y el
Ordenamiento citado fue dictado el 4 de julio del mismo año, como se expresó al
principio de estas consideraciones y según consta en el Diario Oficial
No.39889.
b. Materialidad.
De conformidad con
la disposición que se transcribió, al Presidente de la República se le autorizó
para dictar decretos con fuerza de ley destinados a modificar la estructura y
funciones de varias entidades a saber:
- Superintendencia
de Control de Cambios;
- Oficina de
Cambios del Banco de la República; y
- la de los
demás organismos y dependencias vinculados
directamente con la
regulación, control y aplicación del régimen de cambios internacionales.
Esta atribución es
nítida en su significado y alcance y según ella le permitía al Gobierno variar
la organización o composición de cada uno de los entes públicos citados, al
igual que sus funciones, siempre y cuando se lograra con ello el objetivo
fijado por el legislador ordinario, que no era otro que "adecuar la
estructura y funciones de la Administración Nacional" a las disposiciones
de la ley 9a. de 1991, denominada ley marco de cambios internacionales.
Ordenamiento que introdujo una serie de modificaciones al régimen cambiario, al
legalizar el mercado libre de divisas, descentralizar la administración
cambiaria en los intermediarios financieros, implantar una mayor libertad
cambiaria, eliminar ciertos controles y trámites en las operaciones de ese
tipo, etc., todo lo cual hacía imperioso reestructurar dichas instituciones para
ajustarlas a los nuevos requerimientos y necesidades establecidas en la
reforma.
Obsérvese también
que el legislador extraordinario estaba facultado al desarrollar la actividad
encomendada, para suprimir o fusionar organismos y dependencias, obviamente de
las que tuvieran a su cargo el control, aplicación y regulación del régimen de
cambios internacionales, lo mismo que para abolir algunas de sus funciones o
asignárselas a otras entidades de la Rama del Poder Público.
Y en lo que atañe
concretamente a la Superintendencia de Cambios, que es el punto de debate en
este proceso, la ley de investidura además de autorizar al Gobierno para variar
su estructura y funciones, como se consignó atrás, le asignó otras tareas
respecto a dicho ente estatal, las que se enuncian en seguida.
1. Para establecer
un sistema especial de carrera administrativa, atribución que envuelve una
facultad potestativa, por cuanto en la ley de habilitación se antepuso la
expresión "podrá" al prescribir "....organismo en el cual se
podrá establecer un sistema especial de carrera administrativa", de manera
que era discrecional del Ejecutivo su consagración o no.
2. Para establecer
fuentes específicas de recursos, autorización que como se puede apreciar es muy
amplia, pero que no puede entenderse limitada a "un porcentaje del valor
de las multas impuestas en el ejercicio de sus funciones de control", como
lo interpreta el Procurador General de la Nación, pues dicha expresión fue
descrita por el legislador solamente en forma de ejemplo y no implicaba
obligatoriedad para el Gobierno, ya que, si de antemano el Congreso hubiera
sabido que tal medida era la necesaria, seguramente la hubiera tomado,
decretándola de una vez en lugar de facultar al Ejecutivo para hacerlo.
4. El artículo
25 del Decreto 1745 de 1991.
El Presidente de la
República en la norma acusada al establecer como fuente de recursos propios de
la Superintendencia de Cambios un porcentaje equivalente al cinco por ciento
(5%) del monto de las contribuciones que anualmente se liquidan en favor de la
Superintendencia Bancaria y a cargo de los Bancos, Corporaciones Financieras y
demás instituciones financieras autorizadas para actuar como intermediarios del
mercado cambiario, se extralimitó en el ejercicio de las atribuciones que le fueron
otorgadas, pues a pesar de que la facultad para establecer tales recursos
financieros para el ente estatal citado, era amplia, por cuanto no se señalaron
limitaciones de ninguna índole, como tampoco pautas o parámetros a los cuales
debía atenerse el ejecutivo en su desarrollo, considera la Corte que ella no
alcanzaba, sin embargo, para privar de recursos, así fuese parcialmente, a
otras entidades del Estado, en este caso, concretamente a la Superintendencia
Bancaria, cuya estructura y funciones, en cuanto tuviesen que ver con los
cambios internacionales, podía variar, pero no su régimen fiscal.
En efecto, la
disposición que se analiza, no solamente desnaturaliza el concepto de tasa o
contribución parafiscal que este recurso tiene, pues él obedece necesariamente
al concepto de compensación puntual de un gasto específico en que incurre el
Estado en la prestación de un cierto servicio, en forma tal que no puede
extenderse a otras expensas causadas por otra actividad (servicio), por cuanto
al hacerlo se cambia sin autorización el régimen fiscal y financiero del
organismo que sufre la disminución y cuyo déficit ya no sería atendido -como
era el diseño legal anterior- por tales tasas, sino por apropiaciones
corrientes del presupuesto nacional.
Las contribuciones
que están obligados a pagar los distintos organismos (Bancos, Cajas de Ahorro,
Corporaciones de Ahorro y Vivienda, Corporaciones Financieras, Compañías de
Financiamiento Comercial, Corporaciones de Leasing, de Factoring, Sociedades
Fiduciarias, Compañías de Seguros, etc.) a la Superintendencia Bancaria fue
creada por el legislador para costear los servicios de inspección, vigilancia y
control que esa entidad ejerce sobre ellos y están destinadas a cubrir
"todos los gastos necesarios para el manejo de la Superintendencia
Bancaria" (Decreto 1730 de 1991 artículo 4.1.9.0.4), dineros que se
manejan conforme a las normas generales de presupuesto en una cuenta especial
denominada "Fondo de Contribuciones Superintendencia Bancaria"
-artículos 4.1.9.0.5 y 4.1.9.0.6-.
Así las cosas,
importa reiterar que siendo las contribuciones parafiscales citadas una
contraprestación que se paga por un servicio público determinado (inspección
vigilancia y control de entidades financieras) y destinada única y
exclusivamente a cubrir los gastos específicos que demande ese servicio y que
el Superintendente Bancario debe fijar, conforme a lo ordenado por el literal
o) del artículo 4.1.3.0.1 ibidem, en cuanto correspondan exactamente a los
gastos de esa Entidad, mal podía el legislador extraordinario sin autorización
para ello, extenderlo a otras entidades para cancelar los gastos de otro
servicio, en este caso de la Superintendencia de Cambios, y si el
Superintendente Bancario fija las contribuciones de acuerdo a los gastos de la
entidad que dirige, la norma acusada viene a disminuir en un cinco por ciento
(5%) su presupuesto, y lógicamente la diferencia se tiene que cubrir con los
recursos ordinarios del presupuesto nacional, esquema que ya es distinto al
régimen fiscal previsto para la Superintendencia Bancaria, que no encaja dentro
de las autorizaciones a que nos hemos venido refiriendo, las que permitían
crear nuevas fuentes de recursos, mas no sustraer los pertenecientes a otras
entidades.
Por estas razones se
procederá a retirar del ordenamiento jurídico el artículo 25 del Decreto 1745
de 1991 por exceder el límite material fijado en el artículo 32 No.1 de la Ley
9a. de 1991 y por ende el artículo 76-12 en concordancia con el 118-8 de la
Constitución antes vigente.
En mérito de lo
expuesto la Corte Constitucional actuando en nombre del pueblo y por mandato de
la Constitución Nacional,
R E S U E L V E :
Declarar INEXEQUIBLE
el artículo 25 del Decreto 1745 de 1991, por exceder el límite material señalado
en la ley de investidura.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el
expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDROMARTINEZ
CABALLERO
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
230 | C-556-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-556/92
ESTADOS DE
EXCEPCION/ABUSO DEL DERECHO-Noción
Los estados de
excepción son excepcionales, y sólo se conciben como mecanismo transitorio e
inevitable. Recurrir al Estado de Excepción con el propósito de solucionar
problemas de crisis menores o de crisis meramente gubernamentales, no significa
otra cosa que un abuso del derecho constitucional que pone en tela de juicio el
Estado de derecho. La noción de abuso del derecho hace alusión a ciertas
situaciones en las cuales las normas jurídicas son aplicadas de tal manera que
se desvirtúa el objetivo jurídico que persigue la norma, y esto es justamente
lo que sucede cuando la norma del estado de excepción es aplicada
estratégicamente para solucionar problemas sociales menores o problemas
políticos. El Decreto 1155 de 1992 es exequible por dos motivos: primero,
porque se reunieron los presupuestos formales que se requieren para su
declaratoria; segundo, porque las facultades de la declaratoria de la conmoción
interior eran idóneas para conjurar la crisis.
ESTADOS DE
EXCEPCION-Ausencia de
reglamentación
El hecho de que
aún no se haya expedido la ley estatutaria para regular las facultades del
Gobierno durante los estados de excepción, de que trata el artículo 152 literal
e) de la Carta, no impide la declaratoria de la conmoción interior, pues ella
no es un presupuesto para la declaratoria sino un instrumento para el control
de su ejercicio. Ahora, la falta de dicha ley estatutaria no comporta tampoco
una ausencia de control de las competencias exceptivas del Ejecutivo.
DERECHOS
FUNDAMENTALES
La comunidad
internacional ha establecido en este artículo que los derechos fundamentales
constituyen el núcleo esencial mínimo del hombre, y ni siquiera en los estados
de excepción pueden ser desconocidos, de tal manera que es razonable limitar
las libertades y los derechos, pero existe un espacio que el Estado debe
respetar porque afecta la dignidad del hombre. En las situaciones de crisis, el
Estado es revestido de poderes excepcionales, pero en ningún caso dichos
poderes podrían desconocer esa zona mínima e intocable de los derechos humanos.
REF: Expediente
RE-006
Revisión
Constitucional del Decreto No. 1155 de julio 10 de 1992, "Por el cual se
declara el Estado de Conmoción Interior".
Aprobado por Acta
No.
Santafé de Bogotá
D.C., Octubre quince (15) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Plena de la
Corte Constitucional,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
revisión constitucional del Decreto 1155 de 1992, "Por el cual se declara
el Estado de Conmoción Interior."
1. ANTECEDENTES
1.1. De la revisión constitucional
El día 10 de julio
de 1992 el Presidente de la República, con la firma de todos sus Ministros,
decretó el Estado de Conmoción Interior, de que trata el artículo 213 de la
Constitución Política -CP-.
Acatando lo
preceptuado en el parágrafo del artículo 215 CP, el Gobierno Nacional, por
intermedio del Secretario General de la Presidencia de la República, remitió a
la Corte Constitucional, el mismo día de su expedición, el Decreto 1155 de 1992,
para efectos de su revisión constitucional.
1.2. Del texto del Decreto objeto de
revisión
El siguiente es el
texto íntegro del Decreto 1155 del día 10 de julio de 1992:
"Decreto Número 1155
10 DE JULIO 1992
Por el cual se declara el Estado de Conmoción
Interior
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
en ejercicio de las facultades que le
confiere
el artículo 213 de la Constitución
Política, y
CONSIDERANDO:
Que durante los
últimos años la sociedad colombiana ha tenido que enfrentar modalidades
criminales que han perturbado en forma grave el orden público, tales como el
terrorismo y los magnicidios.
Que para hacer
frente a dichos factores de perturbación se dictaron disposiciones excepcionales
al amparo de la figura del Estado de Sitio, en virtud de las cuales se
tipificaron hechos punibles y se sometió su conocimiento a la jurisdicción de
orden público, creada y regulada por normas especiales.
Que la jurisdicción
de orden público ha venido conociendo de hechos delictivos que causaron
profunda conmoción social y grave perturbación del orden público.
Que la eficaz
aplicación del régimen especial de la jurisdicción de orden público fortalece
la administración de justicia en su acción contra la impunidad, y contribuye
así a asegurar la convivencia ciudadana.
Que habida cuenta de
que las causas y los efectos de estos factores de perturbación no han
desaparecido y de la importancia de mantener la vigencia de las medidas
mencionadas para procurar el restablecimiento del orden público, la Asamblea
Nacional Constituyente dispuso que los decretos expedidos en ejercicio de las
facultades de estado de sitio hasta la fecha de promulgación de la
Constitución, continuarían rigiendo por un plazo de noventa días, durante los
cuales el Gobierno Nacional podía convertirlos el legislación permanente
siempre y cuando la Comisión Legislativa Especial no los improbara.
Que en desarrollo de
lo anterior se adoptaron como legislación permanente diversas disposiciones
dictadas para restablecer y mantener el orden público entre ellas las relativas
a la jurisdicción de orden público y el régimen que la regula.
Que la continua
vigencia de tales medidas fue reiterada por el artículo 5º transitorio del
nuevo Código de Procedimiento Penal que expresamente señala que "La
jurisdicción de orden público se integrará a la jurisdicción ordinaria desde el
momento en que comience a regir este nuevo Código. Los jueces de orden público
se llamarán jueces regionales y el Tribunal Superior de Orden Público se
llamará Tribunal Nacional. La competencia de estos despachos no se modifica,
continuarán conociendo de los mismos hechos punibles que han venido conociendo
hasta ahora de acuerdo con los decretos que no impruebe la Comisión Especial
para convertir normas expedidas en ejercicio de facultades de Estado de Sitio
en legislación permanente."
Que el señor Fiscal
General de la Nación envió al Presidente de la República una carta en la cual
dice:
"Teniendo en
cuenta lo dispuesto por los artículos 251, numeral 5º, de la Constitución
Política y 8º del Decreto 2699 de 1991, me permito informarle que hoy y en los
días inmediatamente anteriores, se han presentado numerosas solicitudes de
libertad provisional y acciones de "Habeas Corpus" por parte de
procesados por delitos cuyo conocimiento corresponde a la antigua jurisdicción
de orden público, hoy jueces regionales y Tribunal Nacional, todo ello motivado
en interpretaciones de la legislación adoptada como permanente por la Comisión
Especial Legislativa y del Código de Procedimiento Penal expedido por la misma
Comisión, que en mi concepto no corresponde al recto entendimiento de dicha
legislación y Estatuto.
"La situación
anterior en mi concepto está causando serias perturbaciones al orden público,
razón por la cual he considerado conveniente ponerla en su conocimiento para
que dentro de su competencia el Gobierno adopte las medidas que estime
pertinentes."
Que al no existir
una precisión acerca de la aplicación de la normatividad de orden público
frente al ordenamiento ordinario se hace inocua la operancia de la justicia,
orientada en los últimos años hacia el sometimiento de la justicia de los
autores y cómplices de delitos de narcotráfico, magnicidios, homicidios con
fines terroristas, entre otras conductas perturbadoras del orden público, todo
lo cual genera situaciones de impunidad que atentan de manera inminente contra
la estabilidad de las instituciones y la seguridad del Estado.
Que las
circunstancias mencionadas, en tanto hacen inoperantes las medidas de
aseguramiento dirigidas a proteger a la sociedad, atentan de manera inminente
contra la convivencia ciudadana.
Que por todo lo
anterior se hace necesario adoptar medidas extraordinarias tendientes a
asegurar la debida aplicación de tales normas especiales y así conjurar las
causas de la perturbación e impedir la extensión de sus efectos. Que la
situación planteada no puede ser conjurada mediante el uso de las atribuciones
ordinarias de las autoridades de la policía.
Que de conformidad
con el artículo 213 de la Constitución Política corresponde al Presidente de la
República declarar el Estado de Conmoción Interior cuando exista una grave
perturbación del orden público que atenten de manera inminente contra la estabilidad,
la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana y que no pueda ser conjurada
mediante el uso de atribuciones ordinarias de las actividades de policía.
DECRETA
Artículo 1º: declarar el Estado de Conmoción Interior
en todo el territorio Nacional a partir de la vigencia del presente Decreto y
hasta las veinticuatro horas del día jueves 16 de julio del presente año.
Artículo 2º: el presente decreto rige a partir de la
fecha de su expedición.
PUBLIQUESE Y CUMPLASE
Dado en Santa Fe de Bogotá, D.C., 10 de
julio de
1991"
(siguen firmas del
Señor Presidente de la República, de doce ministros y dos viceministros
encargados de los respectivos ministerios)
1.3. Del trámite
En Sala Plena de la
Corte Constitucional, llevada a efecto el día 16 de julio del año en curso, se
decidió realizar ponencia conjunta de este negocio por parte de todos los
Magistrados de la Corporación.
En el Auto por medio
del cual se avocó el conocimiento de esta revisión se ordenó la práctica de
pruebas, las cuales ya han sido cumplidos y obran en el expediente.
Así mismo se
permitió la intervención ciudadana, se allegó oportunamente la Vista Fiscal y
se realizaron las comunicaciones de rigor, en los términos del Decreto 2067 de
1991.
1.4. Del concepto del Procurador General
de la Nación
Dentro del término
establecido en el artículo 2067 de 1.991, el Procurador General de la Nación
rindió el concepto de rigor a través del oficio número 066 de septiembre 7 de
1.992.
Inicialmente se
refirió el Ministerio Público al eventual impedimento para conceptuar sobre la
constitucionalidad del Decreto 1155 de 1.992. Al respecto argumentó lo
siguiente:
"En ningún
momento el Procurador General se manifestó sobre la viabilidad de tornar
auténtica tal interpretación mediante la expedición de un decreto legislativo
de conmoción interior, previa utilización del instituto exceptivo del artículo
213 de la Constitución. Por eso, nada ha dicho sobre la constitucionalidad de
los decretos 1155 y 1156 de 10 de julio del presente año y siendo ello así,
como en efecto lo es, no puede declararsele (sic) incurso en las causales a que
se refiere el artículo 25 del decreto 2067 de 1.991, pues no ha conceptuado
sobre la constitucionalidad de los decretos 1155 y 1156, ni ha intervenido en
su expedición, ni tiene interés personal en la decisión que adopte finalmente
la Corte".
Agrega el Procurador
al respecto que el Ministerio Público se pronuncia a través de diversas
modalidades por disposición de la Constitución y la ley, de suerte que el
cumplimiento de una función concreta no lo puede inhabilitar para cumplir las
funciones restantes.
Seguidamente el
Procurador entra al análisis de fondo sobre la constitucionalidad del Decreto
1155 de 1.992.
En este sentido el
Ministerio Público sostiene que el Decreto cumple con los requisitos de forma y
que el hecho de que no se haya expedido aún la ley estatutaria de los estados
de excepción no es óbice para que el Presidente de la República no pueda
declarar el estado de conmoción interior.
En cuanto al estudio
del fondo del asunto, la vista fiscal sostiene:
"Para el
Procurador General de la Nación, el Decreto Legislativo 1155 de 1.992 es
inconstitucional por dos grupos de razones opuestas, las cuales se expondrán
separada y subsidiariamente:
a) Porque mediante
el mismo se violaron los artículos 113, 116, 228, 214 num 3º y 213 de la
Constitución Política, en tanto que el Decreto 1155 se expidió por el Gobierno
para regular de manera concreta y no general la forma como los jueces
debían interpretar, en casos particulares y específicos, el alcance del
parágrafo del artículo 415 del Nuevo Código de Procedimientos (sic) Penal,
transgrediendo con ello los principios constitucionales de la separación
funcional de los órganos y ramas del poder público, y la independencia de las
decisiones de la administración de justicia, y desconociendo que durante los
estados de excepción no es posible interrumpir el normal funcionamiento de las
ramas del poder público, ni variar la estructura del Estado. Igualmente, se
violó el artículo 83 al suponer que los jueces no obrarían razonablemente en
derecho.
Para sustentar este
primer argumento la vista fiscal, sostiene lo siguiente:
"Estos dos
principios cardinales de organización de la estructura del Estado, no son susceptibles
de suspenderse durante los estados de excepción, no sólo por el riesgo que
devendría, sino también por la disposición normativa del numeral 3º del
artículo 214 de la nueva Carta, que en lo relativo a las reglas generales
aplicables en los estados de excepción, y recogiendo una larga tradición
jurisprudencial, ha dispuesto que durante éstos, "no se interrumpirá el
anormal funcionamiento de las ramas del poder público ni de los órganos del
Estado"...
...Esas medidas
extraordinarias estaban dirigidas a impedir que las "numerosas solicitudes
de libertad provisional y acciones de ´Habeas Corpus´ interpuestas por parte de
los procesados por delitos cuyo conocimiento corresponde a la jurisdicción de
orden público", (Considerando número 8 del Decreto 1155), no fueran
resueltas por los jueces de una manera que no correspondiera al "recto
entendimiento" de la legislación de orden público y al Nuevo Código de
Procedimiento Penal.
Ello quiere decir,
entonces, que la supuesta perturbación del orden público que el Gobierno
Nacional adujo para declarar al país en estado de conmoción interior, estuvo
dirigida, según se deduce también del Informe Gubernamental presentado al
Congreso de la República el 15 de julio de 1.992 a que se resolviera de un modo
determinado (que después se concretaría en el articulado del Decreto 1156) el
"torrente de solicitudes" de libertad presentados en Medellín (592),
Cali (192), Cúcuta (88), Bogotá (312) y Barranquilla (80). Igualmente, a
impedir que los jueces de la República al resolver dicho "torrente de
solicitudes", dejarán virtualmente de "aplicar la normatividad propia
de la antigua jurisdicción de orden público", riesgo que se tornó real
"cuando comenzaron a expedirse en el país ordenes de libertad basados en
el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal con desconocimiento total de
la vigencia de las normas especiales"; concretamente, después de que
fueran liberadas "diez personas". Como el riesgo podría presentarse
en las demás solicitudes, el Gobierno no "podía esperar a que fueran
liberados centenares de sindicados de los procesos penales...", según se
manifiesta en el citado Informe del 15 de julio.
En consecuencia,
pues, el Decreto Legislativo 1155 se expidió para que, mediante otro decreto
legislativo, la jurisdicción de orden público rechazara la interpretación que
el Gobierno, la Fiscalía General de la Nación y este Organismo consideraban
injurídica, y se aplicara por los jueces la que dichos entes consideraban como
la correcta".
Y el segundo de los
ataques del Procurador General se resume en las siguientes líneas:
"b) Porque, en
caso de que la Corte Constitucional no acepte los anteriores predicamentos,
mediante el Decreto 1155 de 1.992 se violaron los artículos 213, 189 inc. 1º,
189.4, 189.11 y 115 de la Constitución Política, en razón de que si de lo que
se trataba con su expedición era regular de manera general y abstracta
la aplicación del parágrafo 415 (sic) del Nuevo Código de Procedimiento Penal,
el Presidente de la República podía conjurar la eventual alteración del orden
público suscitada con una interpretación errónea de éste, a través de una
atribución ordinaria de policía que debió concretarse en la expedición de un
decreto reglamentario, mecanismo a través del cual hubiera podido armonizarse
la inteligencia del parágrafo del citado artículo, con la de los artículos 2 y
5 y transitorios de dicho Código de Procedimiento Penal".
El Procurador afirma
que el Presidente puede reglamentar los códigos procesales a través de un
decreto reglamentario, por medio del cual incluso puede interpretarse la ley
reglamentada. En este sentido el Ministerio Público afirma que un decreto
reglamentario habría podido conjurar la crisis en el sentido de hacer claridad
acerca de la inaplicabilidad del parágrafo del artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal a los procesados por cuenta de la justicia regional.
Luego de explicar
ambas razones, el Procurador solicita en consecuencia a la Corte Constitucional
"declarar INEXEQUIBLE el Decreto Legislativo 1155 de 10 de julio de 1.992".
1.5. De las pruebas
1)
Presidencia de la República.
En dos escritos
dirigidos a la Corte Constitucional de fechas agosto 5 y 13 de 1.992,
respectivamente, la Presidencia de la República presentó las razones que
justifican la constitucionalidad del Decreto 1155 de 1992.
En relación a las
preguntas formuladas por esta Corporación, la Presidencia de la República,
respondió, a cada una de ellas lo siguiente:
a) Causas que
generaron la declaratoria de conmoción interior:
En los últimos ocho
años el país ha vivido un clima de perturbación del orden público político que
se ha manifestado en el asesinato de jueces (más de doscientos en los últimos
años), y de otros ciudadanos en estado de indefensión, magnicidios, atentados
con carro bomba y otros actos terroristas.
Para hacer frente a
dichos actos de perturbación que pusieron en juego la sobrevivencia misma de la
democracia, el Gobierno Nacional, en desarrollo de las facultades que le
otorgaba el artículo 121 de la Constitución Política de 1886, dictó una serie
de medidas que no se limitaron a la represión del delito sino que ante todo
estuvieron dirigidas a fortalecer las instituciones que tenían que hacer frente
a tal amenaza y particularmente la administración de justicia. Dentro de dichas
medidas es del caso destacar, la creación de una jurisdicción de orden público,
sujeta a unas reglas particulares destinadas a asegurar la eficiencia de la
acción de la justicia frente al crimen organizado y a las modalidades
delincuenciales con mayor capacidad de perturbación del orden público, como son
el terrorismo, el narcotráfico y magnicidios.
La Asamblea
Constituyente era consciente de que las causas de perturbación continuaban
latentes y que por ello era necesario mantener las medidas adoptadas para
lograr el restablecimiento del orden público, razón por la cual dispuso que los
decretos dictados en ejercicio de las facultades de sitio continuarían rigiendo
por un plazo de noventa días, durante el cual el Gobierno podía convertirlos en
legislación permanente siempre y cuando la Comisión Legislativa Especial no los
improbara.
Esta previsión de la
Asamblea Constituyente permitió que se levantara el Estado de Sitio, pues
subsistía una legislación que permitía hacer frente a los factores
perturbadores, haciendo las veces de dique contenedor de los mismos.
En desarrollo de la
facultad mencionada, el Gobierno Nacional adoptó como legislación permanente
diversas disposiciones relativas a la jurisdicción de orden público.
No obstante la
existencia de los artículos 2º y 5º transitorios del Código de Procedimiento
Penal, surgió la interpretación de que en materia de libertad provisional era
posible aplicar a los hechos punibles de conocimiento de los jueces y fiscales
regionales, las causales previstas por el artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal, sin tener en cuenta lo dispuesto por el artículo 59 del
Decreto 099 de 1991, adoptado como legislación permanente por el Decreto 2271
de 1991.
Esta interpretación no
se ajustaba al conjunto de las normas que regulaban la materia y por ello no
era compartida ni por el Gobierno ni por la Fiscalía General de la Nación ni
por la Procuraduría General de la Nación.
La no aplicación de
las normas legales especiales relativas a los delitos de competencia de los
jueces regionales y del Tribunal Nacional, desvertebrada el orden jurídico
previsto para afrontar los delitos más graves, situación que afectaba
gravemente el orden público, al hacer nugatorios los mecanismos dispuestos para
conservarlo.
b) La
materialización de la perturbación del orden público y sus efectos:
La perturbación del
orden público se materializo de la siguiente forma; al sentir de la Presidencia
de la República.
De acuerdo con la
información enviada por la Fiscalía General de la Nación entre el jueves nueve
y el viernes diez de julio del año en curso, se presentaron más de mil
solicitudes de libertad provisional respecto de procesados o sindicados por
delitos de competencia de los jueces regionales y del Tribunal Nacional, en las
cuales se invocaba el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal y por
consiguiente se hacía caso omiso de la vigencia y aplicabilidad del artículo 59
del Decreto 2271 de 1991. Igualmente se presentaron más de cincuenta
solicitudes de "Habeas Corpus".
Según el cuadro
informativo de la Presidencia, de la República en la ciudad de Medellín se
presentaron quinientas noventa y dos (592) solicitudes de libertad provisional
con fundamento en el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal, de las
cuales cinco (5) fueron concedidas y el resto negadas. También se presentaron
veintinueve (29) solicitudes de Habeas Corpus, de las cuales cuatro (4) fueron
concedidas y una (1) negada.
En la ciudad de Cali
se solicitaron ciento noventa y dos (192) libertades provisionales, pero allí
ninguna prosperó, al igual que las cuatro (4) solicitudes de Habeas Corpus. En
la ciudad de Cúcuta el número de solicitudes fué de ochenta y ocho (88),
concedidas cinco (5) y el resto negadas. En Santa Fe de Bogotá se presentaron
trescientas doce (312) solicitudes y fueron concedidas cuatro (4). Finalmente,
en Barranquilla fueron presentadas ochenta (80) solicitudes pero no fué
concedida ninguna.
Manifiesta lo
siguiente la Presidencia de la República:
"Vale la pena
resaltar que entre las personas que presentaron las solicitudes se encontraban
los procesados y sindicados por un gran número de actos terroristas, entre
ellos por el atentado contra las instalaciones del Departamento Administrativo de
Seguridad DAS, el cometido en la Corporación Las Villas, los sufridos por Luis
Carlos Galán, Carlos Mauro Hoyos, Jorge Enrique Pulido, las masacres de Caloto.
También presentaron solicitudes los señores Juan David y Jorge Luis Ochoa. De
la misma manera en Cúcuta solicitaron su libertad los procesados por los
homicidios de Oscar Jairo Vélez, Angel Vera y Héctor Correa.
De acuerdo con las
informaciones que recibió el Gobierno, con anterioridad a la expedición del
Decreto 1155 de 1992, por lo menos diez sindicados o procesados por los delitos
de competencia de la jurisdicción de orden público habían recobrado su libertad
con fundamento en el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal."
La liberación de
estos sindicados en las circunstancias anotadas -continúa la Presidencia-,
constituía la materialización de una grave perturbación del orden público, la
cual podría agudizarse si se tiene en cuenta en gran número de solicitudes de
libertad presentadas.
El volumen de
solicitudes de libertad y el hecho de que las primeras de ellas habían sido
decididas favorablemente, comportaba una situación imprevista y de graves
repercusiones sobre el mantenimiento del orden público, a saber, la
inaplicación del régimen especial destinado a regular los procesos de conocimiento
de los jueces regionales y del Tribunal Nacional.
La libertad de los
sindicados o procesados por la inaplicación de las normas especialmente
previstas para el efecto, afectaba gravemente la administración de justicia,
por cuanto permitía a los sindicados o procesados por los delitos más graves
rehuír el cumplimiento de las medidas cautelares dictadas. Todo lo anterior
atentaba de manera inminente contra la estabilidad institucional y la
convivencia ciudadana, al causar inseguridad social y jurídica, intranquilidad
pública, desestabilizar la labor que venía cumpliendo la administración de
justicia y generar desconfianza en la efectividad de la misma.
Ante la ausencia de
facultades ordinarias que le permitieran hacer frente a la grave perturbación,
era la responsabilidad del Gobierno, en desarrollo del mandato constitucional
de mantener el orden público, tomar sin dilaciones medidas extraordinarias para
conjurar la crisis e impedir la extensión de sus efectos, las cuales por su
naturaleza debían referirse a los problemas de interpretación que se habían
planteado.
c) Información sobre
el aporte de pruebas por parte de organismos oficiales en Colombia y en el
exterior:
Sobre este punto
fueron anexados sendos documentos titulados "Informes sobre trámite de
traslado de pruebas por conducto de la Secretaría Jurídica de la Presidencia de
la República (Decretos 1303 de 1991) realizado hasta el 1 de julio de
1992" y "Relación de actividades cumplidas en apoyo a la jurisdicción
de orden público y el sometimiento a la justicia", en los cuales aparace
la forma como se realizó el aporte de pruebas por parte de otros países y del
Departamento Administrativo de Seguridad, respectivamente, a los procesos de
competencia de la antigua jurisdicción de orden público.
d) Razones que
llevaron al Gobierno a presentar a la Comisión Especial Legislativa el proyecto
de lo que hoy es el parágrafo del artículo 415 del Código de Procedimiento
Penal:
El nuevo Código de
Procedimiento Penal reprodujo la tradicional norma de la libertad provisional,
cuando vencido el término de ciento veinte días de privación efectiva de la
libertad, no se hubiere calificado el mérito del sumario, aplicable a los casos
generales, exceptuando los excluidos por normas especiales.
Actualmente el artículo
59 del Decreto 099 de 1991 regula de manera íntegra y especial las causales de
libertad provisional tratandose de los delitos sometidos a la antigua
jurisdicción de orden público.
El parágrafo del
artículo 415 apunta al propósito fundamental de dictar un precepto que surta
efectos luego de que pierda vigor la legislación que regula los procesos de
conocimiento de los jueces regionales y del Tribunal Nacional.
Uno de los Decretos
de Estado de Sitio que recibió carácter permanente fué el 2790 de 1990,
modificado por el 099 de 1991 y adoptado como legislación permanente en virtud
del Decreto 2271 de 1991.
Lo anterior dió
lugar a que el Código de Procedimiento Penal en su artículo 415 y las normas
especiales de orden público, particularmente el artículo 59 del Decreto 099 de
1991, regularan de manera diferente y autónoma las causales de libertad
provisional; aplicándose el primero a los delitos ordinarios y el segundo a los
delitos de que venía conociendo la jurisdicción de orden público, lo que resulta
lógico tratándose de conductas vinculadas al terrorismo y al narcotráfico.
Al ser temporal la
competencia de los jueces regionales, como lo es la misma legislación que
regula los procesos de su competencia, el parágrafo del artículo 415 está
llamado a operar una vez se extinga la competencia de tales jueces. Así, la
posición del Gobierno propendía para que una vez desaparecida la legislación de
orden público, el término para que proceda la libertad condicional no fuera
único para todos los delitos. En efecto, respecto de los delitos especiales de
orden público empezaría a operar el específico lapso previsto por el parágrafo
del artículo 415 del Código de Procedimiento Penal.
El parágrafo busca
servir de enlace entre dos sistemas cuando uno de ellos, el especial,
desaparezca para siempre del mundo jurídico, para darle efectos totales al
sistema genérico del Código de Procedimiento Penal.
Es evidente que la
naturaleza de los delitos de los cuales conocen los jueces regionales y las
circunstancias en que se cometen dichos hechos punibles, implican obstáculos
enormes para la recaudación de las pruebas correspondientes, lo cual conduce a
la necesidad de prever un lapso mayor que el consagrado por el Código para los
otros delitos con el fin de adelantar la investigación correspondiente.
Fueron presentados
como anexo al escrito, por parte de la Presidencia de la República, los
siguientes documentos:
1. Informe
presentado por el Señor Fiscal General de la Nación al Señor Doctor César
Gaviria Trujillo, Presidente de la República, el diez de julio de 1992, con
fundamentos en los artículos 251, numeral 5º, de la Constitución Política y 8º
del Decreto 2699 de 1991, sobre las numerosas solicitudes de libertad
provisional y acciones de "Habeas Corpus" por parte de procesados por
delitos cuyo conocimiento corresponden a la antigua jurisdicción de orden
público hoy jueces regionales y Tribunal Nacional.
2. Circular Nº 11
del Señor Fiscal General de la Nación para los directores regionales de
fiscalías, de diez de julio de 1992, en desarrollo de los principios de
uniformidad de actuación, unidad de gestión y dependencia jerárquica contenidos
en el Estatuto Orgánico de la Fiscalía.
3. Informe del Jefe
de la División Legal de la Dirección General de Prisiones del 15 de julio de
1992, sobre las personas que recobraron la libertad con fundamento en el
artículo 415 del Código de Procedimiento Penal, que se resume en el siguiente
cuadro.
4. Informe del Señor
Vicefiscal de la Nación sobre el volumen de solicitudes de
e libertad
provisional y de Habeas Corpus presentado en las cinco regionales de fiscalías.
5. Informe del
Director de la Cárcel de "Bellavista" del Distrito Judicial de
Medellín sobre el nombre y las situaciones jurídicas de los internos que
salieron en libertad por aplicación del artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal.
6. Informe sobre
trámite de traslado de pruebas por conducto de las Secretaría Jurídica de la
Presidencia de la República (Decreto 1303 de 1991), realizado hasta el 1° de
julio de 1992.
7. Informe del
Departamento Administrativo de Seguridad sobre la relación de actividades
cumplidas en apoyo a la jurisdicción de orden público y el sometimiento a la
justicia.
8. Declaración leida
por el Señor Presidente de la República. Doctor César Gaviria Trujillo, sobre
el Decreto de julio 9 de 1992.
"A juicio del
Gobierno Nacional, estas disposiciones no son, de ninguna manera, aplicables a
las circunstancias reguladas por la legislación de orden público...
... Mientras sea
Presidente de la República, haré lo que esté a mi alcance para evitar que,
mediante la manipulación de un inciso descubierto por un abogado malicioso,
recobren la libertad sindicados de actos tan atroces como estos.
Ese es mi deber como
Jefe del Estado y sé que en ello me acompañan treinta millones de colombianos
que mirarían con horror la salida de la cárcel, en pocos días, de quienes son
reconocidos por el país como los más peligrosos criminales"1 .
9. Anteproyecto del
Código de Procedimiento Penal del Centro de Investigaciones Socio-jurídicas
(CIJUS), de la Universidad de los Andes.
10. Gaceta
Legislativa Nº 7 del 30 de agosto de 1991 que contiene el Proyecto de Código de
Procedimiento Penal.
11. Informe motivado
acerca de las causas que determinaron la declaración del estado de conmoción
interior en virtud del Decreto 1155 de 10 de julio del año en curso dirigido a
los señores Carlos Espinosa Facio Lince, Presidente del H. Senado de la
República y Rodrigo Turbay C. Presidente de la H. Cámara de Representantes,
firmado por el Señor Presidente de la República y el Señor Ministro de
Justicia.
El 13 de agosto de
1992 el Secretario General de la Presidencia de la República presentó a la
Secretaría General de la Corte Constitucional el memorial de los señores
Ministros de Gobierno y de Justicia en el cual se exponen las razones que
justifican la constitucionalidad del Decreto 1155 de 1992, que se resume en los
siguientes puntos:
1. La existencia de
una gran perturbación del orden público.
De la lectura del
artículo 213 de la Constitución Política resulta claro que para determinar
cuándo es posible declarar el estado de conmoción interior es necesario
establecer en cuándo existe una grave perturbación del orden público.
a) La multiplicidad
de factores de perturbación en la superación del concepto de "guerra
interna".
La Constitución de
1991 creó un régimen diferente en materia de estados de excepción, sin imitar
modelos extranjeros sino partiendo de nuestra realidad, desafortunadamente rica
en factores de perturbación del orden público. El objetivo fue dejar atrás los
vicios del antiguo estado de sitio sin caer en la ingenuidad de maniatar al
Ejecutivo, ni en la ilusión de pensar que la democracia no requería
instrumentos para defenderse.
El análisis que hace
recaer la perturbación del orden público en la existencia de actos de guerra,
es insuficiente frente al régimen de conmoción interior previsto por la
Constitución Política de 1991 y a la finalidad que tiene los estados de
excepción.
La Constitución
Política de 1991 establece un régimen diferente para la guerra exterior y para
la conmoción interior en razón a las diferencias fundamentales que existen
entre la guerra exterior y la perturbación del orden público interno. La
Constitución considera entonces que el estado de conmoción interior no
necesariamente corresponde a la guerra "interna" como podía
sostenerse en la Constitución de 1886.
2. La Constitución
de 1991 respondió a la realidad colombiana. Amplitud en las causas, enunciación
de los bienes jurídicos especialmente protegidos y garantías contra el síndrome
del estado de sitio:
En primer lugar, el
artículo 213 de la Constitución preserva un margen de apreciación de las
circunstancias concretas para declarar estado de conmoción, en cabeza del
Presidente de la República, como responsable que es del mantenimiento y
restablecimiento del orden público. En segundo lugar permite que la democracia
pueda defenderse de los diversos factores de perturbación del orden público
interno, lo cual sería muy difícil si de manera taxativa y específica se
hubieran enumerado las múltiples y variadas hipótesis de hecho en las cuales el
Ejecutivo podría declarar el estado de conmoción interior.
Con el propósito de
diferenciar el estado de conmoción interior del anterior estado de sitio, la
Constitución establece requisitos como los de la temporalidad.
3. El límite entre
lo normal y lo grave en la perturbación del orden público.
La vida social
implica por su naturaleza conflictos y en algunos casos violación de las normas
legales, sin que tales hechos constituyan per se alteraciones del orden público
que permitan acudir a los estados de excepción. Es sólo cuando los conflictos
superan un determinado límite que el Estado puede acudir a dichos mecanismos
excepcionales.
Es evidente que las
autoridades públicas y en particular el Presidente no cumpliría sus deberes de
conservar el orden público, asegurar la convivencia pacífica, la vigencia de un
orden justo y de proteger la vida honra y bienes de los habitantes, si conoce
que se va a presentar un grave hecho que afecta la estabilidad institucional o
la convivencia ciudadana y no toma las medidas ordinarias o extraordinarias
necesarias para neutralizarlo.
4. La no existencia
de otros medios eficaces ante la inminente salida de más de mil supuestos
delincuentes:
Era imposible
adoptar medidas ordinarias dirigidas a asegurar la futura comparecencia de
todos y cada uno de los indicados en los procesos respectivos.
De otra parte, no
era posible adoptar por la vía de un decreto reglamentario la interpretación
que finalmente fué consagrada por el Decreto 1155 de 1992, pues como lo ha
sostenido reiteradamente la jurisprudencia del Consejo de Estado, la
interpretación auténtica de la ley corresponde al legislador y por ello no
puede el Gobierno arrogarse dicha atribución so pretexto de ejercer la potestad
reglamentaria.
De igual manera la
interpretación adoptada por el Señor Fiscal General de la Nación no era
obligatoria para los jueces de la República, razón por la cual podían apartarse
de la misma.
Finalmente, no sobra
señalar que habida cuenta de la imperiosa necesidad de resolver rápidamente el
problema planteado no era posible acudir al H. Congreso para que decidiera
sobre una interpretación auténtica del texto legal.
De esta forma no se
disponían de mecanismos ordinarios para hacer frente a la perturbación de orden
público, razón por la cual el Gobierno debió declarar el estado de conmoción
interior y adoptar las medidas estrictamente necesarias para conjurar la
crisis, las cuales obviamente consistían en adoptar una interpretación
auténtica del Código del Procedimiento Penal y en expedir las disposiciones
complementarias que eran del caso para evitar una abuso de las vías legales.
5. Los eventuales
errores de la administración y los estados de excepción.
El Gobierno no
cometió errores en la expedición del Código de Procedimiento Penal. En efecto,
los artículos 2º y 5º transitorios del Código regularon claramente la situación
de la antigua jurisdicción de orden público. Simplemente por interpretaciones
equivocadas se puso en tela de juicio la aplicación de las normas pertinentes.
El aforismo según el
cual nadie puede alegar en su favor su propia culpa no es aplicable por cuanto
el Gobierno esta en la obligación de preservar y restablecer el orden público
si es del caso declarando un estado de excepción cuando se presenten los
supuestos constitucionales. Si los factores que dan lugar a la declaratoria del
estado de conmoción obedecen a hechos del propio Estado, tal circunstancia no
puede conducir a que no se pueda declarar el estado de conmoción, porque ello
implicaría que la autoridad se ve exonerada del cumplimiento de un deber
constitucional por su propio hecho.
5. La ausencia de
una ley estatutaria:
La norma
constitucional no subordina la posibilidad de acudir a un estado de excepción a
la existencia de una ley estatutaria. La ley estatutaria simplemente va a
regular las facultades del Gobierno, pero mientras ella no exista el Gobierno
puede adoptar todas las medidas necesarias para conjurar la crisis e impedir la
extensión de sus efectos, teniendo, en cuenta en materia de derechos
fundamentales los límites que imponen los tratados internacionales sobre
derechos humanos.
Con los argumentos
anteriormente expuestos los señores Ministros de Gobierno y de Justicia
solicitan declarar ajustado a la Carta el Decreto 1155 de 1992.
2)
Fiscalía General de la Nación.
En dos escritos
presentados los días 5 y 6 de agosto del año en curso, la Fiscalía General de
la Nación dió respuesta a los interrogantes planteados por la Corte
Constitucional.
En el primero de
ellos se ocupó de la competencia del Fiscal General de la Nación para impartir
a los Fiscales Delegados instrucciones por medio de las cuales se les fijan
criterios funcionales de orden jurisdiccional.
Las razones jurídicas
de tal competencia son las siguientes:
a)Antecedentes
legislativos del Decreto 2699 de 1.991.
Los antecedentes
legislativos del Decreto 2699 de 1.991, por el cual se organizó la Fiscalía
General de la Nación, muestran claramente que para el desarrollo de la función
básica de la entidad, cual es la investigación de los delitos y acusación de
los presuntos infractores, la intención del legislador fue la de darle
autonomía administrativa, dotada de mecanismos de control y soportes técnicos y
administrativos.
Fue así como se
concibió el desarrollo de la función investigativa y acusatoria en cabeza del
Fiscal General y los Fiscales Delegados, éstos últimos actuando en Unidades
adscritas en los distintos niveles de la organización, al Fiscal General y a las
Direcciones de Fiscalía respectivas, bajo la dependencia de sus superiores
jerárquicos y del Fiscal General.
De otra parte, al
Fiscal General se le asignó, entre otras, la función de "Dirigir,
coordinar y controlar el desarrollo de la función acusatoria...", la cual
posteriormente se amplió al aspecto investigativo.
b) Organización de
la Fiscalía.
Para el desarrollo
de las funciones a cargo de la Fiscalía, el Decreto 2699 de 1991, consagró un
sistema de organización basado en el principio de unidad de actuación y
dependencia jerárquica.
Este modelo
organizativo corresponde a lo que la doctrina denomina centralización, en donde
todas las funciones se radican en cabeza de la persona jurídica y sus ejercicio
se hace a través de agentes que actúan a nombre de ésta bajo la dependencia de
sus superiores jerárquicos.
La descentralización
funcional se da en la Fiscalía General a partir de las Unidades de Fiscalía las
cuales actúan a nivel nacional, regional, seccional y local, y a través de los
delegados especiales que el Fiscal General designe para casos particulares.
c) Unidad de
Actuación y Dependencia Jerárquica de la función de Investigación y Acusación:
La Fiscalía General
de Nación fué creada como un organismo autónomo administrativa y
financieramente, bajo la dirección del Fiscal General, quien tiene la
representación de la Entidad frente a las autoridades del poder público y a los
particulares, y como tal es el vocero y responsable por las actuaciones de la
Fiscalía ante los demás estamentos del Estado y de la sociedad.
En razón de lo
anterior, corresponde al Fiscal General "dirigir, coordinar y controlar el
desarrollo de la función investigativa y acusatoria contra los presuntos
infractores de la ley penal directamente o a través de sus delegados".
Por su parte, el
ejercicio de la función investigativa y acusatoria, radicada en cabeza del
Fiscal General, se realiza en los distintos niveles de la organización a través
e sus delegados, quienes actúan con competencia en todo el territorio nacional,
bajo su dependencia y representación.
Este principio de
dependencia y subordinación se reproduce en cada una de la instancias
territoriales en que actúa la Fiscalía. Así, a los Directores de Fiscalías, en
sus niveles nacional, regional y seccional, les corresponde "velar porque
las actuaciones asociadas con el cumplimiento de las funciones de investigación
y acusación se adelanten de conformidad con la Constitución, la ley, los
reglamentos establecidos y las políticas del Fiscal General.
d) Control de la
función investigativa y acusatoria:
Si la ley otorga al
Fiscal General la facultad de dirigir, coordinar y controlar la función
investigativa y acusatoria, también establece los medios para hacerla efectiva.
Así por ejemplo el Fiscal puede en cualquier momento asumir directamente las
investigaciones que ameriten su atención personal, si es del caso desplazando a
cualquier Fiscal Delegado; designar Fiscales Especiales cuando la naturaleza
del asunto lo requiera; otorgar a entes públicos atribuciones transitorias de
Policía Judicial; ordenar la remisión de la actuación ordenada por un Fiscal al
despacho de cualquier otro para asegurar la eficiencia de la actuación.
e) Unidad de
criterios en el ejercicio de la Función Judicial:
La unidad de actuación
que la ley ordena en el ejercicio de la función judicial, esto es, la
investigativa y acusatoria, implica que la gestión de la Fiscalía General de la
Nación se adelante con unidad de propósitos, unidad de sistemas de
investigación, unidad de políticas en materia criminal y, desde luego, unidad
de criterios en materia de interpretación y aplicación de la ley.
Si esto no se
cumpliere, la actuación de la Fiscalía se haría difusa, incoherente y
contradictoria, desconociendo así los postulados legales que ordenan su
actuación como un todo, bajo la dirección, dependencia y control del Fiscal
General de la Nación y de sus delegados en los distintos niveles de la
organización.
En cumplimiento del
mandato Constitucional y legal el Fiscal General de la Nación consideró que las
consecuencias jurídicas derivadas, en su concepto, de la errónea interpretación
de la legislación adoptada como permanente y del Código de Procedimiento Penal,
causaría serias perturbaciones de orden público, lo cual justificaba que tal
situación fuera puesta en conocimiento del Gobierno Nacional.
Los alcances
jurídicos de tal interpretación se evidenciaron en la liberación de personas
procesadas por conductas delictivas de competencia de los jueces regionales,
situación que podía generalizarse ante el cúmulo de solicitudes de Habeas
Corpus y libertad provisional, con las consecuencias de que se generara la
impunidad de los delitos investigados y que el Estado viera disminuida la
posibilidad de procurar la readaptación social y en general los objetivos y
propósitos de la sanción.
Las razones
anteriores llevaron al Fiscal General de la Nación a considerar que la
situación indicada era generadora de perturbación del orden público.
En el segundo
escrito la Fiscalía General da respuesta a los restantes interrogantes
contenidos en el auto de solicitud de pruebas de la Corte, en relación con los
datos estadísticos suministrados por la Dirección Nacional de Fiscalías:
a) Razones por las
que no se han calificado los sumarios en los procesos adelantados por los
jueces regionales.
Estas razones pueden
ser de dos clases:
1.) De orden
cualitativo. La denominada jurisdicción de orden público fué creada para
contrarrestar jurídicamente situaciones generalizadas de violencia tendientes a
desestabilizar las instituciones democráticas, a crear zozobra en la población
y en general aquellos comportamientos relacionados directamente con la
situación de orden público. El campo de competencia fué ampliándose al
conocimiento de procesos referidos a delitos contra la existencia y seguridad
del Estado, rebelión, sedición y conexos; al incremento patrimonial no
justificado o enriquecimiento ilícito; a los delitos de narcotráfico y conexos
y más recientemente a los procesos de sometimiento a la justicia.
La especial
naturaleza de los delitos de competencia de los jueces fiscales regionales hace
que la investigación demande requerimientos técnicos o científicos propios, lo
que conlleva que el proceso se dilate en el tiempo a fin de lograr el
perfeccionamiento de los elementos probatorios.
En el curso de las
investigaciones se ha detectado que muchas de las conductas investigadas
presuponen la conexidad entre ellas, lo que requiere de especial análisis, para
determinar si son hechos aislados o si por el contrario corresponden a la
acción de organizaciones criminales.
2.) Relación con
autoridades extranjeras. La valoración de la colaboración de las autoridades en
la recolección de pruebas puede calificarse de aceptable, entendiendo que no
siempre se aportan con la agilidad esperada, lo que es explicable por los
trámites burocráticos que normalmente se surten en los organismos a donde se
solicita.
Finalmente la
Fiscalía General de la Nación responde que prosperaron diez y nueve (19)
solicitudes de libertad provisional de las mil trescientas cuarenta y siete
(1.347) que se presentaron. Y a las personas que se beneficiaron con la
libertad provisional se les impuso caución y diligencia de compromiso.
Se presentó como
anexo al informe un cuadro de estadística general por el período comprendido
entre el 1° de enero y el 30 de junio del presente año de la gestión realizada
por cada una de las seccionales de las Fiscalías Regionales de Orden Público.
3)
Tribunal Nacional.
De los informes
estadísticos enviados por las diferentes Regionales que funcionan en el país,
se tiene que los juzgados de conocimiento a ellos adscritos dictaron un total
Setecientas setenta (770) sentencias. Sinembargo, estos datos son incompletos
teniendo en cuenta que varias de estas oficinas no cuantificaron las sentencias
dictadas desde el mes de junio de 1988, cuando se creó la jurisdicción de orden
público, como al parecer sí lo hizo globalmente la Regional de Barranquilla.
A continuación se
presenta la relación de las sentencias por Regionales,
a) Regional de Santa
Fe de Bogotá.
Sentencias dictadas
desde el 1º de noviembre de 1991 hasta el 10 de julio de 1992:
Absolutorias 11
Condenatorias 73
Mixtas 9
Sub total 93
Total 184
b) Regional de
Medellín.
Sentencias
Absolutorias 38
Condenatorias 46
Sub total 84
Desde el 1º de
noviembre de 1991 hasta el 10 de julio de 1992:
Sentencias
absolutorias 15
Condenatorias 69
Sub total 84
Total
168
c) Seccional de
Cali:
Sentencias
Condenatorias 44
Absolutorias 4
Mixtas
8
Sub total 56
Total2 131
d) Regional de
Barranquilla:
Sentencias
absolutorias 19
Condenatorias 51
Mixtas
8
___
Subtotal 78
Total
212
e) Regional de
Cúcuta:
Desde el 1º de
noviembre de 1991, hasta el 10 de julio
Sentencias
absolutorias
1
Condenatorias 14
Mixtas 00
Sub total 15
Gran total 85
En el Tribunal
Nacional, por su parte fueron dictadas cuatrocientas setenta y cinco (475)
sentencias absolutorias y de estas un total de trescientas dieciocho (318) se
debieron a falta de pruebas -sin más datos-.
4)
Procuraduría General de la Nación.
La Procuraduría
General de la Nación remitió a esta Corporación las actas de visita, informes y
conclusiones de las mismas, procesos disciplinarios en trámite y otros
documentos que reposan en la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Judicial,
Procuraduría Delegada para la Policía Judicial y Procuradurías Departamentales
o Provinciales, según el caso, relacionados con la antigua jurisdicción de
orden público y correspondientes a las seccionales de Santa Fe de Bogotá,
Cúcuta, Cali, Barranquilla y Medellín.
El 20 de septiembre
de 1991, el Procurador Delegado para la Vigilancia Judicial presentó al
Procurador General de la Nación un informe sobre el funcionamiento de la
jurisdicción de orden público, evaluación realizada mediante visita a los
juzgados de instrucción y de conocimiento de orden público por parte de los
abogados adscritos a la Delegada, en dicho informe se lee:
a) Principales
logros.
De acuerdo con el
criterio de los Magistrados del Tribunal de Orden Público, los principales
logros de la jurisdicción de orden público se circunscriben a dos:
Uno: haber conocido
de manera directa la existencia de una delincuencia altamente tecnificada, con
tres características esenciales:
-Estricta y
detallada organización, donde prima la "distribución de funciones y la
división del trabajo" en todas las tareas criminales,
-alto poder
económico, y
-asesoría técnica
externa.
Dos: haber
conseguido la desarticulación de algunos grupos de autodefensa, concretamente
en el Magdalena Medio Antioqueño y Santandereano.
Del estudio del
movimiento judicial en Santa Fe de Bogotá concluye la Procuraduría lo
siguiente:
"a) Conforme a
lo anterior se deduce claramente que cada funcionario de conocimiento profiere
menos de un fallo mensual en promedio, lo cual no se compadece con el número
total de causas para tal efecto en la sección jurisdiccional que es de 368,
puesto que a ese ritmo necesitarían aproximadamente dos años para fallar las
causas existentes en el supuesto caso de que en dicho lapso no les fueran
asignadas ninguna otra.
Respecto a los
señores Jueces de Instrucción no es mejor la situación, ya que en el mismo
lapso, los 19 Jueces sólo han producido 93 calificatorios lo que nos arroja un
promedio mensual de 0.6. Es más, como se puede observar existen Jueces que no
han proferido ningún calificatorio.
b) Respecto al
funcionamiento administrativo de la Dirección Seccional de Orden Público y de
la Sección Jurisdiccional, también se observaron fallas que redundan en la
escasa eficiencia de esta jurisdicción; pues es así como por ejemplo de treinta
indagaciones preliminares que se revisaron al azar de las 2.388 que existen en
la actualidad, aparecen muchas de ellas con mora en la designación del Juez que
debe conocer, según se estableció en los expedientes radicados bajo los
números..., en los cuales se demoraron hasta mes y medio para hacer la
designación correspondiente.
c) Así mismo se
estableció que a los señores Jueces visitados les han sido asignados un total
de 5.159 expedientes entre indagaciones preliminares y procesos, lo cual
refleja la magnitud de la tarea que tienen por desarrollar y los pocos
resultados obtenidos hasta ahora.
d) Hubo consenso
general entre los abogados adscritos a esta Delegada respecto de las quejas de
los señores Jueces de Orden Público, quienes manifestaron su inconformidad con
el funcionamiento de la Secretaría, habida cuenta de que los despachos no
tienen ningún poder sobre ésta, a la cual le endilgan algunas irregularidades,
tales como moras en pasar los procesos al Despacho, indebidas notificaciones,
carencia de algunos libros de control como por ejemplo no existe radicador de
correspondencia recibida.
"Conclusiones.
De acuerdo con los
distintos elementos de juicio que hemos tenido: visitas practicadas por el
equipo de abogados, observación directa por parte del Delegado, diálogo con los
Magistrados, seguimiento del debate en la Comisión Especial o
"Congresito" a través de los medios de comunicación... se pueden
sacar las siguientes conclusiones:
1. La
Jurisdicción de Orden Público, no esta cumpliendo con los objetivos para los
cuales fue creada, habida cuenta del bajo rendimiento de providencias
calificatorias y sentencias, como se puede ver en el cuadro estadístico de las
actuaciones en Santa Fe de Bogotá.
2. Teniendo en
cuenta que existen investigaciones delicadas por fallar y que aún persisten
organizaciones criminales altamente técnificadas que requieren de un
tratamiento especial, consideramos que se debe mantener un equipo investigativo
especializado para conocer de dichas investigaciones, pero dependiente de la
Fiscalía General de la Nación, garantizando al máximo la seguridad de dichos
funcionarios como sería el de continuar manteniéndolos en absoluta reserva, y
apoyándolos -como hoy lo están -por las Unidades de Indagación y los cuerpos
del DAS, DIJIN, etc.
3. El traslado
masivo de los procesos a los jueces instructores y de conocimiento ordinarios,
pueden dar origen a la impunidad, por múltiples razones, pero la más común de
todas, es que si alguien como juez está instruyendo o fallando un determinado
número de negocios y a esos procesos le agregan otros, continúa evacuando
aquellos inicialmente radicados en su Despacho y deja después los que le
llegaron de último. Así no más se produciría la prescripción de muchas
acciones.
4. Las
competencias asignadas a estos funcionarios deben circunscribirse a los delitos
cometidos por aquellas organizaciones delictivas o por los hechos de
connotación nacional bien sea por las circunstancias o modalidades del delito o
en virtud de las especiales calidades de las víctimas, y no como se ha visto
que un simple campesino sea sumariado por la jurisdicción de Orden Público
porque se le encontró una pistola o un revólver, muchas veces inservibles o una
prendas de vestir deterioradas de las fuerzas militares. Creemos que no
todos los 21.000 procesos de los cuales hablan, corresponden a las
organizaciones criminales con las características anotadas en el acápite de
principales logros. Por lo tanto sería aconsejable un análisis pormenorizado
expediente para determinar cuáles requieren del equipo élite de investigadores.
5. De permitir
que continúe la inoperancia hasta ahora demostrada por la jurisdicción de Orden
Público, muy seguramente será un nuevo factor de desconfianza para la
ciudadanía en general y de animadversión para los propios procesados frente a
la demora para que se les decida en definitiva su situación jurídica".
Ahora bien, hacen
parte del informe de la Procuraduría relación de investigaciones disciplinarias
en curso que adelanta la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Judicial
contra el Tribunal Nacional, Jueces y Fiscales Regionales y Direcciones
Seccionales de Orden Público (actuales Dirección Nacional y Seccional de
Fiscalías);
Así mismo se
relacionan en dicho informe las sanciones impuestas por la Procuraduría
Provincial para la Vigilancia Judicial. A manera de ejemplo se cita la
Resolución Nº 053 del 6 de mayo de 1992 por medio de la cual se solicita del H.
Tribunal Superior de Orden Público, imposición de la SANCION DISCIPLINARIA al
doctor ... en su condición de Juez de Orden Público.
En dicha Resolución
se establece en el punto cuarto:
"CUARTO: Que
del estudio y análisis del acervo probatorio recaudado, se deduce lo siguiente:
...5. las moras en
que incurrió el doctor ... comprenden un tiempo considerable y a pesar de
existir ciertamente excesivo recargo de trabajo en el juzgado en que se
desempeña como Juez, y en los lapsos a que se contraen tales retardos, como se
demuestra de las estadísticas de labores que se allegaron a este informativo, no
se justifican esas demoras, pues han sido ostensibles y prolongadas, a más
de que se observa que en cuanto a los procesados detenidos por más de tres años
se les está cercenando los derechos fundamentales como son: "no obtener
pronta resolución de sus peticiones", y no se les está aplicando en la
actuación judicial revisada, el debido proceso, pues se están presentando dilaciones
injustificadas, y por tanto no se está dando cumplimiento a los artículos 23 y
29 de la Constitución Nacional vigente, en cuanto hace referencia a la pronta
resolución de las peticiones ante la correspondiente autoridad, en este caso,
la autoridad judicial, y a la aplicación del debido proceso sin dilaciones
injustificadas.
6. Por otra parte,
el señor Juez acusado, como persona y como funcionario, está obligado a cumplir
la Constitución y las leyes (artículo 95 de la Constitución Nacional). El doctor
... además, no está dando cumplimiento al artículo 228 de la Constitución
Nacional; pues los términos procesales no los ha observado con diligencia, y
por tal razón se solicitará sanción para el mismo, toda vez que el artículo 228
de la Constitución Nacional dispone que "los términos procesales se
observarán con diligencia y su incumplimiento será sancionado".
QUINTO. Que por las
anteriores circunstancias y razones, este Despacho considera que los cargos
formulados al doctor ..., no se han desvirtuado y las moras en que incurrió no
se justifican.
En consecuencia,
esta Procuraduría Provincial, solicitará imposición de sanciones disciplinarias
para dicho funcionario, toda vez que está demostrado en autos, que dió cabal
cumplimiento a los artículos 354 y 458 del Código de Procedimiento Penal,
incurriendo por tanto en las faltas contra la eficacia de la Administración
de Justicia, señaladas en los literales a), b) y h) del artículo 9º del Decreto
1888 de 1989, lo que constituye falta disciplinaria de conformidad con el
artículo 9º bis de este Decreto (adicionado por el artículo 3º del Decreto 1975
de 1989)".
5)
Fernando Carrillo Flórez. Exministro de Justicia.
En escrito
presentado el 5 de agosto del año en curso, Fernando Carrillo Flórez,
Exministro de Justicia, da respuesta a los interrogantes planteados por la
Corte Constitucional, de la siguiente forma:
a) En el período
comprendido entre la adopción del nuevo Código de Procedimiento Penal y el
inicio de su vigencia, el Ministerio de Justicia no podía prever la grave
perturbación del orden público que, según el Decreto 1155 de 1992, se presentó
en los primeros días de su vigencia.
Es de anotar que la
conmoción provocada al momento de entrar en vigencia el Código de Procedimiento
Penal obedeció a una errada interpretación de algunas de las disposiciones en
él contenidas, particularmente del artículo 415, en armonía con los artículos
transitorios 2º y 5º. En efecto, desconociendo la normatividad existente así
como la intención del legislador, se pretendió extender los beneficios de la
libertad provisional consagrados en el artículo 415 a los sindicados de delitos
cuyo conocimiento venía adelantando la denominada jurisdicción de orden
público.
Tal problema de
hermenéutica ha sido ya estudiado y definido por la Corte Suprema de Justicia
-Sala de Casación Penal-, la cual se pronunció sobre la materia mediante
providencia del pasado 22 de julio, ratificando las argumentaciones del
Gobierno Nacional, en cuanto a la vigencia del régimen especial relativo a la
libertad provisional, frente a los sindicados por delitos de narcotráfico y
terrorismo.
b) El parágrafo
del artículo 415 contiene el texto original que fuera presentado en el
anteproyecto del Código que -originalmente- preveía la
desaparición de los jueces de orden público y que, en tal virtud, debía
disponer de unas normas sobre libertad provisional, en el caso de aquellos que
sometidos a una jurisdicción que iba a desaparecer, no podían ser beneficiarios
por los términos ordinarios para obtener la libertad provisional. Por ello allí
se dispuso duplicar los términos para ese particular evento.
c) En desarrollo de
los postulados básicos que informan nuestro sistema administrativo y ejerciendo
la facultad con que cuentan los Ministros del Despacho, de conformidad con lo
establecido por el Decreto 1050 de 1968 para delegar determinadas funciones a
sus colaboradores inmediatos en calidad de Ministro de Justicia, y a través de
la Resolución 721 del 1º de abril de 1992, se adoptó la determinación de
delegar en el "Profesional Especializado del Despacho del Ministro
-Veedor- la función de hacerse parte dentro de los procesos instaurados por
inconstitucionalidad ante la Corte Constitucional, en donde el Ministerio de
Justicia haya participado en la elaboración o expedición de las normas.
En virtud de tal
decisión quedó investido el Veedor del Ministerio de la facultad de otorgar los
poderes a que hubiere lugar, a efecto de llevar la representación del Despacho
en los citados procesos. El artículo 2º de la Resolución 721 de abril de 1992
así lo establece, señalando como objeto de tales encargos la representación
del Despacho del Ministro a fin de justificar "por escrito la
constitucionalidad de las normas que sean demandadas ante la H. Corte
Constitucional". En cumplimiento de la función al efecto delegada, el
Profesional Especializado del Despacho del Ministro -Veedor- Encargado, otorgó
poder al doctor LUIS ENRIQUE CUERVO PONTON mediante memorial presentado ante la
Secretaría General de la H. Corte Constitucional el día 26 de mayo de 1992, en
el cual se estableció con meridiana claridad el alcance del encargo, esto es,
representar al Despacho de Ministro para que "justifique por escrito la
constitucionalidad de las normas demandadas en el expediente de la
referencia".
La clara definición
del encargo permite concluír que el representaba con la obligación de
justificar el por qué las normas demandadas son constitucionales y no de
precisar la época de la vigencia de las mismas, lo cual únicamente le incumbe a
la H. Corte Constitucional.
El apoderado no
debía hacer la interpretación de "racionalización en el uso de los
recursos y el ejercicio de las funciones públicas, ANTE LA DEROGATORIA DE LAS
NORMAS DEMANDADAS", pues es claro que ello constituye un desconocimiento
de las instrucciones impartidas por el mandante, el Veedor del Ministerio de
Justicia, y una extralimitación en el ejercicio del encargo atendiendo a lo
expuesto en el artículo 70 del Código de Procedimiento Civil, según el cual
"el apoderado podrá formular todas las pretensiones que estime
convenientes para beneficio del poderdante, SIEMPRE QUE SE RELACIONEN CON LAS
QUE EN EL PODER SE DETERMINAN".
Fueron presentados
como anexos los siguientes documentos:
1. Copia de la
Resolución 2603 de 17 de diciembre de 1991, por la cual se delegan unas
funciones por parte del Ministro de Justicia.
2. Copia de la
Resolución 721 del 1º de abril de 1992, por la cual el Ministro de Justicia
delega unas funciones.
3. Copia de la
Resolución 1698 del 26 de mayo de 1992, por la cual el Ministro de Justicia
hace un encargo en la planta de personal del Ministerio.
4. Copia del acta de
posesión del Doctor Carlos Eduardo Ortiz como Veedor encargado del Ministerio.
5. Copia de la
certificación expedida por el Jefe de la División de Personal del Ministerio,
acerca de los servicios prestados al Ministerio por el Doctor Carlos Eduardo
Ortiz.
6. Copia del
memorial mediante el cual el Doctor Carlos Eduardo Ortiz Rojas, Profesional
Especializado del Despacho del Ministro -Veedor- Encargado, confiere poder
especial al Doctor Luis Enrique Cuervo Ponton "para que en representación
del Despacho del Ministro, justifique por escrito la constitucionalidad de las
normas demandadas en el expediente D-061, inconstitucionalidad del Decreto
2271 de 1991).
7. Copia del informe
escrito que presenté al H. Congreso de la República, con ocasión del debate
surgido por la declaratoria de conmoción interior por parte del Gobierno
Nacional y la expedición del Decreto 1155 de 1992 frente a una interpretación
equívoca de los artículos 415 y 2º y 5º transitorios del nuevo Código de
Procedimiento Penal.
6)
Informe de la Dirección de Policía Judicial e Inteligencia
El Teniente Coronel
Venancio Galvis Galvis, subdirector (E) de la DIJIN, presentó a la Corte
Constitucional un informe sobre el apoyo prestado por la Dirección de Policía
Judicial e Inteligencia, a la jurisdicción de Orden Público, durante el año de
1.991 y el primer semestre del año de 1.992, debidamente clasificado por
Regionales de Orden Público.
Según el cuadro
informativo diligenciados en 1.991, se desprende fueron diligenciados un total
de seis mil ciento trece (6.113).
También la Policía
Judicial realizó levantamientos de cadáver, inspecciones judiciales,
elaboración de croquis, testimonios, allanamientos, indagaciones, retratos
hablados, identificación de muestras, versión libre y espontánea, denuncias,
reconocimiento en fila de personas y reconocimiento fotográfico, entre otras
diligencias.
A parte de estos
datos no anexaron evaluaciones cualitativas.
7)
Comisión Especial Legislativa.
A la Secretaría
General de la Comisión Especial Legislativa se le hizo solicitud de las actas y
de la transcripción escrita de las grabaciones escritas de los debates
realizados en la Comisión Especial sobre el artículo 415, su parágrafo;
transitorios 2º y 5º del nuevo Código de Procedimiento Penal y el 4º del
Decreto 2271 de 1.991.
En respuesta a la
solicitud, el Secretario de la Comisión Dr. Mario Ramírez Arbeláez, presentó
tres escritos los días 5, 6 y 27 de agosto.
En el primero de
ellos, se hace un análisis de la aprobación de los artículos 415, 2º y 5º
transitorio del Código de Procedimiento Penal.
a) Artículo 415:
De conformidad con
los artículos transitorios 5º, ordinal a); 6º, 7º y 8º de la Constitución
Política de Colombia y 3º del Reglamento Interno de la Comisión Especial. El
Gobierno Nacional, a través de sus Ministros de Gobierno, Dr. Humberto de la Calle
Lombana, y de Justicia, Doctor Fernando Carrillo Flórez, sometió, el 27 de
agosto de 1.991, a consideración de la Comisión Especial el "Proyecto del
Decreto de Código de Procedimiento penal, que solicita sea estudiado de manera
integral", contentivo de 567 artículos, más 15 normas transitorias y la
respectiva exposición de motivos.
El artículo 412 en
el proyecto de estatuto procesal dice:
"Causales de
Libertad Provisional. Además de lo establecido en otras disposiciones, el
sindicado tendrá derecho a la libertad provisional garantizada mediante caución
juratoria o prendaria en los siguientes casos: 4. Cuando vencido el término de
los ciento veinte días de privación efectiva de la libertad, no se hubiere
calificado el mérito de la instrucción. Este término se ampliará en ciento
ochenta días, cuando sean tres o más los imputados contra quienes estuviere
vigente detención preventiva. Proferida la resolución de acusación, se revocará
la libertad provisional, salvo que proceda causal diferente.
No habrá lugar a la
libertad provisional, cuando el mérito de la instrucción no se hubiere podido
calificar por causas atribuíbles al sindicado o su defensor.
Parágrafo: En los
delitos de competencia de los jueces regionales la libertad provisional
procederá únicamente en los casos previstos por los numerales 2 y 3 de este
artículo. En los casos de los numerales 4 y 5 los términos para que proceda la
libertad provisional se duplicarán".
Una vez recepcionado
el proyecto en mención por la Secretaría de la Corporación y de conformidad con
el artículo 11 literal h del reglamento interno, la Presidencia de la Comisión
Especial designó como ponentes a los comisionados Antonio José Cancino Moreno,
Alvaro Villarraga Sarmiento, Germán Sarmiento Palacio, Juan Manuel Charry Urueña,
Manuel Antonio Muñoz Uribe, Guillermo Raúl Asprilla Coronado, quienes de
conformidad con el artículo 21 del reglamento interno de la Corporación
suscribieron la respectiva ponencia, que a folios 283 a 287 (Capítulo III
-Libertad del procesado, Artículo 412-. Causales de libertad provisional en el
aparte de comentarios), aluden lo siguiente:
"En el numeral
primero, proponemos que se elímine la salvedad, toda vez que es inconsistente
con el texto del artículo propuesto, por obvias razones; lo que hace referente
a la jurisdicción regional, debe ser abolido; también creemos que debe existir
la reapertura, toda vez que es una garantía en la inmediación y en la actividad
procesal donde no se puede dejar indeterminadamente a una persona vinculada a
un proceso; debemos ser reiterativos, esta clase de providencia no puede ser
eliminada del texto de este Código de Procedimiento Penal. Frente al numeral
quinto debemos decir que no entendemos porqué existen dos lapsos para que se
produzca la libertad provisional, cuando se trata de delitos de homicidio y de
los demás delitos, creemos que la obligación del Estado es garantizar la
prontitud en la administración de justicia, y por lo tanto el término debe ser
único; además lo que atañe a los jueces regionales, debe eliminarse; y
reiteramos nuestra propuesta relacionada con los jueces de conciencia, toda vez
que no puede presentarse, doctrinaria ni jurisprudencialmente un proceso
acusatorio sin esta institución, por lo tanto una de las condiciones en que
procederá la libertad provisional es aquella en la que ordena que el
juzgamiento se adelante con jueces de conciencia, y la audiencia no se realice
en el término legal.".
De igual manera en
el mismo informe de los ponentes, proponen un artículo con el mismo enunciado y
enumeración salvo las siguientes sugerencias:
"-del numeral
1° suprimir la expresión "Salvo lo dispuesto en el artículo 414 de este
Código"; -del numeral 3 suprimir el inciso segundo y agregar
"reapertura" o sentencia absolutoria; -modificar el numeral 5° cuyo
texto quedaría "Cuando hayan transcurrido más de seis meses de privación
efectiva de la libertad contados a partir de de la ejecutoria de la resolución
de acusación, sin que se hubiere celebrado la correspondiente audiencia
pública"; -el numeral 6 quedaría: "Cuando proferido por los jueces de
conciencia veredicto absolutorio, no fuere este declarado contraevidente por el
juez dentro de los ocho días hábiles siguientes, o cuando el tribunal revoque
el auto por el cual se declaró el veredicto contrario a la evidencia de los
hechos".
Cuando al veredicto
del segundo jurado sea absolutorio, se decretará la libertad con sólo
compromiso de presentación personal del procesado para los fines ulteriores del
juicio, supresión total del parágrafo único".
Sobre dicho
parágrafo no hubo ningún comentario.
El Doctor Juan
Manuel Charry Urueña, a su turno, presentó ponencia desidente (Anexo 4), en la
que discrepó de la plural respecto de :
1. Tribunal Nacional
y Jueces Regionales; 2. Defensor del Pueblo; 3. Fiscalía General de Nación; 4.
Reiteración de normas constitucionales; 5. Derechos personalísimos de la
persona; 6. Jurado de Conciencia. Así mismo, acompañó ésta, con un cuadro en el
que artículo por artículo señaló lo que a su juicio debía modificarse o nó.
En cuanto a las
observaciones hechas por el Comisionado Germán Sarmiento Palacio -ponente-, no
hizo mención alguna al artículo en comento.
De conformidad con
los literales b, c, y m del artículo 11 del reglamento interno, el día 21 de
noviembre de 1991, en sesión plenaria, se efectuó la presentación de la
ponencia y se inició el respectivo debate.
En la sesión
plenaria programada para el 23 de noviembre de 1991, se determinó nombrar una
subcomisión que, conjuntamente con el Gobierno Nacional, analizara tanto el
proyecto como el informe ponencia y presentaran un memorando final.
Con fecha noviembre
24 de 1991, el Gobierno Nacional, a través del doctor Fernando Carrillo Flórez,
entregó un segundo "texto" que aparece enumerado como el 415.
En las sesiones
plenarias efectuadas los días 25 y 27 de noviembre del año inmediatamente
anterior, se continuó el debate del proyecto de Código de Procedimiento Penal,
pero en éstas no se trató el tema relacionado con el artículo que versa sobre
libertad provisional.
El 28 de noviembre
de 1991 se verificó la votación al proyecto Nº 26 (codificación interna de la
Comisión Especial), Código de Procedimiento Penal, en cuya antesala fue
impugnado el artículo 415, numeral 3º, inciso 2º, por el doctor Alvaro
Villarraga Sarmiento, así como el parágrafo del mismo, aclarándose sí, por la
Presidencia, que el "415 numeral 3, inciso 2º no será votado en
bloque".
Toda vez que por
requerimiento del doctor Guillermo Raúl Asprilla Coronado, se procedió a votar
en bloque el articulado que tenía que ver con la jurisdicción del Tribunal
Nacional y los Jueces Regionales, entre los cuales se encontraba éste y otros
artículos, empero sin las expresiones "Tribunal Regional",
"Jueces Regionales", "delegados ante los jueces regionales"
y "Unidades regionales de Fiscalía", con el siguiente resultado: Por
la no improbación 21 votos; por la improbación: 11 votos y abstenciones no se
registraron.
Seguidamente, se
efectuó la votación de las expresiones "Tribunal Nacional",
"Jueces Regionales", "Delegados de la Fiscalía ante los Jueces
Regionales" y "Unidades Regionales de Fiscalía", con el
resultado siguiente: no improbado: 20 votos; y 1 abstención.
Por lo anterior y
como consta en el Acta Nº 64, el artículo 415 en su totalidad arrojó un
resultado de no improbado.
Con fecha 29 de
noviembre del año inmediatamente anterior, el señor Ministro de Justicia,
doctor Fernando Carrillo Flórez, remite a la Secretaría General un oficio
mediante el cual enuncia cuáles fueron las modificaciones que sugeridas por la
Comisión Especial fueron aceptadas por el Gobierno Nacional.
b) artículos
transitorios 2º y 5º de C.P.P:
Estos artículos
surtieron el mismo trámite enunciado en el literal a) relacionado con el
artículo 415 del estatuto procesal, observando las mismas disposiciones, a
saber:
1. En el proyecto
presentado inicialmente por el Gobierno Nacional, en ninguno de sus apartes se
hace alusión al artículo transitorio 2 del C. de P.P, denominado
"temporalidad"; empero respecto a la norma transitoria 5º se presentó
el siguiente texto:
"Integración a
la jurisdicción ordinaria de la jurisdicción de orden público. La jurisdicción
ordinaria desde el momento en que comience a regir este nuevo código, los
jueces de orden público se llamarán Jueces Regionales y el Tribunal Superior de
Orden Público se llamará Tribunal Nacional. La competencia de estos despachos
no se modifica, continuarán conociendo de los mismos hechos punibles que han
venido conociendo hasta ahora de acuerdo con los decretos que apruebe la
Comisión Especial para convertir normas expedidas en ejercicio de facultades de
Estado de Sitio en legislación permanente".
En el informe
pluralista presentado por los comisionados ponentes, se hace referencia
respecto al artículo transitorio 5º de la norma adjetiva, mas no al 2º
transitorio de la misma disposición (Decreto 2700 de 1991).
En la ponencia
suscrita por el Comisionado Juan Manuel Charry, no se hace mención al artículo
transitorio 2º. Pero en tratándose del 5º, en el numeral 1º Tribunal Nacional y
Jueces Regionales, disiente de la mayoría.
Cabe anotar que los
informes presentados por los respectivos ponentes, se analizaban, previa
entrega del texto del proyecto por parte del Gobierno Nacional, y con base en
este se efectuaba el estudio pertinente, de conformidad con el artículo 21, y
parágrafo del reglamento interno.
En la sesión
plenaria del día 21 de noviembre de 1991, plasmada en el Acta Nº 58, se
presentó e inició el debate del proyecto que nos ocupa; en el desarrollo de
éste, lo atinente con la jurisdicción de orden público, se expresó así a través
del doctor Antonio José Cancino Moreno:
"... parece
necesario hacer la presentación del informe de la Comisión respecto al
proyecto, ya que hay que tener en cuenta que existen puntos filosóficos
encontrados, como por ejemplo la inclusión en el proyecto de la jurisdicción de
Orden Público y porque la subcomisión consideró que no debía quedar
incluída".
En la sesión
plenaria del día 23 de noviembre de 1991, el señor Ministro de Justicia reiteró
que "el Gobierno se halla adelantando un análisis de los puntos
presentados en la ponencia y buscando una metodología útil en la
práctica..." a su turno el Comisionado Antonio Cancino, afirmó que
"cerca de la mitad de las normas no tiene problema, la controversia se
centrará en temas como los jueces secretos".
El 28 de noviembre
del año próximo pasado, se llevó a cabo la votación pertinente al nuevo
estatuto procesal.
Se tuvo como base el
documento final y/o tercero presentado por el Gobierno Nacional en el que no se
hace mención en ninguna de sus disposiciones a la norma reglada en el Decreto
2700 de 1991, artículo transitorio 2º "temporalidad"; pero sí al
artículo transitorio 5º.
En el transcurso de
la sesión, el señor Ministro de Justicia, doctor Fernando Carrillo Flórez,
manifiesta que "hay un texto donde se resaltan los cambios que se han
introducido a este texto".
El doctor Guillermo
Raúl Asprilla, en uso de la palabra y en tratándose de la hoy norma transitoria
2 del decreto 2400 de 1991, alude:
"... lo más
importante es el principio de que la jurisdicción especial es temporal, y
perderá vigencia en un término de 10 años, lo mismo que lo relativo a que en 5
años el Presidente de la República deberá presentar un informe al Congreso
sobre los resultados del ejercicio de los jueces regionales y el Tribunal
Nacional".
"... también es
importante que el país sepa que la justicia de orden público y la justicia
secreta no fueron objeto de acuerdo...".
Seguidamente por parte
de la Secretaría se da lectura de los artículos impugnados entre los cuales
figura el transitorio 5º por parte del doctor Alvaro Villarraga Sarmiento.
La Presidencia
aclara que no serán incluidos para votación en bloque, entre otros, los
artículos "... transitorios 2º, 3º, 5º, 6º".
En un escrito
complementario de la información requerida de la Corte Constitucional, la
Secretaría General de la Comisión Especial Legislativa envió a esta Corporación
los siguientes documentos:
1. Fotocopia de la
transcripción de las cintas magnetofónicas de las sesiones plenarias de los
días 24 y 25 de septiembre de 1991, en el debate surtido para el proyecto de
convertir en norma permanente, las dictadas por el Gobierno Nacional en
ejercicio de las facultades de Estado de Sitio y relativas al Estatuto para la
Defensa de la Justicia, correspondientes a las intervenciones de los doctores
Antonio José Cancino Moreno; Fernando Carrillo Flórez; Manuel Antonio Muñoz;
Guillermo Raúl Asprilla Coronado; Martha Montoya y Carlos Eduardo Mejía
-Director Nacional de Instrucción Criminal, entre otros.
2. Fotocopia de las
páginas 32 y 33 del Código de Procedimiento Penal comentado, editado por el
Ministerio de Justicia, y en las cuales el doctor Luis Enrique Cuervo Pontón,
Asesor del Exministro de Justicia, hace alusión en su numeral 6º a un Unico
Procedimiento.
De las sesiones
plenarias de los días 24 y 25 de septiembre de 1991 se destaca de la
intervención del señor Exministro de Justicia, doctor Fernando Carrillo Flórez,
lo siguiente:
"En lo relativo
a la transitoriedad de toda esta legislación, cuando expresé la posibilidad de
acumular toda esta normatividad, me estaba colocando dentro del supuesto de una
discusión dentro del contexto del nuevo Código de Procedimiento Penal que se
diera, y una decisión que se tomara antes del 4 de octubre de 1991 era
absolutamente improbable desde el punto de vista práctico, porque la verdadera
discusión de una política de carácter criminológico, integral, que responda a
esa congruencia que tan legítimante reclama en doctor Cancino, pues tiene que
darse en el marco del nuevo Código de Procedimiento Penal. Quiero insistir en
la imposibilidad de expedir estatutos que tengan toda esa congruencia a la luz
de los nuevos principios constitucionales adecuadamente interpretados, a luz de
principios criminológicos que obedezcan a esos principios en el marco de una
competencia tan recortada como es la que tiene esa Comisión al amparo de los
decretos del artículo 121 de la Constitución que tienen la posibilidad de
convertirse en legislación permanente..."
Y continúa el señor
Exministro de Justicia:
..."incluso si
se examina también el proyecto del nuevo Código de Procedimiento Penal, porque
ese fue nuestro gran desafío, fue crear una legislación de transición que nos
permitiera llegar al objetivo último en el cual sí se deben definir
integralmente las políticas por la competencia amplia que tiene la Comisión, y
es precisamente en el contexto del nuevo Código de Procedimiento Penal, allí si
queda necesariamente cercenada esa posibilidad de administrativización a la
cual usted se refiere.
Quiero terminar
resaltando la importancia del último instrumento [Código de Procedimiento
Penal], insistiría en que el instrumento integrador, el que permite una visión
absoluta de la realidad de ese tipo de justicia, en términos prácticos,
académicos, intelectuales, pragmáticos, es precisamente el Código de
Procedimiento Penal, hemos tratado de definir unas reglas de juego, unos
parámetros que nos permitan llegar a esa gran discusión de fondo desde el punto
de vista criminológico que tiene que darse en el marco del nuevo Código de
Procedimiento Penal".
En la sesión
plenaria del 25 de septiembre de 1991, el doctor Carlos Eduardo Mejía Escobar,
Exdirector Nacional de Instrucción Criminal, manifestó:
"Partimos de la
base de que el estatuto se presenta como un estatuto de tránsito hacia una
legislación que definitivamente se tiene que terminar de depurar en el Código
de Procedimiento Penal..."
Y continúa el doctor
Mejía Escobar:
"Pero vuelvo e
insisto que esta etapa de juzgamiento, es una etapa de tránsito hacia un nuevo
Código de Procedimiento Penal, con una Fiscalía y con unos controles sobre la
actividad de los procesos porque los mecanismos de control que existen son los
que impiden la manipulación de la prueba por parte de la autoridad
policiva".
En el anexo
presentado por la Secretaría General de la Comisión Especial Legislativa,
relativo al Código de Procedimiento Penal comentado por el doctor Luis Enrique Cuervo
Pontón, editado por la Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla, en la página 32
se encuentra el siguiente comentario:
"6. Un único
procedimiento.
Se venía aplicando
en el país la costumbre de consagrar procedimientos especiales para el
juzgamiento de ciertos delitos. Esto generaba inseguridad jurídica e inequidad.
El Código integra el concepto de jurisdicción ordinaria, incorporando a ésta
los jueces de orden público con las denominaciones de jueces regionales y
Tribunal Nacional, e impone un procedimiento único para la investigación y el
juzgamiento de todos los delitos. De esta forma se recoge un principio
ventilado en la Asamblea Nacional Constituyente que permite que exista claridad
sobre estas materias y sea más efectivo el principio de legalidad."
Y en los comentarios
al numeral 4º del artículo 415, establece:
"La
ineficiencia de la administración de justicia no puede afectar la libertad de
un sindicado. Por eso si transcurren los plazos de 120 o 180 días y no se ha
calificado la investigación hay lugar a la libertad provisional. Conviene
precisar que si la demora de la administración de justicia puede originarse en
las dilaciones propiciadas por el sindicado o su defensor no habrá lugar a la
aplicación de esta causal. Los términos se computan a partir de la privación
efectiva de la libertad. La misma filosofía se aplica cuando se ha proferido
resolución de acusación y no se hubiera celebrado audiencia dentro de seis
meses.
Cuando se trate de
delito de conocimiento de los jueces regionales proceden las causales 2, 3, 4 y
5 pero estas dos últimas exigen términos doblados".
8)
Jaime Bernal Cuéllar.
En escrito
presentado el 5 de agosto de 1992, el doctor Jaime Bernal Cuéllar en calidad de
coautor del anteproyecto del Código de Procedimiento Penal, da respuesta a los
interrogantes formulados por la Corte Constitucional, de la siguiente forma:
a. La Universidad de
los Andes solicitó los servicios de varios profesores para configurar un grupo
de estudio dirigido por el doctor Jaime Bernal Cuéllar a fin de elaborar un
documento que pudiera servir de base al nuevo Código de Procedimiento Penal,
que debía orientarse de acuerdo a la filosofía de la Constitución Política de
Colombia, que estaba en trámite en la Asamblea Nacional Constituyente.
b. Era indispensable
revisar la legislación paralela al Código de Procedimiento Penal ordinario y
por tal motivo se sometió a severos análisis críticos los decretos 2790 de 1990
y 099 de 1991, que contenían la denominada Legislación Especial de Orden
Público.
El grupo de estudio
llegó a la conclusión de que era indispensable incorporar con profundos cambios
sustanciales al Código de Procedimiento Penal las normas que imprimían trámite
especial a algunos delitos como el terrorismo, secuestro, etc., y cuya
competencia estaba radicada en jueces especiales de orden público.
c. Se consideró que
la legislación especial debía ser derogada en varios puntos por los siguientes
fundamentos:
1. La jurisdicción
de orden público no podía continuar con plena autonomía porque los trabajos
adelantados en la Asamblea Nacional Constituyente indicaban que sólo
subsistirían algunas legislaciones especiales, dentro de las cuales no se
encontraba la normatividad a que se ha hecho referencia.
2. Las normas que
conformaban la denominada jurisdicción de orden público, fueron expedidas con
base en el estado de excepción, denominado estado de sitio, de acuerdo al
derogado artículo 121 de la Constitución Nacional.
Dichas normas en
consecuencia pudieron haberse ajustado a los preceptos que integraban la
entonces Constitución Nacional, pero al existir cambios fundamentales en la
Carta Política, en el entender del grupo de estudio, se presentaban serios
antagonismos con los nuevos preceptos de carácter constitucional.
3. Fue indispensable
tener en cuenta los Tratados Internacionales, en especial la Ley 74 de 1968,
Parte III artículo 9º, y la Ley 16 de 1972; encontrando que varios de sus
preceptos se oponían a la prohibición de excarcelar u otorgar libertad
provisional a la persona sometida a detención, por razón de posible comisión de
hechos punibles, previstos en el Decreto 2790 de 1990.
La razón para tener
en cuenta los Tratados Internacionales, no fué simplemente por su naturaleza,
sino por la prevalencia que le otorgaba la Constitución Nacional (Artículo 93)
sobre la legislación interna del país.
4. El grupo de
estudio consideró necesario regular de manera especial la libertad provisional,
por la omisión o tardanza en adoptar decisiones judiciales, como la resolución
de acusación o la sentencia en un término racional fijado en algunos casos en
120 días, en otros en 180 durante la etapa de instrucción, y de 6 meses y un
año, lapso contado entre la ejecutoria de la resolución de acusación y la
sentencia (artículo 415 numerales 4º y 5º Código de Procedimiento Penal).
5. A pesar de
entender que el tratamiento debía ser uniforme para todos los delitos, porque
se estaba frente a un retardo injustificado o supuesta ineficacia de la
justicia, se consideró sin embargo que al desaparecer la jurisdicción de orden
público, debía darse un tratamiento especial en tratándose de libertad
provisional para los casos que se tramitaban bajo la competencia de esa
jurisdicción, debido a que se pasaba de una prohibición casi absoluta de libertad
provisional, excepto cuando se hubiera cumplido la pena en detención preventiva
o el procesado fuera mayor de 70 años, a un concepto mucho más amplio de la
libertad provisional, partiendo del supuesto de que la detención debe ser
excepcional.
6. El trabajo
realizado por el citado grupo de estudio, fue presentado por la Universidad de
los Andes al Ministerio de Justicia, donde se incluía como ya se dijo el
Parágrafo citado, con el pleno convencimiento de que la jurisdicción de orden
público, o más exactamente su normatividad especial no sería aprobada por la
Comisión Legislativa, como ordenamiento de carácter permanente o al menos por
el lapso de diez (10) años, como lo expresa el artículo 2º de las normas
transitorias del Código de Procedimiento Penal.
7. El Gobierno, por
conducto del Ministro de Justicia, presentó a la Comisión legislativa el
trabajo realizado por la Universidad de los Andes, y mantuvo la regla
establecida en el hoy parágrafo del artículo 415, quizás con el propósito de
unificar la legislación y muy seguramente en el entendimiento de que
desaparecía la jurisdicción de orden público.
8. La legislación
especial fue incorporada al Código por mandato del artículo 5º de las normas
transitorias, lo que implica que el artículo 573 del Código de Procedimiento
Penal no derogó esa normatividad por hacer parte del mismo estatuto procesal,
con poder derogatorio del anterior Código de Procedimiento Penal, normas
complementarias y las que fueran contrarias al nuevo estatuto procesal.
A partir de la
entrada en vigencia del nuevo Código, subsiste un legislación paralela que
regula la misma materia en cuento a libertad provisional.
La inclusión del
parágrafo del hoy artículo 415, la hizo la Universidad de los Andes, bajo unos
parámetros y orientaciones diferentes a las que pudo tener en cuenta la
Comisión Legislativa al aprobar sucesivamente normas abiertamente
contradictorias. Si la Comisión legislativa le dió permanencia a la legislación
especial de orden público, ha debido cuando revisó el proyecto del Gobierno,
elaborado con base en el trabajo de la Universidad de los Andes, excluír el
parágrafo que se había propuesto porque se oponía a lo que días antes se había
aprobado por dicho órgano legislativo. Debe ponerse de presente que no
solamente ha debido suprimirse el parágrafo citado sino otras varias normas que
fueron incluídas en el documento de trabajo de la Universidad de los Andes bajo
el supuesto que la legislación especial no sería declarada permanente.
9)
Pruebas documentales trasladadas del Proceso D-061.
La Secretaría
General de la Corte Constitucional aportó las siguientes pruebas documentales
que forman parte del expediente de constitucionalidad D-061:
a. Poder conferido
al abogado Luis Enrique Cuervo Pontón, para que en representación del Despacho
del Ministro de Justicia, justifique por escrito la constitucionalidad de las
normas demandadas en el expediente referenciado.
b. Memorial
presentado el 29 de mayo de 1.992 por Luis Enrique Cuervo Pontón, del cual se extractan
los siguientes apartes:
"1.
Racionalización en el uso de los recursos y el ejercicio de las funciones
públicas, ante la derogatoria de las normas demandadas.
El principal
argumento es sencillamente el del ejercicio racional de los recursos y de la
función pública. Las normas demandadas desaparecerán del ordenamiento jurídico
colombiano el próximo primero de julio a raíz de la entrada en vigencia del
Decreto 2700 de 1.991, Código de Procedimiento Penal. Si observamos los
términos establecidos por el Decreto 2067 de 1.991 podremos verificar que la
Corte Constitucional se pronunciará sobre la constitucionalidad de las normas
impugnadas después del 1º de julio, fecha para la cual estas disposiciones se
encontrarían derogadas. Establece el artículo 573 del Decreto 2700 de 1.991
tanto la derogatoria expresa del Decreto 50 de 1.987 como la derogatoria tácita
de las normas contrarias. Es evidente que el nuevo Código incorpora la
denominada "jurisdicción de orden público" a la jurisdicción ordinaria"
con los nombres de "jueces regionales" y "Tribunal
Nacional", y presenta un único procedimiento que se aplica a cualquier
ejercicio de la jurisdicción en materia penal. Las disposiciones del Decreto
2790 de 1.991 sufren una derogatoria tácita y pierden por tanto su existencia
jurídica. La Corte Constitucional debe conceptuar sobre la constitucionalidad
del derecho vigente, no sólo porque es éste el único que tiene validez
jurídica, sino también porque únicamente así logrará un ejercicio racional de
los recursos limitados y la posibilidad de garantizar un mínimo de seguridad
jurídica. De consecuencias graves y de difícil precisión sería un
pronunciamiento sobre normas derogadas. Al deporte nacional de demandar la
inconstitucionalidad de cualquier ley o decreto, se agregaría el de impugnar
legislación de simple valor histórico que ha perdido vigencia.
2. Naturaleza
eminentemente transitoria de las normas impugnadas.
La naturaleza misma
de las disposiciones atacadas demuestra su carácter eminentemente transitorio.
El Decreto 2271 de 1.991 se limitó a resolver un problema de vacío jurídico, o
ausencia de norma aplicable, que se presentaría de acuerdo con lo dispuesto por
el artículo 8º transitorio de la Constitución Política. Los decretos 2790 de
1.990, 99 de 1.991 y 390 de 1.991 fueron expedidos en ejercicio de las
facultades extraordinarias que el artículo 121 de la Constitución anterior le
otorgaba al Presidente de la República. Es bien sabido que la legislación
expedida en uso de tales atribuciones no derogaba la legislación preexistente y
sólo la suspendía. Levantado el estado de sitio, los decretos expedidos durante
su vigencia y en ejercicio de facultades extraordinarias perdían validez. Por
eso se explica el artículo 8º transitorio de la Carta, norma que prorrogaba por
90 días la vigencia de dichos decretos y permitía al Gobierno convertirlos en
legislación permanente previa la aprobación de la Comisión Especial
Legislativa. En todo caso, es claro que los decretos comentados fueron
expedidos como legislación de emergencia que por su misma naturaleza debía
tener una vigencia temporal. El artículo 1º del mismo Decreto 2790 de 1.990
comprueba la característica de vigencia temporal cuando prescribe: ´Mientras
subsista turbado el orden público y en estado de sitio todo el territorio
nacional...´".
10)
Consejo Superior de la Judicatura.
En escrito
presentado el 31 de julio de 1.992, el Consejo Superior de la Judicatura
responde al cuestionario formulado de la siguiente forma:
a) Mediante jurisprudencia
reiterada del Consejo Superior de la Judicatura se ha considerado que la
antiguamente llamada "Jurisdicción de Orden Público", hoy juzgados
regionales y Tribunal Nacional, hacen parte de la jurisdicción ordinaria en los
términos del del Capítulo II, artículo 234 de la Constitución Nacional. Tal
interpretación jurisprudencial emerge de los distintos negocios de conflicto de
competencia entre la justicia de orden público y la justicia penal ordinaria en
los cuales el Consejo Superior de la Judicatura, se ha abstenido de conocer
aquellos conflictos entre esos dos tipos de juzgados, por considerar que su
resolución corresponde a los Tribunales Superiores de Distrito o a la Corte
Suprema de Justicia, según el caso, como quiera que al Consejo Superior de la
Judicatura -Sala Disciplinaria-, le compete decidir sobre los conflictos que se
presenten entre las distintas jurisdicciones, en los términos de la
Constitución (jurisdicción constitucional, jurisdicción ordinaria, jurisdicción
contencioso-administrativa, jurisdicción penal militar y jurisdicciones
especiales -de paz e indígena-).
b) Mediante acuerdo
del 1º de julio del año en curso, la Sala Plena del Consejo Superior de la
Judicatura tomó algunas determinaciones que tienen que ver con el funcionamiento
de los juzgados regionales y del Tribunal Nacional en la presente etapa de
transición por virtud de haber iniciado labores la Fiscalía General de la
Nación y la puesta en vigor del nuevo Código de Procedimiento Penal.
c) Con respecto al
"Funcionamiento, rendimiento y diligencia de los Jueces y Fiscales
Regionales", la competencia radica en la Sala Administrativa del Consejo
Superior de la Judicatura.
En forma
extemporánea el Consejo Superior de la Judicatura presentó en la Secretaría
General de la Corte Constitucional un escrito anexo de fecha 14 de septiembre
de 1991.
11)
Inspecciones judiciales
Las inspecciones
judiciales ordenadas por la Corte Constitucional en la Secretaría Jurídica de
la Presidencia de la República y en la Fiscalía General de la Nación, se
llevaron a cabo dentro del término establecido y los documentos y declaraciones
reposan anexos a las actas.
11.1) Secretaría Jurídica del Departamento
Administrativo de la Presidencia de la República.
En la inspección
judicial realizada en la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la República
se analizaron los documentos sobre la ccoperación internacional y apoyo a la
antigua jurisdicción de orden público.
El 25 de febrero de
1991, el Gobierno Colombiano y el de los Estados Unidos de América firmaron una
declaración de intención (que no tiene el carácter de Tratado), a fin de
comprometerse en la cooperación recíproca en el intercambio de información y de
elementos que puedan servir de prueba en las investigaciones y en el
procesamiento de los nacionales colombianos que se entreguen al Gobierno de
Colombia y confiesen haber cometido delitos de tráfico de narcóticos o delitos
conexos, de conformidad con los decretos que expida el Gobierno.
Mediante el Decreto
Legislativo 1303 de 1.990, artículo 2º, adoptado como legislación permanente
por el Decreto 2265 de 1.991, la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la
República tiene la función de suministrar los informes a los fiscales y jueces
regionales sobre los procesos en curso en otros países y las pruebas que puedan
ser aportadas a la investigación.
En la diligencia de
inspección judicial fueron puestos de presente los documentos relativos a la
recolección de pruebas provenientes del exterior y con destino a los fiscales y
jueces regionales.
Revisados los
documentos se encontró en primer lugar un archivo con el conjunto de la
correspondencia relativa al intercambio de pruebas con otros países. En esta
primera diligencia se anexaron los siguientes documentos:
a. Hojas de vida de
los 46 sindicados en los que se requiere información sobre procesos en curso y
pruebas en el exterior.
b. Acta de entrega
de los documentos de la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la República a
la Fiscalía General de la Nación por ser competente ésta última para manejar
dicha información.
c. Declaración de
intención de la República de Colombia y de los Estados Unidos de América.
De los documentos
aportados en la diligencia, y de las declaraciones del Secretario Jurídico de
la Presidencia de la República, del Asesor de Asuntos Internacionales y del
Vicefiscal General de la Nación, se puede colegir los siguiente:
a. La labor de apoyo
en la recolección de pruebas en el exterior se puede dividir en dos tipos de
actividades. La primera es la gestión directa y operativa del intercambio de
evidencias a nivel internacional que corresponde a la Secretaría Jurídica de la
Presidencia de la República que tiene la responsabilidad de servir de
intermediario entre las autoridades judiciales nacionales y las de otros
países. La segunda corresponde a la Consejería de Asuntos Internacionales, en
coordinación con el Ministerio de Relaciones Exteriores que trata de una
gestión política para facilitar la voluntad de cooperación judicial
internacional de otros países y lograr la agilización de todas las gestiones
que están a cargo de la Secretaría Jurídica.
b. En el desarrollo
de dicha gestión se han presentado inconvenientes tales como el excesivo celo
de algunos países en defender la soberanía jurídica del Estado en el manejo de
los asuntos penales, la incompatibilidad entre los sistemas jurídicos
institucionales de Colombia con los otros países a los que se les ha solicitado
cooperación judicial, falta de una experiencia común en procedimientos y
prácticas, el hecho de que en otros países las decisiones de cooperación se
encuentren en manos de jueces y fiscales que por su naturaleza constitucional
tienen un alto grado de discrecionalidad y autonomía para decidir sobre las
solicitudes concretas de evidencia y de pruebas.
Existe también
desconfianza en aquellas situaciones de cooperación judicial en donde las
pruebas contribuyeron a la impunidad de los implicados y en último lugar a la
falta de voluntad política.
c. Una evaluación
preliminar de los mecanismos tradicionales diplomáticos de cooperación
judicial, arrojó el desalentador balance de que más del 80% de las solicitudes
de los jueces colombianos al exterior, se quedaba sin respuesta y que el
trámite promedio de estas solicitudes estaría cerca de dos años. Por ello
aunque existan obstáculos, hoy en día hay nuevos mecanismos y organismos de
cooperación judicial y se puede observar una mejoría en la situación.
d. El número de
procesos que se encontraban pendientes de calificación a la espera de pruebas
provenientes del exterior es de 46, documentos que se anexaron a la diligencia
de inspección judicial.
e. Los principales
problemas del trámite de las pruebas del exterior se puede resumir así: el
primer instrumento de cooperación con los Estados Unidos que fue un memorando
de entendimiento, contiene en sí mismo limitaciones a las solicitudes que
pueden ser atendidas por ese Gobierno en desarrollo del instrumento. En efecto,
el mismo hace referencia expresa a que son atendibles solicitudes judiciales de
cooperación en procesos de sometimiento a la justicia. Con posterioridad se
acordó con las autoridades competentes de ese Gobierno que se extendiera el
instrumento a los casos de los extraditables (13 procesos). En los demás
procesos si existían solicitudes de pruebas al exterior debía acudirse al
instrumento de las cartas rogatorias y exhortos judiciales; en consecuencia, el
número de procesos distinto a los de sometimiento a la justicia y los extraditables
en los que se habían formulado solicitudes de pruebas al exterior debe aparecer
en los registros del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Fueron anexados a la
diligencia de inspección judicial los siguientes documentos:
1. Informe sobre
solicitud de pruebas pendientes de respuesta.
2. Informe sobre
documentos recibidos en la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la
República y entregados a la Jurisdicción de Orden Público durante el año de
1992.
3. Estudio sobre la
Cooperación Jurídica Internacional.
4. Alcances y
requerimientos de la Cooperación Judicial con Estados Unidos de Norteamérica.
11.2) Inspección Judicial en el Consejo
Nacional de Policía Judicial, Dirección Nacional de Instrucción Criminal y
Subdirección Nacional de Orden Público.
Los documentos de
estas tres dependencias reposan en la Fiscalía General de la Nación, y fueron
puestos a disposición de los Magistrados Auxiliares Comisionados, y estudiados
en el siguiente orden:
a. Documentos del
Consejo Nacional de Policía Judicial.
-Carpeta de 1987:
Acta Nº 1 del 19 de octubre de 1987.
-Carpeta de 1989:
Actas Nº 2 del 26 de octubre de 1989 y Nº 3 del 27 de noviembre de 1989.
-Carpeta de 1991:
Actas Nº 19 del 26 de julio de 1991 y Nº 20 del 23 de octubre de 1991.
-Carpeta de 1992:
Actas Nº 21 de marzo 13 de 1992 y Nº 22 de mayo 27 de 1992.
Del estudio de estas
actas se destacan por conducentes los siguientes apartes que a
continuación se trascriben:
En el acta número 19
se lee: "El señor Ministro de Justicia comenta que la doctora Flor
Palacios Rodríguez, ante la Asamblea Nacional Constituyente, había manifestado
que la jurisdicción de orden público sí viene asumiendo una negativa actitud
alrededor de la misma, comentando que es más gravosa, con una ostensible
confusión entre el fenómeno de la competencia con el de la favorabilidad.
Afirma el doctor Giraldo Angel que esta actitud de dicho organismo es
reiterada...".
"Afirma el
doctor Giraldo Angel que a la luz de la nueva Constitución Nacional no habrá,
frente a la ordinaria, otras jurisdicciones sino que el fenómeno lo
desarrollará el Gobierno como normas de competencia... por metodología cree el
doctor Giraldo Angel que dentro del nuevo Código de Procedimiento Penal la
Jurisdicción de Orden Público se presentará como un sistema de competencias por
las características de los tipos delictivos".
El doctor Reinaldo
Bastidas Rodríguez, Presidente (E) del Tribunal Superior de Orden Público
manifiesta su preocupación por existir una parálisis en las investigaciones; un
número bastante alto de solicitudes de Habeas Corpus prosperan, y afirma que el
Estatuto para la Defensa de la Justicia legalmente no ha dado los resultados
esperados... El General Maza Márquez anota que se observa una desmotivación de
los jueces de orden público.
En el acta Nº 22 de
mayo 27 de 1992, consta lo siguiente: "asistieron los doctores Gustavo de
Greiff (quien preside el Consejo), Carlos Gustavo Arrieta, Manuel Francisco
Becerra, Fernando Britto, Egon Lichtenberger y Norberto Murillo. El orden del
día fue el siguiente: 1. Verificación del quorum, 2. Lectura de aprobación del
acta anterior, 3. Asuntos del Presidente: "Reitero a los miembros la
armonía que debe caracterizar como órgano colegiado y asesor", 4.
Presentación, discusión y aprobación del proyecto por el cual se reglamenta el
funcionamiento del Consejo Nacional de Policía Judicial, 5. Consideración de la
proposición sobre ubicación y número de Unidades de Fiscalía, 6. Informe del
estado actual del proyecto de identificación de víctimas N.N. y desaparecidos,
7. Proposiciones y varios.
Interrogado el doctor Carlos Eduardo Mejía
Escobar, Exdirector Nacional de Instrucción Criminal, por parte de los
Magistrados Auxiliares comisionados3
, sobre las causas en la demora presunta para la calificación de los procesos
seguidos por los fiscales regionales o los jueces de orden público, expresó:
"Es muy difícil
precisar una o varias causas como criterio general para que determinadas
investigaciones y fundamentalmente las que tenían que ver con la justicia
regional o de orden público no hubieran sido clausuradas para el momento en que
se decretó la Conmoción Interior. La dificultad estriba fundamentalmente en las
circunstancia de que los actos de cierre y de calificación de los procesos
constituyen acto jurisdiccional de competencia exclusiva de los investigadores
porque es a ellos a quienes compete el impulso procesal, la dirección de la
pesquiza y porque la clausura de una investigación está concebida sobre la
existencia de un presupuesto procesal de orden sustancial como es el que la
investigación se encuentre completa. Al márgen de eso existen otras
circunstancias: una, que cuando la jurisdicción de orden público fué concebida
acudiéndose al procedimiento originariamente prescrito en el Decreto 180 de
1988, parece que se hubiese concebido en contravía con la realidad; y afirmo
esto porque a nadie que tenga sentido común se le ocurre inventar un
procedimiento brevísimo y sumario para tratar de descubrir precisamente aquello
que criminológicamente es lo más complejo en el mundo de la delincuencia, como
es la delincuencia organizada. Una organización delincuencial que invierte en
el perfeccionamiento de sus mecanismos de acción, de organización, de
jerarquización, de financiación, casi una década o cinco o más décadas como es
el caso Colombiano frente al narcotráfico y terrorismo en el primer evento y la
rebelión y conexos en el segundo, no podía ser develada por ningún investigador
a través de procedimientos penales que eran típicos juicios abreviados sin
etapas procesales bien configuradas, sin una policía judicial que trajese una
práctica investigativa especializada hacia tales bandas y hacia tales hechos, y
con una judicatura cuya tradición y cuyos esquemas mentales no le dejaban ver
más allá del capturado de ocasión, del aprehendido en flagrancia, del decomiso
de una droga en pequeñas porciones y en manos de un traficante menor...".
Al acta de la
diligencia de inspección judicial fueron anexados los siguientes documentos:
1. Orden del día
correspondiente a la sesión de julio 26 de 1991.
2. Orden del día
correspondiente a la sesión de 23 de octubre de 1991.
3. Orden del día
correspondiente a la sesión de 13 de marzo de 1992.
4. Orden del día
correspondiente a la sesión de mayo 27 de 1992.
5. Circular Nº 001
de la Procuraduría Delegada para el Ministerio Público para los Fiscales ante
las Unidades Investigativas y Juzgados de Instrucción de Orden Público y de
Conocimiento de Orden Público.
6. Informe de la
visita a la Seccional de Orden Público de Medellín, de fecha 16 de septiembre
de 1991. Allí se dice: "Objetivo: señalar a la Comisión la magnitud de la
responsabilidad que han asumido frente a la Rama Judicial, al país y al
exterior, y la necesidad de trabajar con dedicación absoluta, con prudencia y
con sujeción estricta a la ley, en la compleja y difícil labor
encomendada".
"Los doctores
Dídimo Páez y Reinaldo Bastidas, solicitaron a la Procuradora Delegada, la
necesidad de asignar fiscales o agentes especiales de dedicación exclusiva en
el conocimiento de estos procesos, dada, la importancia de los mismos y el
pronto vencimiento de los términos de instrucción con que se cuenta. La
Procuradora Delegada manifestó estar de acuerdo con la solicitud, y en
consecuencia dispondrá que el Agente Especial sea de dedicación exclusiva en
los procesos que se adelantan contra los recluidos en la cárcel de Envigado y
en la mimas forma, los Fiscales que conocen de los procesos de Itagüí...".
7. Memorando de la
Comisión de Apoyo a la Unidad Investigativa de Orden Público de Medellín para
el Comité Presidencial de fecha julio 26 de 1991.
8. Auto del Juzgado
de Orden Público de Barranquilla de junio 15 de 1.992, correspondiente a la
Radicación Nro. 2361, en el que consta que:
"Inmediatamente
solicítase a la U.I.O.P. comisionada en este asunto para la práctica de las
pruebas ordenadas en auto de fecha 30 de abril presente y más especialmente
exige en términos perentorios los resultados de las que fueran ordenadas en
auto de fecha 13 de mayo del presente año, cosa de lo cual pese haberse ordenado
información diaria de las labores adelantadas con sujeción a lo resuelto,
estamos a ciegas, nada conocemos, ni siquiera podemos dar fe de su práctica, y
el proceso, antes que por la naturaleza del delito investigado -la incautación
de 2.000 kilos de cocaína- avanzar en sus fines específicos de quien o quienes
fueron autores o partícipes, asome vergonzantemente lo que será su epílogo: impunidad".
9. Acta de la
reunión entre los jueces de orden público de la Seccional de Barranquilla y el
jefe de la Sección Jurisdiccional, el día 3 de octubre de 1.991. En la reunión
los distintos jueces expusieron por separado ante el Jefe de la Sección
Jurisdiccional, en forma detallada cada uno de los problemas que se han venido
presentado al respecto. Se le hizo saber al jefe de la Sección Jurisdiccional,
que de continuar las cosas en el estado en que actualmente se encuentran, su
responsabilidad estaría áltamente comprometida.
10. Sentencia del H.
Tribunal Superior de Medellín, en un Proceso de Tutela, de fecha 30 de marzo de
1.992 y del que se extraen los siguientes apartes:
"Las anteriores
normas indican que constituye un derecho fundamental a que el proceso se
adelante sin dilaciones injustificadas y dentro de plazos razonables, términos
que cobijan la restricción de la libertad de las personas y cuando ello no
sucede así es evidente que de ésa manera se están violando esas garantías.
Ahora bien, los
decretos que disciplinan la jurisdicción de Orden Público no están excentos de
esa obligación ni podrían estarlo; así, por ejemplo, el artículo 8º del Decreto
Legislativo 3030 de 1.990, adoptado como legislación permanente por el artículo
3º del Decreto 2265 de 1.991 enseña que tratándose de delitos cometidos en el
país y en el exterior, pasados nueve meses de haberse enviado el exhorto
pidiéndose la práctica de pruebas "se calificará el proceso con el
material probatorio que obra en el mismo", lo cual supone la necesidad de
cerrar la investigación y, tratándose de infracciones cometidas íntegramente en
el extranjero, el Juez dispondrá la libertad provisional del sindicado "si
las pruebas pedidas no hubieren llegado dentro del año siguiente a su petición
" y pasado un año más sin que hubieren llegado las pruebas, procederá a
calificar el mérito del sumario.
Con mayor razón la
investigación está sujeta a un término y obviamente menor cuando el delito es
cometido íntegramente en el país. Por eso el artículo 39 del Decreto 2790 de
1.990, modificado por el artículo 099 de 1.991, elevado a legislación permanente
por el Decreto 2271 de 1.991 enseña que "practicadas las diligencias
ordenadas por el Juez y las demás que fueren conducentes, la Unidad
Investigativa de Orden Público devolverá la actuación al Juez de Orden Público,
quien declarará cerrada la investigación.
... Además, difícil
justificar que la Unidad Investigativa de Orden Público haya tenido el proceso
en su poder casi tres meses con personas detenidas, sin que en ese lapso
realizara actuación alguna y que sólo después se limitara a recibir cinco (5)
testimonios, lo que llevó a comisionar de nuevo.
Lo anterior indica
que no sólo se han sobrepasado los términos, sino que ello ha sucedido de
manera injustificada".
11. Memorando de la
reunión del Comité Presidencial sobre la situación de los procesos de
sometimiento a la justicia en Medellín, del 19 de diciembre de 1.991. De la
deliberación se llegó a las siguientes conclusiones y recomendaciones:
"a.
conclusiones:
- Los señores jueces
manifiestan no tener total conocimiento de la información aportada por los
diferentes organismos involucrados en la comisión, especialmente en cuanto a
narcotráfico donde es inexistente la prueba material.
- Aclaran que existe
un buen acervo probatorio respecto del presunto enriquecimiento injustificado.
- Se hace imperativo
concretar la información existente, en previsión de las peticiones de cierre de
investigación que se harán por la proximidad en el vencimiento de los términos
legales.
- En lo que respecta
al delito de narcotráfico se aclara que hay total dependencia de la prueba
extranjera no obstante, se apreciarán las informaciones sobre posibles pruebas
que existen en el país y que serán suministradas por la Comisión".
12. Reunión de la
Comisión de Apoyo a la Unidad Investigativa de Orden Público de Medellín de
fecha 6 de diciembre de 1.991.
13. Informe dirigido
al Dr. Manuel José Cepeda de fecha marzo 19 de 1.992, firmado por el Dr. Carlos
Eduardo Mejía Escobar, Director Nacional de Instrucción Criminal, y que
contiene cuadros de estadística en relación con la cantidad de procesos por
tipo de delito de competencia de la Jurisdicción de orden público.
14. Informe sobre
estadística actualizada de la Jurisdicción de Orden Público a 31 de Octubre de
la Subdirección Nacional de Orden Público, donde se relaciona el número de
investigaciones por cada uno de los tipos de delitos de competencia de dicha
jurisdicción, así:
CANTIDAD DE PROCESOS POR TIPO DE DELITO
TIPO DE DELITO
BOGOTA
M/LLIN
CALI
CUCUTA
B/QUILLA
TOTAL
Administración
recursos relación terrorismo.
0
20
0
0
0
20
Adquisición
ilícita bienes narcotráfico
421
200
205
3
27
856
Amenazas
personales o familiares.
248
59
185
197
20
709
Amenazas
personales.
0
18
5
0
0
23
Amenazas a
funcionarios.
0
5
0
0
1
6
Atentados terr.
contra Ind/Instal.
56
36
3
11
26
132
Auxilio
actividades terroristas.
30
24
5
5
24
88
Circunstancias
agravación punitiva.
7
5
0
1
0
13
Constrañimiento
ingreso grupos t.
18
205
0
2
4
229
Concierto para
delinquir.
337
123
29
6
1
496
Cultivo marihuana,
planta coca...
321
39
424
40
12
836
Daño medio
transporte acto terrorista.
6
36
8
14
16
80
Delitos contra el
sufragio.
0
0
0
29
0
29
Delitos contra
Magistrados, Jueces, Gobernadores.
7
5
54
1
2
69
Delitos grupo
armado ilegal.
5
32
11
4
23
75
Delitos
escuadrones bandas sicarios.
31
21
2
0
1
55
Empleo Ozmto
sust/obj de peligro.
79
33
1
5
19
137
Empleo
explosivos/armas contra vehículos.
31
79
6
17
20
153
Enriquecimiento
ilícito.
96
177
20
8
69
370
Estimular,
propagar uso drogas.
7
120
1
0
1
129
Exigencia cuotas
para terrorismo.
0
3
2
0
1
6
Extorsión.
2908
1987
1224
529
436
7084
Fab. tráfico de
armas/munición FFAA.
998
509
572
141
309
2529
Homicidio con
fines terroristas.
576
115
196
439
73
1399
Intercepción
correspond. oficial.
18
0
2
0
0
20
Instigación al
terrorismo.
4
0
0
2
0
20
Instrucción
Entrmto fines terrorismo.
2
0
0
0
0
2
Les. personas
fines terroristas.
37
71
24
51
9
192
CANTIDAD DE PROCESOS POR TIPO DE DELITO
TIPO DE DELITO
BOGOTA
M/LLIN
CALI
CUCUTA
B/QUILLA
TOTAL
Omisión informes
actividad terrorista.
3
16
0
0
2
21
Personas pert.
esc.
banda sicarios.
8
293
0
0
2
303
Rebelión y
Sedición
208
65
51
134
21
479
Secuestro
1061
531
623
231
217
2663
Secuestro Medio
trans
2
0
0
1
0
3
Suplantación de
autori-
dad.
11
10
2
2
8
33
Tenencia y Fab,
armas/sustancias tóxicas.
166
15
49
45
1
276
Terrorismo.
599
966
443
415
104
2527
Transporte, venta,
elaboración drogas.
1171
318
848
74
305
2716
Utilización ilegal
unif. insignias.
153
67
107
25
37
289
Utilización
ilícita Trans/receptor.
11
39
0
2
18
70
Uso de bien para
trans. elab. droga.
29
46
118
0
17
210
Violación del
espacio
aéreo.
0
0
0
0
1
1
OTROS
48
0
78
235
38
399
TOTAL
9713
6288
5298
2669
1865
25833
E S T A D I S T I C A S G E N E R A L E S
SECCIONAL
UNIDAD
INVESTIGATIVA
INSTRUCCION
CONOCIMIENTO
INICIACION
PREL. PROC.
S.P. C.P.
S.P. C.P.
S.P. C.P.
MEDELLIN
1480 1063
1495 944
168 320
1159 390
CALI
1189 1608
886 326
81 233
151 194
CUCUTA
633 313
655 329
98 113
485 181
BARRANQUILLA
287 577
778 155
62 95
74 19
BOGOTA
811 529
7238 3140
2938 2262
143 142
Convenciones: S.P.
Sin Preso. C.P. Con Preso.
G E S T I O N R E A L I Z A D A
SECCIONAL
AUTOS
SUST.
AUTOS
INTER
OTRAS
PROV.
SENTENCIAS
COND ABSOL
MIXTA
PERSONAS
CONDEN
ABSUEL
MEDELLIN
4389
1174
749
71 34 0
128
82
CALI
3623
1598
239
55 10 10
110
32
CUCUTA
1998
770
223
17 4 7
47
45
BARRANQUILLA
3033
491
194
18 5 0
34
16
BOGOTA
6850
2380
1174
74 15 3
107
27
TOTALES
19893
6413
2579
235 68 20
426
202
JUECES INSTRUCCION: 71. JUECES DE CONOCIMIENTO: 25.
SECRETARIA SECCION JURISDICCIONAL
S E C C I O N A L
AUTOS DE
SUSTANCIACION
MEDELLIN
3046
CALI
10719
CUCUTA
1481
BARRANQUILLA
2069
BOGOTA
3953
E S T A D I S T I C A S G E N E R A L E S
SECCIONAL
UNIDAD
INVESTIGATIVA
INSTRUCCION
CONOCIMIENTO
INICIACION
PREL. PROC.
S.P. C.P.
S.P. C.P.
S.P. C.P.
MEDELLIN
1480 1063
1495 944
168 320
1159 390
CALI
1189 1608
886 326
81 233
151 194
CUCUTA
633 313
655 329
98 113
485 181
BARRANQUILLA
287 577
778 155
62 95
74 19
BOGOTA
811 529
7238 3140
2938 2262
143 142
Convenciones: S.P.
Sin Preso. C.P. Con Preso.
G E S T I O N R E A L I Z A D A
SECCIONAL
AUTOS
SUST.
AUTOS
INTER
OTRAS
PROV.
SENTENCIAS
COND ABSOL
MIXTA
PERSONAS
CONDEN
ABSUEL
MEDELLIN
4389
1174
749
71 34 0
128
82
CALI
3623
1598
239
55 10 10
110
32
CUCUTA
1998
770
223
17 4 7
47
45
BARRANQUILLA
3033
491
194
18 5 0
34
16
BOGOTA
6850
2380
1174
74 15 3
107
27
TOTALES
19893
6413
2579
235 68 20
426
202
JUECES INSTRUCCION: 71. JUECES DE CONOCIMIENTO: 25.
SECRETARIA SECCION JURISDICCIONAL
S E C C I O N A L
AUTOS DE
SUSTANCIACION
MEDELLIN
3046
CALI
10719
CUCUTA
1481
BARRANQUILLA
2069
BOGOTA
3953
11.3)
Acta de la inspección judicial llevada a cabo en la Fiscalía
Regional de Barranquilla.
La visita judicial
se centró en tres aspectos: recopilación de los documentos conducentes para el
proceso, recepción de declaraciones a los fiscales y jueces regionales y al
Director de la Regional, y en la inspección material de los documentos y
archivos conducentes.
Documentos que se
anexan:
a. Oficio número 001
del día 13 de julio de 1.991, de la Dirección Regional de Fiscalía de
Barranquilla relacionado las solicitudes de libertad.
b. Respuesta del
memorando, del día 31 de julio de 1.992.
c. Informe dirigido
al Presidente del Tribunal nacional del día 3 de agosto de 1.992.
En relación con las
declaraciones tomadas a los fiscales regionales, se les preguntó si previeron
con anterioridad al 1º de julio de 1.992 la posibilidad de que se presentaran
numerosas solicitudes de libertad en virtud de la interpretación que algunos
procesados o sus apoderados hicieron del artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal. Contestó el Fiscal Regional que:
"Si, era una
situación que desafortunadamente se veía llegar y en muchas ocasiones lo
comentamos entre los compañeros administradores de justicia pero pensábamos que
el Gobierno Nacional, antes del 1° de julio podía darle solución a esa crisis
que se veía venir, sin embargo con sorpresa recibimos el 1° de julio y
recibimos a la vez cantidad de solicitudes de libertades provisionales hechas
por los procesados y sus defensores que afortunadamente el Gobierno le puso
coto dictando o decretando la Conmoción Interior".
En relación con la
práctica de pruebas manifestó:
"En el sistema
anterior o sea antes de entrar a regir el nuevo Código de Procedimiento Penal
existían ciertos tropiezos para la práctica de pruebas, ya que como le dije
anteriormente las Unidades Investigativas encargadas de racaudar las pruebas
les faltaban cierta preparación sobre todo en los pueblos en donde única y
exclusivamente existía la policía y eran quienes debían practicar tales
pruebas; muchas veces tuvimos varias reuniones y tratamos esa falta de
preparación a ver si se podía corregir los errores que se venían cometiendo,
pero en el fondo sabíamos que con una o dos reuniones que se hicieran
únicamente no podíamos alcanzar tal fin. En cuento a la vigencia del Código de
Procedimiento Penal, pienso que esos errores tal vez se van a corregir un poco
porque van a existir o existen los Fiscales Regionales ante la Unidad
Investigativa que son los que deben velar para que se practiquen en una forma
pronta y cordial las pruebas ordenadas. Por lo tanto considero que con este
sistema las investigaciones van a culminar más rápido y se van a cometer menos
errores".
11.4)
Acta de la inspección judicial llevada a cabo en la Dirección Regional de la
Fiscalía de Cúcuta.
El Director de la
Regional colocó a disposición de la inspección judicial, cinco (5) expedientes
que se encuentran en la Fiscalía Regional. En dos de ellos fue concedida la libertad
provisional con fundamento en el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal
y en los tres restantes dicho beneficio fue negado.
En el Proceso
radicado con el número 0742 por violación de la Ley 30 de 1.986 la Fiscalía
concedió la libertad provisional con base en las siguientes consideraciones:
"Efectivamente
se encuentra detenido desde el 29 de octubre de 1.990... en reiteradas
oportunidades se solicitó por parte de la defensa el beneficio de la libertad
de su sindicado pero el mismo fue negado por cuanto para la época se hallaban
vigentes dos causales de libertad que preveía el artículo 59 del Decreto 099 de
1.991, que fuera adoptado como legislación permanente por el decreto 2271 del 4
de octubre de 1.991, sin que se incluyera dentro de ellas lo relativo a
término perentorio para calificar el mérito del sumario.
... Pero hoy al
entrar en vigencia el nuevo Código de Procedimiento Penal, el artículo 415
numeral 4°, contempla dentro de las causales de libertad las siguientes...
además trae la norma del artículo 415 del nuevo Código de Procedimiento Penal,
un parágrafo, en el que se estipula que para los delitos de conocimiento de los
jueces regionales, la libertad sólo procederá en los casos previstos en los
numerales 2° y 3° y, respecto del 4° y 5° los términos se duplicarán... Así las
cosas tenemos que el sindicado... hasta el momento lleva alrededor de
seiscientos diez (610) días de privación de la libertad sin que se le haya
calificado el mérito del sumario, siendo esta cifra más del doble de lo que
prevé la norma del artículo en mención...
... Entonces
atendiendo al principio de la favorabilidad, contemplado en el artículo 6º del
nuevo Código de Procedimiento Penal, es procedente otorgar el beneficio de la
libertad al sindicado, para lo cual deberá prestar caución prendaria en cuantía
de diez salarios mínimos legales...debiendo además firmar un acta de caución en
la que se le obligará a presentarse cada vez que sea requerido por este
Despacho, a observar buena conducta individual, familiar y social, a informar
todo cambio de residencia y a no salir del país sin previa autorización de
esta Fiscalía..."
En el proceso Número
434 por el delito de Rebelión, al conceder la Fiscalía la libertad provisional,
consideró:
"Entonces desde
cuando fueron capturados hasta el día de hoy, han permanecido privados
efectivamente de la libertad por espacio de 36 meses y 24 días sin que se haya
calificado el mérito de la instrucción, cumpliendo un término que supera
ámpliamente el señalado en la norma referida para otorgar el beneficio de
libertad cuando de delitos de esta jurisdicción se trate. Ante esta situación y
dando aplicación al principio universal de favorabilidad el Despacho resolverá
concediendo la libertad a favor de los imputados, igualmente dispondrá que
éstos presten caución juratoria y suscriban diligencia de compromiso en la que
señalarán su residencia y dirección, comprometiéndose a presentarse ante esta
Seccional cuando se le solicite..."
En el proceso
radicado con el número 740 por el delito de porte de prendas militares y armas
de uso privativo de las Fuerzas Armadas, fué negada la solicitud de libertad
provisional por los siguientes motivos:
"Para efectos
de resolver la solicitud de libertad impetrada dentro de estas diligencias,
previo el traslado al Ministerio Público, esta Fiscalía Regional considera
improcedente tramitar la petición teniendo en cuenta que las normas especiales
de esta Jurisdicción de Orden Público de carácter permanente, no fueron
improbadas por la Comisión Especial a que se refiere el artículo 5º transitorio
del nuevo Código de Procedimiento Penal, por lo tanto su vigencia es aplicable
en el presente caso, así teniendo en cuenta que las causales de libertad dentro
de esta jurisdicción contempladas en el artículo 59 del decreto 2790 de 1.990,
modificado por el decreto 099 de 1.991 y adoptado como legislación permanente
por el decreto 2271 de 1.991, no son alegadas como fundamento de esta petición,
es por lo tanto improcedente así como también lo ratifica el concepto oficial
contenido dentro del decreto 1156 expedido por la Presidencia de la República
expedido con base en las facultades especiales conferidas por el artículo 213
de la Constitución Nacional."
Se deja constancia
en el acta de la diligencia de inspección judicial que en el expediente figura
una solicitud de antecedentes de los sindicados dirigida al Jefe de la
Seccional Técnica DIJIN de fecha febrero 18 de 1.991 y la respuesta fué
recibida el 3 de diciembre del mismo año -casi diez meses más tarde-, en la que
figura que no tienen antecedentes, "sólo reseña, sindicado de porte ilegal
de armas y prendas militares. Dirección Seccional de Orden Público, Sección
Jurisdiccional".
Al preguntarle al
Sr. Director (E) de la Fiscalía Regional sobre si previeron la posibilidad de
que numerosas personas solicitaran la libertad provisional con fundamento en el
artículo 415 del Código de Procedimiento Penal, manifestó:
"Efectivamente
el Dr. Carlos Pardo, Director de esta Regional, convocó a varias reuniones para
que los Fiscales llegaran a la determinación de un criterio a ese respecto, sin
embargo hubo diversidad de posiciones a ese respecto y por ello no fue posible
adoptar un criterio único. Posteriormente conocimos la directriz del Sr. Fiscal
General de la Nación que es ya de público conocimiento".
Fueron anexados a la
diligencia los siguientes documentos:
1. Relación
estadística de cada uno de los procesos donde se formuló solicitud de libertad
provisional.
2. Oficio número
1.045 de julio 31 de 1.992 dirigido a la Dra. Ana Montes Calderón Directora
Nacional de Fiscalías, relacionado con la aplicación del artículo 415 del
Código de Procedimiento Penal.
3. Circular número
011 del 10 de julio de 1.992 del Sr. Fiscal General de la Nación sobre los criterios
en relación a la aplicabilidad del artículo 59 del Decreto 099 de 1991 adoptado
como legislación permanente por el Decreto 2271 de 1991.
11.5)
Acta de la diligencia de inspección judicial que se llevó a cabo en la
Dirección Regional de la
Fiscalía de Santa Fe de Bogotá.
Se estudiaron
algunos expedientes en los que solicitó la libertad provisional o el Habeas
Corpus, con el fín de constatar los argumentos de los fiscales regionales para
conceder o negar dichas solicitudes. En este sentido fueron anexados tres autos
de que trata el punto anterior; en los dos primeros de ellos se concedió la
libertad provisional y en el último la solicitud fue negada.
Las consideraciones
para conceder la libertad provisional fueron las siguientes:
"El Decreto
2790, modificado por el 099 de 1.991, elevado a legislación permanente por el
Decreto 2271 del 4 de octubre de 1.991 en desarrollo del artículo 8º de la
norma transitoria de la Constitución Nacional y que vemos consagra como únicas
causales de excarcelación para los procesados por delitos de competencia de la
jurisdicción de orden público las contenidas en el artículo 59 del Decreto 099
de 1.991, como son; cuando se fuere mayor de setenta años, y cuando el
procesado hubiere sufrido en detención un tiempo igual al que mereciere como
pena privativa de la libertad por el delito de que se le acusa; observando que
no se halla contemplada la causal de excarcelación invocada por el
peticionario.
Ahora, posterior a
estas normas que regían la jurisdicción de orden público se expide el Decreto
2700 de noviembre 30 de 1.991 (Código de Procedimiento Penal), y en el mismo se
integró la jurisdicción de orden público en sus aspectos sustantivo y
adjetivo, el primero en el artículo 71 (jueces regionales) en concordancia con
el artículo 126 para los respectivos fiscales regionales, el otro aspecto, esto
en cuanto al aspecto adjetivo como se observa en las otras normas, entre estas
el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal.
Con respecto al
principio de favorabilidad como norma rectora de la Ley penal colombiana,
tenemos que este principio hace referencia a la favorabilidad en la aplicación
de la ley penal en el tiempo y se parte del supuesto de que la vigencia de la
ley penal es hacia el futuro, pues debe estar vigente al tiempo en el que se
comete el hecho punible, es decir la ley penal no rige hacia el pasado
(retroactividad) y no tiene vigencia después de derogada (ultractiva). No
obstante, es posible su aplicación retroactiva o ultractiva cuando es favorable
al agente del hecho punible.
Vale, en el caso
materia de estudio analizar el fenómeno de la favorabilidad en las denominadas
leyes excepcionales y temporales, estas últimas cuya vida está delimitada en el
tiempo de manera expresa o tácita desde que entraron a regir y porque se
suspenden la vigencia de las que sean contrarias mientras dura la precaria
existencia. En cuanto a las excepciones, tales las que se expiden para
solucionar situaciones extraordinarias y de precaria aunque no definida duración,
como las que expide el Gobierno Nacional en ministerio del artículo 121 de la
C.N., (sic) en uno y otro caso vemos que impera el principio de favorabilidad,
porque resulta igualmente viable tanto su retroactiva como ultractiva
aplicación.
Por otra parte el
artículo 40 de la ley 153 de 1.887 establece que: "Las leyes concernientes
a la ritualidad y sustanciación de los juicios prevalecen sobre las anteriores
desde el momento en que deben empezar a regir... y en cuanto términos que
hubiere empezado a correr y las actuaciones y diligencias que ya estuvieren
iniciadas, se regirán por la ley vigente al tiempo de ser iniciadas,
observándose que esta excepción para nada hace relación a la competencia.
Siendo claro que respecto a ésta rige el principio general del efecto inmediato
de las leyes.
Conforme a lo
anterior, en nuestro sentir se impone la aplicación de las normas que regulan
la materia en el vigente C.P.P. por ser posteriores a las contenidas en el
Decreto 2271 de 1.991, criterio que encuentra respaldo en el artículo 2º de la
Ley 153 de 1.887 que establece: "La ley posterior prevalece sobre la
anterior".
Se anexaron a la
presente diligencia los siguientes documentos:
1. Oficio Nro.
JSC-049, del 4 de agosto de 1.992 expedido por la Dirección Regional de
Fiscalías de Santa Fe de Bogotá.
2. Estadísticas de
la Dirección Regional de Fiscalías Santa Fe de Bogotá.
3. Auto de julio 8
de 1.992, en el proceso número 6391.
4. Auto de 21 de
julio de 1.992 en el proceso 7826.
11.6) Acta de la diligencia de inspección
judicial practicada en la Dirección Regional de la Fiscalía de Medellín.
En la Regional de
Medellín se analizaron procesos en los que fue concedido el beneficio de la
libertad provisional y en el que éste fue negado. Igualmente se recibió
declaración a dos fiscales regionales.
El 1º de julio de
1.992, el apoderado de los procesados presentó escrito solicitando la libertad
provisional fundamentado en que los procesados llevaban para la fecha más de
760 días privados de la libertad sin que se hubiere calificado el mérito de la
instrucción; el apoderado se fundamentó en los siguientes artículos: numeral 4º
del artículo 415 y parágrafo del Código de Procedimiento Penal, 6º y 10 del
Código penal y 40 a 44 de la Ley 153 de 1.887.
Estimó la agencia
del Ministerio Público mediante concepto de fecha julio 8 de 1.992 que los
sindicados tenían derecho a gozar del beneficio de la libertad provisional con
fundamento en los siguientes planteamientos:
"Al entrar en
vigencia el nuevo estatuto de procedimiento penal desapareció la llamada
jurisdicción de orden público y los rituales que reglaban el procedimiento,
para dar paso al H. Tribunal Nacional, jueces regionales y fiscales delegados
ante éstos, con competencias para conocer de los procesos por los delitos que
venían conociendo los funcionarios de la antigua jurisdicción de orden
público...
En lo atinente al
derecho a la libertad provisional, el artículo 59 del Decreto 2790 de 1.990
(099 de 1.991), sólo lo permitía en dos eventos: a) cumplimiento en detención
preventiva de un tiempo igual al que mereciere como pena en caso de condena y
b) haber superado los 70 años de edad.
Ahora, con la puesta
en vigencia del nuevo Código de Procedimiento Penal, en cuanto atañe a los
delitos de competencia de los jueces regionales, el estatuto es suficientemente
claro, cuando el parágrafo del artículo 415 preceptúa... (copia textual).
Se trata en
consecuencia de una causal objetiva de libertad.
Es claro pues, que
el Código de Procedimiento Penal que entró en vigencia el 1° de este mes,
derogó, tácitamente las normas que rituaban los procesos en la jurisdicción de
orden público y las que se referían por consiguiente, a la restringida libertad
provisional.
En el caso sometido
a consideración de la Procuraduría es evidente que se cumplen los dos
requisitos exigidos por la norma (artículo 415), han superado en mucho, el
lapso de 360 días de privación efectiva de la libertad, acorde con las
constancias del proceso y el mérito del sumario no se haya calificado toda vez
que ni siquiera se haya clausurado la investigación...
No debe olvidarse
además que para una mejor comprensión de todo aquello relacionado con normas
sustantivas en materia penal (y el derecho a la libertad es una de ellas), los
principios a que se refieren los artículos 10º del Código penal, 29 de la
Constitución Nacional vigente y los pertinentes de la Ley 153 de 1.887. Debe
observarse así mismo el mandato del artículo 6º del Código de Procedimiento
Penal..."
En el interrogatorio
a los fiscales regionales, éstos contestaron a la pregunta relacionada con la
aplicación del parágrafo del artículo 415 del Código de Procedimiento Penal, lo
siguiente:
"Soy del
criterio de que el Código de Procedimiento Penal del año de 1.991, es aplicable
a todos los delitos de competencia de los jueces regionales porque no pocos
artículos, y a lo largo del proceso, regulan la forma en que se deben proferir
medidas de aseguramiento, las mismas causales de libertad. Referente al Decreto
2271 de 1.991, tuvo vigencia hasta el 30 de junio del presente año en que por
mandato expreso del artículo 573 deroga todas las normas complementarias y
todas las disposiciones que sean contrarias al presente decreto. Por lo demás
dentro de la normatividad especial del Decreto 2271, afectan mandatos
constitucionales como el de la libertad, el de ser procesados en términos
sumarios e improrrogables sin dilaciones injustificadas, el debido proceso, la
presunción de inocencia al permanecer una persona sumariada por término
indefinido. Estos decretos extraordinarios traídos como permanentes se
justificaron en un momento para llenar el vacío legislativo existente entre el
momento en que se levantó el estado de sitio y los 90 días más, hasta el
momento en que empezó a regir el Decreto 2700 de 1.991...
Soy del criterio y
así también lo ha predicado la Sala Penal de la Corte Suprema en varias
oportunidades, que frente a una norma general y una especial, no se puede
alegar el principio de favorabilidad y menos aplicarlo. El Código de
Procedimiento Penal es una norma general y el Decreto 2271 de 1.991 es norma
especial, por tanto mal podría aplicarse este principio. Lo que se sostiene es
que el Decreto 2700 de 1.991, derogó el Decreto 2271 del mismo año, al regular
los casos de competencia de los jueces regionales y expresamente derogar el
decreto especial...
Si el 2271 estuviera
vigente, entonces en estos momentos no existirían los fiscales regionales sino
los jueces de orden público y no se entiende como para unas cosas se aplica el
Decreto 2271, frente al caso concreto de libertad provisional y cuando se trata
de la estructura orgánica no se observa sino se aplica el Decreto 2699 de la
Fiscalía General de la Nación. Tan cierto es el acertó que el Gobierno Nacional
tuvo que acudir a la figura de la Conmoción Interior y en el Decreto 1155 la
declaró y en el decreto 1156 usurpó la facultad interpretativa del funcionario
judicial, violando principios constitucionales de independencia de las ramas
del poder público, impuso un criterio político de carácter coyuntural de la
política general del Estado, de legislar apresuradamente y a altas horas de la
madrugada para una docena de procesados, encontrándose ante el hecho no
elegante de que en el país existen dos tipos de colombianos a quienes se les
aplican normas generales o normas especiales, dejando de aplicarse la mitad del
Código de Procedimiento Penal. Una manifestación de ésto es la intervención
televisada del Presidente de la República momentos después de declarada la
conmoción interna e irrespetando la independencia y autonomía de la Rama
Jurisdiccional, manifestaba que mientras él fuera Presidente de la República
los sindicados de los delitos de competencia de los jueces regionales no
lograrían la libertad. Esto lo digo desde el punto de vista de una interpretación
de la ley ajeno a cualquier interés particular. No es más".
Se anexaron a la
diligencia los siguientes documentos:
1. Oficio DR-0072 de
fecha julio 31 de 1.992 dirigido a la Dra. Ana Montes Calderón, Directora
Nacional de Fiscalías firmado por el Dr. Ricardo Perdomo Lince Director
Regional de Medellín.
Del oficio es
necesario resaltar lo siguiente sobre las causas que considera el Director de
la Regional que han impedido la calificación de los sumarios:
"En concepto
del suscrito, por las siguientes razones:
- Instrucción de
procesos dispendiosos.
- Insuficiencia de
fiscales instructores, durante el período a que se refiere esta
información.
- Insuficiencia de
Unidades de Policía Judicial de Orden Público.
- Negligencia de
algunos funcionarios o empleados.
- Incremento en los
trámites de Secretaría, ante la necesidad de reservar la identidad de
fiscales y jueces regionales.
- Gran cúmulo de
expedientes al iniciar la jurisdicción.
2. Oficio DR-0075 de
fecha agosto 5 de 1.992, dirigido al Dr. Alfredo del Toro Núñez, Presidente del
Tribunal Nacional, firmado por el Dr. Ricardo Perdomo Lince Director Regional
de Medellín.
3. Memorando
circular número 002 para los Fiscales Regionales del Director general de
Fiscalías de fecha julio 29 de 1.992 sobre las "moras procesales".
4. Oficio número
0523 de fecha julio 3 de 1.992, dirigido a la Dra. Ana Montes Calderón
Directora Nacional de Fiscalías, firmado por el Dr. Arturo Velásquez Gallo,
Jefe de la Secretaría Común de la Dirección Regional de Fiscalías, por medio de
la cual se relacionan las peticiones de libertad
5. Oficio número 531
de julio 4 de 1.992, dirigido a la Dirección de Fiscalías , mediante el cual se
complementa la información del Oficio Nro. 523, en el que se relacionan 56 solicitudes
de libertad impetradas por los sindicados que están por cuenta de la Dirección
Regional.
6. Oficio número 550
de fecha julio 10 de 1.992 dirigido a la Dra. Ana Montes Calderón sobre las
peticiones de libertad impetradas en la Regional del 1° al 10 de julio de
1.992.
11.7) Acta de la diligencia de inspección
judicial practicada en la Dirección Regional de la Fiscalía de Cali.
En dichas Acta se
lee:
"PREGUNTADO
¿Sírvase manifestar si con anterioridad al primero de julio de 1992 previeron
la posibilidad de que se presentaran numerosas solicitudes de libertad en
virtud de la interpretación que algunos hicieron del artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal? CONTESTO: Si, por la cantidad de procesos y el
tiempo que había transcurrido en la tramitación de los mismos. PREGUNTADO:
¿Existía consenso al respecto entre los fiscales o anteriormente entre los
jueces de instrucción de orden público? CONTESTO: Si, el consenso era
unánime entre todos nosotros"
Se anexaron a la
diligencia los siguientes documentos:
1. Oficio número
5.250 de julio 22 de 1.992, sobre relación de peticiones de libertad.
2. Oficio número 240
del 3 de agosto de 1.992 dirigido de la Dirección Regional a la Dirección
Nacional de Fiscalías.
3. Oficio número
241, del 3 de agosto de 1.992, dirigido de la Dirección Regional al Tribunal
Nacional con su anexo.
4. Listado de
detenidos por delito, de agosto 11 de 1992, a saber:
LISTADO DE PRESOS POR DELITO
AL 11 DE AGOSTO DE 1992
D E L I T O
S ACUMULADO DE
PRESOS X DELITO
_______________________________________________________________
CONCIERTO PARA
DELINQUIR 14
CONSTEÑIMTO. PARA
INGR. A GRUPO TERROR.
4
CULTIVAR PLANTAS
MARIH. COCAINA O AMAPOLA
85
EXTORSION
122
FAB. Y TRAF. DE
ARMAS Y MUNICIONES FFAA. 325
HOMICIDIO CON FINES
TERRORISTAS.
30
HOMICIDIO EN PERSONA
CALIFICADA
21
LESIONES PERSONAlES
CON F. TERRORISTAS 1
OTROS
1
REBELION Y SEDICION
13
SECUESTRO
161
TENEN. FAB. TRAFICO
Y USO DE ARMAS 9
TERRORISMO
18
TRANSP. VENDER O
ELAB. PERSONAlES QUE PROD. DEP. 390
USAR BIEN PARA ELAB.
TRANS. O VENDER DROGA 2
UTILIZACION ILEGAL
DE UNIFORMES E INSIG. 47
________
TOTAL PRESOS POR DELITOS.......
1.243
LISTADO DE PRESOS POR DELITO
AL 11 DE AGOSTO DE 1992
D E L I T O
S ACUMULADO DE
PRESOS X DELITO
______________________________________________________________________
AMINIST. RECURSO
PARA TERRORISMO 1
ADQUISICION ILICITA
DE BIENES 109
AMENAZAS PERSONALES-
FAMILIARES 97
CONCIERTO DEL.
TERRO. SICARIATO 18
CONEXOS CON ORDEN
PUBLICO 15
CORRUPCION ALIMENTOS
Y MEDICINAS 2
CULT. PLANTAS MARIH.
COCAINA. OTROS 207
DEL. A MAGIST.
JUECES GOB. ETC. 2
DESTIN. BIENACTIV.
NARCOTRAFICO 53
EMPLEO DE SSUT.
OBJETOS PELIGROSOS 9
ENRIQUECIMIENTO
ILICITO
16
EXTORSION
729
FAB. ALMAC. TRAF.
ARMAS DE LAS FF.AA. 519
FAB. ALMAC. TRAF.
ARMAS DEF. PERSONAL 5
HOMICIDIO CON FINES
TERRORISTAS 164
INSTIGACIÓN INGRESO
GRUP. TERRORISTA.
3
INSTRUC. ENTRENAMTO.
GRUPO TERRORIS. 1
LESIONES CON FINES
TERRORISTAS 13
OTROS
28
POSESION ILEGAL DE
INSUMOS
4
REBELION Y SEDICION
33
SECUESTRO
361
TERRORISMO
209
TRANSP. VEND. ELAB.
ESTUPEFACIENTES 680
USO ILIC. EQUIP.
TRANSMIS. RECEPTORES 1
USO ILEGAL
UNIFORMES-INSIGNEAS 73
TOTAL PRESOS POR DELITOS.......
3.352
12)
Prueba extraproceso.
El 30 de agosto de 1991, los doctores Jorge Acevedo y Jaime
Silva
del Instituto SER de investigación remitieron al Sr.
Ministro de Justicia, Fernando Carrillo Flórez un estudio elaborado por el Sr.
Exministro de Justicia Jaime Giraldo Angel del proyecto de Código de
Procedimiento Penal, en el cual se hicieron importantes observaciones sobre la
concordancia que debía existir entre el proyecto y la Fiscalía General. De los
comentarios es necesario resaltar el que corresponde al hoy artículo 415 del
C.P.P. y su parágrafo:
"2) En el
parágrafo del artículo 412 [corresponde al 415 y esa era la numeración en el
proyecto] se dispone que en los delitos de competencia de los jueces regionales
la libertad provisional procederá "únicamente" en los casos previstos
en los numerales 2º y 3º del mismo, pero en seguida se dice que en los casos de
los numerales 4º y 5º el término para que proceda la libertad en estos delitos
se duplicará.
En realidad de estas
distintas causales sólo se debe conservar la del numeral 2º, agregando la de la
edad de 70 años, y sin perjuicio de los casos excepcionales de excarcelación
consagrados para quienes se sometan voluntariamente a la justicia, y para
quienes no fueron extraditados y se pusieron a disposición de los jueces de
orden público por razón del delito que motivó la petición respectiva. El
parágrafo debe redactarse así:
"PARAGRAFO: Sin
perjuicio de los casos de libertad provisional previstos en los decretos 2047
de 1.990 con sus adiciones y reformas, y 1660 de 1.991, en los delitos de
competencia de los jueces regionales sólo procederá la excarcelación por la
causal contemplada en el numeral 2º de este artículo, y cuando el procesado
fuere mayor de 70 años, siempre que antes no hubiere sido procesado por uno de
los delitos de competencia de estos jueces".
1.6. De la intervención ciudadana
Se hicieron
presentes en el negocio de la referencia, en ejercicio del derecho de
intervención ciudadana en los procesos de constitucionalidad, de que trata el
artículo 242 numeral 1° de la Carta, las siguientes personas:
1) Rafael Barrios Mendivil.
Norma Acusada:
Decreto 1155 de 1992 en su totalidad, hace la trascripción.
Normas violadas: artículo 1, 3, 4, 5, 6, 13, 28, 29, 30, 50, numeral 142, 152,
literales 201, 213, 214, numeral 2, 5, 6, 230, 252 y 256 numeral 6, de la
Constitución.
Concepto:
-El
Gobierno declaró el Estado de Conmoción Interior sin tener atributos legales
para ello ya que el artículo 152 literal e) y 214 numeral 2º del Código Penal,
establece que el Congreso de la República mediante ley estatutaria es el
encargado de regular los estados de excepción, el cual le otorgaría las
facultades y controlará judicialmente al Gobierno en el eventual estado de
excepción.
Sin dicha ley el
Gobierno no podrá hacer uso de esas facultades, como así le reconoció el
Ministro de Gobierno al presentar el proyecto de ley estatutaria al Congreso de
la República (cita a Humberto de Calle en una alocución ante el Congreso).
-La
grave perturbación del orden público, condición previa e indiscutible para
declarar el Estado de Conmoción Interior, "no existió más que en la ligera
imaginación del Fiscal General de la Nación... Ya que es inconcebible que el
reclamo de la ley perturbe el orden público".
-Las
causas que llevan al Gobierno a declarar la Conmoción Interior tienen que ser
objetivos y reales. Las solicitudes de libertad provisional y de Habeas Corpus
por vencimiento del término procesal y por prolongación ilegal de la detención
de acusados por supuestos delitos de orden público, no constituye causa
legítima para implantar el Estado de Conmoción Interior. Más aún, la simple
probabilidad de que reincida un sindicado de la comisión de graves delitos, al
obtener su libertad provisional, es una mera especulación, es una simple
hipótesis porque incluso existe la posibilidad de que suceda lo contrario.
-El
Decreto 1155 de 1992 viola la libertad personal, el Habeas Corpus, el debido
proceso, términos procesales y la igualdad ante la ley.
-El
Estado de Conmoción Interior fue dictado para modificar las funciones básicas
de acusación y juzgamiento previstos en el estatuto procesal penal y por tanto
viola flagrantemente los artículos 252 y 214 numeral 5º de la Constitución.
-Cita
a Enrique Parejo González, quien en una columna escrita en el periódico El
Espectador4
, dice:
"Ningún
ciudadano de bien desea que los presuntos autores de lo peores crímenes que se
han cometido en el país queden libres: si no quería que eso sucediera, ha
debido precaverse esa eventualidad, mediante el establecimiento de las
excepciones correspondientes en las normas procedimentales.
No lo hizo así el
Gobierno, luego a él hay que atribuirle la situación de peligro que afrontó la
sociedad, como consecuencia de su imprevisión y de su supina
negligencia..."
-La
decisión del Gobierno fue injurídica y antidemocrática. Cita a Juan Diego
Jaramillo5
.
"Mucha gente puede
pensar que la heroica actuación del gobierno para evitar la fuga judicial de
los presos fue una defensa del sentido de justicia de la sociedad.
En realidad fue todo
lo contrario una denegación de justicia en forma masiva y abrumadora que sirve
de testimonio contundente de la ineficacia del sistema judicial y de la
ineptitud de los gobiernos -especialmente el actual-..."
-Las
disposiciones transitorias de la Constitución Política facultaron al Presidente
de la República para expedir las normas que organicen la Fiscalía General y las
normas de procedimiento penal (artículo transitorio 5º) y el transitorio 8º
dispuso que el Gobierno Nacional convirtiera en legislación permanente los
decretos expedidos en ejercicio de las facultades de Estado de Sitio si la
Comisión Especial no los imprueba."
En
virtud de estas facultades fueron incorporadas total o parcialmente 45
disposiciones de la jurisdicción de orden público de los decretos que hicieron
tránsito a legislación permanente por medio del Decreto 2271 del 4 de Octubre
de 1991.
Esa
fue la voluntad del Gobierno, tanto así que el apoderado del Ministerio de
Justicia fijó la posición oficial del Gobierno ante la Corte Constitucional,
invitando a esa Corporación a declararse inhibida para decidir acerca de la
constitucionalidad del Decreto 2271 de 1991, al decir que "es evidente que
el nuevo Código incorpora la jurisdicción de orden público a la jurisdicción
ordinaria..."
La
ley no establece un procedimiento paralelo para juzgar a los sindicados de los
delitos tipificados en el estatuto para la defensa de la Democracia.
2) Asociación Nacional de Abogados Litigantes
ANDAL
Norma Acusada:
Decreto 1155 de 1991
Normas violadas:
Artículos 4, 5, 13, 29, 30, 40, 84, 189 numeral 11, 214.2, 228, 230 y 252
Constitución Nacional.
Concepto:
-El Decreto 1155 de
1991 se profirió sin existir grave perturbación del orden público, incluso si
se provocó ésta no es más que el desarrollo de la ineficacia e imprevisión del
propio Gobierno.
-La
jurisdicción de orden público quedó proscrita a partir de la vigencia de la
Constitución de 1991 ya que la Carta expresamente demarcó las jurisdicciones
especiales y entre ellas no está la de orden público.
-El
Decreto burla los términos procesales, desconoce el derecho de defensa y el
ejercicio de la profesión de abogado.
-La
actual situación se originó sin tener en cuenta la Constitución, ya que ésta
exige que para decretarse un estado de excepción debe existir una ley
estatutaria que la reglamente.
-La
ley estatutaria que ordena el Nº2 del artículo 214 Código Penal no ha sido
expedida por el legislador y sin ellas los estados de excepción no pueden
ponerse en práctica.
-El
Decreto 2700 de 1991 es un Código y por ende es Superior a los demás Decretos
como es el 1155 de 1992. Por lo mismo el artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal es el aplicable frente a aquellos simples decretos.
-El
Presidente no tiene funciones de administrar justicia; solamente tiene la
potestad reglamentaria.
-Solicita
el Procurador General, se declare impedido para conceptuar por cuanto su
posición fue fijada con anterioridad.
-Se
anexan fotocopia informal del Decreto 1155 de 1992.
3) Nelson Eduardo Vera Orozco y Hernán García
Contreras.
Norma Acusada:
Decreto 1155 y 1156 de 1992.
Normas
violadas: artículos 213, 29, 93, 94, 113 y 228 Constitución Nacional.
Concepto:
-El
Gobierno no podrá invocar confusión de normas para decretar el 1155, ya que eso
es bastante claro a la luz del artículo 3º de la Ley 153 de 1887; y el Decreto 2700
de 1991 (por ser norma posterior) derogó a partir del 1º de Julio de 1992 las
disposiciones procesales contrarias al Código de Procedimiento Penal. Por lo
tanto la jurisdicción de orden público se integraría a la ordinaria.
-Los
hechos sobre los cuales se basó el Presidente para decretar el 1155 nunca
podrán catalogarse como grave perturbación del orden público por que de ninguna
manera atentan de manera inminente contra la estabilidad institucional, la
seguridad del Estado o la convivencia ciudadana. El hecho de invocar que la
libertad puede constituir grave perturbación es un absurdo contrario a
derecho.
-El
Decreto viola el artículo 29 de la Constitución al afectar el debido proceso,
la favorabilidad de la ley y la presunción de inocencia porque se establece en
los considerandos del decreto que "...se hace inocua la operancia de la
jurisdicción orientada en los autores y cómplices de delitos de narcotráfico,
magnicidios, homicidios con fines terroristas..."
-Los
dos Decretos impugnados no sólo vulneran normas constitucionales legales sino
tratados internacionales aprobados por Colombia, como:
Ley
74 de 1968 -Artículo 9º (todo individuo tiene derecho a la libertad y
seguridades personales), artículo 14 (todas las personas son iguales ante los tribunales
y cortes de justicia).
Ley
16 de 1972 -Artículo 7º (derecho a la libertad personal), Artículo 8º
(garantías judiciales), Artículo 27 (prohibición de suspender las garantías
judiciales).
Los
principios fundamentales no pueden suspenderse por causa de la inercia del
Estado en su papel juzgador.
Cita
a López Michelsen, quien critica al Gobierno6
.
4) Asociación Nacional de Abogados Litigantes
ANDAL
Concepto:
"La
agremiación como conciencia jurídica del país" reclama para que se declare
la inexequibilidad del "yerro en que incurrió el Gobierno al expedir el
Decreto 1155 de Julio 10 de 1992, mediante el cual se abstiene el Gobierno en
OCULTAR en forma TARDIA E INAPROPIADA el llamado OPORTUNO que le hiciera ANDAL.
Ratifica
ANDAL en este escrito el memorial anterior reiterando la solicitud y
transcribiendo nuevamente su texto.
5) María Consuelo del Rio, Roberto Molina
Palacio y Rodrigo Uprimny
Norma Acusada:
Decreto 1155 y 1156 de 1992.
Normas violadas: 2, 3, 4, 5, 13, 29, 30, 93, 113, 150 ordinal 1, 213, 214, 228,
230, 252 de la Constitución Nacional.
Concepto:
-La
Interpretación Constitucional debe hacerse de tal manera que la norma
fundamental no pierda su "telos esencial" hasta el punto de
convertirse en un texto que solo sirve para justificar la arbitrariedad y
excesos de regímenes autocráticos. Aún más la interpretación de las facultades
del Ejecutivo durante un régimen de excepción debe ser restrictiva.
Como
dice el constitucionalista Argentino Linares Quintana:
"En la
interpretación constitucional debe prevalecer el contenido teleológico de la
constitución, cuya finalidad última es de dar protección y garantía a la
libertad y dignidad del hombre. Tratándose de un régimen de excepción que es
siempre limitante a los derechos fundamentales y la dignidad humana la
interpretación constitucional debe ser restrictiva no extensiva de las normas
constitucionales."
Por
lo anterior las facultades del Ejecutivo para declarar y desarrollar el Estado
de Conmoción Interior deben ser expresas y claras. Pero a pesar de ello el
Presidente interpretó de manera general la Constitución, además reformó leyes
atentando contra la independencia judicial porque la Constitución expresamente
dice que es a la rama judicial a quien le corresponde interpretar leyes.
-El
Gobierno tampoco puede establecer un sentido permanente de una norma ordinaria,
porque atentaría contra el carácter transitorio y excepcional del Estado de
conmoción interior; esto hizo el Gobierno violando la cláusula general de
competencia en materia legislativa radicada en el Congreso.
-La
aplicación que el Ejecutivo hace de normas de procedimiento penal en los
decretos de conmoción interior es equívoca, ya que el artículo 5º transitorio
del nuevo Código es explícito al establecer que la jurisdicción de orden
público se integra a la jurisdicción ordinaria a partir de la vigencia del
nuevo ordenamiento procesal penal. Tanto así que el mismo artículo 415 contiene
un parágrafo en el cual se dice que para el caso de los delitos de conocimiento
de los "jueces sin rostro" los términos previstos para que proceda la
libertad provisional, por demora en el cierre de investigación o en el
llamamiento a juicio se duplican. Así, el artículo 2º transitorio del Código de
Procedimiento Penal dice que la pérdida de competencia de los jueces de orden
público será transcurridos 10 años de vigencia del nuevo Código, lo cual se
refiere a la desaparición futura de la jurisdicción especial. El Código trae
una separación absoluta de las dos jurisdicciones diferentes a lo que el
Gobierno establece.
-El
Decreto viola el principio de la favorabilidad.
-El
Ejecutivo no puede suspender tratados internacionales de derechos humanos por
medio del Estado de Conmoción Interior, como éstos:
El
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (aprobado ley 75 de 1968),
artículo 9º: "toda persona detenida o presa... tendrá derecho a ser
juzgada dentro de un plazo razonable o ser puesta en libertad..."
Convención
Americana (aprobada ley 16 de 1972), Artículo 7º: "Toda persona detenida o
retenida tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser
puesta en libertad".
Respecto
de lo que se entiende por un plazo razonable el comité de derechos humanos de la
ONU, consideró en el caso Nº 46 de 1979 que la detención de un individuo por
más de un año pero luego ser liberado por falta de pruebas constituía una
violación del Pacto.
En
el caso 44 de 1978 estimó que la detención de un individuo por más de 6 meses
antes de que se iniciara el proceso, y por más de dos años antes de que se
dictase sentencia constituirían demoras excesivas.
El
régimen de Conmoción Interior faculta al Ejecutivo para expedir decretos
legislativos que puedan suspender leyes "que sean incompatibles" con
el régimen de excepción pero nunca suspender los tratados durante el Estado de
Sitio. Ya que por tener el carácter de supralegales no pueden ser derogados por
un legislador ordinario.
-El
decreto viola la presunción de inocencia, artículo 29 porque el Gobierno pasa a
utilizar la detención preventiva del proceso como una condena.
-La
condición de existencia del estado de Conmoción Interior está en la "grave
perturbación del orden público que atente de manera inminente contra la
estabilidad institucional del Estado, o la convivencia ciudadana y que no pueda
ser conjurada mediante el uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades
de policía". Condición que no es real ya que el problema que se presentó
tan solo fué una amenaza.
6) Corporación Colectiva de Abogados.
-Cartas de adhesión:
Sindicato de
Trabajadores de Telecom SITTELECOM, Presidencia y Secretaría de la CUT,
Asociación Colombiana de Asistencia Social ASCODAS, Asociación Colombiana de
Juristas Demócratas, Centro e Investigación y Educación Popular, Asociación de
Abogados Laboralistas al servicio de los trabajadores, Asociación de familiares
de detenidos y desaparecidos, Fundación PERSONAlES, Investigación y Desarrollo,
Organización Nacional Indígena de Colombia. Secretaría del Partido Comunista
Colombiano, Congresistas de la U.P. y P.C.C., Alianza Social Indígena, Comité
de solidaridad con los presos políticos y la Corporación de servicios
regionales comunitarios.
Normas Violadas:
Preámbulo y principio fundamentales, artículos 1, 2, 4, 5, 6, 12, 13, 15, 21,
22, 28, 29, 30, 40, 83, 85, 87, 91, 92, 93, 95, 113, 114, 115, 116, 121, 122,
123, 124, 150, 175, 178, 188, 189, 192, 198, 213, 214, 228, 230, 235, 246, 247
y 252.
Concepto:
-El
Presidente de la República resquebrajó el Estado de derecho al declarar sin
justificación la Conmoción Interior.
-Nunca
existieron los motivos para declarar la conmoción ni atributos legales para
ello. La Constitución fue violada ya que la ley estatutaria es la que faculta al
Presidente para declarar estado de excepción.
-El
Gobierno pudo evitar la situación presentada actuando diligentemente.
-El
reclamo de la ley no puede perturbar el orden público.
-Para
que el Estado de Conmoción esté acorde a la Constitución requiere 3 elementos,
y son:
Que
la perturbación del orden público sea grave.
Que
atente contra la estabilidad, seguridad o convivencia ciudadana.
Que
el atentado a la estabilidad sea actualmente no hipotético o eventual. El hecho
de pensar que el otorgamiento de la libertad provisional de las personas
procesadas por la jurisdicción de orden público acarreará (en el futuro)
inestabilidad en las instituciones y convivencia ciudadana, presupone un juicio
de culpabilidad contraria a la presunción de inocencia.
-Los
Estados de excepción proceden frente a hechos reconocidos por el Gobierno como
generadores de la alteración del orden público y no frente a situaciones
creadas por el Gobierno.
-Colombia
como estado de derecho, presupone la idea de la existencia de una división de
poderes en su estructura y funcionamiento, división que se alteró por la
intromisión abusiva en el ejercicio de las funciones de la rama jurisdiccional,
por parte del Gobierno.
7) Pedro Pablo Camargo.
Norma
acusada: Decreto 1155 de 1992.
Normas violadas: 4,
5, 13, 28, 29, 30, 150 numerales 1 y 2, 201, 213, 214, 256 numeral 6, 230, 252
Constitución Nacional.
Concepto:
-El
Decreto viola el artículo 252 de la Constitución Nacional. El Decreto impugnado
en uno de sus considerandos dispone la modificación de las funciones básicas de
acusación y juzgamiento previstas en el Código de Procedimiento Penal;
atentando abiertamente contra la ley suprema.
-Transgrede
el artículo 214 numeral 5º cuando se declaró un estado de excepción sin haber
ocurrido los casos de conmoción interior.
-
También viola el artículo 213, éste exige como requisito sine qua non que
exista una "grave perturbación del orden público...". Sin embargo, el
Presidente de la República invocó una eventual amenaza, pero no una grave
perturbación, al manifestar en su alocución que con los decretos dictados (el
1155 y 1156) se buscó evitar la eventual liberación de los presuntos asesinos
de Luis Carlos Galán y de Jorge Enrique Pulido.
El
artículo 213 de la Carta Política sólo acepta como causa para dictar ese estado
de excepción "la grave perturbación del orden público que atente de manera
inminente contra la estabilidad institucional..." Nunca la acepta como
posible la interpretación gubernamental que fué el conflicto jurídico de
interpretación de normas penales procesales.
-Tal
como señala la Corte Constitucional en su fallo del 15 de Mayo de 1992, las
causas que lleven al Gobierno a declarar el Estado de excepción tienen que ser
objetivas y reales y "el Presidente debe acertar, so pena de comprometer
su responsabilidad política y penal", caso en el cual el Presidente debe
responder.
-El
argumento central del Presidente de la República para declarar el Estado de
conmoción interior fué las consecuencias funestas acarreadas por la cantidad de
peticiones de libertad provisional y de Habeas Corpus contra detenciones
ilegales por vencimiento de términos procesales, no es válido, no es legítimo;
por el contrario dichos motivos son conductos amparados por la Constitución
como derechos fundamentales.
-El
artículo 230 de la Constitución Nacional nos permite concluir que no es
conducta ilegítima interponer los acciones y los recursos por violación de los
términos procesales penales, lo cual es perfectamente legal. Conducta que a la
luz del artículo 13 Constitucional es permitida a todos las personas detenidas
sin distinción en sus derechos, y sin discriminación a igual protección de la
ley.
-El
decreto también viola el artículo 4º de la Carta por el cual la Constitución es
norma de normas; el artículo 5º en cuanto el Estado reconoce "sin
discriminación alguna la primacía de los derechos inalienables de la
persona".
-El decreto viola el
artículo 250 de la Carta al manifestar que "la situación planteada no
puede ser conjurada mediante el uso de las atribuciones ordinarias de las
autoridades de policía" porque desconoce las atribuciones de la Fiscalía y
del Procurador General de la Nación (Artículo 278).
-El
Presidente "no tuvo escrúpulos al haber declarado el Estado de Conmoción
Interior por medio de su decreto 1155..." al hacerlo sin que el Congreso
hubiere expedido la correspondiente ley estatutaria.
8) Jaime Gaviria Bazzan.
Norma acusada:
Decreto 1155 de 1992.
Normas violadas: Artículo 213.
Concepto:
-La
existencia de una norma jurídica creada por el mismo Gobierno -C.P.P.-, y su
desarrollo como lo es que las personas soliciten su libertad, no es lógico que
provoque la declaratoria de Conmoción Interior dentro de la estructura jurídica
racional.
-El
Gobierno decretó el Estado de Conmoción Interior sobre la base de un hecho
futuro de que los procesados al obtener su libertad generaría una grave
perturbación del orden público.
9) Luis Fernando Taborda López.
Norma acusada:
Decretos 1155 y 1156 de 1992.
Normas violadas: 1,
2, 3, 4, 5, 6, 11a, 16, 23, 24, 28, 29, 30, 121, 214 numeral 2, 252 Carta
Constitucional.
Concepto:
-Solicita
la suspensión provisional de los derechos demandados por los graves perjuicios
que acarrean.
-El
Gobierno pretende desconocer y desorientar las instituciones políticas y
jurídicas que se enmarcan en el nuevo orden institucional al considerar como el
origen de la Conmoción Interior la misma ley.
-Tomando
como base los fines del Estado no le es dado al Gobierno salirse de estos
parámetros institucionales, y es absurdo pensar que el Gobierno señale como
justificativo del Decreto su propio error, más aun cuando modifica los
presupuestos jurídicos en los cuales las personas pueden ejercer sus derechos
institucionales consagrados en la Constitución Nacional.
-Durante
los estados de excepción el Gobierno no podrá suprimir, ni modificar los
organismos ni las funciones básicas del juzgamiento y acusación como son el
artículo 28 y 29 Constitucional; a pesar de ello el Gobierno suspende los
efectos jurídicos procesales de las libertades que se pueden conceder al amparo
de los artículos 415, 430 y 55 del Código de Procedimiento Penal.
-El
Gobierno dictó los decretos reseñados sin la existencia de una ley estatutaria
que regule estos estados excepcionales.
10)
Alvaro Ochoa Morales.
Norma acusada:
Decretos 1156 de 1992, artículo 3.
Normas
violadas: 30 de la Carta.
Concepto:
-
El derecho de Habeas Corpus no puede ser vulnerado aún en los estados de
excepción.
-
El Gobierno sobrepasó sus facultades y en consecuencia el Decreto 1155 de 1.992
debe ser declarado inexequible para que opere la cosa juzgada constitucional.
11) Alejandro Augusto Banol Betancur y Laura
Gertrudis Banol
Betancur.
Norma Acusada:
Decretos 115 y 1156 de 1992.
Normas violadas:
Artículo 29 y 213 de la Constitución.
Concepto:
-Los
Decretos demandados presentan vicios de forma y fondo ya que fueron suscritos
por 2 viceministros, totalmente contrario a la que dice la Constitución al
exigir la firma de "todos" los ministros, contenido bastante claro
que no requiere interpretación.
-Con
los Decretos se viola el debido proceso ya que toda persona tiene derecho a la
defensa, al debido proceso sin dilaciones injustificadas, etc.
-Se
está violando también la presunción de inocencia al catalogar de un solo tajo a
las personas sometidas a la justicia como autores y cómplices de delitos de
narcotráfico, magnicidios, homicidios con fines terroristas.
12) Reclusos de la Cárcel Distrital de Pereira
sindicados bajo la jurisdicción de orden público.
Norma
acusada: Decretos 1155 y 1156 de 1992.
Normas
violadas: 4, 5, 6.
Concepto:
-La
sustentación del Decreto está dada sobre supuestos políticos pero nunca explica
las circunstancias que perturben "la seguridad del Estado a la convivencia
ciudadana".
-Desconocen
las normas rectoras de la ley. "Y especialmente se discrimina con un
lenguaje barato y vulgar la primacia de los derechos inalienables de las
personas", de los sindicados, la unidad familiar y la personalidad de los
jueces colombianos.
-Se
viola el artículo 29 sobre el debido proceso, desconociendo la presunción de
inocencia y prejuzgando.
13) Felix Vega Pérez.
Norma
acusada: Decretos 1155 y 1156 de 1992.
Normas
violadas: 214, 29.
Concepto:
La
Constitución de 1991 contempló dos tipos de normas:
-Las
que tenían plena e inmediata vigencia.
-Las
que aplazaban su vigencia hasta la promulgación de la ley atinente. Entre este
grupo se encuentran los artículos que se refieren a los estados de excepción
que para crear situaciones jurídicos necesitan una ley complementaria.
-No
es válida la conmoción que sea creada por el mismo Gobierno.
14)
Darío González Vásquez,
Fernando Mesa Morales y Julio González Zapata
Norma
acusada: Decretos 1155 y 1156 de 1992.
Normas
violadas: 213.
Concepto:
-El
Gobierno Nacional llevó a cabo la función de interpretación de una norma
inexistente (el Decreto 2271 de 1991) ya que el Decreto en mención fué derogado
por el nuevo Código de Procedimiento Penal emanado de la Comisión Especial.
-El
nuevo Código de Procedimiento Penal integró a la jurisdicción ordinaria la
jurisdicción de orden público, señalando las competencias del Tribunal Nacional
(antes Tribunal Superior de Orden Público) y de los jueces regionales (antes de
orden público). Y por lo mismo deroga íntegramente el anterior decreto.
Por
lo anterior se concluye que la motivación del Gobierno para decretar el 1155 y
1156 es totalmente infundada, es inconstitucional. El Gobierno acudió a un
mecanismo ilegítimo para conjurar una supuesta crisis, afectando y violando el
principio de la favorabilidad.
Además de los
anteriores escritos, el Representante a la Cámara Darío Martínez Betancourt
remitió a la Presidencia de esta Corporación un informe sobre la
constitucionalidad del Decreto 1155 de 1.992 solicitando se declare inexequible
por motivos similares a los anteriormente expuestos.
2. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
2.1. Competencia
De conformidad con
los artículos 4o., 213, 215 y 241.7 de la Constitución Política, el control de
constitucionalidad del Decreto que declara el estado de conmoción interior
corresponde a la Corte Constitucional, tanto en sus aspectos de fondo como de
forma.
A este respecto la
Corporación reitera sus pronunciamientos sobre la materia contenidos en sus
fallos de mayo 7 y julio 9 de 1992.7
2.2. De la
Ausencia de Impedimento del Procurador
Esta Corte entra a
pronunciarse sobre un eventual impedimento del señor Procurador General de la
Nación, doctor Carlos Gustavo Arrieta Padilla, ante el surgimiento del tema
tanto por parte de ANDAL, que intervino en el proceso -para efectos de alegar
el impedimento-, como por parte del propio Procurador -para aducir su
improcedencia-.
Para esta
Corporación el Procurador General de la Nación no se encuentra impedido para
conceptuar en este proceso.
La Corte se basa
para arribar a tal conclusión en las siguientes palabras del Ministerio
Público, las cuales comparte y acoge:
"En ningún
momento el Procurador General se manifestó sobre la viabilidad de tornar
auténtica tal interpretación mediante la expedición de un decreto legislativo
de conmoción interior, previa utilización del instituto exceptivo del artículo
213 de la Constitución. Por eso, nada ha dicho sobre la constitucionalidad de
los decretos 1155 y 1156 de 10 de julio del presente año, y siendo ello así,
como en efecto lo es, no puede declarársele (sic) incurso en las causales a
que se refiere el artículo 25 del Decreto 2067 de 1991, pues no ha conceptuado
sobre la inconstitucionalidad de los decretos 1155 y 1156, ni ha intervenido en
su expedición, ni tiene interés personal en la decisión que adopte finalmente
la Corte."
Por otra parte el
Ministerio Público representa a la sociedad civil en su conjunto y en
consecuencia mal puede pensarse en un eventual sesgo o interés particular de
sus conceptos ante esta Corporación.
Así mismo hay que
tener presente que la Procuraduría General de la Nación cumple varias funciones
simultáneamente y por tanto los conceptos que emita en el marco de una de
ellas, las funciones del Ministerio Público no son excluyentes entre sí, no
puede comprometer a la institución en todas las demás, máxime si se tiene en
cuenta que la vista fiscal no es vinculante para la Corte Constitucional.
2.3. Del Examen
de los Requisitos de Forma
El Decreto 1155 de
1992 cumple con los requerimientos formales exigidos por el artículo 213 de la
Constitución, a saber:
a) En el texto del
Decreto se consignan las razones que dieron lugar a la declaratoria.
b) El Decreto lleva
la firma del Presidente de la República y de doce Ministros y dos Viceministros
encargados de funciones ministeriales.
c. El período para
el cual se declaró, -desde el 10 de julio de 1992 hasta las veinticuatro horas
del 16 de julio del mismo año, esto es, un total de siete (7) días-, se
encuentra dentro del término límite de noventa (90) días permitidos para el
efecto.
Observa la Corte que
una vez expedido el decreto de excepción con las anteriores formalidades surge
el requerimiento adicional, ya no para su expedición sino como consecuencia de
ella de convocar al Congreso de la República. Como quiera que no se encontraba
reunido al momento de la declaratoria de la conmoción interior, fue convocado a
reunión dentro de los tres días siguientes a la fecha del Decreto 1155.
2.4. De la
Discrecionalidad y Control de la Conmoción
Esta Corporación ya
ha afirmado lo siguiente en reiteradas ocasiones, a propósito de la revisión de
normas dictadas en períodos de excepción constitucional:
"La Corte
procede a estudiar el presupuesto objetivo de la declaración de [conmoción
interior], advirtiendo que dicho análisis se realiza a partir del marco de
referencia de la doctrina establecida en su sentencia del 7 de mayo de 1992, en
la cual tuvo oportunidad de profundizar aspectos igualmente relevantes en el
caso presente, referidos a la relación normalidad-anormalidad en la
Constitución Política y al margen de apreciación y discrecionalidad en los
estados de excepción..."8
En la sentencia
aludida en esta cita se afirmó, por su parte, lo siguiente:
"17. El
relativo detalle de la regulación constitucional de los estados de
excepción...se inspira en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente se
manifestó contra el abuso del estado de sitio.
"No está
ausente del repudiado abuso de las instituciones de excepción, aparte de las
violaciones a los derechos humanos que puedan cometerse bajo su amparo, la
virtual expropiación de la función legislativa por parte del Presidente
-modificando de hecho el diseño de la organización y división del poder público
establecida en la Constitución- cuando se recurra a la declaratoria de un
estado de excepción sin reunirse objetivamente las causales para su
procedencia.
"Por esta
razón, la Corte Constitucional interpreta el conjunto de normas que el Estatuto
Fundamental dedica a los estados de excepción, en el sentido de límite y freno
al abuso de la discrecionalidad...
"19. El
control no puede tornar anodino el instrumento de excepción pero este no puede
tampoco acarrear la negación del Estado social de derecho y la vigencia del
principio democrático que lo sustenta, menos todavía si se tiene presente que
su designio último y primero es su defensa. La razón de ser de los mecanismos
de control estriba en conciliar la necesaria eficacia de las instituciones de
excepción con la máxima preservación posible, en circunstancias
extraordinarias, de los principios esenciales del ordenamiento amenazado.9
2.5. De la
normalidad y Anormalidad en la Constitución
La democracia
constitucional prevé la posibilidad de "suspender" ciertas garantías
ciudadanas mediante la figura del estado de excepción en casos de extrema
gravedad. Sin embargo, los estados de excepción son justamente eso,
excepcionales, y sólo se conciben como mecanismo transitorio e inevitable. En
el Estado constitucional democrático existe, entonces, una separación
cualitativa y axiológica entre la normalidad y la anormalidad, que consiste
simple y llanamente en que lo primero es un beneficio y lo segundo un mal
necesario. El Estado de Excepción es un mal necesario para épocas calamitosas.
Recurrir al Estado
de Excepción con el propósito de solucionar problemas de crisis menores o de
crisis meramente gubernamentales, no significa otra cosa que un abuso del
derecho constitucional que pone en tela de juicio el Estado de derecho. La
noción de abuso del derecho hace alusión a ciertas situaciones en las cuales
las normas jurídicas son aplicadas de tal manera que se desvirtúa el objetivo
jurídico que persigue la norma, y esto es justamente lo que sucede cuando la
norma del estado de excepción es aplicada estratégicamente para solucionar
problemas sociales menores o problemas políticos.
Así lo sostiene el
Gobierno Nacional cuando en los memoriales enviados a este proceso afirmó:
"...pero, por
otra parte, con la Constitución de 1991 también se buscó impedir que los
estados de excepción fueran declarados para tratar problemas normales en una
sociedad caracterizada por el conflicto."10
Justificar semejante
práctica con el argumento jurídico formal de que se trata de una figura
prevista en la Constitución y que por lo tanto se trata de un instrumento de
Gobierno tal como los otros, es desconocer el verdadero sentido histórico de
dicha institución, es dejar de lado la voluntad del constituyente colombiano y,
sobre todo, significa mediatizar el principio democrático en beneficio del
principio institucional.
Ahora bien, en
Colombia la utilización permanente del Estado de excepción durante la vigencia
de la Constitución de 1886, desvirtuó el carácter excepcional de esta figura e
hizo de ella un instrumento estratégico de defensa del poder institucional por
encima de los derechos individuales, que se acercó a los propósitos derivados
de la ética utilitarista del estado absolutista.
Al borrar los
límites semánticos que separan lo normal de lo anormal, se desvanecen las
fronteras jurídicas que separan la regla de la excepción a la regla. La opción
entre lo uno y lo otro queda en manos de la voluntad política y, entonces, la
norma constitucional que define la excepción se convierte en una norma
política que define la regla. La excepción a la regla se convierte en un
mecanismo de acción gubernamental.
Lo que si resulta
intolerable para el constitucionalismo es que la normalidad y la anormalidad
sean despojadas de su sentido original y se utilicen estratégicamente con el
fin de obtener los beneficios políticos e institucionales que cada una de estas
dos situaciones pueda tener en un momento específico. Es decir que no sea la
realidad, crítica e inmanejable, la que determine el criterio de la anormalidad
constitucional, sino el beneficio político institucional.
Para la Corte
Constitucional el Decreto 1155 de 1992 es exequible por dos motivos: primero,
porque se reunieron los presupuestos formales que se requieren para su
declaratoria; segundo, porque las facultades de la declaratoria de la conmoción
interior eran idóneas para conjurar la crisis, cuyas circunstancias objetivas
se exponen a continuación:
2.6 Presupuestos
Objetivos
Se analizarán aquí
los requerimientos para la declaratoria de la conmoción interior.
El artículo 213 de
la Constitución Política, al definir la conmoción interior dispone en su inciso
primero:
"En caso de
grave perturbación del orden público que atente de manera inminente contra la
estabilidad institucional, la seguridad del Estado, o la convivencia ciudadana,
y que no pueda ser conjurada mediante el uso de las atribuciones ordinarias de
las autoridades de policía, el Presidente de la República, con la firma de
todos los Ministros, podrá declarar el estado de conmoción interior..."
Se observa que se
trata de exigencias materiales cuya existencia se deja a la discrecionalidad
razonable del Presidente de la República, verificables por la Corte
Constitucional -para efectos del control material- y por el Congreso de la
República -para el control político-.
La Corte observa que
el hecho de que aún no se haya expedido la ley estatutaria para regular las
facultades del Gobierno durante los estados de excepción, de que trata el
artículo 152 literal e) de la Carta, no impide la declaratoria de la conmoción
interior, pues ella no es un presupuesto para la declaratoria sino un
instrumento para el control de su ejercicio.
Ahora, la falta de
dicha ley estatutaria no comporta tampoco una ausencia de control de las
competencias exceptivas del Ejecutivo. Tal carencia se suple, ciertamente, con
una doble normatividad:
De un lado, la
propia Carta fija límites al ejercicio de las facultades de excepción, así:
a) El artículo 213
establece en su inciso segundo un primer límite teleológico:
"Mediante tal
declaración, el Gobierno tendrá las facultades estrictamente necesarias para
conjurar las causas de la perturbación e impedir la extensión de sus
efectos" (Subrayas no originales).
b) Un segundo
límite es el alcance legislativo parcial de los decretos legislativos: sólo
"pueden suspender" las leyes (vid infra), incompatibles con el estado
de conmoción y dejarán de regir tan pronto como se declare restablecido el
orden público. El Gobierno podrá prorrogar su vigencia hasta por noventa
días".
c) No podrán
suspenderse los derechos humanos ni las libertades fundamentales.
d) No se
interrumpirá el normal funcionamiento de las normas del poder público, ni de
los órganos del Estado (art. 214 C.N.).
e) En ningún caso
los civiles podrán ser investigados o juzgados por la justicia penal militar.
Como anota el
Procurador General de la Nación "a título de consideración marginal, tal
hermenéutica no puede ser aval para que el Congreso de la República no expida
la ley estatutaria mencionada".
Ahora bien, para
analizar la conmoción interior es necesario previamente inscribir dicho tema en
la órbita del Estado social de derecho. Colombia, ciertamente, ha sido
definida como un Estado social de derecho -artículo 1o. CP-. De una tal
definición, que es ontológica y no retórica, se desprende que el Estado es
democrático, humanista y personalista. El poder público se encuentra al
servicio del hombre y no al revés. La persona es el fin último del Estado,
visto en la tensión individuo-sociedad. Así lo ha establecido esta Corporación[1].
Y no sólo la persona, en tanto que sujeto vivo, sino la persona con dignidad,
que es un atributo adicional a la mera existencia. El objeto del Estado no es
pues, únicamente, la vida de las personas sino también una cierta calidad de
vida de las personas.
Una de las
características propias de una vida digna es el derecho a gozar de ciertas
garantías de la persona respecto del poderío institucional, así como de los
derechos constitucionales fundamentales, "los cuales son PERSONALES para
defender al hombre solo". El Estado civilizado tiene, por el
consentimiento del pueblo, el monopolio del poder, el cual se espera se dedique
al cumplimiento de los altos fines del Estado -artículo 2o. CP-. El gobernado,
como contrapartida, posee un conjunto de garantías que lo protegen de tal
poder, como por ejemplo la legalidad y la tipicidad del delito y de la pena
-artículo 29 CP-, así como la responsabilidad -artículos 6o. y 90-, que se
establecen en virtud del interés general -artículo 1o. CP-. En consecuencia
es a la luz del Estado social de derecho que es preciso leer los estados de
excepción constitucional, el cual tiene por fines esenciales, entre otros,
según el artículo 2o. de la Carta, la efectividad de los principios, derechos y
deberes; el servicio a la comunidad en aras del interés genera; la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo.
Bajo estos
parámetros, entonces, confrontará la Corte Constitucional la reunión de los
presupuestos objetivos de la conmoción interior, de que trata el artículo 213
de la Carta.
La no Suspensión
de los Derechos Humanos en los Estados de Excepción
El numeral segundo
del artículo 214 de la Constitución Política afirma:
"Los estados de
excepción a que se refieren los artículos anteriores se someterán a las
siguientes disposiciones:
"....2. No
podrán suspenderse los derechos humanos ni las libertades
fundamentales..."
Sin perjuicio de que
el Decreto 1155 hace alusión en sus considerandos a las garantías procesales
de los sindicados de los delitos de narcotráfico, terrorismo y magnicidio y sus
nexos con las garantías procesales, la norma sólo declara la conmoción
interior, sin entrar en su parte resolutiva a regular situaciones que
involucren los derechos humanos.
La norma es clara en
expresar la imposibilidad de "suspender" los derechos
constitucionales fundamentales en los casos de conmoción interior, como ya tuvo
ocasión de expresarlo la Corte en Sentencia No. 459 del 15 de Julio de
1992, de la Sala Tercera de Revisión.
Ello es lógico
porque en los estados de crisis el Ejecutivo debe gozar de poderes
extraordinarios para conjurar tal situación, pero su ejercicio no debe
desconocer el contenido esencial de los derechos, sino tan sólo regular su
ejercicio, probablemente mediante la imposición de mayores limitaciones a los derechos.
Pero una cosa es canalizar una actividad y otra muy distinta es erradicarla de
plano a través de la "suspensión" de la misma. Así lo ha afirmado ya
esta Corporación. Como anota Haberle, "el contenido esencial es el ámbito
necesario e irreductible de conducta que el derecho protege, con independencia
de las modalidades que asuma el derecho o de las formas en que se manifieste.
Es el núcleo básico del derecho fundamental, no susceptible de interpretación o
de opinión sometida a la dinámica de coyunturas o ideas políticas".
El artículo 214.2 de
la Carta debe ser leído a la luz del artículo 93 de la Constitución, que
consagra un doble carácter -vinculante e interpretativo- de los pactos
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia.
En este sentido el
derecho internacional vigente en Colombia ha previsto mecanismos de protección
de los derechos y libertades fundamentales de las personas para tiempos de
excepción constitucional, y que resultan armónicos con los artículos 213 y 214.2
de la Carta, así:
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos "Pacto de San José de Costa Rica",
ratificada por la Ley 74 de diciembre 26 de 1968, expresa en su artículo 27 lo
siguiente:
"Suspensión
de Garantías. 1. En caso
de guerra, de peligro público o de otra emergencia que amenace la independencia
o seguridad del Estado Parte, éste podrá adoptar disposiciones que, en la
medida y por el tiempo estrictamente limitados a las exigencias de la
situación, suspendan las obligaciones contraídas en virtud de esta Convención,
siempre que tales disposiciones no sean incompatibles con las demás
obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen
discriminación alguna fundada en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión
u origen social.
"2. La
disposición precedente no autoriza la suspensión de los derechos determinados
en los siguientes artículos: 3 (Derecho al Reconocimiento de la Personalidad
Jurídica); 4 (Derecho a la Vida); 5 (Derecho a la Integridad Personal); 6
(Prohibición de la Esclavitud y Servidumbre); 9 (Principio de Legalidad y de
Retroactividad); 12 (Libertad de Conciencia y de Religión); 17 (Protección a
la Familia); 18 (Derecho al Nombre); 19 (Derecho del Niño); 20 (Derecho a la
Nacionalidad), y 23 (Derechos Políticos), ni de las garantías judiciales
indispensables para la protección de tales derechos (negrillas fuera de texto).
Luego la comunidad
internacional ha establecido en este artículo que estos derechos constituyen el
núcleo esencial mínimo del hombre, que ni siquiera en los estados de excepción
pueden ser desconocidos, de tal manera que es razonable limitar las libertades
y los derechos, pero existe un espacio que el Estado debe respetar porque
afecta la dignidad del hombre.
En las situaciones
de crisis, el Estado es revestido entonces de poderes excepcionales, pero en
ningún caso dichos poderes podrían desconocer esa zona mínima e intocable de
los derechos humanos.
La parte motiva del
decreto que se revisa, trae una concepción global del orden público para
considerarlo, no sólo como la manifestación de algunos hechos (bombas,
secuestros, asesinatos), sino también abordando las causas de los mismos y la
propia dinámica que los produce. Cada vez más, en los tiempos que corren, esa
visión del orden público en cuanto un sistema estructural, se impone para el
más adecuado diseño de su conservación. En efecto, como allí se señala, en la
última década la sociedad colombiana ha venido padeciendo una grave realidad
delictiva, que a pesar de su carácter ininterrumpido, de manera intermitente ha
producido alteraciones graves del orden público frente a las cuales han sido
insuficientes no sólo las "acciones ordinarias de policía", sino
también la propia organización judicial, en el cumplimiento de sus fines
generales de persecución del delito y la consecuente defensa social.
En respuesta a lo
anterior, se organiza la denominada jurisdicción de orden público, mediante
decretos escalonados y sucesivos, que en un principio, de manera parcial y
luego de manera más definitiva, buscaban controlar los delitos de terrorismo y
narcotráfico, magnicidio y secuestro; cuyas últimas expresiones legislativas
fueron los decretos legislativos del antiguo Estado de Sitio, números 2790,
099, 390 y 1676 de 1991. Estos decretos por virtud del mecanismo previsto en el
artículo 8o. transitorio de la Constitución Política de 1991, fueron
convertidos en legislación permanente por el Gobierno Nacional al no ser
improbados por la Comisión Especial Legislativa, mediante el Decreto 2271 de
1991. El tratamiento que da este artículo transitorio a la legislación
excepcional comentada, muestra de manera clara la decisión del propio
constituyente de amparar la vigencia de la misma; amparo de constitucionalidad
por noventa (90) días hasta cuando el Gobierno Nacional decidiera, si aún así
lo consideraba necesario para mantener el orden público, convertirla en
legislación permanente, con la sola condición de que no fueren improbados por
la Comisión Especial. Además del aval constitucional otorgado, de mantener su
vigencia durante el término indicado, el propio Constituyente, en el artículo
1o. transitorio ibídem, le confirió el carácter de legislación con "fuerza
de ley", cuyo control de constitucionalidad correspondería a esta
Corporación. Por la misma época, la mencionada Comisión Legislativa expidió el
Código de Procedimiento Penal.
La gravedad de los
delitos de que conocen los hoy denominados jueces regionales y el Tribunal
Nacional, tiene características recogidas con mayor o menor éxito, en
procedimientos especiales y de identificación de los jueces, si se les compara
con las propias de otras categorías delictivas. Distinción que obedece a la
alta capacidad criminal de aquellos delincuentes que, además de sus conductas
antisociales mismas, han atentado de manera reiterada contra la vida de los
agentes del orden, funcionarios y particulares de distintos niveles, y de
Jueces y Magistrados de la República; han usado las cárceles como centros de
operación, se han fugado de las mismas, han destruído bienes públicos y
sembrado el pánico, alterando la convivencia pacífica de los asociados (art.
2o. C.N.), demostrando con ello un poder de desestabilización mediante
poderosas organizaciones apoyadas en la fuerza de la intimidación y del dinero.
Diversas
interpretaciones que buscaban aplicar normas del nuevo Código de Procedimiento
Penal a los delitos de que conocen los jueces regionales y el Tribunal
Nacional, pusieron en evidencia las dificultades que había para asimilar la
nueva legislación por parte de abogados y jueces (como lo demuestran
estadísticas que obran en este expediente, presentadas por el señor Fiscal
General de la Nación), en el marco también de un nuevo orden constitucional;
interpretaciones que por su gran número llevaron al Gobierno, desde la
perspectiva propia de responsable del orden público (art. 189-4 C.N.), a
considerar que una liberación masiva de detenidos a ordenes de la jurisdicción
de los jueces regionales y del Tribunal Nacional, podría producirse, agravando
aún más factores de perturbación de la paz ciudadana y de la convivencia
pacífica (arts. 2o. y 22 C.N.). Las consideraciones del Gobierno al expedir
el Decreto que declaró la conmoción interior, vinieron a ser convalidadas por
hechos posteriores, vinculados con la misma etiología criminal propia de los
delitos a que se refiere la legislación penal especial.
La República de
Colombia viene ensayando distintas reformas a su aparato judicial, con el fin
de hacerlo más eficiente, o dicho de otra manera, de lograr el viejo anhelo de
una pronta y cumplida justicia. Una realidad compleja, que no es del caso
analizar aquí, ha traído como resultado una congestión no sólo de los Despachos
Judiciales, que aplican la legislación Penal Ordinaria, sino también, los que
aplican la legislación penal especial, es decir, los jueces regionales y el
Tribunal Nacional, con grave deterioro de la situación de los sindicados en los
derechos procesales que los pueblos más civilizados han elaborado en beneficio
de la humanidad para ese tipo de sujetos procesales. La nueva Constitución
Política con una consagración extensa de los mismos aviva el sentimiento de
inadecuado juzgamiento de buen número de sindicados, sobre todo en lo que hace
relación a la celeridad en los procesos; igualmente, y es lo más grave,
incentiva el agenciamiento profesional inescrupuloso, que busca ante las
dificultades de la justicia originadas en recursos y maniobras de la
delincuencia, aprovecharse de ellas, a fin de obtener la impunidad de personas,
cuya capacidad de daño social, no es motivo de discusión. Los derechos
fundamentales no pueden ser convertidos, por cuanto sería una conclusión
interpretativa al absurdo, en medios para obtener la impunidad.
Las formulaciones
constitucionales presentan anhelos que debe realizar la Sociedad colombiana en
muchos puntos, que aun requieren grandes esfuerzos de todas las personas y del
Estado para convertirlos en una realidad cotidiana, un aparato judicial fuerte
y eficiente, con los recursos necesarios para someter a la delincuencia al
imperio de la ley, y evitar que los inocentes sean injustamente conducidos
procesalmente. Este es uno de los anhelos de mejoramiento en la actual Carta
Política, que se ve traicionado en buena parte, por una delincuencia dispuesta
no sólo a subvertir el orden público, sino de manera específica a impedir la
recta aplicación de la ley. La intimidación y el asesinato de jueces de
distinta categoría, el uso del gran capital como recurso corruptor, y el
terrorismo en sus formas más extremas, a más del gran volumen y complejidad de
las conductas delictivas, están en el origen de las dificultades de un aparato
judicial para impartir una justicia en la cual todos estamos comprometidos.
Esfuerzos en distintos sentidos se han hecho a fin de dar solución a estos
problemas, y en especial a la criminalidad específica a la que nos venimos
refiriendo, con lo que ha dado en llamarse la política de sometimiento a la
justicia, que contiene la legislación penal especial que les es aplicable. La
decisión adoptada por la Sala Plena de la Corporación, de elaborar ponencia
conjunta, busca justamente guardar la identidad de los Magistrados Ponentes, lo
que es otra medida tendiente a lograr independencia y seguridad de la justicia
frente a la delincuencia organizada.
Visto lo anterior,
las referencias desestabilizadoras del orden público consideradas en la parte
motiva del decreto, no dejan duda sobre su existencia ni sobre la racional
apreciación hecha sobre las mismas por el Gobierno para declarar el Estado de
Conmoción Interior, resultando el Decreto 1155 de 1992, conforme con las
exigencias objetivas o materiales requeridas por la Constitución Política para
su expedición, ya que se estaba ante una grave perturbación del orden público,
atentatoria de manera inminente contra la estabilidad institucional, la
seguridad del Estado y la convivencia ciudadana, y que no podía ser conjurada
mediante el uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades de policía.
Puntualiza la
Corporación que lo anterior no puede entenderse en el sentido de que las
facultades excepcionales impliquen una competencia suficiente a disposición del
Gobierno para atentar contra el debido proceso consagrado en el artículo 29 de
la Carta Política, ni contra los demás derechos fundamentales, toda vez que el
artículo 214 numeral 2o. ibídem, los señala como límites del Gobierno en el
uso de aquellas facultades.
Con fundamento en lo
expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, administrando justicia en nombre
del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Declarar CONSTITUCIONAL
el Decreto 1155 de 1992, por el cual se declaró el Estado de Conmoción
Interior.
Cópiese, publíquese,
comuníquese al señor Presidente de la República y al señor Presidente del
Congreso de la República, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de
voto a la Sentencia No. C-556
ESTADOS DE
EXCEPCION-Declaratoria
(Salvamento de voto)
En el caso
presente, el gobierno no declara el Estado de excepción por la existencia de
una perturbación que pudiera afectar la labor judicial, sino que declara la
conmoción por la perturbación que supuestamente se deriva del ejercicio de la
labor judicial. No es una perturbación que afecta el derecho, es, según el
gobierno, un derecho que causa perturbación. Si el derecho establece un cierto
orden social y si el estado de excepción fue previsto para restablecer el orden
social que se propone el derecho, pues simplemente es imposible que la
perturbación, el desorden social, sea el producto del instrumento ordenador. Lo
que ha sucedido en Colombia con las declaratorias de los estados de excepción,
es que la ineficacia inevitable y necesaria del derecho es presentada como
argumento para obtener los beneficios de las prerrogativas excepcionales.
ORDEN PUBLICO-Perturbación (Salvamento de voto)
La perturbación
del orden público a la que se refiere el artículo 213 de la Constitución
Política, no puede ser entendida por fuera del concepto de orden previsto por
el Estado social de derecho. Debe tratarse de una perturbación no prevista como
legítima por el derecho mismo. El gobierno, olvida que las reglas de juego de
la democracia constitucional y en especial el ejercicio de la libertad, implica
riesgos que pueden afectar de manera coyuntural algunos intereses estatales. El
ejecutivo confunde ahora la perturbación social con la perturbación
institucional. Como en el más burdo de los regímenes de concentración de
poderes, el ejecutivo condiciona la actuación de los jueces a su propia
conveniencia. La legalidad de la interpretación la supeditada a su incidencia
favorable en los propósitos trazados por la política gubernamental.
ESTADOS DE
EXCEPCION/ABUSO DEL DERECHO
(Salvamento de voto)
Recurrir al
estado de excepción con el propósito de solucionar problemas de crisis menores
o de crisis meramente gubernamentales, no significa otra cosa que un abuso del
derecho constitucional que pone en tela de juicio el Estado de derecho. La
noción de abuso del derecho hace alusión a ciertas situaciones en las cuales
las normas jurídicas son aplicadas de tal manera que se desvirtúa el objetivo
jurídico que persigue la norma y esto es justamente lo que sucede cuando la
norma del estado de excepción es aplicada estratégicamente para solucionar
problemas sociales menores o problemas políticos. Resulta intolerable para el
constitucionalismo es que la normalidad y la anormalidad sean despojadas de su
sentido original y se utilicen estratégicamente con el fin de obtener los
beneficios políticos e institucionales que cada una de estas dos situaciones
pueda tener en un momento específico. Es decir que no sea la realidad, crítica
e inmanejable, la que determine el criterio de la anormalidad constitucional,
sino el beneficio político institucional.
ORDEN PUBLICO-Perturbación (Salvamento de voto)
No son claros los
hechos constitutivos de la grave perturbación de orden público. No pueden ser
ni los magnicidios ni el terrorismo, pues según las mismas consideraciones del
Gobierno, la jurisdicción de orden público ha sido "eficaz" en el conocimiento
de esos delitos. Tampoco puede ser la vigencia del nuevo Código de
Procedimiento Penal, ni la interpretación que los jueces le estén dando a la
misma, pues es evidente que ni la entrada en vigor de una nueva ley, ni su
interpretación judicial, pueden determinar una grave perturbación del orden
público. Aún admitiendo que puede haber una verdadera perturbación, el
Gobierno, en sus consideraciones, no explica de qué manera esa perturbación
afecta la estabilidad institucional, la seguridad del Estado o la convivencia
ciudadana. Simplemente lo afirma sin elaborar la relación causa-efecto exigido
por la Constitución.
De los Magistrados:
CIRO ANGARITA BARON y ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
REF: Radicación
R.E.-006
Revisión
Constitucional
Decreto 1155 de
julio 10 de 1992 "Por el cual se declara el Estado de Conmoción
Interior".
Santa Fe de Bogotá,
D.C., octubre 15 de mil novecientos noventa y dos (1992).
Los Magistrados Ciro
Angarita Barón y Alejandro Martínez Caballero hacemos salvamento de voto en el
proceso de la referencia, con fundamento en los siguientes argumentos:
En su momento
defendimos con toda nuestra convicción el proyecto de sentencia presentado
inicialmente por el Magistrado Alejandro Martínez Caballero en el cual se proponía
la inconstitucionalidad del decreto 1155. Pero nuestras razones, fundadas en el
respeto de los derechos humanos y del estado de derecho resultaron vencidas por
argumentos en favor de la seguridad institucional y del orden. No es la primera
vez que la palabra derecho resulta vencida por la palabra orden1.
Como consecuencia
del fracaso del proyecto inicial se nombró un nuevo redactor para recoger los
argumentos de la parte mayoritaria y de allí proviene la sentencia de la Corte
que ha llegado a nuestras manos con el objeto de que podamos manifestar nuestro
disentimiento.
Al conocer el texto
de la sentencia, las razones de nuestro desacuerdo se vieron fortalecidas no
sólo por el hecho de encontrar una argumentación empobrecida e insulsa, en
relación con lo dicho al momento del examen en Sala Plena, sino también por
haber sido sorprendidos por errores inexcusables en la estructura y forma del
texto finalmente aprobado. A continuación se explica nuestra posición a partir
de estos dos tipos de razones.
I. En cuanto a la
forma
La sentencia
desconoce la regla que condena la utilización, en un escrito, de textos ajenos
como propios. Es así como la mayor parte de sus consideraciones proviene de la
ponencia inicial, en la cual el texto original se utilizaba justamente para
afirmar lo que la sentencia quiere negar. Además no se pusieron comillas ni se
citó al autor.
El nuevo ponente no
se preocupó por organizar un esquema argumentativo, un hilo conductor de ideas
para responder a las razones expuestas, no sólo por los magistrados que
salvamos el voto, sino también, y sobre todo, por los ciudadanos preocupados
ante la utilización que el gobierno ha hecho de los estados de excepción. Ni el
más leve asomo de esta preocupación aparece en el texto de la sentencia. La
falta de razones habría tenido una manifestación más digna en el silencio; con
la apropiación de argumentos ajenos la sentencia presenta unas consideraciones
insustanciales.
Lo dicho hasta el
momento explica el hecho de que entre la ponencia inicial y la sentencia final
se encuentren párrafos idénticos. Un lector cuidadoso encontrará la diferencia
entre ellos: mientras en la sentencia éstos aparecen como palabras muertas,
como razones irrelevantes, en el salvamento retoman el sentido y alcance para
el cual fueron concebidos; regresan así al ámbito discursivo del cual fueron
indebidamente extraídos.
II. Razones de
fondo
1. Conmoción por
interpretación
El Gobierno declaró
la conmoción interior como resultado de una supuesta perturbación del orden
público producida por una interpretación judicial. Al hacerlo, partió de un
supuesto inexistente para declarar la conmoción, esto es de una grave
perturbación del orden público por causa de una interpretación judicial. El
cumplimiento de una función legítima del Estado, en este caso el ejercicio de
la función judicial, no puede ser la causa de la perturbación. El gobierno
incurre en un grave error lógico al suponer una perturbación que no existe, que
no puede existir, puesto que el derecho no puede suponer una perturbación por
el hecho de su misma realización. El cumplimiento de la Constitución y de la
ley no puede perturbar el orden que ella misma se encuentra llamada a
establecer.
Así por ejemplo, una
cosa es decretar el estado de excepción por amenaza de grave perturbación del
orden público en época de elecciones y otra cosa bien diferente es decretar el
estado de excepción para suspender las elecciones arguyendo la perturbación que
se pueda derivar de su realización. En el caso presente, el gobierno no declara
el Estado de excepción por la existencia de una perturbación que pudiera
afectar la labor judicial, sino que declara la conmoción por la perturbación
que supuestamente se deriva del ejercicio de la labor judicial. No es una
perturbación que afecta el derecho, es, según el gobierno, un derecho que causa
perturbación. Y peor aún: es el gobierno el que define cuando el derecho
perturba y cuando no. De un plumazo se borra la separación de los poderes.
El gobierno en lugar
de invocar el régimen constitucional normal para hacer uso del estado de
excepción, invoca el estado de excepción para hacer uso del régimen
constitucional normal. En lugar de utilizar la regla para acceder a la
excepción, se utiliza la excepción para manipular la regla.
Si el derecho
establece un cierto orden social y si el estado de excepción fue previsto para
restablecer el orden social que se propone el derecho, pues simplemente es
imposible que la perturbación, el desorden social, sea el producto del
instrumento ordenador. Aún en el evento de que sociológicamente esto pudiera
suceder, jurídicamente sería inaceptable: otorgarle la posibilidad al gobierno
de definir cuando el derecho funciona bien y cuando funciona mal, cuando los
jueces interpretan bien y cuando lo hacen mal, es simple y llanamente suprimir
la supremacía de la constitución e instaurar un régimen de concentración del
poder en manos del ejecutivo.
2. Perturbación
del orden público
La perturbación del
orden público a la que se refiere el artículo 213 de la Constitución Política,
no puede ser entendida por fuera del concepto de orden previsto por el Estado
social de derecho. Debe tratarse de una perturbación no prevista como legítima
por el derecho mismo. El gobierno, olvida que las reglas de juego de la
democracia constitucional y en especial el ejercicio de la libertad, implica riesgos
que pueden afectar de manera coyuntural algunos intereses estatales. Aquí está
una de las grandes diferencias con el sistema de concentración de poderes, en
el cual uno sólo de los órganos puede rechazar lo que no conviene a sus
propósitos. En el Estado constitucional, en cambio, los órganos actúan a través
de competencias previamente definidas. En el caso de la función judicial, su
autonomía e independencia son la garantía de que ella logre los propósitos para
los cuales fue creada. Un poder judicial que no tiene la última palabra sobre
la interpretación de las normas, es tan inocuo como un poder ejecutivo que no
pueda administrar sin autorización previa.
De manera similar a
la confusión creada durante la anterior declaratoria de estado de emergencia, entre
crisis social y crisis gubernamental, el ejecutivo confunde ahora la
perturbación social con la perturbación institucional. Como en el más burdo de
los regímenes de concentración de poderes, el ejecutivo condiciona la actuación
de los jueces a su propia conveniencia. La legalidad de la interpretación la
supeditada a su incidencia favorable en los propósitos trazados por la política
gubernamental.
3. El control
El fortalecimiento
de la rama jurisdiccional y de la función de control judicial fue un propósito
esencial de la Asamblea Nacional Constituyente, que se manifiesta no solo en la
creación de nuevos organismos de control y de nuevos instrumentos de protección
jurisdiccional de derechos, sino también en la consagración de una nueva
concepción del juez en el estado social de derecho y del papel que juega en una
estructura política de equilibrio y control de poderes, anteriormente
desajustada por el crecimiento excesivo del poder ejecutivo.
La decisión
mayoritaria de la Corte no solo desconoce en términos generales la nueva
perspectiva constitucional sino que, además, degrada la función jurídica de los
jueces ordinarios que interpretan la ley penal y, de esta manera, deshonra su
propia función de control frente al poder ejecutivo. Todo ello en detrimento
del poder judicial; por un lado el gobierno decreta la perturbación del orden
público por considerar que una interpretación judicial es peligrosa, del otro
lado la Corte Constitucional subestima la función de los jueces penales en
beneficio del supuesto orden. A la actitud del ejecutivo se suma la de la
Corte.
3. Constitución y
Seguridad
El derecho no puede
evitar el desorden; más aún, parte de la razón de ser del derecho se encuentra
en la existencia de un cierto desorden social. En el caso concreto del derecho
penal, un cierto grado de incumplimiento de la ley penal no solo es inevitable
sino que además justifica su misma existencia. El derecho se mueve en un
intermedio entre la eficacia total y la ineficacia total, sin que pueda convivir
con ninguno de estos dos extremos.
La ineficacia es un
fenómeno previsto por el derecho. En el caso de los estados de excepción,
cierta ineficacia jurídica -que no es otra cosa que la existencia de una
perturbación social que no puede ser controlada por el derecho ordinario-
justifica la creación de procedimientos excepcionales de control y de eficacia
del derecho.
Pero lo que ha
sucedido en Colombia con las declaratorias de los estados de excepción, es que
la ineficacia inevitable y necesaria del derecho es presentada como argumento
para obtener los beneficios de las prerrogativas excepcionales.
De esta manera el
gobierno obtiene los beneficios de la excepcionalidad y de la normalidad,
combinando estratégicamente los dos estados de acuerdo con las circunstancias y
las necesidades políticas. Esto sucede porque en Colombia los gobiernos no
están dispuestos a afrontar el costo político que, en ciertas ocasiones, trae
consigo la situación de normalidad. Los gobiernos no están dispuestos a tolerar
las consecuencias desfavorables que acarrea el ejercicio pleno de los derechos
ciudadanos, la separación de los poderes, el control de las decisiones
administrativas, etc. esta intolerancia es reflejo de la democracia que
tenemos. Por eso, en un régimen constitucional firme, la buena disposición de
los gobiernos para acatar con respeto y sumisión las decisiones del poder
judicial es buen signo del talante y de la fortaleza de su régimen democrático.
Pero esto no habría
sucedido si los gobiernos no tuvieran la seguridad de contar con organismos de
control complacientes. Son ellos los que han permitido que los gobiernos de los
últimos cuarenta años dispongan del juego estratégico entre la normalidad y la
excepcionalidad según corran los vientos políticos.
De esta manera, la
Constitución de 1886 y también la actual, aparecen como documentos escritos
para ser aplicados en ciertas circunstancias y bajo ciertos supuestos. Se
derrumba así la idea de supremacía constitucional, de normas de obligatorio e
inmediato cumplimiento para todo tiempo y todo espacio. El conjunto de normas
constitucionales se convierte en una especie de arsenal que se emplea según el
enemigo y según su situación. Las normas, como las armas, están dispuestas para
la estrategia, pero no tienen un valor en si mismas. Su validez se encuentra
mediatizada, disociada de la eficacia; la validez está condicionada por la
eficacia y no a la inversa, como debe ser.
4. Normalidad
Anormalidad
La democracia
constitucional prevé la posibilidad de suspender ciertas garantías ciudadanas
mediante la figura del estado de excepción en casos de extrema gravedad. Sin
embargo, los estados de excepción son justamente eso, excepcionales, y sólo se
conciben como mecanismo transitorio e inevitable. En el Estado constitucional democrático
existe, entonces, una separación cualitativa y axiológica entre la normalidad y
la anormalidad, que consiste simple y llanamente en que lo primero es un
beneficio y lo segundo un mal necesario. El estado de excepción es un mal
necesario para épocas calamitosas, y no un bien conveniente para momentos
difíciles.
Recurrir al estado
de excepción con el propósito de solucionar problemas de crisis menores o de
crisis meramente gubernamentales, no significa otra cosa que un abuso del
derecho constitucional que pone en tela de juicio el Estado de derecho. La
noción de abuso del derecho hace alusión a ciertas situaciones en las cuales
las normas jurídicas son aplicadas de tal manera que se desvirtúa el objetivo
jurídico que persigue la norma y esto es justamente lo que sucede cuando la
norma del estado de excepción es aplicada estratégicamente para solucionar
problemas sociales menores o problemas políticos.
Justificar semejante
práctica con el argumento jurídico-formal de que se trata de una figura prevista
en la constitución y que por lo tanto se trata de un instrumento de gobierno
tal como los otros, es desconocer el verdadero sentido histórico de dicha
institución, es dejar de lado la voluntad del constituyente colombiano y, sobre
todo, significa mediatizar el principio democrático en beneficio del principio
institucional.
Ahora bien, en
Colombia la utilización permanente del Estado de excepción durante la vigencia
de la Constitución de 1886, desvirtuó el carácter excepcional de esta figura e
hizo de ella un instrumento estratégico de defensa del poder institucional por
encima de los derechos individuales, que se acercó a los propósitos derivados
de la ética utilitarista del Estado absolutista.
Al borrar los
límites semánticos que separan lo normal de lo anormal se desvanecen las
fronteras jurídicas que separan la regla de la excepción a la regla. La opción
entre lo uno y lo otro queda en manos de la voluntad política y, entonces, la
norma constitucional que define la excepción se convierte en una norma política
que define la regla. El derecho es apropiado semánticamente por la política. La
excepción a la regla se convierte en un mecanismo de acción gubernamental.
En este contexto,
resulta intolerable para el constitucionalismo es que la normalidad y la
anormalidad sean despojadas de su sentido original y se utilicen
estratégicamente con el fin de obtener los beneficios políticos e
institucionales que cada una de estas dos situaciones pueda tener en un momento
específico. Es decir que no sea la realidad, crítica e inmanejable, la que
determine el criterio de la anormalidad constitucional, sino el beneficio
político institucional.
III.
Consideraciones del Gobierno
Según el artículo
213 de la Constitución Política, en caso de grave perturbación del orden
público, que atente de manera inminente contra la estabilidad institucional, la
seguridad del Estado, o la convivencia ciudadana y que no pueda ser conjurado
mediante las atribuciones ordinarias de las autoridades de policía, el
Presidente de la República, con la firma de todos los ministros podrá declarar
el Estado de Conmoción Interior.
De acuerdo con este
artículo, en la parte motiva del decreto que declara el estado de conmoción
interior, el gobierno debe explicar los siguientes puntos:
a) Cuáles son los
hechos constitutivos de la grave perturbación del orden público.
b) De qué forma esos
hechos atentan, de manera inminente contra:
- La estabilidad
institucional
- La seguridad del
Estado, o
- La convivencia
ciudadana.
c) Porque las
atribuciones ordinarias de las autoridades de policía son insuficientes para
conjurar esa grave perturbación.
Si en la parte
motiva del decreto que declara el Estado de Conmoción no se explican estas tres
cosas, éste es inconstitucional por violar el art. 213 de la Constitución
Política. Esto es lo que sucede con el decreto 1155 de julio 10 de 1992. Las
consideraciones que determinaron la declaratoria se pueden resumir de la
siguiente manera:
1. Modalidades
criminales como el terrorismo o el magnicidio, que durante los últimos años
perturban en forma grave el orden público, determinaron, mediante facultades de
estado de sitio, que se creara la jurisdicción de orden público, que ha venido
conociendo de dichas formas de delincuencia de manera "eficaz", lo
cual ha servido para "fortalecer la administración de justicia en su
acción contra la impunidad y contribuye así a asegurar la convivencia
ciudadana".
2. Luego de
calificar a la jurisdicción de orden público de "eficaz", el gobierno
afirma que, en vista de que las causas y los efectos de estos factores de
perturbación no han desaparecido -lo cual pone en tela de juicio su
eficacia- la Asamblea Nacional Constituyente quiso que esos decretos rigieran
por noventa días más a partir de la vigencia de la Constitución, con el objeto
de que, si quería el Gobierno, los convirtiera en legislación permanente,
siempre y cuando la Comisión especial Legislativa no los improbara. En virtud
de esa facultad, las disposiciones relativas a la jurisdicción de orden público
fueron adoptadas como legislación permanente.
3. Según el
Gobierno, la vigencia de esas medidas ha sido reiterada por el Código de
Procedimiento Penal en su artículo 5o. transitorio. Al respecto, el Fiscal
General de la Nación, le advierte al Presidente del peligro para el orden
público que representa el hecho de que se estén presentando numerosas
peticiones de libertad provisional y habeas corpus por parte de procesados
sometidos a la jurisdicción de orden público, fundadas en una interpretación de
la relación entre estas normas y el Código de procedimiento Penal, que en su
concepto no corresponden al "recto entendimiento" que se les debe
dar.
4. Afirma entonces
el Gobierno que, la falta de precisión acerca de la aplicación de la
normatividad de orden público frente al régimen ordinario, hace inocua la
operancia de la justicia, la cual genera una situación de impunidad que atenta
de manera inminente contra la estabilidad de las instituciones y la seguridad
del Estado. Además, continúa, la inoperancia de las medidas de aseguramiento
atenta contra la convivencia ciudadana y la perturbación que se ve venir no
puede ser conjurada mediante el uso de las autoridades de la policía. Tal es
pues, el análisis que hace el Gobierno.
Si se analizan estas
consideraciones a la luz del texto constitucional resultan las siguientes
incongruencias:
No son claros los
hechos constitutivos de la grave perturbación de orden público. No pueden ser
ni los magnicidios ni el terrorismo, pues según las mismas consideraciones del
Gobierno, la jurisdicción de orden público ha sido "eficaz" en el
conocimiento de esos delitos. Tampoco puede ser la vigencia del nuevo Código de
Procedimiento Penal, ni la interpretación que los jueces le estén dando a la
misma, pues es evidente que ni la entrada en vigor de una nueva ley, ni su
interpretación judicial, pueden determinar una grave perturbación del orden
público.
Aún admitiendo, en
gracia de discusión, que puede haber una verdadera perturbación, el Gobierno,
en sus consideraciones, no explica de qué manera esa perturbación afecta la
estabilidad institucional, la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana.
Simplemente lo afirma sin elaborar la relación causa-efecto exigido por la
Constitución. El Gobierno tampoco se toma la molestia de explicar por qué las
medidas ordinarias de policía son insuficientes para conjurar las causas de
perturbación.
De tal manera, que
al no cumplir el decreto 1155 los requisitos materiales exigidos por la
Constitución para declarar el Estado de Conmoción Interior, es clara la
incompatibilidad del mismo con la Carta.
En mérito de lo
expuesto, los suscritos salvamos el voto respecto de la decisión de la mayoría
de la Sala Plena de la Corte Constitucional.
Fecha ut supra.
CIRO ANGARITA
BARON ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
Aclaración de
voto a la Sentencia No. C-556
ESTADOS DE
EXCEPCION/DEBIDO PROCESO
(Aclaración de voto)
Tanto el Decreto
que declara el Estado de Conmoción Interior, como los que se dictan bajo su
amparo, deben, en efecto, aplicarse con estricta sujeción al debido proceso. En
este orden de ideas cabe señalar que así uno de dichos preceptos tenga carácter
interpretativo, su efecto se circunscribe necesariamente al periodo de
turbación del orden público, no pudiéndose aplicar retroactivamente. De otra
parte, el derecho de toda persona a un debido proceso público sin dilaciones
injustificadas y a presentar pruebas y controvertir las que se alleguen en su
contra, exige del Estado-juez y del Estado-investigador una conducta diligente
que no puede únicamente sustentarse en taxativas y restrictivas causales de
libertad provisional. Por el contrario, como lo ha señalado esta Corte, aún por
fuera de las susodichas causales, procede la libertad provisional si en un
término razonable -que en abstracto no puede coincidir con el "máximo de
la pena"- no se define la situación del procesado y no se despliega una
eficiente actividad probatoria por parte del Estado, lo que sólo puede
determinarse en cada caso concreto.
Sentencia
proferida en el proceso R.E. 006 (Revisión Constitucional Decreto 1155 de julio
10 de 1992 "Por el cual se declara el Estado de Conmoción Interior".
1. En la parte final
de la sentencia se expresa: "Puntualiza la Corporación que lo anterior no
puede entenderse en el sentido de que las facultades excepcionales impliquen
una competencia suficiente a disposición del Gobierno para atentar contra el
debido proceso consagrado en el artículo 29 de la Carta Política, ni contra los
demás derechos fundamentales, toda vez que el artículo 214 numeral 2o. ibídem,
los señala como límites del Gobierno en el uso de aquellas facultades".
2. Tanto el Decreto
que declara el Estado de Conmoción Interior, como los que se dictan bajo su
amparo, deben, en efecto, aplicarse con estricta sujeción al debido proceso. En
este orden de ideas cabe señalar que así uno de dichos preceptos tenga carácter
interpretativo, su efecto se circunscribe necesariamente al periodo de turbación
del orden público, no pudiéndose aplicar retroactivamente. De otra parte, el
derecho de toda persona a un debido proceso público sin dilaciones
injustificadas y a presentar pruebas y controvertir las que se alleguen en su
contra, exige del Estado-juez y del Estado-investigador una conducta diligente
que no puede únicamente sustentarse en taxativas y restrictivas causales de
libertad provisional. Por el contrario, como lo ha señalado esta Corte, aún por
fuera de las susodichas causales, procede la libertad provisional si en un
término razonable -que en abstracto no puede coincidir con el "máximo de
la pena"- no se define la situación del procesado y no se despliega una
eficiente actividad probatoria por parte del Estado, lo que sólo puede determinarse
en cada caso concreto.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
1 Declaración leída por el Señor
Presidente de la República, Cesar Gaviria Trujillo, sobre el Decreto de julio 9
de 1992.
2 El total corresponde a la suma
del subtotal más las dictadas con anterioridad en el período comprendido entre
el inicio de esta jurisdicción desde febrero de 1991 hasta el 1° de noviembre
de 1991.
3 Mediante auto de julio 30 de
1.992, la Presidencia de la Corte Constitucional comisionó a los Magistrados
Auxiliares Martha Lucía Zamora Avila y Néstor Raúl Correa Henao para la
práctica de pruebas con destino a este expediente.
4 El Espectador. Julio 19 de 1992,
págs. 3A y 4A.
5 El Espectador. Julio 19 de 1992,
pág. 5A.
6 El Tiempo, julio 12 de 1992,
pág. 7A.
7 Cfr. Sentencias de los procesos
No. R.E.-001 y No. R.E.-004 de la Sala Plena de la Corte Constitucional.
Magistrado Ponente Eduardo Cifuentes Muñoz.
8 Sentencia D-004 Op. Cit.
Argumento No. 3 de los fundamentos jurídicos
9 Sentencia No. D-001. Op. Cit.
Fundamentos Jurídicos
10 Cfr. Memorial de la Presidencia
de la República con destino a este proceso, del 13 de agosto de 1991, pag. 4.
[1]Corte
Constitucional. Sentencias C-221, C-449 y C-479.
1 Ver Sentencia #C-543 en la cual
se niega declarar inconstitucional la posibilidad de tutelar sentencias. M.P:
José Gregorio Hernández Galindo; Sala Plena, Corte Constitucional |
231 | C-557-92
TERMINO JUDICIAL-Plazo razonable
TERMINO
JUDICIAL-Plazo razonable
Sentencia No.
C-557/92
CODIGO DE
PROCEDIMIENTO PENAL-Aplicación
El Gobierno
Nacional, como responsable del orden público, tenía la obligación de expedir el
Decreto 1156/92, en ejercicio de su facultad excepcional teniendo en cuenta la
dificultad existente, por el cambio legislativo en el procedimiento penal,
para precisar su aplicabilidad; lo que se pone de presente en la multiplicidad
de interpretaciones que se presentaron en los distintos estamentos sociales,
todos de buena fe, incluso los equivocados, que permitió por parte de estos
últimos la formulación de más de un millar de solicitudes de libertad
provisional para los detenidos a órdenes de la Jurisdicción de Orden Público,
con base en el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal.
DECRETO
LEGISLATIVO-Generalidad
No solamente el
propio texto del Decreto No. 1156 no se refiere a ningún caso en particular ni
de manera expresa o tácita, sino que formula simplemente una interpretación
auténtica que permite de manera general, para todos los casos, una aplicación,
según su propio decir: "razonablemente", de una ley especial sobre
una general.
PODER DE POLICIA-Concepto/CONMOCION INTERIOR
El poder de
policía es el conjunto de acciones concretas, de orden material, de que
disponen las autoridades para mantener el orden público y controlar los
comportamientos que en la sociedad se dirijan a alterarlo. Es pues un poder
material, sin perjuicio de su carácter reglado, como consecuencia de la
sumisión de las autoridades a la ley en todo Estado de Derecho. Por lo
tanto es necesario distinguir entre el poder de policía y la regulación
jurídico policiva. Los estados de conmoción interior se justifican en la
Constitución Política, frente a graves perturbaciones del orden público que no
puedan ser conjuradas mediante el uso de las ATRIBUCIONES ordinarias de las autoridades
de policía. La distinción que se propone entre poder de policía y regulaciones
jurídicas de policía, no sólo busca asegurar el principio de legalidad, sino
que, busca precisar los límites funcionales de esta importante actividad de las
autoridades públicas, con miras a la garantía de la libertad. La distinción
apunta igualmente a hacer precisión sobre el uso de la expresión poder de
policía, que en sentido estricto se refiere a las actividades de las
autoridades orientadas al mantenimiento del orden público.
POTESTAD
REGLAMENTARIA
La labor de
indagación que realiza el poder reglamentario, a fin de asegurar la cumplida
ejecución de las leyes, es, como lo ha sostenido la jurisprudencia nacional un
complemento de éstas en la medida en que las actualiza y las acomoda a las
necesidades que las circunstancias le impongan para su eficaz ejecución, y no
un ejercicio de interpretación de los contenidos legislativos ni de su modo de
encuadrar las distintas situaciones jurídicas en los supuestos que contiene,
porque esta labor sólo compete en el marco de la expresión de la división de
los poderes del Estado, a la autoridad judicial.
DECRETO
LEGISLATIVO-Naturaleza
La interpretación
de autoridad que para fijar el sentido de las normas del procedimiento penal,
realizó el Gobierno al expedir el decreto No. 1156, consulta la naturaleza de
este tipo de interpretación, que sólo puede ser realizada por el propio
legislador, para que sea de obligatorio acatamiento por el juez competente.
Los decretos legislativos, son decretos con fuerza de ley, equiparados por la
Constitución Política a la ley, sometidos al control de constitucionalidad ante
la misma Corporación judicial y con capacidad para sustituir temporalmente a
las leyes en los estados de excepción. De suerte que, mientras resulta
eficiente la interpretación de autoridad realizada mediante un decreto
legislativo de conmoción interior, no lo sería la plasmada en un decreto
reglamentario, cuyo acatamiento no es obligatorio para el juez, en lugar de la
ley.
REF: Expediente
RE-007
Revisión
Constitucional del Decreto No. 1156 de julio 10 de 1992, "Por el cual se
dictan disposiciones en relación con el procedimiento aplicable a los delitos
de conocimiento de los jueces regionales".
Aprobado por Acta
No.
Santafé de Bogotá
D.C., Octubre quince (15) de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
En
cumplimiento de lo previsto en el numeral 6o. del artículo 214 de la
Constitución Nacional, el señor Secretario General de la Presidencia de la
República remitió a esta Corporación, el mismo día de su expedición, copia
auténtica del Decreto Legislativo No. 1156 de julio 10 de 1992, para efectos
de su revisión constitucional.
Efectuado el reparto
correspondiente, la Sala Plena en su sesión del día 16 de julio de 1992 designó
sustanciador múltiple para la tramitación del expediente y facultó al
Presidente de la Corte para suscribir las providencias respectivas.
Surtidos todos los
trámites que para el control automático de esta clase de normas establecen la
Carta y el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte a decidir definitivamente
sobre la exequibilidad del Decreto sub-exámine.
II. TEXTO
DEL DECRETO
El texto del Decreto
objeto de revisión consta en la fotocopia del mismo que se inserta a
continuación:
PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA
DECRETO NUMERO 1156
DE 10 DE JULIO DE 1992
Por el cual se dictan disposiciones en
relación
con el procedimiento aplicable a los
delitos
de conocimiento de los jueces regionales
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
en ejercicio de las facultades que le
confiere el artículo 213 de la Constitución Política, y en desarrollo de lo
dispuesto por el Decreto 1155 de 1992, y
CONSIDERANDO:
Que es necesario
interpretar de manera auténtica el sentido y alcance de la legislación que le
otorgó carácter permanente a los decretos referentes a la jurisdicción de orden
público, así como el Código de Procedimiento Penal.
que además resulta
necesario regular algunos aspectos relacionados con el otorgamiento de la
libertad a las personas procesadas por los jueces regionales y el Tribunal
Nacional, dentro del debido proceso.
DECRETA:
ARTICULO 1o. En relación con los delitos de competencia
de los jueces regionales se aplican las normas especiales de procedimiento y
sustanciales, de conformidad con el artículo 5o. transitorio del decreto 2700
de 1991 y las disposiciones del presente Decreto.
ARTICULO 2o. La libertad provisional en los únicos
casos en que ella es viable de acuerdo con el artículo 59 del Decreto 2790 de
1990, modificado por el Decreto 99 de 1991 y adoptado como legislación
permanente en virtud del Decreto 2271 del mismo año, sólo podrá hacerse
efectiva cuando esté en firme la providencia que la concede.
ARTICULO 3o. En los delitos de competencia de los
jueces regionales y del Tribunal Nacional no procederá la acción de
"Habeas Corpus" por causales previstas para obtener la libertad
provisional, las cuales deben alegarse dentro del proceso respectivo. Tampoco
procederá para efecto de revisar la legalidad de las providencias que hubieren
decidido sobre la privación de la libertad.
ARTICULO 4o. El artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal, en cuanto hace referencia a los delitos de que trata el
artículo 59 del Decreto 2790 de 1990, debe entenderse que rige transcurridos
los términos de que trata el artículo 2o. transitorio del Código de
Procedimiento Penal.
ARTICULO 5o. El presente Decreto rige a partir de la
fecha de su publicación.
PUBLIQUESE Y CUMPLASE
Dado en Santafé de Bogotá, D.C. 10 de julio
de 1992
Siguen firmas.
III. ELEMENTOS
DE PRUEBA ALLEGADOS
Mediante providencia
de julio 28 de 1992 los Magistrados Sustanciadores resolvieron decretar algunas
actuaciones procesales y acopiar las pruebas que de ellas resulten, y en tal
virtud se ofició al señor Secretario General de la Presidencia de la República
para que dentro del término de tres (3) días enviara a la Corte y con destino
a este expediente, copia auténtica del informe presentado por el señor Presidente
ante el Congreso, con ocasión de la declaratoria del Estado de Excepción
ordenado por el Decreto 1155 de 1992. Asímismo se despacharon sendos oficios
al señor Ministro de Justicia y al señor Fiscal General de la Nación para que,
con el cumplimiento de las formalidades legales, enviaran dentro de los diez
(10) días siguientes, informe escrito sobre los antecedentes que condujeron a
la expedición del Decreto 1156 de 1992, así como sobre los demás hechos
relevantes que guarda en relación con las medidas adoptadas en el mismo y en el
caso del señor Ministro de Justicia "especialmente sobre las razones que
fundamentan el ordenamiento normativo en él establecido". Igualmente se
ofició al señor Ex-Ministro de Justicia, doctor Fernando Carrillo Flórez, con
el fin de que por escrito y en un término de 10 días expresara su concepto
acerca de los antecedentes, hechos relevantes relacionados con las medidas
adoptadas en el decreto que se examina y fundamentos jurídicos que se tuvieron
en cuenta para su expedición.
El material allegado
al presente proceso comprende los siguientes elementos de juicio:
1. Copia
auténtica del informe motivado presentado por el señor Presidente de la
República al Honorable Congreso de la República Acerca de las causas que determinaron la
declaratoria del estado de conmoción interna mediante el Decreto 1155 de 1992.
- La primera
parte del informe está dedicada al examen de los antecedentes del régimen
especial para el control del orden público y allí se destaca que esa jurisdicción
"surgió ante la imperiosa necesidad de hacer frente, de manera efectiva, a
un conjunto de delitos que socavan profundamente la seguridad del Estado, la
estabilidad de las instituciones y la convivencia ciudadana", realidad
frente a la cual se impuso fortalecer el Estado y el imperio de la ley mediante
la adopción de una legislación especial, apropiada y de unas instituciones
jurisdiccionales adecuadas. Nacieron entonces los estatutos para la defensa de
la democracia, defensa de la justicia, prevención y represión del narcotráfico
y sometimiento a la justicia; normas de orden público que daban respuesta a la
vigencia de "procedimientos más idóneos para enfrentar la delincuencia
organizada". También se concibieron procedimientos especiales orientados
a la protección de las vidas de funcionarios judiciales y de testigos. El
Constituyente de 1991 "percatado de que los efectos del nuevo orden sólo
podrían desarrollarse gradualmente estableció que los decretos de estado de
sitio continuarían rigiendo durante 90 días, plazo durante el cual el Gobierno
Nacional, podría convertirlos en legislación permanente mediante decreto, si
la Comisión Especial no los improbaba", el Gobierno, en efecto, presentó
un conjunto de decretos relativos al mantenimiento del orden público y la
defensa de la justicia, a la Comisión Especial, que, una vez superados amplios
debates decidió no improbar la normatividad especial, siendo evidente que
"dicha Corporación expresó su voluntad de elevar a legislación permanente
las aludidas normas con el pleno convencimiento de que se discutían de manera
separada al Código de Procedimiento Penal, en atención a su carácter
especial" se convirtieron en Legislación Permanente, entre otros los
decretos legislativos 1199/87, 474/88, 2790/90, 099, 390 y 1676/91, mediante
Decreto 2271/91. Posteriormente, la Comisión Especial expidió el Código de
Procedimiento Penal y reiteró la vigencia de la jurisdicción de orden público,
integrándola a la jurisdicción ordinaria desde el momento en que comenzase a
regir el nuevo Código, en adelante, los Jueces de Orden Público se llamarían
jueces regionales y el Tribunal de Orden Público se denominaría Tribunal
Nacional, situación ésta que no implicó variación alguna en la competencia para
conocer de los asuntos que les habían sido atribuídos; competencia que de
conformidad con el artículo 2o. transitorio del Código de Procedimiento Penal
perderán, sin perjuicio de la facultad del Gobierno para hacer una evaluación
ante el Congreso transcurridos los cinco (5) primeros años.
De la exposición
anterior se desprende la "existencia y vigencia de los régimenes
procesales penales. El uno contenido en el Código de Procedimiento Penal
(Decreto 2700 de 1991), con carácter general permanente y ordinario, y el otro
con carácter especial y temporal relativo a los ilícitos vinculados a las
normas de orden público que no fueron improbadas por la Comisión (Decreto 2271
de 1991), "Ordenamientos autónomos que se corresponden, sin que pueda
afirmarse que el Código derogó las normas especiales de orden público, ambos
dan respuesta a la evidente realidad de la sociedad colombiana que muestra una
coexistencia de factores de orden institucional enfrentados a los hechos de
perturbación".
- La segunda
parte del informe contiene un análisis acerca de la transición de la
legislación penal, pues en ese contexto es posible apreciar el verdadero
alcance de las disposiciones relativas a la libertad provisional y en
particular el artículo 415 numeral 4o. del Código de Procedimiento Penal".
El primer aspecto que debía dilucidarse era el de determinar qué sucedería con
la jurisdicción de Orden Público, y sobre el particular se dispuso su
integración a la jurisdicción ordinaria, tal como quedó resumido más arriba
respetándose así el artículo constitucional conforme al cual no había
jurisdicciones especiales en materia penal diferentes a las expresamente
previstas en la Carta. El segundo tema que mereció atención fue el de
establecer cómo se manejaría la competencia en relación con los hechos punibles
de los cuales venía conociendo la jurisdicción de Orden Público, habiéndose
resuelto que la competencia no se modificaría. Un tercer asunto se encaminaba
a establecer las reglas de procedimiento aplicables que, de acuerdo con el
artículo 5o. transitorio del Código de Procedimiento Penal, no son otras que
las vistas en los "decretos que no impruebe la Comisión Especial para
convertir normas expedidas en ejercicio de facultades de Estado de Sitio en
legislación permanente", medida clara en el sentido de mantener un
régimen procesal penal especial diferente del ordinario. El Decreto 2790 de
1990 modificado por el 099 de 1991 y adoptado como legislación permanente por
el Decreto 2271 de 1991 establece en su artículo 59 dos causales de libertad
provisional y dentro de ellas no figura la ausencia de calificación del mérito
de instrucción en determinado plazo,, causal que sí aparece en el artículo 415
del C. de P.P., normas que regulan situaciones bien diferentes. El cuarto
tema tiene que ver con la vigencia de los delitos creados al amparo del Estado
de Sitio, a este respecto fuera del artículo 5o. transitorio del C. de P.P. se
dispuso en el artículo 2o. transitorio que transcurridos 10 años a partir de la
vigencia del Código "los jueces regionales y el tribunal nacional perderán
la competencia para conocer de los procesos que éste Código les hubiere
adjudicado, y la misma será asignada a los jueces del circuito, o a los que
designe la ley", siendo evidente que cuando los jueces de circuito asuman
la competencia se aplicarán las normas de procedimiento penal ordinarias,
dentro de las cuales se encuentra el artículo 415 referente a la libertad
provisional. Atendiendo a la dificultad de aportar pruebas el parágrafo del
artículo 415 prevé "un plazo mayor para que proceda la libertad
provisional cuando no se haya calificado el mérito de la instrucción en estas
circunstancias, el cual tiene operancia después de que pierda vigor la
legislación especial y de orden público al tenor del artículo 2o. transitorio".
Por cuanto era "previsible que se solicitara la libertad de sindicados de
delitos de conocimiento de la anterior jurisdicción de orden público, el mismo
Código de Procedimiento Penal señaló claramente en el artículo 5o. transitorio,
que sus normas no podrían ser invocadas cuando la legislación dictada al amparo
del Estado de Sitio fuera realmente la aplicable"; de modo pues que no ha
sido correcta la aplicación de la ley por parte de algunos jueces lo que
suscitó un atentado inminente contra la convivencia ciudadana.
- El tercer
acápite del informe motivado que presentó el señor Presidente al Congreso de la
República, hace referencia a la aplicación de la disposición especial sobre la
general. Se reitera que actualmente, a los procesados por delitos que eran
competencia de los jueces de orden público se les aplica el artículo 59 del
Decreto 099 de 1991, debido a su especial naturaleza, a la vez se indica que
el principio de favorabilidad no puede invocarse porque "no se está en
presencia de dos normas aplicables actualmente a un mismo supuesto de
hecho" y es sabido que el mencionado principio "es una institución
jurídica ligada a la existencia de dos disposiciones aplicables frente a un
mismo hecho" y en el caso sub exámine se trata de "dos órdenes procesales
con existencia y aplicación autónoma que se dirigen a supuestos de hecho
diferentes".
- El cuarto
apartado del informe da cuenta de las razones que determinaron la declaración
del estado de conmoción interior; luego de hacer un recuento sobre las diversas
causas perturbadoras del orden público y los remedios que se idearon para
conjurarlas se llama la atención acerca del peligro que implicaba la
inaplicación del régimen especial con base en el argumento de que ese régimen
excepcional había dejado de existir en razón de la expedición de un nuevo
Código de Procedimiento Penal, interpretación que se intentó superar por todos
los medios posibles; insuficientes, por ejemplo, resultaron los esfuerzos del
señor Fiscal General de la Nación a tal punto que con base en el artículo 415
del Código Penal se presentaron inicialmente más de 400 solicitudes de
excarcelación que en un lapso breve se elevaron a más de mil, a lo cual se
sumó la preocupante circunstancia de que muchos de los posibles beneficiarios eran
personas vinculadas a procesos por los delitos más atroces que ha tenido que
soportar la sociedad colombiana. Pronto empezaron a expedirse ordenes de
libertad y ante el informe del señor Fiscal General de la Nación en que
denunciaba que la situación mencionada estaba causando "serias
perturbaciones al orden público", el Gobierno evaluó las circunstancias;
el riesgo de ver comprometida gravemente la convivencia ciudadana por la
inaplicación del ordenamiento especial bajo cuyo amparo se había mantenido el
orden público, lo llevó a declarar el estado de conmoción interior en toda la
República "con el objeto de impedir que los sindicados de los más graves
atentados contra el orden público del país escaparan a la acción de la
justicia" lo que no podía lograrse mediante el ejercicio de las
atribuciones ordinarias, tornándose indispensable expedir un decreto
legislativo contentivo de una interpretación general y auténtica.
- La parte quinta
del informe se dedica a la explicación de la naturaleza y alcance de las
medidas adoptadas cuyo propósito fundamental es el de "reiterar por la vía
de interpretación auténtica o legislativa la coexistencia de dos ordenamientos
jurídicos diferentes, uno general y otro especial". Consigna el señor
Presidente de la República en su informe que "los artículos 1o. y 4o. del
Decreto 1156 de 1992 no modifican ni suspenden disposición alguna, tampoco
crean situaciones jurídicas nuevas. Aquellas normas de Estado de Sitio que
recibieron carácter permanente siempre han estado en vigencia. El Decreto 1156
en su artículo 1o. se limitó a reiterar con la fuerza de la verdad legal
aquella que siempre fue de una determinada manera", al paso que "el
artículo 2o. del decreto 1156, con el fin de garantizar la eficacia de las normas
especiales que regulan las actuaciones de los jueces regionales y del Tribunal
Nacional, dispone que las providencias que dicten dichos jueces y que concedan
el beneficio de libertad provisional sólo podrán hacerse efectivas una vez
estén en firme, es decir que se les da el efecto suspensivo a los recursos que
contra ellas se interpongan". Sobre el Hábeas Corpus se puntualiza que
no fue suspendido pues tan sólo "se reguló un aspecto de su
procedibilidad"; así cuando la persona privada de la libertad por orden judicial
pueda obtener la libertad provisional, la existencia de ese instrumento
jurídico idóneo torna improcedente el Hábeas Corpus. Además, esta figura no ha
sido utilizada "para que un juez revise la legalidad de las providencias
de otro juez en materia de libertad, máxime si éste es el de
conocimiento".
- En el sexto
apartado, intitulado Decisiones a Adoptar, informa el señor Presidente de la
República que una vez declarado el restablecimiento del orden público, en los
términos del Decreto 1155 de 1992, se propone prorrogar la vigencia de las
disposiciones del Decreto 1156 de 1992 por 90 días más" y en el
entretanto, el Gobierno presentará al Congreso de la República un proyecto de
ley que en lo sustancial solicitaría convertir en legislación permanente por
parte de la Rama Legislativa del Poder Público, las medidas adoptadas en el
decreto ya citado". Cumpliéndose así el doble propósito de "impedir
que el Ejecutivo permanezca investido de facultades extraordinarias más allá
del tiempo estrictamente necesario" y "abrir una amplia discusión con
el Congreso sobre la necesidad de convertir las normas excepcionales en
legislación permanente".
Se destaca,
finalmente que la ausencia de una ley estatutaria de los estados de excepción
no hace imposible declarar alguno de los contemplados en la Carta, ya que
"el objeto de la ley estatutaria es el de regular las facultades y las
garantías judiciales en relación con los derechos para que haya reglas claras
en esta materia, sin que su ausencia implique que el ejecutivo quede maniatado
y la democracia indefensa".
2. Informe del
señor Fiscal General de la Nación
Visible a folios 91
y 92 del expediente, contiene información acerca de la interpretación, a su
juicio errada, del alcance de las normas de Estado de Sitio adoptadas como
legislación permanente y que conducía, con ocasión de la entrada en vigencia
del nuevo Código de Procedimiento Penal, a la inaplicación de dichos decretos
en materia de libertad provisional. Se refiere al "cúmulo de solicitudes
de libertad provisional y Hábeas Corpus, presentadas al amparo del citado
artículo 415" y a las consecuencias perjudiciales de esa errónea
interpretación que "causaría serias perturbaciones de orden público, que
se materializarían en la libertad de personas procesadas por hechos punibles de
conocimiento de los jueces regionales". Agrega el señor Fiscal General
que esta situación "generaría alarma e intranquilidad ciudadanas, en razón
a que las conductas punibles de conocimiento de los jueces regionales y del
Tribunal Nacional, constituyen una modalidad específica de delincuencia,
asociada con la situación de orden público, que precisamente obligó a la
expedición de una normatividad ajustada a sus peculiaridades" y que
destaca que en cumplimiento de lo previsto en el artículo 251 numeral 5o. y 8o.
del Decreto 2699 de 1991 procedió a informar al Gobierno Nacional, a fin de que
"dentro de la órbita de su competencia, se tomaran las medidas a que
hubiere lugar" y con base en esto mediante Decreto 1156 dictado en
desarrollo del Decreto 1155 de 1992, el Gobierno Nacional, "por vía de
interpretación General, procedió a fijar el alcance de las normas aplicables en
los casos de competencia de los jueces regionales y Tribunal Nacional, el cual
coincide con el criterio adoptado por la Fiscalía General de la Nación",
en cuyos fundamentos se observa coincidencia con los expuestos en el informe
motivado que al Congreso de la República presentó el señor Presidente de la
República y que ha sido resumido más arriba.
La interpretación
del señor Fiscal General de la Nación se encuentra igualmente consignado en una
providencia mediante la cual negó una solicitud de libertad formulada con base
en el artículo 415 del C.de P.P., cuya fotocopia anexa (folios 98 a 109), así
como las de las comunicaciones dirigidas a los Directores Regionales de
Fiscalías en las que "se les hizo llegar el concepto jurídico contenido en
el auto citado". (folios 93 a 97).
3. Informe del
señor Exministro de Justicia Doctor Fernando Carrillo Flórez
El señor Exministro
de Justicia, doctor Fernando Carrillo Flórez envió copia de la comunicación que
dirigió a los honorables Senadores miembros de la Comisión Accidental
establecida para analizar las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional
(folios 69 a 90) y en la que se refiere a los antecedentes del decreto 1156 de
1992 y formula "algunas precisiones en relación con el proceso de adopción
del nuevo Código de Procedimiento Penal y a la interpretación de las
disposiciones en él contenidas, particularmente del artículo 415, en
concordancia con los artículos 2o. y 5o. transitorios", documentos que
fueron acogidos por la Sala Penal de la Honorable Corte Suprema de Justicia en
auto de 22 de julio de 1992, con ponencia del Honorable Magistrado Dr. Dídimo Páez
Velandia, cuya copia adjunta (folios 62 a 68).
En la comunicación
dirigida a la Comisión Accidental del señor Ex-Ministro se refiere con toda
amplitud al proceso que condujo a la aprobación, vigencia y conocimiento del
nuevo Código de Procedimiento Penal, resaltando el carácter democrático de la
discusión abierta a los más variados sectores; proceso de adopción durante el
cual el Ministro de Justicia defendió la denominada justicia de orden público y
los instrumentos de lucha contra el crimen organizado, que superviven en razón
de los artículos 2o. y 50 transitorios del C. de P. P.. Destaca luego la
génesis del artículo 415 del ordenamiento penal, indica que su preceptiva
respecto de las posibilidades de excarcelación es más limitativa que el de normas
anteriores de similar contenido para demostrar que su inclusión en el nuevo
Código no obedeció a la improvisación y puntualiza que "la existencia de
dos regímenes paralelos de la libertad provisional es una simple consecuencia
del tratamiento diferente que requiere la criminalidad organizada".
Advierte el doctor Carrillo Flórez que la transición legislativa quiere
aprovecharse para combatir las nuevas instituciones de la justicia sobre la
base de interpretaciones erróneas y se extiende en consideraciones sobre su
gestión al frente del Ministerio de Justicia, orientada a mantener y fortalecer
la justicia y a conservar los instrumentos de lucha contra la impunidad. Por
lo demás, los criterios de interpretación que expone el señor Ex-ministro
coinciden con los expuestos por el señor Presidente de la República y por el
señor Fiscal General de la Nación, en los términos en que han sido expuestos
dentro de esta providencia.
4. Memorial de
los señores Ministros de Gobierno y de Justicia en el que exponen las razones
que justifican la constitucionalidad del Decreto 1156 de 1992 (folios 110 a
128)
- La primera parte
del memorial suscrito por los señores Ministros de Gobierno y Justicia hace
referencia a la naturaleza de los estados de excepción y el alcance del decreto
sometido a control constitucional, se señalan en líneas generales las
características diferenciales de cada uno de esos estados y se contempla una
específica consideración sobre el artículo 213 de la Carta destacando que
"ante hechos que puedan desquiciar la estabilidad institucional, la
seguridad del Estado o la convivencia nacional, se impone la necesidad de
enfrentarlos adecuada y oportunamente apelando a procedimientos de alcance
excepcional y extraordinario. Tal es, justamente el marco dentro del cual se
expidió el Decreto 1156 de 1992. Su objetivo fundamental es conjurar una
perturbación del orden público que atenta de manera inminente contra la
seguridad del Estado colombiano, que desquicia los cimientos de la convivencia
ciudadana y lesionan en grado sumo la estabilidad institucional". Las
medidas del Gobierno se enmarcan dentro de las normas constitucionales que
imponen al Estado el deber de proteger a las personas residentes en Colombia,
en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades y al
Presidente de la República la responsabilidad de conservar en todo el
territorio el orden público y restablecerlo donde fuere turbado, así como velar
por el cumplimiento estricto de las leyes."
- En la segunda
parte los señores Ministros examinan los aspectos formales del decreto
denotando su cabal sujeción a los requisitos previstos en los artículos 213 y
214 de la Carta, dentro de los que se cuenta la firma del señor Presidente y
las de todos los Ministros, el carácter transitorio de las disposiciones que
además, no implican la derogatoria de ninguna norma legal "sino la
suspensión tácita, sólo en el caso de los artículos 2o. y 3o. del Decreto, de
las normas que contradigan las nuevas prescripciones; los artículos 1o. y 4o. no
suspenden disposición alguna, tampoco cambian efectos de situaciones jurídicas
anteriores ni proyectan otras nuevas hacia el futuro. Finalmente se respetó
celosamente el principio de publicidad de los actos oficiales, pues su vigencia
se condicionó a la fecha de su publicación.
- En la parte
tercera consignan los señores Ministros de Gobierno y Justicia el análisis de
los aspectos materiales, a partir de tres presupuestos básicos, a saber: la
relación directa y específica de las disposiciones del Decreto con las
situaciones generadoras de la conmoción interior y su encauzamiento a conjurar
las causas y a impedir la extensión de sus efectos; la no suspensión de
derechos o libertades fundamentales y la no vulneración de tratados
internacionales, ni del Derecho Internacional Humanitario; finalmente la
proporcionalidad de las medidas frente a la gravedad de los hechos.
1. La relación
directa de las disposiciones contenidas en el Decreto 1156 de 1992 con las
causas generadoras de la conmoción interior, surge del clima de perturbación
del orden público a que ha asistido el país durante los últimos ocho (8) años
y que condujo a la creación de la Jurisdicción de Orden Público integrada por
la Comisión Especial a la jurisdicción ordinaria, conservándole sus
competencias basadas en una normatividad especial no improbada por aquella
Corporación, normatividad cuya no aplicación se trocó en factor de perturbación
que llevó al Gobierno a declarar el Estado de Conmoción Interior, en vista de
los antecedentes que dejó expuestos el señor Presidente de la República en su
informe motivado al Congreso de la República. Dentro de esta perspectiva el
decreto 1156 pretende superar las dificultades de interpretación que se
presentaron con motivo del tránsito de legislación en materia penal, asegurando
"la debida aplicación y vigencia de las normas previstas para contener los
efectos de las más graves amenazas derivadas del terrorismo y del crimen
organizado, pues de no aplicarse dichas normas quedarían inermes el Estado y la
sociedad ante las referidas modalidades delictivas".
- Se detienen luego
los señores Ministros en la determinación de los alcances de los artículos
contenidos en el decreto 1156, así el artículo 1o. "se limita a reiterar
el sentido de la disposición prevista en el artículo 5o. transitorio del C. de
P. P.", recalcando la no derogatoria de la antigua legislación de Estado
de Sitio por el nuevo C. de P.P. pues no resulta ajustado a la lógica "que
una misma voluntad constituyente hubiese conferido facultades extraordinarias
la Gobierno Nacional para la expedición de las nuevas normas de procedimiento
penal y, al propio tiempo, para dar carácter permanente a los decretos de
Estado de Sitio, si a la postre estos últimos habrían de verse prontamente
derogados por la entrada en vigencia del Código". Tampoco estiman
aplicable el principio conforme al cual cuando la materia de la que se ocupa es
regulada integral y sistemáticamente por otra, además se trata de un
ordenamiento general y otro especial; complementarios en el tiempo como
consecuencia de la transición".
- Cuando el artículo
segundo exige la ejecutoria de la providencia judicial que concede la libertad
provisional, persigue el no cumplimiento inmediato de dichas providencias
debiendo esperar que adquieran firmeza legal, una vez resueltas las
impugnaciones del caso o agotado el caso correspondiente, previsión que está
dentro del ámbito de acción del legislador extraordinario y que guarda estrecha
relación con el tema "pues precisamente de no aplicarse produciría la
liberación injustificada de personas vinculadas a los ilícitos de los que
conocen los jueces regionales".
- El artículo 3o.
contempla una reglamentación relativa a la procedibilidad del Habeas Corpus, ya
que en virtud del mandato judicial una persona se encuentra privada de la
libertad "deviene superflua la intervención de otra investida con la misma
potestad jurisdiccional, para establecer si dicha privación de la libertad es
legal o no". En el evento de considerarse ilegal la medida, el detenido
cuenta con los recursos ordinarios para obtener su revocatoria. El artículo
3o., señala condiciones de procedibilidad con miras a "evitar que se incurriera
en el abuso del derecho de Hábeas Corpus y se utilizará en otros eventos
distintos a aquellos para los cuales fue consagrado en la
Constitución...".
- El artículo 4o.
del decreto armoniza la aplicación del artículo 415 del nuevo Código de
Procedimiento Penal con los plazos a que se refiere el artículo 2o.
transitorio del mismo Código."
2. Los artículos
del Decreto sometido a revisión no suspenden derechos, tampoco vulneran los
tratados internacionales a los que se refiere el artículo 93 constitucional, ni
el derecho internacional humanitario. Al ser integrada la antigua Jurisdicción
de Orden Público a la ordinaria, se respeta la prohibición de jurisdicciones
especiales que trae la Carta, se trata tan solo de preceptos orientados a fijar
el alcance de normas preexistentes mediante la interpretación auténtica y
general.
- No existe tampoco
contradicción entre los artículos del Decreto 1156 y el principio de
favorabilidad "pues no se está en presencia de las normas aplicables a un
mismo supuesto de hecho" y este principio opera cuando existen "dos
disposiciones aplicables frente a un mismo hecho".
- El derecho de
Habeas Corpus no sufre menoscabo alguno pues la hipótesis que contiene el
artículo 3o. se basa en privaciones de la libertad hechas "por mandamiento
escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y por
motivo previamente definido en la ley". La norma pretende prevenir
posibles abusos sin eliminar, suspender o limitar la acción del Habeas Corpus,
por lo mismo se contrae a reiterar su carácter específico y no supletivo de
los mecanismos procesales ordinarios, aclarándose que no procede para el
control de fondo de una providencia judicial sino para impedir privaciones
arbitrarias de la libertad.
- Afirman los
señores Ministros en su memorial "que ninguna de estas cuatro
disposiciones desconocen garantía fundamental alguna. No se ha suspendido,
menoscabado o restringir (sic) el alcance de los derechos que la Carta Mayor
contempla ni el principio de libertad personal, ni el de legalidad de los
delitos y las penas o el de la jurisdicción, ni el principio de favorabilidad
resulta vulnerado por las medidas de adopción (sic). Tampoco se vé menoscabado
el derecho de defensa o el de ser juzgado con la plenitud de las formas propias
del juicio y, aún, el principio de favorabilidad, no resultan vulnerados por
los efectos de estas medidas de excepción".
- Pese a que
"la legislación de la libertad provisional y los términos para la
investigación de los delitos de mayor peligrosidad como el terrorismo, se
regulan de manera diferente a los previstos para los delitos ordinarios ya que
operan circunstancias especiales que obstruyen y demoran la marcha normal de la
justicia", el procedimiento especial "respeta el principio
constitucional del debido proceso, pues se garantizan las formalidades propias
del juicio sin vulnerar el derecho de defensa y los recursos legales previstos
para la revisión de legalidad de una decisión judicial".
3. La
proporcionalidad entre las medidas adoptadas y las causas que originaron la
crisis "se predica en el presente Decreto tanto por la temporalidad de la
medida como por la adecuada relación que se guarda entre las causas y el
alcance de las medidas proferidas, así las medidas tomadas "son
esencialmente transitorias, hasta por noventa días" y "no pretenden
suspender ni modificar normas vigentes, sino simplemente fijar su alcance por
vía de interpretación", lo que solamente podía ser resuelto por el
legislador, ordinario o extraordinario, mediante una interpretación general y
en ese sentido se utilizó la potestad legislativa en un "mínimo
grado" sin apelar al máximo, consistente en "la suspensión de leyes
incompatibles con el estado de excepción".
5. Obran también en
el expediente copia de la comunicación dirigida por el señor Fiscal General de
la Nación al señor Presidente de la República (folio 48); la circular No. 11
enviada por el señor Fiscal General a los Directores Regionales de Fiscalías,
(folios 49 y 50); el oficio No. 00580 de fecha julio 13 de 1992 dirigido por el
señor Vicefiscal al señor Ministro de Justicia y en el que se discriminan por
regionales, el volumen de solicitudes de libertad provisional y Hábeas Corpus
(folios 51 y 52); comunicación dirigida al señor Ministro de Justicia en la
que se relacionan las personas que recobraron su libertad con fundamento en el
artículo 415 del C. de P.P. (folios 53 a 55); y oficio dirigido al señor
Ministro de Justicia en el que se relaciona el nombre y las situaciones
jurídicas de los internos que salieron en libertad por aplicación del artículo
415 del C. de P. P. (folios 56 a 59).
IV. LAS
IMPUGNACIONES
Durante el término
de fijación en lista los ciudadanos Pedro Pablo Camargo, Carlos Gustavo Castro
Fresneda, Juan Armando Calamas, Lorenzo Montero Amador, Félix Vega Pérez,
Nelsón Osorio Guamanga, José Abad Zuleta Cano, Luis Omar Marín y Carlos Eduardo
Castrillón, Rafael Barrios Mendivil, Hernando Londoño Jiménez, Diana Patricia
Arias Holguín, Olga Lucía Flórez y Rosalba Muñoz, Patricia Helena Aguirre y
Cesar Augusto Vergara, Gloria Patricia Lopera Mesa y Jorge Alejandro Zapata,
William Molina Arango, Darío González Vásquez junto con Fernando Mesa Morales,
Julio González Zapata, Juan Oberto Sotomayor Acosta, Juan Carlos Amaya
Castrillón, John Jaime Posada Orrego y Armando Luis Calle Calderón, y María
Consuelo del Río junto con Reinaldo Botero, Roberto Molina y Rodrigo Uprymi,
presentaron escritos de impugnación al Decreto 1156 de 1992.
Procede la Corte a
resumir en forma general, los diversos argumentos expuestos por los
impugnantes:
- La declaratoria
de conmoción interior estaba justificada. La Constitución exige como condición
una "grave perturbación del orden público que atente de manera grave e
inminente contra la estabilidad institucional del Estado, o la convivencia
ciudadana, y que no pueda ser conjurada mediante el uso de las atribuciones
ordinarias de las autoridades de Policía. No se trata entonces de
perturbaciones eventuales en tal sentido, una hipotética concesión de libertad
provisional no constituye una amenaza contra la continuidad institucional que
tenga potencialidad suficiente para poner en peligro la vida de la nación.
Algunos impugnantes estiman que las medidas adoptadas no guardan
proporcionalidad respecto de los hechos generadores del estado de excepción;
otros consideran que se violó el artículo 189 numeral 11 de la Carta, por
cuanto el Presidente de la República, frente a la situación planteada, ha
debido ejercer, la potestad reglamentaria, lo que en efecto no hizo.
- El artículo 214
numeral 2 de la Constitución prevé que "una ley estatutaria regulará las
facultades del Gobierno durante los estados de excepción y establecerá los
controles judiciales y las garantías para proteger los derechos de conformidad
con los tratados internacionales", requisito indispensable para poder
decretar el Estado de Conmoción Interior, luego, a falta de esa ley
estatutaria, no podía el Presidente de la República sustituirla, arrogándose de
paso la reglamentación de la Carta, sin que existan los controles y garantías
que esa ley debe contener.
- El Presidente de
la República, con la expedición del Decreto Legislativo 1156 de 1992, incumplió
la obligación de acatar la Constitución y las leyes y la de garantizar los
derechos y libertades de todos los colombianos, contemplados en los artículos 4
y 188 de la Carta. Además, se colocó al margen del artículo 121, según el cual
le es prohibido ejercer funciones distintas de las que le atribuyen la
Constitución y la Ley.
- La Constitución
Nacional establece la competencia de las diferentes ramas y órganos del Estado
en sus artículos 113, 114, 115, 116, 121, 122, 123 y 124 y a la vez señala su
independencia y autonomía, sin perjuicio de la colaboración que debe existir
entre ellos. La intromisión de la Rama Ejecutiva en el ámbito propio de la
Rama Judicial se traduce en la pérdida de la independencia que la Constitución
pretende garantizar.
- El artículo 150
numeral 1 y 2 confiere al Congreso la potestad exclusiva de hacer las leyes y
por medio de estas interpretar, reformar y derogar las leyes, expedir Códigos y
reformar sus disposiciones. Por lo tanto, el Presidente de la República no puede
sin infringir tales preceptos, interpretar, reformar o derogar el Código de
Procedimiento Penal ni el Decreto 2271 de 1991. La interpretación que se hace
con autoridad corresponde sólo al Legislador. El ejecutivo durante el Estado de
Conmoción Interior puede suspender las leyes incompatibles, pero la
Constitución no lo autoriza para interpretarlas, reformarlas o derogarlas. La
facultad de interpretar está atribuida, por vía general, al Congreso y en los
casos concretos a los jueces; luego si el Ejecutivo pretende mediante la
interpretación dar respuesta a una situación concreta atenta contra la
independencia judicial, y si lo que busca es establecer el sentido permanente
de una norma ordinaria, esto se opone al carácter transitorio y excepcional del
Estado de Conmoción Interior, pues no estaría suspendiendo normas sino
modificándolas so pretexto de una interpretación auténtica, que, como se anotó
corresponde al Congreso, sin que pueda hacerse extensiva al Ejecutivo.
- La facultad
concedida al Gobierno para suspender la vigencia de algunas leyes no comporta
la de excluir de su aplicación a unos cuantos destinatarios, pues la suspensión
implica que la ley deja de estar vigente para todos aquellos a quien esté
dirigida y no para unos pocos. El Ejecutivo legisló con carácter particular.
- Las disposiciones
contenidas en el decreto revisado violan el derecho de igualdad consagrado en
el artículo 13 de la Constitución Nacional por cuanto establecen un tratamiento
diferencial y desfavorable para los procesados y condenados por los jueces
regionales y el Tribunal Nacional. No es válida la distinción establecida
entre un delito atroz y otro ordinario, basado en criterios extraídos de una
pura voluntad política, de ese modo no se deja de garantizar el postulado constitucional
según el cual todas las personas recibirán la misma protección y trato de las
autoridades y gozarán de los mismos derechos.
- El derecho a la
libertad, contemplado en el artículo 28 de la Carta resulta vulnerado por el
decreto 1156 en tanto dificulta su ejercicio, así se trate de la libertad
provisional.
- El debido proceso
consagrado en el artículo 86 de la Constitución fue desconocido por el decreto
1156 de 1992, pues le impide al funcionario judicial dar cumplimiento a la
libertad provisional que el mismo ha decretado, la cual "sólo podrá
hacerse efectiva cuando esté en firme la providencia que la concede", esto
se traduce en una dilación injustificada máxime si la libertad provisional se
hace viable por el subrogado de la libertad condicional que suele presentarse
en la causa, cuando ya se ha proferido una sentencia condenatoria en la que
puede decretarse esa libertad condicional por el cumplimiento de la pena en
detención preventiva. Pese a ello el condenado debe continuar encarcelado hasta
cuando la providencia esté en firme, y lo estará cuando el Tribunal Nacional la
confirme y de ser confirmada se habría cometido la injusticia de hacer cumplir
al reo una pena superior a la impuesta en primera instancia.
- El artículo 4°
del decreto viola el Debido Proceso que aplazó hasta por diez años la vigencia
del parágrafo del artículo 415 del Código de Procedimiento Penal en cuanto hace
referencia a los delitos de que trata el artículo 59 del decreto 2790 de 1990,
al abolir en la práctica libertades provisionales pues la vigencia del
parágrafo se aplazó hasta el año 2002 cuando ya no tendrá ninguna aplicación
por la desaparición de los jueces regionales y el Tribunal Nacional, con lo que
se suprimió la libertad provisional para todas las personas declaradas
judicialmente inocentes o exentas de toda responsabilidad penal mediante
sentencia de primera instancia.
- Las normas
contenidas en el decreto 1156 de 1992 desconocen el principio de favorabilidad
contemplado en el artículo 29 inciso 3 de la Carta, ya que en lo relativo a la
libertad provisional por los delitos de competencia de jueces regionales y
Tribunal Nacional, sólo permiten la aplicación de la norma restrictiva,
olvidando que el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal es norma permisible
aplicable en tales casos.
- El Decreto 1156
de 1992, viola el artículo 30 de la Constitución pues restringe el ejercicio
del Hábeas Corpus, concebido en la Carta como derecho fundamental que pueda ser
invocado por cualquier persona, en todo tiempo y ante cualquier autoridad
judicial. El artículo 3 del decreto despoja de este recurso a sindicados con
derecho a obtener su libertad provisional.
- Los artículos 1°,
2° y 3° del decreto 1156 de 1992 contradicen el 85 de la Carta, norma que
establece los derechos de aplicación inmediata, algunos de los cuales resultan
suspendidos en virtud de las medidas de excepción. Particularmente los contemplados
en los artículos 29 y 30 de la Constitución que, por ser de aplicación
inmediata, no pueden someterse a desarrollo legal posterior, restringiendo en
la práctica sus alcances. La suspensión de derechos que contienen las medidas
adoptadas, violan el artículo 214 numeral 2 de la Carta, más aún, cuando la
vigencia de estas medidas se prolongó más allá de la duración del Estado de
Conmoción Interior.
- El artículo 93 de
la Carta resulta conculcado por las normas revisadas que desconocen derechos
tales como el Hábeas Corpus y el principio de favorabilidad en materia penal,
que hacen parte de tratados internacionales, ratificados por el Congreso y que,
en consecuencia, prevalecen en el orden interno y no pueden ser limitados
durante los estados de excepción. Entre los tratados que se citan como violados
se encuentran: el aprobado en Nueva York el 16 de diciembre de 1966 e
incorporado en virtud de la ley 74 de 1968; la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, Pacto de san José de Costa Rica, aprobado por la ley 16 de
1972. Consideran algunos impugnantes que los tratados internacionales tienen
rango supralegal y que una ley no puede derogar un tratado sobre derechos
humanos. El régimen del estado de Conmoción Interior faculta al ejecutivo para
expedir decretos legislativos que pueden suspender las leyes incompatibles con
ese estado, pero la Carta no lo autoriza para suspender tratados.
- Las normas del
decreto 1156 de 1992 modifican las funciones básicas de acusación y juzgamiento
previstas en el actual Código de procedimiento Penal, y al hacerlo, contrarían
el artículo 252 de la Carta Política. Además, no pueden existir jurisdicciones
especiales, diferentes a las previstas en los artículos 246 y 247 del Estatuto
Superior.
- De conformidad
con la ley 153 de 1887 una ley posterior, sobre la misma materia, deroga la
anterior. El nuevo Código de Procedimiento Penal derogó las normas especiales
aplicables a la jurisdicción de orden público al reglamentar en forma general
toda materia.
V. EL
MINISTERIO PUBLICO
Mediante oficio No.
068 de septiembre 7 de 1992, el señor Procurador General de la Nación
conceptuó sobre la inexequibilidad del Decreto objeto de revisión. Las razones
en las que basa su petición de inconstitucionalidad se transcriben a continuación:
- "El
ejercicio por el Gobierno de la facultad extraordinaria de dictar decretos con
fuerza de ley, para enfrentar la perturbación del orden público del país,
exige para su validez constitucional la conexidad entre las medidas que se
adopten y los factores de alteración que esgrimió para su declaratoria, como
que tales medidas deben estar destinadas exclusivamente a conjurar la crisis y
a impedir la extensión de sus efectos".
- "En este
tipo de normatividad se identifican entonces dos extremos como presupuesto para
su existencia y validez constitucional; por un lado, un decreto declaratorio
del estado de conmoción, el cual deberá cumplir las exigencias del inciso 1o.
del precitado artículo 213, esto es, la ocurrencia de una grave perturbación
del orden público que atente de manera inminente contra la estabilidad
institucional, la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana y que tal
circunstancia, no puede ser conjurada mediante el uso de atribuciones
ordinarias de las autoridades de policía; por el otro, la facultad de dictar
decretos conjuratorios", de lo cual se desprende que "la existencia
de los segundos depende de la del primero, así como de la conformidad de éste
con la Carta.
- "Al
estudiar la validez constitucional del Decreto Legislativo 1155 de 1991 'Por el
cual se declara el Estado de Conmoción Interior, este Despacho advirtió....la
inconformidad con la Carta de la medida allí adoptada. Por ello solicitó a la
H. Corte Constitucional declarar la inexequibilidad del mencionado
ordenamiento. Roto uno de los extremos para el uso de las facultades
extraordinarias, desaparece el vínculo de conexidad para su validez; de ahí que
el Decreto 1156 de 1992, se torne también contrario a la Constitución".
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
A. LA COMPETENCIA.
Según lo dispone el
artículo 241 numeral 7o. de la Carta, en concordancia con el artículo 214
numeral 6o. del mismo Estatuto Superior, compete a la Corte Constitucional
decidir sobre la constitucionalidad del Decreto No. 1156 del 10 de Julio de
1992, por ser un decreto legislativo expedido en uso de las facultades
extraordinarias que autoriza la Conmoción Interior.
B. LOS REQUISITOS
FORMALES
El decreto que se
revisa fue expedido por el Gobierno en ejercicio de las atribuciones que le
confiere el artículo 213 de la Constitución Política y en desarrollo del
Decreto 1155 de 1992, por el cual se declaró el estado de Conmoción Interior en
todo el territorio nacional, y lleva la firma del Presidente de la República y
de los catorce (14) Ministros del Despacho.
La temporalidad del
decreto, aun cuando no lo expresa su texto, extendió su vigencia hasta las
veinticuatro (24) horas del día jueves dieciséis (16) de julio del presente
año, fecha hasta la cual se extendió el Estado de Conmoción Interior. Lo que
no afecta su eficacia, toda vez que, se trata de una normatividad
interpretativa de unas reglas jurídicas cuya vigencia se prolonga en el tiempo.
c) La Conexidad
La Constitución
Política determina una conexidad entre las causas que dieron lugar a la
declaratoria de la Conmoción Interior y las medidas que tome el Gobierno,
mediante decretos legislativos, para atender el restablecimiento del orden
público. Sentido en el cual se fija el alcance del inciso 2o. del artículo 213
de la Carta, que otorga al Gobierno solo "las facultades estrictamente
necesarias para conjurar las causas de la perturbación e impedir la extensión
de sus efectos". (Art. 214 numeral 1o. C.N.).
A fin de comprobar
esta conexidad constitucional, se detiene la Corporación a estudiar los
motivos que expuso el Gobierno para expedir el decreto sub exámine, en los
cuales se señala la necesidad de interpretar de manera auténtica el sentido y
alcance de la legislación que le otorgó carácter permanente a los decretos
referentes a la jurisdicción de Orden Público, así como el Código de
Procedimiento Penal".
De otra parte,
advierte esta Corporación que en el Decreto 1155 de 1992, que declaró la
perturbación del orden público el Gobierno tiene como hechos determinantes de
la conmoción interior, los siguientes:
"Que durante
los últimos años la sociedad colombiana ha tenido que enfrentar modalidades
criminales que han perturbado en forma grave el orden público, tales como el
terrorismo y los magnicidios".
"Que para hacer
frente a dichos factores de perturbación se dictaron disposiciones
excepcionales al amparo de la figura del Estado de Sitio, en virtud de las
cuales se tipificaron hechos punibles y se sometió su conocimiento a la
jurisdicción de orden público, creada y regulada por normas especiales."
"Que la
jurisdicción de orden público ha venido conociendo de hechos delictivos que
causaron profunda conmoción social y grave perturbación del orden
público".
"Que la eficaz
aplicación del régimen especial de la jurisdicción de orden público fortalece
la administración de justicia en su acción contra la impunidad, y contribuye
así a asegurar la convivencia ciudadana".
"Que habida
cuenta de que las causas y los efectos de estos factores de perturbación no han
desaparecido y de la importancia de mantener la vigencia de las medidas
mencionadas para procurar el restablecimiento del orden público, la Asamblea
Nacional Constituyente dispuso que los decretos expedidos en ejercicio de las
facultades de estado de sitio hasta la fecha de promulgación de la
Constitución, continuarían rigiendo por un plazo de noventa días, durante los
cuales el Gobierno Nacional podía convertirlos en legislación permanente
siempre y cuando la Comisión Legislativa Especial no los improbara".
"Que en
desarrollo de lo anterior se adoptaron como legislación permanente diversas
disposiciones dictadas para restablecer y mantener el orden público, entre
ellas las relativas a la jurisdicción de orden público y el régimen que la
regula."
"Que la
continua vigencia de tales medidas fue reiterada por el artículo 5o.
transitorio del nuevo Código de Procedimiento Penal que expresamente señala que
"la Jurisdicción de Orden Público se integrará a la jurisdicción Ordinaria
desde el momento en que comience a regir este nuevo Código. Los jueces de
orden público se llamarán jueces regionales y el Tribunal Superior de Orden
Público se llamará Tribunal Nacional. La competencia de estos despachos no
se modifica, continuarán conociendo de los mismos hechos punibles que han
venido conociendo hasta ahora de acuerdo con los decretos que no impruebe la
Comisión Especial para convertir normas expedidas en ejercicio de facultades de
Estado de Sitio en legislación permanente".
"Que el señor Fiscal
General de la Nación envió al Presidente de la República una Carta en la cual
dice:
"Teniendo en
cuenta lo dispuesto por los artículos 251, numeral 5o. de la Constitución
Política y 8o. del Decreto 2699 de 1991, me permito informarle que hoy en los
días inmediatamente anteriores, se han presentado numerosas solicitudes de
libertad provisional y acciones de "Habeas Corpus" por parte de
procesados por delitos cuyo conocimiento corresponde a la antigua jurisdicción
de Orden Público, hoy Jueces Regionales y Tribunal Nacional, todo ello motivado
en interpretaciones de la legislación adoptada como permanente por la Comisión
Especial Legislativa y del Código de Procedimiento Penal, expedido por la
misma Comisión, que en mi concepto no corresponden al recto entendimiento de
dicha legislación y Estatuto.
"La situación
anterior en mi concepto está causando serias perturbaciones al orden público,
razón por la cual he considerado conveniente ponerla en su conocimiento para
que dentro de su competencia el Gobierno adopte las medidas que estime
pertinentes."
"Que al no
existir una precisión acerca de la aplicación de la normatividad de orden
público frente al ordenamiento ordinario se hace inocua la operancia de la
justicia, orientada en los últimos años hacia el sometimiento a la justicia de
los autores y cómplices de delitos de narcotráfico, magnicidios, homicidios con
fines terroristas, entre otras conductas perturbadoras del orden público, todo
lo cual genera situaciones de impunidad que atentan de manera inminente contra
la estabilidad de las instituciones y la seguridad del Estado".
Que las
circunstancias mencionadas, en tanto hacen inoperantes las medidas de
aseguramiento dirigidas a proteger a la sociedad, atentan de manera inminente
contra la convivencia ciudadana."
"........
"Que la
situación planteada no puede ser conjurada mediante el uso de las atribuciones
ordinarias de las autoridades de policía".
Lo anterior muestra
de manera clara que el contenido normativo del Decreto No. 1156 de 1992, está
ligado causalmente a los hechos y circunstancias que determinaron la declaración
del Estado de Conmoción Interior en todo el territorio nacional, en cuanto
busca, por vía de la interpretación auténtica, evitar que los efectos de una
legislación especialmente orientada a la conservación del orden público, sea
objeto de interpretaciones que generen situaciones de impunidad que podrían
atentar de manera inminente contra la estabilidad institucional, la seguridad
del Estado y la convivencia ciudadana.
D. El Contenido
del Decreto
El Decreto No. 1156
de julio 10 de 1992 "Por el cual se dictan disposiciones en relación con
el procedimiento aplicable a los delitos de conocimiento de los jueces
regionales", autoriza y dispone, para hacer claridad, la interpretación
de una legislación especial, de orden público, sobre los procedimientos
aplicables a los delitos de que conocen los antes denominados "jueces de
orden público". Su articulado contiene lo siguiente:
El artículo 1o.
señala la existencia del artículo 5o. transitorio del nuevo Código de
Procedimiento Penal (Decreto No. 2700 de 1991), el cual contiene tres
hipótesis:
La primera, según
la cual la jurisdicción de orden público se integrará a la jurisdicción
ordinaria desde el momento en que empiece a regir este nuevo Código, es decir,
a partir del 1o. de julio de 1992 (art. 1o. ibídem). Tenemos así, que de
conformidad con el nuevo orden constitucional, la Jurisdicción de Orden
Público hace parte de la jurisdicción penal ordinaria, toda vez que la
Constitución Política sólo estableció como jurisdicciones especiales a la Constitucional,
la Contencioso-administrativa, las autoridades de los pueblos indígenas y los
jueces de paz, quedando, la jurisdicción de orden público como parte
integrante de la ordinaria, por disposición constitucional.
La segunda
hipótesis, se refiere a que los jueces de orden público que en adelante se
denominan jueces regionales y el Tribunal de Orden Público que se llamará
Tribunal Nacional, conservarán sin modificación la competencia para seguir
conociendo de los mismos hechos punibles que estaban bajo su jurisdicción.
Y la tercera
hipótesis, se refiere a que esas competencias se seguirán ejerciendo de acuerdo
con los decretos, es decir, según los procedimientos que no impruebe la
Comisión Especial, de acuerdo con los dispuesto por el artículo 8o. transitorio
de la Carta Fundamental. El Gobierno convirtió esos decretos en legislación
permanente mediante la expedición del Decreto No. 2271 del 4 de octubre de
1991, el cual no fue improbado por la citada Comisión cuando fue sometido a su
consideración, con lo cual, sus disposiciones adquieren plena vigencia, con el
carácter de normas especiales. Carácter éste que proviene de lo dispuesto en
el artículo 3o. del referido decreto que adoptó como legislación permanente
algunas disposiciones del Decreto 2790 de 1990, entre ellas su artículo 100 que
dice: "En las materias no reguladas por este decreto, se aplicarán las
normas del Código Penal y las del Código de Procedimiento Penal, así como las
que los adicionen o reformen". De suerte, que el régimen ordinario sólo
se aplicará en ausencia de norma especial en los procedimientos de la
denominada jurisdicción de Orden Público.
Este artículo 1o.,
al determinar que se aplican las normas de procedimiento y sustanciales a que
se refieren los decretos expedidos en desarrollo de las facultades del antiguo
Estado de Sitio, no improbados por la Comisión Especial, de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 5o. transitorio del Nuevo Código de Procedimiento
Penal, no resulta contrario a ningún precepto constitucional.
El artículo 2o.,
como consecuencia necesaria del anterior dispone que, los procesados por los
delitos de competencia de los Jueces de Orden Público sólo tendrán derecho a la
libertad provisional en los casos siguientes:
"1) Cuando en
cualquier estado del proceso hubieren sufrido en detención preventiva un tiempo
igual al que merecieren como pena privativa de la libertad por el delito de
que se les acusa, habida consideración de su calificación o de la que debería
dársele."
"Se considera
que ha cumplido la pena el que lleve en detención preventiva el tiempo
necesario para obtener la libertad condicional, siempre que se reunan los demás
requisitos para otorgarla."
"2) Cuando
fuere mayor de 70 años, siempre que no haya sido procesado antes por uno de los
delitos de competencia de los Jueces de Orden Público". (Art. 4o. D.
2271/91, artículo 59 Decretos No. 2790/90 y No. 099 de 1991).
Agrega el artículo
revisado (2o.), que la libertad provisional "sólo podrá hacerse efectiva
cuando esté en firme la providencia que la concede", lo cual es una
previsión innecesaria, toda vez que ninguna providencia judicial es
ejecutable mientras no se encuentre en firme o debidamente ejecutoriada; sin
embargo, ese exceso de celo, en la explicitación de los avatares de ese tipo de
decisiones judiciales, obedece a particulares circunstancias de orden público
que imponen la necesidad de agotar todos los esfuerzos de claridad a fin de
controlar cierto tipo de conductas punibles, que atentan de manera grave contra
el orden público y la estabilidad institucional de la República.
No podrá, según la
interpretación de autoridad comentada, decretarse la libertad provisional por
causales distintas a las contenidas en el artículo 4o. del decreto 2271/91, por
ser ésta, una norma especial de procedimiento en el trámite de los procesos de
que conoce la jurisdicción de Orden Público, expedida por un legislador al
igual que el ordinario, plena y expresamente autorizado por el Constituyente.
El Gobierno
Nacional, como responsable del orden público, tenía la obligación de expedir el
Decreto 1156/92, en ejercicio de su facultad excepcional teniendo en cuenta la
dificultad existente, por el cambio legislativo en el procedimiento penal,
para precisar su aplicabilidad; lo que se pone de presente en la multiplicidad
de interpretaciones que se presentaron en los distintos estamentos sociales,
todos de buena fe, incluso los equivocados, que permitió por parte de estos
últimos la formulación de más de un millar de solicitudes de libertad
provisional para los detenidos a órdenes de la Jurisdicción de Orden Público,
con base en el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal.
El artículo 3o.
continúa asegurando la especialidad del sistema de la jurisdicción de Orden
Público, al otorgar a esta la competencia para conocer del recurso de Habeas
Corpus, de manera residual, al decir, que no procedería por causales previstas
para obtener la libertad provisional; ya que cuando estas medien, se deberá
solicitar la dicha libertad ante el juez respectivo. Se consagra igualmente
un privilegio de legalidad de las providencias dictadas para decidir la
privación de la libertad en ejercicio de la función judicial a cargo de los
jueces regionales y del Tribunal Nacional, función que consulta por su
especialidad, su seguridad y la estructura general de su diseño, una mayor
seguridad para la independencia de sus decisiones, frente a una categoría de
delitos y de delincuentes que han dado muestras de desconocimiento de la
autoridad judicial ordinaria, con acciones que van hasta el asesinato reiterado
de gran número de Jueces y Magistrados que se han atrevido a decidir en contra
de sus actuaciones criminales, en cumplimiento de su deber y aplicación de la
ley.
Se utiliza el
recurso de Habeas Corpus en este artículo 3o., a la manera de su primigenia
expresión, no temiendo por la libertad individual por causa de la actuación de
los jueces, sino más bien, por las actuaciones de autoridades no judiciales,
frente a las cuales queda, para estos delitos, el Habeas Corpus a disposición
de quienes deban utilizarlos. En la exposición de las razones que tuvo el
Gobierno para expedir el Decreto (folios 122, 123 y 124), se lee lo siguiente:
" ...
"2.4. El
artículo 3o. relativo a la acción de 'Hábeas Corpus' no causa menoscabo alguno
de la garantía constitucional consagrada en el artículo 30, por cuanto la hipótesis
de hecho que se regula corresponde exclusivamente a privaciones de libertad
hechas 'por mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las
formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley', como ordena
también el artículo 28 de la Constitución Política, requisito que se cumple en
desarrollo de la actuación procesal. Lo que se busca es prevenir que la
importantísima función del Hábeas Corpus' sea objeto de abuso, permitiendo que
personas regularmente procesadas por autoridades judiciales competentes y con
la plenitud de las garantías establecidas, utilicen dicha institución
indebidamente para evadir su comparecencia a los procesos respectivos. Ya la
Jurisprudencia Constitucional había tenido oportunidad de tratar el ámbito de
reglamentación legislativa que es propio realizar en estado de anormalidad
institucional a la figura del 'Hábeas Corpus', a propósito de la revisión
constitucional efectuada al decreto 182 de 1988 expedido en ejercicio de las
facultades de estado de sitio para 'impedir la fuga o la liberación fraudulenta
de personas relacionadas con grupos terroristas, con el propósito de que no
abusen de la ley para evadir la acción de la justicia' (Sentencia No. 23, de
marzo 3 de 1992. M.P. Dr. Hernando Gómez Otálora).
"Aún más, ya en
providencia de junio 7 de 1985, la Corte Suprema de Justicia sentó una
importante jurisprudencia sobre el ámbito de acción del 'Hábeas Corpus', en los
siguientes términos: '...No es el caso, pues, de admitir, falsos pretextos en
su aplicación, ni tolerar análisis de aspectos que no pueden ser cuestionados,
ni desconocer el imperio de otras facultades, debidamente realizadas.
'El afianzamiento
del derecho de libertad no puede apoyarse ni realizarse con el desconocimiento
del orden jurídico. Muy estricto debe ser el cumplimiento de esa función para
evitar su distorsionamiento y deterioro. En esto no es dable proceder con
ambigüedades, apresuramientos, supuestas facultades, ayunas de verdad y
acierto'.
"El artículo 3
del decreto 1156 de 1992 ante la opinión ha sido objeto de algunas
interpretaciones que no tienen en consideración el sentido genuino del texto
legal y sus alcances reales en relación con el hábeas corpus. En atención a lo
anterior el Gobierno considera pertinente efectuar algunas precisiones al
respecto:
"El artículo
citado no elimina, ni suspende, ni limita la acción del hábeas corpus. Al
establecer su improcedencia en los eventos comprendidos por las causales
legales previstas para obtener la libertad provisional, así como frente a la
revisión de las providencias judiciales que hubieren decidido sobre la
privación de la libertad, simplemente reitera el carácter específico de esta
figura, la cual en consecuencia, no puede entrar a suplir los mecanismos
procesales ordinarios, máxime si la vía tradicional que otorga el derecho
procesal es un medio eficaz e idóneo. Adicionalmente debe aclararse, que en
esencia, la revisión de legalidad propia del hábeas corpus, tiene como objeto
el hecho de la privación de la libertad en sí misma y no el control de fondo de
una providencia judicial.
"Nestor Pedro
Sagués, al exponer la tesis negativa, en relación con la improcedencia del
hábeas corpus frente a actuaciones judiciales, que coinciden con la posición
mayoritaria de la doctrina y la jurisprudencia argentinas, cita un fallo de la
Corte Suprema de ese país, en el cual reitera como principio 'que el hábeas
corpus no autoriza a sustituir en las decisiones que les incumben a los jueces
propios de la causa, respecto de cuyas resoluciones, en caso de existir agravio
constitucional, caben en todo caso los recursos de ley'1 . En otro
fallo, explícitamente, esta misma Corte afirmó que los detenidos en virtud de
un auto de prisión preventiva no pueden con el objeto de cuestionar ese auto,
acudir al hábeas corpus, debiendo, si es el caso, impugnar la resolución del
juez penal en el expediente respectivo por las vías ordinarias.[1]
"El citado
autor, además puntualiza: 'Es fácil encontrar la justificación de la tendencia
negativa: de admitirse el hábeas corpus contra pronunciamientos de jueces, se
quebraría el buen orden de los pleitos, auspiciándose la anarquía judicial'.
"En este punto,
es preciso advertir que en el caso colombiano, la protección constitucional de
la mayor parte de las garantías del debido proceso, han de lograrse a través
de los procedimientos ordinarios o de la acción de tutela, por lo que el hábeas
corpus retoma plenamente su función clásica de ser una garantía circunscrita a
la libertad física de la persona. A este respecto Bidart Campos ha sostenido:
'Lo más exacto, en teoría constitucional, es mantener el hábeas corpus como
garantía de la libertad corporal exclusivamente y al amparo como garantía de
todos los otros derechos y libertades'.[2]
"La finalidad
de la institución del hábeas corpus en Inglaterra fue el de impedir las
detenciones arbitrarias decretadas por poderes de carácter extra-judicial, que
en un caso similar, el francés, alcanzaron su máxima expresión de las
denominadas 'lettres de cachet', órdenes selladas con las cuales el rey, sin
expresión de motivos, encarcelaba por tiempo indefinido a cualquier ciudadano.
"Se puede
advertir con facilidad la simetría entre el hábeas corpus y la garantía
constitucional y universalmente consignada en las constituciones continentales
y que consiste en prohibir la detención por autoridad no competente, sin motivo
legal y sin observancia de las normas procesales.
"Es importante
resaltar entonces que el origen del hábeas corpus fue el de impedir las
privaciones arbitrarias de la libertad, colocando en manos de los jueces la
decisión sobre esta materia. En ningún caso, el hábeas corpus fue concebido
para perturbar el funcionamiento de la administración de justicia, colocando en
tela de juicio las providencias de los mismos jueces en desarrollo de sus
facultades legales y constitucionales. La celeritud que desde sus inicios tuvo
este recurso, no sólo se explica por estar en juego la libertad humana, sino,
también, porque procedía en situaciones en donde era desconocida en forma
palmaria y aberrante (originadas en sus inicios entre quienes no tenían por
función propia, natural y cotidiana administrar justicia) de tal manera que se
obviaba la necesidad de entrar a determinar a profundidad las variables
jurídicas del caso, de allí también su carácter material que hemos destacado.
"Para efectos
de controvertir las providencias de los jueces, la legislación procesal ha
establecido y desarrollado a lo largo de la historia, recursos especiales que
se encuentran a disposición del interesado."
El artículo 4o. del
Decreto dispone que el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal, sólo se
aplicará a los delitos de que conoce la jurisdicción de Orden Público, una vez
haya transcurrido el término de diez (10) años contados a partir de la
vigencia del mismo, oportunidad en la cual los jueces regionales y el
Tribunal Nacional perderán la competencia para conocer de los asuntos que les
competen; "sin perjuicio de lo anterior, pasados cinco años contados a
partir de la vigencia del presente Código, el Presidente de la República,
rendirá un informe al Congreso Nacional en el que evaluará los resultados de la
actividad de los jueces regionales y el Tribunal Nacional" (art. 2o.
transitorio del Nuevo Código de Procedimiento Penal).
Abunda la
Corporación en razones sobre el carácter especial, y en consecuencia, de
aplicación preferencial, de la legislación de orden público, señalando el
artículo 2o. transitorio del Código de Procedimiento penal, que determina un
plazo de 10 años contados a partir de la vigencia del Código, para que los
jueces regionales y el Tribunal Nacional pierdan la competencia para
"conocer de los procesos que este Código les hubiese adjudicado, y la
misma será asignada a jueces del circuito o a los que designe la ley". Lo
que quiere decir que los mencionados jueces continuaran conociendo de los
delitos de su competencia, durante 10 años contados a partir del 1o. de julio
de 1991, de acuerdo con las normas especiales de competencia. Y, la
circunstancia de que se trate de conductas criminales típicas, no permite
alegar un desconocimiento de los derechos a la igualdad, ni interpretaciones
favorables a los sindicados, pasando, de un procedimiento a otro (del
ordinario al especial), se repite, por las realidades delictivas perseguidas en
uno y otro ordenamiento, ya que se inspiran en fundamentos de distintas
naturaleza en el amplio universo de la defensa social.
Remite el señor
Procurador General de la Nación en su concepto de rigor en el asunto de la
referencia, al concepto que expidiera con ocasión del Decreto No. 1155 de 1992,
por el cual se declaró el Estado de Conmoción Interior. Aquí luego de
conceptuar sobre la posibilidad de la declaratoria del Estado de Conmoción
Interior, sin que se haya expedido la ley sobre estados de excepción a que se
refiere el artículo 152 de la Constitución Política, expone como razones de
inconstitucionalidad del Decreto 1155, dos razones que califica de opuestas:
la primera, por cuanto al expedir este decreto "para regular de manera
concreta y no general la forma como los jueces debían interpretar, en casos
particulares y específicos", transgredió los principios
constitucionales de la separación de poderes, la independencia de las
decisiones judiciales y "desconociendo que durante los estados de
excepción no es posible interrumpir el normal funcionamiento de las normas del
poder público ni variar la estructura del Estado. Igualmente, se violó el
artículo 83 al suponer que los jueces no obrarían razonablemente en derecho. Pues
bien, en este punto, equivoca la apreciación de los hechos el señor Procurador
General, por cuanto, no solamente el propio texto del Decreto No. 1156 no se
refiere a ningún caso en particular ni de manera expresa o tácita, sino que
formula simplemente una interpretación auténtica que permite de manera
general, para todos los casos, una aplicación, según su propio decir:
"razonablemente", de una ley especial sobre una general. De otra
parte, sin que pueda la Corporación disponer de manera precisa de las
estadísticas que al momento del fallo existieron de solicitudes, lo cual no
resulta necesario, como tampoco lo debió ser para el Gobierno al momento de
expedir el decreto, no cabe duda, que por el extenso número de solicitudes que
tuvo en cuenta el Gobierno, Medellín (592), Cali (192), Cúcuta (88), Santafé de
Bogotá (312) y Barranquilla (80); no cabe duda, se repite, de la vocación de
generalidad con que actuó el Gobierno al expedir el Decreto examinado. Por lo
expuesto, la Corporación, se aparta del criterio del señor Agente del
Ministerio Público sobre este respecto.
La segunda razón de
inconstitucionalidad planteada por el Procurador General, expresa que resulta
violatorio el Decreto, de los artículos 213, 189 inciso 1o., 189-4-11 y 115 de
la Constitución Política, porque el Presidente de la República habría podido
"conjurar la eventual alteración del orden público suscitada por una
interpretación errónea", a través de una atribución ordinaria de policía
que debió concretarse en la expedición de un decreto reglamentario, mecanismo a
través del cual hubiera podido armonizarse la inteligencia del parágrafo del
citado artículo, con la de los artículos 2o. y 5o. transitorios de dicho Código
de Procedimiento Penal". Confunde el señor Procurador General de la
Nación la noción de "poder de policía" tanto como la de
"potestad reglamentaria", al pretender primero, que esta cabe en la
órbita de ejecuciones de aquel, y segundo, al entender que aquella, así
concebida, como expresión del poder de Policía, puede usarse para disponer
interpretaciones de autoridad.
El poder de policía
es el conjunto de acciones concretas, de orden material, de que disponen las
autoridades para mantener el orden público y controlar los comportamientos que
en la sociedad se dirijan a alterarlo. Es pues un poder material, sin
perjuicio de su carácter reglado, como consecuencia de la sumisión de las
autoridades a la ley en todo Estado de Derecho (art. 6o. C.N.). Por lo
tanto es necesario distinguir entre el poder de policía y la regulación
jurídico policiva. El artículo 218 de la Carta defiere a la ley la
reglamentación policiva y define a la "policía nacional" que ejerce
el poder de policía, como un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, cuyo
fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el
ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los
habitantes de Colombia vivan en paz. Los estados de conmoción interior se
justifican en la Constitución Política, frente a graves perturbaciones del
orden público que no puedan ser conjuradas mediante el uso de las ATRIBUCIONES
ordinarias de las autoridades de policía. Hemos visto cómo las atribuciones
del poder de policía son fijadas por la ley de manera ordinaria. En los casos
excepcionales de insuficiencia de ellas para mantener el orden público se
autoriza al Gobierno para expedir regulaciones jurídicas (decretos
legislativos), a fin de que las autoridades amplíen según la necesidad, sus
competencias en el ejercicio del poder material de policía, preservando así,
incluso en los estados de excepción, el principio de legalidad a que deben
estar sometidas las autoridades públicas. La reglamentación mediante decretos
legislativos, ha resultado de tal modo objeto de sospecha, por los peligros que
pueden significar para la libertad, que se ha sometido a un control automático
de constitucionalidad tanto como a un control de tipo político por parte del
Congreso de la República.
La distinción que se
propone entre poder de policía y regulaciones jurídicas de policía, no sólo
busca asegurar el principio de legalidad, sino que, busca precisar los límites
funcionales de esta importante actividad de las autoridades públicas, con miras
a la garantía de la libertad. La distinción apunta igualmente a hacer
precisión sobre el uso de la expresión poder de policía, que en sentido
estricto se refiere, tal como lo hace el artículo 213 de la Carta, a las
actividades de las autoridades orientadas al mantenimiento del orden público.
La doctrina y la jurisprudencia francesas, han usado el término para referirse
a actividades distintas, tal el caso de las relacionadas con la actividad
administrativa de limitación de los derechos de los particulares, mediante
ciertos actos administrativos de regulación, orientados a disponer por razones
de ejecución las funciones de los servidores públicos de inspección y
vigilancia de determinados servicios públicos; o la también denominada
actividad de "policía judicial", que desarrollan ciertos cuerpos
administrativos (fuerzas de seguridad) como auxiliares de los jueces y
tribunales en la averiguación de los delitos. Pues bien, se insiste, éstas
últimas acepciones del término nada tienen que ver con el concepto de poder de
policía a que se refiere el artículo 213 de la Constitución Política.
La potestad
reglamentaria no es una operación de simple copia de los textos sobre los
cuales se ejerce. Su ejercicio implica de algún modo valoración e indagación
de los fines y contenido de la ley, para que resulte un reflejo fiel de la
misma. Por esto, desde el artículo 12 de la Ley 153 de 1887, el reglamento
será aplicable en cuanto no sea contrario a la Constitución, a las leyes ni a
la doctrina legal más probable. La Constitución de 1991, confiere al
Presidente de la República el ejercicio de la potestad reglamentaria, mediante
la expedición de los decretos, resoluciones y órdenes necesarios para la
cumplida ejecución de las leyes (art. 189-11 C.N.). Como de lo que se trata
pues es de la garantía de la ejecución de las leyes, las expresiones de la
potestad reglamentaria se encuentran subordinadas a la ley, en razón de que
según la fórmula general de competencia, la función legislativa corresponde al
Congreso de la República, y de consiguiente la potestad reglamentaria es de
carácter adjetivo y se encuentra subordinada a los contenidos de la ley. Esta
clara conclusión es una consecuencia de la supremacía de la ley en la
determinación del régimen jurídico de la libertad, que se vería amenazada con
una capacidad que le fuese equiparable en cabeza del poder reglamentario. Ahora
bien, la labor de indagación que realiza el poder reglamentario, a fin de
asegurar la cumplida ejecución de las leyes, es, como lo ha sostenido la
jurisprudencia nacional un complemento de éstas en la medida en que las
actualiza y las acomoda a las necesidades que las circunstancias le impongan
para su eficaz ejecución, y no un ejercicio de interpretación de los contenidos
legislativos ni de su modo de encuadrar las distintas situaciones jurídicas en
los supuestos que contiene, porque esta labor sólo compete en el marco de la
expresión de la división de los poderes del Estado, a la autoridad judicial.
Lo expuesto, lleva a la Corporación a apartarse del concepto del señor
Procurador, cuando afirma que el Presidente de la República en vez de expedir
el Decreto que se revisa debió hacer uso de la potestad reglamentaria.
Más aún, la
interpretación de autoridad que para fijar el sentido de las normas del
procedimiento penal, realizó el Gobierno al expedir el decreto No. 1156,
consulta la naturaleza de este tipo de interpretación, que sólo puede ser
realizada por el propio legislador, para que sea de obligatorio acatamiento por
el juez competente. Los decretos legislativos, son decretos con fuerza de ley,
equiparados por la Constitución Política a la ley, sometidos al control de
constitucionalidad ante la misma Corporación judicial y con capacidad para
sustituir temporalmente a las leyes en los estados de excepción. De suerte
que, mientras resulta eficiente la interpretación de autoridad realizada
mediante un decreto legislativo de conmoción interior, no lo sería la plasmada
en un decreto reglamentario, cuyo acatamiento no es obligatorio para el juez,
en lugar de la ley (art. 25 Código Civil).
Puntualiza la
Corporación que lo anterior no puede entenderse en el sentido de que las
facultades excepcionales impliquen una competencia suficiente a disposición del
Gobierno para atentar contra el debido proceso consagrado en el artículo 29 de
la Carta Política, ni contra los demás derechos fundamentales, toda vez que el
artículo 214 numeral 2o. ibídem, los señala como límites del Gobierno en el
uso de aquellas facultades.
En mérito de las
consideraciones anteriores, la Corte Constitucional, Sala Plena, administrando
justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
DECLARAR
CONSTITUCIONAL el Decreto
No. 1156 del 10 de julio de 1992, "Por el cual se dictan disposiciones en
relación con el procedimiento aplicable a los delitos de conocimiento de los
Jueces Regionales".
Cópiese, publíquese,
comuníquese al Presidente de la República y al Presidente del Congreso,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archivese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de
voto a la Sentencia No. C-557
HABEAS CORPUS-Sustracción de materia (Salvamento de
voto)
Si las causales
de Habeas Corpus son las mismas de la libertad provisional y si éstas no pueden
en este caso invocarse para tal efecto, el Habeas Corpus desaparece por
sustracción de materia. Se trata entonces de una denegación total del Habeas
Corpus, que viola el artículo 30 de la Carta. Segundo, si el Habeas Corpus no
procede tampoco para revisar la legalidad de las providencias judiciales que
hubieren decidido sobre la privación de la libertad de los detenidos por cuenta
de la antigua jurisdicción de orden público, entonces nunca habrá Habeas
Corpus, porque precisamente la fuente de violación de la libertad, que da
origen a esta secular institución, son las providencias judiciales que de
manera irregular nieguen la libertad. El Habeas Corpus queda circunscrito a
situaciones de hecho, pues no opera frente a providencias judiciales. Ahora
bien, un acto arbitrario que formalice una detención irregular queda
automáticamente amparado por esta restricción. El artículo 30 constitucional
deviene así en letra muerta.
DEBIDO PROCESO-Manifestaciones/TERMINO JUDICIAL-Plazo
razonable (Salvamento de voto)
El debido proceso
en lo penal se manifiesta en tres principios fundamentales, de incidencia
directa en el negocio que nos ocupa: el debido proceso sin dilaciones injustificadas,
la favorabilidad y la norma posterior. La expresión "dilaciones
injustificadas" del artículo 29 de la Constitución debe ser leída a partir
del artículo 228 idem -cumplimiento de los términos- e interpretada a la luz
del artículo 7.5 de la Convención Americana de los Derechos Humanos, esto es,
"dilaciones injustificadas" debe entenderse que como "un plazo
razonable" que es necesario cumplir. Pero si se trata de un detenido por
cuenta de los fiscales regionales al cual le dilatan un proceso por causa
imputable al Estado, éste de todas maneras lo mantiene privado de libertad, en
nombre de una presunta "medida de aseguramiento dirigida a proteger la
sociedad" y a evitar la "impunidad", violando así el principio
de igualdad.
El parágrafo del
artículo 415 del Código de Procedimiento Penal, que duplica el término que
dispone el fiscal para calificar el sumario, en los casos de conocimiento de
los fiscales regionales, es un plazo razonable porque obedece a la dificultad
en la consecución de las pruebas en dichos procesos, al tiempo que define un
tope máximo que, de no ser observado, se convierte en una causal de libertad
provisional.
NORMA DE ORDEN
PUBLICO/JURISDICCION
(Salvamento de voto)
Por doble vía se comprueba que todas las normas de estado
de sitio de carácter procesal penal, incorporadas como permanentes por la
Comisión Especial Legislativa, se encuentran subsumidas en el Código de
Procedimiento Penal, de suerte que puede afirmarse que desde la entrada en
vigencia de dicho código -1° de julio de 1992-, tales normas desaparecieron
del mundo jurídico por supresión de materia y por derogación expresa del
artículo 573 del C.P.P.-. Existe unidad y coherencia entre el procedimiento
penal ordinario y el de la justicia regional, como quiera que las funciones de
acusación y juzgamiento de competencia de la Fiscalía General de la Nación y de
los jueces, respectivamente, se encuentran integradas en un solo cuerpo
normativo. Además si bien la división en títulos y capítulos de la Carta no es
norma vinculante sino orientadora, según el análisis hecho ya por la Corte a
propósito del argumento "sede materiae", es lo cierto que la actual
división del Título VIII de la Constitución, relativo a la rama judicial,
consagra todas las jurisdicciones existentes en Colombia, a saber: jurisdicción
ordinaria -Capítulo 2-, contencioso administrativa -Capítulo 3-, Constitucional
-Capítulo 4- y jurisdicciones especiales como la indígena y los jueces de paz
-Capítulo 5-. Por otra parte, en el artículo 221 se establece la jurisdicción
penal especializada de orden militar. En ninguna otra parte de la Constitución
se regulan jurisdicciones adicionales. Así además lo ratificó el Consejo
Superior de la Judicatura, cuando afirmó que: Mediante jurisprudencia reiterada
del Consejo Superior de la Judicatura se ha considerado que la antiguamente
llamada "Jurisdicción de Orden Público", hoy juzgados regionales y
Tribunal Nacional, hacen parte de la jurisdicción ordinaria en los términos del
Capítulo II, artículo 234 de la Constitución Nacional. El Código de
Procedimiento Penal y las disposiciones del Decreto 2271 de 1991 no son dos
ordenamientos independientes y autónomos sino un sólo ordenamiento integrado y
coherente con algunas diferencias en puntos específicos, previstas por el propio
régimen ordinario.
INTERPRETACION
APAGOGICA-Concepto
(Salvamento de voto)
La interpretación
al absurdo o apagógica "es aquel argumento que permite rechazar una
interpretación de un documento normativo de entre las teóricamente (o prima
facie) posibles, por las consecuencias absurdas a las que conduce". El
argumento apagógico encuentra toda su manifestación en el hecho que el
Gobierno Nacional estima que el parágrafo del artículo 415 del código de
procedimiento penal no es aplicable antes de diez años. La declaratoria del
estado de excepción constitucional tenía finalmente como objetivo impedir que
dicho parágrafo le fuese aplicado a los detenidos por cuenta de los fiscales y
jueces regionales y, en su lugar, se le aplicase la normatividad de orden público,
cuando ésta, salvo en materia de competencia, se había integrado completamente
al régimen procesal penal ordinario desde la entrada en vigencia del Código. En
virtud del método de la reducción al absurdo, entonces, para el Gobierno esta
norma sólo será aplicable a partir de un momento en el cual ya no tendrá
destinatarios y por tanto está condenada a ser inefectiva desde su creación. En
efecto, dentro de diez años, momento en el cual habrá desaparecido la
competencia de los jueces y fiscales regionales, por disposición de los
artículos 2° y 5° transitorios del código de procedimiento penal, no habrá para
entonces destinatarios de dicha norma. En otras palabras, para el Gobierno esta
norma empezará a aplicarse cuando ya no haya a quién aplicársele, lo cual es un
absurdo total.
PRINCIPIO DEL
EFECTO UTIL (Salvamento de
voto)
Tal
interpretación implica desde luego que el legislador -excepcional- profirió una
norma que nunca sería efectiva, esto es, que nunca tendría aplicación. Tal
hipótesis debe ser descartada, porque en principio si al momento de aplicarse
una norma hay una interpretación que la hace útil y otra que la hace inútil,
indiscutiblemente debe preferirse la interpretación denominada con "efecto
útil", porque tal interpretación es un principio general de derecho
positivizado, que es criterio auxiliar de interpretación en virtud del artículo
230 de la Carta.
PRINCIPIO DE
FAVORABILIDAD-Aplicación
(Salvamento de voto)
Según la
favorabilidad, el parágrafo del artículo 415 del código de procedimiento penal,
en la medida en que es más favorable que el artículo 59 del Decreto 099 de
1991, debe aplicarse de preferencia en materia de causales de libertad
provisional, por ser más conforme con el artículo 29 de la Constitución.
PRINCIPIO DE
INTERPRETACION POSTERIOR
(Salvamento de voto)
Uno de los
principios constitucionales que se desprende del artículo 29, predicable en la
órbita del derecho penal, es la interpretación posterior. En este sentido, el
Decreto 2271 de 1991 fue expedido el día 4 de octubre de 1991. Y el código de
procedimiento penal fue expedido el día 30 de noviembre de 1991. Luego el
código procesal penal fue expedido con posterioridad al Decreto 2271. El Código
de Procedimiento Penal entonces debe aplicarse por ser la norma más conforme
con la Constitución.
HABEAS CORPUS-Naturaleza (Salvamento de voto)
El derecho
consagrado en el artículo 30 de la Constitución puede también interpretarse
como una acción, de igual naturaleza a la acción de tutela de que trata el
artículo 86 superior, que tiene toda persona contra cualquier acto expedido por
autoridad judicial, sea este auto o inclusive sentencia, pudiendo ser esta
última de cualquier instancia, para pedir su libertad en aquellos casos en que
creyere estar ilegalmente privado de ésta. Se podría afirmar, en otros
términos, que se trata de una "acción de tutela de la libertad", con
el fin de hacer efectivo este derecho. Cuando el Constituyente dispuso en el
proyecto que el Habeas Corpus no puede ser limitado ni suspendido
bajo ninguna circunstancia, no era más que el deseo de devolverle a esta
institución la majestad y la tradición que siempre la ha caracterizado.
De los Magistrados:
CIRO ANGARITA BARON y ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
REF: Radicación
R.E.-007
Revisión Constitucional
Decreto 1156 de
1992
Santa Fe de Bogotá,
D.C., octubre 15 de mil novecientos noventa y dos (1992).
Los Magistrados Ciro
Angarita Barón y Alejandro Martínez Caballero hacemos salvamento de voto en el
proceso de la referencia, con fundamento en los argumentos aquí consignados.
Este salvamento
divide la exposición de los conceptos en dos partes: inicialmente se
controvierten las tesis de la mayoría -vía negativa- y luego se demuestra la
inconstitucionalidad de la norma revisada -vía positiva-.
PRIMERA PARTE:
LAS DEFICIENCIAS DEL FALLO DE MAYORIA QUE
DECLARO
LA CONSTITUCIONALIDAD DEL DECRETO 1156 DE
1992
La Sala Plena de la
Corte Constitucional declaró exequible el Decreto 1156 de 1992 en una sentencia
que amerita algunos comentarios por parte de los Magistrados que aquí salvamos
el voto.
De la sentencia
de mayoría sorprende tanto lo que omite como lo que dice.
a) En cuanto a lo que omite el fallo de mayoría,
brillan por su ausencia las siguientes reflexiones:
Primero, en ninguna
parte de los fundamentos jurídicos se hace alusión a los numerosos elementos de
juicio aportados por los ciudadanos intervinientes, los cuales aparecen
reseñados en los capítulos preliminares a las consideraciones de la Corte.
Allí se encuentran
importantes reflexiones relativas a los siguientes puntos:
- "intromisión
de la rama ejecutiva en el ámbito propio de la rama judicial que se traduce en
la pérdida de independencia".
- "el
Presidente de la República no puede interpretar, reformar o derogar el código
de procedimiento penal ni el Decreto 2271 de 1991. La interpretación que se
hace con autoridad corresponde sólo al legislador".
- "el ejecutivo
legisló con carácter particular".
- "el decreto
revisado viola el derecho de igualdad".
- "el derecho a
la libertad resulta vulnerado".
- "el debido
proceso fue desconocido... esto se traduce en una dilación injustificada".
- "el parágrafo
del artículo 415 del código ya no tendrá ninguna aplicación".
- "desconoce el
principio de favorabilidad".
- "viola el
artículo 30 de la Constitución pues restringe el ejercicio del Habeas
Corpus".
- "el artículo
93 de la Carta resulta conculcado por las normas revisadas".
- "se modifican
las funciones básicas de acusación y juzgamiento... además no pueden existir
jurisdicciones especiales diferentes a las previstas".
- "de
conformidad con la Ley 153 de 1887, una ley posterior sobre una misma materia
deroga una anterior".
Los anteriores doce
argumentos no fueron contestados o lo fueron parcialmente en unos pocos casos.
La mayoría de ellos quedaron intactos en el fallo de mayoría.
Esta situación es
grave por dos motivos: de un lado, se advierte una no consideración de la
intervención ciudadana. De otro lado, los ciudadanos aportaron elementos de
juicio científicos, algunas veces más técnicos que los de la propia mayoría de
la Corte y, sin embargo, no tuvieron contestación.
Segundo, la
sentencia aprobada por la Sala Plena de la Corporación no suministra
explicaciones de sus afirmaciones más categóricas y decisivas.
Por ejemplo, se
afirma lo siguiente:
Este artículo 1° al
determinar que se aplican las normas de procedimiento y sustanciales a que se
refieren los decretos... no resulta contrario a ningún precepto constitucional.
El artículo 2°...
Se advierte que
nunca se supo porqué el artículo primero era supuestamente constitucional, pues
rápidamente la mayoría pasa al segundo artículo, sin suministrar explicaciones
adicionales. Magistir dixi.
Y tercero, se omitió
toda referencia a los pactos y convenios vigentes en Colombia, relativos a la
prohibición de limitar los derechos humanos en estados de excepción,
instrumentos éstos que, según el artículo 93 de la Carta, tienen fuerza
supralegal en el ordenamiento interno.
Se trata de una
omisión intencional, como quiera que a la luz de dichos pactos era muy clara la
inconstitucionalidad del Decreto 1156 de 1992, como se verá en la segunda parte
de este salvamento.
b) En cuanto a lo que sí dice el fallo de
mayoría, la ausencia de razonabilidad es aún más manifiesta.
En cada uno de los
cuatro artículos estudiados del Decreto 1156 de 1992 se incurre en
impropiedades injustificadas.
- Respecto del artículo
1°: se dice en el fallo lo siguiente:
Este artículo 1°, al
determinar que se aplican las normas de procedimiento y sustanciales a que se
refieren los decretos expedidos en desarrollo de las facultades del antiguo
Estado de Sitio..., no resulta contrario a ningún precepto constitucional.
Ello no es cierto.
Tal artículo sí resulta contrario a la Constitución.
En efecto, el
artículo 27 transitorio de la Carta dice:
La Fiscalía General
de la Nación entrará a funcionar cuando se expidan los decretos extraordinarios
que la organicen y los que establezcan los nuevos procedimientos
penales... (negrillas fuera de texto).
Fue voluntad
manifiesta del constituyente disponer que la fiscalía rigiera su funcionamiento
por los nuevos procedimientos penales, establecidos en el nuevo código de
procedimiento penal, Decreto 2700 de 1991, que entró a regir el 1° de julio de
1992.
Dicho código
establece además en el artículo 5° transitorio que "la jurisdicción de
orden público se integrará a la jurisdicción ordinaria desde el momento en que
comience a regir este nuevo código... La competencia de estos despachos no se
modifica..."
Se advierte
fácilmente que, salvo la competencia, que es un fenómeno procesal, todo el
ordenamiento procesal penal se unifica en el nuevo código de procedimiento
penal, como lo dispone el artículo 27 transitorio de la Carta.
La mayoría de la
Corporación, empero, encontró inexplicablemente conforme a la Carta el artículo
en comento, que extendía a las "normas especiales sustanciales" la
vigencia establecida sólo para la competencia.
- Respecto del artículo
2°: dice el fallo de mayoría que este artículo, relativo a las causales de
libertad provisional de los detenidos por cuenta de la justicia regional,
"en los únicos casos en que ella es viable de acuerdo con el artículo 59
del Decreto 2790 de 1990", es conforme con la Constitución, "por ser
ésta una norma especial de procedimiento".
La presunta
"especialidad" de la jurisdicción de orden público está desvirtuada
ampliamente en el capítulo 1.2.2.2.1. de la segunda parte de este salvamento
(vid supra).
Allí se demuestra
que no hay tal especialidad y, por tanto, las normas del código de
procedimiento penal -parágrafo del artículo 415- deben aplicarse en todos los
procesos, por ser más favorables, de conformidad con el artículo 29 de la
Constitución.
- Respecto del artículo
3°: dice la sentencia mayoritaria que la regulación del Habeas Corpus es
también conforme con la Constitución, no obstante el hecho de restringir su
ejercicio.
En realidad, como se
anota en el último acápite de este salvamento, opera aquí una doble
inconstitucionalidad.
Primero, si las
causales de Habeas Corpus son las mismas de la libertad provisional y si éstas
no pueden en este caso invocarse para tal efecto, el Habeas Corpus desaparece
por sustracción de materia. Se trata entonces de una denegación total del
Habeas Corpus, que viola el artículo 30 de la Carta.
Segundo, si el
Habeas Corpus no procede tampoco para revisar la legalidad de las providencias
judiciales que hubieren decidido sobre la privación de la libertad de los
detenidos por cuenta de la antigua jurisdicción de orden público, entonces
nunca habrá Habeas Corpus, porque precisamente la fuente de violación de la
libertad, que da origen a esta secular institución, son las providencias
judiciales que de manera irregular nieguen la libertad.
En otras palabras,
el Habeas Corpus queda circunscrito a situaciones de hecho, pues no opera
frente a providencias judiciales. Ahora bien, un acto arbitrario que formalice
una detención irregular queda automáticamente amparado por esta restricción. El
artículo 30 constitucional deviene así en letra muerta.
- Respecto del artículo
4°: dice por último el fallo de mayoría que esta disposición es también
constitucional, cuando afirma:
El artículo 415 del
código de procedimiento penal, en cuanto hace referencia a los delitos de que
trata el artículo 59 del Decreto 2790 de 1990, debe entenderse que rige
transcurridos los términos de que trata el artículo 2° transitorio del Código
de Procedimiento Penal.
Y dicho artículo
transitorio habla de un plazo de diez años para tal evento.
Al respecto afirma
la mayoría que "abunda la Corporación en razones sobre el carácter
especial, y en consecuencia, de aplicación preferencial, de la legislación de
orden público", para luego ahogarse en un mar de argumentos de distracción
relativos a la contradicción de los dichos del Ministerio Público.
La demostración de
la presunta constitucionalidad de este artículo 4° quedó intacta en la
sentencia de mayoría. De todas maneras tal carencia de argumentos era la única
posibilidad, pues no existe motivo alguno para sostener la conformidad a la
Carta de dicha artículo 4°.
En efecto, de
aceptarse la insostenible tesis de mayoría se tendría que concluír, como el
propio fallo lo afirma, que el parágrafo del artículo 415 del código de
procedimiento penal se aplicará dentro de diez años. Olvida la mayoría que
dentro de diez años no existirá la jurisdicción de orden público -art. 2°
transitorio del C.P.P.- y, en consecuencia, no habrá a quién aplicársele. Como
se verá también en la segunda parte, esta interpretación hecha por la mayoría
es una interpretación que no resiste un elemental análisis "al
absurdo" o "apagógico".
Finalmente, es de
anotar que la sentencia de mayoría distingue equivocadamente entre el poder de
policía y la función de policía. En la segunda parte de este salvamento se
precisan dichos conceptos.
SEGUNDA PARTE:
LA INCONSTITUCIONALIDAD DEL DECRETO 1156 DE
1992
En esta segunda
parte se retoman textualmente unos capítulos del proyecto de sentencia
elaborado por Alejandro Martínez Caballero en el proceso R.E.-0061 , el cual fue
derrotado simultáneamente con el presente negocio en la votación realizada en
la Sala Plena de la Corte Constitucional.
1. La democracia
constitucional prevé la posibilidad de suspender ciertas garantías ciudadanas
mediante la figura del estado de excepción en casos de extrema gravedad. Sin
embargo, los estados de excepción son justamente eso, excepcionales, y sólo se
conciben como mecanismo transitorio e inevitable. En el Estado constitucional
democrático existe, entonces, una separación cualitativa y axiológica entre la
normalidad y la anormalidad, que consiste simple y llanamente en que lo primero
es un beneficio y lo segundo un mal necesario. El estado de excepción es un
mal necesario para épocas calamitosas, y no un bien conveniente para momentos
difíciles.
Recurrir al estado
de excepción con el propósito de solucionar problemas de crisis menores o de
crisis meramente gubernamentales, no significa otra cosa que un abuso del
derecho constitucional que pone en tela de juicio el Estado de derecho. La
noción de abuso del derecho hace alusión a ciertas situaciones en las cuales
las normas jurídicas son aplicadas de tal manera que se desvirtúa el objetivo
jurídico que persigue la norma y esto es justamente lo que sucede cuando la
norma del estado de excepción es aplicada estratégicamente para solucionar problemas
sociales menores o problemas políticos.
Así lo sostiene el
Gobierno Nacional cuando en los memoriales enviados a este proceso afirmó:
... pero, por otra
parte, con la Constitución de 1991 también se buscó impedir que los estado de
excepción fueran declarados para tratar problemas normales en una sociedad
caracterizada por el conflicto.2
Justificar semejante
práctica con el argumento jurídico-formal de que se trata de una figura
prevista en la constitución y que por lo tanto se trata de un instrumento de
gobierno tal como los otros, es desconocer el verdadero sentido histórico de
dicha institución, es dejar de lado la voluntad del constituyente colombiano y,
sobre todo, significa mediatizar el principio democrático en beneficio del
principio institucional.
2. Ahora bien, en
Colombia la utilización permanente del Estado de excepción durante la vigencia
de la Constitución de 1886, desvirtuó el carácter excepcional de esta figura e
hizo de ella un instrumento estratégico de defensa del poder institucional por
encima de los derechos individuales, que se acercó a los propósitos derivados
de la ética utilitarista del Estado absolutista.
Al borrar los
límites que separan lo normal de lo anormal se desvanecen las fronteras
jurídicas que separan la regla de la excepción a la regla. La opción entre lo
uno y lo otro queda en manos de la voluntad política y, entonces, la norma
constitucional que define la excepción se convierte en una norma política que
define la regla. El derecho es apropiado semánticamente por la política. La
excepción a la regla se convierte en un mecanismo de acción gubernamental.
Lo que si resulta
intolerable para el constitucionalismo es que la normalidad y la anormalidad
sean despojadas de su sentido original y se utilicen estratégicamente con el
fin de obtener los beneficios políticos e institucionales que cada una de estas
dos situaciones pueda tener en un momento específico. Es decir que no sea la
realidad, crítica e inmanejable, la que determine el criterio de la anormalidad
constitucional, sino el beneficio político institucional.
1. De la inconstitucionalidad de los
artículos 1°, 2° y 4° del Decreto 1156 de 1992
1.2. La interpretación más conforme con
la Constitución
1.2.1. Nociones generales
3. Se empezará por
estudiar cuál norma es más conforme con la Constitución, entre el artículo 415
del código de procedimiento penal y el artículo 59 del Decreto 099 de 1991,
incorporado como legislación permanente en el artículo 4° del Decreto 2271 de
1991, para determinar si existe o no una antinomia entre ellas.
Dice así el artículo
415 del código de procedimiento penal:
"Causales de
libertad provisional. Además de lo establecido en otras disposiciones, el
sindicado tendrá derecho a libertad provisional garantizada mediante caución
juratoria o prendaria en los siguientes casos:
1. Cuando en
cualquier estado del proceso estén demostrados los requisitos para suspender
condicionalmente la ejecución de la sentencia. Salvo lo dispuesto en el
artículo 417 de este código, la libertad no podrá negarse con base en que el
detenido provisionalmente necesita tratamiento penitenciario.
2. Cuando en
cualquier estado del proceso hubiere sufrido el sindicado en detención
preventiva un tiempo igual al que mereciere como pena privativa de la libertad
por el delito que se le imputa, habida consideración de la calificación que
debería dársele.
Se considerará que
ha cumplido la pena, el que lleve en detención preventiva al tiempo necesario
para obtener libertad condicional, siempre que se reúnan los demás requisitos
para otorgarla.
La rebaja de pena
por trabajo o estudio se tendrá en cuenta para el cómputo de la sanción.
La libertad provisional
a la que se refiere este numeral será concedida por la autoridad que esté
conociendo de la actuación procesal al momento de presentarse la causal aquí
prevista.
3. Cuando se dicte
en primera instancia, preclusión de la investigación, cesación en
procedimiento o sentencia absolutoria.
En los delitos de
competencia de los jueces regionales, la libertad prevista en este numeral sólo
procederá cuando la providencia se encuentre en firme.
4. Cuando vencido el
término de ciento veinte días de privación efectiva de libertad, no se hubiere
calificado el mérito de la instrucción. Este término se ampliará ciento ochenta
días, cuando sean tres o más los imputados contra quienes estuviere vigente
detención preventiva. Proferida la resolución de acusación, se revocará la
libertad provisional, salvo que proceda causal diferente.
No habrá lugar a la
libertad provisional, cuando el mérito de la instrucción no se hubiere podido
calificar por causas atribuibles al sindicado o a su defensor.
5. En el delito de
homicidio descritos en ,los artículos 323 y 324 del Código Penal, y en los
conexos con éste, cuando haya transcurrido más de un año de privación efectiva
de la libertad contado a partir de la ejecutoria de la resolución de acusación,
sin que se hubiere celebrado la correspondiente audiencia pública.
En los demás casos
el término previsto en el inciso anterior se reducirá a la mitad.
No habrá lugar a la
libertad provisional cuando la audiencia se hubiere iniciado, así esta se
encuentre suspendida por cualquier causa, o cuando habiéndose fijado fecha para
celebración de la misma, no se hubiere podido realizar por causa atribuida al
sindicado o a su defensor.
6. Cuando la
infracción se hubiere realizado con exceso en las causales de justificación.
7. En los delitos
contra el patrimonio económico cuando el sindicado, antes de dictarse
sentencia, restituya el objeto material del delito, o su valor e indemnice los
perjuicios ocasionados al ofendido o perjudicado.
8. En los eventos
del inciso 1° del artículo 139 del Código Penal, siempre que la cesación del
mal uso, la reparación de lo dañado o el reintegro de lo apropiado, perdido o
extraviado, o su valor, y la indemnización de los perjuicios causados, se haga
antes de que se dicte sentencia de primera instancia.
El funcionario
deberá decidir sobre la solicitud de libertad provisional en un término máximo
de tres días.
Cuando la libertad
provisional prevista en los numerales 4 y 5 de este artículo se niegue por
causas atribuidas al defensor, el funcionario judicial compulsará copias para
que investiguen disciplinariamente al abogado que incurra en maniobras
disipatorias.
Parágrafo. En los delitos de competencia de los
jueces regionales la libertad provisional procederá únicamente en los casos
previstos por numerales 2 y 3 de este artículo. En los casos de los numerales
4 y 5 los términos para que proceda la libertad provisional se duplicarán.
Y según el Decreto
2271 de 1991, artículo 4° -que adoptó como legislación permanente el artículo
59 del Decreto 099 de 1991-, los sindicados por cuenta de los jueces de orden
público sólo gozan de dos causales de libertad provisional, así:
"Adóptase como
legislación permanente las siguientes disposiciones del Decreto Legislativo 099
de 1991:
Artículo 59.- Los
procesados por los delitos de competencia de los Jueces de Orden Público sólo
tendrán derecho a la libertad provisional en los siguientes casos:
1. Cuando en
cualquier estado del proceso hubieren sufrido en detención preventiva un tiempo
igual al que mereciere como pena privativa de la libertad por el delito de que
se les acusa, habida consideración de su calificación o de la que debería
dársele.
Se considerará que
ha cumplido la pena el que lleve en detención preventiva el tiempo necesario para
obtener la libertad condicional, siempre que se reunan los demás requisitos
para otorgarla.
2. Cuando fuere
mayor de setenta (70) años, siempre que no haya sido procesado antes por uno de
los delitos de competencia de los Jueces de Orden Público."
4. La posible
antinomia entre estas dos normas debe ser resuelta en virtud de su conformidad
con el ordenamiento jurídico.
Ello por cuanto el
ordenamiento jurídico se caracteriza por su unidad y coherencia a partir del
principio de supremacía constitucional, establecido en el artículo 4° de al
Constitución.
En virtud de dicho
principio se construye el sistema jurídico colombiano, caracterizado entonces
por ser jerárquico, de suerte que en la cúspide se ubica la Constitución
Política como norma de normas. Este concepto se construyó en Colombia desde el
Acto Legislativo número 3 de 1.910.
5. Nos encontramos
en presencia de dos normas cuya duda en la aplicación generó la declaratoria de
conmoción interior.
El examen de
constitucionalidad entonces consiste en comparar las dos normas precitadas con
la Constitución, para establecer su conformidad o inconformidad con ella.
En este capítulo
entonces se analizará cuál es la interpretación más acorde con la Constitución,
pues la Carta en su integridad es vinculante debido a la enérgica pretensión de
validez de las normas materiales de nuestra Constitución.
1.2.2. El debido proceso
6. El artículo 29 de
la Carta dice:
El debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones
judiciales y administrativas.
Nadie podrá ser
juzgado sino conforme a las leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante
juez o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas
propias de cada juicio.
En materia penal, la
ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de preferencia
a la restrictiva o desfavorable.
Toda persona se
presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente culpable. Quien
sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado
escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el juzgamiento; a
un debido proceso público sin dilaciones injustificadas; a presentar
pruebas y a controvertir las que se alleguen en su contra; a impugnar la
sentencia condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
Es nula, de pleno
derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso." (negrillas
no originales).
Sobre el derecho a
un debido proceso se afirmó en la Asamblea Nacional Constituyente lo siguiente,
en el informe-Ponencia para primer debate en plenaria:
Tanto en la doctrina
nacional como la internacional de los autores, como las normas contenidas en
tratados públicos y leyes extranjeras, se otorga lugar preeminente dentro de
las garantías individuales a los requisitos procesales mínimos de que deben
rodear a las personas que se encuentran acusadas y que deban responder ante las
autoridades... El derecho a un debido proceso público sin dilaciones
injustificados... son principios que garantizan la defensa de los derechos del
acusado y que impiden la violación injusta de su libertad.3
De conformidad con
lo anterior, el debido proceso en lo penal se manifiesta en tres principios
fundamentales, de incidencia directa en el negocio que nos ocupa: el debido
proceso sin dilaciones injustificadas, la favorabilidad y la norma posterior,
como se analiza a continuación.
1.2.2.1. Debido proceso sin dilaciones
injustificadas
7. Para esta
Corporación, en caso de una dilación injustificada del proceso que exceda un
plazo razonable, la persona debe ser puesta inmediatamente en libertad.
Así lo ha
establecido la Corte Constitucional cuando en la Sala Primera de Revisión dijo:
En lo que toca con
la práctica de pruebas, el Jefe de la respectiva Unidad Investigativa afirma
que la excesiva congestión explica las demoras que se han presentado en este y
otros caos. Esa afirmación explica mas no justifica la dilación, por cuanto el
sindicado no tiene por qué soportar las consecuencias de una inadecuada
organización logística y administrativa en la administración de justicia... Lo
que la constitución prohibe es la dilación injustificada (artículos 29 y 228
C.C.), cualquiera que sea la explicación que se dé al respecto... Ninguna otra
posibilidad de interpretación es viable a luz del contenido del artículo 228 de
la Carta... Para esta Corte Constitucional, entonces, es claro que existe una
estrecha relación entre el debido proceso y el cumplimiento estricto de los
términos procesales. De modo tal que toda dilación injustificada de ellos
constituye agravio al debido proceso.[3]
Esta jurisprudencia
es concordante con la expresada por la Sala Tercera de Revisión, cuando sostuvo
lo siguiente:
Considera la Corte
que no se trata únicamente de velar por el cumplimiento de los términos por sí
mismos, ya que él no se concibe como un fin sino como un medio para alcanzar
los fines de la justicia y seguridad jurídica, sino de asegurar que, a través
de su observancia, resulten eficazmente protegidos los derechos de los
gobernados, muy especialmente el que tienen todas las personas en cuanto a la
obtención de pronta y cumplida justicia.[4]
El artículo 228
constitucional, por su parte, dispone que "los términos judiciales se
observarán con diligencia y su incumplimiento será sancionado".
8. Ahora bien, ¿cuando
son justificadas las dilaciones de un proceso?
Lo primero que es
preciso anotar es que, por tratarse de una restricción a un derecho
constitucional fundamental, la búsqueda de tales dilaciones es restrictiva y no
debe guiarse por la analogía o cualquier otro criterio expansivo de la misma.
Seguidamente se
advierte que en el derecho de otras jurisdicciones la justificación de una
demora en el servicio -así como la falta o falla en el mismo-, sólo es
tolerable y constituye lo que se denomina la "causa extraña", en
eventos como por ejemplo la fuerza mayor, el caso fortuito o la culpa de un
tercero o de la víctima. Son en general hechos imprevisibles e irresistibles.
Los dos Magistrados
que salvamos el voto estimamos que eventos de esa magnitud -distintos, por
supuesto-, justificarían ciertamente la dilación de un proceso penal en un
evento dado, porque el Estado, a pesar de su diligencia, se enfrenta a
acontecimientos que lo rebasan. Tal es el caso por ejemplo de la investigación
contra organizaciones criminales profesionales o cuando las pruebas de las
mismas provienen del exterior.
Así por ejemplo, la
Presidencia de la República reconoció la dificultad en la consecución de
pruebas en el exterior, cuando sostuvo lo siguiente:
En el desarrollo de
dicha gestión se han presentado inconvenientes tales como el excesivo celo de
algunos países en defender la soberanía jurídica del Estado en el manejo de los
asuntos penales, la incompatibilidad entre los sistemas jurídicos
institucionales de Colombia con los otros países a los que se les ha solicitado
cooperación judicial, falta de una experiencia común en procedimientos y
prácticas, el hecho de que en otros países las decisiones de cooperación se
encuentren en manos de jueces y fiscales que por su naturaleza constitucional
tienen un alto grado de discrecionalidad y autonomía para decidir sobre las
solicitudes concretas de evidencia y de pruebas.
Existe también
desconfianza en aquellas situaciones de cooperación judicial en donde las
pruebas contribuyeron a la impunidad de los implicados y en último lugar a la
falta de voluntad política.
Es evidente que la
naturaleza de los delitos de los cuales conocen los jueces regionales y las
circunstancias en que se cometen dichos hechos punibles, implican obstáculos
enormes para la recaudación de las pruebas correspondientes, lo cual conduce a
la necesidad de prever un lapso mayor que el consagrado por el Código para los
otros delitos con el fin de adelantar la investigación correspondiente.
En estos casos se
justifica no un desconocimiento del contenido esencial del derecho sino una
mayor limitación del mismo, traducida en un mayor término -por ejemplo el
doble o triple-.
9. Ahora bien, en
cuanto a la ratio iuris del derecho establecido en el artículo 29 de la
Carta que consagra un debido proceso sin dilaciones, necesario es anotar que se
trata de un derecho evidente y necesario en el marco de un Estado social de
derecho que vela por la dignidad de la persona y el respeto efectivo de los
derechos humanos, de conformidad con los artículos 1° y 2° de la Constitución.
La limitación de la
libertad y las molestias propias de un proceso penal durante su instrucción es
una carga que deben soportar las personas, de conformidad con los deberes
respecto a la administración de justicia de que trata el artículo 95.7 de la
Carta.
Se trata de un deber
gravoso pero que es necesario asumir, pues parte del supuesto de la vida del
hombre en sociedad. Es gravoso porque en la etapa de instrucción el sindicado
se presume inocente y no ostenta la calidad de condenado. Pero es un deber
necesario en virtud del interés general -artículo 1° C.P-, que en este caso
envuelve la aspiración colectiva de administración de justicia.
Es por esta doble
vía que el principio de celeridad debe caracterizar los procesos penales. Ni el
sindicado tiene el deber constitucional de esperar indefinidamente que el
Estado califique el sumario ni la sociedad puede esperar por siempre el
señalamiento de los autores o de los inocentes de los delitos que crean zozobra
en la comunidad.
Esta idea es
reiterada por Eissen cuando afirma que ello "implica un justo equilibrio
entre la salvaguardia del interés general de la comunidad y el respeto de los
derechos fundamentales del hombre, aunque atribuyendo un valor particular a
estos últimos."[5]
De este sentir es
también Bidart Campos cuando defiende "el derecho del imputado a superar
con celeridad razonable la sospecha que pesa sobre él mediante una sentencia
oportuna (condenatoria o absolutoria)".[6]
Luego es esencial la
aplicación del principio de celeridad en la administración de justicia. Ello se
desprende directamente del artículo 228 de la Constitución cuando afirma que
los "términos judiciales se observarán con diligencia", e
indirectamente del artículo 209, cuando sostiene que el principio de celeridad
debe caracterizar la actuación administrativa.
Fue pues voluntad
manifiesta del constituyente consagrar la celeridad como principio general de
los procesos judiciales.
Luego la expresión
"dilaciones injustificadas" del artículo 29 de la Constitución debe
ser leída a partir del artículo 228 idem -cumplimiento de los términos- e
interpretada a la luz del artículo 7.5 de la Convención Americana de los
Derechos Humanos, esto es, "dilaciones injustificadas" debe
entenderse que como "un plazo razonable" que es necesario cumplir.
41. Ahora una
dilación por una causa imputable al Estado no podría justificar una demora en
un proceso penal.
Ello por dos
motivos. Primero, porque las personas no tienen por qué soportar la ineficacia
e ineficiencia del Estado. Segundo, porque se viola el principio de igualdad
material, según el cual, como ya la ha establecido esta Corporación[7],
las situaciones iguales se tratan de manera idéntica y las situaciones
diferentes se tratan de manera desigual. En este sentido, si a un detenido de
la jurisdicción ordinaria le dilatan un proceso por causa imputable al Estado,
éste lo pone en libertad en virtud de las causales previstas al efecto
(artículo 415 del C. de P. P.); pero si se trata de un detenido por cuenta de
los fiscales regionales al cual le dilatan un proceso por causa imputable al
Estado, éste de todas maneras lo mantiene privado de libertad, en nombre de una
presunta "medida de aseguramiento dirigida a proteger la sociedad" y
a evitar la "impunidad" (artículo 4° del Decreto 2271), violando así
el principio de igualdad.
42. ¿A partir de
qué tiempo una dilación es injustificada? Los autores de este salvamento
estimamos que esta expresión del artículo 29 significa que una dilación es
injustificada cuando excede un plazo razonable.
43. Ahora bien, ¿qué
es un plazo "razonable"? El derecho constitucional colombiano no
lo dice, luego es necesario acudir a un único criterio constitucional de
interpretación, consagrado en el artículo 93 de la Carta, que dice:
"Los tratados y
convenios internacionales ratificados por el congreso, que reconocen los
derechos humanos y que prohiben su limitación en los estados de excepción, prevalecen
en el orden interno.
Los derechos y
deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con
los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por
Colombia" (negrilla fuera de texto).
Como ya lo ha
establecido la Corte Constitucional[8], los derechos
constitucionales fundamentales, como el debido proceso, deben interpretarse a
la luz de este artículo 93, el cual tiene fuerza jurídica vinculante y
supralegal en Colombia.
En este sentido, el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ratificado por la Ley 74
de diciembre 26 de 1968, anota en su artículo 9.3:
Toda persona
detenida o presa a causa de una infracción penal será llevada sin demora ante
un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones
judiciales, y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a
ser puesta en libertad... (negrillas de la Corte).
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos, "Pacto de San Jose de Costa Rica",
ratificada por ley 74 de diciembre 26 de 1968, expresa en su artículo 7.5:
Toda persona
detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro
funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá
derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad,
sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada
a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio (negrillas no
originales).
La Declaración
Universal de los Derechos del Hombre dice en su artículo 6°:
1. Toda persona
tiene derecho a que su causa sea vista equitativa y públicamente en un plazo
razonable, por un Tribunal independiente e imparcial, establecido por la
Ley, quién decidirá sobre sus derechos y obligaciones civiles o sobre el
fundamento de cualquier acusación en materia dirigida contra ella (negrillas
fuera de texto).
Este principio es
reiterado por la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de los Pueblos (Carta
de Bangel), cuando en su artículo 7º preceptúa:
Toda persona tiene
derecho a ser oída. Esto comprende:
...d) El derecho a
ser juzgado en un plazo razonable por una corte o tribunal imparcial
(negrillas fuera de texto).
Más claro que los
anteriores es el artículo 5.3 del Convenio para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales aprobado En Roma en 1950 por el
Consejo de Europa, cuando afirma:
Toda persona
detenida preventivamente... tendrá derecho a ser juzgada en un plazo razonable
o a ser puesta en libertad... La puesta en libertad puede ser condicionada a
una garantía que asegure la comparecencia del interesado en el juicio
(negrillas no originales).
13. Como bien
afirman Rodrigo Uprimny, María Consuelo del Río y Roberto Molina en ejercicio
de su intervención ciudadana en este proceso:
Respecto de lo que
se entiende por un plazo razonable el comité de derechos humanos de la ONU,
consideró en el caso Nº 46 de 1979 que la detención de un individuo por más de
un año pero luego ser liberado por falta de pruebas constituía una violación
del Pacto.
En el caso 44 de
1978 estimó que la detención de un individuo por más de 6 meses antes de que se
iniciara el proceso, y por más de dos años antes de que se dictase sentencia
constituirían demoras excesivas.
Se advierte que
estas normas muy similares, reiteran y desarrollan a nivel mundial los términos
del artículo 29 de la Constitución precitado (vid supra), en lo concerniente al
derecho a un debido proceso sin dilaciones injustificadas.
De igual sentir es
el Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Edgar Saavedra Rojas en su
salvamento de voto consignado en el proceso número 7648 de 1.992, que se
transcribe más adelante.
Por otra parte,
respecto de la razonabilidad, Mortati afirma que ella "consiste en una
obra de cotejo entre hipótesis normativas que requieren distintas operaciones
lógicas, desde la individualización e interpretación de las hipótesis
normativas mismas hasta la comparación entre ellas, desde la interpretación de
los contextos normativos que pueden repercutir, de un modo u otro, sobre su
alcance real, hasta la búsqueda de las eventuales disposiciones
constitucionales que especifiquen el principio de igualdad y su alcance".[9]
Y el artículo 36 del
Código Contencioso Administrativo dice:
En la medida en que
el contenido de una decisión, de carácter general o particular, sea
discrecional, debe ser adecuada a los fines de la norma que la autoriza, y
proporcional a los hechos que le sirven de causa.
Ahora, el
parágrafo del artículo 415 del Código de Procedimiento Penal, que duplica
el término que dispone el fiscal para calificar el sumario, en los casos de
conocimiento de los fiscales regionales, es un plazo razonable porque
obedece a la dificultad en la consecución de las pruebas en dichos procesos, al
tiempo que define un tope máximo que, de no ser observado, se convierte en una
causal de libertad provisional.
De este sentir es
Jaime Bernal Cuéllar -coautor del Anteproyecto del Código de Procedimiento
Penal-, cuando afirmó que:
El grupo de estudio
consideró necesario regular de manera especial la libertad provisional, por la
omisión o tardanza en adoptar decisiones judiciales, como la resolución de
acusación o la sentencia en un término racional fijado en algunos casos en 120
días, en otros en 180 durante la etapa de instrucción...
1.2.2.2. La favorabilidad
14. Dice el inciso
tercero del artículo 29 de la Constitución:
En materia penal, la
ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de preferencia
a la restrictiva o desfavorable.
En este acápite es
necesario, en primer lugar, demostrar la procedencia del principio de la
favorabilidad debida a la ausencia de ordenamientos diferentes entre la
jurisdicción procesal penal ordinaria y la regional, para luego estudiar las
implicaciones de la aplicación de la favorabilidad.
1.2.2.2.1. La procedencia de la
favorabilidad:
la ausencia
de ordenamientos diferentes
15. Para los abajo
firmantes no es cierta, tal como se demuestra a continuación, la
afirmación expresada por el Decreto 1155 de 1992, por la Fiscalía General de la
Nación en su misiva dirigida a la Presidencia y que se encuentra en el cuerpo
del Decreto citado, por la Procuraduría General de la Nación en su vista fiscal
en este proceso y por la mayoría de la Sala Plena de la Corte, según la cual no
opera la favorabilidad porque existen en Colombia dos ordenamientos
diferenciables: el régimen procesal penal ordinario, de un lado, y las normas
de la anteriormente denominada jurisdicción de orden público, de otro lado.
Por doble vía se
comprueba que todas las normas de estado de sitio de carácter procesal
penal, incorporadas como permanentes por la Comisión Especial Legislativa, se
encuentran subsumidas en el Código de Procedimiento Penal, de suerte que
puede afirmarse que desde la entrada en vigencia de dicho código -1° de
julio de 1992-, tales normas desaparecieron del mundo jurídico por supresión de
materia y por derogación expresa del artículo 573 del C.P.P.-.
La doble vía es la
siguiente: primero, en 34 artículos del código de procedimiento penal se
recogen las normas de orden público. Segundo, todas las disposiciones de orden
público contienen una normatividad que está expresamente regulada en otros
ordenamientos. A continuación se demuestra esta doble afirmación.
16. Primero, en la
siguiente lista de 34 artículos del código de procedimiento penal que
incorporan las disposiciones de los decretos de estado de sitio que fueron
establecidos como legislación permanente por la Comisión Especial Legislativa,
en virtud del artículo 6° transitorio de la Constitución:
Artículo 66.- Quiénes ejercen funciones de juzgamiento.
Artículo 67.- Quiénes ejercen funciones de instrucción.
Artículo 68.- Competencia de la Corte Suprema de
Justicia.
Artículo 69.- Competencia del Tribunal Nacional.
Artículo 71.- Competencia de los jueces regionales.
Artículo 78.- División territorial para efecto del
juzgamiento.
Artículo 89.- Competencia por razón de la conexidad y el
factor subjetivo.
Artículo 96.- Competencia.
Artículo 124.- Fiscales delegados ante el Tribunal
Nacional.
Artículo 126.- Fiscales delegados ante los jueces
regionales.
Artículo 134.- Vigilancia de las unidades investigativas.
Artículo 156.- Utilización de medios técnicos.
Artículo 158.- Protección de la identidad de
funcionarios.
Artículo 206.- Providencias consultables.
Artículo 214.- Segunda instancia de sentencias.
Artículo 247.- Prueba para condenar.
Artículo 251.- Contradicción.
Artículo 293.- Reserva de la identidad del testigo.
Artículo 339.- Caso especial de comiso.
Artículo 342.- Providencias reservadas.
Artículo 352.- A quién se recibe indagatoria.
Artículo 373.- Captura en flagrancia de servidor público.
Artículo 386.- Término para recibir indagatoria.
Artículo 387.- Definición de la situación jurídica.
Artículo 388.- Requisitos sustanciales.
Artículo 397.- De la detención.
Artículo 399.- Detención de los servidores públicos.
Artículo 409.- Detención parcial en el lugar de trabajo o
domicilio.
Artículo 415.- Causales de libertad provisional.
Artículo 457.- Trámite especial para juzgamiento de
delitos de competencia de los jueces regionales.
Artículo 542.- Práctica de diligencias en el exterior.
Artículo 573.- Derogatoria.
Normas
Transitorias:
Artículo 2º. Temporalidad.
Artículo 5º. Integración a la jurisdicción
ordinaria de la jurisdicción de orden público.
De este panorama
normativo se concluye que existe unidad y coherencia entre el procedimiento
penal ordinario y el de la justicia regional, como quiera que las funciones de
acusación y juzgamiento de competencia de la Fiscalía General de la Nación y de
los jueces, respectivamente, se encuentran integradas en un solo cuerpo
normativo.
Además si bien la
división en títulos y capítulos de la Carta no es norma vinculante sino orientadora,
según el análisis hecho ya por la Corte a propósito del argumento "sede
materiae"[10], es lo cierto
que la actual división del Título VIII de la Constitución, relativo a la rama
judicial, consagra todas las jurisdicciones existentes en Colombia, a saber:
jurisdicción ordinaria -Capítulo 2-, contencioso administrativa -Capítulo 3-,
Constitucional -Capítulo 4- y jurisdicciones especiales como la indígena y los
jueces de paz -Capítulo 5-. Por otra parte, en el artículo 221 se establece la
jurisdicción penal especializada de orden militar. En ninguna otra parte de la
Constitución se regulan jurisdicciones adicionales.
Así además lo
ratificó el Consejo Superior de la Judicatura, cuando afirmó que:
Mediante
jurisprudencia reiterada del Consejo Superior de la Judicatura se ha
considerado que la antiguamente llamada "Jurisdicción de Orden
Público", hoy juzgados regionales y Tribunal Nacional, hacen parte de la
jurisdicción ordinaria en los términos del Capítulo II, artículo 234 de la
Constitución Nacional.
17. Y segundo, por
otra vía, las normas de estado de sitio convertidas en permanentes se
encuentran subsumidas en las normas ordinarias, según se advierte en el cuadro
siguiente:
ANALISIS DEL DECRETO 2271 DE 1991 EN
RELACION CON LAS DISPOSICIONES DEL CODIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL, LEY DE
FISCALIA Y OTROS ORDENAMIENTOS.
A. Temas
procesales penales.
1)
Normas del Código de Procedimiento Penal que conservan texto similar a las del
Decreto 2271 de 1991.
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Artículo 34.
Decreto 2790 de 1991
Diferir la
vinculación para el momento del sumario que considere más oportuno cuando se
trate de pluralidad de imputados.
El Artículo 352
del Código de Procedimiento Penal en el inciso 2º trae la misma disposición.
Artículo 100
D-2790 de 1991
En las materias no
reguladas por este Decreto se aplicarán las normas del Código Penal y las del
Código de Procedimiento Penal así como los que lo adiciones o reformen.
Artículo 21 del
Código de Procedimiento Penal.
Integración.
Artículo 22 099
de 1991
Huella en la
declaración de los testigos por seguridad.
Artículo 293 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 32
Decreto 2790 de 1991
Término para oir
en indagatoria.
Artículo 386 trae
disposición especial.
Artículo 33
Decreto 2790 de 1991
Definición de
situación jurídica.
Artículo 387 del
Código de Procedimiento Penal trae disposición especial.
Artículo 46
Decreto 099 de 1991
Vencido el término
probatorio se citará para sentencia.
Trámite especial
para el juzgamiento de los delitos de competencia de los jueces regionales.
Artículo 457 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 67
Decreto 099 de 1991
Reservas de
identidad de testigos.
Disposición
especial con multa.
2)
Normas del Código de Procedimiento Penal que recogen los conceptos del Decreto
2271 de 1991, pero una redacción actualizada conforme a las nuevas
disposiciones sobre Fiscalía General y Sistema Acusatorio Decreto (2699 de
1.991).
a) Competencia:
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Artículo 2º
Decreto 181 de 1988
Competencia de los
Jueces de Orden Público en primera instancia.
La segunda
instancia se surtirá ante el Tribunal Nacional.
Artículo 71 del
Código de Procedimiento Penal competencia de los Jueces Regionales.
Artículo 1º
Decreto 2790 de 1990
Continuarán
funcionando el Tribunal Superior de Orden Público, los Jueces y la Policía
Judicial.
Su denominación es
distinta y su competencia se encuentra establecida en el Código de
Procedimiento Penal.
Artículo 2º
Decreto 2790 de 1990
Los Jueces de
Orden Público tendrán competencia en todo el territorio nacional.
Esta facultad es
ahora de la Fiscalía, Artículo 119 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 3º
Decreto 2790 de 1990
Referencia
Normativa.
No es necesaria.
Artículo 9º
Decreto 2790 de 1991.
Competencia de los
Jueces de Orden Público.
Competencia de los
Jueces Regionales. Artículo 71 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 10
Decreto 2790 de 1991
Competencia de los
Jueces Superiores.
Ya no se denominan
Superiores. La competencia es la de los Jueces Circuito. artículo 72 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 13
Decreto 390 de 1991
Procedimiento para
la competencia de la Jurisdicción de Orden Público.
Artículo 7º
Transitorio del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 11
Decreto 2790 de 1991
Competencia de los
Jueces Penales y Promiscuos del Circuito.
Artículo 72 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 4º
Decreto 099 de 1991
Competencia de la
Sala de Casación Penal en relación con los magistrados y jueces de orden
público.
La misma
competencia la establece el artículo 68 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 5º
Decreto 099 de 1991
Competencia del
Tribunal Nacional.
Artículo 69 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 9º
Decreto 099 de 1991
Competencia de los
Jueces de Orden Público.
Jueces Regionales.
Artículo 71 del Código de Procedimiento Penal.
b) Temas
procesales tales como término para recibir indagatoria, vinculación al proceso,
pruebas, confesión, detención, libertad, entre otros.
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Artículo 12
Decreto 2790 de 1990
A los Jueces
corresponde el control de la indagación preliminar y la dirección del
sumario.
Artículo 320 del
Código de Procedimiento Penal a quienes ejerzan funciones de policía
judicial, bajo la dirección del Fiscal.
La instrucción la
realizan los Fiscales. Artículo 119 Código de Procedimiento Penal.
Artículo 17
Decreto 2790 de 1990
Cambio de
radicación oficioso del Ministerio de Justicia.
Función del Fiscal
General. Artículo 121 numeral 3º del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 21
Decreto 2790 de 1991
Las pruebas practicadas
por la policía judicial de Orden Público tiene el mismo valor que las
practicadas por los jueces.
El Código de
Procedimiento Penal en el Capitulo III -investigación previa trata las
pruebas que se practican en esa etapa. Artículos 319 y 55.
Artículo 29
Decreto 2790 de 1991
Revocatoria del
auto inhibitorio.
Artículo 327.
Resolución inhibitoria y su revocatoria. Artículo 328 del Código de
Procedimiento Penal.
Artículo 31
Decreto 2790 de 1991
Versión libre del
capturado.
Versión del
imputado. Artículo 322 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 1º
Decreto 1676 de 1991
Extradición.
Artículo 546 a 571
del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 36
Decreto 2790 de 1991
Al Juez de
instrucción le corresponde: apertura de la investigación, vinculación,
libertad, cierre inv. calificación.
Todas son
funciones del Fiscal.
Artículo 38
Decreto 2790 de 1991
Solicitud de
pruebas en la etapa de instrucción.
Artículos: 250 y
251 del Código de Procedimiento de Penal.
Artículo 40
Decreto 2790 de 1991
Posterioridad a la
Resolución de acusación pasará el expediente al Director seccional quien lo
enviará al Juez de Conocimiento para el Juicio.
Artículo 444:
iniciación de la etapa de juzgamiento y artículo 71 del Código de
Procedimiento Penal.
Artículo 42
Decreto 2790 de 1991
Apertura a pruebas
en la etapa de juicio (20 días) se practicarán en dos meses.
Artículo 457:
trámite especial vencido el término de traslado para la preparación de la
audiencia, el juez dentro de los 3 días siguientes decretará las pruebas que
hayan sido solicitadas. El término no podrá ser mayor de 20 días.
Artículo 44
Decreto 2790 de 1991
Las pruebas las
puede practicar directamente el Juez o comisionar a la unidad de policía
judicial.
Artículo 82 del
Código de Procedimiento Penal, los funcionarios judiciales podrán comisionar
fuera de su sede a cualquier autoridad judicial del país de igual o inferior
categoría.
Artículo 55
Decreto 099 de 1991
Comiso.
Igual a los
artículos 339 y 340 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 57
Decreto 099 de 1991
Extinción de
derechos principales y accesorios.
Igual a los
artículos 339 y 340 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 59
Decreto 099 de 1991
Libertad
provisional.
Artículo 415,
numeral 4º y parágrafo del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 60
Decreto 099 de 1991
Suspensión de la
detención preventiva.
Artículo 407 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 56
Decreto 2790 de 1991
Adjudicatario de
un bien igual tercero interviniente e incidental.
(definitiva o
provisional).
Trámite de los
incidentes en el Artículo 63 y 55 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 61
Decreto 2790 de 1991
No tendrán derecho
a libertad provisional los empleados públicos.
El Artículo 399:
establece la detención de servidores públicos y en el mismo artículo si se
trata de delitos de conocimiento de los jueces regionales no es necesario
solicitar la suspensión para hacer efectiva la detención. Artículos 373 y 374
del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 66 Decreto
2790 de 1991
Todos los
empleados oficiales están obligados a prestar colaboración.
Artículo 330: El
funcionario tendrá amplias facultades para lograr el éxito de la instrucción
y asegurar la comparecencia de los actores. En consecuencia todas las autoridades
y los particulares están obligados a acatar cualquier decisión que tome de
acuerdo con la Ley.
Artículo 9º
Decreto 2790 de 1991.
Las unidades
investigativas del cuerpo técnico podrán adelantar la indagación preliminar.
Artículo 320 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 10
Decreto 2790 de 1991.
Utilización de
medios técnicos.
Artículo 257 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 20
Decreto 099 de 1991
La controversia
del material probatorio se adelantará en etapa de juicio.
Artículo 7º del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 23
Decreto 099 de 1991
Diligencias
Preliminares .
309 y 55
319 del Código de
Procedimiento Penal.
Artículo 41 y 55
del Decreto 2699 de 1991.
Artículo 24
Decreto 099 de 1991
Función de las
Unidades Investigativas de Orden Público.
309 y 55
319 del Código de
Procedimiento Penal.
Artículo 41 y 55
del Decreto 2699 de 1991.
Artículo 25
Decreto 099 de 1991
Autoridades de
Policía Judicial en casos de urgencia.
309 y 55
319 del Código de
Procedimiento Penal.
Artículo 41 y 55
del Decreto 2699 de 1991.
Artículo 26
Decreto 099 de 1991
Información al
capturado sobre los motivos de ella por parte de la policía judicial.
Derechos del
capturado. Artículo 377 del Código de Procedimiento Penal.
Remisión 379 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 27
Decreto 099 de 1991
Funciones del
Ministerio Público.
Artículo 135 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 28
Decreto 099 de 1991
Terminación de la
indagación preliminar.
Artículo 324 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 30
Decreto 099 de 1991
Si transcurre un
año en la indagación preliminar y no hay sindicado conocido.
El artículo 326
del Código de Procedimiento Penal establece un término de 180 días.
Artículo 37
Decreto 099 de 1991
Reserva durante la
etapa de instrucción.
Reserva del
sumario en la indagación preliminar.
Sanciones a la
violación de la reserva.
Artículo 331 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 321 del
Código de Procedimiento Penal reserva de diligencias en la indagación previa.
Las sanciones
están establecidas en el artículo 332 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 39
Decreto 099 de 1991
Practicadas las
diligencias se devolverán al Juez de orden público.
Código de
Procedimiento Penal, artículo 438. Cierre de la inv. calificación.
Artículo 43
Decreto 099 de 1991
Auto cabeza de
proceso.
Código de
Procedimiento Penal, artículo 55 y 329.
Artículo 45
Decreto 099 de 1991
Solicitud de
pruebas en etapa de juicio.
Artículo 457 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 52
Decreto 099 de 1991
Nulidades.
Artículo 304 y 55
del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 53
Decreto 099 de 1991
Bienes que quedan
fuera del comercio.
Caso especial de
comiso Artículo 339 del Código de Procedimiento Penal.
Extinción del
Decreto de dominio Artículo 340 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 63
Decreto 099 de 1991
Beneficios del
artículo 301. Reducción de pena por confesión.
Artículo 299 del
Código de Procedimiento Penal.
Artículo 68
Decreto 099 de 1991
El Ministerio
Público será ejercido por el Procurador General de la Nación.
Artículos 55 y 131
del Código Procedimiento Penal.
Artículo 35
Decreto 099 de 1991
Mérito para
vincular cuando así lo considere la Policía Judicial.
Artículo 317 del
Código de Procedimiento Penal.
c) Temas
exclusivos del Decreto 2699 de 1991, que reguló la Fiscalía General de la
Nación.
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Artículo 19
Decreto 2790 de 1991
Unidad
investigativa de Orden Público.
Unidades de
Fiscalía. Artículo 35, Decreto 2699 de 1991.
Artículo 48
Decreto 2790 de 1991
Función de la
Dirección Seccional de guardar los expedientes y archivarlos.
Función de la
Fiscalía Regional.
Artículo 49
Decreto 2790 de 1991
Función de guardar
las providencias originales.
Puede solucionarse
a través de la Fiscalía General.
Artículo 77
Decreto 2790 de 1991
El Director
Nacional de Instrucción Criminal hace parte del Consejo Nacional de Policía
Judicial.
El Artículo 34 del
Decreto 2699. Director Nacional de Fiscalía y Consejo de Policía Judicial,
artículo 12 y 13 del mismo decreto.
Artículo 78
Decreto 2790 de 1991
El Secretario del
Consejo será un delegado del Director Nacional de Instrucción Criminal.
El director
Nacional del cuerpo técnico de Investigación de la Fiscalía General de la
Nación será el Secretario del Consejo.
Artículo 79
Decreto 2790 de 1991
Funciones del
Consejo Nacional de Policía Judicial.
Están contempladas
en el Artículo 13 del Decreto 2699 de 1991.
Artículo 80
Decreto 2790 de 1991
Creación de la
SubDirección Nacional de Orden Público.
Ya no existe.
Artículo 81
Decreto 2790 de 1991
Funciones del
Director Nacional de Instrucción Criminal.
Están contempladas
en el Artículo 34 del Decreto 2699 de 1991.
Artículo 82
Decreto 2790 de 1991
Funciones del
SubDirector Nacional de Orden Público.
Ya no existe.
Artículo 83
Decreto 2790 de 1991
Funciones de los
Directores Seccionales de Orden Público.
Están contempladas
en el Artículo 36 de la Dirección Regional de Fiscalías.
Artículo 84
Decreto 2790 de 1991
Se crean las
seccionales de Bogotá, Cali, Medellín, Cúcuta y Barranquilla.
Artículo 7º
Transitorio del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 85
Decreto 2790 de 1991
Las direcciones
seccionales están conformadas por sección jurisdiccional y la sección
administrativa.
Artículo 34 y 55.
Decreto 2699 de 1991.
Artículo 86
Decreto 2790 de 1991
Sección
Jurisdiccional.
Decreto 2699 de
1991.
Artículo 87
Decreto 2790 de 1991
Jefe de la Sección
Jurisdiccional.
Decreto 2699 de
1991.
Artículo 88
Decreto 2790 de 1991
Funciones de la
división administrativa.
Decreto 2699 de
1991.
Artículo 93
Decreto 2790 de 1991
Cargos de la
Sección Jurisdiccional.
Todo la asumió
actualmente la Fiscalía.
Artículo 47
Decreto 099 de 1991
Función de
asignación del Director de la seccional de Orden Público.
Artículo 36,
numeral 1º del Decreto 2699 de 1991.
Artículo 50
Decreto 099 de 1991
Procurar la
reserva.
Artículo 39 y 55.
Decreto 2699 de 1991.
Artículo 51 Decreto
099 de 1991
funciones de
guarda de documentos del Director de la seccional de Orden Público.
Artículo 34 y 55.
Decreto 2699 de 1991.
Artículo 54
Decreto 099 de 1991
función de las
Unidades investigativas de Orden Público para investigar pistas.
Debe ser función
determinada en Decreto para la policía en general.
Artículo 18
Decreto 099 de 1991
La Policía
Judicial de Orden Público.
Artículo 41 y 55
del Decreto 2699 de 1991.
309 - 310 y 311
del Código de Procedimiento Penal.
d) Creación de
Cargos que son de competencia de la Procuraduría General de la Nación.
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Artículo 76
Decreto 099 de 1991
Creación de cargos
de Fiscales.
Funciones del
Ministerio Público.
3)
Normas derogadas en forma tácita por supresión de materia.[11]
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Articulo 1º
Decreto 1199 de 1987
Recompensa
monetaria.
No existe
concordancia el artículo fue improbado por la comisión legislativa.
Artículo 64
Decreto 099 de 1991
Recompensa a los
delatores.
Fue improbado por
la Comisión Legislativa.
4)
Norma del Código Penal aplicable por principio de favorabilidad y por ser
derecho sustancial en virtud de los artículos 29 y 228 de la Constitución
Política.
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Artículo 65
Decreto 2790 de 1991
El término de
prescripción de la acción se interrumpe según el caso como persona ausente en
los delitos de conocimiento de los Jueces Regionales.
Artículo 84 del
Código de Penal no hace distinción es una norma sustancial.
B. Disposiciones
no procesales penales vigentes que se encuentran contenidas en diferentes
ordenamientos[12].
DEC. ESTADO DE SITIO
TEMA
CONCORDANCIA
Artículo 1º
Decreto 181 de 1988 - 474 de 1988
Créase el Tribunal
Superior de Orden Público.
Artículo 69 del
Código de Procedimiento Penal competencia de Tribunal Nacional.
(nombre que se le
dió para integrarlo a la Jurisdicción Ordinaria).
Artículo 14
Decreto 181 de 1988
Planta de personal
del Tribunal de Orden Público.
Función del
Consejo Superior de la Judicatura.
Artículo 15
Decreto 181 de 1988
Planta de personal
de cada una de las Fiscalías ante el tribunal.
Cambió totalmente
con el Decreto 2699 de 1991.
Y en el Código de
Procedimiento Penal el Ministerio Público es sujeto procesal.
Artículo 131 y
55. Artículo 124 del Código de Procedimiento Penal.
Artículo 5º
Decreto 2790 de 1991
Posesión de
funcionarios o empleados.
Decreto 250 de
1971
Artículo 8º
Decreto 2790 de 1991
Cargos de jueces
supernumerarios.
Función del
Consejo Superior de la Judicatura.artículo 257 numeral 1° y 2° de la
Const.Decreto 2652 de 1.991 y acuerdo Nº 1 de 1.992.
Artículo 96
Decreto 2790 de 1991
Creación de cargos
de asesor grado 14.
Función del
Consejo Superior de la Judicatura.artículo 257 numeral 1° y 2° de la
Const.Decreto 2652 de 1.991 y acuerdo Nº 1 de 1.992..
Artículo 97
Decreto 2790 de 1991
Vacaciones.
Todo la asumió
actualmente la Fiscalía General de la Nación.
Artículo 98
Decreto 2790 de 1991
Rep. Legal del
fondo de Seguridad de la Rama.
Ministerio de
Justicia.
Artículo 90
Decreto 099 de 1991
Créanse cargos de
jueces de Orden Público.
Funciones del
Consejo Superior de la Judicatura..artículo 257 numeral 1° y 2° de la
Const.Decreto 2652 de 1.991 y acuerdo Nº 1 de 1.992.
Artículo 92
Decreto 099 de 1991
Planta de personal
administrativo.
Fiscalía General
de la Nación
Artículo 94 099
de 1991
Unidad ejecutora
independiente para efectos presupuestales.
No se aplica. Ley
de Fiscalía.
De conformidad con esta doble explicación, el Código de
Procedimiento Penal y las disposiciones del Decreto 2271 de 1.991 no
son dos ordenamientos independientes y autónomos sino un sólo ordenamiento
integrado y coherente con algunas
diferencias en puntos específicos, previstas, como quedó visto, por el propio
régimen ordinario.
A esta misma
conclusión llegó la Sra. Viceprocuradora General de la Nación, Dra. Myriam
Ramos de Saavedra, en el concepto rendido en los procesos de constitucionalidad
D-061, D-087 y D-126 (acumulados), del cual se extractan los siguientes
apartes:
4.7.7. Los artículos
71 y 69 del Estatuto pluricitado, directamente prevén la reglas de la
competencia asignada a los Jueces Regionales, en primera instancia, para
conocer de los delitos señalados en los artículos 32, 33, 34, 35, 39, 43 y 44
de la Ley 30 de 1.986 y de los delitos contra la existencia y seguridad del
Estado, de los delitos contra el régimen constitucional y de los delitos que se
refiere el Decreto 2266 de 1.991, con las excepciones allí señaladas. Desde
luego, la segunda instancia surte ante el Tribunal Nacional.
El Decreto 2266 de
1.991, adopta como legislación permanente el conjunto de conductas delictivas
reguladas en los decretos legislativos 3664 de 1.986, 1198 de 1.987, 1631 de
1.987, 180 de 1.988, 2490 de 1.988, 1194 de 1.989, 1856 de 1.989, 1857 de
1.989, 1857 de 1.989, 1858 de 1.989, 1895 de 1.989, 2790 de 1.990 y 099 de
1.991. De estos dos últimos decretos sólo adoptó como legislación permanente
los artículos 6º y 7º y 1º respectivamente.
De la comprensión
sistemática de estas disposiciones impera concluír que las regulaciones
procesales contenidas en la llamada legislación fueron derogadas por lo
siguientes:
a) La derogación de
las leyes puede ser expresa o tácita, tal como lo dispone el artículo 71 del
Código Civil y el artículo 3º de la Ley 153 de 1.887 que consagra:
"Estímase insubsistente una disposición legal por declaración expresa del
legislador, o por incompatibilidad con disposiciones especiales posteriores, o
por existir una ley nueva que regula íntegramente la materia a que la anterior
disposición se refería.
Ahora, siendo que el
Decreto 2700 de 1.991 reguló íntegramente el procedimiento en materia penal,
consagrando expresamente normas que se refieren a los trámites y situaciones
procesales que se habían de observar ante la extinta jurisdicción de orden
público, recogida durante el tránsito del ajuste institucional judicial por la
legislación permanente, forzoso es concluír que siendo posterior a ella la
derogó, quedando a salvo exclusivamente todo aquello que no pugne con las
disposiciones de la nueva ley (artículo 72 C.C.).
b) El artículo 5º
transitorio ordenó la integración de la Jurisdicción de Orden Público a la
Jurisdicción Ordinaria regulando con relación a la primera únicamente el factor
de competencia, la que circunscribe a los hechos punibles previstos en los
decretos que no improbara la Comisión Especial Legislativa.
Nada dice esta norma
sobre el procedimiento, porque éste se encuentra regulado en el Código de
Procedimiento Penal.
Inútil resulta
tratar de extender el alcance de la disposición o procedimiento general, si se
tiene en cuenta que su texto es claro y no admite interpretaciones distintas a
las que él consagra, más aún cuando en materia procesal es sabido que la
interpretación debe ser restringida. Y además no existe discusión en el derecho
procesal actual que tratándose de competencia ésta debe ser expresa, concreta y
limitada por el legislador, que es precisamente lo que se hizo en este
evento.
Igualmente
inconsistente sería confundir dos conceptos absolutamente decantados por la
doctrina y la jurisprudencia: esto es, competencia y ritualidad procedimental.
El primero hace referencia a la concresión de la jurisdicción y el segundo a la
formalidad de la ritualidad procedimental, aspecto éste que para nada refiere
el precitado artículo 5º transitorio.
c) Pretender afirmar
que las disposiciones del Código de Procedimiento Penal en cuanto se refieren
al procedimiento aplicable en los asuntos de competencia del Tribunal Nacional
y a los Jueces Regionales solamente tendrán vigencia transcurridos diez (10)
años a partir del 1° de julio de 1.992, es criterio que a pesar de ser
respetable resulta realmente insostenible por la esencial contradicción que
encierra la misma afirmación ya que la norma transitoria 2a prevé la temporalidad del
Tribunal Nacional y los Jueces Regionales por un período de diez años, vencido
el cual perderán su competencia: Entonces, en ese momento y por exclusión de
materia ya no habrá quienes apliquen esas normas pues a partir de allí la
competencia será asignada a los Jueces del Circuito o a los que designe la ley.
Es que el referido
artículo 2º transitorio no posibilita tan contradictoria interpretación pues el
pacífico sentido que de él emana no es otro que el de considerar que la norma
está previendo un cambio de competencia a diez años máximo y que puede introducirlo
en el lapso de 5, dependiendo del informe que rinda el Presidente de la
República al Congreso Nacional sobre los resultados que haya dado la actividad
de los Jueces Regionales y del tribunal Nacional.
d) De otra parte, el
interrogarse sobre el porqué el nuevo Código de Procedimiento Penal se refiere
tanto en su texto como en las normas transitorias a la legislación permanente,
no puede responderse con la tesis de que esto está significando su paralelo reconocimiento,
pues de la interpretación sistemática del Código de Procedimiento penal y sin
perder de vista su fundamento constitucional, la conclusión que se impone es
precisamente la opuesta.
La expresión
legislación permanente que aparece en la ley procesal porque la misma Carta
Política en sus normas transitorias la legitimó y por tanto, la ley de
procedimiento debía acogerla. No obstante esto no significa que esté
paralelamente vigente, sino que se previó al levantarse el estado de sitio,
todas las normas dictadas bajo su vigencia quedaban sin efecto, con las
consecuencias apenas previsibles frente a la Jurisdicción de Orden Público;
punta de lanza de las "novedosas políticas de sometimiento a la justicia
reguladora de un tema penal de particular sensibilidad social" y por ello
la misma Constitución en la normatividad transitoria señaló que el 1° de julio
de 1.992 fecha que entraría a regir el nuevo Código de Procedimiento penal, se
llenó este temporal vacío con la llamada legislación permanente que mediante el
trámite de aprobación señalado en la misma Constitución, rigiera durante ese
lapso. Es así, en consecuencia, que la expresión "legislación
permanente" no puede entenderse como sinónimo de aplicación indefinida de
la legislación especial de orden público, sino como una expresión coyuntural.
Igualmente, la
legislación permanente también fue expresamente derogada por el Estatuto
Orgánico de la Fiscalía General de la Nación y del Consejo Superior de la
Judicatura, estructural y funcionalmente:
a) El Decreto 2699
del 30 de noviembre de 1.991, regula en detalle las funciones y competencias
que cumplirán el Fiscal General, los Fiscales Delegados, la Policía Judicial y
los demás funcionarios administrativos.
b) El Estatuto
Orgánico autorizó al Fiscal general para que incorpore en la planta de personal
de la Fiscalía General los funcionarios de que trata el artículo transitorio 27
de la Constitución nacional en los niveles de empleos y la nomenclatura de
cargos establecidos (artículo 186), es decir, pasaron a las Fiscalías de los
Juzgados Superiores, Penales del Circuito y Superiores de Aduanas y de orden
público.
c) El artículo 189
del Estatuto ordenó que el presupuesto asignado a instrucción criminal, Juzgado
de Instrucción de Orden Público, Fiscalías de Juzgados de Orden Público, Cuerpo
Técnico de Policía Judicial y demás entidades que se incorporaran a la Fiscalía
General se trasladará al presupuesto de la Fiscalía General.
d) Desde luego,
también se previó que los bienes muebles, inmuebles, enseres y demás bienes que
tuvieren en propiedad, posesión o tenencia Instrucción Criminal, los Juzgados
de Orden Público, las Fiscalías de Orden Público, el Cuerpo Técnico de Policía
Judicial y demás organismos, pasarían a la Fiscalía General (artículo 190), y tiene
vigencia a partir de la fecha de su publicación. La competencia de los
distintos despachos judiciales que se incorporan a la Fiscalía se irá asignando
por el Fiscal General de la Nación a medida que las condiciones concretas lo
permitan sin exceder del 30 de junio de 1.992.
f) Por último, en el
artículo transitorio 2º, el Estatuto señala las reglas con fundamento en las
cuales el Fiscal General incorporaría el personal procedente de la Dirección
Nacional de Instrucción Criminal, del Cuerpo Técnico de Policía Judicial, de
los Juzgados de Instrucción Criminal de la Justicia Ordinaria, de Orden Público
y Penal Aduanera y de la Fiscalías de los Juzgados Superiores, Penales del
Circuito, Superiores de Aduana y de Orden Público.
g) En relación con
la estructura orgánica el artículo 14 del Decreto 2699 de 1.991, crea cinco (5)
direcciones regionales de la Fiscalía General de la Nación cuya división
administrativa será señalada por el Fiscal General. Cada una tendrá como apoyo
para el desarrollo de sus funciones una Dirección Regional Administrativa y una
Dirección del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía General.
Funcionarán en Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali y Bucaramanga.
Las funciones de la
Fiscalía se realizan a través de Unidades de Fiscalía a nivel regional
(artículo 15), adscritas a las Direcciones Regionales citadas.
Desde luego, todo
ese espectro de normas dictadas con base en las facultades extraordinarias de
que fuera revestido el Gobierno Nacional, corresponde además al desarrollo del
artículo 27 transitorio de la Carta, en virtud al cual la Fiscalía General de
la Nación entraría a funcionar cuando se expidiere los decretos extraordinarios
que la organicen y los que establecieren los nuevos procedimientos penales. En
esos decretos se podía disponer que la competencia de los distintos despachos
judiciales se fuere asignando a medida que las condiciones concretas lo
permitieren, sin exceder como plazo, del 30 de junio de 1.992.
Finalmente, es
preciso señalar que el Código de Procedimiento Penal es la única legislación
aplicable para la tramitación de los asuntos de competencia de la Fiscalía
General de la Nación y de los Jueces (singulares y colegiados), no sólo por
expresa y directa prohibición sino por el desarrollo contextual de las atribuciones
de investigación, calificación y acusación y de Juzgamiento asignadas a ellos,
en particular los deferidos a los Fiscales Regionales y a los Jueces Regionales
y Tribunal Nacional (Estos últimos de creación del Código de Procedimiento
Penal, artículos 66 y 5º Transitorio), que antes competían a la desaparecida
jurisdicción de orden público...
...En conclusión,
con base en lo brevemente expuesto se puede afirmar categóricamente, que ni el
nuevo Código de Procedimiento Penal ni el Estatuto Orgánico de la Fiscalía
General de la Nación, ni norma de superior o igual jerarquía previeron o podían
prever -sin violar la Constitución Política vigente- la coexistencia de
regímenes procesales para la tramitación y sustanciación de los asuntos de
competencia de los Fiscales y Jueces Regionales, pues la estructura del proceso
penal en sus etapas de investigación y juzgamiento contienen una regulación
completa y expresamente omnicomprensiva de la normatividad que única y
exclusivamente pueden y deben aplicar los Fiscales Regionales y los Jueces
Regionales, como integrantes del Justicia Ordinaria y ante la proscripción de
jurisdicciones especiales distintas a las autoridades explícitamente
consagradas por la Constituyente. Solamente está previsto la aplicación de un
conjunto de normas de todas las que fueron incorporadas como permanentes en
materia penal, y precisamente se trata de las contenidas en el Decreto 2266 de
1.991, por el cual se reglamentan y preservan conductas tipificadas como hechos
punibles, y determinantes de la competencia de los funcionarios judiciales
precitados. Por ello, el artículo 5º transitorio del Decreto 2700 de 1.991,
directamente prevé a que la competencia no se modifica, pues continuarán
conociendo los mismos hechos punibles que han venido conociendo hasta ahora
(refiriéndose a la nueva categoría de jueces antes anotada), la competencia
regulada explícitamente en el Decreto 2266 de 1.991 que fuera integrado al
numeral 4º del artículo 71 del Código de Procedimiento penal, y por ende, está vigente...
...Además,
realícense interpretaciones auténticas y analógicas, no puede concebirse que se
entiendan incorporadas las normas sobre el conjunto de funciones asignadas a
los organismos que estructuraron la Jurisdicción de Orden Público,
particularmente los administrativos, a los nuevos de la Fiscalía General de la
Nación, por la elemental razón jurídica que no existe previsión legal alguna
que permita o autorice a asimilar los cargos y sus funciones a los creados y
que deben cumplir de acuerdo con lo especificado en la Constitución el nuevo
Código de Procedimiento penal y el Estatuto Orgánico de la Fiscalía General de
la Nación. Rompería el principio de legalidad y la determinación de las
funciones de cada cargo de este nuevo organismo de investigación y acusación,
el pretender establecer equivalencias entre los cargos suprimidos y los nuevos,
porque la ley no lo prevé y no es dable en esta materia hacer esa clase de
hermenéutica.
1.2.2.2.2. Los efectos de la
favorabilidad
18. El artículo 29
de la Constitución afirma lo siguiente en su inciso tercero:
En materia penal, la
ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de preferencia
a la restrictiva o desfavorable.
Esta norma encuentra
su fundamento jurídico internacional en el artículo 9° de la Convención
Americana precitada, que es derecho positivo vigente en Colombia, con fuerza
supralegal vinculante e interpretativa, de conformidad con el artículo 93 de la
Carta.
La razón jurídica de
esta norma no es otra que la dignidad de la persona, consagrada en el artículo
1° de la Constitución, que se traduce, según el artículo 6° idem, en el hecho
de que en un Estado social de derecho la libertad es la regla y la restricción
a la misma la excepción.
Tal principio bebe
en las fuentes ideológicas del pensamiento humanista, sobre el cual se edificó
el Estado moderno.
En materia penal,
como anota Juan Fernández Carrasquilla, "el principio de favorabilidad
representa una conquista irrenunciable e invaluable de la época moderna,
aportada a las constituciones por influjo de la filosofía iluminista que se
impuso tras las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa. Su significado
es el de que, pese a que la regla general es que se aplica la ley vigente al
momento de la comisión del hecho, deben aplicarse las disposiciones posteriores
si encarnan para el acusado un tratamiento más benigno, sea que este
tratamiento se exprese en normas del derecho penal material o en normas
procesales de efecto sustancial. Desde el punto de vista político-criminal se
dice que tal principio se inspira en la razón de dar al acusado el tratamiento
de la nueva ley favorable, pues si es la propia ley la que ha variado su
régimen al percibir la innecesariedad de un tratamiento más severo, no se ve
por qué la comisión del delito en un tiempo anterior habría de representar un
obstáculo para ello, o, dicho al revés, no se aprecia razón valedera para que
los delitos cometidos en tiempo anterior sean tratados con más rigor que los
cometidos en el presente, cuando es precisamente la ley la que ha encontrado
que el régimen anterior ya no es socialmente requerido"[13].
Ahora bien, la
favorabilidad se manifiesta en la retroactividad de la ley penal más favorable.
En este sentido,
como anota Bacigalupo, "se hace referencia en el artículo transcrito a la
favorabilidad en la aplicación de la ley penal en el tiempo. Se parte del
supuesto de que la vigencia de la ley penal es hacia el futuro, pues debe estar
vigente al tiempo en que se comete el hecho punible. La ley penal no rige en
principio hacia el pasado (retroactividad) y no tiene vigencia después de ser
derogada (ultractividad). No obstante, es posible su aplicación retroactiva o
ultractiva cuando es favorable al agente del punible"[14].
1.2.2.2.3.
Interpretación al absurdo o argumento "apagógico"
19. Dentro del
análisis de la favorabilidad es oportuno exponer el argumento de la reducción
al absurdo, porque ilustra acerca de las consecuencias que resultarían de no
aplicar el principio de la favorabilidad.
Como anota Ezquinaga
Ganuzas, la interpretación al absurdo o apagógica "es aquel argumento que
permite rechazar una interpretación de un documento normativo de entre las
teóricamente (o prima facie) posibles, por las consecuencias absurdas a las que
conduce"[15]. La reductio
ad absurdum es una demostración basada en la lógica clásica, que consiste
en afirmar la verdad de una tesis, mostrando cómo la tesis contraria es, a su
vez, contradictoria con otra tesis ya demostrada o tenida como verdadera. En
palabras de Kalinowski, "si p, entonces no p, entonces no p"[16],
que se puede enunciar diciendo que si una proposición implica su propia
contraria, debe ser falsa.
El argumento
apagógico encuentra toda su manifestación en el hecho que el Gobierno Nacional
estima que el parágrafo del artículo 415 del código de procedimiento penal no
es aplicable antes de diez años.
La declaratoria del
estado de excepción constitucional tenía finalmente como objetivo impedir que
dicho parágrafo le fuese aplicado a los detenidos por cuenta de los fiscales y
jueces regionales y, en su lugar, se le aplicase la normatividad de orden
público, cuando ésta, salvo en materia de competencia, se había integrado completamente
al régimen procesal penal ordinario desde la entrada en vigencia del Código.
En efecto, dice así
el inciso 1º del artículo 2° transitorio del código de procedimiento penal:
"Temporalidad.
Transcurridos diez años a partir de la vigencia del presente código, los jueces
regionales y el Tribunal Nacional perderán la competencia para conocer
de los procesos que este código les hubiere adjudicado, y la misma será
asignada a los jueces del circuito, o a los que designe la ley" (subrayas
no originales).
Y el artículo 5°
transitorio del mismo código afirma:
"Integración a
la jurisdicción ordinaria de la jurisdicción de orden público. La jurisdicción
de orden público se integrará a la jurisdicción ordinaria desde el
momento en que comience a regir este nuevo código. Los jueces de orden
público se llamarán jueces regionales y el Tribunal Superior de Orden Público
se llamará Tribunal Nacional. La competencia de estos despachos no se
modifica, continuarán conociendo de los mismos hechos punibles que han
venido conociendo hasta ahora, de acuerdo con los decretos que no impruebe la
Comisión Especial para convertir normas expedidas en ejercicio de facultades de
Estado de Sitio en legislación permanente" (subrayas no originales).
En el escrito
presentado por la Presidencia de la República en relación con las preguntas
formuladas por la Corte Constitucional, sobre éste tema, expresó:
El parágrafo del
artículo 415 apunta al propósito fundamental de dictar un precepto que surta
efectos luego de que pierda vigor la legislación que regula los procesos de
conocimiento de los jueces regionales y del Tribunal Nacional...
...El parágrafo
busca servir de enlace entre dos sistemas cuando uno de ellos, el especial,
desaparezca para siempre del mundo jurídico, para darle efectos totales al
sistema genérico del Código de Procedimiento Penal.
En virtud del método
de la reducción al absurdo, entonces, para el Gobierno esta norma sólo será
aplicable a partir de un momento en el cual ya no tendrá destinatarios y por
tanto está condenada a ser inefectiva desde su creación. En efecto, dentro de
diez años, momento en el cual habrá desaparecido la competencia de los jueces y
fiscales regionales, por disposición de los artículos 2° y 5° transitorios del
código de procedimiento penal, no habrá para entonces destinatarios de dicha
norma. En otras palabras, para el Gobierno esta norma empezará a aplicarse
cuando ya no haya a quién aplicársele, lo cual es un absurdo total.
20. Tal
interpretación implica desde luego que el legislador -excepcional- profirió una
norma que nunca sería efectiva, esto es, que nunca tendría aplicación. Tal
hipótesis debe ser descartada, porque en principio si al momento de aplicarse
una norma hay una interpretación que la hace útil y otra que la hace inútil,
indiscutiblemente debe preferirse la interpretación denominada con "efecto
útil", porque tal interpretación es un principio general de derecho
positivizado, que es criterio auxiliar de interpretación en virtud del artículo
230 de la Carta.
Dicho principio
general de derecho está recogido como interpretación lógica en el artículo 1620
del código civil, que dice:
El sentido en que
una cláusula puede producir algún efecto, deberá preferirse a aquel en que no
sea capaz de producir efecto alguno.
Esta idea es
adoptada por el Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Edgar Saavedra
Rojas, quien al analizar precisamente el negocio que nos ocupa, afirmó lo
siguiente en el salvamento de voto:
No puede afirmarse,
como lo han hecho algunos funcionarios del Estado, que sólo regirá dentro de 10
años, porque precisamente transcurrido ese lapso, habrá desaparecido no solo la
jurisdicción antes denominada de Orden Público, sino también los delitos que
ahora hacen parte de su competencia... y si ello es así, se pregunta el
suscrito Magistrado, para qué el legislador iba a elaborar normas que nunca
llegarían a regir...[17]
1.2.2.2.4. El absurdo sistema de términos diseñado por
el Gobierno y avalado por la mayoría: tienen más prerrogativas los
extraditables que el detenido por
portar una prenda del ejército
21. Ahora bien, el absurdo de que trata esta forma de
argumentación apagógica resulta aún más evidente si se tiene en cuenta el
artículo 1° del Decreto 1676 de 1991, incorporado como legislación permanente
en virtud del artículo 6° del Decreto 2271 de 1991, que dice en sus incisos
quinto y octavo:
... Si la persona
estuviere privada de la libertad únicamente por la petición de extradición,
sólo podrá calificarse el mérito del sumario transcurridos 270 días de iniciado
éste, a menos que las pruebas relacionadas con los delitos investigados
sean aportadas válidamente antes de dicho plazo y resultaren suficientes. Si
al vencimiento de dicho término no hubiere mérito para dictar resolución de
acusación, se dispondrá la cesación de procedimiento y se pondrá en libertad
incondicional al sindicado...
3. Si la solicitud
de extradición no estuviere formalizada, pero hubiere persona detenida, el
Ministerio esperará al vencimiento del término señalado por la ley para dicha
formalización. Si llegare la documentación dentro del término señalado,
procederá de inmediato a dar cumplimiento al trámite dispuesto en el numeral 1°
de este artículo. Si no llegare dentro de dicho término, pondrá en libertad
incondicional al pedido en extradición, y procederá como se dispone en el
inciso siguiente... (negrillas no originales).
Se observa sin
dificultad que, según la tesis del Gobierno, avalada por la mayoría de esta
Corporación, existen en Colombia tres clases del plazos para calificar el
mérito de los sumarios en Colombia:
- PROCESADOS TIPO
"A": son los detenidos por cuenta de la justicia ordinaria. Según el
artículo 415.4 del código de procedimiento penal, tienen derecho a que se les
califique el mérito del sumario en 120 o 180 días. Si así no lo hace el aparato
judicial, deben ser puestos en libertad.
- PROCESADOS TIPO
"B": son los denominados "extraditables". Según el artículo
1° del Decreto 1676 de 1991, incorporado como legislación permanente en virtud
del artículo 6° del Decreto 2271 de 1991, tienen derecho a que el Estado les
califique el sumario en 270 días; de no hacerse así, "se dispondrá la
cesación de procedimiento y se pondrá en libertad incondicional al
sindicado".
- PROCESADOS TIPO
"C": son los detenidos por cuenta de la justicia de orden público,
que no sean extraditables. Según los Decretos 1155 y 1156 de 1992 y la Ley 15
de 1922, que incorporaron como permanente el artículo 50 del Decreto 099 de
1991, no tienen ningún derecho a que la administración de justicia les
califique el mérito del sumario, salvo que cumplan la pena o tengan más de 70
años.
Se observa sin
dificultad que en Colombia es mucho menos grave ser extraditable que portar una
cachucha del ejército. Esta paradoja es inadmisible para los que aquí salvamos
el voto.
El Estado, so
pretexto de luchar contra el narcotráfico, el narcoterrorismo y los
magnicidios, ha producido una legislación y puesto en operación una
jurisdicción especial, costosa y sofisticada, que beneficia al narcotráfico y
perjudica delincuentes comunes.
Es un ejemplo típico
de derecho simbólico, cuya ineficacia implícita permite tranquilizar a la
sociedad, al tiempo que no se actúa realmente contra los factores de
desestabilización del orden público y la tranquilidad ciudadana.
Para nosotros, en
consecuencia, según la favorabilidad, el parágrafo del artículo 415 del código
de procedimiento penal, en la medida en que es más favorable que el artículo 59
del Decreto 099 de 1991, debe aplicarse de preferencia en materia de causales
de libertad provisional, por ser más conforme con el artículo 29 de la
Constitución.
1.2.2.3. La interpretación posterior
22. Uno de los
principios constitucionales que se desprende del artículo 29, predicable en la
órbita del derecho penal, es la interpretación posterior.
En este sentido, el
Decreto 2271 de 1991 fue expedido el día 4 de octubre de 1991.
Y el código de
procedimiento penal fue expedido el día 30 de noviembre de 1991.
Luego el código
procesal penal fue expedido con posterioridad al Decreto 2271.
El Código de
Procedimiento Penal entonces debe aplicarse por ser la norma más conforme con
la Constitución[18].
2. De la
inconstitucionalidad del artículo 3° del Decreto 1156 de 1992
23. En el artículo
3º se trata el tema del Habeas Corpus. En este salvamento el estudio se
dividirá en dos partes: inicialmente se analizarán los antecedentes de esta
institución y luego su violación en el Decreto 1156.
a) La institución del Habeas Corpus, que
literalmente traduce "he aquí mi cuerpo", proviene de la época romana
en donde los Tribunos solicitaban en favor de los plebeyos el auxilio para
revocar los excesos de poder. Posteriormente se encuentran sus raíces en los
siguientes textos: en el Fuero o Manifestación de Aragón, el cual en 1.287
reconoció el principio de la libertad personal como un privilegio en favor de
algunos súbditos; en el Fuero de Vizcaya que reguló el principio de la libertad
individual y ordenó a todos los funcionarios respetar esa ley; en la Carta
Magna del Rey Juan de Inglaterra que en 1.215 consignó dicho principio y sentó
las bases que hoy conserva, y en la Ley de habeas Corpus el rey Carlos II de
Inglaterra, de 1.679 "para asegurar mejor la libertad del súbdito y para impedir
presiones más allá de los mares".
La Constitución
colombiana de 1.886 no consagraba el recurso de Habeas Corpus.
El Habeas Corpus se
reconoció por primera vez en nuestro país en el decreto 1358 del 11 de junio de
1.964, expedido con base en las facultades concedidas al Ejecutivo por la Ley
23 de 1.963, de conformidad con el cual "toda persona que se encuentre
privada de su libertad por más de cuarenta y ocho horas, tiene derecho si
considera que se está violando la ley a promover ante el Juez Municipal en lo
Penal del lugar, el recurso de Habeas Corpus..."
Posteriormente se
consagró el decreto 409 de 1.971, Código de Procedimiento Penal, en los
artículos 417 a 425, en los cuales se estableció claramente su trámite, las
consecuencias de su reconocimiento, las causales de improcedencia, la
inimpugnabilidad de la decisión y las sanciones que debían aplicar en caso de
prosperar.
A su turno el
decreto 050 de 1.987, que derogó el anterior estatuto, dispuso que el Habeas
Corpus es un derecho que procede en amparo de la libertad personal contra todo
acto arbitrario de cualquier autoridad que tienda a restringirla.
Luego, el artículo
4º del Código de Procedimiento Penal, que rigió hasta el 30 de junio del año en
curso, disponía que "Toda persona tiene derecho a la libertad. Sólo
procederá la privación de esta por las causas y en las condiciones establecidas
en la ley".
Más tarde,
tratándose de las conductas sancionadas en la Ley 30 de 1.986, y en el Decreto
180 de 1.988, Estatuto Nacional de Estupefacientes, se dijo que es competente
para conocer de la tramitación del Habeas Corpus el Juez Superior, previo
reparto, de conformidad con lo establecido en el Decreto 180 de 1.988[19].
Al momento de la
Asamblea Nacional Constituyente, entonces, esta garantía no tenía piso
constitucional y además tenía limitaciones de orden legal en la denominada
jurisdicción de orden público.
Por ello el
Constituyente de 1.991 elevó a rango constitucional el derecho de Habeas
Corpus, en el artículo 30, que dice:
Quien estuviere
privado de su libertad y creyere estarlo ilegalmente, tiene derecho a invocar
ante cualquier autoridad judicial, en todo tiempo, por sí o por interpuesta
persona, el Habeas Corpus, el cual debe resolverse en el término de treinta y
seis horas.
El derecho
consagrado en el artículo 30 de la Constitución puede también interpretarse
como una acción, de igual naturaleza a la acción de tutela de que trata el
artículo 86 superior, que tiene toda persona contra cualquier acto expedido por
autoridad judicial, sea este auto o inclusive sentencia, pudiendo ser esta
última de cualquier instancia, para pedir su libertad en aquellos casos en que
creyere estar ilegalmente privado de ésta. Se podría afirmar, en otros términos,
que se trata de una "acción de tutela de la libertad", con el fin de
hacer efectivo este derecho. Como anota Bobbio, "para proteger los
derechos humanos no basta con proclamarlos; de lo que se trata más bien es de
saber cuál es el modo más seguro de garantizarlos, para impedir que a pesar de
las declaraciones solemnes, sean continuamente violados"[20].
En el
informe-ponencia para primer debate en plenaria de la Asamblea Nacional
Constituyente, titulado "Carta de Derechos, Deberes, Garantías y
Libertades", el Constituyente Diego Uribe Vargas, al respecto del Habeas
Corpus, manifestó:
Una de las garantías
más importantes para tutelar la libertad, es la que disfruta toda persona que
se creyere privada ilegalmente de ella para invocar ante cualquier autoridad
jurisdiccional y en todo tiempo por sí o por interpuesta persona, el derecho de
Habeas Corpus, el cual no podrá ser suspendido ni limitado en ninguna
circunstancia.
La acción debe
resolverse en el término de treinta y seis horas, lo cual refuerza el carácter
imperativo de la norma y le otorga a los posibles perjudicados la posibilidad
de recuperar de inmediato su libertad.[21]
Por extensión se
denomina Habeas Corpus el conjunto de disposiciones que en la Carta reglamentan
la privación de la libertad personal, siendo las principales de ellas los
artículos 6º, 28, 29, 30, 32 y 33.
Cuando el
Constituyente dispuso en el proyecto que el Habeas Corpus no puede ser limitado
ni suspendido bajo ninguna circunstancia, no era más que el deseo de
devolverle a esta institución la majestad y la tradición que siempre la ha
caracterizado.
Este derecho no sólo
es reconocido en las legislaciones internas de los Estados, sino también por la
Comunidad Internacional en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en
el Pacto Internacional sobre Derechos Sociales y Políticos y en la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, los cuales rigen en Colombia y tienen fuerza vinculante
por disposición del artículo 93 de la Carta.
En el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos -aprobado mediante la Ley 74 de
1.968-, en el artículo 9.4 se consagra:
4. Toda persona que
sea privada de la libertad en virtud de detención o prisión tendrá derecho a
recurrir ante un tribunal, a fin de que éste decida a la brevedad posible sobre
la legalidad de su prisión y ordene su libertad si la prisión fuera ilegal.
En el mismo sentido
la Convención Americana sobre Derechos Humanos "Pacto de San José de Costa
Rica" -aprobado mediante la Ley 74 de 1.968-, en el artículo 7.6
establece:
6. Toda persona
privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal
competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su
arresto o detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueron
ilegales. En los estados partes cuyas leyes prevén que toda persona que se
viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un
juez o tribunal competente a fin de que este decida sobre la legalidad de tal
amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos
podrán interponerse por sí o por otra persona (negrillas no originales).
El artículo 30 de la
Constitución tiene su desarrollo en las normas de orden legal.
En efecto, el
Decreto 2700 de 1.991, nuevo Código de Procedimiento Penal que entró a regir el
primero de julio de 1.991, en el Capítulo VII, del Título III, artículos 430 a
437, bajo el título "Control de Legalidad sobre la Aprehensión",
desarrolla legalmente la garantía para hacer efectivo este Derecho. Dispone que
el Habeas Corpus "es una acción pública que tutela la libertad personal
cuando alguien es capturado con violación de las garantías constitucionales o
legales, o se prolongue ilícitamente la privación de su libertad".
Igualmente establece
claramente los lineamientos de esta acción pública, el contenido de la
petición, la solicitud inmediata y por el método mas expedito de informar sobre
la captura, el trámite, la improcedencia de las medidas restrictivas de la
libertad mientras no se restauren las garantías quebrantadas, la iniciación de
la investigación penal en contra del funcionario que profirió la medida ilícita
y la decisión de ordenar inmediatamente la libertad de la persona, sin que
contra ella proceda recurso alguno.
b) 24. El Decreto 1156 de julio 10 de 1.992,
cuya constitucionalidad se cuestiona en este salvamento, establece en su
artículo 3º:
En los delitos de
competencia de los Jueces Regionales y del Tribunal Nacional no procederá la
acción de "Habeas Corpus", por causales previstas para obtener la
libertad provisional, las cuales deben alegarse dentro del proceso respectivo. Tampoco
procederá para efecto de revisar la legalidad de las providencias que hubieren
decidido sobre la privación de la libertad.
Son dos las
limitaciones al derecho de Habeas Corpus contenidas en el Decreto 1156 de
1.992, por lo cual los Magistrados que aquí salvamos el voto estimamos que es
inconstitucional, separándonos así de la posición de mayoría:
1) La no procedencia
de la solicitud de Habeas Corpus por las causales previstas para obtener la
libertad provisional, las cuales deben alegarse dentro del proceso respectivo.
Las causales
previstas para obtener la libertad provisional de conformidad con el artículo
2º del mismo Decreto sólo están circunscritas a los siguientes casos: cuando el
procesado llevare un tiempo de detención preventiva igual al que mereciere como
pena privativa de la libertad por el delito que se le imputa o cuando el
procesado sea mayor de setenta años.
Estimamos que esta
primera parte del decreto 1156 de 1.992 viola la Constitución porque
paradójicamente limita el Habeas Corpus a casos de violación de la libertad
sitintos de las causales establecidas por la ley para obtener la libertad
provisional. Además, las causales para la obtención de la libertad provisional,
al no ser ya susceptibles del recurso del Habeas Corpus, minimiza este
importante instrumento que garantiza la libertad, violándose así el artículo 30
precitado de la Carta y los Pactos Internacionales reseñados.
Igualmente el
artículo en estudio restringe el juez competente para conocer de la solicitud
de Habeas Corpus, ya que desnaturaliza la institución que contempla una
competencia a prevención para hacer efectiva una garantía que protege la
libertad de la persona.
Además el juez de la
causa, si de oficio no ha puesto en libertad a una persona que tiene derecho a
ello, mal se puede pensar que una vez hecha la solicitud por el detenido, ahí
sí, y sólo ahí, le resolverá favorablemente su petición.
2) Tampoco procederá
para revisar la legalidad de las providencias que hubieren decidido sobre la
privación de la libertad.
Para los Magistrados
que salvamos el voto, esta segunda parte del artículo 3º igualmente viola el
artículo 3º de la Constitución ya que prescinde del control de legalidad de un
acto jurídico expedido por un poder constituído. En un Estado Social de Derecho
como Colombia (artículo 1º CP), todo acto del estado debe tener un control.
Además, no
procediendo el Habeas Corpus contra las providencias judiciales, queda
circunscrito a situaciones de hecho en los que se viole la libertad.
En tratándose de la
libertad, el control de los actos estatales debe ser mediante un mecanismo ágil
y expedito. Con la norma estudiada, sin embargo, se suprimen controles rápidos
y se deja como única vía de protección el recurso de apelación, que nunca será
tan eficaz como el Habeas Corpus para la protección del derecho constitucional
fundamental de la libertad.
Ahora bien, en
cuanto a la ratio juris del Habeas Corpus, es preciso partir de la
consideración según la cual la vida cultural y espiritual de los pueblos está
ligada a las condiciones reales de su profunda existencia, y a esto no es ajeno
el proceso jurídico de cualquier sociedad. La organización social de hoy no se
parece en nada a un estado en donde no existen conflictos. Por ello se impone la
necesaria existencia de instituciones jurídicas que organicen su entorno.
Nada más indicado
para tal fin que el derecho, las libertades y las garantías de las personas,
plasmadas en las Constituciones de los pueblos como garantía de respeto y de
dignidad; y que actúan como norte, sirviéndoles de guía a gobernantes y
legisladores.
Pero el Estado de
Derecho como modelo ideal de organización social y política, en donde se
restringe la actividad estatal y se señalan pautas al ciudadano como límites a
su conducta, con frecuencia ha sido abandonado por la aplicación de
disposiciones en virtud del Estado de Sitio o más recientemente con fundamento
en el estado de Conmoción Interior.
Es por esto por lo
que en toda organización sociopolítica, derechos como el Habeas Corpus o
principios como el de legalidad, del juez natural o del debido proceso deben
mantenerse firmemente en toda su extensión para que la seguridad jurídica, la
dignidad de la persona humana y la libertad funcionen como valores fundantes
del Estado de Derecho.
El Habeas Corpus en
particular se erige en el mecanismo por excelencia para la protección efectiva
de la libertad del hombre frente al poder del gobernante.
CONCLUSION
24. Se concluye
de todo lo anterior que la interpretación más razonable con la Constitución es
la que aquí se ha trazado.
En consecuencia nos
separamos de la decisión de mayoría que declaró exequible la norma revisada y,
por el contrario, estimamos que el Decreto 1155 de 1992 viola claramente
el artículo 29 de la Constitución en particular y otras disposiciones de Pactos
Internacionales vigentes en Colombia, por lo cual los abajo firmantes estimamos
que es inexequible y salvamos así nuestro voto.
Fecha ut supra
CIRO ANGARITA
BARON ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
1 CSJN, Fallos 223:105 Sagués
Néstor Pedro, HABEAS CORPUS 2a. edición, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1988. p. 167
[1] CSJN, Fallos,
219:111, 200:351. Ibid. p.170
[2] Bidart Campos,
Germán J. DERECHO DE AMPARO. Ediar S.A. Editores. Buenos Aires, 1961, p.
98-99
1 En este proceso se declaró
exequible el Decreto 1155 de 1992, que decretó el Estado de conmoción interior.
2 Cfr. Memorial de la Presidencia
de la República con destino a este proceso, del 13 de agosto de 1991, pag. 4
3 Cfr. Gaceta Constitucional N°80,
pags 10 a 16
[3]Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia T-495, con ponencia del Magistrado Ciro Angarita
Barón.
[4]Cfr. Sentencia Nº
T-431 de la Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional. Junio 24 de
1.992.
[5]Eissen, Marc-André.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Editorial Cuadernos Cívitas. Madrid,
1985. pag 95
[6]Bidart Campos,
Germán. Tartado elemental de derecho constitucional argentino. Tomo III. Ediar.
Buenos Aires, 1.989. pág, 249.
[7]Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia C-221 de mayo 29 de 1.992. Magistrado ponente
Alejandro Martínez Caballero.
[8]Cfr, Corte
Constitucional. Sentencias números C-221, C-449 y C-479.
[9]Véase Mortati EN:
Pizzoruso Alessandro. Lecciones de Derecho Constitucional.Centro de Estudios
Constitucionales. Madrid, 1.984, pág. 169.
[10]Véase sentencia Nº02
de la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional...
[11]El Artículo 1º del Decreto
1199 de 1987 y el Artículo 64 del Decreto 099 de 1991, que contienen el mismo
texto, corresponden al Artículo 289 del proyecto del nuevo Código de
Procedimiento Penal, única norma improbada por la Comisión Espacial
Legislativa, de suerte que, de conformidad con el artículo 3º de la Ley 153 de
1.887, quedó derogada en forma tácita.
[12] Estas disposiciones
adicionan los Decretos Ley 50 de 1970 y 52 de 1987, sobre condiciones de
ingreso a la Rama Judicial. también adicionan el Decreto Ley 546 de 1971, la
Ley 126 de 1985, la Ley 16 de 1988 y el Decreto 542 de 1977, sobre régimen
prestacional de la Rama Judicial.
[13]FERNÁNDEZ
CARRASQUILLA, Juan. Derecho Penal Fundamental. Volumen I. Editorial Temis.
Bogotá. 1.982. pág. 340.
[14]BACIGALUPO, Enrique.
Citado por Ibáñez Guzmán, Augusto José. El principio de favorabilidad penal.
Conferencia leída en Bogotá, septiembre de 1.992.
[15]Ezquinaga Ganuzas,
Francisco Javier. La argumentación en la justicia constitucional española.
HAAE/Instituto Vasco de Administración Pública, pag. 245
[16]Kalinowski, G.
"Logique formelle et droit". EN: Logique Juridique (trvaux du
Colloque de Philosophie de Droit Comparée). Paris, 1967, Pag. 204
[17]Cfr. Corte Suprema
de Justicia. Salvamento de Voto. Proceso Radicado N° 7648. Magistrado Edgar
Saavedra Rojas.
[18]Este principio está
consagrado por los artículos 2º, 44 y 45 de la Ley 153 de 1.887.
[19]Cfr, CORDOBA
TRIVIÑO, Jaime. El Defensor del Pueblo. Antecedentes, desarrollo y prespectiva
de la Institución del OMBUDSMAN en Colombia. Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez
C. Ltda. Santa Fe de Bogotá. 1.992, pág. 337 y ss.
[20]BOBBIO, Norberto.
Presente y Provenir de los Derechos Humanos. Anuario de Derechos Humanos,
Madrid 1.981, pág. 20.
[21] GACETA CONSTITUCIONAL
número 82, página 12. |
232 | C-558-92
Sentencia
No
Sentencia No.
C-558/92
CODIGO-Concepto/ESTATUTO-Concepto
Es claro que los
conceptos código y estatuto no son sinónimos ni equivalentes, pues mientras el
Código, según criterio que ha venido sentando la jurisprudencia constitucional,
es un conjunto armónico y coherente de disposiciones sobre una materia, que se
ordena en un solo cuerpo, el estatuto es el régimen jurídico que gobierna
determinada actividad o un ramo especializado, el cual puede estar integrado
por normas de distintas leyes, decretos u otros textos jurídicos, sin que
necesariamente deban estar compendiadas en un solo texto. Lo esencial es que
todas ellas, aunque sean de distinta jerarquía, guarden entre sí homogeneidad,
no en su pertenencia a un mismo Código, sino en su referencia o relación con el
área de que se trata. Así pues, el concepto de 'estatuto' es bastante más
amplio que el de Código y, por ende, no se deben confundir.
FACULTAD LEGISLATIVA-Alcance/ESTATUTO ORGANICO-Expedición
La facultad de
expedir estatutos orgánicos o cuerpos normativos integrales comporta de suyo,
por obligada necesidad lógica derivada de su propia razón de ser, la de derogar
las normas que a ellos se incorporan. De lo contrario, ningún objeto tendría
que el Congreso, o en su caso, el Ejecutivo revestido de facultades precisas y
pro-tempore, expidieran estatutos de ésta índole. Ciertamente, lo que se
persigue al formar cuerpos jurídicos de las características anotadas, es
precisamente integrar en un único régimen jurídico, revestido de fuerza
obligatoria y, por tanto vinculante, el conjunto de las disposiciones legales
vigentes sobre una determinada materia, a fin de crear un régimen legal
sistemático y armónico que por virtud de la coherencia y completud propias de
los cuerpos legales de las características anotadas, se traduzca en certeza y
seguridad jurídicas, de modo que se asegure su observancia y aplicación.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Alcance/NORMATIVIDAD
JURIDICA-Desarrollo
Incorporar sin
sustituir, esto es, sin producir la derogatoria de las disposiciones legales
que se pretende subsumir en un régimen jurídico de imperativo cumplimiento, que
puede estar contenido en uno o varios textos, equivale a realizar labores de
compilación carentes de fuerza vinculante, similares a las que efectúan los
particulares. Significaría no ejercer una competencia de naturaleza
eminentemente legislativa, como quiera que, lo que caracteriza a la función de
regulación normativa desde el punto de vista material, es la creación de
proposiciones jurídicas "con fuerza de ley", esto es, la producción
de normas jurídicas obligatorias, coercibles y vinculantes. La sustitución de
las normas incorporadas es una facultad inherente y consustancial a la de
expedir estatutos orgánicos, códigos o cuerpos legales integrales como quiera
que la incorporación a estos de las normas que conforman la legislación
existente sobre una determinada materia. produce como obligada consecuencia, su
derogatoria tácita.
REF: PROCESO
D-036
Demanda de
inconstitucionalidad contra el vocablo "sustituye",
contenido en el artículo 4.3.0.0.5. del Decreto 1730 de 1991 (Estatuto Orgánico
del Sistema Financiero)
TEMAS:
-Facultades
Extraordinarias para la expedición del Estatuto Orgánico del Sistema
Financiero:
-Facultades de
"expedir" y "sustituir": Alcance
ACTOR:
ISMAEL HERNANDO
AREVALO GUERRERO
MAGISTRADO
PONENTE:
Doctor CIRO
ANGARITA BARON
Santa Fé de Bogotá,
a los quince (15) días del mes de Octubre de mil novecientos noventa y dos
(1992)
I. ANTECEDENTES
En ejercicio de la
acción pública de inconstitucionalidad que se consagraba en el artículo 214 de
la Constitución Política de 1886 y que en la actual se prevé en el 241-4, el
ciudadano ISMAEL HERNANDO AREVALO GUERRERO solicitó a la Corte Suprema de
Justicia con posterioridad al 1o. de junio de 1991 la declaratoria de
inexequibilidad del vocablo "sustituye", contenido en el artículo
4.3.0.0.5. del Decreto 1730 de 1991 (Estatuto Orgánico del Sistema Financiero).
La Corte Suprema de
Justicia, en obedecimiento a lo dispuesto en el inciso 2o. del artículo 24
transitorio de la Carta Magna, ordenó la remisión del proceso a la Corte
Constitucional, cuya Secretaría General certificó su recepción el 18 de febrero
del corriente año, día siguiente al de su instalación formal. Repartida de
conformidad con el Programa de Trabajo y Reparto aprobado por la Sala Plena
para el mes de marzo, fue admitida mediante auto de abril seis (6) de mil
novecientos noventa y dos (1992).
Al proveer sobre la
admisión de la demanda el suscrito Magistrado Ponente ordenó la fijación en
lista del negocio para asegurar el derecho de intervención ciudadana que
consagran los artículos 242-1 C. N. y 7, inciso segundo del Decreto 2067 de
1991.
Así mismo, se
surtieron las comunicaciones de rigor sobre la iniciación del proceso al señor
Presidente de la República y al Presidente del Congreso, como también el
traslado de copia de la demanda al Despacho del señor Procurador General de la
Nación, quien oportunamente rindió el concepto de su competencia .
Como se han cumplido
los trámites constitucionales y legales, procede esta Corporación a decidir.
II. NORMA ACUSADA
Se subraya
seguidamente la parte acusada del artículo 4.3.0.0.5. del Decreto 1730 de
1991:
"El presente
estatuto incorpora y sustituye las leyes y decretos dictados en
ejercicio de las facultades concedidas por los artículos 76, numeral 12, 120,
numeral 14, 121 y 122 de la Constitución Política, que regulan las entidades
sometidas al control y vigilancia de la Superintendencia Bancaria y que
establecen las facultades y funciones asignadas a ésta, salvo las disposiciones
contenidas en códigos o estatutos orgánicos o integrales, o aquellas que se
acompañan a este Decreto de la mención de su norma fuente, las que regulan las
inversiones en proceso de desmonte, la Ley 48 de 1990 y las señaladas en otros
artículos de este estatuto."
III. LA
DEMANDA
A juicio del actor,
la expresión acusada vulnera el artículo 76-12 de la Constitución de 1886, la
cual se encontraba vigente al momento de expedirse el decreto 1730 de 1991 al
cual pertenece.
Argumenta el
demandante que al expedir la norma parcialmente controvertida, el Presidente de
la República excedió las facultades que le fueron conferidas por el artículo 25
de la ley 45 de 1990. Estas se concretaban a "expedir un estatuto
orgánico del sistema financiero, de numeración continua con el objeto de
sistematizar, integrar y armonizar en un sólo cuerpo jurídico las normas
vigentes que regulan las entidades sometidas al control y vigilancia de la
Superintendencia Bancaria y que contengan las facultades y funciones asignadas
a ésta."
En su sentir, las
facultades dadas no le permitían al Presidente sustituir las normas vigentes,
pues ello habría implicado que estas dejaban de existir, lo cual no podía hacer
por carecer de la necesaria habilitación legislativa. Argumenta que las
conferidas no le autorizaban a "sustituir una cosa por otra, en éste caso
unas normas ya existentes por un decreto, el 1730 de 1991, pues sustituir no es
sinónimo de sistematizar, integrar o armonizar, ni con estos tres verbos se
indica o da como resultado la sustitución."
IV. LA
INTERVENCION CIUDADANA
El suscrito
Magistrado Ponente, en uso de sus competencias legales comunicó la iniciación
del proceso al Presidente de la República y al Presidente del Congreso; al
Ministro de Hacienda y Crédito Público; al Superintendente Bancario, al
Presidente de la Asociación Bancaria Colombiana y al Presidente de la
Asociación Nacional de Instituciones Financieras -ANIF, para que si lo
estimaren oportuno, pronunciaran su opinión sobre las pretensiones de la
demanda.
Dentro del término
respectivo, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, por intermedio de
apoderado, concurrió en defensa de la constitucionalidad del aparte acusado.
En juicioso estudio fundamenta la exequibilidad del precepto en lo acusado, en
el alcance que tanto la doctrina como la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia -Sala Plena- adscriben a la facultad de expedir estatutos orgánicos.
Dichas fuentes señalan que, como consecuencia obvia y necesaria de su ejercicio
se produce la sustitución de las normas que a ellos se incorporan.
V. CONCEPTO
DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACION.
El señor Procurador
General de la Nación Doctor CARLOS GUSTAVO ARRIETA PADILLA, mediante oficio No.
026 de mayo veintiseis (26) de 1992, rindió en tiempo el concepto fiscal de
rigor. En el reitera la tesis que ese Despacho ha sostenido en relación con
las acusaciones de inconstitucionalidad originadas en supuestas transgresiones
a normas sobre competencia, según la cual, la normativa cuya génesis se
cuestiona debe revisarse a la luz de los preceptos constitucionales vigentes al
momento de aquella surgir a la vida jurídica.
Sentado lo anterior,
procede a examinar la temporalidad del decreto 1730 de 1991, aspecto por el
cual lo halla ajustado a la ley habilitante.
En cuanto concierne
al ámbito material de las facultades que tal normatividad desarrolla, el
Procurador considera que la acusación formulada por el demandante plantea:
".. un
problema más semántico que jurídico, puesto que tomadas las palabras
aisladamente pueden conducir a un significado lejano a lo que en su contexto
significan. Así, en éste caso, va de suyo en la labor de incorporar, la tarea
de sustituir máxime considerando que bajo las facultades iluminadoras de
sistematizar, integrar y armonizar quedaban las normas anteriores ineludiblemente
sustituidas por la numeración continua y por la organización que el decreto-ley
les imponía.
En el mundo
jurídico obviamente que desde ahora solo existirá el decreto-ley 1730 de 1991;
de eso precisamente se trataba, de unificar y condensar toda la legislación
dispersa.
Los eventos que
el actor problematiza sobre las normas posteriores, anteriores, especiales o
generales, serán mirados en su momento por el juez constitucional, quien frente
a un posible ataque a la Constitución por alguna de las normas que al nuevo
estatuto se incorporan, deberá mirar su naturaleza, sus antecedentes y su
régimen actual para poder decidir sobre su validez."
Por lo expuesto, el
Agente Fiscal concluye que no se configura el pretendido exceso en el ejercicio
de las facultades.
VI. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE
1. La
Competencia
Esta Corporación es
competente para resolver de manera definitiva sobre la cuestión de
constitucionalidad que en la presente demanda se plantea, con arreglo a lo
previsto en el artículo 241, numeral 5o. de la Constitución Política, pues el
Decreto 1730 de 1991, del cual hace parte el fragmento que suscita la
controversia, fue expedido por el Presidente de la República en desarrollo de
las facultades extraordinarias que el Congreso le otorgó por la ley 45 de 1990.
2. La
determinación de la normatividad aplicable al examen de los cargos: el
ejercicio de las facultades extraordinarias y el tránsito de la
normatividad constitucional.
Conviene advertir
que, como en el presente caso, el decreto al cual pertenece el fragmento
impugnado se originó y desarrolló en razón de habilitación para legislar
surgida bajo el imperio de la Constitución de 1886, será necesario acudir a su
preceptiva para examinarlo conforme a sus artículos 76-12 y 120-20. En efecto,
según lo ha precisado ésta Corte en oportunidades anteriores, las facultades
extraordinarias han de ser apreciadas, en cuanto a su debido ejercicio, frente
a las reglas constitucionales sobre competencia que regían al tiempo de la expedición
del acto acusado.1
3. El
fragmento acusado frente a la ley de facultades extraordinarias.
Ahora bien, a ese
fin importa tener en cuenta que la ley 45 de 1990, en cuyo desarrollo se
dictó, como se dijo, el decreto 1730 de 1991 a que pertenece el artículo del
cual forma parte el vocablo impugnado, puntualizó el ámbito temporal y
material de las facultades concedidas, en los términos siguientes:
"LEY 45 DE 1990
(DICIEMBRE 18)
"Por la cual se
expiden normas en materia de intermediación financiera, se regula la actividad
aseguradora, se conceden unas facultades y se dictan otras disposiciones.
El Congreso de
Colombia,
DECRETA:
"...
CAPITULO IV
ESTATUTO ORGANICO
"Artículo 25. Facultades
para su expedición. De conformidad con el numeral 12 del artículo 76 de
la Constitución Política, revístese de facultades extraordinarias al Presidente
de la República para que dentro del término de un (1) año contado desde la
publicación de ésta Ley, expida un estatuto orgánico del sistema financiero,
de numeración continua, con el objeto de sistematizar, integrar y armonizar en
un solo cuerpo jurídico las normas vigentes que regulan las entidades sometidas
al control y vigilancia de la Superintendencia Bancaria y que contengan las
facultades y funciones asignadas a ésta. Con tal propósito podrá reordenar
la numeración de las diferentes disposiciones, incluyendo esta Ley, sin que en
tal caso se altere su contenido. En desarrollo de éstas facultades, podrá
unificar la aplicación de las normas que regulan la constitución de las
instituciones financieras, simplificar y abreviar los procedimientos
administrativos que lleva a cabo la Superintendencia Bancaria, inclusive los
procesos liquidatorios originados en medidas de liquidación adoptadas por dicha
entidad, y eliminar las normas repetidas o superfluas.
En dicho estatuto
orgánico se incorporarán igualmente las normas vigentes que rigen la actividad
financiera cooperativa.
Parágrafo. Creáse
una comisión que asesora (sic) al Gobierno en el ejercicio de estas facultades,
la cual estará integrada por tres (3) Senadores y tres (3) Representantes,
designados por las Comisiones Terceras Constitucionales de cada Cámara o, en su
defecto, por las respectivas mesas directivas de estas Comisiones." (Enfasis
fuera de texto)
a) Aspecto
Temporal:
Como acertadamente
lo observa el señor Procurador General de la Nación, no cabe formular por éste
aspecto reparo alguno al decreto 1730 de 1991, toda vez que su expedición se
cumplió dentro del término de un (1) año por el cual las facultades
extraordinarias se concedieron. En efecto, la expedición del decreto en
cuestión se produjo el 4 de julio de 1991, esto es, dentro del año siguiente a
la publicación de la ley de facultades la cual tuvo lugar el 19 de diciembre de
1990, según aparece en el Diario Oficial No. 39607, de ese mismo año.
b) Aspecto
Material:
Según se reseñó en
la síntesis de la demanda, el actor centra su argumentación acusatoria en el
desbordamiento de los límites materiales establecidos para el ejercicio de las
facultades extraordinarias por el artículo 25 de la ley 45 de 1990.
En su opinión, estas
solo capacitaban al Presidente de la República para expedir un estatuto
orgánico del sistema financiero, de numeración continua, con el objeto de
sistematizar, integrar y armonizar en un solo cuerpo jurídico las normas
vigentes que regulan las entidades sometidas al control y vigilancia de la
Superintendencia Bancaria; en modo alguno le permitían sustituir las normas
incorporadas.
Corresponde pues a
ésta Corte dilucidar si la sustitución que de las normas vigentes que
regulaban las entidades sometidas al control y vigilancia de la
Superintendencia Bancaria hiciera el Estatuto Financiero por virtud de lo
dispuesto en el aparte acusado contenido en su artículo 4.3.0.0.5., comporta o
no exceso en el ejercicio de las facultades extraordinarias de que fue
investido mediante la ley tantas veces mencionada.
A ese fin, resulta
pertinente hacer unas consideraciones previas sobre las diferencias existentes
entre "Código" y "Estatuto" y sobre el alcance que tiene
la facultad legislativa de "expedir un estatuto."
1.
"CODIGO" Y "ESTATUTO."
En la jurisprudencia
colombiana ha habido necesidad en varias ocasiones, de establecer las
características y diferencias existentes entre la noción de "Código"
y la de "Estatuto".
Con ocasión de
demanda sobre el Código de Comercio, la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena
- en sentencia de 14 de abril de 1977, con ponencia del Magistrado Dr.
Guillermo González Charry2
definió lo que debe entenderse por código. En ella dijo:
"En términos
generales, un código es un conjunto sistemático, lógico y completo de las
disposiciones que regulan determinada actividad, y debe comprender todas
aquellas reglas que sean propias de ella o que le son necesariamente anexas o
complementarias. No es racional, ni puede pretenderse, que un estatuto de tal
naturaleza presente una división tajante entre la actividad que pretende
regular y otras actividades afines, u otro grupo de disposiciones legales, pues
resulta propio de la naturaleza humana que los actos de las personas tengan
diferentes proyecciones, y, por lo mismo, sean susceptibles de regulaciones
distintas pero necesariamente complementarias. Si un estatuto de esta
naturaleza para ser sistemático y ordenado, debe atender estos frentes, resulta
apenas natural que las disposiciones que lo integran incidan en otras
reglamentaciones; que al adoptar alguna de estas, apenas se intente presentar
la estructuración completa de una determinada conducta o de una situación
social dada. Ello, empero, no comporta violación de la Carta por
extralimitación de funciones como lo ha dicho la Corte. (Sentencia de 20 de
febrero de 1975 sobre los artículos 113, 116 y parte del 118 del decreto
Extraordinario 2349 de 1971). En tratándose del Código de Comercio, y en lo
atinente al punto que presenta la demanda, se explica entonces que el estatuto
trate materias tan vastas, pero coordinadas, como son las que se refieren a las
disposiciones generales sobre el ejercicio del comercio, a los comerciantes y a
los asuntos de comercio, a las sociedades comerciales, a los bienes
mercantiles, a los contratos y obligaciones mercantiles, a la navegación
acuática y aeronáutica, con todos los actos, hechos y conductas que son propios
de estos fenómenos, así como a los procedimientos pertinentes para resolver los
problemas o controversias que se susciten por el ejercicio del comercio.
Resulta obvio que el eje central del estatuto es el dicho ejercicio, mas como
él implica una serie de fenómenos de diversa incidencia y expresión en la vida
económica y social, era elemental que al ser expedido el Código, ellas se
tuvieran en cuenta y si esto puede hacerlo legítimamente el Congreso (76-1)
también pudiera hacerlo el Gobierno en ejercicio de facultades extraordinarias para
el mismo fin".
El referido
pronunciamiento fue con posterioridad reiterado en numerosas ocasiones, entre
las cuales se cuentan la sentencia de Julio 7 de 1977 de la cual fue ponente
el Magistrado Dr. Luis Sarmiento Buitrago, el fallo de diciembre 6 de 1983 y la
sentencia No. 38 de mayo 22 de 1986 (M.P. Dr. Jairo E. Duque Pérez)
En la última de las
providencias citadas3
sobre este tema agregó:
"Se trata pues
de una técnica legislativa, de 'una cierta forma de legislar' en tanto
se pretenda una regulación sistemática de una materia en un estatuto
único" como esta Corporación lo reiteró en su fallo de Sala Plena de 9 de
abril de 1980". (G.J. Tomo CLXII No. 2403)
Las diferencias
entre lo que es un "Código" y lo que es un "Estatuto"
fueron también puntualizadas por la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena- al
pronunciarse, con ponencia del Magistrado Dr. Hernando Gómez Otálora4 sobre el
decreto 2400 de 1986. Díjose en tal ocasión:
".......
"Código y
estatuto.
" El ataque
fundamental contra la integridad del Decreto No. 2400 de 1986 consiste en
afirmar que las facultades se otorgaron al Presidente de la República para que
revisara, reformara y pusiera en funcionamiento el estatuto de la Carrera
Judicial y que ello ha debido hacerse a través de un solo cuerpo normativo,
pero que el Gobierno extralimitó esas autorizaciones al dictar varios decretos,
uno de los cuales es el demandado.
"Argüye el
actor que en esta ocasión se dan idénticos motivos a los que se tuvieron en
cuenta por la Corte para declarar la inexequibilidad de los Decretos números
1853 de 1985 y 056 de 1986, por medio de los cuales el Gobierno había
desarrollado parcialmente las facultades extraordinarias que le concedió la
misma Ley 52 de 1984 para expedir un Código de Procedimiento Penal.
"Empero, esta
Corporación no encuentra que puedan asimilarse los dos tipos de facultades, los
cuales presentan ostensibles diferencias. En el caso que se invoca como
precedente por el demandante, se hacía expresa referencia a la expedición de
un código, al paso que en materia de carrera judicial, la atribución otorgada
al Ejecutivo incluyó tanto la posibilidad de 'revisar' y 'reformar' un
estatuto, como la de 'ponerlo en funcionamiento', todo lo cual puede requerir,
dada su misma amplitud y diversidad, la expedición de varios actos.
"Nótese,
además, cómo en el asunto que ahora estudia la Corte, el legislador ordinario
para nada habló de expedir un Código sobre carrera judicial, sino de la
revisión y reforma de un estatuto sobre ella. Es claro que tales conceptos
(código y estatuto) no son sinónimos ni equivalentes, pues mientras el Código,
según criterio que ha venido sentando la jurisprudencia constitucional, es un
conjunto armónico y coherente de disposiciones sobre una materia, que se ordena
en un solo cuerpo, el estatuto es el régimen jurídico que gobierna determinada
actividad o un ramo especializado, el cual puede estar integrado por normas de
distintas leyes, decretos u otros textos jurídicos, sin que necesariamente
deban estar compendiadas en un solo texto. Lo esencial es que todas ellas,
aunque sean de distinta jerarquía, guarden entre sí homogeneidad, no en su pertenencia
a un mismo Código, sino en su referencia o relación con el área de que se
trata. Así pues, el concepto de 'estatuto' es bastante más amplio que el de
Código y, por ende, no se deben confundir como evidentemente lo hace la
demanda." (Enfasis fuera de texto)
En sentencia No.
135 de octubre 1o. de 1987, de la cual también fue ponente el Magistrado Dr.
Gómez Otálora5
, la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena- volvió a referirse al alcance de
la facultad de expedir un estatuto, con ocasión de demanda intentada contra
varias disposiciones del Estatuto Penal Aduanero. En esta ocasión expresó:
" Finalmente
cabe recordar que no es dado al intérprete distinguir allí donde el legislador
no lo ha hecho y que por tanto, mal podríamos entender limitadas las
expresiones 'Estatuto Penal Aduanero' al ámbito simplemente procedimental toda
vez que, como lo tiene dicho la Corte (sentencia del 3 de marzo de 1987), el
concepto de Estatuto es más amplio que el de Código y consiste en un conjunto
normativo que gobierna una determinada actividad o ramo especializado, y que
puede hallarse integrado por normas de diferente naturaleza, en el presente
caso por preceptos sustanciales y reglas procesales".
Por lo demás,
conviene a este respecto también tener en cuenta la distinción que en derecho
administrativo la doctrina ha trazado entre el "estatuto básico de las
entidades descentralizadas" a que se refería el ordinal 10 del artículo 76
de la Constitución de 1886; el "estatuto" propio de cada entidad
descentralizada y el "estatuto de personal" de la misma, contemplado
este último con la descripción de sus elementos integrantes en el artículo 38
del decreto 3130 de 1968.
El tratadista Jaime
Vidal Perdomo6
diferencia las tres acepciones que en derecho administrativo corresponden al
concepto mencionado, en los términos siguientes:
"El estatuto
básico o 'los estatutos básicos de las corporaciones autónomas regionales y
otros establecimientos públicos, de las sociedades de economía mixta y de las
empresas industriales y comerciales del estado', es el conjunto de normas de
régimen jurídico y administrativo comunes a todos los entes descentralizados;
es algo similar al título 1o. del 2o. libro del Código de Comercio, aplicable a
todos los tipos de sociedades; es un texto como el decreto 3130 de 1968 en el
que se plasman esos rasgos generales de la administración descentralizada
nacional y que, por cierto, se denominó "estatuto orgánico de las
entidades descentralizadas del orden nacional."
"Corresponde
expedirlo al Congreso, pues es un gran campo de normatividad, de tanta enjundia
jurídica como un Código, por lo tanto era apenas de lógica elemental que el
constituyente estableciera la competencia de la ley en la materia. Este
condensado jurídico es diferente del estatuto de cada organismo en particular,
que es el cuerpo donde, con base en la ley que crea cada ente, se desarrollan
los principios de organización y funcionamiento de cada institución; esta
acepción del término 'estatutos' existe desde tiempo atrás. Son, pues, los
estatutos, la expresión de la autonomía del ente, pues ellos deben ser
expedidos por sus juntas directivas y aprobados por el gobierno nacional (art.
26 del decreto 1050 de 1968).
"El tercer
concepto de estatutos se refiere a un asunto muy particular, el estatuto de
personal de cada entidad y comprende, globalmente indicado, el régimen laboral
de las personas que trabajan en establecimientos públicos y empresas
industriales y comerciales del estado; con base en el principio de la autonomía
administrativa, que es la pieza clave de la administración descentralizada, se
venía reconociendo por la ley, la doctrina y las prácticas gubernamentales que
decidir sobre ese conjunto de cosas envueltas en los que el art. 38 del decreto
3130 de 1968 denominó "estatuto de personal" correspondía a las
juntas directivas de establecimientos y empresas, en la medida en que la ley no
ordenara lo contrario, pues se sabe que el principio de autonomía es legal y no
constitucional."
2. Alcance
de la facultad legislativa de "expedir un estatuto."
Ahora bien, por lo
que hace al cargo que en esta ocasión se examina, juzga la Corte Constitucional
que la tacha endilgada al fragmento del precepto demandado es infundada pues,
como bien lo puso de presente el señor Procurador General de la Nación, la
facultad de expedir estatutos orgánicos o cuerpos normativos integrales
comporta de suyo, por obligada necesidad lógica derivada de su propia razón de
ser, la de derogar las normas que a ellos se incorporan.
De lo contrario,
ningún objeto tendría que el Congreso, o en su caso, el Ejecutivo revestido de
facultades precisas y pro-tempore, expidieran estatutos de ésta índole.
Ciertamente, lo que se persigue al formar cuerpos jurídicos de las
características anotadas, es precisamente integrar en un único régimen jurídico,
revestido de fuerza obligatoria y, por tanto vinculante, el conjunto de las
disposiciones legales vigentes sobre una determinada materia, a fin de crear un
régimen legal sistemático y armónico que por virtud de la coherencia y
completud propias de los cuerpos legales de las características anotadas, se
traduzca en certeza y seguridad jurídicas, de modo que se asegure su
observancia y aplicación.
Ciertamente, para
que las disposiciones legales materia de incorporación subsistieran en sus
fuentes formales de validez originarias, carecería de sentido investir al
Ejecutivo de facultades extraordinarias precisas y pro-tempore que lo
habilitaran a ejercer atribuciones de naturaleza legislativa en asuntos que,
de ordinario, son del resorte del Congreso.
En otros términos:
incorporar sin sustituir, esto es, sin producir la derogatoria de las
disposiciones legales que se pretende subsumir en un régimen jurídico de
imperativo cumplimiento, que puede estar contenido en uno o varios textos,
equivale a realizar labores de compilación carentes de fuerza vinculante,
similares a las que efectúan los particulares. En otros términos,
significaría no ejercer una competencia de naturaleza eminentemente
legislativa, como quiera que, lo que caracteriza a la función de regulación
normativa desde el punto de vista material, es la creación de proposiciones
jurídicas "con fuerza de ley", esto es, la producción de normas
jurídicas obligatorias, coercibles y vinculantes.
Así lo puso de
presente la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena- cuando definió que las
facultades dadas al Ejecutivo para expedir el Estatuto Tributario como de
naturaleza eminentemente legislativa. Luego, cuando decidió que la sustitución
de las normas que a él se incorporaron, equivalía a la invalidación por
derogatoria tácita de los preceptos que fueron subsumidos.
Conviene señalar que
el pronunciamiento últimamente citado se produjo con ocasión de acusación
análoga a la que en esta oportunidad se plantea, por entonces atribuida al
artículo 3o. del decreto 624 de 1989 (Estatuto Tributario), cuyo
cuestionamiento también se sustentaba en que el Gobierno Nacional carecía de
facultades para "sustituir" las normas con fuerza de ley relativas a los
impuestos administrados por la Dirección de Impuestos Nacionales que quedaron
comprendidas en dicho Estatuto.
En el primero de los
fallos7
citados, a propósito del tema que esta Corte viene considerando, la Corte
Suprema de Justicia señalo lo siguiente:
"...
"...
Ciertamente cualquier dependencia ejecutiva puede efectuar compilaciones de
leyes anteriores, así como pueden ellas y aún los particulares, con fines de
servicio público o propósitos académicos, doctrinarios o comerciales, llegar a
formular proposiciones semejantes a los preceptos jurídicos contenidos en
códigos, estatutos, o simples leyes, lo que es algo de ocurrencia bastante
común y, por lo demás, en mucho beneficiosa. Pero en todos estos casos falta al
acto aquello que lo convierte en derecho positivo y permanece en la esfera
ontológica de lo posible, o si se quiere, de lo ideal, pues carece de la
indispensable impronta de la validez formal en que consiste propiamente en su
existencia normativa.
La expresión
"fuerza de ley" es exacta en nuestro sistema político y jurídico para
marcar la diferencia entre el derecho propuesto y el derecho positivo y
significa que aunque ambos suponen una base cognoscitiva y un juicio estimativo
-como operaciones mentales-, este existe o vale como derecho al paso que aquél
es una fraseología sin presencia jurídica, aunque con otros méritos.
Sabiamente, el artículo 4o. del C.C.. en fórmula que conserva su corrección, se
refiere a la ley como a "una declaración de la voluntad soberana
manifestada en la forma prevenida en la Constitución Nacional", de donde
se desprende el factor de competencia que es esencial para crear proposiciones
con "fuerza de ley, que es su razón de ser como norma jurídica,
obligatoria y coercible."
"...
"Hizo bien,
pues, el numeral acusado cuando para darle "fuerza de ley" y una
nueva validez formal a los preceptos constitutivos del Estatuto Tributario que
autorizó expedir, recurrió al numeral 12 del artículo 76 de la Constitución
Nacional y atribuyó por ello tales facultades al Gobierno: el rango que así se
les dió a las nuevas normas, aunque su contenido sea igual al de disposiciones
anteriores, es legislativo."
"...
"Fuera de ésto,
es entendido que la facultad conferida era la de expedir un cuerpo legal
único, completo armónico y coherente a partir de innúmeras disposiciones que
existían en total dispersión y caos, en busca de estabilidad, certeza y
seguridad que solamente podían lograrse dotando a aquel cuerpo orgánico de la
categoría correspondiente a la ley.
"...
"Que su
papel era el de expedir un cuerpo orgánico y sistemático de normas, lo entendió
bien el decreto-ley en su artículo 1o. ("El Estatuto Tributario de los
impuestos administrados por la Dirección General de Impuestos Nacionales, es el
siguiente: " ) y que su virtualidad era la de darles a tales
disposiciones "fuerza de ley", igualmente, pues su artículo 3o. se
limita a "sustituir" las normas en él comprendidas, vigentes a la
fecha de expedición". (Enfasis
fuera de texto)
En la segunda8 de las
providencias mencionadas, la Corte Suprema de Justicia, expresó a propósito de
los efectos de sustitución que en virtud de la incorporación se producen
respecto del precepto que la sufre al ejercerse la competencia de expedir un
Estatuto orgánico, lo siguiente:
"...
" Entonces, a
pesar de que su literalidad sea igual, no habrá identidad normativa entre el
precepto anterior y el nuevo, pues éste tiene una base de validez formal
diferente y la conceptualización jurídica indudablemente varía, pues aquél ha
quedado subsumido en el que lo invalidó por derogatoria. A lo anterior es al o
que equivale la sustitución operada por el precepto en consideración."
Así pues, la
sustitución de las normas incorporadas es una facultad inherente y
consustancial a la de expedir estatutos orgánicos, códigos o cuerpos legales
integrales como quiera que la incorporación a estos de las normas que conforman
la legislación existente sobre una determinada materia. produce como obligada
consecuencia, su derogatoria tácita.
En efecto, la Corte
Suprema de Justicia -Sala Plena-9
en múltiples pronunciamientos ha reiterado que el ejercicio de la facultad
legislativa consistente en expedir códigos, estatutos orgánicos o regímenes
legales integrales implica la derogación de las normas incorporadas a éstos
para integrar un solo cuerpo normativo.
Infiérese de las
consideraciones que anteceden que no le asiste razón al demandante en los
cargos formulados. Debe pues la Corte Constitucional desestimar la
pretensión propuesta, como en efecto lo hará en la parte resolutiva de este
fallo.
VII. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, oído el concepto del señor
Procurador General de la Nación,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
RESUELVE:
Es EXEQUIBLE el
vocablo "sustituye" contenido en el artículo 4.3.0.0.5. del
decreto 1730 de 1991 (Estatuto Financiero), en cuanto se ciñe al ámbito
material de las facultades concedidas al Ejecutivo por el artículo 25 de la ley
45 de 1990.
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta Constitucional y
archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
Magistrado Ponente
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Sala Plena. Sentencia
C-416 de junio 18 de 1992, M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo; Sentencias
C-434 y C-435 de junio 25 de 1992, M.P. Dr. Fabio Morón Díaz. Sentencia C
de julio 16 de 1992, M.P. Dr. Ciro Angarita Barón.
2 Citada por el Dr. Luis Sarmiento
Buitrago en " Jurisprudencia Constitucional" - Corte Suprema de
Justicia 1969-1979- Tomo I, Banco de la República, Bogotá, pp. 197-198
3 Corte Suprema de Justicia -Sala
Plena-, M.P. Dr. Jairo E. Duque Pérez. Sentencia No. 38 de mayo 22 de 1986,
G. J. Tomo CLXXXVII, No. 2426, p. 304.
4 Corte Suprema de Justicia -Sala
Plena-, M.P. Dr. Hernando Gómez Otálora. Sentencia No. 15 de marzo 3 de
1987. G. J. Tomo CXCI, No. 2340, pp. 173-174.
5 Corte Suprema de Justicia -Sala
Plena-, M.P. Dr. Hernando Gómez Otálora. Sentencia No. de Octubre 1o. de
1987. G.J., Tomo CXCI, No. 2430, p. 257.
6 Jaime Vidal Perdomo. "Derecho
Administrativo", p. 98
7 Corte Suprema de
Justicia -Sala Plena-, M. P. Dr. Jaime Sanin Greiffenstein. Sentencia No. 30
de
Marzo 1o. de 1990, pp. 9 ss.
8 Corte Suprema de Justicia -Sala
Plena-, M.P. Dr. Jaime Sanin Greiffenstein, Sentencia No. 137 de Septiembre 27
de 1990, p.5
9 Cfr. entre otras, las
siguientes sentencias: No. 85 de Octubre 12 de 1989, Exp. 1958, M.P. Dr.
Jaime Sanin Greiffenstein; Sentencia No. 198 de Octubre 18 de 1990, Expediente
2124, M.P. Dr. Fabio Morón Díaz; Sentencia No. 165 de Noviembre 15 de 1990,
Expediente 2152, M.P. Dr. Rafael Méndez Arango. |
233 | C-559-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-559/92
TRANSITO
CONSTITUCIONAL
Se presenta en
este caso, un tránsito de legislación constitucional que tiene operatividad
entre la expedición de la ley de facultades y el Decreto-Ley que tienen su
nacimiento jurídico bajo la vigencia de la Constitución de l886 y la
impugnación de los artículos del Decreto Ley 1472 de l990, que se hace cuando
ya ha sido sancionado un nuevo orden jurídico constitucional, al haber sido
sancionada y promulgada la Constitución de l991. En el período de transición,
cuando se estudia la exequibilidad de las normas en lo referente al
procedimiento, la evaluación correspondiente debe hacerse con fundamento en la
Constitución que tenía vigencia, cuando se le otorgó facultades al ejecutivo
nacional, es decir, que desde este punto de vista, se tendrán en cuenta los
preceptos de la Constitución de l886 que sirvieron de soporte jurídico para
entregarle por tiempo determinado y sobre una materia previamente señalada, la
potestad legislativa extraordinaria para actualizar la organización y
reestructuración del Ministerio de Salud y sus entidades adscritas. Cuando se
enjuician textos expedidos con anterioridad a la nueva Constitución, por
contrariarla, sí será de rigor examinar la materialidad de ellos a la luz de
tal Carta Magna, que será ordenamiento subordinante de toda la normatividad
precedente y obviamente de la expedida posteriormente.
SERVICIO PUBLICO
DE SALUD-Intervención
estatal/FACULTADES EXTRAORDINARIAS
Encuentra la
Corte ajustada a derecho la actuación del Presidente cuando habilitado como
legislador extraordinario expidió el Decreto 1472 de l990 en lo que hace
relación a las Cajas de Compensación Familiar, por lo que éstas al crearse el
Sistema Nacional de Salud, quedaron incorporadas a su subsector privado y por
ende como prestan un servicio público, deben estar vigiladas por el Gobierno
Nacional. El artículo 189 numeral 22 de la Constitución Nacional le dá competencia
al Presidente de la República para "Ejercer la inspección y vigilancia de
la prestación de los servicios públicos", vale decir, que además de estar
plenamente facultado el Presidente de la República para expedir el Decreto lo
cual hizo en los términos en que se le facultó de conformidad con los preceptos
vigentes a esa fecha, en lo relativo a las Cajas de Compensación Familiar, la
Constitución vigente, le da la potestad para ejercer la vigilancia y la
inspección de la prestación de los servicios públicos, sin importar si esos
servicios son prestados por instituciones de derecho público o por entidades
privadas, porque así lo determina la Carta Política.
SUPERINTENDENCIA
NACIONAL DE SALUD-Facultades/CAJA
DE COMPENSACION FAMILIAR-Vigilancia
Extender el
régimen de vigilancia y control por parte de la Superintendencia Nacional de
Salud a las Cajas de Compensación Familiar resulta apenas obvio dentro de las
facultades otorgadas por el Congreso al Gobierno para reformar la estructura
administrativa de las entidades adscritas al Ministerio de Salud, cual lo es
dicha Superintendencia, ya que tales cajas cuando prestan el servicio de
salud a través de sus clínicas, hospitales u otros caen bajo el sistema
nacional de salud y por ello debe esa actividad someterse a la vigilancia y
control de tal Superintendencia, al igual que el resto de organizaciones
públicas o privadas del mismo género. El control, la inspección y la vigilancia
que ejerce la Superintendencia de Subsidio Familiar se dá sobre dos de las actividades
que desarrollan las Cajas de Compensación, a saber: control y vigilancia sobre
el recaudo de los aportes que realizan los patronos para el pago del subsidio
familiar de los trabajadores a su cargo y el control y vigilancia a los
pagos por concepto del Subsidio Familiar a las personas que de conformidad con
las leyes y reglamentos tengan derecho a ese subsidio. Luego las demás
actividades que realizaban las Cajas de Compensación Familiar y entre ellas, la
prestación de los servicios médicos asistenciales, carecían de vigilancia y
control, por parte de los organismos del Estado.
COSA JUZGADA
Ya la Corte
Suprema de Justicia, se pronunció sobre la cuestión de fondo que se plantea en
la demanda, esto es, sobre el entendimiento de los antecitados artículos
tachados de inconstitucionalidad, confrontados con los artículos de la nueva
Carta de 1991 y en particular con el artículo 338 (art. 29 del Decreto 432 de
1969 y art. 22 del Decreto 2067 de 4 de septiembre de 1991), y los halló y
declaró exequibles. Ha de reiterarse entonces en esta oportunidad que
existe cosa juzgada al respecto y así se dirá en este fallo, en el cual y por
tal razón no es dable reabrir ni replantear la controversia ya decidida en la
forma vista.
SERVICIO PUBLICO
DE SALUD/SERVICIOS PUBLICOS-Prestación
El Servicio de
Salud tiene el carácter de servicio público, cuya obligación le corresponde
prestarla al Estado. Y está garantizada la prestación de este servicio a todas
las personas residentes en Colombia. Se convierte este servicio público en un
mandato de imperioso cumplimiento para satisfacer las necesidades y demandas
respecto de su Salud, de los residentes en el territorio estatal, y no de
cualquier manera se debe prestar el servicio, sino que él debe ser organizado
dirigido y reglamentado por el Estado, bajo los principios de eficiencia,
universalidad y solidaridad.
SISTEMA DE SALUD-Reorganización/PRESIDENTE DE LA
REPUBLICA
Encuentra
entonces el legislador la necesidad al reorganizar el Sistema Nacional de
Salud, de que también se vigile y controle a las entidades de derecho privado
que prestan ese servicio, fundamento básico para darle potestad al Presidente
para organizar el Ministerio del Ramo y sus entidades adscritas y entre éstas a
la Superintendencia Nacional de Salud, para que a través de la figura jurídica
de las facultades extraordinarias expidiera una norma a través de la cual
hubiera la oportunidad legal de ejercer control, inspección y vigilancia a las
Cajas de Subsidio Familiar, cuando ellas, como parte integrante del subsector
privado de salud realicen las actividades propias de este Servicio Público.
Ref.: Proceso No. D-035
Acción de
inconstitucionalidad contra los artículos 2o. literal a) parcial y parágrafo,
3o. literal p), 4o. literal a) parcial, 7o. literales e) y ll), y 20 literal
f) parcial del Decreto Ley 1472 de l990.
Exceso en el
ejercicio de las facultades extraordinarias.
Cosa juzgada
material.
Demandante:
CARLOS MANUEL
ANGARITA SALGADO.
Magistrado
Ponente:
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ.
Santafé de Bogotá,
D.C., veinte (20) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
El ciudadano Carlos
Manuel Angarita Salgado, en ejercicio de la acción pública de
inconstitucionalidad consagrada en los artículos 241-5 y 379 de la Constitución
Nacional, solicitó en escrito fechado el 21 de octubre pasado, dirigido a la
Corte Constitucional declarar inexequibles los artículos 2o. literal a)
parcial y parágrafo; 3o. literal p); 4o. literal a) parcial; 7o. literales e)
y ll), 20 literal f) parcial del Decreto Ley 1472 de l990.
II. NORMAS
ACUSADAS.
"DECRETO
NUMERO 1472 DE 1990
(julio 9)
Por el cual se
reorganiza la Superintendencia Nacional de Salud y se dictan otras
disposiciones.
El Presidente de
la República de Colombia, en uso de las facultades extraordinarias que le
confiere el literal b) del artículo 51 de la Ley número 10 de 1990,
DECRETA:
...
"Artículo
2o. Del Objeto de la Superintendencia Nacional de Salud.La
Superintendencia Nacional de Salud es la autoridad técnica en materia de
inspección, vigilancia y control de:
a. La
calidad y eficiencia de las actividades que se desarrollen en materia de
prestación de los servicios concernientes a: los seguros sociales obligatorios,
de la previsión social, de la medicina prepagada, y de las entidades que
contraten servicios de salud con el subsector oficial del sector salud, y
las Cajas de Compensación Familiar;
...
Parágrafo. Las
funciones de inspección, vigilancia y control sobre las Cajas de Compensación
Familiar, se ejercerán conforme a las disposiciones legales y reglamentarias
sobre la materia, respetando sus objetivos, régimen legal, sistema financiero y
autonomía administrativa.
Artículo 3o. De
las funciones de la Superintendencia. En desarrollo de su objeto y sin
perjuicio de la competencia que le corresponde al Ministerio de Salud y a los
demás organismos públicos, la Superintendencia Nacional de Salud cumplirá las
siguientes funciones:
...
p) Establecer
y liquidar las contribuciones que corresponda sufragar a las entidades
sometidas a su inspección, vigilancia y control.
Artículo 4o. De
los Sujetos de Inspección, Vigilancia y Control. Están sometidos a la inspección,
vigilancia y control, las actividades relacionadas con el objeto y funciones de
la Superintendencia Nacional de Salud, que desarrollen las siguientes
entidades:
...
a. Las que
tienen a su cargo la gestión y administración de los seguros sociales
obligatorios, las de previsión social, las de medicina prepagada y las Cajas
de Compensación Familiar";
...
Artículo 7o. De
las Funciones del Superintendente Nacional de Salud. El Superintendente
Nacional de Salud es agente del Presidente de la República, de su libre
nombramiento y remoción, obrará de conformidad con sus instrucciones y de
acuerdo con las políticas de salud y de control y eficiencia del gasto que
adopten respectivamente el Ministerio de Salud y el Gobierno Nacional, y
ejercerá las siguientes funciones:
...
e. Supervisar
la eficiente prestación de servicios de Salud, a cargo de las Cajas de
Compensación Familiar, de conformidad con el parágrafo del artículo segundo de
este Decreto.
...
ll) Fijar las
contribuciones que corresponde sufragar a las entidades sometidas a inspección,
control y vigilancia de la Superintendencia"
...
Artículo 20. Del
Superintendente Delegado para el Nivel Seccional. El Superintendente Delegado
para el nivel Seccional, es agente del Superintendente nacional de Salud, de su
libre nombramiento y remoción y cumplirá en el área de su jurisdicción las
siguientes funciones:
...
f. Velar
por la eficiente aplicación de los recursos destinados a la prestación
de los servicios de Salud de las entidades del subsector oficial, y por la
eficiente prestación de servicios de salud a cargo de las Cajas de Compensación
Familiar; ...".
La parte acusada es
la que aparece en negrillas.
III. FUNDAMENTOS
DE LA ACUSACION.
El demandante
advierte que las disposiciones cuestionadas son violatorias de los artículos 76
numeral 12 y 43 de la anterior Constitución y de los artículos 150 numeral 10 y
338 de la norma fundamental vigente, de conformidad con los conceptos que
seguidamente se expresan:
Que la
Superintendencia de Subsidio Familiar fué creada por la Ley 25 de l981, a quien
le corresponde ejercer la vigilancia y control de las Cajas de Compensación
Familiar y éstas tienen la obligación al tenor del artículo 19 de esa ley, de
contribuir con el 1% de los aportes pagados por los empleadores, para el
sostenimiento de la Superintendencia.
Que el Artículo 51
de la Ley 10 de l990 concedió facultades al Presidente de la República para: "Reformar
la estructura administrativa, naturaleza jurídica y funciones del Ministerio de
Salud y de sus entidades adscritas, para adecuarlas a las normas de esta
ley...".
Y en el parágrafo
del artículo 49 Esta ley dispuso que las instituciones de subsidio familiar "conservarán
el régimen de inspección y vigilancia que poseen en la actualidad".
Según la demanda,
los artículos 2o. literal a) parcial y parágrafo; 4o. literal a) parcial; 7o.
literal e) y 20 literal f) del Decreto Ley 1472 de l990, modificaron el régimen
de vigilancia que tenían las Cajas de Compensación a cargo de la
Superintendencia de Subsidio Familiar, pues se le atribuyó una competencia a la
Superintendencia Nacional de Salud que no tenía, para ejercer control sobre las
Cajas y les impuso una nueva contribución con destino a esta última
Superintendencia.
Que las normas
cuestionadas del Decreto 1472 son contrarias al artículo 49 de la Ley de
facultades, el cual previene sobre la obligatoriedad de conservar el mismo
régimen de inspección y vigilancia que las Cajas de Compensación poseían antes
de expedirse la Ley 10 de l990, es decir, el régimen de control y vigilancia
establecido en la Ley 25 de l981.
Sostiene que el
artículo 51 literal b) de la ley 10 de l990, solo le dió facultades al
Presidente para reformar las funciones de las entidades adscritas al Ministerio
de Salud y para adecuarlas a los parámetros de la ley, pero no lo autorizó para
variar el régimen de control a que venían sometidas las Cajas de Compensación Familiar.
Allí radica el demandante el uso en exceso de las facultades extraordinarias
concedidas al Presidente.
Por último advierte
que el Decreto 1472 de l990, en el artículo 4o.-a) le dá competencia a la
Superintendencia de Salud para vigilar las Cajas de Compensación Familiar y en
los artículos 3o.-P) y 7o.-LL), la facultó para imponer una contribución a las
entidades sometidas a su vigilancia.
Que al aceptar que
la Superintendencia de Salud pueda fijar una contribución a las Cajas de
Compensación sin delimitar su cuantía además de causar una lesión a los
afiliados que son los trabajadores de Colombia, se presenta una
inconstitucionalidad porque "En tiempo de paz solamente el Congreso,
las Asambleas Departamentales y los Concejos Distritales y Municipales podrán
imponer contribuciones fiscales o parafiscales", al decir del artículo
338 de la Constitución vigente y del artículo 43 de la anterior.
Señala que en esta
forma se han violado uno y otro artículo.
Pide entonces, con
fundamento en las consideraciones precedentes, que se declaren inexequibles los
artículos 2o. literal a) y parágrafo, 3o. literal p), 4o. literal a), 7o.
literales e) y ll) y 20 literal f) del Decreto Ley 1472 de l990, en la parte
respectiva que incluye las Cajas de Compensación Familiar, y los artículos 3o.
literal p), 7o. literal ll) en cuanto consagran a cargo de las entidades que
prestan servicio de salud una contribución con destino a la Superintendencia
Nacional de Salud.
IV. LA
IMPUGNACION DE LA DEMANDA.
En el término de
fijación en lista la Superintendencia de Salud, mediante apoderado, en
escrito de oposición a la demanda, señala los argumentos en que se basa para
demostrar la constitucionalidad del Decreto 1472, a saber:
Que la Ley 10 de
l990 por medio de la cual se reorganiza el Sistema Nacional de Salud, en su
artículo 5o. enuncia las entidades que integran el Subsector privado de Salud y
en su numeral 2 señala que está conformado por todas las entidades o personas
jurídicas que presten servicios de salud especialmente: "A. Entidades o
instituciones privadas de seguridad social y Cajas de Compensación Familiar en
lo pertinente a prestación de servicios de salud".
Que las facultades
otorgadas al Presidente en el literal b) del artículo 51 de la Ley 10 de l990,
son el fundamento legal para expedir el Decreto 1472 de l990, decreto que le
asigna competencia a la Superintendencia Nacional de Salud para ejercer la
inspección, vigilancia y control a las Cajas de Compensación Familiar, pero
solo en lo pertinente a la prestación del Servicio de Salud, ya que en las
demás actividades tienen su régimen legal propio como lo es el establecido en
la Ley 25 de l981.
Que el artículo 39
de la Ley 21 de l982, señala a las Cajas de Compensación Familiar como personas
jurídicas de derecho privado sin ánimo de lucro, organizadas como
corporaciones, que cumplen funciones de seguridad social y se hallan sometidas
al control y vigilancia que han determinado las normas, especialmente las
citadas leyes 21 de l982, 25 de l981 y el Decreto 062 de l976.
Expresa que respecto
del Servicio de Salud que prestan las Cajas de Compensación Familiar, no se
ejercía ninguna inspección y vigilancia, vacío que vino a llenar el Decreto
demandado, el cual es solo desarrollo cabal de la Ley 10 de l990.
En relación con los
artículos 4o. literal a) parcial, 7o. literal e) y 20 literal f), manifiesta
que al ser las Cajas de Compensación Familiar sujetos de inspección, vigilancia
y control cuando en ejercicio de su actividad prestan el servicio público de
Salud, el legislador extraordinario le dió competencia según la jerarquía al
Superintendente Nacional, Superintendentes Delegados o Seccionales de Salud,
para que ejerzan las funciones de control y vigilancia que se les ha asignado,
sin que ello controvierta el orden jurídico existente de esas Entidades.
Dice finalmente que
sobre el contenido del literal ll) del artículo 7o. del Decreto 1472 de l990,
ya la Corte Suprema de Justicia se pronunció en sentencia de 28 de noviembre de
1991 declarando exequibles entre otros preceptos, este ordenamiento, fallo que
por tener fuerza de cosa juzgada produce efectos erga omnes.
V. CONCEPTO DEL
MINISTERIO PUBLICO.
El Procurador
General de la Nación mediante oficio No. 027 emitió concepto en el cual
solicita a la Corte Constitucional que declare exequibles los artículos
demandados y la inexequibilidad de los literales p) del artículo 3o. y ll) del
artículo 7o. del Decreto 1472 de l990, teniendo en cuenta las siguientes
razones:
En relación con la
temporalidad de las facultades señala que ya fue tratada en la Sentencia 139 de
l991 y en lo que respecta al ejercicio de la competencia es preciso remitirse
al contenido del artículo 51 literal b) de la Ley 10 de l990, ya que este
precepto determina el ámbito de acción de facultades al Ejecutivo. Sostiene que
la queja del actor se refiere al mandato del artículo 49 de la ley el cual "ordena
mantener vigente el régimen de inspección de las instituciones de seguridad,
previsión social y subsidio familiar, hallándose dentro de este último las
Cajas de Compensación Familiar".
Manifiesta que la
Ley 25 de l981 creó la Superintendencia de Subsidio Familiar, como una unidad
administrativa especial con personería jurídica y patrimonio propio adscrita al
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, ley que en su artículo 4o. literal a)
prescribe que las Cajas de Compensación Familiar están sometidas a su
vigilancia y control.
Que en uso de las
facultades para reformar el Ministerio de Salud, y sus entidades adscritas, el Decreto
1472 tenía la virtualidad de modificar en debida forma, todo lo relacionado con
el sector salud, y así lo hizo.
De acuerdo con
el contenido general del Decreto se advierte que la vigilancia que deberá
ejercer la Superintendencia de Salud, será sobre la calidad y eficiencia de las
actividades que desarrollen en materia de salud, las Cajas de Compensación
Familiar.
Por lo anterior, no
es cierto como lo afirma el actor, que las funciones generales de vigilancia de
estas entidades se hayan trasladado de la Superintendencia de Subsidio Familiar
a la Superintendencia de Salud.
En relación con la
contribución que se le crea a las Cajas de Compensación Familiar, por los
artículos 3o. literal p) y 7o. literal ll) del Decreto Ley 1472 de 1990, el
Ministerio Público se remite al concepto emitido sobre el particular dentro del
proceso No. D-036 en que se demandan las mismas normas y a cargo también del
presente Magistrado Ponente.
En dicho concepto
manifiesta que el Presidente de la República no estaba facultado para fijar
contribuciones, que éstas no pueden existir sin ley previa que las autorice, si
se tiene en cuenta que de conformidad con el principio de legalidad del
tributo, la cláusula general de competencia la tiene el Congreso, razón por la
cual en el aspecto impositivo creado por el Decreto, las normas que lo
establecen deben declararse inconstitucionales.
Agrega que se torna
más inconstitucional la cuestión si se atiende al carácter pro tempore que
tanto ayer como hoy se le exige a las habilitaciones, dado que las normas
acusadas dejan en manos de una Superintendencia la potestad permanente de fijar
contribuciones.
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
a) La
Competencia de la Corte.
De conformidad con
lo establecido en el artículo 24 transitorio de la Constitución Nacional, en
concordancia con el artículo 241-5 del mismo ordenamiento, la Corte
Constitucional es competente para conocer de la demanda, instaurada contra las
normas señaladas del Decreto Ley 1472 de l990, por haber sido presentada ésta
con posterioridad al 1o. de junio de l991.
b) Competencia
del Gobierno Nacional para expedir el Decreto Ley 1472 de 1990.
En este caso, se
cuestiona la constitucionalidad de los artículos 2o. literal a) parcial y
parágrafo; 7o. literal e) y 20 literal f) parcial del Decreto Ley 1472 de l990,
estatuto que fué expedido por el Gobierno Nacional en ejercicio de las
facultades extraordinarias que reglamentaba el artículo 76-12 de la
Constitución anterior, en armonía con el artículo 118-8 ibidem, por delegación
de funciones otorgadas por la Ley 10 de 1990.
En razón de lo
anterior el fallo se concreta a precisar si las normas acusadas se ajustan o no
a la ley de facultades para declarar su constitucionalidad o no, según fuere el
caso.
1. Las
facultades extraordinarias y el tránsito constitucional.
La norma a la que se
contrae la demanda de constitucionalidad es el Decreto Ley 1472 de l990,
expedido con base en las facultades otorgadas al Ejecutivo Nacional en la Ley
10 de l990. Como se ve, tanto la norma habilitante como el Decreto que la
desarrolla, por conducto de las potestades otorgadas al Presidente de la
República, se expidieron bajo la vigencia de la antigua Constitución.
En virtud de lo
anterior el análisis sobre el cumplimiento de las formalidades se hará con
fundamento en los preceptos que para la fecha tenían vigencia, es decir, habrá
que hacer el estudio referido teniendo en cuenta los ordenamientos consignados
en la Constitución de l886 y sus reformas.
El artículo 76
numeral 12, le daba competencia al Congreso de la República para "Revestir,
pro témpore, al Presidente de la República de precisas facultades
extraordinarias, cuando la necesidad lo exija o la conveniencia pública lo
aconseje," entendido el anterior precepto como que las facultades
extraordinarias están precedidas de dos condiciones, así: que ellas no se
conceden por tiempo ilimitado sino en un lapso concreto y determinado, tiempo
que la norma habilitante debe consagrar y para el caso que se estudia, ese
término fué de seis (6) meses. El otro presupuesto esencial de una ley de
facultades, es el pertinente a la materia que debe ser desarrollada por el
ejecutivo, tema que la ley facultativa debe señalar en forma clara y precisa
para que aquél en cumplimiento de la potestad legal que se le ha encomendado,
lleve a cabo su labor como legislador extraordinario.
Se presenta en este
caso, un tránsito de legislación constitucional que tiene operatividad entre la
expedición de la ley de facultades y el Decreto-Ley que tienen su nacimiento
jurídico bajo la vigencia de la Constitución de l886 y la impugnación de los
artículos del Decreto Ley 1472 de l990, que se hace cuando ya ha sido
sancionado un nuevo orden jurídico constitucional, al haber sido sancionada y
promulgada la Constitución de l991.
Ha sido criterio de
esta Corte Constitucional, que en el período de transición, cuando se estudia
la exequibilidad de las normas en lo referente al procedimiento, la evaluación
correspondiente debe hacerse con fundamento en la Constitución que tenía
vigencia, cuando se le otorgó facultades al ejecutivo nacional, es decir, que
desde este punto de vista, se tendrán en cuenta los preceptos de la
Constitución de l886 que sirvieron de soporte jurídico para entregarle por
tiempo determinado, seis (6) meses en el presente caso y sobre una materia previamente
señalada, la potestad legislativa extraordinaria para actualizar la
organización y reestructuración del Ministerio de Salud y sus entidades
adscritas, de conformidad con las pautas señaladas en la citada ley
facultativa, es decir, la ley 10 de l990.
Estos criterios,
cuando se ha estudiado la constitucionalidad de las normas en el
período de transición, han sido aceptados tanto por la Corte Suprema de
Justicia en sentencias Nos. 85, 87, 116, 139 de l991 y sentencias Nos. 416,
417, 434, 435, 510 y 511 de 1992.
En cambio cuando se
enjuician textos expedidos con anterioridad a la nueva Constitución, por
contrariarla, sí será de rigor examinar la materialidad de ellos a la luz de
tal Carta Magna, que será ordenamiento subordinante de toda la normatividad
precedente y obviamente de la expedida posteriormente.
Bajo las
consideraciones jurídicas precedentes, entrará esta Corte Constitucional a
emitir su fallo sobre esta acción pública de constitucionalidad.
2. Del uso
de las facultades en el tiempo.
Se expresó que las
facultades extraordinarias se le otorgaron al Presidente por el término de seis
meses, contados a partir de la vigencia de la Ley 10 promulgada en el Diario
Oficial No. 39137 el día 10 de enero de l990 y las normas demandadas, del
Decreto Ley 1472 de l990, fueron expedidas el 9 de julio de ese año, es decir,
antes del vencimiento del término señalado por ley de facultades. Luego el
Ejecutivo Nacional hizo uso de las atribuciones que le otorgó el Congreso
dentro del término legal, al haber expedido el Decreto cuestionado en la forma
previstas en la ley habilitante.
3. El
Decreto Ley 1472 de 1990 frente a las facultades extraordinarias concedidas por
el Congreso.
a) Planteamiento
general.
En Colombia se
ha vivido en un período relativamente corto, un fenómeno de
transformación, con fondos de contenido social y económico, al pasar el país
de su tradicional raigambre campesina, a la complejidad de los conglomerados
urbanos. Esta situación en cierta forma perturbadora de la paz y tranquilidad
social, se tomó no sólo a Bogotá, sino que se extendió también a las capitales
de los departamentos y ciudades intermedias y pequeñas de la geografía
nacional.
Sobre ella se volcó
una verdadera avalancha humana, que trajo como principales secuelas los
cinturones de miseria, explosivas situaciones de marginalidad y conflictos, el
crecimiento del desempleo, la mendicidad, la incapacidad del Estado para cubrir
los servicios públicos esenciales y especialmente, el déficit en la atención
del servicio de salud a las personas que no tuvieran los medios económicos para
acceder a ella.
Es cierto que toda
la población se ha visto afectada por las deficiencias en la asistencia social
pero efectivamente los que más han padecido este flagelo, son las clases
desprotegidas que no pueden hacer uso de la alternativa del servicio de salud
que ofrecen las instituciones privadas, si se tiene en cuenta los costos
económicos que llevan implícitos.
En estas condiciones
el Estado enfrentó su responsabilidad social. En primera instancia ha tratado
de organizar todo el sistema nacional de salud, no como un privilegio o un
lucro para una parte de la comunidad, sino que ha buscado a través de la
intervención estatal, se haga realidad , la prestación de este servicio
público a los residentes en Colombia, servicio que se encuentra establecido
como una obligación, dentro de los fines sociales del Estado.
La salud, se impone
como paso previo al desarrollo, porque determina la capacidad y disponibilidad
de las personas para el trabajo y por lo que la prestación de su servicio,
con la característica de ser público, debe garantizarse al individuo, en su
ambiente familiar, en su entorno social y como elemento esencial del Estado.
Es aquí donde
encuentran fundamento las instituciones para expedir la ley 10 de 1990, por la
cual se reorganiza el sistema nacional de salud, se interviene por parte del
Estado a este sector privado, se le dan determinadas facultades al Presidente
de la República para reformar en su estructura administrativa al Ministerio de
Salud y sus entidades adscritas, atribución que le autoriza hasta para elevar
de categoría al Fondo Nacional Hospitalario, todas estas modificaciones
operativas dentro del sector, con el objeto de alcanzar una mejor cobertura de
asistencia social a la comunidad.
La ley 10 de l990
que sirve de soporte jurídico de facultades al Presidente de la República, para
expedir el Decreto Ley 1472 de l990, como se observa, tuvo su fundamento
constitucional en el artículo 76-12 de la Constitución de l886, norma que
señalaba: "Revestir, pro témpore, al Presidente de la República de
precisas facultades extraordinarias, cuando las necesidades lo exijan o las
conveniencias públicas lo aconsejen".
Y el artículo 51 de
la ley, dice: Codificación y adecuación institucional. Concédense
facultades extraordinarias al Presidente de la República, por el término de
seis meses, a partir de la vigencia de la presente ley, para:
"a)
Codificar todas las disposiciones relativas a la organización y administración
de la prestación de servicios de salud, incluidas las de la presente Ley;
b) Reformar la
estructura administrativa, naturaleza jurídica y funciones del Ministerio de
Salud y de sus entidades adscritas, para adecuarlas a las normas de esta ley,
pudiendo crear y organizar como Establecimiento Público el Fondo Nacional
Hospitalario;
c) Regular la
nueva vinculación laboral de los empleados y trabajadores, en los casos de los
artículos 16 y 22 de esta ley, sin liquidación de sus prestaciones económicas
causadas, y los términos, condiciones y mecanismos para garantizar la
transferencia de los valores correspondientes a tales prestaciones o sistemas
de concurrencia, en el pago de las mismas".
Conviene precisar en
qué consiste cada una de las atribuciones otorgadas al Ejecutivo Nacional, a
través del citado artículo de la ley de facultades así:
En el literal a) se
le da competencia para codificar las disposiciones relativas a la organización
y administración de la prestación de los servicios de salud.
La codificación se
entiende como la reunión, sistematización, integración y ordenación de las
disposiciones legales vigentes que regulan una misma materia, para el caso la
prestación de los servicios públicos de salud, en un solo texto, el cual sirve
como órgano coherente, ágil y útil que facilita las actuaciones
jurídico-administrativas originadas o relacionadas con su contenido.
Es decir, que el
Presidente debía organizar en una sola norma, en un solo Decreto, las
disposiciones sobre la materia, facultad de la cual no hizo uso ya que no se
expidió ningún código de esta índole, sino que simplemente se recopilaron y
publicaron algunas normas relativas al Sistema Nacional de Salud y a la
prestación de ese servicio.
En relación con el
literal b) del artículo transcrito, que fue el que sirvió de fundamento para
expedir el Decreto Ley 1472 de l990, se tiene que en el se le atribuye la
facultad al Presidente para reformar la estructura administrativa, la
naturaleza jurídica y las funciones del Ministerio de Salud.
El diccionario
jurídico de derecho usual dice de la estructura: "Palabra de uso tan
frecuente como extenso en la actualidad, pues comprende desde la organización y
composición de una colectividad, incluso de la sociedad toda, hasta la
disposición toda de los objetos. La voz proviene de la arquitectura, donde se aplica
a la distribución de edificios. En legislación, división y partes de un cuerpo
legal. En las obras jurídicas, métodos de exposición".
En lenguaje común se
entiende por estructura el soporte o andamiaje, el sostén o la columna sobre la
cual descansa una organización.
Estima la Corte
procedente establecer lo que significa en términos jurídicos la expresión
estructura administrativa. La Corte Suprema de Justicia en Sentencia del 6 de
mayo de l976 con ponencia del Magistrado Dr. Guillermo González Charry dijo:
"...
determinar aquella estructura es no sólo crear los grandes elementos que la
integran, sino, además, determinar su disposición dentro del órgano del que son
parte, regular sus mecanismos de relación para el cumplimiento de su tarea y
señalar de modo general sus funciones. En esta forma el legislador tiene como
atribución crear la parte estática y permanente de la administración y el
ejecutivo la de hacerla dinámica mediante el ejercicio de atribuciones
administrativas.
De modo que,
fijada la estructura, o mejor, señalados los órganos ( Ministerios,
Departamentos Administrativos y Establecimientos Públicos) compete al Gobierno
crear los cargos, distribuir el poder entre las dependencias creadas, asignar
las funciones específicas a los empleos y señalar su dotación y asignaciones,
tal como se vio anteriormente. Se comprende entonces claramente por qué el
ejercicio de las funciones que corresponden al Presidente de la República
conforme al numeral 21 del artículo 120 de la Carta esté condicionado a lo que
sobre el particular dispongan las leyes básicas o cuadros sobre la materia.
Como se ve, el
contenido de este literal b) es amplio en cuanto a la diversidad de
posibilidades administrativas que él encierra respecto de la organización estructural
de las dependencias del Ministerio de Salud en particular, y le da en este
sentido generosa facultad al Ejecutivo Nacional para ordenar y cambiar las
dependencias, variar su denominación, fijar competencias, reasignar funciones,
nivelar el grado jerárquico de las oficinas, fusionar las mismas, crear otras
nuevas o adicionar, modificar o quitar sus funciones, crear o abolir cargos, en
fin reorganizar en toda su extensión los niveles y dependencias de la
administración, expresión tan universal que se equipara a transformar toda la
organización de ese ministerio y sus entidades adscritas, para que ellas que
integran lo que se denomina subsector público del Sistema Nacional de Salud,
puedan cumplir los cometidos y objetivos sociales propuestos en la ley
habilitante, como son la prestación real y eficiente del servicio público de
salud a todos los habitantes del territorio colombiano.
Este acápite del
literal b) fue el que sirvió de fundamento para la expedición del Decreto 1472
de l990 por el cual se reorganizó la Superintendencia Nacional de Salud, en su
calidad de organismo adscrito al Ministerio y que por tanto el Ejecutivo
Nacional, tenía en esa oportunidad legal, la competencia para variar su
estructura administrativa, en la forma amplia y respecto de todos los niveles y
dependencias de la organización, competencia, que le da facultades para variar
no solo la forma sino el fondo, funcionamiento general de la entidad, sus
competencias y la distribución de funciones acorde con los cambios que se han
propiciado para que ese ente gubernamental pueda cumplir su cometido estatal.
El literal también
va referido a la atribución de competencias para cambiar la naturaleza jurídica
de las entidades adscritas al Ministerio, competencia que se utilizó al expedir
el Decreto 1400 de l990 por el cual se dictó el estatuto básico del Fondo
Nacional Hospitalario y se elevó éste a la categoría de Establecimiento Público
del Orden Nacional.
El término
funciones, hace relación a las atribuciones y competencias que deben cumplir
los empleados en el ejercicio de su cargo, para que la organización responda
por los objetivos que se le han propuesto en las leyes que le han dado vida
jurídica.
Por último el
Gobierno Nacional en uso de las facultades expidió el Decreto 1399 de l990 por
el cual se regula la nueva vinculación laboral de los empleados oficiales y
trabajadores del sector salud, en los casos de los artículos 16 y 22 con el
cual el Presidente desarrolló la potestad que le fuera conferida en el literal c)
artículo 51 de la ley 10 de l990.
La Ley 10 de l990,
precisa en el artículo 1o. que: "La prestación de los Servicios de
Salud en todos los niveles es un Servicio Público a cargo de la Nación,
gratuito en los servicios básicos para todos los habitantes del territorio
nacional y administrado en asocio de las entidades territoriales, de sus entes
descentralizados y de las personas privadas autorizadas para
el efecto".
En el artículo 3o.
la norma en comento señala los principios básicos del servicio público de salud
así: la universalidad, la participación ciudadana, la participación
comunitaria, la subsidiariedad, la complementariedad y la integración funcional
respecto de la cual se dice que "las entidades públicas o privadas
que presten servicio de salud, concurrirán armónicamente a la prestación del
servicio público de salud mediante la integración de sus funciones, acciones y
recursos ".
En la forma en que
lo consigna la ley 10 que organiza el Sistema Nacional de Salud, fue voluntad
del Legislador incorporar también a su organización, a las entidades de derecho
privado en la prestación de este Servicio- Público y en el artículo 4o. que se
encarga de definir este sistema en su texto final señala que las entidades de
seguridad y previsión social y las de subsidio familiar, si bien es cierto
que hacen parte del sistema de salud, a ellas se le respetarán sus objetivos,
régimen legal, manera de financiación y autonomía administrativa.
El artículo 5o.
numeral 2o. dice: "El Subsector privado está conformado por todas las
entidades o personas privadas que presten servicios de salud y, especialmente
por:
a) Entidades o
instituciones privadas de seguridad social y las Cajas de Compensación
Familiar, en lo pertinente a la prestación del servicio de salud."
El artículo 7o.
precisa la prestación de los servicios de Salud para entidades privadas.
Los artículos 20 y
siguientes señalan las condiciones para la prestación de los servicios de salud
por personas privadas. En el parágrafo del artículo 24 precisa: "Las
instituciones de seguridad social y las Cajas de Compensación o de Subsidio
Familiar podrán directamente o en desarrollo del sistema de contratación o de
asociación de que trata este artículo, prestar servicios de salud y adelantar programas
de nutrición para personas que no sean legalmente beneficiarias de sus
servicios".
Si se observa el
contenido de la ley, claramente se establece que pretendió el legislador
organizar un sistema de salud serio, profesional y eficiente, dirigido,
vigilado y controlado por el Estado.
Se tipifica así, una
intervención estatal a la prestación de los servicios de salud por parte de los
particulares, por cuanto este servicio público debe gozar de especial
protección y vigilancia gubernamental, toda vez que se trata de uno de los
servicios esenciales e imprescindibles para el hombre en su condición de ser
social.
No obstante lo
anterior, queda claro que la obligación de las entidades privadas y entre estas
las Cajas de Subsidio Familiar, en relación con los preceptos de esta ley, sólo
hace relación a la prestación del servicio público de salud, para que éste
tenga una cobertura total a todos los habitantes del territorio nacional y que
respecto de ese servicio se predique la coordinación, eficiencia y economía en
su prestación a la comunidad.
Y es que la Ley de
facultades es amplia, al tratar de formalizar el Sistema Nacional de Salud no
solamente con las entidades oficiales como se venía haciendo hasta antes de la
promulgación de la ley 10 de l990, sino al incorporar a ese sistema a las
entidades privadas que tengan el cometido dentro de su objeto social, de
prestar los servicios médico-asistenciales, porque si se lee el contenido del
texto de la ley habilitante, en ella predomina el criterio del Estado, de
cumplir con el deber social real y efectivo del servicio de salud a los
asociados y prever que esto no es posible si no hay una coordinación al más
alto nivel que determine el grado de eficiencia y responsabilidad en el cual
deben contribuir tanto el Subsector Público como el privado en el cumplimiento
de esta obligación social.
b) El
caso concreto del alegado exceso.
1. Cargos
contra la constitucionalidad de los artículos 2o. literal a) parcial y
parágrafo, 4o. literal a) parcial, 7o. literal e) y 20 literal f) del Decreto
Ley 1472 de l990.
Estriba la acusación
contra estos textos en que el Gobierno Nacional modificó el régimen de control
y vigilancia que poseían las cajas de compensación familiar al atribuirle la
competencia señalada a la Superintendencia Nacional de Salud.
Respecto de este
punto de la demanda, las normas cuestionadas en su orden son:
El literal a) del
artículo 2o., el cual prescribe que la Superintendencia Nacional de Salud
ejercerá inspección, vigilancia y control a la calidad y eficiencia de las
actividades que desarrollen las Cajas de Compensación Familiar relacionadas con
la prestación de los servicios de salud.
El parágrafo del
mismo artículo expresa que se respetará el régimen legal existente, los
objetivos, la autonomía administrativa y el sistema financiero de las Cajas de
Compensación.
El artículo 4o.
en su literal a) que precisa que estas entidades sin ánimo de lucro son sujetos
pasivos de la acción de inspección, vigilancia y control que debe ejercer la
Superintendencia Nacional de Salud, en lo referente a sus actividades de
servicios de salud.
El artículo 7o.
literal e) por medio del cual asigna funciones al Superintendente para
supervisar la eficiencia en la prestación de los servicios de salud a las
citadas entidades de derecho privado.
Y por último el
literal f) del artículo 20 dice que el Superintendente Delegado debe ejercer la
inspección, vigilancia y control en el plano regional sobre la prestación de
los servicios de salud a cargo de las Cajas de Compensación Familiar.
Al hacer un estudio
comparativo de la norma que faculta al Ejecutivo Nacional con las materias
desarrolladas, cuestionadas y antes comentadas del Decreto 1472 de l990, esta
Corporación encuentra que ellas son la consecuencia lógica del buen uso de esas
facultades, porque el Congreso, a través de la ley 10 de l990, había habilitado
al Presidente para modificar la estructura administrativa en debida forma a
todo el sector salud incluídas las entidades privadas prestatarias de este
servicio como son las Cajas de Compensación Familiar. Y es que la vigilancia,
inspección y control que debe ejercer la Superintendencia Nacional de Salud
tiene aplicabilidad únicamente, cuando las Cajas actúen como prestatarias del
servicio público de Salud, mas no en otra clase de menesteres.
Encuentra la Corte,
ajustada a derecho la actuación del Presidente cuando habilitado como
legislador extraordinario expidió el Decreto 1472 de l990 en lo que hace
relación a las Cajas de Compensación Familiar, por lo que éstas al crearse el
Sistema Nacional de Salud, quedaron incorporadas a su subsector privado y por
ende como prestan un servicio público, deben estar vigiladas por el Gobierno
Nacional.
Como si lo anterior
fuera poco respecto del tema que se estudia, el artículo 189 numeral 22 de la
Constitución Nacional le dá competencia al Presidente de la República para "Ejercer
la inspección y vigilancia de la prestación de los servicios públicos", vale
decir, que además de estar plenamente facultado el Presidente de la República
para expedir el Decreto lo cual hizo en los términos en que se le facultó de
conformidad con los preceptos vigentes a esa fecha, en lo relativo a las Cajas
de Compensación Familiar, la Constitución vigente, norma de normas, le da la
potestad para ejercer la vigilancia y la inspección de la prestación de los
servicios públicos, sin importar si esos servicios son prestados por
instituciones de derecho público o por entidades privadas, porque así lo
determina la Carta Política.
Extender el régimen
de vigilancia y control por parte de la Superintendencia Nacional de Salud a
las Cajas de Compensación Familiar resulta apenas obvio dentro de las
facultades otorgadas por el Congreso al Gobierno para reformar la estructura
administrativa de las entidades adscritas al Ministerio de Salud, cual lo es
dicha Superintendencia, ya que tales cajas cuando prestan el servicio de
salud a través de sus clínicas, hospitales u otros caen bajo el sistema
nacional de salud y por ello debe esa actividad someterse a la vigilancia y
control de tal Superintendencia, al igual que el resto de organizaciones
públicas o privadas del mismo género.
En este sentido se
ha dado cabal cumplimiento al artículo 51 literal b) de la Ley 10 de l990.
Es así entonces
también que el parágrafo del artículo 49 de esta Ley cuando previene que las
instituciones de subsidio familiar (y también las de seguridad y previsión
social) "conservarán el régimen de inspección y vigilancia que poseen
en la actualidad", ha de entenderse que esto es así en tratándose de
tareas diferentes a la de la prestación del servicio de salud, varias veces
mencionado, pues entonces ellas sí escapan al ámbito de funciones de tal
Superintendencia.
Así, la
Superintendencia de Subsidio Familiar conserva la facultad de ejercer
inspección y vigilancia sobre las entidades encargadas de recaudar los aportes
y pagar las asignaciones de subsidio familiar, a términos de la Ley 25 de l981
(artículo 3o.) por la cual se crea esa Superintendencia.
Por las razones
expuestas, no se producen las violaciones alegadas y por ello las normas
examinadas del Decreto Ley 1472 de 1990 se declaran exequibles.
2. Acusación de
inexequibilidad de los literales p) del artículo 3o. y ll) del artículo 7o. del
Decreto Ley 1472 de l990.
Ya la Corte Suprema
de Justicia mediante sentencia No. 139 de 28 de noviembre de l991, se pronunció
sobre la cuestión de fondo que se plantea en la demanda, esto es, sobre el
entendimiento de los antecitados artículos tachados de inconstitucionalidad,
confrontados con los artículos de la nueva Carta de 1991 y en particular con
el artículo 338 (art. 29 del Decreto 432 de 1969 y art. 22 del Decreto 2067 de
4 de septiembre de 1991), y los halló y declaró exequibles.
Ha de reiterarse
entonces en esta oportunidad que existe cosa juzgada al respecto y así se dirá
en este fallo, en el cual y por tal razón no es dable reabrir ni replantear la
controversia ya decidida en la forma vista.
4. Servicio
público de salud en la Constitución.
En el título II
capítulo 2 que consagra los Derechos Sociales, Económicos y Culturales, señala
la Carta Fundamental el servicio público de salud en el artículo 49 en los
siguientes términos:
"La atención
de la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del
Estado. Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de
promoción, protección y recuperación de la salud.
Corresponde al
Estado organizar, dirigir y reglamentar la prestación de servicios de salud a
los habitantes y de saneamiento ambiental conforme a los principios de
eficiencia, universalidad y solidaridad. También, establecer las políticas para
la prestación de servicios de salud por entidades privadas, y ejercer su
vigilancia y control. Así mismo, establecer las competencias de la nación, las
entidades territoriales y los particulares y determinar los aportes a su cargo
en los términos y condiciones señalados en la ley.
Los servicios de
salud se organizarán en forma descentralizada, por niveles de atención y con
participación de la comunidad.
La ley señalará
los términos en los cuales la atención básica para todos los habitantes será
gratuita y obligatoria.
Toda persona
tiene el deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su
comunidad".1
Estableció el
Constituyente a través de la norma citada, que el Servicio de Salud tiene el
carácter de servicio público, cuya obligación le corresponde prestarla al
Estado. Y está garantizada la prestación de este servicio a todas las personas
residentes en Colombia.
Se convierte este
servicio público no en un mero enunciado teórico, sino en un mandato de
imperioso cumplimiento para satisfacer las necesidades y demandas respecto de
su Salud, de los residentes en el territorio estatal, y no de cualquier manera
se debe prestar el servicio, sino que en la forma prevista en el artículo
comentado, él debe ser organizado dirigido y reglamentado por el Estado, bajo
los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad. Es decir, que éste
se practique con óptimos resultados al menor costo económico posible, que la
cobertura de la prestación del servicio llegue en forma real y oportuna a todas
las personas en Colombia y además que este beneficio social tenga en cuenta al
hombre como su destinatario que despierte en las instituciones públicas y
privadas ya sean ellas prestatarias de este servicio o nó, el sentimiento de
protección humana, de ayuda y de confraternidad frente a cualquier accidente o
amenaza que ponga en peligro a la persona.
Prevé la norma, una
relación de colaboración entre las entidades territoriales, la Nación y los
particulares en donde cada quien, aporta para la prestación del servicio de
salud y también en idéntica forma se determina la competencia para hacerlo
realidad, competencia que dará la oportunidad para establecer la
responsabilidad por las fallas del servicio en que puedan incurrir las
entidades y personas encargadas de su ejercicio.
El artículo 49 en su
inciso segundo manifiesta que es obligación del Estado, establecer las
políticas para la prestación de servicios de salud por entidades privadas, y
ejercer su vigilancia y control, ordenamiento que reafirma los criterios
normados en la ley 10 de l990 y en el Decreto Ley 1472 en lo que respecta a
someter bajo la vigilancia y control de la Superintendencia de Salud, a las
Cajas de Compensación Familiar sólo cuando estas entidades de derecho privado
en ejercicio de su objeto social, realicen actividades relacionadas con la
Salud de los asociados.
En este caso se
cumple uno de los fines del Estado Social de Derecho, cual es garantizar la
efectividad de los derechos, pregonada ésta en el artículos 2° de la Carta y
encomendada a la mencionada Superintendencia en cuanto hace al servicio de salud.
Surge de esta forma,
una impresionante coincidencia entre la voluntad del legislador de l990 y el
querer del Constituyente de l991 plasmada en el artículo comentado. Los
principios generales que deben guiar al servicio de salud son los mismos en la
ley y en la Constitución, el sentimiento de solidaridad que debe acompañar a
esta función social, la universalidad en cuanto al servicio, se predica
respecto de todas las personas y la colaboración que debe existir entre el
sector público y privado para la prestación eficiente y oportuna de este
servicio público así lo confirman y son el criterio básico y fundamental en la
Ley 10 y el Decreto Ley 1472 de l991, conceptos ratificados, como se dijo, por
la Constitución Nacional en su artículo 49.
La transcendental
importancia que la Constitución de 1991 atribuye al servicio de salud y que
reafirma en el artículo 44 ibidem al consagrarlo como derecho fundamental de
los mismos, al lado del derecho a la vida, a la integridad física, la seguridad
social y la alimentación equilibrada, entre otros, halla su raigambre en el
Estado Social de Derecho, forma política en que se organiza el Estado a la Ley
de la nueva Carta (art. 1°), de acuerdo con el cual la mira y objetivos de las
autoridades de la República se ponen al servicio de la persona para protegerla
en su vida, honra, bienes, creencias y demás libertades, y asegurar el
cumplimiento de los derechos sociales del Estado (art. 2°).
Por otro lado, la
Corte considera procedente señalar que la ley 25 de l981, por medio de la cual
se crea la Superintendencia de Subsidio Familiar en su artículo 3o. expresa: "Corresponde
a la Superintendencia de Subsidio Familiar ejercer la inspección y vigilancia
de las entidades encargadas de recaudar los aportes y pagar las asignaciones
del Subsidio Familiar, con el propósito de que su Constitución y funcionamiento
se ajusten a las leyes, los decretos y a los mismos estatutos internos de la
entidad vigilada ".
Como se vé, el
control, la inspección y la vigilancia que ejerce la Superintendencia de
Subsidio Familiar se dá sobre dos de las actividades que desarrollan las Cajas
de Compensación, a saber: control y vigilancia sobre el recaudo de los aportes
que realizan los patronos para el pago del subsidio familiar de los
trabajadores a su cargo y el control y vigilancia a los pagos por concepto
del Subsidio Familiar a las personas que de conformidad con las leyes y
reglamentos tengan derecho a ese subsidio.
Luego las demás
actividades que realizaban las Cajas de Compensación Familiar y entre ellas, la
prestación de los servicios médicos asistenciales, carecían de vigilancia y
control, por parte de los organismos del Estado.
Encuentra entonces
el legislador la necesidad al reorganizar el Sistema Nacional de Salud con la
expedición de la ley 10 de l990, de que también se vigile y controle a las
entidades de derecho privado que prestan ese servicio, fundamento básico para
darle potestad al Presidente para organizar el Ministerio del Ramo y sus
entidades adscritas y entre éstas a la Superintendencia Nacional de Salud, para
que a través de la figura jurídica de las facultades extraordinarias expidiera
una norma a través de la cual hubiera la oportunidad legal de ejercer control,
inspección y vigilancia a las Cajas de Subsidio Familiar, cuando ellas, como
parte integrante del subsector privado de salud ( artículo 5-2 ley 10- l990).
realicen las actividades propias de este Servicio Público.
El Decreto Ley
1472 de l990, por el cual se reorganiza la Superintendencia Nacional de Salud,
fué expedido como tantas veces se ha dicho, con base en las facultades
otorgadas al Presidente, en el artículo 51 literal b) de la ley citada, norma
que le dá potestad al Ejecutivo para reformar la estructura administrativa,
naturaleza jurídica y funciones del Ministerio de Salud y de sus entidades
adscritas y esta Superintendencia es una institución adscrita a ese
Ministerio. Ahí en esa disposición es donde encuentra el Presidente,
fundamento para expedir el Decreto cuestionado, el cual establece una nueva
organización, con grados jerárquicos de Dirección, delimita en forma expresa la
competencia de la entidad, fija las funciones de vigilancia y control que debe
ejercer la Superintendencia, determina los sujetos pasivos de la acción de
inspección, vigilancia y control y le asigna el carácter excepcional policivo a
esa institución, para el cabal cumplimiento de sus actividades
administrativas. Por todo lo cual no hubo desbordamiento por el Gobierno al
dictar los preceptos acusados.
VI. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, oído el concepto del Procurador
General de la Nación, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. Declarar exequibles los artículos
2o. literal a) parcial y parágrafo, 4o. literal a) parcial, 7o. literal e) y 20
literal f) parcial del Decreto Ley 1472 de l990, por no haberse excedido el
Gobierno en el uso de las facultades extraordinarias de la Ley 10 de 1990.
Segundo: Estése a la declaración de exequibilidad de los
artículos 3o. literal p) y 7o. literal ll) del mencionado Decreto, pronunciada
en la sentencia No. 139 de 28 de noviembre de 1991 de la H. Corte Suprema de
Justicia, en cuanto no viola materialmente la Constitución Nacional.
COMUNIQUESE Y NOTIFIQUESE
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO CIRO ANGARITA
BARON
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 |
234 | C-560-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-560/92
TRANSITO
CONSTITUCIONAL
Se presenta en
este caso, un tránsito de legislación constitucional que tiene operatividad
entre la expedición de la ley de facultades y el Decreto-Ley que tienen su
nacimiento jurídico bajo la vigencia de la Constitución de l886 y la
impugnación de los artículos del Decreto Ley 1472 de l990, que se hace cuando
ya ha sido sancionado un nuevo orden jurídico constitucional, al haber sido
sancionada y promulgada la Constitución de l991. En el período de transición,
cuando se estudia la exequibilidad de las normas en lo referente al
procedimiento, la evaluación correspondiente debe hacerse con fundamento en la
Constitución que tenía vigencia, cuando se le otorgó facultades al ejecutivo
nacional, es decir, que desde este punto de vista, se tendrán en cuenta los
preceptos de la Constitución de l886 que sirvieron de soporte jurídico para
entregarle por tiempo determinado, seis (6) meses en el presente caso y sobre
una materia previamente señalada, la potestad legislativa extraordinaria para
actualizar la organización y reestructuración del Ministerio de Salud y sus
entidades adscritas. Cuando se enjuician textos expedidos con anterioridad a la
nueva Constitución, por contrariarla, sí será de rigor examinar la materialidad
de ellos a la luz de tal Carta Magna, que será ordenamiento subordinante de
toda la normatividad precedente y obviamente de la expedida posteriormente.
SERVICIO NACIONAL
DE SALUD-Reforma
administrativa/FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Límites
No puede
concebirse que bajo ningún respecto quepan dentro de las facultades de
reformar la estructura de la Superintendencia Nacional de Salud del literal b)
del artículo 51 de la Ley 10 de 1990, como organismo adscrito al Ministerio de
Salud, porque tal carga económica en que consiste la contribución parafiscal
objeto de litis, es completamente ajena a como se organicen, crean, muten,
modifiquen, fusionen, nivelen dependencias de la Superintendencia y se
reasignen sus funciones y competencias con el fin de acomodar tal entidad a las
exigencias de la Ley 10 de 1990, según la concepción y criterios en ésta
establecidos respecto de la forma de operar el sistema nacional de salud.
AUTORIDAD
ADMINISTRATIVA-Discrecionalidad
El artículo 338
de la Carta es claro al facilitar a las autoridades para fijar las tarifas de
las tasas y contribuciones (fiscales y parafiscales) que estén destinadas a
obtener la recuperación de los costos de los servicios que suministran. Mas
ello está subordinado a que la Ley haya determinado previamente el sistema y
el método de establecer los costos que han de recobrarse. La Administración
entonces ejercerá dicha facultad dentro de las orientaciones que se señalen en
tales sistemas y métodos, es decir, que el ejercicio de tal potestad por los
entes administrativos no es libre sino que está sujeto a los parámetros,
principios y directrices técnico-económico-financieros y otros criterios que
previamente le ha precisado el Legislador.
Ref.: Proceso No. D-039.
Acción
de inconstitucionalidad contra los artículos
3o. literal p) y 7o. literal ll) del
Decreto Ley 1472 de 1990.
Demandante:
ABDON ORTIZ FLOREZ.
Magistrado
Ponente:
DR. SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ.
Santafé de Bogotá,
D.C., veinte (20) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
El ciudadano Abdón
Ortíz Florez, haciendo uso de la acción pública de inconstitucionalidad
consagrada en el artículo 241 de la Constitución Política de Colombia, y previo
el trámite señalado en el Decreto 2067 de l991, demanda que se declaren
inexequibles los literales p) del Artículo 3o. y ll) del artículo 7o. del Decreto
Ley No. 1472 del 9 de julio de l990.
II. NORMAS
ACUSADAS.
"DECRETO
NUMERO 1472 DE 1990
(julio 9)
Por el cual se
reorganiza la Superintendencia Nacional de Salud y se dictan otras
disposiciones.
El Presidente de
la República de Colombia, en uso de las facultades extraordinarias que le
confiere el literal b) del artículo de la Ley número 10 de 1990,
DECRETA:
Artículo 3o. De
las funciones de la Superintendencia. En desarrollo de su objeto y sin
perjuicio de la competencia que le corresponde al Ministerio de Salud y a los
demás organismos públicos, la Superintendencia Nacional de Salud cumplirá las
siguientes funciones:
...
p) Establecer
y liquidar las contribuciones que corresponda sufragar a las entidades
sometidas a su inspección, vigilancia y control.
...
"Artículo
7o. De las Funciones del Superintendente Nacional de Salud. El
Superintendente Nacional de Salud es agente del Presidente de la República, de
su libre nombramiento y remoción, obrará de conformidad con sus instrucciones y
de acuerdo con las políticas de salud y de control y eficiencia del gasto que
adopten respectivamente el Ministerio de salud y el Gobierno Nacional y
ejercerá las siguientes funciones:
...
ll) Fijar las
contribuciones que corresponda sufragar a las entidades sometidas a la
inspección, vigilancia y control de la Superintendencia".
III. FUNDAMENTOS
DE LA ACUSACION.
Formula el actor
acusación contra los literales p) y ll) de los artículos 3o. y 7o.
respectivamente del Decreto Ley 1472 de l990 por quebrantamiento de normas de
la Constitución Nacional de l886, así:
1. La
Superintendencia Nacional de Salud tiene por objeto la función de inspección,
vigilancia y control de la calidad y eficiencia de los servicios de salud que
presten las entidades adscritas al Subsector público y privado del sector
Salud, esto, de conformidad con el Artículo 2o. del Decreto 1472 de l990.
La Superintendencia
como Organismo adscrito al Ministerio de Salud, y el Superintendente en su
condición de Director de la misma, en cumplimiento del Decreto 1472 de l990
artículo 2o., tienen la función de establecer, fijar y liquidar la contribución
o tarifa a cargo de las entidades sometidas a la inspección, vigilancia y
control, de conformidad con las normas acusadas.
En consecuencia,
sobre la actividad que desarrollan esas entidades en el campo de los servicios
de salud, es que le corresponde a esa Superintendencia practicar tales
funciones policivas.
2. El Artículo
4o. del Decreto Ley No. 1472 de l992, indica con precisión los sujetos
sometidos a la inspección, vigilancia y control operativos de la
Superintendencia Nacional de Salud, y el artículo 3o. literal c) ibidem señala
que las contribuciones que corresponda sufragar a las entidades sometidas a
su inspección, vigilancia y control formarán parte, junto con otros ingresos,
de los fondos para financiar los gastos que ocasione el funcionamiento de la
Superintendencia.
Esto quiere decir
que solamente los establecimientos sometidos a la inspección, vigilancia y
control de la Superintendencia Nacional de Salud, tienen a su cargo pagar la contribución
o el gravamen ordenados por los literales p) y ll) de los artículos 3o. y
7o. respectivamente, cuyo recaudo se reasigna a los recursos financieros para
mantener el funcionamiento de este organismo.
3. El literal
b) del Artículo 51 de la Ley 10 de l990, le dió facultades extraordinarias al
Presidente de la República y le indicó los aspectos sobre los cuales estaba
habilitado para reorganizar la Superintendencia Nacional de Salud.
Dentro del marco de
facultades conferidas al Presidente de la República, no se aprecia una
atribución para ampliar la cobertura tributaria a cargo de las entidades
adscritas al Ministerio de Salud, al obligarlas a pagar la contribución
estatuída en el literal p) del Artículo 3o. y reiterado por el literal ll) del
Artículo 7o. del Decreto Ley 1472 de l990.
Tampoco se refiere
la Ley 10 de l990 en el literal b) del Artículo 51 al establecimiento de una
contribución para costear las operaciones de Inspección, Vigilancia y Control
que la Superintendencia Nacional de Salud lleve a cabo sobre las actividades de
Salud que desarrollen las entidades adscritas al servicio de salud.
En consecuencia, la
decisión del Ejecutivo de establecer y fijar contribuciones no corresponde a
ninguna de las competencias del literal b) del artículo 51 de la Ley 10 de 1990
y además no evidencia relación alguna con las tareas para reformar la
estructura administrativa, la naturaleza jurídica, y las funciones de las
entidades adscritas al Ministerio de Salud. Es decir, el Presidente no obtuvo
del literal b), potestad alguna para imponer las contribuciones que regulan los
textos demandados.
El demandante
solicita que se declaren inexequibles los literales cuestionados por haber
desbordado los límites que el Congreso de la República le señaló al Presidente
al otorgarle facultades extraordinarias, contrariando el Artículo 76-12
relacionado con el 118-8 de la Constitución anterior, vigente cuando se decretó
la ley de facultades 10 de l990 y el Decreto Ley 1472 de l990.
Lo que ciertamente
tiene origen en los literales que se acusan es la fijación de una nueva
contribución por el Ejecutivo como legislador extraordinario sin que el
Congreso de la República lo hubiera facultado -de manera expresa y precisa-
para establecerla como efectivamente lo hizo.
4. Los
literales p) y ll) de los Artículos 3o. y 7o. respectivamente del Decreto 1472
de l990, desconocen el principio de la legalidad de la Constitución según el
cual toda contribución, como impuesto que es, debe tener su origen en la Ley,
lo cual implica que toda actividad tributaria, fiscal y financiera del Estado,
se encuentra bajo el control y la jurisdicción del poder del Congreso.
5. El
presupuesto de gastos e ingresos de la República de Colombia está integrado por
el impuesto, que es un tributo obligatorio para los contribuyentes por los
servicios que tiende a satisfacer el Estado y, por la tasa o ingreso
obligatorio condicionado por la ley al cumplimiento de fines precisos y cuyo
recaudo retribuye los gastos que ocasiona su prestación.
Los literales
enunciados del Decreto Ley 1472 de l990 establecen una contribución en forma de
tasa que se debe cancelar por los servicios de inspección, vigilancia y control
que preste la Superintendencia Nacional de Salud. Esta Superintendencia dictó
con base en ellos resoluciones individuales para fijar el monto de la
contribución a varias entidades, como son las Cajas de Compensación Familiar,
las Asociaciones de Loterias, la Caja Nacional de Previsión Social, las rifas
permanentes de creación legal, las cervecerías, y el Instituto de los Seguros
Sociales.
El sistema fiscal de
Colombia ofrece ejemplos de contribuciones comprometidas a financiar y costear
la vigilancia y el cobro que el Gobierno adelanta sobre algunos
establecimientos públicos, como son: las cuotas de fiscalización de la
Contraloría General de la República, las contribuciones de las Cajas de
Compensación Familiar a la Superintendencia de subsidio familiar, la cuota de
la Superintendencia de Sociedades, las contribuciones de la Superintendencia
bancaria y de la Superintendencia de Notariado y Registro.
El Estado, por medio
de las Superintendencias, retribuye un servicio policivo que debe ser resarcido
o pagado por el contribuyente a través de cuotas que establece el mismo
Estado.
La contribución que
se viene analizando posee las características de la tasa, puesto que es una
erogación pecuniaria decretada por el Estado a cargo del contribuyente por la
prestación de un servicio público específico . Tienen las dos las siguientes
semejanzas:
a) Ambas representan
una prestación pecuniaria decretada por el Estado en ejercicio de su potestad
tributaria, a cargo del contribuyente.
b) Representan una
contrapartida para costear el cumplimiento de un servicio público, que en este
caso, corresponde a las funciones policivas del Estado.
c) En el presente
caso, la Superintendencia Nacional de Salud desempeña la función de inspección,
vigilancia y control y, simultáneamente, puede establecer las contribuciones
para sufragar los gastos que ocasionen esos servicios, a cargo de las
entidades vigiladas. Esta facultad impositiva otorgada a esa entidad implica
que puede además efectuar la liquidación, recaudo, giro, cobro y utilización de
los recursos provenientes de la contribución conforme al literal b) del
Artículo 2o. del Decreto Ley 1472 de l990 como objeto de sus actividades.
En consecuencia, las
disposiciones enjuiciadas consagran contribuciones en forma de tasas para
recuperar los costos de la vigilancia que presta la Superintendencia Nacional
de Salud y que el Ejecutivo en su condición de legislador extraordinario no
podía crear sino ciñendose a la competencia que le otorgara el Congreso de la
República.
El demandante cita
la sentencia No. 191 de 13 de diciembre de 1990 de la Corte Suprema de Justicia
dentro del proceso No. 2179, en que se acusó parcialmente el artículo 258
del Código de Minas, que como en el asunto sublite establecía una contribución
en forma de tasa por concepto de inspección y fiscalización. Y de ella vierte
el siguiente aparte:
"Es como lo
ha sostenido esta Corporación en múltiples ocasiones, cuando el Ejecutivo obra
en su condición de legislador extraordinario debe hacerlo ceñido estrictamente
a los límites tanto materiales como temporales señalados en la ley de
habilitación, los que para el caso de estudio aparecen claramente definidos y
determinados, sin que dentro de ellos se encuentre autorización alguna para
crear gravámenes como el que consagra el mandanto acusado y sin que sea posible
aceptar supuestas facultades implícitas".
6. El Gobierno,
ante la falta de competencia autorizada por el Gobierno como Legislador
ordinario para fijar la contribución que reguló los literales impugnados,
decidió entonces autofacultarse para crearla.
7. El Ejecutivo
al imponer la contribución en los literales acusados, confundió el ejercicio de
la autonomía administrativa con la competencia o facultad para crear un impuesto.
Por mandato del
literal ll) del artículo 7o. del Decreto 1472 de 1990 se facultó al
Superintendente para que invadiera abusivamente los fueros del constituyente
ordinario, al autorizarlo para dictar normas de índole tributario, que son de
la competencia exclusiva de éste.
IV. IMPUGNACION
DE DEMANDA.
La Superintendencia
Nacional de Salud por medio de apoderado se opone a las pretensiones de la
demanda y solicita que se declare la nulidad del proceso por cuanto la Sala
Plena de la Corte Suprema de Justicia, en sentencia 139 de 28 de noviembre de
l991, declaró exequibles los literales p) y ll) de los artículos 3o. y 7o.
respectivamente del Decreto Ley 1472 de l990 presentándose por lo tanto el
fenómeno de la cosa juzgada con efectos erga omnes, definitivos y profuturo.
V. CONCEPTO DEL
PROCURADOR GENERAL DE LA NACION.
Mediante oficio
No.028 el Procurador General de la Nación emitió su concepto de rigor en el
sentido de estimar que debe declararse la inexequibilidad de las disposiciones
acusadas por exceso en el ejercicio de las facultades, dentro del marco de la
Constitución de l886.
Las razones son las
siguientes:
Las disposiciones
sometidas en esta oportunidad, ya fueron analizadas por la Corte Suprema de
Justicia cuando actuó como Juez Constitucional, atendiendo los mandatos del
Artículo 24 transitorio de la nueva Constitución, mediante Sentencia 139 de 28
de noviembre de l991, declarando la exequibilidad de las normas acusadas.
De otra parte, al
analizar las facultades extraordinarias, reitera lo expuesto por la Corte
Suprema de Justicia en la sentencia No. 87 de 1991, en la que quedó aclarado
que "la valoración del ejercicio de una competencia, esto es, la
definición acerca de si un órgano estatal obró o nó de conformidad con las
reglas que la fijan, debe hacerse necesariamente el cotejo de los preceptos
vigentes al tiempo en que se efectivizó, dado que por constituir éstos su
fuente de validez son los que determinan la regularidad de su ejercicio".
Dice el Procurador que
la Ley 10 de l990, en su artículo 51 le confirió facultades al Presidente de la
República por el término de 6 meses para los siguientes efectos:
a) Reformar la
estructura administrativa, naturaleza jurídica y funciones del Ministerio de
Salud.
b) Reformar la
estructura administrativa, naturaleza jurídica y funciones de las entidades
adscritas a ese Ministerio.
c) Crear y organizar
el Fondo Nacional Hospitalario como establecimiento Público.
Por su lado las
disposiciones acusadas del Decreto Ley 1472 de l990, señalan como función de la
Superintendencia y de su Superintendente, la de establecer contribuciones que
corresponde sufragar a las entidades sometidas a su inspección, vigilancia y
control.
Con base en lo
anterior, el Legislador Extraordinario violó ostensiblemente los artículos
76-12 y 118-8 anteriores por cuanto no estaba facultado para establecer y crear
dichas contribuciones.
El Ejecutivo cuando
obra en su calidad de Legislador Extraordinario, debe hacerlo dentro de los
límites materiales y temporales señalados en la ley de habilitación, los cuales
están definidos en el presente caso sin encontrarse alguna autorización para la
creación de gravámenes.
Las facultades
otorgadas al Ejecutivo no habían sido dadas para establecer o crear
contribuciones, sino para reformar la parte estática del Ministerio y de sus
entidades adscritas, para determinar sus funciones, los servicios a su cargo,
los órganos de que va a disponer y el género de las dependencias internas que
la integran. Sólo a esto se refiere el concepto de estructura administrativa de
una entidad.
La sentencia No. 139
de 1991 de la H. Corte Suprema de Justicia analizó el tema de las
contribuciones, así:
"Fuera de
esto, las previsiones del Decreto que asignan como fondos de la
Superintendencia Nacional de Salud las contribuciones que deben sugrafar las
entidades sometidas a su control y vigilancia y que permiten al Superintendente
fijar el monto de esas contribuciones, encuentran respaldo en la Constitución,
por cuanto el artículo 338 permite que la Ley faculte a las autoridades para
fijar las tarifas de las tasas y contribuciones que tengan la finalidad de
recuperar los costos del servicio que prestan, y es claro que la alegada
propiedad exclusiva de las entidades territoriales sobre sus bienes y rentas
sólo está garantizada de la misma manera que se tutela la propiedad y rentas de
los particulares, vale decir, que no quedan libradas de las contribuciones
que pueden establecer las autoridades, de acuerdo con la ley, como ocurre en el
presente caso, de igual forma que puede afectarse la propiedad de los
particulares"( P.17 y 18)".
Es decir, las normas
en ese entonces se hallaron constitucionales por el aspecto material en la
medida en que se las interpretó como capaces para facultar a la
Superintendencia para fijar las tarifas de las contribuciones, que hoy por hoy
debe crear el legislador. Así las cosas, no puede quedar en el tintero las
violaciones que los literales acusados suponen.
El principio de la
Legalidad del Tributo exige que al otorgársele facultades extraordinairas al
Gobierno, se hubiera hecho mención de que esas facultades se extendían a la
creación de contribuciones y esa habilitación brilló por su ausencia.
Este principio es
una aplicación especial del principio según el cual la facultad reguladora
pertenece al Congreso que tiene una "Cláusula general de
competencia"; valga un ejemplo: No hay facultad reglamentaria cuando
no hay ley previa que le dé ocasión directa. (Consejo de Estado sentencia de 6
de diciembre de l990).
Se torna más
inconstitucional la cuestión si se mira el carácter pro témpore que tanto ayer
como hoy se le exige a las habilitaciones, pues las normas acusadas dejan en
manos de una Superintendencia y del Superintendente la facultad permanente de
fijar contribuciones. Esto tampoco se hubiera podido aceptar si el ejecutivo
estando habilitado para crear contribuciones hubiera delegado conforme al
artículo 135 de la Constitución de l886.
Ni siquiera aceptando
en gracia de mucha discusión que el Ejecutivo estaba habilitado para crear
contribuciones, era dable aceptar que pudiera hacer una delegación que el
entonces vigente artículo 135 prohibía.
VI. ESCRITO DEL
DOCTOR JESUS VALLEJO MEJIA.
En relación con
demanda de inexequibilidad que afirma haber presentado (no acompañó su copia)
contra las normas del Decreto Ley 1472 de 1990 acusadas, expresa que el fallo
de la H. Corte Suprema de Justicia de 28 de noviembre de 1991 no hizo tránsito
a cosa juzgada porque el mismo no valoró sobre el tema del exceso en el
ejercicio de facultades extraordinarias por parte del literal ll) del artículo
7o. del referido Decreto, luego queda la posibilidad de que esta Corte examine
si hubo o no desbordamiento de las facultades otorgadas por el artículo 51-b
de la Ley 10 de 1990, al disponer el Gobierno que la Superintendencia Nacional
de Salud podía fijar contribuciones a cargo de las entidades sometidas a su
vigilancia. De la simple comparación que al efecto se hace, surge el exceso.
Del mismo modo, de
la lectura de la referida sentencia se puede advertir que no se hizo ninguna
consideración a fondo sobre los poderes de las autoridades administrativas en
materia de fijación de tasas y contribuciones, pues si bien se dijo que el
artículo 338 de la Carta Política otorgó tales facultades a esas autoridades,
también les estableció como límites que el sistema y método para definir los
costos y beneficios justificativos de las contribuciones establecidas por la
administración y la forma de hacer su reparto, se deben fijar de acuerdo con la
ley, las ordenanzas y los acuerdos. Habrá entonces que dilucidar si existe
o no ley que fije tales criterios a la Superintendencia Nacional de Salud.
La Corte Suprema de
Justicia ha dicho que no se puede utilizar el mecanismo de los Decretos
extraordinarios para darse a sí mismo facultades, esto es que no es dable
autootorgamiento de atribuciones por parte de las autoridades administrativas,
en cuyo caso habría desbordamiento del Gobierno en el ejercicio de la misma.
Solicita también que a esta demanda se acumule la suya.
VII. ESCRITO DE
LA SUPERINTENDENCIA NACIONAL DE SALUD.
La Superintendencia
Nacional de Salud presentó escrito extemporáneo de disentimiento de los planteamientos
hechos por el Procurador General de la Nación.
VIII. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE.
a) La
competencia de la Corte.
La Corte
Constitucional es competente para conocer de esta demanda presentada con
posterioridad al 1o. de junio de 1991 e incoada contra algunas normas del
Decreto Ley 1472 de 1990, de conformidad con el artículo 24 transitorio de la
Constitución Nacional, en concordancia con el artículo 241-5 ibidem.
b) Competencia
del Gobierno Nacional para expedir el Decreto Ley 1472 de 1990.
Se suscita la
cuestión de inconstitucionalidad de los artículos 3o. literal p) y 7o. literal
ll) del Decreto Ley 1472 de 1990, el cual fue dictado por el señor Presidente
de la República en ejercicio de las facultades extraordinarias que contemplaba
el artículo 76-12 de la Constitución anterior, por autorización de funciones
otorgadas por la Ley 10 de 1990.
Ha de establecerse
entonces si las normas impugnadas se ajustan o no a la ley de facultades para
declarar su exequibilidad o no.
LAS FACULTADES
EXTRAORDINARIAS Y EL TRANSITO CONSTITUCIONAL. SU USO EN EL TIEMPO Y EL DECRETO
LEY 1472 DE 1990 FRENTE A TALES FACULTADES.
a) En el
proceso No. D-035 se examinaron estos aspectos en relación con este mismo
Decreto Ley 1472 de 1990, que culminó con sentencia de 20 de octubre de 1992,
en la cual se dijo lo siguiente que se prohija como parte motiva de este fallo:
"...1.
Las facultades extraordinarias y el tránsito constitucional.
La norma a la que
se contrae la demanda de constitucionalidad es el Decreto Ley 1472 de l990,
expedido con base en las facultades otorgadas al Ejecutivo Nacional en la Ley
10 de l990. Como se ve, tanto la norma habilitante como el Decreto que la
desarrolla, por conducto de las potestades otorgadas al Presidente de la
República, se expidieron bajo la vigencia de la antigua Constitución.
En virtud de lo
anterior el análisis sobre el cumplimiento de las formalidades se hará con
fundamento en los preceptos que para la fecha tenían vigencia, es decir, habrá
que hacer el estudio referido teniendo en cuenta los ordenamientos consignados
en la Constitución de l886 y sus reformas.
El artículo 76
numeral 12, le daba competencia al Congreso de la República para
"Revestir, pro témpore, al Presidente de la República de precisas
facultades extraordinarias, cuando la necesidad lo exija o la conveniencia
pública lo aconseje," entendido el anterior precepto como que las
facultades están precedidas de dos condiciones, así: que ellas no se conceden
por tiempo ilimitado sino en un lapso concreto y determinado, tiempo que la
norma habilitante debe consagrar y para el caso que se estudia, ese término fué
de seis (6) meses. El otro presupuesto esencial de una ley de facultades,
es el pertinente a la materia que debe ser desarrollada por el ejecutivo,
tema que la ley facultativa debe señalar en forma clara y precisa para que
aquél en cumplimiento de la potestad legal que se le ha encomendado, lleve a
cabo su labor como legislador extraordinario.
Se presenta en
este caso, un tránsito de legislación constitucional que tiene operatividad
entre la expedición de la ley de facultades y el Decreto-Ley que tienen su
nacimiento jurídico bajo la vigencia de la Constitución de l886 y la
impugnación de los artículos del Decreto Ley 1472 de l990, que se hace cuando
ya ha sido sancionado un nuevo orden jurídico constitucional, al haber sido
sancionada y promulgada la Constitución de l991.
Ha sido criterio
de esta Corte Constitucional, que en el período de transición, cuando se
estudia la exequibilidad de las normas en lo referente al procedimiento, la
evaluación correspondiente debe hacerse con fundamento en la Constitución que
tenía vigencia, cuando se le otorgó facultades al ejecutivo nacional, es decir,
que desde este punto de vista, se tendrán en cuenta los proceptos de la
Constitución de l886 que sirvieron de soporte jurídico para entregarle por
tiempo determinado, seis (6) meses en el presente caso y sobre una materia
previamente señalada, la potestad legislativa extraordinaria para actualizar la
organización y reestructuración del Ministerio de Salud y sus entidades
adscritas, de conformidad con las pautas señaladas en la citada ley
facultativa, es decir, la ley 10 de l990.
Estos criterios,
cuando se ha estudiado la constitucionalidad de las normas en el
período de transición, han sido aceptados tanto por la Corte Suprema de
Justicia en sentencias Nos. 85, 87, 116, 139 de l991 y sentencias Nos. 416,
417, 434, 435, 510 y 511 de 1992.
En cambio cuando
se enjuician textos expedidos con anterioridad a la nueva Constitución, por
contrariarla, sí será de rigor examinar la materialidad de ellos a la luz de
tal Carta Magna, que será ordenamiento subordinante de toda la normatividad
precedente y obviamente de la expedida posteriormente.
Bajo las
consideraciones jurídicas precedentes, entrará esta Corte Constitucional a
emitir su fallo sobre esta acción pública de constitucionalidad.
2. Del uso de
las facultades en el tiempo.
Se expresó que
las facultades extraordinarias se le otorgaron al Presidente por el término de
seis meses, contados a partir de la vigencia de la Ley 10 promulgada en el
Diario Oficial No. 39137 el día 10 de enero de l990 y las normas demandadas,
del Decreto Ley 1472 de l990, fueron expedidas el 9 de julio de ese año, es
decir, antes del vencimiento del término señalado por ley de facultades. Luego
el Ejecutivo Nacional hizo uso de las atribuciones que le otorgó el Congreso
dentro del término legal, al haber expedido el Decreto cuestionado en la forma
previstas en la ley habilitante.
3. El Decreto
Ley 1472 de 1990 frente a las facultades extraordinarias concedidas por el
Congreso.
a) Planteamiento
general.
En Colombia se
ha vivido en un período relativamente corto, un fenómeno de
transformación, con fondos de contenido social y económico, al pasar el país
de su tradicional raigambre campesina, a la complejidad de los conglomerados
urbanos. Esta situación en cierta forma perturbadora de la paz y tranquilidad
social, se tomó no sólo a Bogotá, sino que se extendió también a las capitales
de los departamentos y ciudades intermedias y pequeñas de la geografía
nacional.
Sobre ella se
volcó una verdadera avalancha humana, que trajo como principales secuelas los
cinturones de miseria, explosivas situaciones de marginalidad y conflictos, el
crecimiento del desempleo, la mendicidad, la incapacidad del Estado para cubrir
los servicios públicos esenciales y especialmente, el déficit en la atención
del servicio de salud a las personas que no tuvieran los medios económicos para
acceder a ella.
Es cierto que
toda la población se ha visto afectada por las deficiencias en la asistencia
social pero efectivamente los que más han padecido este flagelo, son las
clases desprotegidas que no pueden hacer uso de la alternativa del servicio de
salud que ofrecen las instituciones privadas, si se tiene en cuenta los costos
económicos que llevan implícitos.
En estas
condiciones el Estado enfrentó su responsabilidad social. En primera
instancia ha tratado de organizar todo el sistema nacional de salud, no como un
privilegio o un lucro para una parte de la comunidad, sino que ha buscado a
través de la intervención estatal, se haga realidad , la prestación de este
servicio público a los residentes en Colombia, servicio que se encuentra
establecido como una obligación, dentro de los fines sociales del Estado.
La salud, se
impone como paso previo al desarrollo, porque determina la capacidad y
disponibilidad de las personas para el trabajo y por lo que la prestación de su
servicio, con la característica de ser público, debe garantizarse al
individuo, en su ambiente familiar, en su entorno social y como elemento
esencial del Estado.
Es aquí donde
encuentran fundamento las instituciones para expedir la ley ley 10 de 1990, por
la cual se reorganiza el sistema nacional de salud, se interviene por parte del
Estado a este sector privado, se le dan determinadas facultades al Presidente de
la República para reformar en su estructura administrativa al Ministerio de
Salud y sus entidades adscritas, atribución que le autoriza hasta para elevar
de categoría al Fondo Nacional Hospitalario, todas estas modificaciones
operativas dentro del sector, con el objeto de alcanzar una mejor cobertura de
asistencia social a la comunidad.
La ley 10 de l990
que sirve de soporte jurídico de facultades al Presidente de la República, para
expedir el Decreto Ley 1472 de l990, como se observa, tuvo su fundamento
constitucional en el artículo 76-12 de la Constitución de l886, norma que
señalaba: "Revestir, pro témpore, al Presidente de la República de
precisas facultades extraordinarias, cuando las necesidades lo exijan o las
conveniencias públicas lo aconsejen".
Y el artículo 51
de la ley, dice: Codificación y adecuación institucional. Concédense
facultades extraordinarias al Presidente de la República, por el término de
seis meses, a partir de la vigencia de la presente ley, para:
"a)
Codificar todas las disposiciones relativas a la organización y administración
de la prestación de servicios de salud, incluidas las de la presente Ley;
b) Reformar la
estructura administrativa, naturaleza jurídica y funciones del Ministerio de
Salud y de sus entidades adscritas, para adecuarlas a las normas de esta ley,
pudiendo crear y organizar como Establecimiento Público el Fondo Nacional
Hospitalario;
c) Regular la
nueva vinculación laboral de los empleados y trabajadores, en los casos de los
artículos 16 y 22 de esta ley, sin liquidación de sus prestaciones económicas
causadas, y los términos, condiciones y mecanismos para garantizar la
transferencia de los valores correspondientes a tales prestaciones o sistemas
de concurrencia, en el pago de las mismas".
Conviene precisar
en qué consiste cada una de las atribuciones otorgadas al Ejecutivo Nacional, a
través del citado artículo de la ley de facultades así:
En el literal a)
se le da competencia para codificar las disposiciones relativas a la
organización y administración de la prestación de los servicios de salud.
La codificación
se entiende como la reunión, sistematización, integración y ordenación de las
disposiciones legales vigentes que regulan una misma materia, para el caso la
prestación de los servicios públicos de salud, en un solo texto, el cual sirve
como órgano coherente, ágil y útil que facilita las actuaciones
jurídico-administrativas originadas o relacionadas con su contenido.
Es decir, que el
Presidente debía organizar en una sola norma, en un solo Decreto, las
disposiciones sobre la materia, facultad de la cual no hizo uso ya que no se
expidió ningún código de esta índole, sino que simplemente se recopilaron y
publicaron algunas normas relativas al Sistema Nacional de Salud y a la prestación
de ese servicio.
En relación con
el literal b) del artículo transcrito, que fue el que sirvió de fundamento para
expedir el Decreto Ley 1472 de l990, se tiene que en el se le atribuye la
facultad al Presidente para reformar la estructura administrativa, la
naturaleza jurídica y las funciones del Ministerio de Salud.
El diccionario
jurídico de derecho usual dice de la estructura: "Palabra de uso tan
frecuente como extenso en la actualidad, pues comprende desde la organización y
composición de una colectividad, incluso de la sociedad toda, hasta la
disposición toda de los objetos. La voz proviene de la arquitectura, donde se
aplica a la distribución de edificios. En legislación, división y partes de un
cuerpo legal. En las obras jurídicas, métodos de exposición".
En lenguaje común
se entiende por estructura el soporte o andamiaje, el sostén o la columna sobre
la cual descansa una organización.
Estima la Corte
procedente establecer lo que significa en términos jurídicos la expresión
estructura administrativa. La Corte Suprema de Justicia en Sentencia del 6 de
mayo de l976 con ponencia del Magistrado Dr. Guillermo González Charry dijo:
"...
determinar aquella estructura es no sólo crear los grandes elementos que la
integran, sino, además, determinar su disposición dentro del órgano del que son
parte, regular sus mecanismos de relación para el cumplimiento de su tarea y
señalar de modo general sus funciones. En esta forma el legislador tiene como
atribución crear la parte estática y permanente de la administración y el
ejecutivo la de hacerla dinámica mediante el ejercicio de atribuciones
administrativas.
De modo que,
fijada la estructura, o mejor, señalados los órganos ( Ministerios,
Departamentos Administrativos y Establecimientos Públicos) compete al Gobierno
crear los cargos, distribuir el poder entre las dependencias creadas, asignar
las funciones específicas a los empleos y señalar su dotación y asignaciones,
tal como se vio anteriormente. Se comprende entonces claramente por qué el
ejercicio de las funciones que corresponden al Presidente de la República
conforme al numeral 21 del artículo 120 de la Carta esté condicionado a lo que
sobre el particular dispongan las leyes básicas o cuadros sobre la materia.
Como se ve, el
contenido de este literal b) es amplio en cuanto a la diversidad de
posibilidades administrativas que él encierra respecto de la organización
estructural de las dependencias del Ministerio de Salud en particular, y le da
en este sentido generosa facultad al Ejecutivo Nacional para ordenar y cambiar
las dependencias, variar su denominación, fijar competencias, reasignar
funciones, nivelar el grado jerárquico de las oficinas, fusionar las mismas,
crear otras nuevas o adicionar, modificar o quitar sus funciones, crear o
abolir cargos, en fin reorganizar en toda su extensión los niveles y
dependencias de la administración, expresión tan universal que se equipara a
transformar toda la organización de ese ministerio y sus entidades adscritas,
para que ellas que integran lo que se denomina subsector público del Sistema
Nacional de Salud, puedan cumplir los cometidos y objetivos sociales propuestos
en la ley habilitante, como son la prestación real y eficiente del servicio
público de salud a todos los habitantes del territorio colombiano.
Este acápite del
literal b) fue el que sirvió de fundamento para la expedición del Decreto 1472
de l990 por el cual se reorganizó la Superintendencia Nacional de Salud, en su
calidad de organismo adscrito al Ministerio y que por tanto el Ejecutivo
Nacional, tenía en esa oportunidad legal, la competencia para variar su
estructura administrativa, en la forma amplia y respecto de todos los niveles y
dependencias de la organización, competencia, que le da facultades para variar
no solo la forma sino el fondo, funcionamiento general de la entidad, sus
competencias y la distribución de funciones acorde con los cambios que se han
propiciado para que ese ente gubernamental pueda cumplir su cometido estatal.
El literal
también va referido a la atribución de competencias para cambiar la naturaleza
jurídica de las entidades adscritas al Ministerio, competencia que se utilizó
al expedir el Decreto 1400 de l990 por el cual se dictó el estatuto básico del
Fondo Nacional Hospitalario y se elevó éste a la categoría de Establecimiento
Público del Orden Nacional.
El término
funciones, hace relación a las atribuciones y competencias que deben cumplir
los empleados en el ejercicio de su cargo, para que la organización responda
por los objetivos que se le han propuesto en las leyes que le han dado vida
jurídica.
Por último el
Gobierno Nacional en uso de las facultades expidió el Decreto 1399 de l990 por
el cual se regula la nueva vinculación laboral de los empleados oficiales y
trabajadores del sector salud, en los casos de los artículos 16 y 22 con el
cual el Presidente desarrolló la potestad que le fuera conferida en el literal
c) artículo 51 de la ley 10 de l990".
b) El caso
concreto del exceso invocado.
1. Como cuestión previa ha de
precisarse que la sentencia No. 139 de 28 de noviembre de 1991 de la H. Corte
Suprema de Justicia a que se refiere el Procurador General de la Nación, en
cuanto hace al aspecto de exceso de facultades del Decreto Ley 1472 de 1990 no
contempló los textos de este estatuto que ahora se enjuician por el mismo
motivo, esto es los artículos 3o. literal p) y 7o. literal ll), asi que
conserva esta Corte Constitucional competencia para adelantar su juzgamiento.
2. Las normas
objeto de censura constitucional previenen, el literal p) del artículo 3o. que,
entre sus varias funciones, tiene la Superintendencia Nacional de Salud la de "establecer
y liquidar las contribuciones que corresponde sufragar a las entidades
sometidas a su inspección, vigilancia y control"; y el literal ll) del
artículo 7o., que señala como función del Superintendente Nacional de Salud,
entre otras, "fijar las contribuciones que corresponda sufragar a las
entidades sometidas a inspección, vigilancia y control de la
Superintendencia".
Pues bien, ya se ha
dicho que el Decreto Ley 1472 de 1990 fue dictado con fundamento en el literal
b) de la Ley 10 de 1990, que concede atribuciones al Gobierno para reformar la
estructura administrativa, naturaleza jurídica y funciones del Ministerio de
Salud y de sus organismos adscritos, con el fin de adecuarlos a las previsiones
de dicha ley.
Observa la Sala que
ninguno de los conceptos que conforman las autorizaciones del mencionado
literal b), son fuente de atribuciones para decretar contribuciones a cargo de
las entidades que conforman el Servicio Nacional de Salud. En efecto: como
tales facultades para desarrollar los conceptos en cuestión, habrían de
utilizarse con la finalidad de adecuar el Ministerio de Salud y sus entes
adscritos a las previsiones de la Ley 10 de 1990, ha de decirse que en
materia de las contribuciones en cuestión, si bien la ley se detiene en las
cuestiones fiscales, para nada toca esas contribuciones. En efecto: en
su Capítulo V, y bajo el acápite denominado "aspectos fiscales y
tarifarios",trata en el artículo 32 el tema del valor del situado
fiscal para salud, su destinación a financiar la prestación de servicios de
salud, según un orden de prioridad y la distribución de dicho situado; se
prohibe a toda las entidades públicas y privadas del sector salud asumir las
prestaciones asistenciales y económicas que estén cubiertas por los fondos de
cesantías o las entidades de previsión y seguridad social correspondientes; la
transferencia de los recursos del situado fiscal para la salud y requisitos
para ello; obligaciones especiales de los sujetos pasivos de impuestos con
destinación para servicios de salud y asistencia pública; adición al artículo
463 del estatuto tributario sobre liquidación al impuesto sobre la venta de
licores de producción nacional; se declara como arbitrio rentístico de la
Nación la explotación monopólica, en beneficio del sector salud, de todas las
modalidades de juegos de suerte y azar, diferentes de las loterías y apuestas
permanentes existentes; se autoriza la constitución y organización de una
sociedad de capital público, de la cual serán socios la Nación y las entidades
territoriales o sus entidades descentralizadas, para la explotación y
administración del monopolio rentístico antes mencionado; se modifica el
artículo 152 de dicho Decreto 1222 sobre el impuesto al consumo de cervezas
de producción nacional; se adiciona el artículo 155 del referido Decreto 1222
sobre la forma como deben llevar la contabilidad los responsables del impuesto
antes mencionado; se modifica el artículo 158 del Decreto 1222 en relación con
este mismo impuesto para confiar a la Dirección General de Impuestos Nacionales
la fiscalización, determinación, discusión y cobro administrativo coactivo; se
modifica el artículo 169 del susodicho Decreto 1222 precisando el alcance del
48%, con que se grava el impuesto sobre el consumo de cervezas; la adopción
por el Ministerio de Salud de un reglamento tarifario para la prestación de un
servicio de salud, que deberá comprender: metodología de costos estándares,
criterios para establecer tarifas para los usuarios de tal servicio, y niveles
mínimos y máximos de los valores de las tarifas (artículos 32 a 48).
Entonces sí
efectivamente hubiera querido el Legislador establecer una contribución que
debían atender las entidades vinculadas al sistema nacional de salud como
contraprestación por la actividad de control, inspección y vigilancia sobre
ellas ejercida por la Superintendencia Nacional de Salud, así lo hubiera hecho,
en obedecimiento al principio de la legalidad de los tributos, consagrado tanto
en la Constitución anterior (art. 43) bajo cuya égida se dictó el Decreto Ley
1472 de 1990, cuestionado, como también en la Constitución de 1991 (artículo
338).
Mas si de otro lado
hubiera pensado e ideado servirse del mecanismo de las facultades
extraordinarias para habilitar al Ejecutivo para consagrar tal contribución
-que era permitida en la Constitución anterior, pero que está vedado en la
actual artículo 150-10- también lo hubiera dicho expresamente. Mas, como ha
visto, tales facultades específicas no existen, ni mucho menos pueden
encontrarse en las del literal b) del artículo 51 de la Ley 10 de 1990.
En efecto:
No puede tampoco
concebirse, según la explicación que en extenso se hizo precedentemente, que
bajo ningún respecto quepan dentro de las facultades de reformar la estructura
de la Superintendencia Nacional de Salud del literal b) del artículo 51 de la
Ley 10 de 1990, como organismo adscrito al Ministerio de Salud, porque tal
carga económica en que consiste la contribución parafiscal objeto de litis, es
completamente ajena a como se organicen, crean, muten, modifiquen, fusionen,
nivelen dependencias de la Superintendencia y se reasignen sus funciones y
competencias con el fin de acomodar tal entidad a las exigencias de la Ley 10
de 1990, según la concepción y criterios en ésta establecidos respecto de la
forma de operar el sistema nacional de salud.
Por último y como
cuestión doctrinaria ha de decirse que el artículo 338 de la Carta es claro al
facilitar a las autoridades para fijar las tarifas de las tasas y
contribuciones (fiscales y parafiscales) que estén destinadas a obtener la
recuperación de los costos de los servicios que suministran. Mas ello está
subordinado a que la Ley haya determinado previamente el sistema y el método
de establecer los costos que han de recobrarse. La Administración entonces
ejercerá dicha facultad dentro de las orientaciones que se señalen en tales
sistemas y métodos, es decir, que el ejercicio de tal potestad por los entes
administrativos no es libre sino que está sujeto a los parámetros, principios y
directrices técnico-económico-financieros y otros criterios que previamente le
ha precisado el Legislador.
c) Cuestión
de fondo.
Respecto de ésta, ya
fueron analizados y decididos los preceptos ahora cuestionados frente a la
Constitución de 1991 y en especial a su artículo 338 (art. 29 del Decreto 432
de 1969) en sentencia No. 139 de 28 de noviembre de 1991 de la H. Corte Suprema
de Justicia. Hay entonces a este respecto cosa juzgada que no permite un
reexamen del tema.
Por las razones
expuestas, han de declararse inconstitucionales los textos del Decreto Ley 1472
de 1990, acusados.
IX. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, oido el concepto del señor
Procurador General de la Nación, en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
R E S U E L V E :
Declarar INEXEQUIBLES
los artículos 3o. literal p) y 7o. literal ll) del Decreto Ley 1472 de
1990, por haberse excedido el Gobierno en el uso de las facultades extraordinarias
de la Ley 10 de 1990.
COMUNIQUESE Y CUMPLASE
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
235 | C-561-92
Sentencia No
Sentencia No. C-561/92
CONSEJO SECCIONAL DE LA JUDICATURA/COMPETENCIA
Cuando la norma
atacada indica los tiempos en los cuales entrarán a funcionar los consejos
seccionales, no está sino desarrollando la facultad constitucional de regular
legislativamente las modalidades de ejercicio de una competencia institucional
destinada a procurar el logro de los fines esenciales del Estado. Además se
trata sólo de un fenómeno temporal, destinado a desaparecer cuando en un tiempo
razonable las condiciones lo permitan. Luego el Decreto 2652 sí podía regular
la materia objeto de acusación en esta acción pública de inconstitucionalidad.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO/ADMINISTRACION PUBLICA/PRINCIPIO DE EFICACIA/PRINCIPIO DE MORALIDAD
El Estado social
de derecho debe prestar sus servicios públicos a las personas con el máximo de
eficacia y moralidad. En este sentido, los principios de moralidad y eficacia,
predicados en el artículo 209 de la Constitución para la gestión
administrativa, son por su contenido esencial extensibles a toda la actividad
estatal. Tan altos propósitos, que redundan en la efectividad del principio de
la excelencia en la gestión pública y que, en consecuencia, la habilitan para
prestar mejor los servicios que la dignidad de la persona humana requiere,
deben ser, por definición, objeto de una búsqueda ininterrumpida.
REF: Demanda D-063
Norma Acusada: Decreto Nº 2652 de 1991. Artículos 27 inciso segundo
y 28.
Actora: Patricia Chiviri Pinzón.
Magistrado Sustanciador:
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO.
Santa Fé de Bogotá, D.C., octubre veinte (20) de 1992.
La Corte Constitucional de la República de Colombia,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En la demanda de
acción pública de inconstitucionalidad contra el Decreto 2652 de 1991, radicada
con el número D-063.
I. ANTECEDENTES
1. La Constitución
de julio de 1991 disolvió el Congreso de la República y convocó a nuevas
elecciones de Senadores y Representantes para el día 27 de octubre de 1991. Con
el fin, de un lado, de suplir la carencia temporal de parlamento y, de otro
lado, de asegurar un pronto desarrollo legislativo del nuevo ordenamiento
constitucional, se previó entonces un régimen de transición en los artículos
transitorios 5º, 6º, 10 y 11 de la Constitución.
En el artículo 5º
transitorio, literal c), se faculta Presidente de la República para "tomar
las medidas administrativas necesarias para el funcionamiento... [del] Consejo
Superior de la Judicatura."
Tales medidas, según
el artículo 6º transitorio, debían no ser improbados por la denominada
"Comisión Especial".
2. Fue entonces en
virtud de tales atribuciones de transición que se expidió el Decreto 2652
del 25 de noviembre de 1991.
3. El día 5 de
febrero de 1992 la ciudadana Patricia Chiviri Pinzón formuló demanda contra
dicho Decreto, en ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad que le
confiere el artículo 40.6 de la Carta.
La ciudadana ataca
los dos artículos siguientes, en la parte subrayada:
Artículo 27. "Los procesos y actuaciones que se estén
tramitando en el Tribunal Disciplinario, pasarán en el estado en que se
encuentren a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo, desde la fecha
de su instalación. "Las salas disciplinarias de los Tribunales
Superiores de Distrito Judicial continuarán funcionando hasta la fecha en que sean
instalados los Consejos Seccionales de la Judicatura, de conformidad con lo que
determine el Consejo Superior" (se subraya lo acusado).
Artículo 28. "Los procesos y actuaciones que se adelantan en
las Salas Disciplinarias de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial continuarán
tramitándose sin interrupción alguna por los Magistrados de dichas Salas y
pasarán a conocimiento de las Salas Disciplinarias de los Consejos Seccionales,
una vez entren en funcionamiento" (se subraya lo acusado).
La actora considera
que dichas normas son "violatorias de los artículos 4º, 29, 122, 256 y 5º
transitorio de la Constitución.
En opinión de la
ciudadana Chiviri Pinzón es manifiesta la oposición entre el artículo 256
constitucional y la expresión "continuarán tramitándose sin interrupción
alguna por los Magistrados de dichas Salas...", contenida en el artículo
28 del Decreto 2652, acusado, pues mientras la norma constitucional señala como
atribución propia del Consejo Superior de la Judicatura y de los Consejos Seccionales
de la misma el examinar la conducta y sancionar las faltas de los funcionarios
de la Rama Judicial y de los abogados en el ejercicio profesional, la expresión
censurada del artículo 28 asigna de manera transitoria la misma atribución a
los Tribunales Superiores de Distrito Judicial en Sala Disciplinaria.
Para la actora
resulta también quebrantado el artículo 29 superior, pues la norma acusada
pretende que la conducta de los funcionarios de la Rama Judicial y de los
abogados sea juzgada por Tribunales constitucionalmente incompetentes para ello
como lo son los Superiores de Distrito Judicial en Sala Disciplinaria, a los
cuales el artículo 256 de la Constitución les suprimió la competencia en esa
materia.
4. La Corte
Constitucional avocó el conocimiento del proceso y lo tramitó debidamente hasta
su terminación, de conformidad con la Constitución y con el Decreto 2067 de
1991.
5. Justamente en el
marco del proceso de ordenó y allegó al expediente el concepto del Señor
Procurador General de la Nación.
La Vista Fiscal
solicita a la Corte Constitucional "la declaratoria de exequibilidad"
de las normas atacadas, con base en los siguientes argumentos:
"El Acto
Constituyente promulgado el 7 de julio de 1991, incluyó un conjunto de
disposiciones transitorias con el objetivo de facilitar el tránsito normativo e
inconstitucional que generaba la vigencia de la nueva Constitución, para que se
desarrollaran las medidas necesarias que hicieran posible la operatividad de entes
nuevos como la Corte Constitucional, la Fiscalía General de la Nación y el
Consejo de la Judicatura...
En consecuencia, se
requería la adopción inmediata de las medidas legislativas tendientes a
viabilizar de forma inmediata la observancia de la Constitución en toda su
nueva dimensión y se comenzaran a realizar sus objetivos políticos...
Luego de explicar la
necesidad de contar con un régimen general de transición, la Procuraduría
agrega que para el caso concreto del control disciplinario era igualmente
pertinente establecer un tránsito razonable entre el antiguo y el nuevo
ordenamiento constitucional, así:
"Además, la
Asamblea Constituyente también previo la adopción de disposición transitoria en
relación con las facultades disciplinarias que el ordenamiento
preconstitucional la había asignado al Tribunal Disciplinario, pues era
evidente que la sola tramitación del reglamento del Consejo Superior demandaría
un lapso prudencial, por lo cual aprobó el artículo transitorio 26, mediante el
cual prorroga temporalmente de esa Corporación y hasta el momento en que se
instalare el Consejo Superior, en que los procesos pasarían a su conocimiento.
Aunque expresamente
no se hizo referencia a la competencia de las Salas Disciplinarias de los
Tribunales Superiores de Distrito Judicial que pasará a los Consejos
Seccionales de la Judicatura, inequívocamente se requería de una disposición
legal que prorrogara de manera transitoria dicha competencia disciplinaria a
fin de impedir que mientras se integraran y entraran a operar efectivamente
tales Consejos Seccionales, se paralizará tan importante función de control
sobre los jueces y que por ausencia afectaría la administración de justicia lo
cual generaría un vació en la aplicación de la acción disciplinaria, solo superable
a partir de la funcionalidad de los Consejos precitados".
El Ministerio
Público concluye diciendo que la continuidad en la prestación de un servicio,
el cumplimiento de funciones de control disciplinario, no puede afectarse o
suspenderse por la vigencia de una nueva Constitución, y en particular por los
reajustes institucionales que deben producirse y el montaje y funcionalidad de
las nuevas instituciones.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Es competente la
Corte Constitucional para resolver de manera definitiva sobre la
constitucionalidad del Decreto 2652 de 1991, de conformidad con los artículos
241 y 10 transitorio de la Carta.
2. La nueva
Constitución Política de Colombia es una Carta humanista, que coloca a la
persona por encima de las instituciones. Así, el Estado se encuentra al
servicio de las personas. El hombre se convierte en el sujeto, razón y fin del
aparato estatal. Todo el andamiaje orgánico y funcional de la República está
volcado hacia el hombre, hacia el servicio del hombre, hacia la dignidad del
hombre.
Ello lo establece el
artículo primero, que además define a Colombia como un Estado social de
derecho.
Sin embargo dentro
del espíritu mismo del Estado social de derecho se consagra el reconocimiento
del hombre pero en el marco de la prevalencia del interés general.
Ahora bien, dentro
de los altos fines de la dignidad humana y la prevalencia del interés general
se inscribe una serie de principios materiales que desarrollan y aseguran la
consecución de aquéllos valores. Ello con el propósito explícito de pasar de
una juridicidad formal y retórica a un orden jurídico efectivo y eficaz.
Dentro de tales principios materiales sobresale sin duda el principio del
debido proceso sustancial, según el cual toda persona debe ser juzgada de
conformidad con una serie de garantías preestablecidas por la ley y no con base
en la sola discrecionalidad de los órganos y poderes constituídos.
Una de las notas del
debido proceso, para continuar precisando, es el derecho de toda persona a ser
juzgado conforme a ley previa.
En otras palabras,
en un Estado social de derecho, de un lado, la persona tiene derecho a ser
juzgada y, de otro lado, por la prevalencia del interés general, la sociedad
civil tiene derecho a juzgar a los acusados de presuntos ilícitos. Por doble
vía, pues, el artículo 29 de la Carta encuentra su fundamento en el artículo
primero de la misma.
Y, finalmente, el
debido proceso se articula a su vez con el artículo 229 constitucional, que
establece el derecho de toda persona para acceder a la administración de
justicia.
En efecto, es de la
esencia del Estado social de derecho el permitirle a una persona la posibilidad
de que su litis, cualquiera que fuese, pueda ser llevada ante un juez de la
República y luego fallada de manera definitiva, con valor de cosa juzgada. Esta
certeza judicial es indispensable para la tranquilidad no sólo de la persona
involucrada sino también de la sociedad. Lo contrario, esto es, la
incertidumbre de ver resuelta una situación de orden judicial, conlleva
desasosiego, incertidumbre y confusión para todos. El orden público se vería de
alguna manera alterado, pues la paz que proporciona la certeza se vería menoscabada.
Por otra parte el
derecho a ser juzgado con el respeto de las garantías procesales está también
reconocido por el ordenamiento jurídico internacional de los derechos humanos
reconocido y coercible en Colombia en virtud del artículo 93 de la Constitución.
En este sentido el artículo 8.1. de la Convención Americana dice:
"Toda persona
tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier
acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos
y obligaciones de orden civil, laboral, o de cualquier otro carácter".
3. La Corte
Constitucional observa igualmente que a partir de un análisis razonable del
aspecto orgánico de la Carta se advierte que, de conformidad con los artículos
2° y 113 de la misma, las ramas y órganos del poder público colaboran
armónicamente para la realización de sus fines (113), los cuales están definidos
en la Constitución (2°).
Y entre dichos fines
del Estado sobresalen, para nuestros efectos, la garantía de la efectividad de
los derechos, de un lado -del lado de las personas-, y la misión de las
autoridades de la República, que están instituídas para segurar el cumplimiento
de los deberes sociales del Estado, de otro lado -el lado de la prevalencia
del interés general-.
Es pues a partir de
la razonabilidad en la interpretación del poder que se concluye la estrecha
vinculación existente entre aparatos y fines dentro del Estado social de
derecho.
4. Así mismo observa
la Corte que la Constitución dice en el artículo 116, concordado con el 256,
quiénes administran justicia en Colombia; y en el artículo 228 establece que la
administración de justicia es una función pública permanente.
En cuanto a lo
primero, el artículo 116 constitucional le atribuye al Consejo Superior de la
Judicatura la función de administrar justicia. Y el artículo 256 idem
desarrolla las facultades judiciales atribuídas al "Consejo Superior de la
Judicatura o a los consejos seccionales, según el caso y de acuerdo a la ley".
En este orden de
ideas, los consejos seccionales de la judicatura no sólo cuentan con una base
constitucional para administrar justicia, sino que dicha competencia será
ejercida "de acuerdo con la ley", por disposición de la propia Carta.
Luego cuando la
norma atacada -Decreto con fuerza de ley N° 2652 de 1991, artículos 27 y 28-,
indica los tiempos en los cuales entrarán a funcionar dichos consejos
seccionales, no está sino desarrollando la facultad constitucional de regular
legislativamente las modalidades de ejercicio de una competencia institucional
destinada a procurar el logro de los fines esenciales del Estado.
Además se trata sólo
de un fenómeno temporal, destinado a desaparecer cuando en un tiempo razonable
las condiciones lo permitan.
Luego el Decreto
2652 sí podía regular, como en efecto reguló, la materia objeto de acusación en
esta acción pública de inconstitucionalidad.
Y en cuanto a lo
segundo, el artículo 228 le otorga la calidad de "permanente" al
servicio público de la administración de justicia.
En realidad no puede
ser de otra manera, pues es criterio universal, fruto del aporte francés desde
principios de siglo, que los servicios públicos son justamente tales porque,
entre otras cualidades, no pueden ser interrumpidos.
Esta tesis fue
acogida por el legislador al definir así el servicio público en el artículo 430
del código sustantivo del trabajo:
"Para este
efecto se considera como servicio público, toda actividad organizada que tienda
a satisfacer necesidades de interés general en forma regular y continua..."
(negrillas de la Corte).
Es entonces de la
esencia de lo "público" que un servicio determinado no pueda ser
intermitente o suspendido. De lo contrario no sería tal. Es pues un atributo
ontológico, ya que la no interrupción no es un plus, un cualidad adicional del
ser de las cosas, sino la esencia misma, de suerte que si ella no existe la cosa
de la que se predica tampoco existe.
Esta explicación es
la más razonable y es a la luz de ella que debe ser leída la norma acusada.
En efecto, si, como
pretende la actora, las actuales y temporales salas disciplinarias de los
Tribunales Superiores de Distrito Judicial cesaran inmediatamente en sus
funciones y si, como por ahora ocurre, los consejos seccionales de la
judicatura no se encuentran aún en funcionamiento, un proceso disciplinario
determinado en contra de una persona no podría ser tramitado hasta tanto no
entren en funcionamiento efectivo dichos consejos, quedando la persona objeto
del proceso ante una denegación de justicia, ante un no acceso a la justicia,
ante un servicio público interrumpido, por una parte, y la sociedad por su
parte quedaría en la incertidumbre acerca de la administración de justicia.
Entre la pretendida
inactividad inmediata de las salas disciplinarias regionales y la futura e
incierta entrada en operación de los consejos seccionales podría transcurrir un
período de tiempo en el que, independientemente de su duración -no es cuestión
de tiempo-, las personas y la sociedad civil entera estarían en ausencia de
administración de justicia.
Ello por supuesto es
inconcebible y así lo entiende la Corte Constitucional, razón por la cual no
son de recibo las acusaciones de esta demanda, como quedará explícito en la
parte resolutiva de esta sentencia.
Por otra parte el
artículo 26 transitorio de la Constitución, al regular el régimen de transición
para el Consejo Superior de la Judicatura y al no hacerlo para los consejos
seccionales de la judicatura, no debe ser leído en el sentido de excluír a
éstos de tal régimen transitivo. Ello conduciría a las ya mencionadas
inaceptables conclusiones de la demanda.
El artículo, para
ser razonables, debe ser entendido en el sentido que fue voluntad expresa del
constituyente establecer un esquema que hiciera tránsito entre el antiguo y
nuevo sistema disciplinario, de suerte que, siendo un servicio público, nunca
fuera interrumpido en ningún caso. Es pues a la luz del artículo 228 de la
Carta que debe interpretarse el artículo 26 transitorio de la misma.
5. Por último, y
para mayor abundamiento, el Estado social de derecho debe prestar sus servicios
públicos a las personas con el máximo de eficacia y moralidad.
En este sentido, los
principios de moralidad y eficacia, predicados en el artículo 209 de la
Constitución para la gestión administrativa, son por su contenido esencial
extensibles a toda la actividad estatal, en virtud de los artículos 1° y 2°
superiores.
Dichos principios
entonces serían aplicables a la actividad judicial y de hecho ellos son
recogidos por el artículo 256 numerales 3° para el aspecto moral
-"examinar la conducta y sancionar las faltas..."-, y 4° para lo
atinente a la eficacia -"llevar el control de rendimiento..."-.
Luego tan altos
propósitos, que redundan en la efectividad del principio de la excelencia en la
gestión pública y que, en consecuencia, la habilitan para prestar mejor los
servicios que la dignidad de la persona humana requiere, deben ser, por
definición, objeto de una búsqueda ininterrumpida.
6. Es por todo ello
que esta Corporación se aparta de los argumentos de la actora y comparte el
punto de vista del Procurador General de la Nación.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia,
RESUELVE:
Primero: Declarar EXEQUIBLE el artículo 27 del
Decreto 2652 de 1991, en la parte que dice "las Salas del Distrito
Judicial continuarán funcionando hasta la fecha en que sean instalados los
Consejos Seccionales de la Judicatura, de conformidad con lo que determine el
Consejo Superior", y por las razones expuestas en esta Sentencia.
Segundo: Declarar EXEQUIBLE el artículo 28 del
Decreto 2652 de 1991, en la parte que dice "continuarán tramitándose sin
interrupción alguna por los Magistrados de dichas Salas", por los motivos
señalados en esta Sentencia.
Tercero: Cúmplase, cópiese, publíquese, comuníquese
a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
archívese el expediente.
Dado en Santa Fe de
Bogotá, D. C., a los veinte (20) días del mes de octubre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREFFEINSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
236 | C-562-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-562/92
TRATADO
INTERNACIONAL-Control de
constitucionalidad
Los documentos
enviados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, (dentro de los cuales se
encuentra el mencionado por el Procurador) pese el trámite sui generis y de
carácter excepcional que sufrieron por razón del tránsito constitucional,
constituyen verdaderos tratados en vía de formación pues con respecto a ellos
aún no se ha producido su perfeccionamiento, toda vez que con anterioridad a su
remisión a la Corte el Ejecutivo no había manifestado el consentimiento en
obligarse por ellos en el ámbito internacional. Como tales pues están
sometidos al control de constitucionalidad previsto en el numeral 10 del
artículo 241 de la Carta Política". De acuerdo con lo estipulado en el
artículo 241-10 de la Carta Política cuando la norma alude al término "TRATADOS
PUBLICOS" su significación es la de "proyecto de tratado" es
decir, de "instrumento internacional que está cumpliendo un proceso de
celebración y perfeccionamiento y respecto del cual ya se han realizado las
fases de negociación, adopción, autenticación y confirmación presidencial del
texto celebrado por su plenipotenciario; de sometimiento al Congreso para su
aprobación por éste, pero cuyo perfeccionamiento está pendiente, por no haberse
aún producido el acto ejecutivo que perfecciona en el ámbito internacional la
manifestación de la voluntad del Estado en obligarse por el tratado".
Agregando, que las etapas posteriores a la sanción presidencial de la ley
aprobatoria del tratado internacional, al tenor de la norma, sólo pueden
cumplirse según sean los resultados del control.
TRATADO
INTERNACIONAL-Convalidación/TRANSITO
CONSTITUCIONAL
La intención del
Constituyente fue la de eximir a los tratados o convenios a que alude la norma,
de una parte del trámite constitucional estatuido para su aprobación, como es
su discusión y aprobación en primero y segundo debate en la otra cámara
legislativa y, consecuencialmente, la expedición de una ley de la República que
así lo determinara, en razón de la ausencia de Congreso que pudiere cumplir tal
labor y con el único objetivo de no obstruir el proceso normal de dichos
instrumentos internacionales. Por tanto y al no existir Congreso que profiriese
la ley aprobatoria de estos instrumentos internacionales, considera la Corte
que la Asamblea Nacional Constituyente, al dictar el citado artículo 58
transitorio de la Carta Política, convalidó la actuación faltante a cargo de la
otra cámara legislativa para que pudiesen continuar el trámite respectivo, es
decir, que aprobó tales tratados o convenios y suplió así uno de los requisitos
exigidos por el Derecho local.
CONVENIO DE LA
ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO-Naturaleza Jurídica
Si bien es cierto
que los actos del Convenio de la OIT no reúnen ni por su forma de adopción ni
por su trámite las exigencias establecidas por la Convención de Viena para los
tratados que se celebran entre Estados, sí pueden tenerse como tales a pesar de
sus diferencias pues son instrumentos de carácter internacional que contienen
normas de Derecho, adoptadas por un órgano colectivo (Conferencia Internacional
del Trabajo) en cuyo seno se encuentran representaciones de los Estados
miembros y que solo obligan a quienes los ratifiquen. Y que dadas esas
peculiaridades especiales que los caracterizan y distinguen se rigen por las
propias normas contenidas en la Constitución de la Organización Internacional
del Trabajo y en lo no contemplado en ellas en las normas de Derecho
Internacional relativas a los tratados comunes u ordinarios. Corresponde a los
Estados miembros de la O.I.T. acatar las reglas establecidas en dichas normas
para la aprobación y cumplimiento de los convenios internacionales del trabajo,
pues a ello se comprometieron cuando decidieron formar parte de esta
Organización.
CONVENIO DE LA
ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO-Ratificación
Los convenios de
la O.I.T. no requieren, como exigencia internacional, formalmente de
"ratificación" como lo exige la Convención de Viena -Derecho de los
Tratados-, para los tratados ordinarios entre Estados, es decir, que el
Presidente de la República no tiene que efectuar el canje o depósito de
instrumentos de ratificación o la adhesión del Estado, sino simplemente
comunicar al Director General de la Organización que tal instrumento ha sido
aprobado por el órgano legislativo interno, información que se da también al
Secretario General de la Organización de Naciones Unidas para efectos del
registro y la publicación a que alude el artículo 102 de la Carta de la misma.
Por tanto y para efectos del artículo 58 transitorio de la Constitución
vigente, el término "ratificar" allí contenido, para efectos del
perfeccionamiento de los convenios celebrados con la Organización Internacional
del trabajo tiene la connotación a que antes nos referimos y queda cumplida con
la decisión misma del Constituyente, pero no excusa ni dispensa la aquiescencia
o aprobación del Presidente de la República, cuyo consentimiento es
indispensable para que desde el punto de vista de la Constitución Colombiana se
entienda que el tratado o convenio ha sido celebrado, pues solo a él compete
esta potestad; a él corresponde además, transmitir al Director General de la
O.I.T. la información pertinente. Esta Corte advierte la necesidad de promover
la aplicación efectiva de tales convenios y recomendaciones a nivel nacional
como quiera que ello resulta ser, a la luz de los principios y valores
consagrados en la Constitución vigente un imperativo ineludible. Igualmente
resulta comprometido el principio de la efectividad real de los derechos y
deberes consagrados en la Constitución.
REF.: EXPEDIENTE
No. AC-TI-02
Revisión
constitucional del "TEXTO DEL INSTRUMENTO DE ENMIENDA A LA CONSTITUCION DE
LA ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO".
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobado por acta
No. 82
Santafé de Bogotá,
D.C., veintidos (22) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
El Gobierno Nacional
hizo llegar a esta Corporación fotocopia auténtica del convenio internacional
denominado "TEXTO DEL INSTRUMENTO DE ENMIENDA A LA CONSTITUCION DE LA
ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO", para efectos de su control
constitucional.
Efectuado el reparto
correspondiente, se avocó el conocimiento por auto del 8 de abril de 1992, en
el que se ordenó fijar en lista el negocio y correr traslado al Procurador
General de la Nación, de conformidad con lo prescrito por el Decreto 2067 de
1991.
Cumplidos como están
los trámites constitucionales y legales, procede la Corte Constitucional a
efectuar la revisión del citado convenio internacional.
II. TEXTO DEL
INSTRUMENTO.
El texto del
convenio internacional sujeto al examen de la Corte es el que sigue:
III. EL PARECER
FISCAL.
Por medio de oficio
número 025 del 26 de mayo de 1992, el Procurador General de la Nación emitió la
vista fiscal respectiva en la que después de realizar un completo y juicioso
estudio solicita a la Corte que se declare inhibida para ejercer el control
previo constitucional del Instrumento de Enmienda a la Constitución de la
Organización Internacional del Trabajo, remitida por el Gobierno para su
revisión, por "no reunirse los requisitos exigidos por el numeral 10 del
artículo 241 de la Constitución Política, y por ende, no tener competencia para
proferir la decisión a que hubiere lugar".
Las argumentaciones
en que se fundamenta el jefe del Ministerio Público son éstas:
1. Luego
de hacer una reseña sobre la conformación y estructura de la Organización
Internacional del Trabajo, los actos que profiere y la manera como se adoptan
los convenios internacionales en general y su diferencia con los de la O.I.T.
el Jefe del Ministerio Público se refiere a la Comisión Especial Legislativa
creada por la Asamblea Nacional Constituyente, para analizar cada una de las
funciones que le fueron asignadas y la finalidad para la cual se creó y así
concluye que "ni expresa ni tácitamente, al Presidente de la República se
le otorgaron atribuciones extraordinarias ni constitucionales para expedir
convenios o tratados internacionales, y menos para someter los que se
encontraren en tránsito en las Cámaras Legislativas a debate y aprobación de la
Comisión especial sin desnaturalizar sus específicas funciones no
legislativas".
2. A
continuación agrega que, conforme a lo dispuesto por el artículo 58 transitorio
de la Constitución Nacional, al Gobierno Nacional se le autorizó para ratificar
los tratados que hubiesen sido aprobados al menos por una de las cámaras
legislativas, situación dentro de la cual se encontraba el convenio enviado
para examen a la Corte Constitucional, pues de conformidad con la certificación
que obra en el expediente, éste ya había sido aprobado en primero y segundo
debates, en la Cámara de Representantes en la legislatura de 1990, pero
"inexplicablemente (el Gobierno) lo envió a la Comisión Especial para que
lo debatiera y aprobara", actuación con la cual "se vició la validez
constitucional" del convenio citado por cuanto el gobierno no estaba
facultado para someterlo a debate y aprobación de la Comisión Especial
Legislativa.
3. Igualmente
considera que existe "una inconstitucionalidad por omisión", ya que
el Gobierno Nacional no ejerció la autorización concedida para ratificar el
Convenio denominado Instrumento de Enmienda a la Constitución de la O.I.T., y
por el contrario optó por "remitirlo para control político, sin estar
habilitado para dar este paso". Pero añade que de aceptarse en gracia de
discusión que la Comisión sí podía dar tal aprobación "es evidente que el
Gobierno posterga inconstitucionalmente su ratificación, y como si se tratara
de una ley aprobatoria de un tratado internacional, lo somete a control previo
de constitucionalidad ante la Corte Constitucional, sin que proceda la
activación de este sistema de control de revisión".
4. De
otra parte considera que la Corte es incompetente porque para poder ejercer el
control previo de constitucionalidad se requiere conforme a lo prescrito por el
artículo 241-10 de la Carta Política que se cumplan estos requisitos a saber:
a.- "Que el tratado internacional sea remitido por el Gobierno Nacional
dentro de los seis días siguientes a la sanción de la ley"; b.- "Que
el asunto sometido a conocimiento de la Corte, sea una ley aprobatoria de un
tratado internacional, debidamente sancionada por el Presidente de la
República"; y c.- "Que el tratado internacional no se encuentre
perfeccionado, esto es, que el Estado por intermedio del Gobierno no haya
manifestado su consentimiento de obligarse internacionalmente por el convenio
en cuestión".
Estas
exigencias no se cumplen en el caso sometido a juicio de la Corte ya que
"no existe ley aprobatoria de un tratado internacional, simple y
llanamente se encontraba en tránsito de ser ley de la república un proyecto de
ley aprobatorio que había sido adoptado por la Cámara de Representantes en la
legislatura de 1990 en primero y segundo debate" y, en consecuencia,
"se trataba de un acto que no alcanzó a ser ley, pero por tratarse de la
incorporación válida de un instrumento internacional, y ante la disolución del
Congreso de la República, la Asamblea Nacional Constituyente consideró
necesario otorgarle al Presidente de la República una autorización especial y
sui generis, para ratificar algunos tratados, sin que mediaran las condiciones
de validez en su aprobación, como sucederá con los tratados que se tramiten en
el Congreso de la República".
IV.
INTERVENCION CIUDADANA.
Dentro del término
de fijación en lista no se presentó ningún ciudadano a coadyugar o impugnar la
constitucionalidad del convenio remitido para su control.
V.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Competencia.
Ciertamente el
Procurador General de la Nación no pone en duda la competencia de la Corte
Constitucional para ejercer el control de constitucionalidad sobre los tratados
públicos y sus leyes aprobatorias de conformidad con lo prescrito en el
artículo 241-10 de la Carta Política, sino la carencia de ésta para decidir
concretamente sobre el Convenio Internacional denominado "INSTRUMENTO DE
ENMIENDA A LA CONSTITUCION DE LA ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO",
enviado por el Gobierno Nacional a esta Corporación junto con otros seis, para
su revisión, porque en su criterio el Presidente de la República ha debido dar
cumplimiento al mandato contenido en el artículo 58 transitorio de la Carta
Política, en el que dado el tránsito constitucional se le autorizó expresamente
para ratificar aquellos tratados que hubieren sido aprobados al menos por una
de las cámaras, sin ningún otro condicionamiento.
Este punto ya fue
definido y analizado ampliamente por la Corte Constitucional en el estudio preliminar
realizado por el Doctor CIRO ANGARITA BARON a solicitud de la Sala Plena, el
que fue acogido en su integridad por los restantes miembros de la Corporación y
en el que se concluyó textualmente que "los siete documentos enviados por
el Ministerio de Relaciones Exteriores, (dentro de los cuales se encuentra el
mencionado por el Procurador) pese el trámite sui generis y de carácter
excepcional que sufrieron por razón del tránsito constitucional, constituyen
verdaderos tratados en vía de formación pues con respecto a ellos aún no se ha
producido su perfeccionamiento, toda vez que con anterioridad a su remisión a
la Corte el Ejecutivo no había manifestado el consentimiento en obligarse por
ellos en el ámbito internacional. Como tales pues están sometidos al control
de constitucionalidad previsto en el numeral 10 del artículo 241 de la Carta
Política".
Igualmente quedó
claramente establecido que de acuerdo con lo estipulado en el artículo 241-10
de la Carta Política cuando la norma alude al término "TRATADOS
PUBLICOS" su significación es la de "proyecto de tratado" es
decir, de "instrumento internacional que está cumpliendo un proceso de
celebración y perfeccionamiento y respecto del cual ya se han realizado las
fases de negociación, adopción, autenticación y confirmación presidencial del
texto celebrado por su plenipotenciario; de sometimiento al Congreso para su
aprobación por éste, pero cuyo perfeccionamiento está pendiente, por no haberse
aún producido el acto ejecutivo que perfecciona en el ámbito internacional la
manifestación de la voluntad del Estado en obligarse por el tratado".
Agregando, que las etapas posteriores a la sanción presidencial de la ley
aprobatoria del tratado internacional, al tenor de la norma, sólo pueden cumplirse
según sean los resultados del control.
Finalmente, se
precisó que "dado el efecto general inmediato de la Constitución Política,
el control dicho opera respecto de los Tratados que a partir del 1o. de
diciembre de 1991, fecha de instalación del Congreso elegido el 27 de octubre
pasado, hayan sido aprobados por éste y cuya ley aprobatoria sea sancionada por
el Presidente de la República"; como también "respecto de los
tratados que habiendo sido sometidos por el Gobierno a la consideración de la
Comisión Especial Legislativa, durante el periodo de sus sesiones, no fueron
improbados por ésta en ejercicio de las atribuciones que le fueron conferidas
por el literal a) del artículo transitorio 6o. de la Constitución
Política".
Con fundamento en
estas razones se procedió al reparto y consiguiente trámite de los proyectos de
tratados y convenios citados para efectos de ejercer sobre ellos el control de
constitucionalidad, sin el cual no puede el Presidente de la República efectuar
el mandato contenido en el artículo 58 transitorio de nuestro Estatuto Máximo,
es decir, ratificarlos.
Posteriormente, esta
Corporación tuvo la oportunidad de reiterar tal criterio al proferir la
sentencia número C-477 de agosto 6 de 1992 , en la que revisó uno de los
citados tratados, al expresar:
"Así pues al
interpretar los artículos 241, numeral 10 y transitorio 58 de la Constitución
Política, tanto el criterio sistemático como el literal y el contextual, el
teleológico y el subjetivo inducen a concluir, como lo hace la Corte
Constitucional, que los Tratados o Convenios Internacionales que no alcanzaron
a completar la integridad del trámite en el Congreso, por haber cesado éste en
sus funciones al principiar la vigencia de la Constitución de 1991, fueron
relevados de la culminación de ese trámite, pero no lo fueron del procedimiento
de control de constitucionalidad, a cargo de esta Corporación, sin surtirse el
cual no está permitido al Presidente de la República efectuar el canje de notas
o de ratificaciones".
(M.P. Dr. José
Gregorio Hernández Galindo).
Así las cosas, no
cree la Corte que deba volver sobre el tema de la competencia, pues ya ha
quedado suficientemente definido.
2. El artículo
58 transitorio de la Constitución Nacional.
La Asamblea Nacional
Constituyente al expedir un nuevo ordenamiento constitucional dictó una serie
de disposiciones con el fin de hacer posible el tránsito normativo
correspondiente y fue así como en el artículo 58 transitorio dispuso
textualmente lo siguiente:
"Autorízase al
Gobierno Nacional para ratificar los tratados o convenios celebrados que
hubiesen sido aprobados, al menos, por una de las Cámaras del Congreso de la
República".
Adviértase, en
primer término, que la intención del Constituyente fue la de eximir a los
tratados o convenios a que alude la norma, de una parte del trámite
constitucional estatuido para su aprobación, como es su discusión y aprobación
en primero y segundo debate en la otra cámara legislativa y,
consecuencialmente, la expedición de una ley de la República que así lo determinara,
en razón de la ausencia de Congreso que pudiere cumplir tal labor y con el
único objetivo de no obstruir el proceso normal de dichos instrumentos
internacionales.
Como se recordará,
es requisito indispensable para la validez de un tratado o convenio internacional,
conforme a nuestra legislación interna, su aprobación por parte del Congreso de
la República, órgano que la efectúa por medio de una ley, que es sancionada
por el Presidente de la República; esta ley fue la que el Constituyente
dispensó para los instrumentos que habían sido aprobados por una de las cámaras
legislativas y por consiguiente se encontraban en tránsito de ser aprobados por
la otra.
De otra parte, al
Presidente de la República se le facultó para ejercer ese acto jurídico
internacional mediante el cual el Estado manifiesta su consentimiento de
obligarse respecto a aquellos convenios o tratados internacionales, es decir,
para "ratificarlos", actuación que es posterior a la expedición de la
ley aprobatoria, y sin la cual no entra a regir el tratado.
Por tanto y al no
existir Congreso que profiriese la ley aprobatoria de estos instrumentos
internacionales, considera la Corte que la Asamblea Nacional Constituyente, al
dictar el citado artículo 58 transitorio de la Carta Política, convalidó la
actuación faltante a cargo de la otra cámara legislativa para que pudiesen
continuar el trámite respectivo, es decir, que aprobó tales tratados o
convenios y suplió así uno de los requisitos exigidos por el Derecho local.
3. El Convenio
Internacional de la O.I.T.
Para el examen que
ha de realizar la Corte del Instrumento de Enmienda a la Constitución de la
Organización Internacional del trabajo, enviado por el Gobierno Nacional para
su revisión constitucional, interesa hacer una breve reseña sobre este
organismo internacional, su composición y estructura, sus decisiones,
naturaleza jurídica de los convenios, procedimiento para su adopción, etc.
La Organización
Internacional del Trabajo.
La Organización
Internacional del Trabajo es un organismo especializado de carácter
internacional que nació dentro del marco de la Sociedad de las Naciones con la
suscripción el 28 de junio de 1919 del Tratado de Paz de Versalles, en cuyo
aparte No. XIII se insertó un título que trata sobre la Organización del
Trabajo, artículos 328 a 427.
Con fundamento en
que "la paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia
social" y considerando que "existen condiciones de trabajo que
entrañan tal grado de injusticia, miseria y privaciones para un gran número de
seres humanos; que el descontento causado constituye una amenaza para la paz y
la armonía universales" y considerando "que es urgente mejorar dichas
condiciones", las partes contratantes convinieron en constituir este
Organo Internacional del Trabajo, con los fines y objetivos señalados en el
preámbulo de su Constitución y posteriormente redefinidos y ampliados en la
declaración de Filadelfia, adoptada por la Conferencia el 10 de mayo de 1944, e
incorporada formalmente, dos años después, a la Constitución de la O.I.T.,
reemplazando el artículo 41 (antiguo artículo 427 del tratado de Versalles)
referente a los principios generales de la Organización.
En el año de 1946 se
suscribió un Acuerdo entre las Naciones Unidas y la O.I.T., en el cual las Naciones
Unidas reconocen a la Organización Internacional del Trabajo "como un
organismo especializado competente para emprender la acción que considere
apropiada, de conformidad con su instrumento constitutivo básico, para el
cumplimiento de los propósitos expuestos en él"; este Acuerdo prevé
también la cooperación de las dos organizaciones y muchas otras disposiciones
en relación con las tareas conjuntas que pueden desarrollar.
La casi totalidad de
los Estados del mundo forman hoy día parte de la Organización Internacional del
Trabajo, dentro de los cuales se encuentra Colombia.
Estructura y
Composición de la O.I.T.
Dicha Organización
tiene una característica especial, como es su composición
"tripartita", por cuanto todos sus órganos están integrados por
representantes de los gobiernos, de las organizaciones de empleadores y de las
de los trabajadores, lo que influye en los instrumentos que adopta para lograr
los propósitos encaminados a desempeñarse como coordinadora en el desarrollo de
las políticas necesarias para lograr la paz y la justicia social.
En cuanto a su
estructura interna, la Organización Internacional del Trabajo, está integrada
por tres órganos principales que son:
- LA
CONFERENCIA INTERNACIONAL DEL TRABAJO, que conforman todos los Estados
miembros, se reúne generalmente una vez al año y toma decisiones que se
denominan convenios y recomendaciones, las que se someten a consideración de
los gobiernos de los Estados miembros.
- EL
CONSEJO DE ADMINISTRACION, el cual posee facultades de dirección y ejecución de
los programas de trabajo de la Organización, supervigila las actividades
realizadas por la Oficina Internacional del Trabajo, se reúne varias veces al
año y entre sus principales tareas se encuentra la de fomentar la celebración
de las conferencias regionales.
-
LA OFICINA INTERNACIONAL DEL TRABAJO, cuya sede está en Ginebra (Suiza), es el
órgano permanente de administración y consulta, que funciona bajo el mando de
un Director General quien depende del Consejo de Administración y obra de
acuerdo con sus políticas; igualmente ejerce las labores de secretariado
técnico de la Organización.
Actos de la
Organización Internacional del Trabajo.
Los actos mediante
los cuales se manifiesta la Organización Internacional del Trabajo se denominan
convenios y recomendaciones, denominación que depende de la Conferencia
Internacional del Trabajo a quien corresponde decidir si un texto ha de
revestir tal o cual forma.
Los convenios
internacionales del trabajo se han definido como instrumentos destinados a
crear obligaciones internacionales para los Estados que los ratifican, al paso
que las recomendaciones no crean tales obligaciones, sino que se dirigen a
definir guias que orienten la acción de los gobiernos respecto a sus relaciones
laborales.
Naturaleza
jurídica de los Convenios de la O.I.T.
Este punto fue
objeto de muchas discusiones durante los primeros años de existencia de la
Organización y fue así como de allí surgieron opiniones de diversa índole.
Algunos sostenían que tales convenios constituían "superleyes", cuyo
valor era superior a toda norma dictada por las naciones sobre la materia y que
por tanto sus preceptos se imponían a la legislación interna de los países que
los ratifican, por el simple hecho de su ratificación. Otros, en el otro
extremo, consideraron que se trataba de proyectos o propósitos que no
obligaban, si no eran puestos en práctica por los gobiernos correspondientes,
mediante la adopción de leyes. Para otros, constituyen una verdadera
legislación común para los Estados que son parte de la Organización
Internacional del Trabajo.
Posteriormente se
dijo que estos instrumentos eran tratados colectivos que poseen reglas de
Derecho para cuya entrada en vigor se exige por parte de cada Estado una
adhesión en forma ulterior. Sin embargo, hay quienes estiman que los convenios
de la O.I.T. son contratos internacionales ordinarios, es decir,
tratados-contratos que ligan a las partes; igualmente surgió la tesis de que
son leyes internacionales o actos internacionales sui generis que comprenden
elementos contractuales y elementos legislativos. Otros parten del hecho de la
ratificación y afirman que, una vez ratificado el convenio, se transforma en un
tratado que obliga al Estado que lo ratificó, frente a los demás y frente a la
propia Organización Internacional del Trabajo.
Georges Scelle
afirma que los convenios de la O.I.T. no tienen en absoluto naturaleza
contractual, sino que constituyen "leyes internacionales" adoptadas
por un "órgano legislativo internacional", la Conferencia
Internacional del Trabajo, y que para adquirir fuerza legislativa interna solo
requieren de un acto condición, como es la ratificación, y que sería en
realidad una adhesión a un acto preexistente.
Para la Corte
Constitucional, si bien es cierto que tales actos no reúnen ni por su forma de
adopción ni por su trámite las exigencias establecidas por la Convención de
Viena para los tratados que se celebran entre Estados, sí pueden tenerse como
tales a pesar de sus diferencias pues son instrumentos de carácter
internacional que contienen normas de Derecho, adoptadas por un órgano
colectivo (Conferencia Internacional del Trabajo) en cuyo seno se encuentran
representaciones de los Estados miembros y que solo obligan a quienes los
ratifiquen, acto que también tiene características distintas, como se verá. Y
que dadas esas peculiaridades especiales que los caracterizan y distinguen se
rigen por las propias normas contenidas en la Constitución de la Organización
Internacional del Trabajo y en lo no contemplado en ellas en las normas de
Derecho Internacional relativas a los tratados comunes u ordinarios.
En consecuencia,
corresponde a los Estados miembros de la O.I.T. acatar las reglas establecidas
en dichas normas para la aprobación y cumplimiento de los convenios
internacionales del trabajo, pues a ello se comprometieron cuando decidieron
formar parte de esta Organización.
Características
de los Convenios Internacionales del Trabajo.
Como se ha
expresado, los convenios internacionales del trabajo presentan una serie de
particularidades que los caracterizan y distinguen de los tratados
internacionales comunes u ordinarios.
Estas son:
-
Tienen carácter institucional por ser adoptados en el marco de una
organización internacional; esta adopción no se ha visto precedida de
negociaciones diplomáticas entre los Estados sino de una discusión en el seno
de una asamblea.
- La
adopción de los convenios se lleva a cabo por la Conferencia Internacional del
Trabajo, la que, como se anotó, está conformada por representantes de los
Gobiernos, de las organizaciones de empleadores y de las de trabajadores,
teniendo cada delegado un voto.
- No
se requiere de unanimidad para adoptar un convenio, sino solamente de una
mayoría de los dos tercios de los delegados en la Conferencia, y el voto
afirmativo de los representantes de un gobierno no vincula al Estado
correspondiente a contraer compromisos internacionales derivados del mismo, así
como el voto negativo no lo libera de la obligación de darle el trámite debido.
- Adoptado
el convenio por la Organización Internacional del Trabajo, los Estados miembros
están obligados a someterlo, en un plazo de un (l) año y no mayor de dieciocho
(18) meses, a las autoridades nacionales competentes a quienes competa el
asunto, para que le den forma de ley o adopten otras medidas, según
corresponda.
- Un
convenio internacional del trabajo no vincula a un Estado sino hasta cuando
éste lo ratifica. Ratificación que no tiene el significado y alcance que se ha
dado a esta figura jurídica en el Derecho Internacional, como se verá.
La
Ratificación de Convenios Internacionales del Trabajo.
La ratificación
conforme al Derecho Internacional es el acto jurídico internacional mediante el
cual un Estado manifiesta su consentimiento en obligarse por un tratado o
convenio internacional, acto que se cumple mediante el canje o depósito de
ratificaciones, o a través de intercambios del instrumento y, a veces, por
adhesión o aprobación. Sin embargo para efectos de los convenios internacionales
del trabajo, ésta adquiere un significado diferente.
En efecto, los
convenios de la O.I.T., desde el punto de vista internacional, carecen
formalmente de "ratificación", pues solamente se requiere de la
información a su Director General sobre la aprobación del mismo por parte de
la autoridad legislativa interna, en nuestro caso del Congreso de la República.
El carácter
específico de la ratificación de estos convenios, contrariamente a la práctica
seguida en los tratados diplomáticos tradicionales, no implica firmas previas
por parte de los representantes de los Estados, ni intercambio de documentos de
ratificación, sino que tiene más bien carácter informativo.
Efectuada tal
"ratificación" se produce la obligación para el Estado que la efectúa
de tomar las medidas necesarias para hacer efectivas las disposiciones del
mismo.
Desde el punto de
vista constitucional es indispensable, sin embargo, que el Presidente de la
República apruebe el convenio, pues ni siquiera estos tratados sui generis
escapan a la regla nunca exceptuada por la Carta de que ellos deben ser
celebrados por este funcionario.
Conforme a nuestra
Carta Política los convenios internacionales del trabajo se entienden
incorporados automáticamente a la legislación interna una vez hayan sido ratificados,
al establecer en el artículo 53 inciso cuarto, lo siguiente:
"Los convenios
internacionales del trabajo debidamente ratificados, hacen parte de la
legislación interna".
Hoy, con esta
disposición, se puso fin a una prolongada discusión sobre los efectos y la
obligatoriedad internos de estos convenios en el sentido de su aplicabilidad
inmediata una vez ratificado sin necesidad de medidas complementarias.
Concluyendo se tiene
que los convenios de la O.I.T. no requieren, como exigencia internacional,
formalmente de "ratificación"como lo exige la Convención de Viena
-Derecho de los Tratados-, para los tratados ordinarios entre Estados, es
decir, que el Presidente de la República no tiene que efectuar el canje o
depósito de instrumentos de ratificación o la adhesión del Estado, sino
simplemente comunicar al Director General de la Organización que tal
instrumento ha sido aprobado por el órgano legislativo interno, información que
se da también al Secretario General de la Organización de Naciones Unidas para
efectos del registro y la publicación a que alude el artículo 102 de la Carta
de la misma.
Por tanto y para
efectos del artículo 58 transitorio de la Constitución vigente, el término
"ratificar" allí contenido, para efectos del perfeccionamiento de los
convenios celebrados con la Organización Internacional del trabajo tiene la
connotación a que antes nos referimos y queda cumplida con la decisión misma
del Constituyente, pero no excusa ni dispensa la aquiescencia o aprobación del
Presidente de la República, cuyo consentimiento es indispensable para que desde
el punto de vista de la Constitución Colombiana se entienda que el tratado o
convenio ha sido celebrado, pues solo a él compete esta potestad; a él
corresponde además, transmitir al Director General de la O.I.T. la información
pertinente.
Aplicación en
Colombia de los convenios y recomendaciones de la O.I.T.
En vista de que en
diversos informes de Magistrados de la Sala de Casación Laboral de la Corte
Suprema de Justicia se ha puesto de presente la queja por algunos organismos
especializados de la O.I.T. sobre numerosos y reiterados incumplimientos de
convenios y recomendaciones de la O.I.T. y que aparentemente las autoridades
competentes no han tomado las medidas apropiadas para enmendar su omisión o
aminorar sus efectos, esta Corte advierte la necesidad de promover la
aplicación efectiva de tales convenios y recomendaciones a nivel nacional como
quiera que ello resulta ser, a la luz de los principios y valores consagrados
en la Constitución vigente un imperativo ineludible tal como se desprende del
texto de los artículos 1, 7, 13, 25, 38, 39, 48, 53, 54, 55, 56 y 93, entre
otros.
Igualmente resulta
comprometido el principio de la efectividad real de los derechos y deberes
consagrados en la Constitución (art. 2o.).
Lo anterior debe
responder también a un serio propósito de observar estrictamente los
compromisos adquiridos por el país con la comunidad internacional, praxis
fundamental de las relaciones entre entes soberanos ceñida a los dictados tanto
de la buena fe como del derecho internacional.
4. El
Instrumento de Enmienda a la Constitución de la O.I.T., 1986.
El convenio
denominado "Instrumento de Enmienda de la Constitución de la Organización
Internacional del Trabajo, 1986" remitido por el Gobierno para su revisión
constitucional, conforme aparece a folio 9 del expediente, había sido aprobado
por la Cámara de Representantes en primero y segundo debates y se encontraba en
tránsito de trámite y aprobación en el Senado de la República, de acuerdo a la
certificación expedida por el Secretario General de la Comisión Segunda del
Senado, cuando entró a regir la nueva Carta Política, motivo por el cual encaja
dentro de los citados por el artículo 58 transitorio de la Constitución Nacional
y, en consecuencia, procede la Corte a su control.
Las disposiciones de
la Constitución de la O.I.T., consagradas en el tratado de Versalles, han
demostrado a través de su existencia que tienen una gran solidez, pues a pesar
de haber sufrido algunas reformas, dentro de las cuales se pueden citar, a
manera de ejemplo, las efectuadas en 1922, 1946, 1953, 1964 y 1972, no se ha
modificado sustancialmente su estructura, fines y objetivos.
Igual situación
ocurre en el presente caso con la Enmienda de 1986, materia de examen, ya que
en los tres primeros artículos se contemplan aspectos puramente procedimentales
en relación con la reforma que se adopta, pues en el artículo 1o. se estatuye
que las modificaciones allí contenidas surten efectos, una vez entre en vigor
el Convenio, en la forma como aparecen en la segunda columna del documento
anexo al mismo; el artículo 2o. ordena al Presidente de la Conferencia y al
Director General de la Oficina Internacional del Trabajo autenticar con su
firma dos ejemplares de la Enmienda, uno de los cuales se depositará en los
archivos de tal oficina y el otro se debe enviar al Secretario General de las
Naciones Unidas para su registro conforme a lo estatuye el artículo 102 de la
Carta de tal Organización. Igualmente dispone que el Director General debe
remitir una copia certificada a todos los miembros de la O.I.T. y en el
artículo 3o. consagra que las ratificaciones o aceptaciones del instrumento se
deben comunicar al Director General de la Oficina Internacional del Trabajo, quien
ha de informar sobre tal hecho a los miembros de la Organización.
De otra parte,
reitera lo dispuesto en el artículo 36 de la Constitución de la O.I.T. en
relación con la entrada en vigor del Convenio y finalmente establece que cuando
esta se produzca, el Director General debe comunicarlo a los miembros de la
O.I.T. , y al Secretario General de las Naciones Unidas, disposiciones que no
violan ningún mandato de la Carta Política de nuestro país y que por el
contrario hacen viable la adopción y aplicación de la Enmienda que se efectúa.
En cuanto atañe a
las reformas introducidas a los preceptos de la Constitución de la
Organización, advierte la Corte que éstas tampoco vulneran precepto alguno de
nuestro Estatuto Máximo, pues en su mayoría se encaminan a variar puntos que
tocan con la votación para efectos de adoptar ciertas determinaciones, cambio
en el número de delegados que conforman el Consejo de Administración,
adecuación del número con que se identifican algunos artículos y literales los
que sufrieron variación en razón de los ajustes en las normas, cambios en la
redacción de varias disposiciones y el señalamiento del trámite que debe
observar la Organización para efectos de aprobación de Enmiendas a su
Constitución.
Véase así:
- El
artículo 1, numeral 4o., que consagra la votación requerida para admitir a un
Estado en calidad de miembro de la Organización, incluía dos tercios de los
Delegados Gubernamentales "presentes y votantes", expresiones que se
modifican por la de los Delegados Gubernamentales "que hayan tomado parte
en la votación".
- El
artículo 3, numeral 9o., que establece la mayoría exigida para rechazar la
admisión de cualquier Delegado o Consejero Técnico, fijaba dos tercios de los
votos "de los Delegados presentes", lo que se modifica por los dos
tercios de los votos "emitidos".
- El
artículo 6o. simplemente efectúa un arreglo puramente gramatical, pues el
término que aparece entre comillas y que dice cambio "en" la sede de
la oficina, se reforma por el de cambio "de" sede de la oficina y se
suprime la parte final de la norma que hacía referencia a dos tercios de los
votos emitidos "por los delegados presentes".
- En
el artículo 7o. se aumenta el número de personas que conforman el Consejo de
Administración fijándolo en 112 puestos que se distribuyen así: 56 reservados a
las personas que representan a los gobiernos; 28 a los que representan a los
empleadores y 28 para los que representan a los trabajadores. Obsérvese que la
proporción en la representación es igual a la que antes existía. Igualmente se
suprimen los numerales 2 y 3 antiguos y se introducen 4, lo que hace que se
varíe la numeración de los numerales que siguen. Dichos numerales se refieren
a la representación de intereses geográficos, económicos y sociales en los tres
grupos de delegados y se toman medidas para garantizar tal participación y
asegurar la continuidad de los trabajos señalándose la forma en que se
asignarán los cupos o se hará la distribución de delegados.
- El
antiguo artículo 8 varía al ordenarse que el nombramiento de Director General
de la Oficina Internacional del Trabajo que realiza el Consejo de
Administración sea sometido a la aprobación de la Conferencia Internacional del
Trabajo; en lo demás continúa vigente lo antes existente.
- En
el literal c) del numeral 2 y en el numeral 4 del artículo 13 que señalan el
quorum requerido para la aprobación del presupuesto y recaudo de las
contribuciones de la O.I.T. que era de dos tercios de los votos emitidos
"por los delegados presentes" se reforma en el sentido de suprimir
las expresiones "por los delegados presentes".
- En
el artículo 16 se suprime igualmente tal expresión "por los delegados
presentes" que aparecía en el numeral 2 quedando entonces la mayoría allí
contenida en dos tercios de los votos emitidos. Y en el numeral 3 que
consagraba una mayoría de dos tercios se adicionó en el sentido de que esos dos
tercios son "de los votos emitidos".
- En
el artículo 17 se consagraba una mayoría simple de los votos emitidos "por
los Delegados presentes"se suprime, por la de los votos emitidos "a
favor y en contra" y se introduce un nuevo numeral que trata sobre la
mayoría simple para efectos de decisiones.
- En
el artículo 19 numeral 2 que estatuía la mayoría de dos tercios de los votos emitidos
"por los Delegados presentes", se suprime lo escrito entre comillas.
- El
numeral 1 del artículo 21 que consagraba una mayoría de dos tercios de los
votos emitidos "por los miembros presentes" se modifica en el sentido
de suprimir dichas expresiones resaltadas.
- Y
en el artículo 36 se introducen dos numerales que tocan con la entrada en
vigencia de las Enmiendas a la Constitución de la Organización y se suprime la
expresión "por los delegados presentes" en la mayoría allí fijada
para efectos de su adopción.
No encuentra la
Corte que estas disposiciones violen en ninguna forma la Carta Política.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, actuando en nombre del pueblo y por mandato
de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.- Declarar EXEQUIBLE el convenio
internacional denominado "INSTRUMENTO DE ENMIENDA A LA CONSTITUCION DE LA
ORGANIZACION INTERNACIONAL DEL TRABAJO, 1986".
SEGUNDO.- Comuníquese al Gobierno Nacional la
presente decisión para los efectos a que haya lugar.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
237 | C-563-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-563/92
TRATADO
INTERNACIONAL-Control de
constitucionalidad
Los documentos
enviados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, pese al trámite sui
generis y de carácter excepcional que sufrieron por razón del trámite
constitucional, constituyen verdaderos tratados en vía de formación. Como
tales están sometidos al control de constitucionalidad previsto en el numeral
10 del artículo 241 de la Carta."
TRATADO
INTERNACIONAL-Celebración
Se colige el uso
muy amplio que hace el numeral 2o. del artículo 189 de la Constitución
Política de la expresión "celebrar" para referirse a las competencias
que tiene el Presidente de la República en su calidad de director de las
relaciones internacionales, por cuanto, en relación con la conclusión de
tratados internacionales, las dichas competencias se refieren a la iniciativa
en materia de tratados, a la negociación y a la firma de los mismos, todo ello
ad referendum de "la aprobación del Congreso", que dispone el mismo
texto; dirección de las relaciones internacionales que, como se expondrá más
adelante retomará el Jefe del Estado, si se ha producido la condición necesaria
de la aprobación indicada, para efectos de la ratificación, canje de notas o
adhesión del respectivo convenio. De suerte que si bien los actos a cargo del
Presidente de la República en el trámite del perfeccionamiento de los tratados,
son "relativos" a su celebración, no le confieren a éste la facultad
de celebrarlos autónomamente. La Constitución Política de 1991, fijó el trámite
para la celebración o perfeccionamiento definitivo de los tratados
internacionales a fin de que puedan tener vigencia obligante para el Estado y
la sociedad colombianos, modificando la oportunidad del cumplimiento de las
etapas de su perfeccionamiento para cierto tipo de convenios.
TRATADO
INTERNACIONAL-Trámite
excepcional/TRANSITO CONSTITUCIONAL
De otra parte, el
Constituyente de 1991, con la idea de facilitar el cambio constitucional,
consideró oportuno disponer un trámite excepcional para la celebración de
tratados en el artículo 58 transitorio de la Carta. Este precepto autoriza al
"Gobierno Nacional" para ratificar los proyectos de tratados que con
anterioridad a la vigencia de la Constitución política, hubiesen sido
aprobados por una de las Cámaras del Congreso de la República. Dentro de estos
tratados, se encuentran el "Convenio que crea el Consejo de Cooperación
Aduanera", enviado a la Corporación por la señora Ministra de Relaciones
Exteriores para su control de constitucionalidad. Exonera el artículo
transitorio la intervención del poder legislativo en la celebración de esos
tratados, parcialmente, al permitir, de manera expresa, que estos sean ratificados
cuando hubiesen sido aprobados al menos por una de las dos Cámaras del
Congreso.
Ref.Expediente
No. AC-TI-04
Revisión
Constitucional del "Convenio que crea el Consejo de Cooperación
Aduanera".
Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ
Santafé de Bogotá,
D.C., octubre veintidos (22) de mil novecientos noventa y dos (1992)
ANTECEDENTES
La Doctora NOEMI
SANIN DE RUBIO, en su calidad de Ministra de Relaciones Exteriores, remitió a
la Corte Constitucional el "Convenio que crea el Consejo de Cooperación
Aduanera", firmado en Bruselas el 15 de diciembre de 1950, con el fin de
dar cumplimiento al trámite de control de constitucionalidad previsto en el
numeral 10 del artículo 241 de la Constitución Política, luego de que dicho
convenio fuera sometido a consideración de la Comisión Especial, en virtud de
la interpretación que esa Corporación le dió al literal a) del artículo 6o.
transitorio de la Carta Fundamental.
El Presidente de la
República en fecha 22 de Agosto de 1990 confirmó el Convenio y sometió a la
consideración del Honorable Congreso Nacional para los efectos
Constitucionales, el citado documento, con lo cual en su calidad de Director de
las Relaciones Internacionales, ejecutó las acciones tendientes, según el orden
constitucional anterior, que en el punto coincide con el actual, para
perfeccionar la celebración del mismo.
II. EL TEXTO
QUE SE REVISA
Según constancia de
la doctora CLARA INES VARGAS DE LOSADA, de la Subsecretaría Jurídica del
Ministerio de Relaciones Exteriores, de fecha veintisiete (27) de noviembre de
mil novecientos noventa y uno (1991), el texto que sigue es reproducción fiel e
íntegra de la traducción oficial No. 376-J de fecha 11 de diciembre de 1989 del
certificado en francés del "CONVENIO QUE CREA EL CONSEJO DE COOPERACION
ADUANERA", que reposa en los archivos de esa Subsecretaría (folio 31).
*FAVOR COPIAR
TEXTO EN COLUMNAS, DE ACUERDO CON EL ORIGINAL*
III.
INTERVENCION DE AUTORIDADES PUBLICAS
En cumplimiento de
lo ordenado en el artículo 244 de la Constitución Nacional, desarrollado en el
artículo 11 del Decreto 2067 de 1991, se dispuso por el Magistrado Sustanciador
comunicar el inicio del presente proceso al señor Presidente de la República,
al Presidente del Congreso y al señor Ministro de Relaciones Exteriores, para
que si lo estimaren oportuno, presentaren por escrito, las razones que a su
juicio, justifican la constitucionalidad de las normas revisadas. Dentro de
ese término legal, intervino el Ministerio de Relaciones Exteriores y por fuera
del mismo se anexó al expediente la intervención del Presidente del Congreso de
la República, intervenciones que se relatan a continuación:
CONVENIO QUE CREA EL CONSEJO DE COOPERACION ADUANERA
Firmado en Bruselas el 15 de Diciembre de 1950
Los Gobiernos signatarios del presente
Convenio, considerando que es aconsejable asegurar el más alto grado de armonía
y uniformidad en sus sistemas aduaneros y en especial el estudio de problemas
inherentes al desarrollo y al progreso de la técnica aduanera y a la
legislación aduanera relacionada con la misma, convencidos de que será en
beneficio del comercio internacional promover la cooperación entre los
Gobiernos en estos asuntos, teniendo en cuenta los factores técnicos y
económicos involucrados en los mismos; han convenido en lo siguiente:
ARTICULO I
Se crea un Consejo de Cooperación Aduanera
en adelante llamado "el Consejo".
ARTICULO II
a) Son miembros del Consejo:
i) Las Partes Contratantes en la presente
Convención (o convenio);
ii) El Gobierno de cualquier territorio
aduanero autónomo en lo que concierne a sus relaciones comerciales Exteriores
el cual ha sido encargado por la Parte Contratante de la responsabilidad
oficial de las relaciones diplomáticas de dicho territorio y cuya admisión como
Miembro por aparte es aprobado por el Consejo.
b). Cualquier Gobierno de un territorio
aduanero separado, Miembro del Consejo en virtud del parágrafo (a) (ii)
anterior, dejará de ser Miembro del Consejo mediante notificación hecha al
Consejo de su retiro por la Parte Contratante que se encargue de la
responsabilidad oficial de sus relaciones diplomáticas.
c). Cada Miembro del Consejo nombrará un
delegado y a un o varios delegados suplentes para que lo representen en el
Consejo. Estos delegados podrán ser asistidos por consejeros (o asesores).
d). El Consejo puede admitir en su seno, en
calidad de observadores a los representantes de países o miembros de organismos
Internacionales.
ARTICULO III
El Consejo estará encargado de:
(a) Estudiar todos los asuntos relativos a
la Cooperación aduanera que las Partes Contratantes hayan acordado promover de
conformidad con los objetivos generales del presente convenio;
(b) Examinar los aspectos técnicos de los
sistemas aduaneros lo mismo que los factores económicos relativos a los mismos
con miras a proponer a sus Miembros medios prácticos para alcanzar el mayo
grado de armonía y uniformidad;
(c) Elaborar proyectos de Convenios y
modificaciones a los Convenios y recomendar la adopción de los Gobiernos
interesados;
(d) Formular recomendaciones para asegurar
la interpretación y aplicación uniformes de los convenios celebrados como
resultado de sus trabajos lo mismo que los Convenios relacionados con la
Nomenclatura para la Clasificación de mercancías en las tarifas aduaneras y del
Convenio acerca del valor aduanero de las mercancías elaborado por el Grupo de
Estudios de la Unión Aduanera Europea, y para tal fin cumplir las funciones
asignadas de manera expresa por las disposiciones de dicho convenios;
e) Formular recomendaciones en calidad de
organismos conciliatorios para el ajuste o arreglo de disputas surgidas en
relación con la interpretación o la aplicación de los Convenios indicadas en el
parágrafo (d)Anterior, de conformidad con las disposiciones de dichos
Convenios; las partes interesadas pueden de común acuerdo, comprometerse con
anticipación a aceptar las recomendaciones del Consejo;
(f). Asegurar la difusión de información
relacionada con las regulaciones y la técnica aduaneras;
(g) Por su propia iniciativa o a petición
suministrar a los Gobiernos interesados, la información o asesoría sobre
asuntos aduaneros dentro de los objetivos generales del presente Convenio y
hacer recomendaciones sobre los mismos.
(h). Cooperar con las demás organizaciones
intergubernamentales en lo relacionado con los asuntos que son de su
competencia.
ARTICULO IV
Los Miembros del Consejo suministrarán a
solicitud de éste, información y documentación necesarias para el cumplimiento
de sus funciones estipulando sin embargo, que ningún Miembro del Consejo podrá
ser obligado a revelar la información de carácter confidencial, la divulgación
de la cual impediría la aplicación de su legislación o la cual de otra manera
fuere contraria al interés público o perjudicare los intereses comerciales
legítimos de cualquier empresa pública o privada.
ARTICULO V
El Consejo será asistido por un Comité
Técnico Permanente y por un Secretario General.
ARTICULO VI
(a). El Consejo elegirá cada año entre los
delegados a su Presidente y por lo menos dos vicepresidentes.
(b). Se establecerá su reglamento interno
por mayoría de dos tercios de sus Miembros.
(c). Se establecerá un comité de
Nomenclatura de conformidad con las disposiciones del Convenio sobre
Nomenclatura para la clasificación de las mercancías en las Tarifas de
Aduanas, lo mismo que un Comité de Valuación (o valoración) tal como lo
estipulan las disposiciones del Convenio sobre el Valor (o la valoración) de
las Mercancías en Aduana. También podrá crear los demás comités que juzgue
necesarios para la aplicación de los Convenios previstos en el artículo III
(d), o para cualquiera otro propósito que esté dentro de su competencia.
(d). Fijará las tareas que serán asignadas
al Comité Técnico Permanente y los poderes (o atribuciones ) delegados a éste.
(e). Aprobará el presupuesto anual,
controlará los gastos y entregará al Secretario General las indicaciones
necesarias en lo que respecta a sus finanzas.
ARTICULO VII
(a). La sede del Consejo será establecida
en Bruselas.
(b). El Consejo, el Comité Técnico
Permanente y cualquiera de los Comités creados por el Consejo podrán reunirse
en un lugar distinto a la Sede del Consejo, si éste así lo decide.
c) El Consejo se reunirá por lo menos dos
veces en el año; la primera reunión tendrá lugar a más tardar a los tres meses
de la entrada en vigor del presente Convenio.
ARTICULO VIII.
(a). Cada Miembro del Consejo dispondrá de un
voto; sin embargo ningún Miembro podrá participar o votar sobre las cuestiones
relativas a la interpretación y a la aplicación de los Convenios vigentes,
previsto en el artículo III(d) anterior, que no le sean aplicables ni sobre las
enmiendas relativas a estos convenios.
(b). Salvo lo estipulado en el Artículo VI
(b), las decisiones del Consejo serán tomadas por una mayoría de dos tercios
de los Miembros presentes y facultados para votar. El Consejo no tomará ninguna
decisión sobre ningún asunto a menos que más de la mitad de sus Miembros con
derecho a votar en lo que respecta a dicho asunto estén presentes.
ARTICULO IX
(a) El Consejo creará junto con Las
Naciones Unidas sus principales Organos y subsidiarias y sus organismos
especializados, lo mismo que cualquiera otro organismo inter-gubernamental
aquellas relaciones adecuadas para asegurar una mejor colaboración en el logro
de sus tareas respectivas.
(b) El Consejo podrá celebrar acuerdos
necesarios para facilitar la consulta y la cooperación con las organizaciones
no-gubernamentales interesadas en asuntos relevantes dentro de su competencia.
ARTICULO X
(a) El comité Técnico Permanente estará
conformado por los representantes de los Miembros del Consejo. Cada Miembro
del Consejo podrá nombrar un delegado y uno o más suplentes para que los
represente en el Comité. Los representantes serán funcionarios especializados
en asuntos de Técnica aduanera. Ellos podrán ser ayudados por expertos.
(b) El Comité técnico permanente se reunirá
por lo menos 4 veces al año.
ARTICULO XI
El Consejo nombrará un Secretario General
y un Secretario General adjunto cuyas funciones, obligaciones, condiciones
administrativas y término de sus funciones serán determinadas por el Consejo.
(b) El Secretario General nombrará el
personal administrativo de la Secretaría General. Los efectivos y las
regulaciones del personal serán presentadas para la aprobación del Consejo.
ARTICULO XII
(a) Cada Miembro del Consejo correrá con
los gastos de su propia delegación al Consejo, al Comité Técnico Permanente y a
los Comités creados por el Consejo.
(b) Los gastos del Consejo serán pagados
por sus Miembros y repartidos según el baremo fijado por el Consejo.
(c) El Consejo podrá suspender el derecho a
votar de cualquier Miembro que no pague sus obligaciones financieras dentro de
un plazo de tres meses luego de haber sido notificado del mismo.
(d) Cada Miembro del Consejo pagará en su
totalidad la cuota anual por el año financiero durante el cual se convirtió en
Miembro del Consejo, así como el año durante el cual se hizo efectiva la
notificación de su retiro.
ARTICULO XIII
(a) El Consejo gozará en el territorio de
cada uno de sus Miembros de la capacidad jurídica necesaria para el ejercicio
de sus funciones, tal como lo indica el Anexo del presente Convenio.
(b) El Consejo, los representantes de sus
Miembros, los consejeros y expertos nombrados para secundarlos, los
funcionarios del Consejo disfrutarán de los privilegios e inmunidades indicados
en el mencionado Anexo.
(c) El anexo al presente Convenio hará
parte integral del mismo y cualquier referencia al Convenio será considerada o
aplicada igualmente a este Anexo.
ARTICULO XIV
(a) Las partes contratantes aceptarán las
disposiciones del Protocolo relativo al Grupo de Estudios para la Unión
Aduanera Europea. Para determinar el baremo (o escala) de las contribuciones
previstas por el artículo XII (b), el Consejo tendrá en consideración la
participación de sus Miembros en el Grupo de Estudios.
ARTICULO XV
(a) El presente Convenio se abrirá para la
firma hasta el 31 de marzo de 1951.
ARTICULO XVI
(a) El presente Convenio estará sujeto a
ratificación.
(b) Los instrumentos de ratificación serán
presentados (o depositados) ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Bélgica, el cual notificará dicho depósito a todos los Gobiernos signatarios y
afiliados lo mismo que al Secretario General.
ARTICULO XVII
(a) El presente Convenio entrará en vigor
luego de que siete de los Gobiernos signatarios hayan depositado sus
instrumentos de ratificación.
(b) Para todo Gobierno signatario que
deposite (o presente) su instrumento de ratificación ulteriormente, el Convenio
entrará en vigor a la fecha de presentación de su instrumento de ratificación.
ARTICULO XVIII
(a) El Gobierno de cualquier Estado que no
sea signatario del presente Convenio podrá adherir al mismo a partir del 1o. de
abril de 1951.
(b) Los instrumentos de adhesión serán
presentados (o depositados) ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Bélgica el cual notificará dicho depósito a todos los Gobiernos signatarios y
afiliados, lo mismo que al Secretario General.
(c) El presente Convenio entrará en vigor
para cualquier Gobierno afiliado a la fecha del depósito de su instrumento de
"adhesión", pero no antes de su entrada en vigor de conformidad con
lo previsto en el artículo XVII (a).
ARTICULO XIX
El presente Convenio tendrá una duración
ilimitada, pero en cualquier momento luego de la expiración de cinco años desde
su entrada en vigor en virtud del Artículo XVII (a), cualquier parte
Contratante podrá retirarse del mismo. El retiro será efectivo luego de un año
después del recibo de la notificación de retiro por parte del Ministerio de
Relaciones Exteriores de Bélgica. El Ministerio de Relaciones de Bélgica
notificará cada retiro a todos los Gobiernos signatarios y afiliados (o
adherente lo mismo que al Secretario General.
ARTICULO XX
(a) El Consejo podrá recomendar (o sugerir)
a las Partes Contratantes acerca de la enmiendas al presente Convenio.
(b) Cualquier parte contratante que acepte
una enmienda notificará por escrito su aceptación al Ministerio de Relaciones
Exteriores de Bélgica y éste notificará a todos los Gobiernos signatarios y
adherentes (o afiliados) lo mismo que al Secretario General acerca del recibo
de la notificación de aceptación.
(c) Una enmienda entrará en vigor tres
meses después que las notificaciones de aceptación de todas las Partes
Contratantes hayan sido recibidas por el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Bélgica. Cuando una enmienda ha sido aceptada por todas las Partes
Contratantes, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bélgica notificará a
todos los Gobiernos signatarios y adherentes, lo mismo que al Secretario
General acerca de dicha aceptación, y de la fecha de su entrada en vigor.
(d) Luego de que una enmienda ha entrado
en vigor, ningún Gobierno podrá ratificar el presente Convenio o adherirse a
menos que acepte también la enmienda.
En fe de lo cual, los suscritos,
debidamente autorizados por sus respectivos Gobiernos han firmado el presente
Convenio.
Dado en Bruselas, el 15 de Diciembre de
1950 en idiomas Francés e Inglés, ambos textos igualmente auténticos, en un
solo original, el cual será depositado en los archivos del Gobierno de Bélgica,
el cual expedirá copias certificadas del mismo a cada uno de los Gobiernos
signatarios y adherentes.
POR ALEMANIA : v. MALTZAN
POR AUSTRIA :
POR BELGICA : Paul van ZEELAND
POR DINAMARCA : Bent FALKENSTJERNE
POR FRANCIA : J. de HAUTECLOCQUE
POR GRAN BRETAÑA e IRLANDA DEL NORTE : J.
H. LE ROUGETEL
POR GRECIA : D. CAPSALIS
POR IRLANDA :
POR ISLANDIA : Pétur BENEDIKTSSON
POR ITALIA : Pasquale DIANA
POR LUXEMBURGO : Robert ALS
POR NORUEGA : Johan Georg RAEDER
POR PAISES BAJOS : G. BEELAERTS van
BLOKLAND
POR PORTUGAL : Eduardo VIEIRA LEITAO
POR SUECIA : G. de REUTERSKIOLD
POR SUIZA :
POR TURQUIA :
ANEXO
CAPACIDAD JURIDICA, PRIVILEGIOS E
INMUNIDADES DEL CONSEJO
ARTICULO I
Definiciones
Sección I.
Para la aplicación del presente Anexo:
(i) Para los fines del Artículo III, las
palabras "bienes y patrimonio" se aplican igualmente a los bienes y
fondos administrados por el Consejo en el cumplimiento de sus atribuciones
orgánicas.
(ii) Para los fines del Artículo V, la
expresión "representantes de los Miembros" será considerada como que
incluye todos los representantes, representantes suplentes, consejeros,
expertos técnicos y secretarios de delegaciones.
ARTICULO II
Personalidad Jurídica
Sección 2.
El Consejo poseerá la Personalidad
Jurídica. Tendrá la capacidad para:
9a) Contratar
(b) Adquirir y disponer de los bienes
muebles e inmuebles,
(c) Litigar o iniciar procesos.
En estos asuntos, el Secretario actuará en
nombre del Consejo.
ARTICULO III
Bienes, Fondos y Patrimonio
Sección 3.
El Consejo, sus bienes y patrimonio, en
donde quiera que estos se encuentren y quien quiera que los posea, gozarán de
la inmunidad de jurisdicción, salvo en el caso en que se haya renunciado a ésta
en algún caso en particular. Sin embargo se entiende que la renuncia no se
extenderá a ninguna de las medidas de ejecución.
Sección 4.
Las instalaciones del Consejo serán
inviolables.
Sus bienes y patrimonio, en donde quiera
que estén localizados y por quien quiera que fueren poseídos estarán exentos de
requisa, registro, confiscación, expropiación y de cualquier otra forma de
coacción ejecutiva, administrativa, judicial o legislativo.
Sección 5.
Los archivos del Consejo y en general todos
los documentos pertenecientes a éste, o mantenidos por él, serán inviolables en
dondequiera que estuvieren localizados.
Sección 6.
Sin ser limitado (o restringido) por ningún
control, reglamentación o moratoria financiera:
(a) El Consejo podrá retener las divisas de
toda naturaleza y manejar cuentas sin importar en que moneda;
(b) El Consejo podrá transferir libremente
sus fondos de un paísa otro o al interior de cualquier país y convertir todas
las divisas retenidas por él a cualquiera otra moneda.
Sección 7.
En el ejercicio de sus derechos otorgados
en virtud de la sección de las representaciones hechas por cualquiera de sus
Miembros y llevará a efecto tales representaciones en la medida en que éste
considere que puede hacerse sin ir en detrimento de sus propios intereses.
Sección 8.
El Consejo, su patrimonio (o haberes),
ingresos y demás bienes serán:
a) Exonerados de todo impuesto directo. Se
entiende sin embargo, que el Consejo no reclamará la exención de impuestos, que
de hecho constituyen la simple remuneración de servicios de utilidad pública;
(b) Exonerados de todo derecho de aduana y
de toda prohibición y restricción de importación o exportación con relación a
artículos importados o exportados por el Consejo para su uso oficial. Se
entiende sin embargo que los artículos importados en virtud de dicha exención
no serán vendidos en el país en el cual fueron introducidos, salvo bajo las
condiciones acordadas por el Gobierno de ese país;
(c) Exonerados de todos los derechos de
aduana y de toda prohibición o restricción con respecto a sus publicaciones.
Sección 9.
Mientras que el Consejo no reivindique,
como regla general, la exoneración de derechos de impuesto indirecto (o de
consumo) y de impuestos a la venta de bienes muebles e inmuebles, mientras que
efectúa para uso oficial, compras importantes cuyo precio comprende los
derechos e impuestos de esta naturaleza, los miembros del Consejo, cada vez que
les fuere posible, harán los acuerdos administrativos adecuados con miras a la
remisión o devolución del monto de estos derechos e impuestos.
ARTICULO IV
FACILIDADES DE COMUNICACION
Sección 10.
El Consejo disfrutará para sus
comunicaciones oficiales, en el territorio de cada uno de sus Miembros de un trato
no menos favorable que el acordado por ese Miembro para cualquiera otro
Gobierno, incluyendo la misión diplomática del último, en materia de
prioridades, tarifas e impuestos al correo, cablegramas, telegramas,
radiotelegramas, telefotos, comunicaciones telefónicas y demás comunicaciones,
lo mismo que en materia de tarifas por información a la prensa y a la radio.
Sección 11.
La correspondencia oficial y las demás
comunicaciones oficiales del Consejo no podrán ser censuradas.
La presente sección no podrá en ninguna
forma ser interpretada como un impedimento de la adopción de medidas de
seguridad adecuadas que serán determinadas por el acuerdo entre el Consejo y
cualquiera de sus Miembros.
ARTICULO V
Representantes de los Miembros
Sección 12.
En las reuniones del Consejo, del Comité
Técnico Permanente y de los Comités del Consejo, los representantes de sus
Miembros gozarán de los siguientes privilegios e inmunidades durante el
desempeño de sus funciones y durante el curso de sus viajes y desde el lugar de
la reunión:
(a) Inmunidad de arresto personal o
detención y de embargo de sus equipajes personales, y con relación a palabras
habladas o escritas en todos los actos efectuados por ellos en su condición
oficial, inmunidad de toda jurisdicción;
(b) Inviolabilidad de todo papel y
documentos;
(c) Derecho a hacer uso de códigos y a
recibir documentos o correspondencia por correo o por valija;
(d) Exención para ellos mismos y para sus
cónyuges con respecto a todas las medidas restrictivas relativas a la
imigración, o; a los requisitos de registro de extranjeros en el País en el
cual estén de visita o por el cual estén de paso con motivo del cumplimiento de
sus funciones;
e) Las mismas facilidades con respecto a
las restricciones monetarias o de cambio según lo convenido para los
representantes de los Gobiernos extranjeros en misión oficial temporal;
(f) Las mismas inmunidades y facilidades en
lo que respecta a su equipaje personal según las acordadas para los miembros de
las misiones diplomáticas de rango (o categoría) comparable.
Sección l3.
Con el fin de asegurar a los representantes
de los Miembros del Consejo en las reuniones del Consejo, del Comité Técnico
Permanente y de los Comités del Consejo una completa libertad de palabra y una
total independencia en el cumplimiento de sus funciones, la inmunidad de
jurisdicción con respecto a las palabras habladas o escritas y a todos los
actos cumplidos por ellos en el ejercicio de sus funciones, seguirá siendo
acordado aun cuando el mandato (o desempeño) de estas personas ya haya
terminado.
Sección 14.
Los privilegios e inmunidades serán
convenidos para los representantes de los Miembros, no para beneficio personal
de los mismos, pero con el fin de salvaguardar una independencia total en el
ejercicio de sus funciones en relación con el Consejo. En consecuencia un
Miembro tendrá no solamente el derecho, sino el deber de renunciar la inmunidad
de sus representantes en cualquier caso en donde, a consideración del Miembro,
la inmunidad impediría el curso de la justicia y en donde esta inmunidad
pudiera ser renunciada sin perjuicio de los fines para los cuales fue acordada.
Sección 15.
Las disposiciones de las secciones 12 y 13
no son aplicables a las autoridades del Estado al cual pertenece la persona, o
del cual es o ha sido representante.
ARTICULO VI
Funcionarios del Consejo
Sección 16.
El Consejo determinará las categorías de
los funcionarios a las cuales se aplican las disposiciones del presente
Artículo.
El Secretario General comunicará a los
miembros del Consejo los nombres de los funcionarios incluídos dentro de estas
categorías.
Sección 17.
(a) Gozarán de la inmunidad de jurisdicción
para los actos ejecutados por ellos (con respecto a promesas orales o escritas)
en el desempeño de sus funciones y dentro del límite de sus atribuciones
(competencia);
(b) Serán exonerados de todo impuesto sobre
los salarios y emolumentos pagados a ellos por el Consejo;
(c) No serán sometidos junto con sus
cónyuges y los miembros de su familia y personas a cargo, a las medidas
restrictivas de imigración, ni a los trámites de registro para extranjeros;
(d) En lo que respecta a las facilitades de
intercambio, gozarán de los mismos privilegios de los miembros de las misiones
diplomáticas;
(e) En periodo de crisis internacional,
gozarán al igual que su cónyuge y los miembros de su familia dependientes (o a
cargo), de las mismas facilidades de repatriación que los miembros de las
misiones diplomáticas de categoría semejante;
(f) Gozarán del derecho a importar libre de
impuestos su mobiliario y efectos con motivo de su primera toma de funciones
(cargo) en el país interesado, y de regresar tales efectos y mobiliario libres
de impuesto a su país de domicilio a la terminación de sus funciones.
Sección 18.
Además de los privilegios e inmunidades
previstos en la Sección 17, el Secretario General del Consejo tanto en lo que
respecta a el mismo, su esposa e hijos menores de 21 años, gozarán de los
privilegios e inmunidades, exenciones y facilidades convenidas de conformidad
con el derecho internacional, para los jefes de las misiones diplomáticas.
El Secretario General adjunto gozará de los
privilegios, inmunidades, exenciones y facilidades acordados para los
representantes diplomáticos de categoría semejante (o rango semejante).
Sección 19.
Los privilegios e inmunidades serán
otorgadas a los funcionarios únicamente en beneficio del Consejo y no para
beneficio personal. El Secretario General podrá y deberá renunciar la inmunidad
otorgada a un funcionario en cualquier caso en donde en su opinión la inmunidad
impediría el curso de la justicia y en donde la inmunidad pueda ser renunciada
sin perjudicar los intereses del Consejo. En el caso del Secretario General, el
Consejo tendrá el derecho a renunciar la inmunidad.
Artículo VII
Expertos en Misión para el Consejo.
Sección 20.
Los expertos (distintos a los funcionarios
indicados en el Artículo VI), que desempeñen misiones para el Consejo, les
serán otorgados tales privilegios, inmunidades y facilidades que fueren
necesarias para el ejercicio de sus funciones durante el periodo de sus
misiones, incluyendo el tiempo empleado en viajes en relación con sus misiones
y en particular les será otorgada:
(a) Inmunidad de arresto personal o de
detención y de embargo de su equipaje;
(b) Inminidad de jurisdicción en lo que
respecta a actos ejecutados por ellos y que comprenden promesas orales o
escritas en el ejercicio de sus misiones y dentro de los límites de sus atribuciones
o competencia.
(c) Inviolabilidad de todo papel y
documentos.
Sección 21.
Los privilegios, inmunidades y facilidades
serán otorgados a los expertos en interés del Consejo y no para beneficio
personal. El Secretario General podrá y deberá renunciar la inmunidad otorgada
a un experto en cualquier caso en el que según su opinión dicha inmunidad
impediría el curso de la justicia y en el caso en que ésta pudiera ser
renunciada sin perjuicio de los intereses del Consejo.
ARTICULO VIII
ABUSO DE PRIVILEGIOS
Sección 22.
Los representantes de los Miembros en las
reuniones del Consejo, del Comité Técnico Permanente y de los Comités del
Consejo, durante el ejercicio de sus funciones y en el curso de sus viajes a
lugar de destino o desde el lugar de la reunión, al igual que los funcionarios
indicados en la sección 16 y en la sección 20, no les será exigido por las
autoridades territoriales dejar el país en el cual están desempeñando sus
funciones debido a cualquiera de las actividades ejercidas por ellos en su
capacidad oficial. Sin embargo, en el caso de abuso de privilegios de
residencia cometido por dicha persona dentro de las actividades ejercidas fuera
de su competencia oficial, él podrá ser coaccionado a dejar el país por parte
del Gobierno de dicho país estipulando que:
(i) Los representantes de los Miembros del
Consejo o las personas que tienen derecho a gozar de la inmunidad diplomática
de conformidad con los términos de la sección 18 no serán coaccionados a dejar
el país, de manera distinta a la acordada en el procedimiento diplomático
aplicable a los enviados diplomáticos acreditados en ese país
(iii) En el caso de un funcionario a quien
no se le aplique la sección 18, ninguna decisión de expulsión será tomada sin
la aprobación del Ministerio de Relaciones Exteriores del país en cuestión,
aprobación que será expedida luego de consultar con el Secretario General del
Consejo; y si un procedimiento de expulsión es entablado contra un funcionario,
el Secretario General del Consejo tendrá el derecho a intervenir en dicho
proceso en nombre de la persona contra quien éste fue instaurado.
Sección 23.
El Secretario General colaborará en todo
momento con las autoridades competentes de los Miembros del Consejo con miras a
facilitar la buena administración de justicia, a asegurar el cumplimiento de
las regulaciones de policía y de evitar la ocurrencia de cualquier abuso en
relación con los privilegios, inmunidades y facilidades enumeradas en el
presente anexo.
ARTICULO IX
Reglamento de diferencias (o disputas)
Sección 24.
El Consejo deberá prever la manera adecuada
para:
(a) Arreglar las diferencias (o disputas)
en materia de contratos o de otras disputas de carácter privado de las cuales
haga parte el Consejo;
(b) Disputas en las cuales esté implicado
un funcionario del Consejo y quien por razones de su posición oficial, o goce
de inmunidad, si ésta inmunidad no ha sido renunciada de conformidad con las
disposiciones de las secciones 19 y 21.
ARTICULO X
Acuerdos Complementarios
Sección 25.
El Consejo podrá celebrar con una o varias
partes contratantes, acuerdos complementarios que ajustan las disposiciones del
presente Anexo en lo que respecta a dicha parte o partes contratantes.
Es fiel copia.
Bruselas, Septiembre 13, 1960
El Jefe de Servicio de Tratados del
Ministerio de Relaciones Exteriores y de Comercio Exterior de Bélgica,
Firma ilegible
Sello
ES TRADUCCION FIEL Y COMPLETA
Traductora: MERY BEATRIZ ARDILA POVEDA
Bogotá, D.E., Diciembre 11, 1989
a) Intervención
del Ministerio de Relaciones Exteriores
La doctora NANCY
BENITEZ PAEZ, en ejercicio del poder que le confirió el doctor ANDRES GONZALEZ
DIAZ, en su calidad de Viceministro de Relaciones Exteriores, "encargado
de las funciones del Despacho de la señora Ministra" (folio 44), expresa
las siguientes razones para justificar la constitucionalidad del Convenio:
- Que de
"acuerdo con el artículo 15 del literal a) de la Convención de Viena sobre
el Derecho de los Tratados, el consentimiento de un Estado en obligarse por un
tratado se manifestará mediante la adhesión, cuando el tratado así lo
disponga". Y que el artículo XVIII literal a) establece que "el
gobierno de cualquier Estado que no sea signatario del presente Convenio podrá
adherir al mismo a partir del 1o. de abril de 1951."
- Que estas normas
se deben armonizar con la legislación interna, la cual dispone (art. 224
C.N.), que para su validez los tratados requieren aprobación del Congreso.
"El Convenio en mención fue enviado al Honorable Congreso de la República
habiendo sido aprobado en la Honorable Cámara de Representantes en primero y
segundo debate".
- Que la Comisión
Legislativa (art. 6o. transitorio C.N.) no improbó el Convenio.
- Que el "desarrollo
del Comercio Internacional ha llevado a que surja una gran interdependencia
entre los Estados, la cual exige una mayor dinámica de las relaciones
comerciales, lo cual ha hecho necesario que los países busquen fórmulas de
acuerdo que faciliten el intercambio de productos". "Una de las
trabas que ha existido para el libre desarrollo del Comercio, son las barreras
aduaneras, pues las aduanas son las encargadas de registrar los bienes que se
importan o exportan, fijando los impuestos que se deben pagar de acuerdo con
una tarifa de avalúos que establece cada país."
- Que la
"Asamblea Nacional Constituyente consciente de la importancia de
modernizar nuestra economía, aprobó normas como la consagrada en el artículo
226 de la Constitución que establece que "El Estado promoverá la
internaciolización (sic) de las relaciones políticas, económicas y
ecológicas sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional".
- Que la
Constitución Política otorga al Presidente de la República la función de dirigir
las relaciones internacionales y celebrar con otros Estados y entidades de
derecho internacional tratados o convenios, que se someterán a la aprobación
del Congreso (art. 189 numeral 2o. C.N.).
- Que el tratado
en estudio no es contrario a nuestras normas constitucionales.
b) Intervención
del Presidente del Congreso de la República
El doctor CARLOS
ESPINOSA FACIO LINCE, en su calidad de Presidente del Congreso de la
República, de conformidad con lo establecido en los artículos 244 de la
Constitución Política y 11 del Decreto 2067 de 1991, solicita que se declare
ajustado a la Constitución Política el Convenio por el cual se crea el Convenio
de Cooperación Aduanera, previa exposición de las siguientes razones:
- Que la Cámara de
Representantes impartió aprobación en primero y segundo debate al Convenio y
que en consecuencia de lo anterior, el Gobierno invoca lo dispuesto en el
artículo 58 transitorio de la C.N., para someterlo al estudio de la Comisión
Especial creada en el artículo 6o. transitorio constitucional, donde se decide
no improbarlo. "Ahora el Gobierno remite a la Corte Constitucional para
su revisión el protocolo, su aprobación por la Cámara de Representantes y la
decisión de la Comisión Especial de no improbarlo".
- Que los
artículos 150 numeral 16, 189 numeral 2o., 224 y 241 numeral 10 de la
Constitución Política señalan el trámite para el perfeccionamiento de los
Tratados Internacionales.
- Que
"cuando el Presidente decide la adhesión a un tratado internacional,
después de aprobado y revisado, ejerce una función para la cual no requiere de
facultades extraordinarias".
- Que el artículo
58 transitorio de la C.N., autorizó al Gobierno para ratificar los tratados que
hubiesen sido aprobados por una de las Cámaras del Congreso. "No lo dice
la disposición transitoria, pero parece obvio que también esos tratados y el
acto de su aprobación deben ser sometidos a la revisión de la Corte antes de su
ratificación". Lo que le permite concluír que el único efecto del
artículo citado, "es tener por aprobados por el Congreso los tratados
aprobados por sólo una de sus Cámaras".
- Que no tenía la
Comisión Especial competencia para improbar o no improbar los tratados
internacionales aprobados por una de las Cámaras del Congreso, ni la decisión
del Gobierno de ratificarlos o adherirse a los mismos. "La competencia de
que trata el literal a) del artículo 6o.transitorio sólo facultó a la Comisión
Especial para improbar los proyectos de decreto que hubiera preparado el
Gobierno en ejercicio de las facultades extraordinarias que le fueron otorgadas
transitoriamente por la Constitución. Por lo que la decisión del Gobierno de
someter el Convenio a la aprobación de esa Comisión y la no improbación del
mismo por ésta, resultan contrarias a los artículos 6o. literal a) y 58
transitorios de la Constitución Política.
- Que el Convenio
que crea el Consejo de Cooperación Aduanera, "se ajusta íntegramente a los
preceptos constitucionales".
CONCEPTO DEL
PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
El señor Procurador
General de la Nación mediante oficio No. 036 de julio 7 de 1992, en ejercicio
de la atribución del numeral 2o. del artículo 242 de la Constitución Política,
rinde concepto, en el que solicita a esta Corporación se ABSTENGA de proferir
fallo de mérito sobre la constitucionalidad del Convenio que crea EL CONSEJO DE
COOPERACION ADUANERA firmado en Bruselas el 15 de diciembre de 1950, por las
razones que a continuación se resumen:
- Que la
"validez de los tratados y convenios internacionales, está condicionada en
nuestro Derecho Constitucional a la aprobación con el Congreso de la República
(art. 244 de la C.N.) (sic), previo el agotamiento de los trámites necesarios
para que el proyecto de ley aprobatorio se convierta en ley de la República,
conforme a las demás exigencias superiores. El sometimiento a este trámite
presupone la celebración de acuerdos con la normatividad internacional e
interna en cuanto a la facultad de negociar y hacer tratados."
- Que el derecho
colombiano no ha aceptado la postura internacionalista en virtud de la cual,
celebrado válidamente un convenio y publicado en el órgano oficial su texto,
automáticamente queda como parte del ordenamiento interno, "ya que exige
la implementación de una serie de medidas, entre las cuales está la aprobación
por las Cámaras Legislativas, la sanción presidencial "y para su
perfeccionamiento, a la manifestación internacional del consentimiento del
Estado para obligarse al contenido clausular del Convenio".
- Que la Constitución
de 1991, faculta al Presidente de la República para aplicar provisionalmente
tratados de naturaleza económica o comercial acordados en el ámbito de los
organismos internacionales, que así lo dispongan (art. 224 de la C.N.).
"Esto no significa que la Constituyente hubiese adoptado la tesis de la
recepción automática de los tratados, en la medida que sujeta su validez a la
aprobación por el poder legislativo".
- Que la Asamblea
Constituyente autorizó al Presidente de la República para ratificar los
tratados que se hallaren en trámite de aprobación en el Congreso. "Sin
embargo, el Gobierno no utilizó dicha autorización y los sometió a instancias
incompetentes de control, afectando la validez del acto internacional".
En efecto, lo envió tanto a la Comisión Legislativa como a la Corte
Constitucional, "olvidando que no existía ley aprobatoria, y por tanto, no
se daban los presupuestos esenciales para activar este sistema de
control".
- Que la
Constitución de 1991 incluyó un conjunto de artículos transitorios, para que se
implementaran las medidas necesarias a fin de hacer posible la operatividad de
entes nuevos y con miras a la expedición del marco legal para el ejercicio
inmediato de los derechos fundamentales, del presupuesto general de la Nación y
otras reglamentaciones.
- Que para lograr
esos objetivos, se creó la comisión legislativa, cuyas facultades serían las
siguientes: a) Improbar en todo o en parte, los proyectos de decreto que
prepare el Gobierno Nacional en ejercicio de las facultades extraordinarias
concedidas al Presidente de la República por el acto constituyente. b)
Preparar proyectos de ley que considerase convenientes para el desarrollo de la
Constitución. c) Reglamentar su funcionamiento. De suerte que dichas
facultades "no comprendían ni podían cobijar autorizaciones como la de
ratificar tratados, pues habían sido exonerados de la culminación del proceso
de validez constitucional a que debían y deben sujetarse ordinariamente los
convenios internacionales."
- Que la
"actuación inconstitucional del Gobierno y de la Comisión Especial"
impone señalar las facultades extraordinarias de que se hallaba revestido el
Presidente de la República, "delimitantes del radio de acción de la
Comisión Especial. Tales facultades extraordinarias se otorgaron
exclusivamente para que reglamentara "las siguientes materias: a)
Expedir las normas que organicen la Fiscalía General de la Nación y las normas
de Procedimiento Penal; b) Reglamentar la tutela; c) Tomar las medidas
necesarias para el funcionamiento de la Corte Constitucional y el Consejo
Superior de la Judicatura; d) Expedir el presupuesto general de la Nación para
1992; e) Expedir normas transitorias para descongestionar los despachos
judiciales (art. 5o. transitorio); f) Convertir en legislación permanente los
decretos expedidos en ejercicio de las facultades de estado de sitio hasta la
promulgación de la Carta; si la Comisión Especial no los improbare (art. 8o.
transitorio); g) Dictar el régimen procedimental de los juicios y actuaciones
que deban surtirse ante la Corte Constitucional, dentro de los dos meses
siguientes a la promulgación de la Constitución (art. 23 transitorio); h)
Expedir decretos con fuerza de ley mediante los cuales se asegure la debida
organización y el funcionamiento de los nuevos departamentos erigidos como
tales en la Constitución, para lo cual lo habilitó por el término de tres meses
(art. 38 transitorio). "Pero, en otras disposiciones la Constituyente no
empleó la fórmula del otorgamiento expreso de precisas facultades
extraordinarias al Ejecutivo, lo cual no es óbice para dosificarlas como tales
con base en el criterio material y por la competencia ordinariamente asignada
al legislador, y por ende, su control de constitucionalidad corresponderá
ejercerlo a la Corte Constitucional".
- Que precisadas
esas facultades legislativas, "se advierte que ni expresa ni tácitamente
el Presidente de la República se encontraba habilitado para expedir convenios
internacionales, y menos para someter los que se hallaren en curso en las
Cámaras Legislativas a debate y aprobación de la Comisión Especial, sin
desnaturalizar sus específicas funciones."
- Que el artículo
6o. transitorio indica la clase de proyectos que podían someterse a la Comisión
Legislativa y no contiene ninguna referencia a los tratados internacionales,
"por tanto se afectaría su incorporación a nuestro ordenamiento jurídico,
si se sometieren a dos instancias constitucionales no legalmente
previstas."
- Que el artículo
58 transitorio de la Constitución Política, habla de "autorización" y
no de una precisa facultad extraordinaria, y de "autorización para
ratificar" determinados tratados. Lo que supone que el proyecto de ley
aprobatoria no hubiese sido aprobado en los debates reglamentarios de ambas
cámaras, "pues si así fuere sólo le faltaría la sanción presidencial para
expedirse como ley de la república".
- Que el Gobierno
"omite usar la autorización precitada al enviar el Convenio a la Comisión
Especial primero, y luego a la Corte Constitucional para su revisión.
"Olvidando deliberadamente que la propia constituyente exoneró a los
proyectos en curso del cumplimiento de los demás requisitos constitucionales
(aprobación por la Cámara Legislativa y sanción presidencial), para que fueren
leyes de la República, y en consecuencia, autorizó al Ejecutivo para
ratificarlos (acto internacional), y por ende no procedía activar el sistema de
control en mención".
- Que los
requisitos exigidos por el numeral 10 del artículo 241 de la Constitución
Política, para que sea oportuna la revisión constitucional, no se dan en este
caso por inexistencia de la ley aprobatoria del tratado.
- Que al no
existir la "ley aprobatoria del Convenio de creación del Consejo, por
cuanto la Constituyente suspendió su procedimiento de incorporación ordinaria,
para que única y exclusivamente se ratificare (por adhesión) y entrare en
vigor, entonces no se daban los presupuestos constitucionales necesarios en
virtud a los cuales el Gobierno Nacional hubiese podido enviar el Convenio a la
Corte Constitucional, y sólo quedaba una vía, ratificarlos o no hacerlo, en la
medida que la autorización era facultativa y no le señaló un plazo perentorio
para utilizarla. Mientras que para el ejercicio de las facultades
extraordinarias fijó términos específicos, y en su defecto ordenó que en
aquellos casos en que no hubiere previsto "plazo especial expiraran quince
días después de que la Comisión Especial cese definitivamente en sus
funciones." (art. 9o. transitorio).
- Que lo anterior,
"no significa ni debe entenderse que por no encontrarse sujetos a control
previo de constitucionalidad dichos actos internacionales, no puedan someterse
a control posterior para examinar su validez intrínseca y extrínseca".
CONSIDERACIONES
DE LA CORTE
a) Competencia.
Es competente la
Corte Constitucional para conocer de la constitucionalidad del Convenio de la
referencia por vía del control automático a que se refiere el numeral 10o. del
artículo 241 de la Constitución Política, de acuerdo con el criterio aceptado
por la Sala Plena de la Corporación, previo estudio elaborado por el Honorable
Magistrado Dr. CIRO ANGARITA BARON, en cuyas conclusiones se lee:
"Primera. En
la Constitución de 1886 no hubo un texto que positivamente consagrara el
control de constitucionalidad respecto de los tratados públicos.
"Desde julio 6
de 1914 y hasta la sentencia de junio 6 de 1985 la Corte Suprema de Justicia
-Sala Plena- afirmó su incompetencia absoluta para conocer de las leyes aprobatorias
de tratados públicos.
"Por vía
jurisprudencial, a partir de la sentencia de junio 6 de 1985 la Corte Suprema
de Justicia sostuvo, con fundamento en el artículo 214 de la Constitución de
1886, por mayoría de sus miembros, aunque no de manera unánime, la tesis según
la cual es competente para conocer del tratado público y de su ley aprobatoria,
antes de que el instrumento internacional se haya perfeccionado, por haberse
producido la ratificación o el canje de los instrumentos de ratificación o adhesión.
"A partir de la
sentencia de diciembre 12 de 1986 y hasta abril 9 de 1991, fecha de su último
pronunciamiento en la materia, esa Corporación afirmó su competencia plena e
intemporal para conocer en cualquier tiempo de las demandas de inconstitucionalidad
que, por la vía de acción pública, se intentaren contra las leyes aprobatorias
de tratados públicos por vicios de procedimiento en su formación, sin embargo,
en esa hipótesis reiteró su incompetencia para pronunciarse sobre las
acusaciones que cuestionaran el contenido normativo del tratado en sí mismo
considerado.
"Segunda. El
Control Constitucional instituído por el Constituyente de 1991 en esta materia
tiene una fundamentación múltiple. Su regulación está contenida, por una
parte, en los numerales 4o. y 10 del artículo 241 de la Carta Política y en el
artículo 4o. en concordancia con el 9o. ibídem, por la otra.
"La referida
dogmática positiva permite caracterizar el sistema de control de
constitucionalidad en esta materia a partir de dos criterios esenciales; el
primero, referido al momento en el cual opera así como el acto sobre el cual se
produce y, el segundo, a la vía que lo pone en marcha.
"De acuerdo a
esos criterios, en esta materia pueden distinguirse las siguientes formas de
control de constitucionalidad:
"1o. Control
integral, previo y automático de Constitucionalidad del proyecto de tratado y
de su ley aprobatoria por razones de fondo y respecto de ésta última también
por motivos de forma, consagrado en el numeral 10 del artículo 241 de la
Carta.
"La
interpretación literal, histórica, sistemática y teleológica de la norma
sustenta esta tesis.
"2o. Control
de las leyes aprobatorias de los tratados internacionales, desde su sanción
hasta antes de su perfeccionamiento, por vía de acción pública, por razones de
fondo y de forma, siempre que en el último caso se intente antes del año
siguiente a su publicación. Este control lo consagra el numeral 4o. del
artículo 241 ibídem, y opera respecto de aquellas cuya sanción se haya producido
antes de la entrada en vigor de la nueva Constitución.
"3. Control
posterior, por vía de acción pública ciudadana contra los tratados
perfeccionados, cuando se han celebrado con manifiesta violación de una norma
de derecho interno concerniente a la competencia para celebrarlos.
"Dicho control
se infiere de lo dispuesto en los artículos 4o. y 9o. de la Constitución
Política, en concordancia con lo preceptuado en los artículos 27 y 46 de la
Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados -Ley 32 de 1985-.
"Los
presupuestos fundamentales de esta posición se enraizan en los propios
presupuestos axiológicos e institucionales que explican la razón de ser del
control de constitucionalidad en el estado de derecho, así como la supremacía
de la Constitución como símbolo máximo de jerarquía jurídico-ideológica y en
cuanto dispositivo conformador de la sociedad política y de dosificación y
limitación al ejercicio del poder del Estado, mediante su distribución y
control.
"Tercera. Los
siete documentos enviados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, pese al
trámite sui generis y de carácter excepcional que sufrieron por razón del
trámite constitucional, constituyen verdaderos tratados en vía de formación.
Como tales están sometidos al control de constitucionalidad previsto en el
numeral 10 del artículo 241 de la Carta."
b) El Trámite
para el Perfeccionamiento de los Tratados
Se ocupa la
Constitución Política de 1991 del procedimiento que debe agotarse previamente a
la entrada en vigencia de un tratado internacional, entendido éste en su
significación más amplia, como el acuerdo de voluntades entre dos o más
sujetos de Derecho Internacional orientado a producir determinados efectos
jurídicos. Y en su acepción más precisa según la cual se trata de "un
acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el
derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más
instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular".
(art. 2o. Ley 32 de 1985), (Carta, protocolo, concordato, convención, acuerdo,
acta, etc.). Esta definición ha sido criticada por cuanto excluye los tratados
internacionales suscritos entre estados y organizaciones internacionales y los
suscritos por estas entre sí.
Corresponde al Presidente
de la República como jefe del Estado, dirigir las relaciones internacionales,
para lo cual nombrará a los agentes diplomáticos y consulares, recibirá a los
agentes de otros países y podrá "celebrar" tratados o convenios con
otros Estados o entidades internacionales (art. 189 numeral 2o. C.N.). La
doctrina ha entendido la celebración o perfeccionamiento definitivo de un
tratado como el acto o los actos mediante los cuales un sujeto internacional
consiente en obligarse por un tratado. Celebración que por la naturaleza
propia de ese tipo de acuerdos o contratos, que implican una puesta en juego de
la soberanía nacional, (artículo 9o. C.N.), tiene un carácter solemne; de
suerte que, de manera general se trata de actos complejos, que según el orden
jurídico interno de cada Estado comprenden varios pasos como la negociación,
firma, aprobación y ratificación o adhesión. En los sujetos internacionales no
estatales, estos pasos suelen ser más flexibles aunque no menos solemnes.
Esa complejidad en el perfeccionamiento de los tratados permite distinguir de
manera general, dos etapas en su perfeccionamiento: La primera que comprende
la iniciativa, los acuerdos y negociaciones y la firma o suscripción del
tratado según las circunstancias, como hecho previo a su entrada en vigencia en
un determinado Estado; paso este último (firma o signatura) que no ocurre
cuando el Convenio ya negociado por otros sujetos internacionales, ha sido
definido en su texto y un nuevo Estado simplemente se adhiere a él. Y la
segunda etapa, que comprende actos como la aprobación, ratificación, canje o
adhesión, que concluyen el trámite del acto y su consecuente obligatoriedad
para las partes.
Se colige de lo
anterior, el uso muy amplio que hace el numeral 2o. del artículo 189 de la
Constitución Política de la expresión "celebrar" para referirse a las
competencias que tiene el Presidente de la República en su calidad de director
de las relaciones internacionales, por cuanto, en relación con la conclusión de
tratados internacionales, las dichas competencias se refieren a la iniciativa
en materia de tratados, a la negociación y a la firma de los mismos, todo ello
ad referendum (artículo 12 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados, aprobada por la Ley 32 de 1985), de "la aprobación del
Congreso", que dispone el mismo texto; dirección de las relaciones
internacionales que, como se expondrá más adelante retomará el Jefe del Estado,
si se ha producido la condición necesaria de la aprobación indicada, para
efectos de la ratificación, canje de notas o adhesión del respectivo convenio.
De suerte que si bien los actos a cargo del Presidente de la República en el
trámite del perfeccionamiento de los tratados, son "relativos" a su
celebración (artículos 7o. numeral 2o. literal a), artículo 8o. de la
Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados 1969), no le confieren a éste
la facultad de celebrarlos autónomamente.
La cultura
internacionalista de nuestro tiempo ha llevado a producir variadas modalidades
de acuerdos internacionales, lo que se ha traducido, de manera gradual, en una
tendencia a disminuir las solemnidades propias de los tratados en punto a
perfeccionamiento. La rapidez en la evolución de la realidad internacional, y
los correspondientes cambios que exige la diversa gama de intereses y problemas
que comporta, en determinadas áreas, se viene reflejando en una flexibilidad de
los trámites para la celebración de los tratados internacionales.
La Constitución
Política de 1991, fijó el trámite para la celebración o perfeccionamiento
definitivo de los tratados internacionales a fin de que puedan tener vigencia
obligante para el Estado y la sociedad colombianos, modificando la oportunidad
del cumplimiento de las etapas de su perfeccionamiento para cierto tipo de
convenios. En efecto, el trámite para la elaboración de los tratados que
dispone la Carta Fundamental combina la acción de las tres Ramas del Poder
Público (art. 113 C.N.), la Ejecutiva, la Legislativa y la Judicial, en el
siguiente orden: corresponde al Presidente de la República como director de
las Relaciones Internacionales, tomar la iniciativa en la celebración de
tratados, su negociación de manera directa o a través de sus delegados,
suscribirlos ad referendum, tal como se ha indicado, y, someterlos a la
aprobación del Congreso (art. 150 numeral 16 C.N.). Este precepto
constitucional incurre en la misma imprecisión al utilizar simplemente la
expresión "celebre", que hemos señalado en el numeral 2o. del
artículo 89 ibidem. Se indica por la normatividad superior que corresponde al
Congreso aprobar o improbar los tratados que el Gobierno haya acordado con
otros Estados o entidades de derecho internacional; autorizándose la
transferencia parcial de determinadas atribuciones a organismos internacionales,
sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional, con el objeto de
promover o consolidar la integración económica con otros Estados[1]. Una vez sancionada la
ley aprobatoria del tratado, y dentro de los seis (6) días siguientes a esta
sanción, interviene el poder judicial, para decidir definitivamente sobre la
exequibilidad de los Tratados internacionales y de las leyes que los aprueban.
Si resultan constitucionales, el Gobierno podrá efectuar el canje de
ratificaciones o la adhesión según sea el caso, de lo contrario, no será
ratificado o adherido. Además cuando una o varias normas de un tratado
multilateral sean declaradas inexequibles por la Corte Constitucional, el
Presidente de la República sólo podrá manifestar el consentimiento del Estado
colombiano formulando la correspondiente reserva (art. 241 numeral 10 C.N.).
Se modifica el
anterior orden en la celebración o perfeccionamiento de los tratados, para
adelantar la aplicación de cierto tipo de convenios, sin perjuicio de que todos
los pasos deban cumplirse a fin de alcanzar su conclusión definitiva. Es así
como el artículo 224 del Estatuto Superior, habilita al Jefe del Estado para
dar aplicación provisional a los tratados de naturaleza económica y comercial
acordados en el ámbito de organismos internacionales, que así lo dispongan. Se
trata pues de convenios de naturaleza económica y comercial que desarrollen
actividades de ese tipo en el marco de organismos internacionales que así lo
prevean, tratando de dinamizar la lógica de la integración económica, con
instrumentos suficientemente ágiles (art. 227 C.N.). Una vez entrado en
vigencia provisional un tratado de ese tipo, deberá enviarse al Congreso para
su aprobación y si éste no lo aprueba, se suspenderá su aplicación. También
se suspenderá su vigencia, si su texto o la ley que lo aprueba no es declarado
constitucional, una vez cumplido el trámite del control automático a que se
refiere el artículo 241 numeral 10 de la Carta.
De otra parte, el
Constituyente de 1991, con la idea de facilitar el cambio constitucional,
consideró oportuno disponer un trámite excepcional para la celebración de
tratados en el artículo 58 transitorio de la Carta. Este precepto autoriza al
"Gobierno Nacional" para ratificar los proyectos de tratados que con
anterioridad a la vigencia de la Constitución política, hubiesen sido
aprobados por una de las Cámaras del Congreso de la República. Dentro de estos
tratados, se encuentra el "Convenio que crea el Consejo de Cooperación
Aduanera", enviado a la Corporación por la señora Ministra de Relaciones
Exteriores para su control de constitucionalidad. Exonera el artículo
transitorio la intervención del poder legislativo en la celebración de esos tratados,
parcialmente, al permitir, de manera expresa, que estos sean ratificados cuando
hubiesen sido aprobados al menos por una de las dos Cámaras del Congreso. No
asiste la razón al Procurador General al sostener que el Constituyente exoneró
del control de constitucionalidad a los acuerdos a que se refiere el artículo
58 transitorio, no sólo en razón de que al querer exceptuarlos de ese requisito
ordinario ha debido manifestarlo expresamente, cosa que no hizo, sino, que una
tal excepción tácita, como lo pretende el Agente del Ministerio Público, sería
contraria a la concepción consagrada en la nueva Constitución (artículos 4o.,
9o. y 241 numeral 10) según la cual, los tratados que se vayan a celebrar, en
adelante, deben ser declarados exequibles por esta Corporación. Sin embargo no
puede entenderse este criterio en el sentido de que los tratados debidamente
concluídos, puedan ser desconocidos de manera automática, cuando resulten
contrarios a la Constitución. Este último criterio encuentra fundamento
constitucional en el propio numeral 10 del artículo 241, que al señalar la
oportunidad para revisar la constitucionalidad de los tratados, la dispuso
para el momento inmediatamente anterior a la ratificación de los mismos; de lo
que debe colegirse que no puede adelantarse después de este paso que, es la
manifestación última del Estado en el plano internacional, sobre su voluntad de
comprometerse con el convenio; lo cual es acorde con el artículo 9o. de la
C.N. cuando dispone que las relaciones exteriores se fundamentaran en el
"reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por
Colombia".
El Convenio que crea
el Consejo de Cooperación Aduanera, busca asegurar el más alto grado de armonía
y uniformidad en los sistemas aduaneros y en especial el estudio de problemas
inherentes al desarrollo y al progreso de la técnica aduanera y a la
legislación aduanera relacionada con la misma, convencidos de que será en
beneficio del Comercio Internacional promover la Cooperación entre los
Gobiernos en estos asuntos, teniendo en cuenta los factores técnicos y
económicos involucrados en los mismos.
El Convenio, creó el
Consejo de Cooperación aduanera (art. I); determinó sus miembros (art. II);
otorgó funciones relacionadas con el estudio de asuntos relativos a la
cooperación aduanera, el examen de los aspectos técnicos de los sistemas
aduaneros lo mismo que sus factores económicos, con miras a proponer a sus
miembros medios prácticos para alcanzar el mayor grado de armonía y
uniformidad, la elaboración y recomendación de proyectos de convenios y
modificaciones a los existentes, la interpretación uniforme de la legislación,
con la nomenclatura para clasificación de mercancías en las tarifas aduaneras y
del convenio acerca del valor aduanero de las mercancías elaborado por el Grupo
de Estudios de la Unión Aduanera Europea, ejercer funciones conciliatorias para
el ajuste o arreglo de disputas surgidas en relación con la interpretación o la
aplicación de convenios, informar sobre regulación y técnicas aduaneras,
cooperar con las demás organizaciones intergubernamentales en asuntos de su
competencia (art. III); dispone que ningún miembro del consejo será obligado a
revelar la información de carácter confidencial, la divulgación de la cual
impediría la aplicación de su legislación o la cual de otra manera fuere
contraria al interés público o perjudicare los intereses legítimos públicos o
privados (art. IV); crea un Comité Técnico Permanente (art. V); señala sus
autoridades (art. VI); fija su sede en Bruselas (art. VII); el derecho al voto
y el quórum para decidir (art. VIII); determina el origen de sus recursos (art.
XII); determina que el Gobierno de cualquier Estado que no sea signatario podrá
adherir, caso colombiano, a partir del 1o. de abril de 195l (art. XVIII);
prescribe una duración indefinida (art. XIX), y contiene además un anexo sobre
"capacidad jurídica, privilegios e inmunidades del Consejo, que no
atentan en manera alguna ni en su conjunto ni parcialmente, contra
disposiciones de la Constitución Política colombiana.
Por el contrario, se
aviene el convenio en examen, en sus objetivos y preceptos a la obligación
impuesta al Estado por la Carta (art. 227), de promover la integración
económica, social y política con las demás naciones, mediante la celebración de
los tratados sobre bases de equidad, igualdad y reciprocidad, para crear
"organismos supranacionales", como el Consejo estudiado, promoviendo
igualmente la internacionalización de la economía (art. 226 ibídem), en aras
de la mejor conveniencia nacional.
La señora
Viceministra de Relaciones Exteriores, mediante el oficio No. 24102, sin fecha,
dirigido al Presidente de esta Corporación, sometió al control de
constitucionalidad a que se refiere el artículo 241 numeral 10 de la Carta, la
Ley No. 10 de 17 de julio de 1992, "POR MEDIO DE LA CUAL SE APRUEBA EL
CONVENIO QUE CREA EL CONSEJO DE COOPERACION ADUANERA, firmado en Bruselas el 15
de diciembre de 1950".
Participa la Corte
Constitucional del criterio expuesto por el Ministerio de Relaciones Exteriores
en el sentido de que el instrumento internacional en revisión, cumplió con el
supuesto previsto en el artículo 58 transitorio de la Constitución Política.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, administrando justicia en nombre
del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. Declarar exequible el Convenio que crea el
Consejo de Cooperación Aduanera, firmado en Bruselas el 15 de diciembre de
1950", por las razones precedentes.
Segundo. Comuníquese al Gobierno Nacional para los
fines contemplados en el artículo 241, numeral 10, de la Constitución
Política.
Cópiese,
comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO
MARTINEZ GALINDO CABALLERO
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General
[1] La expresión "ratificados" del artículo 93 de la
Constitución Política, debe entenderse como sinónimo de
"aprobados". Para así evitar la confusión que puede traer la
primera palabra si se confunde con el concepto de RATIFICACION que, en el
Derecho Internacional, se usa en sentido restringido a efectos de significar
la manifestación del consentimiento del Estado de hallarse obligado por un
tratado, que se realiza mediante el canje o adhesión al acuerdo, actos estos,
facultativos del Presidente de la República . |
238 | C-564-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-564/92
TRATADO
INTERNACIONAL-Control de
constitucionalidad/TRANSITO CONSTITUCIONAL
Los tratados o
convenios internacionales que no alcanzaron a completar la integridad del
trámite en el Congreso, por haber cesado éste en sus funciones al principiar la
vigencia de la Constitución de 1991, fueron relevados de la culminación de ese
trámite, pero no lo fueron del procedimiento de control de constitucionalidad,
a cargo de esta Corporación, sin surtirse el cual no está permitido al
Presidente de la República efectuar el canje de notas o ratificaciones.
TRATADO
INTERNACIONAL-Principio de
Autoconfianza colectiva
En el preámbulo
del Acuerdo SPGC (Sistema Global de Preferencias Comerciales) se hace
referencia a la autoconfianza colectiva como un objetivo de la cooperación
económica que se pretende alcanzar, junto con otros elevados propósitos como
serían el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) y la
promoción de cambios estructurales en el sistema de comercio entre las
naciones, que reporten equilibrio, bienestar y sobre todo equidad. Se dirá
entonces que autoconfianza colectiva es la respuesta de los países en vías de
desarrollo al desinterés por sus peticiones colectivas, formuladas en el seno
de las Naciones Unidas al conjunto de países industrializados del Norte.
LIBERTAD
ECONOMICA-Principio de
reciprocidad
La prohibición de
comerciar con un Estado determinado aparecería como una limitación arbitraria y
por tanto inconstitucional de la libertad económica de los particulares. Sin
embargo debe prevalecer en este asunto la norma especial, relativa a la
internacionalización de las relaciones económicas, que exige tratar con otros
países y entidades de Derecho internacional sobre bases de reciprocidad. La
ausencia de este elemento permite al Estado colombiano tomar las medidas que
crea convenientes para proteger no solo su balanza de pagos sino su industria.
Proceso No. AC -
TI - 07
Revisión
Constitucional del Acuerdo sobre el Sistema Global de Preferencias Comerciales
entre Países en Desarrollo.
Magistrado
Ponente:
EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
Aprobado según
Acta No. 82
Santa Fe de Bogotá,
D.C., Octubre 22 de mil novecientos noventa y dos (1992)
La Sala Plena de la
Corte Constitucional, integrada por su Presidente Simón Rodríguez Rodríguez y
por los Magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio
Hernández Galindo, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Jaime Sanín
Greiffenstein,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
revisión constitucional del Acuerdo sobre El Sistema Global de Preferencias
Comerciales entre Países en Desarrollo, suscrito el 13 de abril de 1988 en
Belgrado, Yugoslavia, y sometido por el Gobierno Nacional a la consideración de
esta Corte mediante oficio No 3165 del 2 de diciembre de 1991,
I. EL TEXTO DEL
ACUERDO
El texto del
instrumento internacional, objeto de la presente revisión constitucional, es
como sigue:
ACUERDO SOBRE
EL SISTEMA GLOBAL DE PREFERENCIAS COMERCIALES ENTRE PAISES EN DESARROLLO
PREAMBULO
Los Estados
Partes en el presente Acuerdo,
Reconociendo que la cooperación económica entre países
en desarrollo es un elemento decisivo en la estrategia de la autoconfianza
colectiva y un instrumento indispensable para promover los cambios estructurales
que contribuyen a un proceso equilibrado y equitativo de desarrollo económico y
al establecimiento del Nuevo Orden Económico Internacional.
Reconociendo también que un Sistema Global de
Preferencias Comerciales (en adelante denominado el "SGPC") constituiría
uno de los principales instrumentos para la promoción del comercio entre los
países en desarrollo miembros del Grupo de los 77, y para el aumento de la
producción y el empleo en esos países.
Teniendo presente el Programa de Arusha para la Autoconfianza
Colectiva, el Programa de Acción de Caracas y las declaraciones sobre el SGPC
aprobadas por los Ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de los 77 en
Nueva York en 1982 y en las Reuniones Ministeriales sobre el SGPC celebradas en
New Delhi, en Brasilia en 1986 y en Belgrado en 1988,
Creyendo que debe asignarse alta prioridad al
establecimiento del SGPC por cuanto constituye uno de los principales
instrumentos de la cooperación Sur-Sur, para la promoción de la autoconfianza
colectiva así como para el fortalecimiento del comercio mundial en su conjunto,
han convenido en lo siguiente:
Capítulo I
INTRODUCCION
Artículo 1
Definiciones
A los efectos del
presente Acuerdo:
a) Por
"participante" se entiende:
i) Todo miembro del
Grupo de los 77 enumerado en el Anexo I que haya intercambiado concesiones y
que haya pasado a ser parte en el presente Acuerdo de conformidad con sus
artículos 25, 27 ó 28,
ii) Toda agrupación
subregional/regional/interregional de países en desarrollo miembros del Grupo
de los 77 enumerados en el Anexo I que haya intercambiado concesiones y que
haya pasado a ser parte en el presente Acuerdo de conformidad con sus artículos
25, 27, ó 28.
b) Por "país
menos adelantado" se entiende un país designado como tal por las Naciones
Unidas.
c) Por
"Estado" o "país" se entiende todo Estado o país miembro
del Grupo de los 77.
d) Por
"productores nacionales" se entiende las personas físicas o jurídicas
que estén establecidas en el territorio de un participante y que se dediquen en
él a la producción de productos básicos y de manufacturas, incluidos los
productos industriales, agrícolas, de extracción o de minería tanto en bruto
como semielaborados o elaborados. Además, para determinar la existencia de un
"perjuicio grave" o una "amenaza de perjuicio grave", la
expresión "productores nacionales" utilizada en el presente Acuerdo
se entenderá en el sentido de que abarca el conjunto de los productos
nacionales de los productos iguales o similares, o aquéllos de entre ellos cuya
producción conjunta constituya una parte principal de la producción nacional
total de dichos productos.
e) Por
"perjuicio grave" se entiende un daño importante a los productores
nacionales de productos iguales o similares que resulte de un aumento
sustancial de las importaciones preferenciales en condiciones que causen
pérdidas sustanciales, en términos de ingresos, producción o empleo, que
resulten insostenibles a corto plazo. El examen de los efectos sobre la
producción nacional de que se trate deberá incluir también una evaluación de
otros factores e índices económicos pertinentes que influyan en el estado de la
producción nacional de esos productos.
f) Por "amenaza
de perjuicio grave" se entiende una situación en que un aumento sustancial
de las importaciones preferenciales sea de tal naturaleza que pueda causar un
"perjuicio grave" a los productores nacionales y que tal perjuicio,
aunque todavía no exista, sea claramente inminente. La determinación de la
amenaza de perjuicio grave estará basada en hechos y no en meras afirmaciones,
conjeturas o posibilidades remotas o hipotéticas.
g) Por
"circunstancias críticas" se entiende la aparición de una situación
excepcional en la que importaciones preferenciales masivas causen o amenacen
con causar un "perjuicio grave", difícil de reparar y que exige
medidas inmediatas.
h) Por
"acuerdos sectoriales" se entiende los acuerdos entre participantes
con respecto a la eliminación o reducción de barreras arancelarias, no
arancelarias y paraarancelarias, así como otras medidas de promoción del
comercio y cooperación para determinados productos o grupos de productos que
estén estrechamente vinculados entre sí en cuanto a su uso final o producción.
i) Por "medidas
comerciales directas" se entiende las medidas susceptibles de promover el
comercio entre participantes, tales como contratos a largo y mediano plazo que
incluyan compromisos de importación y suministro en relación con productos
específicos, acuerdos comerciales con pago en mercancías producidas,
operaciones de comercio de Estado y compras del Estado o del sector público.
j) Por
"derechos arancelarios" se entiende los derechos de aduana fijados en
los aranceles nacionales de los participantes.
k) Por "medidas
no arancelarias" se entiende toda medida, reglamento o práctica, con
excepción de los "derechos arancelarios" o las "medidas
paraarancelarias", cuyo efecto sea restringir las importaciones o
introducir una distorsión importante en el comercio.
l) Por "medidas
paraarancelarias" se entiende los derechos y gravámenes, con excepción de
los "derechos arancelarios", percibidos en frontera sobre las
transacciones de comercio exterior que tienen efectos análogos a los derechos
de aduana y que sólo gravan las importaciones, pero no sobre productos
nacionales iguales. Los derechos de importación correspondientes a determinados
servicios prestados no se consideran medidas paraarancelarias.
Capítulo II
SISTEMA GLOBAL
DE PREFERENCIAS COMERCIALES
Artículo 2
Establecimiento y
fines del SGPC
Por el presente
Acuerdo, los participantes establecen el SGPC a fin de promover y sostener el
comercio mutuo y el desarrollo de la cooperación económica entre países en
desarrollo, mediante el intercambio de concesiones de conformidad con el
presente Acuerdo.
Artículo 3
Principios
El SGPC se
establecerá de conformidad con los principios siguientes:
a) el SGPC se
reservará a la participación exclusiva de los países en desarrollo miembros del
Grupo de los 77;
b) Los beneficios
del SGPC corresponderán a los países en desarrollo miembros del Grupo de los 77
que sean participantes de conformidad con el apartado a) del artículo 1;
c) El SGPC deberá
basarse y aplicarse de acuerdo con el principio de las ventajas mutuas de
manera que beneficie equitativamente a todos los participantes, teniendo en
cuenta sus niveles respectivos de desarrollo económico e industrial, la
estructura de sus comercio exterior y sus sistemas y políticas comerciales;
d) El SGPC se
negociará paso a paso, se mejorará y ampliará en etapas sucesivas y será objeto
de revisiones periódicas;
e) El SGPC no deberá
reemplazar a las agrupaciones económicas subregionales, regionales e
interregionales presentes y futuras de los países en desarrollo miembros del
Grupo de los 77, sino complementarlas y reforzarlas, y tendrá en cuenta los
intereses y compromisos de tales agrupaciones económicas;
f) Deberán
reconocerse claramente las necesidades especiales de los países menos
adelantados y acordarse medidas preferenciales concretas a favor de esos
países; no se exigirá a los países menos adelantados que hagan concesiones
sobre una base de reciprocidad;
g) Todos los
productos, manufacturas y productos básicos, tanto en bruto como semielaborados
o elaborados, deberán estar incluidos en el SGPC;
h) Las agrupaciones
intergubernamentales subregionales, regionales e interregionales de cooperación
económica entre países en desarrollo miembros del Grupo de los 77 podrán
participar plenamente como tales, siempre que lo juzguen conveniente, en todas
las fases de los trabajos sobre el SGPC o en cualquiera de ellas.
Artículo 4
Elementos del
SGPC
El SGPC podrá
constar, entre otros, de los siguientes elementos:
a) Acuerdos sobre
derechos arancelarios;
b) Acuerdos sobre
derechos paraarancelarios;
c) Acuerdos sobre
medidas no arancelarias;
d) Acuerdos sobre
medidas comerciales directas, incluidos los contratos a mediano y a largo
plazo;
e) Acuerdos
sectoriales.
Artículo 5
Lista de
concesiones
Las concesiones
arancelarias, paraarancelarias y no arancelarias negociadas e intercambiadas
entre los participantes se harán constar en listas de concesiones que se
reproducirán en anexo al presente Acuerdo y formarán parte integrante de él.
Capítulo III
NEGOCIACIONES
Artículo 6
Negociaciones
1. Los participantes
podrán celebrar de tiempo en tiempo rondas de negociaciones
bilaterales/plurilaterales/multilaterales con miras a una mayor expansión del
SGPC y al logro más completo de sus fines.
2. Los participantes
podrán celebrar sus negociaciones de acuerdo con los enfoques y procedimientos
siguientes o con cualquier combinación de ellos:
a) Negociaciones
producto por producto;
b) Reducciones
arancelarias generales;
c) Negociaciones
sectoriales,
d) Medidas
comerciales directas, inclusive contratos a mediano y a largo plazo;
Capítulo IV
COMITE DE
PARTICIPANTES
Artículo 7
Establecimiento y
funciones
1. Al entrar en
vigor el presente Acuerdo se establecerá un comité de participantes (al que en
adelante se denominará, en el presente Acuerdo, el "Comité")
integrado por los representantes de los gobiernos de los participantes. El
Comité desempeñará las funciones que sean necesarias para facilitar el
funcionamiento del presente Acuerdo y contribuir al logro de sus objetivos.
Corresponderá al Comité examinar la aplicación del presente Acuerdo y de los
instrumentos que se adopten en el marco de sus disposiciones, supervisar la
aplicación de los resultados de las negociaciones, celebrar consultas, hacer
las recomendaciones y tomar las decisiones que se requieran y, en general,
adoptar las medidas que sean necesarias para velar por la debida consecución de
los objetivos y la debida aplicación de las disposiciones del presente Acuerdo.
a) El Comité
estudiará con carácter permanente la posibilidad de promover la celebración de
nuevas negociaciones para ampliar las listas de concesiones y para incrementar
el comercio entre los participantes mediante la adopción de otras medidas y
podrá en todo momento auspiciar tales negociaciones. El Comité velará asimismo
por la difusión rápida y completa de información comercial a fin de promover el
comercio entre los participantes;
b) El Comité
examinará las controversias y hará recomendaciones al respecto de conformidad
con el artículo 21 del presente Acuerdo;
c) El Comité podrá
establecer los órganos subsidiarios que sean necesarios para el eficaz
desempeño de sus funciones;
d) El Comité podrá
adoptar los reglamentos y normas que sean necesarios para la aplicación del
presente Acuerdo.
2. a) El Comité
tratará de que todas sus decisiones se tomen por consenso;
b) No obstante
cualesquiera medidas que puedan adoptarse en cumplimiento del apartado a) del
párrafo 2 de este artículo, toda propuesta o moción presentada al Comité será
sometida a votación si así lo solicita un representante;
c) Las decisiones se
tomarán por mayoría de dos tercios sobre cuestiones de fondo y por mayoría
simple sobre cuestiones de procedimiento.
3. El Comité
adoptará su reglamento interno.
4. El Comité
adoptará un reglamento financiero.
ARTICULO 8
Cooperación con
organizaciones internacionales
El Comité tomará las
disposiciones que sean apropiadas para celebrar consultas o para cooperar con
las Naciones Unidas y sus órganos, en particular la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y los organismos especializados de
las Naciones Unidas, así como con las agrupaciones intergubernamentales
subregionales, regionales e interregionales de cooperación económica entre
países en desarrollo miembros del Grupo de los 77.
Capítulo V
NORMAS BASICAS
Artículo 9
Extensión de las
concesiones negociadas
1. Sin perjuicio de
lo dispuesto en los párrafos 2 y 3 de este artículo, todas las concesiones
arancelarias, paraarancelarias y no arancelarias, negociadas e intercambiadas
entre los participantes en las negociaciones bilaterales/plurilaterales, cuando
se pongan en práctica, se harán extensivas a todos los participantes en las
negociaciones relativas al SGPC, sobre la base de la cláusula de la nación más
favorecida (NMF).
2. Con sujeción a
las normas y directrices que se establezcan a este respecto, los participantes
partes en medidas comerciales directas, en acuerdos sectoriales o en acuerdos
sobre concesiones no arancelarias podrán decidir no hacer extensivas a otros
participantes las concesiones previstas en tales acuerdos. La no extensión no
deberá entrañar efectos perjudiciales para los intereses comerciales de otros
participantes y, en caso de que tenga tales efectos, la cuestión será sometida
al Comité para que la examine y tome una decisión al respecto. Tales acuerdos
estarán abiertos a todos los participantes en el SGPC mediante negociaciones
directas. El Comité será informado de la iniciación de las negociaciones sobre
los referidos acuerdos, así como de las disposiciones de éstos una vez que
hayan sido celebrados.
No obstante lo
dispuesto en los párrafos 1 y 2 de este artículo, los participantes podrán
otorgar concesiones arancelarias, no arancelarias y paraarancelarias aplicables
exclusivamente a las exportaciones procedentes de los países menos adelantados
participantes. Tales concesiones, cuando se pongan en práctica, se aplicarán en
igual medida a todos los países menos adelantados participantes. Si después de
concedido cualquier derecho exclusivo éste resultara perjudicial para los
intereses comerciales legítimos de otros participantes, la cuestión podrá ser
sometida al Comité para que examine tales concesiones.
Artículo 10
Mantenimiento del
valor de las concesiones
A reserva de los
términos, condiciones o requisitos que puedan establecerse en las listas de
concesiones otorgadas, ninguno de los participantes menoscabará o anulará estas
concesiones, después de la entrada en vigor del presente Acuerdo, por la
aplicación de cualquier carga o medida restrictiva del comercio que no
existiera ya con anterioridad, salvo cuando esa carga consista en un impuesto
interno que grave un producto nacional igual, en un derecho antidumping o
compensatorio o en derechos proporcionados al costo de los servicios prestados,
y con excepción de las medidas autorizadas con arreglo a los artículos 13 y 14.
Artículo 11
Modificación y
retiro de las concesiones
1. Todo participante
podrá, una vez transcurrido un plazo de tres años a partir de la fecha en que
se otorgó la concesión, notificar al Comité su intención de modificar o retirar
cualquier concesión incluida en la lista correspondiente de ese participante.
2. El participante
que tenga la intención de retirar o modificar una concesión entablará consultas
y/o negociaciones, con miras a llegar a un acuerdo sobre cualquier compensación
que sea necesaria y adecuada, con los participantes con los cuales haya
negociado originalmente esa concesión y con cualesquiera otros participantes
que tengan un interés como proveedores principales o sustanciales según lo
determine el Comité.
3. Si no se llegase
a un acuerdo entre los participantes involucrados dentro de los seis meses
siguientes a la recepción de la notificación, y si el participante que hizo la
notificación siguiese adelante con la modificación o el retiro de tal
concesión, los participantes afectados, según los determine el Comité, podrán
retirar o modificar concesiones equivalentes en sus correspondientes listas.
Todas estas modificaciones o retiros deberán notificarse al Comité.
Artículo 12
Suspensión o
retiro de concesiones
Todo participante
podrá en cualquier momento suspender o retirar libremente la totalidad o parte
de cualquiera de las concesiones incluidas en su lista si llega a la conclusión
de que dicha concesión fue negociada con un Estado que no ha pasado a ser, o ha
dejado de ser, participante en el presente Acuerdo. El participante que adopte
esa medida la notificará al Comité y, cuando se le requiera para ello,
celebrará consultas con los participantes que tengan un interés sustancial en
el producto de que se trate.
Artículo 13
Medidas de
salvaguardia
Un participante debe
poder adoptar medidas de salvaguardia para evitar el perjuicio grave o la
amenaza de un perjuicio grave a los productores nacionales de productores
iguales o similares que pueda ser consecuencia directa de un aumento sustancial
imprevisto de las importaciones que disfrutan de preferencias en virtud del
SGPC.
1. Las medidas de
salvaguardia serán conformes a las normas siguientes:
a) Las medidas de
salvaguardia deberían ser compatibles con los fines y los objetivos del SGPC.
Esas medidas deberían aplicarse de forma no discriminatoria entre los
participantes en el SGPC.
b) Las medidas de
salvaguardia deberían estar en vigor sólo en la medida y durante el tiempo
necesarios para prevenir o remediar ese perjuicio.
c) Por regla general
y excepto en circunstancias críticas, toda medida de salvaguardia se adoptará
previa consulta entre las partes interesadas. Los participantes que tengan la
intención de adoptar medidas de salvaguardia estarán obligados a probar, a
satisfacción de las partes involucradas dentro del Comité, el perjuicio grave o
la amenaza de perjuicio grave que justifiquen la adopción de tales medidas.
2. La adopción de
medidas de salvaguardia para evitar un perjuicio grave o una amenaza de
perjuicio grave debería ajustarse a los procedimientos siguientes:
a) Notificación:
Todo participante que tenga la intención de adoptar una medida de salvaguardia
debería notificar su intención al Comité, el cual dará traslado de esta
notificación a todos los participantes. Una vez recibida la notificación, los
participantes interesados que deseen celebrar consultas con los participantes
iniciadores de la medida lo notificarán al Comité en un plazo de 30 días.
Cuando en circunstancias críticas un retraso pueda causar un daño que sea
difícil de reparar, podrá adoptarse provisionalmente la medida de salvaguardia
sin celebrar previamente consultas, a condición de que éstas se celebren
inmediatamente después de adoptarse tal medida.
b) Consultas: Los
participantes interesados deberían celebrar consultas con el propósito de
llegar a un acuerdo con respecto a la naturaleza y la duración de la medida de
salvaguardia que se quiera adoptar, o que se haya adoptado ya, y al
otorgamiento de una compensación o la renegociación de las concesiones. Estas
consultas deberían concluirse dentro de los tres meses siguientes a la
recepción de la notificación inicial. Si estas consultas no llevan a un acuerdo
satisfactorio para todas las partes en el plazo antes especificado, el asunto
debería someterse al Comité para que lo resuelva. Si el Comité no resuelve la
cuestión en un plazo de cuatro semanas a partir de la fecha en que se haya
remitido, las partes afectadas por la medida de salvaguardia tendrán derecho a
retirar concesiones equivalentes u otras obligaciones dimanantes del SGPC que
el Comité no desapruebe.
Artículo 14
Medidas relativas
a la balanza de pagos
Si un participante
tropieza con problemas económicos graves durante la aplicación del SGPC, ese
participante deberá poder adoptar medidas para hacer frente a dificultades
graves de balanza de pagos.
1. Todo participante
que considere necesario imponer o intensificar una restricción cuantitativa u
otra medida con el fin de limitar las importaciones con respecto a productos o
esferas amparados por concesiones con miras a evitar la amenaza de una
disminución grave de sus reservas monetarias o detener esa disminución se
esforzará por hacerlo de manera que se preserve, tanto como sea posible, el
valor de las concesiones negociadas.
2. Esas medidas se
notificarán inmediatamente al Comité, que dará traslado de tal notificación a
todos los participantes.
3. Todo participante
que adopte una de las medidas señaladas en el párrafo 1 de este artículo dará,
a petición de cualquier otro participante, oportunidades adecuadas para
celebrar consultas con miras a mantener la estabilidad de las concesiones
negociadas en virtud del SGPC. Si no se llegara a un acuerdo satisfactorio
entre los participantes involucrados en un plazo de tres meses a partir de la
fecha de notificación, podrá someterse el asunto al Comité para que éste lo
examine.
Artículo 15
Normas de origen
Los productos
contenidos en las listas de concesiones que figuran en el anexo al presente
Acuerdo gozarán de trato preferencial si cumplen las normas de origen, que se
reproducirán en anexo al presente Acuerdo y formarán parte integrante de él.
Artículo 16
Procedimientos
para la negociación de contratos a mediano y a largo plazo entre participantes
en el SGPC interesados.
1. En el marco del
presente Acuerdo podrán concentrarse entre los participantes contratos a
mediano y a largo plazo con compromisos de importación y exportación de
determinados productos básicos u otros productos.
2. A fin de
facilitar la negociación y concertación de dichos contratos:
a) Los participantes
exportadores deberían indicar los productos básicos u otros productos en
relación con los cuales estén dispuestos a asumir compromisos de suministro,
con especificación de las cantidades correspondientes;
b) los participantes
importadores deberían indicar los productos básicos u otros productos en
relación con los cuales podrían asumir compromisos de importación, con
especificación, cuando sea posible, de las cantidades correspondientes; y
c) El Comité
prestará asistencia para el intercambio multilateral de la información prevista
en los apartados a) y b), así como para la celebración de negocios bilaterales
y/o multilaterales entre los participantes exportadores e importadores
interesados con objeto de concertar contratos a mediano y a largo plazo.
3. Los participantes
involucrados deberían notificar al Comité la concertación de contratos a largo
y medio plazo lo antes posible.
Artículo 17
Trato especial a
los países menos adelantados
1. Conforme a la
Declaración Ministerial sobre el SGPC, las necesidades especiales de los países
menos adelantados serán plenamente reconocidas y se llegará a un acuerdo sobre
medidas preferenciales concretas en favor de dichos países.
2. Para adquirir la
condición de participante no se exigirá a ningún país menos adelantado que haga
concesiones sobre una base de reciprocidad, y los países menos adelantados
participantes se beneficiarán de todas las concesiones arancelarias,
paraarancelarias y no arancelarias intercambiadas en las negociaciones
bilaterales/plurilaterales que sean multilateralizadas.
3. Los países menos
adelantados participantes deberían identificar los productos de exportación en
relación con los cuales deseen obtener concesiones en los mercados de otros
participantes. Para ayudarlos en esa tarea, las Naciones Unidas y otros
participantes que estén en condiciones de hacerlo deberían proporcionar a tales
países, de manera prioritaria, asistencia técnica que incluirá la información
pertinente sobre el comercio de los productos en cuestión y los principales
mercados de importación de los países en desarrollo, así como sobre las
tendencias y perspectivas de mercado y los regímenes comerciales de los
participantes.
4. Los países menos
adelantados participantes podrán, en relación con los productos de exportación
y los mercados determinados con arreglo al párrafo 3 de este artículo, formular
peticiones específicas a otros participantes sobre concesiones arancelarias,
paraarancelarias y no arancelarias y/o sobre medidas comerciales directas,
entre ellas los contratos a largo plazo.
5. Se tendrán
especialmente en cuenta las exportaciones de los países menos adelantados
participantes al aplicar las medidas de salvaguardia.
6. Entre las
concesiones solicitadas en relación con esos productos de exportación podrán
figurar las siguientes:
a) El acceso libre
de derechos, en particular para los productos elaborados y semielaborados;
b) La supresión de
barreras no arancelarias;
c) La supresión,
cuando proceda, de barreras paraarancelarias;
d) La negociación de
contratos a largo plazo con miras a ayudar a los países menos adelantados
participantes a que alcancen niveles razonables y sostenibles en la exportación
de sus productos.
7. Los participantes
examinarán con compresión las peticiones que hagan los países menos adelantados
participantes para obtener concesiones con arreglo al párrafo 6 de este
artículo y, siempre que sea posible, tratarán de acceder a tales peticiones, en
todo o en parte, como manifestación de las medidas preferenciales concretas que
deban acordarse en favor de los países menos adelantados participantes.
Artículo 18
Agrupaciones
subregionales, regionales e interregionales
Las preferencias
arancelarias, paraarancelarias y no arancelarias aplicables dentro de las
agrupaciones subregionales, regionales e interregionales existentes de países
en desarrollo notificadas como tales y registradas en el presente Acuerdo
conservarán su carácter esencial, y los miembros de tales agrupaciones no
tendrán ninguna obligación de hacer extensivos los beneficios de tales
concesiones, ni los demás participantes tendrán derecho a disfrutar de los
beneficios de tales preferencias. Lo dispuesto en este párrafo se aplicará
igualmente a los acuerdos preferenciales con miras a crear agrupaciones
subregionales, regionales e interregionales de países en desarrollo y a las
futuras agrupaciones subregionales, regionales e interregionales de países en
desarrollo que sean notificadas como tales y debidamente registradas en el
presente Acuerdo. Además, estas disposiciones se aplicarán en igual medida a
todas las preferencias arancelarias, paraarancelarias y no arancelarias que en
el futuro lleguen a aplicarse dentro de tales agrupaciones subregionales,
regionales o interregionales.
Capítulo VI
CONSULTAS Y
SOLUCION DE CONTROVERSIAS
Artículo 19
Consultas
1. Cada participante
considerará con comprensión la posibilidad de celebrar consultas acerca de las
representaciones que pueda hacer otro participante acerca de cualquier cuestión
que afecte el funcionamiento del presente Acuerdo y dará oportunidades
adecuadas para celebrar tales consultas.
2. El Comité podrá,
a petición de un participante, consultar con cualquier participante acerca de
cualquier cuestión a la que no se haya podido encontrar solución satisfactoria
mediante las consultas a que se hace referencia en el párrafo 1 de este
artículo.
Artículo 20
Anulación o
menoscabo
1. Si cualquier
participante considera que otro participante ha alterado el valor de una
concesión que figura en su lista o que cualquier beneficio de que directa o
indirectamente disfrute con arreglo al presente Acuerdo está siendo anulado o
menoscabado como resultado del incumplimiento por otro participante de
cualquiera de las obligaciones que le incumben en virtud del mismo, o como
resultado de cualquier otra circunstancia relacionada con el funcionamiento del
presente Acuerdo, podrá, con objeto de resolver satisfactoriamente la cuestión,
hacer por escrito representaciones o propuestas al otro o los otros participantes
que considere involucrados, los cuales, en tal caso, considerarán con
comprensión las representaciones o propuestas que de ese modo se les hagan.
2. Si dentro de los
90 días siguientes a la fecha en que se hayan hecho las observaciones o la
solicitud de consulta no se ha llegado a una solución satisfactoria entre los
participantes, la cuestión podrá ser sometida a la consideración del Comité, el
cual consultará con los participantes involucrados y hará las recomendaciones
apropiadas dentro de los 75 días siguientes a la fecha en que se sometió la
cuestión a la consideración del Comité. Si dentro de los 90 días siguientes a
la fecha en que se hicieron las recomendaciones no se ha resuelto todavía
satisfactoriamente la cuestión, el participante afectado podrá suspender la
aplicación de una concesión sustancialmente equivalente, o de otras
obligaciones con arreglo al SGPC que el Comité no desapruebe.
Artículo 21
Solución de
controversias
Toda controversia
que pueda suscitarse entre los participantes sobre la interpretación y
aplicación de las disposiciones del presente Acuerdo o de cualquier instrumento
adoptado dentro del marco de sus disposiciones, se resolverá amigablemente
mediante acuerdo entre las partes involucradas en conformidad con el artículo
19 de este Acuerdo. Cuando una controversia no pueda ser resuelta por ese
procedimiento, podrá ser sometida a la consideración del Comité por cualquiera
de las partes en ella. El Comité examinará la cuestión y hará una recomendación
al respecto dentro de los 120 días siguientes a la fecha en que la controversia
haya sido sometida a su consideración. El Comité adoptará las normas adecuadas
al respecto.
Capítulo VII
DISPOSICIONES
FINALES
Artículo 22
Aplicación
Cada participante
adoptará las medidas legislativas o de otra índole que sean necesarias para
aplicar el presente Acuerdo y los instrumentos que se adopten dentro del marco
de sus disposiciones.
Artículo 23
Depositario
Queda designado
depositario del presente Acuerdo el Gobierno de la República Federativa
Socialista de Yugoslavia.
Artículo 24
Firma
El presente Acuerdo
estará abierto a la firma en Belgrado, Yugoslavia, desde el 13 de Abril de 1988
hasta la fecha de su entrada en vigor con arreglo al artículo 26.
Artículo 25
Firma definitiva,
ratificación, aceptación o aprobación
Cualquiera de los
participantes a que se hace referencia en el apartado a) del artículo 1 y en el
anexo I del presente Acuerdo que haya intercambiado concesiones podrá:
a) En el momento de
la firma del presente Acuerdo, declarar que por esa firma manifiesta su
consentimiento en obligarse por el presente Acuerdo (firma definitiva); o
b) Después de la
firma del presente Acuerdo, ratificarlo, aceptarlo o aprobarlo mediante el
depósito de un instrumento al efecto en poder del depositario.
Artículo 26
Entrada en vigor
1. El presente
Acuerdo entrará en vigor 30 días después de que 15 de los Estados a que se hace
referencia en el apartado a) del artículo 1 y en el anexo I del Acuerdo, de las
tres regiones del Grupo de los 77, que hayan intercambiado concesiones hayan
depositado sus instrumentos de firma definitiva, ratificación, aceptación o
aprobación de conformidad con los apartados a) y b) del artículo 25.
2. Para todo Estado
que deposite un instrumento de ratificación, aceptación, aprobación o adhesión
o una notificación de aplicación provisional después de la entrada en vigor del
presente Acuerdo, éste entrará en vigor para dicho Estado 30 días después de
efectuado tal depósito o notificación.
3. Al entrar en
vigor el presente Acuerdo, el Comité fijará una fecha límite para el depósito
de los instrumentos de ratificación, aceptación o aprobación por los Estados a
que se hace referencia en el artículo 25. Esa fecha no podrá ser posterior en
más de tres años a la fecha de entrada en vigor del presente Acuerdo.
Artículo 27
Notificación de
aplicación provisional
Todo Estado
signatario que tenga intención de ratificar, aceptar o aprobar el presente
Acuerdo, pero que aún no haya depositado su instrumento, podrá, dentro de los
60 días siguientes a la entrada en vigor del Acuerdo, notificar al depositario
que aplicará el presente Acuerdo provisionalmente. La aplicación provisional no
excederá de un período de dos años.
Artículo 28
Adhesión
Seis meses después
de que entre en vigor el presente Acuerdo de conformidad con sus disposiciones,
quedará abierto a la adhesión de otros miembros del Grupo de los 77 que cumplan
las condiciones estipuladas en el presente Acuerdo. Con tal objeto, se
aplicarán los procedimientos siguientes:
a) El solicitante
notificará su intención de adhesión al Comité;
b) El Comité
distribuirá la notificación entre los participantes;
c) El solicitante
someterá una lista de ofertas a los participantes y cualquier participante
podrá presentar una lista de peticiones al solicitante;
d) Una vez que se
hayan completado los procedimientos previstos en los apartados a), b) y c), el
solicitante iniciará negociaciones con los participantes interesados con miras
a llegar a un acuerdo sobre su lista de concesiones;
e) Las solicitudes
de adhesión de los países menos adelantados se examinarán tomando en
consideración la disposición sobre el trato especial a los países menos
adelantados.
Artículo 29
Enmiendas
1. Los participantes
podrán proponer enmiendas al presente Acuerdo. El Comité examinará las
enmiendas y las recomendará para su adopción por los participantes. Las
enmiendas surtirán efecto 30 días después de la fecha en que las dos terceras
partes de los participantes a que se hace referencia en el párrafo a) del
artículo 1 hayan notificado al depositario que las aceptan.
2. No obstante lo
dispuesto en el párrafo 1 de este artículo:
a) Cualquier
enmienda relativa a:
i) la definición de
miembros que figuran en el párrafo a) del artículo 1;
ii) el procedimiento
para enmendar el presente Acuerdo,
entrará en vigor una
vez que haya sido aceptada por todos los participantes de conformidad con lo
dispuesto en el párrafo a) del artículo 1 del presente Acuerdo;
b) Cualquier
enmienda relativa a:
i) los principios
estipulados en el artículo 3,
ii) la base del
consenso y cualesquier otras bases de votación mencionadas en el presente
Acuerdo,
entrará en vigor
después de su aceptación por consenso.
Artículo 30
Retiro
1. Todo participante
podrá retirarse del presente Acuerdo en cualquier momento después de su entrada
en vigor. Tal retiro se hará efectivo seis meses después de la fecha en que el
depositario haya recibido la correspondiente notificación por escrito. Dicho
participante deberá informar simultáneamente al Comité de la medida adoptada.
2. Los derechos y
obligaciones del participante que se haya retirado del presente Acuerdo dejarán
de serle aplicables a partir de esa fecha. Después de esta fecha, los
participantes y el participante que se haya retirado del Acuerdo decidirán
conjuntamente si retiran, en todo o en parte, las concesiones recibidas u
otorgadas por aquéllos y por éste.
Artículo 31
Reservas
Se podrán hacer
reservas respecto de cualquier disposición del presente Acuerdo, siempre y
cuando no sean incompatibles con el objetivo y propósito del presente Acuerdo y
sean aceptadas por la mayoría de los participantes.
Artículo 32(1)
No aplicación
(1) Sólo se podrá
invocar este artículo en circunstancias excepcionales debidamente notificadas
al Comité.
1. El SGPC no se
aplicará entre participantes si éstos no han emprendido negociaciones directas
entre sí y si cualquiera de ellos no consiente en dicha aplicación en el
momento en que cualquiera de ellos acepte el presente Acuerdo.
2. El Comité podrá
examinar la aplicación de este artículo en ciertos casos, a petición de
cualquiera de los participantes, y formular las recomendaciones oportunas.
Artículo 33
Excepciones de
seguridad
Ninguna de las
disposiciones del presente Acuerdo se interpretará en el sentido de que impide
a cualquier participante adoptar cuantas medidas considere necesarias para la
protección de sus intereses esenciales de seguridad.
Artículo 34
Anexos
1. Los anexos forman
parte integrante del presente Acuerdo y toda referencia al presente Acuerdo o a
uno de sus capítulos incluye una referencia a los respectivos anexos.
2. Los anexos del
presente Acuerdo serán los siguientes:
1) Anexo I.
Participantes en el Acuerdo.
b) Anexo II. Normas
de origen.
c) Anexo III.
Medidas adicionales en favor de los países menos adelantados.
d) Anexo IV. Listas
de concesiones.
HECHO en Belgrado,
Yugoslavia, el trece de Abril de mil novecientos ochenta y ocho, siendo
igualmente auténticos los textos del presente Acuerdo en árabe, español,
francés e inglés.
EN FE DE LO CUAL,
los infrascritos, debidamente autorizados para ello, han firmado el presente
Acuerdo en las fechas indicadas.
El Anexo I del
Acuerdo obra a folio 39 del cuaderno principal; el Anexo II a folios 40, 40A,
41, 42, 43 y 44 del mismo cuaderno. El Anexo III a folio 45 ibidem.
El Anexo IV, es
visible en cuaderno separado de pasta roja, contentivo de los antecedentes del
Acuerdo SGPC, que enviara la sub-Secretaria Jurídica del Ministerio de
Relaciones Exteriores el 8 de mayo de 1992.
II. ANTECEDENTES.
II.1. El Grupo de
los 77 surgió en junio de 1964, una vez terminada la Primera Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (en adelante UNCTAD ). Su objetivo
era y sigue siendo el de poner en funcionamiento "un mecanismo informal
para consulta y coordinación entre el mundo en desarrollo en temas de desarrollo
y cooperación económica internacional". Su creación obedeció a la
necesidad de adoptar políticas conjuntas para los países en desarrollo dentro
de las negociaciones Norte-Sur,mediante el fortalecimiento de las relaciones
económicas Sur-Sur. Este bloque de países promovió y adoptó el Programa de
Arusha para la autoconfianza colectiva que se examinará en detalle más
adelante. Inspirado en los lineamientos de tal programa, el Grupo de los 77
constituyó la fuerza que llevó a buen término la negociación sobre el Sistema
Global de Preferencias Comerciales (en adelante S.G.P.C.). Colombia es fundador
y miembro activo del Grupo de los 77
II.2. La primera
fase del trabajo sobre el Acuerdo S.G.P.C. empezó en Ciudad de México en 1976 y
culminó en Nueva York en 1982, con la declaración de los Ministros del Grupo de
los 77 y la confirmación del Comité de Negociaciones del S.G.P.C. (octubre de
1982).
II.3. La primera
reunión del Comité mencionado tuvo lugar en Ginebra, en el año de 1984. En ella
se fijaron los mecanismos de negociación, la extensión, modificación y
eliminación de concesiones, normas de origen, salvaguardias y se discutieron
las medidas de equilibrio de la balanza de pagos. También se contempló lo
relativo al tratamiento especial de los países menos desarrollados.
II.4. Le siguió la
reunión ministerial de Nueva Delhi, entre el 22 y el 26 de julio de 1985. En
ella se expresó formalmente que el S.G.P.C. era un mecanismo de cooperación
Sur-Sur para el fortalecimiento de la autoconfianza colectiva y del comercio
mundial. Entre los mecanismos de cooperación se enunciaron la reducción de
tarifas por aplicación del sistema de preferencias, la remoción de barreras
para-arancelarias y no-arancelarias y la creación de empresas conjuntas entre
países en desarrollo.
II.5. La reunión
ministerial del S.G.P.C. que tuviera lugar en Brasilia, los días 22 y 23 de
mayo de 1986, sirvió para adoptar la guía sobre técnicas y modalidades y para
lograr un compromiso de permanencia, que significaba no introducir
restricciones a productos sobre los cuales existía la posibilidad o la
necesidad de concesiones comerciales. Asimismo se planteó la hipótesis de
trabajo consistente en el intercambio de concesiones comerciales sobre bases
preferenciales, advirtiendo que éste sería el principal instrumento de
promoción y expansión del comercio entre países en desarrollo.
II.6. El 11 de julio
de 1986 se reunió en Ginebra el Comité de Negociaciones del S.G.P.C. y procedió
a establecer dos órganos adicionales: el Comité de definición y alcances del
S.G.P.C. y el Comité sobre normas de origen y medidas en favor de países en
desarrollo. En esta reunión se llegó a un acuerdo sobre el sistema operativo
para llegar al Acuerdo S.G.P.C. En una primera ronda de negociaciones se
elaborarían las listas de requerimientos de concesiones y las listas de
concesiones ofrecidas. A esa etapa le seguiría otra de negociaciones
bilaterales o multilaterales sobre el intercambio mismo de concesiones y,
finalmente una tercera, donde se procedería a la multilaterización del
intercambio de concesiones.
II.7. El Acuerdo
sobre el S.G.P.C. fue suscrito en Belgrado el 13 de abril de 1988. Entre los
países signatarios se encontraba Colombia.
II.8. El Acuerdo
entró en vigor el 19 de abril de 1989 al ser ratificado por el número mínimo de
países que exige el artículo 26 del convenio para su vigencia.
II.9. El tres (3) de
octubre de 1990 el Gobierno Nacional dió su aprobación ejecutiva al Instrumento
internacional y ordenó someter el texto a la consideración del Congreso de la
República para los efectos del art. 76-18 de la anterior Constitución.
II.10. El proyecto
correspondiente, identificado con el No 126/90, fue aprobado en la Cámara de
Representantes en primero y segundo debates, de lo cual da fe la certificación
del Secretario General de la Comisión Segunda del Senado que obra a folio 16
del cuaderno principal.
II.11. Pasó luego al
Senado como proyecto No 162/9 y se encontraba en esa honorable Corporación al
momento de entrar en vigencia la nueva Carta Fundamental.
II.12. Promulgada la
nueva Constitución, el Gobierno Nacional consideró procedente someterlo al
escrutinio de la Comisión Especial constituída en desarrollo del art. 6°
transitorio de la Carta Política para dar así cumplimiento al literal a) del
mismo artículo.
II.13. La Comisión
Especial decidió no improbar el Acuerdo sobre el S.G.P.C. El Secretario General
de la Comisión Especial, Doctor Mario Ramírez Arbeláez deja constancia de ello
a folio 15 del cuaderno principal.
II.14. El Ministerio
de Relaciones Exteriores, en obedecimiento a lo dispuesto por el art. 241-10 de
la Carta remitió a esta Corporación el Acuerdo sobre el S.G.P.C. mediante el
oficio No 31615 del 2 de diciembre de 1991.
II.15. La Corte
Constitucional, en Sala Plena, acogió el estudio elaborado por el honorable
Magistrado Doctor Ciro Angarita Barón, que definió el alcance del art. 241-10
de la Constitución, en el sentido de acoger la tesis de la competencia de la
Corporación para conocer de forma y fondo y en la modalidad de control
automático, los tratados públicos internacionales y las leyes aprobatorias de
los mismos. (Corte Constitucional, Sala Plena, Acta No 38 de abril 2 de 1989).
II.16. El proceso
fue repartido al Magistrado Ponente el 8 de abril del año en curso. El 30 del
mismo mes y año el Despacho profirió auto por el cual asumió la revisión
automática del Acuerdo General sobre Preferencias Comerciales entre Países en
Desarrollo. En esa providencia se decretaron algunas pruebas documentales, y se
ordenó que, una vez vencido el término probatorio y allegadas todas las pruebas
se corriera traslado al Procurador General para lo de su cargo y se fijara el
Acuerdo en lista por diez días. Igualmente se ordenó comunicar al Presidente de
la República, a la Ministra de Relaciones Exteriores y al Ministro de Comercio
Exterior la iniciación de este proceso.
III DEFENSA.
La apoderada
especial del Ministerio de Relaciones Exteriores se hizo presente en el proceso
mediante escrito visible a folios 62 a 72 del cuaderno principal. En lo
sustancial, afirma :
La suscripción del
Tratado por Colombia se hizo de acuerdo con el Derecho Internacional Procesal,
vertido en la Convención de Viena, que fue aprobada por la Ley 32 de 1985. El
acto constituye el ejercicio de una atribución constitucional propia del
Presidente (art. 189-2 C.P.).
La apoderada
recuerda cómo el artículo 9° de la Carta Fundamental deja sentado que los
principios rectores de la actuación internacional de Colombia serán la
soberanía nacional, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y el
reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por ella.
En conexión con éstos últimos, asevera:
"En el anterior
sentido, Colombia, como miembro de la Organización de las Naciones Unidas ha
aceptado una serie de principios del derecho internacional desarrollados en el
seno de dicha organización. Vale destacar a los fines del examen del Acuerdo
que nos ocupa, los principios fundamentales de las Relaciones Económicas
Internacionales, aprobados por la Asamblea General de la ONU mediante
Resolución 3281 (XXIX) Carta de Derechos y Deberes Económicos de los
Estados." (Defensa de la apoderada del Ministerio de Relaciones
Exteriores, folio 63 del cuaderno principal).
Esta Carta de
Derechos y Deberes Económicos contiene los preceptos fundamentales de las
relaciones económicas entre las naciones, de los cuales la libelista destaca el
principio del beneficio mutuo y equitativo y el de la cooperación internacional
para el desarrollo. Afirma al respecto: "Se observará en el conjunto de
principios acabados de citar que el beneficio mutuo y equitativo así como la
Cooperación Internacional para el Desarrollo constituyen principios rectores de
las Relaciones Económicas, Políticas y de otra índole entre los Estados. En
desarrollo de tales principios fue que Colombia suscribió el 'ACUERDO SOBRE EL
SISTEMA GLOBAL DE PREFERENCIAS COMERCIALES ENTRE PAISES EN DESARROLLO'.
(Defensa de la apoderada del Ministerio de Relaciones Exteriores, folio 65 del
cuaderno principal).
La apoderada hace
una aclaración respecto de estas reglas, calificándolas de "soft law"
(ley suave), por contraste con aquellas normas de Derecho Internacional
distinguidas como "hard law" o ley "dura". Aclara que la
dureza o el carácter blando de la ley proviene del hecho de estar incluída o no
en un tratado u otro instrumento de cumplimiento obligatorio. Sin embargo se
apresura a calificarlas de fuente de Derecho Internacional que debe ser
respetada como lo ordena el preámbulo de la Carta de la Organización de las
Naciones Unidas, que fuera incorporada en nuestro orden jurídico interno
mediante la Ley 13 de 1945.
En el aparte
titulado "Razones que Justifican su Constitucionalidad," la
memorialista encuentra una relación de conexidad entre los principios anotados
y el derecho constitucional vigente, en particular el art. 226 de la Carta
Fundamental. Expresa al respecto: "(...) en el contexto del artículo 226
de la Constitución Política el Estado promoverá la internacionalización de las
Relaciones Económicas sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia
nacional. Las Relaciones Económicas basadas en el principio de 'Beneficio Mutuo
y Equitativo', obviamente se realizan de acuerdo con la equidad y la
reciprocidad y, en todo caso constituyen un paso hacia la Cooperación
Internacional para el Desarrollo'." (Defensa de la apoderada del
Ministerio Relaciones Exteriores, folio 66 del cuaderno principal).
En su sentir, los
principios orientadores del Acuerdo están en armonía con los principios
constitucionales colombianos; entre ellos, en primer término, el criterio de la
autoconfianza colectiva. Existe coherencia entre la pauta de la autoconfianza,
que se obtendrá por vía del Acuerdo S.G.P.C., y el artículo 226 de la
Constitución. La memorialista asevera que, "Los Estados partes creen, y
así lo expresan en el preámbulo que debe asignarse alta prioridad al
establecimiento del Sistema Global de Preferencias Comerciales por cuanto
constituye uno de los principales instrumentos de la cooperación Sur-Sur, para
la promoción de la autoconfianza colectiva asi como para el fortalecimiento del
comercio mundial en su conjunto. (...)
"Este principio
es concordante con el artículo 226 de la Constitución Política de Colombia,
según el cual 'El Estado promoverá las relaciones políticas, económicas,
sociales y ecológicas sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia
nacional.' (...)" (Defensa de la apoderada del Ministerio de Relaciones
Exteriores, folio 68 del cuaderno principal).
La congruencia entre
el principio de las ventajas mutuas, y el artículo 226 de la Constitución, es
descrita así en el Memorial de Defensa: "el artículo 3 enumera los
principios específicos conforme a los cuales se establece el Sistema General de
Preferencias Comerciales, entre ellos el de que deberá buscarse y aplicarse de
acuerdo con el principio de las ventajas mutuas que beneficie equitativamente a
todos los participantes, teniendo en cuenta sus niveles respectivos de
desarrollo económico e industrial, la estructura de su comercio exterior y sus
sistemas y políticas comerciales. (...)"
"De nuevo esa
parte del articulado del Acuerdo tiene debida concordancia con las bases de equidad,
reciprocidad y conveniencia nacional que se mencionan en el artículo 226 de
la Constitución Política." (Defensa, folio 69 del cuaderno principal, sin
subrayas en el original).
La apoderada
encuentra que existe armonía entre el mismo art. 3° del Acuerdo y la política
integracionista que hace parte del ideario constitucional colombiano en materia
internacional, porque, "El artículo 3°, literal e) del Acuerdo, establece
como principio que 'El Sistema General de Preferencias Comerciales, no deberá
reemplazar a las agrupaciones económicas subregionales, regionales e
interregionales presentes y futuras de los países en desarrollo miembros del
Grupo de los 77, sino complementarlas, reforzarlas y tendrá en cuenta los
intereses y compromisos de tales agrupaciones económicas.' (...).
"Lo anterior no
solo tiene en cuenta sino que preserva el alcance de los procesos de
integración y cooperación regional o subregional que, por razones de proximidad
geográfica, se dan entre ciertos países. (...)
"Se observa en
este contexto la concordancia en paralelo de las normas acabadas de citar con
las disposiciones colombianas reflejadas en el preámbulo y el artículo 227 de
la Carta, que privilegian las relaciones internacionales de Colombia con los
países de América Latina y del Caribe expresando el compromiso de impulsar la
integración de la comunidad latinoamericana." (Defensa de la apoderada del
Ministerio de Relaciones Exteriores, folio 70 del cuaderno principal).
IV.CONCEPTO DEL
PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
El Procurador
General de la Nación presentó su concepto dentro del término de ley. En él hizo
un estudio sobre el denominado "Grupo de los 77" (ver concepto
fiscal, a folios 76 a 78 del cuaderno principal). Se explayó igualmente en una
descripción del proceso que condujo a la firma del tratado sobre el S.G.P.C.
(concepto fiscal, folios 78 a 80 del cuaderno principal).
El estudio del
Procurador General incluye además un análisis minucioso de los diferentes
aspectos del proceso de aprobación e incorporación de los acuerdos
internacionales en el derecho interno. Aclara que, "El Derecho Colombiano
no ha aceptado la postura internacionalista en virtud a la cual, celebrado
válidamente un convenio y publicado en el órgano oficial su texto,
automáticamente queda incorporado al ordenamiento interno, ya que exige la
implementación de una serie de medidas, como el someterlo a aprobación de las
Cámaras Legislativas, sanción presidencial y para su perfeccionamiento, la
manifestación internacional del consentimiento del Estado para obligarse al
contenido clausular del convenio. Esta es la regla positiva general plasmada en
la Constitución vigente, también contenida en el sistema constitucional
anterior, excepto cuando se trate de la aplicación directa del Derecho Andino
de Integración o comunitario." (concepto fiscal, pág. 81 del cuaderno
principal).
"Tomando en
consideración la modalidad aprobatoria, vigente en Colombia, el Ministerio de
Relaciones Exteriores con base en las exigencias constitucionales del momento,
sometió a consideración del Congreso de la República el Proyecto de Ley No
126/90 que fuera aprobado por la Cámara de Representantes, y posteriormente
enviado al Senado (N° 162/90), en donde se encontraba al entrar en vigencia la
actual Constitución (...)
"En relación
con los tratados o convenios que se hallaban en tránsito legislativo por el
Congreso de la República, la Asamblea Constituyente autorizó al Gobierno
Nacional para que los ratificara, siempre y cuando hubiesen sido aprobados por
una de las Cámaras Legislativas, suprimiendo el cumplimiento de los demás tramites
constitucionales de validez" (concepto fiscal, folio 82 del cuaderno
principal).
En este punto el
Procurador General formula un reproche a la forma como se condujo el
procedimiento de aprobación del Acuerdo. Esta postura crítica lo lleva a
proponer un fallo inhibitorio como solución constitucional frente a los vicios
de inconstitucionalidad que enuncia así: "Sin embargo, el Gobierno no
utilizó dicha autorización, y sometió a instancias incompetentes de control,
afectando la validez del acto internacional.
"En efecto,
inexplicablemente, lo envió a la Comisión Especial revestida de un poder de
veto, más no de poderes legislativos, para aprobar cierta clase de actos
gubernamentales que ordinariamente competían al Congreso. (...)
"Aprobados los
convenios, reitera su actitud omisiva al enviarlos a la Corte Constitucional,
como si se tratare del control previo de constitucionalidad de tratados
internacionales y de sus leyes aprobatorias, olvidando que no existía ley
aprobatoria, y por tanto no se daban los presupuestos esenciales para activar
este sistema de control." (concepto fiscal, folios 82,83 del cuaderno
principal, sin subrayas en el original).
En este orden de
ideas el Procurador examina extensamente la creación y funciones de la Comisión
Especial consagrada en el art. 6° transitorio de la nueva Constitución, así
como las facultades extraordinarias que concediera la Carta Política al
Presidente en el articulado provisional.
"Ahora bien, de
la lectura de las facultades extraordinarias conferidas al Gobierno Nacional
por la Asamblea Constituyente - sostiene el Procurador -, se deduce precisión
en la materia que debía desarrollar a través de decretos con fuerza de ley,
cuyos proyectos requerían de su no improbación por la Comisión Especial. Así
mismo, se advierte que ni expresa ni tácitamente el Presidente de la República
se encontraba habilitado para expedir convenios internacionales, y menos para
someter los que se hallaren en curso en la Cámaras Legislativas a debate y
aprobación de la Comisión Especial, sin desnaturalizar sus específicas
funciones." (concepto fiscal, folio 87 del expediente).
Encuentra el Jefe
del Ministerio Público que entre las facultades extraordinarias, concedidas por
el artículo 6° transitorio al Presidente de la República no se hallaban las de
darle un curso sui-generis a los tratados, sometiéndolos a instancias no
contempladas en la Constitución.
Asevera luego que la
ratificación en Colombia, se presenta en el contexto de un acto complejo,
precedida de la aprobación legislativa, que es la regla general, salvo la
excepción del artículo 58 transitorio.
Añade el Procurador:
"Verificados los presupuestos anteriores, - aquellos del art. 58
transitorio - el Gobierno Nacional en ejercicio de la autorización excepcional
que le confiera la Asamblea Constituyente, debía abstenerse de ratificar el
convenio o tratado, o ratificarlo sin que mediara sanción presidencial ni se
sometiere a la culminación del trámite constitucional ordinario para esa clase
de leyes, ni se enviare a la Comisión Especial, simplemente ratificarlos, pues
en virtud a la disposición transitoria arriba transcrita, no se convertirían en
leyes de la república. (...)
"Sin embargo,
el Gobierno Nacional haciendo caso omiso de la autorización precitada, no
ratificó y todo indica que aún no ha ratificado el Acuerdo sobre el Sistema
Global de Preferencias Comerciales, pues inexplicablemente al entrar en
vigencia la Constitución actual y durante las sesiones de la Comisión Especial,
lo envió a ésta para que lo debatiera y aprobara, como si en el preciso marco
de las funciones asignadas a la Comisión se hallare las de considerar y aprobar
tratados o convenios internacionales." (concepto fiscal, folios 90, 91
sin subrayas en el texto original). Este comportamiento irregular conduce
inexorablemente - según el Procurador - a la presencia de vicios de validez
constitucional en el procedimiento de no improbación que realizara la Comisión
Especial respecto del Acuerdo sobre el Sistema Global de Preferencias
Comerciales.
Sostiene el doctor
Arrieta Padilla que el Acuerdo está viciado de inconstitucionalidad por omitir
el Gobierno la ratificación que expresamente le permitía el art. 58 transitorio
de la Constitución. Esta conducta, en el criterio del máximo representante del
Ministerio Público, se agrava al someter el Gobierno el Acuerdo al control
previo que ejerce la Corte Constitucional. En su criterio, el envío del proceso
a la Corte se hizo "... olvidando deliberadamente que la propia
Constituyente exoneró a los proyectos del cumplimiento de los requisitos
constitucionales (aprobación por la otra Cámara Legislativa y sanción
presidencial) para que fueren leyes de la República, y autorizó al Ejecutivo
para ratificarlos (acto de manifestación internacional), por ende no procedía
activar el sistema de control en mención." (concepto fiscal folio 92 del
cuaderno principal).
Concluye el
Procurador General de la Nación que, "...no se daban los presupuestos
constitucionales necesarios en virtud a los cuales el Gobierno Nacional hubiese
podido enviar el Convenio a la Corte Constitucional, y sólo le quedaba una vía,
ratificarlo o no hacerlo, en la medida que la autorización era facultativa y no
le señaló un plazo para utilizarla." (concepto fiscal, folio 94 del
cuaderno principal). Por lo expuesto, el Procurador solicitó a esta
Corporación, se abstenga de proferir fallo de mérito respecto de la
constitucionalidad del Acuerdo aprobatorio del S.G.P.C.
V. FUNDAMENTOS
V. 1.
Competencia de la Corte Constitucional
En lo que hace a la
competencia de esta Corporación para conocer del Acuerdo en examen, se reiteran
aquí en su totalidad los criterios adoptados en la Sentencia proferida en el
proceso AC - TI - 03 el 16 de julio de 1992 con ponencia del honorable Magistrado
José Gregorio Hernández Galindo. En ella, la Corte ratificó las conclusiones
del estudio preliminar efectuado por el honorable Magistrado doctor Ciro
Angarita Barón y las encontró aplicables al caso especialísimo de los siete
documentos enviados por el Ministerio de Relaciones Exteriores a la Corte
Constitucional, entre los que se encontraba el Acuerdo sobre el Sistema Global
de Preferencias Comerciales. Al respecto se concluyó: "Así pues, al
interpretar los artículos 241 numeral 10 y Transitorio 58 de la Constitución
Política, tanto el criterio sistemático como el literal y el contextual, el
teleológico y el subjetivo inducen a concluír, como lo hace la Corte
Constitucional, que los tratados o convenios internacionales que no alcanzaron
a completar la integridad del trámite en el Congreso, por haber cesado éste en
sus funciones al principiar la vigencia de la Constitución de 1991, fueron
relevados de la culminación de ese trámite, pero no lo fueron del procedimiento
de control de constitucionalidad, a cargo de esta Corporación, sin surtirse el
cual no está permitido al Presidente de la República efectuar el canje de notas
o ratificaciones. (...)
"En virtud de
lo dicho, la Corte Constitucional, apartándose del criterio esbozado por el
Procurador General de la Nación, considera que tiene competencia para resolver
sobre la constitucionalidad del Convenio al que se refiere este proceso."
(Corte Constitucional, Sala Plena, Sentencia del 16 de julio de 1992,
expediente AC-TI-03, página 19).
En esta ocasión la
Corte reafirma la doctrina sentada en la sentencia citada.
V.2 .Formación
del Instrumento Internacional
El Presidente de la
República, conjuntamente con el Viceministro de Relaciones Exteriores,
encargado de las Funciones del Despacho, aprobaron el acto de suscripción del
Acuerdo sobre el Sistema Global de Preferencias Comerciales entre Países en
Desarrollo.
Esta aprobación
ejecutiva del convenio bajo examen representa la culminación del proceso de
negociación y celebración de tratados que la Constitución encomienda al
Presidente de la República en el numeral 2° del art. 189 (folio 100 del
cuaderno principal).
En la misma Acta de
aprobación ejecutiva se ordena someter el texto del Acuerdo al Congreso de la
República para los efectos del numeral 16 del artículo 76 de la Constitución
Nacional en ese entonces vigente (hoy numeral 16 del art. 150 de la C.P.). El
proceso de aprobación legislativa quedó trunco en razón del conocido receso del
Congreso al término de 1990. Sin embargo, el Texto del Acuerdo alcanzó a ser
aprobado en la Cámara de Representantes en primero y segundo debates como lo
certifica el Secretario de la Comisión Segunda del Senado. ( folio 16).
El Gobierno Nacional
sometió el texto del Acuerdo sobre el SGPC a la Comisión Especial creada por el
artículo 6° transitorio de la Carta Fundamental, en cumplimiento del literal a)
de esa misma disposición. El Ejecutivo buscaba con ese acto dar cumplimiento
riguroso al articulado constitucional, permanente y transitorio.
La Comisión Especial
declaró no improbado al texto del Acuerdo sobre el Sistema Global de
Preferencias Comerciales, el 11 de septiembre de 1991, como lo certifica el
Secretario General de ese cuerpo colegiado especial (folio 15 del cuaderno
principal).
En acatamiento a lo
dispuesto por el art. 241-10 de la Carta y entendiendo que se trataba de una
situación excepcional de tránsito constitucional, el Gobierno envió, a la Corte
Constitucional, el Acuerdo, junto con otros siete convenios tramitados de la
misma forma (folio 98 del cuaderno principal).
V. 3. La
Autoconfianza Colectiva (Self-Reliance) como inspiración del acuerdo SGPC.
En el preámbulo del
Acuerdo SGPC (Sistema Global de Preferencias Comerciales) se hace referencia a
la autoconfianza colectiva como un objetivo de la cooperación económica que se
pretende alcanzar, junto con otros elevados propósitos como serían el
establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) y la promoción
de cambios estructurales en el sistema de comercio entre las naciones, que reporten
equilibrio, bienestar y sobre todo equidad.
El mismo texto
invoca los Programas de Arusha para la Autoconfianza Colectiva y de Acción de
Caracas así como las declaraciones de los Ministros de Relaciones Exteriores
del Grupo de los 77 que tuvieron lugar en Nueva York (1982), Nueva Delhi
(1985), Brasilia (1986) y Belgrado (1988). Tanto el programa de Acción de
Caracas como las declaraciones Ministeriales desarrollaron el ideario que se
hiciera explícito en Arusha (Tanzania). Se impone entender el concepto de
autoconfianza colectiva para contrastarlo con los principios que, según la
Carta Política, deben inspirar la actuación internacional de Colombia.
La idea de
autoconfianza o autosuficiencia colectiva aparece como una reacción a la
actitud negativa de los países industrializados del Norte frente a las demandas
o peticiones de los países del Sur - la mayoría en estado de subdesarrollo o
desarrollo incipiente - encaminadas a la creación de un orden global más justo.
Este diálogo nace con motivo de la crisis energética (1973), provocada, en lo
inmediato, por los países productores de petróleo, que luego se agruparían en
el cartel de la OPEP. Ante el incremento súbito, drástico y coordinado de los
precios del crudo por los países del Medio Oriente, los Estados Unidos
promovieron la creación de una agencia internacional de energía, pretendiendo
globalizar el manejo de ese insumo vital en todas sus manifestaciones. Se abrió
entonces una posibilidad de negociar sobre asuntos fundamentales para el
desarrollo económico, que los países en desarrollo aprovecharon para sostener
que las negociaciones globales deberían incluír otros temas apremiantes además
del energético, tales como el relativo al intercambio desigual entre países
desarrollados y países en desarrollo, en particular en lo que hace al valor de
los productos intercambiados (productos industriales a cambio de materias
primas). Las dificultades del comercio de manufacturas y las inherentes a la
introducción de los productos terminados de los países del Tercer Mundo en las
corrientes internacionales de comercio, ponían de presente, según estos países,
la inequidad de trato patrocinada precisamente por las naciones
industrializadas, que en parte, lograron su desarrollo gracias a la explotación
de las riquezas y recursos de los países periféricos.
En la Sexta Sesión
Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1974), convocada
específicamente para esos efectos, se planteó la creación del Nuevo Orden Económico
Internacional (en adelante NOEI), propuesta que inicialmente provocó el rechazo
de los principales países industrializados, con Estados Unidos y Alemania
Federal a la cabeza. Las pretensiones del bloque Sur se resumían en los
siguientes puntos:
1) La obtención de
mejores condiciones de acceso de los productos manufacturados por el Sur en
los mercados del Norte;
2) El otorgamiento
de precios estables para las materias primas del Tercer Mundo;
3) La renegociación
de la deuda pública de los países subdesarrollados;
4) La restricción a
las actividades de las compañías transnacionales ;
5) El acceso a la
tecnología del Mundo Industrializado y particularmente a aquella de sus
compañías transnacionales;
6) El otorgamiento
de una participación constante y creciente del Tercer Mundo en la producción
industrial mundial;
7) Una transferencia
mayor de recursos bajo modalidades no comerciales para financiar el desarrollo
;
8) Una mayor voz en
las decisiones que se toman en el mercado monetario y financiero internacional
y en las instituciones que los regulan.
En la Séptima Sesión
Especial de la ONU, los Estados Unidos y los demás países industrializados
hasta ese momento recalcitrantes, aceptaron sentarse a negociar. Se convino en
hacerlo sobre las siguientes áreas:
a) comercio
internacional;
b) transferencia de
recursos; reforma monetaria;
c) ciencia y
tecnología ;
d)
industrialización;
e) alimentación y
agricultura;
f) cooperación entre
países en desarrollo;
g) reestructuración
de dos sectores del sistema de la ONU: el económico y el social.
Las conversaciones
constituyeron el foro en el cual se preparó la organización de nuevas
instituciones y mecanismos como la UNCTAD (Conferencia de la Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo) y el Grupo de los 77, creado en la primera reunión
de la misma UNCTAD, el 15 de junio de 1964, en Ginebra. El Grupo consiste en un
bloque de 126 Estados, concebido como mecanismo de consulta y coordinación,
cuya actividad se enfila a obtener la solidaridad de sus miembros alrededor de
necesidades comunes. En este marco nace la idea de la autoconfianza colectiva e
individual de los países del Tercer Mundo.
El antecedente
inmediato de la iniciativa está vinculado a la fría acogida que dieron los
negociadores de las potencias industrializadas a las heterogéneas peticiones
del Mundo subdesarrollado. Este último expresa su desaliento y desacuerdo
frente a un conjunto de actitudes que encuentra intransigentes e insensibles,
como puede deducirse de la lectura del Programa de Arusha que obra en el
expediente (Anexo B). En ese documento, los países del Grupo de los 77 terminan
apelando así al sentido común de sus interlocutores: "Instamos
encarecidamente a los países desarrollados a que adopten una actitud más
constructiva y cooperen para hacer que las negociaciones lleguen a feliz
término antes del quinto período de sesiones de la UNCTAD". (fl 106 del
Anexo B).
La desilusión de los
países del Sur se virtió en un molde ideológico contestatario conocido
inicialmente como "delinking", que expresa desenganche o segregación,
en este caso aplicado a la relación entre el mundo industrializado y los países
en desarrollo, que ante su marginalidad económica, amenazaron desligarse de la
economía global. En sus inicios, se trato de una actitud adoptada por la
República Popular China que, sintiéndo los efectos del bloqueo, recurrió a una
política de autosostenimiento, de apelación a sus propias fuerzas y de rechazo
a la renovación de situaciones de dependencia.
Esta expresión del
secular aislamiento chino, reforzada por las condiciones ideológicas que la
separaban de Occidente, fue adoptada por los países del Tercer Mundo, matizada
en lo que hace a su intensidad, a la fuerza negativa que la alentó y al objeto
de la exclusión, pues a diferencia de la postura de la República Popular, que
enfrentaba un bloqueo efectivo, aquellas naciones en desarrollo adoptaron la noción
de autosostenimiento y de independencia económicas de manera relativa, sin
negar la importancia de sus interlocutores industrializados.
Javier Alcalde, en
su trabajo titulado "Las relaciones económicas internacionales en la
década del 80" (Estudios Internacionales, Año XIV (53): 105-135,
enero-marzo 1981) describe así el proceso que llevó al concepto de
autoconfianza colectiva: "Las negociaciones del NOEI continúan en algunas
áreas, como las de códigos de conducta sobre transferencias de tecnología y
empresas transnacionales (...) sin embargo el Grupo de los 77, en medio
de una creciente frustración por el escaso progreso global en las
negociaciones, opta por preconizar una estrategia de repliegue y de búsqueda de
la autosuficiencia colectiva mediante la cooperación horizontal entre países en
desarrollo." (Alcalde, Javier. "Las Relaciones
Económicas Internacionales," op cit, págs 107, 108).
"Ante la
relativa indiferencia de los países industrializados en el diálogo Norte-Sur el
Grupo de los 77 decide replegarse y promueve una estrategia de desligamiento de
la economía internacional y de fomento de la autosuficiencia colectiva para el
Tercer Mundo .
La
autosuficiencia que el Tercer Mundo opone al mercantilismo de los países
industrializados propugna depender fundamentalmente de los propios recursos y
disfrutar de una capacidad autónoma, para la fijación de objetivos y la
adopción de decisiones. Implica la aceptación del comercio y la cooperación en
la medida en que reportan beneficios mutuos y subraya la satisfacción de las
necesidades básicas de la población. Admite la transferencia de tecnologías aunque enfatiza la
adaptación y generación de tecnologías propias.(Alcalde, Las relaciones económicas op cit.
pág. 124, 125).
Se dirá entonces que
autoconfianza colectiva es la respuesta de los países en vías de desarrollo al
desinterés por sus peticiones colectivas, formuladas en el seno de las Naciones
Unidas al conjunto de países industrializados del Norte.
Se trata de una
respuesta o reacción, pues ante unas necesidades de salud, alimentación,
vivienda, educación y, en general, desarrollo que conduzca al bienestar, las
que parecen estar superando cada vez más las posibilidades de los países del
Sur geográfico y económico, su primera actitud fue la de solicitar ayuda a
aquellas naciones industrializadas que estaban en capacidad de hacerlo. La
ausencia de una respuesta positiva, obligó a los países en desarrollo a adoptar
el único camino posible que les quedaba y que era fundamentalmente respaldarse
en sus propios recursos. Se puede decir que la autoconfianza colectiva nació en
el momento en que los países subdesarrollados dejaron de mirar al Norte como
posible benefactor y vieron en ellos mismos la única salida a los problemas
económicos y sociales que los agobian.
Este ejercicio
colectivo de introspección condujo a la búsqueda de herramientas para crear
espacios nuevos de comercio y cooperación. En primer lugar se requería valorar
los recursos propios (dejando en un segundo plano la ayuda de los países industrializados).
Además se imponía buscar la autonomía para fijar objetivos y adoptar
decisiones, rompiendo con moldes tradicionales de afiliación y dependencia de
los bloques de poder mundiales.
Más concretamente,
la autoconfianza se expresó en la búsqueda de mecanismos enderezados a la
obtención de bienestar y crecimiento para los países del Tercer Mundo. Entre
ellos se identificaron los siguientes: a) un intercambio en asuntos
tecnológicos que aliviara la dependencia en esos ámbitos, muy marcada, en relación
con las multinacionales provenientes del Primer Mundo y con los mismos Estados
industrializados; b) el establecimiento de empresas transnacionales de
propiedad de inversionistas institucionales del Tercer Mundo que permitiera
contener la acción de aquellas empresas multinacionales con sede en países
desarrollados; c) el establecimiento de un ente financiero internacional, un
"Banco del Sur", que reemplazara parcialmente a los prestamistas del
Norte y, finalmente, d) una cooperación comercial Sur-Sur, cimentada en los
mecanismos de trato preferencial y de concesiones mutuas, bilaterales y
multilaterales.
El espíritu que
animó a las partes firmantes del Acuerdo que hoy se examina fue uno de
independencia, soberanía, internacionalización de la economía en el espacio
económico-geográfico del Sur planetario, cooperación para el desarrollo y
superación del estancamiento a que estarían condenados los países de las
regiones no industrializadas del orbe.
V. 4. El
concepto de autoconfianza colectiva como principio inspirador del Acuerdo
SGPC., frente a los principios rectores de la Constitución Política de Colombia
en asuntos internacionales.
En materias de
Derecho internacional existen en el articulado de la Constitución de 1991 tres
normas que aportan los principios rectores de la acción del Estado. Se trata
de los artículos 9, 226 y 227, a los que podría añadirse el art. 150-6 como un
reflejo de lo que se establece en el 226.
El artículo 9 provee
dos pautas para la política exterior, ambas en conexión con el principio de la
soberanía. Si se mira ésta desde una perspectiva interna se tratará de la
soberanía nacional. Si el ámbito se amplía a la interacción de las naciones, el
principio tomará la forma del respeto a la autodeterminación de los pueblos. Es
el principio democrático actuando en el campo internacional.
También indica el
artículo en comento la dirección geográfica concreta de los esfuerzos
diplomáticos colombianos. Se trata de alcanzar la integración latinoamericana y
del Caribe. Esta recepción en el orden constitucional del sueño integracionista
debe ser tomada como horizonte deseado mas no como límite a la actuación de
Colombia en el exterior.
El art. 226 de la
Constitución al ordenar la promoción de relaciones cada vez más globales en materias
económicas, sociales y políticas, reconoce la tendencia a la desaparición
gradual de un mundo de naciones-Estado separadas, con economías restringidas a
los límites territoriales, porque tal conformación va dando paso a una
situación de grandes bloques geográficos y económicos.
La
internacionalización, que podría conducir a situaciones equívocas en cuanto al
beneficio que estaría recibiendo la comunidad nacional, debe realizarse dentro
de parámetros de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional, que así se
constituyen en las tres condiciones del elemento internacionalizante en la
política exterior del país. (art. 226 C.P).
Junto con la actitud
democrática y la tendencia internacionalizante, la preferencia por la
integración económica, social y política en lugar de una política
aislacionista, es el tercer elemento fundamental de la política exterior de la
República. En esta norma se encuentra presente asimismo el núcleo de
condiciones a la tendencia o dirección que se está señalando como propia del
actuar internacional de Colombia. Existirá integración bajo condiciones de
equidad y reciprocidad. Y, añade el texto constitucional, de igualdad,
recordando que se está frente a un principio conexo al de autodeterminación.
El contenido del
art. 150-16 es afin al principio proclamado en el art. 227, relativo a la
promoción de la integración, esta vez mediante el traslado parcial de
competencias del Estado a organismos internacionales, pero sometiendo el
proceso a las restricciones consagradas en el artículo 226: equidad,
reciprocidad y conveniencia nacional.
Confrontando el
ideario de Arusha con estas pautas de conducta para el ámbito internacional, es
forzoso reconocer su plena congruencia. En efecto, la idea de autoconfianza
colectiva que inspira el Acuerdo S.G.P.C. nace en primer término como un
movimiento de autonomía económica y decisoria frente a la insensibilidad del
Primer Mundo en el esfuerzo por alcanzar un Nuevo Orden Económico
Internacional. Se trata de un movimiento hacia la independencia económica de
naciones que secularmente han sido dependientes de Europa Occidental y
posteriormente de los Estados Unidos. En ese sentido profundo es la declaración
de Arusha una forma viable de afirmar la soberanía y la autodeterminación de
los pueblos del Sur económico, que será efectiva al consolidarse la autonomía
económica, la cual a su vez se conseguirá estimulando un mayor número de
relaciones entre sí mismos, como bloque excluído que empieza a buscar las
posibilidades de la solidaridad Sur-Sur donde antes sólo veía relaciones de
subordinación y ayuda unilateral proveniente del Norte industrializado. Además
de promover la soberanía nacional de cada una de las naciones firmantes, el
Acuerdo S.G.P.C. fomenta la autodeterminación de los pueblos pauperizados que
conforman el denominado "Tercer Mundo" al ofrecerles una salida
creativa a su situación de subdesarrollo. En este sentido el Programa de
Arusha, plasmado en el Acuerdo sobre el S.G.P.C, es coherente con el artículo
9° de la Constitución Política.
La Corte nota además
una correlación nada distante con artículos de la Carta Fundamental que, si
bien se refieren al orden interno, están erigidos sobre bases similares o
idénticas en lo sustancial. Al artículo 9 corresponderá sin duda la norma del
artículo 16, que en lo individual y respecto de las personas naturales consagra
el principio del desarrollo libre de la personalidad. Esta norma, como el
precepto del artículo 9° propende por el respeto de entidades ajenas al sujeto
que recibe el mensaje y el mandato de la norma. La intangibilidad de otros
individuos y de otras naciones está fundada en un criterio de tolerancia que
sin duda fluye de los preceptos constitucionales mencionados.
El Sistema Global de
Preferencias Comerciales es un mecanismo que funciona en la medida en que las
ventajas sean recíprocas y equitativas. En primer término, la idea del Acuerdo
nace como respuesta a unos términos de intercambio comercial desiguales. El
precio de las materias primas que componían y componen el mayor porcentaje de
las exportaciones de los países en desarrollo desciende, en tanto que se
encarecen las manufacturas provenientes en su gran mayoría de las naciones
industrializadas del Norte de Europa y Norteamérica. Se trata de un sistema
que busca corregir situaciones inequitativas de comercio, mediante la
explotación y creación de corrientes comerciales Sur-Sur sobre bases de
igualdad y equidad salvo los casos de los países subdesarrollados que tengan o
estén en una situación de desigualdad evidente, sea por su pobre desempeño
económico, por su situación mediterránea o por la carga inusitada de su
población. En todo caso se inspira el Acuerdo S.G.P.C. en los principios de la
igualdad, la equidad y la reciprocidad.
De otra parte,
existe un nexo evidente entre la idea de mutua ayuda y apoyo, por la vía del
intercambio comercial, que está presente en el Programa de Arusha y en el
Sistema Global de Preferencias Comerciales con el principio de la solidaridad
social que propugnan los artículos 48 y 95-2 de la Carta Fundamental. Así, a
mas de la tolerancia, de la equidad, la igualdad y la reciprocidad en las
relaciones tanto interpersonales como interestatales se extendería este
paralelo a la noción de solidaridad, sea entre los miembros de una sociedad
específica como la colombiana, sea entre la sociedad de naciones o, para el
caso presente, entre un segmento de la misma.
En lo que concierne
al objetivo integracionista que la Constitución establece claramente como un
Norte de las relaciones internacionales de Colombia, tanto la declaración de
Arusha como el Sistema Global de Preferencias Comerciales que fue vertido en el
Acuerdo bajo estudio, aceptan expresamente la realidad de los procesos
integracionistas y los consideran parte de sus objetivos, señalando como un
límite a la actuación de las partes del programa la intangibilidad de las
situaciones creadas en tales procesos. Específicamente, el art. 18 del Tratado
establece que " Las preferencias arancelarias, paraarancelarias y no
arancelarias aplicables dentro de las agrupaciones subregionales, regionales e
interregionales existentes de países en desarrollo notificadas como tales y
registradas en el presente acuerdo conservarán su carácter esencial, y los
miembros de tales agrupaciones no tendrán la obligación de hacer extensivos los
beneficios de tales concesiones ni los demás participantes tendrán derecho a
disfrutar de los beneficios de tales preferencias..." (Texto del Acuerdo,
folio 31 del cuaderno principal). De este modo se preserva la razón de ser de
tales acuerdos subregionales o regionales de integración al conservarse las
ventajas concedidas y mantenerse ellas confinadas a los países miembros de los
mismos.
Más aún, en la
declaración de los principios rectores del Acuerdo, que se encuentra en el
artículo 3° del mismo, se afirma en el literal e) que "El SGPC no deberá
reemplazar a las agrupaciones económicas subregionales, regionales e
interregionales presentes y futuras de los países en desarrollo miembros del
Grupo de los 77, sino complementarlas y reforzarlas, y tendrá en cuenta los
intereses y compromisos de tales agrupaciones económicas" (texto del
Acuerdo SGPC, folio 21 del cuaderno principal, sin bastardilla en el original).
Tal declaración
formal de congruencia con los procesos integracionistas tiene su origen en el
Programa de Arusha para la Autoconfianza Colectiva, en el que se propuso la
creación del Sistema Global de Preferencias Comerciales entre los Países en
Desarrollo, y entre sus metas se consagraron:
"ii) que, como
primera medida se conceda prioridad al reforzamiento y coordinación de los
actuales sistemas de preferencias subregionales así como a la ampliación del
alcance de los acuerdos bilaterales." (Anexo b, folio 9).
(...)
"iii) que,
hasta que no se hayan celebrado las reuniones propuestas más adelante en el
apartado iv), se tomen como directrices para los trabajos en esta esfera los
siguientes principios:
(...)
"d) el
reforzamiento de las actuales preferencias comerciales regionales y
subregionales y el establecimiento de otras nuevas entre países en desarrollo.
(...)
"i) el
establecimiento paulatino de un SGPC debería llevarse a cabo mediante un
reforzamiento paralelo de las agrupaciones subregionales o interregionales de
integración que tienen un papel sumamente importante que desempeñar a este
respecto," (texto del Programa de Arusha, página 10 del anexo b).
Esta compatibilidad
entre el Acuerdo relativo al SGPC y la vocación integracionista que consagran
los artículos 9° y 227 de la Constitución Política, está ratificada en las
respuestas 1 y 2 dadas por el Ministro de Relaciones Exteriores al cuestionario
sometido por el Magistrado ponente. De su lectura queda en claro que las
preferencias concedidas a Colombia dentro del Acuerdo SGPC no afectarán las
obligaciones contraídas por Colombia en virtud de los acuerdos subregionales de
los que hace parte. (la ALADI y el Pacto Subregional Andino). Tales
preferencias o concesiones, en razón del principio de trato de la nación más
favorecida, deberán extenderse a los demás países que hagan parte de los
acuerdos de integración de modo que la afiliación de Colombia en ambos sistemas
económicos, (el Acuerdo SGPC y el Pacto Subregional Andino, por ejemplo), no
será óbice para eludir las barreras arancelarias que dichos acuerdos regionales
o subregionales consagran, causando un perjuicio a las naciones que acompañan a
Colombia en esos esfuerzos integracionistas.
A su turno, las
preferencias concedidas a otros países miembros de los pactos regionales y
subregionales mencionados, dentro del Acuerdo SGPC tampoco actuarán en
detrimento de las obligaciones que esos países han asumido frente a Colombia ni
la colocarán en una posición de inferioridad, como quiera que el art. 9° del
Acuerdo de Cartagena y el art. 44 del Tratado de Montevideo, hacen extensivos
los beneficios y concesiones a las demás partes de tales convenios.
Cabe observar a este
respecto que las partes de esos procesos de integración regional y subregional
pueden abstenerse de extender las preferencias aplicables dentro de su
respectiva región o subregión a otros países miembros del Acuerdo SGPC, siempre
y cuando tales preferencias hayan sido registradas dentro del convenio S.G.P.C.
Esta excepción, consagrada en el art. 18 del mismo, permite a los pactos de
integración económica conservar su fisonomía dentro de un proceso liberatorio
del comercio en una escala más vasta.
Finalmente, desde la
perspectiva de los principios, el Acuerdo busca promover el Desarrollo
Económico. Esta finalidad se hace evidente en el Artículo 2° del Acuerdo bajo
escrutinio, que dice: "Por el presente Acuerdo, los participantes
establecen el SGPC a fin de promover y sostener el comercio mutuo y el
desarrollo". Igualmente se hace un llamado a buscar el desarrollo, el
bienestar, el cambio en el marco pacífico de la iniciativa lanzada en Arusha y
concretada en el Acuerdo S.G.P.C. al reafirmar los Ministros del Grupo de los
77 lo siguiente: "una estrategia de autoconfianza colectiva debe
entenderse como parte integrante de un sistema económico mundial, de manera concreta,
como elemento indispensable de una estrategia general de desarrollo que abarque
la reestructuración de las relaciones económicas internacionales, que la
cooperación económica entre países en desarrollo es un elemento clave de la
estrategia de autoconfianza colectiva y que, por ello, se convierte tanto en
parte indispensable como en instrumento para los cambios estructurales que
requiere un proceso equilibrado y equitativo de desarrollo mundial ..."
(anexo b, pág 105).
La necesidad de
hacer efectivo el derecho al desarrollo es otro caso donde se está manejando el
mismo concepto en dos planos, el nacional (art. 334 de la Constitución
Política), y el internacional, cuando se hace referencia al Nuevo Orden
Económico Internacional (NOEI), que es la causa última del Acuerdo en revisión.
A manera de
conclusión se puede afirmar y así lo hace esta Corte, que el Acuerdo SGPC
coincide con la Carta Fundamental en sus principios rectores. Estos son la
independencia o autodeterminación, la tolerancia, la igualdad, la equidad, la
reciprocidad, la solidaridad y el anhelo de desarrollo y bienestar.
V.5 El Acuerdo
bajo examen
El Acuerdo cuya
constitucionalidad se ventila en esta sentencia es reflejo de la materia que le
sirve de contenido. Se trata de un subsistema que hace parte de un esquema más
amplio de cooperación económica entre los países miembros del Grupo de los 77.
En efecto, el Sistema Global de Preferencias Comerciales, sustancia del
Tratado en revisión, es la expresión concreta del ideario del Grupo de los 77 y
especialmente del denominado Programa de Arusha para la autoconfianza
colectiva. Como todo sistema, es un conjunto organizado de elementos que
funciona para la obtención de un fin determinado y que está integrado por
elementos medulares que le confieren coherencia y permiten obtener la finalidad
buscada, - que son la finalidad en sí misma, como es el caso presente - y por
elementos periféricos o auxiliares que colaboran en la obtención de esa finalidad.
Esta última condiciona los instrumentos, medidas e instituciones adscritos a su
realización.
La razón de ser del
Acuerdo sobre el Sistema Global de Preferencias Comerciales radica en la
creación y mantenimiento de corrientes de comercio entre países miembros del
Grupo de los 77 (ver Artículos 2º y 3º literal a del Acuerdo SGPC). Esto
implica que los mecanismos y la infraestructura que le dan vida, harán
necesaria relación a la liberación de las fuerzas del mercado. El mecanismo a
utilizar consiste en el intercambio de concesiones comerciales (ver Artículo 2º
del Tratado en armonía con el Capítulo V del mismo intitulado "Normas
Básicas"), que imponen a los Estados participantes una cesión parcial de
soberanía económica en lo que hace a la posibilidad de erigir barreras al
ingreso de productos básicos y manufacturas.
Las medidas
proteccionistas cuyo levantamiento constituye el meollo de las concesiones, se
dividen en el Acuerdo en tres categorías: a) los derechos arancelarios,
definidos en el literal j del Artículo 1º del Acuerdo como "los derechos
de aduana fijados en los aranceles nacionales de los participantes"; b)
las medidas paraarancelarias, que son entendidas como "los derechos y
gravámenes, con excepción de los 'derechos arancelarios', percibidos en
frontera sobre las transacciones de comercio exterior que tienen efectos
análogos a los derechos de aduana y que solo gravan las importaciones..."
(literal l. del Artículo 1º, Acuerdo SGPC); y finalmente c) las medidas no
arancelarias, que son "...toda medida, reglamento o práctica, con
excepción de los 'derechos arancelarios' o las 'medidas paraarancelarias', cuyo
efecto sea restringir las importaciones o introducir una distorsión importante
en el comercio." (literal k del Artículo 1º del Acuerdo SGPC, sin
subrayas en el texto original).
Dentro del Sistema
SGPC las partes intervinientes celebrarán acuerdos de desgravación arancelaria,
paraarancelaria o no-arancelaria (Artículo 4º del Acuerdo SGPC) para abrir los
mercados respectivos. De esta manera se iguala - al menos en teoría - la
posición de los productos importados y cobijados por una concesión, con el
tratamiento otorgado a aquellos que son el fruto de la agricultura, la minería
y la industria nacionales. Se trata de alcanzar en el comercio, la igualdad y
la riqueza para todos, viejo sueño económico del proyecto librecambista, sólo
que ahora se presenta como un medio para lograr el desarrollo económico con
justicia y no como un fin en sí mismo o como una condición inapelable.
El Sistema SGPC está
concebido como un mecanismo de mutuas concesiones liberatorias del intercambio
mercantil, que puede empezar con simples negociaciones bilaterales, las que se
espera, escalarán a negociaciones plurilaterales o multilaterales (numeral 1º
del Artículo 6º del Acuerdo SGPC). Sin consideración al estado y complejidad de
la trama de las negociaciones, el Acuerdo contempla la acción automática del
mecanismo de "multilateralización", que consiste en el acceso de
todos los miembros a las concesiones negociadas, sin reparar en quienes las
negociaron. (numeral 1º del Artículo 9º del Acuerdo SGPC). Esta regla conduce
a que entre más se liberalice, entre más barreras se eliminen, más extensa y
profunda será la zona de libre comercio que se trata de crear. El Sistema desata
una espiral liberatoria del comercio, construída en atención al principio de la
nación más favorecida. Todos los participantes tienen en relación con las
concesiones negociadas un tratamiento igual al de la nación más favorecida, con
algunas salvedades.
Esta política de
apertura creciente de los mercados nacionales involucrados en el Sistema solo
es factible si actúan algunos principios basilares. Es preeminente entre ellos
el denominado Principio de las Ventajas Mutuas (literal c, Artículo 3º, Acuerdo
SGPC) que podría identificarse más acertadamente como el Principio de la
Reciprocidad. El Sistema SGPC está concebido de manera tal que la
correspondencia mutua en las concesiones debe estar presente en todo momento,
al punto que el desconocimiento unilateral de las garantías y prebendas
concedidas a otros en relación con el acceso al mercado propio, lleva a la
retaliación consistente en la suspensión y eventual retiro de las concesiones,
lo que significa la inoperancia del instrumento internacional. (Artículos 10,11
del Acuerdo SGPC). De ahí nace la obligación genérica de no menoscabar ni
anular las concesiones otorgadas después de entrar en vigor el instrumento
(Artículo 10, Acuerdo SGPC).
La reciprocidad debe
entenderse en dos sentidos, uno estricto, que se explica como la exigencia de
ventajas para dar así concesiones. En su acepción amplia, que puede calificarse
como "reciprocidad multilateralizada", se acepta que toda preferencia
será extendida a todos los participantes, creándose así una relación de mutuo
beneficio entre cada uno de los partícipes y el Sistema SGPC como un todo.
(numeral 1º del Artículo 9º. Acuerdo SGPC).
En un programa de
liberación económica como el descrito, donde los bienes de los países
involucrados son movilizados en corrientes de comercio de complejidad
creciente, es necesario determinar la procedencia de los mismos, para evitar
que de hecho se concedan ventajas comerciales, aduaneras, fiscales y de otro
orden a productos que provengan de terceros países. De ahí la importancia de
las normas sobre origen de las mercancías. El Artículo l5 del Acuerdo establece
la regla general que restringe el trato preferencial a aquellos productos que
cumplan con las normas de origen establecidas en el Anexo II del Acuerdo, que
hace parte integral del mismo.
El problema a
solucionar con la reglas de origen, es, como se dejó dicho, la dificultad que
puede presentarse para distinguir los productos que provienen de los países
miembros del Sistema SGPC de aquellos que se originan en terceros países. Por
ello, las reglas de solución se fundamentan en el hecho mismo de la producción
(dónde se produce), en el alcance del componente de producción foránea (cuánto
trabajo y capital de terceros países se incorpora), y en los aspectos derivados
del tráfico de las mercancías (qué países abarca).
En ejercicio de las
reglas que trae el Anexo II, los Estados participantes podrán llegar a
"prohibir la importación de productos que contengan cualesquiera insumos
originarios de Estados con los cuales no mantenga (n) relaciones económicas
comerciales." (Norma de origen Nº 8. Anexo II Acuerdo SGPC, folio 41 del
cuaderno principal). Estos mecanismos de identificación de productos son un
ejemplo claro de los elementos periféricos o auxiliares, que sirven al desenvolvimiento
del núcleo del Sistema constituído por las medidas de liberalización.
Al lado de las
medidas liberalizantes, el esquema SGPC reconoce la existencia de otros
mecanismos para fortalecer las corrientes de comercio, que bien podrían hacer
parte del meollo del Acuerdo, pero que reciben menor atención en el mismo. Se
trata de los contratos a mediano y a largo plazo, considerados sucintamente en
el Artículo l6 del Tratado, que versarán sobre las necesidades complementarias
de exportar e importar determinados productos. Para lograr que coincidan tales
necesidades, se establece una instancia de comunicación cruzada a través del
órgano del Acuerdo (el Comité).
Con el objeto de
darle flexibilidad al Sistema, el Acuerdo incluye algunas excepciones a los
principios de la reciprocidad y de la multilateralidad creciente (como podría
denominarse esa cualidad de la reciprocidad, reconocida además en el literal d
del Artículo 3º del Acuerdo SGPC). En primer término hay que registrar la
existencia de la regla del tratamiento más favorable para los menos adelantados
(literal f, Artículo 3º del Acuerdo SGPC). El Acuerdo no ubica con precisión a
la categoría "países menos adelantados" entre los miembros del Grupo
de los 77. Unicamente provee de pautas genéricas para otorgarle un tratamiento
más benigno. En el literal citado se lee: "Deberán reconocerse claramente
las necesidades especiales de los países menos adelantados y acordarse medidas
preferenciales concretas en favor de estos países, no se exigirá a los
países menos adelantados que hagan concesiones sobre una base de reciprocidad"
(sin subrayas en el texto original). El numeral 2 del Artículo 17 del Acuerdo
SGPC reitera el carácter excepcional de este tratamiento especial al afirmar:
"Para adquirir la condición de participante no se exigirá a ningún país
menos adelantado que haga concesiones sobre una base de reciprocidad, y los
países menos adelantados participantes se beneficiarán de todas las concesiones
arancelarias, pararancelarias y no arancelarias intercambiadas en las
negociaciones bilaterales/plurilaterales que sean multilateralizadas."
(sin subrayas en el texto original). Como se aprecia, el contraste se hace con
el principio general de la reciprocidad. Identificados los productos que los
mismos países menos adelantados consideran que pueden exportar, éstos tendrán
la posibilidad de solicitar a los países de mayor desarrollo la supresión de
barreras y la contratación a largo plazo para el suministro internacional de
productos (numeral 4 del Artículo l7, Acuerdo SGPC). El numeral 6º del mismo
artículo enumera las ventajas que en este sentido recibirían esos países, y hay
que señalar que en nada se diferencian de las medidas generales de liberación
del comercio que constituyen el núcleo del Acuerdo. Esto, sumado al hecho de
solicitarse únicamente "comprensión" de parte de los demás
participantes respecto de las peticiones específicas de los menos adelantados,
lleva a concluír que esta categoría especial no constituye una excepción
efectiva al principio de la reciprocidad multilateralizada.
Otra excepción
radica en la posibilidad que tiene cualquier grupo de participantes del Acuerdo
de excluír a los demás partícipes de las ventajas que se hayan concedido entre
sí, siempre y cuando esta restricción sea notificada debidamente y no se cause
agravio económico a los demás. (numeral 2 del Artículo 9º, Acuerdo SGPC).
Casi idéntico es el
caso de las concesiones estipuladas -fuera del marco de este tratado- dentro de
las agrupaciones subregionales, regionales e interregionales de cooperación
económica. Tales prebendas y beneficios mantendrán su efectividad sin que sea
posible extenderlas o multilateralizarlas, pese al hecho de pertenecer los
integrantes de la respectiva agrupación al Acuerdo que se estudia. (Artículo l8
del Acuerdo SGPC). Esta efectividad está supeditada a que estas
conglomeraciones de naturaleza regional estén registradas y reconocidas como
tales en el Sistema SGPC. El tratamiento previsto en el Acuerdo para dichas
alianzas económicas constituye un principio en sí mismo, que debe impregnar la
aplicación de todo el Acuerdo y, al mismo tiempo, es una excepción a los
principios fundamentales de la reciprocidad y de la multilateralización
creciente. El literal e del Artículo 3º del Acuerdo establece imperativamente
que "El SGPC no deberá reemplazar a las agrupaciones económicas
subregionales, regionales e interregionales presentes y futuras de los países
en desarrollo miembros del Grupo de los 7, sino complementarlas y reforzarlas,
y tendrá en cuenta los intereses y compromisos de tales agrupaciones
económicas". Al permitir que no sólo las organizaciones presentes sean
tenidas en cuenta y respetadas en la aplicación de este Acuerdo, sino también
las futuras, con sus respectivas concesiones exclusivas, se ha permitido la
existencia de verdaderos enclaves económicos al interior del espacio económico
y comercial que se quiso crear.
La apertura más o
menos repentina del mercado interno a nuevos actores y a nuevos productos puede
fácilmente causar traumatismos y desórdenes en la economía del país receptor.
Esa es la razón de la inclusión dentro del Sistema de cláusulas de salvaguardia
y de protección cambiaria y monetaria, que actuarán ante la amenaza real o ante
la actual ocurrencia de perturbaciones del mercado y de la balanza de pagos. Ya
no se trata de poner en pie de igualdad al producto foráneo con las
manufacturas nacionales, sino de evitar un deterioro repentino y grave de la
situación de la economía local.
La mejor manera de
entender estos mecanismos, por cierto muy semejantes a las medidas de
emergencia a disposición de los gobiernos en casi todas las constituciones, es
identificar el riesgo o daño. En el caso de las llamadas medidas de
salvaguardia, se trata de evitar el perjuicio sustancial causado por el aumento
repentino de las importaciones preferenciales que se expresará en términos de
ingresos, producción o empleo, y que resulta insostenible en el corto plazo.
(literal e del Artículo 1º en concordancia con el Artículo 13 del Acuerdo).
Otro tipo de amenaza o daño es la que representa la disminución grave de las
reservas monetarias con motivo de la aplicación del SGPC y que incide en la
balanza de pagos del país receptor de las importaciones preferenciales
(Artículo 14, Acuerdo SGPC).
En ambos casos las
medidas que contrarrestarán la emergencia económica consistirán primordialmente
en dejar sin efecto las concesiones y, consecuentemente, en levantar
provisionalmente barreras cuantitativas o cualitativas al comercio internacional.
Para hacerlo, el país que declare la emergencia e invoque las medidas de
salvaguardia, deberá seguir un procedimiento consistente en notificar su
decisión a los demás partícipes por intermedio del cuerpo consultivo del
Acuerdo, denominado el Comité, iniciando un proceso de consultas con los países
involucrados en el comercio con el afectado. En casos de presentarse
"circunstancias críticas", esto es, "la aparición de una
situación excepcional en la que importaciones preferenciales masivas causen
o amenacen causar un 'perjuicio grave', difícil de reparar y que exige
medidas inmediatas" (literal g del Artículo 1º del Acuerdo SGPC sin
bastardillas en el original), el partícipe afectado puede actuar sin
notificación previa. Todas estas medidas de emergencia, críticas o nó, deberán
ser rigurosamente temporales.
El Comité es el
órgano que sirve de soporte institucional al Acuerdo y a la aplicación del
SGPC. Es un reflejo del carácter no coactivo del Tratado y del hecho de
fundarse éste solamente en el autointerés de los partícipes, que buscan recibir
concesiones comerciales a cambio del acceso a sus propios mercados y productos.
Este organismo no tiene facultades más allá de las consultivas y de
recomendación de soluciones. (Artículo 7 del Acuerdo SGPC). Además sirve de
enlace entre los partícipes, constatando términos y notificando las
resoluciones de alguna nación involucrada en el Sistema.
Finalmente, para
completar esta exposición sobre los aspectos básicos del Sistema Global de
Preferencias Comerciales que tomó forma en el Acuerdo que se examina, hay que
explicar el sistema de solución de controversias, aclarando de entrada que
corresponde rigurosamente al carácter consensual de todo el Sistema. El primer
paso del camino para solventar una controversia lo constituye la consulta
directa entre los países comprometidos; le sigue, la consulta que una parte
hace a la otra por intermedio del Comité. El tercer paso consiste en la
proposición de representaciones escritas a la otra parte, que pueden o no ser propuestas.
En cuarto lugar está la consulta al Comité mismo, que hará recomendaciones.
Finalmente, si no surten efecto las recomendaciones, se suspenderá la
aplicación de las concesiones otorgadas llegándose en una medida de último
recurso, al retiro de las mismas. Como se puede apreciar, en este sistema de
solución de conflictos se apela inicialmente al entendimiento directo y se
llega hasta la más drástica sanción que comporta el incumplimiento, esto es, la
eliminación de las concesiones, y con ellas, del tráfico mercantil libre entre
los países involucrados. (Artículos 19, 20 y 21 del Acuerdo).
V.6. Examen
del Texto del Acuerdo
Para los efectos de
la presente revisión Constitucional, cabe identificar en el Acuerdo las
siguientes unidades normativas: a) los principios del Acuerdo SGPC (art. 3) y
los elementos que se negociarán para obtener concesiones mutuas y generalizadas
(art. 4); b) las disposiciones sobre las concesiones (arts 5,9,10,11,12); c) El
sistema de salvaguardias (art. 3) y de protección de la balanza de pagos (art.
14); d) normas de origen (art. 15, Anexo II); e) negociación de contratos a
mediano y largo plazo; f) las reglas de tratamiento para los países menos
adelantados (art. 17); g) coordinación entre los procesos de integración sub-regional,
regional o interregionales y el Sistema Global de Preferencias Comerciales.
a) Principios
del Acuerdo SGPC.
Los principios
consagrados en el art. 3 del Acuerdo SGPC se conforman al articulado de la
Constitución. El literal c) exige que la aplicación del SGPC se lleve a cabo de
manera equitativa, teniendo en cuenta los diversos estados de desarrollo en que
se encuentran los países miembros del Grupo de los 77. Este enunciado se
concilia con la idea plasmada en el art. 226 de la Constitución: "El Estado
promoverá la internacionalización de las relaciones (...) económicas sobre
bases de equidad..."
Los literales e y h
del mismo art. 3 del Convenio, postulan que el SGPC se desarrollará sin
perjuicio de los esfuerzos de integración que independientemente vinculen a los
países signatarios.
El literal f)
contiene un llamado a reconocer la existencia de países menos desarrollados que
el promedio de aquellos que componen el grupo de los 77. El reconocimiento de
las diferencias y de la necesidad de un tratamiento diferencial mas benigno, se
conforma con los principios preconizados por los artículos 13 y 227 de la C.P.
b) El sistema
de concesiones.
El tratamiento de
las concesiones en el Acuerdo es comprensiblemente el más extenso, por
constituír la materia misma del SGPC. Aquí se regula lo relativo a la extensión
de las concesiones negociadas (art. 9) entre dos o más participantes a los
demás miembros del Sistema en virtud de la Cláusula de la Nación Más Favorecida
(NMF), creando así una espiral de liberación del comercio entre todos los
países que hacen parte del Sistema Global. Este movimiento hacia una libre
competencia y un mercado fluído de productos entre los países miembros está en
consonancia con el espíritu y la letra del art. 333 de la Constitución.
Las normas sobre
mantenimiento del valor de las concesiones (art. 10), su modificación (art.
11), suspensión o retiro (art.12) están enderezadas a construir un sistema que
permita manejar las concesiones otorgadas sin que se constituyan en
prescripciones inamovibles, que aten a los estados miembros del Grupo y del
Sistema a situaciones desventajosas para sus economías y para sus empresas. En
este orden de ideas, se permite mantener medidas antidumping cuando las
circunstancias lo exijan (art. 10). Este sistema es intachable y evita
situaciones futuras en las que se lesione a la industria nacional.
c) El sistema
de emergencia.
La apertura de
fronteras a múltiples productos puede significar un perjuicio grave para los
productores nacionales bajo la forma de una competencia desigual. Puede llevar
igualmente a un desequilibrio en la balanza de pagos cuando el volumen de
exportaciones se vea reducido frente a crecientes importaciones de otros países
beneficiados por el sistema de la Cláusula de la Nación Más Favorecida o por
acuerdos de concesión directos.
La prevención y
mitigación de estos efectos indeseados es el propósito de los arts. 13 y 14 del
Acuerdo SGPC. Estas dos normas conforman un sistema de emergencia que sigue los
contornos usuales de las medidas enderezadas a superar amenazas
extraordinarias. Respecto de las mismas no se observa inconstitucionalidad
alguna.
d) Normas de
origen.
Un sistema de concesiones
comerciales que tenga como resultado la liberación del comercio entre un grupo
de países debe tener presente el origen directo o indirecto de los bienes que
se mueven dentro de esas corrientes de comercio a fin de evitar que éstas se
conviertan en avenidas para la colonización comercial por parte de países
ajenos al Grupo que intenta el proyecto de liberalización del comercio por la
vía de las concesiones recíprocas y extendidas.
El anexo II es la
respuesta a esta necesidad de identificar el origen de los insumos y productos
terminados que son materia del intercambio comercial y de las concesiones de
todo orden. Básicamente acepta los bienes e insumos producidos en los países
miembros y los insumos y materias primas, provenientes de países terceros, pero
que son transformados por las respectivas industrias nacionales más allá de un
porcentaje determinado.
El examen de
constitucionalidad lleva a indagar por los efectos de una diferenciación entre
un bien con origen en el Sistema SGPC y uno que provenga de una nación
perteneciente al Norte industrializado. O en todo caso a un país no miembro del
Acuerdo.
La norma 8 provee la
solución al establecer que "... todo participante podrá prohibir la
importación de productos que contengan cualesquiera insumos originarios de
Estados con los cuales no mantenga relaciones económicas y comerciales. "
(Norma 8 del Anexo II a folio 41 del cuaderno principal).
La prohibición de
comerciar con un Estado determinado aparecería como una limitación arbitraria y
por tanto inconstitucional de la libertad económica de los particulares. Sin
embargo debe prevalecer en este asunto la norma especial, relativa a la
internacionalización de las relaciones económicas, que exige tratar con otros
países y entidades de Derecho internacional sobre bases de reciprocidad. La
ausencia de este elemento permite al Estado colombiano tomar las medidas que
crea convenientes para proteger no solo su balanza de pagos sino su industria.
No encuentra aquí la Corte motivo alguno de inconstitucionalidad.
e) La opción
de contratos a mediano y largo plazo.
La adopción de
compromisos para exportar e importar debe estar acompañada de un intercambio de
información comercial que permita identificar las necesidades y posibilidades
de los estados interesados. No se encuentra en este aspecto causal alguna de
inconstitucionalidad.
f) Reglas de
tratamiento para los países menos desarrollados.
La exigencia de un
tratamiento favorable para los países menos desarrollados, que dicho sea de
paso es un mecanismo corriente y necesario en los fenómenos integracionistas,
tiene una expresión concreta en un conjunto de medidas más laxas que las
aplicables al común de los miembros del sistema SGPC. No se exigirá
reciprocidad en ciertos casos; a cambio recibirán tales países todos los
beneficios posibles dentro del Sistema. Las medidas de salvaguardia deberán
aplicarse con especial consideración respecto de las exportaciones de tales
países y podrán éstos elevar peticiones especiales en materias arancelarias.
Este conjunto de normas se conforma a la Constitución.
g) Procesos de
integración.
Lo relativo a la
coherencia del Acuerdo sobre el SGPC y los procesos de integración
sub-regional, regional e intrarregional fue visto en detalle en el aparte V.4
lo que releva a esta Corte de hacer más comentarios, salvo el de reiterar la
constitucionalidad del articulado que trata de este tema.
VI. DECISION
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Corte Constitucional de la República de
Colombia, previos los trámites establecidos en el Decreto 2067 de 1991,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E
PRIMERO.- Declárase EXEQUIBLE el ACUERDO SOBRE EL
SISTEMA GLOBAL DE PREFERENCIAS COMERCIALES ENTRE PAISES EN DESARROLLO, suscrito
el 13 de abril de 1988 en Belgrado, y no improbado por la Comisión Legislativa
el 11 de septiembre de 1991.
SEGUNDO.- Comuníquese al Gobierno Nacional para
los fines contemplados en el artículo 241, numeral 10 de la Constitución
Política.
COPIESE,
COMUNIQUESE, PUBLIQUESE EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL, DEVUELVASE EL
EXPEDIENTE AL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CUMPLASE.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ G. ALEJANDRO
MARTINEZ C.
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Magistrado
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
239 | C-574-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-574/92
TRATADO
INTERNACIONAL-Control de constitucionalidad/TRANSITO
CONSTITUCIONAL/PACTA SUNT SERVANDA/SUPREMACIA DE LA CONSTITUCION
Pese
al trámite sui generis y de carácter excepcional que sufrieron por razón
del tránsito constitucional, estos constituyen verdaderos tratados en vías de
formación, pues con respecto a ellos aún no se ha producido su
perfeccionamiento, toda vez que con anterioridad a su revisión por la Corte el
ejecutivo no había manifestado el consentimiento en obligarse por ellos en el
ámbito internacional. Como tales están sometidos al control de
constitucionalidad previsto en el numeral 10 del artículo 241 de la Carta. El
control previo, automático e integral garantiza por un lado el cumplimiento de
los compromisos internacionales que es corolario de ineludible observancia por
haber adherido Colombia a las normas de convivencia entre las naciones
civilizadas una de las cuales precisamente es la conocida como Pacta Sunt
Servanda. Por otro, asegura el respeto y la observancia del Estatuto
Fundamental por sus autoridades inclusive cuando desarrollan funciones en el
plano internacional, pues no se remite a duda que la supremacía de la
Constitución que se consagra en el Artículo 4 de la misma no admite sino las
excepciones que la propia Carta establece.
DERECHO
INTERNACIONAL HUMANITARIO/IUS COGENS/CONVENIO DE GINEBRA
Los
principios del derecho internacional humanitario plasmados en los Convenios de
Ginebra y en sus dos Protocolos, por el hecho de constituir un catálogo ético
mínimo aplicable a situaciones de conflicto nacional o internacional,
ampliamente aceptado por la comunidad internacional, hacen parte del ius cogens
o derecho consuetudinario de los pueblos. La Carta de 1991 confirma y refuerza
tanto la obligatoriedad del derecho internacional de los derechos humanos como
la del derecho internacional humanitario. En consecuencia, se acogió la fórmula
de la incorporación automática del derecho internacional humanitario al
ordenamiento interno nacional, lo cual, por lo demás, es lo congruente con el
carácter imperativo que caracteriza a los principios axiológicos que hacen que
este cuerpo normativo integre el ius cogens. Los cuatro Convenios de
Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales I y II de 1977 constituyen pura y
simplemente, la expresión formal y por escrito, esto es, la codificación de
los principios ya existentes en el derecho internacional consuetudinario. Por tanto,
la ratificación produce la importante consecuencia de zanjar definitivamente
toda controversia que pudiera existir, en torno a la obligatoriedad del derecho
internacional humanitario.
SOBERANIA
NACIONAL
La
idea de soberanía nacional no puede ser entendida hoy bajo los estrictos y
precisos límites concebidos por la teoría constitucional clásica. La
interconexión económica y cultural, el surgimiento de problemas nacionales cuya
solución sólo es posible en el ámbito planetario y la consolidación de una
axiología internacional, han puesto en evidencia la imposibilidad de hacer
practicable la idea decimonónica de soberanía nacional. En su lugar, ha sido
necesario adoptar una concepción más flexible y más adecuada a los tiempos que
corren, que proteja el núcleo de libertad estatal propio de la
autodeterminación, sin que ello implique un desconocimiento de reglas y de
principios de aceptación universal. Sólo de esta manera puede lograrse el
respeto de una moral internacional mínima que mejore la convivencia y el
entendimiento y que garantice el futuro inexorablemente común e
interdependiente de la humanidad. La paz mundial y la subsistencia planetaria
están en juego.
PRINCIPIOS
CONSTITUCIONALES
Los
principios fundamentales del Estado son una pauta de interpretación ineludible
por la simple razón de que son parte de la Constitución misma y están dotados
de toda la fuerza normativa que les otorga el artículo cuarto del texto
fundamental. Sin embargo, no siempre son suficientes por sí solos para
determinar la solución necesaria en un caso concreto. No obstante el hecho de
ser normas dotadas de valor normativo, siguen teniendo un carácter general y
por lo tanto una textura abierta, lo cual, en ocasiones, limita la eficacia
directa de los mismos. En estos casos se trata de un problema relativo a la
eficacia más o menos directa de los principios y no a un asunto relacionado con
su falta de fuerza normativa. En síntesis, un principio constitucional jamás puede
ser desconocido en beneficio de otra norma legal o constitucional o de otro
principio no expresamente señalado en la constitución, pero puede, en ciertos
casos necesitar de otras normas constitucionales para poder fundamentar la
decisión judicial. La diferencia entre principios y reglas o normas
constitucionales no proviene de su obligatoriedad jurídica sino de su forma de
aplicación: mientras los primeros requieren de una mediatización fáctica o
normativa para su aplicación, las segundas son aplicables directamente. Más
aún, el establecimiento de principios obedece, en el Estado social de derecho,
a la voluntad constituyente de otorgar una mayor protección a los valores
constitucionales. Esta mayor protección tiene lugar por el hecho de que el
principio se irradia a toda la organización político‑jurídica y, en
consecuencia, está garantizado en la aplicación de todas las reglas de
aplicación directa. Los valores y principios incluidos en el texto
constitucional cumplen la función de asegurar la permanencia y obligatoriedad
del contenido material de la Constitución. Aquí se refleja la voluntad
constituyente de hacer obligatorio el respeto de principios considerados como
universales e inherentes a la persona, cuya obligatoriedad va más allá de las
contingencias propias del ordenamiento jurídico nacional.
CONSTITUCION
POLITICA/DERECHO INTERNACIONAL-Obligatoriedad
La
Carta reconoce plenos efectos jurídicos a los tratados y convenios -debidamente
ratificados- concernientes a los derechos humanos. Esto indica que los
constituyentes no ignoraron la existencia de esa amplia y promisoria rama que
es el derecho internacional de los derechos humanos, algunas de cuyas
características tuvimos ya ocasión de señalar. Ella reconoce también plenos
efectos jurídicos a las reglas del derecho internacional humanitario,
particularmente durante la vigencia de los denominados Estados de Excepción.
Es claro, pues, que las facultades del gobierno durante tales estados
encuentran límites efectivos que operan aún antes de la vigencia de la ley
estatutaria a que alude la misma disposición constitucional. Lo cual significa,
ni mas ni menos, que las reglas del derecho internacional humanitario son hoy,
-por voluntad expresa del Constituyente-, normas obligatorias per se
sin ratificación alguna previa o sin expedición de norma reglamentaria. Y
lo son "en todo caso" como lo señala significativamente la propia
Carta. Por virtud del texto expreso del artículo 94, bien pueden
considerarse incorporados a los derechos y garantías reconocidos por la Carta
todos aquellos que sean inherentes a la persona humana.
RADICACION
AC - TI - 06
Revisión
oficiosa del Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de Agosto
de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados
internacionales (Protocolo I)
MAGISTRADO
PONENTE:
Dr.
CIRO ANGARITA BARON
Sentencia
aprobada mediante Acta No. en Santafé de Bogotá, D. C., a los veintiocho (28)
días del mes de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I.
ANTECEDENTES
El
Ministerio de Relaciones Exteriores remitió a esta Corte copia certificada del
texto correspondiente al Protocolo Adicional de los Convenios de Ginebra del 12
de Agosto de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos
armados internacionales (Protocolo I)1 , así como copia del texto que de este
instrumento no improbó la Comisión Especial Legislativa el 4 de Septiembre de
1991, certificada por quien fuera su Secretario General[1] y acompañada de
constancia expedida el 26 de Noviembre de 1991 por el Secretario General de la
Comisión Segunda del Senado de la República sobre su aprobación en primero y
segundo debates por la Honorable Cámara de Representantes[2].
Con
base en el estudio que el suscrito Magistrado efectuó por encargo de la Sala
Plena sobre la naturaleza, contenido y alcance del control de
constitucionalidad de los tratados públicos y de sus leyes aprobatorias en las
Constituciones de 1886 y 1991, la Corte Constitucional en sesión de abril 2 de
1992 definió el alcance del numeral 10 del artículo 241 de la Carta Política,
al considerar aplicable el control previo y oficioso que en el se prevé a los
siete instrumentos enviados por el Ministerio de Relaciones Exteriores por
estimar que el "trámite sui generis y de carácter excepcional que
sufrieron por razón del tránsito constitucional" no desvirtúa en nada su
naturaleza de "verdaderos tratados en vías de formación".
En
tal virtud, y previa aplicación del artículo 39 del Reglamento Interno, la Sala
Plena de la Corte Constitucional en sesión efectuada el pasado 2 de abril,
resolvió darles prelación. Los citados instrumentos fueron incluidos en el
Programa de Trabajo y Reparto que esta aprobó para el mes de abril,
correspondiendo al suscrito el que es materia de revisión en el presente
proceso.
Con
el fin de observar lo dispuesto en el artículo 44 del decreto 2067 de 1991 que
sujeta la tramitación de las revisiones oficiosas de tratados internacionales
al procedimiento ordinario previsto para las leyes estatutarias, el suscrito
Magistrado Ponente, mediante providencia de abril 24 del cursante año, ordenó
la fijación en lista del negocio en la Secretaría General por el término de
diez (10) días para asegurar la intervención ciudadana que consagran los
artículos 242-1 C. N. y 7o. inciso 2o. del decreto antes citado.
Así
también dispuso que se surtieran las comunicaciones de rigor al señor
presidente de la República, al señor presidente del Congreso y a la señora
Ministra de Relaciones Exteriores, así como el traslado al señor Procurador
General de la Nación para los efectos del concepto de su competencia.
Cumplidos
como están los trámites y requisitos constitucionales y legales, procede la
Corte Constitucional a resolver.
II.
TEXTO
El
texto del instrumento internacional objeto de revisión, se adjunta a
continuación y corresponde a la copia certificada que remitió el Ministerio de
Relaciones Exteriores.
PROTOCOLO
ADICIONAL A LOS CONVENIOS DE GINEBRA DEL 12 DE AGOSTO DE 1949 RELATIVO A LA
PROTECCION DE LAS VICTIMAS DE LOS CONFLICTOS ARMADOS INTERNACIONALES (PROTOCOLO
I)
PREAMBULO
Las
Altas Partes contratantes,
Proclamando
su deseo ardiente de que la paz reine entre los pueblos,
Recordando
que, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, todo Estado tiene el
deber de abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza
o al uso de la fuerza contra la soberanía, la integridad territorial o la
independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma
incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas,
Considerando
que es necesario, sin embargo, reafirmar y desarrollar las disposiciones que
protegen a las víctimas de los conflictos armados, así como completar las
medidas para reforzar la aplicación de tales disposiciones,
Expresando
su convicción de que ninguna disposición del presente Protocolo ni de los
Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 puede interpretarse en el sentido
de que legitime o autorice cualquier acto de agresión u otro uso de la fuerza
incompatible con la Carta de las Naciones Unidas,
Reafirmando,
además, que las disposiciones de los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de
1949 y del presente Protocolo deben aplicarse plenamente en toda circunstancia
a todas las personas protegidas por esos instrumentos, sin distinción alguna
de carácter desfavorable basada en la naturaleza o el origen del conflicto
armado o en las causas invocadas por las Partes en conflicto o atribuidas a
ellas,
Convienen
en lo siguiente:
TITULO
I
DISPOSICIONES
GENERALES
Artículo
1 - Principios generales y ámbito de aplicación
1.
Las Altas Partes contratantes se comprometen a respetar y hacer respetar el
presente Protocolo en toda circunstancia.
2.
En los casos no previstos en el presente Protocolo o en otros acuerdos internacionales,
las personas civiles y los combatientes quedan bajo la protección y el
imperio de los principios del derecho de gentes derivados de los usos
establecidos, de los principios de humanidad y de los dictados de la
conciencia pública.
3.
El presente Protocolo, que completa los Convenios de Ginebra del 12 de
agosto de 1949 para la protección de las víctimas de la guerra, se puede
aplicar en las situaciones previstas en el artículo 2 común a dichos Convenios.
4.
Las situaciones a que se refiere el párrafo precedente comprenden los
conflictos armados en que los pueblos luchan contra la dominación colonial y
la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas, en el ejercicio del
derecho de los pueblos a la libre determinación, consagrado en la Carta de
las Naciones Unidas y en la Declaración sobre los principios de derecho
internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación
entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
Artículo
2 - Definiciones
Para
los efectos del presente Protocolo:
a)
se entiende por "I Convenio ¯, "II Convenio ¯, "III
Convenio y "IV Convenio, respectivamente, el Convenio de Ginebra para
aliviar la suerte de los heridos y enfermos de las fuerzas armadas en
campaña, del l 2 de agosto de 1949;el Convenio de Ginebra para aliviar la
suerte de los heridos, enfermos y náufragos de las fuerzas armadas en
el mar, del 12 de agosto de 1949; el Convenio de Ginebra sobre el trato a
los prisioneros de guerra, del 12 de agosto de 1949; y el Convenio de
Ginebra sobre la protección de personas civiles en tiempo de guerra,
del 12 de agosto de 1949; se entiende por "los Convenios los cuatro
Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 para la protección de las
víctimas de la guerra; b)se entiende por "normas de derecho
internacional aplicables en los conflictos armados las contenidas en los
acuerdos internacionales de los que son Parte las Partes en conflicto, así
como los principios y normas generalmente reconocidos de derecho
internacional aplicables en los conflictos armados; c) se entiende por
potencia protectora un Estado neutral u otro Estado que no sea Parte en el
conflicto y que, habiendo sido designado por una Parte en el conflicto y
aceptado por la Parte adversa, esté‚ dispuesto a desempeñar las funciones
asignadas a la Potencia protectora por los Convenios y por el presente
Protocolo; d) se entiende por sustituto una organización que reemplaza
a la Potencia protectora de conformidad con lo dispuesto en el artículo 5.
Artículo
3 - Principio y fin de la aplicación
Sin
perjuicio de las disposiciones aplicables en todo momento: a) los
Convenios y el presente Protocolo se aplicarán desde el comienzo de
cualquiera de las situaciones a que se refiere el artículo 1 del
presente Protocolo; b) la aplicación de los Convenios y del presente
Protocolo cesar , en el territorio de las Partes en conflicto, al
término general de las operaciones militares y, en el caso de territorios
ocupados, al término de la ocupación, excepto, en ambas circunstancias,
para las personas cuya liberación definitiva, repatriación o reasentamiento
tenga lugar posteriormente. Tales personas continuarán
beneficiándose de las disposiciones pertinentes de los Convenios y del
presente Protocolo hasta su liberación definitiva, repatriación o
reasentamiento.
Artículo
4 - Estatuto jurídico de las Partes en conflicto
La
aplicación de los Convenios y del presente Protocolo, así como la celebración
de los acuerdos previstos en estos instrumentos, no afectarán al estatuto
jurídico de las Partes en conflicto. La ocupación de un territorio y la
aplicación de los Convenios y del presente Protocolo no afectarán al
estatuto jurídico del mismo.
Artículo
5 - Designación de las Potencias protectoras y de su sustituto
1.
Es deber de las Partes en conflicto, desde el comienzo de ‚éste, asegurar
la supervisión y la ejecución de los Convenios y del presente
Protocolo mediante la aplicación del sistema de Potencias protectoras,
que incluye, entre otras cosas, la designación y la aceptación de
esas Potencias, conforme a lo dispuesto en los párrafos siguientes.
Las Potencias protectoras estarán encargadas de salvaguardar los intereses
de las Partes en conflicto.
2.
Desde el comienzo de una de las situaciones a que se refiere el artículo
1, cada una de las Partes en conflicto designar sin demora una
Potencia protectora con la finalidad de aplicar los Convenios y el presente
Protocolo, y autorizar , también sin demora y con la misma
finalidad,la actividad de una Potencia protectora que, designada por la
Parte adversa, haya sido aceptada como tal por ella.
3.
Si no ha habido designación o aceptación de Potencia protectora desde el
comienzo de una de las situaciones a que se refiere el artículo 1, el Comité
Internacional de la Cruz Roja, sin perjuicio del derecho de
cualquier otra organización humanitaria imparcial a hacerlo igualmente,
ofrecer sus buenos oficios a las Partes en conflicto con miras a la
designación sin demora de una Potencia protectora que tenga el consentimiento
de las Partes en conflicto. Para ello, el Comité podrá , inter alia, pedir
a cada Parte que le remita una lista de por lo menos cinco Estados que esa
Parte considere aceptables para actuar en su nombre como Potencia protectora
ante una Parte adversa, y pedir a cada una de las Partes adversas que le
remita una lista de por lo menos cinco Estados que esté dispuesta a
aceptar para desempeñar la función de Potencia protectora de la otra Parte;
tales listas serán remitidas al Comité dentro de las dos semanas siguientes
al recibo de la petición; el Comité las cotejar y solicitar el
asentimiento de cualquier Estado cuyo nombre figure en las dos listas.
4.
Si, a pesar de lo que precede, no hubiere Potencia protectora, las
Partes en conflicto aceptarán sin demora el ofrecimiento que pueda hacer el
Comité Internacional de la Cruz Roja o cualquier otra organización que
presente todas las garantías de imparcialidad y eficacia, previas las
debidas consultas con dichas Partes y teniendo en cuenta los resultados de
esas consultas, para actuar en calidad de sustituto. El ejercicio de sus funciones
por tal sustituto estar subordinado al consentimiento de las
Partes en conflicto; las Partes en conflicto pondrán n todo su empeño en
facilitar la labor del sustituto en el cumplimiento de su misión conforme a
los Convenios y al presente Protocolo.
5.
De conformidad con el artículo 4, la designación y la aceptación de
Potencias protectoras con la finalidad de aplicar los Convenios y el
presente Protocolo no afectarán al estatuto jurídico de las Partes en
conflicto ni al de ningún territorio, incluido un territorio ocupado.
6.
El mantenimiento de relaciones diplomáticas entre las Partes en conflicto o
el hecho de confiar a un tercer Estado la protección de los intereses de
una Parte y los de sus nacionales conforme a las normas de derecho
internacional relativas a las relaciones diplomáticas, no ser
obstáculo para la designación de Potencias protectoras con la
finalidad de aplicar los Convenios y el presente Protocolo.
7.
Toda mención que en adelante se haga en el presente Protocolo de una
Potencia protectora designar igualmente al
sustituto.
Artículo
6 - Personal calificado
1.
Las Altas Partes contratantes procurarán, ya en tiempo de paz, con la
asistencia de las Sociedades nacionales de la Cruz Roja (Media Luna Roja,
León y Sol Rojos), formar personal calificado para facilitar la
aplicación de los Convenios y del presente Protocolo y, en especial,
las actividades de las Potencias protectoras.
2.
El reclutamiento y la formación de dicho personal son de la competencia
nacional.
El
Comité Internacional de la Cruz Roja tendrá a disposición de las
Altas Partes contratantes las listas de las personas así formadas que las
Altas Partes contratantes hubieren preparado y le hubieren comunicado al
efecto.
4. Las condiciones para la utilización de los servicios de ese personal
fuera del territorio nacional serán, en cada caso, objeto de acuerdos
especiales entre las Partes
interesadas.
Artículo
7 - Reuniones
El
depositario del presente Protocolo, a petición de una o varias Altas Partes
contratantes y con la aprobación de la mayoría de ellas, convocar une
reunión de las Altas Partes contrantes para estudiar los problemas generales
relativos a la aplicación de los Convenios y del Protocolo.
TITULO
II
HERIDOS,
ENFERMOS Y NAUFRAGOS
SECCION
I - PROTECCION GENERAL
Artículo
8 - Terminología
Para
los efectos del presente Protocolo:
a)
se entiende por heridos y enfermos las personas, sean militares o civiles,
que debido a un traumatismo, una enfermedad u otros trastornos o
incapacidades de orden físico o mental, tengan necesidad de asistencia o
cuidados médicos y que se abstengan de todo acto de hostilidad. Esos
términos son también aplicables a las parturientas, a los recién, nacidos
y a otras personas que puedan estar necesitadas de asistencia o
cuidados médicos inmediatos, como los inválidos y las mujeres
encintas, y que se abstengan de todo acto de hostilidad; b) se entiende por
náufragos¯ las personas. sean militares o civiles, que se encuentren en
situación de peligro en el mar o en otras aguas a consecuencia de un infortunio
que las afecte o que afecte a la nave o aeronave que las transportaba,
y que se abstengan de todo acto de hostilidad.
Estas
personas siempre que sigan absteniéndose de todo acto de hostilidad,
continuarán considerándose náufragos durante su salvamento, hasta que
adquieran otro estatuto de conformidad con los Convenios o con el presente
Protocolo; c) se entiende por " personal sanitario" las
personas destinadas por una Parte en conflicto exclusivamente a los fines
sanitarios enumerados en el apartado e), o a la administración de
las unidades sanitarias o al funcionamiento o administración de los
medios de transporte sanitarios. El destino a tales servicios
podrá tener carácter permanente o temporal. La expresión
comprende:
i)
el personal sanitario, sea militar o civil, de una Parte en conflicto,
incluido el mencionado en los Convenios I y II, así como el de los organismos
de protección civil; ii) el personal sanitario de las Sociedades nacionales de
la Cruz Roja (Media Luna Roja, León y Sol Rojos) y otras sociedades
nacionales voluntarias de socorro debidamente reconocidas y autorizadas por
una Parte en conflicto; iii) el personal sanitario de las unidades o los
medios de transporte sanitarios mencionados en el párrafo 2 del artículo
9; d) se entiende por "personal religioso" las personas, sean
militares o civiles, tales como los capellanes, dedicadas exclusivamente al
ejercicio de su ministerio y adscritas:
i)
a las fuerzas armadas de una Parte en conflicto, ii) a las unidades
sanitarias o los medios de transporte sanitarios de una Parte en conflicto,
iii) a las unidades o medios de transporte sanitarios mencionados en el
párrafo 2 del artículo 9, o iv) a los organismos de protección civil de una
Parte en conflicto.
La
adscripción del personal religioso puede tener carácter permanente o
temporal, y son aplicables a ese personal las disposiciones pertinentes del
apartado k) : e) se entiende por "unidades
sanitarias" los establecimientos y otras formaciones militares o
civiles, organizados con fines sanitarios, a saber: la búsqueda, recogida,
transporte, diagnóstico o tratamiento (incluidos los primeros auxilios) de
los heridos, enfermos y náufragos, así como la prevención de las
enfermedades. La expresión comprende, entre otros, los hospitales y
otras unidades similares, los centros de transfusión de sangre, los
centros e institutos de medicina preventiva y los depósitos de
material sanitario, así como los almacenes de material sanitario y de
productos farmacéuticos de esas unidades. Las unidades sanitarias pueden ser
fijas o móviles, permanentes o
temporales;
f) se entiende por "transporte sanitario" el transporte por
tierra, por agua o por aire de los heridos, enfermos y náufragos, del
personal sanitario o religioso o del equipo y material sanitarios protegidos
por los Convenios y por el presente Protocolo;
g) se entiende por " medio de transporte sanitario" todo medio
de transporte, militar o civil, permanente o temporal, destinado
exclusivamente al transporte sanitario, bajo la dirección de una
autoridad competente de una Parte en conflicto; h) se entiende por
"vehículo sanitario " todo medio de transporte sanitario por
tierra; i) se entiende por "buque y embarcación sanitarios"
todo medio de transporte sanitario por agua; j) se entiende por "aeronave
sanitaria"¯ todo medio de transporte sanitario por aire; k) son
"permanentes" el personal sanitario, las unidadades sanitarias y
los medios de transporte sanitarios que se destinan exclusivamente a
fines sanitarios por un período indeterminado. Son "temporales"
el personal sanitario, las unidades sanitarias y los medios de transporte
sanitarios que se dedican exclusivamente a fines sanitarios por
períodos limitados y durante la totalidad de dichos períodos.
Mientras no se especifique otra cosa, las expresiones
"personal sanitario", "unidad sanitaria" y "
medio de transporte sanitario"abarcan el personal,las unidades y los
mediso de transporte sanaitarios tanto permanentes como temporales; l) se
entiende por "signo distintivo" la cruz roja, la media luna roja o
el león y sol rojos sobre fondo blanco, cuando se utilicen para la
protección de unidades y medios de transporte sanitarios y del personal
sanitario y religioso, su equipo y material; m) se entiende por
"señal distintiva" todo medio de señalización especificado en
el Capítulo III del Anexo I del presente Protocolo y destinado
exclusivamente a la identificación de las unidades y de los medios de
transporte sanitarios.
Artículo
9 - Ambito de aplicación 1. El presente Título, cuyas disposiciones
tienen como fin mejorar la condición de los heridos, enfermos y náufragos, se
aplicará a todos los afectados por una situación prevista en el artículo 1, sin
ninguna distinción de carácter desfavorable por motivos de raza, color,
sexo, idioma, religión o creencia, opiniones políticas o de otra índole,
origen nacional o social, fortuna, nacimiento u otra condición o
cualquier otro criterio análogo .
2.
Las disposiciones pertinentes de los artículos 27 y 32 del I Convenio se
aplicarán a las unidades sanitarias y a los medios de transporte
sanitarios permanentes (salvo los buques hospitales, a los que se aplica el
artículo 25 del II Convenio), así como al personal de esas unidades o de
esos medios de transporte, puestos a disposición de una Parte en conflicto
con fines humanitarios:
a)
por un Estado neutral u otro Estado que no sea Parte en ese conflicto; b)
por una sociedad de socorro reconocida y autorizada de tal Estado; c) por
una organización internacional humanitaria imparcial.
Artículo
10 - Protección y asistencia
1.
Todos los heridos, enfermos y náufragos, cualquiera que sea la Parte a
que pertenezcan, serán respetados y protegidos.
2.
En toda circunstancia serán tratados humanamente y recibirán, en toda la
medida de lo posible y en el plazo más breve, los cuidados médicos que
exija su estado. No se hará entre ellos ninguna distinción que no esté
basada en criterios médicos.
Artículo
11 - Protección de la persona
1.
No se pondrán en peligro, mediante ninguna acción u omisión
injustificada la salud ni la integridad física o mental de las personas
en poder de la Parte adversa o que sean internadas, detenidas o privadas
de libertad en cualquier otra forma a causa de una situación prevista en el
artículo 1. Por consiguiente, se prohíbe someter a las personas a que
se refiere el presente artículo a cualquier acto médico que no esté
indicado por su estado de salud y que no esté de acuerdo con las normas
médicas generalmente reconocidas que se aplicarían en análogas
circunstancias médicas a los nacionales no privados de libertad de la Parte
que realiza el acto.
2.
Se prohíben en particular, aunque medie el consentimiento de las referidas
personas:
a)
las mutilaciones físicas; b) los experimentos médicos o científicos; c) las
extracciones de tejidos u órganos para trasplantes, salvo si estos actos
están justificados en las condiciones previstas en el párrafo
1.
3.
Sólo podrán exceptuarse de la aplicación de la prohibición prevista
en el apartado c) del párrafo 2 las donaciones de sangre para
transfusiones o de piel para injertos, a condición de que se hagan
voluntariamente y sin coacción o presión alguna, y únicamente para
fines terapeuticos en condiciones que correspondan a las normas médicas
generalmente reconocidas y a los controles realizados en beneficio
tanto del donante como del receptor.
4.
Constituirá infracción grave del presente Protocolo toda acción u omisión
deliberada que ponga gravemente en peligro la salud o la integridad física o
mental de toda persona en poder de una Parte distinta de aquella de la que
depende, sea que viole cualquiera de las prohibiciones señaladas en los
párrafos 1 y 2, sea que no cumpla las exigencias prescritas en el
párrafo 3.
5.
Las personas a que se refiere el párrafo 1 tienen derecho a rechazar
cualquier intervención quirúrgica. En caso de que sea rechazada, el personal
sanitario procurará obtener una declaración escrita en tal sentido,
firmada o reconocida por el paciente.
6.
Toda Parte en conflicto llevará un registro médico de las donaciones de
sangre para transfusiones o de piel para injertos, hechas por las
personas a que se refiere el párrafo 1, si dichas donaciones se
efectúan bajo la responsabilidad de aquella Parte. Además, toda Parte
en conflicto procurará llevar un registro de todo acto médico
realizado respecto a personas internadas, detenidas o en cualquier otra
forma privadas de libertad a causa de una situación prevista en el
artículo 1. Los citados registros estarán en todo momento a disposición
de la Potencia protectora para su inspección.
Artículo 12 - Protección de las unidades sanitarias
1. Las unidades sanitarias serán respetadas y protegidas en todo momento y no
serán objeto de ataque.
2. El párrafo 1 se aplica a las unidades sanitarias civiles siempre que
cumplan una de las condiciones siguientes:
a)
pertenecer a una de las Partes en conflicto; b) estar reconocidas y
autorizadas por la autoridad competente de una de las Partes en conflicto;
c) estar autorizadas de conformidad con el párrafo 2 del artículo 9 del
presente Protocolo o el artículo 27 del I
Convenio.
3.
Las Partes en conflicto pueden notificarse el emplazamiento de sus
unidades sanitarias fijas. La ausencia de tal notificación no eximirá
a ninguna de las Partes de observar lo dispuesto en el párrafo
1.
4.
Las unidades sanitarias no serán utilizadas en ninguna circunstancia
para tratar de poner objetivos militares a cubierto de los ataques. Siempre
que sea posible, las Partes en conflicto se asegurarán de que las unidades
sanitarias no estén situadas de manera que los ataques contra objetivos
militares las pongan en peligro.
Artículo
13 - Cesación de la protección de las unidades sanitarias
civiles
1.
La protección debida a las unidades sanitarias civiles solamente podrá
cesar cuando se haga uso de ellas, al margen de sus fines humanitarios, con
objeto de realizar actos perjudiciales para el enemigo. Sin embargo, la
protección cesar á únicamente después de una intimación que, habiendo
fijado cuando proceda un plazo razonable, no surta efectos.
2.
No se consideran actos perjudiciales para el enemigo:
a)
el hecho de que el personal de la unidad esté dotado con armas ligeras
individuales para su defensa propia o la de los heridos y enfermos a su
cargo; b) la custodia de la unidad por un piquete, por centinelas o por una
escolta; c) el hecho de que en la unidad se encuentren armas
portátiles y municiones recogidas a los heridos y enfermos, aún no
entregadas al servicio competente; d) la presencia en tal unidad, por
razones médicas, de miembros de las fuerzas armadas u otros
combatientes.
Artículo
14 - Limitaciones a la requisa de unidades sanitarias civiles
1.
La Potencia ocupante tiene la obligación de asegurar que las necesidades
médicas de la población civil en el territorio ocupado sigan siendo
satisfechas.
2.
La Potencia ocupante no podrá , por tanto, requisar las unidades
sanitarias civiles, su equipo, su material y los servicios de su personal,
en tanto que estos recursos sean necesarios para prestar los servicios médicos
requeridos por la población civil y para continuar la asistencia médica de los
heridos o enfermos que ya estén bajo tratamiento.
3.
La Potencia ocupante podrá requisar los mencionados recursos siempre que
continúe observando la regla general prevista en el párrafo 2 y bajo las
condiciones particulares siguientes:
a)
que los recursos sean necesarios para el tratamiento médico inmediato y
apropiado de los heridos y enfermos de las fuerzas armadas de la
Potencia ocupante o de los prisioneros de guerra; b) que la requisa se
mantenga únicamente mientras exista dicha necesidad; y c) que se adopten
disposiciones inmediatas para que se continúe atendiendo las necesidades
médicas de la población civil, así como las de los heridos y
enfermos bajo tratamiento, afectados por la
requisa.
Artículo
15 - Protección del personal sanitario y religioso civil
1.
El personal sanitario civil ser respetado y protegido.
2.
En caso necesario se proporcionará al personal sanitario civil toda la ayuda
posible en aquellas zonas en las que los servicios sanitarios civiles se
encuentren desorganizados por razón de la actividad bélica.
3.
En los territorios ocupados, la Potencia ocupante proporcionará
al personal sanitario civil toda clase de ayuda para que pueda desempeñar
su misión humanitaria de la mejor manera. La Potencia ocupante no podrá
exigir que, en el cumplimiento de su misión, dicho personal dé prioridad al
tratamiento de cualquier persona, salvo por razones de orden médico. No se
le obligará a realizar tareas que no sean compatibles con su misión
humanitaria.
4.
El personal sanitario civil podrá trasladarse a los lugares
donde sus servicios sean indispensables, sin perjuicio de las medidas de
control y seguridad que la Parte en conflicto interesada juzgue necesarias.
5.
El personal religioso civil será respetado y protegido.Son aplicables a
estas personas las disposiciones de los Convenios y del presente Protocolo
relativas a la protección y a la identificación del personal
sanitario.
Artículo
16 - Protección general de la misión médica
1.
No se castigará a nadie por haber ejercido una actividad médica conforme con
la deontología, cualesquiera que fuesen las circunstancias o los beneficiarios
de dicha actividad.
2.
No se podrá obligar a las personas que ejerzan una actividad médica a
realizar actos ni a efectuar trabajos contrarios a la deontología u
otras normas médicas destinadas a proteger a los heridos y a los
enfermos, o a las disposiciones de los Convenios o del presente Protocolo,
ni a abstenerse de realizar actos exigidos por dichas normas o disposiciones.
3.
Ninguna persona que ejerza una actividad médica podrá ser obligada a dar a
nadie que pertenezca a una Parte adversa, o a su propia Parte, salvo lo que
disponga la ley de esta última Parte, información alguna sobre los heridos
y los enfermos que estén o hayan estado asistidos por esa persona cuando,
en su opinión, dicha información pudiera ser perjudicial para los
interesados o para sus familiares. No obstante, deberán respetarse las
prescripciones sobre declaración obligatoria de enfermedades transmisibles.
Artículo
17 - Cometido de la población civil y de las sociedades de socorro
1.
La población civil respetará a los heridos, enfermos y náufragos,
aunque pertenezcan a la Parte adversa, y no ejercerá ningún
acto de violencia contra ellos. Se autorizará a la población
civil y a las sociedades de socorro, tales como las Sociedades
nacionales de la Cruz Roja (Media Luna Roja, León y Sol Rojos), incluso
por iniciativa propia, a recogerlos y prestarles cuidados, aun en las regiones
invadidas u ocupadas. No se molestar á, procesará , condenará ni
castigará a nadie por tales actos humanitarios.
2.
Las Partes en conflicto podrán hacer un llamamiento a la población civil o a
las sociedades de socorro mencionadas en el párrafo 1 para recoger y prestar
cuidados a los heridos, enfermos y náufragos y para buscar a los muertos y
comunicar dónde se encuentran; dichas Partes concederán la protección y las
facilidades necesarias a aquellos que respondan a tal llamamiento. Si la
Parte adversa adquiere o recupera el control de la región seguirá
otorgando esta protección y las facilidades mencionadas mientras sean
necesarias.
Artículo
18 - Identificación
1.
Cada Parte en conflicto procurará asegurar que tanto el personal sanitario y
religioso como las unidades y los medios de transporte sanitarios puedan
ser identificados.
2.
Cada Parte en conflicto procurar también adoptar y aplicar métodos
y procedimientos que permitan identificar las unidades y los medios de
transporte sanitarios que utilicen el signo distintivo y señales
distintivas.
3.
En territorio ocupado y en zonas en las que se desarrollan o es
probable que se desarrollen combates, el personal sanitario civil y
personal religioso civil se darán a conocer, por regla general, por
medio del signo distintivo y de una tarjeta de identidad que certifique su
condición.
4.
Las unidades y los medios de transporte sanitarios serán señalados, con el
consentimiento de la autoridad competente, mediante el signo distintivo. Los
buques y embarcaciones a que se refiere el artículo 22 del presente Protocolo
serán señalados de acuerdo con las disposiciones del II Convenio.
5.
Además del signo distintivo y de acuerdo con lo dispuesto en el Capítulo III
del Anexo I del presente Protocolo, una Parte en conflicto podrá
autorizar el uso de señales distintivas para identificar las unidades y
los medios de transporte sanitarios. A título excepcional, en los casos
particulares previstos en el Capítulo III del Anexo, los medios de transporte
sanitarios podrán utilizar las señales distintivas sin exhibir el signo
distintivo.
6.
La ejecución de las disposiciones de los párrafos 1 a 5 se regirá por los
Capítulos I a III del Anexo I del presente Protocolo. Las señales destinadas,
conforme al Capítulo III de dicho Anexo, para el uso exclusivo de las unidades
y de los medios de transporte sanitarios, sólo se utilizarán salvo lo
previsto en ese Capítulo, para la identificación de las unidades y de los
medios de transporte sanitarios allí
especificados.
7.
Este artículo no autoriza a dar al signo distintivo, en tiempo de paz, un
uso más amplio que el estipulado en el artículo 44 del I
Convenio.
8.
Las disposiciones de los Convenios y del presente Protocolo relativas
al control del uso del signo distintivo y a la prevención y represión de
su uso abusivo son aplicables a las señales
distintivas.
Artículo
19 - Estados neutrales y otros Estados que no sean Partes en conflicto:
Los
Estados neutrales y otros Estados que no sean Partes en conflicto observarán
las disposiciones pertinentes del presente Protocolo respecto de las
personas protegidas por este Título que pudieran ser recibidas o internadas
en sus territorios, así como de los muertos de las Partes en conflicto que
recogieren.
Artículo
20 - Prohibición de las represalias: se prohíben las represalias contra las
personas y los bienes protegidos por el presente Título.
SECCION
II - TRANSPORTES SANITARIOS
Artículo
21 - Vehículos sanitarios:
Los
vehículos sanitarios serán respetados y protegidos del modo previsto en los
Convenios y el presente Protocolo para las unidades sanitarias móviles.
Artículo
22 - Buques hospitales y embarcaciones costeras de salvamento
1.
Las disposiciones de los Convenios
relativas:
a)
a los buques descritos en los artículos 22, 24, 25 y 27 del II Convenio, b) a
sus lanchas de salvamento y pequeñas embarcaciones, c) a su personal y sus
tripulaciones, y d) a los heridos, enfermos y náufragos que se encuentren a
bordo, se aplicaron también en los casos en que esos buques, lanchas o
embarcaciones transporten heridos, enfermos y náufragos civiles que no
pertenezcan a ninguna de las categorías mencionadas en el artículo 13
del II Convenio.
Esas
personas civiles, sin embargo, no podrán ser entregadas a una Parte en
conflicto que no sea la propia, ni capturadas en el mar. Si se hallaren en
poder de una Parte en conflicto que no sea la propia, les serán aplicables las
disposiciones del IV Convenio y del presente Protocolo.
2.
La protección prevista en los Convenios para los buques descritos en el
artículo 25 del II Convenio se extenderá a los buques-hospitales puestos
a disposición de una Parte en conflicto con fines
humanitarios:
a)
por un Estado neutral u otro Estado que no sea Parte en ese conflicto; o b)
por una organización internacional humanitaria imparcial; siempre que se
cumplan en ambos casos los requisitos establecidos en el citado
artículo.
3.
Las embarcaciones descritas en el artículo 27 del II Convenio serán
protegidas aunque no se haga la notificación prevista en el mismo. No obstante,
se invita a las Partes en conflicto a que se comuniquen mutuamente toda
información que facilite identificación y el reconocimiento de tales
embarcaciones.
Artículo
23 - Otros buques y embarcaciones sanitarios :
1.
Los buques y embarcaciones sanitarios distintos de los mencionados en el
artículo 22 del presente Protocolo y en el artículo 38 del II Convenio, ya se
encuentren en el mar o en otras aguas, serán respetados y protegidos del modo
previsto en los Convenios y en el presente Protocolo para las unidades
sanitarias móviles. Como esa protección sólo puede ser eficaz si es posible
identificarlos y reconocerlos como buques y embarcaciones sanitarios, tales
buques deberían llevar el signo distintivo y, en la medida de lo posible,
dar cumplimiento a lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 43 del II
Convenio.
2.
Los buques y embarcaciones a que se refiere el párrafo 1 permanecerán sujetos
a las leyes de la guerra. Todo buque de guerra que navegue en la
superficie y que esté en condiciones de hacer cumplir inmediatamente su
orden, podrá ordenarles que se detengan, que se alejen o que tomen una
determinada ruta, y toda orden de esta índole deberá ser obedecida. Esos
buques y embarcaciones no podrán ser desviados de ningún otro modo
de su misión sanitaria mientras sean necesarios para los heridos,
enfermos y náufragos que se encuentren a bordo.
3.
La protección que otorga el párrafo 1 sólo cesará en las condiciones
establecidas en los artículos 34 y 35 del II Convenio. Toda negativa inequívoca
a obedecer una orden dada con arreglo a lo dispuesto en el párrafo 2
constituirá un acto perjudicial para el enemigo a los efectos del artículo 34
del II Convenio.
4.Toda
Parte en conflicto podrá notificar a cualquier Parte adversa, con la
mayor anticipación posible antes del viaje, el nombre, la descripción, la
hora prevista de salida, la ruta y la velocidad estimada del buque o
embarcación sanitarios, en particular en el caso de buques de mas de 2.000
toneladas brutas, y podrá suministrar cualquier otra información que facilite
su identificación y reconocimiento.La Parte adversa acusará recibo de tal información.
5.
Las disposiciones del artículo 37 de II convenio serán aplicadbles a los
heridos, enfermos y náufragos pertenecientes a las categorías a que se refiere
el artículo 13 del II Convenio y el artículo 44 del presente Protocolo, que se
encuentren a bordo de esos buques y embarcaciones sanitarios. Los heridos,
enfermos y náufragos civiles que no pertenezcan a las categorías mencionadas
en el artículo 13 del II Convenio, no podrán ser entregados, si se hallan en
el mar, a una Parte que no sea la propia ni obligados a abandonar tales
buques o embarcaciones; si, no obstante, se hallan en poder de una Parte en
conflicto que no sea la propia, estarán amparados por el IV Convenio y el
presente Protocolo.
Artículo
24 - Protección de las aeronaves sanitarias: Las aeronaves sanitarias serán
respetadas y protegidas de conformidad con las disposiciones del presente
Título.
Artículo
25 - Aeronaves sanitarias en zonas no dominadas por la Parte adversa: En las
zonas terrestres dominadas de hecho por fuerzas amigas o en las
marítimas no dominadas de hecho por una Parte adversa, así como en su
espacio aéreo, el respeto y la protección de las aeronaves sanitarias de
una Parte en conflicto no dependerán de acuerdo alguno con la Parte
adversa. No obstante, para mayor seguridad, la Parte en conflicto que
utilice sus aeronaves sanitarias en tales zonas podrá dar a cualquier
Parte adversa la notificación prevista en el artículo 29, especialmente
cuando esas aeronaves efectúen vuelos que las pongan al alcance de los
sistemas de armas superficie-aire de la Parte adversa.
Artículo
26 - Aeronaves sanitarias en zonas de contacto o similares:
1.
En las partes de la zona de contacto que estén dominadas de hecho por
fuerzas amigas y en las zonas cuyo dominio de hecho no esté claramente
establecido‚ así como en su esoaceio aéreo, la protección de las aeronaves
sanitarias sólo podrá ser plenamente eficaz si media un acuerdo previo entre
las autoridades militares competentes de las Partes en conflicto conforme a lo
previsto en el artículo 29. Las aeronaves sanitarias que, a falta de tal
acuerdo, operen por su cuenta y riesgo, deberán no obstante ser respetadas
cuando hayan sido reconocidas como tales.
2.
Se entiende por "zona de contacto" cualquier zona terrestre
en que los elementos avanzados de las fuerzas opuestas estén en contacto
unos con otros, en particular cuando estén expuestos a tiro directo desde
tierra.
Artículo
27 - Aeronaves sanitarias en zonas dominadas por la Parte adversa:
1.
Las aeronaves sanitarias de una Parte en conflicto continuarán
protegidas mientras sobrevuelen zonas marítimas o terrestres dominadas de
hecho por una Parte adversa, a condición de que para tales vuelos se
haya obtenido previamente el acuerdo de la autoridad competente de dicha
Parte adversa.
2.
La aeronave sanitaria que sobrevuele una zona dominada de hecho por la Parte
adversa sin el acuerdo previsto en el párrafo 1, o apartándose de lo
convenido, debido a un error de navegación o a una situación de emergencia que
comprometa la seguridad del vuelo, deberá hacer todo lo posible para
identificarse e informar a la Parte adversa acerca de las circunstancias en
que se encuentra. Tan pronto como la Parte adversa haya reconocido tal aeronave
sanitaria, hará todo lo razonablemente posible para dar la orden de
aterrizar o amarar a que se refiere el párrafo 1 del artículo 30 o para
adoptar otras disposiciones con objeto de salvaguardar los intereses de esa
Parte y, en ambos casos, antes de recurrir a un ataque contra la aeronave,
darle tiempo de obedecer.
Artículo
28 - Restricciones relativas al uso de las aeronaves
sanitarias:
1.
Se prohibe a las Partes en conflicto utilizar sus aeronaves sanitarias
para tratar de obtener una ventaja militar sobre una Parte adversa. La
presencia de aeronaves sanitarias no podrá utilizarse para tratar
de poner objetivos militares a cubierto de un ataque.
2.
Las aeronaves sanitarias no se utilizarán para recoger ni transmitir
información militar y no transportarán equipo alguno destinado a esos
fines. Se les prohibe transportar personas o cargamento no comprendidos
en la definición contenida en el apartado f) del artículo 8. No se
considerará prohibido el transporte a bordo de los efectos personales
de los ocupantes o del equipo destinado exclusivamente a facilitar la
navegación, las comunicaciones o la
identificación.
3.
Las aeronaves sanitarias no transportarán armamento alguno salvo las armas
portátiles y las municiones que hayan sido recogidas a los heridos,
enfermos y náufragos que se hallen a bordo y que aún no hayan sido
entregadas al servicio competente, y las armas ligeras individuales que
sean necesarias para que el personal sanitario que se halle a bordo pueda
defenderse y defender a los heridos, enfermos y náufragos que tenga a su
cargo.
4.
Salvo acuerdo previo con la Parte adversa, las aeronaves sanitarias no podrán
utilizarse, al efectuar los Vuelos a que se refieren los artículos 26 y 27,
para buscar heridos, enfermos y
náufragos.
Artículo
29 - Notificaciones y acuerdos relativos a las aeronaves
sanitarias:
1.
Las notificaciones a que se refiere el artículo 25 y las solicitudes de
acuerdo previo mencionadas en los artículos 26, 27, 28, párrafo 4, y
31, deberán indicar el número previsto de aeronaves sanitarias, sus
planes de vuelo y medios de identificación; tales notificaciones y
solicitudes se interpreterán en el sentido de que los vuelos se
efectuarán conforme a las disposiciones del artículo 28.
2.
La Parte que reciba una notificación hecha en virtud del artículo 25
acusará recibo de ella sin demora.
3.
La Parte que reciba una solicitud de acuerdo previo hecha en virtud de lo
previsto en los artículos 26, 27, 28, párrafo 4, o 31,
notificará tan rápidamente como sea posible a la Parte que haya hecho tal
solicitud:
a)
la aceptación de la solicitud; b) la denegación de la solicitud; o c) una
propuesta alternativa razonable a la solicitud. Podrá también proponer
una prohibición o restricción de otros vuelos en la zona de que se
trate durante el período considerado. Si la Parte que ha presentado la
solicitud acepta esas contrapropuestas, notificar su aceptación a la
otra Parte.
4.
Las Partes tomarán las medidas necesarias para que puedan hacerse esas
notificaciones y acuerdos sin pérdida de
tiempo.
5.
Las Partes tomarán también las medidas necesarias para que lo esencial
de tales notificaciones y acuerdos se difunda rápidamente entre las
unidades militares interesadas, las que serán informadas sobre los medios
de identificación que utilizarán las aeronaves sanitarias de que se
trate.
Artículo
30 - Aterrizaje e inspección de aeronaves
sanitarias:
1.
Las aeronaves sanitarias que sobrevuelen zonas dominadas de hecho por la
Parte adversa o zonas cuyo dominio no este claramente establecido podrán ser
intimadas a aterrizar o, en su caso, a amarar, a fin de que se proceda
a la inspección prevista en los párrafos siguientes. Las aeronaves
sanitarias obedecerán tal intimación.
2.
Si una de tales aeronaves aterriza o amarra, obedeciendo a una intimación o
por cualquier otra circunstancia, sólo podrá ser objeto de inspección
para comprobar los extremos a que hacen referencia los párrafos 3 y 4 de este artículo.
La inspección será iniciada sin demora y efectuada rápidamente.
La Parte que proceda a la inspección no exigirá que sean
desembarcados de la aeronave los heridos y enfermos, a menos que ello sea
indispensable para la inspección. En todo caso esa Parte cuidará de que
esa inspección o ese desembarque no agrave el estado de los heridos y
enfermos.
3.
Si la inspección revela que la aeronave:
a)
es una aeronave sanitaria en el sentido del apartado j) del artículo 8, b)
no contraviene las condiciones prescritas en el artículo 28, y c) no ha
efectuado el vuelo sin acuerdo previo o en violación del mismo cuando tal
acuerdo se requiera. La aeronave y los ocupantes de la misma que pertenezcan
a una Parte adversa o a un Estado neutral o a otro Estado que no sea Parte en
el conflicto serán autorizados a proseguir el vuelo sin demora.
4.
Si la inspección revela que la aeronave:
a)
no es una aeronave sanitaria en el sentido del apartado j) del artículo 8, b)
contraviene las condiciones prescritas en el artículo 28, o c) ha efectuado
el vuelo sin acuerdo previo o en violación de un acuerdo previo cuando tal
acuerdo se requiera, la aeronave podrá ser apresada. Sus ocupantes serán
tratados conforme a las disposiciones pertinentes de los Convenios y del
presente Protocolo. Toda aeronave apresada que haya estado destinada a
servir de aeronave sanitaria permanente sólo podrá ser utilizada en lo
sucesivo como aeronave
sanitaria.
Artículo
31 - Estados neutrales u otros Estados que no sean partes en
conflicto:
1.
Las aeronaves sanitarias no podrán sobrevolar el territorio de un
Estado neutral o de otro Estado que no sea Parte en el conflicto, ni aterrizar
o amarar en él, salvo en virtud de acuerdo previo. Sin embargo, de mediar
tal acuerdo, esas aeronaves serán respetadas mientras dure el vuelo y durante
las eventuales escalas en tal territorio. No obstante, deberán obedecer toda
intimación de aterrizar o, en su caso,
amarar.
2.
La aeronave sanitaria que, sin acuerdo previo o apartándose de lo
estipulado en un acuerdo, sobrevuele el territorio de un Estado neutral o de
otro Estado que no sea Parte en conflicto, por error de navegación o a causa de
una situación de emergencia que afecte a la seguridad del vuelo, hará
todo lo posible para notificar su vuelo y hacerse identificar. Tan pronto
como dicho Estado haya reconocido tal aeronave sanitaria, hará todo
lo razonablemente posible por dar la orden de aterrizar o amarar a que
se refiere el párrafo 1 del artículo 30 o para adoptar otras disposiciones con
objeto de salvaguardar los intereses de ese Estado y, en ambos casos, dar a
la aeronave tiempo para obedecer, antes de recurrir a un
ataque.
3.
Si una aeronave sanitaria, con acuerdo previo o en las circunstancias
mencionadas en el párrafo 2, aterriza o amara en el territorio de un Estado
neutral o de otro Estado que no sea Parte en el conflicto, obedeciendo a una
intimación o por cualquier otra circunstancia, quedará sujeta a
inspección para determinar si se trata de una aeronave sanitaria. La
inspección será iniciada sin demora y efectuada rápidamente. La
Parte que proceda a la inspección no exigirá que sean desembarcados de la
aeronave los heridos y enfermos que dependen de la Parte que utilice la
aeronave a menos que ello sea indispensable para la inspección. En todo
caso, esa Parte cuidará de que tal inspección o desembarque no
agrave el estado de los heridos y enfermos. Si la inspección revela que la
aeronave es efectivamente una aeronave sanitaria, esa aeronave con sus
ocupantes, salvo los que deban ser retenidos de conformidad con las normas de
derecho internacional aplicables en los conflictos armados, será
autorizada a proseguir su vuelo, y recibir las facilidades
apropiadas para ello. Si la inspección revela que esa aeronave no es una
aeronave sanitaria, la aeronave ser apresada y sus ocupantes serán
tratados conforme a lo dispuesto en el párrafo
4.
4.
Con excepción de los que sean desembarcados temporalmente, los heridos,
enfermos y náufragos desembarcados de una aeronave sanitaria con el
asentimiento de la autoridad local en el territorio de un Estado neutral o de
otro Estado que no sea Parte en conflicto deberán, salvo que este Estado
y las Partes en conflicto acuerden otra cosa, quedar bajo la custodia de
dicha autoridad cuando las normas de derecho internacional aplicables en
los conflictos armados así lo exijan, de forma que no puedan volver a
participar en las hostilidades. Los gastos de hospitalización y de
internamiento correrán a cargo del Estado a que pertenezcan tales
personas.
5. Los Estados neutrales u Otros Estados que no sean Partes en conflicto
aplicarán por igual a todas las Partes en conflicto las condiciones
y restricciones eventuales respecto al sobrevuelo de su territorio
por aeronaves sanitarias o al aterrizaje de ellas en el
mismo.
SECCION
III - PERSONAS DESAPARECIDAS Y FALLECIDAS
Artículo
32 - Principio general:
En
la aplicación de la presente Sección, las actividades de las Altas Partes
contratantes, de las Partes en conflicto y de las organizaciones
humanitarias internacionales mencionadas en los Convenios y en el
presente Protocolo deberán estar motivadas ante todo por el derecho que
asiste a las familias de conocer la suerte de sus miembros.
Artículo
33 - Desaparecidos:
1.
Tan pronto como las circunstancias lo permitan, y a más tardar desde el fin
de las hostilidades activas, cada Parte en conflicto buscará las
personas cuya desaparición haya señalado una Parte adversa. A fin de
facilitar tal búsqueda, esa Parte adversa comunicará todas las
informaciones pertinentes sobre las personas de que se
trate.
2.
Con objeto de facilitar la obtención de información de conformidad con lo
dispuesto en el párrafo anterior, cada Parte en conflicto deberá , con
respecto a las personas que no se beneficien de condiciones más favorables en
virtud de los Convenios o del presente Protocolo:
a)
registrar en la forma dispuesta en el artículo 138 del IV Convenio la
información sobre tales personas, cuando hubieran sido detenidas,
encarceladas o mantenidas en cualquier otra forma de cautiverio durante
más de dos semanas como consecuencia de las hostilidades o de la
ocupación o hubieran fallecido durante un período de detención; b) en
toda la medida de lo posible, facilitar y, de ser necesario, efectuar
la búsqueda y el registro de la información relativa a tales personas si
hubieran fallecido en otras circunstancias como consecuencia de
las hostilidades o de la ocupación.
3.
La información sobre las personas cuya desaparición se haya señalado, de
conformidad con el párrafo 1, y las solicitudes de dicha
información serán transmitidas directamente o por conducto de la Potencia
protectora, de la Agencia Central de Búsqueda del Comité Internacional de la
Cruz Roja, o de las Sociedades nacionales de la Cruz Roja (Media Luna Roja,
León y Sol Rojos). Cuando la información no sea transmitida por conducto del
Comité Internacional de la Cruz Roja y de su Agencia Central de Búsqueda, cada
Parte en conflicto velará por que tal información sea también
facilitada a esa Agencia.
4.
Las Partes en conflicto se esforzarán por ponerse de acuerdo sobre
disposiciones que permitan que grupos constituidos al efecto busquen,
identifiquen y recuperen los muertos en las zonas del campo de batalla;
esas disposiciones podrán prever, cuando proceda, que tales grupos vayan
acompañados de personal de la Parte adversa mientras lleven a cabo esas
misiones en zonas controladas por ella. El personal de tales grupos deberá ser
respetado y protegido mientras se dedique exclusivamente a tales
misiones.
Artículo
34 - Restos de las personas fallecidas
1.
Los restos de las personas fallecidas a consecuencia de la ocupación o
mientras se hallaban detenidas por causa de la ocupación o de las
hostilidades, y los de las personas que no fueren nacionales del país en que
hayan fallecido a consecuencia de las hostilidades, deben ser respetados y las
sepulturas de todas esas personas serán respetadas, conservadas y
marcadas según lo previsto en el artículo 130 del IV Convenio, en tanto que
tales restos y sepulturas no se beneficien de condiciones más favorables en
virtud de los Convenios y del presente
Protocolo.
2.
Tan pronto como las circunstancias y las relaciones entre las Partes
adversas lo permitan, las Altas Partes contratantes en cuyos
territorios se encuentren las tumbas y, en su caso, otros lugares donde se
hallen los restos de las personas fallecidas como consecuencia de
las hostilidades, durante la ocupación o mientras se hallaban detenidas,
celebrarán acuerdos a fin de:
a)
facilitar a los miembros de las familias de los fallecidos y a los
representantes de los servicios oficiales de registro de tumbas el acceso
a las sepulturas, y determinar las disposiciones de orden práctico para
tal acceso; b) asegurar la protección y el mantenimiento permanentes de tales
sepulturas; c) facilitar la repatriación de los restos de las personas
fallecidas y la devolución de los efectos personales al país de origen, a
solicitud de ese país o, salvo que el mismo se opusiera a ello, a solicitud de
los parientes más próximos.
3.
A falta de los acuerdos previstos en los apartados b) o c) del párrafo 2 y
si el país de origen de esas personas fallecidas no está dispuesto a sufragar
los gastos correspondientes al mantenimiento de tales sepulturas, la Alta
Parte contratante en cuyo territorio se encuentren tales sepulturas
podrá ofrecer facilidades para la devolución de los restos
al país de origen. Si tal ofrecimiento no fuera aceptado, la Alta Parte
contratante, transcurridos cinco años desde la fecha del ofrecimiento y
previa la debida notificación al país de origen, podrá aplicar las
disposiciones previstas en su legislación en materia de cementerios y
sepulturas.
4.
La Alta Parte contratante en cuyo territorio se encuentren las
sepulturas a que se refiere el presente artículo sólo podrá exhumar
los restos:
a)
en virtud de lo dispuesto en el apartado c) del párrafo 2 y en el párrafo
3, o b) cuando la exhumación constituya una necesidad imperiosa de
interés público, incluidos los casos de necesidad sanitaria o de
investigación administrativa o judicial, en cuyo caso la Alta Parte
contratante deberá guardar en todo momento el debido respeto a los restos y
comunicar al país de origen su intención de exhumarlos, transmitiéndole
detalles sobre el lugar en que se propone darles nueva
sepultura.
TITULO
III
MODOS
Y MEDIOS DE GUERRA - ESTATUTO DE COMBATIENTE Y DE PRISIONERO DE
GUERRA
SECCION
I - METODOS Y MEDIOS DE GUERRA
Artículo
35 - Normas fundamentales
1.
En todo conflicto armado, el derecho de las Partes en conflicto a elegir
los métodos o medios de hacer la guerra no es
ilimitado.
2.
Queda prohibido el empleo de armas, proyectiles, materias y métodos de hacer
la guerra de tal índole que causen males superfluos o sufrimientos
innecesarios.
3.
Queda prohibido el empleo de métodos o medios de hacer la guerra que hayan
sido concebidos para causar, o de los que quepa prever que causen, daños
extensos, duraderos y graves al medio ambiente
natural.
Artículo
36 - Armas nuevas
Cuando
una Alta Parte contratante estudie, desarrolle, adquiera o adopte una
nueva arma, o nuevos medios o métodos de guerra, tendrá la obligación de
determinar si su empleo. en ciertas condiciones o en todas las
circunstancias, estaría prohibido por el presente Protocolo o por cualquier
otra norma de derecho internacional aplicable a esa Alta Parte contratante.
Artículo
37 - Prohibición de la perfidia:
1.
Queda prohibido matar, herir o capturar a un adversario valiéndose de medios
pérfidos. Constituirán perfidia los actos que, apelando a la buena fe de
un adversario con intención de traicionarla, den a entender a éste que
tiene derecho a protección, o que está obligado a concederla, de
conformidad con las normas de derecho internacional aplicables en
los conflictos armados. Son ejemplos de perfidia los actos
siguientes:
a)
simular la intención de negociar bajo bandera de parlamento o de
rendición; b) simular una incapacitación por heridas o enfermedad; c) simular
el estatuto de persona civil, no combatiente; d) simular que se posee un
estatuto de protección, mediante el uso de signos, emblemas o uniformes de
las Naciones Unidas o de Estados neutrales o de otros Estados que no sean
Partes en el conflicto.
2.
No están prohibidas las estratagemas. Son estratagemas los actos que
tienen por objeto inducir a error a un adversario o hacerle cometer
imprudencias, pero que no infringen ninguna norma de derecho internacional
aplicable en los conflictos armados, ni son pérfidos ya que no apelan a la
buena fe de un adversario con respecto a la protección prevista en ese
derecho. Son ejemplos de estrategias los actos siguientes: el
camuflaje, las añagazas, las operaciones simuladas y las informaciones
falsas.
Artículo
38 - Emblemas
reconocidos:
1.
Queda prohibido hacer uso indebido del signo distintivo de la cruz roja, de
la media luna roja o del león y sol rojos o de otros emblemas, signos o
señales establecidos en los Convenios o en el presente Protocolo. Queda
prohibido también abusar deliberadamente, en un conflicto armado, de otros
emblemas, signos o señales protectores internacionalmente
reconocidos, incluidos la bandera de parlamento y el emblema protector de
los bienes culturales.
2.
Queda prohibido hacer uso del emblema distintivo de las Naciones Unidas,
salvo en los casos en que esa Organización lo
autorice.
Artículo
39 - Signos de nacionalidad :
1.
Queda prohibido hacer uso en un conflicto armado de las banderas o de los
emblemas, insignias o uniformes militares de Estados neutrales o de otros
Estados que no sean Partes en el conflicto.
2.
Queda prohibido hacer uso de las banderas o de los emblemas, insignias o
uniformes militares de Partes adversas durante los ataques, o para cubrir,
favorecer, proteger u obstaculizar operaciones
militares.
3.
Ninguna de las disposiciones del presente artículo o del artículo 37, párrafo
1, d), afectará a las normas existentes de derecho internacional
generalmente reconocidas que sean aplicables al espionaje o al uso de la
bandera en el desarrollo de los conflictos armados en el
mar.
Artículo
40 - Cuartel:
Queda
prohibido ordenar que no haya supervivientes, amenazar con ello al
adversario o conducir las hostilidades en función de tal
decisión.
Artículo
41 - Salvaguardia del enemigo fuera de combate:
1.
Ninguna persona podrá ser objeto de ataque cuando se reconozca o,
atendidas las circunstancias, deba reconocerse que esté fuera de
combate.
2.
Está fuera de combate toda persona; a) que esté en poder de una Parte
adversa: b) que exprese claramente su intención de rendirse; o c) que esté‚
inconsciente o incapacitada en cualquier otra forma a causa de heridas o
de enfermedad y sea, por consiguiente, incapaz de defenderse; y siempre
que, en cualquiera de esos casos, se abstenga de todo acto hostil y no trate
de evadirse.
3.
Cuando las personas que tengan derecho a la protección de que gozan los
prisioneros de guerra hayan caído en poder de una Parte adversa en condiciones
de combate inhabituales que impidan su evacuación en la forma prevista en la
Sección I del Título III del III Convenio, serán liberadas, debiendo
adoptarse todas las precauciones posibles para garantizar su
seguridad.
Artículo
42 - Ocupantes de aeronaves:
1.
Ninguna persona que se lance en paracaídas de una aeronave en peligro
será atacada durante su descenso.
2.
Al llegar a tierra en territorio controlado por una Parte adversa, la persona
que se haya lanzado en paracaídas de una aeronave en peligro deberá
tener oportunidad de rendirse antes de ser atacada, a menos que sea
manifiesto que está realizando un acto hostil.
3.
Las tropas aerotransportadas no quedarán protegidas por este
artículo.
SECCION
II - ESTATUTO DE COMBATIENTE Y DE PRISIONERO DE
GUERRA
Artículo
43 - Fuerzas armadas:
1.
Las fuerzas armadas de una Parte en conflicto se componen de todas las
fuerzas, grupos y unidades armados y organizados, colocados bajo un
mando responsable de la conducta de sus subordinados ante esa Parte, aun
cuando ésta esté representada por un gobierno o por una autoridad no
reconocidos por una Parte adversa. Tales fuerzas armadas deberán estar
sometidas a un régimen de disciplina interna que haga cumplir, inter
alia, las normas de derecho internacional aplicables en los conflictos
armados.
2.
Los miembros de las fuerzas armadas de una Parte en conflicto (salvo
aquellos que formen parte del personal sanitario y religioso a que se
refiere el artículo 33 del III Convenio) son combatientes, es decir, tienen
derecho a participar directamente en las hostilidades.
3.
Siempre que una Parte en conflicto incorpore a sus fuerzas armadas un
organismo paramilitar o un servicio armado encargado de velar por el
orden público, deberá notificarlo a las otras Partes en
conflicto.
Artículo
44 - Combatientes y prisioneros de
guerra:
1.
Todo combatiente, tal como queda definido en el artículo 43, que caiga en
poder de una Parte adversa será prisionero de guerra.
2.
Aunque todos los combatientes están obligados a observar las normas de
derecho internacional aplicables en los conflictos armados, la violación
de tales normas no privará a un combatiente de su derecho a ser
considerado como tal o, si cae en poder de una Parte adversa, de su derecho
a ser considerado prisionero de guerra, salvo lo dispuesto en los párrafos 3
y 4.
3.
Con objeto de promover la protección de la población civil contra los
efectos de las hostilidades, los combatientes están obligados a
distinguirse de la población civil en el curso de un ataque o de una
operación militar preparatoria de un ataque. Sin embargo, dado que en
los conflictos armados hay situaciones en las que, debido a la índole de las
hostilidades, un combatiente armado no puede distinguirse de la población
civil, dicho combatiente conservará su estatuto de tal siempre
que, en esas circunstancias, lleve sus armas
abiertamente:
a)
durante todo enfrentamiento militar; y b) durante el tiempo en que sea
visible para el enemigo mientras está tomando parte en un despliegue militar
previo al lanzamiento de un ataque en el que va a participar.
No
se considerarán como actos pérfidos, en el sentido del apartado c) del
párrafo 1 del artículo 37, los actos en que concurran las condiciones enunciadas
en el presente párrafo.
4.
El combatiente que caiga en poder de una Parte adversa y no reúna las
condiciones enunciadas en la segunda frase del párrafo 3, perderá el derecho
a ser considerado como prisionero de guerra, pero, no obstante,
recibirá las protecciones equivalentes, en todos los sentidos, a
las otorgadas a los prisioneros de guerra por el III Convenio y el presente
Protocolo. Esta protección comprende las protecciones equivalentes a las
otorgadas a los prisioneros de guerra por el III Convenio en el caso de que
tal persona sea juzgada y sancionada por cualquier infracción que haya
cometido.
5.
El combatiente que caiga en poder de una Parte adversa mientras no
participa en un ataque ni en una operación militar preparatoria de
un ataque, no perderá , a consecuencia de sus actividades
anteriores, el derecho a ser considerado como combatiente y prisionero de
guerra.
6.
El presente artículo no privará a una persona del derecho a ser
considerada como prisionero de guerra conforme al artículo 4 del III
Convenio.
7.
El propósito del presente artículo no es modificar la práctica
generalmente aceptada por los Estados en lo que respecta al uniforme que
han de llevar los combatientes pertenecientes a las unidades armadas
regulares y uniformadas de una Parte en conflicto.
8.
Además de las categorías de personas mencionadas en el artículo 13 de los
Convenios I y II, todos los miembros de las fuerzas armadas de una Parte en
un conflicto, tal como se definen en el artículo 43 del presente Protocolo,
tendrán derecho a la protección concedida en virtud de esos Convenios
si están heridos o enfermos o, en el caso del II Convenio, si son náufragos
en el mar o en otras aguas.
Artículo
45 - Protección de personas que han tomado parte en las
hostilidades:
1.
La persona que participe en las hostilidades y caiga en poder de una Parte
adversa se presumirá prisionero de guerra y, por consiguiente,
estará protegida por el III Convenio cuando reivindique el estatuto
de prisionero de guerra, cuando parezca tener derecho al mismo, o cuando la
parte de que dependa reivindique ese estatuto en su favor mediante una
notificación a la Potencia detenedora o a la Potencia protectora. Si
hubiere alguna duda respecto a su derecho al estatuto de prisionero de
guerra, tal persona continua beneficiándose de este estatuto y, en
consecuencia, seguirá gozando de la protección del III Convenio y del
presente Protocolo hasta que un tribunal competente haya decidido al
respecto.
2.
La persona que, habiendo caído en poder de una Parte adversa, no esté‚
detenida como prisionero de guerra y vaya a ser juzgada por esa Parte con
motivo de una infracción que guarde relación con las hostilidades
podrá hacer valer su derecho al estatuto de prisionero de guerra ante un
tribunal judicial y a que se decida esta cuestión. Siempre que no sea
contrario al procedimiento aplicable, esa cuestión se decidirá
antes de que el tribunal se pronuncie sobre la infracción. Los
representantes de la Potencia protectora tendrán derecho a asistir a las
actuaciones en que deba dirimirse la cuestión, a menos que,
excepcionalmente y en interés de la seguridad del Estado, tales actuaciones
se celebren a puerta cerrada. En este caso, la Potencia en cuyo poder se
encuentre la persona informará al respecto a la Potencia protectora.
3.
La persona que haya tomado parte en las hostilidades y no tenga derecho al
estatuto de prisionero de guerra ni disfrute de un trato más favorable
de conformidad con lo dispuesto en el IV Convenio, tendrá derecho en
todo momento a la protección del artículo 75 del presente Protocolo. Tal
persona, cuando se encuentre en territorio ocupado y siempre que no se halle
detenida como espía, disfrutará también, no obstante lo establecido en el
artículo 5 del IV Convenio, de los derechos de comunicación previstos en ese
Convenio.
Artículo
46 - Espías:
1.
No obstante cualquier otra disposición de los Convenios o del presente
Protocolo, el miembro de las fuerzas armadas de una Parte en conflicto que
caiga en poder de una Parte adversa mientras realice actividades de
espionaje no tendrá derecho al estatuto de prisionero de guerra y
podrá ser tratado como
espía.
2.
No se considerará que realiza actividades de espionaje el miembro de las
fuerzas armadas de una Parte en conflicto que, en favor de esa Parte,
recoja o intente recoger información dentro de un territorio controlado por
una Parte adversa siempre que, al hacerlo, vista el uniforme de las fuerzas
armadas a que pertenezca.
3.
No se considerará que realiza actividades de espionaje el miembro de las
fuerzas armadas de una Parte en conflicto que sea residente en territorio
ocupado por una Parte adversa y que, en favor de la Parte de que depende,
recoja o intente recoger información de interés militar dentro de ese
territorio, salvo que lo haga mediante pretextos falsos o proceda de modo deliberadamente
clandestino. Además, ese residente no perderá su derecho al estatuto de
prisionero de guerra y no podrá ser tratado como espía a menos que
sea capturado mientras realice actividades de espionaje.
4.
El miembro de las fuerzas armadas de una Parte en conflicto que no sea
residente en territorio ocupado por una Parte adversa y que haya realizado
actividades de espionaje en ese territorio, no perderá su derecho al
estatuto de prisionero de guerra y no podrá ser tratado como espía
a menos que sea capturado antes de reintegrarse a las fuerzas armadas a que
pertenezca.
Artículo
47 - Mercenarios :
1.
Los mercenarios no tendrán derecho al estatuto de combatiente o de
prisionero de guerra.
2.
Se entiende por mercenario toda persona:
a)
que haya sido especialmente reclutada, localmente o en el extranjero, a fin de
combatir en un conflicto armado; b) que, de hecho, tome parte directa en las
hostilidades; c) que tome parte en las hostilidades animada esencialmente por
el deseo de obtener un provecho personal y a la que se haga efectivamente la
promesa, por una Parte en conflicto o en nombre de ella, de una
retribución material considerablemente superior a la prometida o abonada a
los combatientes de grado y funciones similares en las fuerzas armadas de esa
Parte; d) que no sea nacional de una Parte en conflicto ni residente
en un territorio controlado por una Parte en conflicto; e) que no sea
miembro de las fuerzas armadas de una Parte en conflicto; y f) que no haya
sido enviada en misión oficial como miembro de sus fuerzas armadas por un
Estado que no es Parte en
conflicto.
TITULO
IV
POBLACION
CIVIL
SECCION
I - PROTECCION GENERAL CONTRA LOS EFECTOS DE LAS HOSTILIDADES
CAPITULO
I - NORMA FUNDAMENTAL Y AMBITO DE APLICACION
Artículo
48 - Norma fundamental
A
fin de garantizar el respeto y la protección de la población civil de
los bienes de carácter civil las Partes en conflicto harán distinción en
todo momento entre población civil y combatientes, y entre bienes de
carácter civil y objetivos militares y, en consecuencia, dirigirán sus
operaciones únicamente contra objetivos militares.
Artículo
49 - Definición de ataques y ámbito de
aplicación
1.
Se entiende por "ataques" los actos de violencia contra el
adversario, sean ofensivos o defensivos.
2.
Las disposiciones del presente Protocolo respecto a los ataques serán
aplicables a todos los ataques en cualquier territorio donde se realicen,
inclusive en el territorio nacional que pertenezca a una Parte en
conflicto, pero que se halle bajo el control de una Parte
adversa.
3.
Las disposiciones de la presente Sección se aplicarán a cualquier operación
de guerra terrestre, naval o aérea que pueda afectar en tierra a la población
civil, a las personas civiles y a los bienes de carácter civil. Se
aplicarán también a todos los ataques desde el mar o desde el aire contra
objetivos en tierra, pero no afectarán de otro modo a las normas de derecho
internacional aplicables en los conflictos armados en el mar o en el
aire.
4.
Las disposiciones de la presente Sección completan las normas relativas a
la protección humanitaria contenidas en el IV Convenio, particularmente en
su Título II, y en los demás acuerdos internacionales que obliguen a
las Altas Partes contratantes, así como las otras normas de derecho
internacional que se refieren a la protección de las personas civiles
y de los bienes de carácter civil contra los efectos de las hostilidades en
tierra, en el mar o en el
aire.
CAPITULO
II - PERSONAS CIVILES Y POBLACION CIVIL
Artículo
50 - Definición de personas civiles y de población civil :
1.
Es persona civil cualquiera que no pertenezca a una de las categorías de
personas a que se refieren el artículo 4, A. 1), 2), 3), y 6), del III
Convenio, y el artículo 43 del presente Protocolo. En caso de duda acerca de
la condición
de
una persona, se la considerará como civil.
2.
La población civil comprende a todas las personas
civiles.
3.
La presencia entre la población civil de personas cuya condición no
responda a la definición de persona civil no priva a esa población de su
calidad de civil.
Artículo
51 - Protección de la población civil:
1.
La población civil y las personas civiles gozarán de protección general
contra los peligros procedentes de operaciones militares. Para hacer
efectiva esta protección, además de las otras normas aplicables de
derecho internacional, se observarán en todas las circunstancias las normas
siguientes.
2.
No serán objeto de ataque la población civil como tal ni las personas
civiles. Quedan prohibidos los actos o amenazas de violencia cuya finalidad
principal sea aterrorizar a la población
civil.
3.
Las personas civiles gozarán de la protección que confiere esta
Sección, salvo si participan directamente en las hostilidades y mientras dure
tal participación.
4.
Se prohiben los ataques indiscriminados. Son ataques
indiscriminados:
a)
los que no estén dirigidos contra un objetivo militar concreto; b) los que
emplean métodos o medios de combate que no pueden dirigirse contra un objetivo
militar concreto; o c) los que emplean‚todos o medios de combate cuyos efectos
no sea posible limitar conforme a lo exigido por el presente Protocolo; y que, en
consecuencia en cualquiera de tales casos, pueden alcanzar indistintamente a
objetivos militares y a personas civiles o a bienes de carácter
civil.
5.
Se consideraran indiscriminados, entre otros, los siguientes tipos de
ataque:
a)
los ataques por bombardeo, cualesquiera que sean los métodos o medios
utilizados, que traten como objetivo militar único varios objetivos
militares precisos y claramente separados situados en una ciudad, un
pueblo, una aldea u otra zona en que haya concentración análoga de
personas civiles o bienes de carácter civil; b) los ataques, cuando sea de
prever que causarán incidentalmente muertos y heridos entre la población
civil, o daños a bienes de carácter civil, o ambas cosas, que serían
excesivos en relación con la ventaja militar concreta y directa
prevista.
6.
Se prohiben los ataques dirigidos como represalias contra la población civil o
las personas civiles.
7.
La presencia de la población civil o de personas civiles o sus movimientos
no podrán ser utilizados para poner ciertos puntos o zonas a cubierto de
operaciones militares, en especial para tratar de poner a cubierto de ataques
los objetivos militares, ni para cubrir, favorecer u obstaculizar
operaciones militares. Las Partes en conflicto no podrán dirigir los
movimientos de la población civil o de personas civiles para tratar de poner
objetivos militares a cubierto de ataques, o para cubrir operaciones
militares.
8.
Ninguna violación de estas prohibiciones dispensará a las Partes en
conflicto de sus obligaciones jurídicas con respecto a la población
civil y las personas civiles, incluida la obligación de adoptar las
medidas de precaución previstas en el artículo
57.
CAPITULO
III - BIENES DE CARACTER CIVIL
Artículo
52 - Protección general de los bienes de carácter civil :
1.
Los bienes de carácter civil no serán objeto de ataque ni de represalias. Son
bienes de carácter civil todos los bienes que no son objetivos
militares en el sentido del párrafo.2.
2.
Los ataques se limitarán estrictamente a los objetivos militares. En lo
que respecta a los bienes, los objetivos militares se limitan a aquellos
objetos que por su naturaleza, ubicación, finalidad o utilización
contribuyan eficazmente a la acción militar o cuya destrucción total o
parcial, captura o neutralización ofrezca en las circunstancias del
caso una ventaja militar definida.
3.
En caso de duda acerca de si un bien que normalmente se dedica a fines
civiles, tal como un lugar de culto, una casa u otra vivienda o una escuela,
se utiliza para contribuir eficazmente a la acción militar, se
presumirá que no se utiliza con tal
fin.
Artículo
53 - Protección de los bienes culturales y de los lugares de culto:
Sin
perjuicio de las disposiciones de la Convención de La Haya del 14 de mayo de
1954 para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto
Armado y de otros instrumentos internacionales aplicables, queda prohibido:
a)
cometer actos de hostilidad dirigidos contra los monumentos
históricos, obras de arte o lugares de culto que constituyen el patrimonio
cultural o espiritual de los pueblos; b) utilizar tales bienes en apoyo del
esfuerzo militar; c) hacer objeto de represalias a tales bienes.
Artículo
54 - Protección de los bienes indispensables para la supervivencia de la
población civil:
1.
Queda prohibido, como método de guerra, hacer padecer hambre a las personas
civiles.
2.
Se prohibe atacar, destruir, sustraer o inutilizar los bienes
indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como los
artículos alimenticios y las zonas agrícolas que los producen, las
cosechas, el ganado, las instalaciones y reservas de agua potable y las
obras de riego, con la intención deliberada de privar de esos bienes, por su
valor como medios para asegurar la subsistencia, a la población civil o a la
Parte adversa, sea cual fuere el motivo, ya sea para hacer padecer hambre
a las personas civiles, para provocar su desplazamiento, o con cualquier
otro propósito.
3.
Las prohibiciones establecidas en el párrafo 2 no se aplicarán a los
bienes en él mencionados cuando una Parte adversa:
a)
utilice tales bienes exclusivamente como medio de subsistencia para los
miembros de sus fuerzas armadas; o b) los utilice en apoyo directo de una
acción militar, a condición, no obstante, de que en ningún caso se tomen
contra tales bienes medidas cuyo resultado previsible sea dejar tan
desprovista de víveres o de agua a la población civil que ésta se vea
reducida a padecer hambre u obligada a desplazarse.
4.
Estos bienes no serán objeto de represalias.
5.
Habida cuenta de las exigencias vitales que para toda Parte en conflicto
supone la defensa de su territorio nacional contra la invasión, una
Parte en conflicto podrá dejar de observar las prohibiciones señaladas
en el párrafo 2 dentro de ese territorio que se encuentre bajo su control
cuando lo exija una necesidad militar imperiosa.
Artículo
55 - Protección del medio ambiente natural:
1.
En la realización de la guerra se velará por la protección del
medio ambiente natural contra daños extensos, duraderos y graves. Esta
protección incluye la prohibición de emplear métodos o medios de hacer la
guerra que hayan sido concebidos para causar o de los que quepa prever que
causen tales daños al medio ambiente natural, comprometiendo así la salud o la
supervivencia de la población.
2.
Quedan prohibidos los ataques contra el medio ambiente natural como
represalias.
Artículo
56 - Protección de las obras e instalaciones que contienen fuerzas
peligrosas :
1.
Las obras o instalaciones que contienen fuerzas peligrosas, a saber,
las presas, los diques y las centrales nucleares de energía eléctrica, no
serán objeto de ataques, aunque sean objetivos militares, cuando tales ataques
puedan producir la liberación de aquellas fuerzas y causar, en
consecuencia, pérdidas importantes en la población civil. Los otros
objetivos militares ubicados en esas obras o instalaciones, o en sus
proximidades, no serán objeto de ataques cuando tales ataques puedan
producir la liberación de fuerzas peligrosas y causar, en consecuencia,
pérdidas importantes en la población civil.
2.
La protección especial contra todo ataque prevista en el párrafo
cesará::
a)
para las presas o diques, solamente si se utilizan para funciones distintas
de aquellas a que normalmente están destinados y en apoyo regular,
importante y directo de operaciones militares, y si tales ataques son el
único medio factible de poner fin a tal apoyo; b) para las centrales
nucleares de energía eléctrica, solamente si tales centrales suministran
corriente eléctrica en apoyo regular, importante y directo de operaciones
militares, y si tales ataques son el único medio factible de poner fin a tal
apoyo; c) para los otros objetivos militares ubicados en esas obras o instalaciones,
o en sus proximidades, solamente si se utilizan en apoyo regular,
importante y directo de operaciones militares, y si tales ataques son el
único medio factible de poner fin a tal
apoyo.
3.
En todos los casos, la población civil y las personas civiles mantendrán
su derecho a toda la protección que les confiere el derecho internacional,
incluidas las medidas de precaución previstas en el artículo 57. Si
cesa la protección y se ataca a cualquiera de las obras e
instalaciones o a cualquiera de los objetivos militares mencionados en
el párrafo 1, se adoptarán todas las precauciones posibles en la práctica
a fin de evitar la liberación de las fuerzas
peligrosas.
4.
Se prohíbe hacer objeto de represalias a cualquiera de las obras e
instalaciones o de los objetivos militares mencionados en el párrafo
1.
5.
Las Partes en conflicto se esforzarán por no ubicar objetivos militares
en la proximidad de las obras o instalaciones mencionadas en el
párrafo1. No obstante, se autorizan las instalaciones construidas con el
único objeto de defender contra los ataques las obras o instalaciones
protegidas, y tales instalaciones no serán objeto o condición de que no se
utilicen en las hostilidades, salvo en las acciones defensivas necesarias
para responder a los ataques contra las obras o instalaciones protegidas, y
de que su armamento se limite a armas que sólo puedan servir para repeler
acciones hostiles contra las obras o instalaciones protegidas.
6.
Se insta a las Altas Partes contratantes y a las Partes en conflicto a que
concierten entre sí otros acuerdos que brinden protección complementaria a los
bienes que contengan fuerzas
peligrosas.
7.
Para facilitar la identificación de los bienes protegidos por el presente
artículo, las partes en conflicto podrán marcarlos con un signo especial
consistente en un grupo de tres círculos de color naranja vivo a lo largo de
un mismo eje, como se indica en el artículo 16 del Anexo I del presente
Protocolo. La ausencia de tal señalización no dispensará en modo
alguno a las Partes en conflicto de las obligaciones dimanantes del presente
artículo.
CAPITULO
IV - MEDIDAS DE PRECAUCION
Artículo
57 - Precauciones en el ataque:
1.
Las operaciones militares se realizarán con un cuidado constante de
preservar a la población civil, a las personas civiles y a los bienes de
carácter civil.
2.
Respecto a los ataques, se tomarán las siguientes precauciones:
a)
quienes preparen o decidan un ataque deberán:
i)
hacer todo lo que sea factible para verificar que los objetivos que se
proyecta atacar no son personas civiles ni bienes de carácter civil, ni gozan
de protección especial, sino que se trata de objetivos militares en el
sentido del párrafo 2 del artículo 52 y que las disposiciones del
presente Protocolo no prohíben atacarlos; ii) tomar todas las precauciones
factibles en la elección de los medios y métodos de ataque para evitar o,
al menos, reducir todo lo posible el número de muertos y de heridos que
pudieran causar incidentalmente entre la población civil, así como los
daños a los bienes de carácter civil; iii) abstenerse de decidir un ataque
cuando sea de prever que causará incidentalmente muertos o heridos en
la población civil, daños a bienes de carácter civil, o ambas cosas, que
serían excesivos en relación con la ventaja militar concreta y directa
prevista;
b)
un ataque será suspendido o anulado si se advierte que el objetivo no es
militar o que goza de protección especial, o que es de prever que el
ataque causará incidentalmente muertos o heridos entre la población
civil, daños a bienes de carácter civil, o ambas cosas, que serían
excesivos en relación con la ventaja militar concreta y directa prevista; c)
se dará aviso con la debida antelación y por medios eficaces de
cualquier ataque que pueda afectar a la población civil, salvo que las
circunstancias lo impidan.
3.
Cuando se pueda elegir entre varios objetivos militares para obtener una
ventaja militar equivalente, se optará por el objetivo cuyo ataque, según
sea de prever, presente menos peligro para las personas civiles y los bienes
de carácter civil.
4.
En las operaciones militares en el mar o en el aire, cada Parte en conflicto
deber adoptar, de conformidad con los derechos y deberes que le
corresponden en virtud de las normas de derecho internacional aplicables en
los conflictos armados, todas las precauciones razonables para evitar
perdidas de vidas en la población civil y daños a bienes de carácter
civil.
5.
Ninguna de las disposiciones de este artículo podrá interpretarse
en el sentido de autorizar ataque alguno contra la población civil, las
personas civiles o los bienes de carácter
civil.
Artículo
58 - Precauciones contra los efectos de los ataques Hasta donde sea factible,
las Partes en conflicto:
a)
se esforzarán, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 49 del IV
Convenio, por alejar de la proximidad de objetivos militares a la población
civil, las personas civiles y los bienes de carácter civil que se
encuentren bajo su control; b) evitarán situar objetivos militares en el
interior o en las proximidades de zonas densamente pobladas; c) tomarán las
demás precauciones necesarias para proteger contra los peligros resultantes
de operaciones militares a la población civil, las personas civiles y los
bienes de carácter civil que se encuentren bajo su control.
CAPITULO
V - LOCALIDADES Y ZONAS BAJO PROTECCION ESPECIAL
Artículo
59 - Localidades no defendidas
1.
Queda prohibido a las Partes en conflicto atacar, por cualquier medio que
sea, localidades no defendidas.
2.
Las autoridades competentes de una Parte en conflicto pueden declarar
localidad no defendida cualquier lugar habitado que se encuentre en la
proximidad o en el interior de una zona donde las fuerzas armadas estén en
contacto y que esté abierto a la ocupación por una Parte adversa. Tal
localidad habrá de reunir las condiciones siguientes:
a)
deberán haberse evacuado todos los combatientes, así como las armas y el
material militar móviles; b) no se hará uso hostil de las
instalaciones o los establecimientos militares fijos; c) ni las autoridades
ni la población cometerán actos de hostilidad; d) no se emprenderá actividad
alguna en apoyo de operaciones militares.
3.
La presencia en esa localidad de personas especialmente protegidas por los
Convenios y por el presente Protocolo, así como la de fuerzas de policía
retenidas con la única finalidad de mantener el orden público, no se opone
a las condiciones señaladas en el párrafo 2.
4.
La declaración que se haga en virtud del párrafo 2 será dirigida a la
Parte adversa y definirá e indicará , con la mayor precisión posible,
los límites de la localidad no defendida. La Parte en conflicto que
reciba la declaración acusar recibo de ella y tratará a esa
localidad como localidad no defendida a menos que no concurran
efectivamente las condiciones señaladas en el párrafo 2, en cuyo caso lo
comunicará inmediatamente a la Parte que haya hecho la declaración.
Aunque no concurran las condiciones señaladas en el párrafo 2, la localidad
continuará gozando de la protección prevista en las demás
disposiciones del presente Protocolo y las otras normas de derecho
internacional aplicables en los conflictos armados.
5.
Las Partes en conflicto podrán ponerse de acuerdo para el establecimiento de
localidades no defendidas, incluso si tales localidades no reúnen las
condiciones señaladas en el párrafo 2. El acuerdo debería definir e
indicar, con la mayor precisión posible, los límites de la localidad no
defendida; si fuere necesario, podrá fijar las modalidades de supervisión.
6.
La Parte en cuyo poder se encuentre una localidad objeto de tal acuerdo la
señalizará , en la medida de lo posible, con los signos que convenga
con la otra Parte, los cuales serán colocados en lugares donde sean
claramente visibles, especialmente en el perímetro y en los límites de
la localidad y en las carreteras.
7.
Una localidad perderá su estatuto de localidad no defendida cuando
deje de reunir las condiciones señaladas en el párrafo 2 o en el acuerdo
mencionado en el párrafo 5. En tal caso, la localidad continuará gozando de
la protección prevista en las demás disposiciones del presente Protocolo y las otras
normas de derecho internacional aplicables en los conflictos
armados.
Artículo
60 - Zonas desmilitarizadas
1.
Queda prohibido a las Partes en conflicto extender sus operaciones
militares a las zonas a las que hayan conferido, mediante acuerdo, el
estatuto de zona desmilitarizada, si tal extensión es contraria a lo
estipulado en ese acuerdo.
2.
El acuerdo será expreso, podrá concertarse verbalmente o por
escrito, bien directamente o por conducto de una Potencia protectora o
de una organización humanitaria imparcial, y podrá consistir en
declaraciones recíprocas y concordantes. El acuerdo podrá concertarse en
tiempo de paz, o una vez rotas las hostilidades, y debiera definir e
indicar, con la mayor precisión posible, los límites de la zona
desmilitarizada y, si fuere necesario, podrá fijar las modalidades de
supervisión.
3.
Normalmente, será objeto de tal acuerdo una zona que reúna las
condiciones siguientes:
a)
deberán haberse evacuado todos los combatientes, así como las armas y el
material militar móviles; b) no se hará uso hostil de las
instalaciones o los establecimientos militares fijos; c) ni las autoridades
ni la población cometerán actos de hostilidad d) deberá haber cesado
toda actividad relacionada con el esfuerzo militar.
Las
Partes en conflicto se pondrán de acuerdo sobre la interpretación que
proceda dar a la condición señalada en el apartado d) y sobre las personas que,
aparte las mencionadas en el párrafo 4, puedan ser admitidas en la
zona desmilitarizada.
4.
La presencia en esa zona de personas especialmente protegidas por los
Convenios y por el presente Protocolo, así como la de fuerzas de policía
retenidas con la única finalidad de mantener el orden público, no se opone
a las condiciones señaladas en el párrafo 3.
5.
La Parte en cuyo poder se encuentre tal zona la señalizará , en
la medida de lo posible, con los signos que convenga con la otra Parte, los
cuales serán colocados en lugares donde sean claramente visibles,
especialmente en el perímetro y en los límites de la localidad y en
las carreteras.
6.
Si los combates se aproximan a una zona desmilitarizada, y si las Partes en
conflicto así lo han convenido, ninguna de ellas podrá utilizar la zona
para fines relacionados con la realización de operaciones militares, ni
revocar de manera unilateral su
estatuto.
7.
La violación grave por una de las Partes en conflicto de las disposiciones de
los párrafos 3 ó 6 liberará a la otra Parte de las obligaciones
dimanantes del acuerdo por el que se confiere a la zona el estatuto de zona
desmilitarizada. En tal caso, la zona perderá su estatuto pero
continuará gozando de la protección prevista en las demás disposiciones
del presente Protocolo y en las otras normas de derecho internacional
aplicables en los conflictos armados.
CAPITULO
VI - SERVICIOS DE PROTECCION CIVIL
Artículo
61 - Definiciones y ámbito de aplicación Para los efectos del presente
Protocolo:
a)
se entiende por protección civil el cumplimiento de algunas o de todas las
tareas humanitarias que se mencionan a continuación, destinadas a proteger a
la población civil contra los peligros de las hostilidades y de las catástrofes
y a ayudarla a recuperarse de sus efectos inmediatos, así como a facilitar
las condiciones necesarias para su supervivencia. Estas tareas son las
siguientes:
i)
servicio de alarma; ii) evacuación; iii) habilitación y organización de
refugios; iv) aplicación de medidas de oscurecimiento; v) salvamento; vi)
servicios sanitarios, incluidos los de primeros auxilios, y asistencia
religiosa; ii) lucha contra incendios; viii) detección y señalamiento de zonas
peligrosas; ix) descontaminación y medidas similares de protección; x)
provisión de alojamiento y abastecimientos de urgencia; xi) ayuda en caso de
urgencia para el restablecimiento y el mantenimiento del orden en las zonas
damnificadas; xii) medidas de urgencia para el restablecimiento de los
servicios públicos indispensables; xiii) servicios funerarios de urgencia;
xiv) asistencia para la preservación de los bienes esenciales para la
supervivencia; xv) actividades complementarias necesarias para el desempeño de
una cualquiera de las tareas mencionadas, incluyendo entre otras cosas la
planificación y la organización; b) se entiende por "organismos de
protección civil" los establecimientos y otras unidades creados o
autorizados por la autoridad competente de una Parte en conflicto para
realizar cualquiera de las tareas mencionadas en el apartado a) y destinados
y dedicados exclusivamente al desempeño de esas tareas; c) se entiende por
"personal" de organismos de protección civil las personas
asignadas por una Parte en conflicto exclusivamente al desempeño de las
tareas mencionadas en el apartado a), incluido el personal asignado
exclusivamente a la administración de esos organismos por la autoridad
competente de dicha Parte; d) se entiende por "material" de
organismos de protección civil el equipo, los suministros y los medios de
transporte utilizados por esos organismos en el desempeño de las tareas
mencionadas en el apartado a).
Artículo
62 - Protección general
1.
Los organismos civiles de protección civil y su personal serán respetados y
protegidos, de conformidad con las disposiciones del presente Protocolo y
en particular de la presente Sección. Dichos organismos y su personal
tendrán derecho a desempeñar sus tareas de protección civil, salvo en casos
de imperiosa necesidad militar.
2.
Las disposiciones del párrafo 1 se aplicarán asimismo a las personas civiles
que, sin pertenecer a los organismos civiles de protección civil, respondan
al llamamiento de las autoridades competentes y lleven a cabo bajo su
control tareas de protección civil.
3.
Los edificios y el material utilizados con fines de protección civil,
así como los refugios destinados a la población civil, se regirán por lo
dispuesto en el artículo 52. Los bienes utilizados con fines de protección
civil no podrán ser destruidos ni usados con otros fines salvo por la Parte a
que pertenezcan.
Artículo
63 - Protección civil en los territorios ocupados
1.
En los territorios ocupados, los organismos civiles de protección civil
recibirán de las autoridades todas las facilidades necesarias para el
cumplimiento de sus tareas. En ninguna circunstancia se obligará a su
personal a llevar a cabo actividades que dificulten el cabal cumplimiento de
sus tareas. La Potencia ocupante no podrá introducir en la estructura ni en
el personal de esos organismos ningún cambio que pueda perjudicar el
cumplimiento eficaz de su misión. No se obligará a dichos organismos a
que actúen con prioridad en favor de los nacionales o de los intereses de la
Potencia ocupante.
2.
La Potencia ocupante no obligará , coaccionará o incitará a
los organismos civiles de protección civil a desempeñar sus tareas de modo
alguno que sea perjudicial para los intereses de la población civil.
3.
La Potencia ocupante podrá, por razones de seguridad, desarmar al personal
de protección civil
4.
La Potencia ocupante no destinará a fines distintos de los que les son
propios los edificios ni el material pertenecientes a los organismos
de protección civil o utilizados por ellos ni proceder a su
requisa, si el destino a otros fines o la requisa perjudicaran a la población
civil.
5.
La Potencia ocupante podrá requisar o destinar a otros fines los
mencionados recursos siempre que continúe observando la regla general
prevista en el párrafo 4, bajo las condiciones particulares siguientes:
a)
que los edificios o el material sean necesarios para satisfacer otras
necesidades de la población civil; y b) que la requisa o el destino a otros
fines continúen sólo mientras exista tal necesidad.
6.
La Potencia ocupante no destinará a otros fines ni requisar
los refugios previstos para el uso de la población civil o necesarios para
‚ésta.
Artículo
64 - Organismos civiles de protección civil de los Estados neutrales u otros
Estados que no sean Partes en conflicto y organismos internacionales de
protección civil 1. Los artículos 62, 63, 65 y 66 se aplicarán también al
personal y al material de los organismos civiles de protección civil
de los Estados neutrales u otros Estados que no sean Partes en conflicto y
que lleven a cabo las tareas de protección mencionadas en el artículo 61
en el territorio de una Parte en conflicto, con el consentimiento y bajo el
control de esa Parte. Esta asistencia ser notificada a cada Parte
adversa interesada lo antes posible.
En
ninguna circunstancia se considerar esta actividad como una
injerencia en el conflicto. Sin embargo, debería realizarse tomando
debidamente en cuenta los intereses en materia de seguridad de las Partes en
conflicto afectadas.
2.
Las Partes en conflicto que reciban la asistencia mencionada en el
párrafo 1 y las Altas Partes contratantes que la concedan deberían
facilitar, si procede, la coordinación internacional de tales
actividades de protección civil. En ese caso, las disposiciones del
presente Capítulo se aplicarán a los organismos internacionales
competentes.
3.
En los territorios ocupados, la Potencia ocupante sólo podrá excluir o
restringir las actividades de los organismos civiles de protección civil de
Estados neutrales u otros Estados que no sean Partes en conflicto y de
organismos internacionales de coordinación si está en condiciones de
asegurar el cumplimiento adecuado de las tareas de protección civil
por medio de sus propios recursos o de los recursos del territorio ocupado.
Artículo
65 - Cesación de la protección civil
1.
La protección a la cual tienen derecho los organismos civiles de
protección civil, su personal, edificios, refugios y material, únicamente
podrá cesar si cometen o son utilizados para cometer, al margen de sus
legítimas tareas, actos perjudiciales para el enemigo. Sin embargo, la
protección cesar únicamente después de una intimación que, habiendo
fijado cuando proceda un plazo razonable, no surta
efectos.
2. No se considerarán actos perjudiciales para el enemigo:
a)
el hecho de que las tareas de protección civil se realicen bajo la
dirección o el control de las autoridades
militares;
b)
el hecho de que el personal civil de los servicios de protección civil
coopere con el personal militar en el cumplimiento de sus tareas o de
que se agreguen algunos militares a los organismos civiles de protección
civil; c) el hecho de que se realicen tareas de protección civil que puedan
beneficiar incidentalmente a víctimas militares, en particular las que se
encuentren fuera de combate.
3.
No se considerará acto perjudicial para el enemigo el hecho de
que el personal civil de los servicios de protección civil lleve armas
ligeras individuales para los fines de mantenimiento del orden o para su
propia defensa. Sin embargo, en las zonas donde se desarrolle o pueda
desarrollarse un combate terrestre, las partes en conflicto adoptarán las
medidas apropiadas para que esas armas sean sólo armas de mano, tales como
pistolas o revólveres, a fin de facilitar la distinción entre el
personal de los servicios de protección civil y los combatientes. Aunque
lleve otras armas ligeras individuales en esas zonas, el personal de los
servicios de protección civil ser no obstante respetado y
protegido tan pronto como sea reconocida su calidad de
tal.
4.
Tampoco privar a los organismos civiles de protección civil de la protección
que les confiere este Capítulo, el hecho de que estén organizados según un
modelo militar o de que su personal sea objeto de reclutamiento obligatorio.
Artículo
66 - Identificación
1.
Cada Parte en conflicto procurar asegurar que tanto los Organismos de
protección civil, como su personal, edificios y material, mientras estén
asignados exclusivamente al cumplimiento de tareas de protección civil,
puedan ser identificados. Los refugios destinados a la población civil
deberían ser identificables de la misma manera.
2.
Cada una de las Partes en conflicto procurará también adoptar y
aplicar métodos y procedimientos que permitan identificar los refugios
civiles, así como el personal, edificios y material de protección civil
que utilizan el signo distintivo internacional de la protección civil.
3.
En territorio ocupado y en zonas en las que se desarrollan o es
probable que se desarrollen combates, el personal se dará a conocer, por
regla general, por medio del signo distintivo y por una tarjeta de
identidad que certifique su condición.
4.
El signo distintivo internacional de protección civil consiste en un
triángulo equilátero azul sobre fondo color naranja, cuando se utilice
para la protección de los organismos de protección civil, de su
personal, sus edificios y su material o para la protección de los refugios
civiles.
5.
Además del signo distintivo, las Partes en conflicto podrán ponerse de
acuerdo sobre el uso de señales distintivas a fin de identificar
a los servicios de protección civil.
6.
La aplicación de las disposiciones previstas en los párrafos 1 a 4 se
regir por el Capítulo V del Anexo I del presente
Protocolo.
7.
En tiempo de paz, el signo descrito en el párrafo 4 podrá utilizarse,
con el consentimiento de las autoridades nacionales competentes, para
identificar a los servicios de protección civil.
8.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto tomarán las medidas
necesarias para controlar el uso del signo distintivo internacional de
protección civil, así como para prevenir y reprimir el uso indebido del mismo.
9.
La identificación del personal sanitario y religioso, de las unidades
sanitarias y de los medios de transporte sanitarios de la protección
civil se regir asimismo por el artículo 18.
Artículo
67 - Miembros de las fuerzas armadas y unidades militares asignados a
organismos de protección civil
1.
Los miembros de las fuerzas armadas y las unidades militares que se
asignen a organismos de protección civil serán respetados y protegidos a
condición de:
a)
que ese personal y esas unidades están asignados de modo permanente y
dedicados exclusivamente al desempeño de cualesquiera de las tareas
mencionadas en el artículo 61; b) que el personal así asignado no desempeñe
ninguna otra función militar durante el conflicto; c) que ese personal se
pueda distinguir claramente de los otros miembros de las fuerzas
armadas exhibiendo ostensiblemente el signo distintivo internacional de
la protección civil en dimensiones adecuadas, y lleve la tarjeta de
identidad mencionada en el Capítulo V del Anexo I al presente Protocolo que
acredite su condición; d) que ese personal y esas unidades estén dotados
sólo de armas individuales ligeras con el propósito de mantener el orden o
para su propia defensa. Las disposiciones del párrafo 3 del artículo 65
se aplicarán también en este caso; e) que ese personal no participe
directamente en las hostilidades, y que no cometa ni sea utilizado para
cometer, al margen de sus tareas de protección civil, actos perjudiciales
para la Parte adversa; f) que ese personal y esas unidades desempeñen sus
tareas de protección civil sólo dentro del territorio nacional de su Parte.
Queda prohibida la inobservancia de las condiciones establecidas en
el apartado e) por parte de cualquier miembro de las fuerzas armadas
que cumpla los requisitos establecidos en los apartados a) y b).2. Si el
personal militar que preste servicio en organismos de protección civil cae
en poder de una Parte adversa, ser considerado prisionero de guerra. En
territorio ocupado se le podrá emplear, siempre que sea exclusivamente
en interés de la población civil de ese territorio, para tareas de
protección civil en la medida en que sea necesario, a condición, no
obstante, de que, si esas tareas son peligrosas, se ofrezca voluntario
para ellas.
3.
Los edificios y los principales elementos del equipo y de los medios de
transporte de las unidades militares asignadas a organismos de protección civil
estarán claramente marcados con el signo distintivo internacional de la
protección civil. Este signo distintivo será tan grande como sea
necesario.
4.
El material y los edificios de las unidades militares asignadas
permanentemente a organismos de protección civil y exclusivamente destinados
al desempeño de las tareas de la protección civil seguirán estando sujetos a
las leyes de la guerra si caen en poder de una Parte adversa. Salvo en caso de
imperiosa necesidad militar, no podrán ser destinados, sin embargo, a
fines distintos de la protección civil mientras sean necesarios para el
desempeño de tareas de protección civil, a no ser que se hayan adoptado
previamente las disposiciones adecuadas para atender las necesidades de la
población civil.
SECCION
II - SOCORROS EN FAVOR DE LA POBLACION CIVIL
Artículo
68 - Ambito de aplicación
Las
disposiciones de esta Sección se aplican a la población civil, entendida
en el sentido de este Protocolo, y completan los artículos 23, 55, 59,
60, 61 y 62 y demás disposiciones pertinentes del IV Convenio.
Artículo
69 - Necesidades esenciales en territorios ocupados
1.
Además de las obligaciones que, en relación con los víveres y productos
médicos le impone el artículo 55 del IV Convenio, la Potencia ocupante
asegurar también, en la medida de sus recursos y sin ninguna
distinción de carácter desfavorable, la provisión de ropa de vestir y de
cama, alojamientos de urgencia y otros suministros que sean esenciales
para la supervivencia de la población civil en territorio ocupado, así como
de los objetos necesarios para el culto.
2.
La acciones de socorro en beneficio de la población civil de los territorios
ocupados se rigen por los artículos 59, 60, 61, 62, 108, 109, 110 y 111 del
IV Convenio, así como por lo dispuesto en el artículo 71 de este
Protocolo, y serán llevadas a cabo sin retraso.
Artículo
70 - Acciones de socorro
1.
Cuando la población civil de cualquier territorio que, sin ser territorio
ocupado, se halle bajo el control de una Parte en conflicto esté‚ insuficientemente
dotada de los suministros mencionados en el artículo 69, se llevarán a
cabo, con sujeción al acuerdo de las Partes interesadas, acciones de
socorro que tengan carácter humanitario e imparcial y sean realizadas
sin ninguna distinción de carácter desfavorable. El ofrecimiento de tales
socorros no ser considerado como injerencia en el conflicto ni como
acto hostil. En la distribución de los envíos de socorro se dar
prioridad a aquellas personas que, como los niños, las mujeres encintas, las
parturientas y las madres lactantes, gozan de trato privilegiado o de
especial protección de acuerdo con el IV Convenio o con el presente
Protocolo.
2.
Las Partes en conflicto y las Altas Partes contratantes permitirán y
facilitarán el paso rápido y sin trabas de todos los envíos,
materiales y personal de socorro suministrados de acuerdo con lo
dispuesto en esta Sección, incluso en el caso de que tal asistencia esté
destinada a la población civil de la Parte adversa.
3.
Las Partes en conflicto y las Altas Partes contratantes que permitan el paso
de los envíos, materiales y personal de socorro de acuerdo con el párrafo
2:
a)
tendrán derecho a fijar las condiciones técnicas, incluida la investigación,
bajo las que se permitir dicho paso; b) podrán supeditar la
concesión de ese permiso a la condición de que la distribución de la
asistencia se haga bajo la supervisión local de una Potencia protectora; c) no
podrán, en manera alguna, desviar los envíos de socorro de la
afectación que les hubiere sido asignada, ni demorar su tránsito, salvo
en los casos de necesidad urgente, en interés de la población civil
afectada.
4.
Las Partes en conflicto protegerán los envíos de socorro y facilitarán su
rápida distribución.
5.
Las Partes en conflicto y las Altas Partes contratantes interesadas
promoverán y facilitarán la coordinación internacional efectiva de las
acciones de socorro a que se refiere el párrafo
1.
Artículo
71 - Personal que participa en las acciones de socorro
1.
Cuando sea necesario, podrá formar parte de la asistencia prestada en
cualquier acción de socorro personal de socorro, en especial para el transporte
y distribución de los envíos; la participación de tal personal quedar
sometida a la aprobación de la Parte en cuyo territorio haya de prestar
sus servicios.
2.
Dicho personal será respetado y protegido.
3.
La Parte que reciba los envíos de socorro asistirá, en toda la medida de
lo posible, al personal de socorro a que se refiere el párrafo 1 en el
desempeño de su misión. Las actividades del personal de socorro sólo
podrán ser limitadas y sus movimientos temporalmente restringidos, en caso
de imperiosa necesidad militar.
4.
El personal de socorro no podrá, en ninguna circunstancia,
exceder los límites de su misión de acuerdo con lo dispuesto en este
Protocolo. Tendrá en cuenta, en especial, las exigencias de seguridad
de la Parte en cuyo territorio presta sus servicios. Podrá darse por
terminada la misión de todo miembro del personal de socorro que no respete
estas condiciones.
SECCION
III - TRATO A LAS PERSONAS EN PODER DE UNA PARTE EN CONFLICTO
CAPITULO
I - AMBITO DE APLICACION Y PROTECCION DE LAS PERSONAS Y DE LOS BIENES
Artículo
72 - Ambito de aplicación
Las
disposiciones de esta Sección completan las normas relativas a la
protección humanitaria de las personas civiles y de los bienes de
carácter civil en poder de una Parte en conflicto enunciadas en el IV
Convenio, en particular en sus Títulos I y III, así como las demás normas
aplicables de derecho internacional referentes a la protección de los
derechos humanos fundamentales durante los conflictos armados de carácter
internacional.
Artículo
73 - Refugiados y ap tridas
Las
personas que, antes del comienzo de las hostilidades, fueren consideradas
como ap tridas o refugiadas en el sentido de los instrumentos
internacionales pertinentes aceptados por las Partes interesadas o de la
legislación nacional del Estado que las haya acogido o en el que
residan, lo serán, en todas las circunstancias y sin ninguna distinción de
índole desfavorable, como personas protegidas en el sentido de los Títulos I y
III del IV Convenio.
Artículo
74 - Reunión de familias dispersas
Las
Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto facilitarán en toda
la medida de lo posible la reunión de las familias que están dispersas
a consecuencia de conflictos armados y alentarán en particular la labor de
las organizaciones humanitarias que se dediquen a esta tarea conforme a las
disposiciones de los Convenios y del presente Protocolo y de conformidad con
sus respectivas normas de
seguridad.
Artículo
75 - Garantías fundamentales
1.
Cuando se encuentren en una de las situaciones a que hace referencia el
artículo 1 del presente Protocolo, las personas que están en poder de una
Parte en conflicto y que no disfruten de un trato más favorable en virtud
de los Convenios o del presente Protocolo serán tratadas en toda
circunstancia con humanidad y se beneficiarán, como mínimo, de la protección
prevista en el presente artículo, sin distinción alguna de carácter
desfavorable basada en la raza, el color, el sexo, el idioma, la
religión o las creencias, las opiniones políticas o de otro género, el
origen nacional o social, la fortuna, el nacimiento u otra condición o
cualesquiera otros criterios análogos logos. Cada Parte
respetar la persona, el honor, las convicciones y la prácticas
religiosas de todas esas personas.
2.
Están y quedaron prohibidos en todo tiempo y lugar los actos siguientes, ya
sean realizados por agentes civiles o
militares:
a)
los atentados contra la vida, la salud y la integridad física o mental de
las personas, en particular: i) el homicidio; ii) la tortura de cualquier
clase, tanto física como mental; iii) las penas corporales; y iv) las
mutilaciones; b) los atentados contra la dignidad personal, en especial los
tratos humillantes y degradantes, la prostitución forzada y cualquier
forma de atentado al pudor; c) la toma de rehenes; d) las penas colectivas; y
e) las amenazas de realizar los actos mencionados.
3.
Toda persona detenida, presa o internada por actos relacionados con el
conflicto armado ser informada sin demora, en un idioma que
comprenda, de las razones que han motivado esas medidas. Salvo en los casos
de detención o prisión por una infracción penal, esa persona ser
liberada lo antes posible y en todo caso en cuanto desaparezcan las
circunstancias que hayan justificado la detención, la prisión o el internamiento.
4.
No se impondrá condena ni se ejecutar pena alguna respecto
de una persona declarada culpable de una infracción penal relacionada con el
conflicto armado, sino en virtud de sentencia de un tribunal imparcial,
constituido con arreglo a la ley y que respete los principios
generalmente reconocidos para el procedimiento judicial ordinario, y en
particular los siguientes:
a)
el procedimiento dispondrá que el acusado sea informado sin demora de
los detalles de la infracción que se le atribuya y garantizar al
acusado, en las actuaciones que precedan al juicio y en el curso de ‚éste,
todos los derechos y medios de defensa necesarios; b) nadie podrá ser
condenado por una infracción si no es sobre la base de su responsabilidad
penal individual; c) nadie ser acusado o condenado por actos u omisiones
que no fueran delictivos según el derecho nacional o internacional
que le fuera aplicable en el momento de cometerse. Tampoco se
impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de cometerse
la infracción. Si, con posterioridad a esa infracción, la ley
dispusiera la aplicación de una pena más leve, el infractor se
beneficiar de la disposición; d) toda persona acusada de una
infracción se presumir inocente mientras no se pruebe su culpabilidad
conforme a la ley; e) toda persona acusada de una infracción tendrá
derecho a hallarse presente al ser juzgada; f) nadie podrá ser obligado a
declarar contra sí mismo ni a confesarse culpable; g) toda persona acusada de
una infracción tendrá derecho a interrogar o hacer interrogar a los
testigos de cargo, a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y a
que ‚éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de
cargo; h) nadie podrá ser juzgado ni condenado por la misma Parte, de
conformidad con la misma legislación y con el mismo procedimiento
judicial, por un delito respecto al cual se haya dictado ya una
sentencia firme, condenatoria o absolutoria; i) toda persona juzgada por
una infracción tendrá derecho a que la sentencia sea pronunciada públicamente;
y j) toda persona condenada ser informada, en el momento de su
condena, de sus derechos a interponer recurso judicial y de todo tipo, así
como de los plazos para ejercer esos derechos.
5.
Las mujeres privadas de libertad por razones relacionadas con el conflicto
armado serán custodiadas en locales separados de los ocupados por los
hombres. Su vigilancia inmediata estar a cargo de mujeres. No
obstante, las familias detenidas o internadas serán alojadas, siempre que sea
posible, en un mismo lugar, como unidad familiar.
6.
Las personas detenidas, presas o internadas por razones relacionadas con el
conflicto armado disfrutarán de la protección otorgada por el
presente artículo, incluso después de la terminación del conflicto armado,
hasta el momento de su liberación definitiva, repatriación o
reasentamiento.
7.
A fin de evitar toda duda en cuanto al procesamiento y juicio de personas
acusadas por crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad, se
aplicarán los siguientes
principios:
a)
las personas acusadas de tales crímenes deberán ser sometidas a
procedimiento y juzgadas de conformidad con las normas aplicables del derecho
internacional; y b) cualquiera de esas personas que no disfrute de un trato
más favorable en virtud de los Convenios o del presente Protocolo,
recibir el trato previsto en el presente artículo,
independientemente de que los crímenes de que se la acuse constituyan o
no infracciones graves de los Convenios o del presente Protocolo.
8.
Ninguna de las disposiciones del presente artículo podrá interpretarse
de manera que pueda limitar o infringir cualquier otra disposición más
favorable y que ofrezca a las personas comprendidas en el párrafo 1 una mayor
protección en virtud de otras normas aplicables del derecho
internacional.
CAPITULO
II - MEDIDAS EN FAVOR DE LAS MUJERES Y DE LOS NIÑOS
Artículo
76 - Protección de las mujeres
1.
Las mujeres serán objeto de un respeto especial y protegidas en
particular contra la violación, la prostitución forzada y cualquier
otra forma de atentado al pudor.
2.
Serán atendidos con prioridad absoluta los casos de mujeres encintas y
de madres con niños de corta edad a su cargo, que sean arrestadas,
detenidas o internadas por razones relacionadas con el conflicto armado.
3.
En toda la medida de lo posible, las Partes en conflicto procurarán evitar la
imposición de la pena de muerte a las mujeres encintas o a las madres con niños
de corta edad a su cargo por delitos relacionados con el conflicto armado. No
se ejecutar la pena de muerte impuesta a esas mujeres por tales
delitos.
Artículo
77 - Protección de los niños
1.
Los niños serán objeto de un respeto especial y se les proteger
contra cualquier forma de atentado al pudor. Las Partes en conflicto les
proporcionarán los cuidados y la ayuda que necesiten, por su edad o por
cualquier otra razón.
2.
Las Partes en conflicto tomarán todas las medidas posibles para que los
niños menores de quince años no participen directamente en las
hostilidades, especialmente absteniéndose de reclutarlos para sus fuerzas
armadas. Al reclutar personas de m s de quince años pero menores de
dieciocho años, las Partes en conflicto procurarán alistar en primer lugar a
los de más edad.
3.
Si, en casos excepcionales, no obstante las disposiciones del párrafo 2,
participarán directamente en las hostilidades niños menores de quince años y
cayeran en poder de la Parte adversa, seguirán gozando de la
protección especial concedida por el presente artículo, sean o no prisioneros
de guerra.
4.
Si fueran arrestados, detenidos o internados por razones relacionadas con
el conflicto armado, los niños serán mantenidos en lugares distintos de
los destinados a los adultos, excepto en los casos de familias
alojadas en unidades familiares en la forma prevista en el párrafo 5 del
artículo 75.
5.
No se ejecutará la pena de muerte impuesta por una infracción
cometida en relación con el conflicto armado a personas que, en el momento
de la infracción, fuesen menores de dieciocho años.
Artículo
78 - Evacuación de los niños
1.
Ninguna Parte en conflicto dispondrá la evacuación a un país extranjero de
niños que no sean nacionales suyos, salvo en caso de evacuación temporal
cuando así lo requieran razones imperiosas relacionadas con la salud del
niño, su tratamiento médico o, excepto en territorio ocupado, si
seguridad. Cuando pueda encontrarse a los padres o tutores, se requerir
el consentimiento escrito de ‚éstos para la evacuación. Si no se los puede
encontrar, se requerir para esa evacuación el consentimiento escrito de
las personas que conforme a la ley o a la costumbre sean los principales
responsables de la guarda de los niños. Toda evacuación de esta naturaleza
ser controlada por la Potencia protectora de acuerdo con las Partes
interesadas, es decir, la Parte que organice la evacuación, la Parte que acoja
a los niños y las Partes cuyos nacionales sean evacuados. En todos los
casos, todas las Partes en el conflicto tomarán las máximas precauciones
posibles para no poner en peligro la evacuación.
2.
Cuando se realice una evacuación de conformidad con el párrafo 1, la
educación del niño, incluida la educación religiosa y moral que sus
padres deseen, se proseguir con la mayor continuidad posible mientras se
halle en el país a donde haya sido evacuado.
3.
Con el fin de facilitar el regreso al seno de su familia y a su país de los
niños evacuados de conformidad con este artículo, las autoridades de la Parte
que disponga la evacuación y, si procediere, las autoridades del país que
los haya acogido harán para cada niño una ficha que enviarán,
acompañada de fotografías, a la Agencia Central de Búsqueda del Comité
Internacional de la Cruz Roja. Esa ficha contendrá , siempre que sea
posible y que no entrañe ningún riesgo de perjuicio para el niño, los datos
siguientes:
a)
apellido(s) del niño; b) nombre(s) del niño: c) sexo del niño; d) lugar y
fecha de nacimiento (o, si no se sabe la fecha, edad aproximada); e) nombre(s)
y apellido(s) del padre; f) nombre(s) y apellido(s) de la madre y
eventualmente su apellido de soltera; g) parientes más próximos del niño h)
nacionalidad del niño i) lengua vernácula y cualesquiera otras lenguas del
niño; j) dirección de la familia del niño; k) cualquier número que permita la
identificación del niño; l) estado de salud del niño; m) grupo sanguíneo del
niño; n) señales particulares; o) fecha y lugar en que fue encontrado el niño:
p) fecha y lugar de salida del niño de su país; q) religión del niño, si la
tiene; r) dirección actual del niño en el país que lo haya acogido; s) si el
niño falleciera antes de su regreso, fecha, lugar y circunstancias del
fallecimiento y lugar donde esté
enterrado.
CAPITULO
III - PERIODISTAS
Artículo
79 - Medidas de protección de periodistas
1.
Los periodistas que realicen misiones profesionales peligrosas en la
zonas de conflicto armado serán considerados personas civiles en el
sentido del párrafo 1 del artículo
50.
2.
Serán protegidos como tales de conformidad con los Convenios y el
presente Protocolo, a condición de que se abstengan de todo acto que
afecte a su estatuto de persona civil y sin perjuicio del derecho que
asiste a los corresponsales de guerra acreditados ante las fuerzas
armadas a gozar del estatuto que les reconoce el artículo 4, A. 4) del III
Convenio.
3.
Podrán obtener una tarjeta de identidad según el modelo del Anexo II del
presente Protocolo. Esa tarjeta, que ser expedida por el gobierno del
Estado del que sean nacionales o en cuyo territorio residan, o en que se
encuentre la agencia de prensa u órgano informativo que emplee sus
servicios, acreditar la condición de periodista de su titular.
TITULO
V
EJECUCION
DE LOS CONVENIOS Y DEL PRESENTE PROTOCOLO
SECCION
I - DISPOSICIONES GENERALES
Artículo
80 - Medidas de ejecución
1.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto adoptarán sin
demora todas las medidas necesarias para cumplir las obligaciones que
les incumben en virtud de los Convenios y del presente Protocolo.
2.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto darán las órdenes e
instrucciones oportunas para garantizar el respeto de los Convenios y del
presente Protocolo y velarán por su
aplicación.
Artículo
81 - Actividades de la Cruz Roja y de otras organizaciones humanitarias
1.
Las Partes en conflicto darán al Comité Internacional de a Cruz Roja todas
las facilidades que esté en su poder otorgar para que pueda desempeñar
las tareas humanitarias que se le atribuyen en los Convenios y en el
presente Protocolo a fin de proporcionar protección y asistencia a las
víctimas de los conflictos; el Comité‚ Internacional de la Cruz Roja
podrá ejercer también cualquier otra actividad humanitaria en favor de
esas víctimas, con el consentimiento previo de las Partes en conflicto
interesadas.
2.
Las Partes en conflicto darán a sus respectivas organizaciones de la
Cruz Roja (Media Luna Roja, León y Sol Rojos) las facilidades necesarias para
el ejercicio de sus actividades humanitarias en favor de las víctimas
del conflicto, con arreglo a las disposiciones de los Convenios y del presente
Protocolo y a los principios fundamentales de la Cruz Roja formulados en las
Conferencias Internacionales de la Cruz Roja.
3.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto facilitarán, en toda
la medida de lo posible, la asistencia que las organizaciones de la Cruz
Roja (Media Luna Roja, León y Sol Rojos) y la Liga de Sociedades de la Cruz
Roja presten a las víctimas de los conflictos con arreglo a las disposiciones
de los Convenios y del presente Protocolo y a los principios fundamentales
de la Cruz Roja formulados en las Conferencias Internacionales de la Cruz
Roja.
4.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto darán, en la medida
de lo posible, facilidades análogas a las mencionadas en los
párrafos 2 y 3 a las demás organizaciones humanitarias a que se refieren
los Convenios y el presente Protocolo, que se hallen debidamente
autorizadas por las respectivas Partes en conflicto y que ejerzan sus
actividades humanitarias con arreglo a las disposiciones de los Convenios y
del presente Protocolo.
Artículo
82 - Asesores jurídicos en las fuerzas armadas
Las
Altas Partes contratantes en todo tiempo, y las Partes en conflicto en tiempo
de conflicto armado, cuidarán de que, cuando proceda, se disponga de
asesores jurídicos que asesoren a los comandantes militares, al nivel
apropiado, acerca de la aplicación de los Convenios y del presente
Protocolo y de la enseñanza que deba darse al respecto a las fuerzas
armadas.
Artículo
83 - Difusión
1.
Las Altas Partes contratantes se comprometen a difundir lo más ampliamente
posible, tanto en tiempo de paz como en tiempo de conflicto armado, los
Convenios y el presente Protocolo en sus países respectivos y,
especialmente, a incorporar su estudio en los programas de instrucción militar
y a fomentar su estudio por parte de la población civil, de forma que esos
instrumentos puedan ser conocidos por las fuerzas armadas y la población
civil.
2.
Las autoridades militares o civiles que, en tiempo de conflicto armado,
asuman responsabilidades en cuanto a la aplicación de los Convenios y del
presente Protocolo deberán estar plenamente al corriente de su texto.
Artículo
84 - Leyes de aplicación
Las
Altas Partes contratantes se comunicarán, lo más pronto posible, por
mediación del depositario y, en su caso, por mediación de las Potencias
protectoras, sus traducciones oficiales del presente Protocolo, así como
las leyes y reglamentos que adopten para garantizar su aplicación.
SECCION
II - REPRESION DE LAS INFRACCIONES DE LOS CONVENIOS O DEL PRESENTE PROTOCOLO
Artículo
85 - Represión de las infracciones del Presente Protocolo
1.
Las disposiciones de los Convenios relativas a la represión de las
infracciones y de las infracciones graves, completadas por la presente
Sección, son aplicables a la represión de las infracciones y de las
infracciones graves del presente Protocolo.
2.
Se entiende por infracciones graves del presente Protocolo los actos
descritos como infracciones graves en los Convenios si se cometen contra
personas en poder de una Parte adversa protegidas por los artículos 44, 45 y
73 del Presente Protocolo, o contra heridos, enfermos o náufragos de la
Parte adversa protegidos por el presente Protocolo, o contra el personal
sanitario o religioso, las unidades sanitarias o los medios de
transporte sanitarios que se hallen bajo el control de la Parte
adversa y están protegidos por el presente Protocolo.
3.
Además de las infracciones graves definidas en el artículo 11, se
considerarán infracciones graves del presente Protocolo los actos
siguientes, cuando se cometan intencionalmente, en violación de las
disposiciones pertinentes del presente Protocolo, y causen la muerte o
atenten gravemente a la integridad física o a la salud; a) hacer objeto de
ataque a la población civil o a personas civiles; b) lanzar un ataque indiscriminado
que afecte a la población civil o a bienes de carácter civil a sabiendas de
que tal ataque causar muertos o heridos entre la población civil o daños
a bienes de carácter civil, que sean excesivos en el sentido del artículo 57,
párrafo 2, a) iii; c) lanzar un ataque contra obras o instalaciones que
contengan fuerzas peligrosas a sabiendas de que ese ataque causar
muertos o heridos entre la población civil o daños a bienes de carácter
civil, que sean excesivos en el sentido del artículo 57, párrafo 2, a) iii; d)
hacer objeto de ataque a localidades no defendidas y zonas
desmilitarizadas; e) hacer objeto de ataque a una persona a sabiendas de que
esté fuera de combate; f) hacer uso pérfido, en violación de artículo 37, del
signo distintivo de la cruz roja, de la media luna roja o del león y sol rojos
o de otros signos protectores reconocidos por los Convenios o el presente
Protocolo.
4.
Además de las infracciones graves definidas en los párrafos
precedentes y en los Convenios, se considerarán infracciones graves del
presente Protocolo los actos siguientes cuando se cometan intencionalmente
y en violación de los Convenios o del Protocolo:
a)
el traslado por la Potencia Ocupante de partes de su propia población
civil al territorio que ocupa, o la deportación o el traslado en el
interior o fuera del territorio ocupado de la totalidad o parte de la
población de ese territorio, en violación del artículo 49 del IV
Convenio; b) la demora injustificable en la repatriación de
prisioneros de guerra o de personas civiles; c) las prácticas del apartheid y
demás prácticas inhumanas y degradantes, basadas en la discriminación
racial, que entrañen un ultraje contra la dignidad Personal; d) el hecho de
dirigir un ataque a monumentos históricos, obras de arte o lugares de culto
claramente reconocidos que constituyen el patrimonio cultural o espiritual
de los pueblos y a los que se haya conferido protección especial en virtud
de acuerdos especiales celebrados, por ejemplo, dentro del marco de
una organización internacional competente, causando como
consecuencia extensas destrucciones de los mismos, cuando no haya
pruebas de violación por la Parte adversa del apartado b) del artículo 53 y
cuando tales monumentos históricos, lugares de culto u obras de arte no están
situados en la inmediata proximidad de objetivos militares; e) el hecho de
privar a una persona protegida por los Convenios o aludida en el párrafo 2
del presente artículo de su derecho a ser juzgada normal e imparcialmente.
5.
Sin perjuicio de la aplicación de los Convenios y del presente
Protocolo, las infracciones graves de dichos instrumentos se considerarán
como crímenes de guerra.
Artículo
86 - Omisiones
1.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto deberán reprimir
las infracciones graves y adoptar las medidas necesarias para hacer que
cesen todas las demás infracciones de los Convenios o del presente
Protocolo que resulten del incumplimiento de un deber de actuar.
2.
El hecho de que la infracción de los Convenios o del presente Protocolo
haya sido cometida por un subordinado no exime de responsabilidad penal o
disciplinaria, según el caso, a sus superiores, si éstos sabían o
poseían información que les permitiera concluir, en las
circunstancias del momento, que ese subordinado estaba cometiendo o iba
a cometer tal infracción y si no tomaron todas las medidas factibles que
estuvieran a su alcance para impedir o reprimir esa
infracción.
Artículo
87 - Deberes de los jefes
1.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto exigirán que los
jefes militares, en cuanto se refiere a los miembros de las fuerzas armadas
que estén a sus órdenes y a las demás personas que se encuentren bajo
su autoridad, impidan las infracciones de los Convenios y del presente
Protocolo y, en caso necesario, las repriman y denuncien a las autoridades
competentes.
2.
Con el fin de impedir y reprimir las infracciones, las Altas Partes
contratantes y las Partes en conflicto exigirán que los jefes, según su
grado de responsabilidad, tomen medidas para que los miembros de las
fuerzas armadas bajo sus órdenes tengan conocimiento de las obligaciones que
les incumben en virtud de lo dispuesto en los Convenios y en el presente
Protocolo.
3.
Las Altas Partes contratantes y las Partes en conflicto obligarán a todo
jefe que tenga conocimiento de que sus subordinados u otras personas
bajo su autoridad van a cometer o han cometido una infracción de los
Convenios o del presente Protocolo a que tome las medidas necesarias para
impedir tales violaciones de los Convenios o del presente Protocolo y,
en caso necesario, promueva una acción disciplinaria o penal contra los
autores de las violaciones.
Artículo
88 - Asistencia mutua judicial en materia penal
1.Las
Altas Partes contratantes se prestarán la mayor asistencia posible en lo
que respecta a todo proceso penal relativo a las infracciones graves de los
Convenios o del presente
Protocolo.
2.
A reserva de los derechos y obligaciones establecidos por los Convenios y por
el párrafo 1 del artículo 85 del presente Protocolo, y cuando las
circunstancias lo permitan, las Altas Partes contratantes cooperarán en
materia de extradición. Tomarán debidamente en consideración la
solicitud del Estado en cuyo territorio se haya cometido la infracción
alegada.
3.
En todos los casos, será aplicable la ley de la Alta Parte
contratante requerida. No obstante, las disposiciones de los párrafos
precedentes no afectarán a las obligaciones que emanen de las disposiciones
contenidas en cualquier otro tratado de carácter bilateral o multilateral que
rija o haya de regir, total o parcialmente, en el ámbito de la
asistencia mutua judicial en materia penal.
Artículo
89 - Cooperación
En
situaciones de violaciones graves de los Convenios o del presente
Protocolo, las Altas Partes contratantes se comprometen a actuar,
conjunta o separadamente, en cooperación con las Naciones Unidas y en
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
Artículo
90 - Comisión internacional de Encuesta
1.
a) Se constituirá una Comisión Internacional de Encuesta, en adelante llamada
la Comisión, integrada por quince miembros de alta reputación moral
y de reconocida imparcialidad. b) En el momento en que veinte Altas Partes
contratantes por lo menos hayan convenido en aceptar la competencia de la
Comisión de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 2, y ulteriormente a
intervalos de cinco años, el depositario convocar una reunión de
representantes de esas Altas Partes contratantes, con el fin de elegir a
los miembros de la Comisión. En dicha reunión, los representantes elegirán
a los miembros de la Comisión por vocación secreta, de una lista de
personas para la cual cada una de esas Altas Partes contratantes podrá proponer
un nombre. c) Los miembros de la Comisión actuarán a título personal y
ejercerán su mandato hasta la elección de nuevos miembros en la reunión
siguiente. d) Al proceder a la elección, las Altas Partes contratantes se
asegurarán de que cada candidato posea las calificaciones necesarias y de que,
en su conjunto, la Comisión ofrezca una representación geográfica equitativa.
e) Si se produjera una vacante, la propia Comisión elegir un nuevo
miembro tomando debidamente en cuenta las disposiciones de los apartados
precedentes. f) El depositario proporcionar a la Comisión los servicios
administrativos necesarios para el cumplimiento de sus funciones.
2.
a) En el momento de firmar, ratificar o adherirse al Protocolo, o
ulteriormente en cualquier otro momento, las Altas Partes contratantes podrán
declarar que reconocen ipso facto y sin acuerdo especial, con relación a
cualquier otra Alta Parte contratante que acepte la misma obligación, la
competencia de la Comisión para proceder a una investigación acerca de las
denuncias formuladas por esa otra Parte, tal como lo autoriza el presente
artículo. b) Las declaraciones antes mencionadas serán presentadas al
depositario, que enviar copias de las mismas a las Altas Partes
contratantes. c) La Comisión tendrá competencia para: i) proceder a una
investigación sobre cualquier hecho que haya sido alegado como infracción
grave tal como se define en los Convenios o en el presente Protocolo o como cualquier
otra violación grave de los Convenios o del presente Protocolo;
actitud de respeto de los Convenios y del presente Protocolo. d) En
otros casos, la Comisión proceder a una investigación a petición de una
Parte en conflicto únicamente con el consentimiento de la otra o las otras
Partes interesadas. e) A reserva de las precedentes disposiciones de
este párrafo, las disposiciones de los artículos 52 del I Convenio, 53
del II Convenio, 132 del III Convenio y 149 del IV Convenio seguirán
aplicándose a toda supuesta violación de los Convenios y se extenderán a
toda supuesta violación del presente Protocolo.
3.
a) A menos que las Partes interesadas convengan en otra cosa, todas las
investigaciones serán efectuadas por una Sala integrada por siete miembros
designados de la manera siguiente:
i)
cinco miembros de la Comisión, que no sean nacionales de las Partes en
conflicto, nombrados por el Presidente de la Comisión sobre la base de una
representación equitativa de las regiones geográficas, previa consulta con las
Partes en conflicto; ii) dos miembros ad hoc que no sean nacionales de las
Partes en conflicto, nombrados cada uno respectivamente por cada una de
ellas. b) Al recibir una petición para que se proceda a una
investigación, el Presidente de la Comisión fijar un plazo apropiado
para la constitución de una Sala. Si uno o los dos miembros ad hoc no hubieren
sido nombrados dentro del plazo señalado, el Presidente designará inmediatamente
los que sean necesarios para completar la composición de la Sala.
4.
a) La Sala, constituida conforme a lo dispuesto en el párrafo 3 para
proceder a una investigación, invitar a las Partes en conflicto a
comparecer y a presentar pruebas. La Sala procurará además obtener las demás
pruebas que estime convenientes y efectuar una investigación in loco de la
situación. b) Todas las pruebas se darán a conocer íntegramente a las Partes
interesadas, las cuales tendrán derecho a hacer observaciones al respecto
a la Comisión. c) Cada Parte interesada tendrá derecho a impugnar dichas
pruebas.
5.
a) La Comisión presentará a las Partes interesadas un informe acerca de
las conclusiones a que haya llegado la Sala sobre los hechos, acompañado de
las recomendaciones que considere oportunas. b) Si la Sala se viera en la
imposibilidad de obtener pruebas suficientes para llegar a conclusiones
objetivas e imparciales, la Comisión dará a conocer las razones de tal
imposibilidad. c) La Comisión no hará públicas sus conclusiones, a
menos que así se lo pidan todas las Partes en conflicto.
6.
La Comisión establecer su propio Reglamento, incluidas las normas
relativas a las presidencias de la Comisión y de la Sala. Esas normas
garantizarán que las funciones de Presidente de la Comisión sean
ejercidas en todo momento y que, en caso de investigación, se ejerzan por
persona que no sea nacional de las Partes en
conflicto.
7.
Los gastos administrativos de la Comisión serán sufragados mediante
contribuciones de las Altas Partes contratantes que hayan hecho
declaraciones de conformidad con el párrafo 2, y mediante contribuciones
voluntarias. La Parte o las Partes en conflicto que pidan que se proceda a
una investigación anticiparán los fondos necesarios para cubrir los
gastos ocasionados por una Sala y serán reembolsadas por la Parte o las
Partes que hayan sido objeto de las denuncias hasta el cincuenta por ciento
de tales gastos. En caso de presentarse denuncias recíprocas a la Sala,
cada una de las dos Partes anticipará el cincuenta por ciento de los fondos
necesarios.
Artículo
91 - Responsabilidad
La
Parte en conflicto que violare las disposiciones de los Convenios o del
presente Protocolo estará obligada a indemnizar si hubiere lugar a ello.
Será responsable de todos los actos cometidos por las personas que formen
parte de sus fuerzas armadas.
TITULO
VI
DISPOSICIONES
FINALES
Artículo
92 - Firma
El
presente Protocolo quedará abierto a la firma de las Partes en los
Convenios seis meses después de la firma del Acta Final y seguir
abierto durante un período de doce meses.
Artículo
93 - Ratificación
El
presente Protocolo ser ratificado lo antes posible. Los instrumentos de
ratificación serán depositados en poder del Consejo Federal Suizo, depositario
de los Convenios..
Artículo
94 - Adhesión
El
presente Protocolo quedará abierto a la adhesión de toda Parte en los
Convenios no signataria de este Protocolo. Los instrumentos de adhesión se
depositarán en poder del
depositario.
Artículo
95 - Entrada en vigor
1.
El presente Protocolo entrará en vigor seis meses después de que se hayan
depositado dos instrumentos de ratificación o de adhesión.
2.
Para cada Parte en los Convenios que lo ratifique o que a él se adhiera
ulteriormente, el presente Protocolo entrará en vigor seis meses
después de que dicha Parte haya depositado su instrumento de ratificación
o de adhesión.
Artículo
96 - Relaciones convencionales a partir de la entrada en vigor del
presente Protocolo
1.
Cuando las Partes en los Convenios sean también Partes en el presente
Protocolo, los Convenios se aplicarán tal como quedan completados por
éste.
2.
Si una de las Partes en conflicto no está obligada por el presente Protocolo,
las Partes en el presente Protocolo seguirán, no obstante, obligadas por
él en sus relaciones recíprocas. También quedarán obligadas por el
presente Protocolo en sus relaciones con dicha Parte si ésta acepta y aplica
sus disposiciones.
3.
La autoridad que represente a un pueblo empeñado contra una Alta Parte
contratante en un conflicto armado del tipo mencionado en el párrafo 4
del artículo 1 podrá comprometerse a aplicar los Convenios y el
presente Protocolo en relación con ese conflicto por medio de una
declaración unilateral dirigida al depositario. Esta declaración,
cuando haya sido recibida por el depositario, surtir en relación
con tal conflicto los efectos
siguientes:
a)
los Convenios y el presente Protocolo entraron en vigor respecto de la
mencionada autoridad como Parte en conflicto, con efecto inmediato; b) la
mencionada autoridad ejercer los mismos derechos y asumir las
mismas obligaciones que las Altas Partes contratantes en los Convenios y
en el presente Protocolo; y c) los Convenios y el presente Protocolo obligarán
por igual a todas las Partes en conflicto.
Artículo
97 - Enmiendas
1.
Toda Alta Parte contratante podrá proponer una o varias enmiendas al
presente Protocolo. El texto de cualquier enmienda propuesta se
comunicará al depositario, el cual, tras celebrar consultas con todas
las Altas Partes contratantes y con el Comité Internacional de la Cruz
Roja, decidir si conviene convocar una conferencia para examinar la
enmienda propuesta.
2.
El depositario invitará a esa conferencia a las Altas Partes contratantes
y a las Partes en los Convenios, sean o no signatarias del presente
Protocolo.
Artículo
98 - Revisión del Anexo I
1.
En el plazo máximo de cuatro años, a partir de la entrada en vigor del
presente Protocolo y, en lo sucesivo, a intervalos de cuatro años
por lo menos, el Comité Internacional de la Cruz Roja consultar a
las Altas Partes contratantes con respecto al Anexo I del presente Protocolo
y, si lo estima necesario, podrá proponer la celebración de una reunión
de expertos técnicos para que revisen el Anexo I y propongan las
enmiendas al mismo que parezcan convenientes. A menos que, dentro
de los seis meses siguientes a la comunicación a las Altas Partes
contratantes de una propuesta para celebrar tal reunión, se oponga a ésta un
tercio de ellas, el Comité Internacional de la Cruz Roja convocará la
reunión, e invitará también a ella a observadores de las
organizaciones internacionales pertinentes. El Comité Internacional
de la Cruz Roja convocará también tal reunión en cualquier
momento a petición de un tercio de las Altas Partes contratantes.
2.
El depositario convocará una conferencia de las Altas Partes contratantes
y de las Partes en los Convenios para examinar las enmiendas propuestas por
la reunión de expertos técnicos, si después de dicha reunión así lo
solicitan el Comité Internacional de la Cruz Roja o un tercio de las Altas
Partes contratantes.
3.
En tal conferencia podrán adoptarse enmiendas al Anexo l por mayoría de dos
tercios de las Altas Partes contratantes presentes y
votantes.
4.
El depositario comunicará a las Altas Partes contratantes y a las Partes
en los Convenios toda enmienda así adoptada. Transcurrido un período de un año
después de haber sido así comunicada, la enmienda se considerará aceptada
a menos que, dentro de ese período, un tercio por lo menos de las Altas
Partes contratantes haya enviado al depositario una declaración de
no aceptación de la enmienda.
5.
Toda enmienda que se considere aceptada de conformidad con el párrafo 4
entrará en vigor tres meses después de su aceptación para todas las Altas
Partes contratantes, con excepción de las que hayan hecho la
declaración de no aceptación de conformidad con ese párrafo. Cualquier
Parte que haya hecho tal declaración podrá retirarla en todo
momento, en cuyo caso la enmienda entrará en vigor para dicha Parte tres
meses después de retirada la declaración.
6.
El depositario notificará a las Altas Partes contratantes y a las Partes
en los Convenios la entrada en vigor de toda enmienda, las Partes por ella
obligadas, la fecha de su entrada en vigor para cada una de las
Partes, las declaraciones de no aceptación hechas con arreglo al párrafo 4,
así como los retiros de tales declaraciones.
Artículo
99 - Denuncia
1.
En el caso de que una Alta Parte contratante denuncie el presente Protocolo,
la denuncia sólo surtir efecto un año después de haberse recibido el
instrumento de denuncia. No obstante, si al expirar ese año la Parte
denunciante se halla en una de las situaciones previstas en el artículo 1,
los efectos de la denuncia quedarán en suspenso hasta el final del
conflicto armado o de la ocupación y, en todo caso, mientras no terminen
las operaciones de liberación definitiva, repatriación o reasentamiento de
las personas protegidas por los Convenios o por el presente
Protocolo.
2.
La denuncia se notificará por escrito al depositario. Este último la
comunicará a todas las Altas Partes
contratantes.
3.
La denuncia sólo surtirá efecto respecto de la Parte denunciante.
4.
Ninguna denuncia presentada de conformidad con el párrafo 1 afectará a
las obligaciones ya contraídas como consecuencia del conflicto armado
en virtud del presente Protocolo por tal Parte denunciante, en
relación con cualquier acto cometido antes de que dicha denuncia resulte
efectiva.
Artículo
100 - Notificaciones
El
depositario informará a las Altas Partes contratantes y a las Partes en
los Convenios, sean o no signatarias del presente Protocolo, sobre:
a)
depósito de los instrumentos de ratificación y de adhesión de conformidad con
los artículos 93 y 94; b) la fecha en que el presente Protocolo entre en
vigor, de conformidad con el artículo 95; c) las comunicaciones y
declaraciones recibidas, de conformidad con los artículos 84, 90 y 97; d)
las declaraciones recibidas de conformidad con el párrafo 3 del artículo
96, que serán comunicadas por el procedimiento más rápido posible; e)
las denuncias notificadas de conformidad con el artículo 99.
Artículo
101 - Registro
1.
Una vez haya entrado en vigor el presente Protocolo, el depositario lo
transmitir a la Secretaría de las Naciones Unidas con objeto de que
se proceda a su registro y publicación, de conformidad con el artículo
102 de la Carta de las Naciones Unidas.
2.
El depositario informará igualmente a la Secretaría de las Naciones
Unidas de todas las ratificaciones, adhesiones y denuncias que reciba en
relación con el presente
Protocolo.
Artículo
102 - Textos auténticos
El
original del presente Protocolo, cuyos textos árabe, chino, español,
francés, inglés y ruso son igualmente auténticos, se depositará en
poder del depositario, el cual enviará copias certificadas conformes a
todas las Partes en los Convenios
ANEXO
I
REGLAMENTO
RELATIVO A LA IDENTIFICACION
CAPITULO
I - TARJETAS DE IDENTIDAD
Artículo
1 - Tarjeta de identidad del personal sanitario y religioso, civil y
permanente
1.
La tarjeta de identidad del personal sanitario y religioso civil y
permanente, a que se refiere el párrafo 3 del artículo 18 del Protocolo
debería:
a)
tener el signo distintivo y unas dimensiones que permitan llevarla en un
bolsillo; b) ser de un material tan duradero como sea posible; c) estar
redactada en el idioma nacional u oficial (podrían también añadirse otros
idiomas); d) mencionar el nombre, la fecha de nacimiento del titular (o, a
falta de ella, su edad en la fecha de expedición) y el número de identidad, si
lo tiene; e) indicar en qué‚ calidad tiene derecho el titular a la
protección de los Convenios y del Protocolo; f) llevar la fotografía del
titular, así como su firma o la huella dactilar del pulgar, o ambas; g) estar
sellada y firmada por la autoridad competente; h) indicar las fechas de
expedición y de expiración de la
tarjeta.
2.
La tarjeta de identidad será uniforme en todo el territorio de
cada una de las Altas Partes contratantes y, en cuanto fuere posible, del
mismo tipo para todas las Partes en conflicto. Las Partes en
conflicto pueden inspirarse en el modelo que, en un solo idioma, aparece en
la figura 1. Al comienzo de las hostilidades, las Partes en conflicto se
comunicarán un ejemplar de la tarjeta de identidad que utilicen, si tal
tarjeta difiere del modelo de la figura 1. La tarjeta de identidad se
extender , si fuese posible, por duplicado, debiendo quedar uno
de los ejemplares en poder de la autoridad que la expida, la cual debería
mantener un control de las tarjetas expedidas.
3.
En ninguna circunstancia se podrá privar de la tarjeta de identidad al
personal sanitario y religioso civil y permanente. En caso de pérdida
de una tarjeta, el titular tendrá derecho a obtener un duplicado.
Artículo
2 - Tarjeta de identidad del personal sanitario y religioso, civil y
temporal
1.
La tarjeta de identidad para el personal sanitario y religioso civil y
temporal debería ser, en lo posible, similar a la prevista en el
artículo 1 del presente Reglamento. Las Partes en conflicto pueden
inspirarse en el modelo de la figura
1.
2.
Cuando las circunstancias impidan expedir al personal sanitario y
religioso civil y temporal, tarjetas de identidad similares a la
descrita en el artículo 1 del presente Reglamento, podrá proveerse
a ese personal de un certificado firmado por la autoridad competente, en el
que conste que la persona a la que se expide está adscrita a un servicio en
calidad de personal temporal, indicando, si es posible, el tiempo que
estar adscrita al servicio y el derecho del titular a ostentar el
signo distintivo. Ese certificado debe indicar el nombre y la fecha de
nacimiento del titular (o a falta de esa fecha, su edad en la fecha de
expedición del certificado), la función del titular y el número de
identidad, si lo tiene. Llevar la firma del interesado o la huella
dactilar del pulgar, o ambas.
CAPITULO
II - SIGNO DISTINTIVO
Artículo
3 - Forma y naturaleza
1.
El signo distintivo (rojo sobre fondo blanco) ser tan grande como las
circunstancias lo justifiquen. Las Altas Partes contratantes pueden
inspirarse para la forma de la cruz, la media luna y el león y sol en
los modelos que aparecen en la figura 2.
2.
De noche o cuando la visibilidad sea escasa, el signo distintivo podrá
estar alumbrado o iluminado; podrá estar hecho también con materiales que
permitan su reconocimiento gracias a medios técnicos de detección.
Artículo
4 - Uso
1.
El signo distintivo se colocar , siempre que sea factible, sobre
una superficie plana o en banderas que resulten visibles desde todas las
direcciones posibles y desde la mayor distancia
posible.
2.
Sin perjuicio de las instrucciones de la autoridad competente, el
personal sanitario y religioso que desempeñe sus funciones en el campo de
batalla, ir provisto, en la medida de lo posible, del signo distintivo
en el tocado y vestimenta.
CAPITULO
III - SEÑALES DISTINTIVAS
Artículo
5 - Uso facultativo
1.
A reserva de lo dispuesto en el artículo 6 del presente Reglamento, las
señales previstas en el presente Capítulo para el uso exclusivo de las
unidades y los medios de transporte sanitarios no se emplearán para ningún
otro fin. El empleo de todas las señales a que se refiere el presente Capítulo
es facultativo.
2.
Las aeronaves sanitarias temporales que, bien por falta de tiempo o por
razón de sus características, no puedan ser marcadas con el signo distintivo,
podrán usar las señales distintivas autorizadas por este Capítulo. El
método de señalización más eficaz de una aeronave sanitaria para su
identificación y reconocimiento es, sin embargo, el uso de una señal
visual, sea el signo distintivo o la señal luminosa descrita en el
artículo 6, o ambos, complementados por las demás señales a que se refieren
los artículos 7 y 8 del presente Reglamento.
Artículo
6 - Señal luminosa
1.
Se establece como señal distintiva de las aeronaves sanitarias la señal
luminosa consistente en un luz azul con destellos. Ninguna otra aeronave
utilizar esta señal. El color azul que se recomienda se
representa con la utilización de las siguiente coordenadas
tricromáticas:límite de los verdes. y = 0.065 - 0.805 x; límite de los blancos.
y = 0.400 - x; límite de los púrpura. x = 0.113 - 0.600 y. La frecuencia de
destellos que se recomienda para la luz azul es de 60 a 100 destellos por
minuto.
2.
Las aeronaves sanitarias debieran estar equipadas con las luces necesarias
para que las señales resulten visibles en todas las direcciones
posibles.
3.
A falta de acuerdo especial entre las Partes en conflicto que reserve el uso
de la luz azul con destellos para la identificación de los vehículos,
buques y embarcaciones sanitarios, no estar prohibida su utilización
por otros vehículos o embarcaciones.
Artículo
7 - Señal de radio
1.
La señal de radio consistirá en un mensaje radiotelefónico o
radiotelegráfico precedido de una señal distintiva de prioridad
designada y aprobada por una Conferencia Administrativa Mundial de
Radiocomunicaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Esa señal
ser transmitida tres veces antes del distintivo de llamada del
transporte sanitario de que se trate. Dicho mensaje se transmitirá
en inglés, a intervalos apropiados y en una frecuencia o unas
frecuencias determinadas de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 3
del presente artículo. El empleo de la señal de prioridad estar
exclusivamente reservado para las unidades y los medios de transporte
sanitarios.
2.
El mensaje de radio precedido de la señal distintiva de prioridad que se
menciona en el párrafo 1 incluir los elementos
siguientes:
a)
distintivo de llamada del medio de transporte sanitario; b) posición del medio
de transporte sanitario; c) número y tipo de los medios de transporte
sanitarios;d) itinerario previsto; e) duración del viaje y horas de
salida y de llegada previstas, según los casos; f) otros datos, tales como altitud
de vuelo, radiofrecuencia de escucha, lenguajes convencionales, y modos y
códigos del sistema de radar secundario de vigilancia.
3.
A fin de facilitar las comunicaciones que se Mencionan en los párrafos 1 y 2,
así como las comunicaciones a que se refieren los artículos 22, 23, 25, 26,
27, 28, 29, 30 y 31 del Protocolo, las Altas Partes contratantes, las Partes
en conflicto o una de estas, de común acuerdo o separadamente, pueden
designar y publicar las frecuencias nacionales que, de conformidad con el
cuadro de distribución de bandas de frecuencia que figura en
el Reglamento de Radiocomunicaciones, anexo al Convenio Internacional
de Telecomunicaciones decidan usar para tales comunicaciones. Esas
frecuencias se notificarán a la Unión Internacional de Telecomunicaciones de
conformidad con el procedimiento que apruebe una Conferencia
Administrativa Mundial de Radiocomunicaciones.
Artículo
8 - Identificación por medios electrónicos
1.
Para identificar y seguir el curso de las aeronaves sanitarias
podrá utilizarse el sistema de radar secundario de vigilancia (SSR),
tal como se especifica en el Anexo 10 del Convenio de Chicago sobre Aviación
Civil Internacional, del 7 de diciembre de 1944, con sus
modificaciones posteriores. El modo y código de SSR que hayan de reservarse
para uso exclusivo de las aeronaves sanitarias serán establecidos por
las Altas Partes contratantes, por las Partes en conflicto o por una de las
Partes en conflicto, de común acuerdo o separadamente, en consonancia
con los procedimientos que sean recomendados por la Organización de Aviación
Civil Internacional.
2.
Las Partes en conflicto, por acuerdo especial, podrán establecer para uso
entre ellas, un sistema electrónico similar para la identificación de
vehículos sanitarios y de buques y embarcaciones sanitarios.
CAPITULO
IV - COMUNICACIONES
Artículo
9 - Radiocomunicaciones
La
señal de prioridad prevista en el artículo 7 del presente Reglamento
podrá precederá a las correspondientes radiocomunicaciones de
las unidades sanitarias y de los medios de transporte sanitarios para la
aplicación de los procedimientos que se pongan en práctica de conformidad con
los artículos 22, 23, 25, 26, 27, 28, 29, 30 y 31 del
Protocolo.
Artículo
10 - Uso de códigos internacionales
Las
unidades sanitarias y los medios de transporte sanitarios podrán
usar también los códigos y señales establecidos por la Unión
Internacional de Telecomunicaciones, la Organización de Aviación
Civil Internacional y la Organización Consultiva Marítima
Intergubernamental. Esos códigos y señales serán usados de conformidad con
la normas, prácticas y procedimientos establecidos por dichas
Organizaciones.
Artículo
11 - Otros medios de comunicación
Cuando
no sea posible establecer una comunicación bilateral por radio, podrán
utilizarse las señales previstas en el Código Internacional de Señales adoptado
por la Organización Consultiva Marítima Intergubernamental o en el
Anexo correspondiente del Convenio de Chicago sobre Aviación Civil
Internacional, del 7 de diciembre de 1944, con las modificaciones que
se introduzcan posteriormente.
Artículo
12 - Planes de vuelo
*
NOTA: FAVOR HACER CUADROS Y GRAFICAS CONTENIDOS EN LAS PAGS. 53 A 60
Los
acuerdos y notificaciones relativos a los planes de vuelo a que se
refiere el artículo 29 del Protocolo se formularán, en todo lo posible,
de conformidad con los procedimientos establecidos por la Organización de
Aviación Civil Internacional.
Artículo
13 - Señales y procedimientos para la interceptación de aeronaves
sanitarias Si se utilizase una aeronave interceptadora para comprobar la
identidad de una aeronave sanitaria en vuelo o para ordenar a ésta
el aterrizaje de conformidad con los artículos 30 y 31 del Protocolo,
tanto la aeronave sanitaria como la interceptadora deberían usar los
procedimientos normalizados de interceptación visual y por radio prescritos en
el Anexo 2 del Convenio de Chicago sobre Aviación Civil Internacional, del
7 de diciembre de 1944, con sus modificaciones
posteriores.
CAPITULO
V - PROTECCION CIVIL
Artículo
14 - Tarjeta de identidad
1.
La tarjeta de identidad del personal de los servicios de protección civil
prevista en el párrafo 3 del artículo 66 del Protocolo se rige por las
normas pertinentes del artículo 1 de este
Reglamento.
2.
La tarjeta de identidad del personal de protección civil puede ajustarse al
modelo que se indica en la figura 3.
3.
Si el personal de protección civil está autorizado a llevar armas ligeras
individuales, se debería hacer mención de ello en la tarjeta de
identidad.
Artículo
15 - Signo distintivo internacional
1.
El signo distintivo internacional de protección civil previsto en el
párrafo 4 del artículo 66 del Protocolo ser un triángulo equilátero
azul sobre fondo naranja. En la figura 4, a continuación, aparece un
modelo.
2.
Se recomienda:
a)
que si el triángulo azul se utiliza en una bandera, brazalete o dorsal,
éstos constituyan su fondo naranja; b) que uno de los ángulos del triángulo
apunte hacia arriba, verticalmente; c) que ninguno de los tres ángulos
tenga contacto con el borde del fondo
naranja.
3.
El signo distintivo internacional ser tan grande como las
circunstancias lo justifiquen. Siempre que sea posible, el signo deber
colocarse sobre una superficie plana o en banderas visibles desde todas las
direcciones posibles y desde la mayor distancia posible. Sin perjuicio
de las instrucciones de la autoridad competente, el personal de protección
civil deber estar provisto en la medida de lo posible, del signo
distintivo en el tocado y vestimenta. De noche o cuando la visibilidad sea
escasa, el signo podrá estar alumbrado o iluminado; puede también
estará hecho con materiales que permitan su reconocimiento gracias a medios
técnicos de detección.
CAPITULO
VI - OBRAS E INSTALACIONES QUE CONTIENEN FUERZAS
PELIGROSAS
Artículo
16 - Signo internacional especial
1.
El signo internacional especial para las obras e instalaciones que contienen
fuerzas peligrosas, previsto en el párrafo 7 del artículo 56 del Protocolo,
consistir en un grupo de tres círculos del mismo tamaño de color
naranja vivo a lo largo de un mismo eje, debiendo ser la distancia
entre los círculos equivalente a su radio, según indica la figura 5.
2.
El signo será tan grande como las circunstancias lo justifiquen.
Cuando se coloque sobre una superficie extensa, el signo podrá repetirse
tantas veces como sea oportuno según las circunstancias. Siempre que
sea posible, se colocar sobre una superficie plana o sobre anderas
de manera que resulte visible desde todas las direcciones posibles y
desde la mayor distancia posible.
3.
Cuando el signo figure en una bandera, la distancia entre los límites
exteriores del signo y los lados contiguos de la bandera ser equivalente
al radio de un círculo. La bandera ser rectangular y su fondo
blanco.
4.
De noche o cuando la visibilidad sea escasa, el signo podrá estar
alumbrado o iluminado. Puede estar hecho también‚n con materiales que
permitan su reconocimiento gracias a medios técnicos de
detección.
ANEXO
II
TARJETA
DE IDENTIDAD DE PERIODISTA EN MISION PELIGROSA
EL
SUSCRITO SECRETARIO GENERAL DE LA COMISION ESPECIAL, CERTIFICA que el anterior
texto corresponde al no improbado por la Comisión Especial, el día 4 de
Septiembre de 1991.
_____________________________
MARIO RAMIREZ ARBELAEZ
Secretario General
III.
INTERVENCIONES
En
respuesta a las comunicaciones que en desarrollo de lo dispuesto en el artículo
11 del decreto 2067 de 1991 se surtieron, el Ministerio de Relaciones
Exteriores[3]
por conducto de apoderada, el Congreso de la República[4] por intermedio de su
ex-presidente y el Defensor del Pueblo[5]
concurrieron al proceso para defender la exequibilidad del instrumento que se
revisa.
La
apoderada del Ministerio de Relaciones Exteriores fundamenta la
constitucionalidad del Protocolo I en cuestión en la armonía que su contenido
normativo guarda con los cánones de nuestra Constitución. Hace ver que ambos
Estatutos consagran los mismos deberes y derechos fundamentales de los Estados
como son los relativos a la soberanía, independencia e igualdad jurídica de los
mismos.
Señala
esa misma coincidencia en materia de la regulación que trae el Protocolo I para
la protección de los derechos humanos, del medio ambiente y de los bienes
civiles, así como en lo concerniente a la preservación de la riqueza cultural
en caso de conflictos armados. Tal concordancia con las disposiciones de nuestra
Carta Fundamental, a su juicio, determina la constitucionalidad del Protocolo
en examen.
Por
su parte el Defensor del Pueblo, Doctor Jaime Córdoba Triviño, no entra a
cuestionar ni a definir la competencia de esta Corte para asumir el control de
constitucionalidad del Protocolo I. A propósito de la constitucionalidad de
este instrumento, hace las siguientes reflexiones:
"....El
Protocolo I que viene a permitir la aplicación de los Convenios de Ginebra,
sólo contempla la protección de las víctimas de la guerra a nivel internacional
lo que no contraría disposición alguna de la Carta Suprema.
"Por
el contrario se aviene al espíritu que orientó la adopción de un amplio
catálogo de derechos, cual es el de proteger los derechos fundamentales del ser
humano sin que sea posible restricción alguna.
"El
derecho a la vida, a la dignidad humana, a la autonomía personal, a la
integridad entre otros se encuentran amparados en el Protocolo I que si es
ratificado por Colombia vendría a constituirse en un mecanismo más de defensa
al que se podría acudir para proteger a la población civil, a los heridos,
enfermos (militares o civiles), náufragos y prisioneros de guerra que se vean
indefensos ante una operación militar y ocupación del territorio.
"Es
tal la importancia que revisten los tratados y convenios internacionales que
reconocen los derechos humanos, que el artículo 93 constitucional establece su
prevalencia en el orden interno e incorpora el derecho internacional con el fin
de que los derechos humanos puedan interpretarse según su normativa.
"Las
disposiciones del Protocolo I están orientadas hacia la humanización de la
guerra para que a través de sus preceptivas los países se vean en la obligación
de restringir la violencia y proteger a las personas no combatientes".[6]
El
ex-presidente del Congreso de la República, Doctor Carlos Espinosa Facio-Lince,
es categórico en afirmar que los tratados que hubiesen sido aprobados, al menos
por una de las Cámaras del Congreso y cuya ratificación autorizó el artículo 58
transitorio de la Constitución previamente "deben ser sometidos a la
revisión de la Corte" pues, pese a que la citada disposición transitoria
no lo diga, en su sentir el único efecto que esta produce es el de "tener
por aprobados por el Congreso" los instrumentos que se encontraren en
dicha situación. De otra parte, opina que:
"
..... La decisión del Gobierno de someter el Protocolo al estudio de la
Comisión Especial y la decisión de ésta de no improbarlo, resultan contrarias a
lo dispuesto en los artículos transitorios 6o., literal a), y 58
constitucionales".[7]
En
su sentir, el Protocolo I "se ajusta íntegramente a los preceptos
constitucionales" pues sus disposiciones se fundan en principios
humanitarios aceptados por Colombia que en manera alguna pugnan con el
ordenamiento constitucional como quiera que:
"
....ellas tratan de la protección debida a los heridos, enfermos y náufragos,
a las personas en poder de la parte adversaria o internadas, detenidas o privadas
de su libertad, a las unidades sanitarias, a los medios de transporte sanitario
y al personal sanitario y religioso; del derecho de las familias a conocer la
suerte de sus miembros y de la obligación de las partes en conflicto de buscar
las personas desaparecidas, permitir su búsqueda y sepultar, respetar y
conservar los restos de las personas fallecidas y facilitar su repatriación;
de la prohibición de emplear armas, proyectiles, materias y métodos de hacer la
guerra de tal índole que causan males superfluos o sufrimientos innecesarios y
del empleo de métodos o medios que puedan causar daños extensos, duraderos y
graves al medio ambiente; de la prohibición de emplear medios pérfidos; de la
prohibición de hacer uso indebido de emblemas reconocidos, tales como los de la
Cruz Roja, la Media Luna o el León y Sol Rojos y del emblema distintivo de las
Naciones Unidas; de la prohibición de hacer uso de las banderas o de los
emblemas, insignias o uniformes militares de Estados neutrales o que no sean
parte en el conflicto, y de los del adversario durante los ataques para
cubrir, favorecer, proteger u obstaculizar operaciones militares; de la
prohibición de ordenar que no haya sobrevivientes, amenazar con ello al
adversario o conducir las hostilidades en función de tal decisión; de la
salvaguardia del enemigo fuera de combate; del respeto y la protección de la
población civil y de los bienes de carácter civil; de las garantías
fundamentales de las personas que estén en poder de una parte en conflicto, y
entre éstas la del debido proceso; de las medidas especiales para la protección
de las mujeres, y de los niños, y de las medidas de protección de
periodistas."[8]
IV.
EL MINISTERIO PUBLICO
El
señor Procurador General de la Nación, Doctor CARLOS GUSTAVO ARRIETA PADILLA[9], mediante oficio No.
032 de junio 10 de 1992, rindió en tiempo el concepto fiscal de su
competencia. En él reitera que la Corte Constitucional carece de competencia
para conocer por la vía automática de la constitucionalidad de los tratados
cuyo procedimiento de adopción interna fue regulado por el mecanismo "sui
generis" consagrado en el artículo 58 de la Carta Política. Por ello
solicita a esta Corte proferir fallo inhibitorio.
A
esos efectos reproduce los argumentos con fundamento en los cuales ese Despacho
esbozó la referida tesis en los conceptos A.C.-T.I.-002 y A. C.- T.I.-003 con
ocasión de la revisión de la enmienda de la O.I.T. y del Acuerdo Básico de
Cooperación Técnica entre la República de Colombia y la República Oriental del
Uruguay. Son ellos, los siguientes:
"....El
Gobierno Nacional para proceder a desarrollar la autorización (no la facultad
extraordinaria) excepcional que le confiere el artículo 58 transitorio, debía verificar
que el Proyecto de Ley por medio del cual se incorporaba al ordenamiento
jurídico interno un tratado o convenio internacional, se encontraba en la
situación jurídica siguiente:
"a)
Aprobado por una de las Cámaras del Congreso de la República, lo cual exigía
que se surtieran los dos debates reglamentarios en la Comisión Constitucional
Permanente y en la Cámara respectiva, y por ende, se había tomado la decisión
correspondiente para que continuara su trámite, debate y aprobación en la otra
Cámara;
b)
Por tanto, el proyecto de la ley debía hallarse en tránsito de debate y
aprobación en la otra Cámara del Congreso;
c)
Que el proyecto de ley aprobatorio del tratado, no hubiere sido aprobado en
todos sus debates reglamentarios, pues en caso contrario, solo le faltaría la
sanción presidencial;
d)
Verificado lo anterior, el Gobierno Nacional debía proceder a ratificarlo, sin
que mediara actuación distinta, o sea sin sancionarlo ni someterlo para su
validez a trámites no previstos, puesto que se trataba de un simple proyecto de
ley, que en virtud de la disposición transitoria no se convertiría en ley de
la República".
"Inequívocamente,
la competencia de la Corte para ejercer su potestad de control previo de
revisión, debe cumplir los presupuestos que se relacionan a continuación:
"5.1.
Que el tratado internacional sea remitido por el Gobierno Nacional dentro de
los seis días siguientes a la sanción de la ley;
"5.2.
Que el asunto sometido a conocimiento de la Corte, sea una ley aprobatoria de
un tratado internacional, debidamente sancionada por el presidente de la
república.
"Estos
son dos requisitos esenciales para que la Corte pueda avocar el conocimiento
por vía de revisión previa, lo cual supone además que el tratado internacional
no se encuentre perfeccionado, esto es que el Estado por intermedio del
Gobierno no haya manifestado su consentimiento en obligarse internacionalmente
por el convenio en cuestión.
"Estos
requisitos exigidos por el numeral 10 del artículo 241 de la Constitución
Política vigente, no se reúnen en el presente asunto, pues no existe ley
aprobatoria de un tratado internacional, simple y llanamente se encontraba en
tránsito de ser ley de la República".
"Las
consideraciones hechas en esa ocasión, son las mismas para el caso bajo examen,
toda vez que, según certificación del Secretario General de la Comisión Segunda
del Senado de la República que obra a folio 55 de las copias del expediente
remitidas a este Despacho, el proyecto de ley denominado "PROTOCOLO
ADICIONAL A LOS CONVENIOS DE GINEBRA DEL 12 DE AGOSTO DE 1949 RELATIVO A LA
PROTECCION DE LAS VICTIMAS DE LOS CONFLICTOS ARMADOS INTERNACIONALES (PROTOCOLO
I) ADOPTADO EN GINEBRA EL 8 DE JUNIO DE 1977" fue aprobado en primer y segundo
debate en la Cámara de Representantes, y como tal nunca se perfeccionó como
Ley de la República aprobatoria del tratado, ya que la Asamblea Nacional
Constituyente suspendió su procedimiento de incorporación ordinario, para que
el Gobierno lo ratificara en este estado, y en consecuencia éste no estaba
habilitado, facultado o autorizado para enviar el tratado a la Corte
Constitucional para que se efectuara el control previo automático del mismo,
pues la única alternativa que tenía era la de ratificar el tratado o no
hacerlo."[10]
V.
LA OPINION DE LOS EXPERTOS
El
Magistrado Ponente, en uso de sus competencias legales invitó al Doctor
HERNANDO VALENCIA VILLA, en su calidad de experto en las materias relacionadas
con el tema del proceso, a presentar concepto sobre las relaciones entre el
derecho interno y el derecho internacional público en la nueva Constitución con
particular referencia al derecho internacional humanitario y sobre otros
aspectos relevantes para la decisión.
El
Doctor Valencia Villa considera que el artículo 93 Constitucional:
"resuelve
de un plumazo la vieja disputa escolástica entre monismo y dualismo en las
relaciones derecho internacional -derecho nacional". [11]
Según
este precepto -que califica de revolucionario-
"...
los instrumentos internacionales sobre derechos humanos adquieren rango
constitucional en Colombia, lo cual significa que prevalecen contra la ley en
todos los casos e incluso contra la propia norma fundamental si ella se opone
de manera ostensible e injustificada al ius qentium. En otras palabras,
la disposición crea una nueva categoría de leyes, que no podemos calificar más
que como leyes constitucionales: las leyes aprobatorias de tratados públicos de
derechos humanos, comprendidos los de derecho humanitario como los cuatro
Convenios de Ginebra de 1949 y sus dos Protocolos adicionales de 1977, que
sobrepujan a cualquier otra ley en la materia humanitaria, por ministerio del
constituyente de 1991."[12]
A su juicio, la perspectiva humanista e internacionalista
del constituyente de 1991 es puesta de presente por el mismo artículo 93 y por
la aplicación absoluta del derecho internacional humanitario durante los
estados de excepción conforme lo señalan los artículos 212 a 215 de la Carta.
En estos casos -continúa-
"... resulta
evidente que el constituyente ha decidido que la vigencia efectiva de las
libertades fundamentales sólo se consigue mediante la limitación de la
soberanía del Estado y la ampliación correlativa de la autonomía del individuo.
La única restricción de la soberanía nacional que no sólo puede aceptarse sino
que incluso debe promoverse es la que se sigue de la plena aplicación de la
legislación internacional de derechos humanos. Más aún, la actual coyuntura
nacional exige la utilización del derecho internacional de los derechos
humanos, que es una normatividad general para democracias funcionales en
tiempos de paz, y también y sobre todo del derecho internacional humanitario,
que es una normatividad especial para democracias disfuncionales en tiempos de
guerra. No existe, pues, excusa alguna para seguir eludiendo la invocación y
aplicación del Derecho de Ginebra al conflicto armado interno, por cuanto el
estatuto superior lo impone como legislación civilizadora y humanizadora del
nuevo régimen de excepción, bajo el cual, conviene añadir tampoco "podrán
suspenderse los derechos humanos ni las libertades fundamentales", según
dispone el mismo artículo 214 constitucional."[13]
Por
lo demás considera.
"...la prevalencia del derecho internacional de los derechos humanos en el
orden interno se refiere a todos los instrumentos, es decir, tanto a los ya
ratificados e incorporados cuanto a los que en el futuro se ratifiquen e incorporen.
Dos argumentos sustentan esta tesis: puesto que el derecho internacional de los
derechos humanos constituye un corpus normativo en avanzado estado de
codificación, como que está integrado en lo planetario por la Declaración
Universal de 1948 y los Pactos internacionales de 1966, y en lo continental por
la Declaración Americana de 1948 y la Convención Americana de 1968, parece
incuestionable que la intención del constituyente del 91 en el artículo 93 no
fue otra que la de incorporar el estado del arte en materia de protección
jurídica internacional de la persona humana a nuestro código supremo, de suerte
que el derecho constitucional estuviese reforzado por el discurso
internacional en cuanto concierne a la defensa de la ciudadanía y de sus garantías
fundamentales. Por otra parte, si bien la nueva constitución es norma
reformatoria y derogatoria, la precedente legislación nacional en todos los
ramos sigue vigente hasta tanto no sea derogada por el Congreso o declarada
inexequible por la Corte, mucho más en tratándose de una preceptiva como la
que nos ocupa, que tiene un status de tanta jerarquía en el
ordenamiento jurídico reconstituido por la Carta del 91. Una interpretación
distinta del artículo 93 haría nugatorio el mandato del constituyente."[14]
Por
otra parte, en su criterio "no existe oposición alguna entre el Protocolo
I y la Constitución vigente" comoquiera que este último:
"...constituye
el más reciente y avanzado ejercicio de codificación del jus cogens o
derecho consuetudinario de los pueblos sobre el tratamiento debido, por razones
de humanidad, a las víctimas y a la población civil no combatiente en las
guerras convencionales o interestatales."[15]
"...recoge
los principios cardinales del derecho de la guerra y los convierte en normas de
derecho humanitario... De esta suerte, mal puede una Constitución moderna y
democrática como la colombiana de 1991, cuya racionalidad teleológica resulta
claramente garantista o libertaria, estar en contradicción con un instrumento
internacional como el Protocolo I, que no es otra cosa que la codificación del
núcleo inderogable de normas mínimas de humanidad que rigen en los conflictos
armados. Y la prueba de que el derecho humanitario es hoy la ley fundamental
de la humanidad, a la cual no podría oponerse lícitamente Constitución nacional
alguna que se pretenda fundadora y reguladora de un Estado social de derecho de
carácter democrático, es la universal aceptación de los Convenios de Ginebra de
1949 y sus Protocolos adicionales de 1977."[16]
V.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
A.
Competencia.
Esta
Corporación no comparte la tesis expuesta por el señor Procurador General de la
Nación. Estima, por el contrario, que es competente para revisar oficiosamente
los tratados en vía de formación a que se refirió el artículo 58 transitorio de
la Carta y, por ende, para pronunciarse de mérito y con carácter definitivo
sobre la exequibilidad del instrumento internacional sometido a examen , con
base en las consideraciones siguientes:
1- La
tesis de la incompetencia se sustenta en una interpretación formalista,
asistemática, exegética y literal del artículo 58 de la Carta.
Ese
entendimiento es a todas luces contrario a la Carta comoquiera que comporta un
palmario desconocimiento de la naturaleza de la jurisdicción que se asigna en
el artículo 241 a la Corte Constitucional cuando se le confía la guarda de la integridad
y supremacía de la Constitución y, en tal virtud, se le atribuye en el numeral
10 la función de "decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los
tratados internacionales y de las leyes que los aprueben."
Cuando
el Constituyente instituyó en dicho numeral el control previo y oficioso de los
instrumentos internacionales en vías de perfeccionamiento en modo alguno
excluyó a aquellos respecto de los cuales contempló el trámite excepcional de
que trata su artículo 58 transitorio.
Por
tanto, esta Corte reitera los argumentos que expuso en la sentencia con la
cual culminó la revisión constitucional del Acuerdo Básico de Cooperación
Técnica y Científica entre la República de Colombia y la República Oriental
del Uruguay de que da cuenta el Expediente AC-TI-03 (Magistrado Ponente Doctor
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO):
"....Cuando
el artículo 58 transitorio autorizó al Gobierno para ratificar los tratados o
convenios celebrados que hubiesen sido aprobados al menos por una de las
cámaras, consagró norma excepcional en cuanto a la culminación del trámite en
el Congreso habida cuenta del receso dispuesto para ese cuerpo legislativo
(Capítulo 1o. de las disposiciones transitorias), pero nada indica que esa
autorización incluyera, además, la excepción al control previo de constitucionalidad
plasmado genéricamente en el artículo 241, numeral 10 de la Carta. Aceptarlo
así equivaldría a concluír que los tratados o convenios cobijados por la norma
transitoria fueron inexplicablemente sustraídos del control previo. En estos
términos, la falta de control político del Congreso no necesariamente implicaba
la del control jurídico.
"Semejante
consecuencia no se deriva del nuevo sistema constitucional y, muy por el
contrario, riñe abiertamente con el objetivo de certeza buscado por el Constituyente
al regular esta materia.
"....
La Corte considera que el artículo transitorio 58 de la Constitución no excluye
y, por el contrario, supone el control previo de constitucionalidad, ya que no
puede interpretárselo de manera aislada sino en armonía con las demás
disposiciones de la Carta, en especial con su artículo 241, numeral 10.
"En
efecto, uno de los fines primordiales de los sistemas de control constitucional
reside en la adquisición de certeza sobre el ajuste de un determinado acto a la
normativa superior, deducida en el curso de un proceso que culmine con el
pronunciamiento definitivo del órgano al cual esa tarea ha sido confiada, en el
caso colombiano la Corte Constitucional.
"Desde
el momento en que una cierta clase o categoría de actos queda sometido por la
propia Constitución a ese procedimiento de control, todos los que a aquella
pertenecen, si respecto de cada uno se dan los supuestos previstos por el
ordenamiento jurídico, deben pasar, sin lugar a excepciones, por el correspondiente
trámite que asegure su examen.
"A
partir de la vigencia de la Constitución de 1991, habida cuenta de la
previsión consagrada en el numeral 10 de su artículo 241, no cabe duda sobre el
necesario sometimiento al control previo de constitucionalidad a cargo de esta
Corte de los tratados internacionales y las leyes que los aprueben.
"La
medida de esta función de la Corte está dada no solamente por el claro sentido
del texto, el cual extiende el control -haya o no ley aprobatoria- al tratado
mismo, sino por una razón sistemática: la de que el ordenamiento
constitucional está orientado a la revisión de los tratados cuyo canje de notas
aún no se ha producido, a fin de asegurar, antes de que entre en vigencia, la
sujeción de sus cláusulas a las previsiones constitucionales, conciliando así
la prevalencia de las normas fundamentales con el principio de derecho
internacional sobre cumplimiento de los tratados en vigor". [17]
2-
En estudio sobre el tema de la competencia de esta Corte para proferir fallo de
fondo en cuanto a este y seis tratados más remitidos por el Ministerio de
Relaciones Exteriores que el suscrito ponente realizó por encargo de la Sala
Plena y que ésta acogió, según consta en Acta No. 52 correspondiente a la
sesión celebrada el pasado 6 de abril se concluyó:
"....
pese al trámite sui generis y de carácter excepcional que sufrieron por
razón del tránsito constitucional, estos constituyen verdaderos tratados en
vías de formación, pues con respecto a ellos aún no se ha producido su
perfeccionamiento, toda vez que con anterioridad a su revisión por la Corte el
ejecutivo no había manifestado el consentimiento en obligarse por ellos en el
ámbito internacional. Como tales están sometidos al control de
constitucionalidad previsto en el numeral 10 del artículo 241 de la
Carta".[18]
Conviene
en esta ocasión recordar las razones de tipo histórico, sistemático y
teleológico que permitieron arribar a esa conclusión.
a-
El tenor literal del texto positivo
Ciertamente,
de una lectura superficial podrían surgir dudas acerca del sentido en que, en
el numeral 10 del articulo 241, el Constituyente utilizó el termino
"tratados internacionales" al indicar que su control de constitucionalidad
competería a la Corte Constitucional.
Empero,
el propio conjunto normativo a que pertenece la citada expresión la dota de una
significación unívoca al indicar que en este caso fue empleada como connotativa
del instrumento internacional que está cumpliendo un proceso de celebración y
perfeccionamiento y respecto del cual ya se han realizado las fases de
negociación, adopción, y autenticación del texto, de sometimiento al Congreso
para aprobación y de aprobación por éste. Pero cuyo perfeccionamiento está pendiente,
por no haberse aún producido el acto del Ejecutivo que perfecciona en el ámbito
internacional la manifestación de voluntad del Estado en obligarse por el
Tratado.[19]
En
efecto, las etapas posteriores a la sanción presidencial de la ley
aprobatoria del tratado internacional, al tenor de la norma solo pueden
cumplirse según sean los resultados del control. De hecho, la disposición
preceptúa que "...si la Corte los declara constitucionales el Gobierno
podrá efectuar el canje de notas" y que "en caso contrario no serán
ratificados".
Quiere
ello decir que los actos concernientes a la manifestación del consentimiento
en obligarse en el ámbito internacional son ulteriores al control, como quiera
que solo pueden tener lugar después de que éste se ha verificado, toda vez que
sus resultados condicionan la posibilidad de que aquéllos se produzcan.
Ello
indica que al momento en que se surte el control de constitucionalidad, el
acuerdo no es un instrumento perfecto sino un "proyecto de tratado",
y que por lo mismo, el instituido es un control previo que opera después de que
el presidente ha sancionado la ley aprobatoria del tratado y antes de que
éste se perfeccione mediante la ratificación presidencial, el canje o depósito
de los instrumentos de ratificación o de adhesión, o en la forma que en el
tratado se haya convenido.
Nótese
por demás a éste respecto, que la propia redacción de la norma en comento
evidencia que el control del tratado se produce antes de que éste tenga
existencia como acto jurídico en el ámbito internacional.
Más
aún: la propia Carta da cuenta de otros casos en los que, a diferencia del
analizado, el Constituyente usó la palabra "tratados internacionales"
como indicativa de acuerdo internacional perfeccionado, y en los que, como en
éste, su sentido unívoco resulta del propio texto del artículo al cual
pertenece. A modo ilustrativo, se citan los siguientes:
ARTICULO
53.
"...
Los
convenios internacionales del trabajo, debidamente ratificados, hacen parte de
la legislación interna.
"..."
ART.
101:
"...
Los
límites señalados en la forma prevista por ésta Constitución, solo podrán
modificarse en virtud de tratados aprobados por el congreso, debidamente
ratificados por el presidente de la república."
"..."
Asimismo,
hay en la Constitución Política otros casos análogos al analizado, en los que
el Constituyente usó la expresión "tratados internacionales" como
indicativa de acuerdo internacional no perfeccionado, y en los que, como en
éste, su sentido unívoco también resulta del propio texto del artículo al cual
pertenece. De éste tipo son los siguientes:
"...
ARTICULO
150. Corresponde al congreso hacer las leyes. Por medio de ellas ejerce las
siguientes atribuciones:
"...
16.
Aprobar o improbar los tratados que el gobierno celebre con otros Estados o con
entidades de derecho internacional.
"..."
"ARTICULO
164. El congreso dará prioridad al trámite de los proyectos de ley
aprobatorios de los tratados sobre derechos humanos que sean sometidos a su
consideración por el gobierno.
"..."
"ARTICULO
224. Los tratados, para su validez, deberán ser aprobados por el congreso...
"..."
"ARTICULO
189. Corresponde al presidente de la república como jefe de Estado, jefe del
gobierno y suprema autoridad administrativa:
"...
"6.
Proveer a la seguridad exterior de la República...declarar la guerra... y
convenir y ratificar los tratados de paz.
"..."
b- Los
antecedentes históricos de la norma y el
pensamiento
del Constituyente
Los
antecedentes históricos del numeral 10 del Artículo 241 vigente corroboran la
tesis que se viene sosteniendo/ En efecto, a lo largo del proceso de
formación de eta norma, hubo uniformidad y continuidad en los lineamientos
trazados por el Constituyente, lo cual confiere fuerza y validez en este caso
al argumento histórico como criterio hermeneútico. Tiénense al respecto los
siguientes datos relevantes:
Los
ponentes María Teresa Garcés Lloreda y José María Velasco Guerrero[20], en el informe que
rindieron a la Comisión Cuarta sobre el tema de "El control de
constitucionalidad, Corte Suprema de Justicia y Consejo de Estado"
observaron:
"...
En todos los proyectos presentados se conservan las funciones sobre el control
de constitucionalidad que tenía la Corte Suprema de Justicia, incluyendole
nuevas atribuciones:
"...
"2.
Decidir sobre la constitucionalidad de los tratados y de las leyes que los
aprueben..."
Los
citados autores ponen de presente que las diferencias de criterio que a este
propósito se presentaron, se relacionaron únicamente:
"...
con el momento en que debe realizarse el control, pues algunos constituyentes
afirman que dicho control debe efectuarse una vez el tratado o convenio haya
sido aprobado por la ley, antes del canje de notas; y otros que tal control
debe realizarse antes de haber sido sometido a aprobación por ley del
congreso."[21]
A
su juicio:
"...
el control debe tener lugar tanto sobre el contenido del tratado como sobre
la ley aprobatoria del mismo, una vez que esta haya sido sancionada,
trámite que de una parte permite un control total sobre el fondo y la forma,
pero que a su vez evita duplicidad en la función de este control, y por tanto
dilaciones en la obtención de una seguridad jurídica. La declaratoria de
inconstitucionalidad, ya sea del tratado o de la ley aprobatoria, por parte de
la Corte, impediría la ratificación o el canje de notas."[22] (Subrayas fuera de
texto)
A
lo dicho, los ponentes añaden:
"...
todos los miembros de la subcomisión estuvieron de acuerdo en la conveniencia
de establecer el control de constitucionalidad sobre los tratados públicos y
sus leyes aprobatorias, de manera expresa, antes de que se proceda a
ratificarlos, presentándose discrepancias en la etapa del proceso interno en
que dicho control debe ser ejercido y en cuanto a si éste debe ser automático,
o si puede ser puesto en marcha por cualquier ciudadano, mediante el empleo de
la acción de inexequibilidad."[23]
El
Constituyente José María Velasco Guerrero[24]
a lo anterior agrega que:
"las
diferencias se presentan en lo relativo al tema del control de las leyes
aprobatorias de tratados internacionales, pues unos les otorgan carácter de
leyes especiales, de jerarquía prevalente, que no pueden ser objeto de
acción de inexequibilidad; Sin embargo, la mayoría considera plausible el
control previo por la Corte del texto de los tratados. con miras a asegurar
la compatibilidad de los tratados internacionales con el derecho interno."[25]
En
el informe de ponencia sobre "las relaciones internacionales"[26], los constituyentes
Arturo Mejía Borda, Miguel Santamaría Dávila, Guillermo Plazas Alcid, Alfredo
Vásquez Carrizosa, y Fabio de Jesús Villa, hacen alusión a lo expresado en la
Convención de Viena sobre el Derecho de los tratados (Mayo 23 de 1969, aprobada
por la ley 32 del 29 de Enero de 1985) al disponer que:
"Se
entiende por tratado un acuerdo internacional celebrado por escrito entre
estados, y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento
único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación
particular."
En
el informe de ponencia para sesión plenaria sobre "la Corte
Constitucional, Corte Suprema de Justicia y Consejo de Estado, proposiciones
divergentes" la ponente María Teresa Garcés Lloreda dió a conocer el
siguiente artículo:
"...
"Artículo
8:
Atribuciones de la Corte Constitucional.
A
la Corte Constitucional se le confía la guarda de la integridad y supremacía de
la Constitución, y en consecuencia tendrá las siguientes atribuciones:
"...
"7.
Decidir definitivamente sobre la constitucionalidad de los tratados
internacionales y de las leyes que los aprueben; con tal finalidad el gobierno
los remitirá a la Corte Constitucional dentro de los 6 días siguientes al de la
sanción de la ley. Si la Corte los declara constitucionales, el gobierno podrá
efectuar el canje de notas; en caso contrario no serán ratificados.
"..."
Afirma
la ponente que dicho artículo se fundamenta en que a la Corte Constitucional
le corresponde la guarda de la integridad y la supremacía de la Constitución
y entre sus atribuciones está la de decidir directamente sobre la
constitucionalidad de los tratados internacionales y las leyes que los aprueben,
con anterioridad al canje de notas.
Al
respecto explica:
"Se
trata de dar una mayor seguridad jurídica a la comunidad con relación a la
conformidad de los tratados con las normas de la Carta; garantizándose de
esta forma el control político por parte del congreso y el control
jurisdiccional por la Corte Constitucional, con anterioridad a la adquisición
de compromisos internacionales por el gobierno Nacional. Si bien es cierto que
en algunos proyectos se propuso que el control se ejerciera con anterioridad
al trámite de la ley por el congreso, la Comisión IV consideró la conveniencia
de que se efectúe en forma automática una vez aprobada la ley para que el
mismo pueda versar tanto sobre el contenido del tratado, como sobre los
aspectos formales de la ley aprobatoria."[27]
El
artículo aprobado en primer debate fue del siguiente tenor:
"...
"ARTICULO
68: Son funciones de la Corte Constitucional (Corte Suprema de Justicia):
Decidir
definitivamente sobre la exequibilidad de los tratados internacionales y de las
leyes que los aprueben; con tal fín el gobierno los remitirá a la Corte, dentro
de los 6 días siguientes al de la sanción de la ley. Cualquier ciudadano podrá
intervenir para defender o impugnar su constitucionalidad. Si la Corte los
declara constitucionales, el gobierno podrá efectuar el canje de notas; en caso
contrario, no serán ratificados.
"Cuando una o varias normas
de un tratado multilateral sean declaradas inexequibles por la Corte Constitucional
(Corte Suprema de Justicia), el presidente de la república solo podrá
manifestar el consentimiento en obligarse formulando la correspondiente reserva."[28]
Conforme
lo acredita la respectiva acta, en la sesión plenaria de Mayo 24 de 1991[29] hubo acuerdo en que
los tratados deben ser celebrados por el ejecutivo, aprobados por el congreso,
y tener un control de constitucionalidad antes de que sean ratificados por el
ejecutivo.
En
la Gaceta Constitucional No. 113, de Julio 5 de 1991 se publicó el articulado
de la Constitución de Colombia, que fue codificado por la Comisión respectiva y
propuesto a la Asamblea Constituyente para segundo debate. La norma correspondiente
al tema que se analiza dice:
"...
"ARTICULO
250. A la Corte Constitucional se le confía la guarda de la integridad y
supremacía de la Constitución en los estrictos y precisos términos de éste
artículo. Con tal fin, cumplirá las siguientes funciones:
"...
10.
Decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los tratados internacionales
y de las leyes que los aprueben. Con tal fín el gobierno los remitirá a la
Corte dentro de los 6 días siguientes a la sanción de la ley. Cualquier
ciudadano podrá intervenir para defender o impugnar su constitucionalidad. Si
la Corte los declara constitucionales, el gobierno podrá efectuar el canje de
notas; en caso contrario, no serán ratificados.
"Cuando
una o varias normas de un tratado multilateral sean declaradas inexequibles por
la Corte Constitucional (Corte Suprema de Justicia) el presidente de la
república solo podrá manifestar el consentimiento en obligarse formulando la
correspondiente reserva."[30]
Para
finalizar, se observa que en la Gaceta Constitucional No. 114 de Julio 7 de
1991 en la cual tuvo lugar la promulgación de la Constitución Política de la
República de Colombia[31]
quedó contemplado el texto anteriormente mencionado en el que hoy es el
Artículo 241 del Capítulo 4, alusivo a la "Jurisdicción
Constitucional" que pertenece al Título VIII de la Carta, titulado
"De la Rama Judicial."
Tal
es entonces la evolución que el artículo sobre control constitucional de los
tratados tuvo en la Asamblea Nacional Constituyente. El seguimiento histórico
de su proceso de gestación demuestra que la intención inequívoca del
Constituyente fue la de establecer en el actual numeral 10 del artículo 241 de
la Carta Política un control previo, automático e integral.
c-
La interpretación teleológica:
Los
tratados como instrumentos de internacionalización de las relaciones
económicas, sociales y culturales y el logro
de
la meta de integración.
El
argumento teleológico es quizás el más concluyente de entre los que se pueden
esbozar para sustentar la tesis según la cual el control constitucional de los
tratados internacionales que se contempla en el artículo 241-10 de la Carta
Política es previo, automático e integral.
La
internacionalización de las relaciones sociales, económicas, políticas e
incluso ecológicas de la nación colombiana fue preocupación central del
Constituyente de 1991, quien por ello, la concibió como esencial propósito de
la actividad estatal.
Varias
razones permiten hacer la anterior afirmación. Por un lado, el tema de la
internacionalización fue consignado en el preámbulo de la Carta, como
inherente al propósito de integración que en éste se consagra. Por otro, el
Constituyente se ocupó de él en el artículo 9o. de la Constitución, al
señalar los principios fundamentales que han de guiar la política exterior
colombiana.
El
tema de la internacionalización, además de haber sido consagrado en el
preámbulo, y como un principio fundamental de la Carta, fue materia de un
capítulo especial de la misma dedicado -por primera vez en la historia del
constitucionalismo colombiano-, exclusivamente a ese tema. El capítulo,
insertado dentro del título que trata de la rama ejecutiva, contempla los
propósitos y organismos relativos a las relaciones internacionales de
Colombia. En ese capítulo, la Carta consagra la obligación del Estado colombiano
de promover la internacionalización de las relaciones económicas, políticas,
sociales y ecológicas dentro de ciertos principios.
Así,
pues, el problema de la internacionalización del país fue un tema
fundamental dentro de las preocupaciones del Constituyente del 91. Ello queda
claro en la ponencia que la Comisión Tercera de la Asamblea Constitucional
presentó para primer debate a la plenaria. La Comisión propuso el artículo
sobre internacionalización, como consta en la Gaceta Constitucional No. 53, del
18 de Abril de 1991, y éste fue aprobado por 62 votos a favor, ningún
voto negativo, y una abstención.[32]
La
ponencia aludida, cuyo texto completo figura publicado en la Gaceta
Constitucional No. 94, del 11 de Junio de 1991, entre otras, enfatizaba las
siguientes ideas:
"La
integración es expresión de una trascendental tendencia del derecho
internacional contemporáneo a partir del reconocimiento de las limitaciones del
Estado Nacional... La internacionalización es un imperativo
contemporáneo".[33]
En
el debate relativo a éste artículo de la internacionalización, efectuado en
la sesión plenaria del 16 de Mayo de 1991[34],
los señores Constituyentes se pronunciaron de manera vehemente en favor de la
idea, como consta en las transcripciones que de los debates hizo la Presidencia
de la República.
En
tales debates, se hicieron, entre otros, los siguientes planteamientos:
"...En
el mundo que nos movemos cada vez es más clara una interrelación entre los
paises...Es totalmente imposible hoy moverse en el mundo aisladamente..."
"...Acoger
y consagrar el tema de la internacionalización implicaría una de las mas
importantes decisiones que tomaría la asamblea nacional constituyente...es un
objetivo de largo aliento del país...En la internacionalización está la base
del verdadero desarrollo del país..."
"...Esta
Constituyente tiene por supuesto muchas metas políticas; la democratización de
este país, un nuevo consenso social y político que nos permita un nuevo
ordenamiento, unas nuevas reglas de juego dentro de las cuales podamos
convivir de manera civilizada, pero también está ahí anotada la consigna de la
internacionalización de la modernización de este país en cuanto pueda ajustar
su ordenamiento jurídico, ajustar su propia mentalidad a las nuevas realidades
del mundo..."
"...La
misión de esta Constituyente fracasará si no contemplamos también la necesidad
de establecer mecanismos que desarrollen el proceso de internacionalización..."
"...La
internacionalización de las relaciones es una realidad incontrovertible que no
podemos modificar y que debemos
aprobar..."[35]
Al
final, el artículo fue votado afirmativamente, casi por completa unanimidad,
como ha quedado arriba establecido.[36]
Los
Constituyentes, consecuentes con el principio de la internacionalización,
discutieron en la sesión plenaria del 24 de mayo de 1991[37], el tema del control
constitucional de los tratados internacionales.
En
la ponencia respectiva, presentada por la Comisión Cuarta a la Plenaria, se
propuso el control jurisdiccional automático en forma directa por la
Corte Constitucional de todos los tratados internacionales. La
ponencia afirmaba:
"
Todos los compromisos internacionales del país deben tener un control, control
político por parte del congreso, el cual se traduce en la expedición de una ley
y el presidente, una vez que sancione esta ley debe enviar a la Corte
Constitucional dentro del término de 6 días la ley, para que la Corte, en una
forma muy rápida dictamine sobre la constitucionalidad tanto del contenido del
tratado como del procedimiento de la ley. De lo que se trataría con este control
automático es de que ABSOLUTAMENTE TODOS LOS COMPROMISOS INTERNACIONALES DEL
PAÍS GOCEN DE ABSOLUTA SEGURIDAD JURIDICA...para no dejar al vaivén de
posibles demandas posteriores a la ley...si se cumplen de manera
automática esos controles participarían las tres ramas del poder
público...Habría un compromiso de las tres ramas del poder público con ese
tratado."[38]
Conclúyese
de lo que hasta ahora se ha expuesto que para el Constituyente era claro que la
meta de la internacionalización que tenía en mente solo sería realizable si a
través del control previo, automático e integral de los tratados, tal y como
quedó consagrado en la norma 241-10 del articulado final, se aseguraba la
compatibilidad del ordenamiento internacional con el derecho nacional.
El
debate correspondiente a este tema fue particularmente ilustrativo sobre la
conveniencia de instituir éste tipo de control. En efecto, sobre este punto se
dijo:
"...
es conveniente prevenirse en salud hacia el futuro, para que los tratados que
sean ratificados por el presidente y respecto de los cuales se haga el
respectivo canje de notas, no tengan que ser impugnados por ninguna razón. Es
decir, que después de aprobado por el congreso, pasaría a cumplir con el
control de constitucionalidad que implica el control de su contenido y el
control de su forma, entrando el presidente a firmar el tratado... no se le
entrega con esto la facultad discrecional a la Corte Constitucional... que es
en últimas la que maneja los negocios correspondientes a los tratados
internacionales, porque al igual, si fuera solo un control de contenido de los
tratados, de hecho también la Corte podría declararlos inexequibles y por
tanto, decirle al presidente que no puede firmar uno u otro tratado... la
diferencia radica en que el congreso de la República tendría que ceñirse a
todas las normas necesarias para poder aprobar el tratado, y si no se ciñe a
ellas, entonces el tratado podría ser declarado inexequible por no haber
cumplido con los requerimientos necesarios para su aprobación en el congreso,
caso en el cual debe volver al congreso, y de esta manera volver a desarrollarse
este control de constitucionalidad, para que luego de que se cumpliera con
todos los requisitos de contenido constitucional, y de forma en su trámite,
eso sí pudiera ser firmado por el presidente definitivamente... o ratificado
por el Presidente y luego hacer el respectivo canje de notas, después de lo
cual no habría ningún recurso contra ese tratado que pasaría a ser parte de
nuestra institucionalidad.."
"...Estamos
acogiendo el control previo constitucional de los tratados públicos antes de
la ratificación, porque después de la ratificación ya no puede hacerse control,
porque pertenecen justamente a la órbita internacional que supera y excede la
órbita de la Nación..."
"...Ello
(el control previo y automático) eliminaría la posibilidad de ejercer
posteriormente la acción pública de inconstitucionalidad..."
"...El
tema del control automático de los tratados resuelve la mayor parte de las
inquietudes que se habían venido suscitando en la doctrina nacional..."[39]
En
síntesis:
El
proceso que culminó con el rediseño de nuestro Estatuto fundamental estuvo, por
éste aspecto, determinado por la necesidad de dimensionar el quehacer estatal y
de proyectarlo a planos y escenarios que rebasan la matriz espacial tradicional
del Estado, como reconocimiento de que las necesidades y urgencias que plantean
el desarrollo y el progreso nacionales requieren, para poder ser satisfechas,
de la cooperación y de otras formas de intercambio que permitan maximizar
ventajas comparativas y aprovechar posibilidades de complementariedad con otros
sujetos.
Como
consecuencia de la creciente internacionalización de las relaciones e
intercambios de toda índole que tienen lugar entre actores estatales y no
estatales y, en virtud de la tendencia cada vez mayor al reforzamiento y a la
acentuación de los vínculos e interacciones que en ese ámbito se cumplen por el
hecho de tornarse el mundo cada vez más interdependiente, el Constituyente
debió también dotar a los instrumentos respectivos de cualidades que, -sin
desconocer los requerimientos propios del ordenamiento nacional-, permitieran
su adecuación a las exigencias propias de dicho proceso.
Ahora
bien, si los tratados internacionales son, en esencia, el mecanismo fundamental
de realización del propósito de internacionalización y de la meta de integración
según la propia Constitución, y si regla de oro de su interpretación es la de
que el intérprete ha de privilegiar siempre aquella en cuya virtud se logre la
armonización de las disposiciones constitucionales que aparentemente se hallan
en pugna, fuerza es concluir que el tipo de control de constitucionalidad
instituído por el Constituyente en la regla 10 del artículo 241 de la Carta es
el que ha sido caracterizado como previo, automático e integral. Este tipo de
control garantiza por un lado el cumplimiento de los compromisos
internacionales que es corolario de ineludible observancia por haber adherido
Colombia a las normas de convivencia entre las naciones civilizadas una de las
cuales precisamente es la conocida como Pacta Sunt Servanda -como lo
proclama el Artículo 9 de la Carta-. Por otro, asegura el respeto y la
observancia del Estatuto Fundamental por sus autoridades inclusive cuando
desarrollan funciones en el plano internacional, pues no se remite a duda que
la supremacía de la Constitución que se consagra en el Artículo 4 de la misma
no admite sino las excepciones que la propia Carta establece.
Si
a lo dicho se agrega que el juez constitucional al interpretar la Carta debe
también tener en cuenta que el cambio constitucional busca corregir defectos y
deficiencias que la experiencia ha puesto de presente, así como responder a las
necesidades institucionales del ser nacional, (por ejemplo, instituir un
control que permitiera conciliar los extremos de que se ha dado cuenta,) no
cabe la menor duda de que el analizado, por ser previo, automático e integral
tiene la virtud de dotar de seguridad jurídica al Estado tanto en el plano
interno como en el internacional.
d-
La interpretación sistemática
Para
los efectos de este análisis debe también tenerse en cuenta el artículo 9o. de
la Constitución Política por cuanto que en dicha disposición el Constituyente
consagró los fundamentos rectores de las relaciones exteriores del Estado, uno
de los cuales es "... el reconocimiento de los principios del derecho
internacional aceptados por Colombia."
El
pilar esencial del Derecho de los tratados está representado por el inmemorial
principio conocido como PACTA SUNT SERVANDA el cual obliga a Colombia no
solo en cuanto norma de derecho internacional consuetudinario sino en cuanto
norma de derecho internacional convencional, consagrada en la Convención de
Viena, aprobada mediante la Ley 32 de l985.
En
efecto, el artículo 26 de la citada Convención, perteneciente a la Sección 1a.
sobre OBSERVANCIA DE LOS TRATADOS, de la Parte III preceptúa que:
"Todo
Tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de
buena fe."
A
propósito de este principio comenta el tratadista NIETO NAVIA[40]:
"...
que la norma PACTA SUNT SERVANDA constituya uso establecido por los Estados y
su aceptación por los países civilizados y en la conciencia jurídica de los pueblos
la constituya en principio general de derecho internacional típico no es sino
demostración del valor de la norma aludida.
"La
norma PACTA SUNT SERVANDA llamada por Taube el axioma, postulado e imperativo
categórico de la ciencia del derecho internacional", constituye la regla
más antigua y el más antiguo también problema de interés común para todos los
Estados."
"Es
evidente que la norma según la cual los tratados deben ser cumplidos,
trasladada del derecho romano al derecho natural de la Edad Media y convertida
en norma consuetudinaria de derecho internacional, constituye, si no la norma
fundamental de todo el derecho internacional, sí la del Derecho de los
tratados".
e-
Características principales del control previsto en el
artículo
241, numeral l0 C.N.
De
lo dicho, se infiere que ésta forma de control presenta las siguientes
características:
l.
Es un control previo por cuanto se produce antes del
perfeccionamiento del tratado, una vez que el congreso lo ha aprobado mediante
ley y el presidente la ha sancionado , o a más tardar dentro de los seis días
siguientes.
cuanto se produce antes del perfeccionamiento del tratado;
2.
Es un control automático en la medida en que su operancia no se
supedita a la existencia de acción ciudadana debidamente formulada; por el
contrario, la función de control se pone en marcha tan pronto como el gobierno
sancione la ley aprobatoria, o a más tardar, dentro de los seis días
siguientes.
3.
Es un control integral puesto que versa sobre el contenido
material normativo del tratado así como sobre el de la ley aprobatoria, tanto
por razones de forma como de fondo. El tenor literal del artículo 241-10 C.N.
no deja duda de que el control comprende los dos elementos del acto complejo
cuando dispone: "Decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los
tratados internacionales y de las leyes que los aprueban. Con tal fin, los
remitirá..." (Subrayas fuera del texto)
Esta
explícita redacción pone término a eventuales diferencias de interpretación
acerca de si el contenido del proyecto de tratado en sí mismo considerado es o
no susceptible de control constitucional, con lo cual evita los pronunciamientos
inhibitorios por parte del órgano de control. Recuérdese a éste respecto que la
Corte Suprema de Justicia -aun cuando admitió la posibilidad de controlar el
tratado antes de su perfeccionamiento según los postulados de la tesis de la
competencia temporal[41]-
se abstuvo de pronunciarse de mérito respecto de cargos atinentes al contenido
mismo del tratado cuando estos se formulaban después de que éste se hubiera
perfeccionado.
4.
Dado el efecto general inmediato de la Constitución Política, el control
susodicho opera respecto de los tratados que a partir del 1o. de diciembre de
l991, fecha de instalación del congreso elegido el 27 de octubre pasado, hayan
sido aprobados por éste y cuya ley aprobatoria sea sancionada por el presidente
de la república.
Asimismo
opera respecto de los tratados que habiendo sido sometidos por el gobierno a la
consideración de la Comisión Especial Legislativa, durante el período de sus
sesiones, no fueron improbados por ésta en ejercicio de la atribuciones que le
fueron conferidas por el numeral a) del artículo transitorio 6o. de la
Constitución Política.
De
otra parte, exigir como lo pretende la Vista Fiscal, que existiera una ley
aprobatoria como condición previa e indispensable para que los tratados en vías
de formación a que se refirió el artículo 58 Constitucional transitorio
pudieran ser objeto de control constitucional, equivale a desconocer que del
mismo tránsito constitucional que dió lugar al cierre del congreso emanó la
imposibilidad de agotar dicho trámite legislativo. Esa fue precisamente la
circunstancia que motivó al Constituyente de 1991 a darlo por cumplido respecto
de tales instrumentos con la aprobación, a lo menos, de una de las Cámaras.
No se olvide por lo demás que la propia Constitución manda la prevalencia de lo
sustancial sobre lo formal en las actuaciones de los órganos que, como esta
Corte, ejercen función jurisdiccional.
Por
todo ello, no puede esta Corporación darle validez al argumento según el cual
los instrumentos de que trata el artículo 58 transitorio no son susceptibles de
control constitucional so pretexto de que solo en presencia de una ley
aprobatoria y previa su remisión por el gobierno dentro de los seis días
siguientes puede esta Corte ejercer el control previo de constitucionalidad de
los tratados públicos en vías de formación.
Por
lo expuesto, avocará el mérito del asunto materia del presente proceso, a lo
cual seguidamente se procederá.
B. EL
PROTOCOLO I: SUS TEMAS ESENCIALES
La
revisión del Protocolo I obliga a esta Corte a ocuparse de los temas de la
naturaleza "per se", fuerza vinculante y especificidad del derecho
internacional humanitario, de su regulación en las Constituciones de 1886 y de
1991 y del significado y alcance de su expresión convencional. Ello permitirá
hacer unas consideraciones sobre la correlación existente entre
valores-principios y normas para precisar la razón de ser del control
constitucional respecto de las normas que integran el "corpus" del
derecho internacional humanitario.
1.
El derecho internacional humanitario: naturaleza, especificidad y fuerza
vinculante
a)
La guerra y el derecho internacional de
los
conflictos armados
La
aceptación de la guerra como un mecanismo esencial e inevitable de la solución
de disputas internacionales ha llevado consigo la necesidad de limitar sus
efectos nefastos mediante la observancia de un mínimo de normas de conducta,
recogidas en los principios humanitarios. Como consecuencia de tal
reconocimiento, y con el propósito imponer el respeto a unas reglas de juego
mínimas en circunstancias extremas, se ha hecho imperiosa la regulación
jurídica de la guerra, a través de normas encaminadas a reducir la utilización
innecesaria de la violencia contra las personas y los bienes.
Así,
pues, desde tiempos remotos se ha considerado que la guerra como hecho real no
implica la ausencia total del derecho. De hecho, los primeros acuerdos
internacionales que introdujeron principios de limitación a los medios bélicos
tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XIX. Entre ellos se encuentran la
Declaración de Derecho Marítimo de París de 1864, sobre prisioneros y heridos
de guerra, ampliada luego en 1906, 1929 y 1949, la Declaración de San
Petesburgo de 1868 sobre prohibición de ciertas armas y las Convenciones y
Declaraciones de la Haya de 1889, ampliadas en 1907.
El
tratamiento jurídico de la guerra no se limita entonces a la regulación del
derecho de la guerra (jus ad bellum) bajo una perspectiva estatal, sino
que comprende aspectos globales del conflicto (jus in bello) que
incluyen una perspectiva civil y humanitaria.
De
esta manera, pueden diferenciarse dos tradiciones complementarias: en primer
lugar el derecho de la guerra, de más antigua tradición y que se encuentra
comprendido, en lo fundamental, en los Convenios de la Haya de 1899 y 1907; en
segundo lugar, el derecho internacional humanitario plasmado hoy en los cuatro
Convenios de Ginebra de 1949[42],
y en sus dos Protocolos adicionales de 1977[43].
El primero de tales Procotolos es, precisamente, el objeto central del presente
fallo.
b-
Naturaleza y especificidad
Por
cuanto respecta a su contenido específico, se ha destacado justamente que:
"El
derecho internacional humanitario esta compuesto por un conjunto de normas, que
limitan, por razones humanitarias, el derecho de las partes en conflicto de
escoger libremente los métodos y los medios utilizados en la guerra o que
protegen a las personas y a los bienes afectados o que puedan ser afectados
como consecuencia del conflicto." [44]
Este
derecho está comprendido en los cuatro Convenios de Ginebra, los dos protocolos
adicionales de 1977, los Convenios de la Haya de 1899 y 1907 y el derecho
internacional consuetudinario de los conflictos armados.
El
derecho internacional humanitario es aplicable en situaciones de conflicto
armado en las que sea necesario un grado de protección mayor que el que brinda
el derecho internacional de los derechos humanos, como agudamente lo señala
Goldman[45],
en los siguientes términos:
"
Aunque estas dos ramas del derecho internacional comparten el mismo
propósito de proteger a la persona humana y tienen un núcleo común de derechos
inderogables, las detalladas disposiciones del derecho humanitario ofrecen a
las víctimas de la violencia armada un grado de protección y auxilio bastante
más alto que las garantías generales de derechos humanos; quizá el área de
mayor convergencia de estas dos ramas del derecho internacional se da en
situaciones de conflictos armados de carácter exclusivamente interno."
Es
por eso que el derecho internacional humanitario, según lo observa Christopher
Swinarski del CICR[46]
:
"...es
un derecho de excepción, de emergencia que tiene que intervenir en caso de
ruptura del orden internacional y también interno en el caso de un conflicto
no-internacional."
Estas
características confieren mayor especificidad a los tratados del derecho
internacional humanitario dentro del conjunto del derecho internacional:
En
efecto, la doctrina destaca que los tratados de corte tradicional se crean para
establecer un intercambio recíproco de derechos, o derechos recíprocos y
subjetivos entre las partes contratantes o para concederse obligaciones también
recíprocas en defensa de sus intereses nacionales.
Por
su misma naturaleza, es claro que tales tratados son inaplicables a terceros
Estados, tal como se desprende la Convención de Viena de 1969 y como lo ha
reconocido expresa y reiteradamente la doctrina y la jurisprudencia
internacionales.
Los
tratados en los que se plasma el derecho internacional humanitario son, por el
contrario, una buena muestra de que en ellos los Estados contratantes no
aparecen en condición de reales o potenciales beneficiarios sino únicamente
como obligados. Además, la fuerza vinculante de ellos no depende ya de la
voluntad de un Estado en particular sino, primordialmente, del hecho de que la
costumbre entre a formar parte del corpus del derecho internacional.
Por lo demás, en estos tratados no opera el tradicional principio de la
reciprocidad ni tampoco, -como lo pone de presente la Corte Internacional de
Justicia en el caso del conflicto entre Estados Unidos y Nicaragua-, son
susceptibles de reserva.
De
otra parte, tradicionalmente se ha diferenciado también en el ámbito del
derecho internacional de los conflictos armados entre derecho de la guerra y
derecho humanitario, tal como lo señala el Profesor Hernando Valencia Villa en
opinión solicitada por esta Corte:
"Los
expertos han distinguido entre el derecho humanitario o derecho de Ginebra y el
derecho de la guerra o derecho de la Haya, como las dos ramas que forman el
derecho internacional de los conflictos. Mientras el primero asiste y protege
a las personas afectadas por la lucha armada, el segundo limita la libertad de
las partes contendientes para escoger y utilizar los diferentes medios y
métodos de combate. Empero, la distinción tiende a desdibujarse y a perder su
razón de ser a causa de la creciente convergencia entre las dos legislaciones,
o mejor aún, de la evidente absorción del derecho de la Haya por el derecho de
Ginebra. Así aparece con claridad meridiana en el Protocolo I, que recoge los
principios cardinales del derecho de la guerra y los convierte en normas de
derecho humanitario. Tales principios son: la cláusula Martens, originaria del
Reglamento de la Haya sobre la guerra terrestre de 1907 y relativa a la
aplicación de reglas éticas en subsidio o complemento de las reglas jurídicas
de civilización de la lucha armada (...); las tres regla fundamentales de la
guerra civilizada (prohibición de hostilidades contra objetivos no militares,
de armas de destrucción masiva o indiscriminada y de procedimientos pérfidos o
deshonrosos) (...) y la llamada cláusula finlandesa del artículo 75 del
Protocolo I, que acoge los preceptos básicos del derecho internacional de los
Derechos Humanos en el corazón de la legislación humanitaria."[47]
En
resumen, el derecho internacional humanitario contiene normas que limitan el
derecho de las partes en conflicto a elegir libremente los medios y métodos
utilizados en combate, así como disposiciones encaminadas a proteger a las
víctimas y a los bienes susceptibles de verse afectados por un conflicto
armado.
c)
El derecho internacional humanitario y el ius cogens:
fuerza vinculante.
El
derecho internacional público está compuesto no sólo por normas de carácter
dispositivo, como los son todos los acuerdos interestatales que se apartan del
derecho internacional común, siempre y cuando no afecten los derechos de los
terceros Estados, sino también por normas obligatorias. Incluso antes de la
entrada en vigencia de la Carta de la O.N.U. -dice Alfred Verdross- eran nulos
los tratados que se opusieran a las buenas costumbres (contra bonos mores).
Luego
de la entrada en vigencia de la Carta de Naciones Unidas, son obligatorias
todas las normas relativas a la protección de los derechos humanos
fundamentales y a la prohibición del uso de la fuerza (Art. 2-4).
Esta
idea ha sido recogida por el artículo 23 de la Convención de Viena sobre el
Derecho de los tratados del 23 de mayo de 1969, según el cual es nulo todo
tratado que esté en oposición con una norma imperativa del derecho
internacional general, entendiendo por ello, "una norma aceptada y
reconocida por la comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma
que no admite acuerdo en contrario."
Con
base en estos supuestos Eduardo Suárez[48]
-representante mexicano en la Convención de Viena- define el ius cogens
como:
"aquellos
principios que la conciencia jurídica de la humanidad, revelada por sus
manifestaciones objetivas, considera como absolutamente indispensable para la
coexistencia y la solidaridad de la comunidad internacional en un momento
determinado de su desarrollo orgánico".
En
opinión del doctor José Joaquín Caicedo Perdomo[49], hacen parte del ius
cogens las siguientes normas imperativas:
"1)
Normas relativas a los derechos soberanos de los Estados y de los pueblos
(igualdad, integridad territorial, libre determinación etc.);
2)
Normas relativas al mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales;
3)
Normas sobre la libertad de la voluntad contractual y la inviolabilidad de los
tratados;
4)
Normas sobre protección de los derechos del Hombre y
5)
Normas relativas al uso del espacio terrestre y ultraterrestre perteneciente a
la comunidad de Estados en su conjunto. "
En
relación con la protección de los derechos humanos es necesario hacer algunas
precisiones. En primer lugar, se trata de un derecho ampliamente codificado: en
lo planetario en La Declaración Universal de 1948 y los Pactos internacionales
de 1966 y en lo continental en la Declaración Americana de 1948 y en la
Convención Americana de 1968.
En
segundo lugar, el derecho internacional humanitario constituye la aplicación
esencial, mínima e inderogable de los principios consagrados en los textos
jurídicos sobre derechos humanos en las situaciones extremas de los conflictos
armados. De ahí su carácter de legislación civilizadora y humanizadora,
aplicable en los conflictos armados tanto nacionales como internacionales.
De
otra parte, existe una estrecha conexión entre el derecho internacional
humanitario y el ius cogens. Así lo reconoció la Corte Internacional de
Justicia en el fallo sobre el Estrecho de Corfú y de manera más precisa aún en
el fallo del 27 de junio de 1986 relativo al caso de las actividades militares
y paramilitares emprendidas por los Estados Unidos contra Nicaragua. En este
último caso, la Corte se refirió al ius cogens en vista de la reserva
presentada por el gobierno de los Estados Unidos en relación con los tratados
multilaterales. Teniendo presente esta reserva, la Corte[50] fundó su
decisión en el derecho consuetudinario y no en los convenios pertinentes.
"El
hecho de que los principios de derecho consuetudinario -dice el tribunal
internacional- estén codificados o incorporados en convenios multilaterales no
significa que dejen de existir y de aplicarse como principios de derecho
consuetudinario." (Enfasis fuera de texto)
Los
actos denunciados, según la Corte, se encontraban condenados por los principios
generales del derecho humanitario, entendidos como consideraciones elementales
de humanidad, como un mínimo aplicable en todas las circunstancias
independientemente de las normas convencionales existentes.
Las
ideas anteriores se encuentran reforzadas por la universal aceptación del
derecho internacional humanitario en el ámbito internacional. En efecto, la
fuerza moral y jurídica de los protocolos I y II, -los cuales representan, en
opinión del profesor Hernando Valencia Villa, la última versión de la noble y
antigua tradición de las leyes y costumbres de la guerra-, se deriva del hecho
de su aceptación.
Según
el último informe del Comité Internacional de la Cruz Roja[51] hasta el 31 de
diciembre de 1991, 168 Estados eran parte de los Convenios de Ginebra, 108 del
Protocolo I y 98 del Protocolo II. De ahí que el citado autor[52] afirme que:
"Estas
cifras ponen de manifiesto la amplia acogida que en la comunidad de los Estados
han tenido los instrumentos humanitarios y en especial los cuatro Convenios de
Ginebra de 1949, que constituyen el conjunto con mayor número de Estados partes
en toda la historia del derecho de gentes, al punto que superan a la propia
Carta de Naciones Unidas. La idea de que el conflicto puede ser librado de
manera humanitaria es, entonces, el valor ético y jurídico que más consenso ha
conseguido concitar entre los miembros del sistema internacional."
En
síntesis, los principios del derecho internacional humanitario plasmados en los
Convenios de Ginebra y en sus dos Protocolos, por el hecho de constituir un
catálogo ético mínimo aplicable a situaciones de conflicto nacional o
internacional, ampliamente aceptado por la comunidad internacional, hacen parte
del ius cogens o derecho consuetudinario de los pueblos. En consecuencia, su
fuerza vinculante proviene de la universal aceptación y reconocimiento que la
comunidad internacional de Estados en su conjunto le ha dado al adherir a esa
axiología y al considerar que no admite norma o práctica en contrario. No de su
eventual codificación como normas de derecho internacional, como se analizará
con algún detalle mas adelante. De ahí que su respeto sea independiente de la
ratificación o adhesión que hayan prestado o dejado de prestar los Estados a
los instrumentos internacionales que recogen dichos principios.
El
derecho internacional humanitario es, ante todo, un catálogo axiológico cuya
validez absoluta y universal no depende de su consagración en el ordenamiento
positivo.
2.
El derecho internacional humanitario en la Constitución.
a)
Constitución de 1886
No
hubo en la Constitución de 1886, ni en las anteriores, disposición alguna que
definiera la posición del ordenamiento interno colombiano respecto del derecho
internacional general o del derecho internacional convencional.
En
efecto, dicha Carta no reconoció la validez general y superior del derecho
internacional general en el ámbito interno. Tampoco hubo en ella algún precepto
que indicare si los principios generales del derecho internacional formaban o
no parte del ordenamiento estatal.
En
cambio, la validez general y supraestatal del derecho comunitario o de
integración económica fue reconocida en el artículo 76-18, por virtud de
cláusula especial.
En
materia del derecho internacional convencional la Carta del 86 no hizo un
reconocimiento positivo de su valor jerárquico como quiera que no existió en
ella norma que expresamente confiriera a los tratados internacionales un grado
determinado dentro de la jerarquía normativa del orden jurídico colombiano.
La
única referencia que hizo al respecto fue la que se consignó en el artículo 121
a propósito de las facultades de que quedaba investido el presidente de la
república en virtud de la declaratoria de estado de sitio, de acuerdo al cual:
"En
caso de guerra exterior o de conmoción interior podrá el Presidente, con la
firma de todos los Ministros, declarar turbado el orden público y en estado de
sitio toda la República o parte de ella. Mediante tal declaración el gobierno
tendrá, además de las facultades legales, las que la Constitución autoriza para
tiempos de guerra o de perturbación del orden público y las que, conforme a las
reglas aceptadas por el Derecho de Gentes, rigen para la guerra entre las
naciones."
Luego
de una rigurosa indagación acerca del significado del término "derecho de
gentes" en el referido precepto, Alejandro Valencia Villa[53] concluye que:
"La
fórmula, tal como está redactada es bastante compleja y vaga[54].
Revisemos lo que dice nuestra doctrina constitucional sobre la materia. Es
común encontrar las siguientes frases en los libros tradicionales de derecho
constitucional cuando se refieren al derecho de gentes: "Estas facultades
no han sido definidas claramente..."[55],
"...esas facultades resultan muy amplias por ser imprecisas..."[56] y
otros señalan que Caro decía que es "un derecho que nadie conoce, una ley
que no está escrita en parte alguna, y que poco a poco o nada se diferencia de
la arbitrariedad"[57] .
Los mismos autores se limitan a decir que "ellas se encuentran en los
códigos o disposiciones militares [o] son las establecidas por las costumbres
internacionales en relación con las guerras entre naciones"[58], o
no saben a ciencia cierta si el término derecho de gentes se interpreta como
sinónimo de derecho internacional o de derecho internacional humanitario[59]. Por
lo demás, unos dicen que sólo son aplicables en caso de guerra exterior[60] y
otros lo amplían también a las circunstancias de conmoción interior.
Para
otros tratadistas, sea o no sea vaga la fórmula, lo que busca el derecho de
gentes es moderar los efectos atroces y las inevitables crueldades de la
guerra. "Este confiere al gobierno las facultades reguladas en los
estatutos de la guerra, y al mismo tiempo, limitaciones tendientes a
humanizarla". Resulta importante, pues, desentrañar de una vez por todas
el verdadero sentido del derecho de gentes en el artículo 121
constitucional..."
La
historia de esta norma permite atribuir a la referencia que en ella se hace a
las reglas aceptadas por el "derecho de gentes", el significado de
derecho internacional humanitario.
En
síntesis, conforme al artículo 121 de la Constitución del 86 durante la guerra
exterior o la conmoción interior el Presidente debía respetar los parámetros y
restricciones a la conducción de hostilidades que tanto el derecho de la Haya
como el derecho de Ginebra imponen en aras de la protección de la persona, de
la población civil, de los no combatientes y de las víctimas de los conflictos
armados.
Esta
protección especial fue reforzada por la aprobación de los cuatro Convenios de
Ginebra de 1949 mediante la ley 5 de 1960 y la posterior ratificación de los
mismos. Por lo tanto, la aplicación obligatoria del derecho internacional
humanitario y por ende, del articulo tercero común[61] a los cuatro
Convenios, tiene una historia de por lo menos treinta años en Colombia. Tan
clara es esta afirmación que las disposiciones relacionadas con el cumplimiento
de los Convenios se encuentran consagradas en los artículos 14 y 169 del Código
Penal Militar (Decreto. 2550 de 1989). Incluso el Manual de Campaña del
Ejercito Nacional cita el artículo tercero común de los Convenios.
b)
El derecho internacional humanitario en la Asamblea Constituyente: Antecedentes
de los artículos 93 y 214 de la Carta
Una
minuciosa revisión de los documentos de la Asamblea permite señalar que los
Constituyentes tuvieron clara conciencia de la especificidad e importancia
concreta tanto del derecho internacional de los derechos humanos, como del
derecho internacional de los conflictos; por tanto, sus opiniones al respecto
constituyen valiosos elementos para la interpretación y aplicación de los
artículos 93 y 214 de la Carta vigente.
Así
por ejemplo, el Constituyente Diego Uribe Vargas señaló con toda claridad que:
"Hay
necesidad de reconocer la superioridad de esos convenios (sobre derechos
humanos) celebrados en el campo internacional dentro de nuestra futura Carta
Constitucional; es decir, ...en materia de derechos humanos, yo diría que todo
el orden jurídico debe merecer la supremacía de las normas internacionales...
Yo creo que la primera cosa es consagrar explícitamente la supremacía de las
normas y convertirlas en normas vigentes en el ordenamiento interno y no solo
alusiones teóricas a un orden internacional del cual formamos parte, pero que
no cumplimos..."[62]
El
Constituyente Alfredo Vásquez Carrizosa[63]
manifestó su acuerdo con la propuesta del constituyente Uribe Vargas en el
sentido de que:
"es
preciso enmarcar los derechos dentro del primado del derecho internacional,
porque Colombia no está inventando el derecho internacional. Colombia es un
Estado miembro de las instituciones internacionales y tiene el deber o de
salirse de esas instituciones o de respetar lo que allí se dice con el voto de
Colombia..."
"...Qué
pasa con el derecho internacional humanitario que no rige en Colombia? ... no
rige dizque porque no hemos ratificado el Protocolo II; pero en los cuatro
convenios de Ginebra de 1949 ratificados por la República de Colombia y llevada
la ratificación a la Confederación Helvética está el artículo tercero que
acuerda la protección especial a las poblaciones civiles que no están mezcladas
ni en la guerra exterior ni en los conflictos internos y esos convenios no se
aplican porque aquí tenemos bombardeos aéreos... pero no se aplica estando
ratificado porque no se puede hacer la guerra interior sino violando el
artículo tercero común a los cuatro convenios... Yo estoy de acuerdo con el
Señor constituyente Uribe Vargas en consagrar el marco del derecho
internacional, yo tengo aquí un artículo que he presentado: el derecho
internacional tiene prelación sobre el derecho interno en materia de derechos
humanos. Me parece que el derecho internacional nos evita cambiar la
constitución cada vez que cambia el derecho internacional, si aprobamos en
gracia de discusión la Constitución Gaviria, hay que cambiar la constitución
cada vez que cambia el derecho internacional."
Sobre
el mismo tema el delegatario Augusto Ramírez Ocampo[64] observó que:
"...estamos
proponiendo la supremacía del derecho internacional sobre el derecho nacional,
me parece que esa es la base fundamental del ordenamiento jurídico
internacional y no solamente en el tema de los derechos humanos, porque yo si
preveo señor Presidente,... que el mundo avanza... para bien a una
internacionalización progresiva y a una especie de condominio universal de
ciertos principios de convivencia inalterables que no pueden ser suplantados.
Por ello, señor Presidente, siendo canciller de la República de Colombia
adherí a una serie de mecanismos, establecidos, por ejemplo, en el sistema
interamericano contra la censura; llevamos a la ratificación el que coloca a
Colombia bajo la jurisdicción de la Corte Interamericana de los Derechos
Humanos, y como ello me parece que todo esfuerzo de internacionalización
conlleva implacablemente una pérdida de soberanía y yo creo que vamos a tener
que estar preparados para ella y debemos aceptarla para modernizar las
instituciones y no podemos volver a dar el espectáculo un poco bochornoso que
tuvo Colombia en épocas del Canciller Vásquez Carrizosa y del Presidente
Pastrana cuando algunas normas adoptadas dentro del sistema andino fueron
echadas abajo por la Corte Suprema de Justicia; necesitamos establecer con
claridad que la norma internacional rige por encima de la nacional, porque hace
parte de nuestro derecho. Yo estoy de acuerdo en que debemos hacer la consulta,
lo que se ha llamado el examen previo de constitucionalidad de los tratados
pero que una vez adoptados, ello son nuestra norma real y suprema y debe ser
aceptada por todos..."
Es
digno de señalar que las anteriores opiniones pertenecen a voceros prominentes
de diversos grupos políticos y fueron expresadas en momentos en que culminaban
las labores de la Asamblea, lo cual permite suponer que representan en buena
medida la opinión dominante que tuvo en cuenta la Comisión codificadora para la
redacción final de los artículos 93 y 214 de la Carta vigente. En particular,
dichas opiniones expresan un acuerdo fundamental acerca de la incidencia de los
diversos instrumentos internacionales en materia de derechos humanos y derecho
de los conflictos en nuestro ordenamiento.
c)
La Constitución de 1991
La
Carta de 1991 confirma y refuerza tanto la obligatoriedad del derecho
internacional de los derechos humanos como la del derecho internacional
humanitario.
Así,
en materia de derechos humanos la Constitución colombiana recoge toda la
tradición del constitucionalismo occidental, incluyendo sus más modernos
postulados, en materia de derechos humanos y mecanismos de protección. El
amplio desarrollo que en el texto constitucional encuentran las llamadas tres generaciones
de derechos humanos, es una prueba evidente de la voluntad del constituyente de
hacer de esta materia la piedra angular del ordenamiento jurídico-político.
Pero
la Asamblea Nacional Constituyente no se contentó con señalar una amplia y
generosa lista de derechos respaldados por variados mecanismos de protección,
sino que hizo referencia a la necesidad de respetar en toda circunstancia
valores y principios fundamentales de la persona humana y del régimen político
con independencia de su consagración expresa. Así se deduce de los
artículos 93 y 94 de la Constitución Política actualmente en vigor.
En
el primero de ellos, el Constituyente consagró la primacía del derecho
internacional convencional relativo a los derechos humanos, al establecer la
prevalencia de los tratados y convenios ratificados por Colombia y la
obligación de interpretar la Carta de derechos de conformidad con dichos
convenios y tratados.
En
el artículo 94 estableció la posibilidad de aplicar derechos no consagrados en
el texto constitucional o incluso en los convenios y tratados ratificados por
Colombia, cuando se trate de derechos inherentes a la persona humana. De
acuerdo con este texto constitucional, el valor inherente o fundamental no
depende de la consagración expresa: es, pues, un valor normativo independiente
de toda consagración en el ordenamiento positivo, tal como lo entendía el
clásico derecho natural racionalista.
Por
otra parte, en el artículo 214, numeral 2o. de la Carta se consagró el valor
supraconstitucional del derecho internacional humanitario cuando, al regular
los parámetros a que se sujetan las atribuciones presidenciales durante los
estados de excepción, dispuso que:
"En
todo caso se respetarán las reglas del derecho internacional humanitario".
No
se exige, en tales condiciones, ratificación o adhesión al convenio o al
tratado. En otros términos, con la incorporación de este principio los
constituyentes quisieron ante todo proteger los valores humanitarios
reconocidos universalmente por la comunidad internacional, abstracción hecha
del derecho que los consagra.
En
consecuencia, se acogió la fórmula de la incorporación automática del derecho
internacional humanitario al ordenamiento interno nacional, lo cual, por lo
demás, es lo congruente con el carácter imperativo que, según ya fue explicado,
caracteriza a los principios axiológicos que hacen que este cuerpo normativo
integre el ius cogens.
C.
VALORES, SUPRACONSTITUCIONALIDAD Y CONSTITUCIÓN.
La
Constitución colombiana limita expresamente la competencia de las instancias
creadoras y aplicadoras del derecho, en beneficio de la obligatoriedad plena de
los principios del derecho internacional humanitario. Los expertos en derecho
constitucional -defensores por lo general de la teoría dualista en materia de
relaciones entre derecho interno y derecho internacional- suelen presentar
objeciones a esta idea de limitación del derecho nacional, en vista de que la
obligatoriedad de estas normas supraconstitucionales, cuya contingencia escapa
a los poderes públicos nacionales, violaría el postulado de la soberanía
nacional. Frente a semejante temor es preciso hacer algunas aclaraciones:
En
primer lugar, la idea de soberanía nacional no puede ser entendida hoy bajo los
estrictos y precisos límites concebidos por la teoría constitucional clásica.
La interconexión económica y cultural, el surgimiento de problemas nacionales
cuya solución sólo es posible en el ámbito planetario y la consolidación de una
axiología internacional, han puesto en evidencia la imposibilidad de hacer
practicable la idea decimonónica de soberanía nacional. En su lugar, ha sido
necesario adoptar una concepción más flexible y más adecuada a los tiempos que
corren, que proteja el núcleo de libertad estatal propio de la
autodeterminación, sin que ello implique un desconocimiento de reglas y de
principios de aceptación universal. Sólo de esta manera puede lograrse el
respeto de una moral internacional mínima que mejore la convivencia y el
entendimiento y que garantice el futuro inexorablemente común e
interdependiente de la humanidad. La paz mundial y la subsistencia planetaria
están en juego.
En
segundo lugar, es necesario desvirtuar la idea según la cual los compromisos
constitucionales con los valores y los principios, son declaraciones
programáticas que sólo poseen obligatoriedad jurídica en la medida en que tenga
lugar su desarrollo en reglas de aplicación directa e inmediata. De acuerdo con
esto, la referencia constitucional a los principios del derecho internacional
humanitario tendría este carácter de obligatoriedad en sentido débil. Se
trataría de una tímida recomendación, no de una norma jurídica. Frente a este
tema, y en contra de la opinión descrita, la Sala primera de revisión de tutela[65] dijo lo siguiente:
"Los
principios fundamentales del Estado son una pauta de interpretación ineludible
por la simple razón de que son parte de la Constitución misma y están dotados
de toda la fuerza normativa que les otorga el artículo cuarto del texto
fundamental. Sin embargo, no siempre son suficientes por sí solos para
determinar la solución necesaria en un caso concreto. No obstante el hecho de
ser normas dotadas de valor normativo, siguen teniendo un carácter general y
por lo tanto una textura abierta, lo cual, en ocasiones, limita la eficacia
directa de los mismos. En estos casos se trata de un problema relativo a la
eficacia más o menos directa de los principios y no a un asunto relacionado con
su falta de fuerza normativa. En síntesis, un principio constitucional jamás
puede ser desconocido en beneficio de otra norma legal o constitucional o de
otro principio no expresamente señalado en la constitución, pero puede, en
ciertos casos necesitar de otras normas constitucionales para poder fundamentar
la decisión judicial."
Según
esto, la diferencia entre principios y reglas o normas constitucionales no
proviene de su obligatoriedad jurídica sino de su forma de aplicación: mientras
los primeros requieren de una mediatización fáctica o normativa para su
aplicación, las segundas son aplicables directamente. Más aún, el
establecimiento de principios obedece, en el Estado social de derecho, a la
voluntad constituyente de otorgar una mayor protección a los valores
constitucionales. Esta mayor protección tiene lugar por el hecho de que el
principio se irradia a toda la organización político‑jurídica y, en
consecuencia, está garantizado en la aplicación de todas las reglas de
aplicación directa.
D.
LA EXPRESION CONVENCIONAL DEL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO: SU
SIGNIFICADO Y ALCANCE
Como
es bien sabido, a la adopción de convenios generales en conferencias de
codificación se les atribuye importantes efectos en relación con la
consolidación del derecho internacional consuetudinario.
La
codificación que se cumple a través del derecho internacional convencional.
puede dar lugar a la declaración, cristalización o generación de una norma de
derecho internacional consuetudinario. Esto procesos han sido bien descritos
por JIMENEZ DE ARECHAGA:[66]
"1)
Una primera posibilidad es que la norma convencional sea nada más que la
declaración, la expresión formal y por escrito, de una norma de Derecho
consuetudinario ya existente. En este supuesto, la disposición del tratado es
pura y simplemente la codificación o enunciación de una norma consuetudinaria
en vigor.
"2)
Una segunda posibilidad es que la disposición del tratado constituya la primera
formulación en un texto de una costumbre que no había alcanzado su madurez
plena, pero que se hallaba, como ha dicho la Corte, en vías de formación, una
norma in statu nascendi. Como consecuencia de su incorporación a un
tratado adoptado en una conferencia que tenga el carácter ya mencionado, dicha
norma in statu nascendi,o dicha norma en vías de formación, cristaliza
en una norma de carácter consuetudinario.
"3)
Una tercera posibilidad, es que la disposición de un tratado, en el momento de
su adopción sea claramente una propuesta de lege ferenda y no una
norma ya existente o incluso in statu nascendi; que suponga, no la
codificación del Derecho existente, sino un desarrollo progresivo potencial de
ese derecho... Dicha disposición... puede constituir el punto de partida de una
práctica posterior uniforme de los Estados conforme con dicha disposición en
tal medida que la disposición en cuestión, siguiendo los cauces adecuados, se
transforma en una regla de Derecho consuetudinario."
Los
cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales I y II de 1977
constituyen pura y simplemente, la expresión formal y por escrito, esto
es, la codificación de los principios ya existentes en el derecho internacional
consuetudinario.
Por
tanto, la ratificación produce la importante consecuencia de zanjar
definitivamente toda controversia que pudiera existir, en torno a la
obligatoriedad del derecho internacional humanitario.
E.
EL CONTENIDO NORMATIVO DEL PROTOCOLO I
El
Protocolo I (relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados
internacionales), objeto de estudio por la Corte en esta ocasión, desarrolla
los 4 Convenios de Ginebra de 1949, los cuales buscan proteger a los heridos y
enfermos de las fuerzas armadas en campaña, aliviar la suerte de los heridos,
enfermos y náufragos de las fuerzas armadas en el mar, regular el trato a los
prisioneros de guerra y proteger a las personas civiles en tiempo de guerra.
Esos
4 convenios, ya adoptados formalmente por Colombia, se fundamentan todos en la
dignidad, la igualdad y el respeto debido a la persona humana. De ahí que el
contenido normativo del Protocolo I, el cual se nutre de esos mismos valores y
principios, coincida con el contenido axiológico y normativo de la Constitución
colombiana.
En
efecto, el preámbulo del Protocolo I proclama el deseo "ardiente" de
que la paz reine entre los pueblos y recuerda el deber de los Estados de abstenerse
en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o al uso de la
fuerza. Esos postulados se plasman también en el Preámbulo de la Constitución
Política de Colombia y armonizan con lo preceptuado por el artículo 9o. que
proclama, con fundamento en la soberanía nacional, el respeto a la
autodeterminación de los pueblos y a los principios del derecho internacional.
Asimismo,
sus disposiciones aseguran el respeto de la soberanía del Estado colombiano
toda vez que explícitamente en su artículo 4o. se puntualiza que:
"la
aplicación de los convenios y del presente Protocolo, así como la celebración
de los acuerdos previstos en estos instrumentos, no afectará el estatuto
jurídico de las Partes en conflicto".[67]
Por
lo demás, la figura de las "potencias protectoras"[68] tampoco vulnera la
soberanía nacional, en razón a que su finalidad única es la de aplicar los
convenios, sin que su designación y aceptación afecte el estatuto jurídico de
las Partes en conflicto. (Artículo 5 del Protocolo).
De
otra parte, el Titulo II, relativo a la protección general de los heridos,
enfermos y náufragos, tiene, como objetivo general, mejorar la condición de los
mismos cuando ésta ha sido afectada por una situación de conflicto armado
internacional. Ello concuerda con los más elementales principios de solidaridad
y dignidad humana que informan toda nuestra Constitución. Más aún si se considera
que, en los perentorios términos de su artículo 9o., debe aplicarse sin:
"ninguna
distinción de carácter desfavorable por motivos de raza, color, sexo, idioma,
religión o creencia, opiniones políticas o de otra índole origen nacional o
social, fortuna, nacimiento u otra condición o cualquier otro criterio
análogo". [69]
Así,
pues, el Protocolo I realiza a plenitud, y de manera amplia, el principio de
igualdad que consagra nuestra Constitución en su artículo 13.
La
persona humana, sus derechos fundamentales, y en particular el sagrado derecho
a la vida, buscan ser protegidos en el Protocolo. Muchas de sus normas así lo
indican, pero en particular, el Artículo 11que dice:
"no
se pondrán en peligro, mediante ninguna acción u omisión injustificada la salud
ni la integridad física o mental de las personas en poder de la Parte adversa o
que sean internadas, detenidas o privadas de libertad". [70]
Esos
mismos valores se salvaguardan en la medida en que se respetan y protegen las
unidades sanitarias y los vehículos sanitarios los cuales "no serán objeto
de ataque"[71]
siempre y cuando contraigan su actividad exclusivamente a las labores
inherentes a sus fines humanitarios.
El
Protocolo I obliga igualmente a la potencia ocupante a satisfacer las
necesidades médicas de la población civil y a respetar y proteger el personal
sanitario civil. A ello se agrega que, según el Artículo 16, no se castigará a
nadie por haber ejercido una actividad médica conforme con la deontología,
cualesquiera que fuesen las circunstancias o los beneficiarios de dicha
actividad. Incluso, la misma población civil deberá respetar a los heridos,
enfermos y náufragos, aunque pertenezcan a la parte adversa.
Para
instrumentalizar todas estas garantías, el mismo Protocolo establece unos
mecanismos que facilitan esa labor de protección: verbigracia, la obligación de
las partes en conflicto de asegurar que tanto el personal sanitario y religioso
como las unidades y los medios de transporte sanitarios puedan ser
identificados. Es tal el alcance de estas normas, que incluso los Estados
neutrales y otros Estados que no sean partes en conflicto, quedan obligados a
aplicarlas cuando las personas protegidas sean recibidas o internadas en sus
territorios.
No
cabe duda que todas estas previsiones de carácter humanitario buscan realizar
valores que también constituyen principios fundantes y derechos fundamentales
de nuestra Constitución. Ciertamente la vida, la dignidad humana, la
solidaridad, el interés general, encuentran plena garantía tutelar en las
normas del instrumento internacional que se estudia.
El
protocolo dedica varios artículos a regular lo relativo al transporte sanitario
(vehículos sanitarios; buques hospitales y embarcaciones costeras de
salvamento; buques y embarcaciones sanitarias; aeronaves sanitarias en zonas no
dominadas por la parte adversa, en zonas de contacto o en zonas dominadas por
la parte adversa, con sus respectivas restricciones); todo, con el fin de
respetarlos y protegerlos, aunque sea mediante acuerdo previo con la parte
adversa.
Por
supuesto, esa protección se supedita a que los citados elementos no sean usados
para obtener una ventaja militar en contra de la parte adversa. Para ese
propósito, se permite que las partes hagan, por ejemplo, inspecciones a las
aeronaves. Por eso mismo, se prohibe, que sobrevuelen el territorio neutral o
el de un Estado que no sea parte en el conflicto, salvo que medie acuerdo
previo.
Todo
ello conduce a garantizar los más elementales principios humanitarios -que
nuestra Constitución también consagra- sin que se comprometa la soberanía
nacional, que es, igualmente, principio fundante de las relaciones
internacionales del Estado colombiano.
De
otra parte, la familia, que conforme al artículo 5o. de nuestra Carta es la
institución básica de la sociedad, se encuentra ampliamente protegida en el
Protocolo. En efecto, de acuerdo a su artículo 32, en lo relativo a personas
desaparecidas y fallecidas:
"
... las actividades de las Altas Partes Contratantes, de las partes en
conflicto y de las organizaciones humanitarias internacionales... deberán estar
motivadas ante todo por el derecho que asiste a las familias de conocer la
suerte de sus miembros."[72]
Para
ello, obliga a las partes en conflicto a buscar las personas cuya desaparición
haya sido señalada por otra Parte. Siguiendo el mismo principio, se consagra
el respeto a las personas fallecidas y a sus respectivas sepulturas.
El
Protocolo desarrolla en los artículos 35 y subsiguientes, el principio
fundamental del derecho de los conflictos armados según el cual, el derecho de
las partes contendientes a elegir los métodos o medios de hacer la guerra no es
ilimitado. Así, pues, las obliga, por ejemplo, a determinar si un arma nueva
viola el derecho internacional humanitario y les prohibe matar, herir o
capturar a un adversario valiéndose de medios pérfidos.
Todo
ello se acompasa con los principios generales de la Carta, y en particular con
lo dispuesto en su artículo 12 que prohibe el trato inhumano, degradante o
cruel, en cualquier forma.
De
otro lado, con miras a hacer efectivas las mencionadas prohibiciones y
obligaciones, se establecen en el Protocolo unos mecanismos de tipo
instrumental. Tales como: limitaciones y restricciones tendientes a impedir el
uso indebido del signo distintivo de la Cruz Roja o similares y de las banderas
o emblemas de los Estados neutrales; la prohibición de ordenar que no haya
supervivientes, o de amenazar con ello al adversario o de conducir las
hostilidades en función de tal decisión; la prohibición de atacar a una persona
fuera de combate o que esté descendiendo en paracaidas.
Otro
principio fundamental del derecho internacional humanitario es la distinción
entre combatientes y no combatientes. Establece así los criterios para
determinar quienes componen las Fuerzas Armadas, por ende, quienes entran en la
categoría de combatientes y consecuentemente, en la de prisioneros de guerra
cuando caen en poder del adversario.
Este
último status se presume incluso de cualquier otra persona que haya
participado en las hostilidades, salvo que se compruebe su carácter de espía o
de mercenario. Quien lo posee, goza de las prerrogativas inherentes a esa
condición que se han originado en el más antiguo derecho internacional
humanitario, inicialmente referido al derecho de la guerra, según ya fue
analizado.
Otro
postulado esencial del derecho internacional humanitario (que, como se ha
reiterado, se encuentra ya incorporado en nuestro ordenamiento aun sin
ratificación de sus instrumentos convencionales de normación positiva) es el
que ordena distinguir entre población civil y combatientes, y entre bienes de
carácter civil y objetivos militares, para dirigir las operaciones únicamente
contra estos últimos.
El
Titulo IV del Protocolo I, relativo a la población civil lo desarrolla in
extenso. Se entiende por tal toda persona que no haga parte de las fuerzas
militares o que no haya participado en las hostilidades. La misma goza de
protección general contra los peligros procedentes de operaciones militares,
con lo cual se protegen derechos tales como la vida, la dignidad humana y la
integridad personal.
De
la misma protección gozan, en las normas del Protocolo que se estudia, los
bienes de carácter civil, esto es, todos los bienes que no son objetivos
militares. Así se protege la propiedad privada. Igualmente se protegen los
monumentos históricos, las obras de arte o lugares de culto que constituyen el
patrimonio cultural o espiritual de los pueblos, pues contra ese tipo de bienes
se prohibe cometer actos de hostilidad.
Estas
prescripciones concuerdan con uno de los pilares fundamentales de la Carta,
cual es el de proteger el patrimonio y la riqueza cultural de la Nación (Art.
9) .
Una
y otra vez, a lo largo de su cuerpo normativo, el protocolo resalta la
importancia de la dignidad humana y del principio de solidaridad (valores
fundantes del Estado social de derecho colombiano), cuando prohibe, por
ejemplo, como método de guerra, hacer padecer hambre a las personas civiles.
Otro
derecho fundamental de la Constitución colombiana que se hace valer en el
Protocolo es el de la protección al medio ambiente. En el se establece, por
ejemplo, que "en la realización de la guerra se velará por la protección
del medio ambiente natural contra daños extensos, duraderos y graves."
Siguiendo
esta misma línea axiológica, concordante con nuestra Constitución, el Protocolo
establece que las obras o instalaciones que sean susceptibles de liberar
fuerzas peligrosas, tales como presas, diques, etc., que pueden constituir
objetivos militares, no podrán ser atacadas si se ocasiona con ello daños en
la población civil.
Todo,
en desarrollo del principio de acuerdo al cual las operaciones militares
deberán preservar a la población civil, a las personas civiles y a los bienes
de carácter civil, alejándolos, en lo posible, de los objetivos militares.
Se
prohibe, igualmente, atacar, por cualquier medio que sea, localidades no
defendidas o zonas que hayan sido declaradas como desmilitarizadas.
Adicionalmente,
el Protocolo se ocupa de regular lo relativo a los servicios de protección
civil que comprenden todas las tareas humanitarias destinadas a proteger a la
población civil contra los peligros de las hostilidades y de las catástrofes y
a ayudarla a recuperarse de sus efectos inmediatos, así como a facilitar las
condiciones necesarias para su supervivencia. Entre ellos están los servicios
de alarma, evacuación, habilitación y organización de refugios, salvamento,
lucha contra incendios etc. Los organismos civiles que se dediquen a dichas tareas
(organismos de protección civil) serán respetados y protegidos, de acuerdo a
las prescripciones del Protocolo, lo cual es desarrollo de elementales
principios humanitarios. Se ordena que así sea en los territorios ocupados, e
incluso en los Estados neutrales y en otros Estados que no sean parte en el
conflicto.
La
protección antedicha desaparece cuando esos organismos actúan para perjudicar
al enemigo, lo cual evita que la aplicación del Protocolo se traduzca en
tratamientos inequitativos. Para garantizar la efectividad de las referidas
normas, se establecen mecanismos de instrumentalización tales como reglas de
identificación y colaboración de las fuerzas armadas en el desempeño de sus
labores humanitarias. Reglas análogas se aplican para las actividades de
socorro de la población civil.
El
Protocolo I también se ocupa del trato a las personas en poder de una parte en
conflicto, incluyendo refugiados y apátridas. En particular, ordena a las
partes en conflicto facilitar la reunión de familias dispersas. Asimismo
establece unas garantías fundamentales, como por ejemplo, la prohibición de
cualquier tipo de discriminación en la aplicación de ese tipo de normas.
El
Protocolo hace especial énfasis en la protección de las mujeres, los niños y
los periodistas, en lo cual concuerda con la Carta colombiana, en sus
artículos 43, 44, y 73.
En
su Titulo V, el Protocolo se ocupa de la ejecución de sus disposiciones, para
lo cual ordena que se adopten todas las medidas que sean necesarias para
cumplir las obligaciones que de él surjan, entre otras, facilitar la actividad
de la Cruz Roja y a otras organizaciones humanitarias; disponer de asesores
jurídicos para las fuerzas armadas; difundir y traducir el contenido del
Protocolo y de los demás convenios que hacen parte del Derecho Internacional
Humanitario.
Finalmente,
se ocupa de la represión de las infracciones a los Convenios o al Protocolo,
con mecanismos ajustados todos a los principios generales del derecho
internacional. Para ello tipifica las conductas que se consideran
infracciones, regula lo relativo a la identificación (tarjetas de identidad,
signos distintivos, señales distintivas, comunicaciones, organismos de
protección civil, obras que contienen fuerzas peligrosas). Todo, con el fin de
facilitar el cumplimiento de las disposiciones humanitarias contenidas en el
cuerpo normativo del Protocolo y de los convenios que lo preceden.
F.
CONCLUSIONES.
Primera. La
Carta reconoce plenos efectos jurídicos a los tratados y convenios -debidamente
ratificados- concernientes a los derechos humanos (art. 93). Esto indica que
los constituyentes no ignoraron la existencia de esa amplia y promisoria rama
que es el derecho internacional de los derechos humanos, algunas de cuyas
características tuvimos ya ocasión de señalar.
Segunda.
Asimismo,
ella reconoce también plenos efectos jurídicos a las reglas del derecho
internacional humanitario, particularmente durante la vigencia de los
denominados Estados de Excepción (Art. 214-2). Es claro, pues, que las
facultades del gobierno durante tales estados encuentran límites efectivos que
operan aún antes de la vigencia de la ley estatutaria a que alude la misma
disposición constitucional.
Lo
cual significa, ni mas ni menos, que las reglas del derecho internacional
humanitario son hoy, -por voluntad expresa del Constituyente-, normas
obligatorias per se sin ratificación alguna previa o sin
expedición de norma reglamentaria. Y lo son "en todo caso" como lo
señala significativamente la propia Carta.
En
estas condiciones, no hay duda que el derecho internacional humanitario
constituye uno de los más eficaces instrumentos de protección del núcleo común
que comparte con los derechos humanos, tal como lo ha señalado la mas
autorizada doctrina.
Tercera.
Por
virtud del texto expreso del artículo 94, bien pueden considerarse incorporados
a los derechos y garantías reconocidos por la Carta todos aquellos que sean
inherentes a la persona humana. Así se reconoce su identidad universal, la
cual constituye el fundamento ontológico del derecho internacional humanitario
en la Constitución vigente.
Cuarta.
En
diversos pronunciamientos de esta Corte se ha reconocido el alcance que tiene
el principio fundamental del respeto de la dignidad humana consagrado en el
artículo 1o de la Constitución Nacional de 1991.
No
cabe duda que uno de los desarrollos más positivos de este principio lo
constituye precisamente -por su naturaleza y fines- el derecho internacional
humanitario.
Quinta.
El
Constituyente de 1991 fue plenamente consciente de la importancia de
incorporar el derecho internacional humanitario al acervo jurídico nacional
como instrumento de protección de la dignidad humana y reconocimiento de la
identidad universal de la persona.
Sexta.
Los
valores y principios incluidos en el texto constitucional cumplen la función de
asegurar la permanencia y obligatoriedad del contenido material de la
Constitución. Aquí se refleja la voluntad constituyente de hacer obligatorio el
respeto de principios considerados como universales e inherentes a la persona,
cuya obligatoriedad va más allá de las contingencias propias del ordenamiento
jurídico nacional.
La
referencia a valores y principios constitucionales y supraconstitucionales, se
explica como una pretensión enérgica de los constituyentes acerca de la
validez material de la Constitución que en opinión de Bachof[73]:
"implica
un orden de valores que ha sido considerado por la Constitución como anterior a
ella misma (...)" .
Séptima: El
texto del protocolo I coincide totalmente con la Constitución como quiera que
esta orientado a proteger la integridad de la población civil en las
circunstancias de una guerra internacional.
De
otra parte, en su incorporación se han cumplido los procedimientos previstos en
los artículos 189 -2, 150-16 y 93 de la Constitución Política para la adopción
de tratados.
VII.
DECISION
En
consideración a lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional, oido el
señor Procurador General de la Nación,
EN
NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR
MANDATO DE LA CONSTITUCION
RESUELVE:
Por
las razones expuestas en la parte motiva de esta providencia, declarase EXEQUIBLE
el Protocolo I adicional a los convenios de Ginebra relativo a la protección de
las víctimas de los conflictos armados internacionales.
Cópiese,
publíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
archívese el expediente.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Ponente Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO
MORON DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN Magistrado Magistrado
MARTHA
SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Fls. 56 a 114.
[1]
Fls. 1 a 54.
[2]
Fl. 55.
[3]
Fls. 126 a 143.
[4]
Fls. 148 a 154.
[5]
Fls. 144 a 147.
[6]
Fls. 146-147.
[7]
Fl. 152.
[8]
Fls. 152 -153.
[9]
Fls. 156 a 162.
[10] Fls. 158, 160-161.
[11] Fl. 167.
[12] Fls. 167-168.
[13] Fls. 168-169.
[14] Fls. 169-170.
[15] Fl. 170.
[16] Fls. 170-171.
[17] Corte Constitucional, Sala Plena. Sentencia No. de
1992, Fls. 13 a 15.
[18] Corte Constitucional, Despacho del H. Magistrado Ciro Angarita
Barón. "El control de constitucio-nalidad de los tratados públicos
y de sus leyes aprobatorias en las Constituciones de 1886
y 1991. Naturaleza, contenido
y alcance."
Santa Fe de Bogotá, Marzo 26 de 1992, s/p., pp. 93, 96-97.
[19] Al respecto, el Artículo 11 de la Convención de Viena, atinente a
las formas de manifestación del consentimiento en obligarse por un tratado
dispone: "El consentimiento de un Estado en obligarse por un Tratado podrá
manifestarse mediante la firma, el canje de instrumentos que constituyan un
Tratado, la ratificación, la aceptación, la aprobación o la adhesión, o en
cualquier otra forma que se hubiere convenido."
[20] Gaceta Constitucional No. 36, abril 4 de 1991, pp.15
[21]
Ibidem.
[22]
Ibidem.
[23]
Ibidem.
[24] Gaceta Constitucional No. 36, abril 4 de 1991, p. 19.
[25]
Ibidem.
[26] Gaceta Constitucional No. 68, mayo 6 de 1991, pp 2 y ss.
[27]
Gaceta Constitucional No. 85, mayo 29 de 1991, pp. 13 ss.
[28] Gaceta Constitucional No. 109, junio 27 de 1991, p. 31
[29] Gaceta Constitucional No. 112, julio 3 de 1991, p. 23.
[30] Gaceta Constitucional No. 113, julio 5 de 1991, pp.17
[31] Gaceta Constitucional No. 114, julio 7 de 1991.
[32] Gaceta Constitucional No. 53 de 18 de Abril de 1991, p. 11.
Gaceta Constitucional No. 62 de 29 de Abril de l991, p. 7 . Gaceta
Constitucional No. 87 de 31 de Mayo de 1991, p. 6.
[33] Gaceta Constitucional No. 94 de Junio 11 de l991, p. 10
[34] Ibidem. No se identifica a los Constituyentes por sus nombres ya
que desafortunadamente la transcripción no los discrimina, no siendo posible
tampoco acudir a la Gaceta Constitucional para obtener éste dato ya que
hasta la fecha dicho órgano no ha publicado la relación de debates.
[35]
Ibidem.
[36]
Ibidem.
[37] Gaceta Constitucional No. 112 de Julio 3 de l991, p. 13.
[38] Ibidem.
[39]
Ibidem.
[40] NIETO NAVIA, Rafael. "De la Nulidad de los Tratados por
violación del Derecho Interno de los Estados en la Convención de Viena de
l969", en Revista Universitas, No. 93, pp. 147-176.
[41]
Corte Constitucional, Despacho del H. Magistrado Ciro Angarita Barón. "El
control de constitucio-nalidad de los tratados públicos y de sus leyes
aprobatorias en las Constituciones de 1886
y 1991. Naturaleza, contenido y
alcance."
Santa Fe de Bogotá, Marzo 26 de 1992, s/p. Cfr. Capítulo Primero, Sección
Segunda, pp. 19-24.
[42]
Mediante la ley 5a. de 1960 se aprobaron el Acta Final y los Convenios
suscritos por la Conferencia Diplomática reunida en Ginebra el 12 de agosto de
1949, mas comúnmente conocidos como los cuatro Convenios de Ginebra. Ellos son,
en su orden :
I.- Convenio para mejorar la suerte de los heridos y enfermos
de las fuerzas armadas en campaña;
II.- Convenio para mejorar la suerte de los heridos, enfermos y
naúfragos de las fuerzas armadas en el mar;
III.- Convenio relativo al trato de los prisioneros de guerra;
IV.- Convenio relativo a la protección de las personas civiles en
tiempos de guerra.
La citada ley fué declarada exequible mediante sentencia No. 99
de noviembre 9 de 1989 por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia, con
ponencia del Magistrado Hernando Gómez Otálora, en lo atinente a los vicios
imputados a su procedimiento de formación.
[43] El Protocolo I protege a las víctimas de los conflictos armados
internacionales ; el Protocolo II a las de los conflictos armados sin carácter
internacional.
Colombia estuvo
representada en la Conferencia diplomática para la reafirmación y el desarrollo
del Derecho Internacional Humanitario en la que se adoptó el texto de los
Protocolos I y II por Héctor Charry Samper, quien a la par actuo como
Presidente de la Comisión ad-hoc sobre armas convencionales y vocero del grupo
latinoamericano. La representación colombiana formuló en 1977 algunas
reservas sobre la conveniencia de la ratificación al Protocolo II. Por esa
razón, no fué signataria de ellos.
[44] Ch. Swinarski. "Introducao ao direito internacional
humanitario." IIDH, Escopo, Brasilia, 1988, p. 18.
[45] GOLDMAN. K, Robert. "Algunas reflexiones sobre el
Derecho Internacional Humanitario y conflictos armados internos." Ponencia
presentada en el Segundo Seminario de la Comisión Andina de Juristas, Seccional
Colombiana sobre la eficacia de los instrumentos internacionales de derechos
humanos y derecho humanitario en Colombia, Bogotá, Octubre 22-25 de 1990, pp.
3-4. El autor es Profesor de Derecho, Louis C. James Scholar, y Co-director
del Centro para derechos humanos y derecho internacional humanitario de la
Facultad de Derecho de American University, Washington D.C., EE. UU.
[46] C. Swinarski. "Principales Nociones e Instituciones
del Derecho Internacional Humanitario como Sistema Internacional de Protección
de la Persona Humana", IIDH, 1990, p 87.
[47] Fls. 170-171.
[48] Eduardo Suarez, Convención de Viena sobre el Derecho de los
tratados. Sesión 52. A/CONF 49/11
p. 325.
[49]
José Joaquin Caicedo Perdomo. "La teoría del Ius Cogens en el
derecho internacional a la luz de la Convencion de Viena sobre el derecho de
los tratados." En Revista de la Academia Colombiana de
Jurisprudencia. Enero-Junio 1975, pp. 261-274.
[50]
International Court of Justice. "Case concerning military and
paramilitary activities in and against Nicaragua." Judgement of
June 27, 1987.
[51]
Citado por Hernando Valencia Villa, Cfr. Opinión, Cfr. Fls. 171-172
[52] Fls. 171-172.
[53] Alejandro Valencia Villa, "La humanización de la
guerra: derecho internacional humanitario y conflicto armado en Colombia"
Ed. Tercer Mundo, Bogotá, 1992, pp. 94-95.
[54]Gustavón
Gallón Giraldo, " Quince años de Estados de Sitio en
Colombia: 1958-1978"Librería y Editorial América Latina, Bogotá,
1979, p.17.
[55]Jacobo
Pérez Escobar, "Derecho Constitucional Colombiano."Editorial
Horizonte, Bogotá, 1974, p.455.
[56]
Alfredo Posada Viana y José Iván Matallana Eslava, "Estados de
Sitio y legalidad marcial en Colombia."Universidad Javeriana,
tesis de grado, s/e, Bogotá, 1987, p.33.
[57]
Citado sin fuente por Carlos Pelaéz, " Estado de derecho y
Estado de Sitio "Editorial Temis, Bogotá, 1955, p. 163. La
anterior frase pertenece a un extenso debate del Consejo Nacional de
Dele-gatarios sobre el estado de sitio.
[58]
Jacobo Pérez Escobar, Op.cit., p.455.
[59] Pedro Pablo Camargo, "Crítica a la Constitución
Colombiana de 1886 " Editorial Temis, Bogotá, 1987, pp.167 y 168.
[60]
Carlos Pelaéz, citado por Luis Carlos Sáchica, " Constitucionalismo
Colombiano"Editorial Temis, Bogotá, 1968.
[61] Esta disposición estipula lo siguiente:
"En caso de
conflicto armado sin carácter internacional y que surja en el territorio de una
de las Altas Partes contratantes, cada una de las Partes contendientes tendrá
la obligación de aplicar, por lo menos, las disposiciones siguientes:
1. Las personas que no
participen directamente en las hostilidades, incluso los miembros de las
fuerzas armadas que hayan depuesto las armas y las personas que hayan quedado
fuera de combate por enfermedad, herida, detención o por cualquier otra causa,
serán en toda circunstancia, tratadas con humanidad, sin distinción alguna de
carácter desfavorable, basada en la raza, el color, la religión o las
creencias, el sexo, el nacimiento o la fortuna, o cualquier otro criterio
análogo.
A tal efecto, están y
quedan prohibidos en cualquier tiempo y lugar, respecto a las personas arriba
mencionadas:
a) los atentados a la
vida y a la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus
formas, las mutilaciones, los tratos crueles, torturas y suplicios;
b) la toma de rehenes
c) los atentados a la
dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes;
d) las condenas dictadas
y las ejecuciones efectuadas sin juicio previo emitido por un tribunal
regularmente constituido, provisto de las garantías judiciales reconocidas como
indispensables por los pueblos civilizados.
2. Los heridos y
enfermos serán recogidos y cuidados.
Un organismo humanitario
imparcial, tal como el Comité Internacional de la Cruz Roja, podrá ofrecer sus
servicios a las Partes contendientes.
Las Partes contendientes
se esforzarán, por otra parte, en poner en vigor por vía de acuerdos especiales
la totalidad o parte de las demás disposiciones del presente Convenio.
La aplicación de las
disposiciones precedentes no tendrá efecto sobre el estatuto jurídico de las
Partes contendientes."
El artículo citado
establece un mínimo de trato humanitario en conflictos armados no
internacionales. Este código de conducta de principios humanitarios es de obligatoria
aplicación para las partes contendientes. Su observancia opera ipso jure,
sin depender de ninguna declaración, porque los derechos humanos básicos son
inderogables, incluso en circunstancias de conflicto armado.
Su aplicación no obliga
al gobierno a conceder a sus oponentes armados el status de prisioneros de
guerra, por cuanto los insurgentes no tienen el privilegio del combatiente, el
cual, y en conformidad con los Convenios y el derecho consuetudinario,
solamente es aplicable a los conflictos internacionales; así, la condición del
prisionero de guerra se deriva directamente del privilegio del combatiente.
Por lo demás, la
aplicación de las garantías humanitarias contenidas en el artículo 3o. por
parte del gobierno no equivale al reconocimiento legal de la beligerancia de
los insurgentes, como quiera que en el se establece inequívocamente que
"la aplicación de sus disposiciones no tendrá efecto sobre el estatuto
legal de las partes en conflicto..."
[62] Cfr. Actas de la Comisión I. Acta No. 4. Gaceta
Constitucional No. 104, Junio 21 de 1991, p. 7 ss.
[63] Cfr. Actas de la Comisión I. Acta No. 4. Gaceta
Constitucional No. 104, junio 21 de 1991, pp. 7 ss.
[64] Cfr. Actas de la Comisión I. Acta No. 4. Gaceta
Constitucional No. 104, Junio 21 de 1991,p. 7 ss.
[65] Corte Constitucional, Sala Primera de Revisión de Tutelas,
Sentencia T-406 de junio 5 de 1992, p. 11.
[66]
JIMENEZ DE ARECHAGA, Eduardo. "El Derecho Internacional
Contemporáneo" Editorial Tecnos, Madrid, 1980, p. 20.
[67] Cfr. Anexo 1, Fl. 3.
[68] El articulo 2o. del Protocolo las define como:
"Un Estado
neutral u otro estado que no sea parte en el conflicto y que, habiendo sido
designado por una parte en el conflicto y aceptado por la parte adversa, este
dispuesto a desempeñar las funciones asignadas a la potencia protectora por los
convenios y por el presente protocolo." Cfr. Anexo 1,Fl. 3
[69] Cfr. Anexo, p. 7.
[70] Cfr. Anexo 1, Fl. 7.
[71] Arts, 12 y 21 del Protoclo I. Cfr. Anexo 1, p.
[72]Cfr. Anexo 1. P. 16
[73] "Jueces y Constitución", Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid, p. 40. |
240 | C-575-92
D-056 y D-092
Sentencia
No. C-575/92
PRINCIPIO
DE LA BUENA FE
El
derecho que se busca garantizar con la presunción de la buena fé es el derecho
de las personas a que los demás crean en su palabra, lo cual se inscribe en la
dignidad humana, al tenor del artículo primero de la Carta. Ello es esencial
para la protección de la confianza tanto en la ética como en materia de
seguridad del tráfico jurídico. Y el principio de gestión estatal que se
encuentra subyacente con la buena fé es el de la celeridad, eficiencia y
economía, consagrados en el artículo 209 de la Carta.
CAJA
DE COMPENSACION FAMILIAR-Recursos Parafiscales
Las
cotizaciones de los empleadores son aportes de orden parafiscal, que no
impuestos ni contraprestación salarial. Las cotizaciones que los patronos
realizan a las Cajas son aportes obligatorios que se reinvierten en el sector.
Todos estos recursos son parafiscales, esto es, una afectación especial que no
puede ser destinada a otras finalidades distintas a las previstas en la ley.
Las cotizaciones de los patronos a las Cajas no son un derecho subjetivo del
trabajador o del empleador. Y es, por el contrario, un interés legítimo del
trabajador, porque él puede beneficiarse solamente en la medida en que las
normas que regulan el subsidio así lo permitan para un grupo determinado de la
sociedad, como en efecto lo hace la Ley 49 atacada en esta acción pública de
inconstitucionalidad, de suerte que sólo por reflejo las normas terminan
protegiendo a una persona individual, ya que el objeto propio de su protección
eran intereses generales del sector laboral. El trabajador no tiene, como lo
afirma el actor, un derecho adquirido sobre el aporte que realiza el
empleador, sino un interés legítimo sobre los recursos que administran las
Cajas de Compensación. Ese interés legítimo se transforma en derecho subjetivo
cuando la entidad entrega efectivamente al trabajador el subsidio en dinero,
especie o servicios.
SUBSIDIO
DE VIVIENDA
Cuando
la Ley citada entra a regular la destinación de los fondos de subsidio familiar
de vivienda de las Cajas de Compensación Familiar, constituídos con aportes
privados, no está sino desarrollando el mandato del artículo 333 de la Carta,
que permite limitar la iniciativa privada con base en la prevalencia del
interés general. Los recursos del subsidio familiar que se destinen a una
entidad del subsistema de ejecución de vivienda de interés social, en virtud de
la facultad que en este sentido regula el artículo 65 de la Ley 21 de 1982, no
son de propiedad de la entidad respectiva. Dichos entes realizan una labor de
canalización y mediatización de los recursos del subsidio entre la Caja y el
usuario, que siempre será un trabajador que devengue menos de cuatro salarios
mínimos. Luego ni el legislador podría alterar tal estado de cosas ni la
Administración podría modificar la especial destinación de estos recursos. Sólo
desde esta óptica entiende la Corte Constitucional la conformidad con la Carta
de la norma atacada.
REF:
Demanda D-066
Norma
acusada: Ley 49 de 1990, artículo 68, numerales 2º y 3º.
Actor:
RAIMUNDO EMILIANI ROMAN
Magistrado
Sustanciador:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa
Fe de Bogotá, octubre veintinueve (29) de mil novecientos noventa y dos
(1.992).
La
Corte Constitucional de la República de Colombia,
EN
NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR
MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha
pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En
la demanda instaurada por el ciudadano Señor Doctor RAIMUNDO EMILIANI ROMAN, en
acción pública de inconstitucionalidad, radicada con el Nº. D-066.
I.
ANTECEDENTES
El
Congreso de la República expidió la Ley 49 del 28 de diciembre de 1990. El
artículo 68 -numerales 2o. y 3o.- de esta Ley fué demandado en acción pública
de inconstitucionalidad.
Cumplidos,
como están, los trámites previstos en la Constitución y en el Decreto 2067 de
1.991, procede la Corte a decidir el asunto por medio de esta sentencia.
DE LA
DEMANDA
El
ciudadano RAIMUNDO EMILIANI ROMAN demandó los numerales segundo y tercero del
artículo 68 de la Ley 49 de 1990, cuyo texto completo es el siguiente -se acusa
la parte subrayada-:
"LEY
49 DE 1990
Por
la cual se reglamenta la repartición de capitales, se estimula el mercado
accionario, se expiden normas en materia tributaria, aduanera y se dictan otras
disposiciones
ARTICULO
68.- Subsidio a la vivienda de interés social por parte de las Cajas de
Compensación Familiar. Cada Caja de Compensación estará obligada a
constituir un fondo para el subsidio familiar de vivienda, el cual a juicio del
Gobierno Nacional, será asignado en dinero o en especie y en seguimiento de las
políticas trazadas por el mismo.
El
subsidio para vivienda otorgado por la Cajas de Compensación Familiar será
destinado conforme a las siguientes prioridades:
1o.
A los afiliados de la propia Caja de Compensación, cuyos ingresos familiares
sean inferiores a cuatro salarios mínimos mensuales.
2o.
A los afiliados de otras Cajas de Compensación, cuyos ingresos familiares sean
inferiores a cuatro salarios mínimos mensuales.
3o.
A los no afiliados a las Cajas de Compensación, cuyos ingresos familiares sean
inferiores a cuatro salarios mínimos mensuales.
El
fondo para el subsidio familiar de vivienda, estará constituído por los aportes
y sus rendimientos, que al mismo haga la correspondiente Caja de Compensación
Familiar, en los porcentajes que se refieren a continuación:
a)
Cuando el cuociente de recaudos para subsidio familiar de una Caja resultare
igual o superior al ciento diez por ciento (110%), la Caja trasferirá
mensualmente al Fondo, una suma equivalente al diez y ocho por ciento (18%) de
los aportes patronales para subsidio el primer año de vigencia de esta Ley y el
veinte por ciento (20%) del segundo año en adelante.
b)
Cuando el cuociente de recaudos para subsidio familiar de una Caja resultare igual
o superior al cien por ciento (100%) e inferior al ciento diez por ciento
(110%) la Caja trasferirá mensualmente al Fondo, una suma equivalente al doce
por ciento (12%) de los aportes patronales para subsidio.
PARAGRAFO 1º:
Las Cajas de Compensación Familiar, con los recursos restantes de sus recaudos
para subsidio, no estarán obligadas a realizar destinaciones forzosas para
planes de vivienda.
PARAGRAFO
2º:
El cincuenta y cinco por ciento (55%) que las Cajas destinarán al Subsidio
Monetario, será sobre el saldo que queda después de deducir la transferencia
respectiva al fondo de subsidio familiar de vivienda y el diez por ciento (10%)
de los gastos de Administración y funcionamiento. En ningún caso una Caja podrá
pagar como subsidio en dinero una suma inferior a la que esté pagando en el
momento de expedir esta Ley.
PARAGRAFO
3º:
Las Cajas de Compensación Familiar que atiendan el subsidio familiar en las
áreas rurales o agroindustriales ubicadas en zonas del Plan Nacional de
Rehabilitación y en las Intendencias y Comisarias, no estarán obligadas a
constituir el Fondo para Subsidio de Vivienda de Interés Social en la parte
correspondiente al recaudo proveniente de dichas áreas y adelantarán
directamente los programas de vivienda".
El
actor dividió así en su libelo la presentación de los argumentos:
1.
Contra el numeral segundo del artículo 68 de la Ley 49 de 1990:
1.1.
Violación del derecho de propiedad (art. 58 CP): "el fondo de subsidio de
cada caja -anota el actor- tiene sus dueños, que son los trabajadores afiliados
con derecho a subsidio familiar, es decir de trabajadores beneficiarios. De
consiguiente el traspaso ordenado por estos numerales es
inconstitucional".
El
ciudadano agrega que ello desconoce y viola el derecho de propiedad privada o
el derecho adquirido de cada trabajador-beneficiario sobre su subsidio
familiar.
Las
Cajas de compensación son entidades autónomas por su reglamentación y
funcionamiento, por lo tanto si se ordena traspasar sus recursos a otras
entidades, al sentir del demandante, se viola el derecho de los trabajadores a
ser beneficiarios de sus aportes.
1.2.
Violación
del postulado de la buena fe (art. 83 CP): las Cajas de Compensación Familiar
son en esencia administradoras de unos fondos que aportan tanto patronos como
trabajadores; al incorporar nuevos beneficiarios de los mismos, sin embargo, el
actor afirma que se induce a las Cajas a traicionar la confianza que depositan
en ellas sus afiliados.
2.
Contra el numeral tercero del artículo 68 de la Ley 49 de 1990:
2.1. Para
demostrar que el fondo del subsidio familiar es propiedad de los afiliados
aportantes (art. 58 CP), el actor hace un análisis de su naturaleza jurídica,
así:
2.1.1.
"El subsidio familiar es una prestación social del trabajador de bajos
ingresos para el fortalecimiento de la familia".
2.1.2.
Agrega
el actor que el subsidio es un derecho que tiene cada trabajador beneficiario
en contra de su patrono, ya que es una prestación social otorgada por la ley a
ciertos trabajadores y a cargo de los patronos.
2.1.3.
Apoyado en varias normas el ciudadano demandante sostiene que el trabajador
beneficiario tiene derecho al subsidio familiar según el número de personas a
cargo; y que la única manera de cambiar su destinación sería mediante una
expropiación, en clara contravía con la Constitución Nacional.
2.1.4. Como
prestación social que es el subsidio, le está vedado al Estado disponer de
ella, so pena de incurrir en violación al derecho de propiedad.
2.1.5. La
función de las Cajas de Compensación es recaudar, compensar y pagar de manera
que se permita igualar lo más equitativamente posible a los trabajadores,
favoreciendo a los más necesitados según sus cargas familiares. Esta
compensación es por tanto un derecho directo de cada trabajador
beneficiario-aportante.
2.1.6. Todo
cuanto se pague con el dinero del fondo, así sean servicios, es subsidio
familiar, lo que constituye una "dación en pago legal", sin que por
ello se cambie su naturaleza.
2.2.
Violación del principio de la buena fe (art. 83 CP): afirma el ciudadano
EMILIANI ROMAN que no constituye buena fe el hecho que se establezca un
beneficio en favor de los trabajadores y, posteriormente, una ley haga desviar
los recursos hacia personas que no tienen ningún vínculo con los aportantes, la
Caja o el patrono.
2.3.
Violación a la libre actividad económica e iniciativa privada (art. 333 CP):
las Cajas, desde su fundación, han tenido un carácter privado, por lo tanto si
una ley se inmiscuye en sus estatutos ordenando cambiar el destino de sus
recursos, para traspasarlo a terceros, interfiere en su organización y en sus
finalidades, violando flagrantemente el artículo 333 de la Constitución Nacional.
DE LA
INTERVENCION DE TERCEROS
1.
Intervención de la ANDI:
La
Asociación Nacional de Industriales -ANDI- intervino en el proceso para
coadyuvar en el ataque contra las normas acusadas. En este orden de ideas la
ANDI sostuvo en su escrito lo siguiente:
Dice
la ANDI que el subsidio familiar como prestación social a favor de los
trabajadores es un derecho que forma parte de su patrimonio, el cual es
adquirido mensualmente por ellos. Este derecho patrimonial es directamente
proporcional a las sumas de dinero recaudadas por la Caja correspondiente, el
cual sólo se distribuye entre los afiliados.
"Distraer
los recursos -añade el citado gremio-, para beneficiar a terceras personas no
afiliadas a la Caja de Compensación a la cual el respectivo empleador hace sus
aportes, así sea para atender el llamado 'subsidio a la vivienda de interés
social'... menoscaba el derecho que cada trabajador afiliado a la respectiva
Caja tiene en proporción a lo recaudado por ella".
Sostiene
igualmente la ANDI que con la norma acusada se le suprime capacidad de acción a
la Cajas, pues parte de los aportes son "socializados" en programas
de vivienda para terceras personas que no se encuentran afiliadas. Se viola de
esta manera el artículo 58 de la Constitución Nacional.
Por
último afirma el apoderado de la ANDI que el artículo 53 de la Constitución
Nacional establece una protección especial a la propiedad de los trabajadores,
pues aquello que se encuentra dentro del patrimonio del trabajador no puede ser
lesionado por leyes posteriores, como la ley acusada.
2.
Intervención
de Superintendencia del Subsidio Familiar:
Esta
entidad interviene igualmente en el proceso de la referencia para defender la
constitucionalidad de la norma acusada.
El
método discursivo que emplea la Superintendencia consiste en justificar la
conformidad de la norma acusada con cada uno de lo tres artículos de la
Constitución que se invocan violados, así:
2.1.
Justificación
de la norma acusada respecto del artículo 58 de la Constitución:
2.1.1. Los
derechos que protege este artículo son aquellos adquiridos con arreglo a la ley
civil y no a la ley laboral o administrativa.
2.1.2. El
interés particular debe ceder al interés general. Ahora, habida cuenta que el
subsidio familiar es un derecho a una cuota que es variable, no por la
circunstancia de ser "mutante" se pierde ese derecho; las
apropiaciones destinadas a la vivienda de interés social no afectan la
cuantificación del monto del subsidio para cada trabajador.
La
Ley 49 de 1990 busca ampliar la cobertura de la seguridad social y no el
cercenamiento de derechos de los trabajadores afiliados a una Caja.
2.2.
Justificación de la norma acusada respecto del artículo 83 de la Constitución:
La
Superintendencia sostiene que resulta un "despropósito" afirmar que
una norma es de buena o de mala fé; ésta sólo se puede predicar de las
conductas de los hombres y en este orden de ideas se estaría censurando la
moral de los miembros del Congreso.
2.3.
Justificación
de la norma acusada respecto del artículo 333 de la Constitución:
Aunque
por la Ley 21 de 1982 se determine que las Cajas son personas jurídicas de
derecho privado, la jurisprudencia les ha atribuido una naturaleza
especialísima, ya que ellas son vigiladas y controladas por el Estado, lo que
autoriza su intervención.
Con
base en el artículo 334, el Estado como supremo director de la economía se
encuentra facultado para velar por las personas de menores ingresos, aún
limitando la iniciativa privada.
Por
estas razones la Superintendencia del Subsidio Familiar solicita la
declaratoria de constitucionalidad.
DEL
CONCEPTO DEL MINISTERIO PUBLICO
El
Procurador General de la Nación, en su concepto de rigor, empieza por estudiar
los antecedentes legislativos de la norma impugnada, para concluir en este
sentido que fueron finalidades de la Ley 49 de 1990:
"...
por un lado preservar el subsidio pagado en dinero, y de otro, propender por la
integración de estas corporaciones al Sistema de Vivienda de Interés Social, de
acuerdo a la políticas trazadas por el Gobierno Nacional."
Seguidamente
el Procurador analiza la obligación de las Cajas de Compensación consagradas en
los numerales acusados, donde afirma:
"Si
a primera vista, y como argumenta el actor, parecieran vulnerarse los derechos
a la propiedad y a la libre iniciativa de la voluntad privada, ello no ocurre
en el presente caso, en razón de que son los afiliados a determinada caja -que
tenga la obligación de pagar el mencionado subsidio-, quienes recibirán en
primer término los beneficios derivados del sistema nacional de vivienda de
interés social, respecto a los afiliados a otras cajas o a los que no estén
afiliados a ninguna de ellas, siempre que en todos los casos, los ingresos
familiares sean inferiores a cuatro salarios mínimos mensuales, ya que estos
últimos sólo residualmente pueden acceder a tales beneficios".
Luego
la vista fiscal cita el conjunto normativo aplicable al sistema de vivienda de
interés social, a saber: Leyes 49 de 1990, 3a. de 1991, Decreto 599 de 1991 y
Decreto 959 del mismo año.
En
estas normas se aprecia que las Cajas de Subsidio Familiar hacen parte del
sistema de vivienda de interés social, pues, afirma el Procurador, "a cambio
del otorgamiento del subsidio de vivienda, los afiliados a la Caja que los
concede, tienen una serie de privilegios adicionales frente a los demás
postulantes de soluciones habitacionales, operándose así una efectiva
compensación".
Según
la vista fiscal, dichos argumentos son suficientes para desvirtuar los ataques
de la demanda. Sin embargo el Ministerio público hace unas anotaciones finales
sobre los derechos de los trabajadores. En este sentido se anota que el valor
eventualmente pagado a las personas a que se refieren los numerales segundo y
tercero del artículo 68 de la Ley 49 de 1990 no constituye un desmejoramiento
de la prestación social del subsidio familiar, porque al entrar a formar parte
las Cajas del sistema nacional de vivienda de interés social, los afiliados a
ellas reciben a cambio una prestación que puede superar lo aportado por las
mismas Cajas.
Por
las razones expresadas el Procurador General de la Nación solicita a la Corte
Constitucional declarar la exequibilidad de la norma atacada.
II.
FUNDAMENTO JURIDICO
DE LA
COMPETENCIA
1.
Es competente esta Corporación para decidir sobre la constitucionalidad de la
norma acusada, en virtud las facultades conferidas por el artículo 241 numeral
cuarto de la Constitución Política.
DE LA
DIGNIDAD EN EL ESTADO SOCIAL DE DERECHO
2.
Colombia es un Estado personalista, democrático, participativo y humanista, que
hunde sus raíces en los campos axiológicos de la dignidad humana.
Así
lo establece el artículo primero de la Constitución, que dice:
"Colombia
es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria,
descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática,
participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el
trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia
del interés general."
La
persona es pues el sujeto, la razón de ser y el fin del poder político.
Ahora
la Carta no sólo propende por la persona sino que a su materialidad ontológica
le agrega una cualidad indisoluble: la dignidad.
Se
trata pues de defender la vida pero también una cierta calidad de vida. En el
término "dignidad", predicado de lo "humano", esté
encerrada una calidad de vida, que es un criterio cualitativo. Luego para la
Carta no basta que la persona exista; es necesario aún que exista en un marco
de condiciones materiales y espirituales que permita vivir con dignidad.
Para
ello se introdujo el concepto de democracia participativa en el Estado social
de derecho, que busca simultáneamente que el Estado provea a la satisfacción de
las necesidades sociales y que, a su vez, al sociedad civil participe en la
consecución de los fines estatales.
DE LA
SOLIDARIDAD
3.
El artículo primero constitucional "funda" el Estado colombiano en la
solidaridad. Ello es un desarrollo de los conceptos de justicia y democracia
participativa, consagrados ambos en el Preámbulo y en el artículo segundo de la
Carta.
En
primer lugar, la expresión de un "orden justo" aparece tanto en el
Preámbulo como en los fines esenciales del Estado.
El
nexo justicia-solidaridad es evidente, pues en un régimen de carencia de
recursos suficientes, como Colombia, una parte de la sociedad civil está
llamada a participar en la solución de las necesidades de los más pobres.
También
es manifiesta la relación dignidad-solidaridad. Ellas son, respectivamente, un
valor y un principio de los cuales se predica su total compatibilidad.
Es
gracias a la solidaridad que se puede arribar a la dignidad, si se parte del
supuesto de la realidad colombiana, enmarcada en un ámbito de desequilibrios
sociales y territoriales.
Las
solución de las necesidades básicas insatisfechas de importantes sectores de la
sociedad colombiana es un compromiso de todos, esto es, del Estado, la sociedad
y los particulares.
Así
lo establece el artículo 2o. de la Carta cuando afirma en su inciso segundo:
"Las
autoridades de la República están instituidas para... asegurar el cumplimiento
de los deberes sociales del Estado y de los particulares".
Incluso
la solidaridad es un deber constitucional, como se advierte en el artículo 95
de la Constitución, que dice:
"...Son
deberes de la persona y del ciudadano:
2.
Obrar conforme al principio de solidaridad social..."
Luego
la solidaridad es un deber constitucional de todos, que aspira a lograr la
materialización de los valores fundantes de la justicia y la dignidad.
Y
en segundo lugar, el carácter participativo del Estado implica que la sociedad
civil intervenga no sólo, como antes, en la simple definición periódica de los
gobernantes mediante el voto, sino que ahora es preciso además que la comunidad
participe en los procesos de decisión, ejecución y control de la gestión
pública tendiente a satisfacer las necesidades sociales.
DE LA
SEGURIDAD SOCIAL
4.
La solidaridad como deber, de que trata el artículo 95.2 de la Carta, tiene
como contrapartida el concepto de la solidaridad como derecho, que se expresa
en la seguridad social.
El
artículo 48 de la Constitución dice:
"La
Seguridad Social es un servicio público de carácter obligatorio que se prestará
bajo la dirección, coordinación y control del Estado, en sujeción a los
principios de eficiencia, universalidad y solidaridad, en los términos que
establezca la Ley.
Se
garantiza a todos los habitantes el derecho irrenunciable a la Seguridad
Social.
El
Estado, con la participación de los particulares, ampliará progresivamente la
cobertura de la Seguridad Social que comprenderá la prestación de los servicios
en la forma que determine la ley.
La
Seguridad Social podrá ser prestada por entidades públicas o privadas, de
conformidad con la ley.
No
se podrán destinar ni utilizar los recursos de las instituciones de la Seguridad
Social para fines diferentes a ella.
La
ley definirá los medios para que los recursos destinados a pensiones mantengan
su poder adquisitivo constante."
Se
advierte en primer lugar que fué deseo del constituyente consagrar una
definición amplia de la seguridad social. Ello es manifiesto al consultar los
antecedentes de la norma en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente,
donde se afirmó:
"Nuestra
concepción de la Finalidad Social del Estado debe ir necesariamente más allá de
la retórica. La Seguridad Social constituye un elemento indispensable para
posibilitar unas condiciones de vida dignas; tal vez no haya instrumento más
eficaz para el cumplimiento de la Finalidad Social del Estado.
En
este sentido es necesario consagrar en la Carta el derecho irrenunciable a la
Seguridad Social, garantizado por el Estado a todos los habitantes del
territorio Nacional.
La
seguridad y la previsión social tienen por objeto la protección de la población
contra las contingencias que menoscaban la salud y la capacidad económica.
La
seguridad social ha dejado de ser una noción abstracta para convertirse en un
derecho concreto reconocido internacionalmente. La declaración Universal de los
Derechos Humanos en su artículo 22 dice: 'Toda persona como miembro de la sociedad
tiene derecho a la Seguridad Social...'
Desde
el punto de vista de la cobertura de la Seguridad Social una concepción
amplia permite el derecho a toda la población; una más estrecha (sic)
únicamente a los trabajadores.
Con
respecto a las contingencias previstas, la concepción amplia involucra aspectos
como recreación, vivienda, desempleo y otros derechos indispensables
a la dignidad del ser humano..." (negrillas fuera de texto)1 .
Como
se advierte, el constituyente incorporó la vivienda dentro del concepto de
seguridad social. Ello ha sido ratificado por el legislador, mediante el
artículo 62 numeral 4° de la Ley 49 de 1990.
Esta
concepción de la seguridad social que hace la Constitución de 1991 recoge la
tendencia normativa universal, expresada por ejemplo en el Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, aprobado por Colombia mediante
la Ley 74 de 1968 y con fuerza normativa en el derecho interno por disposición
del artículo 93 de la Carta, cuyo artículo 9° dice:
"Los
Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la
seguridad social, incluso al seguro social."
5.
La doctrina igualmente ha afirmado desde 1942 que la seguridad social
"trata de combatir los 'cinco grandes malignos': la necesidad, por falta
de medios de subsistencia; la enfermedad, que con frecuencia deriva de aquella
necesidad; la ignorancia, que ninguna democracia debe permitir entre sus
ciudadanos; la miseria, inadmisible en países civilizados y entre laboriosos
capaces; y la ociosidad, por los peligros sociales que implica este pésimo
ejemplo..."[1]
6.
Ahora del artículo 48 superior sobresalen los tres principios que rigen la
solidaridad social en Colombia: eficiencia, solidaridad y universalidad.
La
eficiencia es un principio que tiene como destinatario a los propios organismos
responsables de la prestación del servicio público de la seguridad social -el
Estado y los particulares-. Ella es reiterada por el artículo 209 de la Carta
como principio rector de la gestión administrativa. Así mismo la eficacia
implica la realización del control de resultados del servicio.
Pero
más significativos para el negocio que nos ocupa son los principios de
solidaridad y universalidad, porque ellos se dirigen tanto a los responsables
como a los beneficiarios de la seguridad social.
En
cuanto a la solidaridad, como se anotó anteriormente, es un principio que
aspira a realizar el valor justicia, que bebe en las fuentes de la dignidad
humana. En este caso ello es evidente, como lo ha establecido la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia, cuando afirmó que "el subsidio familiar
es, desde otro punto de vista, un mecanismo para la redistribución de los
ingresos, fundamentado en principios universales de bienestar y
solidaridad"3
.
Y
la universalidad es el principio relacionado con la cobertura de la seguridad
social: todas las personas. Ello es natural porque si, como se estableció, la
dignidad es un atributo y un fin inherente de la persona, no es entonces
concebible que unas personas gocen de vida digna y otras no. Las calidades
esenciales de la existencia no sabrían ser contingentes. Simplemente, si son
esenciales, se predican de todas las personas.
Es
por ello que la seguridad social es un requisito de la dignidad y la dignidad
es un atributo esencial de la persona.
7.
Por otra parte el artículo 48 precitado hace alusión en el inciso tercero a la
facultad del legislador para ampliar progresivamente la cobertura de la
seguridad social, bajo la dirección del Estado y con la participación de los
particulares.
Esta
facultad del legislador es concordante con el numeral 23 del artículo 150
constitucional, en donde se atribuye al Congreso la competencia para regular la
prestación de los servicios públicos. Recuérdese a este respecto que el
artículo 48 idem empieza por definir la seguridad social como un servicio
público.
DEL
DERECHO A UNA VIVIENDA DIGNA
8.
La dignidad comprende varias dimensiones de la vida del hombre. Básicamente
ella implica un conjunto de condiciones materiales y espirituales de existencia
que permita vivir y vivir con cierta calidad, con el fin de permitir un espacio
idóneo para el libre desarrollo de la personalidad, al tenor del artículo 14 de
la Carta.
Entre
las condiciones materiales de existencia digna se encuentra sin duda la
vivienda. Otros elementos como la alimentación, la salud y la formación son
también indispensables. Pero en este negocio importa poner de manifiesto el
carácter vital que tiene para la dignidad el gozar de una vivienda.
De
hecho la humanidad se ha relacionado históricamente con la vivienda en forma
paralela al desarrollo de la civilización. De los nómadas a las cavernas, de
los bohíos a las casas, de las casas a los edificios, toda la evolución del
hombre se traduce en su forma de vivienda.
Así
lo entendió el constituyente cuando en el artículo 51 de la Carta dijo:
"Todos
los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las
condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho y promoverá planes de
vivienda de interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo y
formas asociativas de ejecución de estos programas de vivienda."
Y
así lo entendió también el legislador cuando creó el Sistema Nacional de
Vivienda de Interés Social.
En
efecto, dice así el inciso 1° del artículo 1° de la Ley 3a. de 1991:
"Créase
el Sistema Nacional de Vivienda de Interés Social, integrado por las entidades
públicas y privadas que cumplan funciones conducentes a la financiación,
construcción, mejoramiento, reubicación, habilitación y legalización de títulos
de viviendas de esta naturaleza."
En
el artículo 2° literal "c" de esta misma Ley se ubica a las Cajas de
Compensación Familiar como haciendo parte del subsistema de financiación del
Sistema Nacional de Vivienda de Interés Social.
Se
advierte en consecuencia que la satisfacción de las necesidades de vivienda en
Colombia es una prioridad constitucional y legal, para lo cual se ha diseñado
un sistema racional que vincula a las Cajas de Compensación Familiar.
DE
LOS DERECHOS SUBJETIVOS Y EL INTERES LEGITIMO
9.
El artículo 58 de la Constitución afirma lo siguiente:
"Se
garantizan la propiedad privada y los demás derechos adquiridos..."
Se
observa que Colombia es un Estado que respeta y protege la propiedad privada,
con algunas limitaciones previstas por el propio constituyente en virtud de su
carácter de interés social.
Ahora,
la propiedad es un derecho subjetivo. Ella es la especie de este último
término, el cual es de orden genérico.
Los
derechos subjetivos son aquellos que se encuentran radicados en cabeza de una
persona determinada y que son exigibles respecto de los demás sujetos de
derecho.
Frente
al concepto de derechos subjetivos la doctrina ha construído la noción de
interés legítimo y de mera expectativa.
El
interés legítimo ha sido definido por Zanobini como "el interés individual
directamente vinculado al interés público y protegido por el ordenamiento
jurídico sólo a través de la tutela jurídica de este segundo"4 . Como las
normas se sancionan para garantizar el interés general y no tienen por qué
garantizar los intereses particulares concretos, éstos no llegan a ser derechos
subjetivos. Éstos últimos sí cuentan con recursos y acciones para ser exigidos,
equilibrándose de este modo el poder público estatal con los derechos públicos
subjetivos de los particulares. Las normas que consagran un interés legítimo,
al asegurar el interés general de los habitantes en su calidad de miembros del
Estado, no dan lugar a que de ellas nazcan derechos subjetivos. Lo que sucede
es simplemente que los particulares se aprovechan de la necesidad de que estas
normas sean observadas en interés colectivo, y sólo a través y como
consecuencia de dicha observancia, resultan ocasionalmente protegidos en sus
intereses.
Y
la mera expectativa es una esperanza precaria en la futura consolidación
eventual de un derecho, no exigible coactivamente.
DE
LOS LIMITES A LA ACTIVIDAD ECONOMICA
10.
El artículo 333 de la Constitución Política dice:
"La
actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los límites
del bien común. Para su ejercicio, nadie podrá exigir permisos previos ni
requisitos, sin autorización de la ley.
La
libre competencia económica es un derecho de todos que supone
responsabilidades.
La
empresa, como base del desarrollo, tiene una función social que implica
obligaciones. El Estado fortalecerá las organizaciones solidarias y estimulará
el desarrollo empresarial.
El
Estado, por mandato de la ley, impedirá que se obstruya o se restrinja la
libertad económica y evitará o controlará cualquier abuso que personas o
empresas hagan de su posición dominate en el mercado nacional.
La
ley delimitará el alcance de la libertad económica cuando así lo exijan el
interés social, el ambiente y el patrimonio cultural de la Nación."
Esta
norma se enmarca en el tríptico económico de la Constitución, conformado por el
trabajo (art. 25), la propiedad (art. 58) y la empresa (art. 333).
En
el artículo 333 precitado se advierte que la regla general es la libertad de
empresa y la iniciativa privada. Ello es lógico en una economía de mercado como
es Colombia. A dicha regla general sin embargo el constituyente, utilizando
cuatro términos -bien común, responsabilidades, obligaciones e interés social-,
le impone limitaciones.
En
otras palabras, fué voluntad expresa y reiterada del constituyente permitir la
limitación a la libertad de empresa y la iniciativa privada por motivos
relacionados con la prevalencia del interés general, al tenor del artículo
primero de la Carta.
Huelga
decir que el servicio público de la seguridad social, inherente a la persona
por hacer parte de su dignidad, constituye una causal que encaja dentro de las
limitaciones constitucionales a la libertad de empresa y la iniciativa
privada.
DEL
PRINCIPIO DE LA BUENA FE
11.
El artículo 83 de la Constitución dispone lo siguiente:
"Las
actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a
los postulados de la buena fé, la cual se presumirá en todas las gestiones que
aquellos adelanten ante éstas."
Este
artículo consagra el principio general de la buena fé, el cual pretende
simultáneamente proteger un derecho y trazar una directiva para toda la gestión
institucional. El destinatario de lo primero es la persona y el de lo segundo
el Estado.
El
derecho que se busca garantizar con la presunción de la buena fé es el derecho
de las personas a que los demás crean en su palabra, lo cual se inscribe en la
dignidad humana, al tenor del artículo primero de la Carta. Ello es esencial
para la protección de la confianza tanto en la ética como en materia de
seguridad del tráfico jurídico.
Y
el principio de gestión estatal que se encuentra subyacente con la buena fé es
el de la celeridad, eficiencia y economía, consagrados en el artículo 209 de la
Carta.
De
conformidad con este principio hay que presumir que los empleadores, los
trabajadores y el legislador han venido actuando de buena fé en la materia que
nos ocupa.
DE
LOS DERECHOS DE LOS TRABAJADORES
12.
El artículo 25 de la Constitución de 1991 consagra lo siguiente:
"El
trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades,
de la especial protección del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo
en condiciones dignas y justas."
Esta
norma debe ser concordada con el inciso final del artículo 53 de la
Constitución, que dice:
"La
ley, los contratos, los acuerdos y convenios de trabajo no pueden menoscabar la
libertad, la dignidad humana ni los derechos de los trabajadores."
Se
observa que la Constitución, cuando afirma que se protege el trabajo en
todas sus modalidades, desea garantizar tanto el trabajo subordinado como
el independiente, y que dicha protección no puede luego ser vulnerada por
disposiciones posteriores.
De
hecho, en virtud del principio de igualdad material establecido en el artículo
13 de la Carta, el Estado debe proteger más especialmente a los trabajadores
que se encuentren en condiciones de inferioridad o debilidad respecto de los
demás.
DE
LAS CAJAS DE COMPENSACION
13.
La Ley 21 de 1982 definió el subsidio familiar como una prestación social de
obligatorio pago a través de las Cajas de Compensación Familiar, por parte de
todos los empleadores del sector público o privado que tuvieran uno o más
trabajadores de carácter permanente.
El
fundamento del subsidio familiar no es otro que el de la democracia
participativa que informa el Estado social de derecho. En este sentido se
destaca la estrecha vinculación de doble vía entre el Estado y la sociedad,
materializada en este caso en el inciso segundo del artículo 103 de la
Constitución, que dice:
"El
Estado contribuirá a la organización, promoción y capacitación de las
asociaciones profesionales, cívicas, sindicales, comunitarias, juveniles,
benéficas o de utilidad común no gubernamentales, sin detrimento de su
autonomía con el objeto de que constituyan mecanismos democráticos de
representación en las diferentes instancias de participación, concertación,
control y vigilancia de la gestión pública que se establezcan".
Las
Cajas son pues una organización no gubernamental -ONG-, como se advierte en el
Decreto 1521 de 1957, "por el cual se reglamenta el subsidio
familiar", cuyo artículo 3° dice:
"Las
Cajas de Compensación Familiar que se funden en el futuro deberán reunir los
siguientes requisitos:
a)
Ser organizadas en forma de corporaciones, y obtener personería jurídica."
14.
Para una adecuada comprensión de la norma que nos ocupa, sin embargo, se hace
necesario realizar un breve recorrido histórico de la evolución de las Cajas de
Compensación Familiar.
En
1954 se inició en el país el Sistema de Compensación Familiar. La simple
voluntad de algunos patronos pertenecientes a la Asociación Nacional de
Industriales -ANDI-, ante las presiones de la clase obrera, y coadyuvada por
ideas similares surgidas en Francia a finales del siglo pasado, se concretó en
la creación de la primera Caja de Compensación en el país, cuyo objeto era
aunar esfuerzos para, mediante el pago de subsidio familiar en dinero, aliviar
las cargas económicas que representaba la familia a los trabajadores de las
empresas fundadoras.
En
1957, estando como Ministro de Trabajo el actor de esta demanda, se expidió el
Decreto Extraordinario No. 118, mediante el cual se estableció el subsidio
familiar como una obligación legal para todas las empresas que reuniesen
ciertos requisitos, con lo cual se fomentó la creación de varias entidades de
esta naturaleza en todo el país que comenzaron a pagar el subsidio
exclusivamente en dinero.
La
posibilidad de que las Cajas ya creadas suministraran, además de subsidio en
dinero, servicios sociales a los trabajadores de las empresas afiliadas, surgió
legalmente con el Decreto 3151 de 1962 y se confirmó mediante la Ley 56 de
1973, con lo cual se dió un vuelco al Sistema del Subsidio Familiar, orientándolo
más hacia la prestación de servicios que al simple subsidio en dinero.
Luego
se expidieron las Leyes 25 de 1981 y 21 de 1982, que determinaron la creación
de la Superintendencia del Subsidio Familiar y la ampliación de la cobertura
del Régimen del Subsidio Familiar, extendiéndose este beneficio a toda la
población asalariada del país. En la Ley 21 además, en el artículo 39, se
reiteró el carácter de corporaciones de las Cajas, y se les asignó funciones de
seguridad social.
Posteriormente
la Ley 31 de 1984 consagró la igualdad entre los representantes de la clase
trabajadora y de los patronos en los Consejos directivos de las Cajas de
Compensación
Con
la expedición del Decreto 341 de 1988 se buscó facilitar la afiliación de los
empleadores a las Cajas de Compensación. Ante el crecimiento de los servicios
de las Cajas, en este último Decreto se insistió en que éstos deben dirigirse
fundamentalmente a los trabajadores de hasta cuatro salarios mínimos y con
personas a cargo, sin perjuicio que los demás trabajadores afiliados y la
comunidad más necesitada puedan disfrutar de tales obras sociales. Por ejemplo,
la Ley 71 de 1988 en su artículo 6° permitió la extensión de la cobertura del
subsidio de vivienda a los pensionados.
15.
De esta evolución normativa se concluye sin dificultad que ha habido cuatro
transformaciones significativas en la historia de las Cajas:
Primero,
el subsidio familiar pasó de ser una ayuda voluntaria a una obligación
institucional.
Segundo,
las Cajas pasaron de ser simples intermediarios entre los empleadores y los
trabajadores a ser un redistribuidor regular de los recursos.
Tercero,
de un simple subsidio en dinero se pasó a un sistema integral de distribución
de subsidios en dinero, en especie y en servicios.
Y
cuarto, de una cobertura limitada a los trabajadores de los empleadores que
cotizaban a las Cajas se pasó a una universalización de los servicios para toda
la sociedad.
Esta
última idea es reiterada por ejemplo por la Ley 10 de 1990 para el sector
salud, que en el parágrafo del artículo 24 dice:
"Parágrafo:
las instituciones de seguridad social o de previsión social, y las cajas de
compensación subsidio familiar, podrán directamente o, en desarrollo del
sistema de contratación o de asociación, de que trata este artículo, prestar
servicios de salud, y adelantar programas de nutrición para personas que no
sean legalmente beneficiarias de sus servicios" (negrillas no
originales).
NATURALEZA
FISCAL DE LOS RECURSOS DE LAS CAJAS
16.
Es preciso clarificar la naturaleza fiscal de los recursos destinados por los
empleadores a las Cajas de Compensación Familiar, así:
Las
cotizaciones de los empleadores son aportes de orden parafiscal, que no
impuestos ni contraprestación salarial.
17.
En efecto, las cotizaciones que los patronos realizan a las Cajas son aportes
obligatorios que se reinvierten en el sector. Su fundamento constitucional se
encuentra hoy en el artículo 150 numeral 12 y en el 338 idem. Todos estos
recursos son parafiscales, esto es, una afectación especial que no puede ser
destinada a otras finalidades distintas a las previstas en la ley.
Como
ya lo tiene establecido esta Corporación, "la parafiscalidad hace relación
a unos recursos extraídos en forma obligatoria de un sector económico para ser
reinvertidos en el propio sector, con exclusión del resto de la
sociedad..."5
18.
No son impuestos porque no se imponen a todos los contribuyentes ni van a
engrosar el presupuesto de ninguna entidad pública bajo el principio de
universalidad ni son distribuídos por corporación popular alguna.
19.
No son tampoco renta de destinación específica porque simplemente no son renta
estatal sino recursos de los trabajadores en tanto que sector.
20.
Mucho menos constituyen salario porque no son una contraprestación laboral
directamente derivada del trabajo y como retribución del servicio.
21.
Finalmente, y sobre todo, las cotizaciones de los patronos a las Cajas no
son un derecho subjetivo del trabajador o del empleador.
En
efecto, la situación jurídica de los trabajadores beneficiarios del subsidio
familiar corresponde a un interés legítimo mas no a un derecho subjetivo -como
la propiedad- ni a una mera expectativa.
No
es un derecho adquirido del trabajador porque el subsidio aún no ha entrado en
su patrimonio personal e individual.
Y
es, por el contrario, un interés legítimo del trabajador, porque él puede
beneficiarse solamente en la medida en que las normas que regulan el subsidio
así lo permitan para un grupo determinado de la sociedad, como en efecto lo
hace la Ley 49 atacada en esta acción pública de inconstitucionalidad, de suerte
que sólo por reflejo las normas terminan protegiendo a una persona individual,
ya que el objeto propio de su protección eran intereses generales del sector
laboral.
En
otras palabras, el trabajador no tiene, como lo afirma el actor, un
derecho adquirido sobre el aporte que realiza el empleador, sino un interés
legítimo sobre los recursos que administran las Cajas de Compensación. Ese
interés legítimo se transforma en derecho subjetivo cuando la entidad entrega
efectivamente al trabajador el subsidio en dinero, especie o servicios.
La
situación jurídica de los empleadores, por su parte, no es tampoco, respecto
del subsidio, equivalente a un derecho subjetivo consolidado en sus
patrimonios.
Huelga
decir que menos aún se podría predicar tal evento del resto de la sociedad que
no se encuentra dentro de los tres numerales del artículo 68 de la Ley 49 de
1990, el cual no tiene sino lo que la doctrina denomina un "interés
simple", esto es, un deseo genérico e impersonal para que se cumpla el
ordenamiento jurídico.
Lo
anterior queda además de manifiesto si se consideran dos argumentos
adicionales.
Primero,
de conformidad con el artículo 637 del código civil, "lo que pertenece a
una corporación, no pertenece ni en todo ni en parte a ninguno de los
individuos que la componen..." Recuérdese que, como se anotó
anteriormente, la naturaleza jurídica de las Cajas se encuentra definida por
los artículos 633 y siguientes del Código Civil.
Y
segundo, si se analiza la destinación de los recursos de las Cajas de
Compensación Familiar al momento de su liquidación. En ese sentido dice así el
artículo 68 de la Ley 21 de 1982.
"Artículo
28.- Resuelta la liquidación de una Caja de Compensación Familiar se procederá
de conformidad con lo preceptuado en el Código Civil sobre disolución de
Corporaciones.
Los
estatutos de las Cajas deberán contemplar claramente la forma de disposición de
sus bienes en caso de disolución, una vez satisfechos los pasivos, en tal forma
que se provea su utilización en objeto similar al de la corporación disuelta
a través de instituciones sin ánimo de lucro o de carácter oficial.
En
ningún caso los bienes podrán ser repartidos entre los empleadores afiliados o
trabajadores beneficiarios de la corporación en disolución.
A
falta de regulación, los bienes pasarán al dominio de la Nación y el Gobierno
Nacional podrá adjudicarlos a otra u otras Cajas de Compensación Familiar, o en
su defecto, a entidades públicas o privadas de similares finalidades"
(negrillas de la Corte).
Se
advierte claramente que los recursos de las Cajas no son propiedad privada
(artículo 58 de la Carta) del empleador ni de los trabajadores en particular
sino del sector de los trabajadores remunerados. No es pues un derecho
subjetivo de las personas sino del sector en su conjunto.
Son
pues recursos afectados a una particular destinación de interés general. Sus
destinatarios, por disposición de la ley, deben reunir dos requisitos: que se
trate de un trabajador y que dicho trabajador devengue menos de cuatro salarios
mínimos.
La
propiedad de estos recursos, así como su administración, a diferencia de lo que
sucede con el Fondo Nacional del Café6
, no pertenece al Estado y en consecuencia no media al respecto un contrato
entre la Nación y la entidad. Pero en uno y otro caso los recursos están
afectados a una finalidad que tiene qué cumplir el administrador de los mismos,
pues, al fin de cuentas, ambos recursos son parafiscales.
DE
LA RAZON JURIDICA EN EL CASO CONCRETO
Luego
de las anteriores consideraciones, entra la Corte a pronunciarse sobre la
conformidad o inconformidad de los numerales segundo y tercero del artículo 68
de la Ley 49 de 1990 a la Constitución Política.
22.
De un estudio razonable de la norma se advierte en primer lugar que en este
caso lo que está en discusión es el derecho de los trabajadores tanto
del sector dependiente que están afiliados a otras Cajas de Compensación
Familiar -inciso segundo de la norma- como del sector de los trabajadores que
está viviendo del ingreso de su trabajo independiente -inciso tercero-, a
ocupar lugares subsidiarios en la destinación de los fondos de subsidio
familiar.
Obsérvese
que en ambos casos -con dependencia o sin ella-, se trata exclusivamente del
sector de los trabajadores.
Luego,
de un lado, no sólo los trabajadores de las empresas que cotizan a las Cajas de
Compensación tienen asegurada su prioridad -inciso 2o. de la norma
atacada-, en la asignación de los subsidios reseñados, sino que, de otro lado,
los restantes trabajadores ocupan lugares secundarios para dichos efectos, de
suerte que no es que éstos compitan con aquéllos, sino que ellos sólo aspiran a
usufructuar el remanente de los fondos, incluso por motivos de eficiencia, ya
que de lo contrario dichas sumas se dejarían de utilizar en forma irracional.
En
consecuencia, no podría afirmarse que si la Ley 49 de 1990 en su artículo 68
establece lugares secundarios en las prioridades de asignación del subsidio de
vivienda para los trabajadores no afiliados directamente a una Caja, ello
atenta contra los derechos de los trabajadores del sector directamente afiliado
o contra la propiedad privada o contra la buena fé de dichas personas, como lo
sostiene el actor.
Por
el contrario, se está promoviendo la solidaridad como principio constitucional
orientado a la realización del valor justicia, mediante la compensación
económica vertical -de los trabajadores de más altos ingresos hacia los que
sólo devengan hasta cuatro salarios mínimos-, y la compensación económica
horizontal -entre sectores de los trabajadores dependientes y los
independientes-.
23.
En segundo lugar la norma acusada debe ser complementada con el artículo 69 de
la misma Ley, en el sentido de que ella es aplicable hacia el futuro, ya que,
como afirma el artículo 69:
"Las
reservas para vivienda acumuladas que figuren en los balances oficiales a 30 de
septiembre de 1990, según lo estipulado en al Ley 21 de 1982, continuarán en
poder de las Cajas de Compensación Familiar y serán destinadas exclusivamente
para la Vivienda de afiliados de acuerdo con la política señalada por el
Gobierno Nacional."
En
consecuencia, la norma acusada rige para el futuro y no afecta situaciones
jurídicas consolidadas a la fecha indicada en el artículo transcrito.
24.
En tercer lugar observa esta Corte que lo que hace el artículo 68 de la Ley 49
de 1990 es disponer acerca de la prioridad de la destinación del subsidio para
vivienda que otorgan las Cajas de Compensación Familiar. Dicho fondos son
constituídos con los aportes que realizan los empleadores, equivalentes a un 4%
del monto total de la nómina mensual.
Luego
el recaudo y la destinación de estos fondos son una limitación legal de la
libertad de empresa, plenamente justificada por la solidaridad social que debe
existir en aras de la dignidad de la persona, como quiera que la empresa tiene
una función social que implica responsabilidades.
En
consecuencia cuando la Ley 49 de 1990 entra a regular la destinación de los
fondos de subsidio familiar de vivienda de las Cajas de Compensación Familiar,
constituídos con aportes privados, no está sino desarrollando el mandato del
artículo 333 de la Carta, que permite limitar la iniciativa privada con base en
la prevalencia del interés general. No le asiste entonces la razón al actor
cuando afirma justamente lo contrario.
25.
Además la facultad del legislador para proveer sobre estas materias y en este
sentido se encuentra plenamente conforme con las disposiciones
constitucionales, según se anotó en su oportunidad.
26.
Por otra parte la Corte observa que los recursos del subsidio familiar que se
destinen a una entidad del subsistema de ejecución de vivienda de interés
social, en virtud de la facultad que en este sentido regula el artículo 65 de
la Ley 21 de 1982, no son de propiedad de la entidad respectiva. Dichos entes
realizan una labor de canalización y mediatización de los recursos del subsidio
entre la Caja y el usuario, que siempre será un trabajador que devengue menos
de cuatro salarios mínimos.
Luego
ni el legislador podría alterar tal estado de cosas ni la Administración podría
modificar la especial destinación de estos recursos. Sólo desde esta óptica entiende
la Corte Constitucional la conformidad con la Carta de la norma atacada.
27.
Es por todo lo anterior que esta Corporación estima que la Ley 49 de 1990, en
su artículo 68, numerales segundo y tercero, es conforme a la Constitución, de
suerte que se comparte aquí el concepto del Procurador General de la Nación y
de la Superintendencia de Subsidio Familiar.
28.
Los argumentos del actor, el ciudadano RAIMUNDO EMILIANI ROMAN, por el
contrario, no son de recibo por parte de esta Corporación, como tampoco lo son
las razones expuestas por la ANDI. En efecto, los artículos 58, 83 y 333
constitucionales, como se anotó en sus respectivas oportunidades, no son
vulnerados por la norma acusada, como tampoco lo es el artículo 53 idem.
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia,
RESUELVE:
Primero:
Declarar
EXEQUIBLES los numerales segundo y tercero del artículo 68 de la Ley 49 de
1990.
Segundo:
Cópiese,
publíquese, comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y archívese el expediente.
Dada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., el día veintinueve (29) del mes de octubre mil
novecientos noventa y dos (1992).
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Magistrado
FABIO
MORON DIAZ JAIME SANIN GREFFEINSTEIN
Magistrado
Magistrado
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Gaceta Constitucional del 21 de mayo de 1991.
Informe Ponencia para Primer Debate en Plenaria, pag 2.
[1]Informe Beveridge. Inglaterra,
1942
3 Vid, Corte Suprema de Justicia. Sentencia del
19 de marzo de 1987. MP Dr. Fabio Morón Díaz. Expediente No. 1530. Demanda contra
la Ley 21 de 1982.
4 Véase esta definición EN: Fernández Vázquez,
Emilio. Diccionario de Derecho Público. Editorial Astrea. Buenos Aires, 1981,
pag 434
5 Corte Constitucional. Sentencia No. C-449, del
9 de julio de 1992.
6 Véase en este sentido lo que ya ha establecido
la Corte Constitucional en la Sentencia del proceso No. D-033. |
241 | C-579-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-579/92
CONTROL
AUTOMATICO DE CONSTITUCIONALIDAD-Naturaleza
Cuando
la Carta Política en el artículo 241 le confía a la Corte Constitucional la
guarda de la integridad y supremacía de la Constitución y con tal fin la
faculta para revisar y decidir definitivamente sobre la constitucionalidad de
los decretos legislativos que dicte el Gobierno con fundamento en los artículos
212, 213 y 215 de la Constitución, no excluye de ese examen los decretos
legislativos que se profieran para levantar el estado de excepción; y si se
observa, que cuando se le asigna esta función no se distingue entre un control
por vicios de procedimiento en su formación y un control por su contenido
material, como sí ocurre por ejemplo para cuando se estudian las leyes
estatutarias, debe establecerse que los decretos mediante los cuales se
levanta un estado de excepción, deben ser objeto de un control total, lo que
además, garantiza verdaderamente la primacía de la Constitución como norma de
normas. No obstante que dicho tipo de medidas son propias de la competencia
exclusiva del gobierno nacional, como responsable político de la conservación
del orden público, éstas serán tomadas dentro del marco de la Carta Política
que señala entre otros límites, los temporales para la vigencia y prórrogas
especiales de la declaratoria de conmoción interior y que admite que aquel
estado se extienda hasta por noventa días, prorrogables por dos períodos
iguales, el último de los cuales requiere concepto previo y favorable del
Senado de la República. En este sentido encuentra la Corte que no existe vicio
de forma alguno que afecte la constitucionalidad del Decreto 1195 de 1992,
pues, además de que él se produjo dentro del término previamente señalado -16
de julio de 1992-, fue expedido por el gobierno y firmado por el Presidente de
la República y todos los ministros.
CONMOCION
INTERIOR-Levantamiento
El
levantamiento del estado de conmoción interior confirma el carácter excepcional
del estado de excepción y hace que éste se tenga no como un instrumento hábil
de defensa del poder institucional por encima de los derechos de las personas,
sino como un excepcional mecanismo al servicio de los derechos y garantías de
las mismas y no del poder público. Por lo tanto, siempre será de buena acogida
la decisión que vuelve las cosas al estado de normalidad, debiendo
puntualizarse que para este caso no tendría sentido que el juez -quien frente
al gobernante carece de los elementos de juicio para apreciar y
resolver sobre los factores institucionales que inciden en el orden público-,
desestimara el levantamiento del orden excepcional que decretara el Ejecutivo,
máxime cuando, como se dijo, es deber constitucional imperioso suyo proceder a
tomar tal medida cuando desaparezcan los motivos que condujeron a la
declaratoria de la conmoción interior.
CONMOCION
INTERIOR-Prórroga
Es
deber del Ejecutivo, en tratándose de la orden de prórroga de la vigencia
hasta por noventa días de las medidas adoptadas durante el período de la
conmoción interior, ofrecer la condigna y fundada motivación. Se trata en
consecuencia de que esta Corporación en ejercicio de sus competencias como Juez
y guardián de la integridad y supremacía de la Constitución, debe examinar si
existe o no fundamento expreso y razonable para la orden de prórroga.
Ref.: Proceso
R.E. 008
Revisión
Constitucional del Decreto 1195 de
1992 "Por el cual
se levanta el estado de conmoción
interior y se prorroga
la vigencia del Decreto 1156 de
1992".
Santafé
de Bogotá, D.C., ocho (8) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
En
cumplimiento de lo previsto en los artículos 214 y 36 de la Constitución
Política y del Decreto 2067 de 1991, respectivamente, y atendiendo
instrucciones del señor Presidente de la República, el señor Secretario General
de la Presidencia de la República envió a esta Corporación copia auténtica del
Decreto número 1195 de 16 de julio de 1992, expedido por el Gobierno Nacional,
para efectos de su revisión constitucional.
Enviado
el expediente por la Secretaria General de la Corte Constitucional al Despacho
de los Magistrados de esta Corporación, su Sala Plena, resolvió designar
ponencia múltiple para el tramite y decisión del presente proceso.
De
conformidad con los artículos 241 de la Constitución Nacional y 36 del Decreto
2067 de 1991, se avocó el conocimiento del proceso de la referencia, se fijó
en lista el asunto para efectos de la intervención ciudadana, se comunicó al
Presidente de la República y a los Ministros de Justicia y Gobierno la
iniciación de este proceso, se ofició a estos Ministerios para que informaran
por escrito a esta Corporación por qué consideró el Gobierno que era necesaria
la prórroga por noventa (90) días más la vigencia del Decreto Legislativo 1156
de 1992 y se corrió traslado al señor Procurador General de la Nación para que
rindiera concepto.
II.
DECRETO OBJETO DE REVISION.
"Decreto
Número 1195
16
de julio de 1992
Por
el cual se decreta el levantamiento del Estado de Conmoción Interior y se
prorroga la vigencia del Decreto 1156 del año en curso.
EL
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA
en
ejercicio de las facultades que le confiere
el
artículo 213 de la Constitución Política, y
CONSIDERANDO:
Que
por Decreto 1155 del 10 de julio del presente año, se declaró el Estado de
Conmoción Interior en todo el territorio nacional a partir de la vigencia de
dicho decreto y hasta las veinticuatro horas del día jueves 16 de julio del
presente año.
Que
con el fin de conjurar las causas inmediatas de la perturbación e impedir la
extensión de sus efectos, el Gobierno Nacional expidió el Decreto 1156 de la
misma fecha, por el cual se dictaron medidas de carácter interpretativo con el
objetivo fundamental de asegurar la aplicación de la legislación especial que
regula los procedimientos relacionados con los delitos de competencia de los
jueces regionales y del Tribunal Nacional.
Que
después del plazo prudencial fijado por el Decreto 1155 de 1992 para evaluar la
eficacia de las medidas adoptadas se ha podido comprobar por la información que
posee el Gobierno, que éstas han logrado su propósito, en cuanto que la
interpretación auténtica y general allí contenida ha sido aplicada por los
órganos judiciales.
Que
por consiguiente a juicio del Gobierno es pertinente levantar el Estado de
Conmoción Interior.
Que
no obstante, el Gobierno considera indispensable prorrogar la vigencia del
Decreto 1156 de 1992, con el objeto de mantener una interpretación auténtica
que asegure la cumplida aplicación de las normas que regulan los procedimientos
relacionados con los delitos de competencia de los jueces regionales y del
Tribunal Nacional.
Que
de conformidad con el inciso tercero del artículo 213 de la Constitución
Política, el Gobierno está facultado para prorrogar la vigencia de las medidas
adoptadas durante el Estado de Conmoción Interior hasta por noventa días más.
DECRETA:
Artículo
1º: Levántase a partir de las veinticuatro horas del dieciseis de julio del año
en curso, el Estado de Conmoción Interior declarado por el Decreto 1155 de
1992.
Artículo
2º: Prorrógase la vigencia del Decreto 1156 de 1992 por el término de noventa
días, contados a partir de las veinticuatro horas del dieciseis de julio del
año en curso.
Artículo
3º: El presente Decreto rige a partir de la fecha de su publicación.
PUBLIQUESE
Y CUMPLASE
Dado
en Santafé de Bogotá, D.C., 16 de julio de
1991"
III.
CONTESTACION DE LOS MINISTERIOS DE GOBIERNO Y JUSTICIA AL OFICIO DE LA
CORTE CONSTITUCIONAL.
En
la respuesta dada por los Ministerios de Gobierno y de Justicia se argumenta
que la prórroga del Decreto 1156 de 1992, era indispensable con el objeto de
mantener una interpretación auténtica que asegure la cumplida aplicación de las
normas que regulan los procedimientos relacionados con los delitos de
competencia de los Jueces Regionales y del Tribunal Nacional.
Al
respecto manifiestan que la decisión de la prórroga permite que la
interpretación con fuerza legal que se hizo, se mantenga en el tiempo, mientras
el Gobierno presente al Congreso de la República un proyecto de ley que en lo
sustancial convierte en legislación permanente por parte de la Rama legislativa
del Poder Público las medidas adoptadas en el Decreto 1156 de 1992. Proyecto
de Ley que ya fue presentado y es así como hoy en día cursa en el Congreso de
la República el Proyecto de Ley No. 085 de 1992, por la cual se adoptan como
legislación permanente los artículos 1o., 2o., 3o. y 4o. del Decreto 1156 de
1992.
IV.
JUSTIFICACION POR PARTE DEL MINISTERIO DE JUSTICIA DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE
LAS NORMAS SOMETIDAS A CONTROL.
Para
defender la procedencia del levantamiento del Estado de Conmoción Interior, el
Ministerio de Justicia comienza por reconocer la limitada vigencia de los
decretos de excepción y por señalar que para el actual Gobierno Nacional
siempre ha sido de principal interés evitar el uso irracional de la legislación
de excepción y un eventual conflicto con el orden jurídico ordinario, ya que la
deformación de los Estados de Excepción ha conducido a la ineficacia de las
medidas, pues la coexistencia permanente de dos ordenes jurídicos, uno
ordinario y otro extraordinario obstaculiza la debida aplicación del derecho,
por cuanto ésta supone simplicidad y claridad de las normas de conductas por
interpretar.
Se
anota que no obstante levantarse el Estado singular de la Conmoción Interior y
de evaluada la eficacia de las medidas tomadas dentro del mismo, el Gobierno
Nacional prorroga la vigencia de éstas en razón a que en este momento la no
aplicación de las normas legales especiales relativas a los delitos
de competencia de los Jueces Regionales y del Tribunal Nacional
constituiría uno de los factores de perturbación que levantaría la compuerta
que contiene los factores de una perturbación subsistente, aunque retenida por
los instrumentos judiciales referidos.
En
el Decreto 1155 de 1992 y en el informe del Gobierno Nacional se relacionan
los demás factores perturbadores, como el alud de solicitudes de libertad
provisional y de acciones de habeas Corpus a que hizo referencia la carta del
Fiscal General de la Nación. Además se advierte que de no haberse adoptado las
medidas en estudio, la efectiva liberación de las personas vinculadas a delitos
de orden público durante el 10 de julio y las demás situaciones de impunidad,
habrían hecho inocua la acción de la justicia.
Con
base en lo anterior, se añade que es claro que el Decreto 1195 tiene por objeto
instrumentar las medidas estrictamente necesarias para superar las dificultades
de interpretación presentadas con motivo del tránsito de legislación en materia
penal, cuya consecuencia inmediata, sería la liberación masiva de un crecido
número de procesados por delitos de narcotráfico, terrorismo, subversión y
asesinatos colectivos que causaron cientos de victimas indiscriminadas tanto en
la fuerza pública como en la población civil, así como por el homicidio
sistemático de personalidades socialmente reconocidas.
Por
lo que toca a esto, las medidas de excepción que introdujo el Decreto 1156 de
1992 y que el Decreto 1195 extiende, se orientan a interpretar legalmente,
esto es, por vía de autoridad, los términos de algunas normas incorporadas al
Nuevo Código de Procedimiento Penal - función ésta que resulta inherente al
ejercicio de las potestades legislativas según el artículo 150, numeral 1o. de
la Constitución-, en armonía con las disposiciones especiales previstas en los
decretos adoptados al amparo del antiguo estado de sitio para contrarrestar los
embates cotidianos de las organizaciones delictivas. Particularmente en el
Decreto 2271 de 1991, se concede el carácter de legislación permanente a un
número significativo de normas orgánicas de la antigua jurisdicción especial
de orden público. Es de público conocimiento que el estatuto se caracteriza
por haber contemplado instrumentos más vigorosos y eficaces para la
investigación y el juzgamiento de delitos de mayor peligrosidad, vinculados a
graves alteraciones de orden público.
Resalta
que el artículo 2o. del Decreto 1195 de 1992 -que prevé la prorroga de la
vigencia del Decreto 1156 de 1992 por el termino de noventa días- coincide con
el espíritu de la Constitución de 1991, la cual en el inciso tercero de su
artículo 213 señala no sólo que los decretos legislativos que dicte el
Gobierno pueden suspender las leyes incompatibles con el Estado de Conmoción y
dejen regir tan pronto como se declare restablecido el orden público, sino que
el Gobierno pueda prorrogar su vigencia hasta por noventa días más.
El
levantamiento del Estado de Excepción le permite al Ejecutivo prorrogar
la vigencia de las normas excepcionales, más aun, cuando han sido
medidas o disposiciones que han demostrado su eficacia. Las disposiciones
contenidas en el Decreto 1156 de 1992 tienen todas un ostensible carácter
transitorio, que se deriva del efecto que ipso iure les asigna el artículo 213
inciso 3o. de la Constitución, en virtud del cual, los decretos legislativos si
bien dejan de regir tan pronto se declara restablecido el orden público, el
Gobierno puede prorrogar su vigencia por noventa (90) días más, lo que en
efecto se hizo mediante el Decreto 1195 de 1992, por el cual se levantó el
Estado de Conmoción Interior y se prorrogó la vigencia del Decreto 1156 de 1992
por noventa días más.
V.
INFORME MOTIVADO PRESENTADO POR EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA AL CONGRESO
ACERCA DE LAS CAUSAS QUE DETERMINARON LA DECLARACION DE CONMOCION INTERIOR.
En
lo concerniente a los antecedentes del régimen especial para el control del
orden público se sostiene que la creación de la Jurisdicción de Orden Público
surgió ante la imperiosa necesidad de hacer frente de manera efectiva a un
conjunto de delitos que socavaban enormemente la seguridad del Estado, la
estabilidad de las instituciones y la convivencia ciudadana. Sociedad civil
que "se levantó con la única arma que poseen las gentes de bien",
es decir, la del robustecimiento del Estado y el imperio de la Ley, una ley
obviamente especial, una legislación adecuada y unas instituciones
jurisdiccionales de orden público apropiadas, pues no de otro modo podrían
ampararse dichas instituciones tan profundamente asediadas.
De
esta manera nacen entonces los llamados estatutos para la defensa de la
democracia, defensa de la justicia, prevención y represión de narcotráfico y
sometimiento a la justicia. Normas de orden público que emergen como respuesta
a la perentoriedad de procedimientos más hábiles para combatir la delincuencia
organizada y proteger las vidas de los funcionarios judiciales y de los
testigos.
Aunque
a través de instituciones como la Fiscalía General y el Sistema Acusatorio, la
Constitución de 1991 pretendió fortalecer al Estado, robustecer sus
instituciones y organizar instrumentos más eficaces para cerrarle el paso a la
impunidad, el Constituyente fue consciente de que los efectos del nuevo orden
sólo podrían desarrollarse gradualmente y en consecuencia estableció que los
decretos de estado de sitio continuaran rigiendo durante 90 días, plazo durante
el cual el Gobierno Nacional, podría convertirlos en legislación permanente, si
la Comisión Especial no los improbaba.
La
Comisión Especial, refieriéndose a las graves consecuencias que se derivarían
de llegarse a improbar en su totalidad los decretos que conforman el Estatuto
de Defensa de la Justicia, fue diáfana al expresar su voluntad de convertir en
legislación permanente las normas de orden público, es decir, de mantener la
vigencia de la Jurisdicción de Orden Público con sus respectivos instrumentos
con una denominación diferente dentro de la estructura judicial ordinaria.
Mediante
el análisis histórico, se evidencia entonces la necesidad de la existencia y
vigencia de dos regímenes procesales penales. El uno contenido en el Código de
Procedimiento Penal (Decreto 2700 de 1991) con carácter general, permanente y
ordinario, y el otro con carácter especial y temporal relativo a los ilícitos
vinculados a las normas de orden público que no fueron improbadas por la
Comisión (Decreto 2271 de 1991). Ordenamientos que son autónomos pero se
corresponden armónicamente, pues las normas generales del Código no derogaron
las especiales de orden público.
Por
lo que se refiere a la transición de la legislación penal se precisan los
siguientes cuatro puntos:
El
status de la jurisdicción de orden público respeta la cláusula constitucional
según la cual no habría jurisdicciones especiales en materia penal diferentes a
las expresamente previstas en la Carta. Y la acata porque el Código de Procedimiento
Penal en su artículo 5o. transitorio dispuso que la jurisdicción de orden
público se integrará a la jurisdicción ordinaria desde el momento en que
comience a regir este nuevo Código.
La
competencia de las autoridades de la jurisdicción regional no se modifica. De
esta manera los jueces regionales y el Tribunal Nacional mantuvieron la
competencia que venían ejerciendo.
Las
reglas de procedimiento penal especial aplicables a tales casos se
mantuvieron. Así entonces, continuaron rigiendo, por ejemplo, el Decreto
2790 de 1990, modificado por el 099 de 1991, pues fue adoptado como
legislación permanente en virtud del Decreto 2271 de 1991. Decreto que en su
artículo 59 sólo establece dos causales de libertad provisional de manera
taxativa, entre las cuales no se encuentra la ausencia de calificación del
mérito de la instrucción en determinado plazo de que trata el numeral 4o. del
artículo 415 del Código de Procedimiento Penal.
Y
la vigencia de los delitos creados al amparo del estado de sitio no será
afectada durante los siguientes 10 años, tiempo al cabo del cual estos delitos
de los cuales han venido conociendo y seguirán conociendo los jueces
regionales, pasarán al conocimiento de los jueces del circuito quienes
aplicarán las normas del Código de Procedimiento Penal ordinarias, entre las
cuales se encuentra el artículo 415 referente a la libertad provisional.
En
cuanto a la aplicación de la disposición especial (artículo 59 del Decreto 009
de 1991) sobre la general, se indica que contra esta interpretación no puede
invocarse el principio de favorabilidad, ya que no se está en presencia de dos
normas aplicables actualmente a un mismo supuesto de hecho y como es sabido, el
referido principio está ligado a la existencia de dos disposiciones aplicables
frente a un mismo hecho y en el caso sub-examine se trata de dos órdenes
procesales con existencia y aplicación autónomas que se dirigen a supuestos de
hecho diferentes.
Respecto
a las razones que determinaron la declaración del estado de conmoción
interior se llama la atención acerca del peligro que entrañaba la inaplicación
del régimen especial con base en la interpretación de que ese régimen
excepcional había dejado de existir en razón de la expedición de un nuevo
Código de Procedimiento Penal, lo que implicaba que la normatividad de orden
público en materia de libertad provisional no estaba vigente.
Se
consigna que no obstante que el Fiscal y el Procurador General de la Nación se
pronunciaron en contra de ese argumento, durante el día jueves 16 de julio pudo
observarse la existencia de más de 400 solicitudes de excarcelación fundadas en
la aplicación del artículo 415 del Código de Procedimiento Penal en abierta
contradicción con la vigencia de la normatividad especial. Torrente de
solicitudes que superó las mil entre el 16 y 17 de julio de 1992 (592 en
Medellín, 192 en Cali, 88 en Cúcuta, 312 en Bogotá y 80 en Barranquilla).
Situación
preocupante tanto más cuanto que muchos de los posibles beneficiarios de la
libertad eran personas vinculadas a los procesos por actos terroristas de la
más variada índole, como los asesinatos de Luis Carlos Galán, Carlos Mauro
Hoyos y Jorge Enrique Pulido. Y ello por la posibilidad de dejarse de aplicar
la normatividad propia de la antigua jurisdicción de orden público que se
convirtió en realidad cuando comenzaron a expedirse en el país órdenes de
libertad basadas en el artículo 415 del Código de Procedimiento Penal con
desconocimiento total de la vigencia de las normas especiales.
Ante
esta situación y con el objeto de impedir que los sindicados de los más
graves atentados contra el orden público del país escaparan a la acción de
justicia se tornó indispensable expedir un decreto legislativo contentivo de
una interpretación general y auténtica.
En
relación con la naturaleza y alcance de las medidas adoptadas, el Gobierno
manifiesta que las leyes pueden ser interpretadas no sólo de manera particular
y concreta, con efectos interpartes, por los jueces en la aplicación a un caso
particular, sino que también es sabido que dicha interpretación puede
realizarse por vía general, impersonal y abstracta por la ley, siendo tal
interpretación a diferencia de la primera, obligatoria tanto para los jueces
como para los particulares.
Esta
función del legislador de expedir normas secundarias para fijar el alcance de
otras o de desentrañar su espíritu, fue la que se ejerció como Legislador
extraordinario por parte del Gobierno, quien se pronunció con el propósito
fundamental de reiterar por la vía de interpretación auténtica o legislativa la
coexistencia de dos ordenamientos jurídicos diferentes, uno general y otro
especial.
Se
expone "que los artículos 1o. y 4o. del Decreto 1156 de l992 no
modifican ni suspenden disposición alguna, tampoco crean situaciones jurídicas
nuevas. Aquellas normas de estado de sitio que recibieron carácter permanente
siempre han estado en vigencia. El Decreto 1156 en su artículo 1o. se
limitó a reiterar con la fuerza de la verdad legal aquello que siempre fue una
determinada manera. No podría entonces argumentarse que el parágrafo del
artículo 415 del Código de Procedimiento Penal nació a la vida jurídica y
produjo efectos durante el tiempo que estuvo vigente....De otra parte, el
artículo 2o. del Decreto 1156, con el fin de garantizar la eficacia de las
normas especiales que regulan las actuaciones de los jueces regionales y del
Tribunal Nacional, dispone que las providencias que dicten dichos jueces y que
concedan el beneficio de la libertad provisional sólo podrán hacerse efectivas
una vez que estén en firme, es decir que se les dá el efecto suspensivo a los
recursos que contra ellas se interpongan".
Acerca
del Habeas Corpus y dentro del tema de la naturaleza y alcance de las medidas
adoptadas, se puntualiza que aquél no fue suspendido, que nunca ha sido
utilizado para que un Juez revise la legalidad de las providencias de otro juez
en materia de libertad, máxime si éste es el de conocimiento y que cuando una
persona privada de la libertad por orden judicial esté en la posibilidad de
obtener la libertad provisional, puede obviamente solicitarla, sin que en tales
circunstancias proceda el Habeas Corpus, puesto que existiría un instrumento
jurídico idóneo regulado expresamente para ese efecto, como es la solicitud de libertad
provisional.
En
el acápite titulado Decisiones a Adoptar, el Gobierno manifiesta el propósito
tanto de impedir que el Ejecutivo permanezca investido de facultades
extraordinarias más allá del tiempo estrictamente necesario para dictar las
medidas conducentes a conjurar la crisis, como de abrir una amplia
discusión en el Congreso sobre la necesidad de convertir las normas
excepcionales en legislación permanente.
Luego
de evaluada la eficacia de las medidas, el Gobierno se propone no sólo declarar
restablecido el orden público, una vez culmine el término señalado en el
Decreto 1155 de 1992, y prorrogar la vigencia de las disposiciones del decreto
1156 de l992 por 90 días más, sino también presentar al Congreso de la
República un proyecto de ley que en lo sustancial solicitaría convertir en
legislación permanente por parte de la Rama Legislativa del Poder Público, las
medidas adoptadas en el Decreto ya citado.
Así
mismo, el Gobierno ofrecerá al Congreso de la República toda la información que
éste requiera para el cabal cumplimiento de su función constitucional de
control político, ahondará en razones jurídicas ante la Corte Constitucional
para demostrar cómo los decretos sometidos a revisión son exequibles y
convocará a una comisión integrada por delegados del Senado, Cámara de
Representantes, Organos Judiciales, Fiscalía General de la Nación,
Procuraduría, Universidades y Agremiaciones de Abogados para que formulen
recomendaciones tendientes a garantizar el tránsito normal entre el antiguo y
nuevo sistema procesal penal.
Se
agrega finalmente que la ausencia de una ley estatutaria de los estados de
excepción no hace imposible declarar alguno de los contemplados en la Carta, ya
que "el objeto de la ley estatutaria es el de regular las facultades y
las garantias judiciales en relación con los derechos para que haya reglas
claras en esta materia, sin que su ausencia implique que el ejecutivo quede
maniatado y la democracia indefensa".
Concluye
el informe que las dificultades que se presentaron en la interpretación de la
ley penal llevaron a que las reglas de procedimiento que hasta el momento
habían demostrado su eficacia para combatir la impunidad y fortalecer la
administración de justicia dejaran de ser aplicadas, lo cual significaba el
levantamiento de las compuertas que estaban ayudando a controlar algunas de
las manifestaciones de la grave perturbación del orden público afectada
mediante los decretos de estado de sitio y que recibieron carácter permanente
durante diez años debido a que las causas y los efectos de la conmoción
interior aún subsisten.
Sostiene
el Gobierno Nacional que el problema era esencialmente interpretativo, por lo
tanto, solamente el legislador ordinario o extraordinario podía resolverlo con
autoridad por vía general. Que a diferencia del Estado de Sitio, el Estado de
Conmoción Interior tiene un carácter eminentemente temporal, razón por la cual
el Gobierno lo declaró por un término corto y predeterminado hasta el 16 de
Julio de 1992. Que las medidas adoptadas en ningún momento restringen o
suspenden libertades o derechos fundamentales puesto que se limitan a reafirmar
la interpretación de las normas vigentes. Y que el Gobierno respetuosamente
confía en que el Congreso de la República después de analizar los motivos y las
medidas del estado de conmoción interior, le otorgue carácter permanente a las
medidas adoptadas para evitar lo que hubiere podido ser una catástrofe de
impunidad.
VI.
CONCEPTO DEL MINISTERIO PUBLICO.
Dentro
del término establecido en el artículo 2067 de 1.991, el Procurador General de
la Nación mediante oficio número 066 de septiembre 7 de 1.992, rindió concepto
desfavorable a la exequibilidad del Decreto 1195 de 16 de julio de 1992 por el
cual se levanta el Estado de Conmoción Interior y se prorroga la vigencia de
del Decreto 1156 de 1992.
Como
derivación de la postura asumida por Procuraduría al conceptuar respecto de la
inconstitucionalidad de los Decretos Legislativos 1155 y 1156 de 1992, por los
cuales en su orden, se declaró el Estado de Conmoción Interior y se dictaron
disposiciones en relación con el procedimiento aplicable a los delitos de
conocimiento de los Jueces Regionales, se argumentó por ese Despacho, que el
Decreto 1195 es igualmente inconstitucional, pues se trata de la prórroga de
la vigencia de unas medidas que tienen apoyo en una decisión idénticamente
inconstitucional, ya que la situación que se pretende remediar con las medidas
de excepción, pudieron conjurarse mediante el uso de atribuciones ordinarias de
las autoridades de policía.
VII.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1.
La Competencia.
De
conformidad con los artículos 214 numeral 6 y 241 numeral 7 de la Constitución
Nacional, corresponde a la Corte Constitucional, decidir definitivamente sobre
la Constitucionalidad del Decreto Legislativo que levanta el estado de
conmoción interior y prorroga la vigencia del Decreto 1156 de 1992, dictado por
el Gobierno con fundamento en los artículos 212, 213 y 215 de la Norma
Superior. En otros términos, la Corte Constitucional es competente para decidir
en este evento, por tratarse de un Decreto Legislativo.
Es
incuestionable que el Decreto que se revisa de levantamiento del estado de
conmoción interior ostenta el carácter de Decreto Legislativo, pues se trata de
un ordenamiento jurídico dictado por el Presidente de la República dentro del
mismo proceso de declaratoria de tal estado y que obedece al mandato de la
Carta Política que prevé la declaratoria de restablecimiento del orden público
cuando cesen las causas que originaron la conmoción interior (arts. 214-4 y
213 inciso 3°). Tal restablecimiento traerá como consecuencia la extinción de
los decretos de conmoción interior, sin perjuicio de que pueda prorrogarse la
vigencia de los decretos proferidos al amparo de tal conmoción por 90 días más.
2.
Ambito del control.
En
punto a la revisión de la constitucionalidad del Decreto 1195 de 1992, advierte
la Corte que en su contenido normativo se precisan dos ámbitos claramente
diferenciales. El primero de ellos se refiere al levantamiento a partir de las
veinticuatro horas del dieciseis de julio del año en curso, del estado de
conmoción interior declarado por el Decreto 1155 de 1992, en tanto que el
segundo toca con la prórroga de la vigencia del Decreto 1156 de 1992 por el
termino de noventa días, contados a partir de las veinticuatro horas del
dieciséis de julio del año en curso.
No
obstante, esta distinción no proyecta sus efectos en el análisis que se
adelantará, ya que en cuanto hace al levantamiento del Estado de Conmoción
Interior, como en lo que respecta a la prórroga de la vigencia del Decreto
1156 de 1992, la Corte revisará la constitucionalidad del Decreto 1195 de 1992
tanto por el aspecto formal como material. Esto es, examinará no solo si en la
expedición del Decreto 1195 de 1992 se atendieron los precisos requisitos de
forma constitucionalmente exigidos, sino también el aspecto material, como es
la exequibilidad del Decreto desde el punto de vista de su conexidad fáctica,
su verdad, su conveniencia y su oportunidad.
Incluso,
y compartiendo lo que se consideró en sentencia No. C-004 de 7 de mayo de 1992,
con ponencia del Magistrado Eduardo Cifuentes Muñoz, debe esta Corte
manifestar que por tratarse del examen de un decreto legislativo, el control
debe ser integral, lo cual implica que sea forzosamente de mérito y no
únicamente de forma. Al respecto se dice que "esta Corporación
comparte la opinión del señor Procurador General de la Nación y prohija la
posición que desde octubre 15 de 1974 sostuvo el Magistrado Luis Sarmiento
Buitrago en salvamento de voto a la sentencia mayoritaria de esa fecha y hace
suyos los razonamientos que dicho Magistrado esgrimió entonces para sustentar
el control integral de los decretos expedidos en virtud del artículo 122 de la
expirada Carta Política, por cuanto ellos son plenamente predicables de la
regulación que de dicho estado de excepción hace el artículo 215 de la Carta en
vigor".
Si
se tiene en cuenta, que cuando la Carta Política en el artículo 241 le confía
a la Corte Constitucional la guarda de la integridad y supremacía de la
Constitución y con tal fin la faculta para revisar y decidir definitivamente
sobre la constitucionalidad de los decretos legislativos que dicte el Gobierno
con fundamento en los artículos 212, 213 y 215 de la Constitución, no excluye
de ese examen los decretos legislativos que se profieran para levantar el
estado de excepción; y si se observa, que cuando se le asigna esta función no
se distingue entre un control por vicios de procedimiento en su formación y
un control por su contenido material, como sí ocurre por ejemplo para cuando se
estudian las leyes estatutarias, debe establecerse que los decretos mediante
los cuales se levanta un estado de excepción, deben ser objeto de un control
total, lo que además, garantiza verdaderamente la primacía de la Constitución
como norma de normas.
3.
Levantamiento del Estado de Conmoción Interior.
3.1.
Procedimiento en su formación.
De
conformidad con las normas sobre competencia, corresponde a la Corte
Constitucional adelantar su juicio sobre todos los aspectos de forma que se
vinculan con el Decreto 1195 de 1992, por medio del cual se ordena el
levantamiento del estado de conmoción interior y se declara restablecido el
orden público.
Es
así, que dentro de la jurisprudencia de la jurisdicción constitucional
colombiana, se estimó que no obstante que dicho tipo de medidas son propias de
la competencia exclusiva del gobierno nacional, como responsable
político de la conservación del orden público, éstas serán tomadas dentro del
marco de la Carta Política que señala entre otros límites, los temporales para
la vigencia y prórrogas especiales de la declaratoria de conmoción interior y
que admite que aquel estado se extienda hasta por noventa días, prorrogables
por dos períodos iguales, el último de los cuales requiere concepto previo y
favorable del Senado de la República.
En
este sentido encuentra la Corte que no existe vicio de forma alguno que afecte
la constitucionalidad del Decreto 1195 de 1992, pues, además de que él se
produjo dentro del término previamente señalado -16 de julio de 1992-1 , fue
expedido por el gobierno y firmado por el Presidente de la República y todos
los ministros. En efecto:
Fue
dictado por el Gobierno en ejercicio de las facultades establecidas en el
aparte final del inciso 3o del artículo 213 y en el numeral 4o del artículo
214 de la Constitución Nacional, los cuales señalan que tan pronto hayan cesado
las causas que dieron lugar al Estado de Conmoción Interior, el Gobierno
declarará restablecido el orden público y levantará el Estado de Perturbación,
sin perjuicio de que pueda prorrogar hasta por noventa días más, la vigencia de
los decretos legislativos dictados al amparo de la situación de Excepción.
Y
además, fue expedido cumpliendo con el requisito esencial de hallarse firmado
por el Presidente de la República y todos los Ministros en la misma forma como
lo fue el Decreto que declaró el estado de conmoción interior.
3.2.
Contenido material
En
lo que atañe a la revisión del contenido material del Decreto de la referencia,
concretamente al levantamiento del estado de conmoción interior, el estudio de
la Corte debe comprender los motivos que haya tenido el Gobierno para ello,
pues no obstante que el Gobierno goza de un margen de discrecionalidad y
apreciación para tomar esa decisión, a él le corresponde actuar no solo dentro
de criterios de sensatez y prudencia, sino igualmente le incumbe considerar
tanto la conexidad e interdependencia entre las causas que originaron la
declaratoria del estado de conmoción interior y las que suscita el
levantamiento del referido estado, como la concordancia con las exigencias para
el restablecimiento del orden publico del país, es decir, la utilidad o
conveniencia.
Las
circunstancias de tiempo, lugar y modo relacionados con el orden público, a que
hace alusión el Gobierno Nacional en los considerandos del Decreto 1195 de 1992
por el cual se levanta el estado de conmoción interior, denotan las aludidas
cordura, conexidad y conveniencia. En efecto, a juicio del Gobierno,
apreciación que comparte esta Corte, es pertinente levantar el estado de
conmoción interior en razón a "que después del plazo prudencial fijado
por el Decreto 1155 de 1992 para evaluar la eficacia de las medidas adoptadas,
se ha podido comprobar por la información que posee el Gobierno, que éstas han
logrado su propósito, en cuanto que la interpretación auténtica y general allí
contenida ha sido aplicada por los órganos judiciales".
De
todas formas el levantamiento del estado de conmoción interior confirma el
carácter excepcional del estado de excepción y hace que éste se tenga no como
un instrumento hábil de defensa del poder institucional por encima de los
derechos de las personas, sino como un excepcional mecanismo al servicio de los
derechos y garantías de las mismas y no del poder público. Por lo tanto,
siempre será de buena acogida la decisión que vuelve las cosas al estado de
normalidad, debiendo puntualizarse que para este caso no tendría sentido que el
juez -quien frente al gobernante carece de los elementos de juicio para
apreciar y resolver sobre los factores institucionales que inciden en el orden
público-, desestimara el levantamiento del orden excepcional que decretara el
Ejecutivo, máxime cuando, como se dijo, es deber constitucional imperioso suyo
proceder a tomar tal medida cuando desaparezcan los motivos que condujeron a la
declaratoria de la conmoción interior.
4. Prórroga
de la vigencia del Decreto 1156 de 1992.
4.1.
Procedimiento en su formación.
Si
bien el cariz formal de la decisión gubernamental de "prorrogar la
vigencia del Decreto Legislativo 1156 de 1992", ya fue objeto de
revista con ocasión del examen de los requisitos formales de la declaratoria de
"levantar el estado de conmoción interior",pues, ambas
resoluciones hacen parte del Decreto 1195 de 16 de julio de 1992, esta
Corporación agrega que en lo que se relaciona con la disposición que ordena
prorrogar la vigencia de las medidas adoptadas en los artículos 1o. 2o., 3o. y
4o. del Decreto 1156 de 10 de julio de 1992, debe observarse que el inciso
3o. del artículo 213 de la Constitución Nacional otorga al gobierno la
facultad de prorrogar la vigencia de los decretos legislativos que dicte
durante el estado de conmoción interior, hasta por noventa (90) días más,
contados desde el momento en que "se declare restablecido el orden
público".
Adviértase
que en esta oportunidad coinciden la orden de terminación de la declaratoria
del estado de conmoción interior y la de la prórroga por noventa (90) días de
la vigencia del decreto legislativo que dictó durante aquel estado, esto es, el
Decreto 1156 de 1992.
4.2.
Contenido material.
La
Carta de 1991, en atención al razonamiento del Constituyente según el cual en
estos asuntos de orden público suelen presentarse eventos relacionados con la
certeza y la seguridad jurídica de las relaciones entre los gobernados y con la
estabilidad institucional y la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana,
habilitó al Ejecutivo de manera expresa para que ante situaciones de esta
índole pueda ordenar la prórroga de las medidas enderezadas a conjurar las
causas de perturbación e impedir la extensión de sus efectos.
Al
respecto, estima la Corte Constitucional que el ejercicio de esta facultad de
origen constitucional radicada en cabeza del gobierno está condicionada por su
adecuación a dichos supuestos generales; en otros términos, es deber del Ejecutivo,
en tratándose de la orden de prórroga de la vigencia hasta por noventa
días de las medidas adoptadas durante el período de la conmoción interior,
ofrecer la condigna y fundada motivación. Se trata en consecuencia de que esta
Corporación en ejercicio de sus competencias como Juez y guardián de la
integridad y supremacía de la Constitución, debe examinar si existe o no
fundamento expreso y razonable para la orden de prórroga.
Así
entonces, en lo que se refiere específicamente a la prórroga de la vigencia de
las medidas adoptadas durante el estado de conmoción interior, esta Corporación
estima que el Decreto 1195 de 1992 debe ser objeto de examen por el aspecto
material o de fondo. En este sentido, se señala que no se trata de un doble
juicio sobre el contenido de las disposiciones del Decreto 1156 de 1992, sino
de dos distintos aspectos, a saber:
a) Se
debe determinar si las medidas que se ordenan mantener vigentes fueron
declaradas constitucionales o inconstitucionales por la misma Corte, puesto que
si se presentó esta última situación, obvio es que no puede prorrogarse lo que
ha sido judicialmente retirado del ordenamiento jurídico.
Al
consultar la providencia sobre la constitucionalidad de las normas cuya
vigencia ahora se prorroga, se constata que ellas fueron halladas conforme a la
Carta Política. A través de sentencia de 15 de octubre de 1992 esta
Corporación consideró materialmente exequible las disposiciones que consagraban
lo siguiente:
-
En relación con los delitos de competencia de los jueces regionales se
aplican las normas especiales de procedimiento y sustanciales de conformidad
con el artículo 5o. transitorio del decreto 2700 de 1991 y las disposiciones
del presente Decreto.
-
En cuanto a la libertad provisional en los únicos casos en que ella es viable
de acuerdo con el artículo 59 del Decreto 2790 de 1990, modificado por el
Decreto 99 de 1991 y adoptado como legislación permanente en virtud del Decreto
2271 del mismo año, sólo podrá hacerse efectiva cuando esté en firme la
providencia que la concede.
-
En los delitos de competencia de los jueces regionales y del Tribunal Nacional
no procederá la acción de "Habeas Corpus" por causales previstas para
obtener la libertad provisional, las cuales deben alegarse dentro del proceso
respectivo. Tampoco procederá para efecto de revisar la legalidad de las
providencias que hubieren decidido sobre la privación de la libertad.
-
Y en cuanto hace referencia a los delitos de que trata el artículo 59 del
Decreto 2790 de 1990, debe entenderse que el artículo 415 del Código de
Procedimiento Penal, rige transcurridos los términos de que trata el artículo
2o. transitorio del Código de Procedimiento Penal.
En
consecuencia, si la declaratoria de conmoción interior y las medidas señaladas
en los párrafos inmediatamente anteriores, fueron consideradas exequibles
conforme a la Carta Política de 1991, no hay lugar entonces a un nuevo examen
de constitucionalidad; máxime cuando en providencias de fechas 15 de octubre
de 1992 de esta Corporación, correspondientes a los procesos de revisión
constitucional de los Decretos 1155 y 1156 de 10 de julio de 1992, por
los cuales, en su orden se declaró en estado de conmoción interior el
territorio nacional hasta las veinticuatro horas del día 16 de julio de 1992 y
se dictaron disposiciones en relación con el procedimiento aplicable a los
delitos de conocimiento de los jueces regionales, se hicieron apreciaciones
tales como:
Se
estimó que a través de una atribución ordinaria de policía, El Presidente de la
República no habría podido conjurar la eventual alteración del orden público
suscitada por una interpretación errónea de la Ley por parte de los jueces
regionales. Y no le hubiera sido posible, pues el poder de policía y la
potestad reglamentaria no pueden usarse para disponer interpretaciones de
autoridad.
Se
consideró que los Decretos legislativos tienen fuerza de ley, están equiparados
por la Constitución Política a la ley, sometidos al control de
constitucionalidad ante la misma Corporación judicial y con capacidad para
sustituir temporalmente a las leyes en los estados de excepción. De suerte
que, si el decreto legislativo es una ley y ésta puede determinar la
interpretación que a una norma debe darle el juez, no es inconstitucional
entonces lo resuelto.
b) Al
examinar el argumento aducido por el Gobierno para apoyar la decisión de la
prórroga, se colige que él es concluyente. En el informe motivado presentado
por la Presidencia de la República al Congreso Nacional acerca de las causas
que determinaron la declaración del estado de conmoción interior, manifiesta
explícitamente el Gobierno su confianza en que el Legislativo después de
analizar los motivos y las medidas del estado de excepción le habría de otorgar
carácter permanente a las medidas adoptadas para evitar lo que hubiera podido
ser un cataclismo institucional y social. A ello se agrega la consideración
del Decreto 1195 de 1992 en el sentido de que no obstante que el Gobierno ha
comprobado que las medidas adoptadas por el Decreto 1156 de 1992 han logrado su
propósito en cuanto a que la interpretación auténtica y general allí contenida
ha sido aplicada por los órganos judiciales, se considera indispensable
prorrogar la vigencia de esas medidas, con el objeto de mantener dicha
interpretación dentro de los procedimientos relacionados con los delitos de
competencia de los jueces regionales y del tribunal nacional.
Efectivamente
y como corroborador de la solidez de ese motivo y sobre todo de la necesidad de
tener como normatividad permanente las determinaciones del Decreto 1156 de
1992 de 10 de julio de 1992, se observa que el Congreso de la República, expidió
la Ley 15 de 5 de octubre de 1992 "por medio de la cual se adopta como
legislación permanente los artículos 1o., 2o., 3o. y 4o." de dicho
Decreto y que fue la culminación del proyecto de ley presentado por el Gobierno
Nacional.
En
mérito de las consideraciones anteriores, la Corte Constitucional, en Sala
Plena, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
R E S
U E L V E :
Declarar
constitucional el Decreto Legislativo 1195 de 16 de julio de 1992, "Por
el cual se levanta el estado de conmoción interior y se prorroga la vigencia
del Decreto 1156 de 1992", expedido por el señor Presidente de la
República.
Cópiese,
publíquese, comuníquese al Presidente de la República y al Presidente del
Congreso, insértese en la Gaceta Constitucional y archívese el expediente.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
MARTHA
V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
Salvamento
de voto a la Sentencia No. C-579
CONMOCION
INTERIOR-Causas
inexistentes (Salvamento de voto)
Los
suscritos, si inicialmente estimamos que no existían las causas que ameritaran
la declaratoria de tal estado, en sana lógica no podemos ahora afirmar que
tales causas "han dejado de existir". Como para nosotros dichas
causas nunca se presentaron, su desaparecimiento es un imposible. No puede
desaparecer lo que nunca existió. Por tanto, la sentencia que afirma que es
constitucional la norma que constató la ausencia de tales causas no puede ser
compartida.
CONMOCION
INTERIOR-Prórroga
(Salvamento de voto)
Si
en su oportunidad estimamos que era inconstitucional el Decreto 1156 de 1992,
que limitaba -léase suprimía- las causales de libertad provisional en los
procesos adelantados por la justicia anteriormente denominada de orden público,
ahora, para ser nuevamente consecuentes, no nos queda más que reiterar la
inconstitucionalidad de la norma que prorroga la vigencia en el tiempo de tal
supresión de derechos constitucionales fundamentales.
De
los Magistrados:
CIRO
ANGARITA BARON y ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Ref.:
Radicación R.E.-008
Revisión
Constitucional Decreto 1195 de 1992
"Por
el cual se levanta el Estado de Conmoción Interior".
Santafé
de Bogotá,D.C., noviembre seis (6) de mil novecientos noventa y dos (1992).
Los
Magistrados Ciro Angarita Barón y Alejandro Martínez Caballero hacemos
salvamento de voto en el proceso de la referencia, con fundamento en los
siguientes argumentos:
En
su oportunidad los suscritos salvamos el voto en el marco de los procesos
R.E.-006 y R.E-007, que declararon el estado de conmoción interior cuyo
levantamiento ahora se estudia y que dictaron medidas de excepción sobre la
libertad provisional en los procesos que adelanta la justicia regional,
respectivamente.
En
aquellos salvamentos expresamos nuestra opinión en el sentido de la no
conformidad de las normas revisadas con la Constitución Política de 1991.
Ahora
bien, en el proceso de la referencia se levanta el Estado de conmoción interior
-artículo 1o.- y se prorrogan por noventa días los efectos de las medidas
dictadas a su amparo -artículo 2o.-.
En
cuanto a lo primero, los suscritos saludamos desde luego el levantamiento del
estado de excepción constitucional y el retorno a la normalidad jurídica del
país.
Sin
embargo, para ser consecuentes con nuestra posición inicial, no podemos
coincidir con la mayoría en la decisión de encontrar conforme con la
Constitución el Decreto 1195 de 1992, por lo siguiente:
Dice
la mayoría de esta Corporación que ciertamente han desaparecido las causas que
generaron la declaratoria de la conmoción, por lo cual el decreto que levanta
tal estado es constitucional.
Los
suscritos, por el contrario, si inicialmente estimamos que no existían las
causas que ameritaran la declaratoria de tal estado, en sana lógica no podemos
ahora afirmar que tales causas "han dejado de existir". Como para
nosotros dichas causas nunca se presentaron, su desaparecimiento es un
imposible. No puede desaparecer lo que nunca existió.
Por
tanto, la sentencia que afirma que es constitucional la norma que constató la ausencia
de tales causas no puede ser compartida.
Y
en cuanto a lo segundo, si en su oportunidad estimamos que era inconstitucional
el Decreto 1156 de 1992, que limitaba -léase suprimía- las causales de libertad
provisional en los procesos adelantados por la justicia anteriormente
denominada de orden público, ahora, para ser nuevamente consecuentes, no nos
queda más que reiterar la inconstitucionalidad de la norma que prorroga la
vigencia en el tiempo de tal supresión de derechos constitucionales fundamentales.
En
mérito de lo expuesto, los suscritos salvamos el voto respecto de la decisión
de la mayoría de la Sala Plena de la Corte Constitucional.
Fecha
ut supra
CIRO
ANGARITA BARON ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
1 El Decreto 1155 de 10 de julio de 1992 por el
cual se declaró el estado de conmoción interior en todo el territorio nacional,
a partir de la vigencia de dicho decreto, señaló como su fecha de expiración
las 24 horas del 16 de julio de 1992 |
242 | C-580-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-580/92
SERVICIOS
PUBLICOS-Tarifas
Las directrices
legales disponen una racional determinación de los costos de las tarifas,
mediante el aseguramiento de los activos de las entidades de servicio público,
con el fin de garantizar su financiación, ajustando las tarifas a "los
cambios en los costos reales" a fin de mantener el equilibrio económico-financiero
de la empresa y garantizar la cobertura futura de los servicios.
SERVICIOS
PUBLICOS/PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD/REGIMEN TARIFARIO
Al considerar la
norma, que los servicios públicos se prestarán "en beneficio de la
comunidad", entendida como un todo, se consagra allí un principio de
solidaridad que, elimina la posibilidad que se establezca la prestación de los
mismos, en condiciones favorables a sólo una parte del conglomerado social.
Más aún, se impone en ella, tomar en cuenta los distintos estratos sociales que
participan como usuarios de los servicios públicos, según su capacidad
económica, para establecer un régimen tarifario diferencial, que consulta una
función redistributiva del costo de los servicios, de acuerdo con la capacidad
económica del usuario del servicio, para evitar que sea igual la tarifa para
los sectores más ricos de la comunidad que para los más pobres, con lo que se
impide que una mayor proporción de la riqueza se concentre en pequeños
segmentos de la población, mientras que las grandes mayorías asumen el mayor
costo de los servicios.
TASA-Límites/TARIFA-Alcance
La tasa supone
una contrapartida directa y personal, ésta encuentra limitado su valor al costo
contable, como máximo, del servicio. Es decir, que de la tasa está excluida la
posibilidad de beneficio o rentabilidad sin que esta limitante pueda traducirse
en gratuidad para el usuario del servicio público. En la tarifa o precio del
servicio público se cobra una remuneración que cubre el costo total del
servicio. En la primera, la empresa percibe el ingreso normal que genera la
producción y gestión del servicio que vende, mientras que en la segunda, se
está cobrando una remuneración que no necesariamente tiene que cubrir el valor
total del servicio. Los artículos 3o. y 4o. del Decreto 3069 de 1968, se
refieren a criterios sobre fijación de las tarifas de los servicios públicos y
no a las tasas que, como tributos, puede señalar la ley. La anterior precisión
se impone a fin de demostrar que la pretendida violación al artículo 338 de la
Carta, no existe por cuanto este último precepto superior, se ocupa de una
realidad distinta, cual es la de los impuestos, tasas y contribuciones, más no
de las tarifas de los servicios públicos a que se refiere la preceptiva
acusada.
REF:
Expediente NO. D-058
Acción Pública de
Inconstitucionalidad contra los artículos 3 y 4 del Decreto 3069 de 1968.
"Por el cual se crea la Junta Nacional de Tarifas de Servicios Públicos,
se establecen los criterios básicos para la aprobación de las mismas, y se
dictan otras disposiciones".
Actor:
HERNAN ANTONIO
BARRERO BRAVO
Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ
Aprobado por Acta
No.
Santafé de Bogotá
D.C., Noviembre cinco (5) de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
El ciudadano HERNAN
ANTONIO BARRERO BRAVO formuló ante la Corte Constitucional demanda de
inconstitucionalidad contra los artículos 3o. y 4o. del Decreto 3069 de 1968.
Una vez cumplidos todos los trámites previstos en el artículo 242 de la
Constitución Nacional y en el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte a resolver
sobre la demanda presentada.
II. EL TEXTO DE
LAS NORMAS ACUSADAS
A continuación se
transcriben los artículos acusados:
"DECRETO
3069 de 1968.
"Diciembre 16
"Por el cual se
crea la Junta Nacional de Tarifas de Servicios Públicos, se establecen los
criterios básicos para la aprobación de las mismas, y se dictan otras
disposiciones".
"...
"Artículo
3o. La fijación de tarifas
de servicios públicos se ceñirá a los siguientes criterios:
"1. Las
entidades de servicio público deberán asegurar la protección de sus activos y
fomentar el ahorro nacional mediante niveles de tarifas que cubran los costos
reales de la prestación del servicio y provean una determinada rentabilidad
sobre el valor de dichos activos, con el objeto de facilitar apropiadamente la
financiación de sus programas. Para tal fin las tarifas deberán ajustarse con
oportunidad a los cambios de los costos reales que alteren el equilibrio
económico de la empresa y los planes trazados para atender la futura demanda.
"2. Las
entidades de servicio público fijarán sus tarifas en tal forma que tomen en
cuenta la capacidad económica de los diferentes sectores sociales y el mejor
aprovechamiento de los recursos propios de los respectivos servicios en
beneficio de la comunidad.
"Parágrafo. Se
define como tasa de rentabilidad la relación entre los ingresos anuales netos
de operación y el valor promedio de activos destinados a prestar el servicio.
Los ingresos anuales netos de operación son la diferencia entre los ingresos
anuales por concepto de venta del servicio y los gastos anuales de operación y
mantenimiento, incluyendo en éstos la depreciación y excluyendo intereses.
Artículo 4o. La Junta reglamentará la aplicación de los
criterios enunciados en el artículo 3o."
III. LA DEMANDA
A. Normas
Constitucionales que se consideran infringidas.
El actor considera
como normas constitucionales infringidas los artículos 338 y 367 de la Carta.
Destaca, además que se viola la ley 65 de 1967.
B. Los
Fundamentos de la Demanda.
Fundamenta el actor
su solicitud en las consideraciones que a continuación se sintetizan:
- Indica el
accionante que de conformidad con el artículo 3o. del Decreto 3069 de 1968 los criterios
para determinar las tarifas de los servicios públicos domiciliarios pueden
resumirse así: Los costos reales de la prestación del servicio, la generación
de recursos que permita financiar los programas de renovación y extensión de la
cobertura y la capacidad económica de los diferentes sectores sociales;
criterios que, en su opinión, "han sido manejados al antojo de las
autoridades de turno, sin ninguna seriedad metodológica ni técnica y con una
proliferación desmesurada de decretos sin fuerza de ley, generalmente
reglamentarios y actos administrativos."
- Estima que la
Constitución de 1991 contiene disposiciones más precisas y por tal razón, los
criterios para la fijación de tarifas fueron modificados por los artículos 338
y 367 de la Carta, y que, de acuerdo con el artículo 338 "corresponde a la
ley, las ordenanzas y los acuerdos, según el caso, establecer el sistema y
método para definir los costos de los servicios y la forma de hacer ese
reparto", al paso que, el artículo 367 contempla además de los criterios
de costos, los de solidaridad y redistribución de ingresos."
- Argumenta el
demandante que el concepto de tarifa de servicios públicos "es sinónimo al
de tasa" que utiliza el artículo 338 de la C.N. esto es, implica "una
contraprestación económica específica correlativa al servicio público que los
gobernados reciben del Estado." Agrega que "con estas precisiones,
el citado artículo 338 de la C.N., le asigna a la ley, las ordenanzas o
acuerdos permitir que "las autoridades fijen la tarifa de las tasas... que
cobren a los contribuyentes, como recuperación de los costos de los servicios
que les prestan..."; pero el sistema y el método para definir tales
costos..., y la forma de hacer el reparto deben ser fijados por la ley, las
ordenanzas o los acuerdos" (Subrayas del accionante).
- Según el
accionante "de la simple comparación de lo dispuesto en el artículo 3 del
Decreto 3069/68, con el artículo transcrito de la nueva Carta, no cabe duda que
en aquel no se contemplan estos requisitos: El sistema y el método para definir
los costos del servicio, ni la forma de hacer su reparto. Este es el motivo
para que aquel Decreto con fuerza de ley sea declarado inexequible..."
- Aduce el
demandante que los principios contemplados en el artículo 338 de la Carta se
orientan en el sentido de permitir a los representantes del pueblo determinar
los "parámetros de las tasas o tarifas", impidiéndose así el imperio
de la arbitrariedad en beneficio de la seguridad de los administrados y
reitera: "la determinación cuantitativa de servicios públicos, a partir de
la promulgación de Constitución de 1991, compete única y exclusivamente a la
Ley, las ordenanzas o acuerdos, según el caso, por mandato del artículo 338 de
la Carta Fundamental, desde el momento que les asigna fijar el método y sistema
para definir los costos del servicio y la forma de hacer el reparto de esos
costos."
- A partir de la
promulgación de la nueva Constitución, "no le corresponde ni al gobierno,
ni a la Junta Nacional de Tarifas de Servicios Públicos, como lo manda el
artículo 4o. del Decreto E. 3069/68, reglamentar la aplicación de los criterios
enunciados en el artículo 3o. de este Decreto con fuerza de ley, si no existe
una ley, ordenanza o acuerdo donde se fije el sistema y el método para definir
los costos del servicio y la forma de hacer el reparto de estos."
- Entiende el
accionante que al no tener en cuenta el artículo del Decreto Extraordinario
3069 de 1968 los criterios de solidaridad y redistribución de ingresos
contraría la norma suprema, y concretamente su artículo 367.
Afirma el demandante
que "el criterio de 'solidaridad' es diferente al de "redistribución
de ingresos y este a la vez del empleado en el artículo 3o. del D.E. 3069/68,
"sobre la capacidad económica de los diferentes sectores sociales",
que actualmente las empresas de servicios públicos domiciliarios han dado en
llamar "estratificación socio-económica." Pues bien, ni una ni otra
tienen nada que ver con las nuevas exigencias del artículo 367 de la C.N.: el
criterio de "solidaridad" es diferente al de "redistribución de
ingresos", y ambos son diferentes a lo que hoy se conoce como "la
estratificación socio-económica".
- Señala el
demandante que se ha pensado que mediante la estratificación socio-económica
con tarifas diferenciales, se logran efectos de tipo redistributivo, pues las
personas de los más altos estratos subsidian el consumo de las clases menos
favorecidas, y que sin embargo ello no es así pues los dos conceptos no pueden
identificarse, además el sistema que contempla el decreto 3069 de 1968 en lo
referente a la estratificación socio-económica para fijar tarifas de servicios
públicos domiciliarios es "arbitrario" y "antitécnico". Por
tanto, la dicha estratificación socio-económica "no responde a la exigencia
del artículo 367 de la C.N., al no ser un mecanismo de "redistribución de
ingresos."
- Finalmente, el
accionante anota: "De lo anterior se desprende que los artículos
demandados del D.E. 3069/68 violan flagrantemente los artículos 338 y 367 de la
Constitución Nacional, al no contemplar el sistema y el método para definir los
costos de los servicios y la forma de hacer ese reparto; y al no establecer los
criterios de solidaridad y redistribución de ingresos para fijar las tarifas de
los servicios públicos domiciliarios, como son los contemplados en el literal
f) del artículo 61 de la ley 81 de 1988."
IV. EL
MINISTERIO PUBLICO
La Procuradora
General de la Nación (E) rindió en término el concepto de su competencia y en
él solicita a la Corte Constitucional declarar la exequibilidad de los
artículos 3o y 4o. del Decreto 3069 de 1968.
El Despacho de la
Procuradora General de la Nación (E) fundamenta su solicitud, formulada dentro
de este proceso, en las consideraciones que se resumen:
- Advierte la
agente del ministerio público que las normas demandadas se encuentran
"plenamente vigentes y por tanto susceptibles del presente juicio de
constitucionalidad" y que si bien ya han sido estudiadas por la Honorable
Corte Suprema de Justicia mediante fallo de 21 de mayo de 1981 emanado de esa
Corporación, no se configura el fenómeno de la cosa juzgada por cuanto la
acción que entonces se intentó atacaba el Decreto 3069 de 1968 por exceder la
ley de facultades extraordinarias dejando a salvo de cualquier acusación
"el contenido mismo del Decreto por su materia y correspondencia"
frente a la Carta de 1886. Además, la existencia de una nueva Constitución
"coloca todas las normas ya cuestionadas ante la posibilidad de ser nuevamente
estudiadas respecto de su constitucionalidad."
- Se detiene la
Jefe del ministerio público en el análisis de la regulación constitucional de
los servicios públicos entendidos genéricamente como "toda obligación a
cargo del Estado en desarrollo de la función pública y de su razón de ser
enfrente a los ciudadanos" y en un sentido más específico referido a los
servicios públicos domiciliarios "como aquellos elementos fundamentales
para el mantenimiento de la vida cotidiana pacífica, siendo la infraestructura
básica para el desarrollo económico y social por brindar el cubrimiento de las
necesidades primarias del conglomerado humano". Puntualiza luego diversos
aspectos de las disposiciones dogmáticas y programáticas de la Nueva
Constitución en materia de servicios públicos.
- Respecto del
reparo que el actor formula contra el artículo 3o. del Decreto 3069 de 1968 por
contrariar el artículo 338 Superior al no contemplar el sistema y método para
definir los costos del servicio, ni la forma de su reparto, indica la Procuradora
General de la Nación (E), que el significado de la norma constitucional
"no es otro sino el de querer darle a los servicios públicos un cuidado
especial por parte de la ley y procurar una reglamentación lo más específica
posible respecto del sistema y métodos para fijar las tarifas de los servicios
públicos, esto como una protección democrática a un tema tan importante que no
puede ser simplemente manejado mediante resoluciones de carácter
administrativo". Señala que el artículo atacado "contempla unos
lineamientos básicos que pueden ser entendidos como metodología y sistema para
fijar las tarifas de los servicios públicos ..." "porque 'METODO Y
SISTEMA', es no solamente la aplicación minuciosa de una técnica, sino también
los lineamientos dentro de los que se habrán de hacer los cálculos específicos
para cada caso concreto" y en tal sentido el Decreto "cumple con los
requisitos exigidos por el artículo 338 en la medida en que sí establece, de
alguna forma, métodos y sistemas conforme al pedir de la norma presuntamente
violada"; además, "es función de la ley que posteriormente se dicte,
ampliando este tema, el darle un mayor alcance a la actual Junta Nacional de
Tarifas."
- En lo atinente a
la ausencia de los criterios de solidaridad y redistribución de ingresos dentro
del Decreto 3069 de 1968, ausencia que se traduce en violación del artículo 367
de la Carta que los contempla, anota la Jefe del ministerio público que
efectivamente el texto del artículo 3o del decreto 3069 de 1968 no hace mención
alguna de los referidos criterios "más esto no significa que el sentido de
la norma impida en algún momento la aplicación de los mencionados principios en
tanto que una nueva norma implemente su contenido desarrollándolos de la forma
más precisa posible." Agrega que "los criterios de aplicación, si
bien deben ser herramientas legales que coloquen a la Administración Pública
bajo un mandato en la fijación de las tarifas, no excluyen de forma alguna que
en el desarrollo de la función pública y de la ejecución de los actos
administrativos, dichos preceptos sean aplicados directamente desde la
Constitución, esta en nombre del período de transición jurídica que vive la
nación que implica toda una transformación institucional que debe ser
paulatina, y que en materia de servicios públicos ya existe toda una serie de
proyectos llamados a mejorar el régimen existente sin producir el vacio que
ocasionaría la no carencia de métodos para regular las tarifas de servicios
públicos."
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
A. La Competencia
Es competente la
Corte Constitucional para conocer de la acción ciudadana de
inconstitucionalidad presentada por HERNAN ANTONIO BARRERO BRAVO contra los
artículos 3o. y 4o. del Decreto 3069 de 1968, de conformidad con lo dispuesto
en el numeral 5o. del artículo 241 de la Constitución Política.
B. La Materia
El presente fallo
examina la conformidad de los artículos 3o. y 4o. del Decreto 3069 de 1968, con
los artículos 338 y 367 de la Carta y demás disposiciones concordantes de la
misma.
La
Fijacion de Tarifas de los Servicios Publicos en la Constitución de 1991.
El tema de los
servicios públicos comprende una de las materias de mayor sensibilidad en la
opinión colectiva, sobre todo después del abandono del concepto de servicios
públicos gratuitos que tantas expectativas causó en los comienzos del Estado
Social de Derecho. Hoy en día esa gratuidad ha sido abandonada quedando
supérstite en pocos servicios como la Justicia (artículo 229 C.N.), o la
Educación (artículo 67 C.N.), o la Salud (artículos 49 y 50 C.N.), de manera
más o menos parcial. Actualmente, los servicios públicos son onerosos,
surgiendo la obligación para las personas y los ciudadanos de contribuir al
financiamiento de los gastos e inversiones del Estado dentro de conceptos de
justicia y equidad (numeral 9o. artículo 95, y artículo 368 ibidem).
La determinación de
los costos de los servicios, implica la evaluación de un conjunto de factores
que va desde la cobertura y oportunidad en su prestación hasta la eficiencia y
clasificación de los distintos tipos de usuarios de los mismos. Si a esto se
agrega la circunstancia de que para impulsar el desarrollo en un país, se
requiere que sus habitantes dispongan de agua potable, energía eléctrica,
medios de comunicación, etc., se aprecia la dimensión del esfuerzo del
legislador a fin de conciliar la realidad con los objetivos de justicia social
y equidad que se encuentran en el origen y justificación de la organización de
los servicios públicos.
La Constitución
Política de 1991, se ocupa de la cuestión de manera expresa, en varios de sus
preceptos, para deferir a la ley el señalamiento de las competencias y
responsabilidades en la prestación de los servicios públicos domiciliarios, su
cobertura, calidad y financiación, y el régimen tarifario que tendrá
especialmente en cuenta:
1o. Criterios
de Costos;
2o. La
Solidaridad Social; y
3o. El Principio de
Justicia Social Distributiva que la ciencia económica denomina de la
"redistribución de ingresos".
Igualmente dispone
la Carta Fundamental que corresponde a la ley la determinación de las entidades
competentes para fijar las tarifas (artículo 367 C.N.).
Se autoriza a la
Nación, a los Departamentos, los Distritos, los Municipios y las entidades
descentralizadas para conceder subsidios en sus respectivos presupuestos, a las
personas de menores ingresos a fin de que puedan pagar las tarifas de los
servicios públicos domiciliarios que cubran sus necesidades básicas (artículo
368 C.N.).
Fuera de estas
reglas generales sobre la prestación y procedimientos para la fijación de las
tarifas de los servicios públicos domiciliarios, existen disposiciones
constitucionales que, igualmente, fijan criterios sobre esos aspectos,
ordenando, mediante ley, la aplicación de los principios de eficiencia,
universalidad y solidaridad, y la toma de medidas orientadas en general a
buscar la mayor cobertura de los servicios y el acceso a los mismos por todas
las personas, teniendo en cuenta la capacidad económica de que dispongan
(artículos 49 y 50 de la C.N.).
La normatividad bajo
examen, contiene los criterios que la ley había establecido para la fijación de
tarifas de servicios públicos, antes de la vigencia de la Constitución
Política de 1991. La revisión de su exequibilidad se contrae entonces a
determinar si los contenidos de esa legislación resultan contrarios al Nuevo
Orden Superior. Con tal fin procede la Corporación a exponer esos contenidos
para confrontarlos con los principios constitucionales, que, sobre la materia
se han anticipado. El artículo 3o. del Decreto No. 3069 de 1968, trae unos
criterios, que la Junta Nacional de Tarifas, creada en el mismo decreto, podrá
reglamentar para implementar su aplicación (artículo 4o. ibidem). Esos
criterios son los siguientes:
-
Que las entidades prestatarias
de los servicios públicos deberán asegurar la protección de sus activos y
fomentar el ahorro nacional.
- Que los niveles
de tarifas deben cubrir los costos reales de la prestación del servicio y
proveer una determinada rentabilidad sobre el valor de dichos activos.
- Que los niveles
de tarifas deben facilitar apropiadamente la financiación de sus programas.
- Que oportunamente
las tarifas deberán ajustarse a los cambios en los costos reales que alteren el
equilibrio económico de la empresa y los programas que ésta se haya trazado
para atender la futura demanda.
- Que las tarifas
se fijarán tomando en cuenta la capacidad económica de los diferentes sectores
sociales.
- Que las tarifas
se fijarán considerando el mejor aprovechamiento de los recursos propios de los
respectivos servicios en beneficio de la comunidad.
El parágrafo del
artículo 3o. define como "tasa de rentabilidad", la relación entre
ingresos anuales netos de operación y el valor promedio de activos destinados
a prestar el servicio. A su vez, se definen"los ingresos anuales netos de
operación" como la diferencia entre los ingresos anuales por concepto de
venta del servicio y los gastos anuales de operación y mantenimiento,
incluyendo estos la depreciación y excluyendo los intereses.
Las anteriores
directrices legales no contrarían las disposiciones constitucionales que
imponen la obligación de fijar las tarifas de los servicios públicos,
determinando competencias y responsabilidades relativas a los servicios
públicos en cuanto a su cobertura, calidad y financiación, y teniendo en
cuenta, además de los costos, los principios de solidaridad y redistribución de
ingresos (artículo 367 C.N.). Por el contrario, los artículos acusados,
disponen una racional determinación de los costos de las tarifas, mediante el
aseguramiento de los activos de las entidades de servicio público, con el fin
de garantizar su financiación, ajustando las tarifas a "los cambios en los
costos reales" a fin de mantener el equilibrio económico-financiero de la
empresa y garantizar la cobertura futura de los servicios.
En cuanto a la
"calidad" de los servicios, el artículo 3o. dispone que se debe
aprovechar "los recursos propios de los respectivos servicios en beneficio
de la comunidad". Lo mismo que una orientación de eficiencia se aprecia
en los criterios que contiene la norma. Los principios de
"solidaridad" y "redistribución de ingresos", tampoco se
encuentran contrariados en los preceptos que se demandan, sino, por el
contrario, de cierta manera desarrollados. En efecto, al considerar la norma,
que los servicios públicos se prestarán "en beneficio de la
comunidad", entendida como un todo, se consagra allí un principio de solidaridad
que, elimina la posibilidad que se establezca la prestación de los mismos, en
condiciones favorables a sólo una parte del conglomerado social. Más aún, se
impone en ella, tomar en cuenta los distintos estratos sociales que participan
como usuarios de los servicios públicos, según su capacidad económica, para
establecer un régimen tarifario diferencial, que consulta una función
redistributiva del costo de los servicios, de acuerdo con la capacidad
económica del usuario del servicio, para evitar que sea igual la tarifa para
los sectores más ricos de la comunidad que para los más pobres, con lo que se
impide que una mayor proporción de la riqueza se concentre en pequeños
segmentos de la población, mientras que las grandes mayorías asumen el mayor
costo de los servicios.
La tendencia
redistributiva de la Hacienda Pública recogida por el constituyente viene
tomando auge en los últimos 30 años, luego de ser objeto de serios estudios
realizados por organismos nacionales e internacionales. El objetivo de este
enfoque es el de llegar con una mayor proporción de servicios públicos a los
estratos pobres de la sociedad. Esta lógica se desarrolla en el Capítulo 5,
"De la finalidad social del Estado y de los servicios públicos", del
Título XII, de la Constitución Política de 1991.
Sin duda, aparte el
significado inequívoco del mandato constitucional, se proyecta en estas
soluciones el principio acogido en el artículo 36 del Código
Contencioso-Administrativo, cuando dispone que "en la medida en que el
contenido de una decisión, de carácter general o particular, sea discrecional,
debe ser adecuada a los fines de la norma que la autoriza, y proporcional a los
hechos que le sirven de causa".
En el mismo sentido
es preciso tener en cuenta que, al desarrollar lo dispuesto en el numeral 2 del
artículo 3° de la norma acusada, la fijación de la tarifa debe ser razonable,
no sólo para cumplir la norma, sino también el precepto constitucional que como
tal afirma su supremacía en el orden jerárquico normativo cuando determina en
su artículo 368 que "la nación, los departamentos, los distritos, los
municipios y las entidades descentralizadas podrán conceder subsidios, en sus
respectivos presupuestos, para que las personas de menores ingresos puedan
pagar las tarifas de los servicios públicos domiciliarios que cubran sus
necesidades básicas".
Los criterios
contenidos en la normatividad acusada se avienen a las nuevas orientaciones de
la Carta, resultándoles compatibles, y, lo que más interesa a este examen, no
resultando contradictorios. El hecho de que esos criterios para la fijación de
las Tarifas de Servicios Públicos, según lo sostiene el libelista, hayan
"sido manejados al antojo de las autoridades de turno, sin ninguna
seriedad metodológica ni técnica" es una circunstancia que, en verdad,
preocupa a la sociedad colombiana; pero, en sentido estricto, esas conductas,
antojadizas, sin método y antitécnicas, no provienen de la normatividad en
cuestión, de sus predicamentos, ni, en consecuencia, pueden servir de
fundamento para declarar su inconstitucionalidad; tales conductas traicionan,
por el contrario, sus mandatos.
Incurre en error
conceptual el demandante, cuando considera que el "concepto de tarifa de
Servicios Públicos es sinónimo al de tasa". Porque si bien es cierto que
la tasa supone una contrapartida directa y personal, ésta encuentra limitado su
valor al costo contable, como máximo, del servicio. Es decir, que de la tasa
está excluida la posibilidad de beneficio o rentabilidad sin que esta limitante
pueda traducirse en gratuidad para el usuario del servicio público. En la
tarifa o precio del servicio público se cobra una remuneración que cubre el
costo total del servicio. En la primera, la empresa percibe el ingreso normal
que genera la producción y gestión del servicio que vende, mientras que en la
segunda, se está cobrando una remuneración que no necesariamente tiene que
cubrir el valor total del servicio.
No está demás añadir
que el alcance del significado de la tasa, como se ha señalado es un concepto
pacífico en la doctrina de la Hacienda Pública. Por ejemplo Capitant advierte
que "la tasa representa un concepto opuesto al de impuesto; ya que
constituye un procedimiento de repartición de las cargas públicas sobre la base
del servicio prestado al beneficio de ese servicio" (Ossorio Manuel,
Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, p. 736).
Debe indicarse
igualmente que la tasa es un concepto menos retributivo que la tarifa, sin
perder de todos modos ese carácter, toda vez que su diseño fiscal tiende, de
ordinario, como debe ser, a adoptar un carácter de subsidio para los sectores
más desprotegidos de la sociedad, sin perjuicio de su naturaleza de
contraprestación precaria del servicio antes señalado.
Los artículos 3o. y
4o. del Decreto 3069 de 1968, se refieren a criterios sobre fijación de las
tarifas de los servicios públicos y no a las tasas que, como tributos, puede
señalar la ley. La anterior precisión se impone a fin de demostrar que la
pretendida violación al artículo 338 de la Carta, no existe por cuanto este
último precepto superior, se ocupa de una realidad distinta, cual es la de los
impuestos, tasas y contribuciones, más no de las tarifas de los servicios
públicos a que se refiere la preceptiva acusada.
Lo expuesto permite
concluir a la Corte Constitucional que la preceptiva acusada es constitucional,
y por tanto, administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la
Constitución,
R E S U E L V E :
Declarar EXEQUIBLES
los artículos 3o. y 4o. del Decreto 3069 de 1968, "Por el cual se crea la
Junta Nacional de Tarifas de Servicios Públicos, se establecen los criterios
básicos para la aprobación de las mismas y se dictan otras disposiciones",
con fundamento en las razones precedentes.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ
ALEJANDRO MARTINEZ GALINDO CABALLERO
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
243 | C-586-92
Sentencia No
Sentencia No. C-586/92
FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Límites
La facultad
extraordinaria aparece limitada normativamente en las regulaciones de la nueva
Carta Fundamental en lo que hace a las materias de que puede ocuparse el Jefe
de la Rama Ejecutiva del Poder Público, y que pueden ser objeto de la
delegación legislativa y en lo que se refiere al término para su ejercicio;
además, su atribución o conferimiento requiere en adelante de la solicitud
expresa y previa del Presidente de la República, cuando la necesidad lo exija
o la conveniencia lo aconseje, todo dentro del marco normativo del
funcionamiento armónico de las ramas del poder, de la separación de sus
competencias, de su colaboración armónica y de la supremacía y vigencia de la
Constitución.
PODER CONSTITUYENTE/COMPETENCIA
Esta modalidad
reglada de expresión de una competencia sui generis del Poder
constituyente no es nueva en su practica y tampoco es extraña en nuestro medio
ni en el derecho extranjero; supone que el Poder Constituyente entrega al Jefe
del Poder Ejecutivo de modo extraordinario, limitado, preciso y temporalmente
contraído, determinadas competencias legislativas sobre ciertas materias, que
de ordinario corresponden y deben corresponder al órgano con vocación natural y
con la legitimidad política necesaria para expedir los actos con pretensión de
generalidad, pero que, por diversas razones de tránsito de la normatividad y
del ajuste institucional que sigue al proceso de cambio y de reforma, no esta
en condiciones de expedir.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS CONFERIDAS POR LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE/DECRETO LEGISLATIVO-Control
En lo que se
refiere al otorgamiento de facultades legislativas extraordinarias radicadas
en cabeza del Poder Ejecutivo, ordenado por el propio constituyente, cabe
señalar que su ocurrencia es sólo excepcionalísima, y se verifica en casos de
expreso pronunciamiento del mismo constituyente originario o derivado o del
poder reformador de la Constitución; empero, es presupuesto del Estado de
Derecho el sometimiento de los órganos instituídos y de los funcionarios
habilitados para cumplir los cometidos del Estado, a los límites y controles
que aseguren la vigencia de los postulados normativos del orden jurídico del
Estado, y su control de constitucionalidad verificado por el órgano judicial
correspondiente. En este sentido el Constituyente de 1991, precavido de la
necesidad de hacer cumplir la propia Constitución y de dar fundamento a la
vigencia del principio de la Supremacía de la Carta, ordenó que los decretos
expedidos en desarrollo de las facultades conferidas fueran sometidos a dos
tipos de control de su constitucionalidad, así: uno, jurídico-político de
carácter previo, verificado por la Comisión Especial Legislativa, y otro
judicial y posterior verificado ante la instancia de la Corte Constitucional,
por virtud de la acción pública de inexequibilidad.
PREVALENCIA DEL
DERECHO SUSTANCIAL/CASACION-Requisitos/PROPOSICION
JURIDICA COMPLETA
La
constitucionalización del principio de prevalencia del derecho sustancial se
proyecta sobre el ámbito de las regulaciones procesales para adecuarlas a la
defensa de la ley y de los derechos, y a la búsqueda de la vigencia de un orden
justo, objetivos supremos consagrados en el Estatuto Superior. Así, la
proposición jurídica incompleta como requisito jurisprudencial de procedencia del
recurso bien puede ser suspendida, pues en verdad de lo que se trata es de
reconocer que en la sentencia acusada existe o no violación a una norma de
derecho sustancial y esto se satisface con el señalamiento de cuando menos la
violación de una norma de aquella categoría; así, la producción
jurisprudencial sobre el punto de la violación de una norma sustancial por la
sentencia, resultará mucho más probable que al exigirse la integración de la
llamada proposición jurídica completa. En este sentido, la contribución a la
descongestión de los despachos judiciales se logra gracias a que la Corte
Suprema de Justicia en funciones de casación tendrá la oportunidad de corregir
por vía de la jurisprudencia la específica violación a la ley contenida en una
providencia judicial de un tribunal de segundo instancia y así podrá orientar
las labores judiciales de todo el país dando al derecho viviente oportunidades
mayores de acierto. La mayor fluidez y el menor rigorismo en la técnica de los
recursos en sede de casación, no significa en ningún modo que el tribunal
competente para conocer de ellos pueda verse desnaturalizado en sus funciones
por las razones que se examinan; simplemente se trata de hacer menos rígidas
las previsiones para atender a la prevalencia del derecho sustancial sobre el
derecho procesal, y para reconocer que el examen de las causales no puede, en
todo caso, ser agravado por presupuestos que enerven el acceso a la justicia y
limiten en buena medida la unificación de la jurisprudencia nacional y la
realización del derecho objetivo.
CASACION-Límites
El tribunal o la
corte de casación debe por principio limitarse a verificar si los enunciados
normativos contenidos en la regla jurídica han sido interpretados o aplicados
correctamente por el juez de instancia y si en esta labor creadora de la vida
del derecho, también propia y natural de los jueces funcionalmente inferiores,
no se ha incurrido en violación de la ley sustancial; en este sentido dichas
entidades no están habilitadas por regla general para constituirse en tercera
instancia y por ello el legislador ha señalado un régimen preciso de causales
que atienden de modo prevalente al examen de las argumentaciones internas de la
providencia atacada en lo que hace a la formulación lógica frente a los
supuestos de la ley sustancial que le sirve de fundamento.
REF. Expediente
No. D-053
Acción pública de
inconstitucionalidad contra el artículo 51 del Decreto 2651 de 1991.
Descongestión de los despachos
judiciales; recurso de casación.
Actor:
JOSE LUIS BLANCO
GOMEZ
Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ
Santafé de Bogotá,
D.C., Noviembre doce (12) de mil novecientos noventa y dos (1992)
I. ANTECEDENTES
El ciudadano JOSE
LUIS BLANCO GOMEZ, en ejercicio de la acción pública de inexequibilidad que
establece el artículo 242 de la Constitución Nacional, presentó ante la Corte
Constitucional la demanda de la referencia contra el artículo 51 del Decreto
2651 de 1991. Admitida la demanda se ordenó practicar las comunicaciones de
rigor constitucional y legal; se fijó en lista el negocio y simultáneamente se
dió traslado al Despacho del señor Procurador General de la Nación, quien
rindió el concepto de su competencia.
Una vez cumplidos
todos los trámites previstos en el artículo 242 de la Constitución Nacional y
en el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte a resolver sobre la demanda
presentada.
II. EL TEXTO DE
LA NORMA ACUSADA.
A continuación, se
transcribe el artículo acusado.
"DECRETO No.
2651 DE 1991
"(noviembre 25)
"Por el cual se
expiden normas transitorias para descongestionar los despachos judiciales.
"...........
"Artículo 51.
Casación. Sin perjuicio de lo dispuesto en los respectivos códigos de
procedimiento acerca de los requisitos formales que deben reunir las demandas
de casación, cuando mediante ellas se invoque la infracción de normas de
derecho sustancial se observarán las siguientes reglas:
1. Será suficiente
señalar cualquiera de las normas de esa naturaleza que, constituyendo base
esencial del fallo impugnado o habiendo debido serlo, a juicio del recurrente
haya sido violada, sin que sea necesario integrar una proposición jurídica
completa.
2. Si un cargo
contiene acusaciones que la Corte estima han debido formularse separadamente,
deberá decidir sobre ellas como si se hubieran invocado en distintos cargos.
3. Si se formulan
acusaciones en distintos cargos y la Corte considera que han debido proponerse
a través de uno solo, de oficio los integrará y resolverá sobre el conjunto
según corresponda.
4. No son
admisibles cargos que por su contenido sean entre sí incompatibles. Si se
presentan y adolecen de tal defecto, la Corte tomará en consideración los que,
atendidos los fines propios del recurso de casación por violación de la ley, a
su juicio guarden adecuada relación con la sentencia impugnada, con los
fundamentos que le sirven de base, con la índole de la controversia específica
mediante dicha providencia resuelta, con la posición procesal por el recurrente
adoptada en instancia y, en general, con cualquiera otra circunstancia
comprobada que para el propósito indicado resultare relevante."
III. LA DEMANDA
A. Normas
Constitucionales que se Consideran Infringidas.
El actor considera
que la norma acusada vulnera los artículos 113, 114, 121, 150 num. 2 y 189 de
la Constitución Nacional.
B. Los
Fundamentos de la Demanda.
Señala el actor que
el artículo 5 transitorio de la Carta, revistió al Presidente de la República
de " precisas facultades extraordinarias" para legislar sobre cinco
temas y que para efectos de su demanda interesa destacar el literal e) del
referido artículo cuyo tenor es el siguiente: "Expedir normas
transitorias para descongestionar los Despachos Judiciales". Además, el
actor expone las razones en las que se fundamenta su demanda que se resumen
así:
- La larga
tradición constitucional del país enseña que "las facultades
extraordinarias deben ejercerse en forma precisa, de acuerdo con su naturaleza
y con la observancia de los límites precisos que resultan de las preceptivas
que las conceden; cualquier exceso, produce el inevitable quebranto de
preceptos superiores, porque suscita una colisión de las funciones que la
propia Carta ha distribuido en forma rigurosa."
- Indica que de un
lado se ha reformado en forma tajante la causal primera de casación de los
procesos civiles, penales y laborales y de otro se observa una facultad
extraordinaria destinada exclusivamente a la descongestión de los Despachos
Judiciales, con carácter transitorio, sin que entre ambos extremos haya
relación alguna "puesto que morigerar la técnica del recurso, hasta
convertirlo en una simple tercera instancia, y la teleología de las facultades
-"descongestionar los despachos judiciales"- son dos aspectos dispares,
inconexos."
- Agrega que es
absurdo pensar que mediante la reforma del recurso de casación y su evidente
desnaturalización se consiga poner al día los despachos judiciales o desatar
"el nudo angustioso de la congestión", por no existir entre uno y
otro extremo " la más remota relación de causa o efecto", de todo lo
cual resulta el desbordamiento de la facultad extraordinaria que previó la
Carta en el artículo transitorio, la que se traduce en el absurdo de la función
y el quebranto de varios preceptos constitucionales.
- Aduce también que
" en el numeral 4o. de la norma acusada se acoge el criterio de los cargos
"entre sí incompatibles", ajeno a la casación civil y laboral, que
envuelve una absurda limitación al derecho de defensa" y se desconoce la
técnica del recurso como si los cargos "no fueran autónomos y fuera dable
limitar a los recurrentes en el empleo de las distintas modalidades de censura
previstas en las legislaciones, contra los fallos impugnados", con lo
cual tampoco se supera la congestión, pues ésta se presenta en las instancias y
el remedio se prevé para una etapa posterior cuando ya el mal ha surgido.
- Según el
accionante "De lo expuesto resulta el quebranto de la ahora llamada
"ESTRUCTURA DEL ESTADO", especialmente prevista en los artículos 113,
114 y 121 de la Constitución Nacional, que determina las precisas ramas del
poder público, la función propia del Congreso de la República y que remata con
la regla de oro: "Ninguna autoridad del Estado podrá ejercer funciones
distintas a las que le atribuyen la Constitución y la ley."
- Además, en su concepto se viola el
numeral 2o. del artículo 150 constitucional que contempla como función
exclusiva del Congreso la de "Expedir Códigos en todas las ramas de la
legislación y reformar sus disposiciones", de manera que es
evidente la usurpación de funciones, toda vez que dentro de la larga
enumeración de funciones asignadas al Presidente de la República en el artículo
189 "no aparece la relativa a reformar los códigos".
- Finalmente, el accionante concluye que
"el Gobierno Nacional se excedió en las funciones con la norma acusada, ya
que ni directa ni indirectamente el recurso extraordinario de casación tiene
relación con la congestión de los despachos judiciales, finalidad única del
ordinal "e" del artículo transitorio 5o; por lo mismo, el ejecutivo
invadió la órbita funcional del Congreso de la República, órgano que
constitucionalmente tiene la misión de reformar los códigos."
IV. INTERVENCION
OFICIAL
Dentro del término
de fijación en lista el profesional ADOLFO HENRIQUEZ HENRIQUEZ, en
representación del Ministerio de Justicia, presentó escrito en el que justifica
la constitucionalidad de las normas acusadas, con base en los siguientes
argumentos:
_ La norma acusada
se profirió en desarrollo de las facultades extraordinarias otorgadas por el
artículo 5o. transitorio de la Constitución Nacional, facultades que no fueron
excedidas por el ejecutivo dado que "en el momento de expedirse, el
Congreso de la República se encontraba en receso y no podía ejercer ninguna de
sus funciones ni por iniciativa propia, ni por convocatoria del Presidente de
la República".
- Existe relación
entre el recurso extraordinario de casación y la descongestión de los despachos
judiciales, ya que "mediante una norma transitoria se busca que las
autoridades que conocen de los distintos recursos de casación, resuelvan con
celeridad los mismos y descongestionen los despachos."
V. EL MINISTERIO
PUBLICO
El Señor Procurador
General de la Nación rindió en término el concepto de su competencia y en él
solicita a la Corte Constitucional declarar la exequibilidad del artículo 51
del Decreto 2651 de 1991. El Despacho del Señor Procurador General de la Nación
fundamenta su solicitud, formulada dentro de este proceso, en las
consideraciones que se resumen enseguida:
- Advierte el Señor
Procurador que el Decreto 2651 de 1991, "por ministerio de la Constitución
tiene fuerza de ley y su vocación de transitoriedad, que es presupuesto exigido
por la norma habilitante para su validez, se palpa del término de su vigencia,
enero 10 de 1992 hasta el mismo día del mes de Julio de 1995, suspendiendo
durante ese lapso todas las disposiciones que le sean contrarias y
complementando las demás."
- Destaca el Jefe
del Ministerio Público que el contenido del mencionado decreto, es
"regulador de distintas expresiones funcionales de la Administración de
Justicia, buscando su operatividad y agilización" y que en este sentido,
"corresponde a una de las medidas para fortalecer la justicia",
propósito importante dentro del nuevo marco constitucional. Así, dentro de las
estrategias para enfrentar la crisis de la justicia se encuentra, entre otras,
la descongestión de los despachos judiciales.
- Agrega el Señor
Procurador que la congestión de los despachos judiciales "se debe no solo
a la crisis producto de la judicialización de los conflictos, sino además a la
excesiva ritualización en sede judicial de los trámites para la evacuación de
los mismos, en los más de los casos, en detrimento del derecho
sustancial."
- Señala el Jefe
del Ministerio Público algunas de las medidas tendientes a lograr la
descongestión de los Despachos Judiciales y resalta que "el recurso de
casación no ha sido extraño a la crisis generada por el excesivo formalismo
judicial. La observancia irrestricta de lo que se ha denominado como
"técnicas de casación", lo han alejado del desideratum que le
es propio, el aseguramiento del imperio de la ley y la unificación de la
jurisprudencia nacional."
- Indica que el artículo
51 acusado del decreto 2651, con miras a atenuar el tecnicismo de la casación
frente a la causal primera y sobre la infracción de normas de derecho procesal,
sin perjuicio de los requisitos formales de toda demanda "contempla cuatro
reglas que facilitarán al máximo Tribunal de la Jurisdicción Ordinaria la labor
de la interpretación de las demandas de casación."
- Expone que
"no se trata de que toda instauración de este recurso extraordinario deba
prosperar, o que estemos en presencia de lo que denominó el demandante una
tercera instancia", simplemente la norma "impone que en aquellos
casos donde sea necesario establecer un derecho violado se entre al análisis de
fondo, bien para casar, ora para negar, pero que no se trunque tal posibilidad
con argumentos apegados a los formalismos, que se tornan negativos e
inconvenientes cuando congestionan la justicia, como el de la proposición
jurídica completa, o de que los cargos invocados están mal formulados; porque
en uno solo de ellos aparecen acusaciones que han debido ser objeto de cargos
distintos o porque se formulan en diferentes, y se consideraba que han debido
proponerse en uno sólo".
- El Decreto 2651
"flexibiliza el análisis de los requisitos formales", permitiéndole a
la Corte Suprema de Justicia, "conservar a través de las decisiones de
casación el imperio de la ley" y en ese sentido se orienta la norma
acusada.
- Según el Jefe del
Ministerio Público, es dentro de esta perspectiva que debe analizarse el
artículo 51, puesto que con él "se cumple con los presupuestos de validez
del precepto que concede la competencia legislativa extraordinaria al
Presidente de duración provisoria, esto es, con una proyección en el tiempo
para lograr los fines propuestos con su expedición." Por otro aspecto encuentra
"una ligazón de materia, como que el contenido normativo acusado se
desenvolvió dentro de los límites de la preceptiva que la confiere"; así
se verifican en debida forma los requisitos de temporalidad y precisión.
Por último, el señor
Procurador General destaca que la norma acusada no es violatoria de los
artículos 113, 114, 121 y 150-2 de la Carta por cuanto "corresponde a una
normatividad expedida con el objetivo genérico de facilitar el tránsito
normativo e institucional que originaba la vigencia de la nueva Constitución y
el específico, de descongestionar los despachos judiciales; no se produce,
entonces, en cuanto a lo primero, una abrogación de competencia, sino el
ejercicio de una habilitación especial contenida en una disposición
constitucional, y respecto a lo segundo, es una medida que desritualiza el
recurso extraordinario de casación armonizado sin lugar a dudas, con el
artículo 228 constitucional, donde se señala la prevalencia del derecho
sustancial en las actuaciones judiciales."
VI. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera.- La
Competencia
Esta Corporación es
competente para conocer de la acusación formulada contra el artículo 51 del
Decreto 2651 de 1991, en atención a lo dispuesto por el artículo 10
transitorio, en concordancia con el numeral 5o. del artículo 241 de la Carta
de 1991, ya que la acusada es una norma expedida con base en las facultades
extraordinarias conferidas por el literal e) del artículo transitorio 5o. de
la misma.
Segunda. Las
Facultades Extraordinarias de Origen Constituyente
a) No obstante ser
objeto de serios reparos y de observaciones criticas de distinta etiologia
durante el proceso constituyente de 1991, la tradicional institución jurídica
de las Facultades Legislativas Extraordinarias radicadas en cabeza del
Presidente de la República, fue consagrada y regulada de modo ordinario por la
nueva Carta Fundamental en el Articulo 150 numeral 10, y sometida ahora, en
razón de las criticas señaladas, a estrictas regulaciones más rígidas y
rigurosas que las que se predicaban del mismo instituto constitucional en la
carta de 1886 y sus reformas.
En efecto, aquella
figura aparece limitada normativamente en las regulaciones de la nueva Carta
Fundamental en lo que hace a las materias de que puede ocuparse el Jefe de la
Rama Ejecutiva del Poder Público, y que pueden ser objeto de la delegación
legislativa y en lo que se refiere al término para su ejercicio; además, su
atribución o conferimiento requiere en adelante de la solicitud expresa y previa
del Presidente de la República, cuando la necesidad lo exija o la conveniencia
lo aconseje, todo dentro del marco normativo del funcionamiento armónico de las
ramas del poder, de la separación de sus competencias, de su colaboración
armónica y de la supremacía y vigencia de la Constitución.
b) Visto lo
anterior, cabe señalar que en el caso que ocupa la atención de la Corte en esta
oportunidad, no se trata del examen del ejercicio de unas facultades
extraordinarias conferidas por el Congreso de la República, en el modo
ordinario que se reseñó más arriba, sino de facultades extraordinarias
otorgadas por el propio Constituyente, con el propósito de contribuir a la
solución de serias necesidades públicas, que se encontraban en la base de sus
labores de reforma y cambio constitucional relacionadas con la modernización de
la justicia y la descongestión de los despachos judiciales; en consecuencia, el
juicio de constitucionalidad que corresponde a la Corte en este asunto exige el
señalamiento de las advertencias que se hacen enseguida.
Esta modalidad
reglada de expresión de una competencia sui generis del Poder
constituyente no es nueva en su practica y tampoco es extraña en nuestro medio
ni en el derecho extranjero; supone que el Poder Constituyente entrega al Jefe
del Poder Ejecutivo de modo extraordinario, limitado, preciso y temporalmente
contraído, determinadas competencias legislativas sobre ciertas materias, que
de ordinario corresponden y deben corresponder al órgano con vocación natural y
con la legitimidad política necesaria para expedir los actos con pretensión de
generalidad, pero que, por diversas razones de tránsito de la normatividad y
del ajuste institucional que sigue al proceso de cambio y de reforma, no esta
en condiciones de expedir.
c) Como se advirtió
en el considerando anterior, el Decreto 2651 de 1991, "Por el cual se
expiden normas transitorias para descongestionar los Despachos
Judiciales", fue expedido por el Presidente de la República en ejercicio
de las facultades extraordinarias que le confirió el aparte e) del artículo 5o.
de la Constitución Política, después de surtido el trámite previsto ante la
Comisión Especial Legislativa creada por la Asamblea Nacional Constituyente;
esta situación hace que la Corte deba detenerse inicialmente en el examen de
las disposiciones constitucionales que regulan este tema, por su incidencia en
el asunto sub-lite, y que en ejercicio de su función controladora deba
señalar las reflexiones jurisprudenciales que procedan.
En primer término se
observa que la Asamblea Nacional Constituyente confirió al Presidente de la
República un conjunto de facultades legislativas extraordinarias, dentro de las
que se encuentran las que son invocadas como fundamento de la norma acusada;
dicho acto aparece recogido en el artículo transitorio 5o. de la Carta, así:
"Artículo
Transitorio 5o. .- Revístese al Presidente de la República de precisas
facultades extraordinarias para:
a) Expedir las
normas que organicen la Fiscalía General y las normas de procedimiento penal;
b) Reglamentar el
derecho de tutela;
c) Tomar las
medidas administrativas necesarias para el funcionamiento de la Corte
Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura;
d) Expedir el
Presupuesto General de la Nación para vigencia de 1992;
e) Expedir normas
transitorias para descongestionar los despachos judiciales."(subrayas
de la Corte)
Además, en el
artículo transitorio 6o. de la misma Carta, aparece la disposición que ordenó
la creación de una Comisión Especial Legislativa encargada de examinar los
proyectos de decreto que le presentara el Gobierno para ejercer las facultades
extraordinarias conferidas según disposición transcrita; también en el artículo
transitorio 11 se señala que "las facultades extraordinarias a que se
refiere el artículo transitorio 5o. cesarán el día en que se instale el
Congreso elegido el 27 de octubre de 1991".
El citado artículo
transitorio 6o. señala lo siguiente:
"Artículo
Transitorio 6o. Créase una Comisión Especial de treinta y seis miembros
elegidos por cuociente electoral por la Asamblea Nacional Constituyente, la
mitad de los cuales podrán ser Delegatarios, que se reunirán entre el 15 de
julio y el 4 de octubre de 1991 y entre el 18 de noviembre de 1991 y el día de
la instalación del nuevo Congreso. La elección se realizará en sesión
convocada para este efecto el 4 de julio de 1991.
"Esta Comisión
Especial tendrá las siguientes atribuciones:
a) Improbar por la
mayoría de sus miembros, en todo o en parte, los proyectos de decreto que
prepare el Gobierno Nacional en ejercicio de las facultades extraordinarias
concedidas al Presidente de la República por el artículo anterior y en otras
disposiciones del presente Acto Constituyente, excepto los de nombramientos.
Los artículos improbados no podrán ser expedidos por el Gobierno.
b) Preparar los
proyectos de la ley que considere convenientes para desarrollar la
Constitución. La Comisión Especial podrá presentar dichos proyectos para que
sean debatidos y aprobados por el Congreso de la República.
c) Reglamentar su
funcionamiento.
Parágrafo.- Si la
Comisión Especial no aprueba antes del 15 de diciembre de 1991 el proyecto de
presupuesto para la vigencia fiscal de 1992, regirá el del año anterior, pero
el Gobierno podrá reducir gastos y, en consecuencia suprimir o fusionar
empleos, cuando así lo aconsejen los cálculos de rentas del nuevo
ejercicio."
d) Se encuentra que
el mismo Constituyente que confirió las Facultades Extraordinarias estableció
tres requisitos específicos en lo que hace a la forma y al trámite para su
ejercicio, así:
- Al otorgar las
Facultades Extraordinarias dispuso que estas eran "precisas", es
decir límitadas a la materia señalada.
- Igualmente
dispuso que el Presidente debía someter los proyectos de decreto a la no
improbación de la Comisión Especial Legislativa que cumplía las señaladas
funciones jurídico políticas.
- Además, señaló
un término de expiración de las Facultades Extraordinarias como límite temporal
de la habilitación excepcional.
Observa la Corte que
el cumplimiento de estos tres requisitos también es objeto de la función de
control de constitucionalidad que rige sobre los decretos expedidos por el
Presidente de la República en ejercicio de las Facultades Extraordinarias conferidas,
según lo ordena el artículo transitorio 10 de la Carta Política.
Pero, además,
también cabe advertir que las facultades conferidas, naturalmente son de orden
legislativo y por su posición jerárquica y por su contenido deben acomodarse a
las formulaciones de principios, valores, fines y objetivos y a las demás
prescripciones normativas previstas por los enunciados de la Carta, dentro de
los cuales se encuentran las propias disposiciones transitorias, sin que pueda
derogarlas, puesto que no se trata de ningún otro asunto distinto del de
habilitar transitoriamente a un órgano del Estado, que no es el ordinariamente
llamado a legislar, para que provea normativamente sobre una materia
específica y precisa.
e) En lo que se
refiere a esta singular institución, es decir, al otorgamiento de facultades
legislativas extraordinarias radicadas en cabeza del Poder Ejecutivo, ordenado
por el propio constituyente, cabe señalar que su ocurrencia es sólo
excepcionalísima, y se verifica en casos de expreso pronunciamiento del mismo
constituyente originario o derivado o del poder reformador de la Constitución;
empero, es presupuesto del Estado de Derecho el sometimiento de los órganos
instituídos y de los funcionarios habilitados para cumplir los cometidos del
Estado, a los límites y controles que aseguren la vigencia de los postulados
normativos del orden jurídico del Estado, y su control de constitucionalidad
verificado por el órgano judicial correspondiente.
En este sentido el
Constituyente de 1991, reunido en la Asamblea Nacional Constituyente, precavido
de la necesidad de hacer cumplir la propia Constitución y de dar fundamento a
la vigencia del principio de la Supremacía de la Carta, ordenó que los decretos
expedidos en desarrollo de las facultades conferidas fueran sometidos a dos
tipos de control de su constitucionalidad, así: uno, jurídico-político de
carácter previo, verificado por la Comisión Especial Legislativa, y otro
judicial y posterior verificado ante la instancia de la Corte Constitucional,
por virtud de la acción pública de inexequibilidad.
f) Además, el
propio constituyente señaló unos requisitos especiales de carácter formal y de
trámite, para el ejercicio de la habilitación legislativa, que son los que se
aplican a los actos que se podían proferir en su desarrollo, como se verá
enseguida. En este sentido se observa que los decretos expedidos por el
Presidente, en dichos casos, por ser producto de una competencia especial y
excepcional pero reglada, deben someterse en lo que hace a los requisitos
formales y de trámite, a lo que de modo especial y transitorio previó la misma
Carta, puesto que se aplica la regla según la cual en materia de validez
formal de disposiciones jurídicas, la norma especial prevalece lógicamente
sobre la general y ordinaria.
En consecuencia, en
estos casos no se aplican todas las previsiones ordinarias contenidas en el
artículo 150 numeral 10 de la Carta, en cuanto a los requisitos formales y de
trámite para conceder las facultades legislativas extraordinarias, sin que esto
implique desconocer la potestad del Congreso de modificar en todo tiempo y por
iniciativa propia, los decretos leyes dictados por el Gobierno en uso de la
habilitación extraordinaria .
En este caso, no son
aplicables los requisitos ordinarios de trámite y forma previstos en la Carta
Fundamental, para regular la institución de las Facultades Extraordinarias
(art. 150 num. 10), que resulten incompatibles con los requisitos especiales
previstos de modo especial por el constituyente al conferir la habilitación
legislativa.
g) Asunto diferente
al examinado precedentemente es el del sometimiento del Presidente de la
República, en el ejercicio de las facultades extraordinarias conferidas de modo
excepcional por el constituyente, al resto de las previsiones normativas de la
Carta, que no han sido objeto de regulación especial en estos asuntos. Por no
mediar regulación especial en contrario, y por no estar en la voluntad del
constituyente que las confiere otra idea al respecto, se aplica la norma
general de la continuidad y de la vigencia suprema de la Carta como fundamento
de validez material de las normas jurídicas jerárquicamente inferiores, como
son los decretos leyes.
Así las cosas, salvo
lo que se advierte en materia de trámite y de forma, la norma acusada también
debe ser objeto de control de constitucionalidad por los restantes aspectos
materiales previstos en el Estatuto Superior.
Tercera. Los
Requisitos Formales y su Cumplimiento
a) El Carácter
Transitorio de las Disposiciones Acusadas.
Se observa que las
disposiciones acusadas están sometidas al régimen temporal, de carácter
transitorio, ordenado por el Constituyente que confirió las facultades
extraordinarias, ya que el artículo primero (1o) del Decreto 2651 del
veinticinco (25) de noviembre de mil novecientos noventa y uno ordena la
vigencia de los mismos sólo por el término de cuarenta y dos (42) meses; además
la entrada en vigor o la operancia de aquellas disposiciones comenzó por
expresa disposición de su artículo sesenta y dos (62), el día diez (10) de
enero de mil novecientos noventa y dos (1992), todo lo cual significa que la
acusada, como norma transitoria expedida en ejercicio de especiales facultades
extraordinarias, sólo podrá tener operancia y regirá entre el 10 de enero de
1992 y el 10 de julio de 1995.
Cumple así el
artículo 51 con el especial requisito de la transitoriedad que exige el
artículo 5o. transitorio de la Carta de 1991 y al que se hace referencia en
esta providencia, como uno de los requisitos formales que deben ser objeto de
control de constitucionalidad por esta Corporación, en estos casos especiales.
b) El trámite
previo ante la Comisión Especial Legislativa.
Esta Corporación
advierte, como lo hizo más arriba, que el proyecto de decreto al cual pertenece
la norma cuya constitucionalidad se acusa, debió ser presentado ante la
Comisión Especial Legislativa, creada ex-profeso por la Asamblea Nacional
Constituyente, entre otros fines, con el propósito de servir de órgano de
control jurídico-político del desarrollo de algunas disposiciones de la Carta
Fundamental de 1991.
Dicho órgano podía
improbar en todo o en parte, por la mayoría de sus miembros, los proyectos de
decreto presentados por el Gobierno para ser expedidos como decretos leyes que
desarrollan las facultades conferidas en el artículo 5o. transitorio de la
Carta.
Ahora bien, del
examen de los actos contenidos en la Gaceta Legislativa, órgano de publicidad
de los actos de aquella Corporación, se encuentra que este requisito fue
cumplido con exactitud, pues el correspondiente proyecto presentado, no fue
improbado conforme lo señala la norma transitoria; en estas condiciones bien
podía ser expedido por el Presidente de la República.
c) El Termino
Especial para el ejercicio de las Facultades Extraordinarias.
Examinada en detalle
la institución especial de la habilitación legislativa extraordinaria que
permitió la expedición de la norma acusada, se advierte que el Constituyente, atendiendo
al principio fundamental de la doctrina del Estado de Derecho que impone la
separación funcional y orgánica de poderes, en su relación con el principio
operativo de carácter constitucional, según el cual, en ciertas condiciones
especiales y excepcionales, se admite la posibilidad limitada en el tiempo y
por las materias, de conferir Facultades Extraordinarias de carácter
estrictamente legislativo en cabeza del Poder Ejecutivo, otorgó la
habilitación contenida en el Literal e) del Artículo Transitorio 5o. de la
nueva Carta Fundamental, contraída hasta el día en que se instalara el Congreso
elegido el veintisiete (27) de Octubre de 1991, lo cual debía ocurrir, como en
efecto ocurrió, el primero (1o.) de Diciembre de ese mismo año.
Desde este punto de
vista, se tiene que el Constituyente señaló como límite temporal para expedir
los decretos que desarrollaran las facultades otorgadas en el artículo 5o.
transitorio de la Carta, el día 1o. de Diciembre de 1991; así las cosas, el
Decreto 2651 de 1991 debió expedirse antes de la citada fecha, so pena de ser
declarado Inexequible por extralimitación de los requisitos formales especiales
de origen constituyente. Empero, como se advirtió más arriba, el Decreto 2651
de 1991 fue expedido el día 25 de noviembre de dicho año, dentro del limite
temporal advertido, y por tal razón no resulta contrario a la Carta
Fundamental.
Cuarta. La
Precisión de las Facultades Conferidas y su Ejercicio Conforme a la
Constitución.
a) La Corte
encuentra que el límite material establecido por el constituyente, en el caso
de que tratan las facultades conferidas en el literal e) del artículo
transitorio de la Carta, es el de la expedición de las disposiciones legales
transitorias, que sin contrariar el ordenamiento superior, permitan alcanzar la
"descongestión" de los despachos judiciales en todo el territorio
nacional.
En consecuencia,
cabe examinar si por el aspecto del contenido de las disposiciones acusadas, el
ejecutivo desconoció, tanto el límite material de la habilitación
extraordinaria, como las restantes disposiciones de la Carta que tienen
carácter permanente y son de aplicación ineludible, en especial aquellas que
señalan que la Corte Suprema de Justicia cumple las funciones de tribunal de
casación.
b) En verdad, el
término "descongestión" no expresa un enunciado normativo que
conduzca prima facie a una proposición jurídica clara, especifica y
directa, que asegure inmediatamente su entendimiento interpretativo , o que
contenga una hipótesis limitada a una sola alternativa de regulación
legislativa extraordinaria; empero, a juicio de la Corte, resulta que en este
caso el Constituyente confirió un conjunto amplio pero preciso de competencias
sobre el funcionamiento de los despachos judiciales, que comprenden diferentes
posibilidades de regulación legislativa dentro del marco de la finalidad
advertida, que exigen el juicioso examen de esta Corporación para su cabal
entendimiento.
Así las cosas, en
primer término se tiene que "descongestionar" significa, en el
lenguaje corriente y ordinario predicable de las cosas de común ocurrencia, la
disminución o el control del flujo y de la concurrencia o la aglomeración
anormal o excesiva de una sustancia o de algunos objetos presentes en un cuerpo
o entidad determinados, lo que no se acompasa con el funcionamiento de estos y
enerva el desarrollo de sus tareas.
No obstante lo
anterior, se tiene que dicho flujo anormal no solo se mide en términos de
cantidad o de volumen, sino también del ritmo, de la velocidad o del contenido
de la sustancia presente en el cuerpo o entidad de que se trata, siendo así que
la demora en evacuar o en hacer circular aquella conduce a la congestión, y su
circulación normal o la presencia del flujo continuado de la misma, gracias a
distintos factores internos o externos, significa e implica la
"descongestión",
c) Dicha
observación de carácter gramatical y práctico debe ser acompasada, en el caso
del examen judicial de la norma que sirve de fundamento para la expedición de
la disposición acusada, con otros elementos que atiendan a la voluntad del
Constituyente, a la naturaleza de las cosas que se quieren regular y a la
experiencia racional, so pena de no comprender sus verdaderos alcances.
En este sentido cabe
recordar que las condiciones de atraso y de lentitud de la función judicial
causada por el evidente congestionamiento de los despachos judiciales, estuvo
en la base de los trabajos de la Asamblea Nacional Constituyente que se reunió
en el año de 1991 y elaboró la Carta Fundamental, y que las causas de dicha
congestión obedecían a múltiples razones de orden técnico, social, y
económico, así como a determinadas condiciones de rigorismo y rigidez en la
regulación de la vida de los colombianos, dentro de las que se encontraban las
previsiones procedimentales ante los despachos judiciales, ya de origen legal,
ora de naturaleza jurisprudencial como es el caso de las materias de que se
ocupan las disposiciones acusadas.
Cabe señalar que la
falta de un amplio cuerpo unificado en de pronunciamientos de carácter
jurisprudencial emanado del máximo tribunal de la justicia ordinaria en materia
de interpretación de la ley, y de la determinación de los casos de violación de
la misma por las providencias judiciales, en el vasto ámbito de la solución de
las controversias judiciales y de la actividad de los jueces, dentro de un
sistema jurisdiccional y legislado como el nuestro, también ha incidido en la
congestión de los despachos correspondientes, por la permanente interposición
de recursos ordinarios, por las recurrentes controversias sobre idénticos
puntos y aspectos de la normatividad aplicada por los jueces; en otras
palabras, la incertidumbre que en muchos casos se produce por la falta de dicha
unificación, también conduce de modo concurrente, aunque indirecto, a la
congestión de los despachos de distinto nivel en todo el territorio nacional,
por la existencia excesiva de negocios no resueltos, de procedimientos
impugnados y de sentencias recurridas o atacadas.
Ante la relativa incertidumbre
generada por la ausencia de un buen numero de pronunciamientos revestidos con
la fuerza de precedente propia de la máxima autoridad encargada de la
interpretación de la ley, causada ésta por el formalismo lógico-argumental
exigido por la formulación de los recursos, el legislador habilitado de modo
transitorio por el Constituyente decidió remover transitoriamente los limites
de origen jurisprudencial que hacían de aquel instrumento constitucional, de
naturaleza judicial, una causa indirecta de congestión en el funcionamiento de
los despachos judiciales.
Se trata, pues, y en
ultimo término de asegurar que una de las tantas causas de la congestión de los
despachos judiciales en el territorio nacional, como es la del desconocimiento
de los criterios jurisprudenciales de interpretación y aplicación de la ley,
sea removida por virtud de un mecanismo transitorio que asegure una mayor y más
fecunda producción de jurisprudencia en la jurisdicción ordinaria y su
conocimiento por los encargados de aplicar la ley con fines de resolución
judicial de conflictos.
No basta el mero
examen de carácter textual de los términos empleados por el constituyente, que
confirió las facultades, para comprender qué quería significar al utilizar la
expresión "descongestión de los despachos judiciales" y, para
adelantar el contraste entre ésta y el contenido de la disposición acusada; se
hace necesario admitir en consecuencia que la falta de aquella unificación
jurisprudencial, producto y finalidad del recurso objetivo de casación, es
también factor de congestión, de aglomeración o de la concurrencia excesiva de
negocios y recursos ante los despachos judiciales. No obstante lo anterior,
esta interpretación no favorece ni admite interpretaciones alejadas de la
necesidad de asegurar una relación mínima de carácter causal y especializada
entre la disposición dictada para eliminar o contrarrestar la congestión de los
despachos judiciales, y las causas reconocidas y probadas de tal congestión. En
este caso, como lo advierte de modo reiterado la Corte Constitucional, se
reconoce la existencia de dicha relación aunque de modo indirecto, con
carácter de eficacia y especialidad.
d) Encuentra la
Corte que las disposiciones acusadas y que aparecen contenidas en los numerales
1o. a 4o. del artículo 51 del Decreto Ley 2651 de 1991, se contraen a
establecer criterios de rango legal que sirven al Tribunal competente (Corte
Suprema de Justicia) para examinar las causales de casación alegadas por los
recurrentes, y darles trámite conforme a la determinación de su existencia,
sin atender a consideraciones en extremo rigurosas basadas en la plena
pulcritud argumental del planteamiento lógico jurídico contradictor de la
sentencia.
Como se desprende de
su lectura sistemática, estas disposiciones no señalan nada distinto de la
obligación de la Corte Suprema de Justicia en funciones de casación, de atender
las formulaciones de los recursos conforme a las causales establecidas por la
ley, con independencia de las especiales características lógicas de carácter
técnico del planteamiento que se dirige a controvertir la argumentación de la
providencia atacada; así, si no se integra la proposición jurídica completa
(núm.1); si la formulación de los distintos cargos no se presenta por separado
(núm.2), o si se presenta un sólo cargo en distintas formulaciones (núm.3), o
si se presentan cargos entre si incompatibles (núm.4), en ningún modo se atenta
contra la naturaleza del recurso o contra la naturaleza de las funciones del
alto tribunal competente. Simplemente, dicha elevada Corporación debe atender
la solicitud contenida en el recurso si con éste se llega a demostrar la
existencia de la causal que permite romper la providencia atacada por el
aspecto de su propia estructura jurídica formal en lo que hace a la violación
de la ley generada por ella.
De otra parte se
encuentra que el artículo 51 acusado no se dirige a establecer regulaciones
relacionadas con las causales de procedencia del recurso, previstas
específicamente en los Códigos de Procedimiento Penal, Laboral y Civil, las que
deben cumplirse en todo caso. Además, las reglas transitorias que se examinan,
se contraen igualmente a señalar criterios de carácter legal para la actuación
de la Corte en el evento del cabal cumplimiento de los requisitos señalados por
cada código, estando enderezados a permitir que algunos de los defectos
técnicos más comunes de los recursos, no sean suficientes para no atender el
deber de hacer cumplir la ley en las sentencias o para unificar la
jurisprudencia nacional. En este sentido las normas acusadas tienen respaldo
en el principio constitucional que recoge el artículo 228 de la Carta de 1991,
el cual establece, entre otros, que en las actuaciones de la administración de
justicia -que es función pública- prevalecerá el derecho sustancial. La
constitucionalización de este principio se proyecta sobre el ámbito de las
regulaciones procesales para adecuarlas a la defensa de la ley y de los
derechos, y a la búsqueda de la vigencia de un orden justo, objetivos supremos
consagrados en el Estatuto Superior.
Así, la proposición
jurídica incompleta como requisito jurisprudencial de procedencia del recurso
bien puede ser suspendida, pues en verdad de lo que se trata es de reconocer
que en la sentencia acusada existe o no violación a una norma de derecho
sustancial y esto se satisface con el señalamiento de cuando menos la
violación de una norma de aquella categoría; así, la producción
jurisprudencial sobre el punto de la violación de una norma sustancial por la
sentencia, resultará mucho más probable que al exigirse la integración de la
llamada proposición jurídica completa. En este sentido, la contribución a la
descongestión de los despachos judiciales se logra gracias a que la Corte
Suprema de Justicia en funciones de casación tendrá la oportunidad de corregir
por vía de la jurisprudencia la específica violación a la ley contenida en una
providencia judicial de un tribunal de segundo instancia y así podrá orientar
las labores judiciales de todo el país dando al derecho viviente oportunidades
mayores de acierto. Esto último es igualmente predicable de lo dispuesto por
el numeral 2o. del artículo 51 que se acusa, ya que si un cargo formulado
contra la estructura lógica de la sentencia contiene acusaciones que debían
formularse por separado, nada se opone a que la Corte lo examine y decida sobre
las acusaciones como si se hubieran invocado en distintos cargos; lo cierto es
que en este caso el legislador extraordinario estima innecesario para los fines
propios del recurso de casación insistir en la formulación por separado de las
acusaciones contra la sentencia, pues de demostrarse el cumplimiento de los
requisitos legales en materia de causales para la procedencia del recurso,
aprovecha más a la jurisprudencia y a su unificación, la dilucidación del punto
controvertido en la alta sede de la jurisdicción ordinaria.
También, el numeral
3o. del artículo 51 que se acusa obedece a la sana reflexión que se resume más
arriba, ya que si un cargo ha debido proponerse lógicamente en una sola
formulación, nada se opone y por el contrario buen provecho hace para el mejor
entendimiento de la ley en su aplicación judicial, a que la misma Corte en
funciones de casación los integre y resuelva sobre el conjunto de las
acusaciones. Se trata como en los anteriores casos de partir del supuesto
según el cual el recurso cumple con los requisitos legales correspondientes
pero adolece de un defecto apenas lógico formal en su elaboración, lo que no
puede condicionar necesariamente y en todos los casos el deber de adentrarse en
el examen de la violación de la ley generada en la sentencia.
Por último, el
numeral 4o. del artículo 51 acusado, también se enmarca dentro de estas
reflexiones ya que presupone la incompatibilidad entre cargos que por su
contenido sean entre sí incompatibles; empero abre las puertas para que la
Corte Suprema de Justicia aborde el conocimiento de algunos de los formulados
siempre que lo haga atendiendo los fines propios del recurso de casación por
violación de la ley y que guarden relación con la sentencia impugnada en lo que
hace a su formulación argumentativa, y con la controversia resuelta.
Igualmente se señala como criterio para escoger entre los cargos que sustentan
el recurso, los que guarden adecuada relación con la sentencia impugnada, con
los fundamentos que le sirven de base, con la índole de la controversia
específica mediante dicha providencia resuelta, con la posición procesal por el
recurrente adoptada en instancia y, en general, con cualquiera otra
circunstancia comprobada que para el propósito indicado resultare relevante.
e) En concepto de
la Corte Constitucional, la "descongestión" que pretendió el
Constituyente al conferir las precisas facultades extraordinarias de carácter
legislativo, no sólo estaba constituída por el anhelo de obtener la simple
disminución física del volumen de trabajo de los despachos judiciales, o la
disminución del número de expedientes en trámite por los juzgados o
tribunales; aquella comprende, además, otros elementos funcionales y orgánicos
de suma trascendencia sobre la eficaz administración de justicia, que viene
sufriendo desde hace varias décadas y por distintas razones de fuertes
síntomas de retardo, de una afluencia anormal de negocios y de un desorbitado
y desigual crecimiento frente a la misma estructura de la administración
judicial, todo lo cual entorpecía su funcionamiento.
Esta previsión del
Constituyente contenida en el literal e) del citado artículo transitorio 5o., a
juicio de la Corte Constitucional, también comprende las regulaciones
correspondientes al recurso de casación que se surte ante la Corte Suprema de
Justicia en sus distintas Salas, cuando ésta actúa como tribunal especializado
en dichas materias (art. 235 C.N.), siempre que se enderecen a procurar la
citada descongestión de los despachos judiciales, tal y como resulta de este
juicio de la Corte Constitucional.
f) Además, dicho
enunciado implica el reconocimiento de causas de diversa índole y naturaleza
que han incidido en el flujo normal de las actuaciones judiciales ante la
demanda de soluciones a las controversias, entre las que se encuentran las
dificultades que enervan el acceso a la justicia y limitan la unificación de la
jurisprudencia.
En verdad, el
Ejecutivo reconoció que una de las causas de "descongestión" que se
debía remover era precisamente la que se generaba en la técnica especial de
origen jurisprudencial que regulaba la procedencia de los recursos de casación
y que hacía de este medio un instrumento complejo que dificultaba el acceso a
la justicia y la producción de la jurisprudencia unificada en el orden
nacional, que despejara dudas y abriera la posibilidad de la producción de más
fallos y de que éstos, en los distintos niveles inferiores de la administración
de justicia, estuvieran amparados por principios y reglas de interpretación y
argumentación correspondientes con el sentir del máximo tribunal de la justicia
ordinaria.
g) Desde sus
orígenes en el derecho francés, del cual se recogió inicialmente la figura, el
recurso de casación como medio "extraordinario" de impugnación de la
estructura lógica interna de la decisión judicial vertida en una sentencia,
tiene como fines primordiales unificar la jurisprudencia nacional, promover la
realización del derecho objetivo y la reparación de los agravios inferidos a
las partes por la decisión. En efecto, desde que se creó el instituto
jurídico de la casación, a los altos tribunales o a las cortes encargadas de
surtirlo, se les impuso la prohibición de "conocer" de los hechos
del litigio fallado, y el deber de limitar su función judicial a controlar las
formulaciones argumentales y las deducciones lógicas de la estructura racional
de la sentencia, frente a la ley y al derecho.
Cabe señalar que el
tribunal o la corte de casación debe por principio limitarse a verificar si los
enunciados normativos contenidos en la regla jurídica han sido interpretados o
aplicados correctamente por el juez de instancia y si en esta labor creadora
de la vida del derecho, también propia y natural de los jueces funcionalmente
inferiores, no se ha incurrido en violación de la ley sustancial; en este
sentido dichas entidades no están habilitadas por regla general para
constituirse en tercera instancia y por ello el legislador ha señalado un
régimen preciso de causales que atienden de modo prevalente al examen de las
argumentaciones internas de la providencia atacada en lo que hace a la
formulación lógica frente a los supuestos de la ley sustancial que le sirve de
fundamento.
En el caso de la
Corte Suprema de Justicia de nuestro país, esta característica aparece
reiterada por el constituyente al señalar en el artículo 235 numeral 1o. de la
Carta que: "Son atribuciones de la Corte Suprema de Justicia: 1.
Actuar como tribunal de casación.....".
Obviamente, el
examen de esta última disposición admite que el Constituyente al señalar la
función de la Corte Suprema de Justicia no incorporó un concepto vacío, neutro
o abierto que pudiera ser colmado por la legislación o por la jurisprudencia o
al que se le pudiesen atribuir notas, ingredientes o elementos de naturaleza
diferente a las que integran dicho instituto, de tal manera que se alteraran
completamente sus características, como por ejemplo convirtiéndose en recurso
ordinario u otra instancia, o que pudiese ser adelantado de oficio; por el
contrario, en juicio de la Corte Constitucional, si el Constituyente incorpora
dicha noción, debe interpretarse que quiere que el legislador con sus
regulaciones no altere de modo sustancial las nociones esenciales y básicas que
integran dicho instituto, como las que acaban de reseñarse
h) Del examen de las
disposiciones acusadas se encuentra que no existe en este sentido alteración de
las características propias de la institución de la casación y que la Corte
Suprema de Justicia para el caso de los recursos de casación, no resulta
transformada en tribunal de instancia como lo sostiene el actor; por el
contrario, al conservarse las características de las causales de los recursos,
ellas se mantienen, pues aquellas quedan contraídas en general a la
demostración de la violación directa o indirecta de la ley sustancial, a la
demostración de la falta de consonancia de la sentencia con los hechos,con las
pretensiones de la demanda o con las excepciones que procedan, a la
demostración de la existencia en la sentencia de resoluciones o declaraciones
contradictorias; a la demostración de que la sentencia hace más gravosa la
situación del apelante único, y a la demostración de haberse incurrido en la
sentencia en alguna de las taxativas causales de nulidad del proceso.
La mayor fluidez y
el menor rigorismo en la técnica de los recursos en sede de casación, no
significa en ningún modo que el tribunal competente para conocer de ellos pueda
verse desnaturalizado en sus funciones por las razones que se
examinan;simplemente se trata de hacer menos rígidas las previsiones para
atender a la prevalencia del derecho sustancial sobre el derecho procesal, y
para reconocer que el examen de las causales no puede, en todo caso, ser
agravado por presupuestos que enerven el acceso a la justicia y limiten en
buena medida la unificación de la jurisprudencia nacional y la realización del
derecho objetivo.
La Corte
Constitucional entiende que se trata, con carácter transitorio, de darle a
través de las disposiciones acusadas mayor dinamismo, consistencia y utilidad a
la función de unificar la jurisprudencia para permitir a los abogados, a los
jueces y a los ciudadanos en general, saber cual es la doctrina vigente y
aplicarla profusamente y de modo generalizado, sin estar sometidos a la
innecesaria incertidumbre de los cambios y de los desarrollos sucesivos que,
en cada caso, quieran introducir los distintos tribunales que no han tenido la
posibilidad de conocer y reflexionar sobre las orientaciones interpretativas de
aquel alto tribunal.
VII. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, oído el concepto del señor Procurador
General de la Nación, surtidos los trámites correspondientes a este tipo de
actuaciones de control constitucional, en nombre del Pueblo y por mandato de la
Constitución,
R E S U E L V E :
DECLARAR EXEQUIBLE
el artículo 51 del Decreto 2651 de 1991 "Por el cual se expiden normas
transitorias para descongestionar los despachos judiciales".
Cópiese, publíquese,
comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta Judicial y archívese
el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
GALINDO
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General |
244 | C-587-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-587/92
COSA JUZGADA
MATERIAL
No se dió
aplicación al artículo 6o. del Decreto 2067 de 1991 inciso final en lo que hace
referencia al rechazo cuando lo demandado esté amparado por sentencia que
hubiere hecho tránsito a cosa juzgada, por cuanto las decisiones adoptadas por
la Honorable Corte Suprema de Justicia antes de la vigencia de la Carta de
1991, no hacen tránsito a cosa juzgada material, toda vez que el examen
realizado por esa Corporación no comprendió las disposiciones de la actual
Constitución, que en materia de derechos fundamentales difieren en su contenido
y alcance de las de 1886.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO/DERECHOS FUNDAMENTALES-Interpretación
En el Estado
social de derecho -que reconoce el rompimiento de las categorías clásicas del
Estado liberal y se centra en la protección de la persona humana atendiendo a
sus condiciones reales al interior de la sociedad y no del individuo
abstracto-, los derechos fundamentales adquieren una dimensión objetiva, mas
allá del derecho subjetivo que reconocen a los ciudadanos. Conforman lo que se
puede denominar el orden público constitucional, cuya fuerza vinculante no se
limita a la conducta entre el Estado y los particulares, sino que se extiende a
la órbita de acción de estos últimos entre si. En consecuencia, el Estado está
obligado a hacer extensiva la fuerza vinculante de los derechos fundamentales a
las relaciones privadas: el Estado legislador debe dar eficacia a los derechos
fundamentales en el trafico jurídico privado; El Estado juez debe interpretar
el derecho siempre a través de la óptica de los derechos fundamentales.
DERECHOS
FUNDAMENTALES
La Carta de
Derechos de la Constitución de 1991 y los derechos constitucionales
fundamentales en ella contenidos vinculan tanto al Estado como a los
particulares. Ello se deriva inevitablemente del hecho de ser Colombia un
Estado social de derecho fundado en el respeto de la dignidad humana, la
solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés
general. La misma Constitución establece que uno de los fines del Estado es
garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en
la Constitución y que las autoridades de la República están instituidas, entre
otras, para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de
los particulares. El carácter prevalente de los derechos inalienables de la
persona, junto con el hecho de que los particulares deban responder ante las
autoridades por infringir la Constitución y las leyes permite afirmar, que los
derechos consagrados en la Constitución condicionan también la conducta de los
particulares.
TORTURA-Alcance/DERECHO A LA INTEGRIDAD
PERSONAL
La conducta de
tortura no sólo puede predicarse del Estado sino también de los particulares.
Por ello, no solo debe sancionarse al Estado, sino también a los particulares,
cuando quiera que la cometan. La tortura es una de las muchas formas como se
puede vulnerar el derecho a la integridad personal. Los tratos y las penas
crueles, inhumanas o degradantes son, por ejemplo, otras formas de vulnerar ese
derecho.
TORTURA-Modalidades/TORTURA-Sujeto
indeterminado
El delito de
tortura puede presentarse bajo dos modalidades distintas: tortura física o
tortura moral. En cualquiera de las dos modalidades, de todas maneras, el
sujeto activo es indeterminado, lo que implica que puede ser cometido por
cualquier persona, y también por funcionarios públicos. El artículo 279 del
Código Penal, que consagra el tipo penal de tortura con sujeto activo
indeterminado, se ajusta a la Constitución Nacional por cuanto la fuerza
vinculante de los derechos constitucionales no limita su alcance a deberes de
abstención por parte del Estado; por el contrario, esos derechos, entre los
cuales está el derecho a no ser torturado, son susceptibles de violación por
parte tanto del Estado como de los particulares. La redacción del tipo penal de
tortura tampoco vulnera el principio de tipicidad y el de legalidad consagrados
en la Constitución.
Ref: Expediente
D- 055
Demanda de
Inconstitucionalidad contra el artículo 279 del Decreto 100 de 1980-Código
Penal-
Temas:
Naturaleza de la
Carta de Derechos.
Interpretación de
normas constitucionales. e internacionales que prohiben la tortura
El delito de
tortura en Colombia.
Actor:
LUIS EDUARDO
MARIÑO OCHOA.
Magistrado
Ponente:
CIRO ANGARITA
BARON.
Sentencia aprobada
mediante Acta No 87 de Sala Plena, en Santa Fe de Bogotá, a los doce (12)
días del mes de Noviembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte Constitucional de la República de
Colombia
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES.
En ejercicio de la
acción pública de inconstitucionalidad consagrada en el artículo 241-4 de la
Constitución Nacional, el ciudadano LUIS EDUARDO MARIÑO OCHOA, instauró ante
esta Corporación demanda de inexequibilidad contra el artículo 279 del Decreto
100 de 1980 -Código Penal-.
En el auto de fecha
mayo veintidós (22) del año en curso, al decidir sobre la admisión de la
demanda, el Magistrado Ponente consideró que su rechazo era improcedente, a
pesar de existir pronunciamiento de la Honorable Corte Suprema de Justicia
sobre la exequibilidad del referido artículo en la sentencia No 08 del treinta
y uno (31) de enero de mil novecientos noventa y uno (1991).
No se dió aplicación
al artículo 6o. del Decreto 2067 de 1991 inciso final en lo que hace referencia
al rechazo cuando lo demandado este amparado por sentencia que hubiere hecho
tránsito a cosa juzgada, por cuanto las decisiones adoptadas por la Honorable
Corte Suprema de Justicia antes de la vigencia de la Carta de 1991, no hacen
tránsito a cosa juzgada material, toda vez que el examen realizado por esa
Corporación no comprendió las disposiciones de la actual Constitución, que en
materia de derechos fundamentales difieren en su contenido y alcance de las de
1886.
Por lo anterior, el
citado magistrado consideró del caso confrontar la disposición acusada de
Decreto 100 de 1980 con los preceptos de la Constitución vigente.
Admitida la demanda
y con el fin de allegar elementos de juicio relevantes para la decisión, se
decretaron algunas pruebas. Una vez allegadas, se surtió la fijación en lista
del negocio en la Secretaria General de la Corporación para asegurar el derecho
a la intervención ciudadana consagrado en los artículos 242-1 de la
Constitución Nacional y 7o del inciso 2o. del Decreto 2067 de 1991.
Se comunicó la
iniciación del proceso al Señor Presidente de la República, al Procurador
Delegado para la Defensa de los Derechos Humanos, al Defensor del Pueblo y al
Director del Instituto de Derechos Humanos Guillermo Cano de la ESAP.
Asi mismo, se
dispuso el traslado de copia de la demanda al Despacho del Señor Procurador
General de la Nación.
Agotados, como
están, los trámites constitucionales y legales, entra la Corporación a decidir.
II. NORMA ACUSADA.
El texto de la norma
acusada es el siguiente:
" Artículo
279 C.P: El que someta a otro a tortura física o moral, incurrirá en prisión
de uno (1) a tres (3) años, siempre que el hecho no constituya delito
sancionado con pena mayor."
III. LA DEMANDA.
El actor considera
que la norma acusada es violatoria del Título II y en especial del artículo 12
de la Constitución Nacional, pues dicho Título fue establecido únicamente como
un conjunto de deberes de abstención por parte del Estado. Los particulares,
"jamás podrían incurrir en delito proveniente de establecer la pena de
muerte, extradición, aplicación de penas crueles. Todas estas funciones
corresponden única y exclusivamente al Estado". La tortura, según el
actor, jamás podría atribuirse a los particulares por ser propia de organismos
del Estado.
De otra parte, el
ciudadano Héctor Rodríguez Cruz, coadyuvó la demanda. Adjuntó, además, los
diversos escritos que se presentaron cuando la Corte Suprema de Justicia
conoció de una demanda contra el mismo artículo, bajo la vigencia de la
Constitución anterior. En todos ellos se reitera el argumento según el cual el
tipo penal de tortura viola el principio de legalidad, por lo ambiguo y
equívoco de su redacción.
IV.
INTERVENCIONES.
De los distintos
funcionarios a quienes el Magistrado Ponente comunicó la iniciación del
proceso con el objeto de conocer su concepto sobre la acusación, se hicieron
presentes el Ministerio de Justicia -a través de su veedor encargado- y el
Defensor del Pueblo, ambos en defensa de la norma acusada.
1. Intervención
del Ministerio de Justicia
Para el apoderado
del Ministerio de Justicia, no tiene ningún asidero la afirmación hecha por el
actor, cuando dice que el título II fue concebido únicamente como deberes de
abstención para el Estado. Fundamenta su concepto de la siguiente manera:
Estima que el actor
desconoce el sentido literal y jurídico de las normas contenidas en el Título
II de la Constitución Política porque ellas describen derechos y deberes tanto
para el Estado como para los particulares.
De otra parte, el
actor confunde la facultad punitiva del Estado -de la cual sólo él es el
titular-, con la posibilidad de ser sujeto activo de un delito. Así, en
desarrollo de esa facultad punitiva sólo el Estado tendría competencia para
establecer la pena de muerte, la extradición o la aplicación de penas crueles,
las cuales, en todo caso, no podrían ser instituidas por expresa prohibición
del artículo 12 de la Carta. Pero de aquí no se concluye -como lo hace el
actor-, que los particulares no puedan ser sujetos activos del hecho punible
descrito en el artículo 279. Al respecto dice:
"...
corresponde al Estado el establecimiento de las penas, artículos 41 y 42 del
Código Penal y en esto tiene razón el actor; ... pero según las mismas normas
constitucionales y penales, todo particular que realice un hecho punible o
determine a otro a realizarlo incurrirá en la pena prevista para la infracción
( art. 23 del Código Penal), y por ello, de la conducta punible de tortura no
se puede excluir a ningún ciudadano si lo realiza o induce a otro a
realizarlo" (fl 47)
2. Intervención
del Defensor del Pueblo
Para este
funcionario, el conjunto de normas contenidas en el Título II y
específicamente en el Capítulo I, son una mezcla de derechos y deberes. Ejemplo
de ello los incisos 2 y 3 del artículo 13. Afirmar, como lo hace el actor, que
el Título II sólo regula deberes del Estado, es desconocer el tenor literal de
la norma constitucional.
El reconocimiento de
los derechos a la vida y a la dignidad humana como fundamentos del Estado,
restringen la facultad punitiva del legislador al no poder consagrar tipos que
legitimen la desaparición forzada, las torturas, los tratos o penas crueles,
pero obligan, además, a establecer los mecanismos de garantía necesarios para
que el derecho deje ser una manifestación declarativa del Estado y se convierta
en un real reconocimiento.
La descripción hecha
por el legislador en el artículo 12 de la Constitución, es la de un derecho
absoluto, universal, del que no se pueden predicar restricciones que lo
conviertan en relativo. Sería un contrasentido -dice el Defensor- que el derecho
y respeto a la dignidad humana reconocido como pleno por la comunidad
internacional y por nuestra Constitución en el artículo 1o, sufriera
limitaciones por la misma Carta en artículos posteriores.
Así, la
tipificación de la tortura hecha por el legislador penal de 1980, tuvo su
base en el reconocimiento de la dignidad humana como fuente de todos los
derechos, a pesar de que la Constitución de 1886 no hacía referencia
expresamente a este derecho.
Por ello, concluye
el Defensor del Pueblo, no es cierto que la tortura pueda ser cometida
únicamente por los organismos del Estado. La prohibición contenida en el
artículo 12 de la Constitución es para toda persona, sea agente estatal o
particular. Es por esto que no puede decirse que el legislador del 80, al
consagrar el tipo de tortura con sujeto activo indeterminado, viole la Carta
de derechos contenida en la Constitución de 1991.
V. CONCEPTO DEL
PROCURADOR GENERAL DE LA NACION
Mediante oficio No
051 de Agosto 5 del presente año, el Señor Procurador General de la Nación
rindió el concepto Fiscal de rigor en el cual solicita a la Corte
Constitucional declarar la exequibilidad del artículo 279 del Decreto 100 de
1980.
Estudia los
antecedentes de la norma acusada, como la tortura en la Carta de derechos de
1991 y hace un recuento de la jurisprudencia. Remata con el análisis de la
norma demandada.
En cuanto a lo
primero, afirma que, si bien la tortura como hecho punible sólo aparece con la
expedición del código de 1980, las normas constitucionales -artículo 16 de la
Constitución de 1886- y los instrumentos internacionales[1]
ya la proscribían.
Lo anterior le lleva
a afirmar que la Asamblea Nacional Constituyente a través del artículo 12 de
la Constitución Nacional quiso elevar a rango constitucional la prohibición
general de la tortura frente a cualquier persona.
Transcribe apartes
de las ponencias presentadas en la Asamblea Nacional Constituyente frente al
título que hoy se denomina de los "derechos, las garantías y los
deberes", para concluir que el espíritu del Constituyente al adoptar la
normatividad frente a la tortura no fue otro que el de prohibirla también en
relación con los particulares como sujetos activos.
En su análisis
jurisprudencial, señala los motivos que tuvo en cuenta la Honorable Corte
Suprema de Justicia para declarar la exequibilidad del artículo 279, asi como
los distintos pronunciamientos de la Sala Penal de esa Corporación. Concluye
que en ellos, no existe asidero alguno que permita sostener acertadamente que
los particulares no puedan ser sujetos activos de la descripción típica contenida
en el artículo 279 del C.P.
" La
referencia y transcripción de las decisiones de la Corte Suprema de Justicia y
de su Sala de Casación Penal, resultan pertinentes para el entendimiento y
definición del delito de tortura, en especial sobre los sujetos activos, esto
es la determinación constitucional y legal de quiénes pueden violar el artículo
279 y por ende ser sujetos del proceso penal a que haya lugar, teniendo en
cuenta que todos los antecedentes nos llevan a la conclusión que la redacción
de esta disposición se ajusta a la norma constitucional 12, que permite
extender la autoría del hecho punible tanto a quienes ejerzan funciones
públicas como a los particulares" (fl 14).
Frente a la norma
acusada el Ministerio Público hace las siguientes consideraciones:
" Al parecer
el actor confunde la tortura con la aplicación de penas crueles, el
establecimiento de la pena de muerte y la extradición de nacionales,
prohibiciones estas, esencialmente consagradas como deberes de abstención del
Estado frente a todas las personas, pues tanto las penas como la decisión sobre
extradición normalmente corresponde adoptarlas a las autoridades competentes y
no a los particulares, mientras que en el caso de tortura, su prohibición
constitucional se impone como deber no sólo a las autoridades estatales - sin
distinción alguna- sino que también puede comprender a los particulares, como
sujetos violadores de ese derecho fundamental" ( fl 15).
La eficacia del
título II de la Constitución Nacional no es otra cosa que la consagración de
derechos como juicios de valor de contenido pre y supra jurídico y por ello los
reconocemos en artículos de textos abiertos. Para su desarrollo, están llamados
a intervenir no sólo los poderes públicos, sino los particulares.
Considera que los
derechos fundamentales tendientes a proteger la dignidad humana, tienen un
valor y un contenido normativo superior que, además, de condicionar las leyes
ordinarias, están amparados por ella, convirtiéndose así en normas de
obligatoria observancia tanto para las autoridades como para los particulares.
El Procurador
sostiene también que el derecho fundamental consagrado en el artículo 12 de la
Constitución Nacional tiende a evitar que las personas sean sometidas a
tortura, y por lo tanto impone obligaciones tanto para las autoridades como a
los particulares, bien sea de acción o de abstención.
Termina afirmando
que el legislador de 1980 no cualificó el sujeto activo del delito de tortura
por no tratarse de un delito exclusivamente estatal. Estaba facultado para
ampliar y extender la autoría del delito a los particulares, hecho que no
puede ser considerado a la luz de la Carta de 1991 como una violación de sus
preceptos fundamentales.
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. COMPETENCIA
Al tenor de lo
dispuesto en el artículo 241-5 de la Carta, la Corporación es competente para
decidir la presente acción, toda vez que ella se dirige contra una norma que
hace parte de un decreto con fuerza de ley.
2. LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES EN LA CONSTITUCION DE 1991. SU FUERZA VINCULANTE.
En la medida en que
el reproche de inconstitucionalidad contra el artículo 279 del Código Penal se
fundamenta en una determinada concepción de la naturaleza de la Carta de
Derechos consagrada en el Título II de la Constitución Colombiana de 1991, es
necesario que esta Corte manifieste su posición al respecto.
En efecto, según el
actor,
" El Título
II fue establecido por el Constituyente de 1991, únicamente como Deberes del
Estado y no de los particulares, de ahí la prohibición contenida en el
artículo 12 de la Constitución Nacional; pues analizando de conjunto el Título
II, concluiremos sin lugar a equívocos, que un particular no puede jamás
incurrir en delito proveniente de establecer la pena de muerte, extradición,
aplicación de penas crueles. Todas estas funciones corresponden única y
exclusivamente al Estado...la Tortura no puede jamás atribuirse a los
particulares por ser propia de organismos del Estado, pues, como se ve, el
capítulo II de la C.N., trata únicamente de los deberes de los agentes del
Estado y mal puede el C.P., tipificar la tortura como delito de particulares,
cuando está por fuera de su alcance en cuanto a su acción..." (Subrayas fuera de texto) (Cfr. Fls
1 y 2)
La afirmación del
demandante, según la cual el Titulo II de la Constitución Política colombiana
es un listado de deberes de abstención a cargo del Estado, amerita un análisis
constitucional sobre la fuerza normativa y vinculante en general de los
derechos constitucionales fundamentales que en ella se consagran.
La idea de que los
derechos fundamentales operan exclusivamente frente al Estado se deduce de la
concepción liberal clásica, ideada por los fisiócratas, en virtud de la cual
existe una estricta y reconocible separación entre lo público y lo privado,
entre la sociedad y el Estado, siendo aquella -la sociedad- el ámbito de
libertad por excelencia, en el cual los ciudadanos, libres, iguales y
autónomos, definen sus intereses. El Estado, por el contrario, es entendido
como un poder instituido con la finalidad de vigilar el normal desarrollo de la
sociedad, y de administrar la justicia y la fuerza pública. Los derechos
fundamentales nacen así como limites al poder del Estado que es el único poder
que la dogmática clásica reconoce. Los derechos fundamentales son entonces
barreras al poder publico frente a la órbita de inmunidad -libertad- del
individuo.Tales derechos, constituyen bajo estas premisas un catálogo
relativamente homogéneo, cuyos efectos son especialmente órdenes de abstención
del Estado.
El replanteamiento
teórico que empieza en la segunda mitad del siglo pasado, surge de la evidencia
fáctica de la ruptura de los postulados acuñados por la teoría clásica. El
Estado, ante agudos conflictos sociales reconoce, incluso a nivel
constitucional, que la sociedad no es un ámbito natural de libertad que debe
permanecer inmune a la acción pública. La evidente relación de subordinación
social que parte de organizaciones como los partidos políticos, los sindicatos
o las grandes empresas, presiona la ruptura de la idea de la igualdad social,
pues se descubren poderes privados o corporativos que han de ser reconocidos
jurídicamente y regulados, con el fin de proteger al ciudadano. Con la fractura
de la convicción igualitaria (los hombres son iguales en la medida en que lo
son ante la ley) se quiebra una de las categorías que soportan todo el orden
constitucional clásico, y con ello, entra en crisis la idea del Estado gendarme
y aparece el Estado interventor, que se desarrolla a nivel constitucional en lo
que va corrido del presente siglo.
Desde la
Constitución de Weimar, -pero fundamentalmente a partir de la segunda
postguerra-, el nuevo Estado constitucional adquiere el nombre del Estado
social de derecho, y funda su legitimidad, principalmente, en la protección del
hombre concreto, teniendo como base a los derechos fundamentales y reconociendo
una necesaria intervención en la sociedad para procurar la igualdad, la
libertad y la autonomía real del sujeto.
La transformación
drástica de la teoría del Estado se manifiesta también en la teoría de los
derechos fundamentales especialmente en tres puntos:
1. En primer lugar,
el catálogo de derechos de libertad, surgidos de la declaración francesa de los
derechos del Hombre y del ciudadano y de la declaración de Virginia, se amplía
introduciendo en el discurso jurídico constitucional una serie de derechos
sociales, económicos y culturales, así como reconociendo, posteriormente los
llamados derechos colectivos o difusos.
2. En segundo lugar,
el carácter normativo de la Constitución y la introducción de nuevas categorías
de derechos, obligan al poder público no solo a abstenerse frente a posibles
violaciones de los derechos de libertad, sino a actuar positivamente para
garantizar, de una parte los derechos de prestación y de otra, el debido
respeto y eficacia de aquellos derechos que en la práctica pueden ser
vulnerados en las relaciones privadas.
3. Por último, dado
que el Estado adquiere un papel activo en la protección de los derechos, se
crea un sistema cada vez más completo de garantías, que hace cierta y eficaz la
responsabilidad del poder público frente a posibles vulneraciones. De ahí, la
existencia de la justicia constitucional y el establecimiento, en la mayoría de
los regimenes constitucionales, de un recurso de amparo o tutela judicial
efectivo.
Así, en el Estado
social de derecho -que reconoce el rompimiento de las categorías clásicas del
Estado liberal y se centra en la protección de la persona humana atendiendo a sus
condiciones reales al interior de la sociedad y no del individuo abstracto-,
los derechos fundamentales adquieren una dimensión objetiva, mas allá del
derecho subjetivo que reconocen a los ciudadanos. Conforman lo que se puede
denominar el orden público constitucional, cuya fuerza vinculante no se limita
a la conducta entre el Estado y los particulares, sino que se extiende a la
órbita de acción de estos últimos entre si.
En consecuencia, el
Estado está obligado a hacer extensiva la fuerza vinculante de los derechos
fundamentales a las relaciones privadas: el Estado legislador debe dar eficacia
a los derechos fundamentales en el trafico jurídico privado; El Estado juez
debe interpretar el derecho siempre a través de la óptica de los derechos
fundamentales.
Ahora bien, en
última instancia el responsable de mantener la vigencia de los derechos
fundamentales es el Estado. Es él quien tiene la tarea de establecer las normas
que regulen -acorde con los derechos fundamentales- las relaciones privadas,
así como sancionar las conductas que lesionen los derechos y todo ello de forma
eficaz y diligente.
Si mientras la
Constitución protege el derecho a la vida, el legislador no hace punible el
delito de homicidio, y el juez no cumple eficazmente con su función judicial,
un homicidio impune es, no solamente la vulneración de un derecho fundamental
por parte de un particular, sino, en última instancia, un hecho cuya
responsabilidad compete directamente al Estado.
Por ello, el hecho
de que exista nueva concepción de orden constitucional y de los derechos
fundamentales, que se convierten en normas de obligatorio cumplimiento frente a
todos, no implica que el Estado diluya o comparta su responsabilidad, sino por
el contrario la acrecienta, debiendo responder, de una u otra manera, por la
eficaz aplicación de tales derechos.
En Colombia, el
Constituyente de 1991 adoptó la formula del Estado social de derecho,
desarrollada -como ha sido descrito- por la mayoría de los Estados
constitucionales de occidente. Con ella, introdujo un cambio radical en la
teoría de los derechos que prevalecía en la Constitución vigente hasta
entonces.
En consecuencia, la
Carta de Derechos de la Constitución de 1991 y los derechos constitucionales
fundamentales en ella contenidos vinculan tanto al Estado como a los
particulares. Ello se deriva inevitablemente del hecho de ser Colombia un
Estado social de derecho fundado en el respeto de la dignidad humana, la
solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés
general (Art. 1 C.N.) .
Igualmente, la misma
Constitución establece que uno de los fines del Estado es garantizar la
efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Constitución y que las autoridades de la República están instituidas, entre
otras, para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de
los particulares.
La idea de que los
derechos constitucionales también vinculan a los particulares, se refuerza en
el artículo cuarto de la Carta, según el cual la Constitución es norma de
normas, y es deber de los nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la
Constitución y las leyes y respetar y obedecer a las autoridades.
El carácter
prevalente de los derechos inalienables de la persona, junto con el hecho de
que los particulares deban responder ante las autoridades por infringir la
Constitución y las leyes permite afirmar, que los derechos consagrados en la
Constitución condicionan también la conducta de los particulares.
De otra parte, nada
hay en el Título II, relativo a los derechos, las garantías y los deberes, que
permita afirmar que los derechos consagrados en el texto constitucional son
únicamente deberes de abstención a cargo del Estado. La revisión de cada una de
las normas lleva a la inequívoca conclusión de que esos derechos deben ser
respetados, garantizados y promovidos por todos los colombianos, sin que ello
excluya, por supuesto, la mayor obligación y responsabilidad del Estado en ese
propósito.
Muy por el
contrario, el mismo título se encarga de demostrar normativamente la obligación
de los particulares en relación con todos esos derechos. En efecto, el artículo
85 consagra que algunos de ellos son de aplicación inmediata y el 86, al
regular la acción de tutela (que es la acción que, por su naturaleza, protege
de forma inmediata los derechos constitucionales fundamentales), contempla la
posibilidad de que, en algunos casos, aquella proceda contra particulares, lo
que demuestra que ellos también pueden vulnerar derechos constitucionales
fundamentales.
Como si todo lo
anterior fuera poco, la Constitución expresamente se encarga de vincular a los
particulares en el respeto, protección y garantía de los derechos
constitucionales fundamentales. El artículo 95 establece que el ejercicio de
los derechos y libertades reconocidos en la Constitución implica
responsabilidades y toda persona está obligada a cumplir la Constitución y las
leyes. Establece, como deberes de la persona, el de respetar los derechos ajenos
y no abusar de los propios; obrar conforme al principio de solidaridad social;
defender y difundir los derechos humanos como fundamento de la convivencia
pacífica y propender al logro y mantenimiento de la paz, entre otros.
Si bien es cierto,
entonces, que los particulares, al igual que el Estado, están obligados a
respetar los derechos constitucionales fundamentales, también es cierto que no
se trata de una obligación de respeto homogénea o del mismo grado.
En efecto, la
inobservancia de los derechos constitucionales fundamentales por parte del
Estado produce consecuencias distintas a las de la inobservancia proveniente
de los particulares. Esa distinción se debe a razones éticas, políticas y
jurídicas.
Eticas, por cuanto
el Estado social de derecho es un instrumento creado para facilitar la
convivencia a partir del respeto de los derechos fundamentales. Así, el
instrumento no se entiende ni se explica sin el fundamento moral que lo
legitima, y que constituye por tanto el fin de su acción: la garantía y respeto
de los derechos fundamentales de la persona humana. El principio moral que
justifica la existencia del Estado Constitucional no puede ser entonces
desconocido, a ningún título y bajo ninguna justificación por el propio Estado,
so pena de variar de hecho su naturaleza y perder su legitimidad. Por tanto,
una violación de derechos constitucionales fundamentales proveniente del
instrumento creado precisamente para que esas violaciones no ocurran, reviste
una gravedad suprema que la hace acreedora de una responsabilidad mayor.
En términos
políticos, y estrechamente relacionado con lo anterior, es innegable que la
base de legitimidad del poder del Estado, de la existencia de lo político y del
respeto y obediencia ciudadana a los mandatos de las autoridades públicas, la
constituye el respeto, la garantía y la promoción de los derechos
constitucionales fundamentales. Un Estado que vulnera derechos constitucionales
fundamentales es un Estado deslegítimado, que pierde su derecho a ejercer el
poder.
Y por último -como
consecuencia de las responsabilidades éticas y políticas del Estado- las normas
jurídicas establecen, en primer lugar que el poder público es el principal
responsable por la guarda de los derechos, y en segundo lugar, como efecto de
lo anterior, un grado mayor de responsabilidad, así como una sanción mucho más
grave y estricta frente a las violaciones de los derechos por parte de las
autoridades estatales.
Es por esto que la
propia Carta (Artículo 2) señala en forma categórica que es fin del Estado
garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes fundamentales,
asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo y proscribe
su suspensión incluso durante los Estados de Excepción. El constituyente dió la
más alta fuerza normativa a una concepción ética del ejercicio del poder, según
la cual, nada está por encima del respeto y garantía de los derechos humanos y
las libertades fundamentales, ni siquiera en los Estados de excepción.
En esta linea la
Carta establece, en formula ya clásica, pero no por ello menos trascendental,
que las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia en su vida, honra y bienes, creencias y demás
derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales
del Estado y de los particulares.
Así también, el
carácter de norma de normas de la Carta, vincula fundamentalmente al Estado, el
cual, además, reconoce -a voces del artículo 5 y sin discriminación alguna-, la
primacía de los derechos inalienables de la persona humana.
Es tan cierto que
las normas constitucionales generan un mayor grado de responsabilidad del
Estado que, -según el artículo 6o-, los particulares solo son responsables ante
las autoridades por infringir la Constitución y las leyes, mientras que las
autoridades públicas lo son por la misma causa y, además, por omisión o
extralimitación en el ejercicio de sus funciones.
Por su parte, muchas
de las normas del Título II en las que se consagran derechos, incluyen mandatos
expresos en relación con el Estado, bien para que los promueva o garantice, o
para que se abstenga de realizar conductas que puedan vulnerarlos.
En el capítulo
dedicado a la protección y aplicación de los derechos, se consagran diversas
normas en las que se hace evidente que la protección y respeto de los derechos
constitucionales fundamentales se predica esencialmente del Estado. Por
ejemplo, la acción de tutela -el mecanismo protector por excelencia- ha sido
consagrada esencialmente para oponerla a las acciones u omisiones vulneradoras
provenientes de cualquier autoridad pública. Lo mismo se predica de la acción
de cumplimiento y, en menor grado, de las acciones populares.
El artículo 89
contiene explícitamente la idea que aquí se viene desarrollando, cuando dice
que la ley establecerá los demás recursos, las acciones y los procedimientos
necesarios para que las personas puedan propugnar por la protección de sus
derechos individuales, de grupo o colectivos, frente a la acción u omisión de
las autoridades públicas. La misma idea (es decir, aquella según la cual el
Estado es el principal responsable de la protección de derechos
constitucionales fundamentales) está implícitamente contenida en los artículos
90, 91 y 92 de la Carta.
Todo lo cual lleva a
la conclusión de que, si bien los particulares están vinculados por la fuerza
normativa de los derechos constitucionales fundamentales, es el Estado el
principal responsable de su protección, garantía, respeto y promoción.
Es claro entonces
que, a la luz de las anteriores consideraciones, el principio de eficacia de
los derechos constitucionales fundamentales, hace que el Estado tenga una doble
responsabilidad con respecto a ellos: Por un lado, cuando los viola
directamente: Es el caso del agente de un organismo de seguridad que mata,
tortura o lesiona en el ejercicio de sus funciones; es el caso del funcionario
que omite dar cumplimiento al derecho de petición; el de la autoridad que, de
manera arbitraria, restringe la libertad del ciudadano en cualquiera de sus
modalidades.
Pero, por otro lado,
el Estado tiene una responsabilidad en relación con los derechos
constitucionales fundamentales cuando, de manera organizativa y estructural,
opera negligentemente: Esto es, cuando no administra justicia de manera
eficiente; cuando no legisla en relación con los derechos, de tal manera que el
ciudadano carezca de instrumentos legales para defenderse de abusos y
violaciones;cuando la administración solo actúa en favor de intereses
particulares. En fin, en éste otro aspecto de la relación Estado- derechos, los
ejemplos también son innumerables.
En Colombia, la
responsabilidad que se deriva de estas dos modalidades de actuación del Estado
en relación con los derechos constitucionales fundamentales, ha sido objeto de
un sabio e importante desarrollo jurisprudencial, fundado principalmente en el
concepto de "falla en el servicio", desarrollado básicamente por la
Sección Tercera de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de
Estado.
Pues bien, en virtud
de que el Estado también es responsable en relación con los derechos
constitucionales fundamentales -en el sentido de que no solo no debe
vulnerarlos sino que debe hacer todo lo que esté a su alcance para respetarlos,
garantizarlos protegerlos y promoverlos-, es como se explica la existencia de
una norma como la acusada en este proceso de inconstitucional, vale decir, el
artículo 279 del Código Penal.
En efecto, una de
las formas en que el Estado cumple su deber de proteger los derechos
constitucionales fundamentales es tipificando como delitos, conductas en que
los particulares o los agentes del Estado pueden vulnerar dichos derechos. Tal
es el caso del tipo penal de tortura. La inexistencia de ese tipo penal
eliminaría un eficaz instrumento de protección de derechos, mediante el cual el
Estado anuncia una sanción penal para quien realiza esa conducta vulneradora y,
de realizarse, la aplica.
Por ser precisamente
esta norma un instrumento eficaz de protección de los derechos constitucionales
fundamentales, (en particular del derecho a la integridad personal y a la
autonomía personal), como ha quedado explicado, el cargo no prospera y la norma
será declarada exequible.
3. LA TORTURA
EN LA CONSTITUCION COLOMBIANA DE 1991.
Según el demandante,
el artículo 279 del Código Penal vulnera el artículo 12 de la Constitución,
pues este, como todos los demás artículos del Título II relativos a los
derechos, son sólo deberes de abstención a cargo del Estado, y por lo tanto,
los particulares que los vulneren no pueden ser sancionados penalmente. Como
se dijo más arriba, la fuerza vinculante general de los derechos
constitucionales fundamentales es suficiente razón para desechar el cargo.
La Corte entra a
estudiar, en concreto, el tratamiento que recibe la tortura en la nueva
Constitución.
El Artículo 12 de la
Carta establece:
" Nadie será
sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes"
En la Constitución
anterior no había norma expresa al respecto, pero siempre se entendió que la
conducta de tortura estaba prohibida en virtud del artículo 16, según el cual
las autoridades de la república están instituidas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia, en sus vidas, honra y bienes y para asegurar
el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.
El Gobierno Nacional
presentó ante la Asamblea Nacional Constituyente un proyecto de artículo que
decía:
" La
integridad física y mental de la persona es inviolable. Se prohibe la tortura y
las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Será nula toda declaración
obtenida mediante la violación de este derecho".
La Subcomisión
segunda de la Comisión primera de la Asamblea, propuso a la Comisión un texto
del siguiente tenor:
" El Estado
garantiza el derecho a la vida.
No hay pena de
muerte. La tortura en todas sus formas al igual que los tratos inhumanos y
degradantes y la desaparición forzada son delitos."
A su vez, la
comisión primera presentó a la plenaria, para primer debate, el siguiente
texto:
" El derecho
a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte.
Nadie será
sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes"
La plenaria aprobó
un texto prácticamente idéntico, pero en la Comisión Codificadora se separó lo
relativo al derecho a la vida y la pena de muerte, para ubicarlo en otro
artículo, con lo cual quedó tal y como se ha reproducido arriba, como Artículo
12 de la Carta.
Pero más ilustrativo
que este tránsito al interior de la Asamblea, es estudiar las diversos
planteamientos que se hicieron en las ponencias respectivas.
Diego Uribe Vargas
en su informe-ponencia para primer debate en plenaria, dijo:
" La
consagración explícita de la inviolabilidad de la vida, y la condena a la pena
de muerte, se complementan con la prohibición de la tortura y tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes. Igualmente, se hace referencia a que nadie
será sometido a desaparición forzada. Al elevar a la categoría de norma
constitucional preceptos consignados en el Código Penal se compromete a todo el
ordenamiento jurídico en la lucha contra una de las más vergonzosas lacras de
la organización social del país. El que Colombia haya sido suscriptora de
numerosos convenios internacionales condenatorios de la tortura y demás
prácticas ominosas, aconseja reafirmar el compromiso de abolirlas.
" La
Convención de las Naciones Unidas sobre condenación de la tortura, detalla los
elementos que configuran tales delitos, y reafirma la obligación de los Estados
de aplicar las sanciones para los responsables de la transgresión"[2]
Conscientes de que
en la Constitución anterior podía haber un vacío al respecto, y no obstante que
Colombia había suscrito la Convención contra la Tortura, los constituyentes
decidieron entonces incluir la referencia a la tortura en el hoy Artículo 12.
Junto con la
desaparición forzada, los tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, la
Comisión Primera consideró que era relevante elevar a norma constitucional la
prohibición de la tortura. Como era de esperarse, a los constituyentes les
preocupaba sobremanera las torturas provenientes de los funcionarios del
Estado, pero jamás se concibió únicamente como prohibición para los agentes
estatales. El tema fue tratado en la Comisión Primera el 16 de Abril de 1991, y
en dicho debate se entendió que el término tortura debía cobijar tanto su
aspecto físico, como el aspecto síquico o moral. De la misma manera, hubo
acuerdo en que las pruebas obtenidas mediante tortura carecían de valor, pero
esta regla, por su naturaleza, quedó incluida en la norma sobre debido proceso.
Respecto de otros
puntos, hubo más controversia. La propuesta de la subcomisión para que se
consagrara a la tortura como delito, puso a debatir el tema de si era mejor
que se consagrara el derecho a no ser torturado, o si era mejor que se definiera
esa conducta como delito, y en tal caso se determinara de una vez la
correspondiente sanción. Finalmente se impuso la primera alternativa, con el
argumento de que, por su naturaleza, las normas constitucionales no pueden
regirse por el principio de tipicidad necesario para consagrar delitos, y
porque consideraron que la prohibición de la tortura trascendía el ámbito
penal: Se quiso consagrar el derecho a no ser torturado, para que jamás pudiera
ser suspendido, ni siquiera en los estados de excepción. Entendieron los
constituyentes que la vulneración a ese derecho podía ser sancionado, entre
otras, mediante los instrumentos del derecho penal. Por ende, tampoco se
consideró pertinente que la Constitución estableciera la responsabilidad del
sujeto que transgrediera esa prohibición, pues la norma general de
responsabilidad se entiende implícita en la consagración de todos los derechos.
Finalmente, quedó
aprobado el texto del artículo 12 de la Constitución Nacional, tal y como se ha
transcrito arriba. De tal manera que el derecho a no ser torturado, igual que
el derecho a no ser sometido a desapariciones forzadas, tratos crueles,
inhumanos o degradantes, son todas hipótesis mediante las cuales se pueden
vulnerar los verdaderos derechos que se quieren proteger: el derecho a la
integridad personal, a la autonomía y especialmente a la dignidad humana.
El Artículo 12 de la
Constitución Nacional es incluso más amplio que los instrumentos
internacionales suscritos por Colombia sobre el tema, pues como se dijo arriba,
la Carta colombiana prohibe la tortura incluso en los casos en que el
torturador sea un particular. De ahí que el artículo 279 del Código Penal sea,
en un todo, acorde con la Constitución.
En efecto, la
Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes, aprobada en Colombia por la ley 78 de 15 de Diciembre de 1986,
define la tortura como
" todo acto por
el cual se inflinja intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves,
ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya omitido, o se
sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona, o a otras,
o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando
dichos dolores o sufrimientos sean inflingidos por un funcionario público u
otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con
su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o
sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que
sean inherentes o incidentales a estas"
La misma norma
internacional establece, sin embargo, que esa noción de tortura se debe
entender sin perjuicio de cualquier instrumento internacional o legislación
nacional que contenga o pueda contener disposiciones de mayor alcance.
Exactamente eso es lo que ha hecho la Constitución Nacional al prohibir la
tortura no sólo cuando esta proviene de un funcionario público o con su
consentimiento o aquiescencia, sino cuando proviene también de un particular,
como quedo visto en el anterior numeral de esta providencia. De ahí que el
artículo 279 del Código Penal esté, también por este aspecto, ajustado en un
todo a la Constitución.
La consagración
constitucional del derecho a no ser torturado, busca, junto con las demás
hipótesis consagradas en el mismo artículo 12, proteger el derecho a la
integridad personal, cuya vulneración había sido tema de preocupación constante
para las altas corporaciones judiciales, en particular para el Consejo de
Estado.
La Corte Suprema de
Justicia, se pronunció en sentencia del 31 de enero de 1991, sobre el tipo
penal de tortura desde la perspectiva de su constitucionalidad, tema que
retomaremos más adelante, pero en aquella ocasión se limitó a hacer un estudio
en relación al principio de legalidad. Otros pronunciamientos de la Corte
Suprema en relación con la tortura, contenían un enfoque estrictamente penal,
pues eran pronunciamientos originados en recursos de casación penal.
Por su parte, el
Consejo de Estado tuvo más oportunidad de pronunciarse sobre el derecho a la
integridad personal vulnerado por la tortura desde una perspectiva
constitucional, debido principalmente a los casos de responsabilidad
extracontractual del Estado de los que tiene conocimiento por mandato
constitucional y legal. El Consejo de Estado siempre entendió que el derecho
a la integridad personal estaba implícitamente consagrado en el Artículo 16 de
la Constitución Nacional, relativo a los deberes del Estado. En particular,
consideró que la tortura vulneraba la vida y la honra de los ciudadanos, que es
uno de los valores que ese artículo (hoy artículo 2 de la Constitución)
consagraba como susceptibles de protección por parte de las autoridades. Por
supuesto, sus pronunciamientos hicieron relación siempre a torturas
provenientes de funcionarios estatales, por lo general miembros de la Fuerza
Pública, pues sólo esos casos eran de su competencia. Sin embargo, ninguno de
sus pronunciamientos permite afirmar que la tortura fuera una conducta
reprochable únicamente cuando proviniera de agentes estatales y no cuando
proviniera de particulares. Es de destacar la sentencia del 16 de diciembre de
1987, con ponencia de Gaspar Caballero Sierra, que resolvió la célebre demanda
de Olga López Jaramillo contra la Nación- Ministerio de Defensa.
Según la Carta,
entonces, la conducta de tortura -expresamente prohibida por la actual
Constitución- no sólo puede predicarse del Estado sino también de los
particulares. Por ello, no solo debe sancionarse al Estado, sino también a los
particulares, cuando quiera que la cometan. Esa conclusión inequívoca se
deriva, no sólo de los antecedentes en la Asamblea Constituyente, sino también del
importante acervo jurisprudencial que la precedió.
4. LA TORTURA EN
EL DERECHO INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Las más importantes
declaraciones, pactos y convenciones internacionales de derechos humanos
consagran, con distintos alcances, una protección al derecho a la integridad
personal enfática, que incluye, por supuesto, la vehemente prohibición de
someter a otra persona a torturas.
La Declaración
Universal de Derechos Humanos establece:
"Art. 3.-
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona"
"Art.5.-
Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes"
Por su parte, la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del hombre, estipula:
"Art. 1.-
Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona"
" Art. 25
(inciso 3).- Todo individuo que haya sido privado de su libertad tiene derecho
a que el juez verifique sin demora la legalidad de la medida y a ser juzgado
sin dilación injustificada o, de lo contrario, a ser puesto en libertad."
"Art. 26
(inciso 2).- Toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída en forma
imparcial y pública, a ser juzgada por tribunales anteriormente establecidos de
acuerdo con leyes pre-existentes y a que no se le imponga penas crueles,
infamantes o inusitadas."
El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 contempla, a su vez, los
siguientes principios:
" Art. 7.-
Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento a
experimentos médicos o científicos"
" Art. 10.-
1. Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano"
"2.a. Los
procesados estarán separados de los condenados, salvo en circunstancias
excepcionales, y serán sometidos a un tratamiento distinto, adecuado a su
condición de personas no condenadas;
"b. Los
menores procesados estarán separados de los adultos y deberán ser llevados ante
los tribunales de justicia con la mayor celeridad posible para su
enjuiciamiento"
3. El régimen
penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la
reforma y la readaptación social de los penados. Los menores delincuentes
estarán separados de los adultos y serán sometidos a un tratamiento adecuado a
su edad y condición jurídica"
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), establece:
"1. Toda
persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral"
2. Nadie debe ser
sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda
persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano
3. La pena no
puede trascender de la persona del delincuente.
4. Los procesados
deben estar separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales,
y serán sometidos a un tratamiento adecuado a su condición de personas no
condenadas.
5. Cuando los
menores puedan ser procesados, deben ser separados de los adultos y llevados
ante tribunales especializados, con la mayor celeridad posible, para su
tratamiento
6. Las penas
privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y
readaptación social de los condenados"
Como se ve, en todos
estos instrumentos internacionales existe una marcada preocupación por proteger
el derecho a la integridad personal, que puede ser vulnerado básica, pero no
únicamente, por las autoridades públicas cuando quiera que han sometido a un
ciudadano a las consecuencias jurídicas que se derivan de la aplicación de la
ley penal.
Igualmente, es claro
de la lectura de las normas internacionales que la tortura es simplemente una
de las muchas formas como se puede vulnerar el derecho a la integridad
personal. Los tratos y las penas crueles, inhumanas o degradantes son, por
ejemplo, otras formas de vulnerar ese derecho. Solamente la Declaración
Americana omite hacer expresa mención de la tortura, pero esta queda en todo
caso prohibida en dicho instrumento, cuando consagra el derecho a un trato
humano durante la privación de la libertad y cuando garantiza el derecho a la
seguridad de la persona.
Es claro que ninguno
de estos instrumentos, al prohibir la tortura, limitan dicha prohibición a los
casos de personas privadas de la libertad. Por supuesto, las normas citadas son
más específicas en los casos de privaciones de la libertad, entre otras razones
porque es en esos casos donde es más posible que se presente la conducta de
tortura, y porque el universo jurídico de los derechos humanos se ha
desarrollado como un conjunto de limitaciones frente al Estado. Esto no quiere
decir que el Estado sea el único ente susceptible de torturar. Los mismos
instrumentos internacionales arriba citados, son contundentes al no limitar la
prohibición de tortura a los casos en que proviene del Estado, lo cual no
impide que sean más específicos en esta hipótesis en razón a su propia
naturaleza y finalidad.
La prohibición de
tortura y tratos crueles e inhumanos constituye una norma de derecho imperativo
que como tal todo Estado tiene obligación de respetar, aún durante estados de
excepción. Así lo reconoce la Constitución Colombiana en su artículo 214.
Si bien todos los
instrumentos citados prohiben expresa o tácitamente la tortura, ninguno de
ellos contiene una definición de dicho concepto. Sin embargo, otro convenio
internacional, la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles,
inhumanas o degradantes, adoptada por la Asamblea General de la ONU mediante
Resolución 39-46 del 10 de diciembre de 1984, suscrita por el Gobierno
Colombiano el 1 de abril de 1985 e incorporada a nuestro ordenamiento por medio
de la Ley 78 de 1986 y promulgada por Decreto 768 de 1988, contiene la
definición mas relevante sobre el tema en el derecho internacional actual. El
artículo 1 dice:
"A los
efectos de la presente Convención, se entenderá por el término
"tortura" todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una
persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin
de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla
por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o
coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier
tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean inflingidos
por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones
públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se
considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia
únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a
éstas"
Como quedó arriba
explicado, el mismo artículo, en su segundo numeral, establece que esa
definición se entiende sin perjuicio de cualquier instrumento internacional o legislación
nacional que contenga o pueda contener disposiciones de mayor alcance. Por
supuesto, tanto el artículo 12 de la Constitución Nacional, como el demandado
artículo 279 del Código Penal, le dan ese mayor alcance al concepto de la
tortura pues la predican incluso de los particulares.
La misma Convención
establece en su Artículo 4 que todo Estado parte velará porque todos los actos
de tortura constituyan delitos conforme a su legislación penal. Eso es
precisamente lo que ha hecho el legislador penal ordinario nacional, con un
alcance mucho mayor que aquel que la misma Convención le da al concepto de
tortura.
En otros
instrumentos internacionales, como la Convención Interamericana para prevenir y
sancionar la tortura, aprobado por la Asamblea General de la OEA el 9 de
diciembre de 1985, se establecen definiciones mas amplias. Por ejemplo:
"Artículo 2:
Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo acto
realizado intencionalmente por el cual se inflinja a una persona penas o
sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como
medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena,
o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre
una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a
disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o
angustia física.
" No estarán
comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos físicos o
mentales que sean únicamente consecuencia de medidas legales o inherentes a
éstas, siempre que no incluyan la realización de los actos o la aplicación de
los métodos a que se refiere el presente artículo"
Nótese que en el
primer inciso no se hace ninguna mención a funcionarios públicos. Razón de más
para afirmar, que el derecho internacional de los derechos humanos no
restringe la sanción de la tortura a los casos en que ella provenga de agentes
estatales.
La tendencia
innegable e irreversible hacia la protección cada vez mayor de los derechos del
individuo, hace que la única interpretación válida, a la luz del derecho
internacional de los derechos humanos, sea aquella según la cual, si bien el
Estado es el principal responsable por la violación de los derechos
fundamentales, nada obsta para que en cumplimiento de sus obligaciones, el
Estado asegure el respeto de los derechos por parte de los particulares,
estableciendo, por ejemplo, delitos que tipifiquen las conductas que los
vulneren. Es mas, es esta una tarea ineludible de cualquier Estado que pretenda
dar eficacia real a los derechos.
Por supuesto, los
mecanismos establecidos en todos estos instrumentos internacionales tienden a
controlar especialmente al Estado, pues las vulneraciones provenientes de
particulares pueden ser controladas y sancionadas mediante otros mecanismos,
como por ejemplo, tal y como se ha mencionado, el derecho penal.
La siguiente es una
ilustrativa lista de las posibles conductas que pueden llegar a constituir
tortura, realizadas por agentes del Estado. Es, además, reveladora del grado de
sofisticación al que pueden llegar ciertos agentes estatales cuando practican
la tortura. Se extrae de un informe de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos sobre Colombia:[3]
"
"plantones al sol en el día y al sereno en la noche";
"ahogamientos y sumergimientos en agua"; "aplicación del
'submarino'";"venda en los ojos hasta por doce, diez y siete y veinte
días"; "vendado y amarrado por cuarenta y siete días en
cimitarra"; "sometimiento a golpes en diversas partes del cuerpo con
palos y patadas"; "impedimento para dormir hasta por ocho días y
falta de reposo"; "amenazas de muerte al detenido, a la familia y a
amigos"; "colgaduras atado de las manos"; "prohibición de
agua y alimento hasta por cuatro, siete y ocho días seguidos";
"simulacro de dispararles en la cabeza"; "esposados de las
manos"; "tortura de otras personas cerca de la celda para que se
escucharan los gritos"; "incomunicación"; "palpitación de
energía y choques eléctricos en diferentes partes del cuerpo";
"ejercicios hasta el agotamiento"; "permanencia desnudos y de
pie"; "provocación de asfixia"; "lavadas";
"caminar de rodillas"; "torturas sicológicas";
"sumergimiento amarrados en un lago"; quemaduras con
cigarrillos"; " sacar al detenido a los allanamientos y utilizarlos
como ´chaleco antibalas´ esposado y vendado"; "simulacros de
fusilamientos mientras estaba colgado de un árbol"; "introducción de
armas en la boca"; "rotura de nervios como consecuencia de
colgamientos"; "desnudo y sumergido en un rio"; negativa de
asistencia médica para embarazo"; "fractura de costillas";
amarrado, vendado, a veces permanentemente, golpeado con un leño,
patadas"; "herida con arma de fuego por la espalda en el sitio de
reclusión"; "amenaza de traer a sus familiares para torturarlos en su
presencia"; "contemplación de las torturas a otra persona";
..."
Pero también es claro,
así mismo, que puede existir la tortura entre los particulares, que adquiere
manifestaciones concretas en el ámbito de la familia, la escuela y las
relaciones laborales, contractuales y de confianza.
La violencia
intrafamiliar, por ejemplo, adquiere manifestaciones de tortura física en
formas tales como los maltratamientos de obra entre sus miembros, la privación
consciente de alimentos, los abusos sexuales, las constricciones indebidas, los
incumplimientos graves e injustificados de los deberes de auxilio mutuo, la
vida licenciosa, la embriaguez habitual, el uso de sustancias alucinógenas o
estupefacientes o las diversas formas de abandono, siempre que infrinjan un
sufrimiento excesivo.
A nivel sicológico,
la tortura puede adquirir manifestaciones como ultrajes, trato cruel, y
manipulación de los regímenes de visitas a los hijos menores en tratándose de
cónyuges separados.[4]
Es de señalar aquí
que la Constitución de 1991 no ignora que la tortura puede darse también entre
particulares, tal como se desprende de la protección que ofrece a los niños
contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, abuso
sexual, y trabajo riesgoso (artículo44)
La escuela es otro
lugar donde abundan los ejemplos de torturas entre particulares. Las ofensas de
palabra y obra por parte de los maestros y educandos; las prácticas fundadas en
normas reglamentarias fruto de un autoritarismo ciego que vulnera derechos
fundamentales de los estudiantes que se traducen en abusos o maltratos, tales
como los de ´no permitir el acceso a la institución educativa por razones no
imputables al alumno, por ejemplo.
En el trabajo, por
su parte, abundan los malos tratos de palabra y obra entre los patronos y los
trabajadores, la asignación de labores riesgosas sin el oportuno suministro de
instrumentos adecuados para afrontar las consecuencias; el incumplimiento de
las normas mínimas de medicina industrial en materia de protección contra
ruidos, olores y sustancias nocivas para la salud.
Igualmente, en las
relaciones contractuales suele presentarse el abuso manifiesto de las
condiciones de inferioridad de una de las partes, que la constriña a actuar en
grave detrimento de sus intereses, particularmente en desarrollo de contratos
de suministro de bienes indispensables para su subsistencia, tales como
víveres, ropa, servicios médicos y de luz y agua.
Inclusive en las
relaciones de confianza se presentan abusos que se configuran cuando personas
que por razón de su profesión, oficio o relaciones de amistad adquieren sobre
otras un dominio o control de su conducta tal que les permite constreñirlos a
actuar en forma que afecta gravemente sus intereses. Tal puede ser el caso de
médicos, psiquiatras, abogados, directores espirituales, psicológo. Todos ellos
pueden eventualmente abusar y torturar a sus clientes.
Ahora bien, los
ejemplos aquí expuestos, constituyen todos violación de los derechos
fundamentales a la integridad y la autonomía personal, consagrados en la
Constitución Nacional, pero no todos ellos, desde luego, son necesariamente
conductas típicas de tortura, sancionadas penalmente por el Código Penal. Su
adecuación a los esquemas propios de éste, es tarea que incumbe a la dogmática
penal.
Queda visto, pues,
que la tortura se puede predicar tanto del Estado, como de los particulares.
Incluso el Relator especial sobre tortura (cargo creado por la comisión de
Derechos Humanos de la ONU) si bien limita su competencia a la tortura
practicada "por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de
funciones públicas, o a instigación suya, o con su consentimiento o
aquiescencia", ha reconocido que la tortura también se puede predicar en
los casos en que se practica con fines privados.
Queda pues claro
que, también a la luz del derecho internacional de los derechos humanos, la
tortura es susceptible de ser cometida por particulares o por agentes del
Estado, sin perjuicio de la mayor responsabilidad de este en la protección y
defensa de todos y cada uno de los derechos fundamentales.
5. LA TORTURA EN EL REGIMEN PENAL COLOMBIANO
El artículo 279 del
Código Penal colombiano, cuya constitucionalidad se estudia en esta
providencia, fue ubicado por el legislador penal en el Título de los delitos
contra la libertad individual y otras garantías, en particular en el capítulo
que describe los delitos en contra de la autonomía personal. A diferencia de
los instrumentos internacionales de derechos humanos, y de la misma Constitución
colombiana, que consideran la tortura como una conducta vulneradora del derecho
a la integridad personal, la legislación penal colombiana considera que el bien
jurídico que se debe proteger con la sanción penal de la tortura, es la
autonomía personal, lo cual tiene una utilidad concreta en los procesos
decisorios penales para determinar la antijuridicidad material de la conducta.
Esta discrepancia no
tiene ninguna relevancia pues demuestra únicamente el carácter netamente
pluriofensivo de la conducta de tortura. De otra parte, dentro de la función
sistematizadora de la tipicidad, se explica que el legislador penal haya
ubicado la tortura en el capítulo de los delitos contra la autonomía personal,
para diferenciarla penalmente de otras conductas, como por ejemplo las lesiones
personales, esas si claramente atentatorias del derecho a la integridad
personal.
Los delitos contra
la autonomía personal difieren de otros delitos contra el bien jurídico de la
libertad (secuestro, detención arbitraria). Estos implican una restricción
física de la libertad, mientras aquellos hacen referencia a una restricción
de la libertad, donde la voluntad se vicia y el consentimiento se interfiere,
sin que necesariamente haya una restricción o eliminación de la movilidad corporal.
La antijuridicidad ínsita en estos tipos penales se fundamenta en el perjuicio
que se causa a la persona cuando, por cualquiera de las conductas allí
descritas, se condiciona su propia voluntad a la voluntad o deseos del sujeto
activo de esa conducta. Vistas así las cosas, es claro que la conducta de
tortura, como una de las modalidades de restricción a la autonomía personal,
puede ser cometida tanto por funcionarios estatales como por particulares.
El sojuzgamiento de
la voluntad, necesario para que se configure penalmente la tortura y los demás
delitos de ese capítulo, puede ser cometida por cualquiera de esas dos clases
de sujetos activos.
La inclusión del
tipo penal de tortura en el Código Penal de 1980 obedeció, entre otras razones,
al mandato establecido en la declaración contra la tortura de las Naciones
Unidas, mediante la cual los Estados se obligaban a consagrar la conducta de
tortura como un delito. En su momento, la comisión redactora, presidida por el
Doctor Federico Estrada Vélez, lo consideró como "una necesaria e
importante innovación". La redacción final quedó así:
"Art. 279:
El que someta o otro a tortura física o moral, incurrirá en prisión de uno a
tres años, siempre que el hecho no constituya delito sancionado con pena
mayor"
Norma que, por lo
demás, está vigente, a pesar de que el Decreto Ley 180 de 1988, en su artículo
24, reiteró la misma conducta, prácticamente con los mismos términos, pero con
una pena mucho mayor. Esa norma fue adoptada como legislación permanente por el
D. E. 2266 de 1991, artículo 4.
Ahora bien, la norma
del Código Penal está vigente, por cuanto, la Corte Suprema de Justicia ya
tiene establecido que todos los tipos penales que hacen parte de esos decretos
de Estado de Sitio, han de entenderse aplicables únicamente para aquellos casos
en los cuales las conductas se cometen con fines terroristas, aunque el tipo
penal expresamente no lo diga así. Si así no fuera, la tortura que un marido
infiere a su mujer por una venganza pasional, sería de conocimiento de los
jueces regionales - antiguos jueces de orden público- y tendría una pena de 5 a
10 años de prisión. Por eso, la única interpretación razonable es la que
permite la coexistencia de los dos tipos penales, aplicando de preferencia el
del Código Penal, que hace parte de la legislación ordinaria, y sólo
excepcionalmente, cuando se trata de delitos vinculados con intenciones
terroristas, se debe aplicar el tipo penal de tortura contemplado en la
legislación de "orden público".
El delito de
tortura, tal y como lo consagró el Código Penal, puede presentarse bajo dos
modalidades distintas: la norma habla de tortura física o de tortura moral , y
la doctrina y la jurisprudencia se han ocupado de delimitar estos conceptos,
precisando, por ejemplo, que el término moral hace aquí referencia a lo
"no-físico" y por lo tanto incluye lo sicológico.
En cualquiera de las
dos modalidades, de todas maneras, el sujeto activo es indeterminado, lo que
implica que puede ser cometido por cualquier persona, y también por
funcionarios públicos, lo cual , como se vio, está en un todo de acuerdo, no
sólo con la naturaleza de la Carta de Derechos de la Constitución, sino
también con la norma constitucional expresa y los instrumentos internacionales
que prohiben concretamente la práctica de la tortura.
El tema de la
adecuada tipicidad del delito de tortura ha sido llevado ya a conocimiento de
la jurisdicción constitucional. Es necesario retomar el tema, en la medida en
que un coadyuvante de la demanda, hizo llegar al expediente copias de los
memoriales que en pasada ocasión se presentaron ante la H. Corte Suprema de
Justicia, demandando el mismo artículo. En todos ellos, se argumenta que el
tipo penal de tortura, tal y como quedó redactado, es inconstitucional dado que
no describe realmente de manera inequívoca ninguna conducta, y por lo tanto, al
violar ese principio fundamental de la tipicidad, viola igualmente el principio
de legalidad consagrado en la Constitución.
Esta Corte,
considera válidos a la luz de la nueva Constitución, los argumentos que, para
refutar ese concepto de violación, presentó la Corte Suprema en aquella
oportunidad, y por eso se permite reproducir los mas importantes apartes de dicha
providencia.
"...De las
normas superiores citadas dimana para el legislador la exigencia de definir de
antemano y en forma clara, expresa, inequívoca e impersonal la conducta
merecedora de la pena, quedando proscrito el señalamiento de sanciones por comportamientos
ambiguos o de contornos indeterminados, pues en este supuesto quedaría al
arbitrio de quien debe aplicar la ley la definición de los actos punibles, los
cuales serán o no sancionables según el criterio personal de quien los
califique.
" Sin
embargo, no debe perderse de vista que la Corte precisó con toda nitidez en la
sentencia de febrero 10 de 1983 que trae a colación el Procurador, el alcance y
sentido de los postulados citados y los armonizó con las demás normas del
Estatuto Fundamental. De ellos dijo, en particular del principio de la estricta
legalidad que él, "...no significa que el legislador esté facultado para
pasar al otro extremo y eliminar la aptitud apreciativa del juez, pues en la
medida en que aquél le suprime a éste su capacidad de ´juzgar´ e interpretar la
ley, no solo deshumaniza la conducta sino que termina asumiendo, además de su
función de legislar, la de administrar justicia, con lo cual se violaría el
principio de la separación de poderes consagrado en el artículo 55 de la
Constitución"
"La
determinación del tipo penal denominado tortura, no es como lo califica el
actor, equívoco o ambiguo, pues los elementos descriptivos y normativos que
señala el legislador son perfectamente claros y definidos y además contribuyen
a precisar sus contornos, lo cual impide interpretaciones caprichosas o
arbitrarias del juzgador sobre la acción punible, a pesar de que no se defina
en qué consiste la tortura moral o física, pues en estos casos las reglas
generales de hermenéutica indican que las palabras de la ley deberán entenderse
en su sentido natural y obvio (art. 28 Código Civil). Para concretar pues, el
alcance de la figura delictiva basta acudir al significado semántico de los
vocablos y frases e integrarlo al contexto del enunciado genérico
"La tortura
ha sido definida como "acción de atormentar" es decir, "causar
molestia o aflicción", acepciones éstas que en la antigüedad se vinculaban
a la finalidad específica de obtener una confesión o infligir un castigo. Sin embargo,
para el análisis del tipo penal definido en la norma cuestionada, importa
señalar que ésta no exige sujeto activo calificado. Tampoco que el autor de la
infracción haya estado animado por algún propósito específico, por tanto, el
logro de la finalidad buscada no incide en la configuración del ilícito, aunque
eventualmente podría devenir en una acción punible distinta, como la definida
en el artículo 24 del Decreto 180 de 1988, hallado exequible por la Corte, que
contempla una sanción más drástica para el caso en que la tortura física o
síquica se ejecute en cumplimiento de actividades terroristas.
"Por ello,
como lo advierte con acierto el señor Procurador, la definición legal no
conduce a interpretaciones que dependan exclusivamente del criterio apreciativo
del juzgador, lo que acontece es que está estructurada en forma amplia de tal
manera que permita subsumir en ella la tortura física o síquica ocasionada por
cualquier medio apto para lograr el resultado, pues todos los empleados con
este fin se harán pasibles de sanción preestablecida, la cual debe graduar el
juez dentro de los límites que fija el legislador; empero ello no significa que
con base en la formulación legal que define los rasgos esenciales para
considerar la tortura como delito, puedan sancionarse conductas semejantes que
el legislador no ha querido prever.
" De otra
parte, con fundamento en el principio de legalidad que informa el derecho
penal, no puede exigirse al legislador que al definir el tipo penal contemple
la extensa gama de formas de tortura que pueden presentarse en la vida real,
pues la sociedad en su continua y constante evolución crea mecanismos e
instrumentos aptos para emplearse con fines ilícitos y que el legislador no
puede prever al establecer la hipótesis normativa"
"..."[5]
6. CONCLUSION
El artículo 279 del
Código Penal, que consagra el tipo penal de tortura con sujeto activo
indeterminado, se ajusta a la Constitución Nacional por cuanto la fuerza
vinculante de los derechos constitucionales no limita su alcance a deberes de
abstención por parte del Estado; por el contrario, esos derechos, entre los
cuales está el derecho a no ser torturado, son susceptibles de violación por
parte tanto del Estado como de los particulares.
De otra parte, ni
siquiera los instrumentos internacionales sobre derechos humanos en general, y
sobre la tortura en particular, permiten afirmar que se trata de una conducta
susceptible de ser realizada únicamente por agentes estatales, pues contienen,
como quedó visto, un concepto amplio de la referida conducta.
Por último, la
redacción del tipo penal de tortura tampoco vulnera el principio de tipicidad y
el de legalidad consagrados en la Constitución, por las razones expuestas por
la Honorable Corte Suprema de Justicia, y que esta Corte considera del todo
ajustadas a la nueva Constitución.
7. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional, en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución
RESUELVE
PRIMERO: Declarar exequible el Artículo 279 del
Decreto 100 de 1980- Código Penal-.
Cópiese, publíquese,
comuníquese al Gobierno Nacional, Insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y archívese en el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Ley 70 de 1986.
"Por el cual se adopta como legislación interna la Convención contra la
tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes"
[2]Diego Uribe Vargas,
GACETA CONSTITUCIONAL, NÚM 82, 25 de mayo de 1991, pág. 11
[3] Informe Colombia,
1981, pág. 111, párr4
[4]En la exposición de
motivos del proyecto de ley # 10 de la Cámara de Representantes de 1992,
publicado en la Gaceta del Congreso del 6 de Agosto del mismo año, y presentado
por la representante Piedad Córdoba de Castro, se lee lo siguiente:
"...Según
datos aportados por el estudio exploratorio realizado durante más de cinco años
en la Casa de la Mujer, de una muestra de 63 mujeres que compartieron su
historia de violencia, se encuentra que aunque el principal agresor es el
esposo o compañero (62.1%), están involucrados también como agresores el padre,
la madre, hermanos (as), hijos (as), suegros (as) y cuñados (as).
La
violencia y el maltrato en la familia trasciende las diferencias de género, los
grados de parentesco, la edad. Desde luego, y no sobra anotarlo, estas
violencias no son patrimonio exclusivo de los sectores sociales más
desfavorables o de personas con escaso nivel educativo. En la muestra
anteriormente mencionada, un buen número de agresores son empleados (14.2%) y
profesionales en ejercicio de su profesión (12.7%).
El
golpe, el puño, la bofetada, los intentos de estrangulamiento, los golpes con
todo tipo de objetos, son las formas más frecuentes que asume la violencia
física; también está presente la violencia psicológica ejercida a través de
insultos, palabras soeces, amenazas de todo tipo, humillaciones y
desvalorizaciones permanentes...
[5] Sentencia No 08 de
Enero 31 de 1991. Sala Plena - Corte Suprema de Justicia. Masgistrado
Sustanciador: Rafael Mendez Arango. |
245 | C-588-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-588/92
COSA JUZGADA
RELATIVA
El carácter
definitivo de la sentencia que declara la exequibilidad de una norma no implica
necesariamente que tal decisión pueda entenderse absoluta, pues mientras
subsistan aspectos no considerados en el respectivo fallo existirá, en relación
con ellos, la posibilidad de examen posterior y, por ende, podrán entablarse
nuevas acciones de inconstitucionalidad. Vale decir, la cosa juzgada
constitucional es, en tales eventos, relativa en cuanto cubre apenas los
asuntos que fueron materia del fallo. No acontece así en lo referente a fallos
de inexequibilidad, toda vez que, hallada y declarada la oposición entre la
norma acusada, objetada o revisada y la Constitución Política, es aquella
retirada del ordenamiento jurídico en virtud de decisión inapelable y con
efectos erga omnes cuyo sentido no es posible debatir después de pronunciada.
IGUALDAD ANTE LA
LEY
Con arreglo al
principio de igualdad, desaparecen los motivos de discriminación o preferencia
entre las personas. Basta la condición de ser humano para merecer del Estado y
de sus autoridades el pleno reconocimiento de la dignidad personal y la misma
atención e igual protección que la otorgada a los demás. El legislador está
obligado a instituír normas objetivas de aplicación común a los destinatarios
de las leyes, sin concebir criterios de distinción que representen concesiones
inmerecidas a favor de algunos o trato peyorativo respecto de otros. Las
diferencias que se introduzcan deben estar inspiradas, bien en la realización
del propósito constitucional de la igualdad real, o en el desarrollo de los
postulados de la justicia distributiva.
IGUALDAD DE SEXOS
Hombre y mujer
gozan de los mismos derechos y prerrogativas y están obligados por sus deberes
en igual forma a la luz de la Constitución, pues ninguno de los dos sexos puede
ser calificado de débil o subalterno para el ejercicio de los primeros ni para
el cumplimiento de los segundos, ni implica "per se" una posición de
desventaja frente al otro. La pertenencia al sexo masculino o al femenino
tampoco debe implicar, por sí misma, una razón para obtener beneficios de la
ley o para hallarse ante sus normas en inferioridad de condiciones. De allí que
sean inconstitucionales las disposiciones que plasman distinciones soportadas
única y exclusivamente en ese factor. El concepto de la igualdad debe ser
comprendido y aplicado en el contexto de la realidad, razón por la que, su
alcance no puede obedecer a criterios absolutos que desconozcan el ámbito
dentro del cual están llamadas a operar las normas jurídicas.
IGUALDAD ANTE LA
LEY-Alcance
La igualdad que
estatuye el precepto constitucional no implica que el trato dado por la ley a
las personas deba ser idéntico, pues bien se sabe que al Estado corresponde
contrarrestar aquellas desigualdades surgidas de condiciones económicas,
físicas o mentales, por cuya razón, ciertas personas se encuentran respecto de
las demás en circunstancias de debilidad manifiesta. En desarrollo del concepto
de igualdad real y efectiva, las autoridades públicas están obligadas a
introducir en sus actos y decisiones, elementos que desde el punto de vista
formal podrían parecer discriminatorios, pero que sustancialmente tienden a
lograr un equilibrio necesario en la sociedad, por cuya virtud se superen en la
medida de lo posible, las deficiencias que colocan a algunos de sus miembros en
notoria posición de desventaja.
FUERZAS
MILITARES/SUSTITUCION PENSIONAL-Hijas célibes
La norma acusada,
en la parte que se ha encontrado ajustada a la Carta, consagra una distinción
que se fundamenta tan sólo en la dependencia económica de la hija en relación
con su progenitor, motivo que precisamente avala su constitucionalidad en
cuanto implica un medio para hacer concreto el principio de la igualdad real y
efectiva. En consecuencia, no es dable entender esta decisión de la Corte como
argumento para impetrar los beneficios que la disposición otorga cuando la
solicitante goza de posibilidades adecuadas para atender por sí misma a su
congrua subsistencia, pues en tales hipótesis desaparece el supuesto sobre el
cual descansa la especial protección que ofrece el mandato legal y se
configura, en cambio, un fenómeno de injusta concentración de beneficios que se
opone al principio de igualdad sostenido por la Constitución. Correlativamente,
ya que se declara inexequible la referencia al estado civil de las personas y
en su lugar se subraya como criterio de diferenciación la incapacidad
pecuniaria de quien aspira a percibir las prestaciones de que se trata, puede
darse el caso de mujeres que ya contrajeron matrimonio pero que por cualquier
circunstancia se hallan en la situación de dependencia enunciada. Ellas,
apoyadas en la razón jurídica expuesta, cuyo sentido constitucional encaja en
el logro de unas condiciones mínimas de igualdad material, resultan
indudablemente favorecidas por el texto legal objeto de análisis.
DERECHO A LA
LIBERTAD/DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD/ESTADO CIVIL
Toda persona, en
ejercicio de su libertad, debe poder optar sin coacciones y de manera ajena a
estímulos establecidos por el legislador, entre contraer matrimonio o
permanecer en la soltería. No cabe duda de que en esta materia el precepto
impugnado sí discrimina, pues consagra un privilegio de la mujer soltera sobre
la casada y de la unión de hecho sobre el matrimonio; más aún, se le reconocen
los beneficios a condición de nunca haberlo contraído. Esto representa una
flagrante violación de lo dispuesto en el artículo 13 de la Carta e implica el
desconocimiento que garantiza a todo individuo el libre desarrollo de su
personalidad.
SALA PLENA
Ref.: Expediente
D-068
Demanda de
inconstitucionalidad contra el artículo 250 del Decreto 1211 de 1990.
Derechos de las
hijas célibes del personal de Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas
Militares.
Actor: MANUEL
FERNANDO MARTINEZ JIMENEZ
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., mediante acta del doce (12) de noviembre de mil
novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
Acude a la Corte
Constitucional el ciudadano MANUEL FERNANDO MARTINEZ JIMENEZ para
solicitar que se declare inexequible el artículo 250 del Decreto 1211 de 1990.
Una vez han sido
cumplidos todos los trámites y requisitos previstos en el Decreto 2067 de 1991,
que rige los procesos que se surten en esta Corporación, se procede a dictar
sentencia.
II. TEXTO
La disposición
acusada tiene el siguiente texto:
"DECRETO NUMERO 1211 DE 1990
(junio 8)
Por el cual se
reforma el Estatuto del Personal de Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas
Militares.
EL PRESIDENTE DE
LA REPUBLICA DE COLOMBIA,
en uso de las
facultades extraordinarias que le confiere la Ley 66 de 1989,
DECRETA:
---
Artículo 250.- Derechos
hijas célibes. A partir de la vigencia del presente Decreto, las hijas
célibes del personal de Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas Militares, en
actividad o en goce de asignación de retiro o pensión, por las cuales se tenga
derecho a devengar subsidio familiar y a la prestación de servicio
médico-asistenciales, continuarán disfrutando de tales beneficios mientras
permanezcan en estado de celibato y dependan económicamente del Oficial o
Suboficial. Igualmente, tendrán derecho a sustitución pensional, siempre y
cuando acrediten los requisitos antes señalados".
III. LA DEMANDA
Argumenta el actor
que la norma transcrita establece, en detrimento de los hijos varones, un
excesivo beneficio en favor de las hijas, a las que reconoce sustitución pensional
más allá de los 24 años, edad prevista en el mismo Decreto como regla general
para unos y otras en cuanto al tope máximo para acceder a dicha sustitución en
caso de muerte de un Oficial o Suboficial de las Fuerzas Militares.
Señala que esa
discriminación transgrede el artículo 13 de la Constitución, en cuanto por
razón del sexo se crean derechos diferentes ante la ley.
De igual forma,
según su criterio, se viola el artículo 43 de la Carta Política en la medida en
que se desconoce que el hombre y la mujer tienen igualdad de oportunidades, ya
que el precepto demandado, con un sentido paternalista, considera a la mujer
como persona de inferior categoría, impedida para valerse por sí misma. Ello
-dice- indica que en el Derecho colombiano "persiste el criterio
anacrónico que consideraba a la mujer como un individuo relativamente incapaz
y, como tal, sometida a la potestad del padre o del esposo".
IV. DEFENSA DE
LA NORMA
La Nación-Ministerio
de Defensa Nacional, por conducto de apoderada especial, presentó a la Corte un
escrito mediante el cual formula las razones por las cuales estima que el
artículo impugnado se ajusta a la preceptiva constitucional.
Los argumentos de la
doctora LUZ MARINA GIL GARCIA, apoderada de la Nación, pueden
sintetizarse así:
1. Tanto la ley de facultades como el Decreto
1211 de 1990 fueron expedidos cuando aún regía la Constitución de 1886, razón
por la cual la constitucionalidad de dicho Decreto debe mirarse a la luz de esa
Carta.
En consecuencia,
solicita a la Corte que niegue las pretensiones de la demanda "por error
en el fundamento legal de las mismas, al invocar como violadas normas
constitucionales aún no vigentes cuando se dictó la norma acusada".
2. Los derechos de las hijas célibes a que se
refiere la norma no nacen en discriminación alguna por razón del sexo. Se
trata de personas que, por su situación de dependencia económica
"acreditan" un especial apoyo, teniendo en cuenta su pertenencia a un
grupo familiar no disuelto.
3. El artículo acusado, por ser de tipo
laboral, tiene el espíritu de protección que cobija aquellas normas que nacen
de la relación de trabajo.
4. Si se declara la inconstitucionalidad de la
norma quedarían también sin protección las disposiciones que protegen el
embarazo y la maternidad.
V. CONCEPTO DEL
PROCURADOR GENERAL
Mediante oficio Nº
043 del 23 de julio, el Procurador General de la Nación emitió el concepto
previsto por el artículo 242, numeral 2, de la Constitución Política.
Dice el Procurador
en los apartes principales de su dictamen:
"Podría
predicarse que la norma cuestionada favorece a la mujer económicamente
dependiente. Sin embargo, para que esta afirmación sea válida requiere según
la nueva Carta Magna que esa condición económica coloque a la persona en
situación de debilidad manifiesta, exigencia que no cumple la norma en comento,
toda vez que ella no califica la dependencia económica pudiendo ésta, incluso,
ser voluntaria.
En efecto, si una
mujer célibe mayor de 24 años, hija de un Oficial o Suboficial, económicamente dependiente
de éste, pero no por imposibilidad de valerse por sí misma y atender a sus
necesidades básicas, sino simplemente por voluntad o capricho tiene derecho a
la sustitución pensional por esa sola circunstancia, implica que el Estado
estaría asumiendo una carga que de acuerdo a la filosofía de la nueva
Constitución no debe arrogarse.
El concepto de
"Estado Paternalista", según el cual todas las soluciones a las
necesidades sociales e individuales deben provenir de él, ha cambiado para
crear en el individuo una conciencia que lo lleve a asumir responsabilidades no
sólo en el plano personal sino también en el social y político. Es este el
alcance que debe darse al artículo 95 de la Carta cuando consagra que el
ejercicio de los derechos y libertades implica responsabilidades.
Revisando los
antecedentes de la norma demandada se observa, que el beneficio en favor de la
hija célibe ha sido consagrado tradicionalmente en los diferentes estatutos del
personal de Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas Militares hasta el Decreto
3071 de 1968, fecha en que fue suspendido para reconocerse nuevamente en el año
de 1977.
El Decreto 501 de
1955 que reorganizó la carrera profesional de Suboficiales de las Fuerzas
Militares y Marinería de la Armada Nacional, permitía incluso la sustitución
pensional en favor de las hermanas célibes.
Como puede
observarse, estas normas buscan la protección de las mujeres que no han
contraído matrimonio, pues esta es la definición que traen los diferentes
estatutos de Hija Célibe: "La que nunca ha contraído matrimonio".
Para la época en que
se establecieron esas prerrogativas, es decir, en la primera mitad de este
siglo, la defensa de las mujeres célibes era un objetivo legítimo del Estado,
toda vez que las posibilidades que éstas tenían para valerse por sí mismas y
ser autosuficientes eran muy limitadas.
El campo de
desarrollo de la mujer se reducía fundamentalmente al hogar, a la educación de
los hijos y quien velaba por satisfacer las necesidades económicas era el
marido, siendo el matrimonio un medio de subsistencia para ella. En el mejor
de los casos, las mujeres tenían acceso a las Normales lo cual les permitía
trabajar como maestras, pero el número de quienes lo hacían era bastante
reducido.
Los cambios sociales
producidos en la década de los 30, especialmente la democratización de la
educación que permitió a la mujer acceder primero al bachillerato y
posteriormente a la universidad, y las modificaciones en la legislación que le
concedieron derechos políticos y civiles, necesariamente variaron su rol en la
sociedad colombiana.
Hoy la mujer está
dotada de herramientas que le permiten lograr su desarrollo integral como
miembro de la comunidad.
Lo anterior,
ciertamente, no permite desconocer la realidad objetiva de la mujer en nuestro
país. A pesar de la igualdad jurídica formal con el hombre, existen
situaciones de hecho que la colocan en desigualdad; por ello la legislación
debe darle un tratamiento preferencial en esos casos concretos y según la
conciencia social dominante en la época en que se expide la norma.
Actualmente, la
circunstancia de ser mujer soltera no es un interés jurídicamente tutelable ni
constitucionalmente relevante. Los criterios de protección al sexo femenino
han variado fundamentalmente, acorde con la realidad social y un
pronunciamiento de validez constitucional no puede ser ajeno a esas
consideraciones fácticas. Es así como la actual Constitución protege
especialmente a la mujer, pero en situaciones diferentes al celibato, tales
como el estado de embarazo, lactancia y ser cabeza de familia, casos en los
cuales tendrá atención especial por parte del Estado (art. 43).
Como quiera que la
disposición acusada consagra una discriminación fundamentada en el sexo, sin
que exista razón objetiva que la justifique según los fines estatales plasmados
en la Carta, este Despacho considera que se han vulnerado los artículos 13 y 14
de la misma".
Concluye el
Procurador recomendando a la Corte que declare inexequible la disposición
demandada.
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
Esta Corporación es
competente para resolver en definitiva sobre la exequibilidad del artículo
objeto de acción pública, de conformidad con lo dispuesto en la Constitución
Política (artículo 241, numeral 5), en cuanto hace parte de un decreto con
fuerza de ley expedido por el Presidente de la República en ejercicio de
facultades extraordinarias.
2. Cosa
juzgada relativa
Observa la Corte que
la disposición acusada ya había sido materia de control constitucional,
ejercido en su momento por la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena- mediante
fallo número 134 del 31 de octubre de 1991 (proceso 2334, Magistrado Ponente:
Doctor Simón Rodríguez Rodríguez).
Ello no resta
competencia a esta Corporación para pronunciarse sobre la demanda que ha dado
lugar al presente proceso, pues el examen efectuado por la Corte Suprema de
Justicia en la oportunidad que se menciona recayó únicamente sobre la acusación
entonces formulada por exceso en el uso de las facultades extraordinarias
conferidas al Presidente de la República por la Ley 66 de 1989.
En consecuencia, los
efectos de la cosa juzgada que amparan esa sentencia se contraen
exclusivamente, tal como en ella se afirma, al aspecto formal indicado, lo cual
permite que el órgano al cual se confía la guarda de la integridad y supremacía
de la Constitución, que ahora lo es la Corte Constitucional (artículo 241
C.N.), entre a pronunciarse frente a nuevas demandas siempre y cuando ellas
estén referidas al aspecto material de la norma, tal como acontece en el
presente caso, o a motivos de naturaleza procedimental diversos del que ya fue
objeto de pronunciamiento.
Anota la Corte a
este respecto que el carácter definitivo de la sentencia que declara la
exequibilidad de una norma no implica necesariamente que tal decisión pueda
entenderse absoluta, pues mientras subsistan aspectos no considerados en el
respectivo fallo existirá, en relación con ellos, la posibilidad de examen
posterior y, por ende, podrán entablarse nuevas acciones de
inconstitucionalidad. Vale decir, la cosa juzgada constitucional es, en tales
eventos, relativa en cuanto cubre apenas los asuntos que fueron
materia del fallo.
Adviértase que no
acontece así en lo referente a fallos de inexequibilidad, toda vez que, hallada
y declarada la oposición entre la norma acusada, objetada o revisada y la
Constitución Política, es aquella retirada del ordenamiento jurídico en virtud
de decisión inapelable y con efectos erga omnes cuyo sentido no
es posible debatir después de pronunciada.
Así las cosas, el
antecedente que se anota respecto de la disposición impugnada no afecta la
competencia de la Corte Constitucional para resolver acerca de la demanda en
referencia.
3. El
principio constitucional de igualdad ante la ley
3. El
principio constitucional de igualdad ante la ley. Alcance de la igualdad de
derechos y deberes entre el hombre y la mujer
De la concepción
jurídico-política del constitucionalismo, que somete los actos y decisiones de
la autoridad al imperio de prescripciones generales definidas previa y
objetivamente por el legislador a objeto de impedir la arbitrariedad y el abuso
en el ejercicio del poder, surge el principio de igualdad ante la ley -hoy
garantizado de manera explícita en el artículo 13 de la Carta- como uno de los
fundamentos del Estado de Derecho. De su vigencia cierta depende en buena parte
la realización del orden justo pretendido por el Constituyente al
sancionar las normas fundamentales de la organización política.
Con arreglo al
principio de igualdad, desaparecen los motivos de discriminación o preferencia
entre las personas. Basta la condición de ser humano para merecer del Estado y
de sus autoridades el pleno reconocimiento de la dignidad personal y la misma
atención e igual protección que la otorgada a los demás.
El legislador está
obligado a instituír normas objetivas de aplicación común a los destinatarios
de las leyes, sin concebir criterios de distinción que representen concesiones
inmerecidas a favor de algunos o trato peyorativo respecto de otros. Las
diferencias que se introduzcan deben estar inspiradas, bien en la realización
del propósito constitucional de la igualdad real (artículo 13 C.N.), o en el
desarrollo de los postulados de la justicia distributiva.
El artículo 13 de la
Constitución enuncia, a manera de ejemplo, algunos de los motivos que no pueden
alegarse como válidos para introducir discriminaciones entre las personas en lo
que concierne al trato que todas ellas merecen frente a la ley, sus derechos,
libertades y oportunidades; menciona el precepto superior factores tales como
el sexo, la raza, el origen nacional o familiar, la lengua, la religión, la
opinión política o filosófica.
Para los fines del
presente proceso importa referirse al tema del sexo, que a lo largo de la
historia se ha constituído en uno de los elementos de más frecuente uso para
estatuir diferente trato entre las personas, tanto en lo relativo a sus
derechos políticos, como en lo tocante con las garantías civiles.
La Constitución
Política declara en su artículo 43 que la mujer y el hombre tienen iguales
derechos y oportunidades, y añade que aquella no podrá ser sometida a ninguna
clase de discriminación y que, por el contrario, será especialmente apoyada por
el Estado cuando sea cabeza de familia.
Esta norma, que
tiene en nuestro sistema antecedentes legislativos representados, entre otros
estatutos, por la Ley 28 de 1932 y por el Decreto 2820 de 1974, reivindica el
papel de la mujer en la familia y en la sociedad e invalida las concepciones
plasmadas en normas hoy insubsistentes como la potestad marital y la patria
potestad en cabeza exclusiva del varón, que la suponían inferior a éste y
sujetaban a la decisión del esposo el libre ejercicio de sus derechos, el
normal desarrollo de su personalidad y la procura de sus legítimas
aspiraciones.
La igualdad de
derechos entre el hombre y la mujer cobija hoy la más amplia gama de roles, de
los cuales el criterio dominante durante mucho tiempo permitió excluir al sexo
femenino sobre la base, infundada, de sus inferiores capacidades en relación
con el masculino.
De allí que no
solamente en lo relativo al manejo de su patrimonio y en el campo de las
relaciones de familia, particularmente en lo que toca con el ejercicio de la
patria potestad y la adopción de decisiones sobre la conducción del hogar, la
representación y la administración de los bienes de los hijos (Decreto 2820 de
1974), sino en lo concerniente al ejercicio de los derechos políticos cuya
primera manifestación concreta se tuvo durante la votación del Plebiscito de
1957, existe hoy una tendencia del ordenamiento jurídico hacia la realización
del criterio de igualdad entre hombres y mujeres.
Vistas así las cosas,
el artículo en comento, al igual que el 40 de la Constitución, que, en
concordancia con el 1º y 2º Ibidem, reconoce a todo ciudadano el derecho a
participar en la conformación, ejercicio y control del poder político, superan
definitivamente -cuando menos por lo que concierne al aspecto normativo- las
viejas disputas sobre la sujeción de la mujer a condiciones distintas de las
consagradas en favor de los varones y restablecen un sano equilibrio, acorde
con una concepción más civilizada del orden social.
Las distinciones que
la propia Carta consagra obedecen, entre otros factores, a la función propia de
la mujer y a su natural disposición a la maternidad: "Durante el embarazo
y después del parto gozará de especial asistencia y protección del Estado y recibirá
de éste subsidio alimentario si entonces estuviere desempleada o
desamparada".
Hombre y mujer gozan
de los mismos derechos y prerrogativas y están obligados por sus deberes en
igual forma a la luz de la Constitución, pues ninguno de los dos sexos puede
ser calificado de débil o subalterno para el ejercicio de los primeros ni para
el cumplimiento de los segundos, ni implica "per se" una posición de
desventaja frente al otro. La pertenencia al sexo masculino o al femenino
tampoco debe implicar, por sí misma, una razón para obtener beneficios de la
ley o para hallarse ante sus normas en inferioridad de condiciones. De allí que
sean inconstitucionales las disposiciones que plasman distinciones soportadas
única y exclusivamente en ese factor.
No obstante, el
concepto de la igualdad debe ser comprendido y aplicado en el contexto de la
realidad, razón por la que, su alcance no puede obedecer a criterios absolutos
que desconozcan el ámbito dentro del cual están llamadas a operar las normas
jurídicas.
Razonablemente
entendida, la igualdad que estatuye el precepto constitucional no implica que
el trato dado por la ley a las personas deba ser idéntico, pues bien se sabe
que al Estado corresponde, según la misma norma, contrarrestar aquellas
desigualdades surgidas de condiciones económicas, físicas o mentales, por cuya
razón, ciertas personas se encuentran respecto de las demás en circunstancias
de debilidad manifiesta. En desarrollo del concepto de igualdad real y
efectiva, las autoridades públicas están obligadas a introducir en sus actos y
decisiones, elementos que desde el punto de vista formal podrían parecer
discriminatorios, pero que sustancialmente tienden a lograr un equilibrio
necesario en la sociedad, por cuya virtud se superen en la medida de lo
posible, las deficiencias que colocan a algunos de sus miembros en notoria
posición de desventaja.
A este respecto,
insiste la Corte en lo ya expresado en sentencia del 29 de mayo de 1992:
"Ese principio
de la igualdad es objetivo y no formal; él se predica de la identidad de los
iguales y de la diferencia entre los desiguales".
"(...)"
Con este concepto
sólo se autoriza un trato diferente si está razonablemente justificado. Se
supera también, con la igualdad material, el igualitarismo o simple igualdad
matemática.
Hay pues que mirar
la naturaleza misma de las cosas, ella puede en sí misma hacer imposible la
aplicación del principio de la igualdad formal, en virtud de obstáculos del
orden natural, biológico, moral o material, según la conciencia social
dominante en el pueblo colombiano.
Por ello, para
corregir desigualdades de hecho, se encarga al Estado de promover las
condiciones para que la igualdad sea real y efectiva"1 .
4. El
contexto sociológico colombiano frente a la concepción normativa de la igualdad
entre los sexos
En el caso
sub-examine, el artículo acusado, que se inscribe dentro del conjunto de normas
que estructura el Estatuto del Personal de Oficiales y Suboficiales de las
Fuerzas Militares, establece para las hijas célibes de éstos un beneficio que
consiste en continuar disfrutando del subsidio familiar y de los servicios
médico-asistenciales, "mientras permanezcan en estado de celibato y
dependan económicamente del Oficial o Suboficial". A lo anterior se agrega
que, "siempre y cuando acrediten los requisitos antes señalados",
tendrán derecho a sustitución pensional.
El artículo 252 del
mismo decreto, no demandado en este proceso pero claramente relacionado con la
norma acusada, define lo que se entiende por hija célibe
("La que nunca ha contraído matrimonio") y por dependencia
económica ("Aquella situación en la que la persona no puede
atender por sí misma a su congrua subsistencia, debiendo recurrir para ello al
sostén económico que puede ofrecerle el Oficial o Suboficial del cual aparece
como dependiente").
De los preceptos en
referencia, se concluye que únicamente tienen derecho a los beneficios que
otorga la disposición impugnada las hijas de los Oficiales y Suboficiales de
las Fuerzas Militares siempre y cuando, además, reunan las condiciones de nunca
haber contraído matrimonio y de hallarse en relación de dependencia económica
respecto del correspondiente Oficial o Suboficial.
La segunda de las
expuestas condiciones nada tiene de inconstitucional, por cuanto apenas
desarrolla un principio de necesario equilibrio derivado del artículo 13 de la
Carta, a cuyo tenor el Estado debe promover las condiciones indispensables para
que la igualdad sea real y efectiva, protegiendo especialmente a aquellas
personas que por sus condiciones económicas, entre otros motivos, se encuentren
en situación de inferioridad. Tal es la circunstancia que, evaluada por la
norma, viene en este caso a establecer diferencia justificada y razonable entre
la mujer independiente que puede atender por sí misma a su congrua subsistencia
sin necesidad de recurrir al sostén pecuniario de sus padres, y la mujer
todavía vinculada al seno de su familia paterna, cuyos recursos son escasos o
nulos para los mismos fines y que, por ello, requiere del apoyo de sus
progenitores.
No tiene razón el
demandante cuando aduce que la disposición acusada discrimina entre mujeres y
hombres con base en el único criterio del sexo, ya que en realidad la
distinción se fundamenta en la dependencia económica, expresamente definida
por el legislador.
Otra cosa es que,
para reconocer la realidad colombiana, en cuyo contexto sociológico, pese a la
anotada tendencia igualitaria de la normatividad en vigor, la mujer
generalmente depende desde el punto de vista económico, bien sea del padre o
del esposo -lo que no ocurre, según la conducta cultural más extendida, en el
caso de los varones-, la norma legal haya establecido unas prerrogativas que
permitan a las mujeres dependientes del padre -en este caso Oficial o
Suboficial de las Fuerzas Militares- gozar de medios suficientes para atender a
su congrua subsistencia. Se trata, en últimas, de dar solución justa a
situaciones de hecho que son producto de una larga tradición cuyos contornos
discriminatorios entre el hombre y la mujer -ajenos, desde luego, al querer del
Constituyente y del legislador- pueden hacer aconsejable que se emprenda una
tarea educativa con el objeto de ir logrando una evolución en el comportamiento
social, pero que no deben ignorarse como fenómeno evidente que necesita la
respuesta del Estado en aras de la igualdad efectiva que la Constitución aspira
a realizar.
Dentro de este
contexto, a la luz de las exigencias superiores de igualdad y de justicia, no
podría entenderse en ningún caso que se propiciara el desmejoramiento de las
condiciones económicas de la mujer con el exclusivo propósito de favorecer una
simple "nivelación por lo bajo". Ello implicaría también desconocer
los logros ya obtenidos por las hijas de Oficiales y Suboficiales dentro de la
legislación laboral y se quedaría sin desarrollo cierto la especial protección
que, a la luz de la Carta, merecen el trabajo, la familia y la mujer (artículos
5, 25, 42 y 43 de la Constitución Política). Por estas razones y las que
anteceden, no se accederá a declarar la inconstitucionalidad total solicitada
por el actor.
5. Discriminación
por razón del celibato
La otra condición
exigida por el artículo impugnado, que se refiere al estado de soltería como
requisito "sine qua non" para que la hija de un oficial o suboficial
tenga derecho a percibir los beneficios en él previstos, al contrario de lo que
acontece con la que se acaba de analizar, riñe abiertamente con el principio
de igualdad, ya que mediante aquella se está consagrando un diverso trato para
las hijas de los militares en cuestión, con base en el único criterio del estado
civil.
Toda persona, en
ejercicio de su libertad, debe poder optar sin coacciones y de manera ajena a
estímulos establecidos por el legislador, entre contraer matrimonio o
permanecer en la soltería.
Para la Corte
Constitucional no cabe duda de que en esta materia el precepto impugnado sí
discrimina, pues consagra un privilegio de la mujer soltera sobre la casada y
de la unión de hecho sobre el matrimonio; más aún, se le reconocen los
beneficios a condición de nunca haberlo contraído.
Esto representa una
flagrante violación de lo dispuesto en el artículo 13 de la Carta e implica el
desconocimiento del 16 Ibidem que garantiza a todo individuo el libre
desarrollo de su personalidad.
Existe, entonces,
una abierta oposición entre la disposición demandada y el Estatuto Fundamental,
razón que llevará a esta Corte a declarar que son inexequibles las expresiones
mediante las cuales se establece la injustificada discriminación.
6. La
dependencia económica como factor determinante del beneficio legal
Observa la Corte que
la norma acusada, en la parte que se ha encontrado ajustada a la Carta,
consagra una distinción que se fundamenta tan sólo en la dependencia económica
de la hija en relación con su progenitor, motivo que precisamente avala su
constitucionalidad en cuanto implica un medio para hacer concreto el principio
de la igualdad real y efectiva. En consecuencia, no es dable entender esta
decisión de la Corte como argumento para impetrar los beneficios que la
disposición otorga cuando la solicitante goza de posibilidades adecuadas para
atender por sí misma a su congrua subsistencia (artículo 252 del Decreto 1211
de 1990), pues en tales hipótesis desaparece el supuesto sobre el cual descansa
la especial protección que ofrece el mandato legal y se configura, en cambio,
un fenómeno de injusta concentración de beneficios que se opone al principio de
igualdad sostenido por la Constitución.
Correlativamente, ya
que se declara inexequible la referencia al estado civil de las personas y en
su lugar se subraya como criterio de diferenciación la incapacidad pecuniaria
de quien aspira a percibir las prestaciones de que se trata, puede darse el
caso de mujeres que ya contrajeron matrimonio pero que por cualquier
circunstancia se hallan en la situación de dependencia enunciada. Ellas,
apoyadas en la razón jurídica expuesta, cuyo sentido constitucional encaja en
el logro de unas condiciones mínimas de igualdad material, resultan
indudablemente favorecidas por el texto legal objeto de análisis, siempre que
demuestren por los medios contemplados en la ley y de manera fehaciente, en
cada caso particular, que sí reunen las condiciones exigidas por el artículo
252 del Decreto mencionado en cuanto alude a su situación de dependencia
económica respecto del Oficial o Suboficial con quien existe la filiación.
Decisión
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Corte Constitucional de la República de
Colombia -Sala Plena-, una vez oído el concepto del Procurador General de la
Nación, actuando en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución.
R E S U E L V E:
Declarar EXEQUIBLE
el artículo 250 del Decreto ley 1211 del 8 de junio de 1990, salvo las
expresiones "célibes" y "permanezcan en estado de celibato y...",
las cuales se declaran INEXEQUIBLES.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese al Gobierno Nacional, publíquese en la Gaceta de la
Corte Constitucional y cúmplase.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado
Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte Constitucional. Sala
Plena. Sentencia No. C-221 del 29 de mayo de 1992. Magistrado Ponente: Doctor
Alejandro Martínez Caballero. |
246 | C-589-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-589/92
TRATADO
INTERNACIONAL-Control de constitucionalidad
El
tratado objeto de estudio en esta sentencia, pese el trámite sui generis y de
naturaleza excepcional que tuvo, son genuinos tratados en vía de formación,
toda vez que en lo que a ellos concierne, el Gobierno Nacional no ha dado su
consentimiento dentro del ámbito internacional, es decir, aún no se han perfeccionado.
En consecuencia, no hallándose perfeccionado el "Convenio de Integración
Cinematográfica Iberoamericana", debe ser sometido al control de
constitucionalidad ante esta Corporación, puesto que encuadra dentro de los
tratados a que se refiere el numeral 10 del artículo 241 de la Constitución
Nacional.
TRATADO
INTERNACIONAL-Control de Constitucionalidad/CORTE
CONSTITUCIONAL/COMPETENCIA
El
control de constitucionalidad a todas las normas que poseen existencia y
vigencia, en el ordenamiento jurídico colombiano, con el fin de preservar la
integridad de la Constitución, es una actividad esencial a la organización y
vida de un auténtico Estado de Derecho. Dentro de éste y su dinámica, puede
variar el órgano que la cumple e incluso el trámite para efectuarla, mas nunca
podrá desaparecer el control, ya que su objetivo no es otro que mantener la
preeminencia del ordenamiento constitucional. Con la Constitución de 1991. No
se eximió ley o norma jurídica alguna del deber de avenirse a la Constitución y
en consecuencia del atinente e insistituible examen de exequibilidad. Todas
las leyes y tratados o convenios internacionales deben ser sometidos, sin
excepciones a la Corte Constitucional para que decida sobre su exequibilidad.
CONVENIO
INTERNACIONAL-Alcance
El
contenido general de los objetivos propuestos por el Convenio, es sin duda
alguna de amplios sentimientos altruistas que permiten a los pueblos
latinoamericanos solidariamente desarrollar esta clase de actividades en forma
compacta y mancomunada, en procura de alternativas capaces de hacer más
competitivas las producciones del séptimo arte en estos países que por las
secuelas del subdesarrollo se han ido quedando al margen en ésta y otras
actividades que los ha marginado para competir, por esta infortunada
circunstancia, en igualdad de condiciones. Es el Convenio, en su contenido y
por su proyección loable, benéfico y oportuno y con seguridad serán muchas las
ventajas y experiencias que sobrevendrán de sus ejecutorias. El Convenio
estudiado es un instrumento de ayuda y de fortaleza para la identificación
cultural de nuestros pueblos y para la proyección de alternativas de progreso
de las personas y empresas dedicadas a estos menesteres. Es decir, el Convenio
es importante tanto como vehículo de cultura, defensa y conservación de la
identidad de los pueblos iberoamericanos, como instrumento creador de fuentes
de trabajo especializada.
Ref.: Proceso
AC - TI - 01.
Tema: Examen
de constitucionalidad del
Convenio de Integración Cinematográfica
Iberoamericana.
Magistrado
Ponente:
DR.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ.
Santafé
de Bogotá, D.C., veintitres (23) de noviembre de mil novecientos noventa y dos
(1992).
I.
ANTECEDENTES.
Con
el fin de dar cumplimiento a lo estipulado en el numeral 10o. del artículo 241
de la Constitución Nacional, el Ministerio de Relaciones Exteriores remitió a
la Corte Constitucional, copia auténtica del Instrumento Internacional
denominado "Convenio de Integración Cinematográfica
Iberoamericana", suscrito en Caracas el 11 de noviembre de l989.
Instrumento Internacional que fue sometido a consideración de la Comisión
Especial creada por el artículo transitorio 6o. de la Constitución Nacional, la
cual en ejercicio de la atribución conferida en el literal a) de la misma
disposición, decidió no improbarlo.
Así
mismo, el Ministerio de Relaciones Exteriores allegó al respectivo expediente,
la siguiente documentación:
a) Certificación
expedida por la Secretaría General de la Comisión Segunda del Senado de la
República acerca de la aprobación en primer y segundo debate por parte de la
Cámara de Representantes, del Proyecto de ley denominado "Convenio de
Integración Cinematográfica Iberoamericana".
b)
Constancia expedida por la Secretaría General de la Comisión Especial
respecto de la no improbación del "Convenio de Integración
Cinematográfica Iberoamericana", y el envío de dicho acuerdo al
Gobierno Nacional para que se surtiera el trámite correspondiente.
c)
Fotocopia autenticada de la aprobación ejecutiva del 19 de octubre de l990,
correspondiente al " Convenio de Integración Cinematográfica
Iberoamericana".
II.
TEXTO DEL INSTRUMENTO INTERNACIONAL OBJETO DE CONTROL.
"CONVENIO
DE INTEGRACION CINEMATOGRAFICA IBEROAMERICANA
Los Estados
signatarios del presente Convenio
Conscientes
de que la actividad cinematográfica debe contribuir al desarrollo cultural de
la región y a su identidad;
Convencidos
de la necesidad de impulsar el desarrollo cinematográfico y audiovisual de la
región y de manera especial la de aquellos países con infraestructura
insuficiente;
Con
el propósito de contribuir a un efectivo desarrollo de la Comunidad
Cinematográfica de los Estados Miembros;
Han
acordado lo siguiente:
ARTICULO I
El
propósito del presente Convenio es contribuir al desarrollo de la
cinematografía dentro del espacio audiovisual de los países iberoamericanos, y
a la integración de los referidos países, mediante una participación equitativa
en la actividad cinematográfica regional.
ARTICULO II
A
los fines del presente Convenio se considera obra cinematográfica aquella de
carácter audiovisual registrada, producida y difundida por cualquier sistema,
proceso o tecnología.
ARTICULO III
Las
Partes en el presente Convenio, a fin de cumplir sus objetivos, se comprometen
a realizar esfuerzos conjuntos para:
-
Apoyar iniciativas, a través de la cinematografía, para el desarrollo cultural
de los pueblos de la región, armonizar las políticas cinematográficas y
audiovisuales de las Partes.
-
Resolver los problemas de producción, distribución y exhibición de la
cinematografía de la región.
-
Preservar y promover el producto cinematográfico de las Partes.
-
Ampliar el mercado para el producto cinematográfico en cualquiera de sus formas
de difusión, mediante la adopción en cada uno de los países de la región, de
normas que tiendan a su fomento y a la constitución de un mercado común
cinematográfico latinoamericano.
ARTICULO IV
Son
miembros del presente Convenio, los Estados que lo suscriban y ratifiquen o
adhieran al mismo.
ARTICULO V
Las
Partes adoptarán las medidas necesarias, de conformidad con la
legislación vigente en cada país, para facilitar la entrada, permanencia y
circulación de los ciudadanos de los países miembros que se encarguen del
ejercicio de actividades destinadas al cumplimiento de los objetivos del
presente Convenio.
ARTICULO VI
Las
Partes adoptarán las medidas necesarias, de conformidad con su legislación
vigente, para facilitar la importación temporal de los bienes provenientes de
los Estados Miembros destinados al cumplimiento de los objetivos del presente
Convenio.
ARTICULO VII
Las
Partes estimularán la firma de Acuerdos de Cooperación y Coproducción, dentro
del marco del presente Convenio.
ARTICULO VIII
Las
Partes procurarán establecer o perfeccionar sistemas y mecanismos de
financiamiento y fomento de la actividad cinematográfica nacional.
ARTICULO IX
Las
Partes impulsarán la creación en sus Cinematecas, de secciones dedicadas a cada
uno de los Estados Miembros.
ARTICULO X
Las
Partes procurarán incluir en su ordenamiento legal normas que favorezcan la
actividad cinematográfica.
ARTICULO XI
Las
Partes considerarán la posibilidad de crear un fondo financiero multilateral de
fomento de la actividad cinematográfica.
ARTICULO XII
Dentro
del marco del presente Convenio, las Partes estimularán la participación
conjunta de las instituciones y asociaciones representativas de productores y
distribuidores de películas nacionales en los principales eventos del mercado
audiovisual internacional.
ARTICULO XIII
Las
Partes promoverán la presencia de la cinematografía de los Estados Miembros
en los canales de difusión audiovisual existentes o por crearse en cada uno
de ellos, de conformidad con la legislación vigente de cada país.
ARTICULO XIV
Las
Partes intercambiarán documentación e información que contribuya al desarrollo
de sus cinematografías.
ARTICULO XV
Las
Partes protegerán y defenderán los derechos de autor, de conformidad con las
leyes internas de cada uno de los Estados Miembros.
ARTICULO XVI
Este
Convenio establece como sus órganos principales: la Conferencia de autoridades
Cinematográficas de Iberoamérica (CACI), y la Secretaría Ejecutiva de la
Cinematografía Iberoamericana ( SECI). Son órganos auxiliares las Comisiones a
que se refiere al Artículo XXII.
ARTICULO XVII
La
Conferencia de Autoridades Cinematográficas de Iberoamérica (CACI) es el órgano
máximo del Convenio. Estará integrada por las autoridades competentes en la
materia, debidamente acreditadas por vía diplomática, conforme a la legislación
vigente en cada uno de los
Estados
Miembros. La CACI establecerá su reglamento interno.
ARTICULO XVIII
La
CACI tendrá las siguientes funciones:
-
Formular la política general de ejecución del Convenio.
-
Evaluar los resultados de su aplicación.
-
Aceptar la adhesión de nuevos miembros.
-
Estudiar y proponer a los Estados Miembros modificaciones al presente Convenio.
-
Aprobar Resoluciones que permitan dar cumplimiento a lo estipulado en el
presente Convenio.
-Impartir
instrucciones y normas de acción a la SECI.
-
Designar al Secretario Ejecutivo de la Cinematografía Iberoamericana.
-
Aprobar el presupuesto anual presentado por la Secretaría Ejecutiva de la
Cinematografía Iberoamericana (SECI).
-
Establecer los mecanismos de financiamiento del presupuesto anual aprobado.
-
Conocer y resolver todos los demás asuntos de interés común.
ARTICULO XIX
La
CACI se reunirá en forma ordinaria una vez al año, y extraordinariamente a
solicitud de más de la mitad de sus miembros o del Secretario Ejecutivo, de
conformidad con su reglamento interno.
ARTICULO XX
La
Secretaría Ejecutiva de la Cinematografía Iberoamericana (SECI) es el órgano
técnico y ejecutivo. Estará representada por el Secretario Ejecutivo designado
por la CACI.
ARTICULO XXI
La
SECI tendrá las siguientes funciones:
-Cumplir
los mandatos de la Conferencia de autoridades Cinematográficas de Iberoamérica
(CACI.)
-Informar
a las autoridades cinematográficas de los Estados Miembros, acerca de la
entrada en vigor del Convenio y la ratificación o adhesión de nuevos miembros.
-Elaborar
su presupuesto anual y presentarlo para su aprobación a la Conferencia.
-Ejecutar
su presupuesto anual.
-Recomendar
a la Conferencia fórmulas que conduzcan a una cooperación más estrecha entre
los Estados Miembros en los campos cinematográfico y audiovisual.
-Programar
las acciones que conduzcan a la integración y fijar los procedimientos y los
plazos necesarios.
-Elaborar
proyectos de cooperación y asistencia mutua.
-Informar
a la Conferencia sobre los resultados de las Resoluciones adoptadas en las
reuniones anteriores.
-Garantizar
el flujo de la información a los Estados Miembros.
-Presentar
a la Conferencia el informe de sus actividades, así como de la ejecución
presupuestaria.
ARTICULO XXII
En
cada una de las partes funcionará una comisión de trabajo para la aplicación de
este Convenio, la cual estará presidida por la autoridad cinematográfica
designada por su respectivo gobierno.
ARTICULO XXIII
El
Secretario Ejecutivo gozará en el territorio de cada uno de los Estados
Miembros de la capacidad jurídica y los privilegios indispensables para el
ejercicio de sus funciones, de conformidad con la legislación interna de cada
una de las Partes.
ARTICULO XXIV
En
el caso de que existiesen acuerdos bilaterales con disposiciones más favorables
sobre las materias establecidas en el presente Convenio, las Partes podrán
invocar aquellas que consideren más ventajosas.
ARTICULO XXV
El
presente Convenio no afectará cualesquiera acuerdos o compromisos bilaterales
asumidos, en el campo de la cooperación o coproducción cinematográfica entre
los Estados Miembros.
ARTICULO XXVI
El
presente Convenio queda abierto a la adhesión de cualquier Estado
Iberoamericano, del Caribe o Estados de habla hispana o portuguesa, previa
aprobación de la CACI.
ARTICULO XXVII
Cada
Parte comunicará por vía diplomática al Estado Sede de la SECI el cumplimiento
de los procedimientos legales internos para la aprobación del presente convenio
y el Ministerio de Relaciones Exteriores del país sede a los demás países
miembros y la SECI.
ARTICULO XXVIII
Las
dudas o controversias que puedan surgir en la interpretación o aplicación del
presente Convenio serán resueltas por la CACI.
ARTICULO XXIX
El
presente Convenio estará sujeto a ratificación y entrará en vigor cuando tres
(3) de los Estados signatarios hayan efectuado el depósito del Instrumento de
Ratificación en los términos del Artículo XXVII y para los demás Estados a
partir de la fecha del depósito del respectivo Instrumento de Adhesión.
ARTICULO XXX
Cada
una de las Partes podrá en cualquier momento, denunciar el presente Convenio
mediante modificación, dirigida al Depositario, por vía diplomática. Esta
denuncia surtirá efecto para la Parte interesada seis (6) meses después de la
fecha en que la notificación haya sido recibida por el Depositario.
ARTICULO XXXI
Se
elige como Depositario del presente Convenio al Estado sede de la SECI.
ARTICULO XXXII
Será
sede de la SECI la ciudad de Caracas, República de Venezuela.
Hecho
en Caracas a los once días del mes de noviembre de mil novecientos ochenta y
nueve en dos ejemplares, en idioma castellano y portugués, igualmente
auténticos.
Por
la república Argentina, Octavio Getino, Director del Instituto Nacional de
Cinematografía.
Por
la República Federativa del Brasil, Renato Prado Guimaraes, Embajador
Extraordinario y Plenipotenciario.
Por
la República de Colombia, Enrique Daníes Rincones Ministro de Comunicaciones.
Por
la República de Cuba, Julio García Espinoza, Presidente del Instituto Cubano
del Arte y la Industria Cinematográfica.
Por
la República de Ecuador, Francisco Huerta Montalvo, Embajador Extraordinario y
Plenipotenciario.
Por
el Reino de España, Miguel Marías, Director General del Instituto de la
Cinematografía y de las Artes Audiovisuales del Ministerio de Cultura.
Por
los Estados Unidos Mexicanos, Alejandro Sobarzo Loaiza, Embajador
Extraordinario y Plenipotenciario.
Por
la República de Nicaragua, Orlando Castillo Estrada, Director General del
Instituto Nicarangüense de Cine (INCINE.)
Por
la República de Panamá, Fernando Martínez, Director del Departamento de Cine de
la Universidad de Panamá.
Por
la República del Perú, Elvira de la <puente de Besaccía, Directora General
de Comunicación Social del Instituto Nacional de Comunicación Social.
Por
la República de Venezuela, Imelda Cisneros, Encargada del Ministerio de
Fomento.
Por
la República Dominicana, Pablo Guidicelli, Embajador, Extraordinario y
Plenipotenciario.
Por
la República de Bolivia, Guillermo Escobari Cusicanqui, Encargado de Negocios.
III.
INTERVENCION OFICIAL.
El
Ministerio de Relaciones Exteriores por intermedio de apoderado presentó por
escrito las razones que a su parecer justificaban la constitucionalidad del
Convenio Internacional sometido a control.
Se
expresa que el Convenio desde el punto de vista del procedimiento de su
formación, cumplió con todos los mandatos constitucionales, como son el que
fuera firmado por el Presidente de la República, se sometiera a consideración
del Congreso Nacional, se aprobara en primer y segundo debate por la Cámara de
Representantes y no se improbara por la Comisión Especial.
En
cuanto al contenido material, el tratado además de ser desarrollo del principio
que dispone que la política exterior se orientara hacia la integración
Latinoamericana y del Caribe, respeta la soberanía nacional, la
autodeterminación de los pueblos y reitera el reconocimiento de las leyes
internas de cada uno de los Estados Miembros y del derecho internacional.
IV.
CONCEPTO DEL PROCURADOR.
Mediante
oficio número 037 del 7 de julio de l992, el Procurador General de la Nación,
solicita a la Corte Constitucional se abstenga de conocer del presente asunto
y de proferir fallo de mérito sobre la constitucionalidad del Convenio de
Integración Cinematográfica Iberoamericana. Para el efecto argumentó lo
siguiente:
a) Convenio de Integración Cinematográfica
Iberoamericana.
Representantes
de trece estados Iberoamericanos reunidos en Caracas el once de noviembre de
l989 suscribieron el Convenio de Integración Cinematográfica con la finalidad
de contribuir al desarrollo cultural de la región y su identidad. Los estados
miembros se comprometen a realizar esfuerzos comunes para apoyar iniciativas a
través de la cinematografía y armonizar las políticas cinematográficas y
audiovisuales de las partes. Para el logro de tales objetivos se exige de parte
de los estados miembros la adopción de medidas que permitan la permanencia y
circulación de los ciudadanos de los países miembros para cumplir los objetivos
del convenio y facilitar la importación temporal de los bienes provenientes de
los estados miembros, también destinados al cumplimiento de los objetivos del
Convenio.
b) Adopción de Acuerdos Internacionales.
La
validez de los tratados y convenios está condicionada por nuestro derecho
constitucional a la aprobación por el Congreso, previo el agotamiento de los
trámites necesarios para que el proyecto de ley aprobatorio se convierta en
ley. El derecho colombiano no acepta que celebrado válidamente un convenio y
publicado en el órgano oficial quede incorporado automáticamente al
ordenamiento interno ya que exige unas medidas: Aprobación de las Cámaras
Legislativas, sanción Presidencial y para su perfeccionamiento, la
manifestación internacional del consentimiento.
La
Constitución Nacional vigente a diferencia de la de 1886 autoriza al
Presidente de la República para aplicar provisionalmente tratados de
naturaleza económica o comercial, acordados en el ámbito internacional pero
queda condicionado ello a la aprobación del Congreso. En atención a esto, el
Ministerio de Relaciones Exteriores sometió a la Cámara de Representantes el Convenio
y fue aprobado en primer y segundo debate según consta en los folios.
Posteriormente la Asamblea Nacional Constituyente autorizó al Gobierno para que
ratificara los instrumentos que se hallaban en transito legislativo. El
gobierno no utilizó esa autorización y los sometió a instancias incompetentes
de control, afectando la validez del acto, cuando lo envió a la Comisión
Especial, la cual no tenía poderes legislativos para aprobar esta clase de
acto.
c) Ratificación de proyectos de Ley aprobatorios.
Las
disposiciones transitorias se elaboraron con el objetivo de facilitar
el tránsito normativo e institucional implementando las medidas
necesarias para ser posible que operen entes nuevos como: La Fiscalía General
de la Nación, Consejo Superior de la Judicatura, Derechos Fundamentales, Acción
de Tutela y Descongestión de los Despachos Judiciales. El artículo 6o.
transitorio de la Constitución en su literal a) creó la Comisión Especial como
instancia de control político, pero no con facultades legislativas y así que no
podía elaborar y aprobar leyes, ni modificar las que le presentara el Gobierno.
Como se observa, esta Comisión no tenía poderes legislativos, poseía unas
funciones taxativamente señaladas, dentro de las cuales no se encontraban las
de aprobar tratados internacionales.
d) Ratificación de Tratados.
La
ratificación, que se refiere al acto internacional, mediante el cual un Estado
manifiesta su consentimiento en obligarse por un tratado o convenio
internacional, es condición para que éstos se incorporen y perfeccionen. Con
el fin de llegar a la etapa de ratificación del Convenio de Integración
Cinematográfica Iberoamericana, se creó la vía excepcional contenida en el
artículo 58 transitorio y el cual tiene como elementos indispensables el que la
autorización es eso, y no una facultad extraordinaria, que la autorización se
da es para que el Presidente ratifique determinados tratados, esto es, los que
hubiesen sido aprobados al menos por una de las Cámaras Legislativas y el
Gobierno para hacer uso de la autorización excepcional para ratificar debe
verificar que el proyecto de ley aprobatorio haya sido al menos aprobado por
una de las Cámaras del Congreso.
Señala
el Procurador:
"Sin
embargo, el gobierno Nacional no hizo uso de la autorización especial
precitada, al no ratificar y todo indica, que aún no ha ratificado el Convenio
de Integración Cinematográfica Iberoamericana, ya que inexplicablemente lo
envió a la Comisión Especial para que lo debatiera y aprobara, como si en el
preciso marco de las funciones asignadas a ésta, se hallare la de considerar
tratados o convenios internacionales.
En
consecuencia los trámites ordenados por el Gobierno Nacional, involucran:
a)
Vicios de validez constitucional en el sometimiento del Convenio (...) puesto
que la Asamblea Constituyente no facultó al Gobierno Nacional ni a la Comisión
en cuestión para desarrollar tales trámites y dar aprobaciones carentes de
validez..."
b)
Así mismo, vicia el Convenio pluricitado, por omitir ejercitar la autorización
especial para ratificarlo.
c)
Ahora bien, si en gracia de discusión se aceptare que la Comisión Especial
podría considerar y aprobar el Convenio de Integración, sin afectar su validez
constitucional, el Gobierno reitera su conducta omisiva, al postergar su
ratificación, y someterlo a su control previo de constitucionalidad por parte
de la Corte Constitucional. (...) Como si se tratare de una ley aprobatoria de
un tratado internacional..."
e) Incompetencia de la Corte Constitucional.
La
competencia de la Corte para el control previo de Revisión debe ajustarse a
los presupuestos constitucionales, esto es, que el tratado sea remitido por el
Gobierno dentro de los seis (6) días siguientes a la sanción de la ley, que se
trate de una ley aprobatoria de un tratado internacional sancionado por el
Presidente, que la ley aprobatoria no se encuentre perfeccionada y que el
Estado Colombiano no haya manifestado su consentimiento en obligarse internacionalmente.
Como esto no se da en el caso objeto de estudio, la Corte Constitucional debe
abstenerse de conocer del asunto.
V.
CONSIDERACIONES.
a)
Competencia de la Corte.
De
una parte la Corte Constitucional considera que de conformidad con el numeral
10 del artículo 241 de la Carta Política, es competente para decidir de manera
definitiva sobre la exequibilidad del Convenio Internacional objeto de examen.
La norma citada señala:
"Art.
241. A la Corte Constitucional se le confia la guarda de la integridad y
supremacía de la Constitución, en los estrictos y precisos términos de este
Artículo. Con tal fin, cumplirá las siguientes funciones: ... 10. Decidir
definitivamente sobre la exequibilidad de los tratados internacionales y de las
leyes que los aprueben...".
Acerca
de ello, el Procurador General de la Nación, manifiesta que para el caso
objeto de estudio, la Corte Constitucional debe abstenerse de conocer del
asunto, esto es, que no puede decidir concretamente sobre el "Convenio
de Integración Cinematográfica Iberoamericana", remitido a la par con
otros seis instrumentos internacionales, para su control de constitucionalidad,
por el Gobierno Nacional a esta Corporación. Argumenta que el Presidente de la
República ha debido dar cumplimiento al mandato contenido en el artículo 58
transitorio de la Carta Política, en el que se le autorizaba para ratificar
aquellos tratados que hubieren sido aprobados al menos por una de las cámaras,
sin ningún otro condicionamiento, esto es, sin necesidad de someterlos ni al
examen de la Comisión Especial ni de la Corte Constitucional.
No
obstante esta Corte considera, que tanto el tratado objeto de estudio en esta
sentencia, como los otros seis convenios, acuerdos, protocolos e instrumentos
internacionales que se remitieron a ella, pese el trámite sui generis y de
naturaleza excepcional que tuvieron, son genuinos tratados en vía de
formación, toda vez que en lo que a ellos concierne, el Gobierno Nacional no ha
dado su consentimiento dentro del ámbito internacional, es decir, aún no se han
perfeccionado. En consecuencia, no hallándose perfeccionado el "Convenio
de Integración Cinematográfica Iberoamericana", debe ser sometido al
control de constitucionalidad ante esta Corporación, puesto que encuadra dentro
de los tratados a que se refiere el numeral 10 del artículo 241 de la
Constitución Nacional.
Lo
anterior encuentra apoyo en el documento que por encargo de la Sala Plena fue
elaborado por el Despacho del doctor Ciro Angarita Barón, respecto al tema
"control de constitucionalidad de los tratados públicos y de sus leyes
aprobatorias en las constituciones de l886 y de l991". Se dice
entonces lo siguiente:
"El
análisis precedente, permite formular las siguientes conclusiones:
PRIMERA.
En la Constitución de 1886 no hubo un texto que positivamente consagrara el
control de constitucionalidad respecto de los Tratados Públicos. Desde julio 6
de 1914 y hasta la sentencia de julio 6 de 1985 la Corte Suprema de Justicia
sostuvo, con fundamento en el artículo 214 de la Constitución de 1886, por
mayoría de sus miembros, aunque no de manera unánime, la tesis según la cual es
competente para conocer del tratado público y de su ley aprobatoria, antes de
que el instrumento internacional se haya perfeccionado, por haberse producido
la ratificación o el canje de los instrumentos de ratificación o adhesión.
A
partir de la sentencia de diciembre 12 de 1986 y hasta abril 9 de 1991, fecha
de su último pronunciamiento en la materia, esta Corporación afirmó su
competencia plena e intemporal para conocer en cualquier tiempo de las demandas
de inconstitucionalidad que, por la vía de acción pública, que se intentaren
contra las leyes aprobatorias de tratados públicos por vicios de procedimientos
en su formación; sin embargo, en esa hipótesis reiteró su incompetencia para
pronunciarse sobre las acusaciones que cuestionaran el contenido normativo del
tratado en sí mismo considerado.
SEGUNDA.
El control constitucional instituido por el constituyente de 1991 en esta
materia tiene su fundamentación múltiple. Su regulación está contenida, por una
parte, en los numerales 4 y 10 del artículo 241 de la Carta Política y en el
artículo 4 en concordancia con el 9 ibidem, por la otra.
La
referida dogmática positiva permite caracterizar el sistema de control de
constitucionalidad en esta materia a partir de dos criterios esenciales; el
primero, referido al momento en el cual opera así como al acto sobre el cual se
produce y, el segundo, a la vía que lo pone en marcha.
De
acuerdo a esos criterios, en esta materia pueden distinguirse las siguientes
formas de control de constitucionalidad:
1o.
Control integral, previo y automático de constitucionalidad del proyecto de
tratado y de su ley aprobatoria por razones de fondo y respecto de esta última
también por motivos de forma, consagrado en el numeral 10 del artículo 241 de
la Carta.La interpretación literal, histórica, sistemática y teleológica de la
norma sustentan esta tesis.
2o.
Control de las leyes aprobatorias de los tratados internacionales, desde su
sanción hasta antes de su perfeccionamiento, por vía de acción pública, por
razones de fondo y de forma, siempre que el último caso se intente antes del
año siguiente de su publicación. Este control lo consagra el numeral 4. del
artículo 241 ibidem, y opera respecto de aquellas cuya sanción se haya
producido antes de la entrada en vigor de la nueva Constitución.
3o.
Control posterior, por vía de acción pública ciudadana contra los tratados
perfeccionados, cuando se han celebrado con manifiesta violación de una norma
de derecho interno concerniente a la competencia para celebrarlos.Dicho control
se infiere de lo dispuesto en los artículos 4o y 9o de la Constitución
Política, en concordancia con lo preceptuado en los artículo 27 y 46 de la
Convención de Viena sobre derecho de los tratados Ley 32 de 1985.
Los
presupuestos fundamentales de esta posición se enraizan en los propios
presupuestos axiológicos e institucionales que explican la razón de ser del
control de constitucionalidad en el estado de derecho, así como en la
supremacía de la Constitución, como símbolo máximo de jerarquía
jurídico-ideológica y en cuanto dispositivo conformador de la sociedad política
y de dosificación y limitación al ejercicio del poder en el Estado, mediante su
distribución y control.
TERCERA.
Los siete documentos enviados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, pese
al trámite sui-generis y de carácter excepcional que sufrieron por el transito
constitucional constituyen verdaderos tratados en vías de formación. Como tales
están sometidos al control de constitucionalidad previsto en el numeral 10 del
artículo 241 de la Carta".[1]
Respecto
a la naturaleza de esos tratados, en el mismo documento se encuentra que ellos
son auténticos tratados en camino de formación "pues con respecto a
ellos aún no se ha producido su perfeccionamiento, toda vez que con
anterioridad a su remisión a la Corte el ejecutivo no había
manifestado el consentimiento en obligarse por ellos en el ámbito
internacional. Como tales están pues sometidos al control de constitucionalidad
previsto en el numeral 10 del artículo 241 de la Carta".
En
conclusión, si el documento enviado por el Ministerio de Relaciones Exteriores,
contentivo del "Convenio de Integración Cinematográfica Iberoamericana",
no obstante su trámite especial y excepcional que debe tolerar por razón del
tránsito constitucional, es un verdadero tratado en vía de formación, ha esta
Corte entonces de asumir el conocimiento del presente asunto y proferir fallo
de mérito sobre la constitucionalidad del Convenio. Y puede hacerlo, porque el
caso subexamine encaja en la hipótesis del numeral 10 del artículo 241.
2.
Ha
de decirse que el hecho que el Gobierno con el fin de someter el "Convenio
de Integración Cinematográfica Iberoamericana" al control
previo de constitucionalidad por parte de esta Corte, como si se tratare de una
ley aprobatoria de un tratado internacional, no hubiere procedido
inmediatamente a la ratificación, no deforma la validez constitucional del Convenio.
Y no la vicia, porque el texto del artículo transitorio No. 58 lo que consagra
es la convalidación del trámite legislativo inconcluso, pero no lo sustrae del
mecanismo jurídico llamado "Control de Constitucionalidad".
La
norma mencionada tiene como finalidad exonerar la celebración del tratado,
convenio, o acuerdo internacional, de algunos trámites en el seno de la
rama legislativa del poder público. Sin embargo, la norma no señala nada, en
cuanto a eximir la celebración de los instrumentos internacionales del examen
jurisdiccional.
El
control de constitucionalidad a todas las normas que poseen existencia y
vigencia, en el ordenamiento jurídico colombiano, con el fin de preservar la
integridad de la Constitución, es una actividad esencial a la organización y
vida de un auténtico Estado de Derecho. Dentro de éste y su dinámica, puede
variar el órgano que la cumple e incluso el trámite para efectuarla, mas nunca
podrá desaparecer el control, ya que su objetivo no es otro que mantener la preeminencia
del ordenamiento constitucional.
Con
la Constitución de 1991 y el Decreto 2067 de 1991, se varió la competencia y el
procedimiento en lo que atañe al control de constitucionalidad. Mas no se
eximió ley o norma jurídica alguna del deber de avenirse a la Constitución y en
consecuencia del atinente e insistituible examen de exequibilidad. Todas las
leyes y tratados o convenios internacionales deben ser sometidos, sin
excepciones a la Corte Constitucional para que decida sobre su exequibilidad.
Al
respecto ya se pronunció esta Corporación en sentencia numero 477 del 6 de
agosto de 1992, M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo, cuando se señaló que "al
interpretar los artículos 241, numeral 10 y transitorio 58 de la Constitución
Política, tanto el criterio sistemático como el literal y el contextual, el
teleológico y el subjetivo inducen a concluir, como lo hace la Corte
Constitucional, que los tratados convenios internacionales que no alcanzaron a
completar la integridad del trámite en el Congreso, por haber cesado éste en
sus funciones al principiar la vigencia de la Constitución de 1991, fueron
relevados de la culminación de ese trámite, pero no lo fueron del procedimiento
de control de constitucionalidad, a cargo de esta Corporación, sin surtirse el
cual no está permitido al Presidente de la República efectuar el canje de notas
o de ratificaciones".
Revisión
de exequibilidad que se hace imprescindible además, porque el texto del
artículo 241 de la Constitución Nacional sobre las funciones de la Corte
Constitucional, señala que a ella le corresponde, esto es, ella debe examinar
la exequibilidad de tratados internacionales antes de que se efectúe el canje
de notas, como sucede en el caso del "Convenio de Integración
Cinematográfica Iberoamericana".
b) Competencia
en la celebración del presente Convenio.
De
conformidad con el artículo 120 numeral 20 de la Constitución de l886,
concordante con el artículo 189 numeral 2o. de la Carta de l991, el instrumento
internacional objeto de control fue firmado el 11 de noviembre de l984, bajo
reserva de ratificación, por el órgano constitucionalmente idóneo para ello, es
decir, por el Presidente de la República, concretamente por el Ministro de
Comunicaciones, quien recibió plenos poderes para ello. Dichas normas
disponen:
"Artículo
120 Corresponde al Presidente de la República como Jefe del Estado y suprema
autoridad administrativa:
Dirigir
las relaciones diplomáticas y comerciales con los demás Estados y entidades
de derecho internacional; nombrar los agentes diplomáticos; recibir los
agentes respectivos y celebrar con otros Estados y entidades de derecho internacional,
tratados o convenios que se someterán a la aprobación del Congreso.
"Artículo
184. Corresponde al Presidente de la República como Jefe de Estado, Jefe de
Gobierno y Suprema autoridad administrativa:
...
2.
Dirigir las relaciones internacionales. Nombrar a los agentes diplomáticos y
consulares, recibir a los agentes respectivos y celebrar con otros Estados y
entidades de derecho internacional tratados o convenios que se someterán a la
aprobación del Congreso".
De
su parte, el artículo 9° ibidem sienta los principios que gobiernan las
relaciones exteriores del Estado y la orientación latinoamericanista de la
política exterior, así:
"Artículo
9. Las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía
nacional, en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el
reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por
Colombia.
De
igual manera, la política exterior de Colombia se orientará hacia la
integración latinoamericana y del Caribe".
En
lo que toca a la facultad dada por el Presidente de la República al Ministerio
de Comunicaciones de Colombia para la "firma" del Convenio
objeto de examen, debe precisarse que esa aptitud o autorización que se le
concede a éste, es para que gestione lo relacionado con el mismo, pero
ciñéndose a lo indicado por aquél, ya que es sólo de cuenta del Presidente de
la República la función de celebrar con otros Estados y entidades de derecho
internacional, tratados o convenios.
En
el caso bajo examen, obra prueba que indica que el Ministerio de
Comunicaciones de Colombia recibió plenos poderes para que en nombre del
Gobierno Nacional procediera a la firma del Convenio de Integración
Cinematográfica Iberoamericana, y según el literal a) del numeral 1o. del
artículo 7° de la Convención de Viena se pueden otorgar plenos poderes para
representar a un Estado en la manifestación del consentimiento en obligarse por
un Tratado o Convenio.
Ha
de anotarse que la actuación ante la Comisión Especial, se deriva del numeral
a) del artículo transitorio 6o. de la Carta que en su primer inciso indica como
atribución de la Comisión, la de improbar por la mayoría de sus miembros en
todo o en parte, los proyectos de decreto que preparara el Gobierno Nacional en
ejercicio de las facultades extraordinarias concedidas al Presidente de la
República por el artículo 5o. ibidem y en otras disposiciones de la
Constitución Nacional, excepto los casos de nombramiento.
En
el seno de la Comisión Especial, la mayoría entendió que la facultad conferida
al Gobierno a través del artículo transitorio No. 58 para ratificar los
tratados o convenios celebrados que hubieren sido aprobados al menos por una de
las cámaras del Congreso, era una facultad extraordinaria concedida al
Presidente. Por lo tanto, de conformidad con el literal a) del artículo
transitorio No. 6, le correspondía a la Comisión Especial improbar o no
improbar.
c)
Exequibilidad desde el punto de vista material.
El
texto del Convenio de Integración Cinematográfica Iberoamericana prescribe la
ayuda técnica, económica científica y cultural para el desarrollo de las
actividades cinematográficas dentro del concierto de las naciones signatarias
del mismo, señala la contribución al desarrollo de este arte dentro del espacio
audiovisual de estos países, mediante la participación equitativa de ellos en
la actividad cinematográfica regional.
Igualmente
consagra que las partes firmantes están comprometidas a apoyar iniciativas a
través de las técnicas cinematográficas para lograr el desarrollo de la cultura
de los pueblos de la región, a cohesionar y a complementar la política sobre
este arte de los Estados firmantes, a resolver de común acuerdo los problemas
de producción, distribución y exhibición de la cinematografía regional y a
ampliar su mercado en cualquiera de sus formas de difusión, mediante la
adopción en cada uno de los países de la región, de normas que tiendan a su
fomento y a la constitución de un mercado común cinematográfico
latinoamericano.
El
contenido general de los objetivos propuestos, es sin duda alguna de amplios
sentimientos altruistas que permiten a los pueblos latinoamericanos
solidariamente desarrollar esta clase de actividades en forma compacta y
mancomunada, en procura de alternativas capaces de hacer más competitivas las
producciones del séptimo arte en estos países que por las secuelas del
subdesarrollo se han ido quedando al margen en ésta y otras actividades que los
ha marginado para competir, por esta infortunada circunstancia, en igualdad de
condiciones.
Es,
pues, el Convenio, en su contenido y por su proyección loable, benéfico y
oportuno y con seguridad serán muchas las ventajas y experiencias que
sobrevendrán de sus ejecutorias; a todas luces es digno de admirar el criterio
integracionista que anima a los Estados de la Región porque como se ha
dicho, las necesidades y los problemas que padecen estos países, están
identificados por causas comunes, que merecen y exigen tratamientos y
soluciones análogas y solidarias.
Encaja
este Convenio dentro de los preceptos que tuvo el Constituyente de l991, como
elemento fundamental para incorporar en el Estatuto Básico del derecho
colombiano, desde el mismo Preámbulo de la Constitución al afirmar el
sentimiento latinoamericano que debe imperar en las actuaciones y decisiones
institucionales, así:
"El
pueblo de Colombia en ejercicio del poder soberano (...) dentro de un marco
jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político,
económico y social justo y comprometido a impulsar la integración de
la comunidad latinoamericana decreta, sanciona y promulga la siguiente
Constitución Política de Colombia". (Subraya la Corte.)
Es
fundamental y esencial para el Estado y sus instituciones fomentar los vínculos
de toda índole con los países del área, como se ha dicho por conveniencia
práctica y por solidaridad regional si se tiene en cuenta los problemas, los
modos de vida y las perspectivas que les son comunes.
El
artículo 9o. de la Constitución en su inciso final dice:
"De
igual manera la política exterior de Colombia se orientará hacia la integración
Latinoamericana y del Caribe".
La
experiencia de otras regiones del orbe que han creado bloques para luchar,
proponer y defender sus alternativas, ha hecho no solamente viable sino
necesaria la unión de estos pueblos porque sólo a través de ella se harán
fuertes e impondrán condiciones de conveniencia común.
Por
estas razones el Convenio estudiado es un instrumento de ayuda y de fortaleza
para la identificación cultural de nuestros pueblos y para la proyección de
alternativas de progreso de las personas y empresas dedicadas a estos
menesteres. Es decir, el Convenio es importante tanto como vehículo de cultura,
defensa y conservación de la identidad de los pueblos iberoamericanos, como
instrumento creador de fuentes de trabajo especializada.
En
este sentido la Comisión Especial en el informe de ponencia para debate en
plenaria, presentado por los comisionados Otilia Dueñas de Pérez, Eduardo
Verano de la Rosa y Juan Manuel Charry Urueña, señalaron:
"Se
hace necesario entonces la integración de los países para dar lugar a una
apertura de nuevos mercados, que proporcione así un intercambio en provecho de
los países signatarios. El tratado en comento tiene como objeto impulsar el
desarrollo cinematográfico y audiovisual de los países iberoamericanos
estableciendo relaciones de cooperación entre las partes, para favorecer y
estimular el intercambio de información, documentación y realización de
investigaciones conjuntas del mercado cinematográfico. El articulado del
tratado contiene los presupuestos que orientarán la integración de la región en
esta área (la cinematografía), estableciendo los fines, programas, mecanismos
para llevarlos a cabo, sus órganos principales y auxiliares, sus funciones
entre otras. Colocando a todos los países en igualdad de condiciones y con el
único propósito de aunar esfuerzos para impulsar el desarrollo de la industria
cinematográfica de los Estados miembros".
Ninguna
de las normas del presente Convenio, pues, desconoce preceptos de la Carta y
antes bien éste halla sólidos fundamentos en ella.
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia,
previos los tramites establecidos en el Decreto 2067 de 1991, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE :
PRIMERO:
Declarar
exequible el "Convenio
Integración Cinematográfica Iberoamericano", suscrito en Caracas el 11
de noviembre de 1989 y no improbado por la Comisión Especial.
SEGUNDO:
Comunicar
a
la Presidencia de la República y al Ministerio de Relaciones Exteriores para
los fines contemplados en el artículo 241, numeral 10, de la Constitución
Política.
COPIESE,
COMUNIQUESE, PUBLIQUESE EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL, DEVUELVASE EL
EXPEDIENTE AL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES Y CUMPLASE.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO
MORON DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
Magistrado
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALENO
Secretaria
General
[1]Documento elaborado por el Despacho del doctor Ciro Angarita
Barón,por encargo de la Sala Plena de la Corte Constitucional. |
247 | C-590-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-590/92
TRANSITO
CONSTITUCIONAL
El
juicio de constitucionalidad de ésta ha de hacerse frente a la nueva Carta en
cuanto respecta al aspecto material o de contenido, ya que si bien es cierto
que la legislación anterior continúa vigente con el advenimiento del nuevo
Estatuto Superior, ello será así a condición de que no sea incompatible con él.
RENTAS
DE DESTINACION ESPECIFICA
Consisten
en la técnica presupuestal de asignar una determinada renta recibida por una
carga impositiva para la financiación de una actividad gubernamental previamente
establecida en la ley de presupuesto. La técnica hacendítisca, en términos
generales, las repudia porque tales rentas le restan flexibilidad al
presupuesto nacional, ya que desconocen el principio de la unidad de caja al
detraer del mismo los dineros correspondientes, con la consiguiente merma del
mismo para satisfacer las necesidades de carácter general de la comunidad,
tomada en su conjunto.
INVERSION
SOCIAL
La
"Inversión Social", sólo aparece en la Constitución de l991. Cuando
se habla de "inversión Social" se hace referencia directa al manejo
presupuestal del Estado y ella, hace parte del presupuesto de gastos o ley de
apropiaciones, en la forma en que lo determina el artículo 7o. literal b) de la
ley 38 de l989 el cual discrimina las erogaciones estatales así: gastos de
funcionamiento, servicio de la deuda y gastos de inversión, los cuales deben
estar clasificados y detallados en la forma que indiquen los reglamentos. La
inversión social puede definirse entonces como todos los gastos incluidos dentro
del presupuesto de inversión, que tienen como finalidad la de satisfacer las
necesidades mínimas vitales del hombre como ser social, bien sea a través de la
prestación de los servicios públicos, el subsidio de ellos para las clases mas
necesitadas o marginadas y las partidas incorporadas al presupuesto de gastos
para la realización de aquellas obras que por su importancia y contenido
social, le reportan un beneficio general a la población.
RENTAS
DE DESTINACION ESPECIFICA/ INSTITUTO DE MERCADEO AGROPECUARIO
En
la medida en que las actividades realizadas por el Idema por concepto de
importaciones u otras actividades reasignadas a otras entidades, entrañen una
inversión social, recibirán el beneficio de compensación de la falta de los
ingresos correspondientes, con el producto de las rentas provenientes de
aranceles y sobretasas de que trata el artículo 3o. inciso 3° demandado. Lo
mismo ha de predicarse de cualquier otro ente oficial que se encuentre en tales
circunstancias, esto es, que efectúe actividades de inversión social. Siendo
entonces la regla general la de la prohibición de establecer rentas de
destinación específica, la norma acusada habrá de declararse inconstitucional,
dejando la salvedad de su exequibilidad si se da el supuesto de la inversión
social, en los términos antes explicados. Del mismo modo habrá de declararse
inconstitucional la última parte del precepto cuestionado, en cuanto, una vez
concluidos los dos años del beneficio de la compensación antes anotado, no
obstante ingresar las rentas de destinación especial aludidas al Presupuesto
Nacional, éstas mantienen dentro del mismo igual destinación lo que está vedado
por la Carta. Naturalmente que, a semejanza de lo expresado sobre la primera
parte del artículo 3o. inciso 3°, si está de por medio una inversión social del
ente público, será permitido el destino especial de tales rentas dentro del
presupuesto.
Ref.: Proceso
No. D-052
Acción
de inconstitucionalidad contra
el artículo 3o. inciso 3o.
de la Ley 07 de 1991.
Violación
de los artículos 350 y 351
de la Constitución Nacional.
Demandante:
LUIS
CARLOS GOMEZ JARAMILLO
Magistrado
Ponente:
DR.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé
de Bogotá, D.C., treinta (30) de noviembre de mil novecientos noventa y dos
(1992).
I.
ANTECEDENTES.
El
ciudadano Luis Carlos Gómez Jaramillo, en ejercicio de la acción pública de
inconstitucionalidad consagrada en los artículos 241-5 y 379 de la Carta,
solicitó en escrito dirigido a la Corte Constitucional declarar inexequible el
artículo 3o. inciso 3o. de la ley 07 de l991.
Cumplidos
los trámites del Decreto 2067 de l991 y oido el concepto del Procurador General
de la Nación en la forma prevista en los numerales 2o. y 4o. del artículo 242
de la Constitución Nacional, la Corte Constitucional procede a dictar
sentencia.
II.
NORMAS ACUSADAS.
El
actor demanda la inconstitucionalidad del artículo 3o. inciso 3o. de la Ley 7a.
de l991 porque en su concepto la norma cuestionada establece prerrogativas
especiales en el sentido que algunas entidades públicas gozarán durante el
período de dos años a partir de la vigencia de esta ley, de rentas específicas
provenientes de los aranceles y de la sobretasa aplicable a las importaciones
de productos sobre los cuales tenían el monopolio de su importación.
Del
siguiente tenor, es el contenido de la norma presuntamente violada de la
Constitución Nacional, la cual señala el actor en la demanda, así:
"Las
entidades del sector público cuyos ingresos resulten afectados por la
eliminación de la exclusividad en las importaciones, o cuyas actividades fueren
reasignadas conforme a las anteriores medidas, serán compensadas con rentas de
destinación específica provenientes de los aranceles y de la sobretasa
aplicable a las importaciones de los productos involucrados, durante un período
de 2 años, de acuerdo con las actividades que desarrollen. Después de estos dos
años, tales rentas ingresarán al presupuesto nacional y se asignarán
necesariamente al mismo sector y a las mismas entidades, prioritariamente,
manteniendo la participación del producto de las mismas dentro del presupuesto
nacional".
De
conformidad con el orden lógico del demandante en su escrito en donde señala la
inconstitucionalidad de las normas anteriormente reseñadas, y por lo tanto como
violatorias de la Carta Fundamental, seguidamente enuncia los preceptos
constitucionales infringidos, así:
"La
disposición cuya declaratoria de inconstitucionalidad se solicita, viola el
artículo 359 de la Constitución Nacional, que es el del siguiente tenor:
No
habrá rentas nacionales de destinación específica.
Se
exceptúan:
1. Las
participaciones previstas en la Constitución en favor de los departamentos,
distritos y municipios.
2. Las
destinadas para inversión social.
3. Las
que, con base en leyes anteriores, la Nación asigna a entidades de previsión
social y a las antiguas intendencias y comisarias.
Es,
igualmente, violatoria del artículo 350 de la Constitución en cuanto ordena
que:
"La
Ley de apropiaciones deberá tener un componente denominado gasto público social
que agrupará las partidas de tal naturaleza, según la definición hecha por la
ley orgánica respectiva. Excepto en los casos de guerra exterior o por razones
de seguridad nacional, el gasto público social tendrá prioridad sobre cualquier
otra asignación".
Los
criterios que tiene el demandante para haber invocado esta acción de
inconstitucionalidad, son la conclusión de la comparación que hace entre el
artículo 3o. inciso tercero de la ley 7a. de l991 frente a las normas de la
Constitución señaladas, es decir los 350 y 359, concepto que en sus propias
palabras expresa de la siguiente manera:
"CONCEPTO
DE LA VIOLACION
La
norma demandada, al disponer que algunas entidades del sector público gozarán
durante un período de dos años a partir de la publicación de la Ley que la
incorpora, de rentas específicas provenientes de los aranceles y de la sobretasa
aplicable a las importaciones de productos sobre las cuales tenían el monopolio
de su importación, viola de manera flagrante y ostensible el Artículo 359 de la
Constitución Nacional en cuanto éste prohibe el establecimiento de rentas
nacionales con destinación específica.
No
hay lugar a duda que los impuestos de aduana (aranceles y sobretasas a las
importaciones) tienen el carácter de nacionales y como tales están incorporados
en el Presupuesto de Rentas de la Nación.
De
otra parte, ni las rentas cuya destinación se hace de manera específica ni las
entidades beneficiarias, están dentro de las excepciones establecidas en el
Artículo 359 violado. Se trata de entidades del sector público nacional que,
como el Idema, resultan afectadas en sus ingresos por la eliminación de la
exclusividad que tenían en la importación de ciertos productos y la cual
perdieron por la misma Ley 07 de l991. Ninguna norma otorga exclusividad para
importar, como arbitrio rentístico, producto alguno, a los departamentos, distritos,
municipios, intendencias, comisarías o entidades de previsión social por lo
cual no es a ellos a los cuales se refiere la disposición cuya inexequibilidad
se demanda. Además de que no parece que se trate de rentas destinadas para
inversión social, es claro que lo que la norma pretende es compensar la pérdida
de ingresos ordinarios para el cumplimiento de los objetivos propios de las
entidades públicas que los perdieron, al quitarles el monopolio que tenían para
importar determinados productos. Esto en cuanto hace a la primera parte de la
disposición acusada. El segundo parágrafo de la misma, mantiene la destinación
específica de las rentas, sólo que en lugar de ingresar directamente a las
entidades beneficiarias, les llega a través del Presupuesto Nacional al cual,
al cabo de dos años contados a partir de la vigencia de la Ley 07, se
incorporarán. Vale la pena transcribir el aparte de que se trata.
"Después
de dos años, tales rentas ingresarán al presupuesto nacional y se asignarán
necesariamente al mismo sector y a las mismas entidades, prioritariamente,
manteniendo la participación del producto de las mismas dentro del presupuesto
nacional". (subrayo).
La
simple lectura del parágrafo no deja ninguna duda sobre que es violatorio del
Artículo 359 de la Constitución Nacional que prohibe la creación de rentas con
destinación específica. Pero, además, se opone al Artículo 350 ibídem, conforme
al cual el único gasto prioritario dentro del presupuesto nacional es el gasto
público social excepto en los casos de guerra exterior o por razones de
seguridad nacional. Viola, pues, la Constitución la norma demandada, en cuanto
hace al aparte transcrito, al disponer una asignación prioritaria en favor de
unas entidades públicas, cuando tal prioridad sólo puede establecerse en lo que
se refiere al gasto público o social en caso de guerra exterior o por razones
de seguridad nacional.
Con
muy buen sentido el Constituyente de l991 suprimió las rentas con destinación
específica, para que al elaborarse el presupuesto con base en el Plan Nacional
de Desarrollo previsto en los Artículos 339 a 342 de la Constitución, el
Gobierno y el Congreso puedan tener los recursos suficientes para atender las
necesidades prioritarias. Las existencias de rentas con destinación específica,
como es el caso de la disposición cuya inconstitucionalidad se pide,
imposibilita o por lo menos dificulta en grado sumo este propósito".
Finalmente
señala que la Constitución es norma de normas y en caso de incompatibilidad
entre la ley y los preceptos constitucionales, éstos se aplicarán por su
superior categoría.
Que
por todas las circunstancias anotadas, debe declararse la inexequibilidad del
inciso 3o. del artículo 3o. de la ley 07 de l991.
III.
LA IMPUGNACION DE LA DEMANDA.
a) Del Ministerio de Comercio Exterior.
En
el término de fijación en lista en la Secretaría de la Corporación el día 8 de
junio de l992, el Ministerio de Comercio Exterior, impugnó la demanda
presentada por Luis Carlos Gómez Jaramillo.
El
Ministerio dice que la norma cuestionada se ajusta tanto a la ley fundamental
anterior, como a la Constitución actual. Estos son sus argumentos al respecto:
La
ley citada conocida como la ley de Apertura Económica, fue promulgada bajo el
imperio de la Constitución de l886, norma que no prohibía las llamadas "Rentas
de Destinación Específica", argumento central de la presente
inconstitucionalidad.
La
nueva Constitución sí prohibió esas rentas de destinación específica por lo que
según el demandante, en esas condiciones, se estaría frente a una
inconstitucionalidad sobreviniente.
El
Ministerio dice que la ley 7a. de l991 eliminó una serie de privilegios para
las personas naturales y jurídicas de derecho privado o públicas dedicadas a
las actividades mercantiles de exportación e importación. Que por el derecho
adquirido de estas entidades hubo necesidad de indemnizar temporalmente los
perjuicios que recibían con el desmonte del monopolio que había sido creado a
su favor.
Que
es muy diferente la indemnización temporal que consagra la ley en estas
condiciones de la figura jurídica de contenido patrimonial de la creación de
Rentas de Destinación Específica para estas entidades damnificadas con la ley
7a. de l991.
Que
las entidades públicas tenían un derecho monopolístico adquirido y que la
Constitución Nacional en su artículo 58 protege estos derechos que sabiamente
es lo que hace la ley cuestionada en su artículo 3o. inciso 3o. señalado.
Por
último señala que la norma no crea ninguna Renta de Destinación Específica ya
que no se crearon aranceles, ni sobretasas, los cuales fueron creados por otra
disposición legal.
En
lo relacionado con la asignación prioritaria dice que no viola el artículo 359
ya que el contenido de la norma demandada en ningún momento ha afectado el gasto
social. Que al tenor del artículo 350, lo que hizo este fue crear el gasto
público social y lo dotó del carácter del prioritario pero no prohibió que la
ley pueda establecer otras prioridades, sometidas al precepto constitucional y
así solicita que se declare la constitucionalidad de la norma demandada.
b) Del Congreso de la República.
El
Presidente del Senado también expuso sus criterios respecto de la
constitucionalidad del artículo 3o. inciso 3o. de la ley 7a de l991, con
fundamento en lo ordenado en los artículos 244 de la Constitución Nacional y 11
del Decreto 2067 de l991, conceptos que argumentó así:
La
constitucionalidad de disposiciones legales respecto de normas posteriores, no
ha recibido un tratamiento uniforme de la jurisprudencia.
Señala
que en el presente caso de esta presunta inconstitucionalidad sobreviviente la
Corte Suprema de Justicia se ha pronunciado en sentencias del 9 de abril de
l970, 11 de agosto de l988 y 5 de septiembre de l991.
Dice
que "la ley que viola la disposición constitucional anterior a la que
le debe obedecimiento, es inconstitucional. Y en tal caso, sí es necesaria la
declaración expresa de la transgresión por el organismo competente para retirar
del ordenamiento jurídico la norma transgresora, pero la disposición legal no
puede transgredir la disposición constitucional posterior, sólo que ésta deroga
a aquélla..."
Que
no es cierta la afirmación del demandante que el inciso 3o. del artículo 3o. de
la ley 7a de l991 es inconstitucional, porque las disposiciones de la
Constitución de l991, son posteriores y por lo tanto solicita se le niegue la
solicitud al demandante.
IV.
CONCEPTO DEL MINISTERIO PUBLICO.
El
Procurador General de la Nación, emitió su concepto dentro del término legal,
documento en donde solicita a la Corte Constitucional que declare exequible el
artículo 3o. inciso tercero de la ley 7a. de l991, teniendo como fundamento las
siguientes razones:
La
ley 7a. de l991, tanto en el Estatuto Constitucional anterior como en el
actual, tiene la calificación de Ley Marco, es decir, es de aquellas leyes que
señalan principios, pautas, medios y políticas generales de las actividades
gubernamentales. Además que ella tuvo como preámbulo la modernización de la
economía nacional.
Respecto
de la violación del artículo 359 cuando él dice que no habrá rentas de
destinación específica, se remite en lo pertinente a las normas que han
caracterizado y reglado el manejo presupuestal en Colombia como el Decreto 294
de l973 y la actual ley 38 de l989, que consagran los principios de unidad de
presupuesto, unidad de caja y la no asignación de Rentas, si se tiene en cuenta
que los dineros del Estado se manejan en un fondo común. Define las Rentas de
Destinación Específica de conformidad con el artículo 10 del Decreto 294 de
l973, ya derogado, y se refiere a las "Rentas atadas" para
definirlas como aquellos recursos que se limitan a proveer la financiación de
unos gastos específicos, cual es el caso del situado fiscal "donde se
asigna no a un impuesto determinado, sino una porción de los ingresos
ordinarios para el financiamiento de los gastos de educación, salud, etc.".
Expresa
que la Constitución de l991 acabó con las rentas de destinación específica,
porque según ese Despacho obstaculizan el manejo flexible del presupuesto e
impiden el cumplimiento del principio de la unidad de caja.
Seguidamente
señala el Procurador las excepciones a la unidad presupuestal que la misma
Constitución previó, como rentas de destinación específica, por ejemplo, las
que señala el mismo artículo 359, el 336 inciso cuarto, 356 incisos primero y
segundo, 361, 150-12 y 338 inciso primero.
Que
la Comisión Legislativa también creó rentas de destinación específica en el
presupuesto de l992, apoyada en la disertación del Contralor General de la
República quien manifestó en el seno de las deliberaciones de la Comisión su
conveniencia y utilidad.
Dice
el Procurador en su concepto: "Invocando el clima coyuntural, ya
expuesto, dentro del cual nace la ley parcialmente examinada nos encontramos
con una norma cuyo destinatario único es el Instituto de Mercadeo Agropecuario
(IDEMA)".
Para
reafirmar su posición trae el concepto del CONPES de l990, el cual señala el rumbo
de la política agropecuaria, que en su parte final así expresó:
"En
la medida que las actividades de compra interna de cosechas por parte del IDEMA
se han venido financiando con el producto de los aranceles de las importaciones
efectuadas por el mismo Instituto, se hace necesario garantizarle los recursos
suficientes en la nueva orientación de la política. Por ello, en los proyectos
de Ley Marco de comercio exterior y de regulación de cambios internacionales se
ha solicitado la inclusión de cláusulas para garantizar, por un período de dos
años, la financiación del IDEMA con recursos obtenidos a través de los
aranceles recaudados en las importaciones de productos del sector.
Posteriormente, su financiación se hará con cargo al Presupuesto General de la
Nación".
Hace
énfasis en los objetivos sociales del Idema y cuál es el concepto sobre
inversión social, definición que no existe legalmente, para llegar hasta la
desmembración del presupuesto de gastos y su división en gastos de
funcionamiento e inversión. Y al respecto cita domento del Departamento
Nacional de Planeación dirigido al Conpes en donde se señalan algunas
actividades susceptibles de generar inversión social.
Que
el Departamento Nacional de Planeación Nacional y el Conpes trataron de
clasificar la lista de lo que podría significar inversión social y reafirma el
Ministerio Público que: "En este orden de ideas es forzoso concluir que
la modalidad de rentas cedidas de que trata el inciso acusado se enmarca dentro
de las exceptuadas en la nueva Constitución por su destinación a inversión
social. (...). Existen muchas otras labores que como las del IDEMA mejoran la
calidad de vida de muchas personas, cuando a través de los precios de
sustentación promueve la producción agrícola, y el mejoramiento de los ingresos
de los pequeños productores".
En
cuanto al segundo cargo de que el inciso tercero del artículo 3o. de la ley 7a.
de l991, manifiesta que el actor cae en un yerro interpretativo por cuanto la
norma constitucional lo que expresa es que hay una prioridad en cuanto al gasto
público social sobre cualquier otra asignación y excepcionalmente en caso de
guerra o cuando se presentan problemas de seguridad nacional.
Por
estas razones, solicita a la Corporación, declarar exequible el inciso tercero
del artículo 3o. de la ley 7a de l991.
V.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
a)
La Competencia.
Con
fundamento en el ordenamiento del artículo 241-5 de la Constitución Nacional,
la Corte Constitucional es competente para conocer de la demanda, instaurada
contra el inciso tercero artículo 3o. de la ley 7a de l991.
b)
La Materia.
En
el presente caso se solicita en la demanda, se declare la inconstitucionalidad
del inciso tercero del artículo 3o. de la ley 07 de l991, norma ésta que según
lo señaló el actor, es violatoria de los artículos 350 y 359 de la
Constitución Nacional.
1. Ha de
decirse en relación con las inquietudes que plantea el Presidente del Congreso sobre
el tránsito de normación constitucional frente a la disposición acusada, que el
juicio de constitucionalidad de ésta ha de hacerse frente a la nueva Carta en
cuanto respecta al aspecto material o de contenido, ya que si bien es cierto
que la legislación anterior continúa vigente con el advenimiento del nuevo
Estatuto Superior, ello será así a condición de que no sea incompatible con él.
Al
respecto se ha pronunciado la Corte Suprema de Justicia:
"La
nueva preceptiva constitucional lo que hace es cubrir retrospectivamente y de
manera automática, toda la legalidad antecedente, impregnándola con sus
dictados superiores, de suerte que, en cuanto haya visos de desarmonía entre
una y otra, la segunda queda modificada o debe desaparecer en todo o en parte
según el caso; sin que sea tampoco admisible científicamente la extrema tesis,
divulgada en algunos círculos de opinión, de acuerdo a la cual ese ordenamiento
inferior fué derogado en bloque por la Constitución de 1991 y es necesario
construir por completo ostra sistemática jurídica a partir de aquella. Tal es
el alcance que debe darse al conocido principio de que la Constitución es ley
reformatoria y derogatoria de la legislación preexistente, acogido
explícitamente entre nosotros por el artículo 9o. de la Ley 153 de 1887, el
cual, como para que no queden dudas, añade: 'Toda disposición legal anterior a
la Constitución y que sea claramente contraria a su letra o a su
espíritu, se desechará como insubsistente '(subraya la Corte). A la Corte
Suprema, pues, le incumbe decidir de mérito los asuntos que como juez
constitucional se le han encomendado".[1]
2. La
ley 7a. de l991, es de esas normas que reglamentan materias especiales como es
lo relativo al comercio exterior.
El
artículo 76 de la Constitución anterior disponía:
"Corresponde
al Congreso hacer las leyes
Por
medio de ellas ejerce las siguientes atribuciones:
(...)
22.
Dictar las normas generales a las cuales deba sujetarse el Gobierno para los
siguientes efectos: organizar el crédito público; reconocer la deuda nacional y
arreglar su servicio; regular el cambio internacional y el comercio exterior;
modificar los aranceles tarifas y demás disposiciones concernientes al régimen
de aduanas;..."
El
Constituyente de ese entonces le estaba dando una especial competencia al
Congreso de legislar sobre esas materias, referidas al crédito y la deuda
pública y el cambio internacional, normas marcos que siempre han tenido un
especial tratamiento legal.
El
artículo precedente tiene estrecha relación con el 120-22 de ese mismo
estatuto, por cuanto las materias en aquél señaladas debe desarrollarlas el
Presidente de conformidad con tales leyes.
La
Constitución de 1991 conserva dichas leyes cuadros respecto de los temas antes
indicados y aumenta su cobertura para incluir la regulación de las actividades
financieras, bursátil, aseguradora y cualquiera otra relacionada con el manejo,
aprovechamiento e inversión de los recursos captados del público; la fijación
del régimen salarial y prestacional de los empleados públicos, de los miembros
del Congreso Nacional y de la fuerza pública; y la regulación del régimen de
prestaciones sociales mínimas de los trabajadores oficiales (art. 150-19).
3. La
Ley 7a. de l991.
a) Antecedentes de la Ley.
Dentro
del sistema legislativo colombiano hay algunas materias que tienen solo
iniciativa gubernamental como es el caso de aquellos proyectos de ley que
llevan implícito un gasto, una erogación presupuestal. Pero hay otras
iniciativas legislativas que indistintamente pueden ser presentados por el
Gobierno o por los parlamentarios.
La
iniciativa en la presentación de este proyecto de ley, se originó en el
Gobierno Nacional, concretamente a través del Ministerio de Desarrollo
Económico, quien en el último semestre de l990, se dió a la tarea de renovar
las instituciones que regían los destinos del comercio exterior. El ambiente a
nivel universal de abrir las fronteras y propiciar un comercio más ágil y
dinámico para fortalecer las economías de las naciones, fué el motivo principal
que impulsó a esta dependencia gubernamental a presentar esta estrategia legal
de cambio institucional para lograr la internacionalización de la economía.
Fue
así como el día 28 de septiembre de l990 se presentó el proyecto de ley en la
Secretaría del Senado. En los apartes de la exposición de motivos se dijo:
"La
conveniencia de reorientar el manejo del comercio exterior del país se apoya,
además, en la necesidad de modernizar el aparato productivo colombiano.
Venimos operando bajo un modelo restringido de desarrollo, en el cual se
condiciona nuestro crecimiento industrial a suplir los reducidos mercados
locales. Como consecuencia nuestra subdimensionada industria manufacturera está
constituída por empresas de baja capacidad instalada, localizadas además, a
centenares de kilómetros de nuestras costas y facilidades portuarias. Solamente
la apertura de nuevos mercados nos permitirá ampliar nuestras fábricas,
renovarlas tecnológicamente para adecuarlas a la competencia externa e iniciar
un proceso de relocalización para acercarlas a las costas.
Como
es evidente, un elemento adicional que refuerza la reorientación de una
estrategia de desarrollo es la fuerte tendencia a la globalización de la
economía mundial. De esta tendencia dan fé la acelerada apertura del viejo
bloque conformado por las economías asiáticas de la Cuenca del Pacífico, el
tratado de libre comercio entre Canadá y los Estados Unidos y la reciente
"iniciativa para las américas" del Presidente Bush.
A
nivel latinoamericano, la tendencia generalizada a la liberación comercial de
nuestros principales socios comerciales, el nuevo y acelerado programa de
liberación Andino aprobado en las Islas Galápagos y el dinamismo de acuerdos
multilaterales de diverso corte son elementos del mismo proceso. En este
contexto, los esfuerzos de modernización e internacionalización de la economía
colombiana se perfilan con un carácter de urgencia que no tenían hasta hace
poco tiempo. El país no puede quedar ausente de una tendencia que ha adquirido
tendencias universales".1
En
el proceso legislativo de tramitación de las leyes, muchos fueron los
comentarios favorables que recibió esta iniciativa gubernamental, hasta
convertirse en ley de la República. El ambiente regional americano y el
internacional que imperaba tanto en Europa como en Asia, motivaron más la
voluntad de los legisladores quienes le brindaron su respaldo y apoyo
institucional en ese cuerpo deliberante. Oportuno es citar también otros de los
acertados comentarios que se expresaron para manifestar no solo las bondades
sino las conveniencias que esta ley le reportaría a la economía colombiana. Así
lo afirma el siguiente concepto:
"El
Gobierno ha expresado reiteradamente la voluntad de impulsar el programa de
internacionalización y modernización de la economía, y ha obrado en
consecuencia no sólo mediante la adopción de medidas de carácter administrativo
de singular connotación sino mediante la formulación de un denso plan
legislativo que incluye la totalidad de las reformas que las estructuras
legales vigentes requieren para el éxito de la nueva política.
En
el catálogo de proyectos de ley aparece la iniciativa que busca,
primordialmente, darle sustento legal al principio de la libertad del comercio
exterior, fijarle pautas al gobierno en la ejecución de acciones que en el
contexto emergente, deberá desarrollar, modernizar el manejo de las zonas
francas, organizar un nuevo esquema para la correcta administración, por el
Estado, de esta área de la política económica, crear el Banco de Comercio
Exterior y tomar providencias relacionadas con el estímulo a las exportaciones.
La
importancia que su texto ostenta tiene pues, relación con la ejecución de una
política trascendente que busca superar el modelo tradicional de desarrollo
fundado en la sustitución de importaciones, la protección a la industria, los
estímulos y los subsidios a los exportadores, reemplazándolo por un nuevo
enfoque que se afianza, con firmeza, en la inserción de la economía en las
corrientes del comercio internacional".2
De
este tenor fueron las demás exposiciones que se hicieron en defensa del
proyecto de ley que fija los parámetros para el comercio exterior, iniciativa
que contó con el consenso de la mayoría parlamentaria, y que había generado la
expectativa tanto en el poder legislativo como en el Gobierno Nacional, para
sacar a través de esta ley al Estado del modelo de economía local y primaria y
convertirla en internacional, técnica, competitiva y por lo tanto en generadora
de divisas.
Se
buscó con esta iniciativa legal, la oportunidad para tecnificar todos los
renglones de la economía nacional, si se tiene en cuenta que la productividad
depende de los medios que se utilicen para procesar la materia prima, y así en
la medida en que se acreciente la producción de los bienes de consumo, mayores
serán los excedentes de exportación, con los consiguientes beneficios para el
pueblo y para el Estado.
Existe
entonces, un beneficio social con el fenómeno de la internacionalización de la
economía, porque se fortalece el fisco nacional con el ingreso de divisas y
particularmente, porque beneficia a la comunidad quien a la postre puede
recibir adecuados servicios y el estímulo para la obtención de mejores medios
de subsistencia.
b) Contenido de la Ley.
Es
la Ley Marco por medio de la cual se dictan normas generales a las cuales debe
sujetarse el Gobierno Nacional para regular el comercio exterior del país, se
crea el Ministerio de Comercio Exterior, se determina la composición y
funciones del Consejo Superior de Comercio Exterior y el fondo de Modernización
de la Economía, se le confieren unas autorizaciones al Presidente y se dictan
otras disposiciones. Es pues una ley de amplias proporciones en materia de
comercio exterior como que trata de coordinar y armonizar los órganos afines y
determina una serie de parámetros tendientes a buscar la modernización
económica del país, a lo que se le ha llamado también comunmente como la
apertura económica.
En
su artículo 1o. previene la norma al Gobierno Nacional para que de conformidad
con el artículo 120 numeral 22 en concordancia con el 76-22 de la anterior
Constitución, dicte las normas aplicables al Comercio Exterior, las cuales le
otorgarán a éste una mayor libertad de acción en cuanto lo permitan las condiciones
económicas.
Seguidamente
el artículo 2o. señala los principios generales que deberá tener en cuenta el
Gobierno al dictar las normas para el ejercicio del comercio exterior y entre
ellos señala la internacionalización de la economía, su fomento, el estímulo a
los procesos de integración, la búsqueda de la modernización y la eficiencia de
la economía, la facilitación de la competencia equitativa en la producción
local, el apoyo y otorgamiento de oportunidades a la iniciativa privada y la
coordinación de las políticas y las regulaciones sobre la materia.
Exige
que las importaciones y las exportaciones de bienes y tecnología se realice
dentro de los principios de libertad de comercio exterior e igualmente que
ellas no sean realizadas con exclusividad del sector público.
Crea
las exenciones o devoluciones de los derechos de importación de materias
primas, insumos, servicios, maquinarias, equipos, repuestos y tecnologías
siempre que ellos sean destinados a la producción de bienes y sirvan de
estímulo al valor agregado nacional.
Se
autoriza al Gobierno Nacional para reglamentar el tránsito de las mercancías y
pasajeros, en un mercado abierto para generar la competencia y el ingreso de
divisas.
Establece
los presupuestos generales para el funcionamiento de las zonas francas y
autoriza al gobierno Nacional para que organice su estructura, funcionamiento
interno, manejo de bienes fabricados, sistemas de contratación, manejo y
creación de zonas francas transitorias y lo pertinente al régimen cambiario
tributario y aduanero.
Considera
a los Certificados de Reembolso Tributarios Cert, como un instrumento libre y
negociable, los cuales según la ley tendrán como criterios estimular las
exportaciones mediante la devolución de sumas equivalentes a la totalidad o a
una porción de los impuestos indirectos pagados por el exportador, los cuales
deben tener como finalidad promover aquellas actividades que tiendan a
incrementar el volumen de exportaciones.
Crea
la ley los sistemas de aranceles variables con el objetivo de estabilizar los
costos de importación de los productos agropecuarios o agroindustriales, si los
precios de estos productos son inestables en el mercado exterior.
Obliga
al Gobierno a amparar la producción nacional contra las prácticas desleales y
restrictivas del comercio internacional.
Expresa
que es obligación del Gobierno regular y vigilar las zonas fronterizas, para el
logro de una mayor participación e integración binacional.
Crea
el Consejo Superior de Comercio Exterior y señala sus integrantes en el
artículo 12, como órgano asesor en materias relativas al comercio exterior y le
asigna funciones al mismo en el artículo 14.
Igualmente
determina la ley la creación de la Comisión Mixta de Comercio Exterior
integrada por el Consejo Superior de Comercio Exterior y representantes del
sector privado designados por el Consejo.
En
el Capítulo III artículos 17 y siguientes, la ley 7a de l991 crea el Ministerio
de Comercio Exterior y por último en el Capítulo IV artículos 21 y siguientes
institucionaliza el Banco de Comercio Exterior y el Fondo de Modernización de
la Economía.
Se
ve entonces, que la norma comentada trae una secuencia relativa a las
actividades comerciales externas de Colombia, por medio de la cual se abren las
compuertas de esta actividad tanto interna como externamente, puesto que al
sector privado le da la oportunidad de competir en igualdad de condiciones con
el sector público nacional, e internacionalmente crea una serie de incentivos a
los importadores siempre y cuando con esta actividad favorezca el producto
Interno Bruto Colombiano.
V.
CONSIDERACIONES DE FONDO.
El
demandante cuestiona el contenido del artículo tercero inciso tercero de la Ley
7a. de l991, porque esa disposición consagra una Renta de Destinación
Específica a las entidades del sector público que resulten afectadas por la
eliminación de la exclusividad de las importaciones. Por lo que se considera
importante para tratar de precisar el tema, la Corte estima procedente
transcribir la norma enjuiciada como violatoria de la Constitución:
"Las
entidades del sector público cuyos ingresos resulten afectados por la
eliminación de la exclusividad en las importaciones, o cuyas actividades fueren
reasignadas conforme a las anteriores medidas, serán compensadas con rentas de
destinación específica provenientes de los aranceles y de la sobretasa
aplicable a las importaciones de los productos involucrados, durante un período
de dos años, de acuerdo con las actividades que desarrollen. Después de estos
dos años, tales rentas ingresarán al Presupuesto Nacional y se asignarán
necesariamente al mismo sector y a las mismas entidades, prioritariamente,
manteniendo la participación del producto de las mismas dentro del Presupuesto
Nacional".
Las
Rentas de Destinación Específica, son entonces el tema central de esta
controversia jurídica, porque como lo señala el artículo 359 de la Constitución
Nacional, "No habrá rentas nacionales de destinación
específica...", como norma general, aunque la misma disposición señala
unas excepciones dentro de las cuales se puede otorgar estas rentas.
Conviene,
entonces precisar en qué consisten las Rentas de Destinación Específica para
saber el momento histórico y la oportunidad legal, dentro de los cuales se
puede afirmar la existencia de estas Rentas especiales.
Constitucionalmente,
como se sabe, no se acostumbra a hacer esta clase de definiciones, porque ello
contraría la técnica constitucional y porque la constitución como instrumento
jurídico eminentemente técnico-político y filosófico se encarga de señalar los
preceptos esenciales, básicos y fundamentales bajo los cuales debe funcionar el
Estado.
No
hay tampoco definición legal de esta clase de rentas, por lo que habrá la
oportunidad de acogerse a los criterios autorizados de las autoridades que
manejan los temas fiscales y presupuestales, para tenerlos como punto de
referencia en el caso presente.
En
efecto, el Contralor General de la República al tratar de precisar una
definición de Rentas de Destinación Específica dijo:
"Las
Rentas de Destinación Específica (RDE) propiamente dichas, podrían definirse
(...) como aquellos impuestos, tasas, multas y rentas contractuales de índole
nacional, de las cuales el Estado no puede disponer libremente, pues las normas
legales han predeterminado que sean destinadas a fines específicos; o, como lo
hace el informe de la misión BIRD- WIESNER: la práctica de asignar la renta
recibida por un impuesto individual a la financiación de una actividad
gubernamental definida".3
Se
les ha denominado rentas atadas, y consisten en la técnica presupuestal de
asignar una determinada renta recibida por una carga impositiva para la
financiación de una actividad gubernamental previamente establecida en la ley
de presupuesto. La técnica hacendítisca, en términos generales, las repudia
porque tales rentas le restan flexibilidad al presupuesto nacional, ya que
desconocen el principio de la unidad de caja al detraer del mismo los dineros
correspondientes, con la consiguiente merma del mismo para satisfacer las
necesidades de carácter general de la comunidad, tomada en su conjunto.
En
acertados comentarios que sobre el contenido del artículo 359 de la
Constitución Nacional en la obra Interpretación y Génesis de la Constitución
Nacional ya citada, se lee:
"Cuál
es el alcance de la expresión. '¿rentas nacionales de destinación específica?'
En principio podría pensarse que abarca cualquier ingreso, actual o potencial
de la Nación, ordinario o extraordinario, sea de naturaleza tributaria o no.
Si se acoge este criterio, ¿Cómo aplicar entonces el principio de la
descentralización por servicios que la propia Constitución consagra en los
artículos 150-7 y 210?.
No
podría el Legislador afectar al patrimonio de una entidad de esta naturaleza
ningún arbitrio restístico, ni siquiera aquellos que sirven, teóricamente, de
sustento a los monopolios estatales que el constituyente resolvió preservar a
través de los artículos 336 y 362, con los cuales estaría en abierta
contradicción, al menos en lo concerniente a aquellos cuyos titulares sean las
entidades territoriales.
"La
tesis, sostenida por algunos defensores de tal criterio, según la cual las
entidades descentralizadas son simples administradoras de recursos de propiedad
del Tesoro Nacional, no corresponde a la realidad administrativa y económica de
diversos institutos del orden nacional cuyos patrimonios se conforman en virtud
de ingresos percibidos como contraprestación de servicios que el mismo
legislador les ha asignado. Lo cierto es que se trata en general, de
patrimonios autónomos cuya destinación no es otra que la de garantizar la
prestación de los servicios que se les han confiado, su ampliación y
mejoramiento progresivos. Por ello si el manejo de sus recursos presupuestarios
en cuanto a asignación de los mismos, definición de prioridades, inversión y
disposición de excedentes generados, se centraliza en cabeza de la Dirección
General correspondiente, del Ministerio de Hacienda, también deberá
centralizarse su administración: mantener escindidos contra toda lógica
gerencial, aspectos que por su naturaleza son complementarios, sólo puede
conducir a distorsiones económicas e ineficiencia en la gestión.
A
la luz de estos planteamientos y del reconocimiento constitucional de la
descentralización por servicios, a nuestro juicio, no deben considerarse como
de "destinación específica", aquellas rentas generadas, de manera
regular, sistemática y continuada, por actividades o servicios cuya prestación
ha confiado el legislador a determinados entes de derecho público, como tampoco
los bienes de cualquier orden que el mismo legislador haya afectado al
establecimiento patrimonial de tales entes. Cosa diferente ocurriría con
rentas de naturaleza tributaria a las cuales se pretenda señalar por el
legislador, una finalidad concreta, que las excluya del acervo global de
ingresos del erario". (Págs. 595 y 596).
La
Constitución consagra, empero, casos especiales de rentas de destinación
específica, así:
a) Artículo
359.
La
participación previstas en la Carta en favor de los departamentos, distritos y
municipios.
Las
destinadas a inversión social.
Las
rentas que con base en leyes anteriores, asigna la Nación a entidades de
previsión social y a las antiguas intendencias y comisarías.
b) Artículo
336 inciso 4o.
Las
rentas obtenidas en el ejercicio del monopolio de licores estarán destinadas
preferencialmente a los servicios de salud y educación.
c) Artículo
356, incisos 1o. y 2o..
Destinación
específica de los recursos del situado fiscal para atender servicios de
educación y de salud.
d) Artículo
361.
Asignación
específica de los recursos del Fondo Nacional de Regalías a las entidades
territoriales a fines de promoción de la minería, a la preservación del
ambiente y a la financiación de proyectos regionales de inversión definidos
como prioritarios en los planes de desarrollo de tales entidades.
e) Artículo
131.
La
tributación especial de las notarías, de los ingresos percibidos por los
servicios que prestan, a favor de la administración de justicia, según la
reglamentación de la ley.
f) Contribuciones
fiscales y parafiscales, en relación con las cuales se faculta a las
autoridades para fijar la tarifa que cobren a los contribuyentes para recuperar
los costos de los servicios que les presten o participación en los beneficios
que les proporcionen.
Supone
la definición que estas rentas son de origen nacional como primera condición,
pero que no obstante su origen, el Estado no puede hacer uso de ellas porque
hay una norma que así lo establece y determina, y las rentas así concebidas
deben ser invertidas en un fin previamente establecido.
Tienen
entonces tanto un origen como un fin conocido, a diferencia de los demás
recursos del presupuesto, en que sí se sabe la génesis de su captación, pero no
tienen un fin determinado porque el presupuesto en la forma en que lo concibe
la Constitución, es de carácter técnico, general, impersonal, universal y
abstracto.
Con
base en la aproximación de la definición de Rentas de Destinación Específica,
se procede a determinar cuándo es viable la captación de estos recursos, ya que
el artículo 359 establece su oportunidad, y la viabilidad que estas rentas se
reciban siempre y cuando se trate de:
"1.
Las participaciones previstas en la Constitución en favor de los departamentos,
distritos y municipios.
2.
Las destinadas para inversión social.
3.
Las que con base en leyes anteriores, la Nación asigna a entidades de previsión
social y a las antiguas intendencias y comisarías".
Lo
anterior significa que la prohibición que consagra la destinación de rentas
específicas, no es absoluta porque las tres excepciones que señala la norma
precedentemente transcrita, así lo determina.
En
cuanto hace al concepto de inversión social, se anota lo siguiente:
La
"Inversión Social", sólo aparece en la Constitución de l991.
La Ley Orgánica del Presupuesto Nacional (Ley 38 de l989), habla a secas de
inversión, sin que en parte alguna de su articulado se refiera a esta
expresión, tal como se desprende de los artículos 12 en su parágrafo 2o. el
cual habla "de la inversión de los recursos originados en los aportes
de la Nación", el 52 dice que " El presupuesto de inversión se
repetirá hasta por su cuantía total", en los precisos casos en que el
Proyecto de Presupuesto no hubiere sido presentado en los primeros diez días de
sesiones ordinarias o no hubiere sido aprobado por el Congreso; cuando
se refiere a inversión el artículo 55, señala que " Para determinar los
gastos, el Programa de Caja Comprenderá: a) las obligaciones por Servicios
Personales, Gastos Generales, Transferencias, Gastos de Operación, Servicio de
la Deuda e Inversión"; el 58, se refiere a las solicitudes que deben
hacerse al Ministerio de Hacienda y Crédito Público para incluir en el acuerdo
de gastos los pagos que deban hacerse por concepto del "Servicio de la
deuda de Inversión" y el 66 solo señala que el Gobierno Nacional
presentará al Congreso Nacional proyectos de ley sobre traslados y créditos
adicionales al presupuesto entre otros eventos, "para el servicio de la
Deuda Externa e Interna de Inversión".
Cuando
se habla de "inversión Social" se hace referencia directa al manejo
presupuestal del Estado y ella, hace parte del presupuesto de gastos o ley de
apropiaciones, en la forma en que lo determina el artículo 7o. literal b) de la
ley 38 de l989 el cual discrimina las erogaciones estatales así: gastos de
funcionamiento, servicio de la deuda y gastos de inversión, los cuales
deben estar clasificados y detallados en la forma que indiquen los reglamentos.
Lo
anterior significa que siempre que hay una inversión desde el punto de vista
que se viene tratando, hay un gasto, sin que esa inversión signifique en
términos estrictamente económicos, afán de lucro en beneficio del Estado,
porque como lo establece el artículo 2o. de la Constitución Nacional, "son
fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad
general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución,..." fines que dentro del ámbito de las
sociedades de consumo jamás se llegarían a cumplir, si no hay voluntad y
disposición económica para cubrir los costos que demandan las inversiones
encaminadas a la realización de obras o a la prestación de los servicios
públicos, gestiones a las cuales socialmente se encuentra obligado el Estado.
Si
bien es cierto que no está precisada la cobertura del término inversión social
y qué gastos deben ser realizados en cumplimiento de este fin social del
Estado, esta Corporación estima conveniente reseñar el contenido del artículo
366 de la Constitución Nacional cuando dice: El bienestar general y el
mejoramiento de la calidad de vida de la población son finalidades sociales del
Estado. Será objetivo fundamental de su actividad la solución de las
necesidades insatisfechas de salud, de educación, de saneamiento ambiental y de
agua potable. Para tales efectos en los planes y presupuestos de la Nación y
de las entidades territoriales, el gasto público social tendrá prioridad sobre
cualquier otra asignación".
De
su lado el artículo 49 ibidem enseña que "La atención de la salud y el
saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado. Se garantiza
a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y
recuperación de la salud" . El artículo 334 constitucional a su turno
contempla la intervención del Estado en la economía para "asegurar a
todas las personas...acceso efectivo a los bienes y servicios públicos".
En
la publicación Interpretación y Génesis de la Constitución de Colombia de
Carlos Lleras de la fuente, Carlos Adolfo Arenas, Juan Manuel Charry y Augusto
Hernández, Pág. 593, en relación con lo que se ha denominado gasto público
social, ellos expresan:
"En
materia de criterios de asignación de estos recursos, en lineas generales, son
los tres previstos en el artículo 350 para la distribución del gasto público
social: número de personas con necesidades básicas insatisfechas, la población
y la eficiencia fiscal y administrativa. Sin embargo, se añaden dos: el nivel
relativo de pobreza, concepto que incorpora indicadores adicionales al método
de establecer las necesidades básicas insatisfechas, y el de progreso
demostrado en calidad de vida, que guarda relación con la evolución en el
comportamiento de los mismos indicadores utilizados para medir el nivel
relativo de pobreza".
La
inversión social puede definirse entonces como todos los gastos incluidos
dentro del presupuesto de inversión, que tienen como finalidad la de satisfacer
las necesidades mínimas vitales del hombre como ser social, bien sea a través
de la prestación de los servicios públicos, el subsidio de ellos para las clases
mas necesitadas o marginadas y las partidas incorporadas al presupuesto de
gastos para la realización de aquellas obras que por su importancia y contenido
social, le reportan un beneficio general a la población.
En
documento del Departamento Nacional de Planeación dirigido al Conpes se
expresan los siguientes quehaceres, manifestaciones de inversión social:
"a.)
Educación: Pago de maestros, construcción, ampliación, remodelación,
dotación y mantenimiento de colegios y financiación de becas.
b.) Salud:
Pago de médicos, enfermeras y demás personal especializado o subsidios para
el acceso de la población pobre a la atención médica del primer nivel;
construcción, mantenimiento y dotación de infraestructura hospitalaria y de
centros y de puestos de salud; promoción de salud, control y vigilancia. En
nutrición, restaurantes escolares y bienestar materno infantil en cualquiera de
sus modalidades.
c.)
Vivienda: Subsidios a los beneficiarios con ingresos inferiores a los
dos salarios mínimos, para compra directa, lotes con servicio o construcción.
Participación en programas específicos de solución de vivienda de interés
social.
d.) Agua
potable y saneamiento básico: Preinversión en diseños y estudios; diseño e
implantación de estructuras institucionales para la administración y operación
del servicio; construcción de acueductos y alcantarillados; saneamiento básico
rural, tratamiento y exposición final de basuras, conservación de micro-cuencas;
construcción y mantenimiento de plazas de mercado y mataderos públicos;
tratamiento de residuos y construcción, ampliación y mantenimiento de jagüeyes,
pozos, letrinas, plantas de mantenimiento y redes.
e.)
Subsidio para la población pobre: Garantizar el acceso de la población
pobre a los servicios públicos domiciliarios a través de subsidios a la
conexión a las tarifas.
f.)
Asistencia técnica agropecuaria: Creación, dotación, mantenimiento y
operación de las UMATAS. Capacitación del personal.
g.) Grupos
vulnerables: Construcción, dotación, mantenimiento y atención de centros de
vida urbanos y rurales para los ancianos, casas para la juventud, y centros
para la atención de las personas con deficiencias físicas, mentales y alteraciones
psíquicas.
h.)
Justicia: De acuerdo con convenios y contratos con el nivel nacional, el
municipio podrá financiar gastos incrementales de funcionamiento e inversión
nuevas en los juzgados del orden municipal; mantenimiento de establecimientos
carcelarios; y financiación de los centros de conciliación municipal y las
comisarías de familia.
i.) Protección
del ciudadano: De acuerdo con convenios y contratos con el nivel
nacional, el municipio podrá financiar el pago del servicio adicional de policía
cuando sea necesario; dar apoyo financiero a los cuarteles de policía ya
existentes, a la policía judicial y al mejoramiento de la calidad de los
servicios de medicina legal.
Construir,
dotar y mantener instituciones para el menor infractor.
j.)
Educación física, recreación y deporte: Inversión en
instalaciones deportivas, dotación a los planteles escolares de los
requerimientos necesarios para la práctica de la educación física y el deporte,
apoyo financiero a la realización de eventos deportivos, así como la inversión
en parques y plazas públicas.
k.)
Cultura: Construir, mantener y rehabilitar las casas de cultura,
bibliotecas y museos municipales y apoyar financieramente los eventos
culturales.
l.) Prevención
de desastres:
Adecuación de áreas urbanas en zonas de alto riesgo
y reubicación de asentamientos, prevención y atención de desastres.
m.) Compra
de tierras: Subsidios para la cofinanciación en la compra de tierras
a los campesinos pobres en zonas de reforma agraria.
n.) Pago
del servicio de la deuda adquirida para financiar inversiones físicas en las
actividades autorizadas en los literales anteriores.
ñ.) Los
otros sectores que el Departamento Nacional de Planeación, autorice para casos
especiales solicitados por los municipios".
En
vista de que tanto el demandante como el Procurador General de la Nación se
refieren al Instituto de Mercadeo Agropecuario- Idema- como beneficiario de
rentas de destinación específica que otorga la Ley 7a. de 1991, artículo 3o.
inciso 3°., se hacen las siguientes consideraciones al respecto:
A
raíz de la expedición del Decreto 3078 de l954, norma que luego fue ratificada
por la Ley 141 de l961 y de los Decretos 1050 y 3130 de 1968 y 501 de 1989, se
le dió la facultad al IDEMA, para importar en forma exclusiva una serie de
productos agrícolas, que por ciertas temporadas escaseaban en Colombia,
productos que hacían falta para el consumo nacional.
El
Idema era en esas condiciones el único ente estatal que detentaba la calidad de
monopolista para la importación de alimentos, cuando se diera la condición de
que esos productos hicieran falta para el consumo interno.
Este
concepto lo confirma el Procurador General de la Nación cuando en cita que hace
de un documento del Consejo Nacional de Política Económica y Social, se refiere
a esa empresa Industrial y Comercial del Estado, como la que va a salir
damnificada respecto de sus ingresos, por la eliminación del monopolio producto
de la apertura económica que se genera con la ley de comercio exterior. Es muy
claro el documento citado por el Procurador cuando señala:
"En
la medida que las actividades de compra interna de cosechas por parte del IDEMA
se han venido financiando con el producto de los aranceles de las importaciones
efectuadas por el mismo Instituto, se hace necesario garantizarle los recursos
suficientes en la nueva orientación de la política. Por ello, en los proyectos
de Ley Marco de comercio exterior y de regulación de cambios internacionales se
ha solicitado la inclusión de cláusulas para garantizar, por un período de dos
años, la financiación del IDEMA con recursos obtenidos a través de los
aranceles recaudados en las importaciones de productos del sector.
Posteriormente, su financiación se hará con cargo al Presupuesto General de la
Nación".
Como
conclusión de lo anterior se tiene que las rentas de destinación específica a
las cuales se refiere el inciso tercero del artículo 3o. de la ley 7a. de l991,
irían a engrosar el patrimonio del Idema, por el término de dos años.
El
Idema, es una empresa Industrial y Comercial del Estado cuya misión específica
es la de regular el mercadeo de los productos provenientes de la explotación
agrícola y en ejercicio de esa misión debe cumplir con una serie de funciones
todas ellas encaminadas a buscar el desarrollo de la población campesina a
través de la comercialización de sus productos, lograr un equilibrio entre la
oferta y la demanda de las materias primas, insumos y producción de alimentos,
almacenamiento de los productos y su adecuación, conservación, importación de
los mismos que hagan falta y exportar los excedentes; debe propiciar la compra
de las cosechas a los productores y otorgar créditos a las cooperativas que se
encarguen de la comercialización de productos agrícolas, subsidiar la
producción de alimentos, mantener estudios actualizados sobre la situación de
mercadeo de los productos agropecuarios, promover y participar en la
organización de sistemas asociativos de mercadeo, almacenamiento, procesamiento
y distribución de productos agropecuarios incluyendo centros de acopio y venta
directa de alimentos en áreas de economía campesina en especial, en zonas de
rehabilitación de reforma agraria.
En
cumplimiento de este último objetivo social el IDEMA, presta una gran servicio
a las comunidades marginadas llevando los productos alimenticios a las
comunidades más apartadas de Colombia. Hizo famoso en los territorios
nacionales, los buques-tiendas que recorrían toda esa parte olvidada del
territorio patrio, haciendo de esta forma posible el que los pobladores de esa
región tuvieran acceso a los medios necesarios para su sustento diario. No solo
cumple en estos sitios con la tesonera labor de vender alimentos sino que está
comprometido en adquirir los productos de las mismas, y así presta un gran
servicio al campesino y al indígena, pues ellos tienen dificultades para
sacarlos de sus parcelas por la falta de medios de transporte. En fin, si no
fuera por la labor desarrollada por el Idema en estas regiones apartadas de la
otra Colombia, más difícil y penosa fuera la manera de vivir y la subsistencia
de miles de compatriotas que ven en esta entidad un alivio a sus males, porque
entre otras cosas, la Colombia rural, campesina y agraria, se ha ido
extinguiendo por la falta de incentivos y ayudas para con la clase más
deprimida del Estado, población que ha ido engrosando los conocidos cinturones
de miseria de las ciudades.
Esta
entidad también ha hecho parte de las políticas sociales de los últimos
gobiernos. Por ejemplo colabora estrecha y armónicamente con el Plan Nacional
de Rehabilitación impulsado por la Presidencia de la República para llevar
algún alivio a las zonas azotadas por la lucha social. Como ya se ha
comprobado, además de abaratar los precios para el consumidor de los alimentos
básicos de la dieta de los Colombianos, el IDEMA es el único ente estatal que
recorre el Magdalena Medio, los territorios nacionales y otras regiones
deprimidas por la violencia y llega hasta el campesino a quien le compra sus
cosechas con precios de sustentación, que cubran al menos, los costos de la
producción y es más, les paga a los campesinos en forma oportuna con el
propósito de ayudar a mejorar la calidad de vida de estas personas marginadas
del desarrollo.
Para
cumplir con esta función, el IDEMA, como ya se dijo, ha construido una
verdadera infraestructura móvil como en el caso de los buques-tiendas
mencionados, los mercados-móviles con vehículos que se trasladan de un sitio a
otro donde venden alimentos a la población a precios subsidiados y, por último
para cumplir con el propósito de adquirir alimentos cuenta con los centros de
acopio, donde almacena los productos alimenticios, comprados en las regiones
más apartadas de Colombia.
La
gestión empresarial del Estado es de amplios espectros sociales. Así se
reconoce por las autoridades nacionales:
"La
creciente participación del Estado en la promoción y ejecución de múltiples
actividades vinculadas al proceso de desarrollo económico y social, ha tenido,
en materia de organización, una respuesta histórica orientada hacia una
especialización funcional. El pasaje del Estado tradicional al que conocemos
actualmente como promotor de desarrollo, prestador de servicios públicos
básicos explotados de las naturalezas estratégicas, regulador de precios y de
la comercialización de los artículos básicos de consumo masivo, y que
intermedia activamente en las corrientes financieras, ha implicado el
desarrollo y diversificación de las entidades descentralizadas".4
Según
lo expresado en el texto anterior cumple el Estado a través de las
Instituciones descentralizadas por servicios, un doble papel: el económico,
porque con estas entidades se compite en igualdad de oportunidades con los
particulares pero lo más importante es que el Estado cumple con un objetivo
social, cual es el de buscar el desarrollo integral del hombre como ser social
como por ejemplo en el caso específico del servicio de contenido eminentemente
social que le presta a la comunidad el Idema.
Nadie
pone en duda la proyección social que ostenta la Constitución Nacional; es la
esencia de nuestro Estado de Derecho y es el hombre, como persona, como
individuo el protagonista por excelencia de su contenido y destinatario final
de sus preceptos jurídicos políticos y filosóficos.
En
su preámbulo invoca un orden político, económico y social justo, dentro de los
principios fundamentales; en el artículo 1o. expresa que Colombia es un
Estado Social de derecho,el artículo 2o. determina que las autoridades de
la República están instituídas para asegurar el cumplimiento de los deberes
sociales del Estado y de los particulares, el Título II Capítulo I establece
los derechos fundamentales de la persona, derechos que consagran una serie de
obligaciones para cumplir por parte de las Instituciones.
La
producción, distribución y comercialización de alimentos están íntimamente
relacionados con la alimentación del pueblo y su bienestar.
Estas
situaciones no escapan de los ordenamientos de la Constitución y es así como
ésta en su artículo 43 prescribe que la mujer embarazada "Gozará de
especial asistencia y protección del Estado, y recibirá de éste subsidio
alimentario, si entonces estuviere desempleada o desamparada". Sobre
el mismo tema de la alimentación el artículo 44 cuando señala los derechos
fundamentales de los niños determina como un derecho de especial
característica, el derecho a una alimentación equilibrada. Y el 46 del mismo
estatuto Constitucional, indica en su inciso final, que "El Estado
garantizará los servicios de seguridad social integral y el subsidio alimentario
en caso de indigencia", cuando se trate de personas de la tercera
edad.
En
cuanto a la actividad económica del Estado encaminada a la producción,
comercialización y desarrollo tecnológico de los alimentos, esas actividades de
vital importancia como renglón primario de cualquier economía, goza de especial
protección del Estado en la forma que lo prescribe el artículo 65 de la
Constitución Nacional. Por mandato de esta norma el Estado está en la
obligación de otorgar prioridad al desarrollo integral de las actividades
agrícolas, pecuarias, pesqueras, forestales y agroindustriales, procurar la
construcción de obras públicas de infraestructura física y promover la
adecuación de tierras. Del crédito agropecuario, los riesgos de las cosechas y
las calamidades ambientales se encarga el artículo 66 y anteriormente, el
artículo 64 cuando habla de la obligación estatal de promover el acceso
progresivo a la propiedad de la tierra por parte de los trabajadores, le señala
también el compromiso al Estado para que adelante las políticas pertinentes de
la comercialización de los productos agrícolas, actividad estatal que cumple
específicamente a través del Instituto de Mercadeo Agropecuario, Idema.
Esta,
la función que cumple el Instituto, no es un objetivo cualquiera. Es en cierta
forma, de los cometidos básicos que debe cumplir el Estado, como que se trata
de proveer de los medios de subsistencia para la comunidad, es en fin de
cuentas, la alimentación, una necesidad fundamental, una necesidad primaria que
debe ser satisfecha por cualquier ser viviente.
De
ahí entonces que en la medida en que las actividades realizadas por el Idema
por concepto de importaciones u otras actividades reasignadas a otras
entidades, entrañen una inversión social, recibirán el beneficio de
compensación de la falta de los ingresos correspondientes, con el producto de
las rentas provenientes de aranceles y sobretasas de que trata el artículo 3o.
inciso 3° demandado.
Lo
mismo ha de predicarse de cualquier otro ente oficial que se encuentre en tales
circunstancias, esto es, que efectúe actividades de inversión social.
Siendo
entonces la regla general la de la prohibición de establecer rentas de
destinación específica, la norma acusada habrá de declararse inconstitucional,
dejando la salvedad de su exequibilidad si se da el supuesto de la inversión
social, en los términos antes explicados.
Del
mismo modo habrá de declararse inconstitucional la última parte del precepto
cuestionado, en cuanto, una vez concluidos los dos años del beneficio de la
compensación antes anotado, no obstante ingresar las rentas de destinación
especial aludidas al Presupuesto Nacional, éstas mantienen dentro del mismo
igual destinación lo que está vedado por la Carta. Naturalmente que, a
semejanza de lo expresado sobre la primera parte del artículo 3o. inciso 3°, si
está de por medio una inversión social del ente público, será permitido el
destino especial de tales rentas dentro del presupuesto.
Ha
de anotarse en todo caso que la primera parte del texto acusado, esto es, el
artículo 3o. inciso 3° de la Ley 7a. de 1991, solo tiene operancia por un lapso
de dos años que vence el próximo 16 de enero de l993, pues aquélla se publicó
en el Diario Oficial No. 39621 de 16 de enero de 1991.
El
otro cargo que se le hace al artículo 3o. inciso tercero de la ley 7a. de l991,
es el de que con esa norma se quebranta el artículo 350 de la Constitución
Nacional cuando ella prescribe:
"La
Ley de apropiaciones deberá tener un componente denominado gasto público social
que agrupará las partidas de tal naturaleza, según la definición hecha por la
ley orgánica respectiva. Excepto en los casos de guerra exterior o por razones
de seguridad nacional, el gasto público social tendrá prioridad sobre cualquier
otra asignación".
Comprende
este precepto sobre técnica de manejo presupuestal, dos cuestiones básicas
sobre esta materia, a saber:
a)
Que la ley de apropiaciones, entendida como la norma que establece las partidas
que van a ser giradas con cargo al presupuesto nacional, deberá por fuerza
mayor tener un componente denominado gasto público social, el cual será
definido e individualizado por la respectiva ley de liquidación del
presupuesto.
b)
El gasto público social, tendrá prioridad sobre cualquier otro gasto, con la
sola excepción de los gastos de guerra exterior y de seguridad nacional. No
dice la norma, entonces, que no se pueda hacer cualquier otro gasto, sino
simplemente que establece un orden de prioridades donde ocupa el primer lugar
el nombrado gasto público social, luego los demás gastos que realice el
gobierno y sus instituciones en cumplimiento de las partidas asignadas en la
ley de presupuesto de la vigencia fiscal correspondiente, no habrán de merecer
ninguna glosa u observación fiscal, porque la norma no es prohibitiva, no
determina ninguna restricción al gasto, como se dijo, si hay el suficiente
respaldo legal en materia de apropiaciones.
Eso
sí, habrá la obligación prioritaria de satisfacer el gasto social.
Luego
el artículo 3o. inciso 3° de la Ley 7a. de 1991, no quebranta el artículo 350
de la Constitución.
VI.
DECISION.
En
mérito de lo expuesto la Corte Constitucional, Sala Plena, oido el concepto del
Procurador General de la Nación, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S
U E L V E :
Primero.
Declarar INEXEQUIBLE el artículo 3o. inciso 3° de la Ley 7a. de l991,
con la salvedad de la porción dedicada por el ente público de que se trate a
inversión social, ya que en tal caso sí hay lugar a la correspondiente
compensación de ingresos por la vía de las rentas específicas de que da cuenta
el mencionado texto en la primera hipótesis por un término de dos años (primera
parte del inciso), y a través del mecanismo del presupuesto nacional en el
segundo supuesto, después de concluido el período bienal (última parte del
inciso).
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta Constitucional de esta
Corporación.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
Magistrado
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Magistrado
EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ FABIO MORON DIAZ
Magistrado
Magistrado
MARTHA
V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
Aclaración
de voto a la Sentencia No. C-590
SENTENCIA
DE INEXEQUIBILIDAD-Naturaleza (Aclaración de voto)
Una
sentencia de inexequibilidad no puede dejar su parte decisoria -que es la
vinculante- a la libre interpretación de los llamados a aplicarla. Ella debe
ser diáfana e inequívoca, pues de lo contrario genera incertidumbre acerca de
su alcance y por ende, inseguridad jurídica.
RENTAS
DE DESTINACION ESPECIFICA (Aclaración de voto)
Ha
sido acusada una disposición legal que consagra a favor de ciertas entidades
del sector público rentas de destinación específica provenientes de los
aranceles y de la sobretasa aplicable a importaciones de productos -lo cual
indica que estamos ante rentas de orden nacional- a título de compensación por
la eliminación de la exclusividad en las importaciones. La norma cuestionada no
establece y ni siquiera permite inferir que tales rentas hayan de ser
destinadas a gastos de inversión social. Un principio elemental del Derecho
enseña que toda excepción es de interpretación restrictiva y, por lo tanto, en
el caso de la disposición acusada, siendo evidente que contrariaba el mandato
general, tan sólo le quedaba como posibilidad de validez la de que su contenido
-considerado objetivamente- encajara en una de las excepciones plasmadas en la
Carta. De no ser así, como según mi parecer no lo era en el presente caso, la
norma chocaba abierta y totalmente con la Constitución.
JUEZ
CONSTITUCIONAL-Facultades (Aclaración de voto)
Lo
que corresponde establecer al juez de constitucionalidad toca con la materia
misma de la disposición acusada o revisada, sin que interese a su juicio ni sea
de su comeptencia la definición acerca de si es adecuado el uso posteior o la
ejecución práctica de los mandatos en ella contenidos. Mas aún, en el momento
de adoptar el fallo, es imposible a la Corte prever cuál habrá de ser el rumbo
que tomen en eventos concretos los destinatarios de la norma invocando su
amparo. La sentencia debe concentrarse en el asunto objeto de juzgamiento, a
saber, para el caso de las leyes, la decisión definitiva en torno a si ellas son
constitucionales. Escapa a su función el estudio referente a la conveniencia u
oportunidad de las reglas o medidas dispuestas por el legislador -tarea que
compete a otros poderes- y también el examen de las opciones que puedan surgir
cuando se las desarrolla.
Ref.:
Proceso D-052
Acción
de inconstitucionalidad contra el artículo 3o. inciso 3o., de la Ley 7a. de
1991
Magistrado
Ponente:
Dr.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Me
permito consignar a continuación los motivos por los cuales, compartiendo el
sentido del fallo en referencia en su aspecto fundamental, debo aclarar mi
voto.
1.
Principios inexcusables del control de constitucionalidad, dado el efecto que
tiene toda sentencia de esta Corte en el ordenamiento jurídico, son los de la claridad
de las decisiones y la consiguiente certeza que imprime -en especial la parte
resolutiva- a la posterior aplicación -o inaplicación- de la normatividad que
ha sido sometida a examen y fallada de manera definitiva.
Una
sentencia de inexequibilidad -para hacer referencia específica al caso que nos
ocupa- no puede dejar su parte decisoria -que es la vinculante- a la libre
interpretación de los llamados a aplicarla. Ella debe ser diáfana e inequívoca,
pues de lo contrario genera incertidumbre acerca de su alcance y por ende,
inseguridad jurídica.
2.
En el proceso de que se trata, ha sido acusada una disposición legal que
consagra a favor de ciertas entidades del sector público rentas de destinación
específica provenientes de los aranceles y de la sobretasa aplicable a
importaciones de productos -lo cual indica que estamos ante rentas de orden
nacional- a título de compensación por la eliminación de la exclusividad en las
importaciones.
La
norma cuestionada no establece y ni siquiera permite inferir que tales rentas
hayan de ser destinadas a gastos de inversión social.
3.
El artículo 359 de la Constitución dice:
"Artículo
359. No habrá rentas nacionales de destinación específica.
Se
exceptúan:
1.
Las participaciones previstas en la Constitución en favor de los departamentos,
distritos y municipios.
2.
Las destinadas para inversión social.
3.
Las que, con base en leyes anteriores, la Nación asigna a entidaes de previsión
social y a las antiguas intendencias y comisarías".
Como
se observa, hay en el precepto constitucional un mandato perentorio que rige
obligatoriamente salvo única y exclusivamente los casos contemplados en los
tres numerales que prevén excepciones a la regla general.
Un
principio elemental del Derecho enseña que toda excepción es de interpretación
restrictiva y, por lo tanto, en el caso de la disposición acusada, siendo
evidente que contrariaba el mandato general, tan sólo le quedaba como
posibilidad de validez la de que su contenido -considerado objetivamente-
encajara en una de las excepciones plasmadas en la Carta. De no ser así, como
según mi parecer no lo era en el presente caso, la norma chocaba abierta y
totalmente con la Constitución.
4.
Debe distinguirse entre la norma jurídica en sí misma y su aplicación. No es
aceptable que los dos elementos se confundan, menos todavía en un fallo que
recae directa y exclusivamente sobre el ajuste o discrepancia del precepto en
sentido objetivo y la normatividad superior.
En
efecto, lo que corresponde establecer al juez de constitucionalidad toca con la
materia misma de la disposición acusada o revisada, sin que interese a su
juicio ni sea de su comeptencia la definición acerca de si es adecuado el uso
posteior o la ejecución práctica de los mandatos en ella contenidos.
Mas
aún, en el momento de adoptar el fallo, es imposible a la Corte prever cuál
habrá de ser el rumbo que tomen en eventos concretos los destinatarios de la
norma invocando su amparo.
La
sentencia debe concentrarse en el asunto objeto de juzgamiento, a saber, para
el caso de las leyes, la decisión definitiva en torno a si ellas son
constitucionales (artículo 241-4 de la Carta Política). Escapa a su función el
estudio referente a la conveniencia u oportunidad de las reglas o medidas
dispuestas por el legislador -tarea que compete a otros poderes- y también el
examen de las opciones que puedan surgir cuando se las desarrolla. En esta
ocasión, no estaba en manos de la Corte Constitucional resolver si era
exequible la destinación que hicieran de los enunciados recursos las entidades
favorecidas por el artículo impugnado, menos todavía cuando la estructura del
precepto que permitía tal destinación con el carácter de específica ha sido
declarado inexequible. Que fueran o no de inversión social los gastos en que se
invirtieran esos dineros era algo externo a la norma examinada en cuanto no
formaba parte de su contenido directo y ni siquiera analógico.
El
artículo en cuestión ha debido ser declarado inexequible sin agregado ni distinción
alguna.
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
[1]Corte Suprema de Justicia. Sala
Plena. Sentencia No. 85. Magistrado Ponente Dr. Pedro Augusto Escobar
Trujillo.
1 Doctor Ernesto Samper Pizano. Exposición de
motivos del Proyecto de Ley sobre Comercio Exterior.Anales del Congreso 3 de
octubre de l990. Pag.3.
2 Doctor Rodrigo Marín Bernal en la exposición
de Motivos para primer debate en la Comisión 3a. del Senado. Anales del
Congreso 13 de noviembre de l990. Pag. 12.
3 Dr. Luis Bernardo Flórez, Economía Pública y
Control Fiscal. Compilación. Contraloría General de la República. Tomo I. Pags.
410 y 411.
4 El Control de Gestión de los Entes Descentralizados.
Informe financiero de l985. Dr. Rodolfo González García. Pag. 9. |
248 | C-592-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-592/92
TRANSITO NORMATIVO/DECRETO LEGISLATIVO
Las facultades
extraordinarias de que se ocupa ahora la Corporación contiene el elemento de la
transitoriedad. Se tratará entonces de normas con una existencia limitada en el
tiempo, de acuerdo con la racionalización que de los efectos normativos y de su
permanencia, hubiese hecho el Presidente de la República o la Comisión
Legislativa respectivamente. De suerte que cuando estas autoridades públicas
decidieron que el decreto tendría una vigencia de cuarenta y dos (42) meses,
acataron la exigencia constitucional de expedir las normas por un término, o
con carácter transitorio. Por lo tanto, al no contener el decreto 2651 de
1991, una vigencia indefinida, resulta por este aspecto constitucional la
normatividad revisada, en razón del amplio poder discrecional que confirió el
constituyente al Presidente de la República para determinar la transitoriedad
de las normas.
LEY/UNIDAD NORMATIVA
Uno de los
demandantes considera que el Decreto 2651 de 1991 viola el principio de la
unidad de materia normativa, que debe imperar en cada ley, por cuanto contiene
disposiciones referentes a distintas especialidades del derecho y a distintos
tipos de procesos. Equivoca su juicio el demandante en este punto al
considerar que por esas circunstancias necesariamente puede una ley perder su
unidad de materia. En efecto, si un solo elemento articula esas realidades
normativas en una ley, tal elemento, salva la exigencia constitucional de la
unidad de materia en la misma. Tal el caso de la concatenación que hace de los
distintos aspectos de que se ocupa la ley en torno al objetivo fijado
constitucionalmente de propiciar una descongestión de los despachos judiciales
de manera indiferenciada por la materia, sin limitaciones atinentes a que
dicha descongestión pueda programarse sólo variando al interior el diseño de
los procesos a cargo de los jueces, sino también, desjudicializando, algunos
asuntos de la decisión judicial.
REF. Expedientes Nos. D-070,
D-075, D-081 y D-103, Acumulados.
Acción
pública de inconstitucionalidad contra los artículos 9° al 22; 32 y 41 del
Decreto 2651 de 1991.
Actores:
PEDRO
ALEJO CAÑON RAMIREZ
MARCELA
CORREA SENIOR
JUAN
BAUTISTA PARADA CAICEDO
CLAUDIA
RODRIGUEZ y
WILLIAM
CASTELLANOS R.
Magistrado
Ponente:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
Aprobado por Acta
No.
Santafé de Bogotá,
D.C., Diciembre siete (7) de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
Los ciudadanos PEDRO
ALEJO CAÑON R., MARCELA CORREA SENIOR, JUAN BAUTISTA PARADA CAICEDO, en
escritos separados y CLAUDIA RODRIGUEZ y WILLIAM CASTELLANOS R., en libelo
conjunto, presentaron ante esta Corporación las demandas de la referencia. La
Sala Plena, en sesión efectuada el día 4 de junio de 1992, resolvió acumular
en un solo expediente, las demandas Nos. D-070, D-075 y D-081 y en consecuencia
tramitarlas conjuntamente para ser decididas en la misma sentencia. La Sala
Plena, en su sesión del 18 de junio de 1992, igualmente resolvió acumular al
expediente la demanda No. D-103, y en consecuencia debe tramitarse y decidirse
con las anteriores en la misma sentencia.
Admitidas las
demandas, se ordenó cursar las comunicaciones que ordena la Constitución y la
ley, se fijó en lista el negocio, y, al tiempo se dio traslado al Despacho de
señor Procurador General de la Nación, quien rindió el concepto de su competencia.
II. LAS
NORMAS ACUSADAS
El texto de las
normas acusadas es del siguiente tenor:
"DECRETO
No. 2651 DE 1991
"(NOVIEMBRE
25)
"Por el cual se
expiden normas transitorias para descongestionar los despachos judiciales.
"El Presidente
de la República de Colombia, en uso de las facultades extraordinarias que le
confiere el aparte e) del artículo transitorio 5o. de la Constitución Política,
y surtido el trámite ante la Comisión Especial Legislativa, sin que hubiere
lugar a improbación,
"DECRETA:
"......
"I. SOBRE
CONCILIACION
"......
"Artículo
9o. El parágrafo 3° del
artículo 101 del Código de Procedimiento Civil quedará así:
"Parágrafo 3°.
Interrogatorio de las partes y solicitud adicional de pruebas. Las
partes absolverán bajo juramento los interrogatorios que se formulen
recíprocamente o que el juez estime conveniente efectuar, acerca de los hechos
relacionados con las excepciones previas pendientes o con el litigio objeto del
proceso.
"Después de
terminada la audiencia y dentro de los tres días siguientes, las partes podrán
modificar las solicitudes de pruebas contenidas en la demanda, en la
contestación o en cualquier otro escrito que de acuerdo con la ley pueda
contenerlas."
"Artículo
10. Con excepción de las
audiencias previstas en el trámite de conciliación a que se refiere el artículo
2° y el numeral 3° del artículo 16 de este Decreto, la inasistencia
injustificada a una de las audiencias de conciliación previstas en este Decreto
o a la contemplada en el artículo 101 del Código de Procedimiento Civil,
tendrá, además de las consecuencias indicadas en el citado artículo, las
siguientes:
"1. Si se
trata del demandante, se producirán los efectos señalados en el artículo 346
del Código de Procedimiento Civil, los cuales decretará el juez de oficio o a
petición de parte.
"2. Si se
trata de excepcionante en el proceso ejecutivo, el juez declarará desiertas
todas las excepciones de mérito propuestas por él.
"3. Si se
trata de demandante en proceso ejecutivo se tendrán por ciertos los fundamentos
de hecho susceptibles de confesión en que se funden las excepciones de mérito.
"4. Si se
trata de demandado se tendrán por ciertos los hechos susceptibles de confesión
contenidos en la demanda y además el juez declarará desiertas las excepciones
de prescripción, compensación y nulidad relativa, si las hubiere propuesto.
"5. Si se
trata de algunos de los litisconsortes necesarios, se le impondrá una multa,
hasta 10 salarios legales mínimos mensuales, en favor de la Nación, Consejo
Superior de la Judicatura.
"En el auto que
señale fecha para la audiencia se prevendrá a las partes sobre las
consecuencias que acarrea la inasistencia.
"Parágrafo.-
Son causales de justificación de la inasistencia:
"1. Las
previstas en los artículos 101 y 168 del Código de Procedimiento Civil.
"2. La fuerza
mayor y el caso fortuito, que deberán acreditarse al menos sumariamente dentro
de los cinco días siguientes.
"El auto que
resuelve sobre la solicitud de justificación o que imponga una sanción, es
apelable en efecto diferido."
"II. SOBRE
ARBITRAMENTO
""Artículo
11. En razón del pacto arbitral los árbitros quedan investidos
transitoriamente de la función de administrar justicia y por ello las normas
del presente Decreto se aplicarán en todos los procesos arbitrales incluso
surgidos de contrato administrativo, tanto institucionales como
independientes."
"Artículo
12.- Los procesos
arbitrales son de mayor cuantía cuando versen sobre pretensiones patrimoniales
superiores a cuatrocientos salarios mínimos legales mensuales y de menor
cuantía los demás, en estos últimos no se requiere de abogado y salvo acuerdo
en contrario de las partes, el árbitro será único. Los que no versen sobre
derechos patrimoniales, se asimilan a los de mayor cuantía."
"Artículo
13.- La solicitud de
convocatoria deberá reunir todos los requisitos exigidos por la ley para la
demanda y se dirigirá al centro de arbitraje indicado en el numeral 1o. del
artículo 15 de este decreto."
"Artículo
14.- Si el asunto es de
menor cuantía o no versa sobre derechos patrimoniales, habrá lugar al amparo de
pobreza en los términos previstos en el Código de Procedimiento Civil y podrá
ser total o parcial; si hay lugar a la designación de apoderado, ésta se hará a
la suerte entre los abogados incluídos en la lista de árbitros del respectivo
centro de conciliación."
"Artículo
15.- Para la integración
del Tribunal de Arbitramento se procederá así:
"1. La
solicitud de convocatoria se dirigirá por cualquiera de las partes o por ambas
al centro de arbitraje acordado y a falta de éste a uno del lugar del domicilio
de la otra parte, y si fuere ésta plural o tuviere varios domicilios al de
cualquiera de ellos a elección de quien convoca el tribunal. Si el centro de
conciliación rechaza la solicitud, el Ministerio de Justicia indicará a qué
centro le corresponde.
"2. Si las
partes han acordado quiénes serán los árbitros pero no consta su aceptación, el
director del centro los citará personalmente o por telegrama para que en el
término de cinco días se pronuncie; el silencio se entenderá como rechazo.
"Si se ha
delegado la designación, el director requerirá personalmente o por telegrama al
delegado para que en el término de cinco días haga la designación; el silencio
se entenderá como rechazo. Si hace la designación, se procederá como se indica
en el punto 2 anterior.
"4. En caso de
no aceptación o si las partes no han nombrado, el director telegráficamente las
citará a audiencia para que éstas hagan la designación total o parcial de los
árbitros. El director hará las designaciones que no hagan las partes.
"5. Antes de
la instalación del tribunal las partes de común acuerdo pueden reemplazar total
o parcialmente a los árbitros.
"6. De la
misma forma prevista en este artículo se procederá siempre que sea necesario
designar un reemplazo."
"Artículo
16.- En cuanto al trámite
inicial se procederá así:
"1. Si el
asunto es de menor cuantía se aplicarán los artículos 436 a 438 y los
parágrafos 1°, 2° y 3° del artículo 439 del Código de Procedimiento Civil y
la demanda puede presentarse verbalmente.
"2. Si el
asunto es de mayor cuantía se aplicarán los artículos 428 y 430 y los
parágrafos 1°, 2° y 3° del artículo 432 del mismo Código y cabe reconvención.
"3. Salvo que
con anterioridad se hubiere intentado, habrá lugar a una audiencia de
conciliación, la cual se cumplirá ante el director del centro como conciliador,
y se efectuará una vez que se hayan cumplido todos los trámites previos a la instalación
del tribunal. El director del centro fijará lugar, día y hora para dicha
audiencia que no podrá efectuarse antes de cinco días ni después de diez,
contados a partir de la fecha de la convocatoria, la cual se comunicará
telegráficamente a las partes.
"4. Si se
propusieren excepciones previas, éstas serán resueltas por el tribunal en la
primera audiencia del trámite.
"5. El
director del centro adelantará todos los trámites."
"Artículo
17. Para la instalación
del tribunal se procederá así:
"1. una vez
cumplidos todos los trámites para la instalación del tribunal e integrado
éste, y fracasada la conciliación o si ésta fuere parcial, o no tuviere lugar
por haberse surtido con anterioridad, el director del centro de arbitraje
fijará fecha y hora para la instalación del tribunal, que se comunicará
telegráficamente a los árbitros y a las partes, salvo que éstos hubieren sido
notificados en estrados.
"2. Si alguno
de los árbitros no concurre, allí mismo se procederá a su reemplazo en la forma
prevista en el numeral 6 del artículo 15 de este Decreto.
"3. El
director del centro entregará a los árbitros la actuación surtida hasta ese
momento.
"4. Cuando el
asunto sea de menor cuantía los honorarios se fijarán de acuerdo con las tarifas
del respectivo centro.
"5. La
objeción a la fijación de honorarios y gastos deberá formularse mediante
recurso de reposición, que se resolverá allí mismo.
"6. Se
determinará la dirección del lugar de funcionamiento del tribunal y de la
secretaría."
"Artículo
18.- La primera audiencia
de trámite se desarrollará así:
"1. En primer
lugar el tribunal resolverá sobre su propia competencia.
"2. Si la
acepta total o parcialmente, resolverá sobre las excepciones previas de
conformidad con el artículo 90 del Código de Procedimiento Civil, en los
pertinente, así:
"a) Si se
trata de las excepciones contempladas en los numerales 4, 5, 6 y 7 del artículo
97 del Código de Procedimiento Civil, y el tribunal lo considera pertinente,
ordenará que dentro de los cinco días siguientes se subsanen los defectos o se
presenten los documentos omitidos y procederá como se indica en el numeral 5
del artículo 99 del Código de Procedimiento Civil;
"b) En la
misma audiencia resolverá sobre aquellas que no requieren práctica de pruebas;
si la requieren, procederá como se indica en el inciso 1° del artículo 99 del
mismo Código y resolverá en audiencia;
"c) Dará
aplicación al número 7 del artículo 99. En este caso se procederá como se
indica en el inciso 2° del artículo 29 del Decreto 2279 de 1989;
"d) En el caso
del número 8 del artículo 99, dará por terminado el proceso;
"e) En el caso
del número 10 del artículo 99, dará aplicación al artículo 30 del Decreto 2279
de 1989;
"f) Dará
aplicación al número 12 del artículo 99;
"g) Cuando
como consecuencia de la prosperidad de una excepción previa termine el proceso,
el tribunal devolverá a las partes tanto la porción de gastos no utilizados
como los honorarios recibidos, con deducción de un veinticinco por ciento.
"3. Resueltas
las excepciones previas, si las hubo, resolverá sobre las pruebas pedidas por
las partes y las que de oficio estime necesarias.
"4. Si del
asunto estuviere conociendo la justicia ordinaria el tribunal recibirá la
actuación en el estado en que se encuentre en materia probatoria y practicará
las pruebas que falten, salvo acuerdo de las partes en contrario.
"5. Se fijará
fecha y hora para la siguiente audiencia."
"Artículo
19.- Los impedimentos y
recusaciones serán resueltos por el director del centro de arbitraje."
"Artículo
20.- En el laudo se dará
aplicación al inciso 3° del artículo 306 del Código de Procedimiento
Civil."
"III. SOBRE
PRUEBAS
"Artículo
21. En todo proceso las
partes de común acuerdo pueden, antes de que se dicte sentencia de primera o
única instancia o laudo arbitral, realizar los siguientes actos probatorios:
"1. Presentar
informes científicos, técnicos o artísticos, emitidos por cualquier persona
natural o jurídica, sobre la totalidad o parte de los puntos objeto de dictamen
pericial; en este caso, el juez ordenará agregarlo al expediente y se
prescindirá total o parcialmente del dictamen pericial en la forma que
soliciten las partes al presentarlo.
"2. Si se trata
de documento que deba ser reconocido, pueden presentar documento auténtico
proveniente de quien deba reconocerlo, en el cual conste su reconocimiento en
los términos del artículo 273 del Código de Procedimiento Civil. La
declaración se entenderá prestada bajo juramento por la autenticación del
documento en la forma prevista para la demanda.
"Este escrito
suplirá la diligencia de reconocimiento.
"3. Presentar
la versión que de hechos que interesen al proceso, haya efectuado ante ellas
un testigo. Este documento deberá ser autenticado por las partes y el testigo
en la forma como se dispone para la demanda, se incorporará al expediente y
suplirá la recepción de dicho testimonio. La declaración será bajo juramento
que se entenderá prestado por la autenticación del documento.
"4. Presentar
documento en el cual consten los puntos y hechos objeto de una inspección
judicial; en este caso se incorporará al expediente y suplirá esta prueba. El
escrito deberá autenticarse como se dispone para la presentación de la
demanda.
"5. Solicitar,
salvo que alguna de las partes esté representada por curador ad litem, que la
inspección judicial se practique por la persona que ellas determinen.
"6. Presentar
documentos objeto de exhibición.
"Si se trata de
documentos que estén en poder de un tercero o provenientes de éste, estos
deberán presentarse autenticados y acompañados de un escrito, autenticado en la
forma como se dispone para la demanda, en el cual conste expresamente la
aquiescencia del tercero para su aportación.
"En estos casos
el juez ordenará agregar los documentos al expediente y se prescindirá de la
exhibición, total o parcialmente, en la forma como lo soliciten las partes.
"7. Presentar
la declaración de parte que ante ellas haya expuesto el absolvente. Este
documento deberá ser firmado por los apoderados y el interrogado, se
incorporará al expediente y suplirá el interrogatorio respectivo. La
declaración será bajo juramento que se entenderá prestado por la firma del
mismo.
"Las pruebas aportadas
en la forma mencionada en este artículo serán apreciadas por el juez en la
respectiva decisión tal como lo disponen el artículo 174 del Código de
Procedimiento Civil y en todo caso el juez podrá dar aplicación al artículo 179
del Código de Procedimiento Civil."
"Artículo
22. Para la práctica de
pruebas, además de las disposiciones generales contenidas en el Código de
Procedimiento Civil se dará aplicación a las siguientes reglas:
"1. Cualquiera
de las partes, en las oportunidades procesales para solicitar pruebas, podrá
presentar experticios producidos por instituciones o profesionales
especializados. De existir contradicción entre varios experticios, el juez
procederá a decretar el peritazgo correspondiente.
"2. Los
documentos declarativos emanados de terceros se estimarán por el juez sin
necesidad de ratificar su contenido, salvo que la parte contra la cual se
aducen solicite su ratificación de manera expresa.
"3. Las partes
y los testigos que rindan declaración podrán presentar documentos
relacionados con los hechos, los cuales se agregarán al expediente.
"4. Las
personas naturales o jurídicas, sometidas a vigilancia estatal podrán
presentar informes o certificaciones en la forma establecida en el artículo 278
del Código de Procedimiento Civil.
"5. Las
constancias debidamente autenticadas como se dispone para la demanda, emanadas
de personas naturales o jurídicas distintas de las indicadas en el numeral
anterior y aportadas a un proceso mediante orden judicial proferida de oficio o
a petición de parte, se tendrán como prueba sumaria. Esto sin perjuicio de lo
dispuesto en relación con documentos emanados de terceros."
"V. SOBRE
CONCORDATOS
"Artículo
32. Los jueces que estén conociendo de las objeciones presentadas en los
concordatos preventivos obligatorios iniciados con anterioridad a la vigencia
del Decreto 350 de 1989, remitirán el expediente contentivo de la actuación al
Superintendente de Sociedades, a efecto de que éste resuelva tales objeciones.
"
VII. OTRAS
DISPOSICIONES
"Artículo
41. Secuestro. Al
artículo 682 del Código de Procedimiento Civil se le adicionan los siguientes
numerales:
"5. Si se
trata de semovientes o de bienes depositados en bodegas se dejarán con las
debidas seguridades en el lugar donde se encuentren, hasta cuando el secuestre
considere conveniente su traslado y éste puede ejecutar, en las condiciones
ordinarias del mercado, las operaciones de venta o explotación a que estuvieren
destinados, procurando seguir el sistema de administración vigente.
"6. Los
almacenes o establecimientos similares se entregarán al secuestre, quien
continuará administrándolos, como se indica en el numeral anterior, con el
auxilio de los dependientes que en ese momento existieren y los que
posteriormente designe de conformidad con el numeral 6 del artículo 9° y
consignará los productos líquidos en la forma indicada en el artículo 10. El
propietario del almacén o establecimiento podrá ejercer funciones de asesoría y
vigilancia, bajo la dependencia del secuestre.
"Inmediatamente
se hará inventario por el secuestre y las partes o personas que éstas designen,
sin que sea necesaria la presencia del juez, copia del cual, firmado por
quienes intervengan se agregará al expediente.
"7. El
secuestro de cosechas pendientes o futuras se practicará en el inmueble,
dejándolas a disposición del secuestre, quien adoptará las medidas conducentes
para su administración, recolección y venta en las condiciones ordinarias del
mercado.
"8. Si lo
secuestrado es una empresa industrial o minera, u otra distinta de las
contempladas en los numerales anteriores, el secuestre asumirá la dirección y
manejo del establecimiento, procurando seguir el sistema de administración
vigente. El gerente o administrador continuará en el cargo bajo la dependencia
del secuestre, y no podrá ejecutar acto alguno sin su autorización, ni disponer
de bienes o dineros; a falta de aquel, el propietario podrá ejercer las
funciones que se indican en la parte final del inciso primero del numeral 6.
"La maquinaria
que esté en servicio se dejará en el mismo lugar, pero el secuestre podrá
retirarla una vez decretado el remate, para lo cual podrá solicitar el auxilio
de la policía.
"9. Cuando al
practicar el secuestro de una empresa o establecimiento se encuentre dinero, el
juez lo consignará inmediatamente en la cuenta de depósitos judiciales.
"10. Cuando se
trate de títulos de crédito, alhajas y en general objetos preciosos, el
secuestre los entregará en custodia a una entidad bancaria o similar, previa su
completa especificación, de lo cual informará al juez al día siguiente.
"11. El juez
se abstendrá de secuestrar los bienes muebles inembargables, y si se trata de
inmuebles levantará el embargo. Estos autos son apelables en el efecto
devolutivo.
"12. Cuando no
se pueda practicar inmediatamente un secuestro o deba suspenderse, el juez o el
comisionado podrá asegurar con cerraduras los almacenes o habitaciones u otros
locales donde se encuentren los bienes o documentos, colocar sellos que
garanticen su conservación, y solicitar vigilancia de la policía.
III. LAS
DEMANDAS
PEDRO ALEJO CAÑON
RAMIREZ, considera que las normas que acusa, violan los artículos 5°
transitorio, literal e), 190, 192 y 122 "omitido", de la Constitución
Política. MARCELA CORREA SENIOR, tiene por violados por la normatividad que
demanda los artículos 5° transitorio, 113, 114, 116, 123, 150, 152, 153, 158,
todos de la Carta Fundamental. JUAN BAUTISTA PARADA CAICEDO, entiende que el
artículo 32 del Decreto 2651 de 1991, infringe los siguientes preceptos
constitucionales: artículos 5° literal e) de las disposiciones transitorias,
13, 29, 31, 116, 228. CLAUDIA RODRIGUEZ RAMIREZ y WILLIAM CASTELLANOS REYES,
en su demanda consideran violados los artículos 116 y 228 del Estatuto
Fundamental.
El ciudadano PEDRO
ALEJO CAÑON RAMIREZ, solicita declarar inconstitucional el Decreto 2651 de
1991 y en subsidio que se declaren inconstitucionales los artículos 9°, 10,
12, 21, 22, 32 y 41 del mismo decreto, por las razones que se resumen a
continuación:
- Que las
facultades a que se refiere el artículo 5° literal e) transitorio de la
Constitución Nacional, debían ser ejercidas por el Presidente de la República
elegido conforme a lo dispuesto en el artículo 190 de la Carta y posesionado
conforme a lo dispuesto en el artículo 192 ibidem.
- Que desde la
proclamación de la nueva Constitución "NO HA EXISTIDO ELECCION
PRESIDENCIAL ALGUNBA (sic) conforme a lo previsto en el artículo 190 de la
Carta vigente ni ciudadano alguno ha tomado posesión ni prestado el juramento
ordenado por el art. 192, en armonía con el art. 122 'omitido' ".
- Que ningún
"artículo transitorio de la misma Constitución de 1991 habilitó a quien
fue elegido como Presidente de la República conforme a la Constitución de 1886
anterior, para ejercer tal cargo, como sí lo hizo respecto del DESIGNADO (art.
15 transitorio), para el Registrador Nacional del Estado Civil (art. 33), para
el Contralor General de la Nación (art. 36)". En consecuencia, considera
que el Presidente de la República no disponía de legitimidad para ejercer las
facultades a que se refiere el artículo 5o. transitorio de la C.N..
- Que el artículo
1o. del Decreto 2651 de 1991, desconoció la transitoriedad de las normas que
contiene al establecer un plazo de 42 meses, el cual "no corresponde a la
fugacidad, a la temporalidad y a la poca duración que están llamadas a tener
tales disposiciones".
- Que los artículos
9, 10, 12, 21, 22, 32 y 41 del Decreto, al reformar disposiciones del Código
de Procedimiento Civil, desbordó las facultades otorgadas en el artículo 5o.
transitorio de la C.N., pues estas no comprenden "facultad reformatoria,
derogatoria ni suspensión alguna."
La ciudadana MARCELA
CORREA SENIOR, solicita declarar la inconstitucionalidad de los artículos 11,
12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20 del decreto, todos los cuales integran el
aparte II, "Sobre arbitramento", por las razones que se sintetizan en
seguida:
- Que los preceptos
acusados, en nada pueden descongestionar los despachos judiciales, porque no
son "los procesos arbitrales los que han tenido ni tienen congestionados
los despachos judiciales, ya que, precisamente, se adelantan por fuera de tales
despachos". "De otro lado, los despachos de los árbitros no son
despachos judiciales, sino simples oficinas de Abogados, y esto, tan solo en el
supuesto de que el arbitramento sea en derecho, pues, si fuere en conciencia,
podría ser que ni siquiera despacho ni oficina particular algunos tuviesen
árbitros". Agrega que exceptúa del anterior aserto a la disposición del
artículo 2o. del decreto, que permite acudir al arbitramento antes de la
sentencia en el proceso ordinario, "por cuanto podría ser posible que esta
disposición promoviera, de alguna manera, la descongestión de los despachos
judiciales, como parece hacerlo en la teoría."
- Que al expedirse
normas "para regular el arbitramento en uso de precisas facultades para
dictar normas a fin de descongestionar los despachos judiciales ...", el
Presidente excedió el marco de las facultades que le fueron concedidas en el
literal e) del artículo 5o. transitorio de la Carta.
- Que el
Constituyente otorgó facultades extraordinarias legislativas al Presidente
"pro tempore y para dictar normas transitorias sobre materias precisas y
claramente delimitadas". Y cuando desborda estas facultades, como en el
decreto, atenta contra el principio constitucional consagrado en el artículo
113 de la Carta, de la división de poderes.
- Que el Presidente
de la República al haber legislado sin facultades para hacerlo, en materia cuya
competencia legislativa comprende al Congreso, "de manera exclusiva",
mediante leyes estatutarias, violó "el artículo 114 de la Carta, que
atribuye privativamente al Congreso la función de hacer las leyes".
- Que el Decreto
2651/91 otorga a los centros de arbitraje un conjunto de funciones
jurisdiccionales que, "de ordinario, competen a los jueces",
resultando de ese modo contrario por ese aspecto al artículo 116 de la
Constitución Política, porque dichos centros no están incluídos en la
enumeración constitucional de las autoridades judiciales, "ni son
autoridades administrativas, ya que ni forman parte de la administración
central ni de la administración descentralizada del Estado".
- Que el Presidente
al expedir las normas sobre arbitramento violó el artículo 123 de la Carta,
según el cual corresponde al Congreso, en concordancia con los artículos 228 y
116 ibidem, fijar el régimen aplicable a los particulares que desempeñen
funciones públicas.
- Que en
"cuanto las normas acusadas derogan, adicionan y reforman parcialmente el
régimen del arbitramento contenido en leyes anteriores, como la ley 23 de 1991,
excediendo, como tantas veces hemos repetido, el marco de las facultades
otorgadas al Presidente por la Asamblea Constituyente, dichas normas quebrantan
la norma constitucional prescrita en este inciso, que expresamente asigna al
Congreso la facultad de reformar y derogar las leyes" (Art. 150 No. 1
C.N).
- Que también violó
el numeral 23 del mismo artículo 150, por dos aspectos: "De una parte,
en cuanto regulan la función pública de administrar justicia, de la cual forma
parte el arbitramento como proceso judicial especial ..." y "De otra
parte, en cuanto regulan el servicio público de la justicia arbitral, así como
el servicio público prestado por los centros de arbitraje".
- Que las normas
"fueron expedidas mediante un decreto con fuerza de ley por fuera de las
facultades extraordinarias, y no mediante una ley estatutaria, las normas
acusadas han quebrantado también el artículo 152" y el artículo 153 de la
Constitución Política.
- Que lo dispuesto
en el artículo 158 de la Carta fue desacatado por el legislador extraordinario,
al haber introducido "disposiciones sobre asuntos distintos, que nada
tienen que ver con la materia de la regulación de dicha norma".
- Que "En resumen,
debe concluirse que, mediante las disposiciones acusadas, el Presidente de la
República excedió el marco de las facultades extraordinarias que le fueron
conferidas por la Asamblea Nacional Constituyente, invadió la competencia
general de legislar del Congreso, y atribuyó funciones judiciales a entes
extraños a la rama judicial del poder público".
- El ciudadano JUAN
BAUTISTA PARADA CAICEDO, acusa de inconstitucionalidad el artículo 32 del
decreto No. 2651 de 1991, por las siguientes razones:
- Que so pretexto
de descongestionar, se ha variado la competencia, "pues ha trasladado la
competencia de la jurisdicción ordinaria civil a la jurisdicción
administrativa".
- Que "la
descongestión de los despachos judiciales no puede conllevar el conculcamiento
de las instancias judiciales. Estas están instituídas como una garantía
procesal contra los actos arbitrarios de los funcionarios judiciales, los
cuales al ser apelados son conocidos por los superiores jerárquicos quienes
tiene la facultad de revocar o modificar el proveído del A-quo. En el
Sub-exámine lo que se está conculcando es precisamente la instancia, lo cual
riñe con el concepto del debido proceso legal".
- "Si el señor
Superintendente de Sociedades asume la resolución de las objeciones y la
calificación y graduación de los créditos es muy probable que poderosos
intereses de grupos económicos nacionales o transnacionales presionen para
evitar la objeción o el desconocimiento de un crédito llegando incluso a la
amenaza de por ejemplo, si se trata de Bancos extranjeros, no desembolsar los
créditos que con tanta urgencia un gobierno necesita siempre". Que esta
circunstancia rompe el principio de igualdad consagrado en el artículo 13 de la
Constitución, porque los que dispongan de mayor acceso al poder podrán
garantizar mejor sus derechos.
- Que al
trasladarse la competencia al Superintendente para resolver sobre las
objeciones, calificación y graduación de los créditos (art. 1930 del C. de
Comercio), "se está violando un procedimiento establecido por la ley"
(art. 29 C.N.). "Se está acabando con la instancia para conocer de la
apelación razón por la cual se está quebrantando igualmente el principio
consagrado en el artículo 31 de la Carta, pues el auto que resuelve las
objeciones produce los efectos de una sentencia, razón por la cual tanto por su
aspecto formal como por su contenido material se asimila a aquellos".
- Que el traslado
de competencia que contiene la norma viola el principio de la separación de
poderes (art. 116 C.N.).
- Que el artículo
228 de la C.N. es violado por la norma al no respetar esta la independencia de
las decisiones de la Administración de Justicia y su funcionamiento
"desconcentrado y autónomo".
Los ciudadanos
CLAUDIA VIVIANA RODRIGUEZ RAMIREZ y WILLIAM CASTELLANOS REYES, en ejercicio de
la acción pública de inconstitucionalidad, solicitan a la Corporación declarar
inconstitucionales los artículos 15, numerales 1o., 2o., 3o., 4o. y 6o.;
artículo 16 ordinales 3o. y 5o.; artículo 17 ord. 1o. y 3o.; y el artículo 19
del Decreto 2651 del 25 de noviembre de 1991 por las argumentaciones
siguientes:
- Que por razones
histórico-jurídicas el acto de designación de los árbitros "no puede
quedar en manos de los centros de arbitraje y conciliación o sus directores que
en ninguna forma ostenta la calidad de administradores de justicia, lo cual
sólo puede deferirles la Constitución". (Art. 116 C.N.).
- Que los
"ord. 3o. y 5o. del artículo 16 habilitan al director del centro de
arbitraje como conciliador, en virtud de la cual puede señalar hora y fecha
para la conciliación y adelantar todos los trámites. Al igual que en la
anterior acusación tenemos que señalar que son las partes que conforme al
artículo 116 inc. 4o. de la Constitución Nacional, pueden habilitar a un
particular para tales actos".
- Que los ordinales
1o. y 3o. del artículo 17, "facultan al director del centro de arbitraje
para fijar fecha y hora para la instalación y entregarle a éste la actuación
surtida hasta el momento, cuando debería ser el mismo Tribunal de Arbitramento,
debidamente integrado por las partes o por el juez, quien detente jurisdicción
al momento en que se instala".
- Que el
"artículo 228 de la Constitución Nacional señala que la administración de
justicia es función pública. Tal función pública solamente puede ser
desempeñada por quienes señala expresamente el artículo 116 ibidem. El hecho
de que esta última disposición autorice a los particulares para administrar
justicia como árbitros o conciliadores, habilitados por las partes, no implica
que no estén ejerciendo una función pública y ésta por ninguna parte en la
actual Constitución ha sido cedida a los Centros de Arbitraje y Conciliación ni
a sus directores".
IV. INTERVENCION
DE AUTORIDAD PUBLICA
El doctor Adolfo
Henriquez Henriquez en representación del Ministerio de Justicia intervino para
defender la constitucionalidad de las normas acusadas. En su escrito el doctor
Henriquez Henriquez expone las siguientes razones:
- El Decreto 2651
de 1991 se profirió en uso de las facultades extraordinarias conferidas por
el literal e) del artículo 5° Transitorio de la Constitución Política,
referente a la expedición de normas para descongestionar los despachos
judiciales; facultades en cuyo ejercicio el ejecutivo no se excedió dado que
para entonces el Congreso de la República se encontraba en receso y no podía
ejercer ninguna de sus funciones.
- Resulta infundado
afirmar que no hay congestión en los procesos arbitrales, la norma transitoria
a la que se ha aludido "busca que las autoridades que conocen de los
procesos arbitrales, resuelvan con celeridad los mismos y descongestionen los
despachos."
V. INTERVENCION
CIUDADANA
Durante el término
de FIJACION EN LISTA el ciudadano Rafael H. Gamboa Serrano, presentó escrito
justificando la constitucionalidad de los preceptos acusados. El ciudadano
Gamboa Serrano expone los argumentos que se resumen a continuación:
- Inicialmente
indica que "la presente defensa de las acusadas, hace relación
fundamentalmente a las disposiciones sobre arbitramento contenidas en los
artículos 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20 del Decreto 2651 de 1991
todos los cuales integran el aparte II así como de las palabras "o laudo
arbitral" empleadas en el primer inciso del artículo 21 del mismo Decreto,
perteneciente al aparte III denominado "sobre pruebas", y me referiré
primordialmente a la demanda instaurada por la doctora MARCELA CORREA SENIOR
por ser la más comprensiva y explícita y además mejor inspirada o
dictada".
- En respuesta al
primer cargo conforme al cual los procesos arbitrales no han tenido ni tienen
congestionados los despachos judiciales, ya que, precisamente se adelantan por
fuera de tales despachos, señala el impugnante que del análisis de las
disposiciones que integran el Decreto 2651 de 1991 se desprende que "una
de las formas de descongestionar es precisamente "no
congestionando", lo cual ocurre a través de dos maneras: a) evitando que
los litigios que no puedan arreglarse entre las partes lleguen al juez; y, b)
permitiendo que los que ya están a su conocimiento, salgan de allí".
Mediante el Decreto 2651 de 1991 se pretendió facilitar el acceso al
arbitramento, como forma de solución de conflictos, evitando que el litigio
llegue a los jueces ordinarios. Se tomaron medidas orientadas a popularizarlo,
aumentándose, por ejemplo, la cobertura de los asuntos a los que se puede
aplicar; procurando un proceso más ágil. Según el memorialista el número de
gentes que acude al arbitraje ha aumentado, disminuyéndose por esa vía, la
cantidad de asuntos que llegan a los despachos de los jueces ordinarios.
Realiza luego una exposición sobre los aspectos relevantes del régimen
anterior, y los compara con lo establecido en el nuevo régimen, que, en su
sentir, contiene un procedimiento más ágil y benéfico y que contribuye a la
descongestión de los despachos judiciales.
- El segundo cargo
se hace consistir en que las funciones asignadas a los centro y al director,
son jurisdiccionales y de ordinario competen a los jueces; además "no se
sabe de qué demanda se trata y de quien". Sobre el particular el
impugnante anota que los centros fueron institucionalizados por la Ley 23 de
1991 cuya finalidad es la creación de mecanismos para descongestionar los
despachos judiciales, propósito que compagina con el artículo 228 de la Carta
que prevé el funcionamiento desconcentrado y autónomo de la Administración de
Justicia. A dichos centros el Decreto 2651 de 1991 "les confió la función
pública de colaboradores de la jurisdicción arbitral en los aspectos de la
sustanciación de la preparación del proceso y en esas condiciones el Director
del Centro cumple funciones públicas", no correspondiéndole, como afirman
los accionantes recibir y admitir la demanda o rechazarla, y admitir o rechazar
la demanda de reconvención, pues al Centro de Arbitraje lo que se dirige es
una solicitud de convocatoria e integración de un tribunal de arbitramento para
que resuelva una demanda, solicitud ante la cual el centro notifica a la otra
parte la intención que tiene el demandante de acudir al proceso arbitral, salvo
que la petición sea conjunta, procede a la integración del tribunal y en caso
de no existir conciliación total, instala el tribunal; sin que le corresponda
al Director del Centro "pronunciarse sobre ningún aspecto relacionado con
la demanda como tal; es así como no le corresponde resolver sobre su admisión,
inadmisión o rechazo de plano, pues ello es función propia del tribunal".
En el proceso arbitral la relación jurídico procesal nace con la ejecutoria del
auto que profiere el tribunal admitiendo su competencia o con la del auto que
resuelve en definitiva las excepciones previas, rechazándolas. En el trámite
inicial que se surte ante el Centro de Arbitraje no hay auto admisorio de la
demanda sino simple admisión de la solicitud de convocatoria del tribunal, por
tanto, el Director del Centro ni admite, ni inadmite, ni rechaza de plano la
demanda, no puede entrar a calificarla como tal, la inadmisión de la solicitud
de convocatoria no implica inadmisión de la demanda. El auto del tribunal en
el que califica su competencia "no se limita únicamente a examinar las
pretensiones sino también los requisitos de procedibilidad para evitar
nulidades y laudo inhibitorio. El impugnante resume su argumentación así:
"...al director del centro de arbitraje no le compete calificar la
demanda, que él no está habilitado para admitir, inadmitir o rechazar...su
cometido se limita a recibir y admitir una solicitud de convocatoria de un
tribunal de arbitramento, el cual, sí tiene la facultad de calificar la demanda
que va inserta en la solicitud de convocatoria; el proceso arbitral tiene dos
partes perfectamente indentificables, la primera es la inicial de integración del
tribunal y planteamiento del debate, que se surte en el centro de arbitraje y
la segunda completamente diferente, es la que surte ante el propio tribunal y
que constituye el proceso propiamente dicho". Y agrega: "el
director del centro de arbitraje no es juez, tan solo cumple unas funciones
públicas en la preparación del proceso, al paso que el tribunal sí es verdadero
juez que va a resolver las pretensiones que las partes le han planteado en los
escritos de demanda, de reconvención de excepciones y sus respuestas, todos
los cuales deben reposar en el expediente que va formando el director del
centro de arbitraje".
- En lo atinente a
la "afirmación que hace la acusadora con relación a que no se sabe de qué
demanda se trate ni de quién", realiza el memorialista un exahustivo
recuento normativo sobre la materia, tanto en el régimen anterior como en el
nuevo y concluye que "el documento que recoge el compromiso, debe contener
no solamente las diferencias escuetas que tienen las partes sino los fundamentos
de hecho de ellas, así como las excepciones que requieren alegación expresa y
que por tanto son pretensiones, que una parte quiera oponer a la otra, frente a
una determinada pretensión" señala que "Las anotaciones anteriores
indican de manera clara lo que debe contener el documento de compromiso que es
aplicable en su totalidad también para cuando no se trata de procesos en curso,
y es justamente ahí en donde encontramos "la demanda" con la cual se
inicia el proceso arbitral, cumpliéndose así a cabalidad el artículo 2o. del
Código de Procedimiento Civil". En el caso de la cláusula compromisoria
"es obligación de la parte convocante enviar a la convocada un documento
en el cual plantee la diferencia de manera concreta, clara y precisa, con
indicación de la causa en que se funda, todo ello en la forma que ya se estudió
para el caso del compromiso, porque es esa diferencia y no otra, al menos por
el momento la que será resuelta por el tribunal; allí está contenida la
pretensión del convocante con indicación de hechos y circunstancias, ese
documento en que se plantea la diferencia, constituye "la demanda"
en el caso de cláusula compromisoria". Si la parte convocada
"pretende alegar las excepciones de prescripción, compensación o nulidad
relativa contra las pretensiones que le aducen, debe también comunicarlo a la
parte convocante en el mismo documento, también con indicación hechos y
fundamentos, para que éste las conozca y pueda también preparar su defensa y
tampoco pueda ser sorprendida con su adición en la primera audiencia de
trámite". Si la parte convocada tiene a su vez diferencia, podrá a su
arbitrio enviar a la convocante un documento planteándolas u optar por convocar
otro tribunal, evento en el cual, la parte convocante debe enviar un documento
contentivo de las pretensiones de nulidad relativa prescripción o compensación,
si es del caso, y plantear una respuesta a los hechos.
- El artículo 15
del Decreto 2651 contiene una contestación a los interrogantes planteados, al
paso que según el artículo 16 cuando el arbitramento versa sobre un proceso en
curso ante el juez ordinario, no es indispensable formular la demanda ante el
centro de arbitraje, pues esta ya se encuentra en el proceso dentro del que se
pactó el compromiso, resultando inútil su reproducción.
La Superintendencia
de Sociedades, presentó escrito en el que consigna las siguientes
aseveraciones:
- "Con ocasión
de la expedición del Decreto 2651 de 1991, por el cual se dictaron normas
transitorias para la descongestión de los despachos judiciales, se asignó al
Superintendente la facultad de resolver las objeciones que se encontraban
pendiente de decisión en los despachos de los jueces de la República, esto es,
aquellas remitidas por esta Entidad, antes de la vigencia del Decreto 350 de
1989, buscando con ello, de una parte, que antes de resolver las objeciones y
en aplicación del nuevo régimen, fueran las partes (objetante y objetado),
quienes intentaran en la etapa procedimental denominada audiencia preliminar la
conciliación, o en caso contrario, sería el superintendente quien en los
términos del artículo 28 decidiera sobre las objeciones mediante providencia
que tendría el recurso de reposición consagrado en el artículo 348 del Código
de Procedimiento Civil".
- El
Superintendente de Sociedades no es, en ningún caso, instancia del juez de
circuito, pues de acuerdo con el artículo 62 del Decreto 350 de 1989, "las
objeciones que estuviere conociendo el tribunal por apelación se rigen por las normas
vigentes al tiempo en que se interpuso el recurso."
- La nueva
Constitución disipó toda duda acerca de las funciones jurisdiccionales
atribuídas al Superintendente de Sociedades; en efecto, el artículo 116 dispone
que excepcionalmente la ley podría "atribuir funciones jurisdiccionales en
materias precisas a autoridades administrativas". En el caso sub-examine
tiene aplicación el principio de constitucionalidad sobreviniente dado que la
constitucionalidad de la legislación preexistente debe confrontarse con los
nuevos preceptos y no con los derogados; de modo tal que las funciones
asignadas a la Superintendencia por los artículos 28 y 52 del Decreto 350 de
1989 se ajustará a lo previsto por la Carta vigente, y particularmente
responden a su artículo 116.
El ciudadano JORGE
HERNAN GIL ECHEVERRY presentó escrito mediante el cual coadyuva la demanda
formulada por MARCELA CORREA SENIOR, y a la vez, en ejercicio de la acción
pública de inexequibilidad, se permite "solicitar que se DECLAREN
INCONSTITUCIONALES los artículos 1°, 2° parcialmente, 4° parcialmente, 5°
parcialmente y 6° parcialmente, del Decreto 2651 de 1991", lo que observa
la Corte, constituye una nueva demanda respecto de la cual no habrá de
pronunciarse, por no corresponder al trámite que en virtud de la Constitución y
la ley debe observarse en asuntos como el que se examina. Tendrá en cuenta la
Corte, en esta oportunidad, las razones en las que el memorialista apoya su
coadyuvancia a la demanda, y que se sintetizan como sigue:
- Las facultades
extraordinarias le fueron otorgadas al Presidente de la República "para
descongestionar los denominados DESPACHOS JUDICIALES; pero resulta que los
centros de arbitraje y conciliación no son despachos judiciales, ni siquiera en
el evento en que sesionen en audiencias arbitrales o de conciliación".
- "Así como
los Centros de Arbitraje y Conciliación no son despachos judiciales; tampoco el
proceso arbitral y la conciliación extrajudicial, se tramitan en los despachos
judiciales. Por lo tanto, si estas actuaciones jurídicas no se evacúan en los
despachos judiciales, mal puede entenderse que su regulación influye en la
congestión o descongestión de los despachos judiciales."
- "Aunque se
concluyera que los centros de arbitraje y conciliación se asimilan a despachos
judiciales, el trámite previsto en el artículo 16 del decreto 2651 no sólo no
descongestionaría a instituciones si no que hace más engorroso y dilatado el
proceso arbitral, al estatuír un miniproceso (verbal o sumario abreviado, en su
caso), previo el verdadero proceso arbitral, de tal suerte que el proceso sería
más dilatado y las funciones del centro, mayores". Los artículos 13, 14,
16 y 18 en sentir del coadyuvante contiene medidas que permiten la dilación del
proceso e incluyen nuevas etapas no permitidas por la ley.
- Los artículos 11
al 21 demandados son inconstitucionales por cuanto el artículo 116 de la Carta
establece claramente cuáles son los "organismos facultados para
administrar justicia sin que por ningún lado figuren los Centros de Arbitraje
y Conciliación como entidades que administran justicia pues en verdad, como lo
entendió el constituyente, la justicia la imparten los particulares en la
condición de árbitros o conciliadores, cosa diferente es que se utilicen los
servicios o instalaciones de los Centros de Arbitraje y Conciliación que no
imparten justicia sino que son mecanismos idóneos para el ejercicio de tales
potestades. Se quebranta la Constitución si los particulares ejercen funciones
jurisdiccionales por fuera del contexto que la norma superior prevé; así pues,
"el Director del Centro de Arbitraje no puede ejercer funciones
jurisdiccionales como las que le endilga el decreto."
V. CONCEPTO DEL MINISTERIO PUBLICO
El señor Procurador
General de la Nación mediante oficio No. 052 del 10 de agosto de 1992, rinde
el concepto de su cargo en el asunto de la referencia, en el cual concluye que
los procedimientos reformados y creados por el decreto demandado, deben ser
declarados EXEQUIBLES, por las razones que se relatan a continuación:
- Que "si
bien el artículo 152 de la Constitución, ha establecido la competencia
exclusiva del Congreso para regular mediante leyes estatutarias la
administración de justicia -punto central del decreto en comento como
herramienta básica de la descongestión-, el hecho de existir una habilitación
de carácter constitucional suspende dicha competencia, en virtud de la
transición y únicamente, de manera provisional para el fin establecido por la norma
constitucional transitoria. Este decreto por ministerio de la Constitución,
tiene fuerza de ley, y su vocación de transitoriedad que es presupuesto exigido
por la norma habilitante para su validez, se palpa del término de su vigencia,
enero 10 de 1992, hasta el mismo día del mes de julio de 1995, suspendiendo
durante este lapso todas las disposiciones que le sean contrarias y
complementando las demás".
- Que la
descongestión pretendida en el decreto debe entenderse no sólo como una forma
de aliviar los trámites judiciales, sino también como un mecanismo de
desjudicialización de los conflictos.
- Que las normas no
violan la naturaleza constitucional de la administración de justicia, en el
marco de la división de poderes, ya que la misma Constitución prevé y
reglamenta la posibilidad de la prestación del servicio público de la justicia
por entes administrativos y particulares. "...lo único que ha hecho el
decreto es cumplir a la letra lo ordenado por la Carta."
- Que en el decreto
demandado se "ha creado una vía alterna para llegar al arbitramento,
respetando su carácter de justicia, surgida de un compromiso, complementando
los criterios del fallo transcrito, en cuanto dispone métodos para el efectivo
y pronto nombramiento de los árbitros, sin estar en ningún momento usurpando
jurisdicción alguna o funciones propias de otro estamento constitucionalmente
llamado a tal función".
- Que la
conciliación y el arbitramento "son auténticos métodos de
descongestión" de la función judicial.
- Que la
resolución de las objeciones de los créditos es de naturaleza administrativa y
que al tener lugar mediante un acto administrativo, este se encuentra sometido
a controles internos, en la vía gubernativa y externo, en acciones contencioso
administrativas. "Ahora, bajo la presencia del nuevo texto
constitucional, resulta claro que aun considerando la resolución de objeciones
como acto judicial, en el sentido que lo ha interpretado la jurisprudencia, la
nueva Carta estaría dando vía en su artículo 116 para que las funciones
otorgadas al artículo 32 aquí demandado, fueran funciones judiciales conferidas
a una autoridad administrativa, en los términos constitucionales de precisión y
materia no referente al juzgamiento ni investigación de delitos". Agrega
que, el artículo 32 también cumple una función de descongestión en la materia
específica de los concordatos.
- Que la posesión
del Presidente de la República se realizó "con el pleno de las
formalidades que exigía la Constitución vigente al momento de tal acto",
cuya prueba sobra por tratarse de un hecho notorio..." y es que sería
absurdo, pensar que la posesión perdiera su validez por el tránsito
constitucional, toda vez que es principio universal de derecho que las leyes
procesales son de vigencia inmediata y son absolutamente irretroactivas, es
decir, que de ninguna forma se puede pensar en aplicar las formas
constitucionales de la nueva Carta, a actos constitucionales consumados en el
pasado".
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
a) La
Competencia
Es competente la
Corte Constitucional para conocer sobre la exequibilidad de las normas
acusadas, de acuerdo con lo preceptuado en el artículo 10° transitorio de la
Carta, en concordancia con el numeral 5o. del artículo 241 ibidem.
b) La Materia
Corresponde a la
Corporación estudiar el trámite en la expedición del Decreto 2651/91 y el
contenido de las normas acusadas que, permite agruparlas en cuatro conjuntos
temáticos: 1. Sobre pruebas (artículos 9°, 10, 21 y 22); 2. Sobre
arbitramento (artículos 11 a 20); 3. Sobre concordatos (art. 32) y 4. Sobre
secuestro (art. 41).
El constituyente de
1991 por diversas razones políticas, históricas, jurídicas y de conveniencia,
propias de sus competencias soberanas, que no es del caso entrar a estudiar en
esta oportunidad, determinó revestir al Presidente de la República de precisas
facultades extraordinarias para organizar la Fiscalía General de la Nación y
expedir normas de procedimiento penal, regular el derecho de tutela, poner en
funcionamiento la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura,
expedir el Presupuesto General de la Nación para la vigencia de 1992, y, lo
que interesa aquí: "e) Expedir normas transitorias para descongestionar
los despachos judiciales". (art. 5° transitorio C.N.). Estas facultades,
además de la precisión de la materia sobre la cual se podían ejercer estaban
condicionadas en un doble sentido, en su trámite y en su temporalidad. En
efecto, el artículo 6o. transitorio ordenó la creación de una Comisión Especial,
que tuvo entre otras funciones la de improbar, si fuere el caso, por la
mayoría de sus miembros en todo o en parte, los proyectos de decreto que
hubiese preparado el Gobierno Nacional en ejercicio de las facultades
extraordinarias concedidas al Presidente de la República en el artículo 5°
anteriormente citado. La comisión legislativa no improbó el proyecto y en
consecuencia, el Presidente expidió el Decreto No. 2651/91. En lo referente a
la temporalidad para el uso de las facultades extraordinarias, el constituyente
dispuso en el artículo 11 transitorio, que las mismas cesarían el día en que se
instalase el Congreso elegido el 27 de octubre de 1991, es decir, el 1° de
diciembre de este mismo año (artículo 3° transitorio ibidem). Si se tiene en cuenta
que el decreto fue expedido el 25 de noviembre de 1991, se colige fácilmente
que la preceptiva se ajusta en cuanto a su temporalidad a lo dispuesto por el
constituyente.
Las facultades
extraordinarias de que se ocupa ahora la Corporación contienen dos elementos de
precisión dispuestos en la Carta, el uno, referente a la TRANSITORIEDAD de las
normas que se expidan, y el otro, a la finalidad impuesta a las mismas de
DESCONGESTIONAR los despachos judiciales.
Dícese transitorio
de lo que pasa, de lo momentáneo, de lo contrario a lo indefinido. Se tratará
entonces de normas con una existencia limitada en el tiempo, de acuerdo con la
racionalización que de los efectos normativos y de su permanencia, hubiese
hecho el Presidente de la República o la Comisión Legislativa
respectivamente. De suerte que cuando estas autoridades públicas decidieron
que el decreto tendría una vigencia de cuarenta y dos (42) meses (artículo 1o.
del Decreto), acataron la exigencia constitucional de expedir las normas por un
término, o con carácter transitorio. En sentir de la Corte, al no contener
el decreto una vigencia indefinida, resulta por este aspecto constitucional la
normatividad revisada, en razón del amplio poder discrecional que confirió el
constituyente al Presidente de la República para determinar la transitoriedad
de las normas. Uso de la prerrogativa que tal como lo señala el señor
Procurador en su concepto, en respuesta a una de las demandas, "no se
puede hablar de 42 meses como término exagerado, ya que su finalidad es tener
un efecto real sobre la materia para la cual fue creado -la descongestión de
despachos judiciales- y éste término cree este Despacho, es un lapso conforme a
las necesidades reales de ajuste y descongestión de la justicia colombiana".
La finalidad
impuesta al legislador delegado en el uso de sus facultades, hace que para que
no hubiese incurrido en desbordamiento de sus competencias, las normas fuesen
contentivas de formulaciones cuyo objetivo no fuese distinto al de
descongestionar los Despachos Judiciales. Descongestionar significa de manera
general quitar, eliminar la congestión o aglomeración; se ha usado en el
lenguaje jurídico colombiano para significar un fenómeno complejo en la
tramitación de los procesos en el poder judicial, cuyo efecto más rechazado es
el de la excesiva lentitud o mora de la función judicial en la resolución de
los casos sometidos a su decisión. Las medidas de descongestión, comprenden
pues una variada gama de acciones, de eliminación de pasos judiciales,
aligeramiento de otros, redistribución de competencias, o desjudicialización de
conflictos jurídicos a fin de que sean asumidos total o parcialmente por
particulares o funcionarios no judiciales. En este sentido se había ya
avanzado en la legislación ordinaria, incluso antes de la proclamación de la
nueva Constitución, mediante la expedición de la Ley 23 de marzo de 1991, de la
cual, y, recogiendo las nuevas disposiciones constitucionales, de lógica
coincidente, resulta complemento necesario el Decreto No. 2651 de 1991.
En sentir de la
Corporación, es oportuno en la presente revisión exponer las materias de que
se ocupan las normas acusadas a fin de determinar si consultan por una parte
el objetivo de descongestionar los despachos judiciales, y por otra, si los
contenidos, en sí mismos, no son contrarios a la Constitución política a pesar
de que pudieren generar descongestión de la labor judicial.
El artículo 9°,
modifica el parágrafo 3° del artículo 101 del Código de Procedimiento Civil,
para complementar los contenidos del trámite conciliatorio, en cuanto a la
determinación del objeto litigioso, decisión de excepciones previas, y la
evacuación de interrogatorios de parte. El nuevo precepto sólo se ocupa del
inciso final del parágrafo, completándolo con la posibilidad de que las partes
se puedan formular bajo juramento, interrogatorios recíprocos, o los que el
juez estime convenientes, y con la posibilidad que se concede a las partes para
que dentro de los tres días siguientes a la terminación de la audiencia puedan
modificar las solicitudes de pruebas contenidas en la demanda, en la
contestación o en cualquier otro escrito que de acuerdo con la ley pueda
contenerlas. Pero, el artículo 9° del Decreto, permite interrogarse sobre el
destino de los demás contenidos del parágrafo 3° del artículo 101 de C. de P.
C.; a lo cual se responde remitiendo al artículo 6° del decreto 2651/91, en el
cual se reproducen las disposiciones suprimidas en el parágrafo. El artículo
9° realmente confiere mayor agilidad a la audiencia, al permitir los
interrogatorios entre las partes y al autorizar la solicitud de pruebas
conducentes, dentro de los tres días siguientes a la conciliación, con lo cual
ésta adquiere un carácter más real y efectivo.
El artículo 10o.,
trae un conjunto de sanciones por la inasistencia a las audiencias de
conciliación, excepción hecha de las audiencias previstas en los artículos 2°
y 16 numeral 3°, según lo dispone. Norma en la cual se indican como excusas
justificatorias de la inasistencia, las previstas en los artículos 101 y 168
del Código de Procedimiento Civil, y, la fuerza mayor y el caso fortuito. El
auto que resuelva la solicitud de justificación o que imponga una sanción, es
apelable en efecto diferido. Se trata pues de obligar a la asistencia a las
audiencias de conciliación en tanto pasos necesarios, que comprometen el
interés público, en el logro de mayores niveles de eficiencia en las soluciones
de justicia, sin perjuicio de dejar a salvo, el papel de la voluntad de las partes
en la decisión de conciliar o de no hacerlo. Lo que acarrea las sanciones no
es pues la voluntad de conciliar o no hacerlo, sino la inasistencia a la
audiencia en tanto oportunidad procesal necesaria. Con lo cual no resulta
contrario el precepto a la voluntariedad propia del debido proceso de la
conciliación, y sí un instrumento propiciatorio de esta y por consiguiente de
la descongestión de los despachos judiciales.
El artículo 21,
autoriza la práctica de pruebas por las partes sin intervención del juez, en
toda clase de procesos judiciales. Señala la Corte que debe existir un proceso
en curso, lo cual amplía la posibilidad de obtener pruebas en los procesos
judiciales hasta la sentencia de primera instancia. Se refiere el precepto a
informes científicos, técnicos o artísticos, que son asimilables a dictámenes
periciales que sirven para aclarar el criterio del juez, con lo cual se
eliminan los trámites dispuestos en los artículos 236 y 238 del C. de P. C., en
cuanto a la petición, decreto, posesión de peritos, y práctica de la prueba,
principalmente. Iguales simplificaciones ocurren con relación a las
"pruebas documentales" en los numerales 2° y 6° del artículo 21, a
las "pruebas testimoniales", numeral 4o. que autoriza a las partes
a recaudar testimonios y que permite prescindir de la recepción del
testimonio, cuando establece que "la versión que de hechos que interesen
al proceso, haya efectuado ante ellas un testigo. Este documento deberá ser
autenticado por las partes y el testigo en la forma como se dispone para la
demanda, se incorporará al expediente y se suplirá la recepción de dicho
testimonio", la "inspección judicial" que tanto tiempo demanda a
los jueces, se podrá practicar por las partes directamente o facultando a un
tercero para que la realice (numeral 4°); el interrogatorio de parte",
permitido en el numeral 7°, todas medidas orientadas a facilitar y abreviar la
práctica de pruebas. Esta disposición legal (art. 21), no cabe duda, se dirige
a descongestionar igualmente los despachos judiciales.
El artículo 22,
permite la práctica de pruebas periciales o documentales, por las partes, de
manera separada y sin intervención del juez. El inciso 2o. permite al juez
estimar la prueba documental sin necesidad de ratificar su contenido, salvo que
la parte contraria lo solicite expresamente, con lo cual se modifica, para
simplificar la prueba, el artículo 277 de C. de P.C..
Los artículos 11,
12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20, demandados, regulan aspectos atinentes al
proceso arbitral, disponiendo la investidura transitoria de los árbitros de la
función de administrar justicia; el ámbito de aplicación de las normas a todos
los procesos arbitrales incluso los surgidos de contrato administrativo, tanto
institucionales como independientes; los clasifica en de mayor y menor cuantía,
los primeros cuando versen sobre pretensiones patrimoniales superiores a 400
salarios mínimos, a los cuales se asimilan los que no versen sobre asuntos no
patrimoniales y los demás son los de menor cuantía, para los cuales el árbitro
será único salvo si las partes acuerdan otra cosa y no se requerirá de
abogado; la solicitud de convocatoria deberá reunir los requisitos de toda
demanda (art. 75, 76 C. de P.C.) y deberá dirigirse al Centro de arbitraje
(art. 15 numeral 1°); se autoriza en algunos casos el amparo de pobreza
previsto en el Código de Procedimiento Civil; se disponen reglas para
simplificar la integración de los tribunales de arbitramento, la designación de
los árbitros, el trámite y la instalación del tribunal; sobre el encargo de
definir en la primera audiencia sobre su propia competencia, las excepciones
previas de conformidad con el artículo 99 del C. de P.C., y las pruebas
pertinentes y las pedidas por las partes; se confiere facultad al director del
Centro de Arbitraje para resolver sobre los impedimentos y recusaciones; y se
remite a la aplicación del artículo 306 del C. de P.C. inciso tercero, sobre
las excepciones de nulidad o la de simulación del acto o contrato del cual se
pretende derivar la relación debatida en el proceso.
Para evitar la
dualidad aparente en materia legislativa de las regulaciones sobre el proceso
arbitral contenidas en los artículos 663 a 671 del Código de Procedimiento
Civil y los artículos 2011 a 2025 del Código de Comercio, se expidió el Decreto
2279 de octubre 7 de 1989, en el cual se decidió que este proceso no estuviera
de manera específica regulado en ningún Código. El Decreto 2279 fue reformado
por la Ley 23 de 1991 que a su vez fue reformada por los artículos 11 a 20 del
Decreto 2651 de 1991, cuyos contenidos revisa la Corporación. Será necesario
entonces, realizar una cuidadosa labor de hermenéutica jurídica, a fin de
determinar qué normas de los Decretos 2279 de 1989 y de la Ley 23 de 1991
continúan vigentes, y de entre éstas; cuáles suspendió el Decreto 2651 de
1991, por el término indicado de 42 meses. Sin entrar a exponer las
concordancias, derogatorias tácitas, ni las suspensiones, de la sola lectura de
las normas anteriores al Decreto 2651 de 1991, y de las de éste, se aprecia,
sin lugar a dudas una simplificación de los trámites y una desjudicialización
de algunos de ellos, en la última normatividad, que consulta los fines que
impuso el Constituyente al Presidente de la República en el uso de las
facultades que le confirió, en el sentido de procurar la descongestión de los
Despachos Judiciales.
El artículo 116 de
la Constitución Política, señala que la Corte Constitucional, la Corte Suprema
de Justicia, el Consejo de Estado, el Consejo Superior de la Judicatura, la
Fiscalía General de la Nación, los Tribunales, los jueces y la justicia penal
militar, administran justicia; que el Congreso ejercerá determinadas funciones
judiciales; que la ley podrá atribuir funciones judiciales a determinadas
autoridades administrativas, salvo para adelantar la instrucción de sumarios o
para juzgar delitos; que los particulares pueden ser investidos transitoriamente
de la función de administrar justicia en la función de conciliadores o de
árbitros, luego no desvirtúa el principio de la separación de poderes (art. 113
de la C.N.), ni la autonomía de la Rama Judicial del poder público (art. 228
de la C.N.), ni el debido proceso por falta de juez competente, el traslado a
tribunales de arbitramento en los que los particulares desarrollan la función
arbitral de tipo jurisdiccional, ni las funciones que defiere el Decreto 2651 a
los Centros de Arbitraje para admitir la solicitud de arbitramento, ni la
posibilidad de que estos designen árbitros, por cuanto, se ha visto, la
Constitución Política autoriza a la ley para investir transitoriamente de la
función de administrar justicia a los particulares. Se mantiene invariable el
principio constitucional consagrado en el inciso 4o. del artículo 116, según el
cual, hace parte del debido proceso de los procesos de conciliación y
arbitramento el principio de la voluntariedad de las partes en su
funcionamiento y en la decisión final tratándose del primero de los mismos, en
los términos que determine la ley.
De otra parte, uno
de los demandantes considera que el Decreto 2651 de 1991 viola el principio de
la unidad de materia normativa, que debe imperar en cada ley, principio
consagrado en el artículo 158 de la Carta, por cuanto contiene disposiciones
referentes a distintas especialidades del derecho y a distintos tipos de
procesos. Equivoca su juicio el demandante en este punto al considerar que por
esas circunstancias necesariamente puede una ley perder su unidad de materia.
En efecto, si un solo elemento articula esas realidades normativas en una ley,
tal elemento, salva la exigencia constitucional de la unidad de materia en la
misma. Tal el caso de la concatenación que hace de los distintos aspectos de
que se ocupa la ley en torno al objetivo fijado constitucionalmente de
propiciar una descongestión de los despachos judiciales de manera
indiferenciada por la materia, y, como se ha indicado antes, sin limitaciones
atinentes a que dicha descongestión pueda programarse sólo variando al
interior el diseño de los procesos a cargo de los jueces, sino también,
sacando, se repite, desjudicializando, algunos asuntos de la decisión
judicial.
El artículo 32 del
Decreto, dispone que los jueces que estén conociendo de las objeciones
presentadas en los concordatos preventivos obligatorios iniciados con
anterioridad a la vigencia del Decreto 350 de 1989, remitirán el expediente
contentivo de la actuación al Superintendente de Sociedades, a efecto de que
éste resuelva tales objeciones. El Decreto 350 de 1989, mediante el cual se
expidió un nuevo régimen para los concordatos, dispuso que en los de carácter
obligatorio que se iniciaran con posterioridad a su vigencia, la decisión de
las situaciones a cargo de los jueces civiles del circuito, pasaría a ser
competencia del Superintendente de Sociedades, con lo cual en adelante se acabó
con el trámite mixto administrativo-judicial que existía, produciendo
suspensiones prolongadas en estos procesos, como resultado de la demora de los
jueces civiles del circuito, para resolver los asuntos a su cargo. La
motivación del artículo 32 que se revisa, proviene de la circunstancia de que
pasados más de dos años y medio de la expedición del Decreto 350, aún había
procesos pendientes de la decisión de objeciones en los despachos judiciales,
en procesos concordatarios obligatorios que se habían iniciado con anterioridad
a su entrada en vigencia. Esta disposición traslada a una autoridad administrativa
(Superintendente), decisiones a cargo de los jueces, no siendo éstas de las
relacionadas con la investigación y juzgamiento de delitos, en desarrollo de lo
dispuesto en el artículo 116, inciso 3o. de la Carta. No resulta
inconstitucional la norma por razón alguna, y se encuadra en la tendencia
legislativa de los últimos años, recogida por el constituyente según
señalamiento anterior, de transferir decisiones a autoridades no judiciales,
como Superintendencias, notarías e inspecciones de policía, lo que permite una
mayor eficiencia del también principio fundamental del régimen político,
complementario del de la división de poderes, de la colaboración de los mismos,
o de la unidad funcional del Estado.
El artículo 41 que
se revisa, adiciona el artículo 682 del C. de P.C., reformado por el Decreto
2282 de 1989. Esta última reforma se tradujo en una inexplicable disminución
de los numerales del precepto, de 12 a 4, cuando no hubo en la intención
reformadora voluntad de suprimir esos incisos; dado que el cambio que se le
introdujo a la disposición fue precisar la forma como se hacía el secuestro de
INMUEBLES, ya que la norma anterior sólo se refería a MUEBLES (numeral 3o.).
Esto produjo vacíos que de manera general se llenaban con interpretaciones extensivas
y en aplicación de otras normas, como en las hipótesis de la imposibilidad de
secuestrar bienes inembargables (numeral 10°), o la de que los dineros y
valores se depositaran en establecimiento bancario (numeral 9° y 10°), y la
posibilidad de suspender la diligencia (numeral 12). Sin perjuicio de vacíos
insalvables, como los relacionados con el secuestro de almacenes y empresas
industriales, cuya dificultad venía a entrabar el funcionamiento de la
justicia, produciendo congestión en la misma. A esta necesidad vino a
responder el artículo 41 del Decreto 2651 de 1991, que resulta acorde con los
preceptos constitucionales por todo aspecto.
Teniendo fundamento
en los expuesto, la Corte Constitucional, Sala Plena, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución, y oído el concepto del
señor Procurador General de la Nación,
R E S U E L V E :
DECLARAR EXEQUIBLES
los artículos 9°, 10°, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 32 y 41
del Decreto No. 2651 de 1991 "Por el cual se expiden normas transitorias
para descongestionar los despachos judiciales."
Cópiese, publíquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el expediente.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ
ALEJANDRO MARTINEZ GALINDO CABALLERO
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
249 | C-599-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-599/92
TRANSITO CONSTITUCIONAL
El artículo 241
constitucional no hace distinción entre leyes anteriores y leyes posteriores a
la nueva Carta y, por tanto, la competencia en principio es plena en este
campo; por lo tanto, conforme a la jurisprudencia de esta Corporación, el
examen de las disposiciones acusadas comprende también el del cumplimiento de
los requisitos formales que establecía la Carta de 1886 y que debían ser
señalados por la ley habilitante.
FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Ejercicio
Las facultades
concedidas por el artículo 32 de la Ley 9a. de 1991 se agotaron y cumplieron su
cometido al expedirse el Decreto 1746 de julio 4 de 1991 y por lo tanto el
ejecutivo no podía ejercerlas nuevamente sobre la misma materia. Advierte la
Corte que en estas condiciones surge a la vida jurídica nuevamente y a partir
de la ejecutoria de este fallo, la vigencia del artículo 27 del Decreto 1746 de
1991 en su versión original, que no es objeto de examen en esta oportunidad.
PRESUNCION DE INOCENCIA/CARGA DE LA PRUEBA
La presunción de
inocencia es una presunción juris tantun que admite prueba en contrario. Tal
presunción cabe ciertamente tanto en el ámbito del derecho penal como en el de
las infracciones administrativas. Naturalmente como surge de la lógica del
proceso, la carga de la prueba está a cargo del Estado, sin perjuicio de que los
acusados también ejerzan la iniciativa probatoria a fin de buscar el
esclarecimiento de los hechos.
DEBIDO PROCESO ADMINISTRATIVO
El debido proceso
administrativo, no es un concepto absoluto y plenamente colmado por ella; por
el contrario aquel presupone distinciones ordenadas por la propia Carta y por
la ley, siempre que sean adecuadas a la naturaleza de la actuación de las
autoridades públicas, que inclusive pueden llevar, como en varias materias se
ha establecido, a la reserva temporal de la actuación, del acto o del documento
que los contenga; empero, cuando se trata de definir o derivar la
responsabilidad de las personas que pueden ser sujetos de una sanción o pena,
si se requiere de la publicidad, de la contradicción, de la intervención del
juez natural y de la aplicación de las formas propias de cada juicio, es decir,
deben respetarse los principios y garantías de rango constitucional que
enmarcan en términos generales el ius puniendi del Estado.
DEBIDO PROCESO-Vulneración/INFRACCION
CAMBIARIA-Diligencias
previas
El debido proceso
aplicable al caso sub examine no comporta ni obliga a poner en conocimiento del
eventual infractor el inicio y el desarrollo preliminar de la actuación
administrativa, para determinar la comisión de infracciones cambiarias, y por
el aspecto que se examina, no resulta inexequible.
REGIMEN CAMBIARIO/SANCION-Naturaleza
El régimen
cambiario, aún cuando conduce a la imposición de medidas económicas y
sancionatorias de contenido fiscal, no puede confundirse con el régimen penal
ordinario ni se informa de sus orientaciones; por el contrario, desde sus
origenes se ha sostenido que entre uno y otro régimenes existen profundas
diferencias de contenido u objeto y de finalidad, que no obligan en ningún modo
ni al intérprete ni al legislador, para hacer extensivas las orientaciones, los
principios y las reglas de uno al otro, mucho menos en el ámbito de la
determinación de la responsabilidad por su aspecto subjetivo o de la
culpabilidad.
DEBIDO PROCESO ADMINISTRATIVO-Aplicación/ACTUACION ADMINISTRATIVA
En algunas de las
partes del Derecho Administrativo, como es la del régimen de cambios, se admite
la no pertinencia de los elementos subjetivos de la conducta tipificada
previamente como sancionable, como son la intencionalidad, la culpabilidad e
incluso la imputabilidad. Lo que supone el artículo 29 de la Carta, en su
primer inciso, no es que las reglas del debido proceso penal se apliquen a
todas las actuaciones judiciales o administrativas o de carácter sancionatorio;
lo que se propone el Constituyente es que en todo caso de actuación
administrativa exista un proceso debido, que impida y erradique la
arbitrariedad y el autoritarismo, que haga prevalecer los principios de
legalidad y de justicia social, así como los demás fines del Estado, y que
asegure los derechos constitucionales, los intereses legítimos y los derechos
de origen legal y convencional de todas las personas.
INFRACCION CAMBIARIA-Responsabilidad
El establecer por
vía de la regulación legal correspondiente, que las infracciones cambiarias no
admiten la exclusión de la responsabilidad por ausencia de culpabilidad o de
imputabilidad del infractor, o lo que es lo mismo, señalar que la
responsabilidad por la comisión de la infracción cambiaria es de índole objetiva,
no desconoce ninguna norma constitucional. Claro está que al sujeto de esta
acción ha de rodeársele de todas las garantías constitucionales de la libertad
y del Derecho de Defensa, como son la preexistencia normativa de la conducta,
del procedimiento y de la sanción, las formas propias de cada juicio, la
controversia probatoria, la favorabilidad y el NON BIS IN IDEM en su genuino
sentido, que proscribe la doble sanción de la misma naturaleza ante un mismo
hecho.
PRINCIPIO SOLVE ET REPETE/DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
Como consecuencia del principio de legalidad que
ampara a los actos administrativos y del carácter de ejecutoriedad predicable
de los mismos, cuando quiera que la administración imponga una multa,
establezca un impuesto o contribución o liquide definitivamente un crédito,
tales prestaciones económicas en favor del erario, han de satisfacerse una vez
la decisión adoptada esté en firme; enunciación esta que corresponde al
principio solve et repete, mediante el cual se busca el recaudo oportuno de los
recursos para evitar que se altere el normal funcionamiento de los servicios
públicos y el cumplimiento de los cometidos que la administración debe atender.
Una cosa es el crédito sobreviniente a cargo de una persona y a favor de la
administración, que es lo que busca amparar la norma, y otra bien distinta,
imposible de prever por el legislador, la de que el deudor sea más o menos
solvente, pues su obligación proviene de la causa de la misma y de su
exigibilidad legal, no de su mayor o menor capacidad de pago. La Constitución
Política de 1991 establece como un derecho fundamental la posibilidad de todos
los asociados de acceder a las decisiones de la administración de justicia, sin
limitaciones que puedan dejar truncas las posibilidades de obtener la
declaración judicial de su derecho; resulta así contrario al principio de
obtener pronta y cumplida justicia un precepto que impone el pago anticipado de
la obligación, a juicio del deudor no debida, cuando justamente es la existencia
o el monto de la misma lo que sería objeto de declaración judicial.
REF:
Expediente No. D-062 y
D-104.
Acción Pública de
Inconstitucionalidad de los artículos 7 (parcial), 19 (parcial), 21 (parcial),
26 y 27 (parcial) del Decreto Ley 1746 de 1991 (Acumulación).
Actores:
JAIME HORTA DIAZ
EMILIO WILLS
CERVANTES
CAMILO CORTES
GUARIN.
Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ
Aprobado por Acta
No.
Santafé de Bogotá
D.C., diciembre diez (10) de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
El ciudadano JAIME
HORTA DIAZ y los ciudadanos EMILIO WILLS CERVANTES Y CAMILO CORTES GUARIN
mediante escritos separados presentaron ante la Corte Constitucional las
demandas de la referencia. La Sala Plena en sesión efectuada el día veintiuno
(21) de mayo de mil novecientos noventa y dos (1992) resolvió acumular las
demandas para su trámite conjunto. Una vez admitidas, se ordenó practicar las
comunicaciones de rigor constitucional y legal, se fijó en lista el negocio y
simultáneamente se dió traslado al Despacho del señor Procurador General de la
Nación, quien rindió el concepto de su competencia.
II. EL TEXTO DE LAS NORMAS ACUSADAS
El texto de las
normas acusadas es del siguiente tenor; se subrayan las partes pertinentes:
"Artículo
7o. La actuación administrativa para determinar la comisión de
infracciones cambiarias se iniciará de oficio, por solicitud de informes o
mediante la práctica de visitas administrativas, o por traslado de otras
autoridades, o por quejas o informes de personas jurídicas públicas o privadas
o de personas naturales, y para su desarrollo no se requerirá del
concurso o conocimiento de los presuntos infractores." (lo
subrayado es lo demandado)
"Artículo 19.-
Las pruebas se valorarán conforme a las reglas de la sana crítica, atendiendo
la naturaleza administrativa de la infracción cambiaria, la índole objetiva
de la responsabilidad correspondiente y los objetivos perseguidos por el
Régimen de Cambios." (Lo subrayado es lo demandado)
"Artículo
21. La responsabilidad resultante de la violación al régimen de cambios
es objetiva.
"La
responsabilidad por infracción cambiaria en que incurran las personas
jurídicas, corresponde a los representantes legales, socios, administradores, y
en general, a las personas naturales con poder decisorio para haberlas obligado
o cuya concurrencia haya sido necesaria estatutariamente para ejecutar los
actos o los hechos constitutivos de tales infracciones, siempre y cuando estas
personas hayan actuado en contravención a los límites fijados estatutariamente
y hayan participado en la decisión. En todo caso durante la actuación
administrativa se deberá demostrar la participación activa de las personas
naturales con poder decisorio en la adopción de la determinación.
"En el evento
en que una vez surtido el traslado del acto de formulación de cargos a una
persona jurídica, y antes de que se tome la decisión de fondo en la respectiva
investigación, se decretare su disolución y liquidación por decisión de los
asociados, aquellos socios que hubieren votado afirmativamente tal disolución y
liquidación, serán solidariamente responsables en el caso en que se impusiere
una sanción."(Lo subrayado es lo demandado)
"Artículo 26.
Para ejercitar las acciones ante la jurisdicción contencioso administrativo,
deberá acompañarse a la demanda el recibo de pago de la multa
correspondiente."
"Artículo
27. (Subrogado por el artículo 1o. del Decreto Ley 2248 de octubre 1o. de
1991). Los procedimientos administrativos ya iniciados a la fecha en que entre
a regir el presente Decreto, continuarán tramitándose hasta su culminación
conforme a las disposiciones legales vigentes al momento de su iniciación,
siempre y cuando se hubiere proferido acto de apertura de investigación de
acuerdo con la Ley 33 de 1975.
"El término de
dos (2) años señalado en el inciso primero del artículo 6°. del presente
Decreto, regirá de manera inmediata sobre los hechos constitutivos de
probables infracciones ocurridas con anterioridad a su vigencia y sobre los
cuales la Superintendencia de cambios no haya proferido acto de apertura de
investigación."
III. LAS DEMANDAS
A. NORMAS
CONSTITUCIONALES QUE SE CONSIDERAN INFRINGIDAS.
Los actores
consideran que las normas acusadas violan los artículos 3, 4, 5, 6, 13, 15, 28,
29, 150, 152, 189, 192, 115 y 200, 228 y 229 de la Constitución. Los ciudadanos
EMILIO WILLS CERVANTES Y CAMILO CORTES GUARIN consideran que el artículo 26 que
acusan, vulnera los artículos 229, 87 y 243 de la Carta Política.
B. LOS FUNDAMENTOS
DE LAS DEMANDAS
El ciudadano JAIME
HORTA DIAZ dirige su demanda de inexequibilidad contra los artículos 7
(parcial), 19 (parcial), 20 (parcial), 26 y 27 del Decreto 1746 de 1991. El
último artículo se acusa en la forma como quedó subrogado por el Decreto-Ley
2248 de 1991, artículo 1o.. A su vez, los ciudadanos EMILIO WILLS CERVANTES Y
CAMILO CORTES GUARIN solicitan la declaratoria de inexequibilidad del artículo
26 del decreto 1746 de 1991.
El ciudadano HORTA
DIAZ formula tres cargos de inconstitucionalidad, que se resumen así:
- Primer Cargo.
El artículo 27, subrogado por el artículo 1o. del Decreto Ley 2248 de 1991
viola los artículos 3 y 150-10 de la Carta, pues el pueblo ejerce la soberanía
en forma directa o por medio de sus representantes en los términos que la
Constitución establece, y porque de conformidad con el artículo 150 numeral
10, el Congreso puede revestir al Presidente de la República de precisas
facultades extraordinarias, para expedir normas con fuerza de ley hasta por
seis meses". De donde, sin mayor esfuerzo, se establece que entre el 17 de
enero de 1991, fecha de publicación de la Ley 9a. de 1991 (Diario Oficial
número 39634 del 17 de enero de 1991), y el 1o. de Octubre de 1991,
transcurrieron más de los seis (6) meses autorizados en la Constitución."
Razón suficiente para retirar del mundo jurídico la norma subjúdice.
- Segundo Cargo.
Considera el actor que "las partes acusadas de los artículos 7, 19, 21 y
27 del Decreto-Ley 1746 de 1991 son inconstitucionales por violación de los
artículos 3, 4, 6, 13, 15, 28, 152, 192, 115 y 200 de la Carta" que
consagran y desarrollan "el principio del debido proceso y las garantías
de los sindicados en los eventos en que se ejerza la potestad punitiva del
Estado", frente a los cuales resulta contradictorio que un Decreto-Ley
"establezca un régimen de responsabilidad objetiva para el ejercicio de
una potestad punitiva del Estado por intermedio de la Administración" y
cita en apoyo de su tesis apartes de una sentencia emanada de la Sala Plena de
la Corte Suprema de Justicia que "determinó la aplicación a todas las
formas del derecho punitivo de las garantías señaladas en la Constitución y en
la Legislación Penal sustantiva y procesal que la desarrolle."
Estima el demandante
que es igualmente censurable que la Administración pretenda "adelantar las
investigaciones a espaldas de los investigados", pues, según la norma
demandada, para el desarrollo de la actuación administrativa orientada a
determinar la Comisión de Infracciones Cambiarias "no se requerirá del
concurso o conocimiento de los presuntos infractores", ante lo cual
pregunta en qué quedan el debido proceso y el derecho de defensa "si al
sindicado se le niega el acceso al proceso".
Señala además, que
el artículo 27 demandado establece una discriminación entre los sindicados de
contravenciones cambiarias pues "ahora hay dos caducidades para la acción
administrativa y dos términos de prescripción para la pena: una caducidad si la
investigación se inició en vigencia de la Ley 33 de 1975, de cuatro y hasta
ocho años, según previsión de esa Ley; otra de dos años, a la luz del
Decreto-Ley 1746 de 1991, que se interrumpen, en el primer caso con la
expedición del auto de apertura de la investigación y en el segundo con la
notificación del pliego de cargos. Situación similar para la prescripción de
la pena"; situación que atenta contra el artículo 13 constitucional que establece
el derecho a la igualdad y contra el debido proceso y el principio de
solidaridad, ya que "si una ley posterior reduce el término de la
caducidad de la acción o de la prescripción de la pena no se les puede negar a
las personas investigadas el derecho constitucional a la prescripción y
principio de favorabilidad."
- Tercer Cargo.
Indica el accionante que
el artículo 26 del decreto 1746 de 1991 vulnera los artículos 3, 6, 115, 150-10
y 200 de la Carta "que rigen para todas las personas y con mayor razón
obligan al Gobierno" dado que el artículo 32 de la Ley 9a. de 1991, norma
habilitante, confirió facultades "para establecer un procedimiento
estrictamente administrativo, en tanto que el artículo 26 del decreto demandado
señala un requisito de un procedimiento judicial, de presupuesto procesal de la
demanda". Se violan así, según el actor, los artículos 32-2 de la Ley 9a.
de 1991 y "por consiguiente los artículos 3o., 6o., 150-10 de la
Constitución que consagran las obligaciones del Gobierno y en particular para
el uso de las facultades extraordinarias."
- Además, en
sentir del actor, el artículo 26 acusado viola los artículos 3o., 6o., 115,
150-10 y 200 de la Carta "por cuanto el gobierno para efectos de la
administración de justicia lo constituyen el Ministro de Gobierno y el Ministro
de Justicia" y se observa que el decreto ley 1746 de 1991 sólo fue
suscrito por el Presidente de la República y el Ministro de Hacienda.
- El artículo 26
viola también los artículos 3o. y 13 de la Constitución, pues, frente al nuevo
texto fundamental no puede decirse que "la igualdad se garantiza al
establecer la obligación de pagar las multas para los condenados, a fin de
adquirir el derecho a impugnar los actos sancionatorios ante las jurisdicción
contencioso administrativa, en el sentido de que todos los multados estarían
en igualdad de condiciones", agrega que de ese modo se niega
"objetivamente la posibilidad de impugnar los actos sancionatorios de la
Administración, tanto más altas sean las multas" o en otros términos
"el derecho objetivo de impugnar los actos administrativos está
restringido exclusivamente ab initio a los sujetos que tengan la
suficiente capacidad económica para pagar las multas". Basa el accionante
estas apreciaciones en sentencia de la Sala Plena de la Corte Suprema de
Justicia en la que se consideró que "el principio del solve et repete
vulnera en materia grave el acceso de todas las personas a la administración
de justicia".
Los ciudadanos
EMILIO WILLS CERVANTES y CAMILO CORTES GUARIN consignan en su demanda que el
artículo 26 del Decreto 1746 de 1991 viola los artículos 229, 87 y 243 de la
Constitución Política y exponen las razones que sirven de fundamento a esta
aseveración:
- En su sentir, la
violación del artículo 229 superior se configura porque "cuando en la
norma acusada se le está exigiendo a la persona que ha sido sancionada por la
Superintendencia de Cambios el pago de la multa para poder acceder a la
justicia contencioso-administrativa, se está obstruyendo la garantía prevista
en el imperativo constitucional, y en caso de que la persona sancionada no
pueda cancelar la multa impuesta, se le niega de manera definitiva su acceso a
la justicia, quedando las sanciones bajo el dominio absoluto de la autoridad
administrativa y sin el menor tipo de control jurisdiccional". Para
fundamentar su solicitud reproducen los actores, apartes de un fallo de la
Honorable Corte Suprema de Justicia.
- Estiman que el
artículo 26 del Decreto 1746 de 1991, vulnera el artículo 87 de la Carta puesto
que esta última norma cuando establece que "toda persona podrá acudir ante
la autoridad judicial para hacer efectivo el cumplimiento de una ley o un acto
administrativo", no distingue entre las personas que cancelen una multa y
las que no lo hayan hecho y es claro que la aplicación del artículo 26 llevaría
a que no todas las personas puedan acudir ante la autoridad judicial en procura
del cumplimiento de una ley o de un acto administrativo, sino sólo aquellas
"que posean los recursos suficientes para pagar la multa".
- Según los
demandantes "con la expedición de la norma demandada se ha violado la
Constitución Nacional en el artículo 243, en la medida en que se reprodujo en
dicha norma una disposición que ya ha sido declarada inconstitucional por la
Corte Suprema de Justicia".
IV. EL
MINISTERIO PUBLICO
La Procuradora
General de la Nación (E) rindió en término el concepto de su competencia y en
él solicita a la Corte Constitucional la declaratoria de exequibilidad de los
artículos 7o., 19 y 21 en sus apartes impugnados y la inexequibilidad de los
artículos 26 y 27 (éste último modificado por el 1o. del Decreto-Ley 2248 de
1991), todos del Decreto Ley 1746 "Por el cual se establece el Régimen
Sancionatorio y el Procedimiento Administrativo Cambiario a seguir por la
Superintendencia de Cambios".
El Despacho de la
Procuradora General de la Nación (E) fundamenta la solicitud formulada dentro
de este proceso, en las consideraciones que se resumen:
- Inicialmente se
extiende la Jefe del Ministerio Público en amplias consideraciones acerca del
Derecho Administrativo sancionatorio, concluye que éste no hace parte del
derecho penal común, ni se rige por sus orientaciones y principios", pues
el derecho de Policía se enmarca entonces dentro de la noción de jurisdicción
en sentido amplio , entendida como potestad estatal, cuyo ejercicio no
pertenece exclusivamente a una sola de las ramas del poder público, que tienen
funciones separadas, pero que colaboran armónicamente para la realización de
los fines del Estado".
Dentro de esta
perspectiva, apunta la agente fiscal, que el régimen de cambios "como
manifestación modal del Derecho Administrativo Sancionatorio de Policía
Económica" en Colombia se mantiene "dentro de la órbita administrativa".
Agrega que tanto el ordenamiento penal como el administrativo sancionatorio
están "informados por principios constitucionales" como los
previstos en el artículo 29 de la Carta que "enseña las instituciones de
garantía y procedimiento todo poder estatal sancionatorio, sin que por lo
mismo, pueda inferirse que todos los principios que le son propios al Derecho
Penal y al injusto criminal, en el aspecto sustancial y procedimental, sean de
recibo en el Derecho Administrativo Sancionatorio, o en el caso que nos ocupa,
en el Régimen Sancionatorio y en el procedimiento administrativo a seguir por
la Superintendencia de Cambios".
- Señala la Jefe
del Ministerio Público que en materia cambiaria no se aplican las reglas
comunes a la responsabilidad por actos delictuosos, pues "la tradicional
teoría de la culpabilidad del Derecho Penal resulta extraña al Derecho
Administrativo Sancionatorio", lo anterior con base en el "rechazo a
teorías estructuradas para las personas naturales por el Derecho Penal-criminal",
y también en "la estimación de la celeridad con que debe actuar el Estado
en los supuestos que regula, para el examen que nos interesa, el Derecho de
Policía Económico-cambiario, inspirado en propósitos comunes de justicia social
y bienestar colectivo". En tal sentido "los apartes acusados de los
artículos 19 y 21 del Decreto Ley 1746 de 1991, no desconocen los preceptos
constitucionales citados como infringidos por el demandante Jaime Horta Diaz;
por el contrario, corresponden a las potestades de control y vigilancia, y de
establecer sanciones con el fin de amparar bienes jurídicos dignos de tutela
que la Carta Política asigna al Ejecutivo".
- Según la
Procuraduría General de la Nación (E) el artículo 7o. del Decreto 1746 de 1991
no desconoce las normas superiores que consagran el debido proceso puesto que
"en la instancia a que se refiere la norma, que bien podría llamarse de
diligenciamiento previo o de indagaciones preliminares, no se está tomando
decisión de fondo alguna que afecte al presunto infractor, sino que se orienta
a constatar, si los hechos revisados darían o no lugar a la formulación de
cargos a los posibles infractores, momento a partir del cual existe el
procedimiento administrativo cambiario, y con cuyo traslado, los presuntos infractores
pueden solicitar la práctica de pruebas, objetar las obtenidas antes de la
formulación, allanarse expresa o totalmente a ellas, y presentar los descargos
que se estimen pertinentes, "actividad ésta que bien puede transcurrir sin
el concurso de los posibles infractores....".
- Respecto de la
acusación contra el artículo 26 del Decreto 1746 de 1991, por vulnerar los
artículos 18 y 229 de la Carta, recuerda la Procuradora General de la Nación
(E), el pronunciamiento de la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia,
fechada el 25 de julio de 1991, en el que esa Corporación cotejó el principio Solve
et repete "con luz de igualdad, legalidad de los actos administrativos
y del debido proceso, encontrándolo que se aviene frente a los mismos con los
postulados constitucionales que los consagra" (sic). Concluye su opinión
al respecto así: "razonamientos que verificados a la luz de los nuevos
postulados superiores, son de recibo para examinar la validez jurídica
constitucional del artículo 26 del Decreto 1746 de 1991", que "al
colocar a las personas dentro de una misma situación en el supuesto
fáctico-jurídico que contempla, sin discriminación alguna entre ellos, (sic) no
contraría de manera alguna el principio de igualdad de los sujetos ante la ley
y por ello no infringe el precepto constitucional que como derecho fundamental,
consagra la igualdad de todas las personas".
- Indica, además,
la representante del Ministerio Público que "el contenido del artículo 26
que se revisa, se encuentra vinculado jurídica y conceptualmente, con el
principio de la legalidad de los actos administrativos y con los privilegios de
la decisión previa y la ejecución oficiosa que los acompañan. En efecto, la
norma contempla un mecanismo para asegurar el cumplimiento del acto
ejecutoriado, el que impone la infracción cambiaria, situación que además, es
condición de procedibilidad para el ejercicio de las acciones en sede del juez
contencioso administrativo, que como requisito "previo" se adecúa al
precepto constitucional del debido proceso, como un supuesto integrante, la
exigencia de "Ley preexistente que las contempla", no resultando por
este aspecto "el artículo 26 extraño a la habilitación contenida en el
artículo 32 de la Ley 9a. de 1991, cuando autorizaba al Ejecutivo para que
estableciera el Régimen Sancionatorio y el Procedimiento Administrativo
Cambiario a seguir por la Superintendencia de Cambios".
- Anota la Jefe del
Ministerio Público que, pese a lo anterior, y tal como lo expuso la Corte
Suprema de Justicia "el tipo de multa que por hechos contravencionales u
obligaciones de orden cambiario, tributario, etc., imponen las autoridades del
ramo, hace inaccesible la justicia a quienes tienen derecho de controvertir ese
acto sancionatorio y la administración, en ese caso, posee la atribución de
bloquear la acción de la jurisdicción con la imposición de multas o la
definición de obligaciones de magnitudes en ocasiones inalcanzables para los
afectados", aserto que, en criterio de la misma Corporación no significa que
el principio solve et repete haya quedado eliminado totalmente, sino que
en adelante si se trata de demanda de impuestos, tasas, contribuciones o multas
que se exijan o de créditos definitivamente liquidados a favor del tesoro
público, habrá de prestarse la caución correspondiente en los términos de la
parte del artículo 140 in fine del C.C.A.". Estas reflexiones llevan a
la Procuradora General de la Nación (E) a solicitar la declaratoria de
inexequibilidad del artículo 26 del Decreto 1741 de 1991" por ser violatorio
del 229 de la Carta Política.
- En lo referente
a la inconstitucionalidad sobrevenida señala la Jefe del Ministerio Público que
"La exequibilidad o nó de un decreto ley, cuyas disposiciones antes del
tránsito constitucional agotaron los términos y desarrollaron los contenidos de
la ley de autorizaciones, debe ser el resultado de su examen frente a la
normatividad vigente al momento de su expedición. La situación es distinta y
por ende también la consideración que debe hacerse, cuando en el momento de
verificarse dicho tránsito constitucional estuviere corriendo aún el término de
la habilitación señalada en la ley de facultades extraordinarias, porque en tal
caso cesa en su legitimidad la misma, ya que su contenido deberá ajustarse
automáticamente a las nuevas prescripciones del ordenamiento supremo, que
colocado en la cúspide normativa condiciona la validez de toda la legislación
expedida". Anota que la ley 9a. de 1991, en su artículo 32 habilitó al
ejecutivo, por el término de un año contado desde la fecha de su vigencia (17
de enero de 1991) para establecer el Régimen Sancionatorio y el Procedimiento
Administrativo Cambiario, cuando regía aún la Carta de 1886. El Decreto Ley
2248 del 1o. de Octubre de 1991, cuyo artículo 1o. subrogó el artículo 27 del
Decreto-ley 1746 de 1991, luego de haber entrado en vigencia la nueva
Constitución, es inexequible por que automáticamente los presupuestos que le
dan validez a este tipo de normatividad son los que en materia de temporalidad,
se circunscribe hoy al revestimiento de facultades extraordinarias hasta por
seis (6) meses". Se evidencia así en criterio de la Agente Fiscal la
inconstitucionalidad del artículo 27 demandado "porque la ley habilitante
vio recortada su legitimación en cuanto a la previsión del elemento temporal
contemplado en la nueva Carta. El decreto 2248 al no observar ese presupuesto,
fue expedido sin competencia, debiendo por tanto ser declarado
inexequible."
V.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera. La
Competencia
De conformidad con
lo dispuesto por el numeral 5 del artículo 241 de la Constitución Nacional
,la Corte Constitucional es competente para conocer de las acusaciones
planteadas contra los artículos 7o. parcialmente, 19 parcialmente, 21
parcialmente, 26 y 27 del Decreto Ley 1746 de 1991, en atención a que se trata
de disposiciones que hacen parte de una norma expedida con fundamento en una
ley de Facultades Extraordinarias.
En atención a lo
establecido por el mismo artículo, esta Corporación también es competente para
decidir sobre las demandas de inconstitucionalidad que presenten los ciudadanos
contra los decretos con fuerza de ley dictados por el Gobierno con fundamento
en el artículo 150 numeral 10 de la Constitución, por su contenido material o por
vicios de procedimiento en su formación; como en este caso también se dice
acusar la inconstitucionalidad sobreviniente del artículo 27 del citado
decreto, debe la Corte aprehender su conocimiento.
Segunda: El
Examen de los Requisitos de Forma
Como cuestión
principal, los actores piden a la Corte que examine la Constitucionalidad de
las normas acusadas del Decreto Ley 1746 de 1991, expedido el 4 de julio de ese
año, bajo el imperio de la Carta de 1886; empero, para adelantar el examen que
corresponde, la Corte debe señalar previamente las características de la
situación jurídica que se le presenta en este caso con ocasión de la entrada en
vigor de la nueva Constitución, que establece para la materia de las facultades
extraordinarias un régimen jurídico parcialmente diferente del contemplado en
la Carta anterior.
En efecto, la
entrada en vigencia de la nueva Carta Política hace que se planteen situaciones
jurídicas especiales, comprendidas algunas de ellas dentro del fenómeno
conocido como el tránsito de normas en el tiempo. Además, también se plantean
cuestionamientos en lo que hace al vigor de la norma de superior jerarquía
sobre los Decretos-leyes expedidos con fundamento en la anterior norma básica;
asuntos todos que se deben examinar también en este caso por la Corporación.
Obvio es que el paso
de un orden constitucional anterior al nuevo, ejerce una determinante
incidencia en la labor de control constitucional que se ejerce en el
ordenamiento colombiano, mucho más si se tiene en cuenta que también se
modificó el régimen en lo que hace al órgano encargado del control de las
leyes.
En efecto, el
artículo 241 de la nueva Carta Constitucional establece que "A la Corte
Constitucional se le confía la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución,
en los estrictos y precisos términos de este artículo. Con tal fin cumplirá
las siguientes funciones: ....4. Decidir sobre las demandas de
inconstitucionalidad que presenten los ciudadanos contra las leyes, tanto por
su contenido material como por vicios de procedimiento en su formación."
Para lo que a este
fallo corresponde, se observa que esta disposición constitucional no hace
distinción entre leyes anteriores y leyes posteriores a la nueva Carta y, por
tanto, la competencia en principio es plena en este campo; por lo tanto,
conforme a la jurisprudencia de esta Corporación, el examen de las
disposiciones acusadas comprende también el del cumplimiento de los requisitos
formales que establecía la Carta de 1886 y que debían ser señalados por la ley
habilitante. En efecto, en aquella normatividad constitucional, se indicaba que
los Decretos que desarrollaran las facultades debían expedirse dentro del marco
de la precisión material de la ley que las confiriera y dentro del término que
se debía señalar, y estos aparecen en el artículo 32 de la Ley 9a. de 1991 en
el sentido de conferir facultades legislativas extraordinarias por el termino
de un año contado desde la publicación de la misma, para efectos, entre otros,
de establecer el régimen sancionatorio de las infracciones a las normas del
régimen cambiario, así como el procedimiento para su efectividad.
En este sentido
encuentra la Corte Constitucional que las disposiciones acusadas, salvo el
artículo 27, se ajustan a los requisitos de carácter formal exigidos en el
régimen constitucional anterior, ya que aquellas fueron expedidas dentro del
término del año de vigencia de las facultades, y las materias que regulan son
precisamente las del régimen procedimental para la efectividad de las sanciones
a las infracciones cambiarias.
Por lo que hace con
el examen de la constitucionalidad del artículo 27 del Decreto 1746 de 1991,
modificado por el Decreto-ley 2248 de octubre 1o. del mismo año, esta
Corporación, en acatamiento a su jurisprudencia vertida en su sentencia No.
510 de septiembre 3 de 1992. M.P. Dr. Eduardo Cifuentes, procederá a declarar
la inexequibilidad demandada ya que en la forma como aparece ahora es el
resultado del ejercicio sucesivo y posterior de las facultades extraordinarias
conferidas, lo cual desborda los límites de la institución de las facultades
extraordinarias.
En concepto de la
Corte las facultades concedidas por el artículo 32 de la Ley 9a. de 1991 se
agotaron y cumplieron su cometido al expedirse el Decreto 1746 de julio 4 de
1991 y por lo tanto el ejecutivo no podía ejercerlas nuevamente sobre la misma
materia. Advierte la Corte que en estas condiciones surge a la vida jurídica
nuevamente y a partir de la ejecutoria de este fallo, la vigencia del artículo
27 del Decreto 1746 de 1991 en su versión original, que no es objeto de examen
en esta oportunidad.
Tercera. Las
diligencias previas en la Investigación de las Infracciones Cambiarias
En concepto de la
Corte Constitucional, el artículo 7o. del Decreto 1746 de 1991 en la parte
acusada, establece uno de los elementos normativos previsto para ser aplicado
sólo en la etapa administrativa previa o preliminar a la del
"procedimiento de determinación de la responsabilidad por infracciones
cambiarias"; dicha disposición jurídica requiere, para su mejor
entendimiento y comprensión, del examen integrador de las restantes
prescripciones que forman parte de aquel Estatuto, que regula especificamente
el procedimiento a seguir por la Superintendencia de Cambios en caso de la comisión
de infracciones Cambiarias y que, además, establece el correspondiente régimen
sancionatorio.
En efecto, para
comprender, a la luz de la Carta, los verdaderos alcances de esta parte acusada
del artículo 7o, se debe partir del supuesto según el cual el procedimiento al
que pertenece, está formado por una parte de diligencias previas, o de
instrucción, por otra parte de formulación de cargos o de traslado y de
emplazamientos, otra de pruebas y, por último, por la del fallo; las restantes
etapas procedimentales que siguen a la preliminar de instrucción, están
sometidas a los principios de publicidad y contradicción y también a las reglas
del debido proceso administrativo, ya que a ellas en general y a algunos de los
incidentes que se tramitan, se aplican las disposiciones predicadas de la vía
gubernativa que establece el Código Contencioso Administrativo, y las normas
que obligan a oir y vencer en juicio a la persona que puede ser sujeto de una
sanción.
En verdad, la parte
acusada del artículo 7o. constituye una etapa apenas inicial de las
disposiciones que regulan las actuaciones administrativas, enderezadas
preliminarmente a determinar objetivamente la comisión de infracciones
cambiarias, y no a atribuir o devenir responsabilidad en cabeza de alguna persona;
en esta etapa no existe cargo o imputación alguna y por el contrario, la
experiencia y la naturaleza de las cosas que se regulan, enseñan que en algunos
casos como el de las infracciones cambiarias, es recomendable para el fin de la
normatividad correspondiente y, de la vigencia del orden jurídico, adelantar
las indagaciones preliminares con sigilo, inteligencia y reserva.
No se trata en estos
casos de determinar la responsabilidad penal, típicamente subjetiva, sino
apenas de salvaguardiar los intereses cambiarios de carácter objetivo del
Estado y de la sociedad y para ello, al igual que ocurre con otras diligencias
policivas y administrativas, en aquella etapa preliminar no se requiere del
concurso o del conocimiento de las personas comprometidas con los hechos sobre
los cuales se pueden enderezar las mencionadas diligencias.
El procedimiento de
determinación de la responsabilidad por la infracción cambiaria, se abre al
conocimiento del público y del presunto infractor con la formulación de cargos,
y con las reglas que se aplican por mandato constitucional a todas las
actuaciones judiciales y administrativas que no exigen en estas diligencias
preliminares el concurso o el conocimiento de los eventuales infractores; por
el contrario, estas actuaciones bien pueden adelantarse sin la participación de
ningún particular y sin la previa advertencia de su inicio, pues sólo conducen
a una preliminar apreciación objetiva sobre la ocurrencia eventual de un hecho
sancionable administrativamente y sobre la hipotética existencia de autores.
En eventos
especiales es muy probable que el infractor tenga tiempo de ocultar y destruir
pruebas o que la simple noticia que rompe el especial sigilo en aquellas
averiguaciones, pueda causar pánico económico, financiero, bursátil o fiscal y
mientras no se haya adelantado la averiguación inicial por los funcionarios
competentes, no es necesario correr riegos tan graves.
Una jurisprudencia
muy autorizada de la H. Corte Suprema de Justicia señaló que la Carta de 1886,
hoy derogada, no se vinculó a ninguna de las Escuelas Penales, en forma tal que
bajo su imperio tuvieron vigencia Códigos Penales que reglamentaron bajo
distintas orientaciones fundamentales instituciones de la legislación de los
delitos y las penas. Tal situación parece que se ha prolongado en la estructura
de la Carta de 1991, hoy vigente, que tampoco adopta ninguna Escuela Penal como
propia. Ahora bien, las garantías adicionales surgidas en el nuevo
ordenamiento superior como la presunción de inocencia. que existía en los
ordenamientos penales ordinarios, no se ven amenazadas con el expediente
autorizado legalmente en el Decreto 1746, al permitir a la Administración
adelantar diligencias preliminares a fin de indagar sobre la posible
ocurrencia de infracciones a las normas cambiarias. Es este un privilegio que
consulta el interés público que tiene el deber de asegurar la autoridad
pública. Privilegio autorizado por la más sana lógica administrativa que, en
ejercicio de las funciones de inspección y vigilancia le permiten a aquella
formarse un criterio sobre las situaciones investigables e investigadas, para
que después, sin atentar contra la presunción de inocencia, pueda formular los
cargos correspondientes.
Más aún, la Carta de
1991 consagra la presunción de inocencia, debe tenerse en cuenta que esta es
una presunción juris tantun que admite prueba en contrario. Tal
presunción cabe ciertamente tanto en el ámbito del derecho penal como en el de
las infracciones administrativas. Precisamente por eso, "cuando estén
finalizadas las diligencias preliminares y el funcionario competente a cuyo
cargo se encuentre el expediente considere que los hechos investigados pueden
constituir infracción cambiaria formulará los cargos correspondientes a los
posibles infractores en acto administrativo motivado contra el cual no
procederá recurso alguno. Si culminada la instrucción aparece que los hechos
investigados no configuran infracción cambiaria, el Superintendente de Cambios
o el funcionario en quien éste delegue así lo declarará en providencia
motivada, contra la cual procede recurso de reposición", como lo
determina el artículo 11 del mencionado Estatuto.
Además, "al
formular los cargos, se correrá traslado a los presuntos infractores o a su
apoderado, mediante entrega de copia integra, auténtica y gratuita de la
providencia". Entonces empezará a tramitarse el proceso administrativo
sujeto a las garantías constitucionales, como se ha señalado. Así pues no hay
desconocimiento de la presunción de inocencia, sino que ella se desvirtúa con
los resultados del debido proceso administrativo. Tampoco por este aspecto se
encuentra oposición entre la presunción de inocencia y el principio de la
responsabilidad objetiva, que es característica propia de las infracciones
administrativas.
Naturalmente como
surge de la lógica del proceso, la carga de la prueba está a cargo del Estado,
sin perjuicio de que los acusados también ejerzan la iniciativa probatoria a fin
de buscar el esclarecimiento de los hechos.
A la luz de las
regulaciones de la Carta, el debido proceso administrativo, no es un concepto
absoluto y plenamente colmado por ella; por el contrario aquel presupone
distinciones ordenadas por la propia Carta y por la ley, siempre que sean
adecuadas a la naturaleza de la actuación de las autoridades públicas, que
inclusive pueden llevar, como en varias materias se ha establecido, a la
reserva temporal de la actuación, del acto o del documento que los contenga;
empero, cuando se trata de definir o derivar la responsabilidad de las personas
que pueden ser sujetos de una sanción o pena, si se requiere de la publicidad,
de la contradicción, de la intervención del juez natural y de la aplicación de
las formas propias de cada juicio, es decir, deben respetarse los principios y
garantías de rango constitucional que enmarcan en términos generales el ius
puniendi del Estado.
En otras palabras,
el debido proceso aplicable a este caso no comporta ni obliga a poner en conocimiento
del eventual infractor el inicio y el desarrollo preliminar de la actuación
administrativa, para determinar la comisión de infracciones cambiarias, y por
el aspecto que se examina, no resulta inexequible. En este sentido, la Corte
Constitucional comparte el concepto de la Procuraduría General de la Nación y
estima que no debe prosperar el cargo que se le atribuye por el actor a la
disposición acusada.
Cuarta: La
Responsabilidad Objetiva en la Infracción Cambiaria
Para examinar el
cargo que señala la supuesta inexequibilidad del artículo 19 y del primer
inciso del artículo 21 del Decreto 1746 de 1991, por desconocer las normas
constitucionales que garantizan el debido proceso y el derecho de defensa, se
hace necesario señalar que el régimen de cambios es una manifestación del
Derecho Administrativo y de las funciones de policía económica que le
corresponden por principio al Estado Moderno, y que en nuestro sistema
constitucional ha quedado contraído a dicho ámbito, sin extenderse a las regulaciones
de orden penal, como lo entiende equivocadamente el actor.
En este sentido, es
claro que la doctrina y la jurisprudencia nacionales que se ocupan del tema,
son uniformes en líneas generales en sostener que dicho régimen, aún cuando
conduce a la imposición de medidas económicas y sancionatorias de contenido
fiscal, no puede confundirse con el régimen penal ordinario ni se informa de
sus orientaciones; por el contrario, desde sus origenes se ha sostenido que
entre uno y otro régimenes existen profundas diferencias de contenido u objeto
y de finalidad, que no obligan en ningún modo ni al intérprete ni al
legislador, para hacer extensivas las orientaciones, los principios y las
reglas de uno al otro, mucho menos en el ámbito de la determinación de la responsabilidad
por su aspecto subjetivo o de la culpabilidad.
Así las cosas, es
claro para la Corte Constitucional que no todo el Derecho, uno de cuyos
elementos esenciales se funda en su fuerza coactiva y en el respaldo coercitivo
de la sanción pública, es de orden punitivo o penal; en consecuencia debe
entenderse que no toda sanción fundada en el Derecho es punitiva o de orden
penal; pues se encuentran reglas y procedimientos de naturaleza civil, del
orden común, de carácter administrativo, sea policivo, correccional,
disciplinario o económico, y aún de orden político, de rango constitucional o
legal, que no son comparables o asimilables directamente al ordenamiento penal
y que comportan sanciones de diversa categoría, las que, en veces, coinciden
sobre los mismos hechos, sin resultar incompatibles o sin ser excluyentes. Lo
incompatible en estos casos, según el principio del NON BIS IN IDEM, es
la simultaneidad de sanciones de la misma naturaleza o la doble falta. Cada una
de estas regulaciones puede corresponder a órdenes jurídicos parciales y
especializados de origen y expresión constitucional; pero, además, bien pueden
encontrarse en la ley, ya porque el Constituyente ha reservado a ella la
potestad de regulación en la materia, la ha autorizado, o no la prohibe.
En este sentido cabe
observar que las disposiciones del orden jurídico penal se erigen con miras en
la satisfacción de necesidades y aspiraciones públicas, relacionadas con un
cúmulo preciso de bienes jurídicos, que por distintas razones de política
criminal se hace necesario proteger y garantizar, a través de la tipificación
de las principales hipótesis de comportamiento, que ameritan reproche y sanción
punitiva sobre las principales libertades del sujeto que incurre en ellas.
Por tanto, las
reglas propias del proceso penal que se deben establecer previamente a la
conducta, en atención al principio de la preexistencia normativa, presuponen
unos principios y orientaciones que reflejen también el más delicado y
cuidadoso tratamiento de la libertad del imputado.
Por dichas razones,
en algunas de las partes del Derecho Administrativo, como es la del régimen de
cambios, se admite la no pertinencia de los elementos subjetivos de la conducta
tipificada previamente como sancionable, como son la intencionalidad, la
culpabilidad e incluso la imputabilidad. Además, esta distinción entre uno y
otro ámbitos de la responsabilidad por la conducta sancionable, no sólo se
funda en razones que atienden a la distinta naturaleza de los bienes jurídicos
que se persiguen directamente por estos tipos de ordenamientos normativos, sino
también por otros altos cometidos de orden constitucional, contenidos en
principios, fines y valores consagrados en la Carta, como son la justicia, el
bienestar colectivo, el desarrollo y el orden económico, social y fiscal.
También existen
razones que distinguen entre uno y otro ordenamiento, con base en los
principios instrumentales de rango constitucional que permiten reconocer la
existencia de ordenes jurídicos parciales, con sus propias reglas, que no se
aplican por extensión a todo el sistema jurídico, como es el caso de los
principios inspiradores y rectores de la normatividad sustantiva y
procedimental del Derecho Penal. En este sentido, debe advertirse que lo que
supone el artículo 29 de la Carta, en su primer inciso, no es que las reglas
del debido proceso penal se apliquen a todas las actuaciones judiciales o
administrativas o de carácter sancionatorio; en verdad, lo que se propone el
Constituyente es que en todo caso de actuación administrativa exista un proceso
debido, que impida y erradique la arbitrariedad y el autoritarismo, que haga
prevalecer los principios de legalidad y de justicia social, así como los demás
fines del Estado, y que asegure los derechos constitucionales, los intereses
legítimos y los derechos de origen legal y convencional de todas las personas.
Cabe advertir que el
tema del que se ocupan las normas acusadas, es el del establecimiento de un
procedimiento de carácter policivo y económico, que persiga objetivamente las
infracciones al régimen cambiario, que no puede confundirse con los
procedimientos administrativos de carácter correccional o policivo o
disciplinario.
El establecer por
vía de la regulación legal correspondiente, que las infracciones cambiarias no
admiten la exclusión de la responsabilidad por ausencia de culpabilidad o de
imputabilidad del infractor, o lo que es lo mismo, señalar que la
responsabilidad por la comisión de la infracción cambiaria es de índole
objetiva, como lo disponen en las partes acusadas los artículos 19 y 21 del
Decreto 1746 de 1991, no desconoce ninguna norma constitucional. Claro está que
al sujeto de esta acción ha de rodeársele de todas las garantías constitucionales
de la libertad y del Derecho de Defensa, como son la preexistencia normativa
de la conducta, del procedimiento y de la sanción, las formas propias de cada
juicio, la controversia probatoria, la favorabilidad y el NON BIS IN IDEM en su
genuino sentido, que proscribe la doble sanción de la misma naturaleza ante un
mismo hecho.
Por las anteriores
razones la Corte Constitucional habrá de declarar la exequibilidad de las
partes acusadas de los artículos 19 y 21 del Decreto 1746 de 1991.
Quinta. El
artículo 26 acusado y el Principio Solve et Repete
Como consecuencia
del principio de legalidad que ampara a los actos administrativos y del
carácter de ejecutoriedad predicable de los mismos, cuando quiera que la
administración imponga una multa, establezca un impuesto o contribución o
liquide definitivamente un crédito, tales prestaciones económicas en favor del
erario, han de satisfacerse una vez la decisión adoptada esté en firme;
enunciación esta que corresponde al principio solve et repete, mediante el cual
se busca el recaudo oportuno de los recursos para evitar que se altere el
normal funcionamiento de los servicios públicos y el cumplimiento de los
cometidos que la administración debe atender. Dentro del marco de este
principio se inscribe lo preceptuado en el artículo 26 del Decreto 1746 de
1991, conforme al cual, "para ejercitar las acciones ante la jurisdicción
de lo Contencioso Administrativo deberá acompañarse a la demanda el recibo de
pago de la multa correspondiente"; norma cuya constitucionalidad es
atacada por los demandantes aduciendo violación de los artículos 3°, 6°, 115,
150-10 de la Carta dado que la ley habilitante (Ley 9a. de 1991 art. 32),
confirió facultades para establecer un procedimiento estrictamente
administrativo, y el artículo 26 señala un procedimiento judicial. Además, se
señala la supuesta violación al artículo 13 superior, pues, se restringe el
derecho de impugnar los actos administrativos a quienes tengan capacidad
económica suficiente para pagar las multas; también se imputa la vulneración
del artículo 87 constitucional, que al disponer que toda persona podrá acudir
ante la autoridad judicial para hacer efectivo el cumplimiento de una ley o de
un acto administrativo, no distingue entre quienes hayan pagado una multa y
quienes no la hayan cancelado; también se indica vulneración del artículo 243
de la Carta en la medida en que se reprodujo una disposición declarada
inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia, y finalmente, violación del
artículo 229 de la Constitución, pues la exigencia del pago de la multa
impuesta por la Superintendencia de Cambios obstruye el acceso a la justicia.
Respecto del cargo
de exceso en el ejercicio de las facultades extraordinarias en que, según el
actor, pudo incurrir el Ejecutivo, observa la Corte que la disposición atacada
se limita a proveer un mecanismo para lograr el cumplimiento del acto
administrativo mediante el cual se impone la multa. El mecanismo aludido
permanece en la órbita del procedimiento administrativo que desarrolla la Superintendencia
de Cambios, y no invade el ámbito de los procedimientos judiciales. En tanto no
se aprecia modificación, adición o supresión de las reglas propias de los
trámites que se cumplen ante los jueces de la República, no se configura la
violación de la Carta por extralimitación en el ejercicio de las facultades
extraordinarias.
Ahora bien, en lo
referente a la vulneración del principio de igualdad, observa la Corte que el
artículo 13 de la Constitución al preceptuar que todas las personas nacen libres
e iguales, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán
de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación,
se refiere a la igualdad en sentido jurídico, es decir, ante la ley, que no
puede convertirse en fuente de privilegios o de discriminación.
Otra cosa es la
igualdad real recogida como fin y principio fundamental en la misma norma
constitucional, como emanaciones de los postulados asistenciales propios del
Estado Social de Derecho; éstos imponen al Estado el deber de adoptar medidas
en favor de grupos marginados; previsión que precisamente destaca la situación
desigualitaria que en la vida efectiva padecen los hombres, por las más
variadas causas.
En el caso
sub-exámine no se trata de la acción encaminada a la superación de esas causas
de desigualdad real, sino de determinar si la hipótesis normativa contenida en
la norma acusada establece algún tipo de privilegio o discriminación en favor
de una o varias personas, violando el imperativo constitucional de la igualdad
de las mismas ante la ley. Igualdad frente al derecho de todos los que se
encuentran en la misma situación jurídica prevista por la norma, que en el
asunto bajo examen no se encuentra alterada.
Una cosa es el
crédito sobreviniente a cargo de una persona y a favor de la administración,
que es lo que busca amparar la norma, y otra bien distinta, imposible de prever
por el legislador, la de que el deudor sea más o menos solvente, pues su
obligación proviene de la causa de la misma y de su exigibilidad legal, no de
su mayor o menor capacidad de pago. El artículo acusado, no establece
distinciones gravosas para quienes tengan mayores o menores recursos
patrimoniales, sino que busca asegurar para los fines superiores antes
indicados, los ingresos que los poderes de la administración pueden determinar
conforme a la ley y la posibilidad que tienen de hacer efectivo su recaudo.
Ahora bien, la
Constitución Política de 1991 establece como un derecho fundamental la
posibilidad de todos los asociados de acceder a las decisiones de la
administración de justicia, sin limitaciones que puedan dejar truncas las
posibilidades de obtener la declaración judicial de su derecho; resulta así
contrario al principio de obtener pronta y cumplida justicia un precepto que
impone el pago anticipado de la obligación, a juicio del deudor no debida,
cuando justamente es la existencia o el monto de la misma lo que sería objeto
de declaración judicial.
En oportunidades, la
imposición de multas o la definición de obligaciones de magnitudes
inalcanzables para los afectados, permite a la Administración el poder de
bloquear la acción de la jurisdicción, tal como lo ha sostenido la Honorable
Corte Suprema de Justicia en reciente fallo. (Sentencia No. 86 julio 15 de
1991, expediente No. 2273, Magistrados Ponentes: Dr. Simón Rodríguez Rodríguez
y Dr. Pablo J. Cáceres Corrales).
En efecto, ante la
sola posibilidad de que el error de la administración en la tasación del monto
de la obligación o en la existencia de la misma pueda tener lugar, su pago
resulta una exigencia inadmisible para ejercitar las acciones que ante la
justicia autoriza el ordenamiento jurídico colombiano. Lo anterior no quiere
significar que se elimine la presunción de legalidad del contenido patrimonial
de los actos administrativos, que continúa, según sentir de la Corte, en todos
sus efectos, salvo para hacer exigible el pago efectivo de las obligaciones
como condición previa para disponer de las acciones judiciales.
De suerte que el
acto será legal y sus efectos, a cargo de los obligados de manera
ininterrumpida y con las consecuentes sanciones indemnizatorias a favor de la
administración, en aquellas oportunidades que a la postre resulten ajustadas a
derecho en cuanto a la existencia y monto de las obligaciones respectivas. Las
razones expuestas imponen la declaratoria de inconstitucionalidad del artículo
26 del Decreto 1746 de 1991, por contrariar el artículo 229 de la Constitución
Política.
En cuanto a la
violación del artículo 243 de la Constitución, no se incurre en ella ya que el
Decreto 1746 de 1991 fue expedido el 4 de julio de ese año, es decir con
anterioridad al pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia fechado el 25
de julio.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia, administrando
justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución, oído el
concepto del señor Procurador General de la Nación,
R E S U E L V E :
Primero.- Declarar que las partes acusadas de los
artículos 7o., 19 y 21 del Decreto 1746 de 1991 son exequibles.
Segundo.- Declarar que el artículo 26 del Decreto
1746 de 1991 es inexequible.
Tercero.- Declarar que el artículo 27 del Decreto
1746 de 1991, en cuanto modificado por el Decreto 2248 de 1991, es inexequible.
Cópiese, publíquese,
comuníquese al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO
MARTINEZ GALINDO CABALLERO
FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de
voto a la Sentencia No. C-599
DEBIDO PROCESO-Violación/PRESUNCION DE INOCENCIA (Salvamento
de voto)
El debido proceso
material es un derecho constitucional fundamental. Su respeto es la garantía
principal de la persona frente al poder del Estado. Además es un derecho que no
puede ser limitado ni suspendido ni siquiera en estado de excepción
constitucional. Es necesario demostrar la imputabilidad de un hecho a
una persona, de suerte que judicialmente se compruebe su dolo o culpa en cada
caso. Es una autoridad de la República, únicamente conforme al debido proceso,
la que puede declarar culpable a una persona cuando se demuestre la
imputabilidad del hecho al autor. Resulta elemental, evidente y flagrante la
violación del debido proceso y de la presunción de inocencia. En efecto, no se
puede prescindir de la imputabilidad para efectos de condenar judicialmente a
una persona. Ello desconoce las garantías mínimas para hacer efectivos los
derechos humanos, que son uno de los fines del Estado, al tenor del artículo
2o. de la Carta.
REF: Expediente
No. D-062 y D-104
Decreto Ley 1746
de 1991
Magistrados:
CIRO ANGARITA
BARON
EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé de
Bogotá,D.C., diciembre diez (19) de mil novecientos noventa y dos (1992).
Los Magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y Alejandro Martínez Caballero hacemos
salvamento parcial de voto a la decisión de mayoría de la Sala Plena de la
Corte Constitucional en el proceso de la referencia.
En la fecha de Sala
Plena de la Corporación ha declarado exequibles los artículos 7o., 19 y 21 del
Decreto Ley 1746 de 1991 y ha declarado inexequibles los artículos 26 y 27 del
mismo Decreto.
Los suscritos
Magistrados compartimos con la Sala Plena esta segunda parte -declarada
inexequible-, no así la primera -declarada exequible-, motivo por el cual
salvamos aquí el voto con fundamentos en las siguientes consideraciones.
1. DEL DEBIDO
PROCESO EN LAS ACTUACIONES ADMINISTRATIVAS
El artículo 29 de la
Constitución dispone en su inciso primero:
El debido proceso se
aplicará en toda clase de actuaciones judiciales y administrativas.
El debido proceso
material es un derecho constitucional fundamental. Su respeto es la garantía
principal de la persona frente al poder del Estado. Además es un derecho que no
puede ser limitado ni suspendido ni siquiera en estado de excepción
constitucional.
Este derecho no sólo
es reconocido en Colombia sino también por la Comunidad Internacional en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el Pacto Internacional sobre
Derechos Sociales y Políticos y en la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, los cuales rigen en Colombia y tienen fuerza vinculante por
disposición del artículo 93 de la Carta.
Así mismo, la
jurisprudencia nacional y extranjera ha reconocido desde hace tiempo la
importancia del debido proceso en todo tipo de actuación.
Por ejemplo, una
Corte inglesa expresó lo siguiente en 1724, en el caso del doctor Bentley:
Hasta Dios mismo no
sentenció a Adán antes de llamarlo a hacer su defensa. ¿Adán -dijo Dios-, dónde
estabas tú? ¿No has comido del árbol que no debías hacerlo?1
Igualmente en 1932
la Cámara de los Lores en Inglaterra sostuvo que "los principios de la
justicia natural eran de aplicación indispensable en materia de procedimiento
administrativo, siendo el segundo de tales principios aquél que imponía no
condenar sin oir a la parte".2
La jurisprudencia
norteamericana por su parte afirmó sobre el fundamento aportado por la enmienda
XIV de la Constitución acerca del debido proceso legal, entendido en sentido
procesal, que "igual principios se aplica ineludiblemente en el
procedimiento administrativo en los Estados Unidos de América".3
En Argentina, al
sentir de Gordillo, "la necesidad del respeto al principio de la defensa,
previo las decisiones que se adopten, ha sido consagrada por la jurisprudencia
incluso para organismos públicos no estatales".4
Así mismo, ya más
recientemente, el Tribunal Constitucional Español ha sostenido lo siguiente a
propósito de la aplicación del debido proceso a ordenamientos diferentes al
penal:
Los principios
inspiradores del orden penal son de aplicación, con ciertos matices, al Derecho
sancionador, dado que ambos son manifestaciones del ordenamiento punitivo del
Estado...5
Como anotan García
de Enterría y Fernández, "la inmensa laguna que supone la ausencia de un
cuadro normativo general que definiese los principios generales de
funcionamiento de las actuaciones administrativas y de su aplicación se
encuentran suplida por esa remisión general (que vendría impuesta por un
principio constitucional, lo que supone su superioridad sobre cualquier eventual
determinación contraria de las Leyes) a "los principios del orden
penal", lo cual es de una extraordinaria práctica, como bien se
comprende"6
2. DE LA
IMPUTABILIDAD
Dice el inciso 4o.
del artículo 29 de la Constitución:
Toda persona se
presume inocente mientras no se la haya declarado jurídicamente culpable
Se establece aquí la
presunción de inocencia de las personas, que es un desarrollo del principio de
la dignidad humana, consagrado en el artículo 1o. de la Constitución. La norma
citada se relaciona igualmente con el artículo 83 de la Carta que establece el
principio de la buena fe.
En los antecedentes
de esta norma en la Asamblea Nacional Constituyente, se lee:
Tanto la doctrina
nacional como la internacional de los autores, como las normas contenidas en
tratados públicos y leyes extranjeras, le otorgan lugar preeminente dentro de
las garantías individuales a los requisitos procesales mínimos de que deben
rodearse a las personas que se encuentran acusadas, y que deban responder a las
autoridades. La primera de tales garantías es la presunción de inocencia que
constituye la piedra fundamental del sistema, y que tiene validez hasta el
momento que haya sido declarado judicialmente culpable.7
El Tribunal
Constitucional Español ha manifestado al respecto:
El derecho a la
presunción de inocencia no puede entenderse reducido al estricto campo del
enjuiciamiento de conductas presuntivamente delictivas, sino que debe
entenderse también que preside la adopción de cualquier resolución tanto
administrativa como jurisdiccional que se base en la condición o conducta de
las personas cuya apreciación derive un resultado sancionatorio o delimitativo
de sus derechos.8
En este orden de
ideas, es imposible imponer a alguien la carga de probar su inocencia, pues
ello equivale a una probatio diabólica.
Ahora bien, la
presunción de inocencia sólo es desvirtuada por una condena jurídica que
declare "culpable" a una persona.
En consecuencia, es
necesario demostrar la imputabilidad de un hecho a una persona, de
suerte que judicialmente se compruebe su dolo o culpa en cada caso.
Como anota Parada,
"la imputabilidad en cuanto capacidad de actuar culpablemente porque el
sujeto activo de la infracción reune aquellas características biopsíquicas que
con arreglo a la legislación vigente le hacen capaz de ser responsable de sus
propios actos, es desde luego exigible en las infracciones administrativas y,
por consiguiente, excluyen la imputabilidad las mismas causas de
inimputabilidad que establece el Derecho penal, como la enajenación mental o la
menor edad... Respecto a la culpabilidad propiamente dicha y en cualquiera de
sus formas dolo o culpa es asimismo exigible en las infracciones
administrativas, superando con ello una jurisprudencia según la cual sería
irrelevante tanto la ausencia de intencionalidad como el error, por no ser
precisa una conducta dolosa sino simplemente irregular para castigar la
inobservancia de las normas. Por el contrario parece más justo, dada la
importancia de las sanciones administrativas, exigir la concurrencia de la
culpabilidad... Dicha exigencia trasciende lo substantivo, proyectando sobre el
procedimiento sancionador la observancia del derecho a la presunción de
inocencia".9
En derecho comparado
las regulaciones contemporáneas de las infracciones administrativas exigen
siempre la culpabilidad. Por ejemplo, la ley de Alemania Federal de 1987
establece que "como ilícito administrativo puede punirse únicamente el
hecho doloso, salvo que la ley conmine expresamente con una pena pecuniaria
administrativa al hecho culposo" -art. 10-, en dicha norma se establece
como circunstancia excluyente de la culpabilidad el error o la edad inferior a
los 14 años -arts. 12 y 13-. Igualmente, la ley italiana 698 de 1981 determina
que "en las infracciones administrativas, cada cual es responsable de su
propia acción u omisión, consciente o voluntaria, ya sea ésta dolosa o
culposa" -art. 2-.
El Tribunal
Constitucional Español por su parte ha afirmado que no se puede concluir
"de que se haya suprimido en la configuración del ilícito tributario el
elemento subjetivo de la culpabilidad para sustituirlo por un sistema de
responsabilidad objetiva o sin culpa. En la medida en que la sanción de las
infracciones tributarias es una de las manifestaciones del ius puniendi del
Estado, tal resultado sería inadmisible en nuestro ordenamiento".10
De conformidad con
lo anterior y para efectos de este salvamento, es pues una autoridad de la
República, únicamente conforme al debido proceso, que puede declarar culpable a
una persona cuando se demuestre la imputabilidad del hecho al autor.
Queda por tanto
proscrita en Colombia toda forma de responsabilidad objetiva.
3. DEL CASO
CONCRETO
El artículo 7o. del
Decreto 1746 de 1991 dispone una investigación administrativa "para
determinar la comisión de infracciones... y para su desarrollo no se requerirá
del concurso o conocimiento de los presuntos infractores".
El artículo 19 del
mismo Decreto establece que las pruebas en dichos procesos "se
valorarán... atendiendo... la índole objetiva de la responsabilidad
correspondiente".
Y el artículo 21
idem consagra por último que "la responsabilidad resultante de la
violación al régimen de cambios es objetiva".
Los suscritos
Magistrados estimamos que resulta elemental, evidente y flagrante la violación
del debido proceso y de la presunción de inocencia por parte de estos tres
preceptos. En efecto, no se puede prescindir de la imputabilidad para efectos
de condenar judicialmente a una persona. Ello desconoce las garantías mínimas
para hacer efectivos los derechos humanos, que son uno de los fines del Estado,
al tenor del artículo 2o. de la Carta.
Es por ello que no
compartimos la decisión de la mayoría de la Corporación, que encontró conforme
con la Constitución tales disposiciones.
Fecha ut supra.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
1 Citado por Gordillo, Agustín. Tratado de Derecho Administrativo.
Parte general, Tomo 2, Ediciones Macchi-López. Buenos Aires, 1975. Pág. XVII-33
2 Idem
3 Idem
4 Idem
5 Tribunal Constitucional Españo. Sentencias de 30 de enero y 8 de
junio de 1981.
6 García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón. Curso de
derecho administrativo. Tomo II. Tercera Edición. Ed. Civitas S.A. Madrid,
1991, pág. 166.
7 Gaceta Constitucional No. 128 del 15 de octubre de 1991, pág. 17.
Ponencia ante la plenaria de la Constituyente de Diego Uribe Vargas.
8 Tribunal Constitucional Español. Sentencia de marzo 8 de 1985
9 Parada, Ramón. Derecho Administrativo. Tomo I. Parte general.
Tercera Edición. Editorial Marcial Pons. Madrid, 1991, pág. 478.
10 Tribunal Constitucional Español. Sentencia de abril 26 de 1990. |
250 | C-600-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-600/92
SANCION PRESIDENCIAL-Irregularidad
A juicio de la
Corte el anotado vicio existe y es subsanable, máxime si se tienen en cuenta
que los términos para que el Presidente pudiera haber formulado objeciones han
precluido y que la omisión de la sanción presidencial supone el quebrantamiento
de un deber que, en todo caso, pudo ser suplido mediante la intervención del
Presidente del Congreso (Anterior Codificación Constitucional, art. 89). La
sanción de la ley, requisito normalmente sustancial de su formación, en razón
de las circunstancias referidas, tiene carácter puramente formal y admite, por
tanto, ser subsanado.
PREVALENCIA DEL DERECHO SUSTANCIAL
Al permitir la
Corte, cuando sea procedente, se subsanen defectos que afecten la formación de
una ley sujeta a su control, se busca la prevalencia del derecho sustancial y
la vigencia del principio democrático, ambos, en este caso, inconciliables con
la negativa a la apertura de un procedimiento de enmienda de un vicio puramente
formal que, de subsanarse, impediría se frustrara una iniciativa ya acogida y
tramitada por el órgano político más genuinamente representativo de la voluntad
social.
DEMANDA DE INCONSTITUCIONALIDAD-Término
En relación con
la acción de inconstitucionalidad que dió lugar al presente proceso, no es
procedente predicar la caducidad contemplada en el numeral 3º del artículo 242
de la C.P, pues si bien la ley acusada se expidió el 28 de Enero de 1.982, la
correspondiente demanda fue recibida en la Secretaria General de esta Corte, el
día 18 de febrero de 1.992, esto es, sin haber transcurrido un año desde la
promulgación de la nueva Constitución. En efecto, criterios de seguridad jurídica
y de elemental equidad, exigen contabilizar el término de caducidad de las
acciones por vicios de forma adelantadas contra leyes expedidas con
anterioridad a la promulgación de la Constitución no a partir de la publicación
de los respectivos actos sino de la indicada promulgación del Estado Supremo.
REF: Demanda No.
D-072
Actor: carlos alberto sanchez
Demanda de
inconstitucionalidad contra la ley 23 de 1982.
Derechos de Autor
Magistrado
Ponente:
eduardo
cifuentes muñoz
Santa Fe de Bogotá,
D.C., Diciembre 10 de 1992
Aprobado por Acta
No. 95
La Sala Plena de la
Corte Constitucional integrada por su Presidente Simón Rodríguez Rodríguez y
los Magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz, José Gregorio
Hernández Galindo, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Jaime Sanín
Greiffenstein
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso
ordinario de constitucionalidad contra la Ley 23 de 1982 sobre "Derechos
de Autor".
I. TRANSCRIPCION
DE LA NORMA ACUSADA
La transcripción
completa de la Ley 23 de 1982 aparece a folios 28 a 35 del expediente.
II. ANTECEDENTES
1. La Corte Constitucional
en providencia del 14 de Octubre de 1992, se refirió a los antecedentes del
presente proceso e hizo algunas precisiones que conviene transcribir.
"1. Que el
ciudadano Carlos Alberto Sánchez presentó el día 7 de Febrero de 1.992 demanda
de inconstitucionalidad contra la Ley 23 de 1.982, "sobre derechos de
autor".
2. Que el
principal cargo contra la ley que formula el demandante y del cual se derivan
los restantes, se origina en la omisión de la sanción presidencial. Se alega
por el actor que la ley fue indebidamente sancionada por el Dr. JORGE MARIO
EASTMAN, entonces Ministro Delegatario de funciones presidenciales.
3. Que esta Corte
ha sostenido que la validez formal del proceso de expedición de una ley, debe
efectuarse a la luz de las normas constitucionales vigentes al momento en que
se verificó su trámite.
4. Que el Dr.
JORGE MARIO EASTMAN, impartió la sanción presidencial a la mencionada ley, en
desarrollo del Decreto No. 0136 de 1.982, en virtud del cual el Presidente de
la época Dr. JULIO CESAR TURBAY AYALA, en ejercicio de las atribuciones
conferidas por el artículo 5º del Acto Legislativo No. 1 de 1.977, delegó en el
indicado Ministro "las funciones correspondientes a los asuntos de que
tratan los ordinales 2º, 3º, 5º, 6º, y 7º del artículo 120 de la Constitución
Política".
5. Que de
conformidad con la norma constitucional vigente al momento de la expedición de
la ley acusada, el Ministro Delegatario sólo podía ejercer en ese carácter
"las funciones presidenciales que el Presidente le delegue" (Acto
Legislativo No. 1 de 1.977, art 5º, inc 4).
6. Que la función
constitucional de sancionar las leyes encomendada al Presidente era y es
diferente a la función, que igualmente le estaba atribuida, de promulgar las
leyes ya sancionadas (arts. 81-4, 85, 86, 88, 89, 90, 118-7 y 120-2 de la
anterior Codificación Constitucional).
7. Que el decreto
0136 de 1.982 no confirió al Ministro Delegatario la función de sancionar las
leyes. Luego, carecía de competencia dicho Ministro para sancionar la ley 23 de
1.982 y la sanción que en esas condiciones impartió no tuvo validez alguna,
generándose por este concepto, un vicio de procedimiento en la formación de la
citada ley.
8. Que a juicio
de la Corte el anotado vicio existe y es subsanable, máxime si se tienen en
cuenta que los términos para que el Presidente pudiera haber formulado
objeciones han precluido y que la omisión de la sanción presidencial supone el
quebrantamiento de un deber que, en todo caso, pudo ser suplido mediante la
intervención del Presidente del Congreso (Anterior Codificación Constitucional,
art. 89). La sanción de la ley, requisito normalmente sustancial de su
formación, en razón de las circunstancias referidas, tiene carácter puramente
formal y admite, por tanto, ser subsanado.
9. Que la
promulgación de la ley 23 de 1.982 cumplida por el Ministro Delegatario, en sí
misma considerada, se cumplió en debida forma y para efectuarla se contaba con
facultades suficientes. La misma, de otra parte, ha permitido que la comunidad
conozca y acate la norma, pese a no haber sido antecedida de una sanción
regular. No será necesario reiterar la promulgación que, finalmente, no se
inserta en el íter formativo del acto, pues siempre lo presupone. De otra
parte, la Corte entiende que mientras ella resuelve sobre la exequibilidad de
la ley acusada, la misma se encuentra amparada por la presunción de
constitucionalidad, además de sustentar su eficacia y legitimidad en la
creencia de buena fe, generalizada en el país, sobre la competencia formalmente
atribuida al Ministro delegatario que impartió la sanción legal, sólo a la
fecha hallada irregular aunque saneable.
10. Que al
permitir la Corte, cuando sea procedente, se subsanen defectos que afecten la
formación de una ley sujeta a su control, se busca la prevalencia del derecho
sustancial (CP art. 228) y la vigencia del principio democrático, ambos, en
este caso, inconciliables con la negativa a la apertura de un procedimiento de
enmienda de un vicio puramente formal que, de subsanarse, impediría se
frustrara una iniciativa ya acogida y tramitada por el órgano político más
genuinamente representativo de la voluntad social.
11. Que en
atención a la fuerza vinculante, frente a todo el ordenamiento, de los
mencionados principios de prevalencia del derecho sustancial y vigencia
efectiva de la democracia, la facultad atribuida a la Corte Constitucional,
prevista en el parágrafo único del artículo 241 de la C.P, no se limita a las
leyes expedidas a partir de la promulgación de la carta sino que cobija también
a las anteriores que se sometan a su examen y respecto de las cuales se
encuentren defectos de procedimiento subsanables.
12. Que en
relación con la acción de inconstitucionalidad que dió lugar al presente
proceso, no es procedente predicar la caducidad contemplada en el numeral 3º
del artículo 242 de la C.P, pues si bien la ley acusada se expidió el 28 de
Enero de 1.982, la correspondiente demanda fue recibida en la Secretaria
General de esta Corte, el día 18 de febrero de 1.992, esto es, sin haber
transcurrido un año desde la promulgación de la nueva Constitución. En efecto,
criterios de seguridad jurídica y de elemental equidad, exigen contabilizar el
término de caducidad de las acciones por vicios de forma adelantadas contra
leyes expedidas con anterioridad a la promulgación de la Constitución no a
partir de la publicación de los respectivos actos sino de la indicada
promulgación del Estado Supremo.
13. En su
concepto, el Dr. Carlos Gustavo Arrieta Padilla, Procurador General de la
Nación, expresa: " (...) este Despacho considera que el defecto de que
adolece la ley bajo examen, es de aquellos subsanables fáctica y jurídicamente,
porque con la simple aprobación del Presidente de la República, manifestada a
través de su firma se convalidaría tal norma. Este es uno de aquellos casos en
que debe prevalecer el derecho material sobre el formal, so pena de dejar
desprotegido al conglomerado social en lo respecta a los derechos de autor,
consagrados en la disposición impugnada (...). Como quiera que el vicio
observado es de aquellos que serían subsanables, este Despacho solicita a la H.
Corte Constitucional hacer uso de la atribución contenida en el parágrafo del
artículo 241 Constitucional (...). En caso de que esa alta Corporación no
comparta el anterior planteamiento, o que estando de acuerdo, no sea subsanado
el vicio, en ambos eventos se solicita la declaratoria de inexequibilidad".
2. En la citada
providencia la Corte declaró que en el proceso de formación de la ley acusada
existía un vicio de procedimiento de carácter subsanable y ordenó que, sobre el
texto original de dicha ley, el Gobierno impartiera la correspondiente SANCION,
la cual tendría el efecto de anular la impartida irregularmente.
3. El Gobierno, en
acatamiento a la instrucción anterior, sancionó debidamente la Ley 23 de 1982,
y procedió a efectuar la respectiva publicación en el Diario Oficial No. 40.647
del 30 de octubre de 1.992.
III. FUNDAMENTOS
JURIDICOS
El actor alega que
la ley acusada viola los artículos 2 (3), 57 (115), 116 (192), 118-7 (200-1),
120-2 (189-9-10), 124, inc 6 (202, inc 4), 126 (195), 127 (205), 128 (196), 135
(211), 81-4 (157-4), 85 (165), 86 (166) y 89 (168) de la Constitución Política
(entre paréntesis se indica el número del correspondiente artículo de la Nueva
Constitución).
2. El principal
cargo que el demandante endereza contra la ley y del cual se derivan los
restantes, consiste en la "omisión de la sanción presidencial", lo
que a su juicio configura una usurpación de poder, vale decir, una vía de hecho
que necesariamente se proyecta en la amplia gama de violaciones enunciadas en
el punto anterior.
3. Subsanado por el
Gobierno el vicio de procedimiento anotado, como consecuencia del cumplimiento
de la orden dada por esta Corporación, no cabe declarar la inexequibilidad de
la ley por el indicado concepto ni por aquellos que inexorablemente se derivan
del mismo.
IV DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
primero.-
declárase subsanado el vicio de
procedimiento de que adolecía la Ley 23 de 1.982, consistente en su indebida
sanción y, habiéndose verificado por el Gobierno su sanción regular, declárase
su constitucionalidad en lo que se refiere a los requisitos de forma.
COPIESE,
COMUNIQUESE, INSERTESE EN LA GACETA CONSTITUCIONAL Y CUMPLASE, CONJUNTAMENTE
CON LA PROVIDENCIA DE ESTA CORPORACION, DEL 14 DE OCTUBRE DE 1992.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ G. ALEJANDRO MARTINEZ C.
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN.
Magistrado Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
251 | C-606-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-606/92
DERECHO AL TRABAJO-Reglamentación
Las
reglamentaciones que se establezcan al derecho al trabajo no pueden en ningún
caso desconocer la garantía constitucional que de su dimensión objetiva se
desprende. En esta materia la intervención estatal tiene que estar a tal punto
legitimada, que con ella se protejan bienes cuya jerarquía constitucional
merezca, al menos, igual nivel de protección que el que se ofrece a los
derechos fundamentales en su dimensión objetiva, y particularmente al derecho
al trabajo, el cual, según lo dispone el artículo primero de la Carta, es
principio fundante del Estado.Los requisitos que condicionen el ejercicio de
una profesión u oficio deben ser de una parte, de carácter general y
abstracto, vale decir, para todos y en las mismas condiciones; y de otra, la
garantía del principio de igualdad se traduce en el hecho de que al poder
público le está vedado, sin justificación razonable acorde al sistema
constitucional vigente, establecer condiciones desiguales para circunstancias
iguales y viceversa. El derecho al trabajo debe interpretarse en estrecha
relación con los principios de igualdad, libertad y dignidad humana.
LIBERTAD DE EJERCER PROFESION U OFICIO-Título de Idoneidad
Si bien la
Constitucion garantiza el derecho a escoger profesión u oficio, lo cierto es
que tal derecho se vería lesionado si de él no se dedujera el derecho a ejercer
la profesión u oficio escogido, en condiciones de libertad e igualdad, dentro
de los parámetros de la Constitución. Por eso, la facultad del legislador de
exigir títulos de idoneidad, dice relación no tanto al derecho a escoger
profesión u oficio, como al derecho de ejercer la actividad elegida.
Igualmente, la función constitucional de las autoridades competentes para
inspeccionar y vigilar el ejercicio de las profesiones, lleva a concluir la
existencia del derecho a ejercer la profesión u oficio libremente escogida.
DERECHO A ESCOGER OFICIO-Límites
El ejercicio de
determinadas profesiones puede estar limitado mediante ley pero exclusivamente
a través de la exigencia de títulos de idoneidad. El legislador está
expresamente autorizado para intervenir en el ejercicio del derecho fundamental
de escoger profesión u oficio. Pero dadas las garantías de igualdad y libertad
que protegen este derecho, las limitaciones establecidas por el legislador
deben estar enmarcadas en parámetros concretos, so pena de vulnerar el llamado
"límite de los límites", vale decir, el contenido esencial del
derecho que se estudia. En materia de reglamentación del derecho fundamental a
escoger profesión u oficio, el legislador debe imponer los requisitos
estrictamente necesarios para proteger el interés general, toda vez que el
ejercicio de una profesión u oficio debe permitir el mayor ámbito de libertad
posible, para que en su interior se pueda dar un desarrollo espontáneo de la
personalidad, en congruencia con el principio de la dignidad humana.
TITULO DE IDONEIDAD-Exigencia
La exigencia de
títulos de idoneidad esta limitada en primera instancia a las profesiones u
oficios que exijan realmente estudios académicos, así como por los alcances de
la tarea a realizar y el interés concreto que se pretende proteger. Dichos títulos
deben estar directamente encaminados a certificar la cualificación del sujeto
para ejercer la tarea. Así, las normas que regulen tal cualificación no pueden
establecer exigencias que superen los requisitos que en la práctica se requiere
para proteger los derechos de otras personas. Cuando la reglamentación del
derecho lo somete a requisitos innecesarios, o lo condiciona más allá de lo
razonable, o disminuye las garantías necesarias para su protección, se estará
frente a una clara violación del contenido esencial del derecho.
DERECHOS ADQUIRIDOS
La Constitución
protege y considera como adquiridos los derechos nacidos como consecuencia del
cumplimiento de las hipótesis de hecho establecidas por la ley. Se protegen
entonces las consecuencias que surgen de la consolidación de una situación
jurídica.
LIBERTAD DE ESCOGER PROFESION U
OFICIO/DERECHOS FUNDAMENTALES/TRANSITO LEGISLATIVO
Cuando se habla
de derechos fundamentales y en particular del derecho a escoger profesion u
oficio, el momento en que el derecho debe ser protegido, frente al evento del
transito legislativo, coincide con aquel en que se han cumplido las hipótesis
fácticas de la ley anterior, de tal modo que pueda hablarse de una situación
jurídica consolidada. El derecho a ejercer una profesion u oficio, que se
fundamenta en el derecho al trabajo, se adquiere con el cumplimiento de los
requisitos legítimos que establezca la ley. En el caso de quienes no han
cumplido aún con los requisitos materiales exigidos por la ley estaremos, no frente
a un derecho adquirido, sino frente a una mera expectativa legal, vale decir a
un posible derecho futuro o pendiente, cuya protección en el evento de
tránsito legislativo cede al interés general que busca tutelar el legislador.
TOPOGRAFO-Licencia/ERROR DE TECNICA LEGISLATIVA
Se infiere
claramente la voluntad del legislador de crear como requisito para el
ejercicio de la profesion de topografía una licencia profesional. Su existencia
es indudable a partir de un análisis sistemático de la norma y de los
contenidos concretos de los artículos citados, especialmente del artículo
décimo transcrito. Se trata pues, a juicio de esta Corporación, de un error de
técnica legislativa, subsanable a partir de la interpretación racional de la
ley. Error que, salvo que implique una ambigüedad tal que conlleve una
violación de la Carta, carece de relevancia constitucional. Así, el artículo
segundo y los otros de la ley que se estudian y que hacen referencia a la
licencia son constitucionales en lo que se refiere a la existencia de la
mencionada licencia.
DERECHOS ADQUIRIDOS-Vulneración
La adquisición
plena de un derecho subjetivo público depende de la observancia de los
requisitos materiales que la ley exige. El certificado es pues simplemente el
reconocimiento de la titularidad del derecho que se adquiere con el lleno de
todos los requisitos. En este sentido, la matrícula o certificado, no otorga el
derecho sino que lo reconoce. Todo lo cual no obsta para que pueda suspenderse
el ejercicio del mismo hasta tanto no se haya confirmado plenamente su
titularidad. Por tanto, el vencimiento del término de un año establecido por la
ley no puede implicar la pérdida del derecho, pues estaríamos frente a la
vulneración de un derecho adquirido de carácter fundamental, cual es la
libertad de escoger profesion u oficio y por conexidad se estaría también
violando el derecho fundamental al trabajo.
PRINCIPIO DE IGUALDAD-Vulneración/DERECHOS ADQUIRIDOS-Desconocimiento
El reconocimiento
oficial se entiende retroactivo y por lo tanto, el título expedido por el SENA
no puede ser discriminado, tal y como lo hace el artículo cuarto en comento, al
exigir a quienes lo poseen la acreditación de requisitos distintos a los
mencionados en el parágrafo 1o del artículo 2o, so pena de vulnerar no sólo el
principio de igualdad sino los derechos adquiridos con justo título.
EJERCICIO DE PROFESION-Reglamentación
El estudio de una
ley que reglamenta el ejercicio de determinada profesion, a la luz del derecho
constitucional debe residir fundamentalmente en las limitaciones que la ley
impone al derecho. Se trata pues, especialmente de un cotejo de los límites al
derecho, confrontados, de una parte, el especial valor que ella otorga a los
derechos fundamentales y en particular al trabajo, y de otra, las posibles
justificaciones constitucionales de las limitaciones impuestas. La tarea de
esta Corte es, pues, la de estudiar la constitucionalidad, no ya del requisito
material exigido, -los cinco años de experiencia profesional-, sino de los medios
que según la ley han servido para adquirir dicha experiencia y por lo tanto
constituyen única prueba de ella. El propio legislador se encuentra subordinado
a los mandatos constitucionales. Por lo tanto, no puede condicionar el
ejercicio de un derecho, -y menos del derecho al trabajo que es base
estructural del orden constitucional-, hasta el punto de hacerlo impracticable,
o establecer requisitos que lo condicionen más allá de lo razonable, o crear
condiciones que impliquen, de manera injustificada, el acceso desigual a su
ejercicio. En todo caso, los requisitos materiales exigidos y los medios de
prueba deben ajustarse a los mandatos de la Carta, y en el análisis de este
cargo, encuentra la Corte que hay una clara violación del artículo 13, al
discriminar injustificadamente los medios válidos para adquirir y probar la
experiencia exigida.
DERECHO DE ASOCIACION-Vulneración
Para acceder al
certificado es condición previa que el interesado forme parte de la Asociación
Nacional de Topógrafos. Dentro de este contexto, aparece clara una vulneración
del derecho de asociación consagrado en la Constitución nacional, por cuanto la
garantía constitucional de tal derecho incluye también el respeto a la libertad
negativa que consiste en el derecho a no asociarse. El derecho de asociación,
entendido como el ejercicio libre y voluntario de los ciudadanos encaminado a
fundar o integrar formalmente agrupaciones permanentes con propósitos
concretos, incluye también un aspecto negativo: que nadie pueda ser obligado
directa o indirectamente a formar parte de una asociación determinada. Si no
fuere así, no podría hablarse del derecho de asociación en un sentido
constitucional, pues es claro que se trata de un derecho de libertad, cuya
garantía se funda en la condición de voluntariedad.
DERECHOS FUNDAMENTALES-Regulación legal/RESERVA DE LEY
Cuando la ley
autoriza a la Asociación Nacional de Topógrafos para expedir un certificado de
"honestidad, pulcritud e idoneidad profesional", está delegando en
una entidad privada la facultad de juzgar y sancionar el comportamiento de
quienes ejercen la profesion de topógrafos, con base en normas dictadas por la
propia Asociación. Si bien es cierto que, tal como se estudiara adelante, la
Constitución preve el traslado de algunas funciones públicas a entidades
privadas, también lo es que en materia de derechos fundamentales el único
órgano competente para establecer limitaciones es el Congreso de la República.
La reserva de ley en materia de regulación de derechos fundamentales, como el
derecho al trabajo o el derecho a escoger y ejercer profesion u oficio,
constituye una de las primordiales garantías de estos derechos, frente a
posibles limitaciones arbitrarias de otros poderes públicos o de particulares.
Así, las materias reservadas no pueden ser objeto de transferencia, pues con
ello se estaría vulnerando la reserva de ley establecida por la propia
Constitución.
COLEGIO DE PROFESIONALES-Límites
Un colegio
profesional no puede restringir discrecionalmente el acceso; tampoco puede
restringir la participación de sus miembros a esa sola entidad o impedir su
afiliación a asociaciones profesionales distintas, ni vetar la participación de
cierto tipo de colegiados, que no cumplan con requisitos arbitrariamente
exigidos, en los órganos de decisión y ejecución de sus reglamentos. Los
colegios profesionales deben responder pues a una filosofía esencialmente
democrática. Deben representar globalmente a quienes ejercen determinada
profesion y no pueden convertirse simplemente en voceros de una parte especial
o determinada de todo un gremio profesional. Es innegable que para garantizar
la representación global, debe existir una norma básica que democratice los
requisitos exigidos para formar parte de la entidad, así como la conformación
de los órganos competentes para tomar decisiones sobre las normas del colegio,
y la admisión o suspensión de los miembros.
ASOCIACION DE PROFESIONALES
La Carta reconoce
la existencia de las asociaciones de profesionales, pero con un tratamiento
distinto al que da a los colegios profesionales. Las asociaciones son personas
jurídicas de derecho privado, conformadas por la manifestación de voluntades de
sus miembros. Siempre que respeten las bases constitucionales mínimas, pueden diseñar
como a bien tengan su estructura y funcionamiento interno. La Constitución no
exige a las asociaciones de profesionales el carácter democrático que impone a
los colegios, aunque este ha de ser un elemento determinante para que la ley
pueda atribuirles las funciones de que habla el artículo 103. Las asociaciones
pueden entonces ser democráticas o no y representar los intereses de todo el
gremio profesional o solo de una parte de él. Eso dependerá de la autonomía de
la propia asociación.
ASOCIACION DE TOPOGRAFOS
Con independencia
de la naturaleza corporativa de la Asociación Nacional de Topógrafos, la
facultad de determinar la honestidad pulcritud e idoneidad en el ejercicio de
una profesion, que tenga como efecto la limitación clara en el ejercicio del
derecho fundamental al trabajo y a ejercer una determinada profesion, debe
contar con un código, público, positivo, y explícito, en el que se consagren
claramente las acciones que son consideradas como causa de una sanción (en este
caso la más grave de todas, pues si no se otorga el certificado, tampoco la
licencia profesional y se suspende el ejercicio del derecho fundamental al
trabajo y todos los que de el se derivan), el procedimiento que ha de aplicarse
frente a una determinada conducta y la autoridad competente para juzgar y
aplicar la sanción. Es absolutamente claro que en el Estado de derecho no se
puede dejar al buen juicio de las personas privadas el determinar conceptos tan
amplios como "honestidad", "pulcritud" e "idoneidad",
y menos aún cuando tal determinación puede tener como efecto la no expedición
de una licencia profesional, y por lo tanto la suspensión en el ejercicio del
derecho fundamental al trabajo.
DEBIDO PROCESO-Certificado de Antecedentes
Si bien entra
dentro de las facultades de la ley exigir un certificado de antecedentes
siempre que se trate de regular una actividad que implique algún riesgo o
interés social, al hacerlo debe señalar la entidad competente, -entidad que
como quedo estudiado debe cumplir con ciertos y determinados requisitos-, así
como el debido proceso y las normas públicas que establezcan las conductas
sujetas a sanción. Será entonces constitucional la exigencia del certificado de
honestidad, pulcritud e idoneidad, siempre que sea expedido por una autoridad competente,
con fundamento en normas públicas aplicables al momento de la comisión de
cualquier conducta objeto de sanción, y previo un proceso respetuoso de las
normas constitucionales y legales.
TRAMITOMANIA
El requisito de
autenticación del certificado aparece también como violatorio del texto
constitucional. Esto es así, en primer lugar por la aplicación del principio de
buena fe, consagrado en el artículo 83 de la Carta y que ordena a la
administración presumir que el ciudadano actua de buena fe y por lo tanto que
los documentos que aporta son legítimos; y en segundo lugar, por el mandato del
artículo 333 de la Carta, que establece la necesidad de acabar con trámites
innecesarios en virtud del principio de eficiencia en la gestión pública.
POLICIA ADMINISTRATIVA
Las funciones que
mediante los literales estudiados se atribuyen al Consejo Profesional de
Topografía, son meramente administrativas, se ejercen con fundamento en la
función de policía administrativa propias de las autoridades competentes, la
cual supone inspeccionar y vigilar el ejercicio de las profesiones, según lo
dispone el artículo 26 de la Constitución Nacional. Cosa distinta es que, con
base en dichas atribuciones, las respectivas entidades dicten normas que
corresponde expedir al legislador o ejecuten funciones que extralimitan su
competencia. En este caso, las dudas no surgen con respecto a la ley que otorga
debidamente ciertas atribuciones, sino de la confrontación entre dicha ley y
las normas infralegales que se dictan, presuntamente a su amparo. Si este
fuera el caso, no es la Corte Constitucional quien tiene competencia para
juzgar la legalidad de las normas reglamentarias, sino la jurisdicción de lo
contencioso administrativo, según lo dispone la propia Constitución.
DERECHOS FUNDAMENTALES-Protección/CODIGO DE ETICA
PROFESIONAL/POTESTAD REGLAMENTARIA
La norma que
limita un derecho fundamental, como lo hace por ejemplo un código de ética
profesional, tiene que tener rango de ley, pues estamos en este caso frente a
una de las más importantes garantías normativas del sistema de protección a los
derechos fundamentales en nuestro país. Las remisiones legales a la potestad
reglamentaría del ejecutivo deben entonces encuadrarse dentro de normas claras
que respeten no sólo el contenido esencial de los derechos que se regulan, sino
todos y cada uno de los contenidos normativos de la Constitución. La potestad
reglamentaria constituye pues, un complemento de la ley, necesario para hacerla
cumplir eficazmente, pero la delegación legal no se puede traducir en una
transferencia inconstitucional de competencias tal que deslegalice la materia
reservada. Lo anterior no significa que toda cuestión que se relacione de una u
otra manera con la libertad de escoger profesion u oficio deba ser regulada por
ley: ello dependerá de si la norma afecta o no el ejercicio de un derecho
fundamental. Si bien es legítima la atribución legal al Consejo Nacional de
Topografía de imponer las sanciones por violación al código de ética
profesional, a juicio de esta Corte dicha función no puede ser debidamente
cumplida hasta tanto no exista una norma tributaria del debido proceso, que dé
base material para el cumplimiento de tal función.
INTERPRETACION DE LA LEY-Favorabilidad
Se trata de un
conflicto entre disposiciones excluyentes entre si, pues mientras una de ellas
restringe el ejercicio de un derecho, las otras dos consagran beneficios que
amplían la aplicación de tal derecho. Es un mandato constitucional el proteger
los derechos fundamentales de las personas. Por esto, el único criterio
aceptable en los conflictos de alcance y sentido de una ley, es aquel que
beneficie los derechos y libertades de los ciudadanos. La única manera de
resolver en términos constitucionales, el conflicto de normas que presenta esta
ley, es interpretando la expresión "solo" de los artículos 2 y 9, en
favor del derecho fundamental al trabajo de las personas que se encuentran en
las circunstancias descritas en el artículo 4. Debe pues entenderse que la
expresión que se estudia no es taxativa, y por lo tanto pueden también adquirir
licencia profesional las personas que cumplan con los requisitos declarados
constitucionales del artículo 4 de la ley demandada.
EJERCICIO DE PROFESION-Matrícula/AUTORIDAD ADMINISTRATIVA-Sanción
El legislador en
ejercicio de sus funciones y para proteger al interés general contra el
ejercicio ilegítimo de una profesion u oficio, puede establecer que para el
ejercicio de determinadas profesiones es necesaria la matricula profesional,
que corresponde simplemente a la constatación pública de que el titulo
profesional es legítimo. Dicha matrícula puede condicionar también el ejercicio
del derecho al cumplimiento de ciertas normas éticas, acorde a un código
debidamente expedido y respetuoso del debido proceso. El titular legítimo de la
matrícula, tarjeta, licencia o certificado, podrá ejercer libremente la
profesion mientras no infrinja una de las normas éticas, especialmente
establecidas para cada profesion. Si se produjera tal violación, la autoridad administrativa
correspondiente podrá imponer las sanciones establecidas, y suspender el
derecho al ejercicio profesional, por el tiempo que considere necesario de
acuerdo a las normas establecidas, o someterlo a las condiciones que el propio
código señale. Contra la sanción impuesta deberán proceder los recursos
contencioso pertinentes. El derecho a ejercer la profesion se adquiere con el
título académico debida y legítimamente expedido. Los requisitos adicionales
están dirigidos a acreditar tal condición y por lo tanto no pueden imponer
exigencias distintas a las de probar la veracidad del título.
ASOCIACION DE TOPOGRAFOS-Cuerpo Consultivo/DERECHO A LA IGUALDAD-Vulneración
La Constitución
de una entidad privada como consultora permanente del Gobierno Nacional crea un
privilegio, pues aunque la consulta que se adelante no tenga carácter
obligatorio si influye en la conformación del juicio de las autoridades
competentes para reglamentar las leyes. Eventualmente dicha consulta puede ser
remunerada, en cuyo caso se estaría haciendo una especie de contratación de
consultoria permanente. De otra parte, aparece una desigualdad clara en la
medida en que una asociación determinada se convierta en cuerpo consultivo del
gobierno, pues esto contribuye a su buen nombre y puede tener consecuencias
patrimoniales para el ejercicio profesional de sus miembros individualmente
considerados. Es constitucional el artículo 11 siempre que no se entienda que
la Asociación Colombiana de Topógrafos es el único cuerpo consultivo del gobierno
nacional para las materias que señala el artículo estudiado, y que en los
sucesivos contratos de consultoria se tenga en cuenta el principio de igualdad,
para que de acuerdo a los principios de eficiencia y representación, que forman
parte de la naturaleza del Estado social de derecho se escoja a aquella
asociación profesional que se entienda más idónea para resolver cada una de las
materias a consultar.
Ref:Radicación
D-044
Demanda de
inconstitucionalidad contra los artículos 2o. (parcial); 4o.; 8o. (parcial);
9o, 10o y 11 de la ley 70 de 1979, "Por la cual se reglamenta la profesión
de topógrafo y se dictan otras disposiciones sobre la materia."
Temas:
-Profesión de
topógrafo
-Derecho al
trabajo
-Libertad de
ejercer profesión y oficio
-Intervención
del Estado
-Derechos
adquiridos
Actor:
Carlos Almanza
Góngora.
Magistrado
Sustanciador:
Ciro Angarita
Barón.
Sentencia aprobada
mediante acta No. en Santafé de Bogotá. D.C., a los catorce (14) días del mes
de Diciembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. Antecedentes.
En ejercicio de la
acción pública de inconstitucionalidad consagrada tanto en el artículo 214 de
Carta de 1886 como el artículo 241-4 y otros de la Constitución vigente, el
ciudadano CARLOS ALMANZA GONGORA en nombre y representación de la Asociación
Colombiana de
Topógrafos
-ACOTP- instauró ante la Corte Suprema de Justicia demanda de inexequibilidad
en forma parcial, contra los artículos 2o, 8o., 10o y total contra los
artículos 4o, 9o y 11 de la ley 70 de 1979, después del primero de junio de
1991.
En virtud de lo
dispuesto en el inciso 2o. del artículo 24 transitorio de la Constitución
Nacional, la Corte ordenó la remisión del proceso a la Corte Constitucional,
cuya Secretaría General certificó su recepción el 18 de febrero del corriente
año, día siguiente al de su instalación formal. De conformidad con el programa
de trabajo y reparto, aprobado por la Sala Plena para el mes de marzo, el
negocio le fue asignado al Despacho del Magistrado Sustanciador, el 30 de
Marzo del año en curso.
Al proveer sobre la
admisión de la demanda, el Magistrado resolvió inadmitirla por considerar que
la acción pública de inconstitucionalidad, consagrada en los artículos 40 y 241
de la Constitución Política es "un derecho predicable de todo
ciudadano y no de las personas jurídicas puesto que, por razones
obvias, estas no pueden ostentar tal calidad". Por lo tanto, la persona
natural que haga uso de ese derecho debe ejercerlo como ciudadano y no como
representante de una persona jurídica.
Dentro del término
establecido por el artículo 6o. del decreto 2067, el ciudadano ALMANZA GONGORA
corrigió la demanda en la forma que se le había indicado en el auto de fecha
veintiuno (21) de abril del presente año.
En el auto admisorio
se ordenó inaplicar la frase del artículo transitorio del decreto 2067 de 1991
que dice " ... sobre la última de ellas antes del 1o. de junio de 1992
", por estipular un término incompatible con lo establecido por la
Constitución Nacional en el artículo 242, numeral 4o. En el mismo auto, se
solicitaron algunas pruebas relevantes para el fallo y se ordenó la fijación en
lista del negocio para asegurar el derecho de intervención ciudadana que
consagran los artículos 242-1 CN. y 7, inciso segundo, del Decreto 2067 de
1991.
Del mismo modo, se
surtieron las comunicaciones de rigor sobre la iniciación del proceso, al señor
Presidente de la República y al señor Presidente del Congreso, así como el
traslado de la demanda al despacho del señor Procurador General de la Nación,
quien oportunamente rindió el concepto de rigor.
En la misma forma se
comunicó la iniciación del proceso al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, a
la Asociación Nacional de Topógrafos y a la Sociedad Colombiana de Topógrafos.
Como se han cumplido
los trámites constitucionales y legales, procede la Corporación a decidir.
A. NORMAS ACUSADAS
Las disposiciones
impugnadas son las que a continuación se transcriben. Se subraya en ellas lo
que es materia de acusación parcial.
" LEY 70 DE 1979"
(diciembre 28)
" Por la
cual se reglamenta la profesión de topógrafo y se dictan otras disposiciones
sobre la materia".
EL CONGRESO DE COLOMBIADECRETA:
"....
ARTICULO 2o.- Sólo podrán obtener la Licencia a que se
refiere el artículo 1o. de esta Ley, ejercer la profesión de Topógrafo y usar
el título respectivo en el territorio de la República.
a. Quiénes hayan
obtenido el título profesional de topógrafo y, quiénes a partir de la vigencia
de esta ley lo obtengan en instituciones de educación superior oficialmente
reconocidas, cuyos pénsum educativo y base académica están de acuerdo a las
normas del Instituto Colombiano para el fomento de la Educación Superior
(ICFES), e igualmente los egresados del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA)
como topógrafos técnicos, previa aprobación de sus pensumes por parte del
ICFES.
".........
ARTICULO 4o. Los Topógrafos que hayan ejercido la
profesión por un mínimo de cinco años en entidades públicas o privadas mediante
contrato de obligación civil o laboral y sin el lleno de ninguno de los
requisitos del artículo segundo, así como los topógrafos técnicos, egresados
del Sena, deberán legalizar su situación profesional en el año siguiente a la
instalación del Consejo Profesional Nacional de Topografía, cumpliendo los
siguientes requisitos:
a. Demostrar la
antigüedad como Topógrafo con copias autenticadas y certificadas de sus
contratos laborales o civiles, expedidos por los administradores de las
Empresas Públicas o privadas donde haya trabajado el topógrafo aspirante a la
licencia.
b. Certificación
autenticada de que el interesado se ha desempeñado en el ramo de la topografía
y que responde a las exigencias de honestidad, pulcritud e idoneidad
profesional expedida por la Asociación Nacional de Topógrafos o alguna de sus
seccionales.
c. Examen de
idoneidad profesional presentado en una institución de Educación Superior que
desarrolle el programa de topografía y que éste aprobado por el ICFES, a
petición del Consejo Nacional de Topografía.
d. Resolución
motivada por el Consejo Profesional de Topografía, reconociendo su calidad y
otorgándole la licencia respectiva.
"..........
ARTICULO 8o. El Consejo Profesional Nacional de
Topografía, tendrá su sede principal en la ciudad de Bogotá y sus funciones
principales serán las siguientes:
a. Dictar sus
propios reglamentos.
b. Emitir conceptos
en lo relacionado a la profesión de topógrafo cuando así se le solicite, para
cualquier efecto.
c. Expedir las
licencias de topógrafo a todos los profesionales que reunan los requisitos
señalados por la presente ley.
d. Cancelar las
licencias a los topógrafos que no se ajusten a los requisitos determinados por
la presente ley o que falten a la ética profesional.
e. Fijar los
derechos de expedición de las licencias profesionales.
f. ....
g. Velar por el
cumplimiento de la presente ley.
h. ....
i. .....
j. .....
ARTICULO 9o. Sólo podrán expedírsele licencia
profesional a los profesionales que cumplan con los requisitos enumerados en
los artículos 2o. y 3o. de esta ley.
ARTICULO 10o. Quien no tenga la licencia profesional
correspondiente otorgada por el Consejo Profesional Nacional de Topografía,
conforme a lo establecido por esta ley, no podrá ejercer la profesión de
topógrafo, ni desempeñar las funciones establecidas en esta ley, ni hacer uso
del título, ni de otras abreviaturas comunmente usadas para denominar la
profesión de topógrafos, en placas, membretes, tarjetas, anuncios, avisos o
publicaciones.
".......".......ARTICULO
11o. Reconózcase a la Sociedad Colombiana de Topógrafos, con personería
jurídica No. 3762 de Noviembre 22 de 1963 del Ministerio de Justicia, como
cuerpo consultivo del Gobierno Nacional para todo lo relacionado con la
profesión de topografía y especialmente con lo atinente a la aplicación de la
misma al desarrollo del país. La Sociedad será también cuerpo consultivo en todas
las cuestiones de carácter laboral relacionadas con los profesionales de
Topografía.B. LA DEMANDA
1. Normas
constitucionales infringidas.A
juicio del actor la ley acusada vulnera los artículos 2, 13, 26, 29, 39, 58,
69, 83 y 84 de la Constitución Nacional.
2. Concepto de la
violación.
2.1. Alega el demandante que el artículo 2o de
la ley acusada al establecer "Sólo podrán obtener la licencia a que se
refiere el artículo 1o, de esta ley" carece de objeto y se hace
inaplicable, pues se refiere a una licencia que la misma ley no exige. En
efecto, el mencionado artículo 1o. se limita a definir la profesión de
topógrafo sin vincular su ejercicio a la expedición de licencia alguna.
Dice el artículo 1o:
"La topografía es una profesión destinada a la medición, representación,
configuración de accidentes, relieve, y proporciones de extensiones geográficas
limitadas."
De esta manera, al
establecer los requisitos para la obtención de la licencia en el artículo 2o,
el legislador parte de un supuesto falso: regula la expedición de una licencia
que la misma ley no exige.
Con ello, no sólo se
viola el artículo 2o, sino también el artículo 25 de la Carta, porque la
exigencia de licencia para el ejercicio de la profesión de topógrafo, desconoce
el derecho al trabajo de quien no la tiene.
2.2. El actor
considera que por las razones mencionadas, al declarar inconstitucional el
artículo 2o, debe inaplicarse también el articulo 4o.
Agrega el actor que,
en el caso de que fuera exigible la licencia, el artículo acusado desconoce los
derechos adquiridos de quienes ejercían con anterioridad la profesión de
topógrafo, ya que el no haber cumplido con los requisitos en el término
indicado por la ley para acreditar el ejercicio de la topografía, no puede
entenderse ni como el desconocimiento ni como la pérdida del derecho a
ejercer la profesión.
2.3. De otra parte,
cuando el citado artículo 4o. exige, como único medio para obtener y probar la
experiencia en el campo de la topografía, aportar copias y certificados de
contratos laborales o de servicios, expedidos por empresas públicas o privadas,
se viola el artículo 25 de la Carta. Esto es así, porque, según el demandante,
se desconocen los derechos que tienen aquellos profesionales que ejercen la
topografía de manera independiente o con intereses científicos o de docencia.
Con ello, se limita el ejercicio de la profesión, vulnerando también el
artículo 26 de la Carta, en lo que respecta a la libertad de oficio o profesión.
2.4 El literal b)
del artículo 4o. desconoce abiertamente el postulado de la buena fé, consagrado
en el artículo 83 de la Carta vigente, pues exige certificados de honestidad y
buena conducta para obtener la licencia de topógrafo. Desconoce, asimismo, el
derecho a la igualdad consagrado en el artículo 13 de la Constitución, al
otorgar a una sola entidad, Asociación Nacional de Topógrafos, la facultad de
expedir dichos certificados.
2.5. El literal c)
del artículo 4o. vulnera al artículo 39 de la Constitución de 1886, puesto que
exige la presentación de un examen y no la obtención de un título de
idoneidad, para ejercer la profesión de topógrafo.
2.6 El artículo 8o.
en el literal c), adscribe al Consejo Profesional Nacional de Topografía, la
función de "expedir licencia de topógrafo a los profesionales que reunan
los requisitos señalados por dicha ley". Según el actor, ese literal
desconoce de manera flagrante los derechos adquiridos de quienes venían
desempeñando la profesión sin tener un título universitario.
2.7 El mismo
artículo en su literal d), al otorgar al Consejo Profesional Nacional de
Topografía la facultad de cancelar las licencias a los topógrafos que no
cumplan los requisitos señalados en la ley, o que falten a la ética profesional,
desconoce el artículo 29 de la Carta vigente, pues no establece el
procedimiento que debe agotarse para que dicha Corporación tome tal decisión.
2.8 El artículo 9o.
desconoce derechos adquiridos y crea favoritismo al estipular que sólo podrán
expedirse licencias a los profesionales que cumplan con los requisitos
establecidos en los artículos 2 y 3 de la ley que se estudia. Así, se desconoce
lo normado por el artículo 4o. de la misma ley y con ello se quebranta el
derecho a la igualdad consagrado en el artículo 13 de la Constitución vigente.
2.9 El artículo 10o.
que establece una serie de requisitos adicionales para el ejercicio de la
topografía, infringe el artículo 84 de la Carta, porque ante una profesión
reglamentada de manera general, no pueden las autoridades públicas, exigir
licencias ni permisos que impidan su pleno ejercicio. Esos requisitos
adicionales, según el actor, son un desconocimiento de los títulos de idoneidad
debidamente otorgados por las universidades y el Sena.
2.10 El artículo 11o.
desconoce el derecho a la igualdad y el de asociación, al otorgarle a una
persona privada la función de decidir todo lo concerniente a la profesión de
topógrafo. Estos derechos se vulneran, por cuanto la ley no permitió que la
agrupación que tuviere el mayor número de afiliados fuera la que
representara a los topógrafos.
C. LA
INTERVENCION CIUDADANA
De los varios
actores a quienes el Magistrado Sustanciador comunicó la iniciación del proceso
con miras a que dieran a conocer su concepto sobre la acusación, tan solo
concurrieron la Sociedad Colombiana de Topógrafos, por intermedio de su
representante legal y de manera extemporánea, el señor Hernando Salcedo Toledo,
expresidente de la Sociedad Tolimense de Topógrafos.
Según el
representante legal de la Sociedad Colombiana de Topógrafos, es indiscutible
que tanto la Constitución anterior como la actual consagran la libertad para
escoger profesión u oficio, y la del legislador para exigir títulos de
idoneidad y reglamentar el ejercicio de estas especialidades académicas.
Considera que la ley demandada no hace sino desarrollar ese mandato
constitucional para el caso particular de los topógrafos y que, a pesar de
algunos errores de técnica legislativa -por ejemplo en el artículo 2-, estos
deben subsanarse a través de una adecuada y sistemática interpretación
jurídica. Sostiene que la derogatoria de la ley sería permitir que la
topografía se ejerciera sin licencia y "sin someterse a un ordenamiento
institucional, con reglas precisas de moral y ética profesionales".
Por su parte, el
ciudadano Hernando Salcedo Toledo, hace un breve análisis de los artículos de
la ley, para concluir que la ley 70 de 1979 está ajustada a la Constitución, en
la medida en que la exigencia de licencias para el ejercicio de las profesiones
está autorizado por ella.
Sostiene el señor
Salcedo, que la ley protege los derechos adquiridos de quienes ejercían la
topografía conforme al decreto-ley 1782 de 1954 y que en general no contiene,
en parte alguna, violación a la Carta constitucional.
D. ELEMENTOS
PROBATORIOS.
Con el fin de
allegar al proceso elementos de juicio relevantes para la decisión del presente
asunto, se decretaron las siguientes pruebas:Por Secretaría General se ofició a
las Secretarías del Senado de la República y la Cámara de Representantes para
que enviarán con destino al presente proceso, copia auténtica del expediente
legislativo y de los antecedentes del proyecto que culminó con la expedición del
la que es hoy la ley 79 de 1970 "Por al cual se reglamenta la profesión de
topógrafo".Se ofició igualmente, a la Sociedad Colombiana de Topógrafos y
a la Asociación Nacional de Topógrafos, para que por conducto de sus
representantes legales, enviaran con destino a este proceso copia auténtica de
los documentos en los cuales conste su constitución y existencia legal, objeto,
afiliados, condiciones, calidades y requisitos exigidos para obtener el
carácter de miembro y demás aspectos atinentes a su naturaleza, así como copia
del acto de reconocimiento de su personería jurídica.
Así mismo, se
solicitó que certificaran sobre:a. Las funciones que cumplen en relación con la
reglamentación y/o ejercicio de la profesión de topógrafo;
b. Su vinculación y
tipo de relación con el Consejo Profesional Nacional de Topografía.También se
ofició al Consejo Nacional de Topografía para que por intermedio de su
Director o Representante legal, enviará copia auténtica de los documentos en
los cuales conste su constitución y existencia legal, objeto, condiciones,
calidades y requisitos exigidos para obtener el carácter de miembro, así como
su reglamento. Además se pidió que certificaran sobre:a. Las funciones que
cumplen en relación con el ejercicio de la profesión de topógrafo.
b. Su vinculación y
tipo de relación con la Sociedad Colombiana de Topógrafos y con la Asociación
Nacional de Topógrafos.Por último, se le solicitó a los Directores del
Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior -ICFES- y del
Servicio Nacional de Aprendizaje -SENA-, enviar copia de las disposiciones
normativas que regulan el programa de formación en topografía y que determinan
las condiciones para la expedición del título respectivo.Todas están pruebas se
encuentran incorporadas en el expediente. Se hará referencia a ellas en el
momento oportuno.
E. EL CONCEPTO
DEL PROCURADOR.El señor
Procurador General de la Nación, Dr. Carlos Gustavo Arrieta Padilla, mediante
oficio No 050 de Agosto 5 de 1992, rindió en tiempo el concepto fiscal de rigor.A
juicio del Procurador, una de las manifestaciones del derecho al trabajo es el
ejercicio de profesión u oficio, que el legislador puede limitar, con el único
fin de asegurar el orden jurídico y social, sin que ello implique el
desconocimiento del derecho :
" Significa
lo anterior, que el legislador debe reglamentar las profesiones y exigir
títulos de idoneidad para el ejercicio de ellas con la finalidad de preservar
la sociedad." (Fl.59)
Dice el Procurador
que las transformaciones de la vida moderna hacen que el legislador suela
reglamentar tanto las profesiones que han sido consideradas clásicas, como
las llamadas intermedias. Ejemplo de ello, es que la topografía antes de 1979
era considerada como auxiliar y subalterna de la ingeniería, pero, por medio
de la ley acusada, pasó a ser una profesión autónoma.
Frente a los cargos
concretos del actor en contra de la ley 70 de 1979, estima el Ministerio
Público:
- El cargo
esgrimido en contra del artículo 2o. no puede ser de recibo ya que si bien es
cierto, que el artículo acusado hace mención de la licencia de que trata el
artículo 1o. y éste en su texto nada dice sobre ella, no puede entenderse
que ello amerite la declaratoria de inconstitucionalidad de la norma acusada,
por las siguientes razones:
De la exposición de
motivos de la ley puede desprenderse claramente que la intención del legislador
estaba encaminada a reglamentar y exigir, para el ejercicio de la profesión de
topógrafo la licencia, la cual sólo se expediría por la autoridad competente
una vez se acreditaran ciertos requisitos. Añade el Procurador que basta con
hacer una lectura de los antecedentes de la ley para concluir que la falta de
concordancia que existe entre el artículo 1o y 2o de la ley no es más que
consecuencia del ir y venir del proyecto antes de su aprobación.
Concluye por lo
mismo, que existe un error de técnica legislativa que no hace
inconstitucional la ley. Al respecto afirma:
"... ese
error de técnica legislativa, no puede considerarse de tal magnitud que haga la
ley inconstitucional o que permita afirmar que la intención del legislador no
era la de establecer la obligación de obtener una licencia como condición
indispensable para ejercer la profesión de topógrafo en el territorio
colombiano." (Fl 61)
Para el Procurador,
la ley acusada contiene disposiciones en las cuales se plasma la voluntad del
legislador de exigir licencia para el ejercicio de la profesión de topógrafo.
" Como se observa, no solamente la ley
consagró de manera inequívoca la obligación de obtener licencia para ejercer la
profesión de topógrafo, sino que además estableció el organismo competente y
los requisitos necesarios para su expedición, así como las sanciones jurídicas
que acarrean el ejercicio de ella sin el cumplimiento de dicha exigencia
"."..." Concluye este Despacho, que la falta de concordancia en
la redacción de los artículos 1o y 2o. de la ley 70 de 1979 por parte del
legislador, constituye un simple error de técnica legislativa que es
irrelevante para el derecho constitucional, máxime si se tiene en cuenta, que
el artículo 10 ibídem subsanó la omisión del artículo 1o., al consagrar
expresamente la licencia como requisito indispensable para ejercer legalmente
la profesión de topógrafo."(Fl 63)
-Frente a la
acusación hecha en contra del artículo 4o, el Procurador observa lo
siguiente:No puede desconocerse que el legislador está facultado para
reglamentar el ejercicio de las profesiones, trazando un marco general dentro
del cual deben desenvolverse quienes desean ejercerla. Sin embargo, cuando el
legislador regula por primera vez una profesión, no puede entrar a desconocer
los derechos de quienes de manera empírica o con título no cumplen los
requisitos exigidos por la ley que se expide.
No obstante lo
anterior, no puede hablarse de derechos adquiridos, por cuanto el derecho
adquirido para ejercer una profesión u oficio no implica sino una mera
expectativa legal para ejercer, con presupuesto en aquél, una profesión.
Frente al término
que establece el citado artículo para la obtención de la licencia de
topógrafo, estima que es necesario diferenciar, entre quiénes ejercían la
profesión de manera empírica o como técnicos sin requisito alguno, de aquellos
que habían obtenido por virtud de lo establecido en el artículo 22 Decreto
1782 de 1954, el certificado para el ejercicio de la topografía. El citado
artículo facultaba al Consejo Nacional de Ingeniería y Arquitectura para
otorgar un certificado a los topógrafos que hubieren aprobado el pénsum de
escuelas técnicas aprobadas por el Gobierno Nacional, o que acreditaren por lo
menos cinco (5) años de práctica como auxiliares de topografía, previa
presentación de un examen en la Universidad Nacional para evaluar que tuvieran
los conocimientos necesarios para ejercer la profesión. En el primer caso, vale
decir, para quienes ejercían la profesión de manera empírica, el plazo de un
año es totalmente razonado y no contraría ningún derecho protegido por la
Constitución. Por el contrario, la ley acusada dá la oportunidad de
legalizar su situación, a los topógrafos y ejercer de está manera la profesión.
Con este término se protege, igualmente, a quienes se capacitan y cumplen los
requisitos para ejercer la profesión de acuerdo con la nueva reglamentación.En
el segundo caso, es decir, para quienes cumplían con los requisitos exigidos
por el artículo 22 del decreto-ley 1782 de 1954, la situación es diferente, por
cuanto no existe una mera expectativa, sino una autorización que permite el
ejercicio de la profesión. De esta manera, dice el Procurador, la ley que
reglamente determinada profesión no puede desconocer las prerrogativas que, con
base en una norma anterior, se habían otorgado a quienes se hallaban ya en
ejercicio de la misma. Se estaría violando el derecho al libre ejercicio de la
profesión a quienes, cumpliendo con los requisitos exigidos por la ley, les
haya precluido el término establecido por ella para regularizar su situación.
Concluye el Agente Fiscal que el literal a) del artículo 4o, no presenta motivo
alguno de inconstitucionalidad. En efecto, cuando la ley exige que se acrediten
pruebas que permitan establecer que realmente se ha ejercido la profesión, se
parte de la base de que es necesario comprobar que a la persona a quien se le
va a otorgar la licencia, posee los conocimientos indispensables para el
ejercicio de la misma.
De lo contrario,
afirma el Ministerio Público, el Estado estaría en la obligación de otorgar
licencia a cualquier persona que diga ejercer la profesión por un interés
científico o docente.- Con los mismos argumentos, sostiene la
constitucionalidad de los literales c) del artículo en comento y del artículo
9o, que establece que sólo podrán otorgarse licencia a quienes cumplan los
requisitos exigidos por los artículos 2o y 3o de la ley.
- Frente al literal
b) del artículo 4o, que exige certificación otorgada por Asociación Nacional de
Topógrafos de que el interesado se ha desempeñado en alguna rama de la
topografía y lo ha hecho con honestidad, pulcritud e idoneidad profesional, el Procurador
solicita que sea declarado inconstitucional por las siguientes razones:
Hecho un análisis de
la normatividad que rige a la Asociación Nacional de Topógrafos se concluye que
es una persona jurídica de carácter eminentemente privado. El ingreso a ella es
voluntario, previo el cumplimiento de determinados requisitos.
Entre las funciones
asignadas a la Asociación se encuentra la de garantizar la idoneidad y
responsabilidad de sus socios. Para cumplir con este fin, cuenta con la
posibilidad de dictar un código de ética y modificarlo.
Es enfático el
Procurador cuando afirma que el carácter de persona privada de la Asociación,
impide que la ley le otorgue la facultad de decidir sobre la situación
profesional de todos los particulares.
Así mismo, cuestiona
las bases sobre las cuales la Asociación expide el certificado. Presume que lo
hace de acuerdo a un código de ética expedido por el mismo organismo. Al
respecto afirma:
" Encontramos que ninguna competencia
asiste a la asociación para reglamentar los principios éticos que de manera
general eran aplicables a las personas que ejercieron la topografía con
anterioridad a la ley 70, como empíricos o técnicos. La facultad de dictar
normas éticas es una consecuencia de la potestad del legislador de reglamentar
el ejercicio de las profesiones." ( Fl 17)
- En relación con
las funciones que la ley 70 de 1979 atribuye al Consejo Nacional de Topografía,
el señor Procurador considera que es inconstitucional la de "darse su
propio reglamento", pues ello implica una atribución para reglamentar el
ejercicio de la profesión, asunto que sólo puede ser materia de ley
estatutaria, dado que se trata del ejercicio de un derecho fundamental.
Las demás funciones
otorgadas al Consejo, a través del artículo 8o, son constitucionales, pues son
de carácter meramente administrativo, y propias de la función de vigilancia y
control que le corresponde, incluyendo la de cancelar licencias a topógrafos
que no se ajusten a los requisitos establecidos en la ley o que falten a la
ética profesional.
Ahora bien, señala
el señor Procurador que el código de ética profesional que aplique el Consejo
debe ser debidamente expedido y respetuoso del debido proceso, so pena de
violar la Carta Fundamental.
- Concluye
afirmando que el nombramiento que se hace a la Sociedad Colombiana de
Topógrafos como cuerpo consultivo del Gobierno, no viola la Constitución, por
cuanto un cuerpo consultivo carece de todo poder decisorio y, por lo tanto, sus
conceptos no obligan. Por esta razón el artículo 11o. de la ley acusada es
constitucional.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
A. COMPETENCIAEn virtud de lo dispuesto en el artículo
241-4 de la Carta, la Corte Constitucional es competente para decidir
definitivamente sobre la demanda de inconstitucionalidad que dió lugar al
presente proceso, dado que versa sobre pretendidos vicios de fondo que afectan
algunas partes de la ley 70 de 1979.
B.
CONSIDERACIONES GENERALES
Antes de analizar
los cargos formulados en la demanda, esta Corte estima necesario hacer algunas
consideraciones acerca de aspectos que habrán de contribuir a la resolución de
la demanda.
1. EL DERECHO AL
TRABAJO EN LA CONSTITUCION
Como lo ha venido
señalando reiteradamente esta Corte, el derecho al trabajo es elemento
estructural del orden político y social que instituye la Constitución
colombiana de 1991. Así, en sentencia de 29 de mayo del presente año dijo:
"La
Constitución es un sistema portador de valores y principios materiales. En su
"suelo axiológico" se encuentra el valor del trabajo, que según el
Preámbulo de la Carta Fundamental se debe asegurar a los integrantes de la
sociedad, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo, que
garantice un orden político, económico y social justo."[1]
Lo anterior
significa que además de ser un derecho fundamental, el trabajo tiene en la
Carta política una dimensión objetiva o estructural que vincula, de manera
prioritaria, al poder público.La dimensión objetiva de este derecho que lo dota
de una especial fuerza vinculante frente al poder público, garantiza no solo su
debida aplicación normativa, sino la necesaria vinculación entre la aplicación
del derecho al trabajo y su eficacia de hecho, en consonancia con el resto de
principios y derechos que consagra la Carta y que conforman un sistema
coherente de ordenación social, articulado a partir de los valores
fundamentales que son la base material del Estado social y democrático de
derecho.En consecuencia, las reglamentaciones que se establezcan al derecho al
trabajo no pueden en ningún caso desconocer la garantía constitucional que de
su dimensión objetiva se desprende. En esta materia la intervención estatal
tiene que estar a tal punto legitimada, que con ella se protejan bienes cuya
jerarquía constitucional merezca, al menos, igual nivel de protección que el
que se ofrece a los derechos fundamentales en su dimensión objetiva, y
particularmente al derecho al trabajo, el cual, según lo dispone el artículo
primero de la Carta, es principio fundante del Estado.Como corolario de la
dimensión objetiva del derecho al trabajo se desprende el principio rector del
artículo 54 de la Carta, que contiene un mandato al Estado para que propicie
una política de pleno empleo. Ahora bien, el derecho al trabajo no sólo encarna
una dimensión objetiva como elemento estructural del orden constitucional sino
que, además, cuenta con una dimensión subjetiva de especial importancia en
nuestro derecho constitucional. Se trata entonces de un derecho social, cuyo
contenido complejo encuentra en el derecho constitucional del Estado social de
derecho, al menos dos garantías: la igualdad y la libertad del titular del
derecho al trabajo frente a la regulación y vigilancia del Estado.El contenido
de este derecho se concreta entonces en el respeto a las condiciones de
igualdad para acceder a un puesto de trabajo, siempre que se cumplan los
requisitos de capacitación que exige cada tarea en particular. Así mismo,
dichos requisitos deben ser fijados de tal manera que obedezcan a criterios
estrictos de equivalencia entre el interés protegido y las limitaciones
fijadas, pues una excesiva, innecesaria o irrazonable reglamentación violaría
el contenido esencial del derecho. Por último, es necesario anotar que, de una
parte, los requisitos que condicionen el ejercicio de una profesión u oficio
deben ser de carácter general y abstracto, vale decir, para todos y en las
mismas condiciones; y de otra, la garantía del principio de igualdad se traduce
en el hecho de que al poder público le está vedado, sin justificación razonable
acorde al sistema constitucional vigente, establecer condiciones desiguales
para circunstancias iguales y viceversa.
Queda claro entonces
que como lo ha manifestado ya esta Corporación[2]
el alcance de los derechos fundamentales no está dado por su mera definición,
sino por la relación que existe entre ellos y el resto de los contenidos de la
Carta. Así las cosas, el derecho al trabajo debe interpretarse en estrecha
relación con los principios de igualdad, libertad y dignidad humana. Es tarea
de esta Corte defender en este sentido su real significado normativo.
El sistema de
protección del derecho que se estudia, exige entonces que las intervenciones
del poder público que tiendan a limitar la garantía general de libertad
respecto a su ejercicio, así como la garantía de igualdad de todos a un puesto
de trabajo, fundadas en el respeto a la dignidad humana, cuenten con una
legitimación clara, razonable y explícita.
Por esta razón, no
basta ya con que el legislador argumente la necesidad de proteger al interés general
para restringir el ejercicio de un derecho. El interés general es un concepto
vago e impreciso que requiere de una determinación concreta, probada y
razonable. Si esto no fuera así, quedaría en manos del poder público limitar el
alcance de los derechos fundamentales, mediante una reglamentación tal que la
regla general de libertad se convierta, de hecho en la excepción.
En el texto
constitucional colombiano, el interés general, definido por el legislador se
opone al interés particular, salvo cuando este último está protegido por un
derecho fundamental. En este caso, como lo dijimos arriba, ha de entenderse que
la dimensión objetiva de tales derechos los convierte en parte estructural del
sistema jurídico y por lo tanto dejan de ser meros derechos subjetivos para
integrar la parte dogmática del complejo concepto de interés general.
En este sentido, la
doble relación de subordinación y libertad que tiene el legislador frente al
texto constitucional hace que este pueda reglamentar el ejercicio del derecho
al trabajo, pero siempre tendiendo a protegerlo y a asegurar el máximo de
libertad e igualdad real de los individuos como expresión de su dignidad
humana.
2. EL DERECHO A
ESCOGER PROFESION U OFICIO Y LA INTERVENCION DEL ESTADO
El derecho a escoger
profesión u oficio es una derivación directa del derecho al trabajo. Por ende,
el razonamiento expuesto se aplica también al derecho consagrado en el artículo
26 de la Carta. Se trata tanto de un elemento estructural del sistema constitucional,
como de un derecho subjetivo que despliega una especial eficacia vinculante
frente al poder público. De otra parte, si bien la Constitución garantiza el
derecho a escoger profesión u oficio, lo cierto es que tal derecho se vería
lesionado si de él no se dedujera el derecho a ejercer la profesión u oficio
escogido, en condiciones de libertad e igualdad, dentro de los parámetros de la
Constitución. Por eso, la facultad del legislador de exigir títulos de
idoneidad, (artículo 26 CN) dice relación no tanto al derecho a escoger
profesión u oficio, como al derecho de ejercer la actividad elegida.
Igualmente, la función constitucional de las autoridades competentes para
inspeccionar y vigilar el ejercicio de las profesiones, lleva a concluir la existencia
del derecho a ejercer la profesión u oficio libremente escogida.Ahora bien, los
derechos fundamentales y dentro de ellos el derecho a escoger profesión u
oficio, cuentan con límites internos y externos. Son límites internos aquellos
que señalan las fronteras del derecho como tal y que conforman su propia
definición; son límites externos los establecidos expresa o implícitamente por
el propio texto constitucional, para defender otros bienes o derechos
protegidos expresamente por la Carta.Así, la Constitucion establece un límite
al derecho consagrado en el artículo 26, al señalar que el legislador puede
exigir títulos de idoneidad para el ejercicio de las profesiones que exijan
formación académica, y que las autoridades competentes inspeccionarán y vigilarán
el ejercicio de tales profesiones.Señala entonces la Carta Fundamental que el
ejercicio de determinadas profesiones puede estar limitado mediante ley pero
exclusivamente a través de la exigencia de títulos de idoneidad. Esta exigencia
se encuentra justificada en lo dispuesto por el artículo 2, último inciso de la
Constitución, en virtud del cual:
"Las
autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia en su vida, honra, bienes, creencias y demás
derechos y libertades, para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales
del estado y de los particulares".
Así las cosas, es
claro que el legislador está expresamente autorizado para intervenir en el
ejercicio del derecho fundamental de escoger profesión u oficio. Pero dadas las
garantías de igualdad y libertad que protegen este derecho, las limitaciones
establecidas por el legislador deben estar enmarcadas en parámetros concretos,
so pena de vulnerar el llamado "límite de los límites", vale decir, el
contenido esencial del derecho que se estudia.En primer lugar en la
Constitución vigente las limitaciones a este derecho tienen reserva de ley.
Así, el legislador es el único competente para establecer los títulos de
idoneidad que deben acompañar en cada caso el ejercicio de tareas que exijan
formación académica.De otra parte, las normas respecto de las cuales las
autoridades competentes vigilarán e inspeccionarán tal ejercicio, deben estar
fijadas, bien expresamente por la ley, si se trata de reglamentaciones que
toquen directamente con el derecho en cuestión, o bien por delegación legal,
cuando se trata de reglamentaciones técnicas o administrativas que no hacen
relación directa con el ejercicio del derecho fundamental.En segundo lugar, la
exigencia de títulos de idoneidad esta limitada en primera instancia a las
profesiones u oficios que exijan realmente estudios académicos, así como por
los alcances de la tarea a realizar y el interés concreto que se pretende
proteger.Dichos títulos deben estar directamente encaminados a certificar la
cualificación del sujeto para ejercer la tarea. Así, las normas que regulen tal
cualificación no pueden establecer exigencias que superen los requisitos que en
la práctica se requiere para proteger los derechos de otras personas. Cuando la
reglamentación del derecho lo somete a requisitos innecesarios, o lo condiciona
más allá de lo razonable, o disminuye las garantías necesarias para su
protección, se estará frente a una clara violación del contenido esencial del
derecho.Los títulos de idoneidad, se adquieren entonces, con la formación
técnica o intelectual exigida por la ley.
De otra parte, es
claro que para poder garantizar la autenticidad de dichos títulos en
actividades que comprometen el interés social se requiere, en algunos casos, la
creación de licencias, tarjetas o en fin certificaciones públicas de que el
título de idoneidad fue debidamente adquirido, en instituciones aptas para
expedirlo. Si esto es así, en virtud de lo dispuesto en el propio artículo 26
de la Carta ningún otro requisito, además de los destinados a probar la
veracidad o autenticidad del título, puede ser exigido para la expedición de
tarjetas o licencias profesionales.Ahora bien, es a través de dichas tarjetas o
licencias, como las autoridades competentes pueden inspeccionar o vigilar el
ejercicio de determinadas profesiones. En este sentido la posesión de tales
documentos puede estar condicionada al cumplimiento de ciertas normas éticas.
Dichas normas, en cuanto reglamentan el ejercicio de un derecho fundamental,
tienen reserva de ley y deben respetar los principios constitucionales, en
particular, los que corresponden al debido proceso.Acorde con todo lo anterior,
esta Corte considera que en materia de reglamentación del derecho fundamental a
escoger profesión u oficio, el legislador debe imponer los requisitos
estrictamente necesarios para proteger el interés general, toda vez que el
ejercicio de una profesión u oficio debe permitir el mayor ámbito de libertad
posible, para que en su interior se pueda dar un desarrollo espontáneo de la
personalidad, en congruencia con el principio de la dignidad humana.En
conclusión, la intervención del Estado en el derecho fundamental consagrado en
el artículo 26 de la Carta debe respetar la garantía general de igualdad y de
libertad que conforman su contenido esencial. La reglamentación de una
profesión no puede favorecer, implícita o explícitamente, discriminaciones
injustas, fundadas en distinciones artificiosas entre trabajo manual o trabajo
intelectual o entre oficios y profesiones. Todo trabajo lícito dignifica y
enaltece a la persona humana.Es relevante señalar aquí que la clásica
diferenciación entre profesiones y oficios, que se deducía de la redacción del
artículo 39 de la Carta de 1886, y que dió lugar a prolífica jurisprudencia de
la Corte Suprema de Justicia, fue reformulada en la nueva Carta política.
No es este el
momento oportuno para estudiar la evolución constitucional en esta materia. No
obstante, vale la pena mencionar, que mientras a partir del artículo 39 era
posible establecer una diferencia entre profesiones y oficios, con base en las
facultades de reglamentación y en las aptitudes necesarias para desarrollar
debidamente cada una de estas actividades; el artículo 26 actual, no sólo por su
contenido intrínseco, sino por el contexto constitucional dentro del cual se
encuentra inmerso, introduce nuevos criterios de diferenciación y regulación
de los oficios y profesiones.
En primer lugar,
este artículo reitera la libertad de escoger profesión u oficio. Se desprende
de ella el derecho a ejercer la profesión u oficio escogido, dentro del marco
de libertad, igualdad y dignidad que establece la Carta, pero con los límites
que impone la guarda del interés general.
De otra parte, el
artículo 26 mencionado mantiene la diferencia entre profesiones y oficios, pero
establece una significativa gradación que bien vale la pena señalar:
A diferencia de lo
que puede inferirse del artículo 39 de la Carta de 1886, la Constitución
vigente señala que la ley podrá exigir títulos de idoneidad, no sólo para el
ejercicio de las profesiones, sino, para el ejercicio de los oficios.
Igualmente, cualquier actividad que se clasifique como "profesional",
y las ocupaciones, artes y oficios que exijan formación académica o impliquen
riesgo social, pueden ser objeto de inspección y vigilancia. Sólo las
ocupaciones, artes y oficios que no exijan formación académica y que no
impliquen riesgo social, son de libre ejercicio en el territorio nacional. (CN
artículo 26).
La diferencia entre
profesión u oficio no radica ya en la mayor o menor formación académica, ni en
la necesidad de una especial cualificación técnica, pues la propia Carta señala
que cualquier ocupación, arte u oficio puede requerir de dicha formación. De otra
parte, queda expresamente consagrada la facultad de exigir títulos de
idoneidad, así como de inspeccionar y vigilar tanto las profesiones como los
oficios, artes y actividades en general que requieran para su ejercicio
formación académica o que impliquen un riesgo social.
Ahora bien, no puede
decirse que el legislador tiene absoluta libertad para determinar qué actividad
debe ser regulada, y establecer cualquier clase de requisitos o condiciones
para su ejercicio. Como se ha dicho antes, el valor normativo del texto
constitucional y el contenido esencial del derecho que se estudia, imponen al
legislador una serie de límites al ejercicio de sus funciones y al contenido
material de los actos que expide.
En este sentido,
para que sea legítima la reglamentación del derecho, es necesario que sea clara
y objetiva la exigencia de cualificación que impone la protección del interés
general. En tal virtud, los títulos de idoneidad y las tarjetas y licencias
profesionales destinadas a controlar el ejercicio de la profesión, constituyen
una excepción frente a la regla general, excepción que no puede desconocer los
principios de la Carta del 91.En consecuencia, esta Corte advierte que toda
regulación de una profesión debe consultar el interés general, legítimamente
definido y debidamente probado. De otro modo existiría el grave riesgo de
profundizar la desigualdad social mediante la negación del ejercicio del
derecho al trabajo.
3. LOS DERECHOS
ADQUIRIDOS EN MATERIA DE PROFESION U OFICIOLa teoría clásica de los derechos adquiridos surge
fundamentalmente para defender derechos subjetivos de las personas frente a la
expedición de nuevas leyes que puedan lesionarlos. Se trata de proteger -en
los eventos de tránsito legislativo- el derecho real o personal que ha
ingresado al patrimonio del sujeto. Es claro, entonces, que en tal teoría la
protección de esos derechos se realiza desde una perspectiva fundamentalmente
patrimonial.
Ahora bien, la
aplicación de la teoría de los derechos adquiridos en la practica no se halla
exenta de dificultades. Por eso en algunos pronunciamientos doctrinarios ha
sido más bien calificada de huidiza, pues no permite en muchos casos conocer el
momento exacto en el que se adquiere el derecho, ni cuales son exactamente los derechos
que pueden ser protegidos.
Así las cosas, de
una parte la dificultad de aplicar esta teoría en la compleja práctica de los
derechos y de otra, la necesidad de conjugar los principios de derecho privado
le dieron origen con los contenidos axiológicos de la Carta política, hacen que
la teoría de los derechos adquiridos deba ser revisada y aplicada de forma
coherente con los principios y valores que fundamentan el orden político y las
relaciones sociales, en un Estado social de derecho.La adecuación de la teoría
de los derechos adquiridos, a la nueva axiología constitucional, amerita
algunas reconsideraciones, por cuanto lo que prima ahora no es el interés
patrimonial del individuo, -que por supuesto merece también particular
atención-, sino otros valores, principios y derechos que, como la
solidaridad, el interés general y la dignidad humana, podrían llegar a verse
afectados por una defensa a ultranza de los derechos patrimoniales.
En cualquier caso,
las conclusiones contrarias que puedan aparecer de la aplicación de uno u otro
principio, deben seguir el criterio que exige la nueva Carta constitucional, en
virtud del cual, el conflicto dialéctico que se pueda presentar entre dos
bienes o derechos constitucionalmente protegidos, debe resolverse respetando el
contenido esencial de cada uno de ellos. Pero cuando ello no fuere posible, se
debe dar primacía a aquel bien o derecho protegido, que mejor encarne los
valores y principios que conforman el Estado social y democrático de derecho.
En este sentido es necesario señalar que los principios de la seguridad
jurídica y de la irretroactividad de la ley, que se encuentran en la
Constitución colombiana como fundamento de la protección de los derechos
adquiridos, no pueden aplicarse con independencia del contexto en el que ellos
operan. Por el contrario, dichos principios adquieren su real sentido en
función del conjunto sistemático de normas que conforman la Carta, y en
particular en cuanto promuevan la defensa de los derechos fundamentales y de
los valores superiores del ordenamiento jurídico constitucional.Aplicando este
razonamiento al juicio sobre una ley que regule el ejercicio de una
profesion, es preciso aclarar si este derecho consagrado en el artículo 26 de
la Constitución puede ser protegido mediante la teoría de los derechos
adquiridos.En general, los derechos fundamentales constitucionales son derechos
extrapatrimoniales. No obstante, algunas de sus proyecciones tienen contenido
claramente patrimonial, como es el caso del derecho al trabajo y de la libertad
de escoger profesion u oficio. Ahora bien, aunque dicha proyección del
derecho a ejercer profesion u oficio bien podría llegar a constituír derecho
adquirido, lo cierto es que desde una perspectiva constitucional es preciso
formular algunas consideraciones conceptuales de la doctrina clásica. En la
Constitución Colombiana de 1991 hay una prioridad ineludible: la defensa de los
derechos fundamentales. Así las cosas, no puede entenderse que la frase
"los derechos adquiridos con arreglo a leyes civiles" excluya de la
protección contra la retroactividad de las leyes a los derechos fundamentales,
en cuanto de una parte, no sea posible determinar el momento exacto en que el
derecho ingresa al "patrimonio" del sujeto, y de otra, como se dijo
arriba, cuando la mayoría de estos derechos son de carácter
extrapatrimonial.En términos de la especial eficacia vinculante que poseen los
derechos fundamentales, una interpretación sistemática y teleológica de la
Carta, lleva a afirmar que lo que se protege en el transito legislativo, son
las situaciones jurídicas concretas o consolidadas, a partir del cumplimiento
de los supuestos fácticos de la ley.
En este sentido, la
Constitución protege y considera como adquiridos los derechos nacidos como
consecuencia del cumplimiento de las hipótesis de hecho establecidas por la
ley. Se protegen entonces las consecuencias que surgen de la consolidación de
una situación jurídica.
Es pertinente
señalar que la sentencia de 7 de octubre de 1977, de la Sección Primera de la
Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, asimila, para
efectos del derecho público, las figuras de derechos adquiridos y de
situaciones o derechos consolidados.
En efecto en la
parte relevante dice la sentencia: "1o. Posteriormente se dictó la Ley
67 de 1935 que, como se transcribe en la consulta, modificó sustancialmente en
su artículo 11 la reglamentación de la homeopatía contenida en la Ley 35 de
1929, desde luego que con observancia "a partir de la vigencia" para
no lesionar los derechos o situaciones originados en favor de personas al
amparo de dicha Ley 35 de 1929, que resultaría contrario al principio de la
irretroactividad de los efectos y al artículo 30 de la Constitución Nacional
que los reconoce de manera indudable."Por tanto, cuando se habla de
derechos fundamentales y en particular del derecho a escoger profesion u
oficio, el momento en que el derecho debe ser protegido, frente al evento del
transito legislativo, coincide con aquel en que se han cumplido las hipótesis
fácticas de la ley anterior, de tal modo que pueda hablarse de una situación
jurídica consolidada.
Según lo anterior,
el derecho a ejercer una profesion u oficio, que se fundamenta en el derecho al
trabajo, base estructural del orden constitucional colombiano, se adquiere con
el cumplimiento de los requisitos legítimos que establezca la ley. Así por
ejemplo, se adquiere el derecho a ejercer una profesion que requiera de
cualificación académica por el solo hecho de adquirir el título que acredite los
estudios correspondientes conforme a las disposiciones legales o
reglamentarias.
Otra cosa es que el
legislador, para proteger intereses generales, exija para el ejercicio de
determinadas profesiones la obtención de un certificado, licencia o tarjeta profesional.
En este caso le es dado condicionar el ejercicio del derecho a la expedición de
un documento cuya función es dar fe de la autenticidad del título de idoneidad,
y controlar el ejercicio profesional mediante normas disciplinarias
debidamente expedidas y respetuosas del debido proceso y demás derechos,
principios y valores de la Carta. Ahora bien, el derecho a ejercer la profesion
u oficio se adquiere en general con el lleno de los requisitos legales
necesarios para obtener el título de idoneidad de que habla el artículo 26 de
la Carta, cuando el legislador así lo haya previsto. Pero las ocupaciones,
artes u oficios que no exijan formación académica y que no entrañen un riesgo
social, son de libre ejercicio en el territorio nacional.
En estas
circunstancias, es claro que el núcleo de tal derecho esencial e irreductible,
que no puede ser desconocido en ningún caso, es el ejercicio de una actividad,
en los términos del artículo 333 de la Carta, como fuente de subsistencia y
realización de la persona.
En el caso de
quienes no han cumplido aún con los requisitos materiales exigidos por la ley
estaremos, no frente a un derecho adquirido, sino frente a una mera expectativa
legal, vale decir a un posible derecho futuro o pendiente, cuya protección en
el evento de tránsito legislativo cede al interés general que busca tutelar
el legislador.
C. CARGOS
CONCRETOS DE LA DEMANDA1. ARTICULO SEGUNDO
El demandante señala
que el artículo 2 de la ley 70 de 1979, viola los artículos 2, 25 y 26 de la
Constitución nacional, comoquiera que establece "que sólo podrán obtener
la licencia a que se refiere el artículo 1o de esta Ley...", mientras que
en el texto del artículo primero, no aparece referencia alguna a la licencia.
Por esta razón,
aduce el actor que el artículo segundo y todos aquellos de la ley que hacen
referencia a la licencia, suponen la existencia de un requisito que no está
creado por norma jurídica alguna y vulneran el derecho al trabajo y la libertad
de escoger profesion u oficio.Para resolver los problemas que suscita la
omisión del artículo primero, debemos aclarar si estamos frente a un mero error
de técnica legislativa o por el contrario, a un vacio legal que permita una
aplicación inconstitucional de la norma. Se trata, pues de distinguir un primer
evento en el que la lectura de la ley deje ver con claridad la voluntad del
legislador, en el sentido de crear la licencia profesional para el ejercicio de
la topografía, en cuyo caso se trataría de un error de técnica legislativa, que
no por ser inexcusable tiene relevancia constitucional. O por el contrario,
un segundo evento en el que ciertamente no sea clara dicha voluntad y se esté
restringiendo el ejercicio del derecho fundamental al trabajo, así como la libertad
de escoger profesion u oficio a causa de un vacio legal, más no de la
existencia de una obligación cierta y concreta cuya imposición tiene, en
nuestro derecho constitucional, reserva de ley. (art. 26 CN).1.1 De la lectura
del expediente legislativo de la que llegó a ser la ley 70 de 1979, se infiere
lo siguiente:
El artículo primero
original, presentado para primer debate ante la Comisión Quinta Constitucional
de la Cámara de Representantes decía textualmente:
"ARTICULO
PRIMERO: Para poder ejercer en el territorio de la República de Colombia la
profesion de Topógrafo, se requiere obtener licencia otorgada por la jefatura
profesional de Topografía, la cual se crea por medio de la presente ley".
Dicho artículo fue
modificado en primer debate, en el sentido de limitarse a definir la
topografía como profesion universitaria intermedia y señalar sus campos de
acción. Pero en el artículo segundo se incluyó la obligación de poseer
licencia profesional para todos los efectos de su ejercicio en el territorio de
la República.A partir de entonces y a lo largo de los cuatro años que duró su
trámite, el proyecto de ley sufrió múltiples modificaciones, pero en ninguna
parte del expediente aparece la voluntad del legislador de suprimir la
obligación original de obtener la licencia profesional. Muy por el contrario,
como se anotó arriba, la modificación del artículo primero llevó a la mención
explícita de la licencia en el artículo segundo.
El error de técnica
legislativa aparece en el Pliego de Modificaciones de la subcomisión de la
Comisión Quinta Constitucional Permanente de la Cámara de Representantes, en el
cual no solo hay una serie de errores de transcripción, sino también aparece la
incoherencia entre los citados artículos primero y segundo de la ley. En lo
que respecta a tales normas, cabe aclarar que el texto del Pliego de que se
habla, es idéntico al finalmente aprobado en la ley 70 de 1979. Por lo
demás, las distintas ponencias no hacen alusión alguna a la voluntad de
suprimir la licencia, sino que por el contrario, en ella aparece claramente la
idea de reglamentar el ejercicio de la profesion mediante dicho requisito.1.2
De la lectura integral del texto de la ley 70 de 1979 son claras varias
cosas:En primer lugar hay una notoria incoherencia entre los artículos uno y
dos de la mencionada ley, pues mientras éste hace referencia a una licencia que
debería estar contenida en el artículo primero, tal norma se limita a definir
lo que ha de entenderse por topografía, sin hacer mención a licencia
alguna.Ahora bien, a través de todo el texto el legislador señala los
requisitos para obtener la licencia (arts 2,3,9), crea a la entidad encargada
de otorgarla y cancelarla (arts 7 y 8), y establece los efectos de la misma
(art. 5, y 10). Así mismo el artículo 10 dice textualmente:
" Quien no
tenga la Licencia profesional correspondiente otorgada por el Consejo Nacional
Profesional de la Topografía, conforme a lo establecido por esta Ley, no podrá
ejercer la profesion de Topógrafo, ni desempeñar las funciones establecidas en
la Ley, ni hacer uso del título, ni de otras abreviaturas comunmente usadas
para denominar la profesion de topógrafos, en placas, membretes, tarjetas,
anuncios, avisos o publicaciones."
De lo anterior se
infiere claramente la voluntad del legislador de crear como requisito para el
ejercicio de la profesion de topografía una licencia profesional, cuya
constitucionalidad será estudiada
seguidamente. Su
existencia es indudable a partir de un análisis sistemático de la norma y de
los contenidos concretos de los artículos citados, especialmente del artículo
décimo transcrito.Se trata pues, a juicio de esta Corporación, de un error de
técnica legislativa, subsanable a partir de la interpretación racional de la
ley. Error que, salvo que implique una ambigüedad tal que conlleve una
violación de la Carta, carece de relevancia constitucional. Así, el artículo
segundo y los otros de la ley que se estudian y que hacen referencia a la
licencia son constitucionales en lo que se refiere a la existencia de la
mencionada licencia.
2. ARTICULO
CUARTO
Varios cargos
formula el demandante contra el artículo 4 de la ley 70 de 1979.2.1. En primer
lugar, señala que el artículo cuarto de la ley 70 de 1979 vulnera el articulo
58 de la Carta, en la medida en que lesiona los derechos adquiridos de quienes
ejercían la profesion con anterioridad a la expedición de dicha ley.
Argüye el libelista
que la parte inicial del artículo 4 impone a las personas que vienen ejerciendo
la profesion, el deber de "legalizar" su ejercicio. Igualmente que
del texto de este artículo parece deducirse la perdida definitiva del derecho a
ejercer la profesion de topógrafo, si en el término de un año a partir de la
instalación del Consejo Profesional Nacional de Topografía, no se acreditan los
requisitos que se exigen en dicho artículo cuarto.
Considera que el
artículo en cuestión vulnera el artículo 54 de la Constitución que consagra los
derechos adquiridos de quienes venían ejerciendo la profesion de Topógrafo con
anterioridad a la expedición de la ley.
Las dos cuestiones
planteadas se reducen a saber, de una parte, si el concepto
"legalizar" implica que el ejercicio de la profesion durante el plazo
establecido y mientras se cumplen los requisitos es ciertamente un ejercicio
"ilegal"; y de otra parte, si el vencimiento del plazo señalado puede
tener como efecto la abolición de los derechos adquiridos con base en leyes
anteriores.
Respecto al primer
punto, basta aclarar que en el caso que se estudia, cuando la ley dice
"legalizar", no quiere decir que el ejercicio de la profesion durante
el vencimiento del plazo establecido sea ilegal. Lo que hace la norma es
precisamente establecer un tiempo de gracia para que quienes se encuentren en
las condiciones que señala el artículo 4 puedan acreditar los requisitos
exigidos, mientras siguen ejerciendo legalmente la profesion. Se entiende
entonces que sólo será ilegal el ejercicio de la profesion a partir del
vencimiento del mencionado plazo.
De otra parte, cabe
anotar que ante el fenómeno de transición de leyes, el establecimiento de un
plazo prudencial no hace otra cosa que disminuir los efectos traumáticos que
genera el cambio normativo, y en este caso concreto, intenta proteger a quienes
venían ejerciendo la profesion, estableciendo un tiempo suficiente para
acreditar los requisitos exigidos en la misma ley. Se trata entonces,
simplemente de una cautela de transitoriedad que, de alguna manera, intenta
proteger derechos en vías de adquisición frente a la nueva legislación.
Distinto es el caso
del segundo cargo. En el se alega la vulneración de los derechos adquiridos a
ejercer la profesion de topógrafo mediante leyes preexistentes, dado que el
vencimiento del plazo podría conllevar a la pérdida del derecho. Es importante
entonces distinguir el evento en el que el plazo señalado establezca, como lo
dijimos arriba, un período de gracia para que quienes vienen ejerciendo la
profesion, acrediten los requisitos necesarios para la expedición de la licencia
y el hecho, -bien distinto- de que una vez vencido el plazo quienes al momento
de la expedición de la ley tengan derechos adquiridos los pierdan, si no han
acreditado determinadas exigencias.
Por tanto, es tarea
previa al análisis del cargo determinar quienes son las personas que se
encuentran bajo los supuestos del artículo 4 estudiado y si hay violación de
los derechos adquiridos o de algún otro precepto de la carta constitucional.
El decreto 1782 de
Junio de 1954 reglamentaba el ejercicio de la ingeniería y de la arquitectura,
y en su artículo 22 señalaba que:
"Para
ejercer la profesion de topógrafo en cualquiera de sus ramas...los interesados
deberán proveerse de un certificado expedido por el Consejo Profesional Seccional
de Ingeniería y Arquitectura, para lo cual deberán presentar ante dicho
Consejo, el certificado de haber cursado y aprobado integralmente el pensum de
escuelas técnicas para esta enseñanza, cuyo plan de estudios haya merecido la
aprobación del Gobierno Nacional.
"También
podrán obtener dicho certificado, para poder ejercer las mismas profesiones,
las personas que, sin haber hecho los estudios precitados, hayan tenido una
práctica de cinco (5) años por lo menos, como auxiliares de topografía o como
oficiales de primera clase, y que demuestren por exámenes presentados en la
Universidad Nacional que tienen los conocimientos necesarios para ejercer las
profesiones
Estos exámenes
causaran derechos que fijará el Consejo Directivo de la Universidad, a cuyas rentas
deben ingresar."
Lo primero que
debemos aclarar es si el literal d) del artículo segundo, que señala que podrán
adquirir la licencia profesional para el ejercicio de la topografía, los
topógrafos "que posean matrícula profesional expedida por el Consejo
Profesional Nacional de Ingeniería y Arquitectura con arreglo al Decreto-Ley
1782 de 1954" se refiere a quienes obtuvieron el certificado de que habla
el Artículo 22 citado.
A juicio de esta
Corporación por "matricula profesional" debe entenderse el certificado
a que hace relación el artículo 22, pues este era un medio de prueba para
acreditar la matrícula.
Quienes contaban
entonces con dicho certificado o matrícula no requieren acreditar los
requisitos de este artículo para legalizar el ejercicio de la profesion, pues
se encuentran bajo el supuesto del literal d) del artículo segundo. Por tanto,
tienen derecho a obtener licencia los topógrafos nacionales o extranjeros que
posean matrícula profesional expedida por el Consejo Profesional Nacional de Ingeniería
y Arquitectura con arreglo al decreto ley 1782 de 1954.
En el caso de
quienes aun no se encontraban en posesión del certificado de que habla el
artículo 22 del decreto-ley 1782, pero que ya habían cumplido con los
requisitos exigidos por dicho decreto para obtenerlo, estaban simplemente a la
espera del trámite administrativo correspondiente, considera esta Corte que se
ha configurado el derecho adquirido de ejercer la profesion de topógrafo y por
lo tanto no puede ser vulnerado con leyes posteriores.
Esto es así por
cuanto la adquisición plena de un derecho subjetivo público como el que aquí se
trata, depende de la observancia de los requisitos materiales que la ley
exige. El certificado es pues simplemente el reconocimiento de la titularidad
del derecho que se adquiere con el lleno de todos los requisitos. En este
sentido, la matrícula o certificado, no otorga el derecho sino que lo reconoce.
Todo lo cual no obsta para que pueda suspenderse el ejercicio del mismo hasta
tanto no se haya confirmado plenamente su titularidad.
Por tanto, el
vencimiento del término de un año establecido por la ley no puede implicar la
pérdida del derecho, pues estaríamos frente a la vulneración de un derecho
adquirido de carácter fundamental, cual es la libertad de escoger profesion u
oficio y por conexidad se estaría también violando el derecho fundamental al
trabajo.
Lo anterior
significa que quienes habían cumplido los requisitos que exigía el decreto-ley
1782 de 1954, pero que al momento de la aplicación de esta ley no les había
sido otorgado aún el certificado o matrícula, no pierden el derecho con el
vencimiento del plazo ni a ellos debe exigirse el cumplimiento de los
requisitos adicionales que trae el artículo cuarto.
Otro es el caso de
quienes no cumplían al momento de la expedición de la ley con los requisitos
materiales que requería la normatividad anterior para la adquisición del
derecho a ejercer la profesion de topógrafo. En este caso nos encontramos
frente a una mera expectativa legal, frente a un posible derecho en gestación.
Respecto de quienes se encontraban en esta situación no es posible hablar de
violación de derechos adquiridos, pues mal puede imputarse a una norma el
efecto de la privación de un derecho que aún no existe.
A juicio de la
Corte, el término de un año es un tiempo prudencial para que quien tiene la
mera expectativa legal, pueda regularizar su situación y adquirir el derecho a
ejercer la profesion de topógrafo. Pero en nada riñe con la Carta, que al
vencimiento de dicho término expiren las condiciones favorables para que
quienes no se encuentran en la posesión de un título que se requiere para el
ejercicio de una profesion, -que por mandato del legislador se convierte en una
profesion titulada-, puedan con el lleno de otros requisitos acceder al derecho
del ejercicio de dicha profesion. No cabe en este caso, hablar de violación de
derechos adquiridos, sino simplemente de un cambio de régimen jurídico dentro
del ámbito de libertad que compete al legislador.
Ahora bien, el
artículo que se estudia establece que los topógrafos técnicos egresados del
Servicio nacional de Aprendizaje (SENA) deben, para legalizar el ejercicio de
la profesion, acreditar en el término de un año, a partir de la instalación del
Consejo Nacional Profesional de Topografía, los requisitos que se mencionan en
los literales a) y d) del mismo artículo.
La Corte procede a
estudiar si con tal disposición se vulneran los derechos adquiridos o algún
otro precepto constitucional.
El programa técnico
de Topografía en el SENA, según consta en las pruebas allegadas a este proceso,
se creó mediante acuerdo No. 66 de 1972, del Consejo Directivo Nacional del
SENA.
Para entonces este
centro de capacitación tenía atribución del Gobierno Nacional para aprobar sus
propios programas, y en tal virtud, el Certificado de Aptitud Profesional
expedido, habilitaba a su titular para la obtención del certificado de que
habla el artículo 22 del decreto-ley 1782 de 1954.
En este sentido, los
topógrafos técnicos egresados del SENA durante la vigencia y aplicación del
mencionado decreto-ley, tienen derecho a obtener el certificado para ejercer la
profesion de topógrafo, sin la exigencia de requisitos distintos a los
señalados en el mismo.
Ahora bien, mediante
resolución No 1476 de 5 de agosto de 1983, el Instituto Colombiano para el
Fomento de la Educación Superior, (ICFES), aprobó el programa de Tecnología en
Topografía, del SENA, con domicilio en Bogotá.
A partir de entonces
y dado que tal autorización ha sido prorrogada hasta el día de hoy, los
topógrafos técnicos egresados del SENA, en virtud de lo dispuesto en el literal
a) del artículo 2o de la Ley estudiada, tienen derecho a la expedición de la
licencia profesional.
Dice, en la parte
pertinente el literal a) del Art. 2:
"Sólo podrán
obtener licencia quiénes hayan obtenido el Título profesional de topógrafo...e
igualmente los egresados del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) como
topógrafos técnicos, previa aprobación de sus pensum por parte del ICFES".
El problema se
plantea entonces con respecto a quienes terminaron los estudios de topografía
en el SENA, entre el momento en el cual se comenzó a aplicar lo dispuesto en
la ley 70 de 1979, y el momento de la aprobación oficial de los programas de
topografía por parte del ICFES.
La ley que se
estudia, reglamenta el ejercicio de la topografía. Para tal efecto crea una
entidad encargada de aplicar las normas que ella contiene (el Consejo
Profesional Nacional de Topografía), en particular de expedir y cancelar las
licencias profesionales necesarias para el ejercicio legitimo de la profesion.
Así las cosas, es
claro que las disposiciones de la ley solo pueden ser aplicadas desde el
momento de la instalación del Consejo Profesional Nacional de Topografía que,
según las pruebas allegadas al expediente, coincide con el año en el que se
concede la aprobación oficial por parte del ICFES al programa de topografía
dictado por el SENA, vale decir el cinco (5) de agosto de 1983.
De lo anterior se
deduce que quienes obtuvieron el título del SENA, al momento de la aplicación
de la ley 70, lo hicieron una vez aprobados los programas de estudio por parte
del ICFES, y por lo tanto, tienen derecho, sin el lleno de requisitos distintos
a los enunciados en el parágrafo 1o del artículo 2 de la ley, a la expedición
de la licencia profesional.
De otra parte, cabe
anotar que en la Resolución del ICFES arriba citada se reconoce que "el
programa de tecnología en topografía ofrecido por el SENA, forma parte de los
que la institución ha ofrecido tradicionalmente como técnicos y que a partir de
1978 lo ajustaron al plan mínimo indicado por el ICFES y su estructura es de
carácter tecnológico."
Así pues, el
reconocimiento oficial se entiende retroactivo y por lo tanto, el título
expedido por el SENA no puede ser discriminado, tal y como lo hace el artículo
cuarto en comento, al exigir a quienes lo poseen la acreditación de requisitos
distintos a los mencionados en el parágrafo 1o del artículo 2o, so pena de
vulnerar no sólo el principio de igualdad sino los derechos adquiridos con
justo título.
En consecuencia, en
la parte resolutiva de este fallo se declarará inconstitucional el artículo 4o,
en la parte que dice "así como los topógrafos, técnicos egresados del
SENA".
2.2. En segundo
lugar, el demandante señala que el artículo cuarto de la ley, que exige como
requisito para legalizar el ejercicio de la profesion de topografía el haber
ejercido por un mínimo de cinco años en entidad pública o privada -requisito
que solo puede probarse según el literal a) "con copias autenticadas y
certificados de sus contratos laboral o civil, expedidos por los
administradores de las Empresas públicas o privadas donde haya trabajado el
Topógrafo aspirante a la Licencia"- vulnera los artículos 25, y 26 de la
Constitución nacional.
El estudio de una
ley que reglamenta el ejercicio de determinada profesion, a la luz del derecho
constitucional debe residir fundamentalmente en las limitaciones que la ley
impone al derecho. Se trata pues, especialmente de un cotejo de los límites al
derecho, confrontados, de una parte, el especial valor que ella otorga a los
derechos fundamentales y en particular al trabajo, y de otra, las posibles
justificaciones constitucionales de las limitaciones impuestas.
En el caso del
artículo cuarto, se establecen una serie de requisitos para demostrar la
suficiente cualificación técnica de quien busca ejercer, conforme a la ley, la
profesion de topógrafo. Uno de dichos requisitos es demostrar la experiencia
profesional a través de copia autentica de contratos celebrados con empresas
públicas o privadas, cuya duración no sea menor a cinco años.
No entra la Corte en
el estudio del requisito material exigido, vale decir, de los cinco años de
experiencia profesional, por cuanto éste es razonable en términos de la debida
congruencia que debe haber entre el límite del derecho y la finalidad buscada
por la norma. La finalidad de la ley es la de exigir una determinada
cualificación técnica para el ejercicio de la topografía. Dicha exigencia no es
contraria al principio de igualdad, siempre que se aplique de manera general y
abstracta a todo aquel que quiera desempeñar la profesion regulada y no
vulnere el contenido esencial de los derechos consagrados en los artículo 25 y
26 de la Constitución.
La tarea de esta
Corte es, pues, la de estudiar la constitucionalidad, no ya del requisito
material exigido, -los cinco años de experiencia profesional-, sino de los
medios que según la ley han servido para adquirir dicha experiencia y por lo
tanto constituyen única prueba de ella.
El ejercicio de la
topografía se realiza no sólo en empresas públicas y privadas, sino de manera
especial en áreas rurales a partir de contratos verbales de obra realizados con
personas naturales. Dichos contratos consisten fundamentalmente en la
obligación de hacer determinados levantamientos o localizaciones altimétricas y
planimétricas de terrenos, que en la mayoría de los casos pueden ser
demostradas mediante la acreditación de los planos o de los cálculos de áreas
elaborados. Planos y cálculos que suelen estar firmados por el respectivo
topógrafo, y acompañan las escrituras públicas de venta, permuta o cualquier
negocio que involucre el bien que ha sido objeto de estudio por parte del
topógrafo.
Así las cosas, en el
caso sub-lite es claro que existen formas distintas a las señaladas por la ley
para adquirir la experiencia que ella misma exige. Existen también medios
legítimos y certeros para verificar dicha experiencia, y, por lo tanto, el
conocimiento técnico suficiente.
En este caso la
finalidad perseguida por la ley es la de que quien no tenga el título
académico, posea, además de otros requisitos, una experiencia laboral de al
menos cinco años, pero no puede ser la de que dicha experiencia haya sido
adquirida sólo mediante cierto tipo de contratos. Es este un medio de prueba
importante, pero existiendo otros medios razonables para obtener, y probar
dicha experiencia, no se entiende ni justifica la restricción.
Si bien entra dentro
del ámbito de libertad del legislador establecer los requisitos que considere
necesarios para el ejercicio de determinadas profesiones, también es cierto que
el propio legislador se encuentra subordinado a los mandatos constitucionales.
Por lo tanto, no puede condicionar el ejercicio de un derecho, -y menos del
derecho al trabajo que es base estructural del orden constitucional-, hasta el
punto de hacerlo impracticable, o establecer requisitos que lo condicionen más
allá de lo razonable, o crear condiciones que impliquen, de manera
injustificada, el acceso desigual a su ejercicio. En todo caso, los requisitos
materiales exigidos y los medios de prueba deben ajustarse a los mandatos de la
Carta, y en el análisis de este cargo, encuentra la Corte que hay una clara
violación del artículo 13, al discriminar injustificadamente los medios válidos
para adquirir y probar la experiencia exigida.
Por estas razones,
en la parte resolutiva de esta sentencia se declarará que es inconstitucional
la parte del artículo 4 que exige como única experiencia válida la que se
adquiere a través de contratos civiles o laborales con empresas públicas y
privadas; y como único medio de prueba para demostrar la experiencia
profesional, la acreditación de copias autenticadas y certificados de dichos
contratos, expedidos por los administradores de las empresas públicas o
privadas donde haya trabajado el topógrafo aspirante a la licencia.
2.3. El tercer
cargo formulado por el demandante contra el artículo cuarto, concierne
especificamente al literal b), en cuanto establece que para poder legalizar el
ejercicio de la profesion las personas que se encuentren en las condiciones que
describe el artículo deberán obtener una
"certificación
auténtica de que el interesado se ha desempeñado en el ramo de la topografía y
que responde a las exigencias de honestidad, pulcritud e idoneidad profesional
expedida por la Asociación Nacional de Topógrafos o alguna de sus
seccionales".
-Estima que dicho
requisito viola los artículos 13, 38 y 83 de la Constitución nacional.
Como se ha dicho
antes, el legislador en ejercicio de sus funciones y particularmente en
tratándose de la protección del interés general, puede establecer los
requisitos que considere necesarios para regular el ejercicio de las
profesiones o para otorgar títulos de idoneidad que reconozcan dicho derecho.
Ahora bien, la ley
debe moverse siempre dentro del campo que marca la norma constitucional. Así,
es viable que exija para determinados casos, y de manera razonable un
certificado de antecedentes en el ejercicio de la profesion. Pero tal
certificado debe ser expedido por una autoridad cuya competencia tenga un
respaldo constitucional y con base en normas legítimas que respeten los
principios y garantías de la Carta y, fundamentalmente, el debido proceso.
Los anteriores serán
entonces los criterios que esta Corporación utilizará para el análisis del
cargo que aquí se estudia.
En los términos que
quedan descritos, esta Corte considera necesario en primer lugar, hacer algunas
aclaraciones sobre la naturaleza de la entidad encargada de expedir el
certificado que aquí se cuestiona.
La Asociación
Nacional de Topógrafos es una persona jurídica de derecho privado, que obtuvo
su personería jurídica el 24 de mayo de 1976, mediante resolución No 1914 del
Ministerio de Justicia.
Esta Asociación se
compone, como lo señala el artículo primero de sus estatutos, "de personas
dedicadas al ejercicio de la topografía"; de la lectura del artículo
segundo literal d) de los mismos estatutos se lee que uno de los objetivos de
la sociedad es "garantizar la idoneidad, pulcritud y responsabilidad de
los socios con acatamiento a la ética profesional".(subraya la Corte)
Los artículos 4 a 9
de dichos estatutos establecen quienes pueden ser socios de la entidad. Señalan
que existen cinco categorías distintas, a saber: socios de número, adjuntos,
correspondientes, estudiantiles y honorarios.
Para ser socio de
número se requiere, según el artículo cuarto, ser ciudadano colombiano, no
pertenecer a ninguna otra agremiación de topógrafos, excepto cuando dicha
agremiación ha sido aceptada como socia correspondiente de acuerdo a lo que
dicen los estatutos, presentar personalmente la solicitud de ingreso
firmada y recomendada por un socio activo o certificaciones de trabajo aceptadas
por la junta directiva de la asociación, y ser topógrafo con licencia
profesional. (subraya la Corte)
Para ser admitido
como socio adjunto, según el artículo quinto, se requieren los primeros tres
requisitos arriba enunciados y ser topógrafo con las calidades mínimas
especificadas en el reglamento. Así mismo, para ser socio correspondiente
basta con ser afiliado a otras asociaciones aceptadas por la Asamblea
Nacional de Delegatarios conforme al reglamento. Serán socios honorarios
quienes la Junta directiva de la Asociación, conforme al reglamento, considere
que merezcan tal condición.
Como es propio de la
autonomía que caracteriza a las personas jurídicas privadas, la Asociación
Nacional de Topógrafos decide, a partir de elementos subjetivos (como la
solicitud de ingreso firmada y recomendada por uno de los socios, o la
aceptación de la Junta Directiva de la asociación de las certificaciones de
trabajo) y objetivos (como la tenencia de la licencia profesional, la no
pertenencia a ninguna otra asociación o la calidad de ciudadano colombiano),
quien puede y quien no puede, entrar a formar parte de la entidad. No basta
pues con ser topógrafo empírico, o graduado de una escuela técnica o
tecnológica, para acceder a la calidad de socio, pues como se constato en el
estudio antecedente de las estipulaciones estatutarias, los requisitos exigidos
cuentan con un apreciable grado de discrecionalidad.
De otra parte, los
estatutos señalan que la asamblea nacional de delegatarios será la máxima
autoridad de la Asociación (art. 10), y que está conformada por los delegados
de las asambleas seccionales. Dicha asamblea elegirá a la junta directiva
nacional y las asambleas locales a las juntas locales. Pero los socios adjuntos
-aquellos que no cuentan con la licencia profesional- y correspondientes no
podrán formar parte de la junta directiva a ningún nivel (art. 7 parágrafo 2).
A la asamblea
nacional compete dictar, entre otros, el reglamento de la asociación y el
código de ética profesional. A las juntas directivas de los distintos niveles
corresponde tramitar, estudiar y aceptar o negar la admisión de todo aspirante
a socio.
Según el artículo
22, "Las Juntas Directivas con sus Presidentes son los encargados de
desarrollar y hacer cumplir los estatutos, el reglamento, el código de ética
profesional y todos los mandatos de las Asambleas".
El artículo 26 les
atribuye la competencia para declarar nula, con el voto afirmativo de siete
miembros, la calidad de socio y sus derechos inherentes cuando, entre otras
cosas, falten a los estatutos, al reglamento, y al código de ética profesional.
En resumen, en
virtud de su autonomía, la Asociación establece una serie de requisitos que restringen
el acceso de cualquier topógrafo a la calidad de socio. Interesa, por otra
parte, señalar que sólo un tipo de socios, aquellos que accedieron a tal
calidad acreditando la obtención de la licencia profesional antes del 23 de
junio de 1984 (Parágrafo 1 artículo 6), pueden formar parte de las juntas
directivas -nacional y seccionales-, que son las encargadas de estudiar el
acceso de nuevos socios y de suspenderlos o expulsarlos, si incurren en algunas
de las faltas establecidas en los estatutos. Por último, cabe destacar que al
ser una persona jurídica de derecho privado, no tiene más capacidad de acción
disciplinaria que la que le otorgan los estatutos respecto de sus miembros.
Dos consecuencias
relevantes para el estudio del caso que se plantea, se deducen de lo estudiado:
La primera, que para
obtener el certificado de que habla el literal b) del artículo 4, se requiere
ser socio de la Asociación Nacional de Topógrafos, por cuanto de otra forma
esta institución no estaría en capacidad de otorgar dicho certificado, ni
contaría con la información necesaria para hacerlo.
La segunda, que tal
certificado se expide con base en el código de ética vigente para los socios,
pues de otra manera no se entiende cuales son las normas ciertas y públicas que
deben ser respetadas para cumplir con los requisitos que se acreditan en dicho
certificado.
A juicio de esta
Corporación, de lo anterior se deduce, tal y como se entra a explicar, que el
certificado exigido en el literal b) del artículo 4 cuestionado vulnera
flagrantemente los derechos de libre asociación, libertad de escoger profesion
u oficio y debido proceso, así como el principio de buena fe, que consagra la
Carta constitucional en los artículos 38, 26, 29 y 83 respectivamente y que se
garantizaban también al momento de la expedición de la norma, en los artículos
44, 39 y 26, de la Carta de 1886.
Entiende la Corte
que se vulnera el derecho a la libre asociación por cuanto la única forma de
obtener el certificado de que habla el artículo estudiado es accediendo a la
calidad de socio, dado que de otra forma a tal entidad le sería imposible
controlar la actividad profesional de quien solicite el certificado, así como
verificar su desempeño en la rama de la topografía. Es del todo claro que en
pocos casos, si un topógrafo ha ejercido su profesion al margen del radio de
acción de esta entidad, pueda ella certificar alguna cosa respecto al desempeño
que esta persona ha tenido en el ejercicio de su profesion.
Se pregunta esta
Corte, ¿cuáles serían los medios de prueba para garantizar que el interesado,
que no ha estado vinculado a la asociación, responde a las exigencias de
honestidad, pulcritud e idoneidad profesional?
La transgresión del
derecho fundamental de libre asociación, se produce, no sólo porque la única
manera de contar con la información necesaria para expedir el certificado, es
que el interesado sea miembro de la asociación, sino por cuanto, según los
estatutos de dicha entidad, esta sólo puede actuar respecto de sus asociados.
Necesario es concluir entonces que para acceder al certificado es condición
previa que el interesado forme parte de la Asociación Nacional de Topógrafos.
Dentro de este contexto, aparece clara una vulneración del derecho de
asociación consagrado en la Constitución nacional, por cuanto la garantía
constitucional de tal derecho incluye también el respeto a la libertad negativa
que consiste en el derecho a no asociarse.
En efecto, el
derecho de asociación, entendido como el ejercicio libre y voluntario de los
ciudadanos encaminado a fundar o integrar formalmente agrupaciones permanentes
con propósitos concretos, incluye también un aspecto negativo: que nadie pueda
ser obligado directa o indirectamente a formar parte de una asociación
determinada. Si no fuere así, no podría hablarse del derecho de asociación en
un sentido constitucional, pues es claro que se trata de un derecho de
libertad, cuya garantía se funda en la condición de voluntariedad.
En este sentido se
ha manifestado ya esta Corporación, cuando señaló que:
"La
afiliación tanto como la pertenencia a una asociación son actos voluntarios y
libres y dependen exclusivamente y por siempre de la decisión de la
persona"[3].
En conclusión, el
artículo que nos ocupa exige, para poder "legalizar" el ejercicio de
la profesion de topografía, la obtención de un certificado que por las razones
expuestas no puede ser expedido sino a las personas que hacen parte de una determinada
asociación privada. Con ello se vulnera, no solamente el derecho consagrado en
el artículo 26, sino y especialmente, el contenido esencial de la libertad de
asociación. Por ello la parte del artículo 4 que establece como única entidad
competente para expedir el certificado de que aquí se habla, a la Asociación
Nacional de Topógrafos, será declarada inconstitucional.
Igualmente estima la
Corte que la norma estudiada vulnera la Constitución, no sólo en lo que se
refiere al derecho de asociación sino, y particularmente, en cuanto permite un
traslado inconstitucional de competencias, vulnera el debido proceso y el
principio de buena fe.
Esto es así, porque
cuando la ley autoriza a la Asociación Nacional de Topógrafos para expedir un
certificado de "honestidad, pulcritud e idoneidad profesional", está
delegando en una entidad privada la facultad de juzgar y sancionar el
comportamiento de quienes ejercen la profesion de topógrafos, con base en
normas dictadas por la propia Asociación. Si bien es cierto que, tal como se
estudiara adelante, la Constitución preve el traslado de algunas funciones
públicas a entidades privadas, también lo es que en materia de derechos
fundamentales el único órgano competente para establecer limitaciones es el
Congreso de la República.
La reserva de ley en
materia de regulación de derechos fundamentales, como el derecho al trabajo o
el derecho a escoger y ejercer profesion u oficio, constituye una de las
primordiales garantías de estos derechos, frente a posibles limitaciones
arbitrarias de otros poderes públicos o de particulares. Así, las materias
reservadas no pueden ser objeto de transferencia, pues con ello se estaría
vulnerando la reserva de ley establecida por la propia Constitución.
En este sentido se
manifestó la Corte Suprema de Justicia en sentencia de 23 de julio de 1981,
cuando dijo:
"Ni el
Ministerio de Educación, al que dicha disposición encarga de aprobar la
reglamentación de la ética profesional del bibliotecólogo, ni menos el Consejo
adscrito a aquel, que conforme a la misma norma tiene por misión la de
expedirla, pueden validamente asumir la competencia legislativa del Congreso e
indelegable en entidades administrativas".
Estamos entonces
frente a un traspaso inconstitucional de competencias pues, como ya se dijo,
tanto al momento de la expedición de la ley 70 de 1979 bajo la vigencia de la
Carta de 1886, como hoy, la reglamentación de los derechos fundamentales, tiene
reserva de ley.
Ahora bien, en los
términos de la actual Constitución, particularmente en virtud de lo dispuesto
en los artículos 26 y 103 de la Carta, las autoridades públicas pueden delegar
en colegios profesionales o en asociaciones privadas el cumplimiento de ciertas
funciones públicas.
El artículo 26
señala que las profesiones legalmente reconocidas pueden organizarse en
colegios, cuya estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.
Establece también que la ley podra asignar a tales colegios funciones públicas
así como establecer los debidos controles. Ahora bien, este artículo no puede
alegarse para justificar la atribución otorgada a la Asociación Nacional de
Topógrafos en el literal b) del artículo 4 y esto por dos razones fundamentales.
En primer lugar, porque la Asociación de que aquí se habla no es un colegio
profesional. En segundo lugar, porque, como se ha dicho arriba, hay ciertas
funciones publicas, -particularmente aquellas que restringen el ejercicio de
los derechos fundamentales constitucionales-, que tienen reserva de ley y por
lo tanto no pueden ser delegadas.
Considera la Corte
relevante hacer algunas precisiones sobre las dos cuestiones arriba enunciadas.
La
institucionalización del Estado social de derecho en la Carta de 1991 plantea
un nuevo marco jurídico de interrelación entre el Estado y la sociedad. En
dicho marco no sólo se amplian los mecanismos de participación de los
ciudadanos en el manejo y control de la cosa pública, sino que se intensifica
el reconocimiento y la ordenación jurídica de entidades de carácter social, en
cuanto su actividad representa un interés público. Así por ejemplo, la Carta
establece un régimen de regulación y garantía de los partidos políticos, que
son colectividades que evidentemente revisten un interés público.
En el mismo sentido
la Carta señala la posibilidad de crear colegios profesionales, vale decir
entidades asociativas representativas de intereses profesionales y económicos.
Deja a la ley la regulación de estos colegios, pero establece que su estructura
interna y funcionamiento deberán ser democráticos.
A pesar de que la
ley no ha reglamentado aún este tipo de asociaciones, podemos decir, que se
trata de corporaciones cuya naturaleza parece pertenecer más al derecho público
que al derecho privado. Esto es así, especialmente si tenemos en cuenta que a
ellas pueden otorgarse funciones públicas, con el fin de que intervengan en la
ordenación del ejercicio de las profesiones, representando exclusivamente los
intereses de las mismas, y no de un grupo o parte de quienes la ejercen en
determinadas condiciones. Por esta razón, es condición esencial de los colegios
la de tener una estructura y funcionamiento democrático para garantizar que
todo aquel que cumpla con los requisitos legales para ejercer la profesion de
que se trate pueda, sin más exigencias, formar parte del colegio, de sus
órganos de decisión y de gestión, y para que no se convierta en el instrumento
de defensa de intereses particulares. En este sentido sólo la ley y no el acuerdo
privado de las voluntades de quienes conforman el colegio, puede crear los
requisitos necesarios para integrarlo, así como las condiciones que limiten la
participación de los colegiados en la gestión de sus funciones y en la toma de
decisiones.
Si el establecimiento
y desarrollo de los aspectos estudiados quedará al libre albedrío de los
miembros de la entidad, sería, ciertamente posible que en un momento se
restringiera a tal punto el acceso o la participación, que el colegio terminare
siendo un mecanismo de defensa de un determinado interés y no del conjunto de
los asociados. En consecuencia, la garantía de que el colegio sirva para
fomentar el derecho a ejercer una profesion y no para restringirlo, se funda en
que esta materia cuente con una regulación legal básica que sin restringir la
autonomía de la entidad garantice las condiciones de libertad, igualdad y
participación que exige el texto fundamental.
Como se deduce de
lo que acabamos de decir y de la lectura de sus estatutos, la Asociación
Nacional de Topógrafos es una típica persona de derecho privado y no un colegio
profesional de los que habla el artículo 26 de la Carta. Esto es así, entre
otras cosas, porque una de las característica primordiales de los colegios, en
virtud de su esencia democrática, es que no exista ningún requisito diferente
al de ejercer legítimamente la profesion para poder acceder a la calidad de
socio o colegiado. Así las cosas, un colegio profesional no puede restringir
discrecionalmente el acceso; tampoco puede restringir la participación de sus
miembros a esa sola entidad o impedir su afiliación a asociaciones
profesionales distintas, ni vetar la participación de cierto tipo de
colegiados, que no cumplan con requisitos arbitrariamente exigidos, en los
órganos de decisión y ejecución de sus reglamentos.
Los colegios
profesionales deben responder pues a una filosofía esencialmente democrática.
Deben representar globalmente a quienes ejercen determinada profesion y no
pueden convertirse simplemente en voceros de una parte especial o determinada
de todo un gremio profesional. Es innegable que para garantizar la
representación global, debe existir una norma básica que democratice los
requisitos exigidos para formar parte de la entidad, así como la conformación
de los órganos competentes para tomar decisiones sobre las normas del colegio,
y la admisión o suspensión de los miembros.
Ahora bien, es
cierto que el artículo 103 de la Carta reconoce la existencia de las
asociaciones de profesionales, pero con un tratamiento distinto al que da a los
colegios profesionales. Las asociaciones son personas jurídicas de derecho
privado, conformadas por la manifestación de voluntades de sus miembros.
Siempre que respeten las bases constitucionales mínimas, pueden diseñar como a
bien tengan su estructura y funcionamiento interno. La Constitución no exige a
las asociaciones de profesionales el carácter democrático que impone a los
colegios, aunque este ha de ser un elemento determinante para que la ley pueda
atribuirles las funciones de que habla el artículo 103. Las asociaciones pueden
entonces ser democráticas o no y representar los intereses de todo el gremio
profesional o solo de una parte de el. Eso dependerá de la autonomía de la
propia asociación.
En cualquier caso,
con independencia de la naturaleza corporativa de la Asociación Nacional de
Topógrafos, la facultad de determinar la honestidad pulcritud e idoneidad en el
ejercicio de una profesion, que tenga como efecto la limitación clara en el
ejercicio del derecho fundamental al trabajo y a ejercer una determinada
profesion, debe contar con un código, público, positivo, y explícito, en el que
se consagren claramente las acciones que son consideradas como causa de una
sanción (en este caso la más grave de todas, pues si no se otorga el certificado,
tampoco la licencia profesional y se suspende el ejercicio del derecho
fundamental al trabajo y todos los que de el se derivan), el procedimiento que
ha de aplicarse frente a una determinada conducta y la autoridad competente
para juzgar y aplicar la sanción.
Si tales normas no
existieran, cualquier procedimiento que tuviera como efecto una sanción sería
violatorio del debido proceso, pues es absolutamente claro que en el Estado de
derecho no se puede dejar al buen juicio de las personas privadas el determinar
conceptos tan amplios como "honestidad", "pulcritud" e
"idoneidad", y menos aún cuando tal determinación puede tener como
efecto la no expedición de una licencia profesional, y por lo tanto la
suspensión en el ejercicio del derecho fundamental al trabajo.
Lo anterior es más
grave en términos del literal d) del artículo 4 de la ley estudiada, pues si se
estudian los otros literales es claro que existen ya requisitos destinados a
probar la idoneidad (literales a y c), y que la honestidad puede ser juzgada
simplemente a través de la petición de antecedentes penales o disciplinarios
(si hablamos de un funcionario público), sin que se entregue la facultad
legislativa y sancionatoria a una asociación de derecho privado.
A todas luces parece
obvio que el ejercicio del derecho al trabajo, con las consecuencias de
supervivencia que tal ejercicio implica en nuestro país, no puede quedar sujeto
a la expedición de un certificado como el exigido en el artículo que se estudia,
sin que existan normas anteriores, claras, públicas y explícitas que señalen,
no sólo las conductas tipificadas sino el procedimiento para juzgarlas. Otra
cosa sería desconocer los mandatos básicos del Estado social de derecho.
En consecuencia,
considera esta Corte que si bien entra dentro de las facultades de la ley
exigir un certificado de antecedentes siempre que se trate de regular una
actividad que implique algún riesgo o interés social, al hacerlo debe señalar
la entidad competente, -entidad que como quedo estudiado debe cumplir con
ciertos y determinados requisitos-, así como el debido proceso y las normas
públicas que establezcan las conductas sujetas a sanción. En el caso que se
estudia, la atribución del otorgamiento del certificado de que habla el literal
b) del artículo 4 a una específica asociación profesional, acerca de la cual se
han formulado ya los reparos pertinentes, resulta inconstitucional y así será
declarado en la parte resolutiva de esta sentencia.
Será entonces
constitucional la exigencia del certificado de honestidad, pulcritud e
idoneidad, siempre que sea expedido por una autoridad competente, con
fundamento en normas públicas aplicables al momento de la comisión de cualquier
conducta objeto de sanción, y previo un proceso respetuoso de las normas
constitucionales y legales.
Por último, cabe
señalar que el requisito de autenticación del certificado aparece también como
violatorio del texto constitucional. Esto es así, en primer lugar por la
aplicación del principio de buena fe, consagrado en el artículo 83 de la Carta
y que ordena a la administración presumir que el ciudadano actua de buena fe y
por lo tanto que los documentos que aporta son legítimos; y en segundo lugar,
por el mandato del artículo 333 de la Carta, que establece la necesidad de
acabar con trámites innecesarios en virtud del principio de eficiencia en la
gestión pública.
En consecuencia, la
palabra "auténtica" del literal b) del artículo 4 será declarada
inconstitucional.
2.4. Un cuarto cargo
fórmula el demandante contra el artículo cuarto de la ley que se estudia. Se
alega en la demanda la presunta vulneración de los artículos 39 de la Carta de
1886 y 26 de la Constitución vigente por parte del literal c) del artículo
cuarto, que establece como requisito para legalizar el ejercicio de la
profesion -a quienes se encuentren en las circunstancias de dicha norma- la
presentación de un examen de idoneidad profesional ante una institución de
educación superior que desarrolle programas de topografía y que esté aprobada
por el ICFES, a petición del Consejo Nacional de Topografía.
Es cierto que los
artículos 39, y 26, establecen que "el legislador podrá exigir títulos de
idoneidad" y no hablan de exámenes de aptitud. Ahora bien, el legislador
puede reglamentar libremente el ejercicio de las profesiones, siempre que
respete el marco constitucional. Dentro de él puede crear los requisitos
necesarios para salvaguardar el interés público frente al ejercicio de
profesiones que requieren diferente grado de cualificación.
Como se ha dicho
antes, al crear requisitos o condiciones para el ejercicio de un derecho el
legislador debe respetar el contenido esencial del mismo. En materia de
reglamentación de las distintas profesiones u oficios, es cierto que el
objetivo es demostrar una determinada cualificación profesional o técnica,
mediante el cumplimiento de requisitos que, mientras sean respetuosos del
principio de igualdad y por lo tanto de proporcionalidad entre la finalidad
buscada y los medios utilizados, así como del resto da las normas que integran
la Constitución, no merecen reparo de esta Corte.
En el caso que aquí
se estudia el legislador dispone la necesidad de realizar un examen de aptitud
para las personas que han aprendido la topografía a través de la experiencia
práctica.
Al proceder así, el
legislador está cumpliendo con su tarea de proteger el interés general, sin
vulnerar con ello -como sostiene el demandante- el derecho reconocido en el
artículo 26 de la Carta. En efecto, cabe sin duda alguna, dentro de la potestad
legislativa, crear exámenes que demuestren la capacidad técnica de quienes sin
haber obtenido un título profesional, desean seguir ejerciendo la profesion que
se reglamenta.
Merece también
estudio por parte de esta Corporación la parte del literal c) que señala que
los exámenes de idoneidad que deben ser presentados, sólo podrán serlo "a
petición del Consejo Nacional de Topografía".
Parece claro que la
presentación de un examen como el que aquí se exige requiere de una serie de
trámites administrativos al interior de cada institución. En este sentido se
exige la petición previa del Consejo Nacional de Topografía, de tal manera que
dichas instituciones tengan alguna certeza de la utilidad del gasto que para
ellas implica la realización de tal examen. Esto es cierto, pero también lo
es que no puede quedar al mero arbitrio del Consejo hacer la petición de que
aquí se habla. Así las cosas, de la lectura de la ley es claro que basta con
que la persona demuestre que se encuentra en las condiciones que señala el
artículo 4 para que el Consejo Profesional de Topografía deba hacer la petición
respectiva al centro de educación superior de que se trate. Si no fuera así, se
estaría vulnerando el derecho consagrado en el artículo 26 de la Constitución
Nacional.
3. ARTICULO
OCTAVO
El demandante señala
que los literales a), b), c), d), e), y g) del artículo octavo violan los
artículos 58 y 29 de la Constitución nacional.
3.1. En lo que
respecta a los literales a), b) y g) del artículo que se estudia, juzga esta
Corte que se encuentran ajustados a la Constitución nacional, por cuanto no
vulneran ninguno de sus preceptos.
En efecto, las
funciones que mediante los literales estudiados se atribuyen al Consejo
Profesional de Topografía, son meramente administrativas, se ejercen con
fundamento en la función de policía administrativa propias de las autoridades
competentes, la cual supone inspeccionar y vigilar el ejercicio de las
profesiones, según lo dispone el artículo 26 de la Constitución Nacional.
Cosa distinta es
que, con base en dichas atribuciones, las respectivas entidades dicten normas
que corresponde expedir al legislador o ejecuten funciones que extralimitan su
competencia. En este caso, las dudas no surgen con respecto a la ley que otorga
debidamente ciertas atribuciones, sino de la confrontación entre dicha ley y
las normas infralegales que se dictan, presuntamente a su amparo. Si este
fuera el caso, no es la Corte Constitucional quien tiene competencia para
juzgar la legalidad de las normas reglamentarias, sino la jurisdicción de lo
contencioso administrativo, según lo dispone la propia Constitución.
3.2. Según el
impugnante, el literal c) del artículo octavo vulnera los derechos adquiridos,
al señalar como función del Consejo Profesional de la Topografía "expedir
la licencia de topógrafos a todos los profesionales que reunan los requisitos
señalados por la presente Ley".
El cargo de
inconstitucionalidad sostiene que la propia ley en su artículo 4, establece
requisitos para que quienes no han seguido un programa profesional en una
institución de educación superior aprobada por el ICFES, puedan regularizar el
ejercicio de la topografía, y por lo tanto protege los derechos adquiridos de
dichas personas.
La cuestión esta entonces
en determinar que entiende la ley por "profesionales", pues si es
cierto que se trata exclusivamente, de quienes han acabado un programa
profesional en un centro de educación o capacitación técnica cuyos programas
estén aprobados oficialmente por el ICFES, se estaría desconociendo la
protección que otorga el artículo cuarto de la misma ley a los topógrafos
prácticos.
En principio, el
profesional es aquella persona que ejerce públicamente una actividad de manera
permanente y sistemática, generalmente con ánimo de lucro. Si la profesion que
se ejerce requiere de un título académico, estamos hablando de una profesion
titulada, y en estricto sentido quien la ejerce recibe el nombre de
"profesionista"[4].
Lo anterior significa que no es un requisito del profesional poseer un titulo
académico, que certifique su aptitud para ejercer una actividad. Es el
legislador quien de acuerdo con la Constitución debe decidir cuando una
profesion debe pasar a ser una profesion titulada. Estos dos conceptos no son
pues sinónimos.
Así las cosas,
cuando la ley habla de "profesionales", se refiere a quienes
ejercen la profesion de la topografía y no solamente a quienes tienen un título
expedido por un centro de educación superior que los acredite como tal. En este
sentido será declarado constitucional el literal c) del artículo 4o. de la ley
que se estudia.
3.3 A juicio del
demandante, el literal d) del artículo octavo vulnera el derecho al debido proceso,
en la medida en que atribuye al Consejo Nacional Profesional de Topografía la
facultad de "cancelar las Licencias a los Topógrafos que no se ajusten a
los requisitos determinados por la presente ley, o que falten a la ética
profesional".
Como se dijo arriba,
solo la ley está autorizada por la Carta Política para reglamentar el ejercicio
de los derechos fundamentales, pero son los entes administrativos, debidamente
autorizados quienes tienen la potestad de ejecutar o hacer cumplir las leyes.
En cualquier caso,
es claro que la norma que limita un derecho fundamental, como lo hace por
ejemplo un código de ética profesional, tiene que tener rango de ley, pues
estamos en este caso frente a una de las más importantes garantías normativas
del sistema de protección a los derechos fundamentales en nuestro país. Las
remisiones legales a la potestad reglamentaría del ejecutivo deben entonces
encuadrarse dentro de normas claras que respeten no sólo el contenido esencial
de los derechos que se regulan, sino todos y cada uno de los contenidos
normativos de la Constitución. La potestad reglamentaria constituye pues, un
complemento de la ley, necesario para hacerla cumplir eficazmente, pero la
delegación legal no se puede traducir en una transferencia inconstitucional de
competencias tal que deslegalice la materia reservada.
Lo anterior no
significa que toda cuestión que se relacione de una u otra manera con la
libertad de escoger profesion u oficio deba ser regulada por ley: ello
dependerá de si la norma afecta o no el ejercicio de un derecho fundamental.
Ciertamente, la
expedición de un código de ética profesional que consagra los principios que
han de ser respetados y las conductas objeto de sanción, implica una regulación
directa de los derechos consagrados en los artículos 25 y 26 de la Carta.
Si esto es así, dos
garantías deben ser respetadas so pena de vulnerar la Constitución: la garantía
formal que se refiere al necesario rango legal de las normas que contemplan las
conductas tipificadas y las sanciones establecidas; y de otra parte, la
garantía material, que consiste en el respeto a los principios del debido
proceso, fundamentalmente en cuanto se refiere a la predeterminación pública de
las conductas y sanciones, así como de la autoridad competente para imponer las
sanciones, y el respeto a los principios de presunción de inocencia,
favorabilidad y exclusión de la analogía.
En el caso que se
estudia, parece claro que no existe un código de ética debidamente expedido
para el ejercicio de la profesion de topografía. No conoce esta Corte norma
legal alguna que tipifique las conductas y establezca las sanciones
correspondientes.
Así las cosas, si
bien es legítima la atribución legal al Consejo Nacional de Topografía de
imponer las sanciones por violación al código de ética profesional, a juicio de
esta Corte dicha función no puede ser debidamente cumplida hasta tanto no
exista una norma tributaria del debido proceso, que dé base material para el
cumplimiento de tal función.
En consecuencia, la
parte del literal d) del artículo 4 será constitucional siempre que se aplique
respecto de un código de ética profesional debidamente expedido.
4. ARTICULO
NOVENO
El demandante señala
que el artículo 9 de la ley 70 vulnera los artículos 13 y 58 de la Carta constitucional.
En efecto, al
mencionar los casos en que el Consejo Nacional de la Topografía puede expedir
la licencia profesional, dicha norma excluye a las personas que se encuentren
en las condiciones descritas por el artículo 4 de la misma ley, vale decir,
vulnera el derecho a la igualdad y los derechos adquiridos de quienes ejercían
antes de la expedición de la ley la profesion de topógrafos.
Encuentra esta Corte
que ciertamente existe una contradicción entre el artículos 9 y los artículos 4
literal d) y 8 literal c) de la ley. Esto es así por cuanto mientras el primero
de ellos señala que "solo podrán expedirse Licencia profesional a los
profesionales que cumplan con los requisitos enumerados en los artículos 2 y 3
de esta ley", el artículo cuarto dispone que quienes no cumplan con los
requisitos de los mencionados artículos 2 y 3, podrán legalizar el ejercicio de
la profesion mediante la acreditación de otros requisitos, dentro de los que se
encuentra la presentación de una "resolución motivada por el Consejo
Profesional de la Topografía, reconociéndole su calidad y otorgándole la
licencia respectiva".
Así también el
artículo 8 literal c), establece como función del Consejo Profesional Nacional
de Topografía, entre otras, la de expedir la licencia de topógrafo a todos los
profesionales que reunan los requisitos señalados por la ley, dentro de las
cuales se encuentran las personas cuyas circunstancias se definen en el
artículo 4o.
Si aplicaramos lo
preceptuado en al artículo noveno, no se entendería entonces como podrá
otorgarse licencia a quienes se encuentren en las condiciones del artículo
cuarto. Es pues claro, que la aplicación del artículo 9 dejaría sin vigencia al
artículo 4 que consagra beneficios para quienes acreditando un tiempo
determinado de experiencia profesional, puedan legalizar su situación y ejercer
libremente la profesion. Tal aplicación restringiría también la fórmula general
del artículo 8 c).
Se trata entonces de
un conflicto entre disposiciones excluyentes entre si, pues mientras una de
ellas restringe el ejercicio de un derecho, las otras dos consagran beneficios
que amplían la aplicación de tal derecho.
Es un mandato
constitucional el proteger los derechos fundamentales de las personas. Por
esto, el único criterio aceptable en los conflictos de alcance y sentido de
una ley, es aquel que beneficie los derechos y libertades de los ciudadanos.
Otra cosa sería desconocer la tarea de esta Corte en esta importante materia,
que se desprende no solo de las normas concretas de competencia en materia de
control constitucional, sino del artículo 2, -que señala como deberes del
Estado, entre otras cosas, garantizar la efectividad de los principios,
derechos y deberes constitucionales-, y del artículo 5, que establece la
primacía de los derechos inalienables de la persona y, en general, del conjunto
de valores y principios que articulan al Estado social de derecho en nuestro
país.
Así, de la vis
expansiva de los derechos fundamentales, -particularmente de aquellos derechos
que, como el trabajo son, no solo derechos subjetivos, sino elementos
estructurales del orden público constitucional (CN art. 1),- se infiere que la
solución al conflicto planteado es una e inequívoca: la remisión a los
artículos 2 y 3 que hace el artículo 9 no es taxativa. De otra forma se estaría
desconociendo el beneficio que la propia ley consagra en favor del ejercicio de
un derecho fundamental, cuya protección aparece como un imperativo para esta
Corte.
El mismo
razonamiento aplica esta Corte a la expresión "solo" del artículo 2o
de la ley estudiada, pues si fuera taxativa la enumeración de dicho artículo,
no se entiende como podrían, quienes se encuentran en las circunstancias del
artículo 4, obtener la licencia de que habla el literal d) del mismo artículo,
para poder legalizar el ejercicio de la profesion.
Así por lo tanto, la
única manera de resolver en términos constitucionales, el conflicto de normas
que presenta esta ley, es interpretando la expresión "solo" de los
artículos 2 y 9, en favor del derecho fundamental al trabajo de las personas
que se encuentran en las circunstancias descritas en el artículo 4. Debe pues
entenderse que la expresión que se estudia no es taxativa, y por lo tanto
pueden también adquirir licencia profesional las personas que cumplan con los
requisitos declarados constitucionales del artículo 4 de la ley demandada. En
estos términos será declarada constitucional en la parte resolutiva, la
expresión "solo" de los artículos 2 y 9 de la ley demandada.
5. ARTICULO DECIMO
El actor estima que
el artículo 10 de la ley 70 viola el artículo 84 de la Carta Constitucional.
Dice el demandante
que cuando el artículo 10 exige una licencia para el ejercicio de una actividad
que ya ha sido reglamentada de manera general, cual es el estudio de la
topografía y la adquisición del título correspondiente, viola el art. 84 de la
Carta.
Para resolver este
cargo, es necesario entender cuál es el derecho que se obtiene a partir de la
expedición de un título académico, y el fundamento constitucional para exigir
licencias, tarjetas, o permisos adicionales a dicho título, para el ejercicio
de una profesion titulada que ha sido debidamente reglamentada.
Como se dijo antes,
es el legislador el único competente para establecer cuando una profesion deja
de ser de libre ejercicio para convertirse en una profesion titulada o
reglamentada. A partir de entonces y de acuerdo al marco legal, por razones
técnicas son las entidades administrativas las competentes para establecer el
contenido de los programas de educación superior y para aprobar a las entidades
encargadas de impartirlos. El título académico que acredita los estudios
seguidos en desarrollo de planes o programas aprobados otorga entonces en
principio el derecho a ejercer la profesion.
Ahora bien, el
legislador en ejercicio de sus funciones y para proteger al interés general
contra el ejercicio ilegítimo de una profesion u oficio, puede establecer que
para el ejercicio de determinadas profesiones es necesaria la matricula
profesional, que corresponde simplemente a la constatación pública de que el
titulo profesional es legítimo. Dicha matrícula puede condicionar también el
ejercicio del derecho al cumplimiento de ciertas normas éticas, acorde a un
código debidamente expedido y respetuoso del debido proceso.
Para la expedición
de la matrícula, una vez obtenido el título y según lo dispone el artículo 89,
serán necesarios simplemente aquellos documentos que acrediten la veracidad del
mismo.
El titular legítimo
de la matrícula, tarjeta, licencia o certificado, podrá ejercer libremente la
profesion mientras no infrinja una de las normas éticas, especialmente
establecidas para cada profesion. Si se produjera tal violación, la autoridad
administrativa correspondiente podrá imponer las sanciones establecidas, y
suspender el derecho al ejercicio profesional, por el tiempo que considere
necesario de acuerdo a las normas establecidas, o someterlo a las condiciones
que el propio código señale. Contra la sanción impuesta deberán proceder los recursos
contencioso pertinentes.
Ahora bien, el
derecho a ejercer la profesion se adquiere con el título académico debida y
legítimamente expedido. Los requisitos adicionales están dirigidos a acreditar
tal condición y por lo tanto no pueden imponer exigencias distintas a las de
probar la veracidad del título.
En este sentido, el
artículo que se acusa no vulnera al artículo 84 constitucional cuando exige la
expedición de la licencia. En efecto, de una parte, una vez adquirido el título
profesional, el parágrafo primero del artículo segundo, exige exclusivamente la
presentación de ciertos documentos dirigidos a avalar la autenticidad del
título; y de otra, se imponen requisitos adicionales solo a quienes no tienen un
título profesional expedido por un centro de educación superior cuyo programa
hubiere sido aprobado por las autoridades competentes.
Así las cosas, la
parte del artículo 10 en la que se señala que quien no tenga licencia
profesional debidamente otorgada no puede ejercer la profesion, ni desempeñar
las funciones establecidas en la ley, ni hacer uso del título, ni de otras
abreviaturas comunmente usadas para denominar la profesion de topógrafos, en
placas membretes, tarjetas, anuncios, avisos o publicaciones, está simplemente
señalando los efectos negativos de la licencia, los cuales deben ser estudiados
a la luz del derecho constitucional.
Se reitera que el
legislador está facultado para exigir títulos de idoneidad que garanticen la
protección del interés general en el ejercicio profesional. En este sentido la
licencia es simplemente la constatación pública de la existencia de dicho
título y de su validez.
Por todo lo
anterior, esta Corte considera que el artículo 10 de la ley 70 de 1979 se
ajusta a los mandatos de la Carta.
6. ARTICULO ONCE
Por último el
demandante considera que el artículo 11 de la ley 70 vulnera el principio de
igualdad que consagra el artículo 13 de la Constitución.
La norma atacada
reconoce a la Sociedad Colombiana de Topógrafos como cuerpo consultivo del
Gobierno Nacional, para todas las cuestiones concernientes al ejercicio de la
topografía en el país, así como en todo cuanto concierna a los asuntos de
carácter laboral relacionados con los profesionales de la topografía.
Como ya se dijo, la
Sociedad Colombiana de Topógrafos es una persona jurídica de carácter privado
compuesta por personas que voluntariamente se han asociado, cualquiera sea su
origen profesional.
La ley ha decidido
otorgarle a dicha entidad, la calidad de cuerpo consultivo del Gobierno, no
sólo para todo lo concerniente con la topografía, sino en todas las cuestiones
de carácter laboral relacionadas con los profesionales de esta área.
Es claro que en
virtud de lo dispuesto en los artículos 26 y 103 de la Carta de 1991, la ley
puede delegar en personas jurídicas de carácter privado algunas atribuciones
que de ordinario corresponden a la administración pública, así como funciones
de control y fiscalización de la gestión pública.
Como se mencionó en
el numeral 2.3 de las consideraciones de esta sentencia, el artículo 26 de la
Carta permite que la ley atribuya a los colegios profesionales ciertas
funciones públicas y que establezca los debidos controles, para que cumplan a
cabalidad con la tarea de defender los intereses profesionales de los
colegiados. Es evidente que si ha de atribuirse a alguna institución funciones
consultivas permanentes en materia de una determinada profesion, la institución
más adecuada, sin duda, será el respectivo colegio profesional que por su
carácter democrático garantiza la mejor representación de los intereses
profesionales.
Ahora bien, ya
tuvimos oportunidad de señalar que la Asociación Nacional de Topógrafos no
responde a la naturaleza democrática de los colegios profesionales. Se trata
más bien de una típica persona de derecho privado que en virtud de su autonomía
restringe, -mediante ciertos requisitos de carácter subjetivo y objetivo-, el
acceso de cualquier profesional de la topografía, y limita la pertenencia a los
cargos de ejecución y dirección a aquellos profesionales que posean la licencia
profesional.
Se trata, pues, de
una asociación profesional de topógrafos que -como otras de la misma naturaleza
que existen en el país, según consta en el expediente- merece un tratamiento
constitucional distinto al atribuido a los colegios profesionales. Es preciso
recordar que el artículo 103 de la Carta señala que con el fin de constituir
mecanismos democráticos de participación de las organizaciones de la sociedad
civil en el Estado, podrá otorgarse a éstas representación en las distintas
instancias de participación, concertación, control, y vigilancia de la gestión
pública.
Es claro entonces
que la función de consultoria permanente que se atribuye a la Asociación
Nacional de Topógrafos es perfectamente compatible tanto con el mandato del
artículo 103, como con los mandatos de la anterior Constitución. El problema de
constitucionalidad no puede plantearse entonces respecto de la atribución de
esta función a una persona privada, sino frente al artículo 13 de la nueva
Carta, comoquiera que existen en el país otras y distintas asociaciones de
personas dedicadas a la topografía.
Según lo anterior,
la cuestión que a juicio de esta Corte se debe resolver es pues la de si el
artículo 11 genera en la práctica alguna desigualdad, que por no contar con una
razón objetiva suficiente vulnere el principio consagrado en el artículo 13 de
la Carta.
En primer lugar, la
Constitución de una entidad privada como consultora permanente del Gobierno Nacional
crea un privilegio, pues aunque la consulta que se adelante no tenga carácter
obligatorio si influye en la conformación del juicio de las autoridades
competentes para reglamentar las leyes. Eventualmente dicha consulta puede ser
remunerada, en cuyo caso se estaría haciendo una especie de contratación de
consultoria permanente. De otra parte, aparece una desigualdad clara en la
medida en que una asociación determinada se convierta en cuerpo consultivo del
gobierno, pues esto contribuye a su buen nombre y puede tener consecuencias
patrimoniales para el ejercicio profesional de sus miembros individualmente
considerados, facilitando, por ejemplo, el acceso a contratos de trabajo.
Por tanto es
pertinente determinar si existe alguna justificación razonable de este
tratamiento, frente al principio de igualdad, consagrado en el artículo 13 de
la Constitución.
De la lectura del
expediente legislativo y de la exposición de motivos de la ley 70, no aparece
una razón que justifique claramente la decisión del legislador de erigir a la
Sociedad Colombiana de Topógrafos en cuerpo consultivo del Gobierno Nacional.
Tan sólo se señala que el proyecto de ley fue "el resultado de un
cuidadoso estudio por parte de la Sociedad Colombiana de Topógrafos" [5].
Así mismo, en el
respectivo Pliego de Modificaciones, en la Cámara de Representantes se lee que:
"Una junta
de diez miembros formados por representantes elegidos por la Asociación
Nacional de Topógrafos y por la Sociedad Colombiana de Topografía, en forma
proporcional a sus socios y con arreglo a sus respectivos reglamentos, será
el cuerpo consultivo del Gobierno Nacional para todo lo relacionado con la
profesion de topografía y su aplicación al desarrollo del país..."
.(subraya la Corte)
Sin una clara
motivación, en el proyecto final se rechaza la propuesta arriba transcrita, de
crear un cuerpo consultivo especial conformado por representantes de, al menos,
dos asociaciones de topógrafos y se establece que la Sociedad Colombiana de
Topógrafos será el cuerpo consultivo del Gobierno Nacional, en los términos del
actual art. 11 de la ley 70 de 1979.
La decisión no fue
pues, fruto de un concurso de méritos o de una evaluación de la solvencia
profesional de cada una de las asociaciones de topógrafos que hay en el país.
Tampoco respondió a una selección acorde a los cánones democráticos y de
participación que orientan la Constitución, pues es claro que siendo una
persona jurídica de derecho privado puede aceptar o rechazar libremente a sus
socios, puede reducirse notablemente e incluso disolverse acorde a lo
establecido en sus propios estatutos. Por lo tanto nada garantiza que esta
entidad acoja al mayor número de socios dedicados a la topografía.
Así las cosas, esta
Corte encuentra que la desigualdad creada por el artículo 11 de la ley 70 de
1979 carece de una justificación objetiva y razonable dentro del marco de la
Constitución.
Ahora bien, dado que
la ley puede otorgar funciones de consultoria a una asociación privada, siempre
que no se vulnere ninguno de los mandatos de la Carta, y que en este caso
aparece violado el principio de igualdad, esta Corte considera que es
constitucional el artículo 11 siempre que no se entienda que la Asociación
Colombiana de Topógrafos es el único cuerpo consultivo del gobierno nacional
para las materias que señala el artículo estudiado, y que en los sucesivos
contratos de consultoria se tenga en cuenta el principio de igualdad, para que
de acuerdo a los principios de eficiencia y representación, que forman parte de
la naturaleza del Estado social de derecho se escoja a aquella asociación
profesional que se entienda más idónea para resolver cada una de las materias a
consultar.
III. DECISION
Con base en las
anteriores consideraciones, la Sala Plena de la Corte Constitucional
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
En relación con la
ley 70 de 1979 "por la cual se reglamenta la profesion de topógrafo y se
dictan otras disposiciones sobre la materia".
RESUELVE:
1. Es EXEQUIBLE
el artículo 2o. en la parte que dice:
Sólo podrán obtener
la Licencia a que se refiere el artículo 1o. de esta Ley, ejercer la profesion
de Topógrafo y usar el título respectivo en el territorio de la República.
a. Quienes hayan
obtenido el título profesional de topógrafo y, quienes a partir de la vigencia
de esta ley lo obtengan en instituciones de educación superior oficialmente
reconocidas, cuyos pensum educativos y base académica estén de acuerdo a las
normas del Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior
(ICFES), e igualmente los egresados del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA)
como topógrafos técnicos, previa aprobación de sus pensum por parte del ICFES.
2. Del artículo 4,
SON INEXEQUIBLES, las frases y apartes siguientes:
2.1. "en
entidad pública o privada mediante contrato de obligación civil o
laboral".
2.2. "así como
los topógrafos técnicos egresados del Sena".
2.3. De su literal
a) la parte que dice: "con copias autenticadas y certificados de sus
contratos laboral o civil, expedidos por los administradores de las Empresas
públicas o privadas donde haya trabajado el Topógrafo aspirante a la
Licencia".
2.4. De su literal
b) la expresión "AUTENTICADA"
2.5. Del mismo
literal b) la parte que reza:
"...expedida
por la Asociación Nacional de Topógrafos o alguna de sus seccionales."
3. ES EXEQUIBLE el
artículo 4o. en la parte que dice:
"Los Topógrafos
que hayan ejercido la profesion por un mínimo de cinco años... sin el lleno de
ninguno de los requisitos del artículo segundo... deberán legalizar sus
situación profesional en el año siguiente a la instalación del Consejo
Profesional Nacional de Topografía, cumpliendo los siguientes requisitos:
a.
Demostrar la antigüedad como Topógrafo...
b.
Certificación de que el interesado se ha desempeñado en el ramo de la topografía
y que responde a las exigencias de honestidad, pulcritud e idoneidad
profesional.
c.
Examen de idoneidad profesional presentado en una institución de Educación
Superior que desarrolle el programa de topografía y que este aprobado por el
ICFES, a petición del Consejo Nacional de Topografía.
d.
Resolución motivada por el Consejo Profesional de Topografía, reconociendo su
calidad y otorgándole la licencia respectiva.
4. Es EXEQUIBLE
el artículo 8 que dice:
ARTICULO 8o. El
Consejo Profesional Nacional de Topografía, tendrá su sede principal en la
ciudad de Bogotá y sus funciones principales serán las siguientes:
a. Dictar sus
propios reglamentos.
b. Emitir concepto
en lo relacionado a la profesion de topógrafo cuando así se le solicite, para
cualquier efecto.
c. Expedir las
licencias de topógrafo a todos los profesionales que reunan los requisitos
señalados por la presente Ley.
d. Cancelar las
licencias a los Topógrafos que no se ajusten a los requisitos determinados por
la presente ley o que falten a la ética profesional.
e. Fijar los
derechos de expedición de las licencias profesionales.
f. ....
g. Velar por el
cumplimiento de la presente ley.
h. ....
i. .....
j. .....
La declaratoria de
exequibilidad del literal d) de este artículo se condiciona a que se ejerza de
conformidad con un código de ética profesional.
6. Es EXEQUIBLE la
expresión SOLO del artículo 9o.
7. Es EXEQUIBLE el
artículo 10 que dice:
ARTICULO 10o.
Quien no tenga la licencia profesional correspondiente otorgada por el Consejo
Profesional Nacional de Topografía, conforme a lo establecido por esta ley, no
podrá ejercer la profesion de Topógrafo, ni desempeñar las funciones
establecidas en esta ley, ni hacer uso del título, ni de otras abreviaturas
comunmente usadas para denominar la profesion de topógrafos, en placas,
membretes, tarjetas, anuncios, avisos o publicaciones.
8. Es EXEQUIBLE
el artículo 11o. que dice:
ARTICULO 11o.
Reconózcase a la Sociedad Colombiana de Topógrafos, con personería jurídica No.
3762 de Noviembre 22 de 1963 del Ministerio de Justicia, como cuerpo consultivo
del Gobierno Nacional para todo lo relacionado con la profesion de topografía y
especialmente con lo atinente a la aplicación de la misma al desarrollo del
país. La Sociedad será también cuerpo consultivo en todas las cuestiones de
carácter laboral relacionadas con los profesionales de Topografía.
Siempre que no se
entienda que la sociedad colombiana de topógrafos es el único cuerpo
consultivo del gobierno nacional para las materias que señala el artículo
estudiado, y que en los sucesivos contratos de consultoria se tenga en cuenta
el principio de igualdad entre las distintas asociaciones, para que de acuerdo
a los principios de eficiencia y representación, que forman parte de la
naturaleza del Estado social de derecho se escoja a aquella asociación
profesional que se entienda más idónea para resolver cada una de las materias a
consultar.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Cfr. Corte Constitucional,Sentencia No 221 del 29 de mayo de
1992, Magistrado Ponente Alejandro Martinez Caballero, pág 8.
[2] Cfr. Corte Constitucional, Sala de revisión No 1, sentencia T-406
de junio 5 de 1992, Magistrado Ponente Ciro Angarita Barón.
[3] Cfr. Sentencia de la Corte Constitucional T-454 de 13 de julio
de 1992, pág 3.
[4]Diccionario Generla de la Lengua, Fox, Ed. Rei Andes 1991, Bogotá
[5] Ponencia para primer debate, Comisión Quinta de la Cámara de
Representantes. Ponente Dr. Guillermo Rivera Millán. (F. 1). |
252 | C-607-92
Sentencia No
Sentencia No.
C-607/92
DEMANDA DE INCONSTITUCIONALIDAD-Vicios de Forma
Se trata de una
demanda por vicios de forma en la expedición de la Ley 1a. de 1992. Allí mismo
se aprecia que los vicios de procedimiento fueron debidamente subsanados. Por
tanto, desde el punto de vista formal, la Ley 1a. de 1992 ha sido debidamente
expedida y es en consecuencia conforme con la Constitución, por lo cual esta
Corporación declarará su exequibilidad.
LEY-Trámite/DEBATE-Días calendario
El Reglamento del
Congreso de la República es aquí aplicable, a pesar de haber sido expedido con
posterioridad a la disposición acusada, por ser en este caso el precepto
anotado una norma interpretativa y porque su contenido es conforme con la
Constitución.
PREVALENCIA DEL DERECHO SUSTANCIAL
La Corte
Constitucional hace prevalecer el derecho sustancial sobre el derecho procesal,
como lo ordena el artículo 228 de la Constitución, todo ello en el marco de un
Estado social de derecho participativo -artículo 1° CP-, que tiene como
fin esencial la efectividad de los derechos -artículo 2° CP-, en este caso el
derecho a la participación política -artículo 40 CP-.
REF: Expedientes
Nº D-076 y D-114
Norma Acusada:
Ley 01 de 1992
Actores: Hernán
Antonio Barrero Bravo y Fernando Visbal Donado
Magistrado
Sustanciador:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá,
D.C, diciembre catorce (14) de mil novecientos noventa y dos (1.992).
La Corte
Constitucional de la República de Colombia,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En la demanda
instaurada por los ciudadanos Hernán Antonio Barrero Bravo y Fernando Visbal
Donado, en ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad, radicadas
con los Nº D-076 y D-114.
I. ANTECEDENTES
De las demandas
Se presentaron dos
demandas independientes contra la Ley 1a. de 1992, por parte de los ciudadanos
Hernán Antonio Barrero Bravo (proceso D-076) y Fernando Visbal Donado (proceso
D-114).
Estas demandas
fueron acumuladas y tramitadas conjuntamente, para ser decididas en esta
Sentencia.
A continuación se resumen los principales
argumentos de los actores:
1. Demanda de Hernán Antonio Barrero Bravo
(proceso D-076):
Este ciudadano acusa
de inconstitucional la Ley 1a. de 1992 por tener vicios de procedimiento en su
formación, ya que no se respetaron los términos que la Constitución establece
para el trámite de un proyecto de ley entre las comisiones de las cámaras y
entre una y otra cámara.
Cita como
transgredidos los artículos 145, 146, 157 y 160 de la Carta.
Más que ataques de
constitucionalidad, el actor tiene dudas al respecto, de suerte que pide
algunas pruebas y formula interrogantes a la Corte Constitucional sobre el
cumplimiento de los tiempos procesales previstos para la elaboración de las
leyes, así como sobre el quórum que hubo en las votaciones.
2. Demanda de Fernando Visbal Donado (proceso
D-114):
El actor, al igual que el anterior, afirma
que la Ley sobre la juntas administradoras locales del Distrito Capital es
inconstitucional porque posee vicios en su formación, como quiera que no se
siguieron los términos que la Carta Política fija para la elaboración de las
leyes.
Los artículos 157 numeral 1° y 160 de la
Constitución son invocados a título de normas violadas.
A diferencia de la demanda anterior, aquí
se ataca directamente la norma y se demuestra la ausencia del cumplimiento de
los plazos fijados por la Carta para la elaboración de las leyes por parte del
Congreso de la República.
En este sentido
afirma que entre los primeros y segundos debates en cada cámara sólo
"mediaron" cinco días hábiles y siete días corrientes; y entre una cámara
y otra "transcurrieron" únicamente dos días, pues se descuentan los
días de las vacaciones.
De la norma
acusada
Los actores atacan
en su integridad, y por vicios de forma en su expedición, la Ley 1a. del 28 de
enero de 1992, "por la cual se provee a la organización y funcionamiento
de las juntas administradoras locales, en el Distrito Capital". La Ley
aparece publicada en el Diario Oficial N° 40.307, del 28 de enero de 1992. No
siendo motivo de ataque su contenido, se prescinde de su transcripción.
Del concepto del
Procurador General de la Nación
El señor Procurador
General "solicita a la H. Corte Constitucional declarar la de Ley 1a. de
1992, por vicios en su formación".
En prueba de su
afirmación, el Ministerio Público realiza las siguientes consideraciones:
Según el artículo 3°
de la Constitución, dice la vista fiscal, los poderes constituídos, como el
Congreso, deben ejercer sus competencias en los términos que la Carta
establece.
Y la Constitución
dispone en el artículo 160 ciertos términos que deben cumplirse para la
elaboración de una ley.
Ahora bien, en la
elaboración de la Ley 1a. de 1992 no se respetaron dichos plazos, luego la
norma es inconstitucional.
El Procurador
concluye que "considera este Despacho que el desconocimiento de los
términos constitucionales en el trámite de una ley, específicamente los
contenidos en el artículo 160 de la Constitución Política, es defecto
insubsanable".
Sobre el quórum, por
el contrario, el Ministerio Público sostiene que "tanto las sesiones de
plenaria de Senado y Cámara contaron con quórum decisorio.
De la
intervención ciudadana
Se presentaron en
este proceso, en virtud del derecho a la intervención ciudadana en los procesos
de constitucionalidad, de que trata el Decreto 2067 de 1992, los siguientes
memoriales:
1. Carlos Espinosa Facio Lince, Presidente
del Congreso de la República: solicita "se declare que es inepta (sic) la
demanda presentada por el ciudadano Hernán Antonio Barrera Bravo; y solicito
también se denieguen las peticiones de la demanda del ciudadano Fernando Visbal
Donado, y se declare, en su lugar, que es constitucional la ley 1a. de 28 de
enero de 1992".
2. Manuel Humberto Lombana Losada, del
Ministerio de Gobierno: pide a la Corte "se sirva declarar la
CONSTITUCIONALIDAD de la norma demandada".
3. José Farid Polanía Puentes de la
Federación Comunal de Santa Fe de Bogotá, D.C.: afirma que "intervengo en
el Proceso de la referencia a fin de defender la CONSTITUCIONALIDAD de la Ley 1
del 28 de enero de 1992".
Del Auto de la
Corte ordenando la corrección de los vicios de procedimiento
El día tres (3) de
septiembre del año en curso la Sala Plena de la Corte Constitucional, en
ejercicio de sus atribuciones constitucionales y legales, decidió por
unanimidad lo siguiente:
Primero: Declarar
que existe un vicio de procedimiento en el proceso de expedición de la Ley 1a.
de 1992 y que el mismo es subsanable en los términos del parágrafo del artículo
241 de la Constitución.
Segundo: Permitir
que se subsane dicho vicio antes de pronunciarse de fondo.
Tercero: Devolver
en consecuencia la Ley 1a. de 1992 a la Secretaría del Senado de la República
para que reinicie y tramite válida e íntegramente el proyecto textual de la
actual Ley 1a. de 1992, desde el primer debate en la comisión constitucional
respectiva del Senado, exclusive, hasta su terminación y sanción presidencial,
asegurando que entre los primeros y segundos debates en cada cámara medien
efectivamente por lo menos ocho días, como ordena la Constitución, y no más de
treinta días calendario, contados a partir del día siguiente a la fecha de
recibo de este Auto en dicha Secretaría, de conformidad con el inciso segundo
del artículo 45 del Decreto 2067 de 1991.
Cuarto: El trámite
previsto en este Auto tendrá preferencia en el orden del día a cualquier otro
tema que se encuentre a la consideración del Senado de la República o de la
Cámara de Representantes.
Quinto: Una vez
surtido el trámite anterior en ambas cámaras y sancionado el proyecto por parte
del Presidente de la República, se debe remitir nuevamente el texto de la Ley a
la Corte Constitucional, para la continuación del trámite de rigor.
Sexto: Mientras se
surte el trámite previsto en este Auto, la Ley 1a. de 1992 continúa rigiendo
con la plenitud de sus efectos.
COMUNIQUESE y
CUMPLASE
Dada en Santa Fe de
Bogotá, D.C., a los tres (3) días del mes de septiembre de mil novecientos
noventa y dos (1.992).
De la solicitud
de aclaración
El ciudadano Jaime
Castro Castro, Alcalde Mayor de Santa Fe de Bogotá, en ejercicio de los
derechos que el Decreto 2067 de 1991 consagra para la intervención ciudadana en
el proceso constitucional, solicitó mediante memorial del día siete (7) de
septiembre de 1992 la aclaración del precitado Auto expedido por la Corporación
el día tres (3) de septiembre del mismo año.
El ciudadano afirmó
en su libelo:
Mi solicitud obedece
a la necesidad de precisar cuáles son las etapas del proceso legislativo que
deben cumplirse en relación con la ley 1a. de 1992 dentro del término "de
treinta días calendario" con el fin de evitar que por falta física de
tiempo la decisión de la Corte sea de imposible cumplimiento.
De la aclaración
del Auto de la Corte
Ante la solicitud
anterior, la Corte Constitucional decidió en Sala Plena y por unanimidad,
mediante Auto del día nueve (9) de septiembre de 1992, aclarar el Auto inicial
en los siguientes términos:
Entender de la
siguiente manera el numeral tercero del Auto proferido el día tres (3) de
septiembre del año en curso en el proceso de la referencia:
a) Se votará el
texto de la Ley 1a. de 1992.
b) Después de
aprobado en plenaria del Senado de la República se remitirá el texto de la Ley
1a. de 1992 a la Cámara de Representantes para ser votado tanto en comisión
constitucional como en plenaria, asegurando que entre uno y otro debate
transcurra por lo menos un (1) día, que es el término constitucional que le
falta por cumplir a la Ley, como quiera que al momento de su aprobación ya
mediaron siete de los ocho días exigidos.
c) Una vez realizado
el trámite aquí previsto o transcurridos treinta días calendario a partir de la
fecha de recibo del Auto de tres de septiembre en la Secretaría del Senado de
la República, se deberán remitir las diligencias a la Secretaría General de la
Corte Constitucional.
COMUNIQUESE y
CUMPLASE
Dado en Santa Fe de
Bogotá, D.C., a los nueve (9) días del mes de septiembre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
De la subsanación
de los vicios
Recibidos los Autos
reseñados por parte del Honorable Congreso de la República, se procedió a
subsanar los vicios que identificó la Corte en el proceso de elaboración y
expedición de la Ley 1a. de 1992, así:
- El día 8 de
septiembre considerado y aprobado el texto de la Ley 1a. de 1992, por parte de
la Plenaria del Senado de la República, según lo certifica el Acta N° 14 de
dicha Corporación, publicada en la Gaceta del Congreso N° 62 del 14 de
septiembre de 1992, página 4.
- El día 15 de septiembre
considerado y aprobado el texto de la Ley 1a. de 1992, por parte de la Comisión
Primera Constitucional Permanente de la Cámara de Representantes, según lo
certifican su Presidente -Juan Carlos Vives Menotti- y la Secretaria General
-Luz Sofía Camacho Plazas- de dicha Comisión.
- El día 23 de
septiembre considerado y aprobado el texto de la Ley 1a. de 1992, por parte de
Plenaria de la Cámara de Representantes, según lo certifica su Secretario
General -Silverio Salcedo Mosquera-.
- Por último, el
Gobierno Nacional, con firmas del señor Presidente de la República y del señor
Ministro de Gobierno, en un memorial sin fecha (sic), certifica lo siguiente:
En cumplimiento de
lo ordenado por la Corte Constitucional, el Gobierno Nacional refrenda los actos
por los cuales el Congreso de la República subsanó los vicios de procedimiento
en que incurrió al expedir la Ley 1 de 1992.
Cumplidos, como
están, los términos procesales, entra la Corporación a decidir, con base en
loas siguientes consideraciones.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
De la competencia
Según el artículo
241 numeral 4° de la Constitución, esta Corporación es competente para conocer
de la demanda contra la Ley 1a. de 1992.
Del análisis de
fondo
Para esta
Corporación la Ley 1a. de 1992 es conforme con la Constitución.
En efecto, dice así
el parágrafo del artículo 241 de la Carta:
Cuando la Corte
encuentre vicios de procedimiento en la formación del acto sujeto a su control,
ordenará devolverlo a la autoridad que lo profirió para que, de ser posible,
enmiende el defecto observado. Subsanado el vicio, procederá a decidir sobre la
exequibilidad del acto.
Este texto es
reproducido por el artículo 45 del Decreto 2067 de 1991, el cual agrega un
inciso segundo, en que se afirma lo siguiente:
Dicho término no
podrá ser superior a treinta días contados a partir del momento en que la
autoridad esté en capacidad de subsanarlo.
Del resumen de los
hechos, realizado en la parte de antecedentes de esta Sentencia, se observa sin
dificultad que se trata de una demanda por vicios de forma en la expedición de
la Ley 1a. de 1992. Allí mismo se aprecia que los vicios de procedimiento
fueron debidamente subsanados. Por tanto, desde el punto de vista formal, la
Ley 1a. de 1992 ha sido debidamente expedida y es en consecuencia conforme con
la Constitución, por lo cual esta Corporación declarará su exequibilidad.
El punto central
para demostrar tal afirmación, entonces, consiste en analizar si la norma que
nos ocupa tuvo un vicio de procedimiento y si tal vicio fue subsanado.
En cuanto a lo
primero, en el Auto de septiembre tres (3) de 1992, precitado, esta Corporación
sostuvo en pleno:
La Sala Plena de la
Corte Constitucional, en ejercicio de sus atribuciones constitucionales y
legales, y
CONSIDERANDO
... 7. Que la Ley
1a. de 1992 discutida en primer debate en la cámara de origen, en la comisión
primera del Senado de la República, el día once (11) de diciembre de 1991 y en
segundo debate en la plenaria del Senado de la República el día diecinueve (19)
de diciembre del mismo año, según obra en el proceso.
8. Que dicha Ley
además discutida en primer debate en la otra cámara, en la comisión primera de
la Cámara de Representantes, el día catorce (14) de enero de 1992 y en segundo
debate en la plenaria de la Cámara el día veintidós (22) de enero de este mismo
año, según consta también en el proceso.
9. Que el artículo
160 de la Constitución establece lo siguiente en su inciso primero:
"Entre el
primero y el segundo debate deberá mediar un lapso no inferior a ocho
días, y entre la aprobación del proyecto en una de las cámaras y la iniciación
del debate en la otra, deberán transcurrir por lo menos quince días"
(negrillas no originales).
10. Que
"mediar" es, según la definición del Diccionario VOX, "existir o
estar una cosa en medio de otras"1 .
11. Que los
días a que hace alusión el artículo 160 de la Carta son días calendarios,
independientemente del estudio acerca de si son días hábiles o inhábiles. Así
lo establece el artículo 83 del Reglamento del Congreso de la República, Ley
5a. de 1992, cuando anota que "todos los días de la semana... son hábiles
para las reuniones de las Cámaras Legislativas y sus Comisiones..." Ahora
esta Corporación estima que el Reglamento del Congreso de la República es aquí
aplicable, a pesar de haber sido expedido con posterioridad a la disposición
acusada, por ser en este caso el precepto anotado una norma interpretativa y
porque su contenido es conforme con la Constitución. Por otra parte, en prueba
adicional de la afirmación según la cual los días de que trata el artículo 160
de la Carta son días calendario, se advierte por ejemplo el hacho que el día de
inicio de las sesiones del primer período, que siempre es un día denominado
festivo -el 20 de julio- (artículo 138 de la Constitución). Además los
congresistas podrían válidamente sesionar un día domingo, dentro del período de
sus sesiones, si así lo tienen a bien. Por tanto no es aplicable aquí el
artículo 62 de la Ley 4a. de 1913, sobre régimen político y municipal, sino la
parte del artículo 60 que dice: "...Cuando se exige que haya transcurrido
un espacio de tiempo para que nazcan o expiren ciertos derechos, se entenderá
que estos derechos nacen o expiran a la medianoche del día en que termine el
respectivo espacio de tiempo..."
12. Que entre los
días 19 y 11 de diciembre de 1991 "median" siete (7) días calendario,
a saber: los días 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 18, así como entre los días 22 y 14
de enero de 1992 "median" también sólo siete (7) días calendario,
esto es, los días 15, 16, 17, 18, 19, 20 y 21.
13. Que en
consecuencia en cada una de las cámaras del Congreso de la República faltó un
día para que el entonces proyecto de ley fuese debidamente tramitado.
14. Que debe
tenerse en cuenta, así mismo, que el artículo 5° del Reglamento del Congreso
interpreta la expresión "vicios de procedimiento insubsanables de la
Constitución Política", estableciendo tal calificativo sólo para dos
hipótesis extremas que no se presentan en este caso: cuando la actuación,
producida por una reunión de congresistas con el propósito de ejercer funciones
legislativas, "se efectúe fuera de las condiciones constitucionales".
Y, de acuerdo al inciso segundo del artículo mencionado, en el caso de
"vulnerarse las garantías constitucionales fundamentales". Ninguna de
estas dos causales, se repite, se presentaron en el trámite de la Ley 1a. de
1992, y tampoco fueron invocadas por los demandantes.
15. Que esta
Corporación estima que tal vicio es de forma y es subsanable, por lo cual se
remitirá la norma al autor de la misma para que enmiende el defecto observado,
en los plazos señalados en la parte resolutiva de este Auto y en forma
prioritaria a cualquier otro punto que se encuentre a su consideración.
16. Que mientras se
realiza tal trámite, la Ley 1a. de 1992 continúa vigente y surte plenos
efectos, con fundamento en la presunción de constitucionalidad de que está
investida.
17. Que, por
otra parte, Colombia es un Estado social de derecho en el que prevalece el
derecho sustancial, máxime en materia de mecanismos que desarrollan la
democracia participativa, de conformidad con los artículos 1°, 228 y 323 de la
Constitución, respectivamente.
18. Que respecto de
los otros ataques de forma presentados contra la Ley 1a. de 1992, por el contrario,
esta Corte advierte que carecen de fundamento y no requieren ser subsanados. En
efecto, el lapso que "transcurrió" entre los debates de una y otra
cámara efectivamente superior a quince días, toda vez que el Senado de la
República remitió el día 20 de diciembre de 1991 el proyecto a la Cámara de
Representantes, la cual le dió debate el día 14 de enero de 1992, para un total
de 24 días transcurridos entre una y otra cámara. Por ello esta Corporación
estima que, aún si el Congreso se encontraba en receso, el requisito de tal
lapso debidamente cumplido. El fundamento de esta posición estriba en el hecho
de que la razón jurídica del lapso de quince días es la permisión de un
conocimiento por parte de los congresistas y la opinión pública en el proceso de
remisión de un proyecto de ley de una a otra cámara, con el fin de procurar un
mejor estudio de los mismos. Para tan importante objetivo, todos los días son
idóneos. Además el ejercicio de la función de los congresistas es permanente y
en sus recesos no se suspenden las labores inherentes a su cargo. De lo
contrario no sería infrecuente que los primeros quince días de cada legislatura
se perdiesen en cada cámara, a pesar de los recesos constitucionales,
atentándose así contra los principios de eficacia, economía y celeridad que
informan la gestión estatal, según el artículo 209 de la Constitución.
Y en cuanto a lo
segundo, como se advierte en los antecedentes reseñados, obran en el expediente
certificaciones formales por parte de la Plenaria del Senado de la República,
de la Comisión Primera Constitucional Permanente de la Cámara de
Representantes, de la Plenaria de la Cámara de Representantes y del Gobierno
Nacional, que comprueban la subsanación de los vicios de procedimiento de la
Ley 1a. de 1992. Estas cuatro certificaciones son de total recibo y
credibilidad por parte de esta Corporación, ya que fueron expedidas por las
autoridades competentes y por los procedimientos Regulares, de suerte que
constituyen plena prueba de la enmienda correcta de los vicios formales de
dicha Ley.
En suma, comparando
los plazos constitucionales para el trámite de una ley, con el proceso del
trámite -en dos tiempos- de la Ley 1a. de 1992, se advierte que esta Ley cumple
a cabalidad los requerimientos de la Carta, así:
1. Entre el primer y
segundo debate en la cámara de origen:
1.1. Plazo
constitucional: deben "mediar" ocho (8) días -art. 160 CP-.
1.2. Término
cumplido por la Ley 1a. de 1992: mediaron siete (7) días en 1991 -entre el 11 y
el 19 de diciembre-, y un (1) día en 1992 -septiembre 8 (stricto sensu
transcurrieron 262 días)-, para un total de ocho (8) días.
2. Entre una y otra
cámara:
2.1. Plazo
constitucional: deben "transcurrir" quince (15) días -art.
160-.
2.2. Término
cumplido por la Ley 1a. de 1992: transcurrieron inicialmente veintiséis (26)
días -entre el 19 de diciembre de 1991 y el 14 de enero de 1992-, y luego
transcurrieron siete (7) días en septiembre -entre el 8 y el 15-, para un total
de treinta y tres (33) días.
3. Entre el primer y
segundo debate en la segunda cámara:
3.1. Plazo
constitucional: deben mediar ocho (8) días -art. 160-.
3.2. Término
cumplido por la Ley 1a. de 1992: mediaron siete (7) días en enero de 1992
-entre el 14 y el 22-, y otros siete (7) en septiembre de 1992 -entre el día 15
y el 23-, para un total de catorce (14) días.
No sobra reiterar
que, como ya lo estableció esta Corporación, en su Auto del tres de septiembre
de 1992, precitado, todos los plazos de días a que aquí se hace alusión son de
días corrientes.
Se concluye pues sin
dificultad que los vicios de procedimiento de la Ley 1a. de 1992 fueron
debidamente subsanados y por tanto esta Corporación declarará su conformidad
con la Constitución.
Por otra parte, el
ataque sobre los vicios de procedimiento por falta de quórum, al sentir de esta
Corporación, y compartiendo aquí la vista fiscal, cuando afirma que
"tanto las sesiones de plenaria de Senado y Cámara contaron con quórum
decisorio".
De esta manera la
Corte Constitucional hace prevalecer el derecho sustancial sobre el derecho
procesal, como lo ordena el artículo 228 de la Constitución, todo ello en el
marco de un Estado social de derecho participativo -artículo 1° CP-,
que tiene como fin esencial la efectividad de los derechos -artículo 2° CP-, en
este caso el derecho a la participación política -artículo 40 CP-.
Es de advertir por
último que el inciso tercero del artículo 21 del Decreto 2067 de 1991 dice:
La declaratoria de
constitucionalidad de una norma impugnada por vicios formales no obsta para que
ésta sea demandada posteriormente por razones de fondo.
En consecuencia la
cosa juzgada de que goza esta sentencia no es óbice para que en el futuro la
Ley 1a. de 1992 pueda ser nuevamente atacada por vicios de fondo o incluso por
vicios de forma diferentes a los analizados en este proceso.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia,
RESUELVE
Declarar EXEQUIBLE
la Ley 1a. de 1992, por los motivos de procedimiento a que se refiere la
demanda.
COMUNIQUESE,
PUBLIQUESE Y CUMPLASE
Dada en Santa Fe de
Bogotá, D.C., a los catorce (14) días del mes de diciembre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
FABIO MORON DIAZ JAIME
SANIN GREFFEINSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr, Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española. VOX.
Primera Edición. Barcelona, 1987. pag 705. |
253 | C-608-92
Sentencia No
Sentencia
No. C-608/92
TRANSITO
CONSTITUCIONAL
El
estudio constitucional del artículo 25 de la ley 49 de 1990, objeto de
acusación, y en el cual se confieren facultades extraordinarias al Presidente
de la República, ha de hacerse a la luz de la normatividad constitucional en
vigor al momento en que se expidió dicho precepto, ya que conforme a claros
principios sobre la aplicabilidad de las normas jurídicas en el espacio y en el
tiempo, las leyes que regulan la competencia y las que señalan solemnidades o
ritualidades para la expedición de un acto, solo rigen para el futuro, mas no
para el pasado; argumento que cobra aún mayor solidez si se tiene en cuenta que
dentro del nuevo Orden Superior el tema de las facultades extraordinarias
sufrió algunas variaciones como se verá mas adelante. En consecuencia mal puede
exigirse el cumplimiento de requisitos o formalidades que no existían cuando se
dictó la disposición impugnada, pues ello implicaría darle efectos retroactivos
a la nueva Constitución. Por tanto son las normas constitucionales contenidas
en la Carta Política de 1886, concretamente lo dispuesto en el artículo 76-12,
frente al cual debe examinarse la disposición legal citada, pues es ella la que
condiciona su ejercicio y determina si su concesión fue o no legítima.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Límite temporal
Si
bien es cierto la nueva Constitución Nacional en su artículo 150-10 fijó un
término que consagra el tiempo por el cual se pueden conceder facultades
extraordinarias ("hasta por seis meses"), no es menos cierto, que
dicho periodo solo debe contarse a partir de la entrada en vigor del Estatuto
Supremo, esto es, desde el 7 de julio de 1991 y no antes. Como las facultades
extraordinarias a que nos hemos venido refiriendo conferidas al abrigo de la
Carta Política de 1886, se extendían mas allá de la fecha en que entró a regir
el nuevo Orden Constitucional, fueron otorgadas por dos (2) años que comenzaban
a contarse a partir del 30 de diciembre de 1990, dicho plazo quedó
automáticamente limitado a seis (6) meses.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS/AJUSTES INTEGRALES POR INFLACION
El
decreto 2911 de 1991 expedido el 30 de diciembre de 1991, es inconstitucional
por que las facultades extraordinarias contenidas en el artículo 25 de la ley
49 de 1990, disposición que sirvió de fundamento al Gobierno para expedirlo, ya
habían sido utilizadas o ejercidas por el Presidente de la República desde el 4
de julio de 1991, fecha en la que profirió el decreto número 1744. Esta
Corporación ha venido sosteniendo, que el Presidente de la República solo puede
hacer uso de las facultades constitucionalmente conferidas por "una sola
vez", de forma tal que una vez expedido el decreto o decretos que las
desarrollan, las autorizaciones se extinguen, sin que tenga competencia el
Ejecutivo para modificar, derogar o reformar los ordenamientos dictados, así el
plazo para ejecutarlas aún no se haya vencido, pues esta tarea le compete al
Congreso de la República.
FACULTADES
EXTRAORDINARIAS-Ejercicio/FACULTADES EXTRAORDINARIAS-Límites
El
Presidente dentro del término legal, solo puede ejercerlas por una sola vez, de
modo que al expedir el correspondiente decreto ley agota su cometido. El
término de utilización de las facultades indica el periodo dentro del cual
deben éstas ejercerse, y no el término durante el cual se asume
ininterrumpidamente el status de legislador extraordinario. La finalidad es,
por el contrario, la de habilitar al Presidente para que pueda adoptar decretos
leyes sobre asuntos y materias determinados, para lo cual se le señala un
término que la nueva Carta ha limitado a seis (6) meses. La precisión y
temporalidad que deben caracterizar a las leyes de facultades, ponen de
presente, el sentido profundo del acto de concesión de facultades, dominado por
la efectiva y rápida realización de una tarea y cometido específicos antes que
por la atribución de un status, de modo que expedido el decreto ley
correspondiente, debe entenderse concluida la tarea y agotada la facultad.
DECRETO
LEY-Modificación
La
función de modificar los decretos leyes se ha asignado al Congreso; luego de
dictados, así no haya transcurrido todo el término de las facultades, el
Gobierno ya cumplida su misión, carece de competencia para hacerlo. No es
posible imaginar que después de dictados -y no habiéndose vencido el término
legal- para su modificación concurran los dos poderes y que, inclusive, pueda
el Gobierno, justo antes de clausurarse el periodo de habilitación, alegando un
supuesto status de legislador temporal, derogar leyes que a su turno hayan
podido modificar decretos leyes previamente expedidos en uso de las mismas facultades
extraordinarias.
REF:
Procesos Nos. D-069, D-101 y D-105 (acumulados).
Normas
acusadas: Decreto 2911 de 1991 y artículo 25 ley 49 de 1990.
AJUSTES
INTEGRALES POR INFLACION.
Demandantes:
ISIDORO AREVALO BUITRAGO, HECTOR RAUL CORCHUELO N, PABLO ENRIQUE LEAL RUIZ,
DANIEL PARDO BRIGARD y ENRIQUE RUEDA NORIEGA.
Magistrado
Ponente: Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobado
por acta No. 96
Santafé
de Bogotá, D.C., catorce (14) de diciembre de mil novecientos noventa y dos
(1992).
I.
ANTECEDENTES.
Los
ciudadanos ISIDORO AREVALO BUITRAGO, HECTOR RAUL CORCHUELO N., PABLO ENRIQUE
LEAL RUIZ, DANIEL PARDO BRIGARD y ENRIQUE RUEDA NORIEGA presentaron sendas
demandas de inconstitucionalidad, así: el primero de los nombrados acusó la
totalidad del decreto 2911 de 1991; el segundo, el artículo 2o. del mismo
decreto y los demás el artículo 25 de la ley 49 de 1990 y el decreto 2911 de
1991, pero respecto a éste último se inadmitió la demanda por falta de
requisitos.
Dichas
demandas fueron acumuladas por la Sala Plena de esta Corporación, en sesión
llevada a cabo el día 29 de mayo de 1992, razón por la cual serán decididas
todas en esta sentencia.
Cumplidos
como están los requisitos constitucionales y legales estatuidos para procesos
de esta índole, entra la Corte Constitucional a resolver.
II.
NORMAS ACUSADAS.
El
texto literal de las disposiciones materia de impugnación es el que sigue:
LEY
49 DE 1990.
"Artículo
25. Facultades sobre ajustes integrales.
De
conformidad con el numeral 12 del artículo 76 de la Constitución Política,
revístese al Presidente de la República de facultades extraordinarias, desde la
fecha de promulgación de la presente ley y hasta por dos años, para:
a)
Reformar
el título V del Libro Primero del Estatuto Tributario, referente a los ajustes
integrales por inflación, en uso de los cuales podrá:
1.
Establecer
un sistema para eliminar la doble tributación que se genera en cabeza de las
sociedades que poseen acciones o cuotas de interés social en otras sociedades.
2.
Establecer
los mecanismos de introducción gradual del sistema de ajustes integrales por
inflación.
3.
Establecer
que los contribuyentes puedan optar por la actualización inicial de sus
activos, en cuyo caso se podrá señalar el impuesto correspondiente a dicho
ajuste inicial y su forma de pago.
4.
Definir
las normas de transición entre la actual legislación y el sistema de ajustes
integrales por inflación.
5.
Definir
y armonizar el conjunto de las normas tanto tributarias, como contables, que
sean necesarias para la adecuada aplicación de los ajustes integrales por
inflación.
6.
Adoptar
y modificar las normas que sean necesarias para la adecuada implantación del
sistema de ajustes integrales por inflación.
b)
Definir
el componente inflacionario de los rendimientos financieros y de los costos y
gastos financieros, para los contribuyentes que no se encuentran sometidos al
régimen de ajustes integrales por inflación.
c)
Reducir
el porcentaje de renta presuntiva sobre el patrimonio".
MINISTERIO
DE HACIENDA Y CREDITO PUBLICO
DECRETO
2911 DE 1991
En
uso de las facultades conferidas por el artículo 25
de la
ley 49 de 1990,
DECRETA:
CAPITULO
I
ASPECTOS
GENERALES
ARTICULO
1 El
artículo 329 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
329 APLICACION Y OBJETIVO DEL SISTEMA DE AJUSTES INTEGRALES POR INFLACION
A
partir del año gravable de 1992, el sistema de ajustes integrales por inflación
será aplicado tanto para efectos contables como para efectos fiscales, de
conformidad con lo previsto en este Título.
El
sistema de ajustes integrales por inflación, pretende que los estados
financieros tiendan a reflejar la situación económica real de las empresas y
que el impuesto sobre la renta se establezca sobre bases más reales y
equitativas.
El
sistema de ajustes por inflación para efectos contables, se basa y aplica sobre
las cifras y valores que deban figurar en la contabilidad de acuerdo con la
técnica contable.
El
sistema de ajustes por inflación para efectos fiscales, se basa y aplica sobre
los valores que deban figurar en la declaración del impuesto sobre la renta y
complementarios.
Los
resultados del ajuste por inflación en materia contable y fiscal pueden
diferir, dependiendo de las diferencias que existan entre las bases contables y
las bases fiscales y, entre las reglamentaciones específicas sobre cada una de
estas materias. En la contabilidad se deberá registrar el impuesto diferido
originado por las diferencias de carácter temporal.
El
sistema de ajustes integrales por inflación produce efectos para la
determinación del valor de los activos, los pasivos, el patrimonio, los
resultados y las cuentas de orden, de las personas, sociedades o entidades
sujetas al mismo".
ARTICULO
2
El artículo 330 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
330 A QUIENES SE APLICA EL SISTEMA DE AJUSTES INTEGRALES POR INFLACION
Para
efectos contables y fiscales, están obligados a aplicar el sistema de ajustes
integrales por inflación, todas las personas, sociedades o entidades obligadas
a llevar libros de contabilidad y los patrimonios autónomos. También están
obligadas a aplicar este sistema las entidades sin ánimo de lucro y las
sociedades civiles quienes deberán llevar libros de contabilidad".
ARTICULO
3 El
artículo 331 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
331 EFECTO DE LOS AJUSTES EN OTROS IMPUESTOS, CONTRIBUCIONES O DERECHOS
Para
la determinación de los impuestos diferentes al impuesto sobre la renta y
complementarios, así como para la determinación de las contribuciones o
derechos, cuando no se hayan adoptado tasas o tarifas acordes con las bases
actualizadas por el sistema de ajustes integrales, el contribuyente o aportante
que lleve contabilidad ajustada por inflación, descontará de tales bases el
efecto de los ajustes".
ARTICULO
4 El
artículo 332 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
332 INDICE DE AJUSTE POR INFLACION
El
índice utilizado para el ajuste por inflación es el PAAG, anual o mensual.
Se
entiende por PAAG anual, el porcentaje de ajuste del año gravable, el cual será
equivalente a la variación porcentual del índice de precios al consumidor para
ingresos medios, elaborado por el Departamento Administrativo Nacional de
Estadística DANE, registrado entre el 1o. de diciembre del año inmediatamente
anterior al mes objeto del ajuste".
ARTICULO
5 AJUSTES INTEGRALES EN MATERIA CONTABLE
El
sistema integral de ajustes por inflación produce efectos para la determinación
del valor de los activos, los pasivos, el patrimonio, los resultados y las
cuentas de orden, de las personas, sociedades o entidades sujetas al mismo.
Quienes
estén obligados a aplicar el sistema de ajustes integrales por inflación,
deberán crear en su contabilidad una cuenta de patrimonio llamada
"Revalorización del Patrimonio", una cuenta de resultados denominada
"Corrección Monetaria", una cuenta del activo llamada "Cargo por
Corrección Monetaria Diferida" y una cuenta del pasivo denominada
"Crédito por Corrección Monetaria Diferida".
La
cuenta de revalorización del patrimonio forma parte del patrimonio de los años
siguientes para efectos del ajuste correspondiente. El valor reflejado en esta
cuenta no podrá distribuirse como utilidad a los socios o accionistas, hasta
tanto se liquide la empresa o se capitalice tal valor, de conformidad con lo
previsto en el artículo 36-3 del Estatuto Tributario.
ARTICULO
6 AJUSTES A EFECTUAR EN MATERIA CONTABLE
Al
finalizar cada ejercicio contable o cada mes, según el caso, se deberán
efectuar los siguientes ajustes contables:
1.
Ajuste de los activos no monetarios representados en moneda extranjera, en
UPAC, o que tengan pacto de reajuste.
2.
Ajuste de los demás activos no monetarios; esto es, aquellos que son
susceptibles de adquirir un mayor valor nominal por efecto de la pérdida de
poder adquisitivo de la moneda, tales como: inventarios de mercancías para la
venta, inventarios de materias primas, suministros, repuestos, mercancías en
tránsito, inventarios de productos en proceso, inventarios de productos
terminados, terrenos, edificios, construcciones en curso, plantaciones de
mediano y tardío rendimiento, inversiones de capital y demás cargos diferidos
no monetarios, semovientes, maquinaria en montaje, maquinaria, equipos,
muebles, vehículos, computadores, aportes en sociedades y acciones.
3.
Ajuste de los pasivos no monetarios; esto es, aquellos que son susceptibles de
adquirir un mayor valor nominal por efecto de la pérdida de poder adquisitivo de
la moneda, tale como las deudas representadas en moneda extranjera, en UPAC y
aquellas con pacto de reajuste.
4.
Ajuste del patrimonio.
5.
Ajuste de las cuentas de resultado.
6.
Ajuste de las cuentas de orden no monetarias, el cual se realizará afectando la
respectiva cuenta de orden por contra.
ARTICULO
7 REGLAMENTACION CONTABLE DEL SISTEMA DE AJUSTES INTEGRALES POR INFLACION
El
Gobierno Nacional reglamentará los procedimientos necesarios para aplicar, en
materia contable, el sistema de ajustes integrales por inflación.
Los
valores base para los ajustes por inflación, serán los registrados en la
contabilidad a 31 de diciembre de 1991, sin que dichas partidas sean objeto de
ajuste o reexpresión inicial en razón del efecto de la inflación que hubiere
afectado su valor con anterioridad al 1o. de enero de 1992.
ARTICULO
8 El
artículo 333 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
333 ESPECIALIDAD EN LA APLICACION DE LAS NORMAS TRIBUTARIAS
Para
efectos de la determinación del impuesto sobre la renta y complementarios,
serán aplicables las normas contables, salvo que exista disposición tributaria,
en cuyo caso priman estas últimas".
ARTICULO
9 El
artículo 334 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
334 ESPECIALIDAD DE LAS NORMAS DE AJUSTES POR INFLACION
Para
los obligados al sistema de ajustes por inflación, las normas contenidas en el
Libro Primero de este Estatuto, se aplicarán en cuanto no sean contrarias a
este Título y se interpretarán armónicamente con el mismo".
CAPITULO
II
ASPECTOS
TRIBUTARIOS
ARTICULO
10
El artículo 335 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
335 EFECTOS TRIBUTARIOS
En
materia tributaria, el sistema integral de ajustes por inflación se aplicará en
forma anual, y produce efectos para la determinación de la renta gravable o la
pérdida fiscal y del patrimonio líquido, de acuerdo con lo dispuesto en el
presente Título.
Los
sujetos obligados a aplicar el sistema de ajustes integrales por inflación
deberán llevar una cuenta de corrección monetaria fiscal. El saldo anual de la
cuenta de corrección monetaria fiscal formará parte de la renta bruta o pérdida
bruta fiscal del ejercicio.
Esta
cuenta fiscal puede diferir de la cuenta de corrección monetaria contable y no
requerirá de registro alguno en los estados financieros, pero será objeto de
conciliación y su movimiento deberá reflejarse en un documento auxiliar, que
deberá conservarse y se exhibirá cuando las autoridades tributarias así lo
requieran".
ARTICULO
11 El
artículo 336 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
336 AJUSTES A EFECTUAR
Al
finalizar cada periodo gravable, se deberán efectuar los siguientes ajustes
fiscales:
1.
Ajuste de los activos no monetarios representados en moneda extranjera, en
UPAC, o que tengan pacto de reajuste.
2.
Ajuste de los demás activos no monetarios; esto es, aquellos que son
susceptibles de adquirir un mayor valor nominal por efecto de la pérdida de
poder adquisitivo de la moneda, tales como: inventarios de mercancías para la
venta, inventarios de materias primas, suministros, repuestos, mercancías en
tránsito, inventarios de productos en proceso, inventarios de productos
terminados, terrenos, edificios, construcciones en curso, plantaciones de
mediano y tardío rendimiento, inversiones de capital y demás cargos diferidos
no monetarios, semovientes, maquinaria en montaje, maquinaria, equipos,
muebles, vehículos, computadores, aportes en sociedades y acciones.
3.
Ajuste de los pasivos no monetarios; esto es, aquellos que son susceptibles de
adquirir un mayor valor nominal por efecto de la pérdida de poder adquisitivo
de la moneda, tales como: las deudas representadas en moneda extranjera, en UPAC
y aquellas con pacto de reajuste.
4.
Ajuste del patrimonio líquido.
5.
Ajuste de las cuentas de resultado".
ARTICULO
12
El artículo 337 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
337 BASE DE LOS AJUSTES FISCALES
Para
la aplicación fiscal del sistema de ajustes a que se refiere el presente Título
se deberá partir del costo fiscal de los bienes a 31 de diciembre del año
gravable inmediatamente anterior, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo
340.
Para
efectos patrimoniales, las acciones y aportes en sociedades y los bienes
inmuebles, se declararán por su costo fiscal ajustado por el PAAG de
conformidad con lo previsto en el presente Título".
ARTICULO
13 El
artículo 338 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
338 AJUSTE DE LOS ACTIVOS MOVIBLES Y DEMAS INVENTARIOS
Para
determinar el valor fiscal del costo de ventas y del inventario final del
respectivo año se deberá ajustar por el PAAG anual, el inventario inicial
poseído al comienzo del año o periodo gravable, registrando tal ajuste como mayor
valor del inventario inicial y como contrapartida se deberá registrar un
crédito en la cuenta corrección monetaria fiscal.
Las
compras de activos movibles que se realicen en el año, así como los demás
factores que hagan parte del costo de los productos o mercancías, con excepción
de aquellos que tengan una forma particular de ajuste, se deberán ajustar por
el PAAG mensual acumulado entre el primer día del mes siguiente a aquel en el
cual se efectuó la compra, costo o gasto y el 31 de diciembre del respectivo
año.
Estos
ajustes se deberán registrar como un mayor valor de las compras y de los demás
factores que integran el costo de los productos o mercancías y, como
contrapartida se deberá registrar un crédito en la cuenta corrección monetaria
fiscal.
Sobre
una misma partida no se podrá realizar un doble ajuste. Esta norma se deberá
tener en cuenta para los traslados de inventarios durante el proceso
productivo.
El
inventario final y el costo de ventas deberán reflejar los ajustes
correspondientes, según el método de valuación que se utilice".
ARTICULO
14
El artículo 339 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
339 PROCEDIMIENTO PARA EL AJUSTE DE OTROS ACTIVOS NO MONETARIOS
El
ajuste por el PAAG del costo fiscal de los demás activos no monetarios se
efectuará de conformidad con las siguientes reglas:
1.
Para los activos poseídos durante todo el año, el costo fiscal del bien en el
último día del año anterior se incrementará con el resultado que se obtenga de
multiplicarlo por el PAAG anual y como contrapartida se registrará un crédito
en la cuenta corrección monetaria fiscal.
2.
Los activos adquiridos durante el año, así como las mejoras, adiciones o
contribuciones por valorización efectuadas durante el mismo, se incrementarán
con el resultado que se obtenga de multiplicar su costo fiscal por el PAAG
mensual acumulado entre el primer día del mes siguiente a aquel en el cual
efectuó la operación y el 31 de diciembre del respectivo año, como contrapartida
se registrará un crédito en la cuenta corrección monetaria fiscal.
3.
Para los activos enajenados durante el año, su costo se incrementará con el
resultado que se obtenga de multiplicar el costo fiscal del bien por el PAAG
mensual acumulado, entre el 1o. de enero del año o el primer día del mes
siguiente a aquel en el cual se efectuó la compra, si fue adquirido durante el
año, y el último día del mes en el cual se efectuó su enajenación; como
contrapartida se registrará un crédito en la cuenta corrección monetaria
fiscal.
4.
Cuando se trate de bienes depreciables, agotables o amortizables, poseídos
desde el inicio del ejercicio, se debe ajustar por separado el costo fiscal
bruto del activo y el valor de la depreciación, agotamiento o amortización acumulada
fiscal, al inicio del ejercicio. El ajuste sobre el costo fiscal bruto del
activo, se registrará como un mayor valor de éste y como contrapartida se
registrará un crédito en al cuenta de corrección monetaria fiscal. El ajuste de
la depreciación, agotamiento o amortización acumulado fiscal al inicio del
ejercicio, se registrará como un mayor valor de éste y, como contrapartida un
débito en al cuenta corrección monetaria fiscal.
5.
Cuando se trate de activos que se encontraren, desde el punto de vista fiscal,
totalmente depreciados, agotados o amortizados, no será posible solicitar
depreciación, agotamiento o amortización futura alguna sobre dichos valores,
sin perjuicio de los ajustes por el PAAG del valor bruto fiscal del bien y de
la correspondiente depreciación, agotamiento o amortización acumulados.
6.
La deducción por depreciación, agotamiento o amortización del respectivo año se
determina sobre el costo fiscal bruto del bien, una vez ajustado por el PAAG.
Las
depreciaciones fiscales de inmuebles deberán calcularse excluyendo el valor del
terreno respectivo.
7.
El valor que se tome para determinar la utilidad o la pérdida al momento de la
enajenación de los bienes depreciables, agotables o amortizables, será el costo
fiscal bruto ajustado por el PAAG, menos el valor de las depreciaciones,
agotamientos o amortizaciones acumulados fiscales.
8.
En el caso de las acciones y aportes en sociedades, cuando el valor intrínseco
o el valor en bolsa sea inferior al costo fiscal ajustado, el ajuste sólo se
hará hasta aquel valor.
9.
Cuando las valorizaciones técnicas efectuadas a los activos o cuando el avalúo
catastral de los inmuebles, o el valor intrínseco o el valor en Bolsa de las
acciones o aportes, superen el costo fiscal del bien ajustado por el PAAG, tal
diferencia no será tomada como un ingreso ni hará parte del costo fiscal para
determinar la utilidad en la enajenación del bien, ni tampoco formará parte de
su valor para el cálculo de la depreciación".
ARTICULO
15
El artículo 340 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
340 TRATAMIENTO DE LOS REAJUSTES FISCALES DE BIENES POSEIDOS A 31 DE DICIEMBRE
DE 1991
El
valor de los reajustes fiscales efectuados hasta el 31 de diciembre de 1991
sobre los activos fijos poseídos a esa misma fecha, distintos de los
establecidos en el artículo 132, no hará parte del costo fiscal, por
consiguiente no servirá de base para los ajustes al PAAG que se efectúen a
partir de 1992, ni para el cálculo de la depreciación y no tendrá efectos
fiscales distintos a la determinación de la utilidad en caso de enajenación,
para lo cual, de dicho reajuste se llevará un registro actualizado. En ningún
caso estos valores darán lugar a depreciación o pérdida fiscal".
ARTICULO
16
El artículo 341 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
341 AJUSTE DE INVERSIONES DE CAPITAL
En
el caso de las construcciones en curso, los cultivos de mediano y tardío
rendimiento en periodo improductivo, las empresas en periodo improductivo, los
programas de ensanche y los cargos diferidos que no estén en condiciones de
generar ingresos o de ser enajenados, el ajuste se realizará teniendo en cuenta
las normas generales de los ajustes sobre activos, no obstante, el valor
correspondiente a la contrapartida del ajuste se llevará como un ingreso por
corrección monetaria diferida, el cual se irá causando como corrección
monetaria del periodo, una vez termine la construcción, el programa de ensanche
o el periodo improductivo, en la misma proporción en que se amorticen tales
inversiones de capital.
Durante
los años en que se mantenga diferido el ajuste por inflación, la parte
proporcional del ajuste sobre el patrimonio líquido correspondiente a dichos
activos tendrá similar tratamiento.
Para
tener derecho a lo previsto en este artículo, las empresas deberán identificar
plenamente en las notas a los estados financieros tales activos y presentar en
las mismas el monto de la inversión, discriminando los conceptos globales, la
fecha e iniciación del correspondiente proyecto y de la etapa productiva, el
procedimiento utilizado para su amortización y la amortización causada, hasta
completar el ciento por ciento (100%). Este documento deberá estar debidamente
certificado por el Revisor Fiscal o el Contador, según el caso".
ARTICULO
17
El artículo 342 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
342 TRATAMIENTO A LOS GASTOS FINANCIEROS PARA LA ADQUISICION DE ACTIVOS
Los
intereses, la corrección monetaria y los ajustes por diferencia en cambio, así
como los demás gastos financieros en los cuales se incurra para la adquisición
o construcción de activos, constituirán un mayor valor del activo, hasta cuando
haya concluído el proceso de puesta en marcha o tales activos se encuentren en
condiciones de utilización o enajenación. Después de este momento constituirán
un gasto deducible.
A
partir del 1o. de enero de 1992, durante el tiempo en que los activos sean
objeto de capitalización conforme a este artículo, no se ajustarán por el PAAG
los gastos financieros mencionados capitalizados en cada ejercicio, ni la parte
correspondiente del costo del activo que por encontrarse financiada hubiere
originado tal capitalización".
ARTICULO
18
El artículo 343 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
343 AJUSTE DE ACTIVOS REPRESENTADOS EN MONEDA EXTRANJERA, EN UPAC O CON PACTO
DE REAJUSTE
Las
divisas, cuentas por cobrar, títulos, derechos, depósitos, inversiones y demás
activos expresados en moneda extranjera o poseídos en el exterior, el último
día del año o periodo, se deben ajustar con base en la tasa de cambio de la
respectiva moneda a tal fecha. La diferencia entre el activo así ajustado y su
valor en libros, representa el ajuste que se debe registrar como un mayor o
menor valor del activo y como un ingreso o gasto financiero, según corresponda.
Cuando
las cuentas por cobrar, los títulos, derechos, inversiones y demás activos, se
encuentren expresadas en UPAC o cuando sobre los mismos se haya pactado un
reajuste de su valor, se ajustarán con base en la UPAC o en el respectivo pacto
de ajuste, registrando un mayor valor del activo y como contrapartida un
ingreso financiero.
Cuando
una partida se haya ajustado por alguno de los índices señalados en este
artículo, no podrá ajustarse adicionalmente por el PAAG en el mismo
periodo".
ARTICULO
19 El
artículo 344 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
344 LOS ACTIVOS MONETARIOS NO SON SUSCEPTIBLES DE AJUSTE
No
serán susceptibles de ajuste por inflación los denominados activos monetarios,
que mantienen el mismo valor por no tener ajustes pactados, ni adquirir mayor
valor nominal por efecto de la pérdida de poder adquisitivo de la moneda. En
consecuencia, no serán objeto de ajuste, rubros tales como el efectivo, los
depósitos en cuentas de ahorro, cuentas corrientes, las cuentas por cobrar, los
bonos, título y demás activos mobiliarios, poseídos en moneda nacional, que no
tengan un reajuste pactado, distintos de las acciones y los aportes".
ARTICULO
20
El artículo 345 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
345 AJUSTE A LOS PASIVOS NO MONETARIOS
Para
efectos tributarios los pasivos no monetarios poseídos el último día del año o
periodo, tales como: pasivos en moneda extranjera, en UPAC o pasivos para los
cuales se ha pactado un reajuste del principal, o los que deban ser cancelados
en especie o servicios futuros, deben ajustarse con base en la tasa de cambio
al cierre del año para la moneda en la cual fueron pactados, en la cotización
de la UPAC a la misma fecha, en el porcentaje de reajuste que se haya convenido
dentro del contrato, o en el PAAG, según el caso, registrando el ajuste como
mayor o menor valor del pasivo y, como contrapartida un gasto o ingreso
financiero o de corrección monetaria, según corresponda, por igual cuantía,
salvo cuando deba activarse".
ARTICULO
21 El
artículo 346 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
345 AJUSTE DEL PATRIMONIO
El
patrimonio líquido al comienzo de cada periodo, debe ajustarse con base en el
PAAG anual, salvo cuando dicho patrimonio sea negativo, en cuyo caso no se
efectúa este ajuste. El ajuste al patrimonio líquido y como contrapartida un
débito a la cuenta de corrección monetaria fiscal por igual cuantía".
ARTICULO
22
El artículo 347 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
347 VALORES A EXCLUIR DEL AJUSTE DEL PATRIMONIO
Del
patrimonio líquido se debe excluír el valor patrimonial neto correspondiente a
activos tales como "good-will", "Know-How", valorizaciones
y demás intangibles que sean estimados o que no hayan sido producto de una
adquisición efectiva".
ARTICULO
23 El
artículo 348 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
348 AJUSTE AL PATRIMONIO LIQUIDO QUE HA SUFRIDO AUMENTOS O DISMINUCIONES EN EL
AÑO
Cuando
el patrimonio líquido poseído al inicio del ejercicio haya sufrido aumentos o
disminuciones en el año, se efectuarán los siguientes ajustes al finalizar el
respectivo año gravable:
1.
Los aumentos de patrimonio efectuados durante el año, que correspondan a
incrementos reales en efectivo, tales como, los aumentos del capital social,
distintos de la capitalización de utilidades o reservas de ejercicios
anteriores, así como de la capitalización de utilidades o reservas de
ejercicios anteriores, así como de la capitalización a la que hace referencia
el artículo 36-3 del Estatuto Tributario, se ajustarán con el resultado que se
obtenga de multiplicarlos por el PAAG mensual acumulado entre el primer día del
mes siguiente a aquel en el cual se efectuó el aumento del capital o del
patrimonio y el 31 de diciembre del respectivo año. Este ajuste hará parte del
patrimonio fiscal y como contrapartida se registrará un débito en la cuenta
corrección monetaria fiscal.
2.
La distribución en efectivo de dividendos o utilidades de ejercicios
anteriores, así como las eventuales disminuciones que se hayan efectuado
durante el año gravable, de reservas o capital, que hacían parte del patrimonio
líquido al comienzo del ejercicio, o la readquisición de acciones, implicarán
un ajuste equivalente al resultado de multiplicar dichos valores por el PAAG
mensual acumulado entre el primer día del mes siguiente a aquel en el cual se
efectuó el reparto, la disminución o la readquisición y el 31 de diciembre del
respectivo año. Este ajuste se restará del patrimonio fiscal y como
contrapartida se acreditará la cuenta corrección monetaria fiscal.
Para
efectos del ajuste, la renta líquida o la pérdida fiscal del ejercicio no se
considera aumento o disminución del patrimonio en el respectivo ejercicio.
3.
Los traslados de partidas que hacían parte del patrimonio líquido al inicio del
ejercicio no se considerarán como aumentos o disminuciones del mismo.
4.
Se consideran como disminución del patrimonio los préstamos que realicen las
sociedades, a sus socios o accionistas no sometidos al sistema e ajustes
integrales por inflación, con excepción de los otorgados por las entidades
sometidas a la vigilancia de la Superintendencia Bancaria".
ARTICULO
24
El artículo 349 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
349 AJUSTE DE LOS INGRESOS, COSTOS Y GASTOS DEL EJERCICIO
A
partir del año gravable de 1992, los sujetos obligados a aplicar el sistema de
ajustes integrales, deberán ajustar los ingresos mensuales realizados en el
respectivo ejercicio. Dicho ajuste se registrará como un mayor valor de los
ingresos y como contrapartida se deberá registrar un débito a la cuenta de
corrección monetaria fiscal, por el mismo valor.
En
igual forma, a partir de dicho año gravable, se deberán ajustar los demás
costos y deducciones mensuales realizados en el periodo gravable, distintos de
aquellos que de acuerdo con los artículos anteriores tengan una forma
particular de ajuste, incrementándolos con el resultado que se obtenga de
multiplicarlos por el PAAG mensual acumulado entre el primer día del mes
siguiente a aquel en el cual se realizaron y el 31 de diciembre del respectivo
año. Tal ajuste se registrará como un mayor valor de los costos o deducciones y
como contrapartida se contabilizará un crédito en la cuenta de corrección
monetaria fiscal, por el mismo valor.
El
ajuste de los ingresos no constitutivos de renta o que constituyan renta
exenta, así como de los costos y gastos no deducibles, tendrán el mismo
tratamiento fiscal de éstos".
ARTICULO
25
El artículo 350 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
350 RENTA BRUTA O PERDIDA FISCAL POR EXPOSICION A LA INFLACION
El
saldo crédito o débito de la cuenta corrección monetaria fiscal, constituye
renta bruta o pérdida fiscal, según el caso, del respectivo ejercicio
gravable".
ARTICULO
26
El artículo 351 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
351 COMPENSACION DE PERDIDAS
Las
pérdidas fiscales realizadas al finalizar un ejercicio gravable se podrán
compensar con la renta de los cinco años siguientes. Para tal efecto, en el año
en que se compensen dichas pérdidas se tomarán ajustadas por inflación en la
parte que les corresponda del ajuste realizado sobre el patrimonio líquido fiscal
en cada ejercicio gravable".
ARTICULO
27 El
artículo 352 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
352 EFECTOS DEL REGISTRO DE LOS AJUSTES DE NATURALEZA CREDITO FRENTE A LOS
GASTOS Y RENDIMIENTOS FINANCIEROS
El
registro de los ajustes de naturaleza crédito en al cuenta de corrección
monetaria fiscal, que debe efectuarse de conformidad con lo dispuesto en este
Título, hará deducible la totalidad de los intereses y demás gastos financieros
del respectivo ejercicio gravable.
Los
constituyentes obligados a efectuar los ajustes de que trata el presente
Título, deberán registrar la totalidad de los rendimientos percibidos en el año
gravable, como un ingreso constitutivo de renta".
ARTICULO
28
El artículo 353 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
353 TRATAMIENTO DE LAS GANANCIAS OCASIONALES
Para
los contribuyentes a que se refiere el presente Decreto, los ingresos
susceptibles de constituir ganancia ocasional, con excepción de los obtenidos
por concepto de loterías, rifas, apuestas y similares, se tratarán con el
régimen aplicable a los ingresos susceptibles de constituir renta.
En
consecuencia, para los mismos, las pérdidas ocasionales obtenidas en la
enajenación de activos fijos poseídos durante dos años o más, serán deducibles
de la renta bruta del contribuyente".
ARTICULO
29
El artículo 354 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
354 GRADUALIDAD EN LA APLICACION DE LOS AJUSTES INTEGRALES
Por
los años gravables de 1992, 1993, 1994, 1995 y 1996, los contribuyentes que
hayan efectuado los ajustes en la forma prevista en este Título, y que al
inicio de cada año presenten un patrimonio líquido inferior a la sumatoria que
a la misma fecha tengan el costo fiscal de los activos no monetarios, tendrán
derecho a una deducción teórica, que se determinará así:
1.
Se obtiene la diferencia entre los activos no monetarios y el patrimonio
líquido inicial.
2.
El resultado se multiplica por
El
30% del paag para 1992
El
25% del paag para 1993
El
20% del paag para 1994
El
15% del paag para 1995
El
10% del paag para 1996
3.
El resultado así obtenido constituye la deducción teórica del respectivo
periodo, la cual podrá solicitarse hasta concurrencia del saldo crédito de la
cuenta de corrección monetaria fiscal, calculada antes de los ajustes a las
cuentas de resultado a que se refiere el artículo 349.
PARAGRAFO: Para
los efectos de lo dispuesto en el numeral primero del presente artículo, cuando
el patrimonio líquido inicial sea negativo, se tomará como diferencia el valor
de los activos no monetarios".
ARTICULO
30
El artículo 355 del Estatuto Tributario queda así:
"ARTICULO
355 SOLICITUD DE AUTORIZACION PARA NO EFECTUAR EL AJUSTE
Los
contribuyentes del impuesto de la renta y complementarios, podrán solicitar al
Administrador de Impuestos respectivo, autorización para no efectuar el ajuste
a que se refiere este Título, siempre que demuestren que el costo fiscal que
resultaría si se aplicara el ajuste respectivo excede en más de un treinta por
ciento (30%) de su valor de mercado. Esta solicitud deberá formularse y
resolverse dentro de los plazos que señale el Gobierno Nacional. Se entenderá
resuelta a favor del contribuyente si dentro del plazo respectivo no se ha
obtenido respuesta de la Administración de Impuestos".
ARTICULO
31 VIGENCIA
El
presente Decreto rige desde la fecha de su publicación y deroga las normas que
le sean contrarias, y en especial los artículos 333-1, 333-2 y 348-1 del
Estatuto Tributario.
Dado
en el Distrito Capital Santafé de Bogotá, a 30 de diciembre de 1991
HECTOR
JOSE CADENA CLAVIJO
Viceministro
de Hacienda y Crédito Público
encargado
de las funciones del Despacho del Ministro
JORGE
OSPINA SARDI
Ministro
de Desarrollo Económico
III.
RAZONES DE LAS DEMANDAS.
1. En la demanda presentada por el
ciudadano ISIDORO AREVALO BUITRAGO contra la integridad del Decreto 2911 de
1991, se citan como disposiciones violadas los artículos números 2, 95-9, 113,
114, 121, 150-1-10, 188, 189-10, 338, 363, 372 y 373 de la Constitución
Nacional, por las siguientes razones:
- Las facultades
extraordinarias que le fueron conferidas al Presidente de la República por
medio del artículo 25 de la ley 49 de 1990 y de conformidad con lo dispuesto en
el artículo 76-12 de la Constitución de 1886, fueron derogadas expresamente por
los artículos 380 y 150-10 de la Carta Política de 1991, mandato este último
que prohibe la utilización de facultades para decretar impuestos, pues esta
tarea se la asignó el Constituyente en forma exclusiva e indelegable al
Congreso de la República.
- La creación de
un impuesto no es solamente la creación de una nueva carga impositiva llámese
impuesto, tasa, contribución o parafiscalidad, sino también cuando se modifican
las existentes, ampliando o adicionando la base gravable o los sujetos pasivos.
El Decreto 2911 de 1991 decreta un impuesto porque adiciona la base gravable
del impuesto de renta, con el ingreso originado en la corrección monetaria de
los ajustes por inflación.
- El Decreto 2911
de 1991 fue expedido por el Presidente de la República sin tener competencia
para ello, porque en tiempo de paz solamente el Congreso, las Asambleas
Departamentales y los Concejos Distritales y Municipales son los únicos órganos
del Estado que pueden decretar impuestos, atribución que es indelegable.
- El Presidente de
la República expidió el decreto sin haber oido previamente la Comisión de
consulta a que alude el artículo 80 de la ley 49 de 1990, como se puede
observar en el título del decreto acusado, en el cual se omite hacer referencia
a ella. Además el Congreso de la República el 30 de diciembre de 1991, fecha
de expedición del Decreto 2911 no había aprobado la ley que establece el número
de comisiones permanentes de esa Corporación y si no existían éstas, tampoco
podía elegirse los tres senadores y tres representantes de la Comisión Tercera,
que irían a integrar la comisión prenombrada.
- El Ordenamiento
materia de impugnación también infringe la Constitución pues es deber del
Estado mantener el poder adquisitivo de la moneda, caso en el cual la inflación
no puede agravarse. El artículo 373 de la Carta dispone que " El Estado
por intermedio del Banco de la República velará por el mantenimiento de la
capacidad adquisitiva de la moneda" y la moneda pierde poder adquisitivo
por causa de la inflación, la que se manifiesta en el alza general de precios.
Con
posterioridad a la admisión de la demanda el ciudadano citado hizo llegar
varios escritos y en uno de ellos expone, con fundamento en la sentencia No.
C-511 del 3 de septiembre de 1992 dictada por esta Corporación, que el Gobierno
cuando expidió el decreto 2911 de 1991 acusado, carecía de facultades para
hacerlo, pues ya había proferido el identificado con el número 1744 de 1991 y
en consecuencia tales atribuciones se encontraban "agotadas".
Los
demás memoriales están dirigidos a objetar las pruebas remitidas por la
Presidencia de la República.
2. En la demanda del ciudadano HECTOR
RAUL CORCHUELO N., contra el artículo 2o. del Decreto 2911 de 1991 se indican
como infringidos los artículos 4, 6, 150-10, 189-10 y 338 de la Carta Política,
por las razones que a continuación se resumen:
- La ley de facultades (artículo 25 ley
49 de 1990) no le daba atribución al Presidente de la República para expedir el
artículo 2o. del Decreto 2911 de 1991 y obligar a aplicar el sistema de ajustes
integrales por inflación para efectos fiscales a NO contribuyentes, y a
contribuyentes que para la fecha en que entró a regir la ley 49 de 1990 no se
encontraban sometidos al régimen de ajustes integrales por inflación. Y al no
existir autorización para ello, el Ejecutivo se extralimitó en sus funciones,
puesto que se salió de los claros y precisos parámetros fijados en la ley
habilitante, lesionando de esta forma los artículos 150-10 y 189-10 del
Estatuto Máximo, en concordancia con el 6 ibidem.
- También se contraría la Constitución
al establecer el mandato acusado "con respecto a las sociedades civiles la
obligación de llevar libros de contabilidad, ya que la facultad para definir y
armonizar las normas contables se encuentra igualmente circunscrita a los
contribuyentes sujetos para la época a los ajustes integrales por inflación,
dentro de los cuales no estaban las sociedades civiles".
- Finalmente y al igual que el
demandante anterior, también considera que el artículo demandado crea un
impuesto violando el principio de la no imposición sin representación
(artículos 150, 154 y 338 C.N.); y que el Gobierno no escuchó en forma previa
la Comisión consultiva a que se refiere el artículo 80 de la ley 49 de 1990.
3. La demanda de los ciudadanos PABLO
ENRIQUE LEAL RUIZ, DANIEL PARDO BRIGARD y ENRIQUE RUEDA NORIEGA contra el
artículo 25 de la ley 49 de 1990, está basada en que "el Presidente al
hacer uso de las facultades conferidas por la ley el 30 de diciembre de 1991,
actuó por fuera del marco constitucional, ya que el 30 de diciembre de 1991, el
artículo 25 de la ley 49 de 1990 era inconstitucional por cuanto contradecía
abiertamente el numeral 10 del artículo 150 de la Carta Política vigente desde
el 4 de julio de 1991", además de haber otorgado facultades
extraordinarias al Gobierno por un término superior a seis (6) meses.
- Así las cosas el Presidente no ha
debido hacer uso de tales autorizaciones porque "ya había operado el
fenómeno de la inconstitucionalidad sobreviniente por existir contradicción
entre la ley y la Constitución vigente, contradicción que por ser material da
lugar al tipo de inconstitucionalidad señalada"; y concluyen diciendo que
"al momento de concretarse las facultades del artículo 25 de la mencionada
ley 49, ya había operado en Colombia un cambio en el marco constitucional que
en virtud de la jerarquía de las leyes se imponía sobre las disposiciones
legales, y que, por lo tanto dichas facultades eran, el 30 de diciembre
inconstitucionales y no han debido ser ejercidas. Pero teniendo en cuenta que
sí fueron ejercidas, debe la Corte Constitucional decretar la
inconstitucionalidad del artículo 25 de la ley 49 de 1990".
IV. INTERVENCION CIUDADANA.
Fueron
muchos los escritos que se hicieron llegar a esta Corporación con el fin de
coadyuvar las demandas presentadas, con excepción del remitido por la Dirección
General de Impuestos Nacionales que defiende la constitucionalidad del decreto
demandado.
En
seguida se hará una breve reseña de cada una de ellas, pues simplemente
reiteran los cargos antes expuestos.
a)
Defensa de las normas acusadas.
La
Dirección General de Impuestos Nacionales por intermedio de apoderada, esgrime
los siguientes argumentos con el fin de demostrar la constitucionalidad del
Decreto 2911 de 1991.
- El Presidente de la República al expedir
el Decreto 2911 de 1991 "no está decretando o estableciendo un
impuesto" que es la materia vedada por el artículo 150-10 de la Carta
Política, sino simplemente se limitó a "reformar o modificar" el
sistema de ajustes integrales por inflación, el cual ya había sido establecido
por medio de los Decretos números 2687 de 1988 y 1744 de 1991, anteriores a la
nueva Constitución. Y como tal sistema ya existía, bien podía reformarlo o
modificarlo sin contrariar mandato constitucional alguno.
- El Ejecutivo oyó a la Comisión
consultiva dispuesta en el artículo 80 de la ley 49 de 1990, cuando expidió el
Decreto 1744 de 1991 "por tanto no tenía el Gobierno Nacional la
obligación de repetir tal procedimiento para la expedición del Decreto 2911 de
1991".
- No todos los sujetos pasivos de la
obligación de aplicar el sistema de ajustes integrales por inflación están
señalados como sujetos pasivos del impuesto de renta en la legislación
tributaria vigente, por que independientemente de su calidad de contribuyentes
o no contribuyentes lo que se está consagrando es una obligación tributaria
formal, obligación que en forma alguna los convierte en contribuyentes del
impuesto de renta. Entonces no pueden equipararse sujetos pasivos del impuesto
de renta a sujetos pasivos de una obligación tributaria formal, cuyo
cumplimiento, corresponde tanto a quienes están señalados como sujetos pasivos
del impuesto de renta, contribuyentes con régimen tributario especial y no
contribuyentes. Y como la ley de facultades no se refirió a ningún sujeto
pasivo en particular, es que la norma acusada va dirigida en forma general a
todos aquellos sujetos que en una u otra forma están señalados en la ley
tributaria y para distintos efectos.
Posteriormente presentó la Dirección
General de Impuestos Nacionales un oficio en el que adiciona su intervención y
es así como basada en antecedentes de la Asamblea Nacional Constituyente afirma
que "no fue el deseo del Constituyente al expedir y aprobar la norma sobre
facultades extraordinarias al Presidente de la República, limitar su uso,
agotándolas con la expedición del primer acto", como lo sostiene esta
Corte.
b) Coadyuvancias de las demandas.
b.1. La
Asociación Colombiana de Cooperativas "ASCOOP", por medio de
apoderado aduce:
- Se está frente a una disposición que
ha decretado un impuesto, pues "un cambio impositivo que disminuya una
tributación, también es una creación de un tributo", motivo por el cual el
Decreto 2911 de 1991 al variar las bases gravables violó el artículo 150-10 de
la Carta Política.
- El artículo 2o. del decreto acusado
extendió sin tener facultades para ello la obligación de aplicar los sistemas
de ajustes integrales por inflación a entidades no contribuyentes, como
cooperativas y otras sin ánimo de lucro que manejan ahorros y cuyos bienes en
su mayoría están compuestos por activos monetarios lo que conduce a
"eliminar o liquidar por sucesivas afectaciones sus patrimonios"
desconociendo que todo sistema tributario debe fundarse en la equidad (art. 363
C.N.).
- El Gobierno no escuchó la Comisión
Consultiva ordenada por el artículo 80 de la ley 49 de 1990, omisión que no se
puede sanear.
b.2. ISMAEL
ENRIQUE MARQUEZ CORREAL, actuando en nombre propio, manifiesta:
- El Congreso de la República no puede
conceder facultades extraordinarias al Presidente de la República para decretar
impuestos al tenor de lo estatuido en el artículo 150-10 de la Carta Política.
- Al expedir el Decreto 2911 de 1991 no
se dió cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 80 de la ley 49 de 1990, en
el sentido de oir previamente la comisión consultiva allí conformada.
- La determinación de la base gravable
es un acto que solo compete ejercerlo al legislador y no al Gobierno.
- Se incluyeron dentro de las entidades
que deben efectuar ajustes integrales por inflación a NO contribuyentes, como
entidades sin ánimo de lucro, fondos mutuos de inversión, etc.
b.3. LIONEL
MORENO GUERRERO, actuando en nombre propio, señala:
- Frente al nuevo orden constitucional
no se podían ejercer las facultades conferidas.
- Las normas acusadas crean un impuesto
para personas que antes no estaban sujetas a él , sin tener autorización para
ello.
- Al expedirse el Decreto 2911 de 1991
no se oyó la comisión consultiva.
- Las facultades concedidas se
ejercieron seis (6) meses después de otorgadas.
- El decreto acusado perjudica a las
entidades cooperativas a pesar de que es obligación constitucional que el
Estado las proteja y promueva.
- El artículo 2o. del decreto impugnado
extiende la aplicación de los ajustes integrales por inflación a NO
contribuyentes y amplía la definición de componente inflacionario al patrimonio
de las entidades que no estaban sujetas al régimen de ajustes por inflación.
b.4. JUAN
MANUEL CHARRY URUEÑA actuando en nombre propio expresa:
- Los ajustes integrales por inflación
se crearon para el contribuyente y el impuesto a la renta. De tal suerte que
las facultades extraordinarias que autoricen simplemente su reforma (art. 25
Ley 49 de 1990) no pueden ejercerse desconociendo el ámbito personal (el
contribuyente) y material (impuesto de renta) establecidos por el legislador en
su creación.
- El artículo 25 de la ley 49 de 1990
"no autorizó al ejecutivo a extender el sistema de los ajustes por
inflación a materias no tributarias ni a los NO contribuyentes del impuesto de
renta".
- El artículo 2o. del Decreto 2911 de
1991 viola la Constitución al exceder el límite señalado en la ley habilitante
y extender la obligación de efectuar los ajustes integrales por inflación
"a todas las personas, así éstas no sean declarantes, ni
contribuyentes", al igual que a las sociedades civiles. Además de obligar
a que éstas lleven libros de contabilidad, extralimitando el ámbito personal y
material del Estatuto Tributario.
- El sistema de ajustes integrales por
inflación tiene por finalidad desligar la determinación del impuesto sobre la
renta de los efectos de la inflación. "En consecuencia, las reformas que
extiendan los efectos del sistema a personas no contribuyentes, no solo
extralimitan las facultades extraordinarias sino que desvirtúan el sistema
dándole efectos extratributarios, en muchos casos causando un perjuicio a los
NO contribuyentes".
- La Comisión Consultiva no fue oída por
el Gobierno antes de expedir el decreto demandado.
V.
CONCEPTO FISCAL.
Lo
rinde el Jefe del Ministerio Público en oficio PA-079 del 18 de septiembre de
1992, en el que pide a la Corte que declare exequible el artículo 25 de la ley
49 de 1990 e inexequible en su totalidad el decreto 2911 de 1991, con estas
consideraciones:
- El decreto acusado fue expedido el 30
de diciembre de 1991, luego de haber entrado en vigencia la nueva Constitución
"por lo que automáticamente los presupuestos que le daban validez a este
tipo de normatividad son los que en el Ordenamiento Superior vigente se
imponen".
- La normatividad objeto de examen
"deviene en inconstitucional, por que la ley habilitante vió recortada su
legitimación en cuanto a la previsión del elemento temporal contemplado en la
nueva Carta y el decreto que la desarrollaba, al no observar ese presupuesto
fue expedido sin competencia debiendo por tanto ser declarado
inexequible". Esta conclusión releva de efectuar cualquier otra reflexión
para predicar la inconstitucionalidad pedida.
- El artículo 25 de la ley 49 de 1990 no
es inconstitucional, pues cuando fue expedido cumplía las exigencias de la
Carta, por la que se regía, pero "se tornó inaplicable toda vez que el
ejecutivo ya no puede hacer uso de las habilitaciones allí otorgadas sin violar
el nuevo Ordenamiento Superior".
VI.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
A)
Competencia.
Dado
que la acusación se dirige contra una norma de una ley de la República y un
decreto expedido por el Presidente de la República en ejercicio de facultades
extraordinarias, compete a esta Corporación decidir sobre su
constitucionalidad, al tenor de lo dispuesto en el artículo 241-4-5 de la Carta
vigente.
B)
ARTICULO 25 DE LA LEY 49 DE 1990.
Tal
como se ha indicado en otras oportunidades, el estudio constitucional del
artículo 25 de la ley 49 de 1990, objeto de acusación, y en el cual se
confieren facultades extraordinarias al Presidente de la República, ha de
hacerse a la luz de la normatividad constitucional en vigor al momento en que
se expidió dicho precepto, ya que conforme a claros principios sobre la
aplicabilidad de las normas jurídicas en el espacio y en el tiempo, las leyes
que regulan la competencia y las que señalan solemnidades o ritualidades para
la expedición de un acto, solo rigen para el futuro, mas no para el pasado;
argumento que cobra aún mayor solidez si se tiene en cuenta que dentro del
nuevo Orden Superior el tema de las facultades extraordinarias sufrió algunas
variaciones como se verá mas adelante.
En
consecuencia mal puede exigirse el cumplimiento de requisitos o formalidades
que no existían cuando se dictó la disposición impugnada, pues ello implicaría
darle efectos retroactivos a la nueva Constitución. Además, de aceptarse el
criterio de los demandantes se llegaría al absurdo jurídico de que las normas
legales anteriores a la Carta Política de 1991 expedidas con observancia de
todos y cada uno de los requerimientos formales estatuidos en esa época, estarían
viciadas de inconstitucionalidad por el simple hecho de haber entrado a regir
un nuevo orden constitucional, lo que constituiría nada mas ni nada menos que
el derrumbamiento de todo el sistema legal establecido y atentaría contra la
seguridad jurídica del Estado, la estabilidad del orden jurídico en general, y
crearía un caos inimaginable dado el vacío total que sobrevendría.
Por
tanto son las normas constitucionales contenidas en la Carta Política de 1886,
concretamente lo dispuesto en el artículo 76-12, frente al cual debe examinarse
la disposición legal citada, pues es ella la que condiciona su ejercicio y
determina si su concesión fue o no legítima.
Pues
bien, conforme a la Constitución antes vigente, el legislador ordinario estaba
autorizado para "revestir, pro tempore, al Presidente de la República de
precisas facultades extraordinarias, cuando la necesidad lo exija o las
conveniencias públicas lo aconsejen".
Entonces
eran tres los requisitos que debían reunir las leyes de facultades, a saber:
temporalidad, precisión y oportunidad de su concesión.
- En cuanto al primer aspecto, es decir,
el de temporalidad, advierte la Corporación que al no haber sido definido
directamente por el constituyente, competía al legislador fijarlo al momento
del otorgamiento de las facultades. Lo que para el caso de estudio se determinó
en dos (2) años contados a partir de la promulgación de la ley 49 de 1990,
hecho que tuvo ocurrencia el día 31 de diciembre de 1990 con su inserción en el
Diario Oficial No. 39615.
- En punto a la "precisión" de
los asuntos para los cuales se confieren las atribuciones, considera la Corte
que tal exigencia se encuentra satisfecha cuando la materia ha sido definida o
delimitada y es nítido su significado. En el evento que se examina se traslada
al Presidente de la República en forma transitoria la potestad legislativa
asignada al Congreso de la República, para que proceda a "reformar"
el título V del Libro I del Estatuto Tributario, referente a los ajustes
integrales por inflación, tarea que debía desarrollar el Gobierno por medio de
los denominados decretos extraordinarios o decretos leyes.
"Reformar" conforme al
diccionario tiene varias acepciones: "dar nueva forma, rehacer, modificar,
cambiar, reparar, reponer, restablecer, restaurar, arreglar, enmendar,
corregir, variar una organización o estructura", etc.
Así el legislador extraordinario bien
podía variar, modificar o cambiar las distintas reglas o preceptos que
integraban el capítulo V, del libro I del Estatuto Tributario (Decreto 624 de
1989), que regula lo relativo a los ajustes integrales por inflación a partir
del año gravable de 1992 y que contiene entre otros, temas sobre el campo de
aplicación de dichos ajustes, ajustes de los activos, efectos, procedimiento
para efectuarlo, registros contables, ajustes a pasivos, ajustes al patrimonio
líquido, ajustes a las cuentas de resultado, procedimiento para su aplicación,
etc., disposiciones que se identificaban con los números 329 a 355 del decreto
anotado.
Y a renglón seguido el legislador
ordinario le señaló una serie de pautas, lineamientos y orientaciones que el
Gobierno discrecionalmente podía acatar o nó -pues se trata de una facultad
potestativa- al cumplir la competencia de que quedaba revestido, los que
consagró en varios numerales y literales que no es necesario repetir aquí por
haber sido transcritos textualmente en el punto II de este proveido.
Para la Corte Constitucional la
materia a que alude la ley de investidura en su artículo 25 está perfectamente
delimitada y su órbita es clara, además de que los términos de que se valió el
legislador ordinario son perfectamente entendibles y tienen especial
significado dentro del campo de la economía, el derecho tributario y la
hacienda pública: las facultades son pues precisas.
- En lo que atañe al tercer aspecto
relacionado con la oportunidad para la concesión de las atribuciones, vale la
pena recordar que corresponde únicamente al legislador valorar y determinar de
acuerdo a su buen juicio y criterio, el momento en que se presente la necesidad
o la conveniencia exigida por la Constitución para revestir de atribuciones
legislativas al Presidente de la República, en forma temporal.
Hasta aquí no observa la Corte que se
haya vulnerado el artículo 76-12 de la Carta Política de 1886 y por el
contrario el precepto demandado se ajustó a sus mandatos.
No obstante lo anterior, los
demandantes a pesar de que no cuestionan ninguno de los aspectos antes
anunciados, pretenden que se declare inexequible el artículo 25 de la ley 49 de
1990 con el argumento de que como a partir del 4 de julio de 1991 entró a regir
una nueva constitución que modifico el punto relativo al tema de las facultades
extraordinarias el Presidente de la República no podía ejercer las
autorizaciones contenidas en la disposición legal acusada, por cuanto
resultaban abiertamente contrarias a lo estatuido en el artículo 150-10 del
nuevo Estatuto Superior.
Pues bien, es un hecho cierto que al
momento de entrar a regir la Constitución Política de 1991, acontencimiento que
tuvo lugar el día 7 de julio de 1991 y no el 4 como lo afirman los demandantes,
el término fijado por el legislador ordinario para que el Presidente de la
República ejerciera las autorizaciones conferidas al amparo de la Carta de
1886, aún no había vencido, ya que como se dejó expresado, era por dos (2) años
contados a partir del 31 de diciembre de 1990.
Por otro lado, también es verdad que
en el nuevo Estatuto Constitucional se hicieron algunas modificaciones
relativas a las leyes de facultades extraordinarias, concretamente al lapso de
tiempo durante el cual se pueden conferir, que quedó limitado a un periodo
máximo de seis (6) meses y al ámbito de materias que se permite desarrollar por
este medio el cual se restringió al prohibirse expresamente su uso para la
expedición de Códigos, leyes estatutarias, leyes orgánicas, algunas leyes marco
y para decretar impuestos. Igualmente se condicionó el otorgamiento de las
autorizaciones a la solicitud previa del gobierno, quedando incólume lo
referente al carácter de "precisión", como al momento u oportunidad
de su concesión que sigue siendo "cuando la necesidad lo exija o la
conveniencia pública lo aconseje".
Sin embargo, estos eventos no inciden
en la constitucionalidad del artículo 25 de la ley 49 de 1990, materia de
acusación, el que como se demostró respetó las exigencias o ritualidades que la
Carta Política de 1886 fijaba y a cuyos lineamientos debía ajustarse, motivo
por el cual será declarado exequible.
Cosa distinta es el ejercicio de la
atribución allí contenida, tarea que cumple el Gobierno Nacional por medio de
decretos con fuerza de ley, los que en cada caso concreto habrán de analizarse,
previa acusación ciudadana, para determinar si se adecúan a la preceptiva
constitucional o por el contrario la lesionan.
C. EL DECRETO 2911 de 1991.
C.1. Antecedentes.
El Presidente de la República en
desarrollo de las atribuciones tantas veces citadas (art. 25 ley 49/90) expidió
el día 4 de julio de 1991, antes de entrar en vigencia la Carta Política de
1991, el decreto No. 1744 que se intitula "Por el cual se reforma el
Titulo V del Libro Primero del Estatuto Tributario referente al sistema de
ajustes integrales por inflación a partir del año gravable de 1992".
El
7 de julio de 1991 entró a regir un nuevo Orden constitucional en cuyo artículo
380 dispuso "Queda derogada la Constitución hasta ahora vigente con todas
sus reformas" y en el artículo 150-10 limitó el tiempo por el cual se
pueden otorgar facultades extraordinarias y restringió el ámbito de materias
sobre las cuales se permite la concesión de atribuciones, como se vió en el
punto anterior de estas consideraciones.
Con
posterioridad a tal suceso, el Gobierno Nacional con fundamento en las mismas
autorizaciones, las que aún no habían vencido, profirió el 30 de diciembre de
1991 el decreto número 2911 "Por el cual se sustituye el título V del
Libro I del Estatuto Tributario que se refiere al sistema de ajustes integrales
por inflación" y que es objeto de demanda en este proceso.
Ante
la situación planteada conviene anotar como punto previo a la decisión, que si
bien es cierto la nueva Constitución Nacional en su artículo 150-10 fijó un
término que consagra el tiempo por el cual se pueden conceder facultades
extraordinarias ("hasta por seis meses"), no es menos cierto, que
dicho periodo solo debe contarse a partir de la entrada en vigor del Estatuto
Supremo, esto es, desde el 7 de julio de 1991 y no antes.
De
manera que como las facultades extraordinarias a que nos hemos venido
refiriendo conferidas al abrigo de la Carta Política de 1886, se extendían mas
allá de la fecha en que entró a regir el nuevo Orden Constitucional, pues, se
repite, fueron otorgadas por dos (2) años que comenzaban a contarse a partir
del 30 de diciembre de 1990, dicho plazo quedó automáticamente limitado a seis
(6) meses.
Sin
embargo, advierte la Corte que el decreto 2911 de 1991 expedido el 30 de
diciembre de 1991, es inconstitucional por que las facultades extraordinarias
contenidas en el artículo 25 de la ley 49 de 1990, disposición que sirvió de
fundamento al Gobierno para expedirlo, ya habían sido utilizadas o ejercidas
por el Presidente de la República desde el 4 de julio de 1991, fecha en la que
profirió el decreto número 1744.
En
efecto, esta Corporación ha venido sosteniendo (sentencias números C-510 y 511
de septiembre 3 de 1992), que el Presidente de la República solo puede hacer
uso de las facultades constitucionalmente conferidas por "una sola
vez", de forma tal que una vez expedido el decreto o decretos que las
desarrollan, las autorizaciones se extinguen, sin que tenga competencia el
Ejecutivo para modificar, derogar o reformar los ordenamientos dictados, así el
plazo para ejecutarlas aún no se haya vencido, pues esta tarea le compete al
Congreso de la República.
Son
estas las consideraciones expuestas por este Tribunal:
"La
Corte, sin embargo, considera que el Presidente dentro del término legal, solo
puede ejercerlas por una sola vez, de modo que al expedir el correspondiente
decreto ley agota su cometido. El término de utilización de las facultades
indica el periodo dentro del cual deben éstas ejercerse, y no el término
durante el cual se asume ininterrumpidamente el status de legislador
extraordinario. Al Presidente se le confía una tarea específica y recibe por
tanto una commissio, pese a que el lenguaje ciertamente metafórico de
revestimiento de facultades extraordinarias haya llevado a pensar
equivocadamente en una especie de acrecentamiento temporal de la subjetividad
pública del Presidente como condición previa a la expedición de decretos que
tienen fuerza de ley....".
Y
más adelante agrega:
"La
concesión de facultades no es el medio para establecer periodos durante los
cuales una específica competencia legislativa pueda resultar compartida con el
ejecutivo, produciendo hiatos en la distribución y separación del poder público
realizada por el constituyente. Su finalidad es, por el contrario, la de
habilitar al Presidente para que pueda adoptar decretos leyes sobre asuntos y
materias determinados, para lo cual se le señala un término que la nueva Carta
ha limitado a seis (6) meses. La precisión y temporalidad que deben caracterizar
a las leyes de facultades, ponen de presente, el sentido profundo del acto de
concesión de facultades, dominado por la efectiva y rápida realización de una
tarea y cometido específicos antes que por la atribución de un status, de modo
que expedido el decreto ley correspondiente, debe entenderse concluida la tarea
y agotada la facultad. Cuando el decreto ley se dicta antes del vencimiento del
término de la ley de facultades, se cumple la condición constitucional de su
expedición dentro del término fijado, pero no significa que por el tiempo
restante persistan las facultades ya agotadas al realizarse el cometido trazado
por el legislador, razón de ser de la competencia extraordinaria que no puede
por tanto mantenerse una vez ha sido alcanzada....".
Finalmente
y en relación a la falta de competencia del Presidente de la República para
modificar o derogar los decretos leyes expedidos, expresó:
"La
función de modificar los decretos leyes se ha asignado al Congreso; luego de
dictados, así no haya transcurrido todo el término de las facultades, el
Gobierno ya cumplida su misión, carece de competencia para hacerlo. No es
posible imaginar que después de dictados -y no habiéndose vencido el término
legal- para su modificación concurran los dos poderes y que, inclusive, pueda
el Gobierno, justo antes de clausurarse el periodo de habilitación, alegando un
supuesto status de legislador temporal, derogar leyes que a su turno hayan
podido modificar decretos leyes previamente expedidos en uso de las mismas
facultades extraordinarias".
Al
vulnerar entonces, el decreto 2911 de 1991 lo dispuesto en el artículo 150-10
de la Constitución actual, preceptiva a la cual debía conformarse, por cuanto
las facultades conferidas al amparo de la Carta del 86 se extendían más allá de
la entrada en vigor de la nueva normatividad, será retirado del ordenamiento
jurídico colombiano.
Siendo
así, no hay lugar a que esta Corporación proceda a analizar la materialidad de
las atribuciones dadas, ni ninguno otro de los puntos esgrimidos por los
demandantes, pues sea cual fuere la determinación que sobre ellos deba
adoptarse, el decreto acusado es inexequible por las razones que se expusieron
en los acápites anteriores.
No
sobra agregar que la presente decisión no crea o desencadena ningún vacío
normativo ni coloca a sus destinatarios ante un abismo preceptivo, pues, como
es natural y apenas obvio, reviven las normas que el presente decreto trato de
reemplazar y que regulan la materia.
En
mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,
R E S
U E L V E :
PRIMERO: Es
EXEQUIBLE el artículo 25 de la Ley 49 de 1990.
SEGUNDO: Es
INEXEQUIBLE el decreto 2911 de 1991 "Por el cual se sustituye el Título V
del Libro Primero del Estatuto Tributario que se refiere al sistema de ajustes
integrales por inflación".
Cópiese,
publíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
archívese el expediente.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Presidente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO ALEJANDRO MARTINEZ C.
FABIO
MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA
V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General |
254 | A003-92
AUTO -003
AUTO -003
de marzo 3 de 1992
DEMANDA DE
INCONSTITUCIONALIDAD CONTRA LA CONSTITUCION POLITICA-Incompetencia
CONSTITUCION POLITICA/CONTROL
JURISDICCIONAL-Improcedencia/
CORTE CONSTITUCIONAL/ COMPETENCIA/DEMANDA DE
INCONSTITUCIONALIDAD-Rechazo
Existe prohibición para el Juez
constitucional de ejercer el control jurisdiccional sobre la constitución
promulgada. La Competencia de la Corte para estudiar actos reformatorios
aprobados mediante Asamblea Nacional Constituyente se refiere solamente a
futuras reformas que se realicen a partir de la vigencia de esta Constitución.
Esta expresa prohibición significa que a la Corte le corresponde cumplir todas
las funciones que la propia Constitución le fija, pero nada más que ésas, es
decir se interpreta en forma restrictiva. Si el Constituyente primario es capaz
de dar una nueva Constitución, aún en contra de lo anterior, como en efecto
ocurrió, a fortiori puede en todo momento establecer cláusulas que garanticen
la estabilidad del nuevo ordenamiento, máxime cuando éste es democrático y
humanista.
CONSTITUYENTE PRIMARIO/ CONSTITUCION POLITICA-Formación/CONSTITUCION
POLITICA-Expedición
La Asamblea Nacional Constituyente que
expidió la nueva Constitución Política de Colombia fue un poder comisionado del
pueblo soberano. Su fuerza jurídica era fáctica, pues provino de un hecho
político fundacional, mas no jurídico. Ella actuó no por orden de la
constitución de 1886 y sus reformas, sino por fuera de ella, contra ella, por
disposición directa del pueblo en un periodo de anormalidad Constitucional. En
este sentido la comprensión del proceso colombiano de reforma se encuentra en
el concepto de anormalidad constitucional; y este concepto sólo puede ser
definido políticamente por ser acto fundacional, pues se refiere a un
presupuesto del derecho que todavía no es jurídico.
CONSTITUCION POLITICA-Validez
Cuando una Constitución es reemplazada
por otra que termina siendo eficaz no tiene sentido cuestionar su validez. En
este caso las condiciones de lo verdadero y lo falso, de lo válido y lo
inválido, de lo legal y lo ilegal, son otras. Por lo tanto, carece de
razonabilidad todo análisis que suponga una continuidad lógica-jurídica.
Ref: Expedientes Acumulados No.011 y 012
Norma Acusada: Constitución Política de
Colombia
Actores: Juan Manuel Silva Nigrinis y
José Galat Noumer
Magistrado: Dr. ALEJANDRO MARTINEZ CABALLLERO
Santafé de Bogotá. D.C., tres (3) de
marzo de mil novecientos noventa y dos (1992).
Los ciudadanos Juan Manuel Silva Nigrinis
y José Galat Noumer presentaron dos demandas individuales, las cuales fueron
acumuladas por la Corte Constitucional, tendientes a obtener la declaratoria de
inconstitucionalidad de toda la Constitución Política de 1991 por haber sido
promulgada extemporáneamente.
Para resolver sobre la admisión,
inadmisión o rechazo de la demanda, este Despacho ha realizado un examen
fundamentado en las siguientes
CONSIDERACIONES:
Las demandas incoadas por los ciudadanos
Juan Manuel Silva Nigrinis y José Galat Noumer fueron presentadas ambas el día
24 de julio de 1991 ante la Corte Suprema de Justicia. De conformidad con el
artículo transitorio 24 de la Constitución Política, dichas demandas debían
pasar, como en efecto pasaron, al conocimiento de la Corte Constitucional.
Ahora bien, esta Corporación sólo se instaló formalmente el día 17 de febrero
de 1992, según consta en el Acuerdo No.02, proferido por ella misma en aquella
fecha. Al día siguiente, por reparto, le correspondió a este Despacho la
ponencia de los procesos. Es por ello que sólo ahora la Corte Constitucional
avoca el conocimiento de los mismos.
De conformidad con el literal b), del
numeral primero, del artículo 39 del Reglamento de la Corte Constitucional,
estas demandas se consideraron como asunto de urgencia Nacional por la Sala
Plena.
En cuanto a la acumulación, el Decreto
2067 de 1991, en su artículo 5º, obliga acumular las demandas en que, como
estas que nos ocupan, “ exista una coincidencia total o parcial de las normas
acusadas...” Así, en los proceso Nos 011 y 012 se demanda un mismo acto
jurídico - la Constitución Política de 1991- e incluso por los mismos motivos
-promulgación extemporánea. Es por ello entonces que en reparto del día 18 de
febrero de 1992, la Sala Plena de la Corte Constitucional resolvió acumular
dichos procesos.
Para efectos de la identificación de los
procesos, la demanda No.012 será acumulada con la No.011, por simple prelación
numérica, ya que ambas fueron presentadas el mismo día.
1. De la competencia.
El Despacho en primera instancia verificó
el cumplimiento de los requisitos exigidos por el Decreto 2067 de 1991,
relativos a la presentación de las demandas de inconstitucionalidad.
Uno de dichos requisitos es la
competencia; así lo dispone el numeral 5º. Del artículo 2º. Del mencionado
Decreto.
Se examinaron entonces las demandas
presentadas por los ciudadanos Juan Manuel Silva Nigrinis y José Galat Noumer,
a fin de establecer si ellas reunían las exigencias mencionadas. El examen
sobre la competencia, entonces, precede a cualquier otra reflexión en materia
de admisión, inadmisión o rechazo de una demanda. Ninguno de los escritos de
los Actores de las demandas acumuladas trató el tema de la competencia.
En caso de no reunir los requisitos, como
la falta de competencia, el artículo 6º. del mismo Decreto ordena rechazar las
demandas.
Para determinar la competencia, este
Despacho hará un examen del caso analizado a la luz de los métodos literal,
subjetivo, sistemático e histórico.
a. Método Literal¨El artículo 59 Transitorio de la
Constitución, dice:
“La presente Constitución y los demás
actos promulgados por esta Asamblea Constituyente no están sujetos a control
jurisdiccional alguno”.
De la simple lectura de la norma se
comprende su sentido semántico, que no es otro que el de la prohibición para el
juez Constitucional de ejercer el control jurisdiccional sobre la Constitución
promulgada. En consecuencia, el juez Constitucional carece de competencia para
conocer de las demandas No.011 y 012 y, por tanto, éstas deben ser rechazadas
in limine.
b. Método Subjetivo: La exposición de motivos del Acto
constituyente No. 1 de 1991, cuyo texto reproduce el artículo 59 Transitorio,
aparece publicada en la Gaceta Constitucional, donde queda de manifiesto el
hecho de que fue voluntad expresa del Constituyente excluir el control
jurisdiccional sobre todos los actos de la Asamblea Constituyente en general y,
en particular, se afirma que “no es el reglamento ni ningún acto que sancione y
promulgue la Asamblea, acto administrativo, sino constituyente”.
“Así está claro que cuando se reforma la
Constitución por esta Asamblea Nacional Constituyente, en virtud del poder del
mandato que recibió del pueblo, es absolutamente inadmisible que exista control
jurisdiccional ejercido por las entidades cuya naturaleza, composición, origen
y funciones debe revisar, eventualmente cambiar esta Corporación”.1
C. Método Sistemático¨de la concordancia de las normas de
la Carta se desprende una armonía interpretativa entre los artículos 59 y
241, en el sentido de que ambos restringen los alcances del control de la
Corte.
Así se concluyen del artículo 241 de la
Constitución que establece las competencias de la Corte como guardiana de la
integridad y supremacía de la Constitución, “ en los estrictos y precisos
términos de este artículo”.
Ciertamente, el numeral primero del
artículo 241 consagra la competencia de la Corte Constitucional para conocer de
las demandas que se promuevan contra los actos reformatorios de la Constitución
Política, cualquiera que sea su origen y sólo por vicios de procedimiento en su
formación. El artículo 374 por su parte plantea que la Constitución puede ser
reformada por el Congreso, por una asamblea constituyente o por el pueblo
mediante referéndum y el artículo 376 regula el procedimiento y forma de
convocatoria de una asamblea nacional constituyente.
De la concordancia de estos tres
artículos se concluye que la competencia de la Corte para estudiar actos
reformatorios aprobados mediante asamblea nacional constituyente se refiere
solamente a futuras reformas que se realicen a partir de la vigencia de esta
Constitución.
Esta expresa prohibición significa que a
la Corte le corresponde cumplir todas las funciones que la propia Constitución le
fija, pero nada más que esas, es decir, se interpreta en forma restrictiva.
En este caso, los Actores pretenden que
la Corte exceda sus límites constitucionales, pues plantean un asunto cuyo
conocimiento le está prohibido en forma clara.
d. Método Histórico: Si bien la existencia de una nueva
Carta Política en Colombia hace que no exista realmente precedente
jurisprudencial en sentido estricto, y así se reconoce por este Despacho, es lo
cierto que ha habido una importante tradición jurídica en el país que no puede
ser desdeñada.
En los últimos cuarenta - de sus ochenta-
años de jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, antiguo órgano
encargado de realizar el control de constitucionalidad en Colombia, ha habido
dos tipos de pronunciamientos , teniendo como criterio de distinción el origen
del acto reformatorio de la Constitución atacado. La historia de las demandas
presentadas contra actos reformatorios de la Constitución es la propia historia
de la posición de ese Tribunal en relación con la competencia para conocer de
las mismas.
En primer lugar, contra actos de reforma
constitucional que implican una ruptura con el orden jurídico anterior,
sobresalen seis fallos de la corte Suprema de Justicia: los de 1955, 1957,
1978, su salvamento de voto, 1987, 1990 y 1991.
En estos fallos se observa cómo la Corte
Suprema sistemáticamente se ha declarado inhibida para conocer de actos cuya
evaluación de constitucionalidad no puede tener como parámetro la
Constitución, sino que han sido establecidos por fuera de la Carta Fundamental.
En 1955, por ejemplo, la Corte rechazó
una demanda presentada contra los actos Legislativos No. 1 de 18 de junio de
1953 y No. 1 de 30 de julio de 1954, de la Asamblea Nacional Constituyente, por
considerar que carecía de competencia, fundando su decisión en que “la guarda
de la integridad de la Constitución no podría entenderse, pues sería un
absurdo, como un medio consagrado por la Carta para revisar los actos del Poder
Constituyente. Estos actos una vez expedidos no están sujetos a revisión de
ninguna especie por ninguno de los poderes constituidos; porque ello implicaría
admitir el absurdo de que hay derecho contra derecho, la tesis es tan clara,
tan evidente que sería inoficioso detenerse a analizarla”.2
En 1957, ante la demanda contra algunos
decretos que convocaron el plebiscito para reformar la Constitución, la
jurisprudencia sostuvo que la Corte Suprema de Justicia no era competente para
conocer de dichas normas, ya que se reconoció que el poder primario
Constituyente reside en el pueblo mismo y que el poder Constituyente previsto
en la Constitución es secundario y consecuencia de aquel,” y el derecho para
convocar al pueblo para que apruebe o impruebe la reforma no lo deriva
propiamente de todas las normas consignadas en la Carta, sino del poder mismo
de la revolución, del estado de necesidad en que ésta se halla de hacer tal
reforma y del ejercicio de la soberanía latente en el pueblo como voluntad
constituyente, o sea, lo que denominan los expositores, el momento del pueblo
Constituyente”.3
En el fallo de 1978, el Magistrado
Ponente, Dr. José María Velasco Guerrero, aún considerando la inexequibilidad
del acto legislativo, deja abierta la vía para que el Constituyente primario
sea el legítimo detentador del poder cuando afirma que, “Reformar la
Constitución directamente no es lo mismo que instituir un órgano Constituyente.
Sólo el Constituyente primario puede crear ese cuerpo y atribuirle el poder de
reforma”.4
En aquella oportunidad, el entonces
Magistrado Luis Carlos Sáchica anotó que la Corte Suprema de Justicia no era
competente para conocer de actos reformatorios de la Carta que provenían de un
mecanismo diferente al establecido en el artículo 218 de la misma. Allí se
reitera la distinción entre poder Constituyente y los poderes constituidos; son
distintas sus competencias, sus actos, su naturaleza, efectos y los controles
de validez; esto es claro cuando el Magistrado afirma que “La Corte Suprema de
Justicia es la guardiana de la integridad de la Constitución Jurídica del
Estado y de la validez formal de sus transformaciones, mas no de la
Constitución Política de la Nación, cuyas decisiones tienen carácter
supra-constitucional y atañen sólo al Constituyente en cuanto define el modo de
ser de la Nación al darse o varias su organización política”.5
La Corte Suprema , no podría seguir atada
a un análisis del aspecto formal, por cuanto “el sistema Constitucional
Colombiano es flexible; no contiene cláusulas pétreas o inmodificables; su
tendencia es evolutiva y reformista”.6
En sentencia No.54 de julio 9 de 1987, el
Dr. Hernando Gómez Otálora sostuvo que “cuando la Nación, en ejercicio de su
poder soberano e inalienable, decide pronunciarse sobre el estatuto
constitucional que habrá de regir sus destinos, no está ni puede estar sometido
a la normatividad jurídica que antecede a su decisión. El acto constituyente
primario es, en tal sentido, la expresión de la máxima voluntad política, cuyo
ámbito de acción, por su misma naturaleza, escapa a cualquier delimitación
establecida por el orden jurídico anterior y, por ende, se sustrae también a
todo tipo de juicio que pretenda compararlo con los preceptos de ese orden”.7
En 1990, la jurisprudencia sobre el
Decreto 1926 del mismo año, que ordenaba contar los votos de la elección a una
Asamblea Constituyente, estableció la supresión del control de
constitucionalidad sobre los actos de dicha Asamblea, ya que su poder provenía
del pueblo y no del Decreto.
La Corte Suprema de Justicia, con
ponencia de los doctores Fabio Morón Díaz y Hernando Gómez Otálora, estableció
que “el control constitucional podrá surgir con las modalidades,
características y requisitos que la Asamblea Nacional Constitucional considere
y disponga, en ejercicio de su soberanía....”
...”c) La expedición del decreto que se
revisa fue motivada por las especialísimas circunstancias que vive la Nación,
de allí que si en el futuro se llega a expedir un estatuto análogo, la Corte
examinará con todo cuidado y prudencia la situación nacional reinante en ese
momento. Tal eventualidad será más remota, en la medida en que la Asamblea
Nacional Constitucional, en su soberanía, consagre en el artículo 218 de la
Carta, al lado de los actos legislativos, de tan engorrosa tramitación, otros
mecanismos de reforma de la Constitución, como los prohijados por anteriores
gobiernos o los que rigen a nivel municipal”.8
En 1991, la Corte Suprema de Justicia se
abstuvo de conocer una demanda contra el reglamento de la Constituyente,
precisamente porque este tipo de actos no eran susceptibles de control
jurisdiccional.9
Y en segundo lugar, la Corte Suprema de
Justicia, desde el 5 de mayo de 1978 ha producido una jurisprudencia sobre los
actos del poder constituido, los cuales sí son objeto de control. Pero esta
Jurisprudencia no es pertinente para el caso analizado.
El Consejo de Estado, por su parte, en
sentencia de 17 de julio de 1959, se refirió a este tema con ponencia del
Consejero Dr. Pedro Gómez Valderrama, de la siguiente forma:
“Esta disposición no normativa como la
llama el tratadista Alvaro Copete Lizarralde, por cuanto la esencia de un acto
constituyente es la de establecer normas cuyo cumplimiento no agote su
eficacia, en otras palabras que sean generales y abstractas, constituye, ante
todo, una validación de los actos de la Junta, y su transformación de Gobierno de
facto en Gobierno de iure.
“Por la norma transcrita, se reconoce el
hecho de que el Gobierno había venido siendo ejercido por la Junta, y se
autoriza su continuación en el poder, hasta el 7 de agosto de 1958. En tales
condiciones, los actos realizados por la Junta como Gobierno de facto, y
encauzados, como evidentemente se demostró por sus integrantes, al
restablecimiento de la normalidad jurídica, adquieren validez en su esencia,
por la voluntad misma de la mayoría de los ciudadanos colombianos. De
consiguiente, así validados por la Constitución, estos actos no pueden ser atacados”.10
Y el máximo Tribunal Contencioso
Administrativo, en fallo de junio 20 de 1991, consideró que “En el Decreto
Legislativo No. 1926 de 1990 se planteó la creación insurreccional de un nuevo
orden político y por el sistema del sufragio universal se eligió una auténtica
Asamblea Constituyente.
“Los actos que en desarrollo del mandato
ciudadano no expida la Asamblea Nacional Constituyente de carácter transitorio
y excepcional, mal pueden, ser cotejados con la Constitución que por conducto
suyo el poder Constituyente ha determinado reformar”.11
2. De las Razones Jurídicas
a. La causa.
Los argumentos anteriormente expuestos
tienen como razón jurídica la naturaleza y efectos del poder constituyente.
La República de Colombia se ha dado una
nueva Constitución, la cual, entre otras innovaciones, estableció un sistema de
valores fundamentales y principios materiales que informan, orientan y
articulan el ordenamiento jurídico y en consecuencia cumplen una función
interpretativa, crítica e integradora. Uno de los aportes fue el reconocimiento
de la soberanía popular, consagrado en el artículo 3º. De la Carta, que dice:
“ La soberanía reside exclusivamente en
el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma
directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución
establece”.
En efecto, de conformidad con la doctrina
universal de la teoría general del Estado, en la democracia constitucional el
poder soberano del pueblo se ejerce de dos manera diferentes:
- Como un poder pleno, soberano en sentido
lato, cuando se manifiesta en las circunstancias propias de la creación de una
constitución.
- Como un poder velado pero potencial,
cuando se ejerce durante la vigencia y eficacia de una constitución. En este
caso el poder soberano se encuentra encauzado por los parámetros
constitucionales y sólo se manifiesta directamente cuando se produce una crisis
constitucional que ponga en duda la validez o la eficacia de la constitución.
En el proceso de reforma institucional
vivido por Colombia en 1990-1991, el pueblo se expresó por un procedimiento
adecuado, en medio de una crisis constitucional.
Lo primero que se debe cuestionar es bajo
qué circunstancias es necesaria o es motivada una reforma constitucional. Una
de las respuestas la encontramos en Lowenstein:
“No es posible establecer aquí criterios
generales. En primer lugar, las modificaciones que experimentan las relaciones
sociales, económicas o políticas son las responsables de que una norma constitucional,
que parecía razonable y suficiente en el momento de crear la constitución, haya
perdido su capacidad funcional y tenga que ser, por lo tanto, completada,
eliminada o acoplada de alguna otra manera a las nuevas exigencias en interés
de un desarrollo sin fricciones del proceso político”.12
Ahora bien, la teoría de la soberanía
popular conduce a la reflexión acerca de la teoría del poder constituyente,
como quiera que ésta es una manifestación de aquella.
La teoría constitucional distingue, pues,
entre poder constituyente o primario, y poder constituido o derivado o
secundario.
El poder constituyente es el pueblo, el
cual posee per se un poder soberano absoluto, ilimitado, permanente, sin
límites y sin control jurisdiccional, pues sus actos son políticos-
fundacionales y no jurídicos, y cuya validez se deriva de la propia voluntad
política de la sociedad. Casi siempre su manifestación va acompañada de una ruptura
del orden jurídico anterior.
El poder del pueblo es anterior al
derecho, fuente del derecho, esencia del derecho e, igualmente, modificatorio
de todo el derecho, inclusive el derecho constitucional.
En este sentido, el poder constituyente,
como anota Schmitt, “es la voluntad política cuya fuerza a autoridad es capaz
de adoptar la concreta decisión de conjunto sobre modo y forma de la propia
existencia política, determinando así la existencia de la unidad política como
un todo. De las decisiones de esta voluntad se deriva la validez de toda
ulterior regulación legal-constituconal. Las decisiones como tales son
cualitativamente distintas de las normaciones legal-constitucionales
establecidas sobre su base”13
En esta escuela de pensamiento se
inscribe el profesor Luis Carlos Sáchica, que distingue las limitaciones del
poder constituyente primario de las del poder constituyen derivado,
considerando que el primero sólo tiene limitaciones fácticas mientras que el
segundo, además de éstas, tiene limitaciones jurídicas.14
De conformidad con el tratadista Ignacio
de Otto, “Si hay un poder constituyente del que el pueblo es titular, éste
puede actuar al margen de los dispuesto en la Constitución, reformándola
también al margen del procedimiento de reforma que la Constitución prevea o
incluso aunque la Constitución se declare irreformable”.15
“La Constitución es válida -añade el
catedrático español-porque procede de quien tiene el poder de darla, y es
válida incondicionalmente porque ese poder no tiene limitación alguna ya que,
en cuanto poder originario, no está sometido a normas”.16
Ahora bien, el poder Constituyente
primario se puede expresar directamente a través de un plebiscito o de una
Asamblea Nacional Constituyente democrática.
En Colombia el pueblo, en general, se ha
manifestado de tres formas:
a) Directamente a través del plebiscito de 1957 o a
través de comisionados por el pueblo para una Asamblea Constituyente. En 1863 y
1886 la Asamblea fue producto de la decisión de los triunfadores de una guerra
civil. Y en 1991 fue producto del sufragio universal, igual y secreto como
procedimiento democrático. En estos casos, no existen otros límites que los que
el pueblo haya establecido. Estos comisionados disponen de todos los medios
para cumplir un fin.
b) Por representación: el pueblo ejerce indirectamente un
poder a través de los representantes al Congreso. Este órgano legislativo
detenta un poder reglado y limitado, cuya constitucionalidad puede en todo
momento ser evaluada a la luz del orden normativo vigente y el cual se desdobla
en su naturaleza legislativa para pasar a ser temporalmente constituyente
derivado.
Las fuentes de legitimidad son diferentes
en cada caso. Entre la constituyente y el pueblo hay un nexo directo, mientras
que entre el parlamento y el pueblo hay un nexo indirecto, ya que la relación
se encuentra mediatizada por la existencia de una constitución.
En este orden de ideas, la Asamblea
Nacional Constituyente que expidió la nueva Constitución Política de Colombia
fue un poder comisionado del pueblo soberano. Su fuerza jurídica era fáctica,
pues provino de un hecho político-fundacional, mas no jurídico. Ella actuó no
por orden de la Constitución de 1886 y sus reformas, sino por fuera de ella,
contra ella, por disposición directa del pueblo en un período de anormalidad
constitucional.
En este sentido, la comprensión del
proceso colombiano de reforma se encuentra en el concepto de anormalidad
constitucional; y este concepto sólo puede ser definido políticamente, por ser
acto fundacional, pues se refiere a un presupuesto del derecho que todavía no
es jurídico.
Ahora bien, desde el punto de vista de la
filosofía del derecho es preciso anotar que el derecho moderno en general y en
particular el derecho constitucional, ha condicionado siempre la validez de una
norma a la obtención de ciertas formas jurídicas.
La validez de una norma del ordenamiento
jurídico puede ser analizada exclusivamente a partir de sus formalidades
previas. Pero la validez del ordenamiento es un concepto que depende de un
hecho que le precede y convive con él: la eficacia . La norma fundamental
ideada por Kelsen17
no es otra cosa que la eficacia del ordenamiento o la regla de reconocimiento
concebida por Hart.18
Por eso, cuando una constitución es
reemplazada por otra que termina siendo eficaz no tiene sentido - como ocurre
con estas demandas- cuestionar su validez. En este caso las condiciones de lo
verdadero y lo falso, de lo válido y lo inválido, de lo legal y lo ilegal, son
otras. Por lo tanto, carece de razonabilidad todo análisis que suponga una
continuidad lógico-jurídica.
Más allá del debate entre validez y
eficacia, la dogmática jurídica también permite establecer unos análisis
adicionales.
El derecho es un sistema de reglas que
funciona como una dogmática, esto es, no cuestiona la validez de sus primeros
principios. Por esto se dice que el saber jurídico es autosuficiente. Es “autopoético”
en palabras de Ewald.19
Uno de los principios no cuestionados por la dogmática jurídica - y además no
tratados-, es el de la eficacia del poder constituyente, pues aquella es
condición de éste. Por lo tanto ella, la eficacia, no puede ser tratada,
pensada, dogmáticamente.
b. La finalidad
La teoría del poder constituyente es
necesaria mas no suficiente para explicar de manera razonable, democrática y
humanista los cambios políticos-jurídicos.
En la democracia constitucional de la
post-guerra no basta con entender el argumento del hecho político, de la
fuerza, de la revolución, de la ruptura institucional para la comprensión
íntegra del poder constituyente. Es necesario aun que los cambios sean
democráticos y que garanticen la libertad, la justicia, la igualdad y los demás
valores indispensables para legitimarlos.
Puede una democracia establecer o tolerar
las condiciones para su propia muerte? Si y no. Sí, porque el poder
constituyente puede reaparecer con toda su potencialidad en los periodos de
anormalidad constitucional y retomar su facultad- ilimitada y permanente- para
reformar todo el ordenamiento. Y no, porque las nuevas instituciones que se
den en un pueblo deben ser humanistas, democráticas y razonables.
Lo contrario, esto es, aceptar las formas
puras puede conducir, como en el pasado, a la justificación de regímenes
contrarios a la dignidad del hombre.
Para Konrad Hesse, como él mismo señala,
el “problema central de la teoría y de la política constitucional del presente
y del inmediato futuro” es el de “como debe comprenderse y desarrollarse la
Constitución bajo las condiciones del mundo técnico moderno a fin de poder
cumplir su función en la vida de la Comunidad, la de cooperar a posibilitar y
preservar la libertad y, en inmediata conexión con ella, la democracia”.20
En realidad la aceptación de la
consideración de la finalidad como complemento a la explicación causal, del
poder constituyente - que es básica pero insuficiente-, es un paso hacia
adelante en la defensa de la razón de ser de la Constitución Política y una
idea nueva en el constitucionalismo colombiano.
La Constitución de 1991, es un proceso
cuyo origen está inmerso en los últimos cuarenta años de la historia del país.
Su última etapa encuentra como expresión la séptima papeleta y culmina con la
convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
La Constitución tiene como etiología la
expresión del Constituyente primario del 9 de diciembre de 1991, donde todos
los colombianos tuvimos oportunidad de decir sí o no a la convocatoria de una
Asamblea Nacional Constituyente y además de elegir a los setenta Constituyentes
comisionados. La nueva Carta pues, se basa en un amplio consenso pero su
legitimidad se concentra en el cumplimiento de la comisión, esto es, la
búsqueda de la convivencia nacional. La ejecución del mandato para fortalecer
la democracia participativa no fue forma pura. Fue también contenido, el cual
se plasmó en la nueva Constitución Política.
En efecto, el suelo axiológico de la
Constitución se encuentra: en el preámbulo, que contiene la vida, la
convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad
y la paz. En el cuerpo de la Constitución, donde figuran la moral social
(34,88,67,209,182), la riqueza natural (8,58,66,67,88,103,300, No. 2,313, No.9,
267, 339,302,310,215,226, 268, No.7,289,317 80) y el pluralismo expresado en la
diversidad étnica y cultural (arts.7,334,19,10,40,286,287). Es decir el Estado
se construye sobre un orden de valores múltiples a partir del funcionamiento
social dentro de un proceso innovador de integración y unidad. Ello es la
adopción del mensaje de la declaración de los Derechos Humanos de las Naciones
unidas en 1948. Este es el principio Legitimador de la Constitución Política,
que le otorga una determinada cualidad jurídica en la que la validez y la legitimidad
resultan enlazadas.
Los valores constitucionales que integran
e informan el ordenamiento jurídico se condensan en el respeto de la dignidad
humana, en el trabajo y solidaridad de las personas y en la prevalencia del
interés general, dentro de un marco jurídico democrático y participativo que
garantice un orden político, económico y social justo.
La nueva Constitución estableció un
Estado Social de Derecho (artículo 1º.), porque su ordenamiento se articula con
los fines esenciales del Estado. Ello constituye la transformación del Estado
formal de Derecho al Estado material de Derecho.
Los fines esenciales del Estado están
contenidos en el artículo segundo de la Constitución Política, que dice:
“Son fines esenciales del Estado: servir
a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar
la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida
económica, política, administrativa y cultural de la Nación, defender la
independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la
convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo.
Las autoridades de la República están
instituidas para proteger a todas la personas residentes en Colombia, en su
vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, y para asegurar
el cumplimiento de los deberes, sociales del Estado y de los particulares”.
Es entonces la persona - el hombre
individual y socialmente considerado en su existencia histórica, el fundamento
y fin del Estado. Es a partir del ser humano y su dignidad que adquieren
sentido los derechos, garantías y los deberes, la organización y funcionamiento
de la ramas y poderes públicos.
Por ejemplo, para proteger el
cumplimiento del objetivo realizado por el constituyente comisionado -
convivencia pacífica, se introdujeron en la Carta dos mecanismos, uno
permanente y otro transitorio.
El primero condiciona al constituyente
derivado -el Congreso- para la expedición de actos legislativos, si éstos
afectan las materias citadas en el artículo 378, que se consideran el alma de
la Constitución de 1991. Existen pues, normas en la Constitución que tienen más
importancia que otras, por su contenido humanista y participativo, al punto de
que su reforma, aún con el cumplimiento de los procedimientos y formas
establecidos, debe contar con el aval del Constituyente Primario.
El segundo mecanismo prohibe, en el
artículo 59 transitorio de la Carta, atacar en demanda de constitucionalidad la
Constitución Política de 1991.
En consecuencia, la intangibilidad de la
Constitución Política no es un golpe de Estado, no es una brecha en el Estado
de Derecho, ya que si el Constituyente primario es capaz de dar una nueva
constitución aún en contra de la anterior, como en efecto ocurrió a fortiori
puede en todo momento establecer cláusulas que garanticen la estabilidad del
nuevo ordenamiento, máxime cuando éste es democrático y humanista.
En el derecho comparado contemporáneo, la
finalidad de una constitución tiene también carácter intangible. Es el caso de
Alemania donde el numeral 3 del artículo 79 dice: “Es inadmisible toda
modificación de la presente Ley Fundamental que afecte... (los Derechos
Fundamentales).”21
En la Constitución Nacional española el artículo 168 establece así mismo un
procedimiento calificado para reformar los temas que tratan el fundamento del
Estado., y en la Disposición Final Transitoria No. 12 de la Constitución
Italiana se hace lo propio.
En realidad esta explicación finalista de
las reformas introducidas con ocasión de la expedición de la nueva Constitución
se basa, en última instancia, en el hombre y en la historia misma. Como anota
Buckhardt, “la historia no solamente debe hacernos razonables (para otra vez)
sino sensatos (para siempre)”.22
Y en palabras de Sánchez Viamonte, “una Constitución es, por encima de todo, un
cauce por donde circula la vida social hacia la justicia.”23
De conformidad con los argumentos
expuestos,este Despacho no puede acceder a la petición de los Actores y es por
ello que debe rechazar las demandas acumuladas.
No es posible pues, atacar ante
jurisdicción alguna, la Constitución Política de Colombia, ora per se, ora el
acto de su promulgación.
Queda así en firme la Constitución
Política de Colombia de 1991 como expresión de la voluntad política del pueblo
colombiano y su texto actual no es susceptible de ser demandado.
De esta manera se recoge la voluntad del
Constituyente y se sienta un principio de seguridad jurídica indispensable para
el orden normativo de la República.
Por lo expuesto, este Despacho de la
Corte Constitucional de la República de Colombia, en nombre del pueblo y por
mandato de la Constitución,
R E
S U E L V E :
RECHAZAR las demandas acumuladas,
incoadas por los ciudadanos Juan Manuel Silva Nigrinis y José Galat Noumer,
contra la Constitución Política de 1991.
Contra esta providencia procede el
recurso de súplica para ante la Sala Plena de la Corte constitucional.
En firme esta decisión, publíquese,
insértese en la Gaceta Constitucional y archívese el expediente.
NOTIFIQUESE Y CUMPLASE,
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Gaceta Constitucional, N° 69, mayo 7 de 1991,pag. 2
2 Estracto del Auto de octubre 28 de 1955. N.P. Dr. Luis Enrique
Cuervo. Revista mensual Jurisprudencia y Doctrina Tomo XI, N° 120 diciembre de
1981, pag. 96.
3 Gaceta Judicial, tomo LXXXIV N° 5,2188,2189,2190,1957, pag. 444
4 Gaceta Judicial, tomo LVII, N° 2397,1978 pag. 106
5 Gaceta Judicial, tomo LVII, N° 2397, 1978 relativo a las
conclusiones numerales 2 y 8 pags. 121 y 122.
6 Ibidem.
7 Revista Jurisprudencia y Doctrina, tomo XVI, 1987, pag. 807.
8 Revista Jurisprudencia y Doctrina, tomo XIX, 1990, pags. 1004 y
1005.
9 Cfr. Revista Jurisprudencia y Doctrina, tomo XX 1991,pags. 565 a
568.
10 Estracto de la sentencia de 17 de julio de 1959, Sala de lo
Contencioso Administrativo. Anales del Consejo de Estado tomo 61 Bis 1960,
pags. 74 a 80.
11 Revista Jurisprudencia y Doctrina tomo XX 1991, pag. 685.
12 LOWENSTEIN, Karl. Teoría de la Constitución, Ed. Ariel Derecho,
Barcelona 1986, pag 170.
13 SCHMITT, Carl. Teoría de la Constitución. Ed. Nacional. Mexico
1970. Pags 86 y 87.
14 Cfr. SACHICA, Luis Carlos. Esquema para una Teoría del Poder
Constituyente. Monografías Jurídicas N° 4, Ed. Temis Bogotá 1986 pags 69 y 70.
15 De OTTO, Ignacio. Derecho Constitucional, Sistema de fuentes Ed.
Ariel Derecho. Barcelona 1987 pag. 53.
16 Ibidem, pag 55
17 KELSEN, Hans. La Teoría Pura del Derecho. Ed. Losada S.A. Buenos
Aires, 2ª edición 1946
18 HART, herbert L. El Concepto del Derecho. Ed. Abeledo- Perrot.
Buenos Aires, 1997, pags. 125 a 137
19 EWALD, Francais. Le droit. Archives de Philosophie du droit.
Paris, 1984.
20 HESSE, Konrad. Escritos de Derecho Constitucional (Selección).
Centro de Estudios Constitucionales Madrid, 1983 pag. XI
21 Ley Fundamental de la República Federal de Alemania. Traducción
publicada por el departamento de Prensa e Información del Gobierno Federal,
Bonn, 1981 pag 42
22 BUCKHARDT, Jacob. Considerations sur L´historie du monde, 2 Trad.
De S. Stelling- Michaud, 1938. Cita tomada del Libro El Poder Constituyente, de
Carlos Sánchez Viamonte. Ed. Bibliográfica. Argentina. Buenos Aires, 1957, pag.
19
23 SANCHEZ VIAMONTE, Carlos. Hacia un nuevo Derecho Constitucional.
Ed. Claridad. Buenos Aires, 1938, pag 71. |
255 | T-001-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-001/95
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL DEL NIÑO
En la
Constitución ha sido señalado de manera expresa el caso de los niños, cuyo
derecho a la seguridad social es fundamental y susceptible, por tanto, de ser
reclamado, mediante el ejercicio de la acción de tutela, de manera inmediata
aunque no incondicional. El trato especial otorgado por el Ordenamiento a los
menores tiene el alcance de una preeminencia o primacía, que debe su razón de
ser a las condiciones de debilidad e indefensión que los caracteriza, dada la
crucial etapa de formación física y mental por la que atraviesan, y a la
promesa que su sana supervivencia representa para la sociedad del futuro.
DERECHO A LA
SALUD/TRATAMIENTO MEDICO-Interrupción
El entendimiento
de la norma no puede ser (...) el de que la entidad de seguridad social esté
autorizada para interrumpir un tratamiento a quien estaba derivando de él evidentes
progresos (...), con mucha mayor razón si (...) es factible obtener mejoría del
paciente mediante la terapia y los controles regulares, favoreciendo así una
notable disminución de sus deficiencias. No podría aceptarse
constitucionalmente que fuera lícito y permitido a un organismo de seguridad
social del Estado desentenderse absolutamente del tratamiento y los cuidados
que requiere un paciente cuya salud, de manera necesaria, habrá de sufrir
notables detrimentos si aquél se interrumpe; menos si el daño causado por la
interrupción de la asistencia médica, fisioterapéutica u hospitalaria puede
llegar al punto en que la calidad de vida de la persona resulte seriamente
degradada.
PLAN DE SALUD
OBLIGATORIO-Beneficiarios
Al establecer el
Plan de Salud Obligatorio, el artículo 163 de la Ley 100 de 1993 cobijó como
beneficiarios a los hijos menores de 18 años que hagan parte del núcleo
familiar y que dependan económicamente del afiliado, y a los mayores de 18 con
incapacidad permanente, así como a los menores de 25 que sean estudiantes con
dedicación exclusiva y tengan la aludida relación de dependencia. La cobertura
del Plan Obligatorio de Salud cobija a los beneficiarios en cuanto pueda
establecerse que los servicios médicos, asistenciales o quirúrgicos serán aptos
para la recuperación de la salud del paciente.
DERECHO A LA
SALUD/MENOR ENFERMO-Protección/TRATAMIENTO
MEDICO/INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES-Asistencia médica de menor
Las entidades,
públicas o privadas, encargadas de llevar al afiliado y a su familia los
beneficios del Plan Obligatorio de Salud no pueden ya esgrimir el diagnóstico
de que la enfermedad es incurable como razón válida para negar todo tipo de
atención al paciente. No resulta admisible la excusa alegada por el ISS, según
la cual se ha limitado a aplicar el artículo 26 del Decreto 770 de 1975 por
razón de no existir desde el principio un pronóstico favorable de curación,
puesto que la prestación de los servicios médicos y asistenciales que requiere
el menor para subsistir está regida hoy por conceptos diferentes. La negativa
del Seguro es contraria a la preferencia constitucional reservada para los
derechos del niño y contradice las condiciones legales y reglamentarias que,
para casos como el controvertido, vienen a delimitar la prestación de la
seguridad social según el artículo 48 de la Constitución, con lo cual ese
organismo, a partir del momento en que suspendió la atención médica y clínica
que necesita el hijo de la accionante en defensa de su vida, ha venido
evadiendo el carácter obligatorio del servicio público que se le ha confiado.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-46271
Acción de tutela
instaurada por MARIA ANGELA MOSQUERA contra el Instituto de Seguros Sociales
-Seccional Valle-.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del dieciséis (16) de enero
de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisa el fallo
de tutela proferido en el asunto de la referencia por el Juzgado Sexto Penal
Municipal de Cali.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
MARIA ANGELA
MOSQUERA, actuando en representación de su menor hijo, ALEXANDER PINO MOSQUERA,
acudió ante el Juzgado Municipal (Reparto) para ejercer acción de tutela contra
el Instituto de Seguros Sociales -Seccional Valle-.
Según la demanda, el
menor, nacido el 22 de junio de 1983 en las dependencias hospitalarias del
Instituto, padece desde entonces la enfermedad llamada "PARAHEMOFILIA CON
DEFICIENCIA DEL FACTOR 7".
Expresó la
accionante que el Instituto de Seguros Sociales le prestó a su hijo asistencia
médica hasta el 30 de marzo de 1988 y que, de allí en adelante hasta ahora,
dicha asistencia se le ha negado en forma absoluta, argumentando que el niño
sufre de un mal irreversible.
Manifestó también
que la atención requerida por el menor ha tenido que ser asumida por el
Hospital Universitario, ante la negligencia del ISS y agregó que la familia es
de muy escasos recursos económicos, motivo por el cual a los padres les ha sido
imposible, a pesar de su voluntad de hacerlo, sufragar todos los gastos que
demande la recuperación de la salud de su hijo.
La actora solicitó
al Juez el envío del menor a Medicina Legal con el fin de que el neuropediatra
determinara la atención que aquél requiere en cuanto a terapia física,
ocupacional y ortopédica.
II. LA DECISION
JUDICIAL QUE SE REVISA
Mediante Sentencia
del 18 de agosto de 1994, el Juzgado Sexto Penal Municipal de Cali resolvió
declarar improcedente la acción de tutela.
Se refiere el
fallador al artículo 26 del Decreto 770 de 1975, de acuerdo con cuyo tenor
literal "los hijos de los asegurados amparados por el seguro de enfermedad
general tendrán derecho a la necesaria asistencia médica, quirúrgica,
farmacéutica y hospitalaria, así como a los correspondientes servicios
paramédicos y médicos auxiliares de diagnóstico y tratamiento durante el primer
año de vida".
La misma norma,
citada en el fallo, señala que "cuando se diagnostique enfermedad durante
el primer año de edad, el hijo del asegurado tendrá derecho, en cualquier
tiempo, a todas las prestaciones asistenciales necesarias, cuando a juicio del
servicio médico no sea procedente su tratamiento dentro del primer año de vida
y exista desde el principio pronóstico favorable de curación".
Indica el Juzgado
que, conforme al dictamen médico legal, el padecimiento del menor es
"congénito sin pronóstico favorable de curación y el cual requiere de por
vida un tratamiento médico adecuado y continuo".
Estima que el
Instituto de Seguros Sociales brindó la atención requerida por el niño "no
solamente por el año que establecen las normas que lo gobiernan (...) sino que
le hizo prórrogas hasta que el menor cumplió cinco años".
En tales condiciones
-concluye- no resulta prudente tutelar el derecho invocado, "ya que, como
se ha venido reiterando, al tratarse de un padecimiento que no ofrece
pronóstico favorable de curación", el Instituto de Seguros Sociales prestó
sus servicios "extralimitando el tiempo establecido en la norma".
III
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
De acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución Política y
según lo establecido en el Decreto 2591 de 1991, la Corte Constitucional es
tribunal competente para revisar el fallo en referencia.
La seguridad
social para los niños, un derecho fundamental
Pese al carácter
irrenunciable que le atribuye el artículo 48 de la Constitución, el derecho a
la seguridad social no tiene en sí mismo -como regla- el carácter de
fundamental, excepto en los casos de conexidad, directa y claramente
establecida, con derechos de tal naturaleza que puedan ponerse en peligro por
la ineficaz o deficiente prestación de aquélla.
Se trata, como lo ha
sostenido esta Corte (Cfr. Sala Plena. Sentencia C-408 del 15 de septiembre de
1994. M.P.: Dr. Fabio Morón Díaz), de un derecho asistencial o prestacional que
hace parte de los que la Carta Política distingue bajo la denominación de sociales,
económicos y culturales, cuya plena cobertura es para el Estado y para la
sociedad un objetivo a cuyo logro deben entregar los mayores esfuerzos, pero en
modo alguno resulta exigible con la inmediatez y primacía que la Constitución
reconoce a los derechos fundamentales.
Esta Sala expuso el
enunciado criterio así:
"...la
extensión de todos los servicios propios de la seguridad social a la totalidad
de la población es un objetivo o programa del Estado colombiano, no
necesariamente alcanzado por el sólo hecho de haberse promulgado la
Constitución de 1991, lo cual explica que ésta misma haya puesto de presente en
su artículo 48 que "el Estado, con la participación de los particulares, ampliará
progresivamente la cobertura de la seguridad social que comprenderá la
prestación de los servicios en la forma que determine la ley"
(subraya la Corte).
No se olvide que la
seguridad social, integrada por un conjunto de servicios que demandan altos
costos y cuantiosas inversiones, está de suyo limitada por las circunstancias
materiales dentro de las cuales convive el conglomerado que la demanda.
Ello hace que,
mientras se logran los cometidos propuestos, los servicios de la seguridad
social deban prestarse dentro de ciertas condiciones y limitaciones, las cuales
-según el mandato constitucional- deberán irse adecuando a la ampliación de la
cobertura hasta que se alcancen las metas deseadas.
En este orden de
ideas, según el régimen vigente, la responsabilidad estatal en la atención de
la seguridad social viene a concretarse, para casos específicos, en una
determinada entidad con la cual se vincula el protegido en cualquiera de las
formas hoy contempladas en la Ley 100 de 1993 y disposiciones concordantes. Es
a esa entidad a la cual podrá dirigirse la persona para reclamar la eficiente y
plena prestación de sus servicios, desde luego si se cumplen los requisitos
legales y los señalados en los reglamentos internos de la misma
institución". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión.
Sentencia T-330 del 18 de julio de 1994).
El contenido
material de la seguridad social consiste, pues, en un sistema de prestaciones
que se concretan en cabeza del sujeto protegido dentro de condiciones fijadas
por la Constitución y por la ley, dadas ciertas situaciones previstas por la
normatividad y previo el cumplimiento de los requisitos que ésta contemple.
No obstante, en la
Constitución ha sido señalado de manera expresa el caso de los niños, cuyo
derecho a la seguridad social es fundamental y susceptible, por tanto, de ser
reclamado, mediante el ejercicio de la acción de tutela, de manera inmediata
aunque no incondicional.
Ello es así por
cuanto el artículo 44 de la Carta enuncia este derecho entre los que se
reconocen a los niños con carácter prevalente, a la par que el 48 supedita la
prestación del correspondiente servicio público a los términos y forma que
determine la ley.
La Sala Plena de la
Corte, en el aludido fallo, dejó en claro que el trato especial otorgado por el
Ordenamiento a los menores tiene el alcance de una preeminencia o primacía, que
debe su razón de ser, como esta Sala lo ha advertido reiteradamente, a las
condiciones de debilidad e indefensión que los caracteriza, dada la crucial
etapa de formación física y mental por la que atraviesan, y a la promesa que su
sana supervivencia representa para la sociedad del futuro.
Es evidente que las
obligaciones radicadas en las entidades y organismos, públicos y privados, que
tienen a su cargo la seguridad social se intensifican y amplían en la medida en
que estén de por medio la salud y la vida de los niños, por lo cual, tratándose
de ellos, aumentan de modo considerable las posibilidades de su vulneración por
negligencia, descuido o desconocimiento del nivel preferente al que han sido
elevados por la propia Constitución.
Ello se refleja a
nivel internacional en la Convención sobre Derechos del Niño, ratificada por
Colombia y aprobada mediante la Ley 12 de 1991, y en el orden interno en la
clara advertencia del Decreto Ley 1298 de 1994, mediante el cual se expidió el
Estatuto Orgánico del Sistema General de Seguridad Social en Salud, cuyo
artículo 10 establece:
"Artículo 10. Derecho
a la seguridad social para los niños. De conformidad con lo dispuesto en la
Ley 12 de 1991, el Estado reconocerá a todos los niños el derecho a
beneficiarse de la seguridad social, y adoptará las medidas necesarias para
lograr la plena realización de este derecho de conformidad con la legislación
vigente".
La seguridad
social cuando se trata de afecciones que admiten procedimientos encaminados a
la recuperación de la salud.
Tanto el Decreto 770
de 1975, que venía rigiendo y fue invocado en este caso por el Instituto de
Seguros Sociales y por el Juez de instancia, como la normatividad recientemente
expedida en desarrollo de la Ley 100 de 1993, adoptan como criterio aplicable a
la extensión de la asistencia médica y hospitalaria para los menores hijos del
afiliado el de las posibilidades de restablecimiento de la salud, aunque bajo
los conceptos, diversos entre sí, de curación y recuperación de
las enfermedades que padezcan.
El artículo 26 del
estatuto primeramente mencionado estipulaba con toda claridad que,
diagnosticada una dolencia durante el primer año de edad, el hijo del asegurado
tendría derecho, en cualquier tiempo, a todas las prestaciones asistenciales
necesarias, cuando a juicio del servicio médico existiera desde el principio
"pronóstico favorable de curación".
Respecto de la
condición aludida, la Corte estima importante relievar el genuino alcance del
término "curación", que no necesariamente implica erradicación total de
los padecimientos sino que involucra las posibilidades de mejoría para el
paciente, así como los cuidados indispensables para impedir que su salud se
deteriore o disminuya de manera ostensible, afectando su calidad de vida.
En Sentencia T-068
del 22 de febrero de 1994, la Sala expuso:
"El
entendimiento de la norma no puede ser (...) el de que la entidad de seguridad
social esté autorizada para interrumpir un tratamiento a quien estaba derivando
de él evidentes progresos (...), con mucha mayor razón si (...) es factible
obtener mejoría del paciente mediante la terapia y los controles regulares,
favoreciendo así una notable disminución de sus deficiencias. No podría
aceptarse constitucionalmente que fuera lícito y permitido a un organismo de
seguridad social del Estado desentenderse absolutamente del tratamiento y los
cuidados que requiere un paciente cuya salud, de manera necesaria, habrá de
sufrir notables detrimentos si aquél se interrumpe; menos si el daño causado
por la interrupción de la asistencia médica, fisioterapéutica u hospitalaria
puede llegar al punto en que la calidad de vida de la persona resulte
seriamente degradada".
En esa misma
providencia se destacó que la curación implica el conjunto de
procedimientos para tratar una enfermedad o afección.
Al establecer el
Plan de Salud Obligatorio, el artículo 163 de la Ley 100 de 1993 cobijó como
beneficiarios a los hijos menores de 18 años que hagan parte del núcleo
familiar y que dependan económicamente del afiliado, y a los mayores de 18 con
incapacidad permanente, así como a los menores de 25 que sean estudiantes con
dedicación exclusiva y tengan la aludida relación de dependencia.
Este principio está
ratificado en el Decreto Ley 1298 de 1994, artículo 51.
La nueva
reglamentación, que desarrolla la normatividad legal sobre el Plan Obligatorio
de Salud, ha evolucionado en lo concerniente al mencionado motivo de exclusión
de los servicios para la familia del afiliado y, en vez de exigir que se
diagnostiquen posibilidades de curación, señala como motivo de exclusión
del Plan el hecho de que se sufra de una enfermedad para la cual "no
existan posibilidades de recuperación", concepto éste que resulta
mucho más amplio que el anterior, ya que incorpora las modalidades de atención
aplicables a quien, sin alcanzar la eliminación definitiva de sus males, puede
obtener, mediante procedimientos médicos o quirúrgicos, los niveles de salud
que, por crisis, ataques o progresivo deterioro, había perdido. Se trata,
entonces, de recobrar o restablecer la salud del paciente, tal
como lo entienden los diccionarios médicos especializados (Cfr. Diccionario
Ilustrado de Medicina, Dorland. Madrid: Ed. Mc.Graw Hill, 1988 y Diccionario
Médico Roshe. Barcelona: Ed. Doyma, 1993).
En efecto, el
Decreto Reglamentario 1938 de 1994, señala en su artículo 15, literal m), entre
las exclusiones de la atención que se ofrecen en virtud del Plan Obligatorio de
Salud, las siguientes:
"Actividades,
procedimientos e intervenciones de tipo curativo para las enfermedades
crónicas, degenerativas, carcinomatosis, traumáticas o de cualquier índole en
su fase terminal, o cuando para ellas no existan posibilidades de
recuperación". (Subraya la Corte).
Aplicará la Corte el
precepto, fundada en la presunción de legalidad que lo favorece, sin entrar a
definir la validez de las exclusiones introducidas al régimen legal por decreto
reglamentario, lo cual no es de su competencia.
De su contenido
puede deducirse que la cobertura del Plan Obligatorio de Salud cobija a los
beneficiarios en cuanto pueda establecerse que los servicios médicos,
asistenciales o quirúrgicos serán aptos para la recuperación de la salud del
paciente, en los términos descritos.
Pero, además, la
misma disposición autoriza que se brinde "soporte psicológico, terapia
paliativa para el dolor, la disfuncionabilidad y la incomodidad o terapia de
mantenimiento".
Lo dicho significa
que las entidades, públicas o privadas, encargadas de llevar al afiliado y a su
familia los beneficios del Plan Obligatorio de Salud no pueden ya esgrimir el
diagnóstico de que la enfermedad es incurable como razón válida para negar todo
tipo de atención al paciente.
El caso concreto
Ha sido probado que
el niño ALEXANDER PINO MOSQUERA, quien está cubierto por el servicio del Seguro
Social, como miembro de familia de un afiliado, sufre desde su nacimiento de la
enfermedad denominada "parahemofilia con deficiencia del factor 7",
que se ha diagnosticado como incurable pero que, dadas sus características,
admite y exige adecuado tratamiento médico para el sostenimiento de la vida del
menor.
En efecto, según el
dictamen rendido por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses, el mal que lo afecta representa "alteración en la forma de
coagulación de la sangre, que consiste en un defecto en el Factor VII (los
factores van del I-XII), el cual depende de los niveles de vitamina K para su
actividad y funcionamiento".
"La alteración
de este Factor VII -agrega el experticio- produce aumento considerable en el
tiempo de coagulación y hace que lesiones mínimas (raspaduras, pequeños golpes)
se conviertan en un peligro grande para la vida por cuanto la hemorragia
es excesiva y su manejo debe hacerse con vitamina K y plasma fresco en forma
inmediata". (Subraya la Corte).
El concepto clínico
resalta que la alteración es congénita y que se manifiesta también por
sangrados nasales y tracto gastrointestinal, lo cual agrava las posibilidades
de hemorragias y exige controles más estrictos, a fin de preservar la vida del
menor.
Según Medicina
Legal, "ante una alteración tan importante como es la de la forma y
calidad de coagulación sanguínea, comprometiendo la vida del que la padece, su
atención debe ser acuciosa en los episodios hemorrágicos y regularmente durante
toda la existencia de quien aqueja este mal".
De la prueba
practicada, cuyos términos hacen explícita la gravedad del caso, concluye la
Corte que no sólamente se halla en juego la salud del niño sino que una
deficiente atención médica y, peor aún, la falta de ella, ponen en grave
peligro su vida.
Están comprometidos,
entonces, los derechos fundamentales de ALEXANDER PINO en forma evidente.
Por otro lado, no
resulta admisible la excusa alegada por el Instituto de Seguros Sociales, según
la cual se ha limitado a aplicar el artículo 26 del Decreto 770 de 1975 por
razón de no existir desde el principio un pronóstico favorable de curación,
puesto que la prestación de los servicios médicos y asistenciales que requiere
el menor para subsistir está regida hoy por conceptos diferentes. Los ya
resaltados términos del Decreto 1938 de 1994 justifican la asistencia médica en
los supuestos que su artículo 15, literal m), contempla expresamente cuando
alude a las posibilidades de recuperación -evidente en este caso, por
cuanto, aplicada la vitamina K, el plasma fresco y los procedimientos
antihemorrágicos de manera oportuna, se restablece la salud del paciente- y a
la "terapia paliativa para el dolor, la disfuncionabilidad y la
incomodidad o terapia de mantenimiento".
La negativa del
Seguro es contraria a la preferencia constitucional reservada para los derechos
del niño y contradice las condiciones legales y reglamentarias que, para casos
como el controvertido, vienen a delimitar la prestación de la seguridad social
según el artículo 48 de la Constitución, con lo cual ese organismo, a partir
del momento en que suspendió la atención médica y clínica que necesita el hijo
de la accionante en defensa de su vida, ha venido evadiendo el carácter
obligatorio del servicio público que se le ha confiado.
Se revocará la
Sentencia revisada y, en su lugar, se concederá la tutela, impartiendo al
Seguro Social la orden de reanudar inmediatamente la prestación de los
servicios médicos, asistenciales y hospitalarios que, en la medida de sus
necesidades y según la afección que padece, corresponden al menor PINO
MOSQUERA.
DECISION
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.-. REVOCAR la sentencia proferida por
el Juzgado Sexto Penal Municipal de Cali el dieciocho (18) de agosto de mil
novecientos noventa y cuatro (1994).
Segundo.- CONCEDER la tutela solicitada por
MARIA ANGELA MOSQUERA a nombre de su hijo ALEXANDER PINO MOSQUERA.
En consecuencia,
ordénase al Instituto de Seguros Sociales -Seccional Valle- que en un término
no superior a las cuarenta y ocho (48) horas contadas a partir del presente
fallo, reanude el tratamiento, los controles periódicos y la integridad de las
prestaciones médicas, asistenciales y hospitalarias que requiere ALEXANDER PINO
MOSQUERA.
Tercero.- Líbrese la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
256 | T-002-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-002/95
DERECHO A LA
SALUD/DERECHO A LA SEGURIDAD SOCIAL/ACCION DE TUTELA-Improcedencia
En lo atinente a
la salud, no toda dolencia implica daño o amenaza para la vida y, aunque puede
y debe ser controlada, no necesariamente es la acción de tutela el
procedimiento que debe seguirse para obtener que una entidad de seguridad
social asuma las correspondientes obligaciones. La sola circunstancia de no
hallarse cobijada una persona por la seguridad social no representa por sí
misma un caso de violación de derechos fundamentales y, por tanto, tampoco es
susceptible de ser contrarrestada mediante la acción de tutela.
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL/PENSION DE INVALIDEZ-No reconocimiento/MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL
Cuando quien
presta los servicios de la seguridad social es un organismo o entidad del
Estado, sus respuestas a quien los demanda son actos administrativos contra los
cuales proceden las acciones pertinentes, luego normalmente existe una vía
alternativa para buscar la protección judicial. Si el actor considera que tiene
derecho a una pensión por invalidez, pese a que el ISS estima que no ha
cotizado durante el tiempo que la ley determina, tiene a su disposición los
medios judiciales ordinarios.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-49771
Acción de tutela
instaurada por MANUEL JOSE NARANJO ZULUAGA contra el INSTITUTO DE SEGUROS
SOCIALES -Seccional Antioquia-.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del dieciséis (16) de enero
de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisa el fallo
de tutela proferido en el asunto de la referencia por el Juzgado 41 Penal
Municipal de Medellín.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
MANUEL JOSE NARANJO
ZULUAGA ejerció acción de tutela contra el Instituto de Seguros Sociales,
Seccional Antioquia, alegando que desde febrero de 1994 fue declarado inválido
para trabajar, según resolución expedida por Medicina Laboral de dicho
organismo.
Expuso que, a partir
de entonces, adelantó gestiones para el reconocimiento de su pensión por
invalidez pero que, entre tanto, el ISS se viene negando a prestarle el
servicio médico.
Afirmó que, al
formular los pertinentes reclamos, se le responde que “no lo atienden hasta que
no llegue la pensión”.
Manifestó acudir a
la acción de tutela en razón de sus escasos recursos y de los problemas de
salud que lo aquejan, especialmente los consistentes en asfixia, que le impiden
trabajar.
II. DECISION
JUDICIAL
Mediante la
providencia objeto de examen, el Juez 41 Penal Municipal de Medellín resolvió
negar la tutela impetrada.
Con base en las
pruebas practicadas, el fallador de instancia concluyó:
- El accionante
padece enfermedad pulmonar de tipo crónico, tal como se determinó el 17 de
octubre de 1985 y el 7 de febrero de 1994, versión que desvirtúa su aserto en
el sentido de haber adquirido el mal cuando se hallaba laborando en octubre de
1993.
- No es cierto que
el accionante haya cotizado 100 semanas cuando laboró en “Proleche”, ya que ni
siquiera fue afiliado al Seguro Social.
- La actividad de
albañilería desarrollada por el accionante ha sido discontínua. En los últimos
8 años apenas ha cotizado 68 semanas.
- Estuvo
hospitalizado entre el 20 de noviembre de 1993 y el 7 de diciembre del mismo
año. En octubre sólo efectuó consultas médicas.
- La invalidez se
estructuró el 28 de diciembre de 1993, fecha en la cual aparece concepto médico
definitivo de neumología ocupacional.
- Cotizó en la
última empresa, denominada “José Uriel Usuga Manco”, hasta diciembre de 1993,
fecha en la cual le fue determinada la invalidez.
Para el Juez, el
hecho de que no se haya concedido al reclamante la pensión de invalidez por
padecer enfermedad no profesional se debió a que no reunía el número de semanas
exigido por el Decreto 758 de 1990, artículo 6º, numeral b).
En principio -expresó-
estarían quebrantándose normas laborales sustantivas que contemplan auxilio por
enfermedad no profesional e invalidez, así como disposiciones aplicables a los
trabajadores de la construcción y también las relativas a la asistencia médica.
Pero -afirmó- para
ventilar estas cuestiones existe otra vía de defensa, cual es la de acudir ante
la jurisdicción laboral, instituída para decidir los conflictos jurídicos que
se originan directa o indirectamente en el contrato de trabajo.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es
competente para revisar el fallo mencionado, de acuerdo con lo previsto en los
artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución Política y según las reglas
del Decreto 2591 de 1991.
Presupuestos
esenciales para que proceda la tutela en defensa de la salud y la seguridad
social.
Dispone el artículo
35 del Decreto 2591 de 1991 que, cuando la Corte Constitucional confirme las
providencias objeto de su revisión, justificará brevemente su fallo.
En esta oportunidad,
aunque, para respaldar su determinación, el Juez de instancia cita
equivocadamente una sentencia de la Corte Suprema de Justicia afirmando que fue
proferida por esta Corte, lo cierto es que los fundamentos jurídicos de
aquélla, para negar la tutela, encuentran sustento en la filosofía y en el
sentido de la institución y responden fielmente a la ya reiterada
jurisprudencia constitucional.
Insiste la Corte, en
primer término, en que la acción de tutela tiene por objeto la protección
inmediata de los derechos fundamentales sometidos a violación o amenaza, por lo
cual desaparecen todas las posibilidades de prosperidad cuando los hechos
planteados por quien demanda protección judicial aluden a situaciones que no
comprometen ninguno de tales de derechos ni los ponen en peligro.
Los derechos a la
salud y a la seguridad social pueden tener el carácter de fundamentales, pero
para que así sea es indispensable que, en el caso concreto, se hallen en
conexidad con derechos de tal naturaleza.
En lo atinente a la
salud, no toda dolencia implica daño o amenaza para la vida y, aunque puede y
debe ser controlada, no necesariamente es la acción de tutela el procedimiento
que debe seguirse para obtener que una entidad de seguridad social asuma las
correspondientes obligaciones.
Y es que, en el caso
de la seguridad social, se repite que conforma todo un sistema de prestaciones
de muy diversa índole al que cada usuario tiene acceso en la medida en que se
cumplan las condiciones y requisitos señalados en la ley.
Dijo así la Corte en
Sentencia T-001 de la fecha:
“El contenido
material de la seguridad social consiste, pues, en un sistema de prestaciones
que se concretan en cabeza del sujeto protegido dentro de condiciones fijadas
por la Constitución y por la ley, dadas ciertas situaciones previstas por la
normatividad y previo el cumplimiento de los requisitos que ésta contemple”.
(Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-001 del 16
de enero de 1995).
De lo dicho se
desprende que la sóla circunstancia de no hallarse cobijada una persona por la
seguridad social no representa por sí misma un caso de violación de derechos
fundamentales y, por tanto, tampoco es susceptible de ser contrarrestada
mediante la acción de tutela.
El debate que pueda
entablarse con el organismo de seguridad social acerca de si se cumplen o no
los presupuestos de ley para tener derecho a determinadas prestaciones no
tiene, en principio, rango constitucional, puesto que se trata de aplicar
criterios y definiciones legales. Tan sólo eventualmente cabe la intervención
de la jurisdicción constitucional y ello ocurre siempre sobre el doble supuesto
de que estén de por medio derechos fundamentales y de que el interesado no
tiene a su alcance, para defenderlos, otro medio judicial o afronta la
posibilidad, grave e inminente, de un perjuicio irremediable.
Por otra parte,
cuando quien presta los servicios de la seguridad social es un organismo o
entidad del Estado, sus respuestas a quien los demanda son actos
administrativos contra los cuales proceden las acciones pertinentes, luego
normalmente existe una vía alternativa para buscar la protección judicial.
Caso concreto
Con arreglo a los
enunciados principios, se concluye que la solución de la controversia traída
ante los jueces por MANUEL JOSE NARANJO ZULUAGA no corresponde a la
jurisdicción constitucional.
Si el actor
considera que tiene derecho a una pensión por invalidez, pese a que el
Instituto de Seguros Sociales estima que no ha cotizado durante el tiempo que
la ley determina, tiene a su disposición los medios judiciales ordinarios.
Existe un acto
administrativo -la Resolución 009882 del 7 de septiembre de 1994-, mediante el
cual el Instituto se negó a conceder la pensión y la indemnización sustitutiva
de la misma. Contra él ya ha debido proceder el interesado ante la jurisdicción
de lo Contencioso Administrativo, dentro del término de caducidad de la acción.
Si así lo hizo, debe esperar los resultados del proceso. Si dejó pasar la
oportunidad legal para actuar en su propia defensa, no es la acción de tutela
el instrumento llamado a suplir los mecanismos que el ordenamiento jurídico le
brindaba para obtener justicia.
De las pruebas
allegadas resulta que, en efecto, el accionante sufre de una enfermedad de tipo
crónico y que, como toda persona, tiene derecho a buscar los cuidados y la
asistencia médica necesarios para su restablecimiento, pero tal circunstancia
no implica que, sin cumplir los requisitos legales, el Instituto de Seguros
Sociales esté obligado a asumir la prestación de los pertinentes servicios, ya
que su actividad está regida y limitada por la normatividad vigente.
Así las cosas, no
encuentra la Corte que el Instituto haya violado o esté amenazando los derechos
fundamentales del peticionario.
Se confirmará el
fallo de instancia.
DECISION
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR el fallo proferido el 26 de
septiembre de 1994 por el Juzgado 41 Penal Municipal de Medellín, mediante el
cual se resolvió acerca de la acción de tutela instaurada por MANUEL JOSE
NARANJO ZULUAGA contra el INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES -Seccional Antioquia-.
Segundo.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
257 | T-003-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-003/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/INTERES GENERAL-Vulneración/ACCION DE TUTELA/ACCION DE TUTELA
CONTRA EL RUIDO
La acción de
tutela contra el particular que afecta grave y directamente el interés
colectivo es consagrada sobre el supuesto de que la persona -natural o
jurídica- a la cual se sindica de vulnerar los derechos fundamentales haya
desbordado los límites del comportamiento normal de los particulares, llevando
a cabo actos positivos o asumiendo actitudes negativas que repercuten de manera
protuberante, grave y directa en el ámbito público, con menoscabo, lesión o
amenaza de los intereses comunes. Es claro para la Corte que la congregación
religiosa demandada no se ha limitado a ejercer el culto en un ámbito privado
dentro del cual se desenvuelvan las ceremonias para la exclusiva audiencia de
sus integrantes, sino que, por el contrario, mediante el uso de altoparlantes y
equipos de sonido, invade espacios ajenos, penetra en las residencias aledañas,
se hace sentir ruidosamente en horarios nocturnos y en días de descanso,
forzando la participación de los vecinos en su devoción. Por lo tanto, el
interés colectivo sí está comprometido, de manera grave en lo que atañe a los
señalados derechos, por lo cual es procedente la acción de tutela para demandar
su protección.
LIBERTAD DE
CULTOS-Límitaciones/DERECHO
A LA TRANQUILIDAD-Vulneración
Si toda persona
tiene derecho a profesar libremente sus creencias -en cuyo contenido no pueden
penetrar el Estado ni los particulares para condicionarlas, perseguirlas o
acallarlas, ni tampoco para imponer determinados patrones o modelos-, es
natural que puedan llevar a efecto, de manera privada y pública, sus cultos y
difundir los principios de la fe profesada, en forma individual o colectiva. No
es el abuso sino el uso razonable de los derechos lo que permite, en el seno de
una sociedad civilizada, la pacífica convivencia y la realización del orden
justo que el ordenamiento jurídico debe propiciar. Empero, estas libertades no
son absolutas. Encuentran sus límites en el imperio del orden jurídico, en el
interés público y en los derechos de los demás. Su ejercicio abusivo, como el
de cualquier otro derecho, está expresamente proscrito. Una correcta
interpretación constitucional no puede llevar a convertir la libertad de cultos
en motivo para cercenar los demás derechos fundamentales. Su uso debe ser
razonable y adecuado a los fines que persigue.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-49811
Acción de tutela
instaurada por JOSE ELJACH GALVIS contra el CENTRO CRISTIANO NUEVA JERUSALEN.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del dieciséis (16) de enero
de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisa el fallo
proferido por la Sala Civil de Decisión del Tribunal de Distrito Judicial de
Cartagena, al resolver sobre la acción de tutela en referencia
I. INFORMACION PRELIMINAR
Por conducto de
apoderado, JOSE ELJACH GALVIS ejerció acción de tutela contra YONNY COPETE
GARZON, quien representa al CENTRO CRISTIANO NUEVA JERUSALEN.
Manifestó el
peticionario que, desde hace algún tiempo, se empezaron a realizar reuniones de
carácter religioso en el barrio en que reside.
Se trataba
inicialmente -dijo- de reuniones familiares que se llevaban a cabo en la
residencia de COPETE GARZON y, mientras se desarrollaron “en forma decente” no
causaron agravio a los vecinos.
Con el transcurso
del tiempo -explicó- el número de asistentes fue en aumento y la residencia
mencionada no alcanzaba a albergar a quienes concurrían, de manera que se
transformó en una Iglesia Evangélica destinada a la celebración de actos
religiosos.
Dijo que, ya en
funcionamiento el templo, quienes lo administraban hicieron colocar unos
aparatos electrónicos de amplificación de sonido en varias cajas que contienen
parlantes de 18 pulgadas, con el fin de amplificar las ceremonias.
Expuso el accionante
que el uso de tales elementos se constituye en un ruido estridente que no le
permite descansar en su residencia.
Las congregaciones
religiosas que allí se reúnen ejercen el culto todos los días desde las 7 hasta
las 9 de la noche. Los sábados y domingos los celebran durante todo el día y,
más aún, los días en que tienen vigilia, amanecen formando algarabía, lo que
hace imposible a los vecinos conciliar el sueño.
Según el
peticionario, debe madrugar todos los días para cumplir con su trabajo y sus hijos,
quienes deben estudiar en horas de la noche, no pueden concentrarse por razón
del estruendo al que se hallan sometidos.
La Inspección de
Policía del lugar, según la demanda, no ha aportado ninguna solución al
problema.
II. DECISION
JUDICIAL
La Sala Civil de
Decisión del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena, mediante
Sentencia del 16 de septiembre de 1994, resolvió denegar la tutela incoada por
considerar que la acción no procedía contra la entidad particular demandada en
cuanto ésta no presta un servicio público, no afecta grave ni directamente el
interés colectivo, no fue probado el Estado de indefensión del petente, ni se
da subordinación ni dependencia de ninguna clase.
Por otra parte,
consideró el Tribunal que el accionante no relacionaba en su demanda ningún
derecho fundamental violado y que apenas se refería al goce de un ambiente
sano, reclamable mediante acción popular.
En cuanto a la
tranquilidad y la paz doméstica, a juicio del Tribunal, pueden defenderse ante
las autoridades de policía.
En síntesis, estimó
que la acción no estaba llamada a prosperar por cuanto no encuadraba en las
situaciones definidas por el artículo 86 de la Constitución ni en los eventos
previstos por el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991 cuando se intenta contra
particulares.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Según lo dispuesto
en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución Política, esta Corte
es competente para revisar el aludido fallo.
Dentro de la Corte,
correspondió el reparto a esta Sala, aplicadas como fueron las normas del
Decreto 2591 de 1991.
La conducta
del particular que afecta grave y directamente el interés colectivo
En el fallo revisado
se sostiene que no cabía la acción de tutela incoada, por cuanto, tratándose de
un particular, no se configuraba ninguna de las situaciones contempladas en el
artículo 86 de la Carta para hacerla procedente.
La Corte
Constitucional ya ha tenido ocasión de referirse al tema y considera que las
razones por ella expuestas en casos anteriores son igualmente válidas para
resolver en el presente.
En el Fallo T-422
del 27 de septiembre de 1994, la Sala resaltó las razones constitucionales que
hacen procedente la acción de tutela contra el particular que afecta grave y
directamente el interés colectivo:
“Esta posibilidad
es consagrada sobre el supuesto de que la persona -natural o jurídica- a la
cual se sindica de vulnerar los derechos fundamentales haya desbordado los
límites del comportamiento normal de los particulares, llevando a cabo actos
positivos o asumiendo actitudes negativas que repercuten de manera
protuberante, grave y directa en el ámbito público, con menoscabo, lesión o
amenaza de los intereses comunes.
Esto hace que, pese
a no tratarse de una autoridad ni tener a su cargo la prestación de un servicio
público, el particular respectivo se coloque en capacidad efectiva de vulnerar,
con su conducta, derechos fundamentales de personas en concreto, convirtiéndose
en sujeto o ente peligroso para los mismos, lo que hace necesaria la viabilidad
de la intervención judicial oportuna con miras a su defensa”. (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Fallo No. T-422 del 27 de septiembre
de 1994).
Pues bien, es claro
para la Corte que la congregación religiosa demandada no se ha limitado a
ejercer el culto en un ámbito privado dentro del cual se desenvuelvan las
ceremonias para la exclusiva audiencia de sus integrantes, sino que, por el
contrario, mediante el uso de altoparlantes y equipos de sonido, invade
espacios ajenos, penetra en las residencias aledañas, se hace sentir
ruidosamente en horarios nocturnos y en días de descanso, forzando la
participación de los vecinos en su devoción.
No cabe duda,
entonces, de la permanente incidencia que tiene la actividad religiosa
desplegada en las vidas de los demás asociados, no vinculados con su credo pero
cautivos del culto, con notoria merma de la libertad de conciencia, además del
perjuicio a la tranquilidad, la paz, la intimidad, el trabajo, el estudio y el
descanso, derechos todos estos cuyo autónomo ejercicio se les debería permitir
si se quieren acatar los preceptos de la Carta Política.
El interés colectivo
sí está comprometido, de manera grave en lo que atañe a los señalados derechos,
por lo cual es procedente la acción de tutela para demandar su protección.
Los límites al
ejercicio de la libertad de cultos
Para esta Corte, el
derecho a escoger libremente las opciones espirituales que sean del agrado de
las personas se deriva directamente de la libertad de conciencia y es
fundamental e inalienable, en los términos del artículo 18 de la Constitución.
A él está ligada la
libertad de cultos -plasmada en el artículo 19 de la Carta-, que implica la práctica
libre de los actos externos en los cuales se refleja el credo religioso. Si
toda persona tiene derecho a profesar libremente sus creencias -en cuyo
contenido no pueden penetrar el Estado ni los particulares para condicionarlas,
perseguirlas o acallarlas, ni tampoco para imponer determinados patrones o
modelos-, es natural que puedan llevar a efecto, de manera privada y pública,
sus cultos y difundir los principios de la fe profesada, en forma individual o
colectiva.
El ejercicio de
estos derechos no significa, sinembargo, la autorización constitucional para
que, so pretexto de ellos, se afecten otros, también fundamentales, de los
demás.
No es el abuso sino
el uso razonable de los derechos lo que permite, en el seno de una sociedad
civilizada, la pacífica convivencia y la realización del orden justo que el
ordenamiento jurídico debe propiciar.
A propósito del caso
en estudio, esta Sala de la Corte estima indispensable reiterar su
jurisprudencia sobre el tema, insistiendo en el sano equilibrio de los derechos
fundamentales como garantía para la verdadera vigencia de la Constitución
Política.
Dijo así la
Sentencia T-465 del 26 de octubre de 1994:
“El artículo 18 de
la Constitución garantiza la libertad de conciencia. Ni el Estado ni los
particulares pueden impedir que se profesen determinadas creencias, ni
ocasionar molestias al individuo por causa de sus convicciones.
En concordancia con
esa garantía, la Constitución asegura a las personas su libertad de practicar,
individual o colectivamente, los cultos, devociones y ceremonias propios de su
credo religioso y la difusión de los criterios y principios que conforman la
doctrina espiritual a la que él se acoge (artículo 19 C.N.).
Empero, estas
libertades no son absolutas. Encuentran sus límites en el imperio del orden
jurídico, en el interés público y en los derechos de los demás. Su ejercicio
abusivo, como el de cualquier otro derecho, está expresamente proscrito por el
artículo 95, numeral 1, de la Constitución.
Una correcta
interpretación constitucional no puede llevar a convertir la libertad de cultos
en motivo para cercenar los demás derechos fundamentales. Su uso debe ser
razonable y adecuado a los fines que persigue. Los desbordamientos quedan
sujetos a la acción de las autoridades, que, según el perentorio mandato del
artículo 2º de la Constitución, han sido instituidas, entre otras cosas, para
proteger a todas las personas residentes en Colombia en sus creencias, pero
también para asegurar los derechos y libertades de los demás y para garantizar
el cumplimiento de los deberes sociales de los particulares”. (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-465 del 26 de octubre de
1994).
Las consideraciones
precedentes, habida cuenta de lo probado, son suficientes para que la Corte,
confirmando su jurisprudencia, revoque el fallo de instancia y conceda la
tuela, no para impedir las ceremonias o los ritos de una congregación religiosa
-que son inherentes a la libertad constitucionalmente garantizada- sino para
preservar los derechos de la accionante, impartiendo al CENTRO CRISTIANO NUEVA
JERUSALEN las órdenes tendientes a un razonable y mesurado uso de los sistemas
amplificadores de sonido.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCAR el fallo proferido el 16 de
septiembre de 1994 por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena
-Sala Civil de Decisión-, mediante el cual se resolvió negar el amparo
solicitado por JOSE ELJACH GALVIS.
Segundo.- CONCEDER la tutela impetrada y, en
consecuencia, ORDENAR a la Iglesia “CENTRO CRISTIANO NUEVA JERUSALEN”,
representada por YONNY COPETE GARZON, domiciliado en el barrio la Consolata,
manzana H, lote 20, del Distrito de Cartagena, que en el ejercicio de su culto
se abstenga de ocasionar injerencias por ruido que vulneren los derechos
fundamentales del accionante. Para el efecto, utilizará los altoparlantes y
demás medios técnicos de amplificación del sonido únicamente en la medida
necesaria para la práctica del culto y, cuando sea indispensable acudir a
ellos, los operará a niveles bajos de volúmen.
Tercero.- REMITASE al Alcalde Municipal del
Distrito de Cartagena, copia de la presente providencia, para que adelante las
actividades de policía administrativa conducentes a controlar las emisiones de
ruido, relacionadas con el ejercicio de la libertad de cultos por parte de la
iglesia “CENTRO CRISTIANO NUEVA JERUSALEN”
Cuarto.- Se confía al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Cartagena -Sala Civil de Decisión-, la responsabilidad de
vigilar el estricto cumplimiento de esta providencia.
Quinto.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
258 | T-004-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-004/95
DERECHO AL
AMBIENTE SANO-Caño de
aguas negras/NEGLIGENCIA ADMINISTRATIVA/DERECHO A LA VIDA
En el presente
caso, acreditada como ha sido la contaminación ambiental que afecta de manera
directa la zona en que residen el accionante y su familia, que resulta
atribuíble a la negligencia de la administración municipal, e igualmente
probado que, por la presencia del caño destapado y dada la concentración de desperdicios,
desechos, basura, aguas servidas, insectos y malos olores, se encuentran
amenazados los derechos a la vida y a la integridad personal de los vecinos del
sector, entre ellos el peticionario, se debe conceder la tutela impetrada.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Núcleo esencial
El acceso a la
administración de justicia es un derecho fundamental cuyo alcance no puede
concebirse dentro de los estrechos moldes de una posibilidad formal de llegar
ante los jueces, o en la simple existencia de una estructura judicial lista a
atender las demandas de los asociados. Su núcleo esencial reside en la
certidumbre de que, ante los estrados judiciales, serán surtidos los procesos a
la luz del orden jurídico aplicable, con la objetividad y la suficiencia
probatoria que aseguren un real y ponderado conocimiento del fallador acerca de
los hechos materia de su decisión.
PRUEBAS EN TUTELA
El juez u
organismo judicial ante el cual se invoca un derecho primario, como los que
busca proteger el artículo 86 de la Carta, debe entrar en el fondo del asunto
para examinar, con criterio de justicia material, las circunstancias en medio
de las cuales se ha producido el acto o la omisión que puedan estar causando la
perturbación o el riesgo del derecho fundamental; para definir si el daño o la
amenaza existen; para establecer sobre quién recae la responsabilidad del
agravio y para impartir, con carácter obligatorio e inmediato, las órdenes
encaminadas a restaurar la vigencia real de las garantías constitucionales.
ADMINISTRACION
PUBLICA-Ineficiencia/OMISION
DE AUTORIDAD PUBLICA/NEGLIGENCIA ADMINISTRATIVA/DERECHO AL AMBIENTE SANO-Construcción
de canal
El mandato
constitucional contenido en el artículo 209 de la Carta impone a las
autoridades la obligación de atender -no con promesas ni estudios a largo
plazo, sino en forma pronta y eficaz- las necesidades de los administrados, más
aún cuando éstos se encuentran en circunstancias materiales de indefensión. Es
evidente que, en este caso, han sido la indolencia y la morosidad de la
administración municipal factores de principal incidencia en la gravedad a que
ha llegado la perturbación ambiental denunciada por el peticionario. Al Alcalde
correspondía dirigir la acción administrativa del municipio, asegurar el incumplimiento
de las funciones y la prestación de los servicios a su cargo. Nada de ello se
ha hecho en esta oportunidad ya que, según lo probado, por falta de la obra de
construcción y canalización del colector de aguas lluvias, obra para la cual
existen recursos disponibles desde 1993, se ha desarrollado un núcleo
infeccioso, se han formado charcos que producen malos olores, se han
reproducido diversos tipos de insectos y se encuentran represadas las aguas
servidas que provienen del sector, con el consiguiente daño a la salud de los
habitantes.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-50096
Acción de tutela
instaurada por MANUEL AMARIS LUQUETA contra el Alcalde Municipal de
Barrancabermeja.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del dieciséis (16) de enero
de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Corte
Constitucional, por intermedio de su Sala Quinta de Revisión, procede a
efectuar el examen del fallo proferido en el asunto de la referencia por el
Juzgado Séptimo Penal Municipal de Barrancabermeja.
I. INFORMACION PRELIMINAR
El accionante reside
en el barrio “Santa Ana”, del municipio de Barrancabermeja -Santander-.
Adyacente a su casa de habitación se encuentra un caño de aguas servidas, al
cual desembocan los deshechos producidos por los vecinos del sector,
específicamente aquéllos que habitan en los barrios “Ferrocarriles”, “Malvinas”
y “La Independencia”.
Según la demanda,
como la administración municipal ha omitido dar comienzo a las obras de
construcción y canalización del colector de aguas lluvias en el barrio “Santa
Ana”, el lugar se ha ido convirtiendo gradualmente en criadero de zancudos y en
él proliferan toda clase de reptiles, además de que los olores nauseabundos
generan creciente malestar entre los habitantes, en particular los que residen
a lado y lado del caño, pues tanto los adultos como los niños están siendo
afectados por la alteración ambiental.
Dice el peticionario
que, mediante Acuerdo 033 de 1993, el Concejo Municipal de Barrancabermeja
dispuso destinar la suma de nueve millones de pesos para la construcción y
canalización del colector de aguas que se requiere en la zona para erradicar el
foco infeccioso.
Sinembargo, los
trabajos no se han iniciado.
De acuerdo con lo
manifestado por accionante, la negligencia del Alcalde es la causa de las
enfermedades que él y sus hijos padecen, derivadas de la contaminación
ambiental, producida por la gran cantidad de plagas que afectan su salud e implican
riesgo para la vida.
II. DECISION JUDICIAL
El Juzgado Séptimo
Penal Municipal de Barrancabermeja, mediante fallo del 27 de septiembre de
1994, resolvió no conceder la tutela solicitada por cuanto, en su sentir, los
vecinos del barrio “Santa Ana” debieron intentar un acción popular.
Se trata -expresó el
juez- de un derecho colectivo no susceptible de ser protegido a través de la
acción de tutela, por lo cual el accionante se equivocó al valerse del medio
jurídico establecido en el artículo 86 de la Constitución Política.
Reconoció,
sinembargo, la existencia del riesgo al que se ven sometidos los vecinos del
lugar y “la pasmosidad y negligencia con que las autoridades municipales y de
salud de esta ciudad han venido manejando el problema, que de no ser
solucionado prontamente conllevaría a una situación generante de diversas
enfermedades y epidemias, sobretodo para la población infantil”.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Sala de la
Corte es competente para revisar el fallo en referencia, de conformidad con lo
dispuesto en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política y en el
Decreto 2591 de 1991.
Procedencia de
la acción de tutela cuando la contaminación ambiental compromete derechos
fundamentales.
Una vez más se
reitera la jurisprudencia de la Corte en el sentido de que, si bien el derecho
colectivo al medio ambiente sano encuentra la forma idónea de su protección
judicial en las acciones populares, cabe la acción de tutela para defender los
derechos fundamentales del accionante si es probado su daño o establecida su
amenaza como directa consecuencia, también probada, de la misma perturbación
ambiental que afecta a la comunidad (Cfr. entre otros, los fallos T-437 del 30
de junio de 1992, T-422 del 27 de septiembre de 1994 y T-500 del 4 de noviembre
de 1994).
Por ello, en el
presente caso, acreditada como ha sido la contaminación ambiental que afecta de
manera directa la zona en que residen el accionante y su familia, que resulta
atribuíble a la negligencia de la administración municipal, e igualmente
probado que, por la presencia del caño destapado en el barrio “Santa Ana” de
Barrancabermeja y dada la concentración de desperdicios, desechos, basura,
aguas servidas, insectos y malos olores, se encuentran amenazados los derechos
a la vida y a la integridad personal de los vecinos del sector, entre ellos el
peticionario, se debe conceder la tutela impetrada.
Necesidad de
la práctica de pruebas en el trámite de instancia. El concepto material del
acceso a la administración de justicia
Llama la atención de
la Corte el hecho de que la Juez de instancia haya fallado sin practicar una
sola prueba acerca del asunto que motivo la acción, por lo cual fue necesario
que los elementos de juicio para dictar esta providencia se obtuvieran mediante
diligencias llevadas a cabo en el sitio de los acontecimientos ya en sede de
revisión, cuyos cometidos -según tiene establecido la jurisprudencia y surge de
los términos usados por el Constituyente- son distintos a los propios de la
instancia.
Para el efecto, el
Magistrado Sustanciador comisionó al doctor Javier Tobo Rodríguez, Magistrado
Auxiliar de la Corporación, de cuya labor, adelantada en Barrancabermeja, han
resultado la totalidad de los datos y probanzas en que se sustenta el presente
fallo.
El Juzgado resolvió
denegar la protección reclamada sin verificar si en efecto estaban en juego
derechos fundamentales y sin establecer el nexo causal que pudiera existir
entre la permanencia del foco infeccioso en las proximidades de la vivienda del
accionante y el perjuicio alegado por éste en su salud y en la de su familia.
El acceso a la
administración de justicia es un derecho fundamental cuyo alcance no puede
concebirse dentro de los estrechos moldes de una posibilidad formal de llegar
ante los jueces, o en la simple existencia de una estructura judicial lista a
atender las demandas de los asociados. Su núcleo esencial reside en la
certidumbre de que, ante los estrados judiciales, serán surtidos los procesos a
la luz del orden jurídico aplicable, con la objetividad y la suficiencia
probatoria que aseguren un real y ponderado conocimiento del fallador acerca de
los hechos materia de su decisión.
Por contrapartida,
quien administra justicia no puede prescindir del previo análisis sobre los
fenómenos respecto de los cuales habrá de proyectar las abstractas previsiones
de la normatividad, a menos que se trate de resolver sobre cuestiones de puro
Derecho, como acontece en los procesos de constitucionalidad, que abordan un
posible conflicto entre normas de niveles jerárquicos distintos.
La expresada
exigencia resulta aún más evidente en los procedimientos de tutela, que por su
misma naturaleza buscan definir si en un caso concreto se violan o amenazan
derechos fundamentales.
Claro está, su
carácter preferente y sumario impide que el período probatorio tenga la
extensión y el dispendioso trámite aplicable a los procesos ordinarios, pues
como en reciente fallo se dijera, “una cosa es que se exija la necesaria prueba
de lo acontecido y su valoración por el juez, así como la audiencia de la
autoridad o persona acusada, para evitar fallos soportados en la mera sospecha
o intuición o ajenos al debido proceso, y otra muy distinta es desvirtuar el
carácter mismo de la acción de tutela, pretendiendo revestirla de las
formalidades y exigencias procesales características de los procesos
ordinarios". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión.
Sentencia T-576 del 14 de diciembre de 1994).
Pero la aseveración
transcrita, expuesta a la inversa, permite sostener que hay gran distancia
entre admitir que la práctica de pruebas en esta clase de procedimientos deba
ajustarse a sus estrictos fines y amoldarse al escaso tiempo del que dispone el
fallador y pretender que éste administre una verdadera justicia en medio de su
total ignorancia sobre el elemento fáctico que se le ofrece.
Como lo ha sostenido
la Corte en anteriores fallos, “el juez u organismo judicial ante el cual se
invoca un derecho primario, como los que busca proteger el artículo 86 de la
Carta, debe entrar en el fondo del asunto para examinar, con criterio de
justicia material, las circunstancias en medio de las cuales se ha producido el
acto o la omisión que puedan estar causando la perturbación o el riesgo del
derecho fundamental; para definir si el daño o la amenaza existen; para
establecer sobre quién recae la responsabilidad del agravio y para impartir,
con carácter obligatorio e inmediato, las órdenes encaminadas a restaurar la
vigencia real de las garantías constitucionales”. (Cfr. Corte Constitucional.
Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-034 del 2 de febrero de 1994).
Percibe la Corte que
en ocasiones, ante la incontrovertible improcedencia de la acción, en virtud de
claros mandatos constitucionales o legales, no tiene sentido ningún trámite
probatorio, pues de antemano se sabe que la demanda, por no ser procedente, no
podrá prosperar.
Pero tal criterio
viene a ser inaplicable cuando precisamente de los hechos que puedan ser
probados depende que la acción proceda o no.
Así ocurre en todas
aquellas controversias en las cuales pueda afirmarse que su solución depende
del caso concreto.
No es otra la
hipótesis en que se encuentran acciones como la examinada, pues la
reiteradísima jurisprudencia de la Corporación -que los jueces no ignoran- ha
sostenido, como en este fallo se recuerda, que un daño al interés colectivo,
susceptible en principio de ser atacado mediante la acción popular, puede ser
objeto de acción de tutela cuando simultáneamente vulnera o amenaza los derechos
fundamentales de un individuo, dependiendo precisamente de lo que se pruebe en
el caso específico.
Mal puede, entonces,
negarse a priori la tutela sin que el juez compruebe si se configura o
no la situación descrita.
La negligencia
administrativa y la violación de derechos fundamentales
Las autoridades
públicas han sido establecidas, entre otros fines, para proteger a todas las
personas residentes en Colombia, en su vida y demás derechos y libertades, y
para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares (artículo 2º C.P.).
El precepto
constitucional señala como objetivos esenciales del Estado el servicio a la
comunidad, la promoción de la prosperidad general y la garantía de efectividad
de los derechos.
El artículo 366 de
la Carta declara, por su parte, que el bienestar general y el mejoramiento de
la calidad de vida de la población son finalidades sociales del Estado.
En un plano más
concreto, relativo a la materia del proceso, la función administrativa está al
servicio de los intereses generales. Las autoridades correspondientes deben
coordinar sus actuaciones para el adecuado cumplimiento de los fines del Estado
(artículo 209 de la Constitución).
Uno de los
principios que inspiran la actividad de las entidades públicas, particularmente
la que corresponde adelantar a la administración, es el de eficacia, que
se traduce en la obtención de resultados mediante la más adecuada inversión de
los recursos públicos, y que no puede concebirse sino en relación con los
conceptos de economía y celeridad, también consagrados por la
enunciada norma como postulados de obligatoria observancia para quien tiene a
su cargo la función administrativa.
A estos conceptos,
que se han elevado a la categoría de normas constitucionales, por cuyo
desconocimiento responden los servidores públicos (artículo 6º C.P.), se oponen
abiertamente los de negligencia y pereza administrativa, que dan lugar a
situaciones de malestar colectivo, especialmente si aparecen, por omisión,
el quebranto o amenaza de derechos fundamentales. Es esta una de las formas de
ataque a los mismos ha sido expresamente contemplada por el artículo 86 de la
Constitución Política como susceptible de la acción de tutela.
La jurisprudencia
constitucional es enfática al respecto:
"La eficacia de
la función administrativa guarda relación con el deber que tienen las
autoridades de adecuar su conducta para lograr el cumplimiento de los fines del
Estado, según lo dispuesto en el artículo 2º de la Constitución, que enuncia
entre ellos el de promover la prosperidad general y garantizar la efectividad
de los principios consagrados en la Constitución y asegurar la convivencia
pacífica y la vigencia de un orden justo, objetivos que no pueden alcanzarse si
la administración mantiene una actitud apática y de indiferencia ante los
justos requerimientos de los administrados que, en cuanto personas, constituyen
la razón de ser de la organización estatal".
(...)
"El mandato
constitucional contenido en el artículo 209 de la Carta impone a las
autoridades la obligación de atender -no con promesas ni estudios a largo
plazo, sino en forma pronta y eficaz- las necesidades de los administrados, más
aún cuando éstos se encuentran en circunstancias materiales de
indefensión..." (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión.
Sentencia T-204 del 26 de abril de 1994).
Para la Corte
Constitucional es evidente que, en este caso, han sido la indolencia y la
morosidad de la administración municipal de Barrancabermeja factores de
principal incidencia en la gravedad a que ha llegado la perturbación ambiental
denunciada por el peticionario.
Al Alcalde
correspondía dirigir la acción administrativa del municipio, asegurar el
incumplimiento de las funciones y la prestación de los servicios a su cargo y,
por tanto, adelantar las obras públicas indispensables en el municipio y velar
por la conservación del medio ambiente en el área de su jurisdicción (artículo
315 C.P.).
Nada de ello se ha
hecho en esta oportunidad ya que, según lo probado, por falta de la obra de
construcción y canalización del colector de aguas lluvias en el barrio “Santa
Ana”, obra para la cual existen recursos disponibles desde 1993, se ha
desarrollado un núcleo infeccioso, se han formado charcos que producen malos
olores, se han reproducido diversos tipos de insectos y se encuentran
represadas las aguas servidas que provienen del sector, con el consiguiente
daño a la salud de los habitantes.
DECISION
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCAR el fallo proferido por el Juez
Séptimo Penal Municipal de Barrancabermeja -Santander-, el veintisiete (27) de
septiembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994), mediante el cual se
resolvió sobre la petición de tutela formulada por MANUEL AMARIS LUQUETA.
Segundo.- TUTELAR los derechos a la salud, a la
integridad personal, a la vida y a un ambiente sano, de los cuales es titular
MANUEL AMARIS LUQUETA.
Tercero.- ORDENASE al Alcalde Municipal de
Barrancabermeja -Santander-, que dentro de las cuarenta y ocho (48) horas
siguientes a la notificación del presente fallo, inicie las gestiones
encaminadas a la construcción efectiva del canal de la quebrada del Barrio
Santa Ana. El Alcalde adoptará todas las medidas necesarias para culminar la
obra antes de seis (6) meses contados a partir de la notificación de esta
Sentencia.
Cuarto.- OFICIESE al Ministerio del Medio
Ambiente para que, de acuerdo con su competencia, inicie los procesos
tendientes a la adopción de las medidas preventivas o punitivas que aseguren el
cumplimiento de las normas sobre protección ambiental.
Quinto.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
259 | T-005-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-005/95
DERECHO A LA
SALUD/DERECHO FUNDAMENTAL-Conexidad/SERVICIO
MEDICO/DERECHO A LA SUBSISTENCIA/DERECHOS DE PERSONA DE LA TERCERA EDAD-Suspensión
de asistencia médica/SOCIEDAD ALMENDRA TROPICAL/DERECHO AL MINIMO VITAL
El derecho a la
salud no es en principio un derecho fundamental de aplicación inmediata. Sin
embargo, la Corte ha estimado que este puede ser protegido por medio de la
acción de tutela en casos especiales en los cuales se presente conexidad
palmaria con un derecho fundamental. no existe duda sobre la importancia vital
de la prestación del servicio. La peticionaria tiene 84 años de edad y padece
de una enfermedad grave. Los recursos económicos que deriva del servicio médico
hacen parte de un mínimo necesario para su subsistencia. De la suspensión de
este servicio se podrían desprender consecuencias negativas y fatales para su
esfera vital. En estas circunstancias, la efectividad de su derecho al servicio
médico se encuentra en conexidad evidente con su derecho al mínimo vital
indispensable para la subsistencia en condiciones dignas.
PRINCIPIO DE
SOLIDARIDAD EN MATERIA DE SEGURIDAD SOCIAL
El principio de
solidaridad irradia todo el orden jurídico y se manifiesta en numerosas
instituciones y principios constitucionales. Es el caso del postulado que
establece la función social de la empresa, el cual permite al Estado ejercer
inspección y vigilancia, incidir sobre las variables económicas dentro de las
cuales se desarrolla la actividad empresarial y regular las relaciones entre
los empleadores y los trabajadores a partir de principios laborales orientados
a la protección de los derechos de los trabajadores. En materia de seguridad
social, la alusión constitucional al principio de solidaridad es directa y
explícita en el artículo 48 de la C.P. Allí se consagra que la seguridad
social es un servicio público de carácter obligatorio, sujeto a los principios
de eficiencia, universalidad y solidaridad. Dicha solidaridad es aún más
evidente en el caso de los ancianos. En efecto, el artículo 46 de la
Constitución hace responsables al Estado, a la sociedad y a la familia de la
protección y asistencia a las personas de la tercera edad.
PRINCIPIOS-Finalidad/PRINCIPIO DE
SOLIDARIDAD/DERECHOS FUNDAMENTALES-Conexidad /DERECHO A LA SEGURIDAD
SOCIAL
Los principios
sirven para sustentar soluciones a los problemas de sopesamiento de intereses y
valores, de tal manera que la decisión final no habría sido la misma de no
existir dicho principio. La solidaridad es un principio que no puede ser
entendido a cabalidad con independencia del concepto de efectividad de los
derechos fundamentales. En efecto, ambos postulados constitucionales obran en
aquellas circunstancias en las cuales la aplicación del sistema legal de
derechos y obligaciones resulta disfuncional en relación con la protección de
los derechos fundamentales. El principio de solidaridad permite que el derecho
a la seguridad social se realice, si es necesario, a través de la exigencia de
una prestación adicional por parte de entidades que han cumplido con todas las
obligaciones previstas en la legislación competente. El principio aludido
impone un compromiso sustancial del Estado y de los empleadores, en la
protección efectiva de los derechos fundamentales de los trabajadores y de sus
familiares.
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL-Efectividad
La seguridad
social es un derecho irrenunciable de los trabajadores. La efectividad de este
derecho no sólo corresponde al trabajador, sino también al empleador, quien
tiene la obligación de afiliar a sus empleados al seguro social. Esto significa
que la empresa no puede ser indiferente en relación con la suerte que corra el
derecho a la seguridad social de los asalariados. Por el contrario, el patrono
tiene que velar por que ellos vean satisfecho este servicio de manera real y
efectiva.
SERVICIO MEDICO-Suspensión/PRINCIPIO DE LA CONFIANZA EN
RELACIONES LABORALES
La empresa venía
pagando los gastos médicos a su peticionaria, por lo menos durante los dos
últimos años. El hecho de que esta persona estuviese recibiendo de manera
regular y permanente el pago del servicio médico - sobre el cual tiene un
derecho fundamental - crea a su turno una certeza sobre la efectividad de su
pretensión, que no puede ser desvirtuada por el acaecimiento de contingencias
relacionadas con la determinación de la entidad que en últimas tiene la
obligación de pagar. La confianza es un elemento esencial en las relaciones
entre los individuos. Sin ella se desmoronan las condiciones básicas de
cooperación y respeto que requiere una vida colectiva pacífica. Defraudar esta
confianza tiene implicaciones graves en la articulación de las prácticas
sociales. Esto sucede de manera especial cuando se trata de una relación de
subordinación, como es el caso de los trabajadores respecto de sus empleadores.
La confianza que el trabajador deposita en su empleador y en las condiciones
laborales que lo vinculan con la empresa crea un sentido de seguridad y estabilidad
que resulta esencial. El empleador que no paga, no sólo incumple una obligación
legal, también destruye la confianza que se había establecido con su empleado.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE/SERVICIO MEDICO-Pago
es obligación de la empresa
En algunos casos,
la buena fe protege a quien ha obrado en virtud de una apariencia engañosa. No
sería justo dejar desprotegido a quien ha desarrollado su actividad de acuerdo
con esa apariencia. En el caso sub judice, una solución justa no puede
desatender la percepción de la realidad - determinada por el pago que la
empresa hacía del servicio médico - que tenía la peticionaria y que no depende
de la realidad estrictamente jurídica que pueda resultar de una definición
judicial. Desde luego, la empresa tiene derecho a pagar sólo aquello que la
ley le obliga. Por lo tanto, en el evento de que la jurisdicción competente
defina que dicha obligación corresponde al Instituto de Seguros Sociales, la
empresa podrá repetir contra la entidad de seguridad social para efectos de obtener
el reembolso de lo pagado. Ante la necesidad de que sea la jurisdicción
laboral la que decida a quien corresponde el pago del servicio médico de la
peticionaria, se plantea el problema de quién debe soportar las consecuencias
temporales de la falta de certeza legal. La situación de extrema fragilidad de
la peticionaria es una razón suficiente para descartar la solución que consiste
en que sea ella quien espere - en la situación de desprotección actual - la
decisión de la jurisdicción competente.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Efectividad
ENERO 16 DE 1995
Ref: Expediente
T-42711
Actor: MARIA
DELIA VILLALBA DE ABELLO
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Temas:
- Alcance del
principio de solidaridad en materia seguridad social y respecto de la empresa.
- Efectividad de un
derecho fundamental más allá del cumplimiento de las obligaciones legales
correspondientes.
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I
A
En el proceso de
tutela T-42711 adelantado por María Delia Villalba De Abello contra la sociedad
Cafetería Almendra Tropical Limitada.
ANTECEDENTES
1. La peticionaria
María Delia Villalba tiene 84 años de edad y goza de un derecho de sustitución
pensional de su marido Enrique Abello Lavalle, quien era pensionado directo de
la sociedad comercial Cafetería Almendra Tropical Limitada (Barranquilla). La
señora Villalba sostiene que la empresa le prestó asistencia médica de manera
regular y oportuna durante 10 años, hasta febrero de 1993, mediante el reembolso
de los valores que ella cancelaba mensualmente por concepto de asistencia
médica, farmacéutica, hospitalaria, de rehabilitación y tratamientos médicos en
general. A partir de marzo de 1993, la empresa decidió terminar dichos pagos y
ordenó al laboratorio y centro de rehabilitación suspender todos los servicios
prestados.
2. En estas
circunstancias, la peticionaria interpuso acción de tutela contra la sociedad
Cafetería Almendra Tropical por violación de los derechos fundamentales a la
vida y a la salud. En la demanda solicita se le brinde asistencia médica
general y se ordene el reembolso de las sumas de dinero canceladas. Pone de
presente, además, que se encuentra afectada por un tumor cerebral "con
desencadenamiento en crisis convulsivas" y que requiere tratamiento médico
permanente.
3. Según el
representante de la sociedad Cafetería Almendra Tropical, el señor Enrique
Abello Lavalle - marido de la peticionaria fallecido en 1982 - efectuaba
aportes desde septiembre de 1973 al Instituto de Seguro Social para la atención
de su salud y la de su familia en calidad de pensionado. A partir de la
expedición del decreto 981 de 1991, el Instituto dejó de prestar servicios
médico-asistenciales a los familiares de los pensionados directos. Sin embargo,
explica el empleador, el Instituto no podía eliminar el servicio asistencial a
la viuda del pensionado. El supuesto de hecho previsto en la disposición es
diferente del contemplado por la señora Villalba, pues la norma niega la
prestación de servicios a familiares pero sólo a quienes fueron jubilados
después del 29 de diciembre de 1989. Además, manifiesta la empresa, con la
sustitución pensional, la petente pasó a ser titular del derecho y, por lo
tanto, el Instituto debió seguir admitiendo su cotización y prestarle los
servicios asistenciales correspondientes. En estas condiciones, agrega el
representante de la empresa, "para no dejarla desamparada y además con la
creencia errada de que le correspondía legalmente hacerlo procedió a reconocer
esos servicios asistenciales, pero examinando el texto del artículo 7º de la
Ley 4a de 1976 se percató de que no tenía ninguna obligación legal y dejó de
prestar esos servicios a partir de marzo de 1993".
Según los voceros
de la empresa, corresponde al Instituto de Seguro Social prestar los servicios
médicos solicitados por la señora Villalba. Para respaldar esta afirmación,
aportan copia del documento de inscripción del señor Enrique Abello al
Instituto de Seguro Social, con fecha septiembre 26 de 1975. Los argumentos
expuestos por el demandado se sintetizan en los siguientes puntos:
3.1. La acción es
improcedente debido a que existe otro medio de defensa judicial.
3.2. De acuerdo con
el artículo 7 de la ley 4 de 1976, no existe ninguna obligación a cargo de Café
Almendra.
3.3. El juez de
tutela no puede ordenar el cumplimiento de una obligación que no se encuentra
prevista en la ley. El Instituto de Seguro Social tampoco puede imponer
obligaciones a particulares que no estén contenidas en la ley
3.4. El empleador
nunca ha estado obligado a prestar servicios asistenciales a los familiares de
sus trabajadores activos. El obligado a prestar tales servicios es el ISS.
4. La Sala Laboral
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla denegó la acción
instaurada. En su opinión no corresponde al juez de tutela reconocer el derecho
a la asistencia médica general en favor de la actora ni tampoco dirimir el
conflicto suscitado entre el ISS y la sociedad Café Almendra Tropical. En
consecuencia, la peticionaria debe acudir a la jurisdicción laboral competente.
Por último, estima que la improcedencia de la tutela es aún más evidente si se
tiene en cuenta el hecho de que la acción no fue instaurada como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
5. La petente
impugnó el fallo del Tribunal con base en los siguientes argumentos:
5.1. La condición de
titular de la sustitución pensional de la actora fue admitida por la sociedad.
Así lo demuestra el hecho de que la señora Villalba estuviera recibiendo los
servicios médicos a que tienen derecho los pensionados.
5.2 El empleador no
demostró que la petente tuviese cubiertas sus necesidades médicas por parte del
ISS. La hoja de inscripción del marido de la petente, por sí sola, no constituye
una prueba de que éste fuera afiliado al seguro social. Además, la petente no
aparece en los listados de planillas de aportes al ISS (marzo, 1994).
5.3. El hecho de que
la empresa no preste el servicio médico a sus trabajadores activos no es
fundamento para concluir su falta de compromiso con los trabajadores
pensionados. La petente es titular de un derecho de sustitución pensional
directa de la empresa y no del ISS. Así lo prueba una carta de la empresa
dirigida al esposo de la petente, fechada el 19 de septiembre de 1973, en la
cual se le otorga la pensión de jubilación y se le informa que continuara
disfrutando de los servicios médicos, quirúrgicos, farmacéuticos y
hospitalarios en la misma forma que los demás empleados. Además, mediante
circular del 4 de octubre de 1973, se solicitó a los jubilados de la empresa
información relativa a los familiares a cargo, con el objeto de suministrar
"de acuerdo con la ley" los servicios médicos asistenciales.
5.4. Por la vía de
la jurisdicción laboral la petente no obtendría la protección inmediata y
eficaz de su derecho vulnerado.
6. En oficio
allegado al expediente, el Instituto de seguro social informó que el señor
Enrique Abello Lavalle aparece inscrito en el patronal correspondiente a la
empresa Cafetería Almendra Tropical en el mes de diciembre de 1975. Explica el
instituto que en dicha documentación el señor Abello aparece cotizando para
enfermedad general y maternidad y no para medicina familiar por tratarse de
jubilados a cargo total de la empresa. Según este documento, el señor Abello no
gozaba de ninguna pensión con el ISS, debido a que no cotizaba para el seguro
de invalidez, vejez y muerte. En su opinión, se trata de un jubilado de la
empresa y, por lo tanto, la actora no goza de ningún beneficio pensional por
sustitución a cargo del ISS.
7. Finalmente,
fueron presentadas dos declaraciones extra-proceso de los médicos que asisten a
la señora Villalba, en las cuales manifiestan que la paciente sufre de un tumor
cerebral el cual se agrava por su edad avanzada y requiere de manera constante
la atención médica, hospitalaria, farmacéutica y de rehabilitación.
8. La Corte Suprema
de Justicia en sentencia del 6 de julio de 1994, confirmó la decisión del
Tribunal Superior del Atlántico. En su sentencia considera que la demandante
cuenta con otro medio de defensa judicial ante los jueces laborales. Además,
estima que la peticionaria no se encuentra abocada a un perjuicio irremediable
debido a que los gastos en que ha incurrido pueden ser recuperados según el
resultado de la demanda laboral. No desconoce la Corte Suprema el deber del
Estado de garantizar la protección y asistencia a las personas de la tercera
edad. Sin embargo, estima que, en el caso sub judice la tutela no se
dirigió contra el Estado sino contra una sociedad particular.
9. El Defensor del
Pueblo intervino en el proceso para solicitar la revisión y con el propósito de
evitar un perjuicio irremediable. Sus consideraciones se contraen a los
siguientes puntos:
9.1. La seguridad
social y la salud son derechos fundamentales que tienen una evidente incidencia
en la prolongación de la vida.
9.2. Se trata de un
servicio que no sólo compromete al Estado sino también a la sociedad en
general.
9.3. El derecho de
la peticionaria también tiene fundamento en el deber de las personas de obrar
conforme a los principios de solidaridad social (art. 95, C.P.).
9.4. La señora
Villalba disfrutó durante 10 años de los beneficios asistenciales, reconocidos
voluntariamente por la empresa. Al suspender de manera repentina e
injustificada tales servicios se pone en grave peligro su vida y se vulnera su
derecho a la seguridad social.
9.5. En cuanto a la
existencia de otros medios de defensa, "olvidan las autoridades judiciales
que la protección de los derechos constitucionales fundamentales debe ser no
solo eficaz sino inmediata". Una persona a quien se le han desconocido sus
derechos a la vida y seguridad social no debe verse obligada a acudir a la
justicia laboral, la que puede prolongarse por varios años.
9.6. La gravedad de
la enfermedad que padece la petente y la ausencia de recursos económicos, hace
inminente el perjuicio de la peticionaria. Por eso la tutela debe concederse como
mecanismo transitorio.
9.7. El juzgador
olvidó la prevalencia del derecho sustancial. El juez de tutela mediante sus
providencias debe impulsar la idea del Estado Social de Derecho, complementando
la tarea del legislador.
9.8. Se debe tener
en cuenta el principio de la buena fe. Durante 10 años la Empresa proporcionó
los servicios asistenciales a la petente. "Esa situación que se hizo
efectiva durante el transcurrir del tiempo, ¿no le otorga acaso confianza y
seguridad a la anciana y una completa despreocupación respecto a prevenir su
futuro en ese sentido?". Fuera de las soluciones tomadas con fundamento
en un contrato específico "caben creaciones jurídicas nacidas de la
costumbre, espontáneas e inspiradas en un sentimiento de justicia y de equidad,
por un cierto instinto de solidaridad más íntimo y completo, que conllevara a
los individuos a sujetarse al imperio de ciertas relaciones jurídicas de unos
para con otros".
FUNDAMENTOS
1. La peticionaria
acudió a la acción de tutela para solucionar un problema que afecta
directamente la protección de su salud. La edad avanzada y el tumor cerebral
que padece, hacen de la asistencia médica un servicio que en su caso resulta
ineludible. Sin embargo, la efectiva prestación de este servicio, depende de la
solución de un conflicto de orden laboral entre el Instituto de los seguros
sociales y la sociedad Cafetería Tropical, relacionado con la obligación de
pagar la asistencia médica general. El representante de la empresa sostiene que
el decreto 981 de 1991 - mediante el cual el ISS dejó de prestar este servicio
a los pensionados directos de las empresas jubilados después del 29 de
diciembre de 1989 - no afecta a la señora Villalba debido a que su marido fue
jubilado antes de tal fecha. Por su parte, la peticionaria sostiene que desde
septiembre de 1973 la empresa reconoció no sólo la pensión de jubilación de su
marido sino también su derecho a los servicios médicos. A la muerte de su
esposo ella obtuvo la pensión por sustitución y, como consecuencia de ello, durante
10 años continuos recibió de la empresa el reeembolso de los dineros cancelados
por concepto de asistencia médica.
2. No existe duda
sobre el derecho de la peticionaria a recibir atención médica. Así se deduce no
sólo de las normas vigentes al momento en el que la peticionaria obtuvo la
pensión, sino también de las actuales. En relación con las normas anteriores,
la ley 10 de 1972 (art. 6) establecía:
"Las personas
que dependan económicamente de los pensionados del sector privado, tendrán
derecho a disfrutar de los servicios médicos asistenciales, quirúrgicos,
hospitalarios y odontológicos que los patronos o empresas tengan establecidos o
establezcan para sus trabajadores en actividad, mediante el cumplimiento de las
obligaciones sobre aportes a cargo de los beneficiarios de tales
servicios"
De otra parte, la
ley 4 de 1976 en su artículo séptimo reiteró el derecho de los familiares en
los siguientes términos:
"Los
pensionados del sector público oficial, semi-oficial y privado, así como los
familiares que dependen económicamente de ellos de acuerdo con la ley, según lo
determinen los reglamentos de las entidades obligadas tendrán derecho a
disfrutar de los servicios médicos, odontológicos, quirúrgicos, hospitalarios,
farmacéuticos, de rehabilitación, diagnóstico y tratamiento que las entidades,
patronos o empresas tengan establecido o establezcan para sus afiliados o
trabajadores activos, o para sus dependientes según sea el caso mediante el
cumplimiento de las obligaciones sobre aportes a cargo de los beneficiarios de
tales servicios".
En la actualidad el
derecho de la peticionaria está consagrado en el artículo 153 de la ley 100 de
1993, que expresa:
"La afiliación
al Sistema General de Seguridad Social en Salud es obligatoria para todos los
habitantes en Colombia. En consecuencia, corresponde a todo empleador la
afiliación de sus trabajadores a este sistema y del Estado facilitar la
afiliación a quienes carezcan de vínculo con algún empleador o de capacidad de
pago".
2. No obstante la
certeza sobre el derecho de la peticionaria, existen dudas de tipo laboral
sobre la entidad que debe pagar el servicio. Estas dudas se sintetizan así:
a.
La peticionaria sostiene que la empresa le reembolsó los servicios por concepto
de asistencia médica, farmacéutica, hospitalaria, de rehabilitación y
tratamiento médico general durante los últimos diez años, no obstante que en el
expediente no aparezca prueba de ello. En un oficio de octubre de 1973, la
empresa reconoció la prestación de los servicios médicos asistenciales al
marido de la peticionaria y a su familia, conforme a los reglamentos de la
empresa. No obstante esta prueba, no existe comprobación de que se le haya
efectivamente suministrado estos servicios a la petente durante los últimos 10
años.
b. La
empresa alega que el marido de la petente fue inscrito como jubilado ante el
ISS en septiembre de 1975 y que a raíz de tal inscripción, esa entidad asumió
todos los servicios asistenciales frente al jubilado y a su familia. El Seguro
Social confirma la afiliación del marido para enfermedad general y maternidad,
pero no para medicina familiar. No está claro si se siguió cotizando para los
gastos de enfermedad general o sí el ISS alguna vez le prestó estos servicios a
la petente. Para que la petente tuviera derecho a recibir las prestaciones por
concepto de enfermedad general después de la muerte de su marido, tanto ella
como la empresa (1/3 y 2/3 partes respectivamente) tendrían que haber
continuado cancelando el aporte requerido.
c. La
empresa sostiene que el ISS dejó de prestar los servicios a la petente a partir
de la expedición del Decreto 981 de 1991 que negó la prestación de servicios a
familiares de quienes fueran jubilados después del 29 de diciembre de 1989.
Pero alega la empresa que esto no se debió aplicar a la petente ya que su
marido se jubiló en 1973 y, además, la petente pasó a ser titular del derecho
por sustitución pensional.
En cuanto a este
extremo no existe comprobación de que el ISS le haya suspendido la prestación
de los servicios (tampoco la hay de que los haya prestado). Sin embargo la
empresa afirma que asumió la prestación a partir de 1991 y dejo de hacerlo
desde 1993, cuando se percató de que no tenía a su cargo la obligación legal
(Ley 4 de 1976). En suma, la empresa sólo habría prestado el servicio en
cuestión durante dos años.
3. No se trata pues
de un problema relativo al reconocimiento de tal derecho, sino a su
efectividad. Así las cosas, el problema jurídico que se presenta en este caso
puede ser formulado como sigue: ¿puede el juez de tutela, como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable y mientras se pronuncia la
jurisdicción competente, ordenar a una empresa privada el pago de un derecho
pensional reconocido, cuando la empresa desconoce dicha carga por considerar
que es el Estado quien debe soportarla, no obstante que ella, la asumió durante
cierto tiempo hasta que unilateralmente consideró que legalmente no estaba obligada
a soportarla?. Para resolver este problema la Corte deberá abordar los
siguientes temas: 1) el derecho fundamental vulnerado, 2) la efectividad del
derecho y 3) la obligación social de la empresa.
A. El derecho
fundamental vulnerado
1. El derecho a la
salud no es en principio un derecho fundamental de aplicación inmediata. Sin
embargo, la Corte ha estimado que este puede ser protegido por medio de la
acción de tutela en casos especiales en los cuales se presente conexidad
palmaria con un derecho fundamental. Al respecto, en la sentencia T-426 de
1992 esta Corporación expresó lo siguiente:
"El derecho a
la seguridad social no está consagrado expresamente en la Constitución como un
derecho fundamental. Sin embargo, este derecho establecido de forma genérica en
el artículo 48 de la Constitución, y de manera específica respecto de las
personas de la tercera edad (CP art. 46 inc. 2), adquiere el carácter de
fundamental cuando, según las circunstancias del caso, su no reconocimiento
tiene la potencialidad de poner en peligro otros derechos y principios
fundamentales como la vida (CP art. 11), la dignidad humana (CP art.1), la
integridad física y moral (CP art. 12) o el libre desarrollo de la personalidad
(CP art. 16) de las personas de la tercera edad (CP art. 46)".
2. En el caso sub
judice, la peticionaria se encuentra involucrada desde hace por lo menos
dos años en un sistema de seguridad social. No se trata pues de una petición
propia de un derecho programático que deba ponerse en ejecución por parte del
Estado, sino de una solicitud para que se haga efectivo un derecho que no se
pone en tela de juicio.
3. De otra parte, no
existe duda sobre la importancia vital de la prestación del servicio. La señora
Villalba tiene 84 años de edad y padece de una enfermedad grave. Los recursos
económicos que deriva del servicio médico hacen parte de un mínimo necesario
para su subsistencia. De la suspensión de este servicio se podrían desprender
consecuencias negativas y fatales para su esfera vital. En estas
circunstancias, la efectividad de su derecho al servicio médico se encuentra en
conexidad evidente con su derecho al mínimo vital indispensable para la
subsistencia en condiciones dignas.
La exigibilidad de
las condiciones mínimas para la subsistencia es también un postulado consagrado
en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo
texto dice:
"Toda persona
tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial, la alimentación, el vestido,
la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene,
así mismo, derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez,
viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad".
4. La fuerza del
derecho fundamental demandado por la peticionaria no se desvirtúa por el hecho
de que exista un conflicto relativo a la entidad que debe soportar los gastos
que hacen efectivo el derecho. El interés de dichas entidades en aclarar el
problema laboral y definir las cargas sociales reviste menor peso
constitucional que el interés que la peticionaria tiene en la protección de su
derecho fundamental. Entre la peticionaria y la empresa que venía pagando los
gastos de su servicio médico existe una relación de subordinación o
dependencia, más marcada aún que aquella que se presenta entre el trabajador y
el patrono, debido a las condiciones de salud y a la edad de la señora Villalba.
5. Los derechos de
las personas no pueden depender de las contingencias que resulten del proceso
previsto para definir el sujeto pasivo, ni siquiera en aquellos eventos en los
cuales dicho proceso plantee problemas relativos a la legalidad de las obligaciones
de quienes han cancelado en su oportunidad sumas de dinero que han permitido
hacer efectivo el derecho.
B. Principio de
solidaridad y efectividad del derecho
1. En el artículo
primero de la Constitución política se establece que la República de Colombia
se funda en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de
las personas que la integran. El principio de solidaridad atenúa el rigor
abstracto del principio de igualdad liberal, según el cual las personas son
iguales ante la ley y sólo ante la ley. Mientras en el Estado liberal clásico
se apelaba a los sentimientos de fraternidad de las personas más pudientes
económicamente, en el Estado social de derecho, la desigualdad material se
enfrenta acudiendo al principio normativo de la solidaridad, el cual sirve para
definir la dimensión de las cargas públicas que cada persona debe soportar y,
en términos generales, para aplicar el principio de la igualdad.
2. El constituyente
de 1991 quiso superar la concepción tradicional del principio de solidaridad
entendido como postulado ético, en beneficio de una concepción normativa y
vinculante. Así lo manifestó el constituyente
"Nuestra opción
es por un Estado Social, en sentido estricto, y que como tal no actúa
obedeciendo los dictados de la beneficencia y de la caridad sino como respuesta
a los más elementales derechos de los ciudadanos. Un Estado como agente de
justicia social[1]".
3. El principio de
solidaridad irradia todo el orden jurídico y se manifiesta en numerosas
instituciones y principios constitucionales. Es el caso del postulado que
establece la función social de la empresa (C.P. art. 333), el cual permite al
Estado ejercer inspección y vigilancia (C.P. art. 334), incidir sobre las
variables económicas dentro de las cuales se desarrolla la actividad
empresarial (C.P. art. 150-19) y regular las relaciones entre los empleadores y
los trabajadores a partir de principios laborales orientados a la protección de
los derechos de los trabajadores.
4. En materia de
seguridad social, la alusión constitucional al principio de solidaridad es
directa y explícita en el artículo 48 de la C.P. Allí se consagra que la
seguridad social es un servicio público de carácter obligatorio, sujeto a los
principios de eficiencia, universalidad y solidaridad. Dicha solidaridad es aún
más evidente en el caso de los ancianos. En efecto, el artículo 46 de la
Constitución hace responsables al Estado, a la sociedad y a la familia de la
protección y asistencia a las personas de la tercera edad.
5. Ahora bien, es
preciso delimitar este concepto de solidaridad, de tal manera que el sentido
del texto encuentre un justo medio entre el mero alcance retórico y la
vinculación directa, general e inescindible de los tres sujetos mencionados en
el texto constitucional.
El concepto de
solidaridad opera como un principio cuya fuerza normativa se pone en evidencia
en aquellos casos en los cuales entran en conflicto obligaciones definidas de
manera específica en la ley, de cuya eficacia depende la protección de derechos
fundamentales. Los principios sirven para sustentar soluciones a los problemas
de sopesamiento de intereses y valores, de tal manera que la decisión final no
habría sido la misma de no existir dicho principio.
La solidaridad es un
principio que no puede ser entendido a cabalidad con independencia del concepto
de efectividad de los derechos fundamentales. En efecto, ambos postulados
constitucionales obran en aquellas circunstancias en las cuales la aplicación
del sistema legal de derechos y obligaciones resulta disfuncional en relación
con la protección de los derechos fundamentales. Dicho en otros términos, el
estricto seguimiento de las prescripciones legales no siempre conduce a los
objetivos propuestos por el sistema. La efectividad del derecho, entendida como
correspondencia entre la conducta y el contenido normativo, no siempre trae
consigo la eficacia del derecho, entendida como correspondencia entre objetivos
y resultados. En el Estado social de derecho no basta con que las normas se
cumplan; es necesario, además, que su cumplimiento coincida con la realización
de principios y valores constitucionales.
El principio de
solidaridad permite que el derecho a la seguridad social se realice, si es
necesario, a través de la exigencia de una prestación adicional por parte de
entidades que han cumplido con todas las obligaciones previstas en la
legislación competente. El principio aludido impone un compromiso sustancial
del Estado y de los empleadores, en la protección efectiva de los derechos
fundamentales de los trabajadores y de sus familiares.
C. La obligación
de la empresa
1. La seguridad
social es un derecho irrenunciable de los trabajadores. La efectividad de este
derecho no sólo corresponde al trabajador, sino también al empleador, quien
tiene la obligación de afiliar a sus empleados al seguro social. Esto significa
que la empresa no puede ser indiferente en relación con la suerte que corra el
derecho a la seguridad social de los asalariados. Por el contrario, el patrono
tiene que velar por que ellos vean satisfecho este servicio de manera real y
efectiva.
2. Ahora bien, en el
evento de que el empleador no utilice el sistema de seguridad social estatal,
la satisfacción del servicio le corresponde directamente, como resultado de un
deber que jurídicamente le pertenece. La existencia del sistema de seguridad
social no desplaza la obligación primaria radicada en cabeza del patrono.
En este orden de
ideas, las vicisitudes que surjan de la aplicación de las normas que regulan
las relaciones entre el seguro social y la empresa, para efectos de la
determinación de la obligación concreta del pago del servicio médico, quedan
supeditadas a la prestación efectiva. Dicho en otras palabras, el interés legal
relativo a la delimitación de las cargas entre el empleador y el seguro social,
debe ceder frente al interés constitucional que consiste en la protección del
derecho fundamental a la seguridad social de una persona que demanda este
servicio en los términos de un mínimo vital.
3. En el caso sub
judice, la empresa venía pagando los gastos médicos a su peticionaria, por
lo menos durante los dos últimos años. El hecho de que esta persona estuviese
recibiendo de manera regular y permanente el pago del servicio médico - sobre
el cual tiene un derecho fundamental - crea a su turno una certeza sobre la
efectividad de su pretensión, que no puede ser desvirtuada por el acaecimiento
de contingencias relacionadas con la determinación de la entidad que en últimas
tiene la obligación de pagar.
4. La confianza es
un elemento esencial en las relaciones entre los individuos. Sin ella se
desmoronan las condiciones básicas de cooperación y respeto que requiere una
vida colectiva pacífica. Defraudar esta confianza tiene implicaciones graves en
la articulación de las prácticas sociales. Esto sucede de manera especial
cuando se trata de una relación de subordinación, como es el caso de los
trabajadores respecto de sus empleadores. La confianza que el trabajador
deposita en su empleador y en las condiciones laborales que lo vinculan con la
empresa crea un sentido de seguridad y estabilidad que resulta esencial. El
empleador que no paga, no sólo incumple una obligación legal, también destruye
la confianza que se había establecido con su empleado. La importancia de la
buena fe ha sido definida por la Corte en los siguientes términos:
"En el artículo
83 de la CP se contiene, pues, una verdadera y autónoma regla de conducta que
trasciende la simple interpretación de la ley y el puro dato sicológico. A
dicho patrón objetivo de conducta - principio de orden público -, deben
sujetarse los particulares y las autoridades públicas, sin excepción, so pena,
de ver comprometida su responsabilidad patrimonial (CP art. 90). El Estado
social de derecho, fundado en la solidaridad de las personas y en la prevalencia
del interés general (CP art. 1), no es concebible por fuera de una conducta
social y pública inspirada en una moral activa y solidaria a la cual se
subordina la eficacia jurídica cuando ella es flagrantemente desconocida. La
norma de la Constitución deliberadamente atrae hacia sí un sinnúmero de
acciones públicas y privadas. En realidad, su designio es el de valorizar el
elemento ético de la conducta de los sujetos y de los agentes del Estado.
Los postulados de
la buena fe se diferencian de otras reglas jurídicas, en cuanto no tienen un
contenido típico y preestablecido, sino que éste es el que resulta de las
circunstancias concretas relativas a la formación y ejecución de las diferentes
relaciones que tienen relevancia para el derecho y que reclaman, de los sujetos
que en ellas intervienen, un mínimo de recíproca lealtad y mutua colaboración
con miras a preservar los intereses legítimos y alcanzar las finalidades
merecedoras de tutela jurídica, para lo cual se precisan comportamientos
positivos u omisivos que así no sean formalmente prescritos se imponen si
aquéllos seria y honestamente persiguen una determinada situación o efecto
jurídico. Cobra pleno sentido, a este respecto, la afirmación del
Constituyente, que se reitera: 'No se trata ya meramente de un principio de
integración e interpretación del derecho aplicable, sino de un verdadero
mandamiento jurídico del cual se derivan una serie de consecuencias prácticas'
(Sentencia T-231 de 1994)[2]".
En algunos casos, la
buena fe protege a quien ha obrado en virtud de una apariencia engañosa. No
sería justo dejar desprotegido a quien ha desarrollado su actividad de acuerdo
con esa apariencia. En el caso sub judice, una solución justa no puede
desatender la percepción de la realidad - determinada por el pago que la
empresa hacía del servicio médico - que tenía la peticionaria y que no depende
de la realidad estrictamente jurídica que pueda resultar de una definición
judicial.
5. Desde luego, la
empresa tiene derecho a pagar sólo aquello que la ley le obliga. Por lo tanto,
en el evento de que la jurisdicción competente defina que dicha obligación
corresponde al Instituto de Seguros Sociales, la empresa podrá repetir contra
la entidad de seguridad social para efectos de obtener el reembolso de lo
pagado.
6. Ante la necesidad
de que sea la jurisdicción laboral la que decida a quien corresponde el pago
del servicio médico de la peticionaria, se plantea el problema de quién debe
soportar las consecuencias temporales de la falta de certeza legal. La
situación de extrema fragilidad de la peticionaria es una razón suficiente para
descartar la solución que consiste en que sea ella quien espere - en la
situación de desprotección actual - la decisión de la jurisdicción competente.
De otra parte, la demanda de tutela no se dirige contra el instituto de seguro
social y, por lo tanto, la parte resolutiva de esta providencia no podría
afectarlo. Se impone entonces una solución que ordene el mantenimiento del statu
quo mientras se decide de fondo. La empresa debe continuar pagando el monto
de los servicios médicos como una consecuencia de los deberes sociales que la
constitución le exige frente a sus trabajadores. No en vano la Carta le impone
a la empresa - célula económica que reúne al capital y al trabajo -, una
precisa e importante función social que cumplir (CP art. 58).
D. Conclusiones
1. El problema
jurídico que plantea la peticionaria tiene que ver con la posibilidad de que el
juez de tutela haga efectiva la protección de un derecho fundamental ya
reconocido mediante la orden de pago a una entidad privada que, no obstante
haber cumplido con la prestación del servicio durante los años anteriores,
considera que ha dejado de estar obligada.
Este interrogante ha
sido resuelto de manera afirmativa con base en los siguientes argumentos: 1) El
derecho a la seguridad social de la peticionaria, es un derecho fundamental,
debido a las circunstancias de edad y salud que presenta; 2) el empleador tiene
una obligación de resultado - no simplemente de medio - en relación con la
afiliación de sus trabajadores a la seguridad social; 3) la Constitución
establece obligaciones sociales a la empresa que superan el simple cumplimiento
de la ley y que se manifiestan, por ejemplo, en la solidaridad frente a la
protección de los derechos fundamentales de los trabajadores; 4) el hecho de
haber pagado el servicio médico durante por lo menos dos años, crea una certeza
en la efectividad del derecho en cabeza de la peticionaria amparada en la buena
fe y, por esta razón, compromete a la empresa en su relación solidaria con la
pensionada; 5) la solución aquí recogida es de naturaleza temporal y deriva de
la urgencia necesaria para la protección de un derecho fundamental. Nada impide
que la empresa recupere el monto dinerario pagado en el evento de que la
jurisdicción competente la libere de su obligación.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E
PRIMERO.- Revocar la sentencia de la Corte Suprema
de Justicia del 6 de Julio de 1994, por las razones expuestas en la presente
providencia y, en consecuencia, tutelar el derecho al mínimo vital de la
peticionaria y ordenar que el empleador continúe efectuando el pago del
servicio médico general hasta tanto el juez competente resuelva el problema
laboral de fondo.
SEGUNDO.- Enviar copia de la Sentencia a la Corte
Suprema de Justicia para lo de su competencia.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los dieciséis (16) días del mes de Enero de mil novecientos noventa y cinco
(1995)).
[1]Asamblea Nacional
Constituyente. Informe-Ponencia para Primer Debate en Plenaria. Finalidad
Social del Estado y la Seguridad Social. Ponentes Benítez Tobón Jaime, Cuevas
Romero Tulio, Garzón Angelino, Guerrero Figueroa Guillermo, Marulanda Gómez
Iván, Perry Rubio Guillermo, Hoyos Naranjo Oscar, Lemos Simmonds Carlos,
Lloreda Caicedo Rodrigo, Molina Giraldo Ignacio, Ossa Escobar Carlos, Yepes
Parra Miguel Antonio. Gaceta Constitucional No. 78, mayo 1991, p. 2.
[2] Corte Constitucional, sentencia T-538 de 1994. |
260 | T-006-95
Sentencia No
_Sentencia No.
T-006/95
DEBIDO PROCESO-Unicidad
La unicidad del
debido proceso, que no justifica distinguir entre un debido proceso legal y
otro constitucional, lleva a esta Corte a examinar si en efecto se presentaron
las irregularidades denunciadas por el actor y si la acción de tutela, de otro
lado, es procedente.
JURAMENTO/SANCION
DISCIPLINARIA/QUEJA CONTRA EMPLEADO
El juramento es
una ritualidad que busca dotar de credibilidad a la versión de un testigo que,
por diversos factores objetivos y subjetivos, podría desviar al juzgador de la
comprobación científica de los hechos investigados. En lo atinente al régimen
disciplinario, establecen que para aplicar una sanción disciplinaria bastará
una declaración de testigo "bajo juramento" que ofrezca serios
motivos de credibilidad o un indicio grave de que el investigado es
responsable. En el caso sub examine, no obstante, pese a que la queja contra el
peticionario no se rendió bajo la gravedad del juramento, el afectado podía ser
válidamente sancionado, ya que la ley sólo exige para imponer una sanción, la
existencia de un indicio grave de responsabilidad disciplinaria.
PRUEBAS-Omisión
La omisión de una
prueba objetivamente conducente en el proceso que se sigue contra el
peticionario, constituye una violación a su derecho de defensa y al debido
proceso. El derecho que tiene el procesado a no ser considerado culpable hasta
tanto no se demuestre lo contrario mediante sentencia judicial, está
íntimamente ligado a la existencia de medios de prueba y de específicos
procedimientos de evaluación y trámite cuyo desarrollo y análisis está
prioritariamente en cabeza del juez. En el caso sub-judice, el fiscal ha
desconocido tanto los medios de prueba como los procedimientos que protegen la
presunción de inocencia. Lo primero, al no pronunciarse sobre la petición de
prueba y, lo segundo, al no aceptar la práctica de una prueba conducente.
DERECHO A PRESENTAR
PRUEBAS-Vulneración/RECHAZO
DE PRUEBAS/DEBIDO PROCESO-Vulneración
La decisión de
rechazar la prueba solicitada carece de la debida motivación. No basta que el
funcionario encargado de administrar el debate probatorio niege, en forma
indefinida, la relación de la prueba solicitada con los hechos investigados.
Por el contrario, debe exponer las razones que sustentan su aserción, a fin de
que la parte interesada pueda, si lo considera necesario, controvertir dichas
razones ante otra autoridad mediante el ejercicio de los recursos de ley. La
omisión en decretar y practicar la única prueba de descargo, objetivamente
conducente, afecta el núcleo esencial del derecho a presentar pruebas y a
controvertir las que se alleguen en su contra, ya que la efectividad de este
derecho está mediada íntegramente por el ejercicio razonable y de conformidad
con la Constitución de la facultad de disponer la práctica de pruebas en el
proceso.
PERJUICIO
IRREMEDIABLE-Retraso en
ingreso a carrera administrativa/DEBIDO PROCESO-Vulneración/SUSPENSION
DE ACTO ADMINISTRATIVO POR LA CORTE CONSTITUCIONAL
La disminución de
las posibilidades de un mejoramiento laboral por el necesario retraso en el
ingreso a la carrera administrativa (que podría prolongarse por tiempo
indefinido debido a que depende de múltiples factores de orden técnico y
presupuestal), constituye un daño grave e inminente que requiere de la adopción
de medidas preventivas de carácter urgente e impostergable. En sede de tutela
se observa que la consecuencia directa de la vulneración del derecho al debido
proceso, en este caso, no es otra que la pérdida de la apelación como medio de
defensa. En este orden de ideas, la protección inmediata, atendida la
naturaleza de la vulneración, debe restituir al afectado el instrumento de
defensa del que ha sido privado. La Corte procederá a suspender la resolución,
hasta tanto la autoridad competente resuelva sobre el recurso de apelación
oportunamente interpuesto contra la resolución.
MORALIDAD PUBLICA
Las múltiples
irregularidades cometidas en el proceso disciplinario adelantado contra el
petente frustan la persecución eficaz y oportuna de las infracciones que
comprometen la moralidad de la administración pública. El reducido despliegue
investigativo del funcionario instructor, los errores cometidos en la recepción
de las pruebas que menguan la solidez y contundencia de los cargos imputados y
la errática valoración de los escasos medios de prueba acopiados, traen como
consecuencia la innecesaria conversión del presunto infractor en víctima,
alejando las posibilidades de deducir la condigna responsabilidad.
ENERO 16 DE 1995
Ref.: Expediente
T- 46410
Actor: URIEL
MOLINA GRISALES
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Temas:
-Vulneración del
derecho al debido proceso -Unicidad del debido proceso y procedencia de la
acción de tutela
-Moralidad
pública, corrupción y diligencia de las autoridades públicas
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela número T-46410 promovido por URIEL MOLINA GRISALES contra el Director de
la Unidad Ejecutora de Saneamiento Ambiental de Sevilla, Valle del Cauca.
ANTECEDENTES
1. URIEL MOLINA
GRISALES, servidor público vinculado a la Unidad Ejecutora de Saneamiento
Ambiental de Sevilla, interpone acción de tutela contra el Director de la
entidad, por vulneración del derecho al debido proceso en la investigación
disciplinaria que se le adelantó por la presunta violación al régimen
disciplinario de los empleados públicos.
2. GABRIEL VARGAS
PACHECO, dueño del establecimiento "Bar Los Tangos", presentó el 23
de marzo de 1994 una queja contra el promotor de saneamiento ambiental URIEL
MOLINA GRISALES. En el curso de la visita realizada a su establecimiento
comercial, en desarrollo de los trámites para obtener la renovación de la
licencia sanitaria, el funcionario acusado supuestamente le exigió una suma de
dinero (tres mil pesos), a fin de permitirle prescindir de los exámenes médicos
requeridos para la expedición de la licencia.
3. El Director de la
entidad designó al Supervisor de Saneamiento de la Unidad, LUIS CARLOS BEDOYA,
para que adelantara en el término de diez (10) días hábiles la respectiva
investigación disciplinaria.
4. Luego de una prórroga
de treinta (30) días concedida por el Director de la Unidad al funcionario
instructor para concluir la investigación, éste formuló el correspondiente
pliego de cargos. El cargo único por el que se sindicó a URIEL MOLINA GRISALES
se formuló en los siguientes términos:
"Solicitar y
recibir dinero para trámite de exámenes de laboratorio para la expedición de la
Licencia Sanitaria del establecimiento denominado Bar Los Tangos, ubicado en la
carrera 17 número 15-43 del Municipio de Caicedonia y de propiedad del señor
Vargas Pacheco".
Como pruebas del
cargo imputado se tuvieron la queja presentada por GABRIEL VARGAS PACHECO, así
como su ratificación, ambas rendidas sin la formalidad del juramento, y la
inspección ocular al expediente administrativo del establecimiento Los Tangos.
En esta última diligencia se dejó constancia de que en el respectivo expediente
"no existen actas de visita desde 1990".
Como normas
infringidas por la conducta del acusado se citaron el artículo 29 inciso F del
Decreto 694 de 1975 (de los derechos, deberes y prohibiciones de los
funcionarios del Sistema Nacional de Salud), el artículo 48 numerales 6º y 9º
del Decreto 482 de 1985 (reglamentario del régimen disciplinario para los
empleados públicos) y el artículo 140 del Código Penal (delito de concusión).
El artículo 48 del
Decreto 482 de 1985, en lo pertinente, dispone:
" Art.
48. De algunas faltas que dan lugar a la aplicación de la sanción de
destitución.
(...)
" 6. Recibir
para sí, o para un tercero, dinero u otra utilidad, o aceptar remuneratoria
directa o indirecta, para ejecutar, retardar u omitir un acto propio del cargo,
o para ejecutar uno contrario a los deberes oficiales.
(...)
" 9.
Interesarse ilícitamente en provecho propio o de un tercero, en cualquier clase
de contrato u operación en que deba intervenir por razón de su cargo o de sus
funciones."
5. El petente
presentó oportunamente sus descargos. Solicitó que se demostrara lo imputado
por el demandante y negó que lo afirmado en la queja fuera cierto. Adujo que es
de público conocimiento que para la expedición de licencias sanitarias a éste
tipo de establecimientos no se requiere la practica de exámenes de laboratorio
y que el señor Vargas Pacheco, por ser propietario del Bar desde hace muchos
años, conoce el procedimiento respectivo.
6. En relación con
los motivos que pudo tener el quejoso para denunciarlo, el petente manifestó
que la denuncia era una represalia por el no pago de una deuda por consumo de
licor en el establecimiento del denunciante.
"Para que
una persona denuncie a otra - señala en su escrito -, debe existir un motivo
... no excuso que en días pasados le firmé un vale por venta de licor, pues, en
dicho establecimiento estuve departiendo con el señor ROBERTO ARIAS ECHEVERRY
... La cuenta por licor ascendió a veintidós mil pesos. De esa suma yo cancelé
el 50% y el señor ROBERTO ARIAS quedó debiendo el resto de dinero, ... pero
como yo soy conocido del señor VARGAS PACHECO, entonces, le firmé un vale por
once mil pesos, pues, él mismo VARGAS PACHECO exigió que se lo firmara porque
no conocía al señor ROBERTO ARIAS."
7. Por último,
solicitó que se recepcionara la declaración del señor ROBERTO ARIAS ECHEVERRY
en relación con los hechos relatados.
8. El 20 de mayo de
1994, el investigador dispuso el cierre de la investigación y presentó al
director de la Unidad Ejecutora de Saneamiento Ambiental un informe sobre la
investigación disciplinaria adelantada, en el que sugirió imponer como sanción
la destitución, debido a la gravedad de la falta cometida. En cuanto a la
prueba solicitada por el acusado para demostrar su inocencia, el funcionario
instructor no consideró necesario recepcionar la declaración del señor ARIAS
ECHEVERRY "por no tener relación con los cargos imputados al señor MOLINA
GRISALES".
9. Mediante
Resolución 077 de mayo 24 de 1994, el director de la Unidad Ejecutora,
considerando que en el proceso disciplinario adelantado se encontró responsable
al actor de la falta disciplinaria imputada, lo sancionó con la suspensión de
un (1) mes de trabajo y el descuento del salario correspondiente, de
conformidad con el Decreto 482 de 1985.
10. El funcionario
afectado interpuso, dentro del término de ejecutoria, recurso de apelación
contra la resolución 077 de mayo 24 de 1994. El 2 de junio de 1994, dentro del
término para sustentar el recurso interpuesto, el petente formuló la
impugnación con base en los siguientes argumentos:
10.1 Se violó el
derecho de defensa al no decretarse en el proceso disciplinario la declaración
del señor ARIAS ECHEVERRY, testigo directo del incidente con el quejoso VARGAS
PACHECO.
10.2 La queja del
señor VARGAS PACHECO y su ratificación fueron recepcionadas sin que se prestara
juramento, formalidad exigida por la ley para poder sancionar. Estas pruebas,
fundamento exclusivo de la sanción impuesta, carecen de toda validez y están
viciadas de nulidad. Por consiguiente, ha debido ser absuelto del cargo
imputado.
10.3 El funcionario
instructor no fue imparcial, pues en varias ocasiones tuvieron discusiones.
10.4 Se debió correr
traslado a la comisión de personal para que emitiera concepto antes de
proferirse la decisión sancionatoria.
10.5 El petente dejó
constancia de que el 27 de mayo solicitó, por escrito, al director de la Unidad
copia de todo lo actuado, pero que ésta le fue negada, aduciendo que el informe
presentado por el investigador era de carácter reservado, con lo que se
desconoció el principio de la publicidad del proceso disciplinario.
11. Mediante Resolución
083 del 7 de junio, el director de la Unidad Ejecutora de Saneamiento Ambiental
de Sevilla, confirmó la sanción impuesta por él mismo al peticionario.
Consideró que las razones esgrimidas por el funcionario sancionado carecían de
fundamento. Aseveró que no se violó el derecho de defensa al no recepcionar el
testimonio del señor ARIAS ECHEVERRY, ya que esta prueba se estimó inconducente
para el esclarecimiento de los hechos.
12. El peticionario
interpone la acción de tutela contra las decisiones de la autoridad
administrativa - resoluciones 077 de mayo 24 y 083 de junio 7 de 1994 - para
evitar un perjuicio irremediable. Sostiene que la autoridad pública demandada
vulneró sus derechos al debido proceso y de defensa, como consecuencia de la
tramitación irregular del recurso de apelación elevado contra la resolución 077
de mayo 24 de 1994, impugnación desatada por el mismo funcionario que profirió
la decisión sancionatoria.
"La presente
ACCION DE TUTELA, para mí es de vital importancia, porque considero que el
fallador DR. LEONARDO HERNANDEZ AGUIRRE, debió enviar a la segunda instancia la
investigación disciplinaria para que se conociera sobre la apelación que
interpuse, trámite que no se le dio y esta decisión me ocasiona un perjuicio
irremediable por cuanto se me cercenó el respectivo derecho de defensa; además
fuera de este perjuicio se debe tener en cuenta que se me diezmó el sueldo
mensual y prima de servicios, pues estos fueron descontados en el mismo mes de
junio; pues ni siquiera tuvieron en cuenta los días que laboré en ese mes.
"La decisión
que tomó el señor Director de la Unidad Ejecutora de Saneamiento de Sevilla,
DR. LEONARDO HERNANDEZ AGUIRRE, me está afectando por cuanto la hoja de vida ya
debe estar registrado dicha sanción, y como en la actualidad estoy haciendo
gestiones para concursar en carrera administrativa, también va a estar
registrado este antecedente disciplinario en la División de registros y control
de la Procuraduría General de la Nación."
13. El actor
manifiesta que no presentó demanda ante la jurisdicción de lo contencioso
administrativo por ser un trabajador que apenas percibe un salario de $149.000
pesos para sostener a su familia, no estando en capacidad de sufragar los
costos que demandaría el respectivo proceso.
14. El Tribunal
Contencioso Administrativo del Valle del Cauca, Sección Segunda, mediante
sentencia del 19 de junio de 1994, rechazó la solicitud de tutela por
improcedente. Consideró que la presunta violación del "principio" del
debido proceso en el trámite del proceso disciplinario, no podía ser analizada
mediante el mecanismo de la acción de tutela, ya que para el efecto debía
estudiarse la legalidad de los actos administrativos, a través del ejercicio de
la acción de nulidad y restablecimiento del derecho de carácter laboral. En
cuanto a la carencia de medios económicos para contratar a un abogado, sostuvo
que ésta "no es excusa válida para interpretar que no cuenta con los
medios de defensa idóneos, pues, de acuerdo con la ley, aún tiene la
posibilidad de acudir ante esta jurisdicción para someter a su estudio la
legalidad de los actos mencionados".
Pese a lo anterior,
el Tribunal de tutela reconoció la existencia de varias irregularidades en el
trámite del proceso disciplinario seguido al denunciante.
"No sobra
advertir - anota -, sin que se constituya en un avance prejuzgativo del
análisis que podría hacerse de tales actos mediante la acción pertinente, que,
en verdad el acto sancionatorio, además de carecer de motivación, no incluyó la
necesaria calificación de la falta cometida por el empleado, ni también un
análisis valorativo del material probatorio; sin embargo, se desconocen las
demás piezas del expediente disciplinario, como para continuar avanzando en su
estudio".
"Del mismo
modo, vale la pena comentar que extrañamente el recurso de apelación fue
resuelto por el mismo funcionario que impuso la sanción, cuando de acuerdo con
la ley le correspondía al superior jerárquico".
15. La anterior
sentencia no fue impugnada. Seleccionada para revisión, correspondió a esta
Sala su conocimiento. A solicitud del magistrado ponente, el Director de la
Unidad Ejecutora de Saneamiento Ambiental de Sevilla, mediante oficio UES-256
del 15 de noviembre de 1994, remitió copia auténtica del proceso disciplinario
adelantado contra el peticionario.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Unicidad del
derecho al debido proceso y procedencia de la acción de tutela
1. El petente funda
su solicitud de tutela contra los actos administrativos que le impusieron una
sanción disciplinaria, en el hecho de que la administración, al adelantar el
respectivo proceso disciplinario en su contra, cometió tres irregularidades que
acarrean como consecuencia la violación de su derecho constitucional
fundamental al debido proceso, a saber: la sanción impuesta con base
exclusivamente en una queja tramitada sin la formalidad del juramento (i); la
omisión en decretar y practicar una prueba conducente para el esclarecimiento
de los hechos (ii), y la falta absoluta de competencia de la autoridad pública
que impuso la sanción para resolver el recurso de apelación oportunamente
interpuesto contra la resolución sancionatoria (iii).
El Juez de tutela -
Tribunal Contencioso Administrativo del Valle del Cauca, Sección Segunda -
rechazó por improcedente la acción de tutela, ya que, a su juicio, los hechos
expuestos por el petente como sustento de su petición, son materia del juicio
de legalidad de los actos administrativos, cuyo análisis corresponde
exclusivamente a la justicia contencioso administrativa, a través del examen de
la correspondiente acción de nulidad y restablecimiento del derecho de carácter
laboral.
2. Las
investigaciones o juicios seguidos a particulares o a servidores públicos por
hechos punibles o contravencionales y disciplinarios, deben ceñirse estrictamente
a las ritualidades que la Constitución y las leyes establecen. Sólo de esta
forma es posible mantener un relativo equilibrio entre el ius puniendi
del Estado y los derechos individuales del imputado, de manera que se garantice
a este último una real y oportuna defensa frente al poder coercitivo del Estado
3. El derecho al
debido proceso, aplicable a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas, contiene en su núcleo esencial, junto a las facultades que
enumera el artículo 29 de la C.P., la pretensión de respeto a la observancia de
la plenitud de las formas propias de cada juicio y actuación pública. Por este
aspecto, el debido proceso, corresponde a un derecho que, por lo menos
parcialmente, es objeto de configuración legal. La circunstancia anotada, así
lo entiende la Corte, no relativiza este derecho que conserva no obstante su
naturaleza de fundamental. El derecho examinado se satisface justamente dando
estricto cumplimiento a las "formas legales propias de cada juicio".
Configurado de este
modo el derecho fundamental al debido proceso, la violación de las formas
legales propias de los juicios y actuaciones administrativas, comporta agravio
no sólo a la ley específicamente quebrantada, sino a la constitución misma. En
principio, el medio impugnativo al cual se debe acudir para ventilar el
desacato al debido proceso ha de ser necesariamente el ordinario. En su
ausencia procederá la acción de tutela por vía subsidiaria y, de manera
preventiva, si pese a existir un medio de defensa, resulta necesaria como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Es claro que el
afectado no dispone de otro medio de defensa judicial, si los existentes fueron
utilizados y, sin embargo, la violación manifiesta del debido proceso subsiste.
En este evento, la acción de tutela procede no como recurso extraordinario -
que no lo es -, sino como medio de protección inmediata cuya interposición se
justifica en condiciones excepcionales de manifiesta y ostensible violación del
derecho fundamental y de no disponibilidad de medios de defensa para
contrarrestarla.
La unicidad del
debido proceso, que no justifica distinguir entre un debido proceso legal y
otro constitucional, lleva a esta Corte a examinar si en efecto se presentaron
las irregularidades denunciadas por el actor y si la acción de tutela, de otro
lado, es procedente.
Irregularidades
en el proceso disciplinario y vulneración del derecho al debido proceso
Recepción de la
formalidad del juramento como requisito para imponer una sanción disciplinaria
4. El juramento es
una formalidad procesal de la que, por virtud de la ley, puede depender el
valor de un medio de prueba - testimonio de tercero, confesión de parte -. Su
finalidad es advertir al interviniente en un proceso de la importancia moral y
legal de la verdad para el esclarecimiento de los hechos investigados. En
materia del testimonio de terceros, el juramento dota de eficacia legal a lo
declarado por un testigo mediante la admonición de las consecuencias negativas que
pueden desencadenarse en su contra en caso de faltar a la verdad. El juramento
es, por lo tanto, una ritualidad que busca dotar de credibilidad a la versión
de un testigo que, por diversos factores objetivos y subjetivos, podría desviar
al juzgador de la comprobación científica de los hechos investigados.
La Ley 13 de 1984 y
su Decreto reglamentario 482 de 1985, en lo atinente al régimen disciplinario,
establecen que para aplicar una sanción disciplinaria bastará una declaración
de testigo "bajo juramento" que ofrezca serios motivos de
credibilidad o un indicio grave de que el investigado es responsable
disciplinariamente (L 13 de 1984, art. 18, D. 482 de 1985, art. 28). El valor
probatorio de la declaración de un tercero, está condicionado íntegramente al
cumplimiento de la solemnidad legal, entre otras cosas, porque mediante esta
simple formalidad, lo que es una versión libre de unos hechos adquiere
connotaciones jurídicas, que pueden eventualmente traducirse en la restricción
de los derechos individuales del infractor.
En el caso sub
examine, la única prueba de los hechos presuntamente acaecidos en el
establecimiento Bar Los Tangos, es la queja de su propietario y su posterior
ratificación, declaraciones testimoniales rendidas ambas sin la formalidad del
juramento.
No obstante, pese a
que la queja contra el peticionario no se rendió bajo la gravedad del
juramento, el afectado podía ser válidamente sancionado, ya que la ley sólo
exige para imponer una sanción, la existencia de un indicio grave de responsabilidad
disciplinaria.
Conducencia para
el esclarecimiento de los hechos de la prueba solicitada por el acusado
5. En principio, la
conducencia de las pruebas de descargo está librada al juicio o apreciación
racional del funcionario instructor. A este corresponde por ley decretar y
ordenar la práctica de las pruebas que considere pertinentes. El ejercicio de
esta facultad legal, por otra parte, es susceptible de control mediante la
interposición oportuna de los recursos de ley.
La discrecionalidad
del funcionario administrativo o judicial para admitir la práctica de pruebas
solicitadas por el acusado, se enmarca dentro de los principios
constitucionales de presunción de inocencia y de imparcialidad. La utilización
arbitraria y carente de motivación de esta atribución, constituye una
vulneración del derecho a la defensa, en particular, del "derecho a
presentar pruebas y a controvertir las que se alleguen en su contra" (CP
art. 29).
El juicio sobre la
conducencia de las pruebas solicitadas, reúne elementos evaluativos y técnicos,
pero también racionales. El juez debe sopesar la aptitud del medio de prueba
invocado en relación con los hechos objeto de verificación y con la
responsabilidad que pueda deducirse al inculpado, prestando especial atención a
aquellas peticiones que pudieran encubrir estrategias dilatorias. Por otra
parte, está en la obligación de garantizar la efectividad del derecho de
defensa del acusado, decretando y practicando las pruebas que puedan tener
alguna relación sustancial con los hechos investigados. La Corte se pronunció
anteriormente sobre los efectos constitucionales de la omisión en decretar una
prueba objetivamente conducente para el esclarecimiento de los hechos. La
doctrina constitucional sentada en esa ocasión es igualmente aplicable en el
presente caso:
"La
investigación y el descubrimiento de la verdad suponen la puesta en tela de
juicio de los elementos fácticos y normativos que ingresan al proceso y, en
consecuencia, presuponen el debate y la confrontación entre las diferentes
versiones y partes. El proceso no puede ser concebido como una serie de pasos
encaminados a la demostración de una hipótesis planteada por el fiscal o juez.
Así se eliminaría su connatural elemento dialéctico, cuya presencia activa en
todas sus fases, asegura que la verdad real aflore a partir de la controversia.
De acuerdo con la naturaleza bilateral del proceso penal, el imputado debe ser
oído y sus argumentos deben ser sopesados con indagaciones y estudio.
"El
principio de contradicción (C.P.P. art. 7) es el fundamento de la realización
del principio de defensa (C.P.P. art. 1 inc. 1) y, éste a su vez, es condición
necesaria para la efectividad del derecho al debido proceso (C.P.P. art. 1). De
esta cadena de elementos se desprende el postulado de la imparcialidad del
funcionario judicial, que se concreta en la obligación de investigar tanto lo
favorable como lo desfavorable al sindicado y que se encuentra consagrado en la
ley penal (C.P.P. art. 249) y en la Constitución (C.P. art. 250 inc. último).
"De otra
parte, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ratificado por
la ley 74 de 1968), consagra en su artículo 14-3-d, el derecho de toda persona
acusada de haber cometido un delito, de interrogar o hacer interrogar en el
proceso, tanto a los testigos de cargo como a los de descargo y ello en las
mismas condiciones. La Convención Interamericana (ratificada por la ley 16 de
1972), establece en su artículo 8-2-f, el derecho del inculpado a obtener la
comparecencia , como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar
luz sobre los hechos. Tres posibilidades pueden ser diferenciadas en esta
manifestación del derecho de defensa del sindicado, imputado o procesado: 1) la
de interrogar a los testigos que intervienen en su contra, 2) la de presentar
testigos que declaren a su favor y 3) la de participar, en condiciones de
igualdad, en todo el proceso de contradicción y debate que se lleva a cabo con
la presentación de testigos.
"La omisión
de una prueba objetivamente conducente en el proceso que se sigue contra el
peticionario, constituye una violación a su derecho de defensa y al debido
proceso. El derecho que tiene el procesado a no ser considerado culpable hasta
tanto no se demuestre lo contrario mediante sentencia judicial, está
íntimamente ligado a la existencia de medios de prueba y de específicos
procedimientos de evaluación y trámite cuyo desarrollo y análisis está
prioritariamente en cabeza del juez. En el caso sub-judice, el fiscal ha
desconocido tanto los medios de prueba como los procedimientos que protegen la
presunción de inocencia. Lo primero, al no pronunciarse sobre la petición de
prueba y, lo segundo, al no aceptar la práctica de una prueba conducente."1
El querellante
circunscribió la queja contra el petente al hecho de que éste le exigió el pago
de tres mil pesos con miras a tramitar la renovación de la licencia sanitaria
de su establecimiento de comercio. El sindicado sostiene que la denuncia obedece
a una retaliación del dueño del bar a raíz de no haberle cancelado totalmente
una deuda dineraria por consumo de licor, de lo cual puede dar fe ROBERTO ARIAS
ECHEVERRY, cuyo testimonio se solicitó. El funcionario instructor niega que
exista una relación entre ambos hechos.
A juicio de la
Corte, la decisión de rechazar la prueba solicitada carece de la debida
motivación. No basta que el funcionario encargado de administrar el debate
probatorio niege, en forma indefinida, la relación de la prueba solicitada con
los hechos investigados. Por el contrario, debe exponer las razones que
sustentan su aserción, a fin de que la parte interesada pueda, si lo considera
necesario, controvertir dichas razones ante otra autoridad mediante el
ejercicio de los recursos de ley. En el caso sub examine, la declaración
de un testigo presencial de lo que supuestamente fue una transacción comercial
entre el quejoso y el funcionario denunciado, es relevante para esclarecer los
posibles motivos que el primero pudo haber tenido para elevar una queja en
contra del peticionario, desde luego sin perjuicio de la necesidad de
desvirtuar el hecho mismo de la alegada solicitud de dinero con el objeto de
facilitar la obtención de la licencia. Si bien, en principio, no habría lugar,
en virtud del principio de la buena fe, a dudar de la versión de los hechos
narrada por el señor VARGAS PACHECO, en las circunstancias concretas del caso -
recepción de la queja sin la formalidad del juramento, exíguo monto del dinero
presuntamente exigido, pretermisión de un requisito (exámenes de laboratorio)
totalmente ajeno a la renovación de la licencia sanitaria -, la única prueba de
descargo solicitada por el actor parece objetivamente conducente para
establecer la veracidad de los hechos expuestos por quien elevó la queja.
La omisión en
decretar y practicar la única prueba de descargo, objetivamente conducente,
afecta el núcleo esencial del derecho a presentar pruebas y a controvertir las
que se alleguen en su contra (CP art. 29), ya que la efectividad de este
derecho está mediada íntegramente por el ejercicio razonable y de conformidad
con la Constitución de la facultad de disponer la práctica de pruebas en el
proceso.
Ahora bien, el
peticionario impugnó la resolución sancionatoria con fundamento en la renuencia
de la autoridad para decretar la práctica de una prueba conducente. El examen
de cargo corresponde a la autoridad competente llamada a desatar la apelación
interpuesta contra el acto administrativo. La Corte, en consecuencia, procederá
a analizar la competencia de la autoridad que resolvió el recurso de apelación.
En efecto, de observarse algún vicio constitucional, el cargo respecto de la
conducencia de la prueba solicitada aún no habría sido resuelto.
Autoridad
competente para desatar el recurso de apelación
6. La resolución del
recurso de apelación interpuesto dentro del término legal contra la resolución
077 de mayo 26 de 1994, por parte del mismo funcionario que impuso la sanción,
viola el derecho fundamental a impugnar la sentencia condenatoria (CP art. 29).
Es absurdo que la propia autoridad acusada de desconocer la ley en el trámite
de un proceso disciplinario, sea la que enjuicie la legalidad de sus propios
actos. Consustancial al recurso de apelación - a diferencia del recurso de
reposición por el que se permite a la administración revisar sus actuaciones -,
es que su resolución provenga de una autoridad diferente generalmente de
superior jerarquía, de la autoridad cuestionada. Sólo así se garantiza la
debida imparcialidad en el proceso.
El Director de la
Unidad Ejecutora de Saneamiento Ambiental, carecía de competencia para resolver
el recurso de apelación contra la resolución por él mismo adoptada. La
resolución 083 de junio 7 de 1994 viola flagrantemente el artículo 29 de la
Constitución.
A pesar de lo
anterior, el Juez de tutela se limita a manifestar su extrañeza de que el
recurso de apelación haya sido resuelto por el mismo funcionario que impuso la
sanción, cuando de acuerdo con la ley su resolución correspondía al superior
jerárquico. En esta ocasión, la falta de un análisis cuidadoso de la
procedencia de la acción de tutela, llevó al tribunal a minimizar la actuación
irregular de la autoridad administrativa, pese a su extrema gravedad para la
efectividad de los derechos constitucionales del peticionario.
La acción de la
tutela fue ejercida como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable
7. El Tribunal de
tutela pasa por alto que la acción de tutela se interpuso como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable y deniega la protección
solicitada, porque el afectado dispone de otros medio de defensa judicial. Si
bien, en principio, la procedencia de la acción de tutela se condiciona a la
inexistencia de otros mecanismos legales para procurar la defensa de los
derechos fundamentales, la eventualidad de que se presente un perjuicio
irremediable para el afectado, admite el ejercicio transitorio del mecanismo
constitucional, pese a la coexistencia de otras acciones o recursos contra los
actos u omisiones de la autoridad.
Antes de rechazar la
acción de tutela por improcedente y pese a que el petente disponía de otro
medio de defensa judicial, el Tribunal de tutela ha debido analizar si el
perjuicio que pretendía evitar con su interposición, tenía carácter irremediable.
La jurisprudencia
constitucional ha señalado algunas características distintivas del perjuicio
irremediable: la amenaza de daño debe ser inminente; la respuesta o
reacción para evitar el perjuicio ha de ser urgente; el perjuicio deber
ser grave en consideración a la importancia del bien jurídico afectado o
amenazado y, finalmente, la medida judicial a adoptar, impostergable, lo
que justifica la tutela transitoria de los derechos fundamentales2
.
8. La sanción
disciplinaria de suspensión por el término de un mes y la privación del salario
correspondiente a este período de tiempo representa para el solicitante el
recorte de sus prestaciones sociales - prima de servicios -, la lesión de su
buen nombre como consecuencia de la anotación en su hoja de vida de la falta
disciplinaria cometida y la disminución de las posibilidades de ingresar a la
carrera administrativa mediante concurso para el cual venía adelantando
gestiones.
De las consecuencias
antes anotadas, sólo la disminución de las posibilidades de un mejoramiento
laboral por el necesario retraso en el ingreso a la carrera administrativa (que
podría prolongarse por tiempo indefinido debido a que depende de múltiples
factores de orden técnico y presupuestal), constituye un daño grave e inminente
que requiere de la adopción de medidas preventivas de carácter urgente e
impostergable, más aún cuando la presunción de legalidad de una de las
actuaciones administrativas cuestionadas - la resolución 083 de junio 7 de 1994
-, no resiste el más mínimo análisis de constitucionalidad.
En sede de tutela se
observa que la consecuencia directa de la vulneración del derecho al debido
proceso, en este caso, no es otra que la pérdida de la apelación como medio de
defensa. En este orden de ideas, la protección inmediata, atendida la
naturaleza de la vulneración, debe restituir al afectado el instrumento de
defensa del que ha sido privado.
En consecuencia, la
Corte procederá a suspender la mencionada resolución 083 de junio 7 de 1994,
hasta tanto la autoridad competente resuelva sobre el recurso de apelación
oportunamente interpuesto contra la resolución 077 de mayo 26 de 1994.
Moralidad
pública, lucha contra la corrupción y diligencia de las autoridades encargadas
de fiscalizar las actuaciones de los funcionarios públicos
9. Del estricto
respeto de las garantías procesales en la investigación penal o disciplinaria,
no sólo depende la integridad de los derechos de la persona sino el éxito del
Estado en la lucha contra la corrupción. La tramitación deficiente, tardía o
que apareje desconocimiento de los principios y las formas que rigen la
investigación y el juzgamiento de las conductas contrarias al orden jurídico,
en especial las cometidas por los propios servidores públicos, lesiona la
dignidad y la legitimidad del Estado y, en lugar de erradicar la corrupción, la
afianzan.
Las múltiples
irregularidades cometidas en el proceso disciplinario adelantado contra el
petente frustan la persecución eficaz y oportuna de las infracciones que
comprometen la moralidad de la administración pública. El reducido despliegue
investigativo del funcionario instructor, los errores cometidos en la recepción
de las pruebas que menguan la solidez y contundencia de los cargos imputados y
la errática valoración de los escasos medios de prueba acopiados, traen como
consecuencia la innecesaria conversión del presunto infractor en víctima,
alejando las posibilidades de deducir la condigna responsabilidad.
La superficialidad y
negligencia en la persecución de las conductas ilícitas y venales fortalece al
corrupto. A simple vista se observa que la sanción dispuesta en la ley para los
hechos de los que se sindica al peticionario, sería la destitución. No
obstante, inexplicablemente, tal vez para compensar la deficiente instrucción
del proceso, el funcionario sancionador, pese a que en su concepto se
encontraba plenamente demostrada la responsabilidad disciplinaria, impuso como
sanción la suspensión del cargo por treinta días y no la destitución. El monto
del presunto cobro irregular - tres mil pesos - tampoco afecta el tipo de
sanción a imponer en caso de demostrarse la responsabilidad del procesado. En
términos de moral pública, de igual manera se afecta la dignidad de la función
pública si sus representantes exigen un peso o un millón, para ejecutar las
tareas propias de su cargo.
Por otra parte, la
prueba solicitada por el sindicado no sólo podría haber contribuido a su
absolución, sino a establecer con claridad qué tipo de relaciones mantiene
éste, en su calidad de inspector de saneamiento ambiental, con los dueños de
los establecimientos objeto del control estatal, ya que la existencia de
vínculos incompatibles con el ejercicio del cargo, puede representar un
comportamiento que, por sí mismo, constituya causal de mala conducta.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
RESUELVE:
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 19 de
junio de 1994, proferida por el Tribunal Contencioso Administrativo del Valle
del Cauca, Sección Segunda.
SEGUNDO.-
CONCEDER al señor URIEL
MOLINA GRISALES, como mecanismo transitorio, la tutela de sus derechos
fundamentales a la defensa y al debido proceso, y, en consecuencia, suspender
transitoriamente, hasta que se decida la apelación interpuesta, la resolución
083 de junio 7 de 1994, proferida por el Director de la Unidad Ejecutora de
Saneamiento Ambiental de Sevilla, Valle, y ordenar al mismo funcionario, o a
quien haga sus veces, que, en el término de cuarenta y ocho (48) horas contado
a partir de la notificación de la presente providencia, remita la totalidad del
proceso disciplinario adelantado contra el funcionario URIEL MOLINA GRISALES,
por queja presentada el 23 de marzo de 1994 por el señor GABRIEL VARGAS
PACHECO, a la autoridad competente para que ésta resuelva, dentro del término
legal, el recurso de apelación interpuesto contra la resolución 077 de mayo 26
de 1994 de esa misma dependencia, por el peticionario.
TERCERO.- LIBRESE comunicación al Tribunal Contencioso
Administrativo del Valle del Cauca, Sección Segunda, con miras a que se surta
la notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los dieciséis (16) días del mes enero de de mil novecientos noventa y cinco
(1995)).
1 Corte Constitucional. Sentencia T-055 de 1994
2 Corte Constitucional. Sentencia T-225 de 1993 |
261 | T-007-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-007/95
COMUNIDAD WAYUU-Protección estatal/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Eficacia
No existe en el
caso concreto un medio alternativo de defensa judicial, porque ni la acción de
ejecución ni la acción contractual para obtener la declaratoria de
incumplimiento del contrato y la consecuencial responsabilidad, que serían
formalmente las indicadas para lograr la satisfacción de los derechos derivados
del mismo, se juzgan idóneas para amparar los derechos fundamentales, pues
tales acciones tienen un contenido eminentemente patrimonial y en todo caso no
fueron instituidas para la protección de tales derechos. En el supuesto de que
se pudiera acudir a una acción para lograr la ejecución del Convenio aludido,
la decisión final, y en el entendido de que ella entrañara una decisión
estimatoria de las pretensiones, sólo podría definirse probablemente después de
muchos años, cuando lo crítico y conflictivo de la situación social que
confronta la comunidad, reclama unas definiciones ágiles, porque de otro modo,
es bien probable que la situación desemboque en la asunción de rumbos
desesperados, o, peor aún, en la amenaza de la propia integridad étnica y
cultural de la comunidad Wayúu.
COMUNIDAD
INDIGENA-Protección
constitucional/PRINCIPIO DE DIVERSIDAD ETNICA Y CULTURAL-Protección
constitucional
La Constitución
Política incorporó dentro de sus preocupaciones, el reconocimiento y defensa de
las minorías étnicas, y de manera muy significativa, reservó en favor de las
comunidades indígenas una serie de prerrogativas que garantizan la prevalencia
de su integridad cultural, social y económica, su capacidad de
autodeterminación administrativa y judicial, la consagración de sus resguardos
como propiedad colectiva de carácter inalienable, y, de los territorios
indígenas como entidades territoriales al lado de los municipios, los distritos
y los propios departamentos.
CONVENIO CON EL
ESTADO-Incumplimiento/COMUNIDAD
WAYUU-Protección de derechos fundamentales
El incumplimiento
de este tipo de obligaciones, resta credibilidad y legitimidad a la acción del
Estado, frustra las aspiraciones legítimas de la comunidad, alienta las
soluciones violentas a sus reclamaciones y, además, es contrario a la filosofía
que emana del preámbulo de la Carta y al principio de la buena fe (art. 83
C.P.). El Estado Social de Derecho no sólo demanda de éste la proyección de
estrategías para dar soluciones a las necesidades básicas de la comunidad en lo
social y en lo económico, sino que exige acciones concretas para satisfacerlas;
por lo tanto, la oferta o el compromiso estatal para atender en concreto dichas
necesidades requiere ser traducido a la realidad, más aún cuando se trata de
proteger o amparar derechos fundamentales. El cumplimiento de esas
obligaciones, en cuanto contribuyan a realizar efectivamente los derechos
fundamentales, puede demandarse a través de la acción de tutela, no propiamente
porque el respectivo convenio o acuerdo creé el derecho fundamental, pues éste
ya aparece determinado en el ordenamiento constitucional, sino porque la unión
de las voluntades -la estatal y la de la comunidad- se constituye en un
instrumento de determinación, concreción y materialización del derecho, que le
imprime un vigor adicional para su exigibilidad. Las entidades estatales
comprometidas en la celebración del Convenio pueden optar entre cumplirlo en
todas sus partes, dado su carácter obligatorio, o bien, adoptar las medidas
alternativas que sean necesarias para garantizar a la comunidad Wayúu sus
derechos al trabajo, a la salud, a la educación, al suministro de agua potable
y su desarrollo social y cultural que le permitan a sus miembros disfrutar de
una especial calidad de vida acorde con el medio en el cual habitan.
REF: Expediente T-43289.
TEMA:
Exigibilidad a
través de la tutela de las obligaciones contenidas en un convenio celebrado
entre el Estado y una comunidad social, cuando su incumplimiento implica la
vulneración de derechos fundamentales. Acciones contractuales y acción de
tutela.
ACTOR:
Procuraduría General
de la Nación.
DEMANDADOS:
La Nación
Ministerios de Desarrollo, de Salud y de Educación, Fondo de Solidaridad y
Emergencia Social del Departamento Administrativo de la Presidencia de la
República e Instituto de Fomento Industrial -IFI.
MAGISTRADO
PONENTE:
ANTONIO BARRERA
CARBONELL.
Santafé de Bogotá,
D.C. enero diez y seis (16) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Antonio
Barrera Carbonell, Eduardo Cifuentes Muñoz y Carlos Gaviria Díaz, revisa los
fallos de acción de tutela proferidos por la Sección Primera del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca y la Sección Tercera del H. Consejo de Estado.
I. ANTECEDENTES.
A. La pretensión.
Los doctores Luis
Felipe Arrieta Wiedman, Hernando Valencia Villa y Luis Augusto Cangrejo Cobos,
como Procuradores, Delegado en lo Civil, para los Derechos Humanos y para
asuntos Agrarios, representantes de la Procuraduría General de la Nación de
conformidad con la resolución 001 de 1993 del Despacho del Procurador General,
interpusieron acción de tutela en defensa de los derechos fundamentales de la
comunidad Wayúu de Manaure (Guajira), grupo indígena vinculado directa o
indirectamente a la explotación de la sal en esa región del país, con el fin de
obtener las siguientes declaraciones y condenas:
"PRIMERO:
Declarar que la Nación, Instituto de Fomento Industrial -IFI-, durante la
ejecución del proceso de liquidación de la concesión salinas, iniciado a partir
del acuerdo del 27 de julio de 1991 y el Decreto 2818 de diciembre de 1991, ha
violado y desconocido los derechos fundamentales a la dignidad, a la vida, al
trabajo, a la salud, a la educación, a la igualdad, a la paz y a la integridad
étnica y cultural de la comunidad Wayúu, vinculada a la explotación salífera
-IFI- Concesión Salinas, en el sector de Manaure, departamento de la
Guajira...".
"SEGUNDO: Como
consecuencia y desarrollo de la declaratoria anterior, ordenar a la Nación,
Ministerio de Desarrollo Económico, Ministerio de Salud, Ministerio de
Educación, Fondo de Solidaridad y Emergencia Social del Departamento
Administrativo de la Presidencia de la República y al Instituto de Fomento
Industrial -IFI- (Concesión Salinas), según el caso, que de conformidad con el
acuerdo del 27 de julio de 1991 y el Decreto 2818 del mismo año, por medio de
los cuales se acordaron las diversas formas de participación y liquidación de
dicha concesión, se realicen en favor de la Comunidad Wayúu las siguientes
conductas...:"
"1.- Reconocer
como en efecto quedó establecido en el acuerdo Estado- Comunidad Wayúu, la
necesidad de dar cumplimiento a los términos del mismo, como resultado de un
proceso en el que se requiere proteger los derechos inalienables mencionados en
el punto primero del grupo indígena de la región Manaure."
"2.- Para dar
cumplimiento a los términos del mismo y con fundamento en el Decreto 2818 de
1991 y al Decreto Ley 1780 de 1991 (Estatuto Financiero, artículos 2.4.4.1.1. y
2.4.4.1.1.), crear una Empresa de Economía Mixta de carácter indirecto y el
denominado Fondo de Bienestar Social y Desarrollo de la Comunidad Wayúu de
Manaure, bajo administración fiduciaria y con las condiciones, aportes y
recursos de que trata el citado acuerdo,...".
"3.- En tanto
avanza el proceso de liquidación, modernización y/o industrialización de la
Concesión Salinas de conformidad con lo ordenado por el Decreto 2818 de
diciembre de 1991 garantizar a la comunidad Wayúu de Manaure (Guajira)
vinculada al proceso de extracción salífera del área, por parte de las
entidades demandadas dentro de su respectiva competencia", lo siguiente:
a) La atención
continua completa y suficiente de las necesidades de la comunidad en materia de
salud, a través del hospital existente en la Concesión Salinas de Manaure.
b) Que el ministerio
respectivo coordine la continuación del suministro permanente de agua potable a
la comunidad indígena Wayú de Manaure, con el concurso de las autoridades del
Departamento de la Guajira y del Municipio de Manaure.
c) La prestación del
servicio de educación a los hijos de los miembros de la comunidad Wayú,
mediante la acción coordinada del Ministerio de Educación Nacional y la
Secretaría de Educación del Departamento de la Guajira.
d) La adquisición
por parte del Ministerio de Desarrollo Económico y el Instituto de Fomento
Industrial de la "sal obtenida por sistemas de recolección manual de
miembros de esa misma comunidad, de tal manera que este no se realice a costa
de las fuentes de trabajo que indirectamente siempre han sido dadas a
trabajadores indígenas, evitando el grave perjuicio de la percepción de sus
ingresos y manutención de sus familiares; y de no ser así, como mínimo,
permitan que se usen los estanques de la empresa, y charcas particulares para
cosechar la sal independientemente sin obligaciones de adquirir ese producto
por el Instituto".
e) Ordenar al Fondo
de Solidaridad y Emergencia Social del Departamento Administrativo de la
Presidencia de la República, que a través del Plan Nacional de Rehabilitación
(PNR) se proceda, previa su inclusión en dicho plan, a realizar las inversiones
necesarias para satisfacer las demandas de la comunidad Wayú en materia de
suministro de agua, servicio de salud, educación, trabajo y vivienda.
f) Se ordene
garantizar la participación ciudadana de la comunidad Wayúu en el desarrollo de
los proyectos y planes que se pongan en ejecución para satisfacer las
necesidades mínimas vitales antes mencionadas.
g) "Ordenar al
Instituto de Fomento Industrial IFI- Concesión Salinas y al Municipio de
Manaure, que de conformidad con el convenio suscrito entre la Empresa y la
Alcaldía Municipal de ese Municipio, se aporte la asesoría y el valor
correspondiente por cada una de las partes, a efectos de construir el relleno
sanitario que requiere la comunidad y al que se refiere el oficio del 17 de
octubre de 1992, y asi finiquitar el problema que hoy representa la disposición
final de basuras en la localidad".
2. Los hechos.
Los hechos que
fundamentan la pretensión de tutela, se resumen así:
- La población
indígena Wayúu, se encuentra asentada desde hace mucho tiempo en la Península
de la Guajira y se ha dedicado al pastoreo, la horticultura y la explotación
artesanal de la sal. Por primera vez, en 1920, recibió atención y apoyo del
Estado para el desarrollo de esta última actividad; apoyo que continuó por
intermedio de la Concesión Salinas que se creó, con la participación del IFI,
con fundamento en lo dispuesto por la ley 41 de 1968.
- Con el correr del
tiempo y por la ocurrencia de distintas dificultades y necesidades, se firmó el
acuerdo del 27 de julio de 1991 entre los representantes del Gobierno, del
IFI-Concesión Salinas y la Comunidad Indígena Wayúu de Manaure. En el
mencionado acuerdo se previó la constitución de una Empresa de Economía Mixta
con la participación de dicha comunidad en un 25% del capital social y un Fondo
de Bienestar Social y Desarrollo bajo el control pleno de la comunidad, el cual
estaría conformado por aportes y recursos específicamente determinados.
- El Decreto 2818
de 1991, dispuso la liquidación del contrato de Concesión Salinas autorizado
por la ley 41 de 1968 y autorizó la creación de una nueva sociedad bajo la
denominación de "Salinas Marítimas y Terrestres de Colombia S.A.",
cuyo proyecto de constitución fue elaborado por el comité técnico creado para
el efecto.,
- En razón del proceso
de liquidación de la empresa Concesión Salinas, decayó toda la infraestructura
de la explotación de la sal, lo cual implicó el incumplimiento por aquélla de
los compromisos adquiridos con la comunidad Wayúu, vinculada directa o
indirectamente a la explotación de la sal, con el consiguiente deterioro de las
condiciones de vida de sus miembros y el desconocimiento de sus derechos
fundamentales.
- Dentro del
acuerdo de julio de 1991 se convino: otorgar trabajo, seguridad social y
servicios públicos a la Comunidad Indígena Wayúu; la construcción del hospital
de Manaure y de un centro educativo; el suministro de agua para consumo en el
área ocupada por dicha comunidad y la posibilidad de mantener el sistema de
recolección manual de la sal utilizado por el Banco de la República desde 1963.
- El incumplimiento
del acuerdo determinó el desconocimiento de los aludidos derechos fundamentales
a la Comunidad Indígena Wayúu. En efecto, se dispuso el cierre del hospital, se
prohibió la extracción paralela de la sal y no se proveyó lo necesario para
suministrar agua potable y educación a la población Wayúu.
B. Los fallos que
se revisan.
Primera
Instancia.
La Sección Primera del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, mediante sentencia del 12 de mayo de 1994,
concedió la tutela, y en tal virtud ordenó a cada uno de los organismos
demandados, con excepción del P.N.R., velar por el cumplimiento de los términos
del acuerdo del 27 de julio de 1991, y garantizar a la comunidad Wayúu,
mientras culminaba el proceso de liquidación, modernización y/o
industrialización de la Concesión Salinas, de conformidad con lo ordenado por
el Decreto 2818 de diciembre de 1991, la satisfacción de las necesidades
referentes a salud, agua, educación y explotación de la sal.
El Tribunal
consideró que el incumplimiento del acuerdo del 17 de julio de 1991, la
lentitud del proceso de liquidación de la Concesión Salinas y la negativa a
constituir la sociedad de economía mixta denominada "Salinas Marítimas y
Terrestres de Colombia S.A.", es la causa de la violación de algunos de
los derechos fundamentales de la Comunidad Wayúu, cuya protección invocan los
actores.
El Tribunal, mediante providencia del 26
de mayo de 1994, adicionó la sentencia para precisar mejor las obligaciones de
cada uno de los organismos oficiales contra los cuales se dirigió la tutela, de
la siguiente manera:
"1.- De los
términos del acuerdo firmado el 27 de julio de 1991, corresponde al Instituto
de Fomento Industrial -IFI- constituir el "Fondo de Bienestar Social y
Desarrollo de la Comunidad Wayúu de Manaure"; al Ministerio de Desarrollo
Económico, la constitución de la sociedad de economía mixta y garantizar las
fuentes de trabajo para la comunidad Wayúu y su participación teniendo en
cuenta su opinión en el proceso de liquidación del contrato -IFI- Concesión
salinas; al Ministerio de Educación coordinar el funcionamiento del colegio de
Manaure en forma eficiente en todos los sentidos; al Ministerio de Salud
garantizar la atención gratuita a los hijos de la comunidad Wayúu y el
funcionamiento eficiente del hospital de Manaure y la atención completa a las
necesidades de la comunidad y el suministro de agua potable; y al Instituto de
Fomento Industrial "IFI; garantizar la explotación de la sal por parte de
la comunidad Wayúu de Manaure y su comercialización, y, dar los aportes y la
asesoría que le corresponden para la construcción del relleno sanitario al cual
se refiere el oficio del 17 de octubre de 1992.
"A) El
Instituto de Fomento Industrial "IFI", con respecto al acuerdo,
deberá informar a esta corporación en el término de ocho (8) días contados a
partir de la notificación de esta providencia, que ha hecho al respecto, y, en
lo sucesivo cada treinta (30) días presentar informe detallado de las
actividades realizadas con miras a su cumplimiento".
"B) Los
Ministerios de Desarrollo Económico, Educación y Salud y el Instituto de
Fomento Industrial "IFI", deberán informar a esta Corporación las
actividades desarrolladas en cumplimiento del fallo de tutela y los proyectos
que se aprueben al respecto, cada treinta (30) días contados a partir, los
primeros, de la fecha de notificación de esta providencia".
"El IFI podrá
presentar unificados los informes mensuales".
Segunda
Instancia.
La Sección Tercera
de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, en fallo del
14 de julio 1994, revocó la sentencia de primera instancia y, en su lugar,
declaró la improcedencia de la tutela. La providencia del Consejo se detiene en
el análisis de la filosofía de los derechos fundamentales y la naturaleza y
procedencia de la tutela como mecanismo constitucional establecido para su
protección y afirma sobre el tema:
"C) A la luz
de lo que se deja expuesto, debe quedar bien en claro que los derechos
fundamentales que la Constitución protege a través de la acción de tutela, son
los que tienen una dimensión subjetiva, esto es, aquéllos que
"...determinan el estatuto jurídico de los ciudadanos , lo mismo en sus
relaciones con el Estado que en sus relaciones entre sí. Tales derechos
tienden, por tanto, a tutelar la libertad, autonomía y seguridad de la persona
no sólo frente al poder, sino frente a los demás miembros del cuerpo
social", como lo enseña el tratadista ya citado".
Al examinar el
contenido del Acuerdo del 27 de Julio de 1991, el Consejo advierte que la
tutela no se ha instituido para obtener el cumplimiento de un convenio de esta
naturaleza, ni al juez le corresponde suplir las funciones de los
administradores e imponerles, bajo el apremio de la referida acción, el
cumplimiento de sus deberes. Dice el aparte pertinente del fallo, lo siguiente:
"Ocurre, sin
embargo, que al juez no le corresponde desempeñar el papel de administrador .
Lo que no haga el Sr. Presidente de la República, sus Ministros, los
Gobernadores o Alcaldes, dentro del marco de sus competencias que la
Constitución Nacional les fija, no puede suplirse por la magistratura a través
de los fallos de tutela. Los Acuerdos que los funcionarios del Estado suscriben
con los representantes de la comunidad, deben cumplirse por éllos, dentro de un
marco de seriedad, objetividad y buena fe".
Al final y a manera
de aclaración, la providencia concluye:
"Al definir, a
la luz de la ley y el derecho, que la sentencia impugnada será revocada, debe
quedar bien en claro, ante la conciencia ciudadana, que lo es por las razones
de orden jurídico que se dejaron precisadas, esto es, porque a la luz de la Constitución
y de la ley, no es posible que en Colombia exista un Juez administrador que
lleve a cabo o supla las falencias de la rama ejecutiva..."
"Finalmente
quiere la Sala dejar en claro que el acuerdo suscrito el 27 de julio de 1991
entre el Estado y la Comunidad Wayúu, debe ser cumplido por el Gobierno en los
términos convenidos. Pero su cumplimiento no puede lograrse a través de la vía
de la tutela, porque escapa a sus alcances y cometidos".
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión para conocer y decidir en grado de revisión, sobre el asunto
materia del negocio de la referencia, con fundamento en lo dispuesto por los
artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política y el Decreto 2591 de 1991.
2. Sentido y
alcance de las obligaciones contenidas en el acuerdo del 27 julio de 1991.
De los antecedentes
reconocidos en el plenario, se pueden resumir los aspectos esenciales que
rodearon la suscripción del convenio y precisar el alcance de su propio
contexto. Dichos antecedentes lo constituyen no sólo las disposiciones
normativas atinentes a la materia, sino el convenio mismo, los escritos y
pruebas aportadas por los actores y particularmente el documento elaborado por
Planeación Nacional, con el aporte de los demás organismos oficiales
involucrados en la propuesta que se llevó al CONPES, denominado "El
mercado de la sal y la liquidación del IFI-Concesión de Salinas", de fecha
29 de Marzo de 1993.
Debe comenzarse por
advertir que la comunidad Wayúu ha tenido una estrecha y centenaria vinculación
con la actividad de la explotación de sal en Manaure, tanto que si bien no es
posible reducir a dicha actividad toda la fuente de sus ingresos, se considera
de todas maneras como la contribución más importante y significativa en que se
apoya su supervivencia socioeconómica. No puede olvidarse, además, que la zona
donde se asienta la explotación que ha venido adelantando el Estado, primero
mediante convenio con el Banco de la República y luego con el IFI, constituye
el hábitat ancestral de los Wayúus. Sobre este punto anota el documento CONPES,
a que se hizo referencia anteriormente:
"Hasta 1968,
cuando el Gobierno Nacional ejecutó el proyecto de ampliación de las salinas de
Manaure, éstas eran explotadas por la comunidad Wayúu. Para hacer posible la
ampliación, el Inderena le otorgó a la concesión la facultad de construir las
obras de infraestructura necesarias para su funcionamiento y se acordó que ésta
compensaría a la comunidad que veía afectado su hábitat".1
Pues bien, las
referencias precedentes explican el hecho de que la explotación concesionaria
de Manaure se hubiera organizado, en buena medida, como un "mecanismo de
protección a la comunidad indígena", al punto que "la concesión
mantiene el sistema de recolección manual utilizado por el Banco de la
República desde 1936, y para ello contrata de manera temporal entre 2000 y 3000
indígenas de la comunidad Wayúu".2
Mantener este diseño
de organización y explotación de la concesión de Manaure contribuyó
indudablemente a incrementar los costos de producción de la sal, pero este
hecho, además de la connotación económica adversa que representa, permite
concluir que para el Estado, aún a su pesar, la empresa constituyó una
estrategia institucional dirigida a resolver, al menos en parte, las graves y
crónicas dificultades que han confrontado desde tiempos inmemoriales las
gentes de este sector de la Guajira.
Por razones
financieras (baja rentabilidad, difícil situación de liquidez, volumen de
pérdidas acumuladas, etc.), la ley autorizó la liquidación de la empresa, pero
simultáneamente dispuso la organización de una nueva sociedad de economía
mixta, del orden nacional, denominada Salinas Marítimas y Terrestres de
Colombia S.A., vinculada al Ministerio de Desarrollo Económico, encargada de
"la explotación y administración de todas las salinas marítimas y
terrestres de propiedad nacional, a través del sistema de aporte minero, de
conformidad con la legislación de minas" (Decreto 2818/91, arts. 3o. y
6o.)
Resultó entonces,
que mientras se cumplía el proceso de terminación y liquidación de la empresa
IFI-Concesión Salinas, se agudizaron los problemas de recursos que afectaban su
estabilidad porque se paralizó prácticamente la producción de sal, y no se
pusieron en marcha con la agilidad requerida las alternativas previstas y
acogidas por los organismos oficiales y la comunidad Wayúu en el Acuerdo del 27
de Julio de 1991, con lo cual se inhabilitó la única posibilidad inmediata de
resolver la situación crucial de los indígenas de Manaure.
Puede admitirse,
además, que el decreto 2818 del 17 de diciembre de 1991 persiguió, entre otras
finalidades, la consagración de los instrumentos jurídicos que hicieran posible
el cumplimiento de las obligaciones asumidas seis meses antes por los
organismos estatales en favor de los Wayúu con ocasión del mencionado Acuerdo.
Pero como resulta de los planteamientos de la demanda, de las pruebas
recaudadas y de la realidad confrontada por las decisiones judiciales que se
revisan, la Administración incumplió los compromisos contraidos, justificando
algunas veces su conducta en la ilegalidad de ciertas obligaciones asumidas,
como las relacionadas con la organización de una sociedad de Economía Mixta
para la explotación de la sal, o la constitución de un Fondo de Bienestar
Social y de Desarrollo de la Comunidad Wayúu de Manaure, pues alegó carecer de
autorización legal para llevar a cabo los aportes convenidos. Sin embargo, la
constante que explica la conducta oficial es, de manera general, el insuperable
desgano administrativo en la ejecución de las medidas a implementarse para
satisfacer, entre otras, las necesidades primarias en salud, educación,
trabajo, agua potable de la comunidad Wayúu, sin tener en cuenta que tales
omisiones podían significar una violación o amenaza de violación de sus
derechos fundamentales.
3. Viabilidad de
la tutela como instrumento jurídico para hacer efectivos los derechos
fundamentales de la comunidad Wayúu, concretados en el Convenio.
Examinadas con
detenimiento las pretensiones de las autoridades peticionarias de la tutela se
establece que ellas están dirigidas a obtener, a través de la acción de tutela,
el cumplimiento del Acuerdo del 27 de julio de 1991 suscrito por los señores
Ministros de Desarrollo Económico, Gobierno, Minas y Energía, Presidente del
IFI y la Directora General de la Concesión Salinas, con los representantes de la
comunidad Wayúu de Manaure, como medio o instrumento para proteger "los
derechos fundamentales a la dignidad, a la vida, a la salud, al trabajo, a la
educación, a la igualdad, a la paz y a la integridad étnica de la comunidad
Wayúu", que se estiman vulnerados en razón del proceso de liquidación de
la Concesión Salinas y del incumplimiento de dicho Acuerdo.
En la parte motiva
del mencionado Acuerdo se expresa, en lo pertinente, lo siguiente:
"b. que la
comunidad Wayúu asentada en el área adyacente a la explotación de sal marina en
Manaure, le asiste un derecho fundamental de carácter histórico y anterior al
mismo Estado, por ocupar la región desde tiempos inmemorables, donde ha
desarrollado formas propias de vida, organización social y económica y de reproducción
cultural";
"c. que la
comunidad Wayúu ha tenido una vinculación centenaria a la explotación de la sal
y que continúa dicha vinculación a través de explotaciones familiares, trabajos
independientes; recolección, transporte y laboreo en el IFI Concesión de
Salinas, como trabajadores directos e indirectos";
"d. que la
producción industrial de sal ha traído beneficios y ventajas a los pobladores
de la región, no obstante haber producido cambios y afectaciones ecológicas y
del medio ambiente alterando formas consuetudinarias de producir y vivir de la
comunidad Wayúu, y"
"e. que es
importante solucionar los conflictos Comunidad-Empresa y aquellos relacionados
con la explotación de la sal, propiciar las mejores condiciones de convivencia,
trabajo, habitabilidad y paz social en la región y fortalecer el desarrollo
etno-social de la comunidad Wayúu".
En la parte
dispositiva del acuerdo y con el fin de hacer efectivo el derecho al trabajo de
la comunidad Wayúu, vinculado a la explotación de la sal, crear condiciones
para la convivencia pacífica en la región y lograr el desarrollo social de la
comunidad como etnia de especial significación dentro de la diversidad
socio-cultural de la población nacional, se convino la creación del "Fondo
de Bienestar Social y Desarrollo de la Comunidad Wayúu de Manaure",
destinado a hacer efectivas las demandas de la comunidad en lo relativo a
inversiones y obras de bienestar social, previamente concertadas, asi como la
constitución de una sociedad de economía mixta para la explotación de la sal
con la participación de la comunidad.
Conforme al inciso
3o del artículo 86 de la Constitución Política "la acción de tutela sólo
procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial,
salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable".
Es necesario
determinar si en el presente caso existe un medio alternativo de defensa
judicial idóneo y eficaz para obtener la protección de los derechos
fundamentales que se estiman conculcados.
Podría pensarse, que
cuando las autoridades peticionarias exigen el cumplimiento del acuerdo y
formulan una serie de pretensiones consecuenciales vinculadas estrechamente a
éste, plantean que a través de la tutela se proceda a la solución de una
controversia de naturaleza contractual.
La solución de las
controversias que surgen de un convenio o contrato puede lograrse
extrajudicialmente acudiendo a cualquiera de los mecanismos previstos en el
estatuto contractual, como son la conciliación, la amigable composición, la
transacción, incluso la petición de revocación con respecto a actos
administrativos contractuales, en los términos de los artículos 5o, 14, 16,
25-5, 27, 60, 68, 69, 70, 71 y 74.
Igualmente la
solución de las referidas controversias puede obtenerse a través de la
jurisdicción de lo contencioso administrativo, bien sea acudiendo al proceso de
ejecución con miras a obtener el cumplimiento de las obligaciones emanadas del
contrato o promoviendo la correspondiente acción contractual con arreglo a las
previsiones contenidas en el artículo 87 del C.C.A.
No existe en el caso
concreto un medio alternativo de defensa judicial, porque ni la acción de
ejecución ni la acción contractual para obtener la declaratoria de
incumplimiento del contrato y la consecuencial responsabilidad, que serían
formalmente las indicadas para lograr la satisfacción de los derechos derivados
del mismo, se juzgan idóneas para amparar los derechos fundamentales, pues
tales acciones tienen un contenido eminentemente patrimonial y en todo caso no
fueron instituidas para la protección de tales derechos.
Se infiere de lo
anterior, que no existen instrumentos procesales nítidos para lograr judicialmente
el cumplimiento de las obligaciones consagradas en el Acuerdo del 27 de julio
de 1991, porque muchas de las obligaciones establecidas se resuelven en la
prestación de servicios públicos y otras están condicionadas a autorizaciones
legales para materializarse, ya que suponen la apropiación de recursos
oficiales, como las relacionadas con los aportes a la constitución de la
sociedad mixta para la explotación de la sal o la creación de un Fondo de
Bienestar Social, y en esas circunstancias resultan inaplicables las fórmulas
demasiado ortodoxas que el Código Contencioso Administrativo o el Estatuto de
Contratación de los Organismos Estatales, consagran para exigir la respectiva
responsabilidad contractual.
En el supuesto de
que se pudiera acudir a una acción para lograr la ejecución del Convenio
aludido, la decisión final, y en el entendido de que ella entrañara una
decisión estimatoria de las pretensiones, sólo podría definirse probablemente
después de muchos años, cuando lo crítico y conflictivo de la situación social
que confronta la comunidad, reclama unas definiciones ágiles, porque de otro
modo, es bien probable que la situación desemboque en la asunción de rumbos
desesperados, o, peor aún, en la amenaza de la propia integridad étnica y
cultural de la comunidad Wayúu.
La consideración de
esas eventualidades, por remotas que parezcan, no pueden ser ajenas a las
preocupaciones del Estado, ni esquivarse dentro del análisis de esta
providencia.
La Constitución
Política incorporó dentro de sus preocupaciones, el reconocimiento y defensa de
las minorías étnicas, y de manera muy significativa, reservó en favor de las
comunidades indígenas una serie de prerrogativas que garantizan la prevalencia
de su integridad cultural, social y económica, su capacidad de
autodeterminación administrativa y judicial, la consagración de sus resguardos
como propiedad colectiva de carácter inalienable, y, de los territorios
indígenas como entidades territoriales al lado de los municipios, los distritos
y los propios departamentos (C.P. arts. 7, 171, 246, 286, 329, 330, etc.).
Hay que considerar
adicionalmente, que el Estado a través de las entidades públicas intervinientes
en la celebración del Acuerdo se comprometió a la realización de una serie de
acciones tendientes a garantizar de manera concreta el derecho al trabajo de la
comunidad Wayúu con la organización y funcionamiento de una empresa que se
encargara de la explotación de la sal y, además, a adoptar las medidas
necesarias para el desarrollo social y cultural de dicha comunidad. Por lo
tanto, a juicio de la Sala, el compromiso asumido tiende a hacer efectivos
derechos que se estiman fundamentales, no meramente programáticos, sino ciertos
y reales, que se consideran medulares para la supervivencia y el desarrollo
socio-cultural de la etnia Wayúu como grupo social que merece la especial
protección del Estado en los términos de los artículos 1, 7 y 8 de la C.P. A
esta solución llegó esta misma Sala en la sentencia No. T-342 de fecha julio 27
de 1994 cuando ordenó proteger la diversidad étnica y cultural de la Tribu
Nukak-Maku.
La efectividad de
los aludidos derechos (art. 2 C.P.) contribuye además a hacer realidad el
principio de igualdad (art. 13 C.P.) y la justicia material, porque en este
caso el Estado en dicho Acuerdo se obligó a promover, con acciones concretas,
las condiciones para lograr la igualdad material de una comunidad discriminada
y marginada.
Llama la atención de
la Sala la circunstancia de muy común ocurrencia en que el Estado para superar
una emergencia derivada de un conflicto social con un grupo humano determinado,
asume obligaciones a través de convenios con las partes en conflicto, que luego
son incumplidos.
El incumplimiento de
este tipo de obligaciones, resta credibilidad y legitimidad a la acción del
Estado, frustra las aspiraciones legítimas de la comunidad, alienta las
soluciones violentas a sus reclamaciones y, además, es contrario a la filosofía
que emana del preámbulo de la Carta y al principio de la buena fe (art. 83
C.P.). El Estado Social de Derecho no sólo demanda de éste la proyección de
estrategías para dar soluciones a las necesidades básicas de la comunidad en lo
social y en lo económico, sino que exige acciones concretas para satisfacerlas;
por lo tanto, la oferta o el compromiso estatal para atender en concreto dichas
necesidades requiere ser traducido a la realidad, más aún cuando se trata de
proteger o amparar derechos fundamentales.
El cumplimiento de
esas obligaciones, en cuanto contribuyan a realizar efectivamente los derechos
fundamentales, puede demandarse a través de la acción de tutela, no propiamente
porque el respectivo convenio o acuerdo creé el derecho fundamental, pues éste
ya aparece determinado en el ordenamiento constitucional, sino porque la unión
de las voluntades -la estatal y la de la comunidad- se constituye en un
instrumento de determinación, concreción y materialización del derecho, que le
imprime un vigor adicional para su exigibilidad.
Con fundamento en
las anteriores consideraciones se concederá la tutela impetrada para proteger
los derechos fundamentales al trabajo, a la igualdad, a la salud, a la
educación y al desarrollo socio-cultural de la comunidad Wayúu bajo las
siguientes condiciones:
Las entidades
estatales comprometidas en la celebración del Convenio pueden optar entre
cumplirlo en todas sus partes, dado su carácter obligatorio, o bien, adoptar
las medidas alternativas que sean necesarias para garantizar a la comunidad
Wayúu sus derechos al trabajo, a la salud, a la educación, al suministro de
agua potable y su desarrollo social y cultural que le permitan a sus miembros
disfrutar de una especial calidad de vida acorde con el medio en el cual
habitan.
III. DECISION.
Con fundamento en
las consideraciones expuestas, la Corte Constitucional -Sala Segunda de
Revisión- administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO. Revocar la sentencia de fecha 14 de julio
de 1994, proferida por el Honorable Consejo de Estado -Sección Tercera-,
mediante la cual se revocó a su vez la sentencia de primera instancia proferida
por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, que concedió la tutela
impetrada.
SEGUNDO. Confirmar los ordinales segundo, tercero y cuarto
de la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca con
fecha 10 de mayo de 1994.
TERCERO. Modificar el ordinal primero de la referida
sentencia, el cual quedará asi:
Concédese a la
comunidad Wayúu de Manaure la tutela de los derechos al trabajo, a la igualdad,
a la salud, a la educación, al suministro de agua potable y al desarrollo
social y cultural.
Para hacer efectiva
dicha tutela las entidades estatales que suscribieron el Convenio de fecha julio
27 de 1991 podrán optar entre cumplirlo, o adoptar, en el término de noventa
(90) días hábiles, las medidas alternativas que sean necesarias para garantizar
a la comunidad Wayúu sus derechos al trabajo, a la salud, a la educación, al
suministro de agua potable y a su desarrollo social y cultural que le permitan
a sus miembros disfrutar de una especial calidad de vida acorde con el medio en
el cual habitan.
CUARTO. En razón de la determinación adoptada en el
ordinal anterior, se revoca la decisión contenida en la providencia del 26 de
mayo de 1994, mediante la cual el Tribunal Administrativo de Cundinamarca
aclaró y adicionó la sentencia proferida el día 12 de mayo del mismo año.
QUINTO. Para los efectos del caso, líbrese la
comunicación prevista en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte y cúmplase.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 El mercado de la sal y la liquidación del IFI-Concesión Salinas,
D.N.P., p.9
2 Documento idem, |
262 | T-011-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-011/95
MESADA PENSIONAL-Pago oportuno/ACCION DE TUTELA-Improcedencia/MEDIO
DE DEFENSA JUDICIAL
Es improcedente
la acción de tutela cuando se trata de obtener por este medio, el pago de
mesadas atrasadas a cargo de una entidad de previsión social, ya que el
afectado cuenta con otra vía de defensa judicial.
REFERENCIA: Expediente Nro.T-45.220
ACTOR: MANUEL CUELLO URUETA contra DEPARTAMENTO
DEL MAGDALENA Y LA CAJA DE PREVISION SOCIAL DEL MAGDALENA.
PROCEDENCIA: CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, SALA PLENA
LABORAL.
MAGISTRADO
PONENTE: DR. JORGE ARANGO
MEJIA.
Aprobada en sesión
de la Sala Primera de Revisión, celebrada en la ciudad de Santafé de Bogotá, a
los diez y siete (17 ) días del mes de enero de mil novecientos noventa y
cinco (1995).
La Sala Primera de
Revisión, integrada por los Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, ANTONIO BARRERA
CARBONELL y EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ, decide sobre el fallo proferido por la
Sala Plena Laboral de la Corte Suprema de Justicia.
El expediente llegó
a la Corte Constitucional, por remisión que hizo la Corte, en virtud de lo
ordenado por el artículo 31 del decreto 2591 de 1991.
I. ANTECEDENTES.
Manuel Cuello Urueta
presentó ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Marta, acción
de tutela, como mecanismo transitorio, para evitar un perjuicio irremediable,
contra la Caja de Previsión Social y el departamento del Magdalena, por los siguientes
hechos:
A. Hechos
El actor tiene
pensión vitalicia de jubilación, la cual ha venido recibiendo por parte de la
Caja de Previsión Social del departamento del Magdalena. Señala que las
entidades demandadas le adeudan por concepto de mesadas atrasadas, la suma de
seis millones seiscientos cuarenta y cinco mil pesos ($6.645.000,oo),
correspondientes a los meses de diciembre de 1992; junio a diciembre de 1993,
y los meses de enero a junio de 1994.
Presentó su demanda
contra la Caja de Previsión Social y el departamento del Magdalena pues las dos
entidades son solidariamente responsables del pago de su pensión, conforme a la
sentencia de la Corte Suprema de Justicia, del quince ( 15 ) de diciembre de
1969, cuyos apartes transcribe "...Las Cajas de Previsión Social son
diputadas para el pago; su función se limita a reconocer y cancelar las deudas
originadas en las relaciones de trabajo, entre la administración y sus
servidores; por tanto, el sujeto pasivo de ellas no son las Cajas, sino el ente
administrativo a quien representan."
El actor dice que a
pesar de existir otro medio de defensa judicial, como lo es el proceso
ejecutivo laboral, para la obtención de lo pretendido, este hecho no es
incompatible con la acción de tutela, por ser la eficacia del proceso ejecutivo
inferior a la de ésta.
El demandante
acompañó resoluciones de la Caja de Previsión Social y constancia de la misma
entidad sobre el valor de la pensión del actor en los años 1991, 1992 y 1993.
B. Derechos
presuntamente vulnerados
El actor considera
que con la omisión de la Caja Nacional de Previsión Social se está vulnerando
el derecho consagrado en el inciso 3° del artículo 53 de la Carta Política,
que dice:
"El Estado
garantiza el derecho al pago oportuno y al reajuste periódico de las pensiones
legales."
C. Pretensión
Solicita que se
ordene a las entidades demandadas proceder al pago de las mesadas atrasadas.
D. Actuación
Procesal
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial del Magdalena asumió el conocimiento de la acción de
tutela y procedió a notificar a los demandados.
El Gobernador del
Magdalena, a través de apoderado, mediante oficio del 8 de julio de 1994,
contestó la demanda en los siguientes términos: "... Efectivamente el
peticionario es pensionado de la entidad antes señalada, de acuerdo a la
Resolución y actuaciones administrativas que obran en el expediente, lo
anterior nos indica que se le han reconocido sus derechos por parte de la Caja
de Previsión, pero el no pago oportuno se debe al Deficit (sic) presupuestal
que afronta, ya que existe diferencia entre lo aportado por las entidades que
nutren de recursos a la Caja de Previsión Social y la nómina para el pago de
los pensionados, pero actualmente la administración departamental se encuentra
haciendo los trámites y diligencias pertinentes con la finalidad de que se siga
cumpliendo un programa tendiente a evitar dentro de un término corto de (sic)
que se sigan presentando estas situaciones. . . . "
También manifestó el
apoderado que el actor tiene otra vía judical, como es el proceso ejecutivo
laboral, lo cual hace improcedente la acción de tutela.
E. Sentencia de
primera instancia.
Mediante sentencia
del 12 de julio de 1994, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa
Marta, Sala Laboral, DENEGO la tutela solicitada, al considerar que lo
pretendido por el actor podía hacerse efectivo a través del proceso ejecutivo
laboral. Así mismo, indicó que en el presente caso no se vislumbra perjuicio
irremediable.
F. Sentencia de
segunda instancia.
La Corte Suprema de
Justicia, Sala Plena Laboral, mediante sentencia del 9 de agosto de 1994
CONFIRMO el fallo del a quo en todas sus partes.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Primera.
Competencia.
La Corte
Constitucional es competente para decidir este asunto, en virtud de lo
dispuesto en el artículo 86 de la Constitución, en concordancia con las normas
pertinentes del decreto 2591 de 1991.
Segunda.- Breve
justificación de la presente sentencia.
El artículo 35 del
decreto 2591 de 1991 establece que "Las decisiones de revisión que
revoquen o modifiquen el fallo, unifiquen la jurisprudencia constitucional o
aclaren el alcance general de las normas constitucionales deberán ser
motivadas. Las demás podrán ser brevemente justificadas." En
consecuencia, en este caso, la motivación será breve, pues esta sentencia no va
a modificar o revocar los fallos de la Corte Suprema de Justicia ni del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Marta, ni unificará la
jurisprudencia constitucional, ni el expediente bajo examen permite aclarar
normas constitucionales.
La Sala comparte, en
términos generales, las decisiones adoptadas por los tribunales de instancia,
pues, según reiterada jurisprudencia de esta Corte, es improcedente la acción
de tutela cuando se trata de obtener por este medio, el pago de mesadas
atrasadas a cargo de una entidad de previsión social, ya que el afectado cuenta
con otra vía de defensa judicial. Además, tal como lo señala el a quo, en
el presente caso, no obra en el expediente prueba de que se esté en presencia
de un perjuicio irremediable.
Vale recordar que de
conformidad con jurisprudencia reiterada de esta Corporación, las
características que debe reunir el perjuicio irremediable son: que el
perjuicio sea inminente, las medidas a adoptar sean urgentes, y
el peligro grave, lo que determina que la acción de tutela sea impostergable.
(T - 225 de 1993)
Al respecto, entre
otras, existen las siguientes sentencias de la Corte Constitucional: T - 413 de
1994, T - 480 de 1994, T - 244 de 1993, T - 253 de 1993, T - 08 de 1992.
Por lo anterior, se
confirmará la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, en el sentido de
denegar la tutela solicitada.
III. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo
y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO:
CONFIRMASE la sentencia de
la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Laboral, de nueve (9) de agosto
de mil novecientos noventa y cuatro (1994). Por consiguiente, no se concede la
tutela solicitada por el señor MANUEL CUELLO URUETA.
SEGUNDO:
COMUNIQUESE la presente
sentencia al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Marta, Sala
Laboral, de Santa Marta, para que sea notificada a las partes, de conformidad
con lo dispuesto en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, cúmplase, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
263 | T-012-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-012/95
ACCION DE TUTELA-Hecho consumado
El juez de
primera instancia, al encontrar que la Fuerza Aérea Colombiana violó algunos
derechos constitucionales fundamentales de la parte actora, dispuso que éstos
fueran restablecidos. Dicha decisión fue acatada en su totalidad por la Fuerza
Aérea Colombiana, ordenando, entre otros, el reintegro de la Mayor en el cargo
de jefe de la sección de medicina laboral de la mencionada institución, como
también ordenó "Dar por terminado el Informativo Disciplinario adelantado
en su contra.
DEBIDO PROCESO-Vulneración/SANCION A OFICIAL DE LA FAC
POR MATRIMONIO CIVIL
En toda actuación
tanto los funcionarios judiciales como las autoridades administrativas, deben
observar los procedimientos previamente diseñados para preservar las garantías
que protegen los derechos, en especial el de defensa de quienes están
involucrados en la respectiva relación o situación jurídica, cuando dicha
actuación en un caso concreto podría conducir a la creación, modificación o
extinción de un derecho o la imposición de una sanción. Es así como en el
asunto que se analiza, se considera que el Comandante de la Fuerza Aérea
Colombiana, desconoció el derecho al debido proceso, pues le impuso a la Mayor
una sanción "con copia a su hoja de vida", consistente en ordenarle
abstenerse de concurrir, en asocio de su compañero, a todos los actos del
servicio o fuera de él en los establecimientos militares, clubes, y de igual
manera solicitar vivienda fiscal, sin que se hubiera adelantado tramitación
previa, desconociendo principios como el de legalidad, el juez natural,
publicidad, favorabilidad, presunción de inocencia, defensa y contradicción, es
decir, en ostensible desacato de las garantías propias del debido proceso.
DERECHO A LA
FAMILIA-Protección/DERECHO
A CONSTITUIR UNA FAMILIA /MATRIMONIO CIVIL
La Constitución
Política protege a la familia al darle el mismo valor tanto a la constituida a
través de ceremonias religiosas o civiles, como a las que tienen origen en
unión de hecho, buscando siempre el que las personas se desarrollen en un
entorno familiar, núcleo fundamental de la sociedad. Por esto, la relación de
la Mayor y el médico, constituye, de conformidad con las pruebas que obran en
el expediente, una unión estable y responsable, la cual a la luz de las nuevas
disposiciones constitucionales debe ser respetada y protegida por el Estado y
los particulares.
REF: Expediente No. T-44.888
Peticionarios:
SONIA LUCÍA JAIMES GÓMEZ Y JOSÉ ROBERTO VÉLEZ MÚNERA
Procedencia: Corte
Suprema de Justicia
Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Tema: Hechos
consumados, derecho al debido proceso, derecho a conformar una familia.
Santafé de Bogotá,
D.C., diecisiete (17) de enero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela radicado bajo el número T-44.888, adelantado por Ernesto Peña Quiñones
como apoderado de la Mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez y José Roberto Vélez Múnera
contra el Ministerio de Defensa Nacional y la Fuerza Aérea Colombiana.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efecto de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud
El ciudadano Ernesto
Peña Quiñones, como apoderado de la parte actora, interpuso ante el Tribunal
Superior de Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, acción de tutela con el fin
de amparar los derechos fundamentales a la libertad, a la integridad personal,
a la honra, al principio fundamental como institución básica de la sociedad y
al derecho a formar una familia, al honor y al buen nombre, al libre desarrollo
de la personalidad, al trabajo y al debido proceso de los peticionarios,
consagrados en los artículos 5, 12, 15, 16, 21, 25, 28, 29 y 42 de la
Constitución Política.
2. Hechos
La Mayor Sonia
Lucía Jaimes Gómez, médica general, egresada de la Universidad Militar Nueva
Granada, con estudios de especialización en medicina laboral en la República
Argentina, ingresó a la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) el primero (1o.) de
diciembre de 1983, y se ha desempeñado en la parte administrativa como médica,
escalafonando los distintos grados, hasta ascender al de Mayor, el doce (12) de
junio de 1992.
El veintiocho (28)
de septiembre de 1985, la Mayor Jaimes Gómez, contrajo matrimonio católico con
el teniente de la FAC Juan Carlos Zapata Villamil, quien el treinta (30) de
agosto de 1988 sufrió un accidente de aviación que le causó la muerte, quedando
la peticionaria viuda y madre de la niña Diana Carolina Zapata Jaimes.
La Mayor Sonia Lucía
Jaimes Gómez, en desarrollo de sus actividades profesionales y propias del
servicio, conoció al médico José Roberto Vélez Múnera, coordinador docente del
Departamento de Medicina Interna del Hospital Universitario Simón Bolívar,
quien se encuentra separado en forma definitiva de su primera esposa, en virtud
de la sentencia de seis (6) de octubre de 1992, proferida por el Juzgado 19 de
Familia de Santafé de Bogotá. Posteriormente estableció con la Mayor Jaimes
Gómez una relación amorosa, por lo cual tomaron la decisión de contraer
matrimonio civil en la ciudad de Urueña, Venezuela, el día cuatro (4) de octubre
de 1993.
Previo a la
celebración del matrimonio y en observancia de los reglamentos que deben
cumplir los miembros de las Fuerzas Militares, la Mayor Jaimes Gómez se dirigió
al departamento de personal EMA-1, para informar su decisión, con el fin de que
sobre el posible cónyuge se realizara un estudio de seguridad. Igualmente
solicitó al comandante de la FAC autorización para salir del país.
De los oficios
presentados por la Mayor Jaimes al departamento de personal y al comandante del
Ejército, no se recibió respuesta alguna, a pesar de que según memorando
interno de fecha cinco (5) de mayo de 1993, la solicitud de matrimonio cumplía
los requisitos. Por el contrario, el Comandante de la FAC mayor general Alfonso
Abondano Alzamora, la citó con el fin de solicitarle que no se casara por lo
civil, ya que dicho matrimonio no producía efectos en Colombia y la nueva
situación atentaría contra la moral y las buenas costumbres de la institución,
petición a la que no accedió la Mayor Jaimes Gómez.
Después de celebrado
el matrimonio, la Mayor se presentó ante el comandante de la FAC y le informó
sobre el acontecimiento, pero éste la previno respecto de las posibles
consecuencias, manifestándole que podía tener implicaciones semejantes a las
que tuvo la cabo segunda Piedad Alarcón Velásquez, quien fue llamada a
calificar servicios por haberse embarazado sin contraer matrimonio.
Además de lo
anterior, el comandante le envió a la oficial Jaimes Gómez el oficio No. 3308
COFAC-APG-747 del 11 de octubre de 1993, el cual, para efectos de la presente
tutela, resulta pertinente transcribir:
"Con base en la
comunicación verbal recibida por este Comando de parte de la Señora Mayor SONIA
LUCIA JAIMES GOMEZ, se considera que la moral y las buenas costumbres dentro de
la Institución se han visto afectadas por las circunstancias que rodean la
situación de hecho adquirida por usted en razón al matrimonio celebrado en
VENEZUELA y sin ningún efecto jurídico en COLOMBIA.
"Sí bien es
cierto que el estado civil que ostenta le permite contraer matrimonio por el
rito y el lugar deseado, también lo es que su condición de Militar, adquirida
voluntariamente, le impone la observancia de la normatividad especial que rige
para las Fuerzas Militares, no obstante la modernización de las instituciones
permiten relaciones de hecho que son protegidas por la Constitución Política de
Colombia.
"Como
consecuencia de lo anterior la Señora Mayor y conforme a las reglamentaciones
vigentes, se abstendrá de concurrir en asocio de su compañero a todos los actos
del servicio o fuera de él en los establecimientos Militares, clubes y de igual
manera solicitar vivienda fiscal.
"En observancia
de la Constitución Política, que prima sobre cualquier norma legal o
reglamentaria, este Comando no impondrá sanción alguna a la Señora Mayor a
pesar que con su conducta infringió el Reglamento de Régimen Disciplinario.
Pero al tenor de la prevalencia de normas y en absoluto respeto de la Ley,
ordena que dicho informe sea comunicado de manera personal a la interesada, así
mismo se allegue copia de este a su hoja de vida."
También, dicho
comandante resolvió trasladar a la Mayor a la base de Palanquero (Puerto Salgar
- Cundinamarca), según información verbal que le suministró a ésta el director
de sanidad (e), frente a lo cual la oficial le solicitó que reconsiderara su
decisión dado su estado de embarazo. Dicho traslado no se produjo entonces a
Palanquero, pero sí a la base de CATAM en Santafé de Bogotá, como Jefe de Seguridad
Aérea, posición que al decir de la peticionaria no se compadece con su
profesión como médica especialista en medicina de aviación.
No obstante que en
el oficio 3308 COFAC -APG- 747 del 11 de octubre de 1993, ya referenciado, el
comandante señalaba que no iniciaría investigación disciplinaria contra la
oficial Jaimes Gómez, el inspector de la Fuerza Aérea, mayor general José Yesid
Delgado, en cumplimiento de una orden verbal del señor comandante, dispuso el
veintinueve (29) de diciembre de 1993, iniciar investigación disciplinaria
contra la Mayor, por la causal prevista en el artículo 184, literal b del
decreto 85 de 1989, que corresponde al régimen disciplinario de las fuerzas
militares y que textualmente señala:
"ART. 184.-
Cometen falta contra el Honor Militar, los Oficiales y Suboficiales en servicio
activo que incurran en hecho o situaciones que afecten el honor del cuerpo de
oficiales o Suboficiales o la dignidad de la institución castrense, tanto en
actividades del servicio como fuera de ellas.
"Son faltas
contra el Honor Militar las siguientes: (...)
"b) Vivir en
concubinato o notorio adulterio. (...)"
Asimismo, la
investigación disciplinaria se inició en contra del concepto jurídico No. 275
-FACAS-810 del tres (3) de noviembre de 1993, presentado por el Auditor
Superior de Guerra de la Fuerza Aérea teniente coronel Laureano Gómez Neira, al
segundo comandante y jefe del Estado Mayor Aéreo en el que afirma:
"La
Constitución Nacional, reconoce que quien participa activamente en la vida comunitaria
del país (estamento militar), no está renunciando a su vida privada (art. 15 y
16 ibidem).
"Así las cosas,
el rEglamento de Régimen Disciplinario para las Fuerzas Militares, en cuanto
hace referencia a las normas de conducta del personal militar y civil a quienes
se aplica, deberá estar sujeto a la delimitación constitucional que fijan las
normas supralegales. Visto en otros términos, diríase, entonces, que todos los
militares tienen como cualquier ciudadano derecho a su intimidad personal y familiar
y a su buen nombre, y el Estado en cabeza de sus superiores jerárquicos, debe
respetarlos y hacerlos respetar. De igual forma, tienen derecho al libre
desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los
derechos de los demás y el orden jurídico establecido."
3. Pretensiones
Solicita el actor
que, como consecuencia del amparo de los derechos conculcados, se ordene al
Comandante de la Fuerza Aérea Colombiana mayor general Alfonso Abondano
Alzamora; en primer lugar, suspender en forma inmediata cualquier actuación
dentro del informativo disciplinario número (15) que esa entidad adelanta
contra la Mayor médica Sonia Lucía Jaimez Gómez; en segundo lugar, revocar la
orden contenida en el oficio número 3308 COFAC APG- 747 del 11 de octubre de
1993, advirtiéndole a todas las dependencias respectivas, en especial a los
clubes, casinos y aquellos que manejan la vivienda fiscal, que la mayor Jaimes
Gómez tiene derecho a ser atendida sin dilación y sin discriminación alguna, en
tales dependencias, junto con su compañero permanente el doctor José Roberto
Vélez Múnera; en tercer lugar, reintegrar a la mayor médica Sonia Lucía Jaimes
Gómez al cargo de Jefe de la Sección de Medicina Laboral de la Dirección de
Sanidad de la Fuerza Aérea Colombiana que estaba desempeñando como médica
especialista en Medicina Laboral y, finalmente, ordenar el pago de los
perjuicios morales causados a los dos poderdantes por la violación de los
derechos fundamentales en que incurrió la Fuerza Aérea.
II. ACTUACION
PROCESAL
1. Primera
instancia
La Sala Penal del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, mediante
providencia de fecha quince (15) de junio de 1994, resolvió "TUTELAR
los derechos fundamentales del debido proceso, de la integridad personal y
familiar, de la familia, el honor y el buen nombre, el libre desarrollo de la
personalidad, la libertad de los señores Mayor médica SONIA LUCIA JAIMES GOMEZ
y médico ROBERTO VELEZ MUNERA, así como el derecho al trabajo de la primera".
Consideró el
Tribunal, que de acuerdo con los artículos 5o. y 42 de la Constitución
Política, no existe en Colombia "privilegio de alguna naturaleza para
determinados vínculos, a través de los cuales se haya conformado una familia.
La Carta Política de 1991, no hizo ninguna diferencia, le dio el mismo valor
tanto a la constituida a través de ceremonias religiosas o civiles, así como a
la unión de hecho, elevando todas esas asociaciones a la categoría de
'institución básica de la sociedad', con la sola consideración de que 'todos
deberíamos nacer, vivir y morir dentro de una familia'."
Señala la
Corporación, que el Estado a través del señor comandante de la fuerza aérea y
el señor Ministro de Defensa Nacional, por expreso mandato de la Constitución
están obligados a proteger integralmente, y a respetar la honra, la dignidad y
la intimidad de la familia constituída por la Mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez y
el médico José Roberto Vélez Múnera, que han sido vulnerados flagrantemente con
los comportamientos asumidos, tales como el oficio 3308 de 11 de octubre de
1993, el proceso disciplinario iniciado en contra de la Mayor, y el traslado
inicialmente dispuesto a la Base de Palanquero que por fortuna no se cumplió,
pero que en cambio sí la desmejoró laboralmente, ya que pasó de ocupar el cargo
de Jefe de la Sección de Medicina Laboral de la Dirección de Sanidad, al de
Jefe de la Sección de Seguridad Aérea de CATAM.
Afirma el Tribunal,
que con dicho traslado se le ha violado el derecho al trabajo de la interesada,
pues "sin perder de vista que por ser Oficial de la Fuerza Aérea, la
señora JAIMES GOMEZ debe estar sometida a la disciplina militar, también lo es
que ella es una profesional especializada en un área de la medicina y que muy
seguramente el cargo que inicialmente se le asignó como jefe de Medicina
Laboral de la Dirección de Sanidad obedeció única y exclusivamente a los
conocimientos científicos que posee, a su capacidad e idoneidad."
Igualmente sostiene
que la orden impartida por el comandante de la fuerza aérea en el oficio No.
3308 de octubre once (11) de 1993, para que la pareja Jaimes Gómez y Vélez
Múnera, por el sólo hecho de haber contraído matrimonio civil en el exterior,
no fuera admitida en las instalaciones militares por razón del servicio o fuera
de él, así como la orden de no concurrir a clubes, a los cuales tienen derecho,
máxime cuando aquella en calidad de oficial debe hacer aportes económicos a los
mismos, los ha "puesto en la picota pública ante todas las Fuerzas
Militares...", desconociendo los derechos a una integridad personal, a su
intimidad personal, familiar y al buen nombre, al libre desarrollo de la
personalidad, a la honra y a la libertad.
En lo relacionado
con el derecho constitucional fundamental al debido proceso, afirma el Tribunal
que de la misma nota suscrita por el comandante de la FAC (oficio No. 3308 de
octubre 11 de 1993) y dirigida a la Mayor, se tiene que no hay lugar a seguirle
proceso disciplinario por haber tomado la decisión libre de formar una familia,
pues en dicha nota se dice: "(...) este Comando no impondrá sanción alguna
a la señora Mayor a pesar de que con su conducta infringió el Reglamento de
Régimen Disciplinario(...)". Sin embargo, en el auto de fecha veintinueve
(29) de diciembre de 1993, suscrito por el inspector general de la fuerza
aérea, "se establece que dicho señor Comandante ordenó investigar la
supuesta falta disciplinaria de la Mayor (...)", lo que "obviamente
va en contravía de la Constitución, especialmente de los artículos 29 y 4o.,
así como los artículos 5o. y 42, y el propio artículo 1o. de la Ley 54 de
1990(...)"
Además, "se
desconoció por el señor COMANDANTE DE LA FUERZA AEREA COLOMBIANA, el concepto
jurídico rendido por el señor Teniente Coronel LAUREANO GOMEZ NEIRA, AUDITOR
SUPERIOR DE GUERRA FAC en relación con 'EL MATRIMONIO Y SUS EFECTOS SOCIALES A
LA LUZ DE LA NUEVA CONSTITUCION', del que se trajo fotocopia a estas
diligencias y que realmente clarifica la cuestión que se viene
mencionando(...)"
Finalmente, con
respecto a la solicitud del apoderado de los actores, para que se ordene pagar
los perjuicios morales en el equivalente a 3.000 gramos oro para cada uno,
sostuvo el Tribunal que: "La Sala no hará condenación al pago de
perjuicios de ninguna índole como tampoco en costas, pues ello implicaría un
verdadero proceso y la acción de tutela no lo es. Además, no hubo demostración
de ningunos perjuicios."
2. Impugnación
Mediante memorial
presentado el día veintidós (22) de julio de 1994, el apoderado del Ministerio
de Defensa Nacional, impugnó el fallo proferido por la Sala Penal del Tribunal
Superior de Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, por considerar que la
entidad que apodera no vulneró ninguno de los derechos tutelados, argumentando:
- Que el informe
administrativo de fecha octubre 11 de 1993, suscrito por el comandante de la
fuerza aérea colombiana, tuvo como fundamento jurídico el artículo 186 del
Decreto 85 de 1989, por el cual se reforma el reglamento de régimen
disciplinario para las fuerzas militares y otras disposiciones vigentes
(Resolución No. 276 de noviembre 24 de 1992, resolución No. 045 de 1989).
- Que la
Investigación disciplinaria iniciada mediante auto de 29 de diciembre de 1993,
observó las formas propias del debido proceso con observancia de las
disposiciones especiales señaladas en el Decreto 85 de 1989.
- Que el Decreto
1211 de 1990 estatuto del personal de oficiales y suboficiales de las fuerzas
militares, establece en su artículo 108 la facultad de la autoridad militar
competente para asignar a un oficial o suboficial a una nueva unidad o
dependencia militar con el fin de prestar sus servicios en ella, u ocupar cargo
o empleo dentro de la organización.
También, el
apoderado de la parte actora, impugnó el fallo respecto del numeral 3o. de la
parte resolutiva del mismo, por cuanto no condenó al Ministerio de Defensa
Nacional al pago de los perjuicios morales solicitados en la demanda,
incurriendo el Tribunal, según su criterio, en una indebida interpretación de
la norma legal, Arts. 1o, 2o., 16, 25 del decreto 2591 de 1991.
3. Fallo Segunda
Instancia
Mediante providencia
de fecha 28 de julio de 1994, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de
Justicia resolvió:
"MODIFICAR"
la sentencia del Tribunal Superior, "en el sentido de tutelar en la
forma indicada el derecho fundamental del debido proceso de los accionantes por
razón de la sanción impuesta por el Comandante General de la Fuerza Aérea
Colombiana en la comunicación 3308- COFAC-APG-747 del 11 de octubre de 1993,
confirma el amparo al derecho de la familia, el honor y el buen nombre de los
peticionarios y revoca en todos los demás derechos tutelados", y "CONFIRMAR
la no condena al pago de perjuicios y costas procesales."
En primer lugar,
encuentra la Sala que el señor comandante de la fuerza aérea colombiana le
impuso a la mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez, una sanción (oficio No. 3308 de 11
de octubre de 1993) sin acatamiento al derecho fundamental del debido proceso,
impidiéndole la concurrencia a la mayor en asocio del doctor José Roberto Vélez
Múnera, a todos los actos del servicio o fuera de él en los establecimientos
militares, la prohibición para solicitar vivienda fiscal y dispuso la anotación
del "informe disciplinario" en la hoja de vida.
Asimismo, según el ad-quen,
la iniciación de la averiguación disciplinaria no constituye atentado contra el
derecho al debido proceso, a la honra, a conformar una familia, ni al libre
desarrollo de la personalidad, ya que en dicho trámite está legitimada la Mayor
para cuestionar la imputación, razón por la cual de acuerdo con el artículo 3o.
del Decreto 306 de 1992, no existe amenaza de un derecho constitucional
fundamental "por el solo hecho de que se abra o adelante una investigación
o averiguación administrativa por la autoridad competente con sujeción al
procedimiento correspondiente regulado por la ley."
Sobre el derecho al
trabajo, sotiene la Corte que los traslados, entre otros el de la mayor Sonia
Lucía Jaimes Gómez, están previstos en el artículo 108 del Decreto 1211 de
1990. "Luego, si a la solicitante se le asignó en una nueva sede militar
dentro de esta misma ciudad, para que prestara sus servicios, sin ningún
desmejoramiento en sus garantías mínimas laborales, no se demuestra vulneración
al derecho esencial del trabajo." También, tiene razón el apoderado del
Ministerio de Defensa Nacional "cuando asevera que frente al acto
administrativo que produjo el traslado cuestionado, existen otros medios de
defensa judicial, como las acciones de nulidad y restablecimiento del derecho
ante la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo..."
Finalmente, en lo
que se refiere al pago de perjuicios, sostiene la Corte que la facultad
otorgada por el artículo 25 del Decreto 2591 de 1991, no es amplia sino
restrictiva. Y en el presente caso, no es admisible acceder al pedimento del
apoderado de los accionantes porque, "si como consecuencia del amparo aquí
dispuesto, se ordena a la Fuerza Aérea Colombiana, el levantamiento de las
restricciones dispuestas por el Comandante General en contra de los
peticionarios, se garantiza así el goce efectivo de sus derechos sin que para
este propósito tenga incidencia la condena al pago de perjuicios, susceptible
de pretensión en otra sede donde se controvierta la responsabilidad y su
cuantía."
III. PRUEBAS
ORDENADAS POR LA SALA NOVENA DE REVISION
Mediante auto de
fecha veintitrés (23) de noviembre de 1994, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional ordenó oficiar al inspector general de la fuerza aérea
colombiana (FAC), para que remitiera copia auténtica del expediente
correspondiente al informativo disciplinario No. 015-IGEFA, adelantado contra
la Mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez, e igualmente informar el cargo que
actualmente desempeña dicha oficial.
Dando cumplimiento a
lo ordenado por esta Sala de Revisión, se allegaron al presente proceso los
siguientes documentos:
- Copia auténtica
de la Resolución No. 14871 del 30-DIC-93
En dicha resolución,
el Ministerio de Defensa Nacional dispuso el traslado de la Mayor Sonia Lucía
Jaimes Gómez, del cuartel general del comando de la FAC -sección de medicina
laboral, a la base aérea Camilo Daza -comando aéreo de transporte militar.
- Fotocopia
auténtica de la Resolución No. 5549 del 24-JUN-94
Mediante la cual, el
Ministerio de Defensa Nacional dio cumplimiento al fallo de tutela del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, el cual dispuso reintegrar
a la Mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez, en el cargo de jefe de la sección de
medicina laboral de la fuerza aérea, ordenando su traslado de la base aérea
Camilo Daza, a la dirección de sanidad del cuartel general.
- Copia auténtica
de la Resolución No. 10686 del 04-OCT-94
En la mencionada
resolución, el Ministerio de Defensa Nacional retiró del servicio activo de las
fuerzas militares a la Mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez, ante "SOLICITUD
PROPIA" presentada por la oficial.
- Fotocopia
autenticada del Informativo Disciplinario No. 015-IGEFA
Dicho informativo se
inició el veintinueve (29) de diciembre de 1993, contra la Mayor Sonia Lucía
Jaimes Gómez, con base en el artículo 184, literal "b" -"vivir
en concubinato o notorio adulterio"-, del decreto 85 de 1989. En él
aparece el auto interlocutorio de fecha veintiuno (21) de junio de 1994, por
medio del cual se procede a dar cumplimiento al numeral segundo de la
providencia emitida por el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Santafé de
Bogotá, ordenando "Dar por terminado el Informativo Disciplinario No.
015-IGEFA, adelantado contra la MY. SONIA LUCIA JAIMES GOMEZ", e
igualmente se ordena su archivo inmediato.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de revisión de la
Corte Constitucional es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. El caso
concreto
2.1 De las breves
justificaciones para confirmar un fallo de tutela por parte de la Corte
Constitucional
El artículo 35 del
Decreto 2591 prevé lo siguiente:
"ARTICULO 35.
Decisiones de revisión. Las decisiones de revisión que revoquen o modifiquen el
fallo, unifiquen la jurisprudencia constitucional o aclaren el alcance general
de las normas constitucionales deberán ser motivadas. Las demás podrán ser
brevemente justificadas".
La breve
justificación de las decisiones de revisión por parte de la Corte
Constitucional, tiene como razón fundamental, el que la Corporación, al evaluar
los alcances jurídicos de una determinada decisión de tutela, aplique los
principios de economía y celeridad en la administración de justicia, en
aquellos eventos en los que no se configure alguna de las hipótesis señaladas
en la norma anteriormente citada, como son el que se revoque o se modifique el
fallo, que unifique la jurisprudencia de la Corporación o que se aclare el
alcance general de una norma constitucional.
Así las cosas, para
esta Sala de Revisión, la acción de tutela que en esta oportunidad le
corresponde analizar no se encuentra dentro de ninguna de las situaciones que
describe el referido artículo, razón por la cual, se confirmará el fallo de la
Corte Suprema de Justicia, previas algunas consideraciones que se anotarán a
continuación .
2.2 Hechos
consumados
La acción de tutela
tiene por objeto la protección efectiva e inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o
amenazados por la acción u omisión de cualquier autoridad pública o de un
particular en los casos que determine la ley. Así las cosas, la efectividad de
la acción, reside en la posibilidad de que el juez si observa que en realidad
existe la vulneración o la amenaza alegada por quien solicita protección,
imparta una orden encaminada a la defensa actual y cierta del derecho en
disputa.
Sin embargo, si la
situación de hecho que genera la violación o la amenaza ya ha sido superada, el
instrumento constitucional de defensa pierde su razón de ser. Es decir, la
orden que pudiera impartir el juez, ningún efecto podría tener en cuanto a la
efectividad de los derechos presuntamente conculcados, el proceso carecería de
objeto y la tutela resultaría entonces improcedente.
Sobre el
particular, ha dicho esta Corporación:
"En efecto, la
acción de tutela tiene por objeto la protección efectiva y cierta del derecho
presuntamente violado o amenazado, lo cual explica la necesidad de un mandato
proferido por el juez en sentido positivo o negativo. Ello constituye a la vez
el motivo por el cual la persona que se considera afectada acude ante la
autoridad judicial, de modo que si la situación de hecho de lo cual esa persona
se queja ya ha sido superada en términos tales que la aspiración primordial en
que consiste el derecho alegado está siendo satisfecha, ha desaparecido la
vulneración o amenaza y, en consecuencia, la posible orden que impartiera el
juez caería en el vacío. Lo cual implica la desaparición del supuesto básico
del cual parte el artículo 86 de la Constitución y hace improcedente la acción
de tutela..." (sentencia T-519 de 1992, Magistrado Ponente, doctor José
Gregorio Hernández Galindo).
De igual forma, esta
Sala de Revisión se ha pronunciado sobre el tema en cuestión, en los siguientes
términos:
"La tutela
supone la acción protectora del Estado que tiende a proteger un derecho
fundamental ante una acción lesiva o frente a un peligro inminente que se
presente bajo la forma de amenaza. Tanto la vulneración del derecho fundamental
como su amenaza, parten de una objetividad, es decir, de una certeza sobre la
lesión o amenaza, y ello exige que el evento sea actual, que sea verdadero, no
que haya sido o que simplemente -como en el caso sub examine- que se hubiese
presentado un peligro ya subsanado por las medidas prudentes de traslado a otro
centro, en donde puede ser atendido el interno, como ya lo hizo la Fiscalía con
el representado del actor.
"Al no existir
actualmente un principio de razón suficiente por parte del actor para que se
conceda la tutela a su representado, al no haber objeto jurídico tutelable,
puesto que no hay ni vulneración ni amenaza de ningún derecho fundamental, y
al haber obrado razonablemente la Fiscalía al ordenar el traslado del interno
Mora López, no encuentra la Sala fundamento en la realidad para tutelar un
supuesto de hecho inexistente." (sentencia No. T-494 de 1993, Magistrado
Ponente, doctor Vladimiro Naranjo Mesa).
En el caso concreto,
el juez de primera instancia, al encontrar que la Fuerza Aérea Colombiana violó
algunos derechos constitucionales fundamentales de la parte actora, dispuso que
éstos fueran restablecidos. Dicha decisión fue acatada en su totalidad por la
Fuerza Aérea Colombiana, ordenando, entre otros, el reintegro de la Mayor
Jaimes Gómez en el cargo de jefe de la sección de medicina laboral de la
mencionada institución, como también ordenó "Dar por terminado el
Informativo Disciplinario No. 015-IGEFA", adelantado en su contra.
Ya ha cesado
entonces la causa que generó el daño y, por tanto, ninguna utilidad reportaría
una orden judicial, aun en el caso de que la acción estuviere llamada a
prosperar, pues la misma no tendría el poder de modificar situaciones ya
superadas y protegidas por la acción de la autoridad judicial.
Estima la Sala que
la razón expuesta, unida al hecho de que la oficial Jaimes Gómez solicitó
voluntariamente su retiro de la Fuerza Aérea y el mismo fue concedido mediante
resolución No.10686 de octubre 4 de 1994, firmada por el señor ministro de
Defensa Nacional, constituyen motivos suficientes para concluir que no es del
caso conceder el amparo pedido.
Sin embargo, dado
que la actuación inicial observada por el Comandante de la Fuerza Aérea
Colombiana en el oficio No. 3308-COFAC-APG-747, fue la que dio origen a la
violación de los derechos invocados, considera la Sala de especial importancia,
insistir brevemente sobre algunos aspectos relacionados con el debido proceso,
y la prevalencia de las disposiciones constitucionales con relación a la ley u
otra norma jurídica.
2.3 Violación del
debido proceso y de otros derechos fundamentales, en la actuación del
Comandante de la Fuerza Aérea Colombiana
En reiteradas
ocasiones, esta Corporación se ha pronunciado sobre el ámbito e importancia del
derecho al debido proceso (artículo 29 de la Constitución Política), y sus
implicaciones frente a actuaciones injustificadas de las autoridades públicas,
concluyendo que los abusos y desviaciones originadas no sólo en las actuaciones
procesales, sino en las decisiones que adoptan dichas autoridades, constituyen
una violación y desconocimiento del mismo.
Por esto, en toda
actuación tanto los funcionarios judiciales como las autoridades
administrativas, deben observar los procedimientos previamente diseñados para
preservar las garantías que protegen los derechos, en especial el de defensa de
quienes están involucrados en la respectiva relación o situación jurídica,
cuando dicha actuación en un caso concreto podría conducir a la creación,
modificación o extinción de un derecho o la imposición de una sanción,
Es así como en el
asunto que se analiza, la Sala de Revisión, compartiendo en esencia la
decisión del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, y de
la Corte Suprema de Justicia, considera que el Comandante de la Fuerza Aérea
Colombiana, desconoció el derecho al debido proceso, a través del oficio No.
3308 COFAC-APG-743 de octubre 11 de 1994, pues le impuso a la Mayor Sonia Lucía
Jaimes Gómez una sanción "con copia a su hoja de vida",
consistente en ordenarle abstenerse de concurrir, en asocio de su compañero, a
todos los actos del servicio o fuera de él en los establecimientos militares,
clubes, y de igual manera solicitar vivienda fiscal, sin que se hubiera
adelantado tramitación previa, desconociendo principios como el de legalidad, el
juez natural, publicidad, favorabilidad, presunción de inocencia, defensa y
contradicción, es decir, en ostensible desacato de las garantías propias del
debido proceso.
Ahora bien,
encuentra la Corte que el oficio mencionado, no sólo violó el derecho al debido
proceso de los actores, sino también otros derechos fundamentales tales como el
derecho al honor y al buen nombre, ya que la razón que llevó al comandante de
la fuerza aérea colombiana a imponer la sanción, fue el hecho de que la oficial
contrajo matrimonio civil en el exterior con el médico Vélez Múnera, quien
había estado casado anteriormente. Dicha situación en sí misma, se encuentra
amparada por la Constitución Política, entre otros en los artículos 5, 15 y 42,
que señalan:
"Artículo 5. El Estado reconoce, sin discriminación
alguna, la primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara a la
familia como institución básica de la sociedad.
" Artículo
15. Todas las personas
tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre, y el
Estado debe respetarlos y hacerlos respetar. (...)
"Artículo
42. La familia es el
núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales o
jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer
matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla.
"El Estado y la
sociedad garantizan la protección integral de la familia.(...)"
No cabe duda
entonces, que la Constitución Política protege a la familia al darle el mismo
valor tanto a la constituida a través de ceremonias religiosas o civiles, como
a las que tienen origen en unión de hecho, buscando siempre el que las personas
se desarrollen en un entorno familiar, núcleo fundamental de la sociedad. Por
esto, encuentra la Sala que la relación de la Mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez y
el médico José Roberto Vélez Múnera, constituye, de conformidad con las pruebas
que obran en el expediente, una unión estable y responsable, la cual a la luz
de las nuevas disposiciones constitucionales debe ser respetada y protegida por
el Estado y los particulares.
Así lo reconoció la
propia Fuerza Aérea Colombiana, en el auto interlocutorio que pone fin a el
Informativo Disciplinario adelantado contra la Mayor Jaimes Gómez, en el que
dijo:
"Al ajustar el
procedimiento disciplinario a los artículos 4 y 29 de la Carta Política, tal y
como lo ordena la providencia tantas veces citada, es preciso comprender que
existe incompatibilidad entre la Constitución Nacional y el Decreto 85/89, por
cuanto el hecho que motivo la apertura de la investigación al tenor del
articulado constitucional, no está prohibido, por lo que entonces está
permitido en la norma fundamental, quedando sin piso jurídico el motivo que
indujo a la apertura de la investigación y que se encuentra estipulado en el
Decreto 85/89.
"Para mayor
claridad al respecto tenemos que el artículo 4 de la Constitución Nacional, a
la letra dice: "...la Constitución Nacional es norma de normas. En todo
caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica,
se aplicarán las disposiciones constitucionales...", por lo que al
presentarse esta incompatibilidad entre la norma de normas y un decreto
(85/89), no cabe duda alguna que se deben aplicar las disposiciones
constitucionales, aún cuando el Reglamento de Régimen Disciplinario para las
fuerzas Militares, se encuentre vigente, respetando así el artículo 29 de la
Norma Fundamental, es decir, el debido proceso." (negrillas fuera de texto
original)
También lo había
interpretado así el concepto jurídico No.275 -FACAS-810 del tres (3) de
noviembre de 1993, presentado por el Auditor Superior de Guerra de la Fuerza
Aérea teniente coronel Laureano Gómez Neira, al segundo comandante y jefe del
Estado Mayor, en el cual se señaló:
"La
Constitución Nacional, reconoce que quien participa activamente en la vida
comunitaria del país (estamento militar), no está renunciando a su vida privada
(art. 15 y 16 ibidem).
"Así las cosas,
el reglamento de Régimen Disciplinario para las Fuerzas Militares, en cuanto
hace referencia a las normas de conducta del personal militar y civil a quienes
se aplica, deberá estar sujeto a la delimitación constitucional que fijan las
normas supralegales. Visto en otros términos, diríase, entonces, que todos los
militares tienen como cualquier ciudadano derecho a su intimidad personal y
familiar y a su buen nombre, y el Estado en cabeza de sus superiores
jerárquicos, debe respetarlos y hacerlos respetar. De igual forma, tienen
derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que
imponen los derechos de los demás y el orden jurídico establecido."
Finalmente, en lo
relacionado con el informativo disciplinario No.015-IGEFA, adelantado contra la
Mayor Sonia Lucía Jaimes Gómez, por la causal prevista en el artículo 184,
literal "b" del decreto 0085 de 1989, que tipifica como falta contra
el Honor Militar el "vivir en concubinato...", comparte la Sala la
decisión de la Corte Suprema de Justicia, en el sentido de que la apertura de
la investigación disciplinaria no violó derecho alguno, pues como lo ha
reiterado esta Corte y lo señala el artículo 3o. del Decreto 306 de 1992, no
existe amenaza de un derecho constitucional fundamental "por el solo hecho
de que se abra o adelante una investigación o averiguación administrativa por la
autoridad competente con sujeción al procedimiento correspondiente regulado por
la ley."
En el presente caso,
y de acuerdo con las pruebas que fueron aportadas al expediente, dicho
informativo se inició con acatamiento al procedimiento señalado en el régimen
disciplinario para las Fuerzas Militares (decreto85/89), respetando así, las
garantías propias del debido proceso.
Cuestión distinta es
la situación que motivó la apertura del informativo disciplinario, aspecto
sobre el cual se hubiera pronunciado la Corte a favor de los derechos
vulnerados e invocados, de haber concluido con una sanción para la Oficial. Sin
embargo, y dado que aparece en el mismo informativo el auto de veintiuno (21)
de junio del presente año donde se ordena su archivo, no es del caso referirse
al tema, aunque resulta preciso anotar que la decisión de archivarlo interpreta
el criterio expuesto en esta providencia, en el sentido, de que el hecho que
motivó la apertura de la investigación, -vivir en concubinato- no
contraría disposición constitucional expresa; entre las formas de constituir
familia la Carta señala "la voluntad responsable de conformarla"
(Art.42).
En virtud de lo
anterior, la Sala habrá de confirmar el fallo de fecha 28 de julio de 1994,
proferido por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, pero por
las consideraciones consignadas en esta providencia.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO:
CONFIRMAR el fallo de
fecha 28 de julio de 1994, proferido por la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, mediante el cual se tutelaron los derechos al debido
proceso, a la familia, al honor y al buen nombre de los peticionarios, por las
razones expuestas en esta providencia.
SEGUNDO: ORDENAR
que por la Secretaría
General de esta Corporación, se comunique el contenido de esta providencia a la
Sala Penal del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, en
la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Sustanciador
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
264 | T-013-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-013/95
DERECHO A LA
SALUD/DERECHOS FUNDAMENTALES
El derecho a la
salud, por estar en inmediata conexión con el derecho a la vida, del que es un
derivado necesario, es, esencialmente, un derecho fundamental. El derecho a la
salud es un derecho fundamental, derivado del derecho a la vida que tiene toda
persona humana, desde el momento de la concepción hasta su muerte, derecho que
implica conservar la plenitud de sus facultades físicas, mentales y
espirituales, y poner todos los medios ordinarios al alcance para la
prevención de las enfermedades, así como para la recuperación.
ACCIDENTE DE
TRABAJO/NOTIFICACION-Omisión
del procedimiento
No se ha
configurado violación del derecho a la salud en sentido estricto, y, por tanto,
tampoco del derecho a la vida, por cuanto el actor omitió los cauces legales
idóneos para satisfacer su pretensión, de suerte que no puede excusarse en su
negligencia, no sólo porque incurrió en culpa, sino porque la ignorancia de la
ley no sirve de excusa. El actor omitió el deber estipulado, para casos como el
que ocupa la atención de la Sala, que prevé los requisitos y procedimientos a
seguir en el evento en que se pretenda acreditar ante el patrono un accidente
de trabajo, como son el aviso oportuno al patrono y el levantamiento del acta
en que se describe detalladamente el suceso, para remitir luego el informe a la
Caja de Previsión competente, y así proceder conforme a derecho. No sería justo
para con la entidad accionada avalar la ausencia de notificación y la omisión
del procedimiento legal previsto para el asunto, por cuanto implicaría, dejar
su responsabilidad -que siempre es fundada en el presupuesto legal-objetivo- al
arbitrio subjetivo del actor, lo cual constituye una desproporción que no puede
avalar esta Corporación.
REF.: Expediente
No. T-45328
Peticionario:
HERMES MAYORGA MARQUEZ
Procedencia: Sala
Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Villavicencio
Magistrado
Ponente: Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA
Derecho
invocado: Derecho a la salud
Santafé de Bogotá,
D.C., diecisiete (17) de enero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION,
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
El proceso de tutela
radicado bajo el número T-45328, adelantado por el ciudadano Hermes Mayorga
Márquez contra la Caja de Previsión Social del Departamento de Arauca.
I. ANTECEDENTES
1. Solicitud
El ciudadano Hermes
Mayorga Márquez instauró acción de tutela en contra de la Caja de Previsión
Social del Departamento de Arauca, con el fin de que se le ampararan sus
derechos a la vida, a la igualdad, a la salud y a la seguridad social.,
consagrados en los artículos 11, 13, 44 y 48 de la Constitución Política.
2. Hechos
En demanda
presentada ante el Juzgado Laboral del Circuito de Arauca, el actor manifiesta
que desde el día 3 de junio de 1990, hasta el día 29 de mayo de 1992 se
desempeñó como jefe de la División de Personal de la Alcaldía Municipal de
Arauquita (Arauca), y que el día 9 de julio de 1990 sufrió un accidente de
trabajo "mientras realizaba gestiones inherentes a mi cargo, el que
originó lesiones consistente en fractura conminuta de platillos tibiales con
trauma tipo aplastamiento de rodilla izquierda, para lo cual fui remitido al
Hospital Militar Central de Bogotá, a fin de ser valorado por un Médico
Especialista en Traumatología-Ortopedia".
Afirma el
peticionario que el día 19 de octubre de 1990, en el Hospital Militar Central
de Bogotá, el médico Gustavo Beltrán, le diagnosticó una osteomielitis crónica,
y lo citó para un control el día 15 de enero de 1991; sin embargo, afirma que
la Caja de Previsión Social del Departamento de Arauca le negó su remisión, ya
que el médico coordinador de dicha entidad conceptúo que el estado de su pierna
no ameritaba el cumplimiento del control al que fue citado.
Finalmente sostiene
que debido a su lesión en la pierna, el día 24 de agosto de 1993 solicitó por
escrito al gerente de la Caja de Previsión Social del Departamento de Arauca
que se le prestara asistencia médica, petición que le fue negada "a pesar
que mi enfermedad fue derivada de un accidente de trabajo y mi padecimiento se
debe a la omisión de la Caja de ordenar la remisión requerida según valoración
de especialista en el Hospital Militar".
3. Petición
Solicita el
accionante que se ordene a la Caja de Previsión Social del Departamento de
Arauca que lo remita a un médico especialista en traumatología y ortopedia,
bien sea del Hospital Militar Central de Santafé de Bogotá, D.C., o a una
institución médica similar, "para que efectúe una nueva valoración de mi
rodilla y mi pierna izquierda y proceda a practicarme la cirugía
correspondiente a fin de extraer los cuerpos extraños que como consecuencia del
trauma sufrido se encuentran en mi rodilla y pierna izquierda", y que
dicha entidad asuma los gastos de las consultas, cirugías y el valor de su
traslado a la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C.
4. Pruebas
aportadas con la demanda
a.-) Fotocopia del
oficio No. 496 de 19 de julio de 1990, mediante el cual el señor Hermes Mayorga
fue remitido por la Caja de Previsión Social del Departamento de Arauca al
Hospital Militar Central, para que se le prestaran los servicios médicos en
traumatología y ortopedia.
b.-) Fotocopia
del oficio No. 806 de septiembre 11 de 1990, mediante el cual el gerente de la
Caja de Previsión Social del Departamento de Arauca solicita al jefe de la
sección financiera del Hospital Militar Central que preste los servicios médicos
especializados al accionante.
c.-) Fotocopia
de la Historia Clínica del señor Hermes Mayorga.
d.-) Fotocopia de
la petición de fecha 24 de agosto de 1993, elevada por el actor ante el
gerente de la Caja de Previsión Social del Departamento de Arauca, en la cual
solicita que se le presten los servicios médicos que dice necesitar.
e.-) Fotocopia del
oficio No. 811 de 27 de agosto de 1993, mediante el cual el gerente de la Caja
de Previsión Social de Arauca da respuesta a la solicitud del peticionario
atrás relacionada, informándole que la entidad a su cargo, "teniendo en
cuenta las disposiciones legales que la rigen, solamente protege a sus
afiliados hasta por tres (3) meses más, a partir de la desvinculación,
cualquiera que ella sea".
II. ACTUACION
PROCESAL
1.- Pruebas
recaudadas por el Juzgado Laboral del Circuito de Arauca
Mediante auto de
fecha veintiséis (26) de julio de 1994, el Juzgado Laboral del Circuito de
Arauca, avocó el conocimiento de la presente acción de tutela, decretó y recolectó
las siguientes pruebas:
a.-)
Declaración de Juan Fernando Franco Zuluaga
El declarante,
médico cirujano, quien se desempeña como gerente encargado de la Caja de
Previsión Social del Departamento de Arauca, manifestó que atendió al señor
Hermes Mayorga cuando éste sufrió un accidente en una moto, pero que en su
historia clínica "no figura ningún concepto que diga que el accidente
ocurrió en horas laborales". Igualmente afirmó que en caso de que
existiése un concepto en el cual se sostuviera que el accidente ocurrió en
horas de trabajo, es "claro que se debería seguir prestando la asistencia
médica asistencial (sic) al señor MAYORGA indefinidamente, siempre que tenga
que ver con su accidente"; sin embargo, manifestó que, ni en los archivos
de la Caja ni en la historia clínica del peticionario aparece concepto alguno,
ni manifestación del señor Mayorga de que el accidente hubiera ocurrido en
horas de trabajo.
b.-)
Declaración de Amos Ríos Suárez
El declarante, quien
se desempeñó como alcalde de Arauquita en el período 1992-1994, manifestó que
el peticionario sufrió un accidente en una moto, cuando cumplía con una
comisión a las veredas de La Pesquera y La Reinera.
c.-) Oficio No. 463 OSA, de fecha 30 de junio
de 1994, remitido por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses - Regional Oriente Dirección, Seccional Arauca, el cual contiene el
reconocimiento del médico legal del peticionario, estableciendo que sufre de
una disminución de su capacidad laboral en un veinte por ciento (20%).
d.-) Fotocopia de la Resolución número 26640
de 1984 "por la cual se reglamentan los servicios médico-asistenciales que
presta la Caja Nacional de Previsión Social".
2. Fallo de
primera instancia
En audiencia pública
celebrada el día primero (1o.) de julio de 1994, el Juzgado Laboral del
Circuito de Arauca, profirió sentencia mediante la cual se tuteló en forma
transitoria el derecho a la salud del señor Hermes Mayorga, y se ordenó a la
Caja Departamental de Previsión Social de Arauca que le prestara la atención
médica que requería para el tratamiento de la lesión de su pierna.
El Juzgado consideró
que, de acuerdo con el artículo 25 de la Resolución No. 2640 de 1984, la Caja
de Previsión Departamental de Arauca está en la obligación de suministrar
atención médica integral, "sin limitación alguna y por el tiempo que fuere
necesario", a aquellos afiliados afectados por enfermedad profesional o no
profesional o por accidentes de trabajo. A criterio del a-quo, el señor
Mayorga informó a su superior inmediato, el entonces alcalde de Arauquita, la
ocurrencia de su accidente de trabajo, hecho con el cual se cumplen los
requisitos de ley para gozar de la asistencia médica necesaria.
El Juzgado de Arauca
consideró que existen otros mecanismos de defensa judicial, "pero, como la
salud del trabajador puede irse deteriorando diariamente, para evitar un
perjuicio irremediable, debe tutelarse el derecho a la salud".
El fallo en comento
fue impugnado por el gerente encargado de la Caja de Previsión Departamental de
Arauca.
3. Fallo de
segunda instancia
Mediante providencia
de fecha cuatro (4) de agosto de 1994, la Sala Civil-Laboral del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Villavicencio resolvió revocar la sentencia
impugnada, y en consecuencia negar la tutela incoada por el señor Mayorga.
A juicio del Ad-quem,
en el presente caso no se cumplió con el artículo 36 del Decreto Ley 1045 de
1979, que regula el procedimiento a seguir en caso de la ocurrencia de un
accidente de trabajo, esto es, la clase de aviso que debe darse al patrono y la
necesidad de levantar un acta en la que se señalen los pormenores del insuceso,
acta esta que debe ser remitida por el empleador a la Caja de Previsión
correspondiente. Igualmente, anota que no hubo intervención de la División
Ocupacional de la Caja de Previsión Social para la calificación de las secuelas
y la expedición de la incapacidad, tal como lo exige el artículo 29 de la
Resolución 2640 de 1984.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. El derecho a
la salud
Como ya lo ha
reiterado en diversas oportunidades esta Corporación, el derecho a la salud,
por estar en inmediata conexión con el derecho a la vida, del que es un
derivado necesario, es, esencialmente, un derecho fundamental.
Uno de los fines
inmediatos de éste es el de vivir en condiciones saludables. A la vez, y
bajo otro aspecto, la salud es un medio necesario para una vida digna, pues al
hombre no sólo se le debe respetar su existencia biológica, sino que ésta sea
de acuerdo con su dignidad de persona, es decir, como un ser que merece vivir
bien. Es pues así como el derecho a la salud es un derecho fundamental,
derivado del derecho a la vida que tiene toda persona humana, desde el momento
de la concepción hasta su muerte, derecho que implica conservar la plenitud de
sus facultades físicas, mentales y espirituales, y poner todos los medios
ordinarios al alcance para la prevención de las enfermedades, así como para la
recuperación.
No obstante, la Sala
considera que en el caso sub lite no se ha configurado violación del
derecho a la salud en sentido estricto, y, por tanto, tampoco del derecho a la
vida, por cuanto, como se verá más adelante, el actor omitió los cauces legales
idóneos para satisfacer su pretensión, de suerte que no puede excusarse en su
negligencia, no sólo porque incurrió en culpa, sino porque la ignorancia de la
ley no sirve de excusa (Art. 9o. C.C.).
Es más, consta en el
expediente cómo, en su momento, la entidad puso los medios a su alcance para
socorrer al actor, y la obligación de los profesionales de la salud es de medio
y no de resultado.
3. El caso
concreto
Es evidente que
nadie puede beneficiarse de su propia negligencia. En el expediente se muestra
cómo el actor omitió el deber estipulado, para casos como el que ocupa la
atención de la Sala, en el artículo 36 del Decreto Ley 1045 de 1979, que prevé
los requisitos y procedimientos a seguir en el evento en que se pretenda
acreditar ante el patrono un accidente de trabajo, como son el aviso oportuno
al patrono y el levantamiento del acta en que se describe detalladamente el
suceso, para remitir luego el informe a la Caja de Previsión competente, y así
proceder conforme a derecho.
Sería ilógico dejar
a la indeterminación absoluta, la oportunidad y modo de reclamar un derecho,
pues si bien es cierto la ciencia jurídica estipula la primacía de la realidad,
no por ello se desconocen los medios adecuados para comprobarla, en aras de la
seguridad jurídica y del interés general, para desarrollar ordenadamente las
pretensiones a que haya lugar.
Por otra parte, no
sería justo para con la entidad accionada avalar la ausencia de notificación y
la omisión del procedimiento legal previsto para el asunto, por cuanto
implicaría, dejar su responsabilidad -que siempre es fundada en el presupuesto
legal-objetivo- al arbitrio subjetivo del actor, lo cual constituye una
desproporción que no puede avalar esta Corporación.
Además de lo
anterior, encuentra la Sala que tampoco se cumplió lo previsto en el artículo
29 de la Resolución 2640 de 1984, que para estos eventos exige que la División
de Ocupación de la Caja de Previsión Social califique oportunamente los perjuicios
derivados del hecho y expida la correspondiente incapacidad.
Por las razones
expuestas, la Sala confirmará el fallo de tutela proferido por la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Villavicencio.
DECISION
En mérito de lo expuesto,
la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del pueblo y
por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO:
CONFIRMAR la Sentencia
proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Villavicencio del cuatro (4) de agosto de 1994.
SEGUNDO: ORDENAR
que por la Secretaría
General de esta Corporación, se comunique esta providencia a la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Villavicencio, en la forma y para
los efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
265 | T-014-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-014/95
SALARIO-Pago por consignación en banco/ACCION DE
TUTELA-Improcedencia
Estando permitido
el pago por cheque o por giro postal no habrá motivo para considerar anormal
el pago mediante consignación en la cuenta bancaria del trabajador. Esto no
contradice el Código Sustantivo del Trabajo, artículo 139, que ordena "el
salario se paga directamente al trabajador o la persona que él autorice por
escrito" porque el banco es un simple intermediario y quien puede manejar
el dinero es el titular de la cuenta. La libertad que protege la Constitución
Política no puede confundirse con la defensa de todos los deseos de un ser
humano. Exigir por medio de la tutela el cumplimiento de los anhelos, con el
argumento de que los ordenamientos que no nos gustan o que implican alguna
dificultad significan un atentado a la libertad es un esquema insostenible que
convertiría a la acción de tutela en algo que escapa a la razón jurídica y
llevaría el ejercicio del derecho al terreno de la anarquía.
MINISTERIO DE
EDUCACION-Directora
administrativa
Sea o no
controvertible la legalidad de la mencionada forma de pagar el salario, de
todas maneras la trabajadora tiene derecho a reclamar y el ejercicio de este
derecho, bien sea directamente ante el superior o como acción de tutela no
puede ser en ningún momento reprochado. Y, la Directora Administrativa del
Ministerio de Educación, invocando el ORDEN, no puede amenazar con sanciones a
la trabajadora discrepante porque, en primer lugar, cuando se presentan estas
situaciones las normas laborales hablan de pago por consignación, y, en segundo
lugar, la actitud de la Directora demuestra una estructura rígida del manejo
del poder, que no permite cualquier crítica a sus decisiones, convirtiendo la
orden en el propio fin de la administración y no, como debe serlo, en un simple
instrumento; la Directora con su intolerancia demuestra ausencia de capacidad
de diálogo e irrespeto por los derechos del otro. Que quede muy claro que no se
puede invocar los reclamos y el fallo en contra del amparo reclamado como
pruebas para una sanción.
REF: Expediente
Nº T- 47337
Actor: Carmen
Alcira Rodríguez Rubio
Procedencia:
Tribunal Administrativo de Cundinamarca.
Temas: Pago de
sueldos.
Libertad
y orden.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., veinte (20) de enero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa, profieren la
Siguiente:
SENTENCIA:
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-47337, adelantado por Carmen
Alcira Rodríguez Rubio.
I. ANTECEDENTES
1. SOLICITUD.
La petente,
funcionaria del Ministerio de Educación Nacional, expresa su inconformidad con
la determinación de la Directora General Administriva de tal Ministerio, según
la cual los funcionarios deben abrir cuentas en el Banco Popular, Sucursal CAN,
para consignarse en ellas los sueldos de los trabajadores.
Expresa dicha
trabajadora que se le vulnera su LIBERTAD porque no es su voluntad tener
obligaciones con el Banco Popular y que obligarla a hacerlo viola además el
derecho a la intimidad. Agrega que también se ha vulnerado el derecho de
petición por cuanto presentó al Ministerio de Educación, conjuntamente con
otros funcionarios, un escrito objetando la determinación de la Directora Administrativa
y solicitando se continuara pagando el salario como antes se venía haciendo y
que, además, el 14 de julio de 1994, mediante escrito, pidió se le indicara el
mecanismo a seguir para reclamar el salario, sin haberse dado respuesta a tales
solicitudes. Por último, invoca tangencialmente la protección al derecho al
Trabajo.
2. Actitud de la
Directora Administrativa del Ministerio de Educación Nacional.
Considera que no ha
habido violación al derecho de petición por cuanto la solicitud general fue respondida
mediante circular de 5 de mayo de 1994 y la petición especial de Carmen Alicia
Rodríguez Rubio esta contestada por oficio de 19 de julio del mismo año. Obran
en el expediente tales actos administrativos.
Pero, la razón
central expresado por la Directora es el respeto al ORDEN.
En la circular y
especialmente en el oficio, la Directora Administrativa recalca que se trata de
una orden de obligatorio cumplimiento y que apartarse de ella significa crear
el caos, violar temerariamente los reglamentos y por eso mismo la Directora
amenaza con sanciones disciplinarias.
3. Sentencia de
primera instancia.
La Sección Segunda
del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, falló el 1º de agosto de 1994
negando la tutela. En su criterio, la accionante ha debido ejercitar ante la
jurisdicción contenciosa la acción de nulidad o la de restablecimiento del
Derecho.
Esta determinación
fue impugnada oportunamente.
4. Sentencia de
Segunda Instancia.
La Sección 3ª del
Consejo de Estado, el 26 de agosto de 1994, confirmó la decisión del a-quo por
estar ajustada "en todo su universo, a la ley y al derecho" y, agrega
que el mal ejercicio de esta clase de tutelas "contribuye a su desgaste y
descrédito".
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 3º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación
2. El asunto bajo
revisión y los temas jurídicos que surgen del caso concreto.
Ya se indicó en esta
sentencia que la Administración dió respuesta a los dos escritos que se le
dirigieron, luego no se exige mayor análisis para concluir que no existió violación
al derecho de petición.
Tampoco hay
necesidad de detenerse a estudiar si se viola la intimidad por el hecho de que
el sueldo se consigne en un cuenta bancaria y no se pague directamente al
trabajador porque la consignación es una forma de pago que en nada altera la
intimidad familiar o personal.
El Convenio 95 de la
OIT indica las formas como pueden pagarse las salarios:
"Artículo 3º
"1. Los
salarios que deban pagarse en efectivo se pagarán exclusivamente en moneda de
curso legal, y deberá prohibirse el pago en pagarés, vales, cupones o en
cualquier otra forma que se considere representativa de la moneda de curso
legal.
"2. La
autoridad competente podrá permitir o prescribir el pago del salario por cheque
contra un banco o por giro postal, cuando este modo de pago sea de uso
corriente o sea necesario a causa de de circunstancias especiales, cuando un
contrato colectivo o un laudo arbitral así lo establezca, o cuando, en defecto
de dichas disposiciones, el trabajador interesado preste su consentimiento".
Podrá decirse que
estando permitido el pago por cheque o por giro postal no habrá motivo para
considerar anormal el pago mediante consignación en la cuenta bancaria del
trabajador. Esto no contradice el Código Sustantivo del Trabajo, artículo 139,
que ordena "el salario se paga directamente al trabajador o la persona que
él autorice por escrito" porque el banco es un simple intermediario y
quien puede manejar el dinero es el titular de la cuenta.
En la hipótesis de
que la forma de pago de que se ha venido haciendo mención contraviniera alguna
norma legal, el trabajador puede usar las acciones ante el
contencioso-administrativo, caso en el cual no puede hablarse de la tutela como
mecanismo transitorio porque no hay perjuicio irremediable por cuanto no sólo
cabe la suspensión provisional sino que el trabajador puede momentáneamente
aceptar la forma de pago mientras la justicia decide.
Por supuesto que la
señora que instauró la tutela no se refiere tanto a la protección del salario
como a lo que ella considera un atentado a su libertad: obligarla a
abrir una cuenta bancaria. Y, en el otro extremo, la Directora Administrativa
del Ministerio de Educación invoca el orden como razón suprema de la
determinación. Estas posiciones exigen algunas precisiones:
La libertad que
protege la Constitución Política no puede confundirse con la defensa de todos
los deseos de un ser humano. Exigir por medio de la tutela el cumplimiento de
los anhelos, con el argumento de que los ordenamientos que no nos gustan o que
implican alguna dificultad significan un atentado a la libertad es un esquema
insostenible que convertiría a la acción de tutela en algo que escapa a la
razón jurídica y llevaría el ejercicio del derecho al terreno de la anarquía.
La libertad que
protege la Constitución es aquella que le permite al hombre realizar su
individualidad dentro de una sociedad.
Las contingencias
individuales no le pueden quitar valor a los compromisos que permiten la
armonía social.
Es razonable buscar
formas de pagar un salario a través de un banco, estando, como en el caso que
motiva esta tutela, ubicada la agencia bancaria cerca al lugar de trabajo y no
ocasionando costos al trabajador. La molestia porque en el Banco la atención es
"demorada" como dice la actora en su memorial de impugnación, no
significa violación a un derecho fundamental.
El mismo Convenio 95
de la OIT dice que están prohibidas las limitaciones a la libertad de DISPONER
del salario (art. 6º) y la Recomendación 85 numeral III exige al empleador
comunicarle al trabajador "el lugar de pago".
Todo lo anterior
permite concluir que la forma de pago adoptada no viola ningún derecho
fundamental porque una cosa es la manera de hacerle llegar al asalariado el
sueldo y otra muy distinta impedirle a él que disponga de la retribución
recibida. Por supuesto que todo esto debe manejarse sin que se ocasione algún
abuso que torne difícil la recepción del salario, pero este no es el caso que
motiva esta tutela, entre otras cosas porque anteriormente el Ministerio cancelaba
por intermedio de otro banco en el mismo CAN, luego no se ve la razón para que
la actora proteste por elcambio de entidad bancaria.
Pero, sea o no
controvertible la legalidad de la mencionada forma de pagar el salario, de
todas maneras la trabajadora tiene derecho a reclamar y el ejercicio de este
derecho, bien sea directamente ante el superior o como acción de tutela no
puede ser en ningún momento reprochado. Y, la Directora Administrativa del
Ministerio de Educación, invocando el ORDEN, no puede amenazar con sanciones a
la trabajadora discrepante porque, en primer lugar, cuando se presentan estan
situaciones las normas laborales hablan de pago por consignación, y, en segundo
lugar, la actitud de la Directora demuestra una estructura rígida del manejo del
poder, que no permite cualquier crítica a sus decisiones, convirtiendo la orden
en el propio fin de la administración y no, como debe serlo, en un simple
instrumento; la Directora con su intolerancia demuestra ausencia de capacidad
de diálogo e irrespeto por los derechos del otro. Que quede muy claro que no se
puede invocar los reclamos y el fallo en contra del amparo reclamado como
pruebas para una sanción.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución
RESUELVE
PRIMERO:
Confirmar las sentencias
de primera y segunda instancia proferidas en el presente caso por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca y el Consejo de Estado.
SEGUNDO:
Comuníquese al Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, Sección Segunda, para que notifique la
sentencia a las partes, al tenor del artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
TERCERO:
Enviése copia al Defensor
del Pueblo, y al Consejo de Estado Sección Tercera.
Notifíquese,
cúmplase e insértese en la Gaceta Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
266 | T-015-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-015/95
ACCION DE TUTELA
PARA EVITAR PERJUICIO IRREMEDIABLE/SALARIO-Pago a beneficiarios del secuestrado/SECUESTRO POR
LA GUERRILLA
Pese a que la
peticionaria dispone de otro medio de defensa judicial para la protección de
sus derechos y los de su hija, en éste caso es procedente la acción de tutela
instaurada, cuando se trata de evitar un perjuicio irremediable que amenaza en
forma grave la vida y subsistencia tanto de la accionante como la de su hija,
quienes con ocasión del secuestro del trabajador mencionado, hecho que se
encuentra claramente demostrado en el proceso, se han visto privadas de los
medios requeridos para satisfacer sus necesidades esenciales ante la negativa
de la entidad accionada para pagarle a dichas beneficiarias los salarios
correspondientes, alegando que para ello se requiere que “lleve una orden
firmada por él”.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO/AUTORIDAD-Protección
de vida, honra y bienes/PREVALENCIA DE DERECHOS DEL NIÑO
Teniendo en
cuenta principios de justicia social y de equidad, reconocidos universalmente y
la naturaleza de Estado social de derecho que caracteriza al nuestro, donde las
autoridades están en la obligación constitucional de proteger la vida, honra y
bienes de los ciudadanos de manera eficaz y oportuna, así como sus derechos
fundamentales, la acción de tutela es en este caso concreto, el medio más
eficaz e idóneo para lograr el amparo de los derechos invocados, cuando este se
encuentra como sucede en el asunto que se examina, ante una circunstancia que
frente al delito de secuestro, se ha privado a sus beneficiarios de los medios
de subsistencia para poder atender las necesidades esenciales de ese núcleo
familiar, mas aún cuando en el presente caso se reclama el derecho de una menor
de edad, hija de la accionante y del secuestrado, con base en el artículo 44
constitucional que consagra como derechos fundamentales de los niños, la vida,
la salud y la seguridad social de los mismos, así como la obligación a cargo
del Estado de protegerlos “contra toda forma de abandono, violencia física o
moral, secuestro...”, derechos éstos que prevalecen sobre los demás.
SECUESTRO/DERECHO
A LA INTEGRIDAD FAMILIAR-Protección
estatal
Conductas
delictivas como el secuestro, comprometen la integridad de todo cuanto
constituye la razón de ser de la organización social y política. Por tanto, la
respuesta del Estado a su vulneración debe estar encaminada no sólo a imponer
los castigos y penas que correspondan a la gravedad del delito, sino a proteger
a quienes se ven afectados indirectamente por ellas, como en el caso de los
familiares de la víctima.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Protección
inmediata
La protección
inmediata de los derechos fundamentales en su núcleo conceptual, requiere de la
adopción de medidas apremiantes contra todo acto que los quebrante o pretenda
menoscabarlos, sin que importe la magnitud o el grado de probabilidad de la
amenaza o vulneración, con tal de que la determinación sea oportuna e
inminente. Precisamente, el instrumento eficaz para el amparo de dichos
derechos, instituído constitucionalmente, es la acción de tutela consagrada en
el artículo 86 de la Carta Política, a fin de evitar el perjuicio irremediable
frente a los actos u omisiones de las autoridades públicas que afecten el
ejercicio de los mismos.
DERECHO A LA VIDA-Alcance/DERECHO A LA
SUBSISTENCIA/SECUESTRO-Pago de salarios/FUERZA MAYOR-Aplicabilidad
El juez de tutela
al interpretar el alcance de los derechos a la vida y a la subsistencia, debe
tener en cuenta la importancia del salario como sustento del trabajador para
atender en forma decorosa sus necesidades familiares y sociales, propias del
núcleo en el cual convive, frente a una desaparición forzada que lo
imposibilita para cumplir con sus obligaciones laborales. Por ello, si el
trabajador no ha incumplido sus obligaciones laborales ni ha abandonado por su
culpa el trabajo, sino que por el contrario, en virtud del secuestro de que ha
sido objeto, se ha visto forzado a interrumpir la prestación de sus servicios,
no puede concluirse que una persona colocada en dicha situación no tenga
derecho a percibir su salario en cabeza de sus beneficiarios, razón por la cual
queda plenamente justificada la procedencia de la solicitud de amparo para la
protección inmediata de los derechos de la accionante y de su hija menor,
quienes dependen económicamente del empleado, consistente en percibir los
salarios y prestaciones correspondientes a éste y que constituyen el medio para
subvenir a sus necesidades vitales. Es pues, la noción de fuerza mayor la que
debe aplicarse en este asunto, pues a causa de la misma se produjo la
interrupción del servicio por parte de quien estaba en pleno ejercicio de sus
actividades laborales.
FONDO NACIONAL DE
CAMINOS VECINALES-Pago de
salarios a beneficiarios de secuestrados/PERSONA DESAPARECIDA-Mera
ausencia
Debe ordenar la
Corte al Fondo Nacional de Caminos Vecinales, Seccional Bolivar, la cancelación
de los salarios y prestaciones correspondientes a que tiene derecho el
secuestrado a partir del día en que se produjo su secuestro y hasta que el
afectado por el mismo recobre su libertad o hayan transcurrido los dos años
siguientes a dicha fecha, de conformidad con los ordenamientos consagrados en
los artículos 96 y siguientes del C.C., relacionados con la mera ausencia de la
persona desaparecida del lugar de su domicilio, que tienen aplicación análoga
para el caso sub-examine.
REF: Expediente
No. T - 49.824
PETICIONARIA: Ersilda Correa Marimón contra el Fondo
Nacional de Caminos Vecinales, Seccional Bolivar.
PROCEDENCIA: Tribunal Superior de Cartagena, Sala Civil.
TEMA: Derecho de los beneficiarios de un
secuestrado a percibir los salarios y prestaciones que a él le corresponden -
legalidad de su pago -.
* "Considera la Corte que la naturaleza
misma de este abominable y atroz delito coloca a la víctima del secuestro
frente a un estado de indefensión, imposibilitándolo para expresar su voluntad,
y por ende, para el cumplimiento de sus obligaciones laborales en relación con
el patrono, en virtud de una situación que configura la fuerza mayor. Como
consecuencia de ello, el secuestro mal puede conducir a la terminación de la
relación laboral, ni puede afectar el derecho que éste tiene a percibir en
cabeza de su cónyuge y demás beneficiarios, los salarios y prestaciones
correspondientes".
MAGISTRADO
PONENTE:
DR. HERNANDO
HERRERA VERGARA
Santa Fé de Bogotá,
D.C., Enero veintitrés (23) de mil novecientos noventa y cinco (1.995).
Procede la Sala
Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados HERNANDO
HERRERA VERGARA, ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO Y FABIO MORON DIAZ, a revisar
los fallos proferidos por el Juzgado Sexto Civil del Circuito de Cartagena, el
5 de agosto de 1994 y por el Tribunal Superior de Cartagena, Sala Civil, el 19
de septiembre del mismo año, en el proceso de la referencia.
El negocio llegó al
conocimiento de esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional, por la vía
ordinaria de la remisión que hizo el Tribunal Superior de Cartagena, en virtud
de lo dispuesto por el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Conforme a los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
Número Once de Selección de la Corte escogió para efectos de revisión la
presente acción de tutela.
I. INFORMACION
PRELIMINAR.
La señora Ersilda
Correa Marimón instauró acción de tutela en contra del Fondo de Caminos
Vecinales, Seccional Bolivar, solicitando la protección de sus derechos
fundamentales y los de su hija Sandra Milena Parra a la vida, a la subsistencia
y a la integridad familiar, por depender económicamente del salario que devenga
el señor Jesus Maria Parra Moreno, en calidad de empleado de dicha entidad,
quien actualmente se encuentra secuestrado por el grupo guerrillero E.L.N.,
razón por la cual se niegan a cancelarle sus salarios y demás prestaciones
sociales.
La accionante
fundamenta su petición, en los siguientes
H E C H O S :
* "El señor JESUS MARIA PARRA MORENO,
empleado de dicha entidad -Fondo Nacional de Caminos Vecinales- desde 1987,
ocupando el cargo de Inspector-Topógrafo fue enviado por el director Eduardo
del Rio a Comisión desde el día 4 de mayo al sur de Bolivar a realizar un
inventario vial en los siguientes municipios: Barranco de Loba-Norosí-Rioviejo
y otros.
Según los señores
Ramón Merlano Conductor y Francisco Cadenero, regresaron a las oficinas a
entregarle un comunicado enviado por la guerrilla, donde manifiestan quedarse
con Jesús secuestrado hasta tanto Caminos Vecinales le cumpla con las
siguientes peticiones:
- Arreglo de vías en
algunos municipios del sur de Bolivar.
- Terminación de
vías empezadas en algunos municipios.
- Arreglo de
maquinarias que se encuentran en las vías del sur de Bolivar.
El comunicado
enviado por la guerrilla fue dado a conocer por los medios de comunicación.
Después de haber
pasado tanto tiempo secuestrado Jesús, me dirijo siempre a las oficinas del
Director ya que no tengo ninguna noticia, siempre me informa que todos estos
trámites son muy demorados y hay que esperar.
Nosotras: Ersilda
Correa Marimón y Sandra Milena Parra Correa, Señora e Hija, dependemos
económicamente del salario de Jesús, debido a su secuestro me dirijo a las
oficinas del Director y de la Tesorera y alegan que no deben entregarme el
salario hasta que no lleve una orden firmada por él, no desconociendo ninguno
de los dos que Jesús tiene una familia".
P R E T E N S I O N E S :
En virtud a los
hechos expuestos, la peticionaria solicita se ordene al pagador del Fondo
Nacional de Caminos Vecinales para que se le aporte el sueldo y prestaciones
sociales, derecho fundamental de la niña SANDRA MILENA PARRA CORREA.
II.
LAS PROVIDENCIAS JUDICIALES QUE SE REVISAN.
A.
Sentencia del Juzgado Sexto Civil del Circuito de Cartagena.
Mediante fallo de 5
de agosto de 1994, el Juzgado Sexto Civil del Circuito de Cartagena resolvió
acceder a tutelar los derechos fundamentales a la vida y de los niños, a la
señora Ersilda Correa Marimón y a la niña Sandra Milena Parra Correa, pidiendo
al señor Director del Fondo Nacional de Caminos Vecinales, Seccional Bolivar,
autorizar a los funcionarios encargados del pago de los salarios y prestaciones
del señor JESUS MARIA PARRA MORENO para que lo hagan a la señora ERSILDA CORREA
MARIMON, mientras subsiste el vínculo laboral de aquél con esa entidad y
permanezca en el estado de retención en que se encuentra.
El mencionado
despacho judicial fundamentó su decisión en los argumentos que a continuación
se exponen:
"La
circunstancia de privación a una familia de los medios de subsistencia por
causas ajenas a la voluntad de quien tiene la obligación de suministrar los
medios para ello, insoslayablemente implica la violación al derecho a la vida,
que es lo que acontece con la familia del señor JESUS MARIA PARRA MORENO, quien
fue secuestrado cuando cumplía con sus deberes de empleado de Caminos Vecinales,
por lo que debe recibir sus emolumentos para el sostenimiento de su familia y
es que no sólo podemos interpretar integralmente el concepto del derecho a la
vida, sino que debemos entrelazarlo con el derecho fundamental de los niños
consagrado en el artículo 44 de la Carta Política. Nuestra Constitución
reconoce el valor y la debilidad de los niños, y por ello consagra expresamente
sus derechos fundamentales y la correlativa obligación familiar, social y
estatal de prodigarles asistencia y protección. La observación del sustento en
la medida de las propias capacidades económicas, es una de las obligaciones de
los padres cuyo rango constitucional permite su inmediata exigibilidad en los
casos de grave incumplimiento que vulnere o amenace los derechos fundamentales
de éstos. El hoy incumplimiento de la obligación de sustentar que tiene su
génesis en un hecho ajeno a la voluntad del padre de la menor como a su madre,
pero su vinculación a la entidad en donde prestaba servicios al momento de su
retención, permite entender que no puede exigírsele a la madre de la menor lo
imposible, como es una autorización firmada por el desaparecido, porque a ello
nadie está obligado, para cancelarle los salarios y prestaciones del
trabajador, más si de ellos derivan su sustento. La renuencia del Director del
Fondo Nacional de Caminos Vecinales de esta seccional en cancelar los salarios
y demás prestaciones del señor JESUS MARIA PARRA MORENO, aunada a la existencia
de una autorización antecedentemente concedida, es una flagrante violación a
los derechos fundamentales a la vida y al de los menores consagrados en el
artículo 44 de la Constitución Nacional".
B.
Impugnación del fallo de primera instancia.
El Fondo Nacional de
Caminos Vecinales, mediante apoderado, apeló el fallo del Juzgado Civil del
Circuito de Cartagena, con fundamento en el hecho de que la tutela no se
promovió como mecanismo transitorio no obstante existir otros medios de defensa
judicial para reclamar los derechos presuntamente vulnerados y alegando que los
pagos de los salarios del señor Jesus Parra Moreno se suspendieron por motivo
de fuerza mayor al igual que la cancelación de cualquier prestación social, en
atención a no saberse de la existencia actual del trabajador retenido por la
guerrilla y por la dificultad de determinar si a la fecha existe el vínculo
laboral originario de esas remuneraciones. En tal virtud, solicita se revoque
en su integridad la providencia impugnada y se ordene a la accionante el
reintegro de los dineros recibidos del Fondo o al menos que se autorice la
deducción de ellos de las prestaciones sociales causadas en beneficio del
trabajador.
C.
Sentencia del Tribunal Superior de Cartagena.
La Sala Civil del
Tribunal Superior de Cartagena, mediante fallo de 19 de septiembre de 1994,
resolvió revocar la providencia del Juzgado Sexto Civil del Circuito de
Cartagena y en su lugar denegar la tutela instaurada por la señora ERSILDA
CORREA MARIMON contra el Fondo Nacional de Caminos Vecinales, con base en las
siguientes consideraciones:
"Para el
caso planteado por la señora ERSILDA CORREA MARIMON (...), es indiscutible que
existe a disposición de la parte que se dice afectada otro medio de defensa
judicial, configurado por el proceso laboral ejecutivo u originario, según el
caso.
Además, es fácil
colegir que no existe un perjuicio irremediable, porque los salarios y
prestaciones le pueden ser reconocidos y cancelados a quien demuestre
legitimación en la causa para ello, desde la fecha en que quedaron insolutos,
según decisión que corresponderá al juez laboral, tornándose reversible por lo
expresado el reclamo que por la vía de tutela hace la señora Correa Marimón en
su propio nombre y en el de su hija Sandra Milena Parra.
Ocurre de esa
manera, porque la tutela como mecanismo transitorio no puede implicar un
pronunciamiento definitivo o definidor del asunto que compete legalmente a la
justicia laboral, y siendo remediable o reversible la situación que corresponde
dilucidar a ésta, no se encuentra viabilidad o procedencia a la presente acción
de control constitucional concreto, puesto que las cosas mediante la respectiva
acción laboral, pueden volver si se plantean y prueban debidamente, al statu
quo ante (sic).
De tal manera,
pues, que con apoyo en todo lo expresado, la presente acción de tutela no puede
acogerse, y más todavía, debió rechazarse, por ser improcedente, a la luz del
artículo 6o. del Decreto 2591 de 1991, determinante de los casos de su
improcedibilidad".
III. De las pruebas que obran en el expediente.
1. Oficio fechado 28 de julio de 1994,
suscrito por el Director del Fondo Nacional de Caminos Vecinales, Regional
Bolivar, en el cual afirma:
"Yo, EDUARDO
DEL RIO RODRIGUEZ, Director Regional Bolivar del Fondo Nacional de Caminos
Vecinales presenté ante la Unidad Anti-Extorsión y Secuestro de la Fiscalía
General de la Nación, Seccional Cartagena, la denuncia respectiva sobre la
desaparición del señor JESUS MARIA PARRA MORENO, funcionario del Fondo
Nacional de Caminos Vecinales Regional Bolivar y por comunicaciones posteriores
se deduce está secuestrado y ello ocurrió en desarrollo de sus labores.
Con respecto al
pago de los salarios del señor PARRA MORENO a partir del 12 de mayo de 1994,
fecha en la cual fué retenido el mencionado funcionario, la Oficina Jurídica de
la Entidad mediante memorando No. 08712 del 26 de julio de 1994, emitió un
concepto manifestando que el pago de estos salarios se deben diferir hasta
que se esclarezca la presente situación" (negrillas fuera de texto).
2.
Comunicado a la Opinión
Pública, al Ministro de Obras Públicas y al Director de Caminos Vecinales
suscrito por el Frente "Luis José Solano Sepúlveda" de la Unión
Camilista Ejército de Liberación Nacional en Mayo de 1994, a través del cual se
anuncia lo siguiente:
"En nuestras
manos se encuentra en calidad de retenido el Señor Ingeniero Jefe de Topografía
de Caminos Vecinales Seccional Bolivar JESUS MARIA PARRA.
Los motivos que
nos inducen a tomar tal determinación son: (...)
En consecuencia a
lo anterior, damos a conocer que la retención practicada en la persona de JESUS
MARIA PARRA, funcionario de Caminos Vecinales en su calidad de Ingeniero Jefe
de Topografía no tiene finalidad económica, sino estrictamente una razón de
carácter social; por tal motivo, estamos exigiendo el cumplimiento de lo
pactado desde 1985 hasta la fecha, donde se defina con claridad iniciación y
culminación de obras".
3.
Memorando del Liquidador General del
Fondo Nacional de Caminos Vecinales al Director Regional Bolivar, fechado 17 de
mayo de 1994 en el cual se indica:
"El señor
JESUS MARIA PARRA MORENO, Inspector de Carreteras de la Regional Bolívar, en
compañía del señor FRANCISCO BARRAGAN ATENCIO y el señor RAMON MERLANO OLMOS
conductor del suzuki SJ410 de Placas OUG-509; los anteriores señores
funcionarios del Fondo Nacional de Caminos Vecinales desde el día 4 de Mayo de
1994 se encontraban realizando el Inventario Vial de la Regional Bolívar
específicamente en el Sur de Bolívar. El día sábado 12 de Mayo de 1994 fué
detenido el señor Jesús María Parra Moreno junto con el vehículo de la Entidad,
esto ocurrió en el camino RIO VIEJO CRUCE RAMAL NOROSI".
IV.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Primera.
La competencia.
De conformidad con
lo dispuesto en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 a 36 del Decreto
2591 de 1991, esta Sala es competente para revisar el fallo proferido en
segunda instancia por la Sala Civil del Tribunal Superior de Cartagena.
Segunda.
Procedencia de la acción de tutela en el asunto sometido a revisión.
Pretende la
accionante a través de la tutela que se ordene al Director del Fondo Nacional
de Caminos Vecinales, Regional Bolivar, cancelarle los salarios y prestaciones
a que tiene derecho en su condición de cónyugue del señor JESUS MARIA PARRA
MORENO, inspector-topógrafo de esa entidad, secuestrado por el Frente
"Luis José Solano Sepúlveda" de la Unión Camilista del Ejército de
Liberación Nacional desde el mes de mayo de 1994, cuando se encontraba
realizando el inventario vial en el Sur de Bolívar.
Señala la
peticionaria que el director de la entidad accionada le ha negado el pago de
los salarios y prestaciones de su cónyuge mientras no lleve una orden firmada
por él o se esclarezca la desaparición del señor PARRA MORENO.
En virtud a los
hechos expuestos, encuentra la Sala que los derechos cuya protección se
pretende mediante el mecanismo excepcional de la acción de tutela son los de la
vida, la subsistencia, la integridad familiar y el derecho de los niños a que
se les garantice por parte del Estado y de la sociedad el ejercicio pleno de
los mismos.
Por lo tanto, la
Sala entrará a examinar en primer lugar los argumentos por medio de los cuales
el Tribunal Superior de Cartagena denegó la tutela, es decir, lo relativo a la
existencia de otros medios de defensa judiciales, y luego a realizar algunas
consideraciones respecto a los derechos que se dicen amenazados por la entidad
accionada para así determinar la procedencia en el asunto sub-examine de la
acción de tutela ejercida por la demandante.
*
Ineficacia de los otros medios de defensa judicial.
Consideró el
Tribunal Superior de Cartagena para denegar la tutela, que esta no procede en
el caso que se revisa porque existe a disposición de la accionante otro medio
de defensa judicial, a través de un proceso laboral ejecutivo u ordinario,
según el caso, y que además, "no existe un perjuicio irremediable porque
los salarios y prestaciones le pueden ser reconocidos y cancelados desde la
fecha en que quedaron insolutos, según decisión que corresponderá al juez
laboral, tornándose reversible el reclamo por la vía de la tutela".
Y concluyó el
Tribunal para fundamentar su decisión, que la tutela como mecanismo transitorio
no puede implicar un pronunciamiento definitivo del asunto que compete a la
justicia laboral, y siendo remediable la situación que corresponde dilucidar a
ésta, no es viable la protección de los derechos invocados en el presente caso,
puesto que las cosas mediante la respectiva acción laboral pueden volver al statu
quo anterior.
Con respecto a esa
interpretación, debe observar la Sala de Revisión que pese a que la
peticionaria dispone de otro medio de defensa judicial para la protección de
sus derechos y los de su hija, en éste caso es procedente la acción de tutela
instaurada, cuando se trata de evitar un perjuicio irremediable que amenaza en
forma grave la vida y subsistencia tanto de la accionante como la de su hija,
quienes con ocasión del secuestro del trabajador mencionado, hecho que se
encuentra claramente demostrado en el proceso, se han visto privadas de los
medios requeridos para satisfacer sus necesidades esenciales ante la negativa
de la entidad accionada para pagarle a dichas beneficiarias los salarios
correspondientes, alegando que para ello se requiere que “lleve una orden
firmada por él”.
Estima la
Corporación que al no otorgarse la protección inmediata de los derechos
reclamados por las beneficiarias de que trata la presente providencia, quienes
dependen económicamente del salario que devenga su esposo y padre, secuestrado
desde el 12 de mayo de 1994 durante la realización de labores propias de su
oficio, las medidas encaminadas a la defensa de los mismos pueden resultar
ineficaces e inoportunas, por lo que se requiere de una definición inmediata y urgente
para lograr la protección y defensa de los derechos de la peticionaria y de su
hija, para lo cual la Constitución de 1991 consagró la acción de tutela, a fin
de que mediante un procedimiento preferente y sumario se amparen los derechos
constitucionales fundamentales cuando éstos resulten vulnerados o amenazados
por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública.
Como lo ha sostenido
esta Corporación1, hay ocasiones en que de continuar las
circunstancias de hecho en que se encuentra una persona, es inminente e
inevitable la destrucción grave de un bien jurídicamente protegido, de manera
que urge la protección inmediata e impostergable por parte del Estado, ya en
forma directa o como mecanismo transitorio.
Así pues, tratándose
de derechos tan esenciales al ser humano como lo son la vida y la subsistencia
de las personas, la Corte no puede señalarle a la accionante como lo hizo el
Tribunal Superior de Cartagena, que existe otro medio de defensa judicial a
disposición del afectado, máxime cuando el peligro en que se encuentran es a
juicio de la Corporación inminente.
Por lo tanto,
teniendo en cuenta principios de justicia social y de equidad, reconocidos
universalmente y la naturaleza de Estado social de derecho que caracteriza al
nuestro, donde las autoridades están en la obligación constitucional de
proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos de manera eficaz y oportuna,
así como sus derechos fundamentales, estima la Sala de Revisión que la acción
de tutela es en este caso concreto, el medio más eficaz e idóneo para lograr el
amparo de los derechos invocados, cuando este se encuentra como sucede en el
asunto que se examina, ante una circunstancia que frente al delito de
secuestro, se ha privado a sus beneficiarios de los medios de subsistencia para
poder atender las necesidades esenciales de ese núcleo familiar, mas aún cuando
en el presente caso se reclama el derecho de una menor de edad, hija de la
accionante y del secuestrado, con base en el artículo 44 constitucional que
consagra como derechos fundamentales de los niños, la vida, la salud y la
seguridad social de los mismos, así como la obligación a cargo del Estado de
protegerlos “contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro...”,
derechos éstos que prevalecen sobre los demás.
No obstante que para
la Sala lo anterior es lo suficientemente claro para revocar el fallo que se
revisa y para conceder la protección que se solicita, debe la Corte efectuar a
continuación algunas consideraciones en relación con los derechos que se dicen
vulnerados, así como respecto a la legalidad del pago de los salarios y
prestaciones a que tienen derecho los beneficiarios legítimos del secuestrado
para justificar el amparo de los derechos de la accionante y de su hija.
*
El derecho a la vida y su protección constitucional.
El artículo 2o.
inciso segundo de la Constitución de 1991, señala que:
"Las
autoridades de la República están instituídas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia en su vida, honra, bienes, creencias y
demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes
sociales del Estado y de los particulares".
Según el artículo
5o. de la misma Carta, el Estado reconoce, sin discriminación alguna la
primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara la familia como
institución básica de la sociedad. Igualmente, el artículo 11 de la
Constitución Política establece que "el derecho a la vida es inviolable.
De esta manera, si
la protección de la persona en sus derechos fundamentales, entre ellos la vida
y la libertad, es entre otras la razón de ser de las autoridades, no cabe duda
de que la organización social es un medio al servicio de la persona, como se ha
dicho, y de que la protección del individuo es el primer deber social del
Estado. De ahí que uno de los fundamentos esenciales para justificar la reforma
constitucional de 1991 fue precisamente el de establecer no solamente la Carta
de Derechos, sino la protección de los mismos a través de las decisiones del
juez constitucional y en grado sumo de esta Corte Constitucional
Ahora bien, esta
protección se hace más exigente cuando se trata de la acción subversiva que
configura la existencia de un delito repudiable como es el secuestro, que
ocasiona sensibles perjuicios de orden económico y moral, no solamente para el
secuestrado, sino también para sus beneficiarios y familiares víctimas
inocentes del mismo.
No hay duda de que
el delito del secuestro lesiona de manera grave y quebranta en forma
ostensiblemente los derechos fundamentales de la vida, la libertad, la dignidad
humana, el trabajo y el núcleo familiar, entre otros.
No puede olvidarse
tampoco que la familia es el núcleo esencial de la sociedad, que se ve afectada
en forma grave frente al delito atroz y abominable del secuestro, ya que como
lo dispone el artículo 42 de la Carta Política, “cualquier forma de violencia
en la familia se considera destructora de su armonía y unidad, y será
sancionada conforme a la ley”.
No cabe duda que
conductas delictivas como el secuestro, comprometen la integridad de todo
cuanto constituye la razón de ser de la organización social y política. Por
tanto, la respuesta del Estado a su vulneración debe estar encaminada no sólo a
imponer los castigos y penas que correspondan a la gravedad del delito, sino a
proteger a quienes se ven afectados indirectamente por ellas, como en el caso
de los familiares de la víctima.
En consecuencia, las
autoridades de la República están en la obligación de hacer respetar y asegurar
el cumplimiento de los deberes sociales de las personas y de proteger los
derechos fundamentales a la vida, honra y bienes de estas, así como la
libertad, la dignidad humana, el trabajo y los demás derechos consagrados
constitucionalmente, a través de acciones encaminadas a evitar que se amenacen
o vulneren estos, de manera que el quebrantamiento flagrante de los mismos,
amerita la decisión judicial en aras de lograr su reivindicación y amparo
inmediato.
La Carta Fundamental
de 1991 consagra una nueva orientación filosófica que ubica al hombre en un
lugar privilegiado y se convierte en el instrumento más eficaz al servicio de
su dignificación, lo cual se deduce de la lectura del Preámbulo y de los
artículos 1 al 95.
Por ello, se
establece claramente la finalidad consagrada en la Constitución Política de
asegurar la vida, el trabajo y la paz, fundado en el respeto de la dignidad
humana.
Por lo tanto, la
protección inmediata de los derechos fundamentales en su núcleo conceptual,
requiere de la adopción de medidas apremiantes contra todo acto que los
quebrante o pretenda menoscabarlos, sin que importe la magnitud o el grado de
probabilidad de la amenaza o vulneración, con tal de que la determinación sea
oportuna e inminente. Precisamente, el instrumento eficaz para el amparo de
dichos derechos, instituído constitucionalmente, es la acción de tutela
consagrada en el artículo 86 de la Carta Política, a fin de evitar el perjuicio
irremediable frente a los actos u omisiones de las autoridades públicas que
afecten el ejercicio de los mismos.
Ahora bien, teniendo
en cuenta que en este asunto se está en presencia de una situación de
restricción arbitraria e ilegal de la libertad -secuestro-, conviene recordar
lo que sobre el particular ha sostenido esta Corporación (entre otras
providencias en las números 542 y 565 de 1993, y 069, 213 y 273 de 1994), al
estudiar la constitucionalidad de la ley antisecuestro:
"El delito
de secuestro puede considerarse como uno de los más graves que lesionan a la
sociedad, así, en principio, sus víctimas directas sean uno o varios individuos
en particular. El Estado de indefensión en que se coloca a la víctima y el
efecto de inestabilidad social que genera, sumados a la amplia gama de derechos
fundamentales que se ven violados por la comisión de este delito, ameritan que
se lo califique, con razón, como un delito atroz y un crimen de lesa humanidad.
En efecto, además de poner en peligro el más preciado de los derechos humanos,
el derecho a la vida y de atentar contra el derecho a la libertad (Arts. 12, 13
y 28) y a la dignidad del hombre, el secuestro vulnera otros muchos derechos
fundamentales, como son el derecho a la seguridad (Art. 21), el derecho a la
familia (Arts. 5o. y 42), el derecho a la intimidad (Arts. 15 y 42), el derecho
al libre desarrollo de la personalidad (Art. 16), el derecho a la libre
circulación (Art. 24), el derecho al trabajo (Art. 25), el derecho a la
participación (Art. 40) y toda una gama de derechos conexos con los anteriores.
Siendo pues un delito atroz nada justifica que se lo pueda considerar como
delito político, ni que sea excusado por motivación alguna, pues contra el
hombre como sujeto de derecho universal no puede haber actos legitimizados.
El medio empleado en el delito de secuestro siempre será
desproporcionado, así se alegue como pretexto para cometerlo un fin honesto. Y
ello porque la acción directa afecta el bien más esencial del hombre, junto
con la vida, que es su libertad. Además, torna en condicional el derecho a la
vida, y todos sus derivados jurídicos. Es, en definitiva, cosificar
a la persona humana, lo que, a todas luces, constituye un atentado contra su
dignidad y el orden jurídico total. Si se relativiza la dignidad humana, fin
esencial del Estado Social de Derecho (arts. 1o. y 2o. C.P.), todo el derecho
pierde consistencia, y se torna en contingente, variable con las disposiciones
de turno, con lo cual la objetividad necesaria del ordenamiento jurídico
desaparecería" (negrillas fuera de texto).
* El Derecho a la vida y a la subsistencia.
Aunque la
Constitución no consagra la subsistencia como un derecho, éste puede colegirse
de los derechos a la vida, a la salud, al trabajo y a la asistencia o a la
seguridad social, ya que la persona requiere de un mínimo de elementos
materiales para subsistir. La consagración de derechos fundamentales en la
Constitución busca garantizar las condiciones económicas necesarias para la
dignificación de la persona humana y el libre desarrollo de su personalidad.
El Estado y la
sociedad en su conjunto, de conformidad con los principios de la dignidad
humana y de la solidaridad (CP. art.1), deben contribuir a garantizar a toda
persona el mínimo vital para una existencia digna. El Estado social de derecho
exige esforzarse en la construcción de las condiciones indispensables para
asegurar a todos los habitantes del territorio nacional, una vida digna dentro
de las posibilidades económicas que estén a su alcance.
En este sentido y
para el asunto que ocupa la atención de la Corte, el juez de tutela al
interpretar el alcance de los derechos a la vida y a la subsistencia entre
otros, debe tener en cuenta la importancia del salario como sustento del
trabajador para atender en forma decorosa sus necesidades familiares y
sociales, propias del núcleo en el cual convive, frente a una desaparición
forzada que lo imposibilita para cumplir con sus obligaciones laborales.
Por ello, si el
trabajador no ha incumplido sus obligaciones laborales ni ha abandonado por su
culpa el trabajo, sino que por el contrario, en virtud del secuestro de que ha
sido objeto, se ha visto forzado a interrumpir la prestación de sus servicios,
no puede concluirse que una persona colocada en dicha situación no tenga
derecho a percibir su salario en cabeza de sus beneficiarios, razón por la cual
queda plenamente justificada la procedencia de la solicitud de amparo para la
protección inmediata de los derechos de la accionante y de su hija menor,
quienes dependen económicamente del empleado, consistente en percibir los
salarios y prestaciones correspondientes a éste y que constituyen el medio para
subvenir a sus necesidades vitales.
Es pues, la noción
de fuerza mayor la que debe aplicarse en este asunto, pues a causa de la misma
se produjo la interrupción del servicio por parte de quien estaba en pleno
ejercicio de sus actividades laborales.
Lo anterior resulta
pertinente, por cuanto en el proceso se encuentra acreditado plenamente que la
desaparición del servidor público no fue voluntaria sino que se produjo como
consecuencia del acto delincuencial forzado por parte de uno de los Frentes de
la Unión Camilista del Ejército de Liberación Nacional, en las circunstancias
ya anotadas.
*
Amenaza al derecho a la vida en el asunto que se examina.
En el presente caso,
se observa que el derecho a la vida se encuentra amenazado de diversas maneras:
a)
La primera de ellas, en cabeza del señor
JESUS MARIA PARRA MORENO, quien como aparece demostrado dentro del expediente,
se encuentra acreditado dentro del proceso, está privado de su libertad contra
su voluntad desde el mes de mayo de 1994, cuando fue secuestrado por un grupo
guerrillero, situación que lo coloca frente a una clara violación de sus
derechos fundamentales a la vida y a la libertad, y que exige de parte del
Estado acciones efectivas encaminadas no sólo a lograr su liberación, sino a
que se le brinden a su cónyuge e hija los medios adecuados para su protección y
subsistencia.
b)
La segunda, por la condición de calamidad
doméstica en que se encuentran la esposa e hija menor del secuestrado, quienes
se han visto económica y moralmente afectadas por ese hecho, ya que quien
atiende el sustento del hogar, ha sido colocado en situación de indefensión,
razón por la cual, sin su culpa y contra su voluntad, fue obligado a permanecer
en cautiverio y por consiguiente, imposibilitado para prestar sus servicios a
la empresa para la cual labora.
Resulta insólito y
un despropósito exigir a los beneficiarios mencionados, como lo hizo el Fondo
Nacional de Caminos Vecinales, Seccional Bolivar, como requisito para el pago
de los emolumentos una orden firmada por quien se encuentra secuestrado,
situación que comporta de aquella una conducta reprobable.
La negativa del
Fondo Nacional de Caminos Vecinales, Seccional Bolivar, en entregarle a la
accionante el salario y prestaciones a que tiene derecho su cónyuge,
secuestrado por la guerrilla en el ejercicio de los deberes inherentes a su
cargo, como se deduce de las pruebas pertinentes, pone en grave peligro la vida
y subsistencia de la señora ERSILDA CORREA MARIMON y la de su hija SANDRA
MILENA PARRA CORREA, quienes dependen económicamente del mismo, por lo que la
Corte en cumplimiento de las normas comentadas debe proceder a otorgarles una
protección inmediata, efectiva y oportuna como así lo ordenará en la parte
resolutiva de esta providencia.
*
De la legalidad del pago de los salarios y prestaciones a la cónyuge de un
secuestrado.
Debe hacer la Sala
referencia al derecho que tienen los beneficiarios legales de una persona
secuestrada en el ejercicio de sus actividades laborales, a percibir durante el
tiempo que permanezca ilegítimamente privada de su libertad, los salarios y
prestaciones correspondientes con la finalidad de proteger los derechos
fundamentales invocados en la acción ejercida, materia de la presente decisión.
Estima la Corte que
la finalidad de las normas protectoras del trabajo tienden a satisfacer la
justicia social y el equilibrio que deben guardar las relaciones entre
trabajadores y empresarios -en este caso el Estado-, las cuales quedan
menoscabadas como sucede en el asunto que se examina, no por culpa del
trabajador en lo que hace al desempeño normal de sus funciones sino que como se
ha expresado, por razones de fuerza mayor, originadas en uno de los delitos más
graves que atentan contra la vida, la dignidad humana, la libertad, el trabajo
y la familia, cuyo sustento se ve afectado en perjuicio de víctimas inocentes
del repudiable delito atroz del secuestro.
No puede olvidarse
que el secuestro de una persona no está contemplado como causal legal de
terminación o suspensión de la relación laboral y más bien, los principios
enunciados que se fundan en la equidad y en los criterios de equilibrio social
imponen la obligación de pagar el salario a quien, víctima de una desaparición
forzada que por obra de terceras personas, se ve imposibilitado para prestar
sus servicios, quedando en estado de indefensión.
Para este caso,
resultan igualmente aplicables, además de la noción de fuerza mayor y de los
principios enunciados, las regulaciones contenidas en la Ley 153 de 1887.
En estas
circunstancias, estima la Corte que el pago de los emolumentos mencionados se
justifica no obstante que el servidor público contra su voluntad, no hubiese
efectivamente trabajado en razón del secuestro, el cual no solo atenta contra
su dignidad humana, sino que además afecta en forma ostensible por la misma
circunstancia a su familia como núcleo fundamental de la sociedad y a los
derechos de la hija menor, los cuales prevalecen sobre los demás.
Por consiguiente, si
el derecho a la vida es inviolable, si nadie puede ser sometido a desaparición
forzada, si el Estado está en la obligación de proteger a aquellas personas que
por su condición física o económica se encuentren en circunstancias de
debilidad manifiesta, si el trabajo es un derecho y una obligación social y
goza en todas sus modalidades de la especial protección del Estado, de manera
que toda persona debe tener derecho a su trabajo en condiciones dignas y
justas, si toda persona es libre, si el Estado ampara a la familia como
institución básica de la sociedad y debe velar por la protección integral de la
misma, si los derechos de los niños son fundamentales y prevalecen sobre los
demás, no hay duda de que dentro de la función jurisdiccional de la protección
inmediata de los derechos constitucionales fundamentales mencionados cuando
quiera que estos resultan vulnerados, como sucede en el presente caso, y para
evitar un perjuicio irremediable en razón de la noción jurídica de fuerza mayor
que impidió la prestación normal de los servicios del trabajador, debe ordenar
la Corte al Fondo Nacional de Caminos Vecinales, Seccional Bolivar, la
cancelación de los salarios y prestaciones correspondientes a que tiene derecho
el señor JESUS PARRA MORENO a partir del día en que se produjo su secuestro y
hasta que el afectado por el mismo recobre su libertad o hayan transcurrido los
dos años siguientes a dicha fecha, de conformidad con los ordenamientos
consagrados en los artículos 96 y siguientes del Código Civil, relacionados con
la mera ausencia de la persona desaparecida del lugar de su domicilio, que
tienen aplicación análoga para el caso sub-examine.
En virtud a lo
anterior, y con fundamento en las pruebas que obran en el expediente, esta Sala
de Revisión habrá de revocar el fallo proferido por el Tribunal Superior de
Cartagena, Sala Civil, como así lo dispondrá en la parte resolutiva de esa
sentencia, y en su lugar conceder la tutela de los derechos a la vida, a la
subsistencia, a la integridad familiar y demás mencionados en esta providencia
de la señora ERSILDA CORREA MARIMON y de su hija SANDRA MILENA PARRA CORREA,
ordenando al señor Director del Fondo Nacional de Caminos Vecinales, Seccional
Bolivar, para que dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la
notificación de la presente providencia proceda a efectuar el pago de los
salarios y prestaciones correspondientes adeudados al señor JESUS MARIA PARRA
MORENO en su condición de trabajador activo, a partir del día en que se produjo
el secuestro, o sea el 12 de mayo de 1994, y hasta la fecha en que se haya
producido su liberación, sin que dicho término exceda de dos años, por las
razones anotadas anteriormente.
V. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, obrando en
nombre del pueblo, y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.
REVOCAR por las razones
expuestas, la sentencia proferida por el Tribunal Superior de Cartagena, el 19
de septiembre de 1994, en el proceso de tutela instaurado por la señora ERSILDA
CORREA MARIMON.
SEGUNDO. CONCEDER la tutela de los derechos
fundamentales a la vida, a la subsistencia, a la integridad familiar y demás
mencionados en la parte motiva de esta providencia de la señora ERSILDA CORREA
MARIMON y de su hija menor SANDRA MILENA PARRA CORREA, ordenando al señor
Director del Fondo Nacional de Caminos Vecinales, Seccional Bolivar, para que
dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la notificación de esta
providencia proceda a efectuar el pago de los salarios y prestaciones correspondientes
a que tiene derecho el señor JESUS MARIA PARRA MORENO, a partir del día en que
se produjo el secuestro, o sea el 12 de mayo de 1994 y hasta la fecha en que se
haya producido su liberación, sin que dicho término exceda de dos (2) años.
TERCERO. Por la Secretaría General de la Corte
Constitucional, líbrense las comunicaciones de que trata el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia No. T-225 del 15 de junio de 1993. MP. Dr. Vladimiro
Naranjo Mesa. |
267 | T-016-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-016/95
IUS VARIANDI
El ius
variandi, es de decir, la facultad que tiene todo patrono de alterar las
condiciones de trabajo en cuanto al modo, lugar, cantidad o tiempo del mismo,
no implica la existencia de una potestad absoluta. Unicamente procede por
motivos razonables y justos, a la vez que en su ejercicio "habrá de
preservarse el honor, la dignidad, los intereses, los derechos mínimos y la
seguridad del trabajador". Se trata de un uso razonable de la
discrecionalidad que la ley confiere al patrono, bien sea privado u oficial.
IUS VARIANDI-Límites/TRASLADO DE PERSONAL
PENITENCIARIO
Los límites de ius
variandi no pueden entenderse como la pérdida de la autonomía que
corresponde al nominador en cuanto al manejo del personal a su cargo, ni como
la absoluta imposibilidad de ordenar traslados, pues éstos resultan
indispensables para el adecuado desarrollo de la función pública y para la
oportuna atención de las necesidades del servicio. Las atribuciones en materia
de traslados tienen que acentuarse significativamente en la actividad
carcelaria, por lo cual, salvo situaciones excepcionales, que deben ser calificadas
por la entidad nominadora dentro de los ya mencionados límites del poder
discrecional, la regla aplicable es la de una permanente disponibilidad de los
funcionarios públicos a su servicio, quienes desde su vinculación están
advertidos acerca de las posibilidades de traslado y redistribución en los
distintos establecimientos del país.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-44329
Acción de tutela
intentada por JOSE ARCESIO SANCHEZ MARIN contra el INSTITUTO NACIONAL
PENITENCIARIO y CARCELARIO -INPEC-.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del treinta (30) de enero de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos en el asunto de la referencia por el Juzgado Tercero Laboral
del Circuito y por la Sala Laboral del Tribunal Superior de Distrito Judicial
de Medellín, seleccionados por insistencia del Defensor del Pueblo.
I.
INFORMACION PRELIMINAR
JOSE ARCESIO SANCHEZ
MARIN, Cabo de Prisiones al servicio del Instituto Nacional Penitenciario y
Carcelario -INPEC-, acudió ante el Juez Laboral del Circuito de Medellín
-Reparto-, con el objeto de instaurar acción de tutela contra el mencionado
organismo por considerar violados sus derechos fundamentales.
Expuso el accionante
que, mediante Resolución 2667 del 13 de mayo de 1994, fue trasladado de la
Cárcel del Distrito Judicial de Medellín a la del Circuito de Segovia
-Antioquia-, con lo cual, según dijo, se le perjudicó en forma notoria en su
estabilidad familiar, laboral y educativa.
Señaló el demandante
que le estaba siendo violado su derecho a la educación, por cuanto al momento
de su traslado estudiaba bachillerato en el Colegio Oficial de Adultos de
Copacabana.
También indicó el
actor que le había sido vulnerado su derecho al fuero sindical, pues fue
trasladado pese a ocupar el cargo de Secretario Suplente en la Junta Directiva
del Sindicato Nacional de Empleados del Ministerio de Justicia
-SINDEMJUSTICIA-, Seccional Antioquia.
El peticionario
solicitó al Juez la derogación de la Resolución mencionada.
II. DECISIONES
JUDICIALES
El Juzgado Tercero
Laboral del Circuito de Medellín decidió tutelar el derecho fundamental de
asociación sindical del peticionario y ordenó al INPEC "reinstalarlo"
en el cargo que venía desempeñando en la Cárcel del Distrito Judicial de
Medellín.
Hizo referencia al
artículo 39 de la Constitución Política, según el cual se reconoce a los
representantes sindicales el fuero y las demás garantías necesarias para el
cumplimiento de su gestión.
Citó la Sentencia
proferida por la Sala Plena de esta Corte el 14 de diciembre de 1993, que
analizó la normatividad constitucional sobre el tema, en la cual se destacó que
del derecho de asociación sindical no fueron excluídos los empleados públicos y
que, por el contrario, en la Carta de 1991 se ampliaron las garantías para su
ejercicio.
Recordó que, en
dicho fallo, la Corporación había hecho ver la necesidad de un desarrollo
legislativo a partir de la nueva preceptiva superior, dada la inaplicabilidad
de los artículos 113 y 118 del Código de Procedimiento Laboral a los empleados
públicos, que tienen con el Estado una relación legal o reglamentaria.
"Por ende
-concluyó- en el momento el solicitante carece de otros medios de defensa
judicial diferentes al de la acción de tutela, en atención al Art. 6º-1 del
Decreto 2591 de 1991, por lo que se hace necesario tutelarle el derecho de
Asociación Sindical".
Ejercido el derecho
a impugnar por parte del "INPEC", correspondió decidir en segunda
instancia a la Sala Laboral del Tribunal Superior de Medellín, el cual revocó
la sentencia de primer grado y desechó la acción instaurada.
Del escrito
presentado por el solicitante, el Tribunal concluyó que no se trataba de una
acción de tutela sino que se pedía la derogación de una resolución
administrativa, para cuyo efecto se debió acudir directamente ante el mismo
funcionario que la profirió o ante el Tribunal de lo Contencioso
Administrativo.
La petición
formulada -añadió- tiene su fuente jurídica en la ley, mas no en la Carta
Política, que consagra los derechos fundamentales susceptibles de dicha acción.
Para el Tribunal, el
Juez de primera instancia concedió la tutela como mecanismo transitorio con el
objeto de evitar un perjuicio irremediable. Señaló que "este mecanismo
acogido por el Juez para proteger el supuesto derecho fundamental de ASOCIACION
SINDICAL no encaja dentro de las previsiones del inciso penúltimo del artículo
8º del estatuto orgánico de la tutela".
Lo estimó así basado
en que dicha norma exige al afectado favorecido con la tutela transitoria
ejercer dicha acción en un término máximo de cuatro meses a partir del fallo.
"De lo anterior
-argumentó el Tribunal- surge el interrogante en el sentido de si con toda
seguridad el Congreso Nacional, dentro de los cuatro (4) meses a que alude la
norma, irá o no a reglamentar lo concerniente a la novísima figura
constitucional-laboral del fuero sindical de los empleados públicos. La
respuesta puede ser positiva o negativa, esto es decir, que en relación con
este tema lo que se presenta es una indefinición en el tiempo, fenómeno
totalmente distinto a la temporalidad o transitoriedad de que habla la norma,
pues lo único conocido o cierto sería la fecha del fallo, lo cual no permite
saber o imaginar siquiera cuándo termina el plazo o la condición para que venza
el lapso anotado de cuatro meses".
Por otra parte, a
juicio del Tribunal, es el legislador el que debe reglamentar el derecho de
asociación sindical (Artículo 152, inciso 1º, C.P.), por lo cual ello no
corresponde al Juez mediante una tutela, pues de hacerlo estaría invadiendo
ámbitos de competencia que le son totalmente ajenos.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte
Constitucional es competente para revisar los fallos en mención, de acuerdo con
lo previsto en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución Política y
según el Decreto 2591 de 1991.
Los traslados
del personal carcelario
El demandante fundó
su acción en que el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, al disponer
su traslado, afectaba su estabilidad familiar, laboral y educativa, por lo
cual, utilizando un giro impropio, solicitó al Juez que derogara la
Resolución mediante la cual se ordenaba el aludido movimiento de personal.
Entiende la Corte
que en realidad lo que buscaba el peticionario era la anulación del acto
administrativo, del todo improcedente en sede de tutela según reiterada
jurisprudencia.
Aunque, cabalmente
por el motivo que se acaba de indicar, será confirmado el fallo de instancia,
conviene hacer algunas precisiones en torno a la potestad del INPEC para
ordenar el traslado de guardianes y del personal destinado a la seguridad de
los establecimientos carcelarios.
Como lo ha destacado
la jurisprudencia, el ius variandi, es de decir, la facultad que tiene
todo patrono de alterar las condiciones de trabajo en cuanto al modo, lugar,
cantidad o tiempo del mismo, no implica la existencia de una potestad absoluta.
Unicamente procede por motivos razonables y justos, a la vez que en su
ejercicio "habrá de preservarse el honor, la dignidad, los intereses, los
derechos mínimos y la seguridad del trabajador" (Cfr. Corte Constitucional.
Sentencia T-407 del 5 de junio de 1992. M.P.: Dr. Simón Rodríguez Rodríguez).
Se subraya que el ius
variandi está limitado primordialmente por la norma constitucional que
exige para el trabajo condiciones dignas y justas (artículo 25 C.P.), así como
por los principios mínimos fundamentales señalados en el artículo 53 de la
Carta. En concreto, al hacer uso de su facultad, el patrono debe tener en
cuenta las circunstancias que afectan al trabajador, la situación de su
familia, su salud y la de sus allegados, la conducta que ha venido observando y
el rendimiento demostrado, entre otros aspectos (Cfr. Corte Constitucional.
Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-483 del 27 de octubre de 1993).
Se trata, como lo
puso de presente el último fallo en mención, de un uso razonable de la
discrecionalidad que la ley confiere al patrono, bien sea privado u oficial. En
el caso de éste último resulta aplicable el artículo 36 del Código Contencioso
Administrativo, a cuyo tenor, en la medida en que el contenido de una decisión,
de carácter general o particular, sea discrecional, debe ser adecuada a los
fines de la norma que la autoriza y proporcional a los hechos que le sirven de
causa.
Queda en pie, de
todas maneras, una atribución del patrono que resulta inherente a la ejecución
del contrato de trabajo o al desarrollo de la función pública, según el tipo de
relación laboral.
En verdad, aunque
puede ocurrir en algunos casos (Cfr. Sentencias T-593 del 9 de diciembre de
1992, T-483 y T-484 del 27 de octubre de 1993), no puede afirmarse como regla
general la de que todo cambio en las condiciones laborales, particularmente el
que se refiere a la variación del sitio donde generalmente se presta el
servicio personal, genere el desconocimiento de derechos fundamentales. Debe
examinarse el caso particular, dentro de las circunstancias en medio de las
cuales tiene ocurrencia.
En lo referente a
entidades públicas, los expresados límites de ius variandi no pueden
entenderse como la pérdida de la autonomía que corresponde al nominador en
cuanto al manejo del personal a su cargo, ni como la absoluta imposibilidad de
ordenar traslados, pues éstos resultan indispensables para el adecuado
desarrollo de la función pública y para la oportuna atención de las necesidades
del servicio.
Adcionalmente, por razón
de la naturaleza y la finalidad de sus funciones dentro de la estructura del
aparato estatal, ciertos organismos y entidades deben gozar de un mayor grado
de discrecionalidad para el ejercicio del ius variandi. Tal es el caso
de la Policía (Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-615 del 18 de diciembre
de 1992), el Ejército, los entes investigativos y de seguridad, entre otros.
El Instituto
Nacional Penitenciario y Carcelario, "INPEC", pertenece a la
categoría indicada, pues a su cuidado se confían las tareas propias de la
administración, organización y vigilancia de los centros de reclusión
existentes en el territorio nacional.
De conformidad con
el acto de su creación (Decreto 1242 del 30 de junio de 1993), son sus
objetivos primordiales:
"1. Ejecutar y
desarrollar la política carcelaria y penitenciaria dentro de los lineamientos
que establezca el Gobierno Nacional.
2. Hacer cumplir las
medidas de aseguramiento, las penas privativas de la libertad y las medidas de
seguridad, que establezcan las autoridades judiciales.
3. Diseñar y
ejecutar programas de resocialización, rehabilitación y reinserción a la
sociedad, para los reclusos de los establecimientos carcelarios y
penitenciarios.
4. Diseñar y
establecer los mecanismos necesarios de control de los programas de
resocialización, rehabilitación y reinserción de los internos a la
sociedad."
Las cárceles no
constituyen únicamente lugares de castigo o de expiación de los delitos, sino
que, desde el punto de vista del interés social, cumplen la función de
rehabilitar y readaptar al delincuente, constituyéndose a la vez en factores
esenciales de la seguridad y la paz colectivas, pues la reclusión de enemigos
públicos, aunque no implique la eliminación total ni definitiva de los riesgos
que afronta el conglomerado social -siempre asediado por la delincuencia-,
contribuye significativamente a su disminución.
La comunidad tiene
derecho a que el Estado le garantice una eficaz, permanente y cuidadosa guarda
de los centros carcelarios y penitenciarios. A cargo de aquél está impedir,
además de las fugas de los internos, la comisión de actos ilícitos en el
interior de los establecimientos y la ocurrencia de eventos que perturben el
orden público.
Por otra parte, los
propios reclusos tienen derecho a reclamar la protección de su vida, su
integridad física y moral y su salud, para lo cual se hace menester que las
dependencias carcelarias se hallen no sólo bien dotadas desde el punto de vista
material sino atendidas con solvencia por personal idóneo, conducido y
controlado por el Estado.
Estos objetivos no
se podrían obtener ni sería posible cumplir las funciones del INPEC si entre
los diversos instrumentos de que dispone no contara con las necesarias
atribuciones de traslados y reubicación de internos y de guardianes y otros
funcionarios al servicio de los centros correccionales.
En relación con los
primeros, existen antecedentes jurisprudenciales como aquel al que se refiere
la Sentencia T-193 del 20 de abril de 1994 (M.P.: Dr. Jorge Arango Mejía), cuyo
sentido acoge esta Sala.
Respecto de los
segundos, la delicada responsabilidad que asumen exige una alta dósis de
confianza tanto en su adecuada preparación logística y estratégica como en su
integridad moral. Una y otra se suponen, pero la finalidad misma del servicio
puede exigir que con cierta periodicidad se rote al personal encargado de la
seguridad de los penales, no únicamente para efectos de formación, capacitación
y entrenamiento, sino con el propósito de evitar que se consoliden relaciones
de camaradería entre custodios y vigilados, o -más grave todavía- perniciosas
connivencias o ilícitos pactos.
Circunstancias
especiales pueden hacer imperativo que se refuerce la guardia en un determinado
reclusorio, que deba atenderse una emergencia, o que, al instalar nuevas
cárceles, sea preciso disponer de parte del personal de otras para la eficiente
y experimentada iniciación de sus servicios.
Todo lo dicho indica
que las atribuciones en materia de traslados tienen que acentuarse
significativamente en la actividad carcelaria, por lo cual, salvo situaciones
excepcionales, que deben ser calificadas por la entidad nominadora dentro de
los ya mencionados límites del poder discrecional, la regla aplicable es la de
una permanente disponibilidad de los funcionarios públicos a su servicio,
quienes desde su vinculación están advertidos acerca de las posibilidades de
traslado y redistribución en los distintos establecimientos del país.
Así las cosas, a
menos que se pruebe la existencia de un verdadero e inminente peligro para la
salud o la vida del afectado, o una circunstancia familiar de excepcionales
características, en la que estén comprometidos derechos fundamentales, no es la
acción de tutela el mecanismo jurídico apto para oponerse al legítimo ejercicio
del ius variandi por parte de la autoridad penitenciaria.
El derecho de
asociación sindical y el fuero sindical
El artículo 39 de la
Constitución Política consagra el derecho que tienen los trabajadores y
empleadores a constituir sindicatos o asociaciones, sin intervención del
Estado. El inciso 4º de la misma norma reconoce a los representantes sindicales
el fuero y las demás garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión.
Como esta Corte lo
ha puesto de presente, "el Constituyente de 1991 no excluyó del derecho de
asociación sindical a los empleados públicos, sino que le dió consagración
constitucional al derecho que les reconocían la ley y la jurisprudencia
anterior y amplió las garantías para su ejercicio, al no excluirlos del derecho
al fuero sindical" (Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-593
del 14 de diciembre de 1993. Magistrado Ponente: Dr. Carlos Gaviria Díaz).
Según el artículo
405 del Código Sustantivo del Trabajo, modificado por el 1º del Decreto 204 de
1957, el fuero sindical es una garantía de que gozan algunos trabajadores
-entre ellos los miembros de las juntas directivas de los sindicatos,
federaciones o confederaciones sindicales- de no ser despedidos ni desmejorados
en sus condiciones de trabajo, ni trasladados a otros establecimientos de la
misma empresa o a un municipio distinto, sin justa causa, previamente
calificada por el juez de trabajo.
Es claro que la garantía
no consiste en una prohibición pura y simple sino en el sometimiento previo a
calificación judicial de la causa justa que pueda invocarse para adoptar las
determinaciones correspondientes.
Desde luego, como
también lo anotó la Corte en la aludida Sentencia, el carácter legal y
reglamentario de la relación existente entre el empleado público y el Estado
hace que, tratándose de este tipo de empleos, sean inaplicables los artículos
113 y 118 del Código de Procedimiento Laboral, que regulan la solicitud del
patrono para despedir, desmejorar las condiciones de trabajo o trasladar a un
trabajador amparado por el fuero sindical, así como la acción de reintegro que
éste puede ejercer cuando ha sido despedido sin permiso del Juez.
Por una parte, la
Corte considera que, en aplicación de lo dispuesto en el artículo 53 de la
Constitución, debe preferirse la situación más favorable al trabajador en caso
de duda al interpretar las fuentes formales del Derecho, motivo por el cual la
ausencia de calificación judicial para la justa causa esgrimida por el
nominador no podría entenderse como una autorización abierta para que éste
proceda directamente al despido, la desmejora o el traslado, dejando sin ningún
efecto la garantía constitucional del fuero sindical.
De otro lado, el
referido tránsito constitucional y la inexistencia de la normatividad legal que
se echa de menos no significa que -como lo concluyó el Juez de primera
instancia- el trabajador cobijado por el fuero sindical que sea afectado con
una decisión de la entidad para la cual labora, en el sentido de trasladarlo,
desmejorarlo o despedirlo, carezca de medios de defensa judicial, pues los
actos mediante los cuales ello se haga son administrativos y, por tanto, caben
en su contra las acciones judiciales previstas en la ley para su eventual
anulación y el restablecimiento del derecho.
Así, pues, la acción
de tutela no procede en principio, dentro de las hipótesis descritas, para
obtener el reintegro, para recobrar las anteriores condiciones de trabajo, ni
para dejar sin efectos el traslado, a menos que se logre probar la flagrante
violación de derechos fundamentales y la inminencia de un perjuicio
irremediable que hiciera urgente e inaplazable la decisión del juez mientras se
resuelve de fondo por parte de la Jurisdicción Contencioso Administrativa.
Además, en el caso
concreto, la información remitida a esta Corporación por el Jefe de la División
de Reglamentación y Registro Sindical del Ministerio de Trabajo, atendiendo la
solicitud del Magistrado Sustanciador, permite concluir que JOSE ARCESIO
SANCHEZ MARIN no pertenece en la actualidad a las juntas directivas ni del
Sindicato Nacional de Empleados del Ministerio de Justicia, ni de la Asociación
Sindical de Empleados del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario
"ASEINPEC", ésta última creada el 8 de enero de 1994 por los
empleados de dicho Instituto; mal podría afirmarse, entonces, que el
peticionario se encuentre amparado por el fuero sindical.
DECISION
Por las razones que
anteceden, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR el fallo del Tribunal Superior
de Medellín de fecha veinticinco (25) de julio de mil novecientos noventa y
cuatro (1994), proferido al resolver sobre la acción de tutela instaurada por
JOSE ARCESIO SANCHEZ MARIN contra el "INPEC" y, en consecuencia,
negar la protección solicitada.
Segundo.- Remítase copia de este fallo a los
ministros de Justicia y Derecho y de Trabajo y Seguridad Social, así como al
Director del "INPEC".
Tercero.- Por Secretaría líbrese la comunicación
de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
268 | T-017-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-017/95
CONDUCTA LEGITIMA
DE PARTICULAR
Los particulares
sólo son responsables ante las autoridades -en este caso los jueces de tutela-
por infringir la Constitución o las leyes. La conducta legítima del
particular es, entonces, la que tiene respaldo en el ordenamiento jurídico
vigente al momento de actuar. Si el juez la encuentra configurada al analizar
los hechos que se someten a su consideración, sin que, por otra parte, se pueda
establecer un ejercicio abusivo de sus derechos, no le está permitido conceder
una tutela contra aquél, pues ello significaría deducirle responsabilidad por
haberse ceñido a los mandatos que lo vinculaban. Al contrario, probada la
violación o la amenaza de un derecho fundamental como consecuencia del
comportamiento ilegítimo del particular contra quien la acción se
instaura, lo cual implica la certidumbre de que su conducta -positiva o
negativa- contradice o ignora los mandatos constitucionales o se aparta de las
prescripciones de la ley, o representa abuso, ha de otorgarse la protección
judicial, con el fin de hacerle exigible, en el terreno práctico y con la
efectividad suficiente, el adecuado cumplimiento del orden jurídico,
salvaguardando a la vez las garantías constitucionales del accionante.
PLANTEL EDUCATIVO-Pagos
Si la
Constitución autorizó a los particulares para prestar el servicio público de la
educación, concedió a éstos las posibilidades, reguladas por la ley y bajo la
vigilancia de la administración, de cobrar por la prestación de sus servicios.
Ello es legítimo y goza, por tanto, de protección constitucional siempre que los
establecimientos educativos no incurran en abusos, sancionados por la
normatividad que los rige. Se genera, pues, en este campo una forma contractual
que regula los derechos y obligaciones tanto de la institución docente como de
quienes acuden a ella.
PLANTEL EDUCATIVO-Pagos/DERECHO A LA EDUCACION-Vulneración
Aun en caso de
mora en el pago por parte del responsable, no son conductas legítimas del
establecimiento educativo las de impedir el acceso del estudiante a las clases,
retener las notas o calificaciones, avergonzarlo frente a sus compañeros, ni la
de negarle el grado. Los establecimientos educativos, como ocurre con todos los
acreedores, tienen a su disposición los medios jurídicos y las acciones
judiciales encaminadas a la obtención de aquello que se les adeuda. Se violó,
entonces, su derecho a la educación, del cual hacen parte el conocimiento de
los resultados académicos y las posibilidades de continuidad con base en los
grados obtenidos
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-46685
Acción de tutela
instaurada por EDINSON VALLEJO VIDAL contra COLEGIO CENALC DE CALI.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del treinta (30) de enero de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisa el fallo
proferido en el asunto de la referencia por el Juzgado Segundo Laboral del
Circuito de Cali.
I. INFORMACION PRELIMINAR
EDINSON VALLEJO
VIDAL, quien cursó en el Colegio CENALC de Cali el Undécimo Grado de Educación
Media Vocacional durante el período 1993-1994, no recibió las calificaciones
correspondientes a la etapa académica que había culminado.
Al dirigirse a las
autoridades administrativas del claustro con el objeto de reclamar sus notas,
se le manifestó que le eran negadas por no haber cancelado el valor de la
ceremonia de grado, aunque se encontraba a paz y salvo por los demás conceptos.
Ejerció la acción de
tutela contra el establecimiento educativo, por considerar que, con la actitud
asumida por sus directivas, se le desconocía el derecho a la educación.
II. DECISION
JUDICIAL
El Juzgado Segundo
Laboral del Circuito de Cali, mediante fallo del 23 de agosto de 1994, resolvió
denegar la protección solicitada, argumentando que, si bien la tutela procede
contra particulares encargados de la prestación de un servicio público -la
educación-, no es aplicable, según la ley, cuando se trata de conductas
legítimas de la persona contra quien se intenta.
Dijo, además, que
cuando la actuación de los particulares afecta derechos constitucionales no
fundamentales o derechos simplemente legales, no es viable la acción de tutela,
por lo cual debe acudirse a las vías judiciales ordinarias.
El Juzgado consideró
que en este caso no se violaba derecho fundamental alguno, en los términos de
enseñanza, aprendizaje o investigación.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
A la luz de lo
consagrado en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución Política y
32 a 36 del Decreto 2591 de 1991, esta Corporación es competente para revisar
el fallo judicial cuyo resumen antecede.
La Sala de
Selección, siguiendo las prescripciones legales y las del Reglamento Interno de
la Corte, repartió el expediente a esta Sala.
La acción de
tutela contra centros educativos privados
En los términos del
artículo 86 de la Constitución Política, la tutela procede por regla general
contra quienes se hallan investidos de autoridad pública.
No obstante, es
posible intentarla contra particulares cuando tienen a su cargo la prestación
de un servicio público, cuando asumen una conducta que afecta grave y
directamente el interés público y cuando respecto de ellos quien instaura la demanda
se encuentra en estado de subordinación o indefensión.
En el caso de los
establecimientos educativos privados, no cabe duda de que, pese a su
naturaleza, prestan un servicio público, en los términos del artículo 67 de la
Constitución. Así lo dispone con claridad el artículo 42, inciso 1º, del
Decreto 2591 de 1991.
Pero, además,
resulta evidente la relación jurídica de subordinación del estudiante en
relación con la institución docente a la que pertenece.
Era procedente,
entonces, la acción instaurada en el caso materia de examen.
La conducta
legítima de un particular
El Juez de instancia
negó la protección, entre otros motivos, por cuanto, a su juicio, la ley no
estableció que procediera la tutela contra conductas legítimas de los
particulares.
Lo primero que debe
anotarse es que, en tales eventos, lo que establece el artículo 45 del Decreto
2591 de 1991 es que no se podrá conceder la tutela.
Obsérvese, en primer
término, que el aludido precepto no consagra una causal de improcedencia de la
acción, sino un motivo para que, aun siendo aquélla procedente a la luz de los
artículos 86 de la Constitución y 42 del mismo Decreto 2591 de 1991, se niegue
el amparo judicial, previo el estudio de fondo sobre los hechos aducidos y las
circunstancias en medio de las cuales tuvieron lugar, a la luz de la
normatividad aplicable.
El objetivo de la
norma consiste en asegurar que la acción de tutela se ejerza únicamente sobre
los supuestos constitucionales de la violación o amenaza de los derechos
fundamentales, ocasionadas por acciones u omisiones contrarias al ordenamiento
jurídico.
Se desarrolla, en
últimas, el artículo 6º de la Constitución Política, a cuyo tenor los
particulares sólo son responsables ante las autoridades -en este caso los
jueces de tutela- por infringir la Constitución o las leyes.
La persona debe
gozar de una mínima garantía, ofrecida por el Estado y por el ordenamiento
jurídico, de que, mientras ajuste su conducta a las normas en vigor -en primer
lugar las constitucionales, pero también las impuestas por la ley en tanto no
sean incompatibles con la Constitución (artículo 4º C.P.)- y no abuse de sus
derechos, no se verá sometida a la imposición de sanciones ni le será deducida
responsabilidad alguna. Ello es consecuencia necesaria de los principios
básicos del Estado de Derecho y excluye, por tanto, la arbitrariedad del juez,
quien únicamente podrá decidir en contra del particular fundado en la
convicción real de que éste ha transgredido o desbordado las reglas de
convivencia que el sistema jurídico establece.
De conformidad con
lo expuesto, no puede deducirse la vulneración de derechos fundamentales y
menos todavía la responsabilidad del acusado si a éste no se le demuestra,
dentro de las normas del debido proceso (artículo 29 C.P.), que se ha apartado
de la recta y cabal observancia de la preceptiva constitucional y legal que lo
obligaba en los términos del artículo 4º, inciso 2º, de la Carta: "Es
deber de los nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución
y las leyes, y respetar y obedecer a las autoridades".
La conducta
legítima del particular es, entonces, la que tiene respaldo en el
ordenamiento jurídico vigente al momento de actuar. Si el juez la encuentra
configurada al analizar los hechos que se someten a su consideración, sin que,
por otra parte, se pueda establecer un ejercicio abusivo de sus derechos, no le
está permitido conceder una tutela contra aquél, pues ello significaría deducirle
responsabilidad por haberse ceñido a los mandatos que lo vinculaban.
Al contrario,
probada la violación o la amenaza de un derecho fundamental como consecuencia
del comportamiento ilegítimo del particular contra quien la acción se
instaura, lo cual implica la certidumbre de que su conducta -positiva o
negativa- contradice o ignora los mandatos constitucionales o se aparta de las
prescripciones de la ley, o representa abuso, ha de otorgarse la protección
judicial, con el fin de hacerle exigible, en el terreno práctico y con la
efectividad suficiente, el adecuado cumplimiento del orden jurídico,
salvaguardando a la vez las garantías constitucionales del accionante.
Insiste la Corte en
que el respeto al orden instituído debe estar acompañado del razonable uso de
los derechos que se tienen a la luz del sistema jurídico. El abuso del derecho,
aunque éste se halle amparado formalmente en una norma jurídica, no legítima la
conducta de quien actúa en perjuicio de la colectividad o afectando los
derechos ajenos. De allí que el artículo 95 de la Constitución establezca, como
primer deber de la persona y del ciudadano, el de respetar los derechos ajenos
y no abusar de los propios.
Rendimiento
académico y compromiso económico
La educación es, a
la luz de la Carta, un derecho fundamental (artículo 67 C.P.), del cual son
responsables el Estado, la sociedad y la familia.
Su carácter de
servicio público -hoy explícito en el mencionado precepto- no puede entenderse
como la entronización de un monopolio estatal, ya que, con entera claridad, el
artículo 68 ibídem dispone que los particulares -dentro de las
condiciones de creación y gestión que establezca la ley- podrán fundar
establecimientos educativos.
Corresponde al
Estado -señaló el Constituyente- la regulación y el ejercicio de la suprema
inspección y vigilancia de la educación, con el objeto de velar por su calidad,
por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y
física de los educandos. También es de su incumbencia garantizar el adecuado
cubrimiento del servicio y asegurar a los menores las condiciones necesarias
para su acceso y permanencia en el sistema educativo.
Resulta
incontrastable que, si la Constitución autorizó a los particulares para prestar
el servicio público de la educación, concedió a éstos las posibilidades,
reguladas por la ley y bajo la vigilancia de la administración, de cobrar por
la prestación de sus servicios. Ello es legítimo y goza, por tanto, de
protección constitucional siempre que los establecimientos educativos no
incurran en abusos, sancionados por la normatividad que los rige.
Se genera, pues, en
este campo una forma contractual que regula los derechos y obligaciones tanto
de la institución docente como de quienes acuden a ella.
Una de las
obligaciones de quien contrata los servicios educativos consiste en cancelar
puntualmente los valores pactados y la primordial del plantel radica en brindar
al estudiante los beneficios de la educación, dentro de los programas mínimos
legalmente previstos y bajo el control de las autoridades competentes.
El servicio prestado
no es, sinembargo, equiparable a cualquiera de los que se remuneran en los
distintos mercados, pues la índole de su materia, que merece la especialísima
protección del Estado, tiene la característica -bien importante- de estar
ligada indisolublemente al ejercicio del derecho fundamental a la educación. No
estamos ante un producto o servicio de naturaleza comercial cuyas dimensiones
jurídicas se agoten en las relaciones de do ut des y de tracto
sucesivo. Está de por medio el ejercicio de un derecho fundamental que, en
su núcleo esencial, no puede quedar supeditado a un aspecto puramente
pecuniario.
Así las cosas, en
materia educativa se generan dos tipos de relaciones distintas: una académica,
que vincula al alumno con el establecimiento docente; otra económica,
que se traba entre la institución y quien asume la responsabilidad de los
costos que demanda el servicio.
La relación
académica, que incorpora la formación, la instrucción, las diversas formas de
acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y
valores de la cultura (artículo 67 C.P.), así como la evaluación y el
suministro de los índices de rendimiento (calificaciones, aprobación o
improbación), no puede afectarse, al menos mientras culmina el período lectivo
que se cursa, por factores externos a ella, como los económicos.
Por ello, aun en
caso de mora en el pago por parte del responsable, no son conductas legítimas
del establecimiento educativo las de impedir el acceso del estudiante a las
clases, retener las notas o calificaciones, avergonzarlo frente a sus
compañeros, ni la de negarle el grado.
Si las expresadas
conductas constituyeran formas válidas de cobro, el sistema jurídico admitiría,
contra la Constitución, el desconocimiento de derechos fundamentales como
mecanismo apto para reclamar toda acreencia, justificando así, por los fines
perseguidos, los medios utilizados. Con idéntica filosofía, una clínica
particular estaría facultada para permitir la muerte del paciente por no haber
recibido el pago de sus servicios, lo cual, a juicio de la Corte, equivaldría a
la legitimación del crimen.
Los establecimientos
educativos, como ocurre con todos los acreedores, tienen a su disposición los
medios jurídicos y las acciones judiciales encaminadas a la obtención de
aquello que se les adeuda.
Sobre el particular
debe tenerse en cuenta el antecedente jurisprudencial sentado por la Sala
Cuarta de Revisión de esta misma Corte (Sentencia T-612 del 16 de diciembre de 1992.
M.P.: Dr. Alejandro Martínez Caballero), al inaplicar, por ser incompatible con
la Constitución (artículo 4º C.P.), parte del artículo 14 del Decreto 2542 de
1991, a cuyo tenor el no pago de la pensión de estudios "faculta al
establecimiento educativo para no expedir las certificaciones correspondientes
hasta tanto el padre de familia esté a paz y salvo por dicho concepto".
Aseveró entonces la
Corte que el motivo de la contradicción del señalado precepto con la
normatividad constitucional consistía en haber establecido un condicionamiento
al derecho fundamental a la educación, hasta el punto de limitar
desproporcionada e incluso definitivamente los alcances del mismo.
Se ratifica este
criterio, que si fue aplicable al pago de la mensualidad, elemento primordial
para el desarrollo del contrato educativo -por ser, junto con la matrícula, una
de las contraprestaciones básicas del servicio- con mayor razón puede afirmarse
en lo referente a los derechos de la ceremonia de grado, la cual, por su
carácter accesorio, no puede enfrentarse de manera equivalente y justa al
ejercicio de los derechos académicos del alumno.
En el presente caso,
está probado que el establecimiento docente denominado "CENALC", de
la ciudad de Cali, retuvo y todavía retiene las calificaciones, los documentos
y certificaciones académicas del peticionario, alegando que éste no canceló
precisamente los aludidos derechos.
A instancias de esta
Corte, el Director General del centro educativo ha reconocido que el actor
cursó y aprobó el Undécimo Grado de Educación Media Vocacional durante el
período lectivo 1993-1994 y que obtuvo el título de Bachiller, pero declara que
se procedió a la retención por cuanto el estudiante "tenía que cancelar
valores que en ese momento adeudaba".
Se violó, entonces,
su derecho a la educación, del cual hacen parte el conocimiento de los
resultados académicos y las posibilidades de continuidad con base en los grados
obtenidos, motivo por el cual, previa revocación del Fallo en revisión, se
concederá la tutela, ordenando al Colegio que haga entrega inmediata al
accionante de la totalidad de documentos, certificados y calificaciones por él
solicitados, sin perjuicio de las acciones que pueda instaurar, a la luz de la
normatividad vigente, para obtener el pago de lo que aquél le debe.
Se remitirá copia de
la Sentencia al Ministerio de Educación Nacional para que adopte las medidas e
imponga las sanciones pertinentes al Colegio, por haber transgredido la
Constitución Política.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCAR el fallo proferido por el
Juzgado Segundo Laboral del Circuito de Cali el veintitrés (23) de agosto de
mil novecientos noventa y cuatro (1994), mediante el cual se había negado la
protección judicial demandada por EDINSON VALLEJO.
Segundo.- CONCEDER la tutela impetrada. En
consecuencia, el establecimiento educativo denominado "CENALC", con
sede en la ciudad de Cali, deberá entregar al accionante, dentro de las
cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la notificación de esta Sentencia, la
totalidad de los documentos, calificaciones y certificaciones académicas que
posea en relación con EDINSON VALLEJO y que éste ha solicitado, sin perjuicio
del derecho que le asiste de iniciar las acciones previstas en la ley para
obtener el pago de las sumas de dinero que aquél, sus padres o acudientes le
adeuden.
Tercero.- REMITASE copia de esta Sentencia al
Ministerio de Educación Nacional para lo de su cargo.
Cuarto.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA
VERGARA ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
269 | T-018-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-018/95
CONTROVERSIA
CONTRACTUAL/CONTROVERSIA CONVENCIONAL
El
esclarecimiento y decisión de asuntos contractuales y convencionales de este
tenor, en principio, no son del resorte de la jurisdicción constitucional a
través de la acción de tutela.
CONVENCION
COLECTIVA/CARGO HEREDITARIO-Inexistencia
La estipulación
de la convención colectiva sobre la cual basa su pretensión el actor viola
abiertamente la Constitución. Así se trate de una estipulación que sólo rige en
el ámbito de sus trabajadores oficiales, no puede una entidad pública pactar
que a la muerte de un trabajador a su servicio, la vacante que deje será
llenada por uno de sus hijos. Hacerlo significaría abjurar de la forma
democrática del Estado colombiano y enajenar inconsultamente la autonomía de
las entidades territoriales, no menos que entronizar una condición
discriminatoria e inequitativa para el ingreso al servicio público. La
cláusula, por lo tanto, se torna inejecutable. La separación entre lo público y
lo privado en el moderno Estado de derecho, no es compatible con la concesión y
reconocimiento de derechos a los herederos de una persona que trabajó al
servicio del Estado para ocupar el puesto o posición dejadas libres como
consecuencia de su deceso.
IGUALDAD DE
OPORTUNIDADES-Vulneración/DISCRIMINACION
EN CONTRATACION DE PERSONAL
Para las personas
que sin ser familiares del trabajador fallecido desean ocupar su lugar, la
convención les cercena injustificadamente esta oportunidad. No se puede
presumir en abstracto que los hijos del ex trabajador, por el sólo hecho de
serlo, tengan más capacidades o aptitudes para ocupar el respectivo empleo o
puesto. En el evento de que el privilegio de los hijos se quiera explicar como
una forma de subvenir a las necesidades familiares, insatisfechas como
consecuencia del deceso del padre, la pretendida discriminación positiva carece
igualmente de fundamento, pues discrimina contra las demás personas que se
encuentran en idéntica o más crítica situación de pobreza y, en todo caso, el
medio al cual se apela resulta inconstitucional en cuanto repudia a la
concepción del Estado democrático.
Enero 30 de 1995
Ref: T-47486
Actor: CÉSAR
DUQUEIRO FORERO ALZA
Temas:
- Improcedencia
de la acción de tutela en materia contractual.
- Facultad
nominadora.
- Discriminación
en contratación de personal.
- Cargos o
empleos públicos hereditarios.
- Igualdad de
oportunidades
- Función
nominadora y distinción de los ámbitos público y del privado
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ.
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-47486 interpuesto por César Duqueiro Forero Alza contra el
Departamento de Santander - Secretaría de Fomento Agropecuario.
I. ANTECEDENTES
1.- El parágrafo
único de la cláusula novena de la convención colectiva suscrita por el
departamento de Santander y el sindicato de Trabajadores departamentales de esa
misma entidad territorial, en el año de 1983, dispone que:
"La vacante que
se presente por muerte de un trabajador al servicio del Departamento, se
llenará con uno de sus hijos que será nombrado en el mismo cargo o para el que
esté capacitado".
2.- El día 30 de
julio de 1992 falleció el señor Hernando Forero, afiliado al Sindicato de
Trabajadores departamentales de Santander, quien se desempeñaba como obrero de
la Secretaría de Fomento Agropecuario, y ejercía funciones de auxiliar pecuario
desde el 15 de noviembre de 1976.
3.- César Duqueiro
Forero Alza, hijo mayor de Hernando Forero y técnico mecánico de profesión,
solicitó a la gobernación que lo nombrara en la vacante dejada por su padre, en
cumplimiento del parágrafo único de la convención colectiva. Esta petición no
fue acogida por la Gobernación. La autoridad departamental señala en dos
oficios que la nómina de trabajadores oficiales se encontraba
"congelada" (comunicaciones 0390 y 0429 de 1994). Lo último se había
determinado, según el director administrativo y de recursos humanos, "en
acuerdo con la Directiva del Sindicato".
4.- El sindicato, a
su turno, manifestó que no había suscrito acuerdo alguno con la Gobernación,
relativo a la planta de trabajadores oficiales, aunque efectivamente desde
finales de 1992, la Gobernación no había vinculado trabajadores adicionales.
5.- El Señor César
Duqueiro Forero, ante el incumplimiento de lo pactado en el parágrafo único de
la cláusula novena de la convención colectiva de 1983, entabló acción de tutela
contra la Gobernación de Santander - Secretaría de Fomento Agropecuario. En su
escrito de tutela, bajo el epígrafe DERECHOS FUNDAMENTALES VIOLADOS, manifestó:
"Considero
violados por una parte el derecho al trabajo consagrado en los arts. 25 y 53 de
la Constitución Nacional. Además se está violando el derecho a la dignidad
personal por cuanto mi mandante está siendo sometido casi que a mendigar un
derecho conquistado por el Sindicato de trabajadores y cuyo titular era el difunto
padre. Además al no tener un trabajo que le permita subvenir a sus necesidades
básicas está afectando su calidad de vida y por tanto su dignidad
personal".
6.- A la demanda se
acompañó copia de una carta enviada por el Sindicato al Gobernador de Santander,
con constancia de recibo del día 16 de septiembre de 1992, en la que se
solicita - con fundamento en la citada convención colectiva - la contratación
de Luis Arturo Forero Alza, identificado con Cédula de Ciudadanía N° 5'632.672
de Chipatá, hijo del trabajador sindicalizado Hernando Forero.
7.- Conoció del
proceso de tutela el Juzgado Segundo Laboral del Circuito de Bucaramanga, el
cual solicitó a la Gobernación que certificara si se estaba cumpliendo con lo
pactado en la convención colectiva. En respuesta a la solicitud, el Director
Administrativo y de Recursos Humanos, informó que sí se estaba observando la
convención colectiva, inclusive en lo referido al parágrafo único de la
cláusula novena. Indicó, además, que el Gobernador había dado visto bueno a la
contratación de algunas personas cuyos padres perecieron al servicio del
Departamento, con base en la lista suministrada por el sindicato el día 22 de
agosto de 1994. En dicha lista se postulaba a Luis Arturo Forero Alza como
reemplazo del fallecido trabajador Hernando Forero.
8.- La juez de
conocimiento concedió la tutela impetrada. Consideró que el actor fue objeto
de un trato discriminatorio, "por cuanto la Gobernación de Santander ha
desconocido al prenombrado (César Duqueiro Forero Alza) el derecho a suceder en
el cargo a su padre fallecido", colocándolo en desigualdad frente a
quienes han resultados favorecidos con la aplicación del régimen excepcional.
En relación con los argumentos aducidos por el departamento para negarse a
vincularlo, sostuvo que:
"...resultaría
contrario a los dictados de la nueva Constitución que a CÉSAR DUQUEIRO FORERO
se le negara éste derecho sin más justificación que la supuesta congelación de
nóminas, máxime cuando este peregrino argumento carece de toda solidez en el
caso que se analiza, porque, como ya se dijo anteriormente, la designación del
tutelante no implicaría modificación alguna a la planta de personal.
El llenar la vacante
del trabajador fallecido, como pareciese ser la aspiración del actor, no hace
necesario asignación de sueldo nuevo o creación de nuevo cargo, pues se trata
simplemente de llenar el que dejó vacío el antecesor y que para el caso que nos
entretiene, según lo informado por la propia gobernación, aún permanece vacante".
En consecuencia, se
ordena en la providencia al departamento resolver, en el término de treinta
días, la situación del peticionario, reconociéndole el derecho consagrado en el
parágrafo único de la cláusula novena de la convención colectiva.
9. La sentencia del
Juez Segundo Laboral del Circuito de Bucaramanga no fue impugnada.
II. FUNDAMENTOS
1. La Corte
establecerá si el departamento de Santander, al negarse a vincular al hijo de
un trabajador que al morir se desempeñaba como obrero a su servicio, violó un
derecho fundamental suyo, teniendo presente que la convención colectiva
suscrita entre la entidad territorial y el sindicato de trabajadores señala que
"la vacante que se presente por muerte de un trabajador al servicio del
departamento, se llenará con uno de sus hijos que será nombrado en el mismo
cargo o para el que esté capacitado" (cláusula novena, parágrafo único).
De acuerdo con los
hechos acreditados en el proceso de tutela, no se discute la vigencia de la
convención colectiva. La autoridad demandada se ha limitado a aducir la
"congelación" actual de la nómina de trabajadores departamentales,
como razón para abstenerse de acceder a la petición formulada por el actor.
2. No corresponde a
la jurisdicción constitucional y, así mismo, escapa al objeto propio de la
acción de tutela, resolver directamente asuntos de carácter legal y, menos aún,
de naturaleza convencional o contractual.
En este caso, habría
que definir, en primer término, si el actor resulta amparado por las
estipulaciones de la convención colectiva. Igualmente, a la luz de la citada
convención, tendría que examinarse la pertinencia del motivo alegado por el
departamento. A esta situación litigiosa, cuya solución se encuentra en normas
legales y convencionales, se suma la circunstancia de que a la misma vacante
dejada por su padre, aparentemente aspira otro hermano del actor (folio 14), lo
cual introduce un elemento de incertidumbre respecto del derecho invocado.
El esclarecimiento y
decisión de asuntos contractuales y convencionales de este tenor, en principio,
no son del resorte de la jurisdicción constitucional a través de la acción de
tutela. En este sentido, se reitera la doctrina de esta corporación sostenida
en varias sentencias:
"El derecho
fundamental objeto de una acción de tutela debe corresponder a una consagración
expresa y positiva efectuada directamente por el Constituyente que decide
reservar ámbitos de la persona de la intromisión estatal o establece
prestaciones y garantías que se incorporan como situaciones activas de poder
de los sujetos oponibles al mismo. No tienen ese origen y mal puede pretender
conferírseles ese carácter, las situaciones subjetivas activas o pasivas
derivadas de la concesión recíproca de facultades que intercambian entre sí las
partes de un contrato y que constituyen su contenido.
Si bien la
contratación es una manifestación de la libertad contractual y el ordenamiento
le brinda reconocimiento, dentro de ciertos límites, hasta el punto de imponer
judicialmente su cumplimiento, no por ello los derechos derivados de la matriz
del contrato - que no de la Constitución - adquieren rango constitucional.
(...)
La situación materia
de la tutela, nacida al amparo de un contrato y regulada por éste, sólo tiene
una relevancia constitucional genérica en el sentido de que la fuente
pertinente para resolver la controversia es la regla contractual, la cual como
toda fuente normativa debe interpretarse de conformidad con la Constitución,
sin que por ello la misma o su presupuesto normativo adquieran carácter
constitucional. Tampoco se está en presencia de una decisión judicial que en el
caso planteado haya omitido una consideración constitucional fundamental que
permita concederle al asunto relevancia constitucional directa como para ser
avocada por esta Jurisdicción. De hecho, el demandante equivocó la Jurisdicción
pues tratándose de un asunto puramente contractual ha debido acudir a la
Jurisdicción ordinaria." (Sentencia T-240 de junio 23 de 1993).
3. Aparte de la
improcedencia formal de la acción de tutela, ésta no está llamada a prosperar
por razones sustanciales. En efecto, la estipulación de la convención colectiva
sobre la cual basa su pretensión el actor viola abiertamente la Constitución.
Así se trate de una
estipulación que sólo rige en el ámbito de sus trabajadores oficiales, no puede
una entidad pública pactar que a la muerte de un trabajador a su servicio, la
vacante que deje será llenada por uno de sus hijos. Hacerlo significaría
abjurar de la forma democrática del Estado colombiano y enajenar
inconsultamente la autonomía de las entidades territoriales (CP art. 1), no
menos que entronizar una condición discriminatoria e inequitativa para el
ingreso al servicio público (CP art. 13). La cláusula, por lo tanto, se torna
inejecutable.
Independientemente
de la modalidad de vinculación a la función pública - mediante carrera
administrativa, elección popular, libre nombramiento y remoción o contrato -,
los empleos y encargos de la órbita pública, permanecen en ésta y son
indisponibles por los particulares. La venta, negociación y enajenación de los
puestos, plazas y oficios públicos, caracteriza al Estado patrimonialista, pero
resulta impensable en el Estado democrático. La separación entre lo público y
lo privado en el moderno Estado de derecho, no es compatible con la concesión y
reconocimiento de derechos a los herederos de una persona que trabajó al
servicio del Estado para ocupar el puesto o posición dejadas libres como
consecuencia de su deceso. Así como el testamento del de cujus no
sirve de título válido para legar empleos públicos a los herederos, tampoco una
convención colectiva puede convalidar la ilegítima ampliación del acervo
herencial que se presenta cuando se concede al heredero el derecho de ocupar el
destino público u oficial que aquél servía en vida. Darle curso a la cláusula
examinada equivaldría, sin duda, a convertir el sector de los trabajadores
oficiales del departamento en feudo suyo y de su progenie.
No puede admitirse
que las entidades públicas nominadoras, en virtud de una estipulación
convencional, pierdan su facultad para decidir, de conformidad con la
Constitución y la ley, las personas llamadas a prestar sus servicios como
trabajadores oficiales. Esta facultad constituye una función pública cuyo
ejercicio no puede estar gobernado por una convención. La contratación de
trabajadores oficiales representa para la entidad territorial una función
administrativa que, en los términos de la Constitución, debe estar al servicio
de los intereses generales y desarrollarse con fundamento en los principios de
igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad
(CP art. 209). Una vez que la entidad pública contrae la obligación de vincular
indefectiblemente a determinadas personas, pierde su autonomía (CP art. 1) y la
posibilidad de ejercitar sus competencias de acuerdo con los criterios y
principios expuestos.
Finalmente, para las
personas que sin ser familiares del trabajador fallecido desean ocupar su
lugar, la convención les cercena injustificadamente esta oportunidad. Para
estas personas su origen familiar - inexistencia de vínculos de parentesco con
el ex trabajador -, se erige en barrera para el ingreso al servicio público. La
convención consagra un privilegio en favor de los hijos del trabajador
fallecido para sucederlo en el servicio público y, correlativamente, una
discriminación contra las personas ajenas a su familia y que aspiren a llenar
la vacante dejada. Si se profundiza en las razones del tratamiento diferenciado
que se observa, no se descubre ninguna que le sirva de sustento. No se puede
presumir en abstracto que los hijos del ex trabajador, por el sólo hecho de
serlo, tengan más capacidades o aptitudes para ocupar el respectivo empleo o
puesto. En el evento de que el privilegio de los hijos se quiera explicar como
una forma de subvenir a las necesidades familiares, insatisfechas como
consecuencia del deceso del padre, la pretendida discriminación positiva carece
igualmente de fundamento, pues discrimina contra las demás personas que se encuentran
en idéntica o más crítica situación de pobreza y, en todo caso, el medio al
cual se apela resulta inconstitucional en cuanto repudia a la concepción del
Estado democrático (Art. 1 C.P.). En consecuencia, la cláusula analizada por
violar el principio de igualdad de oportunidades y consagrar una discriminación
en razón del origen familiar, viola flagrantemente el artículo 13 de la CP.
III. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala tercera de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
Primero.- REVOCAR la sentencia del Juzgado
Segundo Laboral del Circuito de Bucaramanga, de agosto 26 de 1994 y, en
consecuencia, denegar la acción de tutela impetrada por César Duqueiro Forero
Alza contra la Gobernación de Santander - Secretaría de Fomento Agropecuario.
Segundo.- LIBRESE
comunicación al Juzgado
Segundo Laboral del Circuito de Bucaramanga, con miras a que se surta la
notificación de ésta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los treinta (30) días del mes de enero de mil novecientos noventa y cinco
(1995). |
270 | T-019-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-019/95
DERECHO DE
COPROPIEDAD
El derecho de
copropiedad no exhibe el carácter de un derecho fundamental. No existe
conexidad entre las facultades que surgen de la condición de propietario y
otros derechos fundamentales del peticionario como podrían ser sus derechos a
la vida, a la salud o a la igualdad. Por otra parte, la vulneración de su
derecho a la propiedad es simplemente hipotética, ya que las irregularidades en
la forma de llevar la contabilidad, en el cobro de intereses de mora por la no
cancelación oportuna de la cuota de administración y en la contratación de
abogados para el cobro de acreencias, por sí mismas, no tienen la virtualidad
de vulnerar el derecho a la propiedad.
PROPIEDAD
HORIZONTAL-Diferencias
entre coopropietarios
Las controversias
que se produzcan en virtud del ejercicio de los derechos de copropiedad y con
ocasión de la aplicación del régimen de propiedad horizontal, son de naturaleza
legal, y no constitucional. La acción de tutela no es el medio idóneo para
proteger los derechos legales para cuya defensa la ley ha dispuesto otros
mecanismos.
ENERO DE 1995
Ref.: Expediente T-48514
Actor: LUIS
FERNANDO SANMIGUEL
Temas:
-Fundamentalidad
del derecho a la propiedad
-Controversias en
materia de propiedad horizontal
-Procedencia de
la acción de tutela
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela número T-48514 promovido por el señor LUIS FERNANDO SANMIGUEL, contra
los señores ANTONIO SALCEDO VARGAS, JOSE ULISES PAEZ LOPEZ y LUIS RENGIFO.
ANTECEDENTES
1. Luis Fernando
Sanmiguel entabló acción de tutela contra Antonio Salcedo Vargas, José Ulises
Páez López - propietarios de apartamentos del edificio Fuentemar, ubicado en la
ciudad de Santa Marta -, y Lira Ariza Prado, administradora del edificio, por
vulneración de su derecho a la propiedad.
2. El actor
manifiesta que mediante escritura pública 2430, otorgada el 28 de junio de
1.979 en la Notaría Segunda de Bucaramanga, adquirió el apartamento C-9 del
edificio Fuentemar. Afirma que la asamblea general de copropietarios la
conforman cerca de 36 personas y se encuentra sometida al régimen de propiedad
horizontal consagrado en la ley 16 de 1.985 y en el decreto reglamentario 1365
de 1.986
3. Como hechos
violatorios de su derecho constitucional a la propiedad, expone los siguientes:
3.1 El día 24 de
abril de 1.994, Antonio Salcedo, José Luis Páez y Luis Rengifo, sin el
cumplimiento de las formalidades legales, realizaron una asamblea general de
copropietarios del edificio Fuentemar, en la cual se autoeligieron miembros de
su junta directiva y designaron como Presidente al señor Antonio Salcedo.
3.2 Los demandados
excluyeron ilegalmente de la convocatoria a la referida asamblea a los
deudores morosos de la comunidad de copropietarios.
3.3 Los demandados,
agrega, se "han constituído en un régimen arbitrario y de facto", ya
que la Alcaldía de Santa Marta les negó la personería jurídica que solicitaron
con base en las irregularidades cometidas al convocar a la asamblea general.
3.4 Entre las
actuaciones arbitrarias y jurídicamente inexistentes de la junta directiva, se
denuncian las deficiencias en la contabilidad, el constreñimiento del pago de
cuentas por cobrar mediante circulares y boletines, el cobro de intereses
compuestos del 4% mensual, el pago de abogados y asesores para el recaudo de
las acreencias y la celebración de las reuniones de la asamblea general de
copropietarios en la ciudad de Barranquilla, hechos todos que pueden ocasionar
graves perjuicios a los propietarios.
4. El petente
solicita se ordene a los demandados que acaten la decisión de la oficina
jurídica de la Alcaldía de Santa Marta y procedan a convocar una asamblea
extraordinaria, sin exclusión de los deudores morosos. Pide, además, que la
Alcaldía nombre un delegado para la vigilancia de la legalidad de las
decisiones de la asamblea, y que el juez de tutela designe a un administrador
para la guarda de los papeles y valores de la comunidad.
5. El Juzgado Quinto
Penal del Circuito de Santa Marta negó la tutela solicitada, mediante sentencia
de agosto 17 de 1.994.
5.1 El fallador de
primera instancia considera que en la realización de la asamblea general del 24
de abril de 1.994, se desconoció el artículo 19 del decreto 1365 de 1.986, por
cuanto la fecha de su realización fue extemporánea, el quórum no correspondió
al requerido y la representación de los propietarios se efectuó de manera
ilegal. Así mismo, con fundamento en la inspección judicial practicada a las
instalaciones de la administración, el fallador de instancia pudo verificar el
manejo irregular que se le ha dado a la contabilidad del edificio Fuentemar.
5.2 No obstante, el
Juez de tutela estima improcedente la acción, debido a la existencia de otros
medios judiciales de defensa, específicamente el proceso verbal sumario
consagrado en el título XXIII, artículo 442 del Código de Procedimiento Civil,
el cual se aplica según el artículo 435 ibid., a las "controversias sobre
propiedad horizontal de que tratan el artículo 7º de la ley 182 de 1.948 y los
artículos 8º y 9º de la ley 16 de 1.985"
Para el fallador de
primera instancia, "la teleología de la acción de tutela no es la de
suplir las vías ordinarias". Adicionalmente, - sostiene -, en el caso sub
examine, la acción de tutela no se interpuso como mecanismo transitorio,
no habiendo lugar a conceder el amparo solicitado.
6. El peticionario
impugnó la anterior decisión. Expresa como fundamentos de su inconformidad el
hecho de que los demandados hacen caso omiso de las recomendaciones de la
oficina jurídica de Santa Marta, continúan efectuando los cobros, disponen de
los fondos y bienes comunes, y desconocen los derechos de voto de los
propietarios morosos.
Señala que si bien
no mencionó expresamente que hacía uso de la acción de tutela como mecanismo
transitorio, en la interpretación de ésta prima el principio de informalidad,
pudiendo incluso ser formulada verbalmente. En consecuencia, a su juicio, el
fallador se equivocó al no haber analizado la procedencia de la acción en su
modalidad de transitoria para evitar un perjuicio irremediable. Afirma que los
hechos expuestos están causando perjuicios que pueden llegar a ser
irremediables.
7. La Sala Penal del
Tribunal Superior de Santa Marta, mediante sentencia de septiembre 15 de
1.994, confirmó en su integridad el fallo impugnado.
El Tribunal de
segunda instancia anota que el derecho de propiedad es, en principio, un
derecho económico y social, y sólo es predicable su naturaleza de fundamental
cuando se encuentra en estrecha conexidad con derechos fundamentales de
aplicación inmediata, en especial los derechos a llevar una vida digna -
mediante el mantenimiento de unas condiciones materiales mínimas de existencia
- y a la igualdad. El fallador niega el carácter de derecho fundamental de la
propiedad, que en este caso se afirma vulnerado, como consecuencia de la
ausencia de convocación a los propietarios con deudas pendientes a la asamblea
general. Para el Juez de tutela, este hecho, si bien le impide ejercer la
facultad, emanada de su condición de propietario, de participar en la
administración del conjunto residencial, no significa una restricción ilegítima
al derecho de propiedad sino la regulación administrativa del derecho.
8. Adicionalmente,
el tribunal comparte el razonamiento del juez de tutela, en el sentido de que
no habiendo el petente utilizado la acción de tutela como mecanismo
transitorio, mal podía aceptarse una variación de lo inicialmente reclamado, lo
cual es extraño a la institución de la tutela y tomaría por sorpresa a los
posibles intervinientes en el proceso.
Por último, señala
que así se hubiera ejercido como mecanismo transitorio, la acción igualmente no
prosperaría, ya que en el caso en mención no concurren los elementos de
inminencia, urgencia y gravedad que permiten la prosperidad de la petición de
tutela.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Derechos
fundamentales involucrados
1. El petente acusa
las actuaciones irregulares de miembros de la junta directiva de la copropiedad
"Edificio Fuentemar", como violatorias de su derecho fundamental de
propiedad. El Juez de tutela de primera instancia desecha la acción de tutela
interpuesta por considerarla improcedente. El Juez de segunda instancia
confirma la decisión inicial con fundamento en la improcedencia del mecanismo
constitucional, pero también esgrime el argumento de que, en este caso, no se
evidencia la vulneración de un derecho fundamental. La propiedad - aduce el
Tribunal Superior de Santa Marta - sólo adquiere el carácter de fundamental
cuando se halla en relación de conexidad directa con otros derechos
fundamentales como la vida o la salud. No siendo este el caso, tampoco es posible
pretender que se viola el derecho fundamental de propiedad mediante la
restricción de las facultades dimanantes de la condición de copropietario.
2. El petente estima
que la deficiente contabilidad, la celebración irregular de reuniones de la
asamblea general del edificio, el cobro excesivo de intereses y la contratación
innecesaria de abogados para el cobro de acreencias, son hechos que violan su
derecho de propiedad.
Las actuaciones
descritas reflejan la conducta del órgano de dirección - junta directiva -
dispuesto por la ley para el manejo de asuntos internos propios de un grupo de
propietarios de un inmueble sujeto al régimen de copropiedad (Ley 6º de 1985,
art. 1º). Los actos u omisiones en la dirección y administración de los asuntos
y bienes comunes, pueden comprometer la responsabilidad civil y penal de sus
directores, en caso de ocasionar perjuicios a los miembros de la copropiedad.
3. La Corte
encuentra acertada la afirmación del Juez de tutela en segunda instancia en el
sentido de que la propiedad, en estas circunstancias, no exhibe naturaleza de
derecho fundamental. Sobre la fundamentalidad relativa del derecho a la
propiedad, la doctrina constitucional ha sostenido:
"Si bien el
carácter de fundamental del derecho a la propiedad privada es relativo, la
Corte Constitucional ha reconocido que, en los casos en los que su
desconocimiento conduzca a la vulneración de los derechos fundamentales a la
vida, a la igualdad y a la dignidad humana, éste adquiere el carácter de
derecho fundamental1 ”.
4. En el presente
caso, el derecho de copropiedad no exhibe el carácter de un derecho
fundamental. No existe conexidad entre las facultades que surgen de la
condición de propietario y otros derechos fundamentales del peticionario como
podrían ser sus derechos a la vida, a la salud o a la igualdad. Por otra parte,
la vulneración de su derecho a la propiedad es simplemente hipotética, ya que
las irregularidades en la forma de llevar la contabilidad, en el cobro de
intereses de mora por la no cancelación oportuna de la cuota de administración
y en la contratación de abogados para el cobro de acreencias, por sí mismas, no
tienen la virtualidad de vulnerar el derecho a la propiedad.
Improcedencia de
la acción de tutela
5. El fallador de
primera instancia negó la acción de tutela ya que el afectado tenía a su
disposición otro medio de defensa judicial, en este caso el proceso verbal de
que trata el artículo 442 del Código de Procedimiento Civil.
En una ocasión
anterior, la Corte ya tuvo oportunidad de precisar que "las diferencias
que surjan entre propietarios y entre éstos y la administración, con motivo del
ejercicio de sus derechos o el cumplimiento de sus obligaciones, como
propietarios de los bienes de dominio exclusivo o particular, al igual que las
diferencias que surjan sobre la legalidad del reglamento y de las decisiones de
la asamblea general, deben someterse a decisión judicial, para que mediante el
trámite del proceso verbal, regulado en el Código de Procedimiento Civil, se
definan. (arts. 7 Ley 182/48 y 8 de la Ley 16/85)"2 .
Las controversias
que se produzcan en virtud del ejercicio de los derechos de copropiedad y con
ocasión de la aplicación del régimen de propiedad horizontal, son de naturaleza
legal, y no constitucional. La acción de tutela no es el medio idóneo para
proteger los derechos legales para cuya defensa la ley ha dispuesto otros
mecanismos.
6. Situación
diferente se presenta, cuando los actos o decisiones de los órganos de
dirección o administración de una copropiedad, vulneran otros derechos
fundamentales. En estas circunstancias, la acción de tutela sí puede ser el
medio de defensa idóneo para neutralizar ataques inconstitucionales a derechos
fundamentales. En este sentido la Corte Constitucional, afirmó:
"Si bien el
juez civil tiene competencia y cuenta con los medios necesarios para evitar que
a la demandante se le vulnere el derecho a participar en las decisiones de la
asamblea de copropietarios, no puede, antes de dictar sentencia, impedir que la
junta administradora ejecute judicialmente a la accionante, ni ordenar que cese
la violación a sus derechos a la libertad e intimidad personal y familiar, lo
que sí es materia de la sentencia de tutela. De tal manera que, ante la
violación de los derechos a la libertad e intimidad personal y familiar,
invocados por la demandante y ante la ausencia de un medio tan eficaz como la
tutela, para su protección judicial, su restablecimiento será otorgado a través
de esta vía." [1]
La anterior
excepción no es aplicable a la situación aquí examinada. Los hechos expuestos
por el peticionario hacen referencia exclusivamente a la afectación de su
derecho de propiedad que, se reitera, por carecer del rango de derecho
constitucional fundamental, torno improcedente la acción de tutela.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
RESUELVE:
PRIMERO.-
CONFIRMAR las sentencias
de agosto 17 de 1.994 y de septiembre 15 de 1.994, proferidas por el Juzgado
Quinto Penal del Circuito de Santa Marta y el Tribunal Superior de Santa Marta,
Sala Penal, respectivamente.
SEGUNDO.- LIBRESE comunicación al Juzgado Quinto Penal del
Circuito de Santa Marta, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los treinta (30) días del mes enero de mil novecientos noventa y cinco
(1995)).
1 Corte
Constitucional. Sentencia T-125 de 1994. MP. Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
2 Corte
Constitucional. Sentencia T-210 de 1993. MP. Dr. CARLOS GAVIRIA DIAZ
[1]Corte Constitucional.
Sentencia T-233 de 1994. MP. Dr. CARLOS GAVIRIA DIAZ |
271 | T-020-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-020/95
MENOR ENFERMO-Curación/MENOR DE EDAD-Protección
Curación no tiene
un solo significado: superación del mal, sino que también significa mejoría,
progreso, tratamiento necesario. Esta forma de interpretar concuerda con la
esencia de la Constitución que establece la protección de los débiles y
especialmente de los niños. Protección que debe ir ligada al análisis concreto
de cada caso, para lo cual la valoración médica es muy importante. Por supuesto
que el informe burocrático que califique como NO CURABLE determinada enfermedad
no se puede aislar de otros elementos de juicio que existan en el expediente,
porque se repite, el término CURACION no es únicamente derrotar la enfermedad.
El fin de la protección constitucional es la real y no la retórica protección
del menor inválido y este criterio se debe conjugar con las actuales normas de
seguridad social. El "no poder hacer nada" no puede ser disculpa para
no asumir el riesgo. Solo tiene validez esta expresión cuando mejoría o
progreso sean imposibles o cuando no están desarrollándose tratamientos
necesarios. Aún en estados terminales, el ISS, no puede exonerarse de prestar
ciertos servicios asistenciales a sus pacientes, queda así reafirmada la
interpretación jurídica del término CURACION.
INSTITUTO DE
SEGUROS SOCIALES-Cobertura
familiar
El
ISS, reconociendo los amparos concedidos por la Corte Constitucional en
diferentes sentencias de revisión y lo señalado en la Ley 100 de 1993 y sus
decretos reglamentarios, ha puesto punto final a cualquier discusión,
admitiendo la cobertura del servicio para los hijos de afiliados que sufran de
enfermedades como el dawn, parálisis cerebral y otras.
REF: EXPEDIENTE
T-44223, T-51287 y T-55600 (acumulados).
Peticionario:
Defensor del Pueblo, en representación de 229 niños. Y 5 solicitudes
individuales.
Procedencia:
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá. Salas Penal, de Familia y Juzgado 9º
Civil del Circuito de esta ciudad.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Temas:
-Protección a los niños afectados por parálisis cerebral, síndrome de Dawn,
hidrocefalia y otras enfermedades graves.
-Interpretación
Jurídica del concepto de CURACION.
-La cobertura
familiar de la seguridad social.
Santa Fe de Bogotá
D.C., primero (1) de febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
Dentro de los
procesos de tutela identificados con los números de radicación T-44223, T-51287
y T-55600 (acumulados), adelantados por 5 madres y por el Defensor del Pueblo,
Jaime Córdoba Triviño, en representación de 229 niños con deficiencias físicas
y mentales.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto No. 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela número 44.223. Por reparto le
correspondió dicho negocio a esta Sala de Revisión, la cual recibió formalmente
el expediente el día catorce (14) de septiembre de mil novecientos noventa y
cuatro (1994).
La Sala de Selección
decidió acumular los expedientes T-51287 y T-55600 al expediente T-44223, por
cuanto estos procesos presentan una coincidencia en los hechos narrados y los
derechos cuya protección se busca con la presentación de esas acciones de
tutela. Dichos expedientes se recibieron el día 14 de diciembre de 1994.
1. Solicitud.
El Defensor del
pueblo impetró acción de tutela contra el Instituto de Seguro Social en
representación de 148 niños ante el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá,
Sala Penal; y, luego, a nombre de 81 niños ante el mismo Tribunal pero en la
Sala de Familia, impugnada la decisión sobre estos últimos, la Corte Suprema
conoció en segunda instancia. Los niños padecen de enfermedades como parálisis
cerebral, síndrome de Dawn, hidrocefalia y otras dolencias. Las madres de 5
niños con las mismas deficiencias físicas descritas, interpusieron a su vez
tutela ante el Juzgado 9 Civil del Circuito de Santafé de Bogotá. La
providencia proferida por ese juzgado, fue impugnada por el ISS y la madre de
uno de los niños; la segunda instancia le correspondió al Tribunal Superior de
Santafé de Bogotá, Sala Civil.
Motivos de las
acciones de tutela
En representación de
los menores CRISTIAN CAMILO GARCIA, HECTOR ADRIAN GOMEZ PINEDA, SEBASTIAN
HEBERTO PINO GUAYACAN, ANDREA SALENI JABONERO, JORGE EMILIO VILLAMIL, SERGIO
ESTIVEN PEÑA MOYANO, LUIS ABRAHAM LESMES ESPINEL, JUDY ANDREA CAÑON, GLORIA
LUCIA LOPEZ, ANDRES ESTEBAN TRIANA, LINA CASTAÑO GONZALEZ, SANDRA MELISA
RONCANCIO PEÑA, JEHHYFFER BASTIDASG, NOHEMI CARDOZO, MARIA F. RODRIGUEZ BEDOYA,
PAULA VISELA SALAMANCA, ROBERT SANTIAGO SIERRA, ALEJANDRA GONZALEZ CAMACHO,
JULIETH ROA HUERTAS, FREDIA A. CEPEDA, DAVID A. GUERRERO PULIDO, ALEJANDRA
ARDILA R, DORIS ROCIO LANCHEROS, CARLOS EDUARDO SOLARTE, JIMENA CASTAÑEDA,
JIMENA ALEXANDRA ALBA MORENO, CARLOS ANDRES MARTINEZ, ANDRES RICARDO GARNICA,
DIANA CAMILA FRANCO, LUZ MARINA ROZO TAFUR, SANDRA PIÑEROS, JOSE FREDY CARDONA,
NESTOR OSPINA LEON, LUIS CIFUENTES SILVA, EILIANA ARCILA, DAVID CAMILO MALAGON,
GUSTAVO MEDINA CASTEBLANCO, ANDRES FELIPE LEYVA, ANGELA VEGA, IVAN HERNANDEZ
GONZALEZ, CARLOS CASAS MENESES, ANDRES FELIPE ORREGO, CINDI GARNICA NARANJO,
LAURA DANIELA PAJARITO, ALVARO H. MACIAS, PAULA ANDREA MARROQUIN, JULY PATRICIA
LOZANO, LUIS ANGEL JOYA FORERO, DANIEL ORDOÑEZ CONTRERAS, DENNIS JONATHAN
TORRES, CARLOS ANDRES MARTÍNEZ, OSCAR DANIEL RUEDA GONZALEZ, MANUEL I, FORERO
JIMENEZ, DARVI PATIÑO PULIDO, MARIA ANGELICA RODRIGUEZ M., CAROLLINNE
ALEJANDRA DIAZ, DENNIS TORRES FAJARDO, ANDREA DEL PILAR CHINGATE, SEBASTIAN
PICON GARCIA, SINDY DAMARIS GARNICA NARANJO, MARIA ISABEL FRANCO TORRES, HENRY
ALEJANDRO VERA FRANCO, MELANI CIFUENTES SILVA, JESUS CAMILO CRUZ BERNAL,
PATRICIA LOZANO GAMBASICA, ALEXANDER TAVERA RONDON, LUIS MIGUEL GÓMEZ RIVERA,
ALEXANDRA ALBA MORENO, VIVIANA ALVAREZ SIMBAQUEVA, OSCAR TOVA RODRIGUEZ, CARLOS
ANDRES DIAZ MANRIQUE, ERIJA MEDINA RODRIGUEZ, PAOLA SALAMANCA VACCA, SANDRA
PIÑEROS VALVUENA, PAULA GUTIERREZ, CESAR AUGUSTO RODRIGUEZ G. JAVIER HERNANDO
COJO GONZALEZ, CARLOS SEBASTIAN RIATIVA, JONATHAN TAVERA RENDON, CAMILO
MALAGON BAUTISTA RIAÑO, ELIANA ARCILA RODRIGUEZ, MARIA CAMILA LOVERA GUZMAN,
BRYAN BARRETO CUELLAR, JUAN CARLOS GONZALEZ, LIZETH CAROLINA GALLEGO GONZALEZ,
NATALY GALINDO CARREÑO, DAVID RODRIGUEZ, DIEGO GONZALEZ ESCOBAR, DAVID
SALAMANCA FRANCO, LINA MARIA VARGAS MURCIA, ANDRES FELIPE TAMAYO DIAZ, IVAN
HERNANDEZ GONZALEZ, ROBERTH SANTIAGO SIERRA HENRIQUEZ, DANIEL FELIPE NIEVES
BOJACA, ANA MARIA GARCIA, ALVARO HERNAN MACIAS VERGARA, IVAN SEBASTIAN
BUITRAGO, NESTOR OSPINA LEON, VICTOR MANUEL GRANADOS, YEIMY KATHERINE ACOSTA
VARGAS, DEISY KATTERINE MOLANO SABOGAL, JUAN CAMILO BERNAL, GERALDINE MATEUS
R., CATALINA GARCIA, MARIA MERCEDES MEDINA CASTILLO, JIMENA CASTAÑEDA MORALES,
MIGUEL CHAPARRO BERNAL, ALEXANDER SANABRIA MAHECHA, JULIANA CACERES VILLALOBOS,
DIANA MARCELA NAVAS ARDILA, YEIMI ALEXANDRA ROJAS CARDENAS, LAURA CAROLINA
SEGURA RAMOS, ANDERSON GAITAN PACHON, CLAUDIA PATRICIA GONZALEZ, CINDY SANCHEZ
PANQUEVA, ALIX DANIELA PEREZ NEMPEQUE, ANGELA LIZETH MURILLO DIAZ, DANIELA
SANTA SOLANO, ANDRES SETEPVEN SIERRA PALENCIA, JOSE DAVID RIOS UPEGUI, OSCAR
ANDRES BOLIVAR, NICOLAS F. GONZALEZ CUBIDES, JONATHAN AMAYA, ARMANDO SANCHEZ
FALCON, MARIA CATALINA MIRANDA, DIEGO FELIPE DIMATE, NICOLAS MATEUS VILLA,
RODRIGO ESTEBAN SABOGAL, DAVID ESCOBAR, YULI ANDREA PEDRAZA, AURA MARIA RIVAS,
JHON DAZA ZAMORA, FABIAN MARTINEZ, VIVIANA GUTIERREZ ALVAREZ, GABRIEL EDUARDO
SERRATO, ANDREA CAROLINA CASTEBLANCO, OSCAR JAVIER HERNANDEZ, ANDRES FELIPE
VALENCIA, KAREN ANDREA ARENAS, GINA TATIANA FIGUEROA, OSCAR IVAN BUITRAGO,
MARIA CAMILA VERA JIMENEZ, INGRID YOLIMA RODRIGUEZ, ANDERSON ESCOBAR, ORLANDO
TIJARO TRUJILLO, ALEXANDER BELTRAN CASTILLO, EDGAR RICARDO BEDOYA, ANGELICA
VASQUEZ, SERGIO MAURICIO ACOSTA, DEISY RODRIGUEZ MONAR, MICHEL STEVEN BELTRAN,
JUAN PABLO RODRIGUEZ H., SANDRA JULIETA AGUILLERA MEZA, FABIAN ANDRES ALDANA
BELTRAN, YENNIFERT LORENA ANGEL CASTAÑEDA, KEVIN E. ARANGUREN BUITRAGO, DIANA
CAROLINA ARIAS PUENTES, JAIME ANDRES BERNAL MARTINEZ, DIANA CATALINA BETANCURT
SANCHEZ, WILSON DANIEL BUENO SAMUDIO, ESTEBAN GUIOVANNI BUITRAGO, SHAROL PAMELA
CAICEDO GAMBA, ANDREA JULIET CANO ALBORNOZ, ANA MARIA CARDOZO AVENDAÑO, BRYAN
GERARDO CARREÑO JOYA, MARIA ALEJANDRA CASTILLO, MARIA CAMILA CLAVIJO LOPEZ,
MONICA ALEJANDRA CLAVIJO LOPEZ, JOSE DAVIDA CUELLAR MARIN, PAULA XIMENA CUESTA
VALBUENA, GERALDINE DIAZ ALTONINEZ, DIVER ESCOBAR GONZALEZ, JAIME ALEXANDER
FALADICHE, DANIEL FELIPE FIGUEROA M., LEYDI NATALIA FONSECA, CAROLINA FORERO
BARINAS, DIEGO ALEJANDRO GALINDO LARA, JORGE EDUARDO OJEDA, MANUEL A. GAMEZ
PENAGOS, CRISTIAN DAVID GARCIA, JOHANA GONZALEZ, FABIAN CAMILO GUILLEN, JHON
JAIRO HERRERA MARTINEZ, JONATHAN HOYOS PRIETO, MARIA FERNANDA ISAZA GUERRERO,
JENIFFER LARROTA RODRIGUEZ, LUIS EDUARDO LEON BERNAL, FREDDI ANDRES LOZANO
PUENTES, CAREN PAOLA MAHECHA CORREA, JUAN CAMILO MARIN LONDOÑO, JOHANA A. MARIN
ORJUELA, FREDDY HERNAN MARTINEZ, JAISON LEONARDO MENDEZ S., DIEGO MENDIGAÑO,
WILLIAM A. MORALES HOYOS, WILLIAM MORENO CUBILLOS, MARIA ALEJANDRA MOSQUERA,
MICHAEL NICOLAS NIÑO, GINA MILENA OCHOA MONTAÑA, LEONARDO ORDOÑEZ POSADA,
HUMBERTO ORJUELA R., GUSTAVO ADOLFO ORTIZ, LUISA MARIA PAEZ, JOHAN PEÑARANDA
LIZARAZO, JONATHAN FERNANDO PINZON MOLINA, JAIME ANDRES PINZON, MIGUEL ANGEL
RAMIREZ VACA, CAMILO ANDRES RODRIGUEZ, DIEGO ENRIQUE RODRIGUEZ, CRISTHIAN
RODRIGUEZ FARFAN, ANDRES ALBERTO RODRIGUEZ PEREZ, NATALIA RODRIGUEZ SANCHEZ,
INGRID RODRIGUEZ TENORIO, SERGIO E. RUBIANO VASQUEZ, JUAN HERNANDO SABOGAL
CORTES, PAUL SLAMANCA CHIA, JUAN CAMILO SALCEDO, ANGELA IVVONE SAMPER VIVAS,
ANDREA PAOLA SANCHEZ ESPINEL, CAMILO FERNANDEZ SANCHEZ, DIANA MARCELA SARMIENTO
DIAZ, JENIFFER ALEJANDRA SASTOQUE AVILA, JUAN DAVID TAFUR SUAREZ, JENIFFER
PAOLA TORRES CALVO, CARLOS EDUARDO TRIANA CASTRO, MONICA MARCELA VALDERRAMA,
OSCAR FELIPE VARELA PARRA, HELEN YIZETH VARGAS VALENCIA, CATALINA VELASQUEZ
CANTOR, EDISON ANDRES VERGEL TIRIA, GINA LIZETH VILLADIEGO, JUBI TATIANA
VILLARRAGA PARDO, ALVARO ALVARADO PACHON, JIMMY ALEXANDER CAÑON MURILLO, la
Defensoría del Pueblo interpuso acción de tutela contra el Instituto de los
Seguros Sociales, por considerar que a los niños enfermos se les violaron los
derechos fundamentales a la vida, la seguridad social y el derecho a la
igualdad.
Los representantes
legales de los niños JHON ALEXANDER MENDEZ CARO, JUAN DAVID DURAN CHAVES,
STHEFFANY TIRIA GUERRERO, SERGIO ANDRES DIAZ RODRIGUEZ Y ANDRES FELIPE MANRIQUE
MONTERREY, también interpusieron acción de tutela contra el Instituto de los
Seguros Sociales, por estimar que esa Institución vulneró el principio de la
dignidad humana y los derechos fundamentales a la vida, a la salud, a la
integridad física, a la seguridad social y a la igualdad, de sus hijos menores,
al suspender la prórroga en la prestación de los servicios asistenciales que el
ISS, venía otorgando a sus hijos.
Todos estos menores
de edad, hijos de padres afiliados al Instituto de los Seguros Sociales,
padecen de diversas enfermedades, como: Parálisis cerebral, síndrome de Down,
hidrocefalia y otras. Esa institución les prestaba atención médica y de
rehabilitación, lo que permitió que los niños obtuvieran alguna mejoría en las
condiciones de vida, dadas sus cortas edades en que se iniciaron los
tratamientos.
A partir del año
1994, el Instituto de los Seguros Sociales, negó la prórroga de la atención
médica, a los niños a cuyo nombre se interponen estas tutelas, teniendo en
cuenta los pronósticos emitidos por el Instituto calificándolos como
desfavorables de curación, lo cual dió base para la aplicación del Artículo 26
del Decreto 770/75.
Según los petentes,
la negativa de continuar la atención, por parte del Instituto de los Seguros
Sociales, conlleva al deterioro del estado de salud de los menores, por la
suspensión en el suministro de las medicinas, del control neurológico, de la
fisioterapia y demás servicios y controles médico-asistenciales, con lo cual se
atenta contra sus vidas. También, opinan los petentes que la decisión del
Instituto de los Seguros Sociales, de no proseguir con la atención a los
menores, atenta contra los derechos del niño a la salud física, psíquica y
moral y el derecho de Igualdad, pues se los debe atender como a cualquier
persona, máxime que vienen recibiendo el tratamiento desde antes del primer año
de vida.
El Defensor del
Pueblo solicita que se inaplique el artículo 26 del Decreto 770/75, que
contiene el reglamento general del I.S.S. sobre enfermedades generales y el
servicio a los hijos del asegurado, por contrariar la Constitución Nacional,
pues consagra un condicionamiento al derecho de la salud de los niños. Sostiene
además que prima el Código del menor sobre el artículo 26 del Decreto 770 de
1975, por ser aquel de orden público y consagra el derecho a la vida de los
niños y a la atención integral de su salud. Así mismo, prevalecen sobre el
reglamento del I.S.S. normas internacionales, como la Convención de los
Derechos del Niño.
2. Actuación
procesal.
2.1. En la tutela
T-44223, la decisión del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala Penal, al
resolver en primera y única instancia mediante sentencia de junio 14 de 1994,
determinó:
“I. Tutelar
transitoriamente el derecho a la vida, e igualdad de los menores a ANDERSON
GAITAN PACHON, LAURA SEGURA RAMOS, CLAUDIA ARENAS GONZALEZ, ANGEL MURILLO DIAZ,
ANDRES SIERRA VALENCIA, VIVIANA GUTIERREZ ALVAREZ, ANDREA CAROLINA CASTEBLANCO,
OSCAR JAVIER HERNANDEZ, OSCAR IVAN BUITRAGO Y MICHEL BELTRAN VALDEZ; por
consiguiente, el Instituto Colombiano de los Seguros Sociales, deberá seguir
prestándoles la atención médica que requieran, mientras el Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar adopta las medidas necesarias para que se les trate.
"II. Tutelar
transitoriamente los mismos derechos a los menores que dice el Instituto
Colombiano de los Seguros Sociales no les aparece las historias clínicas,
siempre y cuando hayan sido atendidos en esa institución, mientras el
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar toma las medidas conducentes para
que se continúe con los tratamientos.
"III. Negar la
tutela, respecto de CYNDI SANCHEZ PANQUEVA, EVINA DANIELA SANTA S, JOSE DAVID
RIOS UPEGUE, JONATHAN AMAYA, DIEGO FELIPE DIMATE, NICOLAS MATEUS VILLA, RODRIGO
E. SABOGAL, DAVID ESCOBAR, YLI ANDRES PEDRAZA G, JHON DAZA SAMORA, GABRIEL
EDUARDO SERRATRO, ANDRES FELIPE VALENCIA, KAREN ANDREA ARENAS, GINNA TATIANA
FIGUEROA, MARIA CAMILA VERA JIMENEZ, DIVER ANDERSSON ESCOBAR, ORLANDO TIJARO
TRUJILLO, JEISSON A. BELTRAN, EDGAR RICARDO BEDOYA, ANGELICA VASQUEZ E INGRID
YOLIMA RODRIGUEZ P., por lo indicado en la parte motiva.
"IV. Oficiar al
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar para que adopte las medidas pertinentes,
a efecto de que se le preste la atención médica que requieran los menores
indicados en los puntos I y II..”
La decisión de la
Sala Penal del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, se fundamentó con base
en:
- El Instituto de
los Seguros Sociales, al suspender la prestación asistencial que venía
prestando a los niños, vulneró el derecho a la vida de los mismos, por cuanto
en el momento de no seguir prestando los servicios alteró la salud física y
mental de los menores.
- La Constitución
Política de 1991 consagra la prevalencia de los derechos fundamentales de los
niños, además, los Tratados Internacionales ratificados por Colombia consagran
principalmente los derechos de los niños y el Código del Menor dispone que los
menores deben atenderse por el Estado. Considera el Tribunal que, estas normas
deben aplicarse preferentemente sobre el artículo 26 del Decreto 770 de 1975,
aspecto que permite que se "tutele en forma transitoria el derecho a la
vida de los niños..".
La Sala Penal del
Tribunal Superior negó la tutela a 21 niños porque de acuerdo al escrito
aportado por el ISS " se les continuó prestando el servicio". Desde
ya hay que declarar que no se encontró dentro del expediente la información que
respalde esta información.
2.1.2. El Instituto
de los Seguros Sociales, mediante apoderado impugnó la decisión del Tribunal,
pero lo hizo fuera de término, por ello la Corte Suprema de Justicia no tramitó
el recurso y remitió el expediente a la Corte Constitucional para su revisión.
A la fecha de esta sentencia
de revisión, el ISS presta la atención de servicios asistenciales a los niños
cuya tutela fue concedida transitoriamente por el Tribunal Superior de Santafé
de Bogotá, según lo indicado en oficio G-CDN-JB-490-94 de diciembre 15 de 1994,
suscrito por el doctor Pedro Reina Corredor, Gerente de la Clínica del Niño.
El total de los menores atendidos es de 43.
2.2. Tutela
T-55600 La primera instancia de esta tutela, se tramitó ante la Sala de
Familia del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá. Y, la decisión se profirió
el 18 de octubre de 1994. Se resolvió: tutelar los derechos fundamentales a la
vida, a la salud, a la integridad física, a la seguridad social y a la igualdad
de los menores que interpusieron esta acción. Los niños son:
SANDRA JULIETA
AGUILLERA MEZA, FABIAN ANDRES ALDANA BELTRAN, YENNIFERT LORENA ANGEL CASTAÑEDA,
KEVIN E. ARANGUREN BUITRAGO, DIANA CAROLINA ARIAS PUENTES, JAIME ANDRES BERNAL
MARTINEZ, DIANA CATALINA BETANCURT SANCHEZ, WILSON DANIEL BUENO SAMUDIO,
ESTEBAN GUIOVANNI BUITRAGO, SHAROL PAMELA CAICEDO GAMBA, ANDREA JULIET CANO
ALBORNOZ, ANA MARIA CARDOZO AVENDAÑO, BRYAN GERARDO CARREÑO JOYA, MARIA
ALEJANDRA CASTILLO , MARIA CAMILA CLAVIJO LOPEZ, MONICA ALEJANDRA CLAVIJO
LOPEZ, JOSE DAVIDA CUELLAR MARIN, PAULA XIMENA CUESTA VALBUENA, GERALDINE DIAZ
ALTONINEZ, DIVER ESCOBAR GONZALEZ, JAIME ALEXANDER FALADICHE, DANIEL FELIPE
FIGUEROA M, LEYDI NATALIA FONSECA, CAROLINA FORERO BARINAS, DIEGO ALEJANDRO
GALINDO LARA, JORGE EDUARDO GALINDO OJEDA, MANUEL A. GAMEZ PENAGOS, CRISTIAN
DAVID GARCIA, IVOn GONZALEZ, JAIR ALBERTO GONZALEZ FELICIANO, JOHANA GARZON,
FABIAN CAMILO GUILLEN, JHON JAIRO HERRERA MARTINEZ, JONATHAN HOYOS PRIETO,
MARIA FERNANDA ISAZA GUERRERO, JENIFFER LARROTA RODRIGUEZ, LUIS EDUARDO LEON
BERNAL, FREDDI ANDRES LOZANO PUENTES, KAREN PAOLA MAHECHA CORREA, JUAN CAMILO
MARIN LONDOÑO, JOHANA A. MARIN ORJUELA, FREDDY HERNAN MARTINEZ, JAISON LEONARDO
MENDEZ S., DIEGO MENDIGAÑO, WILLIAM A. MORALES HOYOS, WILLIAM MORENO CUBILLOS,
MARIA ALEJANDRA MOSQUERA, MICHAEL NICOLAS NIÑO, GINA MILENA OCHOA MONTAÑA,
LEONARDO ORDOÑEZ POSADA, HUMBERTO ORJUELA R., GUSTAVO ADOLFO ORTIZ, LUISA
MARIA PAEZ, JOHAN PEÑARANDA LIZARAZO, JONATHAN FERNANDO PINZON MOLINA, JAIME
ANDRES PINZON, MIGUEL ANGEL RAMIREZ VACA, CAMILO ANDRES RODRIGUEZ, DIEGO
ENRIQUE RODRIGUEZ, CRISTHIAN RODRIGUEZ FARFAN, ANDRES ALBERTO RODRIGUEZ PEREZ,
NATALIA RODRIGUEZ SANCHEZ, INGRID RODRIGUEZ TENORIO, SERGIO E. RUBIANO VASQUEZ,
JUAN HERNANDO SABOGAL CORTES, PAUL SALAMANCA CHIA, JUAN CAMILO SALGADO, ANGELA
IVVONE SAMPER VIVAS, ANDREA PAOLA SANCHEZ ESPINEL, CAMILO FERNANDO SANCHEZ,
DIANA MARCELA SARMIENTO DIAZ, JENIFFER ALEJANDRA SASTOQUE AVILA, JUAN DAVID
TAFUR SUAREZ, JENIFFER PAOLA TORRES CALVO, CARLOS EDUARDO TRIANA CASTRO, MONICA
MARCELA VALDERRAMA, OSCAR FELIPE VARELA PARRA, HELEN YIZETH VARGAS VALENCIA,
CATALINA VELASQUEZ CANTOR, EDISON ANDRES VERGEL TIRIA, GINA LIZETH VILLADIEGO,
JUBI TATIANA VILLARRAGA PARDO. Como consecuencia de lo anterior, el Tribunal
ordena al ISS, continuar, con la atención médica, quirúrgica y hospitalaria que
requieran los menores.
El Tribunal,
compulsó copia de lo actuado a la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura y a la Fiscalía General de la Nación, a efectos de que investigaran
las posibles faltas disciplinarias y penales en que habrían incurrido los
representantes legales o los menores ALVARO PACHON y JIMMY ALEXANDER CAÑON
MURILLO, quienes ya habían interpuesto acción de tutela sobre los mismos hechos
e invocando los mismos derechos vulnerados. Estos menores habían obtenido
antes sentencia favorable a sus pretensiones.
La Sala de Familia
del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá consideró que, el Instituto del
Seguro Social al aplicar el artículo 26 del Decreto 770 de 1975, vulneró el
derecho a la vida de los menores, derecho en el que converge el derecho a la
salud, a la integridad física y a la seguridad social de las personas, por
cuanto, al limitar el derecho de los niños a seguir recibiendo la necesaria
asistencia médica que requieren, vulneran su derecho a la vida.
Afirma el Tribunal
que la citada norma es de inferior categoría a las que protegen los derecho
prevalentes a la vida y a la salud de los niños, aspecto que permite inaplicar
el decreto para el caso particular.
2.2.1. La sentencia
de la Sala de Familia del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, antes
descrita, fué impugnada por el apoderado del Instituto de los Seguros Sociales
y parcialmente por la Defensoría del pueblo.
2.2.2. El apoderado
de la institución demandada se apoya en los siguientes argumentos:
- La Corte
Constitucional en pronunciamiento de septiembre 30 de 1994, (sentencia
T-430/94), negó la acción de tutela presentada por un menor en condiciones
similares a las que se estudia, sobre la base de que la norma que se aplica en
el presente caso es de imperativo cumplimiento para los funcionarios del ISS.
Con la anterior
premisa y atendiendo a lo receptuado en el Decreto 2067 de 1991, las sentencias
proferidas por la Corte Constitucional hacen transito a cosa juzgada
constitucional ya que la doctrina constitucional es criterio auxiliar para
autoridades y corrige jurisprudencia; el presente caso debe resolverse conforme
a los lineamientos señalados en la sentencia T-430/94.
- El servicio que
presta el ISS se deriva de un sistema de financiamiento contributivo mixto,
esto es, se realiza con participación de los particulares, con una cobertura
determinada por la ley. Por lo tanto los derechos que se originan en este
servicio es diferente de aquellos derechos derivados de la asistencia gratuíta
que el Estado está obligado a prestar.
- Las enfermedades
permanentes como las que aquí se catalogan con "pronóstico no favorable de
curación", no son susceptibles de ser aseguradas y por lo mismo, deben ser
afrontadas por el Estado, cuando el enfermo o su familia no cuenten con los
medios económicos necesarios. Contrario a las enfermedades que pueden tener
una curación, donde el ISS tiene a su cargo las acciones correspondientes a la
prevención, curación y rehabilitación del enfermo.
- Opina el impugnante
que la excepción de inconstitucionalidad que aplica el Tribunal es improcedente
frente a la presente tutela, por cuanto la excepción es viable, como lo ha
dicho la Corte Constitucional, solo cuando se cumplen los presupuestos del
artículo cuarto constitucional, esto es, cuando hay incompatibilidad grave y
ostensible entre una norma y la Constitución.
- Considera el
apoderado de la entidad demandada, que la única posibilidad de afectar el
artículo 26 del Decreto 770 de 1975 es obteniendo una nulidad del mismo,
declaratoria que no le compete al juez de tutela.
2.2.3. La Defensoría
del Pueblo solicita la revocatoria parcial del fallo que se impugna en lo
referente a la orden de investigar la posible temeridad de los menores o los
representantes de los niños que interpusieron anteriormente otra acción de
tutela. La Defensoría fundamenta su petición con base en el siguiente
argumento:
La Defensoría del
Pueblo, de manera involuntaria y "descartando cualquier ánimo de abusar
del acceso a la Administración de justicia", presentó dos acciones de
tutela idénticas, en representación de los menores ALVARO ALVARADO PACHON Y
JIMMY ALEXANDER CAÑON MURILLO. Por lo que no es razonable pensar que podría
existir mala fe o deslealtad en una segunda demanda de tutela respecto de estos
menores, si se tiene en cuenta que esa decisión fue favorable para ellos, lo
que demuestra una "ausencia de justificación" en la duplicidad de la
actuación para estructurar la temeridad.
2.2.4. La Sala de
Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, en decisión de noviembre 22 de
1994, resuelve confirmar el fallo del a-quo en lo referente al amparo de los
derechos de los menores y revoca la parte de la providencia que ordenaba
investigación disciplinaria y penal de la actuación de los representantes de
dos niños. La Corte Suprema, fundamenta su decisión en los siguientes
argumentos:
- Los derechos a la
salud, a la integridad física y por ende a la vida, son derechos fundamentales
que deben prevalecer sobre los demás derechos de las personas.
- La Convención de
los Derechos del Niño, aprobada por Colombia, establece que los "menores
mental y físicamente impedidos deberán disfrutar de una vida plena y decente en
condiciones que asegure su dignidad", lo que implica una acción de
imperativo cumplimiento.
- Afirma la Corte
Suprema de Justicia que, las actuación de los funcionarios que ciegamente
aplican el artículo 26 del Decreto 770 de 1975, reflejan el apego de los
agentes de dicho organismo al reglamento de servicios, norma que "deja de
lado pautas hermenéuticas de razonabilidad que la Constitución Nacional impone;
en nombre del seductor poder de un reglamento..".
- En cuanto al
criterio que pretende hacer valer el apoderado del ISS, sobre el carácter de
cosa juzgada constitucional de que gozan las sentencias de la Corte
Constitucional, la Corte Suprema no lo comparte, y cita una sentencia de la
Corte Constitucional que, afirma que la aplicación de las sentencia de tutela
es para el caso concreto.
- En lo referente a
la improcedencia de la aplicación de la excepción de inconstitucionalidad
considera la Corte Suprema que "la no aplicación por el juez de tutela del
artículo 26 del Acuerdo 536 de 1974 del Consejo Directivo del I.S.S., aprobado
mediante Decreto 770 de 1975, no constituye una intromisión abusiva en la
órbita exclusiva del órgano a quien le competa emitir el correspondiente juicio
de constitucionalidad, con efectos erga-omnes, mediante el ejercicio de la
respectiva acción de nulidad, sino tan sólo de su inaplicación al caso
concreto, todo ello, tendiente al restablecimiento de los derechos
fundamentales conculcados por virtud de la aplicación del precepto
aludido."
2.3. Tutela T-51287.
Las señoras MARIA
HELENA CARO, MARIA HELENA CHAVEZ POLANIA, ANA LEONOR GUERRERO, MARIA WALDINA
RODRIGUEZ Y LEYDI CAROLINA MONTERREY OSPINA, madres de cinco menores con
enfermedades tales como, Síndrome de Dawn, Parálisis cerebral, hidrocefalia y
otras también instauraron tutela contra el ISS, por considerar que la no
continuación con la prestación de los servicios asistenciales a sus hijos JHON
ALEXANDER MENDEZ CARO, JUAN DAVID DURAN CHAVEZ, STHEFFANY TIRIA GUERRERO,
SERGIO ANDRES DIAZ RODRIGUEZ y ANDRES FELIPE MANRIQUE MONTERREY, vulnera la
Constitución, en cuanto al principio de la dignidad humana y los derechos
constitucionales fundamentales a la vida, la salud, la integridad física, la
seguridad social, la igualdad.
2.3.1. La primera
Instancia se surtió ante el Juzgado 9 Civil del Circuíto de Santafé de Bogotá,
quien mediante sentencia de septiembre 7 de 1994, tuteló los derechos de estos
niños, con excepción de Andrés Felipe Manrique Monterrey. Fundamentó su
decisión en los siguientes aspectos:
- Afirma el Juzgado
que, el derecho a la salud con el carácter inherente a la existencia digna de
las personas, se encuentra protegido por el Estado, especialmente cuando se
trata de personas que por su condición económica, física o mental se encuentran
en debilidad manifiesta, de acuerdo con lo ordenado por el artículo 13 de la
C.N. Además, este derecho busca el aseguramiento del derecho a la vida, y por
lo mismo, exige a las autoridades una vigilancia del cabal cumplimiento de la
obligación constitucional de preservar la vida y la salud, como derechos principalísimos
del ser humano.
- En el caso
concreto, el Juzgado hace un análisis de las sentencias T-067 y T-068/94,
proferidas por la Sala quinta de revisión de la Corte Constitucional y acoge
el criterio por ellas adoptado. Es por eso que considera necesario que el ISS
no llegue a "la ligera conclusión de cancelar la prestación del servicio a
los menores, sin hacer una evaluación completa y seria de la historia clínica
de los pacientes y de la evolución que su salud había venido mostrando mientras
se les daba el tratamiento y la terapia que requieran."
- Con base en lo
anterior, el a-quo solicitó a la sección de neurosiquiatría forense del
Instituto Nacional de Medicina Legal, una valoración sobre el estado en que se
encuentra la enfermedad de los peticionarios. En ese informe técnico se llegó
a la conclusión que en dichas enfermedades "es factible obtener en algunos
de los menores, una mejoría mediante la terapia y los controles regulares,
favoreciendo así una notable disminusión de sus deficiencias neurológicas,
manteniendo a los menores en una mejor calidad de vida".
- Medicina legal, en
peritazgo de septiembre 2 de 1994, conceptuó que los peticionarios tienen un
pronóstico de recuperación importante, excepto ANDRES FELIPE MANRIQUE, niño
cuya recuperación "no va a ser significativa ya que no se encuentra un
sustrato neurológico susceptible de ser estimulado. En conclusión el
pronóstico de recuperación es malo...". Por esta razón, opina el juzgado,
la presente solicitud encuadra dentro de la situación analizada por la H. Corte
Constitucional en sentencia T-200 del 25 de mayo de 1993, en donde se determina
que si el pronóstico no es favorable para una CURACION, el cumplimiento de lo
establecido en el art. 26 del Decreto 770 de 1975 debe cumplirse..."
2.3.2. El apoderado
del ISS y la madre de Andrés Felipe Manrique impugnaron la sentencia del
Juzgado 9 Civil del Circuíto de esta ciudad. La señora fundamenta su solicitud
en los siguientes argumentos:
- La Corte
Constitucional, en sentencia T-204/94, consideró que el artículo 26 del Decreto
770 de 1975, supedita la prestación de los servicios asistenciales a los niños
con enfermedades con un pronóstico favorable de curación, "ésta debe
entenderse no solamente como la derrota de la enfermedad, sino, además, como el
tratamiento requerido para evitar secuelas o interrupción de tratamientos
necesarios, para superar algunas etapas de la enfermedad o afección aunque no
se llegue a la curación total.". Aspecto, que es justamente lo que la impugnante
solicita para su hijo.
- Para apoyar la
anterior petición, la madre de Andrés Felipe, allega al proceso una
certificación de septiembre 6 de 1994, suscrita por el doctor Pablo E. Baquero
Herrera, médico del Servicio de Rehabilitación en el departamento de
Neurocirugía del ISS, quien argumenta que "en mi opinión el niño requiere
tratamiento integral de fisioterapia como único recurso. Se nota igualmente
que con base a este tratamiento el paciente ha experimentado leve
mejoría".
La impugnante de
esta tutela, también anexa el concepto de julio 22 de 1994, suscrito por el
doctor Oscar Hincapie, Neuropediatra del ISS, donde manifiesta que el menor
"requiere rehabilitación multidisciplinaria para mejorar funcionalidad
neurológica". Y allega un concepto firmado por las doctoras Sonia A.
Molano, Terapeuta Física y Patricia Ladino S., Terapeuta Ocupacional del
Departamento de Rehabilitación del Hospital de la Misericordia, de fecha 12 de
septiembre de 1994, quienes conceptúan "el paciente ha venido evolucionando
lentamente, se recomienda continuar e intensificar su tratamiento para obtener
mejores logros."
2.3.3. La Segunda
Instancia, se surtió ante la Sala Civil del Tribunal Superior de Santafé de
Bogotá, quien en sentencia de octubre 13 de 1994, tácitamente confirmó la
negativa a tutelar los derechos del menor ANDRES FELIPE MANRIQUE y revocó el
amparo concedido a los otros cuatro niños. Se fundamentó en que los menores
accionantes de esta tutela están comprendidos dentro los requisitos exigidos
por el artículo 26 del Decreto 770 de 1975, razón por la cual la conducta del
ISS "está ajustada a derecho", y por tanto esa Institución no vulnera
ni amenaza violar derechos fundamentales.
3. Pruebas solicitadas por la Corte
Constitucional.
3.1 La Sala Septima
de Revisión de esta Corporación, mediante auto de Diciembre 1 de 1994, solicitó
conceptos técnicos a los directores de la Sección de neurología del Hospital la
Misericordía y del Hospital Lorencita Villegas de Santos.
Se pidió al I.S.S.
la remisión de las Historias clinicas de los niños accionantes de esta tutela y
a la Fundación para la Educación Especial FE y a la Asociación Colombia
Pro-niño con paralisis cerebral PROPACE, la evolución semestral de los niños
que son o fueron atendidos por esas Instituciones.
3.2 También se
decretó una inspección judicial, sobre otras historias clínicas que no se
encontraban dentro del expediente y aspectos que ilustraran a la Sala.
Particular
importancia tiene el informe rendido dentro de la inspección por el doctor
Pedro Reina Corredor y el documento que él adjuntó.
Dijo el Gerente de
la Clínica del Niño:
"Me permito
anexar a la presente diligencia copia del Memorando Nº 919265 de diciembre 28
de 1994 suscrito por el Vicepresidente de E.P.S. del I.S.S. donde ordena que el
Instituto acatando el Acuerdo Nº 011 del Consejo Nacional de Seguridad Social
extenderá la cobertura en Medicina Familiar en la Seccional de Cundinamarca y
D.C. a partir del 1º de Abril de 1995, lo cual quiere decir que a partir de la
fecha mencionada se cubrirá en salud a los menores hasta los 18 años de edad y
de por vida en caso de ser deficientes físicos tal cual como lo ordena la Ley
100 de 1993."
Y el documento al
cual se refiere expresa en lo pertinente:
"Las
Seccionales de Antioquia, Cundinamarca y D.C., Santander y Valle extenderán la
cobertura a Medicina Familiar a partir del Primero (1º) de Abril de 1995. Lo
anterior significa que en la población objeto en estas Seccionales, el monto de
la cotización será del 8% hasta el Primero (1º) de Abril de 1995, fecha a
partir de la cual, y en la medida que se garantice oferta suficiente y adecuada
para atender el núcleo familiar, se aumentará el monto de la cotización al 12
%.
Las demás
Seccionales extenderán cobertura a Medicina Familiar a partir del primero (1º)
de enero de 1995. Para estas Seccionales regirá desde esta fecha el 12%".
3.3 Es de anotar que
las entidades y las personas a quienes se solicitó las pruebas, atendieron
rapidamente el requerimiento de la Corte, actitud que permitió a esta Sala
decidir con prontitud las presentes acciones de tutela. Estas pruebas
recepcionadas por la Sala se analizarán posteriormente, al igual que lo
constatado en la inspección.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para conocer en revisión los
expedientes de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos 86
inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitución Política, en
concordancia con los artículos 33, 35 y 42 del Decreto No. 2591 de 1991;
además, su exámen se hace por virtud de la selección que de dichas acciones
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación y de las acumulaciones
ordenadas.
2. Temas
Jurídicos en Estudio
En el caso de
estudio de la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, se tendrá
como premisa para las determinaciones que se tomen los siguientes temas:
- Alcance que se dá
al término "CURACION".
-Cobertura familiar.
A- Mejoramiento
de las condiciones de vida de la persona (Alcance que se le debe dar al
término "Curación").
Según el
Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (Salvat Editores S.A.., Undécima
Edición, pág. 323) CURAR significa, además del restablecimiento de la salud, el
"conjunto de procediminetos para TRATAR una enfermedad o afección".
Dentro de este
contexto la Corte Constitucional ha dicho:
aunque no se
puede garantizar un total restablecimiento, es factible obtener mejoría del
paciente mediante la terapia y los controles regulares, favoreciendo así una
notable disminución de sus deficiencias neurológicas y logrando mantener en el
joven afectado una mejor calidad de vida[1].
En otro fallo,
interpretándose el alcance del artículo 26 del Decreto 770 de 1975, que es el
Reglamento del ISS, se determinó:
juzga la Corte
que la disposición no puede ser entendida ni aplicada en contravía del artículo
44 de la Constitución. Por tanto, mal puede tomarse como una autorización legal
para que el Seguro abandone a la niña en términos tales que se la condene, por
falta de cuidados médicos y de la hormona que requiere, a "un deterioro
permanente de su calidad de vida" [2].
Recientemente, en
una tutela que no prosperó, la Corte hizo la siguiente aclaración:
Ello no
significa, que la Sala avale la interpretación según la cual, cuando existe
posibilidad de mejoría o progreso en la salud del paciente, dichas entidades
encargadas de la prestación de la seguridad social no deban suministrar la
atención requerida. Por el contrario, cuando dichas circunstancias se
presentan, la institución de seguridad social del Estado está en la obligación
de prestar el servicio requerido en orden a lograr la recuperación de la salud
y el mejoramiento en la calidad de vida de la persona"[3].
Y, la misma
sentencia recalca:
"debe dejar
claro la Sala que las entidades de previsión social -Instituto de los Seguros
Sociales y Caja de Previsión Social-, no están autorizadas para interrumpir un
tratamiento médico o quirúrgico a quien esté derivando o recibiendo de él
evidentes progresos en su salud. Es decir, que dichas entidades están en la
obligación de suministrar la atención requerida si es factible para el paciente
obtener una mejoría o progreso en su salud mediante terapias, controles
regulares, intervenciones quirúrgicas, etc., logrando con ello mantener en él
una mejor calidad de vida"[4].
Como se aprecia,
estas tres sentencias insisten en la necesidad de mantener una MEJOR CALIDAD DE
VIDA DE LA PERSONA. Este factor, respaldado en la Constitución, no puede pasar
desapercibido cuando se lea el artículo 26 del Decreto 770 de 1975 (que aprobó
el reglamento de enfermedad general y maternidad del I.S.S) en la parte que
dice:
"Cuando se
diagnostique enfermedad durante el primer año de edad, el hijo del asegurado
tendrá derecho, en cualquier tiempo, a todas las prestaciones asistenciales
necesarias, cuando a juicio del servicio médico no sea procedente su
tratamiento dentro del primer año de vida y que exista desde el principio
pronóstico favorable de curación".
Haciendo una lectura
de la norma, sobre la base de la dignidad humana, criterio que la Constitución
del 91 traduce, el pronóstico de curación no se identifica siempre con la
curación total de la enfermedad sino, empleando el razonamiento ya ha hecho por
esta Sala de Revisión:
"Si una
norma del I.S.S. supedita las prestaciones asistenciales necesarias a un
pronóstico favorable de curación, ésta debe entenderse no solamente como la
derrota de la enfermedad, sino, además, como el tratamiento requerido para
evitar secuelas o interrupción de tratamientos necesarios, para superar algunas
etapas de la enfermedad o afección, aunque no se llegue a la curación
total"[5].
Es decir, curación
no tiene un solo significado: superación del mal, sino que también significa
mejoría, progreso, tratamiento necesario. Esta forma de interpretar concuerda
con la esencia de la Constitución que establece la protección de los débiles y
especialmente de los niños.
No se trata,
solamente de discutir dentro de esta tutela si el artículo 26 del Decreto 770
de 1975 está aun vigente o es susceptible de ser excepcionado por
inconstitucional, sino de darle aplicación a los artículos 1º, 44 y 47 de la
C. P.
Protección que debe
ir ligada al análisis concreto de cada caso, para lo cual la valoración médica
es muy importante. Por supuesto que el informe burocrático que califique como
NO CURABLE determinada enfermedad no se puede aislar de otros elementos de
juicio que existan en el expediente, porque se repite, el término CURACION no
es únicamente derrotar la enfermedad. El fin de la protección constitucional es
la real y no la retórica protección del menor inválido y este criterio se debe
conjugar las actuales normas de seguridad social.
El "no poder
hacer nada" no puede ser disculpa para no asumir el riesgo. Solo tiene
validez esta expresión cuando mejoría o progreso sean imposibles o cuando no
están desarrollándose tratamientos necesarios.
Todo lo anterior
significa que no hay contradicción entre las sentencias 430 de 1994 y las 67,
68 y 204 del mismo año, proferidas por Salas de Revisión de esta Corte
Constitucional, sino que armonizan entre ellas y si una tutela no prosperó se
debió a la prueba derivada de la valoración médica concreta y no a la
sacramentalización del término incurable como sinónimo de enfermedad no
derrotable.
B. COBERTURA
FAMILIAR.
La tesis antes
descrita toma aún más fuerza con lo preceptuado en el artículo 163 de la ley
100 de 1993 y los artículos 11 y 15 del Decreto 1938 de 1994, el primero de los
cuales dispone:
Art. 163 "El plan de salud obligatorio de salud
tendrá cobertura familiar. Para estos efectos, serán beneficiarios del Sistema
el (o la) cónyuge o el compañero o la compañera permanente del afiliado cuya
unión sea superior a 2 años; los hijos menores de 18 años de cualquiera de los
cónyuges, que haga parte del núcleo familiar y dependan económicamente de éste,
los hijos mayores de 18 años con incapacidad permanente o aquellos que tengan
menos de 25 años, sean estudiantes con dedicación exclusiva y dependan económicamente
del afiliado. A falta del cónyuge, compañero o compañera permanente, e hijos
con derecho, la cobertura familiar podrá extenderse a los padres del afiliado
no pensionados que dependan económicamente de éste."
El artículo 15 del
decreto 1938 de 1994, es muy importante para el caso de estudio:
“Art. 15
exlcusiones y limitaciones.
m). actividades,
procedimientos e intervenciones de tipo curativo para las enfermedades
crónicas, degenerativas, carcinomatosis, traumáticas o de cualquier índole en
su fase terminal o cuando para ellas no existan posibilidades de recuperación.
Podrá brindarse soporte psicológico, terapia paliativa para el dolor, la
disfuncionabilidad y la incomodidad o terapia de mantenimiento...”
(subrayas fuera del texto).
Esta cobertura la
adoptó el ISS, en ciertos departamentos desde el 1 de enero de 1995, pero por
aspectos de organización interna, en seccionales como la del Distrito Capital,
beneficiará a sus afiliados desde del primero de abril del presente año. Este
anuncio no suspende la vigencia de los derechos fundamentales, pero si
contribuye a reforzar la justeza de lo reclamado a nombre de los niños.
Lo anterior aclara
que aun en estados terminales, el ISS, no puede exonerarse de prestar ciertos
servicios asistenciales a sus pacientes, queda así reafirmada la interpretación
jurídica del término CURACION.
Es más, de acuerdo
con lo constatado en la inspección judicial, ordenada por esta Sala de
Revisión, el ISS, reconociendo los amparos concedidos por la Corte
Constitucional en diferentes sentencias de revisión y lo señalado en la Ley 100
de 1993 y sus decretos reglamentarios, ha puesto punto final a cualquier
discusión, admitiendo la cobertura del servicio para los hijos de afiliados que
sufran de enfermedades como el dawn, parálisis cerebral y otras. Por eso el
ISS, en memorando 919265 de diciembre 28 de 1994, dijo:
"De hecho la
Ley 100 de 1993 deroga todas las disposiciones que le sean contrarias,
incluyendo, desde luego el Decreto 888 de 1988."
Esta categórica
afirmación es armónica con lo expresado por el Gerente de la Clínica del niño
anunciando el pronto cubrimiento de la salud "a los menores hasta los 18
años y de por vida en caso de ser deficientes físicos".
III.
RAZONAMIENTOS QUE ORIENTARAN EL ESTUDIO DE TODOS LOS CASOS QUE SE DEFINIRAN EN
ESTA SENTENCIA DE REVISION:
a) En principio, se
parte de la base que el Defensor del Pueblo ha dicho la verdad y que los
progenitores que han formulado adicionalmente por escrito su petición, también
son sinceros y contribuyen al análisis que se debe hacer a la situación de cada
niño. En conclusión, hay este punto de partida: Evidentemente a los niños
reseñados en la solicitud de tutela se les venía prestando tratamiento médico
por el Instituto de los Seguros Sociales, en dependencias especializadas para
niños diferentes y dicho tratamiento les fue suspendido y por eso se
presentaron las tutelas.
b) En segundo
término, hay que ver la consistencia de la prueba presentada por el ISS para
explicar el retiro de la prestación del servicio médico y asistencial a una
gran cantidad de niños. Hay que decir que en muy pocos casos se anexó el acta
del comité de prórrogas de servicios asistenciales del I.S.S. con los conceptos
médicos que se refieran a esos casos particulares, sin embargo, se, evaluará
esta acta frente a otras pruebas que obran en el expediente. En un gran número
de casos, existe solamente un formulario llenado con la solicitud dirigida al
comité de prórrogas para que el niño sea excluido de la prestación asistencial,
esta no es prueba idónea que justifique la vulneración de un derecho
fundamental, por ello, se hará el estudio, tanto con criterios médicos rendidos
a esta Sala de Revisión sobre determinada enfermedad en general, (caso de la
enfermedad de dawm) como con conceptos rendidos para algunos casos
individuales.
Para la gran mayoría
de los niños a quienes el I.S.S. les retiró el servicio, ni siquiera se aportó
prueba sumaria que indique el motivo, es más, en algunos casos el I.S.S. dice
que ha continuado prestando el servicio, pero sin probar tal afirmación. Pues
bién, ya se ha aceptado que los solicitantes no han faltado a la verdad cuando
le dicen a la justicia que los niños ya no cuentan con el servicio. Entonces,
se tendrá en cuenta que la tutela también busca prevenir un perjuicio, luego,
la determinación no puede ser, como equivocamente lo hizo un Tribunal de
primera instancia, rechazar la tutela, sino, por el contrario, decretar el
amparo siempre y cuando haya concepto médico que genérica o individualmente
justifique la medida.
c) Es importante
agregar que han llegado a la Sala de Revisión unos criterios científicos que
analizan genéricamente las enfermedades que motivan esta tutela y otros
conceptos que se refieren concretamente a algunos niños. Como los conceptos
generales se predican para todos los casos, es el momento de señalar cuáles
son:
-Del Hospital de la
Misericordia: El médico Carlos Eduardo Martínez, Jefe del Servicio de
neurología y neurocirugía pediátrica de esa Institución, conceptuó que respecto
de los niños con enfermedades como el síndrome de dawn, microcefalia, parálisis
cerebral, la recuperación total no es posible, por el carácter irreversible de
dichos males. Con relación a enfermedades como hidrocefalia, existen casos con
diagnóstico a tiempo y un tratamiento quirúrgico oportuno y adecuado, “podría
llegarse a una recuperación total de la actividad neurológica.”
Pero, considera este
galeno, que los pacientes que “no tengan mejoría total e inclusive para los que
si tengan, la fisioterapia juega hoy por hoy un elemento importantísimo en la
recuperación del paciente y desde luego en la clase de vida de los mismos
llámese fisioterapia, estimulación temprana, terapias ocupacional, de lenguaje
o integral etc.”.
-del Hospital
Lorencita Villegas de Santos. El doctor Fernando Pecchenino, Jefe del Servicio
de Neurología y neurocirugía de esta institución, conceptuó de la siguiente
manera:
- El manejo médico
de enfermedades como el síndrome de Dawn “consiste en una detención precoz de
padecimiento para así mismo iniciar plan de rehabilitación temprana (terapia
física, ocupacional, lenguaje) así atenuar su retraso funcional y mejorar la
calidad de vida del paciente.”
- En enfermedades
como la parálisis cerebral infantil, el “manejo médico debe ser realizado por
personal calificado que agrupe a terapistas físicas, ocupacionales,
fonoaudiología, sicopedagogía.
Estas terapias van
encaminadas a dar la habilidad para las actividades de la vida diaria,
estabilizar la musculatura y conseguir el desarrollo de la comunicación
verbal. El resultado de ese tratamiento es muy variable y depende de varios
factores como son: capacidad de superación así como mecanismos y recursos de
plasticidad neurológica”.
d) Ya se indicó que a
partir de la expedición de la Ley 100 de 1993 y el Decreto 1938 de 1994 opera
la cobertura familiar.
Estos elementos de
juicio por si solos, permitirían una determinación favorable a los niños, pero
esta Sala de Revisión considera prudente efectuar un estudio más exaustivo.
Con las anteriores
precisiones se entra a estudiar por separado los casos que motivaron las tres
acciones de tutela que aquí se acumulan (dos de ellas del Defensor del Pueblo y
la otra de las madres).
IV. CASOS
CONCRETOS DE LOS NIÑOS A CUYO NOMBRE INTERPUSO TUTELA EL DEFENSOR DEL PUEBLO.
TUTELA 44223.
El fallo de 14 de
junio de 1994, proferido por la Sala Penal del Tribunal Superior de Santafé de
Bogotá, motivo de revisión, dividió a los niños en tres grupos; al primero, con
nombres propios, les concedió la tutela como mecanismo transitorio, a otros, en
forma génerica les otorgó el mismo tratamiento y un tercer grupo quedó
desprotegido del amparo. Esta Sala de Revisión se aparta de la formación de
tales grupos, porque considera indispensable hacer un exámen pormenorizado,
para analizar si hay algún elemento de juicio que permita concluir con certeza
que la enfermedad es o no curable dentro de la acepción que se le ha
dado a esta palabra en la presente sentencia.
A) Niños con Síndrome
de Dawn:
Los menores que se
enumeran a continuación, con excepción de aquellos que tienen anotaciones al
márgen, han sido atendidos por la Fundación para la Educación Especial- FE-,
entidad que remitió a esta Corporación una valoración individual de estos
niños.[6]
1. CRISTIAN CAMILO
GARCIA PARDO
2. HECTOR ADRIAN
GOMEZ PINEDA
3. SEBASTIAN
HUMBERTO PINO GUAYACAN
4. ANDREA SALENI
JABONERO. Enfermedad: retardo mental y problemas auditivos. El médico Arturo
Cuenca, en concepto no favorable de curación de marzo 17 de 1994, aclaró que la
niña “requiere ayuda para mejorar funcionalidad.”. En evaluaciones de
psiquiatría se evidencia evolución dentro de la enfermedad de la niña.
5. JORGE EMILIO
VILLAMIL LAVERDE
6. SERGIO ESTIVEN
PEÑA MOYANO
7. LUIS ABRAHAM
LESMES ESPINEL. Asiste al centro FRINE. De acuerdo con documentación anexa al
expediente, el niño presenta evolución dentro de su enfermedad.
8. JUDY ANDREA CAÑON
CASTILLO
9. GLORIA LUCIA
LOPEZ CHIPATECUA
10. ANDRES ESTEBAN
TRIANA SANCHEZ
11. LINA CASTAÑO
GONZALEZ
12. SANDRA MELISA
RONCANCIO PEÑA
13. JEHHYFFER
BASTIDAS GARZON
14. NOHEMI CARDOZO
CACERES
15. MARIA F.
RODRIGUEZ BEDOYA
16. PAULA SALAMANCA
VACCA
17. ROBERT SANTIAGO
SIERRA ENRIQUEZ
18. ALEJANDRA
GONZALEZ CAMACHO
19. JULIETH ROA
HUERTAS
20. FREDDY A. CEPEDA
RUIZ
21. DAVID A.
GUERRERO PULIDO. Se retiró del FE en junio30/94. En la actualidad se
encuentra en la Institución Gimnasio Resplandor de Educación Especial, quienes
en informe de octubre 31 de 1994, opinan que el menor "por los
conocimientos adquiridos hasta ahora por el niño, puede seguir ampliando sus
conceptos para lograr un mejor desenvolvimiento en su entorno.". El ISS
suspende la prestación del servicio de neurología el 28 de julio de 1994, pero
dentro de la historia clínica se evidencia prestación del servicio de
psicologia hasta los últimos meses del año pasado.
22. ALEJANDRA ARDILA
RAMIREZ
23. DORIS ROCIO
LANCHEROS HASTAMORIR
24. CARLOS EDUARDO
SOLARTE CALDERON
25. JIMENA CASTAÑEDA
MORALES.
26. JIMENA ALEXANDRA
ALBA MORENO
27. CARLOS ANDRES
MARTINEZ SANABRIA.
28. ANDRES RICARDO
GARNICA SOSA
29. DIANA CAMILA
FRANCO HERNANDEZ
30. LUZ MARINA ROZO
TAFUR.
31. SANDRA PIÑEROS
VALBUENA.
32. JOSE FREDY
CARDONA GUIO
33. NESTOR OSPINA
LEON.
34. CAROLINA GALLEGO
GONZALEZ
35. ELIANA ARCILA
RODRIGUEZ
36. DAVID CAMILO
MALAGON
37. GUSTAVO MEDINA
CASTEBLANCO
38. ANDRES FELIPE
LEIVA LOPEZ
39. ANGELA VEGA
NARANJO
40. IVAN HERNANDEZ
GONZALEZ
41. CARLOS CASAS
MENESES
42. ANDRES FELIPE
ORREGO CALLEJAS
43. CINDI GARNICA
NARANJO.
44. LAURA DANIELA
PAJARITO CAMPOS
45. ALVARO H. MACIAS
VERGARA
46. PAULA ANDREA MARROQUIN
47. JULY PATRICIA
LOZANO GAMBASICA. Presentó hidrocefalia, tiene la válvula de Jakin, la cual es
controlada períodicamente en neurocirugía. Presenta evaluación dentro de su
enfermedad.
48. LUIS ANGEL JOYA
FORERO
49. DANIEL ORDOÑEZ
CONTRERAS.
50. DENNIS JONATHAN
TORRES FAJARDO
51. OSCAR DANIEL
RUEDA GONZALEZ
52. MANUEL I, FORERO
JIMENEZ
53. DARVI PATIÑO
PULIDO
54. MARIA ANGELICA
RODRIGUEZ MAHECHA
55. CAROLLINNE
ALEJANDRA DIAZ CHAVEZ
56. DENNIS TORRES
FAJARDO
57. ANDREA DEL PILAR
CHINGATE MONROY
58. SEBASTIAN PICON
GARCIA
59. KAREN TATIANA
GALLO
60. MARIA ISABEL
FRANCO TORRES
61. HENRY ALEJANDRO
VERA FRANCO
62. MELANI CIFUENTES
SILVA
63. JESUS CAMILO
CRUZ BERNAL.
64. PATRICIA LOZANO
GAMBASICA
65. ALEXANDER TAVERA
RONDON
66. LUIS MIGUEL
GÓMEZ RIVERA.
67. ALEXANDRA ALBA
MORENO. No está en Fé. Según la Historia Clínica de la niña, ella venía en
controles y terapias períodicas en psiquiatría, hasta el 7 de abril de 1994,
cuando se suspenden las prórrogas, a pesar del avance que presentaba.
68. VIVIANA ALVAREZ
SIMBAQUEBA
69. OSCAR TOVAR
RODRIGUEZ
70. CARLOS ANDRES
DIAZ MANRIQUE
71. ERIJA MEDINA
RODRIGUEZ
72. PAULA GUTIERREZ
LUQUE
73. CESAR AUGUSTO
RODRIGUEZ GONZALEZ
74. JAVIER HERNANDO
COJO GONZALEZ
75. JUAN SEBASTIAN
RIATIVA
76. JONATHAN TAVERA
RENDON
77. CAMILO MALAGON
CAMARGO
78. MARIA CAMILA
LOVERA GUZMAN
79. BRYAN BARRETO
CUELLAR
80. JUAN CARLOS
GONZALEZ PIÑEROS
81. LIZETH CAROLINA
DUARTE OCHOA
82. NATALY GALINDO
CARREÑO
83. DAVID RODRIGUEZ
84. DIEGO GONZALEZ
ESCOBAR
85. DAVID SALAMANCA
FRANCO
86. LINA MARIA
VARGAS MURCIA. Se retiró del Fe, en diciembre de 1993, pero por documentación
allegada al expediente, se evidencia progresos dentro de su enfermedad.
87. ANDRES FELIPE
TAMAYO DIAZ. El niño se retiró de FE. Según información contenida en la
história clínica del niño, en la actualidad no asiste a ningún centro de
educación especial, a pesar de ser de “difícil de manejar”, según concepto de
psiquiatría, de diciembre 9 de 1994. El niño requiere intervención directa de
especialistas para el control de su enfermedad.
88. DANIEL FELIPE
NIEVES BOJACA
89. ANA MARIA GARCIA
NAVARRETE
90. IVAN SEBASTIAN
BUITRAGO. Se retiró del Fe, el 30 de octubre de 1993, pero según documentos
anexos a la tutela, el niño presenta evolución en su enfermedad.
91. VICTOR MANUEL
GRANADOS. Enfermedad: mielominingocelis, tuvo atención en la clínica del niño
y el Hospital de la Misericordia. Por el tipo de enfermedad requiere cuidado
permanente.
92. YEIMY KATHERINE
ACOSTA VARGAS
93. DEISY KATTERINE
MOLANO SABOGAL
94. JUAN CAMILO
BERNAL ESPITIA
95. GERALDINE MATEUS
RAMIREZ
96. CATALINA GARCIA
SOGAMOSO
97. MARIA MERCEDES
MEDINA CASTILLO
98. MIGUEL CHAPARRO
BERNAL
99. ALEXANDER
SANABRIA MAHECHA
100. JULIANA CACERES
VILLALOBOS
101. DIANA MARCELA
NAVAS ARDILA. No ha sido atendida por el FE. El domicilio de la menor es
Bucaramanga, desde donde solicita la intervención del Defensor del Pueblo, para
interponer la presente acción de tutela.
102. YEIMI ALEXANDRA
ROJAS CARDENAS. Enfermedad: parálisis cerebral. Afirma la madre de la niña,
que la niña requiere de la prestación de servicios médicos, para evitar que
ella “empeore”, debido a la evolución, aunque lenta, que la niña ha presentado.
103. MIGUEL ANGEL
NIÑO SEPULVEDA.
104. ELENA BAUTISTA
RIAÑO
105. ANDREA BASTIDAS
GARZON
106. DAVID LOPEZ
CHACON
107. MARCELA
GONZALEZ VELANDIA
Todos los niños que han sido atendidos por la
Fundación para La Educación Especial FE, después de un detallado estudio
particular, tienen la siguiente recomendación: "Los resultados obtenidos
mediante el programa de Rehabilitación Integral, permiten señalar el avance
significativo logrado en su proceso de desarrollo. Se evidencia el potencial
para generar un mayor nivel de habilidades, e incrementar la autonomía personal
que respalda en el futuro su calidad de vida," en conclusión, requieren de
tratamiento porque puede haber CURACION en la acepción indicada en esta
sentencia. Y los que no están adscritos a FE (David Guerrero, Alexandra Alba y Paola
Salamanca, Luis Lesmez, Iván Buitrago, Lina María Vargas, Victor Granados y
Diana Navas) tiene en su favor conceptos que señalan la necesidad de continuar
con el tratamiento médico asistencial.
B) Niños que
presentan parálisis cerebral:
Para los niños con
esta deficiencia mental, la Sala Séptima de Revisión hará una descripción
pormenorizada, para lo cual, esta Sala solicitó a la Asociación Colombiana Pro
niño con Parálisis Cerebral PROPACE, la remisión de la valoración semestral que
ellos realizan a los niños que son atendidos por dicha institución.
1. Andersson Steve
Gaitán Pachón. Nacimiento: Octubre de 1987. Enfermedad: Microcefalia. Desde su
nacimiento tiene atención del I.S.S, institución que intervino quirúrgicamente
al paciente, en 1990, para implantación de cateter. Según el médico cirujano,
necesita una nueva intervención quirúrgica. Necesita tomar droga toda su
vida. A partir de enero 5 de 1994, el ISS resuelve "no autorizar prórroga
de servicios asistenciales". Se encuentra dentro del expediente un
concepto del médico Oscar Hincapié donde dice que "no existe pronóstico
favorable de curación", pero a manera de glosa afirma que es necesario
un plan de rehabilitación.
2. Laura Carolina
Segura Ramos. Nace: Septiembre de 1986. Enfermedad: Hemiplegia izquierda y
según afirma la madre de la niña, "este problema neurológico generó una
epilepsia, de la cual actualmente está siendo afectada en forma severa".
Se encontraba en estudio para una posible cirugía en el pie izquierdo. A partir
de enero 5 de 1994, el ISS resuelve "no autorizar prórroga de servicios
asistenciales". De acuerdo con el concepto del médico de los Seguros
Sociales, Rogelio Pérez Castellón la niña "debe seguir en control por
ortopedia. Está pendiente procedimiento quirúrgico en el pie izquierdo para
"mejorar la marcha. El problema neurológico es irreversible. pero
puede "mejorarse" la funcionalidad y la marcha".
3. Claudia Patricia
Arenas González: Nace: Enero de 1979. Enfermedad: Ganglioma óptico, que
"se llevó a cirugía el 28-06-93 encontrando lesión expansiva subtemporal
derecha, seudoencapsulado.." (folio 19 anexo I)). El ISS suspendió los
servicios asistenciales en 1994. De acuerdo con una certificación de un médico
del Hospital de la Misericordia de febrero 16 de 1994. (firma ilegible), la
paciente "en el momento está estable. Debe continuar en controles
oftalmológicos períodicos."
4. Cindy Sánchez
Panqueva. Nace: Marzo de 1991. Enfermedad: "microcefalia microftalmia y
retardo psicomotor secundaria a toxoplasmosis". A través del ISS ingresó
al centro PROPACE. Esa Institución realizó en junio 18 de 1993 una valoración
que dice "paciente con una edad de desarrollo de aproximadamente cinco
meses, logró iniciar rolos, inicia posición sedante, pero no demuestra intencionalidad.
No asume posición funcional. No hay actividad motora fina, no hay adecuada
respuesta sensoperceptuales, según terapia ocupacional su edad (ocupacional) es
de tres meses".
Se propone planes
caseros, instrucciones de manejo a la madre y a la familia y controles de los
planes caseros." (folio 26 anexo I).
Se retiró de PROPACE
por "determinación de la junta de Reevaluación, por no progreso en
tratamiento", pero tiene el amparo de la cobertura familiar.
5. Alix Daniela
Pérez Nempeque: Nace: Marzo de 1990. Enfermedad: Retardo mental. La niña se
encontraba en el Instituto FE, pero por disposición del ISS, debió retirarse al
considerar que la niña no presenta progresos notables. La madre de la niña,
afirma que en la actualidad la lleva "al Instituto ANTHIROS a terapias,
pero son supremamente costosas y yo no cuento con recursos económicos para
sostener este gasto y me duele mucho ver a la niña, sin ningún progreso, ya que
por falta de dinero y de atención para las terapias en el Seguro Social, me veo
en la obligación de verla en total decaimiento." Y respalda su afirmación
en exámenes médicos y de laboratorio que anexó al expediente.
6. Angela Lizeth
Murillo Díaz. Edad: 3 años. Enfermedad: Parálisis mental, lo que le ocasiona
un retraso psicomotor severo. A partir de marzo 3 de 1994 el ISS resuelve
"no autorizar prórroga de servicios asistenciales".
7. Guina Daniela
Santa Solano: Nace: mayo de 1991. Enfermedad: convulsiones, por meningitis.
Ingresó al Instituto F. Froebel en 1995, Instituto de Retardo Mental. Dentro
del expediente se puede evidenciar los logros que la niña obtiene dentro de
su enfermedad.
8. Andrés Stepven
Sierra Valencia: Nace: agosto de 1991. A partir de marzo 10 de 1994 el ISS
resuelve "no autorizar prórroga de servicios asistenciales.". El
concepto del médico Arturo Cuenca, del ISS, considera que el niño "requiere
ayudas para mejorar funcionalidad.".
9. José David Ríos
Upeque: Nace: diciembre 31 de 1992. Enfermedad: Parálisis Cerebral. Tenía
servicios neurológicos en el ISS.
Es atendido por el
Instituto PROPACE, quien propone como PLAN para el menor lo siguiente: "Se
deberá continuar con tratamiento de Rehabilitación Integral para 1995".
10. Oscar Andrés
Bolivar Molano: Edad 3 años. Enfermedad: Parálisis Cerebral. Narra la madre
del niño "los conceptos de los médicos especialistas ante la evolución de
mi hijo fueron: evoluciona lentamente, pero, evoluciona. En las terapias ha
ido ganando los objetivos lentamente, he recibido orientación y asesoría para
un manejo en el hogar..." Y respaldo la afirmación en documentos anexos al
expediente.
Considera la madre
que "la suspensión de suministros de medicinas, del control neurológico,
de fisioterapia y de los demás servicios y controles médico-asistenciales
además de conducir a un estado degenerativo de su salud pone en peligro su
vida, ya que por las altas fiebres que padece puede repetir estados convulsivos
luego de los cuales puede quedar con mayores alteraciones."
11. Nicolas
Francisco González Cubides: Edad: 6 años. Enfermedad: Parálisis Cerebral.
Dentro de la Historia Clínica del niño se encuentra un concepto del médico
Oscar Hincapie de diciembre 17 de 1993, en donde consta que no existe
pronóstico favorable de curación, pero con una glosa que dice "C/N plan de
rehabilitación para mejor funcionalidad neurológica".
12. Jonathan Amaya
Morales: Nace: Diciembre de 1987. Enfermedad: Parálisis cerebral. Una
evaluación de octubre 5 de 1994, firmada por la terapeuta de lenguaje y
terapeuta ocupacional del "Gimnasio Resplandor", consideran que el
niño presenta dificultad para centrar la atención debido al alto grado de
distractibilidad. El médico del ISS, quien presta servicio de rehabilitación,
presentó un negativo pronóstico favorable de recuperación, pero colocó como
glosa "requiere c. especial". Igualmente la psiquiatra Olga
Albornoz, considera que no existe pronóstico favorable de curación, pero como
glosa coloca: "TM que se puede atribuír a trauma de nacimiento. Con el
debido manejo de habilitación.
13. Armando Sanchéz
Falcon: Edad: 4 años. Enfermedad: Parálisis Cerebral. Se encuentra en terapias
de lenguaje, terapias física y ocupacional. La madre del niño afirma que
"la limitación de Armando Sánchez es en la actualidad básicamente sus
miembros inferiores, claro que a través de esta anomalía se atrasa aunque ya
asiste al jardín."
Por información
suministrada en PROPACE, el niño se retiró de esa Institución por
"Abandonó tratamiento. Madre conflictiva".
14. María Catalina
Miranda Herrera: Nace: marzo de 1989. Enfermedad: Parálisis Cerebral y pie
"EQUINOVARU CONGENITO DERECHO". La niña requiere fisioterapias
permanentes para la corrección de su pie derecho, además tenía programada una
intervención quirúrgica, pero debido a la suspensión de servicios por parte del
ISS, no fue posible dicha intervención. La niña asiste a PROPACE por
intermedio del ISS, "con inmensos progresos como son los de caminar,
hablar, comer sola y buena concentración y atención en las áreas de terapia
ocupacional, por todos los logros obtenidos se hace indispensable que se
continue el tratamiento de Rehabilitación en Propace..." . Figura en el
expediente un resumen de la historia clínica neurológica de la niña firmada por
Edgar Villamil Q., Médico de la Universidad Nacional, en donde consta que la
niña tiene "notables progresos según la historia clínica."
PROPACE opina que
"Se recomienda su ingreso a una Institución de Educación Especial".
15. Diego Felipe
Dimate Martínez: Nace: Julio de 1992. Enfermedad: Parálisis Cerebral. El
paciente fué retirado de PROPACE por "determinación de la familia.
Traslado del padre a la ciudad de Girardot.". Pero evoluciona dentro de la
enfermedad porque requiere rehabilitación para mejorar funcionalidad.
16. Nicolas Mateus
Villa: Nace: Agosto de 1990. Enfermedad: Parálisis Cerebral. El niño se
encuentra en PROPACE. De acuerdo con lo afirmado por sus padres el niño
"tiene tres años y ocho meses y gracias a sus terapias en PROPACE, ha
progresado en forma secuencial el cual nos sentimos contentos puesto que
esperamos y sabemos que el niño puede dar mas de el si no se le interrumpe su
rehabilitación."
PROPACE considera
que el niño "necesita seguir su tratamiento de rehabilitación en PROPACE
para 1995."
17. Rodrigo Esteban
Sagobal Niño: Nace: octubre de 1992. Enfermedad Parálisis Cerebral. El
paciente se encuentra en programas de rehabilitación.
El director de la
Institución PROPACE considera que el menor "Deberá continuar tratamiento
en esta Institución para 1995".
18. David Escobar
Moreno: Nace: mayo de 1992. Enfermedad Parálisis Cerebral. Tiene válvula
programable para el manejo de la hidrocefalia que presenta, por esto debe tener
controles neurológicos permanentes Afirman los padres del niño que debido a
las complicaciones producidas por la hidrocefalia el niño, requiere servicios
médicos de neurocirugía, rahabilitación integral, ortopedia, oftalmología y
ortoptica. Se encuentra en PROPACE, quienes opinan que "el paciente debe
continuar con su tratamiento de rehabilitación en PROPACE en 1995".
19. Yuly Andrea
Pedraza Galvis: Nace: enero de 1989. Enfermedad Parálisis Cerebral. Se
encontraba recibiendo terapias en el "Gimnasio Resplandor" según la
historia clínica. De acuerdo con lo afirmado por sus padres, la niña presenta
evolución notoria en su enfermedad.
20. Ana María Rivas
Araujo: Edad: 20 meses. Enfermedad: Retardo psicomotor. Polidactilia. La niña
se encuentra en PROPACE, quienes opinan que la niña "debe continuar
recibiendo tratamiento”.
21. Jhon Daza
Zamora: Edad: 2 años. Enfermedad Parálisis Cerebral. Se encuentra en PROPACE,
a través del ISS, Institución que considera que el niño debe "continuar
tratamiento integral de rehabilitación".
22. Fabián Martínez
Briceño: Edad: 2 años 5 meses. Enfermedad Parálisis Cerebral. Microcefalia. El
niño se encuentra afiliado a PROPACE a través del ISS. Su madre afirma que
"gracias a la rehabilitación y el tratamiento que está recibiendo en
PROPACE el niño ha progresado bastante.". Esa insitución opina que
"el niño deberá continuar el tratamiento integral de rehabilitación para
1995".
23. Viviana
Gutiérrez Alvarez: Edad 3 años y medio. Enfermedad: Microcefalia, fue operada
para introducirle una válvula, razón por la cual necesita controles
períodicos. Se encuentraba en terapias de rehabilitación en el ISS, hasta que
esta entidad resuelve, el 12 de mayo de 1994 "no autorizar prórroga de
servicios asistenciales".
PROPACE opina que
"Por las razones anotadas, Viviana continuará en PROPACE en 1995".
24. Gabriel Fernando
Serrato Benito: Nace: febrero de 1991. Enfermedad Parálisis Cerebral. El niño
se encuentra afiliado a PROPACE a través del ISS, en donde, como lo afirma la
madre (mujer viuda) "ha tenido y le he visto progreso, ya sostiene la
cabeza, se para con apoyo, dá pasos y está empezando a sostenerse totalmente
sentado, con ayuda ya trata de sentarse solo, es más dinámico y tiene mejores
movimientos.."
PROPACE sugiere
"continuidad en PROPACE, solo por 6 meses; después se sugiere ingreso a
Instituto para retardo mental severo".
25. Andrea Carolina
Castiblanco Carpintero. Edad: 4 años 7 meses. Enfermedad Parálisis Cerebral.
La niña se encuentra afiliada a PROPACE, a través del ISS. Se encuentra dentro
del expediente una certificación firmada por el doctor CARLOS MORA MORA, Director
de PROPACE, en donde consta que la niña "ha hecho progresos motores. El
14 de septiembre de 1993, fue vista por Ortopedia doctor Valentín Malagón quien
recomienda férulas plásticas cortas para los pies y fisioterapia, pero considera
muy conveniente alargamiento quirúrgico de aquiles en un futuro próximo. Es
indispensable continuar su tratamiento de rehabilitación.". El ISS a
partir de febrero 3 de 1994, resuelve "no autorizar prórroga de servicios
asistenciales."
PROPACE afirma que
la niña "Deberá continuar recibiendo instrucciones en la escuela como
también continuar el tratamiento de rehabilitación integral en esta Institución
para 1995".
26. Oscar Javier
Hernández Vaquiro: Edad: 3 años. Enfermedad Parálisis Cerebral. El niño se
encuentra en terapias. El ISS a partir de enero 27 de 1994 resuelve "no
autorizar prórroga de servicios asistenciales". Se encuentra afiliado a
PROPACE a través del ISS, quienes consideran que el menor "debe
continuar tratamiento de rehabilitación integral en 1995".
27. Andrés Felipe
Valencia Vargas: Nace: mayo de 1991. Enfermedad: Parálisis cerebral. Se
encuentra afiliado a PROPACE a través del ISS, y de acuerdo con la hoja de
evolución de enfermedades, que lleva el ISS, en informe de fecha 24 de febrero
de 1994, se traza como plan “continuar en tratamiento de rehabilitación ya
que puede alcanzar mas en la funcionalidad neurológica.”.
PROPACE el plan con
el menor es "Continuar tratamiento de rehabilitación Integral en PROPACE
para 1995".
La Defensoría del
Pueblo, presenta dos acciones de tutela, en favor de Andrés Felipe, una ante el
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, Sala de Familia y otra ante el mismo
Tribunal, Sala Penal.
28. Karen Andrea
Arenas Botia: Nace: febrero de 1992. Enfermedad Parálisis Cerebral. La niña se
encuentra en tratamiento para el seguimiento de su enfermedad.
La junta de PROPACE
afirma que la niña "Deberá ingresar a un Centro de Retraso Mental, Santa
María de la providencia, una vez adquiera marcha e independencia en actividades
básicas cotidianas, a fines de 1994."
29. Gina Tatiana
Figueroa Segura: Edad: 4 años. Enfermedad: Retardo motor. La niña se
encontraba en PROPACE, por intermedio del ISS, pero luego de 7 meses de
tratamiento, afirma la madre, "los especialistas realizaron una
conferencia en la cual decidieron que GINA TATIANA FIGUEROA SEGURA, no seguiría
con el tratamiento sino hasta diciembre de 1993, debido a la poca mejoría que
presentaba. En la Clínica del Niño Jorge Bejarano, le estaban concediendo una
prórroga anual en los servicios de: ortoptica, optapmología, neurología, RH,
odontopediatría, y ocasionales consultas con el pediatra.."
Por información
suministrada en el Instituto PROPACE, la niña "se retiró de la Institución
por "dificultades familiares", pero la madre rechaza esta imputación
y sí la está tratando la Clínica Bejarano.
30. Oscar Iván
Buitrago Navas. Edad 8 años. Enfermedad Parálisis Cerebral. Se encuentra en
PROPACE, quienes conceptúan diciendo que el menor "debe permanecer
recibiendo tratamiento de rehabilitación en PROPACE, para 1995, se le deben
proporcionar actividades que le sean de utilidad."
31. María Camila
Vera Jiménez: Nace: Junio de 1993. Enfermedad Parálisis Cerebral. La niña se
encuentra en PROPACE, quienes consideran que la niña "deberá seguir
recibiendo tratamiento de rehabilitación integral en 1995".
32. Ingrid Yolima
Rodríguez Moreno: Edad: 20 meses. Enfermedad: Parálisis Cerebral. Afirma la
madre que "la niña ha avanzado un poco pues ya se mueven harto, es
entendida, balbucea algunas palabras, pero también le falta mucho pues a la
edad que tiene no se sienta, le falta acabar de sostener bien la cabeza,
mantiene las manos cerradas.".
33. Diver Anderson
Escobar: Edad: 1 año 4 meses. Enfermedad Parálisis Cerebral. Hidrocefalia. No
tiene pronóstico favorable de curación en neurología y neurocirugía. Pero en
la historia clínica se evidencia evolución dentro de su enfermedad. Noo se le
prestan servicios completos, ya que al parecer se lo trata en neurología y
neurocirugía.
34. Orlando Tijaro
Trujillo: Edad: 4 años. Enfermedad: Retraso Sicomotor. Tiene válvula de
Jakin. El niño cuenta con servicios de neurología en el ISS, el médico C.
Amézquita, de esa institución considera que el niño "refiere muy
significativa de rendimiento "escolar desde inicio de CBZ.- Continúa en
manejo multidisciplinario".
35. Jersson
Alexander Beltran Castillo: Edad: 3 años. Enfermedad Parálisis Cerebral. El
niño necesita una operación según el médico ortopedista.
36. Edgar Ricardo
Bedoya Quitiaquez: Edad: 5 años. Enfermedad Parálisis Cerebral. El niño se
encuentra en PROPACE, que de acuerdo con lo que la madre afirma, "se ha
venido rehabilitando hasta el momento, presentando una mejoría paulatina a
medida que avanza el tratamiento."
En concepto de
diciembre 6 de 1994, valoración períodica que PROPACE realiza a los niños que
está rehabilitando, no se aprecia recomendación ni plan a seguir con el menor
Edgar Ricardo, pero se evidencia una evolución en la enfermedad con las
terapias.
37. Angelica
Vasquez Chinome: Nace: diciembre de 1988. Enfermedad Parálisis Cerebral. El
centro de educación especial del Hospital de la Misericordia, en evaluación de
noviembre de 1994, consideran que “la asistencia al Centro y al grupo
específico del trabajo ha influído positivamente en los logros obtenidos.”.
“Se recomienda continuar.”
38. Sergio
Mauricio Acosta: Edad: 3 años. Enfermedad: Parálisis Cerebral. El niño se
encuentra en PROPACE, remitido por el ISS, y según afirma el director de ese
Instituto, el niño "deberá continuar con su tratamiento de rehabilitación
integral en esta Institución el próximo año (1995)."
Se encuentran dentro
del expediente dos conceptos para el comité científico de prórrogas de
servicios asistenciales, y figura un concepto otorgado por el fisiatra Arturo
Cuenca, en donde dice que "no existe pronóstico favorable de
curación". Como glosa de este documento, se encuentra el siguiente texto
"se ha alcanzado progresos funcionales y es de esperar progrese más".
Se encuentra otro concepto del mismo paciente, en donde figura un "SI
existe pronóstico favorable de curación."
39. Deisy Rodriguez:
Edad: 3 años. Enfermedad Parálisis Cerebral. El director del Instituto PROPACE
opina que la niña debe "continúar tratamiento en PROPACE en 1995."
40. Michael Steven
Beltrán. Edad: 3 años. Enfermedad: Hidrocefalia y Parálisis cerebral. El niño
tiene válvula programable, para el control de la hidrocefalia, por lo que
requiere controles médicos períodicos.
41 Juan Pablo
Rodríguez Hernández: Edad: 4 años. Enfermedad: Parálisis Cerebral y epilepsia.
Ha sido atendido en la clínica del niño. Se encuentra evolución dentro de su
enfermedad.
Conclusión: De acuerdo con los conceptos médicos y la
historia clínica de cada uno de los niños, sus enfermedades son susceptibles de
ser atendidas medicamente, por cuanto su curación (en el sentido que la Sala lo
entiende) es factible de obtener, luego prospera la tutela.
-En el caso de Cindy
Sanchéz, el decreto reglamentario de la Ley 100, que hemos citado, permite la
prestación de "ciertos servicios medico-asistenciales" que allí se
establecen.
-Respecto de las
niñas Melani Cifuentes Silva y Paola Marroquín, favorecidos por la tutela
provisional de junio 14 de 1994, hay que advertir que la Fundación para la
Educación Especial informó a esta Sala, que los menores fallecieron en mayo de
1994, luego la acción de tutela ya no es procedente.
V. TUTELA
T-55600, TAMBIEN PROPUESTA POR EL DEFENSOR DEL PUEBLO.
En esta tutela se
profirieron los siguientes fallos: del Tribunal Superior, Sala de Familia,
octubre 18 de 1994 y de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil,
de noviembre 22 de 1994, concedieron la tutela a todos los niños a cuyo nombre
habló el Defensor del pueblo sinembargo se hará el estudio individualizado.
1. Diego Mendigaño.
Padece: parálisis cerebral. En la historia clínica del niño, encontramos
concepto de julio 19 de 1994, se conceptúa que el menor “necesita prórroga pero
hay que entender que su enfermedad es entrenable y parcialmente educable pero
no curable.”. En Septiembre 16 de 1993, la Institución PROPACE, consideró que
el menor debe salir de esa Institución, por padecer de un retardo mental
severo, y como lo afirma el Director de esa Institución, “no se justifica
permanecer aquí para que camine y logros muy demorados”. En la historia
clínica del niño, se encontró un informe de psiquiatría de marzo 25 de 1994, en
donde se afirma sobre la dolencia del menor que “no es una enfermedad
curable, pero respecto a su R.M. es entrenable y parcialmente educable.”.
2. Johana Garzón.
Enfermedad: deficiencia proximal de femur derecho. En la hoja de evolución de
enfermedad que lleva el ISS, el departamento de ortopedia conceptuó que el
“paciente con deficiencia proximal de femur derecho, se le practicó amputación
del pie derecho a octubre de 1993, se instaló prótesis que le queda pequeña. Requiere
cambio de prótesis. Paciente que por su afección no es susceptible de
curación o recuperación a la normalidad, pero puede mejorar funcionalidad
usando la prótesis proscrita.”.
3. Gina Ochoa.
Enfermedad: autismo y retardo mental. El 24 de marzo de 1994, neurología
conceptuó que la menor no tiene concepto favorable de curación pero “requiere
manejo integral por psiquiatría, neurología”. Como recomendación se encuentra
que “debe manejarse en institución.”
4. Andrea J. Cano.
Enfermedad: Síndrome de Dawn. Dentro de la historia clínica de esta menor se
encontró un concepto de psiquiatría, de fecha 19 de mayo de 1994, donde se
considera que “de alguna manera hay que dejarla en Fe. Desde que la niña
entró se ha superado bastante, bastante. Si es evidente su progreso se dá
M.A.”.
5. Diego Galindo.
Enfermedad: Parálisis Cerebral. Autismo. El niño asistía al “Gimnasio de
Educación Especial “Federico Froebel”, pero por los escasos recursos de sus
padres, debió retirarse. El concepto de julio 10 de 1994, emitido por
psiquiatría dice que el niño “ya vá solo al baño, inicia el comer solo, su
mejoría es evidente pero su prórroga termina el 4 de agosto.”. Continúa
diciendo que “mi concepto es de un RM con rasgos autistas, no es curable
pero si tiene algunas posibilidades de rehabilitación. En informe de julio
8 de 1994, de ese mismo departamento, se encontró que “este niño con la debida
habilitación lograría progreso. Está en Instituto y ha mejorado
considerablemente.”.
6. Monica A. Clavijo
López. Enfermedad: osteogenesis imperfecta. El médico Arturo Cuenca, del
servicio de rehabilitación del ISS, consideró que la niña no tiene pronóstico
favorable de curación sin embargo si opina el médico que la niña “requiere
ayuda para mejorar funcionalidad”.
7. Maria Camila
Clavijo López. Enfermedad: osteogenesis imperfecta. En la história clínica de
la niña se encuentra que requiere controles médicos periódicos. Además se
evidencia que la menor tiene avances significativos dentro de su enfermedad.
8. Carolina Forero.
Enfermedad: Síndrome de Dawn. Un especialista en rehabilitación, según concepto
con pronóstico no favorable de curación, de fecha 14 de julio de 1994, opina
que la niña “puede ayudarse con estimulación y c. especial”. Igualmente
el neuropediatra Oscar Hincapié, el 21 de febrero de 1994, otorga un concepto
negativo de recuperación, para esta menor, pero considera que “requiere
rehabilitación.”.
9. Johan Peñaranda.
Padece: retardo mental. En la hoja de evolución de la enfermedad del menor,
esta Sala de Revisión encontró un concepto del médico C. Amezquita del ISS,
donde se afirma que Johan “requiere manejo integral por RHB NQX y
neurología.”.
10. María Alejandra
Mosquera. Enfermedad: Hidrocefalia y retardo mental. Los médicos
especialistas en rehabilitación, consideran que el mal de esta menor es “no
curable pero puede ayudarse dentro de su patología severa del SHC.”.
11. Cristian David
García. Padece: parálisis cerebral. Asiste a PROPACE, a través del ISS.
Según informe de evolución, encontrado en la historia clínica del niño de fecha
agosto 3 de 1994, “se observa grandes logros dentro de su enfermedad.”
12. Michael Niño.
Padece: hidrocefalia y retardo mental. Tiene válvula de Jakin. En informe de
neurocirugía de abril 14 de 1994, se “dán indicaciones a la madre para bombeo.
Control en 4 meses. Se recomienda seguimiento clínico y escanográfico
periodico.”
13. William A.
Morales: Enfermedad: osteomelitis y artritis séptica en femur y rodilla. El
niño ha sido intervenido quirúrgicamente varias veces, en las Clínicas del ISS,
incluso le encontraron una diferencia de longitud entre las dos piernas. En
mayo 20 de 1993, se inicia proceso de “alargamiento”. El niño necesita
nueva cirugía, pero la prórroga le fue autorizada hasta el 13 de septiembre
de 1994.
14. Juán Camilo
Salgado. Enfermedad: parálisis cerebral. En los diferentes informes de
evolución del mal del niño, podemos evidenciar que dentro de su enfermedad, ha
obtenido grandes logros. Así, en valoración de agosto 12 de 1991, se dice que
el paciente “aún no sostiene la cabeza bien, no hay balance sentado, persiste
su cuariplesia espástica severa, no fija la mirada... la respuesta auditiva es
pobre.”. En informe de agosto a septiembre de 1993, podemos ver que el
“paciente sostiene la cabeza, mejora interacción con el medio, tiene sonrisa y
busca ojos.”. En informe de mayo 20 de 1993, el niño “responde a algunos
sonidos.”. Los médicos concluyen que el menor “necesita rehabilitación y
control permanente de ojos y oídos.”
15. Jennifer A.
Sastoque. Padece: Síndrome de Dawn. Asiste al FE. En su historia clínica, se
encuentran informes que evidencian su evolución dentro de su enfermedad. El 15
de marzo de 1994, se describe que la paciente “ha respondido efectivamente,
reconoce las partes del cuerpo y prendas de vestir, obedece ordenes sencillas.
La paciente desde febrero ingresó al jardín medio tiempo, donde se ha adaptado
muy bien.”. Psiquiatría dá un pronóstico favorable de curación, en este
campo.
16. Jaime Andrés
Pinzón. Padece: Síndrome de Dawn. Se encuentraba en controles cardíacos,
oftalmológicos y neurológicos permenentes, pero no se le otorgó prórroga. En
la historia clínica vemos como el niño evoluciona en su enfermedad.
17. Jonathan
Pinzón. Niño con síndrome de Zellweger, “entidad caracterizada por una
displasia metabólica que produce malformaciones en diferentes órganos
incluyendo Sistema Nervioso Central, con un muy mal pronóstico desde el punto
de vista neurológico y de sobrevida.” Se encontraba en terapia respiratoria,
hasta que el ISS, decidió no prorrogar este servicio asistencial, pero el menor
necesita tomar droga permanentemente.
18. Miguel Gámez.
Enfermedad: parálisis cerebral. Tiene prótesis ocular izquierda. El niño sale
del Instituto PROPACE, por cuanto los galenos de esa institución opinan que el
“paciente ha cumplido 4 años de atención en PROPACE, en quien por los
resultados obtenidos, se recomienda un instituto que ofrezca custodia para
niños severamente discapacitados y con deficit mental severo.”. Pero en
informe de neurología se encontró que el niño “requiere plan de rehabilitación
para mejorar funcionalidad.”
19. Camilo A.
Rodríguez. Enfermedad: cifoescoliosis congénita toraxica. El menor fue
operado en 5 oportunidades en el Hospital de la Misericordia, remitido por el
ISS. El niño necesita controles periódicos de su dolencia, por que “al parecer
su enfermedad es progresiva", opinan los médicos, según historia clínica.
Además, Camilo requiere de otra cirugía.
20. Jennifer
Larrota. Enfermedad: parálisis cerebral. Debe suministrarsele droga diaria de
control periódico. El médico del servicio de rehabilitación, rindió concepto
no favorable de curación, (abril 14 de 1994), pero considera que “requiere
ayuda para mejorar funcionalidad.”
21. William Moreno.
Padece: retardo mental. El 27 de febrero de 1994 un especialista en
rehabilitación conceptuó que el menor no tiene pronóstico favorable de
curación, pero que “requiere c. especial”. Asiste al Gimnasio
Resplandor, institución que en abril 5 de 1994, realizó la evalución del niño,
considerando que el menor “puede ingresar a los programas de terapia
ocupacional, de lenguaje y académico.”.
22. Jonathan Hoyos
P. Enfermedad: parálisis cerebral. Un médico especialista en rehabilitación,
en concepto no favorable de curación, de fecha 31 de enero de 1994, consideró
que “debe buscarse mejoría funcional parcialmente.”
23. Monica M.
Valderrama. Enfermedad: síndrome de west, epilepsia mixta refractaria. Esta
paciente presenta crisis convulsivas, razón por la que el ISS, realiza
controles médicos períodicos, más tratamiento con medicamento de control.
24. Cristhian
Rodríguez. Padece: parálisis cerebral.El menor se encuentra en rehabilitación
en el Hospital de la Misericordia. La madre afirma que el niño “durante el
tiempo que tuvo las terapias, su rehabilitación fue notoria, a pesar de ser
lenta, se notaba el cambio en sus movimientos, forma de hablar, forma de
actuar. Sin las terapias el niño queda condicionado a depender de alguien
toda su vida.”
25. Geraldine Díaz.
Enfermedad: parálisis cerebral. Dentro de la evolución de la enfermedad de la
niña y el relato de la madre, se evidencia que la menor tiene muy poca
evolución, dentro de su cuadro clínico. Afirma la madre que Geraldine “no
habla, no coordina los movimientos, ni las ideas, camina totalmente mareada. La
llevé a un jardín y la niña no me la recibieron por que era discapacitada para
estar allí.”.
26. Diana
Sarmiento. Enfermedad: síndrome de west y retardo sicomotor. La niña necesita
tratamiento con medicamentos de control. El médico fisiatra en mayo 20 de
1994, consideró que la menor no tiene concepto favorable de curación, “pero
requiere ayudas para mejorar funcionalidad.”
27. Maria Alejandra
Castillo. Padece: parálisis cerebral y cataratas congénitas. El 25 de mayo de
1994, el Instituto PROPACE aprobó su ingreso. El médico del ISS, Oscar
Hincapie, dió concepto no favorable de curación, para la enfermedad de la niña,
pero considera que ella, “requiere rehabilitación.”
28. Diego E.
Rodríguez. Padece de talus vertical. El niño fue sometido a dos intervenciones
quirúrgicas, pero necesita una nueva operación para corregir deformidad,
que no se pudo programar por que el ISS negó la prórroga en la prestación de
servicios asistenciales.
29.Oscar Varela.
Enfermedad. síndrome de dawn. De acuerdo con la historia clínica del menor se
evidencia que existe una evolución considerable dentro de su enfermedad.
30. Carlo Eduardo
Triana. Enfermedad: síndrome de dawn y estrabismo. Asiste al Fe. El niño
tiene prórroga en los servicios de oftalmología, ortoptica, psiquiatría y
endocrinología. Solicita se le reanude la prestación del servicio de
rehabilitación. Según la historia clínica del niño se encuentra que él “ha
progresado con terapias de rehabilitación”, y que la prestación de ese
servicio es un medio importantísimo para obtener mejor calidad de vida en este
paciente.
31. Jhon Jairo
Herrera. Enfermedad: síndrome de dawn. Asiste al FE. Según la historia
clínica del menor, éste presenta una evolución notoria dentro del progreso de
su desarrollo. Psiquiatría en diversos informes considera que “el manejo ha
sido satisfactorio”, Jhon presenta “avances en todo”, “ha mejorado bastante
bastante.”.
32. Jair Alberto
González. Enfermedad: parálisis cerebral. Tuvo una intervención quirúrgica en
la pierna. Asistía al Instituto Colombiano de Rehabilitación T.D. Roosewelt.”,
quienes afirman que el menor evoluciona dentro de su enfermedad.
33. Leonardo Ordoñez
Posada. El niño nace con hidrocefalia. Se le colocó válvula de Jakin, pero se
infectó, originando una meningitis., por lo que requiere un control médico
permante, aunque el departamento de Neurocirugía del ISS, dió un pronóstico
no favorable de curación en agosto 16 de 1994.
34. Humberto Orjuela
Ruíz. Sufre de un retardo sicomotor, tiene la válvula de Jakin. El ISS, le
venía prestando servicios asistenciales de terapia física, ocupacional, de
lenguaje y servicios de neurología.
35. Gustavo Adolfo
Ortíz. Padece de meliomeningocel. El médico neuropediatra Oscar Hincapie, dió
pronóstico no favorable de curación, en julio 28 de 1994, pero como glosa
aconseja que el niño requiere rehabilitación multidisciplinaria, para mejorar
funcionalidad neurológica.
36. Luisa María
Paez. Padece de meliomeningocel e hidrocefalia, para lo cual se le colocó la válvula
de Jakin. La niña se encontraba en controles médicos permanentes en fisiatría,
neurocirugía y ucología y requiere que se continúen.
37. Miguel Angel
Ramírez Vaca.nace el 29 de julio de 1992. febrero 24 de 1994, el ISS, resuelve
“no autorizar prórroga de servicios asistenciales”.
38.Andrés Alberto
Rodríguez Pérez. El niño presenta artritis séptica de cadera derecha. Los
médicos del ISS, habían programado una cirugía para el niño, a efectuarse el
15 de julio de 1994, pero no obtuvo prórroga en la prestación de servicios
asistenciales y necesita la cirugía.
39. Natalia
Rodríguez Sánchez. Padece de Ortigripasis. El ISS, presta esta niña la
asistencia médica en varias áreas de la medicina, exepto en ortopedia, que
según lo afirma la madre “es el área que más necesita por las terapias.”
40. Camilo Fernando
Sánchez. Padece de retraso motriz. El ISS lo atendió hasta el 6 de enero de
1994. El niño estuvo en PROPACE, y como lo afirma la madre en la solicitud
presentada a la Defensoría del Pueblo, el niño durante el tiempo que estuvo en
terapia, presentó grandes adelantos en su enfermedad. El médico fisiatra del
ISS, conceptuó pronóstico no favorable de curación, pero “sinembargo puede
esperarse mejoría funcional.”
41. Jaime Andrés
Bernal Martínez. el niño presenta síndrome de West. El ISS lo atendió hasta
mayo 5 de 1994. De acuerdo con apartes de la historia clínica allegada al
proceso, el niño presenta evolución dentro de su enfermedad.
42. Fabián Andrés
Aldana. Presenta Síndrome de Criduchat. Tuvo luxación congénita de caderas y
retardo mental. Dentro de la historia clínica del niño se encontró informes
del médico C. Amezquita, neurólogo del ISS, donde recomienda “continuar con el
manejo de rehabilitación” y “tratamiento médico integral”. El médico Arturo
Cuenca, conceptuó el 23 de marzo de 1994, pronóstico no favorable de curación,
a pesar de que “requiere ayudas para mejorar funcionalidad.”
43. Ingrid Rodríguez
Tenorio. Parálisis Cerebral. Actualmente el ISS le presta servicios de
oftalmología y ortopedia. Pero el Servicio de neurología fué suspendido por no
presentar pronóstico favorable de curación. Según documentos allegados al
expediente se evidencia que la niña presenta evolución dentro de su enfermedad.
44. Sergio Enrique
Rubiano Vásquez. Enfermedad: Síndrome de West. Nace: enero 13 de 1993. En
marzo 9 de 1994, el médico fisiatra del ISS, conceptuó pronóstico no favorable
de curación, pero como anotación final colocó que el niño “requiere ayuda para
mejorar funcionalidad.”
45. Juan Hernando
Sabogal. Enfermedad: Como consecuencias de un meningocele lumbar presentó
luxación de cadera, pie equino varo. Se le practicó cirugía correctiva en el
pie y las caderas. En informe de marzo 15 de 1994, el doctor Oscar Hincapié,
plantea el plan a seguir con el niño “tratamiento de rehabilitación
multidisciplinaria.”.
46. Paul Salamanca
Chía. Enfermedad: síndrome de dawn. Psiquiatría, dice en enero 20 de 1994, que
si existe pronóstico favorable de curación.
47. Angela Samper
Vivas. Padece de Parálisis Cerebral. Fuero de la Solicitud de tutela no hay
ningún otro elemento ilustrativo, ni se encontró historia clínica.
48. Andrea Paola
Sánchez Espinel. Enfermedad: mielomeningocel. Presentó hidrocefalia, se le
colocó la válvula de Jakin. Narra la madre que la evolución que la niña
presentó dentro de la enfermedad es notoria y muy gratificante, gracias a las
cirugías que se practicaron a la niña, su movimiento mejoró enormemente.
49. Juan David Tafur
Suárez. Enfermedad: mielomeningocele. El niño tiene pronóstico favorable de
curación en los servicios de nefrología, urología, ortopedia, rehabilitación,
no en neurología, atención necesaria para la rehabilitación del niño.
50. Jennifer Torres
Calvo. Padece de Parálisis Cerebral. En escrito allegado al expediente, se
encuentra un concepto del doctor Arturo Cuenca, fisiatra del ISS, en donde
sugiere llevar a la niña a una institución particular.
51. Helen Vargas
Valencia. Enfermedad: Agenesia. El Defensor del Pueblo asegura que la niña,
necesita de los servicios médicos que presta el Seguro Social.
52. Catalina
Velásquez Cantor. Enfermedad: Síndrome de Dawn. La niña presenta evolución
dentro de su enfermedad.
53. Edison Vergel
Tiria. Padece: retardo mental. No tiene pronóstico favorable de curación,
según concepto de neurología de fecha 21 de junio de 1994, pero con evolución
dentro de su enfermedad.
54. Gina Villadiego.
Padece: Parálisis Cerebral. No tiene pronóstico favorable de curación en
neurología y rehabilitación, según conceptos de febrero 26 y marzo 16 de 1994,
pero la niña presenta evolución dentro de su enfermedad.
55. Jubi Tatiana
Villaraga. Enfermedad: Síndrome de Dawn. En concepto de psiquiatría de fecha
julio 13 de 1994, la niña no tiene pronóstico favorable de curación. Como
anotación final a este concepto, el especialista opina que “con la adecuada
habilitación se lograría mejora mas no cura de su cuadro”.
56. Sandra J.
Aguilera Mesa. Equinovaro en el pie derecho. Ortopedia conceptuó que no existe
pronóstico favorable de curación, el día 15 de julio de 1994. En la hoja de
evolución médica de la niña se encontró esta anotación con fecha de septiembre
23 de 1994, se le explica a la madre “que nosotros solo, por orden de la
dirección de la clínica, anotamos si el paciente tiene pronóstico de curación o
restablecimiento a normalidad o no lo tiene desde el principio, los problemas
del P.E.V.C. pueden mejorar con el tratamiento ortopédico que debe
seguirse..”
57. Jennifert Lorena
Angel Castañeda. Enfermedad: Síndrome de Torchs. La niña se encontraba
recibiendo servicios de ortopedia, neurología, urología, optometría, optortica,
rehabilitación, nefrología y pediatría. La madre afirma que la menor, por su
enfermedad, debe tener “estricta vigilancia médica”, aspecto que permitió en la
niña “cada vez mayor recuperación”. El ISS, diagnosticó concepto favorable de
curación en el área referente a urología.
58. Kevin Eduardo
Aranguren Buitrago. Enfermedad: Síndrome de West. De acuerdo con informes
allegados al expediente, el niño se encuentra libre de crisis convulsivas hace
algún tiempo. Requiere control de medicamento.
59. Diana Carolina
Arias Puentes. Enfermedad: Epilepsia, prestaba servicios de neurología y el
suministro de droga anticonvulsionante, medicamento de consumo diario y control
periódico.
60. Diana Catalina
Betancur. Enfermedad: Síndrome de Dawn. La niña se encuentra inscrita en el
FE. Presentó enfermedades pulmonares.
61. Wilson Daniel
Bueno Samudio. Enfermedad: Síndrome de Dawn. Asiste al FE, con evolución
dentro de su enfermedad.
62. Esteban Buitrago
del Castillo. Padece de Parálisis Cerebral. Nace: octubre 31 de 1993. En la
historia Clínica del niño se encuentran valoraciones del médico Luis Fernando
Morales, de fecha Marzo 3 de 1994, quien encontró que el niño “no se sostiene
sentado, vé y oye bien a juicio de la madre, atiende al llamado, balbucea, se
voltea solo....” y se aconseja “seguir terapia física.”.
63. Sharol Pamela
Caicedo. Padece: Síndrome de Dawn. Asiste al FE. Se allega al expediente un
carné de consultas médicas en la Fundación Cardio- Infantil, atención que se
realiza, a través del ISS.
64. Ana María
Cardozo. Enfermedad: Sïndrome de Dawn. El ISS, le presta los servicios de
cardiología, odontología y oftalmología. La niña presenta evolución dentro de
su enfermedad.
65. Bryan Gerardo
Carreño Joya. Enfermedad: Síndrome de Daw. El niño asiste al FE, evolucionando
dentro de su enfermedad.
66. Jose David
Cuellar. Enfermedad: Meningocele lumbo Sacro. Hidrocefalia. El niño tiene
válvula de Jakin, por lo que necesita control médico periódico.
67. Paula Ximena
Cuesta. Enfermedad: Síndrome de Dawn. La niña tiene luxación de caderas, por
lo que se le han practicado 2 cirugías, en la última le colocaron un clavo y
platino, elementos que deben ser retirados en una tercera cirugía.
68. Jaime Alexander
Faladiche. Enfermedad: Síndrome de Dawn. El niño asiste al FE, con logros
importantes dentro de su dolencia.
69. Daniel Felipe
Figueroa. Padece: Parálisis Cerebral. Hidrocefalia. Tiene Válvula de Jakin.
En junio 20 de 1994, le fue aprobado el ingreso a PROPACE, para rehabilitación
integral.
70. Leydi Natalia
Fonseca. Padece: Sordera. Se encontraba afilidada, a través del ISS al
Instituto Colombiano de Audición y el Lenguaje, quienes en junio 24 de 1994,
dieron concepto en los siguientes términos: “Desafortunadamente por la
patología que la niña padece consideramos que no puede suspender las terapias
ocupacional y física ya que aún no no ha logrado un desarrollo funcional que le
permita un adecuado desempeño tanto en el colegio como en el hogar.”.
71. Jorge Eduardo
Galindo Ojeda. Dice la Defensoría que la Enfermedad es Hidrocefalia, pero no
hay ninguna prueba, ni historia clínica.
72. Johana Marín
Orjuela. Esta niña y el siguiente está en la misma condición de Galindo Ojeda.
73. Juan Camilo
Marín Londoño
74.Karen Paola
Mahecha. Tampoco hay prueba alguna.
75. Freddy Martínez.
76. Jaison Méndez
Suárez. Enfermedad: Epilepsia parcial, por esta dolencia, el niño ha estado en
controles neurológicos permanentes. Desde hace un tiempo el niño no presenta
convulsiones. De acuerdo con la historia clínica analizada, se encontró un
manejo en psiquiatría por hiperactividad, dentro del cual se requiere manejo
especializado en forma directa. Campo dentro del cual, el niño puede obtener
logros.
77. Luis Eduardo
Leon Bernal. Enfermedad: parálisis cerebral. Narra la madre del niño, que el
menor asistió a PROPACE, durante un año, al término de este tiempo fue
rechazado. Luego asistió por tres años, al centro de educación CEPITYN. La
útlima institución donde el niño estuvo se llama YO SOY UTIL, pero por
problemas económicos de la familia, tuvo que retirarse. Ese centro de
educación especial, en informe aportado al expediente analiza la importancia de
la continuidad con el tratamiento.
78. Fredy Andres
Lozano Puentes. Padece de retardo mental, epilepsia y presenta rasgos
autistas. Dentro de los informes de los distintos especialistas se encuentra
como nota generalizada, la recomendación de un “manejo en educación especial”,
“terapias físicas y de lenguaje”, que permitan una evolución, dentro de la
enfermedad del niño.
79.Maria Fernanda
Isaza Guerrero. Enfermedad: Síndrome de Dawn. De acuerdo con informes de
psiquiatría, la menor tiene un “aceptable pronóstico y buenos logros en
rehabilitación y psiquiatría.”, lo que permite concluír avances dentro de su
enfermedad.
80.Fabian Camilo
Guillen. No tiene ningún elemento de juicio que permita estudiar este caso
concreto.
81. Ivonne
González. Enfermedad: Retardo en desarrollo sicomotor, problemas pulmonares.
De acuerdo con la historia clínica de la niña se evidencia unnotable progreso
dentro de su enfermedad.
Conforme ya se
advirtió, a todos estos niños las sentencias de primera y segunda instancia les
concedieron la tutela con fundamento en los razonamientos que se resumieron al
principio de este fallo de revisión. Sin embargo, la Sala de Revisión ha
estimado prudente estudiar cada caso para ver si los niños tienen una
enfermedad curable en la acepción que la Corte le ha dado a este calificativo y
no en el sentido restrictivo que le dió el I.S.S.. La lectura de los casos
permite concluir: Que no hay ningún elemento de juicio, inclusive no aparece
historia clínica, respecto a los solicitantes: Angela Samper, Jorge Eduardo
Galindo, Johana Marin, Juán Camilo Marín, Karen Mahecha, Freddy Martínez y
Fabian Camilo Guillén, por lo tanto la tutela no prospera para ellos, pero, si
algunos de sus padres es afiliado del I.S.S., los niños quedan amparados por lo
establecido en la Ley 100 de 1993 y sus normas reglamentarias.
Respecto de los
otros niños, prospera la tutela porque las historias clínicas respaldan la
continuación de la prestación de los servicios médicos asistenciales, y si
alguna duda surgiere, se resuelve en favor del menor por el derecho a la
cobertura familiar.
VI. TUTELA T-
51287, INTERPUESTA POR CINCO MADRES.
El expediente se
refiere a estos cinco niños:
1. Juan David Durán
Chavez. Padece: retraso mental. Según valoración de la Psiquiatra forense,
doctora Nancy De la Hoz Matamoros, del Instituto Nacional de Medicina Legal, el
menor debe ser tratado por un “equipo interdisciplinario, pediatra, terapeuta del
lenguaje, ocupacional, neuropediatría, educadora especial y trabajadora
social. El menor debe recibir este tratamiento para que conserve lo aprendido
y continue este proceso.
2. Jhon Alexander
Mendez Caro. Presenta: hidrocefalia, retardo del desarrollo psicomotor
secundario. De acuerdo con el médico de grupo de la Clínica Forense del
Instituto de Medicina Legal, doctor Marco Fidel Solarte Chamorro, el niño
presenta “retardo mental moderado cuya patología no es posible de erradicar,
pero sí disminuír sus secuelas con un adecuado manejo de rehabilitación. Por
consiguiente requiere continuar con apoyo médico interdisciplinario.”
3. Stheffany Tiria
Guerrero. Presenta: retraso en el desarrollo psicomotor. Considera la doctora
Victoria Villegas Mejía, de medicina legal, que “la niña con el RETARDO MENTAL
entre severo y profundo que presenta es prolongado y complejo por lo general
costoso, ya que idealmente debe ser realizado por un equipo de profesionales
neuropediatra, psicologo clínico, trabajador social, terapista físico y
ocupacional, todo con el fin de lograr un desarrollo integral.”
4. Sergio Andrés
Díaz. La doctora María Zenaida Cuervo Rojas, médico forense de medicina legal
concluye que este menor “con retardo psicomotor marcado y trastorno visual
auditivo, quien requiere actualmente un programa de rehabilitación continua.
5. Andrés Felipe
Manrique Monterrey. El cuadro clínico del niño se analizó en la primera parte
de esta providencia, allí se hizo referencia a conceptos médicos que aconsejan
continuar con el tratamiento.
Para estos cinco
niños no hay la menor duda de que se debe conceder la tutela y en tal sentido
hay que revocar la decisión de segunda instancia.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO: DENTRO DEL EXPEDIENTE T-44223, REVOCAR la
decisión de única instancia de la Sala Penal del Tribunal Superior de Santafé
de Bogotá, de fecha 14 de junio de 1994, en consecuencia TUTELAR
DEFINITIVAMENTE los derechos a la salud y a la seguridad social de los menores
a cuyo nombre impetró la tutela el Defensor del Pueblo, excepto los que se
indicarán en el numeral 4º de esta parte resolutiva.
SEGUNDO: CON RELACION AL EXPEDIENTE T-55600,
CONFIRMAR la decisión de la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de
Justicia, de fecha noviembre 22 de 1994, en cuanto tuteló los derechos
fundamentales de unos menores excepto los niños que se relacionarán en el
numeral 5º de la parte resolutiva.
TERCERO: Por consiguiente, el Instituto de Seguros
Sociales deberá desde ya prestar todos los servicios asistenciales que
requieran los siguientes menores incluidos en las solicitudes de tutela de los
expedientes T-44223 y T-55600:
ALEJANDRA ARDILA
RAMIREZ, ALEJANDRA GONZALEZ CAMACHO,ALEXANDER BELTRAN CASTILLO, ALEXANDER
SANABRIA MAHECHA, ALEXANDER TAVERA RONDON, ALEXANDRA ALBA MORENO, ALIX DANIELA
PEREZ NEMPEQUE, ALVARO HERNAN MACIAS VERGARA, ANA MARIA CARDOZO AVENDAÑO, ANA
MARIA GARCIA NAVARRETE, ANA MARIA RIVAS ARAUJO, ANDERSON GAITAN PACHON, ANDREA
BASTIDAS GARZON, ANDREA CAROLINA CASTEBLANCO, ANDREA DEL PILAR CHINGATE MONROY,
ANDREA JULIET CANO ALBORNOZ, ANDREA PAOLA SANCHEZ ESPINEL, ANDREA SALENI
JABONERO, ANDRES ALBERTO RODRIGUEZ PEREZ, ANDRES ESTEBAN TRIANA SANCHEZ, ANDRES
FELIPE LEIVA LOPEZ, ANDRES FELIPE MANRIQUE, ANDRES FELIPE ORREGO CALLEJAS,
ANDRES FELIPE TAMAYO DIAZ, ANDRES FELIPE VALENCIA V, ANDRES RICARDO GARNICA
SOSA, ANDRES SETEPVEN SIERRA PALENCIA, ANGELA LIZETH MURILLO DIAZ, ANGELA VEGA
NARANJO, ANGELICA VASQUEZ, ARMANDO SANCHEZ FALCON, BRYAN BARRETO CUELLAR, BRYAN
GERARDO CARREÑO JOYA, CAMILO ANDRES RODRIGUEZ, CAMILO FERNANDO SANCHEZ, CAMILO
MALAGON CAMARGO, CARLOS ANDRES DIAZ MANRIQUE, CARLOS ANDRES MARTINEZ SANABRIA,
CARLOS CASAS MENESES, CARLOS EDUARDO SOLARTE CALDERON, CARLOS EDUARDO TRIANA
CASTRO, CAROLINA FORERO BARINAS, CAROLINA GALLEGO GONZALEZ, CAROLLINNE
ALEJANDRA DIAZ CHAVEZ, CATALINA GARCIA SOGAMOSO, CATALINA VELASQUEZ CANTOR,
CESAR AUGUSTO RODRIGUEZ GONZALEZ, CINDI GARNICA NARANJO, CINDY SANCHEZ PANQUEVA,
CLAUDIA PATRICIA ARENAS GONZALEZ, CRISTHIAN RODRIGUEZ FARFAN, CRISTIAN CAMILO
GARCIA PARDO, CRISTIAN DAVID GARCIA, DANIEL FELIPE FIGUEROA M, DANIEL FELIPE
NIEVES BOJACA, DANIEL ORDOÑEZ CONTRERAS, DANIELA SANTA SOLANO, DARVI PATIÑO
PULIDO, DAVID A. GUERRERO PULIDO, DAVID CAMILO MALAGON, DAVID ESCOBAR, DAVID
LOPEZ CHACON, DAVID RODRIGUEZ, DAVID SALAMANCA FRANCO, DEISY KATTERINE MOLANO
SABOGAL, DEISY RODRIGUEZ MUNAR, DENNIS JONATHAN TORRES FAJARDO, DENNIS TORRES
FAJARDO, DIANA CAMILA FRANCO HERNANDEZ, DIANA CAROLINA ARIAS PUENTES, DIANA
CATALINA BETANCURT SANCHEZ, DIANA MARCELA SARMIENTO DIAZ, DIEGO ALEJANDRO
GALINDO LARA, DIEGO ENRIQUE RODRIGUEZ, DIEGO GONZALEZ ESCOBAR, DIEGO MENDIGAÑO,
DIVER ESCOBAR GONZALEZ, DORIS ROCIO LANCHEROS HASTAMORIR, EDGAR RICARDO BEDOYA,
EDISON ANDRES VERGEL TIRIA, ELENA BAUTISTA RIAÑO, ELIANA ARCILA RODRIGUEZ,
ERIJA MEDINA RODRIGUEZ, ESTEBAN GUIOVANNI BUITRAGO, FABIAN ANDRES ALDANA
BELTRAN, FABIAN MARTINEZ BRICEÑO, FREDDI ANDRES LOZANO PUENTES, FREDDY A.
CEPEDA RUIZ, GABRIEL EDUARDO SERRATO, GERALDINE DIAZ ALTONINEZ, GERALDINE
MATEUS RAMIREZ, GINA LIZETH VILLADIEGO, GINA MILENA OCHOA MONTAÑA, GINA TATIANA
FIGUEROA, GLORIA LUCIA LOPEZ CHIPATECUA, GUSTAVO ADOLFO ORTIZ, GUSTAVO MEDINA
CASTEBLANCO, HECTOR ADRIAN GOMEZ PINEDA, HELEN YIZETH VARGAS VALENCIA, HENRY
ALEJANDRO VERA FRANCO, HUMBERTO ORJUELA R., INGRID RODRIGUEZ TENORIO, INGRID
YOLIMA RODRIGUEZ, IVAN HERNANDEZ GONZALEZ, IVAN SEBASTIAN BUITRAGO, IVONNE
GONZALEZ FRANCO, JAIME ALEXANDER FALADICHE, JAIME ANDRES BERNAL MARTINEZ, JAIME
ANDRES PINZON, JAIR ALBERTO GONZALEZ FELICIANO, JAISON LEONARDO MENDEZ S.,
JAVIER HERNANDO COJO GONZALEZ, JEHHYFFER BASTIDAS GARZON, JENIFFER ALEJANDRA
SASTOQUE AVILA, JENIFFER LARROTA RODRIGUEZ, JENIFFER PAOLA TORRES CALVO, JESUS
CAMILO CRUZ BERNAL, JHON ALEXANDER MENDEZ CARO, JHON DAZA ZAMORA, JHON JAIRO
HERRERA MARTINEZ, JIMENA ALEXANDRA ALBA MORENO, JIMENA CASTAÑEDA MORALES, JOHAN
PEÑARANDA LIZARAZO, JOHANA GARZON TELLEZ, JONATHAN AMAYE MORALES, JONATHAN
FERNANDO PINZON MOLINA, JONATHAN HOYOS PRIETO, JONATHAN TAVERA RENDON, JORGE
EMILIO VILLAMIL LAVERDE, JOSE DAVID RIOS UPEGUI, JOSE DAVIDA CUELLAR MARIN,
JOSE FREDY CARDONA GUIO, JUAN CAMILO BERNAL ESPITIA, JUAN CAMILO SALGADO, JUAN
CARLOS GONZALEZ PIÑEROS, JUAN DAVID DURAN CHAVES, JUAN DAVID TAFUR SUAREZ, JUAN
HERNANDO SABOGAL CORTES, JUAN PABLO RODRIGUEZ H., JUAN SEBASTIAN RIATIVA, JUBI
TATIANA VILLARRAGA PARDO, JUDY ANDREA CAÑON CASTILLO, JULIANA CACERES
VILLALOBOS, JULIETH ROA HUERTAS, JULY PATRICIA LOZANO GAMBASICA, KAREN ANDREA
ARENAS, KAREN TATIANA GALLO, KEVIN E. ARANGUREN BUITRAGO, LAURA CAROLINA
SEGURA RAMOS, LAURA DANIELA PAJARITO CAMPOS, LEONARDO ORDOÑEZ POSADA, LEYDI
NATALIA FONSECA, LINA CASTAÑO GONZALEZ, LINA MARIA VARGAS MURCIA, LIZETH
CAROLINA DUARTE OCHOA, LUIS ABRAHAM LESMES ESPINEL, LUIS ANGEL JOYA FORERO,
LUIS EDUARDO LEON BERNAL, LUIS MIGUEL GÓMEZ RIVERA, LUISA MARIA PAEZ, LUZ
MARINA ROZO TAFUR, MANUEL A. GAMEZ PENAGOS, MANUEL I, FORERO JIMENEZ, MARCELA
GONZALEZ VELANDIA, MARIA ALEJANDRA CASTILLO, MARIA ALEJANDRA MOSQUERA, MARIA ANGELICA
RODRIGUEZ MAHECHA, MARIA CAMILA CLAVIJO LOPEZ, MARIA CAMILA LOVERA GUZMAN,
MARIA CAMILA VERA JIMENEZ, MARIA CATALINA MIRANDA, MARIA F. RODRIGUEZ BEDOYA,
MARIA FERNANDA ISAZA GUERRERO , MARIA ISABEL FRANCO TORRES, MARIA MERCEDES
MEDINA CASTILLO, MICHAEL NICOLAS NIÑO, MICHEL STEVEN BELTRAN, MIGUEL ANGEL NIÑO
SEPULVEDA, MIGUEL ANGEL RAMIREZ VACA, MIGUEL CHAPARRO BERNAL, MIGUEL GAMEZ
PENAGOS, MONICA ALEJANDRA CLAVIJO LOPEZ, MONICA MARCELA VALDERRAMA, NATALIA
RODRIGUEZ SANCHEZ, NATALY GALINDO CARREÑO, NESTOR OSPINA LEON, NICOLAS F.
GONZALEZ CUBIDES, NICOLAS MATEUS VILLA, NOHEMI CARDOZO CACERES, ORLANDO TIJARO
TRUJILLO, OSCAR ANDRES BOLIVAR , OSCAR DANIEL RUEDA GONZALEZ, OSCAR FELIPE
VARELA PARRA, OSCAR IVAN BUITRAGO NAVAS, OSCAR JAVIER HERNANDEZ, OSCAR TOVAR
RODRIGUEZ, PAOLA SALAMANCA VACCA, PATRICIA LOZANO GAMBASICA, PAUL SALAMANCA
CHIA, PAULA GUTIERREZ LUQUE, PAULA XIMENA CUESTA VALBUENA, ROBERT SANTIAGO
SIERRA ENRIQUEZ, RODRIGO ESTEBAN SABOGAL, SANDRA JULIETA AGUILLERA MEZA, SANDRA
MELISA RONCANCIO PEÑA, SANDRA PIÑEROS VALVUENA, SEBASTIAN HUMBERTO PINO
GUAYACAN, SEBASTIAN PICON GARCIA, SERGIO ANDRES DIAZ RODRIGUEZ, SERGIO E.
RUBIANO VASQUEZ, SERGIO ESTIVEN PEÑA MOYANO, SERGIO MAURICIO ACOSTA VELA,
SHAROL PAMELA CAICEDO GAMBA, STHEFFANY TIRIA GUERRERO, VICTOR MANUEL GRANADOS,
VIVIANA ALVAREZ SIMBAQUEBA, VIVIANA GUTIERREZ ALVAREZ, WILLIAM A. MORALES
HOYOS, WILLIAM MORENO CUBILLOS, WILSON DANIEL BUENO SAMUDIO, YEIMI ALEXANDRA
ROJAS CARDENAS, YEIMY KATHERINE ACOSTA VARGAS, YENNIFERT LORENA ANGEL
CASTAÑEDA, YULI ANDREA PEDRAZA Y CINDY SANCHEZ PANQUEVA, DIEGO FELIPE DIMATE.
CUARTO: NO CONCEDER LA TUTELA a los menores MELANI
CIFUENTES SILVA, Y PAULA MARROQUIN, por las razones expuestas en la parte
motiva de esta providencia.
QUINTO: NO CONCEDER LA TUTELA a los menores JORGE
EDUARDO GALINDO OJEDA, JOHANA MARIN ORJUELA, JUAN CAMILO MARIN LONDOÑO, KAREN
PAOLA MAHECHA, FABIAN CAMILO GUILLEN, ANGELA SAMPER VIVAS, FREDDY HERNAN
MARTINEZ, por las razones y aclaraciones expuestas en la parte motiva de esta
sentencia.
SEXTO: EN REFERENCIA AL EXPEDIENTE T-51287, REVOCAR
la decisión de la Sala Civil del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, de
fecha octubre 13 de 1994, y en consecuencia TUTELAR el derecho fundamental a la
seguridad social y a la salud de los niños JHON ALEXANDER MENDEZ CARO, JUAN
DAVID DURAN CHAVEZ, STHEFFANY TIRIA GUERRERO, SERGIO ANDRES DIAZ RODRIGUEZ Y
ANDRES FELIPE MANRIQUE MONTERREY.
SEPTIMO: Por Secretaría General de la Corte
Constitucional, comuníquese esta providencia al Instituto de los Seguros
Sociales, al Defensor del Pueblo y a las madres de los cinco niños que
interpusieron la tutela radicada con el número T-51287.
Notifíquese,
insértese en la Gaceta Constitucional, comuníquese y cúmplase
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]T-067/94, Magistrado Ponente: Dr. José Gregorio Hernández Galindo
[2]T-068/94, Magistrado Ponente: Dr. José Gregorio Hernández Galindo
[3]T-430/94, Magistrado Ponente: Dr. Hernando Herrera Vergara
[4]Ibidem
[5]T-204/94, Magistrado Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero
[6]Se llama la atención sobre lo siguiente: en unos pocos casos el
Defensor del Pueblo repitió, de buena fé el nombre de algunos niños, en esta
sentencia se superará tal situación. |
272 | T-021-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-021/95
DERECHO A LA
VIVIENDA DIGNA-Conexidad
El derecho a la
vivienda digna en abstracto no haría parte de los derechos fundamentales, pero
en algunas circunstancias lo sería si está en conexidad con otros derechos
fundamentales. La efectividad de la tutela respecto a la petición de una
persona para que su vivienda sea digna dependerá de las condiciones
jurídico-materiales del caso concreto.
TEMBLORES DE
TIERRA/DISTRITO CAPITAL-Responsabilidad
por deslizamientos de tierra/PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD
En el campo
constitucional hay que admitir la interacción entre la naturaleza y la
sociedad. La naturaleza sería jurídicamente nada sin el hombre social. Está
llamado a recoger el postulado neopositivista, según el cual los conceptos de
las ciencias sociales (entre ellas el derecho) dependerían de los conceptos
psicológicos, biológicos o físicos. El Distrito Capital no es responsable de
que la construcción de la peticionaria se tornara inestable, pero eso no
exonera, ni a la comunidad ni al Distrito, del deber de "obrar conforme al
principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante
situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas", con
el criterio de que "las autoridades de la República están instituidas para
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra y
bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado , y de los particulares"
y con la solidaridad que deben tener las personas que integran a Colombia.
ZONAS DE ALTO
RIESGO-Deber del Estado de
adquirir inmuebles
Es deber del
Estado adquirir el inmueble que está dentro del alto riesgo como solución
inmediata al riesgo que corre la sociedad y especialmente el particular que lo
habita y como solución preventiva para que no vaya a ser habitado por otras
personas; puede acudirse a lo expropiación y ello significa que el bién
expropiado se incorpora al espacio público y que el antiguo propietario puede
comprar otro inmueble que supla el que tenía, así se cumple el principio
político del artículo 51 de la Constitución. La autoridad debe actuar con
prudencia porque están en juego el derecho de propiedad, el derecho a la
vivienda digna y el derecho a la vida. Es justo que si una zona es de alto
riesgo, se proceda a la evacuación de las personas para proteger su vida y
además será obligación del Estado efectuar los actos administrativos
indispensables para que los afectados encuentren otro lugar donde vivir en
condiciones parecidas a las que antes disfrutaban. La señora ni ha solicitado
la evacuación, ni la Alcaldía ha hecho uso del artículo 5º de la Ley 2ª de
1991. Puede la Corte Constitucional ordenarla en una sentencia de tutela?.
Perfectamente podría hacerlo para proteger la vida de los inquilinos, si
existiera en el expediente prueba seria de que la zona está catalogada como de
alto riesgo. Pero la prueba demuestra que la situación es grave, sin llegar
aún a ser de alto riesgo. Y no puede la Corte Constitucional hacer la
calificación sin prueba plena que lo sustente.
REF: Expediente
Nº T- 46.300
Actor: Oliva
Borraiz Vda. de Ariza
Procedencia:
Juzgado 26 Civil Municipal de Santafé de Bogotá.
Tema: Zonas de
alto riesgo. Los desplazamientos de tierra y su incidencia en el campo jurídico
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá ,
D.C., primero ( 1 ) de febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa, profieren la
Siguiente:
SENTENCIA:
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-46.300, adelantado por Oliva
Borraiz Vda. de Ariza contra el Distrito Capital de Santafé de Bogotá.
I. ANTECEDENTES
1. Solicitud.
Oliva Borraiz Vda.
de Ariza instaura tutela contra la Alcaldía Mayor de Santafé de Bogotá, dice
que está en peligro su vida y la de los moradores de un inquilinato ubicado en
la calle 30C sur Nº 1-02 de Santafé de Bogotá, porque se vino un alud de tierra
sobre su casa y puede continuar la erosión. Solicita "solución a mi
problema". La señora desea una "vivienda digna". Al parecer
aspira que se retire la tierra que perturba su vivienda y que se levante un
muro de contención.
De escritos
adjuntados al expediente de tutela se puede colegir que la responsabilidad del
Distrito Capital se derivaría del hecho de ser tal Entidad Territorial la
presunta propietaria de un terreno colindante con la peticionaria y que amenaza
en parte derrumbarse sobre la casa de inquilinato.
2. Pruebas
practicadas por el Juez de Tutela.
- Declaración del
Secretario de Obras Públicas, doctor Edgar Alberto Urrea Pérez, quien se
refiere a un informe del ingeniero de la División de Estudios quien a su vez
habla de desprendimiento de un barranco, pero aclara el ingeniero que se trata
de un predio que no corresponde al Distrito, y, por eso no puede intervenir la
Secretaría de Obras Públicas en razón de que la inversión que se haría podría
constituir peculado por destinarse fondos a obras de particulares. Recomienda
evacuar las construcciones que corren riesgo de derrumbarse.
- Versión de la
petente quien señala como causa inmediata del deslizamiento un temblor de
tierra, aunque reconoce la existencia de erosiones del terreno desde cuando
principió a construirse la casa hace 40 años.
- El Director de la
División de estudios y diseños del Distrito Capital, Alvaro Enrique Velasco
Cerón, conceptúa que la causa principal del desprendimiento de tierra se debió
al "corte vertical, en parte negativo del talud, dejado por los
urbanizadores, como se aprecia no tiene la Secretaría de Obras Públicas ninguna
ingerencia y la solución sería construir una obra de defensa a la vivienda
localizada en la parte superior, lo cual es competencia del propietario, ya que
esta Secretaría no puede realizar inversiones en zonas privadas".
3. Sentencia del
Juzgado 26 Civil Municipal. 22 de agosto de 1994.
No tuteló por cuanto
considera que existen otros medios de defensa judicial, no existe un derecho
fundamental a proteger, ni el Distrito debe responder porque se trata de
conflicto entre propiedades particulares. Agrega que el derecho de propiedad no
está dentro del Capitulo I del Título II de la Carta Política, luego, en
opinión del Juzgado, no es derecho fundamental.
4. Pruebas
practicadas y recibidas por la Sala de Revisión de la Corte Constitucional.
Se consideró por
esta Sala de Revisión que era necesario esclarecer la materialidad de los
hechos descritos por la accionante y para tal efecto se practicó una inspección
judicial, se recibieron testimonios y se solicitaron conceptos técnicos que ya
fueron aportados.
a) En la inspección
se constató que es un hecho notorio el deslizamiento de tierra y que el
problema se ubica en el costado oriental de la casa, es decir en la colindancia
con la zona pública (parque) aunque el desprendimiento también proviene de los
cimientos de otra casa que da al parque. También se comprobó que en el
inquilinato viven varias familias que incluyen una anciana y 17 menores de
edad. Se vió que la tierra del derrumbe ya ha tapado ventanas, disminuido el
uso de algunas piezas y amenaza ocasionar perjuicios aún más graves.
b) El ingeniero
Velasco Cerón hizo estas precisiones, bajo juramento:
"La
conformación natural del terreno, como se puede observar visualmente es de
media ladera, estado en el cual la masa de suelo se encuentra en equilibrio
estable, sin embargo en el proceso constructivo del inmueble objeto de la
tutela sufrió alteraciones que pasaron la masa adyacente de equilibrio estable
a equilibrio crítico, presentándose un proceso erosivo, el cual se ha acelerado
por la acción de la escorrentía y la carga muerta de la construcción que está
en la parte superior del talud, cabe anotar que los entes operativos del
Distrito no han tenido ninguna acción en ese proceso inestable."
c) La oficina para
la prevención de emergencias conceptúo:
"En días
pasados tuvo lugar el deslizamiento de la cuña superior del talud colindante
por el norte con una vivienda de dos pisos y cubierta, situada en la calle 30C
sur Nº 1-02 en el barrio Bello Horizonte de la urbanización Las Colinas. Como
resultado de este desprendimiento parte del material se acumuló contra la
culata norte de la vivienda y parte del material se acumuló sobre el corredor
oriental de la vivienda cubriendo parcialmente algunas ventanas y se
desestabilizó el cimiento del muro de cerramiento del patio de una vivienda
localizada ligeramente al oriente sobre el nivel superior del talud, con el
consiguiente riesgo de que un nuevo movimiento pueda generar daños importantes
a la vivienda objeto del presente proceso.
La vivienda de la
calle 30C sur Nº 1-02 se encuentra desplantada a unos 7 metros aproximadamente
de desnivel con respecto al plano de la vivienda superior, luego de reformar la
situación del talud natural cuya pendiente es de aproximadamente 30 grados con
la horizontal; la vivienda fue construída directamente contra un corte vertical
de unos 3 a 3.5 metros de altura - en un sitio conformado previamente para una
cancha de tejo- dejando un talud no protegido de pendiente aproximada 2V: 1H
contra el nivel superior donde se desarrolla el patio de la casa vecina. Por el
oriente, la vivienda fue separada del talud natural mediante un corte vertical
de altura variable no protegido, aislado por un corredor de escasos 1 o 1,5
metros de ancho aproximadamente.
Es evidente que
en la implantación de esta vivienda no se consideró la evolución del riesgo
sobre la inestabilidad de los taludes dejados sin protección por el constructor
en su momento, situación que se mantuvo en niveles adecuados de seguridad por
un lapso de tiempo importante, pero que en el actual momento se modificó
drásticamente y dio origen al deslizamiento en análisis."
y concluye:
"Como puede
verse de los términos del informe anterior, la situación desarrollada en la
vivienda de la calle 30C sur Nº 1-102 fue originada por la construcción de la
misma vivienda cuyos responsables no consideraron posibles modificaciones de la
naturaleza de los materiales. La colaboración del personal técnico de la
Secretaria de Obras del Distrito sería muy positiva, para garantizar una
solución confiable hacia el futuro en beneficio no solamente de la vivienda
afectada sino de las que se encuentran en la zona superior."
d) La solicitante
Oliva de Ariza recalca que hay temor, son sus palabras: "los niños se la
pasan en la calle por el susto de que se caiga la casa, al igual la viejita
aunque se queda adentro pero le da miedo". Insiste en que la causa del
derrumbe fue un temblor de tierra.
e) El Alcalde local
de San Cristobal sindica como responsable de la erosión a los mismos vecinos
por haber socavado años antes el talud para instalar una cancha de tejo.
La prueba mencionada
demuestra que el desprendimiento de tierra se debió a causas extrañas
(terremoto), imprudencia de los vecinos (construcción de cancha de tejo),
irresponsabilidad de los urbanizadores, falta de prudencia en la construcción
del inquilinato y de una vivienda adyacente.
Hay otro elemento de
juicio: un concepto del DAMA que, además de referirse al lote particular
adyacente al inquilinato como una de las causas para la erosión y a
deformaciones del terreno, insiste en la humedad como causa importante del
derrumbre de tierra y excluye cualquier responsabilidad del Distrito en
el caso de estudio:
"Geológicamente
todo el talud corresponde a un depósito de tipo coluvial compuesto de gravas y
bloques de roca (areniscas, liditas) en con diámetros hasta de 1.5 mt,
embebidas con una matriz de arcilla rijiza.
El material que
se deslizó presenta actualmente un escarpe relativamente abrupto en la parte
superior, seguido de una masa de suelo que fluyó hasta el nivel del andén
inferior quedando con un ángulo de reposo más suave.
El movimiento del
terreno dejó sin soporte una parte de la viga de cimentación del cerramiento y
en este momento la viga está soportada sobre troncos de madera apoyadas en el
terreno.
El material
deslizado presenta evidentes signos de humedecimiento en la matriz arcillosa,
tales como estado muy plástico de la arcilla, resistencia muy baja de la misma
y color oscuro característico de suelos humedecidos."
Y, concluye el
informe del DAMA:
"El
deslizamiento en cuestión pone en peligro la vida de seres humanos, de tal
forma que se requiere tener suficientes garantías sobre el buen funcionamiento
de las medidas correctivas que se adopten; en la estabilización de
deslizamiento es muy frecuente acudir a varias medidas preventivas diferentes,
complementarias entre sí, con el fin de tener un buen márgen de seguridad sobre
el éxito del tratamiento de estabilización.
Por esta razón es
recomendable también la construcción de un muro de contención que aportará el
margen de seguridad que se requiere para las viviendas involucradas.
El diseño de este
muro de contención debe tener en cuenta los siguientes factores:
a) Determinación
del origen del agua para planear adecuadamente sistemas de drenaje.
b) Factores
relacionados con las cargas de diseño tales como posible expansividad, altos
empujes en material arcillos, o empujes de agua y creep a largo plazo.
c) Estudio de
suelos con muestreo y laboratorio.
RESPONSABILIDAD
DE LA SECRETARIA DE OBRAS PUBLICAS Y ENTIDADES DEL DISTRITO.
La Secretaría de
obras Públicas del Distrito y otras entidades no han llevado a cabo últimamente
ningún tipo de obras, construcciones ni operaciones constructivas en el sector
de la zona inestable, por lo cual la Secretaría de Obras Públicas del Distrito
y demás entidades no tienen absolutamente ninguna responsabilidad en la
ocurrencia del deslizamiento.
Hasta donde se
tiene información en este momento, todas las modificaciones que se han llevado
acabo en la conformación original de los terrenos han correspondido a las
actividades de construcción de viviendas y otras actividades de habitantes del
barrio.
La determinación
precisa de responsabilidades de personas particulares requiere de todas formas
de estudios más precisos detallados, incluyendo estudio de suelos completo con
muestreo, laboratorio y cálculos.
ACCIONES
INMEDIATAS
Dado que estamos
aún en época de lluvias y el deslizamiento está todavía activo, deben tomarse
las siguientes medidas preventivas en forma inmediata:
a) Mantener toda
la masa de suelo deslizada en su posición actual, de tal forma que no se debe
realizar por el momento absolutamente ninguna excavación ni remoción del
material derrumbado.
b) Apisonar
superficialmente todo el material del derrumbe, para formar una capa superior
densa que reduzca la infiltración de lluvia.
c) Luego de
apísonar, cubrir toda el área del deslizamiento con un plástico grueso para
proteger contra lluvia."
Aunque el tema de la
responsabilidad es importante para dilucidar si la violación o la amenaza
proviene de la entidad o la persona contra quien se dirige la tutela, lo
principal es estudiar si hay derechos constitucionales fundamentales por
proteger. Y como la prueba aportada inducía el peligro que pueden correr los
habitantes del inquilinato, entre ellos una anciana y numerosos niños, se
determinó por esta Sala de Revisión averiguar si la zona se cataloga como de
alto riesgo.
Solicitado concepto oficial,
la respuesta de las autoridades se limitó a reproducir el concepto técnico de
la oficina para la prevención de emergencias ya señalado en esta sentencia.
De esta actitud se
deduce que se considera a la situación como grave, pero hoy no es catalogable
como de alto riesgo, aunque podría llegar a serlo.
Mas clara es la
información de la Ingeniera Claudia Patricia Contreras, Interventora F.D.L.S.C.
quien dice: "Cabe anotar que en el momento en que se empiece a estabilizar
el talud la parte posterior de la vivienda estará en alto riesgo".
Con base en estos
elementos de juicio es necesario analizar tanto lo referente a la vivienda
digna como lo relativo a las medidas a tomar para prevenir amenazas a la vida e
integridad personal de quienes habitan el inquilinato.
II FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 3º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
2. Temas
Jurídicos a tratar:
- Vivienda digna:
Cuándo puede ser derecho fundamental
- Zonas de alto
riesgo: El desplazamiento de tierra y su incidencia en el campo jurídico.
A. Vivienda digna:
El artículo 51 de la
Carta Política dice:
"Todos los
colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las condiciones
necesarias para hacer efectivo este derecho y promoverá planes de vivienda de
interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo y formas
asociativas de ejecución de estos programas de vivienda".
El derecho a la
vivienda digna en abstracto no haría parte de los derechos fundamentales, pero
en algunas circunstancias lo sería si está en conexidad con otros derechos
fundamentales. Esta Corte ha expresado cuál es su criterio para saber si ha
ocurrido o no la violación a un derecho fundamental:
" El Juez de
Tutela debe acudir a la interpretación sistemática, finalista o axiológica para
desentrañar, del caso particular, si se trata o no de un derecho fundamental,
lo que podría denominarse una "especial labor de búsqueda",
científica y razonada por parte del Juez.
El Juez está
frente a lo que la doctrina denomina un " concepto jurídico
indeterminado": los derechos constitucionales fundamentales, que pueden
ser o no ser al mismo tiempo o ser simultáneamente de una manera o de otra,
pero siempre su sentido se define bajo las circunstancia de tiempo, modo y
lugar.
Para el profesor
García de Enterría, introductor de la noción "concepto jurídico
indeterminado", la "valorización política de la realidad podrá acaso
ser objeto de una facultad discrecional, pero la realidad como tal, si se ha
producido el hecho o no se ha producido y cómo se ha producido, esto ya no
puede ser objeto de una realidad discrecional, porque no puede quedar al
arbitrio de la Administración discernir si un hecho se ha cumplido o no se ha
cumplido o determinar que algo ha ocurrido si realmente no ha sido así".[1]
Esta
indeterminación sin embargo, no le permite al juez actuar total y absolutamente
libre. La interpretación del caso particular se mueve dentro de parámetros
establecidos por la propia Constitución.
El juez debe
buscar, como lo dice el artículo 2º del Decreto 2591 de 1991, la naturaleza del
derecho fundamental que permita su tutela. Es entonces en la naturaleza, en el
estudio de su esencia, en donde el Juez descubre si está frente a un derecho
fundamental.
La labor que
realiza el Juez de Tutela es de verificación; él no crea el derecho
fundamental, lo desentraña y verifica. Esta "teoría de la
verificación" también es desarrollada por Dworkin sobre la figura del Juez
modelo, capaz de encontrar racionalmente la solución justa. "El Juez no
tiene una función creadora, sino garantizadora de los derechos".[2]
De conformidad
con los criterios expuestos se concluye que obra gran importancia la labor de
interpretación del Juez, al asumir un serio compromiso impuesto por la
filosofía que orienta la nueva Constitución, pues solamente mediante el
análisis crítico y razonable se pueden encontrar los parámetros justos en la
comparación entre los hechos expuestos y la norma constitucional".[3]
Y, respecto a la
VIVIENDA DIGNA, para analizar si en determinadas circunstancias se puede
catalogar como derecho fundamental, la Corte ha dicho:
"La dignidad
comprende varias dimensiones de la vida del hombre. Básicamente ella implica un
conjunto de condiciones materiales y espirituales de existencia que permita
vivir y vivir con cierta calidad, con el fin de permitir un espacio idóneo para
el libre desarrollo de la personalidad, al tenor del artículo 14 de la Carta.
Entre las condiciones materiales de existencia digna se encuentra sin duda la
vivienda. Otros elementos como la alimentación, la salud y la formación son
también indispensables. Pero en este negocio importa poner de manifiesto el
carácter vital que tiene para la dignidad el gozar de una vivienda. De hecho la
humanidad se ha relacionado históricamente con la vivienda en forma paralela al
desarrollo de la civilización. De los nómadas a las cavernas, de los bohíos a
las casas, de las casas a los edificios, toda la evolución del hombre se
traduce en su forma de vivienda"[4].
Pero, para que
prospere una tutela como protección al derecho a vivienda digna es indispensable
estudiar con mucha atención cada caso particular. Ha resaltado la Corporación:
"el derecho
a una vivienda digna no otorga a la persona un derecho subjetivo a exigir del
Estado, de manera directa, una prestación determinada. Los derechos
constitucionales de desarrollo progresivo o derechos programáticos, condicionan
su efectividad a la previa obtención de las condiciones materiales que los
hacen posibles.
Por esto es
acertado afirmar que, en principio, los derechos de segunda generación no son
susceptibles de protección inmediata por vía de tutela. Situación diferente se
plantea una vez las condiciones jurídico-materiales se encuentran de manera que
la persona ha entrado a gozar de un derecho de esta categoría. En dado caso, el
derecho constitucional materializado adquiere fuerza normativa directa y a su
contenido esencial deberá extenderse la necesaria protección
constitucional."[5]
En Conclusión, la
efectividad de la tutela respecto a la petición de una persona para que su
vivienda sea digna dependerá de las condiciones jurídico-materiales del caso
concreto.
Esa relación
HOMBRE-MATERIA plantea perspectivas jurídicas muy interesantes cuando, como en
el presente caso, el movimiento de la materia NO VIVA afecta unos intereses
particulares.
B. CASO CONCRETO
QUE MOTIVA ESTA ACCION DE TUTELA Y CONSECUENCIAS JURIDICAS GENERADAS POR LOS
DESPLAZAMIENTOS DE TIERRA.
Puede suceder la
contingencia de que la casa de inquilinato de propiedad de Oliva de Ariza corra
el riesgo grave de derrumbarse por presión de tierra erosionada. Ya existe un
daño parcial consistente en que desprendimientos de tierra han taponado
ventanas, afectado habitaciones del inmueble y agrietado algunas paredes.
El movimiento de la
materia no viva hacia la hondonada donde se ubica la mencionada habitación se
ha debido a factores susceptibles de superación: se cometieron equivocaciones
por parte del urbanizador (corte vertical en parte negativo del talud), por
parte de la propietaria (emplear técnica no adecuada para la construcción) por
parte de los vecinos (edificar en parte alta sin piso firme), por parte de la
comunidad (socavar el terreno para construir una cancha de tejo) y a un factor
insuperable: TEMBLORES DE TIERRA. Como se aprecia, no hay el menor indicio de
que el Distrito hubiera cometido un hecho antijurídico. El artículo 90 de la
Constitución dice que "El Estado responderá patrimonialmente por los daños
anti-jurídicos que le sean imputables, causados por la acción o la omisión de
la autoridades públicas".
Ante esta situación
no se ve que haya responsabilidad de parte de la Entidad territorial contra
quien se dirige la tutela, sin embargo, la accionante pide al Distrito que
"le solucione el problema".
Aunque no es
explícita la meta que se propone la petente, si es fácilmente deducible lo que
sería ideal para ella: que se le mantenga su casa como propiedad y como medio
de subsistencia ya que con el producido del inquilinato sobrevive Oliva de
Ariza.
Y cree, de buena fe
por supuesto, que como parte de la erosión proviene de un parque, es el
Distrito Capital quien debe pagar los gastos que demande la seguridad de su
casa y la continuidad de su medio de supervivencia económica.
Pero, no le asiste
razón a la petente porque el Distrito no es responsable y la teoría de la
antijurícidad del artículo 90 se edifica sobre trato desigual. Y, en verdad, el
riesgo proveniente de un temblor de tierra es igual para todos, luego no se
puede invocar tampoco la teoría de la lesión, aquella según la cual una persona
no está obligada a soportar un riesgo superior al que deban soportar todas las
personas por el hecho de vivir en sociedad. Pero, el análisis no puede
limitarse en esta sentencia al tema de la responsabilidad.
Ocurre que la
propiedad y fuente de ingresos son para doña Oliva más importantes que un
valor fundamental: el de la vida de las personas que habitan el inquilinato.
Para la dueña del inmueble, su propia existencia la hace derivar del producido
del inquilinato y la existencia de los inquilinos la limita a esta vivencia: el
miedo ante la catástrofe.
Para el Juzgador, la
representación mental de Oliva de Ariza no puede estar desligada de dos polos:
el de la naturaleza y el del prójimo (los derechos del otro) y hay que ver los
efectos jurídicos de estos dos factores, máxime cuando son frecuentes los
temblores de tierra en Colombia y principia a formar parte de nuestra cultura
la participación ciudadana para mitigar los efectos de las catástrofes.
Respecto a la
naturaleza la pregunta es: fenómenos como los terremotos qué efectos jurídicos
producen en la relación Estado - particulares?.
Con un criterio de
reducción de la ciencia jurídica a los conceptos físicos se podría decir que
esta clase de movimientos mecánicos que ocasionan transformaciones en la
corteza terrestre, difícilmente generarían consecuencias jurídicas. Por eso,
dentro de nuestra normatividad civil se exonera la indemnización de perjuicios
cuando ocurre la denominada fuerza mayor o caso fortuito (art. 1616 C.C.) y se
ha llegado a definir estos fenómenos en el artículo 1º de la Ley 95 de 1890
así:
"Se llama
fuerza mayor o caso fortuito, el imprevisto a que no es posible resistir, como
un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los autos de autoridad
ejercidos por un funcionario público, etc".
Pero no se pueden
hacer afirmaciones negativas absolutas: aún en el derecho romano, que consagró
el VIS MAYOR (fuerza mayor) podía subsistir la responsabilidad civil si por
convenio se modificaba el principio general de imposibilidad de cumplir las
obligaciones cuando ocurría caso fortuito o fuerza mayor.
Por supuesto que
debe aclararse que la responsabilidad estatal tiene fundamento autónomo en el
artículo 90 de la C.P., aunque se puede acudir al Código Civil como críterio
auxiliar.
Y, en el campo
constitucional hay que admitir la interacción entre la naturaleza y la
sociedad. La naturaleza sería jurídicamente nada sin el hombre social. Está
llamado a recoger el postulado neopositivista, según el cual los conceptos de
las ciencias sociales (entre ellas el derecho) dependerían de los conceptos
psicológicos, biológicos o físicos[6].
Hoy en día el movimiento de la materia no se agota en la investigación
científica mecánica sino que se complementa con la investigación científica de
la sociedad y, entonces, el movimiento de la materia tiene importancia cuando
afecta relaciones económicas, técnicas, políticas, morales, ideológicas,
científicas, artísticas, cosmovisuales y en estas situaciones hay que analizar
algo más: el derecho del otro, es decir, el comportamiento que deben asumir el
Estado y los particulares ante las emergencias que perjudiquen o amenacen al
prójimo.
Ante un hecho, como
sería por ejemplo un temblor de tierra (movimiento de la materia no viva) el
tema jurídico de la responsabilidad pierde perspectiva, máxime si no ocurre el
daño antijurídico (art. 90 C.P.) y surge con fuerza uno los principios básicos
del Estado Social de Derecho: LA SOLIDARIDAD. No se puede dejar sola a la
persona afectada ya que en este evento lo social es lo dominante y se deben
emplear los mecanismos posibles para superar la emergencia y evitar otros
daños graves.
En el presente caso
es obvio que el Distrito Capital no es responsable de que la construcción de
Oliva de Ariza se tornara inestable, pero eso no exonera, ni a la comunidad ni
al Distrito, del deber de "obrar conforme al principio de solidaridad
social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en
peligro la vida o la salud de las personas" (art. 95 C.P.), con el
criterio de que "las autoridades de la República están instituidas para
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra y
bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento
de los deberes sociales del Estado , y de los particulares" (art. 2º
C.P.); y con la solidaridad que deben tener las personas que integran a
Colombia (art.1º de la Carta).
Para el ejercicio de
la solidaridad se requiere voluntad política y compromiso humanitario.
Esta Sala de
Revisión ya ha fijado su criterio sobre los deberes del Distrito, sin
necesidad de que para ello se acuda ante la justicia.
En sentencia T-500
de 4 de noviembre de 1994, se dijo:
"No deben
entonces las autoridades administrativas esperar que los ciudadanos instauren
acciones judiciales administrativas para poner en mancha las medidas que hagan
efectivo los derechos de las personas; la eficacia de la función administrativa
es un claro mandato constitucional (art. 209 C.P.)...por lo cual deben las
autoridades administrativas actuar eficientemente para mejorar el nivel de
vida de la población y remover aquellos obstáculos que impiden al ciudadano
el goce de sus derechos".
En el expediente que
contiene la tutela de Oliva de Ariza hay opiniones de ingenieros que sugieren
desde la construcción de un muro de contención hasta el cubrimiento de la
tierra con plásticos para evitar filtraciones. Es insólito que la afectada no
haya hecho nada esperando que el Distrito "le solucione el problema",
con este comportamiento de la actora (descargar en el Estado toda la solución
de lo que ocurre por culpa de otros), se podría llegar al absurdo de que la
desidia o equivocaciones de urbanizadores y constructores tendrían que ser
solucionados por los Municipios y esto sería premiar la imprudencia cuando no
la mala fé o la violación de los reglamentos. Y es de resaltar que la petente
no ha pedido que la zona se declare como de alto riesgo para que se inicie el
proceso administrativo de expropiación. Como esto no ha sido materia de esta
tutela es evidente que no se dan los presupuestos para que ella prospere.
Es de sentido común
que no todos los problemas tienen respuestas en la acción de tutela. La tutela
es viable cuando la autoridad pública, o en ciertos casos los particulares,
vulneran o amenazan un derecho fundamental. Podría pensarse que en
circunstancias muy especiales algunos hechos de la naturaleza serían
coadyuvantes o causa mediata del amparo, como por ejemplo si la autoridad
retarda una declaratoria de alto riesgo, la expropiación y la reubicación, pero
si ésto no es lo que se pide en la tutela, mal puede el juzgador ordenarlo,
cuando la interesada espera es la reparación del daño locativo.
Sin embargo, el análisis
de esta Sala de Revisión no puede limitarse al propósito de la accionante. Hay
que decir lo siguiente:
Es deber del Estado
adquirir el inmueble que está dentro del alto riesgo como solución inmediata al
riesgo que corre la sociedad y especialmente el particular que lo habita y como
solución preventiva para que no vaya a ser habitado por otras personas; puede
acudirse a lo expropiación y ello significa que el bién expropiado se incorpora
al espacio público y que el antiguo propietario puede comprar otro inmueble que
supla el que tenía, así se cumple el principio político del artículo 51 de la
Constitución. La autoridad debe actuar con prudencia porque están en juego el
derecho de propiedad, el derecho a la vivienda digna y el derecho a la vida.
En realidad, una de
las formas posibles para defender la vida y la integridad de las personas que
habitan en la casa de Oliva de Ariza es aplicando el artículo 10 de la Ley 9
de 1989:
"Para
efectos de decretar su expropiación y además de los motivos determinados en
otras leyes vigentes se declara de utilidad pública o interés social la
adquisición de inmuebles urbanos y suburbanos para destinarlos a los siguientes
fines:
"m-)
Reubicación de asentamientos urbanos ubicados en sectores de alto riesgo y
rehabilitación de inquilinatos"
Hay un procedimiento
que contiene las respuestas a casos semejantes al planteado en esta tutela, es
el establecido en el artículo 5º de la Ley 2ª de 1991 que expresamente
establece:
"A partir de
la vigencia de la presente ley, los alcaldes y el intendente de San Andrés y
Providencia levantarán y mantendrán actualizado un inventario de las zonas que
presenten altos riesgos para la localización de asentamientos humanos por ser
indudables o sujetas a derrumbes o deslizamientos, o que de otra forma
presenten condiciones insalubres para la vivienda. Esta función se adelantará
con la asistencia y aprobación de las oficinas locales de planeación o en su
defecto con la de la correspondiente oficina de planeación departamental,
comisarial o intendencial, los alcaldes y el intendente de San Andrés y
Providencia con la colaboración de las entidades a que se refiere el Decreto
919 de 1989, adelantarán programas de reubicación de los habitantes o
procederán a desarrollar las operaciones necesarias para eliminar el riesgo en
los asentimientos localizados en dichas zonas. Mientras subsistan asentamientos
humanos en las zonas de alto riesgo los inmuebles a los cuales se declare
extinción de dominio en aplicación del literal a) del artículo 80 o declarados
de utilidad pública, o interés social en desarrollo de los literales b) y d)
del artículo 10, sólo podrán destinarse a la reubicación de los habitantes que
a la vigencia de la presente ley se encuentren localizados en zonas de alto
riesgo. Los funcionarios públicos responsables que no den cumplimiento a lo
dispuesto en este inciso incurrirán en causal de mala conducta. Cualquier
ciudadano podrá presentar al alcalde o intendente la iniciativa de incluir en
el inventario una zona o asentimiento determinado. (1932, 2192).
Se podrán
adquirir los inmuebles y mejoras de las personas a ser reubicadas, mediante
enajenación voluntaria directa o mediante expropiación, en los términos de la
presente ley. Cuando se trate de la enajenación voluntaria directa, se podrá
prescindir de las inscripciones en el folio de matrícula inmobiliaria de que
trata el artículo 13 de esta ley. Los inmuebles y mejoras así adquiridos podrán
ser recibidos en pago de los inmuebles donde fueren reubicados los habitantes.
Adquiridos el inmueble, pasará a ser un bien de uso público bajo la
administración de la entidad que lo adquirió.
Si los habitantes
de inmuebles ubicados en sitios de alto riesgo rehúsan abandonar el sitio,
corresponderá al alcalde o al intendente de San Andrés y Providencia ordenar la
desocupación con el concurso de las autoridades de policía, y la demolición de
las edificaciones afectadas. Esta orden se considerará, para todos los efectos,
como una orden policiva en los términos del Código Nacional de Policía.
Las multas de que
trata el numeral 9 del artículo 2º del Decreto-Ley 78 de 1987 ingresarán al
tesoro de la entidad que las hubiere impuesto y se destinarán para financiar
los programas de reubicación de los habitantes en zonas de alto riesgo.
Las autoridades que
incumplieren la obligaciones que se les impone en el presente artículo,
incurrirán en el delito de prevaricato por omisión previsto en el artículo 150
del Código Penal, sin que respecto de ellos proceda el beneficio de
excarcelación.
Como se aprecia el
artículo es terminante y desarrolla la Ley 9ª de 1989 y le da respaldo al
Acuerdo 6 de 1990 del Concejo de Bogotá.
Estas normas
adquieren relevancia en la nueva Constitución porque el artículo 51 de la Carta
establece como política a seguir: que el Estado fije las condiciones
necesarias para hacer efectivo el derecho a la vivienda digna. Es justo que si
una zona es de alto riesgo, se proceda a la evacuación de las personas para
proteger su vida y además será obligación del Estado efectuar los actos administrativos
indispensables para que los afectados encuentren otro lugar donde vivir en
condiciones parecidas a las que antes disfrutaban.
Pero la señora ni ha
solicitado la evacuación, ni la Alcaldía ha hecho uso del artículo 5º de la Ley
2ª de 1991. Puede la Corte Constitucional ordenarla en una sentencia de
tutela?.
Perfectamente podría
hacerlo para proteger la vida de los inquilinos, si existiera en el expediente
prueba seria de que la zona está catalogada como de alto riesgo. Pero, según
ya se anotó en esta sentencia, la prueba demuestra que la situación es grave,
sin llegar aún a ser de alto riesgo. Y no puede la Corte Constitucional hacer
la calificación sin prueba plena que lo sustente.
3.- DECISIONES A
TOMAR
En la presente acción
no puede prosperar la tutela en los términos como está planteada y en tal
sentido se confirmará la sentencia materia de revisión. Pero no por los
razonamientos hechos por el Juzgado 26 Civil Municipal.
Aunque el amparo no
prospere, las consideraciones que la Sala de Revisión ha hecho respecto a la
posibilidad de evacuar, expropiar y colaborar en la emergencia, deberán ser
apreciadas por el Distrito Capital en su justa dimensión.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre
del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO: CONFIRMAR la sentencia del Juzgado
26 Civil Municipal de Santafé de Bogotá, proferida el veintidos (22) de agosto
del mil novecientos
noventa y cuatro
(1994) en la acción de tutela de la referencia; teniéndose en cuenta los
razonamientos hechos en la parte motiva de esta sentencia de Revisión.
SEGUNDO: ORDENAR que por la secretaría General de esta
Corporación se comunique esta providencia al Juzgado 26 Civil Municipal de esta
ciudad para las notificaciones y efectos previstos en los artículos 36 del
Decreto 2591 de 1991.
TERCERO: Envíese copia de esta sentencia al Defensor
del Pueblo, al DAMA y a la Oficina para la prevención de emergencias del
Distrito Capital.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase y publíquese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
[1]GARCIA DE ENTERRIA, Eduardo. La lucha
contra las inmunidades del poder. Cuadernos de Civitas. Tercera edición.
Editorial Civitas. S.A., Madrid, 1983, págs. 31 y 3.
[2]Estudios sobre la Constitución Española. Homenaje al profesor
Eduardo García de Enterría. Tomo I. El ordenamiento jurídico. Editorial Civitas
S.A., Madrid, 1991, pág. 94.
[3]Sentencia T-002 de 1992, Ponente: Dr. Alejandro Martínez
Caballero.
[4]Sentencia Nº C-575 de 29 de octubre de
1992. M.P. Dr. Alejandro Martínez Caballero.
[5]Sentencia Nº T-308, de 4 de agosto de 1993, M.P. Dr. Eduardo
Cifuentes Muñoz.
[6]CARNAP desarrolló la idea de la ciencia unificada, que en su
esencia sería una ciencia física que niega la independencia de las otras
partes de la ciencia. |
273 | T-022-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-022/95
ACCION DE TUTELA-Subsidiariedad
No cabe en
principio la acción de tutela si hay a disposición del interesado otro medio de
defensa judicial siempre que éste resulte apto para la garantía cierta del
derecho fundamental, es decir que no sea puramente teórico, y que su objeto sea
específicamente la protección del mismo, lo cual significa que los fines que se
persiguirían con la tutela puedan alcanzarse por conducto del mecanismo
judicial alternativo. Si el juez ante el cual se instaura la acción de tutela
encuentra configuradas esas condiciones -que se desprenden especialmente de los
artículos 1º, 5º, 86 y 228 de la Constitución Política- debe negarla, a menos
que establezca de manera fehaciente la inminencia de un perjuicio irremediable,
evento en el cual podrá otorgarla transitoriamente mientras se adopta la
resolución judicial de fondo.
ACTO
ADMINISTRATIVO/JURISDICCION CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA
La acción instaurada
en el caso materia de examen era improcedente, ya que en relación con los
mismos hechos y precisamente por el posible desconocimiento del debido proceso,
la peticionaria acudió a la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo para
pedir la nulidad de las resoluciones por medio de las cuales la Caja de Retiro
de las Fuerzas Militares le negó la sustitución pensional. Llegó inclusive a
demandar la suspensión provisional de dichos actos administrativos y le fue
negada.
SUSTITUCION
PENSIONAL-Improcedencia
por no cohabitar
Se presume que la
peticionaria, al solicitar que se le reconocieran los derechos que pudiera
tener en calidad de cónyuge del Oficial fallecido, conocía la existencia de
dicha norma y, por tanto, sabía que uno de los factores determinantes para
obtener la pensión sustitutiva tenía que ver con el tema que precisamente
investigó la Caja.
DERECHO DE
PETICION-Término para
resolver
El sentido del
artículo 6º del C.C.A. radica en asegurar que el particular que ha acudido a la
administración, si ésta todavía no puede darle una respuesta de fondo acerca de
lo pedido, obtenga noticia sobre el trámite que sigue su petición y sepa el
momento en que se le resolverá, con lo cual se compromete la autoridad
respectiva. La norma no exige que en la comunicación se repita al particular de
manera exhaustiva cuáles son los pasos que se llevan a cabo en torno a su
solicitud.
SUSPENSION DE
ACTO ADMINISTRATIVO POR TUTELA-Improcedencia
No entiende la
Corte la razón por la cual el Tribunal, habiendo negado él mismo la suspensión
provisional de los actos administrativos demandados, dentro de las reglas
propias del proceso contencioso que allí se adelanta, resolvió suspenderlos en
sede de tutela. Con ello extendió el alcance de la acción más allá del ámbito
que le corresponde pues hizo que fuera apto como recurso adicional o
suplementario de los legalmente instituídos, lo que no se compadece con su
sentido constitucional.
DEMANDA DE TUTELA-Improcedencia de rechazo in limine
De conformidad
con la ley y la jurisprudencia, lo pertinente no era el rechazo "in
limine" de la demanda sino el estudio de fondo de las pretensiones y
la decisión, en este caso, de negar la protección solicitada. Recuérdese que no
solamente se estima improcedente la acción incoada en esta oportunidad por
existir otro medio de defensa judicial en cuanto a algunos derechos, sino que,
materialmente analizados otros de los que se alegaban desconocidos, se ha
encontrado que no lo eran, lo que necesariamente exigió el análisis sustancial
del asunto, al que ha procedido la Corte.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-45979
Acción de tutela
instaurada por RUBBY ESCRUCERIA VIUDA DE VEGA URIBE contra la CAJA DE RETIRO DE
LAS F.F.M.M.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del primero (1º) de febrero
de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos en el asunto de la referencia por el Tribunal Administrativo
de Cundinamarca y por la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso
Administrativo del Consejo de Estado.
I. INFORMACION PRELIMINAR
Por conducto de
apoderado, RUBBY ESCRUCERIA VIUDA DE VEGA URIBE ejerció acción de tutela contra
la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, por estimar que dicha entidad
vulneraba sus derechos fundamentales.
En la demanda se
expusieron los siguientes hechos:
1. El General Miguel
Vega Uribe falleció el 23 de septiembre de 1993, en goce de asignación de
retiro a cargo de la citada Caja, cuyo director expidió las resoluciones 1791
del 12 de noviembre de 1993 y 055 del 20 de enero de 1994, mediante las cuales
negó la sustitución pensional solicitada por la demandante.
Para el efecto, la
Caja, de manera oficiosa adelantó una investigación que buscaba acreditar si la
solicitante estaba separada de hecho de su esposo al momento de fallecer éste.
2. Dentro de la
investigación se tomaron los testimonios de varias personas, entre ellos los
guardaespaldas del causante, respecto a los acontecimientos que permitieran
establecer si los esposos hacían vida en común. Con ello -en el sentir de la
demandante- se vulneró su derecho a la intimidad.
3. La interesada no
intervino en ninguna de las diligencias llevadas a cabo y, además, se allegó al
expediente, de manera oficiosa, el material probatorio sobre la supuesta
"separación de techos", que no de cuerpos, entre la actora y el
militar desaparecido, con todo lo cual -alega aquélla- fue desconocido su derecho
al debido proceso.
4. Las resoluciones
mencionadas fueron demandadas ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca,
que admitió la demanda pero negó la suspensión provisional.
5. La demandante
tiene 59 años de edad y es madre de tres hijas.
Como derechos vulnerados
fueron señalados los previstos en los artículos 2, 11, 29, 42, 44, 46, 48 y 53
de la Constitución Política.
La tutela se
solicitó como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, pues
en la demanda se expresa que el objetivo de la acción consiste en alcanzar
protección para los derechos de la accionante, sabiéndose que el proceso
iniciado ante la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo no tiene
resultado inmediato. El daño irreparable en este caso -dice la demanda- es la carencia
de medios de subsistencia, que pone en peligro el derecho a la vida de la
accionante.
II. DECISIONES
JUDICIALES
Mediante Sentencia
del 3 de agosto de 1994, la Sección Segunda del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca resolvió tutelar los derechos de petición, debido proceso,
intimidad y seguridad social de RUBBY ESCRUCERIA, para cuyo efecto suspendió
los efectos jurídicos de las resoluciones por las cuales la Caja de Retiro de
las F.F.M.M. negó la sustitución pensional, durante el trámite del proceso
Contencioso Administrativo, "quedando la accionante en posibilidad de
iniciar nuevamente actuación administrativa con plena garantía de sus derechos
fundamentales". Se negó la protección judicial en cuanto a los demás
derechos invocados.
Según el Tribunal,
la administración manifestó a la accionante que se tomaría algún tiempo para
pronunciarse sobre la sustitución pensional debido al tiempo que requería el
estudio de los documentos sobre la materia, sin informarle sobre las verdaderas
razones de la demora. Esta -expresó- se debió en realidad a que el Director de
la Caja había iniciado de manera subrepticia una investigación para establecer
la situación familiar de los cónyuges en la época inmediatamente anterior al
deceso del General Vega. Por ello dirigió numerosas cartas a los amigos de la
pareja, pidiéndoles informaciones confidenciales al respecto e interrogó a la
administradora del edificio en donde habitaba el causante, a los escoltas y al
chofer, sin que en toda la actuación pudiera intervenir la interesada. En todo
esto se fundó la Caja para dar por comprobada la separación de los cónyuges y
negar la pensión sustitutiva.
Al analizar la
situación reseñada a la luz de las garantías constitucionales, la Corporación
dedujo que habían sido vulnerados los derechos fundamentales ya mencionados.
Impugnada la
providencia por la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, la Sección Primera
de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado, mediante
Fallo del 19 de agosto de 1994, decidió revocarla.
Consideró la Sección
que, cuando se utiliza la acción de tutela como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable, indefectiblemente debe hacerse uso del medio
de defensa judicial que la ley ha previsto para dirimir las controversias dado
que aquélla no es sustitutiva de éste. Ello puede hacerse antes de instaurar la
acción o conjuntamente con ella.
El último evento
-dijo el Consejo de Estado- supone que no haya habido pronunciamiento judicial
alguno en torno a las pretensiones del actor, pues de lo contrario no sería
viable la acción de tutela, dado que el mecanismo transitorio precisamente
busca proteger unos derechos mientras la autoridad judicial competente adopta
una decisión.
En el evento sub
lite -manifiesta- habiendo acudido la actora a la vía de lo Contencioso
Administrativo, le fue negada la suspensión provisional de los actos
demandados, que son los mismos respecto de los cuales aduce la violación de
derechos fundamentales, para que a través de la tutela se suspendan los efectos
que no fueron suspendidos antes.
Esta circunstancia -concluye
la Sentencia- descarta el carácter transitorio del mecanismo de tutela y
evidencia la naturaleza alternativa del expresado medio de defensa judicial,
por lo cual resulta improcedente la acción de tutela instaurada.
Además -agrega- de
aceptarse su viabilidad se estaría permitiendo en el fondo que a través de la
acción de tutela se dejen sin efecto providencias judiciales cuyo contenido no
ha sido controvertido.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte
Constitucional goza de competencia para revisar los fallos mencionados, según
lo dispuesto en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución y según las reglas
del Decreto 2591 de 1991.
Este examen se
efectúa en cuanto el caso fue escogido según dichos preceptos y repartido a la
Sala Quinta de Revisión.
La acción de
tutela frente a otros medios de defensa judicial. La competencia radicada para
resolver el mismo punto que se busca dilucidar mediante la tutela. Exclusión de
la pluralidad de competencias
La jurisprudencia de
la Corte Constitucional ha sido reiterada en el sentido de que la acción de
tutela presenta, como una de sus características primordiales, la de subsidiariedad,
derivada de los perentorios términos del artículo 86 de la Carta. Ella consiste
en que, salvo el caso de un perjuicio irremediable que se haga preciso
contrarrestar mediante una tutela transitoria, no puede demandarse esta
especial forma de protección judicial cuando, dentro del sistema jurídico, han
sido previstos otros medios de defensa cuya utilización ante los jueces tenga
por objeto el mismo asunto.
Como se subrayó en
la Sentencia T-001 del 3 de abril de 1992, "...la acción de tutela no ha
sido consagrada para provocar la iniciación de procesos alternativos o
sustitutivos de los ordinarios, o especiales, ni para modificar las reglas que
fijan los diversos ámbitos de competencia de los jueces, ni para crear
instancias adicionales a las existentes, ni para otorgar a los litigantes la
opción de rescatar pleitos ya perdidos, sino que tiene el propósito claro y
definido, estricto y específico, que el propio artículo 86 de la Constitución
indica, que no es otro diferente de brindar a la persona protección inmediata y
subsidiaria para asegurarle el respeto efectivo de los derechos fundamentales
que la Carta le reconoce".
En el enunciado
principio insistió la Sala Plena de la Corte al proferir la Sentencia C-543 del
1º de octubre de 1992, en la cual, trazando los límites de la acción de tutela,
sostuvo:
"...tiene
cabida dentro del ordenamiento constitucional para dar respuesta eficiente y
oportuna a circunstancias en que, por carencia de previsiones normativas
específicas, el afectado queda sujeto, de no ser por la tutela, a una clara
indefensión frente a los actos u omisiones de quien lesiona su derecho
fundamental. De allí que, como lo señala el artículo 86 de la Constitución,
tal acción no sea procedente cuando exista un medio judicial apto para la
defensa del derecho transgredido o amenazado, a menos que se la utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable...".
(...)
"Así, pues, la
tutela no puede converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un
mecanismo que sea factible de elegir según la discrecionalidad del interesado,
para esquivar el que de modo específico ha regulado la ley; no se da la
concurrencia entre éste y la acción de tutela porque siempre prevalece -con
la excepción dicha- la acción ordinaria.
La acción de tutela
no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos adicional o
complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse que sea
el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según la
Constitución, es la de único medio de protección, precisamente incorporado a la
Carta con el fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el sistema jurídico
para otorgar a las personas una plena protección de sus derechos
esenciales".
(...)
"Vistas así las
cosas, en nuestro sistema pugna con el concepto mismo de esta acción la idea de
aplicarla a procesos en trámite o terminados, ya que unos y otros llevan
implícitos mecanismos pensados cabalmente para la guarda de los derechos, es
decir, constituyen por definición "otros medios de defensa judicial"
que, a la luz del artículo 86 de la Constitución, excluyen por regla general la
acción de tutela".
(...)
"En ese orden
de ideas, la acción de tutela no puede asumirse como un sistema de justicia
paralelo al que ha consagrado el ordenamiento jurídico en vigor. El
entendimiento y la aplicación del artículo 86 de la Constitución tan solo
resultan coherentes y ajustados a los fines que le son propios si se los
armoniza con el sistema. De allí que no sea comprensible como medio judicial
capaz de sustituir los procedimientos y las competencias ordinarias o
especiales, pues ello llevaría a un caos no querido por el Constituyente".
La Corte ha
advertido, sin embargo, que el medio judicial cuya existencia desplaza a la
acción de tutela debe ser adecuado a la protección real del derecho fundamental
objeto de violación y amenaza.
Así se delineó el
concepto de idoneidad en la Sentencia T-003 del 11 de mayo de 1992:
"Considera esta
Corporación que, cuando el inciso 3o. del artículo 86 de la Carta Política se
refiere a que "el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial
..." como presupuesto indispensable para entablar la acción de tutela,
debe entenderse que ese medio tiene que ser suficiente para que a través de él
se restablezca el derecho fundamental violado o se proteja de su amenaza, es
decir, tiene que existir una relación directa entre el medio de defensa
judicial y la efectividad del derecho. Dicho de otra manera, el medio debe ser
idóneo para lograr el cometido concreto, cierto, real, a que aspira la
Constitución cuando consagra ese derecho. De no ser así, mal puede hablarse de
medio de defensa y, en consecuencia, aún lográndose por otras vías judiciales
efectos de carácter puramente formal, sin concreción objetiva, cabe la acción
de tutela para alcanzar que el derecho deje de ser simplemente una
utopía".
Igualmente, la Corte
ha subrayado que "la existencia del medio judicial alternativo, suficiente
para que no quepa la acción de tutela, debe apreciarse en relación con el
derecho fundamental de que se trata, no respecto de otros".
"Esto significa
-ha sostenido la jurisprudencia- que un medio judicial únicamente excluye la
acción de tutela cuando sirve en efecto y con suficiente aptitud a la
salvaguarda del derecho fundamental invocado. En consecuencia, si dicho medio
protege derechos distintos, es viable la acción de tutela en lo que concierne
al derecho que el señalado medio no protege, pues para la protección de aquél
se entiende que no hay otro procedimiento de defensa que pueda intentarse ante
los jueces".(Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia
T-441 del 12 de octubre de 1993).
Las precedentes
consideraciones, que se ratifican en esta oportunidad, en nada menoscaban y más
bien precisan el alcance del concepto de subsidiariedad, dejando en claro que
no cabe en principio la acción de tutela si hay a disposición del interesado
otro medio de defensa judicial siempre que éste resulte apto para la garantía
cierta del derecho fundamental, es decir que no sea puramente teórico, y que su
objeto sea específicamente la protección del mismo, lo cual significa que los
fines que se persiguirían con la tutela puedan alcanzarse por conducto del
mecanismo judicial alternativo.
Si el juez ante el
cual se instaura la acción de tutela encuentra configuradas esas condiciones
-que se desprenden especialmente de los artículos 1º, 5º, 86 y 228 de la
Constitución Política- debe negarla, a menos que establezca de manera
fehaciente la inminencia de un perjuicio irremediable, evento en el cual podrá
otorgarla transitoriamente mientras se adopta la resolución judicial de fondo.
Ahora bien, la
existencia de otro medio judicial y la consiguiente improcedencia de la acción
como mecanismo definitivo resultan evidentes cuando el interesado ha acudido a
otra vía judicial y espera que se le resuelva en relación con el mismo objeto
de controversia que busca dilucidar mediante la solicitud de tutela. En tales
eventos, la competencia ya se ha radicado en un determinado juez o tribunal y,
por tanto, en guarda de la autonomía funcional consagrada en el artículo 28 de
la Carta y de conformidad con las reglas propias de cada juicio, esenciales
dentro de la idea de un debido proceso (Artículo 29 C.P.), no puede ser
despojado de ella. Tampoco resultaría admisible que en relación con idéntico
asunto cupieran dos decisiones, que inclusive podrían resultar contradictorias.
En vista de todo lo
anterior, juzga la Corte que la acción instaurada en el caso materia de examen
era improcedente, ya que en relación con los mismos hechos y precisamente por
el posible desconocimiento del debido proceso -también alegado en sede de
tutela-, la peticionaria acudió a la jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo para pedir la nulidad de las resoluciones por medio de las
cuales la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares le negó la sustitución
pensional. Llegó inclusive a demandar la suspensión provisional de dichos actos
administrativos y le fue negada.
Según los documentos
examinados en el curso del proceso, la solicitante no afronta la posibilidad de
un perjuicio irremediable para ninguno de sus derechos fundamentales, pues no
logró demostrar la inminencia de una situación grave que pudiera requerir
decisión judicial inmediata. Es claro, por otra parte, que goza de rentas
distintas a la pensión que reclama, pues recibe, por ejemplo, el canon de
arrendamiento de un inmueble ubicado en esta ciudad, según certificación que
obra en el expediente.
El derecho a la
intimidad de la accionante y el de su familia, que podría tutelarse en
aplicación directa del artículo 15 de la Constitución pese a existir un proceso
Contencioso Administrativo en el que nada se debate a ese respecto, no ha sido
objeto de violación o amenaza proveniente de acciones u omisiones de la Caja de
Retiro de las Fuerzas Militares.
En efecto, las
averiguaciones adelantadas por dicha entidad acerca de si la cónyuge
sobreviviente hacía vida en común con el General Vega Uribe en el momento de su
deceso se llevaron a cabo con el único propósito de verificar si en el caso
concreto se cumplía el requisito señalado en el artículo 195, parágrafo, del
Decreto 1211 de 1990.
Se presume que la
peticionaria, al solicitar que se le reconocieran los derechos que pudiera
tener en calidad de cónyuge del Oficial fallecido, conocía la existencia de
dicha norma y, por tanto, sabía que uno de los factores determinantes para
obtener la pensión sustitutiva tenía que ver con el tema que precisamente
investigó la Caja.
En lo concerniente
al derecho de petición de la accionante, la Corte encuentra que no fue
vulnerado, pues respecto de la solicitud presentada el 28 de septiembre y
recibida por la Caja el 1º de octubre de 1993, la entidad remitió a la
peticionaria un oficio fechado el 12 de octubre del mismo año, en el cual,
aplicando lo previsto en el artículo 6º del Código Contencioso Administrativo,
le informó que todavía estudiaba la documentación allegada para pedir la
pensión sustitutiva y que acerca de ésta se resolvería el 12 de noviembre, como
en efecto se hizo por medio de Resolución 1791.
Esta Corporación no
comparte el criterio expuesto por el Tribunal de Cundinamarca en el sentido de
que la Caja violó el derecho consagrado en el artículo 23 de la Constitución,
por no haber comunicado a la peticionaria el 12 de octubre que adelantaba
investigaciones acerca de si ella hacía vida en común con el fallecido, pues,
como antes se advierte, al solicitar la pensión sustitutiva la señora
Escrucería viuda de Vega se sometía a que la institución verificara lo relativo
al enunciado aspecto de su vida matrimonial, en aplicación del Decreto 1211 de
1990, por lo cual no había necesidad de reiterar que las gestiones de la Caja
se adelantaban en tal sentido.
Pero, además, la
carta enviada por el organismo a la solicitante expresaba con claridad que no
había resuelto y que lo haría apenas el 12 de noviembre por cuanto requería
examinar la documentación pertinente, tanto la recibida como la que todavía se
recaudaba, lo cual, fuera de ser exacto en el caso concreto, era indispensable
para adoptar la decisión.
El sentido del
artículo 6º del Código Contencioso Administrativo radica en asegurar que el
particular que ha acudido a la administración, si ésta todavía no puede darle
una respuesta de fondo acerca de lo pedido, obtenga noticia sobre el trámite
que sigue su petición y sepa el momento en que se le resolverá, con lo cual se
compromete la autoridad respectiva. La norma no exige que en la comunicación se
repita al particular de manera exhaustiva cuáles son los pasos que se llevan a
cabo en torno a su solicitud.
Añádase a lo
anterior que sobre la petición presentada resolvió la Caja de Retiro,
precisamente mediante la expedición de las resoluciones atacadas, aunque lo
hizo desfavorablemente. Como ya la Corte lo ha señalado en repetidas ocasiones,
el derecho de petición se satisface al decidir sobre el tema que se plantea,
sin que el sentido de la resolución adoptada deba ser necesariamente positivo.
Improcedencia
de la suspensión del acto administrativo por vía de tutela
En relación con la
sentencia de primera instancia, no entiende la Corte la razón por la cual el
Tribunal de Cundinamarca, habiendo negado él mismo la suspensión provisional de
los actos administrativos demandados, dentro de las reglas propias del proceso
contencioso que allí se adelanta, resolvió suspenderlos en sede de tutela. Con
ello extendió el alcance de la acción más allá del ámbito que le corresponde
pues hizo que fuera apto como recurso adicional o suplementario de los
legalmente instituídos, lo que no se compadece con su sentido constitucional.
No ignora la Corte
que el artículo 8º del Decreto 2591 de 1991 establece que, cuando la tutela se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, el
juez, si lo estima procedente, podrá ordenar que no se aplique el acto particular
respecto de la situación concreta cuya protección se solicita, mientras dure el
proceso.
Tal medida exige,
sin embargo, que la tutela se conceda apenas de manera temporal, en tanto se
falla el proceso ordinario, motivo por el cual está excluída como modalidad
definitiva del amparo.
Además, como lo ha
entendido la jurisprudencia de esta Corte, la inaplicación de que se
trata no puede confundirse con la suspensión provisional del acto
administrativo, como al parecer lo creyó el Tribunal.
Ha señalado la
Corte:
"El carácter
precario de la medida y la incompetencia del juez de tutela para penetrar en el
terreno reservado a otra jurisdicción (Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena.
Sentencia C-543, octubre 1 de 1992), lo cual es aplicación del principio
constitucional sobre autonomía de los jueces (artículos 228 y 230 C.N.), están
claramente subrayados en el artículo 8º del Decreto 2591 de 1991 -destinado
específicamente al tema del amparo transitorio- cuando obliga al juez de tutela
a expresar en la sentencia que su orden permanecerá vigente sólo durante el
término que la autoridad judicial competente utilice para decidir de fondo la
acción instaurada por el afectado. Este, en todo caso, deberá ejercer la
acción correspondiente en un término máximo de cuatro meses a partir del fallo
de tutela, cuyos efectos cesarán si así no lo hace.
Pero, además,
tratándose de actos administrativos, la consagración de esta figura no puede
interpretarse en el sentido de que todo juez haya quedado autorizado para decretar
la suspensión provisional de aquellos, dentro del trámite propio de las
acciones de tutela. Ello implicaría una ruptura de los linderos que la propia
Carta Política ha establecido entre las jurisdicciones, en cuanto disposición
constitucional expresa reserva esa atribución a la Contencioso Administrativa
(artículo 238 C.N.), tal como lo manifestó esta Corte en Sentencia T-01 del 3
de abril de 1992".
(...)
"Como puede
verse, lo que es posible decretar en esta hipótesis es una inaplicación
temporal al caso concreto, considerada la particular y específica situación en
que se encuentra el solicitante, así que no recae propiamente sobre la
materialidad del acto administrativo, como sí acontece con la figura de la
suspensión provisional. No tiene, entonces, el alcance de la misma y, por ende,
excepción hecha de la inaplicación que pueda favorecer al petente a fin de
evitarle un daño irreparable, el acto administrativo como tal permanece
incólume mientras no sea suspendido provisionalmente por la Jurisdicción
Contencioso Administrativa o anulado por ella.
Debe repararse por
otra parte en que el punto materia de análisis -a diferencia del que
constituye el objeto de la providencia mediante la cual se resuelve acerca de
la solicitud de suspensión provisional en los procesos contencioso
administrativos- no es el relativo a una posible oposición flagrante entre el
acto demandado y las normas superiores a las que está sometido, sino la
situación de hecho en la cual puede hallarse una persona frente a un acto cuya aplicación
concreta implique, en su caso, efectos inmediatos e irremediables que
vulneren sus derechos constitucionales fundamentales". (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-203 del 26 de mayo de
1993).
Desde luego,
negada como fue la suspensión provisional -cuyos efectos tienen mayor
amplitud que la mera inaplicación al caso concreto, pues afectan el contenido
mismo del acto- ya se había establecido por el tribunal competente que no
existía oposición prima facie entre las resoluciones acusadas y las
normas superiores a las cuales estaban sometidas, lo cual quiere decir que,
como lo observó el Consejo de Estado en la sentencia de segunda instancia, se
tenía entonces un pronunciamiento judicial en torno a las pretensiones de la
petente y ello restaba a la tutela el carácter transitorio con el que se la
quiso presentar, como resulta claro al leer la parte resolutiva del fallo de
primera instancia, a cuyo tenor la accionante, después de la
"suspensión" en él ordenada, quedaba "en posibilidad de iniciar
nuevamente actuación administrativa".
Una nueva
suspensión, decretada esta vez en virtud de la acción de tutela, implicaba
notoria contradicción con lo ya definido.
Se confirmará la
sentencia del Consejo de Estado, aunque se precisará que, de conformidad con la
ley y la jurisprudencia, lo pertinente no era el rechazo "in
limine" de la demanda sino el estudio de fondo de las pretensiones y
la decisión, en este caso, de negar la protección solicitada. Recuérdese que no
solamente se estima improcedente la acción incoada en esta oportunidad por
existir otro medio de defensa judicial en cuanto a algunos derechos, sino que,
materialmente analizados otros de los que se alegaban desconocidos, se ha
encontrado que no lo eran, lo que necesariamente exigió el análisis sustancial
del asunto, al que ha procedido la Corte.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR el fallo del Consejo de
Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Primera, proferido el
diecinueve (19) de agosto de mil novecientos noventa y cuatro (1994), pero en
el sentido de negar la protección solicitada.
Segundo.- Por Secretaría LIBRESE la comunicación
de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
274 | T-023-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-023/95
ACCION DE TUTELA-Medidas provisionales/SERVICIO PUBLICO
DE ACUEDUCTO-Restablecimiento inmediato
Por auto se
dispuso, como medida provisional, el restablecimiento inmediato del servicio de
acueducto. Esta decisión obedeció al propósito de "evitar perjuicios
ciertos e inminentes al interés público", de conformidad con lo previsto
en el inciso segundo del artículo 7 del decreto 2591 de 1991.
AGENCIA OFICIOSA
EN TUTELA/LEGITIMACION POR ACTIVA EN TUTELA
Para actuar como
agente oficioso se requiere que el titular del derecho no esté en condiciones
de promover su propia defensa. Condición que, como es lógico, no basta afirmar
sino que es menester demostrar. No podía el demandante obrar como agente
oficioso de los moradores de Piedras.
ACCION DE TUTELA
INTERPUESTA POR CONCEJAL
Conferir a los
concejales la facultad de demandar la tutela de los derechos de los habitantes
de sus respectivos municipios, distorsionaría por igual la naturaleza y los
fines de la acción de tutela y de las funciones propias de tales concejales.
SERVICIO PUBLICO
DE ACUEDUCTO-Suspensión/JUEZ
DE TUTELA-Orden de suspender servicio
Si se tiene en
cuenta que centenares de municipios no disponen del servicio de acueducto, o
que muchos de los acueductos no tienen sistemas de purificación de agua, no
resulta aceptable el acudir a la acción de tutela para conseguir la no
prestación del servicio. Es verdad que es necesario elevar el nivel de vida de
todos los habitantes. Pero el camino para ello es el mejoramiento de los
servicios públicos que existen, y no su supresión. Si, en principio, no resulta
admisible el que los jueces, al fallar sobre las acciones de tutela, impartan a
los encargados de la administración la orden de construir obras, tales como
carreteras, hospitales, estadios, etc., menos aceptable aún es la orden de
suspender el servicio público que se está prestando.
Ref: Expediente
T- 54.604
Demandante: Néstor Grégory Díaz Rodríguez.
Procedencia: Juzgado Primero Civil del Circuito de
Ibagué.
Magistrado
ponente: Dr. Jorge Arango
Mejía
Sentencia aprobada
en sesión de la Sala Primera de Revisión, el primer (1er.) día, del mes de
febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Primera de
Revisión, integrada por los Magistrados Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera
Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, procede a decidir de fondo sobre el fallo
proferido por el Juzgado Primero Civil del Circuito de Ibagué, en el proceso de
tutela originado en la demanda presentada por Néstor Grégory Díaz R., contra el
Alcalde Enrique Rodríguez Martínez, del municipio de Piedras, Departamento del
Tolima.
El expediente llegó
a la Corte Constitucional por remisión que hizo el Juzgado Primero Civil del
Circuito de Ibagué, en virtud de lo ordenado por el artículo 31 del decreto
2591 de 1991.
La Sala de Selección
número doce de la Corte eligió, para su revisión, el fallo de la referencia.
I. ANTECEDENTES
A. Demanda y
sentencias de primera y segunda instancias
Diciendo que
procedía para defender "los Derechos a la Vida, Salud, y Dignidad de los
habitantes" del municipio de Piedras, departamento del Tolima, el actor
demandó al Juez Municipal el impartir la orden de suspender el funcionamiento
del servicio de acueducto, basándose en el argumento de no ser el agua apta
para el consumo humano.
El fallo de primera
instancia no accedió a tal petición, y se limitó a ordenar la adopción de
diferentes medidas, tendientes todas al mejoramiento de la calidad del agua que
se suministra a los habitantes del pueblo. En la parte resolutiva se dijo:
"RESUELVE:
"PRIMERO.-
TUTELAR los derechos constitucionales fundamentales a la vida, la integridad y
salubridad de las personas habitantes del Municipio de Piedras.
"SEGUNDO.- Como
consecuencia de lo anterior ordenar al señor Alcalde de ésta (sic) localidad,
que en el término de 48 horas promueva campañas preventivas para informar a los
habitantes de ésta (sic) comunidad, y hacer recomendaciones para que el agua
destinada al consumo humano sea hervida.
"TERCERO.-
Solicitar al señor Alcalde de este Municipio, para que en el término de un mes,
presente los planes y programas que se desarrollarán para lograr la
habilitación de los pozos 1 y 2, que se destinarán al consumo humano, prevíos
(sic) los tratamientos sugeridos por la EXRO LTDA, y el estudio necesario de
las aguas antes de ponerlos en servicio de la comunidad.
"CUARTO.-
Ordénese al señor Alcalde, representante del Municipio de Piedras, para que en
el término de un año se adopten las medidas necesarias, para que se logre la
prestación adecuada del servicio de acueducto a ésta (sic) comunidad.
"..."
En virtud del
recurso de impugnación, el Juez Primero Civil del Circuito de Ibagué revocó tal
decisión, y ordenó la suspensión del servicio de acueducto, en el término de 48
horas. Al respecto dispuso:
"RESUELVE:
"PRIMERO:
REFORMAR LA SENTENCIA proferida por la Juez Promiscuo Municipal de Piedras en
el sentido de amparar con el derecho de Tutela solicitada por el doctor NESTOR
GREGORY DIAZ RODRIGUEZ, a los habitantes de esa ciudad, al considerar que se
les está vulnerando el derecho fundamental a la vida al estarles suministrando
por el acueducto agua no apta para el consumo humano,
"SEGUNDO:
REVOCAR el numeral tercero de la parte resolutiva de la providencia que se
revisa en el sentido de que dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes
a la notificación de ésta (sic) decisión el Doctor ENRIQUE RODRIGUEZ MARTINEZ,
en su condición de Alcalde Municipal de Piedras, ordene suspender el suministro
de Agua contaminada por el acueducto y provea a los habitantes del casco
urbano, con agua potable, empleando para ello los medios necesarios.
"TERCERO:
REVOCAR el numeral cuarto de la parte resolutiva de la providencia que se
revisa, en el sentido de ordenarle al Alcalde de la localidad de Piedras que en
el término de noventa (90) días contrate y tenga en funcionamiento las plantas
para el tratamiento requerido de las aguas extraídas de los pozos #1 y #2, para
que sean (sic) suministrado el servicio por el acueducto.
"CUARTO:
CONFIRMAR los numerales dos, cinco y sexto de la parte resolutiva de la
Sentencia impugnada.
"QUINTO:
PREVENIR al Alcalde Municipal del Municipio de Piedras, para que en ningún caso
vuelva a incurrir en acciones u omisiones similares a las que dieron mérito
para conocer de la Tutela que se revisa, de conformidad con lo consagrado en el
artículo 24 del Decreto 2591 de 1991.
"SEXTO: ORDENAR
que se remita copia de ésta (sic) providencia a la Secretaría de Salud del
Departamento del Tolima, a la Corporación Autónoma Regional del Tolima
"CORTOLIMA" como entidades encargadas la primera de velar por la
salubridad y la segunda, como delegada del Ministerio del Medio Ambiente para
que inicien las campañas tendientes a evitar la contaminación del RIO OPIA y
que ejecuten los estudios sobre el grado de ella y sus afluentes y las causas
que la ocasionan, para que promuevan las campañas que consideren necesarias con
miras a erradicarla y coloquen avisos en diferentes lugares previniendo y
advirtiendo los riesgos en el caso de que se efectúe consumo humano del agua
del Río Opia.
"SEPTIMO:
Comuníqueseles lo determinado al Tutelante Doctor NESTOR GREGORY DIAZ
RODRIGUEZ, al Alcalde del Municipio de Piedras doctor ENRIQUE RAMIREZ MARTINEZ
y al Juzgado Promiscuo Municipal de Piedras, quien queda encargado de vigilar
el cumplimiento de ésta (sic) Sentencia para el logro de los objetivos
referidos en el cuerpo motivo de ésta (sic) providencia.
"..."
Posteriormente,
varios centenares de vecinos de Piedras, pidieron al juez de segunda instancia
revocar su decisión, diciendo que su cumplimiento "nos ocasionaría graves
e impredecibles perjuicios, ya que es la única fuente que por ahora tenemos
para solucionar nuestras necesidades domésticas y de consumo, generando un
problema sanitario y hasta de orden público". El juez rechazó esta
petición, con el argumento de que sobre ella podría resolver esta Corte al
revisar el proceso.
B.- Aplicación
del artículo 7 del decreto 2591 de 1991: medidas provisionales para proteger un
derecho
Por auto de fecha 13
de diciembre de 1994, la Sala Primera de Revisión dispuso, como medida
provisional, el restablecimiento inmediato del servicio de acueducto. Esta
decisión obedeció al propósito de "evitar perjuicios ciertos e inminentes
al interés público", de conformidad con lo previsto en el inciso segundo
del artículo 7 del decreto 2591 de 1991
II.
CONSIDERACIONES
Procede la Corte
Constitucional a resolver sobre este asunto, previas las siguientes
consideraciones.
Primera.-
Competencia
La Corte es
competente para la revisión de este proceso, de conformidad con lo dispuesto
por el artículo 86 de la Constitución y las normas pertinentes del decreto 2591
de 1991.
Segunda.- Lo que
se debate
Tres aspectos deben
estudiarse para resolver este asunto:
El primero, la
legitimación en la causa del demandante.
El segundo, la
procedencia de la acción de tutela, y la posibilidad de ejercer las acciones
populares del artículo 1005 del C.C. en casos como éste.
Consideración
especial merecerá el análisis de si puede el juez de tutela ordenar la
supresión de un servicio público, basado en su deficiente prestación.
Tercera.-
Legitimación en causa
El demandante dijo
actuar como agente oficioso de los moradores del municipio de Piedras. En
ningún momento llegó siquiera a insinuar que el servicio de acueducto le
causara daños a su propia salud. Pero, ¿podía él actuar en la mencionada
calidad?.
Para la Corte es
claro que tal posibilidad no existía. El inciso segundo del artículo 10 del
decreto 2591 de 1991 dispone: "También se pueden agenciar derechos ajenos
cuando el titular de los mismos no esté en condiciones de promover su propia
defensa. Cuando tal circunstancia ocurra, deberá manifestarse en la
solicitud".
Contiene esta
disposición una exigencia que el agente oficioso no puede soslayar: que el
titular del derecho no esté en condiciones de promover su propia defensa.
Condición que, como es lógico, no basta afirmar sino que es menester demostrar.
El demandante no
afirmó que todos los moradores de Piedras se encontraran en la imposibilidad de
defender ellos mismos sus derechos. Y no habiéndolo afirmado, mal podría
haberlo probado.
No podía, en
conclusión, el demandante obrar como agente oficioso de los moradores de
Piedras.
Y en cuanto a la
actuación en su propio nombre, tampoco era procedente, por estas razones.
En la demanda calló
sobre su domicilio, y por ello en el fallo de primera instancia no se menciona
esta circunstancia. En el memorial de impugnación que obra al folio 128 del
cuaderno primero, afirma ser vecino de Ibagué. De este hecho surge una primera
consecuencia: el servicio de acueducto de Piedras no tenía que ver con su vida
diaria, por discurrir ésta en otro lugar.
A lo anterior se
agrega que, como ya se dijo, en parte alguna aparece la afirmación de que la
salud o la vida del actor estuvieran en peligro por la calidad del agua que se
consume en Piedras.
Lo dicho tiene como
consecuencia la falta de legitimación del actor en este proceso.
Conviene,
finalmente, hacer referencia a otro hecho. El actor fue concejal del Municipio
de Piedras. Así hay que admitirlo, pues aunque él no lo dice, ni aparece la
prueba correspondiente en el expediente, el alcalde sí lo afirma en su
declaración (folio 68). Surge, entonces la pregunta: ¿el ser o el haber sido
concejal le confiere un mandato suficiente para ejercer la acción de tutela en
nombre de todos los habitantes del municipio?.
Para la Corte,
también en este caso la respuesta es negativa. Ello, por estos motivos.
En primer lugar, la
calidad de concejal confiere las facultades que permiten obrar en el cabildo,
facultades encaminadas a intervenir en la administración del municipio. A ellas
se refiere, en forma genérica y como correspondientes a los concejos, el artículo
313 de la Constitución. Si un concejal quiere impartir una orden al alcalde,
hacer que la administración emprenda la ejecución de una obra, puede hacerlo
mediante la aprobación de un acuerdo (numeral 1 del artículo 315 de la
Constitución).
En segundo término,
aceptar que la investidura de concejal habilita a su titular para actuar como
agente oficioso de todos los pobladores del lugar, implica el conferir a los
concejales el poder de decidir a su arbitrio cuándo tales pobladores no están
en "condiciones de promover su propia defensa". Sería una especie de
interdicción no prevista en la ley, y, lo que es peor, librada a la voluntad de
una sola persona.
En conclusión:
conferir a los concejales la facultad de demandar la tutela de los derechos de
los habitantes de sus respectivos municipios, distorsionaría por igual la
naturaleza y los fines de la acción de tutela y de las funciones propias de
tales concejales.
Cuarta.-
Improcedencia de la acción de tutela
Si la acción de
tutela no era viable por no estar el demandante legitimado para intentarla,
tampoco procedía si se tienen en cuenta los hechos. En efecto, veamos.
El actor afirma,
como se vio, que actúa para proteger los derechos a la vida, la salud y la
dignidad de los habitantes del municipio. Pero la verdad es que no existe
prueba de que éstos estén "vulnerados o amenazados por la acción o la
omisión" de una autoridad pública.
Si nos referimos a
la salud o a la vida, no existe en el expediente ninguna prueba sobre
enfermedades o muertes causadas por el agua del acueducto. Por el contrario: la
médica del pueblo, en su declaración, afirma que no existe peligro de
mortalidad, y que no se presenta el riesgo de epidemias. Se refiere, además, a
las campañas que se vienen adelantando para que las gentes adopten prácticas
elementales que mejoran la calidad del agua, como hervirla y filtrarla.
Pero, hay más. Si se
tiene en cuenta que centenares de municipios no disponen del servicio de
acueducto, o que muchos de los acueductos no tienen sistemas de purificación de
agua, no resulta aceptable el acudir a la acción de tutela para conseguir la no
prestación del servicio. Procediendo con igual o similar falta de lógica, se
podrían intentar acciones de tutela para suprimir otros servicios públicos,
aduciendo su deficiencia o las fallas en su prestación. Tales serían los casos
de la policía, y de la fuerza pública en general; de la educación; de la
energía eléctrica; de la recolección de basuras; y hasta de la misma
administración de justicia.
Es verdad que es
necesario elevar el nivel de vida de todos los habitantes. Pero el camino para
ello es el mejoramiento de los servicios públicos que existen, y no su
supresión. Fue, precisamente, esta consideración la que movió a la Sala a
ordenar el restablecimiento provisional del servicio de acueducto, como ya se
indicó. Por fortuna, el artículo 7 del decreto 2591 de 1991 permite adoptar
esta clase de medidas.
De otra parte, en el
presente caso hay prueba en el expediente de cómo se ha venido trabajando en lo
que se refiere al acueducto, aunando los esfuerzos del municipio y del Servicio
Seccional de Salud del Tolima, con los de otras entidades públicas. Por
ejemplo, al expediente se trajo (fl. 77 del cuaderno principal), la copia del
"Proyecto de Acueducto de la Cabecera Municipal de Piedras Departamento
del Tolima". Este documento proviene del Corpes Centro-Oriente, Instituto
Fondo de Acueductos y Alcantarillados Rurales del Tolima (Fonart). Este
proyecto se encuentra en ejecución y hasta ahora se han excavado dos pozos profundos
que en el futuro podrían reemplazar otras fuentes, como la del río Opia.
De otra parte, si,
en principio, no resulta admisible el que los jueces, al fallar sobre las
acciones de tutela, impartan a los encargados de la administración la orden de construir
obras, tales como carreteras, hospitales, estadios, etc., menos aceptable aún
es la orden de suspender el servicio público que se está prestando.
Quinta.- Las
acciones populares
De conformidad con
el inciso primero del artículo 8o. de la ley 9a. de 1989, "Los elementos
constitutivos del Espacio Público y el medio ambiente tendrán para su defensa
la acción popular consagrada en el artículo 1005 del Código Civil..."
En el caso que nos
ocupa, podría pensarse que esta acción popular sería el camino para buscar el
mejoramiento, que no la supresión, del servicio de acueducto. A esta conclusión
se llega si se recuerda que el medio ambiente es "el conjunto de
circunstancias físicas, culturales, económicas, sociales, etc., que rodean a las
personas".
Tesis que encuentra
su respaldo en el articulo 88 de la Constitución, según el cual "La ley
regulará las acciones populares para la protección de los derechos e intereses
colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y la salubridad
públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre competencia económica
y otros de similar naturaleza que se definen en ella".
Es verdad que aún no
se ha dictado la ley que desarrolle el precepto transcrito. Pero nada impide
considerar que en el caso del ambiente y el espacio públicos, el artículo 8o.
de la ley 9a. de 1989 es perfectamente aplicable, pues se ajusta cabalmente a
la norma constitucional.
Conviene advertir
que esta Corte, excepcionalmente, ha reconocido la procedencia de la acción de
tutela cuando, en casos semejantes, se comprueba la vulneración o amenaza de
derechos constitucionales fundamentales del actor. Lo cual, se repite, no
ocurrió en este caso.
IV.- Decisión
Con base en las
consideraciones anteriores, se revocará la sentencia de segunda instancia, que
a su vez había revocado parcialmente la de primera instancia. En su lugar, se
denegará la tutela demandada.
Pero, para
contribuir a la solución del problema de que se trata, se enviará copia de esta
sentencia al Concejo Municipal y al Alcalde de Piedras, Tolima, lo mismo que al
Gobernador de ese departamento, para que, en la medida de sus competencias,
sigan colaborando en este asunto.
Por lo expuesto, la
Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato
de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- Revócanse en todas sus partes las
sentencias de primera y de segunda instancia dictadas por el Juez Promiscuo
Municipal de Piedras, Tolima, y por el Juez Primero Civil del Circuito de
Ibagué, con fechas diez y seis (16) de septiembre de 1994, y treinta y uno (31)
de octubre del mismo año, respectivamente.
Segundo.- Deniégase la tutela demandada por el
ciudadano Néstor Gregory Díaz Rodríguez, en escrito presentado el día siete (7)
de septiembre de 1994, ante el Juzgado Promiscuo Municipal de Piedras, Tolima.
Tercero.- Envíese copia de esta sentencia a los
señores Gobernador del Tolima, Alcalde de Piedras y Presidente del Concejo
Municipal, para lo indicado en la parte motiva.
Notífiquese, cúmplase,
comuníquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado ponente
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
275 | T-024-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-024/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/ACCION DE TUTELA CONTRA INSTITUCION UNIVERSITARIA-Socio invidente
Cuando la
violación de los derechos fundamentales de una persona ocurra por la actividad
de un particular dentro de cualquiera de las situaciones mencionadas en el
artículo 42 en referencia, procede la tutela como remedio subsidiario, pues el
Constituyente y el Legislador han dado por entendido que el perjudicado es una
persona fácilmente vulnerable, en virtud de las condiciones de superioridad en
las que se encuentra y obra el particular que le causa el daño. En el presente
caso la tutela es procedente desde el punto de vista meramente formal
por dos razones fundamentales: la primera, porque el actor no sólo por la
limitación física que padece, sino por la situación particular en que ha sido
colocado por los directivos de la institución demandada, se encuentra en un
estado de indefensión. La segunda porque el actor se encuentra igualmente en un
estado de subordinación, pues además de fundador de dicha institución tiene el
carácter de trabajador.
TRABAJADOR-Trato discriminatorio/TRABAJADOR-Suministro
de elementos de trabajo
El actor ha sido
víctima de un tratamiento discriminatorio frente a los demás fundadores de la
Escuela, lo que se ha traducido no sólo en el desconocimiento de los derechos
que le corresponden en la asociación como fundador, sino de las garantías que
resultan de los principios del derecho al trabajo, como son los de asegurarle
la ejecución de sus labores como trabajador en condiciones de justicia y
dignidad. Se discrimina a uno de los miembros de una relación cuando se le
otorga, por quien es depositario del poder de decidir, un tratamiento diferente
al común de quienes hacen parte de esa relación, sin que medie una causa real,
apoyada en razones de equidad, que justifique la conducta discriminatoria. En
la relación de trabajo las partes no son iguales, de manera que al trabajador
se le considera colocado en inferioridad de condiciones respecto de su
empleador. Por eso, tanto la normatividad jurídica y los principios en ella
contenidos que regulan y orientan las relaciones jurídicas de naturaleza
laboral, se preocupan por establecer mecanismos protectores que permitan
controlar esa desigualdad e impedir el abuso del derecho con desmedro de los
intereses del trabajador. Al peticionario se le violaron los siguientes
derechos fundamentales: - El derecho al trabajo en condiciones dignas y justas,
pues se le dio un trato que puede calificarse, según las circunstancias antes
narradas de inhumano y degradante, que además no se compadece con los deberes
de la persona y del ciudadano de respetar los derechos ajenos y no abusar de
los propios; - El derecho a la igualdad, pues al actor no se le dio por las
directivas de la institución el mismo tratamiento que en su condición de
fundador se le otorga a los demás fundadores y - El derecho al debido proceso,
porque las decisiones adoptadas en torno a la situación laboral del actor y las
vías de hecho a las cuales acudió, envuelven en el fondo la imposición de
sanciones sin el cumplimiento de las formalidades procesales.
REFERENCIA:
Expediente T-44574
TEMA:
Protección de los
derechos al trabajo en condiciones dignas, a no ser objeto de tratos inhumanos
o degradantes, a la igualdad, y al debido proceso cuando concurre el carácter
de asociado y de trabajador de una institución privada.
PROCEDENCIA:
Corte Suprema de
Justicia - Sala Laboral
PETICIONARIO:
Enrique Arturo Rojas
Luque.
MAGISTRADO
PONENTE:
ANTONIO BARRERA
CARBONELL
Aprobado en Santafé
de Bogotá el primero (1o. ) de febrero de mil novecientos noventa y cinco
(1995)
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el
proceso de acción de tutela instaurado por el ciudadano Enrique Arturo Rojas
Luque, ante el Tribunal Superior de Medellín-Sala Laboral.
I. ANTECEDENTES.
1. Los hechos.
Mediante apoderado,
el ciudadano Enrique Arturo Rojas inició acción de tutela contra la Escuela
Colombiana de Mercadotecnia de la ciudad de Medellín, y específicamente contra
sus órganos de dirección, por la violación de los derechos fundamentales
consagrados en los artículos 13, que establece y garantiza el principio de
igualdad ante la ley; 16, sobre el libre desarrollo de la personalidad; 25,
relacionado con el derecho al trabajo; 27, sobre la libertad de enseñanza,
aprendizaje, investigación y cátedra, y 38, que reconoce el derecho a la libre
asociación.
Según los hechos en
que se apoya la demanda, en el año de 1970, el peticionario constituyó, junto
con otras personas, una fundación para la preparación, investigación científica
y la asesoría en mercadotecnia.
De acuerdo con los
Estatutos de la Fundación, son asociados los fundadores y directivos de la
Escuela e integran la Asamblea General del organismo, dichos fundadores o los
remplazos designados libremente por estos.
El demandante
designó como su remplazo en la Asamblea General a la señora Berta Inés Rojas
Buitrago, quien fue aceptada en el ejercicio de la función y tomó posesión ante
dicho organismo, en los términos del artículo 17 de los mencionados Estatutos.
El motivo de esta determinación, obedeció a que el actor en razón de haber
perdido sus órganos visuales no estaba en completa capacidad para continuar
cumpliendo con las responsabilidades de miembro de la Asamblea.
Se asevera en la
demanda que en razón de ciertas anomalías en el manejo de los bienes y recursos
de la institución, la señora Rojas Buitrago asumió una posición crítica y de
oposición frente a los demás integrantes de la Asamblea lo cual dio lugar a una
reacción de estos que se materializó en la comisión de una serie de abusos de
poder por dicha Asamblea de Fundadores hasta el punto de que suprimieron las
funciones de la Vicerrectoría de Planeación, cargo ocupado por el señor Enrique
Rojas, no obstante que una decisión en tal sentido sólo podía ser adoptada por
el Consejo Superior, fue desalojado de su oficina y se le relegó a un sitio de
trabajo desprovisto de la dotación requerida para cumplir con sus labores, pues
carece de secretaria y de los elementos y útiles de trabajo necesarios para
cumplir su actividad académico-administrativa.
"No obstante
sus requerimientos verbales y escritos -agrega la demanda- para que le permitan
ejercer sus derechos de fundador y trabajador de la fundación, los otros
fundadores y directivos insisten en desconocerlos preválidos posiblemente de
las precarias condiciones de salud de mi poderdante, que le impiden una lucha
igualitaria para obtener la efectividad de sus derechos".
2. Las
pretensiones.
"1. Que se
ordene a la Fundación Escuela Colombiana de Mercadotecnia, concretamente al
Consejo Superior y al Presidente y al Secretario de la Asamblea General, que se
sirvan convocar y citar por escrito y con ocho días de antelación, a mi
poderdante o a su reemplazo personal a todas las asambleas ordinarias y
extraordinarias que se realicen".
"2. Que en la
convocatoria y en la citación se señale a mi poderdante el orden del día y el
lugar, fecha y hora de la reunión ordinaria o extraordinaria".
"3. Que se
ordene a la fundación Escuela de Mercadotecnia, que cese en la perturbación del
derecho de mi poderdante a intervenir en las reuniones de la asamblea general
ya sea directamente o a través de su reemplazo personal".
"4. Que se
ordene a la Fundación Escuela Colombiana de Mercadotecnia, asignar y dotar a mi
poderdante de oficina, secretaria, muebles, teléfono, papelería y demás
elementos necesarios para que pueda desarrollar su trabajo en condiciones
dignas y justas".
"5. Que se
ordene a la Fundación Escuela Colombiana de Mercadotecnia se le de a mi
poderdante, los mismos derechos económicos como salario, prestaciones
extralegales, incrementos salariales retroactivos, estímulos, etc. que se
reconocen y otorgan a los demás miembros fundadores".
"6. Que se
ordene a la Fundación Escuela Colombiana de Mercadotecnia se le asigne a mi
poderdante la carga académico-administrativa o de investigación que le
corresponde de acuerdo a sus funciones, así como el presupuesto y demás
elementos físicos y de recursos humanos necesarios para el desarrollo de sus
actividades personales y profesionales, en las mismas condiciones de igualdad
real y efectiva con los otros fundadores".
"7. Que por
medio de sentencia se profiera el mandamiento de tutela, para que el organismo
perturbador de los derechos de mi poderdante, de cumplimiento obligado e
inmediato a la decisión de ese Tribunal y en adelante se abstenga de reiterar
las acciones que dieron origen a esta tutela".
"8, Que se
condene en costas a la demandada".
II. FALLOS QUE
SE REVISAN.
1. De primera
Instancia.
El Tribunal Superior de Antioquia-Sala
Laboral negó la tutela impetrada con fundamento en las siguientes
consideraciones:
1. El derecho al
trabajo no es supuesto de violación cuando la acción de tutela se adelanta
contra un particular, como en este caso, pues no se contempla dentro de la
relación de derechos protegidos en el numeral 1 del artículo 42 del decreto
2591 de 1991, que según su texto son los consagrados por los artículos 13, 15,
16, 18, 19, 20, 23, 27, 29, 37 y 38 de la Constitución Política.
2. En relación con
el derecho a la igualdad ante la ley, "..no se ha dado la violación
impetrada porque los mismos tendrían que estar referenciados con la prestación
del servicio público de la educación, y la no citación del accionante a la
asamblea de fundadores de la institución no implica ponerlo en condiciones de
desigualdad frente a aquélla, es decir, frente a la educación, aunque el hecho
en sí mismo constituye una situación diferente a la de los otros miembros que
implica un desconocimiento de sus derechos individuales como socio fundador
pero que puede reclamarlos acudiendo a la vía ordinaria y así lograr que le
sean respetados" (Fl. 222).
3. Sobre el derecho
que consagra el artículo 16 de la Carta Política afirma el a-quo que "no
se ve como se le está entorpeciendo al señor Rojas Luque su desarrollo de la
personalidad, cuando es una persona que posee altas calidades intelectuales
como lo referencian las personas que depusieron en el trámite de la acción, que
ha emprendido diversas actividades en las que ha proyectado su visión de si
mismo, como lo es la misma entidad que ahora demanda. No se le ha desconocido
su manera de ser, por el contrario, el reconocimiento de ella ha creado las
fricciones que lo han alejado de la asamblea de fundadores. En todo caso no se
le ha entorpecido la toma de decisiones en cuanto a su desarrollo como persona
en su medio"(Fl. 225).
4. Sobre la
pretendida violación del derecho de asociación acota el Tribunal:
"Bajo este entendimiento
no se ve como se le está violentando el derecho de asociación al accionante, si
en virtud del mismo se originó la entidad contra la cual está accionando y en
parte alguna se habló de la formación de alguna otra entidad dentro o fuera de
ella" (fl. 226).
2. De segunda
instancia.
La Corte suprema de
Justicia- Sala Laboral, confirmó la decisión del Tribunal, aunque admitió como
lo planteó el actor al impugnar la sentencia de primera instancia, que sí debía
considerarse la eventual violación del derecho al trabajo porque la Corte
Constitucional había declarado
inconstitucional,
entre otros, el numeral 1 del artículo 42, porque el legislador no podía
establecer un listado puntual de derechos fundamentales susceptibles de
quebrantamiento en virtud de que la Carta no autorizaba dicha limitación.
Empero, consideró que en el caso sublite no se opera el desconocimiento del
derecho al trabajo, toda vez que los hechos aducidos afectan derechos y
requisitos que se consagran en los Estatutos de la Fundación, es decir, que
protegen derechos de rango inferior y no constitucionales de naturaleza
fundamental, como se exige en los términos del artículo 2o. del decreto 306 de
1992.
Y agrega la Corte
Suprema de Justicia:
"No sobra
señalar que dentro de las diligencias no aparece demostrado que los demás
socios fundadores se hayan valido de su condición de invidente para impedirle
el libre desarrollo de sus derechos. Adicionalmente, en el evento de que en la
prestación del servicio de la educación se hayan presentado irregularidades por
la accionada, advierte la Sala que de conformidad con los preceptuado por los
artículos 31 a 33 de la ley 30 de 1992, la inspección y vigilancia de la
educación superior corresponde al Presidente de la República, al Ministro de
Educación por delegación y con la asesoría del consejo Nacional de Educación
(CESU) y la aplicación de sanciones por el incumplimiento de lo establecido en
la citada ley, está contemplado en los artículos 48 a 52 ibídem, que regulan el
trámite pertinente".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia.
La corte es
competente para conocer de la revisión de los fallos relacionados en virtud de
las facultades que le confieren los artículos 86 de la Constitución Política y
31 a 36 del decreto 2591 de 1991.
2. La tutela
contra particulares.
Es claro que la
persona contra quien se promueve la acción de tutela, en el caso de autos, es
un particular, pues esa condición se predica de una fundación organizada como
sujeto de derecho privado, según los términos del decreto-ley 3130 de 1968
(art. 5o.).
Tal circunstancia
obliga a que el examen del caso sublite se enfoque desde la perspectiva
especial de la tutela contra particulares, que la Constitución establece y la
ley regula dentro de un entorno jurídico especial.
En los términos del
artículo 86 de la Constitución, la acción de tutela es un instrumento jurídico
de protección de los derechos fundamentales de las personas, cuando son
vulnerados o se amenaza su vigencia por una conducta activa u omisiva de la
autoridad pública y eventualmente de un particular.
Es sabido que frente
a los excesos de la autoridad, la Constitución consagra la tutela como una
garantía general de los derechos fundamentales del individuo, cuando éste
carece por completo de una herramienta ordinaria de protección judicial para
protegerlos, a menos que la acción se promueva como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable.
Frente a la
actuación arbitraria e irregular de los particulares que afectan los aludidos
derechos se admite, aun cuando con ciertas restricciones, la acción de tutela.
Las limitaciones
obedecen a que las relaciones entre los particulares se desarrollan normalmente
en un plano de igualdad y donde impera la autonomía de la voluntad, a que las
obligaciones que éstos pueden asumir, en principio, ordinariamente equivalentes
o conmutativas, resultan normalmente del acuerdo de voluntades con ocasión de
un negocio jurídico, y que las controversias a que dan lugar dichas relaciones
de naturaleza estrictamente privada y ordinariamente con contenido económico,
por no afectar derechos fundamentales, deben ser resueltas a través de la
justicia ordinaria.
No obstante, cuando
uno de los sujetos de la relación se coloca eventualmente en un plano de
superioridad, en razón de la proyección e importancia que su actividad tiene en
el medio social, o que coloca a una persona en estado de subordinación o
indefensión, y con su conducta arbitraria o irregular viola o amenaza vulnerar
derechos fundamentales, dicha relación cambia de signo y amerita la protección
de estos a través del instrumento de la tutela.
Según el artículo 86
de la Constitución Política, a la ley se le defirió la responsabilidad de
establecer los casos en que procede la tutela contra particulares (C.P. art. 86
inc. 5o.), consultando, como se ha visto, el marco de referencia que la Carta
preestableció y con arreglo al cual, debe el legislador desarrollar la voluntad
normativa.
El decreto 2591 de
1991 cumplió el cometido señalado, aunque excediendo la voluntad
constitucional, porque limitó los derechos fundamentales a proteger, como por
ejemplo en los eventos a que se refieren los numerales 1, 2 y 9 de su artículo
42, cuando la restricción sólo era predicable en relación con las situaciones
desde la cuales debía actuar el particular al ocasionar la agresión de los
derechos, y no de éstos mismos. Todos los derechos fundamentales son
susceptibles de protección mediante la tutela, si el sujeto agresor se
encuentra en las condiciones requeridas por el inciso final del artículo 86 de
la Carta política. Justamente por incurrir el decreto en tamaña equivocación,
fueron declarados inexequibles los numerales en cuestión en cuanto
discriminaron los derechos fundamentales tutelables (Sentencia C-134 del 17 de
Marzo de 1994, M. P. Vladimiro Naranjo Mesa).
Así pues, cuando la
violación de los derechos fundamentales de una persona ocurra por la actividad
de un particular dentro de cualquiera de las situaciones mencionadas en el
artículo 42 en referencia, procede la tutela como remedio subsidiario, pues el
Constituyente y el Legislador han dado por entendido que el perjudicado es una
persona fácilmente vulnerable, en virtud de las condiciones de superioridad en
las que se encuentra y obra el particular que le causa el daño.
3. Procedencia
formal de la tutela.
En el presente caso
la tutela es procedente desde el punto de vista meramente formal por dos
razones fundamentales: la primera, porque el actor no sólo por la limitación
física que padece, sino por la situación particular en que ha sido colocado por
los directivos de la institución demandada, se encuentra en un estado de
indefensión. La segunda porque el actor se encuentra igualmente en un estado de
subordinación, pues además de fundador de dicha institución tiene el carácter
de trabajador.
4. Hechos
establecidos dentro del proceso.
Con la prueba
documental incorporada al proceso, el interrogatorio de parte rendido por el
representante legal de la Fundación Escuela Colombiana de Mercadotecnia y los
testimonios que se recepcionaron (folios. 194 y ss) se establece, en esencia,
lo siguiente:
a) El peticionario
tenía la calidad de fundador y de trabajador de la mencionada institución.
b) Las funciones de
la Vicerrectoría de Planeación, existente nominalmente en estructura
administrativa, "se asignaron a las demás dependencias académico
administrativas" por decisión de la Asamblea de Fundadores; ello implicó
privar al petente de las funciones correspondientes al cargo de vicerrector que
venía desempeñando, pero se le asignaron "unas funciones sobre el
departamento de educación no formal para que por este medio se utilizara la
planta física que está subutilizada en el transcurso del día", bajo la
modalidad de "nombramiento en comisión".
c) Al ser privado de
las funciones de Vicerrector al actor se le asignó como sitio de trabajo un
espacio que no cuenta con la dotación apropiada para desempeñar sus labores;
además carece de teléfono, de secretaria y de los útiles y elementos de trabajo
que requiere para cumplir sus funciones.
d) Por decisión de
la Asamblea se rechazó la participación de la delegada del peticionario, señora
Bertha Inés Rojas Buitrago, por la posición crítica que asumió frente a
decisiones relativas al manejo y disposición de rentas y bienes de la
institución. En efecto, en la comunicación 1066 de agosto 13 de 1993, suscrita
por los señores Hector Gaviria R., Julio Cesar Agudelo T., Mario Ruiz V.,
Roberto Duque C. y Hugo Rojas Z, se expresa lo siguiente:
"El desagradable
desenlace de las reuniones de Asamblea General ocurrido a finales de 1992, en
las cuales su representante personal señora Bertha Inés Rojas, trató a sus
compañeros de fundación con términos desobligantes y degradantes, que ni
siquiera amerita recordar, hemos resuelto por unanimidad rechazar la
participación de dicha delegada en la Asamblea.
Por tanto, le
solicitamos encarecidamente se sirva asistir usted personalmente o designar un
nuevo delegado para que lo represente en la Magna Asamblea".
e) Desde hace más de
dos años el peticionario no asiste a la Asamblea de Fundadores, pues todo
parece indicar que no se le cita a la misma. Es elocuente sobre el punto el
testimonio del señor Roberto Duque Campillo, quien en apartes de su declaración
y ante la pregunta: "Dentro de la Asamblea en algún momento se resolvió no
volver a contar con el señor Enrique Arturo Rojas? contestó: Si ignorarlo
significa no volver a contar con él sí".
5. Derechos
fundamentales vulnerados.
De los hechos
relatados por el actor y confirmados en el transcurso de la etapa probatoria
aprecia la Sala que en la institución mencionada se han presentado serias y
graves discrepancias entre sus directivas y el peticionario por el manejo
administrativo de la organización, que han dado lugar, sin que medie
justificación, a una persecución laboral y a un tratamiento discriminatorio de
éste por las directivas.
Resulta evidente de
los hechos conocidos en este caso que el actor ha sido víctima de un
tratamiento discriminatorio frente a los demás fundadores de la Escuela
Colombiana de Mercadotecnia, lo que se ha traducido no sólo en el
desconocimiento de los derechos que le corresponden en la asociación como
fundador, sino de las garantías que resultan de los principios del derecho al
trabajo, como son los de asegurarle la ejecución de sus labores como trabajador
en condiciones de justicia y dignidad.
Se discrimina a uno
de los miembros de una relación cuando se le otorga, por quien es depositario
del poder de decidir, un tratamiento diferente al común de quienes hacen parte
de esa relación, sin que medie una causa real, apoyada en razones de equidad,
que justifique la conducta discriminatoria.
Dentro de un Estado
de Derecho, nadie puede asumir la justicia por su propia mano, y en el peor de
los casos, si se juzgaba indebida e irregular según la ley y los reglamentos de
la entidad la conducta del peticionario ha debido ser objeto de un tratamiento
disciplinario con arreglo a las normas pertinentes, que le aseguren su derecho
al debido proceso donde pudieran el actor y los directivos, debatir sus puntos
de vista y controvertir las pruebas aportadas, pero no acudir a las vías de
hecho ni adoptar, como ha ocurrido, decisiones al margen de la ley que
desconocen sus derechos como fundador, y constituyen verdaderas sanciones
impuestas arbitrarias e ilegalmente, prevaliéndose la Escuela de su posición de
superioridad y de la indefensión del peticionario.
"Las
condiciones laborales, - ha dicho la Corte- si bien no se encuentran enunciadas
de manera explícita dentro de las razones objeto de discriminación del artículo
13, deben tener un tratamiento similar si se tiene en cuenta la especial
protección constitucional de la calidad de trabajador"[1]
Ahora, como enseña
la doctrina y la jurisprudencia, sabido es que en la relación de trabajo las
partes no son iguales, de manera que al trabajador se le considera colocado en
inferioridad de condiciones respecto de su empleador. Por eso, tanto la
normatividad jurídica y los principios en ella contenidos que regulan y
orientan las relaciones jurídicas de naturaleza laboral, se preocupan por
establecer mecanismos protectores que permitan controlar esa desigualdad e
impedir el abuso del derecho con desmedro de los intereses del trabajador.
Esa condición de
inferioridad en el caso de autos es visible. Nótese cómo las demandas del actor
por un tratamiento acorde con su cargo y al ejercicio de sus funciones resulta
infructuoso, frente a la posición inconmovible de los demás cofundadores,
encargados de la dirección y manejo de la Fundación, quienes, apoyados en una
solidaridad de hecho, pudieron "ignorar", los reclamos del actor,
como en efecto lo señala el presidente de la asamblea general (fl. 202). Y lo
que justifica plenamente la protección constitucional, es que el peticionario
se quedó a estas alturas de su situación, sin ninguna herramienta jurídica que
le permita impugnar las medidas de los directivos de la escuela, justamente
porque en lugar de que éstos adoptaran la vía legalmente procedente para
controvertir la conducta del señor Rojas Luque, optaron por
"ignorarlo", es decir, por no dar contestación a sus demandas y en
consecuencia omitieron dar cabida a un procedimiento formal donde seriamente se
oyeran y cuestionaran dichas demandas.
De lo anterior
concluye la Sala que al peticionario se le violaron los siguientes derechos
fundamentales:
- El derecho al
trabajo en condiciones dignas y justas, pues se le dio un trato que puede
calificarse, según las circunstancias antes narradas de inhumano y degradante
(arts. 12 y 25 de la C.P.), que además no se compadece con los deberes de la
persona y del ciudadano de respetar los derechos ajenos y no abusar de los
propios (art. 95-1 C.P.).
- El derecho a la
igualdad, pues al actor no se le dio por las directivas de la institución el
mismo tratamiento que en su condición de fundador se le otorga a los demás
fundadores.
- El derecho al
debido proceso, porque las decisiones adoptadas en torno a la situación laboral
del actor y las vías de hecho a las cuales acudió, envuelven en el fondo la
imposición de sanciones sin el cumplimiento de las formalidades
procesales.
Procede en
consecuencia la acción de tutela en relación con la protección de dichos
derechos fundamentales y por lo tanto se ordenará a la Fundación Escuela
Colombiana de Mercadotecnia y a las directivas de la misma que cese su
violación y se adopten las medidas que se especifican en la parte resolutiva de
esta sentencia.
IV. DECISION.
Por las razones
señaladas, la Corte Constitucional en Sala Segunda de Revisión, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
PRIMERO. Revocar las sentencias de primera y
segunda instancias proferidas en el presente proceso por el Tribunal Superior
de Medellín y la Corte Suprema de Justicia-Sala Civil, en atención a las
razones señaladas en el presente fallo.
SEGUNDO. Tutelar los derechos fundamentales del
peticionario al trabajo, a no ser objeto de tratos inhumanos o degradantes, a
la igualdad y al debido proceso, quebrantados por la Fundación Escuela
Colombiana de Mercadotecnia y sus órganos directivos y disponer en
consecuencia:
a. Que se le
restablezcan al señor Enrique Arturo Rojas Luque los derechos que la fundación
reconoce a los fundadores de la institución, particularmente el de ser citado
oportunamente a las asambleas generales.
b. Que se le
suministren al peticionario los elementos de trabajo y se le otorgue el apoyo
humano, técnico y los servicios complementarios que le permitan cumplir
adecuada y dignamente las labores encomendadas.
c. Que cese toda
forma de persecución por parte de las directivas de la Escuela y se abstenga en
el futuro de repetir cualquier acción que pueda colocar al actor en situación
de discriminación y desigualdad frente a los demás miembros fundadores de la
referida institución de enseñanza.
TERCERO. Líbrense las comunicaciones a que se
refiere el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los fines allí previstos.
Notifíquese, cópiese, publíquese en la
Gaceta de la Corte constitucional y cúmplase.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]. Set. T-230/94, M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz). |
276 | T-025-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-025/95
INEMBARGABILIDAD
DE BIENES DEL ESTADO-Excepciones
en materia laboral
El principio de
inembargabilidad de los bienes del Estado sufre una excepción de origen
constitucional, cuando se trata de hacer efectivos los derechos de los
trabajadores, relativos al pago de sus salarios y prestaciones sociales, pues
de este modo se evita el desconocimiento de derechos fundamentales.
SUPERINTENDENCIA
BANCARIA-Circular
inconstitucional/PRINCIPIO DE SEPARACION DE FUNCIONES ENTRE ORGANOS DEL
ESTADO-Vulneración/PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ
La
Superintendencia Bancaria carece de competencia para determinar la procedencia
o improcedencia de una orden de embargo emanada de un juzgado, pues es propio
de la actividad judicial, cuando se trata de procesos de ejecución, determinar
la suficiencia o idoneidad del título ejecutivo, librar el correspondiente
mandamiento de pago, ordenar y hacer efectivas las medidas ejecutivas
requeridas, previa definición de la procedencia del embargo, según la
naturaleza jurídica de los bienes, resolver las peticiones de desembargo que
formulen las partes y realizar los demás actos procesales propios de un proceso
de esta naturaleza. Por consiguiente, cuando la Superintendencia Bancaria
regula y condiciona la embargabilidad de dineros oficiales a través de la
referida circular, invade la órbita de la competencia de los jueces en la
materia ignora el principio de la separación de los poderes públicos y la
autonomía judicial.
JUEZ LABORAL-Requerimiento para cumplimiento de órdenes
de embargo
Conforme al
inciso 1 del art. 39 C.P.C., es obvio que el juez laboral, a quien no se le han
cumplido las órdenes de embargo, puede exigir su observancia a través de los
correspondientes requerimientos judiciales a la persona obligada a hacer
efectivas dichas órdenes, y si ésta se coloca en posición de renuencia o de
rebeldía contra lo decidido por el juzgado, aplicar las sanciones previstas. No
obstante, a juicio de la Corte el instrumento de coacción aludido para lograr
el cumplimiento de la orden judicial puede eventualmente no resultar idóneo y
efectivo, en los siguientes casos: 1. Cuando, no obstante los requerimientos
judiciales la persona obligada a acatar la orden de embargo se abstiene de
hacerlo y el juez no aplica las sanciones correspondientes, con lo cual se
queda sin cumplir el mandato judicial; 2. en el evento de que la persona
obligada a cumplir la orden de embargo prefiera pagar la multa y mantenerse en
la posición de desacato a la orden judicial, con la consecuencia de que ésta
queda incumplida.
DERECHOS DE
PERSONA DE LA TERCERA EDAD-Pago
y reajuste oportuno de pensiones
La Corte
Constitucional ha reconocido que los derechos a la protección y asistencia de
las personas de la tercera edad y a la seguridad social son fundamentales;
dentro de este último se comprende el derecho al pago oportuno y al reajuste
periódico de las pensiones.
ACCION DE TUTELA
CONTRA BANCOS-Incumplimiento
de órdenes de embargo
La negativa del
Banco a atender las órdenes de embargo emanadas del Juzgado configura una
violación de los derechos fundamentales de los peticionarios, quienes acudieron
al proceso ejecutivo laboral para obtener el pago de los reajustes a sus
respectivas pensiones, pues indudablemente de la materialización de los
referidos embargos depende el éxito de la acción ejecutiva.
REFERENCIA:
Expediente T- 46448
PETICIONARIO:
Clemente Meneses
López y otros
PROCEDENCIA:
Tribunal Superior de
CartagenaTEMA:
Embargo de dineros
oficiales.
La tutela como
mecanismo idóneo para cumplir una providencia judicial pese a la opción
prevista en el art. 39 del C.P.C.
MAGISTRADO
PONENTE
ANTONIO BARRERA
CARBONELL
Aprobada en Santafé
de Bogotá D.C., el primero (1o.) de febrero de mil novecientos noventa y cinco
(1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados ANTONIO
BARRERA CARBONELL, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y CARLOS GAVIRIA DIAZ, revisa el proceso
de acción de tutela instaurada por los señores Clemente Meneses López, Tiburcio
Loret Negrete y Martín J. Esquivel Camargo, contra el Banco del Estado, oficina
principal "La Matuna" de la ciudad de Cartagena.
I. ANTECEDENTES.
A. Los hechos.
Los señores Clemente
Meneses López, Tiburcio Loret Negrete y Martín J. Esquivel Camargo, en su
condición de jubilados de la Nación, instauraron demandas ejecutivas laborales
ante el Juzgado Segundo Laboral del Circuito de la Ciudad de Cartagena en
contra de la Caja Nacional de Previsión Social, con el fin de obtener el pago
de las sumas de dinero que se les adeudaban por concepto de reajustes de sus
pensiones, de conformidad con la ley 4a. de 1976.
El citado despacho
judicial libró mandamientos de pago en contra de la entidad demandada y a favor
de los actores y decretó en los respectivos procesos el embargo, secuestro y
retención de las sumas de dineros que tenía en depósito en el Banco del Estado,
oficina principal "La Matuna". Para la efectividad de ésta medida se
libraron los oficios números 310 - 306 de marzo 24/94 y 447 de mayo 4 del mismo
año, en los cuales se comunicaron los embargos y se ordenó a la gerente de
dicho banco que procediera a consignar a disposición del juzgado los dineros
correspondientes en el Banco Popular de la localidad, sección de depósitos
judiciales.
Ni la anterior
orden, ni los requerimientos judiciales ordenados y comunicados mediante los
oficios números 703 - 704 de junio 21/94 y sin número de julio 8 del año en
curso fueron atendidos por el Banco del Estado. Esta entidad, a través de
varios oficios de fecha 24 de junio del presente año, manifestó que se abstenía
de dar cumplimiento a las medidas cautelares, en razón de que la Caja Nacional
de Previsión Social es un establecimiento público adscrito al Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social y sus rentas y recursos gozan de la protección de
inembargabilidad, según el certificado expedido por el Director General del
Presupuesto Nacional.
B. La Pretensión.
La petición de los
accionantes se encamina a que se tutele, el derecho a subsistir y al disfrute
pleno de la pensión de jubilación como personas de la tercera edad, a efecto de
que se ordene al Banco del Estado, oficina principal "La Matuna" de
la ciudad de Cartagena, consignar en el Banco Popular, Sección de Depósitos
Judiciales y a disposición del Juzgado Segundo Laboral del Circuito de esa
ciudad los dineros afectados con las medidas ejecutivas que la entidad
demandada tiene depositados en cuenta corriente en dicho banco.
C. El fallo que
se revisa.
1. La Sala Penal del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena, en sentencia del 18 de
agosto de 1.994, resolvió negar la tutela solicitada, contra la representante
legal del Banco del Estado, con fundamento en las siguientes razones:
(...)
"En el presente
caso, el Juez Laboral a quien no se le han cumplido las órdenes impartidas
dentro de las actuaciones ejecutivas antes mencionadas, cuenta con los
mecanismos adecuados para la efectivización de los derechos reclamados por los
actores en este asunto, ya que de conformidad con el artículo 39 del Código de
Procedimiento Civil, aplicable a la materia tratada, dispone de poderes
disciplinarios para hacer cumplir las órdenes impartidas en ejercicio de sus
funciones que empleados públicos o particulares no acojan o demore su
ejecución, previendo en el numeral 1o. del citado precepto la sanción con
multas de dos a cinco salarios mínimos mensuales, convertibles en arresto
equivalentes al salario mínimo legal por día, según el caso, de cuya facultad
debe hacer el funcionario judicial por ser medio idóneo para el cumplimiento de
sus decisiones, o en su defecto las partes interesadas solicitarle la
utilización de dichos mecanismos con miras al reconocimiento de sus
derechos."
(...)
"En suma, si
existen otras vías o medios para la defensa judicial del derecho y la tutela no
es posible utilizarla como mecanismo transitorio, deviene en improcedente la
respectiva solicitud para conseguir el cumplimiento de las órdenes judiciales echadas
de menos en esta providencia, en relación con lo cual el funcionario judicial
correspondiente dispone de los mecanismos adecuados y suficientes en orden a la
observancia de sus decisiones a cargo de los empleados públicos o
particulares".
II. COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente para conocer de la revisión de las aludidas
sentencias en virtud de lo dispuesto por el inciso 2o. del artículo 86 de la
Constitución Política, en concordancia con el decreto 2591 de 1991.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
1. El principio
Constitucional de inembargabilidad de los bienes del Estado.
El principio de
inembargabilidad de los bienes y recursos del Estado esta consagrado en el art.
63 de la Constitución Política, en los siguientes términos:
"Los bienes
de uso público, los parques naturales, las tierras comunales de grupos étnicos,
las tierras de resguardo, el patrimonio arqueológico de la Nación y los demás
bienes que determine la Ley, son inalienables, imprescriptibles e
inembargables.
La ley 38 de 1989,
Estatuto Orgánico del Presupuesto Nacional, desarrolla el anterior precepto
constitucional, asi:
"Artículo 8. Los
principios del sistema presupuestal son: la planificación; la anualidad; la
universalidad; la unidad de caja; la programación integral; la especialización;
el equilibrio y la inembargabilidad"."..."
"Artículo
16. La inembargabilidad. Las rentas y recursos incorporados en el
Presupuesto General de la Nación son inembargables. La forma de pago de las
sentencias a cargo de la Nación, se efectuará de conformidad con el
procedimiento establecido en el Código Contencioso Administrativo y demás
disposiciones legales concordantes."
La Corte
Constitucional al pronunciarse en la sentencia C-546/92 sobre la exequibilidad
de las disposiciones transcritas estimó que el principio de la inembargabilidad
no es absoluto, pues tratándose de obligaciones laborales pueden hacerse
efectivas, bien sea que el título conste en una sentencia judicial o en un acto
administrativo en firme. Dijo la Corte en la aludida sentencia:
"En este
orden de ideas, el derecho al trabajo, por su especial protección en la Carta y
por su carácter de valor fundante del Estado social de derecho, merece una
especial protección respecto de la inembargabilidad del presupuesto."
"En
consecuencia, esta Corporación estima que los actos administrativos que
contengan obligaciones laborales en favor de los servidores públicos deben
poseer la misma garantía que las sentencias judiciales, esto es, que puedan
prestar mérito ejecutivo -y embargo- a los dieciocho (18) meses después de
haber sido ejecutoriados, de conformidad con el artículo 177 del código
contencioso administrativo ...."
La Corte
Constitucional al estudiar las demandas de inconstitucionalidad contra la ley
01 de 1991 y los decretos 035, 036
y 037 de 1992, en
sentencia No. C-013/93, ratificó expresamente la mencionada jurisprudencia en
los siguientes términos:
"Esta
Corporación, en la sentencia Nº C-546, sentó la doctrina constitucional en
materia del principio de inembargabilidad de los recursos y rentas incorporados
en el presupuesto general de la Nación. Si bien la inembargabilidad ordenada en
los decretos 036 y 037 de 1992 se circunscribe a los bienes y recursos del
Fondo de Pasivo Social y a los bienes muebles e inmuebles de la Empresa Puertos
de Colombia, en liquidación, al igual que a las rentas y recursos incorporados
en el presupuesto a su nombre, la mencionada doctrina que se ocupa del
principio general, conserva plena validez y conforme a la misma debe resolverse
la cuestión constitucional planteada."
"La
identidad sustancial en cuanto al cargo de la demanda que dio lugar a este
proceso constitucional con la que sirvió de base al pronunciamiento tratado en
el punto anterior, adicionada a la plena conducencia de sus fundamentos
constitucionales también en el caso presente, indefectiblemente lleva a la
Corte a declarar, como en efecto se hará, la exequibilidad del precepto
acusado, dejando a salvo las situaciones en las cuales la efectividad del pago
de las obligaciones laborales a cargo de la Nación con ocasión de la
liquidación de la Empresa Puertos de Colombia sólo pueda hacerse mediante el
embargo de los bienes y recursos del Fondo de Pasivo Social y de la Empresa
Puertos de Colombia, en liquidación, o de las rentas y recursos incorporados en
el presupuesto general de la Nación a su nombre, en cuyo caso el embargo
correspondiente se ajustará a lo señalado en el artículo 177 del Código
Contencioso Administrativo."
La jurisprudencia
sentada en las anteriores sentencias fue igualmente reiterada en la sentencia
C-017/93, al examinar la demanda de inconstitucionalidad contra el artículo 1o.
de la ley 15 de 1982.
Como puede
observarse, según la Corte el principio de inembargabilidad de los bienes del
Estado sufre una excepción de origen constitucional, cuando se trata de hacer
efectivos los derechos de los trabajadores, relativos al pago de sus salarios y
prestaciones sociales, pues de este modo se evita el desconocimiento de
derechos fundamentales. Fue asi como consecuente con la doctrina expuesta,
dijo:
"...este
principio de la inembargabilidad no es absoluto, ya que con base en él no
puede, por ejemplo, desconocerse un derecho fundamental."
"...la Corte
considera que en materia laboral, la inembargabilidad desconoce el principio de
la igualdad material, al convertirse en un obstáculo para el ejercicio del
derecho".
(...)
"Es decir,
el principio de la inembargabilidad es un criterio de seguridad presupuestal,
que vela por la existencia de recursos, que son de interés general, pero nunca
puede atentar, ni ser causa del desconocimiento de cualquier derecho
fundamental, pues no hay título jurídico contra la validez y eficacia de los
derechos fundamentales". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia
C-337 del 19 de agosto de 1993. M.P. Dr. Vladimiro Naranjo Mesa )
Finalmente la Corte
Constitucional en la sentencia C-103 de 1994 de la cual fue ponente el
Magistrado Jorge Arango Mejía, que declaró inexequible el inciso tercero del
artículo 513 del C.P.C., en el aparte que aludía a la suficiencia de la
certificación del Director General de Presupuesto o su delegado para proceder
al desembargo de rentas y recursos incorporados al presupuesto nacional, luego
de revisar los pronunciamientos anteriores en relación con la materia de la
inembargabilidad de los bienes del Estado, unificó su criterio e hizo claridad
sobre el punto en los siguientes términos:
"d)
Observaciones.
La Corte
considera pertinentes algunas observaciones sobre esta materia:
Primera.- Según el artículo 176 del Código
Contencioso Administrativo, "Las autoridades a quienes corresponda la
ejecución de una sentencia dictarán, dentro del término de treinta (30) días
contados desde su comunicación, la resolución correspondiente, en la cual se
adoptarán las medidas necesarias para su cumplimiento". Lo anterior
implica que tales autoridades deben hacer cuanto esté a su alcance para cumplir
las sentencias en el menor tiempo posible, sin tomarse el término de 18 meses a
que se refiere el artículo 177. Esto, con el fin de evitar que se
causen, en perjuicio del tesoro público, los intereses comerciales y de mora
consagrados en el inciso final del mismo artículo 177. El dilatar
injustificadamente el cumplimiento de esta clase de fallos no sólo perjudica a
los beneficiarios de los mismos, sino que representa una carga exagerada para
el erario, y, en últimas, para el contribuyente.
Segunda.- Dispone el inciso cuarto del artículo 177
del Código Contencioso Administrativo: "Será causal de mala conducta de
los funcionarios encargados de ejecutar los presupuestos públicos, pagar las
apropiaciones para cumplimiento de condenas más lentamente que el resto. Tales
condenas, además, serán ejecutables ante la justicia ordinaria dieciocho (18)
meses después de su ejecución". Esto quiere decir que transcurridos los
18 meses, es procedente la ejecución, acompañada de las medidas cautelares de
embargo y secuestro, con sujeción a las normas procesales pertinentes.
Tercera.- Cuando se trata de un acto administrativo definitivo
que preste mérito ejecutivo, esto es, que reconozca una obligación expresa,
clara y exigible, obligación que surja exclusivamente del mismo acto, será
procedente la ejecución después de los diez y ocho (18) meses, con sujeción a
las normas procesales correspondientes. Pero, expresamente, se aclara que la
obligación debe resultar del título mismo, sin que sea posible completar el
acto administrativo con interpretaciones legales que no surjan del mismo".
2. La renuencia
del Banco del Estado a cumplir unas órdenes judiciales de embargo de bienes de
la Caja Nacional de Previsión Social.
El Banco del Estado,
Oficina Principal de la ciudad de Cartagena, se abstuvo de cumplir las ordenes
de embargo emitidas por el Juzgado Segundo Laboral del Circuito de dicha
ciudad, dentro de los procesos ejecutivos laborales a que antes se hizo
referencia, invocando la circular externa No. 18 de marzo 6 de 1992 de la
Superintendencia Bancaria, que en la parte pertinente expresa:
"... una vez
recibida una orden de embargo se solicitará certificación al Director General
de Presupuesto o su delegado sobre la inembargabilidad de los recursos en
depósitos. Una vez acreditada dicha calidad, los establecimientos de créditos,
se abstendrán de hacer el embargo y manifestarán tales circunstancias al Juez
respectivo".
"Igualmente se
abstendrán de hacer efectivo el embargo en caso de haberse certificado
anticipadamente por el Director General de Presupuesto o su Delegado, sobre la
calidad de inembargables de los dineros consignados en cuentas determinadas de
los establecimientos de crédito".
Observa la Sala que
revisadas las funciones de la Superintendencia Bancaria y el Superintendente
Bancario, para la fecha en que se expidió la circular antes mencionada, e
igualmente las que les corresponden en la actualidad (decretos extraordinarios
Nos. 1730 de julio 4 de 1991 y 663 de abril 2 de 1993), no aparece que dicha
entidad ni el funcionario mencionado tengan competencia para regular las
condiciones bajo las cuales los establecimientos bancarios pueden dar
cumplimiento a las órdenes de embargo emanadas de los funcionarios judiciales.
Por lo tanto, aprecia que dicha circular carece de sustento legal y, además, es
inconstitucional porque los órganos administrativos no sólo están obligados a
cumplir las decisiones judiciales (Sentencias T-554/92, M.P. Eduardo Cifuentes
Muñoz, T-128/93 M.P. José Gregorio Hernández Galindo y T-537/94 M.P. Antonio
Barrera Carbonell, entre otras), sino que deben abstenerse de emitir actos
administrativos para impedir que otras autoridades públicas o entidades
privadas, como es el caso de los bancos, las cumplan, pues ello implica
desconocer el orden jurídico que institucionaliza la Constitución, el derecho
de acceso a la justicia, la separación de funciones estatales, la colaboración
armónica entre las ramas del poder público y la autonomía funcional de las
autoridades judiciales.
La Superintendencia
Bancaria carece de competencia para determinar la procedencia o improcedencia
de una orden de embargo emanada de un juzgado, pues es propio de la actividad
judicial, cuando se trata de procesos de ejecución, determinar la suficiencia o
idoneidad del título ejecutivo, librar el correspondiente mandamiento de pago,
ordenar y hacer efectivas las medidas ejecutivas requeridas, previa definición
de la procedencia del embargo, según la naturaleza jurídica de los bienes,
resolver las peticiones de desembargo que formulen las partes y realizar los
demás actos procesales propios de un proceso de esta naturaleza. Por consiguiente,
cuando la Superintendencia Bancaria regula y condiciona la embargabilidad de
dineros oficiales a través de la referida circular, invade la órbita de la
competencia de los jueces en la materia ignora el principio de la separación de
los poderes públicos y la autonomía judicial.
Resulta pertinente
dejar consignado lo expuesto por la Corte en la Sentencia C-103 antes citada
sobre la idoneidad de la certificación del Director General de Presupuesto o su
delegado para que el juez proceda al desembargo de los bienes de una entidad
pública trabados en una ejecución, según el inciso 3o. del art. 513 del C.P.C.,
declarado inexequible parcialmente. Dijo la Corte:
"b) En cuanto al inciso tercero del mismo
artículo 513, cabe decir lo siguiente:
La redacción de la
norma, al decir que "bastará certificación del Director General de
Presupuesto o su delegado para acreditar el mencionado carácter de los bienes y
se efectuará desembargo de los mismos a más tardar el día siguiente de haber
sido presentada al juez dicha certificación.", priva al juez de la
facultad de examinar la certificación en sí misma, a la luz de los demás
elementos de juicio de que disponga, para decidir de conformidad con su propia
autonomía. Es evidente que la certificación es una prueba, cuya evaluación
compete al juez, para que éste no aparezca únicamente como el encargado de
cumplir una especie de orden impartida por un funcionario de la rama ejecutiva.
Por esto, se declarará inexequible la parte correspondiente, porque la Corte
considera que vulnera el principio de la separación de los poderes y la
autonomía de la rama judicial, consagrada en el artículo 228 de la
Constitución".
Conforme al art. 4
de la Constitución Política y porque a juicio de la Sala la circular en
cuestión resulta abiertamente violatoria de diferentes normas constitucionales,
según los razonamientos que se han hecho anteriormente, se inaplicará para el
caso concreto la referida circular.
3. El caso
concreto.
3.1. Inexistencia
de otro medio alternativo de defensa judicial.
Para definir el
asunto sometido a la consideración de la Sala, es preciso determinar sí, como
lo dice el fallador de instancia, existe en el presente caso un medio
alternativo de defensa judicial que excluya la acción de tutela, o por el
contrario, es ésta el instrumento idóneo y efectivo para proteger los derechos
constitucionales fundamentales que se estiman vulnerados.
No ignora la Sala
la existencia del precepto del inciso 1 del artículo 39 del Código de Procedimiento
Civil, aplicable al proceso laboral según el art. 145 del C.P.L., que
consagra, entre los poderes disciplinarios del juez: "Sancionar con multas
de dos a cinco salarios mínimos mensuales a sus empleados, a los demás
empleados públicos y a los particulares que sin justa causa incumplan las
órdenes que les imparta en ejercicio de sus funciones o demoren su
ejecución".
Conforme al precepto
primeramente mencionado, es obvio que el juez laboral, a quien no se le han
cumplido las órdenes de embargo, puede exigir su observancia a través de los
correspondientes requerimientos judiciales a la persona obligada a hacer
efectivas dichas órdenes, y si ésta se coloca en posición de renuencia o de
rebeldía contra lo decidido por el juzgado, aplicar las sanciones previstas.
No obstante, a
juicio de la Corte el instrumento de coacción aludido para lograr el
cumplimiento de la orden judicial puede eventualmente no resultar idóneo y
efectivo, en los siguientes casos:
- Cuando, no
obstante los requerimientos judiciales la persona obligada a acatar la orden de
embargo se abstiene de hacerlo y el juez no aplica las sanciones
correspondientes, con lo cual se queda sin cumplir el mandato judicial;
- en el evento de
que la persona obligada a cumplir la orden de embargo prefiera pagar la multa y
mantenerse en la posición de desacato a la orden judicial, con la consecuencia
de que ésta queda incumplida.
En tales
condiciones, estima la Sala que al resultar fallidos los mecanismos ordinarios
de coacción, y en consecuencia resultar inane el medio de defensa judicial
indicado, la tutela se erige en el instrumento idóneo para lograr el
cumplimiento efectivo de la orden judicial, pues no se concibe que dentro del
Estado de Derecho, donde los particulares están sometidos a la Constitución y a
la ley, y sujetos a unos deberes que los obligan a respetar los derechos ajenos
y no abusar de los propios y de colaborar con el buen funcionamiento de la
administración de justicia (arts. 4 y 95-1-7 C.P.), se les permita a desconocer
las providencias judiciales.
Concluye en
consecuencia la Sala que, pese a la alternativa que consagra el art. 39 del
C.P.C. y por las razones anotadas, es procedente la acción de tutela para hacer
efectivo el cumplimiento de la orden judicial, lo cual a su vez es condición
para la vigencia y realización del derecho fundamental.
3.2 Procedencia
de la tutela impetrada.
Reiteradamente la
Corte Constitucional ha reconocido que los derechos a la protección y
asistencia de las personas de la tercera edad y a la seguridad social son
fundamentales; dentro de este último se comprende el derecho al pago oportuno y
al reajuste periódico de las pensiones.
Al respecto esta
Sala expresó lo siguiente:
"Con el fin de
hacer realidad el reconocimiento constitucional a la dignidad de las personas,
es necesario que el Estado garantice la efectividad de los derechos de las
personas de la tercera edad, entre ellos, el derecho a la seguridad social, lo
cual implica, la obligación de todos los estamentos oficiales de hacer realidad
y traducir en hechos concretos sus postulados".
"Ante la
pérdida de su capacidad laboral, las personas de la tercera edad están
limitadas y a veces imposibilitadas para obtener los ingresos económicos que
les permitan disfrutar de una especial calidad de vida; por consiguiente, el
incumplimiento del pago de las prestaciones a su favor por las entidades de
previsión social pueden significar atentados contra los derechos a la salud y a
la vida".
"La especial
protección que la Constitución ha dispuesto para las personas de la tercera
edad (arts.46, 47 y 48), se traduce en la imperatividad de la norma del inciso
3o. del artículo 53, que dice:
El Estado garantiza
el derecho al pago oportuno y al reajuste periódico de las pensiones
legales."1
La negativa del
Banco del Estado a atender las órdenes de embargo emanadas del Juzgado Segundo
Laboral del Circuito de Cartagena configura una violación de los derechos
fundamentales de los peticionarios, quienes acudieron al proceso ejecutivo
laboral para obtener el pago de los reajustes a sus respectivas pensiones, pues
indudablemente de la materialización de los referidos embargos depende el éxito
de la acción ejecutiva.
Es preciso dejar en
claro, que la Sala no se detiene en el examen del problema relativo a la
existencia del título ejecutivo idóneo requerido para llevar a cabo cada una de
las ejecuciones promovidas por los actores, según las orientaciones que
aparecen consignadas en la sentencia C-103/94, a que se hizo alusión
anteriormente, pues ello escapa a la competencia del juez de tutela.
El análisis relativo
a la certeza de los derechos pretendidos y las condiciones para hacerlos
efectivos, a través del proceso ejecutivo laboral, es asunto que corresponde
privativamente al Juzgado Segundo Laboral del Circuito de Cartagena, en forma
autónoma y dentro de los límites de su respectiva competencia; significa ello,
en consecuencia, que al titular del mencionado despacho se le puede exigir las
responsabilidades que constitucional y legalmente le corresponden, en el evento
de que haya ordenado la ejecución sin que exista título ejecutivo, en los
términos de la aludida sentencia, o sin haber transcurrido el término de 18
meses de que trata el art. 177 del C.C.A.
En virtud de lo
expuesto se deja en claro, que la Sala simplemente se ha ocupado de verificar
que, en el presente caso, la omisión del Banco del Estado de cumplir las
referidas órdenes de embargo, pese a los requerimientos que se le hicieron,
implicó la violación de los derechos fundamentales de los petentes a la
seguridad social y al pago oportuno de los reajustes pensionales, bajo el
entendido de que los mandamientos de pago librados por el juzgado hay que
presumirlos ajustados a la ley, mientras estén vigentes.
En atención a las
consideraciones anteriores se revocará la sentencia proferida por la Sala Penal
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena y, en su lugar, se
concederá la tutela de los mencionados derechos fundamentales.
IV. DECISION.
En mérito a lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
Inaplícase por
inconstitucional en el presente caso, de conformidad con el art. 4 de la
Constitución Política, la circular No. 18 de fecha Marzo 6 de 1992 originaria
de la Superintendencia Bancaria.
Enviése copia de ésta
Sentencia a dicha Superintendencia.
SEGUNDO. Revocar la sentencia de fecha 18 de agosto de 1994
proferida por la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Cartagena, mediante la cual se negó la tutela impetrada por los señores Clemente
Meneses López, Tiburcio Loret Negrete y Martín J. Esquivel Camargo y, en su
lugar, concédese la tutela de sus derechos fundamentales a la seguridad social
y al pago de los reajustes a sus pensiones de jubilación, decretadas por la
Caja Nacional de Previsión Social y ordénase al Banco del Estado oficina
principal La Matuna de la ciudad de Cartagena dar cumplimiento a las órdenes de
embargo emanadas del Juzgado Segundo Laboral del Circuito de Cartagena,
emitidas dentro de los procesos adelantados por los señores Clemente Meneses
López, Tiburcio Loret Negrete y Martín J. Esquivel Camargo.
TERCERO. Líbrense las comunicaciones a que se
refiere el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los fines allí previstos.
Notifíquese,
cópiese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Sentencia T-111/94 M.P. Antonio Barrera Carbonell. |
277 | T-032-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-032/95
DERECHO A LA
COMUNICACION-Alcance/DERECHO
A LA COMUNICACION-Instalación de teléfono
El derecho a la
comunicación tiene un sentido mucho más amplio, pues su núcleo esencial no
consiste en el acceso a determinado medio o sistema sino en la libre opción de
establecer contacto con otras personas, en el curso de un proceso que incorpora
la mutua emisión de mensajes, su recepción, procesamiento mental y respuesta, bien
que ello se haga mediante el uso directo del lenguaje, la escritura o los
símbolos, o por aplicación de la tecnología. En el caso presente no se afectó
el núcleo esencial del derecho a la comunicación, pues aun en el supuesto de
que el recaudo de cuotas para la extensión del cable telefónico hasta el lugar
de su vivienda hubiera implicado excluir al demandante del servicio solicitado
-no aconteció así, según lo que obra en el expediente-, nada indica que por
ello quedara absolutamente incomunicado. No se le prohibió acceder a otros
medios y ni siquiera se le negó sino que le fue razonablemente condicionada la
conexión del teléfono.
SERVICIOS
PUBLICOS-Participación de
la comunidad/CONDUCTA LEGITIMA DE PARTICULAR
Mientras se
ajusten a las normas legales en vigor y su función repercuta en el beneficio
general, las organizaciones comunitarias constituyen elementos de gran
importancia para el logro de los objetivos constitucionales, en especial el
relativo a la garantía de un orden político, económico y social justo dentro de
un sistema democrático y participativo (C.P., Preámbulo). Ninguna disposición
de la Carta excluye que, en ese orden de ideas, puedan celebrarse convenios o
acuerdos entre las entidades públicas y dichas organizaciones para buscar,
merced a la integración y coordinación de esfuerzos, objetivos concretos de
servicio público en diversas materias y en todas las áreas del territorio
nacional. La Corte encuentra absolutamente infundada la acción en este caso, ya
que la actuación del demandado es perfectamente legítima, en cuanto se ha
limitado a contribuir con su actividad al logro de un propósito colectivo, en
el marco de un convenio cuya validez no ha sido cuestionada y que tiene un
objeto acorde con los lineamientos constitucionales. El particular demandado no
está encargado de la prestación de un servicio público, función propia de
Telecom. Cosa distinta es que haya colaborado, como lo hizo en ejercicio del
convenio, para el buen éxito de la empresa comunitaria emprendida.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-46655
Acción de tutela
instaurada por CRISTO ALFONSO FORERO BARAHONA contra ALIRIO SEGURA.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del seis (6) de febrero de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos de tutela proferidos en el asunto de la referencia por los juzgados
Promiscuo Municipal de Machetá y Civil del Circuito de Chocontá -Departamento
de Cundinamarca-
I. INFORMACION PRELIMINAR
La acción instaurada
por CRISTO ALFONSO FORERO BARAHONA contra el Presidente de la Junta de Acción
Comunal de la Vereda de Quebradahonda en el Municipio de Machetá tiene su
origen en los hechos que a continuación se relatan:
El 16 de diciembre
de 1991 el accionante presentó a la Oficina de Telecom del municipio una
solicitud para que le fuera instalado el servicio telefónico en una finca de su
propiedad.
Según lo expuesto en
la demanda, el peticionario consignó la suma de doscientos cincuenta y cinco
mil pesos M/cte ($255.000.oo), para cancelar los derechos a la línea
telefónica, de acuerdo con el precio que -dice el actor- fue acordado entre el
Gerente Regional de Telecom y el Alcalde Municipal. La consignación se efectuó
en la Caja Agraria de la localidad, a órdenes de la empresa estatal.
Precisó la demanda
que se nombró un Comité denominado "Pro Teléfonos de Machetá
-COTELMA-", encargado de intermediar entre Telecom y los usuarios.
Manifestó el
accionante que el Presidente de la Junta de Acción Comunal de la Vereda de
Quebradahonda, ignorando al mencionado Comité, reunió a los usuarios de la
Vereda y, alegando que los materiales subirían de precio en corto tiempo, les
impuso la obligación de depositar "una cantidad que él fijó a su
capricho" antes del 30 de junio de 1994, so pena de quedarse sin teléfono.
De acuerdo con la
demanda, Segura dividió a los usuarios en cuatro grupos y distribuyó entre
ellos, a su talante, la suma que cada uno debería cancelar. Al actor -según
afirma- le correspondió, como único caso entre todos los habitantes de la
Vereda, la cantidad de quinientos diez mil pesos Mcte ($510.000.oo),
adicionales a los que ya había cancelado.
Declaró el petente
que la mencionada cuota debe ser cancelada en la casa de Alirio Segura, no en
la Caja Agraria como se hizo con el derecho a la línea.
Segura -expresó la
demanda- no ha presentado a la comunidad ningún estudio sobre las distancias
para evaluar los costos que debe cubrir cada usuario, ni ha expuesto
documentación alguna sobre sus gestiones ante Telecom. Tampoco ha dicho dónde
deposita los dineros recibidos ni se sabe cuál es la forma de pago al
contratista.
El accionante pidió
al juez de tutela que ordenara a Segura "entregar un informe de la situación
aquí expuesta y la documentación que él debe tener en su poder relacionada con
la instalación de los teléfonos".
A la demanda se
acompañó la fotocopia de una carta de fecha 2 de julio de 1994, remitida a
Cristo Alfonso Forero Barahona por la firma contratista, "Electro Méndez y
Compañía Ltda", en la cual se le manifiesta que, como la mayoría de los
veintiséis usuarios del servicio telefónico autorizaron al señor Alirio Segura
para que los representara en la contratación de la obra, a Forero le corresponderá
cancelar la indicada suma, de acuerdo con el grupo y dada la distancia de su
finca. En la misiva se le ruega entenderse exclusivamente con el señor Segura
"para que tenga derecho al servicio del teléfono".
A juicio del actor,
le han sido violados sus derechos a la comunicación y a la igualdad.
II. DECISIONES
JUDICIALES
El juez de primera
instancia, que lo fue el Promiscuo de Machetá, resolvió inadmitir por
improcedente la acción de tutela e indicar al petente, como solución
alternativa, la de dirigirse a las autoridades municipales a efecto de plantear
las quejas y reclamos respecto a la obtención del servicio telefónico.
Para el juez, los
derechos invocados por el peticionario -la comunicación y la igualdad- no son
fundamentales.
Afirma en torno al
primero:
"Aunque no
pretende desconocer este Despacho que, en efecto, la comunicación telefónica de
cualquier unidad habitacional es un derecho de los conciudadanos, no se puede
por eso darle la categoría de derecho fundamental (...). No por el hecho de que
en tal o cual parte no se cuente con servicio telefónico podemos válidamente
inferir que quien se vea afectado con tal situación se encuentre incomunicado,
que sería la violación efectiva del derecho a la comunicación".
Respecto del segundo
manifiesta:
"En cuanto al
otro de los derechos citados, esto es, el derecho a la igualdad de condiciones
respecto de los demás usuarios del servicio (...), encuentra el Despacho las
mismas observaciones, es decir, tampoco de él se puede predicar con validez la
categoría de derecho fundamental.
(...)
Si al tutelante se
cobra más o menos por su aspiración válida de obtener para su unidad
habitacional el servicio telefónico, no por ello ha de entenderse que se le
está de alguna manera discriminando o desconociendo su igualdad con los demás
vecinos. No; se trata sin lugar a dudas de factores operativos y de necesidad
del servicio atendiendo muy seguramente aspectos como la instalación de las
respectivas redes, costos de instalación y demás situaciones de factibilidad,
de las cuales tienen exacto conocimiento las entidades u oficinas creadas para
el efecto".
Dice finalmente el
fallador que ni siquiera como medio alternativo de protección puede
considerarse viable la acción instaurada, por cuanto existen otras vías para
formular las pertinentes reclamaciones. Así, la de dirigirse a las autoridades
municipales y a las entidades encargadas de la prestación del servicio de
telefonía.
Impugnado el fallo,
el Juez Civil del Circuito de Chocontá lo confirmó en todas sus partes.
La providencia de
segunda instancia se refirió a la normatividad relacionada con el ejercicio de
la acción de tutela contra particulares, haciendo ver que no es posible
intentarla sino en los casos contemplados por el artículo 42 del Decreto 2591
de 1991.
A su juicio, en este
caso el derecho invocado no corresponde a salud ni educación y la acción no
está dirigida contra el encargado de prestar un servicio público domiciliario.
Estos son -expresó- los servicios públicos básicos, como lo son los de
acueducto, energía eléctrica y aseo, cuando sean indispensables para garantizar
la vida y la salud, "no encontrándose dentro de ellos el correspondiente a
instalación de servicio telefónico".
Señaló que, en el
asunto materia del proceso, se trata de la instalación del servicio de
teléfono, la cual puede llevar a cabo el usuario por su cuenta.
Por otra parte
-añadió- la acción instaurada no se dirige a obtener la instalación de dicho
servicio, sino a que el señor Alirio Segura entregue informe y documentación,
solicitud que no es procedente por vía de tutela, ya que esta acción preferente
y sumaria está dirigida a la protección de derechos fundamentales a falta de
otros medios o mecanismos de actuación judicial.
Concluyó entonces
que, como existe el mecanismo anotado en la providencia impugnada para efectos
de obtener lo solicitado por el accionante, quien también puede acudir a la vía
ordinaria en aras de obtener la indemnización por perjuicios en el evento de que
se le hubiera cobrado un mayor valor que a los demás usuarios en igualdad de
circunstancias, la acción no tenía lugar.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es
competente para revisar los fallos que se acaban de resumir, pues así lo
disponen los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política y el Decreto 2591
de 1991.
Alcance
constitucional del derecho a la comunicación
Uno de los motivos
alegados por el peticionario para intentar la acción de tutela consistió en que,
a su juicio, le estaba siendo violado el derecho a la comunicación, que
considera fundamental, en cuanto, por la actitud y conducta del demandado, se
le impedía obtener la línea telefónica por él solicitada.
La invocación de un
derecho ante los jueces de tutela debe llevar a que éstos, como lo hizo el de
primera instancia en el presente caso, diluciden en primer término si en
realidad tiene el carácter de fundamental y seguidamente establezcan si,
consideradas las circunstancias concretas, ha sido violado o amenazado.
Como también lo
sugiere una de las providencias materia de examen, la Corte juzga necesario
distinguir entre el derecho a la comunicación en su sentido genérico y el que
tiene una persona o entidad a que en el lugar de vivienda, trabajo o descanso,
o en la sede en que se desarrollan actividades comerciales, industriales,
educativas o de otra índole se cuente con la conexión del servicio telefónico.
Para la Corte es
evidente que la carencia del específico instrumento de comunicación de que se
trata, aunque puede afectar los intereses del individuo y generarle
dificultades prácticas de mayor o menor intensidad -depende de sus necesidades
y circunstancias-, no representa per se una vulneración de derechos
fundamentales. Para que éstos resultasen afectados por una privación del
teléfono se requeriría la concurrencia de otros factores y motivos
circunstanciales, como sería el caso, por ejemplo, de que la persona fuera
discriminada al serle negado el servicio, pese a cumplir los requisitos pertinentes,
por su raza, su religión o su filiación política, ya que ello implicaría una
abierta ruptura del principio constitucional de la igualdad; o el de alguien
que, justamente por no disponer de otros medios, quedara absolutamente excluído
de toda posibilidad de comunicación.
Considera la Corte
que el derecho a la comunicación tiene un sentido mucho más amplio, pues su
núcleo esencial no consiste en el acceso a determinado medio o sistema sino en
la libre opción de establecer contacto con otras personas, en el curso de un
proceso que incorpora la mutua emisión de mensajes, su recepción, procesamiento
mental y respuesta, bien que ello se haga mediante el uso directo del lenguaje,
la escritura o los símbolos, o por aplicación de la tecnología.
La Constitución
Política no destina un artículo específico a la garantía del aludido derecho,
pero éste sale a flote, como propio e inalienable de toda persona, cuando se
integran sistemáticamente varios principios y preceptos constitucionales, entre
otros los consagrados en los artículos 5 (primacía de los derechos inalienables
de la persona), 12 (prohibición de la desaparición forzada y de tratos
inhumanos o degradantes), 15 (inviolabilidad de la correspondencia y demás
formas de comunicación privada), 16 (libre desarrollo de la personalidad), 20
(libertad de expresión y derecho a emitir y recibir información), 23 (derecho
de petición), 28 (libertad personal), 37 (libertad de reunión), 40 (derecho a
participar en la conformación, ejercicio y control del poder político), 73
(protección de la actividad periodística), 74 (derecho de acceso a los
documentos públicos) y 75 (igualdad de oportunidades en el acceso al uso del
espectro electromagnético), garantías todas éstas que carecerían de efectividad
si no se asegurara que la persona goza de un derecho fundamental a comunicarse.
Aunque ello no fuera
así, la ausencia de nominación, definición o referencia expresa de un derecho
en los textos positivos no puede asumirse como criterio de verdad para negar
que exista. Tal es el sentido del artículo 94 de la Constitución Política,
según el cual la enunciación de los derechos y garantías tanto en su propio
articulado como en el de los convenios internacionales vigentes, "no debe
entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana,
no figuren expresamente en ellos".
Dentro de ese
criterio, que excluye toda concepción literal y taxativa de los derechos -como
corresponde a un sistema jurídico que prohija el respecto a la dignidad
humana-, no cabe duda de que la naturaleza racional y sociable del hombre, no
menos que su excepcional aptitud para la expresión verbal y escrita, hacen
indispensable, para su desarrollo individual y para la convivencia a la cual
tiende de manera espontánea, la posibilidad de establecer comunicación con sus
congéneres.
En el caso presente
no se afectó el núcleo esencial del derecho a la comunicación, pues aun en el
supuesto de que el recaudo de cuotas para la extensión del cable telefónico
hasta el lugar de su vivienda hubiera implicado excluir al demandante del
servicio solicitado -no aconteció así, según lo que obra en el expediente-,
nada indica que por ello quedara absolutamente incomunicado. No se le prohibió
acceder a otros medios y ni siquiera se le negó sino que le fue razonablemente
condicionada la conexión del teléfono.
Por no ser
pertinente para resolver en el presente asunto, se abstiene la Corte de
profundizar en la variada gama de temas de suscita el Derecho Constitucional de
las comunicaciones, pero advierte que él tiene firme arraigo en la preceptiva
de la Carta Política en vigor, como quiera que mediante ella se superó el
restringido concepto de la libertad de prensa, que se plasmaba en el artículo
42 de la Constitución de 1886, y se amplió considerablemente el radio de las
garantías que exige el desarrollo tecnológico y la complejidad de las
relaciones intrasubjetivas del presente.
Participación
de la comunidad en la extensión y prestación de los servicios públicos
En el contexto de la
democracia participativa, resulta esencial la incorporación de los particulares
y de la comunidad a la gestión de los asuntos de interés colectivo, en cuanto
no se trate del ejercicio de competencias definidas por la normatividad como privativas
de ciertos órganos o funcionarios.
Por ello el artículo
2º de la Constitución destaca como fines esenciales del Estado el de facilitar
la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida
económica, política, administrativa y cultural de la Nación, y el de asegurar
el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.
Especial importancia
tiene este criterio en lo que se relaciona con la extensión y prestación de los
servicios públicos. Aunque el deber primordial de asegurar su eficiente
cobertura en todo el territorio corresponde al Estado, el artículo 365 de la
Carta establece que podrán ser prestados por aquél, directa o indirectamente, o
por particulares, siempre, claro está, bajo la regulación, el control y la
vigilancia estatales.
Si la Constitución
da lugar a que los particulares y las comunidades asuman este tipo de tareas,
en el marco de las condiciones que fije la ley, a la vez que garantiza la libre
iniciativa privada dentro de los límites del bien común (Artículo 333 C.P.), a
la luz de su preceptiva las personas tienen todas las posibilidades de
vincularse, individual o colectivamente, a la gestión que desarrollan los entes
oficiales que coordinan o prestan los servicios públicos, para contribuir, con
sus actividades, al logro de fines tales como la ampliación, eficiencia y
desarrollo de aquéllos.
Por ello, mientras
se ajusten a las normas legales en vigor y su función repercuta en el beneficio
general, las organizaciones comunitarias constituyen elementos de gran
importancia para el logro de los objetivos constitucionales, en especial el
relativo a la garantía de un orden político, económico y social justo dentro de
un sistema democrático y participativo (C.P., Preámbulo).
Ninguna disposición
de la Carta excluye que, en ese orden de ideas, puedan celebrarse convenios o
acuerdos entre las entidades públicas y dichas organizaciones para buscar,
merced a la integración y coordinación de esfuerzos, objetivos concretos de
servicio público en diversas materias y en todas las áreas del territorio
nacional.
Las gestiones que en
esa virtud cumplen los particulares, mientras se sujeten a la ley y tengan por
objeto un verdadero y transparente ejercicio que cuide ante todo el beneficio
de la comunidad, son formas plausibles de cristalizar el principio
constitucional de la solidaridad (Artículo 1º C.P.), al cual se ha
referido esta misma Sala de la Corte en los siguientes términos:
"La solidaridad,
que según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua significa
"adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros", tiene
aplicación en el campo jurídico dentro de la teoría de las obligaciones, en la
cual asume las conocidas formas activa y pasiva, y también en materia de
responsabilidad.
Desde el punto de
vista constitucional, tiene el sentido de un deber -impuesto a toda
persona por el sólo hecho de su pertenencia al conglomerado social- consistente
en la vinculación del propio esfuerzo y actividad en beneficio o apoyo de otros
asociados o en interés colectivo.
Pero
fundamentalmente se trata de un principio que inspira la conducta de los
individuos para fundar la convivencia en la cooperación y no en el egoísmo.
Según el artículo 1º
de la Carta, la solidaridad entre los integrantes de la organización política
que ella estructura constituye uno de los fundamentos del Estado Social de
Derecho. Al tenor del artículo 95, numeral 2, uno de los deberes de la persona
y del ciudadano radica en "obrar conforme al principio de solidaridad
social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en
peligro la vida o la salud de las personas".
La vigencia de este
principio elimina la concepción paternalista, que crea una dependencia absoluta
de la persona y de la comunidad respecto del Estado y que ve en éste al único
responsable de alcanzar los fines sociales. Mediante el concepto de la
solidaridad, en cambio, se incorpora a los particulares al cumplimiento de una
tarea colectiva con cuyas metas están comprometidos, sin perjuicio del papel
atribuido a las autoridades y entidades públicas". (Cfr, Corte
Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Fallo T-550 del 2 de diciembre de
1994).
Ahora bien, como ya
se dijo, la contribución comunitaria puede implicar, según la Carta Política,
que las organizaciones correspondientes asuman, bajo el control, la vigilancia
y la regulación del Estado, la prestación de los servicios públicos, pero no
necesariamente deben hacerlo. Su aporte puede ser muy valioso en variados
aspectos tales como la mayor cobertura del servicio, la infraestructura
indispensable para su conexión, la intermediación entre la entidad que lo
presta y los usuarios, o la orientación de recursos humanos y económicos hacia
los propósitos de interés común.
El caso
concreto
Uno de los
argumentos expuestos por el actor para obtener protección judicial en este caso
radica en que un particular coordina las gestiones que se llevan a cabo en su
vereda respecto de la prestación del servicio público de telefonía.
Entre las pruebas
presentadas a la Corte por el Alcalde Municipal de Machetá se encuentra una
copia del "Convenio de Cooperación Técnica y Económica celebrado entre la
Empresa Nacional de Telecomunicaciones -TELECOM- y el Comité de Usuarios
Pro-teléfonos de Machetá".
Después de declarar
que se hace indispensable aunar esfuerzos entre Telecom y la comunidad para la
prestación del servicio público, los firmantes del Convenio señalaron su
objeto: "...establecer mutua cooperación técnica y económica entre las
partes, para efectos de elaborar un proyecto de telefonía para dotar de
servicio telefónico automático a trescientos (300) abonados del municipio de
MACHETA y su zona de influencia del Departamento de Cundinamarca".
Telecom se
comprometió, entre otras cosas, a adelantar los estudios de ingeniería
requeridos para la ejecución del proyecto; a suministrar e instalar una central
telefónica para trescientos abonados; a suministrar e instalar un radio-enlace;
a conectar el servicio a la red troncal de larga distancia nacional e
internacional; a asignar la numeración para la central de conmutación; a
prestar los servicios de asesoría necesarios con el fin de poner en
funcionamiento el sistema; a aportar el edificio y las obras civiles para la
instalación del mismo y a suministrar una red telefónica para 100 pares y una
planta eléctrica.
Por su parte el
comité, constituído por los usuarios, se obligó a ampliar la red externa en el
casco urbano y rural a un mínimo de 350 pares; a adelantar las obras de
acometida eléctrica para el suministro de energía a la nueva central
telefónica; a efectuar las obras civiles para la colocación de la central
telefónica y su interconexión con el edificio de Telecom; a ejecutar la
instalación de abonados y a recolectar los aportes económicos de los usuarios
para la financiación de las obras a su cargo.
De los documentos
que obran en el expediente puede también concluirse que ALIRIO SEGURA, el
demandado, ha venido interviniendo en el recaudo de los dineros destinados a la
extensión de la red telefónica por designación que hizo la comunidad,
asignándole la calidad de coordinador, no porque haya asumido ese papel de
manera ilícita o arbitraria, como podría concluirse de la demanda.
La Corte encuentra
absolutamente infundada la acción en este caso, ya que la actuación de SEGURA
es perfectamente legítima, en cuanto se ha limitado a contribuir con su
actividad al logro de un propósito colectivo, en el marco de un convenio cuya
validez no ha sido cuestionada y que tiene un objeto acorde con los
lineamientos constitucionales, según lo dicho.
La tutela solicitada
no podía prosperar por cuanto, a la luz del artículo 86 de la Constitución, no
se configuraba ninguna de las hipótesis excepcionales que la hacen procedente.
En efecto, el
particular demandado no está encargado de la prestación de un servicio público,
función propia de Telecom. Cosa distinta es que haya colaborado, como lo hizo
en ejercicio del convenio, para el buen éxito de la empresa comunitaria emprendida.
Tampoco asumió una
conducta que afectara grave y directamente el interés público. Por el
contrario, con sus gestiones éste resultó favorecido.
Además, de ninguna
manera puede hablarse de que en esta oportunidad existan relaciones de
subordinación o indefensión entre el accionante y la persona contra quien se
dirige la acción.
Por otra parte, el
presente caso encaja en la previsión del artículo 45 del Decreto 2591 de 1991:
"No se podrá conceder la tutela contra conductas legítimas de un particular".
En ese aspecto, cabe
reiterar lo afirmado por la Sala en reciente providencia:
"...el aludido
precepto no consagra una causal de improcedencia de la acción, sino un motivo
para que, aun siendo aquélla procedente a la luz de los artículos 86 de la Constitución
y 42 del mismo Decreto 2591 de 1991, se niegue el amparo judicial, previo el
estudio de fondo sobre los hechos aducidos y las circunstancias en medio de las
cuales tuvieron lugar, a la luz de la normatividad aplicable.
El objetivo de la
norma consiste en asegurar que la acción de tutela se ejerza únicamente sobre
los supuestos constitucionales de la violación o amenaza de los derechos
fundamentales, ocasionadas por acciones u omisiones contrarias al ordenamiento
jurídico.
Se desarrolla, en
últimas, el artículo 6º de la Constitución Política, a cuyo tenor los
particulares sólo son responsables ante las autoridades -en este caso los
jueces de tutela- por infringir la Constitución o las leyes".
(...)
" La conducta
legítima del particular es, entonces, la que tiene respaldo en el
ordenamiento jurídico vigente al momento de actuar. Si el juez la encuentra
configurada al analizar los hechos que se someten a su consideración, sin que,
por otra parte, se pueda establecer un ejercicio abusivo de sus derechos, no le
está permitido conceder una tutela contra aquél, pues ello significaría
deducirle responsabilidad por haberse ceñido a los mandatos que lo vinculaban.
Al contrario,
probada la violación o la amenaza de un derecho fundamental como consecuencia del
comportamiento ilegítimo del particular contra quien la acción se
instaura, lo cual implica la certidumbre de que su conducta -positiva o
negativa- contradice o ignora los mandatos constitucionales o se aparta de las
prescripciones de la ley, o representa abuso, ha de otorgarse la protección
judicial, con el fin de hacerle exigible, en el terreno práctico y con la
efectividad suficiente, el adecuado cumplimiento del orden jurídico,
salvaguardando a la vez las garantías constitucionales del accionante.
Insiste la Corte en
que el respeto al orden instituído debe estar acompañado del razonable uso de
los derechos que se tienen a la luz del sistema jurídico. El abuso del derecho,
aunque éste se halle amparado formalmente en una norma jurídica, no legítima la
conducta de quien actúa en perjuicio de la colectividad o afectando los
derechos ajenos. De allí que el artículo 95 de la Constitución establezca, como
primer deber de la persona y del ciudadano, el de respetar los derechos ajenos
y no abusar de los propios". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de
Revisión. Sentencia T-017 del 16 de enero de 1995).
Resulta evidente que
no ha sido vulnerado el derecho fundamental a la igualdad, invocado por el
actor, pues aquél -que, dicho sea de paso, sí es fundamental, contra lo
sostenido en uno de los fallos de instancia- no consiste en dar trato exacto a
situaciones disímiles. En el proceso se ha establecido que la diferencia de la
cuota asignada a FORERO BARAHONA tiene su origen y justificación en la mayor
distancia de su finca respecto de la central telefónica.
Ha sostenido al
respecto esta Corporación:
"El objeto de
la garantía ofrecida a toda persona en el artículo 13 de la Carta no es el de
construir un ordenamiento jurídico absoluto que otorgue a todos idéntico trato
dentro de una concepción matemática, ignorando factores de diversidad que
exigen del poder público la previsión y la práctica de razonables distinciones
tendientes a evitar que por la vía de un igualitarismo ciego y formal en
realidad se establezca, se favorezca o se acreciente la desigualdad. Para ser
objetiva y justa, la regla de la igualdad ante la ley, no puede desconocer en
su determinación tales factores, ya que ellas reclaman regulación distinta para
fenómenos y situaciones divergentes.
La igualdad exige el
mismo trato para los entes y hechos que se encuentran cobijados bajo una misma
hipótesis y una distinta regulación respecto de los que presentan
características desiguales, bien por las condiciones en medio de las cuales
actúan, ya por las circunstancias particulares que los afectan, pues unas u
otras hacen imperativo que, con base en criterios proporcionados a aquellas, el
Estado procure el equilibrio, cuyo sentido en Derecho no es otra cosa que la
justicia concreta.
De allí que el mismo
artículo constitucional en mención haya estatuido que la actividad estatal se
orientará al logro de la igualdad real y efectiva, adoptando medidas en
favor de grupos discriminados o marginados y protegiendo especialmente a las
personas que por su condición económica, física o mental, se encuentran en
posición de debilidad manifiesta. Esta función, que tiene fundamento en el
concepto del Estado Social de Derecho, excluye las tendencias que pretenden
hacer de la igualdad un rasero único, inmodificable y no susceptible de
adaptaciones". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-094 del
27 de febrero de 1993).
Finalmente, ha de
advertirse que la acción de tutela no constituye mecanismo apto para obtener
que un particular rinda cuentas a otro, como lo pretende el accionante, pues al
efecto la legislación ha consagrado otras vías judiciales.
Se confirmarán los
fallos de instancia, aunque respecto del primero de ellos debe anotarse que no
es exacta su afirmación en el sentido de que el servicio telefónico no tenga el
carácter de público domiciliario. Basta citar el artículo 1º de la Ley 142 de
1994, que regula este tipo de servicios, cuyo texto dice:
"Artículo 1º. Ambito
de aplicación de la ley. Esta Ley se aplica a los servicios públicos
domiciliarios de acueducto, alcantarillado, aseo, energía eléctrica,
distribución de gas combustible, telefonía pública básica conmutada y la
telefonía local móvil en el sector rural; a las actividades que realicen
las personas prestadoras de servicios públicos de que trata el artículo 15 de
la presente Ley, y a las actividades complementarias definidas en el Capítulo
II del presente título y a los otros servicios previstos en normas especiales
de esta Ley" (subraya la Corte).
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR, por las razones que
anteceden, las sentencias proferidas por los juzgados Promiscuo Municipal de
Machetá y Civil de Circuito de Chocontá el 15 de julio y el 12 de agosto de
1994, respectivamente, por medio de los cuales se negó la acción de tutela
solicitada por CRISTO ALFONSO FORERO BARAHONA.
Segundo.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
278 | T-033-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-033/95
LEGITIMACION POR
ACTIVA EN TUTELA
De los hechos y
pretensiones de la demanda, se puede deducir que existe por parte de la
peticionaria más que la simple intención de amparar una situación de hecho
concreta y personal (cual es la supuesta amenaza o vulneración de su derecho a
la vida), el propósito de proteger derechos e intereses colectivos de los
vecinos de la vereda, a través de la construcción de un carreteable. En
consecuencia, al no haber acreditado la calidad de representante o agente
oficiosa de los vecinos, no está facultada para solicitar el amparo de sus
derechos.
CARRETERA-Construcción
La no
construcción de una carretera. Para la Corte es claro que la no construcción de
una vía pública no puede, en términos generales, ser considerada como
vulneración o amenaza de un derecho fundamental, menos aún del derecho a la
vida, cuyo núcleo esencial no se afecta por este solo hecho.
EJECUCION DE
OBRAS-Improcedencia/COGOBIERNO
La acción de
tutela es improcedente en los casos en que se trate de obtener la ejecución de
una determinada obra pública, como en el presente caso, pues estaría el juez a
través de su decisión, interfiriendo en materias de política administrativa y
conduciendo a un co-gobierno de la rama judicial.
REF: Expediente No. T - 46.954
Peticionario:Ana
Graciela Beltrán de González
Procedencia: Juzgado
Civil del Circuito de Villeta
Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Tema: Improcedencia
de la acción de tutela, acciones populares.
Santafé de Bogotá,
D.C., seis (6) de febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION,
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela radicado bajo el número T-46.954, adelantado por Ana Graciela Beltrán de
González como vocera de los habitantes de la vereda "Palacio", del
municipio de Sasaima, contra la Secretaría de Obras Públicas del Departamento
de Cundinamarca.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efecto de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud
La ciudadana
Graciela Beltrán de González interpuso ante el Juzgado Civil del Circuito de
Villeta acción de tutela, con el fin de amparar el derecho fundamental a la
vida de los habitantes de la vereda "Palacio" del municipio de
Sasaima, consagrado en el artículo 11 de la Constitución Política.
2. Hechos
Afirma la
peticionaria, que la Secretaría de Obras Públicas del Departamento de
Cundinamarca, inició la construcción de un carreteable que comunicara la vereda
"Palacio" del municipio de Sasaima, con alguna de las carreteras
vecinales que conducen al municipio de Villeta.
Que iniciadas las
obras se observó que el trazo afectaba los nacimientos y fuentes hídricas de la
vereda, razón por la cual sus habitantes se vieron obligados a interponer
acción de tutela, con el propósito de que las obras fueran suspendidas y se
ordenaran las acciones necesarias para la reforestación y diseño de un nuevo
trazo de la carretera, bajo la supervisión de los habitantes de la vereda.
Señala la actora que
"la tutela instaurada inicialmete, fue desistida, pues la SECRETARIA DE
OBRAS PUBLICAS no sólo paró la obra sino que se comprometió a la reforestación
de la zona y hacer un nuevo trazo de la carretera".
De acuerdo con lo
señalado en la demanda, la mencionada entidad no había cumplido lo acordado,
pues se limitó únicamente a la reforestación de la zona, pero no inició la
nueva construcción, por esta razón la señora Beltrán de González, actuando como
vocera de los vecinos de la vereda, interpuso otra acción de tutela, en procura
de que se reiniciaran los trabajos de construcción del carreteable, con un
trazo que no afectara las fuentes hídricas de la localidad.
3. Pretensiones
Solicita la actora
que, como consecuencia del amparo del derecho conculcado, se ordene a la
Secretaría de Obras Públicas del Departamento de Cundinamarca, el trazo de la
carretera de conformidad con los intereses de los moradores de la vereda y,
además, que dentro del mes siguiente a la aprobación del trazo, se tenga
terminada dicha carretera.
II. ACTUACION
PROCESAL
1. Unica
instancia
El Juzgado Civil del
Circuito de Villeta, mediante providencia de fecha treinta y uno (31) de agosto
de mil novecientos noventa y cuatro (1994), resolvió denegar la acción de
tutela impetrada por Ana Graciela Beltrán de González, contra la
Secretaría de Obras Públicas del Departamento de Cundinamarca.
Consideró el
Juzgado, que la acción de tutela "se instauró para garantizar los derechos
CONSTITUCIONALES FUNDAMENTALES". Sin embargo, el derecho a tener
carreteras no es un derecho fundamental, pues la pretensión de darse por
terminada una carretera, en nada incide con el derecho a la vida. "Si bien
la ciencia ayuda a un rápido y eficaz logro de beneficios y acortamientos de
distancias, sin esos beneficios también puede el ser humano subsistir",
afirma el Juzgado.
Asimismo, recuerda
el a-quo, que la Corte Constitucional ha sostenido que la acción de tutela es
entendida como un procedimiento breve y sumario, la cual en caso de prosperar,
lleva consigo el pronunciamiento de órdenes judiciales de inmediato
cumplimiento. "Por ello es improcedente utilizarla cuando se trate de
obtener el que se lleve a cabo determinada obra pública, por el solo hecho de
estar previsto en el presupuesto o partida que la autorice. Aceptar que el Juez
de tutela, sin tener certeza sobre la existencia y disponibilidad del recurso
pudiera exigir de la administración la ejecución de todo rubro presupuestal en
un término tan perentorio como el que contempla el artículo 29 num. 5. del
Decreto 2591 de 1991, bajo el apremio de las sanciones contempladas en los
artículos 52 y 53 del mismo, llevaría a un cogobierno de la Rama judicial, en
abierta violación del artículo 113 de la Carta Política, desnaturalizaría el
concepto de gestión administrativa y haría irresponsable al Gobierno por la
ejecución del presupuesto, en cuanto a que ella pasaría a depender de las
determinaciones judiciales."
La decisión no fue
impugnada por ninguna de las partes.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de revisión de la
Corte Constitucional es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. El caso
concreto
2.1 Legitimación
en el ejercicio de la acción de tutela
Como en repetidas
ocasiones lo ha señalado esta Corporación, es titular de la acción de tutela,
de acuerdo con los parámetros establecidos en la Constitución y en la Ley, toda
persona a quien se le han vulnerado o amenazado sus derechos fundamentales, por
la acción u omisión de una autoridad pública o de un particular en los términos
que defina la ley. Por tanto, es la persona afectada, en forma directa o a
través de apoderado judicial, quien puede acudir ante los jueces, para que se
le proteja o restablezca su derecho, o cesen las amenazas que pesan sobre ella.
Asimismo, el
Legislador (Decreto 2591 de 1991, art. 10), buscando facilitar el ejercicio de
la acción de tutela, previó que se puedan agenciar derechos ajenos, en aquellos
eventos en que el titular de los mismos no se encuentre en condiciones de
promover su propia defensa. En este caso, deberá manifestarse en la solicitud
de tutela, que la persona afectada se encuentra en dificultades para
presentarse directamente a demandar la protección de su derecho
Sobre el particular,
ha señalado esta Corporación:
"No basta,
expresar en abstracto la hipótesis de la violación o amenaza de vulneración de
un derecho fundamental e indicar la autoridad o el particular supuestamente
causante o responsable de ésta; es indispensable que se señale a la persona o
grupo de personas en cuyo nombre se actúa en condición de representante o de
agente oficioso (acreditando dicha calidad como lo exige la ley) o, si se
presenta en nombre propio, la identificación del titular de la acción, al igual
que la manifestación de las razones por las cuales no le es posible actuar
directamente." (Sentencia No. T-113 de 1994, Magistrado Ponente doctor
Hernando Herrera Vergara)
Es claro entonces,
que la acción de tutela sólo puede ser ejercida por la persona afectada,
directamente o por apoderado judicial, o bien en desarrollo de la agencia
oficiosa, en los términos del artículo 10 del Decreto 2591 de 1991.
Así las cosas, en el
caso que ocupa la atención de esta Sala, se observa que la accionante no está
legitimada para solicitar como vocera de los vecinos de la vereda
"Palacio" del municipio de Sasaima, la protección del derecho
constitucional fundamental a la vida de éstos, teniendo en cuenta que no
acreditó, como así se deduce de la lectura del expediente, poder o autorización
para actuar en su nombre.
Igualmente, de los
hechos y pretensiones de la demanda, se puede deducir que existe por parte de
la peticionaria más que la simple intención de amparar una situación de hecho
concreta y personal (cual es la supuesta amenaza o vulneración de su derecho a
la vida), el propósito de proteger derechos e intereses colectivos de los
vecinos de la vereda "Palacio", a través de la construcción de un
carreteable. En consecuencia, al no haber acreditado la calidad de
representante o agente oficiosa de los vecinos, no está facultada para
solicitar el amparo de sus derechos, de acuerdo con lo señalado en los
artículos 86 de la Constitución Política, 10o. del Decreto 2591 de 1991 y la
jurisprudencia de esta Corporación.
2.2 Improcedencia
de la acción de tutela cuando se trata de amparar derechos o intereses
colectivos.
En el presente caso,
constituye premisa principal la petición formulada por la actora para que se
ampare su derecho a la vida y el de los vecinos de la vereda
"Palacio", del municipio de Sasaima, frente a la omisión de la
Secretaría de Obras Públicas de Cundinamarca, al no reiniciar las obras de
construcción del carreteable que busca empalmar dicha vereda, con alguna de las
carreteras vecinales que conducen al municipio de Villeta.
Sobre el particular,
debe manifestarse que la acción de tutela tiene entre sus principales
características, la de ser un mecanismo excepcional de protección de los
derechos constitucionales fundamentales, de carácter particular y concreto. Por
tanto, si lo que se busca es proteger derechos o intereses generales, quien se
vea amenazado o afectado en uno de tales derechos, puede lograr su protección a
través de las acciones populares, las cuales además de estar consagradas en el
artículo 88 de la Constitución Política, encuentran desarrollo legal en los
artículos 1005 y s.s. del Código Civil, e igualmente en otras disposiciones de
la legislación nacional.
No obstante lo
anterior, la Corte ha sostenido la posibilidad de que, en forma excepcional, se
pueda invocar la acción de tutela cuando a pesar de existir un interés
colectivo, la situación que lo afecta repercuta también en forma directa, en
violación o amenaza a derechos fundamentales individuales y concretos, pero
siempre y cuando, quien interponga la acción acredite su interés específico. En
el presente caso, observa la Sala que la actora no acredita una situación
específica y concreta de amenaza o vulneración del derecho a la vida de ella ni
de sus vecinos, que pudiera llevar a esta Corporación, a decretar el amparo del
derecho fundamental invocado, ni de cualquier otro derecho.
Tampoco precisó la
actora en forma concreta, las personas que se encuentran amenazadas o
vulneradas en su derecho a la vida, por la omisión de la Secretaría de Obras
Públicas de Cundinamarca, pues sólo se refirió a los vecinos de la vereda en
una forma genérica. No era posible así abordar a fondo el estudio de la tutela
impetrada, por cuanto el uso de expresiones abstractas o genéricas no se ajusta
a las exigencias legales del ejercicio de la acción de tutela.
Sinembargo, la Sala
considera pertinente referirse a un punto concreto de la alegación de la
accionante, en el sentido de que se está vulnerando su derecho a la vida y el
de sus vecinos por la no construcción de una carretera. Para la Corte es claro
que la no construcción de una vía pública no puede, en términos generales, ser
considerada como vulneración o amenaza de un derecho fundamental, menos aún del
derecho a la vida, cuyo núcleo esencial no se afecta por este solo hecho.
Sostener lo contrario llevaría al absurdo de que la carencia de vías de
comunicación en extensísimas regiones del territorio nacional implicaría que se
está negando el más fundamental de los derechos a los millones de compatriotas
que en ellas habitan y han habitado desde tiempos remotos, todos los cuales han
podido hacer uso del derecho a la vida sin la existencia de carreteras. Es
cierto sí que su construcción y puesta en servicio contribuye al mejoramiento
de la calidad de vida de los habitantes y al más expeditoi desarrollo de las
regiones; pero de ahí a sostener que de ello depende la vida, como derecho
fundamental, hay una diferencia abismal.
Finalmente afirma la
actora, que la no construcción de la carretera ha dejado "...incomunicada
la vereda, teniendo derecho a la carretera...". Sobre el particular,
encuentra la Sala, dentro de la misma demanda de tutela, que dicha vereda sí
cuenta con caminos públicos que la comunican con el exterior, y que por tanto
contribuyen a su desarrollo.
Así se deduce de una
de las pretensiones contenidas en la demanda, que señala:
"(...)
PRETENSIONES
1.- "Que
dentro de los veinte días siguientes a la sentencia que falle la tutela, la
SECRETARIA DE OBRAS PÚBLICAS DEL DEPARTAMENTO DE CUNDINAMARCA tenga hecho el
trazo de la carretera de conformidad con los intereses de los moradores de la
vereda y que la una con una de las vías que conduce al municipio de Villeta, ojala
respetando o por los caminos públicos existentes." (negrillas fuera de
texto).
Otro punto que
amerita un pronunciamiento en el presente caso, es el de la procedencia de la
acción de tutela para resolver asuntos de índole administrativa.
2.3 Improcedencia
de la acción de tutela, para resolver asuntos relacionados con la política
administrativa.
Pretende la actora,
a través de la demanda de tutela "que dentro de los veinte días siguientes
a la sentencia que falle la tutela la SECRETARIA DE OBRAS PUBLICAS DEL
DEPARTAMENTO DE CUNDINAMARCA tenga hecho el trazo de la carretera (...)" e
igualmente "que se ordene a la SECRETARIA DE OBRAS PUBLICAS DEL
DEPARTAMENTO DE CUNDINAMARCA que dentro del mes siguiente a la aprobación del
trazo tenga terminada la carretera."
Sobre el particular
ha venido sosteniendo la jurisprudencia de esta Corporación, que la acción de
tutela entendida como un procedimiento breve y sumario, que de prosperar
implica el pronunciamiento de órdenes judiciales de inmediato cumplimiento, es
improcedente en los casos en que se trate de obtener la ejecución de una
determinada obra pública, como en el presente caso, pues estaría el juez a
través de su decisión, interfiriendo en materias de política administrativa y
conduciendo a un co-gobierno de la rama judicial, en abierta violación del
artículo 113 de la Constitución Política.
Sobre la materia ha
dicho la Corte:
"En
consecuencia, la acción de tutela, entendida como procedimiento preferente y
sumario que, en el caso de prosperar, implica el pronunciamiento de órdenes
judiciales de inmediato cumplimiento (art. 86 C.N.), viene a ser improcedente
cuando se trata de obtener que se lleve a cabo determinada obra pública por el
solo hecho de estar prevista en el Presupuesto una partida que la autoriza.
Aceptar que el juez de tutela -sin tener certeza sobre la existencia y
disponibilidad actuales del recurso- pudiera exigir de la administración la
ejecución de todo rubro presupuestal en un término tan perentorio como el
previsto en el artículo 29, numeral 5, del Decreto 2591 de 1991, bajo el
apremio de las sanciones contempladas en los artículos 52 y 53 eiusdem,
llevaría a un co-gobierno de la rama judicial en abierta violación del artículo
113 de la Carta Política, desnaturalizaría el concepto de gestión administrativa
y haría irresponsable al gobierno por la ejecución del Presupuesto, en cuanto
ella pasaría a depender de las determinaciones judiciales." (Sentencia
No. T- 185 de 1993, Magistrado Ponente, doctor José Gregorio Hernández
Galindo).
Es así como la
conclusión de esta Sala, en el sentido de la no procedencia de la acción de
tutela bajo examen, se fundamenta, como ya se dijo, en que no existe violación
del derecho a la vida de la actora ni de los vecinos de la vereda
"Palacio" y en que tampoco es la acción de tutela el mecanismo
adecuado para resolver asuntos concernientes a políticas de la administración.
Por tanto, si lo que se busca es la protección por vía de acción de tutela de
un interés colectivo, cual es la construcción de una carretera, como se ha dicho
no es éste el mecanismo idóneo para lograrlo, sino que debe acudirse a las
acciones populares, establecidas para proteger derechos e intereses de la
comunidad.
En virtud de lo
anterior, la Sala habrá de confirmar el fallo de fecha 31 de agosto de 1994,
proferido por el Juzgado Civil del Circuito de Villeta, pero por las
consideraciones consignadas en esta providencia.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO: CONFIRMAR
el fallo de fecha 31 de
agosto de 1994, proferido por el Juzgado Civil del Circuito de Villeta,
mediante el cual se denegó la acción de tutela interpuesta por Ana Graciela
Beltrán de González, quien actuó como vocera de los habitantes de la vereda
"PALACIO", del municipio de Sasaima, por las razones expuestas en
esta providencia.
SEGUNDO: ORDENAR
que por la Secretaría
General de esta Corporación, se comunique el contenido de esta providencia al
Juzgado Civil del Circuito de Villeta, en la forma y para los efectos previstos
en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
279 | T-034-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-034/95
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Actos
públicos
La publicidad de
las actuaciones y de los intereses, desplegada por la persona excluye el amparo
del derecho. Los hechos que por decisión del sujeto están al conocimiento
públicos han sido despojados de la intimidad amparable en el derecho
fundamental comentado. Cuando la persona, además de actuar dentro de un ámbito
público, lo hace con la intención de ser visto y escuchado por quienes allí se
encuentran, es lógico pensar que está actuando por fuera de su zona de
privacidad, y, al mismo tiempo, se propicia a que su imagen y manifestaciones
sean captadas por quienes lo rodean, no sólo directamente, sino por mecanismos
como la fotografía, la filmación, grabación, etc., sin que esas captaciones
apreciativas y cognocitivas constituyan violación del derecho a la intimidad de
las personas.
MANIFESTACION-Toma de fotografías
Si bien no
procede en el caso concreto el amparo es preciso señalar que la toma de
fotografías, videos o grabaciones no debe ser utilizada para fines distintos a
los consagrados en la constitución Política y en la ley, como serían, por
ejemplo, aquella destinada a intimidar a las personas, o a amenazarles, o a
hacerlas víctimas de referencias, o de las llamadas "listas negras",
lo cual si violaría las garantías constitucionales establecidas por el Estado
Social de Derecho.
REF.:
Expediente No. T-46462
Peticionario:
OCTAVIO DE JESUS
RIOS
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá,
D.C., febrero seis (6) de mil novecientos
noventa y cinco (1995).
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas No. Ocho, integrada por los H.
Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, se
pronuncia sobre la acción de la referencia en el grado jurisdiccional de
revisión, teniendo en cuenta los siguientes
ANTECEDENTES
El señor Octavio de
Jesús Ríos en ejercicio de la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la
Constitución Política y desarrollada legalmente en los Decretos 2591 de 1991 y
306 de 1992, formuló demanda contra la Policía Nacional-Distrito de Chinchiná,
para que, previo el trámite correspondiente, se ordene la práctica de
inspección policial en las instalaciones del comando de Policía de Chinchiná,
sobre "libros y álbum fotográfico que allí llevan como reseña
delincuencial", para que le sean entregadas o destruídas en su presencia
las fotografías que de él se tenga, con fundamento en los hechos y razones
siguientes:
- Que el día
1o. de mayo de 1994, se llevó a cabo en la población de Chinchiná, una marcha
con motivo del día de la clase obrera.
- Que durante
el desarrollo de las actividades, agentes de la Sijin, bajo la orden del
Comandante Pérez Arias, tomaron fotos de manera selectiva y discriminada a los
dirigentes y organizadores del acto, sin que se conozca con certeza los fines
legales y extralegales.
- Que el
peticionario participó en la marcha y afirma que fue fotografiado en
diferentes ocasiones de manera individual.
- Que en
reunión de Comité de Derechos Humanos, el día 27 de mayo de 1994 "en
presencia del señor Alcalde, el Fiscal coordinador y otras personalidades, el
capitán Pérez Arias reconoció haber dado orden para tomar fotografías y se comprometió
a hacer entrega de las mismas a través de la Fiscalía".
- Que a la
fiscalía se allegaron, por parte de los agentes, sólo seís de las fotografías
que se tomaron, dentro de las cuales en ninguna aparece, a pesar de que
efectivamente le fueron tomadas.
- Que la
actuación de la autoridad policiva, al no entregar la totalidad del material
fotográfico, vulnera su derecho a la intimidad personal, por cuanto éste se
tomó sin su consentimiento, desde sitios semiocultos, y en especial, porque le
fueron tomadas en forma individual.
- Que
"de hecho se me intimida e inhiben otros derechos tales como el libre
desarrollo de mi personalidad, la libertad de expresar y difundir mi
pensamiento, la manifestación pública y pacífica y el libre derecho de
asociación".
LA PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado Civil del
Circuito de Chinchiná, mediante sentencia de 26 de julio de 1994, decide la
acción de la referencia y resuelve: "Declarar improcedente la acción de tutela
promovida por Octavio de Jesús Ríos contra el Comandante de Policía del
Distrito de Chinchiná, Oscar Fernando Pérez Arias", previas las siguientes
consideraciones:
- Que
"la carencia de elementos probatorios, con respecto al hecho denunciado y
proveniente del funcionario accionado, impide considerar la amenaza o posible
vulneración de los derechos fundamentales del actor, lo que hace que la acción
de tutela invocada sea improcedente".
- Que
"es difícil a la distancia en que se encontraban los agentes encargados
de hacer el seguimiento fotográfico al evento, tres metros afirma Alvaro
Franco (folio 43), 35 Jorge Eliecer Marín (folio 54); concluir como ellos que
la cámara estaba dirigida a enfocar de manera individual a Octavio de Jesús
Ríos".
Que, "tampoco
se acreditó, cuántas fotografías tomó la Policía al evento, para concluir, como
lo afirma el señor Ríos, que las que él posee y aportó no son todas las
obtenidas el día de la marcha".
LA IMPUGNACION
El peticionario,
mediante escrito presentado el día 1o. de agosto de 1994, impugnó la anterior
decisión "por considerar que no está en concordancia con el material
probatorio recaudado y por lo tanto no se da cumplimiento a los artículos 19 y
20 del Decreto 2591 de 1991".
LA SEGUNDA INSTANCIA
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Manizales, en sentencia de veinticinco (25) de agosto
de 1994, decide la impugnación resolviendo: "Se revocará parcialmente la
sentencia impugnada, y en su lugar se acogerá la tutela deprecada para que sean
presentadas las fotografías faltantes, con sus correspondientes negativos y si
en alguna de ellas figura Octavio de Jesús Ríos, sea destruída en su presencia
o ante autoridad y para que en lo sucesivo, se abstenga el estamento policial
de tomar fotografías al señor Ríos, cuando esté cumpliendo sus actividades
sindicales", previas las consideraciones siguientes:
- Que, de
acuerdo con las pruebas recaudadas, los agentes aceptan haber tomado cada uno
por lo menos seís fotografías del acto, ello viene significando que no todas
las fotografías fueron entregadas, y que en autos solamente reposa una parte
de ellas. Si ello es así, nada obsta para que, dentro de las no puestas a
disposición, esté alguna o algunas que representen la efigie del demandante
Octavio de Jesús Ríos".
- Que el
objeto de las fotos que ordenó el capitán Pérez Arias era el de agregarlas a un
álbum que se lleva sobre los actos que ordinariamente se celebran.
- Que
"el imprimir fotografías de actos sociales deportivos, políticos,
multitudinarios, etc., no representa atentado contra derechos de ninguna
persona y en verdad, no existe norma legal alguna que reprima ese proceder;
empero, hacer lo propio con las personas individualmente consideradas, rebasa
los límites de los derechos, puesto que el derecho al anonimato, otorga al
individuo la posibilidad de expresarse libremente y de no ser
identificado".
- Que el
señalamiento o identificación de que ha sido víctima el peticionario vulnera
el ejercicio de su derecho de asociación.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
A. La
Competencia
La Sala es
competente para conocer de la revisión de las sentencias proferidas en el
asunto de la referencia, de conformidad con lo establecido en el inciso 2o. del
artículo 86 y el numeral 9o. del artículo 241 de la Carta Política,
desarrollados en los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991.
B. La materia
La acción comprende
el estudio de la violación de los derechos a la intimidad, a la libertad de
expresión y el derecho de asociación, cuando se tomen fotografías a quienes
participan en una manifestación pública.
El Derecho a la
Intimidad
El derecho a la
intimidad consagrado en artículo 15 de la Constitución Nacional como
fundamental, protege el derecho a la vida privada y familiar de cada persona,
que corresponde a una zona de actividad respecto de la cual se puede impedir la
intromisión de terceros, cuando esta se produce sin autorización del titular.
Sobre el derecho a
la intimidad esta Corporación manifestó:
"Corresponde
este derecho a la aspiración de la persona de conservar su existencia con el
mínimo de injerencia de los demás, libre de perturbaciones tales como la
publicidad y la intromisión arbitraria del Estado, para así lograr la
tranquilidad de su espíritu y la paz interior. La intimidad comprende tanto el
secreto o respeto a la vida privada, como la facultad de defenderse de la
divulgación de hechos privados.
"Este derecho
también hace referencia al ámbito personal, donde cada uno resguardado del mundo
exterior, encuentra las posibilidades de desarrollo de su personalidad."
(Sentencia T-444 de 1992. M.P. Alejandro Martínez Caballero).
El derecho a la
intimidad comprende el amparo a la persona de sus comportamientos privados.
Vale decir que el derecho consagrado en el artículo 15 de la C.P. con el
carácter de fundamental, se predicó de ese ámbito propio de la persona que no
puede ser invadido ni por las autoridades públicas ni por las demás personas.
De manera que las actuaciones públicas de una persona no hacen parte de la
naturaleza propia de los intereses amparados por el derecho fundamental. La
publicidad de las actuaciones y de los intereses, desplegada por la persona
excluye el amparo del derecho. Los hechos que por decisión del sujeto están al
conocimiento públicos han sido despojados de la intimidad amparable en el
derecho fundamental comentado.
Cuando la persona,
además de actuar dentro de un ámbito público, lo hace con la intención de ser
visto y escuchado por quienes allí se encuentran, es lógico pensar que está
actuando por fuera de su zona de privacidad, y, al mismo tiempo, se propicia a
que su imagen y manifestaciones sean captadas por quienes lo rodean, no sólo
directamente, sino por mecanismos como la fotografía, la filmación, grabación,
etc., sin que esas captaciones apreciativas y conogcitivas constituyan
violación del derecho a la intimidad de las personas.
En el caso en
estudio, informa el peticionario que participó en una marcha para conmemorar el
día de la clase obrera en el Municipio de Chinchiná el día primero de mayo de
1994. Señala que durante la marcha agentes del cuerpo de policía de la Sijín
tomaron fotografías "de manera discriminada y selectiva", a él y a
otras personas que habían organizado las actividades, fotos que se tomaron
desde sitios estratégicos y en forma semioculta.
Sobre el punto cabe
observar que la manifestación pública se llevó acabo en las calles de Municipio
de Chinchiná, es decir, en plena área pública y quienes participaban en la
misma no se encontraban en un ambiente de privacidad, sino por el contrario
pretendían ser observados por la población en general, manifestando a través de
pancartas los grupos a que pertenecían, como se observa de las fotografías que
obran en el expediente(folios 1,2).
Adicionalmente, y de
acuerdo con los testimonios de los agentes, las fotografías se tomaron de
manera general a quienes participaban en la marcha, con el fin de llevar un
antecedente de todos los eventos que se realizan en la municipalidad, actuación
que no contraría norma constitucional alguna, y que, por el contrario, pretende
el cumplimiento de los deberes que se imponen a las autoridades policivas.
Por lo anterior, la
imágenes que hubieran podido captarse por los agentes de manera individual a quienes
participaran en la marcha, y del acto en general, no constituyen violación del
derecho a la intimidad.
En el fallo de
segunda instancia proferido por el Tribunal Superior de Manizales de Sala
Civil, se sostiene que las fotografías "se tomaron discriminadamente a
personas que estaban dirigiendo el acto en forma cautelosa o reservada",
afirmación que se basa en testimonios que para esta Sala no constituyen plena
prueba del hecho, en primer lugar, porque se obtuvieron de varias personas que
participaron en la marcha, las cuales manifestaron que dos agentes se
encontraban ocultos al tomar las fotografías, lo que constituye una
contradicción, pues tal clandestinidad no pudo existir si varias personas los
observaron. En segundo lugar, no se tiene ningún indicio de la existencia de
las fotos que se tomaron de manera individual al peticionario ni de su
utilización, por cuanto la totalidad de las fotos, según lo manifestaron los
agentes de la policía, fueron allegadas a la fiscalía y al juzgado de Chinchiná,
autoridades judiciales que no han informado la existencia de alguna en que
aparezca Octavio de Jesús Ríos, como tampoco se observa de las que fueron
allegadas al expediente, en las cuales se aprecian imágenes generales de la
marcha.
Es de anotar, que el
accionante manifiesta el temor de la utilización de las supuestas fotos,
elemento subjetivo que no puede configurarse como inminente amenaza o violación
de sus derechos, requisito que se exige para proceder al correspondiente
amparo.
Sin embargo como el
tema al que se refiere esta acción de tutela se ubica dentro del marco de
derechos fundamentales tan importantes como el del ejercicio de la libertad y
la preservación de la intimidad, la Sala considera conveniente dejar constancia
de que, si bien no procede en el caso concreto el amparo, por las razones
anotadas, es preciso señalar que la toma de fotografías, videos o grabaciones
no debe ser utilizada para fines distintos a los consagrados en la
constitución Política y en la ley, como serían, por ejemplo, aquella destinada
a intimidar a las personas, o a amenazarles, o a hacerlas víctimas de
referencias, o de las llamadas "listas negras", lo cual si violaría
las garantías constitucionales establecidas por el Estado Social de Derecho.
Por otra parte, el
accionante invoca como vulnerados los derechos a la libre expresión y
asociación, respecto de los cuales tampoco se observa violación alguna por
parte de ninguna autoridad. Por el contrario, la marcha se adelantó sin
ningún impedimento.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, Sala de Revisión de tutelas, en nombre del
pueblo y por mandato de la constitución,
RESUELVE:
Primero: Revocar la sentencia relacionada con la
acción de la referencia, proferida por el Tribunal Superior de Manizales, Sala
Civil, de agosto veinticinco (25) de mil novecientos noventa y cuatro (1994).
Segundo. Confirmar la sentencia proferida por el
Juzgado Civil del Circuito de Chinchiná, de julio veintiseís (26) de mil
novecientos noventa y cuatro (1994), en el asunto de la referencia, por las
razones expuestas en esta providencia.
Tercero. Comuníquese la presente decisión en los
términos y para los efectos del artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
280 | T-035-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-035/95
ESTUDIANTE-Promedio de notas/COLEGIO MARYMOUNT-Exigencias
académicas/REGLAMENTO EDUCATIVO
Si la estudiante
obtuvo un promedio superior al exigido legalmente, resulta inequívoco que no
perdió el año escolar, y en las condiciones de la ley y del reglamento oficial
puede pasar al grado siguiente, pero, desde luego, en otro plantel con
exigencias acordes a sus resultados objetivos. Frente al caso subexámine es
menester entender que el reglamento del plantel educativo, es la base
fundamental orientadora de la filosofía del Colegio, sin el cual no sería
posible mantener un nivel de excelencia, lo cual puede conducir al retiro o
pérdida del cupo por no satisfacer tales exigencias.
SERVICIO PUBLICO
DE EDUCACION
La Carta Política
concibe la educación como un servicio público prestado tanto por el Estado como
por los particulares bajo la regulación, control y vigilancia de las
autoridades competentes; en consecuencia, las norma expedidas por dichas
autoridades, además de obligar a los particulares, establecen, sin ser
excluyentes y exclusivas, las condiciones para su ejercicio y gestión; con
ellas se busca el fin supremo de la calidad, de la mejor formación moral,
intelectual y física de los educandos, como es el caso de exigencias razonables
de calidad y excelencia que le permitan al centro privado o público de
educación autoacreditar unos resultados específicos que eleven el mérito de su
labor.
REF.:
Expediente No. T-47766
Peticionario:
ESTRELLA CHAMIE
DE DADA
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., febrero seis (6) de mil novecientos noventa y cinco (1995)
Procede la Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados FABIO MORON
DIAZ, VLADIMIRO NARANJO MESA y JORGE ARANGO MEJIA, a revisar los fallos
proferidos por el Juzgado Primero Civil del Circuito de Barranquilla, el
día 8 de agosto de 1994, y por el Tribunal Superior de Barranquilla, Sala
Civil, el día 7 de septiembre de 1994, dentro del trámite de la acción de
tutela presentada por ESTRELLA CHAMIE DE DADA, contra el Colegio Mary Mount de
esa ciudad.
I. ANTECEDENTES
LOS HECHOS
Según obra en el
expediente, los hechos que motivan la acción de la referencia se contraen a lo
siguiente:
La Directiva del
Colegio Mary Mount de Barranquilla ha considerado que la menor FANNY CECILIA
DADA CHAMIE no puede ascender al grado undécimo de bachillerato en esa
institución escolar, por haber alcanzado un promedio individual por
asignaturas menor de siete cero (7.0) y en consecuencia improbado el décimo
año.
Como el promedio de
la nota de la estudiante es de siete tres (7.3), guarismo superior al exigido
por el Ministerio de Educación Nacional para aprobar un grado escolar, la
madre de la joven considera que se le están violando a su hija, los derechos a
la educación y a la no discriminación, al exigirle la repetición del décimo año
de bachillerato para continuar en dicho colegio.
Por lo anterior.
solicita por esta vía, que se ordene el reintegro de la estudiante para el
undécimo grado en dicho establecimiento.
II. LAS DECISIONES JUDICIALES MATERIA DE
REVISION
A. SENTENCIA DE
PRIMERA INSTANCIA
Por reparto
correspondió este proceso al Juzgado Primero Civil del Circuito de Barranquilla
que, por sentencia de 8 de agosto de 1994, resolvió conceder la tutela, con
base en las siguientes consideraciones:
Luego de examinar el
carácter de fundamental del derecho constitucional a la educación, se ocupa de
lo dispuesto sobre promoción a un grado superior de un estudiante, en la
resolución No. 17486 de 1984, emanada del Ministerio de Educación Nacional y
concluye que FANNY CECILIA DADA CHAMIE aprobó el décimo grado, porque el
estudiante se promueve al grado superior cuando aprueba todas las áreas o si,
promediadas las calificaciones de las áreas de formación, éstas arrojan una
nota mínima de siete cero (7.0) sobre diez (10), siempre y cuando el alumno no
haya perdido más de un área con nota inferior a cuatro cero (4.0). Esto le da
derecho a ser promovido al curso siguiente.
Por tanto, resuelve
tutelar el derecho vulnerado a la menor y, en consecuencia, ordena a las
directivas del Colegio Mary Mount, admitir a la estudiante en el grado undécimo
de ese centro de estudios para las clases que se inician el 9 de agosto de
1994.
B. IMPUGNACION
La Directora del
Colegio Mary Mount de Barranquilla, dentro de la oportunidad legal, impugnó la
sentencia de primera instancia y en el escrito correspondiente acompaña copia
del registro de inscripción del Colegio Mary Mount fechada agosto 6 de 1991,
dirigida a la Jefe de Servicios Docentes de la Secretaría de Educación de
Barranquilla, donde se advierte que dicha entidad oficial, desde 1989 tiene
conocimiento y aceptación de las exigencias académicas y políticas de promoción
para los alumnos del aludido colegio, a las cuales nunca se ha opuesto.
También anexa carta
de la madre de la menor, en la cual renuncia al cupo de su hija para el período
1994-1995 y solicita la devolución de los pagos correspondientes, lo cual según
su afirmación se hizo.
Advierte que:
"antecedentes similares a los que motivan la presente tutela, se han dado
en años anteriores y la Secretaría de Educación efectuó en su momento, un
respaldo a las políticas internas del colegio, para lo cual adjunta copia del
acta de visita de supervisión escolar."
C. SENTENCIA DE
SEGUNDA INSTANCIA
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Barranquilla Sala Civil, resolvió el día 7 de
septiembre de 1994, revocar el fallo de primera instancia del Juzgado Primero
Civil del Circuito de Barranquilla con base en los siguientes razonamientos:
En su concepto, la
acción de tutela procede contra acciones u omisiones de particulares cuando
aquel contra quien se hubiere hecho la solicitud esté encargado de la
prestación del servicio público de educación para proteger todos los derechos
fundamentales.
Luego de analizar la
naturaleza fundamental del derecho a la educación, de acuerdo con los
criterios jurisprudenciales de la Corte Constitucional, advierte que "la
educación puede ser encauzada y reglada autónomamente, pero no negada en su
núcleo esencial, debiendo el estudiante responder a sus compromisos académicos
y al comportamiento exigido por los reglamentos que desde el inicio de su
relación con el claustro educativo se compromete a acatar."
Igualmente, advierte
que la resolución No. 17486 del Ministerio de Educación Nacional establece las
técnicas y procedimientos para la promoción escolar de los alumnos, a los
centros docentes de educación básica primaria, secundaria y media vocacional,
concluyendo que:
"Sin embargo para
alcanzar el objetivo de una formación académica de alto nivel con miras a
obtener excelencia y competitividad, las instituciones educativas que asumen
como su fin estas directivas, fijan un promedio de notas más alto al general
para la promoción interna de sus alumnos, sin que deba entenderse que con
relación a otros planteles el estudiante que no alcance la calificación
asignada, ha perdido el año escolar."
Continúa la
providencia judicial considerando que:
"El Colegio
Mary Mount dentro de las pautas académicas fijadas en su reglamento interno y
que previamente da a conocer a los aspirantes a ingresar a dicho plantel
educativo exige en aras del alto nivel que hace competitivos a sus alumnos a
nivel nacional, que se alcance un mínimo de siete (7.0) en cada materia, sin
tener en cuenta el promedio por área, perdiendo el año escolar quien al
finalizarlo obtenga tres o más materias por debajo de esta calificación.
"Este propósito
de excelencia y alto nivel académico fue comunicado a Estrella de Dada madre de
la menor Fanny Cecilia Dada Chamie y a esta última, porque así consta en el
acta de matrícula que ambas suscriben y aceptan los planes, programas y normas
reglamentarios del colegio Mary Mount." (Ver folio 31 cuadeno de primera
instancia).
"De esta
manera, si la estudiante obtuvo en más de tres materias una calificación
inferior a siete (7.0), a lo cual se comprometió, resulta inequívoco que
perdió el año escolar en las condiciones preestablecidas en los reglamentos
del colegio Mary Mount; más no para cursar el año siguiente en cualquier otro
plantel que acepte las condiciones mínimas de promoción, si así lo desea, o
repetir el curso en el establecimiento que viene estudiando como lo han
expresado sus directivas". (folio 6).
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera. La
Competencia
De conformidad con
lo dispuesto por los artículos 86 inc. 3o. y 241 numeral 9o. de la Constitución
Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de
1991 esta Sala es competente para revisar las sentencias que corresponden a la
acción de tutela de la referencia.
Segunda.- La
Materia
A. Como en varias
oportunidades lo ha precisado esta Corporación, la acción de tutela también
procede contra particulares encargados de la prestación del servicio público de
educación, según lo ha establecido el artículo 42 numeral 1o. del Decreto
2591/91; además, esta norma, que se refiere a los derechos objeto de
protección, incluye los artículos relacionados con el derecho a la educación
consagrado en el artículo 67 de la Carta.
En general, esta
Corporación, ha concluído que el derecho a la educación resulta consustancial a
la naturaleza del hombre, ya que con ella se realiza su dignidad, y porque este
derecho así está reconocido en la Constitución expresamente (art. 27 y 67);
también, porque se encuentra amparado por los tratados internacionales sobre
derechos humanos suscritos por nuestro país y ratificados por el Congreso de la
República.
En efecto, la
educación cobra relevancia en los primeros años de la vida del ser humano, ya
que se trata de la etapa de formación del individuo, de su acercamiento a la
sociedad y a sí mismo como ser esencialmente racional; además, el derecho a la
educación de los menores de edad tiene el carácter de fundamental pues su
ejercicio debe ser garantizado para el desarrollo del ser humano, de su vida en
formación y en sociedad. Es por esto que el artículo 67 del estatuto
fundamental expresa que el derecho a la educación pertenece a la persona, con
ello la Constitución no está haciendo más que reconocer la realidad de la
importancia de la educación en la vida del hombre como una manifestación de su
ser, como individuo y como elemento social.
De otra parte, también
se ha advertido por la Corte que la educación evidentemente goza de una doble
naturaleza jurídica, ya que se trata de un derecho y de un deber; así,
reiteradamente lo ha entendido esta Corporación en varias sentencias (T-02/92,
T-09/92, T-429/92). Es decir, no sólo es un derecho en relación con otras
personas, sino también expresa algunos de los deberes de la persona para
consigo mismo, para con la sociedad y para con el Estado en última instancia;
de este modo el derecho a la educación no solamente otorga prerrogativas en
favor del individuo, sino que comporta exigencias de cuyo cumplimiento depende
en buena parte su propio disfrute y ejercicio.
A lo largo de
nuestra historia, el tema de la educación ha sido uno de los elementos y
objetivos prioritarios de las aspiraciones políticas de la sociedad colombiana,
y, por ello, la Carta de 1991 reconoce la importancia de la enseñanza,
introduciendo disposiciones relacionadas con la libertad religiosa en el ámbito
educativo, y con el perfeccionamiento de los instrumentos para alcanzar la
modernización y la masificación de la enseñanza, dando un gran paso adelante
al buscar la garantía efectiva de este derecho.
Así, esta
Corporación igualmente ha reconocido que la educación es un derecho
fundamental que puede ser regulado pero no negado en su núcleo esencial, vale
decir en la posibilidad que se le reconoce al sujeto de acceso efectivo a sus
beneficios (Cfr. sentencia de la Corte Constitucional No. T-429/92). En
efecto, como se ha visto, la educación debe entenderse como factor de
desarrollo humano y su ejercicio es uno de los elementos indispensables para
que el individuo adquiera herramientas que le permitan, en forma eficaz,
desempeñarse en el medio cultural que habita, recibir y racionalizar la información
que existe a su alrededor, a más de ampliar sus conocimientos a medida que
avanza como ser humano.
B. De otra parte,
el artículo 44 de la Carta consagra a la educación, entre otros
reconocimientos, como uno de los derechos fundamentales de los niños; esta
disposición es la única de la Constitución que expresa y concretamente le dá
esta categoría a las garantías que enuncia, resaltando que prevalecerán sobre
los derechos de los demás; a su turno, como se verá el art. 67 ibídem, concibe
la educación como un derecho de la persona y un servicio público que cumple una
función social, con cuya garantía se busca el acceso a la cultura, al
conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de la
sociedad que el Estado tiene el deber de promover.
La función social
que cumple la educación hace que dicha garantía se tenga como una
derecho-deber,que genera para el educando como para el educador, un conjunto de
obligaciones recíprocas de las que no puede sustraerse porque realizan su
núcleo esencial.
En este mismo orden
de ideas, los establecimientos educativos establecen una serie de normas que
permiten de alguna manera medir el nivel de aptitud y desempeño del educando,
creando mecanismos para verificar sus actitudes de manera que pueden
seleccionarse dentro del conglomerado de estudiantes, aquellos que demuestren
una mayor capacidad de aprovechamiento de la instrucción que se imparte. Pero,
también, las directivas de los institutos educativos tienen la facultad de
dictar y regirse por sus propios estatutos, en los que se desarrollarán las
pautas razonables y proporcionales de comportamiento que deben seguir las
partes educador-educando en todos sus aspectos, inclusive para alcanzar la
excelencia.
Esta Corporación ha
venido sosteniendo que los reglamentos deben responder en el más alto grado al
claro propósito de un servicio -como la educación-, con clara función
social, que busca el acceso al saber, a la ciencia, a la técnica y los demás
elementos de la sociedad, para dignificar la especie humana y acceder al
progreso cultural, científico y tecnológico y para la protección del medio
ambiente, formando en el respeto a los derechos humanos, la paz, la democracia
y el trabajo.
C. De otra parte,
también considera la Sala que en este caso debe interpretarse el derecho a la
educación dentro de los marcos señalados por el artículo 67, cuando preceptúa:
"Artículo 67.
"....
"Corresponde al
Estado regular y ejercer la suprema inspección y vigilancia de la educación con
el fin de velar por su calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la mejor
formación moral, intelectual y física de los educandos; garantizar el adecuado
cubrimiento del servicio y asegurar a los menores las condiciones necesarias
para su acceso y permanencia en el sistema educativo."
".....
En este sentido debe
imponerse lo dispuesto por la norma constitucional cuando establece que el
Estado, al ejercer su función reguladora y la suprema inspección y vigilancia
de la educación, actúa con el fin de velar por su calidad, por el cumplimiento
de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y física de los
educandos.
Tales conclusiones
se fundamentan aún más si se tienen en cuenta los problemas y falencias que
padece la educación en Colombia, pues a las fallas estructurales de la
prestación de este servicio público, que no alcanza a cubrir toda la población
que necesita se le reconozca este derecho fundamental, se añaden otros
factores políticos, económicos y sociales, que colocan a este problema como
uno de los más graves que enfrenta la Nación.
D. Por eso es
conveniente, a juicio de la Sala, que se garantice, en un caso como el que se
examina, la calidad de la educación que presta incuestionablemente el Colegio
Mary Mount, lo que explica que su reglamento académico establezca unas
exigencias de este orden, destinadas a elevar el nivel de los estudios de los
educandos.
Vale, pues, en
defensa de los fines de la calidad de la educación que también tutela la Carta
de 1991, que se proteja este esfuerzo plausible, sin que ello tampoco
implique que se vulnere el derecho a la educación de la menor Fanny Cecilia
Dada Chamie, quien puede acceder al curso superior en otro plantel que no tenga
las exigencias de excelencia del Colegio Mary Mount, lo cual es reconocido
expresamente como una alternativa por la sentencia del H. Tribunal Superior del
Distrito de Barranquilla.
Es más, consta en
dicha providencia que la madre de la menor, por medio de Carta renunció al cupo
para su hija para el período 1994-1995 y solicitó la devolución de los pagos
correspondientes, lo cual se llevó a cabo.
Esto demuestra
entonces que la solicitud de la tutela se hizo no obstante que, por propia
voluntad de la actora, se había dado término a la aspiración de ingresar al
Colegio Mary Mount.
Si bien se deben
tener presentes todos estos aspectos de dignificación y superación personal,
los reglamentos deben consignar también lo concerniente a los deberes del
plantel educativo, del educando, las reglas de promoción y las pautas
disciplinarias; por ello, esta corporación ha precisado en sentencia T-500/92
lo siguiente:
"Los
reglamentos de las instituciones educativas no podrán contener elementos,
normas o principios que estén en contravía de la Constitución vigente, como
tampoco que favorezcan o permitan practicas entre educadores y educandos que
se aparten de la consideración y el respeto debidos a la privilegiada
condición de seres humanos, tales como tratamientos que afecten el libre
desarrollo de la personalidad de los educandos, su dignidad de personas nacidas
en un país que hace hoy de la diversidad y el pluralismo étnico cultural y
social principio de praxis general".
E. De todo lo dicho
se concluye, que la educación puede ser encauzada y reglada autónomamente, pero
nunca negada en su núcleo esencial, debiendo el educando y el educador
responder a sus obligaciones y deberes respetando los cánones constitucionales,
legales y reglamentarios, ya que si bien es cierto que los particulares pueden fundar
establecimientos educativos, también lo es que en su gestión y creación deben
cumplir con los requisitos que señalan la ley y las autoridades competentes.
La Sala de Revisión
considera conducente analizar las pruebas obrantes en el expediente del caso
subexámine, así:
La resolución No.
17486 proferida el 7 de noviembre de 1984 por el Ministerio de Educación
Nacional, que precisa las técnicas y procedimientos para la promoción escolar
de los alumnos en los centros docentes de educación básica primaria, secundaria
y media vocacional en todo el territorio nacional, la cual contiene en el
artículo 14 lo siguiente:
"El estudiante
se promueve al grado superior o al diploma de bachiller cuando aprueba todas
las áreas o cuando promediadas las calificaciones de todas las áreas de
formación comunes y propias arrojan una nota mínima de siete (7.0), siempre que
el alumno no haya perdido más de un área y ésta no esté calificada como una
nota inferior a cuatro (4.0). En este caso el estudiante no está obligado a
habilitar el área perdida".
Significa lo
anterior que si el educando pierde un área académica con nota inferior a (4.0)
debe habilitar, a pesar de que el promedio de todas las áreas sea igual o
superior a siete (7.0); debe igualmente habilitar las áreas perdidas cuando
éstas no sean superiores a (2.0).
En caso de pérdida
de una o dos materias, deberá el alumno habilitarlas y aprobarlas para ser
promovido al grado superior y para obtener el grado de bachiller.
El promedio de nota
de la estudiante fue de 7.3, según el boletín escolar del colegio Mary Mount,
es decir superior al mínimo establecido en la ley, y como tal aprobatorio del
grado que cursa, según los reglamentos administrativos.
F. Debe la Corte tener
en cuenta la circular o directiva administrativa del Ministerio de Educación
Nacional de fecha 13 de octubre de 1992, que aparece en el expediente y
certificada por el Jefe de la Unidad de Educación General y Desarrollo
Institucional del Departamento del Atlántico, dirigida a las Secretarías de
Educación, "Directores y Rectores de Instituciones Educativas Oficiales y
Privadas" de Básica Primaria, Secundaria y Media Vocacional, en la cual
expone lo siguiente: "Algunos establecimientos educativos han fijado en
sus reglamentos internos de calificaciones que no se ajusten a las normas
vigentes sobre evaluación y promoción, llegando hasta condicionar la
permanencia del estudiante en el mismo, si no cumple las exigencias académicas
que cada institución establece con el argumento de buscar la 'excelencia' de
sus estudiantes, incumpliendo con estos requerimientos, disposiciones como la
resolución No. 17.486 de 1984". En consecuencia de lo anterior, la
Secretaría de Educación Departamental exhorta a las instituciones educativas
para que procedan a dar cumplimiento a las normas constitucionales, decretos y
resoluciones, actualizando sus reglamentos internos, ajustables a la
Constitución y normas vigentes."
Ahora bien, el
Colegio Mary Mount dentro de las pautas académicas fijadas en su reglamento
interno, previamente aceptado por los educandos y por sus padres, exige, en
aras del alto nivel que hace competitivos a sus alumnos, que se alcance un
mínimo de 7.0 en cada materia, sin tener en cuenta el promedio por área,
debiendo dejar el Colegio, quien al finalizar el año obtenga tres o más
materias por debajo de esta calificación, el cual es el caso de la menor Fanny
Cecilia Dada Chamie.
G. En el caso que
ocupa la atención de esta Sala de Revisión, se observa del escrito presentado
por la señora ESTRELLA CHAMIE DE DADA, que el promedio de notas de su hija
Fanny Cecilia Dada Chamie es de siete tres (7.3), lo cual es superior a lo
exigido por el Ministerio de Educación Nacional para aprobar un grado escolar y
por consiguiente se concluye que la menor aprobó el décimo grado, conforme a
los preceptos legales vigentes, lo que la promueve al grado siguiente.
De esta manera, si
la estudiante obtuvo un promedio superior al exigido legalmente, resulta
inequívoco que no perdió el año escolar, y en las condiciones de la ley y del
reglamento oficial puede pasar al grado siguiente, pero, desde luego, en otro
plantel con exigencias acordes a sus resultados objetivos.
Para esta Sala de
Revisión es imperativo dar cumplimiento a los actos administrativos emanados de
las autoridades competentes, por cuanto como lo establece la directiva
administrativa del Ministerio de Educación Nacional, las instituciones
educativas en forma inmediata deben proceder a dar cumplimiento a las normas y
actualizar su reglamento interno ajustándolo a las leyes vigentes en esa zona
del país, pues es parte del ejercicio permanente establecido en el artículo 68
C.N. inciso 1o.); empero, esto no significa que los educadores no puedan exigir
mayores méritos objetivamente calificados, como ocurre en el Colegio Mary
Mount, y que se le pueda obligar a mantener en el plantel a un alumno que no
los satisfaga.
Desde luego, existen
límites de razonabilidad que en caso de desbordarse pueden hacer ilegítima e inconstitucional
la exigencia reglamentaria, por desconocimiento de éste o de otros derechos
constitucionales fundamentales.
Observa la Corte
que, en este caso, se trata de la exigencia adicional de mantener con fines de
excelencia y calidad un promedio mínimo razonable y nunca desproporcionado ni
imposible de alcanzar en situaciones comunes y corrientes para conservar un
cupo en un colegio privado, dentro de las aspiraciones de autocreditación de la
comunidad de educadores y educandos.
Comparte la Sala de
Revisión de esta Corporación la posición del Tribunal, según la cual, como
quiera que la madre y la menor Fanny Cecilia Dada Chamie, conocían el propósito
de excelencia y alto nivel académico del reglamento del plantel, empero resulta
inequívoco que ésta no perdió el año escolar en los criterios del reglamento
del Colegio Mary Mount.
Naturalmente, la
evaluación de los resultados académicos compete al plantel educativo y en el
evento de configurarse las causales previstas en el correspondiente reglamento
para la pérdida del período que se cursa, así debe declararse, pero si éstos
son superiores a los establecidos en la resolución No. 17486 del Ministerio de
Educación, dicha pérdida resultaría contraria a normas de orden público e
imperativo cumplimiento; en consecuencia, estas disposiciones deben primar
sobre un reglamento académico de inferior jerarquía, por ser norma legal
condicionante que debe ser respetado por el plantel educativo, so pena de
vulnerarse el principio de legalidad y subordinación o vigilancia estatal de la
educación como servicio público previsto en el artículo 68 inc. 1 de la C.N.).
i) En efecto, la
Carta Política concibe la educación como un servicio público prestado tanto por
el Estado como por los particulares bajo la regulación, control y vigilancia de
las autoridades competentes; en consecuencia, las norma expedidas por dichas
autoridades, además de obligar a los particulares, establecen, sin ser excluyentes
y exclusivas, las condiciones para su ejercicio y gestión; con ellas se busca
el fin supremo de la calidad, de la mejor formación moral, intelectual y
física de los educandos, como es el caso de exigencias razonables de calidad y
excelencia que le permitan al centro privado o público de educación
autoacreditar unos resultados específicos que eleven el mérito de su labor.
Como se ha visto, la
Carta Política de 1991 pretende que también las instituciones educativas de
carácter privado como el Colegio Mary Mount gocen de protección estatal y que
se propongan especificos fines de excelencia y calidad dentro de exigencias
razonables, pero sus estatutos deben sujetarse a la reglamentación legal que
permite y regula su ejercicio.
Frente al caso
subexámine es menester entender que el reglamento del plantel educativo, es la
base fundamental orientadora de la filosofía del Colegio, sin el cual no sería
posible mantener un nivel de excelencia, lo cual puede conducir al retiro o
pérdida del cupo por no satisfacer tales exigencias.
En consecuencia de
lo anterior, esta Corporación confirmará el fallo de segunda instancia
proferido por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla, con la advertencia de que no se trata de un caso de pérdida de
año ni de desconocimiento de la promoción legal y reglamentaria, sino de
pérdida de cupo por la no satisfacción de los requerimientos del plantel.
En consecuencia, la
Sala de Revisión No. Ocho de la Corte Constitucional administrando justicia en
nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. CONFIRMAR la sentencia proferida por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, Sala Civil, del día 7
de septiembre de 1994.
Parágrafo: En los términos de la mencionada sentencia
la menor Fanny Cecilia Dada Chamie podrá cursar el año siguiente en cualquier
otro plantel que acepte las condiciones mínimas de promoción de los estudios.
Segundo.- Líbrense por Secretaría las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los
efectos allí contemplados.
Cópiese,
notifíquese, publíquese e insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
281 | T-036-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-036/95
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Indefensión
Los peticionarios
son dos ancianos de 64 y 81 años de edad respectivamente, que viven solos y que
subsisten con lo que produce una hectárea de tierra, explotada
rudimentariamente y con sus propias manos, en la cual mantienen algunas aves de
corral, y cultivan café y cítricos. Todas las declaraciones, testimonios de
terceros e inspecciones judiciales que obran en el expediente dan fe de la
extrema pobreza de los accionantes y del desamparo en que se encuentran, tanto
por parte del Estado como de sus familiares.
DEBERES
CONSTITUCIONALES-Incumplimiento/JUEZ
DE TUTELA-Facultades
Los deberes
constitucionales son patrones de conducta social impuestos por el Constituyente
a todo ciudadano, mas no exigibles, en principio, como consecuencia de su mera
consagración en la Carta Política, sino en virtud de una ley que los
desarrolle. Excepcionalmente, los deberes constitucionales son exigibles
directamente. Ello sucede, entre otros eventos, cuando su incumplimiento, por
un particular, vulnera o amenaza derechos fundamentales de otra persona, lo
que exige la intervención oportuna de los jueces constitucionales para impedir
la consumación de un perjuicio irremediable. En estos casos, al juez de tutela
le corresponde evaluar si la acción u omisión, que constituye simultáneamente
un incumplimiento de los deberes constitucionales, vulnera o amenaza un derecho
fundamental, y si la ley habilita la procedencia de la acción de tutela contra
el particular. En caso afirmativo, el juez podrá hacer exigibles inmediatamente
los deberes consagrados en la Constitución, con miras a la protección efectiva
de los derechos fundamentales.
DEBER DE
SOLIDARIDAD/SERVIDUMBRE DE TRANSITO-Perturbación/SERVIDUMBRE DE TRANSITO-Paso de
Burro/PRINCIPIO DE DIGNIDAD HUMANA DE PERSONA DE LA TERCERA EDAD
Es un caso en el
que cabe admitir, de manera excepcional, la exigibilidad directa del deber de
solidaridad. Y entendemos la solidaridad, en este caso en particular, como
aquella pauta de comportamiento conforme a la cual el accionado debió haber
actuado al surgir el conflicto objeto de esta tutela. En la realidad práctica,
se encontraba ante dos opciones de conducta: una primera consistente en
cerrarles el paso a los accionantes para proteger su propiedad, y otra, la de
permitirles el paso, que privilegia los derechos fundamentales de aquellos
sobre el derecho de aquél a la propiedad. ¿Estaba facultado el demandado para
optar por cualquiera de estas dos vías de acción? De acuerdo con la doctrina
sobre los deberes constitucionales, la respuesta sólo puede ser un rotundo no.
El deber de solidaridad que sobre él recae, le impelía a optar por la segunda
opción. Por qué razón? Porque la otra, la escogida finalmente por él y que
implica obligar a los accionantes a tener que cumplir las funciones de bestias
de carga, resulta violatoria de uno de sus derechos fundamentales: el de la
dignidad humana, reconocida en el artículo primero de la Carta Política, y
pilar de nuestro Estado Social de Derecho.
DERECHOS DE
PERSONA DE LA TERCERA EDAD-Protección
La protección a
la tercera edad es una función en la que concurren, por igual, el Estado, la
familia y la sociedad. En esa medida, sobre el accionado, en tanto hace parte
del conglomerado social regido por nuestra Carta Política, recae también este
deber jurídico. Al ejecutar los actos arbitrarios tantas veces descritos en
este fallo, no solamente se sustrae el demandado a sus deberes de buen
ciudadano sino, más concretamente, al de conducir sus relaciones de vecindad
con los peticionarios, de acuerdo con la especial consideración que
constitucionalmente merecen.
Ref.: Expediente
No. T-45125.
Acción de tutela
contra Elver García Camacho, por injusta perturbación de una servidumbre de
tránsito.
Temas:
- Indefensión
frente a un particular.
- Dignidad humana
y solidaridad.
- Protección a la
tercera edad.
- Tutela como
mecanismo transitorio.
Accionantes: Ismael Simijaca Castiblanco y Dulcelina
Pineda de Malagón.
Magistrado
Ponente: Dr. Carlos Gaviria Díaz.
Santafé de Bogotá,
D. C., ocho (8) de febrero de mil novecientos noventa y cinco (1.995).
La Corte
Constitucional, Sala Cuarta de Revisión de Tutelas, integrada por los
Magistrados Hernando Herrera Vergara, José Gregorio Hernández Galindo y Carlos
Gaviria Díaz, este último en calidad de ponente, pronuncia,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
sentencia en el proceso de tutela T-45125, interpuesto por Ismael Simijaca y
Dulcelina Pineda de Malagón en contra de Elver Garcia Camacho, con base en las
razones que se exponen a continuación.
ANTECEDENTES
Los señores
Dulcelina Pineda de Malagón e Ismael Simijaca solicitan a través de la acción
de tutela, interpuesta como mecanismo transitorio, la protección de sus
derechos constitucionales fundamentales a la dignidad humana, a la vida e
integridad personal, y al trabajo, consagrados en los artículos 1, 11 y 25 de
la Carta Política, los cuales consideran vulnerados por Elver García Camacho, a
raíz de los siguientes
1. HECHOS:
Ismael Simijaca, de
sesenta y cuatro (64) años de edad, y Dulcelina Pineda, de ochenta y uno (81),
han vivido hace más de veinte años en un pequeño predio de una hectárea de
extensión, el cual se encuentra enclavado entre otros predios vecinos, sin
acceso directo a la vía pública. Cuentan, por lo tanto, con una servidumbre de
tránsito sobre terrenos de propiedad del accionado, señor Elver García Camacho,
servidumbre que consta en la escritura pública No. 389, corrida en junio de
1974 en la Notaría Primera del Círculo de Moniquirá.
Recientemente, el
señor García decidió impedir el libre tránsito de la pareja de accionantes
arguyendo que el sendero por el cual atraviesan su finca, llevando consigo un
burro para labores de carga, está destinado exclusivamente al tránsito de
personas y no al de animales. Procedió entonces a instalar en el camino puertas
cerradas con candado, y cercó con alambre de púas el terreno, obligando a los
ancianos a arrastrarse por debajo del alambrado y a cargar al hombro los
productos de su finca, con cuya venta se procuran el diario sustento. Sostiene
el accionado, que el paso del burro de los peticionarios puede erosionar el
terreno sobre el cual se encuentra su casa, poniéndola en peligro.
En vista de esta
situación, la pareja Simijaca-Pineda inició ante el Juez Civil del Circuito de
Moniquirá, un proceso por perturbación de servidumbre, el cual se encuentra
actualmente en etapa probatoria.
2. PETICIÓN:
Los accionantes
solicitan que, como mecanismo transitorio, mientras la justicia civil resuelve
el asunto, se ordene a Elver García "nos permita el paso a nuestro
predio con un animal de carga y en condiciones (en las) que no se ponga en
peligro nuestra integridad física y no se atente contra nuestra dignidad humana
(a la que) tenemos derecho como personas".
3. DECISION DE
PRIMERA INSTANCIA:
Correspondió al Juez
Unico Penal Municipal de Moniquirá resolver en primera instancia el asunto y,
luego de un cuidadoso recaudo probatorio, resolvió "tutelar
transitoriamente los derechos a la vida y la integridad personal, a la dignidad
humana, el derecho a la igualdad, a la locomoción y al trabajo" de los
petentes. En consecuencia, ordenó remover cualquier obstáculo que impidiera el
paso de los ancianos y de su burro, orden que se mantendría vigente mientras la
justicia ordinaria resolviera lo de su competencia.
Consideró el a-quo,
que la conducta de Elver García es inhumana y abiertamente contraria al deber
de solidaridad que le impone la Constitución, y la encontró violatoria de los
derechos fundamentales de los accionantes. Tal violación se materializa permanentemente
y de manera irreparable en este caso, habida cuenta de que en el proceso civil
por perturbación de servidumbre no hay posibilidad de ejercer medidas
tendientes a evitarlo transitoriamente. .
4. DECISIÓN DE
SEGUNDA INSTANCIA:
El Juez Unico Penal
del Circuito de Monquirá revocó el fallo basándose para ello en cuatro
consideraciones básicas, a saber:
- Una disputa
sobre el tipo de servidumbre de que goza un predio, o sobre si esta implica o
no el derecho de transitar con animales de carga, " de ninguna manera
menoscaba, ni atañe o disminuye la dignidad humana de ninguna persona que por
necesidad deba hacer uso de dicho camino ".
- Los accionantes
cuentan con otro mecanismo judicial de defensa, cual es el proceso abreviado
por perturbación de servidumbre, que se sigue ante los jueces civiles. Debe
tenerse presente, recalca el ad-quem, que la servidumbre se impone a inmuebles,
mas no a personas en atención a su estado de salud, a su edad o a su solvencia
económica.
- No se presenta
un perjuicio irremediable de ningún derecho fundamental de los actores y, por
ende, no puede ser procedente la tutela como mecanismo transitorio, en los
términos del inciso segundo del artículo 6 del Decreto 2591 de 1991,
reglamentario del artículo 86 de la Constitución Nacional.
- El presente
caso de tutela contra un particular no se enmarca dentro de aquellos que el
decreto antedicho contempla como procedentes.
5. INSISTENCIA
DEL DEFENSOR DEL PUEBLO:
El Defensor del
Pueblo, obrando en ejercicio de la facultad contenida en el artículo 33 del
Decreto 2591 de 1991, presentó escrito explicando las razones por las cuales, a
su juicio, debe revisarse el presente expediente y concederse la acción de
tutela.
Inicialmente, señala
la equivocada aplicación que el juez de segunda instancia hace del artículo 6
num.1 inc. 2, y del artículo 42 numerales 1, 2 y 9 del Decreto 2591 de 1991,
declarados inexequibles parcialmente por la Corte Constitucional.
Por otra parte, la
restricción a la libre circulación de los accionantes trae aparejado un
perjuicio grave de sus demás derechos fundamentales, entre ellos el de lograr
su ya de por sí precaria subsistencia.
El conflicto que
origina esta tutela, continúa el Defensor en su escrito de insistencia, va más
allá de ser un simple asunto de derecho privado en el que se le impone un
gravamen a un inmueble, para cuya solución serían competentes los jueces
civiles; el caso "debe ser analizado a la luz de los principios de
solidaridad y de opción preferencial por los derechos de los más débiles que estan
a la base de nuestro Estado Social de Derecho".
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
De conformidad con
lo dispuesto por los artículos 86 y 241 numeral noveno de la Constitución
Política, en concordancia con los artículos 33 a 36 del Decreto 2591 de 1991,
esta Sala es competente para conocer de la revisión de la sentencia proferida
por el Juez Penal Municipal de Moniquirá. El presente examen se hace conforme
al reglamento interno de la corporación y a la selección que del proceso hizo
la Sala Décima de Selección.
2. Indefensión de
los accionantes:
El caso planteado
tiene su origen en las extremas incomodidades a que somete a sus vecinos el
dueño de un predio gravado con una servidumbre de tránsito, al impedirles la libre
circulación a la cual tienen derecho. Es indudable que existen mecanismos
establecidos en la legislación civil para resolver este tipo de disputas,
concretamente la vía del proceso abreviado contemplado en el Título XII del
Código de Procedimiento Civil. Sin embargo, no escapan a la consideración de
esta Sala las circunstancias particulares del caso, ni a ellas puede ser ajeno
ningun juez de tutela como garante que es de los derechos fundamentales, pues
es del conocimiento de esas particularidades de donde emanan los elementos de
juicio necesarios para que su decisión, al materializarse en la práctica, sea
justa.
De conformidad con
lo anotado, es necesario observar más detenidamente la situación en que se
encuentran Ismael Simijaca y Dulcelina Pineda. Se trata de dos ancianos de 64 y
81 años de edad respectivamente, que viven solos y que subsisten con lo que
produce una hectárea de tierra, explotada rudimentariamente y con sus propias
manos, en la cual mantienen algunas aves de corral, y cultivan café y cítricos.
Todas las declaraciones, testimonios de terceros e inspecciones judiciales que
obran en el expediente dan fe de la extrema pobreza de los accionantes y del
desamparo en que se encuentran, tanto por parte del Estado como de sus
familiares.
Ante tal panorama
resulta evidente la situación de indefensión de los peticionarios respecto del
accionado, persona solvente e instruída, indefensión que hace procedente la
acción de tutela contra particulares, de acuerdo con el numeral 9 del artículo
42 del Decreto 2591 de 1991.
En estas
circunstancias, la actuación en que incurrió Elver García al cerrar el camino,
obligando a los petentes a arrastrarse bajo el alambrado y a cargar lo que sus
cansadas espaldas pueden soportar, sobrepasa el ámbito del derecho real de
servidumbre y deviene en una violación del derecho fundamental a la dignidad
humana, en un desconocimiento del deber de solidaridad exigible a todo
individuo en un Estado Social de Derecho, y obliga al juez de tutela a hacer
efectiva la especial protección que otorga nuestra Carta Política a las
personas de la tercera edad.
3.
Dignidad
humana y Solidaridad:
La doctrina de esta
Corte sobre los deberes constitucionales, su exigibilidad, y sobre la facultad
del juez de tutela para aplicarlos directamente -aún sin que exista desarrollo
legal de sus alcances-, fué expuesta en la sentencia T-125 de marzo 14 de
1.994, cuyos principales planteamientos pueden sintetizarse de la siguiente
manera:
Los deberes
constitucionales son patrones de conducta social impuestos por el Constituyente
a todo ciudadano, mas no exigibles, en principio, como consecuencia de su mera
consagración en la Carta Política, sino en virtud de una ley que los
desarrolle. En esta medida, los deberes constitucionales constituyen una facultad
otorgada al Legislador para imponer determinada prestación, pero su
exigibilidad depende, "de la voluntad legislativa de actualizar,
mediante la consagración de sanciones legales, su potencialidad jurídica".
No obstante lo
antedicho, y siguiendo lo expuesto en la sentencia aquí reseñada, existen casos
en los que procede su aplicación directa:
"Excepcionalmente,
los deberes constitucionales son exigibles directamente. Ello sucede, entre
otros eventos, cuando su incumplimiento, por un particular, vulnera o amenaza
derechos fundamentales de otra persona, lo que exige la intervención oportuna
de los jueces constitucionales para impedir la consumación de un perjuicio
irremediable. En estos casos, al juez de tutela le corresponde evaluar si la
acción u omisión, que constituye simultáneamente un incumplimiento de los
deberes constitucionales, vulnera o amenaza un derecho fundamental, y si la ley
habilita la procedencia de la acción de tutela contra el particular. En caso
afirmativo, el juez podrá hacer exigibles inmediatamente los deberes
consagrados en la Constitución, con miras a la protección efectiva de los
derechos fundamentales".
En relación con el
deber de solidaridad el mismo fallo explica lo siguiente:
"La solidaridad
es un valor constitucional que presenta una triple dimensión. Ella es el
fundamento de la organización política; sirve, además, de pauta de
comportamiento conforme a la cual deben obrar las personas en determinadas
situaciones y, de otro lado, es útil como un criterio de interpretación en el
análisis de las acciones u omisiones de los particulares que vulneren o
amenazen los derechos fundamentales. La solidaridad como modelo de conducta
social permite al juez de tutela determinar la conformidad de las acciones u
omisiones particulares según un referente objetivo, con miras a la protección
efectiva de los derechos fundamentales".
Al considerar los
presentes hechos desde esta perspectiva, nos encontramos con que, siguiendo la
doctrina antes expuesta, este es un caso en el que cabe admitir, de manera
excepcional, la exigibilidad directa del deber de solidaridad.
Y entendemos la
solidaridad, en este caso en particular, como aquella pauta de comportamiento
conforme a la cual el accionado debió haber actuado al surgir el conflicto
objeto de esta tutela.
En la realidad
práctica, Elver García se encontraba ante dos opciones de conducta: una primera
consistente en cerrarles el paso a los accionantes para proteger su propiedad,
y otra, la de permitirles el paso, que privilegia los derechos fundamentales de
aquellos sobre el derecho de aquél a la propiedad.
¿Estaba facultado el
demandado para optar por cualquiera de estas dos vías de acción? De acuerdo
con la doctrina antes expuesta sobre los deberes constitucionales, la respuesta
sólo puede ser un rotundo no. El deber de solidaridad que sobre él recae, le
impelía a optar por la segunda opción. Por qué razón? Porque la otra, la
escogida finalmente por él y que implica obligar a los accionantes a tener que
cumplir las funciones de bestias de carga, resulta violatoria de uno de sus
derechos fundamentales: el de la dignidad humana, reconocida en el artículo
primero de la Carta Política, y pilar de nuestro Estado Social de Derecho.
4. Protección a
la tercera edad:
Las anteriores
consideraciones respecto de la dignidad de los tutelantes y del deber de
solidaridad que la sociedad tiene para con ellos, son válidas y suficientes
independientemente de la edad de aquéllos. Más aún en tratándose, como en este
caso, de personas de avanzada edad, en favor de las cuales el ordenamiento ha
dispuesto un tratamiento especial y preferencial.
La Constitución
Nacional, en su artículo 46, dispone que:
" El Estado,
la sociedad y la familia concurrirán para la protección y la asistencia de las
personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida activa y
comunitaria.
El Estado les
garantizará los servicios de la seguridad social integral y el subsidio
alimentario en caso de indigencia ".
Resulta entonces
manifiesto -y en este sentido se ha pronunciado reiteradamente la Corte-, que
la protección a la tercera edad es una función en la que concurren, por igual,
el Estado, la familia y la sociedad. En esa medida, sobre el accionado Elver
García, en tanto hace parte del conglomerado social regido por nuestra Carta
Política, recae también este deber jurídico.
Al ejecutar los
actos arbitrarios tantas veces descritos en este fallo, no solamente se sustrae
el demandado a sus deberes de buen ciudadano (artículo 95 C.N.) sino, más
concretamente, al de conducir sus relaciones de vecindad con los señores Ismael
Simijaca y Dulcelina Pineda, de acuerdo con la especial consideración que
constitucionalmente merecen.
5. Tutela como
mecanismo transitorio:
El numeral primero
del artículo 6 del Decreto 2591 de 1991 contempla la procedencia de la tutela,
a pesar de que el actor cuente con otros medios judiciales de defensa, cuando
se busca evitarle un perjuicio irreparable.
En el caso sometido
a estudio, quedó demostrada la existencia de otro medio judicial de defensa,
oportunamente interpuesto por los actores, el cual aún se encuentra en curso.
Igualmente, se demostró la vulneración del derecho de los accionantes a la
dignidad debida a toda persona, y el desconocimiento de la especial protección
que merece la tercera edad.
Salta a la vista que
el perjuicio mencionado es de caracter irreperable, dado que diariamente los
peticionarios tienen que afrontar las inhumanas incomodidades en que los colocó
su vecino, sin la más mínima posiblidad de ser resarcida tal condición pues
atañe a algo tan intangible y preciado como es su dignidad.
Procede entonces la
tutela como mecanismo transitorio, y en este sentido pasa a resolver la Sala,
de conformidad con lo establecido en el Decreto 2591 de 1991.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional de la República
de Colombia,
RESUELVE
PRIMERO: REVOCAR la sentencia proferida el
ocho (8) de agosto de 1.994 por el Juez Unico Penal del Circuito de Moniquirá,
en relación con la acción de tutela interpuesta por Ismael Simijaca y Dulcelina
Pineda contra Elver García
SEGUNDO: CONCEDER, como mecanismo transitorio, la
tutela de los derechos de los accionantes a la dignidad humana y a la
protección especial de la tercera edad.
TERCERO: ORDENAR al señor Elver García
Camacho retirar inmediatamente cualquier obstáculo que impida el libre tránsito
de los accionantes y de su animal de carga, por el camino que ellos acostumbran
usar. En caso de no hacerlo, deberá proceder de conformidad el juez de
instancia, para hacer efectiva la decisión.
CUARTO: Esta orden se mantendrá vigente hasta que
el Juez Civil del Circuito de Moniquirá resuelva definitivamente sobre la
demanda que por perturbación de servidumbre interpusieron los actores.
QUINTO:
COMUNIQUESE esta sentencia al Juez Penal
Municipal de Moniquirá, fallador en primera instancia, para efectos de lo
dispuesto en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1.991.
Comuníquese,
notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
282 | T-037-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-037/95
_
HOMOSEXUALIDAD EN
LAS FUERZAS MILITARES
No es violatorio
de los derechos fundamentales el acto por el cual se sanciona a un estudiante
por incurrir en faltas que comprometen la disciplina del plantel, siempre que
se respeten las garantías del debido proceso, que se prueben los hechos
imputados y que la sanción esté contemplada previamente en el respectivo
reglamento. Tanto los actos de homosexualidad como los que impliquen
objetivamente el acoso o asedio a los compañeros dentro del establecimiento,
quebrantan de manera ostensible y grave la disciplina y además ofenden a los
demás integrantes de la comunidad educativa, quienes merecen respeto, por todo
lo cual aquéllos deben ser oportuna y ciertamente castigados.
PROCESO
DISCIPLINARIO/DEBIDO PROCESO
El
establecimiento educativo procedió con arreglo a las normas del debido proceso,
pues dió al estudiante la oportunidad de defenderse, acogió las pruebas
necesarias para definir su responsabilidad, le permitió controvertirlas, lo oyó
en descargos y la decisión fue adoptada por las autoridades que tenían
competencia para ello, es decir, el Consejo Disciplinario de la Escuela en
primera instancia y el Director de la Escuela en forma definitiva.
PRINCIPIO DE
FAVORABILIDAD EN PROCESO DISCIPLINARIO
Si la falta de la
cual se sindicaba al peticionario hubiera desaparecido en el estatuto posterior
-hoy vigente- tendría que haberse aplicado el principio de favorabilidad
consagrado en el artículo 29 de la Carta Política, que la Corte no duda en
afirmar es de obligatorio acatamiento para todo proceso disciplinario, aun los
que adelantan los establecimientos educativos.
HOMOSEXUALIDAD/IGUALDAD
ANTE LA LEY
La igualdad ante
la ley no consiste en admitir que quien presenta una condición anormal -como la
homosexualidad- esté autorizado para actuar explícita y públicamente con el
objeto de satisfacer sus inclinaciones e incurrir, sin poder ser castigado, en
conductas ajenas a la respetabilidad de un centro educativo, menos todavía si
éste pertenece a una institución cuya alta misión exige de quienes la componen
las más excelsas virtudes. Por el contrario, en casos como el examinado, la
igualdad se realiza aplicando a todos las mismas exigencias de disciplina y
adecuado comportamiento e imponiendo las sanciones a quienes vulneran el
régimen interno correspondiente. Tal principio se vería desconocido, en contra
de la mayoría de estudiantes, si la autoridad se viera precisada a perdonar o a
hacer que pasara inadvertida toda falta de un alumno por el sólo hecho de ser
homosexual.
Ref.: Expediente
T-46622
Acción de tutela
instaurada por MILTON ZAPATA BEDOYA contra el Director de la ESCUELA DE POLICIA
"SIMON BOLIVAR" DE TULUA.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del seis (6) de febrero de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos en el asunto de la referencia por el Juzgado Quinto Penal del
Circuito de Tulúa y por la Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Buga.
I. INFORMACION PRELIMINAR
MILTON ZAPATA BEDOYA ejerció la acción de
tutela contra el Director de la Escuela de Policía "Simón Bolivar" de
Tulúa con la pretensión de que se dispusiera "la revocatoria por
completo" de la resolución mediante la cual se ordenó retirarlo, en forma
absoluta y con nota de mala conducta, del establecimiento y de la Policía
Nacional.
La Dirección de la Escuela adelantó una
investigación disciplinaria cuyos resultados, puestos a consideración del
Consejo Disciplinario, llevaron a éste a concluir que el alumno había incurrido
en la ejecución de actos de homosexualismo, "lesionando gravemente la
moral, el prestigio y la disciplina de la Policía Nacional", motivo por el
cual se le impuso la sanción.
Dió lugar a la investigación la denuncia
presentada por el estudiante Ivan Ernesto Rodríguez Alsina en el sentido de que
el 29 de octubre de 1993, durante un período de franquicia, se había hospedado,
junto con Zapata Bedoya, en la casa de un familiar de éste y en la misma
habitación.
Según el relato de Rodríguez Alsina,
durante la noche el inculpado se acostó a su lado y lo asedió mediante caricias
y otros actos.
De acuerdo con la demanda, el procedimiento
y la determinación tomada fueron totalmente opuestos a la Carta Política y a
las leyes, pues se causó al accionante un agravio injustificado no sólo en el
ámbito personal, sino en el familiar y en el social.
Dice el actor que se le aplicó un proceso
breve y sumario, basado únicamente en declaraciones que "no concretaron
nada sobre su tendencia sexual".
Expresa que el Consejo Disciplinario no
tuvo en cuenta las declaraciones a su favor ni amplió las pruebas; que se fundó
en simples rumores y que no consideró el concepto de la sicóloga, con todo lo
cual fue violado el artículo 29 de la Constitución.
II. DECISIONES JUDICIALES
El Juzgado Quinto Penal del Circuito,
mediante providencia del 18 de julio de 1994, resolvió conceder la tutela
solicitada, ordenando al Director de la Escuela de Policía "Simón
Bolivar" que en un término de cuarenta y ocho horas reintegrara al
demandante en calidad de alumno y le concediera, en caso de haber terminado la
intensidad horaria académica y el año lectivo, el grado de suboficial de la
Policía Nacional.
Consideró la Juez que la institución educativa,
al tildarlo de homosexual, había violado los derechos del quejoso a la honra,
al buen nombre y a la igualdad.
También estimó lesionado el derecho del
accionante a escoger profesión u oficio (Artículo 26 de la Constitución), pues
no se le permitió servirle a la Patria en la Policía Nacional, opción por la
cual se había decidido.
Dijo la Juez que la hoja de vida del
peticionario era excelente y que en su ejercicio como estudiante había
demostrado cualidades de disciplina, mística policial, compañerismo y buen
rendimiento académico. Podía haber prestado sus servicios en la Policía con
carisma y responsabilidad.
"Pero su condición sexual -señaló la
Sentencia- perturbó este logro porque el Director de la Escuela decidió, sin
mayor análisis y sólo atendiendo su personal criterio, retirarlo de la
institución, calificándole su conducta de mala. Y es que el procedimiento
disciplinario utilizado, a pesar de ser formalmente intachable, en su contenido
material se avisoran grandes fallas capaces de menoscabar el debido proceso.
Sin duda, para la determinación sólo se tuvo en cuenta las pruebas que entraban
a perjudicar a ZAPATA BEDOYA, desatendiendo, sin mayor análisis, las
diligencias que lo favorecían de los cargos a él endilgados".
Manifestó la Juez que, según su criterio,
dentro del proceso no logró establecerse con la certeza requerida que las
actividades de Zapata Bedoya atentaran contra derechos constitucionales de
otros ni menos contra el orden jurídico porque los actos sexuales que se le
atribuyeron requieren del concurso de dos personas.
Indicó que el accionante no podía
expresarse en forma diferente porque en verdad sus actividades no resultaban
reprochables en cuanto constituían la manera de desarrollar su personalidad.
Por tanto, consideró que el acto de sanción
era arbitrario y que con él la Escuela de Policía "Simón Bolivar"
menoscabó los derechos fundamentales del petente, "así la conducta allí
mismo explicitada se encuentre tipificada en un ordenamiento legal, porque
dentro de nuestro andamiaje jurídico la Constitución es norma de normas y
cualquier ley que resulte contraria a sus planteamientos debe inaplicarse por
el principio de excepción de inconstitucionalidad".
Ejercido el derecho a impugnar el fallo,
por parte del Director de la institución educativa, fue revocado mediante
Sentencia del 26 de agosto de 1994, proferida por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Buga -Sala de Decisión Penal-.
Después de hacer algunas consideraciones en
torno a los alcances constitucionales del derecho al debido proceso, reiterando
que cobija no sólo a las actuaciones de la Rama Judicial sino a todas las que
cumplen las autoridades administrativas, concluyó el Tribunal que en este caso
se cumplió con el debido proceso y se respetó debidamente el derecho de defensa
del acusado.
El proceso se llevó a cabo -expuso el
Tribunal- previa práctica de diligencias breves y sumarias, que se recibieron
descargos y que el juzgamiento de las faltas correspondió al Consejo
Disciplinario del Instituto, todo de acuerdo con lo establecido en el artículo
175 del Decreto 100 de 1989.
Puso de presente la Sentencia que el
artículo 121 del citado Decreto contempla en el numeral 46 la conducta de
"ejecutar actos de homosexualismo", como falta constitutiva de mala
conducta que apareja la separación absoluta del responsable, consistente, según
el artículo 95 Ibídem, en "la cesación definitiva del ejercicio de
las funciones y atribuciones propias de la calidad policial".
Advirtió el fallo que el Consejo
Disciplinario, al decidir, lo hizo con base en la prueba testimonial de cargo,
otorgándole plena credibilidad, aunado al dictamen rendido por la sicóloga y la
trabajadora social sobre el padecimiento por parte de Zapata de una perturbación
sexual a cuyo respecto se sugirió tratamiento sicológico y seguimiento
individual.
Para el Tribunal, si se cumplió con el
debido proceso, no hay lugar a estimar que el derecho a la honra y al buen
nombre se viera mancillado, pues la determinación de las directivas docentes de
la Escuela fue producto de esas garantías procesales y de las formalidades
previstas.
La Sala hizo notar que el Decreto 100 de
1989 fue derogado por el Decreto 2584 de 1993 y que en éste último se suprimió
la falta que dió lugar a la expulsión del accionante y se estableció una
segunda instancia ante el Director de la Escuela.
Sin embargo -consideró- la ritualidad
cumplida en este caso con base en el Decreto 100 de 1989 tiene plena viabilidad
en razón de estar vigente cuando tuvo lugar la investigación de los hechos
denunciados.
Señaló, no obstante, que las conductas
consistentes en actos homosexuales quedaron incorporadas bajo otra semántica en
el Decreto 2584 de 1993, artículo 39. Allí se incluyó como falta contra el
ejercicio de la profesión la de "adoptar modales no acordes con las buenas
costumbres y el respeto debido". No se desconoció, entonces, el principio
de favorabilidad.
Dijo el Tribunal que el alumno Zapata
Bedoya fue oído en diligencia de descargos y que en ella solicitó se escuchara
en declaración a algunos de sus compañeros de estudio, los cuales rindieron
testimonio en ese proceso.
Subrayó la providencia que, al lado del
reconocimiento de derechos fundamentales, es lógico y natural que las
instituciones impongan a la persona ciertos deberes correlativos.
En el caso concreto -concluyó- al
accionante le asiste todo el derecho a desarrollar libremente su personalidad,
pero cumpliendo con deberes que la misma Constitución y la ley le exigen. El
hecho de pertenecer el actor a una institución armada en calidad de alumno lo
obligaba a un comportamiento acorde con sus reglamentos, exponiéndose a las
consecuencias que pudieran derivarse en caso de incumplimiento.
Para la Sala del Tribunal los actos de
carácter homosexual, ejecutados por el señor Zapata Bedoya, riñen abiertamente
con la disciplina, naturaleza y buena imagen de la Institución, en la cual se
estila precisamente un comportamiento rígido, severo, disciplinado, orientado a
canalizar las buenas costumbres y el respeto a los demás, sin dar lugar a
hostigamientos de orden sexual, que sin lugar a dudas causan daño a los
afectados y al grupo. Por ello, deben ser objeto de sanción.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte Constitucional es competente para
revisar los fallos mencionados, según lo dispuesto en los artículos 86 y 241,
numeral 9, de la Constitución Política y con arreglo a las normas establecidas
en el Decreto 2591 de 1991.
La disciplina, elemento esencial de la
educación. Alcance del derecho al libre desarrollo de la personalidad
A juicio de la Corte, la educación no se
confunde con el simple acto de enseñar o transmitir conocimientos, sino que
corresponde a un proceso que, para producir los resultados en pos de los cuales
se instituye y se protege, debe incidir de manera eficiente en la
estructuración de la personalidad y en los hábitos de comportamiento del
individuo.
Con certeza se puede afirmar, entonces, que
una responsable tarea educativa -desde sus primeras expresiones familiares
hasta los últimos grados de la secundaria y también en los niveles de la
educación superior- no se agota en los aspectos instructivos, sino que
debe incorporar, necesaria y primordialmente, elementos formativos, que
se reflejen en las diversas facetas del carácter, dentro del criterio de
constante perfeccionamiento de la persona. De nada sirve el conocimiento de la
ciencia o de la técnica si la calidad del ser humano cesa en su evolución hacia
estadios superiores, delata retroceso o se corrompe. Es precisamente su
preservación y desarrollo lo que se confía al educador, quien tiene la
obligación de poner al servicio de la noble función que cumple todos los
instrumentos válidos y lícitos a su alcance.
Es por ello que, a la luz del artículo 67
de la Carta Política, el Estado ejerce la suprema inspección y vigilancia sobre
los establecimientos educativos públicos y privados, "con el fin de velar
por su calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación
moral, intelectual y física de los educandos" (Subraya la Corte).
Al respecto la Corte Constitucional ha
destacado:
"La educación
que la Carta Política consagra como derecho y como servicio público no
comprende tan sólo la transmisión de conocimientos o la instrucción del
estudiante en determinadas áreas, sino que encierra, ante todo, la formación
moral, intelectual y física de la persona, tal como lo declara sin rodeos el
artículo 67, inciso 5º, de la Constitución.
La labor educativa
que desempeñan la familia, los planteles y el Estado no termina en el individuo
que la recibe sino que, como tantas veces lo ha expresado esta Corte, cumple
una función social en cuanto sus resultados -positivos o
negativos- repercuten necesariamente en la colectividad cuando el estudiante
entra en relación con ella. De los principios y valores que profese y practique
-los cuales no adquiere por generación espontánea, sino que le deben ser
inculcados desde la más tierna infancia hasta el último grado de la formación
profesional- depende en gran medida el comportamiento del individuo en el medio
social, el cual se traduce, a la vez -miradas las cosas globalmente- en la
forma de vida de la sociedad entera. Nada bueno puede esperarse de un
conglomerado cuyos integrantes, por el descuido de sus mayores, carecen de una
mínima estructura moral o de los principios básicos que hagan posible la
convivencia pacífica, el mutuo respeto, el acatamiento del orden jurídico y el
sano desarrollo de las múltiples relaciones interindividuales y colectivas.
El hombre -considera
la Corte- debe estar preparado para vivir en armonía con sus congéneres, para
someterse a la disciplina que toda comunidad supone, para asumir sus propias
responsabilidades y para ejercer la libertad dentro de las normas que
estructuran el orden social". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de
Revisión. Sentencia T-341 del 25 de agosto de 1993).
La Sala Plena de
la Corporación afirmó:
"Es claro que
la tarea de educar comprende no solamente la instrucción, entendida como
transmisión sistemática de conocimientos, sino que abarca, sobre todo, la
formación de la persona, en sus aspectos físico, intelectual y moral,
armónicamente integrados, con el fin de conducirla hacia los fines de su pleno
desarrollo, para lo cual ha de seguirse un método previamente trazado por el
educador; a éste corresponde sacar a flote las condiciones y aptitudes del
educando, moldeándolas y perfeccionándolas.
La educación es,
además, un proceso constante y progresivo, cuyo desenvolvimiento exige
preparación y dedicación por parte de quien educa.
Requiere, de otro
lado, que el educador, además de prescribir y explicar al educando aquellos
hábitos en los cuales se lo quiere formar, lo invite a adquirirlos mediante su
ejemplo, corrija oportunamente las distorsiones y sancione razonablemente las
faltas en que el alumno incurra, buscando evitar que en el futuro se
repitan".(Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-371 del 25
de agosto de 1994).
Han de ser reafirmados en la presente
ocasión los criterios que anteceden, pues la Sala estima necesario insistir en
que no por ser fundamental un derecho se convierte en absoluto. Por el
contrario, todos encuentran sus límites y restricciones en el orden jurídico,
en la prevalencia del interés general y en los derechos de los demás, fuera de
que su ejercicio habrá de estar siempre acompañado por la imposición de deberes
correlativos, como lo apuntara con acierto el Tribunal de Buga.
Así las cosas, no puede alegarse un mal
entendido derecho al libre desarrollo de la personalidad como argumento válido
para neutralizar la actividad de formación que tiene a su cargo todo plantel
educativo, mientras éste no desborde en su ejercicio los razonables confines
que su finalidad le impone ni desconozca las garantías constitucionales.
El derecho al libre desarrollo de la
personalidad afirma la autonomía de cada ser humano como individuo único e
irrepetible, cuyas tendencias y naturales inclinaciones merecen respeto en
tanto no impliquen daño a otros o a la colectividad, sin que deba entenderse
que, en el ámbito educativo, la búsqueda de realización de la persona resulte
aceptable como pretexto para negar efectos a los actos de autoridad lícitos,
que son inherentes a la función educativa.
La disciplina, que es indispensable en toda
organización social para asegurar el logro de sus fines dentro de un orden
mínimo, resulta inherente a la educación, en cuanto hace parte insustituible de
la formación del individuo. Pretender que, por una errónea concepción del
derecho al libre desarrollo de la personalidad, las instituciones educativas
renuncien a exigir de sus alumnos comportamientos acordes con un régimen
disciplinario al que están obligados desde su ingreso, equivale a contrariar
los objetivos propios de la función formativa que cumple la educación.
Al respecto ha señalado esta Corte:
"...La
vinculación formal de la persona a un plantel resulta ser inútil si no está
referida al contenido mismo de una formación integral que tome al
individuo en las distintas dimensiones del ser humano y que se imparta con la
mira puesta en la posterior inserción de aquel en el seno de la sociedad.
De lo dicho se
concluye que cuando el centro educativo exige del estudiante respuestas,
en materia académica, disciplinaria, moral y física, o cuando demanda de él
unas responsabilidades propias de su estado, así como cuando
impone sanciones proporcionales a las faltas que comete, siempre
que desempeñe tal papel de modo razonable y sujeto al orden jurídico, no está
violando los derechos fundamentales del educando sino, por el contrario,
entregando a éste la calidad de educación que la Constitución
desea". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia
T-341 del 25 de agosto de 1993).
Lo dicho es aplicable a todo centro
educativo pero tiene mayor importancia cuando se trata de establecimientos en
los cuales se imparte formación a quienes pertenecen o habrán de pertenecer a
las fuerzas armadas de la República, puesto que su misión habrá de requerir la
disciplina individual y colectiva en un grado mucho más exigente.
En ese orden de ideas, no es violatorio de
los derechos fundamentales el acto por el cual se sanciona a un estudiante por
incurrir en faltas que comprometen la disciplina del plantel, siempre que se
respeten las garantías del debido proceso, que se prueben los hechos imputados
y que la sanción esté contemplada previamente en el respectivo reglamento.
Para la Corte es claro que, tanto los actos
de homosexualidad como los que impliquen objetivamente el acoso o asedio a los
compañeros dentro del establecimiento, quebrantan de manera ostensible y grave
la disciplina y además ofenden a los demás integrantes de la comunidad
educativa, quienes merecen respeto, por todo lo cual aquéllos deben ser
oportuna y ciertamente castigados.
Desde luego, para llegar a imponer las
correspondientes sanciones, debe estar acreditado sin duda, sobre la base de
hechos patentes, que tales actos se cometieron, por lo cual se excluyen las
consideraciones meramente subjetivas provenientes de rumores o maledicencias,
cuya precipitada aceptación por las autoridades educativas implica vulneración
a la honra y al buen nombre del inculpado.
El caso concreto
La Escuela "Simón Bolivar" de
Tulúa adelantó, con la plenitud de las garantías del debido proceso y el
derecho de defensa, un proceso disciplinario interno del cual dedujeron las
competentes autoridades educativas que el estudiante MILTON ZAPATA BEDOYA
ejecutó actos de homosexualidad que lesionaron gravemente la moral, el
prestigio y la disciplina de la Policía Nacional.
Como consecuencia de esa conclusión,
mediante acto del 20 de enero de 1994, la Escuela dispuso sancionar al alumno
con el retiro definitivo, con nota de mala conducta, en razón de haber
infringido el Reglamento de Disciplina para la Policía Nacional, Decreto 100 de
1989 (artículo 121, numeral 46).
Un análisis de los antecedentes procesales
del caso muestra a las claras que el establecimiento educativo procedió con
arreglo a las normas del debido proceso, pues dió al estudiante la oportunidad
de defenderse, acogió las pruebas necesarias para definir su responsabilidad,
le permitió controvertirlas, lo oyó en descargos y la decisión fue adoptada por
las autoridades que tenían competencia para ello, es decir, el Consejo
Disciplinario de la Escuela en primera instancia y el Director de la Escuela en
forma definitiva.
Se atendió, entonces, lo dispuesto en el
artículo 87 del Decreto 2584 de 1993, por el cual se modificó el Reglamento de
Disciplina para la Policía Nacional, aplicable, según su artículo 1º, numeral
3, a los alumnos de las escuelas de formación y especialización.
De conformidad con el mencionado artículo
87, "previa la práctica de diligencias breves y sumarias y la contestación
del pliego de cargos, el juzgamiento de las faltas contra el ejercicio de la
profesión cometidas por los alféreces, cadetes o alumnos de las escuelas de
formación, le corresponde al consejo disciplinario del respectivo instituto, en
primera instancia".
La norma establece que, cuando se disponga
la destitución del investigado, el director de la escuela ordenará su inmediata
desincorporación e informará la novedad a la Dirección General de la Policía,
para la formalización de la sanción.
Agrega que la decisión del consejo
disciplinario podrá ser ratificada o modificada por el director de la escuela,
quien decidirá definitivamente sobre la responsabilidad o inocencia del
inculpado.
Observa la Corte que la falta imputada a
ZAPATA BEDOYA encaja tanto en el anterior Reglamento de Disciplina para la
Policía Nacional (Decreto Ley 100 de 1989) como en el actual (Decreto Ley 2584
de 1993).
El primero de los mencionados estatutos
disponía en su artículo 121, numeral 46, que "ejecutar actos de
homosexualismo" era causal constitutiva de mala conducta.
En el Decreto 2584 de 1993, el artículo 39
dispone en su numeral 1 que es falta contra el ejercicio de la profesión
"adoptar modales no acordes con las buenas costumbres y el respeto
debido" a los superiores, subalternos y compañeros.
Algunos de los hechos objeto de la
investigación tuvieron ocurrencia, según la resolución sancionatoria, el 29 de
noviembre de 1993 y otros antes de esa fecha, es decir, que se cometieron
cuando estaba vigente el Decreto 100 de 1989, apenas derogado el 22 de
diciembre de 1993, fecha en la cual entró a regir el nuevo Reglamento de
Disciplina (Decreto 2584 de 1993). La decisión de sancionar se adoptó el 20 de
enero de 1994, es decir, bajo la vigencia de la normatividad últimamente
mencionada.
Si la falta de la cual se sindicaba a
ZAPATA BEDOYA hubiera desaparecido en el estatuto posterior -hoy vigente-
tendría que haberse aplicado el principio de favorabilidad consagrado en el
artículo 29 de la Carta Política, que la Corte no duda en afirmar es de
obligatorio acatamiento para todo proceso disciplinario, aun los que adelantan
los establecimientos educativos.
No aconteció así en el presente caso, toda
vez que los actos de los cuales se halló responsable al accionante siguieron
siendo catalogados como faltas disciplinarias en el Decreto 2584 de 1993, pues
de suyo implicaban falta de respeto a los compañeros y eran contrarios a las
buenas costumbres (artículo 39, numeral 1).
La Corte se abstendrá de reproducir los
testimonios de los varios estudiantes que fueron llamados a declarar por la
Dirección del centro educativo en relación con los hechos investigados, pues,
aunque tienen valor probatorio y resultan decisivos para el fallo, revelan detalles
cuya transcripción literal en las presentes consideraciones es innecesaria.
De tales declaraciones, en las que se basó
fundamentalmente la autoridad educativa, surge la conclusión de que, en efecto,
el estudiante acusado incurrió en conductas contrarias a la disciplina del
plantel, por cuanto en varias oportunidades, dentro y fuera del mismo, asumió
actitudes mediante las cuales, independientemente de que haya sido
"por chanza" -como lo dijo en sus descargos- o con la intención de establecer
relaciones homosexuales con compañeros suyos, lo cierto y objetivo es que pasó
de las puras expresiones verbales a hechos, en sí mismos ajenos al respeto que
merece toda persona y a la seriedad, el decoro y austeridad que exige la
vinculación a un cuerpo armado.
No es admisible la hipótesis sostenida por
la Juez de instancia en el sentido de que el análisis probatorio fue
parcializado contra el estudiante, pues sobre su mala conducta hubo testimonios
suficientemente claros y explícitos, no de uno sino de varios de sus
condiscípulos, y, lo más importante, de la propia declaración de descargos
rendida por el implicado resulta indudable que sí actuó como lo señalaron
aquéllos, aunque pretendió justificar sus actos con disculpas casi infantiles
que en nada desvirtuaron una conducta a todas luces reprochable.
Está probado y admitido por ZAPATA BEDOYA
que se aproximó con intenciones malsanas a su compañero RODRIGUEZ ALSINA en
octubre de 1993, cuando salieron de franquicia, y, aunque esta actuación suya
no podía dar lugar a sanción por haber tenido lugar fuera del establecimiento y
del servicio, dió origen a la investigación de su conducta, encontrándose en el
curso de la misma que con anterioridad y en forma reiterada, dentro de la
Escuela, el inculpado hacía alusiones a los cuerpos de sus condiscípulos e
incluso "los tocaba y acariciaba" (Cfr., por ejemplo, la declaración
de Elkin Ruiz Ruiz, Folio 25 del Expediente) y que en el aula de estudios
observaba "comportamientos raros" y ejecutaba actos de verdadero
acoso sexual respecto del mencionado RODRIGUEZ ALSINA (Cfr. la declaración de
Julio Rodríguez Cabezas, Folio 26 del Expediente).
Resulta de especial importancia la
declaración del alumno José Luis Villa Merino, relativa a hechos aceptados por
ZAPATA BEDOYA, que tuvieron lugar en el interior del plantel, durante la
denominada "recogida", cuando actuó de manera franca y descarada, en
total contradicción con las buenas costumbres y la disciplina a la que estaba
obligado.
Tampoco comparte la Corte el criterio de la
Juez de primera instancia cuando expresa que ZAPATA BEDOYA fue discriminado por
ser homosexual y que, en consecuencia, se violó su derecho a la igualdad.
De lo que se deja expuesto puede deducirse
que los motivos de la investigación y de la sanción no tenían que ver con la
condición de homosexual del estudiante, sino con sus actos de
indisciplina y falta de respeto, mirados desde el punto de vista objetivo.
Aunque tales actos hubieran sido heterosexuales, habrían tenido que conducir a
la sanción, por cuanto lo que estaba de por medio, como lo dijo la resolución
correspondiente, era "la moral, el prestigio y la disciplina de la Policía
Nacional".
La igualdad ante la ley no consiste en
admitir que quien presenta una condición anormal -como la homosexualidad- esté
autorizado para actuar explícita y públicamente con el objeto de satisfacer sus
inclinaciones e incurrir, sin poder ser castigado, en conductas ajenas a la
respetabilidad de un centro educativo, menos todavía si éste pertenece a una
institución cuya alta misión exige de quienes la componen las más excelsas
virtudes.
Por el contrario, en casos como el
examinado, la igualdad se realiza aplicando a todos las mismas exigencias de
disciplina y adecuado comportamiento e imponiendo las sanciones a quienes
vulneran el régimen interno correspondiente. Tal principio se vería
desconocido, en contra de la mayoría de estudiantes, si la autoridad se viera
precisada a perdonar o a hacer que pasara inadvertida toda falta de un alumno
por el sólo hecho de ser homosexual.
La Corte tampoco acepta el argumento de la
Juez de primera instancia en el sentido de que ZAPATA BEDOYA había mostrado en
el pasado un excelente desempeño como alumno de la Escuela y una ejemplar hoja
de vida. No se juzgaban sus antecedentes, por los cuales obviamente no merecía
reproche, sino unas determinadas y concretas conductas, ciertamente no
ejemplares, que, en sí mismas, exigían una sanción, en guarda del orden
institucional.
Afirmó el solicitante que la Escuela, al
sancionarlo, había violado sus derechos a la honra y al buen nombre.
Basta al respecto reiterar lo que en varias
ocasiones ha sostenido esta Corte en cuanto a tales derechos:
"El buen nombre
alude al concepto que del individuo tienen los demás miembros de la sociedad en
relación con su comportamiento, honestidad, decoro, calidades, condiciones
humanas y profesionales, antecedentes y ejecutorias. Representa uno de los más
valiosos elementos del patrimonio moral y social de la persona y constituye
factor indispensable de la dignidad que a cada uno debe ser reconocida.
(...)
...el derecho al
buen nombre no es gratuito. Por su misma naturaleza, exige como presupuesto
indispensable el mérito, esto es, la conducta irreprochable de quien aspira a
ser su titular y el reconocimiento social del mismo. En otros términos, el buen
nombre se adquiere gracias al adecuado comportamiento del individuo,
debidamente apreciado en sus manifestaciones externas por la colectividad.
Lo anterior implica
que no está en posición de reclamar respeto y consideración a su buen nombre
quien ha incurrido en actos u omisiones que de suyo generan el deterioro del
concepto general en que se tiene al interesado..." (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia del 10 de mayo de 1994).
Así, la mejor manera de haber conservado su
honra y buen nombre era, en el caso de ZAPATA BEDOYA, su conducta seria y
digna, el respeto y consideración hacia sus compañeros y hacia la institución a
la que pertenecía.
Se confirmará el
fallo de segunda instancia.
IV DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR en todas sus partes la Sentencia
proferida el 26 de agosto de 1994 por la Sala de Decisión Penal del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Buga.
Segundo.- LIBRESE la comunicación prevista en el artículo 36
del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Presidente de la Sala
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-037/95
HOMOSEXUALIDAD EN
LAS FUERZAS MILITARES
(Salvamento de voto)
Los hechos
aducidos como determinantes de la expulsión ocurrieron por fuera de la Escuela,
en la alcoba de una casa particular, entre personas mayores, y no han debido
ser siquiera objeto de investigación, pues pertenecen a la órbita íntima de los
implicados. Que fue ese comportamiento -y no otro- el que motivó la expulsión,
no es, pues, una inferencia gratuita de quien suscribe este salvamento. Es una
declaración oficial, explícita, contenida en la citada resolución. No hubo
trastornos en la disciplina del plantel. Al peticionario lo sancionaron, sin el
más leve asomo de duda, no por indisciplinado sino por homosexual. Afirmar lo
contrario es distorsionar la realidad para justificar lo injustificable.
DERECHO A LA
IGUALDAD DEL HOMOSEXUAL
(Salvamento de voto)
Si al
peticionario lo sancionaran por homosexual (y por eso lo sancionaron), se le
discriminó en función de una circunstancia que a la luz de la Constitución
colombiana no puede generar ese tratamiento. La preferencia por uno u otro sexo
es asunto de cada quien y así lo reconoce nuestra Norma Fundamental. Otra cosa
es que los comportamientos sexuales interfieran con la convivencia ordenada que
ha de observarse en cualquier institución, y entonces sí pueden ser
jurídicamente reprochables, pero sin distinguir, entonces, si son homo o heterosexuales.
La conducta del peticionario no entorpeció la marcha de la institución de donde
se le expulsa, y por eso su sanción es contraria al artículo 13 constitucional.
DERECHO A LA
EDUCACION DEL HOMOSEXUAL
(Salvamento de voto)
Al segregársele
-por homosexual- del establecimiento donde cursaba sus estudios se le priva de
la posibilidad de continuarlos y de culminarlos y, por ende, se le vulnera un
derecho consagrado en el artículo 67 de nuestra Carta Política, reconocido
varias veces por la Corte como fundamental, cercenándosele de paso el derecho
de realizarse como persona en el campo que había elegido, impidiéndosele lograr
las metas que se había propuesto, es decir, obstaculizándosele el derecho a
desarrollar su personalidad libremente.
PROCESO DISCIPLINARIO
POR CONDUCTA HOMOSEXUAL
(Salvamento de voto)
La violación del
debido proceso tuvo lugar de dos maneras: 1) Por iniciarse la
investigación disciplinaria por un hecho (la homosexualidad) que dentro de la
nueva normatividad básica ya no podía dar lugar a ella. 2) Porque
habiendo dejado de ser el homosexualismo causal de expulsión (al entrar en
vigencia un nuevo reglamento), en el tiempo que transcurrió entre la imposición
del castigo y el momento en que el afectado reclamó, ha debido darse aplicación
retroactiva a la nueva disposición reglamentaria, más favorable a sus
intereses, en obediencia de normas positivas que así lo disponen, y de la
filosofía que informa todo nuestro sistema.
REF.:
Expediente T-46622
Propuse a la Sala, como magistrado ponente,
que en el proceso de la referencia se tutelaran los derechos a la intimidad, a
la igualdad, a la educación, al libre desarrollo de la personalidad y al debido
proceso. La opinión de mis colegas, adversa a ese punto de vista, queda
expuesta en la sentencia.
Las razones que me asistían para sustentar
mi posición, son las mismas que a continuación expongo, brevemente, como
salvamento de voto.
1. Violación
del derecho a la intimidad. Se desprende, sin el más leve asomo de duda, de la resolución que
sancionó a Zapata Bedoya. En efecto, en el primer promunciamiento se lee:
"Artículo
(sic) Primero: Retirar en forma absoluta y con nota de Mala Conducta de la
Policía Nacional al AL. ZAPATA BEDOYA MILTON, C.C. 94.389.360 de Tuluá Valle,
perteneciente a la Compañía Simón Bolivar, al establecerse plenamente que
infringió el Reglamento de Disciplina para la Policía Nacional, Decreto 100 del
110189, en su libro II, Título III, Capítulo II Art. 121 DE LAS FALTAS
CONSTITUTIVAS DE MALA CONDUCTA, numeral 46 "EJECUTAR ACTOS DE
HOMOSEXUALISMO, hechos ocurridos el día 29-10-93, consistente en ejecutar actos
que lesionan gravemente la moral y el prestigio y la disciplina de la Policía
Nacional". (Subrayas fuera del texto).
Pues
bien: los hechos aducidos como determinantes de la expulsión ocurrieron por
fuera de la Escuela, en la alcoba de una casa particular, entre personas
mayores, y no han debido ser siquiera objeto de investigación, pues pertenecen
a la órbita íntima de los implicados.
Que
fue ese comportamiento -y no otro- el que motivó la expulsión, no es, pues, una
inferencia gratuita de quien suscribe este salvamento. Es una declaración
oficial, explícita, contenida en la citada resolución.
No
es entonces sensato, ni ajustado a la realidad procesal, el que se pretenda
justificar la medida represiva como respuesta a actos de indisciplina
realizados dentro de la Escuela. Estos, ambiguos e intrascendentes, apenas
cobraron significación retroactiva a partir del episodio privado que fue, sin
duda, la causa de la sanción. Tan inocuos serían que ni siquiera fueron objeto
de investigación disciplinaria en los distintos momentos en que tuvieron
ocurrencia. No hubo, pues, trastornos en la disciplina del plantel. A Milton
Zapata lo sancionaron, sin el más leve asomo de duda, no por indisciplinado
sino por homosexual. Afirmar lo contrario es distorsionar la realidad para
justificar lo injustificable.
2. Violación
del derecho a la igualdad. Si a Milton Zapata lo sancionaran por homosexual (y por eso lo
sancionaran), se le discriminó en función de una circunstancia que a la luz de
la Constitución colombiana no puede generar ese tratamiento. La preferencia por
uno u otro sexo es asunto de cada quien y así lo reconoce nuestra Norma Fundamental.
Otra cosa es que los comportamientos sexuales interfieran con la convivencia
ordenada que ha de observarse en cualquier institución, y entonces sí pueden
ser jurídicamente reprochables, pero sin distinguir, entonces, si son homo o
heterosexuales. La conducta de Milton Zapata no entorpeció la marcha de la
institución de donde se le expulsa, y por eso su sanción es contraria al
artículo 13 constitucional.
3. Violación
del derecho a la educación y al libre desarrollo de la personalidad. Pero de una injuria se sigue otra. Al
segregársele -por homosexual- del establecimiento donde cursaba sus estudios se
le priva de la posibilidad de continuarlos y de culminarlos y, por ende, se le
vulnera un derecho consagrado en el artículo 67 de nuestra Carta Política, reconocido
varias veces por la Corte como fundamental, cercenándosele de paso el derecho
de realizarse como persona en el campo que había elegido, impidiéndosele lograr
las metas que se había propuesto, es decir, obstaculizándosele el derecho a
desarrollar su personalidad libremente, tal como lo consagra el artículo 16
Superior.
4. Violación
del debido proceso. En
el caso sub examine éste tuvo lugar de dos maneras: 1) Por
iniciarse la investigación disciplinaria por un hecho (la homosexualidad) que
dentro de la nueva normatividad básica ya no podía dar lugar a ella. 2)
Porque habiendo dejado de ser el homosexualismo causal de expulsión (al entrar
en vigencia un nuevo reglamento), en el tiempo que transcurrió entre la
imposición del castigo y el momento en que el afectado reclamó, ha debido darse
aplicación retroactiva a la nueva disposición reglamentaria, más favorable a
sus intereses, en obediencia de normas positivas que así lo disponen, y de la
filosofía que informa todo nuestro sistema.
Fecha
ut supra.
CARLOS
GAVIRIA DIAZ
Magistrado |
283 | T-045-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-045/95
EJERCICIO
ARBITRARIO DE LAS PROPIAS RAZONES/CONSTREÑIMIENTO ILEGAL/AMENAZA/TORTURA
Si se parte de la
base de lo efectivamente probado, es decir, que el demandado no profirió
amenazas en el sentido de que desalojaría a su ex-esposa mediante el uso de la
fuerza al margen de la ley, sino que sólo aceptó haberle dicho que él quería
una repartición de bienes a través de la autoridad competente, la Sala tendrá
que determinar si tal manifestación viola o pone en peligro algún derecho
constitucional fundamental. Conforme a estas premisas, es claro que la simple
manifestación que el accionado hizo a su ex-compañera, transmitiéndole su
intención de demandarla ante la autoridad judicial correspondiente, no puede
razonablemente considerarse como una especie de tortura síquica o mental.
Porque estos comentarios no tienen la fuerza suficiente para producir un grave
dolor o aflicción en la persona a quien van dirigidos. Podrán ser preocupantes
y aún generar cierto grado de ansiedad, pero, salvo el caso excepcional de
personas con desarreglos síquicos o hipersensibilidades, no están llamados a
producir graves sufrimientos o tormentos de índole moral. Esta opinión se
confirma por el hecho de que tales manifestaciones son normales, frecuentes y
de uso común en la vida de las personas.
ACCION DE TUTELA
CONTRA EXCOMPAÑERO PERMANENTE
La simple
manifestación que una persona hace a otra de su intención de demandarla,
objetivamente no vulnera ni amenaza ningún derecho constitucional fundamental.
En consecuencia, la angustia, la inquietud del sujeto que se va a demandar, no
justifica la acción de tutela.
Ref: proceso T-47283
Actora: Elvia María Cárdenas Aguirre
Procedencia: Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Cali, Sala de Decisión Penal
Ponente: doctor Jorge Arango Mejía
Sentencia aprobada
en sesión del día diez (10) del mes de febrero de mil novecientos noventa y
cinco (1995).
La Sala Primera
(1a.) de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados
Jorge Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell y Eduardo Cifuentes Muñoz, decide
sobre la sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala de
Decisión Penal, de fecha septiembre dos (2) de mil novecientos noventa y cuatro
(1994).
I. ANTECEDENTES
A. Hechos
La actora demandó a
los señores Arcesio Ospina e Isabel Marmolejo, para la protección de su “derecho
de vivienda”, y para la defensa de la niñez -representada por sus cuatro
(4) hijos menores-, y la de sus derechos a la “convivencia familiar”, “la
educación” y el “mínimo vital”.
Del cotejo entre lo
dicho por la actora y la declaración rendida por el demandado Ospina, se deduce
que entre ellos hubo una unión marital de hecho por lo menos durante quince
(15) años, y que de esta unión nacieron cuatro (4) hijos, todos los cuales,
para la fecha de presentación de la acción de tutela, eran menores de edad.
De otra parte, de lo
manifestado por las partes y los testigos, resulta claro que desde hace más de
seis (6) años, la actora ha venido habitando, junto con sus hijos, una casa
ubicada en la diagonal 26 P7 número 103-56 del Barrio Marroquín, Segunda Etapa,
de la ciudad de Cali.
Además, como
cuestión central de la acción, (no suficientemente establecida habida cuenta de
su negación por los demandados), la actora afirmó que ocho (8) días antes de la
fecha de presentación de la tutela, su ex-esposo, por intermedio de los dos (2)
hijos mayores -que no fueron citados para declarar-, le mandó decir “que
tenía que desocuparle la casa porque no era mía sino de él y de la señora que
tenía ahora”, dándole para ello un plazo de cuatro (4) meses, agregando que
la señora Isabel Marmolejo también le ha pedido lo mismo porque la casa “es
de ella”. Tales exigencias se habrían basado en el hecho de que los señores
Arcesio Ospina e Isabel Marmolejo son titulares del derecho de dominio del bien
raíz, según compraventa efectuada a la Asociación Provivienda Popular
Colombiana, como consta en la escritura pública mil seiscientos cuarenta y
cuatro (1644) del veinticuatro (24) de mayo de mil novecientos noventa y cuatro
(1994), de la Notaría Quinta (5a.) del Círculo de Cali, instrumento público cuya
copia reposa en el expediente.
Finalmente, la
demandante, a quien su antiguo compañero le reconoce el mérito de haber
efectuado varias mejoras a la vivienda, dejó constancia de su desacuerdo y su
temor frente a estas pretensiones, y planteó la tutela como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
B. Peticiones
La actora las
concibió así:
“Solicito, con
todo respeto, se de cabida a la presente acción de tutela con el fin de obtener
la vivienda en la que siempre he vivido con mis hijos.
“Se ordene a mi
ex esposo y a su actual concubina que no molesten mi hogar, y que esa casa, si
bien le pertenece a él, también lo es de su primera esposa, la cual le dedicó
los mejores años de su vida y sus 5 hijos, 4 de ellos menores de edad.
“Que se ordene a
la Inspección de Policía del Barrio y la Comisaría en el Barrio Puerta del Sol,
que me protejan de estas dos personas en caso de que vuelvan a molestar en
nuestra casa de habitación, y se envíe copias del fallo a estas entidades
gubernamentales para tal fin.
“Que se advierta
a las personas contra las que interpongo esta acción de tutela, lo que les
acarrearía de continuar con sus objetivos malignos.”
C. La primera
instancia
El Juzgado Veinte
(20) Penal del Circuito de Cali, (asunto radicado bajo partida 014, tomo I,
folio 35 del libro de tutelas de primera instancia), el ocho (8) de agosto de
mil novecientos noventa y cuatro (1994), denegó por improcedente la acción
instaurada.
En apoyo de su
determinación, el a quo encontró que la actora contaba con otro
mecanismo eficaz de defensa judicial, a saber, el proceso de liquidación de la
sociedad de hecho, “en el que se definiría de una vez por todas el derecho
que ella y sus hijos tienen sobre el bien inmueble en que ahora habitan”.
Además, no observó la presencia de un perjuicio irremediable, ni consideró que
la demandante estuviera en una situación de subordinación o indefensión frente
a los particulares demandados.
D. La segunda
instancia
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Cali, Sala de Decisión Penal, el día dos (2) de
septiembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994), decidió confirmar la
sentencia recurrida.
El ad quem
compartió plenamente el criterio expuesto por el Juzgado Veinte (20) Penal del
Circuito de Cali, agregando que si a la actora se le perturba su derecho de
habitar la casa donde vive en compañía de sus hijos, “tiene a su alcance la
instauración de la acción posesoria respectiva ante la jurisdicción civil en
procura de que se le conceda judicialmente la autorización correspondiente para
el ejercicio de tal derecho, amén de acudir a las autoridades policivas para
evitar se la perturbe en el goce de ese mismo derecho; y, si por alguna
circunstancia se llegase a conculcar dicho derecho, judicialmente puede
pretender la restitución del mismo y así retornar a la situación anterior...”.
II.
CONSIDERACIONES
A. Competencia
La Sala es
competente para decidir sobre la sentencia que se revisa, por lo dispuesto en
los artículos 86 y 241, numeral 9o., de la Constitución, y los artículos 33 y
34 del decreto 2591 de 1991.
B. La presente
acción no está llamada a prosperar, porque la simple manifestación que una
persona hace a otra de su intención de demandarla, no vulnera ni amenaza ningún
derecho constitucional fundamental.
En primer lugar,
como ya se expuso, debe recordarse que pese a que la demandante afirmó que
tanto su ex-esposo como su nueva concubina, sin la intervención de la
correspondiente autoridad judicial, le exigieron desocupar su casa de
habitación -llegando inclusive a decir que para ello el primero habría
fijado un plazo de cuatro (4) meses-, lo cierto es que tal cosa no aparece
plenamente probada, pues en sus declaraciones los demandados en ningún momento
la admitieron, ni las acusaciones fueron ratificadas por los supuestos
intermediarios, ni obran en el expediente indicios inequívocos al respecto. Es
más, el señor Arcesio Ospina sí manifestó tener el deseo de llegar a una
repartición de bienes con la actora, pero precisó que para tal efecto acudirá a
la justicia ordinaria, dejando en claro que durante el tiempo que esta gestión
requiera, él no tendría inconveniente en que su ex-compañera continuara
viviendo en el señalado inmueble.
Esta deficiencia
probatoria, que afecta el fundamento de la pretensión de la parte demandante,
pues conduce a la imposibilidad de tener como ciertos los supuestos
requerimientos privados atribuibles a los demandados, por sí sola es suficiente
para permitir la conclusión de que la tutela fue bien denegada: en efecto, si
no existen amenazas, no hay lugar para algún posible perjuicio que la acción de
tutela pueda precaver. Por la misma razón, también debe descartarse toda
posibilidad de ver aquí bien sea el llamado ejercicio arbitrario de las propias
razones (conducta tipificada como contravención especial con arreglo al numeral
1o. del artículo 1o. de la ley 23 de 1991, y en la que incurre el sujeto activo
cuando “en lugar de recurrir a la autoridad y con el fin de ejercer un
derecho, se hace justicia arbitrariamente por sí mismo”); el
constreñimiento ilegal, entendido como el apremio indebido al que es sometida
una persona para “hacer, tolerar u omitir alguna cosa” (artículo 276 del
Código Penal); el pronunciamiento de amenazas personales o familiares (ilícito
en el que, de acuerdo con el artículo 26 del decreto 180 de 1988, incide quien “por
cualquier medio apto para difundir el pensamiento atemorice, amenace o cause
alarma, zozobra o terror en una persona o familia”); o el delito de tortura
síquica (consagrado en el artículo 279 del Código Penal, subrogado por el
artículo 24 del decreto 180 de 1988).
En segundo lugar,
si, como es natural, se parte de la base de lo efectivamente probado, es decir,
que el demandado Arcesio Ospina no profirió amenazas en el sentido de que
desalojaría a su ex-esposa mediante el uso de la fuerza al margen de la ley,
sino que sólo aceptó haberle dicho que él quería una repartición de bienes a
través de la autoridad competente, la Sala tendrá que determinar si tal
manifestación viola o pone en peligro algún derecho constitucional fundamental.
Pues bien, como
marco del correspondiente examen, la Corte únicamente encuentra digno de mención
el derecho a la integridad personal, consagrado en el artículo 12 de Carta. Tal
disposición dice:
“Nadie será
sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes.”
Así, el interrogante
por despejar, desde una óptica constitucional, es el de saber si la
manifestación que hizo el señor Ospina a Elvia María Cárdenas, en el sentido de
que iba a demandarla judicialmente para obtener la repartición de bienes
consiguiente a la disolución y liquidación de una unión marital de hecho,
constituye una tortura o un trato cruel, inhumano o degradante.
En cuanto a la
tortura, la Sala Plena de esta Corte tuvo oportunidad de referirse a ella en la
sentencia de constitucionalidad número C-587 del 12 de noviembre de 1992 (Gaceta
de la Corte Constitucional, Tomo 7, Noviembre - Diciembre de 1992, pág. 44 y
siguientes). Allí, precisándose que “el artículo 12 de la Constitución
Nacional es incluso más amplio que los instrumentos internacionales suscritos
por Colombia sobre el tema, pues como se dijo arriba, la Carta colombiana
prohibe la tortura incluso en los casos en que el torturador sea un particular”,
se trajo a colación la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, aprobada por la ley 78 de 1986, para definir
la tortura así:
“todo acto por
el cual se inflijan intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos
graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o
de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya
omitido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa
persona, o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de
discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un
funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a
instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán
torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de
sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas.”
(Negrillas por fuera del texto)
Como puede
apreciarse entonces, la tortura, grosso modo, es un medio indebido -pues
atenta contra la dignidad humana- para la obtención de diversos resultados,
tales como informaciones, castigos o coacciones, basado en el uso de métodos
que, por producir grave dolor o aflicción en las víctimas, por lo común someten
sus voluntades a la del torturador, pero del cual quedan excluidos los dolores
o sufrimientos consecuencia de sanciones legítimas o inherentes o incidentales
a éstas.
Conforme a estas
premisas, es claro que la simple manifestación que el señor Arcesio Ospina hizo
a su ex-compañera, transmitiéndole su intención de demandarla ante la autoridad
judicial correspondiente, no puede razonablemente considerarse como una especie
de tortura síquica o mental. ¿Por qué?
Porque estos
comentarios no tienen la fuerza suficiente para producir un grave dolor o
aflicción en la persona a quien van dirigidos. Podrán ser preocupantes y aún
generar cierto grado de ansiedad, pero, salvo el caso excepcional de personas
con desarreglos síquicos o hipersensibilidades, no están llamados a producir
graves sufrimientos o tormentos de índole moral. Esta opinión se confirma por
el hecho de que tales manifestaciones son normales, frecuentes y de uso común
en la vida de las personas. Al respecto, debe señalarse que el hecho mismo de
la presentación de esta acción de tutela, indica que la voluntad de la actora
no quedó seriamente determinada o doblegada por el conocimiento de las
intenciones de su antiguo compañero.
Finalmente, no puede
olvidarse que la referencia a la intervención de la autoridad judicial,
implícita en lo expresado por el señor Ospina, es algo que está íntimamente
relacionado con la manera de resolver las controversias en un Estado de
Derecho.
En lo que atañe al
trato cruel o inhumano, puede decirse que tales conceptos se refieren a las
conductas cuya finalidad simplemente consiste en causar a la víctima
sufrimientos injustificados y particularmente severos. De acuerdo con este
criterio, la conducta del demandado Ospina tampoco es violatoria del artículo
12 de la Constitución, pues la manifestación de que se pretende demandar
conforme a la leyes vigentes, se ajusta a la justicia y a la razón.
Por último, como por
trato degradante debe entenderse aquél que supone una humillación indebida en
la persona del destinatario, la Sala no ve cómo la conducta criticada al señor
Ospina pueda considerarse humillante, habida cuenta de que con ésta no se
afecta la imagen moral o social de la actora, ni mucho menos se quebranta su
posición en la familia o en la sociedad.
En conclusión, la
simple manifestación que una persona hace a otra de su intención de demandarla,
objetivamente no vulnera ni amenaza ningún derecho constitucional fundamental.
En consecuencia, la angustia, la inquietud del sujeto que se va a demandar, no
justifica la acción de tutela.
C. La presente
acción está también condenada al fracaso, porque en ella se echa de menos la
relación de subordinación o indefensión de la supuesta víctima.
El artículo 42 del
decreto 2591 de 1991, en su numeral 9o., luego de la sentencia de
inexequibilidad C-134 de 1994, dice:
“Art. 42.
Procedencia.
“La acción de
tutela procederá contra acciones u omisiones de particulares en los siguientes
casos:
“ (...) 9. Cuando
la solicitud sea para tutelar quien se encuentre en situación de subordinación
o indefensión respecto del particular contra el cual se interpuso la acción. Se
presume la indefensión del menor que solicite la tutela.”
Tal situación de
subordinación o indefensión no existe en el presente caso, pues de la actora,
que subsiste con su trabajo como trabajadora independiente, no puede decirse
que sea subordinada ni de su antiguo compañero ni de la concubina de éste; así
mismo, la demandante tampoco está indefensa respecto del señor Ospina, porque,
aunque el derecho podría estar ya prescrito (según el artículo 8o. de la ley 54
de 1990), siempre estaría en posibilidad de promover la disolución y
liquidación de la sociedad patrimonial nacida de la unión marital de hecho; y,
especialmente, podría defender -conservándola o recuperándola- la
posesión que dice ejercer sobre la casa atrás mencionada, ante las autoridades
policivas o mediante las acciones posesorias civiles.
III. DECISIÓN
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando justicia
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
PRIMERO.
CONFIRMAR el fallo dictado
por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala de Decisión Penal,
el día dos (2) de septiembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994), el
cual, a su vez, confirmó la sentencia denegatoria de la tutela proferida por
el Juzgado Veinte (20) Penal del Circuito de Cali, el ocho (8) de agosto de mil
novecientos noventa y cuatro (1994.
SEGUNDO.
COMUNICAR esta providencia
al Juzgado Veinte (20) Penal del Circuito de Cali, para los efectos previstos
en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado ponente
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
284 | T-046-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-046/95
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE/CONCURSO DE MERITOS-Nombramiento
de quien obtuvo el primer puesto
Para la Corte es
claro que el Estado traiciona los principios constitucionales y se burla de los
gobernados -haciéndose por ello responsable- cuando por actos o promesas suyas
los induce a creer que la sujeción a un proceso o a unas reglas de juego definidas
habrá de producir determinadas consecuencias y luego, como los malos
perdedores, desconoce los resultados correspondientes. Si, pese a no estar
obligado por la normatividad, un organismo del Estado convoca un concurso para
proveer determinado cargo, no puede dejar de cumplir los términos del mismo y,
en consecuencia, queda obligado por sus resultados, para no defraudar la buena
fe de quienes en él tomaron parte. Debe, pues, vincular laboralmente al
aspirante que, efectuado el concurso, obtuvo el primer lugar.
DERECHO A LA
IGUALDAD POR NO NOMBRAMIENTO/DERECHO AL TRABAJO CONDICIONES DIGNAS Y
JUSTAS/TELECOM
Fue desconocido
el principio de la buena fe y con ello se vulneraron los derechos del petente a
la igualdad y al trabajo. El primero toda vez que, mereciendo un trato acorde
con los resultados obtenidos en el concurso efectuado, se ignoró esa condición
preferente y se lo ubicó en igual posición a la de quienes no participaron o,
habiéndolo hecho, obtuvieron calificaciones inferiores. El segundo por cuanto,
habiendo adquirido el derecho a laborar, se le impide hacerlo en condiciones
dignas y justas.
-Sala Quinta de Revisión-
Ref.: Expediente
T-50316
Acción de tutela
instaurada por CARLOS FAWCETT POSADA contra TELECOM.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., según consta en acta del diez (10) de febrero de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los
fallos proferidos por el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Santa Marta
y por la Sala Plena Laboral de la Corte Suprema de Justicia.
I. .
INFORMACION PRELIMINAR
El accionante
consideró que la Empresa Nacional de Telecomunicaciones -TELECOM- vulneró sus
derechos fundamentales en desarrollo de los siguientes acontecimientos:
En el mes de octubre
de 1993, CARLOS DE JESUS FAWCETT POSADA se presentó a un concurso convocado por
TELECOM para proveer el cargo de Profesional II (Jefe de Sección
Administrativa) en la Regional de Santa Marta.
En ese concurso el
demandante obtuvo el primer puesto entre los cuatro aspirantes que se
presentaron.
Fue vinculado a la
empresa el 25 de octubre de 1993, pero mediante un contrato a término fijo por
treinta (30) días, tiempo durante el cual debería hacerse efectivo -pensaba el
solicitante- su vinculación definitiva.
En la demanda se
expresó que tal vinculación laboral fue solicitada por la Gerencia Regional el
20 de octubre y el 22 de noviembre de 1993, según oficios enviados a la
Vicepresidencia de Recursos Humanos y a la División Administrativa de Recursos
Humanos de Telecom, pero no se llevó a efecto.
Se volvió a
contratar al solicitante de manera temporal, hasta el 31 de diciembre de 1993.
Terminado el contrato, tampoco se lo nombró definitivamente. Entonces, se envió
un nuevo telegrama a la Vicepresidencia de Recursos Humanos de Telecom,
solicitando el contrato definitivo por necesidades del servicio, pero tampoco
se recibió respuesta.
A partir de enero de
1994, se lo volvió a vincular con otro contrato del mismo tipo, el cual se
prorrogó hasta el 30 de junio.
Desde entonces, se
le manifestó que el contrato no podía ser de nuevo prorrogado por falta de
disponibilidad presupuestal.
No obstante, el peticionario
se enteró de que la Sección de Recursos Humanos, Regional Santa Marta, solicitó
el 11 de julio de 1994 la provisión del cargo vacante, pero no para él -que
había ganado el concurso- sino para otra persona.
Dijo el accionante
que el 18 de julio de 1994 envió a la entonces Presidente de Telecom una carta
en la que le solicitaba de nuevo su vinculación, con base en los resultados del
concurso, pero no recibió respuesta.
II. DECISIONES
JUDICIALES
En primera
instancia, la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa
Marta, mediante providencia del 2 de septiembre de 1994, decidió conceder la
tutela impetrada y ordenar a la Empresa Nacional de Telecomunicaciones
-TELECOM- dar al petente una respuesta de la nota por él enviada el 18 de julio
de 1994.
Se expresó en la
Sentencia que se brindaba amparo al derecho fundamental de petición por cuanto
la mencionada nota no fue respondida por la Presidente de Telecom, a lo cual
añadió que la misma dependencia oficial no puso a disposición del Tribunal los
documentos solicitados dentro del trámite de tutela, observando así una actitud
renuente que, a juicio de la Corporación, implicó una responsabilidad demarcada
por el artículo 19 del Decreto 2591 de 1991. Por esta razón, se expidió copia
de la Sentencia con destino a la Procuraduría General de la Nación.
En cuanto al
concurso al que hacía referencia la demanda, el Tribunal consideró que no se
requería para proveer el cargo, ya que Telecom es una Empresa Industrial y
Comercial del Estado del orden nacional cuyo personal está compuesto, salvo los
cargos de dirección o confianza, por trabajadores oficiales y el artículo 125
de la Constitución excluye a tales servidores del régimen de carrera
administrativa.
Así, pues, según la
conclusión del Tribunal, al estar excluído el sistema de concurso en la
vinculación de trabajadores oficiales a las entidades públicas, no era
imperativo para el nominador o contratante designar en forma obligatoria al
actor, "puesto que quedaba al talante del empleador (nominador)
contratarlo o no".
Advirtió en todo
caso el Tribunal que "el petente participó en pruebas para el cargo de
Profesional II entre tres aspirantes más, obtuvo un puntaje de 113
(prueba-entrevista), logrando el primer puesto entre los participantes",
pero dijo, sinembargo, que en el expediente no figuraba ninguna prueba que
determinara la convocación del concurso, las bases del mismo, el cargo ni los
demás requisitos exigidos para acceder a él.
El fallo fue
impugnado por el peticionario, quien sostuvo que, aunque para los trabajadores
oficiales no se contempla el concurso, si la empresa practicó las pruebas, está
obligada a respetarlas y a cumplir con la finalidad para la cual se
practicaron.
Resolvió sobre la
impugnación la Sala Plena Laboral de la Corte Suprema de Justicia, por fallo
del 6 de octubre de 1994, mediante el cual se confirmó la decisión atacada.
Sólo pronunció la
Sala sobre las posibles violaciones de los derechos al trabajo y al libre
ejercicio de una profesión, alegadas por el accionante, dado que fue el único
en impugnar.
De conformidad con
la Sentencia, el peticionario contaba con otro medio de defensa judicial cual
era el de acudir ante la jurisdicción contencioso administrativa con el fin de
obtener la invalidez del acto administrativo por medio del cual la Sección de
Recursos Humanos se abstuvo de solicitar su nombramiento. Por ello, estimó la
Corte Suprema, la tutela resultaba improcedente, en la medida en que tampoco se
estaba en presencia de un perjuicio irremediable.
Por otra parte, el
fallo de segunda instancia respaldó la tesis sostenida por el Tribunal de Santa
Marta en el sentido de que, por tratarse de un cargo para trabajador oficial,
no era necesaria la convocación de concurso según el artículo 125 de la Carta,
motivo por el cual, a su juicio, la empresa no estaba obligada a observar los
resultados de las pruebas en las cuales participó el peticionario.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte
Constitucional es competente para revisar los fallos en mención, según lo
dispuesto por los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución Política y
en el Decreto 2591 de 1991.
El otro medio
de defensa judicial. Necesidad de su eficacia para la real protección de los
derechos afectados.
Como lo ha sostenido
la jurisprudencia constitucional, la existencia de otro medio de defensa
judicial hace improcedente la acción de tutela, a no ser que se establezca la
inminencia de un perjuicio irremediable, caso en el cual cabe una protección
transitoria, mientras resuelve de fondo el juez competente.
Pero también ha
sostenido la Corte que no se da tal improcedencia cuando el otro mecanismo
carece de idoneidad para una verdadera salvaguarda de los derechos
fundamentales objeto de violación o amenaza.
Al respecto, la
Sentencia T-003 del 11 de mayo de 1992 dejó en claro lo siguiente:
"... únicamente
son aceptables como medio de defensa judicial, para los fines de excluír la
acción de tutela, aquellos que resulten aptos para hacer efectivo el derecho,
es decir, que no tienen tal carácter los mecanismos que carezcan de conducencia
y eficacia jurídica para la real garantía del derecho conculcado".
(...)
Considera esta
Corporación que, cuando el inciso 3o. del artículo 86 de la Carta Política se
refiere a que "el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial
..." como presupuesto indispensable para entablar la acción de tutela,
debe entenderse que ese medio tiene que ser suficiente para que a través de él
se restablezca el derecho fundamental violado o se proteja de su amenaza, es
decir, tiene que existir una relación directa entre el medio de defensa
judicial y la efectividad del derecho. Dicho de otra manera, el medio
debe ser idóneo para lograr el cometido concreto, cierto, real, a que aspira la
Constitución cuando consagra ese derecho. De no ser así, mal puede hablarse
de medio de defensa y, en consecuencia, aun lográndose por otras vías
judiciales efectos de carácter puramente formal, sin concreción objetiva, cabe
la acción de tutela para alcanzar que el derecho deje de ser simplemente una
utopía." (Subraya la Corte).
En este caso, la
Sala no comparte el criterio expuesto por la
Corte Suprema de
Justicia en el sentido de que el accionante gozaba de otro medio de defensa
judicial consistente en "acudir en demanda, si lo desea, ante la
jurisdicción contencioso administrativa con el fin de obtener la invalidez del
acto administrativo por medio del cual la Sección de Recursos Humanos Regional
Santa Marta el 11 de julio del presente año (hablaba de 1994) se abstuvo de
solicitar su nombramiento".
El camino judicial
que en tales términos se señaló al demandante, aunque formalmente podía tener
lugar, no resultaba apto para la eficaz defensa de sus derechos fundamentales,
específicamente en lo relacionado con la sujeción de Telecom a los resultados
del concurso efectuado.
Un análisis de los
antecedentes del caso y particularmente la consideración del oficio del 11 de
julio de 1994 permiten concluir con certeza que éste no constituía un acto
administrativo mediante el cual se resolviera algo respecto de las aspiraciones
del actor. Se trataba, apenas, de una solicitud hecha por una Seccional de la
oficina de Recursos Humanos de Telecom, enderezada a obtener que, por acto de
la Presidencia de la entidad, se procediera a llenar la vacante existente
mediante la vinculación de una persona distinta de FAWCETT POSADA.
Mediante tal
comunicación no se negaba al peticionario su contratación definitiva, entre
otras razones porque quien la suscribía era un funcionario subalterno que no
tenía dentro de su ámbito de competencia la posibilidad de decidir si se
contrataba a uno u otro aspirante. La Seccional se limitaba a pedir algo que
podía o no concederse.
Por tanto, una
eventual nulidad de dicho acto no puede representar para el demandante la
satisfacción de sus expectativas, que consisten en que Telecom respete los
resultados del concurso llevado a cabo y, por ende, la correspondiente acción
ante la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo no es un medio judicial
apto para el fin propuesto, motivo por el cual esta Corte considera que no
puede desplazar a la acción de tutela.
Los concursos para
cargos de trabajadores oficiales. El principio de la buena fe como generador de
obligaciones
Es cierto que, como
lo sostuvieron los tribunales de instancia, la administración no está obligada
a efectuar concursos para la provisión de cargos de trabajadores oficiales.
En efecto, si bien
el artículo 125 de la Constitución Política establece que los empleos en los
órganos y entidades del Estado son de carrera, exceptúa expresamente los de
elección popular, los de libre nombramiento y remoción, los de trabajadores
oficiales y los demás que determine la ley.
Esto significa que
una entidad como TELECOM, empresa industrial y comercial del Estado del orden
nacional según lo dispuesto en el artículo 1º de sus estatutos, aprobados
mediante Decreto 666 del 5 de abril de 1993, cuyos trabajadores -excepto los de
dirección y confianza- son trabajadores oficiales (Artículo 29 Ibídem),
no está obligada a proveer los cargos previa convocación y realización de
concurso.
No obstante, todos
los organismos y funcionarios del Estado se hallan obligados a observar y a
aplicar en sus actuaciones el principio de la buena fe (Artículo 85 C.P.), que
exige, entre otros aspectos, reconocer con lealtad a los administrados aquello
que han alcanzado sobre la base de confiar en las directrices y pautas trazadas
por la propia administración.
Para la Corte es
claro que el Estado traiciona los principios constitucionales y se burla de los
gobernados -haciéndose por ello responsable- cuando por actos o promesas suyas
los induce a creer que la sujeción a un proceso o a unas reglas de juego
definidas habrá de producir determinadas consecuencias y luego, como los malos
perdedores, desconoce los resultados correspondientes.
Sustento esencial de
la democracia y factor insustituible del Estado de Derecho es la certidumbre
fundada del ciudadano en la palabra oficial. Si ésta pierde credibilidad, se
afecta de manera grave la convivencia y se complican en sumo grado las futuras
acciones de las autoridades públicas.
A la luz de la
Constitución, la práctica del principio de la buena fe genera obligaciones en
cabeza del Estado y de los particulares. Por ello, la administración resulta
vinculada, además de la Constitución y la ley, por los compromisos que ella
misma contrae voluntariamente.
En ese orden de
ideas, si, pese a no estar obligado por la normatividad, un organismo del
Estado convoca un concurso para proveer determinado cargo, no puede dejar de
cumplir los términos del mismo y, en consecuencia, queda obligado por sus resultados,
para no defraudar la buena fe de quienes en él tomaron parte. Debe, pues,
vincular laboralmente al aspirante que, efectuado el concurso, obtuvo el primer
lugar.
En el asunto que se
considera, hay suficientes pruebas en el sentido de que TELECOM llamó a un
concurso -aunque así no lo hubiera denominado-, pues practicó una serie de
pruebas y llevó a cabo unas entrevistas que calificó, para proveer el cargo de
Profesional II.
De buena fe, el
accionante se inscribió y participó; se sometió a las pruebas y a la entrevista
y obtuvo el mayor puntaje (113 puntos en total), en un grupo de cuatro
aspirantes, convencido de que, si ganaba el concurso, sería contratado para
desempeñar el cargo. En ningún momento se le advirtió que el proceso respectivo
culminaría en la celebración de un contrato a término fijo y menos todavía que
duraría apenas entre el 25 de octubre y el 23 de noviembre de 1993 (Fl. 2), por
lo cual la persona seleccionada debería someterse al albur de las futuras y
eventuales prórrogas.
Tan cierto es ello
que en el expediente aparece copia de un oficio enviado el 20 de octubre de
1993 por el Gerente Regional de Telecom en Santa Marta al Vicepresidente de
Recursos Humanos de la Empresa, mediante el cual se solicitó la celebración de
varios "contratos indefinidos de trabajo" en plazas ubicadas por
resolución de marzo de 1993. Entre los nombres de quienes, en el sentir de la
Gerencia Regional, tenían derecho a desempeñar tales cargos figuraba, en la
Sección Administrativa, el doctor CARLOS FAWCETT POSADA para el cargo de
Profesional II, profesión economista agrícola.
En otro oficio, que
completaba la información y documentación del anterior, se remitía la hoja de
vida del seleccionado, los resultados de las pruebas efectuadas, la
certificación de que estaba matriculado como economista, la fotocopia del
diploma de economista agrícola y fotocopia de la cédula de ciudadanía.
Fue desconocido,
entonces, el principio de la buena fe y con ello se vulneraron los derechos del
petente a la igualdad y al trabajo. El primero toda vez que, mereciendo un
trato acorde con los resultados obtenidos en el concurso efectuado, se ignoró
esa condición preferente y se lo ubicó en igual posición a la de quienes no
participaron o, habiéndolo hecho, obtuvieron calificaciones inferiores. El
segundo por cuanto, habiendo adquirido el derecho a laborar, se le impide
hacerlo en condiciones dignas y justas (Artículo 25 C.P.).
Se revocará la
providencia proferida por la Corte Suprema de Justicia, que confirmó la del
Tribunal de Santa Marta en el sentido de negar la tutela para los aludidos
derechos, y se concederá la protección impetrada ordenando que el peticionario
sea contratado para llenar la próxima vacante que se presente en la Seccional
de Telecom en Santa Marta en cargo para el cual concursó.
La Corte no
encuentra razón para impartir orden alguna en cuanto al derecho de petición del
accionante, que también fue vulnerado como lo reconoció el Tribunal, pues en el
expediente consta que, mediante oficio del 6 de septiembre de 1994, se le dió
respuesta, en cumplimiento del fallo de primera instancia.
Se confirmará
parcialmente la providencia de primera instancia, en el sentido de solicitar la
investigación de la Procuraduría General en cuanto a la conducta de los
servidores públicos que desatendieron las órdenes judiciales dentro del proceso
de tutela.
DECISION
Con fundamento en
las consideraciones que anteceden, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCASE la Sentencia proferida el 6 de
octubre de 1994 por la Sala Plena Laboral de la Corte Suprema de Justicia al
fallar en segunda instancia sobre la acción de tutela propuesta por Carlos de
Jesús Fawcett Posada.
Segundo.- CONCEDESE la protección solicitada,
ordenando al Presidente de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones
-TELECOM- que, en el término de cuarenta y ocho (48) horas contadas a partir de
la notificación del presente fallo imparta precisas instrucciones escritas a
quien corresponda para que la próxima vacante que se presente en la Seccional
de la empresa en Santa Marta, en el cargo de Profesional II, Economista
Agrícola, en la Sección Administrativa, o su equivalente, sea llenada mediante
la contratación a término indefinido del doctor Carlos de Jesús Fawcett Posada.
Si al momento de
notificarse esta sentencia tal cargo está vacante, el Presidente de Telecom
vinculará al peticionario dentro de las indicadas cuarenta y ocho (48) horas,
mediante contrato a término indefinido.
Tercero.- CONFIRMASE el numeral 3º de la parte
resolutiva de la Sentencia proferida el 2 de septiembre de 1994 por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Marta -Sala Laboral-, que ordenó
compulsar copias a la Procuraduría General de la Nación para lo de su cargo.
Cuarto.- El Tribunal Superior de Distrito
Judicial de Santa Marta -Sala Laboral- velará por el exacto y estricto cumplimiento
de esta providencia.
Quinto.- ADVIERTESE al Presidente de TELECOM que
el desacato a lo aquí dispuesto será sancionado en la forma prevista por el
artículo 52 del Decreto 2591 de 1991.
Sexto.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
285 | T-047-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-047/95
DERECHOS-Límites
Todo derecho, así
sea fundamental, es limitado. El derecho de un individuo está limitado por los
derechos de los otros asociados, por el orden público, por el bien común y por
el deber correlativo. Si se analiza a fondo la limitación de un derecho, se
encontrará que hay límites intrínsecos, es decir, del mismo ente, y límites
extrínsecos, o sea, puestos por el Estado o reconocidos por éste. Los límites
intrínsecos son emanados de la esencia finita del objeto jurídico protegido.
Estos límites son dados, también, por la misma condición del sujeto, que no es
absoluto.
DERECHO AL TRABAJO-Naturaleza
Es cierto que el
derecho al trabajo es fundamental, y, por tanto, su núcleo esencial es
incondicional e inalterable. Pero lo anterior no significa que los aspectos
contingentes y accidentales que giran en torno al derecho al trabajo, sean, per
se, tutelables, como si fueran la parte esencial. Una derivación del derecho al
trabajo podría convertirse en parte esencial del mismo derecho, cuando
concurren, a lo menos, varios elementos, como son la conexidad necesaria con el
núcleo esencial del derecho en un caso concreto, la inminencia de un perjuicio
si se desconoce el hecho, merecimiento objetivo para acceder al oficio o para
ejercerlo, la necesidad evidente de realizarlo como única oportunidad para el
sujeto. Si se confunde el derecho fundamental con los derivados del mismo, se
daría el caso de que todo lo que atañe a la vida en sociedad sería considerado
como derecho fundamental, lo cual es insostenible.
DERECHO AL
TRABAJO-Alcance
El derecho al
trabajo, al ser reconocido como fundamental, exige la protección a su núcleo
esencial, pero no la trae consigo la facultad de obtener una vinculación
concreta, porque ésta también puede constituir una legítima expectativa de
otros, con igual derecho. Así, pues, en aras del derecho a la igualdad, no hay que
proceder contra los intereses ajenos, sino en concordancia con ellos, de suerte
que se realice el orden social justo, es decir, la armonía de los derechos
entre sí.
IGUALDAD DE
OPORTUNIDADES
Con respecto a la
igualdad de oportunidades, por ésta se entiende la misma disposición en
abstracto frente a una eventual situación; es compartir la expectativa ante el
derecho, así después por motivos justificados, no se obtengan exactamente las
mismas posiciones, o los mismos objetivos. Como todos los miembros de la
especie humana comparten la identidad esencial, es lógica consecuencia que se
compartan las mismas oportunidades. Este es uno de los casos en que la
igualdad equivale a la identidad, pero en abstracto, porque en lo real será la
proporcionalidad.
CONCURSO DE
MERITOS-Anulación por
fraude
Podría alegarse
que al quedar la accionante en el primer puesto -compartido- del concurso
anulado, tendría un derecho adquirido al cargo. Sin embargo, como se ha dicho,
el concurso no es el único elemento de juicio para acceder al cargo ofrecido,
de manera que no hay una conexidad absoluta entre el cargo a proveer y los
resultados del concurso, ya que existen otros factores a tener en cuenta en
este caso, en los que juega un papel preponderante el criterio discrecional,
aunque no absoluto, del empleador. En segundo lugar, la medida no desconoce la
forma del concurso, sino, precisamente, la reafirma, y por ello busca erradicar
la incertidumbre sobre la objetividad total. Sería absurdo fundar un derecho
cierto sobre un derecho incierto, ya que el efecto justo debe tener una causa,
igualmente, justa, en virtud de la proporcionalidad de la justicia.
CONCURSO DE
MERITOS-Derecho a rectificar los medios que conducen a un fin
Una de las
maneras de ejercer un control efectivo sobre la diafanidad de un concurso es la
rectificación de los posibles errores en que se hubiere incurrido en el proceso
de selección, cuando a ello hubiera lugar. Si se está ante una situación poco
clara a la luz de la ética y de la justicia, y existe la posibilidad de
ajustarla perfectamente a derecho, lo procedente es rectificar siempre y cuando
-se insiste- no se modifique una situación preestablecida conforme a la ley. Es
notorio el hecho de que por el solo resultado del concurso de aptitudes no se
configura una situación jurídicamente definida con respecto al cargo y, en
cambio, en este caso hay la evidencia de que el concurso fue objetado por
eventuales vicios, por lo cual sí procede la rectificación.
CONCURSO DE
MERITOS-Nueva convocatoria/UNIVERSIDAD
DE SUCRE
La Comisión
Seccional del Servicio Civil de Sucre obró correctamente, por cuanto ante ella,
dada la naturaleza de sus funciones, entre las que se encuentra la de conocer
de esta clase de presuntas irregularidades, se elevó la queja. Obviamente la
comisión no podía permanecer impasible ante denuncia tan grave, y procedió a
apelar al correctivo más adecuado para el caso, cual es el de convocar
nuevamente a los aspirantes, con lo cual libra el procedimiento de selección de
cualquier vicio, y garantiza, a la vez, el derecho a la igualdad de
oportunidades de todos los concursantes. Si hay medios para proteger un derecho
fundamental como lo es el derecho a la igualdad, ante una presunta amenaza o
violación, se deben tomar los correctivos y medidas preventivas que sean
necesarios para mantener incólume la dignidad del ser humano,como titular de
ese derecho. A la peticionaria no se le ha impedido el acceso a la
administración pública, ni se le ha desconocido su derecho al trabajo;
solamente se le ha llamado a concursar en igualdad de oportunidades, debiendo
esperar la determinación de la Universidad, que tiene un principio razonable de
autonomía.
Ref: Expediente
T- 48145
Peticionaria:
Cecilia Mejía Peña
Procedencia:
Juzgado Segundo Penal del Circuito de Sincelejo (Sucre)
Magistrado
Ponente:
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Temas:
Derecho al trabajo
Santafé de Bogotá, D.C., catorce (14) de
febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995)
La Sala Novena de
Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Vladimiro
Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Jorge Arango Mejía y Antonio Barrera
Carbonell,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela radicado bajo el número T-48145, adelantado por la señorita Cecilia
Mejía Peña, en contra de la Comisión Seccional del Servicio Civil del
Departamento de Sucre.
I. ANTECEDENTES
De acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del decreto 2591
de 1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional
escogió para efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
De conformidad con
el artículo 34 del decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión procede a dictar
la sentencia correspondiente.
1. Solicitud
La ciudadana Cecilia
Mejía Peña interpuso ante el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Sincelejo
(Sucre), acción de tutela en contra de la Comisión Seccional del Servicio Civil
del Departamento de Sucre, con el fin de que se le ampararan sus derechos al
trabajo y a acceder a la administración pública, consagrados en los artículos
52 y 125 de la Constitución Política.
2. Hechos
Afirma la accionante
que, luego de haber participado en un concurso convocado por la Universidad de
Sucre, obtuvo el primer lugar como aspirante al cargo de auxiliar
administrativo, junto con la señorita Silvia Corena quien obtuvo su mismo
puntaje.
Sinembargo,
manifiesta que la señorita Leonor Barrios, quien también participó en el
mencionado concurso y ocupó el último lugar, elevó una queja ante la Comisión
Seccional del Servicio Civil de Sucre, ya que, según ella, la señorita Corena
conocía de antemano el examen de conocimientos generales. Tras conocer la
mencionada queja, la Comisión Seccional del Servicio Civil de Sucre resolvió
declarar nulo el concurso porque, según ellos, estaba demostrado que la
situación que se había presentado con la señorita Silvia Corena "nublaba
la trasparencia del concurso", según afirma la accionante.
A juicio de la
peticionaria, la decisión de la Comisión Seccional del Servicio Civil de Sucre
viola su derecho a ser nombrada en el cargo para el cual concursó, pese a que
ella misma afirma que "desde el mes de abril, y con fundamento en el
puntaje obtenido, el señor rector de la Universidad de Sucre, Gustavo Vergara
Arrazola, me vinculó a la institución, inicialmente a hacer una licencia y
posteriormente a través de contratos, como secretaria del Centro de Educación
Continuada".
3.
Pretensiones
Solicita la peticionaria que, en vista de
que la decisión de la Comisión de la Seccional del Servicio Civil está violando
el derecho a ser nombrada en el cargo para el cual concursó, dicha decisión
solamente debe afectar a la señorita Silvia Corena y no a las otras aspirantes
que concursaron.
Como medida
provisional solicitó que se suspendiera la nueva convocación al concurso,
medida que fue tomada simultáneamente en la Resolución mediante la cual se
declaró nulo el primer concurso realizado.
III. ACTUACION
PROCESAL
1. Unica
instancia
Mediante auto de
fecha 26 de agosto de 1994, el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Sincelejo
admitió la presente acción de tutela, decretó y recolectó las pruebas que a
continuación se relacionan:
A. Declaración
de la Rectora (e) de la Universidad de Sucre
La señora Clarybel
Miranda Mellado, vicerrectora académica, encargada en ese momento de la
rectoría de la Universidad de Sucre, ratificó los hechos expuestos en la
demanda, y además informó que la señorita Cecilia Mejía Peña "fue
vinculada temporalmente hasta tanto se diera el pronunciamiento del Servicio
Civil, teniéndose la claridad administrativa de que su vinculación dependería
de los resultados emitidos por el mencionado Servicio Civil".
B. Declaración
de la Jefe de Personal de la Universidad de Sucre
La señorita Xiomara
Avendaño, Jefe de Personal de la Universidad de Sucre, afirmó que en la
actualidad la peticionaria se encuentra vinculada a la mencionada Universidad
como secretaria del Centro de Educación Continuada, en virtud de un contrato de
prestación de servicios profesionales.
C. Declaración
del vicerrector administrativo de la Universidad de Sucre
El señor Victor Raúl
Castillo, vicerrector administrativo de la Universidad de Sucre, manifestó que
el concurso para proveer secretarias para dicha universidad fue declarado nulo
ya que se estableció que existían vínculos familiares entre una de las
secretarias encargadas de transcribir las preguntas de los exámenes y la
señorita Silvia Corena, quien junto con la accionante, obtuvo el mayor puntaje
en dicho concurso.
D. Copia de la Resolución No. 017 de 5
de agosto de 1994, proferida por la Comisión Seccional del Servicio Civil del
Departamento de Sucre
Mediante esta
resolución se declaró sin efecto la convocación a concurso para el cargo de
auxiliar administrativo grado 04, efectuado por la Universidad de Sucre, y se
ordenó que se convocara a un nuevo concurso, dentro de los veinte días
siguientes a su notificación.
E. Copia del
Acta No. 25 del 24 de mayo de 1994 y del Acta No. 26 del 7 de junio de 1994 de
las reuniones de la Comisión Seccional del Servicio Civil del Departamento de
Sucre,
En dichas actas
consta el trámite que se le dió a la queja presentada por la señorita Leonor
Barrios Estrada, y existe constancia de la declaración rendida por la señora
Rocío Acosta, quien afirmó haber transcrito el examen que se les practicó a los
concursantes para el cargo de secretaria de la Universidad de Sucre, y que
además, es cuñada de la señora Silvia Corena Verbal. En la reunión del 7 de
junio de 1994 se tomó la decisión de declarar nulo el mencionado concurso.
2. Fallo de
única instancia
Mediante providencia
de fecha seis (6) de septiembre de 1994, el Juzgado Segundo Penal del Circuito
de Sincelejo resolvió denegar la acción de tutela interpuesta por la señorita
Cecilia Mejía Peña.
"Del estudio
del acervo probatorio -dice el Juzgado- se tiene que la peticionaria aspira a
que se le tutele la expectativa de acceder al cargo en propiedad; en ningún
caso se le ha impedido el acceso a la administración, ni se le ha desconocido o
pretende desconocer su derecho al trabajo; simple y llanamente debe someterse a
la determinación que al respecto tiene la Universidad, pues sus directivas han
declarado que la vinculación de la accionante sólo se daría una vez estuviera
en firme lo del concurso".
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9o. de la Constitución
Política y 31 a 36 del decreto 2591 de 1991, la Sala Novena de Revisión de la
Corte Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la
referencia.
2. La materia
2.1 Todo
derecho, así sea fundamental, es limitado
El universo jurídico
conlleva una serie de limitaciones propuestas, en aras de la coexistencia
armónica de los individuos, sus pretensiones e intereses. La acción humana está
ordenada hacia el bien común, el cual no puede realizarse si la posición de una
parte afecta la de las demás o al todo en sí mismo considerado. En la sociedad
hay un fin a realizar en común; si el individualismo extremo se impone, se
desconoce la prevalencia del interés general, y el bien común se
torna en vana utopía.
Es un contrasentido
jurídico pretender que un derecho -cualquiera que sea su importancia- sea
absoluto, porque, por lo menos, todo derecho llega hasta donde comienzan los
derechos ajenos. La convivencia limita, per se, los derechos, las
facultades y las libertades individuales, con base en el orden público y el
bien común. Además, no hay que olvidar que todo derecho tiene un deber
correlativo. Así las cosas, se evidencia que el derecho de un individuo está
limitado por los derechos de los otros asociados, por el orden público, por el
bien común y por el deber correlativo.
No hay que
considerar la limitación de un derecho como una mengua de la libertad humana,
sino como una garantía de la misma. En efecto, cuando se limita un bien, una
pretensión o un interés, con ello se garantiza también que las expectativas
jurídicas de los demás no pueden sobrepasar la esfera jurídica propia, porque
así como se limitan los derechos propios, igualmente se limitan los de los
demás. Todo ésto es formulado con exactitud por Kant, cuando afirma que hay un
imperativo categórico jurídico, consistente en que el libre albedrío de uno
conviva con el libre albedrío de los demás, según una ley universal de libertad.
Si se analiza a
fondo la limitación de un derecho, se encontrará que hay límites intrínsecos,
es decir, del mismo ente, y límites extrínsecos, o sea, puestos por el Estado
o reconocidos por éste. Los límites intrínsecos son emanados de la esencia finita
del objeto jurídico protegido. Estos límites son dados, también, por la misma
condición del sujeto, que no es absoluto. Es un hecho notorio que el hombre
dentro de su perfección ontológica, es limitado y siempre debe haber una
proporcionalidad entre el sujeto y el objeto del derecho. Entonces, si el
hombre es limitado, su derecho será, igualmente, limitado, pues lo limitado no
puede dominar lo absoluto. Los límites extrínsecos, como se reconoce desde la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa,
son impuestos por la ley, como regulante de los derechos. Si el derecho
positivo es regulado por la ley, es obvio que no es absoluto. Lo absoluto,
jurídicamente hablando, puede ser un fin personalísimo dentro de la esfera subjetiva
del ser humano, propia del orden moral, pero nunca un derecho, por la
imposibilidad de objetivización. El derecho positivo es pues
esencialmente limitado por la ley que lo regula y por su misma naturaleza
finita.
2.2 El
derecho al trabajo no supone una expectativa absoluta
Es cierto que el
derecho al trabajo es fundamental, y, por tanto, su núcleo esencial es
incondicional e inalterable. Pero lo anterior no significa que los aspectos
contingentes y accidentales que giran en torno al derecho al trabajo, sean, per
se, tutelables, como si fueran la parte esencial.
Una derivación del
derecho al trabajo podría convertirse en parte esencial del mismo derecho,
cuando concurren, a lo menos, varios elementos, como son la conexidad necesaria
con el núcleo esencial del derecho en un caso concreto, la inminencia de un
perjuicio si se desconoce el hecho, merecimiento objetivo para acceder al
oficio o para ejercerlo, la necesidad evidente de realizarlo como única
oportunidad para el sujeto. Si se confunde el derecho fundamental con los
derivados del mismo, se daría el caso de que todo lo que atañe a la vida en
sociedad sería considerado como derecho fundamental, lo cual es insostenible.
Sobre el núcleo
esencial de los derechos fundamentales, la Corte ha sostenido:
"....El núcleo
esencial de un derecho fundamental puede definirse como el ámbito intangible
del derecho cuyo respeto se impone a las autoridades y a los particulares.
....Visto desde la perspectiva de los derechos subjetivos, el contenido esencial
de un derecho fundamental consiste en aquellas facultades o posibilidades de
actuación necesarias para que el derecho sea reconocible como pertinente al
tipo descrito y sin las cuales dejaría de adscribirse a ese tipo,
desnaturalizándose. Por otra parte, la jurisprudencia de intereses ha diseñado
una fórmula según la cual el núcleo esencial del derecho fundamental es aquella
parte de su contenido que es absolutamente necesaria para que los intereses
jurídicamente protegibles, que dan vida al derecho, resulten real, concreta y
efectivamente protegidos. De este modo, se rebasa o se desconoce el contenido
esencial cuando el derecho queda sometido a limitaciones que lo hacen
impracticable, lo dificultan más allá de lo razonable o lo despojan de la
necesaria protección. ....La interpretación y aplicación de la teoría del
núcleo esencial de los derechos fundamentales está indisolublemente vinculada
al orden de valores consagrado en la Constitución. La ponderación de valores o
intereses jurídico-constitucionales no le resta sustancialidad al núcleo
esencial de los derechos fundamentales. El núcleo esencial de un derecho
fundamental es resguardado indirectamente por el principio constitucional de
ponderación del fin legítimo a alcanzar frente a la limitación del derecho
fundamental, mediante la prohibición de limitaciones desproporcionadas a su
libre ejercicio".1
En otra Sentencia,
sostuvo la Corte:
"...Siguiendo a
Peter Haberle, se denomina 'contenido esencial' al ámbito necesario e
irreductible de conducta que el derecho protege, con independencia de las
modalidades que asuma el derecho o de las formas en que se manifieste. Es el
núcleo básico del derecho fundamental, no susceptible de interpretación o de
opinión sometida a la dinámica de coyuntura o ideas políticas".2
De acuerdo con lo
anterior, se colige que el núcleo esencial de un derecho fundamental consiste
en su naturaleza, es decir, en su esencia como principio de operación, en la
esfera irreductible del derecho; en otras palabras, el núcleo esencial es el
constitutivo del ente jurídico que determina su calidad de inherente a la
persona. Aquel bien que por esencia se le debe a la criatura racional y en
algunos casos a la persona moral, de manera incondicional.
El derecho al
trabajo, al ser reconocido como fundamental, exige la protección a su núcleo
esencial, pero no la trae consigo la facultad de obtener una vinculación
concreta, porque ésta también puede constituir una legítima expectativa de
otros, con igual derecho. Así, pues, en aras del derecho a la igualdad, no hay
que proceder contra los intereses ajenos, sino en concordancia con ellos, de
suerte que se realice el orden social justo, es decir, la armonía de
los derechos entre sí.
Así las cosas, debe
entenderse que el derecho al trabajo no consiste en la pretensión incondicional
de ejercer un oficio o cargo específico, en un lugar determinado por el
arbitrio absoluto del sujeto, sino en la facultad, in genere, de
desarrollar una labor remunerada en un espacio y tiempo indeterminados.
Ahora bien, con
respecto a la igualdad de oportunidades, por ésta se entiende la misma
disposición en abstracto frente a una eventual situación; es compartir la
expectativa ante el derecho, así después por motivos justificados, no se
obtengan exactamente las mismas posiciones, o los mismos objetivos. Como todos
los miembros de la especie humana comparten la identidad esencial, es lógica
consecuencia que se compartan las mismas oportunidades. Este es uno de los
casos en que la igualdad equivale a la identidad, pero en abstracto, porque en
lo real será la proporcionalidad. La igualdad como sinónimo de identidad
absoluta, de disponer exactamente de los mismos bienes, no es siempre posible,
porque cuando aparece la titularidad sobre un derecho, dicha titularidad
excluye a los demás, implicando una especie de discernimiento jurídico.
Establecer una violación al principio de igualdad de oportunidades equivale a
desconocer que los humanos tienen identidad esencial, y, por ello, aspiraciones
comunes, así luego la vida misma se encargue de establecer justas diferencias
con base en la cantidad y calidad de trabajo real3
Y es que la
diferenciación abstracta implica discriminación, en tanto que la diferenciación
real es requisito material para que opere la igualdad real, que se funda, según
ya se dijo, en la proporcionalidad entre entes que se han diferenciado. Se
iguala lo diverso. Sin lo anterior se haría imposible, por ejemplo, entender la
igualdad dentro del pluralismo, que siempre parte del supuesto de una distinción.
Se distingue, pero se equipara, y el acto de equiparar lo diverso se hace con
base en la regla de la proporcionalidad, la cual está, por cierto, consagrada
en el artículo 53 de la Constitución Política, que señala entre los principios
mínimos fundamentales que debe tener en cuenta el legislador para expedir el
estatuto del trabajo, el de la "remuneración mínima vital y móvil,
proporcional a la cantidad y calidad de trabajo".
3. El caso
concreto
Con respecto al caso
bajo examen, cabe hacer las siguientes precisiones:
3.1
Razonabilidad de la nueva convocación
Todo proceso
constituye un conjunto de actos complejos; en este caso el concurso constituía
apenas un trámite realizado dentro de un proceso de selección; por lo tanto,
no se alcanzó a constituir en acto administrativo del cual se derivara una
situación jurídica concreta que le sirviera a la petente para alegar un derecho
adquirido. Sin duda al haber ganado el concurso junto con otra persona, se ha
creado una mera expectativa. Pero de acuerdo con las reglas predeterminadas por
la administración en la convocatoria era menester que se cumplieran otras fases
del proceso de selección como el examen de la hoja de vida y la entrevista
personal.
Como consta en el
expediente examinado, se delató por parte de una de las concursantes el
parentesco entre quien, en razón de su oficio, tenía conocimiento del temario
materia del concurso y una de las concursantes, la cual, al parecer, obtuvo
gracias a ello un alto puntaje. Lo anterior ponía en duda la objetividad y la
transparencia que deben caracterizar a todo concurso de méritos, y, por sobre
todo, el derecho a la igualdad de que son titulares todos los aspirantes. No se
incriminó a nadie, sino que, prudentemente la entidad accionada, con el fin de
que el proceso fuese libre de toda sospecha y con base en una situación
existente no esclarecida, resolvió convocar a los aspirantes a nuevo concurso.
Entonces, la demandada lo que hizo fue una rectificación del medio en aras de
fortalecer el fin: la objetividad e imparcialidad en la selección del personal
dispuesto a laborar. Con esto la comisión no lesionó los derechos de la
peticionaria, puesto que se le dió una nueva oportunidad, razón por la cual
sigue teniendo el derecho a concursar; por otra parte, no se configura en este
evento, el perjuicio irremediable, razón por la cual la tutela no procede como
mecanismo transitorio.
Ahora bien, podría
alegarse que al quedar la accionante en el primer puesto -compartido-
del concurso anulado, tendría un derecho adquirido al cargo. Sin embargo, como
se ha dicho, el concurso no es el único elemento de juicio para acceder al
cargo ofrecido, de manera que no hay una conexidad absoluta entre el cargo a
proveer y los resultados del concurso, ya que existen otros factores a tener en
cuenta en este caso, en los que juega un papel preponderante el criterio
discrecional, aunque no absoluto, del empleador. En segundo lugar, la medida no
desconoce la forma del concurso, sino, precisamente, la reafirma, y por ello
busca erradicar la incertidumbre sobre la objetividad total. Sería absurdo
fundar un derecho cierto sobre un derecho incierto, ya que el efecto justo debe
tener una causa, igualmente, justa, en virtud de la proporcionalidad de la
justicia.
Caso diferente es el
de que se llegara a desconocer dentro del proceso de selección lo dispuesto en
el artículo 73 del Código Contencioso Administrativo referente a actos
administrativos que hayan creado o modificado una situación jurídica de
carácter particular y concreto, o reconocido un derecho de igual categoría,
caso en el cual el acto administrativo no podrá ser revocado sin el
consentimiento expreso y escrito del respectivo titular.
3.2 El
derecho a rectificar los medios que conducen a un fin
Una de las maneras
de ejercer un control efectivo sobre la diafanidad de un concurso es la
rectificación de los posibles errores en que se hubiere incurrido en el proceso
de selección, cuando a ello hubiera lugar. Si se está ante una situación poco
clara a la luz de la ética y de la justicia, y existe la posibilidad de
ajustarla perfectamente a derecho, lo procedente es rectificar siempre y cuando
-se insiste- no se modifique una situación preestablecida conforme a la ley. Es
notorio el hecho de que por el solo resultado del concurso de aptitudes no se
configura una situación jurídicamente definida con respecto al cargo y, en
cambio, en este caso hay la evidencia de que el concurso fue objetado por
eventuales vicios, por lo cual sí procede la rectificación.
A juicio de la Sala,
la Comisión Seccional del Servicio Civil de Sucre obró correctamente, por
cuanto ante ella, dada la naturaleza de sus funciones, entre las que se
encuentra la de conocer de esta clase de presuntas irregularidades, se elevó la
queja. Obviamente la comisión no podía permanecer impasible ante denuncia tan
grave, y procedió a apelar al correctivo más adecuado para el caso, cual es el
de convocar nuevamente a los aspirantes, con lo cual libra el procedimiento de
selección de cualquier vicio, y garantiza, a la vez, el derecho a la igualdad
de oportunidades de todos los concursantes. Si hay medios para proteger un
derecho fundamental como lo es el derecho a la igualdad, ante una presunta
amenaza o violación, se deben tomar los correctivos y medidas preventivas que
sean necesarios para mantener incólume la dignidad del ser humano,como titular
de ese derecho.
Por otro lado, como
los sostiene el a-quo a la peticionaria no se le ha impedido el acceso a
la administración pública, ni se le ha desconocido su derecho al trabajo;
solamente se le ha llamado a concursar en igualdad de oportunidades, debiendo
esperar la determinación de la Universidad, que tiene un principio razonable de
autonomía. Además, resalta la Sala que para este evento existen otros medios de
defensa, como lo es la vía gubernativa, la cual debe agotarse, o acudir ante la
jurisdicción Contencioso-administrativa para interponer la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho en relación con el del acto impugnado.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Novena de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO:
CONFIRMAR la Sentencia
proferida por el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Sincelejo (Sucre) de
fecha seis (6) de septiembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994), por
las razones consignadas en esta providencia.
Cópiese,
notifíquese, insértese en la gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado Ponente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Sentencia No. T-426/92, Magistrado Ponente Dr. Eduardo Cifuentes
Muñoz.
2 Sentencia No. T-002/92, Magistrado Ponente Dr. Alejandro Martínez
Caballero
3 Abel Naranjo Villegas, "Filosofía del Derecho".
Edit. Temis. Bogotá, 1990. |
286 | T-048-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-048/95
PROCESO
POLICIVO/AMPARO POLICIVO-Naturaleza/ACTO
JURISDICCIONAL
En el
"amparo policivo" no se discute ni decide por tanto, sobre la fuente
del derecho que protege al actor o a sus contradictores, por lo que el debate
se limita exclusivamente a preservar o a restablecer la situación de hecho al
estado anterior (statu quo) a la perturbación o a la pérdida de la posesión o
tenencia del demandante sobre el bien. Sólo frente al juez competente puede
plantearse el debate en torno al derecho sustancial en conflicto, es decir,
sobre la titularidad del respectivo derecho real o personal (propiedad,
posesión, tenencia en debida forma, etc.), cuando aquél conozca del proceso a
que dé lugar el ejercicio de la correspondiente pretensión procesal. Los
amparos policivos han sido asimilados a controversias de naturaleza
jurisdiccional, hasta el punto que la providencia que culmina la actuación
tiene idéntica naturaleza. Esta asignación especial de atribuciones
jurisdiccionales a las autoridades de policía se aviene con el precepto
constitucional del artículo 116, inc. 3o., según el cual,
"excepcionalmente la ley podrá atribuir función jurisdiccional en materias
precisas a determinadas autoridades administrativas".
SERVIDUMBRE/AMPARO
POLICIVO
El amparo
policivo cobija sin distinción todas las especies de servidumbres (continuas,
discontinuas, aparentes e inaparentes), sin excluir aquellas que solamente
pueden adquirirse por medio de un título -discontinuas y continuas inaparentes-
porque la necesidad o exigencia de la protección no la constituye el virtual
derecho real existente sobre el inmueble, sino su ejercicio como simple
expresión material de manifestación o efecto externo; por lo tanto, en caso de
usurpación, negación o perturbación en el goce de una servidumbre es procedente
el amparo policivo con la finalidad de restablecer la situación o las cosas al
estado en que se hallaban antes del despojo o perturbación por la actividad de
un tercero. Es por ello que el artículo 128 del Código de Policía al referirse
a la circunstancia de "amparar el ejercicio de una servidumbre", no
advierte nada sobre la protección del derecho real que élla eventualmente
conlleva.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA-Vigencia de la
orden judicial
Procedió
acertadamente el Tribunal cuando al conceder transitoriamente la tutela
impetrada no señaló el término de que dispone el afectado, según el inciso 3o.
del art. 8o. del decreto 2591 de 1991 para promover ante el competente juez la
acción correspondiente al medio ordinario de defensa judicial, pues
indudablemente la norma parte del supuesto de que el ejercicio de la acción le
corresponda concretamente a quien ha obtenido el amparo transitorio de su
derecho fundamental a través de la sentencia de tutela. Puede afirmarse, que
normalmente el ejercicio de la acción le corresponde a la persona favorecida
con la sentencia de tutela transitoria, pero habrá casos en que ello no sea
asi, bien porque el derecho objetivo no lo impone en cabeza de dicha persona o
cuando a juicio del juez de tutela ésta se encuentre en un estado de
indefensión patente desde el punto de vista físico, síquico, cultural, social o
económico que le impida promover la acción, en cuyo caso, la carga de promover
la acción debe ser impuesta por el juez de tutela a la parte que se encuentre
en la situación mas favorable o ventajosa para instaurarla, con fundamento en
los arts. 2o. (efectividad de los derechos) y 13 (principio de igualdad) de la
Constitución Política.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES/SERVIDUMBRE DE TRANSITO-Uso/COSA JUZGADA RELATIVA EN
TUTELA/TRONCAL DEL CARIBE
El amparo
policivo decretado por la autoridad de policía en el presente caso, en cuanto
determinó que desde el punto de vista fáctico o material y no jurídico las
personas favorecidas con el mismo tenían derecho al uso de la presunta y
alegada servidumbre de tránsito, tiene vigencia "mientras el juez no
decida otra cosa" (art. 127 ibídem) es decir, tiene el efecto de cosa
juzgada relativa, vigente en tanto se adelante y concluye el respectivo proceso
que debe promover dicha sociedad, pues contra ella se decretó el amparo
policivo. No resulta lógico que quien obtiene el amparo al uso de una
servidumbre, es decir, a quien se le define que materialmente puede continuar
disfrutando de dicho uso, se le imponga la carga de promover el proceso dentro
del cual se defina la titularidad jurídica del derecho real de servidumbre,
porque ello equivaldría a desconocer no sólo el hecho real del uso que se viene
ejerciendo, sino la situación favorable creada por el amparo, su efectividad y
su fuerza jurídica provisoria, mientras el juez civil competente adopta la
decisión que corresponda.
REFERENCIA:
Expediente
T-46400
PETICIONARIO:
Técnicas Baltime
S.A.
TEMA:
Tutela como
mecanismo transitorio. Determinación de la persona que corresponde hacer uso de
la acción correspondiente al medio ordinario de defensa cuando se obtiene un
amparo policivo de una presunta servidumbre de tránsito.
MAGISTRADO
PONENTE :
ANTONIO BARRERA
CARBONELL
Santafé de Bogotá,
D.C., febrero catorce (14) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Antonio
Barrera Carbonell, Eduardo Cifuentes Muñoz y Carlos Gaviria Díaz, revisa el
proceso de acción de tutela instaurado por la firma Técnicas Baltime S.A. ante
el Tribunal Administrativo del Magdalena.
I. ANTECEDENTES.
1. Las
pretensiones.
La sociedad
peticionaria de la tutela formula las siguientes pretensiones:
"1. Tutelar
nuestros derechos fundamentales consagrados en los artículos 29 y 58 de la
Constitución, revocando la providencia del 8 de abril de 1994, del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Marta, Sala Penal, mediante la cual se
confirmó el auto del 8 de marzo de 1994, que negó nuestra petición del 27 de
enero del año en curso".
"2. Tutelar
nuestros derechos fundamentales consagrados en el artículo 29 y 58 de la
Constitución, disponiendo notificar al señor Carlos Jiménez Mier la cesación de
los efectos de la providencia del 25 de Agosto que concedió la tutela con carácter
provisional, con el objeto que nuestra firma pueda ejercer los derechos
inherentes a la propiedad sobre el lote de terreno ubicado en la ciudad de
Santa Marta, dentro de los siguientes linderos..."
2. Los hechos.
2.1. Mediante
providencia del 14 de enero de 1992, la Secretaría de Gobierno Distrital de
Santa Marta-División de Justicia, resolvió amparar la posesión que los señores
Carlos Jiménez Mier, Lucas San Juan Figueroa Mieles, Jesús María Suárez Ladino,
Elda Yaneth Rivera Delgado y Wilfrido Santander Figueroa Mieles venían
ejerciendo sobre un predio localizado en la calle 30 de la ciudad de Santa
Marta, quebrada Tamacá de por medio y colindante por un costado con un inmueble
de la empresa Técnicas Baltime de Colombia S.A. De igual modo, la decisión
contenida en dicha providencia amparó la presunta servidumbre de tránsito de la
cual hacían uso los referidos poseedores para tener acceso a la Troncal del
Caribe, servidumbre que la mencionada empresa había suprimido al construir un
muro con motivo del cercamiento del inmueble que había adquirido mediante
negociación con INURBE, a través de la escritura pública #1999 del 21 de julio
de 1991 de la Notaría 30 de Bogotá.
2.2. Por diversas
circunstancias, que no son relevantes para la decisión que ha de adoptarse en
esta providencia, la diligencia programada para la ejecución de la providencia
policiva se suspendió, cuando se adelantaba la demolición del muro (Cuaderno #
2, fl. 107), situación que aprovechó la firma demandada para reconstruirlo, sin
que finalmente se lograra el cabal cumplimiento de la referida providencia.
Con el fin de
obtener el efectivo cumplimiento de la decisión policiva, los interesados
promovieron ante el Juzgado 3o. Civil Municipal de Santa Marta, acción de
tutela contra el Inspector Quinto de Policía y el Secretario de Gobierno
Municipal de Santa Marta por omisión en el cumplimiento de sus deberes. El
a-quo negó las pretensiones de los peticionarios al considerar que "...no
es procedente la tutela solicitada, en virtud de que no se está violando
derecho fundamental constitucional alguno, sino que se está omitiendo el
cumplimiento de un acto administrativo, como es la providencia dictada dentro
de la querella policiva... debiendo por tanto el accionante acudir a la acción
de cumplimiento que señala el art. 87 de la Constitución Nacional".-
La sentencia que
negó la tutela impetrada no fue impugnada.
2.3. Al resultar
fallida la mencionada acción de tutela y ante la renuencia de las autoridades
de policía de cumplir lo que habían decidido con respecto al amparo de la
pretendida servidumbre, los mismos interesados propusieron ahora una tutela
contra Técnicas Baltime de Colombia S.A. con el fin de que se le impusiera la
obligación de no obstaculizar el ejercicio de los derechos reconocidos por la
Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Santa Marta, que la empresa accionada
quebrantaba con el cerramiento del paso de los moradores del sector (Cuaderno #
1, fl. 29).
2.4 El Juzgado 6o
Penal del Circuito de Santa Marta, al cual le correspondió por reparto el
conocimiento del negocio, en sentencia del 26 de julio de 1993 negó la tutela
bajo la consideración de que no estaba demostrada la existencia de la
pretendida servidumbre y que existían otras vías de tránsito para que los
demandantes pudieran entrar y salir de sus respectivos predios.
2.5 El Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Marta -Sala Penal-, mediante sentencia
del 25 de agosto de 1993 revocó el fallo del Juzgado 6o. Penal del Circuito de
Santa Marta y ordenó a la sociedad Técnicas Baltime de Colombia S.A.
"...remover cualquier obstáculo físico o psicológico que impida a los
habitantes del mencionado asentamiento, volver a utilizar el carreteable que
atraviesa el predio, conforme venían haciéndolo desde años atras". Los
derechos se tutelaron "... en tanto se instaura y falla el proceso
correspondiente, como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable"(Cuaderno 1, fl. 42).
2.6 Transcurrido el
plazo previsto en el inciso 3o. del art. 8o. del decreto 2591/91 para que el
afectado beneficiado con la acción de tutela como mecanismo transitorio proceda
a instaurar la acción correspondiente al medio ordinario de defensa judicial,
la empresa demandada procedió a solicitar al Tribunal Superior de Santa Marta
que se declarara la cesación de los efectos de la tutela que favoreció a los
interesados, con el fin de poder realizar libremente el cerramiento del
inmueble de su propiedad y obtener que se suspendiera el tránsito por el camino
sobre el cual se hacía uso de la mencionada servidumbre.
2.7. El Juzgado 6o.
Penal del Circuito de Santa Marta, al cual le correspondió por competencia
pronunciarse sobre la solicitud anterior, la negó en primera instancia
(decisión del 8 de marzo de 1994), aduciendo la preexistencia de la decisión de
la Secretaría de Gobierno Distrital del 14 de enero de 1992 que amparó la
posesión y la servidumbre de tránsito de los vecinos del inmueble de la
empresa, con la cual, a juicio del juzgado, se había cumplido anticipadamente
la exigencia de la ley que había otorgado la tutela como mecanismo transitorio.
2.8. El Tribunal
Superior de Santa Marta, según providencia del 8 de abril de 1994, confirmó la
decisión del juzgado acogiendo los puntos de vista del a-quo al considerar
también "...que los favorecidos con la acción de tutela promovida por
Carlos Jiménez Mier, ya habían obtenido decisión a su favor por parte de
autoridad competente, dentro de la querella policiva de amparo de la
servidumbre promovida por éllos, por lo que el requisito del artículo 8o. del
decreto 2591 de 1991 estaba cumplido de antemano".
2.9 Contra las
providencias del Juzgado 6o. Penal del Circuito y del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Marta-Sala Penal, a que se hizo alusión en los
párrafos precedentes, se interpuso por Técnicas Baltime de Colombia S.A.,
acción de tutela al considerar que el Tribunal vulneró derechos
constitucionales fundamentales, "...tales como el derecho al debido
proceso, al conferirle al fallo de tutela un carácter definitivo, cuando
los afectados disponían de otro medio de defensa judicial (se refiere a la
sentencia de la Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior, de fecha 25 de
agosto de 1993, que concedió a los presuntos poseedores la tutela para amparar
el derecho al tránsito por un sector del lote de la sociedad, aunque la medida
se adoptó como mecanismo transitorio, (ver aparte 2.5) y desconociéndose que
la competencia para declarar la existencia de la servidumbre corresponde al
juez civil, con la observancia de la plenitud de las formas propias del
procedimiento abreviado establecido en la ley".
"Además -agrega la sociedad accionante- se ha
vulnerado el derecho a la propiedad privada y a los demás derechos civiles
adquiridos con justo título, en virtud a que nuestra compañía ha resultado
despojada injustamente del derecho de usar y disfrutar el lote de terreno
ubicado en la ciudad de Santa Marta, sin tener la oportunidad de controvertir
en juicio los fundamentos de hecho y de derecho que aducen los interesados para
la declaratoria de la servidumbre".
II. FALLO QUE SE
REVISA.
El Tribunal
Administrativo del Magdalena decidió favorablemente la acción de tutela de la
empresa en fallo del 26 de julio de 1994. Consideró el Tribunal que las
providencias acusadas desconocieron el derecho fundamental de la sociedad
demandante al debido proceso y, en tal virtud, declaró la cesación de los
efectos del fallo de tutela que profirió el 25 de agosto de 1993 el Tribunal
Superior de Santa Marta, por no haberse instaurado oportunamente por los
favorecidos con éste la acción judicial correspondiente.
En su decisión el
Tribunal Administrativa revisa separadamente los distintos argumentos en que se
apoya la demanda y niega la pretendida violación del derecho de propiedad al
considerar que este derecho no pudo ser objeto de quebrantamiento alguno, como
lo pretende la sociedad actora. Así se pronunció sobre el particular:
"Para el
Tribunal no ofrece dudas que el derecho a la propiedad no ha sido vulnerado.
Primero, porque efectivamente existe una sentencia , aunque no se haya
ejecutado, que amparó la servidumbre. El fallo policivo expedido por el
Secretario de Gobierno Distrital de Santa Marta, contrario a lo que considera
el señor representante de la sociedad Técnicas Baltime de Colombia, es un acto
jurisdiccional, una verdadera sentencia en cuanto define con fuerza de verdad
legal una situación jurídica preexistente. Pero ante ese fallo, que está en
firme y que puede ser ejecutado con mediana voluntad de la autoridad
administrativa, cabe la posibilidad para la sociedad Técnicas Baltime de
Colombia de iniciar un interdicto para recuperar la posesión (art. 408 #2 y 416
C.P.C.) o para la extinción de la servidumbre (art. 907 C.C.). Lo anterior
determina que existiendo un medio judicial para defender el derecho de
propiedad que se dice vulnerado o amenazado, la acción de tutela es
improcedente, por disponerlo así el artículo 6o. numeral 1o. del decreto 2591
de 1991".
Sin embargo, la
sentencia admite el desconocimiento del derecho al debido proceso, al encontrar
el Tribunal que las decisiones cuestionadas, trocaron el fallo que otorgó la
tutela como mecanismo transitorio en una decisión de carácter definitivo,
descartando sin razón el proceso judicial para definir la existencia de la
servidumbre y otorgarle a la sociedad contradictora el derecho a ser oída en
debida forma. En estos términos desarrolla la sentencia el punto en cuestión:
"Este modo de
pensar se viene al traste (se refiere al hecho de que la tutela a favor de los
poseedores se otorgó como mecanismo transitorio) cuando luégo se niega declarar
que han cesado los efectos de la tutela transitoria, dada la omisión de los
interesados en instaurar el proceso correspondiente para la constitución de la
servidumbre, pues ello es tanto como trocar la tutela concedida, de transitoria
en definitiva, saltando por encima de la competencia del juez civil a quien
correspondía decidirlo dentro de un proceso específico".
Luego el Tribunal
contrargumenta los criterios de las providencias cuestionadas, por encontrarlos
incoherentes con el sentido del fallo de tutela transitorio. En efecto señala:
"El argumento
de que el fallo policivo, proferido mucho antes de la sentencia, relevaba a los
moradores del asentamiento humano de presentar cualquier proceso civil, pues la
decisión a tomar en él ya había sido adoptada, no es coherente con el fallo de
tutela transitorio que debió tomar en cuenta la existencia de dicho fallo. Pues
si ese fallo existía y ya había fallado la cuestión con competencia, la tutela
sobraba y no podía concederse, ni aún en forma transitoria"
Finalmente anota:
"Es innegable
que al no acceder a declarar que los efectos de la tutela transitoria habían
cesado, ésta se convierte en definitiva, supliendo así el proceso de
constitución de servidumbre de competencia de un juez civil, como lo reconoció
la sentencia de tutela transitoria comentada. Al sustituirse un proceso y pasar
por sobre la competencia de un juez, convirtiendo en definitiva una tutela
transitoria, o dándole valor constitutivo al fallo policivo, se está violando
el debido proceso, que es un derecho fundamental".
III.
COMPETENCIA.
La Sala es
competente para revisar la sentencia del Tribunal Administrativo del Magdalena
, en virtud de la competencia que le atribuyen los artículos 86 y 241-9 de la
Constitución Política y 33 y 34 del decreto 2591 de 1991.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA SALA.
1. Delimitación
del problema.
Los actos
cuestionados en el presente proceso son los autos del 8 de abril de 1994 del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Marta-Sala Penal y del 8 de
marzo emanado del Juzgado 6o. Penal del Circuito de dicha ciudad, mediante las
cuales se decidió que los usuarios de la pretendida servidumbre de tránsito
sobre el predio de la sociedad Técnicas Baltime de Colombia S.A., no estaban
obligados a promover un proceso separado para difinir de fondo su derecho, no
obstante lo dispuesto la sentencia del 25 de agosto de 1993 que concedió a
aquellos la tutela antes referenciada como mecanismo transitorio, pues su
situación jurídica está protegida por el fallo de policía del 14 de enero de
1992 que amparó el uso de la mentada servidumbre.
La decisión sobre
las pretensiones de la peticionaria requiere el esclarecimiento previo de los
antecedentes vinculados con la decisión contenida en los referidos autos,
porque es indispensable conseguir una visión global del problema que sólo puede
ser lograda a partir del examen del entorno dentro del cual se produjeron los
hechos origen y causa del conflicto y del contexto de las decisiones que en las
distintas instancias se pronunciaron, en relación con las sucesivas acciones de
tutela que se promovieron. Ello es asi, porque si apenas se hace un examen
insular de tales situaciones resulta imposible llegar a la verdad material que
es el objetivo del proceso, y bien se sabe que la historia de los hechos es el
fundamento de su conocimiento y el soporte de toda decisión justa.
Consecuente con lo
anterior, es preciso comenzar por establecer la naturaleza del juicio de amparo
policivo que se surtió ante la Secretaría de Gobierno Distrital de Santa Marta
y dio lugar a la providencia del 14 de enero de 1992 y precisar, además, los
alcances procesales de éste, en razón de la trascendencia jurídica que tanto el
Juzgado 6o. Penal del Circuito de Santa Marta como el Tribunal Superior de
dicho distrito le reconocieron a la resolución policiva, al punto que la
admitieron como la decisión "de fondo sobre la acción instaurada" que
reclama el artículo 8o. del decreto 2591/91, cuando autoriza la tutela como
mecanismo transitorio.
2. El amparo de
la posesión sobre la servidumbre y la naturaleza de la providencia que lo
otorgó.
La providencia del
14 de enero de 1992, proferida por la Secretaría de Gobierno Distrital de Santa
Marta puso fin a un juicio de amparo policivo, que el Código de Policía
instituye como un mecanismo preventivo dirigido a restablecer el poder de hecho
que el poseedor o tenedor ejerce sobre un bien inmueble o mueble, o
específicamente en una servidumbre (arts. 125 y 128), sin que importe en cada
caso concreto la valoración jurídica relativa al derecho real o personal que el
actor pudiera tener (propiedad, uso, usufructo, servidumbre, arrendamiento,
etc.).
En el "amparo
policivo" no se discute ni decide por tanto, sobre la fuente del derecho
que protege al actor o a sus contradictores (art. 126), por lo que el debate se
limita exclusivamente a preservar o a restablecer la situación de hecho al
estado anterior (statu quo) a la perturbación o a la pérdida de la posesión o
tenencia del demandante sobre el bien. Ese es el sentido con que se regula por
el artículo 125 del Código de Policía la figura del amparo. Así se expresa esta
norma:
"La Policía
sólo puede intervenir para evitar que se perturbe el derecho de posesión o mera
tenencia que alguien tenga sobre un bien, y en el caso de que se haya violado
ese derecho, para restablecer y preservar la situación que existía en el
momento en que se produjo la perturbación"
En
este orden de ideas, el amparo policivo cobija sin distinción todas las
especies de servidumbres (continuas, discontinuas, aparentes e inaparentes),
sin excluir aquellas que solamente pueden adquirirse por medio de un título
-discontinuas y continuas inaparentes- porque la necesidad o exigencia de la
protección no la constituye el virtual derecho real existente sobre el
inmueble, sino su ejercicio como simple expresión material de manifestación o
efecto externo; por lo tanto, en caso de usurpación, negación o perturbación en
el goce de una servidumbre es procedente el amparo policivo con la finalidad de
restablecer la situación o las cosas al estado en que se hallaban antes del
despojo o perturbación por la actividad de un tercero. Es por ello que el
artículo 128 del Código de Policía al referirse a la circunstancia de
"amparar el ejercicio de una servidumbre", no advierte nada sobre la
protección del derecho real que élla eventualmente conlleva.
Sólo frente al juez
competente puede plantearse el debate en torno al derecho sustancial en
conflicto, es decir, sobre la titularidad del respectivo derecho real o
personal (propiedad, posesión, tenencia en debida forma, etc.), cuando aquél
conozca del proceso a que dé lugar el ejercicio de la correspondiente
pretensión procesal.
Por otra parte, debe
advertirse que los amparos policivos han sido asimilados a controversias de
naturaleza jurisdiccional, hasta el punto que la providencia que culmina la
actuación tiene idéntica naturaleza (Art. 82 C.C.A.). Esta asignación especial
de atribuciones jurisdiccionales a las autoridades de policía se aviene con el
precepto constitucional del artículo 116, inc. 3o., según el cual,
"excepcionalmente la ley podrá atribuir función jurisdiccional en materias
precisas a determinadas autoridades administrativas".
No obstante, es de
observar que las providencias policivas tienen un alcance precario y provisorio
porque no pueden resolver sobre cuestiones de fondo como las atinentes a la
definición de los derechos sustanciales vinculados al objeto del amparo que
puedan corresponder a las partes; sus efectos son limitados en el tiempo y, en
vista de lo cual, pueden ser modificadas por la sentencia judicial con que se
resuelva la respectiva controversia, vgr. sobre la legitimidad del derecho real
de servidumbre, la cual puede promoverse luego de producido el amparo a
iniciativa del interesado, pues, como lo señala el Código de la materia,
"las medidas de policía para proteger la posesión y la tenencia de bienes
se mantendrán mientras el juez no decida otra cosa" (Código Nacional de
Policía art. 127)
3. Alcance del
fallo de tutela del Tribunal Superior de Santa Marta en favor de los usuarios
de la servidumbre de tránsito. Persona que debe promover la acción cuando la
tutela se concede como mecanismo transitorio.
Como se deduce de
los antecedentes antes relacionados, la esencia del problema en que se vieron
comprometidos los vecinos del predio de Ténicas Baltime de Colombia S.A. en
Santa Marta, obedeció al hecho de que las autoridades de policía de la ciudad
se negaron, por razones aún no esclarecidas, a hacer cumplir la providencia que
les otorgó el amparo solicitado para restablecer y preservar el uso de una
presunta servidumbre de tránsito.
Esa circunstancia
explica los sucesivos y fallidos intentos de los interesados por lograr el
cumplimiento de la decisión policiva, hasta cuando el Tribunal Superior de
Santa Marta -Sala Penal- en providencia del 25 de Agosto de 1993, decidió
"conceder transitoriamente la tutela solicitada" y dispuso
"ordenar a la sociedad Técnicas Baltime de Colombia S.A. remover cualquier
obstáculo físico o psicológico que impida a los habitantes del mencionado
asentamiento, volver a utilizar el carreteable que atraviesa el predio conforme
venía haciéndolo desde años atras".
El fundamento de la
decisión se soporta, según el Tribunal, "ante el hecho cierto de una
fáctica servidumbre de tránsito sobre el predio de la sociedad demandada"
(fl.42), y en virtud de que "evidente resulta el carácter de irremediable
que ostenta este perjuicio" (fl. 43).
Nótese que la acción
de tutela promovida en esta oportunidad contra Técnicas Baltime de Colombia S.A.
tuvo como objetivo lograr que la sociedad "... permita el uso de la
servidumbre que ha impedido, no obstante la sentencia condenatoria de la
secretaría de gobierno distrital". Resulta entonces evidente que la tutela
no buscaba el reconocimiento del derecho al uso de la servidumbre, porque ya se
había concedido expresamente por la Alcaldía de Santa Marta con ocasión del
fallo de policia, sino para que se dispusiera e impusiera su cumplimiento (fl.
32).
Procedió
acertadamente el Tribunal cuando al conceder transitoriamente la tutela
impetrada no señaló el término de que dispone el afectado, según el inciso 3o.
del art. 8o. del decreto 2591 de 1991 para promover ante el competente juez la
acción correspondiente al medio ordinario de defensa judicial, pues indudablemente
la norma parte del supuesto de que el ejercicio de la acción le corresponda
concretamente a quien ha obtenido el amparo transitorio de su derecho
fundamental a través de la sentencia de tutela. Puede afirmarse, que
normalmente el ejercicio de la acción le corresponde a la persona favorecida
con la sentencia de tutela transitoria, pero habrá casos en que ello no sea
asi, bien porque el derecho objetivo no lo impone en cabeza de dicha persona o
cuando a juicio del juez de tutela ésta se encuentre en un estado de
indefensión patente desde el punto de vista físico, síquico, cultural, social o
económico que le impida promover la acción, en cuyo caso, la carga de promover
la acción debe ser impuesta por el juez de tutela a la parte que se encuentre en
la situación mas favorable o ventajosa para instaurarla, con fundamento en los
arts. 2o. (efectividad de los derechos) y 13 (principio de igualdad) de la
Constitución Política.
Una solución
semejante a la propuesta se encuentra en la sentencia T-05/951 , en la cual se dijo lo siguiente:
"6. Ante la
necesidad de que sea la jurisdicción laboral la que decida a quien corresponde
el pago de servicio médico de la peticionaria, se plantea el problema de quién
debe soportar las consecuencias temporales de la falta de certeza legal. La
situación de extrema fragilidad de la peticionaria es una razón suficiente para
descartar la solución que consiste en que sea ella quien espere -en la
situación de desprotección actual - la decisión de la jurisdicción competente.
De otra parte, la demanda de tutela no se dirige contra el instituto de seguro
social y, por lo tanto, la parte resolutiva de esta providencia no podría
afectarlo. Se impone entonces una solución que ordene el mantenimiento del statu
quo mientras se decide de fondo. La empresa debe continuar pagando el monto
de los servicios médicos como una consecuencia de los deberes sociales que la
constitución le exige frente a sus trabajadores. No en vano la Carta le impone
a la empresa -célula económica que reúne al capital y al trabajo -, una precisa
e importante función social que cumplir (CP art. 58)"
4. La solución
del caso en estudio.
Partiendo de la
circunstancia de que el Tribunal no señaló un plazo determinado para el
ejercicio de la acción correspondiente ante el juez civil competente, omisión
plenamente justificada según la interpretación que se ha hecho de la preceptiva
del inciso 3o. del art. 8o., ibídem, considera la Sala que las providencias de
la Sala Penal del Tribunal y del Juzgado 6o. Penal del Circuito de Santa Marta
se ajustan a derecho y, por lo tanto, no desconocen el derecho fundamental al
debido proceso de la sociedad Técnicas Baltime de Colombia S.A., pues el amparo
policivo decretado por la autoridad de policía en el presente caso, en cuanto
determinó que desde el punto de vista fáctico o material y no jurídico las
personas favorecidas con el mismo tenían derecho al uso de la presunta y
alegada servidumbre de tránsito, tiene vigencia "mientras el juez no
decida otra cosa" (art. 127 ibídem) es decir, tiene el efecto de cosa
juzgada relativa, vigente en tanto se adelante y concluye el respectivo proceso
que debe promover dicha sociedad, pues contra ella se decretó el amparo policivo.
Podría decirse
adicionalmente y para mayor abundamiento que no resulta lógico que quien
obtiene el amparo al uso de una servidumbre, es decir, a quien se le define que
materialmente puede continuar disfrutando de dicho uso, se le imponga la carga de
promover el proceso dentro del cual se defina la titularidad jurídica del
derecho real de servidumbre, porque ello equivaldría a desconocer no sólo el
hecho real del uso que se viene ejerciendo, sino la situación favorable creada
por el amparo, su efectividad y su fuerza jurídica provisoria, mientras el juez
civil competente adopta la decisión que corresponda.
Llama la atención a
la Sala la circunstancia de que si bien el Tribunal Administrativo del
Magdalena otorgó la tutela interpuesta por la sociedad actora sus efectos, dada
la perentoriedad de la norma del art. 127 del Código Nacional de Policía,
quisieron neutralizarse al disponerse en la parte motiva, que no en la
resolutiva, que los efectos de la decisión policiva no se afectarían o
alterarían, con lo cual, se adoptó una decisión que es manifiestamente
incongruente y contradictoria. En efecto, dijo el Tribunal al precisar en la
parte motiva el alcance de la tutela en cuestión:
"3.- en cuanto
el objeto mismo o propósito final de la tutela ha de decirse que la que se ha
de otorgar no va más allá, en sus efectos, que la simple declaratoria de que la
tutela transitoria otorgada por la Sala Penal del Tribunal superior de Santa
Marta ha perdido vigencia, sin la virtualidad de autorizar al accionante
para que pueda impedir el paso o la utilización del carreteable que atraviesa
el predio, pues para ello, como ya se analizó, tiene acciones legales"
Por las razones
expuestas, se revocará la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo
del Magdalena y, en su lugar, se negará la tutela impetrada por la Sociedad
Técnicas Baltime de Colombia S.A.
V. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
PRIMERO. Revocar
la sentencia de fecha 26
de Julio de 1994, proferida por el Tribunal Administrativo del Magdalena,
mediante la cual se concedió la tutela impetrada por la sociedad actora y se
declaró la cesación de los efectos del fallo de tutela proferido por la Sala
Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Marta el 25 de
agosto de 1993, en favor de los señores Carlos Jiménez Mier y otros. En su
lugar niégase la tutela solicitada.
SEGUNDO. Disponer que por Secretaría General se
comunique el contendio de esta providencia al Juzgado 6o. Penal del circuito de
Santa Marta para los fines previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz |
287 | T-049-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-049/95
ACCION DE TUTELA
INTERPUESTA POR PROCURADURIA/ACCION DE TUTELA-Informalidad/DEMANDA DE TUTELA-Nombres de
accionantes
La Procuradora
Delegada para el Menor y la Familia puede solicitar el amparo si considera que
unos niños o adolescentes ven afectados sus derechos fundamentales. En el caso
de niños minusválidos, desamparados, con mayor razón hay interés de la
Procuraduría para solicitar la tutela porque procede agenciando derechos ajenos
"cuando el titular de los mismos no está en condiciones de promover su
propia defensa". Dado el carácter informal de la acción, la funcionaria no
está obligada a relacionar en la solicitud los nombres de los menores a cuyo
nombre actúa, perfectamente puede, como lo hizo, remitirse a un listado que
anexa. Pero, esto no es óbice para que, si dentro del juicio surgen nuevos
nombres, el amparo también se aplique a esos otros niños aunque no figuren en
el listado original. En verdad se protege es a un grupo humano afectado en su
totalidad por causas idénticas.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PERSONA DETERMINADA/ACCION DE TUTELA CONTRA ENTIDAD DETERMINADA
En el presente
caso la Procuradora hace una lista de numerosas entidades contra quienes se
dirige la acción de tutela. Lo aconsejable sería que hubiera más precisión en
la designación del sujeto pasivo de la acción. Pero, le corresponde al juez de
tutela definir en la sentencia a quién se le hacen las prevenciones o se
dirigen las órdenes y esto fue lo que aconteció porque la parte resolutiva de
la sentencia que se revisa solamente señaló condenas contra la Beneficencia de
Cundinamarca y el ICBF.
RENTAS DESTINADAS
A INVERSION SOCIAL/GASTO SOCIAL
La Constitución
determinó que no hay rentas de destinación específica, pero exceptúa "las
destinadas para inversión social" (art. 359 CP), y, en el artículo 336
determinó que "las rentas obtenidas en el ejercicio de los monopolios de
suerte y azar estarán destinadas exclusivamente a los servicios de salud".
No sobra agregar que el artículo 62 prohibe variar el destino de las donaciones
intervivos o testamentarias hechas para fines de interés social, y, es de
público conocimiento, que las Beneficencias reciben gran cantidad de
donaciones.
ACCION DE TUTELA
CONTRA BENEFICENCIA DE CUNDINAMARCA/BENEFICENCIA-Finalidad/HOSPICIOS-Humanización
Si un
establecimiento público, como es una Beneficencia, incumple con sus
obligaciones, y lo que es mas grave, permite que los niños estén en
circunstancias peores a las narradas por Charles Dickens, ofendiendo la
majestad de la existencia humana, la sociedad no puede permanecer impasible, la
Procuraduría puede y debe tomar la vocería de los desamparados y la justicia
tienen la obligación de tutelar con rapidez y energía. Aunque no se pueda
acusar a la Beneficencia de Cundinamarca de pretender dolosamente hacerle daño
a los niños, la realidad es que sencillamente se los abandona a su suerte. Esta
indiferencia, tan alejada del humanismo, se torna culposa. Al ser esos niños
elegidos para su cuidado gratuito, hay que darles todo el apoyo que se pueda,
sólo de esta manera se concreta el gasto público social. Solo así las
Beneficencias desarrollan la función que realmente les corresponde.
DERECHOS DEL
NIÑO/MENOR DISMINUIDO-Protección
El artículo 44 de
la Carta Política reconoce como derechos fundamentales de los menores, entre
otros, la vida, la integridad física, la salud, la seguridad social, el cuidado
y el amor. La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir
y proteger al niño para garantizarle su desarrollo integral y el ejercicio
pleno de sus derechos, prevaleciendo los derechos del niño sobre los derechos
de los demás. El adolescente también tiene derecho a la protección y a la
formación integral. Si esos menores son disminuidos físicos, el Estado tiene la
obligación de adelantar una política de previsión, rehabilitación e
integración, dándole la atención que requieran. Que ese servicio tienen la
característica de gratuito es algo que ya se indica en el artículo 49 de la
Carta Política.
DERECHO A LA VIDA
DEL NIÑO-Condiciones
infrahumanas
Es indudable que
se afecta este derecho en nivel muy alto cuando se maltrata a un menor
minusválido encerrándolo por las noches, no dándole el abrigo y los alimentos
requeridos, no curándolo ni prestándosele la asistencia para sobrevivir.
Además, es indigno no darles a esos niños un mínimo sentido de vida y
mantenerlos, por el contrario, en un desesperante vació existencial.
DERECHO A LA
INTEGRIDAD FISICA DEL MENOR
Encerrar bajo
llave unos niños, sin posibilidad siquiera de acudir a los servicios
sanitarios, es un trato degradante; como lo es también mantener el hacinamiento
que fomenta el homosexualismo y en instalaciones locativas más que precarias.
Además, es un trato cruel someter a niños de escasa edad al hambre y la camisa
de fuerza.
DERECHO A LA
SALUD DEL MENOR DISMINUIDO
Son motivo de
tutela niños afectados en mayor o menor grado por enfermedades mentales, ellos
tienen derecho a curación, luego no es justo que la asistencia médica y los
medicamentos se les reduzca a la más mínima expresión. Y como esto último
ocurre, es patente la violación del derecho a la salud.
DERECHO A LA
ALIMENTACION
La Alimentación
equilibrada es un derecho fundamental establecido en la norma citada, a él
tienen derecho los niños, y, en el caso de la presente tutela está plenamente
demostrada la desnutrición de la totalidad de los infantes.
DERECHO AL
CUIDADO Y AL AMOR
Salta a la vista
la desidía de la Beneficencia respecto a la protección que requieren los niños
y los adolescentes. Los hechos relatados en esta sentencia son estremecedores.
Es obligación de la entidad que presta el servicio asistencial tomar todas las
medidas necesarias para superar las omisiones y hacer que los niños mental y
físicamente impedidos reciban cuidado, educación y alimento, buscando, en lo
posible, lograr su autosuficiencia e integración a la sociedad. Hay que
recordar que el artículo 44 de la C.P. habla de "CUIDADO Y AMOR".
Olvidados como están los niños, le corresponderá también al ICBF colaborar en
la búsqueda de un contorno humano para superar tan terrible aislamiento.
DERECHO A LA
EDUCACION DEL MENOR DISMINUIDO
La educación de
las personas con limitación física o mental es obligación especial del Estado.
Y si tales personas han sido ubicadas en una casa de beneficencia, corresponde
a ésta tal responsabilidad y si no lo hace, como ha ocurrido en el presente
caso, viola el derecho fundamental a la educación.
DERECHO A LA
RECREACION DEL MENOR DISMINUIDO
La recreación es
una facultad inherente al ser humano, aún a los afectados mentalmente. Aunque
sus enfermedades algunas veces no ofrezcan perspectiva de derrota de la
dolencia, de todas maneras son seres humanos que tienen derecho a encontrarle
un sentido a la vida. Y una manera para neutralizar la impotencia frente a las
circunstancias es facilitar la recreación. Para ello se requiere que en el
albergue haya elementos materiales y funcionales que humanicen el tratamiento,
y, en el caso de estudio, pasa todo lo contrario: hay un sistema organizativo
que aumenta la desesperación y la locura.
FALLO DE TUTELA-Competencia para el cumplimiento
Mientras no esté
restablecido el derecho, el juzgador de primera instancia mantiene la
competencia para vigilar el cumplimiento de la decisión, tramitando si llegare
a ser necesario, incidente de desacato y aún pidiendo sanciones penales, luego
el seguimiento corresponde legalmente a quien conoció de la acción de tutela;
y, a la Procuraduría, según el artículo 277, numeral 1º de la Constitución, se
atribuye la vigilancia del cumplimiento de las decisiones judiciales. Entonces,
la orden del numeral 6º restringe una etapa muy importante: la del seguimiento
de las decisiones, luego debe revocarse, lo cual implica que, sin necesitarse
orden expresa, el Juez de Tutela y la Procuraduría cumplirán sus funciones.
REF: EXPEDIENTE
T-49558
Peticionario:
Procuradora Delegada para la Defensa del Menor y de la Familia.
Primera
Instancia: Sala de Familia del Tribunal Superior de Cundinamarca.
Temas:
-El gasto social es
prioritario
-Seguridad
Social y protección al menor.
-Las
Beneficencias: son un medio al servicio de la sociedad y no un fin en si mismo.
-La
humanización de los hospicios.
-Sujetos
en la acción de tutela.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá
D.C., quince (15) de febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, presidida por el Magistrado Alejandro
Martínez Caballero e integrada por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Vladimiro
Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
Dentro del proceso
de tutela identificado con el número de radicación T-49558.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto No. 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela T-49558. Por reparto le
correspondió dicho negocio a esta Sala de Revisión.
1. Solicitud.
La Procuradora
Delegada para la Defensa del Menor y de la Familia solicita que sean tutelados
los Derechos fundamentales a la vida, integridad física, salud, seguridad
social, alimentación equilibrada, cuidado, educación, cultura y recreación de
los menores que se encuentran en el albergue "La Colonia" de Sibaté.
Para la petente los niños son:
"Martín
Niño, Alfonso Tellez Alvarez, Camilo Niño, Alberto Londoño, Pablo Emilio
Ramírez, Felipe Narvaez, Jesús Arango, Alexander Zuluaga, César Ignacio
Montaño, Edwin Fernández, Edgar Alirio Forero Gutiérrez Wilson Ramiro Forero
Gutiérrez, Jimi Eric Rozo Torres, José Vicente Suárez, José Manuel Urrea,
Alexander William Ruiz, Héctor Raul Salazar, Eduardo Maldonado Vega, Alexander
Gómez, Ruben Dario Sacristán, Omar Puentes Puentes, Sergio Andrés Muñoz,
Benjamin Vanegas Morales, Carlos Andrés Nieto Morales, Ismael Forero Gutiérrez,
Andrés Guillermo González, Arquimides Granados, Herler Pinzón, Alexander
Cabrera, Carlos Andrés Osorio Bayona, Eduardo Ricardo Gaitan, Juan Carlos
Hineztroza, Guillermo Villalobos, José Jacinto Ayala, José Gregorio Felipe,
Luis Armando Meneses, Hohnson Puerto Rodríguez, Miller Ernesto Garzón, Oscar
Orlando Rivera, José Fidel Guerrero, Walter Urrego, Santiago Díaz Chacon,
Carlos Romero, Andrés Rodríguez, Luis Alberto Vives, Fabian Rodríguez Baquero,
John García, Abelardo Carrillo, Andrés Nieto, José Guillermo Poveda, Andrés
Vives, Ricardo Vives, Felipe Vives, Mauricio Vives, Jairo Benitez, Oscar Henry
Castiblanco, Ulises Montaña, Julio Miranda, Alexander Valencia, Carlos Sánchez,
Javier Rada Romero, Edwin Vives, Carlos Andrés Zabala, Oscar Alberto, Acosta
Díaz, Felipe Narvaez, Joselito Vásquez."
Pide para estos
menores protección inmediata y reclama las siguientes medidas urgentes:
Que los
establecimientos "Casa asistencial la Quinta", ""Refugio
José Joaquín Vargas" y "Albergue la Colonia", que están bajo la
responsabilidad directa del Departamento de Cundinamarca y/o la Beneficencia de
Cundinamarca sean adecuados para que brinden la atención necesaria y digna a
los menores, a fin de que sean realmente protegidos y cesen las vulneraciones
de sus derechos y, entre tanto, como mecanismo transitorio se los reubique en
otras instituciones.
Dice que los
mencionados establecimientos, que dependen directamente de la Beneficencia de
Cundinamarca, atienden a los menores en condiciones infrahumanas.
Informa que la
Procuraduría se dirigió a la Beneficencia y al ICBF para que efectuara"
los correctivos del caso, pero, once meses después, la situación en vez de
mejorar empeoró como se constató en visita de verificación efectuada por la
misma Procuraduría".
No obstante que la
sindicación es contra la Beneficencia, la tutela también la encausó contra:
-ICBF
(Regional Cundinamarca)
-Departamento
de Cundinamarca
-Ministerios:
Salud, Educación, Trabajo
-Instituto
Nacional de Sordos
-Instituto
Nacional de Ciegos
-Comité Nacional
para la protección del menor deficiente
Admitida que fue la
solicitud, el Tribunal, de inmediato, pidió información adicional a diferentes
entidades, agregó video - cassettes del noticiero CM& e incorporó numerosa
prueba documental y unas fotografías impresionantes sobre el estado en que se
encuentran los niños.
Además, el
Magistrado Ponente José Malagón Paez, practicó una diligencia de inspección
judicial en el albergue "La Colonia", atendido por religiosas de la
comunidad de las Vicentinas.
Allí se encontraron
69 niños, en el pabellón Niño Jesús, todos con síntomas visibles de retardo
mental y algunos con deformaciones físicas congénitas. El Magistrado igualmente
observó el pabellón San José donde había 42 adolescentes y se halló otro
pabellón con 15 pacientes en estado crítico.
Las conclusiones que
surgen de las pruebas recogidas por el Tribunal son muy claras y en el fallo se
relacionan y analizan de la siguiente manera:
"Respecto a
la Institución Albergue LA COLONIA, como quedó establecido preliminarmente,
depende, como las anteriores, de la beneficencia de Cundinamarca; tiene una
población interna de 750 pacientes, de los cuales 111 son menores de edad, 69
ubicados en el pabellón pediátrico "Niño Jesús", aunque dos de ellos,
EDISON MONTERIA Y JOSE POVEDA son mayores cronológicamente, sus edades mentales
son muy inferiores, están ubicados por cuenta del Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar y los otros 42 con edades entre 14 y 18 años pertenecen al pabellón
"San José". Los primeros están a cargo de la religiosa Sor Cleotilde
Valencia, quien lleva 16 años al frente del mismo servicio y los segundos bajo
la responsabilidad de Sor María Galván.
De todo el acervo
probatorio recaudado, constituido por el informe de la visita, fotografías,
video-cintas tomadas por la Procuraduría y el Telenoticiero CM&, los
informes del propio Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, fotocopias de
los oficios aportados por la comunidad que regenta la institución y
constatación directa tomada por el Tribunal en la inspección judicial ordenada
y practicada para el efecto, se puede concluir que el albergue "La
Colonia" es una insitución que presenta protuberantes fallas locativas,
administrativas, presupuestales, de organización, insuficiente dotación y
fundamentalmente la atención adecuada para la población interna en general,
pero más concretamente para los menores allí albergados quienes presentan
evidentes muestras de desnutrición, abandono, descuido, desaseo y en general de
desprotección, viendo con ellos violados, conculcados o amenazados todos sus
derechos, con especial significación el derecho inalienable a la vida, que no
significa solamente la posibilidad de existir o respirar, sino de vivir con
decoro y dignidad acorde con su condición de ser humano.
El derecho a la
salud, porque se carece de ella, no sólo de la física sino de la mental, sin
que se vislumbre esfuerzo alguno para obtener su mejoría, tratamiento o
rehabilitación. El derecho al desarrollo de la personalidad porque, no
obstante, en la mayoría de los casos encontrarse los menores, frente a los
cuales se depreca la tutela, privados del más elevado patrimonio de una persona
como es el ponderado equilibrio en la razón, dada su insanía mental, tampoco
cuentan con las garantías mínimas para poder siquiera aspirar precariamente a
ese derecho.
El derecho a ser
protegido contra la forma de abandono, maltrato, trato cruel o degradante,
violencia física o moral, porque un individuo que se halla en las reseñadas
condiciones, amén de estar abandonado por su propio destino que le deparó una
existencia plagada de limitaciones, también lo está por su familia que lo dejó
a la intemperie de su desgracia, de una sociedad que cada vez se torna más
indolente con la miseria humana y de un Estado que antes que cumplir con sus
obligaciones, violenta, amenaza o en el "mejor de los casos"
desconoce, por acción u omisión, de sus organismos o de sus agentes, los más
sagrados e inalienables derechos del individuo en estado de necesidad o
carenciado, por que en él ocurre una paradójica simbiosis de inferioridad, por
su temprana edad, por el abandono y por la limitación física o mental que
padece, todo lo cual es una verdad inocultable que infortunadamente para los
afectados, en el caso presente, no ha tenido solución efícaz por los medios o
mecanismos idóneos o regulares.
Resulta
especialmente preocupante, entre otros tantos aspectos, la insuficiencia de
personal calificado para atender a estos infantes, pues debe recalcarse que en
el pabellón pediátrico "Niño Jesús" tan solo se cuenta con una
religiosa de quien, si bien se advierte su gran espíritu de servicio y
abnegación, ello no basta para atender una problemática de tales dimensiones
con uno o dos auxiliares que esporádicamente le colaboran en el día, teniendo
que recurrir a otros enfermos adultos con algín grado de rehabilitación, muy
precario por cierto, para atender a los menores, la mayoría de los cuales están
afectados por deficiencias o limitaciones tan severas que demandan de un
cuidado y atención especial, dada su total dependencia.
Se logró
establecer, por la información obtenida de la propia Institución, que no se
prodiga ningún tipo de atención científica, pues por ejemplo en el pabellón
"Niño Jesús" tan solo se cuenta con el servicio de un médico que
únicamente asiste los días jueves en las horas de la tarde, una terapista
ocupacional que asiste irregularmente y una fisioterapista para atender las necesidades
de toda la institución (750 pacientes).
Pero lo más
aberrante es que en las horas nocturnas los menores deben permanecer solos,
encerrados con candado y, como lo anotó con cristiana resignación la religiosa
encargada, "únicamente bajo el cuidado de la Divina Providencia".
Buen número de
niños permanecen semidesnudos y descalzos y algunos totalmente desprovistos de
uno y otro elemento y aunque se mencionó que ello obedecía fundamentalmente a
que los menores no se dejan colocar ningún tipo de prenda, porque no la
resisten o porque la destruyen, tampoco se demostró su existencia, la mayor
parte se recibe por donación.
Son varios los
intentos por mejorar la Institución, todos fallidos, porque a la postre no
dejan de ser sino un simple listado de buenas intenciones ya que, como suele
acontecer, las entidades responsables se escudan en todo tipo de argumentos
para eludir sus obligaciones o al menos para justificar su incuria."
Es de advertir que
ese cuadro patético se refiere a los niños del albergue La Colonia en donde el
común denominador es hacinamiento, pobreza, carencia de elementos mínimos,
falta de personal médico, paramédico y de servicios generales, todo esto en
sentir de quien practicó la diligencia de inspección denota "indolencia y
desgreño administrativo de la Beneficencia de Cundinamarca, entidad de la cual
depende esta institución".
1.3 Decisión del
Tribunal. 27 de septiembre de 1994
Con fundamento en
los artículos 2º, 5, 13, 44, 47 de la Carta Política y el art. 23 de la
Convención Internacional de los derechos de los niños, concluyó el Tribunal que
los menores de edad son sujeto preferencial del derecho y es, entonces,
obligación del Estado la función asistencial, máxime si se trata de
minusválidos.
Esta fue su decisión:
"PRIMERO:
TUTELAR los derechos fundamentales constitucionales de la vida, integridad
física, salud, seguridad social, alimentación equilibrada, cuidado, educación y
recreación de MARTIN NIÑO, ALONSO TELLEZ ALVAREZ, CAMILO NIÑO y demás menores
que figuran en la lista que hace parte de la demanda presentada por la
Procuraduría Delegada para la Defensa del Menor y la Familia y que se
encuentran ubicados en el albergue "La Colonia" de Sibaté,
perteneciente a la Beneficencia de Cundinamarca.
SEGUNDO:
Ordenar a la Beneficencia de Cundinamarca que en un plazo no mayor de 90 días proceda a realizar las obras necesarias
para la adecuación de los Pabellones "Divino Niño" y "San
José" del albergue "La Colonia" de Sibaté, en sus aspectos
físicos, administrativos, dotación de los elementos necesarios para el
bienestar de los menores y la destinación del personal científico (médico y
paramédico) y administrativo indispensable para la correcta atención de los
pacientes allí ubicados.
TERCERO:
Ordenar al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regionales de Santafé de
Bogotá y Cundinamarca
avocar conocimiento de todos y cada uno de los casos de menores en situación
irregular que en la actualidad se encuentran internados en las instituciones
"La Colonia", Refugio "José Joaquín Vargas" y casa
asistencial "La Quinta" del Municipio de Sibaté, definiendo, mediante
el correspondiente proceso de protección, tanto la situación de cada menor como
la correspondiente medida, oficiando a la Procuraduría Delegada para la
protección del Menor y la Familia sobre los resultados.
CUARTO:
ORDENAR, como
mecanismo transitorio, a la Beneficencia de Cundinamarca y al Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, Regionales de Santafé de Bogotá y
Cundinamarca, la reubicación de los menores relacionados en el libelo tutelar
actualmente en la institución La Colonia, en otras instituciones públicas y
privadas que les puedan brindar la protección requerida, en un plazo no mayor
de 15 días y mientras se dá cumplimiento a lo ordenado en el numeral segundo de
este fallo.
QUINTO: INSTAR
al Comité Nacional
para la Protección del Menor Deficiente para que se de cumplimiento a las
funciones a él asignadas en el artículo 230 del Código del Menor.
SEXTO:
SOLICITAR a la
Procuraduría Delegada para la Defensa del Menor y la Familia realizar el
seguimiento de las decisiones tomadas en la presente acción para verificar su
cabal cumplimiento.
II. FUNDAMENTOS
JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso 3º y 241 numeral 9º de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicha acción practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
2. TEMAS
JURIDICOS EN ESTUDIO.
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional desarrollará los siguientes temas:
-Sujetos de la
acción de tutela.
-Seguridad social y
mejoramiento de la calidad de vida de la persona.
-Protección a los
menores.
-Prioridad en el
gasto social.
En primer lugar es
necesario estudiar quienes pueden ser sujetos de la acción de tutela, porque el
caso obliga a un previo y especial pronunciamiento al respecto.
A.- EL MINISTERIO
PUBLICO PUEDE INSTAURAR UNA ACCION DE TUTELA.
La Procuraduría
General de la Nación puede ser sujeto activo de la acción de tutela bién sea
porque actúe en defensa de su institución o de la comunidad como ocurre en el
presente caso. Tal personería tiene su base en la misma Constitución.
El artículo 277 de
la Carta Política señala como funciones de la Procuraduría: proteger los
derechos humanos y asegurar su efectividad, defender los intereses de la
sociedad, intervenir ante las autoridades judiciales en defensa de los derechos
y garantías fundamentales y para todo ello "podrá interponer las acciones
que considere necesarias".
En consecuencia, la
Procuradora Delegada para el Menor y la Familia puede solicitar el amparo si
considera que unos niños o adolescentes ven afectados sus derechos
fundamentales. En el caso de niños minusválidos, desamparados, con mayor razón
hay interés de la Procuraduría para solicitar la tutela porque procede
agenciando derechos ajenos "cuando el titular de los mismos no está en
condiciones de promover su propia defensa" (art. 10 Decreto 2591/91). Dado
el carácter informal de la acción, la funcionaria no está obligada a relacionar
en la solicitud los nombres de los menores a cuyo nombre actúa, perfectamente
puede, como lo hizo, remitirse a un listado que anexa. Pero, esto no es óbice
para que, si dentro del juicio surgen nuevos nombres, el amparo también se
aplique a esos otros niños aunque no figuren en el listado original. En verdad
se protege es a un grupo humano afectado en su totalidad por causas idénticas.
B.- NECESIDAD DE
DETERMINAR LAS PERSONAS O ENTIDADES CONTRA QUIENES SE DIRIGE LA TUTELA.
En el presente caso
la Procuradora hace una lista de numerosas entidades contra quienes se dirige
la acción de tutela. Lo aconsejable sería que hubiera más precisión en la
designación del sujeto pasivo de la acción. Pero, le corresponde al juez de
tutela definir en la sentencia a quién se le hacen las prevenciones o se
dirigen las órdenes y esto fue lo que aconteció porque la parte resolutiva de
la sentencia que se revisa solamente señaló condenas contra la Beneficencia de
Cundinamarca y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Pasa, entonces, a
ser instrascendente la densa enumeración hecha por la petente.
Ahora se formulan
unas premisas indispensables para la decisión que se tomará.
C. SEGURIDAD SOCIAL
Y MEJORAMIENTO DE LA CALIDAD DE VIDA DE LA PERSONA.
El sistema de
seguridad social va íntimamente ligado al derecho a mejorar la calidad de vida
de las personas.
La Corte en
numerosas oportunidades ha fijado su criterio sobre la seguridad social,
particular importancia tiene el análisis que hizó una sentencia de Sala Plena
que estudió la constitucionalidad de la Ley 100 de 1993:
"Tal como lo
entendieron el Constituyente y el Legislador, la Corte considera en principio,
el derecho a la seguridad social como un derecho asistencial o prestacional que
la Carta sitúa en su capítulo 2º del título II, de los derechos sociales,
económicos y culturales. Se trata de un derecho calificado por el tenor literal
de la Carta como de la Segunda Generación; tiene además por su contenido
material una naturaleza asistencial o prestacional que no permite su eficacia
con la sola existencia de la persona titular, sino que, requiere una
reglamentación que lo organice y una agencia pública o privada autorizada que
le suministre los bienes y servicios que lo hacen realidad. Adicionalmente, un
aspecto relacionado con la capacidad fiscal o financiera del ente encargado de
la asistencia o prestación, le da a este derecho a la seguridad social un
carácter temporo-espacial, reconocido por el constituyente, que en proyecciones
sentadas por la propia Carta (art. 48), lo viene a diseñar con una cobertura
progresiva que comprenda todos los servicios que, como parte de él, determine
la ley.
Sin perjuicio de
lo anterior, la Corte Constitucional en varias salas de revisión de tutelas ha
amparado el derecho a la seguridad social, para casos concretos, en la medida
en que resulta tan directa su relación con un derecho fundamental, cuya
garantía no sería posible, por vía de la tutela, sin la proteccipón de aquél;
y, no en razón de que se considerase fundamental de manera general el comentado
derecho.
".....
"Sinembargo,
debe aclararse que la seguridad social se considera derecho fundamental sólo
sobre la base de los siguientes supuestos: primero, que opere en conexión con
otro derecho fundamental; segundo, entendida como la asistencia pública que
debe prestarse ante una calamidad que requiera, de manera urgente, la
protección del Estado y de la sociedad, por afectar de manera grave e inminente
la vida humana o la salud; tercero, ante casos de extrema necesidad, y cuarto,
que se pueda prestar de acuerdo con las posibilidades reales de protección de
que disponga el Estado para el caso concreto.
"......
"...Por
tanto, ni el Estado ni la sociedad civil pueden permitir que uno de sus
miembros se abandone a la fatalidad de vivir sin las condiciones mínimas de
apoyo que se le deben brindar a un ser humano, sobre todo cuando se encuentra,
según se ha dicho, en estado de extrema necesidad por su evidente invalidez
mental. Este es uno de los avances más notables de la Carta Política, que
establece la primacía de la realidad, en el sentido de evitar que los derechos
fundamentales y las garantías sociales sean meros enunciados abstractos. Por el
contrario, el espíritu de la Constitución se inspira en la efectividad de
los derechos fundamentales, pues ellos fundamentan la legitimidad del orden
jurídico, por ser esenciales a la dignidad de la persona, fin del orden
jurídico universal. Los derechos a la vida y a la salud están en íntima
conexión con la efectividad de la seguridad social, ya que todo ser humano
tiene derecho a una existencia digna.
".....
"Cuando una
persona padece el estado de extrema necesidad, no se le puede excluir de
la protección eficaz a la dignidad personal a que tiene derecho, sino
extenderle toda la ayuda posible, incluso otorgarle prelación en la destinación
de bienes y servicios, de acuerdo con el artículo 11 superior. Si rige entre
nosotros un Estado Social de Derecho, se deben destinar universalmente los
bienes y servicios, de suerte que nadie quede excluído de la seguridad social.
No puede haber excusa válida para la miseria y el abandono de los asociados. La
inspiración social de la Carta Política no es un enunciado abstracto, se
repite; es una de las finalidades esenciales del Estado Social de Derecho, y la
Corte Constitucional tiene el deber de defender la guarda e integridad
de la Constitución. Por ello, para esta Corporación la seguridad social implica
la coherencia entre validez y eficacia. De nada sirve a la comunidad que estén
consagradas las garantías, si éstas no se realizan. La perfección
significa realización de las finalidades de un ente. Es la realidad la pauta de
la perfección (que viene del latín perfectio, realizado)." (Corte
Constitucional, sentencia No. T-290 de junio 21 de 1994. M.P. D. Vladimiro
Naranjo Mesa).1
Esta protección,
respaldada en la Constitución, no puede pasar desapercibida por entidades que
por su misma razón de ser están encargadas de prestar seguridad social como son
las instituciones de beneficencia.2 (El artículo 48 de la Carta permite que la seguridad social
sea prestada por entidades públicas o privadas).
La Ley 100 de 1993,
en su artículo 8º indica que el sistema de seguridad social integral comprende
a la entidades públicas y privadas encargadas entre otras funciones de la
SALUD, y, en el artículo 152 se dice:
"Los
objetivos del sistema general de seguridad social en salud son regular el
servicio público esencial de salud y crear condiciones de acceso en toda la
población al servicio en todos los niveles de atención".
En el caso de la
Beneficencia de Cundinamarca, esta entidad nació durante la vigencia de la
Constitución de Rionegro y desde ese entonces se caracteriza por prestar
servicio asistencial a las personas menesterosas3 En el año de 1918 se
concretó su función asistencial con la colonia de mendigos que años mas tarde
se ubicó en la localidad de Sibaté y allí se destinaron unos pabellones para
atender a infantes y adolescentes. Aunque la palabra sea
"beneficencia", en realidad se trata de una obligación del Estado,
superándose el calificativo de gracia o merced y ubicándose la prestación del
servicio dentro del terreno de las obligaciones sociales. Esto es tan
importante que la Sala considera que la legitimidad del estado social de
derecho radica en su capacidad para resolver los problemas y conflictos
sociales desde la perspectiva de la justicia social, inspirada en la dignidad
humana.
D.- PRIORIDAD EN
LA INVERSION PARA EL GASTO SOCIAL.
El hecho de que la
Beneficencia se sostenga especialmente con fondos provenientes de impuestos
directos e indirectos, aportes, donaciones, rentas, obliga a un serio y
eficiente manejo de ese gasto público. El Estado y la sociedad no pueden
limitarse a ubicar unos niños en un punto geográfico y dejarlos como dicen las
monjas que atienden dichos establecimientos "al cuidado de la divina
providencia".
El artículo 366 de
la Carta Política dice:
"El
bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son
finalidades sociales del Estado. Será objetivo fundamental de su actividad la
solución de las necesidades insatisfechas de salud, de educación, de
saneamiento ambiental y de agua potable"
".... el
gasto público social tendrá prioridad sobre cualquier otra asignación".
Esta preferencia que
figura en la actual caracterización del Estado Colombiano se funda,
en el respecto de
la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la
integran y en la provalencia del interés general" (art. 1º C.P.).
Para cumplir con el
mandato constitucional, instituciones como las Beneficencias deben, en sus presupuestos,
tener en cuenta el componente social, lo cual obliga a priorizar el gasto
social (que sólo puede ceder ante el evento de una guerra exterior).
Tan es cierto lo
anterior que la Constitución determinó que no hay rentas de destinación
específica, pero exceptúa "las destinadas para inversión social"
(art. 359 CP), y, en el artículo 336 determinó que "las rentas obtenidas
en el ejercicio de los monopolios de suerte y azar estarán destinadas
exclusivamente a los servicios de salud". No sobra agregar que el artículo
62 prohibe variar el destino de las donaciones intervivos o testamentarias
hechas para fines de interés social, y, es de público conocimiento, que las
Beneficencias reciben gran cantidad de donaciones, especialmente en
Cundinamarca, bastaría citar como un ejemplo, el cuantioso legado "Samper
Madrid".
Significa lo
anterior que el gasto público social, por su característica de interés general
y su dependencia del principio de solidaridad, debe preferenciarse a los gastos
de funcionamiento de un Establecimiento Público cuya FUNCION institucional es:
"dar
asistencia pública a quienes careciendo de medios de subsistencia y de derecho
para exigirla de otras personas, están física y economicamente
incapacitadas" (Acuerdo 0058 de 1986, de la Junta General de la
Beneficencia de Cundinamarca, por el cual se modifican los Estatutos de dicha
institución).
Ocurre que en la
práctica ha sido relegada la real función de la Beneficencia de Cundinamarca.
Consta en el
expediente que entre enero y septiembre de 1994 ingresaron a la Beneficencia de
Cundinamarca: $12.476'745,334.74.
De ese guarismo se
destinaron para los diferentes programas asistenciales: 2.889'183.776,71. Es
decir que, para la finalidad de la Beneficencia se apropía menos de la cuarta
parte de los ingresos.
Para el albergue La
Colonia se destinaron $290'896.720.48, es decir, menos del 3%; aclarándose que
en La Colonia no solamente hay niños sino que albergan 614 enfermos. Este
desface presupuestal incide demasiado en la realidad que constató el Tribunal
Superior de Cundinamarca.
Esta cifra para
asistencia es superada en los egresos por el rubro transferencias que asciende
a $4.745'267.103.12 y por gastos diversos de funcionamiento que superan los
tres mil millones de pesos como se ve en esta discriminación:
Sindicatura-gerencia
52'818.090,13
Secretaría General
1.058'567.847,05
Oficina Jurídica
70'075.906,07
Sub-gerencia
financiera
402'829.525,82
Oficina de
planeación
95'263.538,54
Sub-gerencia
Bienes y Legados
31'.738.961,76
Provisiones
1.034'577.867,56
Significa lo
anterior que la Beneficencia se ha convertido en un fin en si mismo y no en un
medio al servicio de la sociedad y ésto contradice el artículo 366 de la
Constitución que ordena la solución de las necesidades básicas insatisfechas
para lo cual se destina el gasto público social.
Algunas casas de
beneficencia han olvidado su razón de ser. Esta distorsión termina siendo la
causa de una pésima atención en hospicios, hospitales y asilos.
Si por su naturaleza
resulta patético el sitio donde se suelen albergar los dementes, lo será en
grado superlativo si la indolencia y el desgreño administrativo llegan al
dramatismo palpado en Sibaté. Lo comprobado en esta tutela es un testimonio de
hipocresia porque la realidad sub-humana en que se hallan los menores enfermos
de la mente constituye un claro-oscuro frente a extensos estatutos y a los
fondos que la Beneficencia tiene.
Además este manejo
deshumanizado está en contravía de los principios que imperan en el Estado
Social de Derecho. El artículo 209 de la C.P. establece:
"La función
administrativa está al servicio de los intereses generales y se desarrolla con
fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía,
celeridad, imparcialidad y publicidad...".
Si un
establecimiento público, como es una Beneficencia, incumple con sus
obligaciones, y lo que es mas grave, permite que los niños estén en
circunstancias peores a las narradas por Charles Dickens, ofendiendo la
majestad de la existencia humana, la sociedad no puede permanecer impasible, la
Procuraduría puede y debe tomar la vocería de los desamparados y la justicia
tienen la obligación de tutelar con rapidez y energía.
Aunque no se pueda
acusar a la Beneficencia de Cundinamarca de pretender dolosamente hacerle daño
a los niños, la realidad es que sencillamente se los abandona a su suerte. Esta
indiferencia, tan alejada del humanismo, se torna culposa. Al ser esos niños
elegidos para su cuidado gratuito, hay que darles todo el apoyo que se pueda,
sólo de esta manera se concreta el gasto público social. Solo así las
Beneficencias desarrollan la función que realmente les corresponde.
D.- PROTECCION A LOS
MENORES.
El artículo 44 de la
Carta Política reconoce como derechos fundamentales de los menores, entre
otros, la vida, la integridad física, la salud, la seguridad social, el cuidado
y el amor. La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir
y proteger al niño para garantizarle su desarrollo integral y el ejercicio
pleno de sus derechos, prevaleciendo los derechos del niño sobre los derechos
de los demás. El adolescente también tiene derecho a la protección y a la
formación integral (art. 45 C.P.).
Si esos menores son
disminuidos físicos, el Estado tiene la obligación de adelantar una política de
previsión, rehabilitación e integración, dándole la atención que requieran
(art. 47 C.P.).
Que ese servicio
tienen la característica de gratuito es algo que ya se indica en el artículo 49
de la Carta Política:
"la ley
señala los términos en los cuales la atención básica para todos los habitantes
será gratuita y obligatoria".
Además de estas
disposiciones constitucionales, están las reconocidas en la Convención
Internacional de los Derechos de los Niños promulgada por la ONU el 20 de
noviembre de 1989, aprobada en Colombia por la Ley 12 de 1991, y las
consagradas en el Estatuto Orgánico del Menor (Decreto 2737 de 1989).
Aunque la Convención
sobre los Derechos del Niño fue firmada por 166 países, la verdad es que los
niños continúan siendo maltratados, explotados, y aún asesinados, vendidos.
Refiriéndose a la Declaratoria de los Derechos del Niños, el Magistrado
Vladimiro Naranjo Mesa ha dicho:
"Desgraciadamente
los nobles principios antes enunciados no se cumplen a cabalidad, salvo
contadas excepciones, en casi ninguna parte del mundo. En particular en los
países del llamado Tercer Mundo, aunque en diferentes grados, el niño sigue
siendo objetos de malos tratos, de abandono, de explotación inhumana, de
vejámenes continuos que atentan contra su dignidad.
... Estas normas
son frecuentemente violadas y las autoridades se muestran negligentes para
hacerlas cumplir, por lo cual el menor sigue estando en muchas latitudes, casi
totalmente desprotegido".4
Se requiere un
cambio real en la manera de actuar respecto a ellos. Especialmente en Colombia
donde, como lo dice HUMAN RIGHTS WATCH, "muchos niños están en constante
peligro debido a la violencia tolerada y en parte apoyada por instancias
oficiales". Es por ello que la mencionada organización exige "más
energía en la protección de los niños". De ahí la necesidad de convertir
en realidad los derechos constitucionales, legales y de Convención.
Particular mención
hay que hacer del artículo 23 de la Convención Internacional antes indicada,
que dice:
"2) Los
Estados partes reconocen el derecho del niño impedido a recibir cuidados
especiales y alentarán y asegurarán, con sujeción a los recursos disponibles,
la prestación al niño que reúna las condiciones requeridas y a los responsables
de su cuidado de la asistencia que se solicite y que sea adecuada al estado del
niño y a las circunstancias de sus padres o de otras personas que cuiden de él.
3) la atención a
las necesidades especiales del niño impedido, la asistencia que se preste
conforme al párrafo 2) será gratuita siempre que sea posible, habida cuenta de
la situación económica de los padres o de las otras personas que cuiden del
niño, y estará destinada a asegurar que el niño impedido tenga un acceso
efectivo a la educación, la capacitación, los servicios sanitarios , los
servicios de rehabilitación, la preparación para el empleo y las oportunidades
de esparcimiento y reciba tales servicios en forma conducente a que el niño
logre la integración social y el desarrollo individual, incluido su desarrollo
cultural y espiritual en la máxima medida posible".
Como se aprecia,
debe buscarse la gratuidad para lograr el desarrollo espiritual y material del
infante y, si hay recursos disponibles, la asistencia al niño impedido debe
prestarse de la mejor manera posible, buscándose los objetivos señalados no
solamente en la Convención sino en la Constitución y en el Código del Menor.
III. ESTUDIO DEL
CASO CONCRETO:
1. Lo primero que
hay que resaltar es el daño ocasionado. La Procuraduría y el Tribunal de
Cundinamarca hicieron visitas al albergue "La Colonia" y aportaron
pruebas que permiten afirmar:
-Hay desnutrición de
los niños. Teóricamente se destina para cada uno $1.100,oo diarios de
alimentación. Hay fotografías donde los niños parecieran sobrevivientes de
campos de concentración.
-Casi todos los
niños estaban descalzos, harapientos, la poca ropa se pudre porque no hay
equipo de lavandería.
-Según la Directora,
sor Ana Silvia, durante un año la Beneficencia solamente les envió una
licuadora, dotación para la cama y toallas, tela para pijamas y 50 cunas con
colchones.
-Sólo hay una
ambulancia para las 5 casas de enfermos en Sibaté y hay dificultad para el
suministro de gasolina.
-Las edificaciones
están en mal estado, amenazando a quienes allí habitan.
-Faltan empleados.
Para el albergue La Colonia se requieren por lo menos 30 trabajadores más. Es
curioso constatar que se solicita con insistencia el nombramiento de "un
jardinero-sepulturero".
-Unos pocos niños
permanecen desnudos, los califican de locos que no se dejan vestir.
-Otros viven con
permanente camisa de fuerza.
-Todos encerrados
durante la noche, con candado, sin ninguna atención, sólo se busca que no
escapen; a esto se reduce su estancia y entre tanto deben hacer sus necesidades
dentro del mismo dormitorio.
-Hay deficiencia de
droga y no se hacen esfuerzos para curar a los menores no obstante que algunos
tienen retardo mental moderado.
-Los 2 médicos
difícilmente cubren el mínimo de 3 horas diarias y no atienden los fines de
semana.
-El neurólogo
atiende cuatro horas cada quince días.
-El sicólogo cuatro
horas cada ocho días.
-El odontólogo dos
horas y media.
-El siquiatra recién
está nombrado y va una mañana por semana a atender 630 pacientes.
-Es muy deficiente
el servicio de ortopedia.
-En el pabellón de
los adolescentes florece el homosexualismo.
-Muy pocos son
visitados por sus familiares y lo hacen en promedio tres veces al año. Son
niños a quienes se les niega también el amor.
La Directora del
albergue La Colonia dice, y lo demuestra con copias de escritos, que en
numerosas oportunidades se ha dirigido al Síndico-gerente de la Beneficencia de
Cundinamarca para que diera solución a las urgentes necesidades y no hubo
respuesta.
Este catálogo de
tratos humillantes contra los niños impedidos rompe el alma y es una
monstruosidad. Lo menos que se puede hacer es aceptar las justas peticiones que
el Ministerio Público reclama, vigilar el cumplimiento de las mismas para que
no se convierta en lucro de unos pocos y alertar a la ciudadanía para que tome
conciencia de esta situación que no tiene nada que ver con la caridad ni menos
con el Estado social de derecho que debe ser el que oriente a Colombia.
Una sociedad en
donde los niños tienen que padecer toda clase de sufrimientos con los dientes
apretados y en donde el maltrato a los menores, a fuerza de repetirse
incesantemente, se convierte en parte de una cotidianidad que se soslayada por
casi todos, es una sociedad más enferma que esos niños impedidos que sólo
tienen como oficio esperar la muerte en los hospicios de Sibaté.
La Beneficencia de
Cundinamarca posee recursos disponibles para dar a los menores impedidos que se
albergan en "La Colonia" la atención justa, acorde con los tiempos
modernos y sin embargo no se la ha dado.
2.- Ahora es
necesario examinar si el descuido en que se hallan los menores de los
pabellones "San José" y "Niño Jesús" en Sibaté configura
violación a los derechos que el fallo de tutela protegió:
a- La vida (arts.
11, 44 C.P.)
Es indudable que se
afecta este derecho en nivel muy alto cuando se maltrata a un menor minusválido
encerrándolo por las noches, no dándole el abrigo y los alimentos requeridos,
no curándolo ni prestándosele la asistencia para sobrevivir.
Además, es indigno
no darles a esos niños un mínimo sentido de vida y mantenerlos, por el
contrario, en un desesperante vació existencial.
b- Integridad física
(arts. 12, 44 C.P.)
Encerrar bajo llave
unos niños, sin posibilidad si quiera de acudir a los servicios sanitarios, es
un trato degradante; como lo es también mantener el hacinamiento que fomenta el
homosexualismo y en instalaciones locativas más que precarias.
Además, es un trato
cruel someter a niños de escasa edad al hambre y la camisa de fuerza.
Es inhumano que
niños y adolescentes estén condenados a sobrevivir como animales, descalzos,
siempre desnutridos, a veces desnudos.
c- Salud (arts.
49-44 C.P.)
Son motivo de tutela
niños afectados en mayor o menor grado por enfermedades mentales, ellos tienen
derecho a curación, luego no es justo que la asistencia médica y los
medicamentos se les reduzca a la más mínima expresión. Y como esto último
ocurre, es patente la violación del derecho a la salud.
d- Alimentación
equilibrada (art. 44 C.P.)
Es este un derecho
fundamental establecido en la norma citada, a él tienen derecho los niños, y,
en el caso de la presente tutela está plenamente demostrada la desnutrición de
la totalidad de los infantes ubicados en "La Colonia" de Sibaté.
f- Cuidado (arts.
44, 45, 47 C.P.)
Salta a la vista la
desidía de la Beneficencia respecto a la protección que requieren los niños y
los adolescentes. Los hechos relatados en esta sentencia son estremecedores. Es
obligación de la entidad que presta el servicio asistencial tomar todas las
medidas necesarias para superar las omisiones y hacer que los niños mental y
físicamente impedidos reciban cuidado, educación y alimento, buscando, en lo
posible, lograr su autosuficiencia e integración a la sociedad.
Hay que recordar que
el artículo 44 de la C.P. habla de "CUIDADO Y AMOR". Olvidados como
están los niños de "La Colonia", le corresponderá también al ICBF
colaborar en la búsqueda de un contorno humano para superar tan terrible
aislamiento.
g) Educación (art.
68 C.P.)
La educación de las
personas con limitación física o mental es obligación especial del Estado. Y si
tales personas han sido ubicadas en una casa de beneficencia, corresponde a
ésta tal responsabilidad y si no lo hace, como ha ocurrido en el presente caso,
viola el derecho fundamental a la educación.
h) Recreación (arts.
44 y 52 C.P.)
La recreación es una
facultad inherente al ser humano, aún a los afectados mentalmente. Aunque sus
enfermedades algunas veces no ofrezcan perspectiva de derrota de la dolencia,
de todas maneras son seres humanos que tienen derecho a encontrarle un sentido
a la vida. Y una manera para neutralizar la impotencia frente a las
circunstancias es facilitar la recreación. Para ello se requiere que en el
albergue haya elementos materiales y funcionales que humanicen el tratamiento,
y, en el caso de estudio, pasa todo lo contrario: hay un sistema organizativo
que aumenta la desesperación y la locura.
Estos derechos
fundamentales se han violado en el presente caso. Es un atentado a la dignidad
humana. Es tan grave la violación que frente a ella es poco lo que han podido
hacer la dedicación, la caridad, la teología pastoral de las monjas que con
ejemplar empeño atienden a esos niños enfermos y abandonados. Hay un contraste
abismal entre las labores silenciosas, abnegadas y llenas de sacrificio de las
hermanas de la caridad y el descuido y la indolencia de la Beneficencia.
3. Ante las
comprobadas violaciones de los derechos fundamentales, la Procuraduría centró
sus peticiones en dos aspectos:
-Que la Beneficencia
brinde a los menores la atención acorde con una vida digna, lo cual implica
realizar obras, adquirir elementos y contratos de personal.
-Que, entre tanto,
se reubique a los menores en otras instituciones públicas o privadas.
El Tribunal como
mecanismo transitorio, ordenó la reubicación y circunscribió al albergue
"La Colonia" de Sibaté la necesidad de "realizar las obras
necesarias para la adecuación de los pabellones Divino Niño y San José... en
sus aspectos físicos, administrativos, dotación de los elementos necesarios
para el bienestar de los menores y la destinación del personal científico
(médico y paramédico) y administrativo indispensable para la correcta atención
de los pacientes allá ubicados". Para la realización de las obras se
otorgó a la Beneficencia un plazo de 90 días que ya precluyeron.
Los menores fueron
transitoriamente reubicados en otra dependencia de la Beneficencia, el
Instituto Campestre de Sibaté, pero se ha informado a la Corte Constitucional,
que hay que desalojarlos de allí porque se inicia el período lectivo de los
tradicionales alumnos de tal instituto.
En cuanto a las
obras, la Beneficencia optó por mandar construir una edificación para lo cual
abrió la respectiva licitación. Se celebró un contrato por mas de 600 millones
de pesos, lo cual demuestra que la Beneficencia sí puede mejorar la atención de
los niños enfermos.
Hay que advertir que
las obras y actuaciones impetradas por la Procuraduría no convierten al Juez de
Tutela en coadministrador ya que se pide la protección de derechos
constitucionales fundamentales en un ámbito operacional presupuestalmente
posible y puesto que se le está exigiendo a una institución de beneficencia el
cumplimiento de sus funciones para evitar la violación de los derechos que se
mencionan en el petitorio y en el fallo.
No obstante que la
Sala de Revisión comparte el enfoque dado por la Sala de Familia del Tribunal
de Cundinamarca, se requiere hacer algunas modificaciones a la parte
resolutiva:
a.) Se confirmará el
numeral primero que tuteló los derechos fundamentales impetrados en la
solicitud de la Procuraduría, pero, este amparo no es únicamente para los
menores que figuran en la lista, sino para el grupo humano que se encontraba en
los pabellones "´Divino Niño´ y ´San José´" en el momento de
proferirse la sentencia el 27 de septiembre de 1994.
b.) Se confirmará la
orden dada a la Beneficencia en el numeral segundo, pero se aumenta el plazo a
los 180 días solicitados por tal institución, en razón de que es tiempo
razonable para que terminen la nueva construcción y se dote adecuadamente al
albergue La Colonia para que cumpla con eficacia, eficiencia y humanismo el
tratamiento de los menores allí ubicados. Se subentiende que el plazo
comienza a contarse a partir de la fecha del fallo de primera instancia.
c.) Se confirmarán
los numerales tercero, cuarto, quinto y séptimo sin modificaciones.
d.) En cuanto al
numeral sexto que traslada a la Procuraduría el seguimiento de las decisiones
tomadas en la sentencia, se aclara que mientras no esté restablecido el
derecho, el juzgador de primera instancia mantiene la competencia (art. 27
decreto 2591/91) para vigilar el cumplimiento de la decisión, tramitando si
llegare a ser necesario, incidente de desacato y aún pidiendo sanciones penales
(arts 52 y 53, decreto 2591 de 1991), luego el seguimiento corresponde
legalmente a quien conoció de la acción de tutela; y, a la Procuraduría, según
el artículo 277, numeral 1º de la Constitución, se atribuye la vigilancia del
cumplimiento de las decisiones judiciales. Entonces, la orden del numeral 6º
restringe una etapa muy importante: la del seguimiento de las decisiones, luego
debe revocarse, lo cual implica que, sin necesitarse orden expresa, el Juez de
Tutela y la Procuraduría cumplirán sus funciones.
En mérito de lo
expuesto la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
PRIMERO:
CONFIRMAR el numeral
primero de la sentencia de la Sala de Familia del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Cundinamarca, proferida el 27 de septiembre de 1994 en la
acción de tutela de la referencia, con la aclaración de que la tutela ampara al
grupo humano de los menores que se hallaban en el albergue "La
Colonia" de Sibaté en la fecha en que se profirió el fallo de primera
instancia.
SEGUNDO:
CONFIRMAR el numeral
segundo de la aludida sentencia, adicionándose a 180 días calendario el plazo
de cumplimiento, los cuales se contarán a partir del 27 de septiembre de 1994.
TERCERO: CONFIRMAR los numerales tercero,
cuarto, quinto y séptimo de la sentencia que se revisa.
CUARTO: REVOCAR el numeral sexto por las razones indicadas
en la parte resolutiva del presente fallo.
QUINTO: ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación se comunique esta providencia a la Sala de Familia del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cundinamarca para las notificaciones y
efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
SEXTO: Envíese copia de esta sentencia al
Defensor del Pueblo, a la Beneficencia de Cundinamarca, a la Contraloría de
Cundinamarca, a la Procuraduría General de la Nación y al I.C.B.F.
Notifíquese,
comuníquese y cúmplase, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Sentencia Nº C-408/94. Ponente: Dr. Fabio Morón Díaz.
2 Casa de Beneficencia:
hospital, asilo, hospicio (Diccionario de la Real Academia). Una casa de
beneficencia no puede tener un rostro irracional, carcelario ni macabro.
3 En 1869 la Asamblea
Legislativa de Cundinamarca reglamentó la dirección de los establecimientos de
beneficencia y caridad que funcionaban con base en el lazareto. En 1974 se
reorganizó la Beneficencia de Cundinamarca como establecimiento público
departamental. En 1986 se modificaron sus estatutos.
4NARANJO MESA, Vladimiro.
Teoría constitucional e instituciones políticas, quinta edición. Temis 1994.
Pág. 480. |
288 | T-050-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-050/95
DERECHO DE
PETICION-Motivos de
interés particular/SUSTITUCION PENSIONAL-Respuesta de la administración/CAJA
NACIONAL DE PREVISION SOCIAL
El derecho de
petición, siempre que se eleve respetuosamente, también puede presentarse por
motivos de interés particular y que la esencia del derecho es la de la garantía
jurídica superior de que se dará respuesta y resolución pronta a la persona
que lo ejerza; en este sentido, es posible que en ejercicio del citado derecho
constitucional fundamental de petición, se reclame otro derecho o un interés
particular de rango diferente, o que se pida un objeto o se plantee una causa
que debe ser atendida por otras vías, por otros procedimientos o ante otros
estrados, pero lo cierto es que si se plantea una petición en la modalidad de
esta vía de orden inicialmente administrativo, ella debe ser resuelta como
corresponda, guardando los limites y las precisas competencias establecidas,
pero siempre en forma pronta.
COMPETENCIA DE
TUTELA-Entidad Nacional
Si bien es cierto
que, según el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, son competentes para
conocer de la acción de tutela de primera instancia, a prevención, los jueces
o tribunales con jurisdicción en el lugar donde ocurriere la violación o la
amenaza que motivaren la presentación de la solicitud, no es menos cierto que
CAJANAL es una entidad estatal que ejerce autoridad en todo el territorio, a
través de sus seccionales, lo que no quiere decir que su personalidad
jurídica pierda su unidad; por lo contrario, lo que se pretende con su
organización en el territorio con descentralización y con desconcentración de
funciones, no es otro fin que el de ofrecer una mejor prestación del servicio
público. Así, en cualquier parte del territorio colombiano se pueden demandar
los actos u omisiones de esta entidad, que se consideren violatorios de alguno
de los derechos fundamentales.
TUTELA CONTRA
AUTORIDAD ADMINISTRATIVA POR OMISION
Para la Corte
aparece suficientemente documentada la omisión de la autoridad administrativa
que causa el agravio proscrito por la Constitución, y por ello debe tutelarse
el derecho constitucional de petición que se reclama, y no acceder a las demás
reclamaciones planteadas.
REF.:
Expediente No. T-47642
Peticionario:
OLGA BELEÑO DE
PACHECO
Magistrados:
Dr. FABIO MORON
DIAZ
-Ponente-
Dr. VLADIMIRO
NARANJO MESA
Dr. JORGE
ARANGO MEJIA
Santafé de Bogotá
D.C., febrero quince (15) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala de Revisión
de tutelas, integrada por los H. Magistrados JORGE ARANGO MEJIA, VLADIMIRO
NARANJO MESA y FABIO MORON DIAZ, en ejercicio de sus competencias
constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente, resuelve
sobre las sentencias relacionadas con la acción de la referencia, proferidas
por el juzgado Octavo Laboral del Circuito de Barranquilla el diecinueve (19)
de agosto de mil novecientos noventa y cuatro (1994) y po|r el Tribunal
Superior de Barranquilla, Sala Laboral, el cinco (5) de septiembre de mil
novecientos noventa y cuatro (1994), previos los siguientes,
I. ANTECEDENTES
A. La Petición
1o. El 9 de agosto de 1994, la señora Olga
Beleño de Pacheco, presentó ante el Juzgado Laboral del Circuito de
Barranquilla, un escrito mediante el cual ejerce la acción de tutela
establecida en el artículo 86 de la Constitución, para que le sea concedido el
amparo judicial de los derechos de petición, al trabajo, y al pago oportuno y
al reajuste de las pensiones legales, consagrados en los artículos 23, 25 y 53
inciso 2o. de la Carta Política, pues considera que han sido vulnerados por la
omisión de la Caja Nacional de Previsión, consistente en no dar respuesta a la
solicitud de sustitución pensional que presentó el 20 de enero de 1992.
En este sentido,
pretende que se ordene a la Caja Nacional de Previsión resolver la petición,
reconociendo la sustitución pensional e incluyéndola en nómina de pensionados.
2. Los fundamentos de hecho y de derecho
que la peticionaria señala como causa de la acción interpuesta se resumen así:
a. Indica la peticionaria que solicitó el
reconocimiento y pago de la sustitución de pensión a que tiene derecho como
esposa del causante Hermes Emilio Pacheco Romero, el 20 de enero de 1992.
b. Afirma que la Doctora Ruth Duque de
Torrenegra, personalmente se ha dirigido a la Caja Nacional de Previsión en
Santafé de Bogotá, solicitando se pronuncien sobre la petición y luego de
diversas conversaciones telefónicas con diferentes jefes de sección en las que
expuso la situación económica de su poderdante, le informaron que siendo un
caso especial, en el transcurso de un mes se resolvería, y este venció el 15 de
julio de 1994, sin que se haya resuelto la petición.
c. Sostiene que existe negligencia por
parte de los funcionarios de la Caja Nacional de Previsión para reconocer el
derecho solicitado.
B. LA PRIMERA
INSTANCIA
Previo el análisis de
la documentación aportada, el Juzgado Octavo Laboral del Circuito de
Barranquilla, en sentencia del diecinueve (19) de agosto de mil novecientos
noventa y cuatro (1994), resolvió:
"Primero.
Tutelar el derecho de petición, de oficio, como resultado de la acción de
tutela incoada por la señora Olga Beleño de Pacheco, contra la Caja Nacional
de Previsión Social.
“Segundo: Ordenar al
Jefe de prestaciones económicas de la Caja Nacional de previsión Social en
Santafé de Bogotá, que en el término de 15 días hábiles resuelva sobre la
petición de sustitución de pensión de invalidez, presentada por la señora
Olga Beleño de Pacheco, como esposa del pensionado fallecido señor Hermes
Pacheco Romero, en su defecto lo hará el Subdirector de prestaciones económicas.
“Tercero: No
tutelar el derecho al trabajo invocado por la accionante Olga Beleño de
Pacheco, por los motivos expuestos en esta providencia".
Lo anterior aparece
fundamentado en las consideraciones que se resumen a continuación:
a. Indica que de
acuerdo con las pruebas aportadas se estableció que la señora Olga Beleño de
Pacheco, presentó reclamación ante la Caja Nacional de Previsión Social, en
orden a obtener la sustitución de la pensión de la cual disfrutaba Hermes
Emilio Pacheco Romero, petición presentada en enero de 1992, que el Gerente de
la Seccional Atlántico remitió por oficio 013 de enero 29 de 1992 al Jefe de
la Receptoría de expedientes en Santafé de Bogotá, sin que hasta el momento
se hubiera obtenido respuesta, lo que constituye violación al derecho
fundamental de petición, pues "el tiempo de dos años y siete meses
transcurridos, es más que suficiente para que se hubiera atendido el ruego y
porque no la posible justa reclamación de la accionante".
b. Sostiene que
no es procedente la tutela del derecho al trabajo, porque en caso de que se
niegue la sustitución pensional se cuenta con otro mecanismo de defensa
judicial, como lo es acudir ante la jurisdicción contencioso administrativa.
Así mismo, para lograr el pago de dicha pensión, s puede acudir al proceso
ejecutivo laboral.
C. LA
IMPUGNACION
Mediante escrito
presentado el día 24 de agosto de 1994, la Doctora Martha Luz Andrade Arévalo,
apoderada de la Caja Nacional de Previsión Social, Seccional Atlántico,
impugnó la decisión proferida por el Juzgado Octavo laboral del Circuito
Circuito de Barranquilla, de fecha 19 de agosto de 1994. Los fundamentos de la
impugnación se resumen así:
- Afirma la
impugnante que de acuerdo con el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, "es
competente para conocer en primera instancia de la acción de tutela, a
prevención de los jueces o tribunales con jurisdicción en el lugar donde
ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la presentación de la
solicitud". En este sentido, sostiene que la Caja Nacional de Previsión
Social "es un establecimiento público adscrito al Ministerio del Trabajo
y Seguridad Social, con sede en Santafé de Bogotá, desde donde se resuelven
todas las situaciones presentadas por sus afiliados y beneficiarios de todo el
país, si en algún momento dado no se resuelve la situación o solicitud
pensional de algún afiliado, este silencio administrativo que ocasionare un
perjuicio, se estaría cometiendo en la ciudad de Santafé de Bogotá, pues allí
es donde radica CAJANAL", es decir, que si la violación se ocasionó en
Santafé de Bogotá, es en esta ciudad donde debe ejercerse la respectiva acción
de tutela y no en Barranquilla.
D. LA SENTENCIA
DE SEGUNDA INSTANCIA
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Barranquilla, Sala Laboral, mediante sentencia de
septiembre cinco (5) de mil novecientos noventa y cuatro (1994) resolvió
revocar el fallo de diecinueve (19) de agosto de mil novecientos noventa y
cuatro (1994), proferido por el Juzgado Octavo Laboral del Circuito de
Barranquilla, y en su lugar la declara inadmisible por falta de jurisdicción,
la acción de tutela de la referencia, con base en los siguientes fundamentos:
a. La acción se
encuentra dirigida a que se reconozca la sustitución pensional, lo que debe
hacerse en la ciudad de Santafé de Bogotá, "por tanto, es en esa ciudad
donde se presenta la violación, tanto es así, que el juez del conocimiento
ordenó a un funcionario de la Caja de Previsión Social Nacional de esta ciudad,
resolver la petición correspondiente".
b. Así pues,
concluye que tanto el Juzgado Octavo Laboral del Circuito de Barranquilla como
esa Corporación carecen de jurisdicción para conocer de la acción de tutela
interpuesta, "no quedando otra alternativa que la de rechazar la presente
acción y en virtud de lo dispuesto en el artículo 4o. del Decreto 306 de 1992,
remitirnos al artículo 85 del Código de Procedimiento Civil, que dispone que
cuando el juez carece de jurisdicción se rechazará de plano la demanda".
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
A. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer la revisión de la referencia,
en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral
9o. de la Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34 , 35
y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace por virtud de la
selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente y del reparto que
se verificó en la forma señalada en el reglamento de esta Corporación.
B. La Materia
1o. En primer
término, y sobre la vulneración del derecho constitucional de petición,
encuentra la Sala que efectivamente este derecho fue conculcado por la Caja
Nacional de Previsión Social, como lo pudo determinar con claridad el Juzgado
Octavo Laboral del Circuito de Barranquilla, como quiera que consta debidamente
documentada la presentación de la solicitud por parte de la peticionaria ante
la Caja Nacional de Previsión Social, Seccional Atlántico, el 20 de enero de
1992, y que esta fue enviada por dicha seccional a la sede principal de la
entidad en Santafé de Bogotá para el respectivo estudio, y que según
declaración del coordinador de prestaciones económicas de la Seccional Atlántico
al Juzgado Octavo Laboral del Circuito de Barranquilla, aun no se había
recibido resolución en el fondo sobre lo pedido en el respectivo escrito, lo
que se traduce en la violación del derecho de petición, que comprende el deber
correlativo de las autoridades de proferir pronta resolución, máxime si se
constató que han transcurrido más de dos años desde la presentación de la
solicitud de la sustitución pensional.
Sobre el alcance de
la expresión "pronta resolución", esta Corporación ha manifestado:
"a) Su pronta
resolución hace verdaderamente efectivo el derecho de petición.
b) Es una
obligación inexcusable del Estado resolver prontamente las peticiones
presentadas por los ciudadanos.
c) Unicamente la
ley puede fijar los términos para que las autoridades resuelvan prontamente las
peticiones. Ello se desprende del carácter constitucional y fundamental que
tiene este derecho.
d) Cuando se habla
de 'pronta resolución' quiere decir que el Estado está obligado a resolver la
petición, no simplemente a expedir constancias de que la recibió. Sin embargo,
el sentido de la decisión dependerá de las circunstancias de cada caso, y , en
esa medida, podrá ser positiva o negativa. La obligación del Estado no es
acceder a la petición, sino resolverla". (Sentencia T-495 de 1992).
Por esta razón, se
confirmará la sentencia de primera instancia proferida por el Juzgado Octavo
Civil del Circuito de Barranquilla, que resolvió tutelar el derecho de
petición, ordenando al Jefe de Prestaciones Económicas de la Caja Nacional de
Previsión Social, resolver la solicitud de sustitución pensional en el término
de quince días.
Desde luego, tampoco
se ha resuelto en concreto sobre la sustitución de la pensión de jubilación
correspondiente a la peticionaria por parte de la Subdirección de Prestaciones
Económicas de la Caja Nacional de Previsión Social -Santafé de Bogotá, lo cual
no deja de hacer más grave la violación del derecho de petición, puesto que
esta comprometido otro tipo de derechos como los sociales y económicos, que
pueden conducir por su reiterado y prolongado desconocimiento, a generar otros
agravios a los derechos de la peticionaria.
Es claro que, no
obstante algunas deficiencias en la presentación de la petición de tutela,
ellas no habilitan en todo caso para despachar de esta forma lo reclamado ni
para desconocer que entre las varias pretensiones de tutela contenidas en la
demanda, se encuentra una que es la del reclamo de la protección del derecho
constitucional fundamental de petición, y que esta acción que emanada
directamente de la Constitución, es preferente ante cualquier defecto o
confusión no sustancial en que pueda incurrir el accionante.
De una parte es
cierto que, en general, en caso de inconformidad sobre el contenido o el monto
de lo resuelto positivamente por la administración encargada de la definición
de su derecho, o de la negativa del mismo derecho, sea por vía expresa o tácita
y presunta, el interesado, titular o su derecho habiente, debe acudir a los
jueces competentes por las vías judiciales ordinarias; ya que la raclamación
objetiva y las pretensiones subjetivas no alcanzan el rango suficiente para
incorporarse directamente en el reclamo judicial por la vía de la tutela.
Empero, en el asunto
que se revisa, es claro que la peticionaria apenas reclama que se le resuelva
sobre la sustitución pensional y que no manifiesta reclamo alguno ni sobre su
contenido ni sobre su alcance y monto, y, de otra, también es cierto que lo
reclamado por vía de tutela en este caso, es que se resuelva en el fondo la
petición elevada ante la administración, en al forma exigida por el artículo
23, y que lo sea en modo positivo o negativo.
Obsérvese que el
derecho de petición, siempre que se eleve respetuosamente, también puede
presentarse por motivos de interés particular y que la esencia del derecho es
la de la garantía jurídica superior de que se dará respuesta y resolución
pronta a la persona que lo ejerza; en este sentido, es posible que en
ejercicio del citado derecho constitucional fundamental de petición, se reclame
otro derecho o un interés particular de rango diferente, o que se pida un
objeto o se plantee una causa que debe ser atendida por otras vías, por otros
procedimientos o ante otros estrados, pero lo cierto es que si se plantea una
petición en la modalidad de esta vía de orden inicialmente administrativo, ella
debe ser resuelta como corresponda, guardando los limites y las precisas
competencias establecidas, pero siempre en forma pronta.
2o. De otra parte,
se observa que la Sala Laboral del Tribunal Superior de Barranquilla interpretó
erróneamente la regla de competencia plasmada en el artículo 37 del Decreto
2591 de 1991 e incurrió en un defecto sustancial en el entendimiento de las
disposiciones que regulan esta vía judicial directa de protección de los
derechos constitucionales y de la demanda de tutela, al rechazarla de plano por
la supuesta falta de jurisdicción.
Por ello es que al
Tribunal no le asiste razón alguna en este caso, ni resulta admisible que, como
la Caja Nacional de Previsión Social tiene su sede principal en Santafé de
Bogotá, y lo reclamado judicialmente por esta vía es la definición de la
sustitución en la pensión, sea en esta ciudad en donde se presenta la
violación, y por ende los jueces competentes para conocer sobre la acción de
tutela, son los de esta ciudad y no los de Barranquilla.
Si bien es cierto
que, según el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, son competentes para
conocer de la acción de tutela de primera instancia, a prevención, los jueces
o tribunales con jurisdicción en el lugar donde ocurriere la violación o la
amenaza que motivaren la presentación de la solicitud, no es menos cierto que
la Caja Nacional de Previsión Social es una entidad estatal que ejerce
autoridad en todo el territorio, a través de sus seccionales, lo que no quiere
decir que su personalidad jurídica pierda su unidad; por lo contrario, lo que
se pretende con su organización en el territorio con descentralización y con
desconcentración de funciones, no es otro fin que el de ofrecer una mejor
prestación del servicio público.
Así, en cualquier
parte del territorio colombiano se pueden demandar los actos u omisiones de
esta entidad, que se consideren violatorios de alguno de los derechos
fundamentales.
Ahora bien, sobre la
regla de competencia establecida en el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991, la
Corte ha puntualizado lo siguiente:
Sin embargo, no
siempre se define esa competencia por el sitio en el que físicamente
acontecieron los hechos, pues no es lo mismo hablar del acto o de la omisión de
una autoridad local, en cuanto a asuntos cuyos efectos apenas se proyecten en
la localidad, que referirse a la actuación de un funcionario u organismo que, pese
a tener su sede en un determinado lugar por ejemplo, la capital de la República
y de llevar a cabo sus actos allí ejerce autoridad en todo el territorio
nacional." (Sentencia T-574 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández).
En el caso sometido
a revisión, se establece que la peticionaria elevó una solicitud ante la Caja
Nacional de Previsión Social-Seccional Atlántico-, el 20 de enero de 1992, con
el fin de que se reconociera la sustitución pensional, empero, la oficina
seccional Atlántico envió la documentación a la sede principal, porque es donde
se resuelven ese tipo de peticiones, pero ello no significa que la ciudad de
Santafé de Bogotá sea el lugar donde de deba demandar la omisión, porque como
se anotó anteriormente, dicha entidad ejerce autoridad en todo el territorio
nacional.
Así las cosas, para
la Corte aparece suficientemente documentada la omisión de la autoridad
administrativa que causa el agravio proscrito por la Constitución, y por ello
debe tutelarse el derecho constitucional de petición que se reclama, y no
acceder a las demás reclamaciones planteadas, tal y como en su oportunidad lo
ordenó el juez de primera instancia.
No debió entonces el
Tribunal Superior de Barranquilla -Sala Laboral-declarar inadmisible la acción
de tutela por falta de jurisdicción; por el contrario, debió confirmar el fallo
de primera instancia, proferido por el Juzgado Octavo Laboral del Circuito de
Barranquilla que resolvió de fondo la acción de tutela concediendo el amparo
del derecho de petición.
Extraña a esta
Corporación la interpretación que dió el Tribunal Superior de Distrito de
Barranquilla -Sala Laboral-, al artículo 37 del Decreto 2591, pues según la
misma, se caería en el absurdo de que quien pretende interponer la acción de
tutela contra actuaciones u omisiones de un ente de carácter nacional, con
sede principal en la capital de la República, tuviera que obligatoriamente
presentar la solicitud de tutela en Santafé de Bogotá.
La Corte
Constitucional administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la
Constitución,
R E S U E L V E :
Primero.- Revocar, por las razones expuestas en la
parte motiva de esta providencia, la sentencia proferida por el Tribunal
Superior de Barranquilla, Sala Laboral, el día cinco (5) de septiembre de 1994.
Segundo. Confirmar la sentencia proferida por el
Juzgado Octavo Laboral de Barranquilla, el día diecinueve (19) de agosto de
1994, por las razones expuestas en la parte motiva de esta providencia.
Tercero. Comuníquese al Juzgado Octavo Laboral del
Circuito de Barranquilla la presente decisión para que sea notificada a las
partes conforme lo dispone el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
289 | T-057-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-057/95
TRIBUNAL DE
ARBITRAMENTO/PROCESO EJECUTIVO
Si bien es cierto
que los artículos 2011 y 663, fueron derogados por el decreto 2651 de 1.991, la
normatividad vigente sólo contempla la posibilidad de acudir a arbitramento en
un proceso de ejecución cuando la decisión tiene origen en un compromiso, es
decir, éllo, sólo podrá darse cuando las partes, una vez surgido y determinado
el objeto de la controversia, celebran un acuerdo. Por lo tanto, la legislación
no contempla la posibilidad de pactar la cláusula compromisoria con el objeto
de excluir ex ante la competencia radicada en los jueces para adelantar la
ejecución. El proceso ejecutivo es inescindible y conserva ese carácter aún en
la fase cognitiva que se debe recorrer a fin de resolver las excepciones
presentadas contra el título. La definición de las excepciones es un momento en
el trámite que ha de seguir el Estado antes de consumar la ejecución. Resulta
contrario a toda economía procesal, que para llevar a cabo una ejecución se
deba suspender el proceso ejecutivo, reconocer en un proceso declarativo la
calidad ejecutiva del título, base de la ejecución y, posteriormente reiniciar
la ejecución misma. De otro lado los arreglos extrajudiciales a que lleguen
eventualmente las partes y que puedan conducir al desistimiento de la acción
ejecutiva, no se califican como arbitramento ni desvirtúan la esencia de la
jurisdicción.
ADMINISTRACION DE
JUSTICIA POR PARTICULARES/CONCILIACION/ARBITRAMENTO
Según el artículo
116 de la CP., la ley puede transitoriamente atribuir la función jurisdiccional
a particulares que obren como árbitros o conciliadores. En el Estado social de
derecho, los particulares colaboran de variadas maneras en el desarrollo de las
funciones y fines estatales. Dicha colaboración, en el ámbito jurisdiccional,
no obstante, tiene carácter transitorio y excepcional. En primer término, la conciliación
y el arbitraje sólo pueden tener por objeto asuntos que por su naturaleza sean
susceptibles de dicho trámite, y es evidente que no todos lo son. En segundo
término, la paz y el orden público, se ponen en peligro si a los particulares,
así obren como conciliadores o árbitros, se les atribuye directamente la
facultad de disponer del poder coactivo. No es concebible que el ejercicio de
la jurisdicción, como función estatal, se desplace de manera permanente y
general a los árbitros y conciliadores ( CP art 113). Tampoco resulta admisible
ampliar la materia arbitrable a asuntos que trascienden la capacidad de
disposición de las partes y respecto de los cuales no sea posible habilitación
alguna. No todo asunto de competencia de los jueces ordinarios, en
consecuencia, puede ser trasladado a la justicia arbitral. Entre las materias
vedadas a los árbitros y conciliadores, por las razones anotadas, se encuentra
el conocimiento de las pretensiones ejecutivas. La existencia de un título
ejecutivo con base en el cual se formula la demanda, así posteriormente se
presenten excepciones y se deba decidir sobre éstas, coloca la controversia en
un momento posterior al de la mera configuración del derecho. Lo que se busca a
través de la acción ejecutiva es la intervención del Estado con miras no a
zanjar una disputa, sino a hacer efectivo un derecho sobre cuya existencia el
demandante no ha menester reconocimiento distinto al de la verificación del
título que, en los términos de la ley, le sirve de suficiente causa y prueba.
De otro lado, la ejecución está íntimamente ligada al uso de la fuerza pública
que, por las razones anotadas, ni la ley ni el pacto pueden transferir a los
árbitros o conciliadores.
ARBITRAMENTO-Materia arbitral
La materia
arbitrable sólo puede estar integrada por asuntos o cuestiones susceptibles de
transacción que surjan entre personas capaces de transigir. El ámbito de lo
transable abarca los objetos - bienes, derechos y acciones - sobre los cuales
existe capacidad de disposición y de renuncia. La conciliación y el arbitraje
presuponen una diferencia o disputa entre las partes o la posibilidad de que
entre ellas surja una controversia. El mismo concepto de parte que
utiliza la Constitución se refiere a la posición asimétrica o de confrontación
en que se encuentran dos o más sujetos, derivable de un conflicto actual o
potencial.
CONTRATO DE
SEGURO/ACTIVIDAD ASEGURADORA
De acuerdo con el
artículo 335 de la CP., la actividad aseguradora es de interés público y se
ejerce con arreglo a la ley. Consulta el interés público que en los contratos
de seguros, la parte débil que, por lo general, se identifica con el asegurado
o beneficiario, realizadas las condiciones a las que se supedita su derecho
reciba efectivamente y en el menor tiempo posible la prestación prometida. El
reconocimiento de mérito ejecutivo a la póliza, sin duda constituye un
instrumento eficaz diseñado por la ley para la defensa efectiva de los derechos
de los asegurados. Como quiera que la disposición se inspira en el interés
general y en el favorecimiento de la parte débil del contrato, no puede ser
derogada por pactos particulares.
VIA DE HECHO POR
DECLARATORIA DE INCOMPETENCIA/ERROR JURISDICCIONAL /ACCION DE TUTELA CONTRA
PROVIDENCIAS JUDICIALES
Cuando la
jurisdicción permanente del Estado se declara incompetente - sin serlo - en una
materia que tampoco corresponde al resorte de la función jurisdiccional que se
desarrolla a través de árbitros, el vacío de jurisdicción y de competencia, tal
vez inadvertidamente suscitado por la providencia inhibitoria, atestigua un
flagrante desconocimiento de los indicados derechos fundamentales. Por lo
general, los errores judiciales no pueden servir de presupuesto a una vía de
hecho. Sin embargo, ello no se ha predicado de los errores manifiestos y
mayúsculos que, como el del caso presente, contabiliza entre sus consecuencias
gravosas para los derechos fundamentales de la personas y para el Estado de
derecho, la renuncia injustificada de la jurisdicción sobre la facultad de
ejecución y la ilegítima desposesión del juez en una causa judicial que se deja
abandonada.
FEBRERO 20 DE 1995
Ref.:
Expediente T-49986
Actor:
ORLANDO YIDI DACARETT
Magistrado
Ponente:
Dr.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Temas:
-
Vía de hecho
-
Arbitramento. Alcance constitucional.
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de tutela número T-49986
promovido por el señor ORLANDO YIDI DACARETT, contra la providencia del
veintisiete (27) de abril de mil novecientos noventa y tres (1.993) proferida
por la SALA CIVIL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL DE SANTA FE DE
BOGOTA.
ANTECEDENTES
1. El señor Orlando Yidi Dacarett,
mediante apoderado, instauró acción de tutela contra la Sala Civil del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá, por considerar que ésta, mediante providencia
del 27 de abril de 1993, confirmatoria de la decisión del Juzgado Quince Civil
del Circuito de la misma ciudad, dictada dentro del proceso ejecutivo de
Orlando Yidi Dacarett contra Skandia S.A., vulneró su derecho al debido
proceso ( C.P 29)
2. Los hechos que motivaron la acción de
tutela contra la citada providencia pueden sintetizarse de la siguiente manera:
2.1 Entre el señor Yidi Dacarett y Seguros
Skandia S.A, se celebró, el día 31 de enero de 1989, un contrato de seguros de
casco y maquinaria, contenido en la póliza C- 20031. El artículo 31 en su
parte primera, establecía:
"Arbitramento:
el asegurado y Skandia convienen en someter a un tribunal de arbitramento
constituído en Bogotá, cualquier duda que pudiese ocurrir en la ejecución de
este contrato y a no intentar demanda o acción judicial alguna de otra
naturaleza mientras de común acuerdo no hayan resuelto prescindir del juicio
arbitral".
2.2 Durante la vigencia del seguro, la
lancha de propiedad del señor Yidi Dacarett fue hurtada. El demandante presentó
la reclamación a Skandia, entidad que según afirma el actor, la objetó
extemporáneamente.
2.3 El peticionario inició proceso
ejecutivo ante el Juzgado Quince Civil del Circuito, el cual libró mandamiento
de pago contra la compañía aseguradora. La ejecutada propuso excepciones
previas y de fondo contra la demanda. Dentro de las primeras, cabe destacar la
derivada de la cláusula compromisoria.
2.4 El Juzgado consideró que en la
cláusula compromisoria no se especificaban las causales objeto de arbitramento.
Por lo tanto, de conformidad con el artículo 2 del decreto 2279 de 1989, ella
se extendía a todas las controversias surgidas con motivo de la ejecución del
contrato.
2.5 Posteriormente, el actor promovió un
proceso ordinario por los mismos hechos, ante el Juzgado Treinta y Uno Civil
Municipal. El Juzgado declaró, al igual que el Juez Quince Civil del Circuito,
probada la excepción de cláusula compromisoria y ordenó compulsar copias al
Consejo Superior de la Judicatura al constatar la existencia del proceso
ejecutivo.
2.6 El señor Yidi Dacarett impugnó la
decisión del Juez Quince Civil del Circuito. La Magistrada Ponente del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, Doctora Lucía Gómez
Burgos, conoció del recurso y mediante auto unipersonal del 27 de octubre de
1.992, declaró la nulidad de lo actuado, al considerar que el a-quo
carecía de competencia.
2.7 El demandante interpuso recurso de
súplica contra el auto en mención, el que fue resuelto por los restantes
Magistrados de la Sala, ordenándose a la H. Magistrada Lucía Gómez Burgos,
pronunciarse sobre la apelación.
2.8 La apelación fue resuelta en el
sentido de confirmar en su integridad el fallo del Juzgado Quince Civil del
Circuito. Sostiene el Tribunal, en su fallo, que "El juez ordinario no
esta facultado legalmente para tramitar procesos ejecutivos mientras no se
derogue por las partes la cláusula arbitral (...) el proceso ejecutivo debe
adelantarse ante los árbitros quienes tienen la facultad de administrar
justicia al tenor de las disposiciones que rigen en la actualidad la
institución del arbitramento, Decreto 2651 de 1.991".
2.9 El demandante fue condenado por la
misma decisión del Tribunal, a pagar los perjuicios ocasionados a la compañía
aseguradora, perjuicios que la misma estima entre 22 a 33 millones de pesos.
3. El actor, mediante escrito dirigido al
Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio de Bogotá, solicitó
la conformación de un Tribunal de Arbitramento para dirimir las diferencias
surgidas con la sociedad Skandia S.A. El Tribunal se instaló el 22 de abril de
1994, pese a hallarse en curso los procesos ejecutivo y ordinario.
3.1 Mediante auto dictado en la primera
audiencia de trámite, el Tribunal en mención, se declaró competente para
conocer del proceso: "(...) la coexistencia simultánea de un proceso ante
la justicia ordinaria y otro ante la justicia arbitral, tendiente a definir un
conflicto no inhibe per-se al Tribunal arbitral (...)". En su concepto, el
artículo 24 del decreto 2279 de 1989 consagra "una prejudicialidad civil
en favor de la arbitral". Igualmente, el Tribunal se pronunció en este
mismo auto, sobre un recurso de reposición interpuesto por la parte demandada,
en la etapa pre arbitral. El tribunal consideró que la ausencia de renuncia por
parte del demandante al haber acudido a la justicia ordinaria, lejos de anular
la cláusula compromisoria, refrendaba su vigencia.
3.2 Más adelante, mediante auto del 27 de
junio de 1994, los árbitros, accedieron a la petición de desistimiento
presentada por el demandante Orlando Yidi Dacarett, quien a su vez fue
condenado en costas ( decisión del 30 de junio de 1994.)
4. El peticionario acusa la actuación
judicial del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá,
contenida en el auto del 27 de abril, confirmatorio de la providencia del 2 de
febrero de 1992, proferido por el Juzgado Quince Civil del Circuito de Bogotá,
de constituir una verdadera vía de hecho, violatoria de sus derechos
fundamentales. A su juicio, la decisión no puede denominarse providencia, dado
su contenido ilegal.
4.1 Sostiene el actor que la naturaleza
del arbitramento es la de ser un proceso de cognición, y que el laudo tiene un
carácter declarativo cuya ejecución corresponde a la justicia ordinaria.
4.2. Los árbitros - continúa - no pueden
"ejecutar'' por carecer de "imperium". Habiendo sido investidos
por particulares y no por el Estado, mal pueden ejercer la fuerza pública de
cuyo uso carecen los particulares.
4.3 Estima que el fallo del tribunal,
vulnera el debido proceso en dos de sus manifestaciones: el derecho a la
jurisdicción y el derecho al juez natural. La decisión de la alta corporación -
señala - conduce a una "denegación de justicia" porque impide que
tanto el juez ordinario, como el tribunal de arbitramento conozcan del proceso
ejecutivo
4.4 Por último, el actor reitera la
procedencia de la tutela en el caso en estudio, enfatiza que la intangibilidad
de una providencia deriva de su conformidad tanto formal como material con el
ordenamiento, requisitos que no cumple la decisión del Tribunal.
5. El actor solicita que se revoque la
decisión proferida por el Tribunal Superior el 27 de abril y, en consecuencia,
se dejen sin efecto las actuaciones posteriores al fallo, en especial, el
incidente de regulación de perjuicios, el levantamiento de las medidas
cautelares y la liquidación de costas decretadas por el Tribunal. Así mismo
pide, se disponga el envío del expediente al Juzgado Quinto Civil del
Circuito, a fin de que decida las excepciones previas de conformidad con los
parámetros que fije el fallo de tutela.
6. La Sala Civil del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá, mediante sentencia de agosto 18 de
1.993, denegó la tutela solicitada por el señor Orlando Yidi Dacarett.
6.1 Asevera el juez de tutela, que la
acción es improcedente contra providencias judiciales, salvo eventos de
actuaciones de hecho. Advierte que en el caso sub-lite, la magistrada, "se
limitó a hacer una interpretación jurídica del decreto 2651 de 1.991 en su
íntima convicción y criterio como juez de instancia", sin omitir requisito
legal alguno. Agrega que de no haber satisfecho al demandante la interpretación
acogida, éste tenía a su alcance todos los recursos y medios judiciales para
atacar el proveído. Reitera, por último, la prohibición al juez de debatir
asuntos propios del proceso que se revisa.
7. El peticionario impugnó la decisión.
Alega que la interpretación que el Tribunal hace de la doctrina de la vía de
hecho, es contraria a la sostenida por de la Corte Constitucional, en relación
con el control tanto formal como material de las providencias judiciales.
En lo relativo a la interposición de
recursos dentro del proceso, el actor expresa que en la medida en que con éstos
no se modificó la situación irregular, la vulneración del debido proceso
subsiste.
Por último, señala, que la autonomía
judicial no puede convalidar una actuación irregular, y que el debido proceso
tiene un espectro más amplio que la simple concatenación de actuaciones. Anota
que la violación del debido proceso se concreta en el desconocimiento del juez
natural que es "el funcionario que tiene la capacidad o aptitud legal para
ejercer la jurisdicción en determinado proceso y de acuerdo con la naturaleza
de los hechos, la calidad de las partes y la división de trabajo establecida
por el legislador entre los miembros de la judicatura"
8. El apoderado de la compañía Seguros
Skandia S.A, se notificó de la tutela por conducta concluyente al presentar un
memorial ante la Corte Suprema de Justicia, en el cual expone las razones por
las cuales considera que la decisión del fallador de primera instancia debe ser
confirmada. A su juicio, permitir que prospere la acción de tutela significa
contrariar lo expuesto por la Corte Constitucional en la sentencia C-543, sobre
la procedencia de esta acción contra providencias judiciales.
8.1. Alega igualmente que el señor Yidi
Dacarett, ha hecho uso de los diferentes recursos judiciales y arbitrales de
manera simultánea.
Así mismo, pone de presente que la objeción
sobre el mérito ejecutivo de la póliza fue efectuada en debida forma por Skandia
y, que por lo tanto, lo que se busca discutir ante la justicia arbitral es lo
referente a las excepciones de fondo, lo cual está expresamente permitido por
el artículo 2 del decreto 2651 de 1991.
9. La Corte Suprema de Justicia, mediante
sentencia de septiembre 23 de 1994, concedió la tutela solicitada y revocó el
fallo denegatorio proferido por el Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, por
considerar que éste configuraba una vía de hecho, carente de todo efecto
jurídico.
9.1 Afirma la Corte Suprema de Justicia
que la tutela procede por violación del debido proceso contra decisiones que
constituyen, pese a su apariencia de legalidad, verdaderas vías de hecho. El
derecho al debido proceso - señala - desarrolla el derecho de acceso a la
justicia con el cual guarda íntima relación. El acceso a la justicia no
consiste únicamente en la posibilidad pasiva de acudir a ella, sino que
comprende la posibilidad de utilizar todos los instrumentos a fin de hacer
conocer al juez los intereses y derechos en conflicto. De otro lado, el debido
proceso comprende todas las facultades del juez enderezadas a garantizar
"la efectividad del derecho material"
9.2 La Corte Suprema de Justicia subraya
que el debido proceso tiene como regla imperativa el adelantamiento de los
procesos ante el juez competente. Igualmente estima que el Estado es el
"titular nato" del poder jurisdiccional, no obstante, excepcional y
transitoriamente, se permite que el Estado delegue la función de administrar
justicia en particulares, como son los árbitros (art. 116, inciso final C.P).
A juicio de la Corte, la ley actual
conserva "el criterio tradicional de reserva por parte del Estado del
poder jurisdiccional de ejecución", razón por la cual "se excluye la
posibilidad de cláusula compromisoria, compromiso y arbitraje en asuntos de
ejecución". La Alta Corporación señala que el arbitramento no impide a
las partes, al tenor del artículo 2011, derogado, del C. de Co, adelantar ante
los jueces ordinarios los procesos de ejecución, máxime si se tiene presente la
imposibilidad jurídica de los árbitros de ejecutar sus propios laudos. A su
juicio la normatividad vigente, artículo 96 de ley 23 de 1.991 y 40 del decreto
2279 de 1.989, recogen de manera implícita lo preceptúado por el artículo
2011. Concluye de lo anterior que toda ejecución está vetada a los árbitros.
9.3 El fallador de tutela considera que
del artículo 2011 del Código de Comercio citado, se desprende que los árbitros
“[si] no pueden ejecutar coactivamente sus propias decisiones, mucho menos
pueden hacerlo respecto de otras decisiones judiciales, ni de decisiones o
títulos creados por los particulares que requieran de poder o potestad
coactiva”. Por lo tanto, "si la ley no establece distinción dentro de su
reserva estatal, para este tipo de conocimiento, se concluye que de la
competencia y jurisdicción arbitral quedan excluidos todos los procesos
ejecutivos incluyendo los atinentes a las pólizas de seguro en los casos del
art. 8o de la ley 45 de 1990".
" (...) Si en
un caso determinado - puntualiza la Corte - la ley impone al Estado conocer
por medio de jueces, determinados procesos, no pueden estos últimos sustraerse
por ningún motivo a su conocimiento, a pesar de que exista cláusula compromisoria
en contrario, pues sería ineficaz de pleno derecho conforme con el artículo 6º
del C.P.C. De allí que si, en contra de los dicho, se adoptan decisiones en el
sentido de sustraerse al ejercicio de la jurisdicción ejecutiva radicada
exclusivamente en el Estado, no sólo se viola, como se dijo, el debido proceso
sino que quebranta el derecho fundamental al acceso "debido" a la
administración de justicia. Porque el Estado se sustrae a su "deber"
exclusivo de administrar justicia en materia de procesos de ejecución, sin que
para ello pueda aducirse que aún le queda la posibilidad de acceder ala
justicia arbitral, pues, siendo un deber exclusivo del Estado su prestación no
sería lo que la Constitución y la ley ordena que debe prestarse en los
ciudadanos. Más aún ,esa decisión que ordena que la jurisdicción no sea
prestada por el Estado sino por los árbitros, no sólo impide que aquel cumpla
con su deber sino que también arriesga a que estos últimos rechacen su
conocimiento por falta de jurisdicción, dejando la ejecución sin juez que la
decida, o que, por el contrario conozcan de ella contrariando el ordenamiento
jurídico colombiano. Todo lo cual, a todas luces, constituye una actuación
arbitraria que, por estar por fuera del marco constitucional y legal
pertinente, configura una vía de hecho, susceptible de amparo mediante
tutela" (Corte Suprema de Justicia. Sala Civil de Casación, providencia
del 23 de septiembre de 1.994)
9.4 Por lo anterior, la Corte Suprema
concluye que asiste la razón al actor, al solicitar la revocatoria del fallo
del Tribunal, por cuanto el "proceso de ejecución es competencia privativa
del Estado" y si bien la cláusula compromisoria puede extenderse a las
diferencias que se susciten en la ejecución del contrato, no puede predicarse lo
mismo de "la ejecutabilidad del contrato como título ejecutivo"
10. Seguros Skandia solicitó, mediante
escrito del 27 de septiembre de 1994, la aclaración de la providencia de la
Corte Suprema de Justicia, proferida el 23 de septiembre del mismo año. La
Corte negó la solicitud, por considerar que versaba sobre un objeto diferente
de la acción decidida.
11. El apoderado de la sociedad
aseguradora, presentó un memorial al Tribunal Superior de Bogotá en el que
solicitó se diera aplicación a los artículos 4 y 230 de la Constitución
Nacional a fin de inaplicar la decisión de la Corte Suprema de Justicia por
desconocer el principio de la doble instancia y el atribuir el carácter de vía
de hecho a una providencia judicial por razones puramente interpretativas.
12. En un memorial, similar al presentado a
la Corte Suprema de Justicia, la Compañía aseguradora Skandia, se dirige a la
Corte Constitucional para solicitar que en la revisión de la sentencia de la
Corte Suprema de Justicia se tengan en cuenta las consideraciones que ha
planteado en sus diversos escritos.
12.1 El escrito
en mención, se divide en dos partes. En la primera de ellas, el apoderado de la
sociedad expone su versión de los hechos. Afirma que Skandia no guardó silencio
ante la reclamación sino que, por el contrario, solicitó al asegurado aclarar
la identidad del bien asegurado.
Pone de presente
que el demandante cometió diversas irregularidades al iniciar un proceso
ejecutivo y un proceso ordinario en forma paralela. Señala que el actor tras
desistir del proceso ordinario, lo reactivó y simultáneamente convocó a un
Tribunal de Arbitramento, desistiendo más adelante de su demanda arbitral.
Considera, el
apoderado de la sociedad, que el actor, no satisfecho con estas actuaciones,
instauró la tutela en busca de una "cuarta instancia".
12.2 La segunda
parte del memorial se dirige a rebatir los fundamentos jurídicos de la decisión
de La Corte Suprema de Justicia. A su juicio, la Corte Suprema de Justicia
interpretó equivocadamente los artículos 1 y 2 del decreto 2279, que extienden
el pacto arbitral a todas las diferencias que surjan del contrato. Estima que
la Corte falló con base en los artículos 2011 del C de Co. y 663 del C.P.C.,
normas derogadas.
Señala que
"es falsa" la disyuntiva de la Corte en torno a que el conocimiento
por parte de los árbitros de un proceso de ejecución, consiste en una
denegación de justicia, por cuanto si bien es cierto que el Tribunal arbitral
no puede ejecutar, si puede discutir el mérito ejecutivo de un título, por
tratarse de una cuestión declarativa.
En su concepto si
el decreto 2651 de 1.991 permite el pacto de compromiso en el proceso
ejecutivo, no existe razón para no aceptar la cláusula compromisoria. A su
juicio, el decreto en mención acabó con la discusión en torno a si el trámite
arbitral era ajeno al proceso ejecutivo, permitiendo que las partes acudieran
libremente al proceso arbitral.
Por último, niega
que la decisión del Tribunal constituya una vía de hecho y transcribe apartes
de la jurisprudencia de la Corte Constitucional sobre la procedencia de la
tutela contra providencias judiciales.
FUNDAMENTOS
El Problema
planteado
1. En la sentencia
de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, del 23 de septiembre
de 1994, objeto de revisión, se sostiene la tesis de la ineficacia del pacto
arbitral que pretenda sustraer a la jurisdicción ordinaria del Estado la
competencia para conocer de los procesos ejecutivos. El Estado se reserva,
según la sentencia, el poder jurisdiccional de ejecución, en razón de su
naturaleza coercitiva y del grado de injerencia que se obra en la esfera de la
libertad (mandamiento forzoso de pago) y del patrimonio (embargo, secuestro,
orden de llevar a cabo la ejecución, remate etc.) del ejecutado. La competencia
y jurisdicción arbitrales, por consiguiente, se extienden únicamente a las
controversias transigibles, esto es, a aquéllas que requieren de certeza
jurídica mediante transacción o sentencia ya sea declarativa o condenatoria.
2. La sociedad
Skandia Seguros Generales S.A., a la cual esta Corte reconoce su carácter de
coadyuvante de las autoridades judiciales demandadas en el presente proceso de
tutela (D. 2591 de 1991, art. 13), en sendos escritos, el primero, presentado a
la Corte Suprema de Justicia antes de que ésta dictara su fallo y en el que se
solicita la confirmación de la sentencia de tutela de primera instancia y, el
segundo, dirigido a esta Corporación, se opone a las pretensiones del actor e
impugna, desde distintos ángulos, el fallo materia de revisión.
La tesis básica que
esgrime la coadyuvante es la de que si bien los árbitros no pueden llevar a
cabo ejecuciones, sí pueden, en cambio, conocer de las controversias que se
originen en los títulos en los que aquéllas se fundamentan. La cláusula de arbitramento
y el compromiso, por ende, pueden versar sobre las controversias que se
presenten en un proceso ejecutivo cuando se formulan excepciones, lo que
conduce a que en la práctica este proceso se torne en declarativo y la litis
pueda ser sometida a decisión arbitral que, desde luego, una vez producida,
deberá necesariamente ser ejecutada por los funcionarios judiciales
permanentes.
La sociedad
coadyuvante apela a distintos argumentos legales para apoyar su tesis: (1) el
D. 2279 de 1989, derogó los artículos 2011 del Código de Comercio y 663 del
Código de Procedimiento civil, que impedían sujetar los procesos de ejecución
al compromiso o a la cláusula compromisoria; (2) en el Decreto 2279 de 1989,
aparte de no contener la limitación anterior, se dispuso que "la cláusula
compromisoria puede estipularse para someter a decisión arbitral, todas o
algunas de las diferencias que se susciten en relación con un contrato
determinado; si éstas no se especificaren, se presumirá que la cláusula
compromisoria se extiende a todas las diferencias que puedan surgir de la
relación contractual"; (3) El D. 2651 de 1991 extendió a los procesos de
ejecución las instituciones del arbitraje y de la conciliación, como se deduce
del tenor mismo de su artículo 2 (*); (4) A voces del artículo 11 del
D. 2651 de 1991, "en razón del pacto arbitral los árbitros quedan
investidos transitoriamente de la función de administrar justicia (... )".
De otro lado, la
coadyuvante advierte que las providencias judiciales en firme, conforme lo
estableció la Corte Constitucional en su sentencia del 1o de octubre de 1992,
no pueden ser objeto de la acción de tutela, salvo el caso de que ellas
constituyan una verdadera vía de hecho. A este respecto, señala, una simple
diferencia de criterio sobre el alcance de la ley, no es capaz de convertir una
decisión judicial correctamente dictada en vía de hecho.
Desde el punto de
vista legal, la tesis de la coadyuvante, adolece de imprecisiones, en primer
lugar debe señalarse que si bien es cierto que los artículos 2011 y 663, fueron
derogados por el decreto 2651 de 1.991, la normatividad vigente sólo contempla
la posibilidad de acudir a arbitramento en un proceso de ejecución cuando la
decisión tiene origen en un compromiso, es decir, éllo, sólo podrá darse cuando
las partes, una vez surgido y determinado el objeto de la controversia,
celebran un acuerdo. Por lo tanto, la legislación no contempla la posibilidad
de pactar la cláusula compromisoria con el objeto de excluir ex ante la
competencia radicada en los jueces para adelantar la ejecución.
La afirmación del
apoderado de la sociedad aseguradora referente a que el artículo 96 de la ley
23 de 1.991 modificatorio del artículo 1 del decreto 2279 de 1.989, no excluye
controversia alguna del pacto arbitral, necesita ser matizada, pues la norma no
puede ser interpretada como una habilitación del legislador para que toda
controversia pueda ser objeto de arbitramento. Del tenor literal del mismo
artículo se desprende que sólo aquello susceptible de transacción puede ser decidido
por la justicia arbitral.
3. Los argumentos
del actor, reseñados en otra parte de esta sentencia, en lo sustancial,
coinciden con los esgrimidos por la Corte Suprema de Justicia. Adicionalmente,
en relación con la impugnación formulada por la coadyuvante, precisa que el
proceso ejecutivo no es susceptible de ser parcelado de modo que a un juez se
asigne el conocimiento de las excepciones y a otro diferente la expedición del
mandamiento ejecutivo.
Agrega que, aún en
el evento de que la posición de la coadyuvante fuera cierta, se habría
presentado una violación del debido proceso, pues el decreto 2651 de 1991, en
el cual ella se fundamenta, sólo entró a regir el día 10 de enero de 1992, en
tanto que la demanda ejecutiva fue presentada el 20 de agosto de 1991.
4. En el plano
constitucional las tesis enfrentadas se derivan de dos posturas interpretativas
distintas sobre el alcance de la competencia de los árbitros. Según el artículo
116 de la CP, "los particulares pueden ser investidos transitoriamente de
la función de administrar justicia en la condición de conciliadores o en la de
árbitros habilitados por las partes para proferir fallos en derecho o en
equidad, en los términos que determine la ley". Para la Corte Suprema de
Justicia y el actor, la función jurisdiccional de los árbitros es limitada y,
de la misma, definitivamente queda sustraída el conocimiento de las acciones
ejecutivas. En los restantes fallos de la justicia ordinaria y de tutela
reseñados, así como en los memoriales de la coadyuvante, se asume la
existencia de una competencia amplia para los árbitros que, en virtud del
compromiso o de la cláusula compromisoria, podrían inclusive sustituir a la
jurisdicción ordinaria del Estado en esta materia, por lo menos en lo que atañe
a la definición de las excepciones propuestas contra el mandamiento de pago
librado con base en un título ejecutivo.
Los diferentes
argumentos legales que se exponen, se encuentran en realidad determinados por
esta concepción inicial. Por esta razón la Corte analizará, desde la
perspectiva constitucional, el problema de fondo que plantea la controversia sub
lite y que consiste en determinar si las partes enfrentadas pueden
válidamente, en virtud de compromiso o de cláusula compromisoria, habilitar a
los árbitros para sustituir total o parcialmente a la jurisdicción ordinaria
del Estado en asuntos de naturaleza ejecutiva.
Alcance
constitucional del arbitramento y de la conciliación
5. El derecho si es
preciso puede hacerse cumplir de manera forzada a través de la utilización de
la coacción. El desacato de la norma, apareja la correlativa imposición, actual
o posible, de una específica sanción o consecuencia negativa para el sujeto que
realiza el comportamiento o la abstención proscritas. El carácter coactivo es,
pues, rasgo esencial de la normatividad jurídica, sin el cual se corre el
riesgo de socavar su función como técnica de control y de orientación social.
Esta dimensión del orden jurídico, no descarta que sus mandatos frecuentemente
se cumplan de manera espontánea, y se postula sin perjuicio de que lo deseable
en una sociedad democrática y participativa, sea la realización del derecho,
como marco de la convivencia pacífica, con el menor recurso a la fuerza.
La coercibilidad,
elemento que acompaña al derecho, requiere de la existencia permanente de un
aparato institucionalizado que administre la coacción de conformidad con la
Constitución y la ley, las que a su turno le imprimen a su ejercicio, en razón
del contenido y valores que defienden, el sello indeleble de la legitimidad
democrática. Sólo así, el empleo de las medidas de coacción por las
instituciones permanentes del Estado, no se identifica con la violencia o el
terror organizado.
El ordenamiento
jurídico no se limita a diseñar y establecer el aparato de fuerza y las
condiciones para su ejercicio, sino que, adicionalmente, indica el método de su
actuación y las formas procesales que deben observarse cuando se viola una
norma jurídica y se hace entonces necesario poner en marcha sus dispositivos de
constreñimiento o de reparación. En este orden de ideas, el uso de la coacción
resulta inseparable de sus condiciones de ejercicio y de las formas procesales
que deben agotarse para su correcto empleo, fijadas en el derecho objetivo.
6. Los particulares,
en su condición de conciliadores y árbitros, transitoriamente, pueden
administrar justicia. Se pregunta la Corte si en este caso, la indicada
investidura, les permite recibir y ejercitar válidamente habilitaciones de las
partes para adelantar a través del procedimiento arbitral juicios de ejecución
con base en títulos ejecutivos o definir aspectos centrales en los que se
ventilen ante la jurisdicción ordinaria, como sería la decisión de las
excepciones propuestas por la persona demandada.
7. Según el artículo
116 de la CP., la ley puede transitoriamente atribuir la función jurisdiccional
a particulares que obren como árbitros o conciliadores. En el Estado social de
derecho, los particulares colaboran de variadas maneras en el desarrollo de las
funciones y fines estatales. Dicha colaboración, en el ámbito jurisdiccional,
no obstante, tiene carácter transitorio y excepcional. En primer término, la
conciliación y el arbitraje sólo pueden tener por objeto asuntos que por su
naturaleza sean susceptibles de dicho trámite, y es evidente que no todos lo
son. En segundo término, la paz y el orden público, se ponen en peligro si a
los particulares, así obren como conciliadores o árbitros, se les atribuye
directamente la facultad de disponer del poder coactivo. No es concebible que
el ejercicio de la jurisdicción, como función estatal, se desplace de manera
permanente y general a los árbitros y conciliadores ( CP art 113). Tampoco
resulta admisible ampliar la materia arbitrable a asuntos que trascienden la
capacidad de disposición de las partes y respecto de los cuales no sea posible
habilitación alguna.
No todo asunto de
competencia de los jueces ordinarios, en consecuencia, puede ser trasladado a
la justicia arbitral. Entre las materias vedadas a los árbitros y conciliadores,
por las razones anotadas, se encuentra el conocimiento de las pretensiones
ejecutivas. La existencia de un título ejecutivo con base en el cual se formula
la demanda, así posteriormente se presenten excepciones y se deba decidir sobre
éstas, coloca la controversia en un momento posterior al de la mera
configuración del derecho. Lo que se busca a través de la acción ejecutiva es
la intervención del Estado con miras no a zanjar una disputa, sino a hacer
efectivo un derecho sobre cuya existencia el demandante no ha menester
reconocimiento distinto al de la verificación del título que, en los términos
de la ley, le sirve de suficiente causa y prueba. De otro lado, la ejecución
está íntimamente ligada al uso de la fuerza pública que, por las razones anotadas,
ni la ley ni el pacto pueden transferir a los árbitros o conciliadores.
8. Las normas
legales que regulan el arbitramento deben ser interpretadas a la luz de la
Constitución. Contrariamente, la coadyuvante intenta explicar el alcance del
artículo 116, inciso final, de la Constitución Política, a partir de la
consideración que le merecen las normas legales que gobiernan la materia.
En este sentido, las
restricciones legales a la institución arbitral, apuntan a justificar la
imposibilidad de que ella pueda convertirse en foro sustituto de la
jurisdicción ordinaria.
En verdad, la
materia arbitrable sólo puede estar integrada por asuntos o cuestiones
susceptibles de transacción que surjan entre personas capaces de transigir. El
ámbito de lo transable abarca los objetos - bienes, derechos y acciones - sobre
los cuales existe capacidad de disposición y de renuncia. La conciliación y el
arbitraje presuponen una diferencia o disputa entre las partes o la posibilidad
de que entre ellas surja una controversia. El mismo concepto de parte
que utiliza la Constitución se refiere a la posición asimétrica o de
confrontación en que se encuentran dos o más sujetos, derivable de un conflicto
actual o potencial. Alrededor del título ejecutivo bien puede darse un debate
sobre su existencia y validez, pero éste tiene una connotación distinta. En
primer término, con base en el título su beneficiario o tenedor solicita al
juez se decrete y lleve a efecto su cumplimiento coactivo, no la mera
definición de un derecho, como quiera que en su favor obra la presunción de
titularidad del respectivo derecho. Si la contraparte opone excepciones, su
resolución positiva o negativa es puramente incidental y, por tanto, se
inscribe en un momento que todavía pertenece al curso de acción que ha de
seguir el Estado cuando se propone aplicar la coacción y que consiste en
determinar previamente si existen las condiciones de validez y de eficacia
establecidas en la ley para seguir adelante con la ejecución. En todo caso,
dado que los factores de competencia se toman en cuenta en el momento de
entablar la acción, desde la perspectiva del tenedor del título ejecutivo que
se apresta a requerir la intervención de la jurisdicción, no existe diferencia
ni controversia sobre la existencia y extensión de su derecho, sino necesidad
de la intervención del Estado para procurar su cumplimiento.
La ausencia de poder
coactivo de los árbitros, lo corrobora la disposición del D.2279 de 1989, que
somete a la justicia ordinaria lo relativo a la ejecución del laudo, de
conformidad con las reglas generales (Ibid, art. 40, parágrafo). Si en verdad
dispusieran de este poder los árbitros, la norma sobraría. Idéntica conclusión
cabe extraer del inciso 2o del artículo 1o del decreto 2279 de 1989, modificado
por el artículo 96 de la ley 23 de 1989, que en punto al arbitramento sobre el
contrato de arrendamiento, establece que "los aspectos de ejecución que
demanden las condenas en los laudos deberán tramitarse ante la jurisdicción
ordinaria".
Finalmente, tampoco tiene
asidero constitucional el arbitraje circunscrito a la definición de las
excepciones propuestas por la parte ejecutada. El proceso ejecutivo es
inescindible y conserva ese carácter aún en la fase cognitiva que se debe
recorrer a fin de resolver las excepciones presentadas contra el título. La
definición de las excepciones es un momento en el trámite que ha de seguir el
Estado antes de consumar la ejecución. Resulta contrario a toda economía
procesal, que para llevar a cabo una ejecución se deba suspender el proceso
ejecutivo, reconocer en un proceso declarativo la calidad ejecutiva del título,
base de la ejecución y, posteriormente reiniciar la ejecución misma. De otro
lado los arreglos extrajudiciales a que lleguen eventualmente las partes y que
puedan conducir al desistimiento de la acción ejecutiva, no se califican como
arbitramento ni desvirtúan la esencia de la jurisdicción.
Adicionalmente, cabe
anotar que los procesos ejecutivos se inician con base en un título que de
conformidad con la ley, presta mérito ejecutivo, hipótesis que difiere del
supuesto en el que es necesario resolver previamente sobre la existencia de un
derecho, lo que ciertamente si corresponde a la competencia del Tribunal de
Arbitramento.
El interés
público y el contrato de seguro
9. El artículo 1053
del Código de Comercio, modificado por el artículo 80 de la ley 45 de 1990,
expresa: "La póliza prestará mérito ejecutivo contra el asegurador, por sí
sola, en los siguientes casos: 1. En seguros dotales, una vez cumplido el respectivo
plazo. 2 . En los seguros de vida, en general, respecto de los valores de
cesión o rescate, y 3. transcurrido un mes contado a partir del día en el cual
el asegurado o el beneficiario o quien los represente, entregue al asegurador
la reclamación aparejada de los comprobantes que, según las condiciones de la
correspondiente póliza, sean indispensables para acreditar los requisitos del
artículo 1077, sin que dicha reclamación sea objetada de manera seria y
fundada. Si la reclamación no hubiere sido objetada, el demandante deberá
manifestar la circunstancia en la demanda".
El precepto citado
tiene como antecedente la medida de protección al asegurado o beneficiario
incorporada en la regulación legal de la actividad aseguradora desde la
expedición de la ley 105 de 1927 (art. 25). Se pretende de esta manera
garantizar los derechos del asegurado y del beneficiario del contrato de seguro
y desalentar, de otra parte, las prácticas dilatorias del asegurador reacio a
cumplir sus propias obligaciones. Verificado el siniestro y cumplidos los
restantes requisitos enunciados en la norma, se opera, en el tercer caso, una
presunción legal que edificada sobre el silencio del asegurador o su objeción
no seria ni fundada, permite dar por probados el siniestro, la cuantía del daño
y el derecho a la respectiva indemnización. La acción ejecutiva a la que la ley
reconoce mérito ejecutivo, produce una inversión de la carga de la prueba, que
desplaza al asegurador, a través del mecanismo de la excepciones, la tarea de
desvirtuar o enervar la existencia, validez o efectos del título.
De acuerdo con el
artículo 335 de la CP., la actividad aseguradora es de interés público y se
ejerce con arreglo a la ley. Consulta el interés público que en los contratos
de seguros, la parte débil que, por lo general, se identifica con el asegurado
o beneficiario, realizadas las condiciones a las que se supedita su derecho
reciba efectivamente y en el menor tiempo posible la prestación prometida. El
mérito ejecutivo que se atribuye a las pólizas en los casos examinados,
neutraliza y frustra las prácticas abusivas a las que podrían recurrir las
empresas aseguradoras. Estas últimas, de ordinario, no sólo despliegan su poder
en el momento inicial, al fijar unilateralmente las condiciones generales del
contrato, sino que en el curso de la relación negocial - se ha observado por
parte del legislador histórico -, de manera no infrecuente, esquivan o dilatan
injustificadamente el cumplimiento de sus compromisos. La disposición legal
citada es el medio al cual ha recurrido la ley para introducir un factor de
equilibrio entre asegurado o beneficiado y el asegurador.
El reconocimiento de
mérito ejecutivo a la póliza, sin duda constituye un instrumento eficaz
diseñado por la ley para la defensa efectiva de los derechos de los asegurados.
Como quiera que la disposición se inspira en el interés general y en el
favorecimiento de la parte débil del contrato, no puede ser derogada por pactos
particulares. En efecto, si se concede validez a las cláusulas compromisorias
enderezadas a que el asegurado renuncie al proceso ejecutivo para hacer
efectiva la póliza, que las compañías aseguradoras incorporen en sus módulos
contractuales a los que normalmente adhieren las personas que demandan sus
servicios, irremisiblemente se marchitaría la protección que la ley ha querido
ofrecer. El legislador pretendió reforzar, en los contratos de seguro, la
protección legal que encuentra toda persona en el proceso ejecutivo, como medio
último para lograr el cumplimiento de las obligaciones, al consagrara en el
artículo 1053 del Código de Comercio, una presunción legal en favor del
asegurado.
De la misma manera
que los particulares no pueden, a través del pacto arbitral, atraer hacia su
propia órbita el ejercicio de la jurisdicción para ejecutar a los deudores,
tampoco resulta lícito apelar al contrato para restar eficacia y minar el
repertorio de instrumentos de orden público que el Estado ha considerado
indispensable ofrecer a la parte débil de los contratos que se celebran con las
compañías de seguros.
Confirmación del
fallo objeto de revisión
Las razones
expuestas, aunadas a las sostenidas en su sentencia por la Corte Suprema de
Justicia, son suficientes para confirmar su decisión. La providencia del
Tribunal contra la cual se entabló la acción de tutela, ciertamente significaba
la abdicación ilegítima de la jurisdicción y competencia exclusivas del Estado,
y su implícita cesión a los particulares investidos de la función arbitral.
Las consecuencias
que ineludiblemente se siguieron de la censurable resignación de la competencia
y que han afectado los derechos constitucionales del actor, como acertadamente
lo puso de presente la Corte Suprema de Justicia, fueron la violación del debido
proceso y la negativa de acceso a la justicia. Entre una y otra vulneración
existe una íntima relación de concedida. Cuando la jurisdicción permanente del
Estado se declara incompetente - sin serlo - en una materia que tampoco
corresponde al resorte de la función jurisdiccional que se desarrolla a través
de árbitros, el vacío de jurisdicción y de competencia, tal vez
inadvertidamente suscitado por la providencia inhibitoria, atestigua un
flagrante desconocimiento de los indicados derechos fundamentales.
Por lo general, los
errores judiciales no pueden servir de presupuesto a una vía de hecho. Sobre
este punto la jurisprudencia de la Corte ha sido clara y terminante. Sin
embargo, ello no se ha predicado de los errores manifiestos y mayúsculos que,
como el del caso presente, contabiliza entre sus consecuencias gravosas para
los derechos fundamentales de la personas y para el Estado de derecho, la
renuncia injustificada de la jurisdicción sobre la facultad de ejecución y la
ilegítima desposesión del juez en una causa judicial que se deja abandonada.
Por último, por no
ser materia de la acción de tutela, no entra la Corte a determinar si el actor,
como lo ha manifestado la parte coadyuvante de las autoridades demandadas, al
interponer simultánea y sucesivamente diversas acciones judiciales, ha podido
tanto él como su abogado abusar de la jurisdicción y estar incurso, el último,
en una violación del régimen legal y ético de la profesión. En la copia de la
providencia proferida por el Juez Treinta y uno Civil del Circuito de Santa Fe
de Bogotá, se ordenó para estos efectos poner dichos hechos en conocimiento del
Consejo Superior de la Judicatura-Sala Disciplinaria. Con ese mismo objeto, se
dispondrá en esta sentencia el envío de copia de la misma al indicado organismo
jurisdiccional, para lo de su competencia.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E
PRIMERO.- Confirmar en su integridad el fallo de
tutela proferido por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia
de fecha 23 de septiembre de 1.994
SEGUNDO.- Ordenar que se compulsen copias de esta
providencia al Consejo Superior de la Judicatura para lo de su competencia.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veinte ( 20) días del mes de febrero de mil novecientos noventa y cinco
(1995)).
Aclaración de
voto a la Sentencia No. T-057/95
Concuerdo con la
decisión, pero no con la totalidad de las razones expuestas como conducentes a
ella. Muchas de las consideraciones acerca del monopolio de la fuerza por parte
del Estado - me parece-, parte del supuesto de que son los propios árbitros los
que estarían facultados para ejercerla y creo que no ese el caso. A mi juicio,
las disgresiones en torno a un hecho indiscutible, pero que no es lo que se
discute en el caso sub-judice oscurecen la argumentación y la debilitan
en lugar de aclararla y vigorizarla.
fecha ut supra.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Auto No. 004/96
NULIDAD SENTENCIA
DE TUTELA-Ejecución de
obligaciones contractuales por árbitros/ACCION DE TUTELA-Análisis
constitucional de materia contractual
Es indudable que
si el arbitramento no comprendía o se extendía a la actuación de la pretensión
ejecutiva ante los árbitros, la omisión de los jueces que conocieron de ésta
comportaba una clara denegación de justicia. Distinto sería el caso si se
hubiera referido a aspectos meramente obligacionales, sin incidencia directa en
los derechos fundamentales, de rango legal o derivados del ejercicio de la
autonomía de la voluntad. En relación con la alegada violación de la
jurisprudencia en materia contractual la Sala de Revisión no se apartó de la
jurisprudencia de la Corporación, pues el análisis contenido en su sentencia se
realizó desde una perspectiva exclusivamente constitucional y bajo la óptica de
que el tema tenía incidencia directa en la definición sobre la existencia de
una vulneración de un derecho fundamental. Por lo demás, no resulta apropiado
alegar violación de la jurisprudencia de la Corporación, cuando precisamente la
sentencia que se revisa fue la primera que se dictó por una Sala de Revisión en
la cual se fijó el alcance constitucional de la jurisdicción arbitral frente al
ejercicio del poder coactivo del Estado a través del proceso de ejecución.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Omisión de conocer asunto ejecutivo
La omisión de los
jueces ordinarios, patente en sus autos inhibitorios de conocer de la
pretensión ejecutiva del peticionario, constituía una vía de hecho judicial.
Los razonados y sólidos argumentos para afirmar la competencia de la
jurisdicción ordinaria en relación con el conocimiento de los procesos
ejecutivos, pese a la existencia de una cláusula contractual que consagre el
arbitramento, que para la Sala de Revisión no merecieron reparo alguno,
conducen a la inequívoca conclusión de que en dicha jurisdicción se radica la
referida competencia y que, por ende, la omisión de los jueces ante los cuales
se formuló la pretensión ejecutiva generaba una manifiesta denegación de
justicia.
TITULOS VALORES-Ejecución
Los titulares o
poseedores legítimos de títulos valores y otros que prestan mérito ejecutivo,
desde luego no ignoran que frente a sus demandas ejecutivas el deudor demandado
puede oponer excepciones de diferente naturaleza y que en tal evento su
pretensión es controvertida y sometida a debate judicial, incluso hasta el
punto de llegar a ser objeto de transacción o de ser sometida a arbitramento.
Sin embargo, conviene precisar que al proceso ejecutivo se acude, en primer
término, a solicitar que se realice el derecho y que se pongan en movimiento
los mecanismos judiciales ideados para garantizar el pago del crédito cuyo
cobro se persigue, aunque luego el respectivo título pueda tornarse en algo
discutible. Ello es así, porque los títulos ejecutivos tienen una propiedad que
los caracteriza como tales, y quienes los poseen tienen una creencia y una
plena convicción jurídica, que el ordenamiento jurídico alienta y garantiza, en
el sentido de que el documento que los contiene legitima por si mismo el
ejercicio o la realización de un determinado derecho y ciertamente configurado.
VIA DE HECHO-Desconocimiento arbitrario del
ordenamiento jurídico
No es admisible
el argumento en el sentido de que no es equiparable una vía de hecho a
discrepancias de criterios entre el juez que dictó la providencia cuestionada
en tutela y el juez que conoce de la petición de amparo del derecho fundamental
violado o amenazado, porque la decisión no fue un simple error de criterio,
sino la renuncia pasiva a su competencia, dentro del ámbito de la jurisdicción
de que es titular, para conocer de una clase especial de acción, como la
ejecutiva. Luego, el error constituyó una verdadera "vía de hecho",
generada por el desconocimiento arbitrario del ordenamiento jurídico, al
desconocer los derechos al debido proceso y al acceso a la justicia ante el
juez natural que debía conocer de la pretensión ejecutiva del demandante en
tutela.
Ref.: Solicitud de nulidad de la Sentencia No.
T-057 del 20 de Febrero de 1995.
Peticionario:
Sociedad Skandia
Seguros Generales S.A.
Magistrado
Ponente:
Dr. ANTONIO
BARRERA CARBONELL
Santafé de Bogotá
D.C. febrero veintidós (22) de mil novecientos noventa y seis (1996).
I. ADVERTENCIA
PRELIMINAR.
La solicitud de
nulidad formulada por la Sociedad Skandia Seguros Generales S.A. contra la
sentencia T- 057/95, proferida por la Sala Tercera de Revisión de la Corte
Constitucional, correspondió en reparto al H. Magistrado Vladimiro Naranjo
Mesa, quien presentó ante la Sala Plena de la Corporación el respectivo
proyecto de auto.
La Sala Plena de la
Corte Constitucional en su sesión del 22 de febrero de 1996 analizó la ponencia
de dicho Magistrado y por mayoría de votos la rechazó. En tal virtud, se
designó como nuevo ponente al Magistrado Antonio Barrera Carbonell, con el fin
de que elaborara el auto contentivo de la decisión mayoritaria.
II. ANTECEDENTES.
1. La acción de
tutela promovida por el señor Orlando Yidi Dacarett.
1.1. Dieron origen a la acción de tutela
instaurada por el señor Orlando Yidi Dacarett ante la Sala Civil del Tribunal
Superior de Santafé de Bogotá los siguientes hechos:
Entre la sociedad
Skandia Seguros Generales S.A. y el señor Orlando Yidi Dacarett se celebró el
31 de Enero de 1989 un contrato seguros de casco y maquinaria que se consignó
en la póliza C-20031.
Durante la vigencia
del seguro ocurrió uno de los riesgos amparados, como fue el hurto de la lancha
de propiedad del tomador del seguro, quien presentó ante la aseguradora la
respectiva reclamación.
Transcurrido el
término legal sin que se hubiera objetado la reclamación ni recibido la
indemnización del siniestro, el asegurado promovió el proceso ejecutivo ante el
juzgado 15 Civil del Circuito, dentro del cual se desestimaron sus pretensiones
al declararse probada la excepción de cláusula compromisoria propuesta por la
referida sociedad.
Posteriormente, el
señor Orlando Yidi Dacarett promovió proceso ordinario ante el Juzgado 31 Civil
Municipal de Santafé de Bogotá, dentro del cual se declaró igualmente probada
la excepción de cláusula compromisoria.
La decisión del
Juzgado del Circuito fue apelada ante el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá, que confirmó la decisión recurrida. Para el Tribunal,
"el juez ordinario no está facultado legalmente para tramitar procesos
ejecutivos mientras no se derogue por las partes la cláusula arbitral", y
admite que "el proceso ejecutivo debe adelantarse ante los árbitros
quienes tienen la facultad de administrar justicia ...".
Las decisiones
precedentes tuvieron su fundamento en una cláusula introducida en el contrato
de seguro, cuyo contenido es el siguiente:
"Arbitramento.
El asegurado y Skandia convienen en someter a un tribunal de arbitramento
constituido en Bogotá, cualquier duda que pudiera ocurrir en la ejecución de
este contrato y a no intentar demanda o acción judicial alguna o de otra
naturaleza mientras de común acuerdo no hayan resuelto prescindir del juicio
arbitral".
A instancia del
señor Orlando Yidi Dacarett se integró un Tribunal de Arbitramento, con el fin
de dirimir la controversia surgida con motivo del aludido contrato, el cual
debidamente instalado afirmó su competencia para conocer del asunto. Mediante
auto del 27 de junio de 1994 el Tribunal acogió el desistimiento presentado por
el citado.
La acción de tutela
formulada por el señor Orlando Yidi Dacarett se dirigió contra la decisión del
27 de abril de 1994 proferida por el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá,
que confirmó la providencia del 2 de febrero de 1992 proferida por el Juzgado
15 Civil del Circuito, la cual declaró probada la excepción de cláusula
compromisoria, por considerar el peticionario que se violó la garantía del
debido proceso, en cuanto se desconocieron los derechos a la jurisdicción y al
juez natural, incurriéndose por consiguiente en una vía de hecho, pues los
árbitros carecen del imperio para forzar el cumplimiento de una obligación,
atributo que sólo reposa en cabeza de los jueces ordinarios.
1.2. El Tribunal Superior de Santafé de Bogotá
negó la tutela reclamada, por considerar que esta acción es inconducente para
atacar decisiones judiciales en firme, a menos que se presente una vía de
hecho, la cual, a su juicio, en el caso examinado no se configuró, si se
considera que la providencia acusada se limitó a hacer una interpretación
jurídica del decreto 2651 de 1991, aparte de que el petente disponía de otros
medios judiciales para impugnarla.
1.3. La Corte Suprema de Justicia, Sala Civil,
mediante fallo del 23 de Septiembre de 1993 concedió la tutela impetrada, por
considerar que la providencia del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, a que
se hizo referencia antes, constituía una vía de hecho y, en consecuencia,
carecía de eficacia jurídica.
Señaló la Corte en
su decisión, que la ley mantiene "el criterio tradicional de reserva por
parte del Estado del poder jurisdiccional de ejecución", en razón de lo
cual, "se excluye la posibilidad de cláusula compromisoria , compromiso y
arbitraje en asuntos de ejecución". Refuerza el criterio precedente
afirmando que si los árbitros "no pueden ejecutar coactivamente sus
propias decisiones, mucho menos pueden hacerlo respecto de otras decisiones
judiciales, ni de decisiones o títulos creados por los particulares que
requieren de poder o potestad coactiva".
1.4. La Sala Tercera de Revisión de la Corte
Constitucional mediante sentencia T-057 del 20 de febrero de 1995[1] confirmó en su
integridad el fallo proferido por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema
de Justicia. Los fundamentos de dicha sentencia se sintetizan de la siguiente
manera:
a) Según el artículo
116 de la Constitución Política la ley puede con carácter transitorio y
excepcional atribuir función jurisdiccional a particulares que obren como
árbitros o conciliadores, en relación con controversias susceptibles de ser
compuestas a través del arbitraje o la conciliación.
b) No todo asunto de
competencia de los jueces ordinarios puede ser trasladado a la justicia
arbitral. La paz y el orden público se ponen en peligro si a los particulares
obrando como conciliadores o árbitros se les faculta para disponer del poder
coactivo. Por consiguiente, las pretensiones ejecutivas se excluyen de su
conocimiento.
"La
existencia de un título ejecutivo con base en el cual se formula la demanda,
así posteriormente se presenten excepciones y se deba decidir sobre éstas,
coloca la controversia en un momento posterior al de la mera configuración del
derecho. Lo que se busca a través de la acción ejecutiva es la intervención del
Estado con miras no a zanjar una disputa, sino a hacer efectivo un derecho
sobre cuya existencia el demandante no ha menester reconocimiento distinto al
de la verificación del título que, en los términos de la ley, le sirve de suficiente
causa y prueba. De otro lado, la ejecución está íntimamente ligada al uso de la
fuerza pública que, por las razones anotadas, ni la ley ni el pacto pueden
transferir a los árbitros o conciliadores."
c) Las normas
legales que regulan el arbitramento deben ser interpretadas a la luz de la
Constitución.
"En verdad,
la materia arbitrable sólo puede estar integrada por asuntos o cuestiones
susceptibles de transacción que surjan entre personas capaces de transigir. El
ámbito de lo transable abarca los objetos - bienes, derechos y acciones - sobre
los cuales existe capacidad de disposición y de renuncia. La conciliación y el
arbitraje presuponen una diferencia o disputa entre las partes o la posibilidad
de que entre ellas surja una controversia. El mismo concepto de parte
que utiliza la Constitución se refiere a la posición asimétrica o de
confrontación en que se encuentran dos o más sujetos, derivable de un conflicto
actual o potencial. Alrededor del título ejecutivo bien puede darse un debate
sobre su existencia y validez, pero éste tiene una connotación distinta. En
primer término, con base en el título su beneficiario o tenedor solicita al
juez se decrete y lleve a efecto su cumplimiento coactivo, no la mera definición
de un derecho, como quiera que en su favor obra la presunción de titularidad
del respectivo derecho. Si la contraparte opone excepciones, su resolución
positiva o negativa es puramente incidental y, por tanto, se inscribe en un
momento que todavía pertenece al curso de acción que ha de seguir el Estado
cuando se propone aplicar la coacción y que consiste en determinar previamente
si existen las condiciones de validez y de eficacia establecidas en la ley para
seguir adelante con la ejecución. En todo caso, dado que los factores de
competencia se toman en cuenta en el momento de entablar la acción, desde la
perspectiva del tenedor del título ejecutivo que se apresta a requerir la
intervención de la jurisdicción, no existe diferencia ni controversia sobre la
existencia y extensión de su derecho, sino necesidad de la intervención del
Estado para procurar su cumplimiento."
"La ausencia
de poder coactivo de los árbitros, lo corrobora la disposición del D.2279 de
1989, que somete a la justicia ordinaria lo relativo a la ejecución del laudo,
de conformidad con las reglas generales (Ibid, art. 40, parágrafo). Si en
verdad dispusieran de este poder los árbitros, la norma sobraría. Idéntica
conclusión cabe extraer del inciso 2o del artículo 1o del decreto 2279 de 1989,
modificado por el artículo 96 de la ley 23 de 1989, que en punto al
arbitramento sobre el contrato de arrendamiento, establece que "los
aspectos de ejecución que demanden las condenas en los laudos deberán
tramitarse ante la jurisdicción ordinaria".
"Finalmente,
tampoco tiene asidero constitucional el arbitraje circunscrito a la definición
de las excepciones propuestas por la parte ejecutada. El proceso ejecutivo es
inescindible y conserva ese carácter aún en la fase cognitiva que se debe
recorrer a fin de resolver las excepciones presentadas contra el título. La
definición de las excepciones es un momento en el trámite que ha de seguir el
Estado antes de consumar la ejecución. Resulta contrario a toda economía
procesal, que para llevar a cabo una ejecución se deba suspender el proceso
ejecutivo, reconocer en un proceso declarativo la calidad ejecutiva del título,
base de la ejecución y, posteriormente reiniciar la ejecución misma. De otro
lado los arreglos extrajudiciales a que lleguen eventualmente las partes y que
puedan conducir al desistimiento de la acción ejecutiva, no se califican como
arbitramento ni desvirtúan la esencia de la jurisdicción."
d) El artículo 335
de la Constitución declara de interés público la actividad aseguradora.
"Consulta el
interés público que en los contratos de seguros, la parte débil que, por lo
general, se identifica con el asegurado o beneficiario, realizadas las
condiciones a las que se supedita su derecho reciba efectivamente y en el menor
tiempo posible la prestación prometida. El mérito ejecutivo que se atribuye a
las pólizas en los casos examinados, neutraliza y frustra las prácticas
abusivas a las que podrían recurrir las empresas aseguradoras. Estas últimas,
de ordinario, no sólo despliegan su poder en el momento inicial, al fijar
unilateralmente las condiciones generales del contrato, sino que en el curso de
la relación negocial - se ha observado por parte del legislador histórico -, de
manera no infrecuente, esquivan o dilatan injustificadamente el cumplimiento de
sus compromisos. La disposición legal citada es el medio al cual ha recurrido
la ley para introducir un factor de equilibrio entre asegurado o beneficiado y
el asegurador."
"El
reconocimiento de mérito ejecutivo a la póliza, sin duda constituye un instrumento
eficaz diseñado por la ley para la defensa efectiva de los derechos de los
asegurados. Como quiera que la disposición se inspira en el interés general y
en el favorecimiento de la parte débil del contrato, no puede ser derogada por
pactos particulares. En efecto, si se concede validez a las cláusulas
compromisorias enderezadas a que el asegurado renuncie al proceso ejecutivo
para hacer efectiva la póliza, que las compañías aseguradoras incorporen en sus
módulos contractuales a los que normalmente adhieren las personas que demandan
sus servicios, irremisiblemente se marchitaría la protección que la ley ha
querido ofrecer. El legislador pretendió reforzar, en los contratos de seguro,
la protección legal que encuentra toda persona en el proceso ejecutivo, como
medio último para lograr el cumplimiento de las obligaciones, al consagrar en
el artículo 1053 del Código de Comercio, una presunción legal en favor del
asegurado."
III. LA SOLICITUD
DE LA NULIDAD DE LA SENTENCIA NO. T-057 DEL 20 DE FEBRERO DE 1995, PROFERIDA
POR LA SALA TERCERA DE REVISIÓN DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
Mediante apoderado,
la Sociedad Skandia Seguros Generales S.A. solicitó la declaración de nulidad
de la sentencia No. T-057 de 1995, porque, a su juicio, con la decisión en ella
contenida se modificó la jurisprudencia constitucional, sin haberse dado
cumplimiento a las exigencias establecidas en los artículos 34 del Decreto 2591
de 1991 y 53 del Acuerdo No. 5 de 1992, mediante el cual se recodificó el
Reglamento de la Corte Constitucional.
Las normas
presuntamente desconocidas por la decisión contra la cual se dirige la petición
de nulidad dicen:
"ARTICULO 34.
DECISION EN SALA. Los cambios de jurisprudencia deberán ser decididos por la
Sala Plena de la Corte, previo registro del proyecto de fallo
correspondiente".
"ARTICULO 53.
CAMBIO DE JURISPRUDENCIA. En caso de cambio de jurisprudencia, la Sala de
Revisión tomará las medidas necesarias para que la Sala Plena disponga de un
término razonable para tomar su decisión" .
Señala la
peticionaria que la sentencia cuestionada modificó irregularmente la
jurisprudencia en dos aspectos: la acción de tutela frente a las cláusulas
contractuales y el concepto de la vía de hecho, que hace procedente de modo
excepcional la tutela contra providencias judiciales.
- Sobre el primer
punto sostiene que "conforme a reiterada y constante jurisprudencia de la
Corte Constitucional en materia de acción de tutela y específicamente en lo
tocante a la facultad o no de obtener, por medio de dicha acción, la regulación
de aspectos contractuales o la modificación, declaración de nulidad o invalidez
de cláusulas específicas, se había siempre conceptuado que dicho mecanismo era
ajeno a este tipo de situaciones, pues su existencia y objetivos se circunscribían
a la protección y defensa de los derechos constitucionales expresamente
consagrados en la Carta Política". Cita en apoyo de sus afirmaciones,
apartes de las sentencias T-240/93, T-594/92, T-511/93, T-125/94 y T-286/94.
No obstante advierte
que en forma excepcional es posible la intervención del juez de tutela
"cuando se entienda que el contrato afecta una entidad constitucional
propia...para proteger el derecho constitucional violado o por violarse, pero
como lo sostiene la misma Corte, en dicho caso se requiere que no haya otro
remedio judicial disponible y que la actuación del juez de tutela se limite a
proteger dicho derecho sin entrar en el ámbito contractual a disponer o regular
las relaciones interpartes".
En las referencias
jurisprudenciales reseñadas la sociedad peticionaria apoya su conclusión en el
sentido de que la sentencia T-057/95, "modificó la anterior y reiterada
jurisprudencia de la Corte Constitucional, y entró a declarar la invalidez de
una cláusula contractual, asumiendo con ello las funciones propias del juez de
instancia en proceso ordinario, sin cumplir para operar dicha modificación con
el requisito establecido en el artículo 34 del decreto 2591/91 y en el Acuerdo
5/92, que exigen para tales efectos una decisión de la Sala Plena de la Corte,
previo registro del proyecto del fallo correspondiente".
- En relación con el
segundo aspecto, la sociedad peticionaria advierte que la acción de tutela sólo
es viable contra providencias judiciales ejecutoriadas, únicamente en aquellos
casos en los cuales ocurran actuaciones completamente arbitrarias e irregulares
(vías de hecho) imputables al funcionario judicial, por medio de las cuales se
desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, o cuando la decisión pudiera
causar un perjuicio irremediable. Cita en respaldo de sus asertos, los fallos
C-543/92, T-368/93, T-442/93 y T-231/94 de esta Corte.
Considera la
peticionaria violada la referida jurisprudencia, porque al emitirse la
sentencia T-057/95, la Sala Tercera de Revisión de la Corte simplemente se basó
en una discrepancia de criterio con la autoridad judicial (Tribunal Superior de
Santafé de Bogotá) que dictó la providencia acusada en tutela, la cual procedió
dentro de los límites de su independencia y autonomía funcionales y dentro de
criterios que se juzgan razonables y proporcionales.
IV.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
Con fundamento en
las consideraciones precedentes procede la Sala Plena de la Corte a determinar
si se configuró o no la causal de nulidad alegada por la sociedad peticionaria,
en los siguientes términos:
1. La sentencia cuya
nulidad se pretende no ha examinado ni se ha pronunciado en relación con los
aspectos internos netamente obligacionales del contrato celebrado entre el
señor Orlando Yidi Dacarett y la Sociedad Skandia Seguros Generales S.A.
Ninguno de los temas tratados desvió el análisis hacia particularidades
relacionadas con la modificación o invalidación de sus cláusulas.
Tampoco la sentencia
resuelve el problema de fondo de la controversia existente entre las partes
contendientes. En efecto, la Corte Constitucional no ha establecido o avalado
la procedencia legal del mandamiento de pago que eventualmente podría librarse
contra la aseguradora, en el evento de que Orlando Yidi Dacarett resuelva
adelantar proceso de ejecución, menos todavía ha entrado a resolver sobre la
existencia o inexistencia de una obligación concreta a cargo de la misma y
derivada del contrato de seguros. Los anteriores extremos conforman la materia
contractual, ajena a la jurisdicción constitucional del juez de tutela, y sobre
la cual la sentencia de revisión no se pronuncia.
El aspecto analizado
en la sentencia de revisión se refiere al alcance y naturaleza del
arbitramento, en cuanto a su relevancia constitucional. La vulneración del
derecho fundamental al debido proceso, alegada por el peticionario, se
sustentaba en la conducta omisiva de los jueces ordinarios, quienes al
verificar la existencia de una cláusula compromisoria consideraron que la
pretensión ejecutiva debía hacerse valer o interponerse directamente ante la
justicia arbitral. Es indudable que si el arbitramento no comprendía o se
extendía a la actuación de la pretensión ejecutiva ante los árbitros, la
omisión de los jueces que conocieron de ésta comportaba una clara denegación de
justicia.
El examen jurídico
atingente a la naturaleza y alcance de la justicia arbitral, como se aprecia,
si bien no se enderezaba a la resolución del fondo de la controversia,
resultaba insoslayable para establecer si se había violado o no el referido
derecho fundamental. Dicho de otra manera, el aspecto central de la tutela
giraba en torno a un problema constitucional, como era el relativo a determinar
si las competencias de los árbitros, derivadas de una cláusula contractual, podían
inhibir a la jurisdicción ordinaria de conocer de un proceso ejecutivo, que
naturalmente conlleva el ejercicio del poder de coacción del Estado; por
consiguiente, no puede resultar extraño que la sentencia de revisión se hubiera
ocupado de esta temática que evidentemente tiene una relevancia constitucional.
Distinto sería el caso si se hubiera referido a aspectos meramente
obligacionales, sin incidencia directa en los derechos fundamentales, de rango
legal o derivados del ejercicio de la autonomía de la voluntad.
Por lo anterior,
considera la Sala Plena que en relación con la alegada violación de la
jurisprudencia en materia contractual la Sala Tercera de Revisión no se apartó
de la jurisprudencia de la Corporación, pues el análisis contenido en su sentencia
se realizó desde una perspectiva exclusivamente constitucional y bajo la óptica
de que el tema tenía incidencia directa en la definición sobre la existencia de
una vulneración de un derecho fundamental.
Por lo demás, no
resulta apropiado alegar violación de la jurisprudencia de la Corporación,
cuando precisamente la sentencia que se revisa fue la primera que se dictó por
una Sala de Revisión en la cual se fijó el alcance constitucional de la
jurisdicción arbitral frente al ejercicio del poder coactivo del Estado a
través del proceso de ejecución.
2. La Sala Tercera
de Revisión consideró que la omisión de los jueces ordinarios, patente en sus
autos inhibitorios de conocer de la pretensión ejecutiva del peticionario,
constituía una vía de hecho judicial.
La Sala Plena, luego
de sopesar los argumentos de la peticionaria, considera que no se ha
quebrantado la jurisprudencia elaborada sobre la vía de hecho. En efecto:
- Las normas que
definen las competencias de las autoridades judiciales y así mismo las de los
árbitros, son de orden público y de obligatorio cumplimiento. Los enunciados
normativos que definen las reglas de competencia, dando por descontada las
dificultades que puedan presentarse en su interpretación, no pueden ser objeto
de ponderación o de interpretaciones laxas sino estrictas. La competencia como
tal no es materia de cálculo maximalista.
El problema que se
planteó consistía en precisar cual era la norma válida, realizada esta tarea
sólo una autoridad y no mas que una autoridad será la competente para decidir
un determinado asunto. En el evento de que la autoridad judicial competente
decida sustraerse de su función, la consecuencia ineluctable es la denegación
de justicia, la cual deviene en absoluta en cuanto que carece de grado.
Los razonados y
sólidos argumentos expuestos por la Corte Suprema de Justicia para afirmar la
competencia de la jurisdicción ordinaria en relación con el conocimiento de los
procesos ejecutivos, pese a la existencia de una cláusula contractual que
consagre el arbitramento, que para la Sala Tercera de Revisión no merecieron
reparo alguno, conducen a la inequívoca conclusión de que en dicha jurisdicción
se radica la referida competencia y que, por ende, la omisión de los jueces ante
los cuales se formuló la pretensión ejecutiva generaba una manifiesta
denegación de justicia. Al respecto, conviene traer a colación las razones
aducidas por el máximo órgano de la jurisdicción ordinaria en los siguientes
apartes de su proveído:
"Sin
embargo, excepcional y transitoria e individualmente se permite que el Estado
delegue su función en administrar justicia en particulares, como en los
árbitros (art. 116, inc. final.C.N.), de acuerdo con la ley y precisamente la
ley actualmente vigente continúa con el criterio tradicional de reserva por
parte del estado del poder jurisdiccional de ejecución, debido a su esencia
coercitiva y coactiva de las órdenes, y medios y medidas que en ella deben
aplicarse; razón por la cual se excluye de la posibilidad de cláusula
compromisoria, compromiso y arbitraje los asuntos de ejecución. De allí que si
bien se permite diferir a arbitraje las "controversias transigibles",
como aquellos que requieren de una certeza jurídica mediante transacción o
sentencia, también se haya dispuesto en el pasado inmediato que tales
atribuciones "no impiden adelantar ante esta ("los jueces")
proceso de ejecución "(parte final del último inciso de el art. 2011 del
Código de Comercio). E igualmente se acoja implícitamente el mismo cuando, de
una parte, aplicando la misma regla para el arbitraje del arrendamiento
prescribe que, no obstante su competencia, "los aspectos de ejecución que
demanden las condenas en los laudos deberán tramitarse ante la jurisdicción
ordinaria " (art. 1o. inciso 2° Decreto 2279 de 1989, en la redacción del
art. 96 Ley 23 de 1991). Y ello, de otra parte, se reitera en el parágrafo del
art. 40 del mismo decreto cuando expresa "De la ejecución, del laudo
conocerá la justicia ordinaria, conforme a las reglas generales". Luego,
es una jurisdicción coactiva para conocer de los procesos de ejecución
reservadas a los jueces permanentes y, dentro de ellos, a los de la
jurisdicción ordinaria civil (art. 16 num. 1; 23, numeral 1; 488 y s.s. del C.
de P.C), sin perjuicio de las excepciones pertinentes, como la competencia para
jurisdicción coactiva administrativa (art. 268, num. 5°. C.N.), etc. Entonces,
si conforme a la Constitución y la ley los árbitros no pueden ejecutar coactiva
o forzadamente sus propias decisiones recogidas en laudos, mucho menos pueden
hacerlo respecto de otras decisiones judiciales, ni de decisiones o títulos
creados por los particulares que requieran de poder o potestad coactiva. Pues
esto es de tal entidad que su representación en la libertad (v. gr. mandamiento
forzoso de pago) y en el patrimonio (v.gr medidas de embargo y secuestro, orden
de llevar a cabo la ejecución, remate, etc.) del ejecutado, requiere, a juicio
de nuestro ordenamiento, de la intervención de los órganos jurisdiccionales permanentes
del Estado. De allí que si la ley no establece distinción dentro de su reserva
estatal, para este tipo de conocimiento, se concluya que de la competencia y
jurisdicción arbitral, quedan excluidos todos los procesos ejecutivos
incluyendo los atinentes a las pólizas de seguros en los casos del art. 8o. de
la ley 45 de 1990"
"1.2.2.2.
Luego, si en caso determinado la ley impone al Estado conocer por medio de
jueces, determinados procesos, no pueden estos últimos sustraerse por ningún
motivo a su conocimiento, a pesar de que exista cláusula compromisoria en
contrario, pues esta sería ineficaz de pleno derecho conforme con el art. 6o.
del C.P.C. De allí que si, en contra de lo dicho, se adoptan decisiones en el
sentido de sustraerse al ejercicio de la jurisdicción ejecutiva radica
exclusivamente en el Estado, no sólo viola, como se dijo, el debido proceso
sino que quebranta el derecho fundamental al acceso "debido" a la
administración de justicia. Porque el Estado se sustrae a su "deber"
exclusivo de administrar justicia en materia de proceso de ejecución, sin que
para ello pueda aducirse que aún le queda la posibilidad de acceder a la
justicia arbitral, pues, siendo un deber exclusivo del Estado su prestación no
puede venir sino de este último, razón por la cual aquella la jurisdicción
ejecutiva a cargo de árbitros no sería lo que la Constitución y la ley ordena
que debe prestarse en los ciudadanos. Mas aún, esa decisión que ordena que esa
jurisdicción no sea prestada por el Estado sino por los árbitros, no sólo
impide que aquél cumpla con su deber sino que también arriesga a que estos
últimos rechacen su conocimiento por falta de jurisdicción, dejando la
ejecución sin juez que lo decida, o que, por el contrario conozcan de ella
contrariando el ordenamiento jurídico colombiano. Todo lo cual, a todas luces,
constituye una actuación arbitraria, que por estar fuera del marco
constitucional y legal pertinente, configura una vía de hecho, susceptible de
amparo mediante tutela".
La Sala Tercera de
Revisión no sólo acogió el parecer de la Corte Suprema de Justicia, sino que
coincidió en señalar que la justicia arbitral contrae su objeto a las
controversias susceptibles de transacción, vale decir, a aquellas cuestiones
que se vinculan con la materia que es propia de los procesos de conocimientos,
lo cual explica el por qué los árbitros legalmente no están habilitados ni
siquiera para ejecutar sus propios laudos, sino la justicia ordinaria.
La referida Sala,
adicionalmente, puso de presente cómo la resignación de esta competencia en la
justicia arbitral podía erosionar gravemente lo que consideró como una garantía
de orden público de los asegurados o beneficiarios del seguro, derivada de la
naturaleza legal de la póliza como título ejecutivo si se reúnen ciertas condiciones
integradoras de éste. En realidad, sólo con base en una noción puramente
material y laxa de lo que constituye una diferencia o controversia, puede
pasarse por alto que la ejecutabilidad del título ejecutivo como tal -que
presume ontológicamente certeza jurídica y clama por su realización o
cumplimiento- representa en si misma, desde el momento en que se promueva la
pretensión ejecutiva y antes de las decisiones que eventualmente pueda oponer
el ejecutado, una situación de controversia que exija ab initio una fase
jurisdiccional de conocimiento.
Los titulares o
poseedores legítimos de títulos valores y otros que prestan mérito ejecutivo,
desde luego no ignoran que frente a sus demandas ejecutivas el deudor demandado
puede oponer excepciones de diferente naturaleza y que en tal evento su
pretensión es controvertida y sometida a debate judicial, incluso hasta el
punto de llegar a ser objeto de transacción o de ser sometida a arbitramento.
Sin embargo, conviene precisar que al proceso ejecutivo se acude, en primer
término, a solicitar que se realice el derecho y que se pongan en movimiento
los mecanismos judiciales ideados para garantizar el pago del crédito cuyo
cobro se persigue, aunque luego el respectivo título pueda tornarse en algo
discutible. Ello es así, porque los títulos ejecutivos tienen una propiedad que
los caracteriza como tales, y quienes los poseen tienen una creencia y una
plena convicción jurídica, que el ordenamiento jurídico alienta y garantiza, en
el sentido de que el documento que los contiene legitima por si mismo el
ejercicio o la realización de un determinado derecho y ciertamente configurado.
Con sobrada razón dijo la Corte Suprema de Justicia en el aludido fallo:
"Más aún, la
conclusión del tribunal es contraria a la cláusula compromisoria, porque lo
deferido a los árbitros fue "cualquier duda o diferencia que pudiese
ocurrir en la ejecución de este contrato", lo que es distinto de la
ejecutabilidad del contrato como título ejecutivo. Aquella se refiere a una
controversia ordinaria que carece de certeza jurídica y, por consiguiente, de
la calidad de título ejecutivo".
No es admisible el
argumento de la sociedad peticionaria en el sentido de que no es equiparable
una vía de hecho a discrepancias de criterios entre el juez que dictó la
providencia cuestionada en tutela y el juez que conoce de la petición de amparo
del derecho fundamental violado o amenazado, porque la decisión del Tribunal
Superior de Santafé de Bogotá no fue un simple error de criterio, sino la
renuncia pasiva a su competencia, dentro del ámbito de la jurisdicción de que
es titular, para conocer de una clase especial de acción, como la ejecutiva. Ni
el tribunal podía en este caso resignar su competencia en el tribunal de
arbitramento ni al señor Orlando Yidi Dacarett podía imponérsele la renuncia a
que su pretensión fuera actuada por conducto de la justicia ordinaria. Luego,
el error del tribunal constituyó una verdadera "vía de hecho",
generada por el desconocimiento arbitrario del ordenamiento jurídico, al
desconocer los derechos al debido proceso y al acceso a la justicia ante el
juez natural que debía conocer de la pretensión ejecutiva del demandante en
tutela.
V. DECISION.
En mérito de lo
expuesto la Sala Plena de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO. No acceder a la declaración de nulidad
pedida por la Sociedad Skandia Seguros Generales S.A.
SEGUNDO.
COMUNICAR el contenido del
presente auto a la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá, D.C., quien conoció en primera instancia de la acción de
tutela interpuesta por el señor Orlando Yidi Daccarett.
COPIESE,
NOTIFIQUESE, CUMPLASE Y PUBLIQUESE EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Presidente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General.
Salvamento de
voto al Auto No. 004/96
JURISPRUDENCIA
CONSTITUCIONAL-Cambio no
definido por Sala Plena/NULIDAD SENTENCIA DE TUTELA-Procedencia en
revisión (Salvamento de voto)
Dada la
importancia y trascendencia de la actividad jurisprudencial de la Corte, en el
evento de que alguna de sus Salas de Revisión llevara a cabo un cambio de
jurisprudencia, se estaría incurriendo en un violación del debido proceso, o
que viciaría la decisión así adoptada, y habría que decretarse la nulidad de
dicha decisión. No se hizo una valoración de las decisiones de los jueces
ordinarios, que permitiera llegar a la conclusión de que tales providencias
carecían de fundamento legal, y por tanto se convertían en interpretaciones
arbitrarias y caprichosas, configurándose las denominadas vías de hecho. Así,
la Sala declaró la existencia de una vía de hecho sin acudir a los criterios y
requisitos establecidos sobre el tema. De otra parte, se observa que las
consideraciones de la Sala de Revisión se refieren ante todo al problema de
fondo que existe entre las partes; es decir, que el análisis realizado al
abordar la revisión la acción de tutela se encaminó a determinar la validez,
eficacia y aplicabilidad de una cláusula compromisoria, y la viabilidad o no de
llevar a cabo un arbitramento para dirimir una divergencia en cuanto a la
ejecución de un contrato de seguros, lo cual, es un asunto que le compete al
juez ordinario y no al juez de tutela. Se produjo un cambio de jurisprudencia.
ARBITROS-Facultades/PROCESO EJECUTIVO-Materia
arbitral/SENTENCIAS CONSTITUCIONALES CONTRADICTORIAS-Prevalencia
(Salvamento de voto)
En sentencia de
constitucionalidad, la Corte Constitucional expresamente reconoció que
"los árbitros, habilitados por las partes, en los términos que determine
la ley, pueden administrar justicia para decidir conflictos surgidos en torno a
obligaciones exigibles ejecutivamente, así esté en trámite el proceso
ejecutivo, o no haya comenzado aún”. Por el contrario, la Sala Tercera de
Revisión llegó a la conclusión opuesta, conclusión que se acepta como válida en
el presente auto. Cuando existe contradicción entre un auto y una sentencia de
tutela, por una parte, y una de exequibilidad, por la otra, no existe ninguna duda sobre la
prevalencia de la sentencia de exequibilidad.
Ref.: Solicitud
de nulidad de la sentencia No. T-057 del 20 de febrero de 1995.
Los suscritos
magistrados JORGE ARANGO MEJIA y VLADIMIRO NARANJO MESA, salvamos nuestro voto
respecto del Auto de fecha febrero 22 de 1996 mediante el cual la Sala Plena de
la Corte Constitucional resolvió negar la petición de nulidad de la Sentencia
No. T-057 del 20 de febrero de 1995, por las razones que a continuación se
resumen.
I- Nulidad de
las sentencias de la Corte Constitucional.
De conformidad con
lo establecido en el Decreto 2067 de 1991, únicamente en casos excepcionales,
en los cuales se presente una violación ostensible del debido proceso, la Sala
Plena de la Corte Constitucional tiene facultad para decretar la nulidad, en
todo o en parte, de un proceso, ya sea en ejercicio del control de
constitucionalidad o en ejercicio de la eventual revisión de los fallos de
tutela por parte de la corporación.
Al respecto, el
artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 dispone lo siguiente:
"Artículo
49. Contra las sentencias de la Corte Constitucional no procede recurso alguno.
"La nulidad
de los procesos ante la Corte Constitucional solo podrá ser alegada antes de
proferido el fallo. Solo las irregularidades que impliquen violación al debido
proceso podrán servir de base para que el Pleno de la Corte anule el
proceso."
Igualmente se ha
reconocido que la Sentencia hace parte del proceso, y que en ella se puede
presentar el vicio que haga viable la anulación de éste. Sobre el particular la
Corte ha sostenido:
"(...) Pero,
se pregunta: Ante el texto expreso del artículo 49 del decreto 2067 de 1991,
según el cual "La nulidad de los procesos ante la Corte Constitucional
sólo podrá ser alegada antes de proferido el fallo", ¿es admisible alegar
la nulidad de la sentencia después de dictada ésta, basándose en hechos o
motivos ocurridos en la misma sentencia?. La respuesta no requiere complicadas
lucubraciones.
"El mismo
inciso segundo del artículo 49 citado, continúa diciendo: 'Sólo las
irregularidades que impliquen violación del debido proceso podrán servir de
base para que el Pleno de la Corte anule el proceso.'
"A la luz de
esta disposición, es posible concluir:
"a). La Sala
Plena es competente para declarar nulo todo el proceso o parte de él. Pues,
según el principio procesal universalmente aceptado, la nulidad de un proceso
sólo comprende lo actuado con posterioridad al momento en que se presentó la
causal que la origina.
"b). Como la
violación del procedimiento, es decir, del debido proceso, sólo se
presentó en la sentencia, al dictar ésta, la nulidad comprende solamente la
misma sentencia. Y, por lo mismo, únicamente podía ser alegada con
posterioridad a ésta, como ocurrió. Nadie podría sostener lógicamente que la
nulidad de la sentencia por hechos ocurridos en ésta, pudiera alegarse antes de
dictarla.
"Lo anterior
no significa, en manera alguna, que exista un recurso contra las sentencias
que dictan las Salas de Revisión. No, lo que sucede es que, de conformidad con
el artículo 49 mencionado, la Sala Plena tiene el deber de declarar las
nulidades que se presenten en cualquier etapa del proceso. Y la sentencia es
una de ellas." (Auto de 26 de julio de 1993, Sala Plena de
la Corte Constitucional, Magistrado Ponente, doctor Jorge Arango Mejía).
La Corte, ha
advertido, sin embargo, sobre el carácter excepcional y especialísimo que tiene
el trámite de una nulidad ante la Sala Plena de la misma, sólo posible ante
irregularidades ostensibles que impliquen violación del debido proceso. Al
respecto la Corte ha dicho:
"Dispone el
precepto legal que sólo las irregularidades que impliquen violación del debido
proceso podrán servir de base para que la Sala Plena de la Corte anule el
proceso.
"Como puede
verse, se trata de nulidades circunscritas de manera expresa a las violaciones
ostensibles y probadas del artículo 29 de la Constitución Política.
"Se trata de
situaciones jurídicas especialísimas y excepcionales, que tan sólo pueden
provocar la nulidad del proceso cuando los fundamentos expuestos por quien la
alega muestran, de manera indudable y cierta, que las reglas procesales
aplicables a los procesos constitucionales, que no son otras que las previstas
en los Decretos 2067 y 2591 de 1991, han sido quebrantadas, con notoria y
flagrante vulneración del debido proceso. Ella tiene que ser significativa y
trascendental, en cuanto a las decisión adoptada, es decir, debe tener unas
repercusiones sustanciales, para que la petición de nulidad pueda prosperar.
"Se
requiere, además, la evaluación del caso concreto por la Sala Plena de la Corte
y la decisión de ésta por mayoría de votos, según las normas pertinentes."
(Auto de 22 de junio de 1995, Sala Plena de la Corte Constitucional, Magistrado
Ponente, doctor José Gregorio Hernández Galindo).
El derecho al
debido proceso.
En reiterada
jurisprudencia, la Corte Constitucional se ha referido al debido proceso,
consagrado en el artículo 29 de la Constitución Política, y a las consecuencias
que trae consigo su desconocimiento dentro de las actuaciones de las
autoridades públicas, y ha concluído que el quebrantar las normas que rigen para
cada proceso genera violación del mismo.
En lo que hace
referencia a las actuaciones judiciales, la Corte Constitucional ha señalado
que el derecho al debido proceso contiene el conjunto de garantías que buscan
asegurar la recta y cumplida administración de justicia y la debida
fundamentación de las decisiones que se dictan en el proceso.
Sobre el particular,
ha dicho la Corte:
"El debido
proceso es el que en todo se ajusta al principio de juridicidad propio del
estado de derecho y excluye, por consiguiente, cualquier acción contra legem o
praeter legem. Como las demás funciones del estado, la de administrar justicia
está sujeta al imperio de lo jurídico: sólo puede ser ejercida dentro de los
términos establecidos con antelación por normas generales y abstractas que
vinculan positiva y negativamente a los servidores públicos. Estos tienen
prohibida cualquier acción que no esté legalmente prevista, y únicamente pueden
actuar apoyándose en una previa atribución de competencia. El derecho al debido
proceso es el que tiene toda persona a la recta administración de justicia.
"Es debido
aquel proceso que satisface todos los requerimientos, condiciones y exigencias
necesarios para garantizar la efectividad del derecho material."
(Sentencia No. T-001 de 1993, Magistrado Ponente, doctor Jaime Sanín
Greiffenstein).
Al definir los
elementos que constituyen el derecho al debido proceso, ha dicho la Corte:
"Lo que
distingue al proceso, pues, es ser una forma jurídica que garantiza la recta
aplicación de los medios de discernimiento para llegar a la verdad jurídica, de
acuerdo con principios de orden público, que se expresan en un conjunto de
actos coordinados y preestablecidos por la ley. Como toda forma, tiene las
notas de objetividad, generalidad, imparcialidad y orden.
"Por otro
lado, es una forma jurídica que garantiza la recta aplicación de los
medios de discernimiento, lo que equivale a afirmar que el Estado, a través del
proceso, protege la inalterabilidad del medio justo, para llegar al fin
justo. El proceso, pues, consiste en una garantía, es decir, en un
aval de imparcialidad y de justicia." (Sentencia No. T-197 de 1995,
Magistrado Ponente, doctor Vladimiro Naranjo Mesa)
El cambio de
jurisprudencia de la Corte Constitucional.
En el ejercicio de
sus funciones constitucionales y legales, la Corte Constitucional es el órgano
encargado de señalar, mediante los fallos de revisión de las acciones de
tutela, el alcance de todos y cada uno de los derechos fundamentales, la forma
en que se pueden ejercer y la manera en que se deben respetar y hacer valer.
En el trámite de la
revisión de las acciones de tutela, el legislador señaló un procedimiento que
se debe seguir cuando sea necesario llevar a cabo un cambio de jurisprudencia.
Así, el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991 prevé dicho procedimiento en los
siguientes términos:
"Artículo
34. Decisión en Sala. La Corte Constitucional designará los tres Magistrados de
su seno que conformarán la Sala que habrá de revisar los fallos de tutela de
conformidad con el procedimiento vigente para los Tribunales de Distrito
Judicial. Los cambios de jurisprudencia deberán ser decididos por la Sala Plena
de la Corte, previo el registro del proyecto de fallo correspondiente."
Además, el artículo
53 del Acuerdo Número 05 de 1992, que establece el reglamento de la Corte,
complementa la norma anterior en los siguientes términos:
"Artículo
53. Cambio de jurisprudencia. En caso de cambio de jurisprudencia, la Sala de
Revisión tomará las medidas necesarias para que la Sala Plena disponga de un
término razonable para tomar su decisión
"Los
estudios y propuestas que sobre el tema realice un Magistrado, deberán ser
sometidas junto con las ponencias respectivas, a consideración y análisis de la
Sala Plena, si así lo solicita, para lo cual registrará en la Secretaría
oportunamente, el correspondiente escrito sustentatorio. En este caso, el
Magistrado comunicará al Presidente su propósito de intervenir de la manera
indicada, con el fin de que se prepare para el debate.
"A solicitud
de cualquier Magistrado, para los efectos de cambio de jurisprudencia, la Sala
Plena podrá decretar la celebración de una audiencia pública, con participación
de personas y entidades nacionales y extranjeras convocadas para tal fin.
Mientras la Sala Plena adopta la decisión sobre el cambio de jurisprudencia, se
suspenderán los términos de los respectivos procesos."
Resulta claro que,
dada la importancia y trascendencia de la actividad jurisprudencial de la
Corte, en el evento de que alguna de sus Salas de Revisión llevara a cabo un
cambio de jurisprudencia sin atender a los mandatos de los artículos 34 del
Decreto 2591 de 1991 y 53 del Acuerdo Número 05 de 1992, se estaría incurriendo
en un violación del debido proceso, o que viciaría la decisión así adoptada, y
de conformidad con el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991, habría que
decretarse la nulidad de dicha decisión. Tal posición ha sido adoptada en los
siguientes términos:
"
Cambio de jurisprudencia.
"Se
pregunta aquí si los cambios de jurisprudencia NO definidos por la Sala Plena,
causarían nulidad de la sentencia. Para responder se considera: el artículo
241 de la C.P., numeral 9, indica que la revisión de los fallos de tutela se
hará "en la forma que determine la ley". El Decreto 2591 de 1991 se
expidió con fundamento en el artículo transitorio 5 de la misma Constitución.
Luego es la ley a la cual se refiere el artículo 241 de la C.P. Pues bien, el
artículo 34 del mencionado decreto exige para los cambios de jurisprudencia una
decisión de la Sala Plena de la Corte. Es decir, esta formalidad está
sustentada en la misma Constitución y habrá violación al debido proceso si se
pasa por alto. Pero otra cosa muy diferente es que cualquier interpretación se
califique como cambio de jurisprudencia."(Auto No. 024 de 1994, Sala Plena
de la Corte Constitucional, Magistrado Ponente, doctor Alejandro Martínez Caballero).
El caso
concreto.
El apoderado de la
Sociedad Skandia Seguros Generales S.A. fundamentó su solicitud de nulidad de
la sentencia T- No. 057 del veinte (20) de febrero de 1995, proferida por la
Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, en el hecho de que, a su
juicio, mediante dicho fallo se modificó la jurisprudencia de esta Corporación
sobre la acción de tutela frente a la interpretación de cláusulas
contractuales, y a la demostración de la existencia de una vía de hecho como
única posibilidad para que el juez de tutela deje sin efectos una aparente
providencia judicial, todo esto sin seguir el procedimiento señalado en la ley
para llevar a cabo dicha modificación.
Así, para determinar
si la sentencia No. T- 057 de 1995 se encontraba viciada de nulidad, la Corte
Constitucional debá establecer si efectivamente hubo un cambio de
jurisprudencia sobre los temas señalados por el petente.
Jurisprudencia
de la Corte Constitucional sobre interpretación de cláusulas contractuales.
En cuanto al tema de
la acción de tutela frente a controversias que se susciten entre particulares
con ocasión de la ejecución de un contrato o de la interpretación, modificación
o inaplicación de alguna cláusula contractual, la Corte Constitucional ha
sostenido en reiteradas ocasiones que no es competencia del juez de tutela
resolver este tipo de divergencias, toda vez que se trata de asuntos que por
ley le competen a la jurisdicción ordinaria o a la jurisdicción
contencioso-administrativa, de acuerdo con el tipo de contrato del cual surja
la discrepancia. El juez de tutela no puede invadir las competencias propias de
los demás funcionarios encargados de administrar justicia, ya que al proceder
en este sentido estaría contrariando el principio de la autonomía e
independencia de los jueces de la República, consagrado en los artículos 228 y
230 de la Carta Política.
Al respecto cabe
citar algunos fallos de esta Corporación. Así, en una oportunidad la Corte
sostuvo:
"
Improcedencia de la tutela para resolver sobre asuntos contractuales
"Como ha
venido reiterándolo esta Corte, es menester ubicar la acción de tutela dentro
del contexto y alcance que le corresponde, a fin de evitar la desfiguración de
su naturaleza y la distorsión de sus fines.
"El
Constituyente de 1991 concibió este instrumento como una forma de brindar
eficiente protección judicial a los derechos fundamentales frente a amenazas o
violaciones concretas provenientes de acción u omisión no susceptibles de ser
contrarrestadas con eficacia mediante el uso de otro procedimiento que se pueda
intentar ante los jueces.
"La acción
de tutela, pues, no subsume ni sustituye el sistema jurídico que venía
imperando al entrar en vigencia la Constitución. No puede admitirse, por tanto,
que se haga uso de ella para dirimir conflictos con particulares o con el
Estado respecto de los cuales ya existen, precisamente con ese objeto, acciones
y procesos definidos por la ley.
"Así las
cosas, las diferencias surgidas entre las partes por causa o con ocasión de un
contrato no constituyen materia que pueda someterse al estudio y decisión del
juez por la vía de la tutela ya que, por definición, ella está excluida en
tales casos toda vez que quien se considere perjudicado o amenazado en sus
derechos goza de otro medio judicial para su defensa: el aplicable al contrato
respectivo según su naturaleza y de conformidad con las reglas de competencia
estatuidas en la ley." ( Sentencia No. T-594 de 1992, Magistrado Ponente,
doctor José Gregorio Hernández Galindo).
En otra sentencia la
Corte señaló:
"El derecho
fundamental objeto de una acción de tutela debe corresponder a una consagración
expresa y positiva efectuada directamente por el Constituyente que decide
reservar ámbitos de la persona de la intromisión estatal o establece
prestaciones y garantías que se incorporan como situaciones activas de poder
de los sujetos oponibles al mismo. No tienen ese origen y mal puede pretender
conferírseles ese carácter, las situaciones subjetivas activas o pasivas
derivadas de la concesión recíproca de facultades que intercambian entre sí las
partes de un contrato y que constituyen su contenido.
"Si bien la
contratación es una manifestación de la libertad contractual y el ordenamiento
le brinda reconocimiento, dentro de ciertos límites, hasta el punto de imponer
judicialmente su cumplimiento, no por ello los derechos derivados de la matriz
del contrato - que no de la Constitución - adquieren rango constitucional.
"(...)Las
competencias jurisdiccionales se organizan, entre otros factores, por la
naturaleza de la pretensión, la cual en últimas es un reflejo de la norma de
más alto rango que para los efectos de su resolución tenga más pertinencia por
su cercanía temática y por el presupuesto de hecho que contempla.
"Lo anterior
no supone una fragmentación del ordenamiento jurídico y de las competencias
judiciales. El ordenamiento es integral y para la resolución de un caso
específico la regla aplicable se deduce de una concurrencia de fuentes y con
base en la utilización de diversos procedimientos hermeneúticos. Sin embargo,
la solución termina por privilegiar la fuente más pertinente que es
interpretada de conformidad con todo el ordenamiento, esto es, a partir de las
normas superiores y de acuerdo con los valores y principios constitucionales.
"Igualmente,
los jueces al actuar la parte del ordenamiento cuya guarda se les ha
encomendado lo hacen a partir de unas fuentes específicas pero sin abandonar la
visión esencialmente orgánica del derecho e invariablemente proyectando en sus
decisiones la interpretación de la ley y demás fuentes normativas que más se
ajusten a los valores y principios constitucionales.
"La obligada
interpretación de todas las normas que integran el ordenamiento jurídico de
conformidad con la Constitución, sus valores y principios fundamentales, no
obra en las normas una metamorfosis de su rango normativo deviniendo ellas
mismas constitucionales. Salvo el caso de las materias y de los presupuestos
materiales tratados en la Constitución, deducibles de la misma o que pueden
comprenderse razonablemente en sus cláusulas abiertas, por lo demás la
relevancia de la Constitución es general y su contenido normativo dotado de
particular fuerza expansiva debe proyectarse efectivamente sobre todo el
ordenamiento y permearlo, pero ello no puede traducirse en restar pertinencia a
las fuentes normativas inferiores ni vaciar sus presupuestos de actuación. Lo
contrario equivaldría a sobrecargar la dimensión constitucional y la
jurisdicción de este nombre, olvidando que todos los jueces están vinculados
por la Constitución y todas las normas deben interpretarse de conformidad con
su texto, sus valores y principios.
"La
situación materia de la tutela, nacida al amparo de un contrato y regulada por
éste, sólo tiene una relevancia constitucional genérica en el sentido de que la
fuente pertinente para resolver la controversia es la regla contractual, la
cual como toda fuente normativa debe interpretarse de conformidad con la
Constitución, sin que por ello la misma o su presupuesto normativo adquieran
carácter constitucional. Tampoco se está en presencia de una decisión judicial
que en el caso planteado haya omitido una consideración constitucional
fundamental que permita concederle al asunto relevancia constitucional directa
como para ser avocada por esta Jurisdicción. De hecho, el demandante equivocó
la Jurisdicción pues tratándose de un asunto puramente contractual ha debido
acudir a la Jurisdicción ordinaria." (Sentencia No. T-240 de 1993,
Magistrado Ponente, doctor Eduardo Cifuentes Muñoz).
Jurisprudencia
de la Corte Constitucional sobre vías de hecho.
Respecto de la
procedencia de la acción de tutela contra las providencias emanadas de una
autoridad judicial, es necesario recordar que la Corte Constitucional, en
sentencia No. C-543 de 1992, declaró la inexequibilidad de los artículos 11, 12
y 40 del Decreto 2591 de 1991. No obstante, la doctrina planteada en esa misma
jurisprudencia y adoptada posteriormente en numerosos pronunciamientos de esta
Corporación, ha determinado que la acción de tutela resulta procedente en estos
eventos cuando la decisión judicial se ha proferido mediante una “vía de hecho”
que atente contra los derechos constitucionales fundamentales de una de las
partes dentro del proceso. Se trata, pues, de decisiones que contengan un
fundamento arbitrario, caprichoso o
abusivo; es decir, que se desconozca el principio de que al juez le corresponde
pronunciarse judicialmente de acuerdo con la naturaleza misma del proceso y las
pruebas aportadas, todo ello según los criterios que establezca la ley, y no de
conformidad con su propio arbitrio.
Sobre la procedencia de la acción de tutela en los casos de la
denominada “vía de hecho”, ha manifestado la Corte:
“Una actuación de
la autoridad pública se torna en una vía de hecho susceptible del control
constitucional de la acción de tutela cuando la conducta del agente carece de
fundamento objetivo, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como
consecuencia la vulneración de los derechos fundamentales de la persona.
“Carece de
fundamento objetivo la actuación manifiestamente contraria a la Constitución y
a la Ley. La legitimidad de las decisiones estatales depende de su
fundamentación objetiva y razonable. El principio de legalidad rige el
ejercicio de las funciones públicas (CP art. 121), es condición de existencia
de los empleos públicos (CP art. 122) y su desconocimiento genera la
responsabilidad de los servidores públicos (CP arts. 6, 90). Una decisión de la
autoridad no es constitucional solamente por el hecho de adoptarse en ejercicio
de las funciones del cargo. Ella debe respetar la igualdad de todos ante la ley
(CP art. 13), principio que le imprime a la actuación estatal su carácter
razonable. Se trata de un verdadero límite sustancial a la discrecionalidad de
los servidores públicos, quienes, en el desempeño de sus funciones, no pueden
interpretar y aplicar arbitrariamente las normas, so pena de abandonar
el ámbito del derecho y pasar a patrocinar simple y llanamente actuaciones de
hecho contrarias al Estado de Derecho que les da su legitimidad.
“La decisión
revestida de las formalidades de un acto jurídico encubre una actuación de
hecho cuando ésta obedece más a la voluntad o al capricho del agente estatal
que a las competencias atribuidas por ley para proferirla. El criterio para
evaluar qué conductas tienen fundamento en el ordenamiento jurídico y cuáles no
es finalista y deontológico. Las autoridades públicas están al servicio de la
comunidad (CP art. 123) y en el cumplimiento de sus funciones deben ser
conscientes de que los fines esenciales del Estado son, entre otros, servir a
dicha comunidad y garantizar la efectividad de los principios, derechos y
deberes consagrados en la Constitución (CP art. 2). Las autoridades públicas
deben ceñir sus actuaciones a los postulados de la buena fe (CP art. 83). La
conducta dolosa o gravemente culposa de los servidores públicos debe ser
excluida del ordenamiento jurídico y su demostración genera la responsabilidad
patrimonial del Estado, así como el deber de repetir contra el agente
responsable del daño (CP art. 90).
“La vulneración
de los derechos fundamentales por parte de servidores públicos que actúan sin
fundamento objetivo y razonable, y obedecen a motivaciones internas, desconoce
la primacía de los derechos inalienables de la persona (CP art. 5), la
protección constitucional de los derechos fundamentales (CP art. 86) y la prevalencia
del derecho sustancial (CP art. 228). En caso de demostrarse su ocurrencia, el
juez de tutela deberá examinar la pertenencia del acto al mundo jurídico y
proceder a la defensa de los derechos fundamentales vulnerados en el curso de
una vía de hecho por parte de la autoridad pública." (SEntencia No. T-079
de 1993, Magistrado Ponente, doctor Eduardo Cifuentes Muñoz).
En otro pronunciamiento, relacionado también con este mismo tema, la
Corte agregó:
“En ese orden de
ideas, la violación flagrante y grosera de la Constitución por parte del juez,
aunque pretenda cubrirse con el manto respetable de la resolución judicial,
puede ser atacada mediante la acción de tutela siempre y cuando se cumplan los
presupuestos contemplados en el artículo 86 de la Constitución y no exista otro
medio al alcance del afectado para la defensa de su derecho.
“En tales casos,
desde luego, el objeto de la acción y de la orden judicial que puede impartirse
no toca con la cuestión litigiosa que se debate en el proceso, sino que se
circunscribe al acto encubierto mediante el cual se viola o amenaza un derecho
fundamental." (Sentencia No. T-173 de 1993, Magistrado Ponente, doctor
José Gregorio Hernández Galindo).
En otra ocasión la
Corte manifestó lo siguiente:
“El principio de
independencia judicial (CP arts. 228 y 230), no autoriza a que un juez ajeno al
proceso, cuya intervención no se contempla en la norma que establece el
procedimiento y los recursos, pueda revisar los autos y providencias que
profiera el juez del conocimiento. La valoración de las pruebas y la aplicación
del derecho, son extremos que se libran al Juez competente y a las instancias
judiciales superiores llamadas a decidir los recursos que, de conformidad con
la ley, puedan interponerse contra sus autos y demás providencias. Tanto el
juez de instancia como sus superiores, cada uno dentro de la órbita de sus
competencias, son autónomos e independientes, y adoptan sus decisiones
sometidos únicamente ‘al imperio de la ley’ (CP art. 230). Las injerencias
contra las cuales reacciona el principio de independencia judicial, no se
reducen a las que pueden provenir de otras ramas del poder público o que emanen
de sujetos particulares; también pertenecen a ellas las surgidas dentro de la
misma jurisdicción o de otras, y que no respeten la autonomía que ha de
predicarse de todo juez de la República, pues en su adhesión directa y no
mediatizada al derecho se cifra la imparcial y correcta administración de
justicia (...).
“4.4 La acción
de tutela contra las vías de hecho judiciales - cuando ella sea procedente ante
la ausencia de otro medio de defensa judicial o como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable -, en primer término, se endereza a garantizar
el respeto al debido proceso (CP art. 29) y el derecho de acceso a la justicia
(CP art. 229). Gracias a estos dos derechos medulares toda persona puede
acudir ante un juez con miras a obtener una resolución motivada ajustada a
derecho y dictada de conformidad con el procedimiento y las garantías
constitucionales previstos en la Constitución y en la ley. Se articula a través
de las normas citadas un derecho público subjetivo a la jurisdicción o tutela
judicial, que no consiste propiamente en satisfacer la pretensión que se
contiene en la demanda o en su contestación sino a que se abra un proceso y a
que la sentencia se dicte con estricta sujeción a la ley y a las garantías
procedimentales. En este orden de ideas, la vía de hecho judicial, en la forma
y en el fondo, equivale a la más patente violación del derecho a la
jurisdicción. Por ello la hipótesis más normal es la de que través de los
diferentes recursos que contemplan las leyes procedimentales, se pueda impugnar
cualquier acción u omisión judicial que configure una vía de hecho, en cuyo
caso, aunque no se descarte siempre la procedibilidad de la tutela, su campo de
acción - dada su naturaleza subsidiaria - será muy restringido (...).
“(...) Obsérvese
que los defectos calificados como vía de hecho son aquellos que tienen una
dimensión superlativa y que, en esa misma medida, agravian el ordenamiento
jurídico. Los errores ordinarios, aún graves, de los jueces in iudicando o
in procedendo, no franquean las puertas de este tipo de control que, por lo
visto, se reserva para los que en grado absoluto y protuberante se apartan de
los dictados del derecho y de sus principios y que, por lo tanto, en la forma o
en su contenido traslucen un comportamiento arbitrario y puramente voluntarista
por parte del juez que los profiere." (Sentencia No. T-231 de 1994,
Magistrado Ponente, doctor Eduardo Cifuentes Muñoz) (Negrillas fuera de texto
original).
Breve síntesis
de la Sentencia No. T-057 del veinte (20) de febrero de 1995.
Mediante la
sentencia No. T- 057 de 1995, la Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional
resolvió confirmar el fallo de tutela proferido por la Sala de Casación Civil
de la Corte Suprema de Justicia de fecha 23 de septiembre de 1.994, mediante el
cual se tutelaron los derechos del señor Orlando Yidi Dacarett, y se consideró
que la providencia del veintisiete (27) de abril de mil novecientos noventa y
tres (1.993) proferida por la Sala Civil Del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santafé de Bogotá D.C. se constituía en una vía de hecho.
Los hechos que
dieron lugar a la acción de tutela referida se pueden resumir de la siguiente
forma:
El señor Yidi
Dacarett y la sociedad Skandia Seguros Generales celebraron un contrato de
seguros de casco y maquinaria, en el cual se pactó una cláusula mediante la
cual las partes se comprometieron a someter a un tribunal de arbitramento
cualquier discrepancia que surgiera en la ejecución del contrato y a no
intentar demanda o acción judicial alguna, mientras de común acuerdo no se
renunciara al juicio arbitral.
Durante la vigencia
del contrato, la lancha de propiedad del señor Yidi Dacarett fue hurtada, hecho
que motivó la reclamación a la compañía Skandia, entidad que, según afirma el
actor, la objetó extemporáneamente. El peticionario inició proceso ejecutivo
ante el Juzgado Quince Civil del Circuito, el cual libró mandamiento de pago
contra la compañía aseguradora. La ejecutada propuso como excepción previa la
existencia de la cláusula compromisoria. El Juzgado consideró que en la
cláusula compromisoria no se especificaban las causales objeto de arbitramento
y que por lo tanto, de conformidad con el artículo 2 del decreto 2279 de 1989,
ella se extendía a todas las controversias surgidas con motivo de la ejecución
del contrato, razón por la cual se declaró probada la excepción.
Posteriormente, el
actor promovió un proceso ordinario, por los mismos hechos, ante el Juzgado
Treinta y Uno Civil Municipal. El Juzgado declaró, al igual que el Juez Quince
Civil del Circuito, probada la excepción de cláusula compromisoria y ordenó
compulsar copias al Consejo Superior de la Judicatura, al constatar la
existencia del proceso ejecutivo.
Luego de ser
impugnada la decisión del Juzgado Quince Civil del Circuito, el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá D.C., consideró que
"El juez ordinario no esta facultado legalmente para tramitar procesos
ejecutivos mientras no se derogue por las partes la cláusula arbitral (...) el
proceso ejecutivo debe adelantarse ante los árbitros quienes tienen la facultad
de administrar justicia al tenor de las disposiciones que rigen en la
actualidad la institución del arbitramento, Decreto 2651 de 1.991".
Igualmernte el Tribunal condenó al demandante a pagar los perjuicios
ocasionados a la compañía aseguradora, perjuicios que la misma estima entre 22
a 33 millones de pesos.
El actor solicitó la
conformación de un Tribunal de Arbitramento para dirimir las diferencias
surgidas con la sociedad Skandia S.A. El tribunal se instaló el 22 de abril de
1994, pese a hallarse en curso los procesos ejecutivo y ordinario, y se declaró
competente para conocer del proceso, ya que consideró que, el artículo 24 del
decreto 2279 de 1989 consagra "una prejudicialidad civil en favor de la
arbitral". Igualmente, el Tribunal se pronunció en este mismo auto, sobre
un recurso de reposición interpuesto por la parte demandada, en la etapa pre
arbitral. El tribunal consideró que la ausencia de renuncia por parte del
demandante al haber acudido a la justicia ordinaria, lejos de anular la
cláusula compromisoria, refrendaba su vigencia.
Posteriormente el
peticionario presento ante el Tribunal de Arbitramento escrito mediante el cual
manifestó su voluntad de desistir del proceso que allí inició. Como
consecuencia de lo anterior, mediante auto del 27 de junio de 1994, los árbitros,
accedieron a la petición presentada, y luego condenaron en constas al señor
Yidi Dacarett.
En
primera instancia la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá, mediante sentencia de agosto 18 de 1.993, denegó la tutela solicitada
por el señor Yidi Dacarett. Dicho fallo fue revocado por la Corte Suprema de
Justicia, mediante sentencia de septiembre 23 de 1994, y en su lugar se
concedió la tutela solicitada, por considerar que la providencia objeto de la
acción de tutela configuraba una vía de hecho.
En la sentencia de
la Corte Suprema de Justicia, se sostiene la tesis de la ineficacia del pacto
arbitral que pretenda sustraer a la jurisdicción ordinaria del Estado la
competencia para conocer de los procesos ejecutivos. El Estado se reserva,
según la sentencia, el poder jurisdiccional de ejecución, en razón de su
naturaleza coercitiva y del grado de injerencia en la esfera de la libertad
(mandamiento forzoso de pago) y del patrimonio (embargo, secuestro, orden de
llevar a cabo la ejecución, remate etc.) del ejecutado. La competencia y
jurisdicción arbitrales, por consiguiente, se extienden únicamente a las
controversias transigibles, esto es, a aquéllas que requieren de certeza
jurídica, mediante transacción o sentencia, ya sea declarativa o condenatoria.
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, al dictar el correspondiente fallo de
revisión, sostuvo que su análisis consistía en "determinar si las
partes enfrentadas pueden válidamente, en virtud de compromiso o de cláusula
compromisoria, habilitar a los árbitros para sustituir total o parcialmente a
la jurisdicción ordinaria del Estado en asuntos de naturaleza ejecutiva."
Así, la mencionada
Sala entró a determinar el alcance constitucional del arbitramento y de la
conciliación, llegando a la conclusión de que los particulares que se
encuentren revestidos de la calidad de conciliadores y árbitros en forma
transitoria, como lo prevé el artículo 116 de la Carta Política, no pueden
recibir válidamente la habilitacion de las partes para adelantar a través del
procedimiento arbitral juicios de ejecución con base en títulos ejecutivos, ya
que carecen del poder de coacción para hacer valer las ejecuciones, el cual
radica única y exclusivamente en el Estado.
Igualmente se
expusieron en la sentencia algunas consideraciones sobre la importancia del
mérito ejecutivo que presta la póliza de seguros y su importancia para el
interés público. En cuanto al proceder de la Sala Civil del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá D.C. la Sala Tercera de Revisión
consideró que "la providencia del Tribunal contra la cual se entabló la
acción de tutela, ciertamente significaba la abdicación ilegítima de la
jurisdicción y competencia exclusivas del Estado, y su implícita cesión a los
particulares investidos de la función arbitral. (...) Las consecuencias que
ineludiblemente se siguieron de la censurable resignación de la competencia y
que han afectado los derechos constitucionales del actor, como acertadamente lo
puso de presente la Corte Suprema de Justicia, fueron la violación del debido
proceso y la negativa de acceso a la justicia. Entre una y otra vulneración
existe una íntima relación de concedida. Cuando la jurisdicción permanente del
Estado se declara incompetente - sin serlo - en una materia que tampoco
corresponde al resorte de la función jurisdiccional que se desarrolla a través
de árbitros, el vacío de jurisdicción y de competencia, tal vez
inadvertidamente suscitado por la providencia inhibitoria, atestigua un
flagrante desconocimiento de los indicados derechos fundamentales."
En virtud de lo
anterior, la Sala afirmó que"por lo general, los errores judiciales no
pueden servir de presupuesto a una vía de hecho. Sobre este punto la
jurisprudencia de la Corte ha sido clara y terminante. Sin embargo, ello no se
ha predicado de los errores manifiestos y mayúsculos que, como el del caso
presente, contabiliza entre sus consecuencias gravosas para los derechos
fundamentales de la personas y para el Estado de derecho, la renuncia
injustificada de la jurisdicción sobre la facultad de ejecución y la ilegítima
desposesión del juez en una causa judicial que se deja abandonada. "
Conclusiones.
Del análisis
cuidadoso de la sentencia T-057 de 1995 proferida por la Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, cuya nulidad se solicitaba, y comparándola
con la jurisprudencia de esta Corporación, se puede llegar a las conclusiones
que a continuación se exponen, y que sirven de fundamento a los suscritos
magistrados para salvar su voto dentro del presente asunto.
En primer lugar,
consideramos que la Sala Tercera de Revisión modificó la jurisprudencia en lo
referente a la definición de las vías de hecho y la procedencia de la acción de
tutela contra decisiones judiciales en las que, dado su contenido arbitrario y
manifiestamente contrario al ordenamiento jurídico, se presenten aquéllas.
Al abordar el
análisis de fondo de la acción de tutela que se encontraba en revisión, la Sala
Tercera de Revisión de la Corte Constitucional llevó a cabo una valoración
sobre los alcances constitucionales del arbitramento y de la conciliación, y de
la importancia del contrato de seguros para el interés público. Sin embargo, no
se hizo una valoración de las decisiones del Juzgado Quince Civil del Circuito
de Santafé de Bogotá D.C. y de la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de esta misma ciudad, que permitiera llegar a la conclusión de que
tales providencias carecían de fundamento legal, y por tanto se convertían en
interpretaciones arbitrarias y caprichosas, configurándose las denominadas vías
de hecho. Así, la Sala declaró la existencia de una vía de hecho sin acudir a
los criterios y requisitos establecidos en la jurisprudencia de la Corte
Constitucional sobre el tema, la cual en parte ha sido citada en el presente
auto.
De otra parte, se
observa que las consideraciones que sirvieron de fundamento a la Sentencia No.
T-057 de 1995 se refieren ante todo al problema de fondo que existe entre la
sociedad Skandia y el peticionario; es decir, que el análisis realizado al
abordar la revisión la acción de tutela se encaminó a determinar la validez,
eficacia y aplicabilidad de una cláusula compromisoria, y la viabilidad o no de
llevar a cabo un arbitramento para dirimir una divergencia en cuanto a la
ejecución de un contrato de seguros, lo cual, como se ha señalado en la
presente providencia, es un asunto que le compete al juez ordinario y no al
juez de tutela.
Así pues, nos
apartamos de la decisión adoptada mediante auto de Sala Plena, de fecha febrero
22 de 1996, toda vez que encontramos que efectivamente se produjo un cambio de
jurisprudencia sin que se siguiera el procedimiento previsto en los artículos
34 del Decreto 2591 de 1991 y 53 del Acuerdo 05 de 1992, razón por la cual la
Sala Plena de la Corte Constitucional, a nuestro juicio, ha debído declar la
nulidad de la Sentencia T- 057 de 1995, porque con ello se ha violado el
derecho al debido proceso.
II El auto de
Sala Plena, de fecha 22 de febrero de 1996, la sentencia No. T-057 del 20 de
febrero de 1995, de la Sala Tercera de Revisión, y la sentencia C-294 del 6 de
julio de 1995, de la Sala Plena.
Es ostensible que el
auto del cual disentimos se basa en las tesis contenidas en la sentencia T-057
de 1995, tesis que contrarían en forma absoluta la que sirvió de sustento a la
sentencia C-294 de 1995, por medio de la cual la Corte Constitucional dclaró
exequible el artículo 2o. del decreto 2651 de 1991.
¿En qué
consiste la contradicción? Sencillamente, en que en la sentencia C-294, la Corte Constitucional
expresamente reconoció que "los árbitros, habilitados por las partes, en
los términos que determine la ley, pueden administrar justicia para decidir
conflictos surgidos en torno a obligaciones exigibles ejecutivamente, así esté
en trámite el proceso ejecutivo, o no haya comenzado aún. Así lo establece
inequívocamente el inciso cuarto del artículo 116 de la Constitución."
Por el contrario en
la sentencia T-057, la Sala Tercera de Revisión llegó a la conclusión opuesta,
conclusión que se acepta como válida en el presente auto. Basta comparar lo que
se dice en éste, con los siguientes apartes de la sentencia C-294:
"Segunda.- Lo que se
debate.
"Como se deduce de la
lectura de la demanda, su argumento central se funda en la tesis de que la
Constitución reserva a los "órganos jurisdiccionales estatales" todo
lo relativo al proceso de ejecución. Que, por esta razón, no pueden los
árbitros reemplazar a los jueces, como lo prevé el artículo 2o. del Decreto
2651 de 1991, en lo relativo a los procesos de ejecución.
"En consecuencia, la
pregunta que es menester responder, es ésta: ¿el inciso cuarto del artículo 116
de la Constitución excluye de los asuntos sobre los cuales pueden los árbitros
administrar justicia, todos aquellos que eventualmente puedan originar un
proceso de ejecución?
"Tercero.- Análisis del
inciso cuarto del artículo 116 de la Constitución.
"La Constitución
anterior no preveía expresamente la existencia de los tribunales de arbitramento.
Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia, en varias oportunidades, al decidir
demandas de inexequibilidad contra normas que regulaban el arbitramento, las
declaró exequibles. En la sentencia de mayo 29 de 1969, por ejemplo, estimó que
si el arbitramento es de carácter privado, no puede considerársele
inconstitucional, toda vez que esta forma de resolver controversias de mero
derecho privado, en asuntos sobre los cuales se puede transigir, no está ni
expresa ni tácitamente prohibida en la Constitución.
"Por el contrario,
agregaba la Corte Suprema, si se piensa que el arbitramento tiene carácter
jurisdiccional y que, por lo mismo, los árbitros son verdaderos jueces, también
la institución sería exequible, porque el artículo 58 de la Constitución
determinaba que "La Corte Suprema, los tribunales superiores de distrito y
demás tribunales y juzgados que establezca la ley, administran justicia".
Para la Corte Suprema, los tribunales de arbitramento eran de los
"demás tribunales y juzgados que establezca la ley" y por ello administraban
justicia.
"Pero, había, además,
una razón elemental para considerar constitucional el arbitramento: si ninguna
norma de la Constitución prohibía renunciar a un derecho cuando la renuncia
sólo afectara los intereses del titular del mismo derecho, y éste tuviera
capacidad dispositiva, nada podría prohibir el que su titular confiara la
suerte de ese derecho a la decisión de un tercero, es decir, del tribunal de
arbitramento.
"Recuérdese, además,
que el arbitramento siempre ha versado sobre asuntos susceptibles de
transacción, que ocurran entre personas capaces legalmente.
"Toda controversia
sobre la constitucionalidad del arbitramento quedó, sin embargo, superada por
el inciso cuarto del artículo 116 de la Constitución, que contempla
expresamente la administración de justicia por conciliadores y árbitros, así:
'Los particulares pueden ser
investidos transitoriamente de la función de administrar justicia en la
condición de conciliadores o en la de árbitros habilitados por las partes para
proferir fallos en derecho o en equidad, en los términos que determine la ley'.
"A la luz de esta
norma, todas las lucubraciones sobre la función arbitral, como si es de
naturaleza pública o privada, si los árbitros son verdaderos jueces, etc.,
quedan reducidas al ámbito académico. Pues la norma transcrita no deja lugar a
dudas: los particulares, en su condición de árbitros, administran justicia, "en
los términos que determine la ley".
"En principio,
solamente puede señalarse una diferencia fundamental entre la justicia que
administran los árbitros y la de los tribunales y jueces de la República a la
cual se refiere el inciso primero del mismo artículo 116. Tal diferencia es
ésta:
"Cuando los tribunales
y jueces enumerados en el inciso primero del artículo 116 administran justicia,
ejercen una función pública cuya razón de ser está en la existencia misma del
Estado: no puede pensarse en un Estado que no administre justicia a sus súbditos.
Los árbitros también ejercen una función pública, establecida en el inciso
cuarto del artículo 116 de la Constitución, y en las leyes que regulan el
arbitramento. Pero en cada caso concreto tienen que ser "habilitados
por las partes para proferir fallos en derecho o en equidad". Dicho en
otros términos: según la Constitución, las leyes que regulen el arbitramento
tienen que partir de la base de que es la voluntad de las partes en
conflicto, potencial o actual, la que habilita a los árbitros para
actuar.
"Y se dice que ésta es
la diferencia fundamental, porque si los árbitros administran justicia "en
los términos que determine la ley", también los jueces de la República
administran justicia de conformidad con la ley procesal que determina la
competencia y, en general, las formas propias de cada juicio.
"Cuarto.- Límites que
establece el inciso cuarto del artículo 116 en relación con la administración
de justicia por los árbitros.
"Si se analiza el
inciso cuarto del artículo 116, se llega a la conclusión de que la
administración de justicia por los árbitros, sólo tiene estas limitaciones:
"La primera, que los
particulares solamente pueden ser investidos de la función de administrar
justicia, en calidad de conciliadores o en la de árbitros, transitoriamente.
Esta transitoriedad es evidente no sólo por el texto mismo de la norma, sino
porque al ser las partes en conflicto potencial o actual las que habilitan a
los árbitros, al resolverse el conflicto desaparece la razón de ser de la función
arbitral.
"La segunda, ya
insinuada, que son las partes quienes habilitan a los árbitros para fallar, en
derecho o en conciencia.
"Y una última, que los
árbitros administran justicia "en los términos que determine la ley".
Esto permite al legislador, por ejemplo, establecer las reglas a las cuales
debe someterse el proceso arbitral.
"Pero, no existen otras
limitaciones. Por ello, no es admisible sostener que los asuntos que se
ventilan, o podrían ventilarse, en el proceso de ejecución, están excluídos del
proceso arbitral. ¿De dónde surgiría esta supuesta exclusión? ¿Cómo afirmar
que las obligaciones cuyo cumplimiento puede exigirse en el proceso de
ejecución, constituyen una excepción a lo establecido por el inciso cuarto del
artículo 116 de la Constitución, cuando tal excepción no aparece en esta
norma, ni en ninguna otra?
"De otra parte, es
claro que todas las obligaciones civiles, en general, dan derecho a exigir su
cumplimiento. Precisamente ésta es su definición legal, pues, según el artículo
1527 del Código Civil, las obligaciones son civiles o meramente naturales. Civiles
son aquellas que dan derecho para exigir su cumplimiento. Naturales las
que no confieren derecho para exigir su cumplimiento, pero que cumplidas
autorizan para retener lo que se ha dado o pagado, en razón de ellas.
"Y el juicio ejecutivo
es, precisamente, el medio para conseguir el cumplimiento de las obligaciones
civiles, cuando se reúnen los requisitos establecidos por la ley procesal.
Obligaciones exigibles en el proceso ejecutivo, que no han sido excluídas del
proceso arbitral ni del mecanismo de la conciliación, por el artículo 116 de la
Constitución, ni por ningún otro.
"A lo cual habría que
agregar que las obligaciones cuyo cumplimiento puede exigirse ejecutivamente, son
de contenido económico. Esas obligaciones están gobernadas por el principio de
la autonomía de la voluntad. De conformidad con este principio, dispone el
artículo 15 del Código Civil:
'Podrán renunciarse los
derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo miren al interés individual
del renunciante, y que no esté prohibida la renuncia'.
"Escapan, por el
contrario, a la autonomía de la voluntad, las obligaciones amparadas por
"las leyes en cuya observancia están interesados el orden y las buenas costumbres",
de conformidad con el artículo 16 del mismo Código Civil.
"Lo dispuesto por los
artículos 15 y 16 del Código Civil explica por qué el artículo 1o. del decreto
2279 de 1989, establece: 'Podrán someterse a arbitramento las controversias
susceptibles de transacción que surjan entre personas capaces de transigir o
vinculadas con uno o varios fideicomisos mercantiles. El arbitramento puede ser
en derecho, en conciencia o técnico'. Esto excluye del pacto arbitral, que
según el artículo 2o. del mismo decreto comprende la cláusula compromisoria y
el compromiso, todas aquellas controversias que versen sobre cuestiones no
susceptibles de transacción, o entre incapaces. Conviene tener presente que,
según el artículo 2470 del Código Civil 'No puede transigir sino la persona
capaz de disponer de los objetos comprendidos en la transacción'. Y que, de
conformidad con el 2473 del mismo Código, 'No se puede transigir sobre el
estado civil de las personas'.
"En virtud de todas
estas normas, están, pues, excluídas del arbitramento cuestiones tales como las
relativas al estado civil, o las que tengan que ver con derechos de incapaces,
o derechos sobre los cuales la ley prohíba a su titular disponer.
"Restricciones
semejantes han sido prácticamente universales. Así, el artículo 806 del Código
Italiano de Procedimiento Civil, de 1940, dispuso:
'Compromiso.- Las partes podrán hacer decidir por árbitros las controversias
entre ellas surgidas, salvo las previstas en los artículos 429 y 459, las que
se refieran a cuestiones de estado y de separación personal entre cónyuges y
las demás que no puedan ser objeto de transacción'. El artículo 429 de tal
Código versa sobre las 'controversias individuales de trabajo', y el 459, sobre
'controversias en materia de previsión y asistencia obligatorias'.
"Si, pues, según el
artículo 15 del Código Civil, una obligación que presta mérito ejecutivo puede
renunciarse cuando sólo mira al interés del renunciante y no está prohibida su
renuncia, ¿por qué no podrían el acreedor y el deudor, antes o después de la
demanda ejecutiva, someter la controversia originada en tal obligación a la
decisión de árbitros?
"Y, si sobre las
obligaciones que prestan mérito ejecutivo es posible transigir, para terminar
extrajudicialmente un litigio pendiente o precaver un litigio eventual, como lo
prevé el artículo 2469 del Código Civil, ¿cómo sostener que los conflictos a
que pueden dar lugar tales obligaciones no pueden someterse a la decisión de
los árbitros, como lo prevé el último inciso del artículo 116 de la
Constitución?
"En conclusión: los
árbitros, habilitados por las partes, en los términos que determine la ley,
pueden administrar justicia para decidir conflictos surgidos en torno a
obligaciones exigibles ejecutivamente, así esté en trámite el proceso
ejecutivo, o no haya comenzado aún. Así lo establece inequívocamente el inciso
cuarto del artículo 116 de la Constitución.
"Hay que recordar que
corresponde al legislador, en virtud del mandato del artículo 29 de la
Constitución, y especialmente de su inciso segundo, fijar las formas propias de
cada juicio, es decir, las normas procesales, y señalar el juez o tribunal
competente para cada clase de asuntos. Por consiguiente, si el legislador
dispone que ante los árbitros habilitados por las partes en conflicto, se
diriman asuntos propios del proceso de ejecución y establece las reglas de este
proceso arbitral, en nada quebranta la Constitución.
"A todo lo dicho,
cabría añadir únicamente esto: los únicos juicios ejecutivos que escaparían al
ámbito propio de los árbitros serían los que se adelantan por la jurisdicción
coactiva, para cobrar deudas en favor del fisco, a una especie de los cuales se
refiere el numeral 5 del artículo 268 de la Constitución."
III Cuando
existe contradicción entre un auto y una sentencia de tutela, por una parte, y
una de exequibilidad, por la otra, ¿qué prevalece?
Quienes disentimos de la decisión
adoptada por la Sala Plena en el auto de 22 de febrero, consideramos que tal
como lo establece el artículo 36 del decreto 2591 de 1991, "Las sentencias en que se revise una decisión de tutela sólo
surtirán efectos en el caso concreto...". Y, por el contrario, de
conformidad con el artículo 243 de la Constitución "Los fallos que la
Corte dicte en ejercicio del control jurisdiccional hacen tránsito a cosa
juzgada constitucional", en consecuencia, sus efectos son erga omnes.
En conclusión, no
existe ninguna duda sobre la prevalencia de la sentencia C-294 de 1995, de la
Sala Plena, que declaró exequible el artículo 2o. del decreto 2651 de 1991, en
relación con la sentencia T-057 de 1995, de la Sala Tercera de Revisión y el
auto de Sala Plena del 22 de febrero de 1996.
Con razón se dijo en
la sentencia C-294 citada:
“Sexto.- La
sentenica T-057-95, del 20 de febrero de 1995, dictada por la Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional.
“La Corte
Constitucional considera que a lo decidido en este caso en relación con el
artículo 2o. del decreto 2591, “las sentencias en que se revise una decisión de
tutela sólo surtirán efectos en el caso concreto...” En consecuencia, el fallo
mencionado, que determinó no aplicar una cláusula compromisoria, sólo vincula a
quienes fueron partes en el mismo proceso. Esta sentencia, por el contrario,
tiene efectos erga omnes.”
Es todo, señores
Magistrados.
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
*En
los procesos en que no se haya proferido sentencia de primera o única
instancia, que versen total o parcialmente sobre cuestiones susceptibles de
transacción, distintos de los laborales, penales y contencioso- administrativos
y de aquellos en los cuales alguna de las partes estuviera representada por
curador ad -lítem, las partes, de común acuerdo, pueden pedir al juez que
aquéllas se sometan se sometan a trámite de conciliación, y que si ésta fracasa
o fuere parcial a posterior arbitramento salvo que acuerden acudir a amigable
composición.
La anterior solicitud también podrá
formularse en los procesos de ejecución en los que se hallan propuesto
excepciones de mérito.
Cuando existan trámites o incidentes
propuestos por terceros, el juez conservará competencia para resolverlos y en
general para todo lo relacionado con las medidas cautelares.
Parágrafo. No obstantelo dispuesto en este
artículo las partes podrán acudir directamente al proceso arbitral.
[1] M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. |
290 | T-058-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-058/95
SUSTITUCION
PENSIONAL-Hija inválida y
casada/PRESUNCION DE INDEPENDENCIA ECONOMICA
La condición
material de fondo que exige la ley para obtener el derecho a la sustitución
pensional consiste en la dependencia económica del titular del derecho. El
decreto 1160 de 1989 -fundado en la ley 71 de 1988- presume que se encuentran
en esta situación las siguientes personas: 1) los hijos menores de 18 años, 2)
los hijos inválidos de cualquier edad y 3) los estudiantes de 18 años o más que
dependan económicamente del causante. De acuerdo con esto, la peticionaria
debía demostrar: 1) que era inválida y 2) que dependía económicamente del
titular del derecho, esto es de su madre. Corresponde a la peticionaria la
carga de la prueba que desvirtúa la presunción de independencia dada por el
matrimonio. Los hijos casados se presumen desligados económicamente de sus padres.
Por lo tanto, es razonable que a la peticionaria, por el hecho de mantener su
vínculo matrimonial, se le solicite la prueba de que no era independiente
económicamente de su madre. El problema jurídico específico a este punto
consiste en saber si el régimen probatorio que se impone a la peticionaria es
el previsto formalmente en las normas civiles contempladas para la separación
de bienes o, en cambio, en estas circunstancias existe un régimen de libertad
probatoria. Como cualquiera de las causales de disolución de la sociedad
conyugal requiere para su efectividad de la sentencia judicial decretada por la
autoridad competente o de la escritura pública derivada del mutuo acuerdo de
los cónyuges. La libertad probatoria, en este punto, queda descartada.
PRINCIPIO DE
PREVALENCIA DE LA JUSTICIA MATERIAL
El principio de
la prevalencia de la justicia material no puede traducirse en una eliminación
de todas aquellas reglas que aplicadas de manera clara y específica a un caso
concreto no producen el fin propuesto desde el punto de vista del sujeto
afectado. Existe un ámbito de imponderables personales que pueden ser
determinantes en el resultado que el derecho produzca en los individuos y que
no pueden ser previstos por las normas jurídicas. La circunstancia de haber
iniciado un proceso de separación veintiséis años atrás y no haberlo terminado
pertenece a este ámbito en el cual el derecho -a diferencia de la moral, por
ejemplo - exige cierta objetividad formal que no puede ser modificada so pena
de inestabilidad e inseguridad jurídicas. Si el derecho no contara con este
tipo de objetividad mínima, cada ciudadano podría poner de presente las más
intrincadas y personales condiciones personales para poner en tela de juicio su
sometimiento al derecho. En el caso presente, la justicia material entra en
conflicto con otras principios como el de certeza, seguridad y objetividad
jurídica. La solución a dicho conflicto debe resultar del análisis fáctico que
se plantea ante el juez de tutela.
INTERPRETACION
JURIDICA-Principios/PROCESO
DE SEPARACION DE BIENES/SOCIEDAD CONYUGAL-Disolución
Los principios
juegan un papel esencial en la interpretación jurídica, en especial cuando se
presentan casos difíciles, producto del conflicto de varias normas. En el caso sub
judice no existe propiamente un problema de interpretación. No se pone en
tela de juicio la obligación de demostrar la separación de bienes; simplemente
se solicita un tratamiento excepcional con el objeto de no cumplir con lo
prescrito por la administración. Tampoco se trata de una situación en la cual
la aplicación de una norma legal resulte en la imposibilidad de obtener un
derecho. Todo indica que la peticionaria puede obtener sin dificultad la
sentencia judicial de separación y que a partir de allí obtendrá el reconocimiento
de la sustitución pensional. Al no conceder la tutela los jueces de instancia
no conculcaron un derecho de la peticionaria, simplemente ordenaron seguir el
procedimiento legal contemplado para el caso. Otra cosa sería si la
peticionaria estuviese en imposibilidad de demostrar su separación de bienes o
no existiese procedimiento previsto para el efecto. En este evento, el
principio de justicia material podría prevalecer sobre cualquier consideración
legal. En su caso, en cambio, las normas legales puestas en entredicho por la
peticionaria son claras, razonables y eficaces para la obtención de su
derecho. En estas circunstancias, la apelación a los principios no es
conducente. La peticionaria debe tramitar la disolución de su sociedad conyugal
mediante el procedimiento establecido en el Código Procedimiento Civil
FEBRERO 21 DE 1995
Ref.: Expediente
T-48437
Actor: MARIA
YOLANDA ELVIRA CHAPARRO DE CASTILLA
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Tema:
- Prevalencia del
derecho sustancial. Alcances y limitaciones de este principio
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela número T-48437 promovido por la señora MARIA YOLANDA ELVIRA CHAPARRO DE
CASTILLA, contra la Caja Nacional de Previsión Social.
ANTECEDENTES
1. La peticionaria
María Yolanda Elvira Chaparro de Castilla, sostiene que su marido la abandonó
hace 26 años y que, desde entonces, es asistida por su madre quien le ha
brindado todo el apoyo necesario para sobrellevar su estado de invalidez.
2. En diciembre de
1992 falleció la madre de la petente, quien era beneficiaria de una pensión
otorgada por la Caja Nacional de Previsión Social desde noviembre de 1974. La
señora Chaparro presentó entonces la respectiva solicitud de sustitución pensional
allegando la documentación probatoria exigida.
3. La Caja de
previsión denegó la solicitud de sustitución pensional mediante Resolución No.
042049 de noviembre 30 de 1993. En opinión de la entidad pública, las
peticionaria no puede ser beneficiaria de tal derecho debido a que aún se
encuentra casada. Las normas que rigen el orden de las pensiones y
sustituciones no establecen nada respecto de los hijos casados.
4. En estas
circunstancias la señora Chaparro interpuso recurso de apelación ante la Caja.
Sin embargo, la decisión fue confirmada mediante Resolución No. 003405 de junio
29 de 1994. En la misma resolución se reconoce la posibilidad de que,
adquiriendo el estado formal de mujer separada la peticionaria obtenga la
sustitución pensional respecto de su madre, con base en el concepto de la
División de Salud Ocupacional en el cual se establece que la petente es
inválida permanente por patología ortopédica inestable de columna,
espandilolistesis L4-L5.
Considera la Caja
que no pueden valorar las pruebas presentadas sobre la separación de hecho,
debido a que el único medio probatorio para demostrar el estado de separación
de bienes es la sentencia ejecutoriada del juez civil.
5. Ante la negativa
de la Caja en reconocerle la sustitución pensional la señora Chaparro interpuso
acción de tutela con el fin de proteger sus derechos fundamentales a la vida e
integridad física, a la igualdad, y a la seguridad social. En la demanda de
tutela solicita que se ordene a la Caja Nacional de Previsión Social el reconocimiento
de la sustitución pensional en su favor. Respalda su derecho en el artículo 6-2
del decreto 1160 de 1989, el cual extiende la sustitución pensional a los hijos
inválidos de cualquier edad que dependan económicamente del causante mientras
subsistan las condiciones de invalidez.
6. En su declaración ante el juez de tutela
la señora Chaparro confirma su estado civil de casada, pero advierte que se
encuentra separada de hecho desde hace aproximadamente 27 años. Dice haber
iniciado el proceso de separación sin haber logrado éxito debido a que su
esposo desapareció dejando pendiente el proceso, sin que nunca más hubiese
tenido noticias suyas. Como prueba de la separación de hecho adjuntó dos
declaraciones extrajuicio y una certificación autenticada de la iniciación del
proceso.
Finalmente, sostiene
que desde su separación ha dependido económicamente de su madre y de unos
parientes lejanos que le envían 20.000 pesos mensuales y que es una persona
incapacitada para trabajar.
7. El Juez Tercero de
Familia de Santa Fe de Bogotá, mediante sentencia del 8 de agosto de 1994
denegó la acción por las siguientes razones:
7.1 Los hechos
expuestos por la peticionaria “no se ajustan a los casos taxativamente
previstos en el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991”
7.2 La demandante no
demostró que se encuentra separada de cuerpos de su legítimo esposo. En
consecuencia, no llena los requisitos establecidos por ley para tener derecho a
la sustitución pensional.
8. La actora impugnó
la decisión del juez en base a los siguientes argumentos:
8.1 La acción de
tutela no está dirigida contra particulares. Por lo tanto, no es aplicable el
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991 que cita el juez en su decisión. En
cambio, es aplicable el artículo 5 del mismo Decreto pues la acción se endereza
contra una autoridad pública, la Caja Nacional de Previsión Social, que con las
resoluciones emitidas presuntamente violó, en concepto de la demandante, los
derechos a la vida, a la salud, a la seguridad social y a la subsistencia.
8.2. La prueba de la
separación de hecho debería ser suficiente para constatar la falta de
dependencia económica de su marido.
8.3 Nada se
estableció en la ley sobre los hijos casados. Se hace patente una
discriminación en su contra pues ignora el paradero de su esposo y hace 26 años
depende económicamente de su madre.
8.4 La ley sobre
sustitución pensional nunca ha exigido la sentencia judicial para demostrar la
separación de cuerpos.
9. La Sala de
Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá
confirmó la decisión impugnada mediante providencia del 14 de septiembre de
1994. En su providencia sostiene que la tutela es improcedente debido a la
existencia de otro medio de defensa judicial. Además, considera que al juez de
tutela “no le es lícito relevar al juez ordinario en sus funciones,”.
10. El Defensor del
Pueblo solicitó la revisión de las sentencias proferidas. En su opinión, de
ellas se deriva un perjuicio grave que vulnera los derechos fundamentales a la
subsistencia, a la igualdad y a la seguridad social de la petente.
10.1 La muerte de su
madre colocó a la demandante en una situación “insostenible y con grave peligro
para su vida ya que su dependencia económica era absoluta por su estado de
invalidez y el abandono de que fue objeto por parte de su esposo desde hace más
de 26 años.
10.2 La resolución
que niega la sustitución pensional afecta el derecho a la vida de la
peticionaria, “reflejado en el derecho a la subsistencia y a la dignidad humana
que deben protegerse en un Estado Social de Derecho.”
10.3 También se
vulneró el derecho a la igualdad pues se le discrimina a causa del estado
civil, sin tener en cuenta la situación de extrema necesidad de la petente. La
demandada y el fallador desconocen la protección especial que debe darse a las
personas que padecen de una debilidad manifiesta.
10.4 La exigencia
que hace la Caja Nacional de Previsión Social respecto a la prueba formal de la
separación de bienes, atenta contra el principio de la prevalencia del derecho
sustancial.
10.5 En cuanto al
derecho a la seguridad social, éste no solo compromete al Estado sino también a
la sociedad en general, con el fin de proteger la persona “contra todos los
riesgos de carácter social y contra las diferentes cargas de índole familiar.”
10.6 “El objeto del
control constitucional por los jueces no es mantener los textos de la ley
fundamental sino, al contrario, vivificarlos, ampliarlos, extenderlos a las
nuevas circunstancias de la vida real.”
10.7 Finalmente,
considera que se presentan los elementos que configuran la irremediabilidad del
perjuicio dando lugar a la procedencia de la tutela como mecanismo
transitorio.
FUNDAMENTOS
La Señora Chaparro
solicitó el reconocimiento de una pensión de invalidez a la que tendría derecho
como consecuencia de la muerte de su madre de quien dependía económicamente. Su
petición fue denegada por la institución de seguridad social y por el juez de
tutela, debido a que la peticionaria mantenía intacto su vínculo matrimonial
y, en consecuencia, la dependencia de su madre no quedó demostrada. La señora
Chaparro reconoció la existencia de dicho vínculo pero, acto seguido, explicó
al juez que desde hace veintiséis años se encuentra separada de su marido y que
desconoce por completo su paradero. El problema jurídico que se plantea es
entonces el siguiente: ¿puede el juez de tutela imponer el pago de una pensión
respecto de una persona que solicita el reconocimiento de una sustitución
pensional habiendo demostrado tan sólo fácticamente y no jurídicamente que no
se encuentra en la situación de independencia económica que es propia de las
personas casadas?.
1. Procedencia
legal del reconocimiento de la pensión
1. La Corte
Constitucional ha considerado que la protección del derecho a la seguridad
social de las personas no entraña la posibilidad de reconocimiento de los
derechos pensionales de las personas por parte del juez de tutela. La acción de
tutela es un instrumento idóneo para solicitar el pago de una pensión ya
reconocida por la institución de seguridad social respectiva. En este evento el
peticionario es titular de un derecho reconocido como fundamental por esta
Corporación. Sin embargo, cuando se trata de una pensión que aún no ha sido
reconocida, el particular tiene derecho a obtener una decisión por parte de la
administración con base en su derecho fundamental de petición, sin que ello lo
libere de la obligación de cumplir con el trámite legal previsto para el
reconocimiento. Al respecto ha dicho la Corte:
"Del examen
del escrito de la demanda se desprende en forma indubitable que lo perseguido
mediante el ejercicio de la acción de tutela es "el reconocimiento de
la pensión mensual Vitalicia de Jubilación". Un pronunciamiento
orientado a dar cabal satisfacción a las pretensiones del peticionario,
formuladas de la manera transcrita, rebasa el ámbito de la competencia del Juez
de tutela, a quien, en eventos similares al presente, no le corresponde señalar
el contenido de las decisiones que deban tomar las autoridades públicas en
ejercicio de sus atribuciones constitucionales y legales, pues fuera de carecer
de competencia para ello, no cuenta con los elementos de juicio indispensables
a la finalidad de resolver sobre los derechos por cuyo reconocimiento y
efectividad se propende. En este sentido ha sido clara la jurisprudencia de la
Corte Constitucional en indicar que los fallos emitidos en materia de acción de
tutela no tienen virtualidad para declarar derechos litigiosos, menos aún
cuando de estos se predica su carácter legal. Así en sentencia No T-08 de 1992
se precisó que "se dirige pues la acción de tutela no a la discusión
jurídica sino al hecho (acción u omisión) concreto, irrefragable de
desconocimiento del derecho fundamental... el punto lo sabe el Juez, es bien
nítido. De manera que el Juez de la tutela no puede reemplazar al Juez
competente para fallar en lo que le autoriza la ley, sino que su accionar es un
medio de protección de derechos propios de la persona humana en su
primacía" ( T-279 de 1993).
Los mismos criterios
de reiteran en la sentencia T-346. En aquella ocasión dijo la Corte:
"Es cierto
que el derecho a la pensión de jubilación es un derecho fundamental, como
derivado del derecho de trabajo, y medio, en ocasiones necesario, para
satisfacer las exigencias vitales. Pero una cosa es la certeza que se tenga de
la violación de tal derecho, y otra muy distinta el que se pretenda por vía
inadecuada discutir si hay o no título jurídico para tal derecho, como en el
caso en estudio. Por ello la Sala considera que no es pertinente incoar la
acción de tutela, por cuanto supone desconocer los medios ordinarios para
dirimir controversias acerca de la titularidad de una pensión de jubilación. La
acción de tutela no tiene como finalidad la solución de un conflicto de
intereses, sino que tiende a la protección y restablecimiento de derechos
fundamentales lesionados o amenazados, siempre y cuando exista nitidez en
cuanto a la titularidad de los mismos. No corresponde a la filosofía de la
tutela saber si hay o no titularidad, sino proteger a quien tiene un título
jurídico cierto. No hay en el presente caso claridad si hay o no titularidad al
derecho de pensión de jubilación por parte del actor, cuestión que tiene unos
medios de jurisdicción ordinaria adecuados para dirimir ese conflicto entre el
actor y la empresa accionada.
2. La posición de la
peticionaria - sin desconocer la falta de uno de los requisitos legales
anotados - se sustenta en la necesidad de establecer una excepción al principio
general según el cual la tutela no es procedente para obtener el reconocimiento
pensional, con fundamento en consideraciones de justicia material y en la
existencia de los hechos necesarios para la toma de una decisión judicial que
aún no se ha producido. Un problema jurídico más específico se presenta en los
siguientes términos: ¿los principios constitucionales que le otorgan
prevalencia a la justicia material sobre los procedimientos, pueden servir de
fundamento suficiente para obviar procedimientos legales encaminados al
reconocimiento del derecho de la peticionaria?.
2.1. Uno de los
argumentos de la demandante consiste en afirmar que no existe norma legal que
imponga no estar casados a los hijos que pretenden un derecho de sustitución
pensional respecto de sus padres. Si embargo, si la sustitución pensional es un
derecho que pueden solicitar las personas que dependen económicamente de quien
fuera el titular de la pensión, resulta obvio que si no se demuestra la
condición de dependencia económica - como no lo pueden hacer los hijos casados
respecto de sus padres - no se dan los supuestos de hecho que contempla la
norma y por eso se estaría en presencia de una excepción.
Dicho en términos
más específicos: la condición material de fondo que exige la ley para obtener
el derecho a la sustitución pensional consiste en la dependencia económica del
titular del derecho. El decreto 1160 de 1989 -fundado en la ley 71 de 1988-
presume que se encuentran en esta situación las siguientes personas: 1) los
hijos menores de 18 años, 2) los hijos inválidos de cualquier edad y 3) los
estudiantes de 18 años o más que dependan económicamente del causante. De
acuerdo con esto, la peticionaria debía demostrar: 1) que era inválida y 2) que
dependía económicamente del titular del derecho, esto es de su madre.
2.2. En estas
condiciones, corresponde a la peticionaria la carga de la prueba que desvirtúa
la presunción de independencia dada por el matrimonio. Los hijos casados se
presumen desligados económicamente de sus padres. Por lo tanto, es razonable
que a la peticionaria, por el hecho de mantener su vínculo matrimonial, se le
solicite la prueba de que no era independiente económicamente de su madre. El
problema jurídico específico a este punto consiste en saber si el régimen
probatorio que se impone a la peticionaria es el previsto formalmente en las
normas civiles contempladas para la separación de bienes o, en cambio, en estas
circunstancias existe un régimen de libertad probatoria.
2.2.1. La comunidad
de bienes que se crea en una sociedad conyugal tiene connotaciones familiares y
sociales de gran relevancia (C.C arts 1771 y ss). Esto se manifiesta, por
ejemplo, en las acciones judiciales contempladas en beneficio de familiares o
de acreedores. Todas ellas suponen la fijación de unos criterios objetivos para
la delimitación y el tratamiento de esta comunidad de bienes. La uniformidad de
estos procedimientos se vería seriamente afectada si cada institución
involucrada en un asunto relacionado con la comunidad de bienes matrimoniales
tuviese la posibilidad de fijar de manera más o menos libre los límites y el
alcance jurídico de esta institución jurídica.
Las causales de la
disolución de la sociedad conyugal están enumeradas en el artículo 1820 del
Código Civil. La Corte Suprema de Justicia en sentencia de agosto 1 de 1979
estableció que no existen causas de disolución distintas a las señaladas por el
legislador. En consecuencia, según esta jurisprudencia, la sociedad conyugal
perdurará hasta tanto no ocurra alguna de éstas causales. "Contraída la
sociedad conyugal - dice la Corte Suprema de justicia - la voluntad de marido y
mujer es incapaz de modificar las reglas legales que la rigen, por ser
institución de orden público familiar, desde luego que por convenios
particulares - según dice el art. 16 del C.C.- no pueden derogarse las leyes en
cuya observancia están interesados el orden y las buenas costumbres". Y
más adelante observa que "el régimen legal de la sociedad conyugal
gobierna las relaciones económicas patrimoniales de los casados mientras la
sociedad esté vigente, mientras no se disuelva por la ocurrencia de alguno de
los motivos que la ley taxativamente ha erigido en causas de disolución de la
sociedad conyugal". En este orden de ideas, cualquiera de las causales de
disolución de la sociedad conyugal requiere para su efectividad de la sentencia
judicial decretada por la autoridad competente o de la escritura pública
derivada del mutuo acuerdo de los cónyuges (C.C art. 1820). La libertad
probatoria, en este punto, queda descartada.
De otra parte, el
régimen que determina la creación y terminación de la comunidad de bienes de la
sociedad conyugal está regido esencialmente por el principio de la voluntad de
cada una de las partes. Las reglas precisas sobre su existencia o inexistencia dependen
en lo fundamental de normas facultativas. Estas dos características -
relevancia social y voluntariedad - justifican una regulación estricta en
materia probatoria y respaldan la acreditación formal de la separación de
bienes en el caso de los hijos casados que pretendan obtener los derechos de
sustitución pensional respecto de sus padres.
2. Confrontación
entre reglas y principios.
A juicio de la
demandante - secundada por el Defensor del Pueblo - la norma que ordena la
obligación de probar la separación de bienes respecto de los hijos casados que
pretendan obtener una sustitución pensional, debe ceder frente a los principios
propios de la efectividad de los derechos y de la justicia material cuando la
separación de hecho esta probada por otros medios. Al respecto deben hacerse
las siguientes consideraciones:
1. La prevalencia de
la justicia material sobre los procedimientos tiene la naturaleza de un
principio y, en consecuencia, su relevancia sólo puede ser el resultado de un
trabajo de sopesamiento con otros principios y reglas. La prevalencia absoluta
de la justicia material es insostenible teóricamente e impracticable
judicialmente. Ello entrañaría el desconocimiento de toda formalidad en
beneficio de las consideraciones fácticas; el derecho se desvanecería en una
especie de actividad política.
2. El principio de
la prevalencia de la justicia material no puede traducirse en una eliminación
de todas aquellas reglas que aplicadas de manera clara y específica a un caso
concreto no producen el fin propuesto desde el punto de vista del sujeto
afectado. Existe un ámbito de imponderables personales que pueden ser
determinantes en el resultado que el derecho produzca en los individuos y que
no pueden ser previstos por las normas jurídicas. La circunstancia de haber
iniciado un proceso de separación veintiséis años atrás y no haberlo terminado
pertenece a este ámbito en el cual el derecho -a diferencia de la moral, por
ejemplo - exige cierta objetividad formal que no puede ser modificada so pena
de inestabilidad e inseguridad jurídicas. Si el derecho no contara con este
tipo de objetividad mínima, cada ciudadano podría poner de presente las más
intrincadas y personales condiciones personales para poner en tela de juicio su
sometimiento al derecho. Una visión completamente consecuencialista del derecho
introduciría variables de tipo sicológico, ideológico, sociológico, etc, que
serían imposibles de controlar. La aplicación del derecho sería totalmente
impredecible y la práctica jurídica se convertiría en un juego de azar.
3. Un principio
constitucional tienen una fuerza normativa que inspira y proporciona sentido a
todo el ordenamiento jurídico pero que no es suficiente para imponerse por sí
mismo ante cualquier regla inferior del sistema. Esta insuficiencia proviene de
la necesidad de ponderación y adecuación que es propia de la aplicación de
principios. En el caso presente, la justicia material entra en conflicto con
otras principios como el de certeza, seguridad y objetividad jurídica. La
solución a dicho conflicto debe resultar del análisis fáctico que se plantea
ante el juez de tutela.
4. Los principios
juegan un papel esencial en la interpretación jurídica, en especial cuando se
presentan casos difíciles, producto del conflicto de varias normas. En el caso sub
judice no existe propiamente un problema de interpretación. No se pone
en tela de juicio la obligación de demostrar la separación de bienes;
simplemente se solicita un tratamiento excepcional con el objeto de no cumplir
con lo prescrito por la administración. Tampoco se trata de una situación en la
cual la aplicación de una norma legal resulte en la imposibilidad de obtener un
derecho. Todo indica que la señora Chaparro puede obtener sin dificultad la
sentencia judicial de separación y que a partir de allí obtendrá el
reconocimiento de la sustitución pensional. Al no conceder la tutela los jueces
de instancia no conculcaron un derecho de la peticionaria, simplemente
ordenaron seguir el procedimiento legal contemplado para el caso. Otra cosa
sería si la señora Chaparro estuviese en imposibilidad de demostrar su
separación de bienes o no existiese procedimiento previsto para el efecto. En
este evento, el principio de justicia material podría prevalecer sobre cualquier
consideración legal. En su caso, en cambio, las normas legales puestas en
entredicho por la peticionaria son claras, razonables y eficaces para la
obtención de su derecho. En estas circunstancias, la apelación a los principios
no es conducente.
5. Las excepciones a
las reglas que los jueces introducen en la interpretación del derecho con
fundamento en la justicia material tienen que ser el resultado del carácter
abiertamente contraproducente de la aplicación estricta de la misma. Las normas
jurídicas son una especie de previsión de la realidad futura. En esta tarea el
creador del derecho no siempre logra contemplar todas las variaciones fácticas
posibles. Por eso se presentan casos en los cuales la aplicación directa y
estricta de la norma contemplada, conduce a un resultado odioso o
contraproducente que debe ser remediado mediante una interpretación que de
prioridad a consideraciones de tipo material.
En estos eventos el
juez obra como un intermediario que pone en sintonía el derecho con la
realidad. En el caso planteado por la peticionaria la aplicación estricta del
derecho no conduce a una situación absurda o a todas luces irrazonable. Es
cierto que desde el punto de vista puramente humano las autoridades
administrativas podrían ahorrarle a la señora Chaparro un trámite adicional
dadas sus condiciones de desprotección. Sin embargo, estas condiciones no
pueden ser un criterio absoluto, pues de ser ello así buena parte de la
población tendría buenas razones para solicitar un tratamiento preferencial. En
este caso, la aplicación estricta de la norma no cierra toda posibilidad para
la obtención del derecho invocado por la peticionaria. En cambio, el
otorgamiento de un trato excepcional a la peticionaria - al abrir la
posibilidad de que las personas sustituyan los requisitos legales incómodos por
la prueba de la existencia de los hechos que tales requisitos suponen -,
desmoronaría el procedimiento establecido para el reconocimiento de la pensión
y lo remplazaría por la acción de tutela . Al reducir el reconocimiento a las
existencia de las condiciones fácticas necesarias, el derecho se materializa y
la decisión judicial se su relativiza.
3. Síntesis.
Las consideraciones
precedentes conducen a una denegación de la tutela impetrada por las
peticionaria. Los argumentos que han servido a la Corte para llegar a esta
conclusión se sintetizan en los siguientes puntos: 1) la tutela no es un
mecanismo adecuado para el reconocimiento de las pensiones. La jurisprudencia
de la Corte Constitucional es clara y enfática en este punto. 2) la ley
establece que los hijos que dependan económicamente de sus padres pueden ser
beneficiarios de la sustitución pensional. La ley presume que los hijos
inválidos de cualquier edad dependen económicamente de sus padres. En el caso
de la peticionaria existe una circunstancia que desvirtúa esa presunción: su
vínculo matrimonial. En consecuencia, le corresponde aportar la prueba que
elimine dicha contra-presunción. La importancia social del la comunidad de
bienes matrimoniales y el carácter voluntario de esta institución, justifican
la exigencia de una prueba formal de su existencia o inexistencia. 3) El
principio constitucional de la prevalencia de la justicia material sobre las
formas no se aplica cuando se trata de reglas claras cuya aplicación no conduce
a resultados considerados como irrazonables. En estas condiciones, la
peticionaria debe tramitar la disolución de su sociedad conyugal mediante el
procedimiento establecido en el Código Procedimiento Civil en sus artículos 427
y siguientes.
RESUELVE
PRIMERO-
CONFIRMAR, por las razones
expuestas, la sentencia del 14 de septiembre de 1994 proferida por la Sala de
Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá.
SEGUNDO- ORDENAR que por la Secretaría General de esta
Corporación se comunique esta providencia al Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá, en la forma y para los efectos previstos en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintiún (21) días del mes de Febrero de mil novecientos noventa y cinco
(1995)). |
291 | T-059-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-059/95
MEDIOS DE
COMUNICACION-Pluralismo
El acceso en
condiciones de igualdad a los medios de comunicación, encuentra respaldo en el
valor del pluralismo (C.P. art. 1) entendido como una condición de posibilidad
de la realización de todos los demás valores, principios y derechos
constitucionales. El pluralismo representa un espacio de libertad para la toma
de decisiones que fundamenta y legitima el orden valorativo plasmado en la
constitución política. Es en este sentido que se trata de un valor fundante del
ordenamiento constitucional que explica e inspira todo el andamiaje
institucional del Estado.
DERECHO A LA
PARTICIPACION POLITICA/MEDIOS DE COMUNICACION/PROPAGANDA POLITICA
Los medios de
comunicación también juegan un papel esencial en la articulación de prácticas
sociales y en la configuración de la cultura nacional. Lo esencial de la
práctica política consiste en la labor de persuasión de los votantes en torno a
unas ideas o personas específicas. La utilización de los medios de comunicación
social es un instrumento - quizás el más importante - para la realización de
los objetivos buscados por la práctica política. Los partidos y movimientos
políticos dependen hoy más que nunca de la publicidad. Buena parte de la lucha
política actual se manifiesta en términos publicitarios o de imagen. Impedir
esta posibilidad es tanto como truncar la participación.
DERECHO A LA
LIBERTAD DE EXPRESION/DERECHO A LA IGUALDAD/PROPAGANDA POLITICA/PARCIALIDAD
POLITICA-Falta de pruebas
El mensaje
emitido en forma irregular e imperfecta viola el principio de igualdad y
también el derecho a la libertad de expresión. La forma como se comunican las
ideas hace parte de la libertad de expresión. La obligación de trasmitir una
comunicación entraña la obligación de hacerlo con las formalidades previstas
por el emisor. Se trata de una obligación de resultado que no puede ser obviada
con base en excusas de tipo técnico o logístico. De ocurrir inconvenientes de
este tipo la emisora debe compensar al dueño del mensaje con otras emisiones,
de tal manera que se equilibre su situación frente a los demás usuarios de la
emisora. La emisora que no otorgue el mismo trato no solo vulnera el derecho a
la igualdad sino también la libertad de expresión. El juez de tutela no
encontró pruebas suficientes para demostrar la parcialidad política de la
emisora en relación con la emisión de la propaganda del grupo político del
peticionario. Si bien el juez consideró que existían serios indicios de
parcialidad, en su opinión ellos no son suficientes para configurar una plena
prueba.
FEBRERO 21 DE 1995
Ref: Expediente
T-49051
Actor: FRANCISCO
JAVIER HOYOS OSPINA
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Temas:
- Igualdad y
radiodifusión de propaganda política
- Pluralismo como
valor fundante del orden constitucional
- Libertad de
expresión
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I
A
En el proceso de
tutela T-49051 adelantado por Francisco Javier Hoyos Ospina contra la Emisora
"Ecos de la Miel".
ANTECEDENTES
1. Francisco Javier
Hoyos, en su calidad de presidente del movimiento político "Alternativa
Cívica por Samaná", interpuso acción de tutela contra Guillermo León
García, director de la emisora "Ecos de la Miel". Considera el
peticionario que el director de la emisora actúo de manera parcializada al
favorecer la difusión de propaganda política del partido Conservador -actualmente
en el poder -, relegando a un segundo plano la difusión de los mensajes de su
propio movimiento. En su opinión, el comportamiento del señor García vulnera el
derecho a la igualdad y la libertad de expresión de su movimiento. "En
reiteradas ocasiones - explica el peticionario - nuestro movimiento Alternativa
Cívica por Samaná, ha sido discriminado y marginado de gozar de los mismos
derechos y libertades de opinión al cual si tiene acceso el candidato por el
partido Conservador. Esta discriminación, se ve representada en la negativa que
ha tenido el director de la emisora Ecos de la Miel, Guillermo León García, en
transmitir por ese medio nuestra opinión política con falsos argumentos y
evasivas, en varias ocasiones ha evadido sus responsabilidades y deberes al
recibir con falacias y engaños a algunos de nuestros seguidores, cuando se le
solicita el servicio de difusión de la publicidad política pagada a la cual
tenemos todo el derecho de acceder."
2. Explica el
peticionario que varias personas pertenecientes a su movimiento se acercaron a
la emisora con el objeto de contratar sus servicios para transmitir propaganda
política. No obstante haber recibido respuesta positiva de la emisora y haber
pagado el valor de las cuñas, éstas nunca fueron trasmitidas. En relación con
el candidato del partido conservador, en cambio, no sólo se difundió abundante
propaganda política, sino que, además, se hicieron comentarios favorables a su
candidatura. Según el petente, el Alcalde Municipal de Samaná utiliza la
emisora para fortalecer sus propios intereses políticos y de esta manera viola
el principio de igualdad consagrado en la Constitución.
En estas
circunstancias, dice el peticionario, los dirigentes del movimiento se
dirigieron por escrito al Ministerio de Comunicaciones, al Consejo Electoral y
al Personero Municipal, informándoles de la discriminación de la que eran
objeto. No obstante este reclamo, nunca recibieron respuesta.
3. Otros miembros
del movimiento declararon para apoyar el planteamiento del señor Hoyos Ospina.
Entre ellos se encuentra William Alzate Ortiz, quien se desempeña como tesorero
del movimiento. Según este funcionario, luego de haber contratado los servicios
de la emisora, constató personalmente la falta de difusión de los mensajes.
Estima que esto se debe al compromiso político de la emisora con el Alcalde de
Samaná. También declararon Carlos Ariel Clavijo Henao y John Jairo Clavijo
Ocampo en el sentido de haber sentado protesta ante el director de la emisora,
sin que ello hubiese conducido a explicación alguna. De otra parte, Guillermo
Tobón Correa sostuvo que la propaganda contratada por él sí fue transmitida
pero en forma deficiente, debido al mal funcionamiento de los equipos. Agrega
que tenía entendido que la Alcaldía era la propietaria de la emisora y critica
la regulación de tarifas que ésta utiliza en la contratación de propaganda
política.
Dos residentes de
Samaná, ajenos al movimiento político y escuchas de la emisora declararon que
la mayor parte de la propaganda difundida pertenecía al partido conservador.
4. De otra parte,
Guillermo León García Castaño, director de la emisora, sostuvo que las cuñas
políticas contratadas con el Movimiento Alternativa Cívica por Samaná se
transmitieron en su totalidad. Explica que inicialmente la propaganda fue
rechazada por ser demasiado extensa. Sostiene que los equipos de la emisora han
sufrido daños y que nunca han sido manipulados para deteriorar la calidad de la
emisión. Niega haber eludido cualquier explicación respecto a la emisión de
propaganda del movimiento del peticionario.
5. Gloria Inés
Clavijo de Arango, presidenta de la Junta Urbana de Acción Comunal de Samaná y
encargada de llevar la contabilidad de la emisora, sostuvo que la Junta
considera conveniente que se transmita todo tipo de propaganda de cualquier
grupo político. Aseguró no haber recibido queja de las directivas del
movimiento supuestamente afectado y explicó cómo, a diferencia del este
movimiento, el grupo oficial conservador solicitó la propaganda en forma
escrita y canceló oportunamente su valor.
6. El Personero
Municipal de Samaná se disculpó ante el juez de tutela por no haber dado
respuesta a la queja presentada por el movimiento Alternativa Cívica, poniendo
de presente para tal efecto razones relacionadas con la falta de tiempo y
aseguró que pronto entrará a estudiar dicho memorial y a tomar las medidas
pertinentes.
Por su parte el
Ministerio de Comunicaciones explicó las dificultades que tuvieron para tomar
alguna medida respecto al caso, debido a que nunca recibieron las pruebas
suficientes. En estas circunstancias, se limitaron a enviar una carta a la
emisora informándole sobre las quejas relativas a su presunta parcialidad y
violación de la Ley 130 de 1994 y a solicitar una corrección de tales
anomalías.
7. En sentencia del
22 de septiembre de 1994 el juez Penal Municipal de Samaná denegó la acción con
base en los siguientes argumentos:
7.1. La acción es
improcedente. La situación que el peticionario tiene frente a la emisora
demandada no es de aquéllas en las cuales procede la acción de tutela contra
particulares.
7.2 El petente debió
acudir a la vía judicial en procura de la resolución del contrato celebrado con
la emisora. No se trata de la violación de un derecho fundamental por parte de
una autoridad pública, sino simplemente del incumplimiento de un contrato
civil. Además, en ningún momento el peticionario agotó las instancias
jerárquicas para resolver su problema.
7.3. La
discriminación alegada por el peticionario no aparece plenamente probada por los
testimonios presentados en favor de la solicitud de tutela.
7.4. La Ley 130 de
1994 señala las pautas que se deben seguir cuando una emisora incurre en
parcialidad política.
7.5 No hubo
violación del derecho a la libertad de expresión por parte de la emisora; en
ningún momento se impidió que el peticionario difundiera y expresara sus
opiniones.
7.6 No obstante la
improcedencia de la acción, el juez reconoce que "es un hecho
incuestionable que a la emisora "Ecos de la Miel" no se le ha dado el
mejor de los manejos, . . . porque la sensación que se tiene en la misma
comunidad, la misma que el suscrito hasta hace poco, era que la emisora era
propiedad de la administración municipal, . . ." Señala, además, que el
director de la emisora no parece tener un política definida y que existe
discrepancia entre la presidenta de la Junta y el director de la emisora
respecto de las políticas a emprender. No obstante la falta de certeza
probatoria, se aprecia parcialidad en la propaganda difundida por la emisora.
"Para nadie es
un secreto - dice el juez - que la administración Municipal apoya la
candidatura del partido oficial conservador, y aunque no es menester de este
despacho, ni es su intención inmiscuirse en asuntos de índole política, que
atañen únicamente a las personas en el involucrada, si quiere dejar claro que
el parcialismo político que se vive actualmente en la región, viola
flagrantemente varios de los derechos fundamentales consagrados en nuestra
Constitución Nacional. Lo que busca el despacho con esta breves inquietudes, es
llamar a la reflexión tanto a los unos como a los otros a que se respeten las
reglas del juego político, y la ciudad pueda vivir una verdadera fiesta
democrática, y no que de pronto, y esperamos que así no suceda, éstas se vean manchadas
con hechos lamentables."
7.7 Aunque la acción
no va dirigida contra el Personero, el Juez se refiere a la importancia del
derecho de petición a fin de que en el futuro se de una respuesta oportuna a
las peticiones formuladas.
FUNDAMENTOS
El actor considera
que la emisora Ecos de la Miel ha violado sus derechos fundamentales a la
libertad de expresión y a la igualdad consagrados en los artículos 20 y 13 de
la Constitución política. Sostiene el peticionario que la propaganda de su
movimiento político no fue difundida en las condiciones estipuladas y que ello
se explica por los vínculos de la emisora con el alcalde y su partido político.
A continuación se analiza en abstracto la vulneración de los derechos invocados
por el peticionario para luego abocar el problema probatorio involucrado en el
caso. En primer término se estudiará el tema de la igualdad.
1. El derecho a
la igualdad en la radiodifusión.
1. La Ley 130 de
1994 establece en su artículo 28 que las emisoras deben otorgar la oportunidad
a los partidos políticos de difundir su propaganda política en condiciones de
igualdad. Según esta norma, "los concesionarios para la prestación de
servicio de radiodifusión sonora y los periódicos que acepten publicidad
política pagada, la harán en condiciones de igualdad a todos los partidos,
movimientos y candidatos que lo soliciten".
1.1. El espacio
electromagnético es un bien público inajenable e imprescriptible, sujeto a la
gestión y control del Estado (C.P. art. 75). Esta Corporación se ha referido a
la definición y características de este elemento en sentencia T-081 de 1993:
“Técnicamente, el
espectro electromagnético es una franja de espacio alrededor de la tierra a
través de la cual se desplazan las ondas radioeléctricas que portan diversos
mensajes sonoros o visuales. Su importancia reside en ser un bien con aptitud
para transportar información e imágenes a corta y larga distancia. Las
restricciones a su uso obedecen a limitaciones normativas, técnicas y físicas
que deben ser respetadas para evitar abusos del derecho, interferencias o
prácticas monopolísticas.
Las limitaciones
normativas al uso del espectro electromagnético por los particulares obedecen a
que este es parte del territorio colombiano (CP art. 101), y pertenece por
tanto a la Nación (CP art. 102). Razones de soberanía y de seguridad, así como
los principios de pluralismo informativo, democracia participativa e igualdad,
justifican la intervención estatal en las actividades que hacen uso de este
bien público en el ejercicio de sus derechos fundamentales.
De otra parte,
factores geográficos, económicos y tecnológicos hacen indispensable la
intervención estatal con miras a garantizar las condiciones optimas de
transmisión y de uso adecuado de este bien público”.
1.2. El artículo 75
de la C.P. prohibe las prácticas monopolísticas en el uso del espectro
electromagnético con el fin de garantizar el pluralismo informativo y la
competencia.
1.3. De otra parte
el artículo 5° del Decreto 1480 de 1994 establece que al "servicio de radiodifusión
sonora le son aplicables los derechos, garantías y deberes previstos en la
Constitución Política y los principios fundamentales de los servicios de
telecomunicación establecidos en el Título I del Decreto-ley 1900 de 1990, o
las normas que lo modifiquen, adicionen o aclaren". A su turno el artículo
6 del decreto 1900 de 1990 establece que "El Estado garantizará el
pluralismo en la difusión de información y en la presentación de opiniones,
como un derecho fundamental de la persona, del cual se deriva el libre acceso
al uso de los servicios de telecomunicaciones".
La normas que acaban
de ser reseñadas ponen de presente la vinculación de la radiodifusión de
propaganda política con el derecho fundamental a la igualdad consagrado en el
artículo 13 de la Carta Política. Además, encuentran fundamento en el valor del
pluralismo (C.P. art. 1), y en el derecho a la participación política (C.P.
art. 40-3). A continuación se hace alusión a estos dos puntos adicionales.
2. El valor del
pluralismo en los medios de comunicación social.
1. El acceso en
condiciones de igualdad a los medios de comunicación, expresado en el artículo
28 de la ley 30 de 1994 - además de los fundamentos anotados - encuentra
respaldo en el valor del pluralismo (C.P. art. 1) entendido como una condición
de posibilidad de la realización de todos los demás valores, principios y
derechos constitucionales. En efecto, la axiología constitucional se explica
como el resultado de una opción libre y plural de varias posibilidades. Es aquella
libertad lo que permite esta opción. Dicho en otros términos, el pluralismo
representa un espacio de libertad para la toma de decisiones que fundamenta y
legitima el orden valorativo plasmado en la constitución política. Es en este
sentido que se trata de un valor fundante del ordenamiento constitucional que
explica e inspira todo el andamiaje institucional del Estado.
2. Además de esta
connotación fundacional, el pluralismo también es un principio y una regla de
comportamiento de obligatorio e inmediato cumplimiento en diferentes ámbitos de
la vida social. La actividad política es el más importante de estos ámbitos.
Allí se establece una conexión entre el artículo 1 de la Carta con el derecho a
la participación política (C.P. art. 40, 108 y ss). La idea del pluralismo
responde pues a una necesidad democrática. El ejercicio del poder debe ser el
resultado de una competencia entre diferentes fuerzas sometidas a las mismas
reglas de juego y no, como sucede en los sistemas de concentración de poderes,
el producto de un status social o simplemente de la fuerza.
3. En todos los
sistemas políticos y de manera especial en el régimen democrático y pluralista,
la comunicación juega un papel esencial en la definición y configuración del
poder. Ningún gobernante, o persona que aspire a serlo, puede minimizar la
importancia de la creación de una determinada imagen a través de la
comunicación social. La fuerza de las armas es indispensable pero insuficiente
para consolidar un poder. Esta verdad bien conocida por los políticos de todos
los tiempos constituye hoy en día, en la era de la comunicación de masas, la
preocupación esencial de todos los movimientos y partidos políticos. De ahí la
importancia que el texto constitucional le otorga al principio de igualdad en la
participación política.
3. El derecho a
la participación política.
1. Los medios de
comunicación también juegan un papel esencial en la articulación de prácticas
sociales y en la configuración de la cultura nacional. Es por eso que el
artículo 4° del decreto 1480 de 1994 establece que "el servicio de
radiodifusión sonora está orientado a impulsar el desarrollo político,
económico y social del país, para elevar el nivel y la calidad de vida de sus
habitantes, a difundir e incrementar la cultura, la información y a afirmar los
valores esenciales de la nacionalidad colombiana. Por tanto, todos los
concesionarios tendrán la obligación de ajustar sus programas a los fines
indicados difundiendo la verdad, procurando preservar la salud mental y física
de la población y enalteciendo las tradiciones nacionales, la cohesión social,
la paz nacional y la cooperación internacional".
2. Lo esencial de la
práctica política consiste en la labor de persuasión de los votantes en torno a
unas ideas o personas específicas. La utilización de los medios de comunicación
social es un instrumento - quizás el más importante - para la realización de
los objetivos buscados por la práctica política. Los partidos y movimientos
políticos dependen hoy más que nunca de la publicidad. Buena parte de la lucha
política actual se manifiesta en términos publicitarios o de imagen. Impedir
esta posibilidad es tanto como truncar la participación. La Corte
Constitucional se ha referido a este tema en los siguientes términos:
“El derecho a
constituir partidos y movimientos políticos, formar parte de ellos y difundir
sus ideas y programas tiene la naturaleza de un derecho fundamental de origen
constitucional, atribuido a todo ciudadano colombiano, con miras a que pueda
participar en la conformación, ejercicio y control del poder político.
Con respecto al
ejercicio del poder político y social por parte de las personas, la
Constitución de 1991 representa la transferencia de extensas facultades a los
individuos y grupos sociales. El derecho a la igualdad, la libertad de
expresión, el derecho de petición, el derecho de reunión, el derecho de
información o el derecho de acceder a los documentos públicos, entre otros,
permiten a los ciudadanos una mayor participación en el diseño y funcionamiento
de las instituciones públicas (C-089 del 3 de marzo de 1994)”.
4.
Consideraciones relativas al caso sub judice
1. Samaná es un
pequeño pueblo del departamento de Caldas. El movimiento político del
peticionario lucha por obtener el poder y para ello realiza una campaña
política que no sobrepasa el ámbito municipal y en la cual la radio local
representa un medio de comunicación de especial importancia. Las reglas de
juego de este microcosmos político no se diferencian en lo esencial de las
normas que regulan la competencia departamental o nacional. El principio de
igualdad debe ser aplicado con el mismo rigor en todas estas palestras
políticas. La concentración del poder político y la imparcialidad de una
emisora violan el derecho de las minorías políticas, sin importar que se trate
de una pequeña localidad o de una cadena radial con alcance nacional. El
análisis de la libertad de expresión debe estar vinculado al contexto en el
cual se difunden las ideas. Los objetivos y el impacto de cada medio deben ser
tenidos en cuenta en el análisis de la igualdad.
2. El respeto de la
igualdad en esta materia no solo implica la transmisión del mensaje. El mensaje
emitido en forma irregular e imperfecta viola el principio de igualdad y
también el derecho a la libertad de expresión. La forma como se comunican las
ideas hace parte de la libertad de expresión. La obligación de trasmitir una
comunicación entraña la obligación de hacerlo con las formalidades previstas
por el emisor. Se trata de una obligación de resultado que no puede ser obviada
con base en excusas de tipo técnico o logístico. De ocurrir inconvenientes de
este tipo la emisora debe compensar al dueño del mensaje con otras emisiones,
de tal manera que se equilibre su situación frente a los demás usuarios de la
emisora. La emisora que no otorgue el mismo trato no solo vulnera el derecho a
la igualdad sino también la libertad de expresión.
3. El juez de tutela
no encontró pruebas suficientes para demostrar la parcialidad política de la
emisora "Ecos de la Miel" en relación con la emisión de la propaganda
del grupo político del peticionario. Si bien el juez consideró que existían
serios indicios de parcialidad, en su opinión ellos no son suficientes para
configurar una plena prueba. Esta Corporación acoge las conclusiones adoptadas
por el juez de instancia en esta materia. La imposibilidad de reconstruir las
emisiones realizadas durante la campaña electoral y la dificultad para derivar
certeza de los testimonios recogidos impiden un pronunciamiento categórico
sobre lo sucedido durante aquel período. En consecuencia se denegará la acción
de tutela interpuesta por el señor Francisco Javier Hoyos Ospina.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
R E S U E L V E
PRIMERO.-
CONFIRMAR la sentencia del
22 de septiembre de 1994 del Juez Penal Municipal de Samaná por las razones
expuestas en esta providencia y, en consecuencia, denegar la tutela impetrada.
SEGUNDO.- LIBRAR comunicación al Juzgado Penal Municipal de
Samaná, con miras a que se surta la notificación de esta providencia, según lo
establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria Genera(Sentencia aprobada por la Sala Tercera de
Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintiún (21) días
del mes de Febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995)). |
292 | T-060-95
Sentencia No. T-060/95
Sentencia No.
T-060/95
CONTROVERSIA
FAMILIAR/VIOLENCIA MORAL/ACCION DE TUTELA CONTRA LOS HIJOS-Venta de inmueble
La peticionaria -
que sólo acreditó la existencia de una situación familiar de desavenencia que
no alcanza a ser calificada de violencia familiar - está demandando del
ordenamiento jurídico una contribución que supera su capacidad para incidir en
el cuerpo social. La solución a los problemas de la peticionaria debe ser
encontrada, en estas circunstancias, en el ámbito moral propio de las
relaciones intersubjetivas familiares y no en el derecho. La tutela sin
embargo, si se llegaren a presentar hechos nuevos indicadores de maltrato
físico o psíquico, y si éstos se demuestran de manera fehaciente, la actora
podrá interponer la acción de tutela, de reunirse los demás requisitos
establecidos en la Constitución y la ley.
FEBRERO 21 DE 1995
Ref.: Expediente
T-51952
Actor: DEBORA
ESTHER MARQUEZ
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Temas:
- Límites de la
regulación jurídica relativa a la familia
- Derecho y moral
en el ámbito de las relaciones familiares
- Desavenencia y
violencia en el seno de la familia
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela número T-51952 promovido por la señora DEBORA ESTHER MARQUEZ, contra sus
hijos Wilfredo y Jorge Rosario Márquez.
ANTECEDENTES
La señora Débora
Esther Márquez Fadul interpuso acción de tutela en contra de sus hijos Wilfredo
y Jorge Rosario Márquez. La peticionaria considera que estos le impiden el
libre desarrollo de su personalidad y le dispensan un trato inapropiado para
una persona de la tercera edad. La actora fundamenta su petición en los
siguientes hechos:
1) En 1960, en
compañía de su esposo, adquirió un predio que fue registrado como propiedad del
señor Antonio María Rosario. Sobre este terreno se edificó la vivienda en la
que actualmente reside.
2) Poco tiempo
después, al ser abandonada por su cónyuge, la peticionaria quedó a cargo de sus
trece hijos. Para cumplir con sus obligaciones trabajó como aseadora del
municipio de Montería. Actualmente se encuentra jubilada y comparte la vivienda
con sus hijos Wilfredo y Jorge quienes viven con sus respectivas esposas e
hijos.
3) La petente
afirma que sus hijos desean que el inmueble sea vendido y, de esta manera,
obtener la parte que les corresponde como herederos de su padre, quien falleció
hace algunos años. Ante la negativa de la señora Márquez, sus hijos han
decidido presionarla por medio de insultos constantes, observando un
comportamiento grosero y disoluto.
4) La demandante
solicita que sus hijos sean obligados a mantener frente a ella un trato
respetuoso, acorde con su edad (68 años) y a observar un comportamiento decoroso
mientras residan a su lado.
5) Varios hijos de
la señora Márquez, así como un vecino, rindieron testimonio ante el juez
promiscuo de Familia de Montería. Aunque reconocen que su comportamiento ha
sido poco respetuoso, señalan que nunca han amenazado su integridad física o
psíquica.
6) El Juez Primero
Promiscuo de Montería denegó la acción incoada por la petente. En su decisión
considera que la tutela interpuesta por la señora Márquez no encuadra en
ninguna de las causales taxativas que se requieren para que la tutela proceda
en contra de un particular.
FUNDAMENTOS
La señora Débora
Esther Márquez considera injusto el trato que recibe de sus hijos. Estos se
niegan a obedecerla y la insultan constantemente. Resalta el hecho de que
trabajó durante toda su juventud para criarlos mientras fueron unos niños y
que, más adelante, ya adultos, no dudó en abrirles las puertas de su casa
cuando enfrentaron problemas económicos.
De los hechos
narrados el fallador de única instancia no pudo deducir una clara violación a
los derechos de la accionante. En su opinión, no se configura un estado de
indefensión que sirva de fundamento a un acción de tutela en los términos del
artículo 42 del decreto 2591 de 1991. La peticionaria goza de buena salud y el
pago de su pensión por jubilación le proporciona los recursos necesarios para
vivir dignamente.
En estas
circunstancias, el asunto que plantea la demanda se refiere a la posibilidad de
que el derecho intervenga en las relaciones familiares para solucionar
problemas intersubjetivos que no alcanzan a constituir una violación directa de
un derecho fundamental. Dicho en otros términos, el problema jurídico planteado
por la peticionaria depende de la delimitación entre el derecho de familia y la
acción de tutela. La pregunta es la siguiente: ¿cuándo un problema previsto por
el derecho de familia puede convertirse en objeto de una acción de tutela?. A
continuación se analiza este problema.
A. La familia y
la constitución
1. La Carta Política
de 1991 reconoció el valor de la familia como célula básica de la sociedad y
ordenó su protección por parte de la Sociedad y del Estado. Además, reconoció
la igualdad de derechos y deberes de la pareja. Consagró como derechos
fundamentales la honra, dignidad e intimidad de la familia y el derecho de
todos los niños a pertenecer a una familia. Así mismo impuso a la ley la tarea
de definir lo concerniente a la progenitura responsable, el matrimonio y el
estado civil en general.
La Corte
Constitucional se ha pronunciado en varias oportunidades en relación con la
familia como institución. En la sentencia T-278 de 1994, expresó al respecto:
"La familia
ha sido considerada siempre como la expresión primera y fundamental de la
naturaleza social del hombre. En su núcleo esencial esta visión no ha cambiado
ni siquiera en nuestros días. Sin embargo, actualmente se prefiere poner de
relieve todo lo que en la familia representa la aportación personal del hombre
y de la mujer.
En efecto, la
familia es una comunidad de personas, para las cuales el propio modo de existir
y vivir juntos es la comunión: "communio personarum" (la cual
se refiere a la relación personal entre el "yo" y el "tu").
La familia, comunidad de personas, es por consiguiente la primera
"sociedad". Surge cuando se realiza la alianza del matrimonio (en
cualquiera de sus formas) que abre a los esposos "a una perenne comunión
de amor y de vida" y se completa plenamente y de manera específica al
engendrar los hijos.
(...)Así, la
familia es la primera institución social, que concilia las exigencias de la
naturaleza con los imperativos de la razón social. La familia es anterior a la
sociedad y al Estado, entidades que están instituidas en primer lugar para
servir al bienestar de la familia, del cual dependen las condiciones de la sociedad
y del Estado. "
2. La jurisprudencia
de la Corte Constitucional ha tratado el tema de la familia bajo dos puntos de
vista. El primero se refiere a las relaciones que el grupo familiar mantiene
con la sociedad. El segundo se ocupa de las relaciones intra-familiares. En
relación con el primer enfoque, se ha pretendido evitar que los derechos
fundamentales de los integrantes del núcleo familiar sean vulnerados por
terceros. En esta materia, la Corte ha hecho énfasis especial en los
desarrollos del derecho a la igualdad.
3. Desde la
perspectiva intrafamiliar, la jurisprudencia constitucional se ha concentrado
en las violaciones a los derechos fundamentales que tienen lugar dentro del
contexto de la esfera familiar. El criterio que impera en esta materia es el de
la defensa de los derechos de los niños y el de la interdicción de toda forma
de violencia familiar (C.P. art. 44). La acción de tutela desplaza las acciones
previstas por la legislación ordinaria en aquellos casos en los cuales el
estado de indefensión de uno de los miembros del grupo familiar - física o
psíquica - justifica una intervención pronta del juez, con el objeto de
proteger un derecho fundamental.
B. La familia y
la acción de tutela
1. El derecho tiene
fines diversos que van desde la consecución de los elementos básicos de la
convivencia pacífica y del orden, hasta el logro de las condiciones necesarias
para el bienestar y la felicidad de los individuos. Estos objetivos se
relacionan de tal manera, que unos constituyen medios para la consecución de
otros. Así por ejemplo, las restricciones al uso indiscriminado de la violencia
son un medio para lograr el progreso social; este a su vez es un medio para
conseguir el bienestar, etc. Este carácter escalonado de los fines del derecho
pone de presente la interdependencia de las metas y, en consecuencia,
determina un orden de prioridades que incide en la fuerza normativa de los
principios constitucionales que los consagran. Dicho en otros términos, los
fines del derecho son múltiples, su ejecución se produce de manera escalonada y
su importancia normativa depende del grado de realización de los demás fines
que operan como condiciones de posibilidad.
2. El derecho es
ante todo un instrumento de convivencia. Si el bienestar y la felicidad de los
hombres pueden estar en la mira de un ordenamiento jurídico ello se debe a que
este crea las bases necesarias para que aquello sea posible. Pero el derecho no
es una doctrina filosófica o religiosa que centre su atención en el aspecto
interno de la conducta. Más aún, con frecuencia dicho aspecto interno se
encuentra resguardado por el mismo derecho a través del principio de la
libertad individual.
3. La familia es un
objeto de regulación de enorme importancia jurídica y moral. Sin embargo, el
derecho encuentra allí límites claros y precisos a su capacidad reguladora. Las
condiciones requeridas para que la familia se constituya en un ideal social e
individual son múltiples y sólo una parte relativamente pequeña corresponde al
derecho. La familia es ante todo una cultura y una manera de percibir la
realidad a través de unos valores específicos. Esta cultura familiar no sólo no
puede ser directamente lograda por el derecho, sino que constituye un ámbito de
libertad que debe ser protegido de toda inferencia institucional.
4. Los fines
constitucionales relacionados con el núcleo familiar, sólo pueden ser
entendidos como medios para la realización de fines superiores, tales como la
felicidad individual o colectiva. El derecho juega un papel importante en la
construcción de este ideal social, pero su contribución siempre es
insuficiente, debido a que su función es de mediación y no de resultado. La
peticionaria - que sólo acreditó la existencia de una situación familiar de
desavenencia que no alcanza a ser calificada de violencia familiar - está
demandando del ordenamiento jurídico una contribución que supera su capacidad
para incidir en el cuerpo social. La solución a los problemas de la señora
Márquez debe ser encontrada, en estas circunstancias, en el ámbito moral propio
de las relaciones intersubjetivas familiares y no en el derecho. La tutela, en
este caso, es improcedente, por razones puramente probatorias. En efecto, si la
conducta de un miembro de la familia hacia otro - máxime si se trata de la
madre anciana -, exhibe rasgos de violencia física o psíquica, se hace patente
la violación de derechos fundamentales protegidos por la Constitución Política,
y la acción de tutela, en ausencia de otro medio judicial eficaz, podría servir
de cauce procesal para poner término a la vulneración. Sobre este particular,
ha señalado la Corte Constitucional:
“De la naturaleza
humana se desprende inevitablemente el derecho de padres e hijos a establecer y
conservar relaciones personales entre sí. Ese derecho comprende las distintas
manifestaciones de recíproco afecto, el continuo trato y la permanente
comunicación, que contribuyen a satisfacer en unos y otros naturales y
legítimas aspiraciones derivadas de los lazos de sangre (...).
La Constitución no
ha sido ajena a estos valores, deducidos de la dignidad del ser humano y, en
consecuencia, estatuye entre sus principios fundamentales el plasmado en el
artículo 5º: "El Estado reconoce, sin discriminación alguna, la primacía
de los derechos inalienables de la persona y ampara a la familia como
institución básica de la sociedad".
Por su parte, el
artículo 42 eiusdem establece en el inciso 3º que las relaciones familiares se
basan en la igualdad de derechos y deberes de la pareja y en el respeto
recíproco entre sus integrantes. Ni aquélla ni éste pueden hacerse realidad en
un clima de resentimiento y contradicciones que sacrifique al hijo para
satisfacer la egoísta defensa del interés personal de cada uno de los padres.
El inciso 4º del
mismo artículo prescribe que cualquier forma de violencia -ella puede ser moral
o material- se considera destructiva de la familia, de su armonía y unidad, y
será sancionada conforme a la ley”[1].
Dado que las pruebas
allegadas al expediente, no son suficientes para determinar la existencia y el
grado de la violencia moral supuestamente ejercido contra la madre, no se
concederá. Sin embargo, si se llegaren a presentar hechos nuevos indicadores de
maltrato físico o psíquico, y si éstos se demuestran de manera fehaciente, la
actora podrá interponer la acción de tutela, de reunirse los demás requisitos
establecidos en la Constitución y la ley.
5. El ámbito
familiar y el sistema jurídico pueden ser representados por dos círculos
secantes, entre los cuales hay una zona de común interés. En este espacio de
intersección las reglas jurídicas están orientadas a regular de manera
preferencial los dos siguientes aspectos: 1) la organización básica de las
relaciones que la familia mantiene con el resto de la sociedad. De esta manera
se identifica y se hace efectiva la institución familiar desde el punto de
vista social. Son normas que determinan, por ejemplo, aspectos relativos al matrimonio,
la filiación, la adopción, etc.; y 2) la convivencia armónica esencial entre
los integrantes del grupo familiar. Aquí el derecho proporciona los mecanismos
necesarios para la ventilación y solución de los conflictos intrafamiliares y,
de manera especial, crea los medios para la protección de los derechos de los
menores frente a sus padres. La función social del derecho es pues amplia y
esencial pero limitada e insuficiente.
C. Conclusión
1. La señora Márquez
acude a la acción de tutela con el objeto de que sus hijos le obedezcan y se
comporten de manera respetuosa mientras permanezcan en su casa. La conducta de
los hijos puede ser reprochable desde el punto de vista moral. Sin embargo,
este problema escapa al ámbito de regulación familiar que corresponde al
derecho. 2. De las pruebas allegadas al expediente no es posible deducir una
violación de los derechos fundamentales de la señora Débora Márquez, pues ellas
no son demostrativas de una clara situación de violencia familiar o maltrato,
psíquico o físico, configurando apenas una situación de aparente desavenencia
familiar ajena al derecho. Tampoco puede ser determinado el estado de
indefensión de la peticionaria frente a sus hijos. En consecuencia, la tutela
interpuesta será denegada, por ser un medio judicial improcedente para
solucionar el problema planteado.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Tercera de Revisión,
RESUELVE
PRIMERO.- CONFIRMAR la sentencia del seis
de Octubre de 1994 del Juez Primero Promiscuo de Familia de Montería, por las
razones expuestas en esta providencia y, en consecuencia, denegar la tutela
impetrada.
SEGUNDO.- LIBRAR comunicación al Juzgado
Primero Promiscuo de Montería, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
(Sentencia aprobada
por la Sala Tercera de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintiún (21) días del mes de Febrero de mil novecientos noventa y cinco
(1995)).
[1] Corte Constitucional, sentencia
T-290 de 1993. Magistrado Ponente Dr. Jose Gregorio Hernández Galindo. |
293 | T-061-95
Sentencia No
Sentencia T-061/95
DERECHO A LA
EDUCACION-Nota académica/AUTONOMIA
UNIVERSITARIA/UNIVERSIDAD DE SUCRE
Los
establecimientos de educación superior mediante la expedición de sus normas,
en virtud de la garantía institucional de la autonomía, deben procurar por la
calidad de la educación. De ahí la importancia de la autorregulación
universitaria para que, en ejercicio de la misma, se señalen unas pautas
mínimas para que la enseñanza responda a las expectativas y necesidades
sociales, dicho en un concepto de calidad de la educación que también tiene
consagración constitucional. Por tanto, la conducta de la Universidad de Sucre
no lesiona el derecho a la educación, pues no está impidiendo el acceso de los
estudiantes a la Universidad, sino procurando el respeto a la calidad
académica, que es consustancial a la naturaleza y función de la universidad.
Referencia:
Expediente T-52184
Peticionaria: Liby
Medina Ortega Y Otros
Magistrado Ponente:
Dr. FABIO MORON DIAZ
Santafé de Bogotá D.C., febrero veintiuno
(21) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
Procede la Sala de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los Magistrados FABIO MORON DIAZ, VLADIMIRO NARANJO
MESA y JORGE ARANGO MEJIA, a revisar los fallos proferidos por el Juez
Segundo Municipal de Sincelejo, de fecha 13 de septiembre de 1994 y por el Juez
Tercero Penal del Circuito de Sincelejo del día 14 de octubre de mil 1994,
adelantado por el Defensor del Pueblo de Sucre, Dr. Alfonso Urzola Revollo, en
representación de los estudiantes LIBY MEDINA ORTEGA, JUAN FIGUEROA HERNANDEZ y
ANA ROMERO CONTRERAS contra la UNIVERSIDAD DE SUCRE.
El negocio llegó a conocimiento de esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional por la vía ordinaria de remisión
que hizo el Juez Tercero Penal del Circuito de Sincelejo, en virtud de lo
ordenado por el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Conforme a los artículos 86 de la C.P. y 33
del Decreto Ibidem, la Sala de Selección de la Corte eligió para su revisión la
presente acción de tutela.
I. ANTECEDENTES
Los Hechos
Según obra en el expediente, los hechos que
motivan la presente acción de tutela se resumen en lo siguiente:
1. Los señores LIBY MEDINA ORTEGA, JUAN
FIGUEROA HERNANDEZ Y ANA ROMERO CONTRERAS, todos estudiantes de la Universidad
de Sucre acudieron a la Defensoría del Pueblo, para que el profesional
responsable de ese organismo, en nombre y representación de ellos, interpusiera
acción de tutela contra la universidad citada, por haber vulnerado sus derechos
a la educación y al debido proceso.
2. El doctor ALFONSO URZOLA REVOLLO,
Defensor del Pueblo, Seccional de Sincelejo, y en representación de LIBY MEDINA
ORTEGA, JUAN FIGUEROA HERNANDEZ Y ANA ROMERO CONTRERAS al interponer la acción
de tutela, dice que estos estudiantes, del VII semestre de Licenciatura en
Matemáticas, en la Universidad de Sucre, cursaron la práctica Docente I,
obteniendo una calificación de 3.3 pero al momento de presentarse a inscribir
la materia Práctica II, la inscripción les fue negada por el Jefe del
Departamento de Matemática y Física, alegando que la nota mínima aprobatoria es
de 3.5.
3. El fundamento de la negativa a la
inscripción está, según el Jefe del Departamento de Matemática y Física, en el
Acuerdo No. 25 de septiembre de 1993, norma que debe aplicarse de preferencia
al acuerdo No. 042 de diciembre del mismo año, conforme al concepto de la
oficina jurídica de la Universidad, por cuanto el primero es norma particular,
que prima sobre la general.
II. LAS DECISIONES JUDICIALES MATERIA DE REVISION
A. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA
Por reparto correspondió este proceso al
Juzgado Segundo Penal Municipal de Sincelejo, despacho que por sentencia de 13
de septiembre de 1994, resolvió conceder la tutela, con base en las siguientes
consideraciones.
- Luego de resaltar el carácter de
fundamental del derecho al debido proceso, afirma que el artículo 29 de la
Carta es de obligatoria e ineludible observancia en toda clase de actuaciones,
tanto judiciales como administrativas. Igualmente, después de analizar el
material probatorio allegado a la actuación, esto es: copia del reglamento
estudiante (Acuerdo No. 042 de Dic. 21 de 1993), y copia auténtica de la
resolución No. 025 de septiembre de 1993, oficio emanado de la Oficina Jurídica
de fecha 22 de julio de 1994, dirigido al doctor Humberto Domínguez, y oficio
de fecha 8 de agosto de 1994, concluye que "En el caso sometido a
estudio se infiere que la medida adoptada por la Universidad no se ciñó a lo
establecido en el reglamento estudiantil expedido por el Consejo Directivo de
la Corporación Universitaria de Sucre (acuerdo No. 042 de 1993), que establece
en su artículo 101 literal c) "que una asignatura se considera aprobada
cuando sea calificada de 3 a 5", sino que, por el contrario, consideró la
Oficina Jurídica que debía dársele aplicación a la resolución 025 de
septiembre de 1993, por ser una disposición especial para este asunto". Que
considerando la decisión judicial "se observa que no procedió alguna
comunicación a los educandos Liby Medina Ortega, Juan Figueroa y Ana Romero
Contreras, quienes sólo en el momento de presentase a inscribirse en la materia
Práctica Docente II, ésta les fue negada por el Jefe de Departamento de
Matemáticas y Física, lo cual debía hacerse por medio de resolución que no se
hizo, limitándose inicialmente a la comunicación por parte del Jefe de
Matemáticas". Afirma también el Juez de primera instancia que, "cuando
dicha actuación tenga que ver con imposición de sanciones, no se debe perder de
vista que toda actuación sancionatoria debe ceñirse al debido proceso, por lo
tanto, concluye que: "En el caso de estudio existen dos normas que se
contraponen en su contenido, pues la resolución No. 025 de septiembre de 1993
art. 5o., establece que la nota mínima para aprobar la asignatura en práctica
docente, será de 3.5, mientras que el Acuerdo No. 042 de 21 de diciembre de
1993 consagra en su artículo 101, literal c), que una asignatura se considera
aprobada cuando sea calificada de 3.0 a 5.0. Este acuerdo señala en su
artículo 194 que deroga todas las disposiciones que le sean contrarias".
Por las consideraciones anteriores el Juez
de Tutela resuelve tutelar el derecho fundamental al debido proceso, en razón a
que: "debía dársele aplicación al principio de favorabilidad por cuanto el
hecho de no permitirle a los estudiantes la matrícula de la materia práctica
docente II, está originando una sanción emitida por una autoridad
administrativa, lo cual no puede utilizar como fundamento una norma cuya
existencia no es clara, por ello al existir dos normas jurídicas contrapuestas
debe aplicarse la que cause menor perjuicio y la que garantice el debido
proceso". Y en consecuencia, ordena al Rector de la Universidad de Sucre,
autorizar de manera inmediata la matrícula a los educandos en la Práctica
Docente II.
B. IMPUGNACION
El Rector de la Universidad de Sucre,
doctor GUSTAVO VERGARA ARRAZOLA, dentro de la oportunidad legal impugnó la
anterior sentencia.
En escrito de censura, analiza el alcance
de la autonomía universitaria y las leyes que regulan esa garantía
constitucional (Ley 30 de 1992 y Decreto Ley 80 de 1980), para afirmar que
"Ambas normatividades contemplan la existencia de un Consejo Superior y
de un Consejo Académico, caracterizándose cada uno de ellos de manera
diferente, tanto en su estructura y conformación, como en sus funciones.
También expone, en el escrito impugnatorio
lo siguiente:
"En cumplimiento de tales funciones el
Consejo Superior expidió el reglamento estudiantil, y el Consejo Académico
expidió la Resolución #025 de 1993, que reglamenta la prÁctica docente y que se
enmarca dentro de una política académica estudiantil, ya que en el artículo
primero se considera ésta como un proceso y no como una asignatura en sentido
estricto, en efecto, el artículo dice: 'La práctica docente es un proceso
mediante el cual el estudiante o alumno maestro, confronta y aplica su
preparación académica con el desempeño de una actividad docente que lo ubica de
manera crítica ante su futura realidad'. Del desarrollo de los siguientes
artículos podemos comprobar que forma parte de la política académica de la
Universidad de Sucre, darle un tratamiento especial a la práctica
docente." y concluye afirmando que la norma aplicable es la Resolución No.
025 de septiembre de 1993.
"El artículo 28 de la Ley 30 citada,
reconoce a las Universidades el derecho a darse y modificar sus estatutos en
cumplimiento del principio de la AUTONOMIA UNIVERSITARIA consagrado en el
artículo 69 de la Constitución Nacional que establece 'se garantiza la
Autonomía Universitaria. Las Universidades podrán darse sus directivas y
regirse por sus propios estatutos de acuerdo con la Ley...'.
"Con fundamento en todo lo anterior la
UNIVERSIDAD expidió tanto el reglamento Estudiantil emanado de la autoridad que
traza las políticas generales (Consejo Superior) como la Resolución 025 emanada
de la Autoridad que traza las políticas Académicas, (Consejo Académico)."
"El reglamento estudiantil que regía
antes del actual, era el Acuerdo # 018 de 1983 y en él se contemplaba, en su
artículo 69 que la calificación aprobatoria de una asignatura es de 3.0. Posteriormente
se expidió la Resolución 025 del 15 de septiembre de 1993 emanada del Consejo
Académico de la Universidad y que reglamentó específicamente la práctica
docente y en su Artículo 5 determinó que la nota mínima aprobatoria de la
PRACTICA DOCENTE I será de 3.5 es decir, se trata de una norma particular
especial, resultado del tratamiento especial que se da a dicha práctica.
Esta resolución rige para todos los estudiantes que cursen práctica docente,
sin que sea menester darle a cada uno de los estudiantes una información
especial de su existencia, como no es menester hacerlo con ninguna otra norma,
las cuales deben conocer. Esta norma, LA REGLAMENTACION DE LA PRACTICA DOCENTE,
rige para todos los estudiantes y no fue, como parece haberse interpretado, una
disposición exclusivamente dirigida a los tres estudiantes que iniciaron la
Tutela. Las dos normatividades aludidas han coexistido desde sus
promulgaciones."
Igualmente expresa que el Juzgado de
conocimiento alude al debido proceso en forma equivocada, pues a los
estudiantes no se les había sancionado, ni se les ha configurado, ni se les ha
impuesto decisión alguna que no obedeciera a normas preexistentes por ellos
conocidas. La Universidad no tenía por qué expedir comunicación ni resolución
alguna con relación a los estudiantes que pierden alguna materia, pues es una
situación normal en la vida académica.
C. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA
El Juzgado Tercero Penal del Circuito de
Sincelejo resolvió el día 14 de octubre de 1994, revocar el fallo proferido en
primera instancia por el Juez Segundo Penal Municipal de fecha 13 de
septiembre de 1994, con base en los siguientes razonamientos:
Luego de analizar jurídicamente la
naturaleza y los elementos del derecho al debido proceso previsto en el
artículo 29 de la Constitución Política, concluye que este derecho fundamental
debe aplicarse tanto a actuaciones judiciales como administrativas.
Afirma también en su decisión que
"tanto en el escrito de tutela elevado por el Defensor del Pueblo, como en
el fallo proferido por el funcionario de primera instancia, se ha asimilado la
negativa de ordenar matricular a los estudiantes supuestamente afectados, a
una sanción, la que consecuencialmente conforme a la decisión está vulnerando
el derecho a la educación". Continúa en su fallo manifestando que
"disentimos totalmente de esa posición por muchas razones. En primer
lugar encontramos que los alumnos ... no aprobaron la práctica docente I.
Esta afirmación es el resultado del análisis de las dos disposiciones
controvertidas: la resolución 025 que regula la práctica docente y el acuerdo
042 que establece el reglamento estudiantil, considerando de aplicación para
el caso de estudio". Y concluye que "en virtud de la Ley 57 de 1887
cuando exista incompatibilidad entre una disposición constitucional y una
legal prefería aquella .... Pues bien, en verdad, en el reglamento
estudiantil de la Universidad de Sucre, acuerdo 042 de 1993, no se regula lo
pertinente a la Práctica Docente. El reglamento se pronuncia sobre las
materias en general, artículo 101, más no sobre la práctica, que si bien los
estudiantes la consideran una materia más, está revestida de especialidad sobre
las teóricas, en razón de su función, que no es otra que la de procurar la
mejor formación a los estudiantes que en futuro serán los educadores. De ahí
la exigencia de una calificación más alta, porque entregar el centro educativo
superior a licenciados o educadores, sin la suficiente capacidad de docencia,
genera un desastre educativo.
"Comparte esta instancia los
fundamentos del Rector puesto que siendo la resolución 025, la norma especial,
debe tener aplicación preferencial sobre la general: Acuerdo 042, aún más
habiendo quedado sin regulación el reglamento estudiantil".
Continúa el juez de tutela de segunda
instancia en su proveído judicial que "Aquí nos encontramos frente a un
proceso administrativo, .... puesto que se trata de aplicar sanciones...pero
en el caso que nos ocupa es el mismo estudiante quien se está excluyendo de la
lista de admitidos al no aprobar todas las materias. La situación no comporta
una violación al debido proceso, ni el derecho de defensa, mucho menos del
derecho a la educación porque a pesar de que los tres estudiantes no pueden
ingresar al siguiente curso práctico, no por ello se le está impidiendo
continuar sus estudios".
Igualmente considera el juez de segunda
instancia que la orden proferida por la primera instancia es un exceso en el
trámite ya que la orden judicial debe estar encaminada a corregir la situación
por virtud de la cual se vulnera el derecho fundamental, pero no abarcar
elementos ajenos a la naturaleza misma del derecho.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera: La Competencia
De conformidad con lo dispuesto por los
artículo 86 inciso 3 y 241 numeral 9 de la C.N. en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991 esta Sala es competente
para revisar las sentencias que resolvieron la acción de tutela de la
referencia.
Segunda. La Materia
Como en varias oportunidades lo ha
precisado esta Corporación, la acción de tutela procede contra entidades
públicas encargadas de la prestación del servicio público de la educación.
Igualmente también la Corte Constitucional ha concluído que la educación
participa de la naturaleza de derecho fundamental, porque resulta propio de la
esencia del hombre, en virtud de que realiza su dignidad, así como porque está
reconocido tanto expresa como tácitamente o se encuentra además amparado por
tratados internacionales sobre derechos suscritos y ratificados por el Congreso
de la República. El artículo 67 de nuestro Estatuto Fundamental expresa que el
derecho a la educación pertenece a la persona; así la Carta Política no está
haciendo más que reconocer la realidad de la importancia de la educación en la
vida del hombre como elemento social (T-015/94).
La educación evidentemente goza de una
doble naturaleza jurídica, ya que se trata de un derecho -deber como
reiteradamente lo ha entendido esta Corporación (T-02/92, T-09/92 y T-429/93),
es decir no sólo es un derecho en relación con otras personas, sino también
deberes de la misma persona para consigo mismo, para con la sociedad y para con
el Estado; de este modo, no solamente otorga prerrogativas a favor del
individuo sino que comporta exigencias de cuyo cumplimiento depende en buena
parte la subsistencia del derecho; es por ello que la Carta acepta el concepto
de constitución cultural, tal como hoy se entiende en la doctrina
internacional.
La educación debe entenderse como factor de
desarrollo humano. El artículo 67 del estatuto fundamental concibe la educación
como un derecho y como un servicio público que cumple una función social, cuya
prerrogativa busca el acceso a la cultura, al conocimiento, a la ciencia, a la
técnica y a los demás bienes y valores de la sociedad, que el Estado tiene el
deber de promover.
La función social que cumple la educación
hace que dicha garantía constitucional se entienda como un derecho-deber que
genera para el educando como para el educador un conjunto de obligaciones
recíprocas, de la que no puede sustraerse porque realizan su núcleo esencial.
Es decir el núcleo esencial del derecho a la educación está consagrado en el
artículo 27 de la C.N., éste responde al qué de la educación, mientras que el
artículo 67 señala sus fines y objetivos y determina como se realizan.
El caso de que se ocupa esta acción de
tutela presenta a unos estudiantes a quienes se les ha negado el derecho de matricularse
en la Práctica Docente II, por cuanto en la Práctica Docente I, no obtuvieron
una nota mínima de 3.5, que es exigida para la aprobación de la materia, de
conformidad con la resolución No. 025 del mes de septiembre de 1993. Ellos
aducen que es de aplicarse para el caso el Acuerdo No. 042 de diciembre de ese
mismo año, mediante el cual se expidió el reglamento estudiantil de la
Universidad de Sucre.
De acuerdo con lo anotado, el problema
debe ser planteado en el marco de la calidad de la educación y la autonomía
universitaria, es decir, en la relación existente entre la prestación del
servicio público de la educación y la garantía constitucional de la autonomía
universitaria.
Al respecto, esta Corporación precisó:
"...
"2. El artículo
69 de la C.P. consagra una garantía institucional cuyo sentido es el de
asegurar la misión de la universidad y que, por lo tanto, para ésta
adquiere, en cierto sentido, el carácter de derecho constitucional. Según la
norma citada: "se garantiza la autonomía universitaria. Las
universidades podrán darse sus directivas y regirse por sus propios estatutos,
de acuerdo con la Ley". El alcance de la ley, en esta materia, tiene
carácter limitado, pues la premisa que la Constitución asume es que la
Universidad para cumplir su misión histórica requiere de autonomía y
ésta se manifiesta básicamente en una libertad de auto - organización -
"darse sus directivas" - y de auto-regulación - "regirse por sus
propios estatutos" -. Ambas prerrogativas institucionales deben
desarrollarse dentro de las coordenadas generales señaladas por la ley. Esta
última se hace cargo de los aspectos de interés general inherentes a la
educación - particularmente de los relativos a la exigencia de unas condiciones
mínimas de calidad en su prestación y de los derivados de su carácter de
servicio público, así como de las limitaciones que proceden de la coexistencia
de otros derechos fundamentales (CP art. 67) -, pero siempre respetando la
intangibilidad de la autonomía universitaria, la que resulta indispensable
garantizar a fin de que la universidad realice cabalmente su misión.
La misión de la
universidad - frente a la
cual la autonomía es una condición esencial de posibilidad -, está definida
entre otros objetivos por los siguientes: conservar y transmitir la cultura, el
conocimiento y la técnica; preparar profesionales, investigadores y científicos
idóneos; promover la investigación científica y la formación de investigadores
en las diferentes ramas del saber; fomentar el estudio de los problemas
nacionales y coadyuvar a su solución y a la conformación de una conciencia
ética y de una firme voluntad de servicio; auspiciar la libre y permanente
búsqueda del conocimiento y la vinculación del pensamiento colombiano a la
comunidad científica internacional; formar "al colombiano en el respeto a
los derechos humanos, a la paz y a la democracia" (C.P. art. 67).
En términos
jurídicos concretos la autonomía se materializa en la posibilidad de regirse
por autoridades propias e independientes, y fundamentalmente, de darse -dentro
del ámbito académico- sus propias normas, en desarrollo de la libertad
científica mencionada.
Así como el
legislador, en ejercicio de sus funciones no puede dictar leyes que
contradigan la Constitución, de la misma forma quienes tienen autonomía para
dictar sus propios reglamentos o estatutos deben hacerlo respetando las normas
de superior jerarquía y, especialmente, aquélla. Como fue señalado
anteriormente, la autonomía universitaria es ante todo un derecho limitado y complejo.
Limitado porque es una garantía para un adecuado funcionamiento institucional
compatible con derechos y garantías de otras instituciones que persiguen fines
sociales. Complejo, porque involucra otros derechos de personas, tales como la
educación, la libertad de cátedra, la participación, que deben ser tenidos en
cuenta y respetados en el desarrollo de las actividades universitarias.
4. Es claro, a la
luz de la Constitución, que el titular de la autonomía es la universidad en sí
misma. Para circunscribirnos al caso presente, no es objeto de discusión que
dicha autonomía en su vertiente de poder autoregulatorio faculta a la
universidad para establecer -dentro del marco general de la ley- sus propias
normas en punto a la técnica del aprendizaje y a la consiguiente modalidad de
examinación y régimen de las promociones." (Sentencia T-574/93, M.P. Dr.
José Gregorio Hernández Galindo).
Como consecuencia de
lo anterior, la Universidad de Sucre, como establecimiento público de educación
superior, posee una organización y una estructura orgánica que obedece a las
leyes que reglamenten esta área del servicio público, es decir, el decreto Ley
80 de 1980 y actualmente la Ley 30 de 1992; ambas reglamentaciones contemplan
la existencia de un Consejo Superior y de un Consejo Académico, cada uno con
funciones diversas. En cumplimiento de las mismas, el Consejo Superior expidió
el reglamento estudiantil y el Consejo Académico expidió la resolución No. 025
de 1993, que reglamenta la práctica docente. En el artículo 1o. de dicho
estatuto se considera la práctica docente como un proceso y no como una
asignatura en sentido estricto. El artículo 1o. dice "la práctica docente
es un proceso mediante el cual el estudiante o alumno maestro, confronta y aplica
su preparación académica con el desempeño de una actividad docente que lo
ubica de manera crítica en su futura realidad". En síntesis, es claro
que la práctica docente comporta un tratamiento especial.
La función social y
la garantía constitucional generan para el educando y el educador, obligaciones
recíprocas; en este sentido los establecimientos de educación fijan una serie
de normas que permiten medir el nivel de aptitud y desempeño del educando, así
como establecen mecanismos para conducir sus actitudes. En consecuencia, todos
los estamentos que conforman el ente universitario (Docentes, estudiantes,
personal administrativo) deben acogerse a todas las normas que rigen la vida de
la institución, cuyo alcance se asemeja a la ley, sin que la ignorancia de
ellas pueda servir de excusa.
En el caso
subexámine, a los estudiantes se les ha negado el derecho de matricularse en la
Práctica Docente II, por cuanto en la Práctica Docente I no obtuvieron una
nota mínima de 3.5 de conformidad con el reglamento estudiantil (Resolución
No. 25 del mes de septiembre de 1993), aduciendo para ello que el acuerdo No.
042 de diciembre de 1993 por medio del cual se expide el reglamento
estudiantil, establece una nota mínima de 3.0.
Comparte esta Sala
de Revisión de la Corte Constitucional la apreciación del juez de segunda
instancia en el sentido de que el escrito de tutela elevado por el Defensor
del Pueblo, como el fallo proferido en primera instancia, han asimilado la
negativa de ordenar matricular a los estudiantes afectados a una sanción, la
que consecuentemente produciría una violación al debido proceso. En efecto, la
situación de los estudiantes se ha mirado como una sanción a ellos impuesta
por la Universidad, al no permitirles matricularse en la Práctica Docente II.
Para la Corte es claro que los alumnos Liby Medina Ortega, Juan Figueroa
Hernández y Ana Moreno Contreras no aprobaron la práctica Docente I. En
efecto, es meridiano que del análisis de las disposiciones controvertidas: la
resolución No. 025, que regula la práctica Docente y el acuerdo 042, que
establece el reglamento estudiantil, la primera reglamentación prima sobre la
segunda por cuanto se trata de una normatividad especial sobre otra que es
general, es decir, sobre el reglamento estudiantil promulgado en diciembre del
año 1993. Esta interpretación surge no sólo del alcance de la Ley 57 de 1887,
aplicable al caso por extensión. En efecto, para esta Sala es acertada la tesis
del impugnante de la decisión de primera instancia doctor Gustavo Vergara,
Rector de la Universidad de Sucre, al sostener que siendo la resolución 025, la
norma especial, debe tener aplicación preferencial sobre la general (Acuerdo
042), más aún habiendo quedado sin efecto el reglamento estudiantil. El
escrito de impugnación presentado por el Rector de la Universidad de Sucre,
expone la tesis, que esta Sala de Revisión acoge, en el sentido de que los
estudiantes Liby Medina Ortega, Ana Romero Contreras y Juan Figueroa,
matricularon la Práctica Docente I los días 16 y 17 de diciembre de 1993,
respectivamente, como aparece en sus formatos de matrícula, que anexan. O sea,
que en esa fecha ya la Resolución 025 de septiembre 15 de 1993 existía y ellos
debían acogerse a ésta, garantizándose también la preexistencia de la ley aplicable.
En otras palabras cuando ellos se matricularon la norma existía y ellos debían
conocerla, conforme al principio de derecho.
Pues bien, en el
reglamento estudiantil de la Universidad de Sucre (Acuerdo 042 de 1993), no se
regula lo pertinente a la práctica docente, no se menciona nada al respecto, el
reglamento se pronuncia sobre las materias en general, (artículo 101), más no
sobre la práctica, que si bien los estudiantes la consideren una materia más,
está revestida de especialidad sobre las teorías, en razón de su función, que
no es otra que la de procurar la mejor formación a los estudiantes que en el
futuro serán los educadores. De ahí la necesidad y la exigencia de una
calificación más alta; ello se explica porque entregar el centro educativo superior
a licenciados o educadores sin la suficiente capacidad de docencia genera un
desastre educativo hacia el futuro, perturbando la calidad académica, que es un
deber constitucional, según lo expuesto.
Comparte igualmente
esta Sala de Revisión, los fundamentos de la decisión de segunda instancia en
el sentido de que la pérdida de una materia, asignatura, taller, seminario,
práctica etc., no es una sanción impuesta al estudiante, sino que representa la
sujeción de éste a su obligación académica.
Del análisis del
acervo probatorio se observa el informe de fecha 3 de octubre de 1994, anexado
por el Rector de la Universidad de Sucre en donde el evaluador manifiesta que
"se presentan dos grupos bien diferenciados: uno con deficiencias en lo
fundamental del orden metodológico ... y del otro, hacen parte de este grupo
Ana Romero Contreras, Juan Figueroa, Gregoria Soto y Liby Medina. No logran
concretar el ambiente de trabajo requerido. En el fondo de todo esto existe
un problema de lenguaje, la comunicación no es efectiva por dos causas: la una
el tono de voz no favorece a los practicantes mencionados, la otra y
fundamental, no instruyen adecuadamente a los estudiantes sobre el qué y el
para qué: esta inconsistencia al no decirle con claridad a los alumnos que es
lo que quiere que ellos hagan y con qué propósito conlleva a la pérdida
progresiva del dominio del grupo y lo que tal hecho lleva aparejado,
desmotivación, indisciplina y consiguientemente no se logran los objetivos
educacionales". Para la Corte es, en síntesis, indudable que los
estudiantes, hasta la fecha de la evaluación, no reunían las calidades para
educar, y por ello la calificación no podía ser aprobatoria. Es una situación
académica que lleva a esta Sala a considerar que la falta de preparación y
calidad de los practicantes es la única causa de haber perdido la práctica, tan
esencial para que puedan adquirir la aptitud para ejercer la difícil misión de
educar. Considera esta Sala, que la conducta de la Universidad de Sucre no
lesiona el derecho a la educación, pues no está impidiendo el acceso de los
estudiantes a la Universidad, sino procurando el respeto a la calidad
académica, que es consustancial a la naturaleza y función de la universidad.
En conclusión, los
establecimientos de educación superior mediante la expedición de sus normas,
en virtud de la garantía institucional de la autonomía, deben procurar por la
calidad de la educación. De ahí la importancia de la autorregulación
universitaria para que, en ejercicio de la misma, se señalen unas pautas
mínimas para que la enseñanza responda a las expectativas y necesidades
sociales, dicho en un concepto de calidad de la educación que también tiene
consagración constitucional.
En consecuencia de
lo anterior esta Corporación CONFIRMARA el fallo de segunda instancia proferido
por el Juzgado Tercero Penal del Circuito de Sincelejo Sucre de octubre catorce
(14) de mil novecientos noventa y cuatro (1994).
En mérito de lo
expuesto, la Sala de Revisión No. ocho de la Corte Constitucional administrando
justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero.- CONFIRMAR la sentencia proferida por el
Juzgado Tercero Penal del Circuito de Sincelejo, Sucre, de fecha octubre 14 de
1994, por medio de la cual no se tutela el derecho fundamental al debido
proceso, invocado por el doctor Alfonso Urzola Rebollo, Defensor del Pueblo, en
favor de los estudiantes LIBY MEDINA ORTEGA, JUAN FIGUEROA HERNANDEZ y ANA
ROMERO CONTRERAS, razón por la cual el señor Rector de la Universidad de Sucre,
se abstendrá de autorizar la matrícula en la Práctica Docente II a los
anteriores estudiantes.
Segundo.- Líbrense por Secretaría las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los
efectos contemplados.
Cópiese, notifíquese, publíquese e
insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
294 | T-062-95
T-062/95
T-062/95
JUEZ-Identificación
del derecho vulnerado/PREVALENCIA DEL DERECHO SUSTANCIAL
El juez tiene a
cargo la responsabilidad de verificar los hechos, adecuando la normatividad a
las circunstancias del caso, proceso durante el cual puede encontrar que ha
sido desconocido o sometido a amenaza otro derecho fundamental distinto del
invocado y, aun así, tiene la obligación de conceder la tutela si ella cabe a
la luz de la Constitución. Descalificar la acción incoada por imprecisión en
la referencia a los derechos comprometidos es imperdonable negligencia del
fallador y desacato al principio constitucional que dispone una prevalencia del
derecho sustancial.
DERECHO AL
AMBIENTE SANO/NEGLIGENCIA ADMINISTRATIVA/SALUBRIDAD PUBLICA-Basuras
No se concibe,
entonces, la negligencia administrativa en la erradicación de los focos
infecciosos o en la prevención de los factores que contribuyen a dañar el medio
ambiente, pero resulta todavía menos comprensible que sea precisamente la
actividad pública la que se constituya en motivo de perturbación ambiental,
como ocurre con la deficiente planificación de los procesos de recolección,
manejo, tratamiento y disposición de las basuras, que tienen a su cargo las
autoridades municipales. Cuando éstas persisten en mantener basureros públicos
no aptos para la finalidad que les es propia desde el punto de vista higiénico
o se niegan a trasladarlos a sitios adecuados, fomentando focos infecciosos en
las proximidades de las áreas ocupadas por viviendas, violan los derechos
básicos de los habitantes y asumen grave responsabilidad por los daños
causados. Las administraciones de los municipios deben llevar a cabo dicho
manejo y disposición de basuras bajo criterios técnicos, en cuya virtud se
proteja el medio ambiente y se preserve la salubridad colectiva.
PERTURBACION
AMBIENTAL/BASURERO PUBLICO/DERECHO A LA SALUD-Amenaza/ZONA RESIDENCIAL-Basuras
En el asunto
sub-examine está suficientemente demostrada una perturbación ambiental
significativa, que recae directamente sobre los accionantes, ocasionada por la
presencia cercana a sus residencias de un basurero público a cielo abierto, que
repercute en evidente peligro para su salud De lo expuesto se deriva la
existencia de una clara amenaza para la salud y la vida de los actores, dados
los graves males que resultan inminentes si prosigue el foco de contaminación.
Ref.: Expediente
T-49450
Acción de tutela
instaurada por MARCELIANO ACOSTA GIL y GLORIA PEREZ DE ACOSTA contra el Alcalde
Municipal de Planeta Rica.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., el veintidós (22) de febrero de mil novecientos
noventa y cinco (1995).
I. INFORMACION PRELIMINAR
Según los demandantes, hace aproximadamente
un año la Alcaldía Municipal de Planeta Rica decidió poner en funcionamiento un
botadero de basura a campo abierto, que se encuentra a menos de doscientos
metros de sus casas de habitación, en cuyos predios tienen diversos cultivos y
en donde permanecen durante el noventa por ciento de su tiempo libre.
De acuerdo con la demanda, no se ha dado a
los desperdicios el tratamiento recomendado por el Ministerio de Salud, de tal
forma que con el tiempo se están presentando problemas de contaminación
ambiental y daños para la salubridad pública, pues al indicado lugar llegan
indistintamente desechos tóxicos, patógenos, combustibles inflamables,
elementos radioactivos y volátiles.
Lo anterior -dijeron los accionantes- ha
traído como consecuencia la invasión a las casas vecinas de gran cantidad de
roedores y moscas, además de los malos olores. Se presenta, por todo ello, un
constante peligro para la salud pública, la que, de otra parte, afronta la
inminencia de incendios y quemas originados en el lugar en que se concentran
los desperdicios.
Agregaron que en época de lluvias las
corrientes arrastran todo el material contaminante, el cual, debido a lo
pendiente del terreno, es necesariamente recibido por las fuentes de agua y
naturales que utilizan los vecinos para el ganado y para sus actividades
domésticas.
Al decir de los demandantes, de nada han
valido los reclamos personales al Alcalde ni la orden impartida por las
autoridades sanitarias, que concedieron un plazo de cuatro meses con miras a
conseguir un lugar adecuado para el manejo de las basuras de la ciudad.
II. DECISIONES JUDICIALES
Mediante fallo del 24 de agosto de 1994, el
Juzgado Primero Promiscuo Municipal de Planeta Rica declaró improcedente la
acción de tutela instaurada.
Aunque reconoció el Juez que el derecho a
un medio ambiente sano ha sido indudablemente vulnerado por la Alcaldía
Municipal, al mantener en funcionamiento un botadero de basuras a campo abierto
sin el lleno de los requisitos sanitarios, a menos de 200 metros de las casas
de habitación de los petentes -lo cual se desprende de la inspección judicial
practicada en ese lugar y del dictamen pericial rendido por los promotores de
Saneamiento Ambiental del Hospital San Nicolás de la localidad-, consideró que
no cabía la acción de tutela por existir el mecanismo constitucional de las
acciones populares y, además, por razón de lo dispuesto en el artículo 6º, numeral
3º, del Decreto 2591 de 1991, no existiendo en este caso, según su criterio, un
perjuicio irremediable.
Dijo la sentencia que los accionantes no
habían solicitado protección de un derecho fundamental conexo al que les asiste
de vivir en un medio ambiente sano, sino que pidieron la defensa de éste en
forma directa, lo cual hacía improcedente la tutela.
Impugnada la decisión judicial, fue
revocada por el Juzgado Promiscuo del Circuito de Planeta Rica (Sentencia del
13 de septiembre de 1994).
Se estimó en segunda instancia que,
teniendo la certeza de que el derecho a vivir en un ambiente sano había sido
violado en el caso de los accionantes, cuya salud, en consecuencia, corría
grave riesgo -todo lo cual fue establecido mediante las pruebas practicadas- no
podía hacerse nada distinto de otorgar la protección demandada.
El Juzgado dijo no compartir la
interpretación del fallador inicial sobre improcedencia de la acción de tutela,
pues consideró que en este evento era indudable la amenaza para los derechos a
la salud y la vida, conexos al vulnerado.
Según la providencia, al respecto no era
relevante que los peticionarios hubieran omitido indicar con exactitud si el
derecho violado era el del medio ambiente sano o los conexos con él.
Expresó, por ello, que la función de
interpretar el querer del accionante le corresponde al juez, desplegando su
actividad crítica e interpretativa, ya que no se puede exigir precisión
jurídica a quien no es abogado.
Se ordenó a la Alcaldía la suspensión
inmediata de la utilización del botadero de basura a campo abierto y se le
concedió el término de ocho días para conseguir otro lugar con destino a la
disposición de los desechos, con los requisitos exigidos por el Ministerio de
Salud.
Igualmente, se otorgó a la administración
un término de tres días para recoger, quemar o sepultar la basura recolectada y
ubicada en el lugar.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Competencia
La Corte Constitucional es competente para
revisar los fallos en referencia, de conformidad con lo dispuesto en los
artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política y según las normas
establecidas en el Decreto 2591 de 1991.
La identificación del derecho vulnerado,
tarea del juez
Bien expresó la Juez de segunda instancia
que se había equivocado su inferior al declarar improcedente la acción de
tutela por el sólo hecho de que los accionantes, pese a demostrar el peligro
que afrontaba su salud por la contaminación, no hubieran invocado los derechos
conexos al de gozar de un ambiente sano.
Es verdad que, de conformidad con el
artículo 14 del Decreto 2591 de 1991, en la solicitud se expresará, con la
mayor claridad posible, entre otras cosas, el derecho que se considera violado
o amenazado.
Esta, sin embargo, es apenas una
orientación preliminar para el juez, quien tiene a cargo la responsabilidad de
verificar los hechos, adecuando la normatividad a las circunstancias del caso,
proceso durante el cual puede encontrar que ha sido desconocido o sometido a
amenaza otro derecho fundamental distinto del invocado y, aun así, tiene la
obligación de conceder la tutela si ella cabe a la luz de la Constitución.
Descalificar la acción incoada por
imprecisión en la referencia a los derechos comprometidos es imperdonable
negligencia del fallador y desacato al principio constitucional que dispone una
prevalencia del derecho sustancial (artículo 228 C.P.).
Responsabilidad de las autoridades
municipales en el tratamiento y disposición de desechos
El principio constitucional de la
eficiencia (Artículo 209 C.P.) exige de las autoridades municipales especial
cuidado en la selección de los lugares que hayan de servir para el depósito y
concentración de basuras y desperdicios, su tratamiento y disposición final.
Según el artículo 49 de la Carta, la
atención de la salud y el saneamiento son servicios públicos a cargo del
Estado.
Estatuye el artículo 79 de la Constitución
que todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano y que es
deber del Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, mientras
que, de conformidad con el 80, le corresponde prevenir y controlar los factores
de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de
los daños causados.
Al Concejo Municipal le compete, según el
artículo 313, numerales 1, 7 y 9, de la Constitución, establecer las
disposiciones necesarias para la eficiente prestación de los servicios a cargo
del municipio, reglamentar los usos del suelo y dictar las normas necesarias
para el control y la preservación del patrimonio ecológico de la localidad.
Son atribuciones del alcalde municipal,
entre otras, las de cumplir y hacer cumplir la Constitución, la ley, los
decretos del Gobierno, las ordenanzas y los acuerdos del Concejo, dirigir la
acción administrativa del municipio, asegurar el cumplimiento de las funciones
y la prestación de los servicios a su cargo (Artículo 315 C.P.).
No se concibe, entonces, la negligencia
administrativa en la erradicación de los focos infecciosos o en la prevención
de los factores que contribuyen a dañar el medio ambiente, pero resulta todavía
menos comprensible que sea precisamente la actividad pública la que se
constituya en motivo de perturbación ambiental, como ocurre con la deficiente
planificación de los procesos de recolección, manejo, tratamiento y disposición
de las basuras, que tienen a su cargo las autoridades municipales. Cuando éstas
persisten en mantener basureros públicos no aptos para la finalidad que les es
propia desde el punto de vista higiénico o se niegan a trasladarlos a sitios
adecuados, fomentando focos infecciosos en las proximidades de las áreas
ocupadas por viviendas, violan los derechos básicos de los habitantes y asumen
grave responsabilidad por los daños causados.
Las personas tienen derecho a reclamar que
la disposición de las basuras recogidas en el perímetro del municipio no tenga
lugar cerca a sus casas, en especial si se considera que en ellas residen
niños, dado el inmenso peligro que representan los desperdicios acumulados, la
degradación de la materia orgánica, el desarrollo de plagas y la natural
posibilidad de combustión que ocasionan los procesos químicos que allí se
desarrollan.
A juicio de la Corte, las administraciones
de los municipios deben llevar a cabo dicho manejo y disposición de basuras
bajo criterios técnicos, en cuya virtud se proteja el medio ambiente y se
preserve la salubridad colectiva.
Copia de esta providencia se remitirá al
Ministerio del Medio Ambiente, a fin de que adopte las correspondientes medidas
de prevención y sanción.
La acción de tutela, mecanismo apto para
proteger los derechos fundamentales cuando son amenazados por una perturbación
ambiental
Una vez más debe ratificarse la
jurisprudencia según la cual, si bien la acción popular es la indicada para
salvaguardar los derechos colectivos como el relativo al medio ambiente sano,
es viable la acción de tutela con el objeto de amparar los derechos
fundamentales del individuo que efectiva y probadamente está siendo afectado o
amenazado de manera directa por causa de la perturbación ambiental.
Ha expresado la Corte:
"...la
Constitución Política hace posible la acción de tutela cuando el derecho
fundamental de una persona ha sido violado o se encuentra amenazado. Cuando se
trata de preservar derechos colectivos no cabe en principio la acción de
tutela, a menos que el actor demuestre estar perjudicado o amenazado
directamente.
El artículo 88 de la
Constitución es la norma aplicable cuando el interés que está de por medio no
es el individual sino el de toda una comunidad. Dice la norma que la ley
regulará las acciones populares "para la protección de derechos o
intereses colectivos relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y
la salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la
libre competencia económica y otros de similar naturaleza que se definen en
ella" (Subraya la Corte)".
"...aunque el
medio de defensa judicial aplicable en favor de la comunidad sea el de la
acción popular, cabe la tutela si está de por medio, de modo concreto y cierto,
un derecho fundamental del accionante que así lo pruebe en su caso específico y
que acredite la relación de causalidad existente entre la acción u omisión que
afecta el interés colectivo y su propia circunstancia.
"...en las
enunciadas circunstancias procede la protección del derecho personal afectado o
amenazado aunque, al protegerlo, se beneficie o favorezca a la
comunidad...". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia
T-539 del 22 de noviembre de 1993).
Desde luego, para
que la acción de tutela pueda prosperar en tales casos, se necesita probar el
perjuicio o amenaza, demostrando a la vez el nexo existente entre éstos y la
contaminación o deterioro del ambiente.
Acerca del nexo
causal ha sostenido la Corte:
"La protección
judicial consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política tiene lugar
en concreto cuando se establece que la acción u omisión de una autoridad
pública, o de particulares en los eventos previstos por la ley, viola un
derecho fundamental o lo amenaza.
Del texto
constitucional resulta, como es apenas lógico, que entre la acción u omisión
respecto de la cual se propone la tutela y el daño causado al derecho o el
peligro que éste afronta exista un nexo de causalidad. En otros términos, la
protección judicial no tiene cabida sino sobre el supuesto de que el motivo de
la lesión actual o potencial del derecho invocado proviene precisamente del
sujeto contra el cual ha sido incoada la demanda, bien por sus actos positivos,
ya por la negligencia que le sea imputable".
"...no basta
alegar que existe una determinada contaminación ambiental y ni siquiera probar
que se sufre de una afección en cuya virtud se corra el peligro de perder la
vida si los dos elementos no están vinculados de manera tal que el uno provenga
del otro necesariamente. La circunstancia de hallarse enfermo y a la vez
desenvolverse en un ambiente viciado podría significar que la perturbación
ambiental provoca el daño a la salud, pero esta es una mera probabilidad que no
puede llevar al juez a la entera certidumbre sobre esa relación, por cuanto
también podría ser que el mal hubiese sido provocado por causas diferentes. Si
se concediera la tutela sin probar el nexo causal -factor que, a juicio de la
Corte, es definitivo para la prosperidad de la acción- el juez no estaría
fundando su fallo en una convicción sino apenas en una sospecha".
(Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-422 del 27 de
septiembre de 1994).
En el asunto sub-examine
está suficientemente demostrada una perturbación ambiental significativa, que
recae directamente sobre los accionantes, ocasionada por la presencia cercana a
sus residencias de un basurero público a cielo abierto, que repercute en
evidente peligro para su salud como resulta de la inspección judicial
practicada y de los conceptos científicos emitidos.
Según el estudio
efectuado por los funcionarios promotores de saneamiento ambiental del Hospital
San Nicolás de Planeta Rica, el botadero de basuras de propiedad del municipio
funciona sin ninguna técnica, "degradando el medio ambiente al
descomponerse la materia orgánica allí depositada".
El basurero, de
acuerdo con el mismo informe, está ubicado en una zona semihabitada y a una distancia
menor de 160 metros de la casa de los accionantes. "Al tratarse de un lote
sin cercas perimétricas, a él tienen acceso personas, animales domésticos,
cerdos, perros, aves, etc, dándose así la convivencia entre hombres, animales y
basuras, lo cual ocasiona problemas de insalubridad", dice el dictamen.
Señala, además, que
las basuras constituyen medio propicio para la proliferación de moscas y ratas,
que derivan su alimento de la materia orgánica, los desperdicios y residuos que
se disponen en el basurero. Estos insectos y roedores, al emigrar a las
viviendas vecinas, contaminan los alimentos y diseminan gérmenes de
enfermedades tales como fiebre tifoidea, disentería bacilar amibiana y diarrea
infantil. Los roedores pueden transmitir, según el experticio, peste bubónica,
tifus, leptospirosis y rabia, entre otras afecciones.
La Corte estima que
de lo expuesto se deriva la existencia de una clara amenaza para la salud y la
vida de los actores, dados los graves males que resultan inminentes si prosigue
el foco de contaminación.
Acerca del concepto
de amenaza, cuya existencia lleva a la prosperidad de la acción, se
ratifican los criterios desarrollados por la Corte, según los cuales cabe la
protección judicial cuando aquélla se configura, aunque no haya -como en este
evento- un perjuicio personal ya causado:
"La amenaza
a un derecho constitucional fundamental tiene múltiples expresiones: puede
estar referida a las circunstancias específicas de una persona respecto al ejercicio
de aquél; a la existencia de signos positivos e inequívocos sobre el designio
adoptado por un sujeto capaz de ejecutar actos que configuren la violación del
derecho; o estar representada en el desafío de alguien (tentativa), con
repercusión directa sobre el derecho de que se trata; también puede estar
constituída por actos no deliberados pero que, atendiendo a sus
características, llevan al juez de tutela al convencimiento de que si él no
actúa mediante una orden, impidiendo que tal comportamiento continúe, se
producirá la violación del derecho; igualmente puede corresponder a una
omisión de la autoridad cuya prolongación en el tiempo permite que aparezca o
se acreciente un riesgo...". (Subraya la Corte. Cfr. Sala Quinta de
Revisión. Sentencia T-349 del 27 de agosto de 1993).
Es el caso,
entonces, de confirmar la providencia de segunda instancia en cuanto concedió
la tutela impetrada.
DECISION
En mérito de las
precedentes consideraciones, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR la Sentencia proferida el
trece (13) de septiembre de mil novecientos noventa y cuatro (1994) por el
Juzgado Promiscuo del Circuito de Planeta Rica, al resolver sobre la acción de
tutela instaurada por MARCELIANO ACOSTA GIL y GLORIA PEREZ DE ACOSTA.
Segundo.- ENVIESE copia del expediente y de esta
providencia al Ministerio del Medio Ambiente, para lo de su cargo.
Tercero.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
295 | T-063-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-063/95
DERECHO AL PAGO
OPORTUNO DEL SALARIO
Para el
trabajador, recibir el salario -que debe ser proporcional a la cantidad y
calidad del trabajo, como lo dispone el artículo 53 de la Constitución- es un
derecho inalienable de la persona y, por ende, el pago del mismo es una
obligación del patrono, que debe cumplir de manera completa y oportuna, a
satisfacción del trabajador y de conformidad con lo acordado. Cabe la acción de
tutela, de manera excepcional, para obtener una orden de inmediato cumplimiento
que obligue al patrono a cumplir con el pago del salario, hasta ahora no
atendido con la eficiencia que exige el ordenamiento jurídico.
DERECHO AL
TRABAJO CONDICIONES DIGNAS Y JUSTAS
La cancelación
tardía de los emolumentos debidos al trabajador lesiona gravemente sus
derechos, en particular el que tiene a trabajar dentro de unas condiciones
dignas y justas y compromete la responsabilidad del patrono.
ACCION DE TUTELA
CONTRA AUTORIDAD PUBLICA POR OMISION-Mora en pago de salario
La Corte ha
sostenido que, en principio, la acción de tutela no es el mecanismo adecuado
para obtener que se ejecuten partidas presupuestales, pues ello requiere, por
su misma naturaleza, la apreciación y evaluación por parte del Ejecutivo -a
nivel nacional, departamental, distrital o municipal- en cuanto a las
prioridades de los gastos e inversiones y en relación con el momento propicio
para acometer obras específicas dentro de cada vigencia fiscal. Empero, sí cabe
la tutela para lograr el efectivo respeto a los derechos fundamentales cuando
la causa de la violación o amenaza sea la omisión de una autoridad
pública (artículo 86 C.P.), como acontece cuando, a sabiendas de la necesidad
de cumplir los compromisos de nómina -que corresponden a costos fijos,
predeterminados, inaplazables y prioritarios-, gozando de recursos y teniendo
disponibilidad de tesorería, la administración no paga y con ello lesiona tales
derechos.
EXCEPCION DE
INCONSTITUCIONALIDAD-Procedencia
Si bien es cierto
cabe la excepción de inconstitucionalidad en todo caso de manifiesta
contradicción entre las disposiciones constitucionales y las leyes u otras
normas, con el fin de obtener la efectiva prevalencia de la Carta Política mediante
su aplicación preferente (artículo 4º C.P.), ello tan sólo es posible cuando
surge una oposición evidente, esto es, una verdadera e insoslayable
incompatibilidad entre dos mandatos, uno de los cuales -el inferior- tiene que
ceder ante el precepto constitucional.
-Sala Quinta de Revisión
Ref.: Expediente
T-49868
Acción de tutela
instaurada por FRANCISCO IBARRA JIMENEZ contra el Gobernador de Nariño.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintidós (22) días del mes de febrero de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisa la
providencia proferida por el Juzgado Tercero Penal del Circuito de Ipiales el
13 de septiembre de 1994.
I. INFORMACION PRELIMINAR
Afirmó el
peticionario, quien trabaja al servicio del Departamento de Nariño como
docente, que el Gobernador del Departamento -el doctor ALVARO ZARAMA MEDINA en
el momento de presentar la demanda- ha venido incumpliendo permanentemente el
pago oportuno de los salarios a que tienen derecho los trabajadores.
Expresó que la
Gobernación ha venido aduciendo como motivo para su incumplimiento el déficit
presupuestal, no imputable a los maestros.
Ese comportamiento,
a juicio del actor, trastoca la paz y vulnera los derechos fundamentales de los
trabajadores, especialmente los contemplados en los artículos 11, 13, 22, 23,
25, 27, 45, 53, 67 y 68.
Señaló que en el
transcurso de los tres últimos años los trabajadores han recurrido a todos los
mecanismos posibles para lograr que la administración cancele oportunamente los
salarios y que, al efecto, han adelantado diálogos, se han hecho denuncias
públicas y la Asamblea Departamental ha expedido ordenanzas y ha autorizado
endeudamientos, todo sin resultados.
Según la demanda, la
situación de los docentes que laboran con él es caótica e insoportable, pues
las deudas los agobian.
II. DECISION
JUDICIAL REVISADA
Mediante la
sentencia materia de revisión, la Juez Tercera Penal del Circuito de Ipiales
declaró improcedente la acción de tutela instaurada.
Consideró la
providencia que, si bien IBARRA JIMENEZ demostró el desempeño del cargo como
también el atraso en el pago de la mensualidad de agosto de 1994, dicho atraso
se encontraba justificado puesto que las partidas presupuestales estaban
condicionadas a la recepción real y material de ingresos.
Observó que el
déficit fiscal, en el momento del fallo, ascendía a la suma de
$2.127.160.190.oo.
Según la Juez, en
tales condiciones el cumplimiento de la obligación demandada escapaba a la
facultad del Gobernador, quien debe sujetar los gastos a la disponibilidad
presupuestal.
También anotó que no
era procedente la acción de tutela para resolver la controversia planteada,
pues tratándose de un profesor al servicio del Departamento, "tiene la vía
contencioso administrativa para el pago oportuno de su sueldo y demás
prestaciones adeudadas".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es
competente para revisar la sentencia proferida dentro del proceso en mención,
puesto que así lo disponen los artículos 86 y 241, numeral 9, de la
Constitución Política.
Derecho del
trabajador al pago oportuno de su remuneración
El trabajo, según la
Constitución Política, es un derecho fundamental y a la vez una obligación
social, que merece, en todas sus modalidades, la especial protección del
Estado.
La obligatoriedad
del trabajo descansa sobre el supuesto de que el esfuerzo mental o físico
aplicado tendrá una recompensa para quien lo realiza, puesto que el motivo o
causa que en principio lleva a la persona a trabajar es el pago de lo
estipulado con el patrono como contraprestación por la actividad desplegada.
Para el trabajador,
recibir el salario -que debe ser proporcional a la cantidad y calidad del
trabajo, como lo dispone el artículo 53 de la Constitución- es un derecho
inalienable de la persona y, por ende, el pago del mismo es una obligación del
patrono, que debe cumplir de manera completa y oportuna, a satisfacción del
trabajador y de conformidad con lo acordado.
Los trabajadores,
según el artículo 53 de la Constitución, tienen derecho a una remuneración
mínima, vital y móvil, lo cual significa que el desempeño de sus labores está
condicionado al pago periódico de las sumas que el patrono se obliga a
cancelarles.
El pago del salario
tiene su razón de ser no solamente en el imperativo de recompensar el esfuerzo
realizado en beneficio de los fines que persigue el patrono, según las reglas
de su vinculación laboral, sino como elemental medio de subsistencia para el
trabajador y su familia. De allí su carácter esencial en toda relación de
trabajo, sea ella contractual o legal y reglamentaria.
Se reitera lo
afirmado por la Corte:
"A la luz de
los postulados transcritos resulta claro que el simple nombramiento de una
persona para desempeñar un cargo, genera derechos, situación que se torna más
nítida cuando esa persona se posesiona y empieza a cumplir la tarea para la
cual fue designada. Dentro de esos derechos se cuenta la respectiva
contraprestación consistente en el salario y ciertas prestaciones
sociales". (Cfr. Corte Constitucional.Sala Sexta de Revisión. Sentencia
T-167 del 25 de marzo de 1994. M.P.: Dr. Hernando Herrera Vergara).
Ahora bien, para que
cumpla los enunciados cometidos, en especial si se tienen en cuenta factores
tales como la precariedad de los ingresos del trabajador, la inflación y la
consiguiente pérdida del poder adquisitivo de la moneda, el pago del salario
debe ser oportuno, es decir, ha de producirse dentro de los términos
estipulados o previstos en el correspondiente régimen jurídico.
Para ello, en el
caso de las entidades públicas, es de esperar una actividad administrativa
eficiente y previsiva, que con la debida antelación lleve a cabo las gestiones
necesarias en el campo presupuestal y en la distribución de las partidas que
habrá de ejecutar, según la normatividad correspondiente, para asegurar que los
pagos de nómina, cuya prelación es evidente, se cumplan en la oportunidad
debida.
Adoptar la cómoda
posición de permitir que lleguen las fechas de vencimiento de los pagos, sin
haber tomado en su momento las precauciones que la prudencia aconseja, implica
necesariamente que la administración -como en este caso se alega- sea
sorprendida a cada paso por su propia negligencia, de la cual no son los
trabajadores responsables ni tienen porqué correr con las contingencias que el
descuido oficial apareja.
Recuérdese, por otra
parte, que en el momento de proveer los cargos, la administración está obligada
a verificar si, según el presupuesto, puede atender el pago puntual de las
asignaciones correspondientes.
La cancelación
tardía de los emolumentos debidos al trabajador lesiona gravemente sus
derechos, en particular el que tiene a trabajar dentro de unas condiciones
dignas y justas (artículo 25 C.P.), y compromete la responsabilidad del
patrono.
Procedencia de
la acción de tutela ante el carácter puramente formal del medio judicial
alternativo
El artículo 86 de la
Constitución dispone que la acción de tutela es improcedente si al alcance del
afectado existe otro medio de defensa judicial, salvo el caso de un perjuicio
irremediable.
No obstante, también
ha sido reiterada la doctrina constitucional según la cual el medio judicial
alternativo, cuya existencia hace improcedente la tutela, debe ser idóneo para
el fin específico de obtener la cierta y concreta protección de los derechos
fundamentales afectados o amenazados.
Debe reiterar la
Corte que un medio judicial apenas enunciado teóricamente, o de carácter
estrictamente formal, sin posibilidades de concreción oportuna y efectiva, no
puede desplazar a la acción de tutela y, por el contrario, debe ceder ante
ella.
Así, en casos como
el ahora sometido a examen, si bien podría afirmarse que el peticionario goza
de un medio de defensa consistente en acudir a la jurisdicción laboral para que
se ordene al patrono el pago de los salarios atrasados, no cabe duda de que,
dadas las exigencias formales del proceso correspondiente y su consabida
demora, la eventual decisión favorable a las pretensiones del trabajador se
produciría demasiado tarde, frente a los perjuicios causados a cortísimo plazo
como consecuencia del retardo en la cancelación periódica de la remuneración.
En efecto, del material
probatorio se deduce que, al momento de ejercer la acción de tutela, el
peticionario había dejado de recibir el pago correspondiente al último mes de
su salario, además de que, según su relato, los retardos en esta materia han
sido frecuentes.
Las condiciones
económicas del trabajador, unidas a la mora de la administración en el pago de
sus salarios, lo abocan necesariamente a situaciones traumáticas en su normal
flujo de fondos, pues le impiden cumplir oportunamente con sus compromisos de
orden individual y familiar.
Así, además del
desfase que, como consecuencia del atraso, sufrirá el actor en el cubrimiento
de gastos tales como los relativos a alimentación, vivienda, vestuario,
educación y otros, inherentes a sus responsabilidades familiares, puede verse
obligado a incurrir en mora en las obligaciones que haya contraído con
entidades financieras u otros acreedores. Si la Corte Constitucional ha
sostenido, al desarrollar los preceptos constitucionales sobre Habeas Data, que
el deudor debe ser puntual en el cumplimiento de sus compromisos dinerarios, so
pena de ser incluido en bancos de datos y archivos en calidad de moroso, no
sería justo que se prohijara una tesis en cuya virtud debiera ser negada la
tutela de sus derechos para reclamar el oportuno pago de sus salarios,
remitiéndolo a la vía judicial ordinaria, mientras se acepta una situación de
hecho, a todas luces irregular, que lo condiciona, contra su voluntad, a pasar
por deudor incumplido.
En caso similar al
presente, la Sala Tercera de Revisión de esta Corte (Sentencia T-420 del 6 de
octubre de 1993. M.P.: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz) afirmó:
"Con el objeto
de asegurar la protección inmediata de los derechos fundamentales, la
Constitución consagra la acción de tutela, condicionando su ejercicio a la no
disponibilidad de otros medios de defensa judicial. Los recursos de la
vía gubernativa no son medios de defensa judicial a disposición del afectado,
sino mecanismos de control de legalidad de las propias actuaciones administrativas.
Por ello la norma que regula la acción de tutela no supedita su interposición
al agotamiento previo de la vía gubernativa (D. 2591 de 1991, art. 9º ).
De otra parte,
atendidas las circunstancias concretas del solicitante - cuyo sustento familiar
depende de su trabajo- es evidente que someter la reclamación de 17 días de
salario no pagados al desarrollo de un proceso laboral administrativo, se
revela como una exigencia irrazonable, dadas la cuantía mínima de la
pretensión, su duración y el costo asociado a la representación judicial, a lo
que se añade la ausencia de conflictividad que apareja el fundamento de su
pretensión y el reconocimiento de su derecho. La Sala considera que los
anotados elementos de hecho que concurren en el presente caso, por su carácter
singular y excepcional, conducen a admitir la procedencia de la acción de
tutela que de otro modo no podría prosperar".
Así las cosas,
resulta claro para la Sala que cabe la acción de tutela, de manera excepcional,
para obtener una orden de inmediato cumplimiento que obligue al patrono -en
este caso el Gobernador de Nariño- a cumplir con el pago del salario, hasta
ahora no atendido con la eficiencia que exige el ordenamiento jurídico.
La Corte ha
sostenido que, en principio, la acción de tutela no es el mecanismo adecuado
para obtener que se ejecuten partidas presupuestales, pues ello requiere, por
su misma naturaleza, la apreciación y evaluación por parte del Ejecutivo -a
nivel nacional, departamental, distrital o municipal- en cuanto a las
prioridades de los gastos e inversiones y en relación con el momento propicio
para acometer obras específicas dentro de cada vigencia fiscal (Cfr. Sentencia
T-185 del 10 de mayo de 1993, proferida por esta misma Sala).
Empero, sí cabe la
tutela para lograr el efectivo respeto a los derechos fundamentales cuando la
causa de la violación o amenaza sea la omisión de una autoridad pública
(artículo 86 C.P.), como acontece cuando, a sabiendas de la necesidad de
cumplir los compromisos de nómina -que corresponden a costos fijos,
predeterminados, inaplazables y prioritarios-, gozando de recursos y teniendo
disponibilidad de tesorería, la administración no paga y con ello lesiona tales
derechos.
Así, en el presente
asunto, ante la clara vulneración del derecho fundamental al trabajo en
condiciones dignas y justas y teniendo en cuenta que lo adeudado al petente -un
mes de salario- tiene que estar contemplado presupuestalmente como gasto de
funcionamiento correspondiente al pago de nómina, no se justificaría acudir a
otro medio de defensa judicial para obtener su cancelación y, por tanto,
procede la acción de tutela con el objeto de brindarle protección efectiva, lo
mismo que a su familia.
Impropia
aplicación de la excepción de inconstitucionalidad
En el expediente
obra copia auténtica de la Ordenanza número 12 del 21 de noviembre de 1991,
expedida por la Asamblea Departamental de Nariño, mediante la cual se creó una
cuenta especial para el manejo del presupuesto asignado a los colegios
departamentales y atender los sueldos, primas y demás complementos salariales
del personal docente y administrativo a cargo del Departamento.
La ordenación del
gasto, según dicha norma, estará a cargo del Gobernador del Departamento y del
Secretario de Hacienda.
La disposición estableció
que la Tesorería General del Departamento debería abrir una cuenta bancaria
para el exclusivo manejo de la cuenta especial.
En oficio dirigido
al juez de instancia, el Secretario de Hacienda Departamental sostuvo que
"es pertinente para el caso precisar la legalidad de dicho acto y la no
aplicación del mismo en virtud de lo dispuesto en el artículo 4º de la
Constitución Política".
A su juicio,
"el contenido de la Ordenanza 012 de 1991 resulta en abierta contradicción
con la Constitución y la ley, en la medida en que desconoce o quebranta el
principio presupuestal de la unidad de caja".
Encuentra la Corte
que el aludido acto no ha sido suspendido provisionalmente ni anulado por la
Jurisdicción de lo contencioso administrativo y que respecto de él no se
configura ninguna de las causales que, para la pérdida de fuerza ejecutoria,
indica en el artículo 66 del Código Contencioso Administrativo.
Así, pues, goza de
una presunción de legalidad no desvirtuada y, en cuanto tampoco vulnera prima
facie la Constitución Política, la Ordenanza ha debido ser aplicada por la
administración de Nariño.
En tales
condiciones, no compete a la Corte Constitucional ni tampoco al juez de tutela
la definición acerca de la validez del acto, por lo cual este fallo tampoco
representa juicio alguno al respecto. Simplemente, se remite la Corte a la
señalada presunción y al sentido excepcional que en nuestro sistema jurídico
tiene la aplicación preferencial de la Carta Política, la cual tan sólo tiene
cabida en los estrictos términos del artículo 4º del Ordenamiento Fundamental.
A este respecto,
resulta pertinente recordar que, si bien es cierto cabe la excepción de
inconstitucionalidad en todo caso de manifiesta contradicción entre las
disposiciones constitucionales y las leyes u otras normas, con el fin de
obtener la efectiva prevalencia de la Carta Política mediante su aplicación
preferente (artículo 4º C.P.), ello tan sólo es posible cuando surge una
oposición evidente, esto es, una verdadera e insoslayable incompatibilidad
entre dos mandatos, uno de los cuales -el inferior- tiene que ceder ante el
precepto constitucional.
Dijo la Corte
Constitucional sobre el tema:
"Para que la
aplicación de la ley y demás disposiciones integrantes del ordenamiento
jurídico no quede librada a la voluntad, el deseo o la conveniencia del
funcionario a quien compete hacerlo, debe preservarse el principio que
establece una presunción de constitucionalidad. Esta, desde luego, es
desvirtuable por vía general mediante el ejercicio de las aludidas competencias
de control constitucional y, en el caso concreto, merced a lo dispuesto en el
artículo 4º de la Constitución, haciendo prevalecer los preceptos fundamentales
mediante la inaplicación de las normas inferiores que con ellos resultan incompatibles.
Subraya la Corte el
concepto de incompatibilidad como elemento esencial para que la
inaplicación sea procedente, ya que, de no existir, el funcionario llamado a
aplicar la ley no puede argumentar la inconstitucionalidad de la norma para
evadir su cumplimiento.
El Diccionario de la
Real Academia de la Lengua define la incompatibilidad en términos generales
como "repugnancia que tiene una cosa para unirse con otra, o de dos o más
personas entre sí".
En el sentido
jurídico que aquí busca relievarse, son incompatibles dos normas que, dada su
mutua contradicción, no pueden imperar ni aplicarse al mismo tiempo, razón por
la cual una debe ceder ante la otra; en la materia que se estudia, tal concepto
corresponde a una oposición tan grave entre la disposición de inferior
jerarquía y el ordenamiento constitucional que aquella y éste no puedan regir
en forma simultánea. Así las cosas, el antagonismo entre los dos extremos de la
proposición ha de ser tan ostensible que salte a la vista del intérprete, haciendo
superflua cualquier elaboración jurídica que busque establecer o demostrar que
existe". (Cfr. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Sentencia
T-614 del 15 de diciembre de 1992).
De todo lo anterior
puede concluirse que la Gobernación, no hallándose en el caso del artículo 4º
de la Constitución y sí estando claramente obligada a la especial protección
que merece el trabajo y a remunerarlo puntualmente en el caso del peticionario,
para no hacer injusta la relación laboral (artículos 25 y 53 C.P.), no podía
incurrir en la mora denunciada, que da motivo suficiente para conceder la
tutela.
En el ordenamiento
jurídico existen vías expeditas para que, si la administración estima que la
Ordenanza en referencia viola la normatividad superior, se obtenga el
pronunciamiento de las competentes instancias judiciales.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCAR la Sentencia proferida el 13 de
septiembre de 1994 por el Juzgado Tercero Penal del Circuito de Ipiales, al
resolver sobre la acción de tutela instaurada por FRANCISCO IBARRA JIMENEZ.
Segundo.- CONCEDESE la tutela impetrada y, en
consecuencia, ORDENASE al Gobernador de Nariño que, si todavía no lo ha hecho,
proceda dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a la notificación
del presente fallo, a cancelar totalmente los salarios atrasados de FRANCISCO
IBARRA JIMENEZ, siempre que haya partida presupuestal disponible. En caso
contrario, dentro del mismo término, iniciará los trámites correspondientes e
informará de ello, en forma inmediata, al juez de primera instancia.
Tercero.- El cumplimiento estricto del presente
fallo será supervisado y exigido por el Juez Tercero Penal del Circuito de
Ipiales.
Cuarto.- LIBRESE la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
296 | T-064-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-064/95
PERSONAL DOCENTE-Doble asignación/PENSION DE JUBILACION
Entre los
preceptos que han venido favoreciendo a los docentes al servicio de entidades
públicas cabe señalar el contenido en el artículo 5º del Decreto Ley 224 de
1972, a cuyo tenor "el ejercicio de la docencia no será incompatible con
el goce de la pensión de jubilación siempre y cuando el beneficiario esté
mental y físicamente apto para la tarea docente, pero no se decretará el retiro
forzoso del servicio al cumplir los 65 años de edad". En efecto, amparada
en la misma norma constitucional que la Caja invoca y en la normatividad legal
que consagra el régimen excepcional, la peticionaria puede percibir las mesadas
correspondientes a su pensión sin que para ello deba renunciar al cargo de
docente y, a la inversa, le es posible trabajar al servicio de la enseñanza sin
que, contra su voluntad de hacerlo, pueda CAJANAL oponer la consecuencia de una
pérdida del derecho a la pensión, ya que con ello impondría al trabajo un
castigo que, para casos como el controvertido, no tiene sustento en norma
alguna. La Caja ha traído en su apoyo una normatividad que de ninguna manera
puede fundamentar las determinaciones adoptadas y que, en cambio, significa
palmario desconocimiento del derecho al trabajo consagrado en la Constitución.
Es claro para la Corte que, estando autorizada la peticionaria para ejercer
como docente sin detrimento de su pensión, la restricción proveniente del acto
administrativo vulnera su derecho al libre desarrollo de la personalidad.
ACTO
ADMINISTRATIVO-Inaplicación/MEDIO
DE DEFENSA JUDICIAL/ACCION DE TUTELA TRANSITORIA
La resolución
proferida por Cajanal es un acto administrativo contra el cual la solicitante
puede ejercer las acciones ante la jurisdicción correspondiente. Existe otro
medio judicial para la defensa de su derecho, por lo cual la única forma de
brindarle protección por esta vía consiste en concederle un amparo transitorio,
con el objeto de evitar un perjuicio irremediable. Este se da, sin duda, en el
presente caso, pues basta que se aplique a la demandante la resolución
administrativa en todo su rigor -tal como tendría que hacerse mientras se
pronuncia la jurisdicción contencioso administrativa- para que le sea imposible
ejercer la docencia o pierda el derecho a su pensión. Se le impide, por tanto,
de manera irreversible, por el lapso que demore el proceso, cumplir una
actividad durante tiempo útil que se pierde y que después no podrá recuperarse,
si se tiene en cuenta especialmente el factor de la edad. Desde luego, en tales
eventos, la orden judicial permanece vigente tan sólo durante el término que la
autoridad judicial competente utilice para decidir de fondo sobre la acción
instaurada por el afectado.
-Sala Quinta de Revisión
Ref.: Expediente
T-50219
Acción de tutela
instaurada por LUCRECIA LOZADA DE CONTRERAS contra la CAJA NACIONAL DE
PREVISION SOCIAL.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintidós (22) días del mes de febrero de
mil novecientos noventa y cinco (1995).
Se revisan los fallos proferidos por la
Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga y por
la Sala Plena de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia, al resolver
sobre la acción de tutela instaurada.
I. INFORMACION PRELIMINAR
Según el relato de la accionante, por
Resolución del 2 de septiembre de 1993, la Caja Nacional de Previsión reconoció
y ordenó pagar su pensión mensual vitalicia de jubilación, pues en virtud del
Decreto 081 de 1976, dicha entidad asumió las prestaciones económicas a cargo
de los ministerios de Educación y Hacienda.
Notificada del acto administrativo,
mediante el cual se disponía que la beneficiaria debería acreditar su retiro
definitivo del servicio oficial y que el goce de la pensión era incompatible
con cualquier otra asignación proveniente del Estado, caso en el cual se
perdería el derecho correspondiente, LUCRECIA LOZADA DE CONTRERAS interpuso
contra aquél los recursos de reposición y apelación.
La acción de tutela fue incoada para
obtener la inaplicación de los apartes restrictivos de la resolución que
reconoció la pensión, específicamente los que la condicionaban a acreditar el
retiro definitivo del servicio oficial -en este caso la docencia en
instituciones públicas- e impedían a la petente percibir las asignaciones
provenientes de su actividad docente.
Consideró la demandante que la Caja
Nacional de Previsión, al concederle la pensión bajo las condiciones expuestas,
desconoció los principios de estabilidad, irrenunciabilidad y favorabilidad,
plasmados en la Constitución Política en materia laboral.
Expuso que, según el artículo 15 de la Ley
91 de 1989, son compatibles el sueldo y las pensiones tratándose del ejercicio
de la docencia y que también los artículos 2º de la Ley 4a de 1992 y 1º del Decreto
Reglamentario 1440 de 1992 le aseguran el derecho a disfrutar la Pensión de
Gracia y a devengar su sueldo en forma simultánea, por cuanto así lo ha
establecido la ley desde el Decreto 224 de 1972, plasmando un régimen exclusivo
para los docentes.
Citó, además, el artículo 6º de la Ley 60
de 1993, a cuyo tenor "el régimen prestacional aplicable a los docentes
nacionales o nacionalizados que se incorporan a las plantas departamentales o
distritales sin solución de continuidad y las nuevas vinculaciones será el
reconocido por la Ley 91 de 1989 y las prestaciones en ellas reconocidas serán
compatibles con pensiones o cualquier otra clase de remuneración".
II. DECISIONES JUDICIALES
Falló en primera instancia la Sala Laboral
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga, mediante
providencia del 7 de septiembre de 1994.
Las pretensiones de la demandante fueron
negadas por cuanto, en el sentir del Tribunal, la acción de tutela fue usada en
este caso "para menesteres que no están de acuerdo con su altura tuitiva o
de protección".
Dijo el fallo que, en realidad, so pretexto
de la estabilidad, la irrenunciabilidad y la favorabilidad, la accionante se
impacienta por la demora en el pago de sus mesadas pensionales y opta por la
tutela como medio más expedito y fácil. Tal acción fue usada, según el
Tribunal, como simple mecanismo de pago coercitivo.
Señaló, además, que no se está frente a un
perjuicio irremediable ni se ha colocado a doña Lucrecia en una situación
infrahumana porque el Estado, su empleador, le está cancelando oportunamente su
salario de docente.
La Caja, a juicio del Tribunal, no le está
exigiendo a la petente el retiro forzado de su labor pedagógica.
Impugnada la decisión, fue confirmada por
la Sala Plena de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia, según
Sentencia del 5 de octubre de 1994.
De acuerdo con el fallo de segunda
instancia, la peticionaria cuenta con la posibilidad de acudir ante la
jurisdicción en lo contencioso administrativo para que sea mediante el
correspondiente proceso y no por la vía del procedimiento preferente y sumario
de la tutela que se dirima, con efectos de cosa juzgada, la viabilidad de su
pretensión.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es competente para revisar los
fallos proferidos al resolver sobre el caso expuesto, en aplicación de lo
establecido por los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política y según
las reglas del Decreto 2591 de 1991.
La prohibición constitucional de doble asignación
Dispone el artículo 128 de la Constitución
Política que nadie podrá desempeñar simultáneamente más de un empleo público ni
recibir más de una asignación que provenga del tesoro público -el de la Nación,
el de las entidades territoriales y el de las descentralizadas-, o de empresas
o de instituciones en las que tenga parte mayoritaria el Estado, salvo los
casos expresamente determinados por la ley.
Se trata de asegurar la dedicación del
empleado al cargo que se le confía y de impedir la concentración de facultades
en cabeza de una persona, dando oportunidad a otras de acceder a la función
pública (artículo 40 C.P.) y preservando a la vez los recursos estatales.
La Constitución no estableció, sinembargo,
una prohibición absoluta, pues dejó expresamente radicada en cabeza del
legislador la competencia para señalar excepciones.
El artículo 19 de
la Ley 4a de 1992 establece:
"ARTICULO 19. Nadie podrá desempeñar
simultáneamente más de un empleo público, ni recibir más de una asignación que
provenga del Tesoro Público, o de empresas o de instituciones en las que tenga
parte mayoritaria el Estado.
Exceptúanse las
siguientes asignaciones:
(...)
g) Las que a la
fecha de entrar en vigencia la presente Ley beneficien a los servidores
oficiales docentes pensionados. (Subraya la Corte).
(...)"
La transcrita norma fue declarada exequible
por esta Corte mediante Sentencia C-133 del 1º de abril de 1993 (M.P. Dr.
Vladimiro Naranjo Mesa), en la cual se dijo:
"Al analizar el
contenido del artículo 19 de la ley 4 de 1992, antes transcrito, advierte la
Corte que en su primera parte reproduce la prohibición constitucional
establecida en el artículo 128, en el sentido de prohibir el desempeño
simultáneo de más de un cargo público, como el recibo de más de una asignación
que provenga del tesoro público, y señala además los casos en los cuales no
opera dicha regla general, todo ello como desarrollo fiel de la competencia que
le asignó el Constituyente al legislador en el citado canon constitucional.
Entonces como fue el
mismo Constituyente quien autorizó al legislador para estatuir los casos de
excepción a la citada incompatibilidad, bien podía el Congreso proceder a
fijarlas sin cortapisa alguna, salvo el respeto por las normas constitucionales
que regulen los derechos o establezcan las garantías que en lo referente al
tema sean pertinentes, ya que en la disposición superior mencionada -artículo
128-, no se le señaló pauta, limitación o condicionamiento específico para su
debido ejercicio.
Vistas las distintas
situaciones que aparecen en la norma acusada y confrontadas con la Carta
Política, no encuentra esta Corporación que vulneren ninguno de sus mandatos y,
por el contrario, considera que ellos obedecen exclusivamente a la voluntad del
legislador, quien fundamentado en juicios o criterios administrativos,
laborales, sociales, de conveniencia o de necesidad, los instituyó como a bien
tuvo, sin que esta Corporación pueda controvertir esas determinaciones.
Por estas razones,
en criterio de la Corporación y en desacuerdo con el demandante, el artículo 19
de la ley 4 de 1992 no infringe la Carta Política y por el contrario la acata y
desarrolla".
Entre los preceptos que han venido
favoreciendo a los docentes al servicio de entidades públicas cabe señalar el
contenido en el artículo 5º del Decreto Ley 224 de 1972, a cuyo tenor "el
ejercicio de la docencia no será incompatible con el goce de la pensión de
jubilación siempre y cuando el beneficiario esté mental y físicamente apto para
la tarea docente, pero no se decretará el retiro forzoso del servicio al
cumplir los 65 años de edad".
Así, pues, cuando en el asunto que se
examina la Caja Nacional de Previsión Social, mediante acto administrativo,
desconoce la existencia de unas clarísimas excepciones al precepto
constitucional, establecidas por la ley con previa autorización de la propia
Carta, las cuales favorecen de manera específica a quienes cumplen la actividad
docente, que es la ejercida por la actora, lesiona abiertamente su derecho al
trabajo.
En efecto, amparada en la misma norma
constitucional que la Caja invoca y en la normatividad legal que consagra el
régimen excepcional, la peticionaria puede percibir las mesadas
correspondientes a su pensión sin que para ello deba renunciar al cargo de docente
y, a la inversa, le es posible trabajar al servicio de la enseñanza sin que,
contra su voluntad de hacerlo, pueda CAJANAL oponer la consecuencia de una
pérdida del derecho a la pensión, ya que con ello impondría al trabajo un
castigo que, para casos como el controvertido, no tiene sustento en norma
alguna.
Observa la Corte que en la Resolución
035763 del 2 de septiembre de 1993, mediante la cual la Caja de Previsión
impone a la actora las condiciones que han dado lugar a la tutela, se invocan
los artículos 128 de la Constitución y 19 de la Ley 4a de 1992.
A todas luces, la referencia a tales normas
es equivocada, pues de sus textos no surge la consecuencia de que la
administración pueda enervar los efectos de las disposiciones excepcionales que
permitan recibir más de una asignación del tesoro público, sino todo lo
contrario: que la persona cobijada por dichas excepciones tiene derecho, a
diferencia de la generalidad, a percibir ingresos del Estado bajo modalidades
distintas y acumulables.
Entonces, la Caja ha traído en su apoyo una
normatividad que de ninguna manera puede fundamentar las determinaciones
adoptadas y que, en cambio, significa palmario desconocimiento del derecho al
trabajo consagrado en la Constitución.
Además, es claro para la Corte que, estando
autorizada la peticionaria para ejercer como docente sin detrimento de su
pensión, la restricción proveniente del acto administrativo vulnera su derecho
al libre desarrollo de la personalidad.
Por otra parte, se discrimina
inconstitucionalmente a la demandante respecto de otros maestros en sus mismas
condiciones, también amparados por las normas de excepción, a quienes no se les
causa el perjuicio por ella sufrido. Con ello resulta quebrantado el derecho a
la igualdad (artículo 13 C.P.).
Ahora bien, la resolución proferida por
Cajanal es un acto administrativo contra el cual la solicitante puede ejercer
las acciones ante la jurisdicción correspondiente.
Existe, entonces, otro medio judicial para
la defensa de su derecho, por lo cual la única forma de brindarle protección
por esta vía consiste en concederle un amparo transitorio, con el objeto de
evitar un perjuicio irremediable. Este se da, sin duda, en el presente caso,
pues basta que se aplique a la demandante la resolución administrativa en todo
su rigor -tal como tendría que hacerse mientras se pronuncia la jurisdicción
contencioso administrativa- para que le sea imposible ejercer la docencia o
pierda el derecho a su pensión. Se le impide, por tanto, de manera
irreversible, por el lapso que demore el proceso, cumplir una actividad durante
tiempo útil que se pierde y que después no podrá recuperarse, si se tiene en
cuenta especialmente el factor de la edad.
El artículo 8º del Decreto 2591 de 1991
establece que, cuando se conceda la tutela como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable, el juez podrá ordenar que no se aplique el
acto particular respecto de la situación jurídica concreta cuya protección se
solicita, mientras dure el proceso.
Desde luego, en tales eventos, la orden
judicial permanece vigente tan sólo durante el término que la autoridad
judicial competente utilice para decidir de fondo sobre la acción instaurada
por el afectado.
En todo caso, debe advertirse, como lo hace
el precepto legal, que el afectado deberá ejercer dicha acción en un término
máximo de cuatro meses a partir del fallo de tutela.
Obviamente, ese término no revive los de
caducidad de las acciones contencioso administrativas que ya hubieren empezado
a transcurrir.
Se revocarán las sentencias materia de
revisión.
DECISION
En mérito de lo expuesto, la Sala Quinta de
Revisión de la Corte Constitucional de la República de Colombia, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- REVOCASE la Sentencia proferida el 5 de octubre de
1994 por la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena Laboral-, mediante la cual se
confirmó el Fallo del 7 de septiembre del mismo año, pronunciado por la Sala
Laboral del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Bucaramanga, que negó la
protección impetrada por LUCRECIA LOZADA CONTRERAS.
Segundo.- CONCEDESE la tutela como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable.
En consecuencia, en desarrollo de lo
previsto por el artículo 8º del Decreto 2591 de 1991, SE INAPLICAN, en el caso
de la peticionaria, los siguientes apartes de la Resolución 035763 del 2 de
septiembre de 1993, proferida por el Subdirector de Prestaciones Económicas de
la Caja Nacional de Previsión:
-Del artículo 1º las expresiones "...siempre
y cuando acredite el retiro definitivo del servicio oficial".
- La totalidad del artículo 3º.
Esta orden surtirá efectos a partir de las
cuarenta y ocho (48) horas siguientes a su notificación.
Tercero.- La protección que se concede permanecerá vigente
tan sólo mientras la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo decide de
fondo sobre la acción que la peticionaria haya instaurado contra el indicado
acto administrativo.
Esta Sentencia no revive los términos de
caducidad de la acción contencioso administrativa.
Cuarto.- LIBRESE la comunicación prevista en el artículo 36
del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, notifíquese, comuníquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Sentencia No. |
297 | T-065-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-065/95
JUEZ DE EJECUCION
DE PENAS Y MEDIDAS DE SEGURIDAD-Competencia para conocer acción de tutela
Los jueces de
ejecución de penas y medidas de seguridad se incluyen dentro del término
"jueces" establecido en el artículo 86 de la Carta Política. Por
consiguiente, el Juez de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad es
competente para conocer de la pretensión de la tutela.
DERECHOS DEL
INTERNO/PRINCIPIO DE DIGNIDAD HUMANA DEL INTERNO
Tal persona a
pesar de tener suspendido su derecho a la libertad física, aún es titular y
ejerce sus otros derechos fundamentales, los cuales sólo pueden ser
restringidos en menor o mayor magnitud debido a su nexo con la reclusión, pero
permanecen intactos en su núcleo esencial. En efecto, el ser humano recluido en
un panóptico tiene solamente en suspenso el derecho fundamental de la libertad
física y, como consecuencia de ésto, se presentan ciertas limitaciones en el
ejercicio de otros derechos fundamentales, las cuales obedecen a las
circunstancias especiales de seguridad que se deben mantener en una cárcel. Es
así como se presentan restricciones como en las vísitas íntimas, en la posesión
y circulación de material pornográfico, en las comunicaciones, en la posesión
de dinero en efectivo, etc (artículo 112 del Código Penitenciario y
Carcelario); tales restricciones afectan la esfera de la igualdad, del libre
desarrollo de la personalidad, de la intimidad. Por otro lado, los internos
ejercitan ciertos derechos fundamentales en un ámbito de menor restricción como
"sus derechos a la expresión, enseñanza, reunión y asociación, siempre y
cuando, no se atente contra los derechos de los demás y su ejercicio no sea
obstáculo para el logro de la convivencia pacifica, la prevalencia del interés
social, la moralidad, las buenas costumbres, la seguridad y la salubridad,
entre otros, dentro de los límites que impongan la ley y los reglamentos
VISITA EN ESTABLECIMIENTO
CARCELARIO-Regulación/SEGURIDAD
CARCELARIA-Uso de peluca/LEGITIMACION POR ACTIVA EN TUTELA
La potestad
administrativa de regulación de visitas es una expresión del poder de sujeción
especial de la administración, la cual tiene fundamento constitucional en la
necesidad de mantener la seguridad, la salubridad y, en general, la
conservación de las condiciones necesarias para la ejecución de la pena o
medida de aseguramiento en forma digna. El ingreso de visitantes con cabello
sintético al centro carcelario altera las circunstancias normales de reclusión
y crea un factor potencial de alto riesgo en la seguridad de la cárcel, pues la
experiencia carcelaria ha comprobado que el cabello sintético removible
introducido por los visitantes ha sido utilizado para cristalizar fugas de
internos, tal y como lo señalan las directivas del establecimiento carcelario.
Se podría alegar como violado el derecho al libre desarrollo de la personalidad
jurídica del visitante, sin embargo, el accionante no tendría la legitimación
para interponer la tutela por un tercero estando éste habilitado para hacerlo.
REGLAMENTO
CARCELARIO-Publicidad
La publicidad de
los reglamentos de las cárceles no se puede sólo sujetar a la previsión del
inciso primero del artículo 43 ibídem, que señala la publicación se da a través
del Diario Oficial, o en diario, gaceta o boletín que las autoridades destinen
a ese objeto o en un periódico de amplia circulación en el territorio dondes
sea competente quien expide el acto. Una publicidad limitada a lo anterior no
cumpliría su función principal en el caso en concreto: informar el contenido
del reglamento interno al interno y al visitante. Así las cosas, para la
publicidad del acto en mención debe aplicarse, adicionalmente, el segundo
inciso del artículo 43 ibídem. La publicación que desarrolla el inciso segundo
citado es la fijación de avisos, la distribución de volantes, la inserción en
otros medios y por bando. Tales métodos de publicación son las eficaces en las
circunstancias carcelarias. La prohibición del reglamento carcelario, en
estricto sentido, no fue aplicada, por tanto, no procede la acusación por la
presunta falta de difusión del reglamento interno del centro carcelario, aun
cuando la Corte recuerda a las autoridades carcelarias que es su obligación
constitucional dar a conocer, por medios idóneos, el contenido de tales
reglamentos.
REF: EXPEDIENTE T-54026
Peticionario: Jhon Luis Valencia Castillo.
Procedencia: Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas
de Seguridad de Tunja.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Temas:
- Los jueces de
Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad y la Acción de Tutela.
- Los derechos de
los reclusos y la potestad administrativa de regulación de visitas en los
centros carcelarios. El examen de razonabilidad y proporcionalidad de la medida
administrativa.
Santa Fe de Bogotá
D.C., veintiuno (21) de febrero de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Séptima de
Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados
Alejandro Martínez Caballero -Presidente de la Sala-, Fabio Morón Díaz y
Vladimiro Naranjo Mesa.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En proceso de tutela
identificado con el número de radicación T-54026, adelantado por Jhon Luis
Valencia Castillo.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto No. 2591 de 1991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 14 de diciembre de 1994.
1. Solicitud.
Jhon Luis Valencia
Castillo impetró acción de tutela contra la Penitenciaría Nacional de Tunja
"El Barne", fundamentado en los siguientes hechos:
a) Jhon Luis
Valencia Castillo se encuentra recluido en la Penitenciaría Nacional de Tunja
"El Barne".
b) El día 16 de
octubre de 1994, día de visitas, se nego la misma a la madre del antecitado,
María Dolores Castillo, quien se había desplazado desde Turbo -Antioquia-, dado
que poseía cabello sintético.
Se deduce del
escrito que contiene la petición de tutela que el actor propone la acción de la
referencia con el fin de que no se continúe violentando su derecho a la
protección integral de la familia (artículo 42 C.P.). Alega, además, que no
existe difusión del reglamento interno del centro carcelario que permita
conocer de antemano las prohibiciones para el ingreso al penal.
2. Sentencia del
Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Tunja. Providencia del
28 de octubre de 1994.
El Juzgado sostuvo
que "no es verdad que la señora DOLORES CASTILLO no hubiere ingresado a la
visita, pues ella misma y en sentido contrario declara que incluso permaneció
por espacio de una hora con su hijo, cuando le interrumpieron la visita por
llevar el cabello sintético". Agregó el Juzgado de Ejecución de Penas que
"se pudo establecer que a la visitante se le suspendió la visita por el
cabello sintético y por haber pretendido ingresar al establecimiento suma de
dinero superior a la permitida en el reglamento interno. Que no obstante estas
dos razones, sí se le concedió la visita en sitio especial, en esa fecha y
también se autorizó por parte del Director otra visita especial la que
efectivamente se surtió el 18 de octubre del mismo año, tal como se colige de
la minuta de guardia ... este último aspecto lo ratifica el petente en su
declaración".
Seguidamente, el
Juzgado estimó que "constituyen razones valederas las argumentadas por el
Señor Director de la Penitenciaría el Barne, en cuanto a la prohibición de la
visita de ingresar con cabello sintético obedece a motivos de seguridad, dada
la experiencia carcelaria, prohibición contemplada en el régimen interno y en
la circular del 17 de mayo/1994 dirigida al personal visitante, reglamentaria
de los requisitos de ingreso al establecimiento, electrodomésticos, líquidos,
frutas, comestibles, prendas de vestir y accesorios, que no se les permite
portar al ingresar al establecimiento por razones de seguridad".
Finalmente, el
Juzgado en mención aseveró que "ante la inobservancia de requisitos
establecidos por razones de seguridad para la visita, inobservancia por parte
de la visitante DOLORES CASTILLO, de justa manera actuó el Comandante de
vigilancia, al permitir la visita especial, dado el sitio lejano y sacrificio
que le había implicado a la Señora DOLORES CASTILLO para visitar a su hijo.
Actitud confirmada por el Señor Director de la Penintenciaría el Barne, al
conceder nueva visita especial a la señora DOLORES CASTILLO para el día 18 de
octubre siguiente. De otra parte, fácilmente pudo haber obrado la visitante
para el día de los hechos, deshaciendo sus trenzas de las que pendía el cabello
sintético, esto es, someterse a los requisitos como éste para haber efectuado
ese día su visita normalmente, requisito que no es denigrante ni atenta contra
la dignidad humana, pues el cabello sintético constituye un adorno para que el
cabello de la apariencia de ser más largo".
Así las cosas, el
Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Tunja denegó la tutela
impetrada por Jhon Luis Valencia Castillo.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitución Política, en
concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto No. 2591 de 1991;
además, su examen se hace por virtud de la selección que de dichas acciones
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. El juez de
ejecución de penas y medidas de seguridad como juez de tutela.
La tutela de la
referencia es instaurada ante un juez de ejecución de penas y medidas de
seguridad, por lo cual pueden surgir dudas al respecto de la competencia del
mencionado funcionario para ser juez constitucional de control concreto.
Comienza la Corte por avocar este tema.
La acción de tutela,
según reza el artículo 86 de la Carta, debe ser impetrada ante los jueces. Esto
significa, que el funcionario ante quien se intenta la acción en comento debe
tener jurisdicción en forma permanente y principal. Así mismo, debe decidir
conforme a derecho con autonomía e independencia.
La competencia
principal y permanente del juez de ejecución de penas y medidas de seguridad es
la administración de justicia en un aspecto específico: la ejecución de la
sentencia de los jueces penales (art. 51 del Código Penitenciario y Carcelario
y Libro IV del Código de Procedimiento Penal). Se verifica lo anterior al notar
que en las decisiones de los mentados jueces va envuelto un poder decisorio
definitivo que de forma autonóma e independiente resuelve una situación
jurídica.
En conclusión, la
Sala de Revisión considera que los jueces de ejecución de penas y medidas de
seguridad se incluyen dentro del término "jueces" establecido en el
artículo 86 de la Carta Política. Por consiguiente, el Juez de Ejecución de
Penas y Medidas de Seguridad de Tunja era competente para conocer de la
pretensión de la presente tutela.
3. Temas a
tratar.
El peticionario de
la presente acción de tutela plantea la presunta violación de sus derechos
fundamentales, partiendo de su condición de interno en un establecimiento
penitenciario colombiano. Las directivas del centro carcelario, por su parte,
aducen que la conducta acusada se enmarca dentro de la competencia de
regulación de visitas en la cárcel, por lo cual consideran que no hubo ninguna
violación de derechos fundamentales. Para la Corte Constitucional el punto
central a ser resuelto en esta tutela es si las medidas administrativas tomadas
por el centro carcelario se inscriben en su ámbito de competencia y respetan
los derechos fundamentales de los internos. Para ello, la Corporación, inicialmente,
expondrá la situación jurídica de los internos; más tarde, explicará la
naturaleza de la potestad administrativa de la regulación de visitas.
Finalmente, analizará la razonabilidad y proporcionalidad de la medida
administrativa en el caso concreto.
4. Los derechos
fundamentales de los internos.
La persona recluida
en un centro carcelario mantiene su dignidad humana, como lo reconoce el
artículo 5º constitucional al expresar que "el Estado reconoce, sin
discriminación alguna, la primacía de los derechos inalienables de la
persona" (subrayas fuera de texto). El hecho de la reclusión no implica la
pérdida de su condición de ser humano, porque, como lo indica la función y
finalidad de la pena, ésta se ejecuta para la protección de la sociedad, la prevención
del delito y, principalmente, como un proceso de resocialización del sujeto
responsable del hecho punible.
De lo anterior se
desprende que tal persona a pesar de tener suspendido su derecho a la libertad
física, aún es titular y ejerce sus otros derechos fundamentales, los cuales
sólo pueden ser restringidos en menor o mayor magnitud debido a su nexo con la
reclusión, pero permanecen intactos en su núcleo esencial. En efecto, el ser
humano recluido en un panóptico tiene solamente en suspenso el derecho
fundamental de la libertad física y, como consecuencia de ésto, se presentan
ciertas limitaciones en el ejercicio de otros derechos fundamentales, las
cuales obedecen a las circunstancias especiales de seguridad que se deben
mantener en una cárcel.
Es así como se
presentan restricciones como en las vísitas íntimas, en la posesión y
circulación de material pornográfico, en las comunicaciones, en la posesión de
dinero en efectivo, etc (artículo 112 del Código Penitenciario y Carcelario);
tales restricciones afectan la esfera de la igualdad, del libre desarrollo de
la personalidad, de la intimidad.
Por otro lado, los
internos ejercitan ciertos derechos fundamentales en un ámbito de menor
restricción como "sus derechos a la expresión, enseñanza, reunión y
asociación, siempre y cuando, no se atente contra los derechos de los demás y
su ejercicio no sea obstáculo para el logro de la convivencia pacifica, la
prevalencia del interés social, la moralidad, las buenas costumbres, la
seguridad y la salubridad, entre otros, dentro de los límites que impongan la
ley y los reglamentos"1 .
Finalmente, hay
ciertos derechos que los internos ejercitan plenamente, con la única y lógica
restricción del respeto de los derechos de los demás, como el derecho a la
vida, la libertad de cultos, la protección contra las torturas y los tratos o
penas degradantes, la prohibición de la esclavitud, la libertad de conciencia,
entre otros.
En ese orden de
ideas, la singular situación de los internos no es óbice para que su dignidad
humana permanezca intacta.
5. La potestad
administrativa de regulación de visitas.
En el presente caso,
la acción va dirigida hacia la conducta de la administración de la
Penintenciaría Nacional de Tunja "El Barne". Tal conducta está
fundamentada en la potestad administrativa de regulación de visitas que tiene
el Director de cada penal, la cual debe estar sujeta a un reglamento general
expedido por el INPEC -Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario-. Así las
cosas, es de radical importancia analizar la naturaleza y límites de tal
potestad.
Entre la
Administración y el administrado existe una normal relación de supremacía o
sujeción, en la cual toda persona se encuentra bajo la potestad organizativa de
la Administración. Así mismo, se presentan otros casos en los cuales la
intensidad de relación de sujeción aumenta debido a las circunstancias
especiales en las cuales se presenta la interacción entre la Administración y
el administrado. En efecto, se presentan ciertos eventos en los cuales la
posición del administrado en la sociedad comporta una serie de obligaciones
especiales de éste con la sociedad. A guisa de ejemplo, tenemos los casos de la
prestación del servicio militar, la prestación de trabajo como funcionario
público, la utilización de un servicio público. A su vez, la administración
cuenta con poderes adicionales para hacer cumplir la singular obligación. Tal
poder de sujeción especial es conocido como poder disciplinario.
En el caso del
interno, éste se encuentra en una posición en la cual tiene la obligación
social especial de cumplir una medida de aseguramiento, dada su vinculación a
un proceso penal, o una pena debido a que es responsable de la comisión de un
hecho punible. La obligación señalada deja en cabeza de la administración un
poder especial sobre el interno a fin de que el recluido cumpla cabalmente con
la pena o medida se aseguramiento impuesta por el Estado.
Una de las
manifestaciones del poder de sujeción especial en referencia a los internos es
la potestad de regulación de visitas, cuya competencia corresponde a cada
director de centro carcelario (artículo 53 de la Ley 65 de 1993, Código
Penitenciario y Carcelario). Así, el establecimiento señala ciertos requisitos
para las visitas a los centros de reclusión (artículo 112 ibídem). Esta
regulación, a pesar de tener como destinatarios tanto a la persona del exterior
del penal que concurre a la visita del interno como al interno, también hace
parte del poder de sujeción especial, porque el visitante tiene que someterse
al régimen de seguridad que tienen los internos para el cumplimiento efectivo
de su pena o de su medida de aseguramiento. En efecto, el interno es
destinatario del acto porque altera el único vínculo directo con la sociedad y
la familia, por tanto, la medida afecta al interno en virtud de su obligación
especial de pagar la pena impuesta o de cumplir la respectiva medida de aseguramiento;
así mismo, el tercero visitante es destinatario del poder de sujeción especial
porque sobre él recae la prohibición o restricción.
En conclusión, la
potestad administrativa de regulación de visitas es una expresión del poder de
sujeción especial de la administración, la cual tiene fundamento constitucional
en la necesidad de mantener la seguridad, la salubridad y, en general, la
conservación de las condiciones necesarias para la ejecución de la pena o
medida de aseguramiento en forma digna. Al respecto de las cárceles, la Corte
Constitucional ha sostenido que:
Las Cárceles no
constituyen únicamente lugares de castigo o de expiación de los delitos, sino
que, desde el punto de vista del interés social, cumplen la función de
rehabilitar y readaptar al delincuente, constituyéndose a la vez en factores
esenciales de la seguridad y la paz colectivas, pues la reclusión de enemigos
públicos, aunque no implique la eliminación total ni definitiva de los riesgos
que afronta el conglomerado social -siempre asediado por la delincuencia-
contribuye significativamente a su disminución.
La comunidad
tiene derecho a que el Estado le garantice una eficaz, permanente y cuidadosa
guarda de los centros carcelarios y penitenciarios. A cargo de aquél está
impedir, además de las fugas de los internos, la comisión de actos ilícitos en
el interior de los establecimientos y la ocurrencia de eventos que perturben el
orden público.(subrayas
fuera de texto)2
6. La
razonabilidad y proporcionalidad de la medida administrativa en el caso en
concreto.
Las medidas
originadas en la potestad administrativa de regulación de visitas en un centro
carcelario tiene las limitaciones de todo acto administrativo de carácter
general, entre las cuales se destacan la razonabilidad y la proporcionalidad.
En efecto, si tales se aplican a los actos discrecionales (artículo 36 del
Código Contencioso Administrativo), con mayor razón son elementos hermenéuticos
para la definición de la actuación administrativa reglada.3 Las
medidas señaladas para ser razonables y proporcionales deben perseguir un
interés constitucional legítimo, a través de una relación razonable de
adecuación entre el medio adoptado y el objetivo estatal buscado; y, en un
ejercicio de ponderación, la medida adoptada debe tener el efecto menos gravoso
para el derecho constitucionalmente protegido de la persona afectada.
Ahora bien, en el
caso bajo análisis, el fin motivo de la medida es legítimo (orden público -art.
2 C.P.-, seguridad de los internos). Además, es un fin importante para la
conservación del Estado de derecho. Existe una correspondencia entre el fin
propuesto (la seguridad de los internos) y el medio utilizado (la prohibición
del ingreso de visitantes con cabello sintético). En efecto, el ingreso de
visitantes con cabello sintético al centro carcelario altera las circunstancias
normales de reclusión y crea un factor potencial de alto riesgo en la seguridad
de la cárcel, pues la experiencia carcelaria ha comprobado que el cabello
sintético removible introducido por los visitantes ha sido utilizado para cristalizar
fugas de internos, tal y como lo señalan las directivas del establecimiento
carcelario (folio 9).
Finalmente, la
medida no es demasiado gravosa para los derechos de los internos y de los
visitantes al centro carcelario. En este caso, la medida afectaba en forma
directa a la visitante, pues sobre ella recaía la prohibición señalada. Según
la juez de tutela, la cual verificó personalmente el estado y características
del cabello sintético (folio 4), la madre del accionante "fácilmente pudo
haber obrado ... deshaciendo sus trenzas de las cuales pendía el cabello
sintético". Esto significa que era sencillo remover el cabello señalado y,
por tanto, no significaba una carga excesiva en contra de los derechos de la
visitante.
Se podría alegar
como violado el derecho al libre desarrollo de la personalidad jurídica del
visitante, sin embargo, el accionante no tendría la legitimación para
interponer la tutela por un tercero estando éste habilitado para hacerlo. En
efecto, el artículo 10 del Decreto No. 2591 de 1991 prevé la posibilidad de
impetrar la acción de tutela a través de representante. La Corte Constitucional
ha entendido que "tratándose del representante del peticionario en ejercicio
de la acción de tutela, éste debe ser un abogado habilitado legalmente y
sometido a las reglas que regulan su profesión"4 .
Además, el mismo artículo establece que la acción de tutela puede ser promovida
para agenciar derechos ajenos cuando el titular de los mismos no esté en
condiciones de promover su propia defensa, lo cual no ocurre en este caso, pues
la madre del accionante no tiene ninguna limitación que le impida ejercer su
derecho de defensa.
En ese orden de
ideas, no se presentan violación o amenaza de derecho fundamental alguno pues
se ha corroborado la razonabilidad y proporcionalidad del acto administrativo
en mención. Además, en estricto sentido, en el caso bajo examen no se aplicó la
prohibición prevista por el reglamento, pues fue permitida la visita en contra
de los supuestos de la norma aludida. Las directivas del centro carcelario
acusado permitieron las visitas de la madre del interno, aun con cabello
sintético, pero en la sala de abogados (folio 10), espacio cuyas condiciones de
seguridad disminuían el contenido de riesgo de la visita con cabello sintético,
pues era posible extremar la vigilancia.
En tales
circunstancias, no es admisible el cargo del accionante consistente en la falta
de difusión del reglamento interno del centro carcelario como fundamento de una
violación de un derecho fundamental, puesto que la prohibición no fue aplicada.
Sin embargo, la Corte recuerda a las directivas de los centros carcelarios la
obligación constitucional de la publicidad de la función administrativa, en
virtud del artículo 209 C.P y su desarrollo legal, el artículo 43 C.C.A. Esta
última disposición se debe interpretar adecuada a las circunstancias especiales
de los internos. La publicidad de los reglamentos de las cárceles no se puede
sólo sujetar a la previsión del inciso primero del artículo 43 ibídem, que
señala la publicación se da a través del Diario Oficial, o en diario, gaceta o
boletín que las autoridades destinen a ese objeto o en un periódico de amplia
circulación en el territorio dondes sea competente quien expide el acto. Una
publicidad limitada a lo anterior no cumpliría su función principal en el caso
en concreto: informar el contenido del reglamento interno al interno y al
visitante. Así las cosas, para la publicidad del acto en mención debe
aplicarse, adicionalmente, el segundo inciso del artículo 43 ibídem. La
publicación que desarrolla el inciso segundo citado es la fijación de avisos,
la distribución de volantes, la inserción en otros medios y por bando. Tales
métodos de publicación son las eficaces en las circunstancias carcelarias.
En síntesis, para la
Corte, una medida administrativa de las directivas carcelarias que restrinja
los derechos de los reclusos o de sus familiares, no es constitucional por el
sólo hecho de que ella se inscriba en la órbita de competencia de tales
autoridades. Además ella debe respetar el principio de publicidad, perseguir un
interés constitucionalmente legítimo, guardar una relación razonable de
adecuación entre el medio usado y el objetivo estatal perseguido y, finalmente,
ella debe restringir el derecho protegido de la manera menos gravosa posible.
Ahora bien, en el
caso en concreto es claro que no existió ni existe violación ni amenaza a
ningún derecho fundamental, ya que la protección integral de la familia,
derecho presuntamente violado, no se ve alterada por la legítima imposición de
ciertos requisitos a la visita en el centro carcelario donde se encuentra el
accionante. Es cierto que la medida tiene como destinaria la madre del
accionante, en su carácter de visitante, pero esto no implica una violación o
amenaza de algún derecho fundamental, pues la conducta de la administración es
legítima. Se afirma que tal conducta es legítima porque hace parte del poder de
sujeción especial que se aplica en el caso de los internos por su obligación
especial de purgar una pena o de ejecutar una medida de aseguramiento. Además
las reglamentaciones administrativas fueron razonables y proporcionales.
Finalmente, la prohibición del reglamento carcelario, en estricto sentido, no
fue aplicada, por tanto, no procede la acusación por la presunta falta de
difusión del reglamento interno del centro carcelario, aun cuando la Corte
recuerda a las autoridades carcelarias que es su obligación constitucional dar
a conocer, por medios idóneos, el contenido de tales reglamentos.
En ese orden de
ideas, se confirmará la sentencia revisada.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO: CONFIRMAR la Sentencia proferida por el
Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Tunja dentro del
proceso de la referencia.
SEGUNDO: COMUNICAR a través de la Secretaría
General de la Corte Constitucional el contenido de la sentencia al Juzgado de
Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Tunja, al Director de la
Penitenciaría Nacional de Tunja "El Barne", al Director del Instituto
Nacional Penitenciario y Carcelario -INPEC-, al Ministro de Justicia y del
Derecho, al Defensor del Pueblo.
TERCERO: NOTIFICAR personalmente, a través del
Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Tunja, el contenido de
esta Sentencia al peticionario de la presente tutela.
Notifíquese,
comuníquese, publíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA.
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Corte Constitucional. Sentencia No. T-219 del 9 de junio de 1993.
M.P.: Dr. Antonio Barrera Carbonell.
2 Corte Constitucional. Sentencia No. T-016 del 30 de enero de
1995. M.P.: Dr. José Gregorio Hernández Galindo.
3 Corte Constitucional. Sentencia No. C-071 del 23 de febrero de
1994. M.P.: Dr. Alejandro Martínez Caballero
4 Corte Constitucional. Sentencia No. T-572 del 9 de diciembre de
1993. M.P.: Dr. Fabio Morón Díaz |
298 | T-066-95
Sentencia No
Sentencia No.
T-066/95
LIBERTAD DE
LOCOMOCION-Obstrucción/VIVIENDA-Dificultad
para ingresar/DERECHO A LA INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Núcleo esencial/ACCION
DE TUTELA CONTRA REGISTRADURIA-Oficina en zona residencial
La libertad de
locomoción del accionante, evidentemente vulnerada con las obstrucciones que se
producen en la zona de ingreso a su vivienda por el flujo de personas y
vehículos que requieren del servicio público a cargo de la entidad cuya
conducta es cuestionada, no cuenta con las instalaciones necesarias para
prestarlo adecuadamente sin sacrificar el derecho de los vecinos a entrar y
salir libremente de sus casas, convirtiéndose por lo tanto en la causa
eficiente de dicha perturbación, con lo cual se pone en evidencia la necesaria
relación de causalidad entre su presencia en el lugar y la lesión de los
derechos del accionante que se produce, igualmente y por el mismo motivo, en
relación con el derecho a su intimidad personal y familiar, cuyo núcleo
esencial, como tiene definido la doctrina constitucional, se define como el
espacio intagible, inmune a intromisiones externas sin el consentimiento de su
titular, del que se deduce un derecho a no ser visto o escuchado cuando no se
desea, derecho que se vulnera
DESPACHOS
PUBLICOS-Ubicación/ZONA
RESIDENCIAL
No es la
ubicación de las oficinas de las entidades administrativas la que pone en
peligro a los particulares por posibles ataques terroristas, sino que son la
misma incursión guerrillera o la delincuencia común los que causan este
peligro, lo cual no significa en modo alguno que las autoridades puedan
sustraerse de su obligación de proteger a todos los habitantes en sus vidas,
honra, bienes creencias y demás derechos y libertades, y en relación con
situaciones de eventual peligro, su integridad física y la paz. Por tanto, y
como consecuencia del principio de igualdad en las cargas públicas, siempre que
medie una adecuada protección de las autoridades, el derecho a la vida no se
puede tutelar contra eventos inciertos.
NORMA URBANISTICA-Acatamiento
Si bien las
entidades públicas deben ajustarse a las regulaciones urbanísticas de una
ciudad, como no ocurrió en el caso presente, es el Departamento Administrativo
de Control Urbano de Cúcuta el encargado de aplicar los correctivos necesarios,
y en el evento de promoverse la acción judicial corresponde a la jurisdicción
contencioso administrativa, de manera que no es la acción de tutela el medio
conducente para la protección de los derechos reclamados por existir otros
mecanismos para la defensa judicial.
DERECHO A LA
PAZ/DERECHO A LA SEGURIDAD/ACCION POPULAR
La protección de
los derechos a la paz y a la seguridad por vía de la acción de tutela es improcedente,
pues se trata de derechos colectivos cuya protección se obtiene a través de las
acciones populares. Sólo se accede a la protección al derecho a la intimidad
del accionante y su familia.
REF.: Expediente
No. T-50845
PETICIONARIO:
SHAUKI ISA BRAHIM SUS contra la Delegación Departamental de la Registraduría
Nacional Del Estado Civil para Norte de Santander y Especial de Cúcuta.
TEMA: Derecho a
la Intimidad, Propiedad, a la Vida, Libre Circulación, Derecho a la Familia y a
la Paz.
MAGISTRADO
PONENTE:
Dr. HERNANDO
HERRERA VERGARA
Santa Fe de Bogotá,
febrero veintidos (22) de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional integrada por los Magistrados ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO, FABIO MORON DIAZ Y HERNANDO HERRERA VERGARA procede a
revisar el fallo proferido en primera instancia por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial, Sala Civil de Cúcuta el día 6 de Septiembre de 1994 y la
sentencia de segunda instancia expedida por la Corte Suprema de Justicia, Sala
de Casación Civil, el 10 de octubre de 1994, dentro del proceso de la
referencia.
El expediente llegó
al conocimiento de esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional por
remisión que le hizo la Corte Suprema de Justicia, de acuerdo con lo dispuesto
en el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Con fundamento en
los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991 la
Sala de Selección Número Doce (12) de la Corte Constitucional escogió, para
efectos de revisión, la presente acción de tutela.
I. ANTECEDENTES
El accionante ha
acudido al mecanismo de la tutela, con el fin de que le sean protegidos sus
"derecho de libertad de circulación, propiedad, vida, derecho a la
familia, a la paz y a la intimidad, los cuales se encuentran lesionados, por la
acción de la Delegación Departamental de la Registraduría Nacional del Estado
Civil para Norte de Santander y Especial de Cúcuta, al haber trasladado
arbitrariamente sus oficinas a un inmueble vecino al suyo, infringiendo las
normas urbanísticas de la ciudad, con lo cual, de otra parte, se amenaza el
derecho a la vida y el derecho a la paz de los que allí habitan".
Son fundamentos de
la presente acción de tutela los siguientes:
HECHOS
1. El señor SHAUKI
ISA BRAHIM SUS, es propietario desde hace 23 años de un inmueble situado en el
Barrio Blanco, del sector residencial correspondiente a estrato alto de la
ciudad de Cúcuta, ubicado en la calle 22 No. 0 B-58.
2. En el año de 1991
el Fondo Rotatorio de la Registraduría Nacional del Estado Civil reconstruyó un
inmueble ubicado en la calle 22 No. 0B-86 del menciondado barrio con el fin de
que allí funcionara la Delegación Departamental de la Registraduría
Nacional del Estado Civil para Norte de Santander y Especial de Cúcuta,
inmueble en el que desde el mes de julio de ese año tal despacho atiende al
público que requiere sus servicios, lo cual ha generado un flujo permanente de
personas, vehículos, vendedores ambulantes, plastificadores de cédulas, cuya
presencia se intensifica en época electoral, lo cual ha causado deterioro en el
espacio público y ha hecho que el sector se torne invivible, a juicio del
accionante, por todas las incomodidades que esta situación genera, entre las
cuales también se cuenta la dificultad en el ingreso a los hogares de las
personas que residen en el vecindario.
3. La situación
planteada ha disminuido en forma ostensible el valor comercial de su inmueble y
ha obligado a varias familias del sector a abandonar sus residencias ante la
imposibilidad de vivir tranquilamente, por lo cual se ha demandado la actuación
del Fondo Rotatorio de la Registraduría Nacional del Estado Civil por vía
contencioso administrativa, con el fin de lograr su traslado a otro lugar y de
obtener la indemnización de perjuicios correspondiente.
Durante el trámite
de esta acción, se precisó que se solicitaba la tutela de los derechos como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, que tendría lugar
en caso de producirse un atentado contra la entidad pública demandada, mientras
el juez administrativo falla las acciones que se han instaurado, ordenando el
citado traslado de la Delegación Departamental de la Registraduría y Especial
de Cúcuta del sector que actualmente ocupa.
4. El accionante
presentó acción de tutela el día 23 de agosto de 1994, ante el Tribunal
Superior del Distrito Judicial, Sala Civil de Decisión de la ciudad de San José
de Cúcuta, con el fin de que se le protejan a él y a su familia los derechos
fundamentales que considera violados.
PRETENSIONES
Con fundamento en
los hechos expuestos y en el Decreto 2591 de 1991, el accionante solicita que
le sean protegidos los derechos fundamentales que le han sido lesionados por la
ubicación física en que se encuentran las oficinas de la Delegación Departamental
de la Registraduría Nacional del Estado Civil de Norte de Santander y Especial
de Cúcuta, como son el derecho de libre de circulación, a la propiedad, a la
vida, a la familia, a la paz y a la intimidad.
II. LAS
DECISIONES JUDICIALES QUE SE REVISAN.
A. PRIMERA
INSTANCIA.
El Tribunal Superior
de Distrito Judicial de Cúcuta, previamente al pronunciamiento respectivo,
ordenó recaudar los testimonios de personas vecinas del lugar; solicitó al
Alcalde Municipal de de Cúcuta que ordenara expedir copia del permiso para
construcción, traslado y funcionamiento de la Registraduría Nacional del Estado
Civil hacia el Barrio Blanco; adicionalmente ordenó inspección judicial al
sector.
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial, Sala Civil, de Cúcuta dictó sentencia el 6 de septiembre
de 1994, y resolvió "amparar el derecho de tutela instaurado por el
señor SHAUKI ISA BRAHIM SUS, por la violación a los derechos fundamentales de
libre circulación y a la intimidad" y ordenó al señor Registrador
Nacional del Estado Civil y a sus delegados en la Registraduría Nacional en
Norte de Santander, que en el término de 15 días contados a partir de la
notificación de la sentencia, adoptaran las medidas necesarias para garantizar
los derechos fundamentales tutelados, bien sea mediante la vigilancia prestada
por la Policía Nacional o por una Compañía de Vigilancia Privada.
Adicionalmente
dispuso "no tutelar los derechos constitucionales a la propiedad, a la
paz y la seguridad del peticionario, su familia y los demás vecinos",
por cuanto consideró que aun cuando las propiedades vecinas del sector han
tenido una ostensible merma en su valor comercial, la tutela fue concebida para
brindar amparo eficaz y oportuno ante violaciones o amenazas a los derechos
fundamentales. Afirmó esa Corporación que:
"En el caso
en estudio, es claro que el demandante al igual que todos los vecinos del
sector contaban con medios de defensa judiciales distintos de la acción de
tutela encaminados a obtener el resarcimiento de los perjuicios causados con la
instalación de la Registraduría y entre ellos, debe contarse principalmente el
perjuicio materializado en la desvalorización de sus propiedades. Tanto es así,
que el accionante, instauró ante el Tribunal Contencioso Administrativo del
Norte de Santander, la correspondiente acción contenciosa del Restablecimiento
del Derecho, como se pudo observar en los documentos allegados por el propio
demandante."
Para resolver
favorablemente la tutela de los derechos a la libre circulación y a la
intimidad del accionante, el Tribunal Superior de Distrito Judicial de San José
de Cúcuta, expuso los siguientes argumentos:
"(...) El
derecho a la libre circulación, es innegablemente un derecho fundamental del
individuo que tiene que ver directamente a su propio desarrollo material e
intelectual y que, sencillamente puede definirse como la posibilidad de
desplazarse libremente de un lugar a otro.
En el caso en estudio,
dentro de la actuación de la autoridad, que para el caso lo son los señores
Delegados del Registrador Nacional, no le compete directamente el de estar
pendiente sobre la limitación a este derecho de circulación que imponen a los
vecinos del lugar y de manera concreta los usuarios del servicio público
prestado por la Registraduría, bien de manera personal o con sus vehículos
parqueados frente, no sólo de las oficinas de la Registraduría, sino igualmente
frente a las residencias de los vecinos, debe entenderse que esa limitación a
dicho derecho fundamental, sí se presenta con razón o motivo de la prestación
del servicio y que por lo tanto, resulta no sólo posible sino indispensable
adoptar medidas viables que organicen externamente la prestación del servicio,
faciliten el acceso a las propias dependencias y no hagan nugatorio este
derecho a los propios residentes del sector.
De la misma
manera debe predicarse sobre el derecho a la intimidad, pues, es igualmente
cierto que las conductas de los particulares que como usuarios del servicio
público prestado por la Registraduría, realizan y que traspasan los límites de
la intimidad particular o familiar, no son directamente conductas imputables a
los Delegados del Registrador Nacional, si se presentan con razón de la
ubicación en el lugar de las oficinas de la Registraduría Nacional del Estado
Civil por motivo de la prestación del servicio y por lo tanto, debe entenderse
que sí se hace necesario adoptar medidas que garanticen y preserven la
necesaria a la que todo individuo y toda unidad familiar tiene
derecho(...)"
La sentencia fue
impugnada por el accionante al no compartir los criterios con que se tutelaron
unos derechos y se negaron los restantes. Fundamentó su impugnación en los
mismos argumentos de la demanda inicial.
B. SEGUNDA
INSTANCIA.
La Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, dictó sentencia el 10 de octubre de 1994, y
resolvió confirmar la sentencia de primera instancia con los siguientes
argumentos:
"(...) En
las grandes concentraciones de población y porque así lo demanda el interés
general, los inmuebles no pueden ser utilizados al arbitrio de sus dueños
poseedores o tenedores, pues su destinanción se haya sometida a reglamentos de
zonificación y planes reguladores destinandos unos y otros a imprimirle al
suelo posibilidades restringidas de uso para el bienenstar de la comunidad que
implican deberes sociales y limitaciones de obligatoria observancia para los
particulares y para las entidades estatales sin excepción, habida cuenta que, entender
lo contrario, supone sin más ignorar el categórico mandato del inciso segundo
del artículo 82 de la Constitución Política y hacer de la planeación urbana un
catálogo de ilusorios propósitos sin vigencia en la realidad.
No pueden las
entidades públicas pasar por alto las regulaciones urbanísticas de una ciudad
dadas las serias consecuencias que de este censurable comportamiento se
derivan, de las cuales, el presente caso suministra un elocuente ejemplo. Ni de
otra parte aquellas entidades encargadas de asegurar la obligatoriedad de tales
reglamentos, en guarda del interés general, eludir o dejar de aplicar
oportunamente los medios coactivos establecidos en la ley para garantizar la
ordenación urbanística haciendo uso de los poderes de policía de los que son
titulares para hacer efectiva contra los infractores la responsabilidad por
transgresiones urbanísticas ya consumadas, sino también para que con celeridad
se tomen las medidas convenientes en procura de subsanar las injustificadas
desviaciones que las infracciones llevan consigo, restaurándose así el imperio
integral de la ordenación administrativa del uso del suelo urbano.(...)"
"(...)
cuando la afectación de la tranquilidad, en determinadas circunstancias o
situaciones concretas, conlleva la vulneración o amenza de violación de un
derecho fundamental como la vida o la intimidad, puede ser protegida a través
del mecanismo de tutela; se produce así una especie de absorción del derecho a
la tranquilidad por el derecho constitucional fundamental que requiere la
protección". (T 325 de 1993)
(...)
Finalmente, no
sucede lo mismo con la libertad de locomoción del accionante, evidentemente
vulnerada con las obstrucciones que se producen en la zona de ingreso a su
vivienda por el flujo de personas y vehículos que requieren del servicio
público a cargo de la entidad cuya conducta es cuestionada, que como ya se
dijo, no cuenta con las instalaciones necesarias para prestarlo adecuadamente
sin sacrificar el derecho de los vecinos a entrar y salir libremente de sus
casas, convirtiéndose por lo tanto en la causa eficiente de dicha perturbación,
con lo cual se pone en evidencia la necesaria relación de causalidad entre su
presencia en el lugar y la lesión de los derechos del accionante que se
produce, igualmente y por el mismo motivo, en relación con el derecho a su
intimidad personal y familiar, cuyo núcleo esencial, como tiene definido la
doctrina constitucional, se define como el espacio intagible, inmune a
intromisiones externas sin el consentimiento de su titular, del que se deduce
un derecho a no ser visto o escuchado cuando no se desea, derecho que se
vulnera cuando como en el presente caso sucede, de acuerdo con los testimonios
rendidos durante el trámite de la presente acción, los usuarios de los servicios
públicos a cargo de la Registraduría penetran en la propiedad del accionante,
permanecen en la terraza de acceso a su casa e incluso satisfacen allí sus
necesidades fisiológicas, de manera que el derecho a la intimidad también habrá
de recibir protección por este medio, sin que le sea dado a esta Corporación
tomar medidas adicionales a las dispuestas por el Tribunal, pues de acuerdo con
criterios atrás expuestos, es a las autoridades administrativas, en ejercicio
de las funciones que le son propias, a quienes les corresponde adoptar con
prontitud las medidas que de acuerdo con disposiciones de vigencia tanto
nacional como local, sean procedentes para darle solución definitiva a la
deplorable situación de la cual da cuenta este expediente(...)"
Esa Corporación no
accedió a la protección del derecho a la vida, pues consideró que la amenaza
por un posible atentado guerrillero es un riesgo que se ve disminuido por la
presencia de la fuerza pública. Tampoco tuteló el derecho a la propiedad por
existir otros mecanismos para el eventual reconocimiento de las pretensiones
indemnizatorias.
D. Remisión del
expediente a la Corte Constitucional
Una vez resuelta la
impugnación presentada por el accionante, la Corte Suprema de Justicia, en su
Sala de Casación Civil, dando cumplimiento a lo dispuesto por el inciso 2o. del
artículo 31 del Decreto 2591 de 1991, remitió el expediente a esta Corporación
para efectos de su eventual revisión, Después de haber sido seleccionada y
repartida, entra a la Sala Sexta de Revisión a estudiar y fallar el asunto de
la referencia.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
PRIMERA.
COMPETENCIA.
La Corte
Constitucional es competente, a través de esta Sala de Revisión, para proferir
sentencia en relación con la providencia dictada por la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, con fundamento en lo dispuesto por los
artículos 86, inciso tercero y 241 numeral 9o. de la Constitución Nacional.
SEGUNDA. EL
ASUNTO SOMETIDO A REVISION.
El accionante acudió
a la tutela con el fin de obtener la protección de los derechos a la propiedad;
a la vida, intimidad, libre circulación y a la paz suyos, de su familia y de
los demás vecinos del sector; y el derecho a la familia, los cuales considera
vulnerados como consecuencia de la instalación de las oficinas de la
Registraduría Nacional Del Estado Civil para Norte de Santander y Especial de
Cúcuta.
Esta Corporación ha
tenido oportunidad de pronunciarse acerca de la improcedencia de la acción de
tutela respecto al cierre o traslado de oficinas de entidades públicas, tal
como lo expresan tanto el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Cúcuta,
como la Corte Suprema de Justicia, la cual, además sustenta su decisión en
jurisprudencia emanada de la Corte Constitucional, quien ha expresado lo
siguiente sobre el punto mencionado:
"La
Constitución declara solemnemente en su Preámbulo que los fines buscados por el
Constituyente al sancionarla y promulgarla no son otros que los de
"fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida,
la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la
libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que
garantice un orden político, económico y social justo", expresiones todas
estas que consagran el bien común como fundamento de la sociedad y del Estado.
El artículo 1o.
de la Carta desarrolla esta voluntad del Constituyente cuando, al enunciar los
fundamentos del Estado Social de Derecho, incluye la prevalencia del interés
social general como una de las características esenciales de la organización
política.
Los órganos que
integran las ramas del poder público y las demás dependencias del Estado han de
tener este principio constitucional como criterio básico en el ejercicio de sus
atribuciones y competencias.
La actividad de
la administración pública, en todos sus niveles, tiene que cumplirse, entonces,
dentro de una perspectiva en la que no se pierda de vista y, por el contrario,
se persiga de manera constante y prioritaria el beneficio colectivo, con la
óptica social que lo anteponga a intereses individuales o de grupo.
Tal es la
concepción que debe presidir toda actuación de los funcionarios del Estado y
para el caso que nos ocupa, de los miembros de la Fuerza Pública, concretamente
de la Policía Nacional, cuya función esencial consiste en asegurar a todos los
habitantes del territorio nacional la convivencia pacífica, al igual que la
protección a todas las personas en su vida, honra, bienes y demás derechos y libertades,
para lo cual dispone de los recursos y los instrumentos necesarios para repeler
cualquier tipo de agresión o ataque que afecte tales derechos. No podrá
entonces preferirse la protección de unos intereses particulares en desmedro
del interés general que asiste a toda la colectividad."1 (subrayado
fuera del texto)
Además, como también
lo ha manifestado la Corte Constitucional, no es la ubicación de las oficinas
de las entidades administrativas la que pone en peligro a los particulares por
posibles ataques terroristas, sino que son la misma incursión guerrillera o la
delincuencia común los que causan este peligro, lo cual no significa en modo
alguno que las autoridades puedan sustraerse de su obligación de proteger a
todos los habitantes en sus vidas, honra, bienes creencias y demás derechos y
libertades, y en relación con situaciones de eventual peligro, su integridad
física y la paz. Por tanto, y como consecuencia del principio de igualdad en
las cargas públicas, siempre que medie una adecuada protección de las
autoridades, el derecho a la vida no se puede tutelar contra eventos inciertos.
Sobre el particular ha dicho la Corporación:
"En cuanto
al asunto en sí, considera esta Corporación que el peligro para la población de
Santo Domingo no se origina en la presencia de la Policía Nacional o en la
construcción de su cuartel, sino en la presencia de grupos armados irregulares
y en la posibilidad de que éstos ataquen al poblado. En caso de presentarse
ésta ultima eventualidad, no solo estarían en peligro de muerte violenta o daño
físico los habitantes del sector en que se encuentre el cuartel policial, sino
todos los vecinos del Municipio -incluyendo a los de la Caja Agraria, Juzgados,
Alcaldía y otros blancos casi cotidianos de los grupos guerrilleros-. Para
proteger a la población en caso de ataque armado es que la Policía Nacional
debe contar con la infraestructura necesaria y el cuartel, indudablemente, hace
parte de ella. De no construirse en la calle en que habitan los petentes,
habría que hacerlo en otro lugar del casco urbano donde los vecinos tendrían
las mismas aprensiones que los accionantes y, también en ese hipotético caso,
los vecinos inmediatos habrían de aceptar la vecindad del cuartel, en aras de
hacer posible la protección de toda la población.
No debe
olvidarse, finalmente, la situación actual de violencia en que se encuentra
sumido el territorio nacional, y que colocan al ciudadano en unas condiciones
de permanente riesgo en cuanto a las amenazas contra sus derechos
fundamentales, y en especial contra su vida e integridad personal, factor de
especial importancia al momento de entrar a determinar la mayor afección de
unos derechos respecto a otros, como sucede en el asunto materia de revisión."2
En el caso presente,
el posible riesgo de atentado se ve disminuido, como lo señaló la Corte Suprema
de Justicia, por la presencia permanente de la fuerza pública en el sector.
En cuanto a los
perjuicios económicos que haya podido sufrir el accionante, que implican una
posible violación a su derecho de propiedad como consecuencia de la ubicación
de las oficinas de la Registraduría en ese sector, el Tribunal Superior de
Cúcuta negó acertadamente la tutela, debido al carácter subsidiario de esta
acción, pues existe otro mecanismo de defensa judicial , el cual se ejerció en
su oportunidad por el accionante, para los efectos de solicitar el
resarcimiento de los perjuicios que se le pudieron causar, y cuyo proceso se
encuentra en curso; razón por la cual esta Corporación acoge los argumentos que
sobre el asunto sub-examine fueron expuestos por la Sala de Casación Civil de
la Corte Suprema de Justicia.
En relación con la
posible violación del Código de Urbanismo y demás disposiciones vigentes por
parte de la Registraduría, el Tribunal Superior de Cúcuta consideró que también
existen otros mecanismos de defensa, tanto en la vía gubernativa como ante la
jurisdicción contencioso administrativa. La Corte Suprema de Justicia agregó
que si bien las entidades públicas deben ajustarse a las regulaciones
urbanísticas de una ciudad, como no ocurrió en el caso presente, es el
Departamento Administrativo de Control Urbano de Cúcuta el encargado de aplicar
los correctivos necesarios, y en el evento de promoverse la acción judicial
corresponde a la jurisdicción contencioso administrativa, de manera que no es
la acción de tutela el medio conducente para la protección de los derechos
reclamados por existir otros mecanismos para la defensa judicial.
De otro lado, como
lo señala la Corte Suprema de Justicia, la protección del espacio público debe
promoverse a través de las acción popular consagrada en el artículo 88 de la
Constitución Política. Sin embargo, al encontrarse desprotegido el derecho a la
tranquilidad del accionante y de su familia por la presencia permanente de
personas y de vehículos, como consecuencia de la ubicación de la Registraduría
en ese sector, este derecho, así como el de permitir la libre locomoción, deben
ser tutelados.
Sobre el particular,
es pertinente la cita que hizo la Corte Suprema de Justicia en la providencia
materia de revisión, cuando expuso:
"El derecho
de las personas a la tranquilidad es materia propia de la normatividad
constitucional, como se infiere del preámbulo que, al señalar los elementos
estructurales del nuevo orden constitucional, alude a la convivencia y a la
paz, que constituyen el sustento de la tranquilidad, lo cual se reitera más
adelante en los artículos 2o, 15, 22, 28, 95, numeral 6o y 189, numeral 4 de la
Carta, aunque de manera expresa el constituyente no consagró la tranquilidad
como un derecho constitucional fundamental.
No obstante,
cuando la afectación de la tranquilidad, en determinadas circunstancias o
situaciones concretas, conlleva la vulneración o amenaza de violación de un
derecho fundamental, vgr. la vida o la intimidad, puede ser protegida a través
del mecanismo de la tutela; se produce así, una especie de absorción del
derecho a la tranquilidad por el derecho constitucional fundamental que
requiere la protección"3
Resta destacar que
el artículo 6o. numeral 3o. del Decreto 2591 de 1991 consagra que la protección
de los derechos a la paz y a la seguridad por vía de la acción de tutela es
improcedente, pues se trata de derechos colectivos cuya protección se obtiene a
través de las acciones populares. Sobre el particular ya se pronunció esta
Corporación, mediante sentencia No. T-008 del 18 de mayo de 1992, con ponencia
del Magistrado Fabio Morón Díaz.
El derecho a la
familia del accionante no se considera vulnerado, pues en ningún momento la
conducta de la Registraduría o de las personas que la visitan en busca de sus
servicios, impiden su constitución o permanencia. Sólo se accede a la
protección al derecho a la intimidad del accionante y su familia, en los
términos de los fallos que se revisan, y por las razones anteriormente
expuestas.
Por todo lo
anterior, la Corte Constitucional procederá a confirmar los fallos del Tribunal
Superior de Distrito Judicial de Cúcuta, Sala Civil, y el fallo de la Corte
Suprema de Justicia del 10 de octubre de 1994, en cuanto tutelaron la libertad
de locomoción y el derecho a la intimidad del accionante y su familia, y en
cuanto no accedieron a la tutela de los derechos de propiedad, a la paz y a la
seguridad del peticionario, su familia y demás vecinos.
IV. DECISION.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO: Confirmar las sentencias dictadas por la
Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cúcuta el 6 de
septiembre de 1994, y por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil,
del 10 de octubre de 1994, en cuanto ordenaron la tutela de los derechos a la
intimidad y a la libertad de locomoción del accionante y su familia, y negaron
la tutela de los demás derechos invocados en la demanda.
Notifíquese,
cópiese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Sentencia No. T-102 de 1993. Magistrado Ponente: Doctor Carlos
Gaviria Díaz
2 Sentencia No. T-102 de 1993. Magistrado Ponente: Doctor Carlos
Gaviria Díaz.
3 Sentencia No. T-325 de 1993. Magistrado Ponente: Doctor Antonio
Barrera Carbonell |
299 | T-067-95
Sentencia No
Sentencia No. T-067/95
PROCESO LABORAL-Indemnización compensatoria
La no petición
subsidiaria de la compensación en dinero por el demandante en el proceso
ejecutivo laboral por obligación de hacer llevó al juzgado y al Tribunal a
proceder con sujeción a lo dispuesto en el artículo 495 inciso 3o. del Código
de Procedimiento Civil, según el cual "deberá darse por terminado el
proceso" por la circunstancia antes anotada, razón por la cual sobre este
aspecto la Corte estima que dichas decisiones no son contrarias al debido
proceso, y estuvieron fundadas en las disposiciones legales mencionadas.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA/SENTENCIA-Cumplimiento/REINTEGRO AL CARGO
Es procedente la
acción de tutela con el fin de obtener el cumplimiento de un fallo judicial, y
que efectivamente se acate la decisión del juez, por cuanto el derecho
fundamental de acceder a la administración de justicia, tiene su sustento en
una norma de rango constitucional, de manera que su desconocimiento comporta la
violación de la misma, en cuanto el incumplimiento de la providencia judicial
que ordena el reintegro implica la violación del derecho al trabajo de una
persona y el acceso a la administración de justicia en aquellos casos como el
que se examina, el accionante se encuentra en estado de subordinación e
indefensión frente a su empleador, razón por la cual la tutela de estos
derechos es el mecanismo adecuado para su protección. Cabe observar que el
presente asunto no versa sobre reclamo de reintegro del trabajador que
generalmente corresponde decidir a la justicia laboral, sino más bien de que a
través del mecanismo de la acción de tutela se haga efectivo el cumplimiento de
la providencia judicial. No puede olvidarse que las autoridades de la República
están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia en
su vida, honra, bienes, creencias y "demás derechos", y uno de esos
derechos es precisamente el que emana de la providencias judiciales debidamente
ejecutoriadas, a través de las cuales se ordena el reintegro al trabajo como
derecho fundamental (artículo 25 C.P.) como una obligación que debe gozar en todas
sus modalidades de la especial protección del Estado.
PRESTACIONES
SOCIALES-Pago/ACCION DE
TUTELA-Improcedencia/MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL
No es de recibo
ordenar el pago de los salarios, incrementos legales, afiliación al I.S.S. y
prestaciones dejadas de percibir, solicitados por el accionante ya que de
dichos conceptos, es improcedente la acción de tutela, toda vez que con
relación a los mismos, existen otros medios de defensa judicial para dirimir y
decidir dicha controversia, con fundamento en las pruebas relativas al monto de
los salarios, base de liquidación y a los derechos que surjan de la seguridad
social del trabajador, sin que haya lugar a decretarlos a través de este medio
judicial ni a la condena en costas solicitado en la demanda de tutela.
REFERENCIA:
EXPEDIENTE No. T - 51.813
ACCIONANTE:
Alexander Tenorio.
TEMA:
Acción de tutela como mecanismo
para obtener el cumplimiento
de sentencias.
MAGISTRADO
PONENTE:
Dr.
HERNANDO HERRERA VERGARA.
Santa Fe de Bogotá, febrero veintidós (22)
de mil novecientos noventa y cinco (1995).
La Sala Sexta de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los Magistrados ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO,
FABIO MORON DIAZ y HERNANDO HERRERA VERGARA, procede a revisar los fallos
proferidos por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala Penal,
el día diez y seis (16) de septiembre de 1994, y por la Corte Suprema de
Justicia el día diez y nueve (19) de octubre del mismo año.
El negocio llegó al conocimiento de esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional por la vía ordinaria, en virtud de
la remisión que hizo la Corte Suprema de Justicia, de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Con fundamento en los artículos 86 de la
Constitución Política, y 33 del Decreto 2591 de 1.991, la Sala de Selección
Número Once (11) de la Corte Constitucional escogió, para efectos de revisión,
la presente acción de tutela.
I. ANTECEDENTES
Alexander Tenorio, en su propio nombre,
instauró acción de tutela contra los directivos de la empresa LLOREDA GRASAS
S.A. Armando Lloreda Zamorano y María Claudia Gómez, Representante Legal y
Gerente de Relaciones Industriales Laborales respectivamente, y contra la Juez
Cuarto Laboral del Circuito de Cali y el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de la misma ciudad, Sala Laboral, con el fin de que se le protejan los
derechos fundamentales al trabajo, a la seguridad social, al salario y a la
estabilidad en el empleo, e invoca los artículos 25 y 53 de la Constitución
Política, para que le sean tutelados el derecho a la prevalencia del derecho
sustancial sobre el procesal, según lo dispone el artículo 228 de la Carta; y
para que se le protejan también los derechos al debido proceso y a la cosa
juzgada, al imperio de la ley y al acceso a la administración de justicia, en
virtud del mandato contenido en los artículos 29, 121, 229 y 230 de la
Constitución Política.
El accionante fundamenta la solicitud en
los siguientes
H E C H O S:
1. "El juzgado 4 Laboral del
Circuito de Cali, mediante sentencia No. 94 proferida el 29 de junio de 1993,
ordenó a la empresa LLOREDA GRASAS S.A. mi reintegro al cargo que tenía el 25
de abril de 1992 fecha en que injusta e ilegalmente fuí despedido y, al pago de
los salarios desde la fecha del despido hasta el día del reintegro".
(...)
Esta sentencia quedó
ejecutoriada, pues contra ella no se interpuso recurso legal alguno por parte
del apoderado de la sociedad demandada.
2. Afirma el accionante que "La
empresa LLOREDA GRASAS S.A. y sus directivos incumplieron totalmente la
sentencia, negándose en todo momento a reintegrarme y pagarme salarios"
y que por tal razón, "(...) hice uso del derecho que me conceden las
normas procesales de solicitar el cumplimiento de la sentencia mediante un
proceso de ejecución que en este caso era mixto: Obligación de HACER (Orden de
reintegro) y obligación de Pagar (Salarios) (...)", demanda que
presentó ante el mismo Juzgado 4° Laboral del Circuito de Cali.
3. El apoderado de la empresa, después de la
notificación del auto o mandamiento de pago, no interpuso recurso alguno como
tampoco formuló excepciones; solamente hasta el 10 de noviembre de 1993, afirma
el accionante, hizo "consideraciones personales" mediante
escrito dirigido al Juzgado acerca de la sentencia que ordenó a la empresa el
reintegro, "(...) donde se deduce que su representada no cumplirá la
sentencia".
En el mismo sentido,
afirma el demandante, se expresó la Jefe de Relaciones Industriales de LLOREDA
GRASAS S.A., MARIA CLAUDIA GOMEZ, en declaración que rindió ante la Juez Cuarto
Laboral del Circuito de Cali.
4. En la demanda de tutela, el accionante
manifiesta lo siguiente:
"El 27 de
abril de 1994 y después de más de 7 meses de solicitar al juzgado 4° laboral
del circuito de Cali la efectividad de la sentencia, mediante el trámite de un
proceso ejecutivo, este despacho en un hecho que considero inusual
jurídicamente, profirió el auto #393 por medio del cual dió por terminado EL
"PRESENTE PROCESO EJECUTIVO" con el argumento de que ante la negativa
de la empresa a reintegrar al trabajo y pagarme los salarios únicamente
procedía la indemnización compensatoria, pero que al no estar solicitado en la
demanda ejecutiva el pago de PERJUICIOS COMPENSATORIOS el proceso llegaba a su
final y se daba por terminado!"
5. El accionante apeló ante el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali la decisión contenida en el auto No. 393
de fecha 27 de abril de 1994, por considerar que ese Despacho "igualmente
vulneró por las vías de hecho judiciales mi derecho fundamental al trabajo, al
salario, a la seguridad social, a la estabilidad en el empleo y demás derechos
(...)".
5. Al resolver el recurso de apelación, el
citado Tribunal Superior en providencia de fecha 28 de junio de 1994 revocó el
auto recurrido, y en su lugar dio por terminado el proceso ejecutivo respecto
de la obligación de hacer -orden de reintegro-.
6. Afirma el demandante en su escrito de
tutela que "Esta providencia del tribunal de fecha junio 28//94 me hizo
una exigencia procedimental que no consagra la Constitución Nacional, ni el
código sustantivo del trabajo ni los tratados internacionales que versan sobre
derechos laborales", consistente en no haber solicitado
subsidiariamente los perjuicios compensatorios en la correspondiente demanda
ejecutiva.
Contra la
providencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala Laboral,
la apoderada del accionante interpuso recurso de súplica y propuso su nulidad,
las cuales fueron resueltas desfavorablemente.
P R E T E N S
I O N E S
Con fundamento en los hechos expuestos, el
accionante solicita:
a.- Que se suspenda la aplicación del auto No. 393
proferido por el Juzgado 4° Laboral del Circuito de Cali el 27 de abril de
1994, y del auto No. 019 del 28 de junio de 1994 emanado de la Sala de Decisión
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali.
b.- Que se ordene a los particulares ARMANDO LLOREDA
ZAMORANO y MARIA CLAUDIA GOMEZ a cumplir la orden impartida en la sentencia No.
94 del 29 de junio de 1993 del Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali
consistente en el reintegro a su cargo de operario de empacadoras, y a que le
cancelen los salarios desde el 25 de abril de 1992 hasta el día del reintegro
efectivo al trabajo con los incrementos legales y demás derechos derivados del
trabajo.
c.- Que se ordene a la Sala de Decisión Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali o al Juzgado 4° Laboral del Circuito
de Cali cumplir con el debido proceso y a tramitar el proceso ejecutivo por
obligación de hacer y de pagar una suma líquida de dinero en concordancia con
las normas laborales.
d.- Que se condene en costas a los directivos de la
empresa LLOREDA GRASAS S.A.
II. LA DECISIONES JUDICIALES QUE SE
REVISAN.
a. Primera Instancia. Sentencia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali.
Con respecto a la demanda de tutela
promovida por el actor, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali,
mediante sentencia fechada el 8 de septiembre de 1994, resolvió tutelar el
derecho fundamental al trabajo, ordenando a la empresa LLOREDA GRASAS S.A. al
reintegro en los términos que reza la Sentencia 94 del 29 de junio de 1993 del
Juzgado 4° Laboral del Circuito de Cali, en un plazo de 48 horas. Para
fundamentar su decisión, la citada Corporación consideró:
1. "El
estudio pormenorizado de los hechos en que se fundamenta la presente acción de
tutela, suministra válidos argumentos para considerar que las pretensiones del
actor, se encuentran atendidas con el eficaz logro judicial a través de dos
instancias proferidas en favor del trabajador que actuó como demandante por
conducto de apoderado judicial, la primera de las cuales ordenó el reintegro y
pago de los salarios dejados de devengar hasta la fecha en que se cumpliera lo
ordenado en la sentencia 094 de 29 de junio de 1993. Por este aspecto la tutela
no es procedente en cuanto se refiere a pronunciamiento judicial de 1a y
2a instancia que goza de legitimidad al constituir una decisión que
adquiere el carácter de res iudicata que no tiene la posibilidad legal de
desvirtuarse por vía de tutela".
2. "(...)
debe entender la Sala que la acción propuesta por el señor Alexander Tenorio tiene
vocación de prosperar en virtud de encontrarnos frente a una circunstancia
especialísima relacionada con la existencia de pronunciamiento judicial que ha
reconocido el derecho al reintegro del trabajador en las 'mismas condiciones de
empleo de que gozaba al momento de ser desvinculado por la Empresa Lloreda
S.A.' según reza la sentencia del Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali
(...)".
Es evidente que
los efectos jurídicos favorables al trabajador contenidos en el anterior
pronunciamiento no han logrado que la empresa Lloreda Grasas S.A. acate y
cumpla el mandato legal que la sentencia comprende y desde esa perspectiva cabe
afirmar que en el evento de autos continúa vulnerándose el derecho del
trabajador por cuanto la pretensión que aspira a cristalizar el tutelista se
orienta a obtener de manera efectiva y real su reingreso a la actividad laboral
que desempeñaba en la empresa demandada. Es que su alegación sustancial
endereza a lograr mantener una actividad laboral permanente en orden al sustento
de su familia y sus menores hijos, posibilidad que no se agota en modo alguno
con el reconocimiento pecuniario finalmente dispuesto en la sentencia de
segunda instancia al ordenar el pago de los salarios dejados de percibir,
dejando al albur su estabilidad laboral legalmente reconocida en la sentencia
inicialmente proferida por el Juzgado Cuarto Laboral del Circuito y
pertinazmente desconocida por la empresa demandada. El vacío de la ley laboral
en este aspecto, según se desprende de las resultas de las litis laborales
planteadas, no se colman en justicia con la aplicación analógica de la ley
procesal civil cuyo perfil y connotación apunta a intereses de orden privado
que difieren en grado sumo del derecho fundamental al trabajo (...)"
3. "Se
trata en consecuencia de hacer efectivo el derecho fundamental realmente
desconocido con la actitud remisa de la Empresa Lloreda Grasas S.A. en el
acatamiento de una sentencia legalmente proferida que ordenaba el reintegro del
trabajador Alexander Tenorio a la sede de su trabajo y del cual fue
injustamente despedido, disponiéndose por medio de este fallo el cumplimiento
de la sentencia 29 de 1993 proferida por el Juzgado Cuarto Laboral del Circuito
(...)".
El anterior fallo fue impugnado por la
accionada, por considerar que la providencia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Cali que tuteló los derechos del accionante contiene criterios
equivocados de Derecho Público y de interpretación procesal que deberán
ajustarse a derecho mediante la revocatoria total del proveído.
b. Segunda instancia. Sentencia de la
Corte Suprema de Justicia.
La Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Penal, mediante sentencia fechada el 19 de octubre de 1994, resolvió
revocar la providencia proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Cali, Sala Penal, y denegar al accionante el amparo de todos los derechos
demandados, con fundamento en las siguientes consideraciones:
1.- La
improcedencia del amparo tutelar frente a particulares, como en el caso que
ocupa la atención de la Sala, ha sido declarada reiteradamente por la Corte
Constitucional al considerar que el reintegro, pago de salarios,
indemnizaciones y demás prestaciones sociales que le puedan corresponder a un
trabajador, solo pueden ser reclamados a través de acciones ordinarias ante
Juez competente.
Con relación a la
obligación de hacer -reintegro- la citada colegiatura en sentencia T-496 de
fecha 29 de octubre de 1993, siendo Magistrado ponente el doctor Alejandro
Martínez Caballero, puntualizó:
'Pero si el destinatario del cumplimiento
de la obligación es un particular, el medio para hacer efectivo el derecho ya
reconocido a través de un pronunciamiento judicial, es el proceso ejecutivo
laboral consagrado en el artículo 100 del Código Procesal del Trabajo (...)'.
Cuando de fallos judiciales o laudos
arbitrales se desprenden obligaciones distintas de las de entregar sumas de
dinero, la parte interesada podrá pedir su cumplimiento por la vía ejecutiva de
que trata este capítulo, ajustándose en lo posible a la forma prescrita en los
artículos 987 y siguientes del código judicial según el caso".
"(...)".
"Por esta vía se arrima a la siguiente
conclusión: ...Si se trata de un particular, por el contrario, no es
procedente la tutela porque existe otro medio judicial de defensa tan efectivo
como la acción de tutela, que permite incluso la práctica de medidas
preventivas como el embargo y secuestro para garantizar el cumplimiento de la
obligación (negrillas y subrayas de la Sala)".
(...)
"En el
presente caso, ALEXANDER TENORIO obtuvo de la Jurisdicción Laboral, fallo
favorable a sus pretensiones, en el que se condenó a LLOREDA GRASAS S.A., al
reintegro del demandante en las mismas condiciones de empleo de que gozaba al
momento de ser desvinculado y al pago de los salarios dejados de percibir desde
el 25 de abril de 1992 hasta que se efectuara el reintegro. Por otra parte se
autorizó a la empresa demandada para descontar la suma pagada a ALEXANDER
TENORIO por concepto de cesantía e indemnización por despido...
La sentencia no
fue recurrida por las partes, luego hizo tránsito a cosa juzgada, constituyendo
a su vez título ejecutivo en favor del trabajador.
En cuanto a las
providencias dictadas ya dentro del juicio ejecutivo y que en el fondo son las
atacadas por el accionante, ninguna vía de hecho se ha presentado en ellas....
"(...)".
"Conclúyese de
todo lo anterior, que si bien es cierto el reintegro de ALEXANDER TENORIO a su
empleo fue ordenado mediante sentencia judicial ejecutoriada, este optó por la
vía del proceso ejecutivo y el hecho de que los juzgadores de instancia hayan
decidido adversamente a la pretensión principal de reintegro, en ejercicio de
su función juzgadora y en aplicación de las normas vigentes sobre la materia,
no puede afirmarse que incurrieron en vía de hecho, única posibilidad que le
permite al juez de tutela el amparo del derecho fundamental del debido proceso,
sino que se observó plenamente el mandato constitucional previsto en el
artículo 29 de la Carta Política, es decir, ejercitó su derecho de defensa y de
recurrir las decisiones desfavorables".
"Finalmente,
el accionante recurrió a la Fiscalía General de la Nación con el fin de
reclamar sus derechos (perjuicios) ante la conducta asumida por el Gerente de
LLOREDA GRASAS S.A., es decir, por un presunto fraude a resolución judicial,
proceso en el que cuenta con todos los recursos para hacer valer su derecho de
defensa, motivo adicional para declarar la improcedencia de esta acción de
tutela, tal como lo preceptúa el numeral 1° del artículo 6° de Decreto 2591 de
1991".
C. Remisión del Expediente a la Corte
Constitucional.
La Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, en cumplimiento de lo dispuesto por el inciso 2o. del
artículo 31 del Decreto 2591 de 1.991, remitió el expediente a esta Corporación
para efectos de su eventual revisión. Después de haber sido seleccionada,
procede la Sala Sexta de Revisión, a la que correspondió en reparto a resolver
el asunto de la referencia.
III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL.
PRIMERA. COMPETENCIA.
La Corte Constitucional es competente, a
través de esta Sala de Revisión, para proferir sentencia en relación con las
providencia dictadas por el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Cali y
por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, con fundamento en lo
dispuesto en los artículos 86, inciso tercero, y 241 numeral 9o. de la
Constitución Nacional, y por los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de
1.991.
SEGUNDA. EL CASO OBJETO DE REVISION.
El accionante ALEXANDER TENORIO presentó
acción de tutela con el fin de obtener la protección de los derechos
fundamentales al trabajo, al salario, a la estabilidad laboral y a la seguridad
social, que considera vulnerados por parte de la demandada, consagrados en la
Constitución Política respectivamente.
La presente acción de tutela tiene
fundamento en el posible desconocimiento del fallo proferido por el Juzgado
Cuarto Laboral del Circuito de Cali de 29 de junio de 1993, que ordenó el
reintegro del señor ALEXANDER TENORIO al cargo que ocupaba en la Sociedad
LLOREDA GRASAS S.A., y en las mismas condiciones que gozaba cuando fue
desvinculado unilateralmente por la compañía empleadora, al pago de los
salarios dejados de percibir desde el día 25 de abril de 1992, fecha de su
desvinculación, hasta su reintegro efectivo, autorizando a la demandada a
descontar la sumas pagadas por concepto de cesantías e indemnización por
despido; además se condenó en costas a LLOREDA GRASAS S.A. El señor ALEXANDER
TENORIO solicitó el cumplimiento coercitivo del citado fallo mediante un
proceso ejecutivo laboral, cuyas pretensiones fueron el acatamiento de la orden
de reintegro (obligación de hacer), y el pago de los salarios dejados de
percibir durante el tiempo de su desvinculación (obligación de dar).
El accionante considera que se vulneraron
los derechos fundamentales anteriormente citados, cuando la Juez Cuarto Laboral
del Circuito de Cali resolvió, con fundamento en el inciso 3o. del artículo 495
del Código de Procedimiento Civil, dar por terminado el proceso ejecutivo,
cancelar su radicación y archivar el expediente, argumentando que "la
parte ejecutada no dio cumplimiento a la prestación inicial -reintegro del
señor Alexander Tenorio- y la parte ejecutante se abstuvo de solicitar en su
demanda ejecutiva y en la debida oportunidad el correspondiente resarcimiento
en dinero." También considera que se desconocieron sus derechos cuando
el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Cali, Sala Laboral, revocó tal
decisión parcialmente, y resolvió "dar por terminado el proceso
ejecutivo respecto de la obligación de hacer -orden de reintegro-,
disponiéndose en su lugar el pago de los salarios dejados de percibir hasta la
fecha de este proveído, más las costas del ordinario laboral que dió orígen
(sic) al presente título ejecutivo".
Para entrar a decidir, esta Sala de Revisión
debe hacer unas consideraciones previas a los aspectos jurídicos objeto de
acción de tutela:
A. DERECHO AL TRABAJO Y ACCION DE
REINTEGRO.
La Carta Política de 1991 elevó a canon
constitucional el derecho fundamental al trabajo, desde su Preámbulo, y particularmente
en su artículo 25 expresa que: "El trabajo es un derecho y una
obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial protección
del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y
justas." Igualmente, el artículo 53 de la misma Carta ordena expedir
el estatuto del trabajo, y señala los principios mínimos fundamentales que
deben tenerse en cuenta para tal fin, entre los cuales se tienen los
siguientes: remuneración mínima vital y móvil; estabilidad en el empleo;
irrenunciabilidad a los beneficios mínimos establecidos en normas laborales;
facultad para transigir y conciliar sobre derechos ciertos y discutibles;
situación más favorable al trabajador en caso de duda en la aplicación e
interpretación de las fuentes formales de derecho; supremacía de la realidad
sobre formalidades establecidas por los sujetos de las relaciones laborales;
etc.
En la actualidad, las normas sustanciales
que desarrollan estos principios constitucionales se ubican en el Código
Sustantivo del Trabajo, entratándose de trabajadores particulares, y los
procedimientos para resolver los conflictos laborales se encuentran en el
Código de Procedimiento Laboral; y en lo no regulado por éste, en el Código de
Procedimiento Civil, de manera que se deben aplicar a todos los casos siempre y
cuando tales disposiciones sustanciales y procesales no estén en contradicción
con los preceptos constitucionales consagrados en la Carta de 1991.
El Decreto No. 2351 de 1965 estableció, en
su artículo 80. numeral 5o., en favor de los trabajadores la acción de
reintegro, para el evento de que estos fueran despedidos sin justa causa cuando
hubieren cumplido más de diez años de servicios continuos:
"Con todo,
cuando el trabajador hubiere cumplido diez (10) años continuos de servicios y
fuere despedido sin justa causa, el juez de trabajo podrá, mediante demanda del
trabajador, ordenar el reintegro de éste en las mismas condiciones de empleo de
que antes gozaba y el pago de los salarios dejados de percibir o la indemnización
de dinero prevista en el numeral 4, literal d) de este artículo. Para decidir
entre el reintegro o la indemnización, el juez deberá estimar y tomar en cuenta
las circunstancias que aparezcan en el juicio, y si de esta apreciación resulta
que el reintegro no fuere aconsejable en razón de las incompatibilidades
creadas por el despido, podrá ordenar, en su lugar, el pago de la indemnización"
El artículo 6o. de la Ley 50 de 1990,
subrogó el citado numeral 5o. del artículo 8o. del Decreto Ley 2351 de 1965, en
los siguientes términos:
Artículo 6o.,
numeral 4, literal d). Terminación unilateral del contrato sin justa causa.
"Parágrafo transitorio. Los trabajadores que al momento de entrar en
vigencia la presente ley tuvieren diez (10) o más años al servicio continuo del
empleador, seguirán amparados por el ordinal 5o. del artículo 8o. del Decreto
Ley 2351 de 1965, salvo que el trabajador manifieste su voluntad de acogerse al
nuevo régimen"
Desde el punto de vista procesal, la Ley 48
de 1968, en el numeral 7o. del artículo 3o. estableció la caducidad de la
acción de reintegro así: "La acción de reintegro que consagra el
numeral 5o. del artículo 8o. del Decreto 2351 de 1965, prescribirá en el
término de tres meses contados desde la fecha del despido." Por tanto,
para solicitar el reintegro, el trabajador debe demandar dentro de los tres
meses siguientes a la fecha de su despido, o de lo contrario la acción caduca y
por consiguiente no es procedente la pretensión mencionada en virtud de su
extemporaneidad.
En el caso presente, el señor ALEXANDER
TENORIO, demandó a la sociedad LLOREDA GRASAS S.A. con el fin de obtener su
reintegro al cargo de Operario Empacador. Según las consideraciones de la
sentencia No. 94 del Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali del 29 de
junio de 1993 la acción se ejerció por este oportunamente.
La Juez Cuarto Laboral del Circuito de Cali
en la citada sentencia expresó:
"Con los
documentos visibles a folios 6-7 y la aceptación que hace la parte demandada al
dar respuesta a la demanda y al emitir el escrito de folio 50, se establece que
el señor Alexander Tenorio laboró al servicio de la empresa Lloreda Grasas
S.A. desde el 5 de agosto de 1.981 hasta el 24 de abril de 1.992, fecha en que
se le canceló el contrato de trabajo."(subrayado
fuera del texto)
(...)
"Entonces,
al encontrar reunidos en cabeza del actor los dos requisitos previstos por la
norma antes citada (artículo 8o. numeral 5o. del Decreto 2351 de 1965), se hace
procedente la acción de reintegro, máxime si esta se encuentra vigente dado que
se instauró dentro del término legal, interrumpiéndose su prescripción con la
presentación de la demanda.
"Además, en
el evento de autos, la empresa Lloreda Grasas S.A. no alegó ni menos aún
acreditó circunstancias anteriores con_comitantes (sic) o posteriores al
despido que hicieran desaconsejable la reinstalación en el empleo del
extrabajador demandante al cargo que desempeñaba el día del despido, por lo que
el Despacho dispondrá el reintegro solicitado como consecuencia del despido
injustificado y consecuencialmente al pago de los salarios dejados de
percibir..."
De conformidad con los documentos que obran
en el expediente, la sociedad LLOREDA GRASAS S.A. no recurrió el fallo citado,
a pesar de ser contrario a sus intereses, razón por la cual quedó ejecutoriada
legalmente la sentencia del Juzgado que ordenó el reintegro y el consiguiente
pago de los salarios dejados de percibir.
B. EL DEBIDO PROCESO, EL ACCESO A LA
JUSTICIA Y EL CUMPLIMIENTO COERCITIVO DE FALLOS JUDICIALES.
La Constitución Política de 1991 en su
artículo 29 consagra la garantía del debido proceso, aplicable a todas las
actuaciones judiciales y administrativas. A su turno, como principio orientador
de la función judicial, el artículo 228 establece de manera expresa la
prevalencia del derecho sustancial sobre el procesal, con el fin de que los
jueces adopten decisiones de fondo sobre los asuntos sometidos a su
conocimiento.
Para que las decisiones judiciales sean
cumplidas por las partes, el Código de Procedimiento Laboral establece que
quien obtenga sentencia favorable con respecto a sus pretensiones puede exigir
judicialmente el cumplimiento de toda obligación emanada de una providencia
judicial (artículo 100 del Código de Procedimiento Laboral). Dicha disposición
señala:
"Será
exigible ejecutivamente el cumplimiento de toda obligación originada en una
relación de trabajo, que conste en acto o documento que provenga del deudor o
de su causante o que emane de una decisión judicial o arbitral firme.
Cuando de fallos
judiciales o laudos arbitrales se desprendan obligaciones distintas de las de
entregar sumas de dinero, la parte interesada podrá pedir su
cumplimiento por la vía ejecutiva de que trata este capítulo, ajustándose en lo
posible a la forma prescrita en los artículos 987 y siguientes del Código
Judicial según sea el caso"
(Código de Procedimiento Civil, artículos 493 y siguientes) (se subraya)
A su vez, el artículo 495 del Código de
Procedimiento Civil señala lo siguiente:
"Artículo
495. (Modificado D.E. No. 2282 de 1989, artículo 1o. numeral 257) El acreedor podrá
demandar desde un principio el pago de perjuicios por la no entrega de una
especie mueble o de bienes de género distintos de dinero, o por la ejecución o
no ejecución de un hecho, estimándolos y especificándolos bajo juramento si no
figuran en el título ejecutivo, en una cantidad como principal y otra como tasa
de interés mensual, para que se siga la ejecución por suma líquida de dinero. (se
subraya)
Cuando el
demandante pretenda que la ejecución prosiga por perjuicios compensatorios en
caso de que el deudor no cumpla la obligación en la forma ordenada en el
mandamiento ejecutivo, deberá solicitarlo subsidiariamente en la demanda, tal
como se dispone en el inciso anterior.
Si no se pidiere
así y la obligación original no se cumpliere dentro del término señalado, se
declarará terminado el proceso por auto que no admite apelación."
La jurisprudencia laboral ha entendido que,
como consecuencia de la remisión al artículo 987 del extinguido Código Judicial
que hace el artículo 100 del Código de Procedimiento Laboral, el cual
corresponde a los artículos 493 y siguientes del Código de Procedimiento Civil
actualmente vigente, en el caso de una obligación de hacer como lo es el
reintegro de un trabajador ordenado por sentencia ejecutoriada, si el
demandante en proceso ejecutivo no solicita la compensación en dinero, se debe
declarar terminado el proceso.
En el asunto sub-examine, la apoderada del
señor ALEXANDER TENORIO no solicitó subsidiariamente los perjuicios
compensatorios para el evento de que la empresa LLOREDA GRASAS S.A. no diera
cumplimiento a la orden de reintegro contenida en la sentencia No. 94 de fecha
29 de junio de 1993, emanada del Juez Cuarto Laboral del Circuito de Cali, que
como se ha expresado, quedó ejecutoriada.
Por esa razón, la misma Juez Cuarto Laboral
del Circuito de Cali, mediante auto No. 393 del día 27 de abril de 1994, señaló
que:
"quedó
establecido en audiencia de 18 de marzo de 1.994 que la empresa Lloreda Grasas
S.A. no dio cumplimiento al correspondiente mandato judicial, alegando que
"el señor Tenorio en el momento de su retiro no había cumplido los diez
años de servicio, es decir que al 31 de diciembre de 1.990 no tenía más de 10
años de servicio, razón por la cual no tiene derecho a la acción de reintegro".
"Pero como
en el evento de autos se tiene que la parte ejecutada no dió cumplimiento a la
prestación inicial -reintegro del señor Alexander Tenorio- y la parte
ejecutante se abstuvo de solicitar en su demanda ejecutiva y en la debida
oportunidad el correspondiente resarcimiento en dinero, necesariamente el
Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali, tal como lo dispone el inciso 3o.,
del Art. 495 del C.P.C., dá (sic) por terminado el presente proceso ejecutivo.
En consecuencia cancélese su radicación y archivese (sic) el proceso."
Esta Corporación considera que en el caso
concreto la no petición subsidiaria de la compensación en dinero por el
demandante en el proceso ejecutivo laboral por obligación de hacer llevó al
juzgado y al Tribunal a proceder con sujeción a lo dispuesto en el artículo 495
inciso 3o. del Código de Procedimiento Civil, según el cual "deberá
darse por terminado el proceso" por la circunstancia antes anotada,
razón por la cual sobre este aspecto la Corte estima que dichas decisiones no
son contrarias al debido proceso, y estuvieron fundadas en las disposiciones
legales mencionadas.
Sin embargo, la circunstancia de que el
proceso ejecutivo laboral no concluyó satisfactoriamente para las pretensiones
del demandante, en lo que respecta a la obligación de hacer (reintegro del
trabajador), en razón de la formulación equivocada de la demanda, ante la
ausencia de petición subsidiaria (perjuicios compensatorios), no da lugar a
dejar sin efecto ni extinguir definitivamente el cumplimiento de la sentencia
de fecha 29 de junio de 1993, del Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali,
por medio de la cual se condenó a la empresa LLOREDA GRASAS S.A. a reintegrar
al accionante al cargo que tenía el 25 de abril de 1993, fecha en que injusta e
ilegalmente fue despedido, por cuanto se trata de una providencia judicial
debidamente ejecutoriada, que se encuentra vigente y hace tránsito por
consiguiente a cosa juzgada, con la plenitud de sus efectos legales.
El artículo 229 de la Constitución Política
garantiza el derecho de toda persona para acceder a la administración de
justicia. Esta Corporación en el pasado se ha pronunciado acerca de la
procedencia de la acción de tutela con el fin de obtener el cumplimiento de un
fallo judicial, y ha ordenado que efectivamente se acate la decisión del juez,
por cuanto el derecho fundamental de acceder a la administración de justicia,
tiene su sustento en una norma de rango constitucional, de manera que su
desconocimiento comporta la violación de la misma, en cuanto el incumplimiento
de la providencia judicial que ordena el reintegro implica la violación del
derecho al trabajo de una persona y el acceso a la administración de justicia
en aquellos casos como el que se examina, el accionante se encuentra en estado
de subordinación e indefensión frente a su empleador, de conformidad con los
ordenamientos consagrados en el Decreto 2591 de 1991, razón por la cual la
tutela de estos derechos es el mecanismo adecuado para su protección.
Cabe observar que el presente asunto no
versa sobre reclamo de reintegro del trabajador que generalmente corresponde
decidir a la justicia laboral, sino más bien de que a través del mecanismo de
la acción de tutela se haga efectivo el cumplimiento de la providencia judicial
emanada del Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali a que se ha hecho
referencia, que así lo ordenó y que hizo tránsito a cosa juzgada, dentro del
proceso ordinario promovido por el actor contra la empresa LLOREDA GRASAS S.A.,
habiéndose declarado el derecho a dicho reintegro al trabajo, hecho que no se
ha cumplido a cabalidad por la demandada, en perjuicio del trabajador, como se
deduce de las probanzas que obran en el expediente.
La Constitución Política de 1991 establece
que la "administración de justicia" es función pública, sus
decisiones son independientes y en sus actuaciones prevalecerá el derecho
sustancial. Además, como se ha expuesto, el Estado está en la obligación de
garantizar el derecho de toda persona para acceder a la administración de
justicia, a fin de dar cumplimiento a sus fines esenciales, entre los cuales se
encuentra el de garantizar la efectividad de los derechos consagrados en la
Constitución. (artículo 2o. C.P.)
No puede olvidarse que las autoridades de
la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia en su vida, honra, bienes, creencias y "demás derechos",
y uno de esos derechos es precisamente el que emana de la providencias
judiciales debidamente ejecutoriadas, a través de las cuales se ordena el
reintegro al trabajo como derecho fundamental (artículo 25 C.P.) como una
obligación que debe gozar en todas sus modalidades de la especial protección
del Estado.
Siendo ello así, de acuerdo con la potestad
que le corresponde a la Corte Constitucional como guardiana de la integridad y
supremacía de la Constitución, y de ser el máximo organismo protector de los
derechos fundamentales, cuando estos han sido conculcados o amenazados por la
acción u omisión de las autoridades públicas o de los particulares en aquellos
casos en que la persona se halle en estado de subordinación e indefensión, como
en el caso presente, lo cual constituye causal de procedencia de la acción de
tutela, (Decreto 2591 de 1991 artículo 42 numeral 9o.), esta Corporación
revocará parcialmente la sentencia materia de revisión y en su lugar tutelará
el derecho al trabajo y al acceso a la administración de justicia para los fines
del cumplimiento estricto de la sentencia del Juzgado Cuarto Laboral del
Circuito de Cali que se encuentra ejecutoriada, a fin de que se produzca el
efectivo reintegro del accionante ALEXANDER TENORIO dentro del término de 48
horas contados a partir de la notificación de la presente sentencia, siempre y
cuando que dicho reintegro no se haya producido con anterioridad.
Ahora bien, en lo que hace referencia a las
peticiones formuladas en la demanda de tutela, relacionadas con la suspensión
de los autos de 27 de abril de 1994 y 28 de junio del mismo año emanados del
Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali y de la Sala de Decisión Penal del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de la misma ciudad, así como la
solicitud de que se ordene a este último cumplir con el debido proceso y
tramitar el proceso ejecutivo por obligación de hacer, dichas peticiones
resultan abiertamente improcedentes, por cuanto por un lado, se trata de
providencias judiciales contra las cuales no resulta viable la acción de tutela
y por cuanto además, como ya se ha expuesto, el proceso ejecutivo mencionado se
tramitó, se observó y se definió con sujeción a las normas consagradas tanto en
el Código Procesal del Trabajo como en el Código de Procedimiento Civil, de
conformidad con el análisis realizado en este proveído sin que existiera
ninguna violación al debido proceso.
Así mismo, tampoco es de recibo ordenar el
pago de los salarios, incrementos legales, afiliación al I.S.S. y prestaciones
dejadas de percibir, solicitados por el accionante ya que de dichos conceptos,
es improcedente la acción de tutela, toda vez que con relación a los mismos,
existen otros medios de defensa judicial para dirimir y decidir dicha
controversia, con fundamento en las pruebas relativas al monto de los salarios,
base de liquidación y a los derechos que surjan de la seguridad social del
trabajador, sin que haya lugar a decretarlos a través de este medio judicial ni
a la condena en costas solicitado en la demanda de tutela.
IV. DECISION.
En mérito de lo expuesto, la Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Revocar parcialmente el fallo proferido por
la Honorable Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, el día 19 de octubre de
1994 en cuanto negó al accionante ALEXANDER TENORIO para efectos de su
reintegro, el amparo de los derechos demandados, y en su lugar se dispone lo
siguiente:
PRIMERO: Tutelar los derechos fundamentales al trabajo y al
acceso a la administración de justicia, a fin de que se de cumplimiento al
fallo proferido por el Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de Cali de fecha 29
de junio de 1993, en el sentido de reintegrar al señor ALEXANDER TENORIO al
cargo de operario de empaquetadora o a otro de igual o superior categoría y
remuneración, siempre y cuando que a la fecha de la notificación de esta
sentencia no se haya efectuado dicho reintegro.
A la anterior providencia se le deberá dar
cumplimiento por parte de la demandada, dentro del término de cuarenta y ocho
(48) horas contado a partir de la notificación a la misma.
SEGUNDO. No acceder a las demás pretensiones formuladas por el
peticionario de conformidad en lo expuesto en la parte motiva de esta
providencia.
TERCERO: Comunicar esta decisión al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Cali, Sala Penal, para que se notifique esta providencia y
se proceda de conformidad con lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591
de 1991, con las prevenciones legales correspondientes, de que trata el
artículo 52 del mismo decreto.
Notifíquese, cópiese, comuníquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |